Golpe de Estado de 1966
Golpe de Estado de 1966
Golpe de Estado de 1966
El Gral. Onganía era visto como el caudillo que la nación necesitaba para salir del momento en el
que se encontraba, en otras palabras era la figura ideal para liderar una “Revolución Nacional”.
Onganía era un nacionalista católico, conservador y anticomunista. Desde su perspectiva las
Fuerzas Armadas no debían intervenir en tareas de gobierno, sino que debían subordinarse a él, y
su función solo debía ser defender a la patria. Sin embargo, no recelaba del capital extranjero y la
competencia externa para impulsar la eficiencia económica. Su ideal político era el de una
sociedad ordenada jerárquicamente, comandada por una autoridad tecnócrata. Su objetivo, era
respaldarse en las Fuerzas Armadas, el clero, y los sindicatos, que se veían unidos por el
anticomunismo. Como primera medida, intervino las universidades nacionales, evento que se
conoció como “La noche de los Bastones Largos”, debido a las torturas ejercidas hacia los alumnos
y maestros protestantes. Esto hizo que el prestigio que poseía la enseñanza nacional decayese
significativamente. Otra medida fue la de censurar algunos medios de prensa. Onganía se
convenció de que era necesario una restructuración económica, por lo tanto el despliegue de la
estrategia industrializadora exigía un férreo control social y político. Los “Tres Tiempos” fue el
método por el cual Onganía busco alcanzar sus fines.
La fuerte resistencia que se manifestaba hacia el gobierno era cada vez mayor, y se extendió
por toda la república. A comienzos de 1969 hubo protestas generalizadas en el interior del
país, siendo la más recordada la ocurrida en Córdoba donde actuaron obreros y estudiantes.
Los obreros protestaron por la supresión del “sábado Ingles” (trabajaban solo medio día). La
marcha fue rápidamente reprimida por la policía, debido a los enfrentamientos, se lo conoció
como el “Cordobazo”. Así comenzó una serie de protestas que se tronaron reiteradas, que la
“Revolución Argentina” reprimió con fuerte dureza y violencia, lo que generó un rechazo
popular. Con la continuidad de estos hechos, la violencia fue la única salida que encontraron y
se volvió tan cotidiana como la represión. Así fue como poco a poco se crearon grupos de
choque, como los montoneros y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) que tuvieron cada
vez más adeptos. Así fue como el peronismo reapareció en escena política y social.
El aislamiento de Onganía era cada vez mayor. Sus promesas en el terreno social derivaron en
fracasos, y esto comenzó a preocupar a políticos y militares, quienes estaban en búsqueda de
una salida política. A mediados de 1970, la Junta de Comandantes, presidida por Alejandro
Agustín Lanusse, separó a Onganía de su cargo, y designo como nuevo presidente al Gral.
Roberto Marcelo Levingston.
El nuevo presidente asumió su cargo en una situación complicada. Roberto Marcelo Levingston
contaba con una autoridad limitada: Debía consultar a la Junta para las cuestiones de importancia
y, además, su gabinete ya había sido establecido, contando con Carlos Moyano Llerena como
ministro de economía. Durante el mandato de Levingston, se acentúo la inestabilidad política, la
inflación retomo su ritmo ascendente y el gobierno se vio obligado a conceder aumentos
generales de salarios. Levingston fue un presidente particular. El hecho de que tuviera sus propias
ideas respecto del rumbo que debía seguir se sumó a los problemas que debía enfrentar su
gobierno. El no descartaba un regreso democrático, pero su propuesta se centraba en una
profundización de la “Revolución Argentina”, implementando medidas económicas de carácter
nacionalista. Esto se vio reflejado en la designación de Aldo Ferrer como ministro de economía, un
profesional cercano al desarrollismo, lo que mostró una clara diferencia con el gobierno de
Onganía.
Sin embargo, Levingston no contaba con apoyo. Los grupos empresarios y los jefes militares se
oponían a sus medidas económicas, y su proyecto era visto por la sociedad como una prolongación
del régimen militar, al que se consideraba agotado. A estos problemas se sumó la conformación en
1970 de la “Hora del Pueblo”, una mesa de consulta y acuerdo integrada por peronistas, radicales
y dirigentes de otras agrupaciones. Su objetivo era encarar de manera conjunta una salida
institucional. Su creación supuso un distanciamiento respecto de los militares, pero también la
posibilidad de superar las diferencias históricas entre los principales partidos del país. El quiebre se
produjo con una nueva protesta masiva en Córdoba conocida como el “Viborazo”, que aceleró la
salida de Levingston en 1971. El general Lanusse, comandante en jefe del Ejército, se hizo cargo de
la presidencia, lo que dio inicio a la parte final de la “Revolución Argentina”.
Las negociaciones que Perón llevó adelante con las demás fuerzas políticas dieron lugar a la idea
de que su figura era decisiva para sacar al país de la conmoción social en la que se encontraba. Con
la convocatoria a una “Asamblea de Unión Nacional”, le arrebato a Lanusse la iniciativa política; las
elecciones surgieron como una demanda de la sociedad y no como una concesión de los militares.
Debido a la cláusula que proscribía su postulación, Perón nombro candidato a presidente a su
delegado personal, Héctor J. Cámpora, tomando distancia de los sindicatos y gremios. La fórmula
del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) – Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima – tuvo varios
adversarios: La UCR con la fórmula Ricardo Balbín-Eduardo Gamond; la Alianza Popular
Revolucionaria (de izquierda moderada) postuló a Oscar Alende-Horacio Sueldo y una coalición de
partidos provinciales presentó a Francisco Manrique, ex ministro de Bienestar Social del gobierno
militar. La campaña electoral se caracterizó por una notable participación de la Juventud
Peronista, lo que derivó en una oposición frontal con los militares. Su principal lema era “Cámpora
al gobierno, Perón al poder”. Las nuevas leyes electorales, entre ellas la representación
proporcional y el ballotage, parecían favorecer a los grupos no peronistas, ya que obligaban a una
segunda elección entre las candidaturas más votadas si ninguna superaba la mitad más uno de los
sufragios o si no existía una diferencia mayor a 10 puntos. Sin embargo, el FREJULI logro el 49,5%
de los comicios, mientras que la UCR solo consiguió el 21% y debió reconocer el triunfo
justicialista. Luego de 18 años de proscripción, el peronismo volvía a gobernar, pero en
circunstancias muy particulares: la movilización de la juventud y la actuación de las organizaciones
armadas generaban inquietudes respecto del futuro, a lo que se le sumaba el interrogante sobre la
actitud que adoptaría Perón.