Doctrina Laboral, Responsabilidad de Socios

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Responsabilidad de socios, controlantes, directores y gerentes de sociedades

comerciales

Por Ricardo Diego Hierrezuelo y Pedro Fernando Nuñez

I.- Introducción.
II.- Responsabilidad de socios y controlantes.
III. Responsabilidad de directores, gerentes y administradores de sociedades
comerciales.

Texto completo

Responsabilidad de socios, controlantes, directores y gerentes de sociedades


comerciales

Por Ricardo Diego Hierrezuelo(**) y Pedro Fernando Nuñez (*)

I.- Introducción.

Uno de los temas que más litigiosidad presenta en la actualidad es la posibilidad de


condenar, además de la persona jurídica empleadora, a sus socios, controlantes,
directores y gerentes cuando se verifican reclamos de trabajadores que no han sido
registrados, o lo han sido en forma irregular, o no se le integraron los aportes
retenidos.

Este tema reviste singular importancia, porque al igual que lo que aconteció
anteriormente con la interpretación del art. 30 de la L.C.T. y el fallo Rodríguez de
la C.S.J.N., en el presente supuesto la jurisprudencia de algunas salas de la
C.N.A.T. mantuvieron su posición inicial pese a los claros términos vertidos por el
más Alto Tribunal (en su integración anterior) en los fallos Palomeque y Carballo.

Razones de orden metodológico imponen escindir el tratamiento de la


responsabilidad de los socios y controlantes por un lado, y la de los directores,
gerentes y administradores, por el otro, ya que la normativa jurídica aplicable
difiere en uno y otro caso.

II.- Responsabilidad de socios y controlantes.


En este supuesto, la discusión campea en la interpretación que debe dársele al art.
54 de la L.S.C.

Cabe destacar, en primer término que en la legislación comparada no encontramos


antecedente alguno que introdujera la teoría de la desestimación en un dispositivo
legal, sino que, por el contrario, son los jueces los que utilizan esta herramienta en
aquellos casos en que se deba allanar la personalidad jurídica de la sociedad
comercial. Incluso, nada se dijo en la ley 19.550 sobre este tema, que recién se
incorporó en 1983 con la reforma de la ley 22.903, al modificarse el art. 54 de la
L.S.C.. Posteriormente, esa disposición fue receptada por el derecho uruguayo en
términos similares en 1989[1].

El tercer párrafo del art. 54 de la L.S.C. dispone: “... INOPONIBILIDAD DE LA


PERSONA JURÍDICA. La actuación de la sociedad que encubra la prosecución de
fines extrasocietarios constituya un mero recurso para burlar la ley, el orden
público o la buena fe o para frustrar derechos de terceros, se imputará directamente
a los socios o a los controlantes que la hicieron posible, quienes responderán
solidaria e ilimitadamente por los perjuicios causados”.

Conviene recordar, que a diferencia de lo que acontece en el disregard


norteamericano, donde se produce la pérdida de la autorización de la corporation
(que posee responsabilidad limitada) para actuar como sujeto de derecho, quedando
limitada a un simple conjunto de personas físicas; en nuestro país, como la
totalidad de las sociedades están dotadas de personalidad jurídica, incluso las
sociedades en formación, en algunos casos será conveniente desestimar su
personalidad jurídica, y en otros supuestos, ese mecanismo será exagerado. De ahí
que haya que distinguir dos supuestos bien diferentes. Uno consiste justamente en
prescindir de la personalidad misma de la sociedad, ya que el abuso se hace con el
uso de la forma jurídica. En cambio, en otros sólo se abusa de los privilegios que
importan ciertos tipos sociales que ofrecen la posibilidad de limitar la
responsabilidad del socio al capital aportado o comprometido. En el primer caso, se
niega la existencia autónoma del sujeto de derecho, mientras que en el otro se
mantiene su personalidad, pero se le niega al socio la responsabilidad limitada. Esta
última opción es la que se aplica en el supuesto bajo análisis donde se condena
tanto a la persona jurídica empleadora como a los socios o controlantes de la
misma.

Ahora bien, la responsabilidad de los socios y controlantes de sociedades


comerciales ha dividido tanto a la doctrina y jurisprudencia en dos posturas
polarizadas y antagónicas que se aprecian en la actualidad, pese a los lineamientos
marcados por la C.S.J.N. en el fallo Palomeque.

La postura amplia entiende que corresponde extender en forma solidaria e ilimitada


a los socios y controlantes, cuando se trate de una relación laboral total o
parcialmente irregular, o cuando se retengan aportes previsionales sin efectivizarlos
en los organismos correspondientes. Los argumentos fueron expuestos primero por
el Fiscal General, y luego por la Sala III de la C.N.A.T en los autos “Delgadillo
Linares, Adela c/ Shatell S.A. y otros s/ despido” (TySS, 1999-667). El Dr.
Eduardo Alvarez, dictaminó considerando que procedía extender la condena a los
demandados integrantes de la sociedad por aplicación de los arts. 54 y 274 de la
LSC 19.550, por cuanto “... se habría creado una hipótesis automática de la caída
del velo societario en supuestos de ilicitud que, como en el caso concreto,
excederían el mero incumplimiento de las obligaciones emergentes del contrato, al
relacionarse con la indebida instrumentación de los importes remuneratorios reales,
configurativa de un arquetípico fraude laboral”. Por su parte, la Sala III resolvió
que “la conducta asumida por la empleadora constituye un típico fraude laboral y
previsional, ya que tiene normalmente por objeto y efecto disminuir en forma
ilegítima la incidencia del salario normal en las prestaciones complementarias o
indemnizatorias y en los aportes al sistema de seguridad social. El pago en negro
perjudica al trabajador, que se ve privado de aquella incidencia; al sector pasivo,
que es víctima de la evasión, y a la comunidad comercial en cuanto, al disminuir
los costos laborales, ponen al autor de la maniobra en mejor condición, para
competir en el mercado, que la reservada a otros empleadores respetuosos de la ley.
Ahora bien, el artículo 54 de la ley 19.550, en el último párrafo agregado por la ley
22.903, dispone: “La actuación de la sociedad que encubra la consecución de fines
extrasocietarios, constituye un mero recurso para violar la ley, el orden público o la
buena fe o para frustrar derechos de terceros, se imputará directamente a los socios
a los controlantes que la hicieron posible, quienes responderán solidaria e
ilimitadamente por los perjuicios causados. No podrá decirse que el pago en negro
encubre en este caso la consecución de fines extrasocietarios, puesto que el
principal fin de una sociedad comercial es el lucro; pero sí que constituye un
recurso para violar la ley (las normas antes citadas), el orden público (el orden
público laboral expresado en los arts. 7, 12, 13 y 14 de la L.C.T.), la buena fe ( que
obliga al empresario a ajustar su conducta a lo que es propio de buen empleador,
art. 63 L.C.T.) y para frustrar derechos de terceros (a saber, el trabajador, el sistema
previsional, los integrantes del sector pasivo y la comunidad empresarial, según ya
se ha indicado). No obsta a esta solución el hecho de que la actora haya trabajado
para la sociedad anónima Shatell y no para los socios directivos de ésta en forma
individual. La demanda contra los socios no se funda en un inexistente contrato de
trabajo con ellos, sino en la responsabilidad de éstos por los hechos y deudas de la
sociedad cuando se aplica a ésta la cláusula de desestimación de la personalidad
prevista en el citado artículo 54 de la ley 19.550”.

Esta postura, que de inmediato encontró eco favorable en varias salas de la CNAT,
se mantiene aún después del fallo de la CSJN antes mencionado. En efecto, se ha
resuelto que “ Los pronunciamientos de la Corte Suprema en las causas “Carballo”
y “Palomeque” están referidos a aspectos fácticos propios de dichos casos y no
constituyen criterios interpretativos acerca de los arts. 54 y 59 LSC, que pudiera ser
considerado como vinculante para los tribunales inferiores” (CNAT, Sala X,
27/8/04, “Juárez, Carlos A. c/ Cerámica El Aljibe S.R.L. y otro”). También se ha
dicho que “La falta de registro el registro irregular de la relación laboral
constituyen conductas prohibidas que contravienen tanto la legislación laboral
como el art. 54 de la LSC que deben ser sancionadas con la extensión ilimitada y
solidaria de la responsabilidad al director y socios de la sociedad (CNAT, Sala I,
04/03/05, “Dilonardo, Héctor D. c/ Testino S.A. y otro”).

Por el contrario, la postura estricta ha sido defendida por nuestro más Alto Tribunal
(en su integración anterior) en los autos en los autos “Palomeque, Aldo René c.
Benemeth S.A. y otro” (TySS, 2003-492), sentencia del 03/04/03, quien adhirió al
dictamen del procurador fiscal, el cual si bien tuvo por acreditado que el actor fue
registrado por la empleadora en fecha posterior a la real y en una categoría que no
era la propia, así como también la existencia de pagos no registrados, entendió que
la sentencia no cumplía con los recaudos de validez de los fallos judiciales, pues no
había quedado acreditado que estuviéramos en presencia de una sociedad ficticia o
fraudulenta, constituida en abuso del derecho y con el propósito de violar la ley
que, prevaliéndose de dicha personalidad, hubiera afectado el orden público laboral
o evadido normas legales, así como tampoco que se hubieran reunidos los
elementos necesarios para considerar que entre los codemandados a título personal
y el actor existía un contrato de trabajo. Finalmente agregó que “en el marco
precedentemente descrito, aprecio que los jueces han prescindido de considerar que
la personalidad diferenciada de la sociedad y sus socios y administradores
constituye el eje sobre el que se asienta la normativa sobre sociedades anónimas y
que ésta configura un régimen especial porque aquéllas constituyen una
herramienta que el orden jurídico provee al comercio como uno de los relevantes
motores de la economía. Desde esta perspectiva, no alcanzo a advertir que el
contexto probatorio del caso posea virtualidad suficiente como para generar la
aplicación de una causal de responsabilidad en materia societaria de orden
excepcional, sin la suficiente y concreta justificación, ni que los motivos
expresados provean del debido sustento a la inteligencia conferida al precepto en
examen”.

Las Salas IV y VIII de la C.N.A.T. adhieren a esta posición. Así, se ha resuelto que
“Decir que la actuación de la sociedad constituye un mero recurso para violar la
ley, el orden público laboral y la buena fe y frustrar derechos de terceros en los
términos del art. 54 L.S.C. por una falencia registral –ya debidamente sancionada
por aplicación de la Ley de Empleo- luce excesivo a la luz de un criterio que, por
su carácter de excepción debe ser interpretado restrictivamente” (CNAT, Sala IV,
30/4/04, “González, Julián T. C/ Weland S.A. y otros”). En idéntico sentido, se ha
dicho que “Aun de admitirse la existencia de deficiencias registrales y de pagos
efectuados sin documentar, y la continuidad de la relación laboral en esas
condiciones, ello no permite concluir que la actividad de una empresa encubría la
prosecución de fines extrasocietarios o que su actuación constituía un mero recurso
para violar la ley, el orden público, la buena fe o para frustrar derechos de terceros”
(CNAT, Sala VIII, 30/4/04, “Maciel Ferreira, Gustavo c/ Tritton S.A. y otros”).
Por nuestra parte, ratificamos el criterio estricto al que habíamos adherido
oportunamente[2], pues consideramos que lo contrario importaría prescindir de la
“persona jurídica” como sujeto de derecho distinto de las personas físicas que lo
integran, lo que no se condice con las disposiciones actuales del Código Civil y de
la Ley de Sociedades Comerciales. Asimismo, entendemos que esta situación
puede ser resuelta dentro de la propia teoría general del derecho del trabajo.

En efecto, en lo que respecta al primer punto, cabe destacar que el Código Civil,
luego de definir a las personas como “todos los entes susceptibles de adquirir
derechos, o contraer obligaciones” (art. 30), las clasifica en personas de existencia
ideal o de existencia visible, agregando que ambas pueden adquirir los derechos, o
contraer las obligaciones que el código establece, por el modo y en la forma que se
determina, naciendo de esa facultad que en los casos dados les conceden o niegan
las leyes, su capacidad o incapacidad (art. 31). Las personas de existencia visible
son todos los entes que presentasen signos característicos de humanidad, sin
distinción de cualidades o accidentes (art. 51 del C. Civil), en cambio, el codex
define a las personas jurídicas por exclusión, es decir son todos aquellos entes que
no son personas de existencia visible. El art. 33 del C. Civil clasifica las
personas jurídicas en personas de carácter público y personas de carácter privado.
Tienen carácter público: 1) El Estado Nacional, las Provincias y los municipios; 2)
Las entidades autárquicas; 3) La iglesia Católica. Por su parte, tienen carácter
privado: 1) Las asociaciones y fundaciones que tenga por principal objeto el bien
común, posean patrimonio propio, sean capaces por sus estatutos de adqurir bienes,
no subsistan exclusivamente de asignaciones del Estado, y obtenga autorización
para funcionar; 2) Las sociedades civiles y comerciales y entidades que conforme a
la ley tengan capacidad para adquirir derechos y contraer obligaciones, aunque no
requieran autorización expresa del Estado para funcionar. Finalmente, el art. 35
prevé que las personas jurídicas pueden adquirir los derechos establecidos en el
código para los fines de su institución y ejercer los actos que no les sean
prohibidos, por el ministerio de los representantes que sus leyes o estatutos les
hubiesen constituido, y el art. 36 reputa actos de las personas jurídicas los de sus
representantes legales, en tanto no se excedan en sus funciones.

De lo hasta aquí visto se puede colegir que para el código las personas jurídicas
poseen individualidad propia, estando capacitadas para adquirir derechos y contraer
obligaciones por sí mismas, ya que no se confunden con las personas que la
integran. Cuentan también con determinados atributos (con excepción de los que
son propios de las personas físicas como los de filiación) como ser entre otros el
nombre, el domicilio y una capacidad reconocida por la ley, que difieren del de
sus miembros.

La distinción entre la persona jurídica y sus miembros se encuentra consagrada en


el art. 39 del C. Civil, al disponer que las mismas (el código ejemplifica con las
corporaciones, asociaciones, etc) serán consideradas como personas enteramente
distintas de sus miembros. Dispone que los bienes que pertenezcan a la persona
jurídica (vuelve a ejemplificar con la asociación) no pertenecen a ninguno de sus
miembros; y ninguno de sus miembros, ni todos ellos, están obligados a satisfacer
las deudas de aquélla (corporación), si expresamente no se hubiesen obligado como
fiadores, o mancomunado con ella. En este artículo se aprecia con total claridad
que la persona jurídica tiene distinta “personalidad”, “patrimonio” y
“responsabilidad” que sus miembros. La primera distinción erige al ente colectivo
en un sujeto de derecho diferente a sus socios, capaz de adquirir derechos, y en el
tema que nos interesa, contraer obligaciones en forma independiente de las
personas física que actúan por ella. Por la segunda de las distinciones se
colige que los bienes de la persona jurídica pertenecen sólo a ella, siendo por ende,
titular de los derechos reales o personales, así como también de las obligaciones
contraídas, que como principio deberá garantir con los bienes que conforman su
patrimonio, y sólo excepcionalmente lo harán los miembros en tanto exista una
disposición legal que lo establezca expresamente. Finalmente la tercera de las
diferencias importa que la persona jurídica responde contractual y
extracontractualmente en forma independiente y distinta a los miembros que la
integran, salvo que ellos mismos, en forma personal se hubieran obligado como
fiadores o mancomunado con ella.

Por su parte, el carácter de sujeto de derecho de las sociedades comerciales se


infiere de los tres primeros artículos que integran la Sección I del Capítulo I, cuyo
epígrafe es justamente “De la existencia de la Sociedad”. También se aprecia en la
Exposición de Motivos de la ley 19550, donde los legisladores, respecto del art. 2
sostuvieron que “... la sociedad resulta así no sólo una regulación del derecho
constitucional de asociarse con fines útiles y una forma de ejercer libremente una
actividad económica, sino que constituye una realidad jurídica, esto es, ni una
ficción de la ley, reñida con la titularidad de un patrimonio y demás atributos de la
personalidad, como el domicilio, el nombre y la capacidad, ni una realidad física,
en pugna con una ciencia de valores. Realidad jurídica que la ley reconoce como
medio técnico para que todo grupo de individuos pueda realizar el fin lícito que se
propone”. De tal exposición surge palmariamente el reconocimiento como persona
jurídica de las sociedad comerciales , las cuales están dotadas, al igual que las
personas físicas y demás personas de existencia ideal de atributos de la
personalidad entre los que se encuentran el nombre (que es la designación que
permite identificarse y diferenciarla de los restantes sujetos), el domicilio (que
difiere al regulado en materia civil por el art. 90, inc. 3° en tanto se refiere a la
jurisdicción o ciudad en donde se encuentra radicada la sede social de la sociedad),
capacidad para adquirir derechos y contraer obligaciones y un patrimonio propio
distinto del de sus socios que está compuesto por el conjunto de bienes de la
sociedad. La ley de Sociedades comerciales, luego de sostener que habrá sociedad
comercial cuando dos o más personas en forma organizada, conforme a uno de los
tipos previstos en esta Ley, se obliguen a realizar aportes para aplicarlos a la
producción o intercambio de bienes o servicios participando de los beneficios y
soportando las pérdidas (art. 1), indica en el art. 2 que la sociedad es un sujeto de
derecho con el alcance fijado en esta ley[3].
De lo expuesto, surge que las sociedades comerciales son sujeto de derecho
distintos de cada uno de sus componentes, y los actos que ella realice, sean lícitos o
ilícitos, deben ser imputados a la persona jurídica y no a los socios que la integran.

Ahora bien, la falencia registral total o parcial constituye uno de los graves flagelos
que azotan actualmente al trabajo, a punto tal que un gran porcentaje de los
trabajadores se encuentran en la más absoluta informalidad, cifra que se extiende
considerablemente si además incluimos a aquellos en los cuales se los registra con
una fecha de ingreso o una remuneración distinta. Sin embargo, existen normas
concretas que sancionan estos incumplimientos, entre las que se encuentran las
leyes 24013, 25323 y 25345, entre otras, sobre cuya eficacia no es oportuno
discutir en este momento. Pero esas omisiones, por más graves que sean, no dejan
de ser actos imputables a la sociedad comercial y constituyen incumplimientos
contractuales, graves por cierto, pero que no se diferencian en esencia de las
restantes inobservancias en que puede incurrir la persona jurídica. Es decir, no
existiría una diferencia sustancia, o dicho de otro modo, sólo habría una distinción
gradual entre no registrar el contrato de trabajo, como atrasarse en el pago de la
remuneración.

Ambos supuestos, con diferente intensidad, violan la ley (la ley de contrato de
trabajo), el orden público (el orden público laboral), la buena fe (principio
establecido en el art. 63 de la L.C.T.), y frustran los derechos de terceros (del
trabajador). Sin embargo, ni siquiera los sostenedores de la postura amplia
defenderían la extensión de la responsabilidad al socio o controlante, por el
atrasado momentáneo del pago de la remuneración.

Por otra parte, no resulta ocioso recordar que ya existen sanciones específicas para
reprimir las violaciones relacionadas con la informalidad contractual, razón por la
cual si el legislador hubiera querido extender la responsabilidad por esas maniobras
a todos los integrantes de la sociedad, lo hubiera explicitado a través de normas que
así lo dispusieran expresamente.

Adviértase que cada vez que el legislador ha querido extender la responsabilidad a


los integrantes lo ha hecho concretamente a lo largo de toda la L.S.C.. Sin
embargo, fuera del derecho societario, la extensión de responsabilidad no está
direccionada a los integrantes, sino a los directores, gerentes, administradores y
demás representantes de la persona jurídica, como se aprecia en la ley 11.683 o en
materia penal, en la Ley sobre Riesgos del Trabajo.

Al analizar el tercer párrafo del art. 54 de la L.S.C., apreciamos que sólo se podría
aplicar tal dispositivo legal, si la sociedad fue constituida con el único fin de
contratar trabajadores en la más absoluta informalidad, o cuando la sociedad fue
utilizada como una pantalla (mero recurso) para encubrir una actuación ilícita
oculta.
El primer supuesto resulta impensable, pero el segundo es usual en nuestra
disciplina, a punto tal que tenemos herramientas jurídicas propias para sancionar
este tipo de maniobras muy utilizadas por los empleadores para evadir el
cumplimiento de la normativa laboral.

El Derecho del Trabajo cuenta con normas que permiten prescindir de la


personalidad jurídica de la sociedad comercial e imputar responsabilidad
directamente a los socios y controlantes, desde mucho antes de la reforma
introducida por la ley 22.903. Nos estamos refiriendo a los supuestos de
simulación ilícita o fraude por interposición de persona jurídica contemplada en el
art. 14 de la L.C.T., y al de sociedades controladas o pertenecientes a un conjunto
económico de carácter permanente establecida en el art. 31 de la L.C.T.

En este último caso, ni siquiera se requiere la acreditación de que la sociedad esta


siendo utilizada como pantalla, pues sólo se exige (y es más que suficiente), que
hayan mediado conducción temeraria o maniobras fraudulentas. Huelga decir, que
el no registrar la relación laboral o hacerlo en forma parcial, parcializar la
antigüedad del trabajador entre todas las sociedades del grupo económico, o
inscribir al personal en una persona jurídica integrante del conjunto insolvente, son
supuestos de conducción temeraria o maniobras fraudulentas previstos en la norma.

El segundo caso se produce cuando se intenta simular una relación laboral


mediante otra figura contractual no laboral o cuando se interpone una persona
jurídica, que no es más que una pantalla para encubrir la actuación personal de los
socios, que son los verdaderos titulares. Se trata de casos en que los socios dirigen
en forma personal la sociedad la que utilizan para limitar su responsabilidad,
obteniendo beneficios en forma personal y descargando todas las pérdidas en la
persona jurídica. La mayoría de estas empresas cuentan con un mínimo o
inexistente patrimonio social, que se ve en la generalidad de los casos desbordado
por las deudas sociales. Son las sociedades infracapitalizadas de las que habla
Nissen, aquellas que es imposible diferenciarla de sus integrantes, pues existe una
suerte de identificación con ellos.

Los trabajadores se encuentran en la más absoluta clandestinidad, prestan servicios


en un espacio físico locado, con los elementos indispensables para realizar el
trabajo, no se les entrega recibo de haberes ni constancia documental alguna
cuando perciben la remuneración. Reciben órdenes en forma directa de las personas
físicas que en realidad son los verdaderos titulares y empleadores, y que se escudan
bajo la persona jurídica, que sólo tiene de real la inscripción en el registro
pertinente y el mínimo capital exigido legalmente para poder constituirla.

En estos casos, la situación se resuelve por el propio artículo 14 y la solidaridad


impuesta por el art. 29 de la L.C.T., sin necesidad de incursionar en otras ramas de
derecho, que se manejan con principios propios totalmente disímiles. En esta
inteligencia, no es indispensable que la sociedad comercial sea totalmente
insolvente, pues la desestimación como persona jurídica surge de su utilización
como escudo para esconder al verdadero empleador y no de su situación
patrimonial. Es obvio, que la insolvencia, sumado a la informalidad total
constituyen una fuerte presunción de que estamos en presencia de una sociedad
interpuesta, pero que esta sea solventa, en cambio, no autoriza a descartar por esa
las circunstancia, la aplicación de la desestimación laboral[4].

Esta es la posición que recientemente ha asumido la Sala II, al sostener que


“Corresponde imputar responsabilidad a las personas físicas por los actos
societarios en tanto se advirtiera una utilización fraudulenta de la persona jurídica,
y ello así por cuanto la teoría de la penetración o de la desestimación de la
personalidad societaria ha sido elaborada a propósito del uso desviado de ésta como
así también, prevaliéndose de dicha personalidad se afectan intereses de terceros o
de orden público” (CNAT, Sala II, 24/11/04, “Vacatello, Laura B c/ rondo
Diffusion S.A. y otro”).

No desconocemos que la extensión de responsabilidad a los socios fue una


respuesta dada por la jurisprudencia a un problema real, ya que mediante este
mecanismo se pretendió terminar con aquellas conductas fraudulentas pergeñadas
por ciertos individuos que, favorecidos por el ordenamiento jurídico que permite
constituir sociedades con un mínimo capital, perjudicaban los intereses de terceros,
entre los que se encuentran trabajadores. Sin embargo, la extensión ilimitada de
responsabilidad por cada acto ilícito realizado supone desconocer la distinción que
el plexo legal efectúa entre personas físicas y personas jurídicas. Para que esto
último sea posible se requiere una reforma legislativa que disponga la
responsabilidad personal de los socios por cada comportamiento antijurídico
realizado por la sociedad. La teoría de la penetración no resulta idónea para
contemplar estos supuestos, pues ésta supone el uso desviado de la personalidad
jurídica por los socios o controlantes en forma personal; que no debe confundirse
con los actos sean lícitos o ilícitos cometidos por la propia sociedad comercial para
el cumplimiento de sus fines.

III. Responsabilidad de directores, gerentes y administradores de sociedades


comerciales.

Si en el punto anterior la confusión se planteaba por la interpretación de la norma


jurídica, en el caso de los directores, gerentes y administradores, la controversia se
traslada a la esfera exclusivamente procesal, pues, mientras algunos exigen la
acreditación de conocimiento o la participación del director en la maniobra ilícita,
otros directamente lo presumen por la función que los mismos ocupan dentro de la
sociedad comercial.
En lo que se refiere a la regulación legal, cabe destacar que del juego armónico de
los arts. 59 y 274 de la L.S.C., surge que los directores, administradores y
representantes de las sociedades anónimas responden en forma ilimitada y solidaria
hacia la sociedad, los accionistas y los terceros por el mal desempeño de su cargo,
según el criterio de lealtad y diligencia previsto por el primero de los artículos, así
como por la violación de la ley, estatuto o el reglamento, y por cualquier otro daño
producido por dolo, abuso de facultades o culpa grave. Asimismo, el art 157 de la
L.S.C. hace extensiva a los gerentes de las sociedades de responsabilidad limitada
los deberes, obligaciones y responsabilidades de la tipología anterior

La tesis amplia fue acuñada por primera por la Sala III de la CNAT, el 12/12/98, en
autos “Duquelsy, Silvia c/ Fuar S.A. y otro s/ despido”. En dicha oportunidad, si
bien no se había acreditado que la persona física fuera socia, en cambio surgía de
las actuaciones que era presidente del directorio. En consecuencia, se resolvió que
“Sin embargo, en su carácter de presidente del directorio de dicha sociedad y en
virtud de lo dispuesto por el art. 274 de dicho cuerpo legal responde ilimitada y
solidariamente ante los terceros –entre quienes se encuentra la actora-, por la
violación a la ley –supuesto que se encuentra configurado en el caso, en virtud de
lo señalado precedentemente- ya que no ha probado que se opusiera a dicho actuar
societario, ni mucho menos que dejara asentada su protesta y diera noticia al
síndico de la misma, único medio de eximirse de tal responsabilidad (cfr. Últ.
Párrafo art. 274 citado).

Aun después de la postura adoptada por la CSJN en la causa “Carballo”, algunas


salas mantuvieron aquella línea de pensamiento. Así, se ha dicho que “Es
responsable en forma solidaria, en los términos de los arts. 54, 274 y 59 de la
L.S.C., quien ejerce el cargo de directora suplente de una sociedad anónima por el
pago de un sobresueldo sin la debida registración” (CNAT, Sala X, 10/2/04,
“Lorenzo, Norberto E. C/ Dirección Asistida S.A. y otro”). También se ha resuelto
que “En atención a lo dispuesto en los arts. 54, 59 y 274 decreto ley 19.550, la
responsabilidad solidaria del represente legal de una sociedad es manifiesta cuando
la relación laboral se ha clandestinizado” (CNAT, Sala VI, 29/3/05, “Viscovich,
Ana M. C/ Programa de Asistencia Odontológica S.R.L. y otro”).

La tesis estricta fue sostenida por la CSJN en la causa “Carballo, Atilano c/


Kanmar S.A. (en liquidación) y otros” del 31/10/02, donde adhirió al dictamen del
procurador fiscal, que utilizó idénticos argumentos que en Palomeque. La Sala IV,
arriba a la misma conclusión al resolver que “La extensión de responsabilidad en
virtud de lo que prescribe el art. 274 L.S.C. sólo procede cuando el hecho proviene
de la actuación individual y el daño se hubiere producido por dolo, abuso de
facultades o culpa grave” (CNAT, Sala IV, 31/3/05, “Penida, Miguel A. c/
Segurcity S.R.L. y otros”).

Por nuestra parte, entendemos que tratándose de una cuestión eminentemente


procesal, hay que analizar en cada caso concreto, si ha existido mal desempeño del
cargo de director, administrador, gerente o representante de la sociedad comercial,
o si deben responder en virtud de la violación de la ley, el estatuto o el reglamento
y por cualquier otro daño producido por dolo, abuso de facultades o culpa grave.

Pero en principio, cabría aclarar dos cosas. La primera, que la irregularidad


registral no permite por sí misma, extender la responsabilidad en forma solidaria al
presidente y a todo el directorio. La segunda, que el director, gerente o
representante no debe responder por la totalidad de la deuda salarial o
indemnizatoria del trabajador, sino sólo por aquella generada como consecuencia
de su conducta antijurídica.

Con respecto al primer punto, conviene señalar que en la actualidad, las modernas
sociedades anónimas cuentan con órganos dentro de los cuales las funciones se
distribuyen en un abanico de sectores que se encargan de diferentes materias,
teniendo cada una de ellas a su cargo el cumplimiento de determinadas tareas
asignadas. De ello se desprende, que cualquier incumplimiento laboral no deba
necesariamente imputare al Presidente del Directorio, o a todos los directores que
integran la sociedad anónima (máxime si estamos en presencia de lo que se
denominan sociedades abiertas), sino sólo al o a los directores encargados del
manejo y de la toma de decisión de la persona jurídica para con su persona.

Parece claro que estos deberán extremar la diligencia para el cumplimiento de la


legislación laboral, y en caso de inobservancia, deberá responder no sólo la
sociedad comercial, sino también ellos mismos por incumplimiento de los deberes
dispuestos en los arts. 59 y 274 de la L.C.T.. Así por ejemplo, si el pago de haberes
no se efectiviza por no haber adoptado el mismo la diligencia necesaria tendiente a
que los trabajadores tuvieran depositado sus remuneraciones en sus respectivas
cuentas antes del vencimiento del plazo legal otorgado, será el director a cargo de
esa operación el que deberá responder por el incumplimiento contractual. Pero ello
en la medida en que existan fondos disponibles, pues de no haberlos, tal
circunstancia escaparía del marco de sus posibilidades, eximiéndolo de
responsabilidad.

En consecuencia, en lo que se refiere a este punto, la extensión de condena en


forma ilimitada y solidaria sólo procede contra el representante que dio motivo a la
comisión del ilícito, y no al directorio en forma generalizada. Huelga decir, que la
acreditación de tales extremos se atenúan cuando estamos en presencia de una
sociedad cuyo directorio está compuesto por un presidente, un vicrepresidente y un
director, que a la vez son los únicos socios de la sociedad, que la dirigen en forma
personal y existe una suerte de confusión entre la persona juridica y sus integrantes.

En cuanto al segundo tema, se impone destacar que el art. 274 de la L.S.C. dispone
la responsabilidad solidaria e ilimitada por el daño concretamente causado por el
mal desempeño o el acto violatorio de la ley, el estatuto o el reglamento, pero no
una responsabilidad universal por todas las deudas socitarias y hacia todos los
acreedores societarios por el hecho de haberse cometido una violación de la ley.
Es decir, los administradores sólo responderán por los perjuicios ocasionados al
trabajador como consecuencia de la falta de regularización laboral, o de su
irregularidad registral, pero no de la totalidad de la deuda salarial que la sociedad
comercial pueda tener con respecto al trabajador, de la cual deberá responder sólo
la persona jurídica.

Volviendo al ejemplo del pago de haberes, si el mismo se efectúa por falta de


diligencia o culpa grave del director, en un determinado mes, éste deberá responder
solidaria e ilimitadamente. Pero si al mes siguiente, el pago no se produce por
ausencias de fondo, o por una decisión asamblearia, no deberá extenderse al
director la responsabilidad por tal incumplimiento.

Con el pago en negro sucede lo mismo. Si el director fue el encargado de tomar la


decisión de no registrar el contrato de trabajo de algunos trabajadores, deberá
responder (conjuntamente con la sociedad comercial) por todos los perjuicios que a
éstos le causen la falencia registral, pero no por el resto de las obligaciones en las
cuales no haya tenido participación alguna.

Así, la circunstancia de que el director deba responder por las indemnizaciones


previstas en la Ley Nacional de Empleo (arts. 8/10), que se deban por no haber
registrado la relación laboral, o por haber efectuado pagos sin recibos
respaldatorios, no importa necesariamente, que también deba responder por las
indemnizaciones debidas por despido incausado, cuando éste no tuvo relación con
la falta de registración, por ejemplo, un despido directo no probado, o un despido
por reestructuración decidido por la sociedad. No obsta a esto último, que el
propio director hubiera comunicado la voluntad rescisoria, en tanto hubiera actuado
como representnte del empleador y en cumplimiento de la gestión por él
encomendada; salvo que hubiera incurrido en dolo, abuso de facultades o culpa
grave[5].

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(**) Abogado - Egresado de la Universidad de Buenos Aires

- Secretario del Juzgado Nacional de Primera Instancia del Trabajo Nº 55.


- Docente de la UBA, UADE y Universidad del Salvador.

- Coautor de los libros "Responsabilidad Solidaria en el contrato de Trabajo"


conjuntamente con el Dr. Pedro F. Nuñez y "Ley de Reorganización Laboral"
conjuntamente con el Dr. Julio A. Grisolia.

- Autor de numerosos artículos de la especialidad.

- Panelidad, conferencista y disertantes en distintos Congresos y Jornadas de


Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.

- Secretario de Redacción de la Revista de la SADL

(*) Abogado.

Actividad Académica:

Universidad Argentina de la Empresa.

• Facultad de Ciencias de la Administración: Profesor Asociado de la materia


"Derecho Laboral y Previsional". Carrera: Contador Público.

• Facultad de Ingeniería: Profesor Asociado de la materia Relaciones Industriales


y Derecho Laboral. Carrera de Ingeniería Industrial.

• Miembro de la Comisión Asesora Horaria de la Escuela de Relaciones


Industriales de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas.

- UADE SENIOR.

• Profesor en el curso de postgrado de Análisis y Gestión de Recursos Humanos.

Desde 1997.

- UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SALTA.

Profesor en la carrera de Abogacía, en las materias de: "Introducción al Derecho",


"Práctica

Forense I" y "Finanzas y Derecho Financiero".

En la carrera de Administración de Empresas, en las materias de: "Derecho


Comercial I" y
"Derecho Comercial II".

En la Licenciatura en Informática, en la materia de: "Legislación Laboral".

- UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRES DE FEBRERO

Coordinador y Profesor Titular de la Maestría en Derecho del Trabajo y


Relaciones Laborales Internacionales – Desde el año 2003

- UNIVERSIDAD ARGENTINA JOHN F. KENNEDY

Director de la Escuela de Relaciones Laborales

Profesor Titular del Seminario de Actualización

Desde el año 2004

Autor de varias publicaciones:

- Artículo "Historia de las Relaciones Laborales", Revista Universidad Argentina


de la Empresa, 1967.

- Artículo "El Trabajo" publicado en la Revista Propuestas de "Relaciones


Industriales" de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales - Universidad
Argentina de la Empresa No 1 - 1983.

- Revista "Mensajes", año 1, número 1, abril de 1994, pág. 6: "Nuevo Régimen


Previsional".

- Revista "Mensajes", año 1, número 9, diciembre de 1994, pág. 34: "El Nuevo
Sistema

Previsional Argentino".

- La Reforma Laboral de la Ley 25.013. Análisis teórico - práctico.

En colaboración con el Dr. Julio D. Grisolía. Primo Editora, Buenos Aires, 1998.

- Revista Sociedad Argentina de Derecho Laboral, "Historia de las Asociaciones


Profesionales de Trabajadores", año 1999.

- Responsabilidad solidaria en el contrato de Trabajo En colaboración con el Dr.


Ricardo Hierrezuelo. Hammurabi Ed. Buenos Aires, 2003
[1] Hierrezuelo, Ricardo D.- Nuñez, Pedro F. “Responsabilidad solidaria en el
contrato de trabajo”, Edit. Hammurabi, Buenos Aires, 2003, págs. 393/394.

[2] Hierrezuelo Ricardo D. – Nuñez, Pedro F. “Responsabilidad solidaria en el


contrato de trabajo”, Ed. Hammurabi, 2003, págs. 441 y siguientes.

[3] Hierrezuelo Ricardo D. – Nuñez, Pedro F. “Responsabilidad solidaria en el


contrato de trabajo”, Ed. Hammurabi, 2003, págs. 361 y siguientes.

[4] Hierrezuelo Ricardo D. – Nuñez, Pedro F. “Responsabilidad solidaria en el


contrato de trabajo”, Ed. Hammurabi, 2003, págs. 441 y siguientes

[5] Hierrezuelo Ricardo D. – Nuñez, Pedro F. “Responsabilidad solidaria en el


contrato de trabajo”, Ed. Hammurabi, 2003, págs. 469 y siguientes.

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