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R ev ista Pilq uen • Sección C iencias So cia les • A ño X II • N º 13, 2010

BREVES NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE RÉGIMEN SOCIAL DE ACUMULACIÓN Y SU


PERTINENCIA ACTUAL*

Por María Elena Nogueira1


Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales - Universidad Nacional de Rosario; CONICET

RESUMEN
El presente escrito tiene como objetivo re-traer a la discusión académica el concepto de régimen
social de acumulación acuñado por José Nun. En este sentido, se recuperarán aquí las principales
corrientes teóricas que han contribuido a su formación así como también el uso que en los estudios
referentes a nuestro país –Argentina– dicho concepto ha merecido. De tal forma, esta comunicación
presenta una revisión de la literatura sobre la temática y algunos ejes para reflexionar respecto de
un concepto de gran trascendencia para el estudio de las problemáticas sociales.
Palabras clave: Régimen social de acumulación; Estado; Argentina.

BRIEF NOTES ABOUT THE CONCEPT OF ‘RÉGIMEN SOCIAL DE ACUMULACIÓN’ AND ITS
ACTUAL RELEVANCE

ABSTRACT
This analysis is intended to re-bring the academic discussion of the concept of régimen social de
acumulación coined by José Nun. In this sense, the document recovers the main theoretical trends
that have contributed to this concept formation as well as its use in studies about Argentina. Thus,
this paper presents a review of the literature on the topic and some key to reflect on a concept of
great significance to study social problems.
Key words: ‘Régimen social de acumulación’; State; Argentina.

* El presente trabajo forma parte de la Tesis Doctoral de mi autoría titulada: “Agendas de gobierno y concertación en el
sector lácteo argentino. Dilemas para la construcción de política pública (1983-2008)” dirigida por el Dr. Mario Lattuada.
Agradezco a un árbitro anónimo las sugerencias para la corrección de este trabajo.

1
mariaelenanogueira@gmail.com

Recibido: 08/06/10 • Aceptado: 06/07/10


1
• Ma ría Elena Nogueira •

A MODO DE INTRODUCCIÓN

En distintos tipos de investigaciones vinculadas a las ciencias sociales encontramos la recuperación


de conceptos tales como “modelo”, “estrategia” o “modos” de acumulación. Éstos son utilizados
para contextualizar problemáticas, fragmentar los espacios temporales y analizar estrategias
políticas y económicas de intervención.
Sin embargo, el uso de estos conceptos suele tener un sesgo economicista ligado, en buena
medida, al énfasis puesto en los factores puramente estructurales o económicos que permiten la
acumulación capitalista en determinados contextos. El concepto de régimen social de acumulación
(en adelante RSA), acuñado por José Nun hace ya varios años, amplía precisamente este énfasis,
otorgando una radical importancia al régimen político y por tanto, a los modos de intervención que
el Estado posee a través de diferentes opciones de políticas públicas.
En este sentido, se desarrollará a continuación el concepto de RSA considerando las
filiaciones teóricas que lo nutren. Luego, serán mencionados estudios que lo han tomado como
referencia en el caso de Argentina y, finalmente, se presentará una argumentación de la
recuperación que de éste puede hacerse en la actualidad.

APORTES TEÓRICOS A CONSIDERAR

Quizá el origen, más o menos explícito, de los análisis sobre regulación en general sea la
teoría marxista o mejor, el concepto marxiano de modo de producción. La gran innovación en esta
interpretación es, como es sabido, la comprensión del capital como una relación social: no se trata
de una cosa, un objeto, sino una relación (Archenti y Aznar, 1988).2 Marx, con clave dialéctica
aunque no hegeliana, define el modo de producción como una unidad compleja constituida por dos
variables clave: las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. En las primeras se
encuentran los insumos, medios de trabajo, materias primas y, a su vez, la fuerza de trabajo. Por su
parte, las relaciones sociales de producción son aquellas que entablan los hombres en la
constitución de los procesos productivos. Se trata entonces de un concepto dinámico sobre el que se
constituyen las relaciones sociales, entendidas éstas a partir de la lucha de clases.3 A su vez, dos de
los pilares de la cosmovisión marxiana son las nociones de estructura y superestructura. Nudo de la
interpretación del gran pensador alemán, la primera se relaciona con el conjunto de cuestiones
vinculadas al plano de lo económico-productivo. La segunda, en cambio, refiere a ciertas relaciones
sociales, jurídicas, políticas, religiosas que aquélla estructura, en primera instancia, condiciona
naturalmente en un modo de producción dado. Menciona Marx, en la que probablemente sea una de
sus referencias con mayor densidad dada la complejidad de su contenido, que: “En la producción
social de su existencia, los hombres entran en determinadas relaciones, necesarias e independientes
de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio de sus fuerzas
evolutivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura, la
base real sobre la que se alza un edificio [uberbau] jurídico y político, y a la cual corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina
[bedingen] el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia del
hombre lo que determina su ser sino, por el contrario, es sus existencia social lo que determina su
conciencia” (Marx, 2004:67. Énfasis nuestro. Alemán en el original)
Aunque la frase anterior ha llevado a ciertos reduccionismos de tipo económico o, lo que es
lo mismo, aquello que Weber (1995) mencionó como ‘marxismo vulgar’, ésta es verdaderamente
significativa del peso que posee en la teoría de Marx la relación entre estas dos dimensiones, la
estructural y la superestructural. Siguiendo a Vedda (2006) es evidente que Marx evitaba las

2
Marx indica que “el capital, entre otra cosas, es también un instrumento de producción, es también trabajo pasado,
objetivado. De tal modo, es una relación natural, universal y eterna; pero lo es si deja de lado lo específico, lo que hace de
‘instrumento de producción’, del ‘trabajo acumulado’, un capital” (Marx, 2004:35)
3
Lógicamente, la interpretación de las clases sociales en Marx excede largamente el objetivo de este escrito. Infinidad de
trabajos desde la Teoría Sociológica han recuperado –y discutido– tal conceptualización. Para los aspectos más generales
véase, Giddens, Anthony (1994) (1971), El capitalismo y la moderna teoría social, Barcelona: Labor (Original en Inglés)

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Revista Pilquen • Sección Ciencias Sociales • Año XII • Nº 13, 2010

explicaciones mecanicistas y, en su complejo estudio sobre el idealismo hegeliano, por ejemplo,


entiende que la contraposición materialismo-idealismo es “estéril” ya que “conciencia y realidad se
encuentran recíprocamente vinculadas” (Vedda, 2006: XXIX)4 Esto no niega, sin embargo, la
afirmación de que el ser social condiciona necesariamente la conciencia, ni tampoco -en el plano
del modo de producción- que la estructura condiciona la superestructura, más bien marca el rol
preponderante de la estructura, del ser, en el devenir social.
Al comenzar este punto se mencionó que el origen del concepto de RSA –y de otros con
parecidos de familia– está vinculado al de modo de producción y de allí la breve presentación
precedente. En realidad, y como indica Jessop (1999), la polisemia del término regulación
confundió el sentido inicial de éste, homologándolo, de manera equivocada, al de regulación
político-jurídica. En principio, su origen viene del francés réglementation pues en ese país es donde
surge la llamada teoría de la regulación en los años setenta y ochenta del siglo XX. Boyer y Saillard
(1995) identifican el surgimiento de tal teoría a partir de algunas premisas básicas. La primera de
ellas es la integración de los lazos sociales y políticos en la lógica económica, aprovechando así el
aporte de otras disciplinas. En esta línea, el mercado no puede autoinstituirse –en clara crítica a la
economía neoclásica– pues es una entidad inserta en una trama de reglas y obligaciones jurídicas.
En buena medida, esta teoría se levanta sobre una “reinterpretación estructuralista de Marx” que
en palabras de estos autores sólo analiza las condiciones de reproducción del capitalismo, “sin
acordar suficiente importancia a las transformaciones que fueron necesarias para asegurar esta
sorprendente resistencia a las crisis económicas y a los conflictos” (Lipietz, 1979 citado en Boyer y
Saillard, 1995:17). Así, la regulación permitiría, precisamente, comprender las contradicciones que
existen en el proceso de reproducción de modo de producción capitalista.5
Lo cierto es que, al decir de Neffa (2008), los regulacionistas critican el carácter abstracto
del modo de producción para dar lugar a nociones intermedias como modo de regulación y régimen
de acumulación. El primer término aparece como la consecuencia de la articulación de formas
institucionales cuya presencia posibilitan la reproducción económica mientras que el segundo se
presenta como “un esquema o modelo de crecimiento de una economía nacional en una época dada
y asigna importancia por igual a las condiciones de producción, rentabilidad, salarios y condiciones
de venta de las mercancías” (Neffa, idem:236) Estas categorías son complementarias entre sí puesto
que a través de ellas se pueden analizar los distintos momentos de desarrollo de capitalismo.
A los regulacionistas se les debe el concepto de fordismo entendido éste como el régimen
de acumulación caracterizado por un método de producción lineal de ensamblaje y el consumo
masivo de la clase trabajadora (Kotz, 1994). El fordismo es entonces un régimen de acumulación
determinado por un modo de regulación específico consistente de ciertos procedimientos,
comportamientos y conductas colectivas e individuales (Neffa, 1998 y 2008)
Si la teoría de la regulación se inaugura en Francia en los años setenta, más particularmente
en 1976 con las investigaciones de Michel Aglietta, poco tiempo después aparecerían los trabajos de
David Gordon abriendo así los análisis de las estructuras sociales de acumulación (social structure of
accumulation).
Al decir de Kotz (1994), los planteos de este nuevo enfoque tendrán puntos en común con la
teoría de la regulación. En principio, ambos presentan marcos teóricos para el análisis de los
procesos de acumulación capitalista en el contexto de la segunda posguerra y a partir de distintas
etapas o niveles (stages). Además, el punto clave en cuanto a sus similitudes se constituye por la
importancia que ambas prestan a las instituciones y sus efectos en tales procesos.
A través de la categoría estructura social de acumulación, esta nueva perspectiva propone
realizar un análisis histórico del capitalismo partiendo de un ‘simple’ argumento: las decisiones que
rodean a los procesos de producción capitalista no pueden tomar lugar en el vacío o en un caos; los

4
Al respecto, es sugerente lo dicho por Engels: “Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última
instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más
que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una
frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre
ella se levantan (...) ejercen también su influencia sobre las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos
casos, su forma” carta de Federico Engels a J. Bloch del 21-22 de setiembre de 1890 en Landi, Oscar (1972), El materialismo
histórico. Antología, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, p.24.
5
Como indican estos autores, esta teoría ha sido criticada por su indeterminismo histórico, esto es, aquí no hay sujeto
histórico, la historia, de hecho, no tiene sujeto; posición que niega, en todo caso, el rol del proletariado, como sujeto portador
de historia, en la cosmovisión marxiana.

3
• Ma ría Elena Nogueira •

capitalistas no promoverían inversiones en contextos en los que no puedan establecer razonables


cálculos respecto de sus niveles de ganancia. Aquí, es importante el ambiente externo (external
environment) a la formación de las expectativas de estos agentes. En otras palabras, este enfoque
argumenta que “los análisis de la dinámica macro permiten, junto al ambiente político-económico,
afectar las decisiones individuales de la acumulación capitalista” (Gordon, Edwards y Reich,
1994:14). Dicho ambiente externo es crucial en la configuración de la matriz de las estructuras
sociales de acumulación. Éstas consisten en el conjunto de instituciones que afectan a los procesos
de acumulación. Algunas de esas instituciones poseen un impacto generalizado, otras, más
específico. Para este conjunto de autores, las innovaciones políticas son estructuradas por clases y
grupos para generar una nueva estructura de acumulación. Cada uno de esos actores posee
capacidad de presión en ese sentido. Los cambios no serán automáticos sino que dependerán de
tales innovaciones. Para la teoría de la regulación, en cambio, será necesario el establecimiento de
un nuevo par régimen de acumulación/ modo de regulación (Kotz, 1994:91)
La perspectiva de las estructuras sociales de acumulación es la que nutre más
específicamente, aunque con algunas diferencias, el concepto de José Nun, régimen social de
acumulación. Este autor advierte que en las dos primeras palabras del concepto se juega la
intencionalidad de eludir –en sus palabras ‘exorcizar’– cualquier tipo de reducción económica es
decir, régimen y social. Las primeras referencias lo presentan como una “red específica de
interacciones sociales”.
Como claramente se indica, este concepto no es homologable al de proceso de acumulación
capitalista, tampoco al de modo de producción, más bien los complementa introduciéndole una
lógica superestructural. Se define entonces como el “conjunto complejo de instituciones y de las
prácticas que inciden en el proceso de acumulación de capital, entendiendo este último como una
actividad microeconómica de generación de ganancias y toma de decisiones de inversión” (Nun,
1987:37)
Nun reconoce el parentesco con la teoría de la regulación y, especialmente, con las
estructuras sociales de acumulación pero argumenta que a diferencia del RSA, tales enfoques le
“otorgan un papel determinante a la forma particular de organización del trabajo en la empresa
industrial lo cual suele teñirlos de un economicismo excesivo” (Nun, 2001:598. Énfasis nuestro)
Por su parte, considerar el RSA supone introducir también la relevancia del régimen político
de gobierno en los procesos de acumulación. Menciona Nun que, “así como hay un régimen político
de gobierno, hay también un régimen social de acumulación, en cuyo contexto operan los agentes
económicos” (Nun, 1987:37. Énfasis en el original). Más adelante agregará que se trata de una
“matriz de configuración cambiante” en la cual se construyen estrategias de acumulación y tácticas
para sostenerlas que se constituyen como “el resultado contingente de una dialéctica de estructuras
y estrategias” (la expresión es de Jessop, 1983 citada en Nun, 1987 y 1999). Al explicar esto
también argumenta, en una nota aclaratoria, que el RSA, a diferencia de las estructuras sociales de
acumulación, “se halla más determinado por sus relaciones por lo que (...) llama régimen político
de gobierno” (Nun, 1999:996)
La noción de dialéctica que se recupera de Jessop (1983 citado en Nun, 1987) deja ver los
aspectos heterogéneos y cambiantes al interior de un RSA, razón por la que entonces se identifican
allí tensiones diversas vinculadas a las distintas fases por las que atraviesa. En este sentido, un RSA
posee distintas fases o etapas. Una de emergencia, otra de consolidación y, finalmente, de
descomposición o decadencia. Especialmente esta última, aclara el autor, suele ser muy extensa
puesto que, parafraseando a Gordon et al. (1994), estos cambios no son automáticos, por el
contrario son procesos dialécticos que, en ocasiones, convierten a las instituciones –otrora garantes
de la coherencia y adaptabilidad de los procesos de reproducción del capitalismo– en “trabas” para
tales procesos.
Finalmente, y con todas las aclaraciones anteriores, una definición más acabada del RSA lo
muestra como “una formación institucional compleja, producto de una historia particular que da
especial saliencia (sic) a determinados actores y prácticas, que establece condiciones de recepción
más favorables para ciertos discursos que para otros, y en cuyo contexto comienzan a cobrar
sentido, por eso mismo, oposiciones y luchas que las restantes redes de relaciones también
presentes pueden inhibir o potenciar” (Nun, 1987:42)
Se deja presentado entonces este concepto que, como es evidente, permite conjugar la
importancia de aspectos políticos y sociales: del régimen político y las instituciones, con los de tipo

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Revista Pilquen • Sección Ciencias Sociales • Año XII • Nº 13, 2010

estructural o más vinculado a lo económico siendo, ambos, clave en la interpretación de los


distintos fenómenos que se reproducen al interior del capitalismo. Se avanzará a continuación sobre
algunos estudios generales respecto de modelos, estrategias y regímenes de acumulación en el caso
argentino de los últimos veinte años.

PARECIDOS DE FAMILIA Y UTILIZACIÓN EN LA LITERATURA ARGENTINA

Son numerosos los trabajos e investigaciones académicas que han intentado establecer y
reflexionar respecto de las causas –y también las consecuencias– de la aplicación de un nuevo
modelo, estrategia o régimen de acumulación (según la perspectiva que se considere). Aunque
existen algunos acuerdos respecto de esto también ciertas diferencias que se establecen,
especialmente, en cuanto al punto de inflexión o momento de quiebre y surgimiento y, a la vez, las
periodizaciones que los autores utilizan (Chiroleu et al., 2000). A continuación se referirán algunos
trabajos centrales que no agotan la innumerable cantidad de investigaciones al respecto pero que
son muy representativos en ese sentido.
La discusión académica respecto de los modelos, estrategias o regímenes de acumulación se
inaugura al modificarse la industrialización sustitutiva que, en reemplazo del agotado modelo agro-
exportador, funcionó en Argentina desde 1930 con diferentes variantes en las formas estatales:
intervencionista, redistribucionista, desarrollista y, para algunos autores, aperturista (Torrado,
1992; Schwarzer, 1996; Neffa, 1998; Rofman, 1999) En general, suele haber acuerdo en que, ya
promediando la década del sesenta, la industrialización sustitutiva estaba dando claros signos de
desgaste que hacían oscilar su continuidad. Vale mencionar que la inestabilidad social, política y
económica expresada en los cinco golpes de Estado entre 1930 y 1976 y sus fatales consecuencias
contribuyó, junto a una nueva articulación del capitalismo a nivel global, a tal desgaste.
El primer trabajo al que se referirá es el de Susana Torrado. Esta autora, para el análisis de
la estructura social en clave marxista, hace foco en las relaciones sociales de producción que se
establecen, exclusivamente a partir de elementos estructurales, en un período determinado: 1945-
1983.6 Tal período Torrado lo distingue a partir de la existencia de modelos de acumulación,
definidos como “las estrategias de acción (objetivos, proyectos y prácticas políticas) relativas a los
factores fundamentales que aseguran la acumulación capitalista (cómo se genera, cuáles son los
elementos que condicionan su dinamismo, cómo se distribuye el excedente) y que son dominantes
en una sociedad concreta en un momento histórico determinado” (Torrado, 1992:29)
Es pertinente mencionar que esta autora utiliza, al menos en este texto, los términos
‘modelo’ y ‘estrategia’ de forma indistinta planteando entonces tres tipos: estrategia justicialista
(1945-1955), estrategia desarrollista (1958-1972) y estrategia aperturista (1976-1983). Como puede
observarse, quedan fuera de cada estrategia los años 1956-57, 1963-66 y 1973-76 puesto que
Torrado considera que durante esos ‘interregnos’ no se implementaron políticas que modificaran la
estructura social y porque además, las transformaciones en ella se manifestarán tiempo después.
En cada caso, el tipo de industrialización se modificó: de la producción de bienes de
consumo masivo a intermedios modificando también la estructura del mercado de trabajo así como
los agentes de peso en cada modelo. Al considerar el punto de inflexión de salida de la
industrialización, en otro trabajo argumenta que desde 1976 en adelante se generaron “diversos
modelos aperturistas”. Con el gobierno militar de 1976 que instauró un claro proceso de
desindustrialización selectiva, con consecuencias sociales nefastas en cuanto al grado de
concentración de la riqueza y los niveles de exclusión. En la transición democrática, con la
administración radical de Raúl Alfonsín, aunque se intentó revertir o “suavizar” los efectos del
primer aperturismo, los contextos estructurales fueron un gran obstáculo que terminó con
hiperinflación con recambio del poder adelantado.
Los años siguientes, especialmente entre 1989-1995, la administración justicialista de Carlos
Menem, modificó radicalmente las condiciones del modelo puesto que, en palabras de Torrado, “se

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Torrado aclara que la noción de clase tomará determinaciones estructurales (prácticas económicas) de las clases y
superestructurales (políticas, religiosas, etc.) pero el trabajo, construido en base a información censal básicamente, se limitará
de forma excluyente a las determinaciones de índole estructural. Veáse Torrado, 1992:24.

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• Ma ría Elena Nogueira •

afianza una estrategia de desarrollo nítida en sus objetivos y en sus medios de implementación, la
que, en el plano económico, retoma, exacerbándolo, el modelo aperturista del gobierno militar,
pero ahora con un éxito notable en el control de la inflación, el crecimiento del producto bruto
nacional y la modificación de la estructura productiva” (Torrado, 1995:32)
El segundo autor que interesa destacar es el ya citado Julio C. Neffa en su análisis del
período 1880-1996 con explícita adhesión a uno de los marcos teóricos mencionados en forma
precedente: la teoría de la regulación. Este autor indica que el período 1976-1989 es, en rigor, la IV
fase de la industrialización sustitutiva. Apelando al par régimen de regulación/ modo de
acumulación, Neffa distingue dos sub-períodos que, aunque siendo coherentes entre sí, tuvieron
formas institucionales claramente distintas, el primero de ellos sería 1976-1983 y el segundo 1983-
1989. Recién el período siguiente, 1989-1995 será caracterizado como el momento de emergencia
de un nuevo régimen de acumulación.
En este sentido, se destaca específicamente la trascendencia del Plan de Convertibilidad de
1991 puesto que da cuenta de “una verdadera ruptura” respecto de los planes económicos del
pasado. En primer lugar, este plan tuvo vocación globalizante a todo el aparato estatal; sus
objetivos fueron –a la vez– de corto y largo plazo con una gran capacidad de adaptación a la
coyuntura. Asimismo, apoyó fuerte y sostenidamente los procesos de privatización y retirada del
Estado como productor de bienes y servicios controlando por un largo período el déficit fiscal, con
niveles de inflación muy bajos -cercanos a los valores en los países industrializados y gran apertura
comercial sin abandonar la lógica del “libre mercado” (Neffa, 1998:331)-. Éstas, entre otras,
modificaciones provocaron un “régimen específico de acumulación de carácter más intensivo y
abierto que el pasado” (idem: 382) Según este autor, se abandona entonces definitivamente la
tradicional industrialización sustitutiva, retirando de ella el apoyo estatal y promoviendo una
apertura absoluta de la economía.
Por su parte, y considerando los procesos de transformación territorial integral como
consecuencia de un “nuevo modelo de acumulación consolidado en la década del ochenta”, un
autor como Alejandro Rofman indica que a fines de los años sesenta se inicia un proceso de
modificación en las estructuras capitalistas a nivel internacional cuyos primeros indicios tendrán
mayor visibilidad entre 1982 y 1986 cuando ya es posible referir al modelo del ajuste estructural.
Este nuevo modelo estará caracterizado por un “pensamiento liberal no intervencioncita”
sostenido desde las bases por algunas características excluyentes: un mayor control de la fuerza de
trabajo, elevando la productividad y reduciendo su incidencia en los costos laborales; severa
disciplina fiscal con el objetivo de bajar la presión tributaria y, finalmente, la libre movilidad de
bienes y capitales (1999:20). De esta forma, Rofman sostiene que en el período 1976-1989 se
consolida la adaptación de la economía argentina al nuevo modelo de acumulación global pero, esto
se expresará con “toda nitidez y eficacia” hacia la década del noventa (idem)
Se observa que estos trabajos, sucintamente descriptos, han focalizado su atención en
cuestiones que hacen al régimen de acumulación y no al régimen político, retomando lo planteado a
partir del análisis de Nun en páginas anteriores. En realidad, el régimen político pareciera no tener
tanto peso en las argumentaciones y ser más bien consecuencia de transformaciones en el, tomando
a Neffa, régimen de regulación. En definitiva, la interpelación a Nun permite una conexión más
compleja que los presenta –al régimen social de acumulación y el régimen político– como necesarios
y vinculantes entre sí.
Con esta clave, el trabajo que no puede dejar de mencionarse, a pesar de transcurridos más
de veinte años, es el de Juan Carlos Portantiero (1987) quien, una vez más, atraviesa los “ciclos de
acumulación” sin descuidar la variable política y con la gran lucidez que lo caracterizaba.
El pensador argentino comienza el análisis advirtiendo la imposibilidad de una
interpretación económica prescindiendo de elementos sociales, políticos y económicos que la
atraviesan y, a la vez, constituyen. Al iniciar el estudio respecto del régimen de industrialización
sustitutiva en la década del treinta, este autor indica la existencia de una primera fase –que
concluye con el primer gobierno peronista (1946-1952)– de corte excluyente y otra, integradora, que
tendrá un período de larga decadencia hacia finales de los años cincuenta. Luego de la
concentración y transnacionalización de la economía que provocó el intento de Frondizi de la
apertura a capitales y tecnología, el ya mencionado autoritarismo burocrático de Onganía –la
autodenominada Revolución Argentina– marcaría una nueva decadencia ahora marcada por una
constante y progresiva desacumulación (Portantiero, 1987:73) En la argumentación de cada fase, se

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establecen referencias a la democracia representativa, los actores corporativos, el sistema de


partidos y el telón de fondo de la ingobernabilidad que afecta tanto a gobiernos autoritarios como
democráticos.
Ciertamente, es posible distinguir, en términos de Nun y considerando las modificaciones
políticas y económicas establecidas a partir de 1991, nuevos rasgos al interior del Estado y en las
formas de representación por las que pueden observarse matices de importancia en el régimen
social de acumulación.
La fase de decadencia de éste podría identificarse en 1995 a partir del denominado “efecto
tequila”7 que pondrá de manifiesto la dependencia excesiva del modelo de la convertibilidad. La
decadencia será rotunda durante la crisis de 2001, con una tortuosa salida de la convertibilidad y
también, de un presidente elegido por amplia mayoría unos años antes.
Finalmente, y en lo que se ha convenido en llamar la pos-convertibilidad, es decir, el
período de recuperación posterior a la crisis de 2001, comenzó a discutirse la emergencia de un
nuevo modelo económico y social (Novick, 2006; Lavopa, 2007). Este último autor, define al modelo
económico como una abstracción sintética por la que se intenta reducir la inconmensurable
complejidad de la realidad económica. Considerando esta –no menor– aclaración, se indica que a
partir de 2002 hubo, según Anlló et al. (2007), un “sorprendente desempeño positivo”. En general,
se destaca entre 2002 y 2007 un acelerado crecimiento de la economía con una tasa acumulativa del
8.2%. Se mencionó, además que el Estado logró recuperar -siguiendo a Iazzetta (2005)- ciertas
herramientas que le permitieron un piso de estatidad. En palabras de Lavopa, y con este escenario,
“se abre hoy un campo muy fructífero para la aplicación activa de políticas que se orienten a
transformar la estructura productiva y la matriz distributiva resultantes de las reformas liberales
encaradas en las últimas tres décadas” (Lavopa, 2007:71)
Es evidente que no es posible indicar la existencia de un nuevo RSA en los términos que aquí
ha sido presentado pero, al menos, se requiere estudiar los interrogantes al respecto. Lo sugerente
es que, en todo caso, la vigencia del concepto permite reflexionar acerca del papel –en apariencia
renovado– que cabe al Estado en los procesos de acumulación insistiendo en la relación vinculante
que, en el caso argentino de Nun en adelante, permite abarcar con mayor especificidad la
naturaleza de este tipo de fenómenos.

ALGUNOS COMENTARIOS DE CIERRE: UN CONCEPTO, MUCHAS MIRADAS

A partir de la contribución de Kart Polanyi, cualquier intento de autonomizar la esfera


económica resultaría infructuoso. Por el contrario, de su muy conocido trabajo se erige un supuesto
teórico de gran trascendencia, la economía no es autónoma, está arraigada en aquellas lógicas que
Marx calificaría de superestructurales: la política, la religión, las relaciones sociales en general. Los
intentos de los modelos aperturistas, neoliberales o del ajuste estructural que han interpretado el
mercado como autorregulado, independiente y alejado del Estado o de la política en términos más
amplios, aumentaron las tensiones que esa ‘utopía’ supone y, al menos en Argentina, los resultados
no han sido favorables. En la percepción de quien escribe, este supuesto está implícito en la
estructuración que Nun hace del concepto en cuestión: el RSA.
En esa interpretación, una cuestión tan central en la actualidad como la consolidación
democrática dependerá de la articulación de lo económico y lo político, del RSA y el régimen
político de gobierno y allí, dice Nun, “el papel del Estado ha sido y es decisivo” (Nun, 1987:47).
Dicha consolidación democrática supone la construcción cotidiana de un campo en el que se
inscriben tres lógicas: la democrático-representativa, la corporativa y, finalmente, la capitalista.
Estos espacios, que parecen hacerse cada vez más autónomos requieren de una “disyunción en
equilibrio”, una especie de justo medio aristotélico que en sus palabras resulta “tan necesaria como
trabajosa”.
Si, como escribirá Nun bastante después (2001), el capitalismo y la democracia no son
sistemas evidentemente complementarios pues sus bases son radicalmente distintas: la una, se

7
Refiere al impacto de la devaluación de la moneda mexicana hacia finales de 1994.

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• Ma ría Elena Nogueira •

sustenta sobre la premisa de la igualdad, el otro, sobre la de la diferencia; la forma posible de


procesar esa tensión -a todas luces inevitable- es la articulación con un régimen político
democrático establecida en base a un compromiso (Nun, 2001:49) aunque la significación de éste
variará según el contexto del capitalismo y el régimen democrático particular que los circunda.
Todas estas referencias son relevantes dada la posibilidad de aprehender diferentes
períodos a partir de la noción de RSA. De esa forma, será posible distinguir continuidades y rupturas
no sólo en la formas de acumulación del capital sino, especialmente, en el rol del Estado y la
sociedad. Finalmente, no se trata de un concepto caído en desuso sino, por el contrario, de uno que
parece tener mucha vigencia cuando -otra vez- se abren discusiones sobre nuevos modelos,
estrategias o regímenes de acumulación.
Para el caso argentino, Novick (2006) indica que la crisis de 2001 no sólo desvirtúo la
viabilidad del modelo económico sino que, además, puso en jaque la gobernabilidad democrática.
Ésta no sólo se vincula con la cantidad de recursos que un gobierno posee para establecer un piso de
certidumbre sino también con la eficacia en llevar adelante políticas públicas. En este sentido y
como menciona Iazzetta (2009), la gobernabilidad democrática depende tanto del funcionamiento
de los gobiernos como del desempeño de sus Estados. Es posible inferir entonces que, el rol del
Estado y el alcance de sus capacidades en juego resulta una variable de gran importancia para
gobernar eficazmente en un contexto democrático. Como se ha indicado en innumerables ocasiones,
la cuestión no es más o menos Estado sino un Estado eficaz. El RSA, excluyendo las cuestiones
puramente económicas, deja ver la relevancia de “pensar” al Estado democrático como actor
protagónico de las estrategias de acumulación de capital y, a la vez, como la única institución por la
que es posible alcanzar un umbral de certidumbre.

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Revista Pilquen • Sección Ciencias Sociales • Año XII • Nº 13, 2010

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• Ma ría Elena Nogueira •

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