La Selva Del Lenguaje - J. A. Marina
La Selva Del Lenguaje - J. A. Marina
La Selva Del Lenguaje - J. A. Marina
EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA
Diseño de la colección:
Julio Vivas
Ilustración de Pep Montserrat
ISBN: 84-339-0569-4
Depósito Legal: B. 19427-1999
Printed in Spain
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nación por el lenguaje no haga más que recoger una tradición
etimológica. La palabra inglesa glamour, que hace años se utili
zaba tópicamente para describir el luminoso atractivo de las
bellezas cinematográficas, significa « encanto o encantamiento
mágico» , y deriva del término grammar, gramática. El castella
no dicha también tiene un origen sorprendente. Es una cálida
expresión de la felicidad, a la que el sonido susurrante de la che
hace mas íntima. Pero etimológicamente procede del latín dic
ta , «las cosas dichas» , por lo que se relaciona con el lenguaje tal
vez porque esas cosas dichas eran buenos augurios. En fin, que
pretender hacer una teoría del lenguaje con glamour y dichosa
es, al parecer, una redundancia.
Pero no todo es luminoso en el reino de las palabras. Tam
bién tiene sus zonas inquietantes. Los afásicos pierden frag
mentos de su lenguaje. A veces pueden escribir, pero no leer lo
que han escrito. Son capaces de hablar de flores, pero tal vez no
de animales. No encuentran los vocablos o han perdido la sinta
xis o no reconocen lo que oyen. Es como si el mosaico lingüísti
co se hubiera revuelto y no supieran colocar las teselas en su si
tio. El significado se ha perdido y suena sólo una algarabía.
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tienen las historias que nos contamos para entender nuestro
pasado, nuestro presente y nuestro futuro.4
La selva del lenguaje nos proporciona también anécdotas
pintorescas. Los nativos del desierto de Kalahari, que se limi
tan a recoger alimentos y a cazar, poseen un vocabulario de
aproximadamente ochenta palabras, y su sistema de comunica
ción se apoya tanto en posturas y gesticulaciones, que tienen
dificultad para comunicarse en la oscuridad. Las palabras no
se han independizado del contexto práctico. 5
Por su parte, los antropólogos nos han informado del papel
que juegan las palabras en las distintas culturas. Malinowski
creía que la estructura lingüística revelaba la estructura social,
y lo expuso en Meaning in Primitive Languages ( 1 920) . Boas,
tras haber estudiado la lengua y escritura de los indios de Amé
rica y de los esquimales, así como su relación con la organi
zación social, afirma que «el estudio puramente lingüístico es
parte de la verdadera investigación de la psicología de los pue
blos del mundo» . El uso de circunloquios al hablar, por ejem
plo, es una característica cultural. A muchos occidentales les
parecen síntoma de deshonestidad o de hipocresía, pero para el
japonés es un modo de reducir la aspereza. Decir «no» se consi
dera demasiado tajante, de modo que las respuestas negativas
se expresan en forma gramaticalmente afirmativa: nunca se
dice «no » , sino que los oyentes comprenden, por la forma de
decir «SÍ», si se trata verdaderamente de un «SÍ» o de un «no»
amable.6
Para muchos pueblos, el nombre es parte de la cosa. «Los
esquimales» , escribe Frazer, «Obtenían un nuevo nombre cuan
do llegaban a la vejez; los celtas consideran el nombre como
sinónimo del alma y del "aliento"; entre los yuinos de Nueva
Gales del Sur, el padre revelaba su nombre a su hijo en el mo
mento de la iniciación y pocas personas más lo conocían. » En
el Génesis se dice que Adán puso nombre a todas las cosas.
Y en el Apocalipsis, que Dios entregaría a los justos una piedre
cita blanca con su verdadero nombre. Los dogon, en el colmo
del asombro y de la metáfora, consideran que la palabra es par
te del semen de la divinidad.
Según Stern, un psicólogo que sabía del asunto, el descubri-
11
miento más importante de la vida de un niño es comprobar que
cada cosa tiene un nombre. A mí el pasmo me dura todavía. En
fin, que cada vez que me acerco a la palabra me sobrecoge su
complejidad, su eficacia, su maravillosa lógica, su selvática ri
queza, su espectacular manera de estallar dentro de la cabeza
como un fuego de artificio, los mil y un caminos por los que in
fluye en nuestras vidas, su capacidad para enamorar, divertir,
consolar, y también para aterrorizar, confundir, desesperar. El
habla penetra nuestra existencia entera. Es un acontecimien
to social y es un acontecimiento privado. Se habla en soledad y
en compañía. Realizamos complejísimas labores para hablar
y para entender, actividades abrumadoramente complicadas
pero que ejecutamos con tanta facilidad, que nos cuesta perci
bir la rareza del suceso.
Me gustaría por ello desacostumbrarles de lo cotidiano. Todo
lo que tiene que ver con el lenguaje es desmesurado y misterioso,
es a la vez trascendental y rutinario. A los seis años un niño co
noce unas trece mil palabras. Un adulto educado puede com
prender y usar al menos sesenta mil. La velocidad de nuestra
memoria resulta escandalosa. Reconocemos y encontramos las
palabras que necesitamos con una rapidez inexplicable. Com
prendemos veinte sonidos por segundo, que es más de lo que pue
de analizar nuestro sistema auditivo. ¿Es que adivinamos lo que
oímos? Pues en parte sí. Al hablar tenemos que lograr una coor
dinación motriz con un margen de tolerancia de sólo veinte mili
segundos (el mismo que necesita un pianista para interpretar el
Concierto de piano n. 0 3 de Rajmáninov). Es decir, un fantástico
alarde al alcance de todos los seres humanos, que en esto somos
genios cotidianos. Mientras conversamos, atendemos a lo que
oímos y preparamos a la vez nuestra respuesta. Podemos produ
cir y comprender frases que nunca habíamos escuchado. Y todo
esto el niño lo aprende en situaciones lingüísticas confusas, don
de se habla mal, rápida, entremezclada e imperfectamente.7 Hay
razones para la admiración y el apasionamiento.
Pero también es peculiar el enfoque de esta introducción a la
lingüística. Entrar en el lenguaje desde el léxico de los senti
mientos, que conceptualiza un mundo tan lábil, espejeante, hui
dizo y rico como el afectivo, es ser catapultado al lugar más tu-
12
pido de la selva. A una selva dentro de la selva. Este abrupto in
greso tiene la ventaja de plantear los problemas lingüísticos al
rojo vivo, en una situación que nos afecta profundamente. Así
pues, tanto por mi entusiasmo como por la vía de acceso, vamos
a entrar en una zona caliente de la ciencia.
13
años, Humboldt había señalado esta dualidad al distinguir el
lenguaje como enérgeia , como actividad, y el lenguaje como ér
gon, como obra. Una vía nos lleva hacia el sujeto, la otra hacia
la estructura. Espero que le quede claro al lector la dualidad de
planos . A los filósofos les recordaré la distinción que hizo Hus
serl entre noesis -una actividad del sujeto- y noema -el conte
nido de esa actividad-. Las noesis son individuales, reales, los
noemas son ideales, irreales. Si el lector y yo pensamos « dos
más dos son cuatro» , nuestro acto es personal e intransferible,
pero el contenido es común y comunicable. No podemos trans
mitir actos reales, sino contenidos ideales, que el emisor y el re
ceptor puedan compartir.
Esos contenidos ideales pueden, sin duda, estudiarse en sí
mismos desentendiéndose de todo lo demás. Les pondré otro
ejemplo. Las matemáticas constituyen un deslumbrante reino
autónomo. Puedo estudiar cualquiera de sus ramas -aritméti
ca, topología, cálculo diferencial, matemática borrosa- como
un sistema formal completo, cerrado, autosuficiente. Pero eso
no me da su «significado» . ¿Qué hace la inteligencia cuando
hace matemática? ¿Descubre o inventa? ¿Qué tipo de entidad
es la matemática? ¿Cuál es su relación con la realidad? ¿Cuál es
su relación con la experiencia? ¿Por qué la inteligencia humana
siente fascinación por los lenguajes formales?
Foucault ha dicho con razón que el lenguaje ha tenido un
protagonismo invasivo, disperso, omnipresente, en el debate
cultural de este siglo. Su relevancia comenzó con una declara
ción de independencia. Los lingüistas, deslumbrados por el ful
gor de las ciencias formales, quisieron convertirlo en una es
tructura independiente, en un complejísimo código que podía
estudiarse en sí mismo, desgajado del campo de los hombres,
de sus venturas y desventuras, de las complejidades biográfi
cas. En una palabra, el lenguaje fue separado del Mundo de la
vida. Chomsky lo dijo contundentemente en su famosa Syntac
tic Structures : « La gramática es autónoma e independiente del
significado. » Frase que sería intrascendente si no fuera porque
vivimos inevitablemente en el mundo de los significados. Esa
independencia produjo efectos de enorme envergadura. Oiga
mos a Foucault:
14
Separado de la representación, el lenguaje no existe más que
de un modo disperso: para los filólogos las palabras son como
otros tantos objetos constituidos y depositados por la historia;
para quienes quieren formalizar, el lenguaje debe despojarse de
su contenido concreto y no dejar aparecer más que las formas
universalmente válidas del discurso; si se quiere interpretar, en
tonces las palabras se convierten en un texto que hay que cortar
para poder ver aparecer en plena luz ese otro sentido que ocul
tan; por último, el lenguaje llega a surgir para sí mismo en un
acto de escribir que no designa más que a sí mismo.
15
Esto es dramáticamente verdadero en el caso del lenguaje,
que es, por un sorprendente rizar el rizo, una creación huma
na que nos crea como seres humanos. Lo que hacemos nos
hace. Si despegamos la obra de su autor perdemos su sentido.
Esto es lo que me lleva a pelear por una lingüística a escala hu
mana, que no olvide su origen. Ya sé que desligada de la facti
cidad, del hormiguero cotidiano, de las insidiosas asechanzas
de la embarullada cotidianeidad, las puras y transparentes es
tructuras lingüísticas nos proporcionan un espejismo de per
fección y plenitud que sosiega nuestras ansias. Pero ese cielo
platónico, deseable y lejano como todos los cielos, fruto perfec
to de una inteligencia nostálgica que añora llegar a una patria
desconocida, exige como protagonista un hablante ideal, que
no existe. Chomsky, que es sin duda un idealista, intentó reivin
dicar ese ser utópico. La teoría lingüística se refiere, según él,
«a un hablante/oyente ideal en una comunidad lingüística total
mente homogénea, un hablante que conoce completamente su
lengua y no está afectado por condiciones gramaticalmente
irrelevantes, como limitaciones de la memoria, distracciones,
cambios en la atención o en el interés, o defectos casuales o ca
racterísticos, a la hora de aplicar sus conocimientos de la len
gua a un uso real » . 8
¡Quién pudiera ser ese hablante/oyente ideal! Por desgracia,
los hablantes reales, los interlocutores reales, los que hacemos el
lenguaje, somos seres limitados, aunque tengamos sueños de
grandeza. Empantanados en malentendidos, pero empeñados
en entendernos. Las dos cosas al tiempo. Y esa dualidad, doloro
sa y magnífica, debe contar en el momento de estudiar una crea
ción humana que nos delata tan crudamente como el lenguaje.
Necesitamos un teoría humanística del lenguaje, enredada,
dramática, heroica, arrepentida, desmesurada, ética, porque así
captaremos el sentido de esa maravillosa, brillante, conmovedo
ra, exaltante invención. Todas las teorías formales son verdade
ras y engañosas, como un texto de medicina que enseñara fisio
logía sin mencionar el sufrimiento.
Esta urgente necesidad de recuperar el significado humanis
ta de las ciencias, incluida la lingüística, ha guiado la redacción
de esta obra, que se integra así dentro de un proyecto más am-
16
plio. Necesitamos una «economía para humanistas», una « bio
logía para humanistas», un « derecho para humanistas» .
Además de hablar sobre el lenguaje en general, en esta obra
vamos a espiar su núcleo más íntimo, más ensoberbecido, más
vulnerable, más selvático y más refinado: el sentimental. Al in
tentar construir una teoría del lenguaje sobre esta arrebatada
verbalización del torbellino, sólo pretendo devolver la palabra,
y las ciencias que la estudian al mundo azacanado, terrible y
conmovedor de la vida. Un estudioso no profesional del lengua
je como yo, que no consume el válium de la especialización ni
estiliza su figura con el corsé académico, forzosamente se sien
te atrapado por el vértigo de la lengua real. Pretende estudiar
una obra humana y sin pensarlo ni sospecharlo ni desearlo se
encuentra arrastrado hacia las entrañas del volcán de la sub
jetividad. Aspiraba a hacer geología, a estudiar la paralizada
tranquilidad de las rocas/frases, y me encuentro en el corazón
ardiente donde se gesta el magma. Para decirlo sin metáforas:
una lingüística sin complejos tiene que convertirse en espeleo
logía subjetiva. (Creo que he reincidido en la metáfora y rectifi
co: el estudio del lenguaje nos lleva inevitablemente a los nive
les más profundos de la personalidad.)
La lingüística que me gustaría elaborar tendría que organi
zarse así:
1 ) Teoría del sujeto hablante. ¿Cómo influye el lenguaje en la
configuración del sujeto, en su metabolismo mental? ¿Cómo tie
ne que ser nuestra inteligencia para poder realizar las poderosí
simas tareas lingüísticas? El lenguaje no es una obra más del ser
humano: nuestra mente ha llegado a ser estructuralmente lin
güística. La palabra penetra hasta el fondo de nuestra inteligen
cia. Por eso la lingüística tiene que comenzar con un estudio de
la acción humana. El lenguaje nace en el Mundo de la vida, y tie
ne una función práctica: comunicar, organizar la colaboración,
pedir, transferir conocimientos, planificar y dirigir la conducta.
Sirve para la comunicación exterior y para la construcción del
propio sujeto. Con el lenguaje hacemos muchas cosas. La prag
mática -una parte de la lingüística que estudia la relación entre
el lenguaje y las situaciones reales en que se manifiesta- ha estu
diado los actos de habla, aquellas intenciones que pretendemos
17
cumplir hablando: convencer, seducir, mandar, timar, prome
ter. Pero ha descuidado estudiar los actos de comprensión del
habla, que son también variados y que intervienen dramática
mente en la vida diaria. Podemos escuchar intentando compren
der o intentando descubrir los fallos del interlocutor, convertido
en enemigo, buscamos el entendimiento o la ridiculización del
hablante, deseamos atenemos al texto o recrearlo poéticamente.
De esta pluralidad de actitudes dependen el éxito o los fracasos
del lenguaje, que los dicta se conviertan en dicha o en desdicha.
Es imprescindible hacer una teoria del sujeto oyente, porque la
comprensión es una actividad que compromete las estructuras
intelectuales, afectivas y si me apuran éticas del sujeto. Com
prender es un empeño y una generosidad.
2) Análisis del lenguaje como estructura ideal. Es decir, estu
dio de la herramienta. Ha de comenzar describiendo el sistema
de los signos. Como explicaré después, creo que la semántica
-el significado- es el manantial del que brota todo el lenguaje.
Hay, pues, que elaborar una semántica básica, que surge de las
grandes actividades humanas de donación de sentido, y que
después se ramificará en sintaxis, léxico y pragmática.
3) Estudio de las operaciones mentales que producen la acti
vidad lingüística. De este asunto se ocupa la psicolingüística,
que estudia el aprendizaje de la lengua, la producción del ha
bla, la comprensión.
Esto es lo que me gustaría hacer, y lo que, por supuesto, me
considero incapaz de hacer. En este volumen sólo pretendo argu
mentar la necesidad de este enfoque lingüístico, y hacerlo como
introducción a un investigación de campo, que trata del léxico
sentimental. El estudio de un tema tan concreto nos servirá de
ayuda para aclarar muchos problemas. Se lo explico enseguida.
18
güístico y hermenéutico. John Stuart Mill ya había señalado que
«el lenguaje constituye un depósito acumulado de experiencias,
al que, con su aporte, han contribuido las edades pretéritas» .9
Los filósofos del lenguaje natural pretendieron aprovechar ese
saber anónimo, poseído y con frecuencia tratado displicente
mente: «Nuestro común stock de palabras incorpora todas las
distinciones que los hombres han hallado conveniente hacer, y
las conexiones que han hallado conveniente establecer, durante
la vida de muchas generaciones; seguramente es de esperar que
éstas sean más numerosas, más razonables, dado que han so
portado la larga prueba de la supervivencia del más apto, y más
sutiles, al menos en todos los asuntos ordinarios y razonable
mente prácticos, que cualesquiera que plausiblemente usted y
yo excogitásemos en nuestros sillones durante una tarde.»1º
¿Son verdaderas estas tesis aparentemente tan irrebatibles?
El asunto es difícil, y sospecho que Stuart Mill, Austin y sus se
guidores han ido demasiado deprisa. Ninguno de los filósofos
que han ponderado tanto el lenguaje natural hicieron investiga
ciones lingüísticas sistemáticas, que tal vez hubieran templado
sus entusiasmos. Tomemos, por ejemplo, el léxico del sol. El sol
nace, se pone, muere. Este bello recorrido biográfico solar no
nos dice nada acerca del sol y de sus movimientos. No se puede
hacer astronomía a partir del lenguaje. Ni química. Como ha re
cordado Putnam, durante siglos los chinos han sido grandes ex
pertos en jade, pero cuando los químicos analizaron lo que de
signaban con ese nombre se dieron cuenta de que no había un
jade sino dos, químicamente diferentes. Jade era una palabra
equívoca, aunque nadie lo supiera.
Las modas nunca están bien justificadas. Las filosóficas
tampoco. A mí me sigue asombrando la influencia que ha ejer
cido la teoría de Wittgenstein sobre los «parecidos de familia» .
S i yo l e he entendido bien, lo que dice es que las palabras no tie
nen un significado definido. Tomemos como ejemplo la palabra
«juego» . No hay ningún referente que corresponda unívoca
mente a esa palabra. Hay juegos de azar y de habilidad, deporti
vos y de salón, físicos y mentales, de competición y de solidari
dad, grupales e individuales. Lo único que tienen en común las
actividades de las que se predica la palabra «juego» es «Un aire
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de familia» . Nuestra fascinación por los eslóganes ha hecho que
éste se repita con demasiada insistencia.
¿Qué afirma esa muletilla? Que con los significados de una
palabra sucede lo mismo que con los miembros de una familia:
se parecen en algo, pero no todos en lo mismo, ni de una manera
clara, ni fácilmente designable. «Son distintos pero tienen un
aire . » Esta afirmación me deja tan perplejo que voy a mirarla
con lupa. En primer lugar, Wittgenstein utiliza una metáfora tram
posa. Hablar de «parecidos de familia» da por supuesto que es la
pertenencia a una familia lo que funda que esos parecidos sean
familiares. Es decir, primero tengo constituida la familia como
realidad, filiados sus miembros, hecha la galería de retratos, y
luego me paseo por ella y busco o encuentro semejanzas. Nada
de esto ocurre con una palabra. Los juegos no pertenecen por
nacimiento a una familia, cuyos parecidos me dedico después a
analizar, sino que los incluyo en la misma familia precisamente
porque tienen algo en común que funda la semejanza. No se me
ocurre incluir en ese grupo la actividad «dormir» o «hacer la di
gestión» , porque jugar es una actividad consciente e intenciona
da. «Sacrificarse por el prójimo» no es un juego. Los juegos son
actividades agradables. Dentro de las actividades económicas,
se habla de «jugar a la Bolsa», pero no de «jugar a sacar carbón
de la mina » . La especulación tiene un aspecto azaroso, poco es
forzado, apasionante, que la acerca a otros juegos de azar. Pica!"
piedra es demasiado trabajoso para considerarlo lúdico. Ser una
actividad agradable, placentera en sí misma e intencional son
tres características del juego. Y hay, por supuesto, otras más.
Las vaguedades acerca del lenguaje han metido a nuestra
cultura en un atolladero. Si sólo podemos conocer el lenguaje,
la realidad queda lejísimos, únicamente aparece lo que aparece
en el discurso. Y hay tantos discursos como personas. Nos mo
vemos, pues, en un entramado de palabras, palabras, palabras,
de las cuales ni siquiera podemos conocer el significado exacto,
puesto que no lo tienen. Hay una desconfianza generalizada
hacia cualquier intento de definición, que es considerado poco
menos que una vuelta a la caverna. El discurso posmoderno so
bre el lenguaje conduce a un relativismo complicado de defen
der, pero que afecta a nuestra vida diaria. No está nada claro
20
que podamos entendernos si cada uno de nosotros vive en su
lenguaje privado, dentro de su idiolecto, encerrado en una bur
buja semántica. Heidegger se lamentó de que, a pesar de man
tener largas conversaciones con su discípulo el conde japonés
Shuzo Kuki, que hablaba excepcionalmente bien el alemán, el
francés y el inglés, no pudo llegar a conocer el significado de la
palabra «iki » . Ésta es la razón que daba el filósofo: «El habla es
la casa del Ser. Si el hombre vive por su habla en el requeri
miento del Ser, entonces los europeos vivimos presumiblemen
te en una casa muy distinta de Extremo Oriente. Y un diálogo
de casa a casa es, pues, imposible. »11
Pensando de esta manera, lo que no entiendo es por qué
Heidegger tenía que irse tan lejos. Lo incomprensible podía te
nerlo literalmente en la casa de al lado. ¿Qué quiere decir una
persona cuando dice que me ama? Los sentimientos son una
experiencia subjetiva e íntima. ¿Cómo puedo saber si lo que esa
persona ha etiquetado con la común palabra «amor» no es algo
absolutamente peculiar, incomparable, idiosincrásico y que,
por lo tanto, la palabra se ha vuelto equívoca?
Los términos «mesa» , «ordenador» , «bacteria» , «triángulo»
y similares no plantean problemas. Por eso he preferido tomar
el toro por los cuernos y tratar los problemas del lenguaje a
partir del dominio más esquivo, complejo y desesperante: el
sentimental.
21
bo la filosofía como una función pública, y si trato este asunto
es porque me parece de claro interés social. Sobre todo en un
momento en que nuestro planeta está sometido a dos tenden
cias contrarias: la globalización y la vuelta al tenuño. La globa
lización impone una lengua universal, posiblemente el inglés.
La vuelta al tenuño fomenta el interés por las lenguas autócto
nas como gran medio para fundamentar la identidad. Jon Jua
risti ha recordado hace poco que el ideólogo de la ETA nacien
te, José Luis Álvarez Emparanza, «Txillardegi», se apoyaba en
la teoría lingüística de Whorl, de la que luego hablaré, para
mantener que una lengua -en este caso el euskera- es algo más
que una herramienta de comunicación: es un modo de ver el
mundo, insustituible e irrepetible. Algo así decía Heidegger,
que en su barullo espiritista, místico, trascendental, nazi, escri
bía cosas como: «La palabra es el acontecer de lo sagrado. Esta
palabra aún no oída está conservada en la lengua de los alema
nes. » ¡Pues qué bien!
Esta glorificación de la palabra es una idolatría. El lenguaje
es sólo el gran auxiliar de la inteligencia humana, que, en una
especie de bucle maravilloso, acaba construyéndose a sí misma
con ese utillaje que ha inventado, como el atleta reestructura su
sistema muscular de acuerdo con sus tablas de entrenamiento.
La lingüística estudia esa grandiosa herramienta, pero quien se
adentre por sus amplias avenidas y sus elegantes laberintos se
dará cuenta de que bajo su aparente asepsia y tecnicismo co
rren profundas y a veces turbulentas opciones ideológicas.
¿Nos dice el lenguaje algo sobre la realidad? ¿Podría un ex
traterrestre entender algo sobre el universo a partir de un diccio
nario? El lenguaje nos informa de lo que una sociedad considera
importante. Un diccionario puede entenderse como un discurso
psicocultural, la anatomía de los intereses, las preferencias y las
manías de una sociedad. La gramática entera nos proporciona
información sobre los presupuestos intelectuales que hay por
debajo de su sistema de creencias y de su modo de vida. La sinta
xis, por ejemplo, estructura nuestro sistema de categorización, o
al revés, eso habrá que verlo. La relación sujeto-predicado ha
fundado casi toda la metafísica occidental desde Aristóteles.
Pero ¿esas peculiaridades lingüísticas determinan nuestra per-
22
cepción de la realidad o derivan de ella? ¿Conocemos sólo lo que
nuestro lenguaje nos permite conocer? Ya en 1 860, el humanista
alemán A. Trendelenburg afirmaba que si Aristóteles hubiese ha
blado chino o dakotano, en vez de griego, las categorías de la ló
gica aristotélica habrían sido radicalmente diferentes.
Después de pensarlo bien, no me atrevo a decir que el len
guaje diga nada fiable acerca de la realidad. É sta es la primera
tesis de este libro. El lenguaje nos instruye sobre el modo de ver la
realidad, no sobre la realidad en sí, por eso es más de fiar cuando
habla de fenómenos subjetivos que cuando habla de realidades
objetivas . El caso del sol es paradigmático. No podemos dejar
de ver que se mueve en el cielo, pero la ciencia nos dice que eso
no es verdad. El lenguaje nos sirve como índice para emprender
investigaciones sobre el Mundo de la vida, es decir, sobre la pe
culiar manera que tenemos de experimentar, sentir, hablar de la
realidad. Esto es evidente en el caso de los sentimientos. Uso
esta palabra para dejar claro que me estoy refiriendo a una ex
periencia consciente. Los psicólogos anglosajones distinguen
muy bien entre emotion y feeling. La emoción es para ellos -y en
general para toda la psicología- un fenómeno fisiológico que
puede ser o no consciente. Si se hace consciente se transforma
enfeeling, en sentimiento. Así pues, el léxico afectivo de una cul
tura nos proporciona una información fiable del modo como ha
interpretado las experiencias afectivas. Por debajo del lenguaje
vemos aparecer un tratado de psicología popular.
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Todo lo dicho justifica las diferencias del léxico sentimental.
Pero ¿es suficiente para defender la absoluta originalidad e in
comunicabilidad de las culturas y de las experiencias? Me incli
no a pensar que no. La segunda tesis de este libro es: A través
del léxico podemos descubrir el despliegue de diferencias a partir
de unas categorfas universales. Por lo que tienen de diferente, es
difícil traducir con exactitud una palabra de un lenguaje a otro;
pero como han crecido a partir de unas categorías universales,
podemos comprenderlas.
El Diccionario de los sentimientos que sigue a este volumen
ha sido, entre otras cosas, una investigación de campo -de sel
va, más bien- para comprobar la solidez de estas tesis. Hemos
comenzado organizando el léxico sentimental español, según
está recogido en los diccionarios, buscando sus articulaciones,
para comprobar si remiten a algún sistema oculto, a algún mo
delo conceptual profundo que sirva de referencia a grupos léxi
cos. También la selva tiene su lógica. Hay especies vegetales
incompatibles, y hay otras que sienten tal querencia que se
ahogan, como la que siente el ficus estrangulador hacia su víc
tima o, sin necesidad de irse tan lejos, la hiedra.
Después de hacer la taxonomía de la selva, hemos intentado
comparar selvas distintas. Aclararé que me refiero a idiomas
diferentes, por si el lector se ha perdido en las enredaderas de
la metáfora. Las manifestaciones superficiales -las palabras, gi
ros, preferencias de cada lenguaje- están muy alejadas, pero,
bajo esa separación visible, ¿habrá alguna recatada unión de
sus raíces? De igual manera que en el campo de la sintaxis se
habla de estructuras profundas y de estructuras superficiales,
¿hay representaciones semánticas profundas y superficiales?
Ya veremos.
La comparación entre idiomas diferentes es en la teoría y en
la práctica más puñetera de lo que se podría suponer. Para po
der comparar dos términos -por ejemplo, uno del pintupi y
otro del danés-, yo, que sólo hablo bien el español, tengo que
buscar buenas definiciones. Y buenas definiciones en español .
Dar por supuesto que esto es posible denota una ingenuidad ar
cangélica, suponiendo que los arcángeles sean ingenuos, cosa
que no creo. Esto me lleva a la tercera tesis del libro: Los térmi-
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nos sentimentales se pueden definir. Y esta definición puede ha
cerse utilizando unos primitivos semánticos transculturales. O
sea, universales. El lenguaje nos permite ir más allá del lenguaje.
Se trata de una tesis bastante estrepitosa, aunque no se lo
parezca al lector poco bregado en debates lingüísticos, porque
va en contra de gran parte del pensamiento actual. Pero ya
puestos, terminaré la faena haciéndola aún más sensacionalis
ta, con una última tesis de naturaleza psicológica. Los senti
mientos son variaciones culturales y personales de unos fenóme
nos universales y comunes.
25
micos para quienes no lo son, pero recomiendo al lector profa
no que olvide las notas y siga el argumento sin interrupciones.
Las casas y los libros necesitan cimientos, pero no es cosa de
pasarse la vida en la escalera yendo a comprobar si están en
buen estado.
En el relato de Woody Allen titulado «La puta de Mensa»,
un cliente pregunta a la patrona de un burdel: «¿Y si le pido
que dos de estas muchachas se vengan conmigo a explicarme
las teorías de Noam Chomsky?», a lo que ella responde: «Eso le
va a costar una pasta . » Lo que hay de cierto en esa anécdota es
que los temas lingüísticos suelen ser arduos. Les aseguro que
he hecho todo lo posible por aliviarles la caminata por la selva.
26
l. SABER Y CONOCER
27
Parece que solo tuviera dos dimensiones. Me sorprende su colo
sal magnificencia, esa desmesura que tienen las plantas tropica
les, que hizo decir a Darwin que en el trópico las aves cantaban
demasiado y todos los vivientes eran excesivamente coloreados,
grandes, petulantes, variados. Me acerco a ver cómo se llama:
«Árbol del viajero», Ravenala madagascariensis musacea . Recor
dé a Rilke:
28
cia. Gracias a esta enseñanza poseemos una colección de mo
delos que nos permite guiar, comprender, prever, alterar a ve
ces nuestra vida sentimental, confundimos. Todo nuestro saber
está sistematizado lingüísticamente y por ello cuando no logra
mos enlazar nuestra experiencia con ese archivo nos considera
mos perdidos, sin saber cómo interpretar, comprender, conti
nuar lo que sentimos, como si hubiéramos recibido una carta
sin firma, una cita sin lugar, una promesa sin contrayente. Nos
falta la clave para descifrar su significado. No podemos conec
tar lo que percibimos con lo que sabemos.
¿Hasta dónde llega esa influencia del lenguaje? Los llama
dos constructivistas sociales, que son muy exagerados, enfati
zan la importancia que tiene la elaboración lingüística de la
emoción. Según Thoits, por ejemplo, hay emociones innatas
que no necesitan ninguna mediación cognitiva, pero «sólo a
través del lenguaje sabemos conscientemente lo que sentimos.
Las etiquetas o conceptos culturales aprendidos en la interac
ción social permiten asociar las sugerencias ambientales, las
sensaciones internas y los gestos expresivos».1 Esto me recuer
da una anécdota contada por Margaret Mead. Durante uno de
sus viajes por islas lejanísimas se encontró con los hermanos
de una muchacha a la que habían raptado miembros de una
tribu hostil y les preguntó qué sentían. «No lo sabemos», con
testaron, «porque el jefe no nos ha dicho aún lo que tenemos
que sentir.»
El modo como una etiqueta lingüística influye en los senti
mientos queda claro en un ejemplo que no he sacado de un li
bro de lingüística, sino de un tratado de psicoterapia. Albert
Ellis sostiene, y estoy de acuerdo con él, que nuestras creencias
influyen decisivamente en nuestros afectos. Considera que
nuestra cultura relaciona con la expresión «amor verdadero»
las siguientes ideas:
1 ) Puedes amar a una y sólo a una persona.
2) El amor verdadero dura toda la vida.
3) Los sentimientos profundos de amor aseguran un matri
monio estable y compatible.
4) El sexo sin amor no es ético ni satisfactorio. Amor y sexo
siempre van juntos.
29
S) El amor puede utilizarse fácilmente para desarrollar y
crecer en las relaciones conyugales.
6) El amor romántico es muy superior al amor conyugal, al
amor de amigos, al amor no sexual y a otras clases de amor, y
tu existencia será desdichada si no lo experimentas intensa
mente.
7) Si pierdes a una persona a la que quieres románticamen
te debes sentirte profundamente afligido o deprimido durante
un largo tiempo y no puedes experimentar amor de nuevo de
forma legítima hasta que haya finalizado el luto.
8) Es necesario percibir amor todo el tiempo para reconocer
que alguien te ama.
Estas ideas se integran dentro de sentimientos complejos,
creando expectativas, frustraciones, deberes, etc. Los sujetos se
dicen a sí mismos (o creen implícitamente) cosas como: «Debo
amar sólo a una persona y soy un sinvergüenza si amo a otras»,
«Me casaré con una persona a la que ame románticamente y me
sentiré desolado/a si el otro/a no se adapta a mí», «Mis senti
mientos románticos deben durar siempre y hay algo que no
marcha bien en mis sentimientos si se marchitan después de un
espacio relativamente corto; eso demuestra que no amo real
mente », «Si no experimento amor romántico intenso y durade
ro no puedo sentirme satisfecho con otros tipos de sentimien
tos amorosos, a lo sumo tendré una existencia medianamente
feliz » .2
En el momento en que un sentimiento verosímilmente con
fuso queda etiquetado con la palabra «amor», le transferimos
todo el bloque de expectativas, previsiones, deberes que corres
ponde a la palabra. Es fácil comprobar hasta qué punto la si
tuación puede resultar dramática. La palabra puede convertir
se en una letra de cambio, de apariencia inofensiva, pero que
puede llevarnos a la quiebra en el momento de su vencimiento.
Este bagaje de informaciones, evaluaciones, creencias se
nos da a través del lenguaje, que es un gran sistema, una colo
sal estructura, una herramienta formidable.
30
2
31
obra de Chomsky, que siempre se consideró un psicólogo que
aspiraba a descubrir el mecanismo profundo del lenguaje,
muestra claramente esta vinculación con la psicología profun
da. Para él la sintaxis es un tacit knowledge, un saber implícito.3
Así funciona nuestra inteligencia. Tenemos en la memoria un
complicado mapa semántico de la realidad y unas reglas de uso
que aplicamos con gran soltura, pero que sólo podemos «cono
cer» mediante un costoso trabajo de reflexión y análisis. Son
saberes tácitos, plegados, implícitos, anónimos.
32
na el tiempo real con el tiempo relativo. «Acudiré en cuanto me
llames. » ¿A qué dimensión de la realidad pertenece ese «lla
mes»?4
El cambio de voz activa a voz pasiva también es un cambio
con significado: cambia la imagen verbal en que se contempla
una acción. No es lo mismo decir: «Carlos envió a María una
carta» que «La carta fue enviada a María por Carlos» . Ni si
quiera la frase «Carlos envió una carta a María» es idéntica al
primer ejemplo. En cada una de las tres variantes se subraya
un elemento. El envío, el emisor, el destinatario. 5 Los grandes
escritores conocen muy bien estos sutiles recursos del lenguaje.
33
cirlo con un tecnicismo filosófico, soy el sujeto trascendental
de mi Mundo, su creador, pues, aunque no creo la realidad (mi
mesa está ahí y la ventana y los árboles), tengo que recrearla
dentro de mí, de acuerdo con los peculiares sistemas percepti
vos de la especie humana y las peculiaridades de mi propio Yo.
Mi Mundo se parece muy poco al Mundo de esa urraca que
desde lo alto del árbol chilla y otea las cosas brillantes. Mi
Mundo se parece también muy poco al Mundo del marqués de
Sade. Me apropio de la realidad a mi manera, pero esta necesi
dad de construir mi propio Mundo personal, que es absoluta
mente inevitable, y que convierte todos los objetos entre los
que vivo en el producto de las actividades constituyentes de mi
inteligencia, no me aísla de los Mundos ajenos. El Mundo de
los demás está en el mío con una función compleja, que per
mite la constitución de un «Mundo mancomunado», comparti
do, comunicable, sobre el que resaltan las peculiaridades per
sonales.
Puesto que la forma más eficaz de comunicarme con los
Mundos ajenos, y con sus sujetos, es el lenguaje, el modo como
el lenguaje interviene en tan complejas relaciones puede dar
nos la clave para entender la constitución de ese Mundo man
comunado en el que vivimos.
Uno de los prejuicios que han estorbado más la compren
sión del lenguaje es creer que todo significado es lingüístico.
No es así. La capacidad de proferir significados es previa al len
guaje. Como he explicado en Teoría de la inteligencia creadora,
aprehendemos la realidad dando significado a los datos que
captamos por los sentidos. Esas noticias que nos llegan forman
un continuo perceptivo, un paisaje de fondo sobre el que va
mos « identificando» los perfiles de la cosas. En la vegetación
cercana organizo los distintos tonos de verde en planos superfi
ciales y profundos, que se recortan unos sobre otros. Al aislar
los e identificar un patrón perceptivo he proferido un significa
do. Ese patrón perceptivo me permitirá más tarde captar el
parecido con otras cosas, los invariantes comunes. El camino
hacia el lenguaje está abierto. El niño puede aprender a hablar
porque previamente es capaz de proferir significados. Como es
cribe Hormann, «analiza las expresiones verbales del adulto
34
por referencia a la estructura cognitiva, pero no lingüística, que
ya está dada en él». 6
El primer acercamiento a la realidad nos permite separar lo
insignificante de lo significativo, lo relevante de lo irrelevante.
Experimentar significa «hacer un viaje». Pues bien, cada uno va
construyendo su Mundo en las vueltas y revueltas de la expe
riencia. Un Mundo que puede ser impersonal o privadísimo.
Un ejemplo de lo último lo tenemos en Pessoa:
35
pectro energético entre el ultravioleta y el infrarrojo- se ha po
sado suavemente sobre la superficie de las hojas, que ha absor
bido parte de su radiación, y después de esa fugaz estancia lle
ga al fondo de mi ojo, a la retina, con su mensaje.
La luz nos trae noticias, sin duda alguna, pero esas señales
se convierten en información cuando un receptor -en este caso
el cerebro humano- les da forma (in-forma). Si nuestro sistema
visual tuviera la agudeza de un microscopio electrónico, ¿ve
ríamos árboles? No. Los animales que perciben los campos
gravitatorios deben de percibir un paisaje que no podemos
imaginar. Las noticias, datos, señales de la realidad se hacen
significativos, se convierten en información, cuando encuen
tran un receptor adecuado. No hay, pues, información sin re
ceptor. No hay, por supuesto, información sin emisor. Sin el
ojo no existe el profundo color verde del ciprés, aunque exista
la radiación luminosa. Sin el ciprés, tampoco.
No olviden que estamos hablando del lenguaje, aunque no
lo parezca. Pretendemos asistir al nacimiento de la palabra.
Continúo. ¿En qué consiste ese significado perceptivo? En una
organización de los estímulos. Es posible que el primer acto de
organización consista en distinguir una figura sobre un fondo,
la mancha sobre la pared, la nube sobre el cielo, el árbol sobre
la ladera, una melodía sobre el ruido de fondo. En el jardín, los
colores se agrupan y el verde oscuro se repliega sobre los otros
verdes oscuros del arbusto y se aleja del verde claro del arbusto
contiguo. Hay un enlazarse amistoso de unos datos con otros.
Y yo soy testigo de ese emparejamiento. Hay un proceso de
«identificación» . El bebé lo ha realizado ya cuando señala con
el dedo lo que quiere, tal vez la luna, ¡ay! Un círculo brillante
sobre el oscuro cielo, o un volumen verde que se ha embozado
en su capa aún más verde sobre sí mismo, separándose así el
ciprés del magnolia, se distinguen de todo lo demás, y el bebé
ya podrá almacenar esa forma, como una síntesis de muchas
miradas y una incitación a muchas más, en la memoria. Este
acto de aislar, unificar e identificar es el origen de los significa
dos. También de los lingüísticos.
Una vez en la memoria, este significado, esta organización
perceptiva, esa negra premura sobre el cielo, que más tarde sa-
36
bré que es una golondrina, ese palpitar inquieto, que después
empalabraré como miedo o amor o las dos cosas, realiza una
función formidable. Se convierte en «patrón de reconocimien
to » . Me va a servir para asimilar cosas que se parecen. La per
cepción de un parecido es una hazaña que roza lo incomprensi
ble. Captar lo idéntico es fácil, pero comprender que entre el
vendaval que encrespa el aire y la furia que me encrespa a mí
hay una parecida violencia y falta de control y peligrosidad es
casi imposible de explicar.
La primavera es
una niña que canta versos.
37
tendremos que admitir la existencia de un «patrón» o «esque
ma» de reconocimiento que lo haga posible. Es una lástima
que este pequeño detalle se le olvidara a Wittgenstein. A él se lo
perdono porque era un innovador, pero no disculpo a sus discí
pulos, que son protervos, es decir, insistentes en el error.
Les aconsejo que retengan la palabra esquema porque den
tro de poco entrará en escena como protagonista.
38
cacísimos que le liberan de la tiranía del estímulo . Es como si
aprendiéramos a utilizar un férreo sistema de condicionamiento
para convertirlo en un repertorio infinito de estímulos, premios
y castigos. Una sorprendente manera de liberarse del determi
nismo utilizando mecanismos deterministas . Pero ya tendremos
tiempo de hablar de ello.8
Lo que añade el lenguaje a la producción de los significados
perceptivos es la irrealidad. Nos permite manejar significados
desgajados de su origen, de la situación en que surgieron, de la
práctica que los alimentó. Puedo decir: « Hoy, el mar se ha
puesto el traje de faena.» Es una afirmación significativa pero
irreal. He unido la expresión traje de faena con la expresión
mar, a ver qué pasa. No ha sido un enunciado caprichoso. Hoy
el mar está gris, poco elocuente, y parece que su oleaje es abu
rrido y de puro compromiso. La olas no tienen el jolgorio ale
gre de otros días, sino la precisión y monotonía de una cadena
de montaje. Esta mañana el mar fabrica olas como podría fa
bricar tornillos. Encuentro poca diferencia entre Neptuno y
Ford.
Tropezamos aquí con una paradójica característica de la in
teligencia humana: manejamos la realidad mediante irrealida
des. Resulta que proporcionamos ideas a la realidad, la asimi
lamos mediante conceptos, comerciamos con ella utilizando
palabras, signos, símbolos . Inventamos verdades . (No crean
que es una errata. Al enunciar una proposición damos a la rea
lidad la oportunidad de convertirse en corroboradora de verda
des, oficio que ella sola no podría ejercer sin la intervención de
la inteligencia humana. ) Expresamos las cosas diciéndolas
como ellas nunca soñaron ser dichas. Gracias a esas irrealida
des podemos acometer empresas realísimas. Antes de ser real,
la catedral de Florencia fue una realidad pensada, una irreali
dad que guió la mano hábil que dibujó la línea sabia que luego
dirigió el martillear de los canteros. Brunelleschi dibujó la cú
pula, pero, para poder hacer real la posibilidad pensada, dibujó
también las máquinas que hicieron posible la construcción de
la cúpula, y que son unas preciosas muestras de arte racionalis
ta. Así, de irrealidad en irrealidad, llegamos a la realidad, tras
recorrer un largo itinerario de ideas, esbozos, dibujos, tanteos,
39
planos, proyectos, maldiciones y aplausos. Al final, la acción
nos inserta irremisiblemente en lo real.
En fin, que la inteligencia humana conoce la realidad e in
venta posibilidades gestando y gestionando la irrealidad. Y que
la gran herramienta para hacerlo es el lenguaje.
40
irónica explicación que Valéry da de la inspiracion poética. Un
poema que ha necesitado tres meses de tanteos, de despoja
mientos, de rectificaciones, de rechazos, de azar, es leído en
tres minutos por otro individuo. « É ste reconstruye, como causa
de este discurso, a un autor tal que sea capaz de hablar así, es
decir, a un autor imposible. Se llama Musa a ese autor.»
Cuando las realidades que tienen una génesis larga se estu
dian estructuralmente, sincrónicamente, prescindiendo de su
genealogía, se hacen opacas e incomprensibles. Así funcionan
todas las mitologías, incluidas las mitologías lingüísticas. El
lenguaje fue una larguísima creación social . La necesidad de
colaborar debió de presionar para que un ser con capacidad
de detener el tirón del estímulo comenzase a crear estímulos
artificiales -las palabras- para dirigir los impulsos propios y
ajenos.
En un momento de su evolución, el hombre aprendió a decir
no al estímulo. Inhibió una respuesta ordenada en él desde ha
cía milenios. No sabemos cómo sucedió, pero no me resisto a
imaginarlo, advirtiendo al lector que debe tomar este párrafo
como un ejercicio literario y no como una exposición científica.
Nuestro antepasado de frente huidiza y largos brazos caza el bi
sonte en el páramo. Atraviesa corriendo un paisaje de olores y
pistas. Arrastrado por el rastro, salta, corre, gira la cabeza, ex
plora, husmea. La presa es la luz al fondo de un túnel. Sólo exis
te esa atracción feroz y una sumisión sonámbula. Sólo sabe que
la ansiedad se aplaca al seguir aquella dirección. No caza, se
desahoga. No persigue un bisonte: corre por unos corredores
visuales y olfativos que le excitan. Las huellas le empujan. Los
signos disparan los movimientos de sus piernas, con el certero
automatismo con el que alteran los latidos de su corazón. No
hay nada que pensar, porque aún no piensa. Su cerebro calcula
y le impulsa. Está sujeto a la tiranía del «Si A . . . , entonces B » . La
secuencia If-then tan usada por los informáticos. Si ve la oscura
figura del animal en la entreluz de la maleza, corre sesgado
(para cortarle el paso). Si está muy cerca, aúlla (para atraer a
sus compañeros de horda) . Si el estímulo afloja su rienda, se de
tiene, se agita, gira a su alrededor (para uncirse otra vez a la
rienda y, atado a ella, proseguir de nuevo su carrera). No cono-
41
ce ninguno de los paréntesis. Como el sonámbulo guía sus pa
sos y elude los obstáculos sin tener conciencia de ello, así nues
tro antepasado se deslizó durante siglos por las cárcavas inhós
pitas de la prehistoria.
La transfiguración ocurrió un misterioso día cuando al ver
el rastro detuvo su carrera en vez de acelerarla y miró la huella.
Aguantó impávido el empujón del estímulo. Y, de una vez para
siempre, se liberó de su tiránico dinamismo. Aquellos dibujos
en la arena eran y no eran el bisonte. Había aparecido el signo,
el gran intermediario. Y el hombre pudo contemplar aquel ves
tigio sin correr. Bruscamente era capaz de pensar el bisonte
aunque ni en sus ojos, ni en su olfato, ni en sus oídos, ni en su
deseo estuviera presente ningún bisonte . Podía poseer el bison
te sin haberlo cazado. Y, además, indicárselo a sus compañe
ros. Debió de ser fascinante el descubrimiento de la representa
ción. Cuando visito cuevas prehistóricas, por ejemplo las de
Puente Viesgo, y veo en las paredes las huellas de manos repeti
das, me imagino la sorpresa, la inquietud, el asombro de nues
tros antepasados al comprobar que en la roca quedaba la for
ma de una mano sin mano.
Esta descripción fantástica no es arbitraria. Está inspirada
en los relatos que nos cuentan la educación de los niños sordo
mudos-ciegos. Las biografías de Marie Heurtin o Hellen Ke
ller, por citar las más conocidas, son relatos patéticos y mara
villosos. En ellos asistimos al momento glorioso en que unas
subjetividades encadenadas, sometidas a impulsos espasmódi
cos, agitadas por sentimientos y experiencias no controlados,
viviendo sin progreso, sin inteligencia, sin esperanza, son capa
ces de comprender un signo. Más aún, son capaces de proferir
lo. Algo que hacen ellos puede dominar lo absolutamente leja
no. La realidad deja de ser una barahúnda de estímulos y el yo
un torbellino de sentimientos. Una fértil calma se apodera de
los niños, que de repente, con una rapidez emocionante, se des
cubren sujetos activos, dueños de sí mismos, capaces de susci
tar, controlar y dirigir sus ocurrencias: inteligentes. Y todo al
mismo tiempo, como si un nuevo régimen se hubiera instaura
do en su vida. Y lo asombroso es que a partir de ese momento
aprenden con suma rapidez. Sucede como si hubieran tomado
42
posesión del control del comportamiento por un veloz golpe de
mano. En los capítulos siguientes les daré una posible explica
ción de este fenómeno.
Bronowski ha señalado que el rasgo central y configurador
en la evolución del lenguaje humano es la posibilidad de inter
calar una demora entre la percepción de una señal que llega y
la emisión de una respuesta verbal o no verbal. Está contando
la historia del bisonte de manera más sobria. Esta demora re
sulta posible y a la vez hace posible: 1 ) una paulatina separa
ción de la « carga» afectiva de una comunicación respecto a su
contenido informativo; 2) la prolongación de la referencia, esto
es, la capacidad de referirse también a cosas pasadas y futuras;
3) la interiorización del hablar (Vigotsky), de manera que el
lenguaje puede convertirse también en un instrumento de la re
flexion; y 4) la capacidad de separar y reunir comunicaciones
mediante análisis y síntesis.9
Sin esa capacidad de inhibir las respuestas, comprando así
espacio y tiempo para tomar la iniciativa, continuaríamos sien
do monos acelerados.
43
Al cabo de ·pocos años, el lenguaje del niño y del adulto son
homogéneos. ¿ Qué ha ocurrido en el intervalo? Ha habido un
proceso de corrección mediante el cual el niño ha percibido los
caracteres constantes. Si el lenguaje fuera tan sólo expresivo,
seria heterogéneo. No habria que buscar la homogeneidad. Pero
el lenguaje tiene una función comunicativa, y para comunicarse
con sus familiares y amigos el niño necesita entender y hacerse
entender, y esto le hace tomar conciencia de las incorrecciones
que comete. Y para poder comunicarse mejor las corrige, ayu
dado por su gran capacidad para reconocer patrones invarian
tes. Como escribió Bréal: «La meta del lenguaje es ser compren
dido. El niño, durante meses, ejercita su lengua para proferir
vocales y articular consonantes. ¡Cuántos fracasos antes de pro
nunciar una sílaba con claridad! Las innovaciones gramaticales
ocurren de la misma manera, con la diferencia de que en ellas
colabora todo un pueblo. ¡Cuántas construcciones torpes, inco
rrectas, oscuras, antes de encontrar la que será, si no la expre
sión adecuada, al menos la expresión suficiente del pensamien
to ! » Schlesinger llama asimilación semántica al proceso por el
que el niño ajusta sus propias categorías a las categorias de los
adultos. Y Husserl hablaba de la correccion recíproca que se es
tablece entre los distintos sujetos y que posibilita la coherencia
entre los diferentes mundos personales.
Esta interacción es la que configura el lenguaje como reali
dad mancomunada . ¿Donde está el lenguaje?, podriamos pre
guntarnos. Es una superficialidad decir que está en el dicciona
rio y las gramáticas. Lo que hay en los libros es tan sólo un
conjunto de significantes que el lector puede descifrar si sabe
hacerlo. Un significante lingüístico siempre está haciendo refe
rencia a una inteligencia que lo convierte en signo.
El lenguaje existe en la memoria de los miembros de un
grupo, de la misma manera que los usos, las costumbres, las
creencias, las modas. A eso llamo existencia mancomunada.
Posee lo que Ortega llamarla una «vigencia colectiva» . Cada su
jeto necesita contar -y cuenta de hecho- con el resto de hablan
tes de su grupo, con los que establece una circulación lingüísti
ca continua. El lenguaje va y viene, circula, y en ese estado
dinámico cobra una estabilidad flotante. Todo el sistema se au-
44
torregula mediante la interacción comunicativa y los mecanis
mos de feedback . La expresión y la comprensión son las dos
grandes limas que van igualando los perfiles de las palabras.
El significado lingüístico se encuentra en el campo de in
fluencia de dos procesos dispares: uno que lleva a la homoge
neidad y otro a la variación. Sin aquélla, no serviría para comu
nicarse. Sin ésta sería un instrumento demasiado pobre para
expresarse. Los fenómenos provocados por los dos procesos
son los siguientes:
HOMOGENEIZACIÓN VARIACIÓN
45
quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le
han dejado caer unas fílulas de cariconcia. Y sin embargo era
apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordula
ba los hurgalios, consintiendo en que aproximara suavemente
sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucor
dio los encrestoriaba, los extrayustaba y paramovía, de pronto
era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jade
hollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpas
mo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé ! ¡Evohé ! Volposa
dos en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y
márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo
se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendi
das gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el
límite de las gunfias.
46
tico y plástico, afectivo e informativo. Por ahora me serviré de
Borges para explicarlo:
47
mado por aluvión, tienen contenidos que no han sido someti
dos a crítica y que pueden ser contradictorios. Sospecho que
muchas incomprensiones, y más de un conflicto psicológico,
están provocados porque el concepto vivido designado por una
palabra engloba rasgos contradictorios. Duo si idem dicunt,
non est idem, decía un antiguo proverbio. Si dos dicen lo mis
mo . . . , pues no es lo mismo. Cuando comencé a dar clase de éti
ca a chicos jóvenes, me llamó la atención la resistencia que
oponían a la palabra perfección. Consideraban que algo perfec
to no podía ser bueno. Un conocido político dijo por aquellas
fechas que «la perfección era fascista» . Pensaba lo mismo que
mis alumnos. Entre los predicados vividos de la palabra perfec
ción se encontraba, por ejemplo, la connotación de terminado,
acabado, muerto, la apelación a un criterio definitivo, dictato
rial, dogmático, engreído. Nada vivo puede ser perfecto. Nada
democrático, al parecer, podía ser perfecto. Esta contradicción
vivida y no conocida daba equivocidad a la palabra.
Hay un ejemplo que me interesa mucho. La palabra espon
táneo. ¿ Cuándo utilizamos la palabra? ¿Qué es un comporta
miento espontáneo? Por de pronto, significa una conducta no
deliberada. «Me salió espontáneamente» , decimos. No llama
mos espontáneo a un acto meditado, voluntariamente dirigido,
sino al que sale naturalmente de nosotros. Esto resulta sor
prendente si caemos en la cuenta de que espontáneo significa,
precisamente, «Voluntario » . El castellano aceptó este vocablo,
en el siglo XVI, como adaptación del término latino sponte, que
significa «voluntariamente » . En la actualidad, y no sólo en es
pañol, ha pasado a significar lo contrario. ¿Por qué ha ocurrido
este deslizamiento semántico? ¿Qué inconsciente organización
semántica básica lo ha motivado?
Sospecho que se ha debido a una identificacion de tres tér
minos: espontaneidad, naturalidad y libertad. Las tres palabras
se han convertido en sinónimos. Dicho así, parece aceptable y
sin trascendencia, pero no lo es tanto si consideramos que vo
luntario pasa a ser un antónimo de todas ellas, y lo mismo le
sucede a deliberado . Lo natural , lo espontáneo, lo libre, se opo
ne a lo voluntario y lo deliberado. Al mismo tiempo, se introdu
ce como sinónimo de espontáneo lo instintivo mientras se des-
48
tierra lo reflexivo al campo de los antónimos. La separación de
los bloques se ha consumado. A una orilla están los buenos: lo
natural, espontáneo, instintivo y libre. En la otra, lo voluntario,
reflexivo, deliberado, que encaman el papel de villanos. Lo vo
luntario resulta sospechoso, y sólo lo instintivo merece la pre
sunción de inocencia. Hemos descubierto al parecer la «liber
tad sin voluntad » , lo que es gran maravilla.
¿Cómo están organizados esos conceptos vividos ? Forman
un léxico mental, riquísimo y activo, en nuestra memoria. La
introducción a un «diccionario de los sentimientos» nos ha lle
vado a remontamos más allá de esos léxicos académicamente
construidos para buscar su antecedente vivo, fluido y palpitan
te: el diccionario mental.
49
II. EL DICCIONARIO MENTAL
50
tivo. En cambio, el animal se entrega a la realidad, a la profun
didad, brillantez y misterio de lo abierto. Y así, mientras los
hombres nos ahogamos en nuestras interpretaciones, el animal
tiene:
51
entremezcla a veces sus caminos. Covarrubias define amarillo
como « el color que quiere imitar al oro amortiguado» . María
Moliner, tres siglos más tarde, recoge una definición menos
poética y tal vez menos lingüística: «Se aplica al color que está
en el tercer lugar del espectro solar. » Este lenguaje ideal, así
definido, es una construcción útil pero artificial.
Hay, pues, tres niveles semánticos, tres avatares, encarna
ciones, apariciones, epifanías del significado: el privado, el
mancomunado, el idealizado. Pero aún hay que precisar más.
Todos ellos son significados aislados, parcialmente fuera de
contexto, por eso podemos aplicarlos en casos muy diferentes.
Entonces, cuando ese significado lo contraemos en una frase,
la palabra arrastra tras de sí como una cohorte mágica el signi
ficado ideal, el mancomunado, el privado, aunque en orden di
verso según la ocasión.
Les pondré un ejemplo. El significado de la palabra alimaña
según el diccionario es: « Palabra despectiva que designa a los
animales que causan perjuicio al hombre, sobre todo porque
hacen daño al ganado o a la caza menor.» Este concepto ideali
zado es puramente lingüístico, sin contaminación posible de
conocimiento científico, ya que es despectivo y la ciencia no
desprecia nunca.
El concepto mancomunado de alimaña incluye el matiz des
pectivo y añade los prototipos de esa categoría propios de la si
tuación. En un lugar serán los zorros, en otro las ratas, en otro
los lobos. En fin, lo que el alimañero del lugar cace.
Por su parte, San Francisco de Asís tenía un concepto muy
peculiar, privado, inimitable, de las alimañas. Las consideraba
hermanas suyas, como en el caso del lobo de Gubio, y hablaba
con ellas como si conociera los hondones de sus almas de ali
mañas.
É stos son los tres niveles semánticos, pero leo en un perió
dico: « "Es una alimaña y hay que matarle" , dijo el padre de la
víctima. » Aquí entendemos que se trata de un uso metafórico.
Se refiere a un violador que se ha comportado como una bes
tia, y al aplicarle a un hombre una palabra que es ya despre
ciativa dirigida a los animales, el insulto adquiere una nueva
contundencia. Al uso concreto, en una situación determinada,
52
dentro de una frase precisa, podemos llamarlo sentido de la
palabra. Preguntamos: « ¿En qué sentido empleas esa pala
bra?» Los significados se convierten en sentidos al incluirse
en un contexto.
Así pues, a partir de los tres niveles de significado (privado,
mancomunado e ideal) construimos los «sentidos» concretos.
Citaré un poema de Benedetti:
53
tiendan. Si les pidiera que me definiesen su significado les pon
dria en un aprieto. Comenzarian a pensar en ejemplos: repre
sentación teatral, representante, actuar en representación de.
Llegarían a la conclusión de que al pensar en la palabra repre
sentación piensan en una presencia sustitutoria, simbólica, y
con eso nos basta para seguir el argumento.
¿Y qué sucede con los conceptos vividos mancomunados?
Pues que también han consolidado un núcleo, muchas veces
fluido, pero que permite entenderse. He estudiado una palabra
usada frecuentemente con una significación que no está aún le
gitimada en el diccionario. Me refiero a « Cutre » . Realicé una
encuesta entre alumnos de l .º y de 3 . º de BUP en el Instituto de
La Cabrera. Y también, mediante un anuncio en la prensa, pedí
la colaboración de los lectores.
La encuesta a los estudiantes proporcionó unos rasgos bas
tante estables. En primer lugar, se considera una palabra pe
yorativa, rondando el insulto y con connotaciones de «desa
gradable » , « sucio» , « feo » , « pobre » , « descuidado» . Respecto de
las personas, se añaden otras calificaciones, como «aburrida» ,
«tonta» , etc.
Se daba gran unanimidad al interpretar la frase « Eres un cu
tre » . La consideraban sinónima de «Siempre estás pidiendo» ,
« Eres un gorrón, u n ambicioso (confundiendo esta palabra con
codioso o avaricioso), avaro, miserable, agarrado » . Pusieron
los siguientes ejemplos: « Cuando a alguien le pides un trozo de
pan y te da una migaja»; «alguien tacaño que no da ni un
duro » ; «qué cutre eres , ¿por qué no me das un caramelo? » ; «lo
quiere todo para él, sin prestar nada a nadie » . También utilizan
la palabra « cutre» para calificar lugares (un barrio muy cutre),
objetos (citan varias veces un coche cutre) y vestidos (¡vaya
chupa más cutre ! ) . Aparece con insistencia una expresión que
me llama la atención: « ¡ Qué vida tan cutre ! »
El universo semántico d e «cutre» , e s decir, todas las pala
bras que han aparecido en las encuestas, es: desagradable,
egoísta, deprimente, feo, roto, sucio, avaricioso, roñoso, gorrón,
malo, pasado de moda, tonto, aburrido, que no gusta, triste,
gris, ambicioso, desastroso, viejo, usado, pequeño, mal cuidado,
estropeado, anticuado, asqueroso, oscuro, tacaño, ruinoso, des-
54
preciable, gitano, porqueria, pobretón, agarrado, horrible, de
mala calidad.
En la encuesta general, las definiciones, dadas por escrito,
eran más elaboradas: « Cutre es lo sórdido sin llegar a la mise
ria. Estéticamente, cutre es lo sin brillo, sin estilo, pobretón,
chato, falto de ideas. » « Cutre es una imperfección (deliberada o
no) en un evento/lugar o cosa material. En cambio, lo hortera
es una imitación con aire de solemnidad. Lo cutre es llevado
conscientemente y lo hortera no. Una cafetería sucia es cutre.
Si esa misma cafeteria aspirase a ser estilo americano, sería
hortera, porque queda en un quiero y no puedo. » « Miserable
(cuartucho, cuchitril) . Antónimo de hortera. Estética opuesta a
la oficial. » «Cutre huele mal, cuchitril, tugurio, sorprende/im
presiona. Es difícil de olvidar. Amarga la fiesta. Domingo, el
día más cutre de la semana. Lo cutre es lo sordido. » «Tacaño,
pobre, escaso, poco espléndido. » «Parecido con catre . » «Astro
so, miserable, mugriento, con recochineo en lo más degradado.
Tiene connotaciones de estética urbana, marginal y dura. Lo
punk y lo cutre van muchas veces emparentados, pues lo punk
sería una sublimación estética del feísmo cutre. Es opuesto a
hortera, pues el hortera es el antiguo cateto o huertano que lle
ga a la ciudad. Hortera es light, cutre es hard. Opuesto a cutre y
hortera, existe lo dandy. » «En mi juventud (años treinta en Va
lladolid) llamábamos cutre a una tiendecita muy pequeña, mal
iluminada, por eso asocio la idea a una especie de pobreza mal
cuidada, a una casi suciedad, a una idea de pobretería. »
El diccionario de la RAE lo recoge con el significado de ta
caño, y da como sinónimos cicatero, mezquino, miserable,
ruin, sórdido, roña, roñoso, andrajoso y viejo.
Lo que defiendo es que por debajo de los usos hay una re
presentación semántica básica, que permite entenderse, con un
núcleo firme y márgenes borrosos. 2 Esa representación básica
estaría por debajo de aparentes dislates lingüísticos y de las
ambigüedades no explicables. Les pondré un ejemplo. Los se
mánticos anglófonos han estudiado los significados de la pala
bra bachelor, que significa «graduado del primer nivel, paje de
un caballero, varón adulto no casado y foca que no copula du
rante el celo» . Jakobson ha sugerido la posibilidad de que un
SS
único núcleo semántico profundo constituya la base de la apa
rente equivocidad de bachelor. Se trata de cuatro casos en los
que el sujeto no ha llegado a la conclusión de su currículo, ya
sea social o biológico. É sa sería la representacion semántica bá
sica de bachelor.
Sigamos con cutre . Hay una experiencia del hablante que ha
oído, empleado, corregido esa palabra de manera informal y
que está bastante de acuerdo con las ocasiones de usarla. El su
jeto percibe una serie de datos (suciedad, descuido, mezquin
dad, ramplonería), pero en cutre los organiza de una manera
especial. Lo sucio, en abstracto, produce repugnancia. No ocu
rre lo mismo con lo cutre porque, como hemos visto en la en
cuesta, puede resultar una característica apreciada, ya que tie
ne un componente estilístico importante. Cutre es la suciedad
que se puede aceptar, de la misma manera que el feísmo es la
estética de lo feo. En este desdoblamiento de la mirada, por el
que lo feo, permaneciendo feo, puede percibirse como atracti
vo, está posiblemente la peculiaridad semántica de cutre. Se
trata de una experiencia sentimental que integra muchos datos
en una configuración nueva.
É ste es el tipo de semántica psicológica, vivida, que me pare
ce interesante explorar. Es evidente que mantener el significa
do con estos grados de variabilidad puede producir problemas
de comprensión, por lo que la lingüística, la lexicografía, como
las demás ciencias, tienden a ir sustituyendo los conceptos vivi
dos por conceptos ideales, bien definidos, precisos. Pero ese len
guaje ideal es una construcción secundaria y artificial.
La raíz del lenguaje es la vida, con su embarullada tenaci
dad.
56
terés, vitalidad, costumbrismo, desenfado y arbitrariedad. Han
sustituido los conceptos vividos por conceptos idealizados. En
el Nuevo diccionario de la lengua castellana ( 1 860), publica
do en París por «una sociedad literaria» , leemos la siguiente
definición de pudor: « El honor de la mujer, por cierto colocado
en muy resbaladizo y vidrioso declive, en harto periculosa pen
diente, y ocasionada a insubsanable fracaso. » Ningún lexicó
grafo moderno aceptaría una definición así, afortunadamente.
Al elaborar nuestro Diccionario de los sentimientos hemos
utilizado sistemáticamente, como una de nuestras fuentes más
divertidas, el Diccionario nacional o gran diccionario clásico de
la lengua española, de Ramón Joaquín Domínguez, publicado
en Madrid, en 1 846/4 7, obra de la que se hicieron diecisiete edi
ciones en los cuarenta años siguientes. El autor nos cuenta su
diccionario mental, exponiendo sus preferencias y tirrias. To
maré como ejemplo la definicion de la palabra « don » :
57
artículo Dominación escribe: « ¿Cuándo se acabará en España
la dominacion del sable?» Para muestra de su talante, valga la
definición de Revolucionario como « el partido de las reformas
liberales que exige el progreso de la civilización y las luces, la
marcha del siglo y de las cosas» . Tiene razón Manuel Seco al
comentar: « ¿No podríamos decir con toda verdad que Domín
guez fue el lexicógrafo que murió luchando por sus propias de
finiciones. » Sin duda alguna: murió luchando por su propio
Mundo.3
Estos diccionarios se han quedado, claro está, anticuados y
desprestigiados. Los actuales intentan formalizar el lenguaje,
subrayar los aspectos estructurales del léxico, definir las pala
bras según patrones muy estrictos y utilizando el menor núme
ro de vocablos posible. Por ejemplo, el Longman emplea sólo
2 . 000 palabras para definir 55.000.
A los que estamos fascinados por la selva del lenguaje, sin
embargo, lo que nos interesa es asistir al paso desde la expe
riencia hasta el significado, del significado a los conceptos vivi
dos mancomunados, y de éstos a los conceptos idealizados del
diccionario. Es la gran parada del idioma, el desfile festivo. La
exaltación del sol, del mar, la minuciosidad de los arbustos, el
vértigo del abismo o del amor se va ahilando hasta aparecer en
una frase. Nos interesa -y lo hemos intentado en esta obra- ela
borar un « diccionario cognitivo » . Hemos pretendido, en una
primera fase, ver cómo es el mundo sentimental que está por
debajo del despliegue léxico de nuestro diccionario. Después ,
comprobar si esa representación básica era exclusiva de nues
tra lengua o universal. Así que hemos estado saltando conti
nuamente de la experiencia al léxico, en un brinco de ida y
vuelta.
Me apropio la idea de Van Ginneken: «La semántica es la
parte de la lingüística que trata de aclarar sistemáticamente la
historia de las palabras, de ordenar y clasificar su desarrollo,
pretendiendo no sólo descubrir sus profundas causas psicológi
cas y sociales, sino también compararlas entre sí, para traer a
la luz las leyes semánticas válidas en general. Pero, como las
palabras no pueden existir ni desarrollarse más que a través de
la psicología de los hombres y de su vida social, esas leyes se-
58
rán psicológicas y sociopsicológicas . » Ya en 1 897, Bréal había
defendido la necesidad de estos estudios: «La lingüística» , es
cribía, «habla al hombre de sí mismo . Le muestra cómo ha
construido y perfeccionado, a través de obstáculos de toda na
turaleza y a pesar de inevitables rodeos, incluso de retrocesos
momentáneos, el más necesario instrumento de la civilización.
Sólo la historia puede dar a las palabras el grado de precisión
del que tenemos necesidad para comprenderlas. »
No se trata, sin embargo, de hacer un diccionario histórico,
sino un diccionario genealógico. La genealogía hace referencia
al paso desde la experiencia a la palabra. Situar el lenguaje
dentro de un marco teórico fuerte, estudiarlo a partir de una
teoría de la inteligencia, nos permite comprender más profun
damente sus funciones, poderes y limitaciones. Por su parte, el
análisis del lenguaje nos enseña muchas cosas acerca de cómo
construimos el Mundo de la vida. Nos muestra las preferencias,
los intereses, la evaluación, las relaciones, el sistema de nor
mas, las costumbres de una sociedad. « El idioma de un pueblo
nos da su vocabulario, y su vocabulario es una Biblia bastante
fiel de todos los conocimientos de ese pueblo; sólo por la com
paración del vocabulario de una nación en épocas distintas nos
formaremos una idea de su progreso » , escribió Diderot, en el
artículo «Encyclopédie» de la Encyclopédie.
Volveré a la palabra cutre . La semántica genealógica debe
poder explicar el paso desde el significado primitivo hasta el
uso actual. Tacaño, que era el significado original de la pala
bra, es el que ahorra en exceso, no el pobre. Es el que tiene,
pero no quiere dar ni gastar. Si va mugriento, raído, con ropas
viejas, no es por necesidad sino como consecuencia de su vicio.
Es la miseria incluida en un contexto deliberado, consentida y
buscada. Las hambrunas africanas no son cutres, son terribles.
A un poblado miserable, de una pobreza absoluta, no lo llama
ríamos cutre hasta no ver a las mujeres leyendo el Hola , o a los
hombres con un anillo gordo en un dedo meñique con la uña
sucia. No lavarse es, simplemente, sucio. No lavarse pero darse
desodorante es, en el común sentir de las encuestas, cutre.
En el fondo de la teoría del lenguaje que propongo yace la
idea de que nuestro comportamiento lingüístico está dirigido
59
desde la profundidad de los tiempos por motivos ya olvidados.
De uno de mis maestros en lingüística, Pierre Guiraud, aprendí
que todo lo que sucede en el lenguaje tiene un motivo, aunque
a veces lejano, oculto y sorprendente. La necesidad de evitar
equívocos, de refinar la comunicación, de presumir, de conven
cer, de simplificar fue creando variaciones, modos, formas lin
güísticas que hoy nos parecen triviales aunque en su día fueron
creaciones grandiosas de autores anónimos. Aun así, la ambi
güedad permanece a veces de manera muy incómoda, como en
la siguiente expresión: «Anoche Juan hizo el amor a su mujer.
Carlos también. »
Por ejemplo, los especialistas en indoeuropeo han estudiado
la aparición simultánea de la oposición animado/inanimado
y la oposición nominativo/acusativo . A primera vista parece
que ambos acontecimientos no están relacionados. Distinguir
lo vivo de lo inerte es una distinción semántica. Distinguir el
acusativo del nominativo es una distinción gramatical. A pesar
de ello, todo hace pensar que ambos acontecimientos están re
lacionados, y eso es lo que me gustaría contar al lector para
contagiarle mi sorpresa.
Resulta que en épocas muy antiguas los nombres aparecían
en las frases sin desinencias, pura raíz, en cueros, vamos. Su
función -si eran sujeto (nominativo) o complemento (acusati
vo)- se deducía del orden de la frase. Esto debió de provocar
confusiones. « Sigue él ella» podía resultar una frase equívoca.
¿Quién seguía a quién? ¿Quién era el sujeto de la acción de se
guir? En un principio la confusión sólo podía darse dentro de
los nombres llamados «animados » , ya que eran los únicos ca
paces de actuar y de ser sujetos de las acciones. Una piedra no
podía mover nada. Los objetos inanimados eran siempre com
plementos. Las piedras eran siempre movidas. No tenía sentido
decir que una piedra hacía algo. Entonces, era lógico que la
marca del acusativo, su desinencia por ejemplo, que servía
para distinguir la función de sujeto de la función de comple
mento, que nos indicaba quién seguía a quién, se añadiera, en
primer lugar, a los seres animados, para distinguir con claridad
sus dos funciones en la frase .4
Desde una perspectiva genealógica la humanidad aparece
60
como una minuciosa y tenaz trabajadora que perfila, corrige,
perfecciona sus instrumentos lingüísticos. Se las ingenia para
introducir mucha información en la palabra, para facilitar la
comprensión y evitar los equívocos, inventa marcadores de gé
nero, de número, de persona. A mí me resulta una historia con
movedora y apasionante.
61
nado el utillaje necesario para expresar con más exactitud los
matices del temor. Como traducción aproximada, aunque no
exacta, de yi'ra, «temor», el comentarista propone « servicio» ,
entendido del que se presta de buena voluntad; o «respeto » , que
se muestra en la obediencia a la autoridad; o mejor « acatamien
to » , que incluye en su concepto las dos ideas de respeto y servi
cio, que la expresión hebrea expresaba inseparablemente.5
En castellano, por poner un ejemplo fácil , el léxico de la
tristeza se ha ido ampliando, aumentando en precision analíti
ca o en variedad estilística. El abatimiento aparece en 1 460, la
congoja en 1465, la consternación a mediados del xvn , la depre
sión, en 1 5 80, el desconsuelo hacia 1 520, la melancolía, palabra
de origen griego, cambia su significado parcialmente en el siglo
XVII, morriña es documentada por primera vez en 1 726, murria
en 1 6 1 1 , y, como tristezas recientísimas, aparecen nostalgia en
1 82 5 (en francés, en 1 759) y añoranza en 1 89 5 .
62
contrario, lo que llamaba electrón en 1 934 no tenía trayecto
ria. ¿Son entonces términos equívocos? Ningún científico lo
diría: un mismo interés temático une los dos significados de
electrón.
Explicaré con otro ejemplo esta permanencia de un proyec
to semántico que cambia, sin embargo, de contenido. Encuen
tro a un amigo y, recordando conversaciones de años anterio
res, le pregunto: « ¿Construiste por fin el bloque de viviendas en
Madrid? » Me responde: « Sí, pero acabó siendo un bloque de
oficinas en Barcelona. » Por un deseo de precisión le objeto: «Si
no fueron viviendas y no fueron en Madrid, no es el proyecto a
que me refiero. Es otro.» «No, es el mismo. Efectivamente pro
yecté un bloque de viviendas. Luego pensé reservar una planta
para oficinas. Me gustó la idea y resolví dedicar todo el bloque
a oficinas, pero, una vez tomada la decisión, pensé que Madrid
no era el sitio ideal y lo construí en Barcelona. » ¿Quién tenía
razón, mi amigo o yo?
63
estampillas heredaron la función que tenían los antiguos sellos
nobiliarios.
Un caso distinto lo proporciona la palabra melancolía, en
cuya historia hay un cambio en el contenido, es decir, un desli
zamiento interno. Etimológicamente designa la locura furiosa
provocada por la bilis negra (melanós jolé) , de la que habla el
Corpus hipocrático . Se mantuvo así durante muchos siglos has
ta que en el barroco la melancolía se puso de moda, deja de
usarse como término médico y se convierte en una tristeza ele
gante. Con el romanticismo pasa a ser un dulce malestar. « Me
lancolía es la dicha de ser desdichado» , escribió Victor Rugo.
Paralelamente aparece la palabra spleen, que significa una tris
teza dandy y poco trágica, y tiene también orígenes médicos.
Procede de esplenós, que significa « bazo ,, .6
A veces se toma una parte del significado como si fuera el
todo, con lo que se producen divertidas contradicciones. En
este momento se usa en castellano la expresión «en lo más álgi
do de la discusión» , queriendo designar la situación más acalo
rada. Sin embargo, álgido significa «el momento más frío » . En
tre ambos significados lo único común es el «más » . O sea que
lo que se acaba diciendo con el uso actual de esta palabra es
« en el momento más discutido de la discusión» .
Otro ejemplo parecido y curioso. Las palabras francesas
point, pas, personne tienen ahora un significado negativo que
no tenían en su origen, cuando significaban «punto» , «paso» y
«persona» . Pero su frecuente uso en frases negativas (Il n 'avait
personne) , ha vaciado su sentido con la poderosa presencia de
la negación. Esto resulta todavía más claro en rien. Rien deriva
del latin rem , cosa. En francés antiguo se decía «la rien (cosa)
que más amo en el mundo» . En la actualidad ha perdido todo
vestigio de significado positivo.
Estas aventuras convierten muchas veces la lexicografía en
una comedia de las equivocaciones, lo que puede resultar de
masiado tentador para cualquier cronista como yo. El cerrojo
se llamó en latín veruculum , que dio en español antiguo berro
jo; pero esta palabra nada decía a la comprensión popular.
Como el instrumento servía para « cerrar» , a esta voz se remitió
por falsa etimología la insignificativa palabra berrojo , que así se
64
llenó de significado: cerrojo, «lo que sirve para cerrar» . Blondo,
por ejemplo, significa «rubio» ; pero en la mente de Meléndez
Valdés se asoció a blando y onda , pasando a significar «ondula
do y suave» , como en el siguiente ripio:
Tu vellón nevado
de ricitos lleno
cual de blonda seda,
cuidadoso peino.7
65
tivesca. ¿Cómo podemos introducirnos en las honduras de
nuestra memoria? Elaborando hipótesis a partir de fenómenos
observables. Lo que experimentamos nos permite adivinar lo
que no experimentamos. Por ejemplo, el estudio de nuestras
equivocaciones, de los lapsus o errores lingüísticos que comete
mos, permite afirmar que nuestro léxico mental está parcial
mente organizado a partir de los sonidos iniciales de las pala
bras, pero no de una manera estrictamente alfabética. Cuando
confundimos una palabra con otra puede ser porque el comien
zo sea parecido, pero también porque los acentos, las vocales
intermedias o el final lo sean. Además, las confusiones se dan
más por el significado que por el sonido, lo que demuestra que
nuestro léxico mental está más complejamente organizado que
los diccionarios.
Pero, sobre todo, es mucho más amplio. Contiene mucha
más información sobre cada palabra, es decir, el concepto vivi
do es mucho más amplio y complejo que cualquier entrada lé
xica de un diccionario. Como señala Jean Aitchison, « no existe
límite conocido para la información detallada que puede ser
asociada con un ítem léxico» . Esto es muy notable. ¿Es verdad
que cada palabra es un cabo de hilo a partir del cual se puede
sacar el ovillo completo del Mundo? La nube es esa forma es
quiva que veo, atravesando el cielo como un rebaño, un drome
dario, un platillo volador, pero es también la condensación de
vapor de agua, la señal de la lluvia o de la tormenta, la que pro
porciona sombra, una lesión en un ojo, la sutil blancura dejada
en el té por un chorrito de leche. Para los mayas, que creían
que unas serpientes salidas de las montañas subían el agua a
las nubes, eran gigantescas vasijas. Sí, creo que podría dar la
vuelta al mundo en un vocablo.
El diccionario mental forma una red lingüística que subra
ya y enlaza nuestra representación mental del Mundo. Introdu
ce orden en la barahúnda de nuestras imágenes. Nos ayuda a
crear trampolines semánticos, mediante los cuales saltamos de
un significado a otro. En esta conexión universal cada palabra
activa un pequeño campo -el significado-, pero el resto de la
memoria está presente como sonido de fondo, como referencia
básica. Si leo el poema de Aleixandre:
66
Una pajarita de papel sobre el pecho
viene a decirnos que el tiempo de los besos ha llegado
67
chaka . . . Natachakita. . . Tachka, pisada . . . Na-Tachka . . . desfilar,
¿por qué? Ah, los húsares, los húsares y sus mostachos . . . Los
húsares van por Vitesk con sus mostachos, sí eso es, estoy pen
sando en ellos, que con sus tropas van a casa . . . Las tropas vie
jas, cansadas. Pero esto no tiene importancia, no, lo esencial
-no recuerdo bien, en qué estaba pensando, sí, claro. Natachka,
desfilar, sí, sí. Esto es. >>8
68
gir acertadamente entre las proliferantes asociaciones de una
palabra. No podemos saber cómo hablamos, cómo entende
mos, cómo seleccionamos los significados, sin entrar a fondo
en la psicología del lenguaje. La lingüística nos lleva más allá
de la lingüística. Del cielo platónico de las formas sintácticas
acabaremos cayendo en la selva de la vida diaria.
69
111. COMUNICACIÓN Y SIGNIFICACIÓN
70
comprender y recordar un numero creciente de relaciones. El
lenguaje proporcionó un modo para organizar eficazmente un
grupo más amplio. En vez de mantener las relaciones en un ni
vel conductual, podían explorar, trabajar y controlarlo simbóli
camente. 3
Lo cierto es que la comunicación es un fenómeno de inte
racción que funda la sociedad. Sin ella no habria más que agru
paciones de mónadas sin ventanas, cerradas sobre sí mismas
como las arenas de las playas. Cada miembro transmite y reci
be información de los demás. Y gracias a esos mensajes conti
nuos e incesantes se constituyen las redes de la colaboración o
la discordia. Por el hecho de existir como seres que podemos
ser vistos, oídos, olidos o tocados, estamos emitiendo continua
mente información. Norbert Wiener, el padre de la cibernética,
decía que la realidad es un conjunto infinito de mensajes lanza
dos «a quien pueda interesar» . Esto es cierto: somos irremedia
blemente origen de información. Pero prefiero reservar el tér
mino comunicación para designar una emisión intencionada o
innatamente guiada de informaciones.4
Nacemos con algunos sistemas expresivos dispuestos para
actuar. El más importante es la expresión afectiva. El niño llo
ra, sonríe, se agita inquieto si le impedimos moverse, pone cara
de asco, hace pucheros, se sorprende, se asusta. Cada una de
esas expresiones tiene una finalidad comunicativa. Gracias a
ellas puede darse una sintonía entre él y su cuidador. Cuando
no se da ese fit, ese acorde, como sucede en los niños difíciles o
en las madres dificiles, se producen múltiples situaciones con
flictivas y perjudiciales. Después de los trabajos de Paul Ekman
sabemos que hay un repertorio de expresiones universalmente
comprensibles: furia, miedo, risa, sorpresa, asco.
Pero el gran sistema de comunicación humana es el lengua
je. Gracias a él podemos argumentar y planificar. Nos permite
transmitir información muy variada, de distintos grados de
abstracción. Pero esa información tiene que ir codificada. Es
decir, mientras que en la expresión emocional hay una sintonía
establecida genéticamente, en el lenguaje el emparejamiento
entre la expresión (significante) y el significado debe ser esta
blecido, aceptado y conocido. La actividad semiótica de la inte-
71
ligencia humana se encarga de esa peculiar tarea de crear códi
gos, sistemas estables de correspondencias entre significantes y
significados. Es decir, la comunicación lingüística se basa en
una previa actividad de creación de signos.
Parece que la capacidad y la necesidad de expresarse me
diante signos es innata y poderosísima en nuestra especie.
Schaller ha descrito el caso de un hombre absolutamente sor
do, Ildefonso, que llegó a los 27 años sin adquirir ningún len
guaje convencional. Había crecido en un comunidad de traba
jadores inmigrantes sin ser escolarizado y sin ningún contacto
con signos de lenguaje natural. Era equilibrado, despierto y
emocionalmente normal, era también capaz de usar y com
prender gestos simples e imitaciones. Realizaba las tareas dia
rias, y se ganaba la vida como trabajador.
A Carruthers le parece dudoso que Ildefonso no tuviera nin
gún lenguaje. Algunos datos sugieren que podría haber desa
rrollado por sí mismo un sistema de gestos que poseyera las
mismas propiedades de un lenguaje simple. Esto parece confir
mado por la observación de Schaller de que entraba en anima
das conversaciones con otros sordos adultos usando un variado
repertorio de gestos. Susan Golding-Meadow y sus colegas han
estudiado a niños sordos nacidos de padres que oían, pero que
habían decidido que sus hijos no recibieran ninguna enseñanza
por signos. Encontraron sin excepción que los niños desarrolla
ban espontáneamente un lenguaje gestual, tomando inicial
mente los gestos de sus padres, pero sistematizándolos después
y regularizándolos como un lenguaje genuino, con todas las
propiedades de la morfología y la sintaxis que uno puede espe
rar de un niño de tres años. Lo cito como ejemplo de la arrolla
dora pasión por comunicarse que siente el ser humano.5
72
pensar que al hablar entregamos al oyente un paquetito con lo
que queremos decirle, igual que un corredor entrega el testigo
al corredor siguiente . Esto es falso y peligroso. Lo que voy a de
fender es que el habla es ante todo un sistema de inducciones y
seducciones. Al hablar no entregamos un objeto material, he
cho, perfilado, a un sujeto que tiene que comprenderlo , es decir,
cogerlo todo de una vez, o asimilarlo. La metáfora de la asimi
lación de conocimientos o de informaciones es, una vez más,
estática y falsa. « No has digerido su argumento » , decimos. Es
como si la información fuera un alimento que hay que tragar y
asimilar. Falso. También es contundente la metáfora de «los
canales de comunicación» , que sugieren la idea de un trasvase
de información de un recipiente a otro. No suceden así las co
sas. Lo que hago al hablar o al escribir es presionar para que el
oyente realice unas operaciones a mitad de camino entre la in
ferencia y la adivinación y produzca un significado parecido al
que yo deseo suscitar.
Un signo proferido es, ante todo, un instrumento para in
fluir psicológicamente en la conducta, tanto si se trata de la
conducta del otro como de la propia. El lenguaje nació en el
mundo de la vida, que es atareado y práctico. Comenzó siendo
usado para fines sociales -la colaboración, la advertencia, la
amenaza, la enseñanza-, y sólo más tarde se convirtió en un
instrumento para influir en uno mismo. La intención del ha
blante -señala Schlesinger- es primariamente imperativa: pre
tende dirigir la conciencia o la atención del oyente.6
El lenguaje -en la historia y en la biografía- experimenta un
proceso continuo de alejamiento de la práctica. El bebé entien
de las frases de manera distinta si está sentado o si está echado.
Poco a poco va utilizándolo de forma menos circunstancial. La
palabra se va haciendo cada vez más autónoma. Se aleja del es
tímulo inmediato, superpone al mundo perceptivo un mundo
hablado, crea ficciones, miente, se distancia cada vez más del
mundo de la experiencia inmediata. Reclama un estatuto de au
tonomía. Incluso puede decirse que en el lenguaje poético se
convierte en protagonista. Ya no aspira a desaparecer para per
mitir que el significado brille más, sino que llama la atención
del oyente sobre él mismo. A diferencia del procesamiento auto-
73
mático del lenguaje práctico, en el lenguaje poético la compren
sión no está automatizada y la forma lingüística ocupa un pri
mer plano. El caso de Mallarmé es prototípico por su exagera
ción. Buscaba un lenguaje específicamente poético, donde,
como dice Blanchot, «las palabras no deben servir para desig
nar algo ni para expresar nada, sino que tienen su fin en sí mis
mas » . Lo que dota a la palabra «rosa», esa arbitraria ensambla
dura de dos vocales y dos consonantes, de su única legítimidad
y fuerza vital es, afirma Mallarmé, «l'absence de toute rose», la
ausencia de toda rosa.
Sé que los críticos literarios me mirarán displicentes cuando
me oigan decir que estas cosas o son un disparate o son una va
guedad. No hay lenguaje autorreferente, cerrado, autónomo
más que en el pensamiento de los que piensan al por mayor. O
en los que se empeñan en usar un lenguaje también autorrefe
rente. Aunque nos esforcemos por prescindir del significado de
una palabra, siempre se queda allí, entre las vocales y consonan
tes que sin él se convierten en insignificante ristra de grafismos
que no llegan ni siquiera a ser significantes. Por cierto, engarli
tado en el garlito de la palabra sin referente, Mallarmé acabó di
ciendo que todo existía para convertirse en Libro. Conmigo que
no cuente. Mallarmé podría ser el patrón de todos los disparates
que la lingüística autónoma, desligada de la semántica, de los
hablantes, de la comprensión, de la realidad, ha producido en
este siglo.
Los animales guían su conducta por señales que reciben
del medio y de su propio organismo. Las respuestas instinti
vas son disparadas por desencadenantes innatos. Como estu
dió Tinbergen, el cortejo de los gasterósteos comienza al per
cibir una mancha roja en la tripa de la hembra. El hombre no
vive de señales sino de signos. Es animal de lejanías incluso
en esto. La función de señalización, que es fundamental para
los animales, es transformada por la significación, es decir,
por la actividad de convertir algo en signo. La vida social crea
la necesidad de subordinar la conducta de los individuos a las
demandas sociales, y esto se hace por sistemas cada vez más
simbólicos. El gruñido, el erizamiento del pelaje, los sonoros
golpeteos que utilizan nuestros primos los orangutanes, seña-
74
les de poderío y amenaza, son sustituidos por sistemas de sig
nos, que amplían al mismo tiempo el ámbito de influencia y el
ámbito de autonomía. La amenaza o el castigo dejan de ser
los únicos reguladores del grupo. Aparecen la anticipación de
fines, la persuasión, el engaño, la argumentación, la seducción
o el derecho, todos ellos frutos inmediatos o demorados del
lenguaje. « La adaptación activa de los seres humanos a su en
torno» , escribe Wertsch, «SU cambio de naturaleza, no puede
basarse en la señalización, en el reflejo pasivo de conexio
nes naturales de varias clases de agentes; requiere el estable
cimiento activo de aquellas conexiones que son imposibles
con un tipo de conducta puramente natural. Los humanos in
troducen estímulos artificiales . » 7 Los signos son estímulos
creados artificialmente, cuya finalidad es influir en la conduc
ta, formar nuevas conexiones condicionadas en el cerebro hu
mano.
En el principio no era el verbo, era la acción. Un énfasis
-glorioso pero confundido- en los aspectos cognitivos de la in
teligencia ha hecho olvidar que su principal función no es co
nocer, sino dirigir la conducta. Para comprender la grandeza,
la profundidad, la eficacia real del lenguaje hay que sacarlo del
diccionario e integrarlo en la tumultuosa corriente de la acción.
Comparto por ello las opiniones de Hopp sobre la evolución del
lenguaje. El desarrollo del habla habría comenzado con la « ex
presión monoverbal » como instrumento acústico del hombre
« con ayuda del cual se movilizan las contribuciones individua
les como acciones resonantes o integradas en la división del
trabajo» .8 Es fantástico que algo inventado para conseguir ma
tar un mamut se haya convertido en un sutil instrumento para
decir: Oh rosa, pura contradicción, ser sueño de nadie bajo tan
tos párpados, y cosas así.
75
matical más antigua habría sido el imperativo. Después ven
drían el indicativo y la interrogación. Ordenar, informar y reca
bar información son funciones de gran eficacia práctica. Son
universales lingüísticos. No se ha encontrado hasta ahora nin
guna lengua en la que no se puedan dar órdenes, declarar suce
sos o hacer preguntas. « Las lenguas, por supuesto, difieren en
la manera de expresar esas tres modalidades. El coreano, por
ejemplo, presenta tres sufijos verbales que indican respectiva
mente los tres modos. Por ejemplo, el sufijo -na es declarativo,
el sufijo -ni indica interrogación, y el sufijo -ara, imperativo . » 9
¿ Qué tiene esto que ver con l a comunicación y sus avatares?
Al describir estoy transmitiendo información. Expreso cómo
son las cosas, cómo sucedieron o cómo me pareció que suce
dían. Es un discurso narrativo. Lo que pretendo comunicar es
un estado de cosas. Podríamos decir que la danza de las abejas
al volver de sus vuelos exploratorios señala, describe, dónde es
tán las mejores flores. Acaso el primer signo comunicativo -mez
cla de orden y de información- fue una indicación con el dedo.
A este respecto les contaré un hecho curioso. En la actualidad
hay un grupo de lingüistas ligeramente megalómanos que tra
bajan con la idea de que todos los idiomas proceden de una len
gua común, una especie de primer lenguaje adánico. En un mo
mento de exaltación, Shevoroshkin, Ruhlen y otros más se han
dedicado a reconstruir las palabras ancestrales de los seis su
perlinajes lingüísticos que creen que existen, con el propósito
de descubrir un antepasado común a todos ellos, la hipotética
lengua de la Eva africana. Ruhlen ha propuesto 3 1 raíces distin
tas para ese lenguaje auroral. Una de ellas es tik («uno » ), de la
que proceden el protoindoeuropeo deik ( «Señalar»), más tarde
el latino digit («dedo»), el nilosahariano dik («uno»), el esquimal
tik ( « dedo índice »), la palabra del lenguaje kede tong ( «brazo» o
« mano» ). Muchos expertos han criticado esta optimista inves
tigación. Sólo la menciono como curiosidad y para llamar la
atención sobre la importancia del indicar.1 0 El niño aprende
muy pronto a seguir una indicación, cosa que los animales son
incapaces de hacer.
Pero la mera indicación es demasiado pobre. La historia del
lenguaje podría contarse como el paso de la indicación a la des-
76
cripción. John Macnamara, en su artículo «¿Cómo hablamos
de lo que vemos ? » , ha estudiado el sorprendente paso de la vi
sión a la palabra. La literatura nos brinda ejemplos magníficos.
En Du coté de chez Swann, Proust nos cuenta el despertar de la
vocación literaria de su protagonista. Un muchacho a quien
deslumbraba la belleza de las cosas, y quería conservarla clara
en la memoria.
77
es poder mandar, esto es, tener poder o fuerza para hacerlo. «La
superioridad, el señorío, se decía en latín in manu esse y manus
dare -de donde viene nuestro vocablo mandar», escribe Ortega
(VII , 2 1 9). Estar en las manos de alguien es la condición etimoló
gica para poder mandar. Lo que pretende el sujeto mediante una
expresión verbal es provocar una acción concreta en el oyente.
Para ello enuncia una orden y deja en ella, como un componente
del mensaje, indicios de su estatus. Hay, pues, un doble significa
do: el mandato y su imposición. Presten atención a esta duali
dad. Una cosa es el contenido de la orden y otra el acto de man
dar. Ya verán que esta distinción tiene mucha importancia. No
sólo decimos cosas, sino que hacemos cosas al decirlas. Por
ejemplo, mandar, prometer, engatusar, timar, enamorar.
Es comprensible que la orden fuera una función lingüística
primitiva. Nuestros antepasados tenían que colaborar para so
brevivir en una naturaleza peligrosa y dura. Me parece intere
sante que los chimpancés entrenados para aprender y usar un
lenguaje lo utilicen sobre todo para reclamar acciones. Según
Greenfield y Savage-Rumbaugh, que estudiaron a Kanzi, un
chimpancé adiestrado, sólo el 3 % de sus expresiones son decla
rativas. El otro 97 % son peticiones. Los niños autistas, que tie
nen graves problemas de comunicación, también expresan so
bre todo demandas.
La tercera función de la que quería hablar es la petición. El
niño llora públicamente para pedir algo. Llorar a solas es una
conducta expresiva innata que se ha alterado culturalmente,
perdiendo su carácter comunicativo. Sólo voy a fijarme en un
tipo de petición -la pregunta-, que es una demanda de infor
mación. Se trata de un fenómeno paradójico. Al preguntar cir
cunscribimos con precisión un vacío. Sentimos una carencia,
una falta cuyo contenido desconocemos . No disponemos de los
datos que precisamos. Entonces, buscamos la información, nos
dirigimos a alguien para que satisfaga nuestras necesidades. El
niño pequeño que necesita conocer muchas cosas bombardea a
sus padres con continuas preguntas.
Es significativo que mientras enseña a hablar al bebé, el
adulto utilice sobre todo preguntas y órdenes. Mientras que en
una conversación familiar normal son preguntas entre el 1 %
78
y el 2 5 % del total de emisiones lingüísticas, en las que se diri
gen al niño la proporción llega al 50 % . 1 2 Es como si estuviéra
mos reproduciendo en el niño lo que debió de ser el alba del
lenguaje.
79
estimulación provocó la clase de respuesta "útil" que habría
provocado la súplica de otro, y para su delicia la criatura com
probó que había inducido la respuesta a su propia pregunta. Ha
bía descubierto la utilidad de la autoestimulación cognitiva » . 1 3
E n este caso l a pregunta d e u n sujeto está dirigida a s u pro
pia memoria. Notable ocurrencia. El lenguaje nos permite diri
gir la búsqueda expresando los límites de nuestros intereses
cognitivos. Lo que parecía ser una función estrictamente social
se ha integrado en el utillaje psicológico más personal. Hace
navegable nuestra propia memoria. La palabra, signo inventa
do para influir en otro, se vuelve como un bumerán y acaba in
fluyendo al propio hablante. Bonita jugada.
Con la orden pasa otro tanto. En El misterio de la voluntad
perdida he hablado con detenimiento de la participación del
lenguaje en la construcción de la autonomía personal. El niño
aprende su libertad obedeciendo la voz de la madre. Lo que lla
mamos voluntad, ese conjunto de destrezas al servicio del suje
to y de su liberación, adviene al niño desde fuera. Al principio,
el bebé atiende a las órdenes de la madre, que suelen ser llama
das de atención. La madre enhebra su palabra en la inestable
atención del niño con una habilidad de costurera experta. El
niño se suelta y ella lo enlaza de nuevo. La atención infantil es
todavía precaria y resulta perturbada por cualquier otro estí
mulo. Por ejemplo, si al escuchar la voz el niño está realizando
una acción, la inercia de lo que hace es demasiado fuerte y le
impide cumplir la indicación verbal. Poco a poco aprende a ser
un ejecutor más hábil de las instrucciones maternas.
Parece demostrada la relación entre el aprendizaje verbal y
la ejecución de actos voluntarios. Los psicólogos soviéticos es
tudiaron las dificultades que encuentra el niño para obedecer
una orden hablada. Los niños de siete meses son capaces de
buscar con la mirada un objeto de acuerdo con una instrucción
verbal, y antes del año ponen anillos en una pirámide siguien
do la instrucciones del adulto. A mediados del segundo año son
capaces de cumplir instrucciones que requieren una acción
aplazada, por ejemplo: « Cuando dé una palmada me traes la
copa. » Pero al comenzar cada nueva actividad el niño tiene di
ficultades que el adulto debe ayudar a superar. Por ejemplo, al
80
darle una orden aplazada, hay que advertirle: «Y ahora siéntate
quietecito» , o algo así. De lo contrario, cumplirá la orden inme
diatamente. El poder estimulante del lenguaje es más fuerte
que el poder inhibidor.
Estos estudios ponen de manifiesto la influencia de la pala
bra en la estructura de nuestra acción voluntaria, pero también
la dificultad de ese aprendizaje. Obedecer una orden condicio
nal («Si se enciende la luz, mueve la bola» ) exige unas operacio
nes mentales muy complejas. Los niños menores de cuatro
años, al oír la instrucción, actúan inmediatamente. Cuando
oyen «luz» miran a la luz, y cuando oyen «mueve la bola » , la
mueven sin esperar más. Son incapaces de sintetizar la orden.
Yakoleva concluye que hay que inducir en el niño una «excita
ción inhibitoria» para que sea capaz de responder correcta
mente a la instrucción condicional. 14
El niño aprende así a unificar su conducta, a dirigir y con
trolar sus comportamientos de acuerdo con las órdenes trans
mitidas por el lenguaje. Se convierte en un yo ejecutor. Le falta
dar el último salto, que le convertirá en autor de su propio pa
pel, y en ese tránsito también le ayudará el lenguaje. El niño
aprende a hablar y a darse órdenes a sí mismo. Me gustaría de
cir que « interioriza la voz de la madre » , y lo haría si no temiera
que se buscase en esta frase un significado psicoanalítico.
¿Se dan cuenta de que el lenguaje se está adueñando de los
resortes más íntimos de nuestra personalidad? Me parece fasci
nante comprobar que una creación humana ha cambiado la
propia creatividad del hombre. La especie humana se ha cons
truido a sí misma mediante el lenguaje.
81
rienda utilizando el saber lingüísticamente almacenado. Desde
la actitud que tomamos damos un sesgo semántico a lo que
sentimos, sesgo que puede ser poético, remordido, violento,
displicente, irónico, desesperado.
Nos explicamos a nosotros mismos lo que nos pasa. Al ha
cerlo linealizamos la experiencia. Percibimos y sentimos en
bloque, pero nos hablamos en líneas. Con ello hacemos pasar
por la conciencia los significados implícitos, como quien des
madeja una madeja o saca las cosas de un arcón. De paso in
troducimos la experiencia en la red lingüística con sus enlaces,
resonancias, ampliaciones, desviaciones y saberes.
Hay que reconocer a Freud y a sus seguidores su interés por
el lenguaje. Consideraron que la verbalización era el camino
por el que lo inconsciente podía arribar a la conciencia. El psi
coanálisis comenzó siendo una curación por la palabra.
82
las segundas (preconscientes) se conectan, además, con las pre
sentaciones en palabras . » Por eso la regla fundamental del psi
coanálisis es «dígalo en voz alta » , una frase que Freud y Jung
utilizaron en su correspondencia. Esta regla era mucho más
que una mera convención, de modo que ni el paciente ni el
analista podrían soñar siquiera con prescindir de ella, como
tampoco podrían pensar en bajarle al otro la luna.
¿Es verdad lo que dice Freud? ¿Es verdad que el lenguaje trae
a la conciencia las noticias de nuestra inteligencia computacio
nal, que es la lava que nos da a conocer las energías subterrá
neas? Los neurólogos han descubierto un fenómeno extrañísi
mo. Al separar quirúrgicamente los dos hemisferios cerebrales,
cortando el cuerpo calloso que los une, los pacientes sólo tienen
conciencia de los comportamientos regulados por el hemisferio
izquierdo, que es el lingüístico. Mientras preparaba este capítu
lo he recordado con frecuencia la frase de Foster, que me parece
muy seria a pesar de su aire de boutade: « ¿ Cómo voy a saber
lo que pienso sobre una cosa antes de haberlo dicho?» El habla
interior, las ocurrencias verbales nos hablan de nosotros mis
mos, sacan a la luz las oscuras demandas, nos revelan nuestras
creencias, preocupaciones, preferencias. Esta manifestación de
lo oculto, que sin embargo es lo más propio aunque esté escon
dido, constituye parte importante de la creación poética. Así ha
bla Rilke en su Réquiem para un poeta :
83
de ese viaje es la palabra. Frente a mí tengo un paisaje arbola
do. Cipreses, alcornoques, encinas. Más allá, la llanura castella
na, enroj ecida por el sol naciente. Y detrás la línea azulada de
la sierra que enlaza con la techumbre azul del cielo. El paisaje
es un acontecimiento visual, sin duda alguna, y puedo analizar
lo visualmente. Toda la información está ofrecida a mi mirada.
¿Es verdad lo que acabo de decir? Uno de los dogmas más
equívocos de nuestra época sostiene que una imagen vale más
que mil palabras. Se pone como ejemplo la fotografía de una
niña vietnamita desnuda huyendo por una carretera después de
un bombardeo. Nos aseguran que ninguna descripción literaria
producirá una experiencia tan viva de los horrores de la guerra.
Esto es una simpleza. En la fotografía no se ve la guerra. Se ve
tan sólo la imagen de una niña. La guerra no se ve nunca,
como nunca se ve una ciudad, un jardín, una exposición de
cuadros. Éstos son conceptos que nos permiten interpretar las
imágenes que vemos -y que son siempre concretas: unos muer
tos, una calle, unas plantas, unas pinturas- integrándolas en
los modelos mentales que poseemos. La palabra nos permite
analizar la imagen aprovechando todos los recursos de nuestra
memoria lingüística.
Algo semejante ocurre respecto a nuestra experiencia inte
rior. Sin la ayuda del habla interna, nuestra subjetividad per
manecería inarticulada, empastada y borrosa. Estaríamos za
randeados por emociones innominadas que no entenderíamos.
« No sé lo que significa que yo esté tan triste» , gime Heine en
un poema, y le comprendo. Necesitamos analizar nuestros pro
pios sentimientos aprovechando los recursos que el lenguaje
nos proporciona. Gracias a él podemos fijar la atención en
nuestra propia vida consciente. Es el órgano de la reflexión. El
léxico no es un repertorio de lindezas expresivas. Es ante todo
una herramienta para analizar lo que experimentamos.
La articulación lingüística de nuestras emociones produce
importantes consecuencias que demuestran hasta qué punto
el lenguaje está presente en la urdimbre de nuestra intimidad.
Según Pennebaker, cuando los individuos hablan o escriben
sobre sucesos emocionales ocurren importantes cambios bio
lógicos. Durante las pruebas en laboratorio, hablar acerca de
84
traumas va acompañado de una sorprendente reducción en la
presión sanguínea, tensión muscular y conductancia de la piel
durante o inmediatamente después de la confesión. 16
Eugenia Georges ha estudiado el significado dado a la con
fesión en las culturas que la consideran buena y en aquellas
que la prohíben expresamente. Antropológicamente, la confe
sión es una terapia basada en el uso de la palabra y los símbo
los. Puede ser laica o religiosa. 1 7 En Occidente la confesión ha
sido tan importante que Foucault llegó a la llamar a los occi
dentales « animales confesantes » . 18
Hallowell estudió el papel de la confesión entre los ojibwa,
un pueblo del Canadá. El curandero exigía al enfermo la confe
sión de las transgresiones a las normas culturales que había co
metido. Para los ndembu de África occidental la confesión es
también una técnica importante para la salud. En este caso el
curandero exige la confesión no sólo del enfermo sino de sus
familiares, vecinos y otros miembros de la comunidad. Creen
que la enfermedad es un símbolo de que algo malo sucede en el
cuerpo social.
En contraste con estas culturas hay otras que prohíben la
exteriorización de las emociones. Unni Wikan, en su estudio
Managing Turbulent Hearts : A Balinese Formula far Living (The
University of Chicago Press, Chicago, 1 990), cuenta que los ba
lineses son socializados desde la infancia para no exteriorizar
sus emociones negativas, como la tristeza o la furia. Se enseña
a los niños que esas emociones pueden ser conquistadas con la
estrategia de no prestarles atención o de olvidarlas, y también
riéndose y haciendo bromas, incluso en las más sombrías cir
cunstancias. Son técnicas que se consideran esenciales para
managing the heart. Esto no es sólo bueno para la sociedad sino
para la propia salud.
Kleinman ha escrito que mientras ejercía de psiquiatra en
Taiwan fracasó al intentar que sus pacientes chinos hablaran
acerca de sus emociones negativas. Se enseña a los niños desde
la infancia a no atender a sus estados emocionales. Y acaban
no pensando en términos introspectivos y perdiendo el lengua
je para expresar las emociones. Creen que la expresión de senti
mientos puede alterar la armonía del cuerpo y conducir a la en-
85
fermedad. K.leinman transcribe una consulta de un psiquiatra
chino que advierte a una mujer que sufre una depresión y an
siedad: « Tiene que contener su ira. Ya conoce el adagio: "Sé
sordo y mudo." Trague las semillas del melón amargo. No ha
ble . » Los psiquiatras americanos encuentran esas prescripcio
nes superficiales, comenta Kleinman, porque están profunda
mente influidos por «los valores culturales occidentales sobre
la naturaleza del sel{ y sus patologías, que enfatizan un sel{ pro
fundo, oculto y privado » . 1 9
Con este repaso bibliográfico sólo he querido llamar l a aten
ción sobre la importancia que tiene la verbalización de lo que
sucede más allá de la información en estado consciente.
86
nismo que guarda secretos temerosos o amables. Una compleja
interacción de biología, memoria, expectativas produce altera
ciones emocionales. El sujeto sólo conoce el resumen de esa in
formación que pasa a estado consciente. Percepciones e imáge
nes, deseos y sentimientos, y palabras que puntúan, enfatizan,
manejan todos estos contenidos, son los formatos principales
de la información en estado consciente. Gracias a ellos cono
cemos lo que está sucediendo dentro de nosotros. Los investi
gadores de nuestra vida emocional insisten en que los senti
mientos nos avisan del estado en que se encuentran distintos
sistemas fisiológicos. Phillip Johnson-Laird y Keith Oatley han
propuesto una teoría de las emociones como sistema de comu
nicación íntima. Suponen que la inteligencia humana es modu
lar, es decir, está formada por módulos que gozan de cierta au
tonomía -perceptivos, memorias, destrezas motoras-, y que las
emociones ponen en comunicación esos sistemas. Todo lo que
aparece en la conciencia está puesto al servicio de todos los sis
temas. Por eso nos permite un ajustamiento de la acción más
adecuado y fino. El lenguaje cumple una función parecida. Nos
hablamos para comunicamos con nosotros mismos.
Bajtin se preguntó si la dialogicidad del lenguaje continua
ba manifestándose en el lenguaje interior, que tiene lugar den
tro de los límites del organismo, de una sola persona, de los fe
rreos límites de la intimidad.
Contestar afirmativamente a esta pregunta -como hicieron
Vigotsky, Bajtin y como hago yo- supone admitir que la mente
« individual» es en realidad social, en su génesis y su funciona
miento. El lenguaje interior se origina por introyección del ha
bla comunicativa, y de ella retiene sus propiedades. Los signos,
en su carácter externo, son instrumentos objetivos de la rela
ción con otros. Al volverse interiores se convierten en instru
mentos internos y subjetivos de la relación con uno mismo. Ya
no estoy dialogando con otro, sino conmigo. Y lo hago por me
dio de una herramienta social, que imprime toda su socialidad
a mi actividad mental. «La conciencia» , escriben Silvestri y
Blanck, «aparece, entonces, como una forma de contacto social
con uno mismo. ,, 20
El habla se convierte en desvelamiento. Nos estamos mo-
87
viendo en el filo de la navaja, en la cresta del tejado, donde la
pelota puede caer a cualquiera de las dos aguas. ¿ Personal o so
cial? Mijaíl Bajtin apuesta por lo social: «Yo me conozco y llego
a ser yo mismo sólo al manifestarme para el otro, a través del
otro y con la ayuda del otro. Los actos más importantes que
constituyen la autoconciencia se determinan por relación a la
otra conciencia . . . Y todo lo interno no se basta por sí mismo,
está vuelto hacia el exterior, está dialogizado, cada vivencia in
terna llega a ubicarse sobre la frontera, se encuentra con el
otro, y en este intenso encuentro está toda su esencia . . . El mis
mo ser del hombre, tanto interior como exterior, representa
una comunicación más profunda. Ser significa comunicarse. »
Bajtin tiene razón, pero olvida que la sociedad ha ido presio
nando evolutivamente para permitir mayor autonomía perso
nal. Lo que llamamos voluntad, que son destrezas que nos per
miten liberarnos de coacciones, es también una creación
social, inducida mediante el lenguaje.2 1
El lenguaje, que parecía ser un sistema colosal, eficacísimo,
de comunicación social, se nos ha convertido en configurador
de la subjetividad humana. Es la presencia de la cultura en las
estructuras psicológicas . La individualidad crea la sociedad
que a su vez crea la individualidad, en un proceso de causalida
des recíprocas difícil de describir. La mejor ilustración es un
inquietante dibujo de Escher, en el que una mano dibuja otra
mano por la que al mismo tiempo es dibujada. Tenemos que
averiguar de qué manera la inteligencia humana es capaz de
realizar tan sorprendentes funciones. La lingüística adquiere su
sentido más profundo al encuadrarla dentro de una teoría de la
inteligencia. Navegamos hacia una teoría personalista del len
guaje, que lo devuelve al mundo de la vida real, donde hay per
sonas que hablan, escuchan, entienden, malentienden, cantan,
insultan, prometen, hacen declaraciones de amor, mienten.
88
IV. ¿PERO QUI É N DEMONIOS HABLA?
89
El capítulo anterior ha planteado un problema de gran en
vergadura. El sujeto que habla parece ser el sujeto más profun
do, más personal, más cercano y a la vez más lejano. Cuando
digo «Yo creo-deseo-pienso que . . . », ese yo se alza como gran
origen de la expresión y del contenido de la expresión, como la
fuente de mis ocurrencias menos voluntarias. «le est un autre » ,
dijo Rimbaud, y tenía buena parte d e razón. É ste e s el primer
problema del sujeto que habla: que está fuera del ámbito de mi
conciencia, que sólo se delata cuando habla.
Hay un segundo problema. Nuestro hablar no es único ni
uniforme. Dentro de cada uno puede habitar la discordia o la
pluralidad. Freud señaló la presencia del superego, una voz
coercitiva y ajena. Lacan dijo que el lenguaje nos habla. Si
atendemos a nuestro comportamiento social, cada rol que juga
mos produce su propio sistema de ocurrencias. Femando Pes
soa, con sus heterónimos, no hizo más que sacar partido estéti
co a una habilidad común y poco extraordinaria. Fue un raro
caso de despersonalización. Escribió:
90
Gracias a ellos somos conscientes del entorno, de nosotros mis
mos, de nuestros estados de ánimo, y podemos reproducir o
cambiar informaciones perceptivas. La mediación lingüística
es particularmente eficaz, como hemos visto en los capítulos
anteriores, porque maneja irrealidades, por su capacidad expli
cativa, porque permite aprovechar individualmente las con
quistas sociales y, sobre todo, porque interviene en la planifica
ción del comportamiento. Gracias a la palabra aprendemos no
sólo los conocimientos minuciosamente atropados durante ge
neraciones, sino algo más importante aún: las estructuras psi
cológicas adquiridas a lo largo de la evolución.
El segundo nivel intentará explicar los fenómenos descritos.
¿Cómo tiene que ser una inteligencia para ser capaz de hacer
cosas tales como hablar? Me ocuparé de ello en el capítulo si
guiente.
Como verá el lector, el estudio del lenguaje que estoy ha
ciendo nos va acercando cada vez más al sujeto hablante. He
mos dejado los aspectos más estructurales -la sintaxis y la se
mántica- y ahora nos internamos en la pragmática. 2 Pero se
trata de una pragmática de doble dirección, que tiene que in
vestigar cómo influye el lenguaje en la conducta personal y
cómo influye en la conducta social. Hablamos siempre en un
contexto íntimo o en un contexto público.
91
cia de otras hablas. Nuestro textos, escritos o hablados, se di
suelven en referencias a otros textos anteriores, y en ese juego
de remisiones se pierde incluso la claridad del significado. Hay
un espejeo incontrolable de mensajes cruzados. La noción de
autoría se desvanece. Derrida avanza hacia la erradicación de
la subjetividad individual en el proceso de comunicación. Sos
tiene la futilidad de buscar el significado detrás del texto o en el
texto.
Quiero entrar en este debate, que está determinando una
parte importante de nuestra cultura. No es indiferente que nos
consideremos autores o que nos pensemos como centro efíme
ro de una red de significados anónimamente proferidos. Tam
bién ahora el lector notará que esta introducción a la selva del
lenguaje es peculiar. Los lingüistas están preocupados por la
relación significante-significado. Los psicolingüistas, por la re
lación entre mecanimos mentales y la producción y compren
sión de signos. Los psicólogos culturales, por la relación entre
sociedad y lenguaje. A mí me interesa sobre todo buscar la rela
ción entre personalidad y lenguaje. ¿Cuál es la relación entre el
sujeto y lo que dice? ¿Cuál es la relación entre el sujeto y lo que
entiende?
Hay tres posibilidades:
1) Los enunciados no pertenecen a nadie, son estructuras
autónomas, se dicen a sí mismos.
2) Los enunciados son sociales, frutos equívocos de una pa
rentela anónima.
3) Los enunciados tienen un autor con nombre y apellidos.
Que los enunciados se dicen a sí mismos fue la idea de los
estructuralistas -Lacan, Foucault, Lévi-Strauss, por ejemplo-,
que proponen la reducción del sujeto humano a un « lugar anó
nimo» que debe ser investigado en la topología estructural de
significantes. Para Lévi-Strauss, el lenguaje es un ser « dialécti
co y totalizante» , pero independiente de la conducta y de la vo
luntad. 3 El discurso de una sociedad no tiene emisor personal.
Toda obra se basa en unas razones «absolutamente indepen
dientes, tanto de la conciencia que la ha creado como de la
conciencia que la consume » . En resumen, Lévi-Strauss niega
de un modo radical la capacidad significante, original, históri-
92
ca y creadora del sujeto, « insoportable niño mimado que ha
ocupado demasiado tiempo la escena filosófica» . Concluye:
«Tal vez sea mejor ir más lejos aún, y prescindir del todo del
sujeto pensante y proceder como si los procesos de pensamien
to ocurriesen en el mito, en sus reflexiones mutuas y sus in
terrelaciones . »
Heidegger dice algo parecido, aunque por razones distintas:
«El hombre ya no puede seguir siendo considerado el verdade
ro autor de sus pensamientos, sino que sólo es vehículo misio
nero de las palabras del Ser en sus respuestas pensantes. El Ser
envía al hombre por el sendero de su pensar y al igual que una
corriente subterránea le transporta a través de la historia. Esta
corriente corresponde al mito . »
Estas cosas m e suenan a mitologías. Lo que dice Lévi-Strauss
es que la matemática piensa al matemático. Es un platonismo del
significado. Toda la trigonometría estaría pensándose a sí misma
en las cristalinas praderas de la idea. Toda la sintaxis desplegaría
sus estructuras perfectas en un aire purísimo de nave espacial o
de laboratorio. Sería bellísimo, pero no es real. No suceden así
las cosas. No es el triángulo el que piensa sus teoremas, sino el
geómetra el que va explicando lo implícito. No hay un triángulo
abstracto sin una inteligencia que profiera ese significado. Des
pués de oír estas cosas espero que comprendan que me interese
más hablar del sujeto lingüístico que del lenguaje.
93
loro, no contesta a la pregunta ¿Quién habla? , sino a otra:
¿Quién dicta el contenido del habla? No se refiere al acto de ha
blar sino a lo dicho. Incluso la repetición más monótona es
proferida por un sujeto hablante, un sujeto que puede estar
alienado, enajenado, usurpado, colonizado por otras voces, por
supuesto, pero que puede también no estarlo.
Lo que aparece aquí no es un hablar social, sino un hablar
personal inerte, claudicado. Respecto al lenguaje, nos compor
tamos igual que respecto a la acción. Comprender este parale
lismo es esencial para entender al sujeto hablante. Nacemos
dependientes y tendremos que decidir si buscamos o no la au
tonomía. El yo que habla es, como el yo que actúa, plural o
unificado, autónomo o sumiso, confuso o claro. Sartre hace en
El idiota de la familia una descripción certera y cáustica del len
guaje inerte:
94
ser insolidario en el modo de la sumisión también. En este
caso, la sumisión a los dogmas de la autosuficiencia y la des
vinculación. Tal vez haya que buscar otro nuevo lenguaje: el de
la solidaridad desde la autonomía personal. Lo que en términos
lingüísticos querría decir la búsqueda de la comunicación des
de la autenticidad de la voz propia.
95
Nuestra conciencia parece casi dividirse en dos voces inde
pendientes que se contraponen. Los griegos hablaban del aner
dipsijos, del hombre de doble mente, del irresoluto. Ésta puede
ser sólo la voz de la deliberación. Debato conmigo como lo ha
ría con un extraño. Pero en muchas ocasiones aparece una voz
claramente distinta que me presenta exigencias, deberes, nor
mas de acción.
96
tro de los límites de la mera razón . Pero le cuesta trabajo admitir
que el juez y el acusado pudieran ser la misma persona y en la
Metafísica de las costumbres juzga necesario referir la voz de la
conciencia a la idea de un juicio de Dios. Es curioso que un
hombre tan cauto como Kant diera tanta importancia a esa
voz. Heidegger y Zubiri tambien han hablado de ella. Para Hei
degger es una llamada con la que el ser-ahí se llama a sí mis
mo. Se convoca, desde su estado de caído en el «Se » , a sus «po
sibilidades más propias » .
Confieso que no acabo de entender lo que dice Heidegger.
Habla de una dualidad de voces en la conciencia individual.
Una es la voz inauténtica -voz social, prestada, superficial, disi
pada en los acontecimientos cotidianos- y otra es la voz de la
autenticidad. Pero ¿de dónde viene esta voz?
El diagnóstico de Freud -semejante al de Bajtin- es claro.
Lo que resuena en ese tribunal o en esa expectativa de grande
za o en ese programa de superior nivel -dicho en los ramplones
pero convenientes términos informáticos- es «la entidad más
alta, el ideal del yo o superyó, la agencia representante de nues
tro vínculo parental. Cuando niños pequeños, esas entidades
superiores nos eran notorias y familiares, las admirábamos y
temíamos; más tarde, las acogimos en el interior de nosotros
mismos » .
E l superyó, en parte consciente, en parte inconsciente, e s la
intemalización de las costumbres sociales transmitidas (prima
riamente) por los padres del niño. Erderly, que ha intentado
dar una formulación cognitiva a las teorías de Freud, comenta:
« Están en juego tres realidades a menudo conflictivas: la reali
dad biológica egoísta, la realidad de las pasiones (del ello); la
realidad social o moral (la del superyó); y la realidad física. El
yo tiene encomendada la tarea imposible de reconciliar las
tres. » 6
¿Qué problema real plantea esta escisión del sujeto entre
una voz que propone y una voz que juzga o controla? ¿Cuáles
son los mecanismos psicológicos de este inspector? ¿Puede ser
esa voz una voz personal o nos encontramos con una nueva su
misión al habla social, esta vez por el circuito de la moral? Pero
¿qué puede significar «una voz personal» ? Adelantaré mi res-
97
puesta: hablar con una «voz personal » es un acto de autono
mía. La estructura de la acción libre se refleja en esa peculiar
acción que es hablar. En ella encontramos una combinación de
ocurrencias computacionales, criterio de selección y valentía.
Enseguida se lo explico.
98
Los procedimientos hipnóticos intensifican el control ver
bal para excluir otras formas de estimulación. El comporta
miento, a menudo dramático, del oyente en estado de hipnosis
es un caso extremo de instrucción. Las técnicas para inducir el
estado hipnótico abundan en mandatos y las sugestiones hip
nóticas tienen esa misma forma. Si le damos a un sujeto hipno
tizado un papel y le decimos: « Esto es un paraguas», él trans
fiere lo que llamaríamos conducta hacia el paraguas a ese
papel. Nuestra respuesta es una clase de definición o instruc
ción exagerada: «actúa como si esto fuera un paraguas» . Si en
tonces le decimos «Está lloviendo », el sujeto puede transferir
su conducta de dia lluvioso a la escena presente y quizá sosten
ga el papel como sostendría el paraguas. 8
99
patoria, la adivinación. Pero a medida que van llegando las pa
labras que la reemplazan, se las va acogiendo con los brazos
abiertos y se las acepta si coinciden con aquélla, y se las rechaza
como equivocadas si no lo hacen. Por lo tanto, su naturaleza es
de lo más positivo. Pero ¿qué podemos decir acerca de ella sin
utilizar palabras que pertenecen a los posteriores actos menta
les que las sustituyen? El único nombre que puede dársele es el
de intención de decir tal o cual cosa . Podemos admitir que una
gran parte de nuestra vida psíquica consiste en esas rápidas vi
siones, bajo una perspectiva premonitoria, de esquemas de pen
samiento todavía no articulados.
1 00
to que ocurre a la imaginación. » Un siglo antes, Covarrubias
incluía bajo ese término los ofrecimientos a la memoria. Ac
tualmente podemos aplicar el nombre a todo tipo de aconteci
miento mental que se hace consciente. Todo ofrecimiento a la
conciencia es una ocurrencia.
Lingüísticamente, lo más interesante viene después, cuando
los ilustrados redactores de 1 737 definen la palabra ocurrir:
«Venir a la imaginación una especie de repente y sin esperar
la. » Y añade: « En este sentido es un verbo impersonal. » Esta
afirmación es atractiva y misteriosa, como la entrada a la cueva
del tesoro. Lo que nos dicen los autores del Diccionario es que
las ocurrencias aparecen con una cierta impersonalidad.
Irrumpen. No son de nadie. Nada delata su origen. Son
huéspedes accidentales que surgen en la noche, piden cobijo y,
sin dar su filiación ni explicar su procedencia, desaparecen al
alba. No somos dueños de nuestras ocurrencias, como no so
mos dueños de las golondrinas que habitan nuestro verano. El
verbo se usaba en su forma transitiva: « Le ocurría el recuerdo
de su amada.» Al parecer, según el lenguaje no podíamos hacer
nada para guiar o controlar nuestras ocurrencias, que no son
nuestras. Son impersonales.
Analicemos los sucesos conscientes. Reconozco sin dificul
tad dos tipos de ocurrencias. Unas se me imponen o se me re
sisten, y ante ellas me siento impotente . Pensemos, por ejem
plo, en el habla de la preocupación. Espero el diagnóstico
médico de una persona a la que quiero. Estoy inquieto y angus
tiado. Desearía no pensar en ello, puesto que lo único que pue
do hacer es esperar. Un malestar en el estómago sirve de signi
ficante al objeto de mi temor. Me digo a mí mismo frases
tranquilizadoras. « Tal vez no sea nada. » Es de noche. Me voy a
dormir. Horas después, al despertarme, aparece de nuevo la
preocupación. Ha sobrevivido al sueño. No puedo librarme de
ella. Es mi preocupación, sin duda, pero yo no la suscito volun
tariamente.
Otras ocurrencias se me ocurren a mí, son pleonásticamente
mías. Suscito su aparecer, aunque por procedimientos que en
general ignoro. Puedo recordar voluntariamente la imagen de
mi perro o imaginar un encuentro en la cumbre entre Nerón y
101
Hitler para hablar de políticas demográficas. Incluso puedo in
ventar una frase ingeniosa: « El náufrago aterriza cuando llega
a la playa. » O una frase poética: « Ese manso animal que ronro
nea cuando con tu mirada lo acaricias, es el mar. » En estas
ocasiones me siento dueño de mi conciencia, dirijo su aconte
cer, soy el pirotécnico que enciende la mecha de sus fuegos de
artificio, aunque, todo hay que decirlo, lo hago con la misma
superioridad gansa con la que manejo un ordenador cuyo me
canismo desconozco.
La experiencia consciente va siempre un poco retrasada res
pecto de los acontecimientos neuronales. También la lingüísti
ca. Cuando hablo, las frases me llegan formadas, dispuestas ya
para ser enunciadas. Aunque parezca un disparate, entonces
me entero de lo que voy a decir o, al menos, de cómo voy a de
cirlo. Ya mencioné este problema al hablar de la comunicación
conmigo mismo. Sin embargo, a partir de ese instante puedo
dirigir mi elocución. «El buen Dios / la Musa / nos da gratuita
mente el primer verso » , escribió Valéry. «Pero a nosotros nos
corresponde hacer el segundo, que debe rimar con éste y no
ser indigno de su hermano. » «El comienzo verdadero de un
poema (que no es necesariamente el primer verso) debe venir
al autor como fórmula mágica, de la que ignora aún todo lo
que abrirá . » «Ha de sacar provecho del accidente afortunado. »
Esto sucede e n l a conversación poética o en una discusión del
mercado.
1 02
encarnada. Cuando el nivel de cloruro sódico en el medio ex
tracelular sube, el hombre experimenta una ocurrencia pecu
liar: siente sed. Hay casos de niñas cuyas glándulas adrenales
segregan grandes cantidades de andrógenos, que se describen a
sí mismas como « marimachos», prefieren los juegos de niños y
eligen camiones y pistolas en lugar de muñecas.9
Otra fuente de ocurrencias, enlazada con la anterior, es la
enfermedad. Las enfermedades mentales proporcionan un te
rrible ejemplo de cómo la inteligencia computacional produce
ocurrencias forzosas. Tellembach, al describir las grandes de
presiones, comenta que no es acertado decir que los pacientes
hablan depresivamente. Sería mejor decir que la depresión ha
bla por los pacientes, a la vista del rutinario despliegue del pro
ceso patológico.
Los enfermos psicóticos que sufren alucinaciones interpre
tan como reales ocurrencias puramente mentales. Por ejemplo,
oyen voces. Transcribo un ejemplo del estupendo libro de Cas
tilla del Pino Teoría de la alucinación. Un paciente cuenta lo
que oye:
1 03
plos extremos de un fenómeno más normal, a los casos de per
sonalidad múltiple, que ha estudiado Hilgard. 1 1 Un caso bien
documentado es el de Jonah, un hombre de veintisiete años
que llegó al hospital quejándose de fuertes dolores de cabeza,
frecuentemente seguidos de pérdidas de memoria. Los médicos
descubrieron cambios radicales en su comportamiento, que al
final fueron interpretados como tres estructuras relativamente
estables y coherentes de personalidad. En resumen, en una
misma persona convivían cuatro sistemas distintos de produc
ción de ocurrencias. Cada uno de ellos tenía un modo distinto
de interpretar la realidad y de responder al mundo. Y también
de hablar.
El caso es que nuestra inteligencia computacional está pro
duciendo ocurrencias sin parar. Si el lector quiere comprobarlo
intente dejar en blanco su conciencia, paralice todos sus intere
ses, bloquee las imágenes y las palabras y espere. Antes de lo
que cree se encontrará embarcado en algún discurso imaginati
vo o hablado que habrá aparecido subrepticiamente. Las enso
ñaciones, que son discursos imaginarios muy organizados, apa
recen también espontáneamente. Y por supuesto, los sueños . Es
esta incansable proliferación de imágenes la que desean elimi
nar las técnicas yagas para unificar la conciencia.
1 04
origen más difuso. En todas ellas intervienen sistemas de moti
vación. Pondré dos ejemplos que se manifiestan en dos forma
tos expresivos distintos: las ensoñaciones diurnas y la preocu
pación. En ambos casos se hace presente un elemento afectivo:
el deseo y la inquietud.
El sujeto, en muchas ocasiones sin darse cuenta, se encuen
tra siendo protagonista o espectador de una historia. El origen
de esas ensoñaciones involuntarias está en el mundo afectivo.
Los deseos y las emociones son el origen de la ensoñación que
recibe su atractivo de ser simulacro consumatorio del deseo.
Castilla del Pino, que se ha ocupado de las ensoñaciones en va
rios de sus libros, escribe:
105
su &ustracion del sel{: «Preferiría ser Manolete muerto que el
que soy vivo. » 1 3
1 06
en un fin en sí mismos. Parecen estar dirigidos a la acción, pero
son un mero simulacro de deliberación.
La personalidad pasiva (state orientation) muestra una hi
peractividad cognitiva (rumination), que también se ha encon
trado en experimentos de indefensión aprendida, en estudios
sobre depresión y en pacientes fóbicos durante las sesiones
de terapia, y que tiene como manifestación más clara la ca
vilación, la rumia, que es una expresión lingüísticamente for
mulada, reiterativa, en el vacío, interminable.
De estos ejemplos sólo quiero sacar una conclusión. Una
teoría del lenguaje tiene que adentrarse en el laberinto de la
personalidad. La utilización del lenguaje, el estilo en que se
emplea, la facilidad o la dificultad con que se pasa a la expre
sión, nos proporcionan datos importantes sobre una pragmáti
ca personal. Hay tal vez un modo femenino y un modo mascu
lino de utilizar el lenguaje, como dice Deborah Tannen. Todo el
mundo sabe que la furia es locuaz, y a veces la alegría, y de vez
en cuando el amor. « De la abundancia del corazón habla la
boca» es un proverbio muy viejo y muy sabio. Nótese que aquí
no estoy hablando de los contenidos del hablar, sino de la rela
ción del habla con la personalidad. Hay personas habladoras y
personas taciturnas. Hay personas expresivas y personas secas.
10
1 07
tativas, que a partir de la información en estado consciente ha
perfeccionado unos sistemas de control. El lenguaje se inserta
en esta estructura como el gran mediador entre el sujeto y la
sociedad, como el gran mediador también entre las diferentes
estructuras del sujeto.
La aparición de un deseo -de moverse, de comunicarse, de
cualquier cosa- tiene como antecedentes la situación del suje
to, y la estructura de sus necesidades y tendencias. Una falta de
deseos limita la capacidad de obrar. Una ausencia de deseos de
comunicarse también disminuye las ocurrencias lingüísticas.
Los enfermos que tienen alterada su capacidad apetitiva aca
ban sumidos en un mutismo por desinterés. La expresión co
mienza con la presencia de un determinado motivo: transmitir
algo a alguien, pedir algo, aclarar una idea. Sin motivo, no pue
de tener lugar la alocución verbal.
Il a mis le café
Dans la tasse
Il a mis le lait
1 08
Dans la tasse de café
Il a mis le sucre
Dans le café au lait
Avec la petite cuiller
Il a tourné
Il a bu le café au lait
Et il a reposé la tasse
Sans me parler
Il a allumé
Une cigarette
Il a fait des ronds
Avec la fumée
Il a mis les cendres
Dans le cendrier
Sans me parler
Sans me regarder
Il s 'est levé
Il a mis
Son chapeau sur sa tete
Il a mis
Son manteau de pluie
Parce qu 'il pleuvait
Et il est parti
Sous la pluie
Sans une parole
Sans me regarder
Et moi j 'ai pris
Ma tete dans ma main
Et j'ai pleuré.
1 09
cías. É se es el caso de los heterónimos de Pessoa, cuyas voces
se despegan de la persona, como ocurre con los roles o con los
yoes sociales que adoptamos de acuerdo con situaciones y fines
determinados. Sin embargo, en último término, tenemos que
entregar el control de la acción al proyecto poético, al rol so
cial, a la situación. Nuestra habla personal se da en esos auto
matismos puestos en marcha por los sistemas de motivación, y
en las decisiones que permiten la expresión, la evalúan, corri
gen o bloquean.
El yo que habla es el mismo yo que actúa. Hablar es, por su
puesto, una acción. Dentro de la estructura del sujeto, en la su
perior jerarquía nos encontramos los sistemas de control. Son
los que en última instancia van a determinar el habla externa y
parte de la interna. Lo más interesante es que, como hemos vis
to, el lenguaje colabora a la formación de esas estructuras. El
niño aprende a darse órdenes. Pues bien, en esa estructura psi
cológica que permite la acción autónoma se funda también el
conocido fenómeno de la voz de la conciencia, que es un ele
mento de evaluación.
En todo este proceso está presente la sociedad, por supuesto.
Ella suscita preocupaciones, deseos, criterios de evaluación.
Cuando estas coerciones son muy fuertes, el habla se hace desi
diosa, mecánica, ecolálica. Gran parte del contenido de nuestras
motivaciones, de nuestros proyectos y metas están inducidos por
la sociedad en que vivimos. A través de las creencias, de la educa
ción, de los sistemas de valores, de los premios y castigos, la socie
dad, nuestra cultura, influye en nuestros sistemas de valoración y
de paso a la acción. Pero no basta con mencionar esta ubicua in
fluencia social. Es insuficiente decir que los seres humanos so
mos nódulos en una gigantesca, enrevesada, multidimensional
red de relaciones. Necesitamos saber cómo se recogen, remansan,
sedimentan esas presiones en los sistemas subjetivos, que son
siempre individuales. He descrito en otro libro que tenemos que
distinguir en cada sujeto humano una triple estructura: tempera
mento, carácter, personalidad. Traduciendo estos niveles al plano
lingüístico podríamos hablar de las voces del temperamento, del
carácter y de la personalidad.17 Las voces del deseo, del hábito y
de la voluntad.
1 10
V. LA INTELIGENCIA LING Ü ÍSTICA
111
nada aparte del texto. No hay orígenes, tan sólo hay produc
ción, y producimos nuestros «egos » mediante el lenguaje. Nada
de «eres lo que comes», sino «eres lo que hablas» o más bien «eres
lo que te habla » , es la base axiomática de la filosofía de Robyn.
1 12
origen de las cosas, incluido el lenguaje. Por esta razón el pen
samiento ultramodemo es genealógico. Las cosas reciben su
significado de su genealogía. Son el momento actual de una
trayectoria que arranca del pasado y va hacia el futuro. El sen
tido de las creaciones humanas está en su génesis subjetiva.
Tengo que invitarles a remontar el curso que lleva desde las
grandes catedrales lingüísticas hasta los humildes picapedreros
que las construyeron. O sea, hasta ustedes y yo.
1 13
ticamente mientras el trayecto es sencillo, pero cuando surge
un problema, cuando el vehículo derrapa o el coche de delante
frena bruscamente o hay hielo, tenemos que prestar toda la
atención posible, y al hacerlo somos más conscientes de lo que
ocurre y podemos someter nuestras acciones al control de esa
mirada perspicaz. Cuando soñamos, estamos en un estado in
termedio. Alguna información pasa a estado consciente, pero
sin que pueda utilizarla. Estoy preso del sueño, mientras que
en el estado de vigilia puedo suscitar nuevas ocurrencias, con
trolarlas y dirigirlas. Es como si esa emergencia consciente, esa
brillante lava amanecida, me sirviera de maravilloso punto de
apoyo para mover la parte ignota de mí mismo, para poner en
marcha la gran sala de máquinas de mi subjetividad.
Cuando lo consigo, aparece lo que he llamado « inteligencia
ejecutiva» , que puede influir en la fuente de ocurrencias de la
que depende sin saber cómo lo hace. Sus funciones son muy
pobres, pero muy eficaces: inhibe la respuesta, evalúa las ocu
rrencias, las acepta o las rechaza. En este último caso puede
pedir a la inteligencia computacional soluciones de repuesto.
É sta es la estructura básica del sujeto. ¿Cómo se modela al
tratar con el lenguaje? Ante la complejidad y novedad de los
mecanismos lingüísticos caben dos posturas. Una es apelar a
una facultad nueva, maravillosa, que apareció de repente por
una mutación y aquí sigue. Otra es intentar explicar los prodi
giosos fenómenos del habla a partir de mecanismos más humil
des y comunes. 1 É ste es el camino que voy a explorar. Para ello
necesitamos saber cómo trabaja la inteligencia computacional,
fuente de nuestras ocurrencias. Vamos, pues, a abandonar los
sofisticados territorios de la sintaxis, la semántica, las grandes
creaciones poéticas, para descender hasta el humilde terreno
de los movimientos físicos.
¿Por qué descender tanto? ¿Puede haber acaso alguna se
mejanza entre jugar al tenis y mantener una conversación?
Creo que sí. Son dos procesos que generan acciones. Ahí es
donde tenemos que descender: al origen de la actividad pro
ductiva. A la matriz de los actos. Cada uno de nosotros puede
producir un número ilimitado de expresiones, a partir de un
número limitado de palabras. Cada uno de nosotros puede pro-
1 14
<lucir un número ilimitado de movimientos, a partir de un nú
mero limitado de músculos. Hablar y jugar al tenis son com
portamientos voluntarios construidos sobre automatismos for
midables de los que depende su eficacia. Mientras el agonista
juega o habla, el protagonista observa y prepara su respuesta.
Arbib ha estudiado las analogías entre los esquemas de control
del movimiento y los esquemas lingüísticos. Y no es el único in
vestigador interesado en esta relación. No les parece casual que
el hemisferio izquierdo sea la sede del lenguaje y de las destre
zas manuales. Kimura sostiene que la lateralización -el enco
mendar esas funciones a uno de los hemisferios cerebrales- fue
primero un mecanismo para proporcionar a las manos un me
jor control, y sólo secundariamente para hablar. Tal vez nues
tro primer lenguaje fuera el gesto . Las apraxias -la incapacidad
de realizar determinados movimientos- van frecuentemente
acompañadas de afasias -trastornos del lenguaje-, y resultan
de lesiones en el córtex asociativo izquierdo. Steklis, Hamad,
Corballis, y otros muchos, sostienen ideas parecidas. En las no
tas encontrarán las referencias.2
Lo que resulta pasmoso es la capacidad de generar noveda
des, sean físicas o mentales. El afán por aclarar este prodigio
constituye la grandeza de la obra del infatigable Chomsky. Por
debajo de todos los sistemas generativos parece haber una ca
pacidad de análisis y combinación regida por reglas. Ray Jac
kendoff, un gran lingüista y un apreciable psicólogo, encuentra
estos elementos en el lenguaje y en la acción física.3 No me ex
traña, porque ambas actividades son acciones a secas y tienen
que compartir un mismo sino. Los bailarines clásicos trenzan
sus melodías corporales a partir de un pequeño repertorio de
posiciones básicas. Los compositores componen sus proezas
con unas pocas notas y unas cuantas reglas. Y lo mismo hacen
los jugadores de ajedrez. Y todos lo hacemos al hablar. Puedo
nombrar algunos aspectos del paisaje que tengo ante mí: árbol,
aire, sol, reflejar, mover, crecer. Y luego combinarlos descripti
va o poéticamente. El aire mueve los árboles. El sol los hace cre
cer. El aire mueve el sol reflejado en el árbol. El sol hace crecer
el aire. El árbol soleado crece con el aire. Los reflejos hacen cre
cer al sol. El aire es un reflejo, el sol es un reflejo, el árbol es un
115
reflejo. El árbol es un sol crecido reflejado en el aire. Y después
vendrían las interrogativas y las pasivas y los imperativos y los
subjuntivos y las condicionales y las subordinadas. Toda la pi
rotecnia de este sorprendente juego de artificio.
Aquí se acaba el introito. Hay que emprender la investiga
ción. Comenzaremos por lo más simple. Vamos a ver cómo
funciona el sistema generador de los movimientos voluntarios.
116
letras pequeñísimas o enormes, verticales o inclinadas. Incluso
será capaz de escribirla con la mano izquierda. En cada uno de
esos casos los movimientos corporales serán completamente
distintos, a pesar de lo cual el resultado se mantendrá invaria
ble: habrá escrito una «A» .
Parece, pues, que el proyecto controla desde una olímpica
distancia el desarrollo de la acción, porque no tengo que elabo
rar planes conscientes especiales para levantarme y dirigirme al
jardín. Entrego el control de la acción a automatismos corpora
les muy perfectos: incorporarme, andar, sortear los obstáculos.
Los estudios de Bemstein sobre la coordinación y regulación del
movimiento nos han enseñado la complejidad de esos simples
actos que con tanta facilidad ejecutamos. Toda acción, desde
andar hasta componer poemas, se realiza con la ayuda de esos
dóciles sirvientes.4 Cuando ponemos en marcha un automatis
mo muscular, se produce un movimiento que continuamente
va siendo comparado con un patrón. Si el movimiento es correc
to, continúa; si es incorrecto -por ejemplo, cuando se pierde el
equilibrio o se tropieza-, el sistema se encarga de corregirlo.
El niño e s muy torpe para coger y para lanzar una pelota (y
para hablar) . Carece de esquemas musculares lo suficiente
mente flexibles para acomodarse a su trayectoria, y también
para acomodar el lanzamiento a sus deseos. Ya les advertí que
la palabra esquema reaparecería. Con esta palabra se designa,
en este caso, un hábito muscular que permite realizar con sol
tura un movimiento. Desde un punto de vista fisiológico es un
conjunto de patrones neuromusculares. Hasta aquí hay pareci
dos evidentes con el lenguaje. También poseemos esquemas
lingüísticos que nos permiten «acomodar» nuestra interpreta
ción a lo que alguien nos dice o «acomodar» nuestra expresión
a lo que queremos decir. Sigamos con el movimiento. Poco a
poco el niño va adquiriendo más habilidad. Ni siquiera tendrá
ya que pensar cómo acomodar su movimiento a la trayectoria
de la pelota. No me propongo escribir un tratado de gimnasia
-aunque teniendo el precedente de Valéry no me importaría-,
sólo quiero subrayar que se trata de una habilidad aprendida y
que podemos interpretarla en términos de construcción de es
quemas musculares.
1 17
Como les decía, sin que nos demos cuenta el sistema nervio
so compara los movimientos musculares realizados con el pro
yecto muscular en curso, pero además de ese chequeo rutinario
la inteligencia realiza otro de mayor nivel, por el que evalúa si el
plan se está realizando de manera adecuada, si es eficaz o si
conviene introducir variaciones. Ahora que acabo de salir al jar
dín me doy cuenta de que ha comenzado a llover y vuelvo a casa
para coger un paraguas. Después prosigo el plan: llego al inver
nadero, compruebo que los semilleros están suficientemente
húmedos y cancelo mi proyecto. No los riego.
É sta es la estructura de toda acción voluntaria, sea montar
en bicicleta o escribir La montaña mágica : hay un proyecto, una
orden de marcha, una serie de operaciones automatizadas o
conscientemente dirigidas, una continua comparación con el
plan previo, que lleva a una evaluación tras la cual la acción
continúa o se corrige. Superada la evaluación, se extiende el
finiquito, que es la orden de parada. Planear, ordenar, ejecutar,
comparar, evaluar, parar. Esto es todo. En cada tarea, los esque
mas, planes, movimientos, problemas, soluciones, evaluacio
nes, serán distintos. Lo único que permanece estable es la es
tructura.
1 18
Podemos actuar con las imágenes como actuamos con los
objetos reales. Imaginarse a uno mismo haciendo algo puede
sustituir de alguna forma la actividad real. Richardson describe
un experimento en el que se solicitó a los sujetos que practica
sen mentalmente un ejercicio gimnástico en barras paralelas.
Al día siguiente ejecutaron realmente el ejercicio. Las personas
con mejores imágenes mentales tuvieron un mejor rendimiento
que los que habían tenido una puntuación baja en los tests de
capacidad de formación de imágenes. Se obtuvieron resultados
similares en baloncesto.5
Hay diferencias en la vivacidad de las imágenes y en el nivel
de control que puede ejercerse sobre las transformaciones de
imágenes. Pero según Kosslyn, uno de los autores a los que de
bemos que la imaginación haya recuperado respetabilidad
científica, la formación de imágenes mentales no es una destre
za aislada, sino un conglomerado de distintas capacidades,
como la de rotar imágenes, la de inspeccionarlas, la capacidad
para captar diferentes partes de una imagen al mismo tiempo,
etc . Las personas pueden ser buenas en una de estas habilida
des y malas en otras.
Kosslyn añade una precisión importante: las imágenes com
parten con la percepción algunos mecanismos cerebrales y, por
lo tanto, pueden interferir con las percepciones correspondien
tes . 6 Al imaginar, lo que estamos haciendo es desencadenar in
ternamente acontecimientos neuronales que en el proceso per
ceptivo están disparados desde fuera.
Al hablar de los conceptos vividos mencioné que su conteni
do estaba compuesto por palabras e imágenes. Ha sido Paivio
quien ha estudiado este doble código. El axioma principal de la
teoría del código dual es que hay dos clases de fenómenos, ma
nipulados cognitivamente por dos subsistemas separados, uno
especializado en la representación y procesamiento de la infor
mación no verbal de objetos y acontecimientos, y otro especia
lizado en el tratamiento de la información lingüística. Las ro
sas de mi jardín no se confunden con las rosas que he leído en
Juan Ramón Jiménez o en Rilke.
Lo que llamamos imaginación es la capacidad de generar
imágenes de origen perceptivo, introducir variaciones, mane-
1 19
jarlas, crear otras nuevas. Es un término que no me gusta por
que se ha hecho muy confuso. Se utiliza indebidamente para
designar todo lo que tiene que ver con la invención y la creati
vidad. Las razones de este error merecen ser consideradas. He
mos ampliado el concepto de imaginación porque lo hemos he
cho coextensivo del reino de la percepción, que es un modo de
experiencia muy amplio. Percibimos objetos, ciertamente, pero
también percibimos sucesos. Y esto es una experiencia mucho
más compleja que ver una mesa o una torre . Implica, por ejem
plo, la comprensión de relaciones. Les relataré una escena que
presencié hace poco.
Estaba sentado en la terraza de un café. Frente a mí había
una pareja joven. La muchacha tenía agarrada la mano del chi
co, que acariciaba con gran ternura. El muchacho tenía un ci
garrillo en la otra mano, y distraído miraba pasar la gente. Re
cordé el tristísimo poema de Aleixandre:
1 20
imaginación. Pero no es solamente perceptiva, sino conceptual,
afectiva, inferencia!, y por eso desborda la simple imaginación.
Mejor sería llamarla fantasía, y está en el origen de nuestra ca
pacidad narrativa, es decir, inventora de narraciones. Es un sis
tema generativo distinto, donde se entremezclan imágenes,
modelos de situaciones, palabras. En él se unifican los dos
grandes códigos señalados por Paivio: el imaginario y el lin
güístico. Y un tercero que no tuvo en cuenta: el afectivo. Tam
bién guardamos información afectivamente codificada.
121
mos o hacemos, y a este «desde » podemos llamarlo « esquema
matricial» . El recién nacido capta de la realidad lo que le per
mite su breve repertorio de esquemas sensoriomotores. Las co
sas se pueden coger, agitar, chupar: éste es todo su Mundo.
Los sistemas de producción de significado, a los que me he
referido hace un par de capítulos, pueden considerarse tam
bién esquemas. Cada patrón perceptivo desde el que reconoce
mos la nueva información funciona como tal. Unas veces son
aprendidos y otros están genéticamente determinados.
Lo que permite a un director de orquesta captar los más su
tiles matices sonoros son los mismos órganos auditivos comu
nes a todos los mortales, dirigidos y perfeccionados por una in
formación aprendida. Los esquemas son, pues, una realidad
híbrida, mezcla de fisiología e información. Neisser, uno de los
grandes psicólogos de este siglo, los define así: «Estructura psi
cológica, verosímilmente con sede neuronal, modificable por la
experiencia, capaz de aceptar información y de dirigir las acti
vidades del organismo. » 7
Los esquemas matriciales tienen dos características de
enorme importancia para el lenguaje: son sistemas de asimila
ción y sistemas de producción . Sabemos cosas y sabemos hacer
cosas. Comprendemos y hablamos. Esta actividad de los esque
mas sirve para explicar la productividad de nuestra inteligen
cia, que es extremadamente dinámica. Completamos informa
ción, llenamos huecos, sacamos inferencias. Incluso nuestra
memoria, esa fantástica capacidad que ha sido objeto de todo
tipo de ofensas, es creadora.8
Los expertos en Inteligencia Artificial han elaborado mode
los de memoria activa basados en lo que llaman « sistemas de
producción» . Un sistema de producción es un artilugio maravi
llosamente sencillo y eficaz. Es una secuencia condicional. «Si
A, entonces B . » Observe el lector que se trata de una estructura
lógica muy poderosa. Si se cumple la condición se dispara el
proceso. Es pasmoso lo que un experto puede hacer con esta
pequeñez. Newell y Simon, los padres de la criatura, mantuvie
ron que el conocimiento está representado por un vasto con
junto de reglas condicionales -sistemas de producción- que se
activan cuando aparece la condición.
122
Imaginemos un sistema de producción sintáctico. «Si usa el
verbo dar tiene que especificar sujeto, complemento de perso
na y complemento de cosa.» En los ordenadores, estas reglas
son extremadamente eficaces, pero lo que me interesa averi
guar es si estos sistemas de producción podrían estar instala
dos en nuestra memoria. Hay al menos cuatro sistemas orgá
nicos que funcionan de manera semejante: el reflejo, los
condicionamientos, los mecanismos instintivos, los hábitos.
Disparan la acción o al menos la facilitan. Lo cierto es que
nuestra memoria, gracias a su estructura activa, a su reperto
rio de esquemas verbales y perceptivos, puede hablar e imagi
nar, convirtiéndose en un yo ocurrente que profiere sin parar,
estemos despiertos o dormidos, frases, imágenes, ensoñacio
nes. Me atrevería a decir que el yo es un surtidor, si no fuera
una frase tan cursi.
1 23
comprenderla porque conozco la secuencia de actos a que se re
fiere. Los guiones nos permiten completar las informaciones
fragmentarias y hacer inferencias. Es decir, pasar de lo que co
nozco a lo que no conozco. Me importa subrayar que no se trata
de organizar una información estática en « escenas » , en vez de
en «redes» . Estos « modelos narrativos » son dinámicos, es decir,
producen historias, completan el proceso a partir de la informa
ción recibida, hacen inferencias y aventuran hipótesis. Son mo
delos amartillados y se disparan.
Según Schank, el niño aprende muy pronto modelos narra
tivos. A los 2,6 años ya es capaz de exponer el guión de « ir de
compras a una tienda» . A los 4 años tiene muchos guiones bien
desarrollados. Cuenta:
1 24
cantidad de información en la mente mientras prestamos aten
ción a un mínimo de detalles. 1 1
125
pal interés lingüístico del niño se centra en la acción humana y
sus consecuencias. Agente y acción, acción y objeto, agente y
objeto, acción y localización, poseedor y posesión constituyen
la mayor parte de las relaciones semánticas que aparecen en la
primera etapa del lenguaje.
Es muy interesante observar cómo los niños aprenden a
contar sucesos. K.atherine Nelson publicó los soliloquios que
mantenía una niña desde los 1 8 meses hasta los tres años. 1 2
Emily parecía muy interesada en fijar y expresar el orden de
los acontecimientos y su importancia para el narrador/protago
nista. En primer lugar, consiguió un dominio cada vez mayor
de formas lingüísticas que le permitían alinear y secuenciar sus
relatos de «lo que había pasado » . Sus primeros relatos comen
zaban ligando los sucesos mediante simples conjunciones. Lue
go empezó a usar adverbios temporales, como « entonces » , para
pasar finalmente a utilizar las partículas causales, como los
porqués.
Sorprende este interés infantil por ordenar los aconteci
mientos, hasta el punto de autocorregirse a veces con respecto
a qué o quién precedió o siguió y a qué o a quién. Al fin y al
cabo sólo estaba hablándose a ella misma. William Labov, en
su artículo sobre la estructura de las narraciones, dice que el
significado de lo que ha sucedido está estrictamente determina
do por el orden y la forma de la secuenciación. É ste parece ser
el significado que buscaba Emily, pero no olvide el lector esta
actitud de evaluar las propias expresiones. Volveremos a en
contrarla. El yo que habla es el yo que selecciona y decide.
126
tipo de comprensión conceptual previa de los argumentos de la
acción, que sirve para organizar nuestra experiencia sobre la
actividad humana.
Lo cierto es que el lenguaje parece que se organiza en mo
delos y que estos modelos son narrativos. Y esto se ve con clari
dad al analizar los verbos, cuya complejidad es uno de los gran
des alardes de la inteligencia. El verbo contiene un significado
y unas instrucciones de uso. Saberlo es saber utilizarlo. Nos
impone un sujeto y una serie de complementos. La creencia de
que los verbos son todopoderosos es compartida por muchos
lingüistas, para los cuales forman la categoría más importante
del lenguaje. En algunas lenguas la riqueza morfológica del
verbo es descomunal. Por ejemplo, en el kivunjo, una lengua
bantú. Para no abrumarles sólo les mencionaré sus tiempos
verbales: sucesos ocurridos hoy, más temprano en el día de
hoy, ayer, anteayer, en un pasado remoto, habitualmente, suce
sos aún no terminados, consecutivos, hipotéticos, futuros, en
tiempo indeterminado, aún no ocurridos y que suceden de vez
en cuando. En fin, que la conjugación de un verbo alcanza el
medio millón de formas, según Pinker. 1 3 Fastuoso.
Toda oración tiene que tener un verbo, pero no todas nece
sitan tener un sustantivo. No es de extrañar que los afásicos
manejen mejor los sustantivos que los verbos, dada la superior
complejidad de éstos, su inextricable mezcla de semántica y
sintaxis. Cuando el hablante produce una frase, toma ensegui
da un verbo que proporciona el marco sintáctico para el resto
de la frase. Y en este marco se van integrando las otras pala
bras. Bien, pues este marco es un «modelo» .
Me interesa describir cómo están organizados estos modelos
léxicos. Comenzaré con un ejemplo. El verbo dar está incluido
dentro de un modelo: la acción por la que la propiedad o uso de
una cosa pasa de una persona a otra. Este modelo implica una
serie de informaciones: las cosas tienen dueño, sólo las personas
pueden ser dueños, el dueño posee el objeto, la posesión es una
relación del sujeto con el objeto, el uso suele seguir a la propie
dad, el dueño/propietario puede transferir la propiedad o el uso
a otra persona por diversos medios. Aquí es donde entra el des
pliegue léxico: dar, regalar, prestar, alquilar, vender, ceder, subas-
1 27
tar, trocar, canjear son formas voluntarias de transmitir la pro
piedad. El robo, la incautación, la expropiación son modos no
queridos por el dueño . Como verá el lector, una simple inspec
�ión del diccionario nos permite hacer una teoría de los modos y
maneras como puede transferirse la propiedad de una cosa.
Nuestra investigación sobre el léxico de los sentimientos pa
rece corroborar esta idea narrativa de la representación semán
tica básica. Dos grandes especialistas, Anne Wierzbicka y Algir
das Greimas, consideran que el significado de los sustantivos
que designan sentimientos son «planes narrativos abreviados » .14
Un suceso cambia el estado afectivo de una persona, producien
do determinadas manifestaciones y despertando en ella el deseo
de realizar algún comportamiento. Una ofensa produce males
tar, agitación, deseos de venganza. A este argumento lo llama
mos furia. Según los antropólogos, una de las funciones del léxi
co emocional es organizar las conductas. Puede hacerlo porque
su estructura semántica es argumental.
Otro ejemplo que confirma la teoría de los esquemas matri
ciales/modelos linguísticos nos lo proporcionan las metáforas
que están por debajo de un gran número de expresiones. Fue
Lakoff quien llamó la atención sobre este asunto . 1 5 Las dificul
tades respiratorias han servido como base figurativa para algu
nas palabras que expresan sentimientos: congoja, anhelo, ansia,
ago b io, angustia . María Moliner define ansia como un malestar
físico que se manifiesta principalmente como respiración ja
deante. Anhelo guarda la huella de su antepasado latino an-helare,
respirar con dificultad. Covarrubias da una explicación de esta
falta de resuello apelando a la prisa del deseo. Anhelar «vale
tanto como respirar con dificultad, cuando un huelgo se alcan
za a otro, lo cual acaece a los que se han fatigado mucho co
rriendo o saltando o haciendo otro ejercicio violento. Dícese de
los ambiciosos que anhelan por los grandes lugares o dignida
des, por la vehemencia con que los procuran, y la diligencia de
masiada que ponen en conseguir sus pretensiones» . Angustia
deriva del latín angustia , estrechez, opresión. También agobio
significa « sofocación» , y la congoja es un sentimiento que aho
ga. Procede del latín congustia, angostura.
1 28
9
1 29
mezcla de fisiología e información, funciona de manera análo
ga a como lo hacen los sistemas musculares. Desconozco las
relaciones que guardan entre sí los 792 músculos que tengo y,
por supuesto, ignoro cómo se organizan las habilidades moto
ras que poseo, cada una de las cuales pone en juego complejas
interacciones. Lo mismo ocurre con los esquemas cognitivos,
que me sirven para conocer mi situación, orientarme no solo fí
sica sino mentalmente, o para explicar fenómenos tan notables
como «echar en falta» , « Sorprenderme » , «reírme de un chiste »
o «tener algo en la punta de la lengua» .
He dedicado este capítulo a los sistemas generativos del su
jeto inteligente, y a algunos lectores les habrá parecido que he
descuidado un aspecto importante del lenguaje: la compren
sión. No sólo producimos frases sino que también comprende
mos las frases ajenas. Pero la comprensión no es otra cosa que
un sistema generador de significados inducidos por una expre
sión percibida. Cuando leo un texto no recibo pasivamente una
información, sino que recreo la información, por un complica
do juego en el que interviene también la creación de modelos.
Ya lo explicaré con más calma.
Todas estas precisiones acerca de la inteligencia, de las es
tructuras cognitivas que fundan el lenguaje, han sido necesa
rias para poder explicar más tarde fenómenos de una enrevesa
da complejidad. ¿Cómo aprendemos el lenguaje? ¿Cómo se nos
ocurren las frases y cómo las construimos? ¿ Cómo entendemos
lo que nos dicen? É stos son temas clásicos de la psicolingüísti
ca. Los estudiaré en los próximos capítulos.
1 30
VI. EL HABLA CREADORA
131
Incluso cuando el enfermo contesta: «Me siento bien » , pone en
evidencia rasgos morfológicos parciales de ecolalia. Pero cuan
do la pregunta exige salir de los límites de la simple repetición,
por ejemplo: « ¿ Qué ha habido hoy en el almuerzo? » , el enfermo
sólo puede repetir: « ¿ Qué ha habido hoy en el almuerzo? » '
S i queremos que l a teoría de la producción lingüística sea
convincente, debemos poder explicar comportamientos más
brillantes. ¿Es posible comprender la actividad creadora a par
tir de esos humildes automatismos? Los expertos no son muy
optimistas acerca de nuestro conocimiento de tan misteriosos
procesos. « Prácticamente todo lo que uno puede decir sobre la
producción del lenguaje debe ser considerado especulativo» , es
criben Fodor, Bever y Garret. 2
Y Chomsky dice algo parecido: « En varios apectos, no esta
mos más cerca que antes de poder dar una solución verdadera
a los problemas clásicos. Por ejemplo, las cuestiones centrales
relativas al aspecto creador del lenguaje siguen siendo tan inac
cesibles como siempre . » 3 No soy tan pesimista y creo que pode
mos aclarar parte del problema.
Crear es someter las operaciones mentales a un proyecto
creador. ¿Qué define un proyecto creador? En primer lugar, que
goce de autonomía. Que se libere de la rutina, del automatismo
o de la copia. Ha de guiarse por un proyecto que aleje al sujeto
de su zona de desarrollo previsible. Lo fantástico es que la inteli
gencia humana funciona con proyectos muy vagos, como el que
mantenía Valle-Inclán cuando se empeñaba en «Unir palabras
que nunca estuvieron unidas » . O Rilke al considerar que el desti
no del poeta es decir, «pero decir así, como jamás las cosas mis
mas creyeron ser en su intimidad» .
Todo proyecto contiene u n objetivo, meta o fin que preten
demos alcanzar, pero ¿qué conocemos de un objetivo cuando
nos lo proponemos? Al empezar a hablar tenemos una repre
sentación muy vacía del tono, del tema, de la intención. Las
frases vienen y al hacerse conscientes las evalúo, preciso, corri
jo. Es decir, el habla es un proceso de autocorrección continua,
como lo es el movimiento.
Compararé de nuevo un diálogo con una partida de tenis.
Cada jugador tiene una meta -jugar y ganar- y un lenguaje -las
1 32
reglas del tenis- y unas destrezas personales -los automatismos
musculares- y un esquema de selección -su estilo de jugador, su
idea de lo que es un buen tenis-. Al golpear la pelota, cada juga
dor determina en parte la respuesta del contrario, que pone en
juego toda su habilidad para responderle bien. Los complicadí
simos automatismos musculares funcionan enviando continua
mente información sobre el estado de los músculos. El jugador
planea velozmente el golpe que va a dar mientras corre por la
pelota. Corrige su plan al ver al jugador descolocado. Intentará
un globo en vez de una dejada. Los sistemas musculares, cuyo
funcionamiento desconoce, entran en acción.
En nuestro diálogo íntimo sucede lo mismo. La primera
ocurrencia, da igual que sea una frase, un proyecto artístico o
un plan para el fin de semana, arriba a la conciencia de repen
te, como elemento de un incesante proceso que comienza con
el nacimiento. Las ocurrencias surgen de otras ocurrencias o
de estímulos internos o de estímulos externos. Debemos inter
pretar el proceso educativo como la construcción de un sistema
de ocurrencias. Motivación, sentimientos y ocurrencias van
muy unidos. La creación artística, donde el fenómeno es más
lento que en la formación de una frase, nos proporciona ejem
plos de esta emergencia de un proyecto. Por eso voy a tomarla
como organismo de disección.
Valéry decía que «puede empezarse un poema o una obra
musical a partir de masas emotivas y estados inarticulados » .
Julien Green confiesa que cuando comenzó Adrienne Mesurat,
la patética historia de un espejismo amoroso, no sabía cuál se
ría el tema, ni el argumento, ni nada. Sólo tenía una imagen del
personaje, Adrienne, mirando las fotografías de familia colga
das en la pared de la sala, en «le cimetiere » .
1 33
García Márquez ha contado cómo se le ocurrió la idea de
escribir una novela sobre los dictadores caribeños. A finales de
1 95 8 , estando en Venezuela, asistió a la fuga del dictador Pérez
Jiménez. Por primera vez era testigo de la caída de un dictador
de América del Sur. Ha descrito una imagen que le impresionó.
1 34
puedo decir nada es tan abrumadora que sería aburridísimo
mencionarlas. En mi despacho ocurren sucesos cotidianos y al
gunos menos frecuentes. El modelo que selecciono sirve de pro
yecto de frase. Los automatismos lingüísticos -como hacían los
automatismos musculares en el tenis- producen la frase con
mecanismos de corrección por parte del sujeto.
También tenemos una gran facilidad para continuar narra
ciones. Louis Aragon comenzó varias de sus novelas a partir de
una frase casual. Contó el proceso en un curioso libro titulado
Je n 'ai jamais appris a ecrire ou les incipit. 5 El desencadenante
de su novela Les cloches de Bale fue una frase suelta, aleatoria e
insignificante, que le vino a la cabeza: «Nadie se rió cuando
Guy llamó papá a M. Romanet. » El autor ignoraba cómo se le
había ocurrido la frase, pero recordaba claramente que le ha
bía hecho reír. ¿Por qué? Porque de golpe la consideró el co
mienzo de una novela y le hizo gracia la seriedad envarada que
percibía en el espacio abierto por aquel arranque casual. Des
cribió así la continuación de la anécdota:
135
cen preguntas continuamente. Cuenta García Márquez que es
cribió la primera frase de Cien años de soledad y después se pre
guntó: ¿Y ahora qué carajo sigue?
En el campo abierto por la ocurrencia primera, por la frase
emergente, por el vago deseo, comienzan las actividades de
búsqueda y tanteo. Las frecuentes pausas que hacemos al ha
blar están al parecer dedicadas a estas actividades de planifica
ción, búsqueda y corrección, actividades que se dan en todo
trabajo creador. Pondré un ejemplo tomado de Poética musical
de Ígor Stravinski: 6 « Toda creación supone en su origen una es
pecie de apetito que hace presentir el descubrimiento. A esta
sensación anticipada del acto creador acompaña la intuición
de una incógnita ya poseída, pero ininteligible aún, y no será
definida más que merced al esfuerzo de una técnica vigilante»
(p. 5 5 ) . « La facultad de crear nunca se nos da sola. Va acompa
ñada del don de observación. El verdadero creador se conoce
en que encuentra siempre en derredor, en las cosas más comu
nes y humildes, elementos dignos de ser notados » (p. 5 8 ) . « Un
compositor preludia de igual modo que un animal hurga. Uno
y otro hurgan porque ambos ceden a la necesidad de buscar. ¿A
qué responde esa investigación en el compositor? ¿A la regla
que lleva en sí como un penitente? No: es que anda en busca de
su placer. Va tras una satisfacción que sabe que no ha de en
contrar sin esfuerzo previo. No nos esforzamos para amar,
pero amar supone conocer, y para conocer hay que esforzarse»
(p. 59).
A veces, la ocurrencia inicial viene de fuera, de un encargo,
como en el caso de la Sinfonía de los salmos, que Stravinski
cuenta en Crónica de mi vida. 7 Quería componer una obra sinfó
nica y por ello aceptó el encargo que le hicieron. A continuación,
como siempre, el tanteo y la búsqueda: « Quise crear un todo or
gánico sin conformarme a los diferentes esquemas adoptados
por el uso, pero conservando el orden periódico por el cual la
sinfonía se distingue de la suite » . Tenía que elegir el material so
noro con que iba a construir su obra. Sería una obra de gran de
sarrollo contrapuntístico. «Finalmente, fijé un conjunto coral e
instrumental en que estos dos elementos estarían elevados al
mismo rango sin ninguna predominancia de uno sobre el otro.
1 36
En esto, mi punto de vista sobre las relaciones mutuas de las
partes instrumental y vocal coincidía con el de los antiguos
maestros de la música contrapuntística que, ellos también, los
trataban como iguales y ni reducían el papel de los coros a un
canto homófono, ni la función del conjunto instrumental a la de
acompañante. »
El habla creadora es una ocurrencia aceptada seguida de una
búsqueda consciente.
1 37
cho los duelos verbales. El jugador inicia una frase que tiene un
significado aparente y otro oculto (casi siempre sexual); su opo
nente debe replicar con una frase que tenga un cambio de soni
do mínimo respecto del primero y que también tenga un signifi
cado oculto. Si no puede dar una respuesta apropiada, pierde.
Pero después el creador tiene que seleccionar. Como explicó
Valéry:
1 38
cincuenta años un par de versos de un poema titulado «The
Growth of the Poet's Mind » . Por si tienen curiosidad, les daré la
primera versión y la última:
1 39
compositores como seres que tienen siempre patrones, tonos,
ritmos musicales en la cabeza. Muchos de ellos valen muy poco,
pero permiten al compositor revisar, seleccionar, mezclar. Se
gún Copland, la idea musical inicial llega al compositor como
un don, en forma muy parecida a la escritura automática. Stra
vinski decía que los acordes más complejos de su obra habían
aparecido de forma inexplicable y que él se había limitado a
aceptarlos con gozo.
Tal vez Rilke tuviera razón al explicar la aparición de un
verso:
Para escribir un solo verso, hay que haber visto muchas ciu
dades, muchos hombres y muchas cosas; hay que conocer a los
animales, hay que haber sentido el vuelo de los pájaros y saber
qué movimientos hacen las flores al abrirse por la mañana.
Hay que tener recuerdo de muchas noches de amor, todas dis
tintas, de gritos de mujer con dolores de parto y de parturien
tas, ligeras, blancas y dormidas, volviéndose a cerrar. Y haber
estado junto a moribundos, y al lado de un muerto, con la ven
tana abierta, por la que llegarán, de vez en cuando, los ruidos
del exterior. Y tampoco basta con tener recuerdos. Hay que sa
ber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la inmensa
paciencia de esperar a que vuelvan. Pues no sirven los recuer
dos. Tienen que convertirse en sangre, mirada, gesto; y cuando
ya no tienen nombre, ni se distinguen de nosotros, entonces
puede suceder que, en un momento dado, brote de ellos la pri
mera palabra de un verso.
1 40
!izadas serían infinitas en número y la mayoría de ellas no ten
drían el menor interés. Crear consiste en no realizar combina
ciones inútiles y en efectuar aquellas que son útiles y que sólo
son una reducida minoría. La invención es discernimiento y
elección. Inventar, ya lo he dicho, es elegir; pero quizá la pala
bra no sea totalmente exacta. Le hace pensar a uno en un com
prador frente al cual se dispone un gran número de objetos y
que los examina, uno tras otro, para efectuar una elección.
Aquí las muestras serían tan numerosas que no bastaría toda
una vida para examinarlas. No es éste el estado real de las co
sas. Las combinaciones estériles ni siquiera se aparecen a la
mente del inventor. Nunca aparecen en el campo de su con
ciencia combinaciones que no sean realmente útiles, excepto
algunas que rechaza pero que hasta cierto punto tienen las ca
racterísticas de combinaciones útiles. Todo sucede como si el
inventor fuera un examinador para el segundo grado, que sólo
tuviera que preguntar a los candidatos que hubieran superado
un examen previo. 14
141
pudo averiguar, ninguno de los gemelos conocía los pasos que
seguía para enfrentarse a esas preguntas. Frases como «Lo sé » ,
y «Lo tengo en la cabeza» eran l o único que se obtenía tras un
paciente interrogatorio.
Bemard Rimland pagó a Benj Langdon, un licenciado uni
versitario, para que aprendiera uno de los métodos conocidos
para calcular fechas, con la esperanza de que pudiese propor
cionar alguna pista sobre las habilidades de George y Charles.
No sacó nada en claro, pero sí se produjo un resultado fasci
nante que nos indica el poderío de la inteligencia computacio
nal.
1 42
belleza matemática. Al parecer el inconsciente tiene un eficací
simo criterio estético.
Es intrigante que estas preferencias, estos criterios de selec
ción, tengan especial eficacia para negar. Rechazan con inne
gable certeza. Esto ya lo había observado Bergson respecto a la
intuición filosófica, esa experiencia totalizadora que, según él,
está en la base de un sistema. « La intuición prohíbe » , escribió.
«Antes de ver una cosa clara, lo que se ve claro es que hay algu
nas maneras de las que no puede ser en absoluto. »
Recupero ahora el tema de la posibilidad que habían enun
ciado Valéry y Schoenberg. Según la obra o la frase se va des
plegando, se convierte también en criterio de su propia conti
nuación, porque abre unas posibilidades y cierra otras. Julien
Green lo ha contado con gran precisión:
143
inteligencia computacional que produzca nuevas ocurrencias
ya dirigidas. Así funciona también el lenguaje. Ray Jackendoff,
un lingüista del que ya les he hablado, dice que a la pregun
ta ¿Quién habla? , hay que contestar: « Quién selecciona. » Tiene
razón. Pueden ver sus argumentos en La conciencia y la mente
computacional, Paidós, Barcelona, 1 998.
1 44
creadora, que no pasa de ser un breve hiato locuaz abrumado
por tanta coacción. Pero cuanto más se empeñe en convencer
me de ello, con más energía se está refutando, porque si quiere
argumentar con brillantez, escogiendo la formulación más con
tundente, sosegando la impaciencia y buscando con tesón la
claridad, estará negando con sus actos lo que sus conceptos pre
tenden demostrar.
Sin embargo, el hombre, que es un ser de empeños y claudi
caciones, renuncia con facilidad a su condición de autor para
convertirse en robot, plagiario, altavoz, correveidile, esparcidor
de rumores, vozdesuamo, balador de cosas oídas y no com
prendidas. Produce entonces un abajamiento de nuestro Mun
do mancomunado. Cae en el lenguaje desidioso.
É ste es el mensaje deprimente que están lanzando todos los
exquisitos que afirman sus yoes de ornitorrinco disolviendo al
sujeto en un enredo textual. Frente a la claudicación de estos
capitanes arañas, que puede consolidarse, reivindico la posibi
lidad y la necesidad de un sujeto hablante animoso y creador.
Tarea es de cada uno intentarlo. Por lo que a mí respecta, si pu
diera elegir una voz propia, elegiría sin duda la que está sugeri
da por el género en que me muevo con más comodidad, el en
sayo. Sería una voz nacida de un tenaz deseo de conocer, de
aprovechar las otras voces que han dicho cosas interesantes,
para aprender de ellas, criticarlas, usarlas, rechazarlas. Sería
una voz que intentaría explicar lo que considero que es verdad,
y la exaltación, el pasmo, la diversión, el sobresalto que me
produce ese conocimiento. No sé si lo conseguiré, pero, al me
nos, me esforzaré en ello. Por mí que no quede.
1 45
VII. LA COMPRENSIÓN Y LA HERMENÉUTICA
1 46
salgo de ti a poblar las arboledas
con la ronca familia de mi canto,
a trabajar metales encendidos
o a comer carne asada
junto al fuego en los montes.
1 47
Se suele pensar que las parejas que viven juntas y se aman
llegan a comprender recíprocamente los respectivos estilos
conversacionales. No obstante, la investigación ha mostrado
que la interacción repetida no conduce necesariamente a una
mejor comprensión. Por el contrario, puede reforzar juicios
erróneos acerca de las intenciones de la otra persona e incre
mentar las expectativas de que ésta se comporte como antes. 3
148
2
1 49
que A, ¿era la prueba que resolví antes de A más difícil que A?
Evidentemente sí. El galimatías es una tautología.
En muchas ocasiones, como sabemos todos los profesores,
la falta de comprensión de un alumno se debe a que hemos co
dificado la información de una manera aparentemente sencilla,
pero que resulta inservible como pista para la reconstrucción
del significado.
Este ejemplo nos sirve para señalar que hay distintos nive
les de comprensión. Cualquier persona que sepa español ha
comprendido léxicamente el ejemplo. Pero se trata de una
comprensión superficial, que no nos permite sacar conclusio
nes, responder a preguntas, introducir la información dentro
del conjunto de conocimientos, captar las relaciones e impli
caciones del enunciado. Les pondré otro ejemplo, esta vez sa
cado de las matemáticas. « Un número elevado a cero es igual
a la unidad» :
a3 : a3 = a 3-3 = aº
1 50
Todavía no parece que el misterio se haya resuelto. Tene
mos que recordar que esa resta «significa» una división, y que
el resultado de dividir dos números iguales es la unidad. Ahora
espero que si no se han perdido en la explicación hayan com
prendido el significado de la fórmula.
¿Qué he hecho? Fundamentalmente he aplicado conoci
mientos previos que tenía. Así funcionan todas las comprensio
nes. Los significantes que percibo se vuelven significativos
cuando aplico a ellos conocimientos que poseo previamente. Si
no los poseo o no los aplico por pereza o incapacidad, no com
prenderé. Si aplico unos conocimientos incorrectos, malenten
deré la expresión.
151
tituyendo las imágenes a su lugar natural, la transcripción sig
nificativa del poema sería:
1 52
ral para seguir el significado del discurso, que va marcando el
tono de la interpretación. El modo de leer una obra científica no
es igual al modo de leer un poema o de entender un chiste. Tiene
que haber un cambio en el estilo de reconstruir el significado. To
memos como ejemplo un chiste infantil:
1 53
ciales a las estructuras sintácticas profundas y desde ahí hacia
la descripción semántica. A veces, sobre todo en las oraciones
que tienen incrustadas oraciones o en las que incluyen relacio
nes de comparación, como el ejemplo que he puesto al comien
zo de este capítulo, puede resultar enormemente complicado.
El último paso es la comprensión de un texto. Todo texto es
incompleto y exige inferencias continuas. No hay texto autosu
ficiente. Vigotsky, en uno de sus trabajos iniciales, analizó la
estructura psicológica de la comprensión de una fábula de
Tolstói, La corneja y las palomas, trabajo que posteriormente
retomó Luria: 7
Una corneja oyó que daban muy bien de comer a las palo
mas, por lo que se pintó de blanco y voló hacia el palomar. Las
palomas pensaron que era también una paloma y la recibieron
bien. Sin embargo, no pudo contenerse y dio un grito como una
corneja. Entonces, las palomas comprendieron que era una cor
neja y la echaron del palomar. Regresó con los suyos, pero en
tonces éstos no la reconocieron y tampoco la quisieron acoger.
Una corneja oyó que daban muy bien de comer a las palomas
(y las envidió), por lo que se pintó de blanco (decidió parecerse
a una paloma para que no la reconocieran) y voló hacia el palo
mar (para comer tan bien como las palomas) .
1 54
nicarse, saben que su conducta está guiada por deseos, inten
ciones, proyectos, y esos saberes los utilizan para interpretar
esos ruidos aún confusos que escuchan. Los niños autistas son
incapaces de comprender que esos objetos móviles que se mue
ven a su alrededor son subjetividades deseantes, expresivas,
que están intentando comunicarse con él, y, en consecuencia,
ellos no se comunican.
Lo que resulta evidente es que para comprender un discurso
hay que apelar a un conjunto de conocimientos estructurados
desde donde se pueden asimilar las nuevas informaciones.
155
Sólo puedo mantener el empeño. El momento de comprensión
surge de repente, como una «vivencia del ¡ajá!, del ¡eureka ! » ,
como u n insight, como caer e n l a cuenta. E s u n bello ejemplo
de las relaciones -colaboradoras y conflictivas- entre la inteli
gencia computacional y la inteligencia ejecutiva. Esta última
sólo puede rechazar la claudicación y pedir más actividad a la
inteligencia computacional. Hecho lo cual, tendrá que esperar
a que la inteligencia computacional caiga del guindo.
156
llevar agua a mi molino). Lo que para mí significa la conduc
ta de esos enfermos es la posibilidad de activar todo un modelo
semántico, una representación básica entera, a partir de una pa
labra. No es que adivinen, es que su inteligencia les permite re
construir, azarosamente, desde luego, una hipótesis significati
va a partir del indicio solitario y perdido de una palabra que
captan en una niebla de incomprensión. Lo que el observador
percibe es que el paciente parece comprender una frase que en
estricto sentido le resulta gramaticalmente incomprensible. En
el ejemplo anterior, puede «Suponer» algo sobre un pájaro en un
árbol.
Las lesiones en el lóbulo frontal provocan otras incapacida
des. Se mantienen intactas la capacidad léxica y sintáctica, pero
la comprensión del sentido de la comunicación desaparece o se
hace inestable, porque en el fondo es una tarea de perseverancia
y tenacidad. Se pierde el proceso de análisis activo del texto y el
paciente deja de tener control sobre el curso de su actividad. A
causa de esto, la auténtica interpretación de la comunicación se
sustituye fácilmente por asociaciones secundarias que aparecen
sin control o por estereotipos inertes. En estos casos el paciente
no regresa al texto original. Se hace incontrolable. Los enfer
mos pierden sus planes originales, las acciones dirigidas a un
objetivo y con ello las estrategias de resolución de problemas,
incluida la comprensión de una comunicacion. No lo olviden:
comprender es tarea de perro perdiguero: seguir la pista y tena
cidad.
Si a un enfermo de este grupo se le propone la repetición
de una larga historia, empieza a repetirla correctamente; sin
embargo, el proceso activo de la adecuada comprensión del
sentido es muy inestable y fácilmente es alterado por asocia
ciones incontrolables. Transcribo el modo como un paciente
de estas características contaba la fábula de la corneja y las
palomas:
1 57
(mira a su alrededor) . . . cogió una apendicitis . . . y el doctor K la
operó . . . estaba en la cama. . . nuestro pequeño pájaro, la corne
ja . . . muy triste y pálida . . . . y el cirujano la miró y sintió cariño
por ella y le propuso que fuera su esposa . . . . pues . . . voló a algún
lugar ... son cosas de mujeres . . . . pero allí no fue admitida . . . y se
quedó entre el cielo y la tierra (Luria, p. 1 85).
158
Elaborar los proyectos correctos y adecuados a las cosas, que
como proyectos son anticipaciones que deben confirmarse en
las cosas, tal es la tarea constante de la comprensión. Aquí no
hay otra objetividad que la convalidación que obtienen las opi
niones previas a lo largo de su elaboración. 9
1 59
Esperaban comprensión y apoyo, pero lo que encontraron
fue un rabino desesperado:
-¡ Qué me vais a decir a mí! -dijo-. Mi hijo también es cris
tiano. Y además se ha hecho cura. Lo único que podemos ha
cer es orar a Yahvé para que nos ayude en este trance.
Los tres judíos ortodoxos se postraron de rodillas y rezaron
al Altísimo: « ¡ Oh, Yahvé! Estamos consternados porque nues
tros hijos se han hecho cristianos. »
E n ese momento s e oyó una tremenda voz desde l o alto que
decía:
-¡ Qué me vais a decir a mí!
1 60
real puede darse la trágica alternativa entre la aspereza y la
soledad. Por eso, para interpretar la afirmación de la niña
como un suceso cómico hay que instalarse en la irrealidad,
hay que sintonizar afectivamente con él. Frarn;:oise Bariaud,
autora del mejor estudio que conozco sobre la génesis del hu
mor en el niño, 1 1 explica que la comprensión del chiste tiene
dos etapas: la percepción de lo inesperado y su evaluación.
Hace después una finta interesante y lista. Antes de hablar de
la comprensión, habla de la incomprensión. ¿Por qué una per
sona no entiende un chiste? Hay una incomprensión de origen
cognitivo -como en el chiste sobre los judíos ortodoxos- que
es fácil de explicar. El oyente no dispone de los conocimientos
necesarios para saber de qué va la cosa. Se queda, pues, in al
bis. Más interesante es la incapacidad emocional. El sujeto
que encuentra divertido un chiste tiene que percibir la incon
gruencia y, además, adherirse a ella. Tiene que entrar en el
juego. Los niños nos instruyen adecuadamente sobre esto. La
sorpresa sólo les resulta graciosa si la experimentan en un
contexto afectivo de seguridad y juego. De lo contrario, puede
resultarles turbadora.
Hace unos días presencié una escena curiosa en un aero
puerto. En una de las salas de espera había dos paseantes dispa
rejos. Un niño de unos tres años muy divertido al separse de su
madre y un hombre de edad algo más que madura alto y obeso.
Al encontrarse con el niño hizo un gesto cómico, a lo Frankens
tein. El niño se rió, volvió junto a su madre, pero se separó en
seguida. La escena se repitió, y el niño volvió al regazo de su
madre y a separarse de él. Pero a la tercera vez, cuando se repi
tió la misma escena, o al menos eso es lo que yo vi, el niño de re
pente se echó a llorar y se refugió definitivamente en las faldas
de su madre. ¿Qué había sucedido ? Rothbart propone que en la
percepción de lo cómico hay un «juicio acerca de la seguridad»
de la situación. Alan Sroufe, un conocido especialista en psico
logía infantil, indica que «las cosas que hacen los progenitores
que tienen más probabilidad de producir risa en el niño son las
mismas cosas que casi seguramente le arrancarán lágrimas si
las hace un extraño» . 1 2
Bergson, un personaje de extremada perspicacia, advirtió
161
que la comicidad exigía una cierta anestesia afectiva. Para con
siderar divertida la siguiente greguería: «Al amputado de los
dos brazos le han dejado en chaleco para toda la vida» , hay que
no ser el amputado ni prestar demasiada atención al amputa
do. Quien escucha un chiste sintiéndose afectado por su conte
nido lo interpretará de forma realista, o sea, no cómica. En una
investigación llevada a cabo por Levine y Redlich13 sobre una
población de adultos (enfermos y no enfermos), con la ayuda
de estímulos humorísticos muy cargados de significación agre
siva o sexual, resultó que, con un nivel de inteligencia equiva
lente, algunos adultos no comprendían el significado humorís
tico, que para los demás era muy claro. Se sentían agredidos
por el argumento, y esta irritación bloqueaba cualquier otra in
terpretación.
No pretendo aclarar el misterioso fenómeno de la comici
dad, sino poner un contundente ejemplo de la incapacidad de
los paradigmas cognitivos para explicar la comprensión de un
texto, de una situación, de una persona. Interpretamos las pala
bras desde nuestros conocimientos lingüísticos, y también des
de nuestros prejuicios, y también -lo que supone una complica
ción añadida- desde nuestro estado afectivo. Sometida a tantas
coacciones, barco zarandeado por tantas mareas, vientos, ma
res de fondo, oleajes, la comprensión resulta una actividad tan
improbable como la buena navegación. Sólo los que sepan
aprovechar las caprichosas bandadas de los vientos y las aguas
mantendrán el rumbo. Zafándome de la metáfora: comprender
es una tarea de inteligencia, astucia y tesón. La lingüística al
uso se nos está quedando cada vez más pequeña.
1 62
que no debe ir al colegio. La intención del hablante forma par
te del significado total del suceso lingüístico.
Me sorprende comprobar que la pragmática sólo se ha ocu
pado de los « actos de habla» y no de los actos de comprensión.
Pero si comprender es reconstruir un significado a partir de
pistas gramaticales, es preciso considerarlo también un acto, y
por lo tanto necesitamos elaborar una pragmática de la com
prensión. Al escuchar o leer un discurso, podemos adoptar dis
tintas actitudes, ejecutar actos distintos. De la misma manera
que hay intenciones del hablante, hay intenciones del oyente.
Y pueden ser buenas o malas .
Podemos dividir los actos de comprensión en tres grupos:
los que tienen intención recta, los que tienen intención oblicua
y los que tienen intención inventiva.
El acto con intención recta aspira a entender, e implica
una actitud de objetividad y paciencia. Hay que poner la inte
ligencia entera -el conocimiento, el afecto y la vol.untad- al
servicio de lo escuchado, poniendo entre paréntesis los prejui
cios y sentimientos que pueden empañar la visión. La com
prensión se convierte así en un proyecto intelectual que com
promete a toda la personalidad, que ha de estar dispuesta a
rendirse a la evidencia. Mi maestro Husserl dedicó gran parte
de su vida a describir esa mirada heroica, empeñada en n9
violentar lo dado. La comprensión exige el ascetismo del des
prendimiento y de la paciencia. Como ambas virtudes han
perdido su significado original, que era poderoso y enérgico,
intentaré recuperar su vigor con dos textos de Rilke, uno en
que elogia el respeto a lo dado, y otro en que critica la impa
ciencia. El primero está tomado del réquiem para la pintora
Paola Modersohn-Becker, que pintaba bodegones y figuras y
autorretratos:
1 63
Y al fin también te viste como fruta,
te mondaste de tus vestidos, puesta
la mirada, dejada enfrente, enorme,
y sin decir « soy yo» , sino « esto es» .
Tan sin deseo fue al fin tu mirada,
y tan sin nada, tan de veras pobre,
que no te deseó ni a ti: era santa.
1 64
de su propia cosecha. La reconstrucción del significado se con
vierte en recreación, en un recreo, vamos.
En la página 6 7 he dado sin quererlo un ejemplo de com
prensión inventiva. He citado de memoria un verso de Aleixan
dre, y al comprobar la cita he visto que mi memoria había he
cho una versión distinta. Desconozco las razones. Mi lectura
recordada ha reconstruido así el poema: «Una pajarita de papel
sobre el pecho I viene a decirnos que el tiempo de los besos ha
llegado. » Pero el poema de Aleixandre dice:
1 65
VIII. LOS LENGUAJES FRACASADOS
1 66
malicioso correveidile, la astuta celestina. Siendo un medio
de unión, puede cambiar de función y esgrimirse como arma de
desunión.
Algo así sucede con el uso nacionalista del lenguaje. El idio
ma deja de ser medio de comunicación y se convierte en sím
bolo de identidad nacional, de afirmación cultural, de integra
ción hacia dentro y segregación hacia fuera. Adquiere una
comunicabilidad empequeñecida y cautelosa. Se convierte en
lenguaje críptico, restringido, reservado para los cofrades.
La utilización nacionalista de la lengua no es un problema
lingüístico sino pragmático. ¿Podemos entendernos con distin
tos lenguajes? ¿Hay que tender a una lingua franca que nos una
y a una diferenciación cultural que nos identifique? El proble
ma del idioma se incrusta dentro de un problema más amplio.
Como vamos a ver en este capítulo, los fracasos lingüísticos a
que me refiero no tienen solución lingüística. É sta ha sido una
de las sorpresas con que me he tropezado al escribir este libro.
El lenguaje sólo puede cumplir sus funciones apelando a cir
cunstancias extralingüísticas. La gramática puede enfrentarse
a los problemas objetivos que dificultan la comunicación. Por
ejemplo, puede solucionar el problema de las expresiones am
biguas. Pero la comunicación no es un intercambio de paqueti
tos gramaticales, sino una persona-en-situación relacionándose
con otra persona-en-situación. La comprensión, en este caso,
va más allá de los mecanismos psicolingüísticos.
El caso de la India me parece de enorme interés. No en vano
es el paraíso de los sociolingüistas por su riqueza y compleji
dad. Nadie sabe exactamente cuántas lenguas se hablan dentro
de sus fronteras. Las opiniones discrepan. Según Khubchan
dani existen unas 200 lenguas clasificadas; según el censo de
1 96 1 , habría 1 .652 lenguas, cosa que parece exagerada (2 1 0
lenguas sólo tienen uno o dos hablantes) . Al conseguir la inde
pendencia en 1 94 7 se planteó un serio problema lingüístico y
nacionalista. El inglés no se menciona en la Constitución, pero
de hecho se usa como lengua de gobierno en el ámbito federal.
La Disposición VIII, una parte de la Constitución de la India,
enumera 14 lenguas como «las lenguas de la India » . En el mo
mento de la independencia la necesidad de mantener las tareas
167
de gobierno impuso el mantenimiento del inglés. Los intereses
nacionalistas, por su parte, dictaban que se adoptara como len
gua una lengua indígena hindú. El hindi aparecía como el me
jor candidato,
Su elección, sin embargo, ofendió los sentimientos naciona
listas de algunas regiones. El tamil y el bengalí tenían tradicio
nes literarias muy ricas y en opinión de sus hablantes merecían
ser lenguas nacionales. En 1 96 7 se aprobó una ley que permitía
tanto el uso del hindi como del inglés. Fue una solución para
prbteger el nacionalismo global frente a los sentimientos nacio
nalistas de los grupos que lo componen.
La India está subdividida en dos clases de unidades políti
cas, estados y « territorios de la unión» administrados por el po
der central. Los estados se establecieron por motivos lingüísti
cos. La mayoría de la población de cada estado habla la misma
lengua, aunque ninguno de ellos es estrictamente monolingüe.
« Esta libertad de usar y desarrollar las lenguas estatales tiene
algo de riesgo calculado. Por un lado, como la lengua puede ser
un símbolo de nacionalismos dentro de la nación, dar tal liber
tad puede alentar sentimientos nacionalistas separatistas en el
nivel de los estados. Por otro lado, tratar de suprimir las len
guas regionales podría haber causado agudos resentimientos . »
Fasold piensa que « hay razones para creer que la diversidad
lingüística no es tanto una amenaza política en la India como
lo sería en Europa» . 1
Después de la independencia, el gobierno federal tomó una
postura pluralista respecto a las lenguas que debían usarse en
la enseñanza. La política oficial sigue la llamada « Fórmula de
las Tres Lenguas» . En la enseñanza secundaria se deben ense
ñar tres lenguas: la regional, el hindi y el inglés.
Esta incursión en la política lingüística sólo pretende am
pliar las ondas que la palabra produce al caer en el estanque de
la vida humana. Lo que en su origen era esencial al lenguaje -ser
un medio de entendimiento- queda enterrado por una función
distinta: ser símbolo de identidad. Zarandeado por oleajes en
contrados, por mareas de intereses, por prejuicios y violencias,
la comprensión se convierte en una pretensión extralingüística.
Se lo diré, aunque se asusten: en la vida diaria, zona conflictiva
1 68
siempre, la comprensión deja de ser un fenómeno psicológico y
lingüístico y se convierte en una exigencia ética. Nos podemos
malentender usando la misma lengua y podemos comunicarnos
usando lenguas distintas. Todo depende de si existe o no un pro
yecto de entendimiento que vaya más allá del lenguaje.
1 69
cómo explicarme. » Son mentes inarticuladas, para quienes la
comunicación es casi un imposible.
A veces hay un voluntario mutismo que se convierte en me
dio para la dominación. La parquedad en el hablar puede ser
un instrumento de poder. Yamada sostiene que los hablantes
japoneses prefieren no hablar en situaciones de potencial en
frentamiento, pues el habla se considera una debilidad.3 Y aná
loga interpretación atribuyen Lehtnen y Sjavaara a los silencios
finlandeses.4 Pondré como ejemplo de las violencias del silen
cio unos fragmentos de una escena más larga de la obra de Eri
ca Jong Miedo a volar: Una pareja vuelve del cine. La mujer se
queja al marido:
1 70
Entre hombres y mujeres de nuestra cultura hay distintas
expectativas respecto a la conversación, lo que suele producir
desajustes graves en las parejas. Leslie Brody y Judith Hall afir
man que la mayor prontitud con que las niñas desarrollan las
habilidades verbales las hace más diestras en la articulación de
sus sentimientos y más expertas en el empleo de las palabras,
lo cual les permite disponer de un elenco de recursos verbales
mucho más rico. Según estos investigadores, «los chicos que
no suelen recibir ninguna educación que les ayude a verbalizar
sus afectos, suelen mostrar una total inconsciencia con respec
to a los estados emocionales, tanto propios como ajenos » .5
A los chicos se les educa para la autosuficiencia y a las chi
cas para mantener una red de relaciones. Como señala Debo
rah Tannen en You Just Don 't Understand, esta diferencia de
perspectiva les lleva a esperar cosas distintas de una simple
conversación, ya que el hombre se contenta con hablar de algo
mientras que la mujer busca una mayor conexión emocional.
Todo esto supone que las mujeres tienden a llegar al matri
monio con un mayor dominio de sus emociones, mientras que
los hombres lo hacen con una escasa comprensión de lo que
esto significa para la estabilidad de la relación. De hecho, un
estudio efectuado sobre 264 parejas ha revelado que para las
mujeres el principal motivo de satisfacción de una relación es
que «exista una buena comunicación en la pareja». 6 Desde el
punto de vista de la esposa, la intimidad conlleva, entre otras
muchas cosas, la capacidad de abordar cuestiones muy diferen
tes y, en especial, de hablar sobre la relación misma. La mayor
parte de los hombres, por el contrario, no acierta a comprender
esta demanda y suelen responder algo así como «Yo quiero ha
cer cosas con mi mujer, pero ella sólo quiere hablar» .
Durante la época del cortejo los hombres, sin embargo, se
hallan más predispuestos a entablar ese tipo de diálogo, interés
que va disminuyendo. Esta lenta escalada del silencio masculi
no puede originarse en parte por el hecho de que al parecer los
hombres son más optimistas sobre la situación real de los ma
trimonios, mientras que las mujeres son más sensibles a los as
pectos problemáticos. En general, las mujeres afrontan con
más facilidad que los hombres las disputas . É sta es al menos la
171
conclusión de Robert Levenson, de la Universidad de Berkeley,
tras estudiar a 1 5 1 parejas que llevaban mucho tiempo casadas.
La mayor parte de los maridos tenían una especial aversión a
las disputas matrimoniales, algo que para las mujeres no supo
nía ningún problema. 7
1 72
siones, cuando éstas en su profundo desconcierto introducen la
táctica del silencio. Así las cosas, basta que la libertad se ponga
un poco en contacto con dicha clausura para que ésta se angus
tie. El lenguaje habitual encierra a este propósito una expre
sión altamente reveladora, a saber, cuando acerca de alguien se
dice que «Se le traba la lengua» . El ensimismamiento es cabal
mente mutismo; el lenguaje y la palabra son, en cambio, lo sal
vador, lo que redime de la vacía abstracción del ensimisma
miento ( . . . ). Es necesario que el niño sea edificado en la idea
del ensimismamiento noble y elevado, a la par que se le arma
contra los peligros del falso ensimismamiento.
1 73
puesta en tela de juicio, como hace el propio Gergen, el engaño
se vuelve problemático. « Un individuo es fraudulento cuando es
conocedor de la verdad e intencionalmente oculta o distorsiona
este conocimiento al comunicarse con otros . » 1 º Reconoce que
durante siglos se ha considerado que mentir es una capitulación
ante las bajas inclinaciones, una traición a la naturaleza propia
más profunda, como sostuvo Kant. Socava la confianza o la fe
común necesaria para la buena marcha de la sociedad y destru
ye la base misma de la relación humana, inclusive la. posibilidad
tanto de la justicia como del amor.
Gergen considera que éstas son creencias infundadas. Se
basan en una interpretación psicológica del individuo aislado,
fundamentalmente solitarias. Los conceptos de autoconoci
miento e intención han de ser puestos en tela de juicio:
1 74
que, como veremos en el capítulo próximo, haya zonas de con
fluencia, de solapamiento, de universalidad.
Además, Gergen confunde la transmisión de un error con la
mentira. La mentira es el acto voluntario de expresar lo contra
rio de lo que creo. Podría yo pensar que el mundo es una tortu
ga de veinticinco patas, lo cual aparentemente es erróneo, y al
decir a alguien, con ánimo de ocultarle mi creencia, que es una
esfera que gira alrededor del sol, estar mintiendo al decir sin
embargo una proposición verdadera. Mentir es un acto de ha
bla independiente de la información que se transmita.
Supongo yo que Gergen confunde la mentira con la self-de
ception , con el autoengaño, asunto que Daniel Goleman ha es
tudiado en El punto ciego . En ese caso, la mentira no va dirigi
da a otro, sino a uno mismo, con lo que es posible que no haya
mentira, sino simplemente error.
Otra equivocación de Gergen se refiere a la verdad. Sigue
manteniendo la idea de verdad como adecuación de una afir
mación lingüística a una realidad inalcanzable. Los escépticos
griegos ya vieron que resultaba difícil encontrar un criterio
para esta verdad. Para saber si lo que digo se adecua a lo que
existe fuera de mi discurso, tendría que estar al mismo tiempo
dentro y fuera de mí mismo, lo que resulta problemático.
La verdad -como veremos más adelante- es un proceso de
crítica y corroboración de las ideas que tenemos. Las palabras
no son representantes de las cosas, son afirmaciones que se re
fieren a las cosas y que por procedimientos complejos, difíciles,
costosos, vamos afinando, perfilando, corroborando. Las afir
maciones de Gergen caen bajo la crítica que puede hacerse a
gran parte del pensamiento posmoderno, y que Alan Sokal lle
vó a cabo con gran ingenio. Este físico de la Universidad de
Nueva York, harto de un «relativismo cultural que trata las
ciencias como unas "narraciones" o construcciones sociales en
tre otras » , 1 1 envió a una revista de sociología cultural -Social
Text- un artículo titulado: «Transgredir las fronteras : hacia una
hermenéutica transformativa de la gravitación cuántica» . El
texto estaba plagado de disparates físicos, pero aderezado con
citas de los gurús del posmodemismo. El artículo fue aceptado.
Más aún, se publicó en un número especial concebido como
1 75
una respuesta a las críticas emitidas por algunos científicos so
bre la teoría de la ciencia posmoderna. Pocos días después, el
mismo Sokal descubrió que su artículo era una parodia, lo que
desencadenó una gran debate en los medios de comunicación.
El propósito de convertir todo en lenguaje autosuficiente, en
discurso cerrado sobre sí mismo, ajeno a la verdad, desengan
chado de una realidad inexistente, produce efectos que serían es
perpénticos si no fueran peligrosos. Mencionaré un ejemplo. En
1 996, Bélgica vivió el drama de unos niños desaparecidos y ase
sinados. Una comisión parlamentaria investigó los posibles fa
llos habidos en la actuación policial, lo que provocó un enfrenta
miento entre un gendarme (Lesage) y un magistrado (Doutrewe)
sobre un asunto de gran relevancia para la depuración de res
ponsabilidades. Se trataba de saber si el gendarme había trans
mitido un informe al magistrado. Aquél afirmaba y éste negaba.
Un antropólogo de la comunicación, Yves Winkin, profesor de la
Universidad de Liege, fue interrogado por uno de los principales
periódicos belgas1 2 sobre esta cuestión. Su opinión fue tajante:
1 76
ras» ,1 3 ha dado una descripción patética del poder confunden te
de la mentira, que acaba convirtiéndose en una infección prolife
rante que se reproduce sin parar. Un estudiante dice a la familia
de su novia que ha terminado la carrera de arquitectura cuando
en realidad le quedaban dos asignaturas. Esta pequeña inexac
titud acaba emponzoñando toda su vida matrimonial, porque la
existencia entera tiene como finalidad ocultar la mentira dicha,
lo que irremediablemente produce más mentiras. En ese caso
todo el lenguaje queda prostituido, incluso el lenguaje interior.
1 77
primidos o ansiosos. Al igual que ellos, las parejas tendían a fi
jarse en lo que estaba mal en sus matrimonios y a descuidar o
no querer ver lo que iba bien. » Lo que sucede con esta confu
sión de códigos es que «aunque las parejas piensen que hablan
el mismo lenguaje, lo que dicen y lo que sus compañeros oyen
suelen ser cosas muy diferentes» . 14
3) Es probable que haya diferencias culturales importantes
en el modo de comprender una conversación. Las diferencias
fundamentales podrían ser:
a) Las mujeres parecen considerar las preguntas como
medio para mantener una conversación, en tanto que los
hombres las consideran como peticiones de información.
b) Las mujeres tienden a tender puentes entre lo que su
interlocutor acaba de decir y lo que ellas tienen que decir.
Los antropólogos Daniel Maltz y Ruth Borker señalan que
las mujeres emiten esas expresiones de realimentación para
significar: « Estoy escuchando. » Son más propensas que los
hombres a enviarlas y también esperan recibirlas. 15
e) Las mujeres parecen interpretar la agresividad de su
interlocutor como un ataque que rompe la relación. Los
hombres, en cambio, toman la agresividad como una simple
forma de conversación.
d) Las mujeres tienden a discutir sus problemas, com
partir experiencias y brindar seguridad, están más dispues
tas a compartir sentimientos y secretos. Los hombres rehú
yen hablar sobre temas íntimos y tienden a oír a las mujeres
(y también a los otros hombres) que discuten problemas
con ellos, como si hicieran explícitas demandas de solucio
nes en vez de buscar un oyente solidario.
4) Toda comunicación es evaluada en dos planos: cognitivo
y afectivo. En un plano podemos comprenderla y en otro no.
Patricia Noller señaló que las parejas con matrimonios desgra
ciados eran menos perspicaces en descifrar lo que querían de
cir sus cónyuges. Sin embargo, descifraron sin dificultades los
mensajes de extraños . Con facilidad se mezclan los dos planos:
« Si me amaras no me contradirías» . 1 6
S) La comprensión, como señalaron los hermeneutas, es
una hipótesis interpretativa que tiene que irse confirmando. Lo
1 78
malo es que con frecuencia un sujeto sólo admite la informa
ción que corrobora su opinión previa. É ste es el sistema de per
severación de los prejuicios. La comprensión es un proyecto,
no una captación súbita y definitiva. El sentido crítico, la dili
gencia y la paciencia son elementos imprescindibles.
1 79
porque estás siempre de mal humor»; « Estoy siempre de mal
humor porque te callas» . En teorla podrlan desmontarse con
un cuidadoso trabajo de análisis de lo que se dice, pero el nivel
afectivo es demasiado alto, y entran en funcionamiento siste
mas de defensa o miedo a herir. Mencionaré una conversación
citada por Watlawick: 19
1 80
quemo; bueno, entonces él dice que está «muy, muy rico » . Des
pués, si hago algo que está muy rico, entonces dice que está
«muy, muy rico». Le dije que no sé cuándo algo está rico, que
no sé si me critica o me elogia. Porque él cree que al elogiarme
puede hacer que yo me supere, y cuando merezco un cumpli
do . . . Él siempre me hace elogios, así es, de modo que yo pierdo
el valor del elogio.
181
Posiblemente Ernest Hemingway, que acabó suicidándose,
se contó su vida de una manera tiránica para sí mismo. Duran
te toda su vida se sometió a demandas inalcanzables, se obligó
a sí mismo a realizar proezas extraordinarias, que constante
mente menospreciaba. 2 1 Franz Kafka se contó su vida como un
irremediable naufragio en la vergüenza, producido por la figu
ra cruel de su padre. En una carta a Milena escribe el conmo
vedor apólogo de la alimaña del bosque:
1 82
bien con nosotros mismos. Nos explicamos mal lo que sucede.
Experimentamos acritud, vergüenza, desprecio, o también or
gullo, satisfacción y soberbia. En algunos casos estas narracio
nes son tan dañinas que la terapia intentar generar relatos al
ternativos que permitan al sujeto atribuir nuevos significados a
los hechos de su vida.
El modo como nos contamos nuestra historia tiene también
importancia política y social. Edward Bruner ha investigado
pueblos indígenas americanos, demostrando cómo la interpre
tación de sus actuales circunstancias vitales cambió radical
mente con la generación de un nuevo relato, que propuso una
historia y un futuro alternativos. En las décadas de los 30 y los
40, el relato dominante acerca de los indígenas norteamerica
nos interpretaba el pasado como glorioso y el futuro como asi
milación por una nueva cultura. Tanto los antropólogos como
los indígenas interpretaban la actualidad como la expresión de
un proceso de ruptura y desorganización, como un estado de
transición en el camino de la gloria a la aculturación. Pero en
la década de los SO surgió un nuevo relato, que explicaba el pa
sado como explotación y el futuro como resurgimiento. La si
tuación no cambió, pero sí la interpretación de esos hechos. 22
La lectura nacionalista de la historia es un ejemplo muy actual.
1 83
el afán de comprender acerca el lenguaje a los territorios de la
ética.
Éste ha sido el camino seguido por la ética discursiva. Ha
cer que el campo de la pragmática lingüística y el campo de la
ética colaboren es el proyecto fundamental de Habermas. Pre
tende fundar una ética en las condiciones inevitables del habla.
« El concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje
como un tipo de proceso de entendimiento en el curso del cual
los partícipes, al referirse al mundo, establecen unos ante otros
pretensiones de validez que pueden ser aceptadas o discuti
das ( . . . ) . Entenderse (Versstandigung) es un proceso de acuerdo
(Einigung) entre sujetos capaces de acción y lenguaje. » Lo que
no lleve a ese entendimiento es una profanación de las condi
ciones que el habla tiene que cumplir: inteligibilidad, veraci
dad, verdad.
Sospecho que Habermas pone los bueyes delante de la ca
rreta. El lenguaje es una herramienta con muchos usos. Uno de
ellos, enormemente sensato, sin duda, es el de llegar a un con
senso práctico sobre nuestras normas de acción. Un consenso
alcanzado en una situación ideal de comunicación donde cada
participante pudiera defender sus intereses y, se supone, aten
der a los argumentos de los demás.
Ésta es una situación sin duda deseable, pero tan difícil, que
no puede fundar una ética sino que ha de estar fundada por
una decisión ética previa: la de procurar entendemos cuando
tantas cosas nos animan a no hacerlo. Buscar la situación
ideal, argumentar con la paciencia necesaria, y estar dispuestos
a aceptar los argumentos ajenos, implica ya casi un estado de
santidad.
1 84
IX. EL LENGUAJE Y LA REALIDAD
1 85
responde que no. Sólo hay sistemas de comunicación. Luhman
define la sociedad no como una agrupación de seres humanos
sino como un sistema autopoiético de comunicaciones. Vattimo,
con esa ingravidez que le caracteriza, escribe:
1 86
Lo que llamamos objetividad no es más que una costum
bre lo suficientemente estable. En fin, que la verdad se ha
convertido en la vejez del error. En el error convertido en cos
tumbre.
Los antropólogos han aportado su granito de arena al descré
dito de la realidad. La diferencias culturales son tan sorprenden
tes, estimulantes, divertidas, que admitir algún tipo de unifor
midad, universalidad o comunidad les parece cicatero y vulgar,
una patológica ceguera hacia la diferencia. Sospecho que a ve
ces se pasan de la raya en su entusiasmo y acaban admitiendo la
imposibilidad de que unas culturas entiendan a las otras. Eso les
sucede con frecuencia a los psicólogos culturales. Esta nueva
modalidad psi pretende luchar contra lo que considera un plato
nismo inaceptable de la psicología occidental, pretendidamente
científica -o sea, imperialista-, que afirma que los mecanismos
de la mente humana son comunes a todos los hombres. Como
dice Robert A. Shweder, uno de los más elocuentes y competen
tes culturalistas: «La psicología cultural es el estudio del modo
como las tradiciones culturales y las prácticas sociales expresan
y transforman la psique humana, de donde no resulta una uni
dad psíquica para la humanidad sino una diversidad étnica de
mente, self y emociones. »4
Su afirmación principal es que no vivimos en la realidad,
sino en mundos intencionales diferentes. Hasta aquí estoy de
acuerdo. Pero añade que no hay razón para admitir que la
identidad de las cosas permanezca fija y universal a través de
los mundos intencionales, y esto me parece desmesurado.
En los primeros capítulos les advertí que, en efecto, cada uno
de nosotros constituía su Mundo privado, pero que ese Mundo,
gracias a las múltiples interacciones sociales y en especial a las
lingüísticas, se iba convirtiendo en Mundo mancomunado. Si
Shweder tiene razón y cada cultura forma un mundo intencio
nal distinto, y el lenguaje se refiere forzosamente a ese mundo
intencional, la comprensión de los lenguajes ajenos, de los mun
dos ajenos, de las intenciones, esperanzas, temores ajenos resul
ta imposible. Y esto es más grave de lo que parece porque el con
cepto de cultura es muy acomodaticio . Puedo pensar que la
vecinita de enfrente tiene una cultura distinta de la mía y que,
1 87
por lo tanto, no hay entendimiento posible entre dos modos au
torreferentes y cerrados de entender la vida. La distancia entre
los vecinos de la misma escalera puede ser tan infranqueable
como la que se da entre Oriente y Occidente. Aunque para los
antropólogos resulte una diferencia menos emocionante.
1 88
¿Pero no podemos traducir un lenguaje a otro? Pues no,
porque para traducir tendriamos primero que poder definir las
palabras, y esa confianza también se ha perdido. Muchos lin
güistas, psicólogos y filósofos aseguran que no se pueden defi
nir y lo hacen con una cierta alegría. Lyon comienza su discu
sión de este problema con unas líneas de Hamlet:
1 89
3
1 90
gen de la palabra, de la frase, del discurso, es el significado. La
estructura profunda, de donde va a salir la estructura lingüísti
ca perceptible, superficial, comunicable, es semántica.
Sin embargo, es evidente que el lenguaje va a dirigir la aten
ción del niño forzándole a proferir significados. Así es como se
transmite la cultura, mediante instrumentos lingüísticos inven
tados para ello. Queda claro que el lenguaje determina nuestro
modo de conocer, de pensar, de creer, puesto que es el privile
giado medio con que conformamos nuestras facultades psico
lógicas y nuestro saber, pero ¿hasta qué punto ?
191
rienda designada) y el fenómeno físico (el referente) . Se lo ex
plicaré con calma.
Para la física, los colores son franjas del espectro electro
magnético. Es más exacto decir que esa radiación es el desen
cadenante físico de la experiencia del color, pero dejémoslo así.
Lo que para nosotros tiene importancia es que el espectro de
los colores es un continuo en el que se puede medir la longitud
del desencadenante de cada experiencia cromática, el referente
del nombre que la nombra.
Por si tienen curiosidad les doy las longitudes de onda de
los distintos colores con su denominación en castellano:
l. Rojo 800-650 mµ
2. Anaranjado 650-590 mµ
3. Amarillo 590-550 mµ
4. Verde 550-490 mµ
5. Azul 490-460 mµ
6. Añil 460-440 mµ
7. Violeta 440-390 mµ
1 92
vus . Para aclarar los significados expone los casos en que se usa
cada palabra, con lo que consigue confundirnos del todo . Rufus
(¿rojo?) es el color del fuego, la sangre, el oro y el azafrán. Dice
que xanthos , que quiere decir «de color de oro » , es una variedad
del rojo, lo mismo que kirros , que sería un amarillo naranja.
Flavus es también una variante del rojo, asociado al oro, al gra
no en sazón y al agua del río Tíber, pero, para rematar este en
redo, lo usa también para designar una mezcla de rojo, verde y
blanco, y lo asocia al color del mar y a las ramas del olivo. Por
último, fulvus es el color normal de la cabellera del león; Aulo
Gelio lo aplica también al águila, al topacio, a la arena y al oro.
Los expertos dicen que el ojo humano puede percibir siete
millones de matices de color. Afortunadamente no tenemos un
nombre para cada color, lo que haria angustioso el aprendizaje
de esta lección de vocabulario. Según el inventario de Angela
Bidu-Vrancenau, en francés están lexicalizados alrededor de
1 26 colores y en rumano 260. De ellos, una minoría (23 en fran
cés) son nombres de colores simples (amarillo , rojo, verde, etc.),
otros son derivados (azulado, verdoso) y un grupo más amplio
está compuesto por nombres de objetos, a los que se considera
poseedores de un color típico (violeta, naranja, fresa) . 1 3
Después de estas curiosidades, volvamos a las preguntas
esenciales. ¿Qué extrañas propensiones indujeron al latino a
ordenar los colores de una manera que nos parece tan extrava
gante, y al dani a ser tan roñoso? ¿Segmentamos arbitraria
mente el continuo cromático? ¿Está determinada esa segmen
tación léxica por nuestro modo de percibir o, al contrario,
nuestra percepción está determinada por el vocabulario de
nuestra lengua? Como si fuera un periodista concienzudo, me
interviuvaré con orden.
Primera pregunta. ¿Determina el lenguaje nuestra percep
ción del color? Los experimentos realizados por Eleanor Rosch
demuestran que no. A pesar de la pobreza de su vocabulario, los
dani reconocían los colores de un modo muy similar a como lo
hacen los occidentales. Por lo tanto, las diferencias en la estruc
tura de la designación de los colores no guarda paralelo con las
diferencias perceptivas o de almacenamiento en la memoria o
de grado de acceso a su recuerdo. «El léxico codifica aspee-
1 93
tos del color que ya son notorios para el sujeto, en lugar de vol
ver notorios esos aspectos» , resume Howard Gardner. 14
Segunda pregunta. ¿ Hacemos, entonces, la segmentación de
forma arbitraria? La diferencias en el modo de designar los co
lores son tan grandes que hicieron pensar que eran en efecto
arbitrarias, y que nada nos compelía a categorizar los colores
de un modo u otro. En 1 96 1 , H. A. Gleason, al comienzo de su
Introducción a la lingüística descriptiva (Gredos, 1 9 7 1 ), escri
bía: « Hay una gradación continua del color desde un extremo a
otro del espectro, pero un norteamericano que lo describiese
enumeraría los tonos como rojo, naranja, amarillo, verde, azul,
morado o algo por el estilo. No hay nada inherente, ni en el es
pectro ni en la percepción que de él tienen los humanos, que
obligue a esta división. »
Esta idea cambió en 1 969 con los estudios de Brent Berlín y
Paul Kay. Tras examinar más de 90 idiomas señalaron un con
junto de criterios lingüísticos para seleccionar los términos que
designan en cada lengua los colores básicos. Afirmaron que hay
a lo sumo once categorías de colores básicos, aunque no todos
los idiomas las tengan (rojo, verde, azul, amarillo, negro, blanco,
gris, naranja, púrpura, marrón, rosado) . En todos los idiomas
encontraron ejemplos mejores o peores de cada categoría, como
si estuvieran organizadas alrededor de focos. También descu
brieron que fuera cual fuera el número de palabras para nom
brarlos, el léxico abarcaba/designaba todo el espacio cromático.
Además hicieron una afirmación intrigante que he tenido detrás
de la oreja al investigar el vocabulario sentimental. Cuando el lé
xico aumenta, es decir, cuando se inventan términos de colores,
las nuevas palabras aparecen en el mismo orden en los diferen
tes idiomas . Es como si se fueran descubriendo según una preci
sa rutina, de acuerdo a un caerse del guindo por etapas . 1 5
Al parecer tenemos una predisposición natural para organizar
los colores en un número de categorías básicas que no son arbi
trarias sino naturales. Esta categorización cognitiva es indepen
diente de la lingüística. Dentro de estas clases naturales, es decir,
de aquellas agrupaciones que hacemos aparentemente forzados
por la realidad, una lengua despliega su abanico léxico de forma
distinta, movida por su interés, su riqueza cultural, sus necesida-
1 94
des. Los ganaderos, por ejemplo, han inventado su propio léxico
de colores: alazán (caballo color canela), berrendo (el toro que
tiene manchas de distinto color que el resto de la piel), bragado
(reses y caballerías que tienen de distinto color la cara interna del
muslo). El léxico del color no determina la experiencia cromáti
ca, pero su composición nos muestra los intereses de esa cultura.
Hay sociedades perspicaces y sociedades modorras, al parecer.
1 95
nio lo que hemos descubierto en el cromático? ¿Hay categorías
naturales o sólo categorías culturales?
El estudio del léxico castellano nos ha permitido descubrir
de manera inductiva unas representaciones semánticas básicas
correspondientes a sentimientos, que después han sido analiza
das léxicamente. Por ejemplo, el sentimiento de pérdida o los
sentimientos desencadenados por un obstáculo que se opone a
nuestros planes o por la presencia de un peligro o por la apari
ción de un objeto al que deseo unirme.
No he puesto nombre a estas representaciones básicas, por
que eso supondría ya lexicalizarlas desde una lengua concreta.
En castellano, por ejemplo, la representación semántica básica
de pérdida es denominada con los siguientes términos: tristeza,
melancolía, congoja, abatimiento, desconsuelo, pena, pesar, de
solación, nostalgia, etc.
Es muy posible que estas palabras no tengan corresponden
cia exacta en otros idiomas, pero la representación semántica
básica parece que sí. Es decir, en todas las lenguas aparece una
constelación de palabras que tienen como elemento común ser
la respuesta afectiva a una pérdida, a la brusca interrupción de
mi esperanza. R. D. Morice ha comparado la palabra inglesa
sad ( « triste » ) con las correspondientes en idioma pintupi, un
lenguaje aborigen australiano, que son las siguientes:
Watjilpa : preocupación por el país y por los familiares. Se
enferma preocupándose por ellos. El paciente puede ser conso
lado por otras personas o por el médico de la tribu. Myers des
cribe el significado de esta palabra así: « El núcleo de este con
cepto se refiere a la separación de objetos o personas familiares,
y de los lugares y personas entre las que uno ha crecido y donde
uno se siente seguro y confortable. En las historias recogidas,
los pintupi hablan de sus viajes y de la watjilpa que les hace vol
ver a su país . Un amigo, que no ha visto su tierra en mucho
tiempo, me explica: "Cierro mis ojos y veo ese lugar. Es muy
verde. Hay una roca y una colina donde acostumbraba a jugar.
Todo esto me pone watjilpa. "» Está claro que esta palabra se en
cuentra muy cerca de nuestra nostalgia , que significa etimológi
camente el dolor que impulsa a regresar a la patria. Los diccio
narios del siglo XIX lo consideraban casi una enfermedad, como
1 96
los pintupi. Domínguez define la nostalgia así: « Especie de en
fermedad causada por un deseo violento de volver a la patria, al
país natal. El nostálgico comienza a sentir un decaimiento y
tristeza que le consume lentamente, después suele presentarse
una fiebre hética que conduce por lo regular a la muerte. » En
inglés la palabra homesick, la enfermedad del hogar, tiene la
misma connotación.
Morice comenta que hay otras palabras sinónimas -wurrku
linu, yirraru- y Myers cree que esto «apoya la general convic
ción de todos los observadores de que los pintupi están fuerte
mente apegados a su país y a su familia, y que ese apego forma
parte de su cultura» . 17
Me confieso adicto a la poesía de lo minucioso. Es una de
las pasiones que me han llevado a la filología, ciencia del leer y
del escuchar cuidadoso. Me gustaría transmitir al lector este
amor por el ejemplo, el caso, el detalle. Ninguna corroboración
es suficiente. Para que comprenda cómo cada léxico puede ana
lizar de manera diferente una misma representación semántica
básica, me referiré a la comparación que hace Anna Wierzbic
ka entre el término inglés sad y tjituru-tjituru una palabra del
lenguaje pitjantjatjara, muy parecido al pintupi. Cliff Goddard
la traduce por «desdichado, descontento, triste» . Significa la
respuesta sentimental desagradable ante algo malo que ha su
cedido. Wierzbicka dice que traducirlo por tristeza (sadness) no
es exacto porque tjituru-tjituru implica siempre una causa co
nocida, lo que no sucede con tristeza; además, la tristeza puede
sentirse por algo que sucede a otra persona, mientras que tjitu
ru-tjituru está desencadenado por el fracaso de deseos concre
tos que afectan a la persona que lo siente.
Cada cultura ha analizado los sentimientos de acuerdo con
su peculiar entendimiento de la vida. Puesto que uno de los en
cantos de la antropología es viajar, viajemos. Levy, al estudiar
los términos tahitianos que designan la tristeza, advierte que
« no hay ningún término que no sea ambiguo para representar la
tristeza, la nostalgia o la soledad. La gente denomina una situa
ción en la que yo supondría que están tristes o deprimidos como
"sentirse alterados" (pe 'ap 'a) , como sentir un peso (toiaha) , estar
fatigados (haumani) » . Parece que confunden la tristeza con la
1 97
fatiga, concluye. Conclusión bastante torpe porque en castellano
las palabras pesar o abatimiento tienen un contenido metafórico
muy parecido y significan una variedad de la tristeza. 1 8
Catherine Lutz, que ha defendido la imposibilidad de pasar
de un lenguaje a otro, cree que se pueden comparar los léxicos
emocionales describiendo los problemas sociales, los conflic
tos, los signi ficados existenciales que están por debajo del léxi
co. A eso me refiero al hablar de representaciones semánticas
básicas. Descendemos desde el lenguaje hasta la experiencia.
Clifford Geertz, otro culturalista empedernido, advierte que los
problemas humanos son constantes, y eso hace que todas las
culturas se parezcan, pero que cada sociedad los resuelve a su
manera, lo que hace que se diferencien. Pues bien, Catherine
Lutz señala alguno de esos problemas universales que presio
nan sobre el léxico emocional:
1 ) El conflicto entre las metas de los diferentes actores o la
violación por los otros de las normas culturales.
2) La propia violación de las normas culturales o su antici
pación.
3) El peligro, físico o psicosocial, para el ego.
4) La pérdida de relaciones significativas o la amenaza de
tales pérdidas.
5) La recepción de recursos, incluyendo los tangibles (comi
da) y los intangibles (afecto, alabanza, etc.). 19
El lenguaje, el léxico, la sintaxis, la pragmática, son la mara
villosa pirotecnia consciente de la experiencia.
1 98
Paseaba yo al atardecer por la orilla del agua, frente a esas
puestas de sol marinas que la literatura y el arte han estropea
do para siempre, porque todo el mundo ha conocido estos es
pectáculos naturales a través de un cuadro o de un poema, an
tes que en la naturaleza, y así, el poniente nos remite siempre a
un poniente literario. El mar y el atardecer son ya una cosa li
bresca y da una especie de vergüenza interior amarlos. La cul
tura, segunda naturaleza, pasa así a ser la primera. Se han es
crito libros y poemas para evocamos el mar, y ahora, a la vista
del mar, lo único que evocamos es un libro.20
La cintura no es rosa,
no es ave, no son plumas .
La cintura es la lluvia.
1 99
Por mis venas no nombres, no agonía
sino cabellos núbiles circulan.
200
Toda experiencia perceptiva nos proporciona dos cosas: in
formación sobre lo que se percibe y una seguridad adicional
sobre la certeza de lo que se percibe. Aquí reside el principio de
todos los principios críticos, que puede enunciarse así: «Todo
lo que se presenta como evidente a un sujeto, exige ser admiti
do como verdadero. » Esto quiere decir que si Sartre percibía el
árbol como realidad nauseabunda, tuvo que admitir que era
una realidad nauseabunda. Holderlin, por su parte, se vio obli
gado a afirmar que el árbol no era nauseabundo, pues lo veía
como la expresión de la divina Naturaleza. Ambos respetaron
sus propias evidencias y expusieron sus verdades.
A renglón seguido del principio de todos los principios, hay
que enunciar el segundo principio de todos los principios:
« Cualquier evidencia puede ser tachada por una evidencia de
fuerza superior. » La innegable evidencia de que el Sol se mueve
en el cielo, es anulada por otra evidencia más vigorosa, que nos
dice que es la Tierra la que se mueve alrededor del Sol.
Así pues, la evidencia , fundamento de nuestras certezas, es
un fenómeno noérgico: es una fuerza que se impone al pensa
miento. Todas las evidencias tienen energía impositiva, pero no
todas tienen la misma energía. La experiencia del error se basa
en la percepción de una evidencia más fuerte que nos hace « caer
en la cuenta» de la debilidad de nuestras evidencias anteriores.
Descubrir la verdad sería sencillo si cada evidencia nos die
ra a la vez información sobre su «fuerza de evidencia», que es
la que nos proporciona garantía. Entonces, no nos equivocaría
mos nunca. Pero no ocurre así; cada evidencia reclama nuestro
asentimiento completo. El Sol se mueve en el cielo, la luz no es
material, los colores son cualidades primarias de los objetos, el
marxismo es la filosofía verdadera, el marxismo no es la filoso
fía verdadera, los judíos son seres humanos, los judíos son ho
múnculos. Mientras vivimos una evidencia estamos sometidos
a su influjo. Toda evidencia es irrebatible desde sí misma, por
lo que sólo otra evidencia nueva, más poderosa, puede desalo
jamos de la anterior. El fanático, que está enclaustrado en una
evidencia, ha de rechazar el trato abierto con las ideas y con la
realidad, porque tiene miedo de que otra evidencia pueda res
quebrajar la seguridad blindada que precisa para sobrevivir.
201
Cada cultura -y cada sujeto- se apropia de la realidad por
medio de sus experiencias cognitivas y valorativas, con las que
constituye su Mundo. El solapamiento que existe entre los dis
tintos Mundos personales -sobre todo en lo referente a elemen
tos perceptivos y valores sociales vigentes-, eso que he llamado
Mundo mancomunado, no debe hacernos olvidar que son mun
dos privados, que han sido constituidos por la actividad del su
jeto, aunque esa actividad se reduzca a aceptar ideas comunes.
Hay unas verdades propias de nuestro Mundo personal, que
están fundadas en evidencias privadas: las llamo verdades mun
danales , y en ese terreno es válida la noción de verdad como
perspectiva. Si me apuran podria admitir una noción de verda
des culturales, que serían las compartidas por un grupo social.
Cada pupila descubre un mundo, por decirlo con afectación or
teguiana. Pero nuestro trato con la verdad no se agota en esas
verdades mundanales o culturales . La dinámica del « ensayo y
error» fue, antes que un método científico, una constante de la
historia humana. Sólo la civilización, que tiende a nuestro alre
dedor una tupida red de protección, nos permite jugar con la
noción de verdad. No es más que una impostura, porque todo
defensor de las verdades mundanales o de las verdades cultura
les cuenta con alguien que domine las verdades reales, aunque
sea el fontanero.
No fueron los científicos occidentales los que se empeñaron
en proponer una verdad supracultural. Es el propio dinamismo
de la vida cotidiana lo que impulsa a salir de la verdad vivida, pri
vada, mundanal, para buscar un suelo más firme y compartido. A
las verdades que quiere conseguir, más allá del ámbito privado,
más allá de la cultura, las llamaré verdades reales, porque preten
den ir más allá del Mundo privado, del Mundo mancomunado.
Es preciso advertir que las verdades mundanales son verda
des, aunque sean privadas. Y que las verdades culturales tam
bién lo son, aunque sean facciosas. Expresan aspectos vividos
de la realidad y son irrebatibles mientras permanezcan reclui
das en su mundo. Si Sartre sintió náuseas ante la fecundidad
de la naturaleza y si la proliferación de formas vegetales le pa
reció obscena y superfetatoria, los demás sólo podemos hacer
un comentario de perogrullo: si lo sintió, lo sintió. No tiene
202
vuelta de hoja. Si su pupila nos enseñó a ver el magnífico bos
que con repugnancia, eso tenemos que agradecerle, supongo.
Tan sólo hay que evitar que esa verdad privada salga de su
mundo sin tener un permiso de exportación que nos indique si
es mercancía en tránsito, en depósito o para exposición. Para
evitar las equivocaciones, debemos marcar las verdades munda
nales y las verdades culturales con un copyright, un made in; en
suma, con un indicativo personal o cultural .
Ejemplos: « El hombre es una pasión inútil » (VMS: verdad en
el mundo de Sartre). « El hombre es imagen de Dios» (VMF: ver
dad en el mundo de Francisco de Asís). « Lo bello es el comienzo
de lo terrible» (VMR: verdad en el mundo de Rilke). «La belleza
es una promesa de felicidad» (VMN: verdad en el mundo de
Nietzsche) . « El hombre fue creado a imagen de Dios» (VMB: ver
dad en el mundo bíblico). «El sentimiento más desagradable es el
sobresalto» (VMB: verdad en el mundo balinés). « El fútbol debe
cambiar las reglas para dejar de ser un juego donde haya ganado
res y perdedores» (VMT: verdad en el mundo de los tangús).
La confusión que pueden producir tan contradictorias fra
ses desaparece al marcarlas con el «indicativo personal o cultu
ral » . Cada autor y cada cultura nos han contado su propia solu
ción al problema de la vida, enriqueciendo de esta manera el
repertorio de nuestras posibilidades. Nos proporcionan órga
nos de visión suplementarios. Ocurre, sin embargo, que ver se
dice en griego skeptomai, y que con esta inmersión en el ver
nos sumergimos a la vez en el escepticismo. Existen tantas for
mas de ver, y tan sugestivas, que el contemplador pasa de una a
otra, duda, se desorienta, y no sabe en qué mundo quedarse.
Inquieto ante tantas solicitaciones, el hombre ha buscado el
modo de eliminar los indicativos personales o, en otras pala
bras, ha buscado verdades reales para saber a qué atenerse.
Esta verdad real es de superior nivel que la mundanal, lo
cual le permite dominarla e integrarla. En efecto, que la natu
raleza sea repugnante no es una verdad real, pero el enunciado
que dice « Sartre percibió la naturaleza como repugnante » , sí lo
es. Para aclarar la constitución de los Mundos personales y cul
turales, las interacciones de todos ellos, y de todos ellos con la
realidad, para encontrar la solución a las paradojas de la ver-
203
dad, hay que brincar fuera del Mundo personal; fuera de los
Mundos culturales y hablar, una vez más, el metalenguaje de
una teoría de la inteligencia creadora que, al estudiar la verdad
real de la subjetividad humana y de su libertad encamada, per
mita una teoría de la verdad como perspectiva, que no sea pers
pectivista, que se deslumbre ante la inventiva del ser humano,
ante sus diferencias, pero sin perder de vista lo que nos integra
en una comunidad de entendimiento.
204
Mi admirada Anna Wierzbicka ha investigado durante más
de treinta años los primitivos semánticos comunes a todas las
lenguas. En sus últimas formulaciones admite un repertorio de
SS primitivos semánticos, que formarían un metalenguaje uni
versal con el que podrían definirse las palabras de cualquier
lengua. En la aspereza de una compleja teoría lexicográfica,
brilla, como el sol a través de la enmarañada selva, el optimis
mo tenaz de una investigadora que confía en la posibilidad del
entendimiento entre los seres humanos. Aunque en un libro re
suenan mal los aplausos, permítanme que la aplauda.
205
Me encanta esta guasa fina. En el actual clima de opinión,
incluso los teóricos que no defienden la borrosidad del pensa
miento afirman que las palabras no pueden ser definidas ade
cuadamente, y presentan ese descubrimiento como una buena
noticia o al menos como algo por lo no que no hay que preocu
parse. Por ejemplo, Chomsky escribe: «Cualquiera que haya in
tentado definir una palabra con precisión sabe que es un asun
to extremadamente difícil. Las definiciones ordinarias de un
diccionario no consiguen caracterizar el significado de la pala
bras. » Esto es sin duda cierto, pero Chomsky continúa: « La ve
locidad y la precisión de la adquisición del vocabulario no deja
alternativa real a la conclusión de que el niño tiene de alguna
manera conceptos previos a la experiencia con el lenguaje, y
que está aprendiendo básicamente etiquetas para conceptos
que forman ya parte de su aparato conceptual. É sta es la razón
de que las definiciones de los diccionarios puedan bastar para
su propósito aunque sean tan imprecisas; esa aproximación
basta porque los principios básicos del significado de la pala
bra son conocidos por el usador del diccionario, como lo son
por el aprendiz del lenguaje, independientemente de cualquier
instrucción o experiencia. »
Es posible que los lingüistas, fascinados por la claridad de
los sistemas formales, sientan una irrefrenable pasión por las
definiciones. Pero las palabras son signos que representan sig
nificados vividos a los cuales pretenden llevar a un nivel común,
necesario para entenderse. Las connotaciones personales de un
término son inabarcables. Las connotaciones culturales de una
palabra también lo son. Pero la palabra es sólo una herramienta
para construir el entendimiento. Y la inteligencia puede mane
jarla con la suficiente habilidad para conseguirlo.
¿Cómo puede definirse una palabra? Describiendo la figura
que dibuja sobre el fondo de la representación semántica bási
ca, explicando su sintaxis, detallando los usos lingüísticos, las
ampliaciones metafóricas, los rasgos estilísticos . Vuelvo a decir
que la definición de una palabra no es un mero procedimiento
para sustituir una palabra por otra, sino un conjunto de infor
mación lo suficientemente amplia y exacta como para que el
oyente o aprendiz pueda reconstruir el significado.
206
Más que una definición nos interesa una descripción que in
tegre el significado mancomunado y los usos. Entonces vere
mos que el significado nuclear se convierte en sentido al usarlo
en determinados contextos. Podemos, por ejemplo, describir la
representación semántica básica que integra las palabras alegría,
felicidad, contento, happiness, content, Freude, Glück, joie, feli
cita, bonheur, scastliv (ruso), szcse 'sliwy (polaco). Todas estas
palabras tienen en común que mencionan un estado de satis
facción producido por la consecución de alguna meta o la expe
riencia de algún placer. Pero cada palabra introduce un análi
sis diferente de ese núcleo básico.
Mencionaré a modo de ejemplo las diferencias entre felici
dad, alegría y contento.
La alegría es un estado de ánimo que se caracteriza por la
satisfacción de haber conseguido algo. Lleva aparejada la eu
foria, el bienestar, la tendencia a reír. «Sentimiento que produ
ce en alguien un suceso favorable o la obtención de algo que
deseaba» (María Moliner) . Dilata el alma, pues « como nace de
la consecución del deseo, se ensancha y abre el corazón para
recibir la cosa amada» (Covarrubias). Es «júbilo y contento in
terior del ánimo acompañado con señas exteriores, especial
mente en el semblante, que manifiestan el regocijo del que la
tiene, en que se diferencia del gozo que se puede tener inte
riormente sin que en lo interior se publique y se manifieste»
(Autoridades). « . . . estado de ánimo habitual del que tiene ten
dencia a reír y encuentra fácilmente motivos para ello» (Moli
ner) . Se aplica también al carácter. Decimos: Es de carácter
alegre.
Contento : « El que se contiene en sí y no va a buscar otra
cosa» (Covarrubias). Indica sentirse satisfecho con lo que se tie
ne. Anda a medio camino entre la alegría y la resignación. No se
emplea para designar un carácter.
Felicidad: «La dicha o prosperidad de que uno goza » (RAE,
1 7 9 1 ) . Situación del ser para quien las circunstancias de la vida
son tales como las desea. No se dice de caracteres . Ya Domín
guez denunciaba el uso excesivo de esta palabra. « Comúnmen
te se abusa de esta palabra en sentido de que se aplica a cual
quier cosa que place, agrada, ocasiona deleite, etc., por efímero
207
y momentáneo que sea el gusto recibido, el placer experimenta
do, lo que se goza, lo que se posee. »
¿ Cómo se usan estas palabras? Supongamos que vemos a
unos niños jugando muy divertidos. Podemos decir:
208
de nuestros planes o de nuestras aspiraciones y deseos. Puede de
sencadenar un sentimiento de decepción, de tristeza, de resig
nación o, por el contrario, un deseo de destrozar el obstáculo,
de librarse de él, de desahogar el sentimiento actuando.
É ste es el esquema narrativo de casi todos los sentimientos.
Se parte de un estado inicial, sobre el que actúa un desencade
nante (por ejemplo, una ofensa) que produce un estado senti
mental (furia) vivido como desagradable . Ese sentimiento tiene
un dinamismo propio, dirigido contra la causa del malestar. In
cita a la acción, despertando un deseo (la venganza) . Si el de
seo se cumple, el sujeto se desahoga y vuelve al estado inicial
(apaciguamiento)
Esta historia básica es analizada con gran minuciosidad en
castellano.
Las dos familias de palabras más cercanas entre sí son ira y
cólera. Ambas cuentan la misma historia: la acción de un sujeto
libre, que podría haberla evitado, perjudica al protagonista de
la narración sentimental, que la interpreta como ofensa, agra
vio o menosprecio. En los diccionarios castellanos aparecen re
lacionadas con el deseo de hacer daño al culpable, con la ven
ganza.
El despecho y la indignación, palabras que pertenecen a la
misma representación semántica, cuentan otras historias. Tam
bién son irritaciones violentas que buscan la revancha, pero
aunque han sido muchas veces confundidas con la ira, las dife
rencia el desencadenante. El despecho es una historia que co
mienza con el desengaño y la frustración. Domínguez lo relacio
na con la envidia y define el despecho como «pesar de que otro
sea preferido, le aventaje a uno, se luzca y arranque aplausos
humillando al émulo » . La palabra procede de despectus ( « des
precio» y «lo que se mira desde arriba» ) , y en varios dicciona
rios se pone en relación con el fracaso en los empeños de la va
nidad. Otros -por ejemplo el Diccionario de Autoridades- lo
relacionan con la desesperación, y ciertamente hay algo más in
tenso, profundo y terrible en el despecho que en la ira. Covarru
bias también se refiere al despecho como «un cierto modo de
desesperar» . «El despechado es infeliz», dicen los ilustrados re
dactores de Autoridades.
209
Si el despecho es la manifestación trágica de la ira, la indig
nación es su forma generosa y moralizadora. Generosa porque,
como ya señalaron Descartes y Spinoza, la indignación puede
relacionarse con el mal realizado a otro. Moralizadora porque
el desencadenante suele ser algo injusto. Domínguez la relacio
na con el desprecio hacia el objeto o el comportamiento indig
nante y, si tenemos en cuenta su parentesco con indigno o in
dignidad, es fácil ver la tonalidad ética dada en esta nueva
historia del enfado.
Ya he dicho que las palabras que designan sentimientos nos
cuentan una historia condensada, pero enfatizan alguno de los
aspectos del proceso: el desencadenante, el estado, las manifes
taciones, la conducta incitada. Las variaciones léxicas que he
mencionado insisten sobre todo en el desencadenante, en la
causa que lo provoca, aunque en el despecho, esa forma coléri
ca de la desesperación, los diccionarios apuntan que actúa irra
cionalmente, es decir, nos cuentan algo del comportamiento
que suscita. Las historias que voy a contar ahora tienen tam
bién el desmelenamiento violento de la sinrazón. Me refiero a la
furia, el furor, la rabia, la saña, y desearía contagiar al lector mi
fascinación ante el poderío analítico del lenguaje. Todas ellas
son historias apasionadas, que pueden comenzar como las his
torias anteriores, con una ofensa, frustración, desengaño, des
precio o injusticia, pero que añaden una forma violenta de en
frentarse contra el culpable o contra cualquier obstáculo. Esta
violencia las enlaza con la impetuosidad y también con la agresi
vidad. Los etólogos y los antropólogos se han percatado de que
la ira y la agresividad se confunden fácilmente . Para acabar de
enredar más la madeja he de advertir que la agresividad se con
funde a veces con la valentía. El castellano no podía dejar de te
ner en cuenta esta relación y el léxico señala la proximidad en
tre el valor y la ira mediante la palabra coraje.
Coraje es un estado de ánimo violento, producido por algo
que nos contraría y que podría haberse evitado. Para Covarru
bias significa ira violenta, pero este significado se ha diluido,
hasta el punto de que sólo queda constancia de él en la expre
sión familiar me da coraje, donde tiene un significado cercano a
rabia o rabieta. En cambio, para compensar este empequeñeci-
210
miento, ha adquirido mayor intensidad su significado de «acti
tud decidida y apasionada con que se acomete al enemigo y se
arrostra una dificultad o un peligro » .
Esta enérgica acometividad l a tiene tambien furia, cuya his
toria es la siguiente: una acción produce en el sujeto un movi
miento grande de ira que se manifiesta en una gran agitación ex
terior, en una «prisa, velocidad, vehemencia» , dice Domínguez,
y en una pérdida de dominio. Una de las situaciones en que esta
furia se manifiesta es en el ataque o la batalla, por lo que pasó a
significar « Ímpetu o violencia con que se ataca una cosa » .
L a historia del furor es ligeramente distinta porque subraya
más claramente el aspecto de locura y arrebato. Autoridades lo
define: « En su riguroso significado vale por locura confirmada,
enajenación total de la mente. » El Panléxico nos proporciona
un enlace interesante: « Si sus acciones tienen un punto de con
tacto muy próximo con las bestias feroces, entonces el furor
toma forma de rabia. » Y cuando se excede en la venganza, se
convierte en saña.
Hasta aquí, las historias del enfado han contado una misma
historia pero enfatizando dos momentos distintos del proceso:
el desencadenante y la manifestación del sentimiento, el de
sahogo furioso, rabioso o sañudo. Pero ¿qué ocurre cuando la
ira no se desahoga? ¿Qué sucede si el encolerizado no puede dar
rienda suelta a su furor? En ese caso, según el diccionario, la ira
se mantiene embalsada y, si el olvido o el perdón no obran
como láudano benefactor, la ira puede mantenerse, si no es
muy intensa, como resquemor, pero con el normal peligro de su
purar, de enconarse. Si esto sucede se convierte en rencor, que
es, como dice Covarrubias, «enemistad antigua e ira envejecida,
que en latín se dice odio » . En el recorrido sentimental de la ira
llegamos a un campo distinto, más frío y torvo, que es el odio.
Vayamos a otras culturas lejanas en busca de despliegues léxi
cos de esta misma representación semántica. ¿Cómo han analiza
do seres humanos tan distantes en el espacio o en el tiempo cultu
ral el complejo universo sentimental? El término ilongot liget y el
ifaluk song suelen traducirse por anger, ira. Wierzbicka cree que
las diferencias son cualitativas y que se trata de conceptos distin
tos. Liget tiene un carácter competitivo relacionado con la envidia
211
y la ambición, referencia que no está sugerida en la ira. Además,
señala que la ira implica un sentimiento negativo hacia otra per
sona, lo que no sucede en liget. Sin embargo, esas características
de liget que son intraducibles con la palabra iralanger me recuer
dan la expresión furia española, que es una agresividad deportiva
que no tiene por qué ir acompañada de malos sentimientos.
Tampoco la palabra ifaluk song puede traducirse por iralanger.
Song es un sentimiento que responde a una mala conducta de al
guien. El ofendido la manifiesta con el fin de cambiar la conducta
del ofensor. Es pues una furia justificada. Se parece a íralanger
por su desencadenante pero se diferencia porque se dirige a la
persona por un camino indirecto. El ofendido puede dejar de co
mer o incluso intentar suicidarse para conseguir que el culpable
se dé cuenta de la maldad de su acción. Es una especie de indigna
ción manifestada por otros medios. Wierzbicka menciona, como
otro ejemplo de este mismo campo, la palabra polaca ziosc, que
no tiene ninguna connotación moral, que es la respuesta a una
frustración y puede aplicarse a los animales o a la rabia infantil.
¿Significan lo mismo anger, liget, song, ziosc, furia? No.
¿Tienen un núcleo común? Sí. Lo que he llamado una represen
tación semántica básica.
Cada una de estas representaciones admite gran número de
variantes léxicas. Es difícil traducir las palabras de un idioma a
otro, pero la permanencia de esa representación semántica bá
sica permitiría estructurar todas las lenguas alrededor de ellas.
Cada idioma aportaría una matización, nuevos enlaces, valores
distintos, intensidades diferentes, todo dentro de un modelo
narrativo compartido. Como ocurre en la música, escuchamos
aquí innúmeras y bellísimas variaciones sobre un mismo tema:
la experiencia.
10
212
ceptuales inventados por una cultura. El de la furia es especial
mente rico.
La furia es calor. Hay dos versiones de esta metáfora, una en
la que el calor se aplica a un líquido y otra a un sólido. Cuan
do se aplica a un líquido se entiende que está dentro de un
recipiente. El cuerpo es un recipiente para las emociones. Nos
llenamos de indignación, nos invade el terror. Es además un
recipiente cerrado. Cuando la furia aumenta, hervimos de in
dignación, nos calentamos, sube la presión y, en el caso extre
mo, la furia explota y suelta todo lo que había dentro.
Cuando el calor se aplica a un sólido, aparecen el fuego y las
emociones arrebatadoras, enrojecidas.
La furia es una energía. Nos zarandea. Es una fuerza enemi
ga, a la que nos rendimos o que nos vence.
La furia es una enfennedad. Hace perder el control, pode
mos volvernos locos de ira.
Estas concepciones metafóricas dejan, por supuesto, su
huella en el léxico, mediante las catacresis, es decir, gracias a
las metafóras lexicalizadas que nos proporcionan indicios para
reconstruir las experiencias básicas de un modo de entender la
realidad. El estudio de las metáforas en idiomas distintos nos
proporciona importante información sobre el lenguaje y sobre
la experiencia de la realidad. Tal vez haya unas figuras univer
sales, una común poetización de la experiencia, una tenaz bús
queda de lo real a través de lo irreal. Ya hablaremos de ello en
el volumen siguiente.
11
213
mentos -algo parecido a las representaciones semánticas básicas-,
que después florecían en centenares de relatos diferentes -algo
parecido al despliegue léxico- porque cambiaban los protagonis
tas, las anécdotas del cuento, el modo de desenlace. 2 4 Hemos pen
sado que los sentimientos también podrían estudiarse así, ya que
son historias concentradas. Una representación semántica co
mún se bifurca, trifurca, polifurca en distintos términos.
Creo que este modelo se puede generalizar. Necesito expli
carles dos términos utilizados por los lingüistas: sintagmático y
paradigmático. Las notas sintagmáticas se unen copulativa
mente (el carbón es negro y sólido y combustiona). Las notas
paradigmáticas son variaciones disyuntivas (el carbón es vege
tal o mineral). El argumento de un sentimiento, su representa
ción semántica básica, sería una línea vertical que contaría el
argumento, una cadena sintagmática. Sobre cada paso se injer
tarían, perpendicularmente, las distintas variaciones de los de
sencadenantes, de las intensidades, de las manifestaciones. Es
decir, la pluralidad paradigmática. Les pondré como ejemplo la
definición de árbol. En negrita van las notas sintagmáticas, que
cuentan el núcleo semántico arbóreo . Las notas horizontales
son las excluyentes pluralidades paradigmáticas.
214
nes posibles entre los distintos elementos sintagmáticos (verti
cales, conjuntivos) y los paradigmáticos (horizontales, disyun
tivos) son numerosísimas. El conjunto de ambas dimensiones
formaría el concepto vivido. Las combinaciones lexicalizadas
no tendrían que ser, por supuesto, todas las posibles.
12
215
EPÍLOGO
217
comprenderlas. Los ordenadores han encontrado cierto éxito
en el análisis sintáctico, es decir, en los dominios formales y
próximos del aspecto codificativo del lenguaje, es decir, lo que
en el lenguaje es tratado como un código. Pero han fracasado
en los aspectos más cotidianos y menos formalizables del uso
del lenguaje. Ha aparecido de nuevo la fórmula general de la
Inteligencia Artificial: «Lo que es difícil para el hombre es fácil
para el ordenador, y lo que es fácil para el hombre es dificil
para el ordenador. »
Uno de los factores del fracaso es haber visto al lenguaje
sólo como un código. Pero al transferir esta noción a los orde
nadores se tropieza con problemas insolubles . Lejos de reducir
se a un código de comunicación transparente, está claro que el
uso del lenguaje, la producción y la comprensión de las frases
apelan a conocimientos no lingüísticos e implican procesos in
ferenciales y afectivos.
El lenguaje es mucho más que un perfectísimo código. For
ma parte de la estructura de nuestra inteligencia. Ejerce una
función de comunicación más profunda, más variada que la
mera transmisión de informaciones. Es la presencia de la so
ciedad en nuestra subjetividad personal, nos pone en comuni
cación con nosotros mismos, es la base de nuestro comporta
miento voluntario, nos relaciona con los demás, hace posible
nuestros afectos y funda las grandes creaciones humanas que
ennoblecen nuestras vidas, por ejemplo, el derecho.
En las comunicaciones con nosotros mismos y con los de
más, el lenguaje se manifiesta como indicio de las intenciones
del hablante. La pragmática, la parte de la lingüística que estu
dia el lenguaje-en-situación, comenzó estudiando la diferencia
que había entre lo que dice una frase o un discurso y el acto de
un sujeto que lo profiere. Cuando una persona pregunta a su
pensativa pareja «¿En qué estás pensando ? » , y ésta responde
con un gesto de displicencia « En nada» , la significación de su
expresión está clara: ha dicho que ningún pensamiento, ima
gen, sentimiento, palabra pasaban en ese instante por su con
ciencia. Pero el acto de habla puede haber sido una excusa, una
simulación, una mentira. Entonces, el contenido puramente se
mántico no basta para establecer la comunicación. Hay una
218
transferencia de significado lingüístico, pero no hay comunica
ción entre la persona que se reserva o miente y la persona que
escucha.
Desde este punto de vista, el lenguaje adquiere una nueva
densidad, una profundidad intranquilizadora, desasosegante.
Es el sujeto quien está profiriendo el acto, y esa incardinación
en el sujeto, cuyos avatares he pretendido contar, confieren al
acto del habla un espesor ético. La comunicación deja de ser
una propiedad del producto lingüístico para convertirse en un
conjunto de operaciones de la inteligencia -la producción del
lenguaje y la comprensión del lenguaje-. Pero aún tenemos que
ir más allá. El habla es nuestro gran medio de comunicación
con los demás y con nosotros mismos. Cuando este gigantesco
utensilio falla, se entorpece la relación exterior y la relación in
terior. Esto puede suceder por fallos gramaticales, técnicos,
que son lo que hasta ahora ha estudiado la lingüística. ¿Cómo
eliminar las ambigüedades de la expresión? ¿Cómo hacer que
una frase sea gramatical, es decir, correcta? Pero de esta mane
ra estamos manteniendo el lenguaje en el mundo de las esen
cias . Cuando bajamos al Mundo de la vida, donde se dan las
comunicaciones reales, el lenguaje empieza a embarullarse, a
complicarse con comportamientos de los sujetos. Se malea, se
pierde, se extravía, se amolda, engaña.
Conseguir este último nivel de comprensión es una finali
dad de la inteligencia lingüística. Es verdad que los mentirosos,
timadores, lavadores de cerebros, usan el lenguaje con gran ha
bilidad. ¿Cómo podemos decir que no se comunican si son los
grandes comunicadores? Conviene hacer aquí una precisión de
suma importancia para nuestra vida real. Respecto al habla
ajena -y a la nuestra propia-, tenemos que utilizar una serie de
criterios . Unos se refieren al contenido de la expresión « No es
toy pensando en nada» , en el ejemplo anterior. Tengo que com
prenderla a nivel del código, lingüísticamente, para poder se
guir adelante. Si ese contenido es proposicional, aseverativo,
podemos evaluar su verdad o falsedad. Pero para comprender
exactamente la expresión tenemos que conocer cuál es la inten
ción del hablante, no sólo la representación que ha pretendido
transmitir, sino por qué ha hablado, por qué lo ha hecho de esa
219
manera y en ese momento. Puedo querer molestar a un envi
dioso contándole el éxito de una persona. Al parecer estoy sólo
informándole de lo sucedido, pero lo que estoy haciendo es
otra cosa: vengándome de un agravio anterior.
La evaluación de estos comportamientos lingüísticos excede
el campo de la lingüística tradicional, incluida la pragmática.
El último capítulo de una teoría del lenguaje debe ser una ética
lingüística. La competencia comunicativa no se reduce a una
mera ampliación semántica de la competencia lingüística, sino
que posee funciones propias, tales como producir actos de ha
bla, posibilitar la traducción entre lenguajes, permitir el enten
dimiento intelectual, ofrecer una base para romper y cambiar
convenciones lingüísticas, y dar cauce a la reflexión sobre el
lenguaje desde el lenguaje sin incurrir en un círculo vicioso.
No. Creo que no he traído subrepticiamente las aguas a mi
molino. Una vez más, descubro lo que hace unos años me pro
dujo una monumental sorpresa: que la función principal de la
inteligencia humana no es conocer, ni crear, sino dirigir el
comportamiento humano para salir bien librados de la situa
ción. Es, pues, una función ética. Si no les gusta, no es culpa
mía.
220
Notas y tango bibliográfico
TANGO BIBLIOGRÁFICO
223
cer toda la estupefaciente esgrima de la seducción. Otra, des
pués, al final de la historia, cuando ya está convertida en cachi
vache ( « ¡ Que por este cachivache sea lo que soy! » , llora la vícti
ma de un tango famoso). Entonces, sola, fané y descangayada,
muestra a las claras lo injustificado de aquella primera fascina
ción. Feynmann, un premio Nobel de física -los premiosnobel
defísica suelen ser gente seria- contaba que la relación de un
científico con una teoría es muy semejante a la que se tiene con
la mujer amada. Uno resulta deslumbrado por su atractivo y
cuando descubre sus defectos ya está demasiado enamorado de
ella -mujer y teoría- para abandonarla.
El lectór, en este caso yo, que ve los amores desde lejos,
comprende la fascinación pero no sufre por el abandono. Así
soy de cruel con los libros. Lo que aprendo de ellos me sirve en
muchos casos para desdeñarlos cuando vuelvo a leerlos, cosa
que suele ocurrir con agotadora frecuencia.
En mi corazón guardo hacia esos callados maestros una
gratitud remordida, muy parecida a la que los malosbuenos hi
jos deben de sentir hacia sus padres, porque cuanto mejor ha
yan ejercido su tarea más se van a independizar de ellos . Esta
actitud de cordial distanciamiento tiene una ventaja: los libros
que permanecen, aquellos cuyo fulgor resiste la relectura, que
dan en mi vida como cimiento cordial e imprescindible de mi
futuro.
La historia reciente de la psicología se presta muy bien a
esta estructura narrativa de tango, porque está llena de esplen
dores y decadencias. El cognitivismo arrumbó el conductismo
cuya altanería conocí, pero ahora Bruner, uno de los padres de
la criatura, dice que el cognitivismo se ha perdido en un ordena
dor y ya no se lo encuentra. Lo cuenta en Actos de significado,
Alianza, 1 99 1 . He visto el desprecio hacia Piaget por parte de la
psicología anglosajona, la posterior admiración y ahora otro
posible crepúsculo. Viví el auge de la psicología factorial y su
ocaso. Ahora emergen las psicologías culturales, la psicología
social, la psicología del discurso. No tardaremos mucho en ver
también su decadencia. Asistí a la glorificación y al denuesto de
la sintaxis -Chomsky-; a la glorificación y crítica de la semánti
ca -las semánticas generativistas-, a la glorificación por ahora
224
vigente de la pragmática -Austin, Searle, Grice- y también al
triunfo y al fracaso de la filosofía del lenguaje natural, de la que
Rorty escribió una melancólica oración fúnebre en 1 990: « Lo
que me parece más sorprende de mi ensayo de 1 965 es lo en se
rio que me tomaba el fenómeno del "giro lingüístico" , lo impor
tante que me parecía . » «Las controversias que discutí con tanta
seriedad en 1 965 ahora me parecen decididamente antiguas
(Rorty, R . : El giro lingüístico, Paidós, Barcelona, 1 990, p. 1 5 9).
Podría ponerles muchos ejemplos más.
Contarles estas historias biobibliográficas no es académica
mente serio. Se lo advierto porque voy a tomarme muchas licen
cias . Al fin y al cabo no hablo de letra impresa, sino de creencias,
valores, ideas, errores, dudas, choques, perplejidades . Pero estoy
seguro de que al lector no académico le interesará contemplar la
obra desde las bambalinas, aunque sea para vivir el barullo pre
vio a la subida del telón. Así que me he decidido por una solución
ecléctica. Cada capítulo de este apéndice documental tendrá una
primera parte rigurosa y estricta, llena de referencias bibliográfi
cas, y una parte lunfarda y golfa donde les contaré el tango de
este libro, o sea, una historia de amores y desdenes . Juzguen con
rigor la primera, y diviértanse con la segunda.
225
NOTAS A LA INTRODUCCIÓN
227
sational Style», Discourse Processes, 4, 1 98 1 , pp. 2 2 1 -228, y Género
y discurso, Paidós, Barcelona, 1 996, p. 43.
7. «El hablante nativo ha adquirido una gramática sobre la
base de unos datos muy restringidos y deteriorados; la gramática
tiene consecuencias empíricas que sobrepasan grandemente esos
datos» (Chomsky, N.: Language and Mind, edición ampliada, Har
court Brace Jovanovich, Nueva York, p. 27). Como observa el mis
mo Chomsky en una de sus «Russell Lectures » titulada «Ün lnter
preting the World» , ni siquiera un neopositivista como Bertrand
Russell pudo dejar de reconocer la agudeza de tal problema, ha
biendo planteado esta interrogación en su libro Human Knowled
ge: Its Scope and Limits » : « ¿ Cómo puede suceder que los seres hu
manos, cuyos contactos con el mundo son tan breves, personales y
limitados, sean, sin embargo, capaces de conocer tanto como co
nocen? »
Chomsky h a tratado este asunto e n El conocimiento del lengua
je, Alianza, Madrid, 1 989. Lo llama «el problema de Platón» o «el
problema de la pobreza del estímulo» (p. 2 1 ) .
8. Chomsky, N.: Aspects of The theory ofSyntax, The MIT Press,
Cambridge, 1 965, p. 3 .
9. Mill, J . S . : A System of Logic, 1.IV, cap. 4 .
1 0. Austin, J . L.: «Un alegato e n pro de las excusas» , e n Ensayos
filosáficos , Alianza, Madrid, 1989, p. 1 74.
1 1 . Heidegger, M.: Del camino al habla, Ediciones del Serbal,
Barcelona, 1 979.
BIOBIBLIOGRAFÍA
Los inicios
228
lock». El protagonista de El mercader de Venecia vio frustrados
sus planes porque fue incapaz de cortar una libra de carne que
no contuviera ni una gota de sangre. Los lingüistas sufren una
decepción semejante al pretender estudiar el lenguaje sin consi
derar nada que sea extralingüístico. Consiguen con cierta facili
dad esa autonomía mientras se enclaustran en disciplinas fácil
mente formalizables, como son la fonética o la sintaxis, pero se
enredan en problemas insolubles cuando tienen que estudiar el
significado.
Hans Hürmann, en su estupendo libro Querer decir y entender,
Gredos, Madrid, 1 982, se hace eco del desasosiego que hay en la
lingüística. Una de las razones que da es que «los modelos y teo
rías están alcanzando un nivel cada vez mayor de complicación
en el que lo admirable está a un paso de lo ridículo» (p. 9). Hay
un abismo entre la teoría y la realidad. Hjelmslev aspiraba a un
«álgebra del lenguaje», Harris preconizaba procedimientos mecá
nicos de análisis y Chomsky está muy cerca de una lingüística
matemática.
El lenguaje que pretende describir la lingüística general no es el
lenguaje del que se hace uso, sino algo así como el lenguaje en s{. Se
supone que es el correlato de la competencia lingüística, pero no
acabo de saber muy bien si esta competencia es una noción real o
un constructo teórico. Es verdad que se han producido muchas va
riaciones en la gramática generativa y que últimamente Chomsky
ha introducido dos nociones interesantes, que resuelven en par
te este problema: lengua exterior y lengua interior (Conocimiento
del lenguaje , Alianza, Madrid, 1 989). Aun así, creo que tiene razón
Schlesinger cuando apunta que si la competencia es gramatical, no
basta para constituir ella sola la competencia del usuario. Hay que
añadirle otras competencias: semántica, pragmática, comunicati
va. Me parece que en el deslumbrante intento de Chomsky se estu
dia un lenguaje en el que, como dice Hormann (p. 75), la función
comunicativa y la intención comunicativa no desempeñan ningún
papel. Esto lleva a algo ya defendido por la lingüística estructura
lista de cuño bloomfieldiano: el rechazo de todo lo que tenga que
ver con « significado » . Pero ¿cómo se puede estudiar un lenguaje
insignificante? No se puede.
229
Mis recelos
Un descubrimiento
Como yo venía de la teoría de la inteligencia, me parecía claro
que el significado es el fundamento de toda actividad inteligente, y
230
que el fundamento de la lingüística tenía que ser la semántica. Por
eso me alegró descubrir la obra de Ronald W. Langacker Founda
tions of Cognitive Grammar, Stanford University Press, Stanford,
1 987, 2 vols., que introducía la lingüística dentro del ámbito cog
nitivo y negaba que tuviera que ser formalizable. « El tema fun
damental de la teoría lingüística» , escribe Langacker, «es la na
turaleza del significado y cómo tratar con él. Es evidente que el
significado es un fenómeno cognitivo y tiene que ser analizado
como tal. La gramática cognitiva identifica significado y concep
tualización (explicada como proceso cognitivo). Al hacerlo, entra
en conflicto con la gran tradición de la teoría semántica (parte de
la cual puede leerse como un elaborado intento de evitar esta cues
tión), en particular con muchas variedades de semánticas formales
basadas en las condiciones de verdad. »
Animado por este encuentro, comencé a buscar otros autores
que se movieran en esa misma orientación y, no sé si por un efecto
óptico o porque así son las cosas, me pareció encontrar muchos.
En un sentido amplio podríamos incluir a Dwight Bolinger por
su esfuerzo para elucidar el valor semántico de los morfemas. A
Wallace Chafe por su interés en construir una alternativa al para
digma generativo. Charles Fillmore por sus contribuciones a la se
mántica, especialmente con relación a los «marcos» (frames) . A
Lakoff, que ha insistido en la necesidad de un acercamiento a la
estructura gramatical cognitivamente fundado, en la importancia
de hacer una teoría natural del lenguaje, en la centralidad de la
metáfora para el lenguaje y para nuestra vida mental, y en la no
autonomía de la gramática. Investigaciones recientes sobre las ex
presiones locativas, llevadas a cabo por C. Brugman, A. H. Hersko
vits y L. Talmy pueden considerarse cognitivas. Terence Moore y
Christine Carling también han insistido en la falta de autonomía
de las estructuras lingüísticas. Los escritos sobre lenguaje de Pia
get van también en esta dirección.
Philip N. Johnson-Laird, un estupendo psicólogo que se mueve
con soltura en el amplio campo de las ciencias cognitivas, ha escrito
un voluminoso libro con George A. Miller, otro prestigioso psicólo
go, titulado Language and Perception, Cambridge University Press,
Cambridge, 1 976. Pretendieron fundar un nuevo campo lingüístico,
al que llaman psicolexicología : «Lexicología es la teoría que funda-
23 1
menta la lexicografía; psicolexicología es la lexicología basada so
bre la psicología, sobre cómo trabaja la mente del usuario del len
guaje» (p. vi). Intentan responder a una pregunta indispensable:
¿Cómo surgen los significados lingüísticos a partir de los significa
dos perceptivos? Ray Jackendoff es otro personaje de mi tango bi
bliográfico, que me admira y enfurece a la vez. Ha elaborado una
interesantísima semántica cognitiva, estudiando la relación entre la
estructura semántica y la estructura conceptual, en Semantics and
Cognition, The MIT Press, Cambridge, 1 983, y Semantic Structures,
The MIT Press, Cambridge, 1 990. Mi crítica a Jackendoff viene por
su teoría de la inteligencia computacional, en la que niega la efica
cia de la conciencia. «El ser consciente de una entidad E no puede
tener "en sí mismo" ningún efecto en la mente computacional. » «La
conciencia no es buena para nada. » ( Consciousness and the Compu
tational Mind, The MIT Press, Cambridge, 1 987, pp. 24-27 .) La clara
conciencia de falsedad -e incluso de irritación- que me produce la
lectura de estos textos demuestra la falsedad de su aseveración. El
ser consciente de ellos ha resultado eficaz, entre otras cosas, para
moverme a buscar argumentos en su contra. Pero este asunto no co
rresponde al presente libro, así que lo dejo.
Acabo de recibir un libro dirigido por Michael Tomasello, The
New Psychology of Language, Lawrence Erlbaum, Mahwah, 1 998,
que recoge artículos de autores cercanos a la lingüística cognitiva.
Langacker escribe: «Interpreto el término conceptualización am
pliamente como incluyendo cualquier clase de experiencia mental.
Esto incluye: 1 ) las antiguas y nuevas nociones; 2) no sólo los
"conceptos" abstractos o intelectuales sino también las experien
cias sensoriales, motoras y afectivas; 3) las concepciones que no
son instantáneas sino que se despliegan a traves de un procesa
miento temporal; 4) todas las aprehensiones del contexto físico,
social, cultural y lingüístico. Lejos de ser estática o solipsista, la
conceptualización se considera una actividad dinámica realizada
por las mentes que interactúan con sus entornos. »
El léxico emocional
232
bulario. Encontré muchas referencias léxicas, y ello me llevó a pen
sar en realizar un estudio léxico de semántica afectiva. Mi interés
aumentó al escribir El laberinto sentimental. Me di cuenta de que el
vocabulario de los sentimientos estaba muy bien estudiado y, ade
más, en culturas muy distintas, lo que me permitía aprovechar este
asunto no sólo para una investigación de campo semántica y léxi
ca, sino tambien para intentar una aproximación intercultural a la
semántica, asunto que estará cada vez más en el candelero. Ú ltima
mente se han realizado muchos estudios sobre el léxico emocional
en culturas lejanas. Unos se ocupan de todo el campo emocional
(Briggs, Gerber, Lutz), otros de unos pocos sentimientos (Abu-Lug
hod, Myers, Rosaldo):
Abu-Lughod, L.: Veiled Sentiments: Honor and Poetry in a Be
douin Society, University of California Press, Berkeley, 1 986.
Myers, F. R.: «Emotions and the Sef: a Theory of Personhood
and Political Order among Pintupi Aborigines» , Ethos, 7, 1 979,
pp. 343-370
Rosaldo, M. Z.: «The Shame of Headhunters and the Autonomy
of Self», Ethos, 1 1 , 1 983, pp. 1 3 5- 1 5 1 .
Briggs, J.: Never in Anger: Portrait of an Eskimo Family, Har
vard University Press, Cambridge, 1 970.
Lutz, C.: Unnatural Emotions, The University of Chicago Press,
Chicago, 1 988.
Otro descubrimiento
233
cinó y que recomiendo a todos los lectores que sientan pasión por
el lenguaje, aunque no sean lingüistas. Se trata de un estudio de
los conceptos, de sus variaciones culturales y de su definición. Es
un libro de altísima calidad y de gran ánimo.
Wierzbicka defiende la existencia de unos primitivos semánti
cos transculturales, gracias a los cuales pueden definirse los térmi
nos de cada idioma en un metalenguaje universal. Posteriormente
leí Semantics. Primes and Universals , Oxford University Press, Ox
ford, 1 996. Me interesó y divirtió mucho el capítulo titulado « Con
tra "Contra las definiciones",, («Against "Against Definitions"»),
una crítica de la furia contra las definiciones que conmueve los
tranquilos campos de la lexicografía.
Por último, estudié un libro espléndido que trata un tema de
gran relevancia: Cross-Cultural Pragmatics. The Semantic of Human
Interaction, Mouton de Gruyter, Berlín, 1 99 1 . Era la primera obra
que leía sobre las variaciones culturales de los actos de habla y me
sorprendió. Como de pragmática hablaré más tarde, no me extien
do en el comentario.
Lo que pretendía sobre todo en esta nota era aplaudir.
234
que las sentencias metafísicas sean significativas; es decir, propor
ciona un fundamento semántico para la metafísica. Segundo la
teoría difiere en aspectos importantes de las teorías que Wittgen
stein explícitamente consideró al elaborar sus críticas de las teorí
as del significado; lo que aumenta las posibilidades de revelar al
guna limitación en el alcance de sus argumentos» (p. 7). Considera
que esas críticas sólo sirven contra las teorías de Frege, Russell o
las de su propio Tractatus .
Critica también el naturalismo de Wittgenstein cuando dice
que lo que puede ser dicho, puede ser dicho sólo en proposiciones
de la ciencia natural. «El naturalismo contemporáneo está basado
en los argumentos de Wittgenstein y Quine contra las teorías in
tensionales del significado, y, puesto que los argumentos de Quine
también fallan, no hay un buen argumento que soporte el natura
lismo contemporáneo» (p. 1 5 ) .
Los argumentos d e Katz tranquilizan u n poco mi conciencia.
Para tranquilizarme más, leo en un libro recientísimo de Stuart
Shanker -Wittgenstein 's Remarks on the Foundations of Al, Rou
tledge, Londres, 1 998-, otra crítica de la teoría de los parecidos de
familia, que concluye: «Wittgenstein parece contentarse con des
cribir las variadas "redes complicadas" que comprende el lenguaje
y dejar ahí el asunto. Para la ciencia cognitiva, la contribución de
Wittgenstein a la teoría de los conceptos se reduce a una nota a pie
de página y, ocasionalmente, a un epigrama» (p. 1 96).
235
-lingüísticos, psicológicos y contextuales-. Incluso en el nivel léxi
co, los significados son variables y maleables . El enfoque enciclo
pédico (Haiman, Langacker, Wierzbicka) trata los ítems léxicos
como puntos de entrada en una vasta red conceptual» . («Concep
tualization, Symbolization, and Grammar», en M. Tomasello: The
New Psychology of Language, Lawrence Erlbaum, Mahwah, 1 998).
Lo que enlaza el lenguaje con el sujeto son los actos de habla (y
los de comprension del habla, aspecto descuidado en la pragmáti
ca) . La sintaxis y la semántica se ocupan de la oración, la pragmá
tica del enunciado, que es el producto tangible del acto de habla.
Los actos de habla tienen una intención: pedir, comunicar, or
denar, etc. (aspecto ilocutivo), que motiva la producción de un
enunciado (aspecto locutivo). Tienen también unos resultados (as
pecto perlocutivo). Ejemplo: Insulto (locutivo), deseo de dejar
constancia del desprecio (ilocutivo), el insultado se enfada (perlo
cutivo).
236
NOTAS AL CAPÍTULO I
237
« La gramática cognitiva hace una afirmación que golpea en el mis
mo corazón de la hipótesis de la sintaxis autónoma: afirma que la
misma gramática tiene una imagic function y que en gran parte
posee un carácter figurativo. La gramática (como el léxico) encar
na una imaginería convencional. Con esto quiero decir que estruc
tura una escena de determinada manera para sus propósitos de ex
presión lingüística, enfatizando ciertos aspectos a expensas de
otros, viéndola a partir de cierta perspectiva, o construyéndola en
términos de una cierta metáfora . » Considera que dos frases tosca
mente sinónimas, con las mismas palabras pero diferentes estruc
turas gramaticales, son semánticamente distintas. Por ejemplo: He
sent a letter to Susan y He sent Susan a letter le parecen dos frases
que presentan una misma escena por medio de imágenes diferen
tes (Foundations of Cognitive Grammar, Stanford University Press,
Stanford, 1 987, vol . 1, p. 38).
6. H6rmann, H.: Querer decir y entender, Gredas, Madrid,
1 982. Mantiene que la capacidad de proferir significados es previa
al lenguaje. Aparecen en primer lugar núcleos prelingüísticos. El
origen del lenguaje depende de la capacidad para reconocer patro
nes recurrentes. «El hombre posee la capacidad de instaurar lo
permanente en medio de la fuga de los fenómenos y, más tarde,
también en la fuga de los sonidos lingüísticos» (p. 432).
7 . Pessoa, F.: Poesía, Alianza, Madrid, 1 986, p . 24.
8. La teoría del segundo sistema de señales fue propuesta por
Pavlov. Un buen resumen de sus ideas en V. M. Alcaraz: La fun
ción de síntesis del lenguaje, Trillas, México, 1 980.
9. Bronowski, J.: « Human and Animal Languages», en To Ho
nor Roman Jakobson, La Haya, París, 1 967, vol. 1, 3 8 1 .
1 0 . Nelson, K. : El descubrimiento del sentido, Alianza, Madrid,
1 988, p. 20.
BIOBIBLIOGRAFÍA
En el parvulario
Ya les dije que pretender escribir un libro sobre un asunto que
se desconoce exige estudiar mucho para no ser un desaprensivo.
238
Esto de estudiar me sigue pareciendo una de las actividades inte
lectuales más satisfactorias, aunque se trate de los arduos libros de
lingüística, así que me fui contento al parvulario. Yo había estu
diado con cierto detenimiento libros de psicolingüística, atendien
do especialmente a la neurología y al aprendizaje infantil. Conocía
bien la obra de Bruner, Piaget, Vigotsky, Luria. De estos cuatro,
por cierto, los que han soportado mejor las relecturas son los dos
últimos. Creo que Piaget ha metido en una vía peligrosa a la psico
logía de la inteligencia al insistir sólo en la dimensión cognitiva y
no en la motivacional y sentimental. Y las últimas obras de Bruner
me han parecido inclinadas hacia un culturalismo excesivamente
alegre.
Conocía también las obras clásicas de filosofía del lenguaje:
Cassirer, Bühler, los filósofos del lenguaje natural, la obra de se
mióticos como Eco o Greimas . Por supuesto, también las obras de
los fundadores de la pragmática: Austin, Searle, Grice, Sperber,
Wilson. Y su ampliación dentro de las teorías de la acción comuni
cativa: Apel y Habermas, por ejemplo. Había estudiado las tribula
ciones de los sistemas de Inteligencia Artificial para lidiar con el
lenguaje. Me habían interesado mucho las obras de Schank, Abel
son y Winograd. Conocía la obra de Saussure, Martinet, Hjemslev,
Pottier, Coseriu, Guiraud, Benveniste, pero como diletante. Me ha
bían sido de mucha utilidad el Diccionario de témúnos filológicos,
Gredas, Madrid, 3.ª ed. , 1 990, de Fernando Lázaro Carreter, y Se
miótica. Diccionario razonado de teoría del lenguaje, Gredas, Ma
drid, 1 982, de A. J. Greimas y J. Courtés, que me parece que lo
mezcla todo. Pero mi formación lingüística era, a la vista está,
fragmentaria y desordenada. Así que necesitaba el parvulario para
estudiar unas cuantas introducciones generales a la lingüística, lle
nar mis vacíos y ponerme al día.
Disfruté mucho con la apabullante Lingüística estructural de
Rodríguez Adrados -un especialista en gramática griega, que des
pués pasó a la lingüística indoeuropea y de allí a la lingüística ge
neral- porque está escrita con buen estilo, sabiduría y pasión. Da
una visión general de las distintas escuelas. «Creemos que en bue
na medida las distintas escuelas lingüísticas exponen doctrinas que
son menos contradictorias de lo que piensan sus exponentes: nues
tra intención es ordenarlas en forma coherente que utilice los re-
239
sultados logrados aquí y allá para dar un cuadro de conjunto de la
organización total de la lengua. Solo la escuela de Copenhague ha
intentado fundar una doctrina lingüística que abarque todos los as
pectos de la lengua; y como dicha doctrina, aparte de representar
más bien un esquema general apenas desarrollado en la práctica,
es en buena medida contraria a la del presente libro (por su excesi
vo formalismo, su afirmación de que la «sustancia» no pertenece a
la lengua y ésta puede estudiarse sin contar con ella y por su excesi
vo alejamiento de la realidad lingüística), a ello se debe que las pro
puestas de esta escuela reciban aquí menos atención» (p. 1 0) .
M e pareció muy bien que criticase a las escuelas danesa o glo
semática, y americana o descriptivista por querer prescindir del
significado. Descubre «lo que hay de falsa seguridad en las fórmu
las aparentemente inexpugnables de la Gramática Transformacio
nal» (p. 25). «La simbolización, que es una ventaja desde el punto
de vista de la exposición de hechos no excesivamente complejos y
de la formulación de reglas generales, se convierte a veces en una
especie de fetiche, un fin en sí que causa gran daño debido a la
creencia instintiva de que sólo lo simbolizable es real y todo lo
simbolizable responde a una realidad bien definida y fijada para
siempre. El peligro que envuelven las palabras es menor que el de
los símbolos. En vez de utilizarlos para exponer una teoría, se uti
lizan con la idea de que sólo con ellos se crea una teoría más per
fecta y completa que las anteriores: lo que en cierta medida no es
verdad» (p. 432). Estoy completamente de acuerdo. Lanza también
un viaje jabalino a Chomsky: «Su idea de lo que es una lengua es
excesivamente pobre y primitiva. Lo que da es un análisis escolar
de la lengua, más una Semántica esquemática y abstracta, consi
derada por él como independiente. » Su teoría «contiene graves
errores y es sobre todo intolerable el absolutismo con que cree po
der prescindir de los infinitos estudios realizados sobre la lengua
desde otros puntos de vista» (p. 435).
Me fue de gran utilidad el Curso Universitario de Lingüística ge
neral, Síntesis, Madrid, 1 994, 2 vols. , de Juan Carlos Moreno Ca
brera. Me pareció un buen libro de texto, aunque con demasiadas
diferencias en el grado de dificultad de la exposición. Tiene ejerci
cios muy interesantes y una estupenda bibliografía comentada. Sin
embargo, creo que voluntariamente ha empobrecido la idea de se-
24 0
mántica, porque, aunque reconoce que hay otras opciones -la se
mántica de las situaciones y la semántica cognitiva-, elige una con
cepción veritativa-funcional que amputa el campo y acerca excesi
vamente la semántica a la lógica. «Empezamos por decir que el
concepto de verdad/falsedad es fundamental para establecer una
semántica oracional. Si hay algo que podemos decir con seguridad,
es que estas entidades lingüísticas exhiben la propiedad de ser ver
daderas o falsas . Esta propiedad no la presenta ninguna parte de la
oración que no sea la oración misma» (p. 39). « Si, siguiendo la pro
puesta de Donald Davidson, al estudiar el significado de las oracio
nes lo hacemos en términos de la determinación de su valor de ver
dad, estamos restringiendo fuertemente lo que habitualmente se
entiende por significado de una oración. ( . . . ) Es evidente que la teo
ría del significado oracional que obtendremos será parcial, pero no
lo es menos que ello contribuirá al menos a poner en claro parte de
lo que habitualmente se entiende por significado, aplicado a las
oraciones» (p. 42). No pretende describir el entendimiento real por
parte del hablante del significado de una oración, sino las propie
dades formales de la semántica oracional.
Como en este libro defiendo una semántica cognitiva, no tengo
que extenderme más en esta crítica. Mencionaré sólo un comenta
rio de John Lyons: «Puede aceptarse que, si una oración tiene condi
ciones veritativas, saber su significado equivale a saber qué estado
del mundo viene a describir (en el supuesto de que se emplee para
emitir una aseveración) . Pero de ahí no se sigue, de ninguna mane
ra, que todas las oraciones tengan condiciones veritativas y que su
significado esté totalmente condicionado por la verdad» (Introduc
ción al lenguaje y a la lingüística, Teide, Barcelona, 1 984, p. 1 49). El
uso característico de las oraciones no declarativas de diversos tipos
-especialmente las imperativas o interrogativas- no expresa aseve
raciones, y aun así, a menos que estemos dispuestos a aceptar una
noción absurdamente estricta de significado, hemos de admitir que
son no menos significativas que las oraciones declarativas.
De todas formas, Moreno defiende una idea total del lenguaje
que me interesa: «Una vez establecidas las propiedades formales
del fenómeno significativo, hay que volver a las raíces de donde
proviene el carácter denotativo y referencial del lenguaje: esas raí
ces están en el acto comunicativo . » Estoy de acuerdo.
24 1
Este mismo autor tiene también una Introducción a la lingüísti
ca, Síntesis, Madrid, 1 997, con un enfoque tipológico y universalis
ta que enlaza con mis preocupaciones interculturales.
La lntroduccion al lenguaje y a la lingüística de John Lyons, Teide,
Barcelona, 1 984, es una obra sencilla, fácil de leer, que presenta los
principales temas de la lingüística, a excepción de la pragmática. La
Semántica lingüística, Paidós, Barcelona, 1 997, de este mismo autor,
me parece una obra de referencia. Me ha interesado mucho su análi
sis de la « Subjetividad y la acción locutiva» (pp. 359-365 ). Se lamenta
de que los trabajos de semántica escritos en inglés se preocupan poco
del fenómeno de la subjetividad. « Comparten el prejuicio intelectual y
objetivo de que la lengua es, en esencia, un instrumento para la expre
sión del pensamiento proposicional ( . . . ) coinciden en no prestar aten
ción alguna al componente no proposicional de las lenguas o en des
preciar su importancia. » Lo que interesa más en particular al lingüista
es la subjetividad locutiva : la subjetividad del enunciado, la expresión
de uno mismo en el uso de la lengua. Hablaré más tarde de esto.
Es completa, y tiene mucha información, lo que a veces la hace
poco clara, la Lingüística general de Angel Alonso-Cortés, Cátedra,
Madrid, 1 993.
Utilísimo, aunque desordenado, me pareció el Panorama de la
lingüística moderna de la Universidad de Cambridge, compilado por
Frederick J. Newmeyer, Visor, Madrid, 1 992 , 4 vols.
También estudié con gran interés el libro de W. O'Grady, M . Do
brovolsky y F. Katamba (eds.), Contemporary Linguistics, Longman,
Londres, 1 997. Me parece una buena introducción a la lingüística.
Un mero repaso al índice pone de manifiesto las ramificaciones que
esta ciencia va teniendo. Estudia la fonética, la fonología, la morfo
logía, la sintaxis, lo que llama interfaces entre cada una de estas ra
mas, la semántica, el estudio del cambio lingüístico, la clasificación
de lenguajes, las relaciones entre cerebro y lenguaje, la psicolingüís
tica, es decir el estudio del procesamiento del lenguaje, la adquisi
ción del lenguaje y la emergencia de la gramática, la adquisición del
segundo lenguaje, la sociolingüística, la escritura, la comunicación
animal, y tiene un capítulo sobre lingüística computacional. Está
claro que falta una sección dedicada a la pragmática, lo que pone de
manifiesto una de las cuestiones más controvertidas de la lingüísti
ca actual: la situación y amplitud de la pragmática.
242
La lingüística está fragmentándose en una gran variedad de
subespecialidades. Por ejemplo, la lingüística textual, que no estu
dia el léxico, ni la oración, sino formaciones lingüísticas mas am
plias, que plantean problemas distintos. Una introducción publica
da en castellano es la de Robert-Alain de Beaugrande y Wolfgang
Ulrich Dressler: Introducción a la lingüística del texto, ArieL Barce
lona, 1 997. Para una introducción a la pragmática, el libro de M.
V. Escandell Vidal Introducción a la pragmática , Ariel, Barcelona,
1 996. Y; por supuesto, la obra de Víctor Sánchez de Zavala, más
complicada de leer: Hacia la pragmática (Psicológica) , Visor, Ma
drid, 1 997. La lingüística computacional, es decir el tratamiento
dado por la informática, proporciona información muy interesan
te. Un resumen de la situación actual puede verse en Computatio
nal Psycholinguistic, Taylor and Francis, Londres, 1 996, editado
por Ton Dijkstra y Koenraad de Smedt.
La sociolingüística es otra disciplina en ascenso. Estudia la
función social del lenguaje, el plurilingüismo, la diglosia, las acti
tudes lingüísticas, la elección de lengua, el cambio o la conserva
ción de un idioma, la planificación y normalización lingüística, el
empleo de la lengua en la educación. Algunos de estos temas están
siendo muy debatidos en nuestro país. Procuré informarme en li
bros como La sociolingüística de la sociedad, de R. Fasold, Visor,
Madrid, 1 996, Understanding Language Change, de A. M. S. Mc
Mahon, Cambridge University Press, Cambridge, 1 994, y La plani
ficación lingüística y el cambio social, de R. L. Cooper, Cambridge
University Press, Madrid, 1 997.
Dentro de un enfoque cognitivo del lenguaje, con muy buena
información de las últimas modalidades de la gramática generati
va, el libro de M. Fernández Lagunilla y A. Anula Rebollo, Síntesis
y cognición, Síntesis, Madrid, 1 995.
¡Ah, la gramática!
La palabra «gramática» conserva para los miembros de mi ge
neración un sabor de escuela. En aquellos tiempos de brasero y ca
tecismo no existían la semiótica ni los sintagmas. La gramática es
pañola era una asignatura humilde, menestral y utilitaria. Había
en el mercado formularios de cartas de amor y nos enseñaba orto-
243
grafía Miranda Podadera. A estas alturas todavía me sorprende ver
la gramática de mi infancia convertida en una señora muy enseño
rada. No se confundan. No hay en mí menosprecio, sino todo lo
contrario. Me acomete la sorpresa y admiración que uno sentiría
al saber que aquella muchachita cetrina y tímida que se sentaba en
el pupitre de al lado se ha convertido en una diva.
¿Qué es la gramática? A. Greimas y J. Courtés, en su dicciona
rio de semiótica, dicen que «gramática» era un término antiguo y
peyorativo (en la medida en que remitía a la gramática normati
va), pero que recientemente ha sido revalorizado por la gramática
generativa. En otras épocas designaba a toda la lingüística. Gene
ralmente se entiende por gramática la descripción de los modos de
existencia y de funcionamiento de una lengua natural. Pero la
acepción de este término varía con frecuencia de una teoría a otra.
Chomsky fue, creo, el que puso la gramática en el centro de interés
del pensamiento contemporáneo. La gramática es el saber tácito
que tiene el hablante de una lengua, su competencia. En un segun
do nivel es la explicitación de ese saber: la teoría del lenguaje, lo
que prescribe la gramaticalidad de una expresión.
Las gramáticas pueden ser prescriptivas, descriptivas y explica
tivas. También puede considerarse la gramática como un dominio
independiente o como un dominio incluido dentro del más amplio
territorio de la cognición humana.
La gramática es personaje de un contratango. Su segunda apa
rición ha sido más brillante y seductora que la primera.
244
NOTAS AL CAPÍTULO 11
245
El análisis sintáctico franquea un umbral más allá del cual la
noción de estructura sintáctica se esfuma detrás de la estructura
semántica.
3. Seco, M . : «Ramón Joaquín María Domínguez» y «La defini
ción lexicográfica subjetiva en el Diccionario de Domínguez » , en
Estudios de lexicografía española , Paraninfo, Madrid, 1 987.
4. Rodríguez Adrados, F.: Lingüística indoeuropea, Gredas, Ma
drid, 1 97 5 .
5 . La Sagrada Escritura, BAC, Madrid, 1 969, p. 443 .
6. K.libansky, R., Panofsky, E., Saxl, F.: Saturno y la melancolía,
Alianza Editorial, Madrid, 1 99 1 .
7 . Lázaro Carreter, F.: El dardo e n la palabra , Círculo de Lecto
res, Barcelona, 1 997.
8. Luria, A. R.: Lenguaje y conciencia, Pablo del Río Editor, Ma
drid, 1 980.
9 . Dan Sperber y Derdre Wilson -La relevancia, Visor, Madrid,
1 994- plantean el problema de la interpretación enfatizando dos
asuntos descuidados por otros autores: la elección de las premisas
para el proceso de inferencia en que consiste la interpretación, y la
parada del proceso de inferencia.
La neurolingüística nos proporciona datos importantes para el
tratamiento de este problema. Las lesiones en los lóbulos fronta
les, estructuras encargadas de la planificación, produce alteracio
nes muy graves. « Estos pacientes no disponen de ninguna idea, no
tienen ningún plan principal y mucho menos un programa estable
y, a pesar de tener totalmente conservada la capacidad verbal, la
ejecución de la tarea es sustituida por la implantación de impre
siones secundarias o de estereotipos inertes.» «En los pacientes
con un síndrome de desinhibición (típico del síndrome frontal ba
sal) la producción verbal es más rica, pero tampoco llega a ser de
sarrollada y planificada y el paciente frecuente y rápidamente en
tra en el ciclo de los enlaces secundarios descontrolados o en los
estereotipos» (Luria, A. R.: Fundamentos de neurolingüística , To
ray-Masson, 1 980, p. 49).
Estas lesiones impiden atenerse al programa propuesto y caen
bajo la influencia de factores colaterales, perdiendo, de este modo,
su carácter selectivo voluntario (Luria, A. R.: El cerebro humano y
los procesos psíquicos , Fontanella, Barcelona, 1 979, pp. 1 47 y ss).
246
BIOBIBLIOGRAFÍA
El léxico mental
247
El significado
Entiendo por «significado», en sentido amplio, una informa
ción organizada, unificada y separada del resto de las informacio
nes, es decir, diferenciada, seleccionada, abstraída de lo demás, y
unificada, organizada, identificada consigo misma. Este aislamien
to y esta identificación se realizan por un acto del sujeto que está
mas o menos determinado por el estímulo. Mediante ese acto, que
convierte el estímulo en «objeto» , la información se convierte en
«irrealidad» , en identidad ideal. ¿Por qué? Porque mantiene su
identidad en el flujo de las sucesivas apariciones (es decir: veo una
cosa desde muchas perspectivas); porque mantiene su identidad
aunque se dé en múltiples actos reales (es decir: cada vez que oigo
un cuarteto de Beethoven percibo «lo mismo» , aunque en diversos
actos perceptivos); y, por último, porque puedo manejar esa infor
mación en estado exento mediante la memoria, la imaginación o el
pensamiento. Conservo la expresión « dar significado» para subra
yar que la objetivación, la aprehensión de lo percibido, depende de
un acto, y que puedo dar varios significados perceptivos a un pa
trón estimular que actuaría como significante. También la manten
go para indicar que el campo de los significados no comienza con
el lenguaje.
¿En qué consiste el acto de dar significado? Describiré dos pro
cesos, a título de ejemplo.
Primero: Se realiza mediante esquemas innatos o biológica
mente adquiridos. Un esquema es una acción o una información
vivida que nos permite asimilar información nueva. Este acto de
asimilación es un acto de donación de sentido. Piaget estudió, por
ejemplo, los esquemas sensoriomotores con los que el niño nace y
que le permiten asimilar, de una manera muy elemental, la reali
dad que le rodea. Los animales nacen con esquemas que les permi
ten reconocer enemigos. El acto de reconocimiento es también un
acto de donación de significado, por eso se lo confunde a veces con
la percepeión. Todo reconocimiento sensible es percepción, pero
no toda percepción es reconocimiento, porque, de serlo, debería
mos nacer con una dotación completa de esquemas perceptivos.
Segundo: Esquemas prácticos de asimilación. Son una amplia
ción de los sensoriomotores. Éstos son esquemas de acción que
248
permiten el reconocimiento de parecidos funcionales. Por ejem
plo, agarrar, golpear, tirar son esquemas que dan significado a las
cosas, que se vuelven agarrables, golpeables o golpeadoras, tira
bles. Se trata de significados vividos que funcionan como patrones
de reconocimiento, sin necesidad de ser objetivados.
É stos son actos psicológicos de donación de significado. La
gran habilidad de la inteligencia humana consiste en poder mane
jar esos eslabones de información con independencia de su origen,
fuera de su contexto inicial. El signo, que es una herramienta me
diadora, nos permite movilizar los contenidos significativos.
Los significados se convierten en lingüísticos cuando son enla
zados convencionalmente con un significante. Dicho esto, convie
ne hacer algunas precisiones terminológicas.
Significado lingüístico = constructo hipotético que explica to
dos los usos de una palabra. Psicológicamente es un esquema ma
tricial que permite asimilar información y producir información.
Hay un significado vivido privado, un significado vivido manco
munado y un significado idealizado. El significado vivido manco
munado es el que nos permite la comunicación. Esta idea de signi
ficado se acerca a la de Putnam, para quien el significado de una
palabra consiste en el conocimiento sobre los referentes de las pa
labras compartido por la gente. La lexicografía pretende idealizar,
esquematizar, precisar, definir este significado mancomunado. El
núcleo significativo constituye la denotación de una palabra. Los
aspectos relacionados asociativamente forman la connotación de
la palabra. Mientras la denotación se comunica intencionadamen
te, la connotación no.
Significado comunicacional sentido Significado lingüístico
= =
+ situación.
El significado y la referencia
Los filósofos del lenguaje han dado muchas vueltas a la dife
rencia señalada por Frege entre el referente y el significado. El refe
rente de una palabra es la entidad real que la palabra designa,
mientras que el significado es la manera en que se produce esa de-
249
signación. Pondré un ejemplo clásico. « El lucero vespertino» y «el
lucero matutino» son dos expresiones que tienen distinto significa
do, pero el mismo referente: el planeta Venus. La oración «El luce
ro vespertino es el lucero matutino » , aunque sea verdadera, no tie
ne el mismo estatus que la oración, igualmente verdadera. « El
lucero vespertino es el lucero vespertino » . Esta oración es una tau
tología. En cambio, la primera es una verdad científica.
Estos ejemplos ponen de manifiesto un fenómeno interesante.
Podemos referirnos a un mismo objeto de distintos modos, es de
cir, a través de rasgos, imágenes o significados diferentes. La ex
presión «el vencedor de Austerlitz» significa «el general que ven
ció en la batalla de Austerlitz » . La expresión « el derrotado en
Waterloo» significa «el general que perdió la batalla de Waterloo » .
S i nos preguntamos por e l nombre de esos generales descubrimos
que se trata de la misma persona: Napoleón. Tenemos, pues, que
distinguir el plano de las significaciones y el plano de los objetos
que se nos dan a través de las significaciones. Pondré un caso
muy sencillo: «Ayer no vino, le estuve esperando allí dos horas. »
Comprendo el significado de l a frase, pero para entenderla del
todo tengo que preguntar: « ¿A quién te refieres?» « ¿Dónde esta
bas ? » Mientras no conozca la respuesta, comprenderé el significa
do, pero sin conocer el referente. Lyons indica que la referencia se
hace mediante los nombres, los pronombres, los demostrativos.
Es decir, que hay términos encargados de expresarla. El sujeto de
una oración sería el anclaje del significado en el referente.
Podemos decir muchas cosas de un objeto. La descripción de ese
objeto puede mostrarnos su relación con el significado. Hay objetos
que sólo existen en el significado: por ejemplo, algunos objetos poéti
cos. Son la significación dada en la expresión poética. Su traducción
es imposible. Otros objetos son construidos a través de los significa
dos lingüísticos, como los personajes de una novela, pero poco a poco
van consiguiendo una consistencia objetiva, que prescribe en parte
los acontecimientos del relato. Algunos objetos, los de la matemática
por ejemplo, tienen un carácter de esencias ideales o conceptuales
que les confiere una independencia notable. En otras ocasiones, el
objeto se da extralingüísticamente, por ejemplo en la percepción.
El tipo de relación que guarda el objeto con el significado es
asunto de singular relevancia. Pongamos como ejemplo la teolo-
250
gía. Podemos comenzar con una definición: « Dios es el ser mayor
que el cual nada puede pensarse» , como dijo San Anselmo. A par
tir de aquí puedo elaborar toda una teología en el plano del signifi
cado . No puedo apelar al objeto porque no le conozco. Sólo hago
un despliegue a partir de la definición. Otra cosa sucede cuando
una persona -Santa Teresa, por ejemplo- dice que ha tenido expe
riencia del objeto -Dios- e intenta describir su experiencia. El pro
blema más grave de la teología es saber si su referente está desliga
do de la significación o si nace y muere con ella.
Hay un texto de San Buenaventura que me parece extraordina
riamente moderno aunque fuera escrito hace más de siete siglos.
Dice así: «Lo que es posible significar es posible también pensar.
Hase de decir que una cosa puede pensarse de dos maneras: con
simple pensamiento o con pensamiento acompañado de consenti
miento (assensu) . Con simple pensamiento tanto puede ser pensa
do lo falso como lo verdadero. Con pensamiento acompañado de
asentimiento no se piensa sino lo verdadero o lo verosímil. El pri
mer pensamiento puede extenderse hasta donde pueda extenderse
la palabra, mas el segundo pensamiento no se extiende a tanto. Y
de esta forma de pensamiento hablan San Anselmo y San Agustín;
y de este mismo pensamiento se dice que no es posible pensar que
Dios no existe » (Cuestiones disputadas sobre el misterio de la Trini
dad, I, 1 , ad 4).
Computación o cultura
En la actualidad hay una polémica entre psicólogos cognitivos
y psicólogos culturalistas sobre el origen del significado. Bruner,
Gergen, Harré, Shweder y otros muchos antropólogos y psicólogos
sociales defienden que los significados se crean en la interacción
social. Como he citado sus obras en esta notas, me ahorro repetir
las aquí. El resto de las escuelas admiten que el significado es una
creación personal. Creo que es una polémica estéril porque cada
contendiente se mueve en un nivel. El contenido significativo
mancomunado se forma en la interacción. Pero el acto de proferir
un significado -aunque sea un significado aprendido- es indivi
dual.
251
NOTAS AL CAPÍTULO 111
252
través de este código, y c) un descodificador que responde sistemá
ticamente a este código» (Wiener, M., Devor, S., Rubionow, St. ,
Geller, J . : «Non Verbal Behavior and non Verbal Communication» ,
Psychol. Rev., 1 972, 79, pp. 1 85-2 14).
5 . Carruthers, P.: Language thought and consciousness , Cam
bridge University Press, Nueva York, 1 996, p. 43 ..
6. Schlesinger, l. M.: «Ün Linguistic Competence» , en Y. Bar
Hillel (ed). Pragmatics of Natural Languages, Dordrecht, 1 97 1 .
7 . Wertsch, J. V.: Vygotsky y la formación social de la mente,
Paidós, Barcelona, 1 988, p. 1 06 .
8 . Hopp, G.: Evolution der Sprache und Vernunft, Berlín, 1 970,
p. 7.
9. Moreno Cabrera, J. L.: Introducción a la lingüística, Sínte
sis, Madrid, 1 997, p. 1 90.
10. Pinker, S.: El instinto del lenguaje, Alianza, Madrid, 1 995,
p. 283.
1 1 . Proust, M.: En busca del tiempo perdido, Alianza, Madrid,
1 986, 1, pp. 2 1 5-2 1 7 .
1 2 . Hormann, H . : Querer decir y entender, Gredas, Madrid,
1 982, p. 448.
1 3 . Dennet, D.: «Why Do We Think What We Do About Why
We Think What We Do? » , Cognition, 1 2 , 1 982, pp. 2 1 9-237.
14. Puede verse un conjunto de artículos sobre estos temas en
la obra dirigida por Michael Cole Soviet Developmental Psychology,
Sharpe, White Plains, Nueva York, 1 977.
1 5 . Freud, S.: Tratamiento físico o mental, 1 890. Forrester, J.: El
lenguaje y los orígenes del psicoanálisis, FCE, México, 1 989.
16. Pennebaker, J. W. (ed.): Emotion, Disclosure & Health ,
American Psychological Association, Washington, 1 995, p. 4.
17. !bid. ' pp. 1 1 -22.
1 8 . Foucault, M.: Tecnologías del yo, Paidós, Barcelona, 1 995,
p. 93.
19. K.leinman, A.: Rethinking Psychiatry: From Cultural Category
to Personal Experience, The Free Press, Nueva York, 1 988.
20. Silvestri, A., y Blanck, G . : Bajtin y Vigotski: la organización
semiótica de la conciencia, Anthropos, Barcelona, 1 993, p. 67.
2 1 . He tratado esto con detenimiento en El misterio de la volun
tad perdida, Anagrama, Barcelona, 1 997.
253
BIOBIBLIOGRAFÍA
Vigotsky y Luria
Uno de los problemas para escribir sobre Vigotsky es escribir
su nombre. He visto las íes de su apellido en todas las versiones
posibles : Vigotski, Vygotsky, Vygostki, Vigotsky. Se lo digo para
que excusen las posibles variaciones en la grafía. No es mi culpa ni
la del corrector de pruebas. Conocí la obra de Lev S. Vigotsky hace
muchos años gracias a Piaget, que era el autor que por entonces
me interesaba. Fue un psicólogo genial y disperso, que murió a los
treinta y ocho años después de una intensísima vida intelectual,
que comenzó en la lingüística. Sus obras, publicadas o reeditadas
por tres de sus colaboradores y discípulos más sobresalientes,
A. Leontiev, A. R. �uria y B. Tieplob, tardaron en pasar a Occiden
te, pero cada día tienen más aceptación e influencia. En Estados
Unidos el apoyo de psicólogos como Bruner o Cole le ha hecho po
pular.
El punto de debate entre Vigotsky y Piaget fue el lenguaje ego
céntrico del niño. Piaget pensaba que era un defecto de socializa
ción, mientras que Vigotsky pensaba que era un paso necesario en
la construcción de la inteligencia del niño. Su libro Pensamiento y
lenguaje, publicado en 1 934, tenía como tema principal el paso del
pensamiento a la expresión verbal, con la mediación del lenguaje
interior.
De sus discípulos admiro sobre todo a Alexander R. Luria. Su
biografía científica fue trágica, representativa del papel que la
ciencia juega en los regímenes totalitarios. Ya tenía prestigio cuan
do conoció a Vigotsky, de quien, sin embargo, comentó: «Todo lo
que hay de bueno en la psicología soviética hoy en día procede de
Vigotsky.» En 1 936 el Comité Central del Partido Comunista deci
dió abandonar por entero la investigación psicológica, y Luria se
encontró sin ocupación, obligado, a los treinta y cuatro años, a
buscar una nueva profesión. Completó sus estudios de neuropsico
logía en la Facultad de Medicina y durante la Segunda Guerra
Mundial se especializó en los síntomas de las diversas lesiones ce
rebrales. Pero nuevamente fue despedido de su puesto en el Insti
tuto Neuroquirúrgico y a los cincuenta años tuvo que reiniciar su
254
carrera, esta vez como estudioso del retraso mental. De su obra me
interesan en este momento no sólo sus estudios sobre la afasia,
sino sobre todo el papel del lenguaje en la regulación de la conduc
ta, así como el papel de los lóbulos frontales en la planificación del
comportamiento. Estos datos pueden ampliarse en su autobiogra
fia: The Making of Mind: A Personal Account of Soviet Psychology,
Massachusetts, Cambridge. Harvard University Press, 1 979.
El habla interna
Hasta donde sé, el lenguaje interior no se ha estudiado como
debería fuera de la psicología soviética, lo que me parece desastro
so. Tiene unas características lingüísticas muy definidas.
Vigotsky las dividió en dos grandes categorías: sintácticas y se
mánticas. Mantuvo que la «primera y más importante» propiedad
del habla interna es su sintaxis abreviada: «A medida que evolucio
na, el habla egocéntrica no manifiesta una simple tendencia a la
abreviación y a la omisión de palabras; no manifiesta una simple
transición hacia un estilo telegráfico. Antes bien, muestra una ten
dencia única por abreviar sintagmas y oraciones preservando el
predicado, y las partes de la oración asociadas a éste, a expensas de
una eliminación del sujeto y de las palabras asociadas. » La segunda
característica general es semántica. Para la caracterización semán
tica del habla interna identificó tres propiedades interrelacionadas:
el predominio del sentido por encima del significado, la tendencia a
la aglutinación y la infusión de sentido a una palabra. De la agluti
nación le interesaron dos características : « En primer lugar, al to
mar parte en la composición de una palabra compleja, palabras se
paradas a menudo sufren una abreviación de sonidos de modo que
únicamente una parte de éstos se incluyen en la palabra compleja;
en segundo lugar, la palabra compleja resultante que expresa un
concepto extremadamente complejo emerge como una palabra es
tructural y funcionalmente unificada, no como una combinación de
palabras independientes . » Por «infusión de sentido » entendía el
mayor dinamismo del sentido sobre el significado (Wertsch J. V.:
Vygotsky y la formación social de la mente , Paidós, Barcelona, 1 988).
Las investigaciones psicofisiológicas han mostrado que el uso
del lenguaje interno se acompaña de cambios en los registros elec-
255
tromiográficos que detectan movimientos de baja amplitud (Andrés
Pueyo, A.: Lenguaje interno o habla subvocal, P.P.U., Barcelona,
1 987). Sokolov, utilizando métodos de interferencia psicofisiológi
ca, mostró que el rendimiento del sujeto ante tareas novedosas des
ciende notablemente cuando no puede usar el lenguaje interior al
interferirse su verbalización. Se le impide fijar tareas verbalmente,
realizar operaciones lógicas sobre ellas, retener resultados interme
dios entre operaciones y formular mentalmente los resultados (So
kolov, E. N.: Inner Speech and Thought, Nueva York, Plenum Press,
1 972). En España ha estudiado este asunto Susana López Ornat:
«El lenguaje en la mente» , en el tomo VI del Tratado de Psicología
General, dirigido por J. Mayor y J. L. Pinillos, Alhambra, Madrid,
1 99 1 .
256
y último estadio el mno autorregula su conducta mediante au
toinstrucciones subvocales encubiertas (Ruiz Fernández, M. A.:
«Control del diálogo interno y autoinstrucciones » , en F. J. Labra
dor, J. A. Cruzado y M. Muñoz, Manual de técnicas de modificación
y terapia de conducta, Psicología Pirámide, Madrid, 1 993; Mei
chembaum, D . : Cognitive Behavior Modification , Plenum Press,
Nueva York, 1 977).
257
Bruner distingue tres tipos de petición en el niño: la petición
de un objeto; la invitación o petición que se hace a un adulto para
que entre en un juego interactivo; la petición para una acción de
apoyo.
Lingüísticamente, las oraciones declarativas, interrogativas e
imperativas son categorías sintácticas bien definidas. Informar, in
terrogar y ordenar son funciones universales. Pero entre la forma y
la función no hay una correspondencia exacta. Las oraciones de
clarativas pueden usarse como preguntas («Me gustaría que me
dijeras lo que piensas »), una oración interrogativa puede ser una
orden ( « ¿Te importa mucho dejar de decir tonterias? » ) . Tenemos
muchas formas para dar órdenes, posiblemente para dulcificar el
asunto. El aprendizaje de las frases interrogativas lo ha estudiado
U. Bellugi: « The Development of Interrogative Structures in Chil
dren' s Speech» , en K. Riegel (ed.), The Development of Language
Functions, University of Michigan Language Development Pro
gram, informe n.0 8, 1 96 5 . Una visión general del aprendizaje lin
güístico en Philip S. Dale: Desarrollo del lenguaje, Trillas, México,
1 980.
Las expresiones interrogativas han planteado serios problemas
semánticos. Para los que creen que la noción de significado está
estrechamente ligada a la de verdad, resulta difícil explicar el sig
nificado de una interrogación, ya que las interrogaciones no son
proposiciones sino funciones proposicionales abiertas. Hay una
teoría que defiende que una pregunta no es un elemento único,
sino que define una clase entera que incluye todas las respuestas
suficientes. Pregunta y respuesta forman una unidad indisociable
(Belnap, N. D . : «Ouestions, Answers, and Presuppositions » , Jour
nal of Philosophy, 63, 1 966, pp. 609-6 1 1 ). Otra conocida teoría es
la del imperativo epistémico, defendida por J. Hintikka. «Oues
tions de réponses et bien d 'autres questions encore » , Langue
Fran9aise, 52, 1 98 1 , pp. 56-65).
La sintaxis ha intentado explicar las transformaciones que con
vierten una oración declarativa en otra interrogativa. La semántica
generativa postuló la existencia de un estructura profunda parafra
seable por «Yo te pregunto . . . » .
El problema añadido de las oraciones interrogativas e s que tie
nen varios usos. Es el caso de las peticiones corteses. « ¿Le impor-
258
taría cerrar la ventana? » Con una misma forma gramatical se pue
den realizar distintos actos de habla, que producirán, por lo tanto,
diferentes significados (Escandell Vidal, M. V.: La interrogación en
español: semántica y pragmática, Universidad Complutense, Ma
drid, 1 988).
259
NOTAS AL CAPÍTULO IV
260
1 5 . Luria, A. R.: Conciencia y lenguaje, Pablo del Río, Madrid,
1 980, p. 239.
16. Valle Arroyo, F.: Psicolingüística, Morata, Madrid, 1 992, p.
1 04.
17. En El laberinto sentimental y El misterio de la voluntad per
dida me he visto obligado a distinguir entre temperamento, carác
ter y personalidad.
Esquemas biológicos y constitucíón heredados = temperamento .
Temperamento + hábitos aprendidos = carácter.
Carácter + comportamiento = personalidad.
BIOBIBLIOGRAFíA
El sujeto
La noción de sujeto ha sido sometida a una severa crítica.
¿Podemos hablar de un sujeto único o de un sujeto fragmentado,
proteico, un conjunto de maquinitas deseantes, como preconiza
ban Deleuze y Guattari, o de un sujeto débil a lo Vattimo? David
Perkins, un prestigioso psicólogo que a mí me parece mediocre,
se mete en camisa de once varas al escribir: « Ouizas la persona
propiamente dicha deba concebirse no como un núcleo puro y
permanente, sino como la suma y enjambre de participaciones . »
Bruner, a quien ahora l e h a dado por u n relacionalismo cultural,
se pregunta: « ¿Debe considerarse el Yo como un núcleo perma
nente y subjetivo, o sería mejor considerarlo también como dis
tribuido? »
A finales d e la década d e los setenta saltó a la palestra l a noción
del Yo como narrador: el Yo cuenta historias en las que se incluye
un bosquejo del Yo como parte de la historia. Sospecho que este
cambio fue provocado por la teoría literaria y por las nuevas teo
rías sobre el conocimiento narrativo. La narración no tardó mucho
en pasar a ocupar el centro del escenario. En España es un repre
sentante de este movimiento Manuel Cruz: Narratividad: la nueva
síntesis, Península, Barcelona, 1 986.
Donald Spence, hablando del psicoanálisis, defendía que « el
análisis nos permite crear una nueva narración que, aunque no
261
sea más que un recuerdo encubridor o incluso una ficción, esté no
obstante lo suficientemente cerca de la realidad como para permi
tir el comienzo de un proceso de reconstrucción. La «verdad» que
importaba, según su razonamiento, no era la verdad histórica, sino
lo que decidió llamar la verdad narrativa (Spence. D . : Narrative
Truth and Historical Truth, Norton, Nueva York, 1 984). Al Yo le
corresponde el papel de un narrador que elabora relatos sobre
una vida.
Se daba aquí, creo yo, una especie de pragmatismo del relato.
David Polonoff siguió el debate defendiendo que el «Yo de una
vida» era el producto de nuestra narración, en lugar de una «cosa»
fija pero oculta que sería su referente ontológico. La meta de una
narración del Yo no era que encajase con alguna «realidad» oculta,
sino lograr que fuese «coherente, viable y apropiada tanto externa
como internamente» . El autoengaño consiste en no conseguir esto,
no en no conseguir una correspondencia con alguna realidad ines
pecificable ( « Self-Deception» , Social Research , 54, 1 98 7 ) . De todas
formas, el autoengaño, la self-deception, en esta pespectiva se con
sidera un legítimo sistema de defensa del Yo. La historia que me
cuento es correcta si me es útil. Daniel Goleman ha tratado este
asunto en El punto ciego, Plaza-Janés, Barcelona, 1 997.
Roy Schafer: « Estamos siempre contando historias sobre noso
tros mismos. Cuando contamos estas historias a los demás, puede
decirse, a casi todos los efectos, que estamos realizando simples
acciones narrativas. Sin embargo, al decir que también nos conta
mos las mismas historias a nosotros mismos , encerramos una his
toria dentro de otra. É sta es la historia en que hay un yo al que se
le puede contar algo, un yo que actúa de audiencia y que es uno
mismo, el yo de uno» (Schafer, R.: «Narration in the Psychoanaly
tic Dialogue» , en W. J. T. Mitchell, (ed.) , On narrative, University
of Chicago Press, Chicago, 1 9 8 1 ) .
El «viraje narrativo» tuvo algunos efectos sorprendentes. Dio
nuevo aliento a las de ya de por sí activas voces contrarias a la uni
versalidad de la denominada «concepción occidental de la univer
salidad» , esa concepción de la persona como «un universo motiva
cional y cognitivo compacto, único y más o menos integrado, un
centro dinámico de conciencia, emoción, juicio y acción, organiza
do en una totalidad peculiar y en contraste con otras totalidades se-
262
mejantes y con un trasfondo social y natural» (Geerz). Cada cultu
ra cuenta una historia y todas son equivalentes pero distintas, se
gún los culturalistas.
263
la afirmación y la negación. Un buen ejemplo lo proporciona Ben
veniste. « Sólo el lenguaje», escribe, «funda en realidad, en su reali
dad, el concepto de ego.» Ricoeur termina su estudio con una her
menéutica del «yo soy».
El inconsciente cognitivo
La generatividad
Una teoría debe buscar corroboraciones lo más amplias posi
bles. Una de las patologías del lenguaje más misteriosas es la que
aqueja a un buen número de personas autistas . Según parece, no
derivan de un trastorno específico del lenguaje, sino que se en-
264
marcan en un trastorno grave y generalizado del desarrollo, que
abarca diversos aspectos de la personalidad, el mundo cognitivo y
simbólico y las relaciones comunicativas. La sintaxis y la fonología
pueden preservarse notablemente intactas en los niños autistas y
representan probablemente islotes de capacidad. A. Riviere ha co
mentado una carencia prácticamente universal de los autistas en
el lenguaje: se ha observado en los autistas de niveles cognitivos
más bajos un perfil comunicativo que se caracteriza por la presen
cia de actos comunicativos con función protoimperativa, es decir,
encaminados a conseguir ciertos objetivos o situaciones a través
de los otros, frente a la ausencia completa de actos protodeclarati
vos. A diferencia de los imperativos, estos últimos no tratan de lo
grar cambios tangibles en el medio sino cambios en los estados
mentales de otros. De ahí se deduce que los niños autistas pueden
carecer de una teoría de la mente, es decir de la capacidad de com
prender lo que sucede en las cabezas ajenas.
Sin embargo, puede haber otra explicación. Lo que puede fallar
en los niños autistas es la capacidad ejecutiva, es decir la habilidad
para iniciar, controlar y dirigir las propias operaciones mentales.
James Russell considera que la primera responsabilidad del siste
ma ejecutivo es generar conductas relevantes, y piensa que el au
tismo es un fallo en la generatividad (Agency. Its Role in Mental
Development, Erlbaum, Hove, 1 996, p. 25 1 ) . Creo que Russell con
funde dos cosas. La generatividad básica procede de la inteligencia
computacional. Lo que introduce la inteligencia ejecutiva, lo que
se pierde en las lesiones del lóbulo frontal y posiblemente también
parcialmente en el autismo, es la capacidad de incitar o controlar
los sistemas de ocurrencias. Leslie supone que la razón de que los
autistas no jueguen estriba en que carecen de la capacidad para se
parar la representación primaria (verídica) de un objeto y su uso
imaginal. Russell dice que la verdadera razón es que no pueden ge
nerar ideas para jugar. ¿Pero qué produce esa falta de ocurren
cias? Christopher Jarrold y Michell Tumer han estudiado los siste
mas generativos. La habilidad para responder al entorno de una
manera flexible y adaptativa no sólo depende de la habilidad para
regular la conducta a través de la inhibición de las acciones ina
propiadas, sino también de la habilidad para generar metas apro
piadas y cursos de acción. Si la habilidad para generar nuevas ideas
265
estuviera permanentemente dañada, podríamos predecir que sólo
usaríamos un pequeño repertorio de acciones que repetiríamos
una y otra vez. Un déficit en la generatividad tiene muchas venta
jas para explicar importantes características de la conducta repeti
tiva en individuos con autismo. Por ejemplo, las estereotipias y las
repeticiones.
Todo esto es demasiado vago. En realidad, nos falta una buena
teoría de la generación de ocurrencias y por lo tanto es difícil que
podamos hacer una buena teoría de su falta. Al incluir dentro del
sistema ejecutivo la generatividad creo que están confundiendo
dos cosas: la producción de ocurrencias y su selección, control o
dirección, que pertenecen a distintos sistemas (Russell [ed.], Au
tism As an Executive Disorder, Oxford University Press, Nueva
York, 1 997).
266
disciplina radicalmente separada de la psicología, al menos tal
como yo la entiendo. Es la inteligencia aplicada a la dirección y
evaluación de la conducta. En este capítulo ha surgido el problema
de saber cuál es el mejor modelo de sujeto hablante, si el autóno
mo o el inerte. La inercia es un abandono al determinismo de la si
tuación o de las ganas. Ambos limitan la capacidad de decisión y
de autonomía. Un lenguaje autónomo aprovecha los mismos me
canismos que usa la acción autónoma: somete las ocurrencias de
la inteligencia computacional a una evaluación, y deja que prosi
gan su curso o lo bloquea, y, en este caso, pide otras alternativas a
la inteligencia computacional para repetir el ciclo. Dentro del pro
yecto de autonomía está incluido el de liberarse de las coacciones
indebidas, que en el caso del lenguaje son los automatismos, las
rutinas, los estereotipos, la repetición de lo que « Se dice » .
El lenguaje y e l deseo
267
Creo que Ricoeur mira en la buena dirección, pero equivoca el
camino. No es a través de la comprensión como se pasa a la exis
tencia, sino a través del acto de hablar, o del acto de comprender,
que, en efecto, tienen su origen en el deseo. No es el contenido de
la expresión lo primero que hay que buscar en el deseo, sino el ori
gen de la acción hablante.
268
NOTAS AL CAP ÍTULO V
269
guaje y de la acción (Arbib, M., Conklin E. J., y Hill, J.: From Sche
ma Theory to Language, Oxford University Press, Nueva York,
1 987). La acción -dice- se basa en un «modelo interior del mun
do» , que ella misma se encarga de ir poniendo al día. Encuentra
analogías entre la conducta guiada perceptivamente y la conversa
ción. Ambas son un proceso en el que la percepción exterior -del
entorno o del discurso ajeno- dirige mis comportamientos de
acuerdo con mis proyectos.
3. Jackendoff, R.: Semantics and Cognition, MIT Press, Cam
bridge, 1 98 3 .
4. Bemstein, N . : 11z e Coordination and Regulation of Movement,
Pergamon Press, Londres, 1 967.
5 . Richardson, A . : Mental lmagery, Springer, Nueva York, 1 969.
Este asunto ha interesado mucho a los entrenadores deportivos.
Revisiones de la literatura sobre estos temas: Corbin, C. B.: «Mental
Practice» , en W. P. Morgan (ed.): Ergogenic Aids and Muscular Per
formance, Academic Press, Nueva York, 1 972; Feltz, D . D . , y Lan
ders, D. M. : «The Effects of Mental Practice on Motor Skill Leaming
and Performance: A Meta-analysis » , Journal of Sport Psychology, 5 ,
1 983, pp. 25-57. Hay muchos informes anecdóticos. U n estudio lle
vado a cabo en el Unites States Olympic Training Center puso de
manifiesto que el 90 % de los deportistas olímpicos empleaban al
gún tipo de visualización imaginaria, y que el 97 % de éstos pensa
ba que dicha técnica mejoraba su rendimiento. Además, el 94 % de
los entrenadores de deportistas olímpicos usaban con frecuencia
la visualización en sus sesiones, y el 20 % lo hacía en todas ellas.
Más información sobre este asunto en R. S. Weinberg y D. Gould:
Fundamentos de psicología del deporte y del ejercicio físico, Ariel,
Barcelona, 1 996, y J. M. William: Psicología aplicada al deporte, Bi
blioteca Nueva, Madrid, 1 99 1 .
6 . Kosslyn, S . W.: «Capacidad para formar imágenes menta
les » , en R. J. Stenberg: Las capacidades humanas , Labor, Barcelo
na, 1 98 6 .
7 . Neisser, U . : Cognition and Reality, Freemann and Co., San
Francisco, 1 976 (trad. esp. Procesos cognitivos y realidad, Marova,
Madrid, 1 98 1 ).
8 . Para Bartlett el esquema es un resumen de información;
para Revault d 'Altones, una condensación, una abreviatura que re-
270
copila de modo unitario la experiencia pasada. Bergson también
utilizó la noción y escribe: « Esquema es una representación abre
viada que contiene no tanto las imágenes como lo que hay que ha
cer para reconstruirlas » (Bergson: « L 'effort intellectuel» , en Oeu
vres , PUF, París, 1 963, p. 937). En esta definición hay dos elementos
dispares: por un lado es una representación y por otro es un meca
nismo de producción. Los esquemas tienen dos características
esenciales: son sistemas de información y sistemas de producción.
Ya se lo he dicho : plano y código genético. Así lo han admitido los
patriarcas de la Inteligencia Artificial. La noción de «guión»
(script) , acuñada por Schank, incluye ambos sistemas ( Schank,
R. C., y Abelson, R. P: Guiones, planes, metas y entendimiento, Pai
dós, Barcelona, 1 987). Winograd distingue entre los esquemas que
son «Sistemas representacionales declarativos» y los que son «Sis
temas representacionales de procedimientos» (obsérvese la semejan
za con la terminología kantiana) . Rumelhart, uno de los miembros
del grupo PDP (Parallel Distributed Processing), considera que los
esquemas tienen las siguientes propiedades: son variables, pueden
incrustarse unos en otros, representan conocimientos a todos los
niveles, son procesos activos, dispositivos de reconocimiento que
evalúan el ajuste con los datos que están siendo procesados. Per
miten completar la información recibida (Rumelhart, D. E . : « Sche
mata: The Buildings Blocks of Cognition» , en R. J. Spiro, B. Bruce,
y W. Brewer (comps): Theoretical Issues in Reading Comprehen
sion , Erlbaum, Hillsdale, 1 980) .
Los lingüistas han asimilado el concepto de esquema. Langac
ker prefiere hablar de la categorización a partir del esquema, no
del prototipo, como lo hacen la mayor parte de semantistas cogniti
vos . «Un esquema, por contraste (con un prototipo), es una catego
rización abstracta que es totalmente compatible con todos los
miembros de la categoría que define (los miembros no son un
asunto de grado) ; es una estructura integrada que encarna la co
munidad de sus miembros, que son concepciones de mayor espe
cificidad y detalle que elaboran el esquema (Foundations of Cogni
tive Grammar, Stanford University Press, Stanford, 1 987, I, p. 37 1 ) .
Para Martín Mingorance «los marcos predicativos son esquemas
que especifican un predicado junto con el esqueleto de la estructu
ra en que puede aparecer» .
271
9. Jean Aitchison, al tratar el significado y la teoría de los proto
tipos, piensa que no es suficientemente fuerte. Añade: « Los prototi
pos representan los modelos mentales del mundo en que vivimos,
modelos que son arquitecturas privadas y culturales con varios
nombres: modelos mentales, frames, scripts, modelos cognitivos in
ternos, dominios cognitivos, etc. Algunos modelos son fijos, pero
otros se forman para la situación. Como dice Barsalou: «Los frames
son mecanismos generativos finitos. Una modesta cantidad de "fra
me infonnation " en la memoria permite la computación de una can
tidad tremenda de conceptos. Esto demuestra que los humanos no
suelen tratar con palabras aisladas » (Aitchison, J.: Words in the
Mind. An lntroduction to Mental Lexicon, Blackwell, Oxford, 1 997).
Aitchison escribe: « Construimos subconscientemente "modelos
mentales" para manejar nuestras vidas y todas las cosas . Esos mo
delos son una inextricable mezcla de aguda observación, lavado de
cerebro cultural, fragmentos de memoria y trozos de imaginación.
Encarnan las asunciones de una persona acerca del mundo, inclu
yendo las creencias ingenuas sobre cómo funciona, algunas apren
didas y otras inventadas » (p. 68). La terminología sobre los modelos
es oscilante. Modelos mentales: Johnson-Laird; frames: Fillmore;
scripts: Schank y Abelson; intemalized cognitive models (ICM): La
koff; cognitive domains: Langacker.
10. Schank, R. C . : El ordenador inteligente, Bosch, Barcelona,
1 986.
Schank, R. C. : Dynamic Memory, Cambridge University Press,
Cambridge, 1 982.
Schank, R. C., y Abelson, R. P . : Guiones, planes, metas y enten
dimiento, Paidós, Barcelona, 1 987.
1 1 . Bruner, J.: Realidad mental y mundos posibles, Gedisa, Bar
celona, 1 98 8 . p. 56.
12. Katherine Nelson (ed. ) : Narratives from the Crib, Harvard
University Press, Cambridge, Massachusetts, 1 989.
13. Pinker, S . : El instinto del lenguaje, Alianza, Madrid, 1 995,
p. 1 3 7
1 4 . Wierzbicka, A.: Semantics, Culture, and Cognition, Oxford
University Press, Nueva York. 1 992.
Greimas , A. J., y Fontanille, J. : Sémiotique des passions, Seuil,
París, 1 99 1 .
272
1 5 . Lakoff, G. y Kovecses, Z . : «The Cognitive Model of Anger in
American English» , en Holland, D., y Quinn, N.: Cultural Models in
Languages & Thought, Cambridge University Press, Cambridge,
1 987.
Kovecses, Z . : Emotion Concepts, Springer, Nueva York, 1 990.
Lakoff, G . , y Johnson, M . : Metáforas de la vida cotidiana, Cáte
dra, Madrid, 1 986.
BIOBIBLIOGRAFÍA
Skinner y Chomsky
273
jeto, Agente-Objeto, Posesión, etc. (A First Language, Harvard Uni
versity Press, Cambridge, 1 973). Fillmore nos dice que nociones de
casos de este tipo «comprenden un conjunto de conceptos univer
sales, presumiblemente innatos, que identifican ciertos tipos de
juicios que los humanos son capaces de hacer sobre los hechos
que están sucediendo a su alrededor: quién lo hizo, a quién le su
cedió, qué cambió» (Fillmore, C.: «The Case for Case » , en E. Bach
y R. T. Harms (comps.): Universals in Linguistic Theory, Holt, Ri
nehart y Ewinston, Nueva York, 1 968).
Katherin Nelson, una de las grandes especialistas en lenguaje
infantil, apoya esta teoría. Su «Modelo Funcional de Núcleo» admi
te que el niño llega al lenguaje con una reserva de conceptos fami
liares sobre la gente y los objetos, con unos scripts (la misma pala
bra usada por Schank) que proveen al niño de un conjunto de
formatos sintagmáticos (de marcos sintácticos) que le permiten or
ganizar oraciones. El niño adquiere pronto una pequeña biblioteca
de scripts, de guiones, y procedimientos comunicativos para mo
verse con ellos (Nelson, K., y Gruendel, J.: « Generalized Events Re
presentations: Basic Building Blocks of Cognitive Developments » ,
e n A. Brown y M. Lamb (comps .): Advances i n Developmental Psy
chology, vol. 1 ) . Patricia Greenfield defendió que las primeras ex
presiones infantiles de una palabra -holofrásticas- también podían
ser aducidas en favor de la gramática de casos.
Imágenes o proposiciones
Hay una polémica dentro de la ciencia cognitiva acerca del for
mato en que puede estar representada la información en el cere
bro. Por ejemplo, las imágenes que produce un ordenador no es
tán guardadas como imágenes, sino como proposiciones que
contienen las órdenes para que el ordenador reproduzca en panta
lla la imagen. Las dos principales figuras en la polémica fue
ron Pylyshyn, partidario de un único formato proposicional, y
Kosslyn, partidario de un doble formato. Pylyshyn cree que se al
macena en forma sintáctica. Parece que hay datos experimentales
que invalidan esta idea. (Pylyshyn, Z. W.: «What the Mind ' s Eye
Bells the Mind's Brain: a Critique of Mental lmagery», Psychologi
cal Bulletin, 80, 1 973, 1 -24; Kosslyn, S. M.: Image and Brain. The
274
Resolution of the Imagery Debate, The MIT Press, Cambridge,
1 994) .
Los modelos
275
nes mentales y cómo relacionan el lenguaje con el mundo; 3 ) tra
zar el proceso por el que se construye el significado de una sen
tencia a partir del significado de sus partes, de acuerdo con las
relaciones gramaticales entre ellas; 4) descubrir cómo la interpre
tación de un discurso se construye a partir del significado de las
sentencias; y 5) elucidar la naturaleza de la intencionalidad y de la
autoconciencia.
¿Cómo se generan los modelos? Johnson-Laird se sirve de la
«semántica procedimental» , un enfoque de la psicología del signi
ficado basado en la programación computacional (Woods, W. A.:
« Procedural Semantics» , en A. K. Joshi, I. Sag y B . L. Webber
(eds.): Elements of Discourse Understanding, Cambridge University
Press, Cambridge, 1 98 1 ).
La construcción de modelos internos tiene utilidad adaptativa.
«Cuanto más ricas y más veridicas sea el modelo interno (de la reali
dad), mayores serán la posibilidades que tiene un organismo de so
brevivir» (p. 402). Todo nuestro conocimiento del mundo depende
de nuestra actividad para construir modelos de él. La esencial ca
racteristica de un modelo es su rol funcional. Un modelo es una
representación de alto nivel en lo que, desde un punto de vista fun
cional, es una notación simbólica arbitraria (p. 403 ) .
Josef Perner h a relacionado l a aparición de modelos múltiples
en la mente del niño con la aparición de los juegos de simulación,
lo que casa bien con la mención que he hecho de las investigacio
nes de Leslie y de la importancia que tiene la invención de irreali
dades para la función lingüística.
Completando a Johnson-Laird
Al leer su obra creo entender que el significado se comprende
cuando sobre el significado léxico de una sentencia el sujeto cons
truye un modelo mental. Me parece que deja sin explicar cómo se
produce el salto desde la palabra al modelo. Lo que defiendo en
este libro es que el significado de la palabra tiene forma de mode
lo. Es decir, está en representación de un modelo, que suele ser de
mayor amplitud que el significado léxico de la palabra. « Comer en
un restaurante» es una frase de significado sencillo. Pero su com
prensión implica un modelo de ese comportamiento (qué es un
276
restaurante, qué es comer, cómo se elige la comida, cómo se pide,
cómo se paga, etc). Los modelos no son necesarios sólo para la
comprensión, sino también para la producción del lenguaje.
Esta idea del significado como modelo se ha visto confirmada
en nuestra investigación sobre el léxico de los sentimientos. Cada
palabra es un modelo narrativo abreviado. Podría dar muchas re
ferencias psicológicas que apoyan esta interpretación. Russell pos
tula que el contenido de los prototipos emocionales consiste jus
tamente en esquemas abstractos de secuencias de sucesos o esce
narios típicos de cada emoción. Gergen ha estudiado las emocio
nes como formas narrativas sobre uno mismo. Sostiene que las
emociones no son una experiencia privada, sino que son una for
ma de actuación social que para ser inteligible tiene que integrarse
en una narración coherente. En pruebas experimentales comprobó
que para comprender una emocion los sujetos preguntaban la cau
sa de ella. Es decir, la emoción no tenía sentido hasta que se situa
ba en un contexto narrativo que describía sus antecedentes.
Muchos otros investigadores estudian las emociones o los sen
timientos como modelos o esquemas narrativos. Bowlby habla de
interna[ working models. Según Shaver, las personas poseen infor
mación sobre esquemas de acciones (escenarios o guiones) para
las categorías básicas (cómo se siente o actúa en respuesta al eno
jo, tristeza, etc.). Supone, y Lang acepta su opinión, que los con
ceptos genéricos sentimentales carecen de estos guiones y por ello
son más difíciles de describir y precisar. Parece que las investiga
ciones psicológicas nos autorizan a utilizar los esquemas narrati
vos como descripción del significado del léxico sentimental.
277
NOTAS AL CAPÍTULO VI
278
Jefrey: «Writing and Rewriting Poetry: William Wordsworth» , en
D. B. Wallace y H. E. Gruber, (eds.): Creative People at Work, Ox
ford University Press, Nueva York, 1989.
13. Ackroyd, P . : T.S. Eliot, FCE, México, 1 992, p. 270.
14. Este famoso texto que Poincaré recogió en Ciencia y Méto
do ha sido comentado por Seymour Papert en su libro Mind
storms, Children, Computers and Powerful Ideas (traducido al cas
tellano con el título Desafío a la mente, Galápago, Buenos Aires,
1 985). Recuerda que Poincaré afirmaba que el rasgo distintivo de
la mente matemática no es lógico, sino estético, y negaba la posibi
lidad de comprender la actividad matemática sin referencia a lo
estético. Papert le da la razón: «El trabajo matemático no avanza
por el estrecho sendero lógico de una verdad a otra y luego a otra,
sino que osadamente o a tientas sigue desviaciones a través del
pantano circundante de proposiciones que no son ni simple ni to
talmente ciertas, ni simple ni totalmente falsas. » Es conmovedor
que Papert, una de las grandes figuras de la Inteligencia Artificial,
le eche en cara que no haya conseguido integrar el componente es
tético en la resolución de problemas, por no saber salir de lo pura
mente lógico. La estética aparece como brújula para «orientarse
en el espacio intelectual» (p. 223 de la edición castellana) . La razón
que daba Poincaré encaja muy bien en mi teoría. Sostenía que el
trabajo matemático tiene tres partes: 1 ) el análisis consciente, 2)
el periodo de incubación inconsciente, 3) el producto de esa activi
dad inconsciente emerge a la conciencia. ¿Cómo sabe la mente in
consciente lo que debe transmitir a la mente consciente? Basándo
se en su experiencia. Poincaré concluye que el inconsciente no es
279
BIOBIBLIOGRAFÍA
El timo de la creatividad
280
términos, como respuesta a algún estímulo identificable, lingüísti
co o no. Estoy completamente de acuerdo. La creatividad aparece
cuando el estímulo no nos guía como el ronzal guía a la caballería.
A juicio de Chomsky, la creatividad es un atributo peculiar del
hombre por el que se distingue de las máquinas y, por lo que sabe
mos, de otros animales. Pero se trata de una creatividad regulada,
gobernada por reglas. Y aquí es donde la gramática generativa se
proponía como la gran solución. Los enunciados que producimos
tienen una determinada estructura gramatical, esto es, se adecuan
a unas reglas específicas de buena formacion. Bien, pues, en la
medida en que se consigue especificar estas reglas de buena for
mación, o gramaticalidad, se proporciona un análisis científica
mente satisfactorio de esta propiedad de la lengua -su productivi
dad- que posibilita el ejercicio de la creatividad (p. 1 98).
Estas afirmaciones me dieron mucho que pensar. ¿Cómo va a
ser posible que la creatividad, que está tan cercana a la anarquía, a
la imprevisibilidad, a la transgresión, vaya a fundarse en reglas?
Chomsky me pareció un moralista en un momento en que mi inte
rés por la ética era nulo. Quiero recordarles esto porque al final
del libro este asunto aparecerá con claridad. No me extraña que
Chomsky sea un liberal terriblemente estricto. Claro: la creatividad
depende de reglas. Como en estas notas bibliográficas no me im
porta disparatar, afirmaré que la sintaxis es muy moralizadora.
¿Pero qué digo? Pues algo que dijo hace muchos años ese entraña
ble energúmeno que fue Nietzsche: «No hemos podido desembara
zarnos de Dios porque no hemos podido desembarazarnos de la
gramática. »
281
lingüísticas. Son derivaciones no arbitrarias sino sometidas a de
terminadas regularizaciones que son accesibles a su estudio y re
ducibles a principios generales. Bierwish no explica la adquisición
y naturaleza de ese mecanismo (Bierwisch, M . : «Poetics and Lin
guistics» , en D. C. Freeman (ed): Linguistics and Literary Style ,
Holt, Rinehart and Winston, Nueva York, 1 970)
Wolfgang Klein ha estudiado una métrica generativa, y recono
ce una «Competencia métrica» . Parece haber unanimidad en con
siderarla una competencia aprendida (Klein, W.: « Critica! Remarks
on Generative Metrics» , Poetics, 1 2 , 1 974, pp. 29-48). Franco Brios
chi: «La competencia lingüística es común a todos los hablantes,
está arraigada en el fondo de nuestro ser social y roza (si bien se
trata de una hipótesis, precisamente, discutida) los umbrales de la
misma constitución antropológica. La competencia métrica presu
pone un proceso específico de aprendizaje (aunque sea inconscien
te) de naturaleza social diversa, más acentuadamente histórico
social. El metro, en resumen, pone de relieve, en el continuum
constituido por la comunidad de hablantes, una relación especial
en la que el lector está llamado no sólo a reconocer, sino a ejerci
tar la dimensión literaria del texto. La recepción no está garanti
zada por la competencia lingüística indiferenciada, sino por una
adquisición cultural» (en C. di Girolamo: Teoria e prassi della versi
ficazione, 11 Mulino, Bolonia, 1 976.
Aguiar e Silva -en Competencia lingüística y competencia litera
ria, Gredos, Madrid, 1 980- escribe: «Los sistemas de reglas métri
cas tienen que ser producto de adquisicion sociocultural. Algunos
pueden presentar, de modo relevante, la huella de un poeta o de
un preceptista -recordemos, por ejemplo, la huella de Malherbe
en el sistema de reglas métricas de la poesía del clasicismo fran
cés-, pero la aparición de un determinado sistema de reglas mé
tricas no se explica por un voluntarismo individual abstracto,
como si fuera un fenómeno de naturaleza normativa ideado y di
fundido por un hablante/autor y aceptado, después, por otros mu
chos hablantes/autores o hablantes/lectores. En los casos en que
es relevante la huella de un autor en la constitución de un sistema
de reglas métricas, lo que ha sucedido es que ese autor ha sabido
ser portavoz de las tendencias prevalecientes en el terreno de las
reglas métricas. »
282
A Teun A. van Dijk se debe el intento más ambicioso de traspo
ner al dominio de la poética el concepto chomskyano de compe
tencia lingüística. Distingue dos grandes áreas de investigación,
paralelas a las que Chomsky señala en la gramática. Una poética
teórica (gramática teórica, explicativa) y una poética descriptiva.
Aquélla tiene como finalidad estudiar las propiedades universales
de los textos literarios, pero tiene como finalidad prioritaria «la
descripción y explicación de la capacidad del hombre para produ
cir e interpretar textos literarios: la llamada competencia literaria»
(Sorne Aspects of Text Grammars. A Study in Theoretical Linguistics
and Poetics , Mouton, The Hague-París, 1 972, p. 1 70). Se trata de
una «competencia textual » , esto es, un saber que permite producir
y comprender textos, y cuyo modelo sólo se elaborará adecuada
mente mediante una «gramática literaria del texto» y no mediante
una «gramática literaria de la frase » . Todo hablante nativo posee
un mecanismo para cambiar o ampliar su competencia «primaria»
(lingüística) y para adquirir una competencia «Secundaria» o «de
rivada» para lenguajes específicos tales como los textos literarios.
En su obra La poética estructuralista , Anagrama, Barcelona,
1 978, Jonathan Culler trata la competencia literaria, subrayando la
importancia de la educación, del aprendizaje y de la escolariza
ción. Escribir un poema o una novela es comprometerse, de in
mediato, con la tradición literaria o, al menos, con cierta idea del
poema o de la novela. Pero le tienta la idea de una faculté de litté
rature » . Un conjunto de reglas y procedimientos que el lector «Si
gue inconscientemente cuando selecciona los ítems cruciales en la
trama» .
Van Dijk y otros hablan de una «competencia narrativa» . Jens
Ihwe habla de «Una facultad humana específica apta para produ
cir, en número ilimitado, «textos coherentes relacionados con si
tuaciones y objetos reales o ficticios» (Ihwe, J.: «Ün the Founda
tions of a General Theory of Narrative Structures » , Poetics, 3,
1 972, pp. 5- 1 4) . Henri Wittmann ha tratado de establecer algorit
mos narrativos y formula la hipótesis según la cual la competencia
lingüística global del niño incluiría como subcomponente una
competencia narrativa que correspondería a la existencia de una
«faculté narrative» (Wittmann, H.: «Théorie des narreemes et algo
rithmes narratifs», Poetics, 1 3 , 1 975, pp. 1 9-28) Thomas G. Pavel,
.
283
elabora una « gramática narrativa ideal» , y la aplica al análisis de
la « sintaxis narrativa» de las tragedias de Corneille (Pavel, T.: La
Syntaxe narrative des tragédies de Corneille, K.lincksieck, París,
1 976) .
Se lo confieso en secreto. A mí todo esto me parece una simple
za. La psicología cognitiva ha caído en el viejo espejismo de la vir
tus dormitiva, y piensa que una tautología disfrazada es una ver
dad científica. ¿Que para entender una expresión hace falta un
reconocimiento léxico? Pues se propone un « analizador léxico» y
el problema está resuelto. Pero una vez abierto ese camino las con
secuencias pueden ser bastante cómicas. Para explicar las habili
dades de un tenista no sólo habría que admitir una competencia
tenística, sino una competencia para el drive, otra para el smash,
otra para el saque, etcétera, etcétera, etcétera.
El ordenador poeta
284
vity, Cambridge University Press, Cambridge, 1 988). Subrata Das
gupta ha estudiado la creatividad técnica tomando como ejemplo
la obra de Maurice Wilkes, el inventor de la microprogramación
informática, intentando de paso hacer un modelo computacional
de las invenciones, en Creativity in Invention and Design . Computa
tional and Cognitive Explorations of Technological Originality, Cam
bridge University Press, Cambridge, 1 994.
Los sistemas secuenciales clásicos se encontraban con grandes
dificultades para realizar algunas de las funciones imprescindibles
para la invención, por ejemplo la captación de analogías. Pero,
como señala Margaret Boden, los modelos conexionistas pueden
hacer «un apareamiento analógico de patrones. Esto es, un patrón
de ingreso puede hacer activar una gama de patrones almacenados
que son diferentes pero similares, cuyas fuerzas de activación va
rían según su similitud. Tienen, además, memoria contextual: un
patrón de ingreso puede activar no sólo un patrón similar, sino
también algunos aspectos de su contexto previo. Otra característica
de los modelos conexionistas es que no necesitan tener informa
ción perfecta, sino que les bastan probabilidades y probabilidades
bastante confusas. Aprenden y pueden reactivar muchas asociacio
nes semánticas y contextuales entre representaciones diferentes.
En síntesis, los sistemas conexionistas tienen « memoria asociati
va» , basada tanto en el significado como en el contexto.
El modelo de Levelt
Uno de los modelos explicativos de la producción verbal más
afamados es el propuesto por Levelt (Levelt, W. J. M . : Speaking:
From Intention to Articulation, The MIT Press, Cambridge, 1 989).
Es otro personaje de tango. Me interesó mucho cuando leí su pro
puesta hace muchos años, y ahora me ha decepcionado al verla de
nuevo. Señala tres etapas en el proceso que va desde la intención
al habla. La primera fase es de planificación o de conceptualiza
ción. Los sujetos seleccionan lo que desean comunicar, realizando
operaciones o procesos que pueden ser inconscientes. Su resultado
es la elaboración de una representación prelingüística.
En la segunda fase, la información seleccionada se traduce en
formato lingüístico, lo que implica ya la utilización de una lengua
285
y una gramática concretas . El mensaje se formula y codifica. En el
caso del habla, esta fase incluye el plan fonético.
En la tercera etapa se forman los planes motores para traducir
la representación fonética en habla.
¿Todas estas operaciones son automáticas o controladas cons
cientemente? El análisis evolutivo de la adquisición del lenguaje
pone de relieve que aspectos como la articulación y la producción
de palabras requieren una gran demanda de procesamiento en las
primeras etapas del desarrollo pero, posteriormente, se automati
zan de forma progresiva. De un modo similar, aunque sin llegar a
hacerlo totalmente, parecen automatizarse también los procesos
responsables de la estructura gramatical de las emisiones. Una ob
servación interesante a este respecto es la realizada por Leonard y
Schwartz en el sentido de que niños con niveles de desarrollo lin
güístico superiores a los de la etapa holofrástica utilizan de nuevo
emisiones de una sola palabra cuando se desplaza bruscamente su
atención hacia un elemento nuevo del entorno: ante una situación
por tanto que requiere una gran cantidad de atención (el estímulo
nuevo), el niño reduce la dificultad de su procesamiento verbal uti
lizando un tipo de estructura de frase que en él está automatizado
(Leonard, L. B . , y Schwartz, R. G . : « Focus Characteristic of Single
word Utterances After Syntax» , Journal of Child Language , 5, 1 978,
pp. 1 5 1 - 1 5 8).
Algunos componentes de la producción del lenguaje pueden ser in
terpretados como procesos claramente controlados. Tal es el caso de
la mayoría de las actividades de conceptualización y también de los
procesos de control que subyacen a las autocorrecciones. Goldman
Eisler interpretó las pausas y titubeos como indicadores conductuales
de procesos de decisión léxica (Goldman-Eisler, F.: «Pauses, Clauses,
Sentences» , Language and Speech , 1 5 , 1 972, pp. 1 03- 1 1 3).
Ya dentro de la fase de corrección lingüística, la mayoría de los
procesos se interpretan como automáticos y, por tanto, no cons
cientes (por ejemplo, la mayoría de las decisiones léxicas y de or
ganización gramatical), si bien en determinados momentos pue
den ser susceptibles de atención consciente por parte del sujeto
(recuérdese la mayor probabilidad de pausas mas largas ante pala
bras de clase abierta que de clase cerrada, o la interrupción que
del proceso de producción realiza el sujeto cuando detecta un
286
error). Aunque determinados procesos de la conceptualización
pueden realizarse también de modo automático (por ejemplo, la
decisión sobre el tipo de habla -directo o indirecto- de los enun
ciados), tiene sentido identificar a grandes rasgos los procesos de
conceptualización como controlados y los de codificación lingüís
tica y articulación como automáticos. En última instancia, la par
ticipación de procesos automáticos y controlados durante la pro
ducción del lenguaje revela hasta qué punto resulta necesario
postular, para el habla, un sistema cognitivo extraordinariamente
flexible en la asignación de los recursos atencionales y en el fun
cionamiento de sus mecanismos de control. Les recomiendo para
tener una visión global sobre este complejo asunto la lectura de los
capítulos dedicados a él en M. Belinchón, A. Riviere, y J. M. Igoa:
Psicología del lenguaje. Investigación y teoría, Trotta, Madrid, 1 992.
287
NOTAS AL CAPÍTULO VII
288
1 1 . Bariaud, F.: La genese de l'humour chez l'enfant, PUF, París,
1 983.
12. Sroufe, L. A., y Wunsch, J. P.: «The Development of Laughter
in the First Year of Life » , Child Development, 43, 1 972, pp. 1 326-44.
1 3 . Levine, J., y Redlich, F. C . : «lntellectual and Emotional Fac
tors in the Appreciation of Humor» , Journal of General Psychology,
62, pp. 25-35, 1 960.
BIOBIBLIOGRAFíA
La advertencia de un neuropsicólogo
La hermenéutica
Confesaré de entrada que me parece desmesurada la importan
cia que se le da a la hermenéutica en la filosofía actual. Esa impor
tancia no es más que el fruto secundario de una mala opción teóri
ca: convertir todo en texto. La hermenéutica es en su origen
exégesis, interpretación de un texto, lo que la relacionaba, en pri
mer lugar, con los problemas de comprensión del lenguaje, y, en
segundo lugar, con los problemas de comprensión de la historia.
289
Heidegger da una mayor profundidad al problema. Su pregunta
no se dirige ya a los métodos de comprensión, sino a algo anterior:
« ¿Qué es un ser cuyo ser consiste en comprender? » Ha convertido
la comprensión en un concepto ontológico. La última fenomenolo
gía de Husserl, con su crítica del objetivismo y su referencia al
mundo de la vida, es su antecedente. Pero la descripción de un
momento previo a la distinción sujeto-objeto me parece superfi
cial. Frases como «La comprensión concierne a una manera de es
tar cerca del ser, previa al encuentro con los entes particulares»
me parecen vagas en mis horas benevolentes, y vacías en las más
rigurosas.
Una vez más me irrita el desdén de los fenomenólogos por la
observación experimental. Su afán de confiar únicamente en el
propio análisis de conciencia les incapacita para alcanzar lo que
está más allá de la conciencia. Fue precisamente el problema de la
distinción entre sujeto y objeto lo que me llevó hace muchos años
a interesarme por Piaget, quien, como es sabido, afirmaba que el
bebé tarda en constituir la permanencia de los objetos físicos.
Cuando nace vive en un mundo de cuadros móviles. He de advertir
que la investigación posterior ha negado parte de estas afirmacio
nes.
Ricoeur hace bien en intentar una ontología de la comprensión
a partir del análisis del lenguaje, que es su lugar originario (!.e
conflit des interprétations, Seuil, París, 1 969, p. 1 3 ). Comienza por
los fenómenos de multiplicidad de sentidos . Reduce la interpreta
cion al desciframiento de los símbolos. «Símbolo es una estructura
de significación donde el sentido directo, primario, literal, designa
además otro sentido indirecto, secundario, figurado, que sólo pue
de ser aprehendido a través del primero» (p. 1 6 ). Al comprender un
texto -dice- lo hago mío, amplío también mi propia comprensión.
«Toda hermenéutica es, explícita o implícitamente, comprensión
de sí mismo por mediación de la comprensión de otro» (p. 20).
Considera que el hombre es un ser que necesita utilizar ese lengua
je doble para hablar de ciertas cosas: «La confesión de una con
ciencia culpable pasa por el simbolismo de la mancha, del pecado
o de la culpa; es un hecho que el deseo reprimido se expresa en un
simbolismo que atestigua su estabilidad a través de sueños, leyen
das y mitos ; es un hecho que lo sagrado se expresa en un simbolis-
290
mo de elementos cósmicos: cielo, tierra, agua, fuego. Pero el uso
filosófico de ese lenguaje equívoco queda expuesto a la objeción
del lógico según la cual el lenguaje equívoco sólo podría nutrir ar
gumentos falaces . La justificación de la hermenéutica no puede
ser radical más que si se busca en la naturaleza misma del pensa
miento reflexivo el principio de una lógica del doble sentido »
(p. 22). A partir de este problema, Ricoeur pretende llegar a la
existencia.
En este libro he seguido un proceso en cierta manera parecido,
pero que no empieza en la comprensión, que es una función par
cial, sino en la totalidad de la conducta lingüística. Me interesa pa
sar del habla al sujeto hablante.
¿Interpretación o construcción ?
29 1
comprenden afirmaciones verdaderas. 2) Al comprender un dis
curso, construimos un modelo mental de él. 3) La interpretación
del discurso depende del modelo y del proceso que lo construye,
amplía y evalúa. 4) Las funciones que construyen, extienden, eva
lúan y revisan los modelos mentales, al contrario de las funcio
nes interpretativas de la teoría semántica de los modelos teóricos
(Montague), no pueden ser tratadas de un modo abstracto. S) Un
discurso es verdadero si tiene al menos un modelo mental que sa
tisface sus condiciones de verdad que pueden ser incluidas en el
modelo correspondiente del mundo (p. 247). Hay, pues, procedi
mientos que construyen modelos sobre la base del significado de
las expresiones. Esta idea deriva de lo que se conoce como « se
mántica procedimental» , un enfoque de la psicología del significa
do basado en la programación de los ordenadores.
Ética de la comprensión
292
fiestan como conflictos de comunicación», pero no pueden redu
cirse a éstos. Es ilusoria la temia que no reconoce la relaciones de
poder reales.
«Intentamos poner de manifiesto que el fenómeno lenguaje
presupone necesariamente una teoría de la conducta y de la comu
nicación, que tanto la evolución del lenguaje como su uso actual
no pueden ser captados sin tener en cuenta procesos extraverbales,
situativos y comunicactivos. » Precisamente el significado intersub
jetiva de los signos de un sistema lingüístico, aunque sean tratados
en la semántica haciendo abstracción de su situación concreta, de
su uso lingüístico, presupone para su constitución la interpreta
ción humana del mundo como situación en la praxis de la conduc
ta (Haug, U., y Rammer, G., op. cit., p. 3 1 ) .
293
palabras es que hay mucho de conjetura. Reconocemos una pala
bra escogiendo la parte de nuestro léxico mental que parece mejor
candidata.
La comprensión y la sociedad
2 94
La comprensión pragmática
295
NOTA AL CAPÍTULO VIII
296
1 2 . Le Soir, 20 de diciembre de 1 996.
1 3 . Pombo, A.: « Las luengas mentiras», en Cuentos reciclados,
Anagrama, Barcelona, 1 997.
1 4 . Beck, A. T.: Con el amor no basta , Paidós, Barcelona, 1 990,
p. 1 39 .
1 5 . Maltz, D., y Borker, R . : «A Cultural Approach to Male-Fema
le Miscommunications» , en J. J. Gumperz (ed.): Language and Social
Identity, Cambridge University Press, Cambridge, 1 992, pp. 1 96-2 1 6 .
1 6 . Noller, P.: « Misunderstandings i n Marital Communication:
Study of Nonverbal Communication» , Journal of Personality and
Social Psychology, 39, pp. 1 1 35 - 1 148.
Noller, P.: « Gender and Marital Adjustment Level Differences
in Decoding Messages from Spouses and Strangers » , Journal of
Personality and Social Psychology, 4 1 , pp. 272-278.
Noller, P.: Nonverbal Communication and Marital Interaction,
Pergamon Press, Nueva York, 1 984.
17. Un resumen de estas investigaciones puede verse en el li
bro de J-J. Wittezaele y T. García: La Escuela de Palo Alto, Herder,
Barcelona, 1 994.
1 8 . Laing, R. D., y Esterson, A.: Sanity, Madness and the Family,
Tavistock Publication, Londres, 1 964, vol. I, p. 23.
19. Watzlawick, P., Helminck-Beavin, J., y Jackson, D . : Teoría
de la comunicación humana, Herder, Barcelona, 1 993.
20. White, M . , y Epston, D . : Medios narrativos para fines tera
péuticos, Paidós, Barcelona, 1 993.
2 1 . Yalom, M . : «Emest Hemingway. A Psychiatric view», Ar
chives of General Psychiatry, 24, 1 97 1 , pp. 485-494.
22. Bruner, E.: «Ethnography as Narrative » , en V. Tumer y E.
Bruner (comps) : The Anthropology of Experience, University of Illi
nois Press, Chicago, 1 986.
BIOBIBLIOGRAFÍA
La psicología dialógica
En la actualidad carecemos de un paradigma psicológico uni
versalmente admitido. Creo que en la Asociación Americana de
297
Psicología hay cuarenta y tantas divisiones, muchas de las cuales
no se hablan entre sí. Hay voces muy criticas contra el panorama
de la psicología actual, a la que acusan de haberse alejado de la
vida, entre otras cosas, y que pretenden presentar una nueva con
cepción de estas investigaciones . El grupo reunido alrededor de
Rom Harré, muy interesado por la psicología social, da mucha im
portancia al lenguaje. Por eso le menciono aquí. En una obra co
lectiva editada por J. A. Smith, R. Harré y L. Van Langenhove,
Rethinking Psychology, Sage, Londres, 1 995, Harré escribe que hay
una vuelta a la psicología como estudio de las personas que
actúan, solas o en grupos, usando herramientas materiales y sim
bólicas para realizar toda suerte de proyectos de acuerdo con los
estándares locales de corrección. « Una "científica" versión de la
psicología informal de la vida diaria la realiza la psicología discur
siva, que está relacionada con la antropología lingüística, la narra
tología y otros estudios» ( 1 44).
Lo malo es que esta psicología está llena de presupuestos ideo
lógicos que no me parecen admisibles. Opina que la actual psico
logía acepta que existe una realidad estable, ordenada, llena de
cosas identificables con independencia del lenguaje, que espera
ser descubierta bajo las apariencias. El paradigma del conocedor
es una persona individual como sujeto, que ve los objetos a dis
tancia, preocupada por su dominio y control, y con procesos men
tales de cálculo o razonamiento. En este paradigma, la comunica
ción lingüística es algo exterior, no es fundacional. En cambio, en
el construccionismo social, ambas asunciones de un orden oculto
mas allá de las apariencias y de un sujeto que conoce un mundo
objetivo y separado son abandonadas, y reemplazadas por la afir
mación de que de hecho vivimos en un mundo en desarrollo, sólo
parcialmente especificado, inestable, abierto a posteriores especi
ficaciones como resultado de la actividad comunicativa humana.
Es decir, no es el cálculo monológico lo que estructura nuestra
conducta, sino nuestro uso dialógico de las palabras, negociado y
peleado» (Shotter, J . : « Dialogical Psychology» , en la obra anterior
mente citada, p. 1 64).
Esta orientación psicológica quiere estudiar cómo los seres hu
manos coordinan sus actividades a través de un diálogo incesante
e inevitable. Como señala J. R. Searle -Searle on Conversation
298
(edición a cargo de H . Parret y J. Verschueren), John Benjamins,
Amsterdam/Filadelfia, 1 992-, «El primer principio que hay que
reconocer (y que es obvio) es que en un diálogo o conversación
cada acto de habla crea un espacio de posibilidades para un acto
de habla de respuesta ( . . . ) donde la secuencia dialógica de la expre
sión inicial y de la respuesta siguiente está internamente relacio
nada, en el sentido de que la meta del primer acto de habla sólo se
alcanza si desencadena un apropiado acto de habla en respuesta»
(p. 1 0).
El constructivismo social se pasa de rosca. Decir, como hace
Shotter, que «no hay ninguna entidad extralingüística cuyo signifi
cado lingüístico aparezca claro ante nosotros antes de que hable
mos acerca de él; no hay nada extralingüístico en el mundo espe
rando simplemente una descripción» (p. 1 76), es falso. En cambio,
tiene razón al decir que «para la psicología dialógica las vidas inte
riores de los individuos no son ni tan privadas, ni tan interiores, ni
tan lógicas, ni tan ordenadas o sistemáticas como se había supues
to » (p. 1 77). Pero de nuevo vuelven a exagerar cuando dicen, si
guiendo a Volosinov, «el centro organizador de cualquier expre
sión o de cualquier experiencia no está dentro sino fuera, en el
medio social que rodea al individuo» (Volosinov, V. N.: Marxism
and the Philosophy of Language, Harvad University Press, Cam
bridge, 1 973). Este libro fue publicado en 1 927. Es una prueba
más de la influencia que está teniendo la psicología soviética que
surgió alrededor de la figura de Vigotsky.
Los interesados pueden consultar otras dos obras de esta mis
ma tendencia: Harré R. , y Stearns, P. (eds.) Discursive Psychology
in Practice, Sage, Londres, 1 995, y Smith, J. A., Harré R., y Van
Langenhove, L. (eds.).: Rethinking Methods in Psychology, Sage,
Londres, 1 995.
299
la transmisión de información entre maestros y alumnos o bien
entre alumnos que procedían de distintos social backgrounds. Ha
cía de punto de partida el supuesto siguiente: un niño que entien
de totalmente una cosa, está en situación, basándose en las redun
dancias contenidas en un texto, de anticipar lo que en cada caso
siga o bien de completar algunas lagunas en el texto. Los niños de
la capa inferior tenían dificultades para completar y entender tex
tos de la capa media.
De este modo podemos resumir, a modo de esquema, el estado
actual sobre las consideraciones teóricas: en el análisis de barreras
de comprensión han de tenerse en cuenta por lo menos los aspec
tos siguientes: por un lado, las barreras lingüísticas (puras) en el
plano de la palabra de la oración y del juicio, investigadas por Ba
dura con referencia a Bernstein; por otros, las estrategias del uso
de símbolos comunicativos (Oevermann), es decir, la ponderación
y coordinación sistemáticas de los elementos lingüísticos y no lin
güísticos del habla.
El cometido principal de las comunicaciones es la reducción de
la inseguridad en el plano del contenido y de la relación en el pla
no de las alternativas mentales. Para el caso del logro de la reduc
ción podemos hablar de «comprensión» . A la inversa, se daría una
«barrera de comprensión» si uno de los participantes de la comu
nicación interpretara erróneamente las reducciones que le son
ofrecidas, o bien no pudiera reconocer o malentendiera la inten
ción del oyente.
Jeruchimowicz, Costello y Bagur descubrieron que los niños de
diferentes grupos socioeconómicos se distinguen respecto al uso
de verbos y sustantivos. « Los verbos son mas difíciles de aprender
porque sus referentes son más variables que los referentes del
nombre» (Jeruchimowicz, R., Costello, J . , y Bagur, J. S . : «Knowled
ge of Action and Object Words: A comparison of Lower and Middle
Class Negro Preschoolers» , en Child Dev, 1 97 1 , pp. 455-464.
Lógica de la conversación
300
es una parte de la pragmática. En 1 967 H. P. Grice trató sobre la
construcción de los significados en el proceso conversacional, don
de los hablantes hacen continuamente suposiciones, inferencias,
anticipaciones. Para comprender el tipo de comunicación que se
da en las conversaciones hace falta recurrir a una serie de aspectos
que regulan la cooperación de los individuos que participan en el
acto comunicativo. Pueden denominarse máximas de la conversa
ción . Resulta interesante advertir que estas máximas desbordan el
terreno de la lingüística para entrar directamente en el campo de
la acción cooperativa. Por lo tanto, no es de extrañar el que tengan
un eco ético, que vamos a ver cómo aumenta cuanto más nos acer
quemos a la problemática del sujeto hablante. Las éticas dialógi
cas han llevado hasta sus últimas consecuencias estas máximas de
la cooperación comunicativa. Sus argumentos sirven una vez que
se ha decidido su instalación en el campo de la racionalidad, donde
el lenguaje tiene una función argumentativa, informativa, concep
tual. Pero no vale si nos situamos en otro campo también origina
rio del lenguaje como es el del poder. Quien habla no sólo quiere
transmitir algo, sino influir en el comportamiento del otro. Por eso
las éticas del diálogo me parecen éticas secundarias, aplicadas,
que no pueden fundar la ética, sino que exigen una previa funda
mentación para elegir el campo de la racionalidad. Las máximas
de la conversación pueden enunciarse así:
a) Máxima de la Cualidad: afirme aquello cuya verdad esté en
condiciones de aseverar.
b) Máxima de la Cantidad: diga exactamente lo necesario en
cada momento, ni más ni menos.
c) Máxima de la Relevancia: procure que lo que diga tenga que
ver con aquello de lo que se está hablando.
d) Máxima del Modo: procure evitar la ambigüedad, compleji
dad o desorganización de su contribución a la conversación.
El problema surge cuando un interlocutor viola el principio de
la cooperación. Lo hace -según Grice- porque quiere dar a enten
der algo sin decirlo de modo explícito. A eso lo llama implicatura .
Las máximas resultan comunicativas gracias a algunos principios
subyacentes que les dan sentido y que han sido estudiados por
Sperber y Wilson con su «Teoría de la relevancia » . É sta proporcio
na una clasificación de los modos en que una información es
301
transmitida por un enunciado. Hay una información que no se
transmite intencionalmente y otra -la comunicada- que se trans
mite intencionalmente. Tal comunicación puede hacerse a través
del lenguaje o no. Por último, la comunicada lingüísticamente pue
de hacerse de forma gramatical o de forma no gramatical.
Pragmática de la mentira
Aprovecho este asunto para poner un ejemplo de las investiga
ciones semióticas de A. J. Greimas, quien elabora un cuadro se
miótico de las modalidades que tienen que ver con el conocimien
to, en el que juega con las relaciones entre cuatro términos: ser,
parecer, no parecer, no ser. Aparecen así la verdad y la falsedad
como metatérminos contradictorios, y el secreto y la mentira
como metatérminos contrarios.
La verdad designa el término complejo compuesto por los tér
minos ser y parecer. Es útil subrayar -dice Greimas- que lo verda
dero está situado en el seno mismo de un discurso, con lo que se
excluye toda relación a un referente externo. La falsedad com
prende los términos de no ser y de no parecer. En el cuadro se
miótico de las modalidades veridictorias, se designa con el nom
bre de « mentira» al término complementario que comprende los
términos de no ser y de parecer situados en la deixis negativa.
Greimas habla del « engaño » que se diferencia del camuflaje, cuyo
objeto es desplazar al destinatario desde la posición cognitiva de
la verdad hacia la del secreto. En cambio, el engaño tiende a
llevarlo de la verdad hacia la mentira y corresponde a esa confi
guración que es la prueba defectiva. El «camuflaje» es una figura
discursiva situada en la dimensión cognitiva que corresponde, en
el eje de los contradictorios parecer/no parecer del cuadro semióti
co de las modalidades veridictorias, a una operación lógica de ne
gación. Partiendo de lo verdadero (definido como la conjunción
del ser y del parecer), la negación del término parecer produce el
estado de secreto. A esta operación, efectuada por un sujeto
dado, se la llama camuflaje. Es diametralmente opuesta a la de
cepción, que, partiendo de lo falso ( no ser + no parecer) y ne
=
302
parecer (Greimés, A. J., y Courtés, J.: Semiótica, Gredos, Madrid,
1 979).
303
NOTAS AL CAPÍTULO IX
304
1 2 . Kristol A. M . : «Les langues romanes devant le phénomene
de la couleur» , Romanica Helvetica, vol. 88, 1 978.
1 3 . Bidu-Vrancenau, A.: « Esquisse de systeme lexico-semanti
que: Les noms de couleur dans la langue roumaine contemporaine»,
Revue Roumaine de Linguistique, XV, 1 970, pp. 1 4 1 - 1 56 y 267-278.
14. Gardner, H.: La nueva ciencia de la mente, Paidós, Barcelo
na, p. 37 1 .
1 5 . Berlín, B., y Kay, P.: Basic Color Terms. Their Universality
and Evolution. Ha sido reeditado en 1991 por University of Califor
nia Press. Una reciente revisión del tema puede verse en C. L. Har
din y Luisa Maffi (eds.): Color Categories in Thought and Language,
Cambridge University Press, Nueva York, 1 997. Las investigacio
nes de Eleanor Rosch confirmaron estas afirmaciones. Comentan
do estos resultado, Francisco Varela, un conocido psicólogo cogni
tivo, advierte que los colores focales rojo, verde, azul, amarillo,
negro y blanco, por ejemplo, se pueden rastrear fisiológicamente
en las reacciones de los tres canales de color en la teoría de los
procesos opuestos de la visión cromática. ¿Pero qué ocurre con los
colores focales naranja, morado, marrón y rosado? Las investiga
ciones recientes sugieren que se requieren operaciones cognitivas
para generarlos. Estas operaciones parecen ser de dos clases: una
es universal para nuestra especie y la otra específica de ciertas cul
turas (Varela, F. J., Thompson, E . , y Rosch, E . : De cuerpo presente,
Gedisa, Barcelona, 1 992).
16. Leslie, A.: «The Representation of Perceived Causal Con
nection» , tesis doctoral, Departamento de Psicología Experimen
tal, Universidad de Oxford, 1 979. Tomo la referencia de J. Bruner:
Realidad mental y mundos posibles, Gedisa, 1 988, p. 29.
17. Marice, R. : «Know Your Speech Community: Grief and De
pression» , Aboriginal Health Worker, 1 .2, 1 977, pp. 22-27. «Psychia
tric Diagnosis in a Transcultural Setting: the Importance of Lexi
cal Categories, British Journal of Psychiatry, 1 3 2 , 1 977, pp. 22-27.
1 8 . Levy, R. l.: Tahitians Mind and Experience in the Society Is
lands, University of Chicago Press, Chicago, 1 97 3 .
1 9 . Lutz, C.: «Ethnographic Perspectives o n the Emotion Lexi
con», en V. Hamilton, G.H. Bower y N. H. Frijda (eds.): Cognitive
Perspectives on Emotion and Motivation, Kluwer Academic Publi
shers, Dordrecht, 1 98 8 .
305
20. Umbral, F.: Las europeas, Plaza y Janés, Barcelona, 1 974, p.
16.
2 1 . Mataré, G . : La methode en lexicologie, Didier, París, 1 950.
22. Pinker, S.: El instinto del lenguaje, Alianza, Madrid, 1 995,
p.256
23. Wierzbicka, A.: Semantics. Primes and Universals, Oxford
University Press, Oxford, 1 996.
24. Propp, V.: Morfología del cuento, Fundamentos, Madrid, 1 98 1 .
BIOBIBLIOGRAFÍA
306
nés, según Boucher, posee un léxico sentimental de unas setecien
tas cincuenta palabras.
La psicología cultural
307
sentantes, Richard A. Shweder, opone la «psicología cultural» a las
demás psicologías (contextualistas o no contextualistas) acusán
dolas de un cierto platonismo que las hace creer en la uniformidad
psíquica de la especie humana, y en la idea de unos mecanismos
psicológicos comunes a todos los seres humanos. Sostiene que es
imposible elaborar una psicología descontextualizada, y que hay
tantas psicologías como culturas. (Thinking Through Cultures,
Harvard University Press, Nueva York, 1 99 1 ) . Muy próxima a esta
tendencia se encuentra la indigenous psychology, que pretende es
tudiar la psicología de una cultura desde dentro. Podemos citar
como ejemplo el libro de Uichol Kim y John W. Berry Indigenous
Psychologies, Sage, Londres, 1 993.
La «psicología cultural» acusa a toda la psicología científica de
ser etnocéntrica. Considera problemática la existencia de estruc
turas psicologicas universales, por lo que resulta mas interesante
estudiar las distintas psicologías en su contexto cultural, con los
métodos propios de esa sociedad, sin pretender aprovechar conoci
mientos transferidos de otros ámbitos conceptuales. Presupone un
relativismo cultural fuerte. La diversidad cultural en las simboliza
ciones y concepciones del mundo y de la experiencia humana es sig
nificativa y poderosa, y tiene una influencia transformadora de la
estructura y funcionamiento de la experiencia humana.
Lo que un individuo piensa sobre sí mismo es un componente
real de su modo de ser. Por eso, Jerome Bruner considera impor
tante estudiar las psicologías populares (folk psychologies), las teo
rías sobre la mente que tienen los miembros de una colectividad.
Como dice otro especialista, R. G. D 'Andrade, «estas teorías son
constituyentes además de explicativas. Funcionan como una profe
cía que se autocumple por el hecho de enunciarse: crean el mundo
que se proponen describir. »
E l pensamiento posmodemo que defiende la equivalencia de
todos los sistemas culturales ha sintonizado plenamente con este
enfoque psicológico.
Es más acertado considerar la psicología cultural el primer ni
vel de una empresa científica de mayor alcance, la llamada «psico
logía intercultural » . Jahoda considera que ambas son compatibles
porque « ambas buscan comprender la conducta humana en su
contexto» . Sus metas son 1 ) poner a prueba las tesis de la psicolo-
308
gía llamada científica en contextos culturales diferentes, 2) explo
rar otras culturas para descubrir variaciones psicológicas, tarea
que estaría cubierta por la psicología cultura, 3) integrar los cono
cimientos tomados de diferentes fuentes, contrastados, corrobora
dos para elaborar una psicología universal.
Se trata, pues, de un proyecto que no descarta la posibilidad de
que puedan encontrarse leyes universales del comportamiento hu
mano. Esta disciplina distingue entre un nivel social y un nivel in
dividual de análisis psicológico, entre los cuales se mueven influen
cias de doble dirección. La bibliografía ha crecido enormemente en
los últimos años. Ya en 1 980 había material suficiente para un
Handbook of Cross-Cultural Psychology, en seis volúmenes, a cargo
de H. C. Triandis.
Ultimamente se ha pasado a la psicología cultural Jerome Bru
ner. Y me parece asistir a su ocaso. « Para poder ser explicada, la
acción necesita estar situada, ser concebida como un continuo con
un mundo cultural. La realidades que la gente construía son reali
dades sociales, negociadas con otros, distribuidas entre ellos. El
mundo social en el que vivíamos no estaba, por así decir, ni en la
cabeza ni en el exterior de algún primitivo modo positivista. Y tan
to la mente como el Yo formaban parte de ese mundo social. Si la
revolución cognitiva hizo erupción en 1 956, la revolucion contex
tual (al menos en psicología) se está produciendo ahora» (Actos de
significado, Alianza, Madrid, p. 1 06).
309
Adiós
310
ÍNDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
l. Saber y conocer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
11. El diccionario mental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
III. Comunicación y significación . . . . . . . . . . . . . . . 70
IV. ¿Pero quién demonios habla? . . . . . . . . . . . . . . . . 89
V. La inteligencia lingüística . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
VI. El habla creadora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
VII. La comprensión y la hermenéutica . . . . . . . . . . . 146
VIII. Los lenguajes fracasados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 66
IX. El lenguaje y la realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 85
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217
Notas y tango bibliográfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
COLECCIÓN ARGUMENTOS
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