Contexto de Violencia
Contexto de Violencia
Contexto de Violencia
Delito de
agresiones: artículo 122-B del Código Penal
Francisco CELIS MENDOZA AYMA*
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Resumen
El autor analiza el tipo penal de agresiones contra la mujer o integrantes del grupo familiar,
específicamente, el referido al elemento normativo “contexto de violencia”. Al respecto,
considera que la reductiva y errónea interpretación descriptiva del mismo no solo ha generado
sobrecarga en las fiscalías y los juzgados, sino que, lo más grave y preocupante, es que con
esta, se ha banalizado la violencia de género, difuminándose así la política estatal contra la
violencia familiar.
Marco normativo
Recibido: 02/09/2019
Aprobado: 05/09/2019
I. Introducción
El Estado desarrolla una vigorosa política contra la violencia de género, lo cual es correcto,
pero el problema no es la irracionalidad de la legislación punitiva, ni menos la política del
Estado para contener y frenar la violencia contra la mujer; en líneas generales, su corrección no
está en cuestión. Entonces, ¿cuál ha sido la causa del desborde de procesos por agresiones
familiares?
Creemos que son los fiscales y jueces los responsables, pues son ellos quienes, por causa
propia, han generado sobrecarga y riesgo de colapso, ello debido a una errada interpretación
del elemento del tipo “contexto de violencia” . En efecto, una mala lectura y, por tanto, una
[1]
errada interpretación del artículo 122-B del Código Penal ha sido determinante para que se
genere este problema. De este modo, una inadecuada interpretación del elemento del tipo
“contexto de violencia” ha ocasionado que sea considerado como un elemento descriptivo;
así, desde esa perspectiva sesgada, lo central sería la verificación empírica de que se causó
lesiones –violencia en sentido amplio– a la agraviada.
Son los propios fiscales y jueces quienes pueden resolver este problema comprendiendo
elementalmente que el “contexto de violencia” es un elemento normativo del tipo, así de simple;
por lo que debe dejarse de lado la incorrecta interpretación del “contexto de violencia” como un
elemento descriptivo. Esta interpretación reductiva ha generado otros problemas: concursales y
de aplicación de penas como: forzadas conversiones de pena, inaplicación de la reserva del
fallo condenatorio, etc. Así las cosas, en el presente trabajo solo abordaremos el problema del
“contexto de violencia” como un elemento valorativo del tipo.
Para que quede superado cualquier cuestionamiento al concepto de “elemento valorativo” que
la comunidad de la dogmática penal asume pacíficamente, es necesario actualizar definiciones
de autores de diferentes vertientes; así, se conceptúa como elemento valorativo:
- [A]quellos que no pueden ser percibidos directamente por los sentidos, sino que suponen
una valoración especial, que puede ser de tipo jurídico, social o cultural. El juez se debe
remitir a normas y patrones valorativos extraños al tipo penal, como disposiciones o
regulaciones pertenecientes a otros sectores del orden jurídico, o simplemente valoraciones
que tienen que ver con la ética social o los usos y costumbres (el resaltado es nuestro).
(Donna, 2008, p. 407)
- En los tipos, la ley describe un determinado comportamiento (a-)social: matar a una persona,
apropiarse de una cosa ajena, falsificar un documento, etc. Circunstancias del hecho que no
tienen por qué ser solo datos perceptibles por los sentidos o verificables con arreglo a los
procedimientos experimentales de las ciencias naturales, aun cuando este puede ser también
el caso, p. ej., en algunas relaciones causales, sino también datos espirituales, algunos en
más o menos clara relación con una valoración jurídica o prejurídica (el denigrar –la
memoria de un difunto– en el § 189 StGB, la ajenidad de una cosa en los delitos contra la
propiedad) (el resaltado es nuestro). (Jakobs, 1995, p. 347)
- En los elementos normativos predominan las valoraciones que no solo son
perceptibles por los sentidos. Para la aprehensión y comprensión de estos elementos se
debe realizar un juicio o proceso valorativo, y ellos aluden a determinadas realidades derivadas
ya sea de una valoración jurídica provenientes de otras ramas del derecho (elementos
jurídicos), ejemplo: funcionario o servidor público (artículo 425 del Código Penal), matrimonio
(artículo 139 del Código Penal), depositario judicial (artículo 190, segundo párrafo, Código
Penal), bienes embargados (artículo 197, numeral 4, Código Penal), etc., o de una valoración
ético-social (elementos normativos ético-sociales), ejemplo: exhibiciones obscenas (artículo
183, Código Penal), etc. (el resaltado es nuestro). (Villavicencio Terreros, 2007, pp. 314-315)
- La delimitación y división entre elementos descriptivos y normativos son muy discutidas en las
cuestiones concretas. Tradicionalmente se entiende por elementos descriptivos aquellos que
reproducen determinados datos o procesos corporales o anímicos y que son verificados de
modo cognoscitivo (cognitivo) por el juez. En cambio, son normativos todos los elementos cuya
concurrencia presupone una valoración; así por ejemplo, conceptos como: “edificio” (§ 306) o
“sustraer” (§ 242) son descriptivos, mientras que términos como “injuria” (§ 185) o “ajeno” (§§
242, 246 o 303) son normativos. (…) Ahora bien, en la definición usual de elementos
descriptivos y normativos apenas se presentan circunstancias puramente descriptivas o
normativas, pues incluso elementos a primera vista descriptivos, como “sustraer” o “edificio”, en
los casos dudosos deben interpretarse conforme al fin de protección del correspondiente
precepto penal y, por tanto, conforme a criterios normativos; así vimos ya que incluso
conceptos como “ser humano” o “cosa” no se pueden precisar sin ayuda de valoraciones
jurídicas (nm. 11). Y en tanto en cuanto, todos los elementos (quizás con la excepción de puros
conceptos de medida) serían normativos. (Roxin, 1997, pp. 305-307)
Estos conceptos definen el marco teórico normativo del concepto de elemento valorativo del
tipo penal, en concreto, para el análisis del elemento “contexto de violencia familiar”.
Empero, conceptuar a los “elementos valorativos” como exigencia difusa puramente valorativa
es tautológico, y definirlo como elemento valorativo “porque requiere de una valoración” es una
falaz petición de principio. Una definición con rigor del concepto dogmático “elemento
normativo”, es el ser operativo para modelar el tipo y que sirva para construir proposiciones
fácticas que lo configuren .[2]
Un ejemplo de elemento valorativo es la ajenidad (delito de hurto, artículo 185 del Código
Penal), que tiene dos dimensiones: i) la referencia descriptiva a un objeto material, y ii) la
valoración de ajenidad; por tanto, no es posible, jurídicamente hablando, una valoración de lo
inexistente, por falta de fáctico que valorar. No se puede predicar valorativamente lo
inexistente. Su efecto es perverso, pues condiciona una arbitraria construcción de
proposiciones fácticas .
[4]
Definidos los elementos del tipo –descriptivos, normativos, objetivos, subjetivos– corresponde
el trabajo de individualizar los facticos para la construcción de las proposiciones fácticas.
Los contextos típicos previstos en el artículo 108-B del Código Penal, de aplicación al artículo
122-B, son cuatro, por lo que si no se presenta el contexto carece de sentido el resultado típico.
El dispositivo legal de agresiones precisa de manera clara que los resultados típicos deben
haberse causado “en cualquiera de los contextos previstos en el primer párrafo del artículo 108-
B” del Código Penal; en ese sentido, es claro que el contexto típico opera como antecedente
situacional determinante. Así, la imputación concreta de agresiones, debe describir el fáctico
que corresponda, bien a: i) violencia familiar, ii) coacción, hostigamiento, o acoso sexual; iii)
abuso de poder, confianza o de cualquier otra posición o relación que le confiera autoridad al
agente; iv) cualquier forma de discriminación contra la mujer, independientemente de que
exista o haya existido una relación conyugal o de convivencia con el agente.
Siendo así, lo primero que se tiene que verificar es la realización de cualquiera de los contextos
típicos previstos en el artículo 108-B del Código Penal, pues solo en su seno tiene sentido
delictual el resultado. Cada uno de los contextos típicos son elementos normativos de diferente
configuración y tiene que postularse y probarse como tal. Es claro que los elementos
valorativos requieren de una base factual para realizar la valoración, por lo que siempre
requerirá de una base descriptiva que, precisamente, es el objeto de valoración. Si no se tiene
esa base descriptiva, no hay nada que probar, menos valorar.
Con esta falacia lógica se llega a considerar que el resultado típico es suficiente para estimar
realizado el tipo penal; en efecto, este simplismo parte de considerar suficiente la causación de:
i) lesiones corporales que requieran menos de diez días de asistencia o descanso; ii) afectación
psicológica, cognitiva o conductual, a la mujer por su condición de tal, o a integrantes del grupo
familiar. Con ello se obvia el contexto típico exigido por el artículo 122-B del Código Penal.
componentes crean una situación típica necesaria, por lo que se requiere necesariamente que
el contexto de violencia sea presentado en una o más proposiciones fácticas.
Así, el componente nuclear es la verticalidad patriarcal, y esta debe ser propuesta con datos
empíricos (dependencia y sojuzgamiento económico, etc.) que permitan apreciar el móvil
destructivo de la voluntad del patriarca con la sujeción, humillación y quebrantamiento de la
voluntad de la agraviada para someterla a los estereotipos que corresponde a la mujer
sojuzgada.
Este “contexto de violencia” genera una situación de riesgo para la agraviada; en efecto, se
configura una situación de extrema vulnerabilidad de la mujer o integrante del grupo familiar. En
esa línea, la injerencia del Estado participa con una cuota de racionalidad simbólica; empero,
se debe estar claro en esa función básicamente simbólica, pues asumir que el poder penal
resolverá problemas estructurales y sociales es atribuirle bondades que no pueden ser
resueltas con el ejercicio del poder punitivo. Son otras las políticas de Estado, las idóneas para
resolver gradualmente este problema.
Más allá de las precisiones realizadas respecto al “contexto de violencia familiar”, este es un
elemento normativo del tipo cuya base normativa: la violencia familiar, ha sido abordada
directamente con el Acuerdo Plenario N° 001-2016/CJ-116 en sus fundamentos jurídicos, en
el punto 2, el cual define la violencia de género en el sentido que la violencia contra la mujer no
se reduce al ámbito familiar (como parte de la relación de subordinación), sino a una estructura
social caracterizada por la discriminación, desigualdad, y relaciones de poder entre el hombre y
la mujer. El punto 5 recoge la Declaración de la Organización de las Naciones Unidas sobre la
eliminación de la violencia contra la mujer que reconoce que “la violencia contra la mujer
constituye una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre el hombre
y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la discriminación en su contra
por parte del hombre (…)”. No obstante, son los fundamentos 54, 55, 56, 57 y 58 del referido
Acuerdo Plenario, los que desarrollan con amplitud el contexto típico de “violencia familiar”, por
lo que se indica que es fundamental delimitar el contexto de violencia familiar, pues es este el
escenario más recurrente.
Aún más, la Casación N° 246-2015-Cusco, diferencia entre conflicto familiar y violencia familiar,
haciendo para ello una distinción cualitativa entre ambos supuestos; así, un conflicto familiar,
por desacuerdos conyugales o fraternales, o paternofiliales, puede dar lugar a que en la
dinámica de esa relación familiar se produzca de manera esporádica una agresión verbal o
física, pero no concurriendo los supuestos de verticalidad, sometimiento, ciclicidad,
progresividad y, en su contexto, una situación de vulnerabilidad configura solo un supuesto de
conflicto familiar.
La violencia familiar –contexto de violencia– tiene otra entidad, es estructural y está cargada de
componentes que configurados todos otorgan un mínimo de racionalidad al despliegue del
poder punitivo.
Referencias
Donna, E. A. (2008). Derecho Penal parte general: teoría general del delito I. Tomo II. Buenos
Aires/Santa Fe: Rubinzal-Culzoni.
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Si bien el costo laboral lo asumen todos los operadores penales-judiciales, fiscales defensa
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pública; empero, el costo material son las condenas indebidas por delito de agresiones
asumida por los justiciables.
En ese sentido Roxin, precisa que: “[L]a mayoría de los conceptos normativos tampoco se
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presentan como puras valoraciones (como p.ej. ‘ajeno’, ‘contrario a las buenas costumbres’),
sino que tienen un substrato descriptivo. Así p.ej., una injuria no es reconocible con la sola
reproducción de un juicio de valor social, sino que requiere también la comprobación cognitiva
de un proceso acústico o de su fijación en un objeto; o el ‘documento’ (§ 267) no existe solo por
su contenido de sentido jurídico, sino que también tiene siempre una base material perceptible
por los sentidos, etc. Por consiguiente, desde este punto de vista no importa tanto la (casi
imposible) separación de elementos descriptivos y normativos, cuanto reconocer que la
mayoría de los elementos del tipo son una mezcla de elementos normativos y descriptivos, en
los que tan pronto predomina un factor como el otro”. (Roxin, 1997, pp. 305-307).
En ese sentido, precisa Roxin: “Una importante distinción que afecta a todos los tipos y
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pertenece por tanto a la parte general es la división entre elementos descriptivos y normativos,
que ha tenido gran importancia para la delimitación entre tipo y antijuridicidad y para el
desarrollo de la concepción hoy dominante del tipo como tipo (clase) de injusto (cfr. nm. 10 ss.).
Tal distinción también es importante para la teoría del dolo, porque los elementos descriptivos
requieren una percepción sensorial, y en cambio los normativos, una comprensión espiritual
(para más detalles § 12, nm. 84 ss.). Aparte de eso, los elementos normativos del tipo, debido a
la valoración jurídica que en su mayoría presuponen, cumplen su papel en la cuestión de si es
practicable con pureza en todos los casos la distinción exigida por el StGB (§§ 16 y 17) entre
error de tipo y error de prohibición (para más detalles § 12, nm. 89 ss.). (Roxin, 1997, pp. 305-
307).
Siguiendo a Roxin: “si por razones terminológicas se quiere seguir manteniendo una
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Precisión importante realizada por la Dra. Sofía Rivas La Madrid, en la audiencia de la sesión
[5]
plenaria del XI Pleno Jurisdiccional Supremo en materia Penal de la Corte Suprema de Justicia
de la República, desarrollada el 9 de julio de 2019