LITERATURinfantil INTERC2022 LECTURAS

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LITERATURA INFANTIL INTERCULTURAL.

Docente: Mg. Macedonio Villafán Broncano

LECTURAS UNIDAD I
SEMANA 1. Teorías

SEMANA 2

LA ACHIQUÉ

Y sucedió que vino un tiempo de gran hambruna y no había nada que comer.
El valle se secó y sólo langostas brillaban saltando sobre los trojales. Unos
campesinos hallaron un poco de maíz y decidieron tostarlo. Tenían dos hijos
pequeños; mas, como el maíz era poco, esperaron que al llegar la tarde se
durmiesen para comerlo a solas. Bien entrada la noche, dijo la mujer en voz
muy baja:

- ¿Dónde está la callana para tostar el maíz?

- Yo sé dónde está la callana.

- Y yo sé dónde está el palito para mover el grano- dijeron al mismo tiempo los
dos niños.

Los padres se quedaron sorprendidos. Mas, azuzados por el hambre, los


metieron en una bolsa de paja y los arrojaron al río.

El río los varó dulcemente y, a salvo, comenzaron a subir el escarpe de la


orilla. Caminando, caminando, llegaron a casa de la Achiqué, vieja bruja del
monte que los recibió con aparente bondad. Después de darles de comer,
dispuso que los hermanos durmiesen separados, uno en la colca y el otro junto
al fogón.

Al alba la niña sintió débiles quejidos y, suponiendo que fuera su hermano,


preguntó a la bruja:

- ¿Mamitay, qué le haces a mi hermano?

- Lo estoy despiojando.

Al cabo de un rato tornó a lamentarse el niño y la bruja, para tranquilizar a la


muchacha, dijo:

- Como le saco las liendres, se queja.

Inquieta, la niña se levantó sin hacer ruido y bajó a la cocina y pudo ver cómo
la bruja intentaba descuartizar a su hermano con una hoja de cortadera.
Amarrado y amordazado, apenas si se oían los quejidos de la pequeña víctima.
Sin perder tiempo, cogió la chiquilla un puñado de ceniza y lo echó a los ojos
de la bruja, y mientras ésta corría a lavarse al puquial, desató a su hermano y
huyeron de prisa. Tras ellos salió aullando la bruja.

Cerro arriba, corrían los niños jadeando como dos tarucas. Como eran chicos,
los quishuares los ocultaban y la bruja en vano clavaba los ojos sobre el camino
como dos espinas.

Al medio día encontraron a un cóndor que dormía sobre unas peñas.

- Taita Cóndor, ocúltanos bajo tus alas que nos alcanza la Achiqué.

Extendió sus alas el cóndor y bajo ellas desaparecieron los niños. Al cabo de
un rato llegó cojeando la bruja, miró astuta por todos los lados, y como no viera
nada, preguntó al cóndor:

- Auquis Rucus ¿has visto pasar por aquí dos niños que se me han
escapado?

- Nada he visto, Achiqué.

- Pues entonces déjame ver qué tienes bajo las alas.

El cóndor la dejó aproximarse y cuando la tuvo bien cerca le dio de aletazos e


hizo caer rodando a la bruja hasta el fondo del barranco.

De nuevo los niños se dieron a la fuga. Al atardecer, fatigados de tanto correr,


llegaron a la madriguera de una zorra. A la puerta de su cueva, esperaba a su
marido que debía traer pajaritos para las crías.

- Tía Atoj, dijo la niña, la Achiqué nos persigue, te ruego que nos guarezcas
en tu casa.

La zorra miró piadosa a los niños y los dejó pasar.

Al anochecer llegó la bruja. Bufando venía...

- Vieja Atoj, dijo, de seguro aquí están escondidos los niños que se me han
escapado.

- Aquí sólo están mis crías - dijo la zorra.

- Entonces déjame pasar - repuso la vieja.

- No puede ser; están durmiendo y las despertarías.

Tanto fastidió la bruja que la zorra la espantó a dentelladas.

A la mañana siguiente los niños dieron las gracias a la zorra y emprendieron


de nuevo la fuga.

Mas la Achiqué los esperaba en lo alto de un cerro; al verlos bajó dando


brincos como un saltamontes. Huyeron los niños valle abajo. Como venaditos
corrían. Al torcer un recodo, divisaron a un Añas que estaba haciendo un hueco
en el suelo.

- Don Añas, ocúltanos pronto que ya viene la bruja- imploraron los niños.

El Añas los metió en el hueco y los tapó con hierbas.


- Añas pestífero -dijo la bruja al llegar-; aquí tienen que estar los muchachos.
¿Qué ocultas debajo de aquellas hojas?

- Es mi cosecha de papas.

- Si es como dices, déjame ver.

El Añas no contestó nada. Movió su cola coposa y ¡chis! soltó un "aroma"


penetrante que hizo huir lejos a la bruja.

Huían, huían los niños. Tras ellos de nuevo seguía la bruja tirándoles piedras.
Así llegaron a una llanura. La bruja les daba ya alcance, cuando en medio del
campo divisaron a un cordero que pacía tranquilamente, con una soga al cuello.

- Cordero, corderito, dijo la niña, mira que la bruja ya nos alcanza; no dejes
que nos llegue a tocar.

El cordero tomó la cuerda que tenía al cuello y la lanzó al aire y por allí
subieron los niños. Las nubes, como buche de ave, les acariciaban las mejillas.

La bruja llegó al sitio y al ver la soga colgando del cielo y los niños en lo alto
comenzó a subir. El viento le arremolinaba los faldellines, descubriendo sus
piernas flacas. Ya muy arriba apareció entre la bruja y los niños un pericote
prendido en la cuerda.

- ¿Qué haces allí, pericotito? - preguntó la malvada.

- Estoy comiendo un pedazo de semita morena que me dio mi madre.

En realidad, el pericote roía la soga. De pronto la cuerda se rompió y desde lo


alto se vino abajo la bruja.

Pampallaman, pampallaman, gritaba la vieja mientras caía. ¡Pampallaman! y


cayó despanzurrada en medio del llano.

Arriba seguían subiendo los niños al país de las nubes. La soga se mecía en
el cielo como un inmenso tallo.

(Recogido por Arturo Jiménez Borja del Callejón de Huaylas)


En algunas versiones, el final es mítico. Los narradores señalan lo siguiente:

Pampallaman, qurallaman, gritaba la achikee mientras caía.


¡Pampallaman….qurallaman….! Pero no cayó a la pampa o al pasto como
pedía, sino a rocas filudas de la cordillera. Como resultado del impacto, su
sangre se esparció por todo el mundo. Es esa sangre de la Achiqué la que
responde cuando emitimos sonidos muy fuertes, sea con voces o silbidos.

Según esta versión así se originó el eco.

Análisis de la versión canónica (síntesis) del cuento:

PLANO DEL CONTENIDO


Elementos culturales hispano occidentales:
Dios, Virgen, niño Dios o Jesús, San Pedro, San Jerónimo, espacio cielo
cristiano. Animales: asno.
Elementos culturales andinos:
Vinculo hombre-naturaleza. Los animales (naturaleza) apoyan al ser
humano. Elementos de la flora.
Trato de Tío y ayudas: vida comunitaria, colectivista. (ayllu);
solidaridad, la compasión, ayuda al desvalido. Individualismo vs. Colectivismo.
Sentido mítico: origen del eco, del maíz y la papa, recorridos de la
carencia a la abundancia. Explicación mítica del eco. Tiene valor ético: amor
filial, responsabilidad de padres, el mito entra a la conciencia colectiva como
trasmisora de valores. El eco como símbolo de sanción.
La falta de la vieja conlleva sanción. No protegió, no prestó amparo a
los niños, por lo que fue castigada.
CONCLUSION. Es intercultural porque los elementos culturales de
ambas culturas se funden armónicamente en orden a la moral. Pero también
hay versiones con elementos exclusivamente andinos.

ACTIVIDAD: Contar su versión de la Achikay y luego hacer


comentarios analíticos de enfoque intercultural. Buscar elementos culturales
andinos y occidentales y su modo de encuentro o desencuentro intercultural.
ESTRUCTURACION ARTÍSTICA
Lengua. Hay versiones en quechua y español. En español andino.
VERSIONES
Versiones de orfandad de niños (madre viuda que los deja)
Versiones del origen de la papa.
Versiones en que la Achikay tiene una hija.
Versiones en que la Achikay castiga a los animales que no le ayudan, en
cambio la niña los premia con aptitudes y cualidades especiales.

TAREA: Copiar la versión de la Achikay que han recogido, sea en quechua o


español. Si es versión escrita, copiar. En ambos casos señalar fuente. Si es
oral: lugar, persona que contó, nombres, edad, ocupación o profesión, fecha de
recopilación. Si es escrita: la fuente bibliográfica, autor, año, título del libro,
lugar, editorial, página.

SEMANA 3

José María Arguedas

EL SUEÑO DEL PONGO

A la memoria de don Santos Ccoyoccossi Ccataccamara, Comisario Escolar de la comunidad de


Umutu, provincia de Quispicanchis, Cuzco. Don Santos vino a Lima seis veces; consiguió que lo
recibieran los Ministros de Educación y dos Presidentes. Era monolingüe quechua. Cuando hizo su
primer viaje a Lima tenía más de sesenta años de edad; llegaba a su pueblo cargando a la espalda
parte del material escolar y las donaciones que conseguía. Murió hace dos años. Su majestuosa y
tierna figura seguirá protegiendo desde la otra vida a su comunidad y acompañando a quienes tuvimos
la suerte de ganar su afecto y recibir el ejemplo de su tenacidad y sabiduría.
Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de
sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas, viejas.

El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la
residencia.

—¿Eres gente u otra cosa? —le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio.

Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.

—¡A ver! —dijo el patrón—, por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas manos que
parece que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! —ordenó al mandón de la hacienda.

Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina.

El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le
ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así,
otros lo compadecían. «Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura
tristeza», había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.

El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. «Sí,
papacito; sí, mamacita», era cuanto solía decir.

Quizás a causa de tener una cierta expresión de espanto, por su ropa tan haraposa y acaso, también, porque no
quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían
para rezar el avemaría, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante
de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.

Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves
en la cara.

—Creo que eres perro. ¡Ladra! —le decía.

El hombrecito no podía ladrar.

—Ponte en cuatro patas —le ordenaba entonces.

El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.

—Trota de costado, como perro —seguía ordenándole el hacendado.

El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.

El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía el cuerpo.

—¡Regresa! —le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.

El pongo volvía, de costadito. Llegaba fatigado.

Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el avemaría, despacio, como viento interior en el corazón.

—¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! —mandaba el señor al cansado hombrecito—. Siéntate en dos
patas; empalma las manos.

Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba
exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no
podía alzar las orejas.
Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.

—Recemos el padrenuestro —decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.

El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar
correspondía a nadie.

En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.

—¡Vete, pancita! —solía ordenar, después, el patrón al pongo.

Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a
fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos [1].

Pero…, una tarde, a la hora del avemaría, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando
el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía
como un poco espantado.

—Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte —dijo.

El patrón no oyó lo que oía.

—¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? —preguntó.

—Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte —repitió el pongo.

—Habla… si puedes —contestó el hacendado.

—Padre mío, señor mío, corazón mío —empezó a hablar el hombrecito—. Soñé anoche que habíamos muerto los dos
juntos; juntos habíamos muerto.

—¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio —le dijo el gran patrón.

—Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos, los dos juntos; desnudos ante nuestro gran
Padre San Francisco.

—¿Y después? ¡Habla! —ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.

—Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y
miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos examinaba, pesando, creo, el corazón de cada uno y lo que
éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.

—¿Y tú?

—No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.

—Bueno. Sigue contando.

—Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: «De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese
incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga
una copa de oro, y la copa de oro llena de miel de chancaca más transparente».

—¿Y entonces? —preguntó el patrón.


Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta pero temerosos.

—Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol;
vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño,
bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.

—¿Y entonces? —repitió el patrón.

—«Ángel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas
cuando pasen sobre el cuerpo del hombre», diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así el ángel excelso, levantando la
miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el
resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transparente.

—Así tenía que ser —dijo el patrón, y luego preguntó—: ¿Y a ti?

—Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro gran Padre San Francisco volvió a ordenar: «Que de todos los ángeles del
cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano».

—¿Y entonces?

—Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en
su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro
grande. «Oye, viejo —ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel—, embadurna el cuerpo de este hombrecito con el
excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas. ¡Rápido!».
Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así
como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo,
apestando…

—Así mismo tenía que ser —afirmó el patrón—. ¡Continúa! ¿O todo concluye allí?

—No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro
gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que
colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y
luego dijo: «Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro!
Despacio, por mucho tiempo». El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora; sus alas recuperaron su color negro, su
gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.
FIN
Análisis del cuento:

I. PLANO DEL CONTENIDO. De la significación

Análisis de personaje:

El pongo. Indio humilde, pobre, sometido por el hacendado.

El patrón hacendado. El amo poderoso, discriminador, con aire de superioridad, prepotente.

Indio y patrón aparecen en los extremos de las clases sociales.

El padre San Francisco y los ángeles (en el sueño del pongo).

Espacio: Es una hacienda y el espacio del sueño, el cielo.


Historia: acciones y sucesos que se resumen en el argumento
Temática: Reivindicación ideal del pongo frente a los abusos del hacendado.
LA INTERCULTURALIDAD EN EL CUENTO

1. Elementos culturales hispano occidentales:


La religión cristiana: rezos; Padre San Francisco y ángeles. El cielo.
Faltas y sanciones. Recompensa.
Sistema social oligárquico: Hacienda, patrón e indios a su servicio.
Actitudes dominantes del patrón y sometimiento del indio.
2. Elementos culturales andinos:
Cualidades y actitud del indio: humildad, nobleza, sencillez, respeto; compasión. Capacidad y trabajador,
responsabilidad.
Da significación y valor al sueño como influyentes en la vida real.
Religiosidad, tiene deidades. Andinización de santos cristianos.
Ciclicidad, Pachakuti.

II. ESTRUCTURACIÓN ARTÍSTICA

Lengua. Versiones bilingües. Estilo de cuento oral.

CONCLUSION.
El pongo muestra una conciencia intercultural; mientras que el amo no la tiene. Por esta situación se mantiene un
estado de conflicto.
No se produce la interculturalidad.
La lección del cuento es que se debe aspirar una sociedad justa que permita la interculturalidad.

SEMANA 4

César Vallejo (1892 - 1938)


Más allá de la vida y de la muerte

     Jarales estadizos de julio. Viento amarrado a cada peciolo, manco del mucho grano que en él gravita. Lujuria
muerta sobre lomas onfalóideas de la sierra estival. Espera. No ha de ser. Otra vez cantemos. ¡Oh qué dulce sueño!

     Por allí mi caballo avanzaba. A los once años de ausencia, acercábame por fin aquel día a Santiago, mi aldea natal.
El pobre irracional avanzaba, y yo, desde lo más entero de mi ser hasta mis dedos trabajados, pasando quizá por las
mismas riendas asidas, por las orejas atentas del cuadrúpedo y volviendo por el golpeteo de los cascos que fingían
danzar en el mismo sitio, en misterioso escarceo tanteador de la ruta y lo desconocido, lloraba por mi madre que,
muerta dos años antes, ya no habría de aguardar ahora el retorno del hijo descarriado y andariego. La comarca entera,
el tiempo bueno, el color de cosechas de la tarde limón, todo comenzaba a agitarme en nostálgicos éxtasis filiales.
Casi podían ajárseme los labios para hozar el pezón eviterno, siempre lácteo de la madre; sí, siempre lácteo, hasta
más allá de la muerte.

     Con ella había pasado seguramente por allí de niño. Sí. En efecto. Pero no. No fue conmigo que ella viajó por esos
campos. Yo era entonces muy pequeño. Fue con mi padre. ¡Cuántos años haría de ello! Ufff… También fue en julio,
cerca de la fiesta de Santiago. Padre y madre iban en sus cabalgaduras; él, adelante. El camino real. De repente, mi
padre que acababa de esquivar un choque con repentino maguey de un meandro:

     —¡Señora!.. ¡Cuidado!..

     Y mi madre ya no tuvo tiempo, y fue lanzada ¡ay! del arzón a las piedras del sendero. Tornáronla en camilla al
pueblo. Yo lloraba mucho por mi madre, y no me decían qué la había pasado. Sanó. La noche del alba de la fiesta, ella
estaba ya alegre y reía. No estaba ya en cama, y todo era muy bonito. Yo tampoco lloraba ya por mi madre.

     Pero ahora lloraba más, recordándola así, enferma, postrada, cuando me quería más y me hacía más cariño y
también me daba más bizcochos de bajo de sus almohadones y del cajón del velador. Ahora lloraba más,
acercándome a Santiago, donde ya sólo la hallaría muerta, sepulta bajo las mostazas maduras y rumorosas de un
pobre cementerio.

     Mi madre había fallecido hacía, a la sazón, dos años. La primera noticia de su muerte recibíla en Lima, donde supe
también que papá y mis hermanos habían emprendido viaje a una hacienda lejana, de propiedad de un tío nuestro, a
efecto de atenuar en lo posible el dolor por tan horrible pérdida. El fundo se hallaba en remotísima región de la
montaña, al otro lado del río Marañón. De Santiago pasaría yo hacia allá, devorando inacabables senderos de
escarpadas punas y de selvas ardientes y desconocidas.

     Mi animal resopló de pronto. Cabillo molido vino en abundancia sobre ligero vientecillo, cegándome casi. Una parva
de cebada. Y después, Santiago, en su escabrosa meseta, con sus tejados retintos al sol ya horizontal. Y todavía,
hacia el lado de oriente, sobre la linde de un promontorio amarillo brasil, se veía el panteón, retallado a esa hora por la
sexta tintura del ocaso.

     A la aldea llegué con la noche. Doblé la última esquina, y, al entrar a la calle en que estaba mi casa, alcancé a ver a
una persona sentada en el poyo de la puerta. Estaba sola. Muy sola. Tanto, que, ahogando el duelo místico de mi
alma, me dio miedo. También sería por la paz casi inerte con que, engomada por la media fuerza de la penumbra,
adosábase su silueta al encalado paramento del muro. Particular revuelo de nervios secó mis lagrimales. Avancé.
Saltó del poyo mi hermano mayor, Ángel, y recibióme entre sus brazos. Pocos días hacía que había venido de la
hacienda, por causa de negocios.

     Aquella noche, luego de una mesa frugal, hicimos vela hasta el alba. Visité las habitaciones, corredores y cuadras
de la casa. Ángel, aun cuando hacía visibles esfuerzos para desviar este afán mío por recorrer el amado y viejo
caserón, parecía también gustar de semejante suplicio de quien va por los dominios alucinantes del pasado más puro
e irremediable de la vida.

     Por sus pocos días de tránsito en Santiago, Ángel habitaba ahora solo en casa, donde, según él, todo estaba tal
como quedara a la muerte de mamá. Referíame también cómo fueron los días de salud que precedieron a la mortal
dolencia y cómo su agonía.

     —¡Ah, esta despensa, donde le pedía pan a mamá, lloriqueando de engaños!— Y abrí una pequeña puerta de
sencillos paneles desvencijados.
     Como en todas las rústicas construcciones de la sierra peruana, en las que a cada puerta únese casi siempre un
poyo, cabe el umbral de la que acababa yo de franquear, hallábase recostado uno, el mismo inmemorial de mi niñez,
sin duda, rellenado y revocado incontables veces. Abierta la humilde portezuela, en él nos sentamos, y en él también
pusimos la linterna ojitriste que portábamos. La lumbre de ésta fue a golpear de lleno el rostro de Ángel, que
extenuábase de momento en momento, conforme trascurría la noche, hasta parecerme a veces casi trasparente. Al
advertirle así, le acaricié y colmé de ósculos sus barbadas y severas mejillas, que se empaparon de lágrimas.

     Una centella, de ésas que vienen de lejos, ya sin trueno, en época de verano en la sierra, le vació las entrañas a la
noche. Volví restregándome los párpados a Ángel. Y ni él, ni la linterna, ni el poyo, ni nada estaba allí. Tampoco oí ya
nada. Sentíme como ausente de todos los sentidos y reducido tan sólo a pensamiento. Sentíme como en una tumba.

     Después, volví a ver a mi hermano, la linterna, el poyo. Pero creí notar el semblante de mi hermano, como
restablecido de su aflicción y flaqueza anteriores. Tal vez, esto era error de visión de mi parte, ya que tal cambio
repentino no se puede ni siquiera concebir. Le dije:

     —Me parece verla todavía, no sabiendo la pobrecita qué hacer para la dádiva, y arguyéndome: —¡Ya te cogí,
mentiroso! Quieres decir que lloras, cuando estás riendo a escondidas. ¡Y me besaba a mí más que a todos ustedes,
como que yo era el último también!

     Al término de la velada de dolor, Ángel parecióme de nuevo muy quebrantado, y, como antes de la centella,
asombrosamente descarnado. Sin duda, pues, había yo sufrido una desviación en la vista, motivada por el golpetazo
de luz del meteoro, al encontrar antes en su fisonomía un alivio que, naturalmente, no podía haber ocurrido.

     Aún no asomaba la aurora del día siguiente, cuando monté y partí para la hacienda, despidiéndome de Ángel, que
quedaba todavía unos días más, por los asuntos que habían motivado su viaje a Santiago.

     Finada la primera jornada del camino, acontecióme algo inaudito. En la posada hallábame reclinado en un poyo
descansando, y he aquí que una anciana del bohío, de pronto, mirándome asustada, preguntóme lastimera:

     —¿Qué le ha pasado, señor, en la cara? ¡Parece que la tiene usted ensangrentada!

     Salté del asiento. Al espejo advertíme, en efecto, el rostro encharcado de pequeñas manchas de sangre reseca.
Tuve un calofrío. ¿Sangre? ¿De dónde? Yo había juntado el rostro al de Ángel que lloraba… Pero… No. No. ¿De
dónde era esa sangre? Comprenderáse el terror que anudaron en mi pecho mil presentimientos. Nada es comparable
con aquella sacudida de mi corazón. Hoy mismo, en el cuarto solitario donde escribo, está la sangre aquella y mi cara
en ella untada y la vieja del tambo y la jornada y mi hermano que llora y mi madre muerta.

     ¡Oh noche de pesadilla, en esa inolvidable choza, en que la imagen de mi madre muerta alternó, entre forcejeos de
extraños hilos, sin punta, que se rompían luego de sólo ser vistos, con la de Ángel, que lloraba!

     Seguí ruta. Tras de una semana de trote por la cordillera y por tierras calientes de montaña y luego de atravesar el
Marañón, una mañana entré en parajes de la hacienda. El nublado espacio reverberaba a saltos, con lontanos truenos
y solanas fugaces.

     Desmonté junto al bramadero del portón de la casa que da al camino. Llamé. Algunos perros ladraron en la calma
apacible y triste de la fuliginosa montaña.

     Una voz llamaba y contenía desde adentro a los mastines, entre el alerta gárrulo de las aves domésticas
alborotadas. Esta voz pareció ser olfateada extrañamente por el fatigado y tembloroso solípedo, que estornudó
repetidas veces, enristró casi horizontalmente las orejas hacia adelante, y, encabritándose, probó a quitarme los frenos
de la mano. Al desplegarse, con medroso restallido, las gigantescas hojas del portón, aquella misma voz vino a
pararse en mis propios veintiséis años totales y me dejó de punta a la Eternidad. Las puertas hiciéronse a ambos
lados.

     ¡Meditad brevemente sobre este suceso increíble, rompedor de las leyes de la vida y de la muerte, superador de
toda posibilidad!

     ¡Mi madre apareció a recibirme!

     —¡Hijo mío! —exclamó estupefacta—. ¿Qué es lo que veo, Señor de los Cielos?

     ¡Mi madre! Mi madre en alma y cuerpo. ¡Viva! Y con tanta vida, que sentí ante su presencia, asomar por las
ventillas de mi nariz, dos desolados granizos de decrepitud, que luego fueron a caer y pesar en mi corazón, hasta
curvarme senilmente, como si, a fuerza de un fantástico trueque de destinos, acabase mi madre de nacer y yo viniese,
en cambio desde tiempos tan viejos, que me daban una emoción paternal respecto de ella.

     Sí. Mi madre estaba allí. Vestida de negro unánime. Viva. Ya no muerta. ¿Era posbile? No. No era posible. No era
mi madre esa señora. No podía serlo.

     —¡Hijo de mi alma!— rompió a llorar mi madre y corrió a estrecharme contra su seno, con ese frenesí y ese llanto
de dicha con que siempre me amparó en todas mis llegadas y mis despedidas.

     El estupor me puso como piedra. La vi echarme sus brazos adorados al cuello, besarme ávidamente y sollozar sus
mimos y sus caricias, que ya nunca volverán a llover en mis entrañas. Tomóme luego bruscamente el impasible rostro
a dos manos, y miróme así, cara a cara, acabándome a preguntas.

     Por fin, enfoqué todas las dispersadas luces de mi espíritu, e hice entonces comparecer a esa maternidad ante mi
corazón, dándola un grito mudo y de dos filos en toda su presencia. ¡Oh el primer quejido del hijo, al ser arrancando
del vientre de la madre, con el que parece indicarla que ahí va vivo por el mundo y darla, al mismo tiempo, una guía y
una señal para reconocerse entrambos por los siglos de los siglos! Y gemí ante mi madre:

     —¡Nunca! ¡Nunca! Mi madre murió hace tiempo. No puede ser…

     Ella incorporóse espantada ante mis palabras y como dudando de si yo era yo. Volvió a estrecharme entre sus
brazos, y ambos seguimos llorando llanto que jamás lloró ni llorará ser vivo alguno.

     Y aquí las manchas de sangre que advirtiera en mi rostro, en el bohío pasaron por mi mente como signos de otro
mundo.

     —¡Hijo de mi corazón! ¡Ven a mis brazos! Pero ¿qué? ¿No ves que soy tu madre? ¡Mírame! ¡Mírame bien!
¡Pálpame, hijo mío! ¿Acaso no lo crees?

     Contempléla otra vez. Palpé su adorable cabecita encanecida. Y nada. Yo no creía nada.
     —Sí, te veo —respondí— te palpo. Pero no creo. No puede suceder tanto imposible.
     ¡Y me reí con todas mis fuerzas!

SIGNIFICADOS FUNDAMENTALES QUE DESARROLLA EL CUENTO: amor (filial) del hijo a la madre. Concepciones
acerca de la muerte o de la relación vida-muerte.

Hay cosmovisión andina acerca de la relación vida-muerte.


Hay interculturalidad en el cuento: por un lado, la cosmovisión andina está presente, y por otro hay elementos
occidentales en su elaboración artística (final sorpresivo, matiz de cuento fantástico (producto individual) relacionado
con literatura de terror).

Es dominante la cultura andina. Por este hecho dentro de la tradición literaria latinoamericana se inscribe dentro de la
literatura de lo real maravilloso, particularmente andino. Así, es un cuento precursor de esa corriente.

SEMANA 5

Ciro Alegría

La ofrenda de piedra (La piedra y la cruz)


(Edición de Oveja Negra)

Los árboles se fueron empequeñeciendo a medida que la cuesta ascendía. El caminejo comenzó a jadear trazando
curvas violentas, entre cactos de brazos escuetos, achaparrados arbustos y pedrones angulosos. Los dos caballos
reposaban y sus jinetes habían callado. Un silencio aún más profundo que el de los hombres enmudecía las laderas.
De cuando en cuando, pasaba el viento haciendo chasquear los arbustos, bramando en los pedrones. En las ráfagas
eran sólo una avanzada del presente ventarrón de la puna. Al cesar después de una breve lucha con las ramas y los
riscos dejaban una gran cauda de silencio. El rumor de las pisadas de los caballos parecía aumentar ese silencio
nutrido de inmensidad. Si algún pedrusco rodaba del sendero, seguía dando botes por la pendiente, a veces
arrastrando a otros en su caída, y todo ello era como el resbalar de unos granos de arena de la grandeza de las moles
andinas. De pronto, ya no hubo si quiera arbustos ni cactos. La roca se dio a crecer más y más, ampliándose en lajas
cárdenas y plomizas, tendidas como planos inclinados hacia la altura; alzándose verticalmente en peñas prietas que
remedaban inmensos escalones; contorsionándose en picachos aristados que herían el cielo tenso; desperdigándose
en pedrones que parecían bohíos vistos a distancia; superponiéndose en muros de un gigantesco cerco de infinito.
Donde había tierra crecía tenazmente la paja brava llamada ichu. En su color gris amarillento se arremansaba el
relumbrón del sol.
El resuello de caballos y jinetes empezó a colgarse, formando nubecillas blancuzcas que desaparecían
rápidamente en el espacio. Los hombres sentían el frío en la piel erizada, pese a la gruesa ropa de lana y los tupidos
ponchos de vicuña. El que iba delante volvió la cara y dijo, sofrenando su caballo:
—¿No le dará soroche, niño?
El interpelado respondió:
—Con mi papá he subido hasta el Manancancho.
Ojeó entonces el camino que pugnaba por subir y picó espuelas. Las rodajas se hundieron en los ijares y el
caballo dio un salto, para luego avanzar sobre el crujido de guijarros. El otro caballo se retrasó un tanto, pero acabó
por apresurarse también, llegando a compasar el rumor de los cascos junto al primero.
El hombre que iba de guía era un indio viejo, de impasible cara. Bajo el sombrero de junco, cuya sombra escondía
un tanto la rudeza de su faz, los ojos fulgían como dos diamantes negros incrustados en piedra. Quien lo seguía era un
niño blanco, de diez años, bisoño aún en largos viajes por las breñas andinas, razón la cual su padre le había asignado
el guía. Camino del pueblo donde estaba la escuela, tenían que pasar por tierras cuya amplitud crecía en soledad y
altura.
Que el niño era blanco decíase por el color de su piel, aunque bien sabía él mismo que por las venas de su madre
corrían algunas gotas de sangre india. Ella era hermosa y dulce, y la raza nativa se le anunciaba en la mata abundosa
y endrina del cabello, en la piel ligeramente trigueña, en los ojos de una suave melancolía, en la alegría y la pena
contenidas por una serenidad honda, en la ternura presente siempre, en las manos dadivosas y la voz acariciante.
Así es que el niño blanco no lo era del todo, y más por haber vivido siempre entre dos mundos. El mundo blanco
de su padre y los familiares de éste, y el mundo de su madre y el pueblo peruano de los Andes del norte, confusa
aglutinación de cholos e indios hasta no poderse hacer precisa cuenta de raza según la sangre y el alma. Con todo, el
niño era considerado blanco debido a su color y también por pertenecer a la clase de los hacendados, dominadora del
pueblo indio durante más de cuatro siglos.
El muchacho caminaba tras el viejo sin tomar en cuenta, ni poco ni mucho, que le estaba haciendo un servicio. A
lo más podía considerar, con absoluta naturalidad, que eso no era parte de su deber de indio. Pero tampoco se
preocupaba de considerarlo así. Estaba completamente acostumbrado a que los indios le sirvieran. En esos
momentos, evocaba su casa y algunos episodios de su vida. Ciertamente que había subido con su padre hasta el
Manancancho, cerro de su hacienda que le llamara la atención debido a que amanecía nevado una que otra vez. Pero
esas montañas que ahora estaban remontando eran evidentemente más elevadas y acaso el soroche, el mal de la
puna, lo atenazaría cuando estuvieran en las cumbres gélidas.
Una sensación de soledad le crecía también pecho adentro. Hacía cinco horas que caminaban y tres por lo menos
que dejaron los últimos bohíos. El guía indio, que de amanecida y mientras cruzaran por un valle oloroso a duraznos y
chirimoyas, le fue contando entretenidas historias, se cayó al tomar altura, tal vez contagiado del silencio de la puna,
acaso porque más le interesara contemplar el panorama. Los ojos del viejo no hacían otra cosa que avizorar los
horizontes, el cielo amplísimo, los cañones abismales. El muchacho miraba también, sobre todo a las alturas. ¿Dónde
estaría la famosa cruz?
Al doblar la falda de un cerro, tropezaron con unos arrieros que conducían una piara de mulas cansinas, las que
prácticamente desaparecían bajo inmensas cargas. Los fardos olían a coca y estaban cubiertos por las frazadas que
los arrieros usarían en la posada. Los vivos colores de las mantas daban pinceladas de júbilo a la uniformidad gris de
las rocas y pajonales.
—Güenos días, cristianos —saludó el guía indio.
Los arrieros contestaron:
—Güenos días les dé Dios…
—Ave María Purísima…
—Güenos días…

El guía indio dijo con la mejor expresión que pudo poner:


—Quién sabe tienen un traguito…
Los arrieros miraron al que parecía ser su jefe, sin responder. Éste, que era un cholo cuarentón, de ojos sagaces,
echó un vistazo al indio viejo y al niño blanco, para hacerse cargo de quienes eran, y respondió:
—Algo quedará…
Uno de los arrieros le alcanzó, sacándola de las alforjas que llevaba al hombro, una botella que caló el sol
haciendo ver que guardaba mucho cañazo todavía.
—Dios se lo pague.

Guía y niño avanzaron luego, cruzando con cierta dificultad entre la desordenada piara de mulas. Sobre una de las
mulas, en el vértice de dos fardos, lucía una piedra grande hermosamente azulada, casi lustrosa.
—Piedra de devoción —acotó el guía con naturalidad y el niño la miró sin sorpresa.
De no saberse que una fervorosa devoción estaba de por medio, la tarea de cargar con tal piedra habría parecido
inconcebible. Era hermosa, pero también muy pesada. Aumentando la pesada carga, soportábala una robusta mula.
Los arrieros lanzaron gritos que eran como zumbantes látigos:
—¡Jah, mula!…
—¡Mulaaaaa!…
—¡So!… ¡So!…
—¡Jah!…
—¡Mula!…
El eco los multiplicaba las voces. El largo cordón de las mulas reptaba coloreando la cuesta, pero parecía, según
los gritos, que otra partida arreada dentro las peñas. En un momento, el largo cordón de las mulas se rehízo y reptó
coloreado la cuesta. Uno de los arrieros echó al viento la afirmación de un huaino:
A mí me llaman Paja Brava
porque he nacido en el campo.
En la lluvia y el viento
fuerte no más me mantengo.

Ya no se sabía si era más jubiloso el color de las mantas o la canción.


Los jinetes iban todo lo ligero que les permitía la abrupta senda y, pendiente arriba siempre, fueron dejando lejos a
los arrieros. De rato en rato, escuchaban algún fragmento de los gritos: “¡uuuuuu!”… “¡aaaaa!”… Pero la inmensidad
quedó a poco muda. Salvo que el viento silbó más repetidamente entre las pajas y se despedazó con más furia en los
roquedales. Cuando no crecía el silencio de los peñones, de grandeza levantada impetuosamente hasta el cielo,
naciendo de una sombrosa profundidad.
Abajo, los arrieros y su piara se habían empequeñecido hasta semejar una hilera de hormigas afanosas, a cuestas
con su carga por un sendero al que más bien había que imaginar, hilo desenvuelto al desgaire, leve línea que borraba
casi, comida por las salientes de las peñas. La sombra de un nubarrón pasaba lentamente por las laderas, dando un
tono más oscuro a los pajonales. Al ceñirse a las breñas, la sombra ondulaba como un oleaje de aire.
Los dos jinetes tomaron por un camino que cortaba oblicuamente un peñón, como un diagonal lanzada al infinito.
La roca había sido labrada a dinamita y a pico, donde era casi vertical, y se habían hecho calzadas donde la gradiente
permitía asentar piedras. La roca viva erguíase hacia un lado, lanzada hacia las nubes, y por el otro descendía
formando un abismo. Los caballos pisaban firme, nerviosos sin embargo, y sus jinetes sentían bajo las piernas de los
cuerpos crispados, tensos en el esfuerzo cuidadoso de bordear el desfiladero sin dar un resbalón que podía ser mortal.
Los ojos de las bestias brillaban alertas sobre las sendas roqueñas y su resuello era más sonoro, prolongándose a
veces, donde había que saltar escalones, en una suerte de quejido. El viejo y el muchacho sentían una solidaridad
profunda hacia sus caballos y los breves gritos que daban para alentarlos sonaban más bien como palabras de un
lenguaje de fraternidad entre hombre y animal.
El niño blanco no habría sabido calcular el tiempo que duró la travesía en roca viva, al filo del abismo. Quizá veinte
minutos o tal vez una hora. Aquello terminó cuando el camino, curvándose y abriendo una suerte de puerta, asomóse a
una llanura. Él sintió que sus propios nervios se distendían. Su caballo se detuvo y sacudió adrede el cuerpo,
frenéticamente, dando luego un corto relincho. Descansó así y siguió al del guía con trote fácil. El viejo barbotó:
—¡La mera jalca!
Era el altiplano andino. La paja brava crecía corta en la fría desolación del yermo. En el fondo de la planicie, se
alzaba una nueva crestería. El viento soplaba tenazmente, pasando libre sobre el páramo, desgreñando los pajonales,
ululando, rezongando. La ruta estaba marcada en ichu por un haz de senderos, canaletas abiertas por el trajín de la
tierra arcillosa. Pedrones de un azul oscuro hasta el negror o de un rojo de brasa, medio redondos, surgían por aquí y
por allá como gigantescas verrugas de la llanura.
Las piedras de tamaño mediano eran escasas y menos se veían de las pequeñas, buenas para ser acarreadas. El
indio desmontó súbitamente y se encaminó a cierto lado, derecho hacia una piedra que había logrado localizar y
levantó en la mano.
—¿Le llevo una pa’ usté, niño? —preguntó.
—No —fue la respuesta del muchacho.
Con todo, el viejo buscó otra piedra y volvió con ambas. Le llenaban las manos grandotas. Parsimoniosamente,
mirando de reojo al niño blanco, las guardó en las alforjas colocadas en el basto trasero de la montura, una en cada
lado. Cabalgó entonces y habló:
—Hay que cargar las piedras desde aquí. Más adelante se han acabao…
El muchacho comentó:
—Pero ese arriero que trae una piedra, no necesitaba maltratar a su mula. ¡Traer una piedra de tan lejos!
Sin percatarse, aparentemente, del tono burlón, el viejo dijo:
—Habrá hecho promesa, niño.
Mirando hacia las breñas, a esas que parecían sostener el cielo, el muchacho preguntó:
—¿Y dónde está la cruz?
El viejo señaló con el índice cierto punto de la crestería, diciendo:
—Ésa es…
El muchacho no la distinguió, pese a que tenía buena vista, pero sabía que el indio, aunque muy viejo, debía
tenerla mejor. Estaría allí.
Se referían a la gran Cruz del Alto, famosa en toda la región por milagrosa y reverenciada. Estaba situada en el
lugar donde la ruta vencía la más alta cordillera. Era costumbre que todo viajero que pasase por allí, dejara una piedra
junto a la peña. A través de los años, las piedras transportables que había en las cercanías se agotaron y tenían que
llevarlas desde muy lejos. Año tras año aumentaba la distancia, pero no decrecía la recogida.
El muchacho llevaba también algo en relación con la cruz, pero dándole vueltas en la cabeza. Al despedirse, su
padre le había dicho:
—No pongas piedra en la cruz. Ésas son cosas de indios y cholos, de gente ignorante.
Recordaba exactamente tales palabras.
Él sabía que su padre no era creyente por ser racionalista, cosa que no entendía. Su madre sí era creyente y
llevaba una pequeña cruz de oro sobre el pecho y encendía una pequeña lámpara votiva ante una hornacina que
guardaba la imagen de la Virgen de los Dolores. Pensaba que tal vez, de haber tenido tiempo de preguntárselo a su
madre, ella le hubiese dicho que pusiera la piedra ante la cruz. Cavilaba sobre ello cuando sonó la voz del indio, quien
se atrevía a advertirle:
—La piedra es devoción, patroncito. Todo el que pasa tiene que poner su piedra. Ya ve usté que soy viejo y eso es
lo que siempre he visto y oído…
—Ajá… La pondrán los indios y cholos.
—Todos, patroncito. Hasta los blancos…
—¿Los patrones?
—Los patrones también. Es devoción.
—No te creo. ¿Mi papá también?
—A la verdá, nunca pasé junto con él al lado de la Cruz del Alto, pero dejuro que lo hizo…
—No es cierto. Él dice que esas son cosas de indios y cholos, de gente ignorante.
—La Santa Cruz le perdone al patrón.
—Una piedra es una piedra.
—No diga eso, patroncito. Mire que al doctor Rivas, el juez del pueblo, letrao como es, hombre de mucho libro, yo
lo vi poner su piedra. Hasta echó sus lagrimones…
El viento arreció y les impedía hablar. Les levantaba los ponchos, les azotaba la cara. El muchacho, no obstante
ser andino, comenzó a sentir frío de veras. Unas lagunas de aguas escarchadas, al filo de las cuales pasaban,
reflejaron la traza engerida de caballos y jinetes. Las crines y los ponchos parecían banderolas del viento. Cuando
amainó un poco, el viejo volvió a decir:
—Ponga su piedra, patroncito. A los que no lo hacen, les va mal… Yo no quiero que le pase nada malo,
patroncito…
El muchacho no le contestó. Conocía mucho al viejo indio, pues vivía cerca de la casa-hacienda, en un bohío
igualmente viejo, tanto que en cierto lugar del techo, la paja se había podrido y apelmazado y crecían allí algunas
hierbas. El viejo le llamaba “niño” habitualmente, con lo cual adquiría el rango propio de los ancianos, pero cuando
quería que le hiciese un favor, pasaba automáticamente al “patroncito”. “Patroncito: su papá me ofreció encargarme un
machete y lo ha olvidao. Hágale acordar, patroncito”. “Patroncito: mi vieja anda mala de la barriga y le voy a dar
manzanilla en agua caliente. Pa que seya güena, se necesita echarle la azucarcita. Deme un puñao de azucarcita,
patroncito”. La manzanilla y otras plantas más o menos medicinales crecían, junto con repollos y cebollas en el
pequeño huerto del viejo. También había una planta de lúcuma, con cuya fruta le obsequiaba. Y no lejos del bohío
solía deambular siempre una de sus nietas, chinita de la edad del niño blanco, quien pasteaba un rebaño de ovejas. La
muchachita, de cara reilona y ojos brillantes, cantaba cantos indios con una voz de tórtola. Verla y oírla le daba un gran
contento. Eran tan amigos, que jugando rodaban por la loma.
Y ahora salía el viejo indio con la cantaleta del “patroncito”. Se esforzó una vez más:
—Patroncito… Óigame, patroncito. Hace añazos subió un cristiano de la costa llamao Montuja o algo de esa laya.
Así era el apelativo. El tal Montuja no quiso poner su piedra y se rió. Como le digo se rió. Y quien le dice que pasando
esta pampa, al lao de esas meras lagunas según cuentan, le cae un rayo y lo deja en el sitio…
—Ajá…
—Cierto, patroncito. Y se vio claro que el rayo iba destinao pa él. Con tres más andaba, que pusieron su piedra, y
sólo a don Montuja lo mató…
—Sería casualidad. A mi papá nuca le ha pasado nada, para que veas.
El viejo pensó un rato y luego le dijo:
—La Santa Cruz le perdone al patrón, pero usté, patroncito…
El niño blanco creyendo que no debía discutir con el indio, le interrumpió diciendo:
—Calla ya.
El viejo enmudeció.
Violento o manso, el viento no cesaba. Su persistencia era un baño helado. El muchacho tenía las manos ateridas
y sentía que las piernas se le estaban adormeciendo. Esto podía deberse también al cansancio y a la altura. Acaso su
sangre estaba circulando mal. Un ligero sonido estaba comenzando a sonar en el fondo de sus oídos. Tomando una
rápida resolución, desmontó diciendo al guía:
—Jala tú mi caballo. ¡Sigue!
Sin más palabras, echaron a andar, el guía y los caballos delante.
El muchacho se terció el poncho a la espalda y salió de la huella. Pronto advirtió que las grandes rodajas de las
espuelas se enredaban en la paja brava y tuvo que volver a uno de los senderos. Sentía que las puntas de sus pies
estaban duras y frías y que las piernas le obedecían mal. Apenas podía respirar, como que le faltaba el aire
enrarecido, y su corazón retumbaba. Claramente, oía el lento y trabajoso palpitar de su corazón.
A los diez minutos de marcha, se había cansado mucho, pero pese a todo, seguía caminando voluntariosamente.
Según oyó decir a su padre, en los Andes hay que pasar a veces por lugares de diez, doce, catorce mil metros de
altura y más. No sabía a qué elevación se encontraba en ese momento, pero indudablemente era muy grande. Su
padre le había hablado también de la forma que hay que comportarse en las grandes alturas y eso estaba haciendo.
Sólo que hasta caminar resultaba difícil. El mero hecho de avanzar por una planicie, fatigaba. La altura quitaba el aire.
Y no obstante, el viento le había quemado la cara a chicotazos. Al tocársela, sintió que ardía. Un sabor salino se le
agrandó en la boca. Sus labios estaban partidos y sangrantes. Un rastro rojizo le quedó en los dedos. Recordó cómo
su madre solía curarlo y una honda congoja le anudó el cuello. La nostalgia de la madre le hizo asomar a los ojos
lágrimas tenaces que se los empañaron. Se las secó rápidamente, para que no lo viera llorar ese indio que cargaba
neciamente dos piedras. Menos mal que los pies se le estaban abrigando y sentía las piernas menos tiesas.
En realidad, el indio no dejaba de observarlo a su manera, es decir disimuladamente. Desde la seguridad de su
baquía y su milenaria reciedumbre, sentía cierta admiración por ese pequeño blanco que estaba afrontando
adecuadamente su primera prueba de altura. Pero no dejaba de infundirle cierto malestar, inclusive temor, la
irreverencia del muchacho, en la cual quería ver algo genuinamente blanco, o sea maligno. Ningún indio sería capaz
de hablar así de la piedra y la cruz. Pero él no tenía palabras para hacerle entender, después de todo se le había
ordenado callar y no podía, en último extremo, hacer otra cosa.
El muchacho, sintiéndose mejor, pues se le habían entibiado hasta las manos, gritó:
—¡Ey!
—¿Va a montar, niño?
—Sí.
El viejo le acercó el caballo y desmontó diciendo:
—Espere todavía, niño.
Sacó de uno de sus bolsillos un envoltorio de papel ocre. Contenía grasa de la usada para tratar los cueros,
especialmente los lazos y riendas. Con ella embadurnó la cara del muchacho, a la vez que decía:
—Es güena pa la quemadura de puna… Se ha pelao como papa… Tiene que curtirse como yo, niño… En la
altura, es güeno ser indio… La puna tendrá que hacerlo medio indio…
Olía mal la grasa, y era tratado como cuero, pero sin abandonar su arrogancia, el muchacho sonrió. Bien que tuvo
que hacerlo con cierta parsimonia porque los labios partidos le dolieron más al distenderse.
Trote adelante, advirtió que la cordillera, situada al fondo de la llanura, quedaba ya muy cerca. Alzando los ojos,
vio la cruz, erguida arriba, en una concavidad de las cresterías hasta la cual llegaba el quebrado sendero. Sobre un
promontorio, la cruz extendía sus brazos al espacio, bajo un inmenso cielo.
A poco andar, como dándose bruces, llegaron a la cordillera. Las rocas que la formaban eran pardas y azules y no
había siquiera paja entre ellas. El sendero, extraordinariamente difícil, trepaba de nuevo sobre las peñas por medio de
cortes y calzadas. Frecuentes escalones demandaban un enorme esfuerzo a las bestias, que crispaban sus cuerpos
en la ascensión, resoplaban sonoramente, daban cortos bufidos como quejas.
El muchacho pensaba que, de no haberse puesto a caminar, ahora se le habría paralizado el cuerpo. Pese al sol
radiante que brillaba en medio del cielo, estallando en las aristas de las rocas, el aire era singularmente frío, capaz de
helar. Su consistencia sutilísima demandaba que se lo respirase a pulmón lleno, sin que ello impidiera quedarse con
una vaga sensación de asfixia.
Pero no se preocupaba ya. Tenía el cuerpo abrigado por la caminata y su sangre fluía acompasadamente. Sus
oídos afinados podían escucharlo. Para mejor, terminada la cuesta, cosa que les llevaría una media hora, comenzarían
el descenso. Habiendo pasado con bien por la prueba, hasta estaba alegre. Quien echaba miradas recelosas era el
indio. El niño blanco las entendió, y más viendo el sendero y sus inmediaciones, prácticamente limpios de toda piedra
que se pudiera transportar.
Dijo volviendo al tema:
—Con el tiempo, quizás tengan que romper las peñas y las piedras grandes a comba y dinamita… para la
devoción. No quedan ni guijarros por aquí…
—Patroncito: cuando los taitas pasan con chiquitos, les dan también su piedra a cargar… Así, en años y años,
hasta las piedras chicas se han acabao, patroncito… Fuera de que algunos cristianos que no encontraban piedra
güena, cargaban con varias chicas…
—¿Y cuándo comenzó todo esto?
—No hay memoria. Mi taita ya contaba de la devoción y el taita de mi taita, lo mesmo… También la encontró…
—Está bien que ante las imágenes y cruces pongan lámparas y velas… ¿pero piedras?…
—Como que da lo mesmo, patroncito. La piedra es también devoción.
El indio se quedó meditando y luego, esforzándose por dar expresión adecuada a sus pensamientos, dijo
lentamente:
—Mire, patroncito… La piedra no es cosa de despreciarla… ¿Qué fuera del mundo sin la piedra? Se hundiría. La
piedra sostiene la tierra. Como que sostiene la vida…
—Eso es otra cosa. Pero mi papá dice que los indios, de ignorantes que son, hasta adoran la piedra. Hay algunos
cerros de piedra, tienen que ser de piedra, a los que llevan ofrendas de coca y chicha y les preguntan cosas… Son
como dioses… Uno de esos cerros es el de Rumi…
—Así es, patroncito… Ese es cerro de piedra.
—Ya ves. ¿Crees tú en el cerro?
—No puedo decir ni sí, ni no. Mi cabeza no me da pa eso…
—Ajá. ¿Y por qué no ponen cruz en ese cerro?
—Dicen que ése no es cerro de cruz. Es cerro de piedra.
—¿Y por qué no le llevan piedras?
—Usté sabe que le llevan ofrendas de otra laya. ¿Pa qué va a querer piedras si es de piedra?, a una cruz no se le
llevan cruces…
—Pero tú crees en el cerro.
—No le puedo responder, como le digo… Yo nunca fui al Rumi… pero, patroncito, ¿por qué no va a poner piedra
en la cruz? La cruz es de reverencia
—¿Qué importancia tiene una piedra?
—Es como poner vela, o un ramo de flores, y quién sabe más, la piedra es devoción, patroncito.
Callaron ambos, ni el viejo ni el muchacho sabían de las innumerables piedras místicas que había en su historia
ancestral, pero la discusión los conturbó en cierto modo. Más allá de las razones que se dieron, existían otras que no
pudieron hacer aflorar a su mente y sus palabras. El viejo, confusamente, compadecía al niño por creerlo un ser
mutilado, remiso a la alianza profunda con la tierra y la piedra, con las fuentes oscuras de la vida. Le parecía fuera de
la existencia, tal un árbol sin raíces, o absurdo como un árbol que viviera con las raíces en el aire. Ser blanco, después
de todo, resultaba hasta cierto punto triste.
El muchacho, por su parte, hubiera querido fulminar la creencia del viejo, pero encontró que la palabra ignorancia
no tenía mucho significado, que en último término carecía de alguno, frente a la fe. Era evidente que el viejo tenía su
propia explicación de las cosas o que, si no la tenía, le daba lo mismo. Incapaz de ir más allá de estas
consideraciones, las aceptó como hechos que tal vez se explicaría más tarde.
Miró hacia lo alto. La famosa cruz no era visible desde la cuesta, pues la ocultaban las aristas de los peñones.
Pero parecía que ya iban a llegar. El camino se lanzó por una encañada y saliendo de ella, en la parte más honda de
una curva tendida entre dos picachos, estaba la reverenciada Cruz del Alto.
Como a cincuenta pasos del camino, hacia un lado, se levantaban los recios maderos ennegrecidos por el tiempo.
La peaña cuadrangular sobre la cual se los alza estaba enteramente cubierta de las piedras amontonadas por los
devotos. El pedrerío seguía extendiéndose por todos lados, teniendo a la cruz como centro, y cubría un gran espacio,
tal vez doscientos metros en redondo.
El indio desmontó y el niño blanco hizo lo mismo para ver mejor lo que pasaba.
El viejo sacó de las alforjas las dos piedras, dejando una en el suelo, a la vista, sobre las mismas alforjas. Con la
otra en la mano, avanzó hasta las orillas del pedrerío y precisó con los ojos un lugar apropiado. Sacándose el
sombrero, y haciendo una reverencia, en actitud ritual, colocó su misma piedra sobre las otras. Luego miró la cruz. No
movía los labios, pero parecía estar rezando. Quizá pedía algo en forma de rezo. En sus ojos había un tranquilo fulgor.
Bajo el desgreñado cabello blanco, el rostro cetrino y rugoso tenía la nobleza que da la fe nítida. Había en toda su
actitud algo profundamente conmovedor y al mismo tiempo digno.
Para no turbarlo, el muchacho se alejó un tanto. Trepó a una rocosa eminencia situada en mitad de la cresta. Pudo
contemplar, a un lado y al otro, el más amplio panorama de cerros que hasta ese momento vieron sus ojos.
En el horizonte, las nubes formaban un marco albo sobre el cual las cumbres se recortaban, azules y negras,
limando un tanto sus aristas. Más acá, los cerros tomaban diferentes colores: morados, rojizos, prietos, amarillentos,
según su conformación, su altura y lejanía, surgiendo a veces desde el lado de ríos que ondulaban como sierpes
grises. Coloreados de árboles y bohíos en sus bases, los cerros íbanse limpiando de tierra y por último, de no llegar a
coronarlos de nieve espejeante, la roca estallaba en una dramática afloración. La piedra cantaba su épico fragor de
abismos, de picachos, de farallones, de cresterías, de toda suerte de cimas agudas y cumbres encrespadas, de
roquedales enhiestos y peñones bravíos, en sucesión inconmensurable cuya grandeza era aumentada por una
impresión de eternidad. Surgía de ese universo de piedra un poderoso aliento místico, quizás menos grandioso que el
de las noches estrelladas, pero más ligado a la vida del hombre. Simbólicamente acaso, ese mundo de piedra estaba
allí, al pie de la cruz, en las ofrendas de miles y miles de cantos, de piedras votivas, llevadas a lo largo del tiempo, en
años que nadie podía contar, por los hombres del mundo de piedra.

El niño blanco se acercó silenciosamente a las alforjas, tomó la piedra y se acercó a hacer la ofrenda.

Análisis del cuento:

1. PLANO DEL CONTENIDO

Personajes.
Espacio:
Historia:
Temática:
2. ESTRUCTURACIÓN ARTÍSTICA

3. LA INTERCULTURALIDAD EN EL CUENTO

Elementos culturales hispano occidentales:


Elementos culturales andinos:
CONCLUSION.
SEMANA 6

Lectura crítica de artículo sobre “La ofenda de piedra” de Ciro Alegría

META: 1. Comprender y explicar los planteamientos del artículo

2. Discutir si los planteamientos se sostienen con adecuada argumentación.

VIAJE HACIA LA UTOPIA DE LA INTERCULTURALIDAD


EN “LA OFRENDA DE PIEDRA” DE CIRO ALEGRIA

Por Macedonio Villafán Broncano

Publicado en: Heredia, G. (2017) UN MUNDO ANCHO PERO AJENO: CINCUENTA AÑOS DE LA
DESAPARICIÓN DE CIRO ALEGRÍA. Actas del CONGRESO INTERNACIONAL UN MUNDO ANCHO
PERO AJENO: CINCUENTA AÑOS DE LA DESAPARICIÓN DE CIRO ALEGRÍA. Lima: Edit. Cátedra
Vallejo, Academia Peruana de la Lengua, Universidad Ricardo Palma. Pp. 327-347

SUMILLA

Por razones históricas la sociedad peruana se caracteriza por la diversidad cultural y el conflicto básicamente entre la
culturas occidental y andina; en ese marco la presencia de cosmovisiones diferentes se manifiesta en prácticas de
religiosidad conflictiva. Las deidades andinas y cristianas contienden en las conciencias de los hombres; pero a la vez
pueden sincretizar. Es en este espacio de lo sincrético que ambas pueden encontrarse en remansos de armonía que
acortan las distancias; que acercan a los seres humanos de ambas culturas hacia el encuentro y la convivencia
armónica que hoy se define como interculturalidad. En el cuento “La ofrenda de piedra” de Ciro Alegría asistimos a un
proceso en que los personajes, un guía indígena y un niño blanco, en el marco de un viaje en que deben atravesar los
andes peruanos, ponen en conflicto sus concepciones religiosas. Para el primero es necesario hacer una ofrenda de
piedra a una cruz; para el otro, aleccionado por su padre, eso es un acto absurdo, “de gente ignorante”. El conflicto en
que cada quien trata de persuadir al otro con sus argumentos avanza a medida que se acercan a la cruz. Felizmente,
al final el niño blanco realiza el rito andino de colocar su piedra. De ese modo el viaje constituye un recuento de los
avatares de la religiosidad conflictiva en la sociedad peruana que se resuelve en un desenlace positivo. En la
ponencia, a la luz de los acontecimiento y discusiones de los personajes, así como de las meditaciones del narrador,
se busca explicar el viaje hacia la utopía de la interculturalidad como contenido básico del cuento.

Introducción

El trabajo busca penetrar en la riqueza significativa del cuento “La ofrenda de piedra” del escritor peruano Ciro Alegría;
centra su atención en los conflictos culturales y por implicancia en lo social. Postulamos que el eje más significativo es
la búsqueda de un diálogo intercultural entre diferentes en una sociedad caracterizada por la diversidad y las
diferencias, trazando una utopía de relación armónica donde dos individuos de culturas diferentes asumen la cultura
del otro.

En la plenitud del indigenismo, en el cual Ciro Alegría es un representante cimero, lo cultural no era el foco de su
atención, sino más bien lo social (Rodríguez-Luis 1980, Cornejo Polar 1981, 1989, Escajadillo 1994 y su teoría del
indigenismo ortodoxo). Con “La ofrenda de Piedra”, publicado por primera vez en 1951, cuando el Neoindigenismo ya
ha sentado sus bases, Ciro Alegría orienta también sus antenas hacia otras dimensiones de la existencia sin olvidar los
conflictos de base de la sociedad peruana por estar regentada aún por la oligarquía. Con este cuento fija su atención
en los problemas culturales, y, en particular, el de carácter religioso, los mismos que en otras obras eran subsidiarias o
simplemente no tenían cabida.

Metodología. Considerando que se trata de examinar cuestiones de significación o contenido asociados a la


interculturalidad se recurre a los conceptos de la cultura y la antropología a fin de avanzar hacia los sentidos
ideológicos de la obra mediante una operación hermenéutica interpretativa. (Reis 1981: 35, 39). Para el efecto
recurrimos al narrador y a los personajes protagonistas (el indio guía y el niño blanco); pues se podrá constatar que la
historia establece una especie de comunicación triangular no declarada donde los tres manifiestan posiciones
ideológicas. Es decir, no solo asumen posiciones los personajes sino también el narrador. Los dos primeros son
interlocutores que dialogan y discuten. El narrador no dialoga con ellos por su condición de narrador externo, pero
participa del conflicto ideológico desarrollado, en especial en su mirada del espacio cordillerano.

La historia comprimida narra el viaje de un indio guía y un niño blanco tramontando la cordillera de los Andes para
llegar a un pueblo donde éste hará sus estudios. Para la exposición de los planteamientos que suscita el cuento se
adopta la estrategia de seguir el hilo de la historia por cuanto es a lo largo de su desarrollo que se constata primero los
diversos factores referidos al espacio y al universo social, cultural y religioso que dan cuenta de situaciones conflictivas
en diversos órdenes donde lo religioso ocupa el centro de la atención y que finalmente se resuelven en la propuesta de
una anhelada utopía de una sociedad intercultural.

Para este trabajo se ha utilizado la edición de “La ofrenda de piedra” de la Editorial Oveja negra (1989). Las citas se
señalan entre paréntesis solo con indicación de la página.

1. El espacio cordillerano en la mirada del narrador.


(Observación 19.3.2021: es un narrador intercultural)

El espacio no solo es el lugar donde acaecen los acontecimientos. Pueden adquirir y trasmitir significaciones. En este
cuento, la historia se inicia con la descripción del espacio por donde avanzan los viajeros. Estos apenas son
mencionados en una breve oración de primer párrafo. “Los dos caballos resoplaban y sus jinetes habían callado” y
luego reaparecen recién en el quinto párrafo. Estimamos que esta descripción no es un mero señalamiento de lugares
por donde transitan los personajes, que responde al esquema de un cuento tradicional. El clásico narrador externo y
omnisciente a primera vista, es el encargado de presentar el espacio; pero apreciamos que pronto deja de ser en
mirador objetivo para incorporar su mentalidad en lo que ve y describe. El narrador en este caso destaca las
características de la cordillera que le confieren un significado especial.

En principio es el narrador quien advierte el espacio andino, la geografía de los Andes, el espacio cordillerano, el
paisaje andino. La naturaleza de la cordillera es advertida y registrada por el narrador, más que por los personajes:

“Un silencio más profundo que el de los hombres enmudecía las laderas. De cuando en cuando
pasaba el viento haciendo chasquear los arbustos, bramando en los pedrones. Las ráfagas eran sólo
una avanzada del persistente ventarrón de la puna. Al cesar después de una breve lucha con las
ramas y los riscos, dejaban una gran cauda de silencio. El rumor de las pisadas de los caballos,
arrastrándose apenas entre las patas, aumentaba ese alto silencio hecho de inmensidades de piedra”
(p. 17).

El narrador hace un registro no solo minucioso de la naturaleza y sus elementos, resaltando las inmensidades de
piedra sino se nota su estado anímico de asombro, pero a la vez de sentirse empequeñecido. Luego sigue anotando:
“Las rocas se dieron a crecer. Ampliábanse en lajas cárdenas y plomizas, tendidas como planos inclinados hacia la
altura. Alzábanse verticalmente en peñas prietas que remedaban inmensos escalones. Contorsionábanse en picachos
aristados que herían el cielo tenso. Esparcíanse en pedrones que semejaban bohíos vistos a distancia. Superponíanse
en muros de inmenso cerco del infinito” (p. 17)
Se reitera el asombro del narrador que advierte de modo consciente la colosal inmensidad de la piedra. Es necesario
notar que es su espíritu el que aprecia; no el de los personajes. Es decir, el alma del narrador también es un alma
viajera. Más adelante, cuando los caminantes alcanzan a otros viajeros con su recua de mulas, el narrador registra por
su cuenta: “Los arrieros lanzaban gritos que eran como zumbantes látigos: … El eco multiplicaba las voces. El largo
cordón de las mulas reptaba coloreando la cuesta, pero parecía, según los gritos, que otra piara era arreada dentro de
las peñas” (p. 21). Nótese acá una percepción mágica que corresponde al narrador que acompaña a los viajeros.

Al describir el paisaje el narrador denota una actitud particular que es explicado por Motta: “los Andes constituye el
espacio concreto, heterogéneo, inhomogéneo, del runa, en el que participa e interactúa”; “el paisaje es también la
medida subjetiva de un espacio geográfico; es una realidad en sí, pero no puede separarse de la mirada de quien lo
contempla.” (Motta 2015: 128). Precisamente el narrador es un contemplador que revela su interioridad como precisa
Motta nuevamente: “La noción que convierte espacio en paisaje toma en cuenta al espacio como algo fenoménico.
Mediado por la percepción ya no es más el espacio tal cual es, sino tal como aparece al ojo de quien lo contempla.
Algo más, el espacio fenoménico es también imaginado, soñado, inventado. El espacio visto ha trasladado hacia el
exterior el mundo interior de quien lo contempla” (2015: 130). Entonces pues en este cuento, se advierte con harta
nitidez la mirada subjetiva del narrador. Su mirada concentrada da signos de que contempla el paisaje con mentalidad
andina o en todo caso que empieza a revelarse.

El narrador que acompaña a los personajes tiene en su conciencia la inmensidad de la cordillera, y dentro de ella la
presencia imponente y hasta omnipresente de la piedra. La narración incluso comienza cuando el narrador fija su
atención en la cordillera y la piedra. Como se ve se da prevalencia a la piedra en sus diversas formas de presentación.
También advierte los espacios ascendentes y descendentes. Nota por ejemplo que en el ascenso habían pasado por
“un valle oloroso a duraznos y chirimoyas” y luego cuando se empina más la montaña advierte que el indio “se calló al
tomar altura, tal vez contagiado del silencio de la puna, acaso porque le interesaba contemplar el panorama. Los ojos
del viejo no hacían otra cosa que avizorar los horizontes, el cielo amplísimo, los cañones abismales”. (20).

En la cosmovisión andina las montañas y cordilleras asumen gran significación ligada a su existencia de diversos
modos conforme explica Silva Santisteban:

“Las montañas son seres vivientes personificados en los apus, dioses tutelares de la comunidad, cuya
jerarquía está en relación con su altura y majestuosidad. Apu en lengua quechua es un vocativo
honroso que puede traducirse por “Gran Señor”. Cada parcialidad tiene su apu; pero los hay también
mayores, que son las grandes montañas que dominan la región. A los apus se les ofrecía sacrificios de
niños y ahora de llamas y todo género de “pagos”, porque ellos protegen las cementeras, pero sobre
todo cuidan del ganado, de la salud de las personas y de sus bienes” (Silva Santisteban 2004: 156).

Motta al referirse a Pacha como concepto fundamental del pensamiento andino, desde el punto de vista de espacio
explica: “Ese lugar, suelo, límite y confín del mundo son los Andes y está identificado por él”. “Los Andes fijan la
proximidad y el horizonte, y constituye el lugar, suelo o escenario donde se cumplen las diversas funciones del espacio
como los de hábitat, interiorización, comunicación y orientación”. “Para el runa los Andes son su referente visual
fundamental, así como su eje de determinación de las dimensiones de profundidad y de la distancia” (Motta 2015:
127).

Esta contemplación de la naturaleza ya anuncia que el narrador está implicado en el acontecer del conflicto de
alteridades y la búsqueda de interculturalidad. Al final de la historia, nuevamente vuelve a fijar su atención en el
espacio; lo destacamos:

“La piedra cantaba su épico fragor de abismos, de picachos, de farallones, de cresterías, de toda suerte
de cimas agudas y cumbres encrespadas, de roquedales enhiestos y peñones bravíos, en sucesión
inconmensurable cuya grandeza era aumentada por una impresión de eternidad. Simbólicamente
acaso, ese mundo de piedra estaba allí, al pie de la cruz, en las ofrendas de miles de cantos, de
piedras votivas, llevadas a lo largo del tiempo, en años que nadie podía contar, por los hombres del
mundo de piedra.” (p. 35).
2. La Cruz del Alto, una deidad sincrética.

A medida que ascienden los viajeros nos enteramos que en determinado momento van a llegar hasta una cruz. El
primer dato viene de la mente del niño cuando en estilo indirecto el narrador penetra en su pensamiento: “El muchacho
miraba también, sobre todo a las alturas. ¿Dónde estaría la famosa cruz?” (p.20) Luego al dar alcance en el ascenso a
unos arrieros que conducen una piara de mulas cargadas de coca; al pasarles el guía y el niño advierten que en una
de las mulas llevan una piedra grande azulada. Ante lo cual el indio comenta: “ -Piedra de devoción- acotó el guía con
naturalidad y el niño la miró sin sorpresa” (p.21) En efecto, no es novedad que el niño blanco se entere de la cruz y del
modo de mostrar la devoción, pues más adelante nos enteramos que el padre le había hecho una advertencia acerca
de esa cruz. Ya en el altiplano andino, cerca de unas cresterías, el viejo guía recoge dos piedras para ofrenda, una
para sí la otra para el niño, a pesar de la negativa de éste. Pero el niño está inquieto por ver la cruz y pregunta, a lo
que al fin el viejo le señala un punto. Así estamos ya ante la cruz:

“Se refería a la gran Cruz del Alto, famosa en toda la región por milagrosa y reverenciada. Estaba
situada en el lugar donde la ruta vencía a la más alta cordillera. Era costumbre que todo viajero que
pasase por allí, dejara una piedra junto a la peña. A través de los años, las piedras transportables que
hubo en las cercanías se agotaron y tenían que levarlas desde muy lejos. Año tras año aumentaba la
distancia, pero no decrecía la recogida” (p. 25)

Observemos la información que da el narrador, que en este caso es de su propio conocimiento. El asume la autoría de
la información, ya que no viene de los personajes, ni siquiera a través de algún signo de estilo indirecto. Por ello
nuestro planteamiento de que hay un triángulo de razonamientos en torno al problema religioso.

Dado que el conflicto religioso tiene como centro la cruz, es necesaria una revisión de su carácter y los fenómenos
asociados. Para ello primero tenemos que remontarnos a la historia. Es de larga data el desencuentro cultural
manifestado en la religiosidad. Los occidentales trataron de imponer la religiosidad occidental cristiana desde el inicio,
incluso en el primer acto en el evento de Cajamarca entre el inca y los conquistadores; luego se hizo una imposición
coercitiva a través de las campañas de extirpación de idolatrías. En la época republicana se mantuvo esta diferencia
cultural y social entre el blanco y el indio; más aún en los espacios de las haciendas, en el marco de una sociedad
oligárquica que tiene en la cúspide de la pirámide social al terrateniente o hacendado y en el extremo opuesto al indio
como clase oprimida y subordinada.

Estamos ante un apu, pero ya reelaborado será una Cruz Apu o Apu Jesucristo. Es una deidad que une piedra y cruz,
lo cual estaba en el sentido del título original del cuento: “La piedra y la cruz”. Kato, en su estudio del Cruz Velakuy del
Cusco, señala que es producto de una modificación o transformación desde su origen plenamente católico como
producto de la evangelización, cuando llega a contener “algunos elementos andinos” por lo que “no es de extrañar que
la ceremonia incaica y la cruz colocada en el cerro se hayan unido en un sincretismo religioso” (Kato 2013: 56). Debe
considerarse que el caso de la Cruz del Alto de la ficción que comentamos es un caso análogo, que ella es un caso de
sincretismo.

No es materia de este estudio el modo cómo la cruz fue adoptada como deidad de los indígenas, basta recordar con
Marzal que “Hay distintas razones que explican por qué los indios acabaron apropiándose de los santos. Una está
vinculada al modo como se hizo la catequización. Según esta, los santos equivalían a la categoría religiosa indígena
de las huacas móviles” (Marzal 2002: 363). Este mismo investigador nos señala que como consecuencia del proceso
de cristianización, los campesinos indígenas han incorporado en su panteón religioso el culto de los “santos” cristianos,
pero además han conservado el culto de ciertas “wakas”, como los cerros, a los que conocen con el nombre de “apus”,
“wamani”, “achachilla.” (Marzal 1988: 139).

A estos apus o wakas se continúa aún en ciertos lugares haciendo ofrendas, principalmente con coca, pero también
con piedras formando columnas llamadas apachetas. Evidentemente en la Cruz del Alto del cuento en estudio, se
aprecia sincretismo religioso: la cruz proviene de la religiosidad cristiana, pero el lugar que ocupa la cruz y el modo de
ofrenda con piedras son andinos. Este sincretismo “es el producto histórico de una convergencia entre dos universos
religiosos o culturales, formando una nueva identidad religiosa o cultural.” (Estermann 2010: 83). Conforme con este
planteamiento podemos señalar que el hombre andino ha incorporado en su panteón religioso una deidad cristiana,
claro es, con los roles de una deidad andina.
La Cruz del Alto, como deidad producto del sincretismo, trae a la memoria una estrofa de “Nostalgias imperiales” en
Los heraldos negros de Vallejo (Vallejo 2013: 142) donde el fenómeno es el mismo, el cual fue ya notado por Ricardo
Gonzales Vigil en las notas de pie de página: “Nótese el sincretismo religioso de una devoción cristiana con muchos
elementos de la cosmovisión andina, al extremo que el Apóstol es venerado como si fuera un Inti Raymi” (Vallejo 2013:
141).

“Luce el Apóstol en su trono, luego;


y es, entre inciensos, cirios y cantares,
el moderno dios-sol para el labriego.”

3. Los conflictos ideológicos: El indio guía VS el niño blanco.

Los personajes son un indio adulto casi anciano, cargado de saber y experiencia, y un niño cuyo saber sobre el rito
viene de su padre, pero finalmente toma una decisión. En lo cultural, nuestros personajes son conscientes de la
“alteridad cultural” del otro; ambos se saben de culturas diferentes. En el desarrollo de la historia, luego de la
descripción inicial del espacio por el narrador, poco a poco se repara en que hay una cruz a la que se debe rendir
culto, que el guía indio y el niño blanco tienen diferencias acerca del ritual de la ofrenda de piedra a dicha cruz. Ese
conflicto se va agudizando hasta alcanzar una tensión o crisis que no parece tener solución posible. Analizaremos
dicho conflicto fijando nuestra atención en los diálogos y los recuerdos de los personajes, así como en las
informaciones del narrador y su ojo antropológico-sociológico.
El indio guía es un hombre de pensamiento andino por el rito que practica. Tiene claramente definida su religiosidad:
venera a la cruz y además sabe y cumple con la ofrenda respectiva. Su preocupación es más bien persuadir al niño
para que cumpla también con colocar su ofrenda.

El niño blanco, en primera instancia es un sujeto con voz propia que asume un papel significativo en la historia; es
protagonista y centro de focalización para el narrador junto con el indio guía; tiene una visión de las cosas, la cual que
se refleja en los diálogos y en su manera de actuar. Este niño da muestras de saber, a pesar de su edad. Y lo más
valioso es que sabe decidir, en este caso, por hacer el rito y consecuentemente asumir la interculturalidad como norma
de vida, al revés de su padre. El niño simboliza el futuro. En este caso el futuro utópico de la conciencia peruana. De
este modo el cuento cobra una significación o sentido trascendente con respeto a la nación peruana.

En el cuento asistimos a momentos de subalteridad y asimetría en las que se encuentra la cultura andina a los ojos del
blanco hacendado de cultural occidental. Su efecto: la mentalidad hispano occidental jamás tendió puentes a lo andino
o indígena; estos sí fueron permeables lo que consideraron útil y valioso para enriquecer su propia cultura. El padre
representa la discriminación cultural, las asimetrías. El niño recuerda la recomendación del padre con respecto a la
ofrenda a la cruz:

“El muchacho llevaba también algo en relación con la cruz, pero dándole vueltas en la cabeza. Al
despedirse, su padre le había dicho:
- No pongas piedra en la cruz. Esas son cosas de indios y cholos, de gente ignorante.
Recordaba exactamente esas palabras.” (p. 25)

Es aquí donde apreciamos la asimetría y la discriminación. En este caso, la voz del padre que recuerda el hijo nos
permite apreciar una alteridad que no admite la culturalidad ajena. (Estermann 2010: 38).

El narrador, muy bien informado, repasa la llamada herencia colonial hispana en el Perú y Latinoamérica, “la herencia
del pasado” (Stanley y Stein 1977: 184) y sintetiza acerca de la clase a la que representa el niño: “Con todo, el niño era
considerado blanco debido a su color y también por pertenecer a la clase de los hacendados, dominadora del pueblo
indio durante más de cuatro siglos” (p.19)

Luego encontramos un dato que alcanza el narrador acerca del padre: “Él sabía que su padre no era creyente por ser
positivista, cosa que no entendía” (p. 25). Si bien es cierto que no es normal que un hacendado tenga ideas
positivistas, este dato es sumamente importante porque cuestiona una base filosófica fundamental de occidente.
Simbólicamente propone que ninguna filosofía occidental podrá entender el pensamiento andino, y que a partir de ella
el camino a la comprensión al otro (en este caso al indio) está cancelada.

Por la voz del padre que el hijo recuerda nos enteremos que aquel considera superior a su cultura e inferior a la cultura
del indio. Esto hace más difícil la interculturalidad en el niño. Estermann señala “Los obstáculos en el encuentro
intercultural no tienen que ver solamente con las diferencias culturales, sino con la “valoración estándar” de las culturas
en cuestión” (Estermann 2010: 40). Recordemos que la cultura occidental e hispana desde su arribo a América se
consideró superior a la cultura andina.

La relación hijo-madre. A través de la mirada antropológico sociológica del narrador advertimos la condición
sociocultural del niño y de su madre, así como el modo de relación entre ambos:

“Que el niño era blanco decíase por el color de su piel, aunque bien sabía él mismo que por las venas
de su madre corrían algunas gotas de sangre india. Ella era hermosa y dulce y la raza nativa se le
anunciaba en la mata abundosa y endrina del cabello, en la piel ligeramente trigueña, en los ojos de
una suave melancolía, en la alegría y la pena contenidas por una serenidad honda, en la ternura salida
a las manos dadivosas y la voz acariciante” (p. 19)

El narrador continúa con su visión socio cultural del niño:

“Así es que el niño blanco no lo era del todo, y más por haber vivido siempre entre dos mundos. El
mundo blanco de su padre y los familiares de éste, y el mundo de su madre y el pueblo peruano de los
Andes del Norte, aglutinación confusa hasta no poderse hacer cuenta de raza según la sangre y el
alma. Con todo, el niño era considerado blanco debido a su color y también por pertenecer a la clase
de los hacendados, dominadores del pueblo indio durante más de cuatro siglos.” (p. 19)

Aquí queda subrayado por el narrador el carácter étnico de la nación peruana. Habla de dos mundos, el blanco y el del
pueblo peruano como un cruce indefinido de razas; la relación asimétrica entre ambos mundos, aparte de hacer
memoria de la cuestión histórica. A este respecto señala Estermann: “En los países andinos, la asimetría más marcada
se da entre la cultura europeizante occidental y las culturas autóctonas (quechua y aymara, sobre todo).” (Estermann
2010: 41).

Pero la madre, en la mirada de su hijo es diferente al padre:

“Su madre sí era creyente y llevaba una breve cruz de oro sobre el pecho y encendía una pequeña
lámpara votiva ante una hornacina que guardaba la imagen de la Virgen de los Dolores. Pensaba que
tal vez, de haber tenido tiempo de preguntárselo a su madre, ella le hubiese dicho que pusiera piedra
ante la cruz.” (p. 25)

También es andino (más que Freudiano) que un hijo sea más sensible a la influencia de la madre que a la del padre,
cuestión que explica entre otros la decisión final del hijo. Se advierte pues una fuerte relación madre-hijo como en
Vallejo, un rasgo de las relaciones madre-hijo en las sociedades andinas. Todo ello explica por qué al final nos
presenta al niño resolviendo su conflicto interior avanzando a colocar su ofrenda convertido en un ser intercultural.

Un narrador comprometido. Hasta donde se ha avanzado se ha podido advertir un narrador comprometido con el
mundo que presenta con su voz. Es un narrador culto y profundo conocedor del universo andino. En su mentalidad
encontramos alusiones de una cultura elevada que incluye la filosofía, pero a la vez de aspectos experienciales de una
vida rural donde su metaforización apela a figuras agrarias, como por ejemplo que los cabellos de la madre eran “la
mata abundosa y endrina”, es decir una descripción que establece analogía con la botánica referida al tallo de las
plantas. El vocabulario que emplea no solo es de una elevación terminológica sino también poética. Diríamos también
que estamos ante un ser intercultural desde el principio, que “ve” y nos cuenta el conflicto entre el viejo indio y el niño
lleno de expectativa, y que finalmente también se siente satisfecho del desenlace. De modo general estamos ante un
narrador omnisciente que ve lo interno y lo externo, interioridad y exterioridad. Veamos un texto de plenamente
omnisciente:
“El muchacho caminaba tras el viejo sin tomar en cuenta, poco ni mucho, que le estaba haciendo un
servicio. A lo más podía considerar, con absoluta naturalidad, que eso es parte de su deber de indio.
Pero tampoco se ocupaba de considerarlo así. Estaba completamente acostumbrado a que los indios le
sirvieran. En esos momentos pensaba en la pregunta del guía. Ciertamente que había subido con su
padre hasta el Manan, cerro de su hacienda que le llamara la atención debido a que amanecía nevado
una que otra vez. Pero esas montañas que ahora estaban remontando eran evidentemente más
elevadas y acaso el soroche, el mal de la puna, lo atenazaría cuando estuvieran en las cumbres
gélidas.” (p. 19-20)

De modo general constatamos la presencia de un narrador omnisciente. El párrafo precedente da cuenta de ello,
puesto que no solo ofrece una mirada a los actos de los personajes, sino también a su pensamiento. Pero como se ha
señalado antes, este narrador también se dedica a contemplar la naturaleza desde su propia mentalidad, que en este
caso coincide con la mentalidad andina, tal como ocurre en los primeros párrafos

El narrador externo y omnisciente está implicado en el acontecer del conflicto de alteridades y la búsqueda de
interculturalidad. En principio, como ya se ha señalado, es el narrador quien advierte el espacio andino, la geografía de
los Andes; el espacio cordillerano, el paisaje andino. De modo reiterado fija su atención en el elemento piedra de la
cordillera (pp. 15, 21 con visión mágica, 22, 23-24).

Incluso podríamos postular que en el narrador hay ya una conciencia intercultural. Es decir, como observador
comprometido del mundo, ha reparado que se vive en un mundo de dos culturas, aparte de dos grupos sociales. Esas
culturas andan en conflicto irreconciliable. Particularmente por parte del padre. Pero en la madre, nos advierte el
narrador, hay sangre india; de igual modo en el niño, que lo que se opone a su apertura intercultural es su condición
social, pues es un niño hacendado.

Ya en síntesis podemos trazar el siguiente cuadro del conflicto de cosmovisiones y religiosidad

El guía indígena el niño amo

Cosmovisión andina Cosmovisión occidental

Piedra Cruz

Ofrenda de piedra Otro tipo de ofrenda

Religiosidad andina sincretizada Religiosidad cristiana

Confluyen en religiosidad andina sincretizada.

La interculturalidad solo es posible si dos culturas ceden algo de lo suyo: La cultura andina recibe la cruz cristiana, la
cultura hispana occidental acepta la piedra como ofrenda. Al hacer ello las culturas armonizan, se encuentran. En
consecuencia, el desencuentro y el choque cultural terminan.

4. La utopía de la interculturalidad

La utopía alude a lo que todavía no es pero, que puede ser, como anhelo humano en diversos ámbitos de la
existencia. En este apartado, a la luz de los acontecimientos y la resolución de los conflictos se busca explicar la utopía
de la interculturalidad como contenido básico del cuento “La ofrenda de piedra”. En este sueño de convivencia
armónica no solo se comprende a los seres humanos sino, como puntualiza Estermann, a una utopía de un “un mundo
en el que quepan todos y todas, y también la Naturaleza y el cosmos”. (Estermann 2010: 79). O en palabras de Tubino
“El diálogo intercultural es la auto-recreación transcultural: regresar a nosotros después de habitar las miradas de
otros, ponernos experiencialmente en perspectiva, transformarnos recíprocamente. Se trata de propiciar la apropiación
selectiva y crítica de lo que interlocutor cultural me ofrece, de asumir una actitud activa que me permita reestructurar lo
propio, autotransformarlo reflexivamente, escogerlo y reinventarlo.” (Tubino 2015: 171). Es el sentido de la religiosidad
del guía indio que conecta religiosidad andina y cristiana; también del acto del niño que al final avanza a colocar su
ofrenda de piedra; asimismo de las posiciones que asume el narrador frente a la naturaleza y los seres humanos a los
que presenta desde perspectivas ideológicas apuntadas fundamentalmente a la interculturalidad.

Degregory al reflexionar acerca del papel de la Antropología propone como su perspectiva la construcción de un
“Nosotros diverso”; el derecho a la igualdad, no como sinónimo de uniformidad sino como superación de la existencia
de seres humanos de primera y segunda categoría. Con Igualdad ante la ley, que tiene que ver con ciudadanía,
democracia, derechos humanos, justicia social. Y a partir de esa igualdad, derecho a las diferencias, que tienen que
ver entre otros temas, con equidad de género, pluralismo e “interculturalidad” (Degregori 2001: 63)

Si bien es cierto que en estas últimas décadas la interculturalidad es todavía una búsqueda como política de los
estados para enfocar la diversidad y práctica de las personas de diferentes culturas, lo que hay que destacar del
cuento es que desde que fue concebido y publicado por primera vez en 1951 se adelantó a su época para tocar un
problema que hoy palpita en el Perú y el mundo. Estermann puntualiza que “la interculturalidad describe relaciones
simétricas y horizontales entre dos o más culturas, a fin de enriquecerse mutuamente y contribuir a la mayor plenitud
humana” y que la Interculturalidad “implica enriquecimiento mutuo” (Estermann 2010: 34). Si consideramos con
Estermann que la búsqueda de la interculturalidad es una mayor plenitud humana, entonces la búsqueda utópica en
“La ofrenda de piedra” es esa plenitud soñada o anhelada.

El motivo o tópico del viaje vehiculiza la búsqueda de un objeto: una relación intercultural entre el blanco y el indio. El
viaje tiene como propósito inicial manifiesto llegar a un destino, al lugar donde estudiará el niño blanco. Lograda la
búsqueda de la interculturalidad cuando el niño decide hacer la ofrenda, queda olvidado el objeto inicial del viaje. El
viaje se convierte en la búsqueda de una relación intercultural que al final queda logrado por lo menos como utopía. Es
simbólico también que el niño asuma la interculturalidad como práctica aceptada y asumida conscientemente antes de
llegar a la escuela que como sabemos era (y es aún) el recinto mayor de posiciones monoculturalistas, de asimetrías y
discriminación.

El narrador parece pues festejar orgulloso la actitud y decisión del niño blanco. Esa actitud del narrador comprometido
camina en la dirección de un proyecto de interculturalidad peruana; apunta a lograr relaciones interculturales más
equitativas, de aceptación y reconocimiento mutuos y, sobre todo de práctica consciente del intercambio de formas de
actuar, de sentir o de conocer. (Ansion 2012: 91-92). La historia llega a su fin dando cuenta de acto del niño con la
ofrenda a la cruz. Es justo destacarlo:

“El niño blanco se acercó silenciosamente a las alforjas, tomó la piedra y avanzó a hacer la ofrenda.”
(p. 35).

Luego el narrador calla como diciendo: De aquí, para qué hablar más; esto era lo que yo esperaba. Ya después no nos
enteramos ni interesa si llegaron a su destino, si el niño llegó a la escuela. La meta del viaje fue la interculturalidad y no
el arribo a un pueblo determinado y la escuela. La trascendencia de la primera copa la significación del cuento. Incluso
se puede proyectar más: el niño llegará a la escuela premunido de una mentalidad intercultural.

El discurso de Ciro Alegría contradice la posición de Ventura García Calderón de los cuentos “Coca” o “La venganza
del cóndor” (1923) en los que la superioridad de hombre blanco occidental frente al indio es subrayada; en que
mantienen una posición irreconciliable donde las diferencias culturales conducen a la incomprensión y la muerte;
donde incluso al narrador no se le ocurre ningún grado de comprensión del indio. Es sintomático que el tópico del viaje
se reitere en “La ofrenda de piedra”; más aún, a través de la misma cordillera andina peruana. Nuestro autor lleva a los
personajes hacia los mismos espacios de los cuentos de García Calderón, nos hace asistir a un conflicto de
cosmovisiones y concepciones religiosas, pero finalmente nos presenta a dos seres que confluyen en un ritual en un
abrazo intercultural, a diferencia de las narraciones de García en que motivados por la irreconciliable culmina en la
muerte de los occidentales. Al mismo tiempo se adelanta como precursor del sueño de la armonía expresada en la
novela País de Jauja(1993) de Edgardo Rivera Martínez.

Como señala Degregori, “En estas reflexiones sobre inter o transculturalidad se encuentran ecos de la utopía
arquediana, para nada arcaica, de “unir el caudal” de las diferentes culturas del Perú sin que ello signifique la
aculturación de los subalternos” (Degregori 2011: 61), construyendo un mundo en que los hombres de todas las
sangres puedan vivir todas las patrias.
Remarca Estermann para el ámbito religioso: “Hoy día, se hace cada vez más evidente la necesidad de un diálogo
interreligioso, sobre todo en la región andina, en Mesoamérica y en el Brasil. Este diálogo no puede darse al margen
de los procesos de descolonización y de la implementación de un paradigma intercultural” (Estermann 2010: 71).
Estermann, en sus libros Filosofía andina y en Interculturalidad, realiza una profunda reflexión acerca de la
productividad de los enfoques interculturales en la filosofía y como práctica de vida para un mundo moderno; en este
último aspecto subraya la necesidad de implementar un paradigma intercultural, que ya Ciro Alegría propone en “La
ofrenda de piedra”. Desde esta perspectiva vale citar finalmente a este filósofo intercultural:

“Debemos mantener una actitud de apertura y acercamiento a la otredad, que al encontrarse con
nosotros ha de transformarnos para siempre si la relación es llevada con autenticidad. Y puesto que
somos conscientes de que ninguna cultura es perfecta en su devenir de constructo humano, debemos
apuntar a que nuestras culturas, interactuando, caminen enriquecidas mutuamente hacia la plenitud del
planeta (del ser humano y de la naturaleza) en función de nuestros proyectos de utopía. Este es, en
última instancia, el fin de la interculturalidad”. (Estermann 2010: 45-47).

BIBLIOGRAFIA
Alegría, Ciro. 1980. La ofrenda de piedra. Bogotá – Colombia: Editorial La Oveja Negra.
Cornejo Polar, Antonio. 1989. La novela peruana. Lima: Editorial Horizonte.
Escajadillo, Tomás. 1994. La narrativa indigenista peruana. Lima: Editorial Mantaro.
Estermann, Josef. 2010. Interculturalidad. Vivir la diversidad . La Paz: ISEAT Instituto Superior Ecuménico Andino de
Teología.
Degregory, Carlos Iván (ed.). 2001. No hay país más diverso. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, Pontificia
Universidad Católica del Perú, Universidad del Pacífico. Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú
Degregory, Carlos Iván. 2001. “Panorama de la antropología en el Perú: del estudio del Otro a la construcción de un
Nosotros diverso”. Degregory, Carlos Iván (ed.). 2001. No hay país más diverso. Lima: Instituto de Estudios Peruanos,
Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad del Pacífico. Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el
Perú, 20-73.
Kato, Takahiro. 2013. Tejidos de sueños. Imágenes y fiestas en el mundo andino . Lima: Fondo Editorial del Congreso
del Perú.
Marzal, Manuel. 2002. “Los santos y la transformación religiosa del Perú colonial”. Jacques Decoster, Jean Jacques
(ed.) 2002. Incas e indios cristianos. Elites indígenas e identidades cristianas en los andes coloniales . Cusco: Centro
de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas. IFEA, Asociación Kuraka. P. 359-372.
Marzal, Manuel. 1988. Estudios sobre religión campesina. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
Ferreira, César (editor) 2006. Edgardo Rivera Martínez: Nuevas lecturas. Lima: Fondo Editorial UNMSM.
Motta Zamalloa, Edmundo. 2015. Pacha: visión andina del espaciotiempo en la perspectiva del pensamiento seminal .
Lima: Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Escuela de Post Grado Universidad Nacional Mayor
de San Marcos.
Reis, Carlos. 1981. Fundamentos y técnicas del análisis literario . Madrid: Gredos.
Silva Santisteban, Fernando. 1998. Antropología. Conceptos y nociones generales . 4ta, edición. Lima: Universidad de
Lima, Fondo de cultura Económica-Perú.
Silva Santisteban, Fernando. 2004. “Occidente y el mundo andino”. Ortmann, Dorothea (Comp.) 2004. Anuario de las
ciencias de la religión. Lima: UNMSM CONCYTEC, 137-164.
Stanley. J y Stein, B. 1977. La herencia colonial de América Latina. México: Siglo XXI Editores.
Tubino, Fidel. 2015. La interculturalidad en cuestión. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial.
Ansion, Juan. 2012. “Universidad e interculturalidad en el Perú”. Tubino, Fidel y Mansilla, Katherine (Ed.). 2012.
Universidad e interculturalidad. Desafíos para América Latina . Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 87-106.
Vallejo, César. 2013. Poesía completa. Lima: Ediciones Copé. Petróleos del Perú.

AUTOR. Macedonio Villafán Broncano. Magíster en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos de Lima. Obtuvo el Premio de Cuento Copé de Petro Perú 1987 y el Premio Nacional de
Literatura Quechua de la Universidad Federico Villarreal 1997. Como narrador ha publicado Los hijos de Hilario, Apu
Kolki Hirka y Cielo de las Vertientes. Es coautor de la antología Huandoy y Huascarán. Narraciones orales clásicas de
Ancash. Sus estudios literarios últimos han sido publicados en importantes medios. Destacan sus trabajos sobre Fabla
salvaje en Vallejo 2014 (2014), sobre Crónica del San Gabriel en Ribeyro por tiempo indefinido (2014), sobre En
Octubre no hay milagros de Reynoso en el libro En octubre no hay milagros 50 años después (2015). Ha publicado en
la revista Pueblo Continente (2009) el estudio “Del Fiero Vásquez a Luis Pardo: bandoleros en las novelas de Ciro
Alegría, Oscar Colchado y Walter Ventosilla”. Ha participado como invitado en eventos literarios realizados en México,
Venezuela, Cuba, Bogotá, Chile y Bolivia. Sus creaciones y estudios han sido objeto de numerosas referencias en el
Perú y el extranjero. Es profesor principal de la Universidad Nacional “Santiago Antúnez de Mayolo”. Es miembro del
Instituto Peruano de Estudios Andinos Naanintsik (IPEAN) con sede en Huaraz.

SEMANA 7. Presentación de avance del análisis de un cuento oral o académico intercultural

LITERATURA INFANTIL INTERCULTURAL.

PRESENTACION DE ANALISIS DE OBRAS DE NARRATIVA LITERATURA INFANTIL INTERCULTURAL:


NARRATIVA ORAL o NARRATIVA ACADEMICA (De autor conocido)

1. ANALISIS DE ELEMENTOS CULTURALES ANDINOS Y OCCIDENTALES (hasta 5 p)


2. BUSQUEDA DE INTERCULTURALIDAD PLANTEADA EN LA OBRA
Positiva o negativa (hasta 10 p)
3. ESTRUCTURACION ARTÍSTICA (si es intercultural o no) (hasta 3 p)
CONCLUSION (hasta 2 p)
Incluir fuentes teóricas en sus comentarios
REDACTAR EL ANALISIS VERSION FINAL Y PASAR A DELEGADA.
MÍNIMO 2 páginas. MAXIMO. 3 páginas. Incluir bibliografía.

TAREA DE INVESTIGACION.
Copiar la versión de la Achikay que han recogido, sea en quechua o español. Si es versión escrita, copiar. En ambos
casos señalar fuente. Si es oral: lugar, persona que contó, nombres, edad, ocupación o profesión, fecha de
recopilación. Si es escrita: la fuente bibliográfica, autor, año, título del libro, lugar, editorial, página. ENTREGAR LA
RECOPILACION AL DOCENTE

SEMANA 8. EVALUACION DE UNIDAD


PRESENTACION DE ANALISIS DE OBRAS DE NARRATIVA LITERATURA INFANTIL INTERCULTURAL:
NARRATIVA ORAL o NARRATIVA ACADEMICA (De autor conocido)

LITERATURA INFANTIL INTERCULTURAL.

UNIDAD II

LECTURAS

SEMANA 9

Análisis de un poema

0. Información externa
Autor o fuente. Obras del autor. Apreciaciones generales
Referencias generales: época, caracterización general.
1. Plano del contenido (lo que dice): el universo de las ideas o significados. Búsqueda a través de:
Sentimientos, pensamientos
Yo poético o hablante poético. Quién es, qué siente, qué piensa, dónde está, etc.
El contexto o marco situacional en que se expresa o alude el yo poético (escenario geográfico, temporal, sociocultural,
espiritual).
Referencialidad (de ser el caso: hechos reales o existenciales referidos)
Asuntos o sucesos o acontecimientos (si es narrativo). Su riqueza significativa.
Temática. Idea general que informa sobre el contenido de la obra. Ejes temáticos manifiestos, desde los más
constantes hasta los colaterales.
2. Plano de la expresión. Recursos expresivos y técnicos (cómo lo dice): la estructuración artística.
Yo poético y la función comunicativa del lenguaje: confesional, reflexivo, apelativo, imprecativo.
Forma textual: descriptivo, narrativo, expositivo, argumentativo, dialógico o conversacional.
Lenguaje. Niveles empleados. Recursos retóricos destacables (lenguaje literario): tono, ritmo, figuras literarias.
3. Interpretación (Con qué propósito lo dice. Es plurisignificativo, polisémico). Búsqueda de significados trascendentes
a partir de lo explícito (aspecto 1): en su dimensión filosófica, política, económica, social, cultural, sicológica,
sentimental, moral, etc. Planteamiento o alcance de su significación en relación a la condición humana, visión y
enfoques acerca de los actos, problemas, conflictos y sueños o esperanzas de los seres humanos.

Estudio de poemas:
Caracterización como literatura intercultural. Los rasgos interculturales.
a.Aspecto de estructuración artística (Niveles: lengua, estructuración estrófica, figuras y símbolos)
b.Los contenidos ideológicos (cosmovisión o concepción del mundo desde diversas formas de pensamiento, ej.
Occidental y andino)
Valoración desde la perspectiva de la interculturalidad ideológica. Encuentros y desencuentros.
Conclusiones
ACTIVIDAD. Poesía de Ancash: poemas de Román Obregón, Oscar Colchado y otros

Román Obregón CRONICA RAUDA DE HUARAS CIUDAD AMANECIDA

Identidad
Y qué somos
sino piedra de rayo,
piedra azul
adjetivo de huaycos,
canto rodado, granito labrado,
piedra viva
animada por Waraq,
estrella madre.

Desde cuándo solidarios


nuestros huesos
adoquinan leyendas,
tersas mañanas
entre horizontes níveos,
clarines gorriones.

Desde qué orilla de luz


nuestras vértebras
sustentan collados,
huacas y arcanos,
el germen de la papa
y de la lluvia,
la oquedad azul,
el cauce
del río transparenta
recuerdos,
claroscuros, augurios.

Frente a la plaza mayor,


frente al trino
del día reluciente
de alburas
como ante un espejo
de lagunas
nuestros ojos
estatuas de asombro
incandescen amor,
impelen pasos solidarios.

Frente a fotografías
antiguas,
antes del tremor
delirante
el abrazo
de vereda a vereda.
Después,
de ventana a ventana
bienvenidas,
de corazón a corazón
arboledas.
¿Qué somos
sino piedra de rayo,
himno,
wayno inmortal?

Es un poema que trata de definir una identidad, a reconocer una pertenencia.

El poema expresa el anhelo o búsqueda de una definición de identidad del huaracino como suma de dos culturas,
donde lo andino debe ocupar importancia fundamental.

La trascendencia del poema abarca a la nación peruana o cualquier nación del mundo que busca definir su ser como
nación y la identidad de sus miembros.

APARTO
ESTE
POLVO
INUSITADO

Aparto este polvo inusitado, doime


de pecho y después de reconocer antiguas
letras, caminos desvelados y orillas
definitivamente distantes
reconózcome nube de mi tierra.

Es hermoso crecer como un árbol, proyectarse


río tumultuoso, rama confidente
de los ojos
de los brazos,
admitir el furor súbito de las piedras
el agua nido de espejos
el agua cordero canasto de arco iris
el agua grito puma licuado,
abrir un agujero en la noche
sacar puñados de auroras
hasta que el corazón estalle de luz.

En Caraz olorosa a guayabas,


canción en tu mirada, perfumado cordel
de viento con tijeras azules
corto paisajes
cromos
gorriones
y repito
soy árbol o lluvia de mi tierra.

Pienso escribo sueño torno


a mi sangre, a mi humilde sueldo
de profesor peruano:
escucho los periódicos: mueren
los niños la risa en Biafra
Palestina crucificada
las páginas sociales reformas los pobres pobres
la tristeza como pájaros
encima de tejados follajes bolsillos
pero el día crece renovándose
y la espiga madura en los ojos.

Ávido de cielo,
río mi sangre por amor a mis ríos
la nieve en mis brazos,
la raíz nace del pecho
y en definitiva
soy río rumoroso de mi tierra.

COMENTARIO.

Reflexionar. ¿Hay una actitud intercultural de parte del yo poético?

Rosa Cerna

EL MAR EN LA MIRADA
Cuando vaya a verte, Tierra,
te llevaré el mar en la mirada
y una bandada de gaviotas en los labios
para crearte playas de amor
interminables.

Te llevaré canciones aprendidas


en la risa cristalina de los niños costeños,
un poco de la luz que llena de colores
la noche
y carrouseles de fiesta para el sueño
y tus domingos.

Y tú echarás al vuelo tus viejas campanas,


tus molinos de piedra y tus palomas,
abrirás la puerta de todos tus corrales
y aventaremos a la aurora juntas
tanto grito encerrado en nuestras almas.

CONTENIDO: ¿Por qué este poema es intercultural?


¿Quién es el yo poético? ¿hay en ese yo una conciencia intercultural?
RECURSOS EXPRESIVOS: ¿Por qué el uso de los verbos en futuro?

CONTENIDO: ¿Por qué este poema es intercultural?


¿Quién es el yo poético? ¿Hay en ese yo una conciencia intercultural?
RECURSOS EXPRESIVOS: ¿Por qué el uso de los verbos en futuro?
Respuestas: se trata de armonizar dos culturas (de la costa y la sierra peruanas), de enriquecer a cada ser cultural
para una convivencia armónica, en una visión de futuro. El yo tiene conciencia intercultural.

Significación simbólica trascendente: búsqueda de armonía de la sociedad peruana que supere las distancias
culturales entre costa y sierra.

POESIA DE OSCAR COLCHADO


De ARPA DE WAMANI (1988)

ESTE LIMA
Bonita ciudad este Lima
con sus luces que relumbran ¡achallau!
como tus ojos Emicha
cuando machucao te tengo
allá en La Parada en nuestro puesto
sobre los sacos de pallar.
 
Acostumbrada a caminar por quebradas y cerros
tropiezas nomás en la vereda
y medio de nariz a cada rato te quieres ir
Aun no sabes pues andar con tacones Emicha.
Ah Guarmicha querida
qué para hacer pues
aquí en este cemento duro viviremos
aquí entre ruidos, humo y apretadera en los micros
Aquí nacerán nuestros hijos
otras costumbres tendrán
serán otra laya de gente
más mejores que nosotros quizá
y mientras tanto para que tú y yo no extrañemos nuestra tierra
haremos china como que ahí nomás estamos
para eso nuestro ganadito será la gente
chacritas los parques
dioses Guamanis los rascacielos
jarjachas demonios nuestros patrones.

COMENTARIO: Yo poético migrante, que añora su ande. Ánimo de integrarse a la ciudad.


Anhelo de interculturalidad.

SEMANA 10. Poemas de Vallejo, Efraín Miranda y otros

POESIA DE CESAR VALLEJO

DE LOS HERALDOS NEGROS

TERCETO AUTÓCTONO

EL PUÑO LABRADOR se aterciopela,


y en cruz en cada labio se aperfila.
Es fiesta! El ritmo del arado vuela;
y es un chantre de bronce cada esquila.

Afílase lo rudo. Habla escarcela...


En las venas indígenas rutila
un yaraví de sangre que se cuela
en nostalgias de sol por la pupila.

Las pallas, aquenando hondos suspiros,


como en raras estampas seculares,
enrosarian un símbolo en sus giros.

Luce el Apóstol en su trono, luego;


y es, entre inciensos, cirios y cantares,
el moderno dios-sol para el labriego.

COMENTARIO: ¿Hay sincretismo religioso? ¿La deidad puede simbolizar interculturalidad?

LOS ARRIEROS

Arriero, vas fabulosamente vidriado de sudor.


La hacienda Menocucho
cobra mil sinsabores diarios por la vida.
Las doce. Vamos a la cintura del día.
El sol que duele mucho.

Arriero, con tu poncho colorado te alejas,


saboreando el romance peruano de tu coca.
Y yo desde una hamaca,
desde un siglo de duda,
cavilo tu horizonte y atisbo, lamentado,
por zancudos y por el estribillo gentil
y enfermo de una “paca-paca.”
Al fin tú llegarás donde debes llegar,
arriero, que, detrás de tu burro santurrón,
te vas...,
te vas...

Feliz de ti, en este calor en que se encabritan


todas las ansias y todos los motivos;
cuando el espíritu que anima al cuerpo apenas,
va sin coca, y no atina a cabestrar
su bruto hacia los Andes
oxidentales de la Eternidad.

COMENTARIO. El yo poético mira al hombre andino y lo define. A la vez se mira a sí mismo y expresa duda sobre su
ser cultural. Finalmente expresa un anhelo de asumir el ser cultural andino. El yo poético busca definirse con un ser
intercultural integrando a su ser de otra cultura, la cultura andina.
DE POEMAS HUMANOS de CESAR VALLEJO

Telúrica y magnética

¡Mecánica sincera y peruanísima


la del cerro colorado!
¡Suelo teórico y práctico!
¡Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo!
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mujidos,
las aguas con su sorda antigüedad!

¡Cuaternarios maíces, de opuestos natalicios,


los oigo por los pies cómo se alejan,
los huelo retomar cuando la tierra
tropieza con la técnica del cielo!
¡Molécula exabrupto! ¡Átomo terso!

¡Oh campos humanos!


¡Solar y nutricia ausencia de la mar,
y sentimiento oceánico de todo!
¡Oh climas encontrados dentro del oro, listos!
¡Oh campo intelectual de cordillera,
con religión, con campo, con patitos!
¡Paquidermos en prosa cuando pasan
y en verso cuando páranse!
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!
¡Oh patrióticos asnos de mi vida!
¡Vicuña, descendiente
nacional y graciosa de mi mono!
¡Oh luz que dista apenas un espejo de la sombra,
que es vida con el punto y, con la línea, polvo
y que por eso acato, subiendo por la idea a mi osamenta!

¡Siega en época del dilatado molle,


del farol que colgaron de la sien
y del que descolgaron de la barreta espléndida!
¡Angeles de corral,
aves por un descuido de la cresta!
¡Cuya o cuy para comerlos fritos
con el bravo rocoto de los temples!
(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)
¡Leños cristianos en gracia
al tronco feliz y al tallo competente!
¡Familia de los líquenes,
especies en formación basáltica que yo
respeto
desde este modestísimo papel!
¡Cuatro operaciones, os sustraigo
para salvar al roble y hundirlo en buena ley!
¡Cuestas in infraganti!
¡Auquénidos llorosos, almas mías!
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
¡Estrellas matutinas si os aromo
quemando hojas de coca en este cráneo,
y cenitales, si destapo,
de un solo sombrerazo, mis diez templos!
¡Brazo de siembra, bájate, y a pie!

¡Lluvia a base del mediodía,


bajo el techo de tejas donde muerde
la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!
¡Rotación de tardes modernas
y finas madrugadas arqueológicas!
¡Indio después del hombre y antes de él!
¡Lo entiendo todo en dos flautas
y me doy a entender en una quena!
¡Y lo demás, me las pelan!...

COMENTARIO

Es un poema donde el yo poético define su identidad, fundada principalmente en la cultura andina o ser andino.
Incorpora ciertos elementos de la cultura occidental (la corriente poética vanguardista), pero desde una perspectiva
andina e integradora. El poema plantea la posibilidad de una interculturalidad de base andina que no rechaza a otra
cultura.

En lo artístico utiliza diversas formas de la poesía occidental vanguardista, al mismo tiempo emplea símbolos andinos y
hasta un español andino.

ACTIVIDAD. Señala los diversos elementos que utilizarías para definir tu identidad de lugar o pueblo.

EFRAIN MIRANDA

POEMAS

AZ

Forastero, ¿eres un visitante


o un extraviado en mi paraje?
En cualquier caso, desconocido,
eres bien venido.

Acércate a los ojos de este viejo morador;


en años veo un hombre de hermoso rostro
labrado en piedra de cantera europea,
y son tus ropas de tan correcto aliño
pareciéreme la obra de costurero mago.

¿Quén eres?
¿A qué vienes?
¿Alguno te manda?
¡Observa y comprueba que no soi de roca ni de bronce!
¡Si te entrego a mi hija, la fecundarías;
Si me das a tu hija, la empreñaría!

Come esta porción del manso cordero;


bebe este poco del aflautado manantial:
Sírvete confiadamente del plato de mi cariño.
No tengo silleta, ni cubierto, ni alcuza, ni radio…
¡Carajo, tú, me creas necesidades!
(Choza, 1978)

COMENTARIO.

EQ

Soi una indiecita escolar. Me reconoces;


mi retrato está en folios de grandes libros;
retratada con polleras y con "uniforme".

Me pongo de cabeza y el cielo está abajo


y la tierra queda arriba; así no es mi mundo;
me pongo de pies
el cielo regresa arriba
y la tierra para abajo; el mundo comienza en mis pies,
este es mi mundo.
El mundo comienza en mis huesos,
en los truenos que respiro, en las cordilleras que empuño
y hago una madeja para tener mi imago mundi.

Mis trenzas hacen camino a la casa-, en los folios


te informaste que se destechan sacándole un palo;-
mi abuelito me dice pariguana
porque aprendo a dormir sin cerrar los ojos;
mi tío no sabe ni firmar
y mi tío materno tiene primaria
me riñe que acaso por eso come más.

Los vidrios de la escuela


desvían el Sol hasta mi patio distante;
la Escuela es la casa más grande de todo;
le he dicho a mi padre que compre una carpeta para
nosotros.
Frente a la pizarra se me adelanta una niña blanca,
a ella es quien educa el Maestro.
Lloro porque soi india y tengo una niña blanca
que el Maestro ha creado dentro de mí;
esta niña no me puede;
el Maestro le da fuerzas y sustento
el Maestro tiene grandes métodos para esa niña.
El maestro se olvida de mí, de todos los alumnos
y dice que para los indios no se ha inventado nada.

A ratos me confunde: me convierte en ella


o ella en mí;
cuando me habla el profesor, desaparece;
en cada diciembre muere y cada abril resucita.
Al concluir mis estudios se extinguirá
en la parcialidad.
(Choza, 1978)

Comentario:
Yo poético se aferra a su identidad. Figura de antítesis.
Ideológico: imposición de cultura occidental. Aculturación.
Educación no es intercultural.
No existe interculturalidad realizada. Hay conflicto.

EE

¡No me grites de calle a plaza: cholo;


grítame de la selva a la cordillera,
de mar a sierra,
de Tahuantinsuyo a República: INDIO!

¡Lo soi!
¡A puntapiés, insultos y balas: lo soi!

¡Explotado, robado, asesinado: lo soi!

¡Con mi esqueleto, mi ecología y mi Historia: lo soi!

En iglesias, coliseos, municipalidades


me gritan: ¡indio!
Los descendientes de galeotes, criminales, indultados
aventureros hispanos me gritan: ¡indio!
Todos los descendientes de Adán y Eva me gritan: ¡indio!

¡Soi indio!

Tengo el color mismo de mi Madretierra,


raíces en mi misma Madretierra,
nací en mi y de mi Madretierra,
nací de y en sus elementos energéticos,
de su cinética activa y germinal;
soy indio: una de las variadas formas de su creación.

¡Soi indio!

Y, para los genealogistas, regalo en mi choza


lustrosos pergaminos de animales pur sang,
con el árbol verde virgen, a partir de un tronco
(nobiliario,
o, si lo desean, desde un origen cavernario
o, si lo estiman, desde una cuna extraterrestre
o, si lo creen, desde una concepción antinatural.

ME
Al leer mis hijos sus libros
no son mis hijos;
pierden mi paternidad, otros papás me desplazan
los que adoptarán.

Terminan la lectura, no me ven:


no soi su padre, no somos su familia,
no somos los parientes descritos en el libro
Lo han entendido.

Comienzan a separarse;
se despiden, de la ropa nuestra, con el uniforme,
retiran sus facciones de mi somática,
adquieren movimientos para sus poses
de la gente dominante;
hablan de lo que no sé si existe,
tocan otro mundo
en el que me dicen que soi una momia.

Cuando leyeron sus libros, mis hijos,


se les desprendieron las bayetas del cuerpo.
El que lee y escribe está en la corriente del progreso.
Comprarán camiones, casas, negocios…

MF

La gramática española cuelga desde Europa


sobre mis Andes,
interceptando su sincretismo idiomático.

Sus grafías y sus fonemas, atacan con los caballos


y las espadas de Pizarro.
Mi lenguaje resiste, re refugia, lo persiguen,
lo desmembran.

En tantos siglos de guerra intercultural


todas las batallas hemos perdido.
Ellos tienen todos los elementos a su alcance:
su estado mayor en la real academia
y sus soldados intelectuales;
los nuestros, nada, un agrupamiento, pasivo
al modo tupamaru segundo.

En mi choza ha caído la mano perdida del Manco de


(Lepanto
con vidrios, ácidos, alfileres
que contorsionan mi lengua
y sangran mi boca.
SEMANA 11. Teatro infantil intercultural

0. Información externa

Autor o fuente. Obras del autor. Apreciaciones generales

Referencias generales: época, caracterización general.


1. Plano del contenido (lo que dice): el universo de las ideas o significados. Búsqueda a través de:

Personajes. Rasgos y caracterización de los personajes. Los que encarnan.

Espacio, No solo geográfico o topográfico; también temporal, sociocultural.

Historia. Los sucesos o acontecimientos. Episodios conflictivos ricos en significación.

Temática. Ejes temáticos manifiestos, desde los más constantes hasta los colaterales.

2. Recursos expresivos y técnicos (cómo lo dice): la estructuración artística.

Lenguaje. Niveles empleados. Recursos retóricos destacables (lenguaje literario). Figuras literarias.

Técnicas teatrales: actos y escenas, tensión dramática, secuenciación temporal (cronológico y no cronológico, flash
back, raconto), uso de monólogo y diálogo.

3. Interpretación (Con qué propósito lo dice. Es plurisignificativo, polisémico). Búsqueda de significados trascendentes
a partir de lo explícito (aspecto 1): alcance de su significación en relación a la condición humana en su dimensión
filosófica, política, económica, social, sicológica, sentimental, moral, etc. Planteamientos y enfoques de los actos,
problemas y sueños humanos.

TEATRO

Mi color no determina mi capacidad

Autora: Clara Pérez

Personajes:

1.- Pedrito: Niño que sufre un accidente.


2.- María: Madre de Pedrito.
3.- Arturo González: Hombre de tez morena que intenta ayudar a Pedrito.
4.- Enfermera: Quien se comunica con la mamá de Pedrito.

ACTO 1

Ambientación: Lugar donde hay un muro alto donde Pedrito se sube a jugar


Introducción:  María está sentada en una banqueta, mientras Pedrito juega corriendo y saltando por todo el lugar, hasta
subirse a un muro y comenzar a hacer equilibrio, no lográndolo y cayendo desde la altura golpeándose muy fuerte.

María (algo distraída leyendo una revista): Pedrito no corras, te vas a caer.


Pedrito (sin hacer caso a su mamá y sin dejar de brincar de un lado a otro) : No me caigo mamá, yo soy muy ágil
María (sin levantar la cabeza de la revista que lee) : Bueno, ya te dije, si te lastimas te voy a castigar y no volvemos a
salir a jugar.
Pedrito (sin prestar atención a lo que decía su madre, se sube al muro) : Mira mamá voy a caminar por la cuerda floja.
María (levantando la cara y mirando hacia donde esta Pedrito): ¡Pedrito, baja de ahí!
Pedrito (haciendo maromas): no pasa nada ma… Ahhhhhhhh
Pedrito se desploma ante los ojos de su madre, quien suelta la revista y corre despavorida hacia donde ha caído su
hijo. Cerca se encuentra un hombre de color que al ver lo sucedido corre a prestar su ayuda
María (gritando angustiada): Pedrito hijo, pedrito. ¡Por favor ayúdenme!.
Arturo (acercándose a pedrito y agachándose cerca de él para revisarlo) : Tranquila señora, déjeme ver cómo está el
niño.
María (mirando con malos ojos a Arturo):  Suelte a mi hijo ¿Usted que va a saber cómo está? ¿Quiere ayudar? Llame a
un médico.
Arturo (tratando de explicarle): Señora cálmese yo…
María (sin querer oír razones): ¿Qué me calme? Mi hijo esta inconsciente y usted estorbando ahí, ya le dije que lo
suelte ¿qué puede saber un negro de medicina? Aléjese de mi hijo ya.
Arturo (intentando hablar nuevamente): Señora, el niño tiene signos vitales, si me permite… bueno mire ahí viene la
ambulancia, ya alguien la llamó, llevemos al niño al hospital.
María (molesta): ¿Llevemos? Yo voy a llevar a mi hijo al hospital y usted va alejarse de él, ¿quién sabe que está
buscando realmente?
Arturo guarda silencio, mientras ve como suben el niño a la ambulancia y lo llevan al hospital.

ACTO 2
Ambientación: Sala de espera del hospital.
Introducción: María espera ansiosa noticias de su hijo.
Enfermera (acercándose a María): Buenas tardes señora
María (angustiada): Buenas tardes enfermera ¿Dígame, como esta mi hijo?
Enfermera (colocando su mano en la muñeca de María y sonriendo): El estará muy bien señora, afortunadamente fue
atendido por uno de los mejores médicos que hay en toda esta ciudad y su hijo muy pronto se recuperará. Pero
siéntese y espere que ya pronto el Dr. Arturo González, vendrá a hablar con usted y podrá hacerle todas las preguntas
que tenga.
María (un poco más camada): Gracias señorita.

María toma asiento, jugando con sus manos y mirando hacia donde sabia tenían a su hijo, cuando ve venir al hombre
que intentó ayudarla en el momento del accidente, esta vez con una bata blanca y caminando seguro hacia ella.
Arturo (acercándose a María y extendiéndole la mano): Mucho gusto señora, soy el Dr. Arturo González, atendí a su
hijo y él está completamente fuera de peligro, se quedará en observación un par de días y luego podrá llevarlo a casa y
cuidarlo según nuestras recomendaciones.
María (casi sin poder hablar y sin saber que decir): ¿Usted fue el médico que lo atendió? ¿El mejor médico de este
hospital? Ay doctor que vergüenza tengo, de verdad disculpe y muchas gracias por salvar a mi hijo, creo que lo juzgue
mal.
Arturo (sonriendo levemente): Usted no me juzgo a mi señora, juzgo mi color de piel, pensó que por ser un hombre de
tez oscura no podía saber nada de medicina, no vuelva a hacer eso, si esto hubiese sido más grave, por su
discriminación, su hijo pudo perder la vida.
María (bajando la cara avergonzada): Tiene razón doctor, he actuado mal.
Arturo (sonriendo para aliviarla): No pasa nada señora, una lección de la vida, acompáñeme para que pueda ver a su
hijo.
Ambos caminan en dirección a la habitación, María aun sin atreverse a levantar la cara de la vergüenza.
FIN

COMENTARIO DE UNA OBRA DE TEATRO

Caracterización como literatura intercultural. Los rasgos interculturales.


1. Aspecto de estructuración artística.
2. Los contenidos ideológicos

Valoración desde la perspectiva de la interculturalidad ideológica. Afirmativa y negativa. Encuentros y desencuentros.

Conclusiones
TEATRO DE AUREO SOTELO

“KARADOSHU”
O
EL ALMA DE EMILIANO PANTOJA
Aureo Sotelo Huerta

PREMIO INTERNACIONAL – CELCIT- DE VENEZULA (CENTRO LATINOAMERICANO DE CREACION E


INVESTIGACION TEATRAL) 1980

PERSONAJES:
Emilano Pantoja (Karadoshu)
Llucu (hijo)
Pedro (Profesor)
Davicho (Juez de Aguas. Tartamudo)
Pillpi
Shamuco
Atanasio
Abraham
Arturo
Campesinos.

PRIMER ACTO

ESCENA 1

ESCENARIO: EL CEMENTERIO DE AIJA. ES NOCHE LOBREGA Y TENEBROSA.


EMILIANO (CON PONCHO Y CHALINA. DESVISTE EL CADÁVER ALUMBRÁNDOSE CON UNA VELA. SE
PROTEGE CON LA MANO DEL OLOR).- Pobre Don Benedicto Quijano, hombre rico, poderoso, mira nomás cómo
has quedado, puro hueso y pellejo; cinco mujeres, concubinas, recua de hijos, y ahoraká. Saco está bueno, puro
casimir Inglés (SACUDE). ¡Fuera gusanos! (SE PRUEBA). Perfecto; ahora sacamos chaleco, eso es, hombre elegante
soy ahura. El pantalón, ajá (RUIDO. EL SE SIGUE PROBANDO EL TERNO). No les dije, ahora ka soy gran señor, ja,
ja (NUEVAMENTE RUIDO). Otra vez, qué será ¿policía? ¿alma? ¿a mí? ¿alma a mí? Ja, ja, algún pericote. ¿Quién
anda por allí? ¿Quién es?

LLUCU (INGRESA CON MOVIMIENTOS MACABROS. USA TUNICA BLANCA QUE VISLUMBRA DE NOCHE).-Soy
alma de Benedicto Quijano; he vuelto desde las sombras para vengarme de mis enemigos y a recoger mis pasos
(VIENDO A EMILIANO QUE SIN HACERLE CASO SIGUE DESVISTIENDO EL CADÁVER) y cosas.

EMILIANO.- Así no, tienes que moverte más bonito pues, más suavecito como si caminaras por nubes; aprende
(HACE DESMOTRACIONES COLOCÁNDOSE PREVIAMENTE UNA MÁSCARA DE CALAVERA, UNA VELA,
GRANDES OREJAS, COLA ETC.). Al mirar tu cara gente dirá: he visto hueco de sus ojos, como nicho parece, negro,
profundo y gritará lleno de espanto: ¡Alma, alma! ¡Alma aburrida! Ja, ja, ja.

LLUCU.- Y vela. (SE ACERCA AL CADÁVER).

EMILIANO.- Se lleva prendida para reconocer a los enemigos y llevarnos al infierno (SIGUE DANZA MACABRA CON
FONDO MUSICAL INCA).

LLUCU.- Alma, de verdad pareces ah (IMITA) ¿Y? Para mí ka, que me has dejado.

EMILIANO.- Medias, zapatos.

LLUCU.- Medias no, puf, puf, atatau, puf.

EMILIANO.- Que puf ni atatau, un poco de agua, pestilencia vuela, voy sacar camisa.

LLUCU.- Camisa y bibirí para mí pues.

EMILIANO.- Bueno, con calzoncillos de yapa.

LLUCU.- ¡Mira! ¡Un reloj! (SALE AL PRIMER PLANO).

EMILIANO.- ¡Qué suerte! doña Primicha, su última mujer, adoraba al viejo.

LLUCU.- Claro, tenía plata pues.

EMILIANO.- Mal pensado, era por amor, ella lo quería bastante por eso le ha enterrado con todo, para que a ella no
más la recuerde.

LLUCU.- Y con reloj para que se vaya al cielo mirando la hora.

EMILIANO.- Al infierno será, para que le controle tiempo a Satanás (META LA MANO AL CHALECO). ¡No te dije, aquí
también hay otro reloj y con cadena de oro, ja, ja.

LLUCU.- Con harta suerte estamos papai, dime ¿cómo es que no llegaste a tenerle miedo a los muertos?

EMILIANO.- Historia larga es, los animales del hacendado Arturo Morales un día se comieron nuestras sementeras. Mi
taita le reclamó. El canalla en vez de pagar los daños con su chicote le pegó. Mi taita se enrabió y lo tiró del caballo.
Don Arturo lo denunció y encima lo metieron preso.

LLUCU.- El abuelo preso y así se quedó.

EMILIANO.- Mi taita tenía resolución, pero perdió el juicio porque jueces eran amigos o parientes del patrón.
LLUCU.- ¿ Y el abuelo?

EMILIANO.- Salió de cárcel enfermo, ahí nomás se murió y nosotros perdimos la casita y la chacrita y como no
teníamos donde ir nos venimos a vivir aquí, junto al cementerio. Al principio toditos nos moríamos de miedo, pero,
poco a poco nos fuimos acostumbrando.

LLUCU.- Te acostumbraste tanto que ahora hasta descalatas a los muertos ¿no?

EMILIANO.- Como lo haces tú pues, so pendejo.

LLUCU.- No me sigas contando que me enrabio.

EMILIANO.- Mamacha me mandaba a puna por leña.

LLUCU.- Te metías al cementerio y te llevabas cajas, cruces ¿no? Ja, ja, éste es mi taita caracho. Calzoncillo de purita
seda es, no sé que siento sacarlo.

EMILIANO.- ¿Qué? ¿Tienes vergüenza? Tú el hijo de Emiliano Pantoja con vergüenza; no fastidies hombre, sácalo.

LLUCU (LO DESNUDA).- Ya (MIRA EL CADAVER).

EMILIANO.- ¿Qué pensabas encontrar ah? Ahí no hay nada, los gusanos se lo han comido primerito, ja, ja. Es tarde,
voy a junta de aguas a pelearme con juez, sino sementeras se morirán de sed de sequía (LUEGO DE ENTERRAR EL
CADÁVER SALEN VESTIDOS CON LAS PRENDAS ROBADAS, DANZANDO Y RIENDO) ¡Shst! espérate, allá viene
Don Pedro, zampado como siempre, ha chupado toda la noche y al amanecer se ha acordado de su madre. Mientras
la chacuallita (anciana) vivió ni caso la hizo, hasta se aburría de la pobre.

LLUCU.- Cómo, si a Lima se la llevó pues.

EMILIANO.- Para cocinera, para ama, sirvienta; murió la pobre soñando volver algún día a la santa tierra,
queriendo respirar el aire puro de la cordillera y danzar con las pallas, shakshas y huanquillas (DANZAS) en la fiesta
de mama Canticha. Ahura que pobre es puro hueso, desde Lima la ha traído, mira nomás, qué capilla le ha levantado,
qué lápida, cuánto le habrá costado; cuanto lujo, caray, vamos joderlo, colócate allá.(SE ESCONDEN).

LLUCU DANZA MACABRAMENTE.

PEDRO (CON SU RAMO DE FLORES).- ¡Oh! ¡alma! ¡Qué quieres de mí, mamita!

EMILIANO (QUE ESTA ESCONDIDO).- Que no vuelvas nunca más a mi tumba, que me dejes descansar, tranquila
¿me has oído Pedro? Si tanto dices haberme querido, lo hubieras demostrado mientras estaba viva, sin embargo
jamás te acordaste de mí que fui envejeciendo sirviéndote como tu esclava. ¿Recuerdas Pedro como renegabas de mi
vejez? ¿Te acuerdas cómo tus hijos y tu mujer me faltaban el respeto? ¿Qué hiciste para evitarlo? Nada.

PEDRO.- Perdóname mamá, mamita, no lo sabía, tienes que creerme el trabajo...

EMILIANO.- Lo sabías Pedro pero te hacías el cojudo. Basta de lágrimas, ahora te ordeno que dejes de comprarme
flores, con esa plata atiende mejor a tus hijos ¿Me has oído Pedro?

PEDRO.- Si mamita, pero por última vez permíteme dejarte estas flores, mira, hasta la borrachera se me ha ido; pero
esa voz...esa voz... no es de mamá, no es de mamá.

EMILIANO.- Ahora te me largas de una vez Pedro antes que me levante de mi tumba y te dé una buena tanda por
imbécil. ¡Borrachooo! ¡Fuera, fuera, corre, correee! ¡Corre si no quieres que te saque la mugre por borrachooo!

PEDRO.- Sí mamá, perdón, perdóname (SALE DESPAVORIDO).


EMILIANO.- Corre, corre, más rápido, más rápido, ja, ja,. Ese pobre diablo no vendrá por aquí en mucho tiempo, mira,
con susto hasta botella ha dejado (PRUEBA), Huashcu es (BEBE Y HACE GESTOS). ¡Ah y de lo bueno!

LLUCU.- ¿Para mí ka?

EMILIANO.- No hay, alcohol para mayores nomás. Vete a casa, nos veremos más tarde.

LLUCU SALE DANZANDO.

EMILIANO AVANZA CANTANDO EL VALS “EL GUARDIAN”:

Yo te pido guardián que cuando muera


borres las huellas de mi humilde fosa
no permitas que nazca enredadera
ni que coloquen funeraria losa.

Una vez muerto quedo en el olvido


de mi existencia todo ha terminado
es por eso guardián yo te lo pido
que sobre mi tumba no permitas nada...

Anónimo

ESCENA 2

LA JUNTA DE AGUA. ESTA EL JUEZ DE AGUA Y LOS COMUNEROS

LOS PERSONAJES USAN PONCHOS, BUFANDAS, PAÑOLONES...

PILLPI.- Agua, agua taita, sementeras secas están, como palo están, taita inti parece que goza con muerte de mama
pacha, miren, hasta los cerros tienen sus cabecitas peladitas; papapis, cebadapis cansu, no hay agua para mis
papitas, cebadita pues,

SHAMUCO, CAMPESINO TIMIDO TRATA DE HABLAR, NO PUEDE. EN QUECHUA ARTICULA PALABRAS


AFIRMANDO LOS ARGUMENTOS DE LA PILLPI.

CLÍMACO.- Davicho, don Arturo dizque me atienda ahura mismo, alfalfares secos están, animales no tienen que
comer; usted sabe cómo se amarga patrón.

DAVICHO.- No hay agua Climaco, que les voy a dar, ochenta voces reclaman agua, agua cada mañana; poco nomás
chorrea, no alcanza ni para cuatro.

CLÍMACO.- Una semana que vengo viniendo todos los días y nada.

EMILIANO.- Mis sementeras se mueren y encima helada los está quemando; agua necesito con urgencia para mis
maicitos de Shikin.

DAVICHO.- Ya les he dicho, no alcanza, a cada uno se les da por estricto orden de llegada y turnos.

EMILIANO.- Durante el año recién una vez nomás he regado, mientras otros que tienen padrinos (MIRA CON
INTENCIÓN A ABRAHAM), compadres, ya están por el tercero.

DAVICHO.- Que estás tratando de insinuar.

EMILIANO.- La verdad nomás, que turno se respete, que se atienda primero a sementeras, después alfalfares.

PILLPI Y SHAMUCO AFIRMAN, CLIMACO ESTA SORPRENDIDO.


DAVICHO.- Así se está haciendo, no sé de qué te quejas.

CLÍMACO.- Claro pues, nadie dice nada, tú nomás (AL VER A ABRAHAM SE ALEGRA).

PILLPI.- Es que Emiliano es el único que sabe hacerse respetar.

ABRAHAM (ABRIENDOSE PASO).- Davicho, hace días mis hombres vienen reclamándote el agua: qué día le toca a
don Arturo.

DAVICHO.- Mire don Abrahamcito, si no se le ha atendido a don Arturito es porque el agua no alcanza; Ud. lo sabe.

ABRAHAM.- Don Arturo dice que ya esperó demasiado y que lo atiendas inmediatamente, no debes olvidar cómo es
él, además está al día con sus pagos; colabora con la limpieza de las lagunas, acequias y otros servicios...¿Ustedes
saben cuánto vale un caballo o toro fino?

EMILIANO.- Caro costará seguramente, pero mis sementeras se están secando; animales y alfalfares del hacendado
pueden esperar...

ABRAHAM.- Siempre te ha gustado hablar demasiado Emiliano Pantoja, no olvides que el pez muere por la boca.

EMILIANO.- O a palos como hicieron con mi taita.

ABRAHAM.- El se lo buscó, como tú andaba diciendo tonterías y rajando de don Arturo...

EMILIANO.- Por eso lo mataste, miserable hijo de...

PILLPI (CALMÁNDOLO).- Cálmate Emiliano, no te metas en líos, sabes que un indio jamás ganó un juicio a un
blanco... Don Davicho, mujer sola soy, agua necesito siquiera por tres días.

DAVICHO (REVISANDO LA LISTA).- Te toca después de Iñaco, dentro de diez días.

PILLPI.- Diez días es mucho pues don Davicho. Maldición, en todas partes nos tratan mal, fui a la costa allá tampoco
nos quieren, no hay trabajo nos dicen y encima nos gritan -Qué hacen aquí serranos brutos, vuelvan a sus tierras
indios, recua de sarnosos, sucios, borrachos, degenerados; sólo sirven para chupar, cantar, lloriquear y fornicar.
Regrésense de una vez si allá en su puna tienen de todo. Nos dicen -Vuélvanse serruchos piojosos que vienen a
quitarnos nuestro pan nos insultan. Caray, mira nomás al pobre Shamuco, viene todas las mañanas y como no sabe
hablar ni caso le hacen, mientras tanto sus sementeras ya están muertas.

DAVICHO.- Preocúpate por ti.

PILLPI (A SHAMUCO).- Habla, di algo so zonzo.

SHAMUCO.- Ya, yacu, yacu, agua, habasllá, papallá, cebadallá, huanukikan, muere huañuy, agua, yacu...

PILLPI.- Agua quiero, ninsicmi, así se dice, senomi ninsic.

DAVICHO.- Qué bien lo defiendes.

ABRAHAM.- Por algo será.

PILLPI.- Animales, no saben pensar otra cosa.

ABRAHAM.- Bueno, bueno, qué día me toca ¿mañana?

DAVICHO.- Sí, claro, eso sí, sólo cuatro días.

ABRAHAM.- No alcanza, necesito por lo menos seis.


DAVICHO.- Está bien, un día más, dos en la mañana y tres en la noche.

ABRAHAM.- Muy bien.

EMILIANO.- ¿Y a mí?

OTROS.- ¿Y a mí, a mí...?

DAVICHO.- ¡Hable uno por uno!

EMILIANO.- ¿Qué día me toca?

PILLPI.- A mí, nok’allataka imemi tocaman; qué día me toca, cuándo.

JUEZ.- Ya te dije, después de Iñaco y a ti Emiliano después de Pillpi; ya váyanse, no hay nada.

EMILIANO.- Cómo que no hay nada, has preferido al hacendado que a sus mulas y caballos da de comer cebada ¿No
vale más que un animal un cristiano?. Sus vacas están en punta grande, está bien que las haga pastear, que no le
roben... pero debería hacer matar para que coma su pobre gente; mire al Evaristo, a los recuaínos, a los conchucanos,
botados por los campos, buscando, clamando un poco de comidita y no hallan nada, ni robar pueden, sin embargo Ud.
don Davicho ha preferido al hacendado antes que a nosotros.

ABRAHAM (TRATA DE AGREDIRLE).- Te romperé el hocico.

EMILIANO.- ¿Acaso misti sabe regar? ¿Acaso él lampea en la limpia cequia, en la toma de agua o arregla compuertas
y acequias cuando repunta de enero y febrero las destruye? El viene de vez en cuando, su panza nomás está aquí, su
cabeza está en Lima.

ABRAHAM.- ¡ Maldito!!

DAVICHO.- Déjalo, ya se calmará, el Emiliano es así, hablador nomás.

EMILIANO.- Acaso misti sabe...

ABRAHAM.- De manera que Don Arturo explota a su gente ¿no? ¿De quién es la tierra? ¿Acaso les da a sus
yanacones por su linda cara? Sigue jodiendo Emiliano Pantoja y te arrepentirás. Vamos Davicho, uno de estos días
mis hombres se encargarán de él.

DAVICHO.- Déjalo, ya se presentará la ocasión (SALEN HABLANDO ADLIVITUM).

PILLPI.- Muy bien hecho, lo has puesto a su sitio, el Abraham es un soplonazo, adulón; tienes que cuidarte, segurito
que ahorita ya se fue a contarle a su patrón, él es así, te pueden hacer buscar con sus pishtacos, cuídate.

EMILIANO.- Los conozco Pillpicha, alguien tiene que cantarle sus verdades a esos miserables. Lo que me calienta es
el Davicho, hombre sano, honrado, como se ha jodido.

PILLPI.- Amarrado está, si no hacen lo que le dicen, mañana lo tendremos junto a nosotros reclamado y suplicando por
un poco de agua. Nos vemos Emilianucha; no te olvides de los pishtacos (SE PERSIGNAN Y HACEN MUTIS).

EMILIANO.- Con eso de pishtacos nos tienen asustados, algo tengo que hacer ahora mismo... Ajá, hace tiempo lo
tenía pensado, tengo que hacerlo. Llucu me ayudará. La noche es mejor compañera para estas cosas, je, je, je.

ESCENA 3

LA LAGUNA. AL FONDO, EL CEMENTERIO


EMILIANO, ACARICIA SU MASCARA, MIRA EL RELOJ, PREPARA SUS BÁRTULOS PARA ASUSTAR. CANTA EL
HUAYNO: “TU BODA”.

Cuando a ti te estén llevando


Cuatro amigos a la iglesia
A mí me estarán llevando
Cuatro amigos a la tumba.
Cuando tú te estés sirviendo
Los manjares de tu boda
A mí me estarán comiendo
Los gusanos en mi tumba.

(TOCAN LAS CAMPANAS). La campana de la iglesia suena triste a esta hora. Allá está el Climaco y el Atanasio,
chacchan (1) y catipan (2) mientras esperan el agua. La laguna ya está llena, pronto las aguas saltarán por la borda.
Ahora verán. (PREPARA SU DISFRAZ DE ALMA Y SE DIRIGE AL MUTIS).

ATANASIO.- Cucami ask’an, coca es amarga, feyo es (FUMA Y CHACCHA).

CLÍMACO.- Feyo está noche ¡Oh! caray, cigarro chillap ha hecho oye. Mala seña compadre, algo nos puede pasar,
ámpek’a, qué noche, máncapa sikinno, negro como culo de olla (RUIDO). Shhh, huié, huié, escucha, ayapa jamenín,
aliento de alma se siente, alma está penando.

ATANASIO (AFIRMA).- Omi, sí, sí ¿imarak? ¿qué será? Alma de quién será ¿Pipa almanrak? (SE ESCUCHA EL
GRAZNIDO DE LA “KEKE”. AVE) ¡k’eke’, cabeza voladora, segurito es de la bruja Florentina (SE REPITE EL RUIDO).
¿No te dije? Ella es, nos puede atacar.

CLÍMACO.- Cálmate, a dos no ataca; mi taita me contaba que una noche que estaba haciendo su dos, escuchó una
voz que desde las espinas le decía: ¡Jo, jo, ! Don Cesáreopa sikinta, su culo puro negro, yana puru, rurunk’a, jo, jo, y
se reía con ganas oye.

ATANASIO.- ¿Y, y ?

CLÍMACO.- Después de reponerse de susto encontró a la k’ek’e, enredada de los cabellos en las espinas de
campacashas- ¡No me mate Don Shishaco, había suplicado. -Si me sueltas monedas de oro te voy dar, suélteme por
favor, que pronto cantará el gallo y debo volver a mi cuerpo. -Le había vuelto a rogar.

ATANASIO.- ¿ Y, y ?

CLÍMACO.- ¡K’ek’e maldita, por haberme asustado debería matarte! -¡No don Shishaco, como soy viuda y pobre salgo
de noche a espantar a gentes y robarles alguito pues. Suélteme por piedad. - Está bien, antes te voy a marcar, para
ver si es cierto que eres la bruja Florentina. ¡Ayyy! Había gritado la k’ek’e y cuando la soltó salió por aires repitiendo:
¡Kekekekeke...!

ATANASIO.- ¿Y, y?

CLÍMACO.- Al otro día la bruja tenía cara marcada y en cuello llevaba chalina.

ATANASIO.- ¿Chalina? ¿Y eso para qué?

CLÍMACO.- Para tapar unión de cabeza con cuerpo pues so zonzo (SE ESECUCHA UN RELINCHO). ¡No es k’ek’e,
es nina mula, mula de candela, mula de diablo, escucha, está galopando por Collash, segurito que es Tillu, mujer del
cura Mautino ¿has visto sus tetas? ¿sus trenzas?
ATANASIO.- Si, son tremendazas; oye, dicen que chichis son estribus de diablo y trenzas las riendas. Tanto pecado
hay en pueblo, por eso Diosito nos está castigando. (SE ARRODILLAN Y ENTONAN CANCIONES RELIGIOSAS).

Aplaca Señor tu ira


Tu justicia y rigor,
Santo, santo...
Viernes Santo, Viernes Santo
Viernes Santo de aquel día
Cuando la Virgen María
estaba con Jesús en sus brazos... (OTRO RUIDO).

CLÍMACO.- Son pishtacos, escucha el galope de sus caballos, sus espuelas de plata: don Arturo y el Wató deben ser;
ayer llegaron del Mellizo con sus botas, barbas y karasacos; cuando los vi me dio mucho miedo, feyo son ¡ah! Dizque
han matado como a cien cristianos en el puente de Mellizo.

ATANASIO.- ¡Tantas almitas! ¿Y qué harán con los muertos?

CLÍMACO.- Hacen grasa y lo venden a los rusos, para sus tanques, sus aviones...

ATANASIO.- ¡Mira! ¡riké, riké!¡ Alma, alma, tak’e, tak’e, alma achachí! ¡Qué miedo! Alma camina por nubes, ¡Jesús!

CLÍMACO.- Es alma aburrida, el más malo, el más sanguinario, está con su vela, si nos encuentra nos matará, mira
¡rik’e, rik’e! Hueco de sus ojos, de su nariz, se ha parado, nos ha visto, nos está señalando, viene ¡Shamun, achachí!

ATANASIO.- ¡Oh, no, nos matará! ¡Auxiliooo!

CLÍMACO (LE TAPA LA BOCA).- ¡Cállate!

EMILIANO SIGUE CON SUS MOVIMIENTOS Y LES SEÑALA.

ATANASIO.- Nos está señalando, ha adivinado nuestros pecados, viene hacia aquí. ¡Auxilio! ¡Supaipa huahuán,
shukuki¡ (SALEN DESPAVORIDOS).

EMILIANO (SE SACA LA MÁSCARA Y RIE A CARCAJADAS).- Esos no volverán hasta mañana, ja (RUIDO DE AGUA
QUE LLEGA). Llegó, ahora regaré toda la noche, yo solito, con toditito el agua de K’ocha (CANTA MIENTRAS
LAMPEA Y RIEGA).

Aguita de las alturas


Corre corre por la cañada,
Los camellones y las chomas
A tu paso la vida canta
Las plantitas sedientas entonan
Su canto de la alegría
Su himno de la esperanza.

(LE CANTA A UNA PLANTA Y DIALOGA): Ja, ja, ahora hasta tú estás contenta que ríes y cantas como yo (HUELE).
¡Achallau! qué rico hueles ¿Dónde tenías guardado esos perfumes encantadores? Oh, qué colores, pacha mama
lindo se va poniendo (APARECE UNA MARIPOSA). ¡Qué! ¿Tan temprano te has levantado? Ah, tú también tenías
hambre y querías acompañarme ¿no? Oh, tras de ti vienen muchas maripositas. Que linda es pucutac’ allpa, la tierra
olorosa y el hombre que malo se ha vuelto; corazón duro tiene, como piedra es, por eso mata planta, mata mariposa.
Vengan a jugar conmigo, así, así, cada florecilla es mi hermana, cada mariposa es mi amiguita (CROA), aquí cantó el
señor sapo (VA AL LADO OPUESTO). Y aquí respondió la señorita sapa (CROA).

Cantó el chihuillo en la orilla

respondió el zorzalito del arbolito


y cantaron los animales con alegría...

En pueblo no hay lugar tranquilo donde se puede escuchar cómo se abren las hojas de las habas y cómo aletean las
pichichancas. Para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el canto solitario de las chacuas, la discusión de
las killicsas (SE ESCUCHA MUJSICA DE FONDO; PUEDE SER “EL AMANECER ANDINO”). Qué sería de los
hombres sin los animalitos, si todos desaparecieran, los hombres moriríamos de una terrible soledad; como cabeza
sin cuerpo, como árboles sin hojas, porque lo que le suceda a los animales le sucederá al hombre. Todo va enlazado
(EL TRINO SE HA GENERALIZADO. SACA SU QUENA, TOCA Y BAILA COMPITIENDO CON EL GORJEO DE LOS
PAJAROS. PUEDE SER “EL PAJARO CAMAPAN”. Ajá, me quieres ganar a mí, responde si puedes (TRINA CON LA
FLAUTA Y ESPERA RESPUESTA. HAY UN JUEGO COREOGRAFICO ENTRE EL TOQUE DE LA QUENA Y EL
TRINO DE DISTINTOS PAJARILLOS. IMITA). ¡Meshcho, meshcho! ¡Dónde, dónde! Washachó, washachó! ¡Ahí, ahí!
Mi viejo me contaba cosas lindas.

LLUCU (INGRESA CON UNA OLLA).- Taita buenos días, vengo con desayuno

EMILIANO.- Era hora, cómo sabías que estaba regando.

LLUCU.- Fácil pues taita, no regresaste, ya nos imaginamos. Cuando se te mete una idea nunca fallas

EMILIANO.- ¿Qué has traído?

LLUCU.- Shacuisito caliente pues, con papitas.

EMILIANO (TOMA CON TODA LA OLLA).- Rico está.

LLUCU.- Cuando llegué estabas cantando y bailando, parecías upa zonzo, de repente mi taita se ha loquiado me dije,
¿Qué hacías?

EMILIANO.- Le hablaba a mama pacha, le cantaba a la shuma´c tamia, a la lluvia y les daba las gracias por darnos la
comidita (CANTA EL GALLO). Canto de gallo me recuerda al taita.

LLUCU.- A ver, cuéntamelo, tú siempre sabes contar cosas lindas.

EMILIANO.- Había una vez un gallo despechado, cuando vio que gallina pretenciosa se fue con otro gallo, de
pura pica se puso a cantar diciendo: ¡k’okurekan, k’okurekan! ¡Están haciendo el amor! El chismoso Pitok’ que pasaba
por allí, preguntó con insistencia ¿Pitak’, pitak’? (¿Quién es? ¿ Quienes son?) Y el escandaloso K’eshró señalando
dijo: .¡Huashachó, huashachó! ¡Allá están!; mientras la tonta k’eshró seguía preguntando: ¿Meshchó, meshchó?
¿Dónde? Y la alcahuetona Acaca, luego de revolotear empezaba a gritar ¡Acacacacaca!

LLUCU.- ¿y?

EMILIANO.- Y ahí termina el cuento pues. Se acabó el agua, ahora a casita. No, debo ir a junta de aguas, pueden
sospechar, me interesa lo que digan. Me imagino la cara de Don Arturo; nadita le habrá gustado. Te he sobrado un
poco de shacuisito con papitas, tómatelo.

LLUCU.- No papai, acaba nomás, no te la preocupas, ya tomé primerito.

EMILIANO.- Bueno, como decía mi abuela: “Quien con su barriga se enoja la tripa le queda floja” (TOMA LA SOPA).
Nos vemos.

LLUCU.- Cuidado taitai, si quieres te acompaño.

EMILIANO.- No te la preocupas hijo, anda tranquilo (LUEGO DE DESPEDIRSE SE VA CANTURRIANDO).


TELON.

SEGUNDO ACTO

ESCENA I

EN LA JUNTA DE AGUAS

ABRAHAM.- Mis hombres están enfermos, dicen que anoche vieron el alma aburrida.

TODOS.- ¡Alma aburrida! ¡achachí, qué miedo! ¡Feyo debe ser!.

ABRAHAM.- Yo no creo en cojudeces, lo cierto es que llegaron a la casa hacienda arrojando espuma.

DAVICHO.- ¿Espuma? No será que se quedaron dormidos y se están haciendo los vivos.

ABRAHAM.- Están enfermos, con fiebre; dicen que vieron cómo el alma caminaba por las nubes, que tenía grandes
orejas, cola como del diablo y una vela.

CORO.- ¡Alma abuirida!

DAVICHO.- Mientras tanto agua se ha perdido en el río. Esto no puede ser.

PILLPI.- No señor, Emiliano ha regado sus papas del Chilcao.

JUEZ.- Cómo, no entiendo.

EMILIANO.- Muy sencillo pues señor juez, como mi sementera ya está en flor, todas las tardes tengo que pajarear
(INTERJECCIÓN PARA ESPANTAR PAJAROS EN LA MAIZALES. ¡Pishk’opa chakinta pakillirá, weloló! ¡Pishk’opa
chakinta millurillá, weloló, cho, cho, cho! (HE ROTO LAS PIERNAS DE LOS PAJATROS, HE LUXADO LA PIERNA DE
LOS PAJAROS! OTRAS INTERJECCIONES TIPICAS). Si quiero salvar alguito y en las noches los ladrones y
animales dañinos como el asiac añaz y hasta las vizcachas se comen mis sembríos. Por eso me quedé y en eso veo
que el agua se iba derechito al río; sin pensarlo dos veces lo mashté a mi sementera; yo decía que en cualquier
momento llegarían los regantes, que segurito se han quedado dormidos, me dije, y, nada pues, seguí regando.

DAVICHO.- Has hecho muy bien Emiliano; por suerte que el agua no se ha perdido en el río.

ABRAHAM.- Mucha coincidencia señor juez ¿No será que alma aburrida es Emiliano Pantoja? ¿ah?

EMILIANO.- ¡Jesús María José! ¡Cómo puede pensar semejante cosa ¡¿Yo alma aburrida? ¿Andando por nubes?.
Está bien que me odie Don Abraham pero no debe causarme tanto daño.

ABRAHAM.- Tienes razón, te estaba dando demasiada importancia, tú sólo sirves para rajar y hablar mal de la gente,
lo cierto es que yo no creo en tonterías; alma, diablo, duendes, sólo existe en la imaginación de los analfabetos o en la
mente de algunos pendejos...Carajo, cómo quisiera encontrarme con ese tal alma para romperle los huesos a palos;
pero a los hombres hasta las almas nos tienen miedo.

EMILIANO.- ¿Ud. no le tiene miedo don Abraham?

ABRAHAM.- Miedo, esa palabra sólo existe en la mente de cobardes como tú (AL JUEZ) Entonces tengo derecho a un
día más.

DAVICHO.- Sí, se lo descontaremos a Emiliano.

EMILIANO.- Señor juez, como aguita ya llegó a mi chacrita, de una vez me da un diíta más y no volveré a molestar
más.
DAVICHO.- Está bien, por Huicheihuas regarán Eulogio y Evaristo y por Huáncall tú y don Abraham.

ABRAHAM.- Yo voy a regar esta noche, ojalá me salga alguna almita para saludarle.

EMILIANO: Ud. es valiente don Abraham, lo envidio, lo que es yo en pleno día temblando estoy; como toma de agua
está cerquita a cementerio, allá lo esperaré a media noche.

ABRAHAM.- Allí estaré, ojalá no se te caiga el pantalón, cuidadito con pendejadas.

EMILIANO.- Qué puedo hacer, recibiré mi parte y no volveré en toda la noche.

ABRAHAM.- Alma, alma, ja,ja, (MUTIS).

EMILIANO.- No te la preocupas soplonazo, esta noche lo vas a tener muy cerquita ja, ja, . Vamos a ver si realmente
eres tan valiente.

PILLPI.- Emiliano, te conozco, tú eres alma ¿no?

EMILIANO.- ¿Qué estás diciendo? Oye Pillpi, no hables tonterías, alguien te escucha, te cree y después...Cómo
puedes imaginarte semejante cosa.

PILLPI.- Eres pendejo pues, por eso pensé.

EMILIANO.- Mal pensada; oye y cómo andas con el Tiburcio ¿Viene o no viene?

PILLPI.- Sinvergüenza, se ha quedado con la otra pues.

EMILIANO.- Te ha dejado sola, que malvado, felizmente eres joven, fuerte, trabajadora y buena moza.

PILLPI.- ¿Crees?

EMILIANO.- Claro que sí, ay Pillpicha, si fuese solterito mañana mismo me casaba contigo(Canta)

Mechotac karkeki soltero kekapti. Dónde estabas cuando era soltero


Casaditu kekaptirac huelluparamanki ahora que estoy casado apareces
Sacolargo kekaptirac kemllaparamanki. Ahora que soy saco largo me estás guiñando.

PILLPI.- Papel quemado, ya es tarde pues.

EMILIANO.- Uno tiene su corazoncito, Caray, loco estaba por ti, voy decirlo: Pillpicha, shumac’ huarmi, linda flor de
azucena que en el jardín te escogí, mis ojos tienen la culpa para tanto padecer ; pero acaso me animaba, nada.
Cásate conmigo te iba a decir, te quiero, te amo; muy linda es la Pillpi me decía, ni caso me va hacer y no me animé.

PILLPI.- Zonzo fuiste pues, yo decía: el Emiliano es fuerte, trabajador, sé que me quiere, segurito que mañana o
pasado se me va declarar, y, nada; cuando volviste de la costa me dabas serenata, había una canción que me
gustaba mucho ¿Te acuerdas?

EMILIANO.- Claro.

PILLPI.- Canta otra vez, canta para mí nomás, anda.

EMILIANO.- Ahura vergüenza tengo.

PILLPI.- Anímate, buena voz tenías, cómo me encantaba. Vamos.

EMILIANO, CANTA EL HUAYNO: ”NO SE SI CON MI POBREZA”:

Aviónta niptiki Si avión me pides


aututa niptiki si auto me pides
pobreza llahuan con mi pobreza
puedillamánsurak’, no sé si podría,
ashnullahuank’a con burro si quiera
mulallahuank’a con mula si quiera
judas tanochi como a Judas
pasiasishk’eki. te pasearía

Arrozta níptiki Si arroz me pides


fidiosta níptiki si fideos me pides
pobrezallaahuan con mi pobreza
puedillamánsurak,’ no sé si podría,
shac’uillahuank’a con shacui siquiera
pichullahuank’a con machica siquiera
huilé huiléchi gorda, gordita
huatallashk’eki. te mantendría
Botasta nipitiki Si botas me pides
justanta niptiki si justán me pides
pobrezallahuan con mi pobreza
puedillamánsurak,’ no se si podría ,
llank’e llahuank’a con sandalias siquiera
ruripa llahunk’a con polleras siquiera
muñicatanochi como a una muñeca
huatallashkeki. Te vestiría.

PILLPI.- Lindo, lindo, dolor de corazón da, es tarde, me voy nos veremos mañana (MUTIS).

EMILIANO.- Adiós Pillpicha, flor de trinitaria de vistosos colores. Caray, por la bendita Pillpi me estaba olvidando del
Abraham. Ese es enemigo peligroso.

ESCENA II

LA LAGUNA AL FONDO DEL CEMENTERIO. NOCHE LOBREGA

ABRAHAM Y EMILIANO SE REPARTEN EL AGUA. AMBOS USAN LINTERNAS Y LAMPAS.

ABRAHAM.- La mitad para mí, la otra mitad para ti. Cuidadito con trampas.

EMILIANO.- Ni loco que fuera, con Ud. todavía: agua avanza, nos veremos en la mañana; me voy, no vaya llegar
alma (MUTIS)

ABRAHAM.- Alma, alma, mariconazo no sabe hablar otra cosa. Voy a darme la vuelta por el cementerio; quisiera saber
qué le asustó a mis hombres (ALUMBRA, SE VE EL PERFIL DEL CEMENTERIO). Siento miedo, puerta es de fierro,
parecen muy altas, qué puede haber, nada.(DUBITA). En otro momento trataré de averiguarlo (SALE SILBANDO).

EMILIANO (REGRESA).- Se fue silbando, no es muy bravo el gallito (ESCUCHA). Está en el


potrero, ahora boto todo el agua para acá y lo obligo a volver; ja,ja; iniciaremos ahora la operación ablandamiento
(LUEGO SILBA).

LLUCU (INGRESA).- ¡Alalau! Qué frío hace.

EMILIANO.- Más tarde vas a sudar, hoy tenemos bastante trabajo Llucuchu, enemigo de ahora es peligroso,
tenemos que vencerlo, si fallamos haremos quedar muy mal a las almas y nadie nos creerá después.
LLUCU.- Vamos a luchar por la gloria de todas las almas ¿No taita?

EMILIANO.- Claro, mientras voy a buscar al Abraham, nuevamente distribuyes agua por igual y te vas corriendo a la
curva de doña Edelmira, luego te zampas al panteón.

LLUCU.- Don Abraham parece bravo ¿Si se mete al cementerio?

EMILIANO.- No lo hará Llucucho, lo conozco, es pura palabra nomás. Bueno pues, si se mete te zampas a un nicho y
por último a una caja, a ver si te encuentra.

LLUCU.- Si es así no hay la problema. ¡Huauhuauuuuuuu! (AULLA) ¿Qué tal?

EMILIANO.- Como cuete (ESCUCHA). Regresa, viene como puma caliente. Centinela, a tu puesto de combate.

LLUCU.- A la orden jefe (MUTIS).

EMILIANO.- Voy a buscar a enemigo; el Abraham con tal de quedar bien con su patrón es capaz de cualquier cosa
(Camina) ¡Don Abraham! ¡Don Abraham! ¡Aquí estoy, agua se ha secado.

ABRAHAM.- Dónde estás.

EMILIANO.- Aquí don Abrahamcito, he venido para que no piense mal, agua se ha secado ¿Dónde está?

ABRAHAM.- ¿Tú linterna?

EMILIANO.- Se acabó kerosene (LE ENSEÑA).

ABRAHAM.- Carajo, qué casualidad, nunca antes pasaban estas cosas, vamos a ver. Maldita sea a este paso no voy a
acabar nunca (AULLIDO). ¡ Silencio perro de mierda! Si lo tuviera cerca lo mataría a palos.

EMILIANO.- Feyo ladra ¿no? Parece que hubiese visto alma.

ABRAHAM.- Otra vez, ya me tienes hinchado.

EMILIANO.- Es que estamos cerca al cementerio; vaya Ud. adelante.

ABRAHAM.- Miedoso de mierda, poco falta para que te corras y te pongas a llorar (CAE UN TERRON). ¡Alto! ¿Quién
anda ahí?¡ Shhh! Todo está en silencio, voy a entrar, a mí no me van a venir con pendejadas.

EMILIANO.- Es el cementerio ¿Va a entrar? Loco debe estar; no quiero verlo ¡Achachí! ¡Qué miedo!

ABRAHAM.- ¡Gallina, yo soy Abraham Valenzuela, no le tengo miedo a nadie ni a nada, segurito que adentro hay
alguien que está jodiendo!...¿Quién podría ser? Hace unas semanas enterramos a Don Benedicto Quijandría ¿El
será? Era malo, nunca iba a la iglesia, andaba diciendo que el día que se muriera se llevaría al infierno a todos sus
enemigos... Bocatán era el viejo, todos lo conocíamos. Voy a entrar para desengañarme (Los goznes de la puerta lo
asusta, se detiene, trata de subir, no se anima , mira por los resquicios) Oh, qué espantosa oscuridad, parece el
infierno, ingresaré por atrás. No, de repente es un gato- mejor hago tiempo, el Emiliano no debe darse cuenta, le diré
que he revisado todos los rincones del cementerio y que no he encontrado nada. La verdad es que la noche está
pesada, horrible; rama de los árboles parecen brazos queriendo abrazarnos ¿Dónde estará el Emiliano? (AVANZA Y
LLAMA). ¡Emiliano! ¡Karadoshuuu!.

EMILIANO (APARECE).- No grite don Abraham, alma aburrida nos puede ver.

ABRAHAM.- Qué alma aburrida ni ocho cuartos, acabo de revisar el cementerio, sólo encontré un par de gatos
gritando.

EMILIANO.- ¿Entró al cementerio, pasó junto a nichos, cruces, cajas y coronas? ¡No lo puedo creer!
ABRAHAM.- No me interesa que creas o no, yo soy bien macho, no veo la hora de encontrarme con las almas ¿Y el
agua?

EMILIANO.- Mire Ud., ya está parejo.

ABRAHAM (REVISA).- Mucha casualidad, parece que alguien ha movido las champas.

EMILIANO.- Le parece don Abrahamcito, quien puede meterse con Ud. Ya está igual para los dos, ojalá no vuelva a
bajar, lo que es yo no vuelvo hasta mañana pase lo que pase, de puro miedo estoy temblando. Oiga don Abrahamcito,
aprovecharé para pedirle un favorcito pues, me ha llegado este telegrama y no comprendo lo que me dice mi hijo.

ABRAHAM.- A ver (LEE). Tu hijo es un grandísimo zamarro.

EMILIANO.- ¿Zamarro? ¿Por qué? ¿Qué le ha pasado?

ABRAHAM.- Aquí dice: papá, examen excelente, jurado emocionado pide repetición, envía más dinero.

EMILIANO.- ¿Y ?

ABRAHAM.- Lo han jalado pues.

EMILIANO.- Jalado, no puede ser, carajo, que venga inmediatamente a fregarse aquí, que tal sinvergüenza, jurado
emocionado pide repetición.

ABRAHAM.- Bueno, bueno, ese es tu problema, lo que me interesa es el agua. (AULLIDOS).

EMILIANO.- Vámonos juntos don Abrahamcito, ese perro me revienta los nervios .

ABRAHAM.- Hablador, amujerado.

EMILIANO.- Tengo miedo, miedo tengo, no puedo evitarlo. Me voy por aquisito, hasta lueguito (MUTIS).

ABRAHAM MIRA TEMEROSO A SU ALREDEDOR Y SALE SILBANDO.

EMILIANO (REGRESA).- Está asustado, sabe disimular, maloso, pura ñanga nomás, ahora empieza operación ataque
(SILBA).

LLUCU INGRESA BAILANDO MACABRA Y ACROBÁTICAMENTE.

EMILIANO.- Está mejor, te vas puliendo, escucha, botas el agua y te vas a la curva de doña Leandra. Allí ladras, él
avanza y para que no sospeche, ladro al otro lado, mientras te zampas al cementerio. No olvides lo que tienes que
hacer y decir.. Ahí le remato. Vamos.

LLUCU.- Fregado eres ah, de repente lo loquiamos (SALE DANZANDO).

EMILIANO.- Asustaremos nomás para que otra vez no hable sandeces (SE PRUEBA LA MASCARA Y PREPARA
SUS ADITAMENTOS, IMITA EL GRAZNIDO DEL BUHO). Es la hora.

ESCENA III

ABRAHAM APARECE REGANDO SU CHACRA.

ABRAHAM.- ¡Se secó el agua otra vez ¡Carajo! No, el Emiliano con su cara de cojudo me está tomando el pelo, voy a
su encuentro (AULLIDOS). ¡Sooo! Otra vez, los perros, están como el Emiliano, de todo se asustan (SIGUE
AVANZANDO. OTRO AULLIDO POR EL LADO OPUESTO). Dicen que los perros aúllan cuando ven almas ¡Escucha
alma, no te tengo miedo, Abraham Valenzuela jamás tuvo miedo! ¡Fuera perro sarnoso! (EN LA PUERTA DEL
CEMENTERIO CAE UN TERRON). ¡Alto! ¿Quién es? ¿Quién anda allí? Ahora verás (TRATA DE SUBIR POR LA
PUERTA, SE DESANIMA). Empiezo a tener miedo... ¡Habla, quién está ahí, quién pena, dime, quién eres, qué quieres
de mí, alma de quién eres?

VOZ DE LLUCU.- Soy alma de uno de los pishtados por don Arturo Morales, somos muchos que vagamos por el
mundo sin ningún consuelo, clamando y reclamando justicia: don Arturo Morales ha matado a doscientos cristianos en
el puente de Mellizos, esas almas están sueltas y exigen castigo para el culpable! ¡Venganza al principal y sus lacayos
como tú!

ABRAHAM.- ¿Cómo yo? ¿Qué tengo que hacer con los crímenes de Don Arturo? Nada, déjame en paz.

VOZ.- Sabes mucho Abraham Valenzuela, prefieres callar, te pones al lado del misti, le lames las botas, para eso
nomás sirves, por eso tú también pagarás por estos crímenes

ABRAHAM.- Nada tengo que hacer, déjame en paz, ya me calenté.

VOZ.- Eres valiente, Abraham Valenzuela, entra al cementerio, entra Abrahamcito, doscientas almitas te estamos
esperando; vamos anímate, tú eres hombre de coraje, nunca le has temido a nada o es que sólo eres valiente con las
balitas de don Arturito ¿ah? (SE ALEJA RIENDOSE TETRICAMENTE).

ABRAHAM.- Qué me pasa, tengo miedo y ahora estoy temblando como perro churupaco. No, nunca Abraham
Valenzuela tuvo miedo. Voy a entrar. Alguien me está tomando el pelo (SUBE Y DIVISA. REPENTINAMENTE SE OYE
EL CANTO Y GRAZNIDO DEL BUHO. DE UN SALTO SE BAJA). ¡Ahhh! Maldito malagüero, me has destrozado los
nervios. Noche negra, tenebrosa, debí haber venido con alguno de mis hombres. El Emiliano ya se habrá ido, me
llevaré toda el agua y no volveré hasta el amanecer (AVANZA Y SE INCLINA PARA SEPARAR EL AGUA).

EMILIANO DESDE LA MALEZA Y DISFRAZADO DE ALMA, COLOCA EN EL HOMBRO DE ABRAHAM UNA MANO
ESQUELÉTICA Y HABLA CON VOZ GUTURAL

ABRAHAM OBSERVA LA MANO. SE VOLTEA Y SE ENCUENTRA CON LA MASCARA DE EMILIANO.


HORRORIZADO CAE PRIVADO.

EMILIANO (SE SACA LA MASCARA, COGE SU MANO ESQUELÉTICA, HACE FUNCIONAR SU EQUIPO DE
GRAZNAR Y OTROS OBJETOS QUE LUEGO LOS ESCONDE).- Miren al valiente, lástima da, voy a auxiliarlo no se
vaya a ahogar. Don Abraham, vamos, levántese, despierte, caray, está medio muerto.

ABRAHAM (DESPERTANDOSE).- ¡Alma, alma no, achachí, he visto el alma! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Saca tu tullu maqui, tu
mano esquelética, fuera!

EMILIANO.- Tranquilícese don Abraham, no hay nada, soy yo, Emiliano Pantoja.

ABRAHAM.- Emiliano ¿viste? ¿viste su mano? Me estuvo siguiendo, me agarró (VOMITA). ¡Ayyy, me siento mal, qué
frío, ¡alalau!

EMILIANO.-Tengo una botellita de huashcu, tómese un trago .

ABRAHAM (BEBE).- Gracias, me siento mejor, es increíble lo que me ha pasado, nadie me creerá, todos se reirán de
mí, don Arturo no me va a creer.

EMILIANO.- ¿Tanto le preocupa don Arturo? ¿Y el agua?

ABRAHAM.- Qué agua ni vaina, llévatelo, me voy a casa, me siento mal (MUTIS).

EMILIANO.- Claro que misti Arturo va reventar; puede sospechar de mí, debo estar preparado (SILBA). Ahura a
organizar operación final, la toma del cuartel general, no debo fallar, vencido el general ahora falta el rey.
LLUCU (INGRESA).- ¿Qué te pareció mi trabajo?

EMILIANO.- Como cañón Llucucho, cuando escuche tu voz, hasta yo tuve miedo, ja, ja; éste es mi hijo carijo (AMBOS
DAN SALTOS ACROBATICOS).

LLUCU.- De tal padre tal hijo pues y ¿ahurak’a?

EMILIANO.- Mañana se enterará don Arturo, segurito con revólver nos va a buscar, va a venir con más pishtacos,
tenemos que madrugarles.

LLUCU.- Don Arturo como está armado con revólver, no le tiene miedo a las almas, segurito que mañana mete bala
sin asco.

EMILIANO.- No te la preocupas hijo, tengo solución.

LLUCU.- ¿Cuál?

EMILIANO.- Vamos a empujar pueblucha contra principal.

LLUCU.- ¿Empujar al pueblo? ¿Cómo?

EMILIANO.- Mañana te voy a explicar, ahora llévate toda el agua y termina de regar.

LLUCU.- Tuk’a a dónde te vas? .

EMILIANO.- A Pajarún, ladrones como saben que estoy regando, de repente se van a cosechar las papitas; gente es
bien fregada, uno se sacrifica tanto para que vivos se aprovechen, no puede ser, imagínate; robarme a mí, a un pobre
hombre. No entiendo.

LLUCU.- No te la preocupas papá, ¿Sabes? para estas cosas mi maestra me enseñó una linda poesía:

“Cuentan de un sabio que


de su suerte se lamentaba
no habrá otro sabio, entre sí decía
más triste y desdichado que yo
y cuando el rostro volvió
encontró a otro sabio recogiendo
las flores que él arrojó.
Calderón de la Barca. “La vida es sueño”.

EMILIANO.- No entiendo nada de sabios ni de flores que arrojó; apúrate con el agua; nos vemos.

LLUCU.- Ahurita; éste es mi taita, pendejote, machote, bandidote, ja, ja (MUTIS CON SU LAMPA Y HACIENDO
MOVIMIENTOS ACROBATICOS).

APAGON

ESCENA IV

EMILIANO EN SU CHACRA. ES DE MADRUGADA.

EMILIANO (COMIENDO).- Pushtu (Habas) tiempla nervios, da fuerzas (FUMA). Buena seña, cigarro ¡chillapó! ¿No lo
dije? Alguien viene, oh, es la Pillpi y va derechito a mi chacra. Abre tranca, empieza cosechar, caray, qué buena socia
había tenido, ahura va ver (SE DISFRAZA Y EMPIEZA LA DANZA MACABRA).

PILLPI AL VERLO SE QUEDA PARALIZADA DE ESPANTO, ARROJA LOS FRUTOS Y CAE PRIVADA.
EMILIANO (SACÁNDOSE LA MASCARA).- Ja, ja (LUJURIOSO), macita, qué linda está Pillpi a luz de la luna, mire
nomás que chichis, chancak’a, qué piernas por dios santo. Ayayay, esto sí que no lo esperaba, Ketak’a manatak
shuyarillark’asu (LA PALPA Y LA REVISA). Lo siento, carne llama a carne y pecados quedan perdonados... No,
conciencia dice no, Pillpi es ladrona, debo denunciar a policía, además, Emiliano Pantoja jamás, nunca se aprovechó
de mujeres indefensas, sino pregúntenle a cualquiera. Pero Pillpi está como se pide chumbeque, noche tranquila, luna
nomás nos mira y siete cabrillas nos alumbra (CANTA):

Lucerito del amanecer,


Sobre el Huandoy te vi relumbrar
Ayayayay llanto de mujer
dulce esperanza, contigo me voy

(1) Ka- sufijo quechua.

(LA LEVANTA ENTRE SUS BRAZOS). Mamacita, cuerpo de Pillpi parece de seda, suavecita, fresquita como flor
de purocshahueta. No, no tengo la culpa; mi chacuan me decía: “Resentimiento pasa, provecho queda en casa“ y
el tío Ciriaco repetía: “Más vale ponerse una vez rojo que cien veces amarillo” (SALE Y REGRESA). ¿Qué estoy
haciendo? No, caracho, huacsallapis, pobre siquiera soy honrado, todas las mujeres merecen mi respeto (LA
RECUESTA SUAVEMENTE). Pillpi, vamos despierta, despierta.

PILLPI.- ¡Oh, dónde estoy! ¡Alma, alma, alma achachí ! ¡Achachí!.

EMILIANO.- Qué alma ni achachí, ladrona.

PILLPI.- ¡Emiliano! ¡Qué hago entre tus brazos!

EMILIANO.- No te hagas la loca, no estás entre mis brazos, estás en mi chacra que es otra cosa, te he encontrado
robando mis sementeras.

PILLPI.- ¿Robando? ¡Jesús María y José! ¿Cómo puedes decir semejante cosa? Lo que pasa es que yo vine a
buscarte.

EMILIANO.- ¿A buscarme? ¿a mí? ¿para qué?

PILLPI.- No sé, estaba durmiendo tranquila, empecé a soñar y a soñar. Oye ¿sabes con quién estaba soñando?

EMILIANO.- No me imagino.

LLUCU.- Soñaba contigo pues, que estaba durmiendo entre tus brazos.

EMILIANO.- Soñando conmigo ¿no? Y en mis brazos.

PILLPI.- Sí, en tus brazos, por eso cuando me desperté me dije, voy buscar a Emiliano; segurito que está en su
chacra, en eso apareció alma, achachí, me espanté y me quedé desmemoriada.

EMILIANO.- Me querías visitar ¿no? ¿Y mis habitas, mis papitas, ah? ! (MUESTRA EL ATADO).

PILLPI.- Bueno pues, como no tenía qué ofrecerte, voy regalarle al Emiliano siquiera habitas y papitas me dije pues.

EMILIANO.- Entonces empezó la cosecha ¿no?

PILLPI.- Mira, te traje otro regalito; toma.

EMILIANO.- Caramelo.

PILLPI.- Chúpalo, es señal de mi amistad.


EMILIANO.- Oye Pillpi ¿cómo puedes robarme a mí, que soy pobre como tú? Mis plantitas están secas, agachaditas
que ya ni se mueven con viento, cuánto lucho para que no se mueran... Por qué no les robas a los ricos que tienen sus
sementeras verdecitas, gorditas, jugosas y sabrosas, por qué...

PILLPI.- Ellos meten bala pues. Tú lo sabes.

EMILIANO.- Por eso me robas a mí; eres una ladrona, para escarmiento te voy a denunciar.

PILLPI.- ¿Denunciar a policía? ¿Tú? Los hombres como Emiliano Pantoja jamás hacen esas cosas; no te molestes, te
voy pagar.

EMILIANO.- ¿Pagar? ¿Cómo?

PILLPI.- Voy a chacupacur, tu sementera, desyerbar, aporcar tu papa, trigo, cebada; cuando frutos maduren, gente te
va faltar, además tú eres hombre fuerte, valiente; tú nomás le paras al Abraham, lo haces temblar, por eso te admiro.
Mira nomás que músculos.

EMILIANO.- No me tientes mujer, ¿Tienes algo más que decir?

PILLPI (SENSUAL).- Sí, Emilianucho, tienes pecho bien fuerte, igualito que el mío, tócame, pon tu mano aquí, ¿ves?
(LO BESA)

EMILIANO.- No me tientes Perpetua, soy hombre de carne y hueso.

PILLPI.- Yo también soy mujer de carne y hueso, me has hechizado, me rindo a tu pies.

EMILIANO.- Mi abuelo decía: Todo estaba claro, intervino el sentimiento y lo echó a perder todo. Pillpi, me has
convencido (LA LEVANTA ENTRE SUS BRAZOS ). A luz de la luna y de las estrellas, eres la más linda de todas y
sabrosa como los ollucos de marzo, los kemishes y pitajayes de Huayán...(MUTIS).

TELON

TERCER ACTO

ESCENA I

ESCENARIO. LA CASA HACIENDA DE ARTURO MORALES. ES DE NOCHE. HAY ARMAS DE FUEGO.

ARTURO (RODEADO DE ABRAHAM, CLÍMACO Y ANASTASIO).- Sigan contando, como fue (JUEGA CON EL
ZURRIAGO Y LA PISTOLA).

ABRAHAM.- Aullaban los perros, cantó el búho; dentro del cementerio doscientas almas gritaban. Cuando les pregunté
qué querían, me respondieron lo que le acabo de decirle.

ARTURO.- Cómo era la voz.

ABRAHAM.- Como de ultratumba, tétrica, tenebrosa.

ARTURO.- Y el alma danzaba a la luz de la luna; qué bonito espectáculo; en ambos casos Emiliano estuvo presente y
regó sus sementeras.

CLÍMACO.- El Emiliano siempre habla de Ud. patroncito.

ARTURO.- Estoy informado, lo cierto es que el Emiliano a mi costa y durante dos noches ha regado a su gusto, con
toda tranquilidad, mientras ustedes se dedicaban a contemplar a las almas. De modo que siempre habla mal de mí...

ABAHAM.- Quise romperle el hocico, el juez no me dejó.


ATANASIO.- Emiliano alma aburrida, no, no lo creo patrón...

ABRAHAM.- Tampoco yo, conozco al Emiliano, es un cobarde que hasta de su sombra se asusta.

ARTURO.- Es lo que creen ustedes, vamos a averiguarlo, yo mismo rondaré esta noche, al primer ruido o sombra que
encuentre le meto bala, esto tiene que terminar. Carajo, a mí con pendejadas.

ATANASIO.- Emiliano volando por nubes, brujo será; no patrón, si alma lo ha amenazado mejor será que se cuide.

ARTURO.- ¡Pusilánimes, deja de hablar tonterías!. Cuidarme de qué ( APARTE). La cobardía de los indios me friega,
lo tienen metido en la sangre.

ABRAHAM.- Dicen que es Ud. pishtaco, patrón

ARTURO.- Pishtaco, imbéciles, alguien se ha inventado esa patraña para fregar; ya lo saben, esta noche vamos a
terminar con ese cuento. Atanasio, irás conmigo, Abraham y Climaco irán por el otro lado.

ATANASIO.- ¿Yo patrón?

ARTURO.- Sí, tú, y basta de mariconadas; revisaremos hasta el último rincón del cementerio, ya verán que no existe
nada; que eso de almas y diablos sólo existen en la mentalidad de imbéciles y tarados.

ATANASIO.-¡ Achachí, me muero de miedo, mejor vamos los cuatro juntos!

ARTURO.- Iremos por parejas, ustedes dos por el potrero y nosotros por la toma de agua. Bien, cambiando de
conversación, Clímaco, me dicen que tus hijos han empezado a cosechar las sementeras.

CLÍMACO.- No patrón, mis hijos no pueden ser, son ladrones, como no hay trabajo...

ARTURO.- Que me roben a mí ¿verdad?...¿Y quién dice eso?

CLÍMACO.- En la junta de aguas; todos lo dicen...

ARTURO.- Con que todos ¿no? Eres mi socio, te doy tierra y semilla, por eso tienes el deber de avisarme quienes
son y si no lo quieres hacer, muchos esperan su oportunidad para reemplazarte y en mejores condiciones para mi
empresa.

CLÍMACO.- Tendré más cuidado patrón (APARTE). Ojalá te mueras...

ARTURO.- Con los caballos sucede igual, no llegan a la hora, mis hijos se quejan. Qué pasa contigo.

CLÍMACO.- Desde mañana me levantaré más temprano. No se preocupe.

ARTURO.- Así espero, tú Atanasio, cuando envías a tu hija a mi casa, mi mujer la necesita.

ATANASIO.- Cuando termina la escuela la enviaré patrón.(APARTE). Zorro, algo quiere, muchacha recién tiene
catorce añitos, pero cada vez que la ve se le caen las babas.

ARTURO.- No te olvides. Vamos a prepararnos para la noche, antes vamos hacer un brindis por el éxito. Abraham,
sirve los tragos.

ABAHAM.- Muy bien patroncito (PREPARA Y SIRVE).

ARTURO.- Salud muchachos, por el éxito de la empresa. Vamos (SE DIRIGE AL MUTIS).

CLIMACO.- Pishtacos no tienen miedo, segurito bala sin asco van a meter, yo me voy a ser el cojudo; no voy a ir.

ATANASIO.- Yo tampoco.

VOZ DE ARTURO.- ¡Climaco, Atanasio, no se queden, apúrense!


CLIMACO.- Vamos (MUTIS).

ESCENA II

EMILIANO PREPARA SU DISFRAZ DE ANGEL, CORONA, ALAS, VELAS. ESTA EN LA CUMBRE DEL CERRO DE
MARCACOTO DE AIJA.

EMILIANO.- Son las doce, tucupis cantarillannam, gallupis cantarillannam, mientras otros duermen, otros me
escucharán, ,ja,,ja,,ja...¡Pueblo del corazón de acero, desde el majestuoso cerro de Marcacoto te daré mi mensaje
divino que Dios ha puesto en mis labios!( SE SIGUE PREPARANDO MIENTRAS CANTA EL HUAYNO
“MARCACOTO”:

Yo he nacido en las faldas del cerrito Marcacoto


Es por eso que mi alma tiene el temple del acero.
De niño cubrió mi rostro vientecito Huancapetino
Es por eso que adoro fríecito de la puna.
FUGA
La chimenea de Ticapampa echa humo sin carbón
Así lo mismo aquella chola echa prosa sin calzón.
(De Guido Antúnez de Mayolo)

Ya podemos empezar (INICIA LA DANZA ANGELICAL, CORONA DE LUCES, ESPADA, ROPA BLANCA. ES LA
PERSONIFICACIÓN DEL ARCANGEL SAN GABRIEL) ¡Pueblo de Aija, soy el Arcángel San Gabriel, he venido desde
el alto cielo enviado por Dios nuestro Señor, para traerles la buena nueva y también su condenación. Escuchen lo que
les voy a decir: Taita Dios está caliente con ustedes ¿Saben por qué? Porque en este pueblo se cometen muchos
pecados y ustedes no hacen nada para evitarlo. Saben que el Arturo Morales es pishtaco, que él y sus cómplices han
asesinado a más de 200 cristianos en el puente de Mellizo. Saben que es un ladrón, un asesino prepotente y
abusador; que se ha robado las tierras de la comunidad; que humilla y hace sufrir a las mujeres, a los niños, a los
comuneros contando con la complicidad de las autoridades. Ustedes vieron como mató a los comuneros Rudecindo y
Aureliano en la subida de Collash; que es dueño de ríos, cerros, pastos y hasta del aire que respiran en estas tierras
de Aija. Pues bien, sus abusos han irritado al Señor, como ustedes sólo saben maldecir y llorar, Dios ha reventado en
cólera. Está bien que sean honrados, trabajadores, generosos, pero a Él no le gusta que sean bobos, callados,
badulaques, por eso como castigo les ha enviado la sequía. A taita Inti le ha ordenado que haga correr las nubes y que
llene de polvo los caminos y los campos. Ya lo saben, sino hacen algo contra ese criminal, las 200 almitas que andan
sueltos invadirán la ciudad y a cada uno de ustedes se los llevarán al infierno o al purgatorio. Yo he cumplido con mi
deber, ahora me regreso a la diestra de nuestro Señor, esperando que no se olviden de lo que les acabo de decir, que
es la santa voluntad del Padre Eterno! (APAGA SUS VELAS Y HACE MUTIS).

ESCENA III

VOCES DE CAMPESINOS.

CAMPESINO 1.- Han escuchado, huiyayarkonkiku ¡Arturo Morales debe morir!...

CAMPESINO 2.- Aumi, sí, Diosito ha hablado, taita Dios ha hablado, Diosnintsikmi parlasha.

CAMPESINO 3.- Doscientas almas aburridas nos comerán.

PILLPI.- El Arturo debe morir, él es el causante de nuestros males, así lo ha ordenado taita Dios.
CAMPESINO 1.- Era el Arcángel San Gabriel, lindo era, bonito, en su cabeza habían lirios encendidos, blancos,
amarillos, verdes y muchos colores; cómo chillapeaba ¿Lo vieron? Estaba con su espada, su capa, sus alas y
coronas de oro. En su cabeza brillaban esmeraldas. Estaba muy amargo.

CAMPESINO 3.- Qué cólera, estaba muy dormido, sólo escuché y vi una partecita nomás.

CAMPESINO 2.-Hubieras visto, era gringo, hermoso, su barba parecía candela, tenía un olor fragante.

CAMPESINO 1.- Caray, cómo me he perdido semejante espectáculo, yo también como Legui sólo vi una parte, de
hecho me emocionó sus alas blancas, parecían de nieve purita.

CAMPESINO 2.- Todo lo que dicen es cierto, pero hay algo más importante, si no castigamos a Arturo Morales y a su
gente, nuestros males cada día serán peores, no sólo taita inti se lleva las nubes sino también los vientos cada día
soplarán más fuertes.

EMILIANO.- Yo también lo he escuchado todo, ese ángel enviado por Dios está muy amargo contra nosotros,
tenemos que terminar con la causa de estos males, de lo contrario sequía, heladas y el hambre nos matarán.

CAMPESINO 1: Diosito así lo quiere, sino su castigo será peor. Llegan más comuneros, vamos a acabar con la ranya.

CORO: ¡VAMOS A ACABAR CON LA RANYA!

PILLPI.- Un momento, el mensaje de Dios lo hemos escuchado todos, don Arturo y su gente también. En estos
momentos ya deben estar esperándonos pero bien armados.

EMILIANO.- Propongo un plan que no debe fallar.

CAMPESINO 1.- Cobardes, vamos de una vez y terminar con el causante de nuestros males. En Succhapampa los
comuneros avanzaron y se adueñaron de las tierras.

EMILIANO.- Cuantos murieron, al otro lado les esperaron armados, pocos se salvaron.

CAMPESINO 1.- ¡Vamos a castigar a principal, síganme carajo!.

EMILIANO.- Un momento, escuchen todos, como bien dice la Pillpi el principal y su gente ya nos están esperando
armado. Nosotros tenemos una ventaja, la oscuridad y el número, ellos no pasan de 8, nosotros somos 50. Vengan
todos, este es el plan.

ABRAHAM (INGRESA).- Escuchen todos, no se dejen engatusar por este canalla y basta de hablar mal del patrón que
él se merece más respeto (A CAMPESINO 1). ¿Desagradecido, acaso tú no siembras en las tierras del patrón?

EMILIANO.- Ya llegó el chupamedias, el responsable, junto a su amo de las desgracias de este pueblo.

ABRAHAM.- ¡Más respeto carajo! (GOLPEA A EMILIANO).

EMILIANO (LO DESARMA ÁGILMENTE Y CON EL FOHETE QUE ARREBATA A ABRAHAM LO AMENAZA).- ¡Alto,
no te muevas; no sirves para estas cosas, eres novillo viejo, ñanga nomás eres. Abraham Valenzuela; vamos, salta a
la plaza.

ABRAHAM.- Carajo, allko perro (SE SACA EL PONCHO Y SE CUADRA). Te voy a enseñar a ser hombre.

EMILIANO.- Vamos toro viejo que aquí te espera tu toro padrillo, entra, yaké, yaké, caray, pura boca no más eres,
lloras como becerro perdido buscando a su madre.

PILLPI.- Déjalo, Emiliano.

CAMPESINO 1.- Ah las mujeres, siempre metetes en todo; vamos Emiliano, dale una buena tanda a este sobón para
que nunca más se meta con nosotros.

EMILIANO.- Vamos viejo gallo, tienes miedo porque patrón no está a tu lado.
CAMPESINO 2.- No enrabies al Abraham por gusto, él es más viejo que tú.

EMILIANO (ANTE LA IMPOTENCIA DE ABRAHAM , CANTA Y TOCA LA QUENA).-

Akakllo de los pedregales


Bullero pajarito de las peñas
No me asustes akakllo
Porque sólo eres brabucón y pretencioso.
Anda akakllo tembloroso

Cuéntale a tu amo lo que te ha pasado. (J.M. Arguedas)

ABRAHAM.- Nos veremos más tarde. Ya verás (MUTIS).

EMILIANO.- Anda y cuéntale a tu patrón, dile que venga en tu auxilio, so lame botas, adulete, come sobras.

PILLPI.- Vámonos antes que lleguen, segurito que vienen con harta bala.

CAMPESINO 2.- Traerán revólver.

CAMPESINO 1.- Fusiles, escopetas, ametralladoras, lo sabemos, por eso debemos atacar de una vez, el factor
sorpresa es nuestra garantía, de lo contrario ...

EMILIANO.- Tienes razón Mallucho, pero tenemos que actuar con astucia, mi plan consiste en lo siguiente.(SACA
PLAN): vamos a llevarlos hacia el cementerio (ENTREGA MASCARAS DE CALAVERA A LOS DEMAS PERSONJES).
Pónganselos, eso es, ahora somos las almas de los mercedinos, de los recuainos, de los conchucanos que murieron a
mano de los pishtacos en el puente de Mellizo (HACEN EJERCICIOS PARA ATERRORIZAR. RIEN). Jo, jo, jo, jo, soy
el alma de Vicente Hinostroza (BLANDE EL MACHETE Y TODOS CANTAN):

“No te humilles, despierta. Elévate peruano.


Erígete. Ya es hora. Revive tu ejercicio
De amansador de mundos, de Continentes Bravos,
De forjador de imperios sobre los precipicios”. .

“Levántate peruano. Pisa otra vez tu tierra...


Que el horizonte vea tu figura broncínea
De semidiós, de cóndor. Despliega tu mirada,
De forjador de tus alas y tu aptitud antigua”.

”¡Vindícate en tu tierra...Porque estás en tu tierra


desde hace eternidades.. Y tu tierra te adora...
¡Exprésate, peruano! ¡Exprésate de nuevo!
¡Se heroicidad, destino! ¡Levántate! ¡Ya es hora!”
(Fragmento de poema “Arenga al Peruano” de Mario Florián)

CAMPESINO 1.-Soy el alma de Tulli Casimiro ,ja, ja (PELEAN A MACHETAZOS CON EMILIANO MIENTRAS LOS
DEMAS SIGUEN LA ESCENA CON MOVIMIENTOS COREOGRAFICOS).

EMILIANO.- Soy el alma de Pedro Condori, ja,ja, (DANZAN CON LAS HUARACAS Y SIMULAN ARROJAR ENORMES
PIEDRAS).

CAMPESINO 2.- Alma soy de Ashuco Tarazona (LUCHA Y DANZA CON CAMPESINO 1).

CAMPESINO 1.- Soy alma de Allicho Quiñónez...


CAMPESINO 2.- Soy alma de Natividad Rivera.

EMILIANO.- Soy alma de Rómulo Casonka (DANZA DE CUCHILLOS).

ESTA SIMBOLOGIA INDICA QUE PARA ENFRENTARSE A UN ENEMIGO PODEROSO ES PRECISO


PREPARARSE PARA LA LUCHA Y SABER APROVECHAR EL TERRENO FAVORABLE. LAS DANZAS DEBEN SER
ELEGIDAS DE ACUERDO AL MEDIO

CAMPESINO 4 (INGRESA).- Viene don Arturo y su gente, están armados con pistolas y escopetas.

EMILIANO.- Al cementerio, al cementerio, de acuerdo al plan.

ESCENA IV

ARTURO Y SU GENTE AVANZAN HACIENDO MUESTRAS DE COMANDOS IMBATIBLES.

ARTURO.- No se olviden, tiren a matar, sin contemplaciones; todo movimiento es un blanco. Hay un buen premio por
cada alma muerta. Estamos armados, somos invencibles.

ATANASIO.- Patrón, patroncito, tengo miedo...

ARTURO.- Estás armado, deja de temblar (A ABRAHAM). Tú y Atanasio avanzarán por ahí y nosotros por acá.
Métanse un trago para los nervios; salud, otra copa, eso es; ahora sí más coraje, más decisión ¡Cuidadito con escapar,
al primero que lo intente le meto un tiro! Vamos...

ABRAHAM Y ATANASIO AVANZAN EN DUPLA.

CLIMACO.- Estoy con Ud. don Arturito, en la buena y en la mala.

ARTURO.- Gracias Climaco, tengo confianza en ustedes. Avanza por ese lado.

VOZ DE ATANASIO.- ¡ Auxilioooo, alma, alma! ¡Mi mano, maquillata milluramushka! ¡Me ha doblado!

ARTURO.- ¡ Dispara, dispara, imbécil; no te dejes arrebatar el arma!

VOZ DE ATANASIO.- ¡Alma se ha llevado arma!

ARTURO.- ¡Abraham, qué esperas, por qué no disparas! (HACE FINTAS COMO QUERIENDO DISPARAR). No,
puedo herir a mis hombres...¡Abrahaaaamm!

ATANASIO INGRESA GOLPEADO Y SIN SU ARMA.

ARTURO.- ¿Y el revólver?

ATANASIO.- Alma me ha quitado, huaraca como rayo ¡chillap! hizo y me arrancó de la mano y encima me ha echado
látigo.

ARTURO.- ¡Cobarde de mierda! (LE DA UN JUETAZO). El revólver, hemos perdido un revólver ¿Sabes lo que eso
significa? Sería capaz de matarte por tarado; ahora tenemos un alma apuntándonos desde la oscuridad (A
ATANASIO LE ENTREGA UN MACHETE). Tú por ahí (A CLIMACO). Agarra esta carabina y anda por ese lado. No se
olviden, disparen y ataquen al menor movimiento.

ATANASIO.- Sí patrón (AL PUBLICO). No quiero morir, ahorita me largo (MUTIS).

ARTURO.- Presiento que hay un revólver apuntándome y el Abraham que no aparece. No sé si apoyo al Abraham o a
esos dos.

CLÍMACO (REGRESA DESARMADO Y GOLPEADO. CHOCA CON ARTURO).- ¡Alma, alma, he visto su calavera, sus
grandes ojos...!
ARTURO.- ¡Dónde está la carabina! (LO SACUDE).

CLÍMACO.- Alma se llevó, almam apacushka, con machete casito se ha llevado mi brazo; voy a disparar me dije pero
alma ya me había desarmado y bajando mi pantalón látigo me ha dado diciéndome sobón, adulón; pekan, pekanmi
lakiakamashka, sikillatam jetakamashka...

ARTURO.- (LO GOLPEA) .-¡Medroso de mierda! Ahora tenemos dos almas bien armadas y que en estos momentos
nos están apuntando. Ya nos han rodeado. Abraham es valiente, es bravo, segurito que va a dar cuenta de ellos.
Vamos Abraham, tú puedes.

SE ESCUCHAN DISPAROS. ARTURO SE TIRA AL SUELO. CON EL SUSTO HA ARROJADO LEJOS SU


REVOLVER. CLIMACO HUYE DESPAVORIDO.

ARTURO.- Me siento morir, estoy desarmado y solo. Dónde está mi revólver, dónde está... ¡Abraham! ¡dónde estás
( SE ESCUCHA OTRO DISPARO). ¡Ese es él, tiene que ser el Abraham!

ABRAHAM.- (INGRESA).- He matado como a veinte, mil almas se me vinieron encima, todos me señalaban e
insultaban gritándome: adulón, soplón y se reían de mí....

ARTURO.- ¡Y la carabina!...

ABRAHAM.- Disparé y disparé matando a muchos, en eso desde las sombras salió una mano con tijeras y me
arrancó el arma y casi la oreja y la nariz.

ARTURO.-¡ Maldición! ¡Alma con tijeras, alma que arrebata armas de fuego! Yo confiaba en ti gallina...

ABRAHAM.- En la noche vi el rostro de la calavera y danzaba con sus tijeras, perecía el demonio, se reía y burlaba de
mí. Mira hijo de puta, me dijo, huye y deja a tu patrón, no tenemos nada contra ti, pero si insistes tú también morirás
como tu amo ¿Lo has escuchado Abraham Valenzuela? Huye de una vez antes que nuestra paciencia se agote; en
eso llegaron otras almas, me bajaron el pantalón y me han dado latigazos (SE ESCUCHA UN TIRO Y ABRAHAM
HUYE).

ARTURO.- ¡Indio cobarde, pusilánime, yo te di todo y así me pagas! ¡Alto! ¡Muere miserable! (DISPARA
DESCONTROLADO CONTRA ABRAHAM). Maldición se me acabaron las balas.

SE ESCUCHAN DISPAROS Y CARCAJADAS.

ARTURO (SE TIRA AL SUELO, SE ARRODILLA Y PIDE PERDON).- No me maten, piedad, juro que desde hoy en
adelante seré bueno, generoso con todos ustedes...

OTRA VEZ DISPAROS Y RISAS.

ARTURO SE MUEVE COMO SI LO ESTUVIESEN HIRIENDO

INGRESAN LOS CAMPESINOS CON MASCARAS.

EMILIANO (ENMASCARADO).- Soy el alma de Felicísimo Carranza, he venido desde el más allá para llevarte
conmigo, tú nos perteneces Arturo Morales, ja, ja (LE DA UN LATIGAZO Y SIGUE DANZANDO).

ARTURO.- Te conozco Emiliano Pantoja, como a tu padre te enviaré a la cárcel...

CAMPESINO 1 (DISPARA Y LE DA OTRO LATIGAZO).- Soy el alma de Ashuco Salas, que ha venido a vengarse, ja,
ja, ja...

ARTURO.- No me mates Ashuco, yo no fui, yo no fui, fueron los otros.

CAMPESINO 3 (OTRO DISPARO Y OTRO FOHETAZO).- ¡ Quiénes, dilo de una vez!.

ARTURO.- Mercenarios, les pagamos en grande. Perdónenme, no los volveré a molestar más.
EMILIANO.- ¿Y los muertos en Mellizo? ¿Y los comuneros a quienes hiciste llorar porque quemaste sus chocitas y
animalitos, mientras tú te adueñabas del sol, de la luna y las estrellas (DISPARA AL AIRE).

ARTURO.- ¡Perdón, perdón por todos mis pecados!

EMILIANO.- ¿Qué dicen, le perdonamos o nos acompaña al infierno?

CORO DE LOS ENMASCARADOS

¡Que nos acompañe al infierno!

DANZA COREOGRAFICA:

Somos las almas de los muertos


En las cárceles, las calles y los campos
Somos las almas de los muertos
Que venimos a castigarte

SALEN ARRASTRANDO A ARTURO

TELON FINAL

ACTIVIDAD: ANALISIS Y COMENTARIOS

Interculturalidad: para la discusión

Negativa en relación social del hacendado con los campesinos por intereses opuestos. Abusos de patrón llevan a su
castigo por los campesinos.

Afirmativa en la integración de saberes y creencias occidental cristianas con las andinas en los campesinos.

Afirmativa en la estructuración artística. De lenguas: español y quechua. Lo real maravilloso en teatro, estilo
latinoamericano de literatura. Danza y canto andino en forma teatral occidental estructurada en actos y escenas.
SEMANA 12. Presentación del análisis de un poema intercultural

ANALISIS DE POEMAS DE CONTENIDO INTERCULTURAL


Caracterización como literatura intercultural. Los rasgos interculturales.
a. Los contenidos ideológicos (cosmovisión o concepción del mundo de dos culturas)
b. Aspecto de estructuración artística (Niveles: lengua, estructuración estrófica, figuras y símbolos
de dos culturas o más).
c. Valoración desde la perspectiva de la interculturalidad ideológica. Encuentros o desencuentros.
Conclusiones

MODELOS BASICOS

CARLOS OQUENDO DE AMAT

 MADRE
Tu nombre viene lento como las músicas humildes                                       1
y de tus manos vuelan palomas blancas

Mi recuerdo te viste siempre de blanco


como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante

Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura     


                          
A tu lado el cariño se abre como una flor cuando pienso

Entre ti y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos

Porque ante ti callan las rosas y la canción                                                    9


 

Pablo Neruda
ODA AL AIRE
Andando en un camino
encontré al aire,
lo saludé y le dije
con respeto:
"Me alegro
de que por una vez
dejes tu transparencia,
así hablaremos".
Él, incansable,
bailó, movió las hojas,
sacudió con su risa
el polvo de mis suelas,
y levantando toda
su azul arboladura,
su esqueleto de vidrio,
sus párpados de brisa,
inmóvil como un mástil
se mantuvo escuchándome.
Yo le bese su capa
de rey del cielo
me envolví en su bandera
de seda celestial
y le dije:
monarca o camarada,
hilo, corola o ave,
no sé quién eres, pero
una cosa te pido
no te vendas.
El agua se vendió
y de las cañerías
en el desierto
he visto terminarse
las gotas
y el mundo pobre, el pueblo
caminar con su sed
tambaleando en la arena.
Vi la luz de la noche
racionada,
la gran luz en la casa
de los ricos.
Todo es aurora en los
nuevos jardines suspendidos
todo es oscuridad
en la terrible
sombra del callejón.
De allí la noche,
madre, madrastra,
sale
con un puñal en medio
de sus ojos de búho,
y un grito, un crimen,
se levantan y apagan
tragados por la sombra.
No, aire,
no te vendas,
que no te canalicen,
que no te entuben,
que no te encajen
ni te compriman
que no te hagan tabletas,
que no te metan en una botella,
¡cuidado!

Llámame
cuando me necesites,
yo soy el poeta, hijo
de pobres, padre, tío,
primo, hermano carnal
y cuñado
de los pobres, de todos,
de mi patria y de las otras,
de los pobres que viven junto al
río,
y de los que la altura
de la vertical cordillera
pican piedra,
clavan tablas,
cosen ropa,
cortan leña,
muelen tierra,
y por eso
yo quiero que respiren,
tú eres lo único que tienen
por eso eres
transparente,
para que vean
lo que vendrá mañana,
por eso existes,
aire,
déjate respirar,
no te encadenes,
no te fíes de nadie
que venga en automóvil
a examinarte,
déjalos,
ríete de ellos,
vuélales el sombrero,
no aceptes sus proposiciones.
Vamos juntos
bailando por el mundo,
derribando las flores
del manzano,
entrando en las ventanas,
silbando juntos,
silbando melodías
de ayer y de mañana,
ya vendrá un día
en que libertaremos
la luz y el agua
la tierra, el hombre,
y todo para todos
será, como tú eres.
Por eso, ahora,
¡cuidado!
y ven conmigo,
nos queda mucho
que bailar y cantar,
vamos
a lo largo del mar,
a lo alto de los montes,
vamos
donde esté floreciendo
la nueva primavera
y en un golpe de viento
y canto
repartamos las flores,
el aroma, los frutos,
el aire
de mañana.

SEMANA 13. Taller de creación y narración de cuentos. Comentarios

Guías de trabajo
1. Plano del contenido (lo que dice): el universo de las ideas o significados. Búsqueda a través de:

Personajes. Rasgos y caracterización de los personajes. Lo que encarnan.

Espacio, No solo geográfico o topográfico; también temporal, sociocultural.

Historia. Los sucesos o acontecimientos

Estructura de la historia:
I. Inicio. Donde se presenta a los personajes y el espacio.
II. Desarrollo con episodios conflictivos ricos en significación.
(Tres momentos: 1. Acontecimiento perturbador, 2. Consecuencias del acontecimiento perturbador, 3. Fuerza
contraria)
III. Desenlace.

Temática. Eje temático principal y colaterales.

2. Recursos expresivos y técnicos (cómo lo dice): la estructuración artística.

Lenguaje. Niveles empleados. Recursos retóricos destacables (lenguaje literario): calidad de la prosa, ritmo, figuras
literarias.

Técnicas: voz narradora (1ª p., 2ª p., 3ª p.), secuenciación temporal (cronológico y no cronológico, flash back, raconto),
uso de monólogo y diálogo. Descripción. Ritmo.

3. Interpretación (Con qué propósito lo dice. Es plurisignificativo, polisémico). Planteamiento de significados


trascendentes a partir de lo explícito (aspecto 1): alcance de su significación en relación a la condición humana en su
dimensión filosófica, política, económica, social, sicológica, sentimental, moral, etc. Planteamientos y enfoques de los
actos, problemas y sueños humanos.

Macedonio Villafán Broncano

NUBE DE LANA

Mamá tejía mi chompa con lana de oveja mientras pastaba junto a la laguna de Chinchaycocha a la que le cantaba
hermosas canciones.
Pero se acabó su lana y se puso triste.
Desde las aguas de la laguna salió una nube blanca como lana de oveja y se acercó hacia ella.
Mamá le rogó que no se mueva. Tomó la nube con sus dedos y se puso a hilar hasta tener un ovillo grande. Agradeció
a la nube, que después se volvió a la laguna.
Con el ovillo grande terminó mi chompa, pero no solo para mí, sino también para mi papá, para mis hermanitos y mis
hermanitas.
Y todavía le sobró el ovillo blanco para tejer chompas para mis cuatro abuelitos.
Cuando nos iba entregando las chompas corríamos a agradecer a la mamita Chinchaycocha.
Ahora todos tenemos chompas; solo falta una que yo voy a tejer con mucho amor.

SEMANA 14. Taller de recreación, creación y declamación de poemas (5)

CREAR UN POEMA DE IDENTIDAD CON SU PUEBLO

con el modelo “Identidad” o “Aparto este polvo inusitado” de Román Obregón o “Telúrica y magnética” de Vallejo.

POEMAS TALLER

YO ESCUCHO TU VOZ EN LA BOCA DEL VIENTO

En el murmullo de las lluvias

En la brisa del viento

En el eco de mi pensamiento

En el rugido de los truenos,

En el canto de los pájaros, en el rumor del viento, en el sonido de las cascadas

YO VEO TUS OJOS


EN el sol del amanecer

En la belleza de la luna

En el ocaso del atardecer

En el brillo de las estrellas

En el oasis de la montaña.

YO NOTO TU ROSTRO EN las flores de la primavera

YO SIENTO TU PRESENCIA

EN cada latir de mi ser

En el silencio de la noche

En el despertar de mi memoria

En el espejo de las fuentes

---------------------------------------------------------

NO ME HE MARCHADO

TU ME ESCUCHARAS EN EL VIENTO DE LA TARDE

TU ME SENTIRAS EN

MI VOZ SERA

EL CANTO DE LAS AVES

El murmullo de las cascadas

El grito de las olas

El silbido del viento

MIS OJOS SERAN LAS


PUEDO ESCRIBIR LOS VERSOS MAS TRISTES ESTA NOCHE

ESCRIBIR POR EJEMPLO solo la noche acompaña a mi alma solitaria

El espejo ausente de la eternidad

TALLER DE CREACION POETICA

YO ESCUCHO TU VOZ
En el murmullo de las lluvias
En la brisa del viento
En el eco de mi pensamiento
En el rugido de los truenos.

YO VEO TUS OJOS


EN el sol del amanecer
En la belleza de la luna
En el ocaso del atardecer
En el brillo de las estrellas
En el oasis de la montaña.

YO SIENTO TU PRESENCIA
EN cada latir de mi ser
En el silencio de la noche
En el despertar de mi memoria
En el espejo de las fuentes

MI VOZ SERA
EL CANTO DE LAS AVES
El murmullo de las cascadas
El grito de las olas
El silbido del viento

CUANDO VUELVA ME SALUDARÁN


Las aves del campo
La brisa de la mañana
El aroma de las flores
Los amigos de mi infancia
Los bosques de retamas.
Los pastizales de las montañas
Los amaneceres de mi pueblo.

Entonces, dónde estabas antes de conocerte?

Entre qué gentes?

Diciendo qué palabras?

Cantando qué canciones?

ACASO EN

ACASO CON

TAL VEZ

QUIZAS CANTANDO

Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,


avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.

Huidobro

Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino

METAFORAS

Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo (Huidobro)


NERUDA 5

Para que tú me oigas

mis palabras

se adelgazan a veces

como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio

para tus manos suaves como las uvas.

Las primeras estrellas centellean como mi alma cuando te amo.

SINESTESIAS

El agua anda descalza por las calles mojadas. Neruda 8

HUAYNO INMORTAL

TU HABLAS DE MIS ALEGRÍAS Y MIS

CONTIGO APRENDI A

TU ME CANTAS COMO..

TU ESTAS EN MI MENTE COMO

MI RAJAN

ERES MI TIERRA, MI PATRIA DULCE


EN TU ALMA APRENDI

A DONDE VAYA IRAS EN MI MEMORIA

EN MIS OJOS ESTARÁN

EN MIS OIDOS RESONARAN

EN MI MENTE

AL SOMBRERO

Sombrero de mi rajanina

Adornada de florecillas

POEMA PRODUCIDO

RAJAN, TIERRA MIA

Eres mi tierra
Eres mi
Eres mi orgullo
Eres mi alegría

En tu alma aprendí
A amar a todos los seres
A estudiar, trabajar y triunfar
A tener sueños y esperanzas.

En mis ojos estarán


Tu plazuela y tus calles
Tus campos y tus montañas
Tus bosques de eucalipto
Los colores del atardecer.

A donde vaya
Irás en mi corazón
En mi pensamiento
En mi recuerdo
¡Raján, tierra mía!

ACTIVIDAD: CREAR POEMAS A SU PUEBLO.

SEMANA 15. Taller de recreación y creación de canciones (5 infantiles y populares de la región.

HUASCARAN (Rosario Shuan)

Lucerito del amanecer Waraq quyllur shumaqlla quyllur


sobre el Huandoy te vi relumbrar (bis) Wandoy hananchaw tillapyarqayki
Blanco granizo yo te vi llorar Yuraq runtu waqaqta rikarqaq
blanca aurora llanto de mujer (bis) Yuraq waray warmipa wiqin.

Ay ay ay ay luz del Huascarán Ay ay ay ay Waskaranpa aktsin


mañanera diadema del Huandoy quya puriq Wandoypa qurin
Caracina contigo me voy Caras warmi qamwan aywakuu
mis esperanzas perdidas no son. Shamuq patsaa kawakuykanran.

SEMANA 16. EVALUACIONES FINALES

Opcional: interpretar un libreto teatral- Ejemplo: La gallina sembradora.


GRAN PRESENTACIÓN ARTÍSTICA
POESIA – CANTO – TEATRO – SORPRESAS

Organiza:
CARRERA PROFESIONAL DE PRIMARIA EBI
UNASAM-FCSEC
Curso: Literatura infantil intercultural
CANAL: Teams

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