Regimen Presidencialista y Parlamentista
Regimen Presidencialista y Parlamentista
Regimen Presidencialista y Parlamentista
DERECHO CONSTITUCIONAL
PRESENTADO por:
NAQUICHE AREVALO, Anthony Alexis
CHECCA YANQUE, Eddy Raul
CACERES IBAÑEZ, Miguel Angel
CASTILLO CRUZADO, Delfina
La gran diferencia está en que en el parlamentarismo el Poder Ejecutivo se integra por un presidente o
un monarca, jefe de Estado, con limitados poderes, y un gobierno designado por el Parlamento, al que
en cualquier momento puede censurar. En el presidencialismo, en cambio, el jefe de Estado y de
gobierno coincide en la misma persona, no son objeto de censura parlamentaria y el Poder Legislativo se
limita al ámbito de la elaboración de leyes.
EL SISTEMA PRESIDENCIALISTA: DEFINICIÓN
La Real Academia de la Lengua Española 1 define al Presidencialismo como un sistema de organización
política en que el Presidente de la República es también Jefe del Gobierno, sin depender de la confianza
de las Cámaras.
El sistema presidencial debe sus orígenes al arquetipo de las monarquías absolutas de Europa, sobre
todo la de Francia, en las cuales la autoridad ejecutiva residía en la corona, no en las asambleas
representativas de los estamentos, como ocurría en el caso del Parlamento de Inglaterra.
1
REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española. Vigésima Edición,
Madrid, 1984, tomo II, p. 1100.
2
Término enciclopedia: sistema parlamentario y sistema presidencialista (2005-2016) en Enciclopedia de
Puerto Rico
César Valega García señala como rasgos precisos de los regímenes Parlamentario y Presidencial, los
siguientes3:
Régimen Parlamentario
El Reino tiene dos cabezas. La del Estado es el Rey y la del Gobierno, el Primer Ministro.
La Cámara inviste al Primer Ministro y a su Gabinete y los sostiene con su respaldo político.
La negativa a la confianza (ante una cuestión de confianza planteada por el Primer Ministro) y el
voto de censura (por iniciativa parlamentaria) al Gabinete Ministerial implica su dimisión
El Primer Ministro puede solicitar al Jefe de Estado, quien así lo acuerda, la disolución de la
Cámara de los Comunes para provocar una nueva elección parlamentaria. Ésta se entendía
clásicamente como una vía para solucionar las diferencias irreconciliables entre Gobierno y
mayoría parlamentaria.
Régimen Presidencial
Los miembros del Parlamento no pueden formar parte del Poder Ejecutivo, ni a la inversa.
3
VALEGA GARCÍA, César. La Responsabilidad Política del Gobierno. En: Comisión Andina de Juristas. La
Constitución de 1993. Análisis y Comentarios. Lecturas sobre Temas Constitucionales, número 10, Lima,
1994, pp. 194 a 196.
ASPECTOS AFINES AL PRESIDENCIALISMO Y AL PARLAMENTARISMO
Por otra parte, César Delgado Guembes 4 destaca los aspectos principales en los que nuestro régimen es
afín al Presidencialismo y al Parlamentarismo:
Legitimidad del gobierno El parlamento es la única El pueblo elige al presidente al que la constitución
institución legitimada otorga poderes considerables e individuales. Tiene
4
DELGADO GUEMBES, César. La Investidura: ¿Confianza en la Política del Gobierno o en el Presidente de
la República? En: Desafíos Constitucionales Contemporáneos. César Landa y Julio Faúndez Editores.
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1996, pp. 86 a 88.
Característica Sistema Parlamentario Sistema Presidencialista
Poder ejecutivo Es miembro del congreso, por El presidente es elegido por un periodo de tiempo
tanto está obligado a determinado y fuera de los cauces normales la
interactuar con los otros sucesión es complicada. Conduce a la personalización
legisladores. Su sucesión es del poder. No existe un rey que oficie de mediador, ni
más flexible y se puede representante de la república. El presidente elige a
negociar entre los sus ministros y losa expulsa cuando no los necesita.
parlamentarios. El primer Puede movilizar al pueblo contra el legislativo y la
ministro es inestable y está oligarquía.
sujeto a cambios. El primer
ministro puede ser cambiado si
ha perdido el control de su
partido o si se ve involucrado
en un escándalo.
Competencia política El primer ministro es elegido El presidente es elegido directamente por el pueblo.
por sus pares parlamentarios. Puede darse un ganador únicamente
Puede producir una mayoría
absoluta pero da
representación a otros
partidos. Esta situación hace
necesario negociar y compartir
el poder. Los partidos no
pierden la expectativa de
Característica Sistema Parlamentario Sistema Presidencialista
EL PRESIDENCIALISMO LATINOAMERICANO
Las Repúblicas Latinoamericanas copiaron la institución de la Presidencia, de la Constitución de los
Estados Unidos de América. Los autores de ésta tuvieron el propósito de crear un Presidente fuerte para
dar la necesaria energía de acción a una Nación que se hallaba formándose y que era prácticamente un
continente. Latinoamérica ideó la figura del Presidente de la República elegido por el pueblo, con
poderes propios y con atribuciones esenciales, pero también con limitaciones constitucionales.
Destaca Pareja Paz Soldán 5 , que todos los países latinoamericanos son Presidencialistas. Así, nos
recuerda las palabras de Andrés Siegfred, quien señala que el continente americano ha inventado la
figura del Presidente. Y es que la institución presidencial –continúa Pareja-, con facultades propias y
extensas de gobierno efectivo, se alimenta en nuestros países en una fortísima tradición y en hábitos
populares incoercibles.
Dentro de este orden de ideas, afirma Manuel Vicente Villarán 6 , el pueblo ve en el Presidente un
indispensable contrapeso, no sólo de la ligereza y falta de meditación de sus parlamentarios, sino de la
tendencia de éstos a ceder ante la indebida presión de los intereses locales o privados. Asimismo –acota
Villarán-, las características del Presidencialismo Latinoamericano, responden a un estado económico y
social que impone sus leyes inflexibles a la evolución política.
Dentro de este orden de ideas, afirma Manuel Vicente Villarán 7 , el pueblo ve en el Presidente un
indispensable contrapeso, no sólo de la ligereza y falta de meditación de sus parlamentarios, sino de la
tendencia de éstos a ceder ante la indebida presión de los intereses locales o privados. Asimismo –acota
Villarán-, las características del Presidencialismo Latinoamericano, responden a un estado económico y
social que impone sus leyes inflexibles a la evolución política.
5
PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucional Peruano y la Constitución de 1979. Tercera Edición,
Ediciones Justo Valenzuela, Lima, 1984, p. 194.
6
Citado por PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Op. cit., p. 195.
7
Citado por PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Op. cit., p. 195.
Los primigenios sistemas Presidenciales de America Latina, se inspiraron claramente en Estados Unidos
de America, con un presidente fuerte controlado por los integrantes del Congreso, se expresa que entre
los años de independencia de la corona española todos los países de América Latina pasaron similares
acontecimientos, el Perú entre 1821 hasta su sólida consolidación, con un régimen presidencial avalado
en la constitución (1828), no encontró otras influencias que impactaran tanto, y se pudieran adaptar a
nuestra realidad, porque la población deseaba un gobierno diferente a las monarquías autoritarias, los
sistemas dominantes de la época eran el Sistema Presidencial y el Parlamentario el régimen
parlamentario era conocido en el ámbito académico y se veía muy poco por su existencia solo en Europa
(Inglaterra, Francia).
No podemos dejar de mencionar que los elementos parlamentarios introducidos a nuestro régimen
fueron una suerte de evolución proteccionista del autoritarismo del Jefe de Estado hacia la población, ya
que el sistema presidencial no se originó como lo conocemos hoy en día. Recalcamos este tema porque
nuestra realidad desde la independencia, estuvo cubierta por tendencias de política caudillista y
militaristas, dirigentes que vieron la oportunidad para envestirse como Jefes de Estado, es evidente que
la autoridad con la que se les envistió fue causa para hacer uso indebido de estos poderes, lo que
sobrellevo a incorporar elementos del parlamentarismo como frenos y contrapesos a esta autoridad y
amordazar estas potestades que fueron mal usadas autoritariamente.
Por lo que mencionaremos los principales elementos de nuestros sistemas presidenciales recogidos en
la doctrina y constitución:
El “Premier” y el Gabinete.
Como vemos nuestro modelo de régimen político es un presidencialismo atenuado, al iniciar lectura de
la constitución sobre los artículos pertinentes sobre el Poder Ejecutivo, hallamos que el texto es
meramente presidencial, a pesar de que el gabinete ministerial sea parte de este, es mencionado mucho
después, dando inicio el capítulo Sobre el Poder Ejecutivo y sus atribuciones encontraremos que el
Presidente de la República es el Jefe del Estado y Gobierno (Art. 110), así señalamos las principales
características, atribuciones, funciones de este sistema:
Traición a la Patria.
Por impedir las elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales o municipales.
Por disolver el Congreso, salvo en los casos previstos en el artículo 1342 de la Constitución.
(Bajo estado de sitio, el Congreso no puede ser disuelto)
Por impedir reunión o funcionamiento, del Jurado Nacional de Elecciones y otros organismos
del sistema electoral.
Siendo estas las atribuciones reconocidas en la constitución, propias del presidente de estado
advertimos que el Artículo 118 de la constitución de 1993 es donde encontraremos las principales
atribuciones constitucionales actualmente existen otras atribuciones administrativas que se consideran
práctica parlamentaria pero que no son de mayor implicancia, para el presente análisis. Veremos que
son 24 incisos del Art. 118 que engloban las atribuciones del presidente: 1. Cumplir y hacer cumplir la
Constitución y los tratados, leyes y demás disposiciones legales, 2. Representar al Estado, dentro y fuera
de la República. 3. Dirigir la política general del Gobierno (…) 24. Ejercer las demás funciones de
gobierno y administración que la Constitución y las leyes le encomiendan.
Por lo que debemos igualmente mencionar las atribuciones actuales del Consejo de Ministros que está
encargada de la dirección y la gestión de los servicios públicos, (ministros por cada cartera). Siendo la
principal característica de este sistema presidencial peruano, la refrendación Ministerial, porque se
convierten en actos nulos los realizados por el Presidente de la República que carecen de esta
refrendación ministerial, las otras atribuciones del consejo ministerial y del presidente del consejo
ministerial “Premier”, las podemos desglosar, en: a). Ser, después del Presidente de la República, el
portavoz autorizado del gobierno. b). Coordinar las funciones de los demás ministros. c). Refrendar los
decretos legislativos, los decretos de urgencia y los demás decretos y resoluciones que se ñalan la
Constitución y la ley.
La constitución de 1993 prevé la forma de nombramiento de los ministros, iniciando por la selección del
Presidente del consejo ministerial, el artículo 122 menciona que el Presidente de la República (jefe de
estado y de gobierno) nombra y remueve al Presidente del Consejo, así mismo en coordinación y
acuerdo con el presidente de este consejo, nombra y remueve a los demás ministros, apreciamos que la
primera etapa es el nombramiento del Primer Ministro, presidente del consejo o mal llamado “Premier”
con el cual se coordinara las demás carteras, para la integración total de lo que será el gabinete, para
llevar a cabo las acciones conjuntas de gobierno con el Jefe de Estado.
Menciona el Dr. Manuel Villarán, que esta institución también ha sido transplantada, directamente de
Europa. En los Estados Unidos no existe ante la ley el Gabinete o Consejo de Ministros. Hay solamente
jefe o Secretarios de los departamentos ejecutivos. El lenguaje usual los designa colectivamente con el
nombre de Gabinete y el Presidente los reúne delibera con ellos, pero forman parte tan solo un cuerpo
consultivo creado por la costumbre8. A diferencia del maestro Villarán creemos no solo es una suerte de
Costumbre de Gobierno (Presidente) el que se designe e incorpore a los ministros es una forma
jurídicamente adaptada a nuestro régimen presidencial, necesaria para la toma de decisiones, porque el
Jefe de estado no debe de realizar actividad de gobierno, sin un acuerdo previo con los ministros que
tienen la Especialidad practica u académica de cada Ramo Ministerial.
Por ende distinguiendo la importancia y relevancia de estos cargos ministeriales, porque cada ministro
es un sujeto heterogéneo al Consejo de Ministros en conjunto, consideramos que la actual forma de
nombramiento y remoción del cargo es la más práctica e idónea y debe mantenerse, porque el Consejo
de Ministros es el primordial órgano de apoyo de gobierno, de entera confianza del Presidente, y se
debe mantener esta potestad Presidencial de nombrarlos o removerlos.
8
Villarán, Manuel Vicente. Posición constitucional de los Ministros en el Perú. Cultural Cuzco, Lima. 1994
p.39
A lo anterior es totalmente valido preguntarnos ¿los ministros, son ministros de gobierno, estado o
ministros del presidente?, Como mencionamos son el apoyo nuclear del Jefe de Gobierno y estado,
siendo la tarea fundamental coadyuvar al gobierno del Presidente de la Republica, llegamos a la
conclusión que son Ministros de representación político del Presidente.
Porque el Primer Ministro y Gabinete, en nuestro actual sistema presidencial, acorde a la coyuntura
política social, se convirtió más que una figura política, en el principal representante para las
negociaciones cuando existen conflictos sociales y al desenlace de estos conflictos, la mejor solución es
cambiar de “parachoques” un nuevo Ministro, para nuevos hechos. Siendo muchas veces la presión
política o mediática las que ayudan a realizar la toma de decisiones de cambio de Gabinete integro o
algunos Ministros, Si no mantendríamos la actual forma de Nombramiento se pasaría a un encarnizado
debate de quien sería el mejor postor y selección por parte del Legislativo u otro órgano, lo cual va
menoscabando la configuración de sistema Presidencial con que contamos.
Para iniciar el análisis debemos meditar que el Presidente de la Republica no es responsable político por
sus acciones u disposiciones, la responsabilidad se traslada a la esfera del gabinete ministerial a través
de los Ministros en quienes recae, esta figura esta intrínsecamente relacionada con el Juicio Político, y el
ejercicio de función, ya que de transferir la responsabilidad política al jefe de estado y Gobierno se
modificaría también la figura jurídica del Juicio político.
Ahora bien si no es responsable, vemos que se encuentra protegido por la inmunidad cuyos
antecedentes más cercanos al texto actual serían los de la constitución de 19796, la Constitución de
1993, en el artículo 117, encontramos la excepción a la inmunidad presidencial de la cual goza: “El
Presidente de la República sólo puede ser acusado, durante su período, por traición a la Patria; por
impedir las elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales o municipales; por disolver el
Congreso, salvo en los casos previstos en el artículo 134 de la Constitución, y por impedir su reunión o
funcionamiento, o los del Jurado Nacional de Elecciones y otros organismos del sistema electoral”.
La incorporación de ese año se encontró en la integración en el término “otros organismos del sistema
electoral, y descartando el ejercicio del Tribunal Constitucional”, como vemos el presidente de la
republica ostenta inmunidad según el artículo 110 de la Constitución siendo la excepción los
mencionados en el párrafo anterior.
Por lo referente a la responsabilidad penal tanto del presidente como de los altos funcionarios
afirmamos que no amerita una modificación, y por el contrario se debe continuar con el carácter de
responsabilidad penal tanto para estos altos funcionarios y ciudadanos en general, ya que el derecho
penal tipifica estos delitos que son juzgados acorde a la materia, la acusación cometida por un delito
común amerita la consecuencia del desafuero del funcionario y un proceso judicial en el órgano
jurisdiccional competente.
La responsabilidad constitucional transporta a una acusación por infracción constitucional, y por todo
delito que se cometa en el ejercicio de sus funciones del Presidente de la república y altos funcionarios,
se relaciona con que está referida a la protección que alcanza a los delitos en el ejercicio de las
funciones y se sigue el procedimiento de acusación constitucional7. La acusación constitucional suele ser
entendida como el proceso de juicio político, en nuestro parlamento, como su nombre lo indica se juzga
cuestiones de carácter político terminando estas en una sanción de índole político, destitución o
inhabilitación cuando se resuelve los temas mencionados párrafo anterior.
Recordemos que no existe una tipificación de los que es considerado infracción constitucional, pero esto
no agrava que el Tribunal Constitucional se haya pronunciado respecto al tema mencionando que
después de realizar el juicio político por responsabilidad constitucional, encontrando dicha
responsabilidad se procede a la destitución o inhabilitación del alto funcionario.
Lo cual hace ver que la falencia que existe respecto a la acusación constitucional por transgresión
directa a los derechos fundamentales o por incumplimiento de la leyes que rigen y son de cumplimiento
de todos, se encuentran enmarcadas con la posible sanción, por lo que su tratamiento constitucional no
amerita una nueva modificación, solo un adecuado funcionamiento dentro del parlamento, quiero decir
que la infracción constitucional no debe ser establecida como un caso de ejercicio de función o
responsabilidad penal, donde si existe un sanción administrativa de destitución o inhabilitación, no
encontramos justiciada una sanción para la responsabilidad política que pueda emanar de la infracción a
la constitución ya que existen mecanismo propios para su resolución si estas infracciones transgreden la
norma constitucional.
Ahora el hecho de buscar mayores causales de responsabilidad por la coyuntura en que se vive es
incrementar las causales de responsabilidad para poder llevarlo al ámbito de una sanción de destitución
o inhabilitación y de ese modo buscar la vacancia del cargo por actividades no tan parametradas y
apoyadas en su inmunidad, con lo que creemos que debería de ampliarse las causales de
responsabilidad del presidente de la república.
La figura jurídica del antejuicio o juicio político, creeríamos que fue importada conjuntamente con el
sistema presidencial estadounidense, pero remontándonos a los orígenes como lo menciona el Dr.
Domingo García Belaúnde, vemos que la figura aparece por 1376 en Inglaterra bajo el reinado de
Eduardo III, se estableció, por vez primera, lo que hasta ahora se conoce como impeachment, que tiene
que ver con acusar o impedir algo a alguien. Por tanto, el impeachment se utilizó desde entonces como
una acusación que se hacía a alguien, normalmente, un funcionario de alto nivel.
Es con esas características, como se importa a nuestras esferas jurídicas latinoamericanas, en Perú
algunos doctrinarios y el Tribunal Constitucional sostienen que el juicio político y el antejuicio, son dos
instituciones diferentes, esto en merito a la interpretación que realiza el Tribunal en el Exp. 006-2003-
AI/TC (01-12-2003), sobre esta figura por que la constitución no contempla esta diferencia, afirmamos
que esta sentencia no trato de establecer conceptos pulcros de esta instituciones si no integro la
interpretación por las falencias y vacíos constitucionales respecto al tema de juicio político, las
diferencias básicas que establece esta sentencia es que el antejuicio se enmarca en el ámbito del Art.99.
Que se base en la aprobación o no de una acusación con carácter judicial (penal) y el juicio político son
las faltas constitucionales o infracciones que terminan con la sanción de destitución o inhabilitación del
cargo encomendado.
Estas son las diferencias básicas que los doctrinarios y el tribunal constitucional señalan para poder
dilucidad las esferas jurídicas y procedimiento de ambas, concordamos con el Tribunal respecto a esta
diferenciación, mas no con la permisible tipificación de las infracciones constitucionales y potenciales
sanciones por actividades con perfil político.
Queda claro que la conveniencia de una tratativa constitucional es adecuada por la calidad de altos
funcionarios de la república, y de ser el caso de cometer delitos comunes la materia correspondiente
(penal), es la encargada de juzgarlos, lo propio está establecido en el reglamento del congreso donde se
detalla el proceso de juicio político en al artículo 89 del congreso. (Por su extensión solo hacemos
referencia del mismo).
Con la sentencia integrativa del Tribunal Constitucional, sobre el tema de juicio político, distinguimos
que se llenan los vacíos y ambigüedades tanto de la incapacidad moral, como del propio antejuicio y
juicio político, por ende la tratativa actual de realizar juicio políticos antes de ir a la vía ordinaria es la
más adecuada, para no incurrir en acusaciones insidiosas que desgasten la actividad política, y
desvirtúen la inmunidad parlamentaria y presidencial de los altos funcionarios, así mismo es una
garantía procesal de naturaleza político constitucional para estos funcionarios de no ser víctimas de
vulneraciones atropellos políticos como se dio por los regímenes autoritarios.
Voto de confianza del Congreso hacia el Presidente del Consejo y gabinete de ministros al inicio de su
gestión.
Como antecedente de la cuestión de confianza por iniciativa ministerial, distinguimos que se encuentra
entre nosotros desde la constitución de 1933, la carta de 1993, también la contempla, en su artículo
1329; pero ahora, además, la constitución obliga al Presidente del consejo a plantearla al momento de
concurrir al congreso, en compañía de todo el gabinete, a exponer la política general el gobierno dentro
de los treinta días de haber asumido sus funciones 9.
9
Díaz Munoz, Oscar. La moción de censura en el Perú. ARA. Lima. 1997. p. 266
Alternamos que la exigencia del voto de confianza es un contrapeso a la autoridad del presidente pero
también una fórmula de disolver el congreso como se estipula en el Art. 134. “El Presidente de la
República está facultado para disolver el Congreso si éste ha censurado o negado su confianza a dos
Consejos de Ministros”, como vemos es una figura de equilibrios para poder realizar las actividades
legislativas y de gobierno.
Los fundamentos y el propósito que defendemos de conservar la cuestión de confianza radican en que el
Consejo de Ministros pueda sustentar ante el Congreso la política de gobierno que será el derrotero de
las acciones del gobierno, y de esta forma se obtenga la confianza (aprobación) para poder gobernar. Se
atribuye esta facultad al Congreso en entereza a la idoneidad constitucional con que se enviste a los
parlamentarios, para ser parte del proceso y así constituir y controlar al gobierno de turno.
Este artículo establece el deber del Consejo de Ministros de asistir al Congreso al inicio de su gestión y
en el plazo señalado para exponer y debatir la política general del gobierno. El Consejo de Ministros
como hemos visto en las páginas anteriores es uno de los elementos esenciales del Poder Ejecutivo y
esta parte del artículo no hace sino ratificarlo. El Presidente del Consejo y los ministros presentan al
Congreso los grandes lineamientos de la política nacional que se inicia con su gestión11. Por lo que no
debiera existir mayores controversias en cuanto a la aprobación y proveer de confianza al nuevo
gabinete.
Finalizamos con que esta tratativa, es una forma de consolidar la figura de nuestro sistema presidencial
hibrido o atenuado, donde existen figuras como el voto de confianza o la misma interpelación, queda
claro que el voto de confianza se base en la coordinación y aprobación a las políticas de gobierno del
ejecutivo, así mismo el Reglamento del Congreso establece sobre la presentación del Gabinete: artículo
82, Dentro de los treinta días naturales de haber asumido sus funciones el Presidente del Consejo de
Ministros debe concurrir ante el Pleno del Congreso reunido en período de sesiones ordinario o
extraordinario acompañado de los demás ministros para:
Estas cuestiones de debate son de beneficio para adoptar las medidas más adecuadas de gobierno, si
bien es cierto la oposición política en el congreso podría incurrir en un abuso cuando el ejecutivo no
posee mayoría, o pasar a la mera formalidad cundo se trate de lo contrario y el presidente cuente con
mayoría. Visiblemente esta figura es la balanza, porque de la negativa de confianza a dos Consejos, la
disolución del congreso se hace inminente. Establecidas estas situaciones nos volcamos a las últimas
décadas de gobierno, donde conocemos que el Perú fue gobernado con un Presidente con minoría
parlamentaria, y negociando, formando alianzas políticas, para poder ejercer el gobierno de manera
continua, siendo este el claro ejemplo que la cuestión de confianza es para aprobar las actividades
políticas de gobierno que será el derrotero de todo el estado, por lo que la cuestión de confianza por los
fundamentos expuestos debe conservarse en su forma constitucional actual.
El SISTEMA SEMIPRESIDENCIAL
También llamado sistema mixto o compuesto, hibrido o semipresidencial.
Esta modalidad alude a un régimen donde se produce una fusión o yuxtaposición de instituciones
provenientes del gobierno parlamentario y el gobierno presidencial. Se trata de un modelo original en la
medida que no es presidencial ni parlamentario, sino expresión de una conjunción binaria de ambas
modalidades de gobierno.
Maurice Duverger [ob. cit.] ha denominado esta modalidad como “gobierno semipresidencial”; y expone
que este modelo reúne dos elementos: “Un presidente de la República elegido por sufragio universal y
dotado con notables poderes propios; y un primer ministro y un Gobierno responsable ante el
Parlamento”.
Desde que, en 1970, Maurice Duverger construyera una primera definición académica de régimen
semipresidencial10, se ha aceptado ampliamente que este tipo de sistema se caracteriza por instaurar un
poder ejecutivo dual. De tal manera que el gobierno quedaría constituido por un presidente, cuyos
poderes conferidos son de una importancia mayor que los meramente simbólicos, y por un primer
ministro cuya existencia política queda sometida a la confianza del parlamento. Podemos afirmar que en
este punto radica la esencia de todo régimen semipresidencial, ya que la doctrina no encuentra aquí
divergencias. Sin embargo, la falta de consenso entre los autores comienza a ser patente si nos
detenemos en aspectos tales como: la elección presidencial directa o indirecta; los países considerados
semipresidenciales; el nivel de competencias atribuidas al presidente; o las distintas formas de clasificar
los diferentes tipos de regímenes. Esta variedad de aproximaciones doctrinales nos enseña que el
semipresidencialismo adquiere en cierta medida una apreciable ambigüedad de su marco teórico.
Este modelo se caracteriza al establecer una estructura ejecutiva de autoridad dual en donde existe un
poder compartido entre el presidente de la República y un primer ministro. El primero en su condición
de jefe de Estado y el segundo en su condición de jefe de Gobierno.
En este modelo aparecen refundidos aspectos sustanciales del gobierno parlamentarista y del
presidencialista, a saber:
10
DUVERGER, M.: Instituciones políticas y derecho constitucional. Paris PUF, 1970.
11
ROSE, R.: "Présidents et Premiers ministres: élements de comparaison", Pouvoirs, nº 41/1987, p. 20.
Un Ejecutivo bicéfalo, donde aparecen repartidas las funciones de la jefatura de Estado
y la jefatura de Gobierno.
A raíz de las opiniones vertidas en torno a los alcances y contenido de la Constitución francesa,
se reconoció el surgimiento de un nuevo modelo gubernamental. Debido a ello, sectores de la
doctrina han “reinterpretado” las antiguas constituciones de Finlandia (1919), Austria (1920) e
Irlanda (1944), considerándose actualmente que los gobiernos de dichos estados son
expresiones de este modelo.
Cabe señalar que la Constitución francesa de 1958 –a partir de la cual nace esta nueva forma de
gobierno– surge de las cenizas de la IV República (1946-1958). Así, Francia sufrió una
preocupante inestabilidad política que derivó en el establecimiento de veinte gobiernos
durante dicho período (es decir, casi dos gobiernos por año).
En 1954, la situación política se agravó por la sublevación armada llevada a cabo por los
“Fellaghas”, guerrilleros del Frente de Liberación Nacional de la –en ese entonces– colonia de
Argelia. Un año más tarde, los argelinos en armas lograron constituir un gobierno provisional
independentista.
En 1958, la crisis política y la inminente derrota militar dividieron al pueblo francés, hasta el
extremo de insinuarse una guerra civil o un golpe de Estado. En ese contexto, el presidente de
la República, Rene Cotry, convocó “al más ilustre de los franceses”, el general Charles de Gaulle
(1890-1970), quien libró a su pueblo del golpe de Estado y reencauzó la vida nacional mediante
la dación de una nueva Constitución en 1958.
La Constitución inspirada por De Gaulle corrigió los vicios estructurales que provenían de la
Constitución de 1946, dotándose al Presidente de la República de un origen y funciones
cualitativamente significativas y distintas.
En este sistema, la disolución del Parlamento es un arma en manos del presidente porque se
busca que éste disponga, en la medida de lo posible, de una mayoría parlamentaria afín. El
presidente disuelve el Parlamento con base en cálculos políticos, de acuerdo con los cuales esta
acción no se puede instrumentar en cualquier momento ni bajo cualquier circunstancia. En
otras palabras, aunque no hay límites ni condiciones para disolver el Parlamento, sólo se hace
cuando hay circunstancias políticas para conducir a una mayoría propia al Parlamento o
cuando, aunque esto no se logre, se trata de disminuir costos políticos a mediano plazo.
La elección del presidente de la República implica que este cuenta con una legitimidad jurídico-
política similar a la del Parlamento, y que es mayor que la que corresponde al Consejo de
Ministros. André Hauriou [ob. cit.] destaca que, en el seno del Ejecutivo, el presidente se
encuentre “en una posición de superioridad respecto al primer ministro, de manera clara y
evidente”.
Los actos que implican el ejercicio de las atribuciones personales y autónomas del presidente se
caracterizan por no necesitar refrendo ministerial para alcanzar eficacia (en casos como el de la
Constitución finlandesa, el refrendo tiene un mero carácter de trámite o formal, pues solo
puede ser negado por causales de ilegalidad).
12
Giovanni Sartori, Ingeniería constitucional comparada, op. cit., pp. 136 y 149.
Debe advertirse que en la Constitución francesa (1958), el presidente de la República ejerce,
incluso, una suerte de dictadura temporal en casos de serio peligro para el funcionamiento
normal de las instituciones gubernamentales u otras graves amenazas para la vida estatal.
Por otro lado, el presidente de la República asume las tareas de carácter representativo y se
encuentra exonerado de cualquier tipo de responsabilidad política por el ejercicio de sus
atribuciones, sean estas personales o compartidas.
El primer ministro puede ser obligado a dimitir únicamente por la acción política del
Parlamento. Este puede tener una estructura unicameral o bicameral, y sus funciones básicas
radican en sus facultades legislativas y en la de ejercer control político sobre el Consejo de
Ministros.
Nuestro país con sus propios matices se encuentra adscrito a dicho modelo.
En ese sentido, se conjugaron, de un lado, la idiosincrasia y la cultura política, y del otro, las
experiencias histórico-políticas y la aspiración de mejores formas de interrelación orgánica.
Dentro de ese contexto se ha establecido un tipo de régimen que, nacido de las canteras
del presidencialismo americano, ha ido insertando –por razones de mayor control político
sobre la actividad gubernamental y de búsqueda de mayor entendimiento entre Ejecutivo
y Legislativo– un conjunto de instituciones propias del parlamentarismo europeo.
00006-2018-PI/TC
ARGUMENTOS:
Sostienen que la Resolución Legislativa 007-2017-2018-CR contraviene los artículos 43, 103, 105, 132,
133 y 134 de la Constitución, así como las sentencias del Tribunal Constitucional, al incurrir en vicios de
forma que vulneran el • procedimiento legislativo en los términos expuestos en los artículos 103 y 105
de la Constitución, pues el Proyecto de Resolución Legislativa 2084/2017-CR, que dio origen a la
resolución cuestionada, carece de los fundamentos legales o políticos que justifiquen la modificación de
los alcances de la denominada crisis total del gabinete prevista en el artículo 133 de la Constitución.
40. Con respecto a las denominadas "cuestiones de fondo", referidas a la presente causa, debo precisar
que los principios de identidad de nuestra forma de gobierno, contenidos en el fundamento 56 del
proyecto, solo pueden ser debidamente entendidos con base en nuestro modelo constitucionalmente
establecido.
En este orden de ideas, es necesario hacer algunas precisiones necesarias en relación con la forma de
gobierno adoptada en nuestra Constitución. A saber, conforme a los modelos "clásicos" formulados
idealmente, suele distinguirse entre un modelo parlamentarista y otro presidencialista.
42. En el caso del régimen presidencialista, este se caracteriza básicamente porque hay un jefe de
Gobierno, denominado por lo general Presidente, que proviene de una elección popular, hace
simultáneamente las veces de jefe de Estado, y no es nombrado ni removido discrecionalmente por el
Congreso.
43. En el caso del régimen parlamentario, por el contrario, tenemos que el jefe de gobierno es elegido
por el Parlamento, que lo puede remover discrecionalmente, y por lo general la jefatura del Estado
recae en un órgano distinto al jefe de Gobierno (que puede ser un monarca constitucional o un
Presidente, por ejemplo).
45 En efecto, nuestra Constitución al regular nuestra forma de gobierno recoge diferentes instituciones
que permiten distinguirla de los modelos ideales o clásicos presidencialistas o parlamentaristas. Frente a
ello, la doctrina se ha referido a nuestro régimen o forma de gobierno de diferentes modos. Por
ejemplo, al nuestro se le ha llamado régimen "semipresidencial", en el sentido de que no es uno en
estricto presidencialista, pues se incorpora, como ya fue indicado, mecanismos de control y límites
propios del régimen parlamentarista. Allí se parte de un error conceptual, pues el
semipresindencialismo parte de una estructura propia del régimen parlamentario, a la cual se le
incorporan elementos del régimen presidencial. También se ha considerado que el nuestro puede
calificarse más bien de un régimen "hiperpresidencialista", en atención a los descomedidos poderes con
los que aparentemente cuenta el Presidente, en especial cuando tiene mayoría oficialista en el
Congreso, así como en atención a nuestras experiencias de caudillismo y autoritarismo. Adicionalmente,
se ha hecho uso también de loscalificativos "mixto" o "híbrido" con lo cual, si bien se da cuenta de sobre
la dificultad para encasillar nuestra forma de gobierno en alguno de los modelos clásicos, se elude
finalmente la cuestión de definir o calificarla en atención a sus propios contornos y especificidades.
46. En cualquier caso, lo cierto es que nuestro modelo de gobierno y sus matices, propios de lo que se
ha llamado "presidencialismo latinoamericano", se da hoy en base a la propia Constitución vigente y,
por ende, únicamente es con base en el referido parámetro constitucional dentro del cual esta sentencia
podría desarrollarse sus contenidos y alcances. En el mismo sentido, solo podría ser a partir de lo que
nuestra norma Fundamental ha establecido que a nivel legislativo se podría regular, tanto lo
concerniente a nuestro sistema de gobierno, como a las competencias y funciones de los poderes
públicos y los órganos constitucionales autónomos, así como a las relaciones entre estas instituciones u
órganos.
47. En este orden de ideas, adicionalmente, es claro que cualquier deseo o intención de modificar o
incidir en el modelo de gobierno adoptado constitucionalmente requeriría de una reforma
constitucional.
48. De hecho, la separación de poderes es un rasgo identitario, no solo de nuestra actual Constitución,
sino del constitucionalismo en general. En dicho sentido, este mismo Tribunal Constitucional (STC Exp.
n.° 0023-2003-AI, f. j. 4) ha recordado por ejemplo cómo, en la emblemática obra El espíritu de las
Leyes, Montesquieu sostuvo que: "No hay libertad si el poder de juzgar no está bien deslindado del
poder legislativo y del poder ejecutivo. Si no está separado del poder legislativo, se podría disponer
arbitrariamente de la libertad y vida de los ciudadanos; como que el juez sería el legislador. Si no está
separado del poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor. Todo se habría perdido si el
mismo hombre, la misma corporación de próceres, la misma asamblea del pueblo ejerciera los tres
poderes. El de dictar las leyes; el de ejecutar las resoluciones judiciales y el de juzgar los delitos o pleitos
entre particulares".
49. Y en este mismo sentido es que se ha entendido como un contenido mínimo, el cual hace
reconocible al constitucionalismo desde el siglo XVIII, lo dispuesto en su momento en el artículo 16 de la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en Francia el año 1789: "Toda sociedad en la
cual no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la separación de los poderes, carece
de Constitución"
50. Con base precisamente a este rasgo de identidad de nuestro constitucionalismo el Tribunal ha
expresado de manera categórica que lo concerniente a la "separación de poderes" (e incluso al "régimen
político") constituye un límite para la reforma ordinaria de la Constitución, esto es, forma parte de una
especie de "núcleo duro", el cual comprende a los "principios y presupuestos básicos de la organización
política, económica y social" de nuestra Carta Fundamental, y por ende dicho ámbito no puede ser
objeto de una reforma constitucional apelando únicamente a las competencias de reforma con las que
cuenta el Congreso —un poder constituido—, sino que dicho cambio expresión de una "reforma total"
de la Constitución, que requiere de la anuencia del poder constituyente soberano, por ejemplo a través
de una consulta o referéndum:
"Aunque toda Constitución se caracteriza por ser un cuerpo normativo integral, donde cada disposición
cumple un determinado rol, ciertas cláusulas asumen una función que resulta mucho más vital u
omnicomprensiva que las del resto. Se trata de aquellos valores materiales y principios fundamentales
que dan identidad o que constituyen la esencia del texto constitucional (la primacía de la persona, la
dignidad, la vida, la igualdad, el Estado de Derecho, la separación de poderes, etc.). Sin ellos, la
Constitución sería un texto formalmente supremo pero, en cambio, materialmente vacío de sentido"
(STC Exp. n.° 00014-2002-AI, f. j. 75)
"Los límites materiales [a la reforma constitucional], están constituidos por aquellos principios supremos
del ordenamiento constitucional que no pueden ser tocados por la obra del poder reformador de la
Constitución (...) [Los ']ímites materiales implícitos, son aquellos principios supremos de la Constitución
contenidos en la fórmula política del Estado y que no pueden ser modificados, aun cuando la
Constitución no diga nada sobre la posibilidad o no de su reforma, ya que una modificación que los
alcance sencillamente implicaría la "destrucción" de la Constitución. Tales son los casos de los principios
referidos a la dignidad del hombre, soberanía del pueblo, Estado democrático de derecho, forma
republicana de gobierno y, en general, régimen político y forma de Estado" (STC Exp. n.° 00014-2002-AI,
f. j. 76)
"[L]a elaboración del proyecto de la nueva Constitución [o la "reforma total"] en sede parlamentaria,
necesaria e inexorablemente deba concluir con su sometimiento a referéndum, so pena de declararse la
inconstitucionalidad de dicho proceso. Es preciso, pues, que de continuarse como se está haciendo el
proceso de cambio de Constitución, la aprobación de la nueva Norma Fundamental tenga que realizarse
a través del referéndum, la única forma como puede expresarse directamente el Poder Constituyente. Y
es que cuando mediante referéndum se aprueba sólo una reforma parcial de la Constitución, en tal caso
la intervención del pueblo se presenta como un elemento que incide exclusivamente sobre la eficacia.
Lo que no sucede, por cierto, cuando el pueblo actúa en calidad de Poder Constituyente, en cuyo caso la
aprobación de la Constitución la realiza él mismo y su decisión es un elemento constitutivo de su
elaboración" (STC Exp. n.° 00014-2002-A1, f. j. 115)
51. Con base en lo descrito, y siendo clara entonces la importancia del sistema de gobierno
constitucionalmente establecido, resulta luego posible desarrollar una descripción o definición sobre sus
contornos, siempre, desde luego, a partir de lo constitucionalmente previsto.
00013-2007-PI/TC
ARGUMENTOS:
Las atribuciones del Presidente de la República y las del Poder Legislativo han variado, según el examen
que hemos practicado, en cada una de las Constituciones. Han sido transferidas algunas facultades del
Congreso al Poder Ejecutivo, y viceversa.
Las Constituciones de 1933 y 1979 han sido explícitas en cuanto a permItIr que los Ministros puedan ser
llamados al Congreso o a las Cámaras, para participar en los debates (además de su concurrencia
espontánea, facultativa).
En la Carta de 1933 cualquiera de las Cámaras podía interpelar a los Ministros y, también, podía hacerlo
el Congreso en pleno. La interpelación a los Ministros es atribuida exclusivamente a la Cámara de
Diputados en la Constitución de 1979.
Al margen de las atribuciones de cada Poder, la realidad acredita que no sólo por ser quien personifica a
la Nación, sino por ser -frecuentemente- adalid del pueblo, el Presidente de la República tiene un poder
incuestionable en la vida de la Nación.
De acuerdo a la teoría del Derecho, el gobierno es parlamentario cuando el Ejecutivo está subordinado
al Legislativo; y es el gobierno presidencial cuando el Presidente designa su Consejo de Ministros, sin
que la función de estos pueda ser objeto de censura ni remoción por el Congreso, como es el caso de los
Estados Unidos de América.
Como se indicó al tratar de la Constitución de 1860, en el artículo 103 de esa Carta se dispuso que los
Ministros estaban obligados a contestar las interpelaciones que se les hicieran. Tal norma está repetida
literalmente en el artículo 95 de la Constitución de 1867. Pero la Constitución de 1920 fue más allá. En
su artículo 133 estableció que los Ministros contra los cuales alguna de las Cámaras emitía un voto de
falta de confianza no podían continuar en sus cargos.
Se acentuó la autoridad del Parlamento en la Constitución de 1933, que permitió al Congreso y a ambas
Cámaras censurar al Gabinete o a cualquiera de los Ministros, los cuales estaban obligados a renunciar.
Y, en la Constitución de 1979, se limitó la interpelación y la censura a la Cámara de Diputados, según
hemos comentado.
La confrontación entre los Poderes Legislativo y Ejecutivo ha sido frecuente en la historia del Perú. En
1914 el Presidente Billinghurst intentó disolver el Congreso. Senadores y Diputados buscaron el apoyo
de la Fuerza Armada y el coronel Benavides asumió provisionalmente la Presidencia. En 1931 la minoría
aprista fue expulsada del Congreso Constituyente, por disposición del Presidente.
El sistema democrático de gobierno presupone que cada uno de los Poderes del Estado respeta sus
atribuciones constitucionales y respeta las que corresponden a los otros órganos. La historia del Perú -y
la de otras naciones- acredita que ha sido frecuente la ruptura del equilibrio en el ejercicio de las
funciones constitucionales. Esa realidad la ha sufrido nuestra República hasta la última década del
milenio pasado; y la confrontan algunos países vecinos.
Mientras que el Poder Legislativo ha tenido interregnos, producidos por sucesivos golpes de Estado e
incluso porque sus reuniones son en legislaturas de duración preestablecida constitucional o
reglamentariamente, el Poder Ejecutivo ha sido continuo, ininterrumpido; pero también prepotente,
arbitrario, usurpador.
Las facultades exclusivas del Congreso, según el artículo 60 de la Constitución de 1823, fueron:
6. Decretar la guerra con presencia de las instrucciones del Poder Ejecutivo, y requerir a éste para que
negocie la paz.
7. Aprobar los tratados de paz, y demás convenios procedentes de las relaciones exteriores en todos
respectos.
8. Establecer los medios de pagar la deuda pública al paso que vaya liquidándose.
10. Aprobar la repartición de las contribuciones entre los departamentos y las prOVInCIas.
11. Arreglar anualmente la tarifa de los gastos públicos en vista de los datos que suministre el Poder
Ejecutivo.
12. Abrir empréstitos en caso necesario, dentro o fuera de la República, pudiendo empeñar el crédito
nacional.
14. Determinar la monda en todos sus respectos, fijar y uniformar los pesos y medidas.
18. Arreglar la demarcación interior del territorio para su mejor administración, y fundar nuevas
poblaciones, previo el informe del Poder Ejecutivo.
20. Conceder privilegios temporales a los autores de alguna invención útil a la República.
21. Instituir fiestas nacionales para mantener la unión cívica, avivar el patriotismo, y perpetuar la
memoria de los sucesos más célebres de la Independencia Nacional.
22. Decretar todo lo necesario para la instrucción pública por medio de planes fijos, e instituciones
convenientes a la conservación y progreso de la fuerza intelectual y estímulo de los que se dedicaren a la
carrera de las letras.
24. Elegir al Presidente y Vicepresidente de la República, de entre los individuos que le proponga el
Senado.
25. Designar por escrutinio los Senadores de cada departamento de entre los elegidos por las provincias,
cuidando de que no salgan dos de una misma provincia.
26. Nombrar cada bienio los individuos de la Junta Conservadora de la libertad de imprenta.
27. Proteger la libertad de imprenta de modo que jamás pueda suspenderse su ejercicio, ni muchos
menos abolirse.
28. Prestar o negar su consentimiento para el ingreso de tropas extranjeras, y estación de escuadras en
el territorio y puertos de la República; y en caso de otorgarlo, prescribir al mismo tiempo las
precauciones con que deban admitirse.
29. Prestar o negar igualmente su consentimiento para la salida de tropas nacionales fuera del territorio
de la República.
30. Gozar del derecho de policía en la casa de sus sesiones y fuera de ella en todo lo conducente al libre
ejercicio de sus atribuciones, y a la respetabilidad de sus miembros; y hacer castigar con las penas
establecidas a todo el que le faltare el debido respeto, o que amenazase atentar contra el cuerpo, o
contra la inmunidad de sus individuos, o que de cualquier otro modo desobedeciere o embarazare sus
órdenes y deliberaciones.
31. Trasladarse a otro lugar cuando lo exijan graves circunstancias, siempre que lo resuelvan los dos
tercios de los Diputados existentes.
1. Velar sobre la observancia de la Constitución y de las leyes, y sobre la conducta de los magistrados y
ciudadanos.
2. Elegir y presentar al Poder Ejecutivo los empleados de la lista civil de la República, y elegir los de la
eclesiástica que deban nombrarse por la Nación.
3. Convocar a Congreso Extraordinario, si fuere necesario declarar la guerra o hacer tratados de paz, o
en otras circunstancias de igual gravedad, o cuando para ello lo excitare el Poder Ejecutivo.
4. Convocar al Congreso Ordinario, cuando no lo hiciere el Poder Ejecutivo en el tiempo prescrito por la
Constitución.
5. Decretar, tanto en los casos ordinarios como en los extraordinarios, que ha lugar a formación de
causa contra el Magistrado que ejerciere el Poder Ejecutivo, sus Ministros, y el Supremo Tribunal de
Justicia.
6. Prestar su voto consultivo al Poder Ejecutivo en los negocios graves de Gobierno, y señaladamente en
los que respectan al interés particular de los departamentos, y en los de paz y guerra.
9. Examinar las bulas, decretos y breves pontificios para darles el pase, o decretar su detención.
10. Velar por la conservación y mejor arreglo de las reducciones de los Andes; y promover la civilización
y conversión de los infieles de su territorio, conforme al espíritu del Evangelio.
En lo que atañe al Poder Ejecutivo, el artículo 79 de la propia Constitución de 1823 declaró que "El
Presidente es jefe de la administración general de la República, y su autoridad se extiende tanto a la
conservación del orden público en lo interior, como a la seguridad exterior conforme a la Constitución y
a las leyes".
Y, precisando las facultades exclusivas del Presidente, el artículo 80 enumeró las siguientes:
1. Promulgar, mandar ejecutar, guardar, y cumplir las leyes, decretos y resoluciones del Congreso, y
expedir las providencias indispensablemente necesarias para su efecto.
3. Ordenar lo conveniente para que se verifiquen las elecciones populares en los días señalados por la
Constitución.
5. Entrar en tratados de paz y de alianza, y otros convenios procedentes de relaciones extranjeras con
arreglo a la Constitución.
6. Decretar la inversión de los caudales destinados por el Congreso a los diversos ramos de la
administración pública.
7. Nombrar los oficiales del ejército y armada, y de Coronel inclusive para arriba, con acuerdo y
consentimiento del Senado.
8. Nombrar por sí los Ministros de Estado; y los agentes diplomáticos de acuerdo con el Senado.
9. Velar sobre la exacta administración de justicia en los Tribunales y Juzgados y sobre el cumplimiento
de las sentencias que éstos pronunciaran.
10. Dar cuenta al Congreso en cada Legislatura de la situación política y militar de la República,
indicando las mejoras o reformas convenientes en cada ramo.
1. No puede mandar personalmente la fuerza armada, sin consentimiento del Congreso, y en su receso
sin el del Senado.
4. No puede privar de la libertad personal a ningún peruano; y en caso de que fundamentalmente exija
la seguridad pública el arresto o detención de alguna persona, podrá ordenar lo oportuno, con la
indispensable condición de que dentro de veinticuatro horas ondrá al detenido a disposición de su
respectivo Juez.
5. Tampoco puede imponer pena alguna. El Ministro que firmare la orden, y el funcionare que la
ejecutare, atentan contra la libertad individual.
La Constitución de 1826 estableció en el artículo 30 las siete atribuciones generales del Poder
Legislativo; en el artículo 39 las restricciones del Cuerpo Legislativo; en el artículo 43 las atribuciones de
la Cámara de Tribunos; en el artículo 47 las de los Senadores; y en el artículo 51 las correspondientes a
los Censores.
Respecto del Poder Ejecutivo, el artículo 83 de la Constitución de 1826 enumeró las 30 atribuciones y el
artículo 84 las 5 restricciones. Se advierte el propósito de darle mayores facultades al Presidente de la
República, con mengua de las del Poder Legislativo.
En la Constitución de 1828, el artículo 48 determinó cuáles eran las 24 atribuciones del Congreso y los
artículos 90 y 91 indicaron, respectivamente, las 32 atribuciones del Presidente de la República y las 5
restricciones.
El artículo 51 de la Constitución de 1834 señaló las 29 atribuciones del Congreso y los artículos 85 y 86,
cada cual, las 33 atribuciones y las 5 restricciones del Presidente de la República.
Además, la Constitución de 1834 estableció un Consejo de Estado, compuesto por dos Consejeros por
cada uno de los departamentos, siendo sus atribuciones, según el artículo 101: 1. Prestar
necesariamente su voto consultivo al Presidente de la República en todos los negocios sobre que le pida
su dictamen. 2. Acordar por sí solo, o a propuesta del Presidente de la República, la convocatoria a
congreso extraordinario, debiendo concurrir en el primer caso las dos terceras partes de sufragios de los
Consejeros presentes. 3. Velar sobre la observancia de la Constitución y de las leyes, requiriendo al
Poder Ejecutivo para su cumplimiento: yen caso de contumacia formar expediente para dar cuenta al
Congreso. 4. Desempeñar en receso del Congreso la atribución 27, artículo 51 (autorización de
facultades extraordinarias), debiendo concurrir tres cuartos de sufragios de los consejeros presentes. Si
el término de la declaración del Consejo no hubiese expirado al abrirse la sesión inmediata del
Congreso, deberá éste ratificarla o suspenderla. 5. Desempeñar en receso del Congreso las funciones del
Senado según el artículo 32 (declaración de si ha o no lugar a formación de causa), haciendo el Fiscal de
la Suprema de acusador de algún miembro de las Cámaras, Vocal de la Corte Suprema, o miembro del
mismo Consejo en los delitos de traición, atentados contra la seguridad pública, y demás que merezcan
pena corporal. 6. Para hacer efectiva la responsabilidad de la Corte Suprema o de alguno de sus
miembros y para los recursos de nulidad que se interpongan de las sentencias que pronuncie en última
instancia, nombrará en cada renovación suya un tribunal compuesto de siete Vocales y un Fiscal
elegidos a pluralidad absoluta de entre sus miembros; pudiendo recaer la elección en tres individuos
que no sean de su seno, pero que tengan las calidades que la Constitución exige para ser Consejero. 7.
Recibir en receso del Congreso el juramento al que se encargue del Poder Ejecutivo, cuando llegue el
caso de los artículos 81, 82 y 83 (encargatura o suspensión del Presidente). 8. Examinar la Cuenta de los
gastos hechos en el año anterior, y el Presupuesto de gastos del año entrante, que tres meses antes de
abrir el Congreso su sesión anual, debe presentarle el Ministro de Hacienda, y con sus observaciones
pasar una y otro a la Cámara de Diputados.
El artículo 55 de la Constitución de 1839 determinó las 26 atribuciones del Congreso y los artículos 87 y
88 las 44 atribuciones y las 10 restricciones del Presidente de la República. Mantuvo el Consejo de
Estado, regulado por los artículos 96 a 110.
En la Constitución de 1856, el artículo 55 fijó las 23 atribuciones del Congreso y los artículos 89 y 90 las
20 atribuciones del Presidente y sus 2 restricciones.
Por haber durado cerca de 60 años, es necesario detallar las atribuciones del Congreso y del Presidente
de la República en la Constitución de 1860.
2. Abrir y cerrar sus sesiones en el tiempo designado por la ley; y prorrogar las ordinarias hasta
cincuenta días.
3. Designar el lugar de sus sesiones y determinar si ha de haber o no fuerza armada, en qué número y a
qué distancia.
5. Imponer contribuciones, con sujeción a lo dispuesto en el artículo 8 (en proporción a las facultades
del contribuyente): suprimir las establecidas: sancionar el Presupuesto y aprobar o desaprobar la Cuenta
de gastos que presente el Poder Ejecutivo, conforme al artículo 102 (obligación del Ministro de
Hacienda).
6. Autorizar al Poder Ejecutivo para que negocie empréstitos, empeñando la Hacienda nacional y
designando fondos para la amortización,
9. Determinar la ley, el peso, el tipo y la denominación de la moneda: igualmente que los pesos y las
medidas.
10. Proclamar la elección del Presidente y de los Vicepresidentes de la República: y hacerla, cuando no
resulten elegidos según la ley.
12. Resolver las dudas que ocurran sobre la incapacidad del Presidente, de que se encarga el inciso
primero del artículo 88 (vacancia de la Presidencia).
13. Aprobar o desaprobar las propuestas que, con sujeción a la ley, hiciere el Poder Ejecutivo para
Generales del Ejército y de la Marina, y para Coroneles y Capitanes de Navío efectivos.
15. Resolver la declaración de guerra, a pedimento o previo informe del Poder Ejecutivo, y requerirle
oportunamente para que negocie la paz.
16. Aprobar o desaprobar los tratados de paz, concordatos y demás convenciones celebradas con los
Gobiernos extranjeros.
17. Dictar las disposiciones necesarias para el ejercicio del derecho de Patronato.
20. Declarar cuándo la Patria esté en peligro: y suspender por tiempo limitado las garantías consignadas
en los artículos 18, 20 y 29 (libertad personal, vivir en territorio nacional y asociación).
21 . Determinar en cada Legislatura ordinaria, y en las extraordinarias cuando convenga, las fuerzas de
mar y tierra que ha de mantener el Estado.
23. Conceder premios a los pueblos, corporacIOnes o personas, por servIcIOs eminentes que hayan
prestado a la Nación. 24. Examinar, al fin de cada periodo constitucional, los actos administrativos del
Jefe del Poder Ejecutivo, y aprobarlos, si fuesen conformes a la Constitución y a las leyes; en caso
contrario, entablará la Cámara de Diputados ante el Senado la correspondiente acusación.
A su vez, las atribuciones del Presidente de la República estuvieron enumeradas, como sigue, en el
artículo 94:
l. Conservar el orden interior y la seguridad exterior de la República, sin contravenir a las leyes.
2. Convocar al Congreso ordinario, sin perjuicio de lo dispuesto en la primera parte del artÍCulo 52; y al
extraordinario, cuando haya necesidad.
3. Concurrir a la apertura del Congreso, presentando un mensaje sobre el estado de la República y sobre
las mejores reformas que juzgue oportunas.
5. Promulgar y hacer ejecutar las leyes y demás resoluciones del Congreso; y dar decretos, órdenes,
reglamentos e instrucciones para su mejor cumplimiento.
6. Dar las órdenes necesarias para la recaudación e inversión de las rentas públicas con arreglo a ley.
9. Organizar las fuerzas de mar y tierra: distribuirlas, y disponer de ellas para el servicio de la República.
10. Disponer de la Guardia Nacional en sus respectivas provincias sin poder sacarlas de ellas, sino en
caso de sedición en las limítrofes, o en el de guerra exterior.
11. Dirigir las negociaciones diplomáticas y celebrar tratados, poniendo en ellos la condición expresa de
que serán sometidos al Congreso, para los efectos de la atribución 16, artículo 59.
16. Presentar para Arzobispos y Obispos, con aprobación del Congreso, a los que fueren electos según la
ley.
17. Presentar para las Dignidades y Canonjías de las Catedrales, para los curatos y demás beneficios
eclesiásticos, con arreglo a las leyes y práctica vigente.
18. Celebrar concordatos con la Silla Apostólica, arreglándose a las instrucciones dadas por el Congreso.
19. Conceder o negar el pase a los decretos conciliares, bulas, breves y rescriptos pontificios, con
asentimiento del Congreso; y oyendo previamente a la Corte Suprema de Justicia, si fueren relativos a
asuntos contenciosos.
20. Proveer los empleos vacantes, cuyo nombramiento le corresponda según la Constitución y las leyes
especiales.
Como restricciones, los artículos 95 y 96 establecían que el Presidente no podía salir del territorio de la
República, durante su mandato, sin permiso del Congreso, y en su receso de la Comisión Permanente; ni
concluido dicho período, mientras esté sujeto al juicio que prescribe el artículo 66 (cuando el Senado
declaraba que había lugar a formación de causa); y que el Presidente no podía mandar personalmente la
fuerza armada, sin permiso del Congreso y, en su receso, de la Comisión Permanente.
El artículo 25 de la Constitución de 1920 indicaba cuáles eran las 25 atribuciones del Congreso; y el
artículo 121 las del Presidente de la República. Asimismo, los artículos 123 y 124 prohibían al Presidente
salir del territorio nacional y mandar personalmente la fuerza armada, en ambos casos sin permiso del
Congreso.
La Constitución de 1933, en su artículo 123, estableció 23 atribuciones del Congreso y en el artículo 154
las 27 del Presidente de la República; quien tampoco podía salir del territorio nacional, ni mandar
personalmente la fuerza armada, sin permiso del Congreso, según los artículos 152 y 153.
En la Constitución de 1979 las atribuciones del Congreso, conforme al artículo 186, se redujeron a 8:
1. Dar leyes y resoluciones legislativas, así como interpretar, modificar o derogar las existentes.
2. Velar por el respeto de la Constitución y de las leyes, y disponer lo conveniente para hacer efectiva la
responsabilidad de los infractores.
Este último inciso era norma abierta. Le permitía al Senado ejercer las atribuciones referentes a ratificar
determinados nombramientos y hacer alguna elección (como se señala en otra parte de esta Exposición
de Motivos) y a la Cámara de Diputados interpelar y, eventualmente, censurar Ministros.
La delegación de facultades legislativas, prevista en los artículos 188 y 211, inciso 10, no excluía la
posibilidad de que los Senadores y Diputados integraran comisiones para elaborar proyectos de
decretos legislativos, como efectivamente ocurrió, entre otros casos, para los Códigos Civil (1984), Penal
(1991), de Ejecución Penal (1991) y Procesal Civil (1992), cuyas comisiones tuve el honor de presidir.
La Comisión Permanente tenía, asimismo, sus propias atribuciones, que, además de las enumeradas en
la Constitución, fueron establecidas en su Reglamento, cuyo proyecto formulé en diciembre de 1990.
Fueron 26 las atribuciones y obligaciones del Presidente de la República, enumeradas en el artículo 211:
1. Cumplir y hacer cumplir la Constitución y los tratados, leyes y demás disposiciones legales.
5. Convocar a elecciones para Presidente de la República y para representantes a Congreso, así como
para Alcaldes y Regidores y demás funcionarios que señala la ley.
7. Dirigir mensajes al Congreso en cualquier época y, obligatoriamente, en forma personal y por escrito,
al instalarse la primera legislatura ordinaria anual, así como al concluir su mandato. Los mensajes
presidenciales requieren previa aprobación del Consejo de Ministros. Los mensajes anuales contienen la
exposición detallada de la situación de la República y las mejoras y las reformas que el Presidente juzga
necesarias y convenientes para su consideración por el Congreso.
9. Promulgar y ejecutar las leyes y ordenar su cumplimiento así como el de las resoluciones legislativas.
10. Dictar decretos legislativos con fuerza de ley, previa delegación de facultades por parte del
Congreso, y con cargo de dar cuenta a éste.
11. Ejercer la potestad de reglamentar las leyes sin transgredirlas ni desnaturalizarlas; y, dentro de tales
límites, dictar decretos y resoluciones.
12. Cumplir y hacer cumplir las sentencias y resoluciones de los tribunales y juzgados y requerirlos para
la pronta administración de justicia.
13. Cumplir y hacer cumplir las resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones y del Tribunal de
Garantías Constitucionales.
14. Dirigir la política exterior y las relaciones internacionales, y celebrar y ratificar tratados y convenios
de conformidad con la Constitución.
15. Nombrar Embajadores y Ministros Plenipotenciarios, con aprobación del Consejo de Ministros. El
nombramiento requiere ratificación por el Senado.
16. Recibir a los agentes diplomáticos extranjeros, y autorizar a los Cónsules el ejercicio de sus
funciones.
17. Presidir el Sistema de Defensa Nacional, y organizar, distribuir y disponer el empleo de las Fuerzas
Armadas y la Policía Nacional.
18. Adoptar las medidas necesarias para la defensa de la República, la integridad del territorio y la
soberanía en caso de agresión.
20. Administrar la Hacienda Pública; negociar los empréstitos; y dictar medidas extraordinarias en
materia económica y financiera, cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo de dar cuenta al
Congreso.
23. Conceder indultos y conmutar penas, salvo los casos prohibidos por la ley.
24. Conferir condecoraciones a nombre de la Nación, con acuerdo del Consejo de Ministros.
26. Ejercer las demás funciones de gobierno y administración que la Constitución y las leyes le
encomiendan. Se trata, también, de una norma abierta.
De la lectura y comparación de las atribuciones que, con arreglo a las diversas Constituciones, han
tenido y tienen los Poderes Legislativo y Ejecutivo puede advertirse mucha semejanza.
Ambos Poderes debían cumplir la Constitución y las leyes y velar por la observancia de una y otras.
En la Constitución de 1979 asumió el Presidente de la República las atribuciones de regular las tarifas
arancelarias y de autorizar a los peruanos para servir en ejército extranjero, que antes eran de
competencia del Poder Legislativo.
La ratificación de los altos cargos de las Fuerzas Armadas y de los Vocales y Fiscales Supremos en la
Carta del 33 se hacía por el Congreso y en la de 1979 por el Senado, volviéndose a la normatividad de la
Constitución de 1860 y de otras.
Aunque no hubo, anteriormente, facultad expresa para semejante delegación, el Congreso, en 1967,
aprobó la ley 17044, que permitió modernizar la legislación tributaria. Varios de los Códigos fueron,
también, promulgados por el Poder Ejecutivo, en uso de facultades delegadas por el Parlamento. Estos
antecedentes acreditan que la realidad forja la ley.
A ellos se agrega la situación creada, en 1936, cuando el Congreso concluyó sus funciones y por la Ley
8463, de 21 de noviembre de 1936, prorrogó el gobierno del general Benavides por tres años,
autorizándole a dictar leyes presidenciales.
Hay numerosas disposiciones de la Constitución de 1823 que se repiten en las posteriores, literalmente
o con algunos cambios adjetivos. Pero, la afinidad entre las normas de la Constitución de 1828 con las
siguientes es mucho mayor. Y, a pesar de que, teóricamente, son de distintas vertientes las
Constituciones de 1856, 1860 y 1867, no sólo hay repetición de los principios básicos, sino que, en
algunos casos, se llega al extremo de que coinciden los números de los artículos correspondientes. La
diferencia sustancial radica en que la Carta del 67 pretendió, sin éxito, el parlamento unicameral.
Respecto a las Constituciones de 1920, 1933 y 1979 hay que señalar que las tres, inicialmente,
establecieron el período presidencial de cinco años; que consideraron el congreso bicameral, renovado,
en la práctica, íntegramente, junto con el Presidente de la República; que declararon autónomo e
independiente al Poder Judicial, lo que en la realidad, lamentablemente, no ocurrió; que mediante
Juntas Departamentales, Concejos Departamentales (sustituidos por Corporaciones Departamentales) y
Asambleas Regionales, trataron de desconcentrar la administración pública.
Las innovaciones dignas de resaltar de la Carta del 79 fueron las creaciones del Consejo Nacional de la
Magistratura y el Tribunal de Garantías Constitucionales.
Empero la organización regional no fue definida eficientemente. Se estableció que sólo el cuarenta por
ciento, a lo más, de los miembros de las Asambleas Regionales serían elegidos ~ por voto directo,
secreto, igual y obligatorio de los ciudadanos; y se integró las referidas Asambleas con los Alcaldes
Provinciales de la región y con representantes de las actividades , económicas y culturales de la región,
hecho que les restó legitimidad popular.
Los antecedentes de las Regiones están en las Juntas Departamentales, creadas por la Constitución de
1828 (artículos 66 a 81), cuyos miembros debían ser elegidos en la misma J forma que los diputados.
Las Juntas Departamentales fueron restablecidas por la Constitución de 1856 (artículos 104 a 113).
Igualmente aparecen incorporadas en la Constitución de 1867 (artículos 106 a 114).
La Constitución de 1920 (artículo 140) estableció los Congresos Regionales del Norte, Centro y Sur de la
República.
La Constitución de 1933 (artículos 189 a 202) creó los Concejos Departamentales, que debían tener
origen electivo. Nunca funcionaron.
0013-2015-PI/TC
DEMANDANTE: MAX ROGER RUIZ RIVERA (CINCO MIL CIUDADANOS CON FIRMAS COMPROBADAS
POR EL JNE).
DEMANDADO: CONGRESO DE LA REPUBLICA (LEY N° 30057-LEY DEL SERVICIO CIVIL-ART. I DEL TITULO
PRELIMINAR Y EL LITERAL C) DEL ART. 1.
Los demandantes sostienen que el Artículo I del Título Preliminar y el literal "c" del artículo 1 de
la Ley 30057 adolecen de vicios de inconstitucionalidad formal, ya que, si bien la Constitución
establece que la tramitación de una ley orgánica es igual a la de una ordinaria, la emisión de la
referida ley requiere de la aprobación de más de la mitad del numero legal de congresistas.
Añaden que en el acta de votación se aprecia que dicha ley fue aprobada con el voto de solo 57
congresistas, es decir, sin haber alcanzado el número mínimo para modificar o aprobar una ley
orgánica.
Manifiestan que la referida ley debe ser declarada inconstitucional, ya que establece un
régimen laboral para servidores judiciales, así como para los encargados de su gestión y la
prestación de sus servicios por medio de una ley ordinaria, cuando ello solo es posible a través
de una ley orgánica, vulnerando la reserva material de ley orgánica señalada en el artículo 106
de la Constitución.
En atención al principio de separación de poderes e independencia judicial, afirman que es
competencia exclusiva del Poder Judicial fijar autónomamente sus objetivos institucionales que
tienen un componente relacionado con la gestión de recursos humanos.
os recurrentes alegan que el Poder Judicial, como poder del Estado, no debe estar sujeto a una
política que tienda a uniformizar el sistema administrativo de su gestión de recursos humanos,
en virtud de la especialización de las funciones que cumple el servidor judicial, ya que su
régimen laboral se encuentra regulado directamente por la Ley 29277, Ley de Carrera Judicial; y
sus obligaciones se encuentran asignadas directamente por la Constitución, por lo que a estos
trabajadores no se les puede incorporar al régimen del Servicio Civil.
Alegan, además, que el Poder Judicial no puede ser limitado con normas que afecten el
despliegue de su independencia y, al imponérsele un régimen único y exclusivo (Servicio Civil) a
los servidores del Poder Judicial, se les limita su actuación jurisdiccional, que por su
especialización debería incluirse en los alcances de la Primera Disposición Complementaria
Final de la Ley 30057.
Los ciudadanos recurrentes sostienen que la Constitución establece una organización del
Estado según el principio de separación de poderes, en la cual la función jurisdiccional merece
una especial atención, al garantizar la protección de la libertad de las personas frente a una
actuación arbitraria del Poder Ejecutivo o del Poder Legislativo, por lo cual se sostiene uno de
los principales objetivos del referido principio es la garantía de la independencia de los jueces.
Finalmente, alegan que para que el Poder Judicial pueda cumplir adecuadamente con s
funciones básicas y obligaciones que derivan del artículo 139 de la Constitución, es
indispensable que se mantenga la independencia del Poder Judicial frente a los otros Poderes
del Estado, órganos constitucionales, entidades públicas y privadas, y ciudadanos en general.
14. De otra parte, también considero pertinente hacer algunas necesarias precisiones en relación con la
forma de gobierno adoptada en nuestra Constitución. A saber, y conforme a los modelos "clásicos"
formulados idealmente, suele partirse de una distinción entre un modelo parlamentario y otro
presidencial.
15. En el caso del régimen presidencial, este se caracteriza básicamente porque hay un jefe de Gobierno,
denominado por lo general Presidente, quien proviene de una elección popular, que a la vez es jefe de
Estado.
16. En el caso del régimen parlamentario, por el contrario, tenemos que el jefe de gobierno es elegido
por el Parlamento, que lo puede remover discrecionalmente, y donde la jefatura del Estado recae en un
órgano distinto al jefe de Gobierno (jefe de Estado que puede ser un monarca constitucional o un
Presidente, por ejemplo).
17. En el caso peruano, si bien partimos de un modelo inicialmente de base presidencial, en la medida
que nuestro Jefe de Gobierno se denomina Presidente de la República, es electo popularmente, cumple
las funciones de jefe de Estado y no es nombrado por el Congreso de la República, nuestras
Constituciones ha incorporado al modelo algunas instituciones del régimen parlamentario. Aquellas
incorporaciones se apartan de lo inicialmente previsto en un modelo presidencial "clásico", y se
inscriben como una de las manifestaciones más notorias del denominado presidencialismo
latinoamericano, pues implican que el Gobierno requiera de aprobación política del Congreso para su
conformación (a nivel del Gabinete y sus ministros), así como para su eventual cambio. Entre estas
instituciones tenemos al voto de confianza, la censura ministerial y las cuestiones de confianza, por
referirnos a cuestiones que se plantean en este primer punto.
18. En efecto, nuestra Constitución actualmente vigente, al regular nuestra forma de gobierno recoge
diferentes instituciones que permiten distinguirla de los modelos ideales o clásicos presidencialistas o
parlamentaristas. Frente a ello, la doctrina se ha referido a nuestro régimen o forma de gobierno de
diferentes modos. Por ejemplo, al nuestro se le ha llamado régimen "semipresidencial", en el sentido de
que no es uno en estricto presidencialista, pues se incorpora, como ya fue indicado, mecanismos de
control y límites propios del régimen parlamentarista. Allí se parte de un error conceptual, pues el
semipresindencialismo parte de una estructura propia del régimen parlamentario, a la cual se le
incorporan elementos del régimen presidencial. También se ha considerado que el nuestro puede
calificarse más bien de un régimen "hiperpresidencialista", en atención a los descomedidos poderes con
los que aparentemente cuenta el Presidente, en especial cuando tiene mayoría oficialista en el
Congreso, así como en atención a nuestras experiencias de caudillismo y autoritarismo. Adicionalmente,
se ha hecho uso también de los calificativos "mixto" o "híbrido" con lo cual, si bien se da cuenta de sobre
la dificultad para encasillar nuestra forma de gobierno en alguno de los modelos clásicos, se elude
finalmente la cuestión de definir o calificarla en atención a sus propios contornos y especificidades.
19. En cualquier caso, lo cierto es que nuestro modelo de gobierno y sus matices, propios de lo que se
ha llamado "presidencialismo latinoamericano", se da hoy en base a la propia Constitución vigente y,
por ende, únicamente es con base en el referido parámetro constitucional dentro del cual esta sentencia
podría desarrollarse sus contenidos y alcances. En el mismo sentido, solo podría ser a partir de lo que
nuestra norma Fundamental ha establecido que a nivel legislativo se podría regular, tanto lo
concerniente a nuestro sistema de gobierno, como a las competencias y funciones de los poderes
públicos y los órganos constitucionales autónomos, así como a las relaciones entre estas instituciones u
órganos.
20. En este orden de ideas, adicionalmente, es claro que cualquier deseo o intención de modificar o
incidir en el modelo de gobierno adoptado constitucionalmente requeriría de una reforma
constitucional.
21. De hecho, la separación de poderes es un rasgo identitario, no solo de nuestra actual Constitución,
sino del constitucionalismo en general. En dicho sentido, este mismo Tribunal Constitucional (STC Exp.
n.° 0023-2003-AI, f. j. 4) ha recordado por ejemplo cómo, en su emblemática obra El espíritu de las
Leyes, Montesquieu sostuvo que:
"No hay libertad si el poder de juzgar no está bien deslindado del poder legislativo y del poder ejecutivo.
Si no está separado del poder legislativo, se podría disponer arbitrariamente de la libertad y vida de los
ciudadanos; como que el juez sería el legislador. Si no está separado del poder ejecutivo, el juez podría
tener la fuerza de un opresor. Todo se habría perdido si el mismo hombre, la misma corporación de
próceres, la misma asamblea del pueblo ejerciera los tres poderes. El de dictar las leyes; el de ejecutar
las resoluciones judiciales y el de juzgar los delitos o pleitos entre particulares".
22. Y en este mismo sentido es que se ha entendido como un contenido mínimo, el cual hace
reconocible al constitucionalismo desde el siglo XVIII, lo dispuesto en su momento en el artículo 16 de la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en Francia el año 1789: "Toda sociedad en la
cual no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la separación de los poderes, carece
de Constitución"
23. Con base precisamente a este rasgo de identidad de nuestro constitucionalismo el Tribunal ha
expresado de manera categórica que lo concerniente a la "separación de poderes" (e incluso al "régimen
político") constituye un límite para la reforma ordinaria de la Constitución. Dicho con otras palabras,
este forma parte de una especie de "núcleo duro", el cual comprende a los "principios y presupuestos
básicos de la organización política, económica y social" de nuestra Carta Fundamental, y, por ende,
dicho ámbito no puede ser objeto de una reforma constitucional apelando únicamente a las
competencias de reforma con las que cuenta el Congreso (un poder constituido), sino que dicho cambio
expresión de una "reforma total" de la Constitución, la cual requeriría de la anuencia del poder
constituyente soberano, por ejemplo, a través de una consulta o referéndum:
"Aunque toda Constitución se caracteriza por ser un cuerpo normativo integral, donde cada disposición
cumple un determinado rol, ciertas cláusulas asumen una función que resulta mucho más vital u
omnicomprensiva que las del resto. Se trata de aquellos valores materiales y principios fundamentales
que dan identidad o que constituyen la esencia del texto constitucional (la primacía de la persona, la
dignidad, la vida, la igualdad, el Estado de Derecho, la separación de poderes, etc.). Sin ellos, la
Constitución sería un texto formalmente supremo pero, en cambio, materialmente vacío de sentido"
(STC Exp. n.° 000142002-AI, f. j. 75)
"Los límites materiales [a la reforma constitucional], están constituidos por aquellos principios supremos
del ordenamiento constitucional que no pueden ser tocados por la obra del poder reformador de la
Constitución (...) [Los l]ímites materiales implícitos, son aquellos principios supremos de la Constitución
contenidos en la fórmula política del Estado y que no pueden ser modificados, aun cuando la
Constitución no diga nada sobre la posibilidad o no de su reforma, ya que una modificación que los
alcance sencillamente implicaría la "destrucción" de la Constitución. Tales son los casos de los principios
referidos a la dignidad del hombre, soberanía del pueblo, Estado democrático de derecho, forma
republicana de gobierno y, en general, régimen político y forma de Estado" (STC Exp. n.° 00014-2002-Al,
f. j. 76)
"[L]a elaboración del proyecto de la nueva Constitución [o la "reforma total"] en sede parlamentaria,
necesaria e inexorablemente deba concluir con su sometimiento a referéndum, so pena de declararse la
inconstitucionalidad de dicho proceso. Es preciso, pues, que de continuarse como se está haciendo el
proceso de cambio de Constitución, la aprobación de la nueva Norma Fundamental tenga que realizarse
a través del referéndum, la única forma como puede expresarse directamente el Poder Constituyente. Y
es que cuando mediante referéndum se aprueba sólo una reforma parcial de la Constitución, en tal caso
la intervención del pueblo se presenta como un elemento que incide exclusivamente sobre la eficacia.
Lo que no sucede, por cierto, cuando el pueblo actúa en calidad de Poder Constituyente, en cuyo caso la
aprobación de la Constitución la realiza él mismo y su decisión es un elemento constitutivo de su
elaboración" (STC Exp. n.° 00014-2002-A1, f. j. 115)
24. Con base en lo descrito, y siendo clara entonces la importancia del sistema de gobierno
constitucionalmente establecido, resulta luego posible desarrollar una descripción o definición sobre sus
contornos, siempre, desde luego, a partir de lo constitucionalmente previsto. Ahora bien, y sobre todo
en un escenario en donde la separación de poderes no tiene esa rigidez más propia de un régimen
presidencial "clásico", conviene tener presente que no se pierde la autonomía de una entidad rectora de
una actividad (como, por ejemplo, el servicio civil) ni la independencia de sus integrantes si esa entidad
se encuentra adscrita a algún ministerio.
25. Esto tiene especial relevancia frente a alguna afirmación hecha en este caso en particular. Se
cuestiona la independencia institucional de Servir en mérito a que dicha entidad está adscrita a la
Presidencia del Consejo de Ministros. Ya este Tribunal Constitucional ha explicados en otros casos (Ley
Universitaria, por ejemplo) los alcances y finalidad de la adscripción, y como encargar labores de rectoría
de un sistema a un ente adscrito a, como en el presente proceso, la Presidencia del Consejo de
Ministros, no involucra la pérdida de su autonomía, de sus funciones o una infracción al principio de
separación de poderes. Una siquiera rápida revisión de lo ya señalado por este Colegiado sobre el
particular me libera de hacer mayores precisiones al respecto.
26. Así, en la Sentencia 0014-2014-PUTC y acumulados, este Tribunal determinó que los órganos
técnicos especializados y las superintendencias están formalmente adscritas al Gobierno o Poder
Ejecutivo. Por ende, se encuentran dotadas de autonomía. Así, se precisó que, no obstante estar
adscritas al Poder Ejecutivo o Gobierno "no son simples instancias administrativas, sino que atendiendo
a la finalidad de supervisión y control de las distintas actividades, están dotadas de autonomía tanto
funcional y administrativa corno presupuestal y económica" (fundamento 117).
0026-2006-PI/TC
Se declare la inconstitucionalidad del segundo párrafo del artículo 16° del Reglamento del
Congreso.
Se declare la inconstitucionalidad del literal d) del artículo 20° del Reglamento del Congreso.
responsabilidad. El poder no es sólo una prerrogativa. También es deber. Como parte de su actividad
reconocida constitucionalmente, todos los altos funcionarios del Estado (una enumeración de ellos se
puede encontrar en el artículo 39° de la Constitución) están en la capacidad de lograr el desarrollo del
país, y para ello se les be exigir el máximo compromiso con el cumplimiento de sus funciones. P r ello es
que nuestra Norma Fundamental ha señalado, como parte del artículo 5°, que El poder del Estado
emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la
Constitución y las leyes establecen. Para que lo altos funcionarios ejerzan el poder de la manera más
adecuada, se ha c~Ido conveniente protegerlos ante cualquier tipo de ataques injustificados que / uedan
hacerlos desatender sus principales cometidos funcionales. En el texto constitucional se han establecido
diversas formas de inmunidad para los detentadores del poder, como la exención de arresto y
juzgamiento para los congresistas (artículo 93°), la acusación constitucional por delitos de función o
infracción constitucional (artículos 99° y 100°), entre otras.
3. En este contexto, los demandantes, respecto a la norma impugnada, aseveran que: ( ... ) el privilegio
funcional de los altos dignatarios del Estado, referido al levantamiento de la inmunidad parlamentaria
(Art. 16° del Reglamento del Congreso) como el antejuicio político (Art. 89° de la misma norma), tienen
un objeto sustantivamente análogo: la proscripción de ser procesados penalmente sin haber sido
previamente despojados de la prerrogativa funcional en un procedimiento seguido en el seno del
Legislativo. De esta manera, el Congreso no puede propiciar el quiebre no solo del principio de
separación de poderes sobre el que se sustenta todo Estado democrático de derecho (Art. 43° Const.), ni
vulnerar el principio de presunción de inocencia contenido en el párrafo e), inciso 24, Art. 2° de la
Constitución l . El apoderado del Congreso ha tratado de desmentir tal aserto, alegando, entre otras
cosas, que ( ... ) el por qué de la diferencia con otros altos funcionarios que también tienen la
prerrogativa de la inmunidad estriba en el tipo de órgano de que se trata y en la función que tienen
asignada. Los Magistrados del TC tienen fundamentalmente una labor jurisdiccional y el Defensor del
Pueblo es un funcionario que ejercer funciones a través de la persuasión. Los Congresistas pertenecen a
un órgano que tiene una función fiscalizadora de carácter polític02•
Las funciones que ejercen cada uno de los representantes máximos de los poderes del Estado y de los
órganos constitucionalmente reconocidos son diametralmente distintas, ya sea por la organización que
tienen o por el rol que se les ha asignado. En tal sentido, es lógico que la protección que tengan, en
tanto representantes fundamentales de la institución a la que pertenecen, tampoco sea igual. Las
diferencias habrán de ser justificadas y deben presentarse como razonables. Por eso, se puede
argumentar un trato diferenciado a los congresistas con relación a los otros altos funcionarios del
Estado. Tal explicación se irá presentando a través de los fundamentos siguientes.
5. Inicialmente, hay una cuestión que debe quedar plenamente establecida. La vida en democracia exige
que las prerrogativas o garantías que asuman estos altos I funcionarios se compatibilicen con otros
bienes e intereses que la propia Constitución y la sociedad buscan. Así ( ... ) la limitación del poder del
Estado ha asumido diversas vías, con no siempre igual fortuna. En sustancia han sido éstas: el
establecimiento de normas jurídicas limitativas de su poder por el reconocimiento de determinados
derechos; la participación popular en las estructuras del poder político; la existencia de fuerzas sociales
con capacidad de condicionamiento y, en fin, la incidencia de posiciones doctrinales con presencia y
respaldo suficientes ( ... )
No es, pues, conveniente, prescribir una protección vasta y dilatada para estos fi ncionarios; antes bien,
ésta debe ser coherente con la igualdad que tienen con el esto de peruanos, tal como está reconocida
en la Constitución (artículo 2°, inciso 2). Sólo en la medida que la inmunidad proteja a la persona por la
función que cumple n la sociedad, podrá ser aceptado algún tipo de protección especial desde el punto
de vista constitucional. Este desarrollo conceptual encuentra su base en lo que significa el Estado
democrático y social de derecho. Como bien lo ha señalado la sentencia recaída en el Expediente N.O
0008-2003-AIITC, en su fundamento 13.c, Desde esta perspectiva, la democracia ostenta una función
dual: método de organización política del Estado, es decir, método de elección y nombramiento de sus
operadores, y mecanismo para conseguir el principio de igualdad en el ámbito social. Así, el principio
democrático no sólo garantiza una serie de libertades políticas, sino que transita e informa todo el
ordenamiento jurídicopolítico, desde el ejercicio de las libertades políticas, pasando por la libertad de
elección propia del libre desarrollo de la personalidad, hasta llegar, incluso, al seno mismo del núcleo
duro de todos y cada uno de los derechos fundamentales. De modo que, aun cuando nuestra
Constitución no lo establezca expresamente, el hecho de que exista una remisión al Estado democrático
de derecho como una fuente de interpretación y también de identificación de los derechos
fundamentales de la persona (artículo 3° de la Constitución), hace del principio democrático uno que
trasciende su connotación primigeniamente política, para extenderse a todo ámbito de la vida en
comunidad. De este forma, nuestra Carta Fundamental lleva implícito el reconocimiento de una
democracia económica, social y cultural.
Entendida de esta manera la democracia (como mecanismo para conseguir la igualdad entre las
personas), entonces tendrá sentido que se establezca una inmunidad condicionada a la protección de la
función pública de alta investidura. Este es entonces, el soporte en el que se habrá de entender la
inmunidad parlamentaria.
CONCLUSIONES
El parlamentarismo, el presidencialismo y el sistema semipresidencial se distinguen, en principio, por la
relación existente entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. En el primero existe una separación
funcional, pero están unidos orgánicamente; en el segundo la separación es tanto funcional como
orgánica, y en el tercero encontramos una mezcla original de separación orgánica y funcional.
El análisis de la relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo y del modo en que éstos se diseñan
responde a historias y culturas políticas particulares; el estudio de los principales regímenes políticos de
democracia pluralista nos conduce, de entrada, a situarnos en el parlamentarismo británico. Esto es así
porque es allí donde aparecen históricamente el principio de separación de poderes y la elección de los
gobernantes. El derecho político británico ha sido fuente y objeto de sistematizaciones y ha servido de
modelo a la teoría del sistema parlamentario.
El sistema político de Estados Unidos de Norteamérica, por otra parte, es de algún modo una derivación
del parlamentarismo inglés. Los constituyentes de 1787 tomaron como referencia el esquema
constitucional inglés de los años cincuenta e hicieron una serie de reemplazos por ejemplo, el rey por un
presidente, pero teniendo en cuenta las necesidades del otro principio que ellos introducen: el
federalismo. En lo sucesivo, si la democracia estadounidense preservó, al igual que la de Inglaterra, la
separación de poderes y la elección de los gobernantes, su derecho político se inscribe en la teoría del
sistema presidencial.
El sistema mixto es una invención francesa. Mezcla original de principios propios del parlamentarismo y
del presidencialismo, la Quinta República Francesa no es ni lo uno ni lo otro. En realidad, se erige como
reacción contra un “régimen de asamblea”, derivación desvirtuada del sistema parlamentario cuya
característica central es el asambleísmo y la partidocracia, con partidos mal estructurados y un sistema
de partidos polarizado e incapaz de construir mayorías coherentes, sólidas y durables. Es más
conveniente bautizarlo como sistema mixto por la neutralidad del concepto, porque aunque los
fundadores de la Quinta República se propusieron la “presidencialización” abierta del nuevo diseño y lo
lograron sobradamente, el fenómeno conocido como “cohabitación política” permite inclinar la balanza
en favor del Parlamento.
SUGERENCIAS
Insistamos en un aspecto. Como lo hemos tratado de ilustrar a lo largo de este trabajo, es
importante reiterar que en el diseño y en el modo de funcionamiento de las instituciones
políticas no hay automatismo.
Es preciso tener presente que las virtudes particulares de los sistemas políticos no se reducen
solamente al diseño institucional o a nociones de derecho político, sino que es la conjunción
de distintos factores, como la situación histórica particular, la idiosincrasia y la cultura política
también peculiares, con los mecanismos jurídicos del sistema en cuestión y, de manera muy
importante, con un sistema de partidos, lo que da eficacia al diseño institucional y lo hace
inimitable.
BIBLIOGRAFIA
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Constitución de 1993. Análisis y Comentarios. Lecturas sobre Temas Constitucionales, número 10, Lima,
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Villarán, Manuel Vicente. Posición constitucional de los Ministros en el Perú. Cultural Cuzco, Lima. 1994
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Díaz Munoz, Oscar. La moción de censura en el Perú. ARA. Lima. 1997. p. 266
Giovanni Sartori, Ingeniería constitucional comparada, op. cit., pp. 136 y 149