Kim Ki Duk Informe
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Usaremos in-comodidad como un término que nos sirve para sintetizar un concepto: la introducción de
una espacialidad dislocada sobre la comodidad temporal del cine y del espectador. Es decir, usaremos in-
comodidad como una especie de ejercicio ambivalente y simultáneo en la imagenería de las películas que
analizaremos de Kim Ki-duk.
la proyección del cuadro fotográfico, lo comprenderemos como la formulación de un
discurso audiovisual que busca in-comodar las expectativas de secuencialidad del cine y de
las eventuales reflexiones del espectador. La detención de la mirada en la composición de
estos cuadros transitivos, nos van tensando y problematizando los espacios cotidianos
proyectados como un discurso psicológico que se va detallando secuencialmente en el
lenguaje de sus símbolos. En consecuencia, estos símbolos generan una dimensión
temporal que exige su contemplación, cargando así la dirección fotográfica de estas
películas, como un recurso instrumental de la poética cinematográfica del cineasta. Kim Ki-
duk nos presenta y figura por medio de su lenguaje cinematográfico, un aspecto filosófico y
estético del budismo: la fugacidad contemplativa del tiempo de una imagen frente al deseo
de los ojos.
De esta manera, Kim Ki-duk nos establece esta tensión del espacio visualizado en un
pragmatismo simbólico y metafórico en la duración temporal del fotograma. La quietud de
sus planos transitivos y sus enfoques panorámicos de paisajes y escenarios estáticos, sin
embargo, móviles en sus elementos referenciales, nos terminan significando la duración
medial de la fotografía como un instrumento transformador en la percepción de los
ambientes, sensaciones e interpretaciones del espectador/observador, producido por un aura
de in-comodidad psicológica respecto al tempo cinematográfico. Kim Ki-duk suspende en
la fotografía la secuencialidad de sus focalizaciones a un lugar indeterminado, pero
transparente, si se piensa esto como una reflexión intelectual sobre la in-comunicación
audiovisual de la naturaleza. Dada la detención y movimiento del paisaje de sus películas,
nos atrevemos a decir que están específicamente marcadas por una reflexión filosófica
sobre la naturaleza temporal del arte fotográfico: contemplar es la perspectiva poética-
crítica que desea transmitir en la composición de sus fotogramas panorámicos.
Sin embargo, pese al pacto estético que establece el cineasta con el espectador, respecto al
mutismo prolongado en la exposición de paisajes, y la yuxtaposición de los diálogos de sus
personajes, entendidos estos como complementos argumentativos de la visualidad poética,
en Primavera... y El Arco convierten este lugar contemplativo de los cuadros fotográficos
en una intimidad cultural incomunicable. Los signos de la imagen fotográfica se cargan de
un lenguaje introspectivo y hasta mágico en la dimensión psicológica de la realidad
registrada. Al dirigir la ilusión de la mirada en el transcurso del tiempo a cuadros
visualmente hipnóticos y poéticos, la representación orientalista de la vida cotidiana en
escenarios casi míticos como el templo budista en Primavera…, o periféricos como la
ciudad-puerto en El Arco, los planos en puntos de fuga y los primeros planos a detalles
(movimientos de las acciones de las manos o de las partes del cuerpo, planos subjetivos
respecto a la acción de observar, o tomas de cámaras como si fuera lo que miran los ojos de
sus personajes), en estos escenarios, son recursos imaginativos que sirven para dislocar en
este efecto de intimidad cultural que mencionábamos, un registro crítico sobre una cultura
estancada en la identidad de sus tradiciones ritualistas, pero a la vez es atravesada por una
modernidad avasalladora de estas mismas tradiciones. En otras palabras, Kim Ki-duk
introduce en la realidad abstracta de la imagen cultural de Sur Corea, la labor productiva
del cine y la fotografía, como un medio para transmitir el efecto transgresor y develador
estético de sus películas: el registro cinematográfico de la violencia simbólica, psicológica
y artística de la observación como crítica cultural sobre la temporalidad moderna en la
ritualidad contemplativa del pensamiento oriental.
Al igual que en Primavera…¸y El Arco, en Hierro 3 hay claros indicios de este efecto
transgresor y estético que antes comentábamos respecto a la detención contemplativa de la
imagen como un recurso reflexivo y crítico. Kim Ki-duk en esta película logra visualizar
también en la suspensión temporal de los cuadros fotográficos, la contemplación de la carga
significativa que adquieren los simbolismos empleados en sus encuadres. Sin embargo, en
Hierro 3 se consigue observar una consolidación de los procedimientos cinematográficos, al
establecer una poética diferente respecto al discurso audiovisual, al proyectar en la
composición de planos subjetivos una metareflexión estética sobre temporalidad de la
mirada contemplativa como una realidad psicótica del cine. En esta película se transmite la
ambigüedad de la óptica del voyerista como un habitante de un espacio psicológico
indeterminado, pero íntimo, sobre la influencia de la mirada cinematográfica en la realidad
el espectador. En las últimas secuencias de esta premiada película, el protagonista, que por
lo demás nunca es grabado hablando, consigue por medio de la práctica del Tai-Chi, y
estando en prisión, tomar los ojos de la cámara (por ende, del director y del espectador) y
transformarse en una especie de sombra invisible e imperceptible liberada por el amor, in-
comodando tanto la realidad psicológica de la película como la interpretación del
espectador, mediante fotogramas espaciales de planos subjetivos.
Por consiguiente, esta última secuencia de Hierro 3 nos sirve para comentar la diferencia
estética que adquiere la perspectiva poético-critica de los fotogramas de Stop (2015), con
las 3 películas ya mencionadas. La tensión contemplativa sobre la in-comodidad de
observar a otro y de ser observado por otro, en Stop se dirige en los sentidos
cinematográficos complejos que asumen sus los fotogramas; ya que se nos presenta, a
diferencia de Primavera… y El Arco, la inestabilidad de la cámara dada su existencia como
un agente audiovisual que contamina la dimensión psicológica de la fotografía. Es decir, en
esta película Kim Ki-duk no nos permite detener la mirada en la composición de sus
fotogramas, porque hay un apuro audiovisual por observar. En esta película nos llama la
atención en como el cineasta y la cámara prescinden del montaje, y participan con los
actores directamente. Stop pareciera ser grabada in situ, casi de forma documental. Si bien
este procedimiento también se observa en Hierro 3 de manera más detenida y estética, en
Stop la cámara se subvierte como un objeto voyerista que tensa los símbolos de sus
fotogramas a una producir una in-comodidad intersubjetiva de la mirada, por sus encuadres
en movimiento y planos-secuencias acelerados. En esta película Kim Ki-duk busca
interpelar, a veces de manera forzosa, la fotografía de la cámara-espectador como el
destructor de su propia naturaleza poética.
A modo de síntesis, y en comparación a los tres largometrajes que hemos analizado, nos
parece que este efecto producido en Stop como un procedimiento cinematográfico
predecible, si lo pensamos como un recurso técnico para tensar la trama desde la
desarmonía psicológica de la observación. Ahora bien, el discurso audiovisual de Stop no
es desde la perspectiva poética-critica que asume Primavera.., El Arco y Hierro 3; sobre la
óptica del fotograma como un elemento artístico, producido por la aplicación de la técnica
contemplativa y filosófica de la temporalidad de la imagen frente a los ojos como un
componente reflexivo para el espectador; sino que genera en esta, una de sus últimas
películas, un giro de perspectiva cinemateca al introducir la transgresión de la
contemporaneidad como elemento espacial forzado que tergiversa la ambigüedad y la
transparencia del arte cinematográfico tan característico del cineasta. Consideramos Stop
como un documental ficcional que transmite un discurso ecológico respecto a la
contaminación visual, pero que abusa reiteradamente de los procedimientos estéticos ya
reconocidos de sus otras tres películas, generando así un estancamiento en su labor
productiva. El descuido de la potencia significativa en la contemplación del fotograma en
Stop, nos visualiza a un Kim Ki-duk desesperado por imaginar otra vida, alejado de la
observación de su propia violencia.