Los Primeros Siglos de La Iglesia

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

Los Primeros Siglos de La Iglesia

3.2) Copia en tu Blog el esquema sobre la “Historia de la Iglesia siglo a siglo”:

Siglo I: Primeros pasos y dificultades de la Iglesia

Los primeros pasos de la Iglesia se encuentran narrados en el libro de la Sagrada Escritura, llamado
Hechos de los Apóstoles, primera historia de la Iglesia.

Siglo II Edad Antigua

Las persecuciones de los emperadores romanos: “¡Cristianos, a las fieras!”. Respuesta de la Iglesia:
“Soy cristiano"

Siglo III Edad Antigua

Las herejías ayudan a la Iglesia a profundizar su doctrina.

Siglo IV Edad Antigua

Era constantiniana: luces y sombras. Los Primeros concilios y Padres de la Iglesia. Los monjes.

Siglo V Edad Media

Está caracterizado por el incontenible avance de los bárbaros que derrumbaron al Imperio
Romano y por las luchas teológicas que rompieron la unidad cristiana.

Siglo VI Edad Media Conversión de los bárbaros

La mayor parte de los pueblos bárbaros abrazaron en un inicio el cristianismo.En este siglo surgió
la figura de san Benito de Nursia.

Siglo VII Edad Media. La rápida expansión del Islam

Islam y respuesta de la Iglesia.

Siglo VIII Edad Media. Carlomagno. Bizancio.

Carlomagno hizo de la propagación de la fe y de la civilización cristiana el principio rector de su


acción política.

Siglo IX Edad Media: Cirilo y Metodio. Teocracia del poder.

Siglo turbulento. Cirilo y Metodio. Teocracia del poder.

Siglo X Edad Media: Imperio germánico de Occidente. Conversiones de reyes. Cluny

Los pontífices de esta centuria, impuestos por los señores feudales, fueron o mediocres o indignos.
Siglo XI Edad Media: Cruzadas. Cartuja. Gregorio VII. Cisma de Oriente

La Iglesia, tanto en oriente como en occidente, sufrió en repetidas ocasiones las consecuencias
nocivas de la absorbente intervención del poder imperial.

Siglo XII Edad Media: Císter. Escolástica.

Uno de los rasgos dominantes de esta Cristiandad es el lugar cada vez más importante que va
adquiriendo el papado en la Iglesia y en la Europa medieval.

Siglo XIII Edad Media: Órdenes Mendicantes. Inquisición.

Comienza ya el nacimiento del espíritu laico. Fue un gran siglo para el mundo y para la Iglesia.

Siglo XIV Edad Media: Cisma de Oriente: El Papado en Aviñón.

Los soberanos discuten el papel del papa en el terreno político. Dentro de la Iglesia, las divisiones
desembocan en un cisma.

Siglo XV Edad Media: Renacimiento y Conquista de América

Renacimiento. Descubrimiento, conquista y evangelización de América.

Siglo XVI Edad Moderna: Reforma de Lutero y reforma católica. Trento. Jesuitas.

Es el siglo del concilio de Trento, la Compañía de Jesús, la reforma católica, los descubrimientos, la
misión en Asia y América.

Siglo XVII Edad Moderna. Un siglo misionero

Absolutismo. Regalismo, galicanismo. Galileo. América cristiana.

Siglo XVIII Edad Moderna. Revolución Francesa. Ilustración.

Febronianismo, josefismo. Supresión de la Compañía de Jesús. Masonería. Más protestantes.

Siglo XIX Edad Contemporánea

Napoleón. Restauración europea. Revolución industrial. Liberalismo. Oleadas revolucionarias.


Movimientos obreros. Marxismo. América Independiente. Pío VII y labor de los papas.

Siglo XX Edad Contemporánea

Primera y Segunda Guerra Mundial. Revolución Rusa. Fascismo. Nazismo. Guerra Cristera en
México. Concilio Vaticano II. Papa Juan Pablo II.
LOS PRIMEROS SIGLOS DE LA IGLESIA CATÓLICA

La Iglesia no es obra humana. La funda Cristo cuando fue escogiendo a sus apóstoles, pero fue en
Pentecostés donde Dios Espíritu Santo arrojó a la Iglesia hasta los confines de la tierra. Ya Jesús
había ascendido al cielo Ese día de Pentecostés en Jerusalén, ante los peregrinos judíos reunidos
con ocasión de la fiesta, Pedro proclamó la Buena Nueva y se hicieron bautizar a tres mil personas.
¡Había nacido la Iglesia misionera! La Iglesia fundada por Jesucristo tropieza desde el inicio con un
ambiente religioso, político y social en que abundan la injusticia y la corrupción. Nuestra religión
se llama católica, es decir, universal. Cristo envió a los suyos “a todas las naciones” (Mt 28, 19),
diciendo: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el extremo de la
tierra” (Hech 1, 8). Sin embargo, dicho universalismo no fue entendido desde el inicio por todos. El
vínculo entre la Iglesia y el pueblo judío sólo se rompería por una señal del cielo y en razón de una
imposibilidad absoluta, cuando la autoridad judía, hasta entonces respetada, rechazase de manera
violenta la nueva comunidad. Y llegó lo que tenía que llegar, pues al predicar los apóstoles y los
primeros cristianos que Jesús era el Mesías, el Sanedrín se inquietó y comenzó la persecución. Los
jefes del pueblo judío quisieron acabar con “esta nueva secta” y el nuevo estilo de vida, porque los
apóstoles y seguidores ya no siguieron la ley de Moisés en todo, sino la nueva ley dada por Jesús,
el Hijo de Dios, con quien habían vivido. Querían acabar con ellos porque practicaban nuevos ritos:
bautismo, eucaristía y porque obedecían la autoridad de Pedro y de los demás apóstoles. La
persecución abierta comenzó un día en que Pedro y Juan subieron al templo a orar. A la entrada
yacía un tullido de nacimiento, que les pidió limosna. Pedro le dijo que no tenía dinero, pero que
le daba lo que estaba a su alcance, la curación en nombre de Jesús. Y así fue. Comenzó entonces a
desencadenar la persecución. Esteban fue el primer mártir discípulo de Cristo que murió por su
fidelidad a Él el año 36. Entre estos fariseos convencidos estaba Saulo de Tarso, a quien
posteriormente Jesús, camino de Damasco, se le apareció y le mostró el nuevo camino a seguir. A
raíz de ese Saulo se convirtió, se hizo bautizar y, por gracia de Dios encuentro, llegó a ser el apóstol
de los gentiles o paganos. La Iglesia despliega velas con Pablo de Tarso que viaja por Asia, Grecia,
Roma y otros sitios. Funda numerosas comunidades eclesiales, sufren hambre, cárcel, torturas,
naufragios, peligros sin fin. Una obsesión tiene: predicar a Cristo. Toda su labor evangelizadora
quedó plasmada en sus cartas, que encontramos en el Nuevo Testamento. Así comenzaron las
persecuciones de los emperadores romanos. La primera de todas, la de Nerón (54-68) que
incendió Roma, expuso a los cristianos a los mordiscos de las fieras, crucificó a muchos de ellos y
los cubrió de resina y brea para que sirvieran de antorchas que iluminaran el Circo de Nerón (hoy
la plaza de san Pedro). En esta persecución de Nerón murió crucificado Pedro, el primer Papa, en
el año 64, y en el año 67 Pablo, por decapitación. Otra de las persecuciones del primer siglo contra
los cristianos fue la del emperador Domiciano, en el año 92, en la que murieron muchos y otros
fueron torturados. Por ejemplo, san Juan Evangelista fue metido en una caldera de aceite
hirviendo, pero salió ileso y milagrosamente rejuvenecido. Desterrado a la isla de Patmos, escribió
el Apocalipsis y, según la tradición, escribió en Efeso su Evangelio y las tres epístolas. Murió en
dicha ciudad alrededor del año 101. Tomado de: Catholic.net
PRINCIPALES HEREJIAS DE LOS PRIMEROS SIGLOS DEL CRISTIANISMO Herejía: Herejía.
(Etimológicamente significa elección). Doctrina que la Iglesia considera contraria a la fe católica.
Los elementos que constituyen la herejía son dos: Negación de una verdad revelada por Dios;
negación de la definición del magisterio infalible de la Iglesia. En la historia del cristianismo las
principales herejías han sido las de los gnósticos, maniqueos, montanistas, arrianos, monofisitas,
nestorianos, pelagianos, iconoclastas, valdenses, albigenses, cátaros, husitas, etc.Error en materia
de fe, sostenido con pertinacia. Desde el principio apareció en la Iglesia diferentes enseñanzas
erróneas bajo influencias del judaísmo y del paganismo.

Las más importantes de ellas en los primeros tiempos fueron las de los ebionitas, gnósticos,
maniqueos, antitrinitarios, montanistas, novacianos, arrianos, macedonianos, nestorianos,
eutiquianos, pelagianos y priscilianistas. Los ebionistas declararon que la salvación dependía de la
observancia de la ley judaica, y se dividieron en dos partidos; el de los nazarenos, que era el más
intransigente, y el de los cetrinos, más moderado. Los gnósticos pretendieron tener un lugar de la
fe sencilla un conocimiento más alto (gnosis), y cayeron con esto en errores completamente
paganos acerca de Dios y el mundo, pero ocultándolos con nombres cristianos. Sus secuaces
formaron más bien una secta filosófica que una comunidad eclesiástica. Los maniqueos se
llamaron así por su fundador Manes, que murió en 279, fueron gnósticos persas con una
organización religiosa y un culto secreto, cosas ambas que faltaron a los demás gnósticos. Según
su doctrina hay dos seres eternos, la luz y las tinieblas; en la lucha de ambos principios cayeron
partículas de luz en la eterna materia sin forma, que al mismo tiempo es el asiento del mal, y de la
misma hicieron la creación hoy existente. Según sea el principio que predomine esta mezcla, cada
una de las criaturas es mala o buena, y para biblioteca a esas partículas de luz de la mala materia
que las encierra, ha aparecido Cristo, según algunos, solo con un cuerpo fantástico (docetismo) .
Los maniqueos hacían profesión de una moral severa, representada por los tres sellos, de la boca,
del pecho y de las manos; pero más tarde degeneró su severidad frecuentemente en la más
completa disolución. Los antitrinitarios como enemigos de la Santísima Trinidad, se atuvieron sólo
a la unipersonalidad de Dios y por esto fueron también llamados monárquicos o unitarios. Los
modalistas o patriasianos vieron en las tres divinas personas sólo tres diferentes modos de
manifestación del Dios unipersonal, de modo que según esto sólo el Padre había sufrido en Cristo.
Los sabelianos admitían una Trinidad, que consistía en tres manifestaciones u diferentes
operaciones de una sola Persona divina, la cual después de desarrollarse o dilatarse como de
modo que según esto sólo el Padre había sufrido en Cristo. Los sabelianos admitían una Trinidad,
que consistía en tres manifestaciones u diferentes operaciones de una sola Persona divina, la cual
después de desarrollarse o dilatarse como de modo que según esto sólo el Padre había sufrido en
Cristo. Los sabelianos admitían una Trinidad, que consistía en tres manifestaciones u diferentes
operaciones de una sola Persona divina, la cual después de desarrollarse o dilatarse como
Padre en la legislación, como Hijo en la Encarnación y como Espíritu Santo en la santificación, se
encerraba de nuevo en sí mismo por toda la eternidad, resolviéndose en el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. Los dinámicos, cuyo jefe fue el obispo de Antioquia, Pablo de Samosata, enseñaron
que dentro de Cristo sólo había existido una fuerza divina. En cambio Berylo de Bostra, adoptando
un término medio, sostuvo que Cristo había tenido efectivamente una personalidad propia, pero
solo durante el tiempo de su morada en la tierra. Los montanistas recibieron el nombre de su
fundador Montano, que a mediados del siglo II se presentó como predicador de la fe en compañía
de dos fanáticas, llamadas Maximilla y Prixila. Anunciaban un reinado de mil años de Cristo en la
tierra (chiliasmo), para el cual probablemente los hombres se preparen por una gran moralidad tal
como Dios precisamente la queria anunciar y enseñar por medio de Montano y de sus profetisas.
Preceptos de esta moral, predicada por los montanistas o pepusianos (como también se llamaron
por el lugar que fue su más importante foco en Frigia), eran la prohibición de segundas nupcias, la
práctica de largos y rigurosos ayunos, la negación de los santos sacramentos al que después del
bautismo se produjo un pecado mortal, el deber de no apelar a la fuga para salvarse en tiempo de
persecución, el abstenerse de los espectáculos, negarse al servicio militar y rechazar todo lujo y
adorno en las personas. Estos y otros errores heréticos les atrajeron el anatema de la Iglesia. Los
novacianos, cuyo fundador se opuso en Roma como antipapa al benigno Pontífice Cornelio,
sostuvieron que la Iglesia solo debía formarse de los enteramente puros, y negaron lo mismo que
los montanistas a los pecadores su restitución a la Iglesia. Como estos herejes solían bautizar
nuevamente a los católicos que habían pasado a ellos, los católicos a su vez hicieron lo mismo con
los novacianos convertidos. Trató de disculpar esta conducta San Cipriano, obispo de Cartago,
originándose de aquí una polémica violenta con el Pontífice San Esteban I. El Papa declaró
inadmisible la repetición del bautismo en este caso, por ser también válido el que practicaban los
herejes, cuando se había verificado según la fórmula establecida. Surgió entonces la violenta
polémica sobre esta cuestión que ocurrió cerca de cien años, acerca del “bautismo de los herejes”.
Los donatistas se habían levantado en Cartago (311) contra el obispo Ceciliano nuevamente
elegido, declarándole ilegítimo, porque había sido consagrado por un obispo acusado de Traditor,
es decir un obispo que en el tiempo de la persecución había entregado a los paganos los libros
santos . Sostuvieron que este no podía consagrar válidamente, y en su virtud eligieron para sí otro
obispo, de cuyo sucesor Donato tomó el nombre de la secta. Habiendo acudido los donatistas al
emperador Constantino, éste les envío al Papa San Melaquiades, único juez en la materia. El Papa
resolvió ser la consagración válida hecha por un traditor y que por lo tanto Ceciliano debía ser
reconocido como obispo legítimo. Parte de los donatistas se sometió, y otros a quienes los
católicos llamaron circunceliones y que se dieron a sí propios el nombre de agonistici,

Los arrianos, que recibieron el nombre de su fundador Arrio, presbítero de Alejandría, negaron la
divinidad de Jesucristo. Sostuvo que solo por el nombre, pero no por la naturaleza y la eternidad,
Cristo era Hijo de Dios; que en realidad no era más que una criatura del Padre, el cual por medio
de él había criado después de todas las cosas. Esta doctrina, combatida principalmente por San
Atanasio, arzobispo de Alejandría fue condenada como falsa en el primer concilio ecuménico en
Nicea (325), y en oposición de ella se redactó en un especial artículo de fe la creencia de la Iglesia
en la divinidad de Jesucristo . Una ampliación relativa al dogma definido fue incorporado después
del antiguo símbolo de los Apóstoles, y así nació de ella el de Nicea. A pesar de esta condenación,
el arrianismo se mantuvo casi dos siglos todavía en el imperio romano, y cuando lentamente se iba
ya extinguiendo en él, despertó con nueva vida entre los pueblos germánicos en la época de la
invasión. Por parte de los visigodos arrianos en España, así como por los ostrogodos y longobardos
en Italia, la Iglesia había de sufrir en los siglos V y VI graves daños y sangrientas persecuciones. Los
macedonianos, cuyo jefe fue el arzobispo de Constantinopla Macedonio, negaron, como también
otros neumatomaquios, la divinidad del Espíritu Santo y además su personalidad. En el segundo
concilio ecuménico de Constantinopla (381) esta doctrina fue condenada como falsa, y en cambio
de ella se declaró dogma de fe la creencia católica en la personalidad y divinidad del Espíritu
Santo, introduciendo una ampliación relativa a este punto en el que ahora llamamos simbolo de
niceno-constantinopolitano. Los nestorianos tuvieron por fundador a Nestorio, patriarca de
Constantinopla, el cual había tratado de buscar una reconciliación en la lucha contra el arrianismo,
enseñando que la divinidad había vivido tan solo en el hombre Cristo, como en un templo, y que
por lo tanto María no debería llamarse Madre de Dios, sino Madre de Cristo. Este error fue
combatido principalmente por San Cirilo de Jerusalén y al fin condenado en el tercer concilio
ecuménico de Éfeso. La declaración definitiva de la antigua creencia que afirmaba la unión de las
dos naturalezas de Cristo en una sola persona, no se hizo hasta el año 433 en el concilio de
Calcedonia. El nestorianismo se agudizó principalmente en Caldea o Persia y sus secuaces fueron
llamados por estos cristianos caldeos, subsistiendo todavía en nuestros días esta secta en Oriente.
Los eutiquianos o monofistas tuvieron por fundador a Eutiques, superior o archimandrita de un
convento en Constantinopla, quien combatiendo al nestorianismo, sostuvo que en Cristo la
naturaleza humana había sido totalmente absorbida por la divina, de manera que solo esta última
permaneció en él. Refutó principalmente esta herejía, que se difundió con mucha rapidez, el
patriarca de Constantinopla Flaviano, que fue por esta causa maltratado en el conciliábulo llamado
latrocinio de Éfeso (449). En el cuarto concilio ecuménico de Calcedonia (451) se leyó un escrito
del Papa San León I el Grande, acerca de la Encarnación del Hijo de Dios, que los Padres llenos de
inspiración aclamaron diciendo: “Por boca de León ha hablado Pedro.” En vista de este escrito, el
concilio condenó como falso el eutiquianismo y declaró la doctrina de la perfección de ambas
naturalezas en Cristo y de su unión en una persona como artículo de fe. El emperador Zenón, con
el objetivo de terminar las diferencias entre católicos y eutiquianos, publicó el Henoticon (fórmula
de unión) en 482, pero no consiguió su objeto. Los eutiquianos se sostuvieron principalmente en
Siria donde fueron llamados jacobitas, en Egipto donde se dividieron en coptos y melchitas y
principalmente en Armenia, por lo que

también se llaman cristianos armenios. Muchos de ellos que tomaron el título de Unidos, volvieron
más tarde a la Iglesia Romana. Los pelagianos tuvieron por fundador al monje inglés Pelagio, que
en el año 410 sostuvo la opinión de que no hay pecado original, y que la gracia divina no es
necesaria al hombre para alcanzar la bienaventuranza. Este error fue combatido principalmente
por San Agustín, obispo de Hipona, y condenado en un sínodo africano. “Roma ha hablado; el
asunto está resuelto”, dijo San Agustín, cuando llegó la noticia de que el Papa Inocencio había
confirmado los acuerdos de aquel sínodo. Los semipelagianos, más templados en sus opiniones, si
bien admitían la necesidad de la gracia, sostuvieron que ésta solo se concedió por causa de
méritos previstos. Contra ellos definieron los concilios de Orange y Valencia (530) como artículo de
fe, que la gracia debe preceder a toda obra buena, y que es indispensable para la perseverancia en
el bien. Los priscilianistas aparecieron por el año de 380 en España y la Galia. Su jefe Prisciliano,
natural de Galicia, hombre de ingenio y elocuencia y desde su juventud dado a la magia, había
caído en le gnosticismo, que difundió en España el egipcio Marco. Introdujo en las doctrinas de
estas variaciones sustanciales y atrajo gran número de prosélitos. Negaba la Trinidad y la divinidad
de Jesucristo, afirmaba la existencia de dos principios y que el hombre está sujeto al influjo de las
estrellas. Aparentando una moral muy severa, los priscilianistas se entregaban ocultamente a las
más horribles torpezas, que encubrían obligando a sus adeptos a guardar inviolable secreto.
Denunciada la secta por Higinio, obispo de Córdoba, que luego tuvo la desgracia de caer en ella,
los prelados Idacio de Mérida e Itaciode Ossonoba acudieron contra los herejes al emperador
Graciano y, muerto éste, al usurpador Máximo que condenó a Prisciliano y sus cómplices a la pena
capital, a pesar de los encarecidos ruegos de San Martín de Tours y del Papa Silicio (384-398). El
priscilianismo continuó todavía dos siglos como sociedad secreta. a pesar de los encarecidos
ruegos de San Martín de Tours y del Papa Silicio (384-398). El priscilianismo continuó todavía dos
siglos como sociedad secreta. a pesar de los encarecidos ruegos de San Martín de Tours y del Papa
Silicio (384-398). El priscilianismo continuó todavía dos siglos como sociedad secreta.

También podría gustarte