La Hora de La Lectura Familiar 15-05-2022

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EDUCACIÓN

EDUCACIÓN
PRIMARIAY EBA
EDUCACIÓN INICIAL SECUNDARIA Y EBA
(Ciclo avanzado e
(Ciclo avanzado)
intermedio)
EL CABALLO EL MONO Y EL EL ALMOHADÓN
Y EL ASNO TIGRE HACEN DE PLUMAS
UNA GUERRA

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EL CABALLO Y EL ASNO
Por Alba Caraballo Folgado

Había una vez, un caballo y un asno vivían

en una granja y compartían, durante años,

el mismo establo, comida y trabajo que

consistía en llevar fardos de heno al

mercado de la ciudad. Todos los días

practicaban la misma rutina y seguían por

una carretera de tierra llevados por su

dueño hasta la ciudad.

Un día, sin darse cuenta, el dueño puso más

carga a la espalda del asno que a la espalda del

caballo. En las primeras horas nadie se dio

cuenta del error del dueño, pero con el pasar del

tiempo, el asno empezó a sentirse muy cansado

y agotado. El asno empezó a sudar, a sentirse

mareado, y sus patas empezaban a temblar.


Cuando el asno ya no podía más, se paró y

pidió a su amigo caballo:

- Amigo, creo que nuestro dueño se equivocó

y puso más carga a mi espalda que en la

tuya. Estoy agotado y ya no puedo seguir,

¿será que podrías ayudarme a llevar algo de

mi carga?

El caballo haciéndose el sordo no dijo nada

al asno. Le miró y siguió por la carretera

como si nada hubiera pasado.

Minutos más tarde, el asno, con cara de pánico y visiblemente decaído, se

desplomó al suelo, víctima de una tremenda fatiga, y acabó muriéndose allí

mismo.

El dueño, apenado y disgustado por lo que había pasado con su asno, tomó una

decisión. Echó toda la carga que llevaba el asno

encima del caballo. Y el caballo, profundamente

arrepentido y suspirando, dijo:

- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido

cargar con un ligero fardo ahora tengo que

cargar con todo!

¡¡¡¡¡¡ COLORÍN ESTA FABULA HA TERMINADO!!!!!!


Moraleja de la fábula

Esta fábula nos enseña lo importante que es cuidar, respetar y acompañar a las

personas que amamos no solo en los buenos tiempos, sino también cuando

atraviesan un mal momento en su vida. No olvides nunca el sabio refrán: ‘Hoy

por ti, mañana por mí’.

Preguntas para comprensión de la lectura

1. ¿Dónde vivían el asno y el caballo?

2. ¿Qué hacían el asno y el caballo todos los días?

3. ¿Qué error había cometido su dueño?

4. ¿Qué le pidió el asno al caballo?

5. ¿Cuál fue la reacción del caballo a la petición del asno?

6. ¿Qué le pasó al asno?

7. ¿Qué te gustó más de este cuento?

8. ¿Qué has aprendido con este cuento?


EL MONO Y EL TIGRE HACEN UNA GUERRA

Hace poco vivía en la selva del Perú, en la


región del Alto Marañón, un tigre muy temido
y peligroso. Todos los animales de la región
le temían y respetaban.
Un día, este tigre encontró en su camino a
Machín, el conocido mono blanco, el más
travieso de todos los monos. El tigre rugió
fuerte y le dijo al mono:
—¡Hoy te como!
—Por favor, no me comas, tío tigre —suplicó el
mono blanco.
—Sí, te voy a comer ahorita mismo —dijo el tigre
rugiendo —. Además, no me llames tío, porque
no soy tu tío y tampoco tú eres mi sobrino. Lo que
pasa es que me tienes miedo. ¡Ahora te como!
—Por favor, no me comas —respondió el monito —. Mejor vamos a preparar
una guerra. Tú te encargas de juntar todos los animales que encuentres a
tu paso y preparas un ejército, y yo voy a buscar y reunir a todos los
insectos para formar otro ejército.
El tigre se quedó pensativo un buen rato. Y, al final, aceptó lo que Marchín,
el mono blanco, le proponía. Harían la guerra los animales de la selva
contra todos los insectos y así se vería quién era el más fuerte. El tigre y
el mono se despidieron y, desde aquel día, los dos comenzaron a preparar
su ejército.
El tigre juntó a los pumas, luego invitó a los osos; después, a los sajinos
y huanganas, venados, nutrias, osos hormigueros, conejos, armadillos,
sachavacas…
Mientras tanto, el mono blanco juntó a las avispas, las arañas, las abejas,
las hormigas, los alacranes, los moscos, los zancudos, los piojos, los
isangos, etc…
Pasaron algunos días y, por fin, llegó el esperado día del combate. El tigre
llegó primero con todos sus animales de la selva. El venado venía adelante
y, en su rabo levantado, llevaba la bandera. El mono llegó luego, con su
ejército de insectos que venían volando y haciendo ruido:
—¡Zummmmm!, ¡zummmmm!, ¡zummmmm!
El tigre y el mono se dieron la mano y empezó la lucha. El mono se subió
a un árbol para dirigir mejor la batalla. Desde allí, el mono daba la voz
de mando. Así gritaba:
—¡Abejas, a las orejas!
Y todas las abejas se lanzaron de frente a las orejas de cada uno de los
animales, y empezaron a picarles. Casi no se podía escuchar lo que decía
el tigre.
Machín, el mono blanco, seguía gritando:
—¡Avispas y piojos a los ojos!
Y las avispas y piojos se lanzaron contra los ojos de los animales, los
cuales no podían ver nada.
—¡hormigas, a las barrigas! —seguía gritando el mono
blanco. Y todas las hormigas se subían por las patas de
los animales y les mordían sus barrigas.
Y así sucedió en tal forma que, al poco tiempo, el tigre se
rindió; todos los animales empezaron a correr…

PREGUNTAS PARA RESPONDER.

1. ¿Por qué el mono blanco le propuso al tigre hacer una


guerra?
a) Porque el tigre no le aceptó para nada como su
sobrino.
b) Porque el tigre le puso en riesgo diciendo que le
almorzaría.
c) Porque era un mono guerrero y siempre peleaba con
los tigres.
2. ¿Cómo era Machín, el mono blanco?
a) Machín, el mono blanco, era muy pequeño pero ágil y
trepador.
b) Machín, el mono blanco, era amigo de todos los
insectos de la selva.
c) Machín, el mono blanco, era muy hábil, supo resolver
el problema.

3. ¿Cuál de estos hechos ocurrió primero?


a) Las avispas y piojos se lanzaron contra los ojos de los
animales.
b) Harían la guerra los animales de la selva contra todos
los insectos.
c) Un día, el tigre encontró en su camino a Machín, el
mono blanco.

4. ¿Podrías decir con tus propias palabras alguna


moraleja a partir de la lectura de este cuento?

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…………………………............................................................................................................
………………………….......................................................................................... ..................

5. Busca las palabras en la sopa de letras.

ANIMALES S U G A O P A H I S
MACHÍN O B O N I R B O S E
TIGRE
TÍO
T A O S R A I K U L
SOBRINO C M Z E U T J O X A
GUERRA E Q U A N I H C A M
INSECTOS
SELVA S G I S A G U A N I
MONO N I R B E R V I L N
I C A V L E S P U A
EL ALMOHADÓN DE PLUMAS
Su luna de miel fue un largo escalofrío. rubia, angelical y
tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías
de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero
estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle,
echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo
desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente,
sin darlo a conocer.
Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron
una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseada menos
severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta
ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía
siempre.
La casa en que vivían influía un
poco en sus estremecimientos. La
blancura del patio silencioso —frisos,
columnas y estatuas de mármol—
producía una otoñal impresión de
palacio encantado. Dentro, el brillo
glacial del estuco, sin el más leve
rasguño en las altas paredes,
afirmaba aquella sensación de
desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban
eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera
sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No
obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos
sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar
en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de
influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se
reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el
brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto
Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia
rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello.
Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a
la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron
retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin
moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día
siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la
examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso
absoluto.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz
todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin
vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme
enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatase
una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable.
Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la
muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas
y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia
dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz
encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con
incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos
entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de
la cama, mirando a su mujer cada
vez que caminaba en su
dirección.
Pronto Alicia comenzó a
tener alucinaciones, confusas y
flotantes al principio, y que
descendieron luego a ras del
suelo. La joven, con los ojos
desmesuradamente abiertos, no
hacía sino mirar la alfombra a uno
y otro lado del respaldo de la
cama. Una noche se quedó de
repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus
narices y labios se perlaron de sudor.
—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de
mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un
alarido de horror.
—¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a
mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se
serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido,
acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide,
apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los
ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de
ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a
hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia
yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a
otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y
siguieron al comedor.
—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—.
Es un caso serio... poco hay que hacer...
—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó
bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado
de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante
el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía
lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le
fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al
despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un
millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no
la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le
tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus
terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se
arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la
colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin


cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente
encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la
casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama,
y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la


cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón
hay manchas que parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez.
Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que
había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un
rato de inmóvil observación.
—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se
quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué,
Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
—¿Qué hay? —murmuró con la voz ronca.
—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba
extraordinariamente. Salieron con él, y
sobre la mesa del comedor Jordán cortó
funda y envoltura de un tajo. Las plumas
superiores volaron, y la sirvienta dio un
grito de horror con toda la boca abierta,
llevándose las manos crispadas a los
bandos: —sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente
las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente
y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la
boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había
aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las
sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi
imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido
sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse,
la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había
vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual,
llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes.
La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no
es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
Autor: Horacio Quiroga

ACTIVIDADES
1. ¿De qué trata el cuento?
2. ¿Cómo pensaba Alicia que debería ser su matrimonio?
3. ¿Cuál es el mensaje que podemos extraer del cuento?
4. ¿Qué descubrió la sirvienta en el almohadón después de que
Alicia se murió?
5. Describe brevemente las características del escenario donde
ocurren los hechos del cuento.
6. ¿Cómo hubiesen impedido la muerte de Alicia

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