Jerónimo Savaraola
Jerónimo Savaraola
Jerónimo Savaraola
vida para inquirir en su presencia, que sea un tiempo donde el Espiritu Santo haga arder su llama dentro de
nosotros, que sea el inicio de una vida apasionada por Dios en niveles mucho mayores, que el deseo por
Dios y su presencia se creciente y fuerte en todo tiempo.
En estos 21 días vamos a hablar de hombres y mujeres como usted y como yo que fueron usados por Dios de
una forma tremenda, la idea es poder aprender de estos personajes de la historia y ser inspirados para ir en
post de todo lo que Dios tiene para todo aquel que le cree, la idea es no quedarnos con recibir la salvación,
sino poder ir más allá de lo que hasta hoy hemos alcanzado, yo soy el primero en reconocer que necesito
demasiado de Dios, que aun mi vida necesita seguir menguando para que el crezca.
Jerónimo Savaraola.
(profeta imprudente)
Esta es la idea de estudiar la vida de estos hombres y mujeres de Dios imitar su fe, aprender de sus errores e
imitarlos en la confianza que tuvieron en Dios.
Jerónimo era el tercero de los siete hijos de la familia Savaraola. Sus padres eran personas cultas y
mundanas, y gozaban de mucha influencia. Su abuelo paterno era un famoso médico de la corte del Duque
de Ferrara, y los padres de Jerónimo deseaban que su hijo llegase a ocupar el lugar del abuelo. En el colegio
fue un alumno que se distinguió por su aplicación. Sin embargo, los estudios de la filosofía de Platón, así
como de Aristóteles, sólo consiguieron envanecerlo. Sin duda alguna, fueron los escritos del célebre hombre
de Dios, Tomás de Aquino, lo que más influencia ejerció en él, además de las propias Escrituras, para que él
entregase enteramente su corazón y su vida a Dios. Cuando aún era niño, tenía la costumbre de orar, y a
medida que fue creciendo, su fervor en la oración y el ayuno fue en aumento. Pasaba muchas horas seguidas
orando. La decadencia de la iglesia, llena de toda clase de vicios y pecados, el lujo y la ostentación de los
ricos en contraste con la profunda pobreza de los pobres, le afligían el corazón. Pasaba mucho tiempo solo
en los campos y a orillas del río Po, meditando y en contemplación en la presencia de Dios, ya cantando, ya
llorando, conforme a los sentimientos que le ardían en el pecho. Siendo él aún muy joven, Dios comenzó a
hablarle en visiones. La oración era su mayor consuelo; las gradas del altar, donde permanecía postrado
horas enteras, quedaban a menudo mojadas con sus lágrimas. Hubo un tiempo en que Jerónimo comenzó a
enamorar a cierta joven florentina. Sin embargo, cuando la muchacha le hizo comprender que su orgullosa
familia Strozzi nunca consentiría su unión con alguien de 7
la familia Savonarola, que ellos despreciaban, Jerónimo abandonó por completo la idea de casarse. Volvió
entonces a orar con un fervor creciente. Resentido con el mundo, desilusionado de sus propios anhelos, sin
encontrar a nadie que le pudiese aconsejar, y cansado de presenciar las injusticias y perversidades que lo
rodeaban, las cuales no podía remediar, resolvió abrazar la vida monástica.
Cierto día, al dirigirse a una monja, vio repentinamente, que los cielos se abrieron, y delante de sus ojos
pasaron todas las calamidades que sobrevendrán a la Iglesia. Entonces le pareció oír una voz que desde el
cielo le ordenaba que anunciara todas esas cosas a la gente. Convencido de que la visión era del Señor,
comenzó nuevamente a predicar con voz de trueno. Bajo una nueva unción del Espíritu Santo, sus sermones
en que condenaba al pecado eran tan impetuosos, que muchos de los oyentes se quedaban por algún tiempo
aturdidos y sin deseos de hablar en las calles. Era común, durante sus sermones, que se oyesen resonar los
sollozos y el llanto de la gente en la iglesia. En otras ocasiones, tanto hombres como mujeres, de todas las
edades y de todas las clases sociales, rompían en vehemente llanto. El fervor de Savonarola en la oración
aumentaba día por día y su fe crecía en la misma proporción. Frecuentemente, mientras oraba, caía en
éxtasis. Cierta vez, estando sentado en el pulpito, le sobrevino una visión, que lo dejó inmóvil durante cinco
horas; mientras tanto su rostro brillaba, y los oyentes que estaban en la iglesia lo contemplaban. En todas
partes donde Savonarola predicaba, sus sermones contra el pecado producían profundo terror. Los hombres
más cultos comenzaron entonces a asistir a sus predicaciones en Florencia; fue necesario realizar las
reuniones en el Duomo, famosa catedral, donde continuó predicando durante ocho años. La gente se
levantaba a media noche y esperaba en la calle hasta la hora en que abrían la catedral.
En cierta ocasión un gobernante se le acerco a ofrecerle dinero para que dejara de predicar en contra del
pecado y la respuesta que recibió fue una profecía que en un año se iba a morir cosa que sucedió después de
un año.
Después de la muerte de este gobernador la influencia de Savonarola aumentó todavía más. La gente
abandonó la literatura banal y mundana para leer los sermones del famoso predicador. Los ricos socorrían a
los pobres en vez de oprimirlos. Fue en ese tiempo que el pueblo preparó una gran hoguera en la "piazza"
(plaza) de Florencia y quemó una gran cantidad de artículos usados para fomentar vicios y vanidades. En la
gran catedral Duomo ya no cabían más los inmensos auditorios. Sin embargo, el éxito de Savonarola fue
muy breve. El predicador fue amenazado, excomulgado y, por fin, en el año 1498, por orden del Papa, fue
ahorcado y su cadáver quemado en la plaza pública. Pronunciando las palabras: "¡El Señor sufrió tanto por
mil” terminó la vida terrestre de uno de los más grandes y más abnegados mártires de todos los tiempos!
Continuamente alimentaba su alma con la Palabra de Dios. Los márgenes de las páginas de su Biblia están
llenos de notas escritas mientras meditaba en las Escrituras. Conocía de memoria una gran parte de la Biblia
y podía abrir el libro y hallar al instante cualquier texto. Pasaba noches enteras orando, y tuvo la gracia de
recibir algunas revelaciones mediante éxtasis o visiones.
“Una iglesia que devasta, que ampara a prostitutas, mozalbetes licenciosos y ladrones, y en cambio
persigue a los buenos y perturba la vida cristiana no está impulsada por la religión sino por el diablo,
al que no sólo se le puede, sino que se le debe hacer frente”