Clínica de La Urgencia - Inés Sotelo

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Clínica de la urgencia

Inés Sotelo

Con prólogo de
Leonardo Gorostiza

La edición de este título se realiza en cumplimiento del


Convenio suscripto entre la Facultad de Psicología UBA
y JCE Ediciones, cf. Resolución {C, D.) N° 1533/04.
Clínica de la urgencia / Inés Sotelo ... [ei al.) ; ilustrado por
Héctor O. Pérez ; con prólogo de Leonardo Coros tiza.
1.a ed. - Buenos Aires : JCE Ediciones, 2007.
192 p. ; 23 x 16 cm.
ISBN 978-987-23217-1-0
1. P sico an álisis. I. Sotelo, Inés. II. P érez, II. O., ilus,
III. Gorostiza, Leonardo, prolog.
CDD 150.195

Realización dei interior y tapas Héctor Osvaldo Pérez


Revisión técnica general: Juan Carlos Esquive!

© 2007
JCE Ediciones
Juan Carlos Esquive! - Editor
Av. Olivera 1059, “B” {14!6} Ciudad
de Buenos Aires
je_esquivel{í7;y a hoo.com

Primera edición: abril de 2007


I. S. B. N.: 978-987-232!7-1-0
Impreso en la Argentina.
Hecho el depósito que marca la ley 11.723.

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MATA Aí. hirsU tí Todos los derechos reservados.
yv.srrN
Prohibida la reproducción, total o parcial,
por cualquier medio que fuere.
a Roberto
índice

Presentación............................................................................ 1.1
Inés Sotelo
Prólog'o.................................................................................... 15
Leonardo Gorostiza
Capítulo 1: El Sujeto en la Urgencia Institucional .......... 21
Salud .Mental y las Instituciones (21); La urgencia gene­
ralizada (23); La Urgencia en la Universidad (24); Urgen­
cia de los profesionales (25); Localización de la urgencia
(26); Normalidad y anormalidad (27); Encuentro con un
analista (29); El tiempo, entre la prisa y la pausa (30); Ur­
gencia y gravedad del caso (31); Tiempos lógicos (31); Eva­
luación y avaluación (35); Culpa y responsabilidad (37); Una
experiencia en Francia (38); Violencia en las familias, vio­
lencia en las instituciones (39); Etica y Moral (40); ¿Qué
bien? (41); Rivalidad especular (43); Instituciones y poder
(44); Verdad... a medias (46); Debates en el Foro (47);
M omento de concluir (54); Bibliografía (56).

Capítulo 2 : Urgencia y psicosis ................. 59


Entrevista de admisión (59); Entrevista familiar (59);
Entrevista familiar en la urgencia (61); Confección de la
historia clínica (62); Psiquiatría y psicoanálisis en la eva­
luación (63); ¿Qué diagnosticamos en la entrevista de
admisión? (66); Ruptura, perplejidad, delirio (67); Deci­
siones del analista en la guardia (69); Recorrido analíti­
co en la internación (74); La esperanza de una pregunta
o acerca de una estabilización posible (74); Acerca de la
Mujer en la psicosis (76); Resolución de la urgencia (78);
D ebates en el Foro (79); B ibliografía (83).

Capítulo 3: La angustia en la urgencia.......... .................... 85


En guardia (85); El grato del deseo (86); Claves para leer
el grato del deseo (86); La angustia (89); Acción en la
guardia (91); Otros cortes en su historia (91); Constitu­
ción del síntoma (93); La operación analítica (95); Una
nueva imagen (96); Puntualizaciones sobre la angustia
(99); Angustia y fantasma (99); Otra versión del Padre
(101); D ebates en el Foro, (103); B i bl ios rafia (409).
Capítulo 4: Acting out y pasaje al acto en la urgencia .... 111
Ácting out y pasaje al acto en el caso de “la joven homo­
sexual” (112); Pasaje al acto: Una "calculadora sin cál­
culo" (118); Pasaje al acto y acting out: dos momentos
(1.16); La vacilación calculada de la neutralidad del ana­
lista (117); Dolores que matan (118); Lejos del síntoma
(119); Impulsos y caídas (120); Acting out en la cura
(122); Intervenciones del analista (122); Reclamos de
una madre (125); La interconsulta (127): ¿Qué inter­
venciones en las psicosis? (128); Para concluir (128); De­
bates en el Foro (130); B ibliografía (139).

Capítulo 5: Urgencias y toxicomanías.......... .................... 141


¿Qué consumo? (141); La droga como producto en el mer­
cado (142); "Soy toxicómano” (143); El goce es uno por
uno (145); Los estudiantes en la guardia (145); Sínto­
ma y consumo de la época (146); Consumos en la urgen­
cia (147); Consumo y acting out (148); La operación toxi-
cómana (151); Un uso de la ley y de las normas (153);
Localizar otras urgencias (154); Consumo en la psicosis
(154); Abstinencia... del analista (156); ¿Qué institucio­
nes proponemos? (157); Debates en el Foro (158); B i­
bliografía (166),

Capítulo 6 : La urgencia, los niños y los adolescentes ..... 169


Niños en Guardia (169); Otras urgencias (170); Proble­
mas de aprendizaje (171); Urgencia en la escuela: un
niño dice a todo que NO (171); ¿Qué trae al sujeto a la
consulta? (172); Tengo un problema (173); El saber del
i'tí tr a s a do (17 4); Ti e mp o de com prender (175); I de n ti.fi -
raciones y apariencias (176); Aprender lalengua (176);
La debilidad m ental es la forma en que se goza del sen­
tido (178); Nombrado por el padre (179); Una persona
mayor (179); Su hijo es normal, su hijo es varón (180);
¿Qué es analizar a un niño? (180); El control y el des­
control, el sentido se escapa (181); Teorías sobre la
ennresis (181); Una madre se cansa (183); Pensa-mien-
to (183); Un padre, un hombre (184); Cosas de chicos,
cosas de hombres (185); El despertar de la primavera
(186); Bibliografía. (187).
Presentación
i

u /

ste libro reúne algunos de los temas que he desarrollado


E a lo largo de 10 años en la Facultad de Psicología de la
Universidad de Buenos Aires en el marco de la Práctica Pro­
fesional Clínica de la Urgencia.
La s Pr á c ti ca s P r ofe s i on al e s for ma aparte d e 1p 1a n d (¡es­
tudios de dicha carrera; en ellas más de 1.000 alumnos por
año eligen prácticas con orientación psicoanalítica y se in­
sertan en las instituciones participando de los espacios de
asistencia, produciéndose en la mayoría de los casos el pri­
mer encuentro con los pacientes, con los profesionales y con
las instituciones.
En Clínica de la Urgencia, con el comprometido equi­
po docente que me acompaña desde 1996 hemos ido cons­
truyendo una lógica de transmisión en la que se invierte
la clásica modalidad universitaria: leer y reproducir con
actitud crítica el saber de maestros, profesores, autores
en los cuales autorizarse.
En esta Práctica, el texto central será el del paciente y es
a partir de él que volverán a los autores, a la teoría que han
recorrido a lo largo de los años de formación académica. Tex­
to que se desprende de las entrevistas de guardia o admisión
ocurridas en las instituciones asistencíales en las que el estu­
diante ha participado.
Ése será el punto de partida para ponerse a trabajar:
hacer en primer lugar una lectura de la' institución y sus
dispositivos; de sus alcances y de sus límites; del entrecru­
zamiento discursivo; de los recursos desplegados para que
la urgencia se aloje.
T rabajarán también acerca de las cuestiones ligadas
a la particularidad con que la urgencia aparece en cada
sujeto; diagnóstico, recursos, suhjetivación; tram a en la
que se produce el desencadenamiento psicótico o el esta-
llido do la neurosis.
Ubicarán las presentaciones clínicas de la época, tiempos
de urgencia en donde las presentaciones clínicas más frecuen­
tes son; la angustia, el ctcíing out, el pasaje al acto, las toxico­
manías, y en la infancia el fracaso escolar o el ahora llamado
déficit atencional.
Pina 1mentese encon t r arán con los profesiona 1es que sos-
tienen su práctica decidida; médicos, trabajadores sociales,
te rapistas ocu pací onalos, mu sicotera peritas, enfermeros; tam­
bién con los psicoanalistas que no desaprovechan la posibili­
dad de inventar un espacio donde sorprender lo real en juego
en la clínica de la urgencia.
Los primeros capítulos fueron presentados en el Curso
Virtual ofrecido por la comunidad Russcll,* cuyo director es
Jorge Bekerman. Participaron del mismo, psicoanalistas de
distintos lugares del mundo con la cuidadosa moderación de
Beatriz Bacco que posibilitó una riquísima interlocución e
intercambio de experiencias de analistas que sostienen su
práctica en culturasm uy diversas.
Al final de cada capítulo se incluyen algunas intervencio­
nes del debate que el foro produjo.
Este libro intenta sostener la interlocución entre la clíni­
ca, la episteme y la política de transmisión del psicoanálisis,
sin estándares pero con todo ol rigor ético.
Mi profundo agradecimiento a las autoridades de la fa­
cultad, al consejo directivo, a la Decana Sara Slapak con cuya
gestión se han desarrollado las Prácticas Profesionales, con­
solidando así la formación de los psicólogos.
Al editor Juan Carlos Esquive! por hacer posible esta
publicación.

■*Comun í da d Rus sol ! (ru ssol'l@eomun i d a dr ussolí .com).


A todos los que han participado de este libro con sus
relatos clínicos, con los debates en el foro, transformándolo
en un espacio de conversación, lazo fundamental para la
formación de los analistas.
Mi especial reconocimiento y gratitud hacia Leonardo
Gorostiza que ha enriquecido estas páginas con el prólogo así
como con su generosa lectura o interlocución.
A los estudiantes, a quienes está dirigida esta publica­
ción, que con su presencia comprometida ponen en causa nues­
tro deseo por la transmisión del psicoanálisis.

Inés Sotelo**
Febrero 2007

**Inós Sotelo. Psicoanalista. Profesora de la Práctica Profesional Clínica


de la Urgencia, Carrera de Psicología y Profesora de Psicopatoiogía de la
Carrera de Musieoterapía. Facultad de Psicología. UBA. Miembro do la
Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis (AMP), (misotolo@psi.tiba.ar)
Prólogo |

na imagen ya clásica, que los humoristas gráficos han


sabido popularizar durante décadas, sin duda contribu­
yó a consolidar un prejuicio en el sabed' popular: la idea de
que habría una incompatibilidad o disyunción entre el psi­
coanálisis y la urgencia, Efectivamente|la imagen aún hoy es
evocada para delicia de los lectores. Ef paciente, tranquila­
mente recostado en el diván, se entrega a la asociación libre,
mientras el analista, atiende con calma y realiza sus ocasio­
nales anotaciones. Una atmósfera atemporal parece apoderar­
se del cuadro hasta que alguna ocurrencia del paciente -gene­
ralmente vinculada a la realidad efectiva o a algún ardid de
lógica pura- sobresalta al analista y lo reconduce al estado de
vigilia. Bastará entonces alguna elucubración de sentido de
cualquiera de los integrantes de la pareja terapéutica para
queda calma vuelva a instalarse para tranquilidad de ambos.
El supuesto sueño analítico prosigue.
Hasta aquí la versión, más o menos fiel, de esta concepción
vulgar que a menudo hace pensar que un análisis siempre ha­
brá de implicar me minucioso trabajo.de rememoración de la
historia infantil del sujeto, volviéndolo así incompatible para
hacer frente a aquellas situaciones en las que la premura que
impone la angustia demanda soluciones rápidas y eficaces.
Sin embargo, bastaría con onumerar los comienzos de al­
gunos ya clásicos historiales clínicos freudianos para demos­
trar que, por el contrario, cabe afirmar que la urgencia subje­
tiva lejos de oponerse al psicoanálisis es consustancial a su
práctica. Porque, ¿no es una inmanejable situación de urgen­
cia subjetiva la que lo lleva al Hombre de las Ratas, en un
estado de agitación que el propio bread destaca, a pedirle con
desesperación upa solución a su ideación obsesiva? ¿No es
acaso bajo la presión de la angustia que experimentan tanto
el padre de Dora como el de la Joven Homosexual —por el
extravío y el accionar de sus hijas- que recurren a Freud como
último intento de responde)- a lo que para ellos no tiene nom­
bre? ¿Y que deciríde Juanito y de su padre? ¿No es también
en este caso la angustia el afecto que preside el cortejo sinto­
mático del pequeño y altera el supuesto equilibrio familiar
hasta entonces a duras penas conservado?
Pero además, si se sabe leerlo,1ha sido Jaeques-Laean quien
do un modo u otro ha señalado a lo largo de su enseñanza esta
redación intrínseca entre el psicoanálisis y la urgencia.
Ya sea en su temprano «Informe de Roma», en 1953, al
señalar:
«Nada creado que no aparezca en la urgencia, nada en la
urgencia que no engendre su rebasa miento en la palabra».234

Ya sea en un breve escrito de 1966 titulado «Del sujeto


por fin cuestionado» y que precedió a su «Proposición...» so­
bre el pase, cuando ^en un contexto relativo a la formación de
los psicoanalistas- afirma sin ambages:
«Por lo menos ahora podemos contentarnos con que mien­
tras dure un rastro de lo que hemos instaurado, habrá psi­
coanalista para responder a ciertas urgencias subjetivas.. .»P

O bien en la conclusión de su «Prefacio a la edición ingle­


sa del Seminario 11» donde sorprendentemente hace men­
ción a las urgencias subjetivas:
«Señalo que, como siempre, mientras escribía esto los ca­
sos de urgencia me estorbaban»'1 -dice como al pasar.

1. Como lo hace Jacques-Alain Mi 11er en su actual Curso de la Orientación


Laca ni a n a , clase del 15 de noviembre de 2006.
2. Escritos 1, Siglo XXI Editores, A rgentina 1988, pág. 231.
3. Ihídem , pág. 226.
4. En Intervenciones y Textos 2, M anantial, A rgentina, 1988, pág, 62.
Una y otra vez, La ca n r 0it er a e1la zo in diso1ub 1e q ue ex is -
te entre la urgencia subjetiva y el psicoanálisis. ¿Por qué?
Porque la práctica analítica de orientación laeaniana pre­
cisamente so funda en aquello que al hahlanteser se le hace
presente como lo imposible de simbolizar, aquello que sobre­
pasa lo que su palabra puede nombrarles decir, se funda en
aquello que Lacan llamó: el traumatismo - troumalisme- del
agujero de lo real, es decir, el traumatismo del «no hay rela­
ción (proporción) sexual», inherente a todo ser hablante.
Es entonces desde esta perspectiva, bajo este marco, que
podemos afirmar que la práctica analítica de las urgencias
subjetivas -lejos de oponerse- constituye un ámbito privile­
giado para la práctica del psicoanálisis y, aún más, para el
esclarecimiento de sus fundamentos.
Porque se trata no sólo de demostrar una y otra vez, como
el lector podrá muy bien constatar en las páginas que siguen,
la enorme efectividad terapéutica del psicoanálisis ante las
urgencias subjetivas. Esto es fundamental, pero también lo
es destacar -como también podrá corroborarse en varios pa­
sajes del. texto- la dimensión eminentemente ética de una
orientación que no cede en Ja exigencia de apelar a la apari­
ción de una subjetividad responsable allí donde otras prácti­
cas profundizan la vietimización del paciente.
Es así que Clínica de la Urgencia, libro que reúne la
experiencia de las clases dictadas por Inés Sotelo a lo largo
de diez años de enseñanza en la Facultad de Psicología de la
Universidad de Buenos Aires, se inscribe en una perspecti­
va crucial. Crucial porque se trata de una experiencia de
enseñanza que proviene de un espacio anualmente poblado
por aproximadamente trescientos alumnos. Nada más y nada
menos que trescientos alumnos pueden acceder así a una
dimensión de la enseñanza y la transmisión que permite
contrarrestar la pendiente a la que habitualmente conduce
el discurso universitario.
Porque la clínica de la urgencia introduce otra dimen­
sión, la que se opone a la experiencia concebida como una
mera acumulación de saber. Dicho de otro modo,-es como si
esta práctica -a l darle la palabra al sujeto, o mejor dicho,
al propiciar que el sujeto advenga en tanto ta l- agujereara
el «todo saber» que está presente en la estructura misma
del discurso universitario. De este modo, tal como recién
subrayábamos, la clínica do la urgencia en tanto apunta a
que el sujeto sea producido y alojado, se opone a su masifi-
cación bajo rasgos comunes, ya se llamen «las víctimas» o
los «tr au m a taz a do s».
Y en este sentido, al proponerse evitar que los individuos
se pierdan, se desvanezcan en el anonimato de la masa, pue­
de constatarse cómo la clínica de la urgencia necesariamente
debe ser inventiva. Hay que inventar cada vez, de nuevo, por­
que ante la urgencia «se nos queman los papeles», y también
porque -tal como se trasunta con claridad en estas páginas-
los analistas pasan a ocupar lugares que no son los del dispo­
sitivo analítico tradicional sobl-e el cual, sobre cuya caricatu­
ra, bromeábamos al comienzo.
Ocurre, como también aquí se recuerda, que estamos en
la «civilización del trauma», en los tiempos de «la urgencia
generalizada» o en los tiempos «del Otro que no existe». Es
decir, estamos en los tiempos que muestran las consecuen­
cias de la caída de los grandes relatos, de los ideales y de las
tradiciones que antes daban cobijo a los sujetos; estamos en
la época postradicional, la época de los sujetos desorientados,
sin brújula. Todo lo cual se manifiesta en una clínica muy pre­
cisa - hecha del trauma y de su correlato, la angustia- que bien
podríamos llamar una «clínica del desamparo». Es precisamen­
te lo que subrayamos más arriba y que establece un nudo
fundamental entre la urgencia subjetiva y el psicoanálisis.
Porque hay dos dimensiones del trauma a considerar: el
trauma estructural (constituyente) y el trauma como aconte­
cimiento imprevisto que introduce lo inasimilable a través del
encuentro con una contingencia.
Esta doble caracterización permite entender que, en cier­
to modo, el trauma como aconteciendo imprevisto no hace sino
reduplicar el trauma estructural por el hecho de ser hablan­
tes, el troumatisme que antes mencionamos.
Y, en este sentido, así como decimos que para la forma­
ción del analista la práctica con la psicosis es formatíva (las
presentaciones de enfermos, el estudio de la psicosis) porque
«la psicosis es la estructura», es decir, revela la relación nativa
d el sujeto con el si gn ificantecu a n do n o h a si do ve st id a por ia
novela edípica, tal vez podríamos decir otro tanto de la prác­
tica de la urgencia por cuanto reconduce a las relaciones trau­
máticas originales del sujeto'en su propia constitución. Des­
de esta perspectiva, tal vez podríamos entender cómo el psi­
coanálisis aplicado a la terapéutica -de eso se trata en esta
clínica de la urgencia- puede esclarecer cuestiones relativas
al psicoanálisis puro, aquél ligado a la formación del analista
y revitalizar el deseo del analista .5
A modo de una primera aproximación podríamos su­
brayar cinco puntos que hacen a esta dimensión formativa
de la práctica con las urgencias y que puede leerse en las
clases que siguen,
1) La práctica con las urgencias subjetivas es una práctica
que potencia la exigencia de escuchar el detalle, el relieve
singular en el discurso de quien consulta.
2) Es también una práctica que, en la medida en que no se
plantea responder desde un protocolo preestablecido, fuerza
al practicante a ejercitarse en la disciplina de «olvidar lo
que sabe» de antemano.
3) Es una práctica que necesariamente debe ser inventiva, ya
que -como dijimos- hay que inventar cada vez porque se
nos «queman los papeles».
4) Es una experiencia que lleva al practicante a confrontarse
con un equivalente de lo traumático constitutivo a todo
parlélre. Esto por cuanto suponemos que toda situación
traumática implica de algún modo una reactualización de
su encuentro con el troumatisme de la no relación sexual.
5) Nos atrevemos a conjeturar que una práctica en la que
resiilta imprescindible obtener ese significante por el cual
el sujeto puede localizarse y representarse ante el Otro-«signi­
ficante de la urgencia» se lo ha llamado también-, y para
lo cual hace falta tiempo, es decir, hace falta una «pausa»

5. Según ana fórmula cío Eric L aurant.


que introduzca un tiempo en la urgencia, es una práctica
que necesariamente implica que debe operar algo de lo «im­
piadoso» del deseo del analista. Impiadoso porque el deseo
del analista es el que, dosificando la angustia, no se detie­
ne ante la piedad propia del eje imaginario intensamente
convocada en el colapso, en la contracción temporal que
supone la urgencia subjetiva. Tal vez podríamos hablar
aquí de las virtudes de «una pausa impiadosa».
Podríamos hablar entonces de lo impiadoso de una pausa
que le recuerda constantemente al practicante que no debe
olvidar que su acto siempre está suspendido de una hiancia,
en un abismo que no tiene nombre. Es lo que se escribe con el
materna del S de A tachado y con el cual Jacques-Alain Miller
dijo en una oportunidad que convendría que el analista hicie­
ra una periódica «cura», ya que es la mejor manera de preve­
nir la infatuación que surge de la identificación al sujeto su­
puesto saber. Entonces, ¿la práctica con la urgencia como «cura
preventiva» de la infatuación? ¿Por quó no?
Entendemos que algo de esto es lo fundamental que el
libro de Inés Sotelo logra transmitir. No sólo una precisa ela­
boración de saber acerca de la práctica ante las urgencias
sino los límites mismos de ese saber ante el real que debe
afrontar cada vez.
Y de este modo, también alcanza a transmitirnos su pa­
sión: la de sostener una práctica de enseñanza que persevera
y que no está dispuesta a abandonar la nobleza, esa nobleza
que la práctica analítica sólo puede extraer a partir de con­
frontarse cada vez su imposible.

L e o n a r d o G o ro stiz a*
Febrero de 2007

*Leonardo Gorostiza, Psicoanalista en Buenos Aires. Analista Miembro


(AME) de la Escuela de la Orientación Laca ni a na y de la Asociación Mun­
dial de Psicoanálisis, Director del Instituto Clínico Buenos Airea (ÍCBA)
(goro@fiber tcl .eotn,ar)
Capítulo 1
El Sujeto en la Urgencia Institucional

Salud Mental y las instituciones

pensar el lugar de la Salud Mental en la instituciones pú­


F blicas, nos lleva a reflexionar acerca de la demanda que
allí llega.
Utilizaremos una referencia freudiana para abordar el
tema: un judío vienes, pobre, sube a un tren para dirigirse a
un lugar para tomar aguas termales, famosas por su función
terapéutica pero no tiene dinero para comprar boleto. El
guarda se lo pide y, como nodo tiene lo obliga a bajar del
tren; éste sale pero sube nuevamente, el guarda vuelve a
bajarlo y él a entrar. La tercera vez el guarda le pega y lo
baja, repitiéndose esta secuencia varias veces. Finalmente,
se encuentra con un conocido quede pregunta ¿hacia donde
vas?, el hombre le responde «voy a tomar aguas termales, si
la salud me lo permite...».*

*Esta dase fue dictada también en el CONNAF-Oonsejo Nacional de la


Niñez, Adolescencia y Familia organismo que depende do la Secretaría de
Desarrollo Soda l-Ministerio de Desarrollo Social y Medio Ambiente-Presi­
dencia do la Nación do la República Argentina. Este organismo interviene
en múltiples situaciones que involucren familias, adolescentes y niños, re­
sultando preponderante para tales intervenciones el trabajo multidisciplí-
nario e intevdisciplinario de los profesionales que desempeñan allí su fun­
ción; Psicólogos, Trabajadores Sociales, Abogados, Médicos, etc.
Eric Laurent tomará este relato afirmando que la Salud
Mental es lo que nos permite permanecer en el tren y alcan­
zar cierta paz, si... nuestra salud mental nos lo permite.i
A1 hospital público, a las instituciones llegan personas
golpeadas: desocupación, desarraigo, marginalidad, desmem­
bramiento familiar; manifestando el dolor, el sufrimiento in­
soportable como signos de lo que no anda.
En cierto momento, que no siempre coincide con hechos
objetivamente graves, se produce la ruptura de la bomeosta-
sis con que la vida transcurría; se rompe el equilibrio que
sostenía las relaciones con los otros, con el trabajo, con los
lazos amorosos y familiares, con los pensamientos y hasta
con el propio cuerpo.
Esta ruptura podemos ubicarla como urgencia que re­
quiere intervención profesional. Así, el sujeto, la familia, la
escuela o el juez, solicitan, indican o acompañan para que el
estado por la vía del hospital público trabaje para el retorno
al bienestar.
El estado de bienestar asegura que los ciudadanos estén
en sus trenes, en sus coches, en sus casas y que puedan per­
manecer allí, «si es que tienen cierta salud ».2
Por su parte la Organización Mundial de la Salud impul­
sa la promoción, prevención y asistencia de la Salud Mental
como derecho ineludible dentro del campo de la salud; para lo
cual promueve el trabajo interdisciplinario, con todos los pro­
fesionales cuyas incumbencias los habiliten a desarrollar ac­
ciones eficaces que aseguren tales objetivos.
En esta dirección la ley de salud mental de la ciudad de
Buenos Aires, establece: el reconocimiento de la salud men­
tal como un proceso determinado histórica y culturalmente
en la sociedad, cuya preservación y mejoramiento implica una
dinámica de construcción social, y está vinculada a la concre­
ción de los derechos al trabajo, al bienestar, a la vivienda, a la
seguridad social, a la educación, a la cultura, a la capacita­
ción y a un medio ambiente saludable. La salud mental es
inescindible de la salud integral para lo cual es necesario el
desarrollo con enfoque de redes de la promoción, prevención,
asistencia, rehabilitación, reínserción social y comunitaria, y
la articulación efectiva de los recursos, así como de los lazos
solidarios. Sostiene el respeto a la pluralidad de concepciones
teóricas en salud mental estableciendo que os función del Es­
tado ser garante y responsable del derecho a la salud mental
individual, familiar, grupal y comunitaria. Evitando políticas,
técnicas y prácticas que tengan como fin el control social.
¿Cómo pensar en este contexto, el lugar del psicoanáli­
sis? El psicoanálisis está incluido en los programas de Salud
Mental y lo encontraremos siempre que haya un imposible:
«educar, gobernar y... más aún: el gobierno de la curación».3
Si bien el psicoanálisis como terapia eficaz, permite tal
inclusión, agrega Laurent, no es una terapia de la psyché, es
decir del pensamiento, del órgano sino del sentido. Ordenar
la proliferación de sentidos, fundamentalmente el sentido
sexual, «es una problemática política que alcanza el progra­
ma de la civilización».'1
Incluirnos como psicoanalistas en las instituciones, enla­
zándonos con otros saberes es el desafío con el que entramos
decididamente en el siglo XXL Será necesario ubicar el lugar
del «objeto psicoanalista», objeto producido por un discurso al
que habrá que encontrarle su uso ya que el espacio analítico
es un espacio en el cual se juega un destino fundamental del
sentido de la civilización.5

La urgencia generalizada

De esta forma caracteriza Guillermo Belaga, Jefe de Ser­


vicio de Salud Mental del Hospital de San Isidro, a la presen­
tación mas frecuente en guardias y admisiones en las institu­
ciones. Entidad clínica y política, dirá, en correspondencia
con el nuevo régimen social, producto de un mundo transfor­
mado por la ciencia y la globalización económica.
«La urgencia generalizada habla de un traumatismo tan­
to a nivel de lo colectivo como en el singular, donde encon­
tramos la impotencia del discurso a la hora de leer el acon­
tecimiento».6

Afirmará que frente al vacío subjetivo ante la falta de un


ideal común, la ciencia pasa a ser un discurso que da cierto
abrochamiento, un sentido como Nombre del Padre, que me­
diante una descripción programada hace existir una causali­
dad determinista universal.
La presencia del analista, su intervención, posibilita el
pasaje a la urgencia subjetiva que la diferencia de la emer­
gencia psiquiátrica con su presentación estandarizada en los
manuales. Mientras la medicina trabaja a partir de probabi­
lidades y estadísticas, «para el psicoanálisis los efectos de goce
son incalculables», afirma Lucas Leserre .7
Síntoma, angustia, trauma, respuesta clel sujeto a ese real,
recursos del sujeto, límites del sujeto, cobran una dimensión
esencial en el diagnóstico así como en la táctica y estrategia
que propone el analista frente a la urgencia.

La Urgencia en la Universidad

Si los usos del psicoanálisis dependen de la producción de


analistas, la univer idad es un espacio de formación episté-
mico que a la vez permite la inclusión de quienes sostienen
allí su transmisión, posibilitando el encuentro de los estu­
diantes, no sólo con los textos sino también con la clínica y
con los analistas en las instituciones.
La Práctica Profesional Clínica de la Urgencia, materia
del plan de estudios de la Carrera de Psicología de la Univer­
sidad de Buenos Aires, que dicto desde 1996, surgió con la
idea de que los alumnos lleguen a las guardias de los hospita­
les; esta propuesta se fue ampliando a las admisiones y a
otros dispositivos asistenciales.
A través del tiempo, fuimos verificando cómo la urgencia
atraviesa no solo al paciente que llega a una situación de cri­
sis, sino también a los profesionales y a la institución misma.
La mirada de los alumnos abre otra perspectiva porque
ellos están más preocupados en ehmodo de intervenir de los
profesionales, en verificar cómo sostienen su práctica los psi­
cólogos, psicoanalistas pero también trabajadores sociales,
terapistas ocupacionales, talleristas, y así descubren como la
urgencia atraviesa este quehacer.
En lo particular de la práctica del psicoanalista, sostiene
Eric Laurent, un «enjambre de saberes lo rodean y que no
tienen nada que ver con clasificación universitaria o con la
clasificación de la ciencia... y ningún recorte organizativo de
ios saberes de la civilización es satisfactorio para lo que se
tiene que sostener».8

Urgencia de los profesionales

Una de las cuestiones para pensar es ¿de quién es la ur­


gencia en esta situación de crisis?
Podría localizarse en el sufrimiento de esa persona que
llega; cada profesional que trabaja en instituciones asisten-
ciales, podría aportar distintos ejemplos de esta practica par­
ticular que sostiene.
En primer lugar intentamos ubicar de quién es esa urgen­
cia, si proviene del paciente mismo, si viene de la familia, del
juez, de la escuela, del policía que lo encontró deambulando
por la calle. ¿Para quién, ésa, es una situación insoportable
que hay que resolver?, ésta es una primera localización.
En el hospital de Ste. Anne Lacan definió: «La urgencia
es lo imposible de soportar para un sujeto al que nada di­
vierte». Frangois Leguil, sostiene que esta definición no nos
permite retroceder en esta clínica particular que encuentra
su lugar de alojamiento en guardias, admisiones, y en la
clínica en general ,9
En las urgencias lo imposible de soportar es el quedar
inmerso en la repetición de lo mismo donde la dimensión del
sujeto aparece totalmente arrasada. Esto no sólo es para los
pacientes sino que también atraviesa a los profesionales a
cargo; por eso una de las cuestiones a resolver es cómo hacer
soportable la monotonía, la cotidianeidacl de la pobreza, de
la miseria, de la falta de reciu-sos; esto se transita en cada
situación, en los problemas institucionales, en la violencia,
en el desamparo...
Quiero destacarla importancia de reunirse en la diversi­
dad de formación, en la diversidad de tareas, en la diversidad
ideológica, y tratar de construir el espacio institucional como
espacio creativo, de invenciones y ficciones, donde se consoli­
den las transferencias de trabajo. Buscar un hilo en común,
un hilo que nos permita una interlocución, es una de las for­
mas de salir o de tram itar esta urgencia.
«...aliarse con todos los que luchan dentro de la psiquiatría
o dentro de la Salud pública para construir estructuras
menos crueles y esto supone tener una idea de los goces en
juego en las organizaciones y en su funcionamiento».U)

Las situaciones que se generan en las instituciones tie­


nen la marca del exceso con lo cual poder hacer algo con esto,
reunirse, trabajar, pensar y soportar la diversidad, en la ins­
titución donde elijamos, o nos elija para transitar ya es un
paso como para ir más allá de las propias urgencias.
Se corre el riesgo de caer es en la inercia, finalmente se
termina impotentizado.

Localización de la urgencia

La urgencia, en general se presenta como dolor, como su­


frimiento insoportable, como ruptura aguda, Freud decía quie­
bre de la homeostasís con que la vida transcurría.
Habitúa luiente el profesional se encuentra con aquél que
ha tenido dificultades y problemas desde siempre pero se ha
sostenido en cierto equilibrio, hasta que algún acontecimien­
to impensado, inesperado, contingente, llega a su vida. Un
nacimiento, un embarazo, la pérdida de un trabajo, la pérdi­
da de un ser querido; un encuentro o desencuentro amoroso,
pueden irrumpir en la vida de alguien conmoviéndola. Quie­
bre de esté equilibrio en el devenir de una vida.
La urgencia da cuenta siempre de algo del orden la rup­
tura, por eso es importante localizar qué es lo que ha quebra­
do esa horneostasis; por qué si esa familia, por qué si ese su­
jeto funcionaba mas o menos bien en su vida, con sus proble­
mas, con sus dificultades, con su adicción, con su síntoma, a
partir de cierto momento no logra sostenerse solo. Cuando se
localiza esto, ya puede empezar a hacerse otra lectura.
Se tratará de ubicar el punto de* basta, como un punto de
ruptura que pone en cuestión el lazo: edn los otros, la relación
con quienes lo rodean, con su pareja, con sus amigos, con el
trabajo, pero también con su propio cuerpo, con su propia ca­
pacidad para resolver situaciones.
Una urgencia pone en crisis toda la relación del sujeto
con el adentro y con el afuera. Esta ruptura va a llevar al
sujeto a diversos caminos: hay quien puede quedar sumido
en la inhibición absoluta, en el aislamiento, en el mutismo,
tal vez el desencadenamiento de una psicosis que deja al su­
jeto en perplejidad, encerrado y sin poder dirigirse a los otros.
También encontraremos los casos que tienen que ver con la im­
pulsividad, con la agresividad, con actos peligrosos, actos des­
esperados, que ponen en riesgo su vida o la de otros.
Silvia Baudini afirmará que la urgencia subjetiva es uno
de los lugares privilegiados para verificar la eficacia de los
efectos terapéuticos del psicoanálisis, pues la sola entrada en
el discurso analítico produce un efecto terapéutico: apacigua­
miento de los estados de pánico, sedaciones de angustia o
postergación de lo los pasajes al acto .11
La intervención que vamos a tener en relación a esto re­
quiere de cierto cálculo, requiere en principio de una lectura,
mas allá de lo apremiante de la situación, leer esto que po­
dríamos llamar una «coyuntura de emergencia».12

Norm alidad y anormalidad

Quien atraviesa por una crisis aguda experimenta este


pasaje entre la normalidad y la anormalidad; quien está a tra­
vesado por esta coyuntura se siente 1anormal. Nos pregunta­
mos: ¿cómo vamos a alojar la “anormalidad” de ese sujeto?
Esa manera de desborde que sacude y desacomoda al su­
jeto y a su relación con los otros, también produce un pasaje de
la intimidad de su sufrimiento privado a algo que se hace públi­
co. Si llega a la institución es porque algo dejó de pertenecer a
su pequeño teatro privado y tiene relación con su síntoma, con
el sufrimiento, con las ideas, con la fantasía, con el cuerpo. A
partir de cierta situación de urgencia algo se atraviesa y pasa
a lo público; cruce de las barreras de la normalidad, como si
estas barreras existieran. Hay una vivencia de lo anormal de
acuerdo con lo esperadlo o lo no esperable, con los propios
ideales, con los valores del sujeto, de la familia, de la escuela,
del juez y hasta del profesional.
Encontramos aquí un juicio normativo, sobre lo normal,
lo anormal, lo bueno, lo malo, y en general en la consulta el
pedido es que se vuelva a la norma. Desde la sociedad se re­
clama, que todo vuelva a ser como antes, que esa señora que
ahora está delirando vuelva a estar con los chicos, les haga la
comida, para que todo retorne a sus cauces normales.
He trabajado en el Hospital Pinero en la Ciudad de Buenos
Aires, en sala de internación. Allí hay sala de internación psi­
quiátrica de hombres y una sala de mujeres. En general, la ex-
ternación de un hombre es bastante mas rápida, si hay familia
siempre hay alguien que lo aloja; para las mujeres es más com­
plicado. Se espera que retornen cuando se puedan hacer cargo
nuevamente de la casa, de los hijos, cuando todo vuelva “a la
normalidad”. Externara un hombre era, por lo menos hace unos
años, más sencillo, siempre había una madre, una mujer, una
hermana que lo alojara. Para una mujer la exigencia familiar
y social era mucho mayor.
Era necesario realizar una gran tarea con la familia en
los casos en que no había motivos para sostener el tratamien­
to en una sala de agudos y de ninguna manera ameritaba ir a
una sala de crónicos, pero sí se necesitaba una familia que II
sostuviera y que aceptara que probablemente esta mujer nun­
ca volvería a la «normalidad» esperada, y en cambio iba a
tener que estar para siempre, de una manera u otra, sosteni­
da por familiares o amigos. Tarea muy complicada ya que sin
recursos, es muy difícil implemontar la estrategia de egreso,
tanto para el analista como para el trabajador social.
El terapeuta puede decir: «desaparecidos los motivos de
internación, se le da el alta», el asunto es ¿a dónde?, ¿quién
aloja?, ¿quien recibe?, uno puede tener clara esta situación,
pero ¿cómo se instrumenta el alta?
%
I
Encuentro con un analista

Volvemos a la urgencia, a la irrupción de síntomas y al


paciente que en realidad no quiere saber nada del por qué le
pasa lo que le pasa, lo que pide es «...vuélvame usted al es­
tado anterior, yo quiero estar como estaba antes, con mis
problemas, con mí sufrimiento, con mi propia relación con el
sufrimiento, pero de esto no quiero saber nada...». En rea­
lidad, el encuentro con el analista podría cambiarle un poco
la perspectiva y term inar queriendo saber y por eso comen­
zar un tratamiento.
El modo en que esa demanda es alojada a la vez que sin
responder a ella, es crucial en las guardias y admisiones «Evi­
tamos consentir la demanda desesperada del sujeto de volver
a ser el de antes y en su lugar le proponemos recorrer el cami­
no de los vericuetos de su decir, para que con él se invente una
nueva versión de su historia causada por el traumatismo ».1'1
El requerimiento que recibimos de los jueces, o do la es­
cuela, es: «acomodar esto para que se normalice», para que
retorne a carriles soportables, lo que es bastante complicado
cuando la cosa se desarmó. En todo caso, la cuestión podría
ser encontrar otra «normalidad», digamos, una nueva forma,
porque volver a ese estado perdido es un imposible.
Todo hecho es un hecho de discurso y esto quiere decir que
depende de cómo sedean estos hechos y de quién los lea. Si el
discurso, finalmente es un modo de usar el lenguaje también
va a depender si esta lectura la hace un médico, un psicólogo,
un psicoanalista, un trabajador social o el juez. Es necesario
localizar cuál es la idea de sujeto que está en juego, cuál es la
concepción de síntoma y por supuesto de «normalidad».
El desafío será trabajar con profesionales atravesados por
discursos distintos y con diferente concepción, por ejemplo,
de lo normal y lo anormal. Cuando los profesionales están
exclusiva y excesivamente preocupados por el propio discur­
so suele perderse el sujeto sobre el que está trabajando, de
alguna forma se expulsa y se anula al niño, a la familia. Si se
está más centrado en la propia idea que se tiene de la situación
se pierde el sujeto en cuestión. «Comiencen por creer que no
comprenden. Partan de la idea del malentendido fundamental.
Ésta es la disposición primera...» nos indica Lacan en el se­
minario 3.H
A los alumnos, sumergirse en esta realidad cotidiana los
obliga a salir de las aulas y dirigirse a la comunidad en donde
la urgencia emerge; allí se encuentran con el sufrimiento hu­
mano; Eric Laurent afirma que éste está estructurado como
un mensaje y es allí donde habrá que pescar al sujeto, en la
subjetivación de la urgencia.
En el tiempo de formación se corre el riesgo de aspirar a
convertirse en un analista ideal, que trabaja con ese niño ideal,
con el paciente ideal, en la institución ideal.
En los múltiples dispositivos emerge el sufrimiento hu­
mano estructurado como un mensaje y hay que leerlo, en todo
caso habrá que ver si ahí hay lectores, si hay quien esté dis­
puesto a leer y a alojar ese padecimiento tal cual llega.

El tiem po, entre la prisa y la pausa

La dimensión del tiempo es central en la urgencia.


Las instituciones que trabajan con minoridad podrían
decir mucho en relación a esto ya que están apremiados por
la exigencia de respuesta del juez, de las familias, de los ni­
ños. Allí se pone en evidencia la necesidad de decidir a toda
prisa; «el juez resolvió inmediato traslado de...». Todo tiene
el apremio de lo que debió ser resuelto, no ahora sino ayer,
todo parece deslizarse en una vertiginosidad en la cual, final­
mente se pierde el paciente y se pierde el profesional.
Esta exigencia es la de tener que resolver, rápido, bien,
sin error, sin soslayar que también nuestra práctica está re­
corrida por la industria del juicio, el juicio normativo que nos
atraviesa. La demanda de resolver urgentemente, sin recur­
sos pero en forma absolutamente eficiente, pone a los profe­
sionales frente a sus propias urgencias.
El sujeto también reclama que se resuelva con premura,
todo: parece indicar que «no hay tiempo», lo cual se verifica
con claridad en las guardias aunque ésta es sólo uno de los
lugares donde se aloja.
Cada consulta tiene un punto do urgencia, que hay que
leerla y encontrarla; y aunque alguien pueda esperar un mes
para ser atendido, por las largas listas de espera en los Con­
sultorios Externos hospitalarios, podemos inferir que hubo
un punto de quiebre y ruptura, de urgencia para ese sujeto,
que lo condujo a pedir ser escuchado.

Urgencia y gravedad del caso

La urgencia no debe ser homologada a la gravedad del caso.


A su vez, si un caso es grave y el sujeto llega intoxicado, o
herido por supuesto requiere de las maniobras médicas, de la
sutura que primero ponga a salvo su vida para luego escu­
char de qué se trata.
En estos casos la gravedad nos pone en relación con la ley
de internación, la seguridad para sí y para terceros, mostran­
do esta dimensión de la urgencia que vincula urgencia y ries­
go o gravedad; no siempre coinciden.
De todas maneras cuando un sujeto está atravesado por
una urgencia, su vivencia es la de «no hay tiempo». Es por eso
que siempre interesa preguntar bastante en la primera en­
trevista, detenerse en las coordenadas que lo trajeron a esa
consulta: ¿Por que llegó? ¿Por qué hoy? ¿Qué lo trajo? ¿Por
qué acá? Es decir, preguntas que permitirán comenzar a en­
tram ar alguna red en relación a eso que aparece desarticula­
do del resto de la vida.

Tiem pos lógicos

Trabajaremos un escrito de Lacan que se llama «El tiem­


po lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo
sofisma ».15
El director de la cárcel comunica a tres detenidos que
pondrá en libertad a quien resuelva primero un problema
lógico. Les muestra tres discos blancos y dos negros, advir­
tiéndoles que colocará uno en la espalda de cada uno. Cada
individuo podrá ver el color del disco de los otros dos y, por
supuesto, no podrá ver el color del disco que lleva en su pro­
pia espalda.
Cada prisionero deberá deducir lógicamente el color del
disco que tiene tras de sí. Agrega que se les dará iodo el tiem­
po para resolverlo.
Finalmente Lacan llamará «la solución perfecta» a la que
dan los tres prisioneros al salir simultáneamente del recinto.
Después de haberse considerado entre ellos durante cierto
tiempo, los tres sujetos dan juntos algunos pasos y cruzan la
puerta a la vez diciendo:.
«Soy blanco y lo sé porque dado que mis compañeros eran
blancos, pensé que si yo fuese negro, cada uno de ellos h u ­
biera inferido lo siguiente: si yo también fuese negro, el
otro, se hubiera reconocido inm ediatam ente como blanco
y habría salido enseguida; por lo tanto yo no soy negro. Y
los dos hubieran salido juntos convencidos de ser blancos.
Si no hacían tal cosa, es que yo era un blanco como ellos».

Lacan referirá la modulación del tiempo en el movimien­


to del sofisma: el instante de ver, el tiempo para comprender
y el momento de concluir.
El director comienza diciendo «hay todo el tiempo», sin
embargo la urgencia del momento de concluir también está
presente en el cálculo del director.
La incógnita real del problema, para Lacan, es el atributo
ignorado del sujeto mismo. Hay un tiempo de meditación, un
tiempo que el sujeto se pone en relación a los otros, sujetos
indefinidos salvo por su reciprocidad. Finalmente, el aserto
sobre sí mismo, lleva al sujeto a una conclusión, la urgencia
del momento de concluir. Es bajo la urgencia del movimiento
lógico, que el sujeto precipita su juicio y su partida.
El sujeto en su aserto alcanza una verdad que va a ser
sometida a la prueba de la duda, pero que no podría verificar
si no la alcanzase primero en la certidumbre.
Me interesa pensarlo para el momento de la urgencia desde
la perspectiva dé quien la atraviesa: frente al no hay tiempo, «no
hay tiempo porque quiero salir libre, porque quiero volver a la
norma, porque quiero- irme de acá, de mi propia prisión, de mí
síntoma, do esto desbordo insoportable, de esta situación de
crisis cuanto antes».
Frente ai no hay tiempo, el director o cada uno de noso­
tros en tanto analista, propone: hay todo el tiempo: «cuénte­
me qué le pasa, tiene todo el tiempo», cuando el profesional
sabe que no lo hay, que las cosas hay que resolverlas y que él
mismo tiene al juez pidiendo un informe para la resolución
de esa internación, adopción, tenencia del menor...
Se propone un instante para ver, localizar algo de esta ur­
gencia. Este tiempo en el cual, para que el sujeto pueda decir
algo acerca de sí mismo, habrá que ponerlo en relación a otros.
El prisionero va a poder decir algo de sí, sin certeza, sin
seguridad y aventurar una afirmación que posibilite la salida.
La propuesta es que salga de su propio encierro sufriente y que
pueda decir: «soy blanco», «soy negro», decir en relación a otros.
Es invitarlo a que en este tiempo, cuando se le pregunta
por su mamá, su papá, su hijo, su amante, su trabajo, sus la­
zos, sus inquietudes; el sujeto pueda abrir un tiempo de com­
prender, Nuestro trabajo tiene mucho que ver con permitir la
instalación de este tiempo, en el que pueda decir algo de sí
en relación a otros y en relación a nosotros como terapeutas,
pero también armando una trama de su propia vida.
Pero hay algo más; Mauricio Tarrab sostiene que para la-
superación del trauma no basta con la vía elaboratíva y me­
nos aún con la racionalización, porque la cuestión central es
como operar con un real fuera de sentido. Esto es «desplazar
el interés desde la realidad del trauma a la insistencia del
trauma para indicar que lo inasimilable está allí como en­
cuentro inédito, pero que siempre ha estado allí y retorna en
ese encuentro perturbador».16
Finalmente el último tiempo, cuando el sujeto atraviesa
la puerta, es el momento de concluir. El segundo tiempo no se
puede eternizar; en el análisis, en cada entrevista, en la ad­
misión, en la guardia, hay un momento en que se precipita
un final sin la certeza absoluta sino con cierta certidumbre,
por eso se llama un aserto de certidumbre anticipada. Hay
una certidumbre sin garantía porque el color no lo vio; y cuando
dice «soy blanco» va a anticipar, va a poder decir eso de sí,
pero sin garantía.
Cuando el profesional escribe un informe, cuando da un alta,
un permiso de salida, cuando toma una decisión, es una decisión
sin garantía. En todo caso es la solución a la cual pudo arribar
luego de que se han desplegado las coordenadas del caso.
Lorena Hojman, quien trabaja en el CONNAF en el Equi­
po de Familias 3- Crianzas, afirma que en este proceso hay
que abstenerse de las urgencias institucionales permitiendo
el despliegue de un tiempo lógico para cada uno de los sujetos
en cuestión, por lo que la duración del proceso no estará pre­
determinada sino que se va definiendo a partir de los dichos
de los niños y los adultos implicados.17
Deberá tomarse una decisión aunque quizás no funcione,
o sobre la que habrá que volver, que tal vez fracase. Interven­
ciones sin garantías pero que en todo caso, permitirán abrir
una trama que ya tiene consecuencias sobre cada sujeto y
sobre nosotros mismos, entre ese instante de ver, del no hay
tiempo a la conclusión.
En el pasaje al acto se anticipa la conclusión, cuando un
sujeto se corta las venas, y concluye antes de comprender.
En las patologías del acto en las cuales hay una conclusión
anticipada, se pegan los tiempos, hay un instante de ver lo
insoportable y hay una conclusión: tirarse por la ventana.
Nuestra tarea es abrir esa brecha, ese espacio, en el cual,
efectivamente, también nos corren lós tiempos, sabemos que
la conclusión muchas veces debe estar ahí, en unas pocas en­
trevistas o en unas pocas horas.
Cuando se logra abrir otro tiempo, esa dimensión deja
marca en los sujetos, así como en los pacientes, y deja su mar­
ca en la institución y en el analista.
Intentaremos que la conclusión no quede ligada al «bien
saber» del profesional o a recomendaciones morales para la
vida de ese sujeto, sino que posibilite el camino hacia el
bien decir acerca del sufrimiento, de la decisión de dar un
hijo en adopción o de recibir un hijo adoptivo; esto es: pro­
piciar un tiempo para poner palabras, mas allá de que no
todo pueda ser dicho.
Aunque el resultado no esté garantizado, ese tiempo no
es sin consecuencias, efectivamente es la condición para de­
jar una marca.
Evaluación y avaluación

Hablábamos de la lectura de cierto acontecimiento, de la


posición etica del lector. En este tiempo, además de lo que
nosotros podemos decir de ese sujeto, de esa situación, de osa
familia, es fundamental lo que ellos pueden decir de sí mis­
mos; abrir un tiempo en el cual algo sea dicho.
Frecuentemente en las instituciones los sujetos son juz­
gados, no sólo por el juez, sino por los profesionales: módicos,
maestros, trabajadores sociales, psicólogos.
Miller propone para la clínica la avaluación. En lugar de
la evaluación, la avaluación que une la evaluación con el aval
del paciente; en todo caso la intervención tendrá otro efecto
en tanto el sujeto avala su sufrimiento .18
Ese padecimiento que irrumpe como ajeno, como algo del
destino, como algo que llegó, puede virar hacia un lugar en
que el sujeto consienta de él.
La decisión de un juez de separar a un padre de los hi­
jos, suele aparecer como una ley arbitraria, que se le impo­
ne sin que entienda cuál es la lógica de esto ni qué es lo que
lleva a los profesionales a recomendar esta separación. En
estos casos convendría pensar si es posible introducir algún
aval del sujeto.
El desafío será que en estos padres o en este sujeto que
padece un síntoma, se produzca algún movimiento gracias
al cual deje de ser algo ajeno y extraño para pasar a ser
algo propio, algo que tiene que ver con su vida, con su his­
toria y con sus actos; pero no en el sentido del derecho, o no
exclusivamente.
Entendemos entonces que «el uso fundamental del psi­
coanálisis es que el encuentro con un analista se transforme
en un paréntesis en el cual el sujeto sometido a la tiranía de
la causalidad, transforme el sentido de la identificación con
la que intenta definir su posición en la civilización en encuen-
t.ro con 1a fa 11a en ser, r ein tro du ci en do 1a n ece sida d de 1a pro -
duceióii de sentido».19
Desde la perspectiva del psicoanálisis lacaniano estas
situaciones traumáticas nos confrontan también con la in­
sondable decisión del ser «una decisión que se toma la orilla
do lo que traum atiza al sujeto y que le concierne al sujeto,
hay determinación, hay encuentro con lo real, hay trauma,
pero hay también una insondable decisión»,20
El derecho, por supuesto, funciona de acuerdo a la ley y
de acuerdo a su,propia lógica; no vamos a pretender que los
jueces intervengan desde esta perspectiva, pero nuestro tra­
bajo tiene la posibilidad de proponer que en ese tiempo el
sujeto avale su propia posición sufriente.
A través de la maniobra del analista podría producirse
alguna rectificación para que el sujeto pueda reconocerse en
eso que aparece como ajeno: su síntoma, o lo que le llega por
la vía del juzgado.
Tomaré una referencia aportada por Alicia Lo Gíudice,
psicoanalista que trabaja con las «Abuelas de Plaza de Mayo»
en el Centro de Atención por el Derecho a la Identidad». La
autora afirma que «el practicante del psicoanálisis convocado
por el discurso jurídico, debe traumatizarlo, para incidir dan­
do lugar al sujeto del inconsciente, ya que no se trata de la
verdad del expediente sino del sujeto que la transporta ».21
Mientras la medicina o el derecho van a buscar la objetivi­
dad en el diagnóstico, el movimiento que el psicoanálisis pro­
pone es ubicar la relación que tiene ese sujeto con su padeci­
miento. Esto necesita primero la localización de su posición
como sujeto. Mas allá de todas las acciones eficaces e inmedia­
tas, necesarias y que no pueden esperar, apuntar a un mas
allá en el que el sujeto se comprometa con su padecimiento.
El profesional va dirigiéndola cura, va dirigiendo un pro­
ceso terapéutico, va dirigiendo un trabajo social, va coordi­
nando con otros saberes la tarea pero sin dirigir la vida de
nadie, esa sutil diferencia es justamente la que nos separa,
por ejemplo, de las psicoterapias, del derecho, que finalmen­
te dirige de acuerdo a la norma, cumplida o no cumplida. So
tratará de dirigir Un trabajo personal o conjunto, pero sin guiar
la vida de los sujetos desde cierta moral o desde ciertos valo­
res ni ideales de familia, de paternidad ni de cualquier orden.
En esta dirección encontramos una precisa afirmación ele
Mauricio Tarrab: «Una clínica de la urgencia que explore la
relación entre trauma y decisión. Al borde del agujero que el
trauma produce, no se trata solo de alentar la elaboración, la
reconstrucción del Otro que se ha perdido, y que hay que ob­
tener para producir una invención de un camino nuevo. Se
trata también de situar el tiempo de decisión que el sujeto
habrá de tomar, que tiene la oportunidad de tomar al borde
de ese abismo».22

Culpa y responsabilidad

El neurótico está atravesado por la culpa por los peque­


ños crímenes, y sobre todo por el crimen inaugural La fun­
ción del psicoanálisis es irrealizarlos, esto es desplazar el sen­
timiento de culpa por la responsabilidad del sujeto.
Por la vía del encuentro con el analista, aún en la institu­
ción, el sujeto puede empezar a apropiarse de su sufrimiento,
a hacerse responsable de sus actos y de aquello que parece
estar con de nado p or 1a r epe tic ión títerna,
En los casos de violencia este padre golpeador probable­
mente se encontrará, sin que esto lo justifique, con una his­
toria que atraviesa las generaciones de los hombres en esa
familia, «destino» violento de repetición en la modalidad de
goce, de realización y de perpetuación de este crimen de ge­
neración en generación.
La intervención del analista apunta a provocar un punto
de basta, esto es un freno que permita la localización de un
instante de ver su propia urgencia, un tiempo de comprender
las coordenadas en las que esta emerge con el horizonte pues­
to en un momento de concluir. Es el primer paso para que el
sujeto pueda hacerse responsable de sus actos, separarse de
la historia de su padre, apropiarse de su propia historia, de
su propia posición como padre, de su propia posición de goce.
Producir un quiebre de ese destino de repetición, que con
tanta frecuencia se observa en los casos que se presentan en
instituciones como el Consejo Nacional de la Niñez, Adolescen­
cia y Familia, Juzgados de menores o de familia, implica tam­
bién correr al sujeto de su lugar de víctima, hacerlo responsa­
ble de sus actos, separarlo de la culpa y de la vietimización.
Habría que pensar cómo poner a jugar esto, también con
los niños. Para que haya algún tratamiento posible con un
infante tendrá que hacerse responsable de sus actos, de su
sufrimiento, de su síntoma, de su goce.
En los casos que llegan a las instituciones es difícil des­
plazarlos de ese lugar, porque efectivamente hay situaciones
muy crudas, muydramáticas, muy dolorosas, donde hay adul­
tos a los que la ley deberá juzgar y sancionar.
Sin embargo, el movimiento que proponemos es el de correr
al niño desde este lugar de víctima hacia un lugar de responsable.
Encrucijadas muy complejas, en las que habrá que des­
lindar la responsabilidad y sanción a los adultos de la respon­
sabilidad subjetiva de cada uno, incluidos los niños o adoles­
centes. A partir de allí, del borde de ese abismo, sería muy
propicio que cada sujeto tomara su propia decisión.

Una experiencia en Francia

En él libro Del niño rey al niño víctima,2" Caroline


Eliaeheff, una psicoanalista que trabaja en Francia en una
institución similar al Consejo Nacional de la Niñez, Adoles­
cencia y Familia (CONNAF) de la Argentina, describe margi-
nalídad, violencia institucional, desamparo. No só si son exac­
tamente los mismos que se atraviesan en América, pero el
texto pone en evidencia que no están libres de ios problemas
que aquí se recorren en la clínica en las instituciones.
La autora muestra que hay ciertas dificultades estructu­
rales; sujetos atravesados por lo traumático de estar en el
lenguaje, en la cultura, de estar sometidos a la ley. La insti­
tución francesa tiene por sigla: ASI y esto es Ayuda Social
para la Infancia,
Podemos utilizar este texto aprovechando los ejemplos que
nos permitan pensar nuestra práctica. Hay en el ASI una
guardería, en la que alojan niños en situación de desamparo,
fundamentalmente inmigrantes sin permisos o sin documen­
tos. En la Argentina este tema nos atraviesa con los inmi­
grantes bolivianos o peruanos, y en Europa serán los rum a­
nos, marroquíes, paquistaníes, los inmigrantes de ios países
del este así como también los «sudacas».
En cada capítulo hay un caso y ella va tornando distintos
ejes. Uno es el tema de la violencia de los padres sobre los
hijos, el otro es el de las instituciones de defensa del niño en
donde muchas intervenciones dan lugar a la-violencia; la au­
tora se pregunta sobre la legitimidad de la intervención del
Estado sobre la vida privada, lo cual permite pensar en sali­
das de la victimización a la responsabilidad.

Violencia en las familias, violencia en las instituciones

La problemática de la violencia y excesos de los padres


hacia los hijos es absolutamente frecuente, aparece diaria­
mente en los periódicos.
La autora:sostiene que la cultura, la sociedad y las insti­
tuciones francesas establecen un juicio normativo y un jui­
cio de valor, clasificando a los padres en buenos o malos.
Según su propia experiencia, esta valoración transforma a
ciertos sujetos en padres incapaces, lo cual conduce a que no
vuelvan a la institución por sentirse juzgados, perdiendo así
el lazo con los hijos. Probablemente ese padre no pueda con­
vivir con el niño pero podría tener algún tipo de contacto o
relación con él, en tanto el juicio normativo de la institución
no funcione impidiéndolo.
También señala que el padre golpeador suelo ser asimila­
do a sus actos, al llamarlo golpeador es ese atributo que lo
define. Más allá de responsabilizarlo por sus actos violentos
hacia su hijo, ese padre no es sólo golpe, como el hijo no es
solo golpeado; un riesgo frecuente es asimilar al padre a los gol­
pes que da y al niño a los golpes que recibe; en los equipos de
mujer golpeada de los hospitales suele ubicarse algo similar.
En el Hospital Piñoro hace muchos años se organizó un
«Equipo de asistencia a la mujer golpeada» y esto llevó a
grandes debates conceptuales. El nombre mismo, el golpea­
da quada ligado al mujer, con lo cual se define su ser, ¿quién
es Ud.? Una mujer golpeada, vengo porque soy..., deja pega­
do un significante al ser.
Si desde la lectura institucional se la ubicarse la clasifica
en ese lugar, tendrá sus consecuencias. Esto también pone en
cuestión los equipos que se constituyen por una supuesta es­
pecificidad en relación a un síntoma: adictos, fóbicos, ano-
réxicas, alcohólicos.
Si todo hecho es un hecho de discurso, dependerá de cómo
se lee, de cómo sé nombre, de cómo se aloje el sufrimiento de
un sujeto; ser nombrado como golpeado o como golpeador di­
ficulta el poder despegarse de eso.
Identificarse con este niño, desde los profesionales o des­
de la institución, obtura que pueda producirse algún movi­
miento subjetivo. Este infante tiene estos padres, que en mu­
chos casos ejercen violencia sobre él y deberá vérselas con
esta modalidad de lazo, con esta modalidad de goce que será
necesario conmover y separar.
Eugenio Zafaroni, destacado penalista, actual Ministro
de la Corte Suprema de Justicia de la República Argentina, y
Profesor de la Facultad de Psicología, en el texto En busca de
las penas perdidas sostiene que el verdadero y real poder del
sistema penal no es la represión sino su vertiente positiva de
control social, sometimiento de los carencia dos y diferentes, cri­
minalizando según los parámetros de la configuración estable­
cida.24 Las condiciones de las cárceles o institutos de menores
son comparables con el tratamiento de los enfermos mentales
previo a Pinel, destino de castigo al enfermo o al tranagresor.
La identificación y coagulación del niño como víctima lle­
va a los profesionales y al personal de la institución al juicio
sobre sus padres y de su historia, conducen a decisiones que
operan como castigo más que como estrategias dentro de la
lógica de eso proceso terapéutico.

Ética y m oral

Las familias de emigrantes llegan con costumbres, len­


gua, modalidad de relaciones familiares, credos, absolutamen­
te diferentes. En Europa serán los marroquíes, paquistaníes,
bosnios... aquí bolivianos, peruanos... dan cuenta de la se­
gregación presente también en las intervenciones.
Otra dimensión es la del sometimiento que también des­
taca Eliacheff, siempre es más fácil trabajar con los padres
que se someten acatando las indicaciones. Están los padres
dóciles y los padres que no lo son. Esto también ocurre en la
escuela, o en cualquier situación de poder. Allí el peor camino
será mostrarse en oposición a quien lo ejerce que puede ser la
maestra, el empleado que da los turnos, o el encargado del edi­
ficio. Habrá que saber manejarse sin someterse. Es necesario
detenerse y ubicar el lugar de la institución a la que perte­
necemos, el lugar de los jueces y nuestro propio lugar allí.
Cada profesional está atravesado, por sus urgencias, por
su historia, sus valores, sus ideales. Desde allí se juzga y se
opina, estableciendo lo que está bien o mal. El problema surge
si se interviene desde los propios juicios morales o de valor, y
peor aun, si desde allí se trabaja por el supuesto bien de los
pacientes marginados, adoptados, golpeados, abandonados...
En el recorrido en el que se conduce un tratamiento ha­
brá dos opciones; estar excesivamente impregnado por el pro­
pio estilo de vida o bien trabajar sobre sí mismo, vía el análi­
sis y el control de los casos para establecer una distancia.
Tener en cuenta otras perspectivas, otros paradigmas,
permite al profesional di.alee tizar el propio esquema concep­
tual, teórico o hasta moral, intentando ponerlo entre parén­
tesis para que no sea desde allí desde donde oriente el tra ta ­
miento terapéutico o social.
Una clave será ubicar la angustia del analista, reconocer
las propias dificultades, los propios puntos ciegos, localizar
aquellos casos en los cuales es mejor apartarse y derivar. Hay
temas que para alguien pueden ser insoportables, en esto hay
que hacer uso de la institución y del trabajo interdisciplina­
rio. Cuando una situación lleva al profesional a puntos de
angustia se corre el riesgo de conducir a la gente en lugar del
proceso de resolución en la dirección de la cura que son cosas
absolutamente diferentes.

¿Qué bien?

La noción del bien es problemática para los psicoanalis­


tas, particularmente en las instituciones y en la urgencia.
Allí encontraremos en primer plano la pulsión de muerte.
Carlos Gustavo Motta afirmará que esta dimensión es radi­
calmente ignorada por la ciencia, porque está al margen de
su campo y para la medicina cuya función es curar, la pulsión
de muerte está al margen del discurso.2fi
En el Seminario de La Ética, Lacan dará indicaciones muy
precisas: «tenemos que saber a cada instante cuál debe ser
nuestra relación efectiva con el deseo de hacer el bien, el de­
seo de curar »26 alertándonos contra las vías vulgares del bien,
contra la trampa benéfica de querer el bien del sujeto.
La verdadera naturaleza del bien, dirá Lacan, se debe a
que no es simplemente bien natural sino poder posible, po­
tencia do satisfacer y el dominio del bien se vincula con el uso
de poder ya que disponer de ellos, supone privar a otros, sien­
do imaginaria la función del privadoi*.
«E s el otro con mi n tí se u Ia , el se m eja n te, é se qu e está d a d o
en esa relación tan arraigada a medias en lo n atural que
es el estadio del espejo, pero tal corno se nos presenta allí
donde las cosas se articulan a nivel simbólico ...lo que se
llama defender sus bienes no es mas que prohibirse a si
mismo gozar de ellos. La dimensión del bien levanta una
m uralla poderosa en la vía de nuestro deseo, Es incluso
la primera con la que nos tenemos que enfrentar a cada
instante».28

En la comunidad, el discurso del bien general lo vemos


representado por los efectos del discurso de la ciencia, «donde
se muestra la potencia del significante como tal ».29 La moral
del amo, al servicio de los bienes proclama «He venido a libe­
rarlos de esto o aquello. Continúen trabajando, que el trabajo
no se detenga. No hay ocasión para manifestar el mas míni­
mo deseo». El psicoanálisis propone en cambio una ética que
aporta algo como medida de nuestra acción «¿Ha sido usted
fiel con el deseo que lo habita?... medida inconmensurable e
infinita llamada deseo. Viraje de la orientación por los bienes
a la orientación por,el deseo», afirmando Lacan que no hay
otro bien más que el que puede servir para pagar el precio del
acceso al deseo en tanto metonimia de nuestro ser;.., «ese algo
que se llama goce, esa libra de carne, lo que del bien es sacri­
ficado por el deseo».80
Esta orientación es fundamental en el trabajo institucio­
nal, donde la dimensión humanitaria arrasa muchas veces
con la dimensión del sujeto del que se;ocupa el psicoanálisis,
aquél atravesado por el deseo y el gocé.
Laurent propone que nuestra intervención, a veces úni­
ca, no apunte a obtener el bien sino se dirija al sujeto de ma­
nera inolvidable, es decir que dirigiéndose a la letra, «camino
real hacia el inconsciente»,31 deje marca.

Rivalidad especular

Nos referíamos a que con los padres poco dóciles se es­


tablece muchas veces un conflicto de poder, se produce un
discurso en espejó: la institución critica y cuestiona a los
padres y esto vuelve de la misma manera desde los padres
hacia la institución.
Ocurre frecuentemente que con los pacientes psíeóticos
es necesario que alguna transferencia se instale para que es­
tos padres acepten indicaciones terapéuticas que los profesio­
nales consideran necesarias en el devenir de un tratamiento:
que el paciente quede internado, o externarlo, o respetar que
el paciente se haya puesto de novio, o que se dedique a alguna
actividad particular, son situaciones que si no se trabajan con
los padres es muy probable que no puedan sostenerse.
Esto no significa ceder a lo que no deha cederse. Una po­
sición fírme deberá a su vez considerar la perspectiva de los
padres, sus miedos, sus dificultados! Caroline Eliacheff tiene
una posición muy crítica con ASI. Nos ofrece un ejemplo en el
que los padres eran descalificados por los trabajadores socia­
les y por los psicólogos. En una entrevista la autora se en­
cuentra con que éstos decían exactamente lo mismo de la ins­
titución que lo que los profesionales decían de ellos: que en la
guardería no cuidaban bien a la nina, que le pegaban, eran
las mismas acusaciones que los padres recibían del ASI.32 Es
un ejemplo de la espeeularidad mortal.
El Estadio del espejo en Lacan es una construcción que
permite desplegar la conexión entre lasare!aciones imaginarias
fundamentales en cierta etapa del desarrollo. Esta relación
es la que observamos en el niño de seis meses frente al espe­
jo, el bebe sonríe a la sonrisa do quien tiene enfrente, Laean
caracteriza a este momento como «asunción triunfante de la
imagen con la mímica jubilosa que acompaña y la complacen­
cia búdica en el control de la identificación especular».3'5El su­
jeto se identifica en el sentimiento de SI con la imagen del
otro. Y la imagen del otro cautiva en él este sentimiento, de­
terminando un efecto de alienación fundamental.
Una consecuencia en los adultos es la relación que es­
tablece con el semejante, relación basada en la lógica de «o
él o yo» que en Hegel lo encontramos como la «lucha a muer­
te por puro prestigio». Cuando se responde en espejo, en el
filo mortal del lenguaje, se conduce a la cristalización de la
relación mortífera, porque nada del deseo aparece ahí; lo
que aparece es lo que en psicoanálisis se llama: a - a’ (pri­
ma); una duplicación, repetición que en general ocurre cuan­
do algo toca ese punto ciego, ese aspecto no resuelto, no
analizado. Sí lo pensamos en la vida privada, cuando el
otro toca aquello que para el sujeto es insoportable es fre­
cuente reaccionar con un: «¿y vos qué?», es un modo de res­
ponder en espejo.

Instituciones y poder

En las instituciones encontramos nutridos ejemplos en


los que el eje de las decisiones está puesto en la rivalidad, en
la pulseada de fuerzas y finalmente en el uso de poder, con
las consecuencias que esto tiene en la vida de los sujetos so­
bre los que hay que decidir una adopción, una internación, un
régimen de visitas...
En relación con los actos de maltrato, que se repiten de
generación en generación suele haber indicadores clínicos de
que estos actos de abuso o violencia pasaron sin ser verbaliza-
dos, y sin ser sancionados de alguna manera. La autora dará el
ejemplo de un padre violento, con una historia violenta, que
encuentra, o busca una mujer que ponga un tope y que logre
sacarlo de ese lugar. Pide ayuda, una ayuda externa, un límite
a esa modalidad de goce que ha alcanzado niveles excesivos y
que provoca el sufrimiento propio y el de los hijos. Ese límite
posibilita una salida para el niño y para el padre mismo. De­
tener esa historia de repetición mortificante que funcionaba,
en sí misma como condena. Cuando esto es verbalizado y se
busca ayuda el padre podrá aceptarla o no, pero permite loca­
lizar un sujeto responsable de sus actos saliendo del silencio.
Sale del silencio el sujeto, la esposa y el hijo, lo cual implica
un corrimiento de cada uno de la posición de víctima: víctima
de la historia que le tocó vivir, víctima de un marido violento,
víctima de los golpes del padre.
Otra situación particular en Francia, establecida en el
código francés, es la figura del «niño anónimo» que permite a
las madres no dar a conocer su identidad cuando dan un niño
en adopción... La madre declara previamente que no quiere
que se conozca su identidad y esto suele ser muy común entre
mujeres extranjeras; que van a Francia a parir porque tienen
esta posibilidad. Numerosas historias de mujeres violadas en
Bosnia, en Europa del Este que se dirigían a Francia a parir
y en dos meses el niño podía ser dado en adopción.
Habitualmente, esta modalidad de adopción tiene el pro­
blema de que las mujeres para proteger su identidad o por
vergüenza, no realizan exámenes ni controles durante el em­
barazo y se dirigen directamente a la guardia el día del par­
to, con las complicaciones clínicas, anímicas, afectivas, que
esto puede acarrear .8'1
En Nantes, hay un hospital con un sistema en el cual se
prepara a las madres que deciden dar a sus hijos en forma
anónima. Allí un equipo formado por trabajadores sociales,
psicólogos y módicos, respetando esta decisión que está ab­
solutamente dentro de la ley, crea las condiciones para que
esta mujer se haga responsable de la misma. La orientación
de este equipo está en dirección a poner a decir y poner a
trabajar una decisión, esto es intentar producir alguna m ar­
ca para subjetivarla.
En oposición a esa modalidad de trabajo, la autora daba el
ejemplo ocurrido en otro hospital, en donde un niño había na­
cido en esas condiciones en una guardia; su madre había dicho
que no quería ni verlo, pero los profesionales se lo ponen sobre
su cuerpo con el intento de que cambio su decisión. Detrás de
la búsqueda del supuesto bien del niño o de la madre, los médi­
cos ejercen una violencia institucional, que pone de manifiesto
el juicio moral sobre la madre y sobre esa decisión; «el bien de
todo niño es estar con la madre.» podría enunciar el juicio mo­
ral. Podemos articularlo con lo trabajado por Lacan en el Se­
minario de la Ética «.Hacer las cosas en nombre del bien, y
mas aún, en nombre del bien del otro, esto es lo que está muy'
lejos de ponernos al abrigo no sólo de la culpa, sino de toda
suerte de catástrofes interiores».

Verdad... a medias

'Esto nos permite pensar las cuestiones ligadas a la verdad.


Los jueces piden que se jure decir TODA la verdad, tam­
bién exigen a los profesionales que digan la verdad de los
padres, niños, familiares.
Los profesionales y las instituciones corren el riesgo de
creerse portadores de la Verdad,
Lo que el psicoanálisis nos enseña es que:
-La verdad no es fácilmente accesible.
-Que la verdad es inseparable de los efectos de lenguaje como
tales y esto significa incluir en ellos al inconsciente.
-Que no hay LA VERDAD.
-Que la verdad no puede decirse del todo, siempre esta dicha
a medias.
La verdad es siempre relativa; uno tiene algunos en ­
cuentros de verdad, algo de la verdad aparece pero n u n ­
ca es toda.
Un niño decía que la mamá lo quería tirar por la ventana,
la juez no le creía y consultaba al perito psicólogo: «yo quiero
saber si me miente o si me dice la verdad». La analista trataba
de explicarle que si el menor le dice a la juez esto de la madre,
mas allá de que la mamá nodo hubiera empujado hacia la ven­
tana, era algo para prestar atención esta sensación de que su
madre estaba queriendo matarlo. Sin embargo lo que quería esta
juez era saber si a ella el niño le mentía, cuál era La Verdad.
Nuestra palabra no pretenderá decir toda la verdad,
revelársela a ese sujeto en tinieblas, sino que en todo caso,
intentaremos que algo de la verdad aparezca, algo de la
verdad de ese sujeto, de su historia, de sus posibilidades,
en ese marco simbólico que se arma entre el analista y el
sujeto que padece.

Debates en el Foro

A continuación se transcriben algunas de las intervencio­


nes de los participantes

Intervención de Ménica Cardia


Lie. en Psicología. Provincia de Buenos Aires. República Argentina.

El tema de este primer capitulo está muy ligado a mi


práctica clínica actual con adolescencia y menores en ries­
go para la Subsecretaría de la Provincia de Buenos Aires,
específicamente con la prevención en adicciones. Es fre­
cuente la derivación dedos juzgados para la atención
asistencial por la ley de penalización al consumo o «condi-
cionalidad de libertades».
Es habitual que la urgencia jurídica corra por diferentes
caminos que el abordaje clínico, regulando en ocasiones la
práctica para pensarlas en relación a quién demanda. La ur­
gencia está en ocasiones paradójicamente determinada por
los diferentes discursos: el jurídico, el social del cuál somos
parte y efecto, por eso en ocasiones es muy difícil discriminar
donde está situada la demanda. En estos tiempos de urgen­
cias, la demanda incluye parte de una temporalidad que jue­
ga en contra de una posible subjetivación.
Es imprescindible determinar tempranamente de quién es
la demanda de atención y la urgencia situándose el profesional
desdo una posición ética que oriente la escucha desde una
cierta lógica.

Intervención de Clara Holguín


Psicoanalista, m iembro de la NEL. Cali. Colombia.

La urgencia atraviesa las instituciones, en gran medida


porque estas se sienten cada vez más eompolidas a responder
a un discurso que les exige eficacia y eficiencia, aun a costa
de los sujetos que las integran y constituyen. Podemos plan-
toarnos entonces que la urgencia de dar respuesta, en múlti­
ples aspectos al Otro social, a la que se enfrentan las institu­
ciones de diversa índole, engendra ella misma una serie de
urgencias subjetivas que se evidencian, por ejemplo, en el
deterioro creciente de los lazos sociales de sus miembros, en
estados de de pr es ión y des es peran/a y aún en m a n iíe st aei o-
nes y motines .que, a manera de acting, llaman a la pausa en
el Otro, al establecimiento del diálogo.
En el ámbito de la Universidad pública en Colombia,
se hace evidente la situación planteada. En el día a día de
la vida universitaria asistimos a manifestaciones sintomá­
ticas que van desde los consumos compulsivos, las deser­
ciones, la agresividad en las relaciones académicas y labo­
rales y los embarazos en adolescentes, hasta las revueltas
estudiantiles en muchos casos con un profundo sesgo de
violencia. Velar por la salud mental en estas instituciones
pasa necesariamente por la recreación de vínculos, por el
establecimiento de la palabra, por reconocer y exigir a cada
integrante de la comunidad universitaria hacerse cargo de
su propio «bienestar». De este modo, pretendemos incidir
desde la instancia del Bienestar Universitario—que en nues­
tro país responde a una exigencia legal a las instituciones
de Educación Superior™ y que tradicionalmente tiene un
corte eminentemente asistencialista; apostamos a lograr
paulatinam ente lo que podríamos considerar una especie
de «rectificación subjetiva», hacer a los integrantes de nues­
tra comunidad sujetos responsables de su vida y la de la
institución; reconocemos en este trabajo las limitaciones
que la urgencia institucional en la búsqueda de cambios
abruptos y rápidos, hace emerger a manera de resistencia,
de obstáculo a un tiempo que sabemos necesario.
Relataré un evento en una institución escolar que aseso­
ro: una niña de II años, molesta con su profesora, hecha un
ácido en el termo do la misma. No haríamos mal en llamar a
dicha situación una urgencia institucional, la calma y la ho-
meostasis de la institución se han quebrado. Se sanciona a la
niña, suspendiéndola por unos días. Sin embargo, esto en lu­
gar de causar un alivio institucional, causa un malestar en la
maestra, que considera que nunca fue tenida en cuenta y con­
sidera el evento una amenaza para ella y sus demás colegas
(son maestros americanos) con una consigna, «los niños nos
quieren matar, son una amenaza».
Se genera una «crisis» en la institución que da cuenta
de lo insoportable y al tiempo se abre la posibilidad de una
conversación que sintomatice este llamado tanto de lado
del niño como del maestro. Podríanlos aquí introducir al
menos tres de los puntos que se introducen en la clase y
que se menciona arriba, ¿De quién es la urgencia? ¿Qué punto
de capitón para esta urgencia? ¿Qué solución?
Al menos podemos tener en cuenta a partir de la clase
tres aspectos:
—El tiempo -la pausa.
-La Avaluación,.tanto del lado del sujeto niño como del maestro.
-La importancia de espacios de conversación en la institución.

Intervención de Marta Muhlrad


Psicoanalista de Buenos Aires A rgentina

Plantear la urgencia desde la perspectiva institucional


me llevo a los acontecimientos ocurridos en una escuela en la
que trabajo.
Hace unos años un alumno llevó un arma cargada, la tuvo
consigo toda la mañana y al salir, disparó y mató a un compañero.
La situación fue terriblemente dramática y despertó di­
versas cuestiones:
—la sorpresa, lo inesperado de la irrupción de violencia.
—el dolor por el joven muerto
-el dolor, el miedo y la crisis de sus compañeros
-el dolor y los interrogantes de los docentes y autoridades
—las preocupaciones ligadas a la responsabilidad del estable­
cimiento
Algunas consecuencias inmediatas fueron:
—un presumario administrativo para las autoridades de la
escuela,
-asistencia psicológica grupal para los compañeros de ambos
alumnos.
—una intervención institucional con un psicólogo, para el per­
sonal de la escuela en su totalidad, que no satisfizo las
expectativas, principalmente porque nunca les explicaron
cuál era el objetivo de la reunión.
-el alumno, de 19 años, era imputable según las leyes argenti­
nas. Se lo detuvo en la comisaria, luego en una cárcel, se lo
sometió a pericias y terminó interno en un neuropsiquiátri-
co.de'la zona, con diagnóstico de esquizofrenia paranoide.

El sentimiento general fue ambivalente, ligado a lo si­


niestro, a eso familiar que se torna extraño y peligroso.
Entre los alumnos había surgido el peligro y la amenaza,
y permaneció durante un tiempo. Luego, los mecanismos de
defensa van haciendo lo suyo.
Para algunos era mas seguro que el joven agresor estu­
viera preso en una cárcel por homicidio. No tenía anteceden­
tes delictivos de ningún tipo
En ninguna escuela de la zona se realizaron intervencio­
nes a nivel institucional, en relación al tema. Los profesores
querían que se nos instruyera sobre qué hacer si un alumno
saca un arma en el aula.
¿Dónde está la urgencia? ¿De quién/cs os la urgencia?
¿Que modalidad de intervención hubiera posibilitado el
alojamiento dé la urgencia de padres, docentes, alumnos..,?
Intervención de Rodolfo Ceballos
P racticante del psicoanálisis. Provincia de S alta, Argentina.
i'-.
Este capítulo me permitió ubicar la posición del psicoa­
nalista en las urgencias en una institución
El curso plantea la intervención desde la perspectiva del
psicoanálisis, lo que explica el concepto de trabajo asisteneial
en una institución social.
El. ejemplo elegido no admite controversias clínicas: el
psicoanálisis como práctica que elucida y localiza la urgen­
cia, entendida ésta como el punto donde se rompe el orden del
sujeto. Esa verificación me parece necesaria y, a la vez, opor­
tuna de conseguir por el sufrimiento mismo del que consulta.
La urgencia es la lectura que hace el psicoanalista en la
llamada «coyuntura de emergencia». :
La pregunta que se abre es: ¿es posible llegar a este pun­
to óptimo de «cálculo» en la urgencia?

Intervención de Lilia Pérez


Psicoanalista. Saltillo, Coabulia, México.

Voy a relatar una experiencia de las muchas, vivida en el


hospital donde trabajé 22 años.
Trabajando en el Servicio de Metrología, me encuentro
una mañana con un pedido de urgente intervención. Celia,
una pequeña de 14 años de la Sierra de Oaxaea, una comu­
nidad indígena de mi país, México, había estado desde ha­
cia dos horas convulsionando y aventando espuma por la
boca. Ya habían acudido los neurólogos y concluyeron que
no había inervación nerviosa para tal evento y que por tanto
era «psicológico».
La demanda de ios módicos que se me dirigía, era que
resolviera con premura tal urgencia.
El cuadro era impactante, Celis convulsionaba y la posi­
bilidad de intervención parecía limitada. Decido dirigirme a
la paciente con una invitación a tomar la palabra: «¿Celis
quieres hablar?» ante lo que ella respondía con más convul­
siones y los ojos en blanco, repito mi apelación y finalmente
intervengo diciendo: «...cuando quieras hacerlo me llamas,
tengo otros pacientes» y me di la vuelta.
Para mi sorpresa, la paciente so levanta y poniendo la
mano en mi hombro exclama en un grito «¡No te vayas, sí
quiero hablar!», cesando también las convulsiones. A partir
de ese momento desplegará la angustia qué le producía dejar
el hospital al que había llegado en estado gravísimo que requi­
rió día tizarla. La vida y la muerte en el centro de la escena.
Me interesa destacar que la intervención se enmarca en
la transferencia de los médicos hacia la analista a quien con­
vocan, así como de la niña quien ya era una paciente que se
atendía en el Servicio y tenía un lazo con la analista.

Intervención de Margaret Pugh


E stu d ian te avanzada de la licenciatura en psicología en la U niversidad
Regíom ontana, en M onterrey, Nuevo León, México.

En el primer capítulo encontró una conexión inmediata con


el contenido acerca de la dificultad de hacer soportable la falta
de recursos y los problemas de la institución, es decir el modo
en que los profesionales somos atravesados por la urgencia.
En lo personal me ha tocado presenciar la revictímiza-
ción del enfermo mental cuando se presenta a denunciar he­
chos de violencia intrafamiliar, pues la ley en este país des­
acredita automáticamente el discurso del enfermo mental al
conseguir un dictamen médico o psicológico.
Esta experiencia definitivamente muestra el grado de
indefensión y revictimización de que se hace objeto al enfer­
mo mental en las instituciones.

In te r v e n c ió n * d e In é s Sotelo
Clara Holguín desde Colombia aporta interesantes seña­
lamientos y un ejemplo de urgencia institucional impactante,
que nos lleva a puntualizar algunas cuestiones:
La caída del padre, del ideal, del Otro, se manifiesta
crudamente en la escuela. No hay Otro que ocupe el lugar
de saber supuesto, de quien valga la pena intentar un «su­
puesto aprender». Devaluación del lugar del padre, del
maestro y del saber.
La institución suele culpabilizar a los «malos padres»,
que no se ocupan, que no están en casa, que dejan a los ni­
ños frente al televisor, que no dialogan, juicio sobre los pa­
dres que no suele estar acompañado de intervenciones trans­
formadoras. En realidad los maestros tampoco saben como
hacerlo, también para ellos el lugar de «maestro» que deben
ocupar está devaluado. Los padres y los niños se tornan ex­
traños, amenazadores, y de ellos retorna el juicio y la vio­
lencia hacia la escuela o los maestros.
En mi experiencia en sala de internación, ocurre lo mis­
mo con los familiares de los pacientes graves o psicóticos,
cuando la institución no los incluye y los juzga llegando a
situaciones do violencia y amenaza............................
Cuando la eficacia y eficiencia, a la que también aspira­
mos los psicoanalistas, se convierte en sinónimo de «supuesto
bienestar» en las instituciones-,-más allá de los sujetos en cues­
tión, el síntoma aparece, insiste, habla o grita.
En el caso presentado por Marta Muhlrad se observa
que no basta conque haya psicólogos, sino que es funda­
mental localizar la urgencia, desde que lugar se la lee y,
finalmente ponerla a decir, ponerla en palabras. No hasta
con encerrar al joven, la violencia y la amenaza quedaron
en la institución. Me interesa puntualizar que muchas ve­
ces frente a la urgencia médica ante la muerte, o la urgen­
cia del juez que quiere la Verdad, somos convocados para
dar respuestas mágicas. El médico espera a veces la res­
puesta mágica d e la medicación.
El lugar del analista es apenas, el de abrir cierta brecha
para que la urgencia del sujeto, de ese niño, se despliegue.
Aunque no lleguemos al punto óptimo de cálculo para la u r­
gencia, como se interroga Rodolfo Ceba líos.
Podemos pensarlo con una referencia que nos ofrece Os­
car Zaek, quien afirma que los cambios en el campo de lo so­
cial, lo político, lo cultural, lo científico ha ido determinando
que el analista se transforme en un objeto mas dúctil capaz
de responder no sólo las nuevas angustias y los nuevos sínto­
mas sino también a las tragedias que irrumpen en la subjeti­
vidad moderna .37
Considero que la intervención desdo cierta posición nos
avala para un momento de concluir, cuya eficacia solo ve­
rificaremos después.

M omento de concluir

Estas intervenciones nos acercan a la particularidad con


que la clínica se presenta en diversos países, atravesados
por lenguas, historias, sistemas de salud muy diversos, como
así también diverge el lugar del psicoanalista en las institu­
ciones. Sin embargo hemos encontrado puntos en común que
han permitido relanzar nuevos interrogantes para el mo­
mento de concluir:
La posición del analista determina un uso particular de
las instituciones, transformando los espacios asistenciales
clásicos. En este sentido Marta Coronel nos aporta la expe­
riencia de la admisión en el Hospital de San Isidro, la cual
dejó de ser un dispositivo universal para convertirse en un
espacio diario dentro de un proceso de asistencia, resultando
en sí mismo un tratamiento del padecimiento.38 Es decir que
alejándose de un procedimiento burocrático, es pensado como
la posibilidad de que algo nuevo se inicie.
Se trata entonces de crear artificios, en guardias y admi­
siones, que permitan la lectura de los efectos haciendo uso de
los recursos de los que se disponga.39
La orientación del psicoanalista en las instituciones lo
conducirá a proponer una pausa frente a la prisa institucio­
nal, venga de donde venga; pausa que a veces es solo de unos
minutos pero que posibilita instalar otro tiempo.
El analista, como afirma Laurent, no es un funcionario
del dispositivo,30 no se hace víctima de un engranaje, sino
que se ubica como sujeto responsable de sus decisiones. Con
su acto pone una pausa para desplegar lo que allí se deposíte,
en ese marco simbólico particular, en ese encuentro con el
sufrimiento del otro, tratando de alcanzar algún valor de ver­
dad sin pretender ser dueño de ella.
Esto posibilitará localizar algo de lo subjetivo, poniendo
en juego la avaluación del sujeto en cuestión, aval del sujeto
acerca de su padecer.
Desde esta perspectiva, la ética del psicoanálisis conduce
a posponer los juicios, y no anticiparse en la adjudicación del
bien que se cree que le correspondería a cada uno.
La decisión final, siempre sin garantías, se corresponde
con un momento de concluir que aunque deje el sabor de que
algo mas se podría haber sabido o algo mas se podría haber
hecho, entendemos que la conclusión es el tiempo lógico que
posibilita la salida.
B ib lio g r a f ía

1-2-3-8-10-40. Laurent Eric. «Posición del psicoanalista en el


Campo déla Salud Móntala. Psicoanálisis y Salud Mental.
Tres Haches, Buenos Aires, 2000 .
4-5. Laurent Eric. «Usos actuales e imposibles del Psicoanáli­
sis» Psicoanálisis y Salud Mental. Tres Haches, Buenos
Aires, 2000 .
6 . Belaga Guillermo «La urgencia generalizada. Respuestas
del psicoanálisis en las instituciones». Tiempos de urgen­
cia. Estrategias del sujeto, estrategias del analista. Sotelo
Inés (comp.), Buenos Aires, 2005, JCE Ediciones.
7. Leserre Lucas «Acontecimiento y ciencia» Tiempos de ur­
gencia. Estrategias del sujeto, estrategias del analista. So-
telo Inés (comp.), Buenos Aires, 2005, JCE Ediciones.
9. AAW. «La Urgencia. El psicoanalista en la práctica hospi­
talaria», Editorial Vengara, 1989, Buenos Aires.
11 . Baudini Silvia «La Urgencia y el tiempo» Tiempos de ur­
gencia, Estrategias del sujeto, estrategias del analista.,Mó­
telo Inés (comp.), 2005, Buenos Aires, JCE Ediciones.
12 . Miller Jacques-Alain. «La experiencia de.lo real en la cura
ps icoanalítica», 2003, Buenos Aires, Paidós.
13. Camaly Daniela «El analista interviniendo en la ciudad».
Tiempos de urgencia. Estrategias del sujeto, estrategias
del analista. Sotelo Inés (comp.), 2005, Buenos Aires, JCE
Ediciones.
14. Lacan Jacques. Seminario 3. «Las Psicosis, Paidós, Bue­
nos Aires, 1.986.
15. Lacan Jacques «El tiempo lógico y el aserto de certidum­
bre anticipada. Un nuevo sofisma» Escritos. Siglo XXI,
Buenos Aires, 1985. .
16-20-22. Tarrab Mauricio «La insistencia del trauma» La ur­
gencia Generalizada 2 , Grama, 2005.
17. Hojman Lorena «De la urgencia a la filiación» Tiempos de
urgencia. Estrategias del sujeto, estrategias del analista,
Sotelo Inés (comp.), 2005, Buenos Aires, JCE Ediciones,
18. Miller Jacques-Alain, Introducción al método psicoanalí-
íico. Itolia, Buenos Aires.
14-19. Laurent Eric. «Usos actuales e imposibles del Psicoa-
ná lis isa Psicoanálisis y Salud Mental, Tres Haches, .Bue­
nos Aires, 2000.
21. Lo Giudice, Alicia «Traumatizando el discurso jurídico».
Psicoanálisis, restilación, apropiación, filiación. Buenos
Aires, 2005.
23-32-34-36. Eliacheff, Carolina. Del niño rey al niño víctima.
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24. Za fiaron i, Eugenio, «En busca de las penas perdidas.
Des legitimación y dogmática jurídico-pe nal.», Ediar, 1989.
25. Motta Carlos Gustavo: «La huella de los actuales miedos
sexuales». Tiempos de urgencia. Estrategias del sujeto, es­
trategias del analista. Sotelo Inés (comp.), 2005, Buenos
Aires, JCE Ediciones.
26-27-28-29-30-35. Lacan Jacques. Seminario 7 «La ética, del
psicoanálisis», Paidós, Buenos Aires, 1990.
31. Lacan Jacques «La instancia de a letra en el inconsciente
o la razón desde Ere tul», Escritos I, Siglo XXI, 1985.
33. Lacan Jacques. «El estadio del espejo como formador de
la¡;función del yo tal como se nos revela en la experiencia
psicoanalítica» Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 1985,
37. Zack Oscar «Lo que no llega al diván». Tiempos de urgen­
cia. Estrategias del sujeto, estrategias del analista. So te lo
Inés (comp.), 2005, Buenos Aires, JCE Ediciones.
38. Coronel Marta «La admisión, la construcción de un espa­
cio» Tiempos de urgencia. Estrategias del sujeto, estrate­
gias del analista. Sotelo Inés (comp.), 2005, Buenos Aíres,
JCE Ediciones.
39. Soto Adriana «El uso de los dispositivos frente a la urgen­
cia» Tiempos de urgencia. Estrategias del sujeto, estrate­
gias del analista. Sotelo Inés (comp.), Buenos Aires, 2005,
JCE Ediciones.
Capítulo 2
Urgencia y psicosis

omenzaré llamando «coyuntura de emergencia» a la ins­


C tancia que recibimos en la guardia o en la admisión, cuan­
do llegan el paciente y süs familiares atravesados por una
situación que los ha conmocionado.
Esta expresión, que J.-A, Miller elige en «La Experiencia
de lo real en la cura psicoanalítica»,1 reúne numerosas varia­
bles que el analista a cargo de la guardia deberá considerar y
ponderar cuidadosamente.
Presentaré un caso clínico que nos permita considerar cada
una de estas cuestiones.

Entrevista de adm isión

Entrevista familiar

S. es acompañada al hospital general por,dos padres y


varios hermanos. La institución cuenta con guardia psiquiá­
trica y psicológica y con sala de internación en la misma es­
pecia lidad. Serán entrevistados por el módico de guardia y
por una licenciada en psicología, psicoanalista, integrante del
equipo de la sala de mujeres. Son derivados desde guardia
externa donde la paciente fue evaluada y se indicó la interna­
ción en la sala de agudos del Servicio de Psicopatoiogía.
Entrevistar primero a la familia tiene en este caso el ob­
jetivo de obtener algunos datos sobre los aconteeiiilientos que
motivaron la consulta, ya que la paciente impresiona como
alucinada y con dificultades para comunicarse. Se indagará
también acerca de los antecedentes: si ha habido otros episo­
dios anteriores, si estos pueden ser situados temporalmente
y las coordenadas ep que ocurrieron.
La familia referirá que desde hace unos días «sepuso muy
violenta, especialmente con los chicos, siendo ésta una con­
ducía inhabitual ya que es muy cariñosa con sus hijos». Guan­
do sé interroga sobre el inicio de este cambio en S, referirán
que desde hace un año comenzó a estar rara por lo que inició
un tratamiento en otro hospital. Los síntomas que recuer-
cTmi^ncl'aisIamiemo-ydas-a'lucinacionesauditivas. EnaqucL
momento fue medicada con neurolépticos incisivos y sedati­
vos en dosis bajas; refieren también que en cuanto cedieron
los síntomas; interrumpieron el tratamiento y la medica­
ción. En este día repitieron la dosis para poder traerla al
hospital, ya que por la agitación y su negativa se les hacía
imposible hacerlo de otro modo.
La familia asegura que no tuvo internaciones psiquiátri­
cas ni enfermedades o accidentes graves. En relación a la his­
toria familiar se destacan como datos significativos que S es
la menor de doce hermanos. Familia oriunda de un pueblo
llamado La Esperanza de una provincia de la República Ar­
gentina. Parte de la familia viajó a Buenos Aires hace unos
años. S se casa con P a quien describen como alguien raro,
introvertido y que no permite su trato con la familia de ori­
gen. En el último año la madre consigue que S vaya con sus
hijos a vivir al hogar paterno ya que no la veían; bien y les
preocupaba no solo la precariedad económica sino también
las conductas extrañas del esposo.
La madre refiere que S nunca estuvo tranquila a partir
de esta mudanza ya que vivir separada de él le producía gran
inquietud. Otro dato relevante es la pérdida de un embarazo
avanzado ocurrido en el último año.
Se indagará acerca de las posibilidades familiares de
acompañar y sostener el tratamiento durante la internación,
teniendo también en el horizonte los recursos económicos y
humanos con los que se contará en el momento de la externa-
don. Esta perspectiva es fundamental puesto que se intentará
que la internación en la institución hospitalaria sea lo mas bre­
ve posible. Se trata de un recurso imprescindible cuando los la­
zos sociales y familiares se han quebrado o deteriorado en tanto
permita al analista trabajar para lograr un armado posible
que posibilite restablecer, al sujeto, los lazos con el exterior.

Entrevista familiar en la urgencia

En este caso fue decidido entrevistar primero a la familia


porque aunque los síntomas patológicos aparezcan, en S, son
ellos los que llegan en situación de urgencia.
........Este.cambio de.conducta,..la.agresividad.conlos.niños.
absolutamente inhabitual en ella, fue el límite que los condu­
ce a la guardia. Las conductas extrañas son de larga data: el
sentirse mirada por compañeros y vecinos, el casamiento, el
lugar donde elige vivir, el ir y venir, los celos enfermizos, son
leídos hoy por la familia como anormales. Con anterioridad sí
bien hubo alguna consulta previa no se sostuvo en un tra ta ­
miento. El episodio de agresividad con los hijos en ese día, se
transformó para la familia en el límite dedo soportable.
Quiebre, dolor, ruptura aguda, desconcierto, desequilibrio,
transformación en la vida de un sujeto, pero que en este caso,
como en muchos otros, es la familia la primera en acusar re­
cibo y dirigirse a una consulta cuando la situación ha. sobre­
pasado lo que esos padres, hermanos, esposos o amigos pue­
den tolerar y manejar.
La urgencia atraviesa también a la familia y es por ello
necesario evaluar el impacto y las consecuencias que el des­
encadenamiento de una psicosis produce en el grupo fami­
liar. Esto permitirá al analista ubicar el mareo y las coorde­
nadas en que se desarrolla la vida del sujeto en cuestión, in­
formarse de la versión familiar y, fundamentalmente consi­
derar si se contará o no con ellos a lo largó del tratamiento,
específicamente en el momento de la extern ación así como a
lo largo de la vida de ese sujeto que presumiblemente necesi­
tará de ciertos soportes para sostener el tratamiento, la eco­
nomía, las actividades, la vida cotidiana.
Se.; ha producido un quiebre, un punto de viraje que marca un
antes y un después; esto es: ya nada volverá a ser como antes.
Trab aj.ar adec uad a mente eon la fa mi 1ia, p er mit e en mu -
chos casos que sean ellos quienes faciliten cierto lazo, que
acompañen el tratamiento, que se ocupen de aquellas cosas
que el sujeto ya no puede sostener, que ponderen y toleren las
limitaciones y, por sobre todo, que estén atentos y reconduz­
can al familiar a la consulta cuando reaparecen signos de
perturbaciones.
La familia de S parece muy comprometida; han concu­
rrido todos y a lo largo de la internación sostendrán su pre­
sencia colaborando con los profesionales y respetando las
consignas institucionales, A partir de esta desestabiliza-
ción, padres y hermanos ubicarán aquellas conductas que
hasta el momento sólo eran consideradas extravagantes,
como sintomáticas. Para el analista esto es la m anifesta­
ción de una patología estructural, que acompañará al pa­
ciente a lo largo de su vida y que requiere de un tratam ien­
to adecuado'sostenido en el tiempo.
Concluida la entrevista familiar invitamos a pasar a S quien
entra sola al consultorio, responde a nuestro saludo y se sien­
ta en una silla frente a nosotros. Está vestida adecuadamen­
te sin ningún detalle que llame particularmente la atención.
Las entrevistas, familiar e individual, permiten una eva­
luación y la confección de la historia clínica, herramienta in­
dispensable y obligatoria en las instituciones

Confección de la historia clínica

La Historia Clínica en Psicopatología o Salud Mental re­


úne diversos datos fundamentales para la institución que re­
cibe al paciente así como para los profesionales que interven­
drán en el tratamiento.
Será un documento que consignará datos importantes
para futuros tratamientos o internaciones en el mismo hospi­
tal, así como para las instancias sociales o jurídicas que pu­
dieran intervenir en la actualidad o en el futuro.
Hay diversos modelos de Historias Clínicas pero el objetivo
de la misma es consignar el recorrido desde la entrevista de
admisión hasta las razones de la conclusión del tratamiento.
Los ítems suelen ser los siguientes;
1. Datos de filiación: del paciente y su familia.
2 . Motivo de internación o de consulta.
3. Los antecedentes y el estado actual del paciente.
4. Examen Psiquiátrico: la entrevista diagnóstica permitirá
la evaluación del paciente a través de la alteración o con­
servación de sus funciones psíquicas: conciencia, atención
y orientación, percepción, memoria, afectividad, pensa­
miento y lenguaje y la actividad psieomotríz.
5. Diagnóstico presuntivo: El carácter presuntivo indica que
no es definitivo sino que deberá confirmarse a lo largo del
tratamiento. La combinación de determinados síntomas,
que son manifestaciones egodistónicas para el sujeto, y los
signos que son los datos positivos objetivables, conforman los
síndromes; por ejemplo la combinación de ideas delirantes,
alucinaciones y perplejidad, constituyen un síndrome psi.có-
tieo. En la actualidad, el DSMIV y el CIE-10 describen tras­
tornos o entidades, nos ológicas.
6 . Indicaciones terapéuticas: intervenciones, plan farmacoló­
gico, estudios complementarios.2

Psiquiatría y psicoanálisis en la evaluación

El examen psiquiátrico indica en el aquí y ahora del mo­


mento de la entrevista el estado actual del paciente; estado
que esperamos se vaya modificando a lo largo del tratamien­
to. También se consignarán los antecedentes, lo cual permiti­
rá una relación entre el momento actual, eje transversal en
la vida del paciente y su historia, eje longitudinal.
Desde la perspectiva del psicoanálisis, Lacan nos invita.a
ir un poco mas allá de lo evidente; «...la psicología humana
en lo mas antinatural que hay...» agregando que la experien­
cia freudiana, no es una experiencia pura sino que es una
experiencia estructurada por algo artificial que es la relación
analítica, indicándonos con precisión: «Comiencen por creer
que no comprenden. Partan de la idea del malentendido fun­
damental. Esta es una disposición primera ...».3
De las presentaciones de enfermos de Lacan, extraemos
enseñanzas fundamentales en el momento de conducir una
entrevista con un sujeto presumiblemente psicótico.'1
Lacan conducía las entrevistas suponiéndole al paciente
un saber sobre su enfermedad, dejando muchas veces a cargo
del sujeto la definición de lo que le acontece y las coordenadas
en que esto sucede. Se detiene, interesado, en las cuestiones
que el paciente refiere,- pide definiciones de palabras aunque
pertenezcan al lenguaje común. Se interesa por los fenómenos
que dice padecer, no duda en pedir más explicaciones, en decir
que no entiende. Se detendrá en los fenómenos elementales,
en los fenómenos alucina toldos y en el delirio, en la relación del
sujeto con el lenguaje. Lacan se ubica en el lugar de quien toma
nota del testimonio que el sujeto le ofrezca.
En las entrevistas se pesquisará la presencia, o no de fe­
nómenos elementales. Este término proviene de la psiquia­
tría y es tomado por Lacan de quien llamará su maestro en
psiquiatría: Clérambault. Este inventó un síndrome que se
llamó de automatismo mental; conjunto de signos y síntomas
que se dan más o menos al mismo tiempo y que se ubica como
la base de la psicosis alueinatoria crónica.
Estos fenómenos tienen un carácter neutro, anideico esto
es sin carga afectiva y no.causados por ninguna idea; no pue­
den ligarse con la serie de ideas que el sujeto venía teniendo.
Clérambault los organizó en tres tipos de fenómenos ele­
mentales; los ideo-verbales, los sensitivos y los motores,5
Los elementos que lo componen son:

1. El eco del pensamiento.


2 . La enunciación de los propios actos.
3. Los diálogos interiores.
4. Las alucinaciones motrices diversas,
5. Las ccncstopatías.
6 . El pensamiento anticipado o mentismo... su pensamiento
empieza a marchar solo.
7. Asociaciones por contraste, sin una idea directriz, se hacen
o por contraste o por homofonía.
8 . Las alucinaciones auditivas y psicomotrices.
9. Las intuiciones; la percepción de una significación sin que
haya datos empíricos para ello.
10 . Los fenómenos de no-sentido.
11 . Las impulsiones verbales.
12 . Juegos silábicos.
13. Retahila do palabras.
14. Flujo involuntario de recuerdos.
15. Vacío del pensamiento.

Para Lacan los fenómenos elementales, dejan de tener


un carácter basa!, esto quiere decir, que no son los elementos
primarios sobre los cuales el delirio se producirá. No son los
datos primarios que tomará el delirio para su constitución,
sino que dan cuenta de la estructura.
Mientras que el carácter de «elemental» que tenían para
Clérambault estaba sobre todo sostenido en el valor de ele­
mento, para Lacan «elemental» quiere decir irreductible. Son
irreductibles a cualquier otra cosa que no fuera la misma es­
tructura; esto es; la muestran. El delirio mismo será también
u n fen ómono ele me nt a 1.
Clínicamente, se caracterizan por la aparición en lo real y
porque el sujeto queda involucrado en ellos; tienen valor de men­
saje que les es dirigido, lo cual sostiene la certeza delirante.
Jacques-Alain Miller propone que el fenómeno elemen­
tal es a la psicosis lo que la formación del inconsciente es
a la neurosis y como tal m uestra la estructura de toda la
enferm edad/’
Encontrarlos es fundam ental para el diagnóstico de
psicosis porque revelan la estructura misma, la particu­
lar perturbación que se produce en las psicosis en la rela ­
ción entre el sujeto y el aparato del lenguaje, entre el su­
jeto y la palabra.
Para que estemos en la psicosis tiene que haber trastor­
nos del lenguaje, afirma Lacan en el Seminario 3: «Si hemos
pues de esclarecer una nueva dimensión en la fenomenología
de la psicosis, será en torno al fenómeno del lenguaje, de los
fenómenos de lenguaje más o menos alucinados, parasitarios,
extraños, intuitivos, persecutorios».7
í>í> ^ _ Clínica de la urgencia _ ___

¿Qué diagnosticamos en la entrevista de admisión?

En la entrevista de admisión, en el momento de la inter­


nación la paciente presenta fenómenos de interferencia que
perturban el curso del pensamiento, pero no tienen conteni­
do, anideísmos diversos: sin sentidos, juegos verbales silábi­
cos, estribillos verbales.
Ella dice:
«...escuchaba la palabra, casa, casada, casarosa no se de
donde es. Es algo que escuchaba...»
«...siempre se me viene encerrado, encerrar, encerrada, no
tengo idea que quiere decir, creo que esa palabra no es de
acá, es de. La. Esperanza...»
«...se me viene puerta normal, es una puerta, puesta...»
«...una voz decía, lacas, creo que es una forma, del diablo
que me hablaba....»
S también presenta fenómenos ideoverbales: eco del pen­
samiento y comentario de actos:
«...escucho una voz de varón que repite lo que digo, me dice
lo que va a pasar, pero ahora es más afectuosa, ya no me.
traía con odio, miedo, rencor. Antes me decía: ¿»Qué hace
esta señora.?».
«...miró, hablo de religión y sentí que alguien me. dice: cui­
dado, estás hablando mal!».
En S se observan fenómenos alucina torio-motores: sen­
saciones de movimiento, alucinaciones sensitivas, genitales,
cenestopatías:
«...mi voz no sale por la garganta, sale por el costad,o...».
«...sentía un cosquilleo de gérmenes, y eso tiene que chocar
para hacer un golpe, un retumbo...».
«...parece que se me desenroscó el cordón del ombligo...»,
«...siento el estómago aprisionado, me siento desorganiza­
da por adentro. ¿Habrá una operación que pueda, organi­
zar me? Tal vez abriendo de la garganta, hasta, abajo. No se
dónde está, el estómago. Siento que los alimentos se me van
por cualquier lado...».
«...las manos me hablan, dicen el poema Ojos sin Luz...».
Ruptura, perplejidad, delirio

Los fenómenos elementales se caracterizan por ser in­


accesibles, inertes, estancados, refractarios a toda dialécti­
ca y no son causados por una idea anterior del sujeto.
Hemos ido localizando los fenómenos que S presenta y
que el psiquiatra de guardia describe, pero nos pregunta­
mos: ¿cuándo y cómo se desencadenaron?
Su familia dice que siempre fue rara, celosa y que siem­
pre se sintió mirada.
Aquí destacamos la divergencia entre la versión de la
familia y la del sujeto. Trabajaremos con cada uno su pro­
pia versión.
Ella lo sitúa así:
«...estuve bien hasta antes de entrar al civil y a la. Iglesia,
cuando entré ya. me sentía mal. Me di cuenta: que yo iba a
estar mal, a tener relaciones con las voces. Cuando el juez
dijo «dos declaro marido y mujer», y los dos teníamos el
,mismo apellido y los dos éramos iguales y lo primero que
me vino; supe que no íbamos a andar bien...».
Ante la precisión de S acerca del momento del desencade­
namiento de la psicosis recordaremos la indicación de Lacan
en el Seminario 3: «Al igual que todo discurso, un delirio ha
de ser juzgado en primer lugar como un campo de significa­
ción que ha organizado cierto significante, de modo que la
primera regla de un buen interrogatorio, y de una buena in­
vestigación de la psicosis, podrá ser la de dejar hablar el ma­
yor tiempo posible. Luego, uno se hace una idea».8
Podríamos pensar este momento que refiere S. a la luz
del concepto clínico de Lacan, momento fecundo, un momen­
to de calma y otro de empuje, una precipitación. Este término
lo encontramos a la altura del Seminario 3 ligado al inicio de
la paranoia, a modo de brote, fase, ruptura, cuando se obser­
van una serie de trastornos que sólo luego podrán ser recons­
truidos analíticamente .9
En el Seminario 6 , en la clase 24 Lacan se referirá al mo­
mento fecundo de la neurosis, como aquél que por tener rela­
ción con la estructura misma será cercado en el análisis .10
Podemos ubicar entonces la relación en el desencadena -
miento psicótico entre la irrupeión de 1 fenómeno elemental y
la estructura misma. El fenómeno elemental, siendo el deli­
rio mismo uno de ellos, la muestra en tanto tal.

Miller utilizará el concepto griego do gnomon que expli­


ca como a partir de una célula inicial (un dibujo que se repi­
te progresivamente respetando la forma y las proporciones
del primero) se pueden reproducir figuras de las mismas
proporciones encontrando de manera más extensa la misma
estructura. «El momento fecundo es una reiteración gnómi­
ca de la estructura del fenómeno elemental, que a la vez da
la idea de una continuidad)). Miller sostiene que el elemento
es la estructura y se repite como en el gnomon en distintos
niveles; esto significa que el fenómeno elemental tiene es­
tructura de lenguaje .11
En las entrevistas de admisión se intentará situar la di-
men s ión s u bj etiva dib uj a d a a tra vés de los fe n óm en os. E n el
trabajo del Equipo de urgencias subjetivas del Hospital de
San Isidro, los autores proponen la localización de la certeza
como lo que no engaña en las psicosis «situada en su costado
más enigmático como son los fenómenos ele significación per­
sonal, de xenopatía en el cuerpo o en el pensamiento o la per­
plejidad misma».v¿-
En el inicio todo parece indicar que la psicosis no tiene
prehistoria y, afirma Lacan en el Seminario 3 que en condi­
ciones especiales algo aparece en el mundo exterior que no
fue primitivamente simbolizado, el sujeto se encuentra abso­
lutamente inerme; desagregación en cadena, sustracción de
la trama en el tapiz que se llama delirio.13
¿Qué sucede entonces frente al corte, a la ruptura, al si.Di­
sentido?
El momento de perplejidad es el momento de la espera de
sentido que no aparece, tampoco hay metonimia porque el
sentido se fija, el fenómeno elemental se parece a la metoni­
mia inmóvil o a la metáfora impotente de hacer surgir un
sentido, sostiene Miller. La metáfora y la metonimia son los
grandes mecanismos de producción de sentido. En la metáfora
hay sustitución que produce un nuevo sentido mientras que en
la metonimia, en la conexión de un significante con otro, el
sentido no emerge, hay deslizamiento por la cadena. El fenó­
meno elemental, continúa Miller, funciona como metoni­
mia inmóvil que produce un estado de confusión difuso y
en tanto funciona como metáfora impotente, produce una
fijación absoluta. Siempre hay un significante en el fenó­
meno elemental o algo que debería producir un efecto de
interrogación sobre el sentido permitiendo una vincula­
ción entre significante y sentido. Propone entonces Miller
un operador de perplejidad, que permita esta conexión que
es la situación normal en el hablante en tanto necesita un
S2 para descifrar al 8 a , en tanto el Significante 1 siempre
es elemental, no se sabe lo que significa.1'1
Volvamos al momento del desencadenamiento de la psi­
cosis en S. A partir de ese momento, ciertas cosas le hacen
signo, ella se transforma en vehículo de i goce del Otro comen­
zando a operar cierto sentido, cierto saber, 82.
Tiene la certeza de que el hijo que murió era en realidad
hijo do una prima, aunque ella lo llevara en el vientre.
: «....mi prima me trajo comida el lunes, la comí sin darme
cuenta que le podría haber puesto algo, o alguna palabra,
y el martes me sentí mal, intoxicada...».

Decisiones del analista en la guardia

Se le explica a la paciente la conveniencia de quedar in­


ternada por unos días, ella acepta. Se entrevista a la familia
para dar explicaciones precisas sobre la decisión de interna­
ción, indicaciones sobre la misma (indumentaria, medicación,
acompañantes, visitas, plazos, etc.), así como para compro­
meterlos en el tratamiento.
La paciente será entrevistada diariamente por una ana­
lista y como instrumento que permita acotar el exceso sinto­
mático, el médico prescribe un plan de medicación diaria con
neurolépticos antipsicóticos incisivos y sedativos, en este caso
en una dosis mínima.
El uso de fármacos, la internación, la intervención con la
familia, los talleres, funcionarán como herramientas impres­
cindibles dentro de una estrategia que apunta a que algo co­
mience a aquietarse. En la misma línea los talleres, el traba­
jo en musicoterapia o en terapia ocupacional, pueden cobrar
una importancia crucial en el tratamiento sí se lo piensa en
la lógica de la cura, allí ¿donde el lazo social inexiste.
En las crisis agudas, especialmente en las crisis psicóti-
cas, el sujeto no logra sostenerse simbólicamente en los luga­
res que ocupaba como padre, como trabajador, como vecino,
como ciudadano. En S observamos que no puede ocuparse de
sus hijos, cuidarlos, libitjinizarlos. También deja de concurrir
a su trabajo, no sólo no logra desarrollar las tareas de costura
sino que la relación con los colegas se torna peligrosa y hostil.
Se han quebrado los lazos y no consigue presentarse ante los
otros bajo un somblante posible de madre, costurera, vecina.
El taller es entonces propuesto como otro al que el sujeto
pueda dirigirse y enlazarse con otros. Pensar la inclusión de
un paciente en el taller, será también caso por caso «no nos
orienta ni lo ocupacional: ni lo laboral, ni las habilidades ni la
resocialización masiva, sino la política del uno por uno».15
Es curioso como a pesar de la imposibilidad estructural
de constituir un grupo, en los talleres se verifica que «la serie
de presencias constituye un polo convocante para la circula­
ción del síntoma desde un lugar más afín al lazo social.16
Estas intervenciones comienzan producir algunos efectos;
las voces se atemperan, el mundo comienza a reordenarse, y
los lazos que se han quebrado podrían tener un nuevo desti­
no, el cuerpo encuentra algún orden mientras que la certeza
permanecerá como reducto inconmovible.
Frente al arrasamiento gozoso del Otro, la institución
pública funciona como ordenador que lo regula y atempera.
En guardias y admisiones la escucha y presencia del ana­
lista acepta el testimonio del paciente sobre su posición res­
pecto del lenguaje, privilegiando el palhos, el sufrimiento en
su dimensión subjetiva por sobre las normas sociales, insti-
t u cion a 1e s, fa mi 1íar es».17
Recorrido analítico en la internación

A lo largo del tratamiento S despliega ciertas ideas de­


lirantes de tipo persecutorio que no llegan a estructurarse
en un delirio. Esta enfermedad, esta intoxicación de la que
habla es la palabra. Está impregnada de palabra.
Tal como lo trabajamos en un apartado anterior, la es­
tructura aparece en el fenómeno, en el delirio, pero nos indi­
ca Laean en el Seminario 3 que la perspectiva del psicoaná­
lisis es diferente a la del punto de vista íenomenoíógico que
buscará lo que subsiste de la realidad en sí. El psicoanalista
no tendrá esa confianza apriori en el fenómeno y, en cambio
no retrocederá frente a la palabra. «Nuestro punto de parti­
da es el siguiente: el inconsciente en la psicosis está ahí,
presente. Este es todo el sentido de lo que enseño desde
hace algunos años, y hasta ahí hemos llegado en lo tocante
a la psicosis. La promoción, la valorización en la psicosis
de los fenómenos de lenguaje es para nosotros la más fe­
cunda de las enseñanzas».iS
S presenta la contracara clel aparato de influencia, dónde
el sujeto recibe mensajes a través, por ejemplo, del televisor,
de los que tiene la certeza que eso le concierne. Ella como
telépata emisora donde queda a merced del Otro, no puede
controlar lo que ella emite ni lo que el Otro recibe:
«.../o que yo viví fue terrible, tuve interferencias con radios
del Paraguay. Me escuchaban lo que yo pensaba., lo que yo
quería, decir. Ellos deliberaban, ellos son testigos, saben
que hubo una señora que interfería en su trabajo y esta
señora ya. no interfiere más...».
En el momento que es internada lleva meses separada de
su marido, ya que su familia se la ha llevado porque estaba mal.
En relación a su marido dice:
«...fui heredando los problemas psicológicos de él, siento
que él está controlándome. Me miraba en el espejo y de este
lado se me venía la mirada de él...».
«...quiero que venga mi esposo para poder tener esperan­
za. ¡Lo quiero tanto!...».
«...Siento que la vista se me entra.para adentro, mi marido
me buscó para■usarme, quería, confundirme con el sexo. Yo
pensaba, que usaba, a mi papá, mí mamá■usaba a. mi. mari­
do y mi prima, usaba a mi marido...».
((...estaba con Py sentía, unos rayos fuertes, que se me metía­
la Virgen que sonreía.

El significante esperanza se torna importante en el trata-


miento: el marido le da esperanza, ella quiere esperanza y has­
ta propone al analista que se mude al pueblo de La Esperanza,
«...sufrí tantos tormentos, ahora voy liberándome, siento
que algo me sale por la derecha., el hombre siempre está
acá, por la- derecha. Si vuelve podremos tener esperanza.,.».
Los significantes esperanza y. liberación, el analista tra ­
ta de recuperarlos a lo largo del tratamiento. Las interven­
ciones apuntan a seguir las líneas de fuerza significante que
la paciente trae. Tomará ciertas palabras que S utiliza con
un color particular: liberación, recuperación, usted es us­
ted, y es ella quien las elige cuando afirma que escucharlas,
le produce cierto alivio.
Estos significantes que S va desplegando a lo largo del en­
cuentro con la analista, significante Dos, S2, arman una trama de
sentido que nos muestra el lenguaje de sabor particular y a me­
nudo extraordinario que es el del delirante, tal como lo define
Lacan en el Seminario 3. Muchos significantes de la sujeto «co­
bran un énfasis especial, una densidad que se manifiesta a veces,
dándole ese carácter francamente neológico tan impactante en
las producciones de la paranoia... puntos de referencia esencia­
les... la realidad toda esta cubierta por la red del lenguaje...».19
En una sesión dirá que fue a la iglesia y vio a la Virgen
moverse:
«...sentí un golpe en la mandíbula y que la. Virgen me de­
cía: «ese es el dolor por el sufrimiento de las mujeres por el
dolor de sus maridos». Pensé que era. como una. descarga,
sentí el golpe...».
—¿Cómo una liberación? -pregunta la analista.
—En el momento que recibí su palabra, siento como que
usted, me decía: «Ahora, tendrás mi mirada, no los ojos sino
la vista espaciosas. Al hablar con usted me libero, recién
sentí una liberación en la espalda, cuando usted repitió
«usted es usted». i

Esta intervención, entiendo que íntimamente ligada a la


presencia del analista como secretario que se limita a repetir
lo que escucha, sin interpretar más allá, tiene en el tra ta ­
miento efectos importantes; los fenómenos alucinadorios co­
mienzan a ceder y ella deposita en la analista mayor con­
fianza, habla entonces de cosas que prefería ni contar espe­
rando que se le pasaran.
«...parecía, decir algo por la vista. Tenía una claridad muy
intensa. Tenía, mareos, así sufrí de mirar la. chapa oscura,
me entró la, oscuridad de la- chapa. De a poco se me está
yendo ia oscuridad...».

«¿Qué es el fenómeno psicótico? La emergencia en la rea­


lidad de una significación enorme que parece una nadería -
en la medida en que no seda puede vincular a nada, ya que
nunca entró en el sistema de la simbolización- pero que, en
determinadas condiciones puede amenazar todo el edificio».20
«...cuando hablo con usted siento que los oídos sé me desta­
pan...»,
—¿Cómo una liberación.?
—Se me impregnó esa palabra, no quiero decirla más. Pre­
fiero decir recuperación, no quiero nombrar esa palabra,
la quiero respetar. Yo confío en usted,
En S encontramos una relación muy particular con cier­
tos significantes que cobran un valor neológicó. Son palabras
claves, originales, la significación no remite a otra significa­
ción, sino que remite a la significación. Esto quiere decir que
un neologismo, ante todo, tiene significación, la sujeto no sabe
cuál. La significación está ahí y adquiere significación, aun­
que no se sepa cuál. Sin embargo de lo que no hay ninguna
duda es que esa palabra ha cobrado un valor particular y S
propone en cierto momento abstenerse de utilizarla. A partir
de ese momento, ya no será pronunciada en el tratamiento.
S dirá más adelante a su analista:
«...yo me sentía la Virgen que sonreía. Usted no sabe lo que
es sen tirse sonreida lodo el tiempo...».
Padecí miento que da cuenta de que lo que está en jue­
go no es la realidad sino que S tiene la certeza de que eso
le concierne. «El mundo entero es presa del delirio de
significación...».21
El psicótico es un mártir del inconsciente, dando un testi­
monio abierto, y asegura Lacan que el psicoanálisis legitima
el delirio y reconoce en su discurso lo que descubre habitual­
mente como discurso del inconsciente pero a la vez este dis­
curso de la psicosis se revela irreductible, no curable.22

La esperanza cíe una pregunta o acerca de una


estabilización posible

A esta altura de su tratamiento: la pregunta es ¿en que lu­


gar tendría esperanza? Ella dice que con su mamá siente una
especie de imán, algo muy fuerte que se la lleva por delante.
La analista cita al marido que viene a verla después de va­
rios meses. Esto tiene un efecto importante: se tranquiliza y le
pide a la analista que le explique a 61 acerca de su recuperación.
Los fenómenos elementales se apaciguan y S decide que
va a volver a vivir con su esposo.
S. dirá:
«...me parece mentira la, recuperación que tengo...».
«...tengo fe en mi recuperación, quiero ir más allá de la
recuperación que es sentirme bien totalmente, porque otra
forma, de decirlo no habría...».
S es dada de alta después de tres meses de internación
donde recibió una dosis mínima de psicofármacos.
La analista seguirá atendiéndola en forma ambulatoria
pero asiste por poco tiempo. Seis meses después, vuelve al hos­
pital trayendo algo escrito donde hablaba de la internación:
«...Yo tenía cosas en la cabeza, que me salían para fuera, y
lo que. yo pensaba o quería decir psicológicamente me salía:
por afuera, y ahora me quiere volver pero soy fuerte para
seguir enfrentando la enfermedad que me acosa la cabeza
y me sigue a la vista. Debo hacer las cosas pero es la vista
y la cabeza y me quiere dar trastornos. Con esta terapia
escrita me voy sintiendo mejor, me voy desahogando con
lo que no puedo decirle a nadie, ya no lo hablo mas con
mis amigas ni con mi familia, prefiero hablarlo solamen­
te a mi doctora...».
Ella pedía una operación que la organizara y ante la
imposibilidad de una operación analítica, tal vez ésta con­
sistió en, desde un lugar de testigo, rescatar las líneas de
fuerza significante que la sujeto traía, posibilitando acotar
algo de ese goce a la deriva por la falta de metáfora pater­
na que lo normalizara.
D urante el año siguiente, S asiste al servicio irregu­
larm ente. Los fenómenos elementales no desaparecen del
todo pero ella sabe que no debe comentarlos con las veci­
nas ni con los parientes, sabe hacer con este gocé que la
inunda y la escritura se torna fundamental para este au-
totratam iento al que arriba.
En una ocasión, la analista la invita a una'presentación-
ante los alumnos de la facultad. Acepta con entusiasmo. En
esos días leerá a los estudiantes un poema escrito por ella:

«Al escuchar el primer sonido


de algo que no comprendí.
Al escuchar el segundo sonido
aprendí a comprender.
Al escuchar el tercer sonido
igual sentí.
(o) es posible que pueda contar los sonidos
o es que sólo (o) solo tenemos que entender
y (o) ¿Tenemos, tenemos que entender?)).

Ella toma el espacio de presentación como una nueva for­


ma de terapia ya que, dice:
«...me servirá en esta nueva etapa, en que me he convertido
en una; investigadora de la enfermedad mental...». «...quie­
ro averiguar ¿Porqué una. mujer que nunca, escuchó voces,
un día empieza, a escucharlas.,.?».
Efectivamente, S se ha transformado en una investigado'
ra que ha producido un sabor y nos enseña acerca del fenóme­
no psieótico así como do los recursos y de su trabajo para el
acotamiento; su recorrido irá de la perplejidad frente a la «cha­
pa oscura» al poema «Ojos sin luz».
El Otro toma la iniciativa y arrasa con el sujeto quien
se vuelve extranjero de su propia palabra y de su propio
cuerpo. Modalidades de irrupción de goce que dejan al su­
jeto en un estado de arrasamiento y sin contar con la posi­
bilidad de encerrarse en el mundo ilusoriamente privado
del fantasma neurótico:
S sabe y le sentencia a su analista: «Usted no sabe», ni
podrá saberlo por estructura, lo que es el goce sin regulación
fálica, lo que ser .sonreído por el Otro, gozado por el Otro.
Con estos pacientes, uno puede manejar el uso de las pala­
bras pero hay algo de la significación que permanentemente se
escapa en los chistes, en las expresiones, algo no compartido,
la significación fálica.

Acerca de La Mujer en las psicosis

A propósito de la psicosis de Schreber, en el Atolondra di­


cho Lacan se referirá al «efecto de empuje a la mujer» que
será considerado uno de los principales signos de la forclu-
sión del Nombre del Padre.28
Recordemos que Schreber en su delirio acepta obedecer al
forzamiento de ser la mujerzuela de Dios, delirio que estaba en
relación con la intuición de los inicios: «sería maravilloso ser
una mujer durante el coito». Lacan advertirá que «a falta de
poder ser el falo que le falta a la madre», Schreber encuentra
como solución «ser la mujer que le falta a los hombres».24
Hay un efecto de significación no coordinado con el falo
pero relacionado con la sexuaeión afirma Joan-(fraude Male­
va 1 en su libro La forclusión del Nombre del Padre, agregan­
do que puede tener un efecto resolutorio para el delirante. El
fenómeno de «empuje a la mujer» surge en Schreber ante la
llamada a un goce sin límite que da cuenta de la deficiencia
de la función fálica. Agrega Maleval que este goce evoca al
que las mujeres experimentan pero del que no pueden decir
nada, con la diferencia que mientras que el goce suplementa­
rio de la mujer no deja de estar limitado por el goce fálico, el
goce en la psicosis no cuenta con este límite,25
Las modalidades de presentación de este efecto de empu­
je a la mujer son variados pero ¿cómo se manifiesta en un
sujeto femenino? En la Sala de Mujeres del! Hospital Pinero,
fue un tema de investigación durante años. Recuerdo una
paciente que refería que su cuerpo de transformaba en el de
un travestíy esto es: que su cuerpo de mujer se transformaba
en un cuerpo de hombre con apariencia de mujer y que los
hombres la seguían por la calle creyendo que lo era. Menos
evidente pero en la misma línea se presentaba Juana que se
transformaba en «La Virgen María, una mujer completa que
es virgen y madre a la vez» modalidad particular de convertir­
se en «La mujer-toda» no atravesada por la castración.
Si es a través del significante fálico que un hombre y una
mujer pueden encontrarse se debe a que «el inconsciente solo
dispone de un significante adecuado para representar la fal­
ta que regula la sexualidad: el falo», lo cual lleva a Lacan a
afirmar «La mujer no existe» y en la psicosis nos encontrare­
mos como efecto de la forclusión del Nombre del Padre el ha­
cer existir a La Mujer, encarnación de un goce infinito.26
¿Podríamos pensar en el caso presentado este particu­
lar efecto?
S frente a las palabras del juez y a la semejanza en los
apellidos de ella y de su pareja queda en perplejidad, soste­
niendo luego: no sé cual es la diferencia entre un hombre y
una mujer, cual es la medida, cual es la significación de por­
tar este cuerpo.
La maternidad se torna incierta, lo que en realidad es
propio de la paternidad ya que «la madre es verdadera».
S tiene la certeza de que lleva un embarazo de otra
mujer. No es la salida histérica que presentifica a la otra
m ujer en pos de una respuesta sobre la feminidad; es la
existencia y consistencia de La Mujer que hace posible
la relación sexual.
S se siente La Virgen que sonreía, modo particular de
transformación del cuerpo tomado y gozado por La Mujer.
Podría pensarse entonces en la modalidad particular
de «empuje-a-la-mirjer»; modo de pulsión que se desprende
del funcionamiento de las psicosis, articulada con una es­
tructura lógica que es precisamente la de La Mujer que le
falta a los hombres.27

Resolución de la urgencia

S produce un saber, inventado, delirante y decide trans­


mitir ese saber a los alumnos de la facultad en las presenta-
dones de enfermos. ;
S encuentra en la escritura un recurso que le permite
mantenerse en el orden de la palabra, Si que se repite y que
podría localizarse entre los paréntesis en su poesía.
La resolución de la urgencia podríamos pensarla como
el recorrido de la perplejidad al delirio; Lacan afirma en su
tesis «el delirio es la interpretación», agregando Miller que
en el texto del delirio encontraremos una verdad explícita y
casi teorizada.
La interpretación delirante se impone, si bien no hay es­
pacio para la interpretación analítica; la presencia del ana­
lista sostiene la escucha allí donde el psicótico trabaja con su
delirio dando un autotratamiento a ese goce sin medida que
todo lo inunda.28
Debates del Foro

Intervención de Ménica Cardia


Psicoanalista Buenos Aires, Argentina.

En relación a lo visto sobre la urgencia en las psicosis y


las consecuencias en el entorno familiar, quisiera hacer el
comentario sobre un caso.
R, de 20 años, solicitó una entrevista por la necesidad de
hablar acerca del cierto impulso exhibicionista ocurrido hace
ya varios años, impulso irrefrenable del que nunca había ha­
blado. Estas confesiones son seguidas por el desencadenamien­
to de la psicosis con la aparición de fenómenos elementales
que llevaron a determinar el diagnóstico de «Esquizofrenia
Paranoidtí». El recorrido deleasoes extenso, sin embargo lo
que quiero puntualizar es:
-La irrupción de los fenómenos elementales dan cuenta de la
estructura psicótica.
-Esto pone en crisis a la familia de R, quien al principio alen­
taba la consulta acerca de lo que parecían ideas de tipo
obsesivo en un joven.
-Fue necesario que el analista localizara las cuestiones liga­
das a la estructura y a la particularidad en el tratamiento
posible para esa psicosis.
-Fue necesario también pensar una estrategia para el contex­
to familiar desbordado por la situación. Se sugiere una in­
ternación dado que los fenómenos paranoides emergentes
parecían difíciles de acotar en el tratamiento ambulatorio.
-L a familia sufre un fuerte impacto que obliga a considerar
nuevas estrategias clínicas, clínica de decisiones y accio­
nes por parte del analista.
-La estrategia de extenuación tampoco fue sencilla y requirió
del trabajo conjunto desde las distintas disciplinas.
Intervención de Inés Sotelo

La decisión de la externaeión y sus condiciones, requiere


de todo nuestro cuidado:
1) Evaluar si los síntomas que motivaron la internación han
cedido o por lo menos perdido suficiente consistencia.
2) Evaluar el riesgo para si y para terceros.
3) Evaluar el contexto familiar que lo recibirá:
-sí podrán cumplir las indicaciones terapéuticas
—si están en condiciones de tiempo, económicas y emocio­
nales como para hacerse cargo d e un paciente en proceso
de recuperación de una patología psiquiátrica.
4) Suele ser adecuado que el paciente sea alojado en Hospi­
tal de día, o con acompañantes terapéuticos o en Casas de
Medio Camino.
Lamentablemente en nuestro sistema de Salud, a pesar de
lo que indica la ley, hay pocas instancias intermedias
5) También es aconsejable que varios profesionales evalúen y
den su opinión acerca del egreso del paciente, beneficio de la
interdisciplina hospitalaria, aunque de todas maneras siepi-
pre habrá un nivel de riesgo propio del tratamiento de pa­
cientes graves.
Con respecto al trabajo con la familia, podemos afirmar
que es sumamente difícil y por sobre todo a construir. Segu-
r a mente nos en con trar e mos con coyu n tu r a s fa mib ar es de gr a n
complejidad, y basta de rechazo a toda intervención, o indife­
rencia... y allí está el desafío.
Debemos tener mucho cuidado de no imaginarizar a la
«madre» o al «padre» como los que no alojaron, no quisie­
ron, no abrieron un espacio para el deseo en ese sujeto psi-
cótico. Como dice Eric Laurent, no es ese padre pero tam ­
poco es sin ese padre.
La contingencia de lo traumático por un lado y lo traum á­
tico de estar en el lenguaje reunidos en ese sujeto que un «día
empieza a escuchar voces»
Quiero aprovechar el foro internacional para comentar el
debate en nuestra ciudad, en la que como sabrán'hay'muchos
psicólogos, psicoanalistas, y una población que es muy fre­
cuente que se analice o que por lo menos baya hecho en algún
momento d e su vida una consulta «psi».
La ley de salud mental de la Ciudad de Buenos Aíres,
sancionada en 2000 y recién reglamentada el año pasado, le
da un lugar particular a la interdisciplina, yendo más allá de
la respuesta exclusivamente módica. Otro aspecto interesan­
te es el de internación y todas las alternativas que exige an­
tes de decidir la internación permanente. Nuestra ciudad tie­
ne 2 Neuro psí quid trie os de unas 1.500 camas cada uno y en
la Provincia de Buenos Aíres creo que hay otros 4 de iguales
dimensiones; además de las camas de psiquiatría en los hos­
pitales para pacientes agudos.
Me interesa puntualizarlo dificultoso que resulta, pri­
mero reglamentar la ley y en algún momento, desmontar
estructuras manieomiales, por lo menos en el diseño y di­
mensiones actuales.

Intervención de Verónica Ortiz


Psicoanalista. San Fem ando. Provincia de Buenos Aires. Argentina.

La primera consecuencia: de entender la urgencia como


un hecho de discurso es la de situar a quéde llamamos urgen­
cia en psicoanálisis; conlleva la separación del concepto de
urgencia del sentido que se le adscribe en oiros discursos, en
especial en el del amo; requiere diferenciar la urgencia subje­
tiva de la descripción de los acontecimientos.
Considero que la pregunta: «¿de quién es la urgencia?»,
que abordamos en la primera clase, es crucial en ese sentido.
Ofertando una presencia, una escucha y propiciando una
maniobra con las coordenadas temporales, por ejemplo, in­
tercalando una pausa, apostamos a ofrecer la posibilidad de
subjetivar la urgencia.
Me interesa el desarrollo del concepto clínico de «Momen­
to fecundo»
Intervención de Inés Sotelo

Cuando decimos ¿qué lugar para el analista en la u r­


gencia?, una respuesta posible es la de ofrecerse como un
Otro que aloje ese sufrimiento que aparece mas cerca del
gr ito que del lia ma do.
Presencia, escucha, que recibe lo que se presenta y ofrece
la posibilidad de que ese grito comience a ser dicho eii balbu­
ceos al inicio, hasta llegar a alguna gramática. Posición de
quien intentará dejar de lado los prejuicios sobre las familias
para que ellas también puedan hacerse responsables de sus
intervenciones personales y del familiar en crisis.
En relación al concepto de momento fecundo: en el caso
presentado la paciente recorta y relata de este modo:
«...estuve bien hasta antes de entrar al civil y a la. Iglesia,
cuando entré ya me sentía mal. Me di cuenta que yo iba a.
estar mal, o tener relaciones con las voces. Cuando el juez
dijo «los declaro marido y mujer», y los dos teníamos el
mismo apellido y los dos éramos iguales y lo primero que
me vino: supe que no íbamos a andar bien...».
Me interesaba puntualizar a través de este caso la dife­
rencia entre el modo de diagnosticar de la psiquiatría y el
psicoanálisis. Para el psiquiatra el trastorno psieótico apare­
ce con los síntomas que la trajeron a la guardia: ideas deli­
rantes y persecutorias, agresividad, etc. a partir de allí inter­
viene (médica, interna, deriva, etc.).
Desde la perspectiva del psicoanálisis 1.a invitamos a ir
más allá de lo observable: la paciente refiere el inicio a ese
momento particular en que debiendo responder desde lo sim­
bólico como «mujer de», no cuenta con que responder.
Podría situarse un instante de perplejidad y luego un
empuje, delirante. Transformarse en esa mujer que porta, en
su cuerpo el hijo de otra mujer en consonancia con cierta
referencia posterior de la paciente cuando describe a los alum­
nos ese momento de perplejidad: «imaginen que están a os­
curas y de golpe abren la ventana y les da el sol en la cara».
Lo presenta como el encandilam iento que la deja
inmóvil, falta de referentes imaginarios y simbólicos, detenida
en el significante Uno. Luego el delirio le permite armar cierta
trama que ordena, y funciona como referencia.
Bibliografía

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psicoanalíticct, (2003), Buenos Aires, Paidós.
2. Touloupas Nicolás «La historia clínica en Psicopatología».
Ficha de estudio. Departamento de Publicaciones. Facul­
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3-7-8-9-1.3-18-19-20-21-22. Lacan Jacques, Las Psicosis, Se­
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enfermos». Maternas 1. Manantial, Buenos Aíres, 1987.
5. Goldchiuk, Aníbal «Fenómenos elementales», inédito, 1988.
6-11-14-28. Jacques-Alain Miller en «La invención del deli­
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10. Lacan Jacques Seminario 6 El deseo y su interpretación,
Inédito.
12-AAVV. Equipo de urgencias subjetivas del Hospital de San
Isidro en Tiempos de urgencia. Estrategias del sujeto, es­
trategias riel analista. Sotelo Inés (comp.), 2005, Buenos
Aires, JCE Ediciones.
15. Crasnich Nancy y colaboradores «La red de talleres», Tiem­
pos de urgencia. Estrategias del sujeto, estrategias del analis­
ta. Sotelo Inés (comp.), 2005, Buenos Aires, JCE Ediciones.
16. Zahalza Sergio «Hacer algo con eso», Tiempos de urgen­
cia. Estrategias del sujeto, estrategias del analista. Sotelo
Inés (comp.), 2005, Buenos Aires, JCE Ediciones.
17. Sotelo, Inés. «La guardia, la admisión, la primera consul­
ta: una coyuntura de emergencia» La urgencia generaliza­
da,, Editorial Grama, 2004.
23. Lacan Jacques, L'etourdit, París, Seuil, 1975.
24. Lacan Jacques, «De una cuestión preliminar a todo tra ­
tamiento posible de la psicosis», Escritos, Siglo XXI, Bue­
nos Aires, 1985.
25-26. Maleval Jean-Claude, La forclusión del Nombre del
Padre, Paidós, 2002, Buenos Aires.
27. Laurent Eric. Estabilizaciones en psicosis, Manantial,
Buenos Aires, 1989.
28. Miller Jacques-Alain, El saber delirante, Paidós, Buenos
Aires, 2005.
Capítulo 3 i

La angustia en la urgencia

lín Guardia........ .............................................................

n la guardia o admisión en las instituciones nos encon­


E tramos frecuentemente con pacientes que llegan mas cer­
ca de la acción que de la palabra: cortes, ingestas tóxicas,
fu ga s , golpes, son eje m píos d e a quello que h a que d a do por
fuera de la palabra para el sujeto; sin embargo para el analis­
ta, «eso dice», aunque no sepamos cuál es su mensaje.
Suelen ser situaciones de gran complejidad ya que en
muchos casos se pone en juego el «riesgo para si o para terce­
ros», lo cual es considerado por la ley argentina como causa
de internación psiquiátrica.
Es habitual que estos pacientes rechacen las indicacio­
nes, así como toda intervención por la vía de la palabra; por lo
tanto es crucial el cálculo en la toma de decisiones de quien
está a cargo de la guardia.
El analista que recibe la urgencia en las guardias o admi­
siones, apuesta a que se produzca con el relato del paciente
un decir en el cual el sujeto esté concernido, decir que lo ligue
al otro siendo necesario enmarcar y localizar la angustia, afir­
ma Alejandra Rojas1 mientras que Estela Schussler propone
desbaratar ciertos dichos de quien consulta para que emerja
un decir que lo haga responsable de aquello que parece vivir
como pura exterioridad.2
Las guardias y admisiones suelen presentar una encruci­
jada: la posición de quien llega tomado por el exceso en el
encuentro contingente con un analista. La dimensión de re­
chazo del inconsciente, silencio pulsional ligado a la pulsión
de muerte y al goce por parte del sujeto y el buen encuentro
con un analista decidido que no desaprovecha las oportunida­
des que se le presentan para que la urgencia se ponga a decir
algo del sujeto en cuestión.
Seguiremos un caso clínico a la luz de los recorridos de
Lacan a fin de ubicar con precisión ¿Cuál es la lógica del acting
out y del pasaje al acto?, lo cual nos permitirá acercarnos a
las estrategias y tácticas posibles para la intervención, en el
marco de la política del psicoanálisis.
Antes de ello haremos un recorrido por algunos conceptos
claves que introduce Lacan valiéndose del grato del deseo.

El grafo del deseo

En 1962 Jacqu.es Lacan comienza a dictar el seminario so­


bre «La angustia». Entre sus primeras palabras dirá que el
analista no está líbre de sentir angustia en sus primeras rela­
ciones con el paciente, pero es necesario interrogarse acerca
del estatuto de la misma para el analizante y para el analista.
Hay una relación esencial de la angustia con el deseo del
Otro ya que para el sujeto la pregunta clave, ¿Che V¡/oí? ¿Qué
quieres? ¿Qué me quiere? ¿Qué quiere en lo concerniente a
este lugar del Yo?, es la que se mantiene en suspenso entre
los dos pisos del grafo, entre la relación con el deseo y la iden­
tificación nareisista.

Cla ves para leer el grafo del deseo:


N ecesidad: está perdida para el humano. Se recupera en el deseo.
£: Sujeto barrado. Sujeto como efecto del lenguaje
i(a): imagen especular. Imagen del otro, Alteridad del otro
D em an d a: será de una presencia o de una ausencia, no de objetos.
A: Otro, tesoro de los significantes
d: deseo: condición absoluta. Resto de la diferencia entre la necesidad y la
demanda. No articulable porque es lo que de la necesidad no entra en la
demanda. Objeto particular, resto, objeto a causa de deseo. Abolido de la
necesidad por el aira vesa miento de la demanda.
Che vuoi?

(¡SOD): Pulsión: lo que adviene de la demanda cuando el sujeto se


desvanece en ella. Artificio gramatical que la pulsión toma del Otro
(silencio pulsional).
S(A): Significante de la falta en el Otro, de la castración del Otro.
Las que siguen serán las respuestas frente a lo insoportable de la
falta en el Otro, del deseo del Otro:
KA): Ideal del Otro. Rasgo un ario. Identificación del sujeto. Insig­
nia de la omnipotencia del Otro. Respuesta que cristaliza al sujeto.
m o i: imagen del Otro que aparece como respuesta.
El yo que se articula como metonimia de su significación.
s(A): El síntoma como formación del inconsciente tiene estructura
de metáfora. Significación del Otro.
(SOa): Fantasm a. Sostiene al sujeto en el desvanecimiento que le
produce el ser sujeto del deseo. Es el límite al deslizamiento
metonímico. Imaginariza la falta (menos fi) estructural del sujeto o
del objeto. El deseo se regula imaginariamente sobre él.

El grafo del deseo de Jacques Lacan, nos permite ubicar


en la clínica las respuestas del sujeto en el encuentro con el
deseo del Otro.
En la Subversión del Sujeto (3) este grafo servirá para
presentar dónde se sitúa el deseo en relación con el sujeto
definido a través de su articulación con el significante. Es en
el desdoblamiento fundamental de dos cadenas significantes
donde se constituye el sujeto, sostiene Lacan en el Seminario
V II! en tanto que en el Seminario VI encontraremos que lo
que llamamos deseo es la distancia que el. sujeto puede man­
tener entre las dos lineas, «es ahí que respira durante el tiempo
que le queda por vivir».5
Es decir que eliugar del sujeto como sujeto del deseo es el
intervalo, el agujero entre ambas líneas del grafio, entre el
enunciado y la enunciación.
Lo llamará grato del deseo porque se constituye en derre­
dor de un agujero, relación con la falta. En este seminario
dirá que no es inocente la forma de pera que tiene este grafo,
pera de angustia.
Este Sujeto aparece en medio de, en el intervalo entre
significantes.
La estructura del grafo del deseo articula las nociones de
Necesidad, Demanda y deseo planteando Lacan que «...el de­
seo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de
la necesidad»6 siendo el deseo inconsciente lo que permite al
sujeto salir del circuito infernal de la demanda.
La necesidad para el humano está determinada por la
demanda del Otro. La.necesidad biológica, natural, instinti­
va está perdida y terminará alienada a la demanda. La ne­
cesidad deja de ser del sujeto. Cuando el otro materno intro­
duce el significante y ante el llanto del niño afirma «tenes
hambre, come», transforma la necesidad en demanda del
Otro. Lacan sostiene entonces que «Lo que se encuentra
alienado en las necesidades constituye una Urverdrangung,
represión originaria, por no poder, por hipótesis, articular­
se en la demanda pero que apaimce en un retoño, que es lo
que se presenta en el hombre como el deseo»7agregando tam ­
bién qu o la demanda va mucho mas allá de las satisfaccio­
nes que reclama transformándose en demanda de una pre­
sencia o de una ausencia.
En el grafo, mientras que la Demanda se escribe con D
mayúscula por el carácter simbólico de la misma, el deseo va
con minúscula porque es lo que no puede pasar a lo simbólico,
es el margen, el más allá que éste produce pero que es impo­
sible que se reincorpore, el deseo es ese.resto ineliminable del
pasaje de la necesidad por los desfiladeros del significante.8
Lacan localiza el deseo en el intervalo entre dos cadenas
significantes que responden a la oposición entre enunciado y
enunciación; a la oposición entre los sujetos respectivos de
cada uno de ellos. f
«¿Qué es aquello que de la necesidad no pasa al deseo?»
interroga Alfredo Eidelsztein, respondiendo que es la parti­
cularidad, no de lo que se pide, sino de la «prueba de amor»;
algo se pierde entre lo que se pide y lo que se da y ese resto es
lo que llamamos deseo.9

La angustia

Lacan, en el Seminario 10, introduce una indicación clíni­


ca muy precisa que es la de ubicar las coordenadas en que apa­
rece la angustia vinculando luego su relación con el deseo.
En un cuadro con un eje horizontal para la dificultad y un
eje vertical para el movimiento, Lacan ubicará Inhibición,
Síntoma: y Angustia.10
DIFICULTAD

INHIBICIÓN Impedimento Embarazo

MOVIMIENTO Emoción SINTOMA ...............

Turbación ANGUSTIA

Tomará el impedimento como síntoma afirmando que «está


vinculado con el mismo movimiento con que el sujeto avanza
hacia el goce, es decir hacia lo que está mas lejos de él; se
encuentra con esa fractura íntima al haberse dejado atrapar
por el camino de su propia imagen, la imagen especular»,
donde ubicamos la Inhibición en el grafo,u
Más allá de la inhibición e impedimento, estará el emba­
razo, es decir el sujeto atravesado por la barra que lo divide.
En la línea del movimiento encontramos la emoción tal
como la vemos en las crisis; más abajo la turbación que Lacan
define como trastorno, caída de la potencia afirmando que la
turbación es el trastornarse mas profundo en la dimensión
del movimiento, mientras que el embarazo es el máximo de la
difie u 11a d a lea n zeda.
¿Qué tipo de afecto es entonces la-angustia?"«La angus­
tia es un afecto desplazado, loco, invertido, metabolizado pero
no está reprimido; lo que esta reprimido son los significan­
tes que lo amarran».52
Este gráfico que permite ubicar los lugares destinados
para la Inhibición, el Síntoma y la Angustia, también locali­
zados en el grafo del deseo, deja a esta altura dos lugares
vacíos, que serán luego completados con particulares moda­
lidades de acción.
Situadas estas coordenadas pasaremos a trabajar una
viñeta clínica en la que intentaremos localizar las modali­
dades de respuesta de una sujeto ante el deseo del Otro,
ante el deseo de ser causa de ese deseo. Ciertos aconteci­
mientos de su vida producen un efecto de encuentro con el
Otro en tanto deseante mas allá de la demanda, ante lo que
responderá por la vía del Ideal del Otro, I(A), o a travás de
la imagen especular, yoica.
En el recorrido analítico aparecerán las respuestas por
el síntoma en tanto significación del Otro s(A) que en la
paciente podría ubicarse en la dificultad para armar una
pareja y finalmente el fantasma ($ O a) como modo de res­
puesta frente al deseo del Otro. Es allí donde localizare­
mos la angustia ante la proximidad con la castración, res­
puesta insoportable que el neurótico intenta alejar.
Verificamos así como el grafo del deseo permite situar
en el recorrido, analítico las diversas respuestas, ubicadas
del lado izquierdo del mismo, respuestas que el sujeto se
va dando a lo largo del análisis en tanto no ha quedado
congelado en un Ideal; esto es por la vía de la ética del
psicoanálisis el sujeto va más allá de los ideales hacia lo
que causa su deseo.
Acción en la guardia

María, de 22 años, llega a la guardia del hospital general,


acompañada por su madre y su tía. Se ha hecho un corte en
los brazos, superficial pero que produjo gran alarma en la
familia por lo que deciden dirigirse a un profesional.
La joven refiere que la madre le comunica que el padre se
quedará a vivir en el interior del país por razones laborales,
ya que ha surgido una propuesta muy conveniente desde la
perspectiva económica.
Actualmente ól está allí en una estadía que se suponía
transitoria.
María refiere que al sentirse presa de desesperación se
dirige hacia la puerta y atraviesa los vidrios con sus manos
En ese momento, la paciente no puede decir mucho mas
que «fue un momento de locura, no se que me pasó, tuve una
sensación de encierro insoportable, de abandono, no pensó en
las consecuencias».
En la guardia se sanciona que permanecerá unas horas
allí, para volver a evaluarla más tarde.
Luego la paciente se mostrará angustiada, intentando or­
denar y poner en palabras los sucesos signados por el exceso.
Refiere que muchas cosas han sucedido en su vida desde
pequeña y que llegó al límite, solicitando ser atendida en Con­
sultorios Externos de Salud Mental por una mujer, porque en
lo femenino residen, a su parecer, todos sus conflictos.
Considerando que el momento agudo había concluido y
que su familia podía acompañarla, se indica el nombre del
profesional que comenzará a atenderla a primera hora del
día siguiente.

Otros cortes en su historia

María es la menor de varios hermanos, vive con sus pa­


dres a quienes define como brutos e incultos, ella ha trabaja­
do desde adolescente y ha logrado acceder a una carrera uni­
versitaria brillante, por decisión y esfuerzo propios.
Habiendo sufrido de niña un accidente automovilístico,
suceso del cual es la única gravemente lesionada, quedó con
grandes cicatrices en el rostro y en el cuerpo; sin embargo
esto no parece haberla afectado durante la adolescencia.
«Viví en una cápsula hasta los 21. años».

Es en ese momento que se somete a una cirugía repara­


dora, que a pesar del éxito médico de la misma produce en
ella el desmoronamiento, la caída.
«Antes era la mejor, era distinta, la chiquita, la mimada,
la mas inteligente, la mas querida por mis padres. Era di­
fícil ser amiga mía pero solo me importaba cómo me veían
los grandes».

La mejor para los grandes, la mejor para el Otro, aparece


en s u di s g u r s o eomo res pue st a por e1ide al, I (A). Esta for muía
implica tomar un significante del Otro: y otorgarle al A la
omnipotencia que sede adjudica a quien ocupe ese lugar.13
Funciona como una forma de inscripción de la omnipotencia
en relación con el significante de la falta en el Otro S(A).
El I es un significante que funciona como insignia; esta
respuesta lleva a un punto de detención a la identificación
del sujeto, dejándolo sin posibilidades de maniobra. Cuando
la sujeto se fija a esta imagen, pensamos en una detención
por el Ideal. Si al sujeto dividido lo encontramos entre dos
significantes, Si ~ S2, introducir otro significante produce un
desplazamiento. «¿Cómo hace el sujeto para detener la meto­
nimia infinita?» A. Eidelsztein afirma que es precisamente
identificándose a uno de los significantes omitiendo que sean
dos y para salir del intervalo se afianza con uno; el problema
entonces, es que el sujeto queda fijado a una imagen como
consecuencia de la función del Ideal simbólico.14
Es en el análisis que el Si se pondrá en relación con S2,
con otros significantes.
«Ahora algo me pasa, conozco a alguien, hay fascinación
pero la cosa se corta. No puedo formar una pareja y que la
cosa dure.»
«Nunca me sentí igual a todas, pongo una barrera con los
otros, soy muy cortada, termino alejándome de todos».
La insistencia del significante corte y su señalamiento
por parte del analista abre un enigma:
«¿Porqué estos cortes me pusieron tan mal? ¿Porqué mi vida
parece dividirse en un antes y un después de la cirugía?»,

María pone en acto un corte, que quedará en suspenso en


relación a cualquier interpretación, pero la intervención y la
escucha del analista producen un efecto en tanto alojamiento
del sujeto. Abriendo la vía significante, les cortes cobran nue­
vos sentidos dando paso también, al sin sentido.
El corte aparecerá en la línea sintomática, que la
posiciona de manera particular en su dificultad en el lazo
amoroso con el otro. ?

Constitución del síntoma

Para ubicar el síntoma en tanto significación del Otro,


Lacan afirma «...y aún falta decir que es a título de elemen­
to del discurso particular cómo esa pregunta en el Otro se
articula. Pues es porque esos fenómenos se ordenan en las
figuras de ese discurso del Otro por lo que tienen fijeza de
síntomas, por lo que son legibles y se resuelven cuando son
descifrados...».15
El síntoma es una metáfora. Parte del S(A), significante
de la falta en el Otro, y pasando por el fantasma, llega al
síntoma s(A). La metáfora será la sustitución de un signifi­
cante de la cadena superior del grato por un significante de la
cadena inferior, teniendo también una vertiente metonímica
que en el grafo se localiza en la flecha que va de s(A) al A.
El síntoma aparece para el sujeto como un enigma, afir­
ma Miller en su seminario «Dos dimensiones clínicas: sínto­
ma y fantasma» El sujeto no sabe que hacer con eso que ha
irrumpido en su vida y por eso demanda interpretación, y si
la instalación del Sujeto Supuesto Sabor se ubica a la entra­
da del análisis es porque «en ese momento la demanda fun­
damental del paciente es relativa al enigma, a la interroga­
ción que le hace su propio síntoma».16
El corte en María, toca también lo real de su cuerpo, di­
mensión que abre el enigma de la feminidad.
En el análisis su posición femenina se abre como interro­
gante en relación a su propia madre y las otras mujeres. No
puedo comprenderse a la mujer si no se pondera la fase de la
ligazón pre-edípica, afirma Freud en su conferencia sobre la
feminidad y dirá que es aquella fase en que la madre era el
primer objeto de amor de la niña.17 La disimetría entre am­
bos sexos se sitúa a nivel simbólico, se debe al significante.
«El acceso de la mujer al complejo edípico, su identificación
imaginaria, se hace pasando por el padre, exactamente igual
que en varón, debido a la prevalencia de la forma imaginaria
de falo, pero en tanto ésta está tomada como el elemento sim­
bólico esencial del Edipo».18
Su madre es para la sujeto una mujer fuerte, decidida,
capaz; de enfrentarlo todo y de arreglarse por su cuenta. Ma­
ría se ofrece a ella en una equivalencia cuerpo-falo, se ofrece
entera como hija perfecta a los ojos de la madre, ubicada como
metonimia do su deseo.
Ante la pregunta ¿Che Vuoi? ¿Qué me quiere el Otro? Es
el significante del Otro tachado la respuesta que el sujeto no
puede tolerar ya que introduce la castración del Otro en tan­
to que deseante.
María sostiene en su discurso el «soy virgen, soy entera»,
estas afirmaciones aparecen como respuesta al Otro que da
consistencia y sustancia ai i(a) a su imagen. Decíamos antes
que la respuesta por el I(A) es la identificación del sujeto ai
significante de la omnipotencia del Otro, detención que deja
al sujeto inmóvil, sin salida. La sujeto interpone la dialéctica
imaginaria que encontramos en el grafo como i(a)—moi.
Esta respuesta se interpone a la fijeza que daba el Ideal,
I(A) como respuesta ubicada en el extremo inferior del grafo;
aparece la imagen del otro y del yo como circuito metonímico
imaginario en el grafo:

s(A )— > A
A

I
m oi«—-i (a)
Y
La significación permite otra significación. El. circuito que
va de la significación del Otro hacia el A, luego baja al i(a), va
al moi y desde allí va hacia la significación del Otro, comple­
tando el circuito imaginario.
En el recorrido analítico María pondrá en cuestión su
imagen ante los otros, estar con un chico seria dejar de ser la
chica «seria», la que pone distancia, la que le da un poco ele
temor a los chicos para acercarse. Mujeres que se dividen en
«serias» y en «locas».
Lacan explica la relación entre la falta y la causa afir­
mando que la histeria es por lo. que no es por lo que pretende
ser amada y deseada, cuando en realidad, debajo del. habito
que llamamos cuerpo no encontraremos más que ese resto
que llama objeto a.19
Los cortes del accidente, los cortes de la operación, los
cortes en la relación amorosa, los cortes del analista, van des­
lizando nuevas significaciones.
La imagen fuerte, seria, entera, con la que creía seducir
al otro, convertirse en objeto del amor del otro, desfallece. Un
nuevo accidente se ha producido en su vida.

La operación analítica

Aparece un sueño dirigido a la analista en el cual estando


presentes la analista y el cirujano en un lugar sin paredes,
«donde se veía y se oía tocio», la sujeto dirige a la analista la
pregunta: «¿Soy virgen?». Despertará muy angustiada.
Este sueño será sancionado por la analista como de entra­
da en análisis, por lo que se decide continuar el tratamiento
en forma privada.
El uso de la institución que ha alojado a la paciente que
fue traída por su familia, ha llegado a su límite. El cambio de
posición, su compromiso subjetivo, ha producido la torsión
localizándose ahora otra urgencia, la del sujeto atravesado
por preguntas en relación a la feminidad. El encuentro con la
analista ha posibilitado una cesión de goce; ha dejado de ofre­
cer su cuerpo al Otro materno, al Otro de la ciencia, y en
medio de la conmoción que ha producido en lo real el acto
quirúrgico, aparecen las preguntas en el análisis:
Es muy interesante ubicar que primero en el sueño y lue­
go en el análisis esta interrogación está dirigida a la analista
y no, en todo caso al módico, que desde la realidad es quien
debería poder responderla.
La sujeto interroga a otra realidad, la psíquica, es un punto
ejemplar para comprender el estatuto de i cuerpo en la histo­
ria, en tanto cuerpo que habla de un padecer sobre el cual el
sujeto no sabe.
La medicina intentó obturar la pregunta con un «sentido
común», forclusivo de la sujeto en cuestión, mediante la ciru­
gía estética, apuntando al Ideal de belleza del Otro instalado
en la cultura. La operación apuntó al bien del sujeto y al pro­
greso de la ciencia ya que el precio que pagaría la sujeto por
ese acto médico fue pagar con su cuerpo, la sujeto acepta pa­
gar con la libra de carne.
La analista propone otro corte, en principio con la gratui-
dad institucional al pagar con palabras y pagar con dinero.
La instalación del Si?jeto Supuesto Saber se verifica en el
sueño. So ha producido un saber, un S2, y bajo la barra en­
contraremos un sujeto que padece de falta de saber, un sujeto
di vi d ido, ba iva do, atreves a do por ei deseo y el goce

La respuesta por el Ideal que la petrificaba y por la ima­


gen que la dejaba atrapada en el circuito metonímico, ceden
su lugar al sujeto dividido, al que ubicamos en el más allá
do los ideales.

Una nueva imagen

Surge en el análisis un equívoco entre el accidente y la


operación, como lo que la separa corlando la relación con los
chicos, ¿Fue el accidente o fue la operación?
Dirá que luego de la operación se siente frágil y expuesta,.
Vulnerable ante la mirada del Otro; había consagrado su caer-
po a ocultar la castración de la madre «Ya que no tienes el
falo, lo serás para mí».
La angustia permite pasar por la articulación entre imagen
especular y significante; y afirma Lacan en las primeras clases
del'Seminario de La Angustia que si elsujeto se constituye en el
lugar del Otro* es por su marca en la relación con el significante.
Desarrollará también Lacan, el modo en que se anuda la
relación especular a la relación con el gran Otro. La fimeión
del investimiento especular es un tiempo fundamental de la
relación im aginaria y que tiene un límite: no todo el
investimiento libídinal pasa por la imagen especular. Hay fin
resto, pivote de toda dialéctica: el falo. En todo lo que es loca­
liza ció n i m a gin ar ia, el falo lleg ar á b aj o 1a íbrm a dcuna fa Ita ,
de un - fb En la medida en que se realiza en la imagen real
i(a), la imagen del cuerpo funcionando como imaginaria, es
decir libídinizada, el falo aparece en menos, aparece como
blanco; el falo es una reserva operatoria cortada de la imagen
especular. Dirá Lacan que hay que ubicar la relación del falo
con la constitución del objeto a, objeto difícil de articular y del
que habla Freud cuando se trata de la.angustia.20
El i (a) está dado en la experiencia especular pero
autentificada por el Otro. Si el sujeto pudiera estar realmen­
te, sin la mediación del Otro, tendría relación con aquello que
se le escapa, el objeto de su deseo, el a.
Los dos pilares í y a son el soporte de la función del deseo
y si el deseo existe y sostiene al. hombre en su existencia de
hombre, se debe a que hay artificios que nos dan acceso a la
relación imaginaria que constituye el fantasma, sostiene La-
can. El a soporte del deseo en el fantasma, no es visible en lo
que para el hombre constituye la imagen de su deseo.
Lacan afirma que ante lo que el neurótico retrocede no es
su castración sino hacer de su castración lo que le falta al
Otro. «Hace de su castración algo positivo, a saber, la garan­
tía de la función del Otro, ese Otro que se le escapa en la
remisión indefinida de significaciones, ese Otro donde el su­
jeto no se ve sino como destino, destino sin término que se
pierde en el océano de sus historias».21
Estos-conceptos teóricos nos permiten pensar en las res­
puestas que esta sujeto se ha dado frente al deseo, a la cas­
tración del Otro, -i
En principio se inventa un Otro m aterno, fuerte.
autosufieiente y ajeno a todo deseo por un hombre. Pero para
sostener esto, ella se ofrecerá como la hija perfecta, virgen,
cuerpo-falo que obtura la castración materna.
La urgencia aparece cuando esta respuesta deja de fun­
cionar adecuadamente. La operación, la mirada del otro, el
deseo del otro, la vuelven vulnerable y la angustia surge y
permite pasar por la articulación entre la imagen especular
y el significante.
Esta joven que sostenía su imagen, i(a), ante el Otro que
la autentificaba, se topará en el análisis con nuevas versio­
nes de este Otro materno, esto es el pasaje de una madre
autosufieiente, portadora del falo, aparentemente completa,
a una macha? deseante.
Aparecen nuevas asociaciones, la sujeto puede ubicar, en
transferencia, la conmoción de la madre por la ausencia del
padre, la angustia, el danto y la añoranza inexplicables por
parte de alguien que siempre se mostró como capaz de arre­
glarse sola y sin ningún apego por su pareja.
Es importante situar que si bien esta actitud de la madre
no es nueva, sólo cobra valor para la sujeto a la luz de su
propio cambio de posición subjetiva en relación al deseo en
tanto deseo del Otro.
La dimensión de la falta en la madre, abre nuevos inte­
rrogantes acerca de su propia posición como deseante, de su
propia relación con los hombres, de su «no saber» como hacen
otras mujeres.
Este fragmento clínico podemos articularlo con aquello que
sostiene Gustavo Sobel quien dirá que el despliegue de los enun­
ciados permitirá generar la dimensión enigmática sobre la
madre reintroduciendo ai sujeto en el registro del deseo.22
Puntualizaeiones sobre la angustia

Lacan vincula la angustia como signo de deseo, enten­


diendo el deseo del hombre como deseo del Otro el cual con­
cierne al deseo del sujeto en la medida de lo que le falta,
única vía para que el sujeto encuentre lo que le falta en cuan­
to objeto de deseo.
El sujeto será la única vía de acceso al deseo, con la de­
pendencia del Otro en tanto lugar del significante. «El deseo
es deseo de un deseo que responde a la llamada del sujeto. Es
el deseo de un deseante que es el Otro».23
El sujeto del que habla el psicoanálisis es un sujeto (Suje­
to barrado) marcado por el significante en el campo del Otro
(A) y hay en el sentido de la división un resto, el objeto a.

A S
(Stjeío barrado) $ ^ ( a r o barrado)

a
Este cuadro le permite a Lacan mostrar que el Sujeto en
tanto barrado Si y el objeto a están en el campo del Otro ya que
el fantasma, apoyo del deseo, está en la totalidad del campo del
Otro. Este Otro barrado en la medida que el sujeto no lo alcanza
es lo que lo constituye como inconsciente. «Con el yo te deseo
aunque no lo sepa, le digo al Otro que deseándolo sin saberlo, lo
tomo como objeto para mi mismo desconocido, de mí deseo».2if
La angustia, afirma Lacan surge cuando en el lugar que
llamará (menos fi) aparece lo unheimlich, lo siniestro. La
angustia entonces surgirá cuando falta la falta.

Angustia y fantasma

Ligada a todo lo que puede surgir en el lugar de (me­


nos fi), y para defenderse cíe ella recubriéndola, el neuró­
tico se sirve de su fantasm a que esta situado totalm ente
en el campo del Otro.
Fantasma: M O a)
El a del fantasma funcionará como defensa frente a la
angustia, reteniendo con él al otro.
En «La dirección de la cura» encontraremos la afirmación
de Lacan acerca del uso que hace el neurótico de su fantas­
ma: frente al deseo el fantasma aparece como respuesta del
sujeto a la demanda, significación de la necesidad, aunque,
agrega Lacan que el fantasma no tiene nada que ver con la
significación en la que interfiere, la cual proviene del Otro
del que depende que ésta sea colmada. El fantasma está allí
en el medio de ese camino de retorno y «llevando la demanda
hasta los limites del ser hace que el sujeto se interrogue sobre
la falta en la que se aparece a si mismo como deseo».25
El uso del fantasma es lo que le permite al neurótico sos­
tenerse como sujeto al nivel de su deseo evanescente en tanto
la satisfacción de la demanda le «hurta su objeto».
Siguiendo el trabajo de Eidelsztein situaremos que hay
un movimiento de la Identificación primera, del I(A); el objeto
de la demanda se desvanece en la demanda misma y el pasa­
je del Í(A) al objeto abre el camino que conduce al deseo.26
El fantasma pone el relación de un modo particular al
sujeto y al objeto a y nos indica Miller que el fantasma tendrá
un aspecto imaginario que son todas aquellas imágenes que
produce el sujeto, un aspecto simbólico ligado al texto con
una gramática que responde a las leyes de la lengua y tiene
también una dimensión real que en tanto imposible tiene un
residuo inmoclifieable. El fin de análisis será la modificación
de la relación del sujeto con lo real del fantasma.27
En el caso que estamos trabajando, María sostiene intac­
ta su virginidad como la pequeña nada que mantiene en re­
serva, como forma de retener al Otro. Allí sostendrá la de­
manda del Otro, se inventa un otro que le demanda, «quiere
que le demanden sin pagar el precio»,28 pero en el análisis la
sujeto pasa de quedar atrapada en la demanda del Otro a
situar el objeto de la demanda, objeto que como nos indicaba
Lacan es un objeto que se desvanece.
«La, cortada» será en María una de las formas con las que la
sujeto se representa, enlazando Inhibición, Síntoma y Angustia,.
Otra versión del Padre

Es en el análisis que comienza a recorrer la relación con


su padre, recordando escenas tiernas y de protección.
El viaje del padre ha producido un primer efecto de des­
esperación que la condujo a los cortes, frente a la inminencia
del Otro materno.
Un segundo efecto recuperado en el análisis es la caída
de un velo que muestra la incompletud materna ante la avi­
se n óía de su part ena iré.
El padre aparece en el análisis en una nueva versión, como
metáfora del deseo materno. En «La instancia de la letra en
el inconsciente o la razón desde Freud» Lacan sostiene que
sólo cuando la metáfora paterna se instala aparece el sínto­
ma y la metáfora es posible en tanto metáfora sintomal, a
partir de la castración materna,29
Como vemos, el sujeto llega a la consulta con cierta
sintomatología, con un modo particular de presentarse ante
el otro, de relatar su historia jerarquizando ciertos aconteci­
mientos, es decir que llega al inicio con cierta versión de sí
mismo que se irá transformando a lo largo de los encuentros
con el psicoanalista.
Hay una precisa referencia ele Freud en la conferencia 27:
«...ya no se trabaja con la enfermedad anterior del paciente
sino con una neurosis recién creada y recreada que sustituye a
la primera...» «...todos los síntomas del enfermo han abando­
nado su significado originario y se han incorporado a un senti­
do nuevo que consiste en el vinculo con la transferencia».80
La dimensión de la angustia en María irá enlazándose en
el recorrido analítico. Lo más angustiante es cuando la falta
que produce el deseo se ve perturbada, Lacan será muy preci­
so: «cuando la madre se le viene encima, limpiándole el culo,
modelo de la demanda que no puede desfallecer».81
La Angustia, está encuadrada por el marco del fantasma
en la relación del fantasma con lo real, afirmando Lacan que
mientras que los significantes en tanto huellas constituyen­
tes del mundo, permiten el engaño, la angustia en tanto cor­
te, surco en lo real es lo que no engaña.82
El cambio de posición subjetiva tiene consecuencias en la
imagen con que se mostraba ante los otros. Las dificultades
en la actividad profesional introducen la dimensión de la fal­
ta en ser: «¿Qué soy’? Me siento a la deriva».
Del «soy virgen» al «¿que soy?» hay un movimiento en el
que surge la preguhta sobre la existencia, pregunta que la
invade, la sostiene, la divide, la inunda y nos indica Lacan
«...que es a título de elementos del discurso particular cómo
esta pregunta en el Otro se articula».33
Un sueño en el análisis: «Estaba con un chico, nos acariciá­
bamos, alguien nos miraba y yo me dejaba, llevar... me gustaba».
La sujeto oscila entre ser una hija perfecta y entera ante
los ojos de la madre y ser una mujer que no se reconoce como
entera y busca aquello que la causa, pasando necesariamente
por el padre.
Irá desde la mirada que puede verlo todo (primer sueño,
operación) a la mirada que sostiene la escena de ella con un
hombre, recorriendo el camino de la Inhibición, el Síntoma y
la Angustia a lo largo del análisis.
Esta sujeto llegó a la consulta traída por los otros Liego
de un pasaje al acto que nos permitía pensarla mas cerca del
grito que del llamado. El buen encuentro con el psicoanalista,
la instalación de la transferencia y el Sujeto supuesto Saber,
producen un Sujeto que padece falta de saber, sujeto barrrado
para quien la angustia cobra otra dimensión, real que no en­
gaña. Sostiene Lacan que es «...mediante el discurso analíti­
co que el Sujeto se manifiesta en su hianeia, a saber, lo que
causa su deseo...».35
Luego de este recorrido, podremos ubicar el estatuto de
los cortes que María produce en su cuerpo y que la traen a la
primera consulta hospitalaria.
Actuar, dirá Lacan es sacarle a la angustia su certeza; de
esto nos ocuparemos en el capítulo próximo.
Debates en el Foro

Intervención de A ntonio A m engual


Psicoanalista. Provincia del Neuquén, Argentina.

—Me resolta de un interés singular el tema de esta clase,


particularmente por lo que deja pendiente: la localización clí­
nica de las modalidades posibles de actuación: pasaje al acto
y acting out.
Particularmente como cálculo y ya no como lectura a
posteriori, justamente porque aparecen éstos como fenóme­
nos clínicos ubicados al límite: más allá de cualquier trama
discursiva, particularmente en el pasaje al acto.
Es clara la indicación inicial de la clase de que «eso dice»
algo para el analista. Pero a la vez el acto irrumpe para in­
dicar la insuficiencia de cualquier dicho. Entiendo que el
discurso no se agota en los dichos. Pero ¿como ubicar las
coordenadas que de algún modo permitan anticipar la inmi­
nencia o precipitación de un acto? Pretender una anticipa­
ción presupone una temporalidad (ya no lógica o erótica) sino
claramente cronológica, la de saber qué puede hacer alguien
o, más humildemente, qué puede precipitar qué alguien haga
algo con valor de acto.
En la clase se propone una orientación estratégica y es
por la transferencia. Pero esta orientación, más que respon­
der, ordena mi pregunta, lo que no es poco. Queda pendiente
la táctica, ahí donde Lacan señalaba que el analista era más
libre, es donde vemos lá necesidad de cierta prudencia (por
ej. no interpretación del acting).

Intervención de Inés Sotelo


Eric Laurent nos ofrece una precisa indicación para la
neurosis: que el síntoma se ponga a decir hasta que no quiera
decir nada más.
Antonio Amengual señala algo crucial en relación al pa­
saje al acto y acting out. No será lo mismo si se trata de un
paciente en análisis, neurótico, donde el cálculo se sostiene
justamente en el soporte estratégico do la transferencia que
en la psicosis en la cual el analista sostiene un tratamiento
posible, Allí es deseable que se logre ubicar aquello que
desestabiliza y aquello que sostiene al sujeto. Recordarán la
referencia de Lacanen el Seminario 3 cuando refiere el uso
de los caminí tos laterales a falta de carretera principal, esto
es el Nombre del Padre.
En el caso presentado en el capítulo 2 , es la paciente la que
le dice a su terapeuta: «esa palabra la quiero respetar, no la
quiero nombrar más...». Leyendo el analista allí un «...respé­
tela usted también». En ese caso, cuando el paciente indica
que no quiere avanzar por allí, el analista-secretario tendrá
la prudencia de acompañar tal decisión. Insistir en esa línea
podría conducir a una desestabilización o al pasaje al acto.
Más difícil es el cálculo en las guardias o admisiones
donde, más allá, de la estructura no conocemos al paciente y
no contamos con el soporte de la transferencia; situaciones
de urgencia donde muchas veces el acting o pasaje al acto ya
se ha producido.
El 22 de junio de 2006 en la noche de «Práctica Institucio­
nal», se presentaron en la Escuela de la Orientación Lacania-
na de Buenos Aires cuatro trabajos sobre admisión del Hos­
pital de Sara Isidro y se intentaba mostrar un dispositivo de
admisión no burocrático, que alojara al paciente en su parti­
cularidad. Proponían ejemplos en los que se mostraba que la
estrategia de decidía en cada caso. Se podía, por ejemplo, ci­
tar al paciente varias veces en el día, varios días seguidos,
intentando alojar lo que el sujeto traía vez por vez.
Cuando me refería a tratar de localizar las coordenadas
en esas entrevistas del inicio pensaba en el modo de rodear la
urgencia, o el acontecimiento ocurrido, o el desborde con algu­
nas hipótesis que invitamos al sujeto a plantear: ¿cómo?, ¿cuán­
do?, ¿por qué?, ¿a partir de qué?, ¿enlazado con qué otros suce­
sos?, ¿es algo nuevo o frecuente?... Podríamos decir que se in­
tentará que esa urgencia se dirija a alguien, que deje de ser
algo ajeno 3' extraño, para cobrar alguna dimensión subjetiva.
De todas maneras sabemos quemo hay prevención de los
acting, ni de los síntomas. Sabemos también que hay acting o
pasajes al acto de mucho riesgo para el paciente y otros, en
cambio, como la bofetada de Dora aí; Sr K, o el comer sesos
frescos del paciente de Kris, que no ponen en riesgo la se­
guridad de sí o de terceros. En todos los casos el «analista
intenta ubicar el eje libidinal a partir de los dichos del pa­
ciente, calculando un accionar prudente sobre qué decir y
cuando decirlo».;! l
E11 el capítulo 4 trabajaré el tema con varias viñetas clí­
nicas aportadas por distintos analistas.

Intervención de Marta Muhlrad


P sicoanalista. Buenos Aires, A rgentina.

Me interesa ubicar con precisión ¿dónde se localiza la ur­


gencia en este caso? Una vez que los médicos curaron sus
cortes en el brazo, parece un caso como tantos, que puede ser
asistido en la mañana siguiente.
¿Es ese corte con los vidrios una llamada a un Otro que
no la puede escuchar?
¿La urgencia estaría en un «no aguanto más»?
¿Cuál es el mecanismo que desata el acto de la paciente,
que ella describe como sentirse encerrada, abandonada?
Relataré una situación clínica: un sujeto angustiado so­
licita atención en forma urgente. Al ser entrevistado se le
interroga ¿Cuál es la urgencia? El sujeto no sabe que res­
ponder, reconoce que su caso no es urgente a pesar de la
angustia, y se avergüenza. ¿Puede considerarse un modo de
decir «No aguanto más?

Intervención de Inés Sotelo

La localización de la urgencia es un hecho de discurso,


depende clel lector, del intérprete.
La urgencia médica se resuelve con la sutura y un tran­
quilizante, mientras que el psicoanalista interviene entendien­
do que allí puede aparecer una urgencia subjetiva, para lo cual
es necesario una operatoria. Operatoria que como afirma
Silvia Sassaroli, incluirá un su cálculo que allí donde habita
el silencio de la pulsión, «cuando las palabras no tienen lu­
gar, el pasaje al acto puede advenir».33
lül psicoanalista introduce: otra relación con el tiempo, no
una cronología sino lo que Miller llama la erótica del tiempo;
esto es la relación del t iempo y el goce.
E1 mo do do decir «n o ,agu an to m a s» q u e cada pa ci e n t o
elige o tran sita puede eñeontrarse con distintas contin­
gencias: un «esto no es upa Urgencia» del lado del discurso
Amo o puede producirse un buen encuentro con un analis­
ta que propone una pausa, escansiones que se modulan
de diverso modo: varias sesiones en el día, sesiones dia­
rias, comunicación telefónica. Se introduce la tem porali­
dad necesaria para queda urgencia se transforme en sub­
jetiva, es'decir diga algo del sujeto en cuestión, diga algo
de su goce ce r r a d o e n ü n cifr a d o inaccesible p a r a e 1 s uj e -
to. Signo de que hay un sujeto pero aún no lo representa.
La vergüenza tambiórrdice algo del sujeto, habrá que des­
loejar él enigma.

Intervención de Cecilic- Collazo


Psicoanalista. La P lata, Provincia de Buenos Aires, A rgentina.

Me interesa un desarrollo sobre el punto de articulación


entre lo especular, la localización imaginaria, el menos ñ, el
Otro, y la angustia, estableciendo relaciones entre esos tér­
minos y la subjetividad de la paciente en cuestión.

Intervención de Inés Soíelo

María es traída mas cerca del grito que del llamado; se ha


lastimado en un acto del que, al principio, no puede dar cuenta.
La presencia del psicoanalista en la guardia no es sin con­
secuencias. Si bien evalúa el riesgo para sí y para terceros, su
intervención es fundamentalmente la de poner una pausa;
una temporalidad que abra alguna brecha.
El primer efecto que se verifica en la segunda entrevista
a pocas horas de la primera, es la aparición de la angustia.
También pono; en relación ese signo opio; aparecía aislado con
otros significantes: Si>.
Algo de la no veda familiar comienza a ser dicho y la pa­
ciente enuncia una suposición: que esto que le pasa no es
nuevo, que tiene relación con otros acontecimientos de la vida
y que necesita un intérprete.
Enuncia una demanda: un turno para ser atendida en
Consultorios externos del hospital.
En principio, la transferencia se localiza en el hospital:
cierta suposición do que allí pueden darle la clave de su pade­
cimiento. Su establecimiento está ligado con la presencia del
analista que leyó esa urgencia de modo particular e intervie­
ne con una estrategia particular: la de la transferencia.
¿Por qué aparece la angustia? No puede ser respondido
inmediatamente. Sabemos que es lo que no engaña, pero a
esa altura no sabemos que real muestra a medias.
A lo largo del tratam iento iremos localizando algunas
cuestiones:
El accidente, lo más evidente en cnanto acontecimiento
traumático, no parece ser lo que ha provocado el estallido de
la neurosis.
Se arregló muy bien con sus marcas, con recursos, neuró­
ticos, pero recursos al fin. Esto nos lleva entender cuando
Miller en los signos del goce dice que no debemos confiar en lo
verosímil, que la identificación que cuenta es la inverosímil.
Si buscamos al sujeto en lo evidente, no lo encontraremos.87
Alerta para no apresurarnos a intervenir sobre lo evidente y
mucho menos interpretarlo. Se tratará de ubicar a lo largo del
recorrido analítico ¿que marcas ha dejado eso en el sujeto?
Ante el Che Vuoi!, ¿Qué me quiere?, María se armó otro,
ella responderá que ese Otro le demanda: te quiero perfecta,
te quiero entera, te quiero sin falla. Respuesta que si bien
podría estar sostenida en dichos maternos de la realidad, es
importante señalar que la mamá, esa que está en casa, no es
el Otro materno, sino que en momentos particulares, María
eleva a ese pequeño a, pequeño otro que es la madre, a la
categoría del gran Otro.
Frente a la angustia que le provoca que el Otro no deman­
de sino que desee, esto es: que algo le falta, que está castrado,
(en el grafo la angustia se localiza entre el S(A) y el fantasma),
María tiene recursos e intenta algunas otras respuestas: el Ideal
de perfección, se convierte en niña y alumna modelo; la ima­
gen ante ios otros, es decir cómo se muestra en el espejo que
son los otros en la relación imaginaria. Recurso que funciona­
rá muy bien por años, ese Otro que se inventó parece comple­
to con ella, ella se ofrece como falo para completar a ese otro
materno que insisto no es la mamá de la realidad.
El análisis, deslizamiento discursivo de significaciones
antes cristalizadas, produce algunos movimientos. Cuidosa­
mente se abre otra dimensión sobre un acontecimiento im­
previsto tal como fue el viaje del padre, pero fundamental­
mente el efecto que tiene esta ausencia sobre la madre. Re­
cién en ese momento María logra la localización del deseo de
la madre (que tomará la forma de: lo extraña, lo necesita),
deseo que ella había taponado con las respuestas antes men­
cionadas. Y fundamentalmente, las respuestas anteriores
dejan de ser eficaces, el «soy virgen», se pone en duda como
respuesta que obtura la falta en el Otro.
Es importante señalar que a partir de la angustia, su
relación con la castración, su relación con el deseo, se abren
para María las cuestiones ligadas a la sexualidad, a su cuer­
po de mujer, al encuentro con el otro sexo, al deseo que
provoca en un hombre.
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Capítulo 4
A c t in g o u t y pasaje al acto en la urgencia

n la clase anterior hemos trabajado el concepto de án*


E gustia y su localización en la clínica a partir del Oralo
del deseo y del Seminario 10. Allí Lacan afirma que actuar es
sacarle a la angustia su certeza, ya que la acción toma pres­
tada su certeza de la angustia,
¿Cómo se verifica esta certeza? Mauricio Tarrab sostiene
que «la experiencia subjetiva de la angustia, no le deja a quien
la experimenta ninguna duda. Uno no sabe que sentido tiene
lo que le pasa, pero sabe que debe hacer algo para que eso
cese, «...como experiencia cierta, es un dato de certeza frente
a un mundo lleno de incertidumbres».1
En el cuadro presentado en la clase 1 del Seminario 10 ,
Lacan destinará los espacios que quedaron vacíos a esas par­
ticulares modalidades de acción tal como son el acting out y el
pasaje al acto.2

DIFICULTAD

INHIBICIÓN Impedimento E m bar azo

MOVIMIENTO Emoción SÍNTOMA Pasaje al acío

Turbación Acting out ANGUSTIA


Actinff outypasaje al acto en el caso de
«la joven homosexual»

Antes de trabajarlo en los casos clínicos que iré presen­


tando, seguiremos el recorrido de Lacan en el Seminario
1.0 en relación al casó de la paciente de Freud conocido como
«la joven homosexual». Allí podremos ubicar estas dos mo­
dalidades de acto.
Este análisis, afirma Lacan pone de manifiesto que a raíz
déla decepción por el nacimiento de su hermano, ella sé orienta
hacia la homosexualidad dirigiendo su amor hacia una mujer
de dudosa reputación comportándose de modo viril; cuanto
mas se aleja su objeto amoroso, mas lo valora.
La escena pública que construye, en la que se pasea por
las calles de Viena del brazo de su amada, estará destinada
al padre como desafío. En una ocasión, el padre se encuentra
por la calle con la pareja de mujeres y la joven se cruza con la
mirada furiosa del padre. La mujer mayor decide cortar la
relación y la chica se arroja por un puente. Se deja caer,
NIEDERKOMNT, se deja caer como pequeño a, como objeto.
¿Cómo entender la lógica de este pasaje al acto?
En el pasaje al acto la ventana suele ser frecuentemente
el espacio propicio para arrojarse; ésta funciona como límite
entre ía escena y el mundo y Lacan nos enseña que en el acto
de arrojarse por la ventana «el sujeto retorna a aquella exclu­
sión fundamental en la que sé siente».'1
El deseo y la ley son la misma cosa en el sentido que su
objeto es común. El mito de Edipo significa que en el origen,
el deseo como deseo del padre y la ley coinciden; es una rela­
ción estrecha en la que solo la función de la ley traza el ca­
mino del deseo.
El deseo por la madre, es idéntico a la función de la ley,
ya que al prohibirla, la ley impone desearla. El deseo del pa­
dre es lo que hace ley.
El efecto central de esta identidad entre deseo del padre
con la ley, es el complejo de castración. Lacan dirá que por
eso coloca el (—íí) en el mismo lugar que el objeto a, roca de la
que hablaba Freud.
El objeto a, vinculado a su falta, allí os donde el sujeto se
constituye en el lugar del Otro.
El salto, el pasaje al acto, se produce en el momento en que
se cumple la conjunción del deseo y la ley. La hija, decepciona­
da del padre, se había dedicado a hacer eje su castración de
mujer lo que hace un hombre: ofrecerle una ofrenda de sacrifi­
cio a través de de su conducta viril, que por inversión de dicho
sacrificio, dice Lacan, hacía de ella el soporte de lo que falta
en el campo del Otro, o sea la garantía de la ley que es el
deseo del padre, hay una gloria del padre, un falo absoluto.
Siendo el resentimiento y la venganza cruciales en esta
relación, afirmará que son esa ley, el falo supremo.
La joven arma esta escena que pierde su valor ante la
mirada furiosa del padre, produciendo, fice Lacan, el supre­
mo embarazo, la división máxima del sujeto.
Luego aparece la emoción ante la escena de su amada y el
pasaje al acto, cumpliéndose las dos condiciones: identifica­
ción absoluta del sujeto con el a, al que se reduce y en segundo
lugar la confrontación del deseo con la ley. «...ley que se pre­
se ntific a en la mirada del padre, que la hace sentirse identifi­
cada con el a y al mismo tiempo rechazada, expulsada, fuera
de la escena. Y esto sólo puede realizarlo el dejarse caer».'1

Pasaje al acto: Una «calculadora» sin cálculo

En las guardias, es frecuente encontrar estos actos des­


afortunados, que muchas veces ponen en riesgo la vida o la
salud de un sujeto. Nos exigen pensar una táctica y estrate­
gia pero sin poder en ese momento establecer si se trata de
un actingout o de un pasaje al acto. Habrá que establecer en
las coordenadas lógicas del caso, en que lugar quedó ubicado
el suj eto, 1a escen a del mundo, e 1 Otro.
Volvamos al caso que recibimos en la guardia que fue pre­
sentado en el capítulo anterior.
María, de 22 años, llega a la guardia del hospital general,
acompañada por su madre y su tía. Se ha hecho un corte en
las muñecas, superficial pero que produjo gran alarma en la
familia por lo que deciden dirigirse a un profesional.
La-joven refiere que la madre le comunica que el padre se
quedará a vivir en eífinterior del país por razones laborales,
ya que ha surgido una propuesta muy conveniente desde la
perspectiva económica.
Actualmente él está allí en una estadía que se suponía
transitoria. ;
María refiere sentirse presa de desesperación, se dirige
hacia la puerta y atraviesa los vidrios con sus manos
En ese momento,da paciente no puede decir mucho más
que «fue un momento de locura, no sé que me pasó, tuve una
sensación de encierro insoportable, de abandono, no pensó en
las consecuencias)).
En la guardia, el médico que la recibe la deriva a los psi­
coanalistas con el diagnóstico presuntivo: «es tuya, es una H,
una actuadora».
La s II. son la s Irisferie as, esa p otología qu.e par a a Igu nos
psiquiatras no merece respeto, a pesar que desde Hipócrates,
Charcot, Frénd, hayan sido la causa de investigaciones, con­
duciendo hacia la pregunta por esa modalidad de goce que lo
fe menino e ntra ña.
Lacan nombrará como histérico uno de sus discursos, el
que sostiene el analizante. Bin embargo en esa guardia, María
quedó reducida a una letra: «H», y su acción a una actuación.
La contingencia del encuentro con un analista a cargo de
la guardia, posibilita que ese padecimiento tenga un lugar en
el Otro, que aquello que se presenta como urgencia pase por
el Otro, pase del grito al llamado. Es en este sentido que Marta
Coronel afirma que el Equipo do Admisión del Hospital de
San Isidro funcionará como Otro alojando «ataques de páni­
co, ideas suicidas, insomnio, mutismo, nombres con los que
se responde al malestar de la época)).5
El analista se abstiene de interpretar pero decide la per­
manencia en la guardia y conduce al sujeto a recorrer los acon­
tecimientos que la precipitaron hacia la puerta en un acto
que quedó por fuera de todo cálculo.
En el pasaje al acto hay una desaparición del después, y
luego del mismo, si no fue un acto logrado, inmediatamente
renace otro; «el acto siempre es recuperado por la significa­
ción aprés coup», y dirá -Miller en Bonneval- que para Lacan
el pasaje al acto tiene la estructura del acto, requiriendo de
un pase, de una mutación sujetiva.1h
La clínica del pasaje al acto, está muy ligada la clínica de
la urgencia, dejando «como resto de la escena un cuerpo des­
moronado, como huella de un exceso en la propia escena de
aniquilación del sujeto».7
La precipitación, la prisa por concluir propia del pasaje
al acto deja pegados el primer y el tercer tiempo lógicos,
saltando del instante de ver al momento de concluir; refe­
rencia que trabajamos en la primera clase con el sofisma do
los tres prisioneros.
La analista propone otro tiempo, un tiempo de pausa
para que algo allí se deposite a pesar de que aún no sea
posible su cifrado. A pesar de que el pasaje al acto implica el
abandono de todo pensamiento y del malentendido propio
del lenguaje sin embargo «sólo toma su valor y sus coorde­
nadas de un universo de lenguaje» ya que es necesario que
haya un decir para que haya acto .8
El acto suicida será para Lacan el paradigma del acto, en
tanto no tiene en cuenta el cálculo de los bienes sino que pone
en juego el «suicidio del sujeto», señalando que lo pone entre
comillas para indicar que él puede renacer de un modo dife­
rente en este acto. Será un acto en sentido propio ya que el
siijoto no es el mismo antes que después, hay una transfor­
mación, una muerte que Lacan fuerza utilizando el término
de suicidio, Miller. nos indica con toda precisión que «...todo
acto no es sólo agitación, movimiento, descarga motriz, todo
acto verdadero, todo acto que marca, que cuenta, es trasgre-
sión.... el concepto de acto en Lacan, es un concepto homolo­
gado ante todo a la pulsión de muerte, al goce.9
María nos enseña que frente al abandono del Otro, li­
brándola a la boca del cocodrilo, tal como Lacan nombrará
al deseo materno, ella pronuncia con su acto un No al Otro;
sin escena, sin sujeto, atraviesa la puerta, el marco de la
escena del mundo, siendo este pasaje mucho mas que des­
carga motriz, podríamos pensar que opera como intento de
separación del Otro materno.
Para orientarse en la cuestión del acto, indica Miller, pri­
mero hay que plantear la antinomia del pensamiento y del
acto, del inconsciente y del acto .10
Pasaje al acto y aeting ouh dos m om entos

Alejandra Rojas, psicoanalista y docente de la Práctica


profesional Clínica de la Urgencia, nos aporta la siguiente
viñeta clínica: . . -
M. llega a una guardia externa, en ambulancia y acompa­
ñado por su novia.
Luego de una discusión con ella, se encerró en el baño ha­
ciéndose varios cortes en los brazos.
La novia llamó a la emergencia médica y luego de cierta
resistencia para abrir la puerta, el médico le realiza tornique­
tes para detener la hemorragia.
En el viaje repetía «me quiero morir».
Al ingresar a la guardia se niega a ser atendido, dice que
nada le importa porque su novia, lo ha abandonado, el cirujano
de guardia solicita, la presencia de un enfermero y un psicólogo.
La situación era límite y clara-, había que suturarlo o co­
m a riesgo su, vida. Se indico sedación y se lo suturó.
Lo trataron para salvar su vida y con el despertar comen­
zaba la apuesta a otro tratamiento, el de la urgencia subjetiva.
El psicoanalista esperará a que despierte. M dice que no
quiere vivir, que no quería que lo sedearan, que tiene derecho
a morir, que es su vida.
Se le preguntó qué lo llevó a actuar así.
«—-Ella me dijo que me dejaba y me corté».
Ahora, en la guardia repite: «—¡Me quiero morir porque
me abandona, me deja,..no tienen derecho a tenerme acá, no
quiero que me a,tiendan!».
Se interviene señalando que allí los médicos tienen la obli­
gación de atenderlo ya que de de lo contrario pueden tener
problemas,
La re spuesta aeste señala míe n ío fue inmediata y d e un
efecto pacificador. Se reubica en uña serie «había otros que
podían tener problemas» en este caso, los médicos.
Sobreviene la angustia y el interés en hablar de lo que le
estaba sucediendo con su novia.
Como intervención se decidirá su internación, la cual
será, finalmente de dos días. Allí referirá que después de
muchas discusiones, marcadas por la. violencia verbal y la
impotencia de no encontrar «salidas»,¡su desesperación lo
llevó a hacer lo que hizo:
«—Fue algo rápido». «Sin pensarlo»:;
Sólo recuerda, una intensa angustia que lé «apretaba» el pecho
3' que aún persiste, «algo insoportable, me lo quería sacar».
Cada discusión terminaba, con el pedido de ella, de «cor­
tar la redación».
«-—No puedo soportar que no esté conmigo... quiero que
alguien me ayude»
Lo intolerable lo condujo al pasaje al acto, allí donde no
hay palabras que medien, que atemperen la angustia.
Podríamos diferenciar en la: misma situación clínica: el
pasaje al acto en los cortes iniciales, del acting out en la esce­
na de la guardia.
Continuará el tratamiento en consultorios externos.

1.a vacilación calculada de la neutralidad del analista

El joven ingresa a la guardia porque el acto que ha come­


tido pone en riesgo su vida.
El analista no sabe aún el estatuto del mismo pero sin
ninguna duda para que esto pueda ser puesto a trabajar, para
que emerja la dimensión del sujeto en juego en esta urgencia
se tratará primero de implementar un «acto médico» que des­
de el Discurso Amo ponga a salvo su vida.
No hay lugar allí para vacilaciones, es momento de poner en
marcha los protocolos médicos que indican los pasos a seguir.
Sin embargo, detengámonos en el uso de la vacilación
calculada de la neutralidad del analista. Presente en la guar­
dia, realiza cierto cálculo en relación con lo que entiende como
la lógica detcaso, una apuesta sin garantió, absoluta;.............
Desde su experiencia en la guardia, Tomasa San Miguel
dirá que es necesario calcular la intervenciones en la urgen­
cia, por fuera de la transferencia «apuntarán a volver a anu­
dar, alojar, velar esta verdad que ha quedado brutalmente
develada para el sujeto, al punto de dejarlo desamparado, sin
referencias identificatorías, sintomáticas o .fantasmaticas» .11
En oí caso presentado el psicoanalista tomará los sig­
nificantes del sujeto y dirá «también los médicos pueden
tener problemas».
Esta intervención produce un primer efecto de sorpresa
ya que no es la respuesta que el sujeto esperaba. Hasta ese
momento las intervenciones médicas eran claramente del lado
del discurso Amo, discurso que hace ley. Lo sorprendente para
el paciente del «...los médicos pueden tener problemas...» nos
remite a la indicación de Lacan al analista, en tanto debe
pr es er va r p a r a e1 otro 1a di m en s ión imaginaria de s u no -do -
minio, de su necesaria imperfección, regulando también en
cada caso que viene a él en análisis, «de su ignorancia siem­
pre nueva para que ninguno sea un caso».12
En esta situación clínica recibida en la guardia diferen­
ciamos el pasaje al acto del primer momento, del acting out
que se despliega en la guardia; escena que llama a la inter­
pretación incluyendo al Otro. :
El analista interviene sorprendiendo al sujeto: no fuerza ni
prohíbe, vacila con cálculo, se divide; sorprendedor de lo real; el
analista sorprendiendo las emergencias fugaces de lo real.13
El sujeto se detiene en su negativa que finalmente soste­
nía la demanda del Otro, posición sostenida por el neurótico
que quiere que le demanden para no encontrase con el deseo
del Otro, tal como lo ubicamos en el grafo del deseo.
La urgencia concluye cuando es el sujeto quien demanda
un tratamiento en Consultorios Externos del hospital.

Dolores que matan

Dolores es internada en el hospital después de un inten­


to de suicidio: cortes en el cuerpo. Pide a gritos que la inter­
nen diciendo: «...tal vez acá sepan qué hacer conmigo...a.
diabla del intento como si se tratara de una tercera perso­
na: '«Fue un corte perfecto, recuerdo que la sangre empezó a
salir». En ella no aparece el sufrimiento, hay distancia en­
tre ella y su cuerpo, se presenta ausente de lo que dice. Sin
embargo, enuncia un pedido de internación, de algo que fre­
ne el exceso que la habita.
Dolores produce un corte en lo real de su cuerpo, corte que
no puede producir la intervención del padre. Muy ligada a su
madre discapacitada, se ofrece a, ella como salvadora, como
objetó que sustituya la falta.
Es una paciente de las que traen problemas en ¡a guar­
dia: querellante, conflictiva, poniendo todo el tiempo en cues­
tión a los terapeutas y denunciando las debilidades del Amo.
Sus denuncias hacia el padre que no opera y hacia la insti­
tución impotente se acrecientan. Episodios de gritos, rotu­
ras de vidrios, amenazas, culminan con el anuncio cíe que
se va del hospital.
La analista escucha detrás de estos intentos de significarlo
todo, el llamado de alguien que padece y pide ((internación»:
la emergencia de un Sujeto atrapado por el goce debido a la
ineficacia paterna. Su intervención consiste en anunciarle que
informará al juez tal como está previsto en la legislación. La
analista, conoce la vigencia del poder jurídico en el hospital,
pero a la vez conoce sus límites. Se vale de él como significante
que poniendo una. barrera al goce abra la vía del significante. A
partir de ese momento Dolores se detiene, asiste a las entrevis­
tas .y comienza, a hablar del ((terrible amor por su madre».

Lejos del síntoma

Lacan nos enseña que el discurso es un modo particular


de uso del lenguaje, fundándose en la estructura del lenguaje
es efecto de la cadena significante. Si la urgencia da cuenta
de un punto donde el Sujeto no puede representarse entre los
significantes, de una apelación a restablecer su lugar en la
cadena, la escucha del analista es una apuesta al advenimiento
del Sujeto, a través de la trama significante, que interrogán­
dose culminará en la producción de un Si que será el signifi­
cante a través del cual el Sujeto resolverá su relación en la
verdad a —>S
S2 // S l

En el Discurso del Analista: el Sl estará en el lugar de la pro­


ducción y el S2, dicho a medias, estará en el lugar de la Verdad.
La presencia del analista tendrá consecuencias para el
paciente, en tanto no toma la salud como un bien a obtener ni
el síntoma como un problema a solucionar, en todo caso to­
mará al síntoma como andamiaje significante erigido alrede­
dor de lo reprimido primordial.
Sin embargo Dolores se muestra muy lejos aún de la cons­
titución de un síntoma. Su posición aparece consolidada en el
«yo soy así», respuesta que en el grato localizamos a nivel de
la i (a), su forma de presentar el yo.
El malestar, el enojó, la incomodidad no logran confor­
marse en algo que la divida ni la interrogue. La consolidación
de esta posición tiene sus efectos en la relación con el analis­
ta y por supuesto con los profesionales del hospital. Este des­
pliegue de desbordes sin ningún compromiso subjetivo; el re­
chazo hacia todo tipo de intervención o palabra, suelen pro­
ducirla sensación de impotentización por parte del analista;
sobre ól recae la barra que lo divide.
Habitualmente este rechazo produce una respuesta en
espejo por parte de los profesionales qüe culmina, muchas
veces, en las peores decisiones.
Dolores le otorga consistencia al Otro, a la vez que traba­
ja para castrarlo. El deseo del analista es el concepto que posi­
bilita otra salida; «en ti mas que tú» como aquello que nos hace
depo sitarlo s del a mor, a síc omo del odio o de otras pasiones;
h abrá qu e ca leu 1a r entonces el ma n ej o d e 1a Tr a n sferencia.
El analista escucha allí algo más y se detiene, ofrece su
presencia, apostando a crear con ella una demanda.

Im pulsos y caídas

En Dolores, el corte previo a la internación aparece como


un impulso frente a esta madre que demanda y demanda. La
sujeto la constituye en el lugar de otro voraz que la acorrala
hasta que se produce NIEDEEKOMNT, se deja caer de la
escena a través de un corte, queda reducida al objeto que le
asegura la Verdad del Otro.
La demanda insaciable de esta madre llega a límites ex­
cesivos a los que Dolores no puede responder y es entonces
cuando cae de la escena.
La joven queda alienada al «yo no pienso» propia dei pasaje
al acto el cual está ligado a la pulsión, nodal síntoma ni al deseo.
Dolores no dice nada y sólo muestra en acto «esa curiosa
satisfacción muda que le da este particular personaje que
desempeña».14
Sig u ien do a La ca n en su Se min a rio «La lógica del fantas­
ma» en las clases del 11 y 25 de enero de 1967 podemos ubicar
el «yo no pienso» como opción alienante propia del pasaje al
acto. Desde esa posición no hay interrogación;, interrogación
que sólo será posible en la opción «yo no soy»!
Lacan dirá allí que el problema de la alienación no es ser
captado o representado por el Otro sino que está fundada en
el rechazo del Otro «en tanto que ese Otro es lp que ha venido
al lugar de la interrogación del ser».15 :
Este corte, esta caída deja por fuera al sujeto del deseo y
al síntoma como respuesta. Es una respuesta muda ligada al
silencio pulsional que ubicamos en el grato.
Esas primeras entrevistas tendrán como dirección inten­
tar producir un movimiento del «yo no pienso» al «yo no soy»,
«a esa inexistencia del yo que es el pensar inconsciente que
genera preguntas »,16 tal como lo refiere Diana Kabinovich.
En este caso presentado1'podemos diferenciar el movimien­
to que va del «yo no pienso»: corte con la desaparición del suje­
to, a cierta dirección al Otro a partir dé la internación.
El hospital y los profesionales operan como Otro al que
Dolores dirige los aciings oui posteriores sostenidos en una
transferencia salvaje. Se produce un viraje necesario al «yo
no soy» que posibilita luego la aparición de la angustia por el
«terrible amor por la madre».
Síntomas, lapsus, formaciones del inconsciente y hasta
el actin.g oui que localizamos del lado del «yo no soy», que
transforman la demanda muda en demanda que habla, que
se dirige al Otro.
El analista se abstiene de interpretar, prohibir, reforzar el
yo pero apela al Otro de la ley que acogiéndola, frena el exceso.
Acting outaw la cura

El siguiente: fragmento fue presentado por Gustavo


Sobel, psicoanalista y docente de la Práctica Profesional
Clínica de la Urgenpia.
Un ho m b re jo ven ( con d iagnóst ico d e neurosis obsesiva, al
comienzo de su tratamiento analítico queda a cargo de la em­
presa de su padre y durante ese tiempo sale a la luz una ma­
niobra fraudulenta del mismo.
Ante dicha situación el sujeto decide responder con sus
ahorros. Al regreso del padre se produce una discusión y su
posterior renuncia a continuar trabajando para él.
A los pocos días el padre enferma gravemente quedando
en estado de coma. Por esta razón decide ocupar su lugar en
los negocios.
El analizante, luego de ausentarse algunas sesiones con­
curre angustiado y relata una escena sexual en los siguientes
términos: «nos reventamos con la prima de mi papá». El ana­
lista interviene y solicita asociaciones en relación al signifi­
cante «prima». El sujeto asocia, vinculando la «prima» con la
actividad comercial de, él y de su padre.
El acting nombrado como «reventarse con la prima» toca
lo real del sujeto por cuanto la prima, es un costo qué'debe
afrontar en tanto no sólo es heredero de la cartera de clientes
sino también del fraude del padre.
El acting out conmueve de tal forma su posición que
convoca a la responsabilidad del sujeto. En este caso se
muestra cómo el análisis por vía de la asociación libre
reintroduce al sujeto a la elaboración por vía del incons­
ciente y detiene la actuación.

Intervenciones del analista

En la clase IX del seminario de «La angustia» (1962-1963)


hay una referencia al artículo de la psicoanalista Phyllis
Groen acre «General problems of acting out», escrito en 1950,
en el que propone tres respuestas frente al acting ;
1) Interpretar
2) Prohibir
3) Reforzar el Yo.

En relación con la interpretación Lacan dirá que si


bien el acting llama a la interpretación es bajo una tra n s­
ferencia salvaje.
El síntoma en cambio no llama al Otro, es goce revestido,
atravesando la barrera del bien, es displacer, goce, unlust. El
síntoma para que sea interpretado debe ser puesto en forma
a través de la transferencia establecida.
En la urgencia encontramos la irrupción de un síntoma
aislado que no representa al sujeto
s

El significante, que al ponerse en relación con un signi­


ficante cualquiera, Sq; significante del analista.

S :~Sq.
S (SI, S,

agrega bajo la barra una significación al sujeto que el sínto­


ma señala.
Finalmente la entrada en análisis se matemiza :

S2

S. = x.
La producción de un sujeto que padece falta de saber; a
partir de allí se autoriza el analista para la interpretación a
la que es convocado.
En el acting out, nos enseña Lacan, la cuestión central
estará en el manejo do la transferencia, «...es saber cómo la
transferencia salvaje se puede domesticar, cómo se hace en­
trar el elefante salvaje en el cercado, cómo poner al caballo a
dar vueltas en el picadero».17
Entonces Lacan descarta la interpretación, ¿Por qué?
Porque si bien es un llamado al Otro no es al Otro del saber.
Responder entonces con un saber interpretativo conduce a
que los acting ouí se incrementen.
Por otro lado, el camino de la prohibición «hace sonreír a
la propia autora». El analista, advierte Lacan, hace muchas
cosas por el bien, para evitar qué el paciente se dañe, pero
nos advierte que el análisis suele ser un seguro de accidente o
de enfermedad y cuando en el transcurso del análisis ocurren
los acting, hay que localizar el lugar que ha ocupado el ana*
lista como Otro ai que se le dirige.
Así, en contraposición al fortalecimiento del yo, ubicamos
el lugar del Sujeto barrado en tanto atravesado por el deseo y
el goce que en el análisis se articula con el concepto central de
«deseo del analista».
La posición clcl sujeto en la viñeta que estamos traba­
jando, podríamos pensarla siguiendo a Lacan en «Función y
campo de la palabra» que dirá para el obsesivo: «El esclavo
se ha escabullido ante el riesgo de la muerte (...) se sabe
mortal y sabe también que el amo puede morir, (...) acepta
trabajar para el amo y renuncia al gozo mientras tanto; y,
en la incertidumbre del momento en que producirá la muer­
te del amo, espera ».18
Duda y proeastínación son sus efectos. Todo su trabajo
se volverá así enajenante. Pero probablemente a la inhibi­
ción y postergación le siga la precipitación por actuar,
basculación típica de la neurosas obsesiva que conduce del
letargo a la urgencia ,19
En el caso presentado, el analista frente al acting no
interpreta, no prohíbe, no refuerza al yo a través de reco­
mendaciones, abre otra vía a través del equívoco «prima»,
camino que conduce al sujeto hacia el padre, la deuda; sexua­
lidad y muerte.
La intervención opera por efecto del trabajo de la trans­
ferencia que concierne al paciente y al analista en tanto pone
en juego el amor. Absteniéndose de interpretar y de colocar­
se en el lugar de quien prohíbe por el supuesto bien del suje­
to, abandona la idealización para servir de soporte al obje­
to a, separador, agregando Lacan que «el analista debe
encarnar al hipnotizado y no al hipnotizador que sugestio­
na, ordena, prohíbe...20

Reclamos de una madre

La viñeta clínica que a continuación abordaremos, fue


presentada por Andrea Casals, ex alumna de la Práctica Pro­
fesional Clínica de la Urgencia y cuyo texto está en cursiva.
La, interconsulta con la Guardia, Externa, en un hospital
polivalente de la Ciudad de Buenos Aires, se inicia en el Ser­
vicio de Maternidad quien convoca la presencia, del psicólogo
de la guardia debido a que allí se había producido una sitúa-
ción de urgencia.
Este hospital cuenta con sala de internación de mujeres
en el Servicio de Salud Mental y Servicio de obstetricia;por lo
que toda embarazada, que padece además alguna patología
psíquica, suele ser derivada a esta, institución.
Al llegar al servicio, la psicólogo, se dirige a, hablar con el mé­
dico que había solicitado su presencia el cual refiere que la pacien­
te P había sido encontrada durmiendo en una, sala de parios.
El médico relatará los siguientes acontecimientos que
motivan la Ínter consulta.
La paciente refirió que la había chocado un auto y que
quería que alguien la revisara.
Fue atendida por un médico quien, al no encontrar signos
de traumatismo le indica: «...No tiene nada, puede retirarse e
irse a, su casa».
Como respuesta, la paciente se lanza sobre una de las puer­
tas, rompiendo el vidrio y cortándose así en distintas parles
del brazo y la muñeca izquierdas.
Luego de tal episodio, toma intervención también la policía
y la trasladan a. una sala dentro del servicio de. maternidad.
Es en este momento que los profesionales de Salud Mental
de la guardia intervienen.
P. es una mujer de alrededor de 30 años, desaliñada, en
una silla de ruedas, embarazada de 4 meses, con el brazo y la
mano izquierda vendados y rodeada, por dos policías.
La psicólogo, se presenta y le pregunta qué fue lo que le pasó.
«-—¿Qué me pasó? Esto fue lo que me pasó, esto me pasó»
mientras se sacaba la venda.
P se mostraba muy agresiva y a cada instante intentaba
agredir a la. psicólogo y los policías debían intervenir para
impedirlo.
La paciente no poseía ningún, documento que acreditara
identidad.
Impresiona alucinada o bajo los efectos de sustancias.
La presencia de la paciente en el Servicio de obstetricia
altera, el funcionamiento del mismo; tanto al personal como a
las pacientes internadas a punto de parir o con los bebés re­
cién nacidos.
Tampoco podría ser trasladada a otro servicio por falta
de espacio físico.
La decisión de medicarla no era sencilla porque se trata­
ba de una embarazada y aún no se había diagnosticado si-
había ingerido sustancias tóxicas.
El responsable del Servicio de Obstetricia, decide que debe
ser retirada, por el riesgo que implicaba para las pacientes allí
in ier nacías, en ta.nto la alte ración, q ue p resentaba pon ía en ríes -
go la seguridad para sí y para terceros.
El médico se dirige directamente a, la paciente pero su in­
tervención genera aún más agresividad.
Dado que la paciente sólo parecía responder a los policías,
la. psicoanalista en relación ctl discurso querellante y reivindi-
cativo, le propone que ellos serán quienes la acompañará,n para
que «se respeten sus derechos».
La paciente es acompañada por los policías a la guardia
para, ser evaluada por el psiquiatra.
Se le suministró un plan de medicación y quedaría en la
guardia unas horas intentando ubicara, un familiar. Como esto
no fue posible, se decidirá, su traslado al un hospital ele puertas
cerradas, ya que el hospital general no cuenta con infraestruc­
tura que garantice un tratamiento posible para la paciente.
Estas situaciones habituales pero siempre sorprenden­
tes, convocan al analista presente en las guardias a respon­
der, no sólo a la urgencia del sujeto sino fundamentalmente a
la urgencia de los otros profesionales o pacientes del hospital.
La Interconsulta

¿Cuándo so convoca a los psicólogos para la interconsulta?


¿Dón d eso loca liza la urge ocia en esto acasos ? ¿Qu ión con su lta ?
Estas preguntas son claves para quien trabaja en guar­
dia o en el equipo de interconsulta ya que frecuentemente
será convocado desde distintos servicios hospitalarios: ciru­
gía, clínica médica, obstetricia.
Habitualmente quien solicita la presencia de un profesio­
nal «psi» es el médico. La urgencia finalmente, en estos casos,
es de los médicos o colegas ante una situación para la que no
es eficaz el discurso de la ciencia.
En esas consultas el paciente no pide nada, simplemente
no colabora, o no mejora, o se deja morir o rechaza toda inter­
vención; esto es: se opone a su propio bien.
Más allá del principio del placer es arrasado por el goce;
se trata de «un goce alienado no al placer, sino al dolor, a una
satisfacción del dolor que, ocasionalm ente, cuando se
autonomiza ese goce, llega hasta la muerte».21
El sujeto no actúa por su bien ni accede a que otros lo
hagan, contrariando el fundamento mismo dé las institucio­
nes de «bien publico». Esto no es fácil de tolerar para la ética
del Amo. De este modo, el analista deberá intervenir sobre
dos frentes: los profesionales que lo convocan desde sus pro­
pias urgencias y el sujeto en cuestión, en este caso P.
P llega al hospital, pero no pide nada. Se escabulle y en­
cuentra abrigo en una sala de obstetricia. Impresiona incohe­
rente y alucinada, sin embargo no se ha orientado mal: lleva
un embarazo de cuatro meses y se refugia en la sala de obste­
tricia. Veremos si hay quien lea esto; es decir qué del embara­
zo está enjuego en su desencadenamiento o desestabilizaeíón
o en su delirio.
Sin documentos, en una situación social evidentemente
precaria, sin un marco de contención que la acompañe, no
será fácil resolver y tomar decisiones dentro de la coyuntura
asistencia! de los hospitales.
¿Qué intervenciones en las psicosis?

La paciente, en un impulso, atraviesa el espejo que esa


puerta conformaba ante las palabras «no tiene nada».
No podemos apresurarnos en la lógica del caso ya que nos
encontramos en uná primera entrevista; la cautela es la indi­
cación frente a aquél do quien desconocemos su estructura,
pero que tiene una presentación impulsiva que no sabemos
hacia donde puede conducirlo y, menos aún sabemos adonde
pueden caer nuestras palabras.
En las psicosis, el impulso, el trieb, da cuenta del estatu­
to real. «Tomar lo imaginario por real, señala Lacan, es lo
que caracteriza la paranoia, y al desconocer el registro imagi­
nario, llevamos al sujetó a reconocer sus pulsiones parciales
en lo real».22 Es decir que nos encontramos con un real púl-
sional del que da cuenta la urgencia en las psicosis.
Det rás de un confuso discurso reiviñdicativo en relación
a su derecho como madreóla paciente parece apaciguarse con
los policías. La analista tomará seriamente sus dichos e indi­
cará que sean ellos quienes la acompañen.
Por primera vez, F aceptará retirarse de Maternidad y
dirigirse a la guardia. Ya allí se procederá a su evaluación
para trazar una estrategia considerando las posibilidades
estructurales, sociales y coyunturales de la paciente así como
las posibilidades institucionales.

Para concluir

Graciela Brodsky en el libro llamado «Fundamentos del


acto analítico» que surge del curso dictado en el año 2001 en
el Instituto Clínico Buenos Aires (ICBA), cuya lectura re­
comiendo, trabajará los conceptos fundamentales en rela­
ción al acto analítico, así como al acting out y pasaje al acto.24
Me interesa señalar algunos puntos que ella destaca y
que ido trabajando a lo largo de este capítulo:
-Lacan esboza un recorrido que va desde la posición inicial
en un análisis hasta el pase conclusivo, en el cual podrán
situarse fenómenos clínicos ligados con el acto.
-E l acting out es ubicado por Lacón como esa opción rechaza­
da que es el «pienso y no soy», á la cual sólo se llega por la
vía de la transferencia. Queda; así el acting out ligado al
inconsciente, como algo que dirá una verdad, que podrá
ser in te r pr ela do y qu ti no tic ne n a da qu é ver con ü n «no
pienso». Brodsky afirma que se trata de un fenómeno ab­
solutamente significante y que se relaciona con la transfe­
rencia salvaje.
—El pasaje al acto, en cambio, se lo ubica en la opción «Soy y
no pienso», es decir rechazo absoluto del inconsciente, es
decir no querer saber nada de él.
-Graciela Brodsky localizará la tensión existente entre acting
out y pasaje al acto ya que mientras el primero «está
dirigido al Otro, os descifrable, interpretable, vinculado
a la verdad, el pasaje al acto es rechazo del inconscien­
te». Con c1u yen do qu e e l s u icidío i mplica una p os ici ón
de rechazo al inconsciente.

La clínica del acting out y del pasaje al acto, muy pre­


sente en las urgencias, pero también a lo largo de los análi­
sis, convoca al analista a precisar con mucho cuidado las
coordenadas que las determinan ya que sin duda se localiza
en la particularidad del caso por caso. Es allí donde el ana­
lista debe responder con su acto ya que es. en última instan­
cia, una problemática ótica.
La preocupación por el acto en Lacan está en el centro
de un seminario La ética del psicoanálisis■en la medida en
que la ética ño concierne en principio a los pensamientos. Con­
cierne a los actos, os decir, lo que hacemos en tanto que es
susceptible de un juicio».23
Debates en el Foro

Intervención de Antonio Amengual


Ps icoa na lisia. Provi ncia de 1Neuquén, Argentina,

A partir de lo que se me ocurrió llamar la 'plasticidad de la


técnica! y a la luz de las viñetas propuestas, es que recordé algo
que me dijera un profesor de psicoanálisis en los primeros años
do la Universidad: muchas veces uno dice más de lo que cree o
sabe. No estaba mal para introducirnos al psicoanálisis.
Me parecieron esclarece dores los ejemplos clínicos, don­
de se ve por un lado, en el caso de Alejandra Rojas, donde
la intervención frente al aeting tiene que ver con presentar
un otro, incompleto, barrado, «los médicos también pueden
ten er prob 1omas».
La apelación del Otro de la ley, ante la insuficiencia de la
mediación paterna,-en el caso de Dolores.
En el caso presentado, con el equívoco en el significante
‘prima' y la consecuente apertura asociativa.
Y un gran contraejemplo en el Servicio de Maternidad
cuando el módico ante el pedido de internación responde «no
tiene nada» precipitando un pasaje al acto, en contraste con
la intervención de la psicóloga quien, tomando los términos
de su discurso, ofrece custodia policial para volar por el «res­
peto de sus derechos».
Resultan sorprendentes las profundas diferencias en la orien­
tación de las intervenciones pero con el resultado común de lo­
grar pacificar o reintroducir al sujeto en la cadena significante.
Efectos en todos los casos logrados por atender a la lógica
de cada presentación. Por lo que puede entenderse por qué
resulta imposible prescribir lo que se debe hacer en estas si­
tuaciones (como sí lo hacen los protocolos módicos). Pero sí
podemos estar advertidos de lo que no debo hacerse.
Intervención de Verónica Ortiz
Psicoanalista. San Fernando, Provincia de Buenos Aires Argentina

Me interesa el desarrollo del episodio de la joven homo­


sexual; su conducta viril, su sacrificio, su relación al padre y
al falo y como entender el devenir homosexual de esta joven
fuertemente ligada al padre.

Intervención de Inés Sotelo


Lacan tomará este amor, el de la joven homosexual, como
amor cortés, donde ella se comporta como un caballero otor­
gándole favores a su danm sin esperar nada a cambio. Cuan­
to más se aleja, mas se valora al objeto. El interés se acre­
cienta cuando sabiendo que es alguien de conducta dudosa en
al sociedad de Viena, se propone salvarla.
Freud leía que tam bién se tratab a de una provoca­
ción hacia la familia, particularm ente hacia el padre, en­
tendiendo entonces que esta relación con el padre habrá
que descifrarla.
Podemos tomar algunas referencias fren dianas que segu­
ramente iluminan estas cuestiones de la relación de la niña
con la madre y el padre basta que «deviene» mujer, según el
decir de Freud.
Las encontramos en «Puntuaciones Prendí anas so­
bre «La sexualidad femenina» (1931) Amorrortu Edicio­
nes Tomo XXL:
—La madre aparece como primer objeto de amor para el
niño y la niña.
-Freud se pregunta ¿Cuándo y por qué se deshace de la
madre? Hablará de una primer mudanza: resignar el clítoris
por 1a vagina y de una segunda: e1 trueque del objeto madre,
original, por el padre.
-D irá que las mujeres con intensa ligazón al padre, serán
por fuerza neuróticas. Esta intensa ligazón al padre va prece­
dida de anterior intensa ligazón a la madre.
-H ablará de la hisexualidad que se resalta con mayor
nitidez en la mujer que en el varón.
-La vida sexual de la mujer se desarrolla en dos fases: la
primera de carácter masculino y solo la segunda como lo es­
pecíficamente femenino. En el desarrollo femenino hay un
transporte de una fase a otra que carece el varón.
-La mujer reconoce su castración pero se revuelve contra
ella y de allí derivan tres orientaciones:
^'extrañamiento respecto de la sexualidad; aterrorizada
por la comparación, renuncia al quehacer fálico y con el a la
sexualidad en general.
*en porfiada autoafirmacíón retiene la masculinídad
amenazada: fantasía de ser a pesar de todo un varón, este
complejo de masculinidad puede terminar en una elección de
objeto homosexual manifiesta.
*el tercer desarrollo desemboca en la; configuración feme­
nina, toma al padre como objeto y halla la forma femenina
del Complejo de Edipo que en ía mujer no es destruida por
influjo de la castración sino creado por él.
—Freud afirma que la prohibición dé satisfacción por vía
masturbatoria, lleva a algunas niñas a la insistencia y el vi­
raje a la masculinídad.
A su vez, en la conferencia 33: «La feminidad». (1932).
Amorrortu ediciones Tomo XXII sostendrá Freud que:
-E l enigma de la feminidad ha puesto cavilosos a los hom­
bres de todos los tiempos.
-Lo que constituye la masculinídad o la feminidad es un
carácter desconocido que la anatomía no puede-aprehender.
“ El psicoanálisis no pretende describir qué es la mujer,
tarea de solución casi imposible, sino indagar como deviene
mujer, a partir de su disposición bisexual.
—El pasaje a la feminidad requiere ceder en todo o en par­
te a la vagina, su valor.
—El descubrimiento de su castración es un punto de vira­
je en el desarrollo de la niña, con tres salidas: inhibición sexual,
masculinídad o feminidad normal.
-E l despliegue de la feminidad está expuesto a ser pertur­
bado por los fenómenos residuales de la prehistoria masculina.
“ Adjudicamos a la feminidad, un alto grado de narcisis­
mo que influye también sobre la elección de objeto, de suerte
que para ella es más importante ser amada que amar.
En «Algunas consecuencias psíquicas dolía diferencia
sexual anatómica» (1925) Amorrortu Ediciones, T. XIX en­
contraremos que:
E.rnest Jones escribe «Poca duda cabe de que para Freud
la psicología de las mujeres es mas enigmática; que la de los
hombres, Le dijo a Mario Bonaparte: «El gran interrogante
que nunca ha sido respondido y que ha,si a abora no he podido
responder es: ¿qué demanda una mujer?»..
En este artículo señala que el complejo de masculinídad pue­
de deparar grandes dificultades en el desarrollo de la feminidad.
Puede guardar la esperanza de recibir el pene algún día y
producirse la desmentida, comportándose como varón.
La libido de la niña se desliza a una nueva ecuación: pene
= hijo, resignando el deseo de un pene por el dese.o de un hijo,
tomando al padre como objeto de amor.
Después de esta ligazón -padre, puede atrincherarse en
una identificación- padre con la cual regresa al complejo de
masculinídad y se lija a: él, - -
Ubicadas estas referencias fundamentales con respecto a
la sexualidad femenina, volvamos a la joven homosexual quien
paseando por Viena se cruza con la mirada irritada de su
padre. Este encuentro con la interdicción provoca que la dama
le diga a la joven de concluir con la relación. En ese mismo
instante la chica se arroja del puente, se deja caer, como el
pequeño a, retorna a la exclusión, en el momento que (desde
la perspectiva del psicoanálisis) se produce la conjunción del
deseo y la ley.
La hija decepcionada con el padre a partir del nacimiento
del hermano, se ofrece sacrificialmente al Otro. Lo sacrificial
de la histeria se juega en ofrecerse como falo para obturar la
falta, el deseo del Otro.
De ese pequeño otro al que eleva a la categoría de Gran
Otro, ol deseo del padre como ley, le da existencia al falo como
absoluto, como ín
En ella, como en tantas históricas, el resentimiento y la
venganza son esta ley, este falo supremo. Se consagra a ellos.
Lacan va a decirlo así: «ya que fui decepcionada en mi
apego a ti, mi padre, y ya que no pude ser ni tu mujer ni tu
objeto, entonces ella será mi Dama y yo seré quien sostenga
esta relación con aquello que justamente fue rechazado, aque­
llo que de mi ser de mujer es insuficiencia, mi castración.».
La joven renuncia a su coquetería de mujer para convertirse
en caballero servidor de la dama y así enseñarlo al padre que
amar os dar lo que no se tiene, es decir, la castración.
Todo esto es lo'que se presenta ante la mirada del pa­
dre, escena que1,pierde todo su valor ante esta mirada. Con­
frontación del deseo del padre, en base al cual se construye
toda la conducta, comía ley que se prosentifica en la mirada
del aquél. Identificada con el pequeño a, expulsada fuera de
la escena se deja caer.
Al leer este capítulo y volver a las referencias freudianas,
se pondera la relación con el. padre y lo sacrificial que está en
la base de la historia.

Intervención de Verónica Ortiz


Psicoanalista. San Fernando, Provincia de Buenos Aires, Argentina

Me parece interesante detenernos en el nombre: institu­


ción de «bien público», ya que ahí mismo, como lo señala Inés,
se localiza la ética en juego: la del amo. Querer el bien del
paciente, quedar desconcertado y hasta enfurecerse cuando
el paciente se opone a eso.
Nuestras referencias obligadas, Freud y Laean, nos seña­
lan el camino. Freud nos proviene del «furor curandis» y La-
can, en su conferencia «Psicoanálisis y medicina» se explaya
largamente acerca de esto.
Transcribo uno de sus párrafos más conocidos: «Cuando
el enfermo es remitido al módico o cuando lo aborda, no digan
que espera de ól pura y simplemente la curación. Coloca al
médico ante la prueba de sacarlo de su condición de enfermo,
lo qué es totalmente diferente, pues esto puede implicar que
él este totalmente atado a la idea de conservarla.»
Frente a esta etica del amo, entonces, la etica del analista.
Y esta ótica del analista no es sin la función deseo del analista.
En las viñetas aparece claramente: no se trata de orde­
nar, prohibir, reforzar el yo... Se trata del acto del analista en
el manejo de la transferencia.
En oí caso de Alejandra Rojas, un señalamiento que per­
mite al sujeto reubicarse en una serie, en el caso de Gustavo
Sobel, equivocar el significante «prima» y en el de Andrea
Casals, escuchar el discurso querellante y apaciguarlo «res-
p et a n do s u s der eehos».
Estas «soluciones», bien diferentes entre sí y, sin embar­
go, sostenidas desde un mismo lugar, la función deseo del
analista, permiten intercalar una pausa que reordene los tiem­
pos lógicos y que dé impulso a un movimiento desde el pasaje
al acto, la caída del Otro, al .acting out, el llamado al Otro,
apostando a la emergencia de un sujeto y un decir.

Intervención de Cecilia Collazo


Psicoanalista. La Plata. Provincia de Rueños Aires. Argentina

Esta fra s c 1a con s idero m uy va1ios a: «E1an alistare s pon -


de con su acto»,
En una institución de bien público: Hospital, Centro de
Salud o Escuelas, la posición ótica de un analista, posición
que sitúa al analista en el discurso en relación a su deseo
como tal, debe ubicarse en la escucha del sujeto del inconscien­
te. Más allá do la articulación institucional de diferentes dis­
cursos en juego, esa ótica del analista sería la del bien-escuchar
(si es que se permite esbozar este término), es decir escuchar
al sujeto en el caso por caso, en su particularidad, en lo singu­
lar que lo define. Apuntar a subrayar la subjetividad en el
acto o en la actuación del paciente en la urgencia.
La sordera del analista en el trabajo con la urgencia, es
evidente, produce más descontrol o desborde subjetivo, mien­
tras que la escucha, por el contrario, acota el goce, ordena,
hace borde, y marea algo de la posición de ese sujeto frente a
lo que acontece.

Otras intervenciones:

Ya que, a diferencia del síntoma, el acting no es interpre­


table puesto que se juega por fuera de lo simbólico ¿Podría
pensarse que la maniobra del analista sería la de hacer pasar
el acíingoui a la dimensión del síntoma?, ¿Podida tratarse de
que algo se articule a la dimensión simbólica, reconducirlo a
la transferencia para que luego pueda devenir material de
análisis e interpretación?
La actuación trae aparejado un gran monto de sufrimien­
to para el paciente. Allí, hay que detenerse, escucharla quien
sufro por lo que so le aparece por fuera del discurso. En una
institución esto lleva su tiempo: es esperar, darle su espacio,
y armar la trama.
Me interesa el punto mencionado en relación con la ho­
mosexual de Freud, puesto que es una escena montada para
Otro: el padre, se trata de un pasaje al acto o actingl
Otro punto que me interesó es la antinomia que plantea
Miller: lee-acto; pensamiento-acto.
El casó de M, del capitulo 4... ¿No habría que pensarlo
como un actingl ¿No está dirigido a su novia? ¿Por qué pen­
sar el acting en relación a la transferencia salvaje?

Intervención de Inés Sotelo

La histeria le hace síntoma a la ciencia, la interroga, la


cuestiona, la divide.
La histeria sufre del cuerpo pero del cuerpo atravesado
por la palabra, esto es por el deseo y el goce.
La histeria pone a hablar al cuerpo en sus síntomas, en
las parálisis de las maravillosas pacientes de Freud, o en
nuestras, porque no, también maravillosas anoréxicas.
La histeria se hace oír a quien sabe escucharla y cuando
no,... actúa. Aunque la actuación no es exclusiva do ninguna
estructura.
Los llamábamos actos desafortunados, más allá de la pe­
ligrosidad que muchas veces encierran, para diferenciarlas
del acto, al que Lacan le dedica un seminario.
El sujeto 3' su acto están ligados a la ética del deseo, ética
que no concierne a los pensamientos sino a los actos.
El neurótico, especialmente el obsesivo se ocupa en la
incesante evaluación de lo bien fundado de sus actos, en hacer
o no hacer... ésa es la cuestión... que suele llevar desde la
inhibición y postergación, al pasajera la prisa, a la precipita­
ción por actuar, típica en la clínica ;de la urgencia.
El acto no se calcula, no se programa, so produce cierto
pase hacia él.
Un ejemplo a nuestro alcance es el corte de una sesión, es
el decir del paciente el que precipita el corte por parte del
analista. Si ha tenido efecto de acto sólo podrá ser localizado
después, en los efectos sobre el sujeto.
Podemos entender la lógica del caso, el diagnóstico, los
significantes privilegiados del sujeto, pero el acto, si bien no
es por fuera de todos estos aspecto!, es un más allá.
De todas maneras, en la clínica de la urgencia el cálculo
imprescindible de; nuestras intervenciones, o de la peligrosi­
dad para sí o para terceros, es fundamental, no está reñida
con el concepto dé acto; tiene otro estatuto.
El sujeto del pensamiento, ei que va a actuar y distri­
buir sus recursos quiere su bien, sú propio bien, bienes iden­
tificados con lo útil. El sujeto del pensamiento, el sujeto del
inconsciente es el sujeto del ideal del bienestar; en oposición
ubicamos el acto suicida como aquel que va justamente en
contra del bien del sujeto. Por eso Laean dirá que todo acto
verdadero es el «suicidio del sujeto», a partir del cual puede
renacer; el sujeto no es el mismo que era antes. El acto sui­
cida -entendido a partir de la pulsión de muerte en Freud—
muestra la disyunción entre el organismo, la vida, la ho-
moostasis y, por otra parte, lo que lo destruye.
Laean llama acto a aquello que apunta al corazón del
ser, al goce, al suicidio dei Sujeto. El acto no es cifradle, no se
explica, es un NO proferido al Otro.
La joven homosexual, arma primero una escena dirigida
al otro paterno, un acüng out cuando pasea por Vicna con la
dama; podemos imaginarla despotricando contra su padre,
criticándolo furiosa por todo aquello que él no le da y sin em­
bargo merece; conocemos estos argumentos en nuestras
adolescentes de hoy y de todos los tiempos.
Pero la caída, el pasaje al acto se produce fuera de la esce­
na, separación del Otro y de los otros, de los argumentos, de
las palabras. En ese cruce con la mirada paterna. No obstan­
te esta diferencia estructural, muchas veces los aefeíngs y los
pasajes al acto aparecen superpuestos o continuos.
En el caso de M, podemos pensar el estatuto del pasaje al
a cto en 1a in modia tez onl i < el lor t ar de 1a novi a y el: «Eu e a 1go
rápido, sin pensarlo». Solí) recuerda una intensa angustia que
lo «apretaba» el pedio..., «alrfp insoportable, me lo quería sacar».
Probablemente la escofia que se despliega en la guardia
sea del orden del acting ouí: «¡Me quiero morir porque me
abandona, me deja... no tienen derecho a tenerme acá, no
quiero que me atiendan!». El acting es algo, indecible en la
conducta del sujeto que se; muestra. El actuar se opone al
recordar y se liga a la transferencia.
Está en relación con io reai y por lo tanto no es de natu­
raleza significante y no es pasible de interpretación, aunque
se ofrezca a la interpretación. Es una conexión con el Otro dol
deseo pero rechazo del Otro;del saber. Por ello es transferen­
cia pero no en la dirección de Sujeto supuesto Saber, reclama
a 1: a n al is t a p or o a través do u na osee n a, p or fu erado] a pa 1a -
bra, del fallido o del síntoma; por eso 1.acan dirá que habrá
que ver cómo domesticar ose animal salvaje y reconducirlo
por las vías del discurso analítico.
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í
Capítulo 5
Urgencias y toxicomanías

n las guardias y admisiones es frecuente el ingreso


E de sujetos atravesados por el consumo de alcohol, dro­
gas o p.sieofármacos, ;
En las crisis, encontramos también que la abstinencia deja
a quien consume en urgencia.
Es necesario determinar que si bien el consumo no da
cuenta de un síntoma ni de una estructura psíquica, tiene un
valor de uso para el toxicómano o el alcohólico, valor que in­
tentaremos esclarecer.

¿Qué consumo?

Los objetos que la ciencia y la tecnología producen, ofre­


cen una modalidad de goce que se extiende, multiplica y ge­
neraliza. La ciencia y la técnica pueden también estar al ser­
vicio de las leyes del mercado, ofreciendo a los sujetos posibi­
lidades de consumo insospechados: cirugías, dietas, apara­
tos, cosmética, implantes, respondiendo á un imperativo de
belleza y juventud del que es muy difícil abstenerse.
El uso permanente de Internet, navegación ilimitada
que se transforma en una oferta inagotable que va desde
material científico o turístico hasta la pornografía, venta
de objetos, armas o drogas.
El consumo de teléfonos celulares incluye los variados mo­
delos y la comunicación permanente por la vía de los mensajes
142 CUnica de ¡a n rge n c ia

do texto; práctica cada voz más generalizada que aísla al


sujeto del contexto, en el que se encuentra.
Esta m odalidad tam bién puso fin a las conversa­
ciones tele fónicas tradicionales transform ándose en
m ensajes de estilo telegráfico que no requieren la pre­
sencia del otro cuerpo,
En nuestro país, Argentina, el teléfono celular fue el obje­
to más ele gi do como re galo e n 1a s ú 11irnas n a vid a de s.
El consumo de fármacos se ha generalizado incluyendo
estimulantes, antidopresivos, estimulantes del ánimo y sexua­
les. En su libro «Escuchando al Prozac», Kramor afirma que
el éxito de esto antidepresivo «nos dice que hoy el capitalismo
de alta tecnología valora un temperamento muy diferente.:
Confianza, flexibilidad, rapidez y energía qué siendo los as­
pectos positivos de la lúpertimia, son objeto de mucha solici­
tud. 1 Consumir euforia, lh.peraciividad. rendimiento ai ser­
vicio del imperativo del Discurso Amo: «(«miimien trabajan­
do, qué el trabajo no se detenga»
La paradoja mayor de esta sociedad posé industrial, afir­
ma Ernesto Si natra* es que del impera! iyo supéryoieo de gocé
que impulsa el mercado capitalista: «Todos consumidores!»
se pasa al «Todos individuos, objetos del consumo».2

La droga com o producto en el mercado

Decíamos que la droga tiene un valor de uso, está en el


mercado, allí tiene un valor cuantifícable el que depende,
en nuestro país, de su costo, de la demanda y de la comer­
cialización ilegal.
Para quien la consume se transforma, paradójicamente,
en un bien, un bien que en el mercado se compra, se vende, se
intercambia. Es decir, entra en el circuito de circulación y
relación dentro de ciertos grupos sociales.
El producto requiere del uso de conocimientos y tecnolo­
gía, es decir, del trabajo de muchos individuos.
Rolando Astarita, economista, agregará que la droga, al
no poder reproducirse libremente y a la vez generar hábitos
de consumo compulsivos, provoca una demanda inelástica,
el adieto estará dispuesto a comprar droga a cualquier pre­
cio, muy superior ai que tendría si la misma se comerciali­
zara libremente; esto es: hay plusvalías extraordinarias en
este producto/5
Entonces, como producto de un mercado localizamos la
droga como un bien de uso, de cambio y directamente vincu­
lado con la tecnología y la ciencia que opera sobre los sujetos
y sobre sus cuerpos.
Por su parte, Juan Car 1os Indart propone un anuda mien -
to entre «el capital», «la pura fuerza de trabajo» y «el saber
tecnológico de base científica», afirmando que cada uno de es­
tos términos está por fuera de la castración, nudo que no se
frena y exige alguna ética que ponga en juego la relación del
consumo y el goce.'1Consumo que como verificamos en la clíni­
ca va más allá de las drogas: internet, celulares, chat, TV, etc.
Lo crucial no será entonces la ilegalidad, sino la globali-
za ción dcese fu ncion a mlento pulsión a 1 fu era del límite;, fu o-
ra de la castración.
En las viñetas clínicas que veremos más adelante, situare­
mos como el problema del consumo excede al objeto en cuestión.
La idea de nudo que sostiene Indart, permite ubicar a
los responsables: al capitalista que invierte para producir
más capital, al que vende la fuerza de trabajo como mercan­
cía quedando sometido a un trabajo compulsivo y a la an­
gustia, y finalmente a los técnicos también responsables de
la producción ilimitada.

«Soy toxicómano»

En las guardias y las admisiones, es habitual esta moda­


lidad de presentación con que los sujetos eligen para repre­
sentarse: «soy adicto», «soy toxicómano», «soy alcohólico».
Considero crucial para el analista, ubicar con qué signifi­
cante un sujeto se siente representado, qué acontecimientos,
qué rasgos, qué datos selecciona para presentarse. Suelen ser
datos que se articulan con su posición subjetiva, su fantas­
ma, su síntoma, aunque el analista sólo podrá situarlo en la
lógica del caso mas adelante, en tanto se inicie un análisis.
En la cultura, habitada por el discurso Amo que on la
actualidad es el discurso de la ciencia, quien consume en­
contrará una forma de nombrarse eludiendo la responsabi­
lidad subjetiva.
Las urgencias de hoy, afirma Ricardo Seldos, implican
que los modos de gozar pueden ir en cortocircuito con el in­
consciente; es decir que no se precisa de él para gozar, siendo
las adicciones su evidencia. Estas encuentran en las comuni­
dades de goce modos de «aliviarse de la angustia a través de
una identificación de reemplazo que alivia el vacío que impli­
ca la no escritura a nivel del inconsciente acerca do la rela-
ci ón sexu al» a 1a ve z qu e como res puesta conduce al fr acaso.5
La producción de nuevos objetos de goce, en el nudo que
proponía Indart, deja por fuera la castración y por lo tanto la
falicización de goce del sujeto. De este modo, el «soy toxicó-
mano» habla de un goce que proviene de este nudo, el nudo
entre el Otro de la ciencia y el mercado.
El consumo, devenido enfermedad des-res pon sabiiiza a
los sujetos quienes se presentan como víctimas de una enfer­
medad que se padece.
Este nombre, ofrecido por la cultura, supone un goce y
una forma de nombrarlo. Nominación que habla de una pre­
tendida medida común, generalizadle, un para todos. «Nomi­
nación de un goce y no identificación».6 Se trata de una alie­
nación al discurso del Otro que no resuelve la ruptura con el
falo de la que habla Imean.
La alienación, tal como lo subrayamos en el capítulo an­
terior, está ligada al rechazo del Otro y es lo está en juego en
la operación toxieómana. El toxieómano «sé sitúa frente a la
encrucijada sexual no con una ficción, sino con un goce (el de
la intoxicación) que está en ruptura con toda ficción. Un goce
no fracturado, a-sexual. Es una elección frente a la castra­
ción, contra la división del sujeto, contra el inconsciente.»,
sostiene Mauricio Tarrab.*7 Así «El yo soy toxieómano» no
identifica al sujeto sino que haciendo existir un goce «cía con­
sistencia, al yo»8y sutura la división subjetiva.
El goce es uno por uno

El intento do generalización del goce que los grupos


monosintomáticos propone -^toxicómanos», «anoréxicas», «al­
cohólicos», «fobicos», etc.-, 1iene como consecuencia las moda­
lidades de intervención y tratamiento «generalizados», trata­
mientos de reemplazo y de reducción de daños, tratamientos
humanitarios, tratamientos que por la vía del ideal transfor­
man al toxieómano en un «ex». Poro de esta manera la domes­
ticación y la abstinencia nada dicen del destino de la pulsión.
Por el contrario, el psicoanálisis nos enseña que habrá
que darle algún tratam iento ai goce en juego: ponerlo en
cuestión, ponerlo a decir; sabiendo que el psicoanálisis ño
se reduce a la palabra y al lenguaje pues el cuerpo está
hecho para gozar.9
Desde esta perspectiva, el psicoanálisis interroga a ios
tratamientos en comunidades que segregan por una modali­
dad de goce o por un modo ele vicia, proponiendo en cambio la
intervención del analista que apunta a «tratar lo intratable»,10
y a la subjetivaeión de un consumo que lo transforme en enig­
ma, en interrogación, en síntoma.

Los estudiantes en la guardia

En sü curso «Piezas do repuesto»,11 Jacques-Alain Miller


afirma en su primera clase que ól enseña a título de mártir
de 1p si coa n a 1is is, agrega n do qu e 1a po si ci ó11de m ár ti 1: es a que -
lia a la que se llega cuando uno tiene una pasión.
Incluir a los alumnos en espacios hospitalarios a través
de la «Clínica de la Urgencia», materia de grado deda Facul­
tad cíe Psicología de la Universidad de Buenos Aires, puso
en juego la pasión por la clínica, sin la cual es muy difícil
sostener la práctica en las instituciones y la pasión por la
transmisión que transforman el recorrido con los alumnos
en un primer encuentro con las instituciones, con los sujetos
que padecen, con los síntomas, dejando atrás las tradiciona­
les clases académicas.
146 Clínica d e | a urgencia

¿Que encuentra el practicante novel en sus primeras ex­


periencias clínicas?
Ha encontrado una inversión de la lógica universitaria
en la cual se leo y se reproduce con mayor o menor actitud
crítica, la palabra con garantía.de autores y profesores. Aquí
el texto fundamental será el del paciente.
Erie Laurent señala en Ciudades Analíticas, que «las rui­
nas forman un, texto y que indican en su silencio la fecunda
presencia de la civilización desaparecida; hay un espectáculo
de la ruina como reserva, como una reserva del texto, como
un margen de donde el texto podría ser descifrado. Un texto
nuevo podrá surgir de esta presencia del silencio en las már­
genes del texto».12
El abandonar el lugar fundamentalmente teórico que la
carrera académica tiene y empezar a pensar nuestro lugar en
la guardia, la admisión, la Inter 'on.su!í a, provoca interesan­
tes movimientos.
En las instituciones encontramos analistas decididos que
sostienen su práctica cotidianamente, inventando sin están­
dares ni programas preestablecidos-poro con todo el rigor ótb
co y d is p u e sto s a logr ar otra efica eia: etica cia en la s u bje ti va -
ción do la urgencia, en la lectura y localización del síntoma,
en introducir una pausa que permita el primer tratamiento
del exceso de goce que irrumpe en la vida de un sujeto.

Síntom a y consum o de la época

Las presentaciones clínicas van tomando las formas sin­


tomáticas de la época; el sufrimiento humano estructurado
como un mensaje, como dice Erie Laurent, la letra viva pero
donde las modalidades mas frecuentes son el acting out, el
pasaje al acto, las adicciones, anorexias, ruptura de los lazos,
clínica de los tiempos del Otro que no existe, clínica de los
desamarrados, do los inclasificables; síntoma que habla de
una marca de goce y allí la intervención a veces única del
analista apunta a dejar una marca dirigiéndose al sujeto de
manera inolvidable.
Encontraremos también las urgencias de las institu­
ciones, dé los profesionales, entendiendo que es necesario
para abordar esta clínica transitar]as a través del análisis
y el control. Allí es donde el analista deberá recorrer sus
propias urgencias.
En las guardias y admisiones, vamos verificando que el
consumo de diversas sustancias es absolutamente habitual
en los pacientes que consultan: el tóxico y la urgencia se
entraman y toman en la época una dimensión que es necesa­
rio leer cuidadosamente, porque la resolución de la urgencia
dependerá de quien la lee, de cómo se la aloje. El diagnóstico,
el tiempo que'so ofrece, las intervenciones que se decidan,
dependerán de la concepción de sujeto, de síntoma, de cura
así como de la posición de quien reciba dicha urgencia.
A continuación iremos delineando las consecuencias de
las intervenciones a la luz de la orientación laeaníana en la
clínica de las toxicomanías y alcoholismo.

Consumos en la urgencia

Me interesa articular mi experiencia en Clínica de la Ur­


gencia, a través de textos de pacientes aportados por alum­
nos de esta materia trabajados con los conceptos de la orien­
tación lacaniana, entramando urgencia y adicciones que en­
contramos en el libro de F. Naparstek y colaboradores: «In­
troducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo».13
El autor ubica el uso de las drogas en relación a la religión,
la cultura y la época, destacando que si bien no descartaremos
el valor de la sustancia, tampoco debe ponerse allí el acento.
Una alumna en Clínica de la Urgencia rotaba por un Servi­
cio en Adicciones al que llega una paciente que relata lo siguien­
te: «—...Vengoporque no aguanto mas, soy adicta a, mi novio.,,».
Con sorpresa, ya que quienes suelen llegar allí son su­
jetos que consumen sustancias, se la escucha desplegar lo
que olla refiere como una dependencia excesiva que le pro­
duce niveles insoportables de sufrimiento, «...necesito ver­
lo, saber que lo tengo, pero esto lleva a que esté más tiempo
peleada que con él, es un sufrimiento que me deja sola...».
Se la admite en entrevistas; la urgencia, el exceso, la de­
pendencia, el intento de consumir al parlenaire, aparecen como
falta de medida. La apuesta del analista es la de producir un
pasaje a constituir el síntoma.
En «El Saber del Psicoanalista», Sacan afirma que se
puede gozar de los medios, del usufructo de una herencia pero
no despilfarrarla; esto es distribuir lo que toca al goce.11 Es
una referencia muy precisa que permite ligar el exceso que se
concentra en la urgencia como despilfarro. Es cuando se in­
troduce el falo, que el goce, autoerótieo que no sirve para nada,
cobra valor. Se le agrega la fantasía, el parlenaire, creando
las condiciones necesarias para el síntoma; es decir la irrup­
ción sintomática que parece ajena se ha transformado en una
urgencia .que se ha su bj el ivado.

Consumo y acting out

Una alumna en Clínica de la Urgencia presenta el siguien­


te relato de una guardia.
Verónica tiene 17 años y llega a. la guardia acompañada
por sus padres.
Presenta síntomas extrapiramidales de rigidez. El clínico la
derivad la guardia de salud mental diciendo «Es tuya, es una H»,
Una médica psicoanalista está a cargo de la. guardia y la
acompaña una estudiante dé la materia.
Jn (arrogando a Verónica sobre lo ocurrido, ésta se dirige a
su madre: «-—Habló vos».
La. madre relata que su hija fue a. bailar y consumió drogas
y alcohol. La madre intenta minimizar el episodio y considera,
que la hija actúa y exagera armando escenas para hacerse ver.
Ante las preguntas dirigidas a la joven, ésta espera que su
rnadre hable por el la.
Si bien el procedimiento más rápido para la desaparición
de los síntomas hubiera sido una inmediata aplicación de un
psicofármaco, la psicoanalista decide, otra táctica en el inten­
to de poner a hablar la urgencia, ponerla a decir.
La analista pospone unos instantes la medicación y solici­
ta. a. los padres que se retiren del consultorio.
Ya a solas, la paciente al principio intenta mantenerse en
su posición, de alma bella, irresponsable de lo que le acontece:
«—Todos tomaban». «Doctora: quédese tranquila, esto no se
va a repetir» «No se preocupe, déme algo para, que se me pase,,.»,
La maniobra de la, analista será justamente intentar que esto
no se le pase sino que pase a otro registro, que pase a la palabra.
Al indagar sobre lo ocurrido la noche anterior, y sin la
madre que hable por ella, Verón ica se angustia y referirá, una
pelea con, el novio.
«—Quise vengarme y me em borraché, siempre hago lo mis­
mo, en casa las peleas son constantes y termino agrediéndo­
me yo».
Á la semana, siguiente comenzará entrevistas en Cónsul-
torios Externos del hospital.
La -guardia, la urgencia, nos confrontan con la demanda
de respuestas inmediatas y eficaces en el sentido de la des­
aparición de los síntomas.
Sin embargo, el psicoanálisis, dice Lacan en «Variantes
de la cura tipo» no es una terapéutica como las demás, exige
todo el rigor ético.15
Por ello, sin descuidar los aspectos médicos de estas pato­
logías, la. intervención del ana lista estará ligada a su política:
Lacan afirma que un psicoanálisis es la cura que se espera de
un psicoanalista. Cura que comienza con proponer, frente a
la prisa: una pausa. Pausa que permita una lectura para que
allí algo se deposite.
Entonces, la primera cuestión a loores ¿de qué padece?
Verónica llega más cerca del grito que del llamado; rigi­
dez sin palabras propias. Hará falta la maniobra de otro que
acuse recibo para que este grito se transforme.
Recordemos aquí lo trabajado acerca del acting out y las
referencias de la clase IX del seminario de «La angustia»16
(1962-1963). Allí hay una referencia al artículo de Phyílis
Greenacre «General problems of acting out», donde se propo­
ne frente al acting tres posibilidades:
4) interpretar,
o) Prohibir.
6) Reforzar el Yo.
J5 0 C1 ínica de 1a u rgencía

En relación con la interprcitación Lacan dirá que si bien


el acting llama a la interpretación es bajo una transferencia
salvaje, Y de lo que se trata es del manejo de esta transferen­
cia para reconducirla por las fuerzas del trabajo analítico. No
es entonces tiempo de interpretación.
Tampoco se trata de prohibir, en este caso el consumo
entendido como acto desafortunado y dirigido al Otro; sino
de localizar de que Otro se trata y que lugar ocupará en la
transferencia.
Entrar en análisis, esto es sintomatizar el consumo, po­
nerlo a decir y a trabajar como modalidad de goce, producirá
efectos de acotamiento que, por añadidura, serán el seguro
contra los excesos a los que Verónica expone su cuerpo.
Por lo tanto, el deseo del analista sostiene su apuesta óti­
ca en oi camino opuesto al fortalecimiento del yo propio del
«Tú p u e d es»; p or 1a vi a del sí n t om a se 1oca liza al Sujeto
barrado en tanto atravesado por el deseo y el goce.
El analista frente al aeting no interpreta, no prohíbo,
no refuerza al yo a travos de recomendaciones, abre otra
vía a travos de la intervención de separarla de sus pa­
dres, confrontándola con lo que ella tiene para decir. Es
allí donde la angustia emerge; «afecto desplazado,loco,
invertido, metabolizad'o pero no reprimido; lo que esta
reprimido son los significantes que lo amarran». Afirma
Lacan en el Seminario 10.17
La angustia, que no engaña, posibilita el pasaje del «to­
dos lo hacían» al «siempre hago lo mismo» el verbo pasa a
primera persona y permite localizar un modo de goce que se
repite, que insiste en el sujeto. Condición necesaria para ini­
ciar algún tratamiento doi mismo.
¿Cuál os el valor de la droga en la economía de goce de un
sujeto? Lacan afirma que la droga permite romper la relación
con el g'oce íálico y es un modo de evitar el encuentro con la
castración, con el deseo del Otro, con el S(A).
En el desarrollo del capitulo tres acerca del grafo del de­
seo, ubicamos que la angustia vincula al ser hablante con el
falo. El parletre está marcado por el significante que trans­
forma su organismo en cuerpo, en cuerpo que goza; el falo
funciona como medida que posibilita la regulación del exceso.
Localizamos también las diversas respuestas que el suje­
to sostiene para evitarse el encuentro con la castración, con el
deseo del Otro S (A). El encuentro con él otro sexo confronta
al parle tre con la no relación sexual, con la no complementa­
rio da d, con 1.a interroga ción qu e u bica mos en el gra fo de1de s eo
¿Qué me quiere?, echando mano a las respuestas por la vía
del Ideal, del síntoma, o del fantasma.
Mauricio Tarrab enfatiza que lo imperativo de la impulsión
en la urgencia del no pienso, del pasaje al acto, actualiza las
formas del actuar en desmedro del decir: toxicomanías, bulimias,
anorexias,- muestran el punto de irresponsabilización del suje­
to llevado por el imperativo «no puedo dejar de hacerlo».
Ante este contexto, el psicoanalista propone sostener la
apuesta que intenta tratar el malestar de un modo que no sea
idiotizante, ejerciendo el derecho a salir del anonimato a) que
condena un goce que la civilización actual promueve.lfi

La operación toxicómana

Otro estudiante acerca el siguiente texto de una admisión:


Un paciente llega acompañado por su familia; traen un
oficio judicial que ordena tratamiento. La madre está deses­
perada, llora, relata que no sabe que Hacer; su hijo, aún me­
nor de edad, se droga, está con «malas juntas» y ya ha cometi­
do algunos delitos para conseguir dinero: El joven tiene una
actitud desafiante, dice que tiene que venir por la constancia de
tratamiento que exige el juez, pero que él maneja la droga, que
sabe hasta donde consumir, que no es para tanto...
Aquí la urgencia aparece localizada del lado déla madre a
quien esta situación se le hace inmanejable, se pregunta por
su culpa en la conducta de su hijo: «¿Qué hice como madre?».
El lugar que ocupa la droga para este joven es el enigma
a descifrar. Su posición en la urgencia es de ruptura: con la
familia, con el estudio, el trabajo, con el otro sexo y hasta con
su padecimiento. Arma un semblante con el que se presenta
ante los otros, semblante que angustia a su madre poro que
al joven parece darle alguna consistencia.
Se comprueba así que al faltar a la cita con el falo, el ver­
dadero toxíeómano rechaza la puesta enjuego de una verdad
ligada al deseo y refugiándose en un goce que vuelto sobre el
propio cuerpo, «genera la ilusión de la independencia del otro,
ilusión de independencia del mundo exterior fuente de priva­
ción».*19 Es decir qu'e la operación toxícómana es aquélla que
no requiere del cuerpo del Otro como metáfora del goce perdi­
do y os correlativa de un rechazo mortal del inconsciente.20
A diferencia del caso anterior en el que el consumo de
Vor óni ea aparecía eomo acii ng out, me n s aj o dir igi do a 1Ot r o,
en este joven parecería más bien como ruptura con el campo
del Otro; esto es: un goce que toma el cuerpo y no se articula
a un partenaire.
Siguiendo los desarrollos de Mauricio Tarrah, podemos
afirmar que este joven frente al encuentro con el otro sexo se
sitúa' no con una ficción sino con un goce tóxico que le sirve
de solución al problema sexual, experiencia de intoxicación,
vacía dol sujeto del inconsciente, vacía también de sexo, es
un goce a-sexual, experiencia vacía de significación. «Con la
positividad de un goce como la experiencia vacía dé la droga,
trata el vacío central del sujeto, es decir lo incurable, que con
la droga trata de ser colmado, a costa del sujeto mismo».21
¿Que tratamiento darle desde la perspectiva del psicoa­
nálisis, cuando no se trata de dar interpretaciones vía la ope­
ración analítica sino quebrantar la operación toxícómana para
confrontar al sujeto con el deseo?
La analista propone un ordenamiento diferente al judicial:
citará a la señora responsabilizándola, no del consumo de su
hijo, sino de su propia urgencia, que habrá que desplegar.
Separar a la madre, podría funcionar como un modo de
abrir la «boca del cocodrilo», metáfora del deseo materno
estragante. Proponer un trabajo que posibilite el dejar de res­
ponder en nombre del hijo, confrontando así al joven con su
propia responsabilidad y su propia angustia, apostando a que
ésta pudiera emerger.
La intervención podemos pensarla según la Orientación
laeaniana: decidirla táctica, será a la luz de la estrategia y la
política en juego.
Comenzaremos por leer de que forma llega, de quien es
la urgencia. En principio es el Otro social.el que ordena a
través del juez alguna intervención. Este joven ha sobrepa­
sado los límites de lo tolerable, sus actos han producido un
quiebre, una ruptura. Sin embargo esto no parece conmo­
verlo, al menos por ahora.
Es en este sentido que Fabián Naparsfcok afirma que el
v er da dero toxie óma n o mu ostra q u e con s u pa tolo gí a prescin­
de del Otro del lenguaje; esa muleta que le servía para paliar
el malestar lo deja por fuera de la relación con el Otro. Reco­
mienda también situar la instancia clínica del desenganche
hacia la toxicomanía. Necesitaremos un tiempo para verifi­
car cuál es la relación de este sujeto con el consumo, para
aproximarnos a un diagnóstico.22

Un uso de la ley y de las normas

Eric Laurent sostiene que los analistas debemos trabajar


para que se articule la relación entre leyes, d i s p o s i t i v o s asis-
tenciales y dispositivos de salud.
La discusión noxlebería centrarse en despenalización si o
no, sino que se llegue a una despenalizaciqn razonada que sin
renunciar a ocuparse de estos consumidores intervenga sos­
teniendo la responsabilidad de los sujetos.
El joven del que hablábamos llega a través de un oficio
judicial; lo cual tiene consecuencias en las instituciones y en
los tratamientos. Frente a la peligrosidad que el adicto supo­
ne, especialmente cuando hay otros delitos asociados al con­
sumo, el juez ordena un tratamiento.
El sujeto tiene derecho a negarse pero esto implica gene­
ralmente la reclusión en un instituto, por lo que los abogados
defensores recomiendan aceptarlo. Sin embargo que asista a
la consulta no quiere decir que demande nada.
En nuestro país la judicíalización del consumo de drogas
tiene como consecuencia la intervención activa del Estado
imponiendo la obligatoriedad de realizar tratamiento a quien
consume drogas prohibidas, esperando cómo.,resultado la abs­
tinencia. En este sentido afirma Darío Galante, «la ley no
establece sobro que terapéutica basarse, tampoco se detiene
en el sufrimiento subjetivo, se considera curado cuando deja
de consumir...».2;! i
José Luis González,' Director de CEMARESO; Centro Na­
cional de Reeducación Social, en la Ciudad de Buenos Aires, nos
aporta un dato interesante: si bien un 50% de esas derivaciones
no entra en tratamiento, hay un 50 % que sí. Es decir que en
muchos casos la contingencia de la intervención judicial, pro­
duce una ruptura, un quiebre, algo que toca al sujeto. Se tra ­
tará de verificar, cano por caso, el efecto de tal indicación.24
Se vislumbra entonces que la abstinencia del lado del
analista so localiza fm esta posición de artieulador entre las
normas de la civilización y las particularidades individuales.
En este caso, el analista da respuesta a las normas del Otro
social, pero ubica ademas otra urgencia: la de la madre. Di­
cho de otro modo, haciendo uso del entrecruzamiento de dis­
curso y de las normas, el analista decide su táctica.

Localizar otras urgencias

La adicción del hijo, la intervención judicial han conmo­


vido a la madre, la han dividido; algo del orden del estallido
se ha producido con este acontecimiento y allí, frente a la
prisa por concluir, se propone una pausa con otro ordenamien­
to: respetar la orden judicial con entrevistas para el joven,
verificar diagnóstico y;posibilidad de un tratamiento, pero
también se propone a da señora, ya como sujetó, entrevistas
para transitar su propia urgencia, responsabilizándola del
exceso en que el consumo del hijo, la sumerge; esto es, de su
pr op ia alienación.

Consumo en las psicosis

Como hemos reiterado, la guardia es uno de los lugares


privilegiados en los que la urgencia se aloja. Allí llega Mi­
riam, al hospital general, y un estudiante de Clínica de la
Urgencia nos aporta el siguiente informe.
Presenta la sint omatología de un desencadenamiento psi-
cótico: cducirmciones auditivas e. ideas delirantes. Su madre
refiere que siempre fue una chica difícil, aislada y sin amigos
hasta, que en la adolescencia comenzó a juntarse en la plaza
con una barrita que tomaban alcohol y se drogaban.
Se puso muy difícil: si bien trabajaba, el resto del tiempo
quería estar con esos chicos hasta que la madre la convence de
ir a una Iglesia evangélica, a tratar de curarse. Entonces, deja
de drogarse pero comienza tener ideas y conductas raras.
Dirá: «—Dios me eligió como a María Magdalena. Yo fui
prostituta, una perdida, cuando tengo ganas de dragarme es el
demonio que se mete en mi sangre, en mi cuerpo y en mi alma...».
«...—En mi casa todo estaba revuelto, las camas revuel­
tas, mis padres duermen separados... Cuando vi las camas
revueltas entendí iodo, supe que ése no era un matrimonio,
que las cosas no estaban ordenadas, estoy en el Plan Divino y
el Señor nieló reveló».
La urgencia en esta psicosis se localiza en principio en la
madre. Cuando Miriam consume, aquella intenta por todos
los medios que deje la droga entendiendo que allí estaba la
causa de todos los problemas de su hija. Sin embargo pode­
mos pensar que en este caso la droga funcionaba anudando y
es el abandono del consumo lo que desencadena la psicosis.
En Miriam, la madre intenta conducirla por una terapia
religiosa que la conduce al ideal del padre, entonces «Satanás
se mete por la ventana».20
Ella sostenía una práctica de consumo que de alguna
manera la enlazaba con los pares, era el «porro» lo que la
anudaba a los otros. Es decir, una práctica no anudada al
andamiaje simbólico; un tratamiento de lo real por lo real.
Ante su propia urgencia, y con la premura de una res­
puesta que solucione, la madre la conduce al templo donde
operan introduciendo al Padre, haciendo caer las identifica­
ciones imaginarias que la sostenían. Y allí, el desencadena­
miento hace aparecer nuevas urgencias: el caos, la sumersión
radical de todas las categorías, el desorden en las relaciones,
las alucinaciones, las ideas delirantes.
Abstinencia... del analista

Una vez mas la clínica nos confronta con la abstinencia


del analista, con la necesidad de diagnóstico. Fundamental-
monte intentaremos-ubicar el valor qúe tiene para ese sujeto
la droga, el alcohol, esa pareja violenta, es decir todo aquello
que desde un sentido común «no le convendría».
Lacan en el Seminario de la Etica da esta precisa indica­
ción a los analistas; «Tenemos que saber en cada instante
cuál debe ser nuestra relación efectiva con el deseo de hacer
el bien, el deseo de curar»,26 alertándonos contra la trampa
benéfica del querer el bien del sujeto.
Si la droga servía en este caso para restituir la ruptura que
estaba dada desde el inicio, la indicación que hubiera convenido
es la de un tratamiento que permitiera orientar y regular el
exceso. La intervención religiosa; un No a la droga para todos,
opera en este caso produciendo la catástrofe imaginaria propia
de la desregulación fálica que «el porro» permitía limitar.
Se constata así que el intento de articulación de toxico­
manías, alcoholismo y urgencia nos conduce a las situaciones
de crisis, a las dificultades en el ejercicio diagnóstico y la com­
plejidad en el inicio del tratamiento; la instalación del dispo­
sitivo y manejo de la transferencia. Estas dificultades inclu­
yen las del analista, cuya intervención en las guardias, admi­
siones, interconsultas requieren de una permanente inven­
ción pero con todo el rigor ético, es decir, orientado por el
deseo del analista, dirigir la cura sin dirigir al paciente.
Orientados más bien por la novedad lacaniana que propo­
ne trente a la fijación al consumo, producir al sujeto como res­
puesta de lo real: «volver a poner en juego al sujeto del incons­
ciente allí donde desaparece en un goce que lo pierde».27
Pasar de la monotonía del goce cínico, del Si, aislado, del
aburrimiento del UNO, a la diversidad del deseo, del encuen­
tro con el otro, del uno solitario a la diversidad del otro sexo.28
Por lo tanto, la clínica de la urgencia es sin duda la de la
clínica psicoanalítica también para el tratamiento de las toxi­
comanías y del alcoholismo. Sostenida en el deseo del analis­
ta más allá de las dificultades, más allá de lo que no anda,
más allá de los bienes,
¿Qué instituciones proponemos?

El desafío hoy para los analistas es el de crear o diseñar


instituciones que alójenlas urgencias y las pongan a trabajar
desde la orientación del psicoanálisis, lo cual es un paso mas
al de pensar al analista en las instituciones.
Esfuerzo de construir rigurosamente dispositivos que per­
mitan el psicoanálisis en extensión; tal como Freud nos anti­
cipó cuando imaginaba instituciones públicas y gratuitas en las
que los analistas dirigieran la cura de aquéllos que padecen.
Instituciones en las que se entrecruzan los discursos: Amo des­
de la ley y la medicina; Discurso Histérico, cuando la urgencia
se subjeíivi/.a y se inicia un tratamiento y el Discurso Analíti­
co cuando un analista se ofrece;como Otro que aloja dicha ur­
gencia, que posibilita que el grito se transforme en llamado.
Se tratará de diseñar instituciones que para las toxico­
manías Eric Laurent propone, cada vez menos especializadas
y más integradas en redes múltiples. Allí estará el analista
que no centra su intervención en la prohibición del consumo
pero hace uso de las normas y de la ley como estrategia en el
tratamiento. Tampoco interpreta el consumo, por lo menos
en los inicios, sino que intenta ponerlos a decir. Finalmente
tampoco alentará nominaciones segregativas de un modo do
gozar; «Toxicómanos Anónimos», sino que propiciará que el
sujeto salga del anonimato V se apropíe de su propia relación
con el tóxico, con el.consumo y con la cura.
ifjH Clínica de la urgencia

Debates en el Foro

Intervención de Antonio A m engual


Psicoanalista. Provincia del Neuquén. Argentina.

Mi interés actual por la temática del curso surgía de la


revisión del proceso de admisión en el Servicio de Adicciones
en el que me desempeño.
Considero que más allá de las rutinas que se puedan imple-
mentar para la evaluación, conservar la mayor ‘plasticidad’ po­
sible para facilitar el alojamiento de lo que cada vez menos fre­
cuentemente, se presenta como demanda, llegando en muchos
casos-literalmente traídos, en una iránca- posíción de objeto.

Intervención de Ménica Cardia.


Psicoanalista. Provincia de Buenos Aires. Argentina.

Mi interós con el tema de la urgencia se relaciona con el pro­


ceso de admisión en un centro público para tratar adicciones.
La población que llega es judicializada y son en su mayo­
ría menores. Esto nos invita a reflexionar acerca de esa esce­
na que se construye cuando una persona es atravesada por el
di se ur s o j urí d ieo y 1o p r iva do pa s a a se r público.
En el caso presentado se ha observado un efecto y como
consecuencia de este acto, aparece la urgencia. Se podría de­
cir, como una escenificación efecto de un discurso silencioso
que se hace público y produce un impacto.

Intervención de Marta Mulhrad


Psicoanalista. Buenos Aires, Argentina.

En el caso presentado de la joven «adicta» a su novio, me


resulta interesante como modalidad particular de adicción; sin
embargo comí) ejemplo de urgencia no me resulta evidente.
También me interesaría algún desarrollo sobro la referen­
cia lacaniana acerca de la herencia en relación al caso clínico.

Intervención de Inés Sotelo

El ejemplo que introduje en este capítulo fue impactante


y desconcertante, no solo para la estudiante que hacía sus
primeras prácticas sino también para la psicóloga a cargo de
la guardia, con vasta experiencia en situaciones de urgencia.
La paciente llega diciendo en la guardia de un Servicio en
Adicciones:
«.... —Vengo porque no aguanto mas, soy adicta a mi
novio.,.».
Efectivam ente, no parece tratarse do una urgencia
desde la perspectiva medica, ni que haya riesgo para sí
o para terceros.
También, podría objetarse que se tratara de una adicción;
seguramente en otro Servicio la hubieran derivado a un con­
sultorio externo de adultos.
Sin embargo, todo hecho es un hecho de discurso y depen­
derá de como se lean los hechos y fundamentalmente desde
que posición se encuentre el lector, el interprete. Será muy
distinta la lectura si el lector es un psicoanalista, o un módico,
o un trabajador social, sin que en esto haya un juicio de valor.
Las miradas, las lecturas y las intervenciones son diferentes.
La analista a pesar de lo observable, toma como urgen­
cia el «no aguanto más»; señal de que allí hay un sujeto que
padece, que ha llegado a su punto limite. Se ha quebrado la
homeostasis con que osa relación sufriente y excesiva con el
novio, transcurría.
Las intervenciones deberán propiciar que «la persona
urgida por un sufrimiento que pueda presentarse bajo moda­
lidades diversas, pueda admitir la dimensión del sujeto pro­
picia a la intervención analítica».29
El significante Servicio de Adicciones ha conducido a la
paciente, quien supone que allí tendrán un saber sobre aque­
llo de lo que padece. La analista lee allí una urgencia subjeti­
va y lo da un lugar. Se la admite en entrevistas; la urgencia,
el exceso, la dependencia, el intento de consumir al partenaire,
a p a reo e n com o fa 11a de med ida. La a p u esta del a n a1is ta e s 1a
de producir un pasaje a constituir el síntoma.
Como hemos señalado, en «El Saber del Psicoanalista» La-
can sostiene que se puede gozar de los medios, del usufructo de
una herencia pero no despilfarrarla; esto es distribuir lo que
toca al goce. Es una referencia muy precisa que permite ligar
el exceso que se coreentra en la ur gene iacó mo des piIfa r r o.
¿Qué queremos decir con esto?
Que el punto de partida del goce es el cuerpo, el goce se
aprehende a través del cuerpo, se necesita un cuerpo para
gozar. Mientras que el deseo está en relación con el signifi­
cante, el goce y el significante tienen relaciones de exclusión.
Laean decía no sabemos de que goza la ostra porque no hay
distancia entre el goce y eí cuerpo, esa distancia la introduce
el significante. Pero además, el goce no proporciona placer, se
opone ai bienestar y hasta puede producir dolor. El goce tiene
que ver entonces con el UNO mismo y el nombre de la barre­
ra que hace el significante al goce del cuerpo es el deseo. Así
lo sostiene Millar cuando afirma que el deseo es una barrera
al goce fundada en el lenguaje.30
¿Cómo se separa el goce del cuerpo? A través del efecto
sujeto que Freud llamó castración. Es cuando se introduce el
fa lo, qu e el goce, a uto oróti co, e1 d e1 U n o mis mo, que no sirve
para nada, cobra valor. Se le agrega la fantasía, el partenaire,
creando las condiciones necesarias para el síntoma; es decir
la irrupción sintomática que parece ajena se transforma en
una urgencia que se ha subjetiva do.
Diferentes serán los destinos del goce según las estructu­
ras clínicas. En la psicosis, el goce forciuido en lo simbólico
retorna en lo real. En la neurosis, vía la castración, el Mi, el
falo introduce una medida. El síntoma conque el neurótico
también goza permite establecer una medida con la que será
posible el trabajo analítico, evitando el «despilfarro», el exce­
so, la localización en los desfiladeros del significante.
Excesos en el llamado «ataque de pánico»
Presentaré un. ejemplo del llamado «ataqúe de pánico»
que nos permite dar otra vuelta por el exceso de goce.*
Jorge va por la autopista. Como todos los días, conduciendo
su auto hacia la empresa én la que trabaja, comienza a sentir
inquietud, sudor ación, sensación de ahogó, opresión en el pecho.
Trata de controlarse y no lo logra, Intenta pensar en otras cosas,
distraerse, pero los síntomas van en aumento y comienza a
invadirlo la idea de que va a morir... que esto es un infarto. ¡¡¡Quie­
re bajar!!! Finalmente logra salir de la autopista. Detiene el auto
y se queda allí por largo rato esperando que el psicofármaco que
desde hace un año lo acompaña, haga su efecto.
En realidad el último tiempo ha sido vertiginoso: la si­
tuación del país, el riesgo de perder el trabajo, el perjuicio del
corra lito y la pesifícación (crisis económica qué atravesó la
Argentina en el año 2001) sobre lo que creía sú dinero segu­
ro..., los reclamos de su mujer... Los problemas se incremen­
taban pero logró mantener cierto equilibrio y control hasta
que esta irrupción sintomática lo desestabiliza y el pánico lo
invade. La muerte ronda todo el tiempo en sú cabeza y lo que
es peor, ha atravesado la barrera de los ansiolítieos: si bien lo
alivian no lo protegen... s'e ha sumergido en cierto más allá.
Hasta aquí la irrupción es signo de que allí hay un suje­
to, que goza del Uno mismo, despilfarrando en exceso, pero nada
de esto lo representa. Goce que toma el cuerpo con la modalidad
de ataque cardíaco; allí ya se introducen algunos significantes que
dan sentido y le permiten dirigirse a la guardia.
Se dirige a una guardia, donde descartan el infarto
que él creía seguro, y allí la contingencia: el encuentro
con un psicoanalista.
Encuentra, primero, un lugar para decir, para poner a
hablar todo este sufrimiento signado por el exceso, por lo que
se le aparece como sin límites.
Los síntomas que aparecieron de golpe, como ajenos a el
mismo, se ordenan de una manera particular en este discurso

*Este cano fue presentado por Inés Sotelo en. Redacción, publicación de la
Red Asistencia! de la EOL.
i ■62 ClinÍea de la urgencía

que so despliega en relación al analista. Allí cobra una dimen­


sión nueva un acontecimiento que lo ha conmocionado: será
padre de un varón. Se pondrá en relieve la vertiginosa relación
con su propio padre. Dirá vera como vivir en la montaña rusa».
Jorge descubre que ía rea 1idad acfcua 1 le ha dado 1etra,
le ha dado un texto que durante un tiempo le permitió en­
contrar un «sentido común» a sus síntomas y un remedio
común a los mismos: los psicofármacos o las psicoterapias
con objetivos limitados, que baje la ansiedad y que mejore el
rendimiento laboral.
El inicio del análisis sí bien tiene como primer efecto el
alivio sintomático, fundamentalmente lo posieiona en otro lu­
gar: más allá do la contingencia de vivir en este país, este
sufrimiento inundante le es propio.
Jorge transita el camino que va del vértigo al que el pa­
dre lo conducía a su propio vértigo de convertirse en padre. El
pánico abandona el centro de la escena....
Eríc Laurent afirma que el psicoanálisis no da como re­
sultado una mejor adaptación al mundo sino saber que cuan­
do algo es insoportable, hay que poder verdaderamente de­
cir no. Ai as allá del eonform is mo, m á s a 11á de 1a s id en t ifi ca -
dones, más allá de toda significación que tuvo para cada uno
el padre, siempre en falta.

Intervención de Verónica Oríiz.


Psicoanalista. San Fernando, Provincia de Buenos Aíres, Argentina.

Este capítulo me permitió reflexionar acerca de un tema


que, creo, está en su órbita,
Allí se hace referencia en la introducción a la clase a
los teléfonos celulares, los mensajes de texto, los mensajes
de estilo telegráfico.
Un nuevo uso, que me llevó a escribir un trabajito de
reflexión que presentó a mis colegas directores del estableci­
miento educativo en el que trabajo, acerca de un sistema de
comunicación de calificaciones, ausencias, amonestaciones,
de los alumnos a sus padres vía internet y mensajes de texto
a sus teléfonos celulares.
Los puntos que se trabajan son algunos de los que desta­
qué en mi reflexión: a través de esta modalidad de comunica-
ción no se requiere la presencia del otro cuerpo y se aísla al
sujeto del contexto en el que se encuentra.
Si bien se trata de un tema específicamente escolar, no
está ajeno a los tiempos que corren ya que, sostiene Inés en
su clase, «los objetos que la ciencia y la tecnología producen
ofrecen una modalidad de goce que se extiende, multiplica y
generaliza. La ciencia y la técnica pueden también estar al
servicio de las leyes del mercado, ofreciendo a los sujetos po­
sibilidades de consumo insospechados.»
Transcribo algunas de mis reflexiones:
<<:—Es necesario instalar para su discusión acerca del tipo
de vínculo que el sistema Notas por la web ofrece entro escue­
la-familia: un vínculo virtual».
«-—Opino esta modalidad puede resultar intrusiva en la
intimidad ajena e inoportunos a la vez que se terceriza una
base de datos importante, la de nuestnvcomunidad escolar».
«—Cuando uno so apresta, como padre o madre, a informar­
se sobre la situación escolar de un hijo, esto no sucede en cual­
quier contexto... Es este contexto el que se pierde en la comunica­
ción virtual y la deseontextualización es más marcada cuando
in gresa la información, in espera da mente, vía teléfono eelula r».
«—La información es, por otra parte, sintética y concen­
trada, impersonal y saca el cuerpo de escena. Pero los que
hacemos docencia sabemos hasta qué punto se trata, en el
aula, de poner el cuerpo... El lenguaje corporal y el vínculo
afectivo, identifica torio, idealizante, persecutorio, etc que los
padres mantienen con los docentes es puesto a un costado...».
«Podemos ubicar la importancia do otras cuestiones: evi­
tar la despersonalización excesiva no perdiendo nuestro há­
bito institucional de ofrecer numerosas y oportunas reunio­
nes y citas a padres; mantener el cuaderno de comunicados
como vía principal y oficial de comunicación escuela-hogar;
cuidar el uso que se haga de la base do datos por la empresa
contratada, exigiendo garantías de privacidad. Además, me
parece una cuestión sumamente importante, consultar la
adhesión al sistema y respetar a aquellas familias que tengan
reparos o se nieguen a recibir la información por este medio».
«Finalmente, una última consideración, del lado del
alumno. Es de suma importancia que exista un lapso de
tiempo entre el momento en que se informa vía cuaderno
y el que se informa vía Notas web. Se trata nada más y
nada menos que de seguir dándoles la oportunidad a los
alumnos de conversar con sus padres. Si no, correremos
el riesgo de convertir el sistema en un gran panóptico:
foucau 1ti ano, un símpie dispositivo de control más,: Los
padres «verán» todos sus movimientos y las consecuen­
cias de sus actos antes casi que ellos mismos, afectándose
su subjetividad y la posibilidad de asum ir responsabili­
dades y tomar decisiones. ¿No es acaso aquello para lo
cual los estamos formando?».

Intervención de Inés Sotélo

Estas puntualizaciones nos acercan a ubicar una vez más


las consecuencias de la presencia de un analista en un ámbi­
to educativo.
Analista que frente a la prisa por concluir, por comunicar
las notas, por transmitir información a los padres, o hacer lo
que «se debe», propone una pausa.
Pausa claramente fundamentada que propone que en ese
espacio que se abra, se despliegue algo de la particularidad
de ese estudiante y de esos padres.

Intervención de Mónica Cardia


Psicoanalista. Provincia de Buenos Aires, Argentina.

La urgencia es una problemática actual, podemos pen­


sarlo como «el malestar actual que la cultura nos deja».
Mi práctica clínica incluye el trabajo en adicciones y
este fenómeno se observa en cada consulta, cuando a l­
guien se presenta con la emergencia de ser atendido, y
en algunos casos es una «emergencia» que se ha presen­
tado continuam ente.
Estoy preparando un «Programa para adolescentes en la
Subsecretaría de Adicciones de la Pipvincia de Buenos Ai­
res», para producir intervenciones m^s eficaces y más acor­
des a la demandas de estos tiempos. En algunas circunstan­
cias pienso... «mayor urgencia, menor relevancia»1,parece que
todo es para ayer...

Intervención de Inés Sotelo


Trabajando con profesionales de CEÑARESG, institución
pública en la Ciudad de Buenos Aires para el tratamiento de
las adicciones, se pondera la complejidad de-esta clínica, ver­
daderamente muy difícil. Por un lado nos encontramos con la
estructura clínica en juego en cada caso (neurosis, psicosis, per­
versión) y por otro, la particular relación con el consumo. La
adicción y sus consecuencias en el cuerpo, y la urgencia del
Otro social y familiar que suele canalizarse por la vía judicial.
Las exigencias hacia el terapeuta o hacia la institución
son múltiples y la demanda de tratamiento del paciente mu­
chas veces inexistente.
Las internaciones, inevitables a veces, frecuente­
mente conducen a afianzar la relación con las drogas, a que
se armen nuevas cadenas de consumo y tráfico.
Sin embargo también para muchos sujetos es a veces la
única oportunidad de encontrarse con alguna intervención que
toque algo de este goce, intervención «inolvidable» de la que
habla Eric Laurent, si allí encuentra un analista que aloje
dicha urgencia, sabiendo que necesitará hacer uso de la plas­
ticidad en la táctica, de la que habla Antonio Amengua!.
i66 € 1í n iea d e 1a urge n e ia

Bibliografía

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2. Sinatra, Ernesto «La toxicomanía generalizada y el em­
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23. Galante, Darío, «Psicoanálisis: un problema para la toxi­
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estrategias del analista, Sotelo Inés {comp.), 2005, Buenos
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29. I Imanann, Nilda,'«Acerca do la urgencia en las entrevis-
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n os Aires, JCE E dicion e s.
30. Mi 11er, «Teoría de los goces», Recorrido de Lacan, Edito­
rial Manantial, Buenos Aires, 1985.

* Ernesto Sinatra, Mauricio Tarrab y Daniel Siílitti fueron


directores y responsables del departamento de toxicoma­
nías y alcoholismo (TvA) de la Escuela de la Orientación
Lacaniana (EOL).
Capítulo 6 i
La urgencia, los niños y los adolescentes*

Niños en guardia

a clínica do la urgencia, tiene su particularidad en la clí­


L nica con niños y adolescentes.
En los hospitales generales, encontramos frecuentemente las
consultas que provienen de la sala de internación o de pedia­
tría cuando un niño padece una enfermedad orgánica y hay
un tope para la medicina.
El límite suele darse cuando de alguna manera el niño o
joven se resiste a la terapéutica médica, con variadas modali­
dades que van desde la inmovilidad, o el negarse a comer o a
tomar la medicación...hasta la resistencia más escandalosa
que revuela la sala.
Las prácticas médicas son posibles, en tanto los padres
primero v los niños luego, aceptan que tienen que seguir las
indicaciones y tratamientos para alcanzar la cura, el alivio o
por lo menos un paliativo para el padecer, más allá de lo mo­
lestos o dolorovsos que puedan resultar.
En muchas ocasiones se resisten a su bien, no obedecen,
se tornan rebeldes y hasta violentos. El llamado al psicólogo

*Estu clase i'ue dictada por Inés Sotelo en el-marco del Sem inario diurno en
la EOF «El Síntoma en la Dirección de la Cura» a cargo de Inés Sotelo,
M arita Salgado y M arisa Morao. Dado que no formó p arte del curso vir­
tual, no tendrá intervenciones del Foro,
i.yo r iínira de la urgencia

de guardia por parte de un profesional se debe a que ha en­


contrado un límit e que el protocolomódico no puede conside­
rar: el sujeto en cuestión, i
Alej a ndr a P a 1ot o, ps icoa n a íist a y psie ó1oga de gu a r di a del
Hosp it a 1R icaralo () u ti ér r ez de la eiu d a d do Ru (in os Ai r es, dir á
en una clase dictada en la Facultad de Psicología que la reso­
lución de la urgencia no depende tanto de lo que se hace como
de lo que va aconteciendo, en el intento de construir un saber
sobre las coordenadas que precipitaron la consulta. A dife­
rencia del saber de ía ciencia, conocido de antemano, este sa­
ber se construye.
Presenta una situación de guardia en la que la analista
es llamada a la sala de internación en oncología aporque una
joven rechazaba todo tratamiento en el Hospital que se le
pr esen ta ba eomo Otro sin lí m ites. La intervención del a a na -
lista permitió a la joven decir No, y poder decir un No a algo
hizo innecesario negarse a todo lo que los módicos indicaban.

Otras urgencias

Flabitualmente la urgencia aparece localizada en los pa­


dres, son ellos quienes detectan en principio algo del orden de
lo sintomático, de lo que no anda y son quienes deciden reali­
zar la primera consulta.
La aparición de síntomas en la escuela es un motivo fre­
cuente: desatención, dificultades de concentración o do apren­
dizaje, insuficiente rendimiento escolar o bien problemas li­
gados a la conducta, al respeto de las normas o al lazo con
los compañeros.
Cuando la urgencia so localiza en la escuela se presenta
muy ligada a la temporalidad del calendario escolar, que sue­
le traducirse en el aprobar o no el grado, o en continuar o no
en el establecimiento educativo.
En la entrevista con los padres será conveniente locali­
zar esta dimensión de la urgencia, a la que habrá que darle
algún lugar a lo largo del tratamiento, a través de las entre­
vistas que el analista considere oportunas o aquellas que los
padres soliciten.
Dar un aspado propio y diferenciado permite también
sostener la transferencia de los padres, motor fundamental
para que análisis del menor se sostenga.
A lo largo de las entrevistas con el niño, verificaremos
que no suele haber coincidencia entre la urgencia de este y la
de los padres o maestros, y que el síntoma del sujeto en el
análisis cobra otra dimensión.
Para desplegar algunas cuestiones ligadas a la urgencia
en niños y jóvenes trabajaré una viñeta presentada por Dore-
na Reisis, psicoanalista, docente de la Práctica Profesional
Clínica de la Urgencia, con amplia experiencia en clínica con
niños. El texto de la analista está escrito en cursiva.

Problemas de aprendizaje

Vivimos tiempos de alarmante aumento del fracaso esco­


lar en todos los niveles de enseñanza: primario, secundario y
universitario, más allá del nivel social y económico; en tiem­
pos de estrepitosa caída de los ideales ligados al sabor y a los
maestros. Época del capitalismo tardío, como la llama Osval­
do Delgado, con caída do los ideales y declinación do la imago
paterna...».1
La escuela es el lugar reservado para transmitir los valo­
res de la época y desde allí el fracaso escolar retorna a modo de
síntoma; síntoma de una época en la que se privilegia el goce.
Un motivo muy frecuente de consulta al psicoanalista es
la dificultad escolar que se manifiesta en problemas de apren­
dizaje, desinterés, falta de concentración. No se trata sino de
la niñez atravesada por un síntoma de la época; caída del
deseo de saber y de los ideales ligados a la escuela, a los maes­
tros, a los sabios.

Urgencia en la escuela: un niño dice a todo que NO

T, de 13 a ños, es de riv ad, o por la es cue la a la cual conc u -


rre por presentar problemas de aprendizaje. En la entrevista,
con la madre se sitúan dos problemas.
172 Clínic a_cle ja ; u rge n c i a

1) que tiene un retraso madurativo estable;


2) que tiene enuresis nocturna, hasta la actualidad.
Ambos, sin causa. orgánica.
Vivieron varios años en el exterior.
Regresan a vivir a la Argentina y se instalan en una ciu­
dad del interior del país, donde residen.
Son una familia judía, rasgo que tomará su importancia.
El aspecto del niño cierta semejanza a los rasgos propios de
la debilidad mental.
Se muestra agresivo especialmente con sus compañeros,
muchas veces como reacción a las burlas.
El analista ofrece un horario para, la primera, entrevista
del joven quien finalizada, la misma, comunica a los adultos
que a partir de la, próxima sesión concurrirá, solo.

¿Qué trae al sujeto a la consulta?

T. es traído por la madre. En principio hallamos dos locali­


zaciones de la urgencia: la de la madre y la de la escuela. Se ha
quebrado la homeostasis con que la vida transcurría. Algo quie­
bra lo estable del retraso madurativo: pega a sus compañeros,
T esta pegado a los dichos de la.madre: retraso y enuresis.
El retrasó madurativo nos remite a la dimensión temporal, al
ritmo y velocidad con que se madura, con que se alcanza aque­
llo que se espera de un joven de 13 años. La en uresis también
remite a la detención en otro tiempo.
Sin embargo, el retraso y la enuresis estables no fueron
motivo de consulta hasta que algo traspasó los límites de lo
soportable para la madre y para la escuela. La irrupción sin­
tomática quizás sea signo de que para el niño también.
Los síntomas, las preocupaciones, las soluciones, parecen
ajenas; nada de esto habla de él, nada de esto lo representa.
Todo hecho es un hecho de discurso y dependerá de cómo
se lean estos hechos. Un discurso es un modo dé usar el
lenguaje y tendrá consecuencias diversas si quien lo lee es una
madre, una maestra o una psicoanalista. Es decir que la lectu­
ra y el diagnóstico, no están por fuera do la ética en juego.
T. es llevado con las urgencias de los otros, con los mie­
dos de los otros y por las preocupaciones de los otros, sin
embargo puede empezar a tomar la palabra, hablar que es
hablar a otro. Podrá ir otorgando una significación variada
a los hechos y en el intento de definir su ser, se encontrará
con la falta en ser.

Tengo un problema

Se recortan dos líneas, la relación con sus pares y la


enuresis.
«—Tengo un problema de maduración, lo escuché ele mi
mamá, me piyo a la noche... Antes no me piyaba, me volví a
piyarpor un susto: me tiraron agua caliente y yo me asusten..
Que me piyo lo saben lodos, mi mamá, mis hermanóse.
La analista interviene afirmando que el único que sabe de
eso es él. '
Se produce un silencio, y dice: «— Tengo la cena:de Rosh
ashaná».
La analista lo despide dictándole «sliana tova».
Se sorprende pues supone que la analista es católica,.
En entrevistas posteriores comienza a llamarle la aten­
ción la paradoja de que dos compañeros que lo molestan son
ta nibién j tidios: «No sé porq ue me cargan siendo judios. H es
uno, él es judío por el padre».
Analista,: ¿cuándo se es judío?
En la, sesión siguiente dirá: «—S i los padres son judíos el
chico es judío, si el padre es judío y la madre católica, el chico
es católico». La analista interroga: ¿Si la madre es judía y el
padre no? Responde: «—El chico es judío».
Analista: «—Entonces se es judío por 1a. madre».
Se queja de sus compañeros, y la analista interroga acer­
ca de por qué lo molestan tanto.
Dirá: «Tal vez yo hago algo que les molesta. No sé qué es...
No sé cómo sacármelos de encima».
Refiere: «Estos chicos son adolescentes... yo no sé. si soy
adolescente o no».
La analista sanciona: hay que saber.
T. dirá: «-—Adolescente quiere decir crecimiento».
Fi na iiza. la en tre vis ta.

El saber del retrasado

Algunos sujetos diagnosticados como débiles mentales


demuestran cierta relación al saber que interroga a la cien­
cia y al psicoanálisis mismo, sostiene Alejandra Glaxo, afir­
mando que cuando el niño no aprende o no entiende «nos
pone en la pista de algo que se relaciona a un modo p arti­
cular de aprehensión del mímelo». «Comprender, aprehen­
der, entender, conocer son modos en que se evidencia el
modo de elucubración del saber, ¡a manera particular en
que alguien se inscribe y aprehende el inundo»:2 La autora
seguirá los desarrollos de Cacan que nos advierte que lo
más grave es la deficiencia simbólica. La debilidad queda
separada de) déficit intelectual y ligada en cambio a un
modo particular en que el sujeto se apropia del mundo que
lo rodea «...lo que evidencia la debilidad mental es un m a­
lestar del sujeto írente aiosaber:, entendido como la rela­
ción de ese sujeto con el orden simbólico».8
La analista pronuncia una intervención asertiva: «El que
sabe de eso es 61».
Desde los dichos de la escuela, este joven es nom bra­
do como «retrasado», como el que no sabe como los otros.
T lo confirma: «todos saben»...menos él. M ientras que la
analista interviene ubicándolo como el único que sabe acer­
ca de su síntoma.
Lo asertivo de esta intervención nos permite pensar en lo
trabajado en la primera ciase acerca de en los tres tiempos
lógicos que Laean plantea a partir de un problema de lógica
que el. director de la cárcel les propone a tres prisioneros.
Recordemos el problema lógico; el director les muestra
tres discos blancos y dos negros, advirtiéndoles que colocará
uno en la espalda de cada uno. Cada individuo podrá ver el
color del disco de los otros dos y, por supuesto, no podrá ver el
color del disco que lleva en su propia espalda.
Cada prisión aro deberá deducir lógicamente el color
del disco que tiene tras de sí y quien lo logre primero que­
dará en libertad. 1 * ,
Transcurrido cierto tiempo, los tres prisioneros saldrán pro­
nunciando lo que Lacan llama la solución perfecta, fundamen­
tando cada uno como ha llegado a la conclusión: «soy blanco».
Lacan referirá la modulación del tiempo en el movimien­
to del sofisma: el instante de ver, el tiempo para comprender
y el momento de concluir.
La incógnita real del problema, para Lacan, es el atributo
ignorado del sujeto mismo, eso que el sujeto no sabe de sí.1

Tiempo de comprender

No sé si soy adolescente, tengo enfrente a los otros


que ya no se comportan como niños.,. ¿Soy un niño? ¿Soy
un adolescente?
Hay un tiempo de meditación, un tiempo en que el sujeto
se pone en relación con otros, sujetos indefinidos salvo en su
reciprocidad.
Finalmente él aserto sobre si mismo, lleva al sujeto a la
conclusión, la urgencia del momento de concluir. Es bajo la
urgencia del movimiento lógico, que el sujeto precipita su jui­
cio y su partida.
El sujeto en su aserto, alcanza una verdad que. va a ser
sometida a la prueba de la duda, pero que no podría verificar
si no alcanzase primero en la certidumbre.
Esta intervención, «El que sabe de eso es él» conduce a T.
hacia lo que hay que saber del ser judío y del ser adolescente;
el saber sobre el origen y el saber sobre el crecimiento y lo
pulsión al en juego.

En el análisis nos confrontamos con otro saber. Hay una


producción de saber, S2, pero tal como nos advierte Diana
Campolongo no es el de la vertiente del conocimiento sino del
saber que no se.sa.be como lugar de lo imposible de saber acerca
de la sexualidad y la muerte?5'
La analista lo despido con un Shana touá, que supone un
saber sobre lo judío a la vez que conduce al joven a investigar',
a buscar otro saber. Lo conduce al discurso del Otro, ese dis­
curso con el que fue nombrado, con el que entró en los desfila­
deros del significante.
Para Lacan el discurso del Otro «...es el circuito en el que
estoy integrado. Soy uno de sus eslabones. Es el discurso de
mi padre.. .el que me legó, no simplemente porque soy su hijo,
sino porque la cadena del discurso, no es cosa que alguien
pueda detener...forma circular dé una palabra que está justo
en el limite del sentido y el sin sentido, que es problemática».7

Identificaciones y apariencias

Hay. un detalle esencial en los inicios de este análisis: se


presenta un sujeto cuya apariencia confirma el diagnóstico
de los adultos: retraso mental. La analista no es ciega, sin
embargo deja entre paréntesis su juicio inicial, ya que la ob­
servación sólo nos dará parecidos según advierte Lacan.8
Este joven tiene apariencia de retrasado, y por ello será
fundamental discernir si no se trata de una identificación a
los significantes con los que es nombrado por el Otro.
" "La pregunta adecuada, afirma J.-A. Miller, es ¿desde don­
de se produce la identificación?; «La identificación que cuen­
ta, la que comanda no es del orden de lo observable sino de lo
deducible, es mas bien de orden lógico». La clave, agrega Mi­
ller, es ¿desde dónde me miro?9 Identificación inverosímil
para el sujeto mismo, por fuera de toda imitación o coinci­
dencia, el análisis conduce al sujeto a un punto en el que
ya no se reconozca. De este modo la analista deja de lado
su prejuicio, sus impresiones, sus opiniones y lo confronta
con el «hay que saber».

Aprender lalengua

No habiendo daños neurológicos, detengámonos en lo nom­


brado como retraso, como incapacidad para aprender en los mis­
mos tiempos que los otros y de la forma que aprenden los otros.
La relación con el saber está ligada con el Otro, con el
Otro de la palabra, con el tesoro de los significantes que en el
grato del deseo localizamos en el A. Es a partir de la proposi­
ción de Lacan de que «nada es iodo» que ese conjunto crea
una pérdida que conocemos como; S (A), siempre habrá un
elemento menos. «Todo dominio sobre el significante, toda com­
prensión sobre el significante S en un conjunto A, crea vina
pérdida anotada como: S (A)».!;!
En la última enseñanza Lacan vinculará el saber con
lalangue materna, entendiendo por ésta mucho más que las
palabras que se transmiten para poder comprender un idio­
ma acomodando significantes y significados.
Seguiremos algunos desarrollos de Miller quien sostiene
que el descubrimienlo freudiano inicia otro abordaje del len­
guaje en el que los lapsus, los sueños, dan cuenta de la no
coincidencia entre el enunciado y la enunciación, entre lo que
se sabe y lo que se dice; es decir que nos confronta con otra
lógica del lenguaje. Una lógica que impide que haya dominio
de una lengua porque nq hay dichos idénticos.11
¿Qué se entiende por lalangue? La tesis que sostiene que
en la lengua sólo hay diferencias, que no es simplemente un
idioma y, que el significante sólo puede definirse en relación
con otro significante: S1-S2.
Lacan crea esta palabra lalengua diciendo «cada lalengua»
porque una es incomparable con otra, señalando que el len­
guaje no es lalengua.12
Para el sujeto humano, atravesado por el deseo y el goce,
lalengua será el juego de sonidos y sentidos que se sostiene
del malentendido; es el enjambre de S i.13 Allí se articula
un saber que va más allá de lo que se dice: el inconsciente.
Si nos referimos a la constitución del sujeto del in­
consciente, estamos en presencia de un sujeto atravesado
por un goce sometido a la regulación fáliea. Como efecto
de la castración el significante de la falta, el -fi, perm ite
cierta regulación del goce que conduce al sujeto por el ca­
mino de su deseo.
Es en este sentido que en el seminario XXI «Los desenga­
ñados se engañan» Lacan destaca que el sujeto se aforra a
lalangue y paga un precio, el goce del viviente tal como es el
*7^ _ Clínica (lejía urgencia

goce de la ostra se pierde por esa marea que lo deja gozando


do un goce limitado: el goce fájicod4
El lenguaje es el trabajo sobre lalengua, es una construc­
ción de lalengua, es la manera de encontrarse con ella, do
entenderla, siendo el lenguaje:el discurso deí Amo, elucubra­
ción de saber sobre lalengua.lf)
Si el inconsciente está hecho de lalengua y sus efectos
van mucho más allá que el comunicar es porque tocan el cuer­
po. El inconsciente está estructurado como un lenguaje da
cuenta de lo que el discurso analítico intenta saber de'lalengua
y de sus efectos.111

La debilidad mental es la forma en que se goza del sentido

El animal, no habitado por lalengua, logrará ciertas des­


trezas por fuera del saber; así lo sostiene Lacan quien habla­
rá de la rata en ellaberinto que puede poner la. pata en el
botón adecuado sin entender el mecanismo.17
El sujeto barrado en cambio, es el resultado de ese saber
que no se sabe, aunque sabe más de lo que cree saber.
El n íño r ecib e el si gn ific a nt e que lo marca qu edand o in­
merso en el malentendido porque el sentido se le escapa. El
saber se inventa, hay un saber que no se puede enseñar ya
que está en relación con lo Real, con el fuera de sentido.
La escuela es el escenario donde transcurren las cues­
tiones ligadas al enseñar, al aprender y es en ese contexto
que las dificultades para aprender pueden aparecer como
una urgencia.
La educación es posible porque tiene que ver con los sen­
tidos sabidos, con el saber amo, con un saber que hace débi­
les, sin embargo el psicoanálisis nos muestra que hay un mas
allá de esta articulación de saber ya que existe la posibilidad
de invención que se produce desde la falta. La debilidad men­
tal desde la perspectiva de Lacan en el desajuste entre el su­
jeto y su relación al saber.18 afirmando también que en ese
sentido, todos los neuróticos somos débiles mentales.
El analista, a diferencia del educador o del psieopedagogo
trabajará para que este síntoma se ponga en forma, se ponga a
decir a través de la ficción, del invento que se despliega en la
trama analítica. En este sentido Mirta Berkoff afirma que apren­
der inventado es lo opuesto al aplanamiento propio de la debili­
dad mental.19 Del saber inventado hará uso el psicoanalista.
El aprendizaje surgido de lalengua deja ai sujeto prendi­
do al goce fálico, gozando de los sentidos, lo sumerge en la
debilidad mental y «más vale que lo baga». Mas le vale al
sujeto ser débil, esto es que quede ligado al goce fálico, a la
castración, porque su otra opción es la psicosis.ao
Si el saber produce sentido, la debilidad mental no tiene
que ver con el déficit de saber sino que será la forma en que se
goza del sentido.

Nombrado por el padre

El padre'plantea ¡a posibilidad de cambiarlo a una escue­


la judía. La analista apoya esta idea, que tendrá sus efectos.
Por suporte la maestra quiere pasarlo a una escuela, para
niños con patologías severas. La analista rechaza esta posibi­
lidad afirmando que. Tes un chico normal con dificultades ele
aprendizaje como muchos otros niños normales. La madre re­
fiere entonces que T duerme en la habitación de su, hija. La,
analista indica que ya no puede dormir con su hermana. La
madre se sorprende por la. intervención, y afirma qu,e lo pasa­
rá cd cuarto de los varones.
Durante este período, T comienza a decir que quiere ir a
una «escuela común», pero no sabe por qué no lo pasan.
La analista sostiene en el tiempo esta pregunta.

Una persona mayor

T dirá que hizo su Bar Mitzvá: «Es importante-, nos lla­


man adultos a los 13 anos... En mi religión, quiere decir iser
responsable’... yo soy chiquito, tendría que crecer un poco más
para ser muy responsable».
La analista, pregunta por la diferencia entre chiquito y
adulto: «El chiquito no entiende... un chiquito, es de 5 anos».
La analista interviene:«Vos no tenes 5 años, y sos responsable».
En entrevistas posteriores Tcomienza a explicar a la ana­
lista sobre las ceremonias religiosas del judaismo.

Su hijo es normal, su hijo es varón

La analista sostiene su apuesta y ante la madre afirma:


«Su hijo es normal».
«Su hijo es varón».
Mientras que ante T sostiene la pregunta.
La posición de la analista posibilita que se despliegue el sa­
ber, que ese síntoma que en el inicio era signo de que allí había
un sujeto pero que no lo representaba, se ponga en relación con
otros significantes y produzca un saber inconsciente, S2.
Se trata de transformar al sujeto: del sujeto que el síntoma
del inicio señalaba, en sujeto que padece una falta de saber

S2
s= x
Así la pregunta ¿Qué soy? Aparece como índice de un efec­
to, el efecto Sujeto-Supuesto-Sabor.

¿Qué es analizar a un niño?

Lo que separa a un niño de una persona mayor es la


ética que cada uno hace de su goce. Dicho de otro modo, la
persona grande, sostiene Eric Laurent es la que se hace res­
ponsable de su goce.2)
Lo que cabe esperar del psicoanálisis de un niño es que
de alguna manera haya dado una respuesta a la pregunta
«¿Qué desea mi madre?» y para esta pregunta hay una res­
puesta que paga con el precio de la neurosis. Tomando una
referencia de Michel Silvestre afirmará que «...la pregunta
que se formula aquel para quien la castración es la condición
de la sexualidad, sería mas bien la que formula Freud ¿Qué
quiere úna mujer?22 Pregunta ante la cual no hay respuesta.
Allí el significante falta ya que el deseo de la mujer es lo que
nos conduce a la ausencia del .significante en el Otro. El sig­
nificante falta y la respuesta será por la vía dedfantasmaA4
Por lo tanto, ya sea en el niño como en ei adulto, «se trata de
que el sujeto haya construido suficientemente el fantasma
que lo anima, con la versión de objeto de la que disponga
según la edad que tenga».24
Construir el fantasma consiste en asegurarse de entrada
que su cuerpo no va a responder al objeto a. que su cuerpo no
será el objeto de goce de la madre. ¿Pero cómo producir esa
separación? Laurent sostiene que será a través de construc­
ciones de ficción.
Así, «que el niño haya localizado este goce en una cons­
trucción fantasmática es lo que le permite responder a la pre­
gunta sobre el goce de su madre, sobre el goce de la mujer».25

El control y el descontrol, el sentido se escapa

La analista pide un control del caso para orientar la di­


rección de la cura, allí se localizan algunas cuestiones:

1) el problema con sus pares se debe a su dificultad para,


posiciónarse como uno entre otros, en tanto esto implica
ceder algo.
2) el sujeto debe ceder algo, pero por la vía de la transferencia.
3) marcar que él ya, no es un niño, ubicando su posición sexuada.

Teorías sobre la enuresis

En una ocasión, vuelve a hablar del susto: «Me asustó el


vapor, porque me quemé y por lo que se quemón,
La analista, interroga, acerca esto.
T: «Soy un chico un poco grande, me da. vergüenza que
todos lo sepan y esto del vapor será, algo psicológico, porque
me parece muy extraño pirarme a la edad que tengo».
i 82 Clínica de la urgencia

Se ha producido un movimiento, la enuVe sis comienza a


ser un problema para el sujeto y su causa la supone de or­
den psíquico. Se dirige ai analista como interpreto del enig­
ma que el «piyarse» |e produce. Ante la analista el joven
sitúa un acontecimiento infantil como traumático, laenuresis
como síntoma y 1a vergüonza como aquello que se agregan
partir del trabajo analítico.
La hipótesis de T. acerca de su enuresis nos conduce a la
teoría antropológica de Freuu cuando vinculaba la orina y la
conquista del fu e go e n é 1fu n da mentó d e 1a cu l'tu r a, Loe al iza -
rá como causa de la ennresis a la masturbación infantil y la
relación entre masturbación y fantasía las cuales quedan li­
gadas por el sentimiento de culpa.
La vergüenza da cuenta de la articulación del deseo y la
ley, evidenciando la emergencia de la pulsión y sil satisfac­
ción por la vía masturbatoria
Se abro entonces el interrogante acerca de la constitu­
ción de la ennresis cómo síntoma. Ana Celia Nemane a tir­
ina que si bien el niño depone por la amenaza de castración
la actividad masturbatoria, las fantasías incestuosas siguen
operando dando lugar a la sustitución sintomática, «siendo
la enuresis el signo del goce íálieo desbordante equiparable
a la polución de un adulto».28
Además, siguiendo a Laean en su «Conferencia en Gine­
bra sobre el síntoma» en relación a Juanito hablará de la irrup­
ción prematura de un goce que sorprende al sujeto, experien­
cias sobre su propio cuerpo que despiertan ese gozar primero
pero sobre el que 510 entiende nada. Se trata de un goce que lo
amedrenta «y que parece ser un real de goce».27 que está en el
inicio de la fobia. «Grano de arena en el centro de la perla»’28
llamará Frena a ese resto que deja la excitación infantil mas
allá de todo desciframiento, de todos los recuerdos que pue­
dan ser asociados y evocados.
Desdo esta perspectiva Ana Nemaric propone tros tiem­
pos: el primero, de las erecciones precoces como goce mani­
festado en el cuerpo; el segundo, de los terrores nocturnos
como llamado al Nombre del Padre, como apelación para al­
canzar la regulación fálica; y finalmente la vergüenza y sen­
timiento de culpa que enlazaría el fantasma incestuoso con la
pulsión que se satisface, y que permite pensar la enuresis
como síntoma.29
En T. a lo largo del análisis aparece la dimensión del mie­
do y la vergüenza en relación a la enuresis como sintomática.

Una m adre se cansa

La madre pide una, entrevista: «Estoy preocupada, T estó


más rebelde... Mi marido dice que se le va. a pasar solo. Mi
marido no se preocupa... está en otra, él no se mete.
Hay cosas que no soporto de él, tiene la actitud de un chi­
co... Yo estoy cansada de estar en todo».
La analista afirma que está bien que esté cansada de es­
tar en todo. Cotia la entrevista allí.

Pens a-miento

Se acentúa en el tratamiento una cuestión en relación al


pensamiento, al control .de la. cosas, entre ellas, su voz: que
tiene que hacer reposo de voz, que no quiere hablar de ciertas
cosas porque se le cansa la voz.
Refiere: «— Yo soy un tipo muy controlado, pienso mucho
antes de hablar».
La vez siguiente, no habla., se sostiene el silencio un tiempo.
La analista corta la entrevista.
En el encuentro posterior dirá: «Estoy pensando qué de­
cir... para tener el control de lo que hablo».
Analista: no todo se puede controlar.
Dirá: «Hay cosas que no controlo... a veces de noche me
descontrolo, duermo y amanezco mojado... es incontrolable».
Y agrega: «No tengo amigos porque me agreden. Yo trato
de hacerme amigo, sería una cosa nueva, pero no quieren ellos
ni ellas... A un chico le dije de jugar al veo-veo, aunque parece
un juego de nena». La analista exclama: ¡Y, si invitas a un
varón a jugar un juego de nena!
En otra ocasión dirá: «Más vale solo que mal acompañado».
Analista: más vale acompañado.
T: «¿Cómo? ¡Me espantaste con lo que me dijiste!».
Un padre, un hombre

Se comprueba que se produce una variación en el discur­


so de la madre; «Hay cosas que no soporto de él, tiene la acti­
tud de un chico... estoy cansada de estar en todo; sola no pue­
do, necesito que me acompañe».
Podemos situar un equivoco, un malentendido... no se sabe
de quién habla... ¿Del padre o del hijo? ¿El padre es como un
chico o el chico se parece al padre?
La queja que enuncia ¿es como madre o como mujer? ¿De
qué sé queja?, ¿De qüé está cansada? ¿Qué es lo que no sopor­
ta?.... ¿Quiere un chico o quiere un hombre?
En los inicios del análisis este joven se presentaba como
síntoma de :la relación dual con la madre, atrapado en sus
dichos, en el retraso.
Sin embargo, los movimientos dol joven conmueven la po­
sición materna y permiten situar algo de la condición del no­
to do: el deseo de la madre diverge y este hijo lia dejado de col­
marla. Sola no puede, y demanda la presencia de un hombre.
Se producen entonces algunos signos de separación del
niño del objeto materno... T. dirá que va a hacer reposo de
voz... Silenciar a la madre, rechazo de la demanda materna.
Así la enuresis y el retraso cobran otra dimensión separada
de la urgencia materna;
En el Seminario 17 Lacan introduce la pregunta ¿Qué es
un padre?
¿Cómo opera un padre para separar al niño de la madre?
Un padre real como agente de la castración es el enunciado
de una prohibición y el mito como enunciado de un imposible.
Lacan pondrá en relación actuar-acción-accionista con el agen­
te a. quien se le paga para que lo haga, concluyendo que el
padre real hace el trabajo de la agencia amo. Hace actuar al
padre para que lo separe de la madre.'50
Pero ¿como opera la acción este padre agente? En el caso
que nos ocupa, podríamos situar que el análisis,'a través de
construcciones de ficción aparece el significante «judío» como
Nombre del Padre. El judío que puede ir a la escuela común,
el judío que por la vía de una ceremonia simbólica se convier­
te en «responsable» a .los 13 años. Es el modo en que T. hace
uso del padre, se sirve de'él.
«El psicoanálisis, señala Eric Laurenf, no debe dar como
resultado adaptarse al mundo sino saber Juemuando algo es
realmente insoportable hay que poder decir que NO, más
allá del compromiso, más allá de las identificaciones, mas
allá de toda significación que tuvo para cada uno el padre
siempre en falta».31 Un padre del que T, puede hacer uso
ahora y que por efecto del. análisis deja boquiabierta a la
madre, el palo en la boca del cocodrilo del que habla Lacan
en el Seminario 17.3,2
La función feliz de la paternidad, afirma Miller es reali­
zar una mediación entre «...las exigencias ^abstractas del or­
den, del deseo anónimo del discurso universal, y por otra par­
to lo que deriva para el niño de lo particidar del deseo de ía
madre. Es lo que Lacan llamó «humanizariel deseo».33

Cosas de chicos ,■cosas de hombres

Finalmente, T es promovido de grado, con excelentes no­


tas. También desde hace un tiempo, empezó a estudiar sobre
su, religión y a practicar el hebreo.
Hablando de los compañeros molestos dice: «— 'De repente
quisieron, ser amigas, digo, amigos»,
La analista señala el fallido: «Ellas me molestaban a, mí.
yo trataba de-esquivar a las chicas.., Hay varias interesadas
en los chicos. Me persiguen».
Analista: ¿Alguna está interesada en vos?
T: «Sí, F: pero soy muy chico para pensar en esas cosas...
Algún, día se va a presentar alguna».
Ana,lisia: ya se presentó una.
T: «Si maduro vienen todas juntas, trato de hacerme el
inmaduro».
A: Remarca este dicho y corla, la. sesión..
En la sesión siguiente dirá:
T: «El, tema aprendizaje lo tengo terminado... el tema- son
los pibes y las pibas que me molestan, me dicen cosas, pero no
cosas cariñosas... Tampoco une interesa, estoy, en el ángulo del
estudio, no del amor».
Analista: una ch ica. aunque no diga cosas cariñosas, tie­
ne interés en (¡cercarse.
T: «No me interesa que tengan interés en mí. Aparte nin­
guna se fija en mí. El día que se fijen en mi se van afijar en
cuestiones comerciales, y yo no tengo plata».
Analista: ¿Que otra cosa podrías ofrecer i
«Atención, ayudarla con alguna tarea, y hay que ver si
quiere lo que yo ofrezco»»
Analista: Efectivamente, es tiempo ele trabajar sobre otras
cosas más allá del aprendizaje.

El despertar de la primavera

T es llevado por su -madre a la consulta, con urgencias


localizadas en su madre y en la escuela.
El encuentro con una analista permitió qne se produjera
una transformación del retrasado hacia la metamorfosis de
la pubertad; el retrasado se desliza, circula, se dirige a las
dificultades en el encuentro con el otro sexo.
8 iguien do a Freí ai podría mos a fir ma f qu o se va pr od u -
eiendo un desplazamiento de la pulsión sexual autoerótica
hacia el objeto sexual, con la tensión sexual qué caracteriza
este momento; tensión displacentera y sentimiento de placer.
Como señala Freüd, la elección de objeto so consuma pri­
mero en la esfera de la representación, desplegándose al ini­
cio en el espacio de juego que es el de las fantasías, o sea
representaciones no destinadas a ejecutarse.'5'1
De este modo, la inclinación infantil hacia los padres se
dirige ahora hacia la:elección de objeto.
Esta metamorfosis le permite a T situarse como un joven
frente a otros jóvenes, con las marcas de la cultura y de su
propio padre. Le permite nombrarse como judío, como adoles­
cente, como responsable.
Despertar de la primavera, al decir de La can que lo con­
fronta con el otro sexo, con las chicas, con lo que quieren de el,
con lo que tiene para ofrecerles y.;, con lo que no tiene.
Comienza a coniYontarsé entonces con el enigma del «¿que
quiere una mujer? Se inicia un tiempo en el que T. probará con
distintas respuestas; dando paso a otras urgencias subjetivas.
Bibliografía

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