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RESUMEN
El presente escrito tiene como objetivo re-traer a la discusión académica el concepto de régimen
social de acumulación acuñado por José Nun. En este sentido, se recuperarán aquí las principales
corrientes teóricas que han contribuido a su formación así como también el uso que en los estudios
referentes a nuestro país –Argentina– dicho concepto ha merecido. De tal forma, esta comunicación
presenta una revisión de la literatura sobre la temática y algunos ejes para reflexionar respecto de
un concepto de gran trascendencia para el estudio de las problemáticas sociales.
Palabras clave: Régimen social de acumulación; Estado; Argentina.
BRIEF NOTES ABOUT THE CONCEPT OF ‘RÉGIMEN SOCIAL DE ACUMULACIÓN’ AND ITS
ACTUAL RELEVANCE
ABSTRACT
This analysis is intended to re-bring the academic discussion of the concept of régimen social de
acumulación coined by José Nun. In this sense, the document recovers the main theoretical trends
that have contributed to this concept formation as well as its use in studies about Argentina. Thus,
this paper presents a review of the literature on the topic and some key to reflect on a concept of
great significance to study social problems.
Key words: ‘Régimen social de acumulación’; State; Argentina.
* El presente trabajo forma parte de la Tesis Doctoral de mi autoría titulada: “Agendas de gobierno y concertación en el
sector lácteo argentino. Dilemas para la construcción de política pública (1983-2008)” dirigida por el Dr. Mario Lattuada.
Agradezco a un árbitro anónimo las sugerencias para la corrección de este trabajo.
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mariaelenanogueira@gmail.com
A MODO DE INTRODUCCIÓN
Quizá el origen, más o menos explícito, de los análisis sobre regulación en general sea la
teoría marxista o mejor, el concepto marxiano de modo de producción. La gran innovación en esta
interpretación es, como es sabido, la comprensión del capital como una relación social: no se trata
de una cosa, un objeto, sino una relación (Archenti y Aznar, 1988).2 Marx, con clave dialéctica
aunque no hegeliana, define el modo de producción como una unidad compleja constituida por dos
variables clave: las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. En las primeras se
encuentran los insumos, medios de trabajo, materias primas y, a su vez, la fuerza de trabajo. Por su
parte, las relaciones sociales de producción son aquellas que entablan los hombres en la
constitución de los procesos productivos. Se trata entonces de un concepto dinámico sobre el que se
constituyen las relaciones sociales, entendidas éstas a partir de la lucha de clases.3 A su vez, dos de
los pilares de la cosmovisión marxiana son las nociones de estructura y superestructura. Nudo de la
interpretación del gran pensador alemán, la primera se relaciona con el conjunto de cuestiones
vinculadas al plano de lo económico-productivo. La segunda, en cambio, refiere a ciertas relaciones
sociales, jurídicas, políticas, religiosas que aquélla estructura, en primera instancia, condiciona
naturalmente en un modo de producción dado. Menciona Marx, en la que probablemente sea una de
sus referencias con mayor densidad dada la complejidad de su contenido, que: “En la producción
social de su existencia, los hombres entran en determinadas relaciones, necesarias e independientes
de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio de sus fuerzas
evolutivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura, la
base real sobre la que se alza un edificio [uberbau] jurídico y político, y a la cual corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina
[bedingen] el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia del
hombre lo que determina su ser sino, por el contrario, es sus existencia social lo que determina su
conciencia” (Marx, 2004:67. Énfasis nuestro. Alemán en el original)
Aunque la frase anterior ha llevado a ciertos reduccionismos de tipo económico o, lo que es
lo mismo, aquello que Weber (1995) mencionó como ‘marxismo vulgar’, ésta es verdaderamente
significativa del peso que posee en la teoría de Marx la relación entre estas dos dimensiones, la
estructural y la superestructural. Siguiendo a Vedda (2006) es evidente que Marx evitaba las
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Marx indica que “el capital, entre otra cosas, es también un instrumento de producción, es también trabajo pasado,
objetivado. De tal modo, es una relación natural, universal y eterna; pero lo es si deja de lado lo específico, lo que hace de
‘instrumento de producción’, del ‘trabajo acumulado’, un capital” (Marx, 2004:35)
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Lógicamente, la interpretación de las clases sociales en Marx excede largamente el objetivo de este escrito. Infinidad de
trabajos desde la Teoría Sociológica han recuperado –y discutido– tal conceptualización. Para los aspectos más generales
véase, Giddens, Anthony (1994) (1971), El capitalismo y la moderna teoría social, Barcelona: Labor (Original en Inglés)
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Revista Pilquen • Sección Ciencias Sociales • Año XII • Nº 13, 2010
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Al respecto, es sugerente lo dicho por Engels: “Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última
instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más
que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una
frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre
ella se levantan (...) ejercen también su influencia sobre las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos
casos, su forma” carta de Federico Engels a J. Bloch del 21-22 de setiembre de 1890 en Landi, Oscar (1972), El materialismo
histórico. Antología, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, p.24.
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Como indican estos autores, esta teoría ha sido criticada por su indeterminismo histórico, esto es, aquí no hay sujeto
histórico, la historia, de hecho, no tiene sujeto; posición que niega, en todo caso, el rol del proletariado, como sujeto portador
de historia, en la cosmovisión marxiana.
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Son numerosos los trabajos e investigaciones académicas que han intentado establecer y
reflexionar respecto de las causas –y también las consecuencias– de la aplicación de un nuevo
modelo, estrategia o régimen de acumulación (según la perspectiva que se considere). Aunque
existen algunos acuerdos respecto de esto también ciertas diferencias que se establecen,
especialmente, en cuanto al punto de inflexión o momento de quiebre y surgimiento y, a la vez, las
periodizaciones que los autores utilizan (Chiroleu et al., 2000). A continuación se referirán algunos
trabajos centrales que no agotan la innumerable cantidad de investigaciones al respecto pero que
son muy representativos en ese sentido.
La discusión académica respecto de los modelos, estrategias o regímenes de acumulación se
inaugura al modificarse la industrialización sustitutiva que, en reemplazo del agotado modelo agro-
exportador, funcionó en Argentina desde 1930 con diferentes variantes en las formas estatales:
intervencionista, redistribucionista, desarrollista y, para algunos autores, aperturista (Torrado,
1992; Schwarzer, 1996; Neffa, 1998; Rofman, 1999) En general, suele haber acuerdo en que, ya
promediando la década del sesenta, la industrialización sustitutiva estaba dando claros signos de
desgaste que hacían oscilar su continuidad. Vale mencionar que la inestabilidad social, política y
económica expresada en los cinco golpes de Estado entre 1930 y 1976 y sus fatales consecuencias
contribuyó, junto a una nueva articulación del capitalismo a nivel global, a tal desgaste.
El primer trabajo al que se referirá es el de Susana Torrado. Esta autora, para el análisis de
la estructura social en clave marxista, hace foco en las relaciones sociales de producción que se
establecen, exclusivamente a partir de elementos estructurales, en un período determinado: 1945-
1983.6 Tal período Torrado lo distingue a partir de la existencia de modelos de acumulación,
definidos como “las estrategias de acción (objetivos, proyectos y prácticas políticas) relativas a los
factores fundamentales que aseguran la acumulación capitalista (cómo se genera, cuáles son los
elementos que condicionan su dinamismo, cómo se distribuye el excedente) y que son dominantes
en una sociedad concreta en un momento histórico determinado” (Torrado, 1992:29)
Es pertinente mencionar que esta autora utiliza, al menos en este texto, los términos
‘modelo’ y ‘estrategia’ de forma indistinta planteando entonces tres tipos: estrategia justicialista
(1945-1955), estrategia desarrollista (1958-1972) y estrategia aperturista (1976-1983). Como puede
observarse, quedan fuera de cada estrategia los años 1956-57, 1963-66 y 1973-76 puesto que
Torrado considera que durante esos ‘interregnos’ no se implementaron políticas que modificaran la
estructura social y porque además, las transformaciones en ella se manifestarán tiempo después.
En cada caso, el tipo de industrialización se modificó: de la producción de bienes de
consumo masivo a intermedios modificando también la estructura del mercado de trabajo así como
los agentes de peso en cada modelo. Al considerar el punto de inflexión de salida de la
industrialización, en otro trabajo argumenta que desde 1976 en adelante se generaron “diversos
modelos aperturistas”. Con el gobierno militar de 1976 que instauró un claro proceso de
desindustrialización selectiva, con consecuencias sociales nefastas en cuanto al grado de
concentración de la riqueza y los niveles de exclusión. En la transición democrática, con la
administración radical de Raúl Alfonsín, aunque se intentó revertir o “suavizar” los efectos del
primer aperturismo, los contextos estructurales fueron un gran obstáculo que terminó con
hiperinflación con recambio del poder adelantado.
Los años siguientes, especialmente entre 1989-1995, la administración justicialista de Carlos
Menem, modificó radicalmente las condiciones del modelo puesto que, en palabras de Torrado, “se
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Torrado aclara que la noción de clase tomará determinaciones estructurales (prácticas económicas) de las clases y
superestructurales (políticas, religiosas, etc.) pero el trabajo, construido en base a información censal básicamente, se limitará
de forma excluyente a las determinaciones de índole estructural. Veáse Torrado, 1992:24.
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afianza una estrategia de desarrollo nítida en sus objetivos y en sus medios de implementación, la
que, en el plano económico, retoma, exacerbándolo, el modelo aperturista del gobierno militar,
pero ahora con un éxito notable en el control de la inflación, el crecimiento del producto bruto
nacional y la modificación de la estructura productiva” (Torrado, 1995:32)
El segundo autor que interesa destacar es el ya citado Julio C. Neffa en su análisis del
período 1880-1996 con explícita adhesión a uno de los marcos teóricos mencionados en forma
precedente: la teoría de la regulación. Este autor indica que el período 1976-1989 es, en rigor, la IV
fase de la industrialización sustitutiva. Apelando al par régimen de regulación/ modo de
acumulación, Neffa distingue dos sub-períodos que, aunque siendo coherentes entre sí, tuvieron
formas institucionales claramente distintas, el primero de ellos sería 1976-1983 y el segundo 1983-
1989. Recién el período siguiente, 1989-1995 será caracterizado como el momento de emergencia
de un nuevo régimen de acumulación.
En este sentido, se destaca específicamente la trascendencia del Plan de Convertibilidad de
1991 puesto que da cuenta de “una verdadera ruptura” respecto de los planes económicos del
pasado. En primer lugar, este plan tuvo vocación globalizante a todo el aparato estatal; sus
objetivos fueron –a la vez– de corto y largo plazo con una gran capacidad de adaptación a la
coyuntura. Asimismo, apoyó fuerte y sostenidamente los procesos de privatización y retirada del
Estado como productor de bienes y servicios controlando por un largo período el déficit fiscal, con
niveles de inflación muy bajos -cercanos a los valores en los países industrializados y gran apertura
comercial sin abandonar la lógica del “libre mercado” (Neffa, 1998:331)-. Éstas, entre otras,
modificaciones provocaron un “régimen específico de acumulación de carácter más intensivo y
abierto que el pasado” (idem: 382) Según este autor, se abandona entonces definitivamente la
tradicional industrialización sustitutiva, retirando de ella el apoyo estatal y promoviendo una
apertura absoluta de la economía.
Por su parte, y considerando los procesos de transformación territorial integral como
consecuencia de un “nuevo modelo de acumulación consolidado en la década del ochenta”, un
autor como Alejandro Rofman indica que a fines de los años sesenta se inicia un proceso de
modificación en las estructuras capitalistas a nivel internacional cuyos primeros indicios tendrán
mayor visibilidad entre 1982 y 1986 cuando ya es posible referir al modelo del ajuste estructural.
Este nuevo modelo estará caracterizado por un “pensamiento liberal no intervencioncita”
sostenido desde las bases por algunas características excluyentes: un mayor control de la fuerza de
trabajo, elevando la productividad y reduciendo su incidencia en los costos laborales; severa
disciplina fiscal con el objetivo de bajar la presión tributaria y, finalmente, la libre movilidad de
bienes y capitales (1999:20). De esta forma, Rofman sostiene que en el período 1976-1989 se
consolida la adaptación de la economía argentina al nuevo modelo de acumulación global pero, esto
se expresará con “toda nitidez y eficacia” hacia la década del noventa (idem)
Se observa que estos trabajos, sucintamente descriptos, han focalizado su atención en
cuestiones que hacen al régimen de acumulación y no al régimen político, retomando lo planteado a
partir del análisis de Nun en páginas anteriores. En realidad, el régimen político pareciera no tener
tanto peso en las argumentaciones y ser más bien consecuencia de transformaciones en el, tomando
a Neffa, régimen de regulación. En definitiva, la interpelación a Nun permite una conexión más
compleja que los presenta –al régimen social de acumulación y el régimen político– como necesarios
y vinculantes entre sí.
Con esta clave, el trabajo que no puede dejar de mencionarse, a pesar de transcurridos más
de veinte años, es el de Juan Carlos Portantiero (1987) quien, una vez más, atraviesa los “ciclos de
acumulación” sin descuidar la variable política y con la gran lucidez que lo caracterizaba.
El pensador argentino comienza el análisis advirtiendo la imposibilidad de una
interpretación económica prescindiendo de elementos sociales, políticos y económicos que la
atraviesan y, a la vez, constituyen. Al iniciar el estudio respecto del régimen de industrialización
sustitutiva en la década del treinta, este autor indica la existencia de una primera fase –que
concluye con el primer gobierno peronista (1946-1952)– de corte excluyente y otra, integradora, que
tendrá un período de larga decadencia hacia finales de los años cincuenta. Luego de la
concentración y transnacionalización de la economía que provocó el intento de Frondizi de la
apertura a capitales y tecnología, el ya mencionado autoritarismo burocrático de Onganía –la
autodenominada Revolución Argentina– marcaría una nueva decadencia ahora marcada por una
constante y progresiva desacumulación (Portantiero, 1987:73) En la argumentación de cada fase, se
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Refiere al impacto de la devaluación de la moneda mexicana hacia finales de 1994.
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