Vigotsky - Cap.1 y 2
Vigotsky - Cap.1 y 2
Vigotsky - Cap.1 y 2
Capítulo I
ARTE E IMAGINACIÓN
Es sencillo comprender la gran importancia que tiene, para toda la vida del hombre, la
conservación de su experiencia anterior, hasta que punto eso le ayuda a conocer el
mundo que le rodea, creando y promoviendo hábitos permanentes que se repiten en
circunstancias idénticas.
Lo mismo ocurre con la huella dejada por una rueda sobre la tierra blanda; se forma
una vía que fija los cambios producidos por la rueda al pasar y que sirve para facilitar
su paso en el futuro. De igual modo, las excitaciones fuertes o frecuentemente
repetidas abren en nuestro cerebro senderos semejantes.
Resulta ser que nuestro cerebro constituye el órgano que conserva experiencias
vividas y facilita su reiteración. Pero si su actividad sólo se limitara a conservar
experiencias anteriores, el hombre sería un ser capaz de ajustarse a las condiciones
establecidas del medio que le rodea. Cualquier cambio nuevo, inesperado, en ese
medio ambiente que no se hubiese producido con anterioridad en la experiencia vivida
no podría despertar en el hombre la debida reacción adaptadora. Junto a esta función
mantenedora de experiencias pasadas, el cerebro posee otra función no menos
importante.
Toda invención -dice Ribot (1)- grande o pequeña, antes de realizarse en la práctica y
consolidarse, estuvo unida en la imaginación como una estructura erigida en la mente
mediante nuevas combinaciones o correlaciones, (...) Se ignora quién hizo la gran
mayoría de las invenciones; sólo se conocen unos pocos nombres de grandes
inventores. La imaginación siempre queda, por supuesto, cualquiera que sea el modo
como se presente: en personalidades aisladas o en la colectividad. Para que el arado,
que no era al principio más que un simple trozo de madera con la punta endurecida al
fuego, se convirtiese de tan simple instrumento manual en lo que es ahora después de
una larga serie de cambios descritos en obras especiales ¿quién sabe cuánta
imaginación se habrá volcado en ello? De modo análogo, la débil llama de la astilla de
madera resinosa, burda antorcha primitiva, nos lleva a través de larga serie de
inventos hasta la iluminación por gas y por electricidad. Todos los objetos de la vida
diaria, sin excluir los más simples y habituales, viene a ser algo así como la
imaginación cristalizada.
Pero, como ya hemos dicho, semejante concepto es totalmente injusto. Un gran sabio
ruso decía que: así como la electricidad se manifiesta y actúa no sólo en la
magnificencia de la tempestad y en la cegadora chispa del rayo sino también en la
lamparilla de una linterna de bolsillo; del mismo modo, existe creación no sólo allí
donde se originan los acontecimientos históricos, sino también donde el ser humano
imagina, combina, modifica y crea algo nuevo, por insignificante que esta novedad
parezca al compararse con las realizaciones de los grandes genios. Si agregamos a
esto la existencia de la creación colectiva, que agrupa todas esas aportaciones
insignificantes de por sí, de la creación individual, comprenderemos cuán inmensa es la
parte que de todo lo creado por el género humano corresponde precisamente a la
creación anónima colectiva de inventores anónimos.
Entendiendo de este modo la creación, vemos fácilmente que los procesos creadores
se advierten ya con toda su intensidad desde la más temprana infancia.
Cuenta Ribot que cuando un niño de tres años y medio vio a un hombre cojeando en la
calle, dijo a su mamá:
-¡Mira mamá, qué pierna tiene ese pobre hombre!
Luego empieza a novelar: cabalgaba sobre un caballo de gran alzada, se cayó sobre un
peñasco rompiéndose una pierna; hay que encontrar unos polvos para curarle.
En este caso se ve claramente la actividad combinada de la imaginación. Tenemos ante
nosotros, una situación creada por el niño, todos los elementos de su fabulación, son
conocidos por los niños de su experiencia anterior: de otro modo no los habría podido
inventar; pero, la combinación de estos elementos constituye algo nuevo, creador, que
pertenece al niño, sin que sea simplemente la repetición de cosas vistas u oídas. Esta
habilidad de componer un edificio con esos elementos, de combinar lo antiguo con lo
nuevo, sienta las bases de la creación.
Con toda razón muchos autores afirman que las raíces de esta combinación creadora
pueden verse hasta en los juegos de los animales. El juego del animal es también, con
frecuencia, producto de la imaginación dinámica. Sin embargo, estos embriones de
imaginación creadora en los animales no pueden lograr, dadas las condiciones de su
existencia, un desarrollo firme y estable; y, sólo el hombre ha podido elevar esta
forma de actividad hasta su actual y verdadera dimensión.
Capítulo II
IMAGINACIÓN Y REALIDAD
Cabe, sin embargo, interrogar: ¿Cómo se produce esta actividad creadora basada en la
combinación? ¿De dónde surge, a qué está condicionada y a qué leyes se subordina en
su desarrollo? El análisis psicológico de esta actividad pone de relieve su desmedida
complejidad. No aparece repentinamente, sino lenta y paulatinamente, progresando
desde formas elementales y simples a otras más complicadas. En cada nivel de su
crecimiento adquiere su propia expresión, a cada periodo infantil corresponde su
propia forma de creación. Posteriormente no se compartimenta en la conducta del
hombre, sino que se mantiene en dependencia inmediata de otras formas de nuestra
actividad y, especialmente, de las experiencias acumuladas.
De acuerdo con tales conceptos, los dioses o los espíritus imbuyen sueños a los
hombres, prestan a los poetas el contenido para sus obras, dictan a los legisladores los
diez mandamientos. El análisis científico de las elucubraciones más fantásticas y
alejadas de la realidad, como por ejemplo, los mitos, los cuentos, las leyendas, los
sueños, etc., nos confirman que, las mayores fantasías no son más que nuevas
combinaciones de los mismos elementos tomados, a fin de cuentas, de la realidad,
sometidos simplemente a modificaciones o reelaboraciones en nuestra imaginación.
Cabañas sobre patas de gallina no existen mas que en los cuentos, pero elementos
integrantes de esta imagen legendaria están tomados de la experiencia humana y sólo
en su combinación interviene la fantasía, es decir, que su construcción no corresponde
a la realidad. Veamos, por ejemplo, esta imagen escrita por Pushkin del mundo irreal:
En el calvero del bosque verdea el roble ceñido de dorada cadena que ronda el gato
sabio de noche y de día: tira a derecha, canta una canción, tira a izquierda, cuenta un
cuento. Es prodigioso: allí juguetean los elfos mientras las sirenas reposan en las
ramas; allí en ocultos senderos hay huellas de fieras desconocidas; allí se alza, sin
puertas ni ventanas, la cabaña sobre patas de gallina.
Podríamos seguir todo este relato palabra por palabra y comprobar que lo fantástico en
él es sólo la combinación de los elementos, pero que éstos han sido tomados de la
realidad: el roble, la cadena dorada, el gato, la canción; todo existe en la realidad, y
sólo la imagen del gato sabio rondando la cadena dorada y contando cuentos, sólo la
combinación de estos elementos es fantasía. Por lo que se refiere a las imágenes
irreales que siguen más adelante: los elfos, las sirenas, la cabaña sobre patas de
gallina, representan simplemente una compleja combinación de ciertos elementos que
brinda la realidad. Por ejemplo, en la imagen de la sirena se mezclan la imagen de la
mujer con la del ave que posa en las ramas de los árboles; en la mágica cabaña se
entremezclan la imagen de las patas de gallina con la de una choza, etc., etc.
De esta forma, la fantasía se construye siempre con materiales tomados del mundo
real. Ciertamente, como puede apreciarse en el fragmento citado, la imaginación
puede crear nuevos grados de combinación, mezclando primeramente elementos
reales (el gato, la cadena, el roble), combinando después imágenes de fantasía (la
sirena, los elfos, etc.) y así sucesivamente. Pero los últimos elementos que integran las
imágenes más alejadas de la realidad (aún estos últimos elementos), constituyen
siempre impresiones de la realidad. Aquí encontramos la primera y principal ley a la
cual se subordina la función imaginativa, que podría formularse así: la actividad
creadora de la imaginación se encuentra en relación directa con la riqueza y la
diversidad de la experiencia acumulada por el hombre, porque esta experiencia ofrece
el material con el que erije sus edificios la fantasía. Cuanto más rica sea la experiencia
humana, tanto mayor será el material del que dispone esa imaginación. Por eso, la
imaginación del niño es más pobre que la del adulto, por ser menor su experiencia.
De la misma forma como los humanos aprendieron hace mucho tiempo a manifestar
mediante expresiones externas su estado anímico interno, también las imágenes de la
fantasía sirven de expresión interna para nuestros sentimientos. El hombre simboliza
con el color negro al dolor y al luto; con el blanco a la alegría; con el azul la
tranquilidad; la insurrección con el rojo. Las imágenes de la fantasía brindan también
lenguaje interior a nuestros sentimientos seleccionando determinados elementos de la
realidad y combinándolos de tal manera que responda a nuestro estado interior del
ánimo y no a la lógica exterior de estas propias imágenes.
Esto significa que todo lo que construya la fantasía influye recíprocamente en nuestros
sentimientos, y aunque esa estructura no concuerde con la realidad, todos los
sentimientos que provoque son reales, auténticamente vividos por el hombre que los
experimenta. Imaginémonos un simple caso de ilusión: al entrar a oscuras en su
habitación el niño se imagina que un trajecito que cuelga es un hombre extraño o un
bandido que penetró sigilosamente en la casa. La imagen del bandido, fruto de la
fantasía del niño, es irreal, pero el miedo que siente, su espanto, son completamente
efectivos y reales para el niño que los experimenta. Algo semejante sucede también
con cualquier representación por fantástica que sea y, esta ley psicológica debe
explicarnos claramente por qué causan en nosotros impresión tan honda las obras de
arte creadas por la fantasía de sus autores.
Cuarta y última forma de relación entre la fantasía y la realidad. Esta forma está
vinculada estrechamente por un lado a la que acabamos de describir, pero por el otro
se diferencia sustancialmente de la misma. Consiste su esencia en que el edificio
erigido por la fantasía puede representar algo completamente nuevo, no existente en
la experiencia del hombre ni semejante a ningún otro objeto real; pero al recibir forma
nueva, al tomar nueva encarnación material, esta imagen cristalizada, convertida en
objeto, empieza a existir realmente en el mundo y a influir sobre los demás objetos.
Dichas imágenes cobran realidad. Pueden servir de ejemplo de esta cristalización o
materialización de las imágenes cualquier aditamento técnico, cualquier máquina o
instrumento. Fruto de la imaginación combinadora del hombre, no se ajustan a ningún
modelo existente en la naturaleza, pero emanan la más convincente realidad, el
vínculo práctico con la realidad porque, al materializarse cobran tanta realidad como
los demás objetos y ejercen su influencia en el universo real que nos rodea.
Estos productos de la imaginación han atravesado una larga historia que convendría
acaso resumir en un breve esquema: cabe decir que han descrito un círculo en su
desarrollo. Los elementos que entran en su composición son tomados de la realidad
por el hombre, dentro del cual, en su pensamiento, sufrieron una compleja
reelaboración convirtiéndose en fruto de su imaginación. Por último, materializándose,
volvieron a la realidad, pero trayendo consigo una fuerza activa, nueva, capaz de
modificar esa misma realidad, cerrándose de este modo el círculo de la actividad
generadora de la imaginación humana.
Sucede que precisamente cuando nos encontramos ante un círculo completo trazado
por la imaginación, ambos factores, el intelectual y el emocional, resultan por igual
necesarios para el acto creador. Sentimiento y pensamiento mueven la creación
humana. Toda idea dominante -decía Ribot- se apoya en alguna necesidad, anhelo o
deseo, es decir, algún elemento afectivo, porque sería absurdo creer en la
permanencia de cualquier idea que se encontrase supuestamente en estado
meramente intelectual en toda su sequedad y frialdad. Todo sentimiento o emoción
dominante debe concentrarse en idea o imagen que le preste sustancia, sistema sin el
cual quedaría en estado nebuloso... Vemos así que, ambos términos: pensamiento
dominante y emoción dominante, son casi equivalentes entre sí, encerrando el uno y el
otro dos elementos inseparables, e indican sólo el predominio del uno o del otro.
A todos nos alcanzó hoy, y a mí más que a nadie -exclamó el Zar Nicolás el día del
estreno.
Tania y Sonia, su nuera y su esposa, eran dos mujeres reales, de esa combinación
surgió la imagen artística. Estos elementos tomados de la realidad se van combinando
luego, no a libre capricho del autor, sino según la lógica interna de la imagen artística.
En cierta ocasión una lectora dijo a Tolstoi que había procedido muy cruelmente con
Ana Karenina, la protagonista de la novela homónima, al hacerla que se arrojase bajo
las ruedas del tren. Tolstoi contestó:
Esto me recuerda lo sucedido con Pushkin, cuando en cierta ocasión dijo a uno de sus
amigos:
-Imagínate la broma que me ha gastado Tatiana al casarse. Yo nunca lo hubiera
esperado de ella.
Lo mismo puedo decir yo de Ana Karenina. En general, los héroes y las heroínas hacen
a veces cosas que yo no hubiera querido. Ellos hacen lo que deberían hacer en la vida
real y como ocurre en la vida real y no como a mí se me antoje.
Confesiones análogas podemos encontrar en toda una serie de artistas que destacan
esa misma lógica interna que rije la edificación de la imagen artística. En magnífico
ejemplo expresó Vundt esta lógica de la fantasía al decir que, la idea del matrimonio
puede traer a colación la idea de la muerte (unión y separación del novio y de la
novia), pero en ningún modo la idea del dolor de muelas.
Del mismo modo, en las obras artísticas podemos encontrar frecuentemente unidos
rasgos distantes sin vinculación exterior, pero nunca ajenos entre sí como la idea del
dolor de muelas y la del matrimonio, sino unidos por su lógica interna.