Retórica de Aristóteles Según Barthes
Retórica de Aristóteles Según Barthes
Retórica de Aristóteles Según Barthes
Tejné (rhetoriké) genera 4 tipos de operaciones que son las partes constitutivas del arte retórico:
Dispositio:
Considerar al “plan” como una “puesta en orden”; relacionado con la preparación del
discurso
Plan en su estado de producto.
Las 3 primeras son las más importantes. Las 2 finales fueron sacrificadas desde el momento en que
la Retórica no tiene alcance solo sobre los discursos orales.
LA INVENTIO
Todo existe ya, solo hace falta encontrarlo; es una noción más “extractiva” que “creativa”. Esto es
corroborado por la designación de un “lugar” (La tópica) de donde se pueden extraer los
argumentos y de donde hay que traerlos. Es un encaminarse.
Convencer: requiere un aparato lógico o pseudo- lógico que se llama en general la probatio. Se
trata de ejercer una violencia justa mediante el razonamiento sobre el espíritu del oyente.
Pruebas fuera de la Tejné: el orador sólo puede hacerlos valer por disposiciones metódicas. Son
fragmentos de realidad que pasan directamente a la Dispositio, por un simple hacerlos resaltar, no
por transformación, también son elementos del “legajo” que no se pueden inventar (deducir) y
que son propiciados por la causa misma. Se clasifican de la siguiente forma:
1. Los praejudicia, los juicios anteriores, la jurisprudencia (el problema consiste en destruirlos
sin atacarlos de frente);
2. Los rumores, el testimonio público, el consenso de toda una ciudad;
3. Las confesiones bajo tortura;
4. Las piezas: contratos, acuerdos, transacciones, entre particulares;
5. El juramento es el material de todo un juego combinatorio, de matemática, de un lenguaje:
se puede aceptar o negarse;
6. Los testimonios: se trata esencialmente de los testimonios nobles, procedentes ya de poetas
antiguos, ya de proverbios ya de contemporáneos notables: “citas”
Sentido de las atejnoi: las pruebas “extrínsecas” son propias de lo judicial. Son elementos
constituidos del lenguaje social que impresan directamente al discurso, sin ser transformados por
ninguna operación técnica del orador, del autor.
Pruebas dentro de la Tejné: razonamientos que dependen del poder del orador. Provienen de
una práctica del orador, el material es transformado en fuerza persuasiva por una operación
lógica. Esta operación, en rigor, es doble; inducción y deducción. Las pistéis entejnoi se dividen en
dos tipos:
1. Exemplum (inducción)
2. Entimema (deducción)
Todos los oradores, para lograr persuadir, demuestran mediante ejemplos o entimemas; no hay
otros medios fuera de éstos. El Exemplum produce una persuasión más suave, más estimada por
el vulgo, es una fuerza luminosa que apela al placer inherente a toda comparación; el entimema,
más poderoso, más vigoroso, produce una fuerza violenta, perturbadora, nutrida por la energía
del silogismo; provoca un verdadero rapto, es la prueba en toda la fuerza de su pureza, de su
esencia.
A principios del s. I a. C. aparece una nueva forma de Exemplum: el personaje ejemplar designa la
encarnación de una virtud en una figura. El hecho mismo de que se haya podido organizar un
repertorio de exempla destaca claramente lo que se podría llamar la vocación estructural del
Exemplum: es un fragmento separable, que encierra expresamente un sentido (retrato histórico,
relato hagiográfico)
Argumenta: frente al Exemplum, modo persuasivo por inducción, hallamos el grupo de los modos
por deducción. El aparato de los argumenta se inicia con una pieza maestra, el entimema, que se
llama a veces commentum, commentatio.
Placer del entimema: se parte de un punto que no necesita ser probado y de allí se va hacia otro
que necesita serlo. Hay que contar con la ignorancia de los oyentes (incapacidad de inferir a
través de numerosos eslabones y de seguir mucho tiempo un razonamiento) hay que explotar
esta ignorancia, dando al oyente la sensación que él la superó por sí mismo. Hay que dejar al
oyente el placer de completar él mismo un esquema dado (criptograma, juegos, palabras
cruzadas)
El lugar de donde partimos para recorrer el entimema son las premisas. Se trata de una certeza
humana: ¿qué tenemos por cierto?
1) Lo que cae bajo los sentidos, lo que vemos y oímos: los indicios seguros, tekmeria;
2) Lo que es objeto de los sentidos, aquello sobre lo que los hombres están generalmente de
acuerdo, lo que está establecido por las leyes, lo que ingresó en los usos: estas son las cosas
verosímiles, eikots, o genéricamente, lo verosímil (eikos);
3) Entre esto dos tipos de “certezas” humanas, Aristóteles coloca una categoría más difusa: los
someia, los signos.
El tekmerion, el indicio seguro: el signo necesario o también “el signo indestructible”, el que es lo
que es y no puede ser de otra manera. Se apoya en una universalidad empírica. “evidencias”
físicas que sirven de puntos de partida a razonamientos implícitos. La “certeza” pública depende
del “saber” público y éste varía con los tiempos y las sociedades.
El eikos: lo verosímil es una idea general que se basa en el juicio que elaboran los hombres a base
de experiencias e inducciones imperfectas. En lo verosímil aristotélico hay dos núcleos:
El semeion, el signo: es el indicio más ambiguo, menos seguro que el tekmerion. Para que el signo
sea probatorio se necesitan otros signos concomitantes, hay que recurrir a todo un contexto.
Práctica del entimema: Aristóteles estudió el silogismo práctico o entimema que tiene como
conclusión un acto de decisión; la mayor es una máxima corriente (eikos); en la menor, el agente
comprueba que se halla en una situación cubierta por la mayor y concluye por una decisión de
conducta. Muy a menudo, de la mayor a la menor hay una desviación: la menor implica
subrepticiamente otra mayor.
El lugar, topos, locus: ¿qué decir? Parte de la Inventio encargada de proporcionar contenidos al
razonamiento: la Tópica. Las premisas pueden, sin duda, ser extraídas de ciertos lugares. No son
los argumentos mismos, sino los compartimentos en que éstos se ubican. Los lugares dormán,
pues, esa reserva muy particular que constituye el alfabeto: un cuerpo de formas carentes de
sentido en sí mismas, pero contribuyen a su constitución mediante selección, disposición,
actualización.
¿Qué es la Tópica?
Algunas Tópicas
1. Tópica oratoria, propiamente dicha que comprende tres tópicas: una tópica de
razonamiento, una tópica de las costumbres y una tópica de las pasiones;
2. Tópica de lo risible: parte de una retórica posible de lo cómico;
3. Tópica teológica: que comprende las distintas fuentes de donde los teólogos pueden
extraer sus argumentos;
4. Tópica sensible o de la imaginación.
Los lugares comunes: la Tópica propiamente dicha (tópica oratoria, aristotélica) la que depende de
las pistéis etejnoi, comprende dos sub tópicas:
1) Lo posible/ imposible: confrontados con el tiempo (pasado, futuro) ¿la cosa puede haber
sido hecha o no? ¿podrá serlo o no? Este lugar puede aplicarse a las relaciones de
contrariedad.
2) Existente/ no existente o real / no real: puede ser confrontado con el tiempo.
3) Más/ menos: es el lugar de lo grande y lo pequeño; su resorte principal es el “con más
razón”
Lugares especiales: (eidé, idia) son lugares correspondientes a temas determinados; son verdades
particulares, proposiciones especiales, aceptadas por todos; son las verdades experimentales
vinculadas con la política, el derecho, las finanzas, la marina, la guerra. Como estos lugares se
confunden con la práctica de disciplinas, de géneros, de temas particulares, no es posible
enumerarlos. La continuación del árbol consistirá en confrontar a la Inventio con la especialidad
del contenido. Esta confrontación es la quaestio.
La tesis y la hipótesis: causa. La quaestio es la forma de la especialidad del discurso. En todas las
operaciones planteadas idealmente por la “máquina” retórica, se introduce una nueva variable: el
contenido, el punto a debatir, en una palabra, lo referencial. Este referencial puede no obstante
ser clasificado en dos grandes formas que constituyen los dos grandes tipos de quaestio:
1) La posición o tesis (thesis, propositum): es una pregunta general, “abstracta” pero precisa,
referida sin ningún parámetro de lugar o de tiempo (por ejemplo: ¿hay que casarse?);
2) La hipótesis (hypotesis): es una pregunta particular que implica hechos, circunstancias,
personas, en una palabra, un tiempo y un lugar (por ejemplo: ¿X debe casarse?)
Vemos que en retórica los términos tesis e hipótesis tienen un sentido por completo diferente del
sentido a que estamos habituados. Ahora bien, la hipótesis, ese punto a debatir temporalizado y
localizado, tiene otro nombre y muy prestigioso: causa. Causa es un negotum, un asunto, una
combinación de contingencias variadas; un punto problemático donde entra lo contingente y muy
en especial el tiempo. Como hay tres tiempos tendremos tres tipos de causa y cada tipo
corresponderá uno de los tres géneros oratorios.
LUGARES
GÉNEROS AUDITORIO FINALIDAD OBJETO TIEMPO RAZONAMIENTOS
COMUNES
Miembros de Aconsejar/ Útil/ Futuro Exempla Posible/
DELIBERATIVO
una asamblea desaconsejar perjudicial imposible
Jueces Acusar/ Justo/ Pasado Entimemas Real/ no
JUDICIAL
defender injusto real
Espectadores Elogiar/ Hermoso/ Presente Comparación Más/
EPIDÍCTICO
, público reprobar feo amplificatoria menos
Status causae: los lugares especiales de lo judicial. Es el corazón de la quaestio, el punto a juzgar;
es el momento en que se produce el primer choque entre los adversarios; en previsión de este
conflicto, el orador debe buscar el punto de apoyo de la quaestio. La clasificación más simple
enumera tres:
A estos se agrega a veces un cuarto lugar: estado (status) de recusación (campo de la casación).
Una vez planteados los status causae, la probatio queda agotada; se pasa a la elaboración teórica
del discurso, al discurso mismo. Esta articulación es evidentemente conflictual: es la discreptatio,
punto de roce de las dos partes.
Las pruebas subjetivas o morales: este es el departamento de la retórica psicológica. Dos nombres
la dominan sin duda alguna: Platón (hay que encontrar tipos de discursos adaptados a los distintos
tipos de almas) y Pascal (hay que descubrir el movimiento interior del pensamiento del otro). Pero
Aristóteles innovó clasificando cuidadosamente las pasiones, no según lo que son sino según lo
que se cree que son. Las pasiones son expresamente premisas, lugares: la “psicología” retórica de
Aristóteles es una descripción del eikos, de lo verosímil pasional. Las pruebas psicológicas se
dividen en dos grandes grupos:
Ethé (los caracteres, los tonos, los aires): son los atributos del orador (y no los del público, pathé)
son los rasgos de carácter que el orador debe mostrar al auditorio (poco importa su sinceridad)
para causar buena impresión: son sus aires. Debo significar lo que quiero ser para el otro. Es más
adecuado hablar de tonos que de caracteres. El ethos es en sentido propio de la connotación: el
orador enuncia una información y al mismo tiempo dice: soy esto, no soy aquello. Para Aristóteles
hay tres aires cuyo conjunto constituye la autoridad personal del orador
1. Frónesis: es la cualidad de quien delibera bien, que pesa bien el pro y el contra; es una
sabiduría objetiva, buen sentido expuesto; (síganme)
2. Areté: es la exposición de una franqueza que no teme a sus consecuencias y se expresa
mediante frases directas, selladas de una lealtad teatral; (estímenme)
3. Eunoia: se trata de no chocar, de no provocar, de ser simpático (y quizás hasta
simpaticón), de entrar en una complicidad complaciente con el auditorio. (quiéranme)
Pathé (las pasiones, los sentimientos, los afectos): del que escucha (ya no del orador) al menos
tales como se los imagina. Todas esas pasiones son tomadas voluntariamente en su banalidad: la
cólera es lo que todo el mundo piensa de la cólera, la pasión nunca es más que lo que se dice de
ella. Para Aristóteles la opinión del público es el dato primero y último: no hay en él ninguna idea
hermenéutica (de desciframiento); para él as pasiones son fragmentos estereotipados de lenguaje
que el orador debe simplemente conocer bien; de allí la idea de una red de las pasiones, no como
una colección de esencias sino como una reunión de opiniones.
Semina probationum: así, se cierra el campo o la red de la Inventio, preparación heurística de los
materiales del discurso. Ahora debemos abordar la Oratio misma: el orden de las partes
(Dispositio) y su puesta en palabras (Elocutio).
De la Inventio a la Oratio hay pues una relación de enjambrazón: los materiales de la Inventio son
ya fragmentos de lenguaje, que de un estado de reversibilidad ahora hay que insertarlos en un
orden fatalmente irreversible, que es el del discurso. De allí la segunda gran operación de la Tejné:
la Dispositio o tratamiento de las coerciones de la sucesión.
LA DISPOSITIO
(Taxis) el arreglo (sea en sentido activo, operatorio, sea en sentido pasivo, reificado) de las grandes
partes del discurso. La mejor traducción es quizás composición recordando que la compositio, en
latín, es otra cosa: se refiere únicamente a la organización de las palabras dentro de la oración; en
cuanto a la conlocatio, ésta designa la distribución de los materiales dentro de cada parte.
Aristóteles enuncia cuatro.
La egressio: antes de enumerar estas partes fijas, hay que señalar la existencia facultativa de una
parte móvil: la egressio o disgressio: es un fragmento ornamental, fuera de tema o que se vincula
con un nexo muy débil y cuya función es hacer brillar al orador; la mayoría de las veces es un
elogio de lugares o de hombres. También terminó por colocarse casi regularmente entre la
narratio y la confirmatio.
Demostrativo
1 2 3 4
Exordio Narratio Confirmatio Epílogo
Pasional
El comienzo y el fin: el código retórico se vio llevado a tolerar discursos sin exordio (en el género
deliberativo), según la regla in media res y hasta recomendar fines abruptos por ejemplo,
Isócrates). En el exordio, el orador debe lanzarse con prudencia, reserva, medida; en el epílogo, ya
no debe contenerse sino lanzarse a fondo, poner en escena todos los recursos del gran juego
patético.
El proema: en la poesía arcaica, la de los aedas (proemio) es lo que aparece antes del canto (oime):
es el preludio de los que tocan la lira que, antes del concurso, ensayan y aprovechan para ganarse
de antemano al jurado. Encada uno de nosotros hay una solemnidad aterradora ante el hecho de
“romper el silencio”. Este es quizás, el fondo de donde procede el exordio retórico, la inauguración
reglada del discurso.
1) Los hechos: en la retórica antigua, la exposición de los hechos está sometida a una sola
regla estructural: que el encadenamiento sea verosímil. La narratio pasó a ser un género
autónomo y la organización de sus partes ordo) se tornó un problema teórico: es la
oposición del ordo naturalis y el ordo artificialis. Es natural si se cuentan los hecho en el
mismo orden en que sucedieron y es artificial si se parte, no del comienzo de lo que pasó,
sino del medio. Es el problema de flash- back. El ordo artificialis obliga a un decidido corte
de la sucesión de los hechos porque se trata de obtener unidades móviles, reversibles;
este orden destruye la “naturaleza” (mítica) del tiempo lineal. La oposición de los dos
“órdenes” puede recaer no sobre los hechos sino sobre las partes mismas del discurso: el
ordo naturalis es entonces el que respeta la norma tradicional (exordio, narratio,
confirmatio, epílogo); el ordo artificialis, el que altera este orden según las circunstancias;
paradójicamente (y esta paradoja es sin duda frecuente), naturalis quiere entonces decir
cultural y artificialis quiere decir espontáneo, contingente, natural.
2) Las descripciones: han sido frecuentemente codificadas. Hubo principalmente topografías
o descripciones de lugares; cronografías o descripciones de tiempos, de períodos, de
edades; prosopografías o retratos. El discurso puede a veces incluir una segunda
narración: cuando la primera ha sido muy breve, se la retoma luego en detalle es la
epidigesis, la repetita narratio.
Otros cortes del discurso: la Dispositio es un corte. Partiendo de las unidades más grandes:
LA ELOCUTIO
Evolución: ausente de la clasificación de Corax, hace su aparición cuando Gorgias quiso aplicar a la
prosa criterios estéticos. Se desarrolla sobre todo con los latinos, florece y gana en espiritualidad
con Dionisio de Halicarnaso y termina por absorber toda la retórica, identificada con la especie de
las “figuras”. Incluye a la vez nuestra gramática y lo que se llama la dicción, el teatro de la voz. La
mejor traducción de Elocutio es enunciación o, estrictamente, locución (actividad locutora).
1) Elegir las palabras (electio, eglogé): los “colores”. Implica que en el lenguaje se puede
substituir un término por otro. Todos los tipos de substitución son Tropos
(“conversiones”), pero el sentido de la palabra es ordinariamente reducido para poder
oponerlo a “Figuras”. Los términos verdaderamente generales que recubren
indiferentemente todos los tipos de sustituciones son “adornos” o “colores”. Estas dos
palabras muestran con claridad cómo concebían los antiguos al lenguaje:
a. Hay una base desnuda, un nivel puro, un estado normal de la comunicación, a
partir del cual se puede elaborar una expresión más complicada, adornada, dotada
de una distancia mayor o menor respecto del suelo original. Recuperar la retórica
es fatalmente creer en la existencia de una distancia entre dos estados del
lenguaje; a la inversa, condenar la retórica se hace siempre en nombre de un
rechazo de la jerarquía de los lenguajes, entre los que no se admite más que una
“jerarquía fluctuante” y no fija, fundada en la naturaleza;
b. La segunda capa (retórica) tiene una función de animación: el estado “puro” de la
lengua es inerte, el estado segundo es “vivo”: colores, luces, flores (colores,
lumina, flores; los adornos están del lado de la pasión, del cuerpo; tornan
deseable a la palabra;
c. Los colores se ponen a veces “para evitarle el pudor el embarazo de una
exposición demasiado desnuda”, el “color” marca un tabú, el de la “desnudez” del
lenguaje: el color expone el deseo al tiempo que oculta su objeto: el de la
dialéctica misma del vestido (esquema quiere decir vestido; figura, apariencia)
2) Reunirlas (synthesis, compositio)
El furor taxonómico: la retórica trata de codificar la palabra, es decir, el espacio mismo donde, en
principio, cesa el código.
Clasificación de los adornos: de un autor a otro, las clasificaciones son contradictorias. Las tres
oposiciones más frecuentes:
Sin embargo aún nos falta una clasificación puramente operativa de las principales figuras: los
diccionarios de retórica nos permiten saber fácilmente qué es un cleuasmo pero ningún libro nos
permite hacer el trayecto inverso, pasar de la frase al nombre de la figura. Carecemos de un
instrumento inductivo muy útil si quisiéramos analizar los textos clásicos según su metalenguaje.
¿Cómo conciliar, entonces, el origen “natural” de las figuras y su rango secundario, posterior,
en el edificio del lenguaje? La respuesta clásica consiste en que el arte elige las figuras (en
función de una buena evaluación de su distancia, que debe ser medida), pero no las crea; en
suma, lo figurado es una combinación artificial de elementos naturales.
Vico y poesía: partiendo de esta primera hipótesis (las figuras tienen un origen “natural”)
todavía podemos distinguir otros dos tipos de explicaciones. El primero es mítico, romántico,
en el sentido amplio del término: el lenguaje “propio” es pobre, no basta para todas las
necesidades, pero es suplido por la irrupción de otro lenguaje, “esas divinas eclosiones del
ingenio que los griegos llamaban Tropos; o también (Vico retomado por Michelet), siendo la
poesía el lenguaje original, las cuatro grandes figuras arquetípicas han sido inventadas en este
orden, no por escritores, sino por la humanidad en su edad poética: metáfora, luego
metonimia, luego sinécdoque, luego ironía; en su origen eran utilizadas naturalmente. ¿Cómo,
pues, pudieron transformarse en “figuras retóricas”? Vico da una respuesta muy estructural:
cuando nació la abstracción, es decir, cuando la figura se vio ante una oposición paradigmática
con otro lenguaje.