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―Retribución‖ de Susanne M.

Beck
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Retribución
Retribution

Susanne M. Beck

Traducido por DamiLorenzo (2016)

Corregido por Dardar (Cap. 1-2) y Julieta ―Meltryth‖

Ice y Ángel viajan a Canadá e intentan hacer una nueva vida en la pequeña ciudad
donde Ángel iba de vacaciones cuando era niña y qué tan buenos recuerdos le trae. Allí
verán a viejos conocidos y tendrán visitas inesperadas. Sin embargo, es difícil dejar el
pasado atrás.

***

Descargos: Los personajes de esta novela son de mi propia creación. Se trata de


una historia Uber. También es una secuela de mi novela, Redención. Realmente
deberías leer la primera antes de abordar esta. Algunos personajes pueden tener un
parecido a los que conocemos y amamos, que son propiedad de PacRen y Universal
Studios.

Violencia y lenguaje obsceno: Sí, ambos. No tanto como en Redención (estoy


reservándome para Restitución), pero hay algo de ambos.

Subtexto: Sí, también. Trata sobre el amor y la expresión física de ese amor entre
dos mujeres adultas. Hay algunas escenas gráficas ubicadas dentro de este marco,
pero he intentado que sean lo más elegantes posible para no ofender la sensibilidad de
nadie. Quiero saber si he tenido éxito.

Dedicación: Hay muchas personas a quienes agradecer por este esfuerzo. En


primer lugar a Candace, que una vez más estaba allí para leer esta novela. Gracias
también a MaryD y a Lunacy, muy necesarias e invaluables. Y, por último, un enorme

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agradecimiento a las auto-proclamadas "Quillies" por la lectura de la versión beta.


¡¡Gracias chicas!!

Comentarios: Como siempre, muy bienvenidos. No sólo hace que este "trabajo" de
escritura (que en realidad es una pasión), sea mucho más fácil, sino que también me
hace mejor en él. Y ese es mi objetivo. Para llegar a ser lo mejor escritora que pueda
ser. Puedes ponerte en contacto conmigo en SwordnQuil@aol.com con alguna
pregunta, duda o comentario.

Pensamiento Final: Retribución es la segunda de lo que eventualmente se


convertirá en una trilogía. Redención, obviamente, fue la primera. Luego Retribución, y
finalmente Restitución. Gracias a todos los que tienen un poco de su tiempo para
recorrer este viaje conmigo. Sólo puedo esperar nunca decepcionarlos.

Descargo de responsabilidad final: Al igual que con Redención, esta historia se


ha escrito en bloques de una treintena de páginas por noche. Está totalmente
completada, hasta la última marca de puntuación, así que no te dejará colgada.
Prometido.

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Capítulo 1

Hacía frío. Mucho frío.

Y estaba oscuro como el fondo de una tumba recién cavada.

Todo mi cuerpo se sentía adormecido, mi corazón encerrado en un bloque


de hielo que prometía nunca descongelarse.

Podía sentir la lluvia sobre mí, arrojada casi en cortinas de fuego,


impulsada por un frenesí de un terrible viento.

Un trozo de madera desgarrado, torcido por el poder de la tormenta, se


estrelló repetidamente contra el revestimiento de madera anunciando el fin,
aumentando más aún el aullido del viento y los lamentos de las sirenas.
Sirenas que como la niebla se acercaban más y más, no a los pies del gato,
sino a las sangrientas garras del dragón.

Un relámpago dibujó gráficas puntiagudas sobre los cielos, imprimiéndose


en mi retina.

Un trueno estalló y calló, trayendo un pensamiento tonto en primer plano a


mi cerebro. Bolos de Dios con los ángeles una vez más, dijo la voz de mi
padre en algún lugar más allá de la tumba.

Aun así, esperé ciega y congelada al igual que una estatua inmortal,
esperando a que el viento cesara su furia interminable, esperando que la lluvia
perdiera intensidad. Esperando por una visión que mis ojos no podían ver, una
visión que mi alma no podía olvidar.

Como si estuviera dibujado en el claro por la fuerza de mi súplica sin voz,


aún más coches llegaron, sus neumáticos agitados salpicando barro en el aire.
Sus potentes faros se rompían a través del manto de niebla, iluminando la
escena que deseaba tan desesperadamente ver desde mi posición congelada
en el porche de la casa que yo había ayudado a construir.
Una casa, un sueño que tuve que dejar ir sin detenerme, sin darle una última
mirada, si solamente alguien dejara caer la venda de mis ojos…

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Si solamente…

Ella se quedó allí derecha y alta, iluminada por la luz artificial, mi


amante, mi corazón, mi alma. Orgullosa de nuevo, cabeza en alto, ojos de
fuego.

Orgullosa, sí. Pero indefensa.

No contra los brazos que la sostenían, ni las esposas que ataban sus fuertes
brazos, ni siquiera las armas que apuntaban cada punto vulnerable de un
cuerpo invulnerable.

No eso. Eso nunca.

Por el contrario, indefensa por el peso de un pasado que llegaba de nuevo a


su puerta. Indefensa ante el peso de un amor por el que había vendido su
alma para nutrirlo y cuidarlo. La mirada en sus ojos es algo que me llevaré
conmigo a la tumba. Una tumba que, si Dios quiere no tardará en llegar.
Ira por interferencia de su pasado. Rabia por los brazos que la sostenían, por
las armas que la empujaban con sus cañones huecos de plata. Dolor por la
posibilidad que tuvimos que terminaba demasiado pronto.

Y amor.

Siempre amor.

Sus carnosos labios se entreabrieron, y me esforcé por escuchar sus


palabras por encima de la tormenta con furia redoblada, pero incluso ellas
venían de mí, tan cierto como que ella sería atraía a la niebla de la que sólo
venían finales.

Pero aun así, vi como esos labios formaban palabras que solo mi corazón
podía oír.

Te amo.

Y a continuación una palabra que destrozó mi alma.

Adiós.

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—¡¡No!! —grité despertando y tocando mi pecho rígido mientras el aliento


invernal invadía mis pulmones. Mi corazón latía rápidamente contra los dedos
que temblaban por la intensidad de la emoción que brotaba de mí.

Parpadeé una vez, y luego otra vez, mis pupilas dilatándose para aceptar la
tenue luz de la ventana. Arreglándome para relajar el pánico inducido en mis
músculos, volví un poco la cabeza tomando la cálida familiaridad de la
habitación a mi alrededor.

Oh, gracias a Dios. Era un sueño, solo un sueño.

Ubicada a mi lado en un sueño cálido, el objeto de mis pensamientos


aterrorizados murmuró, bostezó y se estiró ligeramente, los ojos claros
parpadeando confusamente abiertos.

—¿Estás bien?

Una sonrisa se formó en mi rostro al bajar mi mano al cabello despeinado


por el sueño.

—Sí —le susurré—. Solo fue un sueño.

Acercándose un poco más, levantó una mano y la colocó contra mi muslo,


descansando su frente contra mi cadera. Se aclaró la garganta.

—¿Quieres hablar de ello?

Me deleité en la calidez del contacto simple y poco a poco negué con la


cabeza.

—No. Estoy bien. —No tuve el corazón para decirle que este mismo sueño
era el que perseguía mis noches durante el último año o más, se había
convertido casi en una ocurrencia nocturna, desgarrando mi alma poco a poco
y sin piedad dejándome agotada y dolorida por la mañana—. Duerme de
nuevo, mi amor. Sé lo agotada que estas.

Sus ojos azules se estrecharon, su nítida mirada mientras inspeccionaba mi


expresión.

Conscientemente suavicé mi rostro, le tomé la mano y la acaricié


suavemente, mi pulgar frotó tiernamente contra la carne tan agrietada y

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manchada de aceite por su trabajo, que parecía que nunca estaría limpia de
nuevo. Conteniendo las lágrimas, de alguna manera logré mantener mi
expresión despreocupada y relajada.

Ella vio más allá de mi intento, y apartó su mano de la mía, capturando una
lágrima con un dedo.

—¿Porque estás llorando?

La respuesta a eso fue fácil.

—Porque te amo.

Parecía como si fuera a discutir, pero el peso de muchas noches de poco o


nada de sueño la hizo bostezar una vez más.

—Yo también te amo —murmuró, sus párpados eran pesados sobre sus
asombrosos ojos—. Mi Ángel.

Tomé su mano una vez más mientras la deslizaba por mi rostro y me la llevé
a los labios mientras dejaba a mis lágrimas caer.

—Te amo, Morgan —susurré alrededor de su carne caliente—. Más de lo que


nunca sabrás.

Colocando su mano en mi regazo, volví mi mirada hacia la ventana bañada


de lluvia, observando con interés cómo las gotas de agua anunciaban otra
tormenta a mitad del verano. Mi visión se triplicó con mis lágrimas, pensé en
huir rápidamente del resto de mi pesadilla, preguntándome quizá por milésima
vez si era una reacción al subconsciente por el estrés como eran mis sueños a
menudo, o auguraba algo infinitamente más siniestro.

Alejé esos los pensamientos todo lo posible, apoyé la cabeza contra la


pared y contemplé el paisaje de invierno, permitiendo a mi mente ir a donde
quisiera. Eligió una época más simple donde el alcance de nuestro mundo se
reducía a una palabra.

Sobrevivir.

* * *

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Me agaché detrás de la ancha espalda de Ice, necesitando


desesperadamente hacer pis, mis músculos entumecidos por el frío, el aire de
la montaña y la necesidad de permanecer absolutamente inmóvil, el traqueteo
de mis dientes como castañuelas en las manos de un loco español.
El sol se ponía por el oeste, robando la última débil calidez del cielo a
principios de la primavera, el viento redoblo sus esfuerzos para deslizarse
dentro de la delgada chaqueta que me había puesto esa mañana.
Ice había vendido su motocicleta a un amigo, dejándole un pequeño fajo de
efectivo que sumándose a mi miserable suma, no es que fuera gran cosa.
Hicimos un viaje a la tienda local para abastecernos de suministros,
lastimosamente conscientes de que el dinero de que disponíamos sería todo lo
que tendríamos para vivir hasta Dios sabía cuándo.

Nos fuimos de allí alejándonos de las carreteras principales, las ganas de


hacer autostop con algún camionero parecía casi abrumadora, especialmente
teniendo en cuenta los gritos de mis pies irritados y la rápida formación de
ampollas.

Horas más tarde antes de que finalmente lo hiciéramos, Ice señaló la


frontera. No le pregunté cómo lo sabía, un mapa definitivamente no estaba en
nuestras escasas compras. No me habría servido de nada de todos modos.
Ice nunca fue la mujer más habladora del mundo, estaba segura de que su
mente estaba ocupada con asuntos de mucho más peso que mi sencilla y
persiste curiosidad.

Al menos es lo que me dije cuando mi quinta pregunta fue respondida con


un suave gruñido y un gesto de silencio.

Así que me callé, y me contenté con memorizar nuestra ruta lo mejor que
pude, el ojo de mi mente estaba puesto en una habitación caliente en algún
lugar, anotando las aventuras del día en el diario, estaba decidida a seguir
escribiendo en él.

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Si hubiese esperado un enorme anuncio, una señal tal vez anunciando que
dejábamos la tierra de los valientes y entrábamos a la casa de los Canucks
me decepcionó profundamente. El tramo del denso bosque era más de lo
mismo que cientos de personas que habíamos pasado en nuestro viaje a la
libertad. Pero cuando Ice se detuvo de repente y me llevó detrás de un grueso
seto, me di cuenta de que estábamos probablemente cerca de nuestro
destino.

Y así esperamos, hasta que el sol entró en su último derroche de color.


Esperamos que la luna y las estrellas salieran a velar por nosotras,
seguramente preguntándose como yo, qué era exactamente lo que estábamos
esperando.

Todo lo que sabía era que la calma, la espera y el frío no estaban siendo
amables con mi vejiga, yo estaba en el punto en el que o nos movíamos
rápidamente o iba a hacer algo que no hacía desde que tenía dos años.
Quería borrar de mi mente la urgente necesidad, volví mis pensamientos a
otras cosas. Como este maravilloso sentimiento llamado libertad y lo que
significaba para mí, incluso en ese momento en medio de la nada. Todavía
estaba en la fase luna de miel feliz, creo, donde incluso la más molesta de las
circunstancias parecía ser vista a través de unas proverbiales gafas color
rosa.

Todo a mi alrededor parecía increíblemente vasto y abierto, sin el espectro


constante de bares para estropear la vista que me recordó a mí en un
momento dado. Recordándome que la sociedad me consideraba despreciable;
incapaz incluso de tomar decisiones por mí misma.

Incluso una tarea tan mundana como la necesidad de orinar adquirió un


nuevo significado cuando uno se daba cuenta de que se puede simplemente...
Bueno... hacerlo, sin tener que pedir permiso a nadie más que a su propio
cuerpo.

Estaba conmovida en mis tranquilos pensamientos cuando se aproximaron


faros. Me puse rígida. Colocando una mano en la espalda de Ice, miré por

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encima del hombro, decidida a enfrentarme a lo que venía, ya fuera amigo


o enemigo, con mucho coraje que me poseía.

Momentos más tarde, mis sospechas se confirmaron mientras varias


camionetas con los faros puestos, rebotaron sobre el terreno montañoso.
Podía oír fácilmente los gritos de los hombres borrachos por encima del rugido
de los motores. Varios grandes ciervos estaban atados en las cubiertas de las
camionetas.

Las camionetas se detuvieron a unos metros de nuestro escondite, uno de


los hombres saltó con su resplandeciente chaleco de cazador naranja. El
borracho caminó hacia un árbol muy cerca de nosotras, su aliento resoplando
vaho, procedió a hacer lo que yo había estado necesitando hacer desde hace
ya tantas horas.

Volví la cabeza con disgusto, apoyándome contra la espalda de Ice. Casi


salté de mi piel mientras su voz retumbó a través de su pecho, en mi oído.

—Mejor guárdate eso antes de que alguien te hiera —dijo ella con voz
amenazante.

El hombretón chilló y se volvió hacia nuestra posición con los ojos abiertos
como platos.

—¿Quien está ahí?

—¿Tiene licencia para cazar ciervos aquí, amigo?

Él palideció bajo su espesa barba y por un segundo, pensé que iba a


desmayarse. Entonces sus ojos se estrecharon y tomó varios pasos decididos
hacia nosotras aparentemente olvidando que la parte más sensible de su
anatomía quedó colgando… al viento, por así decir.

—¿Eres tú Morgan?

—Puede ser —Fue la respuesta burlona.

Detrás de ella, me quedé sorprendida. ¿Estos eran nuestros escoltas?

—¿Ice? —le pregunté tirando de la parte posterior de su chaqueta.

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Su cabeza se volvió lentamente, dirigiéndome una mirada divertida.

—¿Sí?

Hice un gesto hacia el hombre que seguía en pie frente a nosotras.

—Una banda de marcha y un cartel de neón probablemente sería más útil,


ya sabes.

Ella me guiñó un ojo, luego volvió la cabeza hacia atrás.

—Así que, te vas a quedar toda la noche con tu pequeño amiguito colgando
afuera, o ¿qué?

El rubor del hombre era vivo, iluminado por la luz brillante de las
camionetas de al lado, se agachó rápidamente y atendió sus asuntos antes de
pisar más cerca y tender una mano hacia bajo para sacar a Ice de su
escondite.

Ice levantó la ceja y miró la mano tendida, y luego a su amigo.


Se aclaró la garganta, se sonrojó de nuevo y se limpió las manos en los
pantalones manchados de sangre.

—Jesús, Morgan, me has dado un susto de muerte ocultándote de esa


manera.

Poniéndose de pie con una gracia que yo envidiaba, mi pareja sonrió y


palmeó a su amigo en la parte de atrás.

—Lo siento, Bull. Gracias por reunirte con nosotras aquí.

Los ojos del hombre se abrieron de nuevo.

—¿Nosotras?

Volviéndose, Ice se agachó y me ayudó a ponerme de pie, tirando de mí


para estar a su lado.

—Nosotras. Bull, te presento a Ángel. Ángel, este es mi amigo Albert ‗Bull‘


para sus amigos ciervos borrachos.

Esta vez, su rubor fue realmente espectacular mientras levantó la mano y


se quitó la gorra de la cabeza retorciéndola en sus manos.

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—Lo siento, señorita. Yo no... ¡Oh, Dios!

Sonriendo para aliviar su malestar, di un paso hacia adelante y puse una


mano en su brazo.

—Estoy muy contenta de conocerte Bull, gracias por ayudarnos a salir de


esto.

—Oh... Mmm... Esto no es gran cosa señorita. En serio. Lo hago con gusto.

Rompiendo la vergüenza del hombre en una forma muy típica de ella, Ice
palmeó sobre su hombro una vez más y le hizo una seña a las camionetas que
esperaban, sus conductores y pasajeros mirándonos con la embriaguez y la
boca abierta.

—¿Podemos?

Después de un momento, Bull apartó la mirada de mí y se golpeó la parte


superior de la cabeza.

—Sí, por aquí señoritas.

Y así como así, estábamos en Canadá.

* * *

Después de viajar lo que parecía una eternidad sobre baches que podrían
llamarse caminos, y podrían sacar la pasta dental de cuajo, una pequeña
casucha quedó a la vista de repente, un acogedor humo se elevaba con gracia
de la chimenea de ladrillo.

Agradecida de escapar de una cabina de camioneta que olía a destilería, me


abracé a mí misma mientras el frío me inundaba una vez más, miré la
pequeña choza, al parecer era una parada de descanso de nuestro viaje.
Parecía lo suficientemente resistente, pero mucho más pequeña de lo que
esperaba, poco más que un tosco cobertizo con cuatro paredes y un techo
para mantenerlo unido.

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Me encogí de hombros mentalmente, yo podría hacerme pequeña, había


estado en espacios más pequeños después de todo. Las paredes pintadas de
verde de mi celda vinieron a mi mente y me estremecí un poco. No más de
eso Ángel, ahora eres libre. Empieza a actuar como tal.

Con una sonrisa, busqué a Ice, que puso con cuidado un brazo alrededor
de mis hombros y me guio a la cabaña. El calor de un fuego acogedor y los
sabrosos olores de la carne en la parrilla envolvieron mis sentidos
inmediatamente. Mi estómago, por supuesto, gruñó con impaciencia, pero la
gente a nuestro alrededor era demasiado bulliciosa como para notarlo.

Ice, por supuesto, lo hizo, arqueándome una media sonrisa antes de girar y
aceptar un rápido beso en la mejilla de un hombre alto con apuesta sonrisa,
ojos oscuros y un espeso bigote que casi le tapaba la boca. Me saludó a mí
también antes de retirarse a los deberes de su cocina por los hombres que
exigían comida y en este momento.

—André —Ice comentó en voz baja a modo de introducción—. No tienes


mucho de cazador, pero como cocinero disfrutaría de un filete de venado.

Me reí, después de comer durante cinco años en la cárcel, disfrutaría de


una caja de cartón con algo de pimienta encima de ella.
Mi amante me devolvió la sonrisa en irónico reconocimiento. Bull hizo notar
una vez más su presencia, haciendo un gesto a la cabaña con su enorme
brazo.

—Bueno, eso es todo, no es mucho, lo sé, pero por lo menos es caliente.

—Y eso es más de lo que jamás podríamos pedir —respondí rápidamente,


mirando alrededor de la pequeña cabaña, que era esencialmente una
habitación grande.

Las literas estaban apiladas contra tres de las cuatro paredes, había un sofá
que había conocido mejores días en la época en que Lincoln era presidente,
una chimenea dominaba la cuarta pared, con una cocina de tamaño decente,
y una pequeña nevera completaba el conjunto. Una tosca mesa se situaba en

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el centro de la habitación, cargada de ropa y municiones, armas y aceite,


además de varios objetos que me parecieron un misterio.

A un grito de André, varios de los hombres comenzaron a limpiar la mesa,


borrachos refunfuñando sin buen humor, mientras que Bull se dirigía a la
única puerta de la cabaña y la abría.

Una habitación increíblemente pequeña, un estrecho catre colocado al lado


de la ventana por encima de ella. Un taburete de tres picos y una lámpara
pornográfica sentada sobre ella, era el único mueble que podría caber allí. Ice
fácilmente podría haber llenado el espacio con ambos brazos extendidos.
Pensamientos de la cárcel vinieron a mí una vez más, pero los alejé,
agradecida por cualquier pizca de hospitalidad que me ofrecieran.

—Es pequeña, pero la puerta se cierra, por lo que tendréis un poco de


privacidad, al menos.

—Es perfecto —pronuncié caminando en el interior y dejando mi mochila en


la cama—. Gracias, Bull.

Ruborizándose de nuevo, miró hacia sus pies antes de murmurar algo


ininteligible y retroceder a la habitación principal.

Moviendo la cabeza en exasperación fingida, Ice pasó junto al hombre en


retirada y se unió a mí en la estrecha habitación, mirando a su alrededor.

—No es exactamente el Ritz, pero nos saca del apuro, supongo.

Me dejé caer en la cama, crucé las piernas y le sonreí.

—No me quejo. Es cálido, la comida huele genial y voy a pasar toda la


noche en esta pequeña cama contigo. ¿Qué más podría pedir una chica?

Ella me sonrió con esa sonrisa de infarto, entonces se agachó y rozó mis
labios con un suave y cálido beso antes de enderezarse.

—Te daría un palacio si pudiera, Ángel.

—No necesito un palacio, Ice. Solo te necesito a ti.

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Podríamos haber estado años mirándonos a los ojos, si mi vejiga no hubiera


escogido ese momento para anunciar su última llamada. Salté de la cama.

—¿Dónde está el baño? —le pregunté por el rabillo de mi boca no queriendo


ser escuchada.

—Aquí no hay —Ice me respondió de manera similar.

Mis ojos, estoy segura, se abrieron de una forma espectacular.

—¡¿Qué?! Entonces… ¿en dónde…?

Apiadándose de mi condición desesperada, Ice se inclinó sobre la cama


tirando de la cortina hecha jirones de la ventana.

—Letrina.

—Excelente —suspiré.

Mi vejiga punzó de nuevo y me encogí de hombros. Oh, bueno, cualquier


puerto en medio de la tormenta sirve, supongo.

* * *

La cena fue un asunto bullicioso. Ruidoso, pero delicioso. Cominos juntos,


con Ice a mi derecha, André a mi izquierda, el resto de los hombres
intercambiando cuentos extravagantes que entraban en el campo de la ciencia
ficción con bastante rapidez.

Aunque agradecida por las atenciones que me brindaban, no pude evitar


sentirme un poco incómoda mientras iba avanzando la noche. Después de
pasar cinco años en compañía de mujeres, además de poner un dedo en la
llaga cuando se trataba de hombres borrachos, dada mi historia pasada con
al menos uno de su especie, sentí que empezaba a cerrarme poco a poco,
como para resguardarme, supuse. Ice me apoyaba calurosamente, pero aún
quedaban lugares muy dentro de mí que ni siquiera ella podía alcanzar, y este
era uno de ellos.

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Dando un cálido apretón a mi mano por debajo de la mesa, Ice giró su


cabeza y llevó sus labios hasta rozar mi oído, enviando un maravilloso
escalofrío por todo mi cuerpo.

—¿Por qué no te retiras? Trata de relajarte y descasar un poco. Voy


enseguida.

Eso envió más que un escalofrío y aunque me concentré en mantener firme


mi respiración, le susurré.

—¿Estas segura?

—Sí, tengo un par de cosas que discutir con estos brutos antes de que todos
salgan. Luego volveré y me uniré a ti, ¿te parece?

Podía sentir mis ojos cerrarse en contra de mi voluntad con el cosquilleo de


su cálido aliento contra mi cuello.

—Oh, eso suena mejor, mucho mejor.

Aunque no la veía, podía sentir su sonrisa mientras me apretaba la mano


una vez más antes de soltarla.

Tomando otro momento para serenarme y asegurarme de que mis piernas


mantuvieran mi peso, poco a poco eché mi silla hacia atrás y me puse de pie,
sonriendo a mis anfitriones.

—No me gusta ser aguafiestas, pero todo lo que caminé y la maravillosa


cena, han hecho efecto en mí. Creo que es hora de irme a la cama. Buenas
noches chicos y gracias.

Entré en el dormitorio con los alegres sonidos de buenas noches, y cerré la


puerta con una sensación de alivio profundo mientras la robusta madera
ahogaba el más fuerte de los ruidos.

Pasé las manos por mi cabello, di un suspiro de alivio y me senté en la


estrecha cama, recogiendo mi mochila y buscando en ella mi diario y una
pluma, pensando en registrar las aventuras del día en papel. Pero las palabras
no salieron de inmediato, recostada contra la pared, miré alrededor de la
pequeña habitación, preguntándome la paradoja de algo tan evocador como mi

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tiempo en el Pantano, una habitación no más grande que mi casa durante


cinco años podría traer consigo un sentimiento de seguridad.

Una vieja reclusa decía que en la prisión un preso pasa todo su tiempo
pensando en la manera de salir, mientras que un ex-convicto pasa todo su
tiempo pensando en maneras de volver. Aunque en mi caso no era del todo
cierto (o al menos esperaba que no), no podía pasar por alto el hecho de que
había una cierta sensación de seguridad que incluía cuándo levantarse, cuándo
comer, qué ropa llevar, a dónde ir, qué hacer, y cuándo dormir. Libertad
significaba poseer esas decisiones una vez más, y a veces las opciones
parecían demasiadas para llegar a una fácil decisión.

Me pregunté brevemente qué pensaría Ice sobre ese tema después de haber
pasado muchos años tras las rejas. Entonces sonreí y me límite a sacudir la
cabeza por mi propia estupidez. La mujer había florecido verdaderamente
fuera de las imponentes murallas de la prisión, dándome pistas de su
personalidad que nunca podría haber conocido si todavía estuviéramos
atrapadas dentro de los confines del Pantano.

No, Ice enjaulada era como un animal salvaje en un zoológico. Bonito de


ver, peligroso, pero muriendo lentamente por dentro. Dudaba si se reservaba
algún pensamiento pasajero sobre el lugar que habíamos dejado atrás, y si lo
hacía, palabras como comodidad y seguridad, probablemente no estaban en
su vocabulario.

Doblando mis rodillas hasta mi pecho, les envolví con mis brazos, apoyé mi
barbilla encima de ellas y miré fijamente la pared vacía pensando en la gente,
las amigas que había dejado atrás, sin darme cuenta de cuándo me quedé
dormida.

* * *

Desperté de un borroso sueño, en el que estaba en la biblioteca tomando un


té de Corinne, parpadeé alejando el sueño de mis ojos para disfrutar de la

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visión de Ice contra la puerta, mirándome con una expresión de amorosa


ternura que llenaba de emoción mi corazón.

—Hey —dijo suavemente alejándose de la pared y poniéndose de pie al lado


de la cama—. No quería despertarte.

—No hay problema —le contesté bostezando y estirando los nudos de mi


cuello y espalda—. No tenía intención de quedarme dormida.

—Lo necesitabas.

Podía sentir mi ceja elevarse mientras la miraba a su vez.

—Tú también.

Ella sonrió levemente.

—Touché.

Le sonreí de vuelta, anotándome un punto.

Su expresión se volvió más seria.

—Siento lo de la cena, sé que estaba empezando a ser un poco incómodo.

Me encogí de hombros indiferente.

—No hay problema, son muy agradables —no pude evitar reírme un poco—.
Creo que Bull está enamorado de mí.

Ice sonrió.

—Bull es un hombre de montaña. No ve mujeres muy a menudo, en especial


una tan hermosa como tú.

Estaba segura de que el rubor en mi cara podría haber iluminado toda la


habitación. Me aclaré la garganta torpemente, no podía evitarlo, incluso
después de todo este tiempo recibiendo elogios, sobre todo de Ice.

—Como sea, ¿dónde los conociste?

Sentada con gracia en la cama, Ice copió mi postura, dobló las rodillas y
apoyó la cabeza en la pared junto a la repisa de la ventana.

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—En realidad son amigos de mi padre. Él solía venir aquí en ocasiones para
alejarse de todo, la mayoría de estos chicos son de cuello blanco, que les gusta
sacarse el estrés con la bebida y cargar contra los ciervos salvajes con sus
navajas —sus labios se curvaron en una sonrisa irónica—. Bull fue su guía
durante todo el tiempo que puedo recordar —Mientras observaba, su mirada se
volvió distante y un poco triste—. Mi padre me traía aquí a veces, era divertido
salir con ellos a la vida silvestre —sonrió con tristeza esta vez—. No me dejaba
manejar un rifle, pero tampoco es que él lo hiciera mucho, así que en su lugar
me enseñó a cazar —ella suspiró—. Fue aquí en estos bosques donde
deliberadamente tomé la vida de otra criatura por primera vez —se miró los
puños apretándolos y liberándolos después—. Nunca fue lo mismo desde
entonces.

Extendiendo la mano, le apreté la rodilla suavemente y su rostro se relajó


bajando la suya y cubriendo la mía.

—Como sea, por lo general están en esta época del año, me las arreglé para
contactar a André en su restaurante ayer y acordamos todo esto —ella
parpadeó y luego volvió la cabeza para mirarme—. Son buenos chicos. Te
darían hasta la camisa. Solo un poco escandalosos a veces por su propio bien.

Le devolví una tierna mirada.

—Gracias por compartir eso conmigo, sé que recordar esos momentos es


difícil para ti.

Ella se encogió de hombros.

—Nah, está bien, merecías saberlo de todos modos. No te lo dije antes


porque no estaba segura de si esto iba a funcionar, y no quería decepcionarte.

Sonriendo, tiré de su mano apretándola contra mi pecho.

—Nunca me has decepcionado, amor.

Ella levantó una ceja ante eso sin poder creerlo, tiró de su mano y me
acercó a ella, caí en su regazo despatarrada e inmediatamente corrigió la
postura tirando de mí para sentarme a su lado, con la cabeza contra su pecho
y debajo de su barbilla. Su cálida mano hizo lentos círculos en mi espalda

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mientras sentía mis párpados pesados una vez más, suspiré de satisfacción
arrugando la tela de su camisa.

Uno de los botones de su camisa, justo al nivel de mis ojos parecía estar un
poco apretado, por lo que alivié su carga liberándolo de su estrecha prisión de
tela. La suave piel desnuda por mi labor pidió un beso.
Me complací, sonriendo mientras su mano seguía dando vueltas lentamente
sobre mi espalda, dudando brevemente antes de continuar su camino. Porque
el botón solitario parecía tan infeliz sin sus compañeros, decidí darle un poco
de compañía liberando otro, deslizando mi mano dentro de la abertura que
había hecho depositando otro beso un poco más abajo, en la caliente y
fragante carne.

—Con suavidad, Ángel —su voz retumbó divertida a través de su pecho a mi


oído, enviando una oleada de calor a través de mi cuerpo.

—Como la mantequilla —le contesté sonriendo en su pecho antes de trazar


la línea de su esternón con la punta de mi lengua, mis dedos se deslizaron bajo
su sostén de copa a un pecho firme—. Igual que la seda.

Entonces el mundo giró un poco y cuando finalmente abrí mis ojos, me


encontré a caballo sobre una firme cintura, los ojos índigo mirando a los míos
de una manera entrañable e inconfundible intención. Sus rodillas dobladas
proporcionándole un soporte sólido a mi espalda, incapaz de protestar, rompió
suavemente la parte delantera de mi camisa, dispersando los botones.
Yo estaba agradecida de haber tenido la precaución de haber renunciado a un
sostén esa mañana, cuando cálidos labios acariciaron el valle de mis pechos y
una lengua burlona se lanzó a probar mi piel en repentina sudoración.
Sus fuertes y hermosas manos se deslizaron detrás de mi espalda, mientras
sus dedos se deslizaron más allá de la cintura de mis pantalones vaqueros,
jalándome más cerca de su cuerpo, volviendo la cabeza de repente, tomó un
pezón en su boca. Respondiéndole bruscamente me apoyé en su fuerte y plano
vientre. La entrepierna de mis pantalones vaqueros me rodeaba perfectamente
contra el movimiento que había hecho, gimiendo suavemente, cerré mis ojos
echando mi cabeza hacia atrás sobre sus rodillas.

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Estimuló el movimiento de mi cuerpo usando sus fuertes piernas para


ayudar a guiarme con la succión de sus labios, lengua y dientes.

Cuando pasó a mi otro pecho, mi orgasmo llegó tan rápido que no tuve
tiempo siquiera para tomar aliento antes de ponerme rígida y sacudirme contra
ella, rodando sin poder hacer nada con las olas de intensa pasión que fluían a
través de mí y de mi amante y viceversa.

Apenas tuve tiempo de recuperar el aliento, antes de sentir mi espalda


reunirse con una cálida lana. Al abrir los ojos vi a Ice sobre mí, empujando
suavemente sus caderas en mis piernas ampliamente extendidas, sus ojos
oscuros y entrecerrados, su cabello libre balanceándose, la sonrisa en su rostro
salvaje.

Agachando la cabeza, capturó mis labios en un beso lleno de fuego y


promesa apasionada. Su hábil lengua se deslizó entre mis dientes y luego en
mi boca, llenándome con su sabor. Respondí con gentileza, levantando los
brazos y enredándolos en su cabello y trayéndola más cerca de mí.
Nuestros gruñidos gemelos sonaron suavemente en la pequeña habitación,
estimulando mi excitación aún más.

Entonces gemí, mientras sus dientes afilados tomaban mi labio inferior,


arremolinando la lengua en la carne capturada con un sensual movimiento,
una promesa de las cosas que estaban por venir.

Por fin se apartó y me sonrió de nuevo ferozmente, antes de trepar con


mordiscos y besos en mi carne sumamente sensible. Sus manos llegaron abajo
entre nuestros cuerpos, y en cuestión de segundos mis pantalones vaqueros y
ropa interior se convirtieron en un rápido olvido igual que la de ella antes de
que volviera a tumbarse a reclamar su lugar entre mis piernas.

El primer contacto de su suave y cálida piel, fue casi suficiente para


enviarme por el borde una vez más, apretando mis dientes ante tal posibilidad.
Ice simplemente me sonrió, decidida a empujarme más allá de mis límites.
Otro ardiente beso en mis labios hinchados, luego comenzó una lenta

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exploración hacia abajo de mi cuerpo ayudada, sin duda, por la amplia


excitación que recorría su cuerpo.

Sus despiadadas intenciones no se detuvieron cuando por fin después de lo


que parecía una eternidad, llegó a lo que yo esperaba fuera su último destino.
Mordisqueando el interior de ambos muslos, mientras sus manos se divertían
rozando ligeramente mis pechos, nunca concentrándose en el mismo lugar
durante más de un latido que solo servía para elevar mi excitación.
Cuando estaba en el punto más allá de pensar y mucho menos rogarle, su
mano izquierda dejó a un lado mi pecho, sin aliento a penas un segundo más
tarde, me llenó por completo con su boca, caliente y húmeda y oh, tan
necesaria.

Sus dedos y su lengua comenzaron un lento dúo, mis pantalones sin aliento
marcando el tiempo, sus bajos gemidos añadiendo profundidad a la danza.
Moviéndonos juntas, la una hacia la otra, a veces más rápido, a veces más
lento, a veces duro, a veces suave, llegando al punto culminante donde
finalmente me liberé, teniendo la más dulce de las corrientes, mandándome al
cielo, el mar y las estrellas. Alcanzándolas, y haciéndolas mías.

Me desplomé contra la cama, completamente agotada e increíblemente feliz.


Ice se levantó y cubrió mi cuerpo con el suyo, acariciando suavemente mi
flequillo sudoroso de su nido enredado en mi frente. La expresión de su rostro
era tan tierna y amorosa que me sacó lágrimas en los ojos.

—No llores —susurró, su rostro era suave y totalmente abierto.

—No puedo evitarlo —le susurré.

Cerré los ojos y sentí el toque cálido de sus labios en mis párpados, secando
mis lágrimas y reemplazándolas con besos, después de eso bajó el resto de su
cuerpo y me dio un tierno abrazo, moldeando nuestros cuerpos en toda su
extensión, poniendo casualmente una pierna sobre la mía.

Luego se volvió de manera que estuvimos tumbadas vientre contra vientre,


su expresión era muy seria.

—Te amo, Ángel.

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Enterré mi cara enrojecida contra su cuello húmedo y la abracé con todas


mis fuerzas.

—Yo también te amo, Morgan, más de lo que pensé que sería capaz de amar
a otra persona —Sonreí resoplando contra su cuello—. Ojalá pudiera decirte
cuánto.

—Lo acabas de hacer —murmuró contra mi pelo mientras se aferraba


alrededor de mi flexible cuerpo, una de sus manos acarició mi cabello hasta
que con la facilidad de un momento a otro, me dormí en sus cálidos y
amorosos brazos.

A veces las palabras están sobrevaloradas.

* * *

Me senté rápidamente, con el corazón en la garganta, solo los años que


pasé viviendo en uno de los lugares más peligrosos de la tierra me enseñó a
evitar mostrar miedo a toda costa, y como resultado me impidió gritar.
Miré a mi alrededor con desesperación, mis ojos tardaron en adaptarse a la
oscuridad casi nula de la pequeña habitación, la reconfortante presencia de
Ice no estaba por ninguna parte, tragándome mis miedos me pregunté qué era
lo que estaba pasando.

Los golpes salvajes que me habían despertado sonaron de nuevo y salté un


poco recogiendo la sábana hasta mi pecho, sin dejar de mirar ciegamente ante
la nada.

—¿Ice? —susurré lo más suavemente que pude.


Una cálida mano en mi espalda desnuda casi me lanzó hasta el techo, y otra
mano me tapó la boca, ahogando el grito de asombro que surgió de mis
pulmones. Afortunadamente, el tacto era uno que conocía íntimamente y
asentí, lo que significaba que todo estaba bien.

Ice retiró la mano y se metió a la cama junto a mí.

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—Jesús, Ice —susurré—. Me diste un susto infernal.

—Lo siento, no fue mi intención.

—¿Qué pasa?

—No lo sé...

Esta información en particular me puso más nerviosa que todo el ruido fuera
de nuestra puerta.

—¿No lo sabes?

—Todavía no, pero lo sabré —Apoyándose en todo mi cuerpo, se puso a la


sombra un poco lejos de la ventana. La habitación estaba bañada
repentinamente de luces rojas intermitentes.

Dejar este hogar temporal hacía que el corazón se me encogiera mientras


retorcía la sábana entre mis manos.

¡No! ¡Todavía no! ¡Acabamos de llegar! ¡Por favor, necesitamos más tiempo!
Libre de la sombra que daba la ventana una vez más, Ice se relajó un poco y
se apoyó contra la pared.

—Todo está bien —dijo en voz baja.

—¿Lo está?

—Sí, solo es el guardabosque.

—¿El guardabosque?

Sí, parecía que iba a volverme el loro de Ice, un hábito que pensé haber
perdido hace años, pero al parecer había sido contenido hasta enfrentarse a
una situación como esta antes de saltar alegremente una vez más.
Vamos, Ángel, trata de decir algo inteligente, ¿eh?

—¿Por qué el guardabosques está aquí a estas horas de la noche? —Aunque


no era una Einstein, al menos debía preguntar, era lo mejor que podía hacer
en esas circunstancias.

—Bueno, por lo general, la ley local no ve con buenos ojos a las personas
que cazan ciervos fuera de estos bosques, por la forma en que los

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depredadores naturales se han escapado en los últimos tiempos, las manadas


han crecido fuera de control, lo que realmente no es un problema, siempre y
cuando tengas licencia.

Asentí sabiamente. Luego otra pregunta me vino a la mente.

—¿Ice?

—¿Mmm?

—Bull tiene licencia, ¿no?

—Sí. —Di un suspiro de alivio—. Espero —murmuró por lo bajo.

Oh, chico.

Ice se tensó a mi lado.

—¿Qué?

—Vienen para acá.

Antes de que pudiera pensar en hacer otra cosa que agachar la cabeza
como si tal acción me fuera a hacer invisible de alguna manera a los ojos
curiosos, la puerta se abrió y una brillante luz se vertió en nuestra habitación
iluminándola hasta el fondo.

Un silencio de muerte.

No siendo capaz de evitarlo, asomé la cabeza poco a poco por el amplio


hombro de Ice, casi incapaz de evitar colapsar de risa al ver la cara del
guardia, un rostro que miraba fijamente el cuerpo desnudo de mi amante en
toda su magnífica gloria.

Ni siquiera tuve que mirar el magnífico desnudo de mi amante para saber


que estaba tratando al hombre con su famosa mirada y ceja levantada.

—¿Sí? —Arrastró las palabras logrando sonar peligrosa y sensual al mismo


tiempo. —La manzana de Adán del hombre subía y bajaba mientras tragaba
convulsivamente, sus ojos redondos y brillantes, como monedas recién
acuñadas—. ¿Hay algún problema?

Pareciendo muy incómodo, el guardabosque se giró sobre sus talones.

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—Mmm... no... Yo... es... estoy viendo simplemente si las cosas están bien
por aquí.

Incapaz de pasar por alto tan maravillosa introducción, saqué la cabeza y


sonreí.

—Todo está bien, gracias. No hay problemas por aquí.

El pobre hombre parecía estar a punto de desmayarse. Se aclaró la


garganta, aflojando los nudos alrededor de su cuello.

—Mmm... Está bien... entonces, siempre y cuando no haya ningún


problema.

Fingí pensar en ello.

—Nop, no puedo pensar en ninguno, pero apreciamos mucho su interés, ¿no


es así, Ice? —Le di un suave codazo en las costillas a mi pareja.

Ice, con su mejor intento de una sonrisa sincera, que a decir verdad le hacía
falta mejorar, respondió:

—De hecho, lo hacemos —contestó en un tono que era un poco engreído.

—Bueno, entonces, supongo que voy a... Dejarlas solas a las dos.

Se aclaró la garganta una vez más, y el agobiado guardabosques retrocedió


lentamente fuera de la habitación y cerró la puerta una vez traspasó el umbral.
Cuando la habitación se oscureció una vez más, le di rienda suelta a mis locas
ansias y me desplomé en la cama partiéndome de risa. Después de un
momento, Ice se unió a mí, aunque como era típico en ella, su alegría, se
redujo a unas cuantas risas irónicas.

Como alguien dijo a lo largo de los siglos: "La risa es la mejor medicina" y
de hecho para mí lo era, desterrando todas mis dudas y temores a un lugar
muy profundo dentro de mí, por lo menos en ese momento.

Y por segunda vez en la noche, me quedé dormida con un corazón feliz.

* * *

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A menudo, muchas veces parece que cuando te acercas más a tu destino,


el camino parece tornarse más largo, sin duda ese era mi caso esas primeras
semanas del comienzo de primavera. Viajamos por lo que parecieron años en
los caminos de la montaña, llenos de baches tan profundamente llenos de
nieve que me desesperaba por volver de nuevo a la civilización. Todos
nosotros parecíamos esculturas congeladas esperando que algún excursionista
de verano descubriera nuestros cuerpos.

Sin embargo, fiel a su palabra, Bull era un excelente guía, nunca perdió ese
alegre carácter medio sinvergüenza, que mantuvo mi optimismo natural, por lo
general siempre en la superficie.

Nos alimentamos y dormimos donde podíamos, a menudo tomando turnos


para conducir mientras otro dormía en la estrecha cabina de la camioneta de
Bull. Como a mí nunca se me dio bien la conducción en la nieve y Bull parecía
compartir con Ice la aversión por los mapas, pasé la mayor parte del tiempo
aplastada entre dos grandes cuerpos, mirando al desierto canadiense y
contando árboles.

Y durmiendo.

Mucho.

Y así fue, con gran alivio, que me fijé en la alta torre de la iglesia que
marcaba la entrada de la pequeña ciudad donde había pasado tantos veranos
felices. Aún se mantenía como la recordaba, recta, alta y orgullosa, señalando
el camino al cielo para aquellos que no tenían sentido de orientación, como
diría mi padre cada vez que le veía.

El aire frío mordía mi cara mientras aceptaba la ayuda de Ice que bajaba de
la enorme cabina, llegando a estar en un montón de nieve que le llegaba casi a
las caderas. Me estremecí y saqué de abajo la chaqueta que Bull tan
amablemente me había ofrecido, apretándola contra mi pecho, metiendo mis
manos frías y adormecidas en los bolsillos.

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Ice, fiel a su apodo, estaba relajada, parada en mitad de una ventisca de


nieve hasta medio cuerpo, como si fuese cosa común para ella. Quería envidiar
su actitud fría, pero al pensar en el precio que había pagado por ello,
consideré mis pensamientos.

Me conformaría con escalofríos cualquier día.

Bull salió de su lado de la camioneta y se acercó a decir sus adioses, con


una amplia sonrisa y mirando a todo el mundo como un oso pardo amigable
pidiendo golosinas en el borde de la carretera.

—¿Seguro que no quieres parar? ¿Por un par de minutos? —le pregunté—.


Sé que la ciudad no parece mucho, pero la cafetería local está abierta y el café
es realmente muy bueno —Aunque en ese momento podrían haberme servido
una taza de aguarrás y me hubiese parecido delicioso, siempre y cuando me
diera calor.

Bull sonrió, a pesar de que tenía un toque de tristeza en la misma.

—Voy a tener que pasar si no le importa, señorita. Tengo un montón de


cazadores que me esperan en la cabaña, y mi pago con ellos.

Asentí en consideración. Necesitar dinero era algo que sin duda podía
entender, por mucho que a veces deseara que esa lección en particular no
fuera tan fácil de aprender, sobre todo ahora.

—Gracias Bull, no sé lo que habríamos hecho sin su ayuda. Es una gran


persona —El rubor resultante derritió toda la nieve en un radio de diez
kilómetros a la redonda y por grosera que fuera, no pude evitar una sonrisa y
envolverle en un sincero abrazo—. Cuídate, Bull —dije haciéndome a un lado—.
Lo digo enserio.

—Usted también —respondió abrazándome una vez más. E hizo un gesto


con la cabeza hacia Ice, sus ojos nunca dejaron los míos—. Cuida de ella
también, ¿de acuerdo?

—Lo prometo.

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Después de que Bull e Ice se despidieran, el hombretón se subió de nuevo a


su camioneta, saludó por última vez y se alejó en un penacho de humo blanco.
Suspiré un poco, mirando hasta que la camioneta desapareció de nuevo en el
bosque sin fin. Entonces me metí en la carretera moderadamente pavimentada
que conducía a la ciudad.

Una pequeña melancolía embargó mi alma cuando miré carretera abajo,


hacia la propia ciudad que estaba ahí, solitaria y aparentemente vacía. Si el
verde es el color de la desesperación y el rojo el de la rabia, el gris es el matiz
de la desolación. Toda la ciudad parecía estar pintada de ese color, como si un
artista suicida hubiera dibujado con un pincel toda la escena, conservando para
siempre la miseria para exhibición en algún museo.

Los pueblos de verano eran siempre así fuera de temporada, me recordé a


mí misma. Siempre esperando, como una mascota suspirando por un dueño
desatento que le diera un toque amoroso, y el sol del verano para restaurar el
color y la vida en la tierra.

—¿Estás bien? —La voz de Ice vino de cerca y respondí un poco antes de
volver la vista hacia atrás.

—Sí, solo estaba pensando —Y esperando. Y rezando.

Durante nuestro largo vuelo hacia la libertad, no había tenido tiempo de


pensar si este lugar en el que yo había depositado todos mis sueños, sería de
hecho, lo que yo necesitaba que fuera. Viéndolo así, viendo como un viento
lúgubre batía los altos pinos y persiguiendo remolinos de nieve por la calle
vacía, me pregunté por un momento si mi sueño se estaba convirtiendo
lentamente en una pesadilla.

¿Eran los sueños de una niña solitaria suficientes para construir la vida de
un adulto? Y ¿qué derecho tenía de arrastrar a Ice a ellos conmigo? Una mujer
que no estaba aquí porque no tuviera otro lugar a donde ir, sino porque había
tomado la decisión de tratar de construir una vida donde quiera que yo
quisiera ir.

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De repente, era demasiada responsabilidad para soportarlo. En lo profundo


de mí, la niña que siempre había vivido suspirando por este lugar se apartó
sollozando de miedo.

Casi me rendí al loco impulso de salir corriendo y gritando después de que


partió la camioneta de Bull y rogarle que nos llevara lejos. Lejos de este lugar,
lejos de sueños rotos y promesas vacías.

Podría haberlo hecho, con facilidad, tal era mi necesidad de escapar, si un


cuerpo alto vestido de mezclilla no hubiera elegido ese segundo exacto para
interponerse entre la visión más allá del pueblo y yo. Una mano fuerte y
enrojecida por el viento frío se extendió haciendo bajar mi barbilla para que
pudiera ver con atención los ojos que eran del color exacto del cielo.

—Estamos juntas en esto Ángel, no importa lo que pase.

Me tomé un momento para preguntarme sobre sus repentinas habilidades


telepáticas antes de abrir la boca para responder, viendo cómo mi aliento salía
al aire gélido al dejar mis pulmones.

—Lo sé, y eso es lo que me da miedo. ¿Qué pasa si esto no es lo correcto


para nosotras? ¿Y si nos alejamos de una prisión para meternos en otra? ¿Y
si... —dejé caer mis ojos, mirando las líneas borrosas de sus palmas—, no es
como lo recuerdo?

—Las cosas en la vida raramente lo son, Ángel —me respondió con su típica
y a veces brutal honestidad. Miré hacia arriba y vi su triste sonrisa—. Pero si
no aceptamos las posibilidades, no necesitaríamos sueños y sin sueños...

Mientras sus palabras me llegaban, no pude evitar devolverle la sonrisa


recordando la noche en que ella me contó sus propios sueños, sueños de una
vida conmigo fuera de los muros de la prisión, que le habían impedido matar a
uno de sus mayores enemigos.

—¿Dónde estaríamos? —murmuré por lo bajo, terminando su frase.

Lanzándome un guiño, Ice bajó los brazos y se arregló la delgada chaqueta


ajustándosela bien sobre su musculoso cuerpo.

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—De hecho, ¿qué sería de nosotras?

Pasando una mano por debajo de mi brazo me guio con cuidado por el
camino helado hacia el futuro que fuera que este solitario y triste pueblo
presagiaba.

* * *

—Acogedor —Ice observaba mientras miraba a su alrededor con una media


sonrisa divertida.

—Creo que la palabra que estás buscando es espeluznante —Podía sentir el


peso de una docena de pares de ojos observándonos por la espalda;
esperando, evaluando y juzgando.

Justo enfrente de mí, el único hospedaje en la ciudad, El Pino de Plata, en


un gran banco de nieve. Ese nombre siempre me había intrigado cuando era
más joven. La parte Pino del nombre era un hecho, rodeado como estaba por
cientos, si no miles de especies que se acurrucaban entre ellos como un
liliputiense en la tierra de Gulliver.

Plateado, sin embargo, era un nombre poco apropiado, teniendo en cuenta


que nunca en mi vida he visto un pino de plata, a menos que contara uno
pintado con aerosol, uno de plástico de los que venden en los grandes
almacenes en la época de Navidad.

Me levanté con la intriga de preguntarle a mi madre un día. Ella me sonrió


con esa exasperante sonrisa patente de las madres en todas partes, me dio
una palmadita en la cabeza como un cachorrito no muy brillante y dijo:
Licencia poética querida.

Y por supuesto, me dejó con dos preguntas donde antes había existido una.
A pesar de la incongruencia de su nombre o como sea, El Pino de Plata, era un
lugar que yo recordaba con mucho cariño, no solo por las deliciosas galletas de
su dueña, la señora Carmody, que colaba en mi mano cuando mis padres no

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estaban mirando, sino también por las enormes y antiguas habitaciones, cuya
exploración ocupaba la mayor parte de un lluvioso día de verano.

Y ahora directamente se parecía al hotel de El Resplandor 1.

O tal vez a Psicosis.

La risita malvada de Cassandra burbujeaba en mi mente, aumentando la


sensación macabra del lugar.

—Cállate —murmuré perseguida por un ataque de escalofríos—. Solo cállate.

—¿Disculpa? —preguntó Ice girando su cabeza a mi dirección.

—Lo siento, solo hablaba conmigo misma —Vamos Ángel, sácate eso de la
cabeza o pensará que se te ha ido completamente la cabeza, ¿de acuerdo?—.
Esto no es exactamente como lo recordaba —comenté, compartiendo mi
brillante idea con mi sonriente amante.

—Eso no lo dudo —ella se encogió de hombros aparentemente


despreocupada—. Sin embargo, la temporada tiene mucho que ver con esto.

—Sí, supongo que tienes razón —Comencé a mirar a mi alrededor, viendo la


gasolinera de autoservicio que además era taller de chapa y pintura, la cual
también parecía estar abandonada. La única señal de vida era el cartel de
neón, que decía Bebe coca cola, que se encendía y se apagaba como el ojo de
un ciclope enfurecido.

Frente a eso, estaba la pequeña escuela, su camino limpio cuidadosamente


con sal, y junto a la escuela, la iglesia parecía aún más imponente con sus
enormes vitrales de colores que nunca había visto. Iglesias como esta no
invitaban a la adoración, la exigían.

El único edificio que mostraba al menos un mínimo de calor era la cafetería,


alargada, pero baja de altura, que también servía como la única tienda de
comestibles de la ciudad. Las ventanas estaban empañadas desde el interior y
la luz fantasmal se filtraba hacia afuera en el oscuro día.

1
Nota Julietezca: “El resplandor” y “Psicosis”, por si no saben, corazones de
mamita, son libros de Stephen King. También hay películas para las más perezosas.

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—Siento que estoy entrando en una novela de Stephen King.

Resoplando suavemente, Ice se volvió hacia la cafetería.

—Creo que los nativos están empezando a impacientarse, vamos a calmar


su curiosidad.

—Me parece bien —le contesté anhelando un poco de calor—. Espero que
todavía sirvan café.

Suavemente tarareando el tema de The Twilight Zone, Ice una vez más me
tomó del brazo y me llevó a la cafetería.

La explosión de calor que llegó a nosotras al abrir la puerta casi me hizo


correr de nuevo hacia afuera para escapar de la asfixia repentina. Pero el olor
del café era tan tentador como lo recordaba, y así Ice me tomó del brazo
impulsándome hacia adelante.

La cafetería estaba escasamente poblada, aunque dado su tamaño


relativamente pequeño, los ojos desconfiados que nos siguieron hasta el
mostrador me hicieron sentir muy incómoda. Luciendo mi mejor sonrisa, me
deslicé en un taburete llamando la atención de la camarera de la cafetería una
mujer teñida de rubio, con una generosa figura y la colilla de un cigarrillo
colgando de sus labios pintados llamativamente.

Sonreí internamente, pensando que si Pony estuviera aquí con nosotras


estaría encantada de inmediato. Siempre tuvo debilidad por lo barato y fácil.

—Dos cafés por favor —le dije con mi voz más amable.

La mujer ojerosa nos miró a través de la neblina azul de su cigarrillo.

—¿Tienes dinero?, aquí no damos limosnas.

—Claro que tengo —le contesté sacando del bolsillo de mis jeans varios
billetes y un par de monedas cubiertas de pelusa—. Sin embargo, es
americano, ¿se acepta aquí? —Sabiendo de antemano que sí lo hacía. Al venir
el verano, estas personas estarían tomando cada Abe Lincoln, George
Washington y Andrew Jackson que encontraran a su paso.

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Después de observarnos un momento, la mujer asintió y se dio la vuelta


para verter dos tazas de café humeante de las ollas de vidrio asentadas en la
placa cerca de la puerta de la cocina. Volviendo una vez más, deslizó las tazas
hacia nosotras con descuido, haciendo que el líquido de dentro se desbordara
sobre la superficie de formica agrietada y con quemaduras de cigarrillo que
componían la encimera.

Le lancé una rápida mirada a mi pareja, que estaba mirando plácidamente


en el espejo trasero del mostrador, aparentemente despreocupada por la
forma en que estábamos siendo tratadas.

Vamos a tener una pequeña charla, Ice. Después de todo, ¿qué era lo bueno
de tener a la Bestia del Pantano sentada a tu lado, si se negaba a intimidar a
una camarera increíblemente grosera para que nos diera un mejor servicio?
Gruñendo y apagando su cigarrillo en un cenicero de al lado, la camarera tomó
los billetes y se fue a la caja registradora, volviendo con unas monedas
canadienses, las arrojó dispersándolas en el mostrador.

—Dale el resto del cambio —dijo una voz fría y calmada, pero mortalmente
suave a mi derecha. La camarera puso un gesto de réplica con los labios, pero
empezó a ponerse de todos los colores, hasta palidecer y poner el tono de
―Creo Que Voy A Hacérmelo Encima‖. Mirando hacia el espejo, ni siquiera me
molesté en ocultar mi sonrisa satisfecha. Ah, eso está mejor—. Ahora.

—Yo… no sé de qué está hablando —respondió la camarera sonando con


más miedo que valor.

Desde mi punto de vista en el espejo, vi los ojos de Ice mientras se movían


desde el cartel que mostraba los precios hacia los dos cafés que reposaban
sobre el mostrador y de nuevo a la camarera. Su cara se quedó
completamente inexpresiva.

Para darle el merecido crédito, la mujer no dio marcha atrás a la mirada


intimidante de mi pareja, hasta que Ice hizo el ademán de levantarse. Luego
se giró como si todos los demonios del infierno le persiguieran, de un golpe

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abrió la caja registradora y me devolvió el cambio correcto en un tiempo


record.

—Gracias —le dije con dulzura, finalmente bebiendo mi café duramente


ganado.

Sabía aún mejor de lo que recordaba.

* * *

Después de más o menos una hora de soportar la frialdad de los extraños,


finalmente tuve suficiente. Incluso el café caliente no descongeló el frío en mi
vientre de todos esos ojos mirando todos mis movimientos como si esperaran
que mi bebida se fuera a materializar en un arma mortal con el que mataría a
todos.

Estaba decididamente aliviada cuando Ice llamó mi atención dándome un


breve movimiento de cabeza y dejando una propina inmerecida, me bajé del
taburete y tomé mi pesada mochila, deslizándola sobre mis hombros y
colocándola confortablemente sobre mi espalda.

Ice hizo lo mismo, con una última mirada sopesó a todos y cada uno de
nuestros observadores, haciéndoles saber en términos inequívocos que tenía
una muy buena memoria y abrió camino hasta la puerta donde escapamos de
la atmosfera sofocante de la cafetería.

Aunque bien por debajo del punto de congelación, el frío afuera parecía más
cálido comparado a lo que acabamos de soportar. Metí mis manos en los
bolsillos amplios de mi chaqueta prestada y me volví para mirar a Ice.

—Bueno, no ha sido como un día en la playa.

Ice se encogió de hombros, colocando su mochila sobre sus hombros.

—Supongo que no se les paga para ser amables con los extraños en
temporada baja.

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—Supongo que no.

Suspirando me volví a mirar hacia El Pino de plata, que parecía cerrado y


remoto como lo había estado antes. Había sido mi plan para conseguir una
habitación hasta que pudiéramos comenzar una cabaña, pero teniendo en
cuenta mis pensamientos anteriores, incluso si hubiese estado abierta para
negocios, ni una manada de caballos salvajes podría haberme arrastrado hasta
allí.

Aunque pasaba un poco más del medio día, el cielo parecía oscurecerse. Un
gran banco de nubes lentamente avanzaba desde el oeste, con la promesa de
más nieve. Me estremecí de nuevo, luego volví a mirar a mi pareja que estaba
de pie y en calma en medio de la calle desierta, devolviéndome la mirada. El
peso de la responsabilidad se instaló sobre mis hombros una vez más, una
sensación en desacuerdo definido con sentido de la libertad dichosa que sentía
aquí cuando era una niña. Tal vez lo que decían era cierto. Tal vez nunca se
podía volver a casa.

Sonriendo ligeramente, Ice se adelantó y me envolvió en un cálido abrazo,


sin hacer caso de las miradas que podíamos sentir a nuestro alrededor. Tirando
hacia atrás, me miró captando mi débil mirada.

—Vamos, echemos un vistazo a lo que tenemos que trabajar, ¿eh?

Siendo una mujer relativamente de pocas palabras, Ice sabía sacar el mejor
partido a lo que tenía. De alguna manera, siempre parecía poder leer mi mente
culpable y ponerla en su lugar.

Nuestro futuro.

En agradecimiento la abracé con fuerza y luego me aparté, poniendo los


ojos decididos hacia nuestro destino, viendo los obstáculos delante de mí por lo
que realmente eran, no abismos imposibles, sino más bien retos que cumplir y
superar.

Asintiendo me encontré en el camino, Ice caminaba casualmente detrás de


mí mientras los edificios del pueblo se desvanecían en la niebla, me detuve

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abruptamente dando un paso a un lado de la carretera hundiéndome hasta las


rodillas en la profunda nieve.

—Atajo —le expliqué sin volverme a ver la reacción de mi pareja, sin


ninguna duda divertida por el desvío repentino.

Sentí que mi corazón comenzaba a latir más rápido mientras caminaba por
el amable y muy querido bosque que me rodeaba, cuanto más bajaba por el
sendero en el que jugué, mi cuerpo sabía instintivamente el camino sin que mi
mente le gritara las direcciones, al parecer, me convertí en joven otra vez. Los
arboles crecían más altos de alguna manera, la nieve fue remplazada por una
nueva capa de agujas de pino, y el olor de la sabia se sentía en el aire. Las
aves cantaban alegremente mientras la luz del sol poniente lentamente se
inclinaba por el bosque, calentando mi piel y poniendo una sonrisa en mi cara.
Si tan solo cerrara los ojos, podría oír el murmullo lejano de los niños jugando
en la pequeña playa junto al brillante lago azul. Podría sentir la luz y lo más
importante, el peso de los caramelos de un céntimo en mi mano esquivando
las sombras y jugando a la luz del sol.

Hubiese caminado directa a una trampa y probablemente me hubiese roto el


cuello en las afiladas ramas de alguna manera inquietantes si Ice no me
hubiera sacado de mi ensoñación y me hubiera hecho volver a la realidad con
un tirón en la parte posterior de mi chaqueta.

—Ten cuidado —Ice me comentó suavemente mientras observaba la maraña


de pinos caídos a su alrededor.

Parpadeé sintiendo el frío, y mi cuerpo de adulto y sus responsabilidades


volvieron a mí una vez más. Pero de alguna manera, después de aquel regalo
que me fue dado, no parecía tan duro como antes.

—Esto… no estaba aquí antes —le respondí sintiendo un ligero rubor


calentando mis mejillas entumecidas.

Ice simplemente me lanzó una mirada, eligiendo, sin duda, el silencio como
la mejor respuesta, especialmente dada mi brillante observación, antes de
volver su atención a la enorme trampa que estaba bloqueando nuestro camino.

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—Parece que el desvío está en condiciones.

—No hay problema, vamos.

Sólo nos tomó unos minutos volver al sendero que habíamos estado
siguiendo y antes de darme cuenta pude ver más allá del lago hasta el último
refugio de los árboles. En lugar de ser azul profundo y amigable como lo
recordaba, realmente no tenía salida al mar y estaba gris por el hielo. Grandes
secciones del mismo habían sido despejadas de nieve y una gran hoguera
ardía cerca de su centro. Un puñado de niños se deslizaban de atrás hacia
adelante en el hielo, la mayoría jugaba lo que supuse era hockey, los sonidos
de sus palos golpeando el hielo se hicieron eco a través del lago.
Echando un rápido vistazo a la izquierda, seguí la línea de árboles, apareciendo
a la vista las primeras cabañas, más que simples chozas eran enormes casas.
Luego me detuve, incluso mi respiración se detuvo, mientras vi con mis
propios ojos lo que mi corazón se negaba a creer.

La cabaña, el lugar donde había pasado tantos veranos maravillosos, el


lugar cuyos recuerdos me confortaron a través de los años más duros de mi
vida, había desaparecido.

Solo una fina manta de nieve marcaba su tumba.

Sentí las lágrimas brotar, lagrimas que incluso con la cálida y constante
presencia de Ice a mi lado no pude disipar. Durante todos estos años, una
parte de mi corazón todavía mantenía la esperanza de que la noticia de su
incendio hubiera sido una especie de broma cruel que me gastaba un dios
despiadado.

—¿Estás bien? —preguntó Ice después de un momento, preguntándose sin


duda qué era lo que me hacía llorar esta vez.

—Se ha ido —le susurré, entonces me reí en auto desprecio—. Realmente es


estúpido, lo sé, no debería sorprenderme ¿no?... Quiero decir, sabía que se
había ido, simplemente no esperaba que estuviese tan…

—¿Vacío?

Suspiré.

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—Sí, vacío.

—¿Te acuerdas de cómo se veía?

Me volví hacia ella.

—¿Debería? ¡Por supuesto que sí! Creo que he memorizado cada madera y
guijarros en ella, la forma del techo caía un poco justo en el medio, la entrada
trasera con la puerta de rejilla siempre parecía necesitar una nueva capa de
pintura, las ventanas siempre tenían telarañas, los muebles de madera en el
porche delantero, el vaivén de los neumáticos. Todo.

—¿Y puedes imaginarlo en tu mente ahora?

Sonreí a través de mis lágrimas, recordando.

—Sí.

Ice me devolvió una sonrisa.

—Bien. Porque la verás de nuevo, todo lo que necesitamos es un poco de


tiempo y sudor.

Miré la convicción absoluta en sus ojos, y por segunda vez en el día le creí.
Una sonrisa floreció en mi rostro borrando las lágrimas.

—¡Qué estamos esperando entonces, yo pongo el tiempo, si tú pones el


sudor!

Y saltando lejos como una liebre, me escabullí por la nieve hacia el


rectángulo plano cubierto de nieve, que un día sería la cabaña que tanto
recordaba.

Solo que mejor, porque tendría a Ice para compartirla conmigo.

***

El atardecer se acercaba cuando volvimos con frío y hambre después de


nuestra improvisada exploración. Y así pasamos la mayor parte del día, Ice me

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seguía complaciente mientras yo alegremente le mostraba los alrededores para


disfrutar de la vista de mis antiguos lugares predilectos: el pequeño muelle
verde que caía tambaleante en una pequeña franja de arena de la playa que la
comunidad entera utilizaba para transportar carga pesada (e ilegal, podría
añadir solo ser fiel a la verdad), los juncos donde las ranas esperaban el
verano chirriando con fuerza a sus compañeras; la pequeña ensenada donde el
agua siempre estaba caliente y en el que siempre encontraba miles de
pequeños renacuajos retorciéndose alrededor de las algas y el agua suavizada
aunque un poco fangosa. Incluso la empujé a subir a mi árbol favorito, un pino
viejo y amigable con ramas adecuadas para el paso de pequeñas piernas que
cómodamente albergaba un niño mientras observaba la carrera de veleros
alrededor de un lago en un arcoíris de colores.

Y así llegamos al terreno vacío, los copos de nieve comenzaron a caer desde
el cielo, grandes y mojados con la promesa de una acumulación considerable.
Suspiré desanimada, tenía frío, estaba empapada, hambrienta y comenzaba a
dolerme la cabeza prometiendo alcanzar un dolor considerable.

—Supongo que podremos pasar la noche aquí, ¿eh? —le pregunté con tono
desalentador incluso para un hombre a punto de ser ahorcado.

Gruñendo en respuesta, se bajó la pesada mochila y empezó a descargar


nuestro equipaje, que incluía una tienda de campaña para dos montañeses y
tres ligeros, pero preparados para el frío, sacos de dormir que habíamos
aceptado de Bull sobre las vociferantes protestas de Ice.

Me puse de pie a un lado, fascinada momentáneamente por la blanca nieve


que caía al oscuro de su cabello antes de darme cuenta de que nuestro
campamento no se estaba levantando.

Di un paso en dirección a Ice, antes de que el sonido de una rama al


romperse me hiciera girar a mi derecha, mis manos en una postura defensiva
que no servirían absolutamente de nada si se trataba de un oso pardo o algo
igualmente mortal.

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Sin embargo, en lugar de un oso pardo, o un lobo o un conejo que


investigara a dos extrañas con aspecto divertido en su hábitat, vi una figura
menuda envuelta en un abrigo pesado de pie a mitad de la pequeña subida
que separaba nuestra propiedad de la parcela vecina.

Levanté mi mano en un vacilante saludo con la esperanza de que cualquiera


que fuese nuestro observador, no ocultase nada en los bolsillos de su
chaqueta.

Una voz femenina y un poco vacilante vino de dentro de su capucha, si aún


llevase puesta mi pesada mochila, podría haberme caído alegremente directa
en la nieve.

—¿Quién eres? —me peguntó la mujer sin hacer ningún movimiento para
acercarse—. Esta propiedad es privada, ¿sabes? Llamaré a la policía si tengo
que hacerlo.

Una incrédula sonrisa rompió en mi rostro cuando reconocí el marcado


acento de Massachusetts que tanto me gustaba y trataba de imitar cuando era
una niña.

—¿Señora Anderson? ¿Es usted?

—¿Quién eres? —La voz repitió no tan contenta de haber adivinado su


nombre.

Hice una mueca, dudando una fracción de segundo más de lo que la


sociedad consideraba cortés. Afronté la proverbial situación abriendo mi boca
con la esperanza, tal vez, de una avalancha de una montaña inexistente, o que
tal vez que a la mujer se la comiera un oso pardo de mi imaginación, pero tuve
que tragarme mis ideas.

No tuve suerte.

Verás, volviendo de nuevo a ese infierno llamado el Pantano, la mayor parte


del tiempo, o eso me parecía a mí, las Amazonas lo gastaban particularmente
jugando a un pequeño juego llamado Adivina el verdadero nombre de Ángel.
Oh, por supuesto sabían mi apellido, todo el mundo lo sabía, las guardias lo
gritaban por lo menos cuatro veces al día haciendo el recuento de la lista, más

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si cometía una falta o necesitaban algo. Pero mi primer nombre… bueno,


siempre mantuve el pequeño secreto como si estuviera guardado en Fort Knox.
Y por una buena razón, después de haber sufrido bromas en mis tiernos días
de juventud.

Lo que más me sorprendió, sin duda, fue que Corinne con sus múltiples
tentáculos dentro y fuera de todos los aspectos de la prisión, no lo hubiera
descubierto. Ahora, sin embargo, pensando en ello, probablemente lo
descubrió los primeros días de mi encierro, pero nunca tuvo la oportunidad o la
necesidad de sacar ese arma particular contra mí, por lo cual le estaré
profundamente agradecida.

En cuanto a Ice, le pregunté por su aparente falta de curiosidad una noche


cuando el juego se estaba poniendo especialmente incisivo, dejándome
sonrojada desde las raíces de mi cabello hasta la punta de mis dedos,
algunas… inventando… O adivinando.

Ella se encogió de hombros en su típico estilo contundente y dijo: Si quieres


que te llamen Ángel, así es como te llamaré.

Simplemente así.

Parpadeé, un suave carraspeo vino desde detrás de mí, dándome cuenta de


que no solo nuestra visitante esperaba mi respuesta, sino que Ice también la
esperaba.

¡Maldición!

¡Y doblemente maldición!

—Soy Tyler, señora Anderson —Finalmente lo dije, más suave de lo que


esperaba, pero mucho más fuerte de lo que me hubiese gustado.

—¿Tyler? —repitió la mujer, quitándose la capucha hacia un lado, una


pequeña inclinación con la curiosidad de un pájaro—. ¿Tyler Moore?
¿Realmente eres tú?

Sonreí, aunque seguramente no era una de mis sonrisas más alentadoras.


Sin embargo, fue lo suficientemente buena para ella, porque comenzó a venir

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desde la colina hacia nosotras, caminando con la gracia de unos pasos firmes
acostumbrados a caminar a través de la profunda nieve.

—No lo digas —advertí en voz baja a la presencia constante detrás de mi


espalda—. Ni siquiera pienses en ello.

Un momento de silencio.

—Ni en sueños.

Gracias, Dios.

—Mary.

Si no estuviese absolutamente segura con cada fibra de mi ser de que Ice


podría hacerme picadillo antes de que yo pudiese parpadear, le hubiese caído
más rápida que un lobo sobre un conejo. Pero así las cosas, me conformé con
simplemente girar la cabeza y echarle una mirada que estaba segura de que
era lo suficientemente fuerte como para fundir vidrio, si hubiese habido alguno
esperando ser derretido con mis poderes de intimidación. Por desgracia,
incluso la nieve debajo de nosotras se negaba siquiera a derretirse bajo el
calor de mi mirada. Y en cuanto al objeto de mi lamentable intento de ira,
parecía estar tan tranquila y serena como siempre.

¿No podría al menos fingir tener miedo? Su rostro estaba inexpresivo, pero
sus ojos brillaban con aire de suficiencia. Tú solo espera, señorita Alta y
Poderosa. Las venganzas son una verdadera mierda.

Eso fue todo lo que tuve tiempo de pensar antes de sentirme envuelta en un
abrazo, su fuerza desmintiendo el ligero cuerpo de la mujer que me abrazaba.
Devolví el abrazo aunque sin tanto vigor como me hubiese gustado abrazarla,
digamos que con Ice, conocía bien la fragilidad de los huesos de edad
avanzada.

Las dos nos alejamos después de un largo rato y sentí mis mejillas
entumecidas siendo ahuecadas por un par de tibias manos aguantadas.

—¡Por amor de Dios, hija realmente eres tú! ¡Has crecido tanto que casi no
te reconozco!

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Sonreí y por supuesto me sonrojé.

—Sí, bueno, los años pasan para todos —Apenas podía ver su rostro, pero
su sonrisa brillaba en la oscuridad de la capucha como un faro bañándome en
el calor de su bienvenida.

Ella se rio, un sonido muy musical y muy querido antes de alejarse.

—Ojalá los años fueran tan generosos conmigo, me despierto cada mañana
y juro que he encogido un poco en la noche.

Luego echó hacia atrás la capucha, dándome la primera visión de un rostro


que recordaba tan bien que podría haber pasado apenas un día desde que lo
vi. Su cabello era un poco más gris, su rostro un poco más alineado, pero la
vista era como retroceder en el tiempo una vez más, sumergiéndome un poco
más en el área de Twilight Zone en un día que había estado repleto de deja vu.

—Es maravilloso verla —le dije sonriendo, probablemente luciendo como una
absoluta idiota mientras la nieve se derretía en mis hombros.

Agarrándome suavemente del brazo, me devolvió la sonrisa.

—Es maravilloso verte a ti también, cariño, pensé que tal vez nunca volvería
a verte, tu madre ha sido muy reservada cada vez que hablamos cuando
viene, lo cual últimamente no ha sido muy a menudo.

Mientras me aseguraba de mantener la sonrisa firmemente en mi cara, por


dentro estaba asustada.

Todos mis pensamientos sobre venganzas salieron volando por la ventana


cuando Ice, obviamente sintiendo mi agudo malestar con la situación en la que
me encontraba de repente, cogió su mochila y fingió buscar algo en ella,
haciendo más ruido de lo que en general solía hacer.
Mi sonrisa se hizo más natural, con el aparente éxito de la táctica de
distracción.

—Señora Anderson, quiero que conozca a mi amiga Morgan. Morgan, ella es


la señora Anderson, mi vecina.

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—Mucho gusto, señora —Ice le respondió estrechando suavemente la mano


de la señora mayor en un saludo.

—Basta de eso —dijo apretando la mano de mi amante con firmeza—. He


sido Ruby por setenta y cinco años y ese el nombre con el que agradeceré que
me llames, Morgan —Se inclinó hacia mí echándome un guiño—. Lo mismo va
para ti también, Tyler.

Creo firmemente que hay momentos en la vida de todo adulto cuando el


peso de los años se desvanece y nos encontramos de nuevo a los siete años,
siendo castigados por la maestra de segundo grado a la que le hemos dado
dolor de cabeza durante todo el año escolar.

Esta era una de esas veces.

Me quedé ahí, segura de que el calor de mis mejillas haría arder el bosque
en llamas, y traté desesperadamente de disimular lo pequeña que me sentía
bajo el peso de su dulce reproche.

Hubo un momento de incómodo silencio hasta que la señora Anderson,


Ruby, liberando la mano de Ice me sonrió.

—Bueno, has elegido la temporada perfecta para visitarnos Tyler, no hay


muchedumbre.

Me reí, sintiéndome a gusto por la calidez de su sonrisa.

—Sí, bueno, el agua probablemente esté un poco fría.

—Y un poco sólida, supongo —bromeó.

—Eso también, sin embargo, el lado positivo es que probablemente no


tendré que preocuparme de quemarme con el sol.

Mi intento de alegre conversación se detuvo y miré mis manos, la sonrisa de


mi cara era como un niño disfrazado en Halloween después que haber
aceptado la última golosina.

Mientras que mentir podría significar una mala manera de saludar, decir la
verdad solo podría significar un adiós permanente. Insegura acerca de todos
los cambios en mi vida, lo único que no me podía permitir era perder a alguien

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como Ruby, que podía ser el vínculo que tan desesperadamente necesitábamos
con el pueblo, además de ser una muy necesaria amiga.

—Yo... No estoy aquí solo de visita —Empecé a decir con la esperanza de


que mi discurso bien ensayado saldría mejor de lo que sonaba en mi cabeza.
Evité mirar a Ice, aunque realmente era difícil, necesitaba de su apoyo en este
momento. Inhalé profundamente y solté el aire con lentitud—. Necesitaba un
descanso del lugar donde vivía, estaba cansada de la violencia a mi alrededor
—Lo que en realidad era cierto—. Las palizas, las puñaladas, los tiroteos.

Aquí miré a Ice, que cerró brevemente los ojos en reconocimiento silencioso
antes de abrirlos de nuevo y encontrarse fijamente con mi mirada. Quería
llegar a ella, pero no me atreví.

El recuerdo de ver su sangre en el suelo, era una herida demasiado abierta


para soportar una profunda inspección. Hasta el día de hoy, acecha en mis
sueños con angustiante regularidad, dejándome sudando y sin aliento cada vez
que se escapa del lugar en el que lo he guardado en mi mente.
Apartando mis ojos de los de mi pareja, volví a mirar a Rubí, quien miró hacia
atrás con una mirada compasiva en su rostro, saqué una sonrisa de alguna
parte.

—El recuerdo de este lugar me ha confortado en un montón de momentos


difíciles en mi vida y pensé que volviendo aquí y tratando de convertir mis
sueños en realidad, tal vez las cosas volverían a tener sentido para mí. —
Suspiré de nuevo, podía sentir mis hombros temblar con la necesidad de hacer
que las palabras que estaba diciendo se hicieran realidad—. No sé si es solo
una ilusión de mi parte, pero sé que tengo que intentarlo.

Ruby sonrió y puso una mano sobre mi hombro.

—Siempre has sido una soñadora, Tyler, desde la primera vez que te vi
sentada en esa mecedora del porche mirando al atardecer, eso solía distraer a
tu madre, creo que ella realmente nunca te entendió, pero siempre creí que si
alguien podía soñar con tanta dulzura y tan bien, merecía tener la oportunidad
de hacer esos sueños realidad, y si una vida aquí es todo lo que necesitas para

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hacer que tus sueños se hagan realidad, entonces yo te ayudaré en todo lo que
pueda.

Las lágrimas picaban mis ojos mientras una pequeña parte de mi corazón se
volvía a enamorar de la mujer que había sido mi única confidente, amiga de
niña durante todos esos años.

—Gracias —le susurré con toda la sinceridad de mi corazón.

—De nada —me respondió con gentileza, sonriéndome con ternura tal vez
recordando cómo éramos entre nosotras hacía tantos años.

Quitando la mano de mi hombro, Ruby se volvió hacia Ice con una mirada
inquisitiva.

—¿Y tú? No pareces ser del tipo soñadora, Morgan.

Ice sonrió, y pude ver un leve toque de peligro en el destello blanco de sus
dientes.

—Podría serlo.

Por el rabillo del ojo pude ver reaccionar a Ruby, ligeramente rígida antes de
asentir.

—Sí, podrías —Luego se volvió y miró hacia abajo, con los ojos muy abiertos
por la sorpresa—. No estarás planeando pasar la noche aquí afuera en el frío
¿verdad?

Suspiré.

—Esa no era mi primera opción, no. Había planeado tomar una habitación
en El Pino de Plata, pero está cerrado por la temporada —Pude sentir el calor
en mis mejillas nuevamente y la miré fijamente con lo que estoy segura era
una expresión de niña en mi rostro—. Supongo que debería habérmelo
imaginado, ¿eh?

Ruby sacudió la cabeza en negación.

—No, en realidad, Margaret Carmody mantenía ese lugar abierto durante


todo el año, hizo un buen negocio incluso en invierno con todos los cazadores

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de por aquí. Pero cuando falleció, su sobrina se hizo cargo, es una mujer
agradable, pero un poco... —Hizo una pausa obviamente buscando la palabra
correcta—. Excéntrica, supongo que es la mejor manera de describirla.

Reí.

—Loca, ¿eh?

—Como una cabra —Ruby respondió remilgadamente.

—Lamento escuchar que la señora Carmody ha fallecido, era una persona


muy dulce.

—Sí que lo era —Bajó la mirada hacia nuestro equipaje, luego me echó un
vistazo con una expresión sin sentido en el rostro—. Ahora te sugiero que
empaques de nuevo todas tus cosas y vengas conmigo, te quedarás en mi casa
hasta que la cabaña se reconstruya.

Tragando saliva, me atreví a echar una mirada en dirección a Ice,


efectivamente mi amante estaba mirando a Ruby con los ojos entrecerrados.
Casi podía sentir su ira a fuego lento desde donde yo estaba.
Esto no era bueno.

—¿Hay algún problema? —preguntó Ruby mirando de Ice a mí y viceversa,


obviamente observando que no estábamos saltando de alegría por su
invitación algo forzada.

—Mmm, no. No hay problema, en absoluto. Bien, yo... ¿Morgan?

La voz de mi madre eligió ese momento exacto para atravesar mi


conciencia. En caso de duda, ruega.

Y así lo hice, no con palabras, no. Dada la posibilidad de elegir entre dormir
en una pequeña tienda fría y dormir en una agradable y cálida casa y una
bonita cama caliente, bueno, no fue difícil llegar a una decisión. Lo único que
quedaba era convencer a mi orgullosa pareja, para la que recibir cualquier tipo
de caridad era visto como una importante debilidad del carácter, incluso si
dicha caridad podría ayudarnos a salvarnos de una muerte temprana, o por lo
menos de perder varias extremidades por congelación.

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Sí, sueno un poco melodramática, pero tenéis que recordar que realmente
tenía mucho frio y estaba muy cansada, y ese dolor de cabeza había ido más
allá de lo que mi padre siempre llamaba la etapa Hosskick que era semejante a
una patada de mula, y muy fuerte.

Seguí mirando a Ice, poniendo cada ápice de súplica en mi expresión,


esperando contra toda esperanza que funcionara.

Después de un tiempo que pareció una eternidad, pero en realidad fue


cuestión de pocos segundos, vi su expresión suavizarse levemente y bajó los
hombros. Una sonrisa irónica curvó sus labios y me pareció ver como rodaba
los ojos, pero para entonces ya estaba demasiado oscuro como para estar
segura.

Ocultando cuidadosamente la alegría de mi pequeña victoria, me volví hacia


Ruby, dije lo que esperaba que sonara como gratitud. El haber sido golpeada
durante mi estancia en la cárcel me llevó al punto de no saber si podía actuar
amablemente y mucho menos verlo de esa manera.

—Si está segura de que no va a ser demasiado problema, Ruby, estaríamos


encantadas de aceptar tu invitación.

—Bien, entonces está decidido, reunid vuestras cosas y seguidme.

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Capítulo 2

El interior de la casa de Ruby era exactamente como lo recordaba; cálido,


reconfortante, con olor a cedro y madera recién quemada. Suspiré felizmente,
mi tensión se fundió como la nieve en mi ropa cuando nos condujo a la enorme
chimenea de piedra que dominaba una pared en la sala de estar.
Los aromas siempre han tenido el poder para relajar o vigorizar. Tal como un
niño pequeño, puedo recordar las mañanas frías de invierno, ir al baño y
destapar una botella de aceite bronceador tocando la arena que todavía se
aferraba al cuello y captando ese aroma, mi mente inmediatamente era
transportada a un día soleado en la playa, y juro que si tan solo pudiera
enfocarme lo suficiente, me gustaría volver a escuchar el romper de las olas y
el agudo chillido de las gaviotas que giraban sobre la arena en busca de
migajas a través de pequeños y brillantes ojos marrones.

Del mismo modo que una determinada canción puede traer de vuelta los
recuerdos de una triste historia de amor, ni la vista de la luz del sol a través de
los árboles oblicuos puede hacer que recuerde un día tan maravilloso, el olor
de la casa de Ruby, con su fuego ardiendo alegremente, me hizo sentir feliz,
joven y libre de una manera que nada más podría.

—Calentaos en el fuego mientras os consigo ropa seca. Tú podrás usar uno


de mis trajes, Tyler, y tú... —Ruby hizo una pausa mirando a mi alta
compañera—, creo que tengo algunas viejas ropas de Jack almacenados en
alguna parte, quedaos aquí, vuelvo en un instante.

Mientras ella se alejaba con ese energético caminar que siempre había
tenido, miré a Ice que estaba calentando sus manos en el amistoso calor del
fuego y frotándolas velozmente.

—Lo siento —Le ofrecí en voz baja, aunque no lo sentía en absoluto, pero
tenía la necesidad de decir algo para romper la tensión que sentía entre
nosotras.

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Ella me devolvió la mirada, sus ojos ensombrecidos con secretos, encogió


los hombros.

—Está bien —Luego volvió su mirada al fuego, aparentemente absorta en las


imágenes parpadeantes.

Pero me di cuenta de que no estaba bien para nada, lo que significaba que
me había acercado a la frontera invisible que ella puso para protegerse del
mundo exterior, y que así como pensaba que la conocía, me encontré una vez
más sin conocerla en absoluto.

Oh, Corinne, ojalá estuvieras aquí ahora mismo, estoy segura de que podría
utilizar uno de sus consejos.

Aunque perdí las amigas que hice en el Pantano, pensaba en ellas a


menudo, pero no había nadie que extrañara tanto como a Corinne, su afecto
maternal, suave coqueteo y sabiduría sarcástica, y cuyos consejos nunca me
fallaban, casi siempre dándome las respuestas que buscaba.
Sin embargo, Corinne todavía estaba cómodamente instalada de forma segura
en el Pantano y probablemente lo sería hasta el día que expirara su último
aliento. Ese pensamiento retorció mis tripas causándome un nudo doloroso, la
estremecedora sensación de contradicción con la calidez y la seguridad que me
rodeaba.

Además de eso, debía tratar con Ice.

Sin embargo, ese problema en particular tendría que esperar, el sonido de


pasos entrecortados de Ruby, resonaron en el piso de madera del pasillo
acercándose a un ritmo acelerado.

Ruby Anderson hacía todo rápidamente, leer, comer, hablar… recuerdo


pasar horas maravillosas en un día lluvioso viendo su tejido, las agujas volando
tan rápido que juraba ver chispas cuando se golpeaban unas con otras. Fluían
bufandas aptas para gigantes como cascadas multicolores de esas agujas en lo
que parecía ser en una cuestión de segundos.

Era una maravilla para la vista.

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Ella entró a la habitación sonriendo, sosteniendo dos batas de felpa,


entregando una a cada una de nosotras, puso una mano en mi hombro.

—¿Te acuerdas donde está el baño, Tyler? Lleva a Morgan contigo y sal de
esa ropa mojada, luego nos reuniremos de nuevo, voy a poner estos
edredones en los bastidores junto al fuego y haré un poco de café.

Dicho eso, se retiró rápidamente a la cocina sin mirar detrás de ella ni decir
nada. Después de un momento me volví hacia Ice.

—Ven, vamos a secarnos.

Ella me siguió sin quejarse o vacilar, y por eso estaba profundamente


aliviada.

El baño de Ruby era el típico ejemplo del género de los abuelos de antaño,
pequeños jabones que no se atrevía a usar, obviamente para no arruinar sus
formas astutamente diseñadas, la copa de la dentadura disfrazada con buen
gusto, (y por esto yo estaba muy agradecida, mi abuela utilizaba la caja de
pañuelos para almacenar su dentadura, excelente para evitar las miradas de
alguien sentado en un baño Polydent, mala suerte si tuvieras alergia).
Pequeños paños diminutos que hacían juego con pequeñas toallas de baño,
alfombra cubriendo el tanque del inodoro, la cortina de la ducha, la pared
superior cubierta de un solo color rosa antiguo, que al parecer solo a las
mujeres de sesenta y cinco les emocionaba comprar.

Me desnudé como Dios me trajo al mundo en pocos minutos y froté mi


adormecido y frío cuerpo con una esponjosa, por no mencionar la toalla rosa.
Me di cuenta de que Ice atípicamente presionaba los botones de su camisa de
algodón.

Mientras yo había tenido el lujo relativo de una chaqueta gruesa para


protegerme un poco de los elementos, Ice solo tenía su chaqueta de mezclilla
y poco más. Estaba empapada hasta los huesos y aunque la visión de ella de
pie tan cerca de mí, su camisa mojada pegada a su magnífico cuerpo, causó
saltos y aplausos a mis hormonas, la parte más racional y clínica de mi mente

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se empezó a preocupar pensando en una neumonía en mi oscura amante,


estaba segura de que lo iba a coger si no se quitaba esa ropa de inmediato.

—Deja que te ayude con eso —Le insté suavemente dejando caer mi toalla y
alcanzando su camisa.

Con el ceño fruncido, ella dio un paso atrás, casi retrocediendo hasta la
bañera girando el hombro lejos de mí, sin renunciar a la tarea de su camisa.

—Yo me ocuparé.

Como os dije antes, uno de los regalos más indeseados que mi padre me
dio, fue su inclinación al sarcasmo. Fue una lección que aprendí muy bien y
como lo acostumbraba a hacer, salía en los peores momentos imaginables.
Como ahora.

—Claro, puedes ocuparte de ello, Ice —Mi voz positivamente bañada en


ironía—. Al ritmo que vas, se va a hacer verano incluso a mitad de tus botones
desabrochados, solo déjame ayudarte, ¿de acuerdo?

Sus dientes brillaban, pero no era una sonrisa lo que me ofrecía, o tal vez lo
era, simplemente no era del tipo feliz.

—Dije que puedo sola.

Parpadeé, entonces retrocedí un paso inconscientemente.

A veces, con Ice era fácil olvidar con quien estaba tratando, su devoción
absoluta, su ternura conmigo hacía que a veces pasara por alto el peligro, la
mujer salvaje que salió debajo de las trampas de la civilización quien aprendió
a tirarla como un abrigo con el fin de sobrevivir a lo que llamamos sociedad.
Pero luego había momentos como este donde todo volvía a mí con la velocidad
de un camión de mercancía que va hacia el sur, al igual que esta mujer a la
que amo con todo mi corazón en realidad es: Una asesina a sangre fría. Una
amante de sangre caliente. Una reserva de hielo. Una ternura de amor.

Ice, es todas esas cosas y mucho más. Una contradicción envuelta en un


enigma, como alguien en algún lugar supo decir.

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Finalmente dejé escapar un suspiro largamente contenido y me obligué a


encontrarme con su fría mirada alejando mi temor al fondo donde no podía
sentirlo.

—Lo siento, te presioné —Empecé suavemente—. Siento haber tomado esta


decisión por las dos —Frustrada por la falta de emoción en sus ojos, apreté los
puños y los clavé en mis muslos—. ¡Maldita sea, Ice!, tengo frío, estoy
mojada, cansada y hambrienta, y realmente no quería hacerle frente a la
perspectiva de pasar una noche fría, húmeda, cansada y hambrienta en el
exterior. No cuando la respuesta a todos esos problemas está a menos de tres
pies de mí siendo lo suficientemente amable como para ofrecernos su casa —
Suspiré, no esperando haber atravesado la inmensa muralla alzada en mi
camino—. Mira, sé lo mucho que odias la caridad, también sé que Ruby puede
ser un poco mandona a veces. Pero es una mujer de buen corazón y no pude
ver ninguna razón para rechazar lo que me estaba ofreciendo tan
generosamente —Inclinándome, recogí mi ropa mojada apretándola contra mi
pecho haciendo una mueca de frío por la tela contra mi piel desnuda—. Puedo
entender lo incómoda que esto te hace sentir, si realmente deseas pasar la
noche en nuestra tienda, entonces vamos, pensaré en una excusa para
decirle.

Dicho esto, me alejé de ella y di un paso hacia la puerta, ni siquiera me


importó estar completamente desnuda, excepto por la ropa que estaba
pegada en la parte delantera de mi cuerpo.

—Espera.

Me detuve, pero no me volví, sabiendo instintivamente lo que mi compañera


tenía que decir, se sentiría más cómoda expresándose sin tener que mirarme
directamente.

—Esto... Realmente significa mucho para ti, ¿no es así?

La duda en su voz me hizo volverme y captando la expresión casi perdida en


su rostro mi corazón se rompió, solo un poquito.

—Sí, lo es.

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Ella cerró los ojos durante un largo rato y cuando los volvió a abrir la
muralla de piedra había desaparecido y en su lugar se encontraba la mujer que
amaba.

—Muy bien... Entonces si es lo que quieres, nos quedaremos.

Asentí incapaz de ocultar la sonrisa que cubría mi rostro.

—Gracias.

Sin decir nada, ella asintió, aparentemente sus dedos se habían calentado
durante nuestra pequeña discusión porque se quitó la camisa sin muchos
problemas, sus otras prendas le siguieron rápidamente. Tomando la toalla que
le ofrecí se secó el cuerpo completamente luego se puso la vieja bata
asegurando el cinturón, ocultando su maravilloso cuerpo de mi apreciativa
mirada una vez más.

Entonces extendiendo la mano, me quitó suavemente la ropa mojada de mi


mano y la reemplazó con una gruesa bata de felpa que con gratitud deslicé
sobre mis hombros cerrando el cinturón. Entonces simplemente me quedé allí
con los brazos sueltos a los costados, todavía sin estar segura de dónde
estábamos después de todo esto.

Como si leyera mi mente, ella se acercó y estrechó mi mano derecha


apretándola fuertemente y brindándome una pequeña sonrisa.

—Ahora continuemos, vayamos a que te calientes, ¿eh?

Tirando, llevé la mano de Ice hasta mis labios, con una sonrisa en mis ojos.

—Yo también te amo, Ice.

Tal vez estábamos bien después de todo.

* * *

Me di la vuelta en la cama una vez más, dando patadas a las mantas que
envolvían mis piernas como un pulpo terrestre, pegándole a una almohada que

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yacía complacientemente debajo de mi cabeza. El suspiro que salió de mis


pulmones habría sido nominado para un Premio de la Academia, tenía nada
más que las paredes de mi alrededor para escucharlo.

Girando sobre mi espalda, puse un brazo sobre mi frente y me quedé


mirando el techo con ojos enfadados.

No lo estaba pasando bien.

Oh, la visita había transcurrido bastante bien, con Ruby y conmigo


poniéndonos al día recordando los viejos tiempos, mientras me llenaba de los
chismes locales o cuanto chismes pudiera tener una ciudad de este tamaño,
para el caso. Lo que no era mucho.

Por su parte, Ice parecía contenta de sentarse en silencio, sorbiendo su café


y teniendo en la mira la guarida decorada con buen gusto en la que estábamos
sentadas. Cuando Ruby vio su mirada que descubría algunos de los trofeos que
decoraban la enorme repisa de la chimenea, inició la historia de su marido
Jack, muerto ya hace muchos años y la forma en que se conocieron y se
casaron.

No recuerdo mucho a su marido, pero de lo que me acordaba me gustaba,


Jack Anderson había sido un jugador profesional de golf, realmente no tomé
nota de cuán especial era, pero ganó bastantes torneos, como Ruby solía
decir… pagar el alquiler con estilo.

Se habían conocido cuando compitió en un torneo que su compañía


patrocinaba. Su conocimiento de golf era nulo, lo comparaba con ver crecer el
césped o ver a un pollo cambiar de plumas, pero el enorme hombre fornido
con sonrisa sencilla y hermoso rostro le aseguró su interés en ese deporte para
siempre.

Lo suyo fue un rápido noviazgo, jugaron fuera de las costas de Nantucket,


su hogar. Y cuando él le pidió matrimonio le dijo que sí sin pensarlo dos veces,
e hizo su vida con él en la misma casa en la que estábamos sentadas. Una
casa que había construido con sus propias manos.

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Después de haber escuchado esa historia en particular una vez o varias en


mi vida dejé vagar mis pensamientos, y antes de darme cuenta estaba siendo
sacudida por una cálida mano, desperté y miré los centellantes ojos de Ruby.
Después de un período adecuado de mortificación absoluta, mi pequeña y no
intencional falta de cortesía fue olvidada por ser una de esas situaciones,
luego Ice y yo fuimos llevadas a nuestras habitaciones.

Y ahí estaba el problema.

Habitaciones.

En plural.

Eso sin duda era algo en lo que no había pensado en mi búsqueda de hacer
entrar en razón a Ice, en escoger una casa caliente sobre una tienda fría y
créeme cuando te digo que cuando me di cuenta de esa equivocación en
particular, las palabras podrían chamuscar el papel en el que estoy escribiendo,
un grito pasó por mi cabeza, aunque por suerte me abstuve de abrir mis labios
y dar un fuerte golpe a nuestra anfitriona.

Verás, en el Pantano uno de los pesares más profundos, uno de muchos, era
no pasar la noche en brazos de la mujer que amo. Sí, esa noche maravillosa y
emocionante en el tráiler, una noche que incluso hasta ahora me despierta de
solo pensar en ella, pero aparte de esa noche, en la cárcel luchaba sola contra
mis demonios personales. Me juré a mí misma que si alguna vez salía de ese
infierno en particular, nunca pasaría otra noche apartada de ella otra vez.
Sin embargo, ahí estaba yo, ni a un mes de ser liberada y durmiendo sin ella.
¡Atrapada por mi propia astucia nada menos!

¡Felicidades, Ángel! Acabas de ganar el premio a la mejor idiota del año,


¿dónde vas a celebrarlo?

¡No en Disneylandia!

Suspiré de nuevo, mi mente rebelde alegremente me proporcionaba una


fantasía en la que Ice y yo habíamos hecho las cosas a su manera,
quedándonos durmiendo en este preciso momento en esa tienda que tenía,

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que hasta hacía una hora despreciaba. Envueltas, juntas como momias en un
solo saco de dormir para conservar el calor corporal.

Tal vez haciendo un poco de algo más para generar calor corporal.

Me quejé y me volví otra vez golpeando una almohada, que si no hubiera


sido una simple bola de plumas seguramente me devolvería el golpe en pago
por el abuso al que lo estaba sometiendo.

Fue entonces cuando oí el roce más leve al abrir la puerta. Un corto rayo de
luz se coló por la grieta iluminando el borde de la cortina que cubría la ventana
a mi derecha.

La luz se apagó casi de inmediato cuando la puerta se cerró en silencio,


dejándome en la oscuridad una vez más.

Pero no estaba sola.

Con los instintos bien afinados por los años de prisión, podía sentir la
presencia de otra persona en la habitación. Me tensé automáticamente, mis
manos se aferraron a las sábanas que cubrían mi cuerpo.
Mis oídos tensos por cualquier sonido, incluso el más mínimo aliento, pero el
silencio reinó sobre la pequeña habitación. Podía sentir mi corazón bombeando
aunque la parte más racional de mi mente decía que no había nada a lo que
temer, esto no era el Pantano, esto no era Pittsburgh, esto era una simple casa
de campo en medio del bosque virgen, a kilómetros de cualquier persona que
quisiera hacerme daño.

O eso era lo que yo esperaba.

—Muéstrate, sé que estás aquí —Mi voz me sorprendió con su firmeza


absoluta.

El silencio, inmóvil, me puso los pelos de punta.

Abrí más los ojos tratando de tomar cualquier luz y casi me desmayé
cuando un ruido sordo llegó a mis sentidos intensificados a unos cuantos
centímetros de distancia.

—Hazte a un lado, estás ocupando toda la cama.

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Fue el más maravilloso susto que he tenido, y sonriendo como una niña me
puse de espaldas contra la pared dejando espacio para el cuerpo más grande
de mi pareja y luego acurrucarme en sus brazos abiertos, con una alegría que
solo se reservaba para oraciones que han sido contestadas.

—No tienes ni la más absoluta idea de lo feliz que estoy de verte —murmuré
contra su pecho gloriosamente desnudo, entonces me detuve—. Bueno, no
verte exactamente, sino sentirte, olerte, probarte y definitivamente
saborearte.

Un carraspeo detuvo mis murmullos efusivos, volví mi cabeza hasta donde


sabía que estaría su cara.

—¿Sí?

—Probablemente sea mejor no recorrer ese camino en particular en este


momento.

—¿Por qué no? —le pregunté seguramente sonando como una petulante
niña a la que le negaban su juguete favorito.

—Te daré una pista —Había una sonrisa en su voz—. Es casi de tu estatura,
pelo gris y seguramente afina sus orejas todas las noches antes de acostarse
para tener algo nuevo que contar al círculo de costura en la mañana.
¡Maldición!

—Bueno —indagué—, podríamos ser muy silenciosas.

Un suave resoplido.

—Eso sería genial si fuera posible, pero sabemos que no lo es.

—¡Oye! —No sabía si estar indignada o avergonzada.

Ella me abrazó acercándome brevemente antes de aflojar sus brazos.

—Podrías estar quietita como un ratón en una iglesia Ángel, y aun así
tendríamos un problema.

—¿Ah, sí? ¿Y qué podría ser?

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Sentí los músculos de su estómago apretar debajo de mi muslo, luego


rebotó varias veces en el colchón.

El cuarto se llenó con los sonidos de protestas y chirridos del somier.

—Oh —dije de nuevo sintiendo el calor en mi cara—. Eso no es bueno.

—Bueno —respondió ella, como si estuviese considerando mi oferta—, yo no


tendría problema con eso, después de todo es tu habitación.

Ella rebotó de nuevo, lenta y rítmicamente y luego cogió velocidad constante


hasta que estuve lista para morir de la vergüenza.
Puse una mano sobre su vientre y la empujé hacia abajo.

—¡Para, para!

¡Squek! ¡Squek!

—¿Por favor?

¡Squek! Chirrido chirrido.

—¡Ice!

Silencio.

Absoluto total y bendito silencio.

Gimiendo dejé caer mi cabeza en su pecho.

—Eres una mujer malvada, Morgan Steel, de verdad, desalmadamente


mala.

Su largo cuerpo se extendió de nuevo debajo de mí.

—Eso es lo que me dicen —Sonó muy muy satisfecha de sí misma.

La lista de la revancha se hacía cada vez más larga.

* * *

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Me desperté con la brillante luz del sol entrando por la ventana. Puse una
sonrisa en mi cara antes de abrir los ojos, la cama estaba vacía, por un breve
momento me pregunté si los acontecimientos de la noche anterior habrían sido
solo un sueño, cuando el olor de Ice me llegó a través de la almohada que me
acunaba en lugar de su cuerpo.

Mi sonrisa se ensanchó, me di el gusto de estirar mis músculos, quejándome


suavemente por haber compartido el sueño con una mujer el doble de mi
tamaño. El resto de mi cuerpo estaba feliz.

Los olores tentadores del desayuno cocinándose flotaban suavemente


despertando mis sentidos, girándome de espaldas y finalmente abriendo los
ojos y recibiendo el amanecer.

Bueno, quizás amanecer, no era la mejor palabra para describirlo. Por lo que
parecía, el sol había salido hacía un buen tiempo elevándose lentamente en el
cielo mientras dormía feliz e inconsciente.

Ese pensamiento me paralizó un momento. Durante cinco años, había


despertado a las 5:30 cada mañana con los gritos de los guardias, las alarmas
sonando y las porras golpeando las barras de las celdas. El hábito estaba tan
arraigado en mí que, incluso después de dejar el Pantano para siempre, no
había pasado ni una mañana en la que no me despertara en la oscuridad,
levantándome antes de que mi mente se diera cuenta de lo que pasaba.
Hasta hoy.

—Quien sabe —dije al silencioso cuarto—, quizás aún hay esperanza para
mí, ¿no?

Después de otro estiramiento y un largo bostezo, rodeé la cama y me debatí


brevemente con algo de ropa. Desechando los pensamientos de ayer, me
encogí de hombros en la cómoda bata de Ruby, caminando en silencio por la
pequeña habitación hasta llegar a tocar la pequeña estatuilla de un unicornio
que siempre me había encantado cuando era niña.

—Deséame suerte —susurré antes de abrir la puerta y salir de la habitación.

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Caminé rápidamente por las escaleras, los olores del desayuno me guiaron
como esos dedos de humo que salían en los dibujos animados los sábados por
la mañana, enganchándose en los orificios nasales de algunos personajes.
Ruby se apartó de su lugar en la cocina, mientras esperaba que yo llegara. Una
amplia sonrisa de bienvenida arrugó su rostro casi sin arrugas.

—Pensé que esto podría tentarte para despertar. Es bueno ver que no he
perdido mi toque.

—Oh, definitivamente lo tienes —le dije acercándome para ayudarla.

—Siéntate, Tyler, tengo todo controlado.

—¿Estás segura?

—Sí, solo tienes que tomar asiento.

Resistiendo el impulso de saltar y aplaudir, tomé una silla y me senté a la


mesa, y en cuestión de segundos un humeante plato con una pila de comida se
colocó ante mí, mi boca no tardó un segundo en babear.

Ruby se unió a mí en la mesa con una taza de café dando pequeños sorbos
de ella, mientras se reía de mi talento de arrasar con los alimentos de todo un
ejército, una característica que siempre tuve de niña.

—Tu amiga, sin duda, es trabajadora.

Mi tenedor se detuvo a medio camino de mi boca, le lancé una mirada


inquisitiva preguntándome si tenía motivos para estar nerviosa o no.
Ella hizo un movimiento con su taza de café hacia la ventana de la cocina, me
encontré levantándome lentamente, la curiosidad tirando de mí como un
señuelo a un pez.

—Guau.

Fue todo lo que pude decir al mirar hacia la escena presentada ante mí. La
entrada había sido despejada y salada, al igual que el largo y sinuoso camino
que conducía a la carretera principal. La nieve desviada que cubría las
ventanas del primer piso estaban completamente limpias, los árboles cerca de

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la casa que casi siempre se doblaban por el peso de la nieve ahora estaban
libres de su fría carga, permaneciendo firme y orgulloso una vez más.

—Increíble. —Mi aliento empañaba la ventana mientras hablaba, rozando la


claridad del hielo de la increíble escena en el exterior.

—Estoy de acuerdo. ¿Siempre es así?

Volviéndome hacia la mesa, sonreí a mi anfitriona.

—Más o menos, sí.

—Entonces diría que es muy útil tenerla alrededor. ¿Dónde la conociste?

Me detuve un momento pensado rápidamente.

—Es una larga historia.

De cinco años para ser exactos y no era una historia apta para contarle a
esta mujer que nos estaba hospedando por obvias razones.

Su sonrisa trajo a mi mente imágenes de dinosaurios que había visto en los


libros de texto cuando estaba en la escuela. La sonrisa de un depredador,
llena de filosos dientes y pequeños y brillantes ojos marrones.
O tal vez era la forma en que la luz le daba en su cara.

—Soy una mujer mayor, Tyler, el tiempo es algo que poseo en cantidad.

¡Strike uno!

Sonreí débilmente.

—No eres tan vieja.

Su sonrisa se ensanchó reconociendo mi lamentable táctica dilatoria.

—Lo suficiente.

¡Strike dos!

Inhalé profundamente, el desayuno que había tomado se sentía como una


bola de plomo en mi estómago, los nudillos de mis dedos se aprisionaron
contra la madera pulida de la superficie de la mesa.

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Cuando estaba a punto de hablar, hubo un ligero golpeteo en la puerta


principal, seguido de un ¡yoo hoo!

—Ruby, ¿estás en casa querida?

¡Sííí!

Y así, Ruby movió lentamente sus pies, la mirada que me lanzó me dio a
entender en términos muy claros que esta conversación estaba lejos de haber
terminado.

¡Oh bien! Habría un retraso por la lluvia en cualquier momento.

***

Salí al exterior sintiendo el calor en mi rostro sonriente admirando el azul


perfecto del cielo, la nieve de la noche anterior parecía una especie de presagio
de la primavera, y la temperatura se elevaba dándole fuerza a mi suposición.
El aire se llenó con los sonidos de los árboles sobrecargados y tejados dejando
caer sus pesadas cargas al suelo. El canto de las aves tejía su camino de forma
intermitente a través de la baja percusión de los montículos de nieve que
caían, y cuando levanté la vista vi una bandada grande de patos que
circundaban el lago en busca de un lugar húmedo y agradable en la tierra.
Mi sonrisa se amplió mientras caminaba por el sendero despejado con la pala,
mis botas crujiendo con la sal debajo de mis pies. Fue un día glorioso, del tipo
que te hacía creer en Dios, si es que lo hacías ya, y en ese momento yo
ciertamente lo hacía.

Mirando hacia abajo en la pequeña colina que conducía hacia el lago, vi a Ice
de pie en el pequeño muelle verde sobre nuestra playa, con la vista sobre el
agua congelada, el pelo oscuro de su frente revuelto por una brisa de suave
primavera. Su postura siempre atenta, alerta, pero relajada de una manera
que no veía muy a menudo.

Me detuve capturada por la vista.

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En ese momento me hubiese gustado ser un pintor para poder capturar la


belleza de lo que mis ojos estaban viendo.

Porque no era capaz y todavía no lo soy, me conformé con una larga y


cómoda mirada, capturando en mi mente lo que mis manos se negaban a
plegar.

Como si sintiese mis ojos sobre ella, se volvió y su sonrisa de bienvenida


animó el día ya fabuloso. Levantó su mano en un saludo casual, le devolví el
saludo y reanudé mi caminata hacia allí pisando con cuidado alrededor de lugar
donde se había fundado la cabaña.

Rápidamente me uní a ella en el muelle, deslicé mi brazo por su cintura y


me apoyé en su cuerpo mirando también la larga extensión de agua fría del
lago, observando cómo los patos al fin encontraban un trozo de hielo derretido
entre la tierra.

—Hermoso día —murmuré en voz baja dispuesta a romper el silencio con


demasiada charla ociosa.

—Mmm.

Nos quedamos ahí en un amistoso silencio disfrutando la una de la otra por


un día más. Cierto tiempo después, un muchacho y su perro capturaron mi
atención. Venían hacia nosotras desde la derecha, el muchacho lanzó un palo y
el perro con una descarga de ladridos se hizo eco atravesando el lago para
recuperarlo.

Desviando su atención, al parecer por los patos que alarmados por sus
ladridos se alzaron para tomar vuelo, él fue tras ellos, sus patas resbalando en
el hielo.

—¡King! —gritó el muchacho corriendo detrás de su escurridizo perro—.


¡Vuelve! —Sus pies se deslizaron sobre el resbaladizo hielo y cayó dándose un
buen golpe en la cabeza, pero logró levantarse rápidamente y echar a correr
de nuevo.

De repente, escuché un fuerte crujido y el hielo se abrió tragándose al perro


que luchaba y trataba desesperadamente de salir del agua.

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Al ver lo que había sucedido, el niño trató de detenerlo, pero el resbaladizo


hielo combinado con el impulso hacia adelante le hizo seguir a su amigo en las
profundidades del agua helada.

Ice estaba fuera de mis brazos y en acción antes de un parpadeo.

—¡Ice! ¡No! —como los aullidos del perro y los gritos del chico, mis gritos
resonaron por todo el lago, maldiciendo repetidamente por pura impotencia.

Sus pies se deslizaron, arrastrando las botas gastadas que se había


enfundado, aun así se las ingenió para mantener el equilibrio y seguir adelante
haciendo caso omiso de mi súplica.

—¡Consigue ayuda! —me gritó sin siquiera mirarme mientras se dirigía al


agujero en el hielo que había reclamado a sus dos víctimas en menos de un
momento.

No podía moverme, no podía responder a la explícita orden, mi cuerpo me


condenó a ponerme de pie y observar y ver cómo la cabeza del muchacho
desaparecía bajo el hielo y mi amante sin dudarlo un segundo, cogió sus
fuerzas y se zambulló en el agua.

—¡¡Ice!!

Entonces mi cuerpo rebelde se movió rápidamente, aunque no en la


dirección que mi pareja había ordenado, ya estaba en el hielo antes de que mis
pies se dieran cuenta haciéndome caer después de un solo paso. Mi cabeza se
golpeó con fuerza en el borde del muelle causándome tentadoramente estrellas
voladoras delante de mis ojos aturdiéndome durante un momento mirando
hacia el cielo preguntándome cuál era mi nombre.

Por un instante volví en mí, sin embargo, traté de recuperar mi equilibrio


solamente para caer de nuevo.

—¡Maldita sea! ¡Ice!

Una mano fuerte me arrastró de nuevo sobre mis pies llevándome


fácilmente al muelle. Giré observando el rostro de un enorme hombre con
barba que me miraba con ojos muy abiertos.

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Sacudiendo la cabeza y tratando de zafarme de su mano, mi necesidad de


salir de ese lago era de suma importancia, pero él me sostuvo con facilidad
aunque me sacudiera como una muñeca de trapo.

—¿Qué paso? —me preguntó de nuevo.

—¡Un perro... Un niño... El perro cayó al agua! Mi amiga fue a ayudar.


¡Déjame ir!

—No. ¡Es peligroso! No puedes ir ahí.

—¡Al Infierno si no puedo! —elevé la pierna estampándola con fuerza hacia


su pie tirándolo a distancia al mismo tiempo. Me hubiese caído de nuevo en el
hielo por segunda vez si no me hubiese agarrado, tirando de mí una vez más.

—Escúchame, la gente nos vendrá a ayudar, las personas aquí están


acostumbradas a este tipo de cosas, tú solo quédate aquí y déjanos hacer el
trabajo, ¿entiendes? —Me habló como si estuviera hablando con una niña, sus
palabras lentas y claramente pronunciadas.

—¡Usted no entiende! ¡Mi amiga está ahí! ¡Ella necesita ayuda!

—Eso es exactamente lo que va a conseguir. Ahora quédate aquí y déjanos


hacer el trabajo, ¿de acuerdo?

Después de un momento, me relajé y asentí convencida por la sinceridad


tanto en su voz como en sus ojos.

Él sonrió.

—Bien.

Liberándome, volvió la cabeza hacia el grupo de hombres que se


apresuraban en la pequeña colina y sobre el hielo, armados con ganchos y
cuerdas de nylon, todo el mundo parecía un ejército de hormigas laboriosas
detrás de un envoltorio de caramelo descartado.

—¿De dónde han salido todos tan rápido? —le pregunté, no consciente de
que hablaba en voz alta hasta que el hombre me devolvió una sonrisa.

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—Bueno, oyes el aullido de un perro, el grito de un chico y una mujer


gritando Ice y te haces una idea con bastante rapidez, señora.

La mención del nombre de mi amante, aunque no lo pretendía, hizo llamar


mi atención por completo al lago y su drama. Yo solo podía ver la cabeza
oscura de Ice flotando por encima de las capas de hielo que se habían
fracturado más aún con la lucha de tres seres vivos atrapados dentro de sus
confines. También pude ver y escuchar la loca lucha del perro, pero del chico
no había nada.

Ice inhaló profundamente y luego se sumergió a las negras y hambrientas


aguas.

Entonces todo quedó en silencio. O al menos eso me parecía a mí. Me


encontré sosteniendo el aliento en empatía con Ice hasta que los puntos que
se arremolinaban delante de mis ojos amenazaban con combinarse en la
inconsciencia.

Quedándome sin aliento, tomé una bocanada de aire fresco y luego


parpadeé.

Solo se podía ver al perro nadando en círculos inútiles dentro de la piscina


cada vez más amplia, obviamente cansado y con demasiado frío para tratar de
conseguir salir del hielo que lo rodeaba.

Ha sido demasiado tiempo. Demasiado. Demasiado.

Mi mente repetía esta letanía interminable como un mantra, que en vez de


calmarme, me forzaba la adrenalina y la desesperanza a partes iguales.
Tenía la idea de escaparme del muelle una vez más, cuando Ice emergió de
nuevo, el pequeño aferrado fuertemente a su pecho, haciendo esfuerzos para
respirar, ella echó la cabeza hacia atrás abriendo la boca al cielo, su pelo
lanzado como cortina de arcoíris en el aire caliente y húmedo. Sus jadeos de
asfixia eran lo único que podía escuchar por encima de los latidos de mi
corazón alegre, por volver a verla con vida y bien.

Con un poderoso tirón digno de un titán, arrojó al muchacho en la sección


más firme de hielo, deslizándose varios pies antes de parar, como muñeca de

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trapo a cruel merced de la naturaleza. Tenía la piel como el mármol, blanco


pastosa y morada, los labios y la carne a su alrededor de un azul sombrío, me
imaginé que tocarlo, por el modo en que lucía, sería como una estatua de
mármol abandonada por algún dios.

Debajo de su chaqueta empapada, su pecho estaba quieto y sin vida.


Un grupo de hombres se lanzó hacia adelante con piernas vacilantes, uno llegó
con un gancho grande y atrapó la chaqueta del niño sin vida, y lo atrajeron
lentamente y con cuidado de nuevo hacia la orilla.

Otro chapoteo, otro cuerpo golpeando el hielo.

Esta vez era el perro que había iniciado toda la reacción en cadena y de las
tres víctimas que había capturado las fauces del agua, sufrió el menor
desgaste, poniéndose de pie se sacudió el agua de su pelaje con energía y
después de tropezar un momento, trotó de vuelta hacia la costa, al parecer sin
cuidado del mundo, otro socorrista agarró al perro y lo envolvió en una manta
caliente.

La única que quedaba en medio del lago congelado era mi amante.


Los sonidos de las sirenas a la distancia eran cosas sin importancia para mí
cuando veía el intento de Ice de sostenerse en los bloques retorcidos que la
rodeaban. Pude ver que se estabilizaba y tomaba unas respiraciones profundas
con fuerza. Todo mi cuerpo se tensó como un resorte en espiral, quise darle
todas mis fuerzas desde el otro lado del lago, apreté la mandíbula tan fuerte
que juré sentir pedazos de mis dientes saltando.

Con una última y profunda inhalación, enderezó sus brazos y con su potente
fuerza logró arrastrar la mitad de su cuerpo sobre el hielo y la mitad sobre el
agua. Sus piernas todavía colgaban en las oscuras profundidades, pateando
duro para darle el impulso que necesitaba para salir completamente.
Al parecer era demasiado peso para el débil hielo, dividiéndose una vez más
haciendo una amplia fisura casi hasta la orilla lanzando de nuevo a mi pareja al
agua helada.

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Cuando su cuerpo desapareció por completo bajo el agua, mi parálisis se


rompió y sin pensarlo acabé sobre el hielo con mis brazos como lo haría un
equilibrista, manteniendo el equilibrio solo a fuerza de mi voluntad.
Y cuando se trataba de Ice, mi voluntad era de acero puro.
Por desgracia no servía de mucho cuando mi espalda estaba siendo retenida
por un gigante barbudo que era el doble de fuerte que yo, ni en sueños podría
liberarme.

Golpeé el suelo con fuerza suficiente para forzar el aire en mis pulmones
causándome un ataque de tos y las estrellas que habían desaparecido de mi
último encuentro con el borde astillado del muelle regresaron con una
venganza girando a mi alrededor como luciérnagas multicolores.
Me quedé colgando por los brazos y sin contemplaciones me arrastré hacia la
orilla, la chaqueta y la camisa se deslizaron alrededor de mis hombros, el hielo
quemando mi piel desnuda debajo de mí.

Los gritos de los hombres junto con los de la sirenas se acercaban con
rapidez, ambos sonidos ayudando a despejar mi mente, volví la cabeza justo a
tiempo para ver una cuerda de nylon color amarillo, un lazo grande anudado
en un extremo nadando hacia el agujero donde Ice había caído.
La segunda caída a través del hielo había afectado profundamente a mi
amante, dándome cuenta por los lentos y torpes movimientos de sus brazos
mientras trataba de alcanzar y agarrar la cuerda tan cerca de ella.

—¡Tírala por encima de tu cabeza, luego por debajo de tus brazos! —gritó
uno de los hombres, mientras el otro ataba la cuerda en el otro extremo
alrededor de un corpulento árbol que colgaba sobre el agua como un buitre
que no podía volar.

Pude ver el movimiento de su oscura cabeza mientras trataba de seguir las


instrucciones de su salvador, buscando la cuerda varias veces antes de meterla
finalmente bajo sus brazos.

—¡Espera, te vamos a sacar!

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Ella asintió de nuevo tratando de conseguir un firme agarre en la estrecha


cuerda con las manos, estaba segura que estaban entumecidas hasta el punto
de sentir nada más que dolor, o ni siquiera eso.

—¡Uno, dos, tres!

Varios hombres quedaron en el hielo con la cuerda apretada firmemente en


sus manos. Mientras llegaban al recuento final, se detuvieron cortando la tensa
cuerda y arrastrando a Ice lentamente fuera del agua, sus gruñidos se
combinaban con las protestas del hielo contra la necesidad de dejar su
banquete llenando el aire de un sonido primordial.

Algo sucedió y hasta hoy no sé qué fue, pero ella se detuvo de repente para
ayudar cayendo inerte contra el hielo, la mitad de su cuerpo dentro del agua y
la otra mitad fuera. Los hombres seguían tirando, la arrastraron unos escasos
centímetros antes de que sus brazos se deslizaron hacia arriba lanzándola una
vez más a su suerte, esta vez totalmente incapaz de liberarse de la prisión de
hielo.

—¡Ice! —grité desesperadamente tratando de encontrar una reacción, mi


corazón se rompió en fragmentos astillados como el hielo debajo de ella,
gimiendo amenazadoramente su cuerpo se tambaleaba al borde del olvido...
Se quedó allí, sin fuerzas, sin prestar atención. Mi mente volvió a otro tiempo,
a otro lugar, de rodillas sobre ella sosteniendo su vida en mis manos mientras
su sangre corría entre mis dedos en un río rojo, rogándole a quien quisiera
escucharme que le ayudase para salvarla.

No. No de nuevo, por favor, no otra vez, por favor. No puedo pasar por esto
otra vez.

Al darse cuenta de lo que había sucedido, uno de los hombres echando toda
precaución al viento agarró uno de los ganchos y salió corriendo sobre el hielo
con gracia y pie firme extendiéndose entre la fisura que amenazaba con
ampliarse mientras corría.

Mi suspiro de alivio salió en un gemido cuando logró enganchar la parte


posterior de la chaqueta empapada, tirando de ella con cuidado lejos del

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peligro inminente. La atrajo hacia él y luego dejó caer el gancho, tomándola


por las axilas tanto como mi propio salvador a mí y cuidadosamente la trajo a
la seguridad de la orilla.

En un instante yo estaba a su lado, las lágrimas libremente mezclándose con


la nieve derretida en mis rodillas.

—¿Ice? —llamé sacudiendo el cabello mojado de su frente—. ¿Ice? ¿Puedes


oírme?

No hubo reacción, aunque me di cuenta de que aún estaba viva por el leve
movimiento de su pecho bajo mi mano libre. Apreté la tela de su camisa y la
sacudí enfadada con su absoluta quietud.

—¡Maldita sea Ice despierta! No hemos llegado hasta aquí para perderte
ahora, así que despierta de una maldita vez o ¡te juro que te perseguiré y te
mataré!

Después de un momento sus ojos se abrieron, y nunca ni siquiera después


de un mes entero de días lluviosos he estado tan feliz en mi vida de ver su
color azul, su mirada estaba aturdida y vidriosa y aunque su mirada era hacia
mí, me di cuenta de que no me estaba viendo. Pero eso no importaba, no en
realidad.

Estaba viva y eso era todo lo que me valía.

Y se quedaría de esa manera si yo podía hacer algo al respecto.

Y por cualquier Dios adorado en este planeta o en otro, haría lo que fuera.

La piel de su rostro, la única superficie expuesta que podía ver, estaba


blanca, las gotas de agua se aferraban como sanguijuelas quitándole su
vitalidad, sus labios estaban morados como bayas maduras, tan hinchados que
me pregunté si no explotarían ahí mismo exponiendo el agua helada que había
reemplazado la sangre en sus venas.

Dos hombres se unieron al tercero con un paquete de cálidas colchas para


Ice, llevaban atuendos de equipo de rescate de hielo y no los uniformes que yo
esperaba. Miré hacia arriba con una pregunta en mis ojos. En respuesta a mi

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pregunta silenciosa, un hombre alto con gafas de cabello castaño claro se puso
en cuclillas a mi lado, con una mirada de disculpa en su rostro.

—El muchacho que salvó tu amiga está vivo, pero apenas. Los paramédicos
no quisieron esperar a que ella también saliera de allí. Simplemente no
quedaba mucho tiempo. Por desgracia, solo había una ambulancia, así que va
a tomar mucho tiempo antes de que puedan volver.

Tragué saliva con la noticia, luego asentí limpiando mis ojos con el dorso de
mi mano. Consciente o no, Ice necesitaba mi fuerza, no mis lágrimas.

—¿Hay algo que podamos hacer mientras esperamos?

Inclinándome tomé su mano dentro de las mías, era como tocar un cadáver,
o al menos era lo que yo pensaba se sentiría tocar un cadáver, nunca tuve que
pasar por esa experiencia. Su carne dura, fría y húmeda bajo mi mano me hizo
estremecer, mitad rechazo y mitad miedo.

—Llevarla a un lugar cálido sería un buen comienzo. ¿Dónde vives?

—En mi casa —Se oyó la voz de Ruby a mi derecha, la multitud se apartó


como el mar Rojo, llevando adelante a mi pequeña vecina en toda su gloria,
haciéndose cargo de la situación con su típico estilo, señalando a dos de los
hombres más grandes de pie a nuestro lado, ambos gigantes y barbudos—. Tú
y tú llevadla a casa con cuidado, iré a preparar el baño.

Miré con asombro cómo los hombres hicieron simplemente lo que se les
ordenó, levantando el cuerpo inerte de Ice en sus brazos, un escalofrió corrió
por todo mi cuerpo y no tenía nada que ver con la nieve en mis rodillas.
Nunca había visto a mi amante parecer tan pequeña, tan indefensa.

Completamente indefensa.

Era una escena que si tuviera que vivir cinco veces más la edad que tengo
ahora, desearía no volver a repetir. En ese momento estaba segura de que la
imagen perseguiría mis sueños, y fiel a mi palabra, así ocurrió.

—No, nada de baños —dijo el hombre a cuclillas intercediendo a mi lado—.


Solo enciendan el fuego y calienten unas mantas, vamos a tener que calentarla

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lentamente o el choque podría matarla—. Levantándose, se inclinó y me ayudó


a ponerme de pie—. Por cierto, soy Steve, el pueblo me llama "Doc", así que
supongo que eso es lo que soy—. Su sonrisa era encantadora y la encontré
reconfortante.

—Yo soy Tyler, ella es Morgan.

—Bueno, Tyler, tienes una amiga muy valiente, vamos a ver lo que podemos
hacer para mantenerla de esa manera, ¿de acuerdo?
Asentí, quedándome sin palabras cuando vi de nuevo a los hombres
transportar el cuerpo de Ice hacia la casa de Ruby.

—Vamos entonces.

* * *

La casa estaba cálida cuando entré, desprendiéndome de mi chaqueta como


la segunda piel de una serpiente, caminé hacia la chimenea para estar al lado
de Ice mientras gotas de sudor en mi frente goteaban y picaban mis amplios
ojos que miraban fijamente. Las limpié sin pensar, observando al doctor que
vino a arrodillarse a mi lado como un salvador con la brillante esperanza y un
sutil sentido de la fatalidad que acechaba en las sombras de mi corazón.
Desabrochó la chaqueta rápidamente, luego eliminó su camisa rasgándola del
dobladillo del cuello con un tirón salvaje exponiendo vientre y pechos blancos y
marmolados como el color de su rostro inmóvil.

Me sentí incómoda un momento por la acción, recordando por un momento


el relato desapasionado de los hombres que la habían despojado poseyéndola
para sus propios placeres. De repente sentí la abrumadora necesidad de
cubrirla para conservar la dignidad que nunca intentó conservar, dadas las
duras circunstancias de juventud.

Una toalla de felpa cayó en mis manos, la utilicé tanto para secarla como
para cubrirla de miradas que no tenían derecho a ver su vulnerabilidad.
Mientras estaba secando la parte superior de su cuerpo, el médico llegó al

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botón de sus vaqueros. Inmediatamente dejé caer mis manos desplazándome


sobre la tela empapada.

—Déjame a mí —le dije con una voz que no admitía discusión.

Me miró y juro que hubo entendimiento en sus ojos antes de tomar mi toalla
y volver a mi tarea olvidada mientras yo intentaba deshacerme del cierre
congelado.

Momentos después estaba hecho y ella estaba cubierta con mantas calientes
por el fuego, tan calientes y secas como podíamos tener. El médico retiró la
mano debajo de las colchas observando su termómetro, sus cejas se
fruncieron en un ceño pensativo antes de sacudirlo y colocarlo de nuevo en su
lugar.

Ella se quedó inmóvil como la muerte bajo sus vestiduras de tela, incluso en
lo más profundo de su propia mente, como para reaccionar a los íntimos
toques de un extraño. El corazón me dolía con solo mirarla, mis entrañas se
retorcían y se revolcaban mientras la miraba tan indefensa.

—¿Por qué no tiembla? —Me las arreglé para decir finalmente con mis labios
que parecían olvidar como formar palabras.

—Su cuerpo no puede desperdiciar la energía como normalmente lo haría.


Toda va para mantener sus órganos vitales con vida. Ha estado mucho tiempo
en el agua —Se volvió para encontrarse con mi mirada—. Cuando se caliente,
comenzará a temblar.

Cuando. No sí.

Sonreí un poco, reforzada por su confianza.

Él me devolvió la sonrisa y luego se dio la vuelta metiendo la mano en su


maletín, y sacando un objeto envuelto en plástico, abrió el envoltorio sacando
algo largo y flexible cerrado en un extremo y abierto en otro.

—¿Qué es eso?

—Tenemos que hacerla entrar en calor incluso en el interior, pero está


demasiado débil para ser capaz de recibir algo por la boca en este momento,

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así que voy a llevar este tubo al estómago a través de la nariz e introducir un
poco de agua caliente que Rubí debe calentar en la estufa. Eso ayudará a
elevar su temperatura corporal.

Calentarle la parte interna sonaba bien, sin embargo, el colocarle una


manguera de jardín no lo era.

—¿Va hacerle daño?

El médico sonrió mientras lubricaba la parte externa del tubo de un paquete


de aluminio que había desgarrado.

—Bueno, la mayoría de la gente está amordazada cuando hacemos esto,


pero creo que no debemos preocuparnos por eso en este caso. Ella está
bastante fuera de sí, no debería dolerle.

Lo miré dubitativa, pero como parecía bastante seguro de sus palabras, no


discutí.

Aunque debí.

Después midió de la nariz a la oreja y abajo a la punta del esternón, le


inclinó la cabeza hacia atrás y hábilmente introdujo el tubo en su fosa nasal
derecha, introduciendo un poco a la vez.

Ice reaccionó de la forma que medio esperaba, me imaginé a un gato


montés atrapado en la jaula de un cazador, gruñendo, retorciendo su cara
lejos del objeto ofensivo arremetiendo ciegamente con los dos brazos.
En su furia irreflexiva se las arregló para romper con la fuerza de un brazo
musculoso la mejilla del médico enviándolo a volar hacia la chimenea, dónde
solo la pared de piedras lo salvó de caer de cabeza hacia las llamas.
Inmediatamente me zambullí en la lucha, tratando con todas mis fuerzas de
sujetar los brazos de Ice a los lados, poniendo mi cuerpo encima del suyo para
parar de alguna manera esa lucha loca.

Ella me arrojó de su cuerpo como si yo fuese una niña, y una muy pequeña,
pero yo luché volviendo sobre ella. Renuncié al inútil intento de mantener sus
brazos hacia abajo y en su lugar usé mis manos para acunar su rostro
suavemente.

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—Ice, soy yo, Ángel, necesitas relajarte, estás segura aquí, nadie va a
hacerte daño. Por favor, relájate.

Mis tonos suaves parecían penetrar la espesa niebla de su mente, ya que


poco a poco empezó a disminuir la lucha, relajando su tenso cuerpo debajo del
mío. Sus ojos se abrieron una vez más y aunque su mirada todavía estaba
aturdida pude ver el brillo más débil de la mujer que amaba mirándome.
Sonreí probablemente con más alivio del que nunca he conocido ni antes ni
después.

—Bienvenida de nuevo, mi amor —le susurre con lágrimas en mis ojos


chispeantes una vez más.

Su brazo se movía lentamente, pero antes de que pudiera detenerla, ella


arrancó la sonda nasogástrica de su nariz arrojándola con náuseas. Ella volvió
la cabeza justo a tiempo mientras su pecho se movía y una gran cantidad de
agua se derramó sobre la toalla junto a su cabeza.

Trepé fuera de ella y acaricié su frente mientras continuaba vomitando


débilmente, expulsando hasta que no quedó nada más. Entonces comenzó a
temblar violentamente, sus temblores eran tan fuertes que parecía tener algún
tipo de convulsión.

Miré hacia arriba alarmada, el médico acababa de ponerse de pie limpiando


el sangrado que Ice le había hecho a su mejilla.

—Casi me la rompe —murmuró sacudiendo la cabeza y arrodillándose junto


a las dos.

Incluso en su miseria, Ice logró voltear la cabeza en su dirección y estrechar


los ojos con una mirada asesina antes de volverse hacia mí, una eternidad de
preguntas en sus ojos.

—Su nombre es Steve, es médico y está aquí para ayudar —Mi sonrisa se
hizo más amplia cuando acaricié suavemente una mejilla que se volvía cada
vez más cálida—. Así que no vayas a convertirlo en carne de perro todavía,
¿eh?

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Ella le lanzó otra mirada, pero mantuvo la calma todavía sacudida por
espasmos violentos bajo mis manos.

Ante mi asentimiento, Steve se acercó llevando la cabeza al campo de visión


de Ice.

—Me preguntaba cómo se siente, pero es bastante obvia la respuesta, así


que vamos a saltárnosla. Usted está sufriendo una hipotermia severa, su
temblor es una buena señal, pero la temperatura de su cuerpo ni siquiera tiene
registro en mi termómetro, así que voy a tener que ponerle ese tubo en su
estómago para entrar en calor, ¿ok?

El buen doctor obviamente había aprendido una dolorosa lección sobre cómo
tratar a sus pacientes, su calma, su explicación coherente y lógica a mi pareja
eran una indicación. No pude evitar una sonrisa interna. Ice tenía una manera
de enseñarle a la gente cosas que nunca habían aprendido. Y no siempre en
formas que esperarían que se les enseñara.

Con un poco de fuerza de voluntad, se las arregló para soltar las palabras
desde su garganta en carne viva.

—Tt-tubo, n-no.

Él sonrió entonces, evidentemente simulando.

—¿Y de dónde has sacado tu título médico? —dijo el doctor emitiendo una
sonrisa de un modo, que creo yo, venía junto con el diploma y el Juramento
Hipocrático después de graduarse en la Escuela de Medicina. El propio
Hipócrates probablemente practicaba esa expresión mientras observaba cómo
los campesinos recolectaban su cosecha a un paso de la putrefacción.
Puse una mano rápidamente en su brazo, con la esperanza de prevenir la
tormenta que se avecinaba en los ojos de Ice, ojos que cada vez eran más
claros y más conscientes, y si, cada segundo más fríos.

—Mire, probablemente sería mejor si solo...

Levantó sus ojos a los míos.

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—Si hubiese otra manera haría uso de ella. Pero tiembla demasiado fuerte
para ser capaz de beber. Hay que ponerle el tubo de nuevo.

Entonces su rostro palideció cuando una mano muy fuerte se cerró sobre su
muñeca. El trató de apartarse, pero fue en vano.

—Tubo. No —Ella ni siquiera lo miró, solo continuaba tomando medidas


drásticas contra su brazo mientras que el resto de su cuerpo continuaba
temblando violentamente.

Oh, chico.

Miré de uno a otro, sorprendida de ya no estar sorprendida porque una


mujer que estaba muriendo hace unos instantes pudiera sostener de esa forma
a un hombre fuerte y aparentemente sano.

Después de todo la mujer en cuestión era Ice.

—¡Esta bien! —dije alegremente—, parece que tenemos un enfrentamiento


aquí —Y yo era una residente experta en lidiar con esas situaciones después de
haber soportado varias durante mi tiempo en la cárcel. Por supuesto, la
situación no mejoró cuando sentí dos pares de miradas abrasadoras
cauterizando mi rostro. Sonreí en términos generales, entonces elegí observar
el par de ojos que más oportunidad tenían de incinerarme donde estaba
arrodillada —Ella no quiere un tubo metido en su nariz, y usted no quiere un
brazo roto, creo que tenemos un poco de terreno en común para trabajar, ¿no?

Después de un largo y tenso momento, asintió. Creo que era demasiado


doloroso para ella hablar. Sabía que era eso.

—Bien, entonces esta es mi idea. Usted vaya a la cocina y pida a Ruby


cambiar el agua que está calentado en un tibio té. Entonces veremos si puede
beberlo. Pero si ella se ahoga o incluso chisporrotea una vez... —Y aquí me
arriesgué y miré hacia Ice—, el tubo volverá. ¿Trato hecho?

Cuando Ice cerró los ojos en resignación, supe que la guerra había sido
ganada. Casi como una idea de último momento volví mi atención al médico
que me miraba con una mezcla de dolor y asombro en sus ojos.

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—¿Tenemos un trato?

Cuando finalmente asintió, me agaché y tomé suavemente la mano de mi


amante con cuidado de hacer palanca zafando sus dedos de la muñeca del
médico.

—Vamos, Ice —murmuré con mis labios rozando su oreja congelada—.


Tienes que dejarlo ir que puedas tener tu té, ¿está bien?

Después de varios segundos, aflojó su agarre lo suficiente para que Steve


pudiese apartar su brazo, lo que hizo de inmediato, frotándose y mirándonos a
las dos como si nunca nos hubiese visto antes. Sonriéndole, hice un gesto con
los ojos mostrándole la cocina, cuando captó la indirecta nos dejó solas, bajé la
cabeza el resto del camino y le di un beso en los labios a mi amante. Con la
esperanza de que entraran en calor con los míos.

—Gracias —le susurre sonriéndole a los ojos.

Ella parpadeó, en reconocimiento, pensé. Luego se apartó de mí


acurrucándose en una bola fetal hacia el fuego temblando con miseria.
Incapaz de verla de esa manera, alcé las colchas y me uní a ella debajo de
ellas presionando mi frente contra su espalda y deslizando un brazo alrededor
de su cintura, fusionando lo mejor que pude nuestros cuerpos.
El frío de su piel desnuda era intenso contra la inadecuada protección de mi
camiseta, la violencia de sus temblores causó la propia vibración de mis
dientes.

Era como tratar de aferrarse a una avalancha.

Espera a saber lo que hice. La voz de un viejo profesor que tuve una vez se
filtró en mi mente, diciéndome que la piel en contacto con la piel era una
manera de combatir los estragos de la hipotermia. Alejándome un poco, saqué
mi camiseta por mi cabeza, bajando para abrazarla de nuevo, haciendo una
mueca cuando mi carne caliente entró en contacto con su piel helada. Resistí la
tentación de apartarme, en su lugar me obligué a acercarme envolviendo mi
brazo alrededor de su cintura, aguantando por su vida, ya que los temblores
de su cuerpo pasaban por ambas.

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Coloqué mi cabeza en la parte posterior de su cuello, yo tarareaba algo sin


sentido y fuera de tono haciendo mi mejor esfuerzo para hacerle saber que yo
estaba allí y no iba a ir a ninguna parte, al menos no sin ella.
Eso parecía funcionar, o tal vez mi mente me decía algo que mi corazón
necesitaba escuchar, verdad o no, sus temblores parecían calmarse desde que
estaba en mis brazos, su carne era en lo mínimo más cálida, o era mi cuerpo
que estaba tan entumecido que solo yo me sentía de esa manera.
De cualquier manera, me aguanté dispuesta a hacerlo por una eternidad si
hacía falta.

Ruby salió de su madriguera seguida del médico. Ambos sostenían dos tazas
en las manos, con expresiones interesantes en sus rostros. Los ojos de Ruby
se estrecharon mientras observaba mi posición debajo de las mantas de Ice, y
juro que pude ver la pequeña computadora en su mente chequeando a
distancia esta nueva información para su posterior uso.

En cualquier otro momento, podría haber sentido cierta preocupación por


esto, pero por cómo estaban las cosas entonces, no podía preocuparme por lo
que pensara, y después de ayudar a la recuperación de Ice, ya habría tiempo
suficiente para plantearse las cosas. Mucho más tarde.

—¿Cómo está? —preguntó Steve al llegar a nuestro lado.

—No lo sé. Creo que podría estar un poco más caliente, pero no estoy
segura.

Él se puso en cuclillas.

—Bueno, mantuve mi parte del trato, por todo el bien que hará. ¿Cómo
sugieres que le ayudemos a beber esto?

Para ser honesta, no había pensado tan allá, pero os aseguro que no iba a
decírselo, especialmente no con el ligero brillo de condescendencia que puede
ver brillando en sus ojos.

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Bueno, Señor pueblo chico, sabelotodo, tengo licencia para ejercer medicina
de K-Mart2, me puse de pie contra todo un mar de peces más grandes que tú.
Mordiendo mi labio inferior, se me ocurrió una idea esperando que funcionara,
rodé hasta sentarme manteniendo un firme control sobre la cintura de Ice
mientras lo hacía. Para ser una mujer sin un gramo de grasa, Ice era muy
pesada, sobre todo ahora, temblando y con su peso muerto como estaba en
mis brazos, aun así, con ganas de restregarle en la cara a alguien su propio
error, era una buena motivación, y con una fuerza que no sabía que poseía me
las arreglé para traerla a una posición semi sentada contra mi pecho.
Incluso, si alguien me hubiese ofrecido un millón de dólares en este preciso
momento, no podría haber ocultado la sonrisa de mi rostro al ver la expresión
del doctor.

Chúpate esa, Pacotilla sabelotodo.

Por supuesto, la parte más difícil venía por llegar. Ice todavía temblaba
violentamente, el chasquido de sus dientes se escuchaba fácilmente por sobre
el rugido del fuego. Se suponía que debía tomar el té con la mandíbula que
vibraba como el motor de un coche usado en exceso.

Así que sonreí, poniendo efectivamente el balón en manos del doctor una
vez más.

Captó mi mirada frunciendo el ceño, pero en su conocimiento hizo lo que


mejor pudo. Lo cual por desgracia no era muy bueno del todo.

Con manos vacilantes levantó una de las tazas después de colocar la otra
cerca de la chimenea. No estaba segura de quién estaba temblando más, el
médico o el paciente, pero el resultado final era que Ice recibía un
improvisado, y por su expresión, desagradable baño de té. Después de unos
cuantos intentos torpes, tiró la taza a lo lejos, sus ojos me suplicaban dejarlo
por esta vez.

Ruby eligió ese momento para intervenir. Empujándolo hacia un lado, ella se
arrodilló en su lugar.

2
K-Mart: es una cadena de tiendas de descuento estadounidense.

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—Déjame encargarme de esto —dijo con una voz que rayaba en el disgusto
—. Haz algo útil y ve a buscar algunas mantas más para calentarla junto al
fuego. Están en el armario que hay a la derecha del pasillo.

Yo estuve segura de que pude detectar su suspiro de alivio cuando se


levantó de un salto y corrió a cumplir las órdenes de Ruby.

—Hombres —murmuró para sí misma mientras limpiaba él te de la piel de


Ice—. Son peores que una manada de perros de trineo medio ciegos.

En ese momento ella sonaba tan parecida a Corinne que no pude dejar de
reír, incluso teniendo en cuenta la gravedad de la situación. Ella me miró y me
guiñó un ojo antes de aplicarse de nuevo a la tarea en cuestión.

Acabada su tarea de limpieza, Ruby colocó la toalla y usó su mano izquierda


para agarrar firmemente la mandíbula temblorosa de Ice. Levantó la taza a los
labios de mi amante con mano firme. Inclinó la cabeza apenas un poco,
vertiendo el líquido en pequeños chorros, de modo que antes de darme cuenta,
Ice término con media taza sin ahogarse o chisporrotearse ni una sola vez. La
segunda mitad fue más rápida, el tibio te comenzó a hacer la magia en su
interior, calentando ligeramente y permitiendo que la sangre se extendiera al
resto de su cuerpo.

Un cuarto del camino a través de la segunda taza, Ice había tenido


suficiente y volvió la cabeza lejos de la ofrenda.

—No más —susurró.

Para mi sorpresa Ruby no insistió, simplemente limpió los labios de Ice


entregándole las tazas a Steve, que había llegado en algún momento entre la
primera y segunda taza, mirándonos con los brazos en la cadera sin decir
nada.

—Creo que se ha ganado un poco de descanso, ¿no crees? —pregunté a


nadie en particular.

Miré a Steve que medio sonreía, medio se encogía de hombros, como una
mascota que está tratando de volver a ganarse sus favores, pero sin saber qué
hacer para lograrlo.

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—Yo... Mmm... Quiero comprobar de nuevo su temperatura.

—Está bien —le contesté preguntándome por qué parecía tan dudoso.

Hizo una mueca.

—Ella.... Mmm.... Todavía tiembla demasiado... Será difícil tomarla por la


boca.

Hice una mueca en empatía con su pequeño problema quedando claro como
el cristal. El hombre había sufrido un ojo negro metiendo un tubo por la nariz
de Ice, teniendo que colocar el termómetro, probablemente terminaría
castrado.

—Oh... Ya veo... Su punto —Sonreí débilmente—. Ella se siente mucho más


cálida, ¿eso cuenta?

—No, en realidad no.

—Solo hazlo y listo —Intervino la áspera voz de Ice.

Impulsado por la acción como fulminado por un látigo, el médico


literalmente saltó a su bolsa sacando el termómetro y tomando la temperatura
seguramente más rápida en la historia de la humanidad.

* * *

En silencio cerré la puerta de la habitación de Ice, me dirigí al pasillo y bajé


las escaleras, una curiosa mezcla de alivio y temor recorría a través de mí.

Mientras pasaba la tarde, Ice comenzó a recuperarse. Volviéndose poco a


poco más cálida mientras mis brazos continuaban envolviéndola, presionándola
cerca de mi cuerpo. Steve y Ruby hablaban en voz baja, sus palabras
inaudibles sobre el crepitar alegre de la chimenea, sentí a mi amante relajarse
lentamente en mis brazos, y finalmente caer en un profundo y esperaba,
tranquilo sueño.

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La presión del día me atrapó, sediento al insidioso deseo de dormir que


parecía envolverme al igual que las mantas que nos cubrían, solo para ser
despertada por lo que parecía ser un segundo más tarde por un toque suave
en mi hombro.

Después de tomar de nuevo la temperatura y proclamando su seguridad en


el país de la vida una vez más, Steve me ayudó a cargar a Ice por las
escaleras hasta su dormitorio, escoltándola hasta la cama y apilando una gran
cantidad de mantas para protegerla del frío residual persistente sin ser visto
por ninguno de nosotros dos. Esperando apoderarse de su cuerpo una vez que
volviéramos la espalda. Posteriormente me entregó una botella de píldoras
antibióticas para la neumonía que estaba segura que ocurriría después del
baño helado de Ice, me sonrió todavía un poco avergonzado y se marchó
cerrando suavemente la puerta tras él, bañando la habitación en una suave
oscuridad.

Me senté en el borde de la cama durante un largo rato, acariciando el


cabello de Ice tratando desesperadamente de no permitirle a mi mente
reproducir los acontecimientos del día. Necesitaba cerrarme, desconectarme,
olvidar por un momento lo cerca que estuve de perderla.

De nuevo.

¿Será siempre así para nosotras? ¿Estamos destinadas a permanecer para


siempre a orillas del precipicio mirando hacia el abismo rezando por un poco de
tranquilidad?

Sacudiendo la cabeza de mi repentino ataque de tristeza, besé la frente de


Ice, luego me levanté y alisé mi ropa tomando una profunda respiración,
preparándome mentalmente para hacerle frente a la música, que en esta
ocasión llegaba en la forma diminuta de una mujer llamada Ruby.
¿De todos modos qué pasa conmigo y mi afición por atraer y tener que
responder a matronas de avanzada edad?

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Demasiado y profundamente dormida para escuchar mi pregunta silenciosa,


Ice no tenía respuesta para esta pregunta en particular, aunque sin duda su
consejo habría sido con ironía humorística.

Aspiré suavemente. Probablemente lo mismo que la suya de atraer a rubias


psicóticas o como fueran.

Por supuesto, yo no me cuento en ese género en particular, aunque soy


rubia, estoy segura de que algunos de los que estén leyendo esto ahora
mismo, podrían discrepar con mi brillante autoevaluación. Está bien, Ángel,
detente es suficiente.

Si había aprendido una cosa durante mi tiempo en la cárcel, era a hacer hoy
lo que de otro modo tendría que matar mañana. La valentía se tomó su dulce
tiempo en llegar, pero finalmente llegó y cambió mi forma de pensar para
siempre.

—Suerte para mí —le susurré a la figura silenciosa en la cama antes de


alejarme de la habitación a la línea de fuego.

Llegué a los pies de las escaleras como una reclusa condenada y, dada mis
experiencias, la analogía no era precisamente ajena a mí, déjame recordarte.
Entré a la sala de Ruby que estaba iluminada solo por el ardiente fuego. Ruby
estaba sentada en uno de los sofás con una taza de café en las manos. Sus
ojos se encontraron con los míos inmediatamente cuando entré en la
habitación, o como si hubiese esperado mi entrada todo el tiempo, como
probablemente era.

Saqué una sonrisa de alguna parte y continúe mi avance, desviándome


hacia el fuego extendiendo mis manos para calentarlas, aunque ya estaban
bastante cálidas, sudando de hecho.

—¿Confío en que todo está tranquilo? —Su voz era plana, inflexible y por lo
tanto difícil de leer.

Me puse de pie, aún alejada de ella y asentí mirando las llamas, mis
músculos tan tensos como nunca han estado en mi tiempo en el Pantano,
cuando mi vida, y no solo mi orgullo estaba en juego.

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—¿Te gustaría un café?, acabo de hacer una olla fresca—. Su voz era más
cálida en este momento.

Maldiciendo mi cobardía, seguí mirando fijamente las llamas sacudiendo la


cabeza lentamente de manera negativa.

—¿Qué pasa, Ángel?

Me puse aún más rígida, luego giré mi rostro en una máscara de shock y
boca abierta.

—¿Cómo me has...?

—Ella te llamó así cuando te quedaste dormida—. La sonrisa de Ruby se


profundizó, con los ojos brillantes en comprensión—. Te va, de alguna manera.

—Ruby, yo...

Ella levantó una mano.

—No hay necesidad de explicar nada, Tyler, puedo ser vieja y canosa, pero
reconozco el amor cuando lo veo. —Su sonrisa calentó las llanuras rocosas de
su rostro—. Y tú la amas mucho, ¿verdad? —No era una pregunta.

Más allá de aturdida, solo le di la respuesta de mi corazón.

—Sí.

Asintiendo sabiamente, tomó otro sorbo de su café, sus ojos nunca dejaron
los míos.

—Es una mujer muy afortunada.

—Tal vez ambas lo somos.

Y así me las arreglé para encontrar aceptación, e incluso amor en el único


lugar en el que lo necesitaba, en los ojos de mi confidente de la infancia. Al
darse cuenta de mis lágrimas, abrió sus brazos y me precipité en ellos
enterrando mi cara en el calor abundante y fragante de ella. Dejándome en la
catarsis emocional que tan desesperadamente necesitaba.

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Mis lágrimas cayeron como un torrente, humedeciendo la parte delantera de


su bata. Ella solo me sostuvo, meciéndome y tarareando como lo solía hacer
cuando era joven y había sido desanimada por mis padres.

Y así, el día que había empezado tan mal, empezó a mejorar terminando en
una nota mucho más dulce de lo que podría pedir.

Y por eso, estoy muy agradecida.

* * *

Los acontecimientos de las siguientes dos semanas probaron la paciencia de


un santo, y como yo no voy a ser canonizada en un futuro próximo, vamos a
decir que cada día encontraba nuevas definiciones para la palabra "frustración"
y dejar las cosas así.

Fiel a la palabra del buen doctor, la neumonía efectivamente decidió pegarle


una pequeña visita a mi asediada pareja. Decir que Ice era una mala paciente
sería algo parecido a decir que la Madre Teresa es una mujer agradable, lo cual
técnicamente es cierto, pero una subestimación de proporciones extremas.
No es que ella fuera del tipo habitual, porque no lo era. Lo habitual podría ser
tratado con facilidad, habiendo tenido más parte de exposición a ello mientras
todavía era una joven viviendo bajo el techo de sus padres, elevando esa
particular respuesta a algo así como una forma de arte. No, Ice era más del
tipo ―No digas que estoy enferma porque no lo estoy‖… Del tipo, ―tú eres la
que necesita ver a un médico porque yo me siento muy bien‖… Del
tipo,
―Los...‖ Bueno, puedes hacerte una idea.

Tomó todos mis poderes considerables de persuasión para convencerla de


que la fiebre se elevaba a los 39.5º C, tosiendo hasta poner azul su rostro
después de tales actividades vigorosas como sentarse o bostezar, vomitando
hasta las uñas de los dedos ante la sola mención de comida, lo cual no era
normal ante el curso de los acontecimientos humanos.

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Por supuesto, mi amante también sufría de sordera selectiva, y había


momentos en los que estaba segura de que mi voz era el nivel de decibelios
perfecta para activar esa condición en particular, para mi disgusto extremo.

Ella mostró suficiente presencia de ánimo, sin embargo, para tomar los
antibióticos que casi metía en su garganta sin dejar tiempo a responder una de
las preguntas de Ruby sobre nuestros hábitos dormitorio. La enfermedad
comenzó a perder el interés en mi pareja, y la luz detenida al final del túnel,
empezó a ser un tren en movimiento.

La primavera empezó a mostrar sus colores durante mi semana de


aislamiento forzado, y para cuando Ice estuvo lista de nuevo para salir con la
palidez del encierro en su rostro, la nieve se había derretido completamente,
dejando debajo una alfombra verde.

Una mañana, decidí que dar un paseo al pueblo estaría bien, y porque
probablemente se había acostumbrado a mi posición dominante durante su
enfermedad y convalecencia, Ice me siguió sin muchos comentarios.

Yo sabía que la situación iba a cambiar pronto, pero estaba decidida a


disfrutar de ella durante todo el tiempo que pudiera.

Caminamos lentamente a través de un bosque que volvía a la vida gracias a


la bendición de la primavera. Había aves, animales e insectos por todas partes,
y las flores aparecían con un derroche de color. El sol que se colaba a través
de los árboles era cálido para mis hombros. Y la sonrisa en mi cara era tan
ancha como podía llegar a serlo.

El cielo de un delicado mayo, estaba tejido con nubes, arrojando sombras


amistosas al suelo mientras paseaban lentamente con sus amantes a través de
la vasta extensión del entrañable cielo azul. La última fila de árboles cedió el
paso al pueblo que se abría más allá de los bosques. La primera vista me hizo
detenerme y mirar asombrada la diferencia que tres semanas podrían hacer.

Atrás quedó el gris de una comunidad asolada muriendo lentamente. En su


lugar había algo fresco, vibrante, nuevo. Incluso la iglesia siendo el primer
edificio al pasar, no importaba qué camino tomaras en el pueblo, parecía

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atractiva en vez de imponer con su nuevo abrigo de cal señalando sus puertas
siempre abiertas.

El Pino de Plata parecía como si el tornado de Oz la hubiera hecho girar,


reemplazándolo con La Casa de Glinda. Corpulentos hombres en largas
escaleras lavaban ventanas y persianas, algunos colgando banderines en los
aleros, honestamente parecía como si esperasen la visita de la reina del pop en
algún momento o en un futuro muy próximo.

Por el rabillo del ojo vi algo muy ancho y amarillo, dejando una voz en
falsete, dando órdenes a los hombres para redoblar su esfuerzo. Me pregunté
por eso un momento, recordando la última vez que vi a la muy malvada
(según Ruby) propietaria del lugar, pero antes de que tuviera la oportunidad
de dar un paso a mi desenfrenada curiosidad, Ice se puso rígida a mi lado,
miré hacia arriba y vi un ceño fruncido en su rostro.

Siguiendo su mirada, capté la escena que se me presentó, un hombre alto,


fornido y de regordete rostro, vestido con un traje marrón que gritaba que
había sido comprado a precio de saldo, estaba junto a la puerta del conductor
de un maltratado Volvo color plata con etiquetas de Indiana, gritando
impasible en la cara de un hombre que me recordaba al Señor Willamette de
mi niñez, el dueño de la única estación de servicio del lugar.
Cuando el enorme hombre retiró el puño haciendo como si quisiera perforar
amablemente al señor Willamette, Ice entró en acción, llegando justo a tiempo
para salvar al viejo hombre de comer la cena con una pajita por el resto de su
vida.

Me deslicé hasta detenerme ante el grupo, mientras que el Sr. Puño se


volvía con incredulidad a mi pareja, con los labios entreabiertos mostrando sus
dientes torcidos manchados de nicotina, y la carne de su mano blanqueada por
los dedos de Ice que lo estaban agarrando.

Ella le mostró esa sonrisa que hacía que te preguntaras si estaba


contemplando agregar homo idiotus a su lista de especialidades dietéticas.

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—¿Cuál es el problema? —pregunté brillantemente, más para resguardar a


Ice de convertir al hombre en guiso humano que porque realmente quisiera
saberlo.

Como he aprendido en años largos y dolorosos de experiencia, la pregunta


obvia es a veces el camino a seguir en situaciones como estas. Mientras que el
agresor en cuestión está filtrando sus pocos recursos mentales para llegar a
una respuesta ingeniosa, por lo general tienes el tiempo más que suficiente
para apartar tus labios de su puño.

—El auto se rompió —Vino la voz del señor Willamette a mi derecha.

—Brillante deducción Sr. Fixit —respondió el desconocido tirando de su


mano y soltándose de Ice, que estuvo dispuesta a dejarlo ir—. La pregunta
es… ¿qué vas hacer al respecto?

—No puedo hacer nada al respecto, como te dije, mi mecánico se marchó y


no volverá hasta el otoño más o menos.

La vena de su sien palpitó. El hombre se abalanzó de nuevo hacia adelante,


solo para ser capturado de las solapas por Ice, que lo empujó contra el coche y
lo miró fijamente a los ojos, con una pequeña sonrisa todavía curvando sus
labios.

—¿Quién eres?, ¿el guardaespaldas de la vieja cabra?

La sonrisa de Ice se ensanchó.

—Nah. Solo alguien que le gusta ver cuantos miembros puede arrancar
antes de que su víctima empiece a gritar —Ella observó al hombre de arriba
hacia abajo—. Creo que tenemos uno muy bueno por aquí.

Queriendo detener esto antes de que el extraño se mojara los pantalones,


me acerqué a Ice y puse una mano bajo su espalda.

—¿Tal vez podríamos oír su versión de la historia?

Cuando se volteó para mirarme, sus ojos estaban llenos de placer, me relajé
un poco mirando alrededor de su ancha espalda a la cara del hombre, que
estaba segura que intentaría hacer algo muy desagradable al tipo del Volvo a

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la primera oportunidad disponible. Suponiendo que se las arreglase para salir


de esto intacto, por supuesto. Lo cual, en este punto, parecía ser echado a
suertes.

Liberó las solapas del hombre desarrugando su elegante chaqueta, Ice dio
un paso atrás y cruzó los brazos sobre su pecho, su expresión con ceja-
elevada, no dejaba ninguna duda en la mente del hombre que, si empezaba a
actuar estúpidamente otra vez, tendría el placer de sacarle la columna
vertebral por la garganta y golpearlo hasta la muerte.

Su boca se abrió, luego se cerró, se abría y se cerró de nuevo. Luego la dejó


abierta, como un pez moribundo, y la dejó así.

—Está bien —le dije rompiendo el silencio cuando se hizo evidente que el
hombre no tenía presencia de ánimo para decir nada por el momento (y que te
agarre por los huevos una belleza musculosa de casi dos metros te hace eso
siempre. Créeme). Me volví hacia el Señor Willamette—. ¿Cuáles son sus
opciones?

—Como le dije, hay un teléfono en la estación, es bienvenido para usarlo y


llamar a un remolque que lo lleve por carretera a un pueblo cercano. Ahí
tienen un mecánico que trabaja a tiempo completo, puede pedirle que se lo
revise rápido. —Se encogió de hombros—. Créeme, me vendría bien el dinero,
pero no tengo ningún mecánico así que sería inútil mantener el auto aquí, solo
para acumular polvo.

Me volví hacia el desconocido.

—Suena razonable para mí.

—No suena razonable para mí. No puedo permitirme permanecer en este


pueblo de pacotilla mientras que algún vejete desdentado decide desempolvar
su camioneta del '23, y pasearla por aquí para remolcar mi auto a otra ciudad
de pacotilla. Tengo una reunión en la que estoy —dijo mirando su reloj—,
llegando tres horas tarde —Volvió a mirar hacia arriba—. Quiero mi auto
reparado, y ¡lo quiero reparado, ahora! ¡Maldita sea!

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—Señor, ya le dije que no puedo repararlo, ni ahora ni nunca. No sé qué


parte no entiende, pero el Hada de la mecánica no va a venir solo porque
usted se queja como un niño que perdió a su mamá, ¿de acuerdo?

Dando un paso adelante, antes de que Ice llevara a cabo su amenaza,


empujé al hombre contra su auto yo misma.

—Mira, todos somos seres humanos, ¿no? Ahora, qué tal si te relajas y
actúas como un caballero, si es que lo eres de algún modo, y tal vez entonces
yo pueda ayudarte, ¿de acuerdo?

El desconocido miró a Ice por encima de mi cabeza, y lo que vio ahí, le hizo
palidecer, aun así, el gusano no pudo evitar provocar.

—¿Y qué sabes tú sobre nada, rubita? Probablemente, ni siquiera sabes las
partes de un motor.

Resistiendo el impulso de no perder el control, me conformé con una sonrisa


conciliadora.

—Tal vez no, pero conozco a alguien que sí sabe, y si te portas bien, yo
podría persuadirla para que te ayude.

Sus ojos se estrecharon.

—¿Sí? ¿A quién?

Incliné mi cabeza a la izquierda.

—A ella.

Sus ojos se abrieron sorprendidos.

—¿Ella…? ¿Qué…?

—Ya, ya, ya. ¿Quieres tu auto reparado o pasar la vida como una mancha en
la carretera? —Liberándolo, me alejé, parando al lado de Ice y juntando los
brazos—. Es tu elección.

Nos miró a los tres en forma individual antes de colocar en mí su mirada una
vez más.

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—Yo... Um... Yo... —Sus ojos examinaban el suelo de sus pies—. Supongo
que podría usar tu ayuda.

Silencio. Estaba segura de que podría oír el sonido del ego masculino
desinflarse.

Fue glorioso.

Cuando nadie respondió, el volvió a mirar hacia nosotros.

—¿Qué?

—¿No estás olvidando algo? —le pregunté.

—¡¿Qué?!

—Bueno, la palabra educada que se dice cuando se pide ayuda, ¿no te


parece?

Su boca se abrió de nuevo.

—Pero... dijiste... —él suspiró—. Está bien. —Miró a Ice—. ¿Podrías arreglar
mi auto? —Dudó un instante—, ¿por favor?

Ice lo observó evaluándolo, luego se volvió al Sr. Willamette.

—¿Usted tiene herramientas?

—El mecánico las dejó aquí cuando se lesionó, eres bienvenida para
utilizarlas, y el garaje también.

Ella asintió, luego se volteó para observar impasible al desconocido.

—Está bien.

La sonrisa resultante transformó su cara en algo casi guapo, si entrecerraras


tus ojos arduamente y agregaras una sana dosis de cirugía estética.

—¡Genial!, utilizaré el teléfono para comunicarme con mis clientes y que


sepan que no he desaparecido de la faz de la tierra.

Cuando empezó a caminar hacia adelante fue detenido una vez más por una
fuerte mano agarrando el brazo de su chaqueta. Su sonrisa desapareció.

—¿¡¿Ahora qué?!?

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Ice entrecerró sus ojos ante su tono.

—A menos que Volvo haya hecho algunos cambios drásticos en los últimos
cinco años, no creo que su coche vaya por sí mismo hasta el garaje, ¿verdad?

—¡Pero mis clientes!

—O me ayudas a poner este auto en el garaje donde pueda echarle un


vistazo, o empiezas a caminar. Tal vez un camionero que no haya visto a su
esposa en seis meses te de un aventón —Su sonrisa no fue agradable, por la
expresión del desconocido, le pareció un punto de vista bastante razonable.
Con los hombros caídos y el sabor amargo de la derrota, el hombre caminó de
regreso a su auto, abrió la puerta y comenzó a empujar en dirección al garaje.

* * *

Poco tiempo después, en realidad más corto de lo que esperaba, el auto


estaba de nuevo bajo el cielo a mediados de primavera. El motor tarareando
complaciente. El desconocido, un tal George Roger Grayson, estaba poniendo
su billetera en el bolsillo después de haber examinado y me di cuenta que
lanzaba otro billete sobre el señor Willamette. Después del pago, se fue
observándonos mientras se alejaba en una nube de polvo.

—Que se vaya al infierno —comentó el dueño de la tienda poniéndose una


gorra de béisbol sobre su cabeza—. Creo que esto es tuyo —Le ofreció un
considerable fajo de billetes a Ice, que se limitó a no aceptar la oferta—.
Vamos, hiciste todo el trabajo, yo no hice más que suplir el lugar.

—Y las herramientas.

Mojándose el dedo pulgar, desprendió un par de billetes y se los metió en el


bolsillo y de nuevo le tendió el dinero para que Ice de mala gana finalmente lo
aceptara.

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—Hay trabajo para ti si lo deseas. Tal vez ahora no, pero llegando el verano
voy a estar con los globos oculares explotando de autos. Me vendría bien un
par de manos como las tuyas por aquí. Estás cualificada.

La esquina de los labios de Ice se curvaron.

—Yo no soy exactamente del tipo de empleada.

—Nunca dije que tuvieras que serlo. Si me sale un auto, te llamo. Si estás
cerca puedes venir a ayudar, si no es así… —Se encogió de hombros—, solo
cuesta un centavo conseguir un remolque. Hay buen dinero en esto. Contante
y sonante —Sus ojos brillaron con la luz de un hombre que disfrutaba al
conseguir algo—. ¿Trato hecho?

Después de pensarlo un momento, Ice finalmente aceptó.

—Trato.

Ambos se estrecharon para cerrarlo.

—Por cierto, mi nombre es Willamette, pero la mayoría de la gente me llama


Pop.

—Morgan, ella es...

—La niña Moore, Tyler, ¿no? Recuerdo cuando eras más pequeña y venías
por aquí los veranos con tu familia. El lugar se quemó hace unos años. ¿Estás
pensando en reconstruir?

Sonreí.

—Tenemos la esperanza de hacerlo.

El asintió sabiamente.

—Será bueno tener el lugar de nuevo —Se volvió para mirar a Ice de nuevo
—. He oído lo que has hecho por el niño Halloran. Todo el pueblo habló de eso
durante semanas. Apuesto a que nadie te ha dado las gracias. Sin embargo,
voy a ser el primero. La mayoría de los extraños nuca pensaría en hacer lo que
hiciste. Poniéndote en peligro y todo, así que gracias.

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Ice lo miró un poco sorprendida por lo que pasaba, por los efusivos elogios
del hombre normalmente reticente, y descartó sus elogios con un encogimiento
de hombros.

—Hice lo que tenía que hacer.

—Más de lo que la gente tiene la obligación de hacer. También será bueno


tenerte aquí, Tyler —Él inclinó su gorra en un gesto de cortesía—. Ahora lo
mejor será volver al trabajo. Os veré luego.

Mientras caminaba de regreso a su tienda, negué con la cabeza riéndome.


Ice se volvió hacia mí.

—¿Qué?

—Solo tú, Ice.

Con una ceja levantada pidió que me explicara.

—Solo tú podías detener una pelea y terminar con un trabajo —Si ella fuera
del tipo vergonzoso, probablemente se habría avergonzado ahora. Pero como
no lo era, lo único que recibí fue un ceño fruncido y un murmuro inaudible que
preferiblemente era mejor que no se oyera. Me eché a reír de nuevo—. ¿Puedo
traerle una taza de café, Señora Mecánica? Quizás tengamos un mejor servicio
esta vez.

Sin molestarse en responder, Ice caminó hacia la cafetería, dejándome atrás


con una sonrisa cada vez más grande cubriendo mi rostro.

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Capítulo 3

Las próximas semanas de nuestras vidas se asentaron en la cómoda rutina,


lo que era muy bienvenido. Teniendo en cuenta las aventuras que habíamos
vivido desde que nos conocimos. Ice había sido llamada varias veces por Pop,
y fiel a su palabra le pagó muy bien por su trabajo. Su reputación como una
excelente mecánico empezaba a extenderse, pude imaginar, dada la mirada
que a veces llevaba, que a lo mejor se preguntaba porque este regalo no
cayó varios años atrás cuando ella trató de hacer la misma profesión, solo
para ser rechazada en todo momento. Lo cual, por supuesto, la llevó directa
a las manos de la mafia y de los acontecimientos que la llevaron a nuestro
encuentro en el Pantano.

Suspicazmente me alegre que los acontecimientos resultaran de la forma


que tenía que ser, aunque sea solo porque si ella no hubiera entrado a la
cárcel cuando lo hizo, nunca nos hubiésemos conocido. Es un sentimiento
horrible, alegrarse realmente de haber asesinado a alguien en el pasado,
nunca he sido más honesta conmigo misma, aquellos sentimientos estaban
allí, aun así, me habría arrancado las uñas de los pies antes de comentarlo
con ella. Ni de paso.

Pese a las firmes objeciones de Rubí, Ice comenzó a utilizar parte de sus
ingresos para comprar alimentos y diversos artículos de nuestra anfitriona,
sacudiendo cada queja como si no hubiera oído a la mujer prácticamente
gritando en su oído. Ella mostró notable paciencia con Rubí que puede.., lo
admito libremente, a veces puede ser muy difícil. No sé qué les pasó a
ambas, pero sea lo que sea estoy feliz que hayan llegado a un entendimiento.

Pasamos varias tardes frente al fuego, donde otra multitud de talentos de


Ice fue descubierto: el dibujo. Ella me decía que cerrara los ojos y le
describiera la casa como la recordaba, con un lápiz y un cuaderno de dibujo
que había comprado en el almacén general, trajo a la vida las visiones que
estaban dentro de mi cabeza. El detalle era tan exacto, que no podía dejar

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de estar asombrada, algo así como transfiriendo datos. Tal vez la mujer podía
leer la mente después de todo.

La única desventaja real es esta época amena era el hecho que todavía
dormíamos en habitaciones separadas. Tampoco por obra de Rubí. No, ella
incluso llegó a ofrecernos su propia habitación, la única suficientemente grande
como para caber más de una cama individual. Más bien era mi pura terquedad,
mi madre lo llamó así cuando acabe con su paciencia que nos mantenía
separadas. No habíamos hecho el amor desde ese tiempo en la choza del
cazador y mis hormonas se estaban quejando a diario, hasta el punto que
considere seriamente reservar un fin de semana en El Pino de Plata, solo para
volver a tenerla en mis brazos otra vez. Pero aun así me negué.

Que mis semejantes acciones fueran rechazadas por Ice no cruzaron por mi
mente. Por lo menos no entonces.

Y así cuando la noche había terminado y nos fuimos a nuestras camas


individuales cerrando la puerta detrás de nosotras, que en cierto sentido, era
volver a mi celda de prisión de nuevo. Solo que esta vez era una celda de mi
propia creación.

Y entonces empezaron las pesadillas

Durante el día, el estado fugitivo de Ice, y por lo tanto la mía, se quedaban


muy dentro de mí, ayudado sin duda por la dicha de continuar en libertad.
Pero en el silencio de la noche, cuando el pasado sale de las sombras
tenebrosas, mis sueños me mostraban lo que me negaba a ver.

A menudo me despertaba con un sudor frío, agarrando la sábana húmeda


de mi pecho como si hubiera corrido una maratón. Cada crujido en la vieja
casa se convertía en un signo ominoso. Me quedé despierta, mi corazón por
salirse de mi pecho, esperando el sonido de las sirenas o los golpes en la
puerta anunciando la llegada de la policía. Trataba de forzar los pensamientos,
pero no se irían. Se habían quedado y me enfrentaban con su viveza, su
credibilidad, su última verdad.

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Muchas veces, las noches eran lo peor, cuando el grito que tanto necesitaba
lanzar quedaba bloqueado detrás de mis labios en su propia prisión, oía la
puerta abrirse con suavidad y entonces ella estaba allí, llegando a mí y
tomándome en sus brazos, acariciando mi cabello y alejando mis demonios.
Solo esas noches podía escapar de un sueño sin sueños confortada por la
realidad sólida de tenerla en mis brazos.

Nunca hablamos de esas noches, incluso hasta el día de hoy. De alguna


manera ella lo sabía. Y sabía exactamente cuándo consolarme lo máximo,
ofreciéndose a sí misma completamente y sin reservas.

Sospecho que ella sabe exactamente qué demonios acechan mis noches de
empapado sudor. Sospecho que persiguen los suyos también. Y tal vez si los
enfrentamos juntas, aun sin decirnos nada, los espectros permanecerán en la
noche y nunca saldrán de su cueva para ver la luz del día.

Quizás.

* * *

En particular, un sábado por la mañana a finales de la primavera, me


desperté con un nudo en mi estómago de feliz anticipación. Después de varias
discusiones intensas, un acalorado argumento o dos y la reunión final de
nuestros vastos recursos monetarios. Este sería el día que por fin
empezaríamos a construir la cabaña.

Después de una minuciosa inspección al terreno donde yacía la antigua


cabaña, Ice la declaró no apta para un nuevo hogar, el daño de la nieve y el
agua después de haber desmenuzado y debilitado algunas partes. Había
pasado los últimos días que no estaba trabajando, con un pico para romper las
piezas de hormigón y moverlas fuera del camino para refrescar la tierra y así
establecer la nueva cabaña sobre las cenizas de la vieja.

Con una sonrisa, salté de la cama y me tomé una ducha rápidamente,


completando la rutina de la mañana, lanzándome en un par de viejos

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pantalones cortos que me había ingeniado para salvar y mi desgastada


camiseta. Cuando salí del baño, no estaba del todo sorprendida de ver a Ice
de pie en el pasillo con una leve sonrisa en los labios.

Ella se veía fantástica en un par de pantalones cortos y un top negro


ajustado que mostraba su cuerpo en su mejor ventaja. Varios días de arduo
trabajo habían definido aún más su cuerpo ya cincelado y mis ojos devoraban
lo que veían, como un hombre hambriento devorando el banquete de sus
sueños delirantes.

Cerrando la distancia entre nosotras, me tomó en sus brazos y bajó la


cabeza capturando mis labios sin esfuerzo en un beso lento ardiendo de
pasión. Agarré su cintura y la traje hacia mí, todo mi ser reaccionaba esos
sentimientos que producían chispas en su interior.

Dios, se sentía tan bien que ella me amara.

Después de unos momentos ella se apartó, sosteniéndome con los brazos


extendidos y sonriendo hacia mí, sus ojos se habían vuelto plata en la tenue
iluminación del pasillo.

—¿Lista?

La cabeza me daba vueltas.

—Oh, sí.

Agarrando su mano, tire de ella a mi propia habitación, sin importar en ese


momento si el mismo papá dormía en la habitación de al lado, tal era mi
necesidad de ella. Mi avance hacia adelante se detuvo rápidamente mediante
un tirón en mi mano, me di la vuelta para mirarla, estaba segura que mi
decepción se veía claramente en mi cara.

Sus ojos brillaban divertidos.

—Me refería a la cabaña.

—Oh, eso —Suspire, acercándome notando una vena gruesa que cruzaba
su bíceps; una vena que prácticamente me rogaba que la recorriera con mi

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lengua sobre ella para que pudiera sentir el límite de su pulso—. ¿Ahora
mismo?

—En este momento. —Me confirmo, agachando la cabeza para besarme sin
sentido una vez más.

—Pero…

—Cuanto más rápido terminemos de construir la cabaña, más rápido


podremos terminar lo que empezamos aquí, mi Ángel.

El soborno sexual me proporciono el impulso para establecer un nuevo


récord, correr por el pasillo, a través de la casa hasta la puerta principal.

Un récord, que aún está en la actualidad.

* * *

Mis dedos tamborileaban con ritmo sobre el capo de la camioneta que Ice
trajo un día del trabajo "Me siguió a casa" dijo con media sonrisa arrogante
iluminando sus ojos.

Era un mestizo y también uno feo. Con partes rescatadas de una media
docena de autos y camionetas sentadas recogiendo óxido en los terrenos
alrededor de la estación de Pop. Él la dejó entretenerse con el motor, cuando
estuvo funcionando y en marcha, se lo cambió por un día de trabajo. Pop que
no es tonto, le arrebató esa oferta antes que tuviera tiempo de dejar
totalmente sus pulmones.

Al menos así es como lo cuenta Ice, yo nunca tuve el valor suficiente para
pedirle cuentas de sí misma.

—Vamos Ice, Navidad estará aquí antes que te des cuenta.

No tenía que levantar la voz. Sabía que ella me escucharía.

Un momento más tarde ella paseaba fuera de la casa, haciendo girar las
llaves en su dedo y luciendo una sonrisa definida como ―el gato se comió al

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canario‖, en cualquier otro momento podría haberla llamado así, pero estaba
demasiada ansiosa por este evento en particular en la carretera, había
esperado demasiado tiempo, con demasiadas fuerzas por este día, para
arruinarlo quejándome con mi compañera.

Por mucho que sea.

Me conforme con poner mi mejor ceño, mientras ella deliberadamente se


rozó contra mí alcanzando para abrir la puerta lateral del pasajero. Cuando
estuve a punto de hablar lo que yo creía una respuesta ingeniosa en
particular, ella se congeló en su lugar con la cabeza ladeada. Casi podía ver
sus oídos encresparse a punto para capturar cualquier sonido.

Yo conocía esa mirada, después de haberla visto más veces de las que
pueda recordar.

—¿Qué?

Ella de nuevo se apartó de mí, solo que esta vez caminando hacia la
pequeña colina que separaba la propiedad de Rubí de la nuestra, con más que
un poco de curiosidad, la seguí por detrás.

Casi me encontré con su espalda mientras ella se detenía en la cima de la


pequeña subida, mirando alrededor de su largo cuerpo, también dejé caer mi
mandíbula.

—Yo creo... Que estoy viendo cosas —me frote duro los ojos, entonces
parpadee.

La escena delante de mí no cambió ni un ápice.

—Si es así, entonces yo también —dijo Ice, con la voz plana.

El sonido de nuestras voces atrajo cierta atención y un hombre se dio la


vuelta con una amplia sonrisa en su rostro. Era Pop, vestido con un par de
monos de trabajo y una sudadera gruesa.

—Buen día ¿eh? Ya era hora que despertaran, pensamos que teníamos que
empezar sin ustedes.

Titubeado tontamente sin algo que decir, su sonrisa se ensancho.

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—¿Te comieron la lengua?

—¿Qué está pasando aquí?

—¿Alguna vez has visto cómo se edifica un granero? —preguntó.

Más silencio.

—¿El habla inglés? —le pregunte a Ice por la esquina de mi boca.

Empecé un poco por eso, entonces me di cuenta que no me estaba


hablando a mí.

Sacudiendo la cabeza, Pop se sacó la gorra de béisbol y troto hasta la


pequeña colina deteniéndose ante nosotras dos.

- Perdón por entrometernos de esta forma, trate de decirles a ellos de


esperarte y preguntarte primero, pero... - se encogió de hombros - En
general las cosas aquí no funcionan así, ellos consiguen una abeja en su capó
y se llevan todo por delante sin importar las consecuencias, ustedes
perdonaran mi francés -

Me pellizque. Duele, sueño fuera, entonces. Abducción alienígena, sin


embargo me encontraba todavía en la carretera.

Mire a Pop luego a Ice de la manera que un neófito podría estar tratando de
adivinar la verdad de el sentido de la vida de un importante yogui. Cuando
nadie se aproximaba, me aclaré la garganta y vi dos pares de ojos
encendidos en mí.

- ¿alguien de ustedes dos es importaría terriblemente ponerme al corriente?

Después de un momento, Pop asintió y echó la mano señalando la multitud


que se encontraba debajo de nosotros, tratando de fingir que no estaban
haciendo su mejor esfuerzo para espiar y fallando miserablemente. Mirando el
grupo me gire y vi a Pop con sus cejas levantadas.

- La gente de por aquí no sabe mucho de agradecimientos - explicó - No


con palabras, de todos modos. Entonces, esta es su forma de decirlo, sin
decirlo realmente. ¿Entiendes? -

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Por desgracia la respuesta a esa pregunta era un "No" rotundo. Mi


expresión le dijo lo mismo.

Suspiró y luego volvió a intentarlo.

- Ellos quieren ayudar a construir su cabaña, como una forma de pago por
salvar la vida del niño -

Éxito!

-No necesitamos ningún agradecimiento - dijo Ice con su tono todavía


inexpresivo.

Ella parecía enojada, y por primera vez, podía entender porque, incluso si
la gente del pueblo no tenía intención de hacernos daño con su gesto, que
estaba segura que no lo hicieron. Sabía lo mucho que había esperado por
construir esa cabaña, enfrentándose ella misma contra la madera y el acero
doblándolos a su voluntad, formando algo de la nada con sus propias manos.

A decir verdad, yo también esperaba eso.

- Traté de decirles eso, traté de decirles a ellos que lo mejor sería


preguntar en primer lugar - sacudió la cabeza - Son buenas personas, sin
embargo algunas veces son obstinados como unas mulas. - de nuevo hizo un
gesto señalando a la multitud - Él es Clayton Dodd, es un carpintero justo y
derecho; él y su padre han construido aquí durante años, y Mary Linch, es el
mejor electricista en estas partes sin excepción. Y los chicos Drew, son
dueños de su propia empresa de fontanería en la mayor parte de los pueblos
de por aquí. - volvió a mirar a Ice con mirada suplicante - No harán nada
que tu no quieras, seguirán tus ordenes al pie de la letra, trabajarán como
perros cuando tú quieras y cuando no, acabo de dar la palabra, de cualquier
manera vamos a seguir en lo mismo. - Él se puso su gorra de nuevo,
enderezando el borde de un tirón. - Entiendo que quieras construir algo con
tu propio sudor, construí mi propia casa de esa manera. Pero... Un poco difícil
ayuda a veces es bueno también. Y no es caridad, eso ni lo pienses. Es solo
un agradecimiento, es la única forma que estas personas conocen, eso es
todo-

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Después de un largo rato en silencio, Ice giró bruscamente sobre sus


talones dirigiéndose de nuevo hacia la casa de Rubí sin mirar atrás.

Pop suspiró, se quitó la gorra de nuevo y la retorció en sus manos - Creo


que debí preguntar primero. -

-Ice... No acepta cómodos regalos sorpresa - le conteste confirmando lo


obvio solo por decir algo - Ella es una persona muy privada -

-lo sé - se encogió de hombros. – Al menos valió la pena intentarlo.


Gracias por al menos escucharme, Tyler. Voy con la gente y las dejamos
solas. Perdón por la intrusión. No volverá a suceder. -

-Espera - le dije mirando hacia la casa, viendo una sombra pasar contra
la puerta abierta. Ice reapareció con algo en mano, cuando ella llegó a
nosotros, ella lo empujó a mí, pasándolo para ambos.

-Vamos a seguir adelante con esto. ¿De acuerdo? -

Aturdida, mire hacia abajo. Su cuaderno lleno de dibujos de nuestra futura


casa se posaba en mis manos. Mire a Pop, el miró hacia atrás. Entonces los
dos nos giramos y vimos cómo era tragada por la multitud de gente sonriente
de ayudantes ansiosos.

- Bueno, como tú sabes - Pop medio murmuró.

Indudablemente.

* * *

Fue la primera semana de julio antes de que el lago estuviera lo


suficientemente cálido para nadar. Al menos para mí. Nuestros vecinos
habían estado probando el agua "refrescante" desde mayo, pero eso no me
sorprendió, estaba convencida que un común antepasado canadiense se
había apareado con un oso polar en algún momento. Como sea.

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En cuanto a Ice, iba a lavar su transpiración a principios de junio, lo que en


sí planteaba un problema ya que regularmente se quitaba su ropa de trabajo a
la vista de la tripulación antes de sumergirse. Doc. Bawn, el dentista de la
ciudad, tuvo que tomar una semana de descanso después de darse un buen
golpe en el pulgar con su martillo, y uno de los chicos Drew casi conoció un
lamentable final cuando su hermano soltó la escalera que estaba sosteniendo
con el fin de ver el esplendor que era mi amante.

Casi hago estallar mi bazo tratando de contener mi risa sobre todo esto, y
finalmente por la salud de los hombres y mujeres así como de nuestra cabaña,
tuve que informarle a mi pareja exactamente los estragos que sus
zambullidas del medio día estaban causando en la tripulación, pidiéndole
amablemente que por favor espere hasta terminar las labores del día antes de
mostrar lo que el buen señor y años de duro trabajo le han dado.

Ella aceptó, algo amable pensé, aunque nuestros ayudantes amenazaron


con organizar una revuelta por la suspensión repentina de su entretenimiento
diario.

La construcción de la cabaña iba mejor de lo que esperaba, aunque el


trabajo había comenzado a moderarse un poco, ya que la temporada turística
estaba comenzando y la mayoría de nuestros ayudantes estaban hasta las
cejas con el pago de las tareas que tenían prioridad sobre esto. Como debe
ser.

Aunque el cuatro de julio era una fiesta obviamente estadounidense, marcó


el inicio de la temporada turística en esta parte de la tierra, y el pueblo pasó
de lleno a saturado con un gran número de estadounidenses ansiosos de
gastar sus dólares arduamente ganados en un poco de descanso y relajación.

Eso también sonaba bien para mí, por lo menos la parte que decía R & R,
así que cuando Ice sugirió descanso de un día de nuestras labores diarias de
construcción en celebración por el día festivo, me lancé a la oportunidad con
toda la gracia de una gacela herida tratando de escapar de las fauces de un
león hambriento.

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Con entusiasmo, a decir verdad.

Sonreí maliciosamente a mí misma mientras me deslizaba la pieza inferior


de mi bikini recién comprado en secreto, por supuesto ―'la otra parte‖ no era
la palabra para lo que llevaba puesto ahora. "Lamentablemente la tira delgada
del ajustado material apenas cubría las partes más delicadas" habría sido más
apto, aunque un poco larga la descripción.

Aun así, como yo no estaba pensando en un juego potente de waterpolo,


los efectos de llevar un poco más de hilo dental y una sonrisa superaban con
creces los negativos, en mi opinión. El enorme positivo, seria, por supuesto,
la mirada que aparecería en el rostro de Ice cuando me vea en ella. El
segundo enorme positivo seria lo que ella desee hacer para conmigo después
de verme con ello durante varias horas.

Ah si. Este Ángel en particular había caído muy duro.

Agarrando una toalla, me encontré fuera de la casa ignorando alegremente


las miradas escandalizadas tiradas a mi por las miembros del club de juegos de
Rubí al pasar a través de ellas. Llegué hasta la mitad de la larga colina que
separaba la casa de la playa privada antes de darme cuenta de mi error de
descuidar a don calzado para la caminata. Agujas de pino secas pinchaban mis
pies como venganza por impulsivamente aplastarlas. Salté por ahí tratando de
quitármelas, pero la resina pegajosa del revestimiento de las agujas hacían
que el esfuerzo sea una causa perdida.

Risas y chapoteos se escuchaban en dirección al agua, decidí sonreír y


aguantar y reanude mi trote rápido a la playa donde mi amante esperaba.

Estaba sentada en el muelle, con una pierna metida debajo de ella, la otra
jugando distraídamente a través del agua mientras observaba el colorido
desfile de veleros que se deslizaban alrededor del lago. El sol seguía otorgando
sus bendiciones en ella, el bronceado de su piel un rico color caoba que se
mezclaba bien con el conjunto deportivo negro que llevaba puesto. Su cabello
estaba húmedo de nadar recientemente sin duda y despejada de su rostro en

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una masa de cabello brillante negra como la tinta, colocando sus rasgos en
relieve.

Así que intenté observarla, el dedo gordo de mi pie atravesado por una
enorme piña al asecho de mi tierno pie. Maldiciendo por los codos, me sostuve
de un pie mientras desenredaba mi espinoso intruso. Tarea terminada. Mire
hacia arriba para ver que Ice me observaba, sus ojos brillaban divertidos.

No del todo la entrada que me había imaginado.

Recogiendo los últimos harapos de mi dignidad, logré rehacerme y en


cambio me conforme con una caminata bochornosa, con la esperanza de
recuperar terreno perdido.

Bochornosa no es fácil de hacer cuando estas cojeando.

Estaba a punto de tirar todo el asunto y conformarme con una buena


humillación pasada de moda cuando la mirada de sus ojos me paro en seco en
seco. El dolor de mis pies completamente olvidado.

Era una mirada que podría haber incinerado un iceberg. Todo mi cuerpo
palpitaba con la intensidad de la misma, mis rodillas golpeándose como sacos
de avena. La temperatura, una muy agradable, se disparó otros veinte grados
en cuestión de segundos.

Luego se puso de pie, y la visión de su cuerpo largo y delgado, toda la piel


aceitada y los músculos ondulantes, secando cada trozo de la humedad que
mi cuerpo había pensado alguna vez en producir.

La parte de arriba, por supuesto.,

-Muy bien - Ronroneo, rastrillando su mirada abrasadora por todo mi


cuerpo - Muy bonito pequeño Ángel -

Oh, por el don de la palabra, yo habría dado un reino, si tuviese uno para
dar. A falta de eso, me decidí a tratar de permanecer en pie mientras ella
caminaba hacia mí. La sonrisa más sensual que jamás haya visto curvando
sus labios. Cuando una pequeña parte de su lengua salió para humedecerlos,
estaba segura de que la arena y yo estábamos destinadas a ser una.

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Desde algún lugar oí un gemido, y desde la oscuridad de sus ojos me di


cuenta que había venido de mí.

Luego sus manos estaban calientes sobre mis hombros, quemando a


través de mí y marcando mi alma. Ella lentamente, Dios, tan lentamente
bajó sus labios a los míos y nos fusionamos en la pasión de un beso.

No nos importaba hacer esto ante la vista de todos en el lago, no me


importaba la repercusión después de eso. Yo la quería a ella, necesitaba de
ella de una manera que incluso me sorprendió a mí.

Para ser sincera, besar a Ice de esta manera en público me encendió un


poco, como si fuera posible estarlo más de lo que ya estaba, la ironía de mis
sentimientos no se me escapó tampoco, con muy pocos, y por lo tanto más
precioso. Excepto hacer el amor en la cárcel, significaba hacerlo a la vista de
quien pasaba por allí, y en esos momentos cuando me era posible para mi
pensar en una vida privada. Ahora con la posibilidad de un encuentro
privado solo una puerta cerrada y bajo llave (cuando actualmente teníamos
dos puertas y sus respectivas cerraduras) me encontré deleitándome en una
demostración pública.

Luego profundizó el beso, fusionando nuestros cuerpos juntos, y deje de


pensar absolutamente en nada.

Cuando finalmente se separó, lo único que me mantenía de pie era su


firme control sobre mis hombros. Sacudiendo la cabeza para despejarme,
una causa perdida, en vez de eso me aclaré la garganta, probé mis labios y
abrí los ojos para ver su sonrisa

- Tu sabes que me estas matando ¿verdad? -

Su única respuesta fue una sonrisa.

- Estoy a punto de tirar todo este asunto del "día libre" y volver a la
construcción de la cabaña. Mucho de este juego previo me está llevando al
límite. -

¿Cuándo conseguirá entender mi dura cabezota que declaraciones como esta


sirven para incitar a una mujer que vive para los desafíos? Ella se

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acercó y me beso de nuevo, tan profundamente que el único sonido que


podía oír era el rápido y estruendoso sonido de mi corazón.

Esta vez era mi turno para alejarme, lo hice, no sin antes resistirme,
encogiendo mis hombros fuera de su agarre hice un giro brusco a la derecha
y me tire al agua. El agua fría no hizo nada para amortiguar mi ardor, pero
hizo maravillas en mi cabeza que daba vueltas. Subí después de un largo
momento sacando el cabello de mis ojos flotando en el agua y mirando hacia
la orilla. Ice estaba ahí de pie con las manos en la cadera moviendo la
cabeza hacia mí.

-¿Quieres unirte a mí? - le pregunte, preguntándome si era posible saltar


sobre ella en el agua y darle el remojón de su vida por darme una tortura tan
maravillosa. Aparte de eso yo estaba más que dispuesta a averiguar cuanto
tiempo podría aguantar la respiración bajo el agua miles de veces como
respuesta a su tortura. Una bandada de piel de gallina rompió sobre mi piel
húmeda en la imagen parpadeante detrás de mis ojos.

-Tengo una mejor idea, si te interesa. - ella inclinó la cabeza hacia la


izquierda mirando a esa dirección, por primera vez me di cuenta de unas
velas de colores de un pequeño barco que flotaba complaciente en la pequeña
cala al lado del muelle. Lo reconocí de inmediato como un 16 Hobie Cat, un
velero que siempre había amado cuando era niña.

-¿En qué parte del mundo conseguiste eso? - le pregunté, los Hobie Cats
no eran baratos, mi padre me lo decía cada vez que le rogaba por uno en
nuestra tienda de pesca. Y ciertamente nuestro presupuesto era muy
reducido.

-Fui informada por cierta anciana irritante que te gustaba navegar, y si


tuviera el intuición que Dios le dio a un gallo, entraría al garaje,
desenterraría ese viejo fósil y te invitaría a ir en él. -

-Estas bromeando -

-No-

- ¿y sabes cómo navegar? -

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-Sip-

-¿Porque no me sorprende?

Un amplio hombro se elevó en un descuidado encogimiento de hombros. -


No sé -

Sonreí - Esa es un de las cosas que me gusta de ti Ice, tu verbosidad


absoluta. -

Ella me lanzó una mueca burlona - Quieres ir a navegar o no? -

- Si, Si! Capitán! - le propine un saludo alegre solo para irritarla.

Oh, yo estaba muerta.

* * *

¡Guauuu!

Dolorosamente indescriptible era mi alegría, si no la única palabra que


podía describir cómo el roció del agua salpicaba mi rostro sonriente. Nivelando
difícilmente uno de los pontones echándome hacia atrás para evitar un golpe
en la cabeza y evitar caer en el brillante espejo de agua, vi correr el lago por
debajo del barco, mis ojos amplios como dólares de Plata y una sonrisa
amenazante con plasmarse permanentemente en mi cara.

A mi izquierda, el largo cuerpo de Ice casi llenaba el arnés de carreras


manteniendo el barco en equilibrio con un solo pontón mientras usaba los
aparejos para mantenernos en la dirección correcta, todo a una increíble y
acogedora (Al menos para mí) velocidad.

Allí sentí el verdadero poder de la naturaleza, como si el viento recio, el


radiante sol, y el rocío del agua conspiraron para darme la experiencia más
cercana de sentirme intocable. Lo único semejante sería hacer el amor, pero
esto era genial en un segundo lugar.

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Ice siguió una ligera curva de la isla central del lago, un diminuto árbol lo
cubría e Ice disminuyó la velocidad del barco hasta descansar sobre los dos
pontones una vez más.

—¿Porque nos detenemos? —le pregunte un poco decepcionada.

—Tu turno.

—¿Yo? Pero no sé navegar.

Volvió la cabeza lentamente, fijando su mirada seria en mí, elevando su


ceja en lo alto de su frente.

Mire hacia atrás sintiéndome un poco a la defensiva

—¡Bueno, yo no puedo!.. Le rogué a mi padre que me enseñara, pero dijo


que la navegación era solo para los hombres, las mujeres solo debíamos
aprender a observar mientras permanecíamos sentadas en el barco.

Mi pareja resopló.

—Qué montón de mierda.

Me encogí de hombros.

—Sí, pero él era mi padre, de todos modos no había nadie a su alrededor


que se le revelara en ese momento, así que simplemente me acostumbré a
estar sentada en el bote y observar mucho —mire abajo a mis pies
inexplicablemente avergonzada por la revelación.

Una cálida mano debajo de mi barbilla elevó mi cabeza hacia arriba. La


mire a los ojos del color del cielo de verano y tragué saliva.

—Hay pocas cosas en la vida de las que estoy agradecida mi Ángel, pero en
este momento no tener el dudoso placer de conocer a tu padre está entre los
mejores de la corta lista. - dejó caer su mano y su sonrisa se convirtió en
agridulce - A veces me pregunto cómo llegaste a ser la persona que eres con
la crianza que tenías, y a veces no puedo dejar de pensar que mis padres
deben de estar revolcándose en su tumba por la persona que me he
convertido. - volvió su cabeza hacia el sol, de nuevo con rostro inexpresivo.

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Movida más allá por las palabras de la visión de su corazón, solo pude
hacerle llegar mi mano suavemente sobre su brazo, en un gesto de apoyo y
agradecimiento.

Un momento después se volvió hacia mí, el dolor de sus ojos los empujó de
nuevo a algún lugar donde los guardaba. Lanzó esa entrañable media sonrisa
hacia mí - Ven, vamos a enseñarte a navegar. –

* * *

Me senté en el sofá, las piernas dobladas debajo de mí, leyendo el mismo


párrafo por séptima vez (o era el décimo). Tratando desesperadamente de no
mirar el reloj que hacía tic tac descaradamente hacia mi desde su manto.
Ella volverá. Hemos discutido antes. Solo necesita un poco de tiempo para
refrescarse. Volverá.

A lo mejor si lo pensaba lo suficiente, podría creer en ello.

Después de todo, no era como si no nos hubiésemos dicho palabras antes.


Había momentos en el Pantano, más frecuentes de lo que me gustaría admitir,
cuando parecíamos evitarnos la una a la otra con más frecuencia que
buscarnos mutuamente. Como fuimos compañeras, tuvimos más de una dosis
de huesos de la discordia que colgábamos en un armario lleno de esqueletos.
Una pelea no era nada nuevo ni tampoco inesperado. Incluso ahora.

Entonces, ¿porque estaba tan preocupada? ¿Porque sentía un nudo en mis


entrañas enredado en algún lugar cerca de mi laringe? ¿Porque ese reloj se
movía tan condenadamente lento?

Me había despertado esa mañana con un vago sentimiento de inquietud que


había empezado a molestarme la semana anterior. Una sensación nebulosa
de ansiedad, tal vez mezclado con un toque de depresión que me dejó
indispuesta. No era algo que pudiera articular, incluso Ice había notado mi
estado de ánimo de forma rápida y me preguntaba qué era lo que pasaba
conmigo.

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Con Rubí afuera visitando amigos e Ice de nuevo trabajando en el garaje,


me quedaba a solas con mis pensamientos, sin nada más que hacer un día
lluvioso de julio. Pero pensando.

Entonces me di cuenta

Yo no estaba ansiosa ni deprimida. Al menos no en primer lugar.

Me sentía inútil.

Inclinando la cabeza contra la tela áspera del sofá, reflexioné sobre la


revelación, no me gustaba el sabor amargo que dejó en mi lengua. No
obstante a admitir la verdad en ello.

Lo sentimientos se agitaban dentro de mí. Las emociones que había pensado


durante mucho tiempo enterrado bajo el peso del tiempo y la experiencia.

Como una adolescente que había arremetido contra mi padre, que una
mujer no necesitaba un trabajo para encontrar la felicidad. La felicidad era un
vientre preñado, un hogar y un marido que cuidar. Y Peter llevaba ese
corolario, con excepción de la parte preñada, cumplí los sueños de mi padre a
la perfección absoluta.

La ironía en la búsqueda de la libertad en la cárcel nunca se me escapó.


Fue allí donde se nutrió y me dieron la libertad de convertirme en la mujer que
yo creía que estaba destinada a ser.

Y ahora me veía obligada a enfrentar el hecho que una vez fuera de este
confinamiento y sus paredes reconfortantes, había caído en el viejo hábito y
tal vez una antigua visión de mi misma, tal vez demasiado pronto.

Y esta vez no tenía a nadie a quien culpar, sino a mí misma.

Dejando atrás la cuestión de la culpa por un momento, traté de pensar en


la manera de ratificar la situación. Sin embargo, desafortunadamente todos
los callejones conducían a un camino sin salida. Después de todo yo estaba en
Canadá ilegalmente, no era nacionalizada, ni siquiera era un inmigrante. Me
había colado por la frontera como una desertora, ayudando he instigando a la

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fuga de una prófuga de la justicia ni más ni menos. No era algo que los
probables empleadores estarían dispuestos a hacer de la vista gorda.

Ice tuvo suerte, en eso Pop no dio un trasero de caballo, que o quien era
ella, mientras fuera buena en lo que hacía, que sin duda alguna lo era y
todavía lo es. Sin embargo el problema era que muy probablemente no había
más de un "Pop" en una ciudad de este tamaño. Sin papeles, sin ni siquiera un
pasaporte. Estaba muerta en el agua por así decirlo.

Mi estado de ánimo fue de mal en peor y cuando la lluvia se detuvo, salí y


tomé mis frustraciones en la cabaña, golpeando mis uñas hasta que me
salieran crudas ampollas en mis manos.

Cuando Ice vino a la cima de la colina, a pasos desgarbados en su caminar y


un fajo de billetes en su mano para una noche en el pueblo. Me temo que hice
un trabajo de carnicero arrancando su cabeza

En sentido figurado por supuesto.

Y en ese nanosegundo de la eternidad entre las palabras "oh" y "mierda"


me di cuenta de lo que había hecho, y lo que había hecho desapareció mi
enojo, reemplazado por una profunda recriminación, que me habría ahogado
si yo lo hubiera dejado.

Si Ice hubiera decidido devolverme el favor, seguramente no estaría


escribiendo esto hoy.

En cambio, con una paciencia que a nadie enseño, sino solamente a mí,
ella me ofreció un hombro fuerte y un oído atento, si yo lo aceptaba y lo
tomaba.

Y le devolví su bondad con palabras que me avergüenzan hasta este día, lo


que demostraba que mi ira no se había ido del todo. Que cobarde fui. Solo
espero una oportunidad para emboscarla en un ataque de celos tan verde que
el mundo parecerá bañado en ella. Una herida sangrienta para la cual no hay
salvación.

Su rostro se endureció entre líneas de piedra, se apartó de mí dejando


caer a mis pies el fajo de billetes que había traído consigo esperando para

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gastarlo en una noche agradable para las dos, luego se alejó sin decir una
palabra más.

Y así fue como me encontré sentada sola en el sofá de la casa de Rubí,


mirando las palabras de un libro que no tenía ganas de leer, escuchando
música de orquesta de la cocina que no tenía ganas de escuchar, y ver a un
reloj renunciando a cada minuto con más moderación que un avaro
extendiendo un préstamo.

Estaba tan sumergida en el pozo de mis pensamientos que no oí el llamar


de la puerta, casi salté del sofá cuando la cabeza canosa de Rubí se asomó
por la puerta de la cocina, una leve sonrisa arrugaba sus labios.

- Hay alguien aquí que quiere verte Tyler. -

Estaba a mitad del camino de la habitación, con unas disculpas listas en el


inicio de mi garganta antes de detenerme ante una visión, no de Ice, sino de
una joven muchacha que caminaba por la habitación con un grupo de libros
estrechado torpemente sobre su pecho.

Me detuve en seco, la veía boquiabierta, mi cerebro marchaba con la


rapidez de un semi pesado cuesta arriba. Desde un lugar desconocido, mis
modales se las arreglaron para reafirmarse con una sonrisa que probablemente
florecía tan falsa en mi cara.

- Hola.... -

La joven me devolvió la sonrisa, aunque la suya era notablemente más


genuina que la mía.

- Hola señora Moore- dijo con la timidez de una joven de su edad.

-¿Te conozco de algún lado? - Oh si, el viejo dieciocho ruedas seguía bien
cuesta arriba. En primera velocidad.

La chica se sonrojo. - Um si señora, nos conocimos en la cafetería hace


algunos meses. Me temo que no fui muy amable con usted. -

Luego de hacer clic. La mujer que me buscaba a mí era la que si


entrecerraba los párpados era la misma camarera que había conocido con el

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doble de su edad, cuando vine por primera vez al pueblo. Es increíble que
aplicarse maquillaje envejece tanto a una persona, mi mente seguía
trabajando alegremente, alguien debería decirle que este aspecto le queda
mucho mejor que el " dame duro y guardala humeda" al que parece estar a
favor.

De repente el silencio hizo sentir su presencia.

Oh, ella estaba esperando un tipo de respuesta - Um, ... Un gusto verte de
nuevo. - ok, eso no salió muy bien. Intentémoslo de nuevo. - Te... Puedo
ayudar en algo? -

La mujer se sonrojo de nuevo. - Yo... Um... ¿Escuché que eres maestra? -

¿de quién? Entonces me acordé, diciendo a Rubí un cuento severamente


corregido de la maestra que fui antes de mudarme a Canadá. Después de
todo ella no necesitaba saber que mis estudiantes eran duras criminales.
Nuestra amable he entrometida anfitriona seguramente pasó esa información
durante una de sus sesiones semanales de intercambio de chismes que
simulaban ser torneos de bridge

- He dado algunas clases - tenía un poco de curiosidad por saber a dónde


se dirigía esta conversación en particular, ya que no tenía la menor idea.

El rostro de la chica se iluminó - Genial -

El silencio se extendió una vez más.

-¿Necesitas algo? - le pregunté por último, imaginando que podía sentir


musgo crecer al lado norte de mi cuerpo.

-¡Oh!.. Si.. Um.. Yo necesitaba algo de ayuda... Abandoné la escuela el año


pasado. Me aburrí supongo - ella se encogió de hombros - De todos modos
no estaba aprendiendo mucho. Imagine que sería mejor tomarme el empleo
de tiempo completo como camarera y ganar algo de dinero.

Asentí - Y ahora piensas que has cometido un error -

Ella resoplo - Y uno grande. No quiero ser camarera toda mi vida, pero sin
un diploma, nadie voltearía a verme dos veces. Así que estoy atascada. -

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-¿Y porque no vas a la escuela entonces? -

-No es tan fácil, verá, arme un gran lio cuando me fui. Estaría
avergonzada de volver ahora. -

Asentí de nuevo, entonces espere a que ella presentara el caso en el que


estaba interesada trayéndolo sobre la barra.

Tomó una respiración profunda, y luego lo dejo escapar lentamente - Así


que cuando me enteré que usted era maestra, me pregunte si tal vez usted
podría ayudarme. Vera, hay una manera de poder conseguir mi diploma sin
tener que volver a la escuela. Puedo tomar una prueba y si la paso, puedo
obtener mi diploma. En realidad solo necesito ayuda con dos clases. Inglés e
Historia Mundial. - Ella me mostró los libros de texto que todavía tenía cerca
de su cuerpo. - Estos se los pedí prestado a mi hermano, el era inteligente y
se quedó en la escuela.- Ella tomó aliento de nuevo - Así que si usted está
interesada o cualquier cosa, yo esperaba que tal vez usted podría ayudarme.
Usted sabe, como mi tutora? Yo le pagaría su ayuda. Mis padres incluso me
ofrecieron algo de dinero - se apresuró a decir con el rostro serio como su
suplica hacia mi - Voy a venir todos los días después del trabajo, si usted
quiere. Estaré todo el tiempo que usted crea necesario o cualquier cosa.

Pensé en ello durante un largo rato, mirando fijamente sus ojos y ver su
difícil lucha bajo el peso de mi mirada. Me di cuenta que las respuestas a
algunos de mis problemas estaba de pie delante de mí rechazando mirar un
caballo de regalo en la cúspide. - Claro ¿Porque no?, podemos empezar
mañana si quieres - otro pensamiento me golpeó - ¿Rubí? -

La cabeza canosa se elevó demasiado rápida - Mi casa es tu casa Tyler, ya


lo sabes, eres bienvenida a utilizar el estudio -

Me resistí a lanzarle la mirada más amenazadora a mi anfitriona espía. En


lugar de eso, inventé la sonrisa más grande y amable. Era casi perfecta. -
Gracias - me volví hacia la chica - Parece que tenemos un acuerdo
entonces... Um... No se tu nombre -

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-¡Oh! Lo siento, soy Kelly - ella sacó su mano rápidamente y dejó caer
sus libros.

Chocamos cabezas llegando a recogerlos.

Luego se echó a reír.

Si las cosas con Ice fueran así de simples.

Después de que Kelly se marchó, dándome las gracias efusivamente y


pidiéndome disculpas una vez más por el chinchón de mi cabeza, asomé la
cabeza a la cocina y le sonreí a Rubí que estaba trabajando con esmero
trabajando en un crucigrama y bebiendo café. - Gracias -

Miró hacia arriba con los ojos amplios detrás de sus gafas de lectura que
usaba para trabajar de cerca - ¿Por utilizar el estudio? De nada, realmente
no necesitabas preguntar-

- bueno, por eso también. Pero en realidad gracias por hacer correr la voz
de que yo era maestra. Estaba preocupada por no tener trabajo. Y usted me
ayudó a conseguir uno. -

-Me gustaría poder tomar el crédito de eso Tyler, pero en realidad no le he


dicho nada a nadie acerca de ti o Morgan. Todo depende de ti lo que quieras
compartir con ellos. No son sus asuntos, de lo contrario. -

-Pero si no lo hizo... -

Así como lo pregunté, sabía la respuesta. Lo sabía con cada fibra de mí ser.
Sabía que solo había una persona capaz de llegar a tales extremos en busca
de mi felicidad.

Ice.

* * *

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Si mi amante nunca llegó a casa ese fatídico día, no lo sé. Nunca hemos
hablado de ello. Aún hoy en día cuando el agua nos pasa por encima, debajo
y alrededor del puente que atraviesa nuestra vida juntas.

Lo único que se con certeza es que ella no había regresado cuando por fin
mis ojos se rebelaron contra mí edicto de permanecer despierta, o bien
haciéndome llevar en un sueño irregular lleno de terrores nocturnos. Si ella
vino a mi cama para calmar mis sueños. Nunca desperté para sentirlo y
cuando desperté a la mañana siguiente, ella se había ido, como si nunca
hubiera estado. Incluso Rubí no lo, sabía. O si lo sabía, no decía una palabra.

Lo único que se quedó inmóvil eran mis temores, aunque sea en la más
pequeña de las medidas, era que su habitación estaba exactamente como la
había dejado. Todas sus pertenencias guardadas casi con precisión militar tan
característica de ella ¿cómo me resistí al impulso de enterrar mi cara en la
camiseta que había en el fondo de su cesta? Nunca lo sabré, pero con una
firme resolución decidí buscarla y arreglar el asunto pendiente entre nosotras.

* * *

Debería haber sabido que cazar a una mujer que en su vida pasada fue una
asesina de la mafia, era una tarea infructuosa, pero con una obstinación que
habría hecho sentir muy orgulloso a mi padre, busqué por cada pulgada del
pueblo con la esperanza de encontrar a mi amante deliberadamente
desaparecida.

Volví con las manos vacías y el corazón pesado al lugar donde todo empezó;
la cabaña a medio construir cerca del lago.

Ella estaba sentada cerca de la piedra angular, su espalda plana presionaba


la edificación, con una pierna extendida y la otra descansando contra el suelo.
Sostenía una aguja de pino entre sus largos dedos mientras miraba hacia
abajo el camino que llevaba al lago que estaba siendo azotado por un oleaje en
respuesta a ráfagas intermitentes de viento.

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Tormentas apiladas como un castillo de bloques de un niño, una sobre otra


lejos a través del agua, pero tenía la sensación que la tempestad que se
avecinaba bajo las nubes crecientes también podría darle a la tormenta
invasora más de lo que se esperaba.

La mire fijamente durante un largo rato, mi mente intentando recurrir a


una táctica inicial mientras trataba de ignorar el hecho de que ella estaba
ignorando mi presencia. La cobarde en mi quería correr y esconderse, pero la
mujer que mi amante había ayudado a desarrollar seguía firme, sin desear
nada más que derribar los muros que mis propias palabras habían levantado
alrededor de su corazón.

No importaba cuan sincera fuera una disculpa lleno de promesas con llanto.
Parecía algo demasiado superficial para dar.

Finalmente el viento que azotaba el bosque en un frenesí me hizo dar un


paso adelante rompiendo la distancia palpable entre nosotras - Gracias - dije
demasiado suave para hacerme oír por encima del aullido del viento, aun
sabiendo que ella lo oiría de todos modos.

Entonces se volvió hacia mí, la mirada en sus ojos de resignación absoluta


desgarraba mi corazón más que cualquier molesta recriminación jamás podría.
-¿Porque? -

Tragándome los sentimientos que su expresión causó en mí, di un paso


más cerca luego me detuve una vez más. - Por enviarme a Kelly. Eso fue
algo increíblemente maravilloso. Especialmente para alguien que te trató como
lo hice -

Encogiéndose de hombros a medias, ella ágilmente saltó sobre sus pies y se


apartó de la construcción - Encantada de ayudarte -

Cerró la distancia entre nosotras pasando a mi lado. En un ataque repentino


que solo puedo describir como locura, extendí la mano y tome su brazo para
evitar que pasara. Se detuvo luego se volvió y miró mi mano en su brazo.
Luego me miró a los ojos, su parpadear me mandó un lento mensaje que
incluso el más lento de los genios podría adivinar.

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Retirando mi mano rápidamente, abrí la boca para decir algo, cualquier


cosa, cuando una extraña sensación se apoderó de mí. El viento que hasta
entonces había estado cambiando de direcciones como si tratara de decidir en
qué dirección volar. Se detuvo de repente. Cada bello de mi cuerpo se erizo de
una forma no muy agradable, un cosquilleo recorrió a lo largo de mis
terminaciones nerviosas.

Lo próximo que supe es que estaba siendo llevada al piso cubierta por una
manta viviente de protección, cuando algo veloz y brillante y con un apestoso
olor a cable quemado estallo a mi alrededor, tan ensordecedor más que
cualquier otra cosa.

Entonces algo, yo no sabía qué, se derrumbó sobre nosotras, sacando el


aire de mis pulmones cuando mi cabeza impactó en la construcción de
cemento detrás de mí. Todo se volvió negro y volvió el silencio una vez más.

Cuando me desperté, podía escuchar el sonido de la fuerte lluvia sobre la


lona de plástico que cubría el techo de la cabaña parcialmente terminada.

O al menos era donde yo pensaba que estaba, con una cabeza que se
sentía como el sexto día de cinco de estar doblado, y un pecho que se
preguntaba si había sido utilizado por los Osos de Chicago que embisten el
maniquí en algún momento del pasado reciente, podría haber estado
atrapada dentro de una bolsa de plástico y no haber notado la diferencia. O
interesarles mucho en verdad.

Después de un momento, se me ocurrió que abrir los ojos podría ser una
buena idea, y así lo hice. Luego los cerré rápidamente cuando todo lo que vi
fue una neblina borrosa.

Sentí que algo rozó mi cabeza y salté, inmediatamente me arrepentí pues


el mundo giró como un trompo amenazante fuera de control durante un largo
rato. Mi estómago se reveló al instante, pero por suerte no había nada en
ella, así que después de un momento, a regañadientes me acosté hacia
abajo.

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Cuando estaba muy segura de que todo lo de mi cuerpo se iba a quedar allí,
y mientras mi cerebro presionaba para salir por mis oídos, me atreví a abrir
los ojos de nuevo. Cuando mi visión borrosa se aclaró, vi a Ice mirándome,
la preocupación claramente grabado en cada línea de su rostro. Sonreí
débilmente. - Oye -

-¿Estás bien? - la mirada de sus ojos desmintiendo la dureza en su voz.

- Tan pronto como me des el número de matrícula del camión que me


golpeó, si - cuando ella no mordió el anzuelo, y pobre no la culpo, suspire,
cambiando un poco - Estoy bien, en serio -

El toque en mi cabeza llegó de nuevo, y esta vez lo reconocí como lo que


era, la mano de Ice acariciando por encima de mi cabello. Entonces me di
cuenta que la superficie dura de mi cabeza estaba apoyada sobre su muslo.
Resistí el impulso de acurrucarme, sin saber cómo estaban las cosas entre
nosotras. Incluso teniendo en cuenta la intimidad relativa de mi posición
actual. -¿Qué pasó? -

-Cayó un rayo, golpeó el gran pino junto a la casa y una de las ramas cayó
sobre nosotras - se movió un poco y note una mirada de dolor cuidadosamente
controlada cruzando su rostro.

-Estas herida -

-Estoy bien -

-Pero... - luché para sentarme, una tarea verdaderamente desesperante,


cuando su mano libre descansó sobre mi pecho, anclando mi cuerpo al suelo.

-Estoy bien -

El tono de su voz no había conseguido atravesar la mirada de sus ojos, sin


duda terminando el trabajo, por lo que yo obedientemente me recosté sobre
su muslo. Después de un momento su mano comenzó a acariciar mi pelo otra
vez suavemente, haciendo más por mi cabeza hinchada que una montaña de
analgésicos. Aprovechando las cosas, me estire y cubrí su mano que
descansaba sobre mi pecho, dándole el más breve de los apretones. -
Gracias por salvarme la vida. Una vez más -

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Eso consiguió la reacción que estaba buscando, una pequeña sonrisa irónica
que alcanzó el azul de sus ojos - Viene con el trabajo -

Podía sentir mis cejas elevarse por detrás de la franja de mi cabello, -


¿trabajo? -

Su sonrisa se profundizó minuciosamente - Alguien tiene que cuidar de ti.


Bien podría ser yo-

Le devolví una triste sonrisa - Un duro trabajo. A veces las condiciones de


trabajo no siempre son las mejores. Y el salario es una mierda- tragué con
fuerza luchando contra las lágrimas cerrando mi garganta como cuando la
conversación de repente adquirió un significado más profundo.

Su mano dejó mi cabello, entonces sentí sus nudillos rozar suavemente la


piel de mi mejilla. - Tal vez. Pero la experiencia que me ha dado es algo que
no cambiaría por todo el dinero del mundo -

Las lágrimas vinieron a continuación. Rodando calientes y pesadas por mis


mejillas amortiguadas por la mano que seguía acariciando suavemente mi
piel. - Lo siento mucho Morgan..... Yo no sé lo que me pasó ayer. No quise
decir esas palabras que te dije, ninguna de ellas. Dios... Lo siento tanto. -
¿cuándo las palabras se volvieron de repente tan inadecuadas? ¿Cómo podían
ellas cortar el hueso en un minuto y convertirla en anémica a la próxima?

Cedi a mi miseria, me cambié de lado acurrucándome en posición fetal,


presionando mi tibia cara contra su abdomen inferior. Mi corazón llorando
como una niña pequeña.

Ella no dijo nada, simplemente seguía acariciando mi cabello. Dejando salir


todo lo atrapado en mi interior, su sola presencia me dice más acerca de su
amor por mí que cualquier palabra hablada jamás podría.

Finalmente vacíe todo el veneno, me di la vuelta de nuevo sobre mi espalda


y la mire con los ojos hinchados por el llanto. - ¿Puedes perdonarme? -

Se inclinó rozando el dedo tiernamente en mis labios - Si - susurró

El alivio que me recorrió fue nada menos vertiginoso - Gracias -

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Ella me sonrió y luego se acurruco cerca de mí. Esperando a que pase la


tormenta en un cómodo silencio.

* * *

El verano estaba llegando rápidamente a su fin, y con el nuestro tiempo


bajo la generosa y a veces invasiva hospitalidad de Rubí. La cabaña estaba casi
terminada, solo necesitaba unos toques finales para ser la casa que había
soñado durante tanto tiempo.

En la mañana de un cierto verano, me dirigí al pueblo haciendo un recado


para Ice, debía buscar una herramienta en particular que había dejado atrás
en el garaje de Pop. Caminando por la calle principal mi curiosidad fue
capturada, como lo era muy a menudo, esta vez por la puerta abierta del
Pino de Plata. Rubí había llenado mi cabeza de muchas excentricidades de la
nueva propietaria, por lo que decidí hacer un pequeño desvío solamente para
calmar mi estado de ánimo ligeramente travieso.

Al llegar a la puerta principal estaba a punto de meter la cabeza y echar un


rápido vistazo cuando una gran montaña chocó conmigo, enviándome de
nuevo al patio, mis brazos agitándose para mantener el equilibrio.

-¿Estas bien querida? - la montaña me pregunto con un fuerte acento de


Bronx - No esperaba ninguna visita a esta hora del día, ¿te conozco de algún
lado? Me pareces terriblemente familiar. ¿Los Hampton tal vez? -

Tremendamente desconcertada, solo podía mirar sin decirle nada a la


mujer mientras me acribillaba con su inquisición de tiro rápido. Ni siquiera en
la cárcel había visto una mujer tan grande, ella incluso superaba por seis pies a
Ice y tal vez cuatro veces más ancho. Todo desde la cabeza a los pies era color
rosa convirtiéndola en un espectáculo para la vista, y he aquí que yo lo hice,
afloje mi mandíbula con asombro.

Su cuerpo literalmente goteaba con joyas llamativas falsas o verdaderas,


no lo podría decir, anillos adornaban cada dedo, y los broches horribles se

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adherían a su pecho como sanguijuelas, una densa nube de perfume emanaba


de ella atrapándome en su red no muy fragante. Me frote la nariz contra el
impulso de estornudar.

Debajo de un gigantesco brazo un pequeño perro de ascendencia


indeterminada asomó la cabeza, aunque supuse que por su blanca
esponjosidad había un poodle enterrado dentro de toda esa mezcla. No podía
precisar que tan profundo, sus pequeños y brillantes ojos marrones me
observaban mostrándome sus dientes afilados y una lengua enroscada, que
me llevaba a creer mi difusa manera que tal vez una rata también estaba de
dentro de esa criatura o al menos un noble antepasado.

Volviendo la mirada a su mirada, la mujer inclinó la cabeza, con los ojos


tan abiertos de compasión que solo se ve en personas verdaderamente
arrogantes

- Oh, lo siento mucho querida, ¿también eres sorda? - pregunto ella en un


nivel de decibelios que podría haber roto los vidrios de ventanas a varias
millas de distancia. - Perdóname por mi error, es que te ves tan normal -

Tenía la tentación de responderle como se lo merecía, en cambio le di una


sonrisa amable

- Puedo oír, yo estaba... Asustada -

Llevó su mano libre hasta su pecho, sus montones de pulseras tintineantes


discordante con sus movimientos exagerados - Oh, qué alivio- pensaba que
no tendríamos alguna una forma de comunicación.

Me limite, a sonreír y asentir mucho.

-¿Dónde están mis modales? - preguntó después de una incómoda pausa,


sacando hacia afuera una mano envolvió una de las mías, era como darle la
mano a una fría y húmeda masa de pan. Y eso sería un insulto a la masa - Mi
nombre es Millicent Harding Post. Fuerte en la "T" querida, como
'tintineante' - su risa sonó como la de un pájaro, atravesando sus labios rojos
como los rubíes.

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Soltando mi mano, resistí la tentación de limpiármela en mis pantalones


cortos - Es un placer conocerla señorita Post- le respondí haciendo hincapié
en la 'T'.

-Oh por favor querida, aquí todos somos amigos ¿verdad?, no hay
problema con Millicent. ¿Y tú eres? -

-Tyler Moore ¹ -

Sus ojos se ampliaron tras los cristales de sus gafas, abriéndolos


cómicamente - Oh, pobre. ¿ En qué pensaban tus padres? -

Probablemente lo mismo que sus padres cuando decidieron llamarla


"Millicent" pomposa vieja charlatana. No es que lo haya dicho en voz alta por
supuesto. Aunque para ser perfectamente honesta, hubo un momento en el
que estuve profundamente tentada. Sonreí irónicamente a su falsa piedad,
desviando la conversación a otra dirección esperando que fuera más segura. -
¿Usted es la nueva propietaria del Pino de Plata? –

Mary Tyler Moore : Actriz y cómica estadounidense

Millicent se volvió para mirar por encima de su hombro carnoso al edificio en


cuestión, luego se volvió hacia mí. - Por desgracia sí. Ha sido la cruz que he
tenido que soportar desde que Mamá Carmody murió -

-Siento su pérdida -

Ella agitó una mano hacia mí - No es eso querida. Porque yo no sabía que
tenía una tía, hasta que un día un abogado en un traje de mono y bronceado
californiano tocó mi puerta una mañana y me dijo que la vieja bruja había
muerto, dejándome a cargo esta inútil pila de madera. - Ella negó con la
cabeza. Una verdadera mártir de la causa, y luego con cariño acarició la
cabeza de su perro, envolviendo al pobre en su totalidad con el tamaño de su
mano. Me pregunté si ella le estaba dando una conmoción cerebral. - Estaba
muy tentada de vender esta cosa y acabar con esto de una vez. Pero
Puddles aquí me dijo que a ella le gustaría la oportunidad de ver cómo vive la

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otra mitad, y así se nos ocurrió. ¿No es así Puddles? Por supuesto que lo es.
Usted es la pequeña consentida de mama ¿no es así? -

Justo cuando parecía que "La pequeña consentida de mamá" iba a agregar
algunos agujeros adicionales a la pequeña nariz de mama en represalia por
exprimir sus entrañas fuera de sus oídos, Millicent la apartó y me sonrió, sus
dientes blancos manchados con el lápiz labial sangriento - ¿No es ella la cosa
más dulce que has visto en tu vida? -

Mire los ojos saltones, dientes puntiagudos, la lengua enroscada y el hocico


untado de rojo por los besos de Millicent - Oh sí. Muy dulce - yo
subrepticiamente toqué mi nariz para ver si no había crecido.

Ella inclinó la cabeza una vez más. - ¿Estas segura que no te he visto
antes? Nunca olvido una cara y la tuya me es muy familiar -

-Bueno, yo vengo al pueblo con bastante frecuencia... -

Sacudiéndome de nuevo su mano, ella negó con la cabeza - No, aquí no


querida, a menos que ellos les paguen a los clientes, nunca me fijé en nadie
de aquí. Tu eres una de nosotros ¿verdad? -

-¿Discúlpeme? -

-Uno de nosotros querida, un americano. No una de esas... Canadienses.


Creí detectar tu acento del medio oeste en tu discurso -

Por la forma en la que me miró, sabía que acababa de llamarme campesina,


aunque de la manera más educada - Yo nací en los Estados Unidos - admití.

Ella asintió triunfante con la cabeza - Ella tenía razón! -

La mire fijamente, tratando de entender lo inentendible - ¿Quien tenía


razón? -

-¿Quién? Puddles por supuesto. Ella me dijo que hoy encontraría una
encantadora joven estadounidense. ¿Y sabes qué?, la tengo!.

Me tomé un breve momento para preguntarme si a lo mejor su perfume


contenía algún producto químico que alterara la mente. Porque la conversación
estaba tomando una curva muy extraña.

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-Así que... ¿Te gustaría ver lo que he hecho con el lugar? Simplemente no
creerás lo que he trabajado en este lugar. -

-Um.. En realidad lo haría - le conteste - Yo solía venir aquí cada verano


con mi familia. Me encantaba el Pino de Plata. -

Volviéndose de nuevo a mí, Millicent me miró como me imagino que se


podría mirar a una pantalla especialmente repugnante de excrementos de rata
esparcidas en su propia cocina.

—Por supuesto que sí, querida.

Entonces después de un momento ella sonrió.

—Eras una niña en ese entonces, querida, estoy segura que ahora de adulta
tus gustos han cambiado drásticamente, ¿no? Vamos, sólo hecha un rápido
vistazo. Prometo que no te decepcionarás.

—Bueno, en realidad debo hacer algo...

—Tonterías, querida. No debe ser algo tan importante como para prescindir
solamente un momento para aliviar a una compañera de pensamiento
americano.

—En realidad, no…

Ella hecho un pesado brazo como el plomo sobre mis hombros. El olor
dulzón de su perfume causaba que mis ojos se desprendieran y empezaran a
girar

—Entonces, adelante. Simplemente no vas a creer lo que un poco de


tiempo, esfuerzo y gusto puede facilitarte. Incluso en un lugar como este en
medio de la nada.

Ahora lo más probable es que hubiese intentado escaparme de ella lo


suficiente, pero a decir verdad ella podría haberme llevado al Séptimo Círculo
de Dante y yo hubiera ido. Tal era el estado de mi mente en ese momento.

Ella me llevó al vestíbulo y luego se alejó. Sin duda alguna me dio el margen
necesario para ponerme de pie y mirar con anchos ojos de asombro los
cambios que había realizado.

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Siendo del tipo complaciente, hice exactamente eso, aunque tenía una
sensación de mareo, rápidamente la reemplace con una de maravilla que se
espera sentir al ver la obra de su diseñador de interiores, yo estaba segura que
era una persona que leía Romances de Arlequín en busca de inspiración.

Atrás quedaron los adornos de madera y náutica que tanto me deleitaron


cuando era niña. En su lugar había terciopelo rojo y tapices brocados en oro,
muebles antiguos y alfombras intrincadas más comunes que una casa francesa
de mala reputación más simple que una cama y desayuno. Tan perfecta era la
ilusión que yo esperaba ver prostitutas ligeras de ropa, recostadas sobre los
sofás esperando por el próximo cliente. En una esquina estaba Puddles a la
altura de su nombre, bautizando una alfombra persa. Me pregunté si sería
costosa.

No pude evitar reírme ante eso, pero rápidamente la escondí.

Millicent sonrió a su mascota con cariño antes de volverse hacia mí,


extendiendo sus enormes brazos para abarcar todo el vestíbulo

—Bien. ¿Qué te parece?

—Es... es... —Ok, Ángel, piensa, ella es treinta centímetros más alta y pesa
300 kilos más que tú. Así que di lo que se te ocurra y que sea bueno —.
Bueno, es... Diferente.

Ella sonrió como si yo le hubiera dicho que era la fotógrafa principal de


House Beautiful.

—Sabía que te gustaría, querida. Sabía que eras una mujer de gusto
exquisito el momento que puse los ojos en ti.

Sonriendo y asintiendo con la cabeza, me rasqué la nuca cuando las


palabras me fallaron.

Dando un paso más cerca, ella hizo como si quisiera engullirme una vez
más.

—Ven, vamos a dar una vuelta. Cada habitación tiene un tema distinto,
todos ellos te encantaran. Estoy segura.

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Hábilmente salí de la forma de su brazo en dirección contraria, levanté mis


manos en un gesto de rendición, esperando que lo haya entendido.

—Por mucho que me encantaría hacer esto, le prometí a mi amiga que


haría algo por ella y realmente necesito hacerlo. Ella confía en mí —le di la
mejor sonrisa que está destinada para mujeres que no quieres encontrarte en
un callejón oscuro—. ¿Tal vez en otra ocasión?

El puchero que ella me dio hizo que sus ojos desaparecieran en los bastos
pliegues de sus mejillas. Pero cuando vio que no funcionaba en mí, relajó su
expresión a una sonrisa.

—Por supuesto, querida. No quiero mantenerte alejada de cualquier cosa


importante. Ven, te acompañaré a la salida. Es lo menos que puedo hacer para
ayudarte.

Reprimiendo un pequeño estremecimiento, permití que ella colocara su


brazo alrededor de mis hombros una vez más, guiándome por el camino que
habíamos venido. Sentí una sensación de alivio cuando el aire fresco del
mundo exterior me reclamó una vez más, aclarando mi mente, así como mis
senos.

Entrecerrando los ojos por el resplandor del día, vi una forma muy familiar
paseando casualmente por la calle hacia el garaje de Pop. Mierda,
probablemente piensa que me olvidé de ella.

Y no lo había hecho. Ni siquiera por un segundo.

Sentí a Millicent tensarse a mi lado y mirando hacia arriba, la vi seguir los


movimientos de Ice con los ojos, con una expresión que solo recuerda a una
persona que acaba de morder el más amargo de los limones estampada en sus
floridas características para que todos lo vieran.

—¿Algo está mal? —le pregunte, preguntándome si estaba viendo algo que
no era.

—Típico, sólo típico.

—¿Discúlpeme?

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Arrojó una mano enjoyada en dirección a mi pareja.

—Ella, querida. Tan común, tan... masculina.

Mis cejas se elevaron.

—¿Masculina? —eché un vistazo más de cerca, algo que me gustaba mucho


en extremo, mis ojos recorriendo su forma delgada con gran placer—. Creo
que ella es hermosa.

Y por supuesto que lo era, aunque estoy segura que mi tono de voz hizo
poco por ocultar mis verdaderos sentimientos.

Se volvió hacia mí, todavía con esa cara de limón agrio en su rostro.

—Si te gusta ese tipo, lo supongo. La belleza genética está bien para los
plebeyos. La verdadera belleza tiene elegancia, tiene crianza. Es bastante
obvio que ella no tiene ni una de esas cosas —ella chasqueó la lengua—.
Porque yo te apostaría a que esa mujer no sabría reconocer un stripper aunque
se topara con uno.

De alguna manera, y no sé cómo, resistí la tentación de decirle a la


charlatana exagerada que no sólo que Ice tenía más estilo, porte y elegancia
en su dedo más pequeño que ella en todo su abundante cuerpo, sino que
también podía y había leído a Kafka y Solzhenitsyn en su idioma original y que
ella podría cantar el Aria de Elena de La donna del lago tan hermosamente que
las estatuas llorarían de alegría al oírlo.

Sin embargo no dije nada de eso. ¿Cuál habría sido el punto? Las mentes
cerradas se tomaban su tiempo para procesarlo y al tiempo no le gusta esperar
con los gustos de éstas.

Saqué una sonrisa de alguna parte y me volví hacia ella.

—Bueno, si me disculpas. La verdad es que necesito seguir adelante.


Gracias por el paseo y por la conversación. Fue agradable conocerte.

—Lo mismo a ti querida. Vuelve en cualquier momento. Solo asegúrate de


mantenerte alejada de mujeres como ella. Créeme, no traen más que
problemas.

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Más de lo que sabe señora. Más de lo que sabe.

* * *

Mis ojos se ajustaron a la oscuridad del garaje, caminé hacia donde Ice
estaba hurgando en una de las cajas de herramientas repartidas por toda la
amplia estructura - Lo siento. Me atrapó la propietaria del Pino de Plata y ella
no entendía un "no" por respuesta -

Mirando hacia arriba, Ice me favoreció con una media sonrisa - Lo imaginé.
No es gran cosa, necesitaba una herramienta más de todos modos -

Me acerqué a darle un beso cuando un carraspeo interrumpió mi acción.


Volviéndome espié a Pop justo en el interior del garaje, quitándose el gorro
mientras se pasaba una mano por el pelo - Buena tarde, Tyler, Morgan -

-Hola Pop! - parpadee para poder mirar al hombre. De alguna manera algo
no parecía correcto con él. De curiosa me acerqué a él notando como el
agachaba la cabeza tímidamente lejos de mí - ¿Qué le pasó? - le pregunte
observando el estelar de colores brillantes sobre su ojo derecho hinchado, así
como un corte irregular por su mejilla canosa - ¿Quién le hizo esto? -

—No es nada importante —respondió dando un paso lejos de mí.

—¿Que paso? —la voz mando de Ice floto a nosotros desde las
profundidades del garaje en sombras.

—Una pandilla de jóvenes matones en el bar arriba de la calle, tenían una


gresca. Perdón por el lenguaje. Debería saber lo que es ir allí a mi edad. Sabía
lo que habría, pero quería una fría y no podía resistir eso. —Luego se encogió
de hombros—. De ahora en adelante me quedaré bebiendo en casa. Como he
dicho, no es nada de otro mundo.

—Para mí lo es —le respondí—. Nadie tiene derecho de golpear a otra


persona. Es estúpido y grosero.

Él me sonrió.

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—Ellos no son conocidos por sus cerebros o sus costumbres, Tyler, no las
obtienen. De todos modos, no vale la pena. Yo aprendí mi lección.

Aunque no podía ver a Ice en la oscuridad, pensé captar una pequeña


inclinación de cabeza dirigida a mí, haciéndome sentir mucho mejor después
de toda esta situación. Lo suficiente como para dejarlo, al menos con Pop.

—Bueno, asegúrese de poner un poco de hielo en ese ojo para evitar que se
inflame más de lo que ya se ve.

—Una libra de hamburguesa cruda está esperando para hacer precisamente


eso, Tyler —se encogió de hombros otra vez—. Es lo que mi esposa solía
utilizar en mí de todos modos. Imagínate que haré lo mismo ahora como en
aquel entonces.

Volvió la cabeza hacia Ice.

—Hablando de eso, la hermana de mi esposa se enfermó en el interior del


país. No la he visto en años, pero le prometí a mi Maggie que me ocuparía de
sus parientes después de que ella falleció, así que supongo que es lo que
haré. Estaba preguntándome Morgan, si no te importa, echarle un vistazo a
este lugar por mí. Voy a cerrar y esto estará ajustado cuando me vaya, pero
me gusta que mis cosas estén donde las dejé. Uno nunca puede estar
demasiado seguro en estos días, incluso en un pueblo como este. Si lo piensas,
me dices, sólo si necesito encontrar a alguien más.

—No hay necesidad de cerrarlo —respondió Ice—. No me importaría cubrirte


por unos días.

—No podría pedirte eso...

—Entonces no lo haga. Considérelo un hecho.

Ahora, Pop podría haber sido viejo, pero también era inteligente. Él sabía
cuándo había sido noqueado y no tuvo reparos en decirlo. Asintió con la
cabeza, se puso la gorra y enderezó el borde manchado de aceite.

—Te doy mis agradecimientos, ya te dejo entonces. Me marcho mañana a


primera hora, así que cuando vengas encontrarás abierto.

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—Está bien.

—Bien, entonces. Conseguiré un viaje para estar listo, nos vemos luego —y
con eso se dio la media vuelta y salió del fresco garaje. Volviendo a su
pequeña casa ordenada.

Ice también salió de las sombras, llegando a mi lado con los brazos
cargados de herramientas. Agarrando una, me volví hacia ella y le sonreí.

—Eso fue muy dulce de tu parte.

Ella resoplo.

—Yo no soy dulce.

—Claaaaaaro, que no lo eres.

Sé que a ella no le gusta ser objeto de burla. Pero a veces no puedo


conmigo misma. Lo deja tan condenadamente fácil.

Ella frunció el ceño, pero mantuvo la paz, jugueteando con la llave de gran
tamaño en la mano.

—Vamos, tengo una cabaña que terminar.

Eché a correr para mantener algún tipo de ritmo tras las grandes zancadas
de mi amante y por el rabillo de mi ojo capté un destello brillante de color rosa
en dirección al Pino de Plata. Volviendo la cabeza, vi a Millicent observándome,
con esa mirada agria todavía en su rostro, sólo que ahora estaba dirigida a mí
así como a mi pareja.

Incapaz de resistir esa pequeña voz en mi cabeza, trotando un par de pasos


hacia adelante, crucé mi brazo alrededor de la cintura delgada de Ice.
Abrazándola mientras nuestras caderas chocaban mientras caminábamos.

—¿Porque es eso?

—Oh —le sonreí mirando por encima del hombro a la reacción del ceño
fruncido de Millicent—. Por nada.

Je Je Je

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* * *

Después de divagar un par de horas con Ice en la cabaña, fui a refrescarme


en la ducha para mi trabajo en la tarde. Como con Ice delante de mí, mi propia
reputación se había entendido más allá del estudio de Rubí. Antes de darme
cuenta, las ofertas de puestos de trabajo de tutoría entraban con mayor
rapidez de lo que las podía manejar. Jóvenes y adultos por igual.

Sin embargo ya que tenía que ayudar a construir mi casa, simplemente no


había suficientes horas al día para ayudar a todos los que me lo pedían, así
que aprendí a ser selectiva, algo que no me era tan fácil. Especialmente
cuando todo se redujo a quién enseñar y a quién lamentablemente declinar.
Después de todo, la educación es una de las cosas más importantes en el
mundo y es algo que todos merecen recibir.

El estudiante que estaba ayudando a finales de verano, era particularmente


muy especial, un niño de siete años con problemas mentales llamado Nikki,
había abandonado la escuela el año pasado debido a las burlas que había
recibido de sus compañeros. Había evitado las ofertas monetarias de sus
padres, pero cuando señalaron que estaban tratando a su hijo como un caso
especial y eso era algo que sin duda no queríamos que sucediera, me rendí a
su lógica innegable y acepté el dinero tanto como al niño bajo mi cuidado.
Algo que nunca he lamentado.

Terminando mis lecciones del día, me encontré en la mesa de la cocina de


Rubí, deleitándola con la interpretación de mi primer encuentro con la
incomparable Millicent Harding Post. Las lágrimas rodaban por mis mejillas
mientras le contaba cuentos de los extraños hábitos de la mujer y su trato a
Puddles como si el perro fuera humano, por lo menos entre ellos.

Ice había entrado poco antes, sucia por el trabajo, se había quedado arriba
para ducharse y cambiarse antes de volver al pueblo conmigo en busca de
algo para cenar.

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La noche se dibujaba rápidamente cuando sonó el teléfono. Levantándose


de su lugar de la mesa, Rubí respondió y luego lo acuno contra su pecho
mientras ella gritaba por las escaleras.

—Morgan, es para ti.

Después de un ahogado ―Lo tengo‖ que flotó hacia abajo desde el piso de
arriba, la sala se quedó en silencio, salvo por el tic tac del reloj encima de la
estufa.

El tiempo pasó lento en su andar como entre la conversación entre Rubí y yo


mordió el polvo. Oí la puerta de la habitación de Ice abrirse, luego cerrarse
tranquilamente seguida de nuevo por la quietud. Rubí y yo nos miramos la una
a la otra. Ella sonrió.

—Es igual estar allá arriba, sé que te está matando el no saber.

Me sonrojé un poco, pero me detuve de todos modos, sabiendo que yo


estaba bien y verdaderamente atrapada.

—Estoy segura de que no es nada. Probablemente algunas instrucciones de


última hora de Pop, quizás para no encender algún fósforo alrededor de las
bombas de gas o algo así.

Aun así no podía alejar la sensación de temor que parecía venir de la nada
como en momentos en los que estaba por cumplirse.

Sacudiendo la cabeza en mi locura, le sonreí de nuevo a Rubí, entonces me


empuje fuera de la mesa y me dirigí a las escaleras, tomándolas de dos en
dos hasta que prácticamente iba corriendo. Me detuve a golpear frente a la
puerta de Ice, luego entré a su habitación sin esperar una respuesta. Una cosa
grosera que hice, estoy de acuerdo, pero los modales eran la última cosa en mi
mente en ese momento. No podía explicar porque mi cuerpo me estaba
mandando esos mensajes, solo sabía que ahí estaban. Después de vivir
muchos años en la cárcel, eso era suficiente para mí.

Ella estaba de pie junto a la ventana, con su vista más allá del bosque, con
su perfil bañado por la luz de la luna. Una mano tomaba el estrecho alfeizar e

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incluso en la oscuridad en la que yo me encontraba, podía ver que los


tendones de su mano se destacaban contra la blanca palidez de su piel.

Al cerrar la puerta detrás de mí, cruce la habitación sin siquiera ser


consciente de lo que había hecho.

—¿Algo está mal? —le susurre mi pregunta, en verdad tenía demasiado


miedo de preguntarle como para expresarlo en voz alta.

Ella no respondió, solo mantuvo la mirada fija en los pinos que se mecían
suavemente sobre el camino que cruzaba detrás de la casa.

Puse una mano en su antebrazo, sintiendo la tensión en sus músculos allí


dormidos.

—Por favor, habla conmigo, Ice. Mis entrañas están a punto de estallar. Sea
lo que sea, necesito saberlo. Tal vez pueda ayudar…

Por fin se volvió, con una triste sonrisa en su rostro.

—No puedes ayudar en esto, Ángel. —Por encima de su sonrisa, sus ojos
eran claras piscinas incoloras que irradiaba su dolor.

Deslizando mi mano por su fuerte brazo, le agarré la mano y tire de éste con
suavidad, soltándola de su posición en el alfeizar, colocándolo contra mi
corazón que latía rápidamente.

—Por favor, Ice, habla conmigo. Cualquier cosa, incluso la peor noticia. Es
mejor saberlo.

Fácilmente podía ver sus pensamientos girando detrás de sus ojos


extrañamente incoloros y contuve la respiración cuando anunciaron su decisión
final.

—Cavallo está fuera.

Cualquier noticia que esperaba en mi pánico, seguro que no era esta.

—¿Qué?

—Está fuera. Su abogado se presentó ante el juez una apelación por la


condena.

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La mire sin habla por la confusión.

—Pero... —dije finalmente—. Pensé que estaba muerto. Los informes de los
diarios...

—Mintieron al parecer. O bien no publicaron la verdad por los de más arriba.


Cavallo fue abatido por los hombres de Salvatore, sólo que no fue asesinado.

—¿Entonces porque...?

—Para ellos debe ser el encubrimiento del siglo, creo. Me imagino que
habrán llegado a un acuerdo con él después de haber tirado su culo a las
llamas. Sin embargo, él debe de haber incumplido en algún momento porque
intentaron condenarlo.

—¿Qué pasó luego?

Tratando de entender la bomba de mi alrededor. De todas las cosas que


había considerado en la profundidad de la noche, cuando el estado fugitivo de
Ice vino y se asentaba en mi pecho, esta posibilidad no era una de ellas. No
sólo la policía, ¿la mafia también? Jesucristo.

—Los papeles que implante en su auto, al parecer era la piedra sobre la que
la fiscalía construyó su caso. En la apelación, llevaron a cabo un ―registro ilegal
e incautación‖. Sin esa evidencia, más o menos el caso se cayó. Y como yo soy
la que los plantó allí en primer lugar... —ella se encogió de hombros—. Es una
mierda, en todos los sentidos.

—¡Maldición! ¿Cómo te enteraste de esto?

—André. Él ha estado parando la oreja por mí. Me llamó tan pronto cuando
lo escuchó.

Mientras la observaba, tenía la clara sensación de que esto no había


terminado.

—Hay más, ¿no es así?

Después de un largo rato, ella asintió, lanzando su lengua para humedecer


sus labios resecos.

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—Cavallo corrió la voz. Él quiere cada trozo de carne de mi cuerpo. Y nada


va a detenerlo hasta que lo consiga. André también me dijo que Cavallo está
husmeando, de alguna manera se las arregló para meter la pata al menos
sobre una parte de mi rastro, aunque no creo que tenga bastante cerebro para
pensar que fui a la frontera. —Tirando su mano de la mía, ella se alejó de mí
otra vez. Con su puño cerrado sacudía la ventana, que bajó con fuerza del
alfeizar—. Sabía que debí haber matado a ese bastardo cuando tuve la
oportunidad. —Alzando su mano sobre su grueso cabello, lo arrastró sonriendo
en una autoburla—. Debo estar loca.

—No estás loca, Ice. Hiciste lo correcto.

Se dio la vuelta hacia mí. Estrechando sus ojos llenos de fuego.

—¿Por quién? ¿Quién, Ángel? ¿Tú? ¿Yo?

-¡Nosotras! —Grité y luego baje rápidamente el tono de mi voz, muy


consciente del hecho de que no estábamos solas—. Tus sueños, ¿recuerdas?

—Esos sueños están muertos... Nunca debí haberlos escuchado en primer


lugar.

Di un grito ahogado, luego retrocedí un paso de distancia, herida más allá


por sus irreflexivas palabras.

—¿De verdad quisiste decir eso?

Sus ojos se suavizaron al igual que su voz.

—Ángel. Soy una asesina, eso es lo que soy. Por ser lo que soy es que me
las he arreglado para mantenerme con vida todos estos años... Por ser lo peor
de lo peor que podrían arrojar sobre mí. Y la única vez que fui en contra de lo
que soy, esto es lo que sucede. —Ella sonrió de nuevo, esa triste sonrisa que
rompía mi corazón en miles de fragmentos—. Nunca estuve destinada a vivir
esta vida, Ángel. La paz no es algo que merezco. El amor no es algo que
merezco. —Hizo una pausa como si pesara el peso de sus palabras—. Fue una
tontería de mi parte creer que yo podría ser la persona que ves cuando me
miras. Ridículo y peligroso.

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Ella apartó la mirada de nuevo, a través de la ventana más allá de la noche.

—Y ahora te he arrastrado conmigo. He hecho lo único que me prometí que


nunca haría.

Su respiración empañaba suavemente la ventana, volviendo la vista más


allá del blanco con una niebla surrealista. Su mandíbula en la determinación
del granito, una expresión que conocía muy bien. Mi estómago dio un lento
tirón, dentro muy lento.

Cuando llegó su voz, era muy suave como la muerte.

—¿Quiere jugar? Bien, vamos a jugar.

—¿Qué vas hacer?

Ice resoplo suavemente.

—Encontrarlo antes de que él me encuentre.

En cámara lenta, su cabeza oscura se volvió hacia mí, con los ojos
encendidos de un regocijo que me imaginaba que un cocodrilo podría tener
cuando un ciervo joven y gordo se ha alejado demasiado de su taberna
favorita.

—Lo voy a matar.

—Ice... No…

—Sí, Ángel. Este juego de Cavallo, no es un juego divertido. Esto es real.


Y no estoy dispuesta a dejar que este hijo de puta me persiga por segunda
vez. No mientras yo esté viva y pueda hacer algo al respecto.

—Pero...

—Mira, las dos sabíamos que algo como esto iba a ocurrir tarde o temprano.
Solo que esto pasó a ser temprano. No me gusta, pero la elección se ha hecho
fuera de mis manos. —Ella me miró fijamente, bañándome en el azul de sus
ojos—. Ángel, tu sabes cuánto te amo. Nadie podrá borrar eso de mí. Pero
esto... Esto es algo que tengo que hacer.

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Ella suspiró, luego miró sus manos hacia abajo que estaban apretadas en
puños.

—Aquí estarás a salvo, Ángel. Me aseguraré de ello. Tú tienes amigos aquí,


gente que te quiere. Ellos te ayudarán a terminar la cabaña y así, finalmente,
podrás tener tu sueño.

Yo reí. Un exasperante y frío sonido que incluso me sorprendió a mí.

—¿Que sueño? ¿Mi sueño? ¡Una cabaña por ahí no es mi sueño! No lo ha


sido durante cinco años. Si tuviera que hacerlo, me gustaría partirla y
convertirla en la hoguera más grande que esta ciudad haya visto desde la
última vez que se quemó.

Me miró extrañada, su cabeza inclinada en un leve ángulo.

—¿Simplemente no lo entiendes verdad? —Ella negó con la cabeza


lentamente—. Este lugar, la cabaña, las personas, no son mi sueño. Los
dejaría a todos ellos en un segundo sin pausa o pesar, ¿y sabes por qué?

Una vez más. Un momento de negación.

—Debido a que tú, Morgan Steel, eres mi sueño. Nada de esto significa una
maldita cosa a menos que estés aquí para compartirlo conmigo.

—Tu hogar...

—¡Este no es mi hogar! ¡Tú eres mi hogar! ¿Por qué no lo crees de una vez?
¿Por qué insistes en seguirme viendo como una pequeña e ingenua niña que
no tiene idea de lo que quiere o necesita? —Obviamente no le estaba dando
tiempo para responder a mis preguntas, pero no me importaba en ese
momento. Esta explosión había tardado mucho tiempo en llegar y no iba a
parar hasta purgar todo el veneno dentro—. ¿Por qué insistes en tratarme
como un objeto frágil? ¿Uno qué no tiene un precio que me tienes que
almacenar en una vitrina lejos, en algún lugar, para que no le entre polvo?

—Ángel, tú eres invaluable —se las arregló para agregar

—¡Pero yo no soy un objeto, Ice! ¡Soy una persona! Una mujer adulta, muy
capaz de decidir cómo quiero vivir mi vida y con quién vivirla —mi voz se

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suavizó mientras la miraba fijamente con tanta emoción como podían forzar
mis ojos—. ¿Por qué te es tan difícil de creer que la persona que elijo para vivir
conmigo eres tú?

Por un momento, solamente un momento, sabía que era como mirar a los
ojos de una Morgan que acababa de perder a sus padres; una joven abatida
por el dolor de la pérdida y demasiado inocente para saber cómo cubrir eso
con capas de hormigón tan espeso que ningún ser humano jamás podría
atravesar esas paredes de nuevo. Pero ese momento pasó en un instante y me
mostró el vasto abismo de agonía que había creado entre Morgan y éste. El
dolor en sus ojos desapareció como si nunca hubiera existido, para ser
reemplazado por la Morgan Steel que el mundo conocía: dura, insensible,
indiferente. Un robot incapaz de experimentar incluso la más banal de las
emociones.

—No puedo permitirme creer en eso, Ángel.

—¿Por qué?

—Porque si lo hago, pierdo una parte importante de mi misma. Una parte


en la que tengo que estar un paso por delante de todos los que quieren una
oportunidad conmigo. La policía, la mafia, Dios sabrá quién más si bajo mi
guardia por un instante. Las cosas suceden. La gente muere, Ángel, tú podrías
morir. Si yo hubiera pensado en eso cuando tenía la pistola en la cabeza de
Cavallo, habría hecho lo correcto para mí y sería una cosa menos de la qué
preocuparse en este momento —sus ojos se calentaron por un momento; una
gota de lluvia en un páramo helado—. En su lugar, pensé en un sueño que
realmente nunca podría tener y permití que el señuelo de éste me impulsara a
una decisión que nunca debí haber tomado.

—Y después de que lo mates, suponiendo que él no te atrapará a ti


primero, ¿entonces qué? —Realmente no podía creer que estaba hablando de
esto de una manera racional, pero ahí estaba yo, discutiendo de esto como si
fuera el clima durante el té de la tarde.

Ella se encogió de hombros.

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—Volver a la frontera. Subir más al norte. Pasaré el invierno en una de las


cabañas de Bull, supongo.

Asentí.

—Bien, entonces me asegurare de empacar algo de ropa y abrigo…

—Ángel...

—Nada de ―Ángel‖, Ice. Si estas tan comprometida y decidida en


seguir adelante con esto, entonces será mejor que te acostumbres al hecho de
que voy a estar allí junto a ti.

Sus ojos se estrecharon y yo sonreí.

—¿Crees que me puedes detener Ice? ¿Cómo? ¿Atándome?, conseguiré


soltarme. —Mire deliberadamente a sus puños aún apretados—. ¿Me golpearas
hasta romper mis piernas? Voy a sanar y entonces te voy a buscar, y voy a
seguir buscándote hasta encontrarte. —Podía oír mi voz ir en aumento, pero
no me importaba—. Si insistes en martirizarte a ti misma por mí, Morgan. Por
maldito que sea, voy a ser tu cruz, voy a ser un albatros alrededor de tu
cuello. Y tal vez, un día finalmente consigas entender a través de esa cabeza
dura que a donde tú vayas, yo voy. Punto.

Entonces le mostré mi propia sonrisa peligrosa que yo había aprendido bien


a los pies del maestro.

—Porque a diferencia de ti Ice, no me doy por vencida tan fácilmente.

La mirada que me dio revolvería las entrañas del hombre más valiente. Al
menos me obligue a permanecer exteriormente no afectada.

—¿De qué estás hablando?

Lance mis manos al aire.

—¿No es obvio? Para mí, dejas que un idiota como Cavallo te asuste
alejándote de tu sueño que yo sé que tienes. —Riéndome sacudí la cabeza—.
¿Te olvidas con quién estas tratando aquí Ice? Te conozco mejor de lo que
crees. Veo esa mirada en tu rostro cuando piensas que nadie te está mirando.
Como un niño en la mañana de navidad esperando que alguien le dijera que

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Santa Claus no existe, y que todos los regalos que pensaba que eran suyos,
pertenecen a los niños de la calle.

Di un paso más cerca de ella, complacida de ver que ella no retrocedió.

—Has estado esperando esta escusa todo el tiempo ¿no es así? Has estado
esperando tener la razón perfecta para largarte. Debido a que el tiempo que
pasas aquí, cuanto más tiempo vivas con estas personas que respetan por la
persona que eres en lugar de la peligrosa asesina que piensas que eres, te ves
más obligada a creer que en realidad hay una persona dentro de ti, digna de
tal respeto, adoración y amor.

Extendiendo la mano, la puse sobre su brazo. Ella se estremeció pero no se


apartó, por lo que aplique presión en su muñeca manteniéndola firme.

—Ambas sabíamos en lo que nos estábamos metiendo cuando comenzamos


este viaje, Ice. Pero mis temores y preocupaciones son más fáciles de llevar
para mí, para ti lidiar con las tuyas. Como lo mío fácilmente se ve, sé que todo
esto tiene una muy buena posibilidad de llegar a su final, quizás uno violento;
eso lo sé, y aun así continuaré el viaje de todos modos, porque para mí, Ice...
Para mi es mucho más importante estar contigo que estar sin ti.

Tomé ese paso final, mi cuerpo rozando el suyo. Pensé que podía sentirla
temblar levemente, o a lo mejor era mi imaginación.

—Sé que tú compartes esos temores. Pero son más fáciles para ti porque
has tenido que hacerle frente la mayor parte de tu vida. La vida y la muerte
son decisiones fáciles para ti. Pero el sentimiento... es duro. Creer es duro. Y
permitirse amar y ser amado probablemente es la cosa más difícil de todas.

—Todo lo que amo muere —susurró con voz ronca por las lágrimas que ella
no podía derramar.

La envolví en un abrazo tan fuerte, que ni una mota de polvo podría pasar
entre nosotras. Y deseaba con todas mis fuerzas poder ser más alta para que
pudiera descansar su cabeza contra mi pecho, como lo había hecho ella por
mis incontables veces.

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—Lo sé —le susurre, mis lágrimas rodaban por mis mejillas, lágrimas
derramadas por ambas—. Lo sé.

Esas muertes pasaron entre nosotras, entonces una especie de ósmosis


metafísica que llenó la habitación como un manto. Su madre, su padre, su
mejor amigo, Josephine, otros amigos. Tal vez otros amantes de los que no
habíamos hablado, su inocencia, su creencia en el poder del amor.

Después de un momento, ella se apartó de mí, con rabia se quitó una


lágrima que había logrado escapar del encierro de sus ojos. Se volvió de
nuevo a la ventana y yo podía sentir la distancia crecer entre nosotras.
Curiosamente no parecía haber una distancia de dolor, sino de sanación. Una
distancia que me decía que había oído mis palabras, que necesitaba un minuto
a solas para procesarlas junto con las implicaciones para su vida.

Sonriendo ligeramente di un paso lejos de ella.

—Te apoyo en cualquier decisión que tomes, Morgan. Así que por favor no
lo dejes ganar, ¿de acuerdo?

Su gesto fue lo último que vi antes de darme la vuelta y salir de la


habitación.

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Capítulo 4

La mañana siguiente amaneció despejada y cálida, me levanté antes que


saliera el sol, a pesar de que tenía mucho que ver con el hecho de que
realmente no había dormido nada durante la noche. Por mucho que me
avergüenza admitirlo, pasé las horas lunares y sombrías de la mañana con
ambos oídos bien abiertos hacia el más leve sonido de las pisadas de Ice en el
pasillo fuera de mi puerta.

No es que eso hubiera ayudado en algo, por supuesto, debido a que Ice
podría desear escapar en medio de la noche. La mujer era más silenciosa que
la niebla, y doblemente sigilosa.

Aun así mantuve los ojos muy abiertos, tenía una especie de presagio sobre
eso, así como una promesa contra un futuro incierto, sacrifique un par de
horas de sueño para hacer guardia contra la posibilidad de que mi pesadilla
más oscura se hiciera realidad.

Con la rutina de la mañana completa, salí al pasillo aún oscuro y traté


desesperadamente de no mirar como si estuviese espiando a mi amante, y
por supuesto, lo hacía. El pasillo estaba vacío y tranquilo. Cedí a mi necesidad
de saber. Caminé suavemente hacia la habitación de Ice y agarré el pomo de
la puerta.

Solo un vistazo rápido, me prometí a mí misma, solo para estar segura.

Antes de que pudiera pensar en hacer algo más, el pomo de la puerta se


abrió por dentro, tirando de mí hacía adentro cuando la puerta se abrió,
aterrizando en los brazos sorprendidos de Ice.

—Hola —le dije sonrojándome—. Imaginé encontrarte aquí.

Una ceja elevada fue la respuesta.

—Estaba chequeando... Para ver si todavía estabas despierta. —La ceja se


elevó más. Suspiré, sabiendo que la verdad sería lo único que la dejaría
satisfecha—. Quería asegurarme de que no habías decidido marcharte.

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—No confías en mí, ¿eh?

—Confío en ti Ice. Tu no.... me dijiste exactamente cuál iba a ser tu


decisión.

—Probablemente porque hasta ahora no he decidido.

—Bueno, todavía estas aquí. Eso es algo por lo menos.

Una esquina de su boca se elevó brevemente.

—Es algo. Está bien.

Puse de puntillas los dedos de mis pies y coloqué un pequeño beso en esa
esquina elevada, entonces me puse de pie con normalidad, complacida por la
pequeña victoria de haberla retenido en casa, al menos por el momento.

—¿Podría interesarte el desayuno?

—Nah, solo voy a ir al garaje y empezar.

—¿Quieres algo de ayuda?

Ella me miró con una sonrisa divertida en sus ojos.

Fruncí el ceño.

—Bien. Nunca he arreglado un auto —le di mi mejor sonrisa maliciosa—. Sin


embargo creo entender la mecánica de bombear gas. Solamente pones la
boquilla en ese pequeño tubo posterior debajo del auto, ¿no es así?

Enrollando los ojos, me soltó dándome un pequeño empujón hacia el pasillo.


Siguiéndome y cerrando la puerta tras ella.

—Vámonos.

* * *

Todavía estaba bastante oscuro cuando hicimos nuestro serpenteante


camino a través del bosque pesadamente sombreado sobre nuestro camino al
pueblo. En deferencia de la atmósfera casi de catedral del despertar del nuevo

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día, guardamos silencio, dejando solamente el sonido de nuestras pisadas en el


suelo gruesamente alfombrado como señal para marcar nuestro paso.

Cuando los árboles cedieron su control sobre la tierra y entramos al borde


del pueblo, me di cuenta de una pequeña multitud reunida a la distancia
cerca del garaje de Pop. Algo sobre la escena me parecía muy extraño,
después de mirar fijamente por un momento, me di cuenta del suave crujido
de las persianas que cubrían los ventanales de vidrio en su interior.

—¿Ice? —le pregunté a mi pareja que se había movido durante mis


meditaciones ganando impulso rápidamente, caminando con paso decidido
hacia la multitud creciente—. Mierda —murmuré tras ella, moviéndome a la
velocidad de carrera.

Moviéndome a través del grupo, una de los cuales era una cosa púrpura y
brillante que llevaba el rostro de Millicent, llegué al lado de Ice que estaba de
rodillas en el suelo, los fragmentos de vidrio estaban esparcidos a su alrededor
como diamantes. Acostado junto a mi pareja, desplomado en un andrajoso
charco de sangre, estaba Pop. Su mejilla izquierda estaba abierta, derramando
un río de sangre. Tenía la nariz aplastada casi plana contra su rostro, su ojo
que había sido golpeado el día anterior, casi explotaba de la hinchazón, y el
brazo doblado en un ángulo extraño por encima del codo, obviamente roto en
algún lugar.

Vi como los largos dedos de Ice palpaban suavemente su cuello, obviamente


buscando pulso.

—¿Él está...?

Ella me miro y sus ojos ardían en ira.

—Está vivo, solo recibió una buena paliza —quitando su mirada de mí,
colocó los ojos en la multitud—. ¿Quién hizo esto?

Hombres y mujeres se miraban entre sí, arrastrando sus pies con


incomodidad contra el suelo polvoriento.

Ella se levantó con gracia, lentamente sobre sus pies, un gigante entre
enanos, llenando el aire con su intensa presencia.

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—No voy a preguntar de nuevo.

Desde la intensa multitud, un hombre joven dio un paso adelante con las
manos metidas en los bolsillos.

—Tres o cuatro muchachos, creo. Solo oí cuando el vidrio empezó a


romperse. Al momento en el que llegué, se estaban marchando con sus
motocicletas. Él estaba así cuando llegué aquí… —El joven se encogió de
hombros con la cara roja, supuse que era vergüenza.

—¿Alguien vio algo más? —preguntó Ice con su rostro lleno de ira.

Nadie se acercó.

Pop gimió e Ice se agachó de nuevo rápidamente, ofreciéndole todo el


consuelo que tenía, que en realidad no era mucho.

Un pensamiento me vino a la cabeza.

—¿Alguien llamó una ambulancia? —Una vez más, un silencio embarazoso.


Me volví hacia Millicent, el único rostro que yo conocía—. ¿Podría...?

Contuvo al perro delante de ella como un escudo, ¿contra qué? Yo no tenía


idea.

—Oh no, no podría…

Ice observaba desde su posición al lado de Pop.

—Llamen una ambulancia ahora.

—Lo haré —le respondí a Ice dando un paso adelante para encabezar este
argumento en particular que tapaba el paso.

—No necesito que esté aquí.

Ella se volvió a mirar a Millicent.

—Hágalo.

—Yo lo hago —interrumpió el joven muchacho que había dado su tímido


informe, moviéndose hacia la oficina destruida de Pop antes que alguien

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tuviera la oportunidad de detenerlo; sin duda interesado en redimirse ante los


ojos de sus vecinos.

Dándole una breve inclinación con la cabeza, Ice de nuevo se levantó sobre
sus pies, dándole una última mirada amenazante a Millicent antes de alejarse y
salir del círculo de espectadores.

—Quédate con él —me dijo.

—¿A dónde vas?

—Tengo que arreglar algunos asuntos.

—Entonces voy contigo.

Entonces ella se giró hacia mí, con los ojos duros como el diamante que
refulgían con la ira que anticipaban. Me mantuve firme con los brazos cruzados
sobre el pecho, sin ceder un ápice.

—Hay más que suficientes personas para cuidar a Pop hasta que llegue la
ambulancia —le recordé—. Y al igual que tú, quiero llegar al fondo de esto.

Eso le sacó una leve sonrisa.

—¿Incluso si eso significa quebrar algunos cráneos?

—No. Esa no sería mi primera opción —me aclaré la garganta—. Pero si


unos hormonales y desafiantes idiotas quieren demostrar lo machos que son
por pegarle a un anciano, entonces ellos tendrán su merecido. —Oh chico,
ellos tendrían un mal día, cuando se encontraran con qué y quién iba por ellos.

—Entonces, vamos. Tengo algunos asnos que patear.

Cuando empezó a caminar de nuevo la detuve con una mano en el brazo.

—¿Ice?

Se dio la vuelta.

—¿Ahora qué?

—Umm.....¿Dónde vamos exactamente?

Sus ojos brillaban con una traviesa luz.

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—Ya verás.

—Es lo que pensaba.

Genial.

* * *

Llegamos rápidamente a nuestro destino aunque no con estilo, íbamos


manejando otro de los trastos de Pop que había visto mejores días hace varias
décadas, y una nueva década antes de todo esto, un clásico, como Ice había
dicho sin revelar más detalles, pero un clásico no obstante.

¿Quién era yo para dudar de ella?

Salí del coche después de tirar de la manija de la puerta oxidada durante


varios segundos frustrantes, limpiando el polvo y escombros de mi ropa, por
suerte desconocidos para mí. Habíamos estacionado enfrente de una casucha
destartalada con solo un letrero sobre la puerta lo hacía pasar por taberna.

―La Encantadora Tuerca oxidada”. Un nombre poco apropiado si alguna vez


lo fue, por supuesto la vista del exterior dejaba mucho que desear, era todo
menos encantadora. Tenía mis dudas que el interior lo fuera.

Entre la maleza y los vidrios del edificio había cuatro motocicletas del tipo
que mi padre solía llamar ―cerdos‖. Puse mi mano en el tanque de gasolina
más cercano a mí.

—Aún tibio —Mire a Ice que estaba evaluando el edificio con ojos expertos
—. ¿Cómo lo supiste?

No recibí ninguna respuesta cuando mi pareja entró al porche podrido que


corría a lo largo del bar, prudentemente me quedé donde estaba cuando ella
se acercó a la puerta, bajando su mano alrededor de la perilla que sobresalía
de la puerta de madera desgastada. Enseguida ella se alejó echando un último
vistazo al edificio.

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Luego, sin previo aviso, hecho hacia atrás su pierna y lanzó una patada
realmente espectacular, literalmente arrojó la puerta hacia adentro en un baño
de astillas de madera y óxido. Ella siguió por la puerta y yo fui justo detrás de
ella, al lado de su hombro izquierdo.

Cuatro hombres y un cantinero muy viejo nos miraron, con un gracioso


asombro congelando sus rostros. Todas las cervezas en alto en sus puños
congelados.

—Hola, chicos —retumbó la voz baja y sensual de Ice—. Calmando la sed,


¿no es así?

—Está cerrado, señora —dijo el cantinero con un trapo en mano—.


Demonios, salga de aquí antes que llame a la policía.

Colocando su cadera en la esquina de una mesa más o menos sólida, Ice


jugueteaba con la pulsera de plata de su brazo izquierdo, un regalo mío de
hace varios meses atrás, uno que nunca se quitó desde que se lo entregué.

—Oh, no dejes que yo te detenga. —Ella respondió, aparentemente absorta


en la tarea, sin siquiera molestarse en mirar a los hombres peligrosos que sin
duda compartían el espacio con ella—. Estoy segura que la policía estaría muy
interesada en saber que aquí tus jóvenes amigos parecen haber trabajado muy
duro esta mañana ¿eh?

La sonrisa de sus labios lo daba a entender y estoy segura que vi al menos


a uno de los hombres palidecer ante la implicación de sus palabras.

Los otros tres claramente no estaban muy atentos, el más grande de los
tres, enorme como un árbol corpulento con apéndices flexibles, se paró
golpeando su jarra de cerveza en la mesa, empapando sus pantalones con el
líquido jabonoso.

—¿De qué carajo estás hablando, perra?

No podía resistirme, así que no lo hice.

—Ella está hablando del viaje que hicieron al pueblo esta mañana. —Dirigí
una mirada de enfado total sobre este hombre con mis manos sobre las

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caderas—. Estoy segura que te esforzaste una mierda por darle una paliza a un
indefenso anciano como él.

—¡Vas a morir, puta!

El gigante tiro a un lado la mesa frente a él como si fuese hecho de madera


de balsa.

Ice se colocó delante de mí y yo me di la vuelta, acaparando la primer arma


que estuvo a mi mano, que resultó ser un viejo y astillado taco de billar
guardado sobre un estante, al lado de la puerta ahora inservible.

No había tiempo para el miedo, no había tiempo para saber si el cantinero


llamaría a la policía. La adrenalina corría a través de mí como un tren a toda
velocidad, estimulada por el recuerdo del cuerpo apaleado y sangrante de Pop,
tirado en la calle con su tienda destrozada.

El hombre avanzó pesadamente hacia adelante, con los puños apretados


y la cara roja como remolacha, aun bajo su rapado cabello rubio rojizo. Sin
embargo, su avance fue detenido en frío por un sólido derechazo a la
mandíbula que lo envío volando de nuevo hacia sus compañeros, extendiendo
sus brazos para mantener el equilibrio, y fallando en su tarea.

Los otros hombres parecían demasiado aturdidos como para moverse, y por
ello se estrelló a través de sus filas, los demás se hicieron a un lado,
convirtiendo otra mesa en leña. Saltando de nuevo sobre sus pies, él empujó a
sus amigos inútiles fuera del camino, deslizando con el dorso de su mano la
sangre que goteaba de su mandíbula y examinándola de cerca. Sus fangosos
ojos avellana se elevaron lentamente para encontrarse con los de Ice.

—Ya lo sé —dijo en un tono coloquial—. Tú y tu pequeña amiga de ahí


tienen unos magníficos culos, no tendré ningún problema en cogérmelas a
ambas hasta dejarlas sin sentido después de mostrarles algunas lecciones.
Pero ahora... —su voz se desvaneció mientras tomaba una botella de cerveza
vacía de una de las pocas mesas restantes. Levantando la botella por el cuello
la estrelló contra el borde de la mesa, dejando una mortal y cruda arma en su
mano.

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—Primero quiero ver cuantos agujeros puedo hacerte antes que mueras,
luego te voy a coger. —Él sonrió con sus labios torcidos y sangrientos—.
Cómo te sonó eso, ¿eh, perra?

—Suena a que no has tenido muchas citas, gusano —ella sonrió—. Por lo
menos, no fuera de la morgue.

Lleno de rabia, el hombre corrió hacia mi pareja, girando la botella


violentamente. En el último segundo, Ice dio un paso al costado,
permitiéndole el impulso para llevarlo a la mesa de billar, doblándose encima
de ésta, aunque no antes de haber logrado usar su arma para cortarla sobre
su codo izquierdo.

Su sonrisa era fría y glaciar mientras se frotaba la sangre entre los largos
dedos.

—Eso no fue muy agradable —le ronroneó al hombre que logró enderezarse
y girar hacia ella.

Sus ojos brillaban de alegría al ver el daño que le había hecho.

—Hay más de donde vino eso perra.

—Entonces muéstramelo, guapo —ella le hizo señas con los dedos


tentadoramente.

Antes de que pudiese dar dos pasos lejos de la mesa de billar, el hombre se
encontró fácilmente desarmado. Cuando una bota le rompió la muñeca,
enviando el cuello deforme de la botella a volar por la habitación para
romperse completamente en la parte frontal de la barra. Se dejó caer como
un ciervo con un tiro en la cabeza, agarrando su muñeca aullando de dolor.

Al parecer, eso fue el impulso para que sus compañeros finalmente pusieran
a andar su cerebro, tomándoles un minuto que ellos se pusieran en marcha.
Como una unidad, ellos se volvieron hacia nosotras con expresiones de ira
estampadas en sus rostros. Uno saco un cuchillo mariposa de sus jeans
andrajosos, abriéndolo con una serie de lujosos movimientos, lo que hubiese
sido realmente impresionante si tan solo no se hubiera cortado su propia
pierna haciéndolo.

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Empezaron a andar hacia adelante, con la atención fija y completa sobre la


amenazante Ice, ignorándome por completo.

Lo cual a mí me agradaba mucho, aunque no por las razones que ustedes


están pensando. Mi propia seguridad no era algo que me importara en ese
momento. Ayudar a mi amante si lo era.

Como un león sacrificando al antílope más débil de la manada, intervine,


arma en mano, llamando la atención de uno de los matones. Sonriendo un
poco, él se encogió de hombros obligándome a esquivar un enorme y pecoso
puño en dirección a mi rostro.

Esquivándolo con mi cabeza hacia un lado, permití que su puño hiciera crujir
el aire junto a mi oreja, luego use mi arma para devolverle un duro golpe en
su antebrazo. Haciendo que gritara de dolor, tomé la parte más gruesa del taco
estampándolo a un costado de su cabeza, usando solamente la fuerza
suficiente para aturdirlo. Había aprendido muy bien la lección con Peter, y no
tenía la intención de pisar ese camino infernal nunca más.

Con ojos vidriosos él se tambaleo, tocando con su mano el golpe de su


cabeza. Con mi arma aún en mano, lo hice pasar hasta el borde de la mesa de
billar golpeando su trasero, entonces lo apreté con fuerza hasta que estuvo
casi de pie con la mitad de su espalda sobre la mesa. Entonces, le coloqué el
revés, empujándolo en medio de su pecho.

Difícil.

—Quédate abajo.

Pero por la expresión de su rostro, sabía que estaba considerando hacer


algo estúpido. Un golpe rápido a su esternón lo hizo cambiar de opinión. Él se
relajó contra la mesa, conformándose con lo que me imagino que pensaba era
una mueca intimidante.

Lo cual, por supuesto, no lo era. Ni por asomo. Para mí no lo era.

Ahora me doy cuenta que darle la espalda a la acción no era una de las
mejores cosas por hacer. Si la experiencia me ha enseñado algo, es que Ice es

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perfectamente capaz de cuidar de mi espalda y la suya, sin necesidad de que


yo intente intervenir.

Cuando el cuchillo mariposa, manejado de manera inexperta por uno de los


hombres, llegó deslizándose a un lado de mi pie derecho, sonreí, sabiendo
que mi confianza en mi compañera era de hecho muy firme. Así que en lugar
de darme la vuelta para ver la acción, me quedé firme vigilando a mi ―preso‖
mientras jugaba conmigo misma, imaginando las cosas que estaban
sucediendo por los sonidos que iba escuchando.

Dos gruñidos significaban dos golpes en su gordo vientre. El distintivo


sonido del puño contra la carne, seguido por el sonido de otra mesa rota, o tal
vez podía ser un gancho a la mandíbula, lanzando al desafortunado muy lejos.
Un chillido fuerte y agudo solo podía ser un rodillazo en las partes privadas.

Incluso me estremecí por eso, luego le dediqué una dulce sonrisa a mi


sudoroso cautivo.

—Apuesto a que eso duele, ¿eh? —él no pudo resistir el frotarse.

El sonido de hueso contra hueso, seguido de dos golpes significaba que Ice
había terminado el cuarto acto de su ballet marcial, al estrellar los cráneos de
los dos tipos juntos, como lo prometió, los dejó caer inconsciente en el suelo.

De repente, el espacio a mi lado se llenó con su cálida presencia, llena de


energía, dio paso a una mano bronceada agachándose y tomando por el cuello
al idiota, luego estampándolo contra la pared del fondo. Era todo suyo.

Lo mantuvo allí fácilmente contra la madera astillada, sus pies apenas


estaban en contacto con el suelo por debajo. Su sonrisa era lenta y oscura,
llena de venganza.

—Puesto que tú eres el único despierto en este momento —ella inició,


empujándolo más fuerte contra la pared, para darle más énfasis—. Voy a
explicarte algunas cosas, ¿de acuerdo?

Mirando con los ojos muy abiertos de mi amante, el hombre podía hacer
poco para asentir enfáticamente.

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La sonrisa de Ice se amplió.

—Bien, parece que tú eres el cerebro del equipo. —Su expresión se volvió
seria—. Número uno, si alguna vez vuelven a tocar de nuevo a uno de mis
amigos... —Su voz se desvaneció mientras se acercaba lentamente—. Te voy
a matar, ¿entiendes?

El hombre volvió a asentir, con gotas gordas de sudor que descendieron por
su frente arrugada.

—Número dos. Si alguna vez tú o uno de tus amigos vuelve a mi ciudad.


Te voy a matar. Estoy siendo muy clara, ¿no es así, gusano?

—S… S… Sí —chilló el hombre.

—Bien, entonces, mientras nos entendamos —Ella lo puso de nuevo de pie,


planchando su camisa con las manos, hizo el ademán de alejarse y el hombre
suspiró de alivio, expulsando el aire de sus pulmones, entonces ella se volvió
una vez más con una sonrisa en su rostro.

—Oh, sí, esta es la numero tres —lanzó su brazo hacia atrás, ladeó el puño
y luego la estampó en la nariz del hombre, aplastando el cartílago en un
nauseabundo sonido—. Pop te manda saludos.

Enrollando los ojos sobre su cabeza, mostrando solamente la parte blanca


de ellos, el hombre se desplomó en paz sobre el piso, fuera de combate.

Sacudiendo los ojos disgustados, Ice pasó encima del cuerpo tendido
dirigiéndose hacia la puerta destrozada, entonces ella miró al cantinero que
seguía detrás de la barra, congelado en el suelo como una escultura con trapo
en mano.

—Si está pensando en llamar a la policía para informarles de este pequeño


desacuerdo, le sugiero que lo piense dos veces. Tengo veinte testigos que
vieron lo que sus amiguitos le hicieron a Pop y a su tienda. —Ella arqueó una
pequeña sonrisa—. Y estoy segura de poder desenterrar a veinte más que
jurarían sobre la Biblia que mi compañera y yo estábamos rescatando bebés
de pozos durante el momento en el que suponemos que fue el desastre de su

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fino.... establecimiento. —Hizo un encogimiento de esbeltos hombros—. Así


que sea inteligente y preste atención a esto, ¿de acuerdo?

El cantinero no respondió, simplemente seguía de pie ahí, congelado,


observándonos con ojos vidriosos.

Resoplando y sacudiendo la cabeza, Ice pasó por encima de los escombros


que había provocado, dirigiéndose una vez más hacia la luz del sol.

* * *

El viaje de regreso a la ciudad fue en silencio, como yo sabía que seria. No


es la más locuaz de las mujeres incluso en las mejores circunstancias, aprendí
por las malas que Ice era muy cerrada después de una pelea. Supongo que
así es su manera de domar a la bestia que había desatado, para no volverse
sobre ella buscando un deporte sangriento entre los indignos de su ira
vengativa.

Mi único comentario fue sobre la herida de su brazo, la cual fue respondida


por un gruñido monosilábico que no tenía problemas para traducir.

Además, ella ya había dejado de sangrar.

Nuestra llegada al pueblo pasó desapercibida como la multitud de la


mañana se dispersó, la mayoría volviendo a sus puestos de trabajo, sin duda.
El único que quedaba era el joven que había presenciado el ataque. Se había
apropiado de la escoba de alguien y barría el cristal a lo largo del suelo.

Tom Drew, uno de los fontaneros, estaba dando los últimos toques a la
madera que había puesto en la ventana, luego se volvió para recibirnos con
una gran sonrisa cuando nos bajamos del coche, limpiándose las manos de su
siempre visible pañuelo rojo, caminó hacia nosotras mientras fruncía su ceja
tomando el corte en el brazo de mi pareja y el estado nuestro, desaliñado en
general.

—Cazando osos, ¿eh?

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Ice sonrió ligeramente.

—¡Nah!, simplemente sacando la basura.

Después de un momento, él asintió sabiamente, metiendo el pañuelo en un


bolsillo de su overol.

—Me habría encargado de eso si no hubiera estado reparando la vieja


cañería de la señora Symmond justo en ese momento —sacudió la cabeza—.
Malditos tubos, escogieron un mal momento para reventarse.

Mi pareja se encogió de hombros.

—Me hice cargo de ello.

—¿Pop se recuperará? —elevé la voz al lado de Ice.

Tom asintió.

—Sí, yo llegué justo cuando la ambulancia se detuvo. Él estaba despierto y


quejándose como siempre. Estoy seguro que estará bien tomando una o dos
pastillas para dormir.

—Es bueno oír eso. —Le conteste aliviada, luego viéndolo más de cerca,
sentía que él sabía más de lo que nos estaba diciendo—. ¿Hay algo más?

Mirándonos a las dos, seguido del lugar donde el joven cuyo nombre supe
después que era Richard, continuaba sus tareas de limpieza, antes de volver
su mirada hacia nosotras de nuevo.

—¿Quieren ir a la estación a tomar una bebida fría? Sé que yo podría tener


una.

Miré a Ice, quién asintió en aprobación, juntas seguimos a Tom hacia las
sombras de la oficina de Pop, metiendo la mano en la nevera sacó tres latas
frías de Coca-Cola, nos las entregó antes de inclinarse hacia atrás contra el
mostrador, presionando la lata fría contra su frente sudorosa y suspirando con
alivio.

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Ice dejó su refresco sin abrir hasta que Tom hizo estallar la parte superior
de la lata, bebiendo el líquido frío de un trago saludable, entonces soltó un
eructo saludable.

—Ahhh, justo en el clavo —entonces tiro la lata hacia la papelera y luego


miró a Ice, limpiándose la boca con el dorso de la mano—. Esos idiotas los
cuales te encargaste hoy no son más que unos matones ordinarios, o al menos
creen que lo son.

—Entonces, ¿quiénes son? —pregunté, pues mi curiosidad había alcanzado


su punto máximo.

—A ellos les gusta pensar que son una pandilla de extorsionistas —él se rió
un poco—. El problema es que no son muy buenos en eso. Ellos han venido
unas cuantas veces a pedir dinero como ―protección ‖ de algunas de las
empresas de por aquí. —Él se rió de nuevo, meneando la cabeza—. En un
pueblo atrasado como este, dinero, protección… protección ¿de qué?

—De ellos —Ice respondió con la sabiduría de alguien que sabía


exactamente de lo que estaba hablando—. Ustedes les dan dinero y a cambio
no los golpean, lo tomo como que Pop no aceptó su amable oferta.

Tom resopló.

—Ninguno de nosotros lo hizo, yo mismo los corrí hace unos meses, no


había visto sus cabezas desde entonces. Hasta ahora.

—¿Entonces qué pasó? —le pregunté

—El muy terco de Pop fue a La Tuerca oxidada, el lugar de reunión de ellos,
le advertí que no volviera allí —se sonrojo hasta las raíces de su cabello—.
Supongo que debí haber sido más duro con él, no quiso escucharme —suspiró
observando sus manos—. Eso casi lo mata.

—No te puedes culpar a ti mismo, Tom —extendiendo la mano la puse


sobre su brazo—. Pop es un hombre adulto y sabía las consecuencias de sus
actos, eligió asumir el riesgo, no fue tu culpa —volviéndome hacia Ice, le
sonreí con tristeza—. Incluso yo lo hago de vez en cuando.

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Ella inclinó la cabeza en reconocimiento antes de volverse hacia Tom.

—Supongo que estarán demasiado ocupados lamiendo sus heridas para


hacernos una visita en estos momentos, cuando vuelvan sólo tenemos que
asegurarnos de estar preparados.

—Suena como un plan —él se frotó sus enormes y callosas manos,


sonriendo—. Quisiera tener la oportunidad de tenerlos en mis manos.

—No tentemos al destino, ¿de acuerdo?

Sonrojándose de nuevo, mostrándole una sonrisa de las manos en la masa.

—Sí, madame.

Asintiendo con la cabeza, Ice terminó su bebida, entonces aplastó la lata y


la arrojó al cubo de basura.

—Muy bien, entonces. Tengo una estación para hacer andar durante mucho
más tiempo del que pretendía. Será mejor que empiece.

—Mi hermano y yo vamos a ayudar en todo lo que podamos —hizo un gesto


hacia la puerta abierta—. ¿Permitirás que Richard se quede? Él se siente muy
mal por no poder detener lo que sucedió.

—De todos modos él no habría sido capaz de detenerlos —le respondí.

—Sí, lo sé. Pero él no lo entiende, no es más que un niño, ¿sabes? Un niño


en un cuerpo de hombre. Él quiere compensar las cosas de alguna manera, yo
creo que sería lo mejor para él.

Después de un momento Ice Inclinó la cabeza en señal de conformidad.

—Está bien. Vamos, entonces.

Y así lo hicimos.

* * *

Finalmente estaba hecho.

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Después de lo que parecieron eones de trabajo, planificación, sudor y sueño


nuestra casa está finalmente terminada a la espera de mudarnos.

Los últimos detalles habían tenido lugar la noche anterior, habiendo pasado
la noche en la feliz impaciencia solo para que mis esperanzas continuaran la
mañana siguiente, cuando Ice se reunió conmigo en el pasillo, colocando un
delicado beso en mis ansiosos labios, diciéndome que volvería más tarde en
la noche, cuando terminara su trabajo en el garaje de Pop antes de continuar
su camino.

—Pero pensé...

Dándose la vuelta, abanicando su largo cabello sobre un hombro como la


capa de un torero.

—¿Qué? —su cara expresaba interés por cortesía, pero nada más.

Suspiré y luego miré mis pies.

—Nada —murmuré.

El sonido de su presencia era extrañamente mudo en el largo y oscuro


pasillo, solamente levanté la vista cuando una suave mano tomo mi barbilla,
instando a mi cabeza a inclinarse en su dirección.

—¿Qué pasa, Ángel?

Suspire dándome cuenta probablemente de lo juvenil que sonaba mi


petición, incluso a mis propios oídos. Estaba segura que estaba sonrojándome,
pero con el intenso calor que Ice siempre irradiaba bañando y quemándome.
Era difícil ser positiva sobre eso.

—Yo... Um… Estaba pensando. —Me aclaré la garganta para aliviar al


repentino ‗Stivie Nicks‘ en mi voz—. Ya que la casa esta lista y todo, ¿pensé
que sería buena idea empezar a mover nuestras cosas?

No era mi intención que saliera como una pregunta, pero ahí estaba, con
mi timidez al descubierto para que el mundo la pudiera ver por así decirlo.

Mi amante me sonrió, suave y amorosa como las que me regala en


ocasiones; la que convierte en papilla caliente mi interior.

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—¿Porque no te adelantas?, pasaré mis cosas cuando vuelva.

Negué con la cabeza.

—Quería que hiciéramos esto juntas, tan increíblemente cursi como suena.

Su sonrisa se profundizó, recorriendo todo el camino casi hasta sus ojos.

—No suena cursi.

Elevé una de las cejas tal como lo hace ella, algo que había perfeccionado
bastante bien, si se me permite decirlo.

Ella se rió, un estruendo profundo en su pecho.

—Está bien, es bastante cursi —se acercó a mí y me envolvió suavemente


en sus fuertes brazos, antes de alejarse de nuevo fijándome con su mirada—.
Te diré qué. Le prometí a Pop ayudarlo con unas de las cosas con las que está
trabajando, si me comprometo en terminarlas un día antes, ¿podrías
esperarme? Moveremos nuestras cosas en cuanto vuelva.

Compromisos, justo ahora aparece uno, pero eso no detuvo mi falta de


paciencia hacia mi siguiente estrategia, solo la comprensión que esta tendría
exactamente el resultado que había estado esperando de Ice y estaba al
alcance de mi mano.

—Muy bien —le dije fingiendo una actitud de enorme sufrimiento, eso tenía
más de un grano de verdad en ello—. Supongo que puedo hacer eso. Solo sé
que eso estará matándome.

Ella negó con la cabeza, besándome una vez más, dejándome deslumbrada
en el pasillo, agradeciendo a Dios por las paredes que me sostenían en lugar
de mis gelatinosas piernas que inmediatamente recuperaron su fuerza.

Así que me senté en la cama de mi habitación, mirando por la ventana la


parte superior del techo de nuestra casa. Me sentí como una niña en la
mañana de Navidad, observando todos esos regalos que uno no puede abrir
por esperar a que los padres despierten. Cada minuto se tomaba su dulce
tiempo, paseando y sonriéndome a su paso. Incluso el sol parecía participar

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en la conspiración de decidir por primera vez en su larga vida tomar una siesta
antes de continuar su viaje al oeste.

A manera de pasar el tiempo, pensé en volver a recordar las últimas


semanas, cuando todo parecía estar en su lugar, al final pudimos convertir
cuatro paredes y un techo en nuestra casa.

La casa estaba casi completamente amueblada, a lo mejor no con objetos


de lujo, pero al menos estéticamente eran muy agradables para mí.

Puesto que el dinero era una necesidad, tuve que recurrir a la habilidad que
había aprendido en el Pantano, la chica ‗lo tengo‘. Trueque. Era reconfortante
saber que no había perdido mis habilidades durante todos estos meses.

El sofá, las sillas, las mesas, las alfombras, en realidad fueron las más
fáciles de obtener de esa forma, sobre todo porque realmente no fue un
trueque en absoluto. Pop, que se decía ser un hombre que podía exprimir
hasta el último centavo, pidió clemencia. Francamente había adquirido los
muebles como él dijo, aliviando la carga de la desafortunada alma que estaba
siendo intimidada en quitarlo de la vista de Millicent durante su gigantesca (y
sin mencionar) horrorosa decoración. Los objetos se almacenaron en el galpón
adjunto a su casa, en compañía de varios y diversos objetos.

Sin embargo, no lo sabía que el día de su regreso a casa del hospital,


después de una estadía de dos noches con su brazo enyesado y su rostro como
mapa topográfico de la paliza que había recibido, yo solamente había venido a
ofrecer mi ayuda para realizar las tareas domésticas básicas que con sus
heridas sería difícil que él hiciera.

Al ser la persona que era, Pop no aceptaba un no por respuesta, hasta que
me hizo jurar un juramento prácticamente de sangre, que yo tomaría los
muebles en cuestión por un precio razonable.

En otras palabras, de forma gratuita.

Al igual que su predecesora, esta cabaña contaba con una enorme extensión
de ventanas que necesitaban ser cubiertas de una u otra manera. La señora
Symmond, la de la tubería rota, era una costurera excepcional, aunque

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oficialmente era ciega. Como pago por unas maravillosas cortinas prestadas
así como una colcha verdaderamente espectacular que al día de hoy se
encuentra en nuestra cama, me comprometí a leerle algo a ella durante sus
labores diarias. Para mi desgracia, sus gustos de lectura eran iguales a los de
mi madre. Es decir, disfrutaba de tórridas novelas románticas del tipo que se
puede encontrar en el estante de cualquier cajero de una cadena de tiendas de
descuento de todo el mundo.

Durante la lectura de este tipo de novelas, si es que así se le pueden


llamar, estaba segura de estar a uno o dos grados de distancia de encender
el detector de calor con mi rubor, articulando palabras como ―imponente
virilidad‖ y ―las puertas de Venus‖ o ―la perla del placer‖.

Aun así, un poco de incomodidad personal era un pequeño precio a pagar


por dicho trabajo hermoso, así que continúe con mi tarea asignada con mucha
determinación, aunque para estar segura, no lo hice con mucho gusto.

Ollas, sartenes y otros objetos de cocina surtidos fueron llegando a costa


del trabajo de dos semanas como camarera en la cafetería, mientras los otros
tomaban unas merecidas vacaciones.

Y así fue como poco a poco nuestra cabaña llegó a estar llena de objetos
que las dos estábamos encantadas de poseer.

El cierre repentino de la puerta de abajo me sacó de mis cavilaciones y mi


corazón revoloteaba de feliz anticipación. El suave sonido de la conversación
silenciada por mi propia puerta cerrada, luego tuve la oportunidad de seguir los
pasos de Ice a través de la casa, por el distintivo aunque bastante suave
andar.

Un momento después, otra puerta cerrada, seguido por el sonido de la


ducha a todo volumen. Apenas tres minutos más tarde, según conté con el
reloj de mi mesita de noche, la ducha estaba en silencio una vez más, me
imaginé a mi amante limpiándose ese cuerpo glorioso.

Un cuerpo que al final de la noche me gustaría conocer en íntimo detalle,


una vez más.

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Ese pensamiento envío un océano de sangre a excesiva velocidad a un lugar


en el sur, montándome en una ola, sintiendo los músculos de mi rostro sonreír,
estaba lista.

¡Oh, chico, estaba lista!

Momentos más tarde, estaba siendo tratada con la vista de una Ice recién
bañada, con el cabello todavía húmedo brillando bajo la luz del atardecer, sus
mejillas aún enrojecidas por el calor del agua con la que se había bañado.

¿Mencione que estaba lista?

Ella me sonrió.

—¿Empacaste todo?

Le sonreí de vuelta.

—Desde la mañana, después de todo, ¿qué podía hacer con mi tiempo


mientras tú amontonabas y hacías Dios sabrá que cosas?

Poniendo los ojos en blanco, ella negó con la cabeza, tendiéndome la mano
para ponerme de pie. —Entonces vamos a poner en marcha este espectáculo,
¿de acuerdo?

—No estarás oyendo una queja mía.

Después de una breve parada en la habitación de Ice para recoger una caja
de pertenencias perfectamente embalada, y una pausa un poco larga para
agradecer a Ruby por su amabilidad una vez más, salimos finalmente antes de
que se ocultara el sol de otoño detrás del lago.

Sentí la sensación de deja vú a través de mí al escuchar el débil sonido de


unas voces en la parte inferior de la pequeña colina donde estaba nuestra
cabaña. A diferencia de la última vez, Ice parecía muy a gusto, contenta de
caminar a mi lado sin mostrar la más mínima curiosidad sobre los sonidos que
ella podía oír incluso mejor que yo.

Lo cual por supuesto me ponía aún más nerviosa.

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Unos pasos más y estábamos en la cima de la colina, mirando hacia abajo


parecía lo que era una reunión de casi medio pueblo alrededor de nuestra casa
nueva. Una llamativa cinta púrpura estaba atada como un arco en la puerta
principal de la cabaña, al parecer a la espera de ser cortada por nosotras dos
como si fuéramos figuras famosas y nuestra sencilla cabaña fuera un edificio
de marca o un grandioso hotel.

Varias parrillas portátiles habían sido transportadas a nuestra propiedad, los


olores de la carne y las verduras cocinándose lentamente hacían agua mi boca
y mi estómago que anunciaba repentinamente ser parte de la acción. Una
enorme y alegre hoguera ardía limpia y cuidadosamente al oeste de la casa, y
los plateados barriles de cerveza almacenados parecían parpadear con la
brillante luz.

Pop y su largo molde de yeso ahora reducido debajo del codo, nos dio
una alegre y estoy segura, medio borracha sonrisa, haciéndonos señas
violentamente con el brazo sano.

Al parecer la fiesta había comenzado hacía algún tiempo, los saludos


arrastrados que recibimos eran indicación de ello, agitando sus vasos de
plástico formando espuma y derramándola en saludo hacia nosotras mientras
estábamos en la cima de la colina observando la escena desde abajo.

—Sabías acerca de esto, ¿no es así? —le dije a mi caprichosa compañera,


juntando un suave codo a su lado musculoso.

—Sólo cuando regrese a la casa.

—¿Y no pensabas hablarme de ello?

Su sonrisa se hizo más profunda.

—Juré guardar el secreto.

—Apuesto a que lo hiciste. —Aun así no podía dejar de reír, siempre había
disfrutado de las fiestas cuando era niña y algo me decía que a ellos no les
importaría siendo adulta—. ¿Vamos a unirnos a ellos ya que somos las
invitadas de honor?

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Un largo brazo señaló el camino con la mano abierta.

—Después de usted.

* * *

La fiesta duró un buen rato, y aunque nunca tuve mucho gusto por el licor
de cualquier tipo, tengo que admitir que después de unos cuantos vasos de la
cerveza especial de Pop tenía problemas para recordar por qué no me gustaba.

Por supuesto después de unas copas de más, hubiera tenido problemas para
recordar mi nombre, la solución más inteligente era abstenerse después de
solo dos.

O tal vez fueron tres.

Como dije, el brebaje de Pop era una mezcla potente.

El hombre en cuestión, finalmente salió casi a mitad de la noche,


entregándome un par de tijeras y a Ice un juego de llaves de la puerta. Con
voz alta animó e instó a la multitud a unirse a la puerta principal para dar el
acto final a la fiesta nocturna.

Tijera en mano, hice un discurso insípido que afortunadamente se escapó de


mi mente hasta el día de hoy (recuerda que te hablé de la cerveza de Pop), y
con una sonrisa tonta corté la cinta, dejando despejado el camino de la puerta.

Con su habitual estilo sin sentido, Ice simplemente se acercó a la puerta


introduciendo la llave en la cerradura, abriéndola de par en par.

La multitud aplaudió y luego se quedó en silencio, cuando el aroma del


cedro la pintura fresca flotaban a saludarme, animando mi estado de ánimo
ya vertiginoso. Después de un momento, me di cuenta del silencio detrás de
mí y poco a poco volví para ver a la multitud que nos miraba un poco
expectante. Con un cerebro que no operaba en todos sus cilindros, mire a
un grupo de mis vecinos reunidos, preguntándome si alguien sería tan amable

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de decirme que era lo que venía después. Obviamente no era algo de poca
importancia.

Sin respuestas inmediatas, me volví hacia la puerta donde mi pareja estaba


de pie, la clara pregunta, estoy segura, estaba escrita en mis ojos.

Entonces el mundo giró, no por el alcohol, ya que estaba siendo levantada


como una nueva novia en los fuertes brazos de mi prometida llevándome a
cruzar el umbral de la forma más maravillosa.

Esa parecía ser la acción que el público estaba esperando, ya que estallaron
en una espontánea ovación que estaba segura se escuchaba a través de todo
el lago, y quizás más que eso. Las ovaciones cesaron un poco como Ice cerró
la puerta con sus talones, luego me colocó suavemente en los tablones
barnizados de nuestro piso, estabilizándome con una mano en mi hombro.

Nada podría haber borrado la sonrisa de mi rostro ni con un martillo o un


poco de TNT.

Me acurruqué en la longitud de su delgado cuerpo, apoyando mi cabeza en


su hombro mientras veíamos a la alegre multitud dispersarse a través de la
pequeña venta de la puerta.

—Eso fue muy dulce de su parte —dije finalmente cuando la última de las
parrillas y barriles medio vacíos eran cargadas a bordo de varios camiones que
cubrían nuestro camino.

—No estuvo mal.

Una mano curtida entró en mi campo de visión, cerrando suavemente las


persianas, desconectándonos por el momento del mundo exterior. Esa misma
mano activó el interruptor cerca de la puerta de la pequeña alcoba donde
estaba de pie, bañándola en una luz suave y blanca.

Separándome de Ice, me di la vuelta respirando el fresco aroma de nuestro


hogar.

—No puedo creerlo —dije en voz baja, tanto para mí como para mi amante
—. Después de todo este tiempo, finalmente estamos aquí.

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Solo quería estar ahí durante horas y tomarlo todo, aunque era imposible
desde el lugar donde yo estaba, pero aun así la pequeña alcoba era la cosa
más preciosa que alguna vez haya visto, a excepción de la tranquila presencia
a mi lado.

—¿Qué tal si enciendo el fuego? —preguntó Ice—. Va hacer mucho frío


esta noche.

Asentí con la cabeza un poco ausente, demasiado envuelta en el manto de


esta calidez en la que me había envuelto, sin prestar mucha atención a nada
en ese momento. Sin embargo, note cuando ella se alejó, la ausencia de su
cálido cuerpo permitía que el aire fresco se filtrara en la casa, dejándome la
piel de gallina.

El frío me dio el impulso necesario para dejar de jugar a la estatua y


alejarme de la puerta, que a pesar de ser etiquetada como la puerta de
enfrente, en realidad era la puerta trasera , como ya lo había escrito, para
abrir la pequeña alcoba, se giraba para abrir el enorme cristal en el pórtico
del tipo que corre por toda la parte trasera y a un lado de la casa en forma de
L. A la izquierda de la puerta, ocultándome de ellos estaban los pertrechos
habituales del porche, una tumbona y algunas sillas de madera que Pop nos
había obsequiado, así como dos pequeñas mesas de cristal y una pequeña
lámpara de lectura. En la parte derecha, a lo largo de la misma pared de la
alcoba había otra puerta que daba a la cocina independiente, a pesar de tener
poco más de una estufa, un refrigerador algunas ollas y sartenes y un par de
platos y vasos, era una habitación que me dejó con ganas de conocer más.

En mi estancia con Ruby descubrí que me divertía cocinar como nunca


antes, supongo que era la maestra. Ruby era más paciente que mi propia
madre, quien después de observarme por unos escasos segundos
inevitablemente lanzaba sus manos en disgusto maternal e insistía en hacer
las cosas ella misma.

Sin la presión, no solo descubrí que se me daba bien la cocina, descubrí que
era bastante buena en eso si se me permite decirlo.

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De pie en la cocina y mirando hacia afuera, el brazo corto de la ―L‖ apareció


a la vista, un área totalmente vacía por el momento, pero que se podría utilizar
como un área de almacenamiento comúnmente llamada ―cuarto de lavado‖
donde la lavadora y la secadora estarían conectados tan pronto tuviéramos
dinero suficiente para comprarlos.

Justo enfrente de la alcoba, que llevaba a la puerta de enfrente estaba la


puerta que conducía a la misma casa.

Tomando una respiración feliz y profunda, llenando mis pulmones con el olor
a nuevo, entré por la puerta y en el área principal de mi nuevo hogar, esta
parte de la cabaña era una parte gigantesca y abierta, con el comedor, la sala
y habitaciones de lectura separadas por diferentes tipos de muebles.

A lo largo de la pared del fondo, enfrente del área acristalada donde yo


había estado, había una larga línea de exquisitos gabinetes, que se dividía en
la parte de en medio por una enorme (y me refiero a una enorme) chimenea,
lo suficientemente grande para que Ice se destacara sin agacharse, y lo
suficientemente ancha para que ella mantenga sus brazos extendidos sin
tocar cualquiera de los dos lados, la chimenea había sido el centro de reunión
familiar durante muchos años de mi niñez, esperaba que lo fuera de nuevo.

Al darle la espalda a la pared que albergaba la chimenea, lo primero que


vino a mi vista era la luz de la luna jugando en el lago, una visión posible
gracias a una pared formada de ventanas, ventanas que no solo daba el azul
prístina del lago, sino también en el porche que corría toda la longitud de la
parte delantera de la casa.

El comedor con su gran mesa de roble sólido, estaba a mi derecha. Frente


a mí y frente a la chimenea estaban dos sofás mesas y sillas que componían
la sala de estar. A la izquierda estaba la acogedora biblioteca con sus
estanterías empotradas ocupando espacio en las dos paredes, sus cómodas
sillas y las dos pequeñas lámparas que descansaban en las mesas de la
esquina.

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Otro alcoba apartada a un lado de la chimenea, estaba el cuarto de baño


que en la primera reencarnación había estado la recamara principal.

Un conjunto de escaleras compartía el espacio con la biblioteca del extremo


izquierdo de la casa, pasos que al caminar nos llevaba hasta un loft que al
igual que el porche de abajo, corría por toda la longitud de la cabaña. Al
quedarme ahí cuando era niña, el loft estaba dividido en cuanto dormitorios
separados cada uno con sus propias paredes y puertas, sin embargo ahora no
había ni paredes ni puertas, solo un gigantesco espacio abierto que componía
el dormitorio principal.

El borde del loft tenía una enorme ventana y del otro lado, una barandilla
de madera, al estilo de un ferrocarril que permitía mirar hacia abajo el resto de
la cabaña al estar de pie por delante. Por supuesto, no permitía mucha
privacidad, pero la libertad y el aire fresco, más el inmenso tamaño de la
habitación compensaba eso en mi opinión.

Suspirando la pura felicidad no adulterada, me volví a mirar a mi amante


que me observaba con una expresión de cariño y diversión en su rostro. Me
acerque a ella, disfrutando del calor del fuego ahora rugiendo en mi piel
mientras lo hacía, me envolví contra su cuerpo como una lapa, absorbiendo
cada segundo precioso de este tiempo.

Tomé su aroma, el calor de la casa, el olor de la leña guardando todo en mi


memoria, tomando el recuerdo una y otra vez, para saborearlo cuando los
días fueran largos y las noches más.

—Gracias —le susurre a través de la tela que cubría su pecho—. Es todo lo


que soñé y más que eso. Hiciste mi sueño realidad.

—Hiciste realidad tu propio sueño, mi Ángel. —Respondió colocando su


mejilla en la parte superior de mi cabeza—. Yo solo ayudé un poco, eso es
todo.

No tenía humor para discutir, simplemente me envolví con fuerza a su


alrededor, cerrando los ojos y sintiéndome en la cima del mundo.

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Y con la presencia cercana de Ice, el calor del fuego en mi espalda y la


emoción del día o dos, ¿o tal vez fueron tres?, más los brebajes de Pop,
hicieron posible mi tercer bostezo en pocos minutos, Ice tiró suavemente de
mí, conduciéndome por los escalones que llevaban al dormitorio.

Nuestro dormitorio.

Ese pensamiento hizo desvanecer mi sueño, como si nunca hubiera existido,


y cada paso que dábamos me despertaba un poco más, más consciente y sin
duda más emocionada.

Al llegar a la parte superior de las escaleras, Ice soltó mi mano y me


permitió llevarla dentro del loft, lo que con mucho gusto hice, observando mi
alrededor con ojos apreciativos.

Entonces me detuve cuando algo me pareció extraño en la cama que


habíamos elegido, una enorme maravilla de tamaño King que hizo un enorme
agujero en nuestros ahorros que hasta ahora habíamos conseguido acumular.

No era la cama en sí, sino más bien la cabecera lo que parecía…. diferente.

Caminé al pie de la cama observando la cabecera frente a la luz del fuego


parpadeante de abajo, la diferencia llamó mi atención y el aliento abandonó
mis pulmones al mismo tiempo la sangre salió de mi cerebro haciéndome
sentir tan solo un leve desmayo.

—Oh, Dios mío —le susurré asombrada.

Donde había una simple cabecera de pie antes, una masiva nuez ahora
estaba en su lugar. En el centro había un ovalo meticulosamente tallado, y
dentro de ese ovalo tallado en madera bajo relieve estaba el más precioso
árbol bonsái que yo jamás había visto nunca, y créanme cuando les digo que
me he convertido en una experta sobre todas las cosas de los bonsái a lo largo
de los años, siendo compañera de Ice, lo era.

Estupefacta me di la vuelta para mirar a Ice.

—¿De dónde has sacado esto?

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El más suave de los rubores destacó en sus rasgos, casi escondidos por la
luz del fuego parpadeante.

—Yo lo hice —dijo simplemente.

—¿Tú hiciste…? ¡¡¿Tú has hecho esto?!!

Su rubor se profundizó mientras asentía lentamente, su expresión me decía


que estaba insegura de cómo me estaba tomando su magnífico regalo.

Las lágrimas triplicaron mi visión mientras extendía una mano en silencio,


pidiéndole unirse a mi junto a la cama. Cuando ella llegó, la envolví en un
abrazo tan fuerte que un átomo se encontraría en apuros si estuviera entre
nosotras.

—Si viviera mil años, creo que nunca vería nada más hermoso —le susurré
con mi voz ahogada en lágrimas, así como mis labios descansando en el pecho
de Ice.

Después de un momento ella se apartó y limpió mis lágrimas con gentiles


dedos.

—Por favor, no llores, Ángel.

—No puedo evitarlo. Cada vez que creo que no podría ser más amada,
vienes y haces algo como esto —sonreí con una sonrisa acuosa—. Tocas mi
alma, Morgan, de ahí es donde vienen las lágrimas.

Ella me sonrió, descansando sus dedos tiernamente contra mí mejilla por un


momento, luego me reuní de nuevo en el maravilloso nido de sus brazos,
colocando un suave beso en la coronilla de mi cabeza.

—Eres amada, mi dulce Ángel. Más de lo que nunca sabrás.

Sus poéticas palabras, eran más hermosas por ser inusuales, solamente
causaron que mis lágrimas cayeran mucho más. Apoyando mi cabeza contra su
pecho, miré de nuevo la magnífica escultura que parecía vivir y respirar y
bailar a la luz del fuego sobre ella.

—¿Tiene un nombre? —le pregunté por último, recordando la afición de mi


amante por nombrar a los árboles.

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—―La Libertad del Deseo‖ —sus labios susurraron apenas rozando la piel
exquisitamente sensible de mi oído.

Mi cuerpo estalló en llamas para rivalizar con la naturaleza del fuego más
ardiente que la naturaleza tuvo que ofrecer, y cuando su lengua rozó a lo largo
de la ruta que sus labios habían hecho, seguida por el suave contacto de sus
dientes afilados, yo estaba verdaderamente perdida ante el calor abrasador de
nuestra pasión unida.

Unos fuertes brazos me abrazaron y me colocaron en la cama con una


ternura reservada para los objetos de valor incalculable, mientras que los
labios, la lengua y los dientes se movían lentamente hacia abajo para
continuar su asalto, esta vez en la carne de mi cuello, carne que se inundó de
un color rosa por el calor que Ice estaba generando en mí.

Un cambio de colchón y de repente estaba siendo cubierta con un manto


vivo envuelta de aromas embriagadores de almizcle primordial y especias
exóticas, el fuego ardiendo cada vez más caliente cuando húmedos labios
buscaron y encontraron los míos, haciendo que mi cuerpo se retorciera bajo el
peso de mi amante.

El beso se profundizó, saboreando el profundo gemido que retumbó de su


pecho. Probando, saboreando y regresándolo con uno de los míos mientras sus
dedos se enredaban a través de los mechones cortos de mi cabello. Sus labios
se separaron y tomé su lengua en mí, adorándola con la mía propia, como
nuestros cuerpos bailaban sobre las sabanas de la cama.

Después de largos momentos de felicidad, sus labios dejaron los míos y


sentí el roce de sus dientes a lo largo de mi yugular mientras sus manos se
deslizaron de su control sobre mi cabello, arrastrándolas hacia abajo por mi
cuerpo en una corriente eléctrica de pasión. Un fuerte muslo separó mis
piernas temblorosas mientras sus manos trabajaban en desabrochar mis jeans,
tirando hacia abajo con fuerza mientras ella gruñía con necesidad en el hueco
de mi garganta.

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Una mano bromista se deslizó por delante de la barrera de mi ropa interior,


bañando a los dedos a sí mismos en la superficie resbaladiza que encontraron
allí, una malvada sonrisa curvó la comisura de sus labios magníficos, arrojando
una lengua traviesa hacia afuera para mojar los labios listos para besar.

Retirando su mano, ella rodó hasta ponerse de rodillas, tirando de mis jeans
y la ropa interior fuera en un movimiento fluido, tirándolos al suelo junto a la
cama. El frio débil del aire contra mi piel acalorada proporcionaba un placer
propio.

Un placer que se superó rápidamente cuando ella se sentó a horcadas sobre


mis caderas desnudas, quitándose lentamente la camiseta, dejando al
descubierto sus magníficos pechos para mí. No pude detenerme a mí misma,
extendí mis brazos y las cubrí con mis manos, sintiendo la tierna carne
contraerse en mis palmas. Iluminada por el fuego ella era mi diosa oscura,
todo el calor primigenio y la belleza embriagadora.

Sus ojos brillaban como plata debajo de las largas pestañas y sus caderas
tomaron un lento vaivén, yo podía sentir el calor fundido en ella, incluso a
través de la gruesa tela de sus pantalones de mezclilla mientras cabalgaba en
contra de mi propio calor en un ritmo que tenía a mis caderas bombeando en
su contra, pidiendo más contacto.

—Duro —gruñó ella.

Apreté sus pechos con más firmeza y luego tomé sus duros pezones entre
mis dedos apretándolos con la fuerza suficiente, haciendo que la blancura de
sus ojos se muestren como sus embestidas contra mí se hicieron más fuertes,
haciendo duplicar mi propia excitación, hasta que era todo lo que podía hacer
para no rendirme al borde de la danza de mi visión.

Ella se inclinó más cerca y luego dejó caer el fragante cabello en una cortina
alrededor de mi cabeza, descansando su peso en la parte superior del cuerpo
sobre los puños cerrados a ambos lados de mis hombros. Sus caderas se
deslizaron hacia abajo entre mis piernas abiertas mientras sus embestidas

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continuaron acompañados de gruñidos guturales con cada movimiento de su


cuerpo.

—Duro —ella gruñó de nuevo, y yo solo pude hacer otra cosa que obedecer
a la rígida tela de sus pantalones vaqueros que se deslizaban contra mí una y
otra vez sin pausa ni piedad. Mis piernas levantadas por su propia voluntad,
mis tobillos bloqueados detrás de sus rodillas dobladas dando fuerza para sus
embestidas.

Su cuello largo y elegante se arqueó hacia atrás, exponiendo su garganta


cuando un largo y bajo gemido estalló, llenando el aire con su sonido
primigenio.

—Oh, Dios —susurré mientras veía su clímax correr a través de ella,


oscureciendo y calentando su piel con un rubor atractivo—. Querido, dulce
Dios…

Los dientes blancos brillaban y los músculos de la mandíbula sobresalían


mientras cabalgaba hacia afuera lo último de su orgasmo con unas cuantas
embestidas contra mí. Luego se dejó caer de lleno encima de mí, jadeando en
la piel de mi cuello mientras sus labios calientes acariciaban mi carne
succionando suavemente mientras recuperaba el aliento.

Sus labios se volvieron más insistentes cuando empezó a recuperar su


fuerza, chupando los puntos de mi pulso como si fuera a tomar el latido de mi
corazón profundamente en ella. Sus manos se aflojaron y comenzaron a re
explorar el terreno de mi cuerpo, rozando con firmeza sobre las colinas y los
valles que allí encontraron, emocionándome cada vez más con la feroz pasión
de su toque. Finalmente llegaron a reposar en el cuello de mi camiseta y con
una enorme rasgadura, expuso el resto de mi cuerpo al calor de la noche 3.

Ella era implacable, voraz en su degustación de mis pechos, lamiendo el


sudor que los bañaba como un gato a la crema, sin dejar centímetro cuadrado
de puro hormigueo de carne sin tocar. Sus manos continuaron su propia
caminata implacable, las palmas de las manos, callosas por sus largos
3
De acá abajo lo traduzco yo, Queen Juliet alias Meltryth, salvándoles las papas del
fuego hasta que cambie de capítulo.

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trabajos, riéndose y burlándose de mí mientras me retorcía bajo sus


atenciones sin piedad, sin permanecer en un lugar el tiempo suficiente para
darme siquiera la insinuación más breve de alivio.

Pero estaba allí, oh sí. Podía verlo, sentirlo, saborearlo, olerlo con cada línea
de contacto burlas de sus dientes, con cada caricia ardiente. Allí, pintado en el
interior de mis párpados, zumbando en los oídos, prometiendo libertad.

Salvación prometedora.

Y luego, cuando me había enrollado con tanta fuerza que se sentía como si
cada átomo de mi cuerpo estaba siendo bañado, acariciado y maravillosamente
amado, su boca caliente y húmeda ahuecada sobre mí, gimiendo en mi carne
codiciosa, y con el primer toque de su maravillosa lengua, la salvación que
había buscado desesperadamente era mía y yo volaba, más alto y más duro de
lo que nunca había hecho antes.

Mi cuerpo se convulsionó en la liberación de alegría cuando mis dedos


enroscados a través del cabello negro medianoche, usándolo como un ancla
para no volar por completo y poder perderme dentro de la dicha que me había
convertido.

Y cuando llegué a la cumbre y me encontré cayendo sin preocuparme por el


otro lado, llena por completo, encrespó los dedos, acariciándome dentro y por
fuera, mezclando la lentitud con la rapidez, la delicadeza con ferocidad,
alimentándome, el levantamiento de mí hasta que el grito de mi liberación se
hizo eco fuerte en mis oídos.

Y entonces ella me suavizó como entrenador calma a un potro nervioso, sus


dedos se cerraron apretados, acomodándose suavemente contra mi vientre,
con los labios otorgando tiernos besos diseñados para no despertar pero en
calma, me volvieron a mí misma en de la más dulce de maneras, encontrando
la cabeza apoyada en mi muslo, con la barbilla inclinada hacia arriba para
mirarme, una luz alegre, feliz que brillaba desde el azul de sus ojos.

—Dios, te amo —era todo lo que tenía aliento para decir mientras acariciaba
el cabello de la frente sudorosa, mi cuerpo bañado en el amor de sus ojos.

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La sonrisa que me dio hizo que mi corazón se detuviera, su brillantez me


dice más que las palabras jamás podrían.

Después de un momento, se retiró suavemente y se deslizó a mi lado,


moldeando nuestros cuerpos juntos y acariciando mi espalda con dulzura. Me
extendió la mano para besarla, con el sabor de mí misma en sus labios envié
energía renovada de alguna parte corriendo a través de mi cuerpo. Pero ella se
apartó, con su pulgar a lo largo de mis labios, ella negó con la cabeza
lentamente.

—Ahora descansa, dulce Ángel. Tenemos toda la noche.

Demasiado saciada para estar muy decepcionada, me entregué en el deseo


más fuerte de mi cuerpo lánguido y me sentí caer dormida dentro de la tibia
fuerza de sus brazos, segura con conocimiento que iba a vigilar a los demonios
que pueden pensar para invadir mis sueños.

Y con su guardia de pie, no se atrevieron.

* * *

A la mañana siguiente, me desperté con peso agradable de la cabeza de Ice


que descansa sobre el bajo vientre. Su cabello alborotado de sueño ocultaba
parcialmente su rostro de mí. Los zarcillos de que agitaban suavemente con
cada exhalación larga y lenta, el cosquilleo en mi contra y levantando la piel de
gallina a través de mi carne.

Su respiración era fresca en la piel de mi cuerpo despertando lentamente y


éste resistió el impulso de retorcerse, al darse cuenta una vez más de lo que
realmente es un maravilloso sueño rejuvenecedor. Como si sintiera mi
situación, ella se movió, sólo un poco, apretando su agarre alrededor de mi
muslo y frotando su mejilla contra la piel de mi vientre en un gesto
inconsciente llena de confianza y amor.

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Contuve la respiración contra la posibilidad de su despertar demasiado


pronto, sin desear nada más en el momento que apreciar la rara oportunidad
de verla dormir, luego se relajó como su propia respiración, una vez más
profundizado en el sueño.

El sol de otoño que entraba por la ventana le dio un papel en bronce


bruñido, una escultura de estar hecha por el mejor de los artesanos en la
imagen de una diosa llamada a la tierra. Vi como los árboles que se mecían
fuera de la ventana se movían sombras interesantes sobre su piel desnuda,
destacando, a continuación oscureciendo, los gruesos músculos de la espalda.

Al mirar hacia adelante, traté de pensar en volver a una vez que había
estado más en paz y no pude. Incluso el omnipresente fantasma de la justicia
no pudo ser grande sobre mí esa mañana.

Era amada. Estaba a salvo.

Estaba en casa.

Levantando la mano, le acaricié suavemente su cabello, permitiendo que mi


mente a la deriva sin rumbo fijo por encima de todo y de nada, contenido en la
tranquilidad de una mañana de principios de otoño.

Ella se movió de nuevo, probablemente bajo los efectos de mi lánguida


caricia y acarició mi vientre, una vez más antes de colocar un beso en el
interior de mi muslo derecho y luego en el izquierdo. Entonces, su cuerpo
cálido y suave de ensueño, se levantó a mi lado, me sostuvo entre sus brazos
y capturó mis labios en los suyos en un beso que dejó a mis sentidos
devanados.

—Buenos días —dije, con mi voz ronca con desconfianza, cuando por fin se
apartó.

—Mmmm —retumbó ella, relamiéndose los labios—, lo es.

—¿Dormiste bien?

—Muy.

—Bien.

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Y con una sonrisa llena de diabluras y un corazón lleno de lujuria, me deslicé


por su cuerpo y tomé un pezón esperando pacientemente en mi boca,
tarareando con deleite cuando creció firme bajo los golpes de
amamantamiento de la lengua.

Los murmullos suaves de Ice y su mano que guiaba a la parte posterior de


mi cabeza, me animaron a dar rienda suelta a mi pasión matutina. Su cuerpo
respondió al instante cuando la toqué, cada vez más audaz y sentí su
respiración acrecentarse como mi mano caminaron hacia el sur, rozando el
piso, musculoso vientre plano y la sensación que se contraía bajo mis dedos.

Y cuando profundicé intensamente en su calor húmedo y sentí su apretar,


dándole la bienvenida al agarre con los dedos, los gemidos sensibles bajos en
mi oído me hicieron saber que el cielo, lejos de ser inalcanzable, era una cama
simple en una cabaña sencilla en un remanso de ciudad, lejos de todo.

Y ahí era exactamente donde quería que fuera.

* * *

(SI FALTA, PERO YO TENGO QUE TERMINAR ESTE CAPÍTULO Y MI


AMIGUITA DAMI LORENZO TIENE QUE TERMINAR LO DEMÁS. LA
PRÓXIMA ESPEREMOS QUE ESTÉ TODO COMPLETO. ¿OK?)

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