Ancalao - El Idioma Silenciado

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El idioma silenciado

Por Liliana Ancalao1

S
ólo fue hace cien años, sin embargo para mi gene-
ración parece que fue en un tiempo mítico. El pue-
blo mapuche se movía con libertad en su territorio,
la gente se comunicaba con las fuerzas de la mapu. Ma-
puzungun significa el idioma de la tierra. La tierra habla,
todos sus seres tienen un lenguaje y todos los mapuches lo
conocían.
El mapuzungun era la primera lengua y se enseña-
ba y aprendía en condiciones óptimas. A la sombra de los
ancianos crecían los nuevos brotes, el verde perfecto que
luego estaba delante de los rituales. Cerca del agua.
Las mujeres cantaban los tayüles que transmitían
la fuerza, y el orgullo de ser quien se era no era un tema
filosófico en cuestión.
Pero la muerte que desde 1492 venía cercando a los
pueblos originarios de América cerró su círculo en el sur.
La guerra del desierto, el malón winka, significó la derro-
ta militar, la ocupación del territorio por parte del estado
argentino. “Cuando se perdió el mundo” hace cien años.
El mapuzungun se volvió el idioma para expresar el
dolor, el idioma del desgarro cuando el reparto de hom-
bres, mujeres y niños como esclavos. Un susurro secreto
en los campos de concentración. El idioma del consuelo
entre los prisioneros de guerra. El idioma para pensar.
Fue el idioma del extenso camino del exilio, la dis-
tancia del destierro. La larga marcha de nuestros bisabue-
los hacia las reservas. Ka Mapu.
A nuestros abuelos, les tocó ir a la escuela rural y
hacerse bilingües a la fuerza. Aunque fue el proscripto de

1 Ancalao, Liliana (2010) “El idioma silenciado”, en Revista Boca de sapo Nº 6.


http://issuu.com/bocadesapo/docs/boca_de_sapo_n_6

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la escuela y los maestros enseñaron a los niños a avergon-
zarse del idioma que hablaban en su hogar, el mapuzungun
siguió vigente. La lengua de la tierra estaba en el aire de la
oralidad y “la castilla”, en la escritura borroneada de los
cuadernos.
Antropólogos-lingüistas, ka mollfunche, hicieron
intentos de escribirlo, armaron diccionarios y gramáticas.
Así como intentaron atrapar el territorio entre los alam-
brados, intentaron atrapar el sonido del mapuzungun en
grafemas occidentales.
Pero al interior de nuestro pueblo la política del
avergonzamiento hizo estragos. El mapuzungun pasó a
ser un estigma, la marca de inferioridad de quienes ingre-
saban forzadamente al sistema capitalista, como mano de
obra barata.
Tal vez fue una decisión de los ancianos el dejar de
enseñarlo. ¿Pudieron reunirse? ¿Pudieron conversar en
mapuzungun sobre el futuro? O simplemente callaron.
Evaluaron que sus conocimientos ya no servirían, que los
nuevos brotes podrían manejarse mejor sin ellos, en este
nuevo mundo, siempre amenazante, siempre señalando,
siempre acusando, siempre sonriendo.
El mapuzungun fue el idioma de la conversación de
los ancianos, el idioma para convocar a las fuerzas en la in-
timidad del amanecer. El idioma para guardar. Para callar.
La ciudad fue una posibilidad laboral y una posi-
bilidad de estudio para los brotes. Se vinieron nuestros
padres monolingües, sin ngillatun, sin mapuzungun. A
cambiar el ciclo natural del tiempo por horarios de trabajo
y calendario escolar.
Y nosotros ingresamos a la escuela del barrio, por-
tando rostros y apellidos, sin idioma del cual avergonzar-
nos, con el castellano como primera y única lengua. Sin
historia, sin memoria.
Hablo de Puel Mapu y de la historia de mi familia
que es la historia de muchas familias y que explica la pér-

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dida de nuestro idioma como primera lengua, en la mayo-
ría de mi generación. Hablo de una lengua milenaria y la
ignorancia de los hombres que proyectaron un país sobre
un territorio pleno de nombres, fuerzas y significados; si-
lenciándolo. Hablo de lo que nos perdimos. Todos.
Todos los que nacimos sin saber el nombre de cada
planta, cada piedra y cada pájaro de esta tierra.
Yo desperté en el medio de un lago, a boqueadas in-
tenté decir gracias y no supe las palabras. No me habían
sido dadas. Encontré en la poesía en “castilla” la posibili-
dad de expresar algo de la profundidad que me inundaba.
Y la nostalgia de dios, es decir, de una cosmovisión, me
llevó por el camino a recuperar su idioma.
Cuando se cumplieron los 500 años del desencuen-
tro, empezamos a aparecer de entre las matas y cada vez
fuimos más regresando a nuestro origen. Haciéndonos vi-
sibles. Mapuche ta iñche fuimos diciendo para reconocer-
nos y reparar un poco el daño que nos hicieron.
El mapudungun es el idioma de recuperación del or-
gullo, el idioma de la reconstrucción de la memoria.
Las condiciones de enseñanza y aprendizaje de
nuestro idioma son cada vez más dificultosas en la medida
en que pasa el tiempo y van muriendo los ancianos porta-
dores del conocimiento. Urge una política lingüística por
parte del estado que aporte con recursos y acelere el pro-
ceso de recuperación del idioma. Proceso de recuperación
en el que además de la oralidad, adoptamos la escritura y
pensamos métodos de enseñanza y aprendizaje de nuestro
idioma como segunda lengua.
Ir aprendiéndolo es un camino de asombro. A mí
se me agranda el corazón cada vez que explico que en el
mapuzungun, además del singular y el plural, existe el pro-
nombre dual : iñchiu significa “nosotros dos”, eymu sig-
nifica “ustedes dos” y fey engü significa “ellos dos”. El par
es el equilibrio en nuestra cosmovisión.
Aprendo y practico las palabras para convocar y

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propiciar las fuerzas. Vivo en la ciudad donde ejerzo mi
profesión y en la que me cuesta no sucumbir al individua-
lismo occidental: Kishungenelan es la enseñanza que nos
dejan los ancianos.
Pienso en castellano y escribo, luego traduzco con
torpeza al idioma que me seduce con su inmensidad y
profundidad azul.

GLOSARIO

Mapu: tierra
Zungun: habla, idioma.
Che: gente
Tayüll: canción sagrada del linaje familiar
Winka: extraño, enemigo
Ka Mapu: tierra lejana
Ka mollfunche: gente extranjera, de otra sangre.
Nguillatun: ritual propiciatorio
Puel Mapu: tierra del este, actualmente Argentina.
Mapuche ta iñche: yo soy mapuche
Kishungenelan: no me mando solo/a

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