Doctrina Laboral, Responsabilidad de Socios
Doctrina Laboral, Responsabilidad de Socios
Doctrina Laboral, Responsabilidad de Socios
comerciales
I.- Introducción.
II.- Responsabilidad de socios y controlantes.
III. Responsabilidad de directores, gerentes y administradores de sociedades
comerciales.
Texto completo
I.- Introducción.
Este tema reviste singular importancia, porque al igual que lo que aconteció
anteriormente con la interpretación del art. 30 de la L.C.T. y el fallo Rodríguez de
la C.S.J.N., en el presente supuesto la jurisprudencia de algunas salas de la
C.N.A.T. mantuvieron su posición inicial pese a los claros términos vertidos por el
más Alto Tribunal (en su integración anterior) en los fallos Palomeque y Carballo.
Esta postura, que de inmediato encontró eco favorable en varias salas de la CNAT,
se mantiene aún después del fallo de la CSJN antes mencionado. En efecto, se ha
resuelto que “ Los pronunciamientos de la Corte Suprema en las causas “Carballo”
y “Palomeque” están referidos a aspectos fácticos propios de dichos casos y no
constituyen criterios interpretativos acerca de los arts. 54 y 59 LSC, que pudiera ser
considerado como vinculante para los tribunales inferiores” (CNAT, Sala X,
27/8/04, “Juárez, Carlos A. c/ Cerámica El Aljibe S.R.L. y otro”). También se ha
dicho que “La falta de registro el registro irregular de la relación laboral
constituyen conductas prohibidas que contravienen tanto la legislación laboral
como el art. 54 de la LSC que deben ser sancionadas con la extensión ilimitada y
solidaria de la responsabilidad al director y socios de la sociedad (CNAT, Sala I,
04/03/05, “Dilonardo, Héctor D. c/ Testino S.A. y otro”).
Por el contrario, la postura estricta ha sido defendida por nuestro más Alto Tribunal
(en su integración anterior) en los autos en los autos “Palomeque, Aldo René c.
Benemeth S.A. y otro” (TySS, 2003-492), sentencia del 03/04/03, quien adhirió al
dictamen del procurador fiscal, el cual si bien tuvo por acreditado que el actor fue
registrado por la empleadora en fecha posterior a la real y en una categoría que no
era la propia, así como también la existencia de pagos no registrados, entendió que
la sentencia no cumplía con los recaudos de validez de los fallos judiciales, pues no
había quedado acreditado que estuviéramos en presencia de una sociedad ficticia o
fraudulenta, constituida en abuso del derecho y con el propósito de violar la ley
que, prevaliéndose de dicha personalidad, hubiera afectado el orden público laboral
o evadido normas legales, así como tampoco que se hubieran reunidos los
elementos necesarios para considerar que entre los codemandados a título personal
y el actor existía un contrato de trabajo. Finalmente agregó que “en el marco
precedentemente descrito, aprecio que los jueces han prescindido de considerar que
la personalidad diferenciada de la sociedad y sus socios y administradores
constituye el eje sobre el que se asienta la normativa sobre sociedades anónimas y
que ésta configura un régimen especial porque aquéllas constituyen una
herramienta que el orden jurídico provee al comercio como uno de los relevantes
motores de la economía. Desde esta perspectiva, no alcanzo a advertir que el
contexto probatorio del caso posea virtualidad suficiente como para generar la
aplicación de una causal de responsabilidad en materia societaria de orden
excepcional, sin la suficiente y concreta justificación, ni que los motivos
expresados provean del debido sustento a la inteligencia conferida al precepto en
examen”.
Las Salas IV y VIII de la C.N.A.T. adhieren a esta posición. Así, se ha resuelto que
“Decir que la actuación de la sociedad constituye un mero recurso para violar la
ley, el orden público laboral y la buena fe y frustrar derechos de terceros en los
términos del art. 54 L.S.C. por una falencia registral –ya debidamente sancionada
por aplicación de la Ley de Empleo- luce excesivo a la luz de un criterio que, por
su carácter de excepción debe ser interpretado restrictivamente” (CNAT, Sala IV,
30/4/04, “González, Julián T. C/ Weland S.A. y otros”). En idéntico sentido, se ha
dicho que “Aun de admitirse la existencia de deficiencias registrales y de pagos
efectuados sin documentar, y la continuidad de la relación laboral en esas
condiciones, ello no permite concluir que la actividad de una empresa encubría la
prosecución de fines extrasocietarios o que su actuación constituía un mero recurso
para violar la ley, el orden público, la buena fe o para frustrar derechos de terceros”
(CNAT, Sala VIII, 30/4/04, “Maciel Ferreira, Gustavo c/ Tritton S.A. y otros”).
Por nuestra parte, ratificamos el criterio estricto al que habíamos adherido
oportunamente[2], pues consideramos que lo contrario importaría prescindir de la
“persona jurídica” como sujeto de derecho distinto de las personas físicas que lo
integran, lo que no se condice con las disposiciones actuales del Código Civil y de
la Ley de Sociedades Comerciales. Asimismo, entendemos que esta situación
puede ser resuelta dentro de la propia teoría general del derecho del trabajo.
En efecto, en lo que respecta al primer punto, cabe destacar que el Código Civil,
luego de definir a las personas como “todos los entes susceptibles de adquirir
derechos, o contraer obligaciones” (art. 30), las clasifica en personas de existencia
ideal o de existencia visible, agregando que ambas pueden adquirir los derechos, o
contraer las obligaciones que el código establece, por el modo y en la forma que se
determina, naciendo de esa facultad que en los casos dados les conceden o niegan
las leyes, su capacidad o incapacidad (art. 31). Las personas de existencia visible
son todos los entes que presentasen signos característicos de humanidad, sin
distinción de cualidades o accidentes (art. 51 del C. Civil), en cambio, el codex
define a las personas jurídicas por exclusión, es decir son todos aquellos entes que
no son personas de existencia visible. El art. 33 del C. Civil clasifica las
personas jurídicas en personas de carácter público y personas de carácter privado.
Tienen carácter público: 1) El Estado Nacional, las Provincias y los municipios; 2)
Las entidades autárquicas; 3) La iglesia Católica. Por su parte, tienen carácter
privado: 1) Las asociaciones y fundaciones que tenga por principal objeto el bien
común, posean patrimonio propio, sean capaces por sus estatutos de adqurir bienes,
no subsistan exclusivamente de asignaciones del Estado, y obtenga autorización
para funcionar; 2) Las sociedades civiles y comerciales y entidades que conforme a
la ley tengan capacidad para adquirir derechos y contraer obligaciones, aunque no
requieran autorización expresa del Estado para funcionar. Finalmente, el art. 35
prevé que las personas jurídicas pueden adquirir los derechos establecidos en el
código para los fines de su institución y ejercer los actos que no les sean
prohibidos, por el ministerio de los representantes que sus leyes o estatutos les
hubiesen constituido, y el art. 36 reputa actos de las personas jurídicas los de sus
representantes legales, en tanto no se excedan en sus funciones.
De lo hasta aquí visto se puede colegir que para el código las personas jurídicas
poseen individualidad propia, estando capacitadas para adquirir derechos y contraer
obligaciones por sí mismas, ya que no se confunden con las personas que la
integran. Cuentan también con determinados atributos (con excepción de los que
son propios de las personas físicas como los de filiación) como ser entre otros el
nombre, el domicilio y una capacidad reconocida por la ley, que difieren del de
sus miembros.
Ahora bien, la falencia registral total o parcial constituye uno de los graves flagelos
que azotan actualmente al trabajo, a punto tal que un gran porcentaje de los
trabajadores se encuentran en la más absoluta informalidad, cifra que se extiende
considerablemente si además incluimos a aquellos en los cuales se los registra con
una fecha de ingreso o una remuneración distinta. Sin embargo, existen normas
concretas que sancionan estos incumplimientos, entre las que se encuentran las
leyes 24013, 25323 y 25345, entre otras, sobre cuya eficacia no es oportuno
discutir en este momento. Pero esas omisiones, por más graves que sean, no dejan
de ser actos imputables a la sociedad comercial y constituyen incumplimientos
contractuales, graves por cierto, pero que no se diferencian en esencia de las
restantes inobservancias en que puede incurrir la persona jurídica. Es decir, no
existiría una diferencia sustancia, o dicho de otro modo, sólo habría una distinción
gradual entre no registrar el contrato de trabajo, como atrasarse en el pago de la
remuneración.
Ambos supuestos, con diferente intensidad, violan la ley (la ley de contrato de
trabajo), el orden público (el orden público laboral), la buena fe (principio
establecido en el art. 63 de la L.C.T.), y frustran los derechos de terceros (del
trabajador). Sin embargo, ni siquiera los sostenedores de la postura amplia
defenderían la extensión de la responsabilidad al socio o controlante, por el
atrasado momentáneo del pago de la remuneración.
Por otra parte, no resulta ocioso recordar que ya existen sanciones específicas para
reprimir las violaciones relacionadas con la informalidad contractual, razón por la
cual si el legislador hubiera querido extender la responsabilidad por esas maniobras
a todos los integrantes de la sociedad, lo hubiera explicitado a través de normas que
así lo dispusieran expresamente.
Al analizar el tercer párrafo del art. 54 de la L.S.C., apreciamos que sólo se podría
aplicar tal dispositivo legal, si la sociedad fue constituida con el único fin de
contratar trabajadores en la más absoluta informalidad, o cuando la sociedad fue
utilizada como una pantalla (mero recurso) para encubrir una actuación ilícita
oculta.
El primer supuesto resulta impensable, pero el segundo es usual en nuestra
disciplina, a punto tal que tenemos herramientas jurídicas propias para sancionar
este tipo de maniobras muy utilizadas por los empleadores para evadir el
cumplimiento de la normativa laboral.
La tesis amplia fue acuñada por primera por la Sala III de la CNAT, el 12/12/98, en
autos “Duquelsy, Silvia c/ Fuar S.A. y otro s/ despido”. En dicha oportunidad, si
bien no se había acreditado que la persona física fuera socia, en cambio surgía de
las actuaciones que era presidente del directorio. En consecuencia, se resolvió que
“Sin embargo, en su carácter de presidente del directorio de dicha sociedad y en
virtud de lo dispuesto por el art. 274 de dicho cuerpo legal responde ilimitada y
solidariamente ante los terceros –entre quienes se encuentra la actora-, por la
violación a la ley –supuesto que se encuentra configurado en el caso, en virtud de
lo señalado precedentemente- ya que no ha probado que se opusiera a dicho actuar
societario, ni mucho menos que dejara asentada su protesta y diera noticia al
síndico de la misma, único medio de eximirse de tal responsabilidad (cfr. Últ.
Párrafo art. 274 citado).
Con respecto al primer punto, conviene señalar que en la actualidad, las modernas
sociedades anónimas cuentan con órganos dentro de los cuales las funciones se
distribuyen en un abanico de sectores que se encargan de diferentes materias,
teniendo cada una de ellas a su cargo el cumplimiento de determinadas tareas
asignadas. De ello se desprende, que cualquier incumplimiento laboral no deba
necesariamente imputare al Presidente del Directorio, o a todos los directores que
integran la sociedad anónima (máxime si estamos en presencia de lo que se
denominan sociedades abiertas), sino sólo al o a los directores encargados del
manejo y de la toma de decisión de la persona jurídica para con su persona.
En cuanto al segundo tema, se impone destacar que el art. 274 de la L.S.C. dispone
la responsabilidad solidaria e ilimitada por el daño concretamente causado por el
mal desempeño o el acto violatorio de la ley, el estatuto o el reglamento, pero no
una responsabilidad universal por todas las deudas socitarias y hacia todos los
acreedores societarios por el hecho de haberse cometido una violación de la ley.
Es decir, los administradores sólo responderán por los perjuicios ocasionados al
trabajador como consecuencia de la falta de regularización laboral, o de su
irregularidad registral, pero no de la totalidad de la deuda salarial que la sociedad
comercial pueda tener con respecto al trabajador, de la cual deberá responder sólo
la persona jurídica.
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(*) Abogado.
Actividad Académica:
- UADE SENIOR.
Desde 1997.
- Revista "Mensajes", año 1, número 9, diciembre de 1994, pág. 34: "El Nuevo
Sistema
Previsional Argentino".
En colaboración con el Dr. Julio D. Grisolía. Primo Editora, Buenos Aires, 1998.