66 Veredas

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Mariana Favila Vázquez

Veredas de mar y río.


Navegación prehispánica y
colonial en Los Tuxtlas, Veracruz
Universidad Nacional Autónoma de México
Dr. Enrique Graue Wiechers
Rector
Dr. Leonardo Lomelí Vanegas
Secretario General
Dr. Alberto Ken Oyama Nakagawa
Secretario de Desarrollo Institucional
Dr. Javier Nieto Gutiérrez
Coordinador General de Estudios de Posgrado
Dra. Ana Bella Pérez Castro
Coordinadora del Programa de Maestría y
Doctorado en Estudios Mesoamericanos
Dra. Cecilia Silva Gutiérrez
Subdirectora Académica
de la Coordinación General de Estudios de Posgrado
Lic. Lorena Vázquez Rojas
Coordinación Editorial
Veredas de mar y
río. NaVegacióN prehispáNica y
coloNial eN los TuxTlas, Veracruz
Universidad Nacional Autónoma de México

Coordinación General de
Estudios de Posgrado

Programa de Maestría y Doctorado


en Estudios Mesoamericanos

La Colección Posgrado publica, desde 1987, las tesis de maestría y


docto rado que presentan, para obtener el grado, los egresados de los
programas del Sistema Universitario de Posgrado de la uNam.
El conjunto de obras seleccionadas, además de su originalidad,
ofrecen al lector el tratamiento de temas y problemas de gran
relevancia que con tribuyen a la comprensión de los mismos y a la
difusión del pensamiento universitario.
Mariana Favila Vázquez

Veredas de mar y
río. Navegación prehispánica y
colonial en Los Tuxtlas, Veracruz

uNiVersidad NacioNal auTóNoma de méxico


México, 2019
Favila Vázquez, Mariana, autor.
Veredas de mar y río : navegación prehispánica y colonial en los
Tuxtlas, Veracruz / Mariana Favila Vázquez. – Primera edición. –
México, D.F. : Universidad Nacional Autónoma de México,
Coordinación de Estudios de Posgrado, 2016.

288 páginas : ilustraciones, mapas ; 21 cm. – (Colección


posgrado) Bibliografía: páginas 257276
Programa de Maestría y Doctorado en Estudios Mesoamericanos
ISBN (Impreso) 9786070276392

1. Indios de México – Veracruz – Botes – Historia. 2. Navegación –


Tuxtlas, Región de los – Historia. 3. Indios de México – Veracruz –
Transportación – Historia. 4. Veracruz – Historia. 5. Veracruz –
Antigüedades. I. Universidad Nacional Autónoma México. Coordinación de
Estudios de Posgrado. II. Título.
III. Serie.

972.6101scdd21 Biblioteca Nacional de México

Corrección de estilo: Lorena Vázquez Rojas


Formación de planas y diseño de portada: Columba Citlali Bazán
Lechuga Lectura de pruebas: Julio Gustavo Jasso Loperena y Consuelo
Yerena Capistrán

Primera edición PDF: 29 de junio de 2019

D.R. © Universidad Nacional Autónoma de


México Coordinación General de Estudios
de Posgrado
Ciudad Universitaria, 04510, Coyoacán, Ciudad de México
D.R. © Mariana Favila Vázquez

ISBN (PDF) 978-607-30-1935-4

DOI: https://doi.org/10.22201/cgep.9786073019354e.2019

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización


escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Impreso y hecho en México


agradecimieNTos

Q
uiero expresar un profundo agradecimiento al doctor
Xavier Noguez, quien desde hace unos años me ha
ayudado a guiar mi camino; por sus consejos, por el
tiempo, por escucharme
y, sobre todo, por el apoyo en los momentos difíciles del
trayecto. También agradezco al doctor Sergio Guevara por su
interés en la investigación, y por mostrarme la visión y el
camino para el enten dimiento de las relaciones entre el
hombre y su entorno.
La culminación de este trabajo no habría sido posible sin el
apo yo del Programa de Maestría y Doctorado en Estudios
Mesoameri canos de la Universidad Nacional Autónoma de
México, en especial de la doctora María del Carmen Valverde a
quien agradezco su papel como coordinadora del programa, y a
Myriam Fragoso y Elvia Casto rena, por su paciencia y ayuda
en todo momento. Asimismo, mi gra titud a los miembros del
Comité Académico, por haberme impulsado durante los dos
años de mi maestría. Tengo una deuda enorme con la
Coordinación de Estudios de Posgrado y su Programa de Apoyo
de Estudios de Posgrado, sin su ayuda económica esta
investigación no hubiera llegado a buen término.
Un especial agradecimiento a los arqueólogos César
Hernández y Gerardo Jiménez, de la mapoteca del Instituto de
Investigaciones Antropológicas, ya que sin su apoyo no
hubiera, ni remotamente, alcanzado a bosquejar algunas de las
ideas que presento en estas pá ginas; al doctor Alfred Siemens por
los comentarios y reflexiones que me aportaron, sobre todo al
inicio, un panorama enriquecedor para el desarrollo de este
proyecto de investigación; a la doctora Lourdes Budar y a su
10 Veredas de mar y

equipo quienes, en el marco del Proyecto Arqueológico


Piedra Labrada, Sierra de Santa Marta, Los a Tuxtlas, Veracruz,
gradecimieNTos
me per mitieron comprender mejor a la región.
Un profundo agradecimiento a las instituciones y personas
que me autorizaron la reproducción de documentos, mapas y
fotogra fías que forman parte de este libro: a la Dirección de
Publicaciones y de Difusión del Archivo General de la Nación;
al Archivo General de Indias de Sevilla; al Instituto de
Ecología A.C., especialmente al doctor Sergio Guevara; a
Alexandra Biar; y a la Real Academia de la Historia.
Gracias al maestro Tomás Pérez, por su calidez y apoyo; a
la doc tora Johanna Broda, quien me dio la oportunidad de
integrarme a su taller del Programa de Maestría y Doctorado en
Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y
aprender de ella la ma nera en cómo hacer investigación, lo
cual espero se vea reflejado en estas páginas; y al doctor
Gabriel Espinosa, por su interés y apoyo incondicional desde
el momento en que nos conocimos.
Un profundo agradecimiento a la maestra Bertilla Beltrán,
por el apoyo como representante de los alumnos del posgrado en
Estudios Mesoamericanos y como colega de la maestría; de
igual manera a todos los compañeros, profesores y amigos que
dejaron huella en mi camino.
Por el apoyo de mis padres y de mi querida hermana, gracias;
siem pre con el cariño inagotable de quienes nunca dejan de
acompañar nos. Y a ti, Aban, por tu inmensa paciencia, tu
tiempo y tu dedicación para que este libro pudiera enriquecerse y
concluir, gracias por todo.
Finalmente, expreso mi gratitud a todas las personas de la
región de Los Tuxtlas que me abrieron sus casas, contaron sus
historias y com partieron su tiempo, en particular a Alma y
Alejandro. Gracias a los pescadores que me recibieron, en ellos
encontré un pozo de conoci mientos y un mundo de
posibilidades que aún me es difícil compren der del todo.
Gracias a ustedes que surcan las aguas en busca de un destino
que represente una mejora para sus comunidades.
12 Veredas de mar y

Prólogo
Introducción

1. Surcando las aguas en navíos antiguos.......................27


El problema de la evidencia.....................................27
Navegación en el sur de Veracruz............................30
Navegantes de piedra.............................................36
Canoas de jade, canoas fortuitas.............................43

2. El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque histórico-ambiental.. .53


Sobre las teorías del entorno...................................54
La dimensión histórica del paisaje............................56
El paisaje en Mesoamérica..................................57
Isla de lava enclavada en la costa del golfo...............60
Edafología de Los Tuxtlas........................................67
El clima de la sierra...........................................69
Entre acahuales y la reserva de la biósfera................70
Testimonios polínicos en la historia de Los Tuxtlas..78
La fauna de Los Tuxtlas..........................................80
Paisajes fluviales de Los Tuxtlas...............................83
Cuerpos lacustres..............................................88
El paisaje costero...................................................92

3. Contextos arqueológicos, contextos navegables........101


Investigaciones arqueológicas de la región
(siglos XIXXXI)....................................................103
íNdic
La historia previa a la Conquista............................110
Periodo Formativo (1400 a.C.300 d.C.)...............113
Formativo Temprano (14001000 a.C.)............114
Formativo Medio (1000400 a.C.)................115
Formativo Tardío (400 a.C.100 d.C.)...............117
Periodo Formativo Terminal (100300 d.C.)......118
Periodo Clásico (3001000 d.C.)..........................121
Clásico Temprano (300450 d.C.)....................123
Clásico Medio Temprano (450550 d.C.).......126
Clásico Medio Tardío (550650 d.C.).............127
Clásico Tardío Temprano (650800 d.C.).......128
Clásico Tardío Tardío (8001000 d.C.)..........129
Periodo Postclásico (10001521 d.C.)...................130
Problemáticas interdisciplinarias.....................130
Toztlan: joya de la corona mexica..................134

4. Construyendo un modelo heurístico: evaluación


del potencial de navegación de Los Tuxtlas...............149
El vínculo entre los Sistemas de Información
Geográfica (SIG) y la arqueología...........................152
Propuesta metodológica para el estudio de la navegación
en Los Tuxtlas.....................................................155
Parámetros teóricometodológicos del análisis espacial. . .157
¿Qué queremos saber?..........................................157
¿Cómo se establecieron las variables?.................158
Derivación de información nueva........................161
¿Cómo integrar y analizar las variables?..............163
Correlación de datos.........................................165

5. Derroteros coloniales de Los Tuxtlas........................171


Fuentes históricas y geográficas: enfoque de aproximación. 173
Relaciones geográficas del siglo XVI....................177
La isla de lava vislumbrada desde el mar.................183
Los Tuxtlas y el marquesado del valle de Oaxaca......188
Provincia de Tlacotalpan....................................198
12 Veredas de mar y

La villa de Tuztla..........................................204
Provincia de Coatzacoalcos................................205
Índice 13

6. Caminos de agua en tierra firme y mar abierto..............215


Pintura de Tlacotalpa (1580).......................................218
Pintura de Coatzacoalco (1580)...................................223
La línea de costa de Los Tuxtlas (siglos XVIXVIII).....225

Consideraciones finales.....................................................................249
Abreviaturas................................................................................255
Fuentes consultadas...........................................................................257
Anexo..........................................................................................277
íNdic
prólogo

E
n el territorio mexicano existe una gran diversidad biológica
y cultural, sólo comparable con pocas regiones en el mundo.
Este territorio fue colonizado por numerosos grupos humanos que
usa ron intensiva y extensivamente la tierra y los recursos
naturales. De ello surge una paradoja: a pesar de la fuerte y
prolongada perturbación
se ha mantenido la diversidad que ahora existe.
Esa contradicción se resuelve en los paisajes mexicanos,
forma dos por ecosistemas naturales y transformados que se
integran en sis temas heterogéneos cuya estructura y
funcionamiento han sido mode lados a lo largo del tiempo por el
efecto de eventos naturales y por el manejo humano. En la
historia de esos cambios —historia ambien tal— está la clave
del mantenimiento de la diversidad actual.
La historia ambiental del paisaje puede ser develada, aunque
para lograrlo se requiere de la participación de diversas
disciplinas, natu rales y sociales, capaces de describirlo a partir de
distintas escalas de espacio y tiempo. La historia ambiental es
quizás una de las discipli nas más promisorias para llevar a cabo
estudios multidisciplinarios que permitan conocer el paisaje como
resultado de su adaptación a la per turbación natural y al
manejo humano.
Ciertas regiones de México tienen una especial importancia
para la historia ambiental; tal es el caso de Los Tuxtlas que,
por su geogra fía, características naturales y temprana
colonización, tiene un gran potencial para ahondar en los
antecedentes de la civilización mesoa mericana. Se trata de una
sierra, un complejo montañoso de origen volcánico, aislado en
la planicie costera del sureste del golfo de Mé
16 Veredas de mar
xico; la sierra es llamativa por la altura de sus montañas y por
la ri queza biológica de sus ambientes y ecosistemas.
Debido a sus características biofísicas esta región ha sido
desde su origen un refugio para la flora y la fauna; un sitio
privilegiado para el asentamiento humano debido a la fertilidad de
sus suelos de origen vol cánico, a la enorme disponibilidad de
agua, a la diversidad de su flora y fauna, a la planicie costera
que la rodea, y su intrincada topografía que permitió que los
asentamientos humanos de la región se mantu vieran aislados
entre sí.
La región de Los Tuxtlas destacó en la cosmovisión
mesoameri cana, considerándola como parte del tlallocan, con lo
cual ejerció un gran encanto entre los pueblos de toda
Mesoamérica; más tarde ocu rrió lo mismo con los europeos,
para ellos la sierra fue un importante referente geográfico, una
reserva forestal inestimable para la cons trucción de sus
embarcaciones y un lugar fructífero por la calidad de sus
suelos.
Las montañas de Los Tuxtlas están orientadas en un eje
norte sur, de manera paralela a la costa, lo cual explica que
retengan tremen das cantidades de humedad provenientes del
golfo de México, con virtiéndose así en la región donde nace el
agua, fuente de infinidad de arroyos, lagunas y humedales
costeros; y tierra adentro está ubicada entre dos cuencas, pues
divide su escurrimiento entre los ríos Papaloa pan y
Coatzacoalcos.
Desde hace más de 50 años, la región de Los Tuxtlas ha
ejercido también su encanto sobre numerosos científicos y
académicos, mexi canos y extranjeros, quienes han llevado a cabo
estudios geográficos, geológicos, antropológicos y
arqueológicos, entre otros.
La sierra cautiva a quien la conoce. En esta ocasión, Los
Tuxtlas atrapó a una joven arqueóloga que quedó fascinada
por su paisaje y por su historia ambiental: lo logró al develarle el
gran secreto del agua, el vínculo establecido desde tiempos
prehispánicos entre el agua que corre y se estanca, y la actividad
humana para apropiarse del paisaje y conectarse con el entorno
mediato e inmediato. Son los caminos en el agua, como
Mariana los llamó, un enigma que se había conservado
celosamente oculto.
Prólogo
Mariana Favila se preguntó acerca de la existencia e
importancia de la navegación prehispánica y para responder estas
incógnitas em
18 Veredas de mar
prendió una investigación interesante y fructífera. Partió de que
la sierra es pródiga en ambientes y ecosistemas distintos,
distribuidos en una abrupta topografía y que sólo están conectados
por corrientes de agua, por lagunas, humedales y la costa. Se
propuso averiguar qué tan importante fue la navegación en esos
cuerpos de agua para la movi lidad de la población
prehispánica con fines de apropiación de los distintos ambientes,
desde las alturas de los volcanes hasta la costa, y a lo largo de las
montañas que integran el macizo. Los resultados que obtuvo
son muy provocativos y representan una aportación para la
historia ambiental de Los Tuxtlas y una contribución sustantiva
a la ecología del paisaje.
Su método de investigación fue elegante. Mariana partió del
con cepto de paisaje para hacer sus recorridos de campo y
para analizar las imágenes de satélite. Así elaboró un sistema
de información geo gráfica que le permitió concretar un
conjunto de propuestas bien fun damentadas acerca de la
navegación prehispánica en la región de Los Tuxtlas.
Se enfrentó con la carencia de evidencias y restos de la
navega ción prehispánica, debido al poco conocimiento que hay
acerca de los posibles puertos o atracaderos en ríos y lagunas,
y a la labilidad de la madera en este ambiente tan húmedo. Sin
embargo, reunió prue bas y las integró en una serie de propuestas
interesantes acerca de la navegación lacustre, costera y fluvial, y
bosquejó temas para futuros estudios, por ejemplo acerca de la
tecnología de las embarcaciones y de la navegación.
Empleó las fuentes coloniales para documentar las actividades
de navegación en esta región. En los archivos encontró mapas
revela dores que le permitieron reconstruir las vías acuáticas
empleadas y proponer que éstas correspondían a las rutas
prehispánicas.
Desde el punto de vista de la historia ambiental considero
que este trabajo cuestiona la idea del aislamiento de la sierra y
de la lentitud en el desplazamiento de los pobladores a través
de ella, así como de la composición de su dieta. Permite vislumbrar
una intensa y extensa co nectividad entre este territorio y otras
regiones y pueblos del sureste de México.
Los datos que aquí se presentan modifican nuestras ideas acerca
de la percepción del paisaje prehispánico, el cual considerábamos
restrin
Prólogo

gido a la sierra y tierra adentro. También en cuanto a la visión


que teníamos acerca de lo que yo denomino “las atalayas
mesoameri canas” —sitios en las alturas de las montañas más
altas y bien posicio nadas, empleados por los habitantes
originales como lugares de ob servación del clima y del cielo, lo
que comprendo como percepción del paisaje—. Pensábamos
que los nativos vivían absortos en el as pecto terrestre, y pues
no, también incorporaban al paisaje las costas y lagunas,
añadiendo a la planeación del uso del paisaje el control del
tráfico acuático. Se trata de una percepción desde la sierra hacia el
exterior, que contrastó con la percepción de la sierra desde el
exterior que prevaleció durante la Colonia y hasta bien
avanzado el siglo XX. Esto último probablemente es una de las
causas de haber soslayado durante mucho tiempo el tema de
la navegación.
Eran las mismas vías de agua las que permitían a unos entrar y
salir de la sierra y a otros rodearla para acceder a las planicies
y desembo caduras de los ríos Papaloapan y Coatzacoalcos.
Desde el punto de vista de la ecología del paisaje, la
navegación sugiere entender que los sitios planos, las laderas y las
cimas de la sierra estaban más integrados de lo que suponíamos,
que la agricultura per manente y temporal formaba parte de un
mismo plan que tenía que ver con la producción de alimentos y
con la recolección, caza y pes ca en toda la región. Un paisaje
que integra los ecosistemas ligados a las diferentes altitudes, a
la humedad y a los suelos. Por cierto, el uso de la vegetación
riparia, y de la orilla de lagunas y costas tuvo una gran
importancia.
Este libro también suscita preguntas y abre nuevas
perspectivas a la historia ambiental del paisaje de la región de
Los Tuxtlas, entre las cuales se podrían mencionar algunas muy
audaces en este momento:
¿acaso los caminos terrestres estuvieron más ligados a la
agricultura trashumante y los caminos del agua a los cultivos
permanentes de las tierras bajas?, ¿podría ser entonces que la
tecnología hidráulica y de navegación estuviera ligada al manejo
de la fertilidad del suelo que se ponía en movimiento por la
erosión ocasionada por los desmontes?
Como todo buen trabajo de investigación, este estudio ha
gene rado una gran cantidad de preguntas y perspectivas
20 Veredaspara
históricas de mar
entender la relación entre los pobladores de Los
Tuxtlas y la diversi
Prólogo

dad. Ésta es una historia diferente de percepción y apropiación


de la sierra con tecnologías y propósitos distintos.
Pero hay algo que me inquieta de esa información y
resultados,
¿los chaneques navegaban…?

Dr. Sergio Guevara


Sada Investigador del Instituto de
Ecología, A.C.
iNTroduccióN

L
os ejes temáticos para el estudio de Mesoamérica son
diversos y han despertado en la comunidad académica el
interés por desa rrollar distintas propuestas para
aproximarnos a un pasado remo
to que se presenta huidizo la mayoría de las veces, y cuya silueta
trata de delinearse con el apoyo de las hoy llamadas “fuentes”
creadas en tiempos prehispánicos, novohispanos, mestizos y
presentes.
Dentro de nuestro proceder, esta investigación surge de la
inquie tud de entender una actividad cuyas huellas parecen más
difusas que otras. Se trata de una de tantas formas de
apropiación del entorno que el hombre desarrolló en su
historia. Me refiero a la navegación prehispánica y colonial
acerca de la cual, aunque constituyó un siste ma y una
tecnología de transporte fundamental, aún no conocemos del
todo su importancia para la comunicación, su participación en
la integración de unidades regionales, ni sus implicaciones en
el desa rrollo tecnológico y cultural de las sociedades
mesoamericanas.
El tema ha resultado difícil de abordar dado que las
evidencias del mundo precolombino acerca de esta actividad se
reducen a algunos objetos y contados hallazgos arqueológicos, lo
que obedece a que las embarcaciones o los remos utilizados se
han perdido bajo la tierra de bido a su naturaleza orgánica. Por
lo tanto, la navegación practicada antes de la llegada de los
españoles, así como su transformación y con tinuidad en la época
colonial, es planteada en estas páginas como un problema de
investigación que requiere una postura interdisciplina ria para su
estudio.
Ante esta condición, la problemática que se aborda desde
la ar queología invita a enriquecerse con aportes que provienen
de la
22 Veredas de mar
geografía y de la historia. Esto permite dotar a nuestro objeto
de es tudio de una dimensión espacial e histórica que nos
ayuda a iluminar un poco más el camino.
El tema de las siguientes páginas es, entonces, el de una
tradición de navegación prehispánica apenas perceptible, muchas
más de las veces inferida y no comprobada en una zona
particular del sur de Ve racruz: el macizo montañoso de Los
Tuxtlas. Es también sujeto de nuestra investigación la huella de
los navegantes europeos en esta zo na y sus formas de surcar las
aguas a lo largo de la costa novohispana. En este contexto
general, las dos preguntas principales que se busca responder
son: ¿se puede identificar una tradición de navega ción
prehispánica en la región de Los Tuxtlas, Veracruz?, de ser así,
¿de qué manera ésta convivió o se integró a una tradición
europea de navegación con la llegada de los primeros
españoles y a lo largo de la época colonial? Para resolver estos
cuestionamientos se presentan seis capítulos.
En el primer capítulo se responde la siguiente pregunta:
¿cuáles son los datos disponibles en relación con el tema de la
navegación pre hispánica y colonial en la región de Los Tuxtlas?
Esto da pie a llevar a cabo una revisión sobre los antecedentes
respecto al tema, generando un espacio en el que se desarrolla la
justificación de la investigación. Se presentan trabajos que han
abordado la navegación durante la épo ca prehispánica en la
región; en éstos se identifican varias tendencias temáticas que
involucran a esta actividad, así como diversas metodo logías y
propuestas que resultan en la confirmación por distintos au
tores de que en tiempos muy remotos, al menos desde la época
olmeca (2 500 a.C.), ya se practicaba la navegación. Aunque
ésta parece ser una interpretación no necesariamente errónea,
veremos que, como tal, la afirmación sobre la práctica de la
navegación en época pre hispánica no se sustenta con datos
concretos. También se enlistan, analizan y critican algunas de
las evidencias que se han localizado en contextos arqueológicos.
Con esto, englobamos y tratamos de presen tar los datos
disponibles respecto a la navegación antigua en el sur de
Veracruz. Este primer panorama nos lleva a plantear la necesidad de
expandir el horizonte de nuestra información, dirigiendo la
atención a la unidad regional de Los Tuxtlas y
conceptualizándola como un
Introducción

“paisaje”, o bien, como un conjunto de paisajes que serán


estudiados, lo cual nos conduce al siguiente capítulo.
El segundo apartado del libro gira en torno a la pregunta
¿cómo definir el paisaje de Los Tuxtlas para su estudio? Para
responderla se establece una postura teórica en relación con la
unidad conceptual del paisaje. Se presenta una revisión del
concepto, su origen cuanti tativogeográfico y su relación con las
disciplinas humanistas, en par ticular la historia. De esta manera
es posible dotar de una dimensión diacrónica a nuestra región de
estudio con el afán de entender que las relaciones entre el
entorno y la presencia humana, a lo largo del tiem po, nos
permiten dilucidar sobre las formas de interacción del hombre con
los cuerpos de agua y la tierra firme, por medio de la
navegación. Dado que la región está inundada de ríos y arroyos,
lagos y lagunas, así como flanqueada por la costa del golfo de
México, no fue la intención que estos cuerpos de agua y los
volcanes que soportan funcionaran ex clusivamente como el
escenario de los distintos grupos humanos que han rondado la
región durante milenios. Se buscó percibir las nocio nes
históricoambientales que se han generado en la misma, mediante
estudios del ecosistema y del aprovechamiento de sus recursos. Así,
una vez delimitado, conceptualizado y comprendido el medio tan
comple jo de Los Tuxtlas, podemos continuar con el siguiente
paso que con siste en entender, en la medida de lo posible, los
procesos de relación entre el hombre y su entorno en la época
previa a la llegada de los es pañoles a las costas del golfo.
En el tercer capítulo se presentan algunas de las
consideraciones necesarias para abordar los datos arqueológicos
disponibles, específi camente para contestar: ¿qué nos dicen los
contextos prehispánicos acerca de la navegación? En primer
lugar, es necesario entender de dónde provienen nuestros datos,
quiénes han sido responsables de su sistematización, y el porqué
se ha planteado que se navegaba en la región. La revisión, tal
vez siempre insuficiente, de la historia de la ar queología, en
este caso de Los Tuxtlas, nos ayuda a delimitar los sec tores de
los cuales se tiene la mayor cantidad de datos. Esto, a su vez,
permite reconstruir las rutas de navegación que se pueden
inferir de todo el cúmulo de información organizada temporal y
espacialmente. Es necesario mencionar que a primera vista se
percibe una historia fragmentada, pero que sugiere que los ríos, los
24 Veredas de mar paisajes en movimiento,
Introducción

las lagunas y la costa fueron un importante espacio de congregación


de los asentamientos humanos. Estos cuerpos de agua funcionaron
como caminos que conectaban algunos de los principales centros
poblacio nales, como ejes importantes de la organización espacial
humana de la región. Sin embargo, parecía que faltaba algo por
resolver. Un entor no tan complejo como el de Los Tuxtlas, lleno
de serranías, lomeríos, pendientes pronunciadas, planicies
fluviales y costeras requiere de un argumento más contundente
para asegurar que los cuerpos de agua que lo inundan eran
navegables. Esto nos lleva a considerar la unidad del paisaje
como un objeto de estudio, con lo cual surge la pregunta del
siguiente apartado que guio el proceso de investigación.
El cuarto capítulo busca resolver el cómo aproximarnos al
estudio de la navegación mediante el análisis del paisaje. Se
centra en el plan teamiento y desarrollo de una metodología
que implica el uso de sistemas de información geográfica y su
aplicación a nuestro proble ma de estudio. Se presenta un modelo
de análisis espacial basado en parámetros geográficos para
comenzar a plantear la necesidad de sis tematizar el corpus de
indicadores de la navegación, tanto del medio natural como del
cultural. Por ahora, y reconociendo las limitaciones de la
información disponible, se decidió trabajar con dos paráme tros
geográficos, aclarando siempre que el modelo acepta la inclusión
de variables culturales debido a la flexibilidad de su estructura.
Debe quedar claro que esto es una propuesta de carácter
metodológico que se presenta ante la necesidad de ampliar
nuestras fuentes analíticas y de información para abordar un
problema concreto de investigación. Para contextualizar este
cuarto capítulo se explica la relación en
tre las herramientas de análisis espacial y la arqueología; se
exponen algunas consideraciones teóricas y de uso, así como
algunas de sus limitaciones. Posteriormente, se desarrolla, paso a
paso, cada uno de los requerimientos metodológicos para elaborar
el modelo, y el resul tado de su aplicación se compara con la
reconstrucción de las rutas navegables derivada del tercer
capítulo. Con este proceder es posible enriquecer los argumentos
que buscan sustentar la existencia de una tradición de
navegación en la región, al menos desde la época prehis
pánica.
26 Veredas de mar
Una vez que se tiene un panorama más claro acerca de la
navega ción antes de la llegada de los españoles, se plantea
una última pre gunta: ¿cómo se dio la interacción entre la
tradición de navegación indígena y la europea? Para esto se
presenta en los capítulos quinto y sexto un análisis de las fuentes
coloniales y de la cartografía histórica disponible,
respectivamente, con el fin de reunir información para
entender cómo fue que la tradición náutica europea tuvo un
anclaje sobre la línea de costa, apropiándose de rasgos de un nuevo
paisaje que formaron parte de su propia infraestructura de
navegación. Es decir, la región jugó un papel importante para
los marinos europeos como indicador de diversos rasgos
notables sobre la línea de costa y se men cionó a lo largo de la
época colonial en documentos y mapas de di versa índole;
éstos permiten entender cómo la sierra de Los Tuxtlas formó
parte de las rutas de comercio y la vida cotidiana de aquellos
que la recorrían en el mar o a través de los cuerpos de agua de
tierra adentro.
En el capítulo quinto se abordan los datos más
significativos que se recuperaron de documentos de la época
colonial temprana como las Relaciones geográficas del siglo XVI y
otros más que presentan in formación sobre las rutas
navegadas por marineros europeos. Mientras que en el capítulo
sexto se presenta la identificación de los puntos re levantes del
paisaje costero y fluvial de Los Tuxtlas a partir del estu dio de
mapas pertenecientes al Archivo General de la Nación y al
Archivo General de Indias, entre otros. Con todo esto, se
presenta un panorama que permite tener una comprensión
cabal sobre la uni dad paisajística de Los Tuxtlas y las
actividades de navegación flu vial, lacustre y de cabotaje que la
hicieron parte de la historia del So tavento veracruzano
durante la época colonial.
Finalmente, el objetivo de esta investigación es, antes que
nada, plantear vías para abordar un tema difícil, la mayoría de
las veces es curridizo, cuya importancia tiene que ver con el
entendimiento de diversos procesos relacionados con los
mecanismos de interacción y apropiación del hombre sobre su
entorno. En este caso enfocándonos en el medio acuático: umbral
al inframundo, nicho de recursos que la mayoría de las veces se
perciben inagotables, sendero que agiliza los traslados, o bien, que
Introducción
constituye la peor amenaza debido a su inmenso poder de
destrucción.
28 Veredas de mar
Así, los cuerpos de agua son todo menos agentes pasivos
en la historia de Mesoamérica, por lo que cabe entonces
preguntarse: ¿có mo fue esa relación entre el humano y una
región inundada de lagos, lagunas, ríos y mar?
capíTulo 1

Surcando las aguas en navíos antiguos

El problema de la evidencia

A
l estudiar el pasado prehispánico se percibe de
inmediato la carencia de tecnología que pudiera facilitar
el traslado tanto de personas como de objetos; sin
embargo, las evidencias ar
queológicas y los relatos escritos por cronistas españoles y
testigos oculares al momento de la Conquista, nos dan
testimonio acerca de cómo los pueblos que habitaban el
territorio mesoamericano logra ron resolver un problema tan
fundamental como lo fue el transporte de objetos y personas.
Todo parece indicar que además de la existencia de los
cargado res —tlameme en náhuatl, j’ihcatsnom en tzeltal,
tzambawa en zoque, quitay inic en huasteco o ah cuch en maya-
yucateco—1 la forma más eficaz de realizar intercambios de
bienes, transporte de materias pri mas, de objetos manufacturados
y de seres humanos, pudo haber sido por medio de la navegación
tanto en cuerpos de agua en tierra firme como en las costas
del territorio y mar abierto.
Sabemos con certeza que aunque la rueda se conoció en
Mesoa mérica antes de la llegada de los españoles, ya que se puede
observar su uso en miniaturas de cerámica, no se utilizó para el
transporte. Al res pecto, Lorenzo Ochoa afirma que existía en
todo el territorio mesoa mericano una compleja red de caminos y
rutas, tanto terrestres como acuáticas, que eran tan eficientes
como para permitir el comercio a largas distancias de norte a
sur y de costa a costa.2
Una de las principales motivaciones de esta investigación
surge, a pesar de las afirmaciones referidas en los párrafos
30 Veredas de mar
previos, del hecho
28 Veredas de mar
de que los estudios sobre las tradiciones náuticas en las sociedades
me soamericanas en nuestro país no han sido tan profusos
como los de otros campos. Esto tal vez se deba a la menor
presencia de restos ar queológicos, como embarcaciones,
embarcaderos, remos y otros im plementos usados por grupos
asentados al interior del continente, o bien cerca de la costa, los
cuales convivieron con lagos, lagunas, ríos, cenotes, humedales
y mar.
Como investigadores debemos enfrentarnos al problema de
que los indicadores materiales que permiten inferir y describir
la nave gación como un sistema complejo son, en efecto, difíciles
de localizar y caracterizar en algunos de los espacios geográficos
donde la histo ria pareciera sugerir que la navegación se
practicaba desde la época prehispánica, por su ubicación y la
profusa cantidad de cuerpos de agua. Tal es el caso de la
región de Los Tuxtlas, en el sur de Veracruz. En este sentido, el
eje de este libro consiste en presentar una pro puesta que sugiere
cómo acceder al estudio de una tradición3 de na vegación cuyo
origen se identifica parcialmente durante la época prehispánica,
y que se puede rastrear y describir gracias al análisis de diversos
documentos históricos generados durante la época colonial.
Algunas de estas descripciones del siglo XVI permiten proponer
que esta tradición implicó la creación de una tecnología
sencilla, pero que dio como resultado un complejo sistema de
navegación que per
meó más de una esfera cultural en las sociedades
mesoamericanas.
La navegación prehispánica podría describirse como una
activi dad que involucró la apropiación del medio acuático,
haciendo suyos territorios con gran biodiversidad y buscando el
aprovechamiento de los recursos, así como una tecnología, dado
que no es lo mismo nave gar con corrientes y oleaje en el mar,
que en un río o en un lago, por lo tanto, las características de las
embarcaciones debieron ser distintas; podría considerarse también
como un fenómeno políticosocial, pues no sólo se navegaba para
transportar objetos sino también personas, lo que generaba lazos de
interacción más complejos; finalmente, la na vegación también se
puede caracterizar desde la perspectiva de una práctica simbólica,
como el mecanismo para adentrarse en un ambien te acuático que
requería de un fuerte grado de especialización y que era concebido
Surcando las aguas en navíos antiguos
como un espacio liminar desde la cosmovisión mesoame
ricana.
30 Veredas de mar
En específico, el arqueólogo ha tenido que enfrentarse al
proble ma de que la evidencia para el estudio de la navegación
prehispáni ca que muestre la existencia de este complejo
sistema es, como ya se mencionó, escasa.4 La naturaleza del
problema tiene que ver con el material utilizado: la madera, que
por su propia constitución orgá nica sufre numerosos y
constantes procesos de descomposición. Una vez talado el árbol, la
madera se convierte en un tejido inerte que sirve de alimento
para diversos microorganismos, volviéndose práctica mente
invisible en el registro arqueológico, a menos que el contexto,
por sí mismo, posea ciertas condiciones para su conservación,5 lo
cual influye en el acceso que el investigador pueda tener a la
evidencia tangible.
En el acervo arqueológico del país podemos encontrar dos
embar caciones prehispánicas recuperadas en Veracruz y que
constituyen la mayor parte del patrimonio de canoas rescatadas
en un contexto ar queológico;6 una más se localiza en el Museo
Nacional de Antropolo gía, en la sala mexica, y se trata de una
canoa monóxila7 encontrada en 1959, en la Ciudad de México,
durante las excavaciones del paso a desnivel sobre la calzada
de Tlalpan en su cruce con la calle Emi liano Zapata.8

Canoa monóxila mexica resguardada en el Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México.


Fuente: Alexandra Biar, 2011; dibujo: Aban Flores Morán.
Surcando las aguas en navíos antiguos

A pesar de las escasas evidencias, a lo largo de estas páginas


remarcaré que me parece un error dentro de la investigación
arqueológica el descartar la posibilidad de hablar de la
navegación en determinados ambientes —en este caso un
contexto costero y fluvial que involucra la presencia de diversos
cuerpos de agua— debido a la ausencia de un objeto que confirme
esta práctica; carencia que, como ya se explicó, se debe a la
naturaleza perecedera de un material arqueológico. An tes de
asumir esta posición es necesario tomar en cuenta que ésta im
plica que el investigador deberá ampliar el horizonte de sus
fuentes de información. Sin pretender resolver este problema en la
discusión actual, pero como paso necesario para comprender el
proceso que se llevará a cabo más adelante, es necesario conocer
quiénes y cómo han intentado superar la ausencia de un objeto
de estudio tangible, en este caso para hablar de la navegación
en la región de Los Tuxtlas, y así mostrar el escenario en el
cual nos introduciremos en los si guientes capítulos.
La valoración de los datos que se presentan aquí, permite
co nocer lo que se ha dicho en torno al tema desde la disciplina
arque ológica, así como hacer una primera mención de algunas
de las múl tiples fuentes históricas. El propósito es conocer la
forma en que los investigadores han hablado de la práctica
de la navegación y en torno a qué problemáticas se ha dado
su estudio en las últimas dé cadas.

Navegación en el sur de Veracruz

Nuestra área de interés se encuentra en el sur del actual


estado de Veracruz, en la gran provincia de la cuenca del río
Papaloapan, com partiendo territorio con la cuenca del río
Coatzacoalcos. La primera se extiende por las tierras bajas que
rodean la zona montañosa de Los Tuxtlas, limitada al norte por la
cordillera que se acerca al golfo des de el Cofre de Perote y el
Pico de Orizaba; al oeste y sur por la cordi llera de la Sierra
Madre Oriental; e interrumpida en el sector este por el inicio
de la región pantanosa de Tabasco.9
Las grandes montañas de Los Tuxtlas forman una enorme
ba rricada que detiene la humedad del aire que sopla desde el
golfo de
32 Veredas de mar
México, el cual al chocar con las laderas de las montañas
provoca fuertes precipitaciones, lo que ha llevado a que se le
considere como el sitio más lluvioso de la zona que va de la
península de la Florida, en Estados Unidos, a la península de
Yucatán.
Los Tuxtlas es uno de los últimos refugios de la selva
húmeda en la costa del golfo de México, en los estados de
Veracruz y Tabasco, y forma parte de la frontera norte de la
selva tropical húmeda que se extiende desde la selva amazónica
en las tierras bajas de América del sur, a lo largo de
Centroamérica, hasta llegar a México.10
Resulta necesario hablar de la región más amplia, en la que
se lo calizan Los Tuxtlas, en el sur del actual estado de
Veracruz. Por su posición como corredor de paso de tierras bajas,
selváticas, en extremo calurosas, es un área descrita por Antonio
García de León como: “Una gigantesca hoya atravesada por
selvas, ríos, lagunas y marismas”.11
Durante el Clásico y Postclásico, después de ser un centro
civili zador donde se desarrolló la cultura olmeca, se convirtió
en una zona de conexión entre el Altiplano Central y las
regiones del sureste ha bitadas por los mayas. Durante la
época prehispánica, fue un terri torio especial del trópico
húmedo del golfo de México que, desde el centro de Veracruz,
el río de Alvarado y las montañas de la costa, pro porcionaba
distintos tributos —como productos agrícolas y bienes
suntuarios— a la Triple Alianza asentada en el centro de México.
Era un paraíso terrenal si se le compara con el Altiplano
Central, mucho más seco, y donde la antigua cultura olmeca
constituía una fuente de prestigio, incluso en los años
anteriores a la Conquista.12
Respecto al tema que nos interesa, se ha hablado desde
diversas perspectivas sobre cómo los antiguos habitantes de
dicho territorio practicaban la navegación en cuerpos de agua de
tierra firme, siguien do la costa y adentrándose en mar abierto,
afirmación que surge de la interpretación de la historia
ambiental de la región.
Alfonso Caso fue, tal vez, el primero en dirigir la atención
hacia el papel que desempeñó el entorno geográfico del sur de
Veracruz en el desarrollo de la sociedad olmeca, exaltando la
importancia de la com pleja red hidráulica que permea esta
Surcando las aguas en navíos antiguos
demarcación. Caso afirmaba que a esta zona se le podía llamar la
Mesopotamia americana, dado que no era una cultura aldeana
sino una sociedad compleja la que se desarro llaba a lo largo de
los ríos, los habitantes aprovechaban hábilmente
32 Veredas de mar y
Ubicación de la región de Los Tuxtlas en el sur del estado de Veracruz. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
Surcando las aguas en navíos antiguos

sus desbordes, producto de las crecientes, con lo cual se


renovaba el suelo agrícola y se usaban como vías fluviales de
comunicación al interior.13 De esta forma, los pobladores de la
región olmeca habrían elegido las riberas y lomas cercanas a
las áreas de inundación, con lo cual aprovechaban también los
espacios para la captura de diversos animales acuáticos. Gareth
Lowe asegura que los ríos y lagunas facili taron la comunicación y
el transporte, siendo éstos uno de los tantos factores
geográficos que favorecieron la fundación de centros cere
moniales en el periodo Preclásico.14
Michael Coe y Richard Diehl publicaron un estudio de la
eco logía de la región ribereña de San Lorenzo en el sector
donde el río Chiquito se conecta con el río Coatzacoalcos.
También, derivado de un ejercicio etnográfico, sistematizaron y
presentaron datos acerca de los modos de vida de la llamada
people of the river (gente del río), es decir, de los habitantes
contemporáneos de la misma zona donde realizaban su proyecto
arqueológico y etnográfico. Buscaron así rea lizar analogías que
les permitieran entender las formas de interac ción con el
entorno y el posible origen de los asentamientos durante la
época prehispánica. El resultado fue un estudio integral en el
que se incluyeron datos de carácter histórico, recalcando las
dificultades que esto implicó durante la investigación debido a
la escasez de los mismos.15
Más recientemente, Ann Cyphers y Judith Zurita han hecho
hin capié en que la presencia de numerosos ríos navegables,
en las pla nicies de la cuenca baja del río Coatzacoalcos, tuvo
relación con el desarrollo de un sistema de transporte que
ayudó al intercambio en tre la capital de San Lorenzo y su área
de influencia. El diseño de las redes de transporte dependió de
los caminos, tanto terrestres como fluviales, que a su vez
incidieron en el desarrollo político y económi co de la región.16
Lorenzo Ochoa y Martha Hernández explican la presencia
de grupos olmecas en ríos y lagunas en las tierras bajas
noroccidentales del área maya al sugerir que estos habitantes
tenían la costumbre de asentarse en ambientes como los de la
costa del Pacífico, siguiendo la idea de Piña Chan de la llegada
de un grupo protoolmeca desde esa región; estos inmigrantes
son los fundadores de San Lorenzo y La Ven ta, lugares donde
desarrollaron una tecnología que reprodujeron a lo
34 Veredas de mar
largo de su historia.17 Esta hipótesis fue ligada con la de
Puleston y Puleston, quienes postularon que algunos de los
primeros grupos del territorio maya fueron cultivadores de
estuarios.18
Así, la presencia de materiales de indudable carácter
olmeca en las tierras bajas de Tabasco se ha explicado de la
siguiente manera: se trasladaron debido al comercio; los grupos
identificados gracias a los materiales arqueológicos, se establecieron
en la región dada la pre sencia de importantes vías de
comunicación como los ríos; o bien, se trató de una expansión
del grupo olmeca hacia el sur del área clímax.19 En cuanto a la
demarcación que nos interesa, Robert Santley y Philip J. Arnold
III propusieron que, después de un evento de caída de ceniza
en Los Tuxtlas, a mediados del tercer siglo de nuestra era, la
parte alta del valle del río Catemaco fue invadida por
inmigrantes de Teotihuacán quienes posiblemente huían de los
problemas políticos en su metrópolis.20 El asentamiento de
Matacapan se convirtió en la dirigencia de una gran zona
organizada en poblaciones asentadas a lo largo del valle del río
Catemaco. Los investigadores sugieren que el río funcionó
como una ruta de transporte mayor en el oeste de Los Tuxtlas
y que fue utilizada para importar materiales a la región y ex
portar bienes producidos localmente.21
Con las evidencias arqueológicas de asentamientos humanos
en toda el área, habitacionales y ceremoniales, no ha sido difícil
inferir que los habitantes realizaban un manejo intenso de los
sistemas lagu nares, fluviales y costeros mediante prácticas como
la pesca ribereña, aprovechamiento del manglar, y cacería y
recolección, entre otras.22 Una de las lagunas más importantes
de la zona es la de Sonteco mapan,23 lugar donde convergen las
corrientes de los ríos Coxcoapan, Yohualtahajapan, Basura,
Chuniapan, Los Pollos, Fraile, La Boya, El Tronero, Agua Agria,
La Laguneta y otros escurrimientos que llegan de las
montañas.24 Alfred Siemens encontró, sobre toda la línea de
costa de la región, en la desembocadura de esta laguna y en las
orillas de algunos de los ríos que vierten sus aguas en el mar,
restos de mura llas que identificó como remanentes de fortalezas del
periodo Clásico, lo cual, para el autor, sugiere que en esas áreas
existía un intenso mo vimiento de comercio a lo largo de la
costa y hacia el interior, a través de lagunas y numerosos ríos.25
Surcando las aguas en navíos antiguos

Aunado a esto, Siemens localizó con vuelos aéreos sobre la


región oriental de Los Tuxtlas, en la planicie
36 Veredas de mar
costera de la sierra de Santa Marta, conocida como “La perla
del gol fo”, centros ceremoniales ubicados recurrentemente en
el piede monte, a lo largo de la costa, donde el terreno se
vuelve más plano, resaltando su localización en la margen
de los ríos.26
Desde 2007, Lourdes Budar se encuentra realizando el
Proyecto Arqueológico Piedra Labrada, Sierra de Santa Marta,
Los Tuxtlas, Ve racruz, en el que se ha abocado al estudio de los
asentamientos men cionados por Siemens y ha localizado otros
más, ya que su estudio abarca toda la porción oriental de la
sierra de Santa Marta. En este sentido, y por su ubicación
como un punto estratégico para el control de los recursos entre
los pueblos del centro y el sur de Mesoamérica, Budar indica
que se debe considerar a la región costera de la sierra de Santa
Marta, en Los Tuxtlas, como una ruta alterna para el traslado
de productos por medio de la navegación en la época
prehispánica. Enfatiza que “por la magnitud de los
asentamientos de la zona coste ra y debido a la cantidad de
esteros que existen, no es difícil pensar que esta actividad se
realizó con objeto de trasladar productos a otros puertos ya
identificados de la costa del golfo de México, e incluso de la
península de Yucatán”.27
Con esta breve revisión, podríamos sugerir que todas estas
formas de aproximación han tomado como base las características
propias de la región para afirmar la práctica de la navegación
desde tiempos muy remotos; en este sentido, puede decirse que
los autores estudiaron el paisaje y lo consideraron como una
realidad tangible, pero también como un elemento identitario28
que participó en la conformación de los grupos sociales que
habitaron las cuencas de los ríos Papaloapan y Coatzacoalcos
en la época prehispánica. Ésta es la primera forma en que se
podrían englobar los estudios que tomaron en cuenta la
práctica de la navegación en la antigüedad, a pesar de que no
con taban con evidencia material al respecto. Volveremos sobre
esta pro blemática en los capítulos tercero y cuarto en los
cuales se proponen vías metodológicas para llevar a cabo el
estudio de la navegación.
Surcando las aguas en navíos antiguos

Navegantes de piedra

Además del enfoque previo que prioriza la geografía y da pie


para dis cutir acerca de la navegación en los cuerpos de agua
de tierra firme, el problema del transporte de grandes
monolitos ha resultado otra manera para referir a la práctica de
dicha actividad en la región. La hipótesis de quienes han
abordado este tema es que las piedras, que podrían pesar hasta
20 t, eran movidas desde las montañas de Los Tuxtlas hacia
San Lorenzo —el centro más importante en el periodo 1 200 a
900 a.C.— y La Venta en Tabasco.29
Ignacio Bernal menciona que el traslado de grandes piedras
desde lugares remotos requirió de una organización compleja y
que, proba blemente, se transportaron en canoas unidas, para lo
cual se necesitó un número considerable de trabajadores que
tiraran los árboles, ela boraran y cargaran las balsas, y las
condujeran a lo largo del recorrido costero o fluvial.30 Recordemos
que el territorio entre el punto de ex tracción de la piedra y su
destino estaba configurado por pantanos, planicies fluviales y
ríos de rápidas corrientes, los cuales se tenían que cruzar
forzosamente.31
Howel Williams y Robert F. Heizer trataron de resolver el
pro blema indicando que los monumentos de La Venta están
elaborados con andesitas muy similares a las del río Teapa y
provienen del volcán de La Unión, en Tabasco, señalando a este
lugar como el origen de muchas de las piedras en bruto del
sitio arqueológico pero, a su vez, sugieren que otras fueron
extraídas de diversas regiones y trasladadas a través del Istmo;
en específico, proponen que el origen de las co lumnas de
basalto se encuentra en Roca Partida, al norte de Monte pío,
hacia el norte de Los Tuxtlas, sobre la línea de costa; también
elaboraron un mapa esquemático que ilustra las probables rutas
para su transporte.32
A partir de esta propuesta, un equipo de trabajo integrado
por el arqueólogo Alfredo Delgado Calderón e investigadores de
la Uni versidad Veracruzana (UV), de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), y del Centro de
Investigaciones y Estudios Avanzados del Instituto
Politécnico Nacional (CinvestavIPN)
—Jorge Rhi Sausi, Ricardo Peralta y Fabi, Lourdes Muñoz, José
38 Veredas de mar
Luis Ruvalcaba, Ponciano Ortiz y José González Sierra—
presentaron en
Surcando las aguas en navíos antiguos
Mapa que muestra los puntos de extracción de basalto de Los Tuxtlas y las rutas de su movilización hacia los asentamientos olmecas
antiguos.
Fuente: Williams y Heizer, 1965; mapa modificado por la autora.
38 Veredas de mar
julio de 2012, en el LIV Congreso Internacional de
Americanistas, celebrado en Viena, Austria, los resultados de
su investigación. Este equipo interdisciplinario sostiene la
hipótesis de que los afloramien tos de basalto de Roca Partida
constituyen el punto de origen de las columnas encontradas en
La Venta, como ya lo habían comprobado Williams y Heizer.

Afloramientos de basalto sobre la costa, cercanos a Roca Partida. Fotografía: Aban Flores
Morán.

Como resultado de los recorridos por mar y tierra de los


integrantes de este proyecto, se localizaron grandes piedras
denominadas “de labor” que el arqueólogo Delgado atribuye a la
cultura olmeca, identificando posibles talleres de extracción de
estas columnas.33 Se realizaron tam bién análisis PIXE34
comparando la constitución mineralógica de frag mentos de
basalto recuperados de La Venta y de Roca Partida, dando
como resultado una similitud en la composición de ambos
materia les. En diciembre del mismo año, los integrantes del
proyecto lle varon a cabo el Primer Encuentro Transdisciplinario
sobre la Costa del Olman, en Los Tuxtlas, Veracruz, donde
expusieron los fructífe ros resultados de su investigación.
Surcando las aguas en navíos antiguos

El interés por entender la presencia de grandes esculturas


pétreas en diversos lugares de la región olmeca también fue
expresado por Gonzalo Aguirre Beltrán, quien en sus escritos
menciona que el he cho de que la cabeza colosal de Hueyapan
se localice en las proximi dades de la serranía de Los Tuxtlas,
conlleva grandes problemas para su transportación desde el sitio
donde se pudo haber labrado hasta el lugar donde todavía hoy se
encuentra inamovible. En cambio, el au tor considera que otras
cabezas, como las de La Venta, fueron acarrea das por más de 50
km y trasladadas a través de ríos, esteros, lagunas y pantanos en
una época en la que el brazo del hombre era la única fuerza
de tracción disponible, lo cual habría implicado además la
necesaria existencia de una gran población humana.35
Leslie C. Hazell concuerda con los argumentos que
sustentan que el esfuerzo humano requerido para mover las
piedras debió ser inmenso y menciona que, en caso de haber
existido rutas terrestres, éstas debieron demandar que la
vegetación se retirara, se realizaran caminos y que aquellas
energías invertidas en las actividades agríco las estuvieran
enfocadas en resolver estos inconvenientes.36 Sin em bargo, para
Hazell, el conocimiento olmeca sobre embarcaciones no es claro y,
por supuesto, recalca la falta de evidencias contundentes al
respecto. El autor realiza un análisis sobre la mecánica y la
viabi lidad del uso de balsas —troncos unidos formando una
superficie plana—.
Esta última fue inicialmente una propuesta de Velson y
Clark37 quienes a su vez presentaron un análisis de las operaciones
de trans porte en la antigüedad, asignando valores cuantitativos a
parámetros determinados por la energía y horas que los hombres
debieron dedi carle a las actividades de explotación de canteras,
a la construcción de medios de transporte, al viaje en agua y
tierra, y al uso de suministros diversos. Se concentraron en el
basalto transportado hacia La Venta y el sitio de San Lorenzo,
tomando como punto de origen el cerro Cintepec y propusieron
tres rutas hacia el segundo centro ceremonial. La primera ruta
sigue el contorno sur de Los Tuxtlas en direc ción a las planicies
aluviales del río Coatzacoalcos, para lo que fueron necesarias
balsas que permitieran el cruce de pequeños ríos y hon
donadas.38
40 Veredas de mar y
Rutas propuestas por Velson y Clark para el transporte de basalto. Fuente: Velson y Clark, 1975; mapa modificado por la autora.
Surcando las aguas en navíos antiguos

La segunda ruta, propuesta originalmente por Michael


Coe,39 menciona que las piedras debieron transportarse en
balsas hacia el golfo de México, costeando para llegar a la boca
del río Coatzacoalcos y arrastrarse río arriba hacía la planicie de
San Lorenzo,40 posibilidad que Velson y Clark descartaron
debido a la dificultad de atravesar las montañas de Los Tuxtlas
para poder llegar a la costa. Para ellos, la única posibilidad era el
descenso de Los Tuxtlas en dirección sureste, girando al este
para alcanzar el mar.
A pesar de los problemas de este modelo, para estos autores la
pro puesta de Coe en torno al transporte sobre agua resultó
valiosa por va rias razones: la superficie de un río amplio o del
mar en calma presen ta menos obstáculos, así como menos
necesidad de fuerza humana para mantener estable la
embarcación. Un río podría no ser la ruta más directa, pero en
ocasiones pareciera ser la única, y recuerdan lo anotado por
Bernal en relación con que la mayor parte del área ol meca,
excepto por algunas zonas de planicies aluviales y pantanos,
estaba cubierta por vegetación impenetrable, de tal manera
que los únicos espacios abiertos eran los creados por los ríos y,
por lo tanto, éstos eran los que facilitaban y propiciaban la
comunicación.41
La tercera ruta, que es para Velson y Clark la más
probable, im plica dejar las montañas de Los Tuxtlas siguiendo
su contorno hacia el sureste, cruzando la planicie costera en la
misma dirección para así llegar al río Coatzacoalcos y subir por
el río de Minatitlán. Desde ahí la ruta fluvial sería la
indicada para llegar a San Lorenzo.42
Entre otras propuestas respecto a la tecnología de transporte,
Vel son y Clark señalan que las balsas de troncos y las canoas
podrían ser consideradas como el mecanismo utilizado para mover
los monumen tos de piedras, pero también indican que, por la
cantidad de fuerza hu mana requerida para realizar esto, tampoco
resulta probable. Anotan que de haber existido balsas de dos
niveles de troncos de ceiba, éstas debieron utilizarse para cargar
los monumentos de mayor peso, mien tras que las canoas
monóxilas se habrían utilizado para transportar piedras más
pequeñas. Además, sugieren la existencia de una “balsa de
canoas”, es decir, varias canoas juntas formando una superficie pla
na la cual, quizá, fue la mejor opción para el transporte de los
42 Veredas de mar
pesados materiales.43
Surcando las aguas en navíos antiguos

El estudio de Hazell, el cual parte de los supuestos de


Velson y Clark, incluyó además datos oceanográficos,
meteorológicos y fluviales como variables para elaborar una
replicación teórica de las condiciones de navegación, así como
un replanteamiento de los pará metros para definir la
intervención humana y la capacidad de carga del transporte.
Las conclusiones del autor son que la capacidad hu mana, la
integridad estructural y la estabilidad derivadas del análisis
cuantitativo basado en datos fisiológicos y mecánicos, sugieren que
el viaje en balsas en mar abierto no es compatible con la
confiabilidad requerida para el traslado de las valiosas
cabezas colosales.44
Sin embargo, es importante recalcar que el estudio de
Hazell se basa exclusivamente en el problema del traslado de
objetos con un peso notable, lo cual por supuesto debió ser un
desafío difícil de re solver, pero no consideró datos sobre el
origen de las piedras, ya que no menciona la importancia de
Roca Partida, antes señalada por Williams y Heizer, y por el
grupo de investigadores interdisciplinario de la UNAM, la UV y
el CinvestavIPN. Algunos de los datos que Hazell usa para
hacer los cálculos en torno a los ríos, para descartarlos como
vías, están basados en información proporcionada por Her nán
Cortés en 1519 quien menciona, por ejemplo, que la profun
didad de la desembocadura del río Coatzacoalcos era de 3.6
4.5 m a 9 11 m.45
El problema principal con este último argumento sería el
siguien te: desde el momento en que se emplearon o no, a la
fecha del dato del conquistador, estas entradas habrían sido
utilizadas tal vez duran te ya más de 1 000 años, durante los
cuales la acumulación de sedi mentos en la desembocadura y las
desviaciones en los cauces proba blemente generaron cambios de
profundidad, provocando la pérdida de varios metros de agua,
incidiendo por supuesto en la viabilidad de su navegación en las
condiciones que sugiere Hazell.
Sin embargo, el análisis del autor pone sobre la mesa
numerosas variables que deben ser retomadas para el estudio de la
navegación, no sólo en la región olmeca sino en cualquier
otro espacio que se considere navegable en época
prehispánica. Es un valioso aporte dado que es necesario
reconocer la dificultad de realizar tal traslado de materiales tan
44 Veredas de mar
pesados en mar abierto, y aunque dicha investi gación no
aclara el problema, la postura de Hazell constituye uno de
Surcando las aguas en navíos antiguos

los antecedentes más importantes para el tema; sus conclusiones


su gieren que las rutas terrestres deben reconsiderarse como
probables vías, aunque no nos da ningún indicio de cómo
proceder para realizar dicha consideración.
Aun así, partiremos de que el papel de la navegación en
época prehispánica debe entenderse como parte de una unidad
en la que territorios acuáticos y terrestres funcionaron, y fueron
apropiados de manera integral en el paisaje mesoamericano.

Canoas de jade, canoas fortuitas

En general, las aproximaciones anteriores se han acercado al


problema de la navegación sin realmente contar con datos
arqueológicos, de tal manera que su existencia se ha interpretado
tangencialmente; ahora es el momento de referir aquellas
evidencias o datos concretos que han dado pie a hablar de la
actividad durante la época prehispánica.
Existen ejemplos de evidencia tangible que podrían
sugerirnos, no sin algunos inconvenientes de contextualización,
la existencia de la práctica de la navegación en el sur de
Veracruz. Uno de ellos es el conjunto de cuatro canoas
miniatura talladas en jade, reportadas por Eric Orlando Cach
Avendaño en un estudio que indaga sobre su posible
significado.46 La más conocida de estas esculturas fue re
cuperada del sitio de Cerro de las Mesas y fechada para el
periodo Preclásico Medio (1 300 a 800 a.C.). La segunda
pertenece a una co lección particular en Campeche y procede
de isla Piedra. La tercera se localiza en el Museum of Fine Arts
de Boston. Por último, la cuarta está en The Brooklyn Museum,
en Nueva York. De acuerdo con el au tor, las piezas son de
distintos tamaños, pero comparten una técnica similar de
elaboración, guardando proporciones que parecieran evi denciar un
patrón de diseño. Para Cach Avendaño, este “complejo de
canoas de jade” representa un cosmograma47 que forma parte de
un mito olmeca que influyó en las ideas acerca de la creación
que los mayas desarrollaron en épocas posteriores en relación con
el mito del Dios del Maíz.48
Independientemente de la pertinencia de la propuesta de
Cach, resulta difícil trabajar con estos objetos arqueológicos para
46 Veredas de mar
aseverar
Surcando las aguas en navíos antiguos

Canoas estudiadas por Cach: 1) Canoa recuperada del Cerro de las Mesas (Preclásico Medio
1300-800 a.C.). 2) Colección particular de Campeche. 3) Museum of Fine Arts de Boston. 4)
The
Brooklyn Museum, Nueva York. Fuente: Cach, 2005; dibujo: Aban Flores Morán.

algo acerca de ellos, dado que se ha cuestionado su naturaleza


como representación miniatura de embarcaciones. Al menos una de
ellas, la que se encuentra en The Brooklyn Museum, cuando se
coloca en otra posición se observa que no fue elaborada con la
intención de repre sentar una embarcación, sino que se trata de
una miniatura en forma de mano que funciona como pendiente,
o bien, podría representar una canoa reutilizada para tallar
dicha figura.49

Pectoral tipo canoa tallado en jadeíta (20.5 x 6.7 x 3.2 cm) de procedencia desconocida,
localizado en The Brooklyn Museum of Art, Nueva York; corresponde a la canoa 4 de Cach.
Fuente: Coe et al., 1995; dibujos: Aban Flores Morán.

Por su lado, Enrique Florescano vincula la canoa de Cerro de


las Me sas con una escultura que representa a una deidad del
maíz sentada sobre una pequeña embarcación, la cual fue
tallada en un estilo Olme ca Tardío, reportada por Covarrubias
y estudiada por Karl Taube.
48 Veredas de mar

Escultura que representa al Dios del Maíz sentado sobre una pequeña canoa.
Fuente: Covarrubias, 2012; dibujo: Aban Flores Morán.
Surcando las aguas en navíos antiguos

Todos los autores mencionados relacionan estas esculturas con


los antecedentes del simbolismo del Dios del Maíz en diversas
culturas mesoamericanas, al igual que Eric Orlando Cach lo
hizo con el com plejo de canoas de jade.50 Estas evidencias
arqueológicas son relevan tes y han guiado a los autores a
realizar propuestas en torno al víncu lo con los mitos que
tuvieron estas representaciones olmecas.
Por otro lado, uno de los hallazgos fundamentales relacionado
con el tema es el que tuvo lugar entre los meses de noviembre
y diciem bre de 2007, cuando se encontraron en el lecho del
río Coatzacoal cos los restos del recubrimiento de chapopote de
dos canoas que aún tenían madera, algunas piezas de jadeíta,
cerámica foránea, restos de fauna marítima y pesas de redes; este
descubrimiento fue dado a co nocer en su momento por los
arqueólogos Alfredo Delgado Calde rón, Rodolfo Parra Ramírez
y Ponciano Ortiz Ceballos.51 Estas em barcaciones se localizaron
gracias a las actividades desarrolladas en el proyecto de
Salvamento Arqueológico del Túnel Sumergido Coatza coalcos.
Los investigadores explican que hallaron las canoas en una
pa leoplaya, en un terreno llamado El Cocal o Casco Viejo
ubicado en la margen izquierda del río Coatzacoalcos, dentro de
un estrato de are na negra. La primera canoa identificada mide
5.45 m de largo, 84 cm de ancho y tiene una altura de 40
cm. La segunda se describe con
7.20 m de largo, 75 cm de ancho y una altura también de 40
cm. De acuerdo con la explicación de los arqueólogos las
terminaciones de la proa y la popa tienen una forma
redondeada que no permite dife renciarlas entre sí; mientras
que su planta es de forma rectangular. En el terreno cercano
se observó la huella de un poste con restos de carbón y una
mano de metate con residuos de chapopote, objetos que fueron
asociados con las embarcaciones dado que pudieron servir para
impermeabilizarlas o repararlas.52
Además del extraordinario descubrimiento de las embarcaciones,
resulta muy interesante lo que los investigadores reportan y
conclu yen acerca de las plomadas prehispánicas para redes de
pesca que lo calizaron durante estas excavaciones, entre muchos
otros materiales. Se trata de 1157 contrapesos recuperados del
material de excavación en la zona de Dique Seco, punto ubicado
entre la desembocadura del río Coatzacoalcos, la laguna de
50 Veredas de mar
Pajaritos y las dunas costeras. Con estas
Surcando las aguas en navíos antiguos

evidencias los autores sugieren que es posible identificar esta


región como una antigua pesquería, lo cual se confirma con la
información de un mapa realizado por Francisco Stroza Gali, el
cual ilustra la Rela ción geográfica de Coatzacualco, escrita por Suero
de Cangas y Quiño nes en el siglo XVI y a la cual nos
referimos más adelante.53
Este tipo de datos podrían sugerir la continuidad en la
práctica de la navegación y, sobre todo, la apropiación por
parte de los espa ñoles, al menos durante la época colonial
temprana, de algunos pun tos específicos que se observaban
durante la travesía por la costa. Éstos, por sus propias
características geográficas y el uso que el humano hizo de ellos,
podrían considerarse repositorios de una tradición de nave gación
en la que parecieran convivir dos mecanismos de interacción
con el entorno: el europeo y el mesoamericano; ambos
integrando cuerpos de agua de tierra firme y referentes sobre la
línea de costa que facilitaban la navegación. En los últimos dos
capítulos abordaremos este tema a partir del estudio de la
ocupación de la región por los con quistadores, quienes
vislumbraron Los Tuxtlas como una isla de lava desde el mar,
considerándola punto de referencia para la navegación en las
aguas del golfo y aprovechando sus selvas como reserva forestal
estratégica para la construcción de barcos.54
Los españoles de la expedición de Juan de Grijalva —
realizada en 1518— que llegaron en navíos por mar desde
Cuba se sorprendie ron por la aparición de la sierra de Los
Tuxtlas; el primero en vis lumbrarla fue un soldado llamado
San Martín, nombre con el que se bautizó a la cumbre más
alta.55 Más tarde, aparecieron flotillas de pi ratas en el golfo
comandadas por Nicolás Agromón y Lorenzo Jácome, alias
“Lorencillo”, quienes llegaron a la laguna de Sontecomapan por
ser un lugar estratégico y que funcionó como escondite debido
a su profundidad.56 Los piratas usaron embarcaciones de
pequeño cala do —balandras y jabeques—57 que les facilitaron
su movimiento en aguas someras, permitiéndoles penetrar en las
lagunas costeras y al gunos de los ríos, así como esconderse en
cuevas marinas o pequeñas caletas con el fin de evitar
encuentros con la flota de Barlovento de la Corona española.
Estos hombres llevaron a la costa de Los Tuxtlas enfermedades
como la fiebre amarilla, la viruela, el sarampión y el tifo que
52 Veredas de mar
diezmaron a la población y despoblaron el lugar. Actualmente,
los recuerdos en algunos de los pueblos nahuas y popolucas aluden
a
Surcando las aguas en navíos antiguos

migraciones y desplazamientos causados por las constantes


amenazas y extorsiones de los piratas.58
Una vez mencionados los principales antecedentes y el
carácter un tanto problemático de la práctica de la navegación
en la región de Los Tuxtlas y algunas demarcaciones vecinas,
deberá advertirse que se deben tomar en cuenta las dificultades
propias de la cronología de la región que se relacionan con la
dificultad de identificar transicio nes temporales precisas a
partir del estudio de la cerámica, la cual se encuentra la mayoría
de las veces muy erosionada. Esto ha generado vacíos
importantes para conocer las dinámicas que se dieron en la
zona antes de la llegada de los españoles, problema que se
abordará en el capítulo 3.
A pesar de estas limitantes, se puede avanzar en el intento de
ac ceder al conocimiento acerca del sistema de navegación de
la región si nos acercamos al estudio del paisaje mediante los
datos geográfi cos, cartográficos e históricos. Es necesario recalcar
que las evidencias tangibles que nos hablan de esta actividad en
la época prehispánica no son claras, lo cual permite plantear una
propuesta que integre diversas disciplinas como la historia
ambiental, la geografía histórica y el es tudio del paisaje, para
rastrear la tradición de navegación en la región de Los
Tuxtlas.
La necesidad de considerar el desarrollo de la región
durante el periodo colonial tiene que ver con la variedad de
fuentes, tanto es critas como plasmadas en mapas, que hacen
referencia a la práctica de la navegación, de las cuales es posible
rescatar diversos rasgos del paisaje que son parte de las rutas
que los navegantes españoles es tablecieron desde su llegada a
la costa. En este sentido, se plantea la posibilidad de contrastar
el sistema de apropiación de la época pre hispánica con el de
los marineros europeos, quienes surcaron el mar abierto con
gran maestría y establecieron una forma distinta de re
lacionarse con los cuerpos de agua en tierra firme. Como
veremos, ambas tradiciones de navegación convivieron en la
costa sur del Sotavento veracruzano y, en particular, su
integración en Los Tux tlas permitió el desarrollo de una red de
vías fluviales y terrestres que le dieron un lugar muy particular a
la región en el entorno mercantil, social e histórico que se
desplegó a lo largo de la época colonial.
54 Veredas de mar
Así, se invita al lector a seguir este proceso en el que se
discierne acerca de cómo pudo ser el sistema de navegación antes
de la llegada de los españoles, dado que las afirmaciones
planteadas en los estudios previamente realizados sugieren una
actividad de gran relevancia du rante esa época. Será entonces
un primer paso en nuestro camino el estudio del paisaje y su
historia ambiental, con el afán de generar una propuesta para la
caracterización de una práctica náutica cuyas raíces se anclan en
los ríos, esteros, desembocaduras, lagunas y mar, desde la época
prehispánica y que más adelante coexistió o, al menos, compar tió
algunos rasgos y difirió en muchos otros de la forma de apropiarse
de los cuerpos de agua que los europeos tenían, dando como
resultado una tradición de navegación en la región que todavía
hoy sobrevive entre los pescadores de Los Tuxtlas.

NoTas
1
El término en tzeltal se extrajo de Marianna Slocum (Slocum et al., 1999);
mien tras que en zoque se obtuvo de Roy Harrison (Harrison et al.,
1981). Los otros términos son referidos por Lorenzo Ochoa (Ochoa,
1994).
2
Ochoa, 1994.
3
Por el concepto de “tradición” entendemos “la transmisión de elementos
im portantes que dan orden y sentido, que cohesionan una sociedad de
diferentes maneras. Es la creación de modelos transmisibles a partir de la
reflexión y la imaginación. Los modelos pueden ser objetos, ideas, creencias,
imágenes, per sonajes, prácticas, instituciones que surgen de las estructuras
previas de todo tipo de comprensión” (Budar, 2010: 52). Al respecto, creo
pertinente agregar la dimensión diacrónica que conlleva la existencia
de la misma.
4
Leshikar, 1996; Lombardo, 1998; Favila, 2011.
5
Filloy, 1992.
6
Se trata de dos improntas de canoas reportadas por Alfredo Delgado,
Rodolfo Parra y Ponciano Ortiz en su informe (A. Delgado et al., 2008).
7
Es decir, tallada con el tronco de un sólo árbol. El nombre en náhuatl,
registrado en el Vocabulario de Fray Alonso de Molina, es acalli.
8
Torres, 1964; Leshikar, 1996.
9
García de León, 2011: 20.
10
Guevara, 2010.
11
García de León, 2011: 19.
12
Ídem.
13
Caso, 1965; Bernal, 1991.
14
Lowe, 1998: 25.
Surcando las aguas en navíos antiguos

15
Coe y Diehl, 1980.
16
Cyphers y Zurita, 2006.
17
Ochoa y Hernández, 1977.
18
Puleston y Puleston, 1971.
19
Ochoa y Hernández, 1977: 8485.
20
Santley y Arnold III, 1996.
21
Santley y Arnold III, 1996; Santley, 2007; Arnold III, 2008: 70.
22
Santley y Arnold III, 1996; Santley, 2007; Arnold III, 2008; Lunagómez,
2008; Vásquez, 2008; Siemens, 2010; Budar, 2008, 2010 y 2012.
23
A la laguna costera de Sontecomapan, algunos pobladores del imperio
mexica le llamaron Tzontecom Apan, expresión náhuatl cuyo significado se
ha referido como “cabeza de río” (Barbosa, García y Ramírez, 2004),
aunque la palabra proviene del sustantivo Tzontecomatl que de acuerdo
con el Vocabulario de Fray Alonso de Molina refiere a “cabeza cortada y
apartada del cuerpo”. Al unirse con el sustantivo locativo Apan (de la
palabra atl, “agua” y el locativo pan, “sobre”) forma un topónimo cuya
traducción cercana es “cabeza sobre, o en el agua”.
24
Barbosa, García y Ramírez, 2004.
25
Guevara, 2010: 127; Siemens, 2010.
26
Siemens, 2010.
27
Budar, 2012: 5556.
28
Thiébaut, 2013: 82.
29
Gracias al trabajo etnográfico en la región, el día de hoy se sabe que
algunos lu gareños explican el misterio del traslado por selvas y
pantanos de los grandes bloques en que se tallaron las colosales cabezas,
“altares”, tronos y monumen tos olmecas, remitiéndose al tiempo en que las
piedras y las grandes rocas estaban vivas y caminaban por sí mismas, por
lo cual pudieron dirigirse sin ayuda de los hombres a las ciudades
construidas en medio de la selva, para allí ser talladas y veneradas,
después de un largo y sinuoso recorrido (García de León, 2011: 77).
30
Bernal, 1991: 69.
31
Hazell, 2013: 140.
32
Bernal, 1991; Williams y Heizer, 1965.
33
Comunicación personal con el doctor Alfredo Delgado Calderón
durante el “Primer Encuentro Transdisciplinario sobre la Costa del
Olman”, celebrado en San Andrés Tuxtla, Veracruz, el 17 de
diciembre del 2012.
34
Por sus siglas en inglés: Particle Induced XRay Emission, es un método no
des tructivo para identificar los componentes de una muestra material a
partir de la emisión de rayos “X” sobre la misma.
35
Aguirre, 1992: 106.
36
Hazell, 2013.
37
Velson y Clark, 1975.
38
Ídem.
39
Coe, Diehl y Stuiver, 1967.
40
Ídem.
56 Veredas de mar
41
Bernal, 1991; Velson y Clark, 1975: 6.
42
Velson y Clark, 1975: 67.
43
Velson y Clark, 1975: 17.
44
Hazell, 2013: 150.
45
Ibíd: 148.
46
Cach, 2005.
47
Un cosmograma es una representación del cosmos en miniatura que
general mente tiene cuatro direcciones y un centro (Broda, 1996).
48
Cach, 2005: 6768.
49
Véase figura 82 del libro de Michael D. Coe et al., 1995: 194. Aunque
también existe la hipótesis de que pudo funcionar como un tintero
(comunicación per sonal con el maestro Tomás Pérez Suárez durante el
“Seminario Monográfico Culturas de la Costa del Golfo I”, que se llevó a
cabo en el Instituto de Investi gaciones Filológicas de la UNAM, el 4
de septiembre de 2012).
50
Florescano, 2004: 40; Taube, 2004: 69; Covarrubias, 1946.
51
Delgado, Parra y Ortiz, 2008.
52
Ídem.
53
Ibíd: 19.
54
Guevara, 2010.
55
De la Cerda, 1933; cit. pos. Guevara, 2010: 32.
56
Barbosa, García y Ramírez, 2004.
57
De acuerdo con el Diccionario de autoridades de la Real Academia Española, de
1770, una “balandra” es una embarcación con una sola vela que se
usaba para transportar bienes y en las actividades de los corsarios. Por otro
lado, el “jabeque” es una embarcación muy usada en el mar Mediterráneo
que solía tener remos, habiéndolos de varios tamaños.
58
Guevara, 2010: 128.
Surcando las aguas en navíos antiguos
capíTulo 2

El paisaje de Los
Tuxtlas: enfoque histórico-
ambiental

R
esulta común en el cuerpo de una investigación contar
con un capítulo que presente datos relacionados con el entorno
del fe nómeno a explicar; en nuestro caso, la presentación de
un pa norama del ambiente resulta fundamental, ya que la región
que se ha seleccionado presenta características ambientales que
han incidido
en los asentamientos de población desde milenios atrás.
Volcanes, lagos, ríos, selva y mar se congregan en Los
Tuxtlas, en este capítulo, se buscará describir su constante devenir
y transforma ción en la historia. Esto no sólo para dotar de un
escenario a nuestro objeto de análisis sino también para
entender los mecanismos de interacción y apropiación humana
del entorno, especialmente de có mo el hombre navegando logró
hacer suyos territorios acuáticos que la mayoría de las veces
resultan peligrosos para quienes se adentran en ellos.
Mucho se ha discutido acerca de la navegación de los
habitantes del sur de Veracruz y las evidencias que revelen su
práctica en la épo ca prehispánica, por lo tanto, en este capítulo
se aborda la descripción del paisaje de Los Tuxtlas como una
unidad de análisis que permite aproximarnos a la identificación
de los rasgos geográficos que po drían funcionar como
indicadores de la navegación. Es decir, tratare mos de contestar
si la región de Los Tuxtlas pudo o no ser navegable. En este
libro no se asume una postura geográfica determinista, la cual
podría llevarnos a generar un argumento como el siguiente: “si
existe un río, debió navegarse”. A pesar de que Los Tuxtlas,
como ve remos, es una región que se encuentra inundada de agua,
presenta una topografía compleja, inmersa en pliegues y relieves
que inmediata
54 Veredas de mar y
mente hacen dudar sobre la navegabilidad de la misma, a diferencia
de otras tierras como las de su vecino más próximo, el pantanoso
Tabasco. Es por eso que conoceremos a profundidad este ambiente,
que fue navegado de acuerdo con los autores citados en el
capítulo anterior; además, esto nos servirá más adelante para
plantear un modelo de análisis espacial geográfico que busca
sustentar estas afirmaciones. En este sentido, necesitamos
reconocer las propiedades intrínsecas que nos puedan indicar que
la topografía era navegable, es decir, debemos responder la
siguiente pregunta: ¿cuáles son los parámetros geográfi cos que
hacen que la región de Los Tuxtlas haya sido potencialmente
navegable en la época prehispánica y colonial? La respuesta se
delinea conociendo primero las características geográficas de la
región, como son topografía, hidrología, edafología y vegetación,
entre otras, den tro de un marco histórico que nos ayuda a
desarrollar criterios para construir un modelo de análisis espacial
y así respaldar las evidencias que sustenten la práctica de la
navegación en la época prehispánica.
Debido a lo anterior, estamos obligados a buscar el
entendimiento del entorno y cómo fue apropiado por el ser
humano. En particular, hablaremos del “paisaje” que constituye
un concepto que nos ayuda a establecer la vía más adecuada para
este estudio, para ello, abordare mos tres aspectos sobre este
concepto. El primero en relación con su uso en las ciencias
sociales y naturales, lo cual conlleva a su plantea miento como
un concepto unificador de la dicotomía entre el es pacio
natural y el cultural, para lo cual se presenta, en segundo lugar,
una revisión concisa sobre cómo el término adquirió su
dimensión histórica y finalmente una revisión del papel del
concepto dentro de los estudios en Mesoamérica.

Sobre las teorías del entorno

Durante mucho tiempo el uso del vocablo “paisaje”1 en el campo


cien tífico fue patrimonio propio de los geógrafos, al referirse
exclusi vamente al medio y sus características fisiográficas.
Actualmente, el estudio acerca de las relaciones o polarizaciones
entre los componen tes naturales y sociales en un espacio no
resulta de ninguna manera novedoso,2 ya que en los últimos 100
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
años la antropología —en su orien
56 Veredas de mar y
tación ecológica— y la geografía cultural han estudiado los
vínculos entre diversas colectividades humanas y sus ambientes.
La antropo geografía, la ecología cultural, la antropología
cognitiva, la ecología humana, la ecología del paisaje o la
etnoecología, son algunos de los enfoques desde los cuales se
ha indagado en torno al vínculo natu ralezasociedad.
En distintos momentos, y con diversos argumentos respecto a
la relación colectividades humanas y ambientes, se ponderó
acrítica mente la hegemonía de una sobre la otra.3 En los
últimos 40 años las relaciones teóricometodológicas entre la
geografía, la antropología4 y la historia han permitido concluir
que el espacio ocupado por el hombre es por sí mismo
cultural.5 Esto se contrapone con la idea de que el paisaje es
sólo un medio homogéneo, un área de localización geográfica,
o bien un lugar continuo e ilimitado en el que se sitúan cuerpos
físicos. Parece más adecuado entenderlo entonces como el
ámbito construido por las sociedades en el que se dan las
tradiciones y donde se reproduce la organización social y
territorial.6
Así, se pueden distinguir los conceptos de “espacio natural”
y “pai saje” de tal manera que, siguiendo a Joan Nogué, se
entenderá por el primero a un entramado físico, químico y
biológico cuya organiza ción y dinámica se construyen
mediante interrelaciones de carácter material y energético;
mientras que el “paisaje” es un complejo cuya organización y
dinámica se fundamenta en interrelaciones de carácter social y
cultural, sobre una base natural y material. El espacio natural
existe per se, mientras que el paisaje no. Este último aparece
sólo en relación con el ser humano, en la medida en que éste lo
percibe, lo construye y se apropia de él. Al hablar de paisaje
nos referiremos a una porción de la superficie terrestre que es
modelada e interioriza da a lo largo del tiempo por las
sociedades que viven en ese entorno.7 Hay diferentes criterios
para definir un paisaje, los más contrastan tes se usan para
distinguir entre paisajes naturales y culturales, aunque se hace
cada vez más difícil identificar entornos no modificados por la
ocupación humana. De hecho, de acuerdo con Alfred Siemens,
todos los paisajes son culturales porque han sido cambiados
por la gente, como ocurre en la región de Los Tuxtlas.
Actualmente el término se utiliza más para representar una
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
fracción de la superficie terrestre afec
58 Veredas de mar y
tada por el tiempo, la circunstancia y la predisposición del
observador que lo distingue y designa con un determinado
propósito analítico.8
Partiendo de los planteamientos de Pedro Urquijo y Narciso
Ba rrera, llamaremos entonces “paisaje” a la unidad espacio-
temporal en la cual los elementos de la naturaleza y la cultura
convergen en una sólida, pero inestable, comunión, siendo una
categoría de aproxima ción geográfica que se diferencia del
ecosistema —concepto que ex plica el funcionamiento biofísico
de una fracción del espacio— y del territorio —unidad espacial
socialmente moldeada por las relaciones de poder—, ya que en el
paisaje confluyen tanto los aspectos natura les como los
socioculturales, de tal forma que resulta ser “la dimensión cultural
de la naturaleza, o bien la dimensión natural de la cultura”. La
concepción del paisaje se construye así como una posición unifica
dora frente a la dicotomía naturalezacultura que dificulta
cualquier comprensión ecológica y social de nuestro presente y
pasado.9

La dimensión histórica del paisaje

Al concebir al paisaje como el resultado de una transformación


co lectiva de la naturaleza, es decir, como la proyección
cultural de una sociedad en un espacio determinado, debemos
aceptar y reconocer su carácter dinámico intrínseco.10 Como
producto intelectual y material de un grupo social, el paisaje
forma parte de una cosmovisión comple ta que se inserta en un
proceso de larga duración.11 Para explicar esto, debemos
referirnos a la categoría del tiempo, la cual es una dimensión
fundamental para los arqueólogos siempre preocupados por su
inte gración con el espacio. Siguiendo esta inquietud propia de
nuestra dis ciplina resulta pertinente mencionar que al ser parte
de un proceso de larga duración, el paisaje y sus
modificaciones se deben valorar y considerar, ya que
constituyen parte de la historia: “todo paisaje es una
acumulación... una fuente enormemente rica de datos sobre las
gentes y las sociedades que lo crearon”.12 Por ello, en este capítulo
se presenta la conjunción entre una mera descripción
fisiográfica y los datos que nos permiten dotar de un carácter
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
histórico al paisaje de Los Tuxtlas.
60 Veredas de mar y
Antes de continuar es necesario entender el vínculo entre la
geo grafía y la historia, de tal manera que nos remitiremos a la
primera mi tad del siglo XX, en Francia, cuando la llamada
Escuela de los Anna les, bajo la dirección de Marc Bloch y
Lucien Febvre, comenzó una serie de estudios históricos que
analizaban la relación entre los fac tores sociales y
ambientales. Los trabajos de Bloch proponen que al observar
un paisaje es posible identificar sus etapas anteriores me
diante una perspectiva de conjunto, por lo que se le ha
considerado uno de los postulantes de la geografía
retrospectiva.13
No fue hasta la segunda generación de los Annales cuando
se consolidó una geografía histórica basada en un modelo
ecológico y sociocultural. Esta propuesta la desarrolló Fernand
Braudel en su obra El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la
época de Felipe II,14 donde planteó sus estudios históricos en tres
tiempos y escalas dis tintas: larga duración, tiempo medio o
coyuntura y tiempo corto o acontecimiento. En particular, los
estudios de procesos de larga du ración permiten reconocer las
acciones y pensamientos de los seres humanos vinculados a las
fuerzas de la naturaleza, aunque con esto el autor no busca
plantear la supremacía del medio sobre los seres hu manos —
como lo explica el determinismo geográfico—, ni lo contra rio;
se trata más bien de ponderar el valor histórico del paisaje
como un constructo humano, en el complejo devenir de la
sociedad.15 En consecuencia, hoy en día el geógrafo, el
historiador y el arqueólogo han de investigar qué rasgos de un
paisaje determinado, de un conjun to geográfico aprehendido o
históricamente reconstituido se explican o pueden explicarse por
la acción continua, positiva o negativa, de un determinado grupo
humano o de una forma de organización social.16

El paisaje en Mesoamérica

A mediados del siglo XX, la propuesta de Braudel de realizar


estudios geohistóricos de “larga duración” tuvo en México
seguidores impor tantes que contribuyeron a una reformulación
de la geografía histó rica y cultural, en oposición a la geografía
descriptiva y cartesiana que se ocupaba sólo de los rasgos
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
fisiográficos. Varios años antes, Carl Sauer, al frente de la Escuela
de Berkeley, hizo parte de sus indagacio
62 Veredas de mar y
nes en México partiendo de un análisis del concepto de paisaje,
como lo plasmó en su ensayo The Personality of Mexico en el
que estableció criterios territoriales que antecedieron a la
propuesta para identificar las áreas culturales de Paul Kirchhoff,
publicada en su libro de 1943: Mesoamérica: sus límites geográficos,
composición étnica y caracteres cultu rales. La diferencia entre el
criterio regionalista, como el de Kirchhoff, y el paisajista, es que
el primero postula realidades espaciales objetivas delimitadas por
una serie de rasgos tanto culturales como geográficos, mientras
que el segundo considera la subjetividad tanto del observa dor
como de los sujetos que definen sus territorios.17
Urquijo y Bocco señalan que en nuestro país fueron los
historiado res quienes desarrollaron el concepto de paisaje,
entendido éste como la unidad entre naturaleza y cultura.18 Los
autores explican que esto se debió a que la institucionalización de
la historia en México tiene un pasado más remoto que el de la
geografía y a que entre las ramas de estudio preferidas por los
historiadores estaba la geografía histórica. Con este énfasis
volcado a la historia, el paisaje en el ámbito socio cultural
tomó dos vertientes: la de los mesoamericanistas y la de los
historiadoresgeógrafos. En la vertiente mesoamericanista, especia
listas en el México indígena incursionaron en el estudio de las
cosmo visiones étnicas, con especial énfasis en la concepción
mítica del es pacio y en la organización territorial. Entre ellos
destaca Johanna Broda quien formó una escuela y grupos de
investigación, proliferando así numerosos estudios de caso
referentes a los sistemas de creencias vinculados al medio,
utilizando el concepto de “paisaje ritual”.19 Por otro lado, el
investigador Gabriel Espinosa, alumno de Broda, desa rrolló, en
su obra El embrujo del lago, un estudio fundamental que inte gra el
análisis profundo del paisaje lacustre de la cuenca de México,
asociado a la explicación de los procesos de percepción y
apropiación que la sociedad mexica desplegó sobre su
entorno.20
Entre los historiadoresgeógrafos, Urquijo y Bocco refieren a los
trabajos de Federico Fernández Christlieb quien, influenciado
por la geografía cultural francesa, resaltó la importancia de
“reintegrar” los componentes paisajísticos, para lo cual realizó
revisiones histórico conceptuales que lo llevaron a enfatizar lo
que a su consideración eran las características fundamentales
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
en la concepción de un paisaje:
64 Veredas de mar y
Es un producto intelectual y material de una sociedad, y por lo tanto
éste forma parte de una cosmovisión completa; es un producto social de
individuos que se suceden generacionalmente, es decir, una entidad de
larga duración; es un es pacio moldeado tanto por fenómenos de la
naturaleza como por la acción hu mana; es una unidad física de elementos
tangibles, lo que no impide que también posea una dimensión simbólica; y
su escala es principalmente humana.21

En relación con el último punto de Fernández Christlieb, cabe


resal tar que el parámetro del paisaje será siempre el humano,
lo cual nos obliga a no perder de vista que las interpretaciones
sobre un mismo paisaje no siempre coinciden, por lo que hay
que considerar el con texto espaciotemporal en el que se
generan, así como las diferencias culturales de los sujetos
sociales que en él intervienen. Habrá que tomar en cuenta que
“en un mismo espacio convergen procesos de percepción y
apropiación del medio, acordes a disímiles procesos cul turales”.22
Sin embargo, en este caso, es posible que el estudio del pai saje
sea una vía para el estudio de la navegación prehispánica y
colo nial. Para esto se considera ampliar las perspectivas sobre los
modos de subsistencia de los antiguos pobladores de las tierras
bajas, con una apreciación de la complejidad física y del
potencial del sustento en tierras inundables y los contrastes de
estas formas de apropiación en relación con las europeas,
como veremos más adelante.23
Sobre las formas prehispánicas de interacción con el
paisaje, si guiendo las propuestas de Gabriel Espinosa, es
necesario tomar en cuenta que las técnicas de caza, de pesca,
el vínculo con los seres acuáticos, la apropiación de los
entornos lacustres, fluviales y de di versos cuerpos de agua, no
fueron exclusivos de un solo valle, o de una sola cuenca —
refiriéndose en su caso a la cuenca de México—, sino producto
de una delicada relación de las sociedades mesoame ricanas
con los cuerpos de agua.24 Es entonces necesario profundizar
acerca de la relación histórica entre el paisaje de Los Tuxtlas,
que se integra por numerosos cuerpos de agua y rasgos
montañosos muy par ticulares, y su población.
Se puede hablar de numerosos sucesos que han modelado
este entorno a lo largo de la historia, desde el inicio de la
ocupación de la región hasta finales del siglo XX; a tales
sucesos Sergio Guevara los llama “las raíces del paisaje de Los
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
Tuxtlas”. El primer acontecimien to es la colonización de la
sierra, hace aproximadamente 4 500 años,
66 Veredas de mar y
y con ella el inicio de las primeras sociedades sedentarias, la
domes ticación de plantas, el cultivo y el aprovechamiento de
los recursos naturales mediante la caza, la pesca y la
recolección. El segundo es la introducción de ganado y cultivos
tropicales, provenientes del trópi co africano y asiático, durante
la Colonia española; agregaríamos el papel en la región del
sistema de navegación colonial que trataremos en el último
capítulo. El tercero se refiere a la explotación agroindus trial en
los siglos XIX y XX.25 Nos enfocaremos ahora en hacer una
presentación exhaustiva de la información que consideramos
rele vante para entender algunas de estas raíces del paisaje
tuxtleco.

Isla de lava enclavada en la costa del golfo

La sierra de Los Tuxtlas se ubica entre los 18°05’ y 18°45’ de


latitud norte y 94°35’ y 95°30’ de longitud oeste. Se localiza
dentro de la provincia geomorfológica de la planicie costera del
golfo de México y en la subprovincia de la planicie costera de
Veracruz. La región tie ne 80 km de largo en dirección
noroestesureste y 55 km en su parte más ancha, su extensión
alcanza los 3 300 km2. La sierra es de origen volcánico lo cual la
hace distinta edáfica, geomorfológica y climática mente al interior
de la planicie costera de la cuenca baja del río Pa paloapan y
del río Coatzacoalcos, y rodea la zona hacia el este.26 Los rasgos
geomorfológicos de la sierra de Los Tuxtlas presentan una gran
diversidad y su influencia en la hidrología, el microclima, la
forma ción del suelo, y la distribución de la flora y la fauna
nos brindan el marco de referencia para comprender la historia
natural y cultural de la región,27 misma que se caracteriza porque la
fisiografía que presenta cambios con la altitud, va desde
pendientes moderadas en las faldas montañosas que recorren
hacia los bordes y valles más escarpados, has ta los cráteres en la
cima de los principales volcanes. A lo largo de la historia de la
región, la ocupación humana ha sido favorecida por los suelos
fértiles de origen volcánico —andosoles— y por la profusa red
hidrológica que proviene de las tierras altas que aseguran la
disponi bilidad de agua.28
Para la delimitación espacial de la sierra de Los Tuxtlas se
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
ha em pleado un criterio geomorfoedafológico que la considera
una área
68 Veredas de mar y

El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental


Mapa que presenta los principales cerros de la región y su gradiente latitudinal. Fuente: Siemens, 2010: 38, figura IV: 1.
62 Veredas de mar
bajo la influencia de los volcanes, limitada por la planicie
costera que está sujeta a procesos de sedimentación.29 Así, la
mayor particularidad de la región de Los Tuxtlas es que se
encuentra aislada de cualquier otro sistema montañoso,
convirtiéndola en una “isla volcánica” en la gran planicie
costera del golfo de México.30 En la sierra se identifican siete
volcanes de importancia y cerca de 300 conos pequeños. Los edi
ficios volcánicos sobresalientes son los volcanes San Martín
Tuxtla y Santa Marta; y los cerros El Campanario, en la sierra
Yohualtajapan, Mono Blanco, San Martín Pajapan, El Vigía y
Blanco.
El vulcanismo, que ha producido rocas ígneas como los
basaltos y basanitas, comenzó en el Terciario y continúa activo
hasta la actua lidad. Los volcanes San Martín Tuxtla y Santa
Marta son los paisajes montañosos más elevados de la región,
con una altura de 1 680 m. Las sierras de Yohualtajapan y San
Martín Pajapan son de menor altitud, pero presentan un
pronunciado desnivel de 1 497 m y 1 056 m, respec tivamente.
Todas son montañas bajas y cerros de laderas abruptas y
escarpadas que surgen como resultado de la disección de los
edificios volcánicos originada por ríos y arroyos, siguiendo un
diseño radial alrededor de las cimas. El drenaje es más denso
en Santa Marta, Yo hualtajapan y San Martín Pajapan
respecto al volcán San Martín Tuxtla, lo cual indica que los
primeros son relieves más antiguos y más desgastados, y que
el volcán San Martín Tuxtla fue parcialmente rejuvenecido por
depósitos volcánicos recientes.31
En general, la región de Los Tuxtlas se puede dividir en dos
subre giones: por un lado, la del volcán San Martín Tuxtla,
caracterizada por sus terrenos escarpados pero con suelos fértiles;
y por otro, las laderas de suaves pendientes del sur y suroeste
del volcán Santa Marta y los valles radiales cortados en esas
laderas que, a su vez, son el territorio de la sierra popoluca
desde tiempos prehispánicos, y aún lo son a pe sar de la
reciente inmigración de mestizos.32 Estos paisajes de alta mon taña
han funcionado como escondite en tiempos de disturbios po
líticos y de levantamientos a principios del siglo XX,
también han sido “área de refugio” para las poblaciones
indígenas en tiempos de presión y conflictos.33 Así, el relieve
montañoso de la sierra se perci be a distancia, o sobre un
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
mapa de pequeña escala, como un macizo volcánico que se
levanta sobre la planicie costera del golfo de México.34
64 Veredas de mar
La morfología antes descrita implica conocer el proceso de
vul canismo que dio lugar a la región, puesto que se trata del
extremo oriental del Eje Neovolcánico Transversal.35 El
vulcanismo en Los Tuxtlas se establece en dos épocas: un primer
periodo temprano du rante la época del Mioceno —de 23 a 5
millones de años—, en adelante representado por el macizo
montañoso suroriental de Santa Marta y San Martín Pajapan; le
sigue un periodo de intensa activi dad, desde fines del Mioceno
hasta el Plioceno —con una antigüedad de 5 a 3 millones de
años— en el Terciario —edad que duró 65 mi llones de años
— que se prolonga del Cuaternario hasta la actualidad,
representado por el maciso montañoso de San Martín Tuxtla en
la parte noroccidental de la sierra, y se caracteriza por tener
picos me nores y depósitos volcánicos recientes tales como flujos
de lava, blo ques, cenizas y un cúmulo de conos cineríticos.36
Debido a las erupciones existen abundantes depósitos de flujos
de lava sobre la región que al enfriarse formaron basaltos ricos
en olivi nos, piroxenos y plagioclasas de grano fino y grueso;
también provoca ron la formación de nubes de cenizas
volcánicas en el aire. Wesley Stoner ha reportado que ambos
elementos, el basalto y las cenizas, presentan los mismos
componentes; estas últimas produjeron gruesas capas que se
pueden identificar como parte de la composición de la ce rámica
prehispánica local.37
Los macizos montañosos más antiguos pueden considerarse
poli genéticos, es decir, resultado de varias erupciones, una
ocurrida sobre la otra, de diferente consistencia y todas
erosionadas de manera di ferencial. En cambio, la porción
noroccidental es más reciente y tiene características
monogenéticas pues es el resultado de episodios erup tivos
individuales. La mayor variación paisajística se encuentra en las
unidades que combinan laderas volcánicas con zonas costeras;
aque llas que no cuentan con una línea de costa sobresalen por
la riqueza de las formas volcánicas. La lava fluyó hacia la costa
norte, hoy día se observa como un remanente resistente a la
intemperie y a la acción erosiva de las olas. Las plataformas
marinas expuestas indican el cam bio histórico del nivel
promedio del mar y la tierra.38
La forma de las montañas se debe al desarrollo de las dos
épocas volcánicas de la región. Al primer periodo corresponden
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
los volcanes
66 Veredas de mar
Santa Marta y Martín Pajapan en el sureste, el cerro Pelón en
el sur
—respecto a estos volcanes—, y los cerros Blanco y El Vigía
en el extremo occidental de la sierra. La topografía de todos
ellos ha sido suavizada por intemperización y erosión. En las
laderas, esta erosión ha sido mayor en las secciones norte y
noreste, lo cual refleja la direc ción de las erupciones más
antiguas y la cuantiosa precipitación pro veniente del golfo de
México. El resultado es una infinidad de cres tas, colinas y valles
escarpados que se extienden en forma radial desde las cimas. Esto
es especialmente extenso y complejo hacia el noroeste del volcán
Santa Marta.39
En el cuadro 1 se presenta la clasificación de las formas
montaño sas realizada por Geissert, la cual nos permite ver la
variación en el paisaje de Los Tuxtlas y tener una primera
impresión de cuáles podrían ser las zonas con mayor
aprovechamiento para la navegación; nos referimos al paisaje
clasificado como planicie baja acumulativa.40

CUADRO 1. Unidades de relieve de montaña y paisaje de Los Tuxtlas41

Paisaje SUPERFICIE
Relieve Nombre
geomorfológico (km2)
Montaña baja Laderas abruptas de volcán Volcán 25.92
(altitud entre (pendiente entre 15° y 35°) San Martín
1 000 y 2 000 con barrancas profundas Tuxtla.
msnm). radiales; numerosos conos
volcánicos adyacentes.
Laderas escarpadas (>35°) con Volcán Santa 111.94
barrancas profundas radiales; Marta.
cráter con escarpes y conos
adyacentes.
Laderas escarpadas y Sierra 102.58
lomeríos con numerosas Yohualtajapan.
barrancas muy profundas.
San Martín 49.80
Pajapan.
Cerro. Laderas muy onduladas a El Vigía. 129.43
abruptas de volcán con
numerosas cañadas profundas;
lomeríos bajos a intermedios;
algunos conos volcánicos bajos y
pequeños lagos cráter.
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
continúa...
68 Veredas de mar
continuación...

Planicie baja Planicie costera fluvio- Sontecomapan. 66.90


acumulativa. lacustre asociada a laguna
costera, esteros, dunas y
loma aislada.
Planicie fluvial asociada a cauce Tecuanapa. 23.80
sinuoso, esteros y playa.

El más elevado de los volcanes es el pico de San Martín,


actualmente inactivo, entró en erupción por última vez en
marzo de 1783. Cova rrubias relata el testimonio del científico
y explorador José Mariano Moziño, quien dejó una vívida
descripción del ruido subterráneo que precedió a una gran
columna de fuego. El fantástico espectáculo duró dos días, seguido
de seis horas de movimientos sísmicos y lluvia de ce nizas. Dos
meses y medio más tarde se produjo la segunda erupción, esta vez
más violenta. Hubo necesidad de quitar la arena y las cenizas
acumuladas sobre los techos para que no se derrumbaran los
edificios con su peso. La ceniza que flotaba en el aire llegó hasta
Oaxaca, situa da a casi 300 km tierra adentro en línea recta. La
tercera erupción se produjo en junio y continuó alternándose con
devastadoras tormen tas hasta octubre, oscureciendo el cielo
durante 30 días seguidos, se gún afirma Moziño, y ocultando de
la vista incluso las montañas más cercanas. Como consecuencia
de estos eventos se organizaron proce siones y la gente dirigió
plegarias de lamento a Nuestra Señora del Volcán, venerada
todavía hoy en el lago de Catemaco como la santa patrona de
toda la región.42
Se han registrado alrededor de 10 erupciones en la parte oeste
de Los Tuxtlas en los últimos 5 300 años. La ocupación humana
se ex tiende desde ese tiempo, pero Robert Santley menciona
no tener evi dencias claras sobre las consecuencias de estos
eventos en los asen tamientos humanos antes del año 1 000 a.C.
Los datos arqueológicos de excavaciones en Matacapan y de
sitios vecinos como Bezuapan y La Joya, muestran que nueve
de estas erupciones ocurrieron entre 1 000 a.C. y 650 d.C. La
fuente de éstas fueron una serie de respi raderos cercanos al
cerro Mono Blanco, localizados en la orilla oeste del lago de
Catemaco a sólo 5 km de Matacapan.43 La primera erup ción
tuvo lugar al terminar el llamado periodo Formativo Temprano
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
(1 250900 a.C.), la segunda se dio al final del periodo Formativo
Tar
70 Veredas de mar
dío (150 a.C.) y la tercera en el Formativo Terminal (150250
d.C.).44 La evidencia arqueológica indica que la población
prehispánica res pondió a estos eventos de distintas maneras.
Durante los periodos del Formativo Medio y Temprano las
poblaciones emigraron lejos de la fuente del evento; en
contraste, las sociedades estatales unificadas del Clásico
Temprano y Medio se mantuvieron en la zona resolviendo los
daños. Santley menciona que otros factores que jugaron un papel
clave en la respuesta cultural al riesgo volcánico durante el
periodo Clásico fueron: el aprovechamiento del transporte en
agua; una ma yor dependencia en la economía que se basó en
la especialización artesanal, y los lazos políticos con el centro
urbano de Teotihuacán.45 Estos puntos se tratarán con mayor
detalle en el capítulo siguiente.
Debemos recordar que el basalto, resultado de las erupciones
del intenso vulcanismo de la región, fue el material más
utilizado para la elaboración de esculturas olmecas. La mayor
cantidad de éste se ha localizado en las faldas del cerro
Cintepec, volcán extinto del Plio Pleistoceno localizado en el sur
de la sierra, algunos kilómetros al su reste del lago de
Catemaco,46 Velson y Clark mencionan también que, además del
cerro Cintepec, otros lugares fueron puntos de extracción de este
material, por ejemplo, el cerro El Vigía, volcán que se loca liza
4 km al oeste de Santiago Tuxtla y que parece ser la fuente del
basalto utilizado en el sitio de Tres Zapotes, así como Roca
Partida, sobre la costa, para La Venta.47
De esta manera, la consideración de los fenómenos
vulcanoló gicos y de la topografía característica de Los Tuxtlas, en
comparación con las tierras bajas que le rodean, nos hacen
tomar en cuenta las diferencias en cuanto al aprovechamiento de
los recursos acuáticos, así como del uso de al menos una vía
fluvial que pudo haber sido el río Catemaco. Mientras que
muchos sitios del periodo Formativo se localizaron cerca de
dicho río, éste es mucho más pequeño e incluso más rápido
que el Coatzacoalcos. De acuerdo con McCormack, mien tras que
el cultivo y la pesca eran fácilmente practicados en las tierras
bajas, coordinar estas actividades en el sector de San Martín
Tuxtla pudo haber involucrado algunos conflictos de
organización.48
Recordemos que la región puede dividirse en dos grandes
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
seccio nes, por un lado, la del volcán San Martín que podría
describirse con pendientes pronunciadas y una topografía más
irregular; y por el otro,
72 Veredas de mar
el sector del volcán Santa Marta, que parece reunir las
condiciones de pendientes más suaves, con ríos que en su
distribución radial co nectan la línea de costa con el interior
del territorio. El modelo de análisis espacial que se presenta
más adelante toma en cuenta para su elaboración estos
parámetros topográficos y las pendientes de ambas regiones para
identificar las áreas potencialmente navegables.

Edafología de Los Tuxtlas

Los suelos son importantes para entender la ocupación humana de


Los Tuxtlas, dado que proveen el medio para la producción
agrícola y la materia prima para la producción cerámica y la
creación de espacios arquitectónicos. Como ya se ha
mencionado, los suelos en Los Tux tlas son andosoles derivados
de materiales ígneos expulsados por los volcanes San Martín
Tuxtla, Santa Marta y San Martín Pajapan. Las condiciones
geográficas que se establecen allí han dado origen a una
diversidad importante de suelos. El sustrato de la sierra
consiste en rocas ígneas —basalto y andesitas— mezcladas con
cenizas volcáni cas. Los suelos superficiales se constituyen por
arcillas y arcillas limo sas; limos arenosos también están presentes
en zonas de mayor ele vación.49
Debido a que la precipitación anual es alta, el suelo en Los
Tuxtlas es propenso a la lixiviación y carece de calcio y potasio.
La zona que rodea Matacapan es actualmente la más fértil,
mientras que la más productiva se localiza a lo largo del curso
del río Catemaco, que en ocasiones se inunda durante la
temporada de lluvias. La zona menos fértil abarca desde
Teotepec hasta Monte Pio y la laguna de Sonte comapan.50 En
las laderas sur y oeste del volcán San Martín Pajapan el suelo
llega a tener más de 3 m de profundidad, con características
muy favorables para su labranza, sin embargo, debido a su acidez,
re sulta poco fértil.51
Ríos MacBeth divide la historia del suelo de Los Tuxtlas en
fun ción de la identificación de una serie de formaciones, tres de
las cuales aparecen en la superficie de la zona de Matacapan.52
De la formación más antigua a la más reciente, éstas son La
LajaDepósito, Concep ción y Filisola. Las tres estaban
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
originalmente enterradas, pero ahora
74 Veredas de mar
se muestran en la superficie debido a la reciente acción del
vulcanis mo, razón por la cual se observan sobre o ligeramente
bajo la superfi cie moderna.
Los suelos más profundos expuestos vienen de la formación
del Mioceno Medio de La LajaDepósito y se constituyen con
arcillas in tercaladas, arcillas tobáceas y arenas que contienen el
mayor porcen taje de los fragmentos volcánicos. El afloramiento
de suelos y rocas que corresponden a la formación La Laja-
Depósito se ve expuesto en una pequeña área al sur de San
Andrés Tuxtla y está rodeado por suelos de la formación más
joven: Concepción.53
De acuerdo con Robert Santley, en la formación La Laja-
Depósito están las arcillas de origen marino y los suelos
arcillosos de la forma ción Concepción. El mineral arcilloso
predominante de ésta parece ser la caolinita; otros
constituyentes minerales importantes incluyen calcita, dolomita,
mica, óxidos de hierro, cuarzo, pirita y granos finos de arena. Se
presentan carbonatos que se ven como concreciones amor fas de
conchas o microfósiles y yeso. La formación Concepción se pue
de separar debido a la ubicación vertical de sus componentes; los
más profundos son ricos en arcillas marinas, mientras que los
estratos supe riores poco a poco se transforman en la formación
Filisola y son ricos en inclusiones de cuarzo y arena. Estos últimos
son los que, de acuer do con los análisis de elementos traza, se
preferían para las pastas con las que se elaboraba la cerámica
en el periodo Clásico.
Finalmente, la formación Filisola se encuentra sobre la
Con cepción y se constituye con arenas finas y arenas de
mayor tamaño poco consolidadas, alternando con conglomerados
de basalto y arci llas con ceniza volcánica. Esta secuencia indica
una regresión del nivel del mar durante el proceso de
deposición de la formación Con cepción y su emergencia
eventual en el área.54
La heterogeneidad en los tipos de suelo, junto con la
variabilidad geomorfológica, el clima y otros factores, han
permitido el estable cimiento de diversas comunidades vegetales
que van desde las coní feras de zonas altas, hasta selvas
tropicales y vegetación de dunas costeras. En la actualidad estas
formaciones vegetales han sido impac tadas por actividad
agropecuaria, como la ganadería y la agricultura, restringiéndose a
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
las áreas más inaccesibles con pendientes fuertes y
76 Veredas de mar
suelos pobres o pedregosos no aptos para la agricultura, como
las la deras y las cimas de los volcanes.55

El clima de la sierra

En la sierra de Los Tuxtlas el clima está determinado por la


compleja topografía, su gradiente altitudinal y su cercanía al
mar. Esta sierra funciona como una barrera entre el mar y el
interior del continente, generando diferencias climáticas entre la
vertiente noreste orientada hacia el golfo de México y la
vertiente suroeste que da al interior del continente.56 De hecho,
el clima que impera en la propia sierra y tie rra adentro
depende de lo que se denomina la sombra de lluvia —som bra
pluvial—; esto se refiere al efecto que tienen las altas
montañas al retener la humedad del aire, limitando su llegada
al otro lado de la sierra donde favorecen condiciones de clima más
seco. La forma alar gada y estrecha de la sierra tiene en el norte
una ladera larga y alta orientada hacia el mar, llamada ladera
de barlovento —expuesta al viento— y otra que mira hacia el
continente, hacia tierra adentro, cu yo nombre es ladera de
sotavento —protegida del viento—. Al final del verano y
principios del otoño, ocasionalmente arriban huracanes o ciclones
tropicales, aunque es poco común en la región de sotaven to;
este término es utilizado por los navegantes y se refiere a la
baja frecuencia que tienen los vientos huracanados y las tormentas
tropica les provenientes del Caribe. Hoy en día, la región de
sotavento se ex tiende desde Coatzacoalcos hasta el centro del
estado de Veracruz.57
La temperatura anual promedio va de los 22°C a 24°C en
la ma yor parte de la región, pero baja hasta 21°C o menos en
las elevacio nes que están sobre los 1 000 msnm.
Temperaturas menores a 6°C son raras, aunque se han
registrado heladas en el volcán San Martín. El mes más seco es
mayo y los más lluviosos de julio hasta noviembre. De noviembre
a febrero la región de Los Tuxtlas es afectada por el
desplazamiento de masas de aire polar continental
provenientes de Canadá y Estados Unidos que, al pasar sobre
el golfo de México, se cargan de humedad provocando el
aumento de la precipitación inver nal y descensos rápidos en la
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
temperatura. Los vientos fríos y húmedos
78 Veredas de mar
generados alcanzan velocidades de hasta 80100 km/h y se conocen
como “nortes”. La precipitación es temporal, con una media
anual de lluvia que varía entre 1 700 y 3 000 mm. La mayor
cantidad de lluvia cae en las laderas expuestas del norte del
volcán San Martín y al este del lago de Catemaco.58

Entre acahuales y la reserva de la biósfera

La singularidad e importancia biológica de la sierra de Los


Tuxtlas han sido reconocidas desde hace mucho tiempo. En
1979 se decretó al volcán San Martín Tuxtla como zona
protegida forestal y de refugio para la fauna, a partir de la cota
altitudinal de 1 000 m hasta la cima, abarcando una superficie
de 5 630 ha. En 1980 se decretó a los vol canes Santa Marta y
San Martín Pajapan como zonas de protección forestal y refugio
de la fauna silvestre, mismas que fueron reclasifica das en 1988
como Reserva Especial de la Biosfera, con una extensión de 82
800 ha. La creación y decreto de la Reserva de la Biosfera de
Los Tuxtlas, en 1998, permitió que la región se incorporara en
2006 a la Red Mundial de Reservas de Biosfera de la
UNESCO.59
Es relevante mencionar que actualmente en la sierra se
mantiene la diversidad biológica de casi todos los ecosistemas
originales, aun que hay que tomar en cuenta que en tiempos
recientes la vegetación se ha modificado por eventos culturales y
naturales: la actividad volcá nica y sísmica, los movimientos de
tierra provocados por las abundan tes lluvias o por el uso del
suelo, y el abandono de las tierras dedica das a la ganadería o
al cultivo.60 La selva de Los Tuxtlas tiene gran capacidad de
regeneración ante la perturbación una vez que ésta ce sa, la cual
no puede desligarse de las prácticas de manejo y uso que sus
habitantes han implementado en ella. Durante la época
prehispá nica la regeneración de la vegetación forestal en
acahuales, es decir aquella flora que crece en un área
previamente usada para la agricultu ra, fue parte integral del ciclo
de rozatumbaquema de la agricultura milpera prehispánica.61
En estas montañas tropicales destaca la secuencia de
cambios ambientales altitudinales. La terminología difiere pero
la secuencia empieza con la vegetación costera, después pasa a la
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
selva tropical hú
80 Veredas de mar
meda o lo que queda de ella hasta los 900 msnm, le sigue la
selva alta perennifolia, la selva mediana perennifolia, el bosque
mesófilo y el bosque de niebla que se encuentra en los picos
más altos.62
Existen diversas clasificaciones de la vegetación, trataremos
aquí de seguir el orden altitudinal para explicarlas. Guevara
comienza agru pando la vegetación de Los Tuxtlas como paisaje
de selva húmeda el cual se extiende en 217 076 ha —65% de
la superficie de la sierra— y está formado por selva alta
perennifolia, selva mediana subperennifo lia, acahual de selva,
potreros arbolados con milpa, cultivo y acahual, potreros no
arbolados, cultivo de café, y cultivos comerciales. Este pai saje se
encuentra desde el nivel del mar hasta 1 000 m de altitud; es
el más extenso, diverso y complicado por la cantidad y distribución
de fragmentos que quedan en el presente, dado que es una
vegetación pri maria desde hace 3 000 años. En estas zonas altas
—con una precipita ción entre 2 500 y 5 000 mm— las especies
dominantes pueden crecer hasta 25 m de alto e incluyen: palo
de tortilla (Bernoullia flammea),63 árbol de Ramón, conocido como
ax en el sur de Veracruz (Brosimum alicastrum), abrecapalo (Ficus
tecolutensis) y pentetomate (Pseudolmedia oxyphyllaria); estos árboles
crecen en andosoles que derivan de ceni zas volcánicas. La selva
mediana perennifolia —entre 700 a 900 msnm en áreas de más de
1 800 mm de precipitación— está dominada por el árbol de
Ramón que crece en suelos rocosos bien drenados. La selva
baja perennifolia sólo se encuentra en la cumbre del volcán San
Mar tín Tuxtla y posiblemente también en el Santa Marta.64
Se reporta la presencia de una zona de transición entre la
selva baja y mediana perennifolia —1 200 a 900 m de
elevación—, en ésta se encuentran: liquidámbar (Liquidambar
macrophylla), encino (Quer cus skinneri), olmo (Ulmus mexicana) y
palo blanco (Meliosma alba).65 La resina del liquidámbar fue usada
por los mexicas y demandada por Tochtepec, dado que Los
Tuxtlas caían dentro de esta provincia del imperio mexica.66
En orden altitudinal ascendente se agrupa la vegetación en
el pai saje de bosque mesófilo, el cual cubre 11 776 ha repartidas
en las cimas de los tres volcanes más altos de la sierra: San
Martín Tuxtla, Santa Marta y San Martín Pajapan; es el tipo de
vegetación mejor conserva do de la región. Le sigue el paisaje de
pino y encino; el bosque de pino
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental

(Pinus oocarpa) se localiza al sur del volcán Santa Marta —de


400 a 900 msnm, 2 034 ha—, igual que el encinar (Quercus
spp).67
El paisaje de manglar y selva baja perennifolia inundada
tiene una extensión de 504 ha; aparece en zonas de agua
dulce, al noroeste de la laguna costera de Sontecomapan. En
sitios sujetos a inundaciones periódicas tales como planicies bajas
cercanas a la desembocadura de ríos caudalosos, se pueden
encontrar franjas o manchones domina dos por el apompo
(Pachira aquatica).68 En particular el manglar ocu pa una
extensión de 523 ha y está ubicado al sureste de la laguna de
Sontecomapan, limitando al noroeste por la selva baja
perennifolia inundada; es un tipo de vegetación de 20 a 25 m
de altura, con tres es pecies características: mangle rojo
(Rhizophora mangle), mangle negro (Avicennia germinans) y mangle
blanco (Laguncularia racemosa), cuyas raíces les sirven tanto
para fijarse al suelo lodoso como para captar oxígeno.69
El paisaje de sabana presenta una composición florística y
estruc tura típica de las sabanas neotropicales en una extensión de
9 357 ha, es fácil reconocerlo pues es un pastizal con árboles
dispersos de poca estatura. Se identifica por sus bosques
semicaducifolios en elevacio nes bajas, principalmente en las
laderas del sur de Los Tuxtlas; se en cuentra sobre todo bajo
los 150 msnm donde la precipitación anual es de 1 700 mm.
Las especies que lo conforman son: uvero (Coccoloba
barbadensis), tachicon (Curatella americana), nanche (Byrsonima
crassi folia), peine (Apeiba tibourbou), encino (Quercus oleoides),
ciruelo (Spondias mombin), dormilona (Mimosa púdica) y árbol de
la cera (My rica cerifera).70
El paisaje costero presenta dunas que en conjunto abarcan
una extensión de 238 ha a lo largo de toda la línea de la costa;
se observan especies arbustivas y arbóreas provenientes de tipos
de vegetación de tierra adentro.71 Santley agrega un apartado
más de la clasificación de la vegetación que denomina como las
áreas perturbadas por el hu mano que presentan cambios
dramáticos, sobre todo en la parte más baja de Los Tuxtlas
donde se localizan potreros y campos de cultivos de maíz y
caña que cubren áreas que antes presentaban bosques.72
Para cerrar este apartado es necesario conocer cuáles eran
las especies de árboles utilizadas para elaborar los cayucos en
82 Veredas de mar
la época prehispánica. Recordemos que Delgado y sus
colaboradores reportan
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental

el hallazgo de dos cayucos monóxilos en el río Coatzacoalcos,


posi blemente del periodo Postclásico,73 la especie del árbol no
está iden tificada. Los registros etnográficos de los últimos 50 años
indican que algunos de los árboles utilizados para tallar las canoas
podrían haber sido la ceiba (Bombax ellipticum), el zapote (Lucuma
campechiana) y la caoba (Swieteneia macrophylla).
Drucker reporta que las canoas monóxilas utilizadas por los
habi tantes de la región en la década de los setenta se
elaboraron de ceiba o caoba74 —aunque la ceiba es
conveniente, no es demasiado fuerte, se rompe y humedece
rápidamente a menos que se trate con alguna resina como
sellador, se prefiere la caoba porque es más fuerte, durable y no se
pudre con facilidad—.75 En el área maya se hace referencia al
uso de la ceiba como el árbol principal para elaborar
cayucos y se sugiere también en la región olmeca, tanto en la
época prehispánica como en la actualidad.76 En Los Tuxtlas, se
informa77 el uso de ceiba, zapote,78 cedro (Cedrela mexicana) y
súchil (Plumeria rubra) recubier tos de chapopote, al menos hasta
la introducción de las lanchas de fibra de vidrio y de motor a
mediados del siglo pasado.
En una representación localizada en la foja 43 del Códice
Dresde se observa una deidad maya navegando en una canoa cuyos
costados presentan líneas con pequeños círculos adyacentes. Este
símbolo se localiza también en otro cayuco donde se recrea la
muerte del Dios del Maíz en una escena labrada sobre un hueso
localizado en el entierro 116 de Tikal; este símbolo se pudo
identificar en el diccionario de je roglíficos mayas de Stone y
Zender donde se hace referencia al glifo TE que indica todo
aquello hecho de madera; los autores mencionan además la
relación estrecha del glifo con el árbol de la ceiba. Esto se
complementa con su identificación en la estela 27 de Izapa, así
como en la escena de un vaso maya donde se observa a Juun
Ajaw disparar con una cerbatana a la representación aviar de
Itzamnaaj, quien ade más está posado sobre una ceiba que
presenta el glifo TE.79 Hacemos estas observaciones en función de
que es necesario integrar todos los datos disponibles que
permitirán complementar una visión de cómo pudo haber sido
la antigua tradición de navegación en Mesoamérica.
84 Veredas de mar

Deidad maya en una canoa que presenta el glifo TE en el Códice Dresden, foja 43.
Fuente: SLUB Dresden, http://digital.slub-dresden.de/id375693750 (CC-BY-SA 4.0).
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
Escena que representa la muerte del Dios del Maíz tallada sobre un hueso localizado en el entierro 116 de Tikal. Se observa el glifo TE en los costados de
la canoa.
Fuente: Stone y Zender, 2011; dibujo: Aban Flores Morán.
76 Veredas de mar

Estela 27 de Izapa, donde se observa un árbol con el glifo


TE. Fuente: Guernsey y Love, 2005: 43; dibujo: Alban Flores
Morán.
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
Escena de un vaso maya donde se observa a Juun Ajaw disparar con una cerbatana
a la representación aviar de Itzamnaaj, quien está posado sobre una ceiba que presenta el
glifo TE. Fuente: Stone y Zender, 2011; dibujo: Aban Flores Morán.
78 Veredas de mar
Testimonios polínicos en la historia de Los Tuxtlas

El primer apogeo de la población en Los Tuxtlas coincide con el


auge de dos ciudades olmecas: Tres Zapotes y Laguna de los
Cerros, ambas situadas al oeste y al sur, respectivamente, de la
parte más baja de las laderas de las montañas.80 El auge de
estas ciudades se inició ha ce 3 000 años y se prolongó por
800 más hasta el periodo Preclásico (del año 1 200 al 400
a.C.). El segundo pico de población coincide con el florecimiento
del centro ceremonial urbano de Matacapan, alre dedor del año
300 d.C., ubicado al suroeste del lago de Catemaco en la
misma diagonal de ocupación prehispánica, al centro de la
sierra de Los Tuxtlas.
Los resultados de los estudios palinológicos de los sedimentos
de lagos de Los Tuxtlas muestran que durante los dos picos de
población disminuyó la cantidad de polen de especies arbóreas y
aumentó la del maíz y malezas asociadas a la milpa, lo cual
indica una deforestación extensiva;81 también es evidente que
con la disminución de la densi dad de población, la vegetación
forestal se recuperó rápidamente, aún después del periodo de
mayor deforestación ocurrido entre 200 a.C. y 700 d.C., lo que
implica que el paisaje mantuvo remanentes importan tes de selva
durante este largo periodo.82 La fragilidad del ecosistema de la
selva y la vulnerabilidad de la biodiversidad son inconsistentes
con la diversidad que permanece en la región a pesar de la
deforestación y fragmentación, como lo atestiguan las 3 356
especies de plantas y las 851 de vertebrados reportadas, así
como por la capacidad de rege neración del sistema.83
El conocimiento acerca de la historia de la vegetación de
Los Tuxtlas se ha basado en un núcleo de sedimento tomado
de la laguna Pompal, ubicada en las laderas del oeste del cerro
Campanario.84 De igual manera, se recuperó polen de un núcleo
obtenido del lago de Ca temaco, el cual indica que el área
alrededor del mismo fue explotada por agricultores de maíz,
aunque debe tomarse en cuenta que esta se cuencia polínica no
fue fechada correctamente debido a la contami nación de
origen volcánico.85
Goman divide la secuencia polínica de la laguna Pompal en
cin co zonas.86 La zona 5 abarca de 2 350 a 1 550 a.C. y
corresponde al periodo Arcaico Terminal en la cronología
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
mesoamericana; árboles
80 Veredas de mar
de bosque tropical, pastos y hierbas fueron comunes, el polen de
maíz está presente, sugiriendo que la agricultura precedió al
estableci miento de villas sedentarias.87
La zona 4, fechada de 1 550 a 650 a.C., corresponde al
Formativo Temprano y Medio en la cronología de Los Tuxtlas y
se caracteriza por la ausencia de maíz, lo que puede responder
a que el área alrede dor del lago se abandonó por un
movimiento hacia la región cercana a Matacapan y a la parte
baja del río Catemaco durante el Clásico Temprano.
Amber VanDerwarker, en su trabajo sobre arqueobotánica
de La Joya y Bezuapan para el periodo Formativo, agrupa los
restos recu perados en las siguientes categorías: cultivos, árboles,
frutas, nueces y plantas misceláneas. Los pobladores de estos dos
sitios cultivaron y consumieron maíz, frijol, aguacate, coyol y
zapote, entre otros.88 Los grupos arqueobotánicos de La Joya y
Bezuapan incluyeron una com binación de plantas cultivadas y
silvestres cuyos requerimientos eco lógicos involucraron algún
tipo de intervención humana, con lo cual la autora sugiere que la
información ecológica recuperada indica que la gente del periodo
Formativo modificó su ambiente, enfocándose en el consumo
de algunos recursos económicamente importantes.89
La zona 3 del núcleo va del 650 a 550 d.C., es decir, en el
Forma tivo Tardío, Clásico Temprano y Clásico Medio
Temprano en la cronología de Los Tuxtlas; el polen de maíz y
de otras especies que indican perturbación por agricultura
aparece en abundancia. Esta zona corresponde al Clásico
Medio, periodo con un aumento en la población en Los Tuxtlas,
por lo tanto, el núcleo de la laguna Pom pal indica que las tierras
altas fueron explotadas con propósitos agrí colas.90
La zona 2 abarca de 550 a 1 550 d.C. y corresponde al
Clásico Medio Tardío, Clásico Tardío y Postclásico; en la laguna
Pompal se registra polen arbóreo, mientras que el maíz está
presente señalando que los agricultores explotaban el área
cercana a la laguna.
Finalmente, la zona 1 se fechó para un denominado
“periodo his tórico”, durante el cual se practicó la agricultura
intensamente y se eliminaron áreas de bosque como
consecuencia de la colonización española, lo cual se identificó
por un alto influjo de carbón.91
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental

En conjunto, la evidencia palinológica muestra dos periodos


de deforestación y regeneración.92 Restos de cerámica y otros
artefactos corroboran la presencia humana desde hace 3 500 años
(1 400 a.C.);93 desde entonces hasta la llegada de los
colonizadores españoles, a principios del siglo XVI, la presencia
humana en la sierra de Los Tux tlas ha sido continua.94
Con la llegada de los españoles, Hernán Cortés escogió una
zona no tan escarpada en el extremo noroeste de la sierra para
establecer, en Tepeaca, la primera plantación de caña de azúcar
en la Nueva Espa ña y así establecer el primer asentamiento
colonial en la región, con lo cual la zona de Los Tuxtlas integró
una parte importante de su vasta encomienda.95 Al finalizar el
periodo colonial, entre Acayucan y San tiago Tuxtla, existían siete
hacendados propietarios de 270 350 ha.96 La distribución de las
haciendas y de los sitios alrededor de las ciuda des de
Acayucan y Santiago las convirtió en los centros económicos de
Los Tuxtlas, desde entonces hasta fines del siglo XIX. Los
principales productos comercializables eran azúcar, seguido por
algodón, tabaco y extracción de madera; se transportaban por
el río San Juan hasta Tlacotalpan y de ahí a Veracruz.97

La fauna de Los Tuxtlas

La economía de subsistencia olmeca se caracteriza por la


mezcla de cultivos, pesca, recolección de tortugas y caza de
animales terres tres.98 Las evidencias arqueológicas indican que el
aprovechamiento de recursos acuáticos y el cultivo de maíz
probablemente se combina ron con el uso de las tierras
adyacentes a los cauces de los ríos.99 De acuerdo con Borstein,
los pobladores se enfocaron menos en la agri cultura antes del
año 1000 a.C., que en la explotación de los recursos acuáticos;
afirma que el acceso a éstos está relacionado con el aumen to en
la complejidad social al interior de las comunidades asentadas
en la región sur de Veracruz.100 Por su parte, VanDerwarker
sugiere que las tierras contiguas a los ríos eran igualmente
importantes para los cultivos de maíz, así como para la
explotación de los recursos acuáticos, de tal manera que
ambas actividades hacían que esas zo nas fueran muy
codiciadas.101
82 Veredas de mar
El aislamiento que por su origen volcánico sufrieron los
sistemas acuáticos de la región desde el PlioPleistoceno —
periodo que inicia hace 5 000 000 de años hasta 12 000 años— se
manifiesta en un eleva do número de especies endémicas de
peces.102 Este fenómeno es fre cuente en todas las lagunas
volcánicas del Eje Neovolcánico Trans versal, pero debido a la
menor latitud y altitud de Los Tuxtlas y su situación en la
parte continental de la región neotropical de Améri ca, se
propicia una diversidad faunística mayor. La diversidad íctica
de Los Tuxtlas ha sido poco estudiada, pero en los sistemas
más co nocidos, como los lagos de Catemaco, Escondida y
Zacatal, se ha re gistrado un alto número de especies endémicas.
Pocos sistemas acuá ticos han sido objeto de un análisis minucioso,
al respecto sobresalen los trabajos efectuados en los ríos
Máquinas, Col, Grande de Catema co y La Palma, en los que
existen especies exclusivas relacionadas con su origen
volcánico.103
De los estudios arqueozoológicos de VanDerwarker en La
Joya y Bezuapan se recuperaron especímenes tanto de agua dulce
como de mar; entre los animales de agua dulce se encontraron
pejelagartos (Lepisosteus spatula), mojarras (Cichlasoma sp.) y
especímenes de la fa milia Catostomidae (bagre o bobo),104 que se
pueden encontrar en ríos y lagunas. Los pejelagartos abundan en
temporada de lluvias y las mo jarras habitan incluso el lago de
Catemaco105 aunque prefieren aguas someras y son tolerantes a los
cambios de salinidad. Se localizaron tam bién especímenes de pez
gato de la familia Pimelodidae; algunas es pecies de ella se
encuentran en aguas costeras, mientras que otras en lagos y ríos
de agua dulce, incluyendo el lago de Catemaco. Los peces
marinos incluyen robalo (Centropomus sp.), jurel (Caranx sp.) y
par go (Lutjanus sp.). El robalo se aloja en cuerpos de agua
continentales, principalmente lagunas, estuarios y en los tramos
bajos de los ríos;106 los jureles se encuentran en diversos hábitats,
la mayoría de sus espe cies en aguas abiertas del mar y en
arrecifes, aunque algunos prefieren aguas continentales y estuarios;
en cuanto al pargo, éste tiende a habi tar aguas someras alrededor
de los arrecifes, así como arenales en las bahías y estuarios, y
costas con manglares. De acuerdo con VanDer warker todos
estos peces se podían capturar tanto en la costa como en los
estuarios, lo que indica que tal vez no se hacían viajes en em
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
barcaciones rumbo al mar abierto.107
84 Veredas de mar
Los anfibios identificados en La Joya y Bezuapan incluyen el
sapo (Bufo sp.) y la rana (Rana sp.). Los especímenes de sapo
podrían repre sentar una de las dos especies nativas de Los
Tuxtlas: el sapo de caña (Bufo marinus) o el sapo de la costa del
golfo (Bufo valliceps);108 am bas comunes en hábitats perturbados
asociados a lugares habitados por humanos. En opinión de
VanDerwarker estos sapos no se consumían y probablemente
eran una plaga. En cuanto a las ranas pudo existir la rana
Vaillant (Rana vaillanti), la más común de la región, pero la
ausencia de especímenes comparativos hace la identificación
im posible.109
Por otro lado, VanDerwarker reporta que entre los reptiles
se pue den identificar tortugas, iguana verde (Iguana iguana) y
víboras; de las primeras se encontraron la tortuga de ciénega
gigante mexicana (Staurotypus triporcatus) y la tortuga pintada
(Trachemys scripta), am bas acuáticas y que prefieren lagos y
pantanos; la tortuga pintada puede encontrarse en ríos y arroyos.
Los habitantes de La Joya y Bezuapan las obtenían junto con
las iguanas verdes del lago de Catemaco y del río Catemaco.
La boa constrictor (Boa constrictor) fue la única ser piente
identificada.110
Se registraron también pájaros como patos, aves de rapiña,
pája ros terrestres y carpinteros. Los patos se pudieron haber
cazado en las áreas cercanas al río Catemaco o al lago de
Catemaco. En el conjun to arqueofaunístico se localizó el pato
criollo (Cairina moschata), el cual comúnmente se encuentra en
lagos y ríos, así como en pantanos. De las aves terrestres se
identificó al guajolote (Meleagris gallopavo) y a la codorniz
(Colinus virginianus), además de un halcón (Buteo sp.) y un
chupasavia norteño (Sphyrapicus varius). De acuerdo con VanDer
warker estos especímenes podrían no representar alimentos, sino
que más bien eran capturados para usar sus plumas.111 La
importancia que tenían las aves en esta región se refleja en la
discusión en torno al gentilicio “Tuxtla”, ya que hay autores que
argumentan que viene de tochtli (conejo) o, como menciona
Roberto Williams, Tuxtla es la voz castellanizada de toztlan que
podría traducirse como “lugar de loro” o “lugar donde abundan
los pericos amarillos”; este topónimo se compone de toztli,
especie de loro de plumas amarillas y del locativo
–tlan. Además Williams refiere que en el Códice Mendocino, en
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
su lámina 46, entre los pueblos tributarios de los mexicas
aparece uno
86 Veredas de mar
que tiene escrita la palabra toztla bajo un ave amarilla
identificada como un loro.112
Continuando con la fauna que VanDerwarker localizó, los
mamí feros son la clase que presentó una diversidad superior de
especies en el contexto arqueológico. Los de mayor tamaño
incluían el pecarí de collar (Tayassu tajacu), el venado cola
blanca (Odocoileus virginianus) y el cabrito (Mazama americana);
los de menor tamaño fueron zari güeyas (Didelphis sp.), tuza
(Orthogeomys hispidus), armadillo (Dasypus novemcinctus), conejo
(Sylvilagus sp.), mapache (Procyon lotor), ocelo te (Leopardus
pardalis) y el perro doméstico (Canis familiaris). El hecho de que
se localizaran restos de perros sugiere que éstos se utilizaban
como alimentos. De hecho Elizabeth Wing,113 en su estudio
osteoló gico, demuestra que durante el Formativo la fauna más
consumida en el golfo eran las tortugas acuáticas, el pescado
—principalmente robalo— y el xoloizcuintle. En general, es
importante recalcar que los animales que se localizaron en La
Joya y en Bezuapan representan una amplia variedad de
hábitats. Entender la ecología local en térmi nos del
aprovechamiento de los recursos faunísticos resulta ser esen cial
para tener pistas acerca de cómo los humanos organizaron sus
actividades de caza, pesca y cautiverio.114

Paisajes fluviales de Los Tuxtlas

La consideración de los paisajes fluviales nos permite


acercarnos al entendimiento del proceso de apropiación social y
cultural de los es pacios acuáticos por sus habitantes. Resultan
importantes porque pue den considerarse elementos móviles que
representan realidades va riadas, tanto temporal como
espacialmente, ya que siguen un eje central a lo largo de uno o
varios kilómetros.115 Se trata de espacios alargados, inestables,
escurridizos, donde metafóricamente, como re fiere Fernández:
“desde la ribera, lo que se mueve es el agua, no las em barcaciones
que pasan por él; desde la orilla, es el tiempo que trans curre.
En cambio, si el observador va en bote, el paisaje está hecho
de ruidos y fragmentos conectados por un hilo líquido; desde el
agua, es el espacio el que se sucede a manera de mosaico”.116
Estos pueden definirse como los espacios que están
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
relacionados con un río y se
88 Veredas de mar
localizan en un valle fluvial. El eje central de estos paisajes es
la co rriente de agua. Son paisajes móviles ya que se suceden
a la orilla del curso del río, con usos de suelo diversos y se
transforman a lo largo del año según la variabilidad del caudal,
las inundaciones y otros eventos.117
Los Tuxtlas, en particular, es una región que vierte sus aguas
plu viales hacia dos cuencas hidrológicas —Papaloapan y
Coatzacoal cos—;118 el agua escurre hacia la cuenca del río
Papaloapan a través del río San Juan y hacia el mar, hasta
donde llegan innumerables ríos y arroyos que atraviesan la
planicie costera alimentando las lagunas costeras de
Sontecomapan y el Ostión, así como el lago de Cate maco.119
Las subcuencas de la cuenca del Papaloapan que integran el sector
de Los Tuxtlas son las de Tecolapilla al norte, Papaloapan hacia
el oeste, San Andrés y el lago de Catemaco al centro, y al
sur la de San Juan. La cuenca del río Coatzacoalcos ocupa la
región por me dio de dos subcuencas al sureste: la del río
Calzadas y la de la lagu na del Ostión.
Se pueden distinguir tres vertientes hidrológicas: la
vertiente norte y noreste que desemboca en el golfo de México
y está delimi tada por la subcuenca Tecolapilla que es parte de
la cuenca del Papa loapan; en esta zona hay numerosos ríos y
arroyos de recorrido relati vamente corto provenientes de los
volcanes San Martín Tuxtla, San Martín Pajapan y Santa Marta,
los cuales derraman directamente sus aguas en el golfo o en la
laguna costera de Sontecomapan. En la zona costera de esta
vertiente hay sistemas lagunares temporales o permanentes,
como Delicias y La Joya, que se han formado en las hondonadas
de las dunas, estas lagunas reciben agua del manto freá tico y de
la lluvia.120 En los levantamientos volcánicos se originan
numerosos ríos cuyas características dependen de la vertiente a la
que pertenecen: en la del golfo hay ríos largos y permanentes que
desem bocan en el mar como los ríos Salinas, Manantiales, Oro
y El Rejón, cuyas cabeceras están bien conservadas puesto que se
originan en las zonas más altas que aún mantienen la
vegetación original; también se encuentran pequeñas cuencas con
ríos de corto recorrido, fuerte pen diente e independientes entre
sí, como los ríos Gachapa, Liza, Los Órganos y Revolución cuyo
cauce se inicia desde las cimas. En su porción media, entre los
200 y 300 m de altitud, los ríos tienen cau
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
Mapa de las cuencas del río Papaloapan y del río Coatzacoalcos sobre las que se encuentra la región de Los Tuxtlas.
Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
86 Veredas de mar

Laguna de Sontecomapan y golfo de México.


Fuente: Guevara, 2010: 121; fotografía: Gerardo Sánchez Vigil.

dales permanentes, pero muy variables, ya que responden a la


precipi tación pluvial de las partes altas; sin embargo, la naturaleza
permea ble del suelo hace que sus partes bajas lleven agua
sólo en la época de lluvias, por lo que son considerados como
ríos intermitentes.121 El río Tepango, más pequeño que el río
Catemaco, está situado en el área oeste del macizo montañoso;
ambos se unen para formar el río Tuxtla en los pies del sector
suroeste antes de integrarse al río San Juan que, a su vez, se
descarga en la cuenca Papaloapan.122
La vertiente continental abarca las subcuencas de los ríos
San Juan y San Andrés y la del lago de Catemaco, las
cuales también forman parte de la cuenca del Papaloapan.
Esta vertiente —que se inicia al sur del volcán Santa Marta— es
la de mayor superficie. El río San Juan es muy importante ya
que recoge parte de las aguas prove nientes de los volcanes
San Martín Tuxtla y Santa Marta, a través del río Hueyapan, y
desemboca en la laguna de Alvarado. En esta ver tiente se
encuentra el lago de Catemaco que tiene un gran efluente, el
río Grande de Catemaco cuyas aguas vierten también hacia el
San Juan;123 el río Catemaco no sólo proveyó de agua y recursos
acuáticos
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
87

a los habitantes de la región durante la época prehispánica sino


que también, como Wesley Stoner lo caracteriza, fue la ruta de
transpor te que conectaba con la región de las tierras bajas
sureñas, dado que se une con el río Tepango.124 En esta vertiente
se encuentran las co rrientes provenientes de los volcanes
San Martín Tuxtla y Santa Marta, con cauces largos que
drenan en el río San Juan, como es el caso de los ríos
Xoteapan, San Joaquín, Chuniapan, Matacapan y Saltillo
Caracolar. A lo largo del río Xoteapan, situado entre el río
Catemaco y el Tepango, se asentaron comunidades en la época
pre hispánica. De acuerdo con Stoner, los sitios localizados al
borde de esta corriente pudieron haber servido como límite para
regular las in teracciones entre Totocapan y Matacapan.125
La vertiente sureste, que forma parte de la cuenca del río
Coatza coalcos, incluye la subcuenca de la laguna costera del
Ostión y la del río Calzadas. Algunos de los ríos y arroyos que
descienden del volcán Santa Marta desembocan en el río
Coatzacoalcos y otros, que provie nen del volcán San Martín
Pajapan, llegan a la laguna costera del Os tión. Las corrientes de
agua que atraviesan estas llanuras de suave pen diente fluyen
durante todo el año y debieron ser muy útiles para los
asentamientos localizados justo donde el terreno cambia de
pendien te; esos puntos de quiebre daban acceso a recursos de
hábitats adya centes.126 Al respecto, Bernal describió a la región
como infestada de llanuras húmedas y pantanos, cubierta de
monte alto, constituyendo así una selva inextricable que sólo se
abría para dejar pasar a los ríos, concebidos como los únicos
caminos posibles para transitarla.127
Se pueden identificar varias zonas con mayor detalle por
sus ca racterísticas hidrológicas. Como ya se ha mencionado, la
zona mon tañosa presenta una red de drenaje radial
determinada por la topo grafía. De las montañas bajan arroyos
de corriente rápida y aguas cristalinas, diferentes a los lentos y
turbios grandes ríos que se desli zan en la planicie y cuyas orillas
están marcadas por corredores de manglares.128 En el volcán
Santa Marta la red hidrológica es muy abundante y poco
ramificada, con cauces muy profundos que drenan rápidamente
hacia las zonas bajas, en la vertiente del golfo. En cam bio, en
la vertiente del volcán San Martín Tuxtla hay ríos que nacen en
las partes altas pero son intermitentes debido a la presencia de sue
lo88poroso.
Veredas En
de mar
las partes medias (entre 300 y 400 msnm) se
vuelven
88 Veredas de mar
permanentes, con caudales muy variables que dependen de la
precipi tación en las partes altas y, en las partes bajas,
desembocan en el golfo. En la vertiente continental de la
sierra, la red hidrológica está más jerarquizada, organizándose
en cauces que recogen caudales de cuencas más extensas y que
llegan al río San Juan. Algunos de estos ríos cruzan las
ciudades de San Andrés Tuxtla y Santiago Tuxtla. En la zona
de influencia del volcán San Martín Tuxtla son muy frecuen tes
los cuerpos de agua asociados a cráteres. Ahí se encuentra cerca de
80% de los lagos de agua dulce de la región.129
La relevancia de los ríos como proveedores de alimentos y
agua dulce se complementa con el papel que pudieron tener en
la comu nicación al permitir el movimiento mediante los
caminos natura les, mismos que rodean e integran la región de
Los Tuxtlas y que se prestaban para ser vías multifuncionales,
ya que los ríos principales conducían de fuera del área olmeca
hacia adentro. Bernal los perci bía como una fuerza centrípeta
en la que los materiales pesados se deslizarían con las
corrientes y sólo los objetos ligeros tendrían que
remontarlas.130

Cuerpos lacustres

Entre los sistemas lacustres más grandes de la sierra destacan el


lago de Catemaco y la laguna costera de Sontecomapan, ambos
ubicados entre los volcanes San Martín Tuxtla y Santa Marta
como unida des que separan ambas regiones. El primero, a
330 m de altitud en la vertiente continental, tiene 7 437 ha de
extensión, 12 km de diáme tro aproximado y 50 km de
perímetro, con una profundidad media de
7.5 m y una máxima de 11 m.131 La sierra que le rodea está
motea da de numerosos lagos pequeños redondeados que
ocupan los mi núsculos cráteres volcánicos llamados “lagos
maars”132 como Majahual, Chalchoapan, Manantiales, Verde, Mogo
y Encantada, entre otros.133 El lago de Catemaco se ha definido
como un “espejo enmarcado
por selvas y montañas”;134 se formó por las barreras de materiales
pro ducidas por la erupción, derrames lávicos PlioPleistocénicos
que interceptaron el drenaje natural de un valle tectónico de
rocas sedi mentarias en el Terciario Medio, sobre todo hacia el
noreste, y que
90 Veredas de mar

El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental


Los ríos y cuerpos de agua de la región. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
90 Veredas de mar
bloquearon el drenaje de su actual cuenca. Cuando las aguas
sobre pasaron el lago, éstas siguieron escurriendo hacia el
norte, lo que dio forma más adelante a la cascada de
Eyipantla.135 En su superficie se pueden observar dos bordes de
un cráter expuestos que han forma do las islas de Agaltepec y
Tenagre en las cuales se ubicaron centros ceremoniales durante
la época prehispánica. El nombre Agaltepec se deriva del náhuatl
y podría significar “en el cerro de la canoa”, por la unión de -
agal (de acalli canoa), tepe (de tepetl cerro) y el locativo “en” c.
Varios ríos y arroyos alimentan el lago de Catemaco —
Escaceba, Espagoya, Tebanca, La Margarita, Ahuacapan,
Pozolapan y Cuetza lapan— que sólo tiene una salida: el río
Catemaco que fluye hacia el suroeste para unirse con el río San
Juan, uno de los muchos tributa rios del río Papaloapan.136 El
río Catemaco tiene dos fuentes de agua mineral, Arroyo Agrio y
Coyame, sus aguas poseen también un ver tedero que
desemboca en la bahía de Sontecomapan y las dos islas:
Agaltepec —que alberga el Tégal o “cueva” donde apareció en
1 664 la virgen del Carmen de Catemaco— y Tenagre. Recibe
también agua de mantos freáticos cercanos a la superficie y de
la precipitación plu vial que es muy alta, siendo el promedio
anual de lluvias cercano a los 5 000 mm. El lago está sometido
a fuertes presiones humanas, entre ellas la tala de la
vegetación circundante que ha provocado un elevado aporte de
sedimentos a la cuenca lacustre, modificando su pro fundidad y
forma, además de la intensa pesca del topote —una pe queña
sardina de la especie Dorosoma petenense— y del caracol tego golo
(Pomacea patula). Además de la contaminación proveniente de la
ciudad de Catemaco y de los pequeños poblados que se encuentran
alrededor del lago que inciden en la calidad del agua de la
laguna, y por lo tanto, de los productos que se pescan.137
El siguiente cuerpo de agua importante es la laguna costera
de Sontecomapan que se ubica en la costa con una superficie
de 9 km2
—12 km de largo y 1.5 km de ancho—, divide el macizo
montañoso en el sector de los volcanes San Martín y Santa
Marta. Su conexión permanente con el mar se da mediante la
barra de Sontecomapan donde la laguna registra su mayor
profundidad —5.5 m—, mientras que el resto tiene alrededor
de 2 m en promedio. Presenta niveles de salinidad bajos
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
debido al influjo constante de agua dulce de los ríos
92 Veredas de mar
La Palma, Basura, Sumidero, Del Fraile, Sábalo, El Carrizal,
Yohualta pan, Coxcoapan, el manantial La Poza y el arroyo
Agua Caliente.138 Los ríos principales que desembocan en la
laguna conservan bosques de ribera o galería y una extensión de
selva baja inundable, ecosiste mas que en gran medida han sido
transformados en pastizales inun dables y tulares.139 La región
presenta un sistema de dunas costeras; en la costa noroeste hay
algunos cerros y acantilados con selva alta perennifolia y
acahuales.
La laguna se sitúa en la cuenca que forman los volcanes
San Mar tín Tuxtla y Santa Marta, que a su vez separa las
cuencas terciarias de Veracruz y Salina del Istmo. Su suelo está
formado por rocas volcáni cas clásticas y presenta en su fondo
cenizas volcánicas provenientes de la actividad del macizo por
acarreo fluvial o por procesos eólicos de cenizas volcánicas
preexistentes. En la parte noreste de la laguna se localiza una
boca que la comunica con el mar; al noroeste un depó sito de
sedimentos; hacia el otro extremo de la boca existe un derrame
basáltico llamado Roca Morro; y al noroeste de la laguna hay
un va lle con acumulación de materia orgánica que propicia la
agricultura. Esta región abarca unos 300 km de la cordillera
Neovolcánica desde Punta Delgada hasta Coatzacoalcos y en
sus porciones central y sur cubre a la planicie costera de
Sotavento.
El sistema lagunar se divide en: la barra, que comprende
desde la playa a Roca Morro; y el canal Real, que abarca la
zona del río La Pal ma y que termina en un canal que se abre y
conforma la laguna, con una profundidad promedio de 1.5 m.
Se divide en tres zonas debido a dos deltas formados por el río
Coxcoapan. Su litoral presenta man glares donde las especies
dominantes son mangle negro (Avicennia germinans), mangle
blanco (Laguncularia racemosa) y mangle rojo (Rhi zophora mangle)
que alcanzan alturas entre 15 y 25 m con una flora rica en
epífitas. La laguna alberga las especies de cangrejo Callinectes
sapi dus y C. rathbunae, junto con una gran comunidad de
moluscos for mada por 60 especies de gasterópodos y
bivalvos.140
Una vez establecido el panorama fluvial y lacustre, se
presentarán más adelante las distintas funciones que tuvieron los
ríos y lagunas en el pasado para las comunidades de la región
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
como vía de comunica ción y eje de los asentamientos
humanos y las actividades produc tivas. Partiendo de datos
geográficos, arqueológicos e históricos, y
94 Veredas de mar
tomando en cuenta estos paisajes, nos concentraremos en
describir cómo fueron aprovechadas las características hidrológicas
regionales, así como el bagaje cultural y las rutas de comercio
prehispánico y co lonial que incidieron en el desarrollo de la
conformación cultural de la región.

El paisaje costero

En la cuenca del golfo de México, entre el puerto de


Veracruz y el macizo montañoso de Los Tuxtlas, se extiende la
llamada planicie costera de sotavento. La parte central de la
planicie está dominada por el río Papaloapan, cuyo cauce se
desliza en dirección norte hasta desembocar en la laguna de
Alvarado. En Los Tuxtlas, el mar ha es culpido, a lo largo de la
costa, puntas y riscos donde los flujos de lava llegaron hasta el
agua adentrándose en ella. El efecto del oleaje, combinado con
el descenso del nivel del mar, formó barras de arena
transversales a la boca de los ríos, en las cuales se retuvieron
los se dimentos acarreados por ellos mismos, produciendo la
elevación de sus bordes y riberas, dando lugar a lagunas a cada
lado. Pronto se esta blecieron manglares alrededor de dichas
lagunas y la colonización de las plantas formó islotes interiores;
lo anterior se ve con claridad en las lagunas del Ostión y de
Sontecomapan,141 así como en los pe queños embalses a lo
largo de la costa arenosa, alrededor de Santa Marta, y en las
lagunas y humedales en el contorno del extremo no roeste de
Los Tuxtlas.
Las principales civilizaciones se han establecido en
asociación con los humedales dependiendo de sus recursos, sobre
todo el agua; éstos, con sus distintos ambientes y gran
biodiversidad, fueron y siguen siendo fuente de numerosos
productos de flora y fauna, apoyo im prescindible para el
transporte y la generación de energía, por lo que en sus orillas
surgieron asentamientos de distintos tipos. En algunos de esos
humedales Alfred Siemens ha identificado las marcas de lo que
podrían ser remanentes de antiguos canales.142
La palabra “humedal” evoca una estrecha relación con
condi ciones de humedad, con presencia de agua. La mayor
superficie de humedales se encuentra sobre la planicie costera,
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
ubicándose en las
96 Veredas de mar

Derrame de lava que se adentra en la costa del golfo en Los


Tuxtlas. Fuente: Guevara, 2010, 160-161; fotografía: Gerardo
Sánchez Vigil.

tierras bajas inundables que reciben el escurrimiento del


altiplano, así como en aquellas zonas donde hay influencia de las
mareas.143 Des de la llegada de los españoles los humedales se
han considerado tie rras inhóspitas donde se producen vectores
de enfermedades y malos olores, lo que en la actualidad parece
repercutir en un gran desco nocimiento del papel que han
jugado y siguen jugando en nuestra sociedad.144 Alfred
Siemens ha hecho hincapié en esta situación a lo largo de sus
estudios en el centro y sur de Veracruz, incluso en alguna
ocasión, al visitar el sitio arqueológico de Tres Zapotes, quedó
sor prendido al encontrar un gran humedal adyacente al que
no se le ha bía dado ninguna importancia en la literatura.145
Debemos recordar que la cosmovisión mesoamericana recoge
los rasgos más abstractos de lo que tuvieron en común la mayoría
de sus pobladores; éstos establecieron contacto con cuerpos de
agua, inclui dos los humedales, de manera más compleja de lo que
suele suponer se. Los lagos más productivos en términos
ecológicos —es decir, los de mayor biomasa producida por
unidad de tiempo— no son los más profundos sino los
superficiales. Las ciénagas son ecosistemas de un
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental

gran valor que, lejos de ser un estorbo para la cultura humana,


fueron verdaderos paraísos con recursos de todo tipo, en particular
alimen ticios.146
La riqueza natural y la facilidad de comunicación fluvial de
tierra adentro hacia el mar y viceversa, no pasaron desapercibidas
para los conquistadores españoles que pronto colonizaron los 45
540 km2 que comprenden la cuenca baja del Papaloapan, ámbito
que, al igual que a la sociedad prehispánica, modeló a la colonial,
integrada por hispanos, indios y una creciente población
afromestiza.
Enmarcada en claros límites geográficos, la economía regional
se apoyó en el comercio, la ganadería, la pesca y la extracción de
madera. El comercio trashumante del ganado, el de los víveres
y las grandes haciendas marcaron los senderos de tierra, así como
la navegación se ñaló los caminos de mar. Transportes
terrestres y marítimos convi vieron en este ámbito, mientras
un universo intermedio, el de la red fluvial, se erigió como
entramado natural del espacio en tierra aden tro.147 Integrando
esta red de aguas dulces y esteros se construyó el paisaje
como una unidad que ahora constituye parte de nuestro ob jeto
de estudio pues, siguiendo a Di Méo, al mismo tiempo que la
iden tidad legitima a un grupo en el espacio, el proceso
identitario utiliza el territorio como uno de los cimientos de la
construcción social: “los grupos sociales se identifican con
elementos territoriales específi cos como objetos, lugares y,
sobre todo, paisajes”.148
Ya hemos mencionado que los pobladores del sur de
Veracruz aprovecharon barras y dunas litorales para sus
asentamientos, espacios laterales de los cursos de ríos activos e
inactivos,149 así como humeda les y cuerpos lacustres,
integrándolos como parte de su colectividad. En este sentido,
Nogué considera que “los paisajes evocan un marca do sentido de
pertenencia a una colectividad determinada a la que le otorgan
un signo de identidad”.150 Recordemos que los paisajes no son
sólo una realidad física, sino además una construcción social car
gada de valores culturales y de significados, y que algunos de sus
ele mentos se vuelven simbólicos. Es importante señalar también
que la configuración de estos paisajes, elementos de la identidad
de los gru pos sociales, evoluciona de manera constante, de tal
forma que al gunos de sus componentes desaparecen, y otros se
98 Veredas de mar
transforman.151 Es este proceso el que tratamos de rescatar
estudiando el paisaje de Los
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental

Tuxtlas. Enfocándonos en el entorno fluvial, lacustre y costero


se ha asumido la posición de pretender alcanzar un mínimo
entendimien to de los procesos de apropiación de estos
paisajes que se pudieron haber dado, en parte, gracias a la
práctica de la navegación.
Para concluir este apartado diremos que en Los Tuxtlas el
vulca nismo y los procesos geomorfológicos relacionados han
producido tierras elevadas con un conjunto de formas
particulares. El clima y la vegetación se gradúan más o menos
vertical y concéntricamente. Los ríos corren en forma radial.
Fisiográficamente, Los Tuxtlas son una entidad bien definida. El
término es plural: hay varios Tuxtlas, esto se aplica no sólo a
dos de sus pueblos dominantes, Santiago Tuxtla y San Andrés
Tuxtla, sino también a la dualidad de una región volcá nica
occidental con un volcán principal reciente y una región orien
tal con dos volcanes más antiguos.152 Hay que añadir el papel
que la región ha tenido a lo largo de su historia. Isla de lava
enclavada en la costa, recordemos que las islas se navegan.
Dividida por lagos, flan queada por océanos, e integrada interna
y externamente por circui tos fluviales. Como veremos en las
páginas siguientes, de acuerdo con los estudios arqueológicos
que se han realizado en la región, las diversas fuentes
documentales y las personas que hoy día siguen reco rriendo estos
caminos de agua, la región fue navegada antes y después de la
llegada de los españoles.

NoTas
1
En su sentido más literal el término landschaft equivaldría al inglés
landscape o al castellano paisaje. Sin embargo, en un contexto geográfico
dicho término se asocia siempre a la escuela de Landschafts Geographie,
nacida a finales del siglo XIX en Alemania y caracterizada por el hecho de
concebir la geografía como “una ciencia del paisaje”, preocupada sólo
por el estudio y la clasificación ade cuada de las formas de los paisajes
y de las regiones (Nogué, 1985: 94).
2
La investigación arqueológica había prestado poca atención a la manera
en que las sociedades no occidentales conceptualizaban su relación con
el medio am biente, por lo que comúnmente se utilizaban enfoques
materialistas —como el marxismo o la ecología cultural— con el fin de
explicar el comportamiento humano, en tanto que los rasgos culturales
100 Veredas de
específicos eran considerados como meras respuestas adaptadas a las
limitaciones del medio. La relación hombre
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental

naturaleza era definida así en términos eurocéntricos a partir de un


lenguaje positivista. En la actualidad, muchos estudiosos concuerdan en que
las concep ciones de la naturaleza y del medio ambiente circundante son
construidas socialmente, y evolucionan y se transforman de acuerdo con
los contextos cul turales y determinaciones históricas (Iwaniszewski et
al., 2011: 78).
3
Urquijo y Barrera, 2009: 227252.
4
En los campos de la geografía y la antropología, Eugenio Turri convierte el
pai saje en un objeto de estudio básico, iniciando así una línea de
investigación que en sus últimas expresiones parece coincidir con los
presupuestos de la geografía humanista (Turri, 1974: 97).
5
Nogué, 1985: 93.
6
Velasco, 2007: 64.
7
Nogué, 2010: 124.
8
Siemens, 2002: 4243.
9
Este concepto es construido por Pedro Urquijo y Narciso Barrera a partir
de los planteamientos teóricos de Sochava, 1972; Raffestin, 1980; Sauer,
1995; R. Gar cía y Muñoz, 2002; Ojeda, 2005; Urquijo, 2008; y Urquijo y
Barrera, 2009: 231.
10
Nogué, 2010: 123136.
11
Braudel, 1993; Baker, 2004; y Urquijo y Barrera, 2009: 232.
12
Meinig, 1979: 44, cit. pos. Nogué, 1985: 101.
13
Urquijo y Barrera, 2009: 243.
14
Braudel, 1976.
15
Urquijo y Barrera, 2009: 244.
16
Nogué, 1985: 9495.
17
Kirchhoff, 1960; Urquijo y Bocco, 2011: 44.
18
Ídem.
19
Urquijo y Bocco, 2011: 45.
20
Espinosa, 1996.
21
Urquijo y Bocco, 2011: 46.
22
Ibíd: 39.
23
Siemens, 1989: 11.
24
Espinosa, 1998: 6061.
25
Guevara: 2010.
26
Santley, 2007: 12; Geissert, 2006: 163; Guevara, Laborde y Sánchez, 2006:
19.
27
Geissert, 2006: 159.
28
Siemens, 2006: 4748, 50.
29
Guevara, Laborde y Sánchez, 2006: 19.
30
Siemens, 2006: 12; Guevara, 2006.
31
Geissert, 2006: 163, 165 y 166.
32
Foster, 1940; Siemens, 2002.
33
Aguirre, 1967; Siemens, 2006: 53.
34
El origen remoto de esta disposición de promontorio sobre la costa con
los tres volcanes: San Martín Tuxtla, Santa Marta y San Martín Pajapan,
es explicado todavía por los nahuas y popolucas de la región por medio
102 Veredas de
de un mito fundador
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental

recuperado por Antonio García de León: “Lo que hoy vemos como una
serranía es consecuencia de que un destronado señor de Cholula fuera
perseguido por sus enemigos durante una época en la cual el Sol todavía
no iluminaba la Tierra con sus rayos. En su huida del Altiplano hacia el
oriente trató de construir un puente con las piedras gigantescas que el
gobernante arreaba desde su reino noc turno como si fueran una partida
de ganado. El objetivo del héroe perseguido, y de los que lo
acompañaban, era construir un puente para cruzar el mar pero en el intento,
cuando había llegado con todas estas piedras a la orilla del océano del
Este, fue sorprendido en la playa por los nacientes rayos del primer Sol,
los que le dieron a las piedras el peso y la dureza que las caracterizan
hasta ahora” (García de León, 2011: 76).
35
Andrle, 1964; Álvarez del Castillo, 1977: 354; Martín del Pozzo, 1997, cit.
pos.
Siemens, 2006: 44.
36
Siemens, 2006: 34; Santley, 2007: 2; Guevara, 2006: 57.
37
Stoner, 2011: 153.
38
Siemens, 2006: 34, 4344; Geissert, 2006: 177178.
39
Siemens, 2006: 53.
40
Geissert, 2006.
41
Modificado a partir del cuadro 2 de Geissert, 2006: 166.
42
Covarrubias, 2012: 69.
43
Santley, 2007: 18 y 20.
44
Santley y Arnold III, 1996.
45
Santley, 2007: 20.
46
Williams y Heizer, 1965; Velson y Clark, 1975: 4.
47
Williams y Heizer, 1965: 154.
48
McCormack, 2002.
49
Siemens, 2006: 4344; Campos, 2006: 181182.
50
Santley, 2007: 21.
51
Guevara, 2006: 71; Campos, 2006.
52
Ríos, 1952; cit. pos. Santley, 2007: 22.
53
Santley, 2007: 22.
54
Ibíd, 2223.
55
Campos, 2006: 191192.
56
Soto, 2006: 196.
57
Guevara, 2006: 36, 3940. En Veracruz, el término “costa de Sotavento”
es una noción desarrollada durante la época colonial y definida por el
ingeniero y co ronel Miguel del Corral y el capitán de fragata Joaquín de
Aranda, en 1777. El Sotavento colonial se extendía desde el puerto o
desde la punta de Antón Ni zardo —llamada así por un marinero de Niza,
hoy Antón Lizardo— hasta el río Tortuguero, en los límites con el mundo
maya (García de León, 2011: 19).
58
Soto, 2006: 196; Santley, 2007: 1314.
59
Guevara, 2006: 249.
60
Ibíd: 41 y 49.
61
Laborde, 2006: 76.
104 Veredas de
62
Álvarez del Castillo, 1977; Gómez Pompa, 1977, cit. pos. Siemens, 2006:
53.
63
Todas las referencias a los nombres comunes y científicos fueron
verificados en Martínez, 1979.
64
Guevara, 2006: 152; Santley, 2007: 16.
65
Santley, 2007: 16.
66
Martínez, 1979; Venter, 2008; Stoner, 2002: 161.
67
Guevara, 2006: 157; Santley, 2007: 16.
68
Guevara, 2006: 92, 157158.
69
Ibíd: 92.
70
Martínez, 1979; Andrle, 1964; Gómez Pompa, 1973, cit. pos. Santley,
2007; 17; Guevara, 2010: 92, 158.
71
Guevara, 2006, 93.
72
Santley, 2007: 17.
73
Delgado, Parra y Ortiz, 2008.
74
Velson y Clark, 1975: 17.
75
Ídem.
76
Ibíd: 16.
77
José Villegas, 76 años, pescador de El Real, Veracruz; Don Camerino, 45
años, campesino/pescador, Salinas, Veracruz; Manuel Cárdenas, 72 años,
pescador, ejido 2 de abril, Veracruz. Todos ellos habitantes de la localidad
2 de abril y de la laguna de Sontecomapan. Entrevista realizada entre
diciembre de 2012 y enero de 2013.
78
Heather McKillop reporta el hallazgo de un remo en K’ak’ Naab’,
Belice, fe chado para el Clásico Tardío maya; tallado en una especie de
zapote identificado como Manilkara de la familia Sapotaceae (McKillop,
2005: 5632).
79
Stone y Zender, 2011: 50 y 71. Un profundo agradecimiento a Gabriela
Rivera Acosta y a Daniel Moreno Zaragoza por proporcionar estos
valiosos datos.
80
Coe, 1965.
81
Byrne y Horn, 1989.
82
Laborde, 2006: 63.
83
Guevara, Laborde y Sánchez, 2006: 105.
84
Santley, 2007: 17.
85
Laborde, 2006: 63.
86
Goman, 1992: 17.
87
Santley, 2007: 17.
88
VanDerwarker, 2006: 80.
89
Ibíd: 86, 91.
90
Santley, 2007: 17; VanDerwarker, 2006: 4647.
91
Goman y Byrne, 1998: 8389.
92
Santley, 2007: 18.
93
Santley y Arnold III, 1996; Santley, 2007.
94
Laborde, 2006: 62.
95
García Martínez, 1969; Siemens, 2006: 5152.
96
Aguirre, 1992.
El paisaje de Los Tuxtlas: enfoque históricoambiental
97
Ibíd: 66.
98
Aguirre, 1992; Coe y Diehl, 1980.
99
VanDerwarker, 2006: 35.
100
Borstein, 2001; cit. pos. VanDerwarker, 2006: 39.
101
VanDerwarker, 2006: 39.
102
H. Vázquez et al., 2006.
103
Ibíd: 218.
104
VanDerwarker, 2006.
105
Coe y Diehl, 1980: 118.
106
Ibíd: 117.
107
VanDerwarker, 2006: 123124.
108
Ibíd: 125.
109
Ídem.
110
Ibíd: 126.
111
Ídem.
112
Williams García, 2006, cit. pos. Guevara, 2006: 32.
113
Wing, 1981: 2225, cit. pos. Lowe, 1998: 70.
114
VanDerwarker, 2006: 116, 123129.
115
Thiébaut, 2013: 83.
116
Fernández, 2013: 134.
117
Valette et al., 2004, cit. pos. Thiébaut, 2013: nota 1, 91.
118
Las cuencas hidrológicas están delimitadas geográficamente a partir de los
par teaguas en las montañas. Son las unidades espaciales que deben
considerarse para hacer el ordenamiento del territorio ya que en ellas se
conjuntan procesos hidrológicos, flujos de nutrientes, procesos de
erosión, etcétera (Moreno e In fante, 2010: 90).
119
Vázquez et al., 2006: 34.
120
Guevara, 2006: 7178.
121
H. Vázquez et al., 2006: 204205.
122
Stoner, 2011: 152.
123
Guevara, 2006: 72.
124
Stoner, 2011.
125
H. Vázquez et al., 2006: 204; Stoner, 2011: 152.
126
Siemens, 2006: 51; Guevara, 2006: 7172.
127
Bernal, 1991: 22.
128
Ibíd: 2021.
129
H. Vázquez et al., 2006: 202203; Guevara, 2006.
130
Guevara, 2006: 122.
131
Ídem.
132
Byrne y Horn, 1989.
133
Siemens, 2006: 4546; Guevara, 2006.
134
Covarrubias, 2012: 44.
135
Andrle, 1964; Martín del Pozzo, 1997; cit. pos. Santley, 2007: 12;
García de León, 2011: 73.
106 Veredas de
136
Santley, 2007: 12.
137
Vázquez et al., 2006: 207208.
138
Lara et al., 2009.
139
Plantas herbáceas de las orillas de los lagos o de lugares muy húmedos
(Martínez, 1979).
140
Castañeda y Contreras, 2001.
141
La laguna de Sontecomapan tiene importancia internacional porque
cuenta con uno de los manglares mejor conservados de la provincia
biogeográfica de la costa del golfo de México y porque está enriquecido
con especies debido al contacto con la selva alta perennifolia. La
comunidad más representativa del área la constituyen sus
aproximadamente 523 ha de manglares, de altura consi derable (2025 m),
equiparables con los de Centla, Tabasco, México. En Son tecomapan se
encuentran tres de los cuatro mangles presentes en México y en
categoría de protección especial: mangle rojo (Rhizophora mangle), mangle
ne gro (Avicennia germinans) y mangle blanco (Laguncularia racemosa), con
alturas considerables de 2530 m. Los bosques de mangle protegen de los
fuertes vientos
—nortes y algunas suradas— a las comunidades cercanas, como
Sontecomapan y El Real y evitan la alteración de la línea de costa y de
las orillas del cuerpo de la laguna (Comisión Nacional de Áreas
Naturales Protegidas, 2003).
142
Siemens, 2006: 4647; Moreno e Infante, 2010: 45; Guevara, 2006: 159-
160.
143
Siemens, 2006; Guevara, 2006; Moreno e Infante, 2010: 13, 28 y 33.
144
Moreno e Infante, 2010: 16.
145
Siemens, 2006: 5.
146
Espinosa, 1998: 62, 65.
147
Velasco, 2004: 145; García de León, 2011: 24.
148
Di Méo, 2002; Di Méo, Sauvaitre y Soufflet, 2004, cit. pos. Thiébaut, 2013:
83.
149
Jiménez, 1990: 13.
150
Nogué, 2010: 136.
151
Thiébaut, 2013: 83.
152
Siemens, 2002.
capíTulo 3

Contextos arqueológicos,
contextos navegables

E
n este capítulo se desarrollan dos apartados para abordar el
tema de la navegación durante la época prehispánica. Como ya
hemos indicado, las evidencias arqueológicas tienden a ser
escasas, por
lo que es necesario sistematizar la información de los estudios que
se han realizado sobre el tema. Cabe mencionar que la unidad
geomor fológica que constituye a Los Tuxtlas no se ha
investigado desde el campo de la arqueología. Bajo esta óptica, la
pregunta es: ¿por qué es necesario revisar e integrar los datos
disponibles de la historia de esta región? La respuesta es que, al
considerar a Los Tuxtlas como una uni dad regional, nos obligamos
a tener un conocimiento detallado y pre ciso acerca de los
procesos de poblamiento humano a lo largo del tiem po, con el
cual podemos obtener información que nos sugiera cuáles
fueron los espacios navegables durante la época prehispánica.
Un primer problema surge de inmediato, los sectores
espaciales que aborda cada proyecto de investigación responden a
diversos cri terios, por lo tanto, la información se debe articular
considerando este aspecto, lo que puede resultar problemático si
deseamos obtener una perspectiva unitaria de Los Tuxtlas —al
respecto, se ha observado que las cronologías arqueológicas de
las tierras bajas del golfo son “no toriamente vagas y pobremente
documentadas” y se basan “más en la fe y la sabiduría aceptada,
que en información arqueológicamente verificada”—.1
Cristopher A. Pool aborda este problema desde el proceder
de las investigaciones más recientes en la costa del golfo, y ha
identificado que mucho del trabajo de campo en la parte central
y sur del estado de Veracruz se ha realizado con recorridos
arqueológicos de superficie,2
102 Veredas de mar y
Sitios arqueológicos estudiados por los diversos proyectos que se mencionan en el texto. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
Contextos arqueológicos, contextos navegables

los cuales dejan de lado los procesos de fechamiento absoluto


—ra diocarbono hidratación de obsidiana, entre otros—. En
este sentido, para Pool, la forma en que se ha recuperado la
información ha sido tan general que provoca ambigüedad en
cuanto a los límites temporales de los periodos arqueológicos.3 Al
respecto, Lourdes Budar apunta que:

…las investigaciones realizadas allí [Los Tuxtlas] por Robert Santley y su


equipo de trabajo a lo largo de 30 años […] han articulado un conjunto
de datos que se refuerzan y que sirven para entender la dinámica de la
región. Cabe señalar que debido a la falta de investigaciones en las
zonas núcleo II, III y sus áreas de amortiguamiento,4 las explicaciones
acerca de la historia arqueológica de Los Tuxtlas aún son parciales.5

En función de esta problemática, explicaremos en este primer


apar tado dónde, cómo y por qué se han desarrollado diversos
proyectos de investigación arqueológica en los últimos años; en el
segundo apar tado, presentaremos la información recuperada,
relacionada y sis tematizada en torno a las investigaciones
arqueológicas que nos per miten acceder a la historia cultural de
la región, enfocándonos sobre todo en las zonas navegables a
partir de la ubicación de los asenta mientos humanos. El
resultado final de este proceso de análisis y sis tematización de
datos son tres mapas que explican, en función de los periodos
culturales y de la información disponible acerca de los asen
tamientos prehispánicos, cuáles pudieron haber sido las rutas
navega bles en la región de Los Tuxtlas, Veracruz, antes de la
llegada de los españoles. (véase anexo: mapas 1, 2 y 3).

Investigaciones arqueológicas de la región (siglos XIX-XXI)

Entre los antecedentes de investigación en la región de Los


Tuxtlas destacan las publicaciones de José María Melgar y
Serrano a finales del siglo XIX, éstas contienen información
sobre el monumento 1 de Tres Zapotes, la primera cabeza
localizada en el sur de Veracruz; esta escul tura llamó la atención
de personajes como Alfredo Chavero, Leo poldo Batres,
Eduardo y Cecilia Seler, Franz Blom y Oliver La Far ge,
quienes incrementaron el corpus de evidencias arqueológicas al
recorrer la región de Los Tuxtlas. Las expediciones realizadas en
104 Veredas de mar
esta
Contextos arqueológicos, contextos navegables

época no plantearon un problema de investigación concreto, en


cam bio, presentaron al mundo, que era ajeno a esta área
cultural, un primer acercamiento a la cultura tuxtleca.6
Más adelante, las descripciones y descubrimientos aislados de
es culturas en la zona cercana a Tres Zapotes despertaron el
interés de algunos personajes e instituciones de la arqueología
estadounidense. Este sitio se localiza en la planicie aluvial y en
las terrazas del arroyo Hueyapan, donde el río emerge de las
tierras altas sedimentarias del piedemonte de Los Tuxtlas,
dirigiéndose hacia el oeste a lo largo del delta del río
Papaloapan. Por su ubicación, y debido a los hallaz gos
asociados a él, comenzaron a desarrollarse investigaciones desde la
década de los treintas. Mención especial merecen los trabajos
ela borados entre 1938 y 1939 por la Smithsonian Institution
con fon dos de la National Geographic Society, encabezados
por Matthew Stirling quien realizó los primeros croquis del sitio y
descubrió un frag mento de la célebre Estela C que despliega
una de las fechas en cuenta larga más antiguas de Mesoamérica
(32 a.C.). Drucker se unió al pro yecto en 1939 y diseñó la
primera cronología cerámica para la región de Los Tuxtlas
basada en la estratigrafía. El desarrollo de la Segunda Guerra
Mundial interrumpió estas actividades; las cuales se retoma ron
hasta finales de 1945.7
Karl Rupert y Juan Valenzuela8 realizaron exploraciones en
los si tios de Agaltepec, Matacapan, Totocapan, La Mechuda,
Matacanela y Catemaco. Las excavaciones se localizaron al
interior y alrededor de la arquitectura monumental, dado que
el objetivo de Valenzuela era localizar ofrendas de entierros;9
fue el primero en notar las simi litudes entre los materiales
encontrados en Matacapan y Teotihua cán. A partir de estas
investigaciones se propuso que durante el pe riodo Clásico
(3001000 d.C.) la región de Los Tuxtlas recibió una fuerte
influencia cultural desde el Altiplano Central, especialmente en
el sitio de Matacapan.10
En 1970 inició el Proyecto Olmeca de Los Tuxtlas,
dirigido por Robert Squier y Francisco Beverido, con el fin de
conocer acerca de la ocupación olmeca y evaluar el patrón de
asentamiento regional. Para ello, se elaboró un plano
topográfico de Tres Zapotes que incluía el sector este del arroyo
de Hueyapan, ya que se pensaba que era allí donde se
106 Veredas de mar
encontraría “la más temprana ocupación olmeca”.11 De ma
Contextos arqueológicos, contextos navegables

nera fortuita se descubrió la cabeza colosal de Cobata que hoy


se encuentra en Santiago Tuxtla, así como el complemento de
la Este la C cuyo primer fragmento fue descubierto y analizado
por Matthew y Marion Stirling.12
Ponciano Ortiz y Robert Santley iniciaron en 1979 una
investi gación en Los Tuxtlas, en el sitio de Matacapan;
indagaciones ante riores sugerían que los pobladores habían
tenido alguna relación con Teotihuacán, conclusión derivada de
la presencia en la zona de al menos un templo con el estilo
taludtablero y algunos artefactos de carácter ritual semejantes a
los teotihuacanos.13 En 1982 estos acadé micos llevaron a cabo
un estudio en Matacapan para determinar la naturaleza de la
influencia teotihuacana y buscar evidencia de inter cambios a
larga distancia. En un inicio, como parte del proyecto, ela
boraron un mapa que abarcó los 5 km2 de Matacapan y
recuperaron 5 500 objetos tanto en la superficie como en las
excavaciones de 83 pozos estratigráficos.14 Para 1984 Santley
exploró en lo que serían los alrededores e interior del llamado barrio
teotihuacano, es decir, la zona en donde Valenzuela había excavado
40 años antes.15 Como resultado del proyecto se presentó una
secuencia cerámica con el fin de recons truir la historia
ocupacional del sitio, así como para entender la in fluencia
teotihuacana y los contactos con asentamientos lejanos.16
Estos datos y propuestas derivaron en la creación de
proyectos etnoarqueológicos de investigación enfocados en la
documentación de técnicas de siembra de cultivos tradicionales y
en la producción de ce rámica contemporánea.17 A su vez, estos
trabajos sirvieron para alcan zar dos conclusiones: los pobladores
de Matacapan utilizaron cantida des significativas de cerámica
con estilo teotihuacano; y existió una gran producción
cerámica con una distribución a gran escala.18
Ejemplo de lo anterior es el estudio geológico de la
producción cerámica y de los procesos de intercambio
realizados en 1986 por Christopher Pool, quien registró en un
mapa la distribución de las formaciones Concepción y Filisola,
los dos depósitos que produje ron las arcillas que se utilizaron
en la cerámica de Matacapan;19 más adelante, Pool llevó a cabo
excavaciones en la comunidad de Bezua pan, localizada al este
de Matacapan20 y que, a su vez, ayudaron a Killion a definir la
transición del periodo Formativo al Clásico, ade más de
108 Veredas de mar
entender las correlaciones arqueológicas de la configuración
Contextos arqueológicos, contextos navegables

de los asentamientos de caseríos con base en un estudio de


carácter etnoarqueológico.21 Por su parte, Arnold desarrolló una
investigación similar enfocándose en los métodos empleados para
la producción de cerámica en comunidades modernas,
comparándola con los estudios anteriores de evidencia
arqueológica de producción cerámica recu perada en
Matacapan.22
Al término de las excavaciones en Matacapan, Arnold y
Santley comenzaron un recorrido por la región que rodea el
sitio y que abarca una extensión de 400 km2 aproximadamente.
Debido a que estudios previos indicaban que Los Tuxtlas
constituía una fuente importan te de materiales como el
basalto, el cacao y el algodón —productos que se
intercambiaron durante la época prehispánica—, la segunda
fase del proyecto de Santley se enfocó en el patrón de
asentamien to de la porción occidental de Los Tuxtlas —su
metodología se pue de comparar con la que utilizó Sanders en su
proyecto en la cuenca de México—, donde registró 183 sitios23 y
utilizó por primera vez una visión diacrónica de los
asentamientos prehispánicos en el sector cen tral oeste de Los
Tuxtlas y dejó entrever que Matacapan había de tentado un
gran control a lo largo de todo el periodo Clásico, de tal
manera que la dominación sociopolítica se trasladó de Tres
Zapotes a Matacapan a finales del periodo Formativo.24
En 2007, Santley reporta que la ocupación teotihuacana no
fue exclusiva de Matacapan y se pregunta acerca de las
razones por las cuales dicho grupo se interesó en este lugar;
concluye que fue debido a que esta zona se consideraba como una
fuente de basalto para la ela boración de herramientas —a pesar
de no haber encontrado vestigios de talleres de trabajo de dicho
material en ninguno de los sitios ar queológicos—.25 Otras
hipótesis tienen que ver con que Matacapan, en particular,
pudo haber sido un centro de trabajo de obsidiana ver de
procedente de Pachuca —de acuerdo con Santley tampoco se
han localizado talleres—; la información que se tiene es que se
producía cerámica, misma que se distribuía en regiones vecinas a
Los Tuxtlas, razón por la cual los teotihuacanos pudieron
establecer una base.26
De acuerdo con lo anterior, se diseñó para Los Tuxtlas una
tipo logía de asentamientos basada en las siguientes variables:
110 Veredas de mar
presencia de arquitectura cívicoceremonial y plataformas de
residencia de éli tes, escala y cantidad; población de los sitios
estimados por la densidad
Contextos arqueológicos, contextos navegables

de la superficie; población por la densidad de clase; área sobre la


cual una densidad específica se distribuye y el número de
montículos ha bitacionales. Los tipos en su mayoría incluyeron
centros grandes, pe queños, pueblos grandes y pequeños, y
caseríos.27
Desde 1980 hasta 1991, los equipos de recorrido de
Santley re gistraron en mapas cuatro zonas de la región oeste
de Los Tuxtlas; el trayecto inicial incluyó el sitio de Matacapan y
su área de sustento in mediata.28 Un viaje en 1991 cubrió tres
zonas adicionales: un corre dor paralelo al río Grande de
Catemaco desde Matacapan hasta Chuniapan de Abajo; un
segundo corredor del lago Catemaco al gol fo de México y el
área que incluyó las regiones altas del norte de Matacapan y
San Andrés Tuxtla; por último, las zonas no ribereñas en las
partes altas de los volcanes y en las tierras altas adyacentes a
los sistemas de ríos.
La investigación regional de Santley y Arnold fue diseñada
con el fin de establecer la escala del sistema económico
prehispánico para Los Tuxtlas, documentar su estructura regional e
identificar variacio nes en la configuración del sistema, tanto en
el espacio como en el tiempo. De acuerdo con ellos, el
transporte en agua debió ser crucial para mover bienes dentro
y fuera de Matacapan, por lo cual el reco rrido se concentró en
los posibles corredores de comunicación que lo unían con su
área de explotación de bienes y la planicie costera que le
rodea. Una de estas rutas sigue el río Catemaco y conecta
Mataca pan con el sistema ribereño al sur y al oeste; una
segunda ruta cruza las montañas hacia el norte y el este,
vinculándolo con el golfo de México.29
Posteriormente, Christopher Pool recorrió y realizó
excavaciones en Tres Zapotes con el objetivo de estudiar su
organización política, su producción artesanal y su historia.30
Knight, por su parte, realizó excavaciones en el sitio Palo
Errado ubicado en el área de explota ción de bienes de Tres
Zapotes; mientras que Kruszczynski buscó, en esta misma área,
yacimientos del basalto utilizado en la producción de
monumentos y otras herramientas de piedra; utilizó una estrategia
que involucró el recorrido intensivo sobre 25 km al sur y el
oeste del cerro El Vigía, y pudo localizar numerosos indicadores
de ocupación prehispánica, más no depósitos de basalto.31
112 Veredas de mar
En La Joya y Bezuapan se realizaron excavaciones con el
fin de obtener información acerca del periodo Formativo. Arnold
excavó el sitio La Joya, al sur de Matacapan, complementando así
sus recorridos anteriores;32 este proyecto fue el origen de varias
investigaciones, en tre ellas la de Stephen A. Nelson y Bentley K.
Reinhardt relacionadas con la historia geológica de Los Tuxtlas
y el impacto del vulcanismo en la prehistoria.33 Por su parte,
McCormack estudió en La Joya los patrones de sedentarismo en
relación con la formación de grupos más complejos.34 También,
Wesley Stoner analizó los elementos traza en la cerámica
arqueológica de varios sitios a lo largo de Los Tuxtlas y
Hueyapan, en el sur de la región.35 Amber M. VanDerwarker se
con centró en el proceso de intensificación agrícola y el papel
que tuvo la complejidad sociocultural en el desarrollo de la
región, se basó en datos arqueobotánicos y arqueozoológicos que
le permitieron recons truir los patrones de dieta en las fases
del periodo Formativo.36
En 1998, Killion y Urcid recorrieron las zonas fisiográficas
del sur de las montañas de Los Tuxtlas y los alrededores del
drenaje del río Hueyapan, encontrando un patrón de
asentamiento distinto al iden tificado en el valle de Catemaco;
desarrollaron el Proyecto Arqueoló gico Hueyapan con el
objetivo de recolectar datos que les permitieran rastrear las
transformaciones sociales en el sur de Veracruz a lo largo de 3 000
años de ocupación prehispánica. Para esto, recorrieron una
superficie de 200 km2, desde el drenaje del río San Juan hasta el
piede monte y las zonas montañosas del sur del lago de
Catemaco.37 Las diferencias en los patrones de asentamiento
localizados por estos in vestigadores podrían explicarse en función
de que las metodologías del reconocimiento en superficie fueron
distintas entre los diferentes pro yectos, pero en general todo
parece indicar que el poder político y la población se encontraban
centralizadas en las montañas y distribuidas entre varias
localidades del área de Hueyapan.38
Arnold y Venter realizaron estudios durante 2002 con el fin
de poder definir el periodo Postclásico en Los Tuxtlas. Arnold
inició su investigación en la isla de Agaltepec,39 ubicada en el
lago de Catema co, en función de algunas reconfiguraciones de
la provincia de Toch tepec que tributaba a la Triple Alianza
mexica.40 Él buscó reconocer la intensidad de la ocupación
Contextos arqueológicos, contextos navegables
regional a lo largo del Postclásico, ya que en estudios previos se
habían presentado dificultades para la identifi
114 Veredas de mar
cación arqueológica.41 Sus propósitos fueron conducir un estudio
sis temático de la isla que incluyera la recuperación de los
artefactos de la superficie; y documentar la construcción
arquitectónica en el sitio, partiendo de una selección de pozos de
saqueo para generar perfiles arquitectónicos.42 Las investigaciones
realizadas en la isla Agaltepec proporcionaron la primera evidencia
arqueológica para poder hablar de una presencia humana tardía
en Los Tuxtlas, sugiriendo que la isla estaba ocupada durante la
fase temprana del periodo Postclásico.43 Durante este estudio se
identificaron tipos cerámicos y elementos de la tecnología de
obsidiana que podrían ser usados para fechar mate riales del
Postclásico.44 Marcie Venter continuó el estudio enfocándo se en
este periodo y llevó a cabo su investigación en Totogal, localidad
tributaria de los mexicas durante el periodo Postclásico Tardío
ocupa da por los españoles.45 Recientemente, Arnold realizó un
estudio en Teotepec, a lo largo de la costa noroeste del lago de
Catemaco, este lugar estuvo ocupado por un largo tiempo, su
auge fue durante el Clá sico Tardío. Al parecer, la importancia
de este sitio aumentó confor me disminuyó la de
Matacapan.46
En 2007, Wesley Stoner dirigió un recorrido por Totocapan
que abarcó 120 km2 a lo largo de los ríos Tepango y
Xoteapan en di rección sur. Pudo identificar 176 sitios, entre
ellos El Picayo —tam bién conocido como Totocapan—
posiblemente uno de los asenta mientos más grandes de la
región.47 Su propósito fue recolectar datos para realizar
comparaciones políticas, económicas y sociales entre las
localidades ubicadas en los valles de Tepango y Catemaco, y
entre las de Totocapan y Matacapan.48 Para este autor, los ríos
Tepango y Xoteapan tuvieron una gran influencia en la
distribución de los asen tamientos prehispánicos, y los considera
vías fluviales que funciona ron como fuentes de comida, agua,
transporte y, posiblemente, mar cadores de diferencias entre
los grupos sociales.49
Por su parte, Lourdes Budar ha venido desarrollando desde
2007 el Proyecto Arqueológico Piedra LabradaSierra de Santa
Marta, Los Tuxtlas, Veracruz, con el fin de conocer una de las
regiones menos es tudiadas desde el punto de vista de la
arqueología de Los Tuxtlas, al este de las faldas del cerro Santa
Marta; en un inicio su estudio lo en focó en el sitio Piedra
Contextos arqueológicos, contextos navegables
50
Labrada y, posteriormente, amplió sus reco rridos a toda la
planicie costera de este sector.51 Los trabajos de campo,
116 Veredas de mar
realizados en el marco de este proyecto (enero de 2008),
comenzaron con un recorrido sistemático de superficie que
abarcó 6 km2; el equipo estuvo integrado por alumnos de la
licenciatura de Arqueología de la Universidad Veracruzana,
contó con el apoyo de la Facultad de An tropología, el Museo de
Antropología de Xalapa, la Secretaría Acadé mica de la
Universidad Veracruzana, así como con la colaboración del
arqueólogo Roberto Lunagómez y del geólogo Pierre Masson.52
Ac tualmente el proyecto se mantiene vigente y genera
continuamente avances en cuanto al conocimiento de este
sector de Los Tuxtlas.53
Como se puede inferir después de hacer una breve historia
de la arqueología tuxtleca, los distintos proyectos realizados en la
zona no han abarcado la región de Los Tuxtlas como una
unidad, lo cual no representa un problema si la misma no se
aborda como tal. Sin embargo, en este trabajo consideramos al
macizo montañoso como nuestra unidad de estudio, ya que es la
única manera de obtener da tos de carácter histórico que nos
permitan entender el papel de la re gión dentro de los sistemas
de navegación colonial. Debido a que cada proyecto
arqueológico ha abarcado porciones diversas de Los Tuxtlas, en
el siguiente apartado se presenta una visión general de la historia
cultural de la región, tratando así de rescatar los datos e in
ferencias presentadas por todos los estudiosos del tema de la
nave gación prehispánica.

La historia previa a la Conquista

Las montañas de Los Tuxtlas son parte importante de todos los


pe riodos de la historia precolombina; desde los olmecas
arqueológicos hasta los mexicas del Postclásico, la región fue
testigo del desarrollo cultural más importante de la antigua
Mesoamérica y desempeñó un papel fundamental en la
cosmovisión de los grupos que habitaron a lo largo del sur de
las tierras bajas del golfo.54 Santley menciona que con el
descubrimiento de la primera cabeza colosal en el siglo XIX, la
cultura olmeca se posicionó como candidata para ocupar el lugar
de una sociedad temprana y compleja en competencia con la
sociedad maya; la diferencia con esta última, de acuerdo con el
Contextos arqueológicos, contextos navegables
autor, radica en que su adaptación fue parcialmente
ribereña.
118 Veredas de mar
Los Tuxtlas es una región dentro de la zona olmeca
donde los estados comenzaron a desarrollarse en la etapa
Formativa, con ocu paciones significativas en periodos tardíos.55
Una larga secuencia ar queológica comienza con el periodo
Formativo Temprano y termina con el contacto europeo,56 de
tal manera que la ocupación prehis pánica en Los Tuxtlas se
ha identificado en un periodo que va de 1 400 a.C. a 1 519
d.C. (véase cuadro 2). Esta reconstrucción crono lógica está
basada en una tipología cerámica que ha ido evolucionan do
desde 1975.57 Existen numerosos problemas para fechar los sub
periodos dentro de este rango temporal debido a que las
muestras del material de excavación no siempre están disponibles,
o bien, los mate riales de superficie se encuentran demasiado
erosionados. Esto ha provocado algunos vacíos importantes de
información, pero no impi de la posibilidad de presentar un
bosquejo general de la historia cul tural de la región.58

CUADRO 2. Periodos arqueológicos de Los Tuxtlas59

Periodo o fase Rango temporal

Formativo temprano 1400-1000 a.C.

Formativo medio 1000-400 a.C.

Formativo tardío 400 a.C.-100 d.C.

Formativo terminal 100-300 d.C.

Clásico Temprano 300-450 d.C.

Clásico Medio Temprano 450-550 d.C.

Clásico Medio Tardío 550-650 d.C.

Clásico Tardío Temprano 650-800 d.C.

Clásico Tardío Tardío 800-1000 d.C.

Postclásico 1000-1521 d.C.

Los datos arqueológicos indican que la región de Los Tuxtlas


fue la fuente de rocas ígneas que se utilizaron para elaborar
esculturas mo
Contextos arqueológicos, contextos navegables

numentales, así como tecnología doméstica, en la costa del


golfo du rante la época olmeca.60 Existe información
arqueológica y etnohis tórica que refiere a una importante
ocupación humana posolmeca, de tal manera que se puede
decir que esta población participó en una esfera de interacción
panmesoamericana que incluyó las tierras bajas centrales de la
costa del golfo, la región maya, el centro de México y el valle
de Oaxaca.61
El primer apogeo de la población coincide con el auge de
Tres Za potes y Laguna de los Cerros, ciudades situadas en la
parte más baja de las faldas de las montañas; la primera, al sur
del volcán San Martín Tuxtla y la segunda, al sur del cerro de
Santa Marta. Ambos sitios ar queológicos se cuentan entre los
primeros centros ceremoniales ur banos de Mesoamérica.62 Su
esplendor se prolongó por 800 años du rante el periodo Formativo
(1 400 a.C. a 300 d.C.) y su ubicación al pie y extremos de la
sierra sugiere que controlaban la extracción y distri bución de
roca basáltica para la elaboración de esculturas, cabezas, es telas y
altares olmecas que fueron transportados a lugares tan lejanos
como La Venta, en Tabasco.63 Además, se localizan en terrenos
férti les y casi planos con disponibilidad de agua, indispensable
para el desarrollo de la agricultura en áreas extensas.64
La transición hacia el periodo Formativo Tardío (400 a.C.-
100 d.C.) se caracteriza como el momento del colapso de la
sociedad ol meca, aunque fue durante esta fase que Tres Zapotes
se estableció como centro regional. Los modelos actuales proponen
que la economía po lítica olmeca contaba con una jerarquía de al
menos tres niveles: el primero, los centros de mayor tamaño
con arquitectura monumen tal —San Lorenzo, La Venta y
Laguna de los Cerros—; el segundo, los centros secundarios, con
algunos monumentos; y el tercero, peque ñas poblaciones que no
presentan construcciones monumentales. 65 Así, excavaciones y
recorridos recientes en la región de Los Tuxtlas han revelado
ocupaciones en el periodo Formativo, contemporáneas a los grandes
centros políticos establecidos en las tierras bajas del sur de
Veracruz y Tabasco.66 Durante esta etapa los habitantes de
esta re gión tuvieron contacto con sus vecinos del sureste, e
incluso compar tieron estilos cerámicos.67 No obstante, se ha
concluido que el sistema de asentamientos no fue tan jerárquico
como en las tierras bajas,68 de tal manera que una jerarquía de
120 Veredas de mar
asentamientos se ha podido identificar
Contextos arqueológicos, contextos navegables

hasta el periodo Formativo Tardío, después del colapso de los


grandes centros olmecas de San Lorenzo y La Venta.69
El segundo apogeo de la población coincide con el
establecimien to del centro ceremonial urbano de Matacapan,
cuyo desarrollo se ha vinculado con Teotihuacán; se ubica al
suroeste del lago de Catema co, al centro de la sierra de Los
Tuxtlas. En el año 500 d.C. el centro de Matacapan contaba con
aproximadamente 40 000 habitantes en una superficie de 7 ha, el
mayor asentamiento de la época.70 La ocupación precolombina
dentro de la sierra de Los Tuxtlas cambió a partir del 900 d.C.,
periodo que marcó una reorganización regional significati va debido
a las migraciones en las tierras bajas del golfo,71 movimien tos que
contribuyeron al decaimiento poblacional, aparente balcaniza ción72
de los asentamientos, y aparición de un patrón arquitectónico
diferencial en unos cuantos sitios de Los Tuxtlas.73
Para el estudio de esta región, el periodo Postclásico presenta
pro blemas particulares, pues a pesar de que las fuentes
etnohistóricas indi can altas densidades poblacionales, los hallazgos
arqueológicos no han podido confirmar esta condición. Partiendo
de esta primera contex tualización, profundizaremos en cada uno
de los periodos de ocupación humana.

Periodo Formativo (1400 a.C.300 d.C.)

El periodo Formativo en Mesoamérica se define como el


intervalo de tiempo en el que inició el desarrollo de los
asentamientos seden tarios, la agricultura comenzó a tener un
papel relevante y la confi guración social se tornó más compleja.
Los estudios realizados en las montañas de Los Tuxtlas indican
que durante el Formativo Tempra no y Medio los habitantes de
esta región se organizaron de forma poco jerárquica, sin muchas
distinciones económicas y sociales internas. En contraste, los
datos del Formativo Tardío y del Clásico Temprano sugieren la
existencia de asentamientos con una organización más
diversa, aunque se presentó más tarde de lo esperado.74
Las ocupaciones del periodo Formativo en Los Tuxtlas
abarcan de 1400 a.C. a 300 d.C. Este rango se divide a su vez en
cuatro periodos: Formativo Temprano (14001000 a.C.),
Formativo Medio (1000400
122 Veredas de mar
a.C.), Formativo Tardío (400 a.C.100 d.C.) y Formativo
Terminal (100300 d.C.). Esta periodización se basa en el estudio
de muestras y análisis de radiocarbono en Matacapan y en la
comparación con otros sitios de las tierras bajas del golfo.75
A continuación se presentan las características propias de
cada subperiodo y los datos vinculados a la práctica de la
navegación.

Formativo Temprano (1400-1000 a.C.)

La ocupación más temprana de Los Tuxtlas se ha fechado para


este periodo. Santley y sus colaboradores registraron una gran
diagonal de ocupación humana prehispánica durante las épocas
mesoamericanas convencionales; esta diagonal se extiende del
suroeste al noreste, pa sando por la ribera occidental del lago de
Catemaco, desde las tierras bajas hasta la orilla del mar.76
Santley y Arnold también detectaron 24 sitios de los cuales
sólo tres pueden considerarse aldeas y los de más pequeños
caseríos;77 el núcleo de mayor tamaño integra 21 sitios y la gran
mayoría de estos están concentrados en torno a Matacapan, donde
también se establecieron los tres mayores asentamientos: La Joya,
Bezuapan y Matacapan.78 La jerarquía de asentamientos indica que
la región no tuvo una integración política fuerte y que
probable mente se constituyó con sistemas independientes.
Al parecer, La Joya fue un asentamiento disperso, cuyas
familias vivían en solares con estructuras de madera
construidas alrededor de un patio situado junto a un gran
huerto;79 su localización en la par te alta del valle del río
Catemaco ha explicado su función como la zona más
productiva para la agricultura debido a la presencia de ce nizas
volcánicas en el suelo.80 En cuanto al asentamiento de Bezuapan,
éste se localizó 10 km río abajo, hacia el suroeste, cerca de la
comu nidad actual de Chuniapan de Abajo.81 Respecto a
Matacapan, esta población desapareció debido a la erupción del
volcán Cerro Mono Blanco, evento que forzó a la población a
trasladarse hacia la parte baja del valle del río Catemaco.82
McCormack opina que la familia era la unidad básica de
interac ción social, lo que pudo haber cambiado debido a la
erupción volcáni ca.83 Las excavaciones en Matacapan indican
que casi al final de este periodo la explosión impactó la parte oeste
Contextos arqueológicos, contextos navegables
de Los Tuxtlas; este evento
124 Veredas de mar
depositó hasta un metro de ceniza, lo cual podría explicar el
cambio de ubicación de los asentamientos.84 El hecho de tener
que abandonar esta zona cercana al lago de Catemaco provocó
que algunos poblado res incrementaran su sedentarismo y por lo
tanto se desarrollara el cul tivo del maíz; aunque los datos
muestran una baja densidad poblacio nal durante este periodo
que podría sugerir que la actividad del cultivo jugó un papel
menos significativo en comparación con etapas pos teriores.85
Killion y Urcid reportan para la zona de Hueyapan, al
suroeste del macizo de Los Tuxtlas hasta la costa suroeste del
lago de Catemaco, la localización de cerámica y la importancia
de los ríos Hueyapan y San Juan para la comunicación y el
transporte.86
Para el sector donde se ubica Tres Zapotes los materiales
se han agrupado en la fase Arroyo; las investigaciones recientes
han permiti do identificar núcleos pequeños de asentamientos y
algunos hallazgos aislados que sugieren que las comunidades en
esta etapa eran peque ños pueblos o caseríos. La dificultad para
identificar asentamientos durante este periodo se debe a la
presencia de una fuerte depositación aluvial que cubre muchos
de los sitios de interés.87

Formativo Medio (1000-400 a.C.)

Este periodo se caracteriza por un profundo cambio en la


ubicación de los asentamientos. La parte alta del valle del río
Catemaco, prin cipal foco de población durante el Formativo
Temprano, fue práctica mente abandonada en este momento y
la mayor cantidad de asen tamientos se localizaron a lo largo
de las zonas bajas y medias del río Catemaco y sus arroyos
tributarios.88
De acuerdo con Santley ésta fue una etapa donde
comenzaron a desarrollarse jerarquías al interior de la
población de Los Tuxtlas. En la zona estudiada por Santley y
Arnold se reportó el aumento en el número y tamaño de los
sitios que provocaron cambios en la dis tribución de los
asentamientos, los cuales aparecen más dispersos. Se tienen
identificadas dos grandes unidades poblacionales, La Joya y
Teotepec, seis pequeños poblados y algunos caseríos. En
conjunto, formaron tres grupos que constituyeron entidades
Contextos arqueológicos, contextos navegables
políticas indepen dientes: el primero, de pequeños caseríos
alrededor de Matacapan,
126 Veredas de mar
incluyendo el sito de La Joya; el segundo, de pequeñas
localidades y caseríos situados a lo largo del río Catemaco y
el río Tajalate; y el tercero, de dos pequeños caseríos localizados
al noroeste del lago de Catemaco y del sitio de Teotepec.89
Este periodo se caracteriza porque la población se puso a salvo
en lugares de refugio en las zonas menos afectadas por la
erupción del Cerro Mono Blanco. Los asentamientos se
localizaron en la parte ba ja del valle del río Catemaco y la
costa del lago de Catemaco donde la pesca proveía de lo
necesario para la subsistencia.90 Incluso es posible que en la parte
alta y media de este río se practicara la caza ocasional y la
recolección, ya que debido a la erupción se removió la
vegetación selvática. Para Santley los sitios localizados en esta
área eran campa mentos temporales, concluye que la sociedad
del Formativo Medio continuó siendo relativamente igualitaria, y
los solares independien tes y autosuficientes.91
En el área que estudia el Proyecto Arqueológico Hueyapan
se han ubicado asentamientos en tierras más altas, lejos de las
zonas de inun dación, como resultado de distintos procesos de
colonización. Uno de ellos, como apuntó Santley, pudo
ocasionarse debido a las erupcio nes volcánicas,92 otro por el
establecimiento de nuevos asentamientos en el piedemonte de las
montañas de Los Tuxtlas y el inicio del culti vo de maíz lejos de
los ríos. La nueva ubicación de los asentamientos también indica
la explotación de los yacimientos de Hueyapan para la
obtención de piedra que era conducida a centros carentes de
este material. Killion y Urcid proponen que el traslado debió
haber sido en tre 50 km y 90 km hacia el sur y este, a lo largo
de las vías fluviales.93 La primera evidencia de ocupación
humana en el área del valle
de Tepango, estudiada por Stoner, se ha identificado para la
fase Pi cayo Inicial que se atribuye al periodo Formativo Medio.
El patrón de asentamiento era muy disperso y se han
encontrado 48 sitios de los cuales el de mayor tamaño y
concentración es Totocapan; le sigue un pueblo llamado Cruz
de Vidaña, otro de menores dimensiones cono cido como
Ocelota, cuatro pequeños pueblos llamados Arroyo Salado, Bella
Vista, Oteapan Sur y Sehualaca, y 41 caseríos. La mayor
densi dad poblacional se concentró en el norte del valle, a lo
largo del río Tepango. Este reordenamiento quizá se debió a la
Contextos arqueológicos, contextos navegables
temprana influencia
128 Veredas de mar
de Totocapan. En general, todos estos pueblos se localizaron en las
már genes de los ríos Tepango y Xoteapan.94
El único centro regional de gran tamaño durante este periodo
fue Tres Zapotes que quizá alcanzó un tamaño de 80 ha y
contó con una larga tradición de construcción de montículos y
creación de escultu ra monumental;95 los límites políticos de
Tres Zapotes alcanzaron parte del valle de Tepango. Debido a
que no había otros centros regio nales en el área, no se ha
realizado un análisis de los límites políticos del sitio.
Para Stoner resulta interesante que la cabeza Cobata, que
pudo ser esculpida por artesanos de Tres Zapotes, se localizara
entre el ce rro El Vigía y el cerro Azul. Esta monumental cabeza
posee los rasgos del arte olmeca del Formativo Medio
localizado en Tres Zapotes y en La Venta, su análisis indica que
tuvo algún significado ritual. Si son ciertas las interpretaciones
de que las cabezas colosales eran re tratos de líderes, entonces ésta
puede representar un importante mar cador político para definir
el límite este de Tres Zapotes.96

Formativo Tardío (400 a.C.-100 d.C.)

En este periodo se producen cambios mínimos en el número de


sitios detectados en los recorridos de Santley y Arnold. Se
puede identi ficar un significativo aumento poblacional, lo que
trae consigo una recolonización incipiente de la zona de
Matacapan y un crecimiento en la jerarquía interna de los
asentamientos. Se registran 43 sitios de los cuales Chuniapan de
Abajo y La Joya son los de mayor tamaño, ocho pequeños
pueblos y alrededor de 33 caseríos. La mayoría de estos se
localizan en la parte baja del valle del río Catemaco, aun que el
crecimiento de La Joya en la parte alta del valle provocó mo
vimientos de recolonización.97 Este proceso se vio afectado
debido a la erupción del cerro Nixtamalapan, cercano al lago
Catemaco.98 A pesar de los cambios internos en la complejidad de
las comunidades, el nivel general de jerarquías sociopolíticas no
fue tan pronunciado como en otras áreas de las tierras
bajas del área olmeca.99
En los sitios más importantes se registran actividades como
la producción textil, el trabajo en obsidiana y la manufactura de
cerámi ca, que continuaron durante el periodo Clásico. La
Contextos arqueológicos, contextos navegables
subsistencia fue a
130 Veredas de mar
base del consumo de maíz, frijol, achiote, aguacate, coyol, así
como la caza de mamíferos como el venado cola blanca, pecaríes,
armadillos, conejos, ratones, patos, ranas y mojarras. En general,
las especies ca zadas eran aquellas que preferían hábitats
perturbados como jardines, bosques y terrenos con vegetación
secundaria.100
En la región de Hueyapan, las áreas recorridas sugieren un
aumen to en la frecuencia de materiales recuperados en superficie,
en compa ración con aquellos identificados para el periodo
anterior; así como que los habitantes locales pudieron haber
aumentado su número y su distribución en el área al romper con
la tradición de asentarse en las zonas ribereñas.101
En el área de Tres Zapotes, durante la fase Hueyapan (400
a.C. 1 d.C.), que corresponde al Formativo Tardío, el
asentamiento cre ció de 80 ha a 500 ha en comparación con
el Formativo Medio. En este sitio se identificaron alrededor de
160 montículos, plataformas y terrazas habitacionales, incluyendo
cuatro complejos de montículos piramidales que rodeaban plazas y
otros alargados que se encontraban aislados.102 El paisaje político de
Los Tuxtlas durante este periodo fue dominado por Tres
Zapotes.103 Más allá de esta área no se tiene co nocimiento
acerca de los asentamientos y la población existente en este
periodo, pero se asume que era mayor en comparación con la
de Totocapan, segundo centro en importancia, le siguieron
Cruz de Vi daña y Arroyo Salado.104

Periodo Formativo Terminal (100-300 d.C.)

Esta etapa comienza en el 100 d.C. y termina en el 300 d.C. Se


ca racteriza por una disminución en los índices de población,
por ejem plo en el área del centro y oeste de Los Tuxtlas, el
sitio de La Joya es abandonado por la mayor parte de sus
pobladores y se crea un nue vo centro urbano en Chuniapan de
Arriba. Este cambio ocurrió como respuesta a la erupción del
cerro Nixtamalapan, pequeño cono vol cánico cercano a la
moderna ciudad de Catemaco.
Aquellos pobladores que se quedaron en La Joya
continuaron con la práctica del cultivo de maíz. A partir de
ello se ha llegado a la conclusión de que la historia ambiental
de la zona jugó un papel im portante en la intensificación de
Contextos arqueológicos, contextos navegables
este cultivo durante el periodo For
132 Veredas de mar
mativo Terminal.105 VanDerwarker lo explica en función de que
aun que la ceniza volcánica afectó la totalidad del área, ésta no
cayó de manera homogénea debido a los efectos del aire y la
lluvia. La autora se pregunta si aquellos que se retiraron del lugar
fueron los que vivían en las zonas más dañadas por la ceniza, ya
que las excavaciones reve lan que ésta afectó toda la zona, lo
cual la llevó a considerar que la decisión de quedarse o retirarse
se basó, en parte, en el grado de inte gración de sus habitantes
dentro de la jerarquía regional política.106 Es probable que la
disminución de la población se relacione también con los
movimientos hacia la región de Hueyapan, en el sureste de Los
Tuxtlas.107
Por otro lado, en el valle de Tepango, este periodo
corresponde con la fase Chinita, la cual marca un aumento
gradual en la densidad de los asentamientos. Se puede
identificar un solo centro de gran ta maño —Totocapan—, dos
centros pequeños —Tilzapote y Cruz de Vidaña—, dos
pequeños poblados —Chilchutiuca y La Cuchilla—, tres
poblados dispersos —Francisco Madero, Oteapan y Bella Vis ta
— y 64 caseríos.108 En este periodo Totocapan comenzó a
ejercer influencia a escala regional, a lo largo del sector sur del
río Tepango. El declive de Arroyo Salado como centro
importante determinó la ex pansión del área de influencia de
Totocapan.109
Durante este periodo, en Tres Zapotes comienza un declive
gra dual que se observa con la disminución de su tamaño a
400 ha; aun que esto representó una disminución de 20% de
su área, continuó como el centro regional más grande e
importante de la región —el valle de Catemaco, Chuniapan de
Abajo y La Joya ya habían dismi nuido su tamaño e influencia
política, y se habían remplazado por el pequeño centro de
Chuniapan de Arriba—.110 La posición geo gráfica de Tres
Zapotes jugó un papel importante; el arroyo Hueya pan le dio
a este sitio un medio de transporte fluvial para comunicar se
con los ríos tributarios del delta del río Papaloapan, y contó
también con una ruta natural para el traslado a pie a lo largo
del estrecho valle formado por el cerro El Vigía.
En este periodo, Tres Zapotes tenía el control sobre las rutas
que conducían a Los Tuxtlas por el norte y alrededor del cerro
El Vigía y, posiblemente, tan lejos como el río San Juan, a casi
Contextos arqueológicos, contextos navegables
20 km al sur. Este control fue relevante debido a que nuevos
centros en la cuenca del
134 Veredas de mar
Papaloapan comenzaban a cobrar importancia, como Cerro de
las Mesas.111 En el valle de Tepango, las localidades de
Totocapan, Cruz de Vidaña y Tilzapote se mantuvieron con
cierto poder independien te; estas tres poblaciones se
beneficiaron con la pérdida de control de Tres Zapotes y su
aliado Arroyo Salado.112
Para concluir, es necesario reflexionar, de acuerdo con
VanDer warker, cómo a partir del estudio de las unidades
habitacionales y los asentamientos, los investigadores han
recuperado datos para recons truir el desarrollo regional en la
zona montañosa de Los Tuxtlas du rante el periodo Formativo.
Los diversos autores coinciden en que apenas se comienzan a
entender los procesos regionales y que estos se relacionan con los
momentos de transición hacia el sedentarismo y la emergencia
de la complejidad política. Ha resultado evidente que estos
procesos son diferentes en Los Tuxtlas, en comparación con
otros sectores de las tierras bajas del golfo en el sur de
Veracruz. El medio tan particular de la región ha permitido que
algunos indivi duos o grupos adquirieran una subsistencia mixta
que involucró el cul tivo de plantas, la caza y la pesca.113
La condición relativamente igualitaria, en términos sociales,
que se identifica hasta el periodo Formativo Tardío se mantuvo
constante hasta que los centros de San Lorenzo y La Venta
comenzaron a per der poder. Al contrario de lo esperado, los
residentes de Los Tuxtlas no se volvieron del todo sedentarios
hasta finales del periodo Forma tivo Temprano, después de que el
maíz se hubiera vuelto tan producti vo como para asegurarse
poder depender de él. El cambio al sedenta rismo coincidió con
la erupción del volcán Cerro Mono Blanco, lo cual pudo haber
restringido la movilidad de los habitantes debido a que los
recursos se encontraban más dispersos en Los Tuxtlas que en las
tierras bajas, resultando difícil una subsistencia económica mixta.
En consecuencia, VanDerwarker sostiene que los habitantes de
Los Tuxtlas comenzaron a practicar de manera intensiva el
cultivo del maíz a finales del periodo Formativo Temprano, en
el momen to anterior al surgimiento de una jerarquía regional
política. Dentro de este escenario, aún no se tiene clara la
naturaleza de los procesos que dieron lugar al incremento en la
diferenciación social interna y el consecuente surgimiento de
jefaturas durante el Formativo Tardío.
Contextos arqueológicos, contextos navegables

La aparición de Tres Zapotes como centro político afectó el


de sarrollo político local. Tampoco ha quedado clara la relación
entre los habitantes del lugar durante los periodos Formativo
Temprano y Medio, y los habitantes de las regiones
circundantes —San Lorenzo y La Venta, por ejemplo—; aunque
es un hecho que tenían contac tos entre sí, ya que
compartieron tradiciones cerámicas similares y explotaron el
basalto del cerro Cintepec —localizado 6 km al sur del lago
Catemaco—, para construir monumentos y herramientas diver
sas.114 La erupción volcánica que tuvo lugar a finales del
Formativo Tardío tuvo como consecuencia una despoblación
masiva a nivel re gional, haciendo que una de las capitales más
importantes, al menos en el sector centrooeste de Los Tuxtlas,
se trasladara a Chuniapan de Arriba.115

Periodo Clásico (3001000 d.C.)

La región costera del golfo presentó diversas conexiones con


Teo tihuacán.116 En particular, en Los Tuxtlas, Matacapan es la
localidad que tiene la mayor evidencia de esta interacción con el
centro de Mé xico. Numerosos investigadores han considerado que
funcionó como un enclave teotihuacano, lo cual ha estado sujeto
a debate y revisión durante los últimos 20 años.117 La primera
mención sobre la rela ción entre Teotihuacán y Los Tuxtlas la
hizo Seler Sachs en 1922, quien propuso que la región de
Los Tuxtlas formó parte de la ruta de comercio hacia las tierras
bajas mayas, sugerencia también plan teada por Michael Coe.118
Arnold y Santley han cuestionado esta suposición, al preguntarse
cuál sería la necesidad de los comerciantes para llegar hasta las
montañas de Los Tuxtlas y continuar su cami no.119 Estos
mismos autores han propuesto que un grupo de deserto res de
Teotihuacán huyeron de los problemas políticos y sociales de la
antigua ciudad, estableciéndose en Matacapan.120 Independien
temente de las razones de la llegada de estos hombres, lo que se
tiene por seguro es que los líderes de Matacapan tenían una
importante relación con Teotihuacán, cuyos símbolos definieron
la identidad del régimen rector de Matacapan y un segmento
del sector ribere ño del valle de Catemaco.121
136 Veredas de mar
Los indicadores arqueológicos que se han considerado para
de mostrar este vínculo son: afinidad arquitectónica con
Teotihuacán, la presencia de candeleros, vasos cilíndricos con
soportes trípodes huecos y sólidos de forma rectangular, un
pequeño porcentaje de ce rámica anaranjada delgada, figurillas con
estilo teotihuacano, prácti cas mortuorias semejantes, y un alto
porcentaje de obsidiana verde.122 Valenzuela fue el primero en
excavar en Matacapan y encontró una estructura con estilo talud-
tablero y algunas cabezas de figurillas al es tilo teotihuacano. Otro
indicador importante de la interacción fue el hallazgo del glifo
“ojo de reptil” en un tepalcate.123
Para la zona de Santa Marta y en relación con el periodo
Clásico, Budar reporta que:

…ocurrió un fenómeno interesante. En un área de 14 km2 se ubica una


serie de 14 sitios monumentales unidos entre sí por medio de terrazas
habitacionales; este sitio se denomina Piedra Labrada, cuenta con 257
montículos, algunos alcanzan 25 m de altura […] Los estudios de esta
zona son aún demasiado re cientes y no se cuenta con antecedentes de
investigación arqueológica, por lo tanto es difícil proporcionar una
interpretación.124

A pesar de esto, el sitio Piedra Labrada muestra iconografía


asociada con Teotihuacán.125 De acuerdo con Santley, éste es
un sitio inusual porque está localizado en la costa del golfo de
México; debido a que el terreno detrás de éste es muy escarpado,
el acceso debió haber sido muy difícil, por lo tanto, Santley
explica su ubicación en función de que operaba como un punto
de escala para el tráfico en canoas des de Monte Pio y La
Barra hacia la costa de Tabasco.126 Al respecto, Budar indica
que “debemos pensar la zona costera de la región como una
ruta alterna para el traslado de productos, ya que se encuentra
amurallada naturalmente por la sierra de Santa Marta y por el
océano Atlántico, hecho que facilita el control del camino”.127
Respecto a la posibilidad de la práctica de la navegación
anota que:

…gracias a la magnitud de los asentamientos de la zona costera y a la


cantidad de esteros que existen, no es difícil pensar que esta actividad
se realizó con ob jeto de trasladar productos a otros puertos ya
identificados de la costa del golfo de México, e incluso de la península
de Yucatán.128
Contextos arqueológicos, contextos navegables

La presencia de los teotihuacanos en el golfo de México también


se ha planteado como resultado de la búsqueda de materias primas,
como plu mas de aves tropicales, cacao y yacimientos de
cinabrio y caolín. Se ha establecido que los grupos
teotihuacanos que fundaron la colonia en Matacapan tenían el
objetivo de asegurar el acceso a las materias primas y el
dominio de la laguna de Sontecomapan, importante paso de
intercambio en el que confluyeron rutas comerciales proceden
tes del norte de Veracruz, de la península de Yucatán, de las costas
de Guatemala —vía el istmo de Tehuantepec— y de las
Mixtecas, por la ruta de TeotitlánTuxtepec. En el periodo Clásico
no hubo abando no ni desplazamientos y al final se ocuparon
nuevos sitios en la costa, lo que denota una mejora en el uso
de nuevas vías de comunicación interna —por río, laguna y
costa— y de intercambio con otras regio nes de la costa
veracruzana.129

Clásico Temprano (300-450 d.C.)

Desde el punto de vista arqueológico no se conoce bien este


periodo debido a las pocas excavaciones realizadas que lo puedan
fechar. Sant ley caracteriza esta etapa con tres rasgos: el primero,
un cambio en el asentamiento hacia la parte central del valle de
Catemaco; el segun do, la fundación de un centro importante en
Matacapan; y el tercero, el establecimiento de contactos con la
metrópolis de Teotihuacán.130 Existe una dramática disminución
en el número de sitios debido
al vulcanismo y cambios en la producción agrícola, sólo 10
datan de esta fase y se ubican en la zona de Chuniapan y en
las estribacio nes al norte de Matacapan, cubren un total de 57
ha.131 Algunos de los asentamientos se agruparon en un núcleo
principal localizado a lo largo del curso inferior del río
Catemaco y sus arroyos tributarios; otros en caseríos dispersos
en las tierras altas sobre los 400 msnm.
Santley y Arnold explican la disminución de población a
partir de un proceso de migración hacia otras zonas de Los
Tuxtlas, o bien hacia la planicie costera adyacente. Una causa
para esta migración pudo haber sido algún episodio de actividad
volcánica, aunque en rea lidad se carece de datos que confirmen
esto; otra, una disminución en la fertilidad del suelo que
138 Veredas de mar
hubiera reducido el potencial agrícola pro vocando la salida de
las poblaciones de la región. Al final del periodo
Contextos arqueológicos, contextos navegables

se dio la erupción del cerro Puntiagudo, cono volcánico cercano


a la costa oeste del lago Catemaco; este evento parece no
haber incidido en la distribución de los asentamientos.132
Matacapan rápidamente se convirtió en la cabeza de una
gran región organizada en unidades políticas a lo largo del valle
del río Catemaco; gran parte de este crecimiento regional fue
consecuencia de una inmigración adicional. De acuerdo con
Arnold, este río pro veyó una ruta de comunicación mayor en el
oeste de Los Tuxtlas que se utilizó para importar materiales en la
región y exportar bienes pro ducidos en Los Tuxtlas. Las
importaciones contemplaron la obsidia na desde varias fuentes,
incluyendo la muy apreciada obsidiana verde de Pachuca, Hidalgo.
Las exportaciones abarcaron cerámica manu facturada en el
centro de producción local de Comoapan, mientras que la tela
de algodón, el liquidámbar y las plumas de aves tropicales
probablemente venían de Los Tuxtlas.133
Los cambios en la distribución de los asentamientos a lo
largo del tiempo sucedieron en función de la productividad
agrícola. Actual mente las tierras más fértiles se encuentran en el
valle de Matacapan. El área alrededor de este centro urbano era
el principal foco de los asen tamientos en el Formativo
Temprano, así como durante la ocupación en el periodo Clásico.
Contrario a lo esperado, la zona menos pro ductiva para la
agricultura se localiza alrededor del lago Catemaco y a lo largo
de las rutas hacia el norte en dirección al golfo de México. En
esta última zona los suelos son muy someros, con
afloramientos de basalto en la superficie, o son inundables durante
las temporadas de lluvia. En esta área la evidencia arqueológica
sugiere pocos asenta mientos, sin importar el periodo. En
cambio, los suelos a lo largo del río Catemaco y sus tributarios
son bastante productivos debido a la de posición anual de
sedimentos aluviales procedentes de las tierras al tas de Los
Tuxtlas. Ésta fue, de hecho, el área favorecida para su ocu
pación humana durante el Formativo Medio, el Formativo Tardío
y el Clásico Temprano.134
Durante el periodo Clásico, el sitio de Totocapan en el valle
del río Tepango creció en lo que fue el asentamiento precolombino
más gran de en el occidente de Los Tuxtlas, sin mostrar las
conexiones con Teotihuacán tan aparentes en Matacapan, en
cambio, parece haber experimentado un desarrollo autóctono
140 Veredas de mar
con mínima influencia extra
Contextos arqueológicos, contextos navegables

regional.135 Para esta zona, la fase que correspondería con el


Clásico Medio se ha nombrado Santiago A. Durante este periodo
dos núcleos de asentamientos se desarrollaron en el área
estudiada por Wesley Stoner. Uno estaba concentrado al norte,
alrededor de Totocapan, y el segundo, una ocupación más
dispersa, en el sector sur del área re corrida. Se localizaron 54
sitios: un centro grande —Totocapan—, un poblado grande y
disperso —Oteapan—, una villa pequeña —Texco chapan—, un
poblado pequeño disperso y 50 caseríos. La mayoría de la
población se localizaba en Totocapan, El Picayo y Oteapan.
Para este periodo Totocapan perdió más de la mitad de su
tamaño anterior, ocupando un área de 85 ha.136 Aunque era el
centro principal en el valle del río Tepango, la distribución de
los asentamientos no indi ca una unidad política regional
unificada. Hacia finales del periodo Clásico esta localidad se
había fragmentado en entidades políticas separadas y el patrón
de asentamientos en el valle del río Tepango re flejó la
distribución de unidades pequeñas, autónomas, competitivas, que
también caracterizaron al valle del río Catemaco.137
El Clásico Temprano (200400 d.C.), en la región de
Hueyapan, parece caracterizarse por ser un momento de
abandono de acuerdo con la ausencia de cerámica diagnóstica.
Este mismo abandono lo re gistró Santley en su área de
estudio; Santley y Arnold lo atribuyeron a los disturbios
volcánicos.138 En la zona de estudio del Proyecto Ar queológico
Hueyapan, adyacente a las tierras altas del este de Los Tux tlas, no
ocurrieron estos acontecimientos volcánicos. Por lo tanto, Killion
y Urcid explican esta supuesta ausencia argumentando que la
cerámica del periodo Clásico Temprano podría ser indistinguible
de aquella del Formativo Tardío, o bien, del Clásico Medio,
generando una falsa impresión de abandono de la región. Pool
y Britt139 han su gerido que el Formativo Tardío duró mucho
más de lo que Santley y Arnold propusieron,140 probablemente
hasta el 300 d.C., lo cual po dría explicar la laguna
poblacional.141
Como veremos más adelante, la sensación entre los
investiga dores de que algunas cronologías cerámicas podrían
haber abarcado más tiempo en sus intervalos, es recientemente
una constante en los estudios de la región. Esto se ha explicado
en función de la dificultad en el reconocimiento de diferencias
142 Veredas de mar
precisas en la cerámica que se re cupera erosionada y que,
además, no presenta decoraciones que per
Contextos arqueológicos, contextos navegables

mitan asociarla con etapas temporales precisas, entre otros


factores que se han detectado mejor para el periodo
Postclásico.142

Clásico Medio Temprano (450-550 d.C.)

El periodo Clásico Medio es el mejor conocido


arqueológicamente en Los Tuxtlas. Se divide en dos fases:
Clásico Medio Temprano (450550 d.C.) y Clásico Medio Tardío
(550650 d.C.).143 Santley menciona que de hecho no hay
muchas diferencias entre ambos pe riodos y que podrían
tratarse como uno solo. En general, éste se defi ne por un
aumento en la población regional, el posicionamiento de
Matacapan como un centro regional importante, la
recolonización de la parte baja del valle del río Catemaco y el
desarrollo de una eco nomía diversificada.144 Ocurrieron también
erupciones volcánicas im portantes que prácticamente no
tuvieron efectos en la historia de la ocupación de Matacapan o en
los patrones de asentamientos regiona les del periodo Clásico
en esta demarcación.145
En el periodo Clásico Medio Temprano hubo un marcado
creci miento en la población y el número de sitios a escala
regional en el área de Matacapan. La jerarquía de estos se volvió
mucho más elabo rada en estas fechas, los más importantes
fueron Matacapan, Ran choapan y Teotepec.146 La mayoría de los
asentamientos se localizaron alrededor de Matacapan, o bien, a lo
largo de las partes bajas de los ríos Catemaco, Tajalate y sus
tributarios. Excepto por las islas Agaltepec y Tenagre que
presentan sitios ceremoniales en el lago Catemaco, los centros
pequeños se ubicaron lejos de aquellos de mayor tamaño. Una
ocupación importante se dio en el corredor costero del golfo.
Algu nos de estos sitios, en particular Monte Pio (sitio 142) y La
Barra (sitio 139), funcionaron como puestos para el
intercambio por vía coste ra,147 dato que resulta de vital interés
para nuestra investigación.
En el área del valle de Tepango se han recuperado datos
que per miten inferir relaciones cercanas entre el centro de
Totocapan y la cuenca baja del Papaloapan. En particular,
Totocapan presenta ciertos elementos arquitectónicos que
pueden localizarse en la región Mix tequilla. También se ha
144 Veredas de mar
encontrado cerámica similar al tipo acula rojo/ naranja del sitio
de Patarata y la región de Mixtequilla.148 Stoner ha propuesto
que la ruta de interacción más viable entre ambas regiones
Contextos arqueológicos, contextos navegables

tendría que ser a través del río Tecolapan para entrar a Los
Tuxtlas y después subir a pie hacia Totocapan.149
En el sector donde se localiza Tres Zapotes, el sitio
persistió co mo un centro regional importante con un tamaño
de 80 ha. Mientras que en el área de Hueyapan, estudiada por
Urcid y Killion,150 durante este periodo se identificaron centros
secundarios, pero ninguno con la relevancia de Matacapan.151

Clásico Medio Tardío (550-650 d.C.)

En el área investigada por Santley, se reportan 122 sitios. Tres


de ellos
—Matacapan, Ranchoapan y Teotepec— grandes centros
poblacio nales, cinco de menor tamaño, una localidad amplia,
25 poblaciones pequeñas y los demás caseríos. Asentamientos
secundarios se locali zaron lejos de Matacapan, como las islas
Agaltepec y Tenagre en el lago Catemaco cuyas funciones
fueron rituales y ceremoniales.152
Es importante mencionar que durante este periodo se
mantuvie ron los pueblos de Monte Pio y La Barra en la costa,
cuyos habitan tes, de acuerdo con Santley, practicaron la pesca
en mar abierto y operaron también como puertos marinos,
uniendo a Los Tuxtlas con el mundo exterior.153 El patrón para
los asentamientos del Clásico Medio Tardío fue el mismo que
para el periodo anterior. La mayor cantidad de pobladores
siguió concentrada en Matacapan con sitios dedicados a la
manufactura de cerámica y el trabajo de obsidiana. La
ocupación del corredor de la costa alcanzó su pico poblacional.
La zo na con más ocupación fue Teotepec con 80 ha y más de
100 montícu los. Monte Pio y La Barra eran pequeños pueblos
que alcanzaron su máximo tamaño. En La Barra se registraron
siete montículos y cinco en Monte Pío; la arquitectura de
ambos se compone de largas plata formas que cubren entre 1
700 y 2 150 m2.154
Teotepec, localizado en la costa oeste del lago Catemaco,
presen tó su ocupación más importante entre el Clásico Medio y
el Clásico Tardío. Este sitio cubrió 79.7 ha y presentó alrededor de
101 montícu los. Se localizó una plataforma de 375 m de
longitud orientada de norte a sur que, a su vez, presentó
varios templos y plataformas adi cionales. Al este de la
146 Veredas de mar
plataforma principal se localizaron montículos largos paralelos
que se dirigen hacia la orilla del lago. De acuerdo con
Contextos arqueológicos, contextos navegables

Santley éstos funcionaron como muelles para canoas de los


pescado res. Teotepec es un asentamiento inusual caracterizado
por su arqui tectura de tierra, ahí residían las élites y se sostuvo
la práctica de ceremonias. Santley sugiere que no tenía
exclusivamente una función políticoreligiosa, en contraste con
otros centros como Matacapan y Ranchoapan que funcionaron
como focos económicos.155 Los asenta mientos que rodearon a
Teotepec no se han investigado debido a la gran cantidad de
vegetación presente que complica la visibilidad en superficie. Su
posición geográfica sugiere que controló el pasaje hacia la costa
del golfo, en dirección a Monte Pio.156
Para el periodo Clásico Medio (400700 d.C.) y el Clásico
Tardío (7001000 d.C.) se registra una densidad considerable en
los asen tamientos identificados en Hueyapan.157 Esta alza
contrasta con la dramática caída ocupacional en las planicies
aluviales de los ríos Coatzacoalcos y Tonalá para los mismos
periodos.158 En el valle de Tepango, los sitios Francisco Madero y
Totocapan fueron los más im portantes del Clásico Medio.
Probablemente Francisco Madero fue el que funcionó como
centro administrativo de muchos de los asen tamientos a lo
largo del río Xoteapan.159

Clásico Tardío Temprano (650-800 d.C.)

Durante este periodo hubo una importante disminución de


población, se abandonaron varios centros y se dio un declive en
la influencia de Teotihuacán. Se localizaron 116 sitios, de los
cuales tres fueron gran des centros, siete pequeños, 17
pequeñas villas y 89 caseríos. Algu nos de estos cambios
pudieron haber reflejado la emigración de la población de Los
Tuxtlas hacia áreas vecinas como la región de Hue yapan.160
Matacapan continuó siendo el lugar más importante de la
región, aunque comenzó a perder tamaño en comparación con
loca lidades como Ranchoapan y Teotepec que ya rivalizaban
con él en cuanto a poder e influencia.161
La mayor pérdida de población ocurrió en Matacapan,
mientras que se registró un aumento en el número de
asentamientos en la zona de los cerros, al noreste del centro.
Otros dos sectores de la región se abandonaron en esta época:
el área oeste del río Tajalate y las tierras altas del norte de San
148 Veredas de mar
Andrés Tuxtla. Sin embargo, se continuó con la
Contextos arqueológicos, contextos navegables

producción de cerámica y obsidiana en Matacapan y


Ranchoapan.162 La disminución de asentamientos se mantuvo
en el Clásico Tardío Tardío (8001000 d.C.). Mucha de esta
pérdida se debió a un abando no virtual de Matacapan; el
número de pequeños pueblos disminuyó significativamente,
pero no tanto el número de caseríos que indican asentamientos
de tipo rural. Se mantuvo la ocupación en los gran des centros
como Ranchoapan, Matacapan, Teotepec y en las islas del lago
de Catemaco.163 La disminución del poder de Matacapan se ha
explicado en función de varias razones, entre ellas:
Teotihuacán co menzó a perder influencia en todo
Mesoamérica; el declive en la producción agrícola, ya que la
región había estado bajo fuerte explota ción a lo largo del Clásico
Medio; y, de acuerdo con Santley, erupcio nes que redujeron el
potencial agrario del área alrededor de Mata capan.164
En el valle de Tepango, la fase Chaneque (650800 d.C.)
corres ponde con el Clásico Tardío Temprano en la cronología
del valle de Catemaco.165 De acuerdo con Stoner, el patrón
general de asenta miento se mantuvo intacto, aunque los
centros de mayor tamaño em pezaron a deteriorarse, perdiendo
población y poder político; Toto capan, Oteapan, Tilzapote y
Franciso Madero también comenzaron a fragmentarse. El único
centro que manifestó algún tipo de creci miento fue Maxyapan,
localizado a lo largo del río Xoteapan hacia el sur, cubriendo 34
ha. En relación con Tres Zapotes, éste ya se había convertido
en un centro relativamente pequeño. En general, las ca
racterísticas de este periodo en relación con la disminución de
po blación en varios de los centros más importantes como
Matacapan y Totocapan se mantuvieron en el Clásico Tardío
Tardío.166

Clásico Tardío Tardío (800-1000 d.C.)

Durante este periodo continuó el patrón de declive en el


número de sitios y de la población regional en el valle de
Catemaco, que había comenzado en el periodo anterior. Varias de
estas pérdidas se relacio naron con el abandono de Matacapan.
Para este momento Ranchoa pan fue el asentamiento más
grande de la región, pero no mucho más que otros centros,
sugiriendo así que Los Tuxtlas se había vuelto po líticamente
150 Veredas de mar
fragmentado.
Contextos arqueológicos, contextos navegables

Se registraron nueve centros en la región, distrubuidos en


tres grupos evidenciando así la desintegración política y social
de este periodo: uno incluía Teotepec y las islas Agaltepec y
Tenagre; otro, Matacapan, Ranchoapan y Santa Rosa; uno más,
Aponponapam, Za cuetepan y Loma Perdida.167 Ranchoapan ya
jugaba un papel impor tante en este momento en relación con
la distribución de obsidiana de ZaragozaOyameles a lo largo de
todo el sector centro y oeste de Los Tuxtlas. Este material fue
el más utilizado durante todo el perio do Clásico, de tal
manera, que para finales del mismo, Ranchoapan eclipsó a
Matacapan como el principal centro regional.168

Periodo Postclásico (10001521 d.C.)

Problemáticas interdisciplinarias

Este periodo en la arqueología de Los Tuxtlas no ha presentado


la misma cantidad de datos en comparación con el Formativo y
el Clá sico, se caracteriza por la manifestación de una fuerte
incongruencia entre dos categorías: la arqueológica y la
documental.169 La eviden cia etnohistórica y la ubicación
geográfica de Los Tuxtlas, cercana a las rutas comerciales del
istmo de Tehuantepec, han sido suficientes para sugerir la
importancia de la zona en función del intercambio in terregional
que se llevó a cabo durante el periodo previo a la llegada de los
españoles. A pesar del aumento en las investigaciones, desde
1980 hasta la fecha, la evidencia arqueológica que dé cuenta de
la po blación ha sido prácticamente inexistente.170
En las primeras expediciones, los sitios o esculturas
encontrados en Monte Pío, isla Agaltepec, Matacanela y Totogal,
fueron atribui dos al periodo Postclásico. Los investigadores que
encontraron estas evidencias no dudaron en relacionar estos
objetos y sitios con los pe riodos Tolteca y Mexica.171 Venter
menciona que los investigadores, al abordar la historia de Los
Tuxtlas, se han enfocado principalmente en su relación con
Teotihuacán.172 Como resultado de ello, los pe riodos Formativo
y Clásico han sido sujetos de investigaciones ar queológicas
rigurosas, y no es sino recientemente que comienzan a
identificarse algunos materiales del Postclásico, aun cuando
152 Veredas de mar
profusos
Contextos arqueológicos, contextos navegables

documentos coloniales indican que en Los Tuxtlas hubo una


pobla ción numerosa entre 1520 y 1530.173
A pesar de la poca atención que se ha prestado a este
periodo, los datos comienzan a ser cada vez más, gracias a
diversas investigaciones desarrolladas en los últimos años —al
menos dos décadas—.174 Por ejemplo, Arnold volvió a examinar
la obsidiana recuperada durante sus recorridos en el valle de
Catemaco, fechada para el momento de transición entre el
Clásico y el Postclásico. Con esto, el autor propo ne que en vez
de que la región del río Catemaco sufriera un colapso
devastador y una disminución radical de población, más bien
reor ganizó sus asentamientos y redes de producción e
intercambio.175 Aunque los niveles de población disminuyeron,
el cambio no fue tan catastrófico como en algún momento se
pensó y, en realidad, las téc nicas usadas para elaborar diversos
artefactos, como los de cerámica, tuvieron una continuidad
temporal más amplia, que no se había re conocido.176
Como Arnold y otros autores han notado,177 el problema ha
sido asumir que los cambios en los estilos de los materiales
recuperados por los arqueólogos deben coincidir con el inicio
o fin de algún pe riodo cronológico preexistente y arbitrario,
en este caso el periodo Clásico. En parte, se ha tomado esta
posición debido a que se han re conocido estas modificaciones
en otras áreas de las tierras bajas del golfo, donde la presencia
de inmigrantes pudo contribuir a las trans formaciones locales
de los materiales que, siglos después, permiten a los
investigadores seguir catalogando.178 Contrario a lo esperado, lo
que sucede es que muchos estilos cerámicos se utilizaron desde el
Clá sico hasta el Postclásico, reflejando que los habitantes de
Los Tuxtlas no decidieron abandonar sus tradiciones cerámicas ni
modificarlas, tal vez, durante muchos siglos. Como resultado de
esto, es posible que sitios del Postclásico se hayan asignado al
periodo Clásico Tardío en función de los análisis cerámicos.179
Así, la constante en el estudio de esta etapa ha sido la
discrepancia entre los datos arqueológicos que sugieren una
especie de cataclismo al final del periodo Clásico, y los
documentos coloniales de unos si glos posteriores que más bien
dejan entrever una cuantiosa cantidad de pobladores en la región
a la llegada de los españoles.180 De acuerdo con Venter, los
antecedentes de las poblaciones descritas por los au
154 Veredas de mar
tores coloniales fueron las ciudades prehispánicas, no obstante, ha
sido en extremo difícil entender los datos que sugieren una
disminución de población en el Clásico Tardío y la existencia de
población duran te el periodo de contacto. Esto es todavía más
desconcertante debido a que las poblaciones de las primeras
décadas de la ocupación colonial desaparecieron por las
enfermedades introducidas por los españoles.181 En la región del
valle de Catemaco, Santley y Arnold habían iden tificado sólo
cuatro asentamientos: Catemaco (sitio 163), isla Agal tepec
(sitio 124), isla Tenagre (sitio 178) y el sitio 94, encontrando
material de superficie fechado para el periodo del Postclásico (1
000 1 500 d.C.).182 Esta ausencia de datos para el material
Postclásico tam bién la explican en función de la dificultad para
reconocer cerámicas propias de este periodo. Sugieren que pudo
haber una caída en la fer tilidad del suelo, o bien eventos
volcánicos que forzaron a las perso nas a salir de la región de
nuevo, por lo que el área no fue reocupada
hasta poco antes de la conquista española. 183
La revisión de Arnold en función del análisis de la obsidiana
in crementó el número de sitios potenciales del Postclásico en
el valle de Catemaco, de la cifra inicial de 4 pasó a 21.184 Estos
se agruparon en tres áreas: una alrededor del lago de
Catemaco y otros a lo largo de corredores de agua que
conectaban el cuerpo montañoso con las tie rras bajas que le
rodean. De acuerdo con los nuevos datos presen tados por este
autor, los sitios del Postclásico se establecieron cerca de los
cursos de agua más importantes funcionando así como vías,
principalmente en el valle del río Tepango donde se acerca a
los ríos Catemaco, Hueyapan y San Juan (Michapa). Los sitios
del Postclá sico parecen establecerse también a lo largo de
corredores de comu nicación en tierra firme.185
El trabajo de campo arqueológico preliminar de la isla
Agaltepec proporcionó la primera evidencia inequívoca sobre la
ocupación en el periodo Postclásico en Los Tuxtlas. Parte de la
naturaleza de dicha ocupación ha sido tema de muchas
discusiones debido a las reconfi guraciones recientes de la
geografía política de la provincia de Toch tepec, tributaria de la
Triple Alianza.186 Los datos disponibles sugie ren una ocupación
Postclásica de la isla y los hallazgos preliminares indican que
diferentes porciones de la misma reflejan episodios ocu pacionales
Contextos arqueológicos, contextos navegables
diferentes, quizás fases más tempranas y más tardías del Post
156 Veredas de mar
clásico.187 Esto se infiere a partir de la distribución espacial de
artefac tos de superficie. El complejo arquitectónico más grande
(área C) se ha asociado con una porción más temprana del
Postclásico; también se le conoce como “complejo de
Valenzuela” y está ubicado dentro de la sección noreste de la
isla Agaltepec.188 El esquema de este complejo sugiere que era
una fortificación consistente en una serie de montícu los
rectangulares que encierran un área interior de aproximadamente
4 000 m2.189 Un basamento piramidal grande (C1) marca el
lado este del complejo y se levanta a una altura de casi 9 m.
La apertura del noroeste conduce abajo hacia la costa de la isla,
donde una serie de terrazas y una escalera indican un punto de
embarque.190 Un comple jo más pequeño (área A) sugiere una
presencia posterior, mientras que una serie lineal de
montículos (área B) parece ser residencial por naturaleza y los
modelos de artefactos cerámicos de este sector indi can una
fecha tardía en el Postclásico.191
Para la región de Hueyapan, Killion y Urcid reportan una
gran ausencia de cerámica diagnóstica, excepto por algunos
tipos fecha dos en el Postclásico Temprano.192 En el sector
montañoso, al sur del lago de Catemaco, durante los recorridos
se documentaron dos es culturas de piedra en las colecciones
del museo de Santa Rosa Loma Larga; éstas carecen de
procedencia, pero se localizaron en los límites municipales de esta
comunidad popoluca. Una de las esculturas es un sapo con el glifo
2 pedernal en su dorso. De acuerdo con estos auto res, si este
glifo se colocó ahí como una fecha anual, sería importante
desde el punto de la historiografía tenochca, ya que diversas fuentes
do cumentales del centro de México indican el año 2 pedernal
como el año de la muerte de Motecuzoma Ilhuicamina y el
entronamiento de su hijo Axayacatl (1468 d.C.). Ésta y otra
escultura de un Xipe Totec sugieren, para ambos
investigadores, que los mexicas comisionaron a artistas locales a
esculpir objetos que se dieron como regalos a seño ríos locales.
Con esta estrategia se pudo haber dado el primer paso para
asegurar el control de las planicies aluviales del río San Juan,
con el fin de ganar acceso a otros bienes como el
algodón.193
Contextos arqueológicos, contextos navegables

Toztlan: joya de la corona mexica

Las características propias de la región, en relación con sus


recursos de flora y fauna, incluyendo las aves tropicales y los
árboles de liqui dámbar, hicieron que durante el periodo
Postclásico los residentes de Los Tuxtlas pagaran tributo a la
Triple Alianza con plumas de aves, resina de liquidámbar, algodón
y cacao.194 Es tal vez por eso que hace más de 50 años William
Sanders caracterizó al sur de Veracruz como un área importante
para el estado mexica, identificando a Los Tuxtlas como “joya de
la corona”.195 Siguiendo los datos que confirman que esta región
entregaba tributos a la Triple Alianza por medio de los se ñores
de Tochtepec, es necesario mencionar que, al parecer, la región
conformaba una alianza con otras dos provincias del golfo
sometidas también por los mexicas desde tiempos de Axayacatl:
Izcalpan —La Rinconada— y Cuetlaxtla —hoy Cotaxtla—, a orillas
del río Atoyac.
Peter Gerhard confirma que Izcalpan, Cuetlaxtla y Tuxtla
fueron los principales estados indígenas, los cuales Cortés se
atribuyó desde un principio, sobre todo porque los habitantes de
Cotaxtla estable cieron buenas relaciones con los españoles entre
1518 y 1519.196 Izcal pan enviaba su tributo a Cuauhtochco,
mientras que Cuetlaxtla tenía un importante centro ceremonial y
una guarnición mexica donde reu nía el tributo de numerosas
comunidades; y Tuxtla estaba controlado por la guarnición
mexica de Tochtepec y tenía al este una frontera con el hostil
territorio de Coatzacoalcos.
De acuerdo con Melgarejo, antes de la llegada de los
españoles la región era parte de una importante ruta que
iniciaba en Tehuacán y llegaba a la provincia de Tochtepec,
punto desde el cual podían to marse los caminos hacia el
Anáhuac —istmo de Tehuantepec—, Ayotlan y Xicalanco en
Campeche. También partía de Tochtepec la vía que recorría
los pueblos del Papaloapan, muy probablemente a lo largo del
río San Juan. Este autor menciona que en tiempos más
antiguos fue de gran importancia el camino Atlazintlan
(Alvarado) TlapalapanTuztlaCatemaco. La provincia de
Coatzacoalcos imponía muchas limitaciones a los comerciantes
del Altiplano —sólo permi tía el paso y contratación, a decir de
Sahagún, a los comerciantes de Tenochtitlan, Tlatelolco,
158 Veredas de mar
Huitzilopochco (Churubusco) y Cuauhti tlan, vía Tehuantepec
—.197
Contextos arqueológicos, contextos navegables

Se ha debatido durante mucho tiempo acerca de la


extensión del imperio mexica en la zona del istmo de
Tehuantepec, sobre todo en las tierras bajas del golfo. Con
cada reacomodo de los límites de la provincia tributaria se han
incluido o no a Los Tuxtlas.198 Usando el Códice Mendoza,
Barlow199 dibujó la frontera imperial al este del lago de
Catemaco identificando 12 de 22 comunidades enlistadas como
sujetos tributarios de la provincia de Tochtepec. 200 Berdan y
sus colaboradores identificaron 13 de las comunidades sujetas a
Tochte pec,201 reduciendo el tamaño de la provincia tributaria y
cambiando la frontera del imperio al oeste de los Tuxtlas y
más cerca, si no es que reduciendo su tamaño, a lo largo del
curso del río Papaloapan, con lo cual las montañas de Los
Tuxtlas quedaron fuera del control im perial mexica.202
Las interpretaciones más recientes del imperio Tenochca,
reali zadas por Carrasco,203 parten del Códice Mendocino, y otras
fuentes de Texcoco y Tlacopan dan como resultado una lista de
48 pueblos tri butarios de la provincia de Tochtepec y la
identificación de 33, aumen tando así el tamaño de la
provincia;204 los recolectores de tributos estaban localizados en
Tochtepec, Tlacotalpan y Toztlan.205 Las inter pretaciones de
Esquivias y Carrasco presentan una posición interme dia entre la
propuesta de Barlow —quien incorpora prácticamente la
totalidad de la región— y de Berdan, en la cual Los Tuxtlas
no es parte del imperio mexica.206 Por su parte, Gerhard no
trató de definir los límites de la provincia de Tochtepec
directamente, sino que utili zando los límites coloniales
presenta la división entre Toztlan —pro vincia del siglo XVI
colonial— y Coatzacoalcos —que era inde pendiente del
imperio mexica— en el lago de Catemaco,207 con lo cual Venter
sugiere que este autor estableció en ese punto el límite de la
provincia de Tochtepec.208
De acuerdo con Esquivias, el Memorial de Tlacopan utilizado
por Carrasco fue muy útil ya que registró una localidad que
funcionaba como la entrada al istmo de Tehuantepec:
Toztlan.209 Esta mención sugiere que dicho pueblo debió
localizarse en las montañas de Los Tuxtlas, cerca del istmo, y
no a lo largo del río Papaloapan al oeste, como Berdan y sus
colaboradores lo habían sugerido.210 En el Códice Mendocino
Toztlan se menciona en la página 46r., y también en la
160 Veredas de mar
Relación geográfica de Tuztla (o Tustla) escrita por Juan de
Medina en
Contextos arqueológicos, contextos navegables

136 Veredas de mar y


Límites de la provincia mexica de Tochtepec de acuerdo con diversos autores. Fuente: Esquivias, 2002; mapa modificado por la autora.
Contextos arqueológicos, contextos navegables

1580.211 Utilizando el Códice Mendoza como su única fuente,


Barlow incluye a este pueblo entre los 22 principales pueblos
sujetos a la pro vincia imperial de Tochtepec, sin sugerir dónde
podría localizarse. Berdan propone su ubicación a lo largo del río
Papaloapan donde ac tualmente se localiza la ciudad de Tuxtilla,
Veracruz. Carrasco, por su parte, identifica a Toztlan con la
moderna ciudad de San Andrés Tux tla, en el sur de Los
Tuxtlas. Con el uso de la información obtenida en la Relación
geográfica de Tlacotalpa, Urcid y Esquivias proponen que Tustla o
Tuztla corresponde a la ciudad moderna de Santiago Tux tla.212
Esta identificación es apoyada por Medel y Alvarado quienes
mencionan que San Andrés Tuxtla se fundó alrededor de 1530
d.C., posterior a la erupción del volcán Tiltepetl —que hoy se
conoce co mo el volcán San Martín—, forzando a la
población del pueblo de Ixtlan a trasladase a este nuevo
poblado.213 Es decir, que de acuerdo con Esquivias, el nombre
de Tuztla o Toztlan que aparece en las fuen tes se refiere
probablemente a la ciudad moderna de Santiago Tuxtla.214 Por otra
parte, Del Paso y Troncoso, en 1905, menciona que en el Có dice
Mendoza el glifo de la ciudad de Tuztla es un pájaro.215 En el
diccionario de Molina, en su sección de nahuatlespañol, la
palabra náhuatl para perico o macaco es toznene.
Venter propone que el sitio arqueológico conocido como
Toto gal es el que representa la cabecera prehispánica de
Toztlan, región tributaria de la provincia de Tochtepec. Después
de la llegada de los españoles, la población de Totogal fue
trasladada a Santiago Tuxtla que se convirtió en el centro
colonial más importante de la provincia de Tuxtla en el siglo
XVI.216 Gerhard ha dejado claro que los es pañoles
impusieron sus propios sistemas jerárquicos y la organización de
asentamientos donde se encontraban los centros del imperio me
xica o las cabeceras de los pueblos conquistados por ellos.217
Esta estructura del Postclásico Tardío fue reforzada por los
españoles al es tablecer su administración colonial. Debido a que
Santiago Tuxtla se volvió el centro colonial más importante de
Los Tuxtlas, Venter pro pone que con estos datos, y las
tradiciones escritas y orales es posible que Totogal, en vez del
sitio de Totocapan o San Andrés Tuxtla, fuera el lugar
prehispánico de contacto entre el imperio mexica y las
montañas de Los Tuxtlas.218 De acuerdo con la autora, los
agentes del imperio mexica debieron iniciar sus relaciones con
Totogal por su
138 Veredas de mar y río
Contextos arqueológicos, contextos navegables

ubicación y el acceso al istmo mediante las rutas de comercio


que pasaban del Papaloapan hacia Coatzacoalcos, así como por
su posi ción cercana a la intersección entre la montaña y la
planicie costera de donde se obtenían importantes recursos,
incluyendo productos cul tivados, como el algodón.219
El Toztlan del siglo XVI fue renombrado como Tuxtla
cerca de 1525, poco después de que los españoles entraron al
área en 1522 y el centro administrativo se reubicara de Totogal
hacia Santiago Tux tla.220 En la primera distribución de
encomiendas, Hernán Cortés se adjudicó una gran extensión
territorial en la costa del golfo de México, la cual incluyó
Cotaxtla, Toztlan y la cuenca del río Alva rado, hasta la
Chinantla, posesión del marquesado conocido como Tuxtla y
Cotaxtla. Después de que la antigua Toztlan fue sustituida por
Santiago de Tuxtla, su poder político se concentró en un alcal
de mayor, al igual que las demás fundaciones, pero en 1540 se
decidió suprimir las alcaldías y se creó la figura del magistrado
quien gober naba sobre los pueblos de Tuxtla y Cotaxtla, la
cual tenía su sede en Tuxtla. A recomendación de Diego de
Ordaz, quien había explorado la región por órdenes de Cortés,
en 1534 se eligió el pueblo de San tiago —ubicado en el
extremo norte de la serranía— para establecer la primera
hacienda azucarera de la Nueva España, la hacienda de
Tepeaca.221
A continuación se presenta un cuadro que contiene, por
regiones y proyectos, las propuestas de las zonas navegables, las
rutas principa les y las asociaciones entre los distintos centros
arqueológicos (véase cuadro 3). Aunque existen muchos vacíos,
podemos ubicar las vías potenciales más utilizadas de acuerdo
con las interpretaciones de los investigadores que han trabajado
la región de Los Tuxtlas. Asimismo, al hacer una cronología
tenemos una idea de las zonas navegables en función de las
etapas temporales identificadas en cada área de es tudio. Además
se presentan tres mapas que contienen la información del cuadro 3
(véase anexo: mapas 1, 2 y 3), lo que permite visualizar, de
manera más clara, las posibles vías fluviales internas y el papel
que desempeñó la costa.
CUADRO 3. Zonas navegables por periodo y por proyecto

Periodo Formativo Periodo Clásico


1400 a.C. - 300 d.C. 300 - 1000 d.C.
Región / Proyecto
Medio Medio Tardío Tardío
Temprano Medio Tardío Terminal Temprano
Temprano Tardío Temprano Tardío
Valle de Catemaco y corredor Río Río Corredor costero del volcán Lago de Catemaco (isla
costero del volcán San Martín Catemaco, Catemaco San Martín (Santley y Agaltepec e isla Tenagre)
(Santley, Arnold, Venter, etcétera) río Tajalate (Arnold, Arnold, 1996: 236). (Stanley, 2007: 70).
(Santley, 2008: 70).
2007: 32). El centro de Teotepec en la
costa del lago de Catemaco
(restos de posible

Contextos arqueológicos, contextos navegables


embarcadero) (Stanley,
2007: 56).
Suroeste del piedemonte de Comunicación ribereña por
Los Tuxtlas y curso medio del el río Hueyapan y el río
río San Juan. Proyecto San Juan (Killion y Urcid,
arqueológico Hueyapan (Urcid 2001).
y Killion, 2008, 2001).
Valle de Tepango a lo largo de los Río Xoteapan y río Tepango Ruta por el Principal ruta del río
ríos Tepango y Xoteapan. Protecto (Stoner, 2011). río Xoteapan (Stoner, 2011).
TVAS1 (Stoner, 2008). Tecoloapan
entre
Totocapan y
la cuenca
baja del río
Papaloapan,
(Stoner,
2011: 297).
continúa...
continuación...

140 Veredas de mar y


Planicie costera Santa Marta. Sin temporalidad precisa, la planicie costera de Santa Marta (Stanley,
Proyecto Arqueológico Piedra 2007: 160; Budar, 2012: 55-56).
Labrada (Budar, 2008, 2010,
2012).
Región de Tres Zapotes. Arroyo
Hueyapan,
tributarios
del río
Papaloapan.

1
Tepango Valley Archaeological Survey.

Periodo Postclásico
Región / Proyecto
1000 - 1521 d.C.
Valle de Catemaco y corredor costero del volcán San Lago de Catemaco, comunicación entre isla Agaltepec, isla Tenagre y la costa
Martín (Santley, Arnold, Venter, etcétera) de la laguna (Arnold, 2004).
Suroeste del piedemonte de Los Tuxtlas y curso medio del río San Río San Juan (Killion y Urcid, 2001: 17-18).
Juan. Proyecto Arqueológico Hueyapan (Urcid y Killion, 2008,
2001).
Valle de Tepango a lo largo de los ríos Tepango y Rutas fluviales: río Catemaco, río Hueyapan y río San Juan (Venter, 2008: 42-43).
Xoteapan. Protecto TVAS2 (Stoner, 2008).
Planicie costera Santa Marta.
Proyecto Arqueológico Piedra Labrada (Budar, 2008, 2010, 2012).
Región de Tres Zapotes.

2
Tepango Valley Archaeological Survey.
Contextos arqueológicos, contextos navegables

NoTas
1
Diehl, 2000, cit. pos. Arnold III y Pool, 2008: 5.
2
Estas metodologías, independientemente de las ambigüedades que puedan
ge nerar, basan su proceder en que la recuperación de la información en
campo debe servir para el análisis de los patrones de asentamiento —no sólo
de registrar lo identificado—, con lo cual se busca reconocer las fuerzas
dinámicas que se encuentran detrás del registro espacial estático de los
antiguos asentamientos (Arnold III y Pool, 2008: 12).
3
Pool, 2006: 189241, cit. pos. Arnold III y Pool, 2008: 5.
4
De acuerdo con Budar, la zona II es la sierra de Santa Marta, y la III
la del vol cán San Martín Pajapan (Budar, 2012: 5354).
5
Budar, 2012: 57.
6
Vásquez, 2008: 24; Stoner, 2011: 168.
7
Drucker, 1943; Coe, 1965: 684686; Pool, 2007; Vásquez, 2008: 24, cit. pos.
Stoner, 2011: 169.
8
Valenzuela y Ruppert, 1942: 113130; Valenzuela, 1945a: 83107 y 1945b: 8194,
cit. pos. Vásquez, 2008: 25.
9
Stoner, 2002: 169.
10
De acuerdo con Stark y Arnold III, la naturaleza de las relaciones
entre Teo tihuacán y las tierras bajas del golfo ha sido un tema
constantemente sometido a un debate infructuoso (Stark y Arnold III,
1997: 10). La discusión se ha en focado en torno al grado en que
Teotihuacán pudo haber tenido un impacto económico en las tierras
bajas del golfo, así como en la existencia de una imita ción estilística de
las élites teotihuacanas, o bien si hubo o no una interferencia política por
parte de las mismas. Los investigadores llaman la atención respecto al hecho
de que el tema ha sido trabajado con datos insuficientes y un escaso en
tendimiento de la historia local de la región como para contrastarla con
eviden cia relacionada con Teotihuacán. El hecho es que esta importante
ciudad del Altiplano Central parece haber establecido diferentes
relaciones con distintos segmentos de las tierras bajas del golfo, de los
cuales aún no se entienden del todo sus sistemas económicos y
políticos (Vásquez, 2008: 24).
11
Beverido, 1987: 185, cit. pos. Vásquez, 2008: 27.
12
Tellenbach, 1977; Vásquez, 2008: 2627.
13
Santley, 2007: 3.
14
Pool, 2007: 168; Santley et al., 1984, cit. pos. Stoner, 2011: 169.
15
Santley, 2007: 5.
16
Ortiz y Santley, 1988; Santley, Kneebone y Kerley, 1985: 107119;
Santley, Yarborough y Hall, 1987: 115134; Pool, 1990: 168, cit. pos.
Stoner, 2011: 169170.
17
Arnold III, 1987; Pool, 1990, cit. pos. Santley, 2007: 6.
18
Stoner, 2002.
19
Santley, 2007: 170.
20
Pool, 1997a; Pool y Britt, 2000: 139161, cit. pos. Stoner, 2011: 170.
142 Veredas de mar
21
Killion, 1987; 1990: 191215.
22
Arnold III, 1988: 357383, cit. pos. Stoner, 2011: 170.
23
Sanders, Parsons y Santley, 1979; Santley y Arnold III, 1996: 225249, cit.
pos.
Vásquez, 2008: 29.
24
Williams y Hazer, 1965; Stark, 1978; Santley, 1989; Arnold III et al.,
1993; Santley y Arnold III, 1996: 225, cit. pos. Vásquez, 2008: 29, 31;
Stoner, 2011: 170.
25
Santley, 2007: 3.
26
Ibíd: 4.
27
Ibíd: XII.
28
Santley y Arnold III, 1996: 226.
29
Ibíd: 225226.
30
Pool, 1997a y 2007.
31
Knight, 1999; Kruszczynski, 2001, cit, pos, Stoner, 2011: 171.
32
Santley y Arnold III, 1996; Arnold III, 1999: 157170; Arnold III y
McCor mack, 2002, cit, pos, Stoner, 2011: 171.
33
Santley et al., 2000; Reinhardt, 1991.
34
McCormack, 2002.
35
Stoner, 2002.
36
VanDerwarker, 2003.
37
Santley y Arnold III, 1996; Killion y Urcid, 2001: 4; Urcid y Killion,
2008: 261; Stoner, 2011: 172.
38
Stoner, 2011: 172.
39
La isla Agaltepec la mencionaron primero Blom y La Farge, en 1926,
posterior mente la estudiaron Valenzuela, en 1937, y Coe, en 1965.
40
Berdan et al., 1996; Carrasco, 1996; Smith y Berdan, 2003.
41
Santley y Arnold III, 1996; Esquivias, 2002.
42
Arnold III, 2004: 23; Stoner, 2011: 172.
43
Arnold III, 2004: 2324.
44
Stoner, 2011: 172.
45
Venter, 2008; Stoner, 2011: 172.
46
Stoner, 2011: 171.
47
Arnold III, 2008: 67.
48
Stoner, 2011: 40.
49
Ibíd: 167.
50
Este sitio fue registrado durante la exploración de Tulane, en 1925, y se
mostró por primera vez un dibujo en la obra Tribus y templos de Franz
Blom y Oliver La Farge. En 1960 el maestro Alfonso Medellín Zenil dio la
instrucción de trasladar el monumento al Museo de Antropología de
Xalapa. En la década de los seten ta el arqueólogo Marco Antonio Reyes
realizó excavaciones en las que se recu peraron fustes de columnas y
otros objetos (Budar, 2008: 106107).
51
Budar, 2008: 106107.
52
Ibíd: 107.
53
Budar, 2008, 2010 y 2012.
Contextos arqueológicos, contextos navegables
54
Arnold III, 2008: 73.
55
Santley, 2007: 1.
56
Santley y Arnold III, 1996.
57
Ortiz, 1975; Ortiz y Santley, 1988; Pool, 1995; Knight, 1999; Kruszczynski,
2001,
cit. pos. Stoner, 2011: 21.
58
Santley, 2007: 24.
59
Tomado del cuadro 3.1 de Santley, 2007: 249.
60
Coe y Diehl, 1980.
61
Santley, 2007: 2.
62
Coe, 1965; Stuart, 1993.
63
Stuart, 1993.
64
Laborde, 2006.
65
Drucker, 1981: 2947; Rust y Sharer, 1988: 102104; Grove et al., 1993: 91-
95;
Grove, 1997: 51101, cit. pos. VanDerwarker, 2003: 33.
66
Santley, 1992; Pool, 1997a; Santley, Arnold III y Barrett, 1997.
67
Santley y Arnold III, 1996; McCormack, 2002; VanDerwarker, 2003:
40.
68
Stark y Arnold III, 1997.
69
VanDerwarker, 2003: 41.
70
Santley y Arnold III, 1996.
71
Ochoa, 2000.
72
Fraccionamiento de las entidades políticas.
73
Arnold III, 2008: 7172.
74
Santley, Arnold III y Barrett, 1997: 174.
75
Ibíd: 179; Santley, 2007: 249.
76
Santley y Arnold III,
1996. 77 Ibíd: 228; Santley,
2007: 25. 78 Vásquez, 2008:
33.
79
Santley, 2007: 27.
80
Santley y Arnold III, 1996: 228; Santley, Arnold III y Barrett, 1997: 181;
Sant ley, 2007: 26.
81
Santley y Arnold III, 1996: 228.
82
Ídem; Santley et al., 2000; Santley, 2007: 27.
83
McCormack, 2002.
84
Santley y Arnold III, 1996: 231.
85
Ídem: Santley, 2007: 3031.
86
Killion y Urcid, 2001: 7.
87
Pool et al., 2010: 101.
88
Vásquez, 2008: 33.
89
Santley y Arnold III, 1996: 229; Santley, 2007: 32.
90
Santley, 2007: 32.
91
Ibíd: 3233.
92
Santley, 1992.
93
Killion y Urcid, 2001: 7 y 9.
144 Veredas de mar
94
Stoner, 2011: 305306.
Contextos arqueológicos, contextos navegables
95
Pool, 2007.
96
De la Fuente, 1996: 419; Pool, 2007: 117118, cit. pos. Stoner, 2011:
309.
97
Santley, 2007: 3334.
98
Santley y Arnold III, 1996: 231; Santley, 2007: 34.
99
Santley y Arnold III, 1996; McCormack, 2002.
100
Santley, 2007: 42.
101
Killion y Urcid, 2001: 9.
102
Pool, 2007: 247.
103
Pool y Ohnersorgen, 2007: 24, cit. pos. Stoner, 2011: 318.
104
Stoner, 2011: 318.
105
VanDerwarker, 2003: 202.
106
Ibíd: 4752.
107
Santley, 2007: 43.
108
Stoner, 2011: 321.
109
Ibíd: 324.
110
Santley, 2007.
111
Pool, 2007: 246.
112
Stoner, 2011: 325.
113
VanDerwarker, 2003: 114.
114
Ibíd: 6465.
115
Santley, Arnold III y Barrett, 1997; VanDerwarker, 2003: 114.
116
Daneels, 2002: 655683; Pascual, 2002: 7982; Stark, 1990: 243285; Santley,
Arnold III y Barrett, 1997; Yarborough, 1992, cit. pos. Stoner, 2011:
15.
117
Santley, Yarborough y Hall, 1987: 85100; Yarborough, 1992: 4155; Santley,
1994: 243266; Spence, 1996: 333353; Cowgill, 1997: 129161; Ortiz y Sant
ley, 1998: 377460; Arnold III y Santley, 2008, cit. pos. Stoner, 2011:
16.
118
Coe, 1965: 704705, cit. pos. Stoner, 2011: 137.
119
Arnold III y Santley, 2008: 296.
120
Ibíd.
121
Pool, 1997a: 4155, cit. pos. Stoner, 2011: 16.
122
Arnold III y Santley, 2008, cit. pos. Stoner, 2011: 15.
123
Santley, Yarborough y Hall, 1987: 85100; Pool, 1997a: 4155; Spence, 1996:
333353, cit. pos. Stoner, 2011: 137.
124
Budar, 2012: 6869.
125
Arnold III, 2008, 70; Budar, 2010; Santley, 2007: 63 y 66.
126
Santley, 2007: 160.
127
Budar, 2012: 55.
128
Ibíd: 5556.
129
Guevara, 2010: 105.
130
Santley, 2007: 45.
131
Vásquez, 2008: 33.
132
Santley y Arnold III, 1996: 231; Santley, 2007: 46.
133
Arnold III, 2008: 70.
134
Santley y Arnold III, 1996: 232; Santley, Arnold III y Barrett, 1997: 183-
146 Veredas de mar
184.
Contextos arqueológicos, contextos navegables
135
Arnold III, 2008: 7071.
136
Stoner, 2011: 328.
137
Arnold III, 2008: 71.
138
Santley y Arnold III, 1996.
139
Pool y Britt, 2000: 139161, cit. pos. Killion y Urcid, 2001: 9.
140
Santley y Arnold III, 1996.
141
Killion y Urcid, 2001: 9.
142
Venter, 2008.
143
Santley, 2007: 48.
144
Ídem.
145
Santley, Arnold III y Barrett, 1997: 168.
146
Santley y Arnold III, 1996: 233234.
147
Ibíd: 236.
148
Stark, 1989, 2001, cit. pos. Stoner, 2011: 297.
149
Stoner, 2011: 297.
150
Urcid y Killion, 2008.
151
Stoner, 2011: 350.
152
Santley, 2007: 48.
153
Ídem.
154
Santley y Arnold III, 1996: 236.
155
Santley, 2007: 56.
156
Santley, 1991, cit. pos. Stoner, 2011: 351.
157
Killion y Urcid, 2001: 9.
158
Coe y Diehl, 1980; Rust y Sharer, 1988: 102104; Gómez Rueda, 1996;
Nagy, 1997: 253277; Sisson, 1983: 195202; Symonds y Lunagómez, 1997:
144173, cit. pos. Killion y Urcid, 2001: 11.
159
Stoner, 2011: 351.
160
Santley, 2007: 6566.
161
Ibíd: 66.
162
Santley y Arnold III, 1996: 239.
163
Ibíd: 239240.
164
Santley, 2007: 6869.
165
Santley y Arnold III, 1996; Santley, 2007.
166
Stoner, 2011: 357, 360, 363364.
167
Santley, 2007: 70.
168
Arnold III y Santley, 2008: 293294.
169
Coe, 1965; Scholes y Warren, 1965; Stark, 1978; Santley y Arnold III,
1996; Killion y Urcid, 2001; Esquivias, 2002; Venter, 2008: 7; Budar,
2012.
170
Venter, 2008: 14.
171
Seler, 1922: 543556; Friedlaender y Sonder, 1923: 162187; Blom y La Farge,
1926, cit. pos. Venter, 2008: 3233.
172
Como las esculturas de basalto zoomórficas de Totogal o los
montículos en Monte Pío estudiados por E. Kerber en 1882.
148 Veredas de mar
173
Del Paso y Troncoso, 1905; Scholes y Warren, 1965; Stark, 1978;
Gerhard, 1986: 342; Venter, 2008: 25.
174
Pool, 1995; Killion y Urcid, 2001; Esquivias, 2002; Arnold III y Venter,
2004; Venter, 2008.
175
Arnold III, 2005, cit. pos. Venter, 2008: 27.
176
Venter, 2008: 27.
177
Pool, 1995; Killion y Urcid, 2001; Arnold III, 2004; Venter, 2008.
178
Daneels, 1997: 206252; Stark, 2008: 3863, cit. pos. Venter, 2008: 45.
179
Venter, 2008: 45.
180
Del Paso y Troncoso, 1905; Esquivias, 2002.
181
Venter, 2008: 32.
182
Santley y Arnold III, 1996.
183
Ibíd: 240.
184
Arnold III, 2005, cit. pos. Venter, 2008: 4243.
185
Venter, 2008: 4243.
186
Esquivias, 2002; Smith y Berdan, 2003; Arnold III, 2004.
187
Arnold III, 2004: 8.
188
Valenzuela, 1937 y 1945a, cit. pos. Arnold III, 2004: 6.
189
Arnold III, 2008: 72.
190
Arnold III, 2004: 67.
191
Ibíd: 4.
192
Killion y Urcid, 2001: 15.
193
Ibíd: 1718.
194
Stark, 1978; Arnold III y Santley, 2008: 295.
195
Arnold III y Santley, 2008: 295.
196
Gerhard, 1986: 350.
197
Melgarejo, 1949: 311.
198
Gerhard, 1986; Barlow, 1992; Berdan et al., 1996; Carrasco, 1996;
Esquivias, 2002; Venter, 2008: 5.
199
Barlow, 1992.
200
Esquivias, 2002: 50.
201
Berdan et al., 1996.
202
Esquivias, 2002: 50.
203
Carrasco, 1996.
204
Esquivias, 2002: 50.
205
Killion y Urcid, 2001: 16.
206
Carrasco, 1996; Esquivias, 2002.
207
Gerhard, 1986.
208
Venter, 2008: 6.
209
Carrasco, 1996.
210
Berdan et al., 1996.
211
Esquivias, 2002: 50.
212
Urcid y Esquivias, 2000.
213
Medel y Alvarado, 1993: 29.
Contextos arqueológicos, contextos navegables
214
Esquivias, 2002: 51.
215
Del Paso y Troncoso, 1905.
216
Gerhard, 1986; Medel y Alvarado, 1993.
217
Gerhard, 1986.
218
Venter, 2008: 2.
219
Ibíd: 910.
220
Bermúdez, 1978; Medel y Alvarado, 1993; Rivas, 1999; Urcid y Esquivias,
2000, cit. pos. Venter, 2008: 47.
221
Guevara, 2010: 116117.
capíTulo 4

Construyendo un modelo heurístico:


evaluación del potencial de navegación
de Los Tuxtlas

E
n los capítulos anteriores se presentó la revisión de
antecedentes que permitió identificar cuáles han sido los ejes
temáticos para analizar una posible práctica de la navegación
durante la época prehispánica. Derivado de esto, se concluyó
que no hay evidencias suficientes respecto a la misma; no que
no haya existido, sino que pa rece ser que no se han detectado
evidencias claras. Por lo tanto, el argumento para hablar sobre
esta actividad se ha establecido en fun ción de dos líneas
temáticas: la primera, las características propias de un paisaje
que está inundado y rodeado de ríos, y que presenta pla nicies
aluviales; la segunda, la potencialidad de la región como yaci
miento de basalto, el cual, de acuerdo con los estudios
realizados, se debió transportar por ríos o por la costa, aunque no
se tienen pruebas
contundentes de esto.
Con el desarrollo de la caracterización del entorno se
planteó la unidad regional de Los Tuxtlas, concebida como un
paisaje, es decir, como el entorno percibido, modificado y
valorizado por el ser hu mano. Se le estableció como nuestra
unidad de estudio, integrando datos ambientales, arqueológicos,
históricos y cartográficos, con el propósito de poder acercarnos al
problema de la navegación tanto en la época prehispánica como
en la colonial.
Posteriormente, la revisión de las condiciones particulares de
los estudios arqueológicos que se han realizado en la región, y la
sistema tización, interpretación y evaluación de la información
disponible, nos permitió generar mapas que señalan las vías
potenciales de nave gación. Por supuesto, esto con algunas
carencias y en función de los trabajos revisados resulta aún
limitado.
150 Veredas de mar
Así, en tanto que los datos arqueológicos pueden ser por
ahora in suficientes para hablar de la navegación, en este
capítulo se plantea una metodología que surge de la aplicación de
Sistemas de Informa ción Geográfica (SIG) a nuestro problema.
Como ya mencionamos, el paisaje ha sido abordado por los
enfoques cuantitativos como un objeto de estudio geométrico y
abstracto, pero recordemos que también ha sido reivindicado por las
nuevas corrientes como un paisaje huma nizado.1 Sin necesidad de
separarse de esta última posición, que es la que hemos adoptado
desde el inicio, consideramos la pertinencia de plantear un
modelo de análisis del paisaje enfocado únicamente en pa
rámetros y aspectos geográficos que busque resolver el problema
fun damental para poder abordar la navegación. Este problema
gira en torno a la evaluación de la unidad regional de Los
Tuxtlas como unidad fisiográfica navegable, es decir, la pregunta
que conduce esta evaluación sería: ¿cómo se pueden identificar las
áreas navegables de nuestra región de estudio? Contestar esta
pregunta tan básica pue de parecer innecesario, pero es en
realidad fundamental comenzar a generar un corpus de
indicadores tanto geográficos como culturales que en conjunto
nos permitan caracterizar la práctica de la navegación de manera
más contundente.
Para plantear esta propuesta, cuyo carácter puede definirse
como metodológico, brevemente contextualizaremos cómo el
interés por el estudio del paisaje en la historia y la arqueología,
a lo largo del siglo XX, ha generado nuevas interrogantes y
perspectivas en la comunidad académica. En el caso de la
arqueología la corriente más clara donde la integración de
disciplinas se ha desarrollado es en la rama de la ar queología
del paisaje. Sin embargo, carente aún de una metodología general
clara, e incluso de una definición compartida por todos, con
lleva el riesgo de la particularización que hay que evitar en la
medida de lo posible, siendo conscientes del alcance y las
posibilidades de los estudios parciales y estableciendo, desde el
principio, planteamien tos que permitan su integración en
visiones a mayor escala.
En la arqueología del paisaje conviven hasta la fecha, de
forma quizás algo caótica y en ocasiones ecléctica, las
tendencias de los últimos años en la arqueología: historia,
geografía y antropología. En este corpus interdisciplinario la
Construyendo un modelo heurístico...
evolución y perfeccionamiento de téc
152 Veredas de mar
nicas de teledetección y fotointerpretación, y el uso de los SIG,
han generado importantes aportes.2
De acuerdo con Orejas, se puede llevar a cabo un estudio
serio si consideramos el riesgo de generar algunos reduccionismos:
ejemplo de esto es el peligro de “cosificación” al considerar el
paisaje como un reflejo, una materialización concreta de la
sociedad, sin someterlo real mente a un análisis sociohistórico.
De aquí derivan dos riesgos más: continuar haciendo una
arqueología objetual en la que simplemente cambiamos de
escala. Es decir, limitar el estudio a un análisis morfo lógico
que puede ser exhaustivo a partir de la recopilación de un con
junto de detalles que llegan a ser extremadamente finos. Este
análisis morfológico del paisaje permite la detección e
identificación de rasgos individuales y sus relaciones;
correctamente estudiado proporciona una sólida base, pero no
cierra el análisis, por lo que debemos evitar caer en lo que
Orejas denomina “un descriptivismo complejo”, es decir, una
profusa cantidad de datos que en conjunto y sin ser inter
pretados no dicen nada. El segundo riesgo es caer de nuevo en
visio nes estáticas, no podemos olvidar que un paisaje es el
efecto de una sociedad por lo que debemos plantearlo en los
términos dinámicos de la formación social, en construcción
continua a lo largo del tiempo. Como se ha mencionado antes,
el espacio es social tanto como la so ciedad es espacial, por
eso hablamos de paisaje.3
Debemos recalcar además que el paisaje es multiforme, todo
me nos homogéneo. Una lectura plana nos lleva a una de las
más peligro sas trampas en la arqueología del paisaje: la
correspondencia directa entre elementos morfológicos del
paisaje y su significación social y cultural.4 En este caso, no se
trata de asegurar la navegabilidad de la región en función de los
numerosos cuerpos de agua presentes en ella; más bien se plantea
una propuesta de análisis espacial que busca ge nerar más
argumentos para sustentar que en la región había ríos na vegables.
La propuesta que se desarrolla es un paso inicial dentro de un
proceso de argumentación que más adelante incluirá datos de
carác ter histórico para sostener que hay evidencias que permiten
rastrear la práctica de la navegación en la época prehispánica.
Es un modelo que además debe ser enriquecido con nuevas
variables y que es flexi ble, ya que pueden modificarse los
Construyendo un modelo heurístico...
parámetros que se manejan.
154 Veredas de mar
Antes de pasar al desarrollo del mismo, debemos considerar que
la aplicación de una técnica o el uso de un documento, por muy
sofisti cado que sea y por mucha información que pueda
proporcionar, no constituyen una labor de investigación sino un
apoyo. El tratamiento de los datos nunca los hace más reales ni
resuelven de todo el proble ma, tan sólo los dispone, los prepara,
los analiza, destacando algunos aspectos que de otro modo pueden
pasar desapercibidos o a la inver sa.5 Precisamente con esta
visión es que se elabora una metodología que nos permite
comenzar a identificar áreas navegables a partir de datos
geográficos, recalcando siempre que a esto deberían idealmente
integrarse los indicadores culturales.

El vínculo entre los Sistemas de Información Geográfica (SIG)


y la arqueología

Antes de comenzar la explicación del método propuesto y su


aplica ción en la región de Los Tuxtlas, debemos mencionar
algunos aspec tos pertinentes respecto a los SIG y su relación
con la arqueología. Estos pueden inicialmente definirse como un
conjunto de elementos que permiten el acceso, consulta,
tratamiento, análisis y presentación de datos espaciales, contenidos
en formatos alfanuméricos digitales cuya visualización es en
forma de mapas.6 Es decir, la información que se plasma en un
mapa siempre estará vinculada a éste en forma de una matriz
de datos que se visualiza como una tabla y que contie ne la
información alfanumérica que se ha recolectado en campo
—por ejemplo, al realizar una topografía o mediciones con un
GPS— o que fue solicitada a alguna institución gubernamental
o privada
—por ejemplo al Instituto Nacional de Geografía y
Estadística (INEGI)—.
Desde la aparición de los SIG, a principios de la década
de los noventa, su extensión y aplicación ha resultado
imparable, siendo en la actualidad una plataforma de trabajo
imprescindible en el trata miento, gestión y análisis de la
dimensión espacial en la arqueología.7 Los análisis con base en
los SIG se han planteado para procesar la información espacial
integrada por datos materiales y factores geo
Construyendo un modelo heurístico...

gráficos. El uso más conocido a lo largo de la historia de la


disciplina arqueológica y su relación con los SIG ha consistido
en desarrollar medidas meticulosas para producir mapas de
distribución de puntos
—estos pueden representar, por supuesto, cualquier cosa que le
inte rese al investigador, como sitios o rasgos arqueológicos—, y
han sido algunos de los únicos medios efectivamente científicos
de los arqueó logos para evaluar el espacio. La importancia de
producir estos mapas radica en la comprensión horizontal de las
relaciones entre los rasgos arqueológicos. Es importante notar que
estos marcos analíticos sólo revelan aspectos estáticos del espacio
donde el significado de las acti vidades humanas en el pasado y
los factores que incidieron en ellos no siempre han sido el
foco de interés de las investigaciones.8
No nos adentraremos ahora a las múltiples aplicaciones que se
le han dado a los SIG, para esto existe una numerosa bibliografía
dispo nible que trata sobre el tema;9 más bien nos enfocaremos
en el impac to que los SIG han tenido en la disciplina
arqueológica y que ha re basado la gestión de datos,
planteando un importante debate con respecto a las
consecuencias que su uso ha podido tener en un orden más
interpretativo y teórico. Por ejemplo, con respecto a la concep
ción del propio registro arqueológico, el resurgimiento —o
reforza miento— de las explicaciones de carácter determinista
medioam biental de las estrategias de adaptación humana en el
territorio, o bien su relevancia en el análisis de paisajes
cognitivos dentro de las pro puestas posprocesualistas inspiradas
en la hermenéutica y la fenome nología.10 Estas discusiones han
hecho que existan tanto detractores como entusiastas en cuanto
al uso de los SIG en la arqueología. Por ejemplo, en cuanto a la
precaución en su aplicación, Kimura advierte cómo la
popularización del uso de los SIG puede derivar en aproxi
maciones simples no analíticas que sólo buscan un despliegue
gráfico basado en su impacto visual.11 Sharon y sus
colaboradores hacen un recuento de los principales problemas
que puede representar el uso de los SIG,12 resumidos a
continuación:

• La cantidad de tiempo que necesita un usuario para


familiarizarse con el diverso software existente y aprender a
156 Veredas de mar
manejarlo de ma nera efectiva, resulta excesiva.
Construyendo un modelo heurístico...

• El tiempo que se requiere para el procesamiento de datos


puede llegar a ser muy largo, dependiendo de las capacidades
técnicas del equipo con el que se cuente y de la
capacitación del usuario.
• Considerar que es realmente poco lo que se puede hacer
con es tos sistemas y que sólo sirven para digitalizar la
información que es creada manualmente.

En general, éstas son las circunstancias que muchos usuarios


experi mentan al enfrentarse a los SIG por primera vez, por lo
cual plantea remos que en realidad constituyen problemáticas que
van de la mano de la necesidad de entender de lleno las
limitaciones y la potencia lidad de estas herramientas, así
como de la capacitación en el uso de las mismas. Antes que
nada debemos entender que constituyen una valiosa herramienta
que permite plantear nuevas preguntas y algu nas vías para
responderlas, más nunca para alcanzar la respuesta en sí.
Recordemos que un mapa, sea uno del siglo XVI o de la época
mo derna, es una representación de la realidad en dos dimensiones,
por lo tanto, al ser una imagen nunca podrá proporcionarnos la
informa ción objetiva que nosotros tendemos a solicitar de
ellos. Los mapas son interpretaciones de la realidad en función
de su creador y de la fi nalidad de su elaboración. Pareciera que si
hay una verdadera objeción para este tipo de herramientas, ésta
iría en relación con adjudicarles el poder o la capacidad de
modelar el comportamiento humano. En un análisis espacial, por
ejemplo, al calcular la distancia entre un asenta miento
prehispánico y un cuerpo de agua, no debemos creer que es
tamos haciendo el cálculo del nivel de aprovechamiento del
primero sobre el segundo; estamos calculando una relación
exclusivamente espacial que podría responder a numerosas
razones, tal vez ninguna de ellas vinculada con su explotación.
No profundizaremos más en esta discusión, pero sí cabe
recalcar que hemos intentado ser muy cuidadosos con el
proceso aplicado a nuestros datos geográficos, la selección
primaria de las variables uti lizadas y la interpretación del
resultado. Así, concluimos que los SIG pueden y deben ser
utilizados para algo más que para reelaborar la tra dicional
cartografía arqueológica de puntos sobre un mapa, ya que po
sibilitan la generación de mapas analíticos y temáticos que
158 Veredas de mar
contribu yen a la interpretación arqueológica, histórica y geográfica,
utilizando
Construyendo un modelo heurístico...

plenamente las técnicas de análisis y manipulación de la


información espacial de que disponen —interpolación, cálculo
de visibilidad, dis tancia, topografía, etcétera—.13

Propuesta metodológica para el estudio de la navegación en


Los Tuxtlas

Esta propuesta metodológica puede presentarse como un conjunto


de pasos que requieren el uso de un software que integre las
herramien tas para manejar información de tipo cartográfica. El
software utili zado para la elaboración de este modelo es
ArcGis10.2, conjunto de programas que integran herramientas de
diversos tipos para el análi sis espacial, generado por ESRI
(Enviromental Systems Research Ins titute). Debemos recalcar
que el uso de la información geográfica y la interpretación de los
resultados constituyen un primer paso que busca sistematizar
indicadores inicialmente de tipo geográfico, pero que pos
teriormente debe aceptar la integración de variables culturales.
El modelo que se ha elaborado puede nombrarse Modelo de
Evaluación de Áreas Navegables que constituye un modelo porque
se conforma de pasos metodológicos ordenados, donde cada uno
cumple un objetivo y cuyo resultado final se presta a
interpretación. Es modificable, pues pueden integrarse variables o
cambiarse los parámetros de las mismas. Por otro lado, en función
de la evaluación de los criterios que explica remos más adelante,
puede determinar la identificación de un área que cumpla con los
mismos. Si éstos cambian, la identificación del área también
se verá modificada.
Antes de continuar se debe definir el tipo de datos con
el cuál se trabaja en los SIG. Se trata de dos modelos de
formatos digitales: raster —archivos de imagen como JPG,
TIFF, PNG— y vectorial
—puntos, líneas y polígonos—. El formato raster incluye
fotografías y cualquier tipo de imagen digital. Su principal
característica es que la imagen se integra por pequeñas celdas de
igual tamaño conocidas como pixeles, las cuales poseen un valor
numérico. El valor de cada celda determina su color, con lo cual
puede observarse la imagen to tal de manera clara. Por otro
lado, los datos de tipo vectorial se pue den clasificar de la
160 Veredas de mar
siguiente manera: punto, que puede ser un objeto
Construyendo un modelo heurístico...

representado con coordenadas (X, Y, Z) sin dimensiones —


por ejemplo, la localización de un árbol, de un basamento
arqueológico, de un poste o una casa—; línea, que se
constituye por una cadena de puntos y su principal propiedad
es la longitud —puede representar un camino o un río, entre
otros—; y polígono, que es un conjunto de puntos, donde el
punto de inicio es al mismo tiempo el punto final, formando
una figura geométrica cerrada con un interior y un exte rior,
sus atributos son perímetro y área —por ejemplo, una cuenca
hidrográfica, un lago o un área de cultivo—.14
Con esta concisa definición de los tipos de imágenes y
datos, tra taremos de definir el proceso típico de análisis de la
información geo gráfica:15

• Entrada de datos: la información espacial disponible se


introdu ce en el SIG mediante la digitalización. Estos datos
pueden ad quirirse por varios métodos: escaneo de imágenes
de fotografías aéreas, recolección en campo y elaboración
de tablas; informa ción obtenida de herramientas como
estaciones totales y GPS, entre otras.
• Creación de una base de datos espacial: es toda la
información al fanumérica que se convierte en capas que
pueden ser visualizadas y que cada una de ellas contiene un
tema distinto. Por ejemplo, una capa de tipo de suelos, de red
hidrográfica, de ubicación de sitios, entre otros.
• Manipulación y análisis: por medio del SIG se puede
acceder a distintas funciones que permiten realizar análisis
espaciales, con sulta y modelado de datos.
• Visualización: la creación de mapas de diversos tipos y con
propó sitos específicos es el producto final que
generalmente se asocia con este software. Ésta se considera
la función más importante de los SIG.

Esta pequeña introducción al funcionamiento general de los


sistemas de información geográfica es necesaria para poder
explicar el proceso metodológico que se describe a continuación.
Bastará recordar los ti pos de datos y los procesos generales que
implican el uso del SIG, cuyo
162 Veredas de mar
objetivo final será mostrar diversos mapas que se prestan a la
inter pretación del usuario.

Parámetros teórico-metodológicos del análisis espacial

¿Qué queremos saber?

A lo largo de los capítulos anteriores hemos hablado del


concepto de paisaje como nuestra unidad de estudio principal.
Nos vimos obliga dos a proceder de este modo ante la carencia
de datos concretos e integrados que nos permitan el análisis de
la práctica de la navega ción, al menos durante la época
prehispánica, lo que no sucede en la época colonial donde
contamos con datos mucho más exhaustivos.
Dado que uno de los principales objetivos que nos planteamos
des de un inicio consistió en elaborar una propuesta para
abordar el pro blema desde el estudio del paisaje, la forma de
cumplirlo fue median te la elaboración de un modelo sencillo de
evaluación multicriterio planteado a partir de la siguiente
pregunta: ¿qué hace que un área sea navegable? Ésta puede
parecer una pregunta de lo más sencilla, sin em bargo, habría que
buscar no caer en un reduccionismo para contestarla en función de
la presencia de un cuerpo de agua. Es decir, la presen cia de
un río, por ejemplo, no necesariamente implica que haya sido
navegable. La relevancia de esto radica en que, como se
vio en el apartado de la hidrografía de la región de Los
Tuxtlas, la presencia de ríos es abrumadora, tanto dentro como
rodeando el sector monta ñoso, con lo cual podría afirmarse que
por la presencia de estos cuerpos de agua el área fue navegada.
Como hemos visto, muchas de las in terpretaciones que desde
la arqueología se han elaborado sobre las posibles rutas, se
han planteado en función de la presencia de los ríos y su
asociación con asentamientos prehispánicos cercanos o lejanos.
Esta interpretación no es necesariamente errónea, pero ante las
afir maciones sobre la práctica de la navegación en Los Tuxtlas,
sistema tizadas en los apartados anteriores con la revisión de
antecedentes y de los datos disponibles, consideramos que hace
falta mayor susten to del por qué y cómo pudo haber sido
navegada la región. Para esto se
Construyendo un modelo heurístico...

ha considerado plantear cuáles serían los parámetros geográficos


con el fin de identificar la navegabilidad de un área.
Para identificarla se lleva a cabo un análisis espacial que se basa
en un modelo analítico que busca determinar la correlación
entre dos variables: por un lado, la presencia de un río
principal —éstos se eli gieron por ser los de mayor longitud y
cauce— por otro lado, derivado de la altitud, se ha considerado
el factor de la pendiente del terreno.16 La razón de elegir estos
dos parámetros proviene de la necesidad de la presencia de un
cuerpo de agua para navegar y que el terreno por donde éste
pase tenga ciertas características que permitan su nave gación. Se
ha seleccionado la pendiente del terreno porque resulta ser una
variable que puede obtenerse de los datos de altitud y que es
necesario integrar por las propias características morfológicas de la
re gión, y que presenta numerosos cambios de elevación y de
inclinación en su superficie debido a la presencia de volcanes. Por
supuesto, esta elección es básicamente arbitraria y pueden
incorporarse más paráme tros, pero se decidió trabajar con estos
dos —presencia de ríos princi pales y pendiente— para simplificar
la explicación de la metodología.
En el siguiente esquema se presenta la secuencia para llevar a
cabo la evaluación de los criterios y así generar un mapa que
indique cuáles son las áreas que de acuerdo con los dos
parámetros geográficos cum plen con las condiciones establecidas
por el modelo para ser navega das.17 A continuación
explicaremos cada uno de estos procesos.

¿Cómo se establecieron las variables?

El paso 1, que consiste en la introducción de datos, tiene que


ver con la toma de decisión respecto a la información
requerida. En este caso es necesario explicar cómo se
establecieron las variables. Como he mos mencionado antes, la
primera pregunta fue: ¿qué hace que una región sea navegable?
No existen lineamientos definidos de variables correctas para el
análisis, pero se pueden identificar variables poten ciales. Por
supuesto, la primera respuesta es que exista un cuerpo de agua
con determinadas características; la segunda, son las condiciones
fisiográficas del terreno. Esto nos llevó a elegir el factor de la
164 Veredas de mar
elevación y, derivado de esto, el de la pendiente del terreno en
función de que
Construyendo un modelo heurístico...

Esquema que presenta el orden de los


pasos necesarios para llevar a cabo una evaluación multicriterio

Fuente: McCoy et al., 2001-2002: 23; cuadro modificado por la autora.

su inclinación medida en grados tendría que intervenir en la


posibi lidad de que el cuerpo de agua fuera o no navegable.
Se descartó cualquier otra variable que implicara la
extrapolación de los datos al pasado. Es decir, no hubiera sido
útil considerar un mapa de vegetación actual después de la
revisión histórica realizada sobre la modificación de la región
desde la llegada de los españoles. Así que a la pregunta de ¿qué
requiere un área para ser navegable? La primera respuesta es: se
necesita un cuerpo de agua y de un terreno que permita un
traslado seguro. Los parámetros utilizados son “cuer po de agua”,
para lo cual se eligió a los ríos de mayor cauce —San Juan,
Tepango, Tecolapan, Grande de Catemaco, Michapan,
Cuetzala pan, Ozuluapa, Texizapan, Huazuntlan, Prieto y San
Agustín—, y los tres principales cuerpos de agua de la región —
lago de Catemaco y lagunas de Sontecomapan y del Ostión—
de acuerdo con la clasifica ción de INEGI y con los datos
disponibles en la red hidrográfica en escala 1:20 000.18 Se
decidió trabajar con estos datos para ilustrar la metodología de
manera más concisa, aunque los arroyos y las corrien tes de menor
tamaño se pueden integrar sin ningún problema. El pa
de nivel en escala 1: 20 000.
rámetro de elevación se estableció a partir del mapa de curvas

160 Veredas de mar y


Curvas de nivel que contienen los datos de altitud de la región. Este se encuentra formado por líneas, es decir, es de tipo vectorial.
Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
Construyendo un modelo heurístico...

Derivación de información nueva

Una vez que tenemos al menos dos variables definidas:


elevación y cuerpos de agua, necesitamos plantear qué nueva
información po demos obtener con la aplicación del SIG. En
este punto se lleva a cabo el paso 2 que consiste en crear
datos nuevos de la información disponible —cuando sea posible
—. Del mapa de las curvas de nivel es posible derivar un mapa de
elevación que consiste en una imagen raster —con pixeles— en
la cual se interpolan los datos de altitud en tre una curva y otra
para generar una superficie continua que mantiene los datos de
elevación en cada pixel que constituye la imagen (véase
anexo: mapa 4). Este mapa se utiliza posteriormente para
elaborar uno de pendientes que es realmente la variable que
nos interesa, en el cual los valores de altitud son reemplazados
por valores de la incli nación del terreno medida en grados
(véase anexo: mapa 5).
Aquí, es necesario apuntar que los datos vectoriales, es decir,
las líneas que constituyen el mapa de curvas de nivel fueron
transforma dos en una imagen raster, es decir, el mapa de
elevaciones que pre senta una superficie continua con valores
altitudinales. De este mapa de elevación es posible derivar el de
pendientes.19 En el mapa 5 se presentan las dos variables
principales resultantes: pendiente y cuer pos de agua —tanto lagos
como ríos— que consideramos para elabo rar la evaluación de la
navegabilidad en la región.
Conforme se avanza en este proceso es necesario
reconocer la ausencia de otros parámetros. Como ya hemos
mencionado, uno de ellos pudo ser la vegetación, en este caso
tal vez la presencia de hu medales, pero se considera que el
hecho de contar con información actualizada podría sesgar el
resultado hacia la época moderna, auna do a la imposibilidad de
elaborar una reconstrucción paleoambiental precisa para la
región. Por otro lado, se decidió no incluir ningún tipo de
variable cultural bajo el riesgo de integrar datos cuya tempo
ralidad no es clara y para evitar una asociación de presencia-
ausencia en función de los asentamientos prehispánicos cercanos o
lejanos a los ríos. Esto no significa que no deba ser considerado
más adelante; por ahora se propone una primera metodología
considerando las dos va riables mínimas que podrían mantenerse
162 Veredas de mar
más o menos constantes a
Construyendo un modelo heurístico...

lo largo del tiempo: presencia del cuerpo de agua, en este caso


ríos y lagos, y la pendiente del terreno.
Posteriormente, fue necesario plantear un criterio para la
elec ción del rango de pendiente medida en grados a partir de
la interpo lación de los datos altitudinales de los mapas de
curvas de nivel ob tenidos de INEGI en escala 1:20 000. El mapa
de pendientes presenta 10 categorías en las cuales en color verde
se representan los rangos de pendiente de 0° a 15° y en
amarillo, naranja y rojo los rangos con pen diente de 15° a 85°.
El rango de pendiente es seleccionado en función de la
descripción de las unidades de relieve de Geissert,20 donde el
análisis de las mismas —lomeríos, sierras, etcétera— permite percibir
que los valles fluviales no aparecen más allá de este valor de
pendien te (0° a 15°). Valores de pendiente superiores implican
la presencia de serranías y lomeríos que dificultarían la práctica de
la navegación. Por supuesto este valor puede ser modificado en
función de la región de estudio, pero se decidió utilizar como
rango óptimo para la navega ción entre 0° y 15° de inclinación
del terreno para el modelo.
El siguiente problema que se debe resolver es cómo
correlacionar ambas variables. Es decir, cómo generar un mapa
que no sólo encime una variable sobre otra, como se observa en el
mapa 5 (véase anexo). Pues eso no estaría reflejando la correlación
real de los parámetros que nos interesan, sino sólo empalmando
una variable sobre la otra. De bemos tener en cuenta que la
variable de los cuerpos de agua es de tipo vectorial, constituida
por líneas que indican los ríos y polígonos que representan los
lagos y lagunas. Para que la correlación entre am bas variables
pueda llevarse a cabo en el programa, es necesario que las dos
sean del mismo tipo de dato, es decir, ambas vectoriales o ambas
una imagen raster. De lo contrario, habría áreas del mapa de
pendien tes que no tendrían ningún dato con el cual
correlacionarse al sobre poner los vectores (véase anexo:
ilustración 1).
Para resolver esto es necesario crear una imagen raster que
derive de la capa vectorial de los cuerpos de agua. Esta imagen
raster tiene que contener pixeles con algún dato que pueda ser
correlacionado con el mapa de pendientes. Para el caso de los
ríos esto representa un problema, pues cómo podemos asignar
valores a una línea que repre senta un río en el SIG. La forma
164 Veredas de mar
de resolver esto es generando un valor de presencia para el río
que se pueda observar en una superficie
Construyendo un modelo heurístico...

amplia. La presencia o ausencia de cualquier rasgo u objeto se


da en función de su relación con otras cosas, en este caso, a
través de la dis tancia, entendida como una unidad métrica
entre dos puntos. Con esto es posible elaborar un mapa de
distancia en relación con los ríos. Esto queda más claro en la
ilustración 1 donde se sobreponen los vectores sobre el mapa
de pendientes. El área que éstos tocan —so bre el mapa de
pendientes— es mínima, por lo tanto no hay manera de
correlacionar las variables.
En este sentido una opción es crear un mapa que indique de
algu na manera la presencia o ausencia de los cuerpos de agua.
Esto se pue de lograr creando una imagen raster —con pixeles y
que cubra un área continua— a partir de los vectores —líneas y
polígonos— que repre sente los cuerpos de agua y ríos. En ésta se
observan áreas que muestran distancias cercanas o lejanas
respecto a los vectores (véase anexo: mapa 6). De esta manera
es posible empalmar las dos imágenes para establecer una
correlación entre la variable de pendiente y la de los cuerpos
de agua (véase anexo: ilustración 2). En el mapa 6, que re
presenta ese cálculo de la distancia respecto al río, el área
amarilla contiene la menor distancia al cuerpo de agua, pero
podemos consi derarlo como el rango de presencia del mismo
que cubre potenciales áreas inundables o de desborde del río. A
los siguientes anillos de co lores, aunque indican mayor
distancia respecto al río, se les asigna el valor de nopresencia
del río. De esta manera se genera un parámetro que cubre toda la
superficie y que puede correlacionarse con el mapa de
pendientes. Así, se concluye el paso 2 que consiste en construir
los mapas de las variables que nos interesan.

¿Cómo integrar y analizar las variables?

El paso 3 se ha definido en el esquema anterior como una


reclasifica ción en una escala compartida (110) para dar los
valores más altos a los atributos o condiciones necesarias
establecidas. Es decir, ya se ha elaborado el mapa de pendientes
y el mapa que indica distancias res pecto a los cuerpos de agua,
del cual debemos recordar que la prime ra área próxima a los
vectores indica un área de “presencia”.
166 Veredas de mar
Recapitulando, el propósito de esta metodología consiste en
iden tificar en un territorio determinado el espacio que cumpla
con las variables establecidas las cuales, por supuesto, son
arbitrarias con el fin de identificar el potencial de navegabilidad
del mismo. Este mode lo está enfocado en la correlación de
variables basadas en la identifica ción de factores ambientales en
un área —puede incluirse cualquier otro tipo de información
como sitios arqueológicos, rasgos culturales, etcétera— siempre y
cuando la información se transforme en imáge nes raster. Los
valores que constituyen estas imágenes son, en el caso de la
pendiente, los rangos en grados de inclinación de los cuales se
consideran idóneos entre 0° y 15°, valores representados en
color verde en el mapa 5 (anexo). Por otro lado, en la imagen
raster que presenta las distancias (véase anexo: mapa 6), el
único valor real mente importante es el de la distancia
inmediata a los vectores de los cuerpos de agua,
representada en color amarillo.
El paso 3, como ya se mencionó, consiste en reclasificar, es
decir, recategorizar los dos mapas, el de pendientes y el de
distancias, am bos en imágenes raster cuyos valores en los pixeles
sean de la misma clase. Esto es, necesitamos hacer equivalentes
las dos imágenes, de lo contrario no podemos integrar
kilómetros —del mapa de distan cias— con grados de
inclinación —del mapa de pendientes—. Para esto, se
categorizan o reclasifican los dos mapas en una escala del 1 al
10, dándole el valor de 10 a las condiciones más idóneas de
nave gación y decreciendo hasta 1 que serían las condiciones
menos fa vorables (véase anexo: mapas 7 y 8). En este caso,
el 10, en el mapa de la distancia, corresponde al área que está
a no más de 3.5 km de los vectores, o bien, lo que es igual, al
área amarilla del mapa 10. Del 9 al 1 serían los siguientes
anillos o valores de distancia donde no hay cuerpos de agua.
Sucede lo mismo con el mapa de pendientes, el 10 corresponde
al rango de pendiente entre 0° y 2°; el 9 correspon
de entre 2° a 5°; el 8 entre 10° a 15° y así sucesivamente
como puede observarse en el cuadro de equivalencias de
categorías (véase cuadro 4). Ambas escalas indican que las
mejores condiciones de navegación llevan el valor de 10, así
que los pixeles con esos valores al correla cionarse deberán dar
como resultado la identificación de las áreas que cumplen con
Construyendo un modelo heurístico...
las variables de presencia de cuerpo de agua y de pendiente
idónea. Esta correlación se refiere a que al juntar las dos
168 Veredas de mar
imágenes, cada una con sus áreas asignadas con esta nueva
escala, los pixeles con los mismos valores se fusionarán en uno
solo, permi tiendo que haya una nueva imagen donde pueda verse
este comporta miento de los valores. Esto se explicará más a
detalle en el paso 4.

CUADRO 4. Categorías de los mapas de distancia y de pendiente, en


relación con la escala única de valores del 10 al 1. Equivalencia entre
ambas escalas

Valores de distancia Escala equivalente Valores de


(Km) pendiente (°)

0-3.5 10 0-2

3.5-7 9 2-5

7-10.5 8 5-10

10.5-14 7 10-15

14-17.5 6 15-20

17.5-20 5 20-30

20-25 4 30-35

25-28 3 35-40

28-30 2 40-50

30-35 1 50-85

Correlación de datos

En el esquema anterior, el último paso consiste en establecer valores


de influencia de las variables para luego combinarlos, con el fin
de visua lizar la correlación entre éstas. Esto se refiere a que una
vez que tene mos los parámetros en la misma escala, con los
mismos valores del 10 al 1, debemos combinar ambos mapas.
Esto se hace con una herra mienta del software ArcGis llamada
calculadora raster que puede in tegrar y analizar los valores de
cada pixel —recordemos que los pixe les de nuestros dos
mapas tienen valores del 10 al 1— y combinarlos de distintas
manera para ver la relación entre las imágenes. En ese sentido
lo que se hace es volver a ponderar las variables para darle un
Construyendo un modelo heurístico...

peso al efecto que tiene la presencia de un cuerpo de agua y la


carac terística de la pendiente sobre si es o no navegable. Se
trata de una evaluación del impacto de las dos variables.
Básicamente lo que sucede en este punto es que ambos
mapas constituyen una unidad o poseen un valor de 100%. Así
que se tiene que dar un valor de influencia a cada una de las
variables de acuerdo con la importancia que se le dé a cada
una de ellas. Por ejemplo, en este caso se le asignó un valor de
50% al mapa de distancia y 50% al de pendientes, con el fin
de establecer una relación equilibrada en tre ambas variables. La
interpretación más sencilla de esto sería que es igual de
significativo que haya un cuerpo de agua, a que haya una
pendiente no inclinada en el terreno. Esto puede modificarse,
por ejemplo, si asignáramos un valor de 75% al mapa de distancia
y 25% al de pendiente, estaríamos indicándole al programa que
es más im portante que haya un cuerpo de agua y mucho
menos la pendiente sobre la que se presenta. A partir de esta
asignación de valores en re lación con el peso de las condiciones
establecidas para que se cumpla un criterio, el programa realiza
una suma aritmética de los valores de cada pixel y presenta
como resultado una imagen donde esta corre lación se puede
visualizar claramente. Así, en el mapa 9 se observan de nuevo
las 10 categorías del 10 al 1, siendo los valores más altos los
que cumplen con las mejores condiciones en relación con los
crite rios establecidos previamente (véase anexo: mapa 9). De tal
manera que los colores azules indican las zonas que presentan
tanto un cuer po de agua como una pendiente idónea, de
acuerdo con los criterios geográficos que se han explicado en esta
metodología, en relación con la posibilidad de que estas áreas
sean navegadas.
Finalmente, esta imagen se reclasificó en seis categorías que se
re lacionan con las áreas que presenta un río y una pendiente
determina da: altamente navegable, navegable, potencialmente
navegable y tres categorías de colores distintos —blanco, amarillo
y naranja— para in dicar las áreas no navegables con más
claridad. Las tres primeras pre sentan el resultado de integrar la
presencia del cuerpo de agua con los rangos de pendiente que
establecimos como idóneos para que se pudie ra practicar la
navegación. Como podemos ver en el mapa 10 (véase anexo) los
sectores navegables son aquellos en el color azul más oscuro.
170 Veredas de mar
En cuanto a las limitaciones de esta primera propuesta
debemos recalcar que aún es necesario profundizar en los
indicadores de la na vegación prehispánica pues, por ejemplo, no
nos hemos basado aquí en la correlación espacial de ubicación
de los sitios en relación con los cuerpos de agua. Aunque éste
ha sido el primer criterio derivado de la interpretación de los
estudios arqueológicos revisados en el ca pítulo 3, no se ha
podido elaborar un corpus de indicadores culturales en función
de los datos arqueológicos disponibles.
Así se da un primer paso, intentando plantear un modelo
que sugiera la existencia de áreas potencialmente navegables,
basado ex clusivamente en criterios geográficos. Debe quedar
claro que será necesario trabajar arduamente en elaborar criterios
que incluyan los canales, las modificaciones, los restos
arqueológicos, lo que bien po dríamos llamar la infraestructura
de la navegación, pero que queda por ahora pendiente para la
época prehispánica. El modelo se elabo ra en función del
espacio, al que deben añadirse los factores de índole cultural. El
diagrama 1 (véase anexo) resume los cuatro pasos desa rrollados
anteriormente. Debemos apuntar además que esta primera
construcción basada en el análisis espacial, donde cabe la
posibilidad de cotejar con la información arqueológica e
histórica, puede o no confirmarse.
Para finalizar, podemos concebir a la navegación como un
siste ma de conectividad del paisaje, no sólo al considerar la
ubicación de los asentamientos arqueológicos a partir de lo
cual se reconstruye ron las rutas navegables, sino tomando en
cuenta también las carac terísticas geográficas propias de la
región, con lo que se ha intentado identificar, de acuerdo con la
geografía, cuáles pudieron ser esas rutas navegables. Así, se
presenta esta propuesta como un modelo espacial que plantea la
integración del uso de vías fluviales, lagunas volcáni cas,
costeras y las condiciones de inclinación del terreno, definiendo
a la práctica de la navegación en Los Tuxtlas como una unidad
indi soluble de comunicación e integración del entorno que
funcionaba en conjunto con las vías terrestres.
Lo interesante de este primer análisis, cuyos parámetros aún
deben ser mejorados, es que confirma algunas de las rutas
propuestas deriva das de los estudios arqueológicos de la
región. El río San Juan defini
Construyendo un modelo heurístico...

tivamente se muestra como una ruta importante que rodea el


macizo montañoso, mientras que el río Tecolapan parece ser
navegable en una gran porción. Los ríos Tepango y Grande de
Catemaco presen tan pendientes más inclinadas, pero aun así
parecen ser parcialmente navegables. Por otro lado, hay sectores
en la costa, sobre todo en la planicie costera del cerro Santa
Marta, que confirman que pudieron ser navegables, así como las
áreas ocupadas por los cuerpos de agua de ma yor tamaño —lago
de Catemaco y lagunas del Ostión y de Sonteco mapan—. Para
tener una comparación entre las rutas derivadas de las
investigaciones arqueológicas y aquellas que resultan del modelo
del análisis espacial, se ha elaborado un mapa final en el cual
se inte gran ambos datos (véase anexo: mapa 11). Esto permite
comparar y, hasta cierto punto, afinar la interpretación respecto
a las rutas nave gables, tomando en cuenta que con eso se busca
sustentar de manera más contundente los datos de una práctica
de la navegación durante la época prehispánica.

NoTas
1
Orejas, 1995: 107.
2
Ibíd: 106107.
3
Ibíd: 116.
4
Ibíd: 116118.
5
Ídem.
6
Sharon, Dagan y Tzionit, 2004: 156.
7
García San Juan, 2003: 2.
8
Kimura, 2006: 79.
9
Paynter, 1982; Baena et al., 1999; Church, Brandon y Burgett, 2000; Evans
y Daly, 2006.
10
García San Juan, 2003: 3.
11
Kimura, 2006: 2930.
12
Sharon, Dagan y Tzionit, 2004.
13
García San Juan, 2003: 12.
14
Puerta, Rengifo y Bravo, 2011.
15
Wheatly y Gillings, 2002: 1113.
16
El planteamiento de la metodología ha sido modificado y replanteado a
partir del tutorial para análisis espacial de McCoy et al., 20012002.
17
Un profundo agradecimiento a Gerardo Jiménez, del Instituto de
Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de
México, y al arqueó logo César Hernández por el apoyo para concebir
este modelo.
172 Veredas de mar
18
Se utilizaron los datos de la cartografía topográfica en formato vectorial
dispo nibles para su descarga gratuita en la página de INEGI:
http://www.inegi.org. mx/geo/contenidos/topografia/default.aspx
19
Se elabora con la creación de un modelo digital de elevación que, en
sí, es la misma imagen raster con los datos de altitud en una superficie
continua. Este modelo se transforma en una imagen raster llamada slope,
la cual es el resultado de calcular la inclinación de la superficie y
constituye por sí misma el mapa de pendientes.
20
Geissert, 2006.
Construyendo un modelo heurístico...
capíTulo 5

Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

E
n los capítulos anteriores hemos señalado la dificultad de
contar con una certeza acerca de cómo funcionó el sistema de
navegación en Los Tuxtlas durante la época prehispánica. A
pesar de ello, se
sugiere que esta actividad se puede concebir como un sistema
de conectividad del paisaje, no sólo por la ubicación de los
asentamien tos arqueológicos sino también por las características
geográficas pro pias de la región, con lo cual se ha planteado la
existencia de subre giones navegables. Lo anterior nos conduce a
presentar esta propuesta como un modelo espacial que plantea la
integración del uso de vías fluviales, lagos volcánicos, lagunas
costeras y las condiciones de in clinación del terreno,
funcionando como una unidad indisoluble de comunicación e
integración del entorno junto con las vías terrestres. En este
capítulo se desarrollan los argumentos que hacen suponer que la
tradición de navegación europea y sus usuarios tuvieron un
anclaje en la región de Los Tuxtlas, en un inicio en la línea de
costa y posteriormente gracias a la apropiación de este sistema de
conecti vidad del paisaje; es decir, que la navegación tuvo un
papel activo en la avalancha de procesos históricos durante la
época colonial. Esto implica el reconocimiento de marcadores
del paisaje costero con los cuales los navegantes europeos se
familiarizaron, reconociendo algu nos puntos geográficos que
seguramente fueron importantes durante la época prehispánica,
aunque esto no lo sabremos con certeza hasta que se realicen más
investigaciones arqueológicas con esta orientación. La revisión de
documentos coloniales nos permite detectar la for
ma de apropiación del entorno costero y fluvial, así como su
importan cia para la navegación de cabotaje y en tierra firme,
practicada en la
172 Veredas de mar
época novohispana y posiblemente en la prehispánica. Se ha
tratado de reconstruir este paisaje partiendo de la recopilación y
el análisis de documentos cartográficos de los siglos XVI, XVII y
XVIII, con lo cual es posible observar una evolución en la forma
de navegación tanto en tierra firme como por la línea de
costa de Los Tuxtlas.
Resulta pertinente aclarar lo siguiente: no se exponen datos e
in terpretaciones que deriven en alguna propuesta de
continuidad inalterada a lo largo de los siglos, de una práctica
de la navegación que aún requiere de numerosos datos para su
caracterización, pero que puede ser detectada en la época
prehispánica. Hace falta elaborar criterios para integrar e
identificar indicadores que puedan percibirse en el paisaje y que
evidencien la práctica de la navegación antes de la llegada de los
españoles, como canales, embarcaderos, rampas, etcétera. Para
entender el mundo mesoamericano es necesario comprender,
en la medida de lo posible, el mundo que se le contrapone, el
occiden tal, para así interpretar las formas de interacción que
resultaron del proceso de colonización.1 Acercarnos a otras
disciplinas como la his toria nos permite crear un puente al
pasado para buscar el diálogo, no para crear un discurso paralelo
sino una retroalimentación con la ar queología, lo cual nos ha
permitido obtener datos que amplían nuestra perspectiva.
Ernesto Vargas y Lorenzo Ochoa ya habían llamado la
atención acerca de cómo tanto la información arqueológica como
la proporcio nada por las fuentes históricas, por fragmentaria e
incompleta que sea cada una, es posible utilizarlas en conjunto
para tener un mayor en tendimiento de diversos objetos de
estudio.2 Agrupamos así, en dos grandes conjuntos, las
evidencias estudiadas en este caso: por un la do, aquellas que
podrían haber implicado la participación de los indí genas,
aunque fuese de manera marginal —nos referimos en particular a
las Relaciones geográficas del siglo XVI—; y por otro lado, un
conjunto de documentos de carácter colonial —mapas de origen
diverso, docu mentos de navegantes europeos, crónicas de
autores españoles, entre otros—. La tendencia en general fue la
de utilizar documentación car tográfica, por lo cual se requiere
explicar la manera en que nos hemos acercado a este tipo de
evidencia.
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

Fuentes históricas y geográficas: enfoque de aproximación

Debido a que se acudió a diversas fuentes históricas para sustentar


los argumentos que se presentan más adelante, explicaremos los
cami nos teóricometodológicos que tuvieron que recorrerse y
gracias a los cuales se integraron aspectos históricos y geográficos
a esta investi gación. De esta manera, se simpatiza con la postura
que Raquel Urroz identifica en cuanto a que hoy en día la
historia busca encontrar un nuevo equilibrio entre hechos,
documentos y su literalidad, conside rando también lo retórico, la
interpretación simbólica, las metáforas, la semiótica, la sociología
y otros temas o enfoques culturales. En este sentido, es posible
mirar a la historia no sólo como una disciplina capaz de
aprehender la realidad pasada estableciendo un marco espacial de
referencia, sino además reconociendo en ella el peso que tiene
el es pacio geográfico en el análisis histórico e incorporando
concepciones del territorio a su discurso.3
Los lazos entre la historia y la geografía se remontan mucho
tiem po atrás. Desde un punto de vista epistemológico, ambas
disciplinas cuentan con elementos en común que se
complementan en la elabo ración de su quehacer. La geografía,
en su condición de descripción del espacio, debe tener en
cuenta la construcción histórica que el hombre hace dentro de
y sobre su medio. Con esto, se reconoce que no se estudian
espacios en abstracto, sino significados culturales cons truidos en el
tiempo. Además, la historia requiere del marco espacial donde
guardar la memoria de sus acciones. Así, el espaciotiempo es un
engranaje presente en la actividad humana y en su realidad
cir cundante. Entre ambas disciplinas y en la confluencia de
varias más, se ha definido una geografía humana que orienta el
estudio del es pacio relacionado con el tiempo y sus actores
sociales. Esto es, una geografía cultural que se encuentra con una
perspectiva histórica; un ámbito que estudia las formaciones
socioespaciales referidas a pro cesos históricos.4 En el seno de
esta confluencia interdisciplinar apa rece el mapa como la
concretización de un esquema mental del es pacio, siendo no
sólo un auxiliar sino convirtiéndose en nuestro ob jeto de
estudio.
Como se ha mencionado, el propio carácter de esta
investigación nos obligó a recurrir a un particular conjunto de
174 Veredas de mar
documentos que nos
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

proveyeron de una enorme cantidad de información valiosa


para entender el papel de Los Tuxtlas en relación con las
actividades de navegación practicadas durante la Colonia. Al
igual que con cual quier tipo de evidencia, se debe exponer el
enfoque de aproximación para subrayar cómo se dio el uso de
la misma y con qué tipo de precau ciones nos acercamos a ella.
No se hace una revisión de la historia de los mapas en la
antigüedad,5 sino que basta apuntar, por ahora, que el estudio
contemporáneo ha redescubierto la relevancia que tiene el aná lisis
de estos objetos —así como el de las instituciones,
racionalidades y prácticas involucradas en su producción,
circulación y consumo— para investigar y comprender
mecanismos de construcción y control de territorios; para la
generación y reproducción de imaginarios e ideo logías, y para la
configuración de determinados órdenes sociales, polí ticos,
económicos y culturales.6
En relación con el mapa como una evidencia histórica,
Urroz realiza una valiosa distinción entre el mapa antiguo y el
mapa histó rico, siendo el segundo el resultado de concebir al
primero como un documento que contiene datos susceptibles de
ser detectados y utili zados por el investigador.7 Así, el mapa
antiguo se convierte en un mapa histórico cuando el lector se
ha propuesto dotarlo de sentido, reconociendo en él las
técnicas, los símbolos y trazos de un espacio geográfico que se
ha convertido y se interpreta como una nueva terri torialidad. En
este sentido, no se puede limitar la cartografía dispo nible a un
tipo de representación práctica y científica de una superficie
terrestre, marina o costera. Debemos considerar que en la
elaboración de mapas inciden los conocimientos con base en el
razonamiento, así como la percepción, el bagaje y el contexto
cultural del cartógrafo. De esta manera, éstos pueden constituir
ricas fuentes de información no sólo del medio físicogeográfico sino
también del contexto histórico cultural que les da lugar.8
El interés en los análisis históricos sobre la cartografía ha
variado profundamente desde la primera mitad del siglo XX,
cuando las preo cupaciones eran de tipo empirista, más
enfocadas en la precisión de la información contenida en los
mapas antiguos que por compren der el contexto o los procesos
específicos en los que estaban inmersos la producción y el uso de
los mismos. La historia de la cartografía se interesó por utilizar
176 Veredas de mar
los mapas como pruebas de la acumulación del
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

conocimiento geográfico y como evidencia de la evolución


científica de la disciplina. Sólo hasta la década de los ochenta
se cuestionaron las aspiraciones positivistas de la cartografía y su
visión tecnocrática, sentando las bases de una agenda
humanista de la historia de la car tografía.9
Raquel Urroz distingue dos grandes tendencias filosóficometodo
lógicas dentro de la cartografía: la positivista y la historicista.
Ambos enfoques, que provienen de la geografía, se desarrollaron
desde fina les del siglo XIX cuando la disciplina construía su
propia definición e institucionalización. La tendencia positivista
estuvo protagonizada por Friedrich Ratzel, en Alemania, quien
buscó establecer la geogra fía social como ciencia sustentada en
una filosofía y metodología em pirista. Su contraparte: la
corriente antipositivista o historicista fue desarrollada en
Francia por Paul Vidal de la Blache, cuya propuesta consistió en
la comprensión y no en la explicación de los datos geo gráficos,
creando métodos específicos para el desarrollo e incorporación del
componente social y humano en el conocimiento geográfico.
De los planteamientos vidalianos nace el enfoque regional
que se basa en localizar, conectar, comparar y analizar la
evolución de es pacios concretos, de forma que se compruebe
cómo el hombre neutra liza las condiciones negativas del entorno
y explota las positivas. La región, es decir, el sustrato natural y
el influjo humano, se convierte en objeto de estudio: se afirma
su existencia real y su esencia como la interacción de factores
diversos. Con este nuevo giro, actualmente las cartas o mapas
se han llegado a concebir como una compleja “cons trucción social”
que contiene un discurso que de principio los sitúa en el
contexto del poder político y de la cultura de la sociedad
que los produjo.10
Retomando, dentro de las dos directrices generales que se
reco nocen en la cartografía —positivista e historicista— se
identifican algunas trayectorias principales teóricometodológicas:
los trabajos de recopilación y exposición de los mapas mexicanos,
con una perspec tiva positivista que buscaba caracterizar la calidad
del mapa en función del grado de precisión científica; aquellos
trabajos que hacen énfasis, sobre todo, en el aspecto técnico del
mapa y reflejan una preocupación constante por mantener la
actualización de las técnicas cartográficas; y por último, estudios
que, a nivel interdisciplinario y desde criterios
178 Veredas de mar
relativistas, atienden a los elementos geográficos en el espacio
repa rando también en los conceptos, condiciones, procesos y
aconteci mientos del mundo humano plasmados en él. Esta
perspectiva cultu ral considera al mapa como un tipo de
lenguaje cargado de símbolos que envían mensajes y que
expresan una determinada percepción del medio.11
La perspectiva cultural fue desarrollada por Brian Harley
quien realizó un aporte a la metodología de análisis de los
mapas, logrando una profunda interpretación, planteando el
estudio del contexto his tórico como única vía de acceso para
responder a la pregunta: ¿qué cosa es lo que los propios
cartógrafos, las instituciones y la sociedad a la que ellos
pertenecían, intentaron representar y dar a conocer?12 Harley
veía a los mapas como parte del reino del lenguaje y, como
Carl Sauer planteaba, es posible hacerlos hablar sobre el
mundo so cial del pasado.13 Para la década de los ochenta,
Harley había desa rrollado ya la idea del mapa como un texto y
a la cartografía como una especie de literatura funcionando
como un discurso. El argumento principal fue que el acto de
construir cierta realidad —en vez de pa labras, con imágenes—
se realiza de una manera arbitraria, personal y como un espejo
de ella misma. A partir de esta reflexión, Harley se referiría a
los signos cartográficos como “imágenes retóricas”.14 Es decir,
los mapas estaban diseñados como un tipo de lenguaje consti
tuido por símbolos que integraban un sistema formal de
comunica ción, el cual era capaz de expresar una realidad
cargada de valores culturales emergidos de una determinada
sociedad que ha consen suado cierta visión del mundo.15
Siguiendo estos enfoques socioculturales, consideraremos aquí
el espacio —así como el tiempo— como una dimensión cultural y
no una categoría estática. No se examina la región de Los
Tuxtlas como un sitio inmóvil y fijo, o como un determinado
escenario en el que se desenvuelven los eventos que pueden
interesar al investigador. Así, la integración de las categorías de
espaciotiempo, como un solo con cepto, fue producto de sus
actores quienes eligieron un lugar preciso para construir y
transformar un sitio ordenado. El estudio del espa cio busca ir
relacionado con el del cuerpo social, el cual, partiendo de una
base geográfica, lo concibe y determina ideológicamente. De
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

esta manera, es posible mirar nuestra región de estudio como un


lugar conformado mediante significados sociales y
culturales.16
Así, es necesario presentar el análisis de los documentos
carto gráficos bajo esta perspectiva, de tal forma que la
integración de los datos disponibles en ellos y en las fuentes
escritas permita definir el papel de la región en relación con las
actividades de navegación du rante la época colonial. A
continuación, se contextualizan y describen algunos de estos
documentos coloniales para integrar los datos dispo nibles en
orden cronológico, lo que permitirá percibir la transforma ción
en cuanto a la región de Los Tuxtlas y la navegación que se
practicó tanto en los ríos que la rodean como en las costas que
la limi tan en el golfo de México.

Relaciones geográficas del siglo XVI

Algunos de los documentos que se usaron para obtener


información respecto al papel de Los Tuxtlas en la época
colonial, provienen de las Relaciones geográficas del siglo XVI que
se elaboraron a partir del cuestionario impreso en 1577
titulado “Instrucción y memoria de las relaciones que se han de
hacer para la descripción de las Indias que su majestad manda
hacer para el buen gobierno y ennoblecimiento de ellas”. Éste
fue enviado a las alcaldías mayores de la Nueva España y otras
regiones para conocimiento de la vida social, económica, polí
tica y religiosa de los pueblos conquistados por los españoles,
con la finalidad primordial de ejercer sobre ellos una mejor
administración.17 La preparación del cuestionario surgió a partir de
otros elaborados pre viamente. En 1569, cuando fue visitador del
Consejo de Indias Juan de Ovando, se planearon algunas
reformas administrativas, y entre 1570 y 1573 se enviaron
varios listados. El cuestionario de 1577 fue preparado por Juan
López de Velasco quien, como cosmógrafo y cronista mayor,
tenía la encomienda de recopilar informes sobre la historia y
geografía de las Indias, para lo cual elaboró el interrogatorio final
que constó de 50 preguntas.18
La conformación de estos documentos formó parte de un
impor tante proyecto científico que buscó conocer la realidad
180 Veredas de mar
novohispana; fue la culminación de una serie de intentos
emprendidos por España
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

para definir su imperio, iniciado desde la integración del Nuevo


Mundo hasta el siglo XVI.19 Esta necesidad de la Corona española
por conocer sus posesiones, introdujo el requerimiento de elaborar
pinturas o ma pas que acompañaran a las relaciones. En tres
rubros de la Instrucción y memoria se solicitó la elaboración de
pinturas o mapas: el tópico con el número 10 se refiere al sitio
y asiento de los pueblos “como quiera que se pueda rasguñar
fácilmente en un papel, en que se declare qué parte del pueblo
mira al mediodía o al norte”; el 42 trata acerca de los puertos
de las costas “y la figura y trata de ellos en pintura como
quiera que sea en un papel, por donde se pueda ver la forma y
talle que tienen”; y el 47 acerca de las islas que pertenecían a
las costas “en pintura si pudiere ser”.20
La mayoría de las Relaciones geográficas del siglo XVI se
acompa ñaron de estos mapas que, en algunos casos, se
elaboraron de manera independiente a los textos, e incluso
algunos se diseñaron antes de la redacción de éstos.21 Acuña
advierte sobre la importancia de no relegar a un plano
secundario estas pinturas, ya que no funcionaban como una mera
ilustración accesoria; son parte esencial de cada re lación
geográfica, cuya información complementan. De acuerdo con él, en
casi todos los casos, las pinturas fueron elaboradas por lugare ños,
eventualmente por españoles que eran o habían sido pilotos de
oficio y algunos excelentes cartógrafos y, en general, por personas
que no intervinieron en las encuestas que condujeron a la
versión final.22 Karl W. Butzer y Barbara J. Williams enlistan
algunas de las razo
nes por las cuales estas pinturas son sumamente útiles para el
inves tigador: 1) fueron elaboradas al mismo tiempo y es conocida
su fecha de elaboración; 2) fueron comisionadas con el mismo
propósito, con instrucciones explícitas para dibujar un pueblo,
y para ilustrar el sitio y situación de cada uno de ellos; 3) el
texto de las relaciones provee información de los indígenas
principales y ancianos, quienes propor cionaron la mayor
información en las respuestas, mientras que los mapas
indígenas son presentados en más de una ocasión como evi
dencia; y 4) la información que da una relación ayuda a explicar
las características de la pintura correspondiente.23
Por último, Butzer y Williams agregan que aunque las
pinturas no son enteramente de tradición prehispánica y que, en
182 Veredas de mar
cambio, cum
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

plen un objetivo europeo, señalan que en conjunto constituyen


una cartografía poco familiar.24 Elia Hernández nos remite a cómo
Barba ra Mundy y Walter Palm señalan que en estos mapas
sobresale su diseño y organización a partir de una
interpretación social, en donde la “realidad del espacio fue
definida y estructurada por las relaciones sociales”. Con esto,
Palm desarrolló la idea de estudiar el proceso de aculturación
“de los esquemas tradicionales de representación” de los modelos
cartográficos entre indios y españoles.25 En el caso de los ma pas de
las Relaciones geográficas del siglo XVI se presentan ambos tipos de
perspectivas: tanto las características descritas de tradición indíge
na, como las de influencia europea.26 Manso indica que el estilo
de los mapas se ha clasificado en tres: europeo, nativo y
mixto.27
Las encuestas describen aspectos de la geografía física como
son clima, relieve, hidrografía, latitud y vegetación. Integran
también in formación de minas, vegetales y producciones, e
incluyen datos sobre los habitantes: la vida económica,
topónimos, lenguas, división políti ca y costumbres.28 Nos hemos
acercado a esta fuente porque, además de los valiosos mapas, las
preguntas con los números 19, 20, 38, 3945 y 47 del formato
contenido en las relaciones, son las que cuestionan sobre el
tema de los cuerpos de agua, complementando lo obtenido de
las imágenes y sus glosas, aunque no siempre se obtuvo
información específica. El rubro 19 solicitaba información
sobre:

El río o ríos principales que pasaren por cerca, qué tanto apartados dél
[sic] y a qué parte, y qué tan caudalosos son; y si hubiere que saber alguna
cosa notable de sus nacimientos, aguas, huertas y aprovechamientos de sus
riberas, y si hay en ellas o podrían haber algunos regadíos que fuesen
de importancia.

En el rubro 20: “Los lagos, lagunas o fuentes señaladas que


hubiere en los términos de los pueblos, con las cosas notables
que hubiere en ellos”. En el rubro 38: “Y si los pueblos fueren
marítimos, demás de lo susodicho, se diga en la relación que
dello se hiciere la suerte de la mar que alcanza, si es mar blanda
o tormentosa, y de qué tormentas y peligros, y en qué tiempos
comúnmente suceden más o menos”.
184 Veredas de mar
Del 39 al 45 y 47 se requería información acerca de las
costas o playas, arrecifes, mareas, cabos, puntas, ensenadas,
bajíos, puertos, de
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

sembarcaderos, capacidad para los navíos y cuestiones referentes a


las posibilidades de navegación por mar, así como informes sobre
las is las y sus recursos.29
Sin embargo, hay varios hechos que Hernández resalta
respecto a la elaboración de las Relaciones geográficas del siglo XVI:
no todos los rubros del cuestionario se contestaron y algunos
fueron descritos me jor que otros.30 Algunas de las relaciones no
incluyeron imagen o mapa, y varios de ellos, así como sus
respectivos textos, se extravia ron. La autora nos refiere a que
Howard Cline planteó una tipología de las relaciones
designándolas como “simples”, “compuestas” y “complejas”.
Consideró “simples” aquellas que fueron reportadas por un solo
oficial, y de un único corregimiento, así como el envío de una
sola relación; “compuestas” a las descripciones de cada poblado
prin cipal conformando una relación geográfica; y “complejas” a
aquellas en las que se reportó información de ciertos tópicos de los
lugares prin cipales. Acerca del tema de quiénes fueron los que
elaboraron las relaciones, los informes señalan que hubo una
intensa participación in dia, mestiza y española. En teoría, los
responsables de elaborar las res puestas al cuestionario debían ser
los corregidores o alcaldes mayo res, aunque por el contenido de
los textos se puede ver el aporte, la participación o la
intervención de sujetos que debieron ser mestizos e indígenas.
En la “Instrucción” se solicitaba que se firmaran los docu
mentos, por lo que en algunos textos se halla información de
autores españoles, mestizos y pocos nombres de
indígenas.31
Bárbara Mundy y René Acuña han elaborado
interpretaciones sobre la ausencia de una firma en la mayoría
de los mapas, lo que tie ne como consecuencia que sea difícil
saber si fueron o no elaborados por indígenas. En este sentido,
Mundy cuantifica en 65% los mapas que fueron elaborados por
indígenas, y en 35% por criollos o españo les.32 De acuerdo con
Hernández, los estilos son muy variados. La au tora señala la
presencia de trazos de compleja elaboración, como en los mapas de
tradición prehispánica, en los que se observan rasgos paisa jistas
cuando la intención del autor era representar una vista en pers
pectiva o en panorama. En otros casos identifica dibujos de tipo
rena centista a tinta negra y sin ninguna conservación de color,
así como la existencia de mapas que presentan una gran
186 Veredas de mar
influencia de la pre sencia española, como el caso de todas las
cartas geográficas náuticas
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

desde el siglo XVI y en las que se encuentran elementos


cartográficos europeos como medidas y escalas.33
Sobre la veracidad del contenido de los textos de las
Relaciones geográficas del siglo XVI, Acuña señaló que al comparar
firmas entre los autores de varias de ellas y encontrar al mismo
autor en diversas relaciones, puede interpretarse como que algunos
de ellos consideraron el cuestionario un mero formulario y
anotaron contenido dudoso o más bien de carácter general.34 Un
claro ejemplo es la Relación de Te quizistlan —región de
Teotihuacán y Acolman—, en la cual los responsables de
responder y elaborar fueron el alcalde Francisco de Castañeda
y su escribano Francisco de Miranda, quienes también
elaboraron la Relación de Teotitlán del Camino —en Oaxaca—
donde Castañeda también fungió como alcalde en otro
momento. Hernán dez señala que Robertson, Acuña y Mundy
llegaron a la conclusión de que estas relaciones tienen mucha
semejanza en su contenido, tanto en el texto como en el estilo de
los mapas. Por esto mismo, Acuña ad virtió sobre la necesidad
de retomar la información de cualquier re lación con cautela,
planteando que se deben buscar más datos en otras fuentes
para contrastar, complementar y respaldar el contenido de las
descripciones.35
De acuerdo con Delgado y Vázquez, los mapas fueron
elaborados por individuos que en aquella época expresaron
realidades históri cas y estéticas complejas y heterogéneas, con lo
cual se buscó cumplir los requerimientos de la Corona española,
no sólo para una mejor ad ministración del espacio sino
también para un conocimiento profun do de la organización
políticosocial del mismo. En palabras de los autores:

…una de las características que tiene el espacio geográfico es la de ser


carto grafiable; se representa en el mapa y las cualidades del espacio se
detienen en el papel y nos habla de lo que interviene en su formación.
Pero su valor no ter mina aquí, como documento históricogeográfico
detiene el tiempo y se con vierte en una ventana que permite asomarse
a una particular cosmovisión del pasado.36

Dos son las relaciones que hablan acerca de la región de Los


Tuxtlas: Relación geográfica de Tlaxcala y Relación geográfica de
Antequera. La primera fue entregada en 1585 a la Corona y
pertenece a la serie de
188 Veredas de mar
respuestas que se elaboraron para la Instrucción y memoria de
1577.37 De acuerdo con Acuña, la singularidad de esta relación
geográfica con siste en que se hizo al margen del aparato oficial por
una persona semi privada y mestiza, sin que la firmara el alcalde
mayor o que la hiciera un escribano legal y público, sin indicar
el lugar donde se escribió y sin fecha. La única firma que
aparece en el documento es la de Diego Muñoz Camargo.
Además, este escrito fue entregado en propia mano al rey Felipe II
quien lo conservó en su biblioteca en calidad de artícu lo
personal. Siguiendo la clasificación establecida por Cline,38 Acuña
describe esta relación como compleja debido a su extensión y
la can tidad de información que contiene.39 A su vez, se integra
de numero sas relaciones de pueblos del obispado de Tlaxcala:
Tlacotalpan y su partido, Cotastla, Tepeaca, Acatlán, Chila,
Tetlalzingo, Ahuatlán y su partido.40
En particular aquella que contiene información de la región
de Los Tuxtlas es La relación de Tlacotalpa y su partido, la cual
consta de 13 fojas. La pintura, que describe su costa y
jurisdicción, ocupa los folios 5v y 6r del manuscrito y mide 31 x
42 cm. Su texto ha sido edi tado por Francisco del Paso y
Troncoso en sus Papeles de la Nueva España,41 con una
reproducción de la pintura. Acuña la clasifica co mo una
relación de las llamadas “compuestas” y nos deja saber que
comprende la descripción de la sede de la alcaldía mayor y las
de los pueblos de Tuztlan y Cuetlaxtlan, hoy llamado Cotaxtla.
La pintura que la ilustra se elaboró el día 5 de febrero de 1580
y las relaciones de Tlacotalpan, Cuetlaxtlan y Tuztlan se
prepararon, sucesiva y respec tivamente, los días 18, 20 y 22
de febrero del mismo año. Sin embar go, al juntar los
cuadernillos correspondientes, Acuña advierte que las relaciones se
colocaron sin atender a su orden cronológico. La Relación de
Tuztlan, preparada el 22 de febrero, precede a la de Cuetlaxtlan,
escrita el 20 del mismo mes. Juan de Medina, alcalde mayor de
Tlaco talpan y juez en las cabeceras que comprendían aquella
jurisdicción, condujo encuestas independientes en cada
localidad, convocando para el efecto a “las personas que al fin
de [cada relación] firman, y, ansimismo… [a] los indios viejos
y antiguos” de cada pueblo.
Juan de Molina, escribano real, se hizo cargo de redactar
los in formes y el capitán Francisco Stroza Gali elaboró la
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
pintura que des cribe las costas de Tlacotalpan desde Punta
Gorda hasta más allá del
190 Veredas de mar
Pan de Minzapa —es decir, la sierra de Santa Marta—
cubriendo una extensión de más de 40 leguas,42 según la escala
del mapa.43 Sobre Francisco Stroza Gali, autor del mapa, Acuña
advierte que en reali dad se tiene poca información acerca de
su persona y lo califica como un “curioso sujeto” que, después de
recorrer las costas del golfo, quien elaboró también la pintura de
Coatzacoalcos, más tarde se dirigió a la ciudad de México donde,
en tiempos del virreinato interino de Moya de Contreras, fue
puesto al frente de una expedición a Filipinas.44
Por otro lado, la Relación geográfica de Antequera —o del
antiguo obispado de Oaxaca— escrita en 1579 por Juan López,
comprende desde la descripción de los pueblos de la Mixteca —
alta, baja y de la costa—, hasta los que fueron corregimientos
de Coatzacoalcos y Te huantepec, abarcando un territorio de
cerca de 60 000 km2.45 La que nos interesa es la Relación de la
provincia de Coatzacualco, villa del Es píritu Santo, que consta de
cinco fojas y un mapa. Está fechada en la villa del Espíritu
Santo el 29 de abril de 1580 y firmada por el alcalde mayor,
Suero de Cangas y Quiñones, quien dice haberla compuesto
“en compañía de Diego Basurto, alcalde ordinario desta villa, y
Juan Martín de Valencia y Gonzalo Hernández Alconohe,
hombres vie jos y antiguos en esta provincia”. Entretanto, el
autor del mapa, de acuerdo con la leyenda que aparece en el
centro, fue Francisco Stroza Gali, el mismo que hiciera la
Relación de Tlacotalpan y a quien se le ha atribuido la profesión
de marino originario de Italia.46
Caracterizados algunos de los documentos que utilizaremos a
lo largo del capítulo, presentamos pues una descripción del
contexto histórico en el cual se inserta la región de Los Tuxtlas
desde la llega da de los españoles, con lo cual podremos entender
las condiciones de poblamiento, abandono, desarrollo e integración
de la región duran te la época novohispana, para posteriormente
recuperar los datos que nos interesan de cada provincia.

La isla de lava vislumbrada desde el mar

Este apartado inicia con la presentación de los datos históricos


dispo nibles que nos remiten al primer contacto entre los
navegantes eu ropeos y la región de Los Tuxtlas. Desde la
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
llegada de los españoles,
192 Veredas de mar
la zona pareció ser importante en función de la mención de los
rasgos en el paisaje que llamaron la atención de los
navegantes. En particu lar, y como veremos más adelante, en
la sección donde se tratan los mapas antiguos, existen ciertos
puntos en la línea de costa que queda ron como huellas en la
memoria de los europeos y que se plasmaron desde la época
más temprana de la Colonia en mapas que difieren en escala y
temporalidad, siempre manteniéndose como una constante de los
espacios representados cartográficamente. La razón podría ser que
el litoral de esta sierra inmediata al mar llamó la atención de
los primeros navegantes españoles desde 1518, sobre todo por la
promi nencia rocosa llamada Roca Partida. Sin embargo, era
una zona bas tante peligrosa para la navegación, pues desde
ahí hasta el peñón de la antigua Villa Rica de la Vera Cruz se
extiende un frente de arrecifes poco visibles cuando la marea es
alta. Añadido a esto, la peligrosidad de esta parte del golfo se
debía a los sorpresivos frentes húmedos y vientos del noreste,
por lo que el segmento costero de Los Tuxtlas “con el abrigo de
bahías, acantilados y cuevas accesibles en marea baja,
ofrecería un excelente refugio a los piratas y bucaneros poco
después de la Conquista”.47
En el mes de junio de 1518, la expedición capitaneada por
Juan de Grijalva ya había dejado atrás la península de Yucatán
y recorría el litoral de la costa del golfo de México llegando más
adelante que el último punto visitado por Hernández de
Córdoba, quien en 1517 había alcanzado Champotón antes de
regresar a Cuba.48 El piloto ma yor de esta incursión fue Antón
de Alaminos quien acompañó tam bién a Hernán Cortés en
1519. El grupo de Grijalva descubre Cozu mel para después
penetrar en la bahía de la Ascensión. A partir de Champotón
iniciaron una serie de encuentros de gran trascendencia al
llegar a la boca oriental de la laguna de Términos —puerto
Desea do— e internarse en sus aguas. Alaminos expresa: “Aquí
parte Térmi nos la isla de Yucatán.” De acuerdo con Lacroix, el
capitán comete un error geográfico al pensar que las bahías de
la Ascensión y Térmi nos se comunicaban, por lo que Yucatán
quedaba convertida en isla en la mente del navegante. Más tarde
se descubren los ríos San Pedro y San Pablo, Grijalva o Tabasco,
Tonalá, Alvarado o Papaloapan y al llegar a Jamapa toman
contacto por primera vez con representantes
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

del imperio mexica, al soltar las anclas frente a los arenales de


Chalhi cueyehcan, Veracruz.49
Después de tocar Campeche —la laguna de Términos y la
boca del río San Pedro y del San Pablo— tienen un encuentro
de paz con los mayas chontales del río tabasqueño. Antes de
abandonar la de sembocadura del ahora río Grijalva el 11 de
junio y avanzando hacia el poniente, dieron con las dos lagunas
de la región conocida como Ayahualulco, unidas por una
franja de arena a la que llamaron La Rambla que refiere a un
estero. El soldado cronista Bernal Díaz del Castillo describió
medio siglo después ese primer contacto con estos pueblos
pescadores al este de la provincia de Coatzacoalcos:50

…vueltos a embarcar, de allí a dos días vimos un pueblo junto a tierra


que se dice el Ayagualulco. Y andaban muchos indios de aquel pueblo
por la costa, con unas rodelas hechas con conchas de tortuga, que
relumbraban con el sol que daba en ellas, y algunos de nuestros soldados
porfiaban que eran de oro bajo. Y los indios que las traían iban haciendo
pernetas, como burlando de los na víos, como ellos estaban en salvo,
por los arenales y costa adelante. Y pusimos por nombre a este pueblo La
Rambla, y así está en las cartas de marear. Y yendo más adelante,
costeando, vimos una ensenada, donde se quedó el río de Tonalá (que a la
vuelta que volvimos entramos en él) y le pusimos nombre de río de
Santo Antón.51

Continuando con la ruta hacia San Juan de Ulúa, durante el


trayecto hacia el puerto, se bautizó a las sierras de San Martín
cuyos dos prin cipales volcanes, el Pan de Minzapan y el de
Tuztla —que corres ponden a los volcanes de San Martín
Pajapan y San Martín Tuxtla, respectivamente— recibieron el
apellido del nombre del soldado que primero las vio desde la
cubierta del navío:

…y yendo más adelante navegando vimos en donde quedaba el paraje


del gran río de Guazacualco, quisiéramos entrar en la ensenada por saber
qué cosa era, sino por ser el tiempo contrario […] y también vimos otras
sierras que están más junto a la mar, que se llaman de San Martín. Y
pusímosle este nombre porque el primero que las vio desde los navíos
fue un soldado que se decía San Martín y era vecino de La Habana,
que iba con nosotros.52

De acuerdo con Antonio García de León, San Martín fue


también el santo patrón de Acayucan, pueblo situado al sur de
194 Veredas de mar
estas sierras. Y
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

aquél que primero vio el macizo montañoso pudo haber sido el


solda do Francisco de San Martín, quien más tarde formaría
parte del cuerpo de regidores del primer ayuntamiento de la
Villa Rica de la Vera Cruz, entre 1519 y 1520.53
Otro testimonio temprano sobre la región de la costa del
golfo es el de Juan Díaz, capellán54 mayor de la armada de
Juan de Grijalva y quien escribe sobre la zona de Potonchan y
el camino hasta la isla de Sacrificios:

La gente es muy lúcida, que tiene muchos arcos y flechas, y usa espadas y
rode las: aquí trajeron al capitán ciertos calderos de oro pequeños,
manillas y bra zaletes de oro. Todos querían entrar en la tierra del dicho
cacique, porque creían sacar de él más de mil pesos de oro, pero el
capitán no quiso. De aquí se partió la armada y fuimos costeando hasta
encontrar un río con dos bocas, del que salía agua dulce, y se le nombró
de San Bernabé, porque llegamos a aquel lugar el día de San
Bernabé. Esta tierra es muy alta por lo interior, y presúmese que en
este río haya mucho oro; y corriendo por esta costa vimos muchas
humaredas una tras otra, colocadas a manera de señales, y más adelante se
parecía un pueblo, en el cual dijo un bergantín que andaba registrando
la costa, que había visto muchos indios que se descubrían desde la mar,
y que an daban siguiendo la nave, y traían arcos, flechas y rodelas
relucientes de oro y las mujeres brazaletes, campanillas y collares de oro.
Esta tierra junto al mar es baja, y de dentro alta y montuosa; y así
anduvimos todo el día costeando para descubrir algún cabo y no pudimos
hallarlo. Y llegados cerca de los montes, nos encontramos en el principio o
cabo de una isleta que estaba en medio de aque llos montes, distante
de ellos unas tres millas; y surgimos y saltamos todos en tierra en esta
isleta que llamamos isla de los Sacrificios.55

En palabras de García de León:

…la apropiación verbal del litoral, era como ir soltando piedras de


colores en un fondo transparente y así iluminar el camino de regreso,
como si bautizando los nuevos ríos, los ancones, las lagunas, las
montañas, se fuera dejando una huella definitiva, útil para arraigar a los
españoles a estas nuevas tierras descubiertas.56

Este proceso de apropiación, como lo define el autor, resulta


todavía más interesante después de haber revisado el Directorio
marítimo, ins trucción y práctica de la navegación, noticia de los puertos
de España desde Cantabria a Gibraltar, y los de NuevaEspaña, Tierra-
Firme é islas adya centes, impreso en el año 1728, dedicado al
Ilmo. Señor don José Pati
196 Veredas de mar
ño, escrito por don Pedro de Rivera Márquez, quien en su
capítulo XX explica que los nombres que los navegantes dan a las
diferentes sec ciones de la tierra son reflejo de su poca
educación en los conceptos geográficos, resultando en
sustantivos que le parecen extraños al ma rinero pero que al
leerlos son de hecho aquellos que inundan la costa de
Sotavento hasta el día de hoy:

De algunos nombres, que los navegantes dan a varias partes de la


tierra. No ay [sic] en la clase de marineros sencillo, persona que sepa lo que
significa Equa dor, Zodiaco, Zona, etc., ni menos Hidrophilacio, Euripo,
Ponto, Escollo o Pie lago; porque todos valiéndose de otros términos,
forman sus disputas curiosas: Al continente: llaman Tierra Firme. Al
promontorio: Cabo, o Punta. Dicen también Sierras. Costas. Playas.
Ensenada. Bahía. Rada. Puerto. Caleta. Sumi dero. Anclage. Río. Arroyo.
Estero. Laguna. Barra. Broa. Canal. Canalizo. Isla. Islote. Cayo Mogote.
Farallón. Baxo. Restinga. Banco. Veril. Sonda. Roques. Peñas. Múcaras.
Ceobrucos. Estrecho. Lastre. Cascajo. Zahorra. Arena. Siendo estas
nominaciones las mismas que practican.57

La pertinencia de esta anotación radica en que podemos


identificar algo más acerca de la identidad de aquellos hombres
que percibieron esta región desde alta mar. Como veremos, son
distintos los autores de las fuentes consultadas, tanto clérigos
como soldados y geógrafos ilustres, cuyos orígenes e intereses
distintos desembocan en un con junto de datos que debemos
tratar de integrar no de manera unitaria sino distinguiendo, en
la medida de lo posible, el contexto de produc ción de la
información a la que hemos echado mano.
Por ejemplo, nos parece útil la distinción que Carlos Bosch
hace entre los hombres de mar y los hombres de tierra
responsables de la colonización.58 Al comparar el carácter del
marino y del conquista dor, para el autor resultan dos tipos de
hombre con valores muy dis tintos. Los marinos fueron los
responsables de hacer los viajes y de mantener las
comunicaciones entre la Corona española y sus colo nias y
menciona que “ellos tuvieron que moverse en un elemento
incierto y de zozobra, como lo es el mar desconocido que
requiere de tolerancia, de habilidad y de liberalidad, características
muy especia les necesarias a quienes a los quehaceres navales
se dedican”.59 A esta mentalidad se contrapuso la del hombre
de tierra, cuya vida se desarrolló en un ambiente en el cual
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
pudieron imponerse las institu
198 Veredas de mar
ciones, reglamentos, la esclavitud y la religión.60 Como veremos,
esta naturaleza, propia de los españoles que llegaron a las costas,
parece cobrar más sentido conforme evaluamos los datos
disponibles.

Los Tuxtlas y el marquesado del valle de Oaxaca

Antes de adentrarnos en el análisis y desarrollo del papel de la


región de Los Tuxtlas en el contexto marítimo y de
navegación colonial, será necesario entender su integración a la
nueva estructura econó mica y política novohispana, para lo cual
debemos presentar una des cripción concreta de su inserción
dentro del señorío más importante de la Nueva España, el
marquesado del valle de Oaxaca.
El papel de la región de Los Tuxtlas durante la época
colonial, dentro de un contexto de actividades marítimas de
cabotaje, y nave gación fluvial y lacustre, se caracterizará más
adelante con el fin de presentar el análisis e integración de los
datos documentales que per mitan entenderla como una unidad
paisajística que presenta las si guientes características: a)
constituyó un área definida y delimitada por los españoles a
partir de sus rasgos geográficos; b) fue un marca dor o un punto
de referencia importante dentro de las derrotas de los
navegantes europeos que recorrían la costa de Sotavento; c) jugó
un papel fundamental en el comercio legal e ilegal de la Colonia
que se activó, en parte, por la presencia de los caminos fluviales y
la navega ción costera, con lo que se integró a la región dentro
de un contexto económico y administrativo más amplio; d) fue
un entorno de refu gio y desarrollo de las actividades de piratería
durante este periodo; y
e) como resultado de la apropiación por parte de los distintos
agentes que se vincularon con la región fue representada y
aludida constan temente en diversos tipos de documentos
como mapas, derroteros, relaciones geográficas y crónicas
coloniales.
Todos estos rasgos iniciales se pueden entender partiendo
de la idea de que la conquista, la colonización y el comercio
europeo que se dieron en América deben concebirse como
parte de una gigantes ca empresa particular que conformó el
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
rumbo mismo de un capitalismo mercantil en expansión desde
el siglo XVI y que hizo de la Nueva
200 Veredas de mar
España el centro de una red interregional que conectaba el
extremo oriente con Europa durante la Colonia.61
Bajo esta lógica general se ubica un mercado interior que, de
acuer do con García de León, era apenas perceptible en la
región del sur de Veracruz. Este espacio se ha caracterizado por la
presencia de ríos gran des y pequeños y en él se desarrolló la
historia de un modelo econó mico y social que de alguna manera
reproducía la geografía particular del Sotavento veracruzano62
“recreando un delta, meandros, afluentes y tributarios en una
circulación mercantil permanente”, a velocida des y escalas
distintas.63 De acuerdo con el mismo autor, los documen tos del
siglo XVI hacen referencia en general a una subdivisión del sur
de Veracruz en tres grandes regiones: la del río Alvarado —o
Pa paloapan—, la sierra de Los Tuxtlas y la provincia de
Coatzacoalcos. De acuerdo con Scholes y Warren, esta última
era la de mayor tamaño y la que representaba el mayor interés
para los españoles, pues incluía el sector sur de la sierra de San
Martín, la cuenca del río Coatzacoal cos y las tierras bajas del
golfo, desde el río Tonalá hasta la laguna Tupilco en
Tabasco.64
Así, las cuencas de los ríos Papaloapan y Coatzacoalcos,
con la región de Los Tuxtlas justo en medio de ambas, se
conformaron du rante los siglos coloniales como el hinterland65
natural del puerto de Veracruz, integrando cinco jurisdicciones
que eran, en lo general, an tiguas provincias y señoríos
prehispánicos, renovados y reestructu rados bajo la
administración colonial. Estas jurisdicciones fueron la Veracruz
Nueva, el marquesado Del Valle en el golfo —que incluía a Los
Tuxtlas, Cotaxtla y La Rinconada—, Cosamaloapan, Guaspalte
pec y Coatzacoalcos.66 Las regiones interiores del Sotavento, a pesar
del caos que parecía reinar, tenían también configuraciones
distintivas visibles desde entonces:

• En cuanto a la Veracruz Nueva, su demarcación incluía los


puer tos de Veracruz y Alvarado, y el atracadero fluvial de
Tlacotalpan. En su ámbito inmediato comprendía a algunos
pueblos antiguos como Tlalixcoyan, así como una villa de
españoles fundada en 1522 y casi desaparecida poco
después, llamada Medellín, en la cuenca baja del río
Jamapa. Esta región se fue conformando len
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

tamente y, mientras el puerto definitivo se asentaba en la


playa inmediata al islote de San Juan de Ulúa, atraía a la
población de La Antigua y de Medellín.67
• En segundo lugar aparece el marquesado de Hernán Cortés
en el golfo, en la región montañosa de Los Tuxtlas, situada
al occiden te del lago de Catemaco y cuya cabecera era
Santiago Tuxtla. Se constituyó como una demarcación que
poseía dos sujetos exte riores situados en la región
semiárida cercana al puerto: Cotaxtla y La Rinconada —
Izcalpan—. En sus tierras más bajas, en el para je de
Tepeucan, la comarca albergó el primer experimento cañe
ro y esclavista de Hernán Cortés, el “ingenio de Tuxtla”,
que se diluyó debido a varias circunstancias que no le
favorecieron.68 Como hemos visto, este sector costero y
tripartita del marquesado era un antiguo señorío disperso —
enlazado lingüística y cultural mente entre sí—, primero
sujeto a la Triple Alianza y luego al estado del marqués
Del Valle.
• En tercer lugar se extiende la región de tierras bajas y
pantanosas del río de Alvarado o bajo Papaloapan, que
durante la mayor parte de la época colonial se conoció
como jurisdicción de Co samaloapan que conformaba un
conjunto de pueblos ribereños nahuas, popolucas y mixtecos
que habían estado sujetos a diver sos aliados y barrios de
Tenochtitlan, Tlatelolco y Tacuba. Cons tituyó primero una
de las regiones más ricas del imperio mexica, y después, una
de las principales extensiones ocupadas por las mer cedes de
tierras ganaderas concedidas por la Corona a los poblado res
europeos.69
• Luego, y en la misma cuenca, se hallaba el desaparecido
señorío de Guaspaltepec, situado en los afluentes del margen
derecho del río Papaloapan, camino prehispánico del
Altiplano hacia Coat zacoalcos y los confines de Xicalanco.
Esta provincia era el límite oriental de la dominación mexica
en estas tierras y terminó por ser un territorio casi
despoblado y un área de disputa entre Cosa maloapan y Villa
Alta —Oaxaca—, ocupado por el ganado mayor de las
estancias otorgadas a unos cuantos criadores españoles.70
• El extremo sur del Sotavento constituía la gran comarca de
Coat zacoalcos, dividida en dos regiones, “Guazacualco” y “los
202 Veredas de mar
Ahualul cos” que, a diferencia de las cuatro anteriores, no
tributaba a los
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

mexicas sino que conformaba una provincia autónoma. En los


días de la Conquista su cabecera era el pueblo ribereño de
Coatza coalcos situado a pocos kilómetros de la desembocadura
del río del mismo nombre, lugar en donde los conquistadores
fundaron, casi un año después de la caída de la capital
mexica, la villa del Espí ritu Santo. La provincia entera, que
se extendía con un centenar de pueblos y sujetos desde la
sierra de Los Tuxtlas en Veracruz has ta los actuales
municipios de Cárdenas y Huimanguillo en Tabas co —el
partido de “los Ahualulcos” situado en lo que hoy es la
cuenca del Tonalá y el delta del Mezcalapan— se
convirtió en una extensa alcaldía localizada después, a
partir del siglo XVII, en la cabecera de San Martín
Acayucan, y sustituyó a la villa cuando ésta fue
arrasada por los piratas.71

Todo este sistema regional recibía la influencia del puerto de


Veracruz y en su interior se encontraba atravesado por las
rutas comerciales, tanto fluviales como terrestres, que
comunicaban la región con más de un sector de tierras
cercanas y lejanas. Los indígenas tenían ru tas con numerosos
centros comerciales y religiosos, transportaban sus mercancías por
caminos terrestres y vías fluviales; durante la Colonia el comercio
se incrementó con la construcción de mejores embarca ciones,
la arriería y el transporte en carretas.72
Concentrándonos en la región que nos interesa, antes de la
llega da de los españoles, recordemos que Tuztla fue una
importante co marca de la frontera oriental del imperio azteca.
Scholes y Warren refieren respecto a la obra de fray Bernardino
de Sahagún, específica mente el capítulo 29 del libro 10 de su
Historia general de las cosas de Nueva España, titulado “De los
Olmecas, Uixtotin y Mixtecas”, a los términos “olmeca” y
“uixtotin” que hacen referencia a los habitantes de las costas
del sur de Veracruz y del oeste de Tabasco.73 En el capí tulo 9
se da cuenta del comercio de larga distancia de bienes suntuo
sos que se tenía con la región olmeca desde el centro de
México. Esta imagen de prosperidad plasmada en la obra de
Sahagún se ha querido confirmar a partir de la consideración de
los diferentes tipos de tri butos que eran pagados por la
provincia tributaria de Tochtepec a los mexicas,74 cuyos
204 Veredas de mar
problemas de identificación han sido ya menciona dos.75 La lámina
31 del Códice Mendocino anota a los pueblos del bajo
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

y medio Papaloapan que en 1518 se hallaban sujetos a los


mexicas y que eran los siguientes: “Tochtepec, Xayaco, Otatilan,
Cozamaloapan, Mixtlan, Michapan, Teopantepec, Michatlan,
Teotitlan, Xicalte pec, Oxitlan, Tzinacanoztoc, Tototepec,
Chinantlan, Ayotzintepec, Cuezcomatitlan, Poctlan, Teteutlan,
Tlacotlala, Toztlan, Yautlan e Ixmatlan”.76 El tributo anual
consistía en:

…200 cargas de cacao; 800 pellas de liquidámbar; 16 000 pellas de


hule; 80 manojos de plumas de quetzal; 8 000 manojos de plumas verdes;
8 000 manojos de plumas coloradas; 8 000 manojos de plumas azules; 4
manojos de plumas pe queñas de colores; 4 800 cargas de mantas de
colores; 800 cargas de huipiles; 800 cargas de enaguas; 1 arma de plumas
ricas; 1 rodela de plumas ricas; 1 rodela de oro; 1 divisa de oro como ala
para adorno del yelmo; 1 apretador de oro; 1 diade ma de oro; 2 collares
de oro; 8 cuentas de chalchihuitl; 20 piedras de cristal de roca con matiz
azul y engaste de oro; 20 bezotes de berilo, esmaltados de azul y engaste
de oro; y 20 bezotes de ámbar claro con su engaste de oro.77

La invasión mexica en la zona tuvo como consecuencia la


existencia de un confuso mosaico étnico en el momento de la
llegada de los es pañoles a Veracruz. Para principios del siglo
XVI existían pueblos de distinta formación lingüística, fuertemente
nahuatizados, pertenecien tes unos al grupo yutoazteca, otros al
macromayance y otros más al macrootomangue. Los de lengua
náhuatl predominaban en Tlacotal pan, Otatitlan, Puebla,
Tlalixcoyan, Amatlan, Tuxtepec y Tuztla; los de lengua mixteca
en Cozamaloapan; y los de lengua popoloca en Acuezpaltepec,
Chacaltianguizco, Tlacojalpan y Tesechoacan.78
Los registros muestran que después de que Hernán Cortés
entra ra a Los Tuxtlas, luego de haber encontrado la población
nativa de Totogal y reclamado el derecho sobre la tierra —
tributos, recursos na turales y trabajo de los indígenas—,
demandó que los habitantes de Tuxtla —Totogal— descendieran
de la montaña y se reubicaran. Una porción de esta población
se asentó en el barrio del marqués en San tiago Tuxtla. De
acuerdo con Venter, esta reubicación forzosa pudo haber
iniciado como parte de las reducciones a lo largo de toda la
Nueva España, alrededor de 1532.79
Así, después de la conquista, en el siglo XVI, se estableció
la po blada comarca de Tuztla cuya cabecera era la villa de
Santiago, a orillas del río de Tepango. La provincia colonial se
206 Veredas de mar
desplegaba desde
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

la margen derecha de la desembocadura del río de Alvarado y


los arenales de Chocotán, hasta las riberas orientales del lago
de Cate maco. El otro eje se desplegaba entre el golfo y el
curso del río San Juan Michapan, ocupando toda la parte
occidental del macizo mon tañoso de Los Tuxtlas y una fracción
de las tierras bajas aledañas a la margen derecha del bajo
Papaloapan, en el sitio en que el río da un giro hacia el noroeste
antes de desembocar en la laguna de Alvarado. El punto de
referencia más importante de la región era el volcán de San
Martín Tuxtla. De acuerdo con García de León, esta sección del
marquesado de Cortés sería un territorio colonial que corresponde
con el de los actuales municipios de Lerdo de Tejada, Ángel R.
Cabada, Santiago Tuxtla, San Andrés Tuxtla y Catemaco. Pero
además, de aquí dependía el gobierno de las otras dos fracciones
del marquesado: Co taxtla y La Rinconada. Cotaxtla corresponde
al actual municipio del mismo nombre y La Rinconada a la
parte sur de los municipios ac tuales de Apazapan y Emiliano
Zapata.80 Los principales pueblos iden tificados a lo largo del
siglo XVI fueron la “villa” de Santiago Tuztla con ocho barrios,
San Andrés Tzacualco —hoy San Andrés Tux tla— con tres
barrios y los pueblos sujetos o estancias de San Juan
Chuniapan, San Juan Matacapan, San Miguel Catemaco,
Conchiu hcan, Tepeuhcan, Acatlan Apan, Iztapan, Santa María
Asunción, Caxiapan y Tzoncalhuacan.81
El hecho de que Los Tuxtlas constituya una unidad
geomorfoló gica no significa que coincida con la unidad
histórica —en el sentido de su delimitación religiosa o civil—. Es
decir, que estaba separada en un sector que perteneció al
obispado de Tlaxcala y en otro del obis pado de Oaxaca.
Durante la época colonial, esta división, tanto en lo civil como
en lo eclesiástico, no coincidió en sus límites respectivos. El río
Papaloapan era la frontera que separaba a los obispados vecinos
de Tlaxcala y Oaxaca, de modo que todos aquellos pueblos —
como Alvarado, Tlalixcoyan, Cuauhtla, Puctla, Tlacotalpan,
Amatlan, Co zamaloapan y Puctlancingo— que se asentaban
sobre la margen iz quierda, pertenecían a la diócesis de Tlaxcala
con su sede en la ciudad de Puebla de los Ángeles. Por el otro
lado, aquellas otras poblaciones
—como ambos Tuztlas, Catemaco, Otatila, Tuxtepec, así como
Huaz paltepec y sus allegados Tesechoacan, Chacaltianquizco y
208 Veredas de mar
Tlacojalpan
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

194 Veredas de mar y


Se muestra la pertenencia de Los Tuxtlas a las jurisdicciones civiles y religiosas de la Nueva España.
Fuente: Acuña, 1984; mapa modificado por la autora
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

situados en la margen opuesta— correspondían para su


doctrina a la diócesis de Oaxaca.82
En cuanto a la jurisdicción civil, había dos grandes
corregimien tos, uno denominado alcaldía mayor de
Tlacotalpan y su partido, y otro corregimiento de Huazpaltepec.
La alcaldía mayor de Tlacotalpan tenía bajo su gobierno a todos
los pueblos de la zona pertenecientes al obispado de Tlaxcala,
con excepción de Cozamaloapan y Amatlan, así como a los
pueblos de Tuztla y sus barrios correspondientes al obis pado de
Oaxaca.83 Tenía, además, jurisdicción sobre Cotaxtla y La
Rinconada, pueblos del marqués Del Valle que se hallaban un
tanto alejados de la zona. La cabecera de esta alcaldía era
Tlacotalpan y el sueldo del acalde mayor era pagado en parte
por el marquesado de Cortés.84 Además, como se observa en el
mapa, el sector este de Los Tuxtlas —desde Catemaco hasta
Coatzacoalcos— era parte de la pro vincia de Coatzacoalcos
que, a su vez, pertenecía al obispado de Antequera. Estas
características hacen que localizar la información respecto a
Los Tuxtlas nos obligue a entender que la región no está
aislada, por lo que ha sido necesario reconocer su identidad
frag mentada en diversas figuras civiles y religiosas a lo largo
de la época colonial.
De acuerdo con Aguirre Beltrán, después de establecida la
pro vincia de Tuztla, ésta fue uno de los tres focos de irradiación
desde los cuales se comenzó a poblar la cuenca baja del
Papaloapan85 donde se constituyó la Villa Rica de la Vera Cruz,
el primero de los estable cimientos fundados por Cortés —de
ahí se inició una corriente que tuvo por escala intermedia el
pueblo de Tlalixcoyan, puerto al que iban a parar los productos
de la región después de un largo viaje por las aguas de ríos,
esteros y lagunas—. El segundo foco lo formó el pueblo de Tuztla,
hoy Santiago Tuxtla, en cuya jurisdicción estableció Cor tés
uno de los primeros ingenios de azúcar en el país —el ingenio
se encontraba en las tierras bajas de la serranía, en un lugar
denomina do Coamapa que en la actualidad pertenece al
municipio de Ángel
R. Cabada y es conocido por “El ingenio”—. El lugar
principal de residencia de los españoles procedentes de Tuxtla
fue el puerto de Al varado, que antes llevaba el nombre de
Atlizintla y que era un barrio del cacicazgo de Tlacotalpan;
196 Veredas
Atlizintla eradeelmar
lugar de paso entre Ve racruz y Tuztla y en él se
establecieron casas para almacenar azúcar,
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

cueros y demás productos procedentes del feudo del marqués


Del Valle. El tercer foco de irradiación lo constituyó la villa del
Espíritu Santo fundada en 1522 por Gonzalo de Sandoval,
cumpliendo órde nes de Cortés, en la cuenca del río
Coatzacoalcos. La villa, poblada por alrededor de 80
conquistadores, poco después fue casi totalmente abandonada,
trasladándose la mayoría de ellos hacia las estribaciones
inmediatas de la Sierra Madre, lugar que se denominó villa de
San Ildefonso de los Zapotecas.86
La provincia de Tuztla tuvo una administración tributaria
regida desde la villa cabecera de Santiago donde un alcalde
mayor gober naba la comarca. Tuztla fue tasada en 1544 cuando
empezaba a darse una fuerte disminución de la población
indígena. Los tuztecos eran entonces obligados a proveer textiles,
maíz, indios de servicio para el ingenio del marqués, dos
carpinteros de la villa y cantidades variables de sal y chile.87 De
acuerdo con El libro de las tasaciones de pueblos de la Nueva España,
siglo XVI, tenían que dar:

…cinco casas de indios para que hagan formas (de azúcar), las cuales
cada do mingo han de dar treinta formas, las diez grandes y las veinte
pequeñas […] Le han de dar cada domingo cinco gallinas de la tierra, y
los viernes y sábado un chicobite (canasto) de pescado y veinte huevos
y un petate pequeño de ají (chile) y una carguilla de sal de dos
almudes […] En un año le han de dar se senta mantas, de cuatro
piernas, y cuarenta naguas y cuarenta camisas de in dias y diez cargas de
pescado salado, que tenga cada carga treinta pescados […] le han de hacer
una sementera de maíz de cuatrocientas brazas en largo y doscientas
en ancho y otra de riego del mismo tenor, de manera que han de ser
dos sementeras cada año, y lo que de ellas se cogiere lo han de llevar al
In genio, y no han de dar otra cosa ni se les lleve, so penas de las
ordenanzas.88

Existían varias salinas, de poca producción pero que alcanzaban


para los consumos locales, en las cuales se hacía “alguna sal, cocida
en agua salobre”. Pero ya en 1580, al igual que en todo el
litoral, la mayor parte de la sal consumida provenía de las salinas
de Campeche. Reflejo de este tráfico es la existencia del actual
barrio llamado “Campeche” en San Andrés, poblado con mayas
de aquella región que transpor taban en canoas la sal. La pesca
en los ríos, las lagunas y el mar era también una actividad
importante que caracterizaba a pueblos de pescadores como
198 VeredasodeCaxiapan,
Catemaco mar
y parte del tributo en espe cie era
producto de la pesca, como se indica en el Libro de las tasacio
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

nes, y de la piscicultura practicada desde tiempos muy antiguos en


las lagunas, ríos, estanques dedicados a ellos, y esteros aledaños a
la costa. La caza, que tiene a la fecha un sentido ritual, era la
base de una gran actividad de subsistencia y de todo un
complejo religioso aso ciado con el origen mitológico de la
cordillera marítima,89 y de ser considerada en todo el sur de
Veracruz como asiento del Talogan,90 y la morada del dueño de
los animales del monte, también conocido como chaneh, es decir
habitante. Abundan en el siglo XVI las referen cias a las
pesquerías marítimas, en su mayoría en poder de los indíge nas, y
la abundante pesca de la laguna de Catemaco.91 Para finales del
siglo XVI ya habían desaparecido Tepeuhcan debido al ingenio,
así como Conchiuhcan, Iztapan, Tzoncalhuacan y AcatlaApan,
en el actual río de Cañas, cerca de la laguna de Amezcalapa o
laguna del
Marqués.
Joseph de Solís propuso en 1604 congregar a todos los pueblos
en la villa de Tuztla y en San Andrés, lo cual no fue posible.
San Juan Chuniapan estaba muy posiblemente al sur de San
Andrés, cerca del Salto de Eyipantla —hoy Chuniapan de
arriba, Chuniapan de aba jo—. San Juan Matacapan es la zona
arqueológica, el enclave de Teo tihuacán hoy destruido entre
San Andrés y Catemaco. Este último es el mismo poblado
actual y Caxiapan desapareció por efecto de las incursiones
piratas desde 1672; estaba en el arroyo Cajapa, cerca de Roca
Partida y a 2 km de la playa.92
Desde 1530, cuando Cortés retornó de su primer viaje a
España con los títulos del marquesado que le hacían señor
sobre “22 villas y 23 000 vasallos”, los magistrados y
funcionarios del marquesado en el golfo se aposentaron en
Santiago Tuztla y desde allí empezaron a controlar el tributo de
las diferentes poblaciones, usando a veces a los cobradores
anteriores. El marquesado no tuvo en estos primeros años una
continuidad de sus intenciones empresariales pues sufrió
diversos periodos de secuestro, es decir, de confiscación por parte
de la Audiencia, creando una situación de abandono recurrente.
Estos periodos fueron: primero, el secuestro total entre 15671574,
cuando Martín Cortés fue desterrado por su participación en la
conjura de los hermanos Ávila. Cuando por fin fue absuelto en
España se le devol vieron sus propiedades y rentas, así como el
200 Veredas
derecho a losdetributos.
mar El segundo secuestro tuvo lugar de 1574 a
1593, éste pesó sobre la juris
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

dicción civil y criminal, mientras que en sus tiempos Cortés


gozó del marquesado como si fuera una encomienda más.93 Como
resultado de una Cédula Real de restitución, la comarca fue
devuelta a fines de abril de 1595. Esto explica el porqué La
relación de Tuztla de 1580 fue re dactada por el alcalde mayor
de Tlacotalpa, Juan de Medina. Según Peter Gerhard, “durante
las décadas de 1570 y 1580 […] Tuztla y Co taxtla estuvieron
anexadas a la alcaldía mayor de Tlacotalpan e Izcal pan-
Rinconada a la de Vera Cruz […] Desde 1787 la jurisdicción fue
anexada de facto a la Intendencia de Vera Cruz”.94 Un tercer
periodo de confiscación se dio entre 1710 y 1720, y el último y
definitivo lle vó a la desaparición del marquesado después de la
consumación de la Independencia.95
Una vez presentado un panorama general de la situación
de Los Tuxtlas al inicio de la Colonia, se integrará a
continuación, en fun ción de la organización civil de las dos
provincias que incluyen a la villa de Los Tuxtlas —Tlacotalpan y
Coatzacoalcos—, la informa ción recuperada que alude a
cuestiones de navegación fluvial y marí tima durante el siglo XVI,
con el fin de ordenar el conjunto de datos disponibles en
función de los propios criterios de la época.

Provincia de Tlacotalpan

La relación geográfica de 1580 escrita por Juan de Medina


establece que Tlacotalpan tenía cinco estancias sujetas:
Atlicintla —Alvara do—, Tlacintla, Aguateupa, Tlapazola y
Chuniapa, y refiere que todas éstas se conectaban por agua.
Posteriormente menciona que tiene en su jurisdicción a la villa de
Tuztla, que se encuentra a 10 leguas de Tlacotalpa, así como a
la villa de Cuetlaxtla a 18 leguas. La comarca de Tlacotalpan
estaba ubicada a cuatro leguas de la boca del mar, junto al río
Alvarado, el cual es caracterizado como muy caudaloso, y cuando
lo anegaba todo se perdían los cultivos de maíz y camote.
También menciona que en la ribera del río se hallaban muchos
man gles blancos y colorados que por la dureza de la madera
se utilizaban para construir casas.
Un dato interesante es que para responder a la pregunta
3096 se contesta que: “Hacen sal [pero] poca y ruin. Provéense
202[sic]
della Veredas de mar
de
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

Campeche, que la traen en barcas para las pesquerías y, en el


pueblo y su comarca tienen algodón, de que se visten”,97 con lo
cual se refuer za la idea de que se practicaba la navegación de
cabotaje desde tierras lejanas. También se menciona que:

…[s]on pescadores: toman cantidad de pescado. Y algunos españoles que


viven entre ellos tratan en pesquerías, y otros tratantes traen y tratan ropa
de Castilla y de la tierra, machetes y cuchillos y tijeras, lienzo y vino
(con su pena, que está vedado), porque todos los indios en general son
muy amigos dello y lo pa gan muy bien.98

Sobre sus límites hacia el norte se menciona que:

…alcanza este pueblo, en jurisdicción, la costa de la mar que viene de la


isla de San Ju[an] de [U]lúa, como va en la pintura que con ésta va.
Es la mar tor mentosa de sur, y [tiene] nortes muy recios y peligrosos:
reinan, desde agosto, hasta todo febrero; aunque, en este t[iem]po, se
pasan quince días, y un mes, sin que viene norte.99

Se menciona de la costa que tiene playa y que hay grandes


oleajes, y que la marea sube hasta 12 brazas. También se
señala que pueden entrar hasta más de 500 navíos por el río
de Alvarado.100
Como hemos mencionado unas líneas arriba, la jurisdicción
ci vil de Tlacotalpan tenía bajo su resguardo a la villa de Tuztla.
Para el sector más bajo de la cuenca del río Alvarado se tienen
registrados al menos 30 pueblos indígenas durante la primera
mitad del siglo des pués de la Conquista. Los asentamientos más
grandes se encontraban en Tuxtepec, Mixtlan, Cosamaloapan,
Amatlan, Puctla y en Tlacotal pan. Cada una de estas cabeceras
tenía uno o más sujetos o estancias. De acuerdo con Scholes y
Warren, este arreglo de los asentamientos sin duda alguna
estaría reflejando el orden político administrativo de los señoríos
que existían cuando los mexicas controlaban la región. Los
autores también mencionan que el principal medio de
comunicación entre los pueblos eran las canoas.101
Al respecto, parece necesario referir algunas de las primeras
im presiones que los europeos tuvieron acerca de la región de la
costa, al sur de Veracruz. Algunos datos de nuestro interés son
mencionados por fray Toribio de Paredes o de Benavente, el
célebre Motolinia,
204 Veredas de mar
quien viajó por la cuenca del Papaloapan recién erigidas las
encomien das y describe:

…la tierra que este río riega es de la buena y rica que hay en toda la
Nueva Es paña, y a donde los españoles echaron el ojo como tierra rica
y los que en ella tuvieron repartimiento llevaron y sacaron de ella
grandes tributos y tanto la chuparon, que la dejaron más pobre que otra
y como estaba lejos de México no tuvo valedores.102

Estrictamente, el catolicismo no fue aquí adoptado jamás con


el fer vor del Altiplano, pues las comunidades nunca habían
tenido sino un mínimo contacto con las creencias europeas.
Este “paraíso terre nal” del cronista indiano era para los
clérigos y órdenes de Puebla, Antequera o la Veracruz, de
acuerdo con García de León, “la antesala del infierno: el reino de
las enfermedades, las castas, las supersticiones y los insectos, un
lugar que había que evitar a toda costa y exprimir a prudente
distancia”.103 A diferencia de la vecina Oaxaca, las órdenes
religiosas presentes en el puerto funcionaban más como agentes
del comercio que como evangelizadores y jamás llevaron a cabo
ninguna empresa religiosa consistente entre las comunidades de la
región.104 Sin embargo, Motolinia refiere sobre las visitas por
parte de los frai les, la relevancia del transporte en embarcaciones
y algunos datos que resultan de gran importancia para identificar
aquella escurridiza tra dición de navegación prehispánica que
tanto nos ha ocupado:

Cuando los frailes van visitando por esta tierra y duermen en el campo
en des poblado, trabajan de hacer buenas lumbres, porque los leones y
los tigres tie nen temor al fuego y huyen de él. Por estas causas dichas,
lo más del trato y camino de los indios por aquella tierra (Amatlán) es por
agua en acales o barcas; acale en esta lengua, según su etimología,
quiere decir “casa de agua” o “casa sobre el agua”.105 Con éstas
navegan por los ríos grandes, como lo son los de la costa, y para sus
pesquerías y contrataciones, y con éstas salen a la mar, y con las
grandes de estas acales navegan de una isla a otra y atraviesan algún
golfo pequeño. Estas acales o barcas cada una es de una sola pieza, de
un árbol tan grande y tan grueso como lo demanda la longitud e latitud
del árbol, y para éstas hay sus maestros, como en Castilla, de naos; y
como los ríos se van ha ciendo mayores cuanto más se allegan a la costa,
tanto son mayores estos acales. En aquestas barcas o acales salen a
recibir y llevar a los frailes de un pueblo a otro. En todos los ríos grandes
de la costa, e muchas leguas la tierra adentro hay tiburones y lagartos que
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
son bestias marinas. Algunos quieren decir que estos
206 Veredas de mar
lagartos sean de los cocodrilos de los cuales se lee en el Vita Patruum. Son
al gunos de tres brazas, y aun me dicen que en algunas partes los hay más
largos, y cuasi de gordor de un caballo; otros hay harto menores. A do
éstos y los ti burones andan encarnizados, nadie osa sacar la manos fuera
de la barca, porque estas bestias son muy prestas en el agua, y cuanto
alcanzan tanto cortan, e llévanse un hombre atravesado en la
boca.106

Resulta fundamental rescatar los siguientes datos: las canoas


que describe Motolinia son de carácter monóxilo, es decir,
talladas en un solo árbol de gran tamaño, lo cual coincide con
la forma de las em barcaciones miniatura talladas en jade
referidas en el capítulo 1 y con aquellos moldes de canoas
reportadas por Delgado y sus colaborado res.107 Previamente se
han identificado otros distintos tipos de barcas de tradición
prehispánica para la cuenca de México108 y para Mesoa mérica
en general;109 por el momento, para el sur de Veracruz no pare ce
haber indicios de otro tipo de embarcaciones más que éstas.
Por otro lado, parece necesario prestar más atención a aquellos
maestros “como en Castilla, de naos”, pues la existencia de un
sector dedicado a la construcción de las embarcaciones
prehispánicas todavía parece difícil de identificar claramente.
Habrá que tomar además con cau tela la aseveración del fraile
sobre los viajes a altamar que podían rea lizarse con estas
embarcaciones.
Aunque la tradición de uso de canoas talladas en un tronco,
pre via a la Conquista, aún resulta poco conocida, es un hecho
que con forme avanzó la colonización se fue desarrollando la
construcción de navíos con una capacidad de carga de hasta siete
toneladas que podían transportar cerca de 60 pasajeros. Estos
navíos se construían en los astilleros que, para tal fin, fueron
habilitados en el puerto de cabotaje de Alvarado y en el fluvial de
Tlacotalpan. En ellos había aserraderos y se construían
embarcaciones de grandes dimensiones, así como los barcos de
quilla plana especiales para remontar corrientes fluviales. Las
embarcaciones que tenían una mayor dimensión y calado se con
cluían en el puerto de Veracruz.110 Velasco nos informa que el
armado de embarcaciones fue una actividad que se permitió “a
cualquier va sallo de los dominios de España”, imponiéndose
como única restricción la prohibición de su venta a los
“extranjeros aunque tengan carta de naturaleza, ni han de
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
tener parte de su valor ni recibirse de ellos dinero con ese
objeto”.111 En cambio, las canoas llamadas “viajeras”
208 Veredas de mar
y las trajineras pesqueras continuaron fabricándose a partir de
una sola pieza de árbol. Por las referencias que da Miguel del
Corral112 se desprende que los constructores de las primeras eran
especialistas que también se dedicaban al corte de madera y
labraban las canoas en el mismo lugar donde derribaban el árbol.
Mientras que las piraguas las hacían los propios usuarios y “era
raro el vecino que no la tiene”, aunque sólo la utilizara para
transportarse durante la temporada de inundaciones y
visitarse “unos a otros”.113
Por otro lado, Aguirre Beltrán de hecho caracteriza a los
habitan tes de Tlacotalpan y demás pueblos de la cuenca
asentados en tierras inundables como dedicados al oficio de la
pesca; menciona por su puesto que en algunos lugares altos,
escasos y que bien podría ser el caso de la sierra de Los
Tuxtlas, sembraban maíz y algodón por ser pro ductos básicos de
su economía; pero recalca que su actividad principal se lleva a cabo
en los esteros y lagunas que dejan las inundaciones cuan do se
retiran.114 A partir de su revisión de documentos coloniales el
autor menciona que:

Los pescadores son expertos en el conocimiento de los hábitos y


patrones en vida de las diferentes especies de peces, crustáceos, moluscos
y pájaros, habi tantes obstinados de la marisma, y modifican la geografía del
pantano para fa cilitar la captura; arrastran sus canoas por la tierra
cenagosa y abren caminos que una buena corriente ahonda; construyen
corrales en los esteros para obtener cosecha abundante y fresca; guardan la
veda en tiempo de cría o desove y mue ven sus pesquerías de los ríos a los
arroyos en los meses de invierno, “cuando el peje huyendo de las frialdades
y corrientes de los ríos principales se guarece en arroyos y lagunetas”;
fabrican en las riberas rancherías “teniendo todo lo menes teroso para el
uso y ejercicio de la pesca en virtud de la posesión inmemorial y
costumbre centenaria que tienen y han tenido siempre.115

De acuerdo con Aguirre, la pesca se ejercía en el mar, ríos y


esteros, arroyos y lagunas de poca corriente. En el mar y en
los ríos los pesca dores españoles utilizaban la red redonda o
chinchorro redondo; en los esteros y arroyos los pescadores
indios usaban el chinchorro o red corralera. En este último caso los
corrales y redes cerraban la salida a peces chicos y grandes; para
su captura, los pescadores golpeaban el agua y hacían, gritando,
un ruido ensordecedor para dirigir así a los peces en dirección
al chinchorro que funcionaba como corral. El in vestigador llama
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
la atención sobre cómo, a diferencia de la pesca en el
210 Veredas de mar
mar o en los ríos navegables, la pesca en esteros y lagunas se
practicaba en función de los límites territoriales y de jurisdicción
de las hacien das ganaderas, dentro de los límites de su jurisdicción
que en la maris ma comprendía aguas cenagosas, arroyos y
riachuelos.116 Un siglo después, la situación de los indios
pescadores de Tlacotalpan muestra cambios dramáticos, al
operar en tal lapso el proceso de exclusión, desplazamiento y
despojo, el colonialismo español termina exclu yendo a los
indios de la pesca como principal fuente de ingreso.117
Por otro lado, arrieros y remeros de canoas siempre eran
bienveni dos en los centros de producción, en los sitios de
almacenaje y en los puertos de intercambio donde porteaban
las mercancías y recogían otros productos con los cuales
abastecían a los diferentes pueblos si tuados dentro de su ruta.118
Durante el primer siglo de la Colonia, y ante la escasez de
animales de carga, el comerciante español utilizó la fuerza de
trabajo india especializada en transportar las mercaderías: el
tameme. Estos indios cargadores estaban organizados y capacitados
para cumplir con su función, además conocían las rutas, los vados
para cruzar los ríos y los sitios de descanso y relevo. Pero a pesar
de ser una fuerza de trabajo fundamental para el abasto, su empleo
no estuvo exen to de la brutal explotación. Ante las múltiples
protestas de los pue blos, el virrey Luis de Velasco ordenó, el 26
de abril de 1563, que de los pueblos del río Alvarado —
Papaloapan— no se dieran “por ninguna vía tamemes a ninguna
persona que sea para poco ni mucho cami no”.119 La orden
tuvo efecto al poco tiempo, no tanto por la amenaza de la multa
a la que se harían acreedores, sino porque para esta fecha en la
región del Papaloapan ya existía una buena cantidad de ganado
caballar que pronto sustituyó al sufrido tameme y permitió
extender el naciente sistema de transporte llamado de recua o
arriería que se combinó eficientemente con la navegación
fluvial.120
La cuenca baja del Papaloapan, lejos de ser un espacio
hostil o imposible de habitar para los españoles, se convirtió en
un escena rio del que se podía sacar provecho una vez que se
establecía una re lación con el entorno lleno de múltiples
corrientes fluviales, lagunas y la costa. La idea de que la tierra
caliente era la “antesala del infier no” no fue tan aterradora
para evitar la mirada de colonos decididos que se asentaron en
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
ese espacio cuyas condiciones eran favorables para la práctica del
comercio, la ganadería extensiva, la pesca y la extrac
212 Veredas de mar
ción de maderas finas. Los ríos navegables que permitían
penetrar varios kilómetros tierra adentro y que proporcionaban
una fácil sali da al mar para comunicarse con el puerto de Veracruz,
se constituyeron en el eje de una sociedad colonial que aprendió
a vivir y desarrolló una cultura vinculada al entorno
marítimo.121

La villa de Tuztla

Acerca de la descripción de la villa de Tuztla elaborada por el


alcalde Juan de Medina en 1580, y en relación con nuestro
tema, haremos primero referencia a que la población fue
ubicada a 75 leguas de la ciudad de México y se le adjudican
seis estancias: Conchihca, San Andrés Tzaqualco, Matlacapan,
Caxiapan, Chuniapan y Catemaco. Medina refiere como vecinos
de Tuztla a Chacalapa —de la provincia de Coatzacoalcos— y a
Tlacotalpan que se ubica a 10 leguas de dis tancia en el río de
Alvarado. Se refiere acerca del consumo de maíz, frijol, gallinas,
frutas y yerbas. Sobre su entorno inmediato describe a los
montes y sierras con el término de tuztlantepeque que bien po
dría traducirse como “cerros de Tuztlan”,122 por lo cual dicha
palabra en náhuatl pudiera explicar el origen del nombre de la
sierra conce bida como la unidad de un macizo montañoso.
Se hace referencia a un río caudaloso que aparentemente
alcan zaría a llegar hasta Coatzacoalcos y que se une con otro
que viene de Minchapa —podría referirse al río San Juan
Michapa— uniéndose a cuatro leguas de la villa de Tuztla —
alrededor de 16 km—. Este río, que de nuevo podría referirse al
San Juan Michapa, va a dar al sistema del río Papaloapan.
También se menciona otro río caudaloso a tres leguas de Tuztla,
llamado Tecolapa, el cual surge en las sierras de San Martín y
desemboca en el río de Alvarado. A cuatro leguas de la vi lla, y
de acuerdo con el alcalde, en dirección hacia Coatzacoalcos se
encuentra la estancia que nombra Acatemaco —Catemaco—
don de ubica la gran laguna con 20 leguas de boj.123 Alude que
la lagu na desagua con un río muy caudaloso —sin duda el río
Catemaco— que se junta con el de Minchapa —el río San Juan—
y que llega hasta el río de Alvarado. Indica también la presencia
de la isla de Agaltepec y hace la analogía entre la misma y una
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
canoa. También menciona
214 Veredas de mar
que la laguna tenía mucho pescado pequeño. A legua y media
del pueblo de Acatemaco ubica otra laguna grande que está
conectada con el mar, sin duda alguna la laguna costera de
Sontecomapan, re firiendo que hay en ella mucha “manera de
pescado y lagartos”.124
Finalmente, se explica que a seis leguas de la villa de
Tuztla está otra laguna que se llama Amatzcalapan y traduce su
nombre como “la guna de Conchas”. Menciona que tiene
cinco leguas de boj y que desagua en el río de Cañas. Acerca
del abastecimiento de sal, el cual es uno de los productos más
preciados; informa que en la villa se hace un poco de la misma
“cocida en agua salobre”, pero que al igual que en Tlacotalpan
se proveen de ella gracias a que llega desde Campeche, de la
misma manera que arribaba a Tlacotalpan, en canoas que van
navegando por la costa. Describe también que la costa es parte
de la villa que es playa y es “costa muy brava en tiempo de
norte y sures”.125

Provincia de Coatzacoalcos

La provincia de Coatzacoalcos era la más grande y ocupaba poco


más de la mitad de todo el Sotavento. Se extendía desde la
parte orien tal de las montañas de Tuztla hasta la
desembocadura del río Copilco o Tortuguero en Tabasco. Su
territorio abarcaba gran parte de las cuencas de los ríos San
Juan Michapan, afluente del Papaloapan que vierte sus aguas
frente al caserío de Tlacotalpan. En términos moder nos, la
antigua comarca corresponde a un conjunto de 24 municipios
en el sur de Veracruz: Acayucan, Soteapan, Hueyapan de
Ocampo, San Juan Evangelista, Sayula de Alemán, Jesús Carranza,
Soconus co, Mecayapan, Tatahuicapan, Pajapan, Chinameca,
Texistepec, Jálti pan, Oteapan, Zaragoza, Hidalgotitlán,
Cosoleacaque, Coatzacoal cos, Minatitlán, Nanchital, Ixhuatlán
del Sureste, Moloacán, Agua Dulce y Las Choapas.126 Hemos
mencionado ya que la jurisdicción civil de la provincia de
Coatzacoalcos, cuya cabecera estaba en la villa del Espíritu
Santo, integra el sector este de la sierra de Santa Marta y el
volcán San Martín Pajapan hasta la laguna del Ostión. De la
rela ción redactada por Suero de Cangas y Quiñones, alcalde
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
mayor, recu peramos algunos datos importantes que son útiles
para caracterizar este sector de Los Tuxtlas en el contexto
que nos interesa.
216 Veredas de mar
Muchos de los datos recuperados de esta relación se
elaboraron tomando como punto de referencia a la villa del
Espíritu Santo, Coatzacoalcos, la cual de acuerdo con el
escrito fue descubierta por Hernán Cortes después de la caída
de Tenochtitlan y se ubica en 17° latitud norte. Para su
localización en el espacio se dice que respecto a la ciudad de
México se encuentra a 125 leguas; de la villa de Tabas co a 40
leguas y respecto a la villa de Tuztla se menciona que sobre el
mismo camino que se sigue para ir hacia México, ésta se
encuentra a 30 leguas al noroeste desde Coatzacoalcos. Acerca de
las caracterís ticas de la región se le califica como en extremo
cálida, con un exceso de lluvias y tormentas, y se indica la
presencia de nortes de septiembre a marzo. La tierra se describe
como llana, con montes y muchos ríos, así como con fuentes de
agua abundantes. Menciona que algunos pue blos de la provincia se
encuentran en tierras bajas, las cuales se carac terizan por ser
cenagosas y con numerosas lagunas, muy cerca del río
Coatzacoalcos. De otras menciona que se encuentran en la
cordillera de las sierras de San Martín —probablemente San
Martín Pajapan— y que éstas se localizan cerca de arroyos de
agua cuya tierra además es fértil.127 Refiere que hay algunos
pueblos cerca de la costa —a los que se les nombra pueblos a
la marina—. Se responde también que las sierras más cercanas
son las de Minzapa y San Martín ubicadas hacia el noroeste y
sobre el mar respecto a la villa.128 Sobre la costa de la pro vincia
se menciona que “quiebra mucho, y toda la costa es bajío y es
la mar brava, especialmente en tiempo de nortes, que son
desde oc tubre hasta enero, donde suelen dar a la costa los
navíos de España, y barcas que andan en el trato de
Campeche”.129
Sobre los puertos y desembarcaderos que hay en esta
provincia se alude a los ríos Coatzacoalcos, Tonalá, El Agualulco
y la laguna de Minzapa —actual laguna del Ostión— a las faldas
del cerro Santa Mar ta. Se marca como punto de inicio de la
zona a las sierras de San Martín Pajapan hasta Tabasco; se
menciona que se entra a los puer tos y ríos con viento de
norte, noroeste, nordeste y este, y que se sale de ellos con los
contrarios. Con el mismo punto de referencia y hasta el río de
El Agualulco se indica que no hay sierra, ni isla alguna sino
sólo playa.130
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
En 1580 los pueblos se asentaban en cuatro tipos de hábitat,
siem pre marcados por la presencia del agua que constituía sistemas
propios
218 Veredas de mar
que a veces coincidían con los límites de señoríos locales.
García de León establece la siguiente clasificación por su
ubicación: 1) en las orillas de los ríos y lagunas, o entre
pantanos y bordes de litoral; 2) en las partes altas de los bancos
interiores formados por sedimentaciones prolongadas; 3) sobre la
costa del litoral del golfo, frente a dunas y regiones de playa;
4) en las faldas montañosas de la sierra de Santa Marta y San
Martín Pajapan. Para fines de la Colonia, la mayor par te de los
pueblos sobrevivientes se ubican en las partes más secas,
porque siempre habían estado allí, o porque habían sido
obligados a abandonar los litorales y las riberas por la acción
depredadora de los piratas y los contrabandistas.131
García de León nos explica que la expansión de las
epidemias y la recomposición demográfica de las comunidades
indias y vecinas co menzaron a alterar, a fines del siglo XVI, el
orden regional impuesto por las primeras congregaciones de
pueblos. Uno de los efectos de todo esto fue la destrucción de las
jerarquías que separaban a los pue blos cabeceras de sus sujetos o
“estancias”. En el caso de los Ahualul cos, al inicio del siglo XVII,
“todos los pueblos se volvieron cabece ras” al modificarse las
antiguas categorías y las escalas locales del poder, pues al
mismo tiempo los sobrevivientes se integraban a la ca tegoría de
los “macehuales” y un gran desorden comenzó a generalizar se.
Así, y a pesar de varias medidas destinadas a proteger a la
población tributaria, ésta se veía sujeta a las presiones del
despoblamiento, por lo que comienza un proceso de fuga hacia
“la montaña” debido a la presencia molesta del ganado mayor y al
crecimiento de una red comer cial completamente distinta y ajena
para los habitantes de la región.132 En este contexto, una de las
provincias más afectadas por el despoblamiento indígena fue la
de Coatzacoalcos, cuyos pueblos pro curaban durante la primera
mitad del siglo XVII reubicarse, para lo cual se alejaron de los
caminos y los cursos navegables de los ríos. García de León
explica este comportamiento en función de que los poblado res
no querían ser molestados por la actividad de los tratantes y
los arrieros, por las partidas de ganados y sus vaqueros, o por la
búsqueda de riquezas de los filibusteros y contrabandistas. La
capital regional, la villa del Espíritu Santo, que decaía desde
1560, terminó por desa parecer en el siglo XVIII, sufriendo casi
un total abandono en 1601, así como varios ataques piratas entre
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
1646 y 1648.133 Hacia finales del
220 Veredas de mar
siglo XVI la diezmada y dispersa población indígena fue
congregada en los nueve pueblos que hasta la actualidad se
localizan junto al río Papaloapan: Alvarado, Tlacotalpan,
Amatlán —hoy Amatitlán—, Cosamaloapan, Chacaltianguis,
Tlacojalpan y Otatitlán, Acula e Ix matlahuacan. El poblado de
Acula permaneció a orilla del río que le da su nombre, e
Ixmatlahuacan conservó su antiguo asentamiento por estar ubicado
en la ribera del río Santiago, afluente del Acula, que
desemboca en la laguna de Alvarado.134
Por otra parte, a lo largo de los ríos San Juan Michapan,
Tese choacán, Obispo y Blanco, fueron instalados diversos
centros de acopio y almacenamiento de mercancías. En ellos se
porteaban los productos para ser transportados en canoa de
muelle a muelle, a la vez que los arrieros recibían las mercancías
que en su retorno trasladarían hacia otros mercados. El flujo de
cambio de bienes a través del com plejo fluvial facilitaba tanto
la comunicación con la región monta ñosa de Oaxaca, como con
la zona del Istmo o con el altiplano central, al igual que se
conectaba con la navegación de cabotaje en la laguna de
Alvarado para comunicarse con el puerto de Veracruz y
Campe che. Esta red fluvial permitió el desarrollo de un
sistema dendrítico y la delimitación de un hinterland
económico determinado por el al cance del flujo de las
mercancías entre los puntos periféricos de fácil navegación
fluvial.135 En el siguiente capítulo veremos cómo, median te el
análisis de diversos mapas coloniales, es posible llevar a cabo
la identificación de algunos de los nodos de la red fluvial
descrita por Velasco, así como del camino de la costa y su
combinación con rutas terrestres. Los caminos de agua y tierra
fueron utilizados por los ha bitantes de la región de Los Tuxtlas
en la época colonial, integrando la región a los procesos de
movilización mercantil tanto legales co mo de contrabando
propio de los años posteriores a la llegada de los españoles a
la costa del golfo.
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas

NoTas
1
Gruzinski ha reflexionado sobre cómo las limitaciones inherentes a las
fuentes disponibles para conocer el mundo indígena nos obligan a
acercarnos a la épo ca colonial y entender de manera profunda los
procesos de occidentalización. En este sentido, el autor advierte que
“pretender pasar a través del espejo y captar a los indios fuera de
Occidente es un ejercicio peligroso, con frecuencia impracticable e
ilusorio” (Gruzinski, 1991: 13).
2
Vargas y Ochoa, 1982: 60.
3
Urroz, 2012: 3132.
4
Ibíd: 3233.
5
De acuerdo con Urroz, en países iberoamericanos como México aún no se
ha ex plorado la distinción entre la cartografía histórica y la historia de la
cartografía. La autora apunta la falta de reflexión conjunta sobre el
estudio y análisis de los mapas antiguos que se han elaborado en
distintos contextos históricos de Mé xico y cómo, a pesar de que el interés
por estos mapas ha aumentado en los últi mos años, el acercamiento a los
mismos se ha desarrollado como una práctica sui generis de otras disciplinas
como la geografía o la historia (Urroz, 2012: 13).
6
Russo, 2005; Ángel Díaz, 2009: 182.
7
Urroz, 2012: 17.
8
García Rojas, 2008: 1516.
9
Ángel Díaz, 2009: 184.
10
Orejas, 1995: 28; García Rojas, 2008: 11; Urroz, 2012: 26.
11
Urroz, 2012: 2627.
12
Harley, 2001.
13
Ídem; cit. pos. García Rojas, 2008: 19. Desde inicios de los años ochenta
Harley formó parte de un grupo de cartógrafos que abogaron por una
transformación en la manera de interpretar la naturaleza de los mapas,
hasta entonces centra da en un paradigma evolucionista que situaba el
desarrollo de la cartografía moderna en un camino de progreso hacia la
perfección de sus técnicas, prácti cas y herramientas (Ángel Díaz,
2009: 184).
14
Harley puso en evidencia el carácter político de los significados de los
mapas y su manipulación “en beneficio de los intereses de los
poderosos”, rechazando las pretensiones de neutralidad de la cartografía
empirista y los cánones de la crí tica cartográfica tradicional “con sus
oposiciones binarias entre mapas ciertos y falsos, precisos e imprecisos,
objetivos y subjetivos, literales y simbólicos, o los basados en una
noción de integridad científica opuesta a la de distorsión ideológica”. El
acercamiento al trabajo de Michel Foucault proporcionaría a Harley los
argumentos para interpretar los mapas como tecnologías de poder y
para explicar hasta qué punto el carácter aparentemente “neutro” de la
car tografía científica moderna imponía sus propios valores a la sociedad
(Ángel Díaz, 2009: 185186).
15
Urroz, 2012: 3940.
222 Veredas de mar
16
Ibíd: 29.
17
Acuña, 1984: 9; Hernández, 2004: 1.
18
Hernández, 2004: 16.
19
Delgado López, 2010: 97.
20
Hernández, 2004: 17.
21
Ibíd: 17.
22
Acuña, 1985: 12.
23
Butzer y Williams, 1992, cit. pos. Delgado López y Vázquez, 2010: 94.
24
Ibíd: 94.
25
Mundy, 1996: XVI; Palm, 1973: 109119, cit. pos. Hernández, 2004: 14.
26
Hernández, 2004: 14.
27
Manso, 2012: 35.
28
Urroz, 2012: 5051.
29
Acuña, 1984: 5.
30
Hernández, 2004.
31
Cline, 1972: 191, cit. pos. Hernández, 2004: 17.
32
Mundy, 1996: 30, cit. pos. Hernández, 2004: 18.
33
Hernández, 2004: 1819.
34
Acuña, 1984, cit. pos. Hernández, 2004: 18.
35
Hernández, 2004: 20.
36
Delgado López y Vázquez, 2010: 111. Joaquín García Icazbalceta adquirió
en España, a mediados del siglo XIX, gran cantidad de relaciones geográficas
pro venientes de los fondos del Archivo General de Indias de Sevilla. En
1864, cuan do Manuel Orozco y Berra escribió sus Apuntes para la
geografía de las lenguas y carta etnográfica de México, utilizó información
contenida en las relaciones geo gráficas de la colección de Icazbalceta. Más
tarde, entre 1905 y 1906, Francisco del Paso y Troncoso, director del Museo
Nacional de México, recopiló en ocho to mos las relaciones con el título
de Papeles de la Nueva España, su trabajo no fue concluido pues nunca
publicó los tomos II, VII y VIII (Carrera, 1968: 4).
37
Acuña, 1984: 910.
38
Cline, 1972: 191193.
39
Acuña, 1984: 1619.
40
Carrera, 1968: 11.
41
Del Paso y Troncoso, 1905: 111.
42
La equivalencia de una legua, de acuerdo con René Acuña, sería de 4.2
km, equi valencia que recupera de la pintura de Tlacotalpa elaborada por
Stroza Gali en 1580 (Acuña, 1985).
43
Ibíd: 281.
44
Ibíd: 14.
45
Carrera, 1968: 10; Acuña, 1984: 13.
46
Acuña, 1984: 13.
47
García de León, 2011: 71 y 169.
48
Ibíd: 33.
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
49
J. Díaz, 1972: 8.
50
García de León, 2011: 35.
51
Díaz del Castillo, 1957: 22, cit. pos. García de León, 2011: 35.
52
Díaz del Castillo, 1957: 22.
53
García de León, 2011: 36.
54
De acuerdo con el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española de
1729, capellán es “el que goza renta eclesiástica por razón o título de
capella nía”, y en la segunda entrada del mismo vocablo se define como: el
sacerdote que asiste a decir misa en la capilla u oratorio de algún señor
(Real Academia Espa ñola, 1729: 140).
55
J. Díaz, 1972: 67.
56
García de León, 2011: 34.
57
Rivera, 1728: cap. XX, 5455.
58
Bosch, 1991.
59
Ibíd: 25.
60
Ídem.
61
García de León, 2011.
62
La gran región del Sotavento se desplegaba en 41 888 km2 y corresponde
a cer ca de 57 municipios del centro y sur de Veracruz, dos de Oaxaca y dos
de Tabasco. Las jurisdicciones coloniales se convirtieron en cantones bajo
la república libe ral y son hoy grupos de municipios. Su altura no rebasa
los 200 metros sobre el nivel del mar, salvo en su cordillera central —la
sierra de Los Tuxtlas y Santa Marta— (García de León, 2011: 20).
63
García de León, 2011: 18.
64
Scholes y Warren, 1965: 776.
65
Hinterland: término de origen alemán, empleado en economía, que
significa las tierras que rodean una ciudad o zona de las que ésta puede
abastecerse (Hassig, 1990: 13).
66
García de León, 2011: 1820. Las comarcas prehispánicas convertidas en
juris dicciones coloniales eran en realidad estructuras mercantiles de larga
duración, zonas de irradiación de mercados pueblerinos. Es por eso que
la matriz del So tavento se sitúa en esas áreas de control comercial y
tributario, más que en el pueblo cabecera; y que cada jurisdicción
constituye un sistema hecho de subsis temas anteriores (García de León,
2011: 5758).
67
Ibíd: 54.
68
Ibíd: 5455.
69
Ibíd: 55.
70
Ídem.
71
Ibíd: 5556. Después de la conquista, la villa del Espíritu Santo,
Coatzacoalcos, tendría una jurisdicción de gobierno que comprendía el
sur de Veracruz y el oc cidente de Tabasco. Desde su fundación por el
capitán Gonzalo de Sandoval, el lunes 9 de junio de 1522, tuvo un
ayuntamiento, y a partir de 1525 pasó a ser alcaldía mayor. En 1587 se
cambió una legua adelante, a un lugar más saludable
224 Veredas de mar
que poco después fue abandonado. En consecuencia, Acayucan se
convirtió en el asiento del gobierno de la provincia de Coatzacoalcos
(Münch, 1994: 27).
72
García de León, 2011: 2021.
73
Los grupos étnicos arriba mencionados recibieron de los nahuas del
Altiplano la designación genérica de olmecas. El territorio que ocupaban, por
su feracidad y extrema abundancia de agua, fue considerado como el paraíso
terrenal, el mito lógico Tlalocan. En él fijaron su atención las tribus
alteñas de habla náhuatl, pasado un periodo en que se verificaron
operaciones comerciales más o menos pacíficas, los guerreros de la
confederación mexica cayeron sobre el Papaloapan y lo sometieron
(Aguirre, 1992).
74
Scholes y Warren, 1965: 776777; Barlow, 1992: 9798.
75
Esquivias, 2002; Venter, 2008.
76
Aguirre, 1992: 125.
77
Ibíd: 125126.
78
Ibíd: 15.
79
Rivas, 1999: 33, cit. pos. Venter, 2008: 55.
80
García de León, 2011: 167.
81
Ibíd: 171172.
82
García de León, 2011: 177178.
83
Cuando el alcalde mayor de Tlacotalpan y juez de sus cabeceras, Juan de
Medina, redactó La relación de Tlacotalpa y su partido, en la cual incluyó a
Tuztla y Co taxtla, las dos villas eran reclamadas por la diócesis de
Tlaxcala, siendo que solamente la segunda le pertenecía, pues la
primera, hasta el final del periodo colonial y por encontrase al este del
río de Alvarado, fue administrada en lo re ligioso por el obispado de
Antequera. Medina refiere en este documento de 1580 que los pueblos,
antes de la Conquista y en los reacomodos de la primera déca da, no
siempre habían estado en sus asentamientos conocidos, pues preferían estar
“en lo alto”, es decir, hacia las montañas vecinas, y que una serie de catás
trofes seguida de una original política de congregaciones los habían
reubicado (García de León, 2011: 177178).
84
Aguirre, 1992: 47; García de León, 2011: 53.
85
Aguirre, 1992.
86
Ibíd: 16.
87
García de León, 2011: 171.
88
González de Cossío, 1952: 581.
89
García de León, 2011: 182.
90
El Talogan hace referencia al concepto de Tlalocan como un lugar
lleno de ri quezas cuya ubicación sería generalmente subterránea (García
de León, 2011: 183; López y Toledo, 2009).
91
García de León, 2011: 182183.
92
Ibíd: 183184.
93
García Martínez, 1969: 7576.
94
Gerhard, 1986: 351.
95
García de León, 2011: 170.
Derroteros coloniales de Los Tuxtlas
96
El rubro 30 del cuestionario de 1577 solicita la siguiente información: “Si
hay salinas en el dicho pueblo o cerca del de donde se proveen de sal y
de todas las otras cosas que tuvieren falta para el mantenimiento o el
vestido” (Acuña, 1985: 17).
97
Del Paso y Troncoso, 1905: t. II, 285.
98
Acuña, 1985: 284.
99
Ibíd: 285.
100
Ibíd: 285.
101
Scholes y Warren, 1965: 779.
102
Fray Toribio de Benavente, 1971: 229.
103
García de León, 2011: 339.
104
Ibíd: 339.
105
El diccionario de Molina presenta la entrada léxica en su sección
náhuatl español: acalli, y lo define como: navío, barca, canoa,
etcétera.
106
Fray Toribio de Benavente, 1971: 227.
107
Delgado, Parra y Ortiz, 2008.
108
Favila, 2011; Biar, 2011.
109
Meide, 1998.
110
González, 1991: 97.
111
Quiroz, 1986: 227, cit. pos. Velasco, 2004: 151.
112
Miguel del Corral fue uno de los ingenieros que elaboró numerosos
mapas de carácter militar en el siglo XVIII (Moncada, 2003).
113
Caveros y Rendón, 1995: 44, cit. pos. Velasco, 2004: 150151.
114
Aguirre, 1992: 203.
115
AGN. Tierras 169.2, cit. pos. Aguirre, 1992: 204.
116
AGN Tierras 169.2, cit. pos. Aguirre, 1992: 206. Esto parece ser una
práctica que se mantiene hasta el día de hoy. Al menos en varios
sectores de Los Tuxtlas los ríos son parcelados en función de los límites
actuales de las rancherías y terre nos privados.
117
Aguirre, 1992: 206.
118
Quiroz, 1986; González, 1991: 95, cit. pos. Velasco, 2004: 149.
119
Aguirre, 1992: 168.
120
Velasco, 2004: 149.
121
Velasco, 2004: 162.
122
Si tomamos como un sustantivo locativo tuztlan, separado de –tepe que
podría venir del sustantivo tepetl y finalmente el sufijo –que, refiriéndose a
la pluralidad de la palabra.
123
De acuerdo con el diccionario, la palabra boj proviene de bojar que
significar rodear, medir el circuito de una isla o cabo (Real Academia
Española, 1737: 110).
124
Acuña, 1984: 111.
125
Ibíd: 112.
126
García de León, 2011: 205206.
226 Veredas de mar
127
Esta información está designada en la relación como respuesta al noveno
punto de los cuestionarios, aunque parece haber aquí una equivocación
del alcalde Suero de Cangas y Quiñones, dado que es la pregunta 10 la que
solicita informa ción acerca de “el sitio y asiento donde los dichos pueblos
estuviesen”, mientras que la novena pregunta es sobre los nombres y la
razón del nombramiento de cada pueblo.
128
Acuña, 1984: 116.
129
Ibíd: 118.
130
Ibíd: 119.
131
García de León, 2011: 210211.
132
Ibíd: 397398.
133
Ibíd: 401402.
134
Velasco, 2004: 147.
135
Velasco, 2004: 147148.
capíTulo 6

Caminos de agua en tierra firme


y mar abierto

E
n este último capítulo abordaremos documentos que
provienen de la cartografía, la cual entendemos como la
representación vi sual de una realidad geográfica que responde
a distintos propósitos.
De acuerdo con Raquel Urroz, particularmente en México, ha
existido una rica y larga tradición en cuanto a la elaboración de
mapas con el fin de cumplir objetivos de índole política,
ideológica o metafórica, es el caso de aquellos que, con fines
utilitarios y prácticos, se elabora ron tras la recopilación de datos
a partir de distintos viajes de reco nocimiento.
La gama de mapas que podemos estudiar incluye a
aquellos que muestran el modo de concebir el espacio
mesoamericano; las cartas que se produjeron en la época
colonial y que hoy fungen como impor tantes testimonios de los
procesos de diálogo intercultural; los mapas donde se sitúa a
México en la geografía universal; los trabajos carto gráficos que
fueron parte del proyecto de la Corona para conocer la si tuación
de sus territorios en ultramar; las cartas de conjunto realizadas
durante el siglo XVII por parte de los ingenieros militares del
país y aquellas que, desde finales del siglo XIX y todo el XX,
fueron elabora das por las diversas comisiones e instituciones que,
preocupadas por la precisión científica en el trabajo cartográfico
del país, incrementa ron la producción de mapas y planos.1
De acuerdo con Urroz, la mayoría de los estudios dedicados
a la cartografía colonial se han enfocado en el siglo XVIII,
dejando el siglo anterior un poco vacío.2 En general, la
cartografía en el periodo virreinal se ha descrito haciendo
hincapié en los avances de la ciencia europea. La elaboración de
mapas en la Nueva España sufrió adapta
216 Veredas de mar
ciones y modificaciones que buscaban encajar en los cánones e
ideales de la ciencia y el arte europeo. De esta forma, mientras
se consolida ban en Nueva España los rasgos científicos e
innovaciones técnicas al modo occidental, paralelamente el
campo de la cartografía crecía en su especialización. Como
ejemplo, se perfeccionaron los levan tamientos de mapas
topográficos mediante el trabajo de campo con instrumentos
de medición, con lo cual se logró el reconocimiento oficial del
oeste de Norteamérica, del océano Pacífico y del golfo de
México.3
Para finales del siglo XVIII ya se habían obtenido
importantes re sultados en la elaboración de la cartografía con
base en criterios cien tíficos. Por ejemplo, la proyección de
Mercator, que había sido idea da desde 1569 para elaborar planos
terrestres, fue utilizada en planos de navegación debido a la
facilidad de trazar rutas de rumbo constante y mantuvo, durante
mucho tiempo, su vigencia para recorrer grandes dis tancias en el
mar. Comenzaron a usarse escalas y coordenadas fijas, con lo cual
fue posible levantar planos y mapas marcando cordilleras y
cursos de ríos con mayor precisión, estableciéndose así el uso de
sig nos y símbolos convencionales y comprensibles. La
confección de mapas generales, paralela a una cartografía náutica,
venía desarrollán dose desde el siglo XVI gracias a las
observaciones astronómicas de agrimensores españoles y
novohispanos. Desde que comenzó el pro ceso de conquista y
colonialismo español por tierras americanas se sucedieron viajes
de reconocimiento —expediciones marítimas y ex ploraciones por
tierra—.4 En estos desplazamientos continuos, los via jeros,
exploradores y navegantes elaboraron relatos, crónicas, trabajos de
descripción y derroteros, produciendo así grandes acervos de
in formación científica y cultural, algunos de los cuales nos han
pro porcionado valiosos datos respecto a la naturaleza de Los
Tuxtlas en el contexto marítimo novohispano.
Para la comprensión de la historia de la cartografía, Elías
Trabulse propone agrupar la cartografía colonial en los siguientes
rubros: 1) ma pas elaborados a partir de la recopilación de
datos, observaciones y avances en las técnicas astronómicas y
en los levantamientos topo gráficos realizados por geógrafos; 2)
mapas regionales, los cuales se ori ginaron a partir del
repartimiento de parcelas y tierras mediante las mercedes, y a
lo largo de un proceso de tenencia y distribución de la
Caminos de agua en tierra firme y mar abierto
218 Veredas de mar 217

tierra en la época colonial; 3) mapas parciales que reflejan los


litigios burocráticos producidos a raíz del crecimiento de las
haciendas y de la necesidad de precisar las jurisdicciones para
poner fin a las disputas territoriales, por lo cual fue necesario
adoptar métodos y técnicas car tográficas más precisas y
científicas que las usadas por la agrimensu ra tradicional. Esto
condujo a que en el siglo XVIII se desarrollara una cartografía
particular más acorde con la realidad. Se hicieron planos locales
y regionales trazados con cálculos exactos que mostraban di
visiones o subdivisiones del territorio de ciudades, minas,
haciendas, jurisdicciones eclesiásticas, etcétera. Este acervo
cartográfico también reflejó el desarrollo de la ingeniería
hidráulica, la red de caminos, la hidrografía y orografía en los
planos topográficos y la explotación minera.5
Partiendo de esta primera caracterización de la cartografía
virrei nal se eligieron 12 mapas para elaborar una reconstrucción
de la línea de costa desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII que,
junto con la con textualización histórica de esta época, nos
permite entender la im portancia y el papel de Los Tuxtlas en
relación con las prácticas de navegación coloniales. Como
hemos visto, desde que fue vislum brada por los primeros
navegantes, la sierra de Los Tuxtlas funcionó como un
referente de navegación, lo cual no debe sorprendernos ya que
es el único cuerpo montañoso sobre la costa, de ahí que su
iden tificación fue fundamental para la orientación de quienes
recorrieron las costas. Uno de los rasgos más importantes,
representado desde el siglo XVI, fue Roca Partida cuya presencia
es notoria en cada uno de los mapas que presentamos, sin
importar la escala ni la temporalidad y junto con la sierra figura
como un importante marcador geográfico en los derroteros.
Partiendo de estas primeras impresiones, intentaremos
adentrar nos en la historicidad del paisaje, accediendo a la
identificación de las recreaciones, continuidades o rupturas en la
permanente transfor mación del medio, pues las formas paisajísticas
fueron definidas en di ferentes momentos históricos, aunque no
hay que olvidar que son coexistentes en el momento actual.6 La
historia del paisaje de Los Tux tlas nos permitirá conocer cómo
las colectividades humanas han visto e interpretado el espacio
inmediato, cómo lo han transformado y cómo han establecido
vínculos con él.
218 Veredas de mar
Para una mejor comprensión se organizó este apartado sin
seguir el orden espacial anterior —el de las provincias civiles y
eclesiásti cas—, se muestra un orden cronológico que permite
una exposición clara y organizada de la documentación y el
contexto histórico que le rodea.

Pintura de Tlacotalpa (1580)

Como hemos mencionado, la pintura de Tlacotalpa acompaña a


la Re lación de Tlacotalpa y su partido, elaborada en el siglo XVI
como parte de las relaciones geográficas. Carmen Manso sugiere
que esta pintura es una carta náutica de acuerdo con la
clasificación de Robertson.7 En la glosa, se puede leer que el
autor del mapa es Francisco Stroza Gali y el autor del texto
Juan de Medina, alcalde de Tlacotalpa. Esta carta muestra una
escala en la que 14.7 cm sobre el mapa representan 10 leguas en
el mundo real; se encuentra orientado con una rosa de ocho
vientos y aparece el relieve con cerros de perfil, desembocaduras de
ríos y afluentes, lagunas, islotes, notas sobre pies de aguas en
cana les y la costa sombreada. Además de los pueblos de
Tlacotalpa y Tus tla, que se citan en la relación geográfica, en
la carta se dibujan otros pueblos de la costa o de las
proximidades de los ríos que desembocan en el mar. Estos se
colocaron en función de su latitud septentrional
—o latitud norte—.8
En el mapa se representa la línea de costa desde San Juan
de Ulúa, en su extremo izquierdo, hasta el punto llamado Opan
de Minzapa que corresponde al volcán San Martín Pajapan
ubicado en el extremo este de Los Tuxtlas. De la región que
nos interesa se hizo un acerca miento que abarca desde el río
Alvarado hasta el Opan de Minzapa.
Es notorio que, de acuerdo con la transcripción que hace
Acuña de la glosa del mapa,9 los puntos que se representan
desde Alvarado hasta Coatzacoalcos son los siguientes: en tierra
firme Guateupa, que corresponde a Aguateupa, una de las cinco
estancias sujetas a Tlaco talpan; Chuniapa, estancia de la villa
de Tuztla al sur de San Andrés, muy cerca del salto de
Eyipantla; Tlacotalpa, haciendo alusión a la villa principal;
Tapazula, que no ha sido posible identificar; un em barcadero
ubicado junto a un río que podría ser el de San Juan Min
220 Veredas de mar

Caminos de agua en tierra firme y mar abierto


Mapa de Tlacotalpa que acompaña la relación geográfica de la región, elaborado en 1580 por Francisco Stroza Gali.
Fuente: Biblioteca Digital de la Real Academia de Historia.
220 Veredas de mar

Detalle del mapa de Tlacotalpa de la región que abarca el río de Alvarado y el volcán San
Martín Pajapan identificado como Pan de Minzapa.
Caminos de agua en tierra firme y mar

chapa o Evangelista, sugiriendo la importancia del mismo como


vía fluvial; y Tlacintla, otra de las estancias sujetas a
Tlacotalpan. En la Relación de Joan de Sahagún de lo de Tuztla e ynjenio
y estancias y de lo de Cotlaxtla, 1562 se menciona que todo lo que
se tributaba de Los Tuxtlas se transportaba en tamemes hasta el
embarcadero de Tlacin tla para llevarlo en chalupas y
almacenarlo en Veracruz,10 lo cual co bra sentido al ubicar el
embarcadero y dicha localidad, próximos entre sí. Cerca de éstas
se observa el hato del marqués que debe correspon der a su
estancia ganadera, ya que el significado de hato, de acuerdo
con el Diccionario de autoridades de la Real Academia de la Lengua
(1737) significa “rebaño o manada que consta de muchas
cabezas de gana do”.11 Se observa también la desembocadura del
río de Cañas y se men ciona que tiene dos pies de agua de
profundidad. Este río es el mismo que se menciona en la
Relación de la villa de Tuztla donde desagua la laguna del
Marqués y se ubica a seis leguas de la misma. De igual
manera, se identifica el ingenio del Marqués, el primero
estableci do por Cortés en la localidad de Tepeuhcan. En la
costa se observa una población con el nombre de Caxiapa,
cerca del actual arroyo Ca japa el cual es mencionado por los
informantes de Sahagún en las Listas de augurios y sueños de los
memoriales de Sahagún al referirse al animal llamado Tzoniztac “el
blanco de la cabeza”, es decir, al musté lido hoy conocido como
“cabeza de viejo” (Eira barbara) que todavía se encuentra en la
ladera montañosa del volcán.12
Ya en el sector de la sierra de Los Tuxtlas se observa
dibujada la villa con su respectiva glosa “Tuztla” y sobre la línea
de costa la famo sa Roca Partida. De acuerdo con García de
León una leyenda local se refiere a la punta de Roca Partida
como el lugar en donde el dios Tez catlipoca perdió un pie,
devorado por un pez sierra —cipactli, en el nahua local—. El
mismo Hernán Cortés, al mencionar las sierras de San Martín
que los emisarios aztecas le mostraron en un mapa, afir ma
que “son tan altas que forman un ancón por donde los pilotos,
hasta entonces, creían que se partía la tierra en una provincia
que se dice Mazamalco”.13 Esta última referencia es un lugar
cercano a lo que luego sería el ingenio de Cortés, llamado
Mazacalco “en la casa de los venados”. Por su parte, Juan
López de Velasco comenta que esta Roca Partida “es una punta
222 Veredas de mar
de tierra que sale en la costa de las
Caminos de agua en tierra firme y mar

sierras de San Martín dentro, en la mar, con una quebrada tan


baja que de alta mar parece que está partida la tierra y así
comúnmente es te nida por isla”.14
Se dibujó una laguna costera que sin duda alguna
corresponde a Sontecomapan y que es nombrada como laguna de
la Sierra, indicán dose que tiene cuatro pies de profundidad;
posteriormente se ubicó la punta de Sapotitlan, en el sector de la
planicie costera del cerro San ta Marta y donde hoy día hay un
faro. El último punto marcado sobre esta línea es Pan de
Minzapa que corresponde al volcán San Martín Pajapan y se le
llamaba así por los dos pueblos más cercanos a ellos: San
Francisco Minzapan y Santiago Minzapan.15
Desde finales del siglo XVI las playas cercanas a
Sontecomapan, Montepío y Caxiapan eran un perfecto refugio
para los piratas que comenzaron a aparecer en la historia de Los
Tuxtlas desde tempranas fechas, después de la llegada de los
españoles. Hasta hoy, las leyen das locales aluden al tesoro de
Laurens de Graaf, “Lorencillo”, supues tamente oculto desde el
ataque a Veracruz en 1683 en los alrededores de Montepío; la
tradición oral alude a que en una cueva está el teso ro de
“Lorencillo”; otros narran que está al norte, en Roca Partida, o
aun cerca de las marismas de Caxiapan y Agatajapan o río de
Las Ca ñas. Incluso, en algunos lugares de la extensa costa que
rodea al volcán de San Martín Pajapan, desde la desembocadura de
la laguna del Os tión hasta el peñón que llaman Terrón Cagao,
se dice que durante la noche corren luces en la playa, se oyen
pasos, carreras, gritos inexpli cables y otros sucesos que han
desalentado a quienes han querido cons truir campamentos
permanentes para la pesca. Ahí aparecen balas de cañón,
empuñaduras de espadas y restos de antiguas pistolas.16
Una gran variedad de incidentes, así como los detalles de
estas relaciones peligrosas, quedaron grabadas hasta hoy en la
memoria oral de los pobladores de estas regiones mediante mitos,
leyendas y creen cias populares. Las relaciones establecidas a lo
largo de más de un siglo en el golfo de México por algunos de
estos piratas de diverso origen con las autoridades españolas,
negros y mulatos de la región y, sobre todo, con las comunidades
nahuas y popolucas, zoques, chontales y mayas campechanos,
fueron en extremo complejas, derivando algunas veces en asaltos y
ataques violentos, aun cuando en ocasiones se ca racterizaron por
224 Veredas de mar
una interacción pacífica particular basada en un inter
Caminos de agua en tierra firme y mar

cambio de ventajas establecidas desde el origen de las


relaciones de poder y cacicazgos entre indios y españoles, algunas
de las cuales per duraron hasta el siglo XIX.17

Pintura de Coatzacoalco (1580)

El mapa que acompaña La relación geográfica de la provincia de


Coatza calco se realizó en blanco y negro, y se ubica dentro de
los mapas que se identifican como europeos debido a la
señalización de medidas en latitudes y longitudes, brazas, pies y
leguas.18 El mapa lo realizó tam bién Francisco Stroza Gali, quien
lo firma; es además el único mapa del conjunto que se
encuentra firmado por su autor pues, en contra parte, el de
Tlacotalpa sólo presenta la firma de Juan de Medina quien fuera
el alcalde. La relación alude en sus descripciones a la existencia
de abundante agua por los ríos, lagunas, manantiales, salinas y
ciéna gas. Los puertos y desembarcaderos de esa región eran los
ríos Coat zacoalcos, Tonalá y Agualulco, así como la laguna de
Minzapa19 que corresponde a la actual laguna del Ostión, límite
lacustre de la región de Los Tuxtlas hacia el sureste. Se ilustra
completo el río Coatzacoal cos desde la costa hasta Utatepeque,
en Oaxaca, indicado como “pue blo viejo”. La glosa que se
puede leer es:

Verdadera descripción de la entrada del río Guazacalco y de la subida


del dicho río hasta Utatepeque ques en la provincia de Teguantepeque,
situada bien y fielmente con su altura de latitud septentrional longitud
occidental, por mí, Francisco Stroza Gali, por mandado del ilustre señor
Suero de Cangas, Alcalde Mayor por su Majestad de la provincia de
Coatzacoalcos. Está la dicha boca del río en 18 grados de latitud
septentrional. Está la dicha boca del río en 77 gra dos de longitud
occidental.20

Resulta pertinente acotar que en este mapa sucede aquello que


Alain Musset apunta respecto a cómo el agua fue determinante en
la ubica ción de los elementos de un mapa:

…representados a lo largo de su curso, los ríos hallan esas nociones de


longitud, distancia, dirección y orientación que dan al mapa un
verdadero sentido: es a partir de ellos que se sitúan los lugares, las
ciudades, los personajes y en cierto modo los acontecimientos, es decir, el
226 Veredas de mar
curso del tiempo. La noción de red hi
Caminos de agua en tierra firme y mar

drográfica no se excluye de la representación: el río forma parte de un


contexto en el que se descubre la gama completa de las posibilidades
ofrecidas por el agua que fluye, y cuyos diferentes cursos se separan, se
juntan, divergen o convergen.21

De la región de Los Tuxtlas se observa la laguna de Minzapa —


laguna del Ostión— situada en la costa y conectada con Pan de
Minzapa que corresponde al volcán de San Martín Pajapan.
Tiene señalada una medida con la glosa “boca de la laguna en
tres pies de agua” y está re presentada con una acumulación
de puntos en su interior. Sobre la línea de costa a los pies de
Pan de Minzapa se puede leer la glosa “roque de Minzapa”; el
término “roque”, de acuerdo con el Diccionario de au toridades de la
Real Academia, podría venir de roca y apunta a “una for taleza
que se suele hacer a la frente de los enemigos”.22 No hay una
re ferencia clara en el texto a este rasgo, pero podría apuntar al
carácter volcánico de la sierra adentrándose en el mar, o bien, al
arrecife cora lino que corre paralelo a esta costa.
Posteriormente se observa la glosa que indica la sierra de
Sapo titan que, si comparamos con el mapa de Tlacotalpan y
ubicamos además el otro rasgo que se observa en este lugar como
punta de Sa potitan, tiene que referirse a la sierra de Santa
Marta, pues el rasgo de la punta de Sapotitan en ambos mapas
se encuentra localizado en la planicie costera de esta sierra. A
las faldas de Pan de Minzapa se lo calizaban los pueblos de San
Francisco y Santiago Michapan,23 en la jurisdicción de la villa
del Espíritu Santo de Coatzacoalco cuyas tie rras quedaban, en
gran parte, comprendidas dentro de la cuenca del río Papaloapan o,
para ser más exactos, del afluente río Michapan. Los dos
Minzapas formaban una población indígena de nación mixe
popoloca que, según las relaciones publicadas por García
Pimentel, tenía en 1569 unos 700 tributarios, número que decayó a
fines del siglo XVI, jamás volvió a recuperar el número original
en todo el curso de la dominación española.24
Antonio García de León nos indica que los cursos de los
ríos y deltas de Tabasco, de los Ahualulcos y de todo el sur de
Veracruz fue ron las rutas predilectas de la pequeña trata o el
saqueo, dependiendo de las circunstancias. A menudo,
contrabandistas y filibusteros se alia ban no solamente con las
comunidades vecinas sino también con fun cionarios menores
criollos o con señores naturales indios, quienes
228 Veredas de mar
llegaban a acuerdos en cuanto al comercio ilegal de cacao, maíz,
puer cos, madera, palo de tinte, tabaco, e incluso mujeres.
Cuando los pi ratas o contrabandistas eran denunciados, se daba
la ruptura. Las in cursiones se volvían entonces violentas, se
capturaban rehenes indios y se atacaban las poblaciones nahuas y
popolucas o los emplazamien tos españoles fundados en la región
poco después de la conquista. Así desaparecieron poblados
como Santa María de la Victoria en Ta basco y la villa del
Espíritu Santo en Coatzacoalcos. Se despobla ron los
Ahualulcos en la región de La Venta y dejó de haber pueblos
indios en los márgenes del río Coatzacoalcos, en las cercanías
de la laguna del Ostión y en la costa de Los Tuxtlas.25
La villa del Espíritu Santo desapareció en el último
tercio del siglo XVII. Su abandono ocurrió por el año 1658.
Una de las últimas referencias es del 20 de mayo de 1676,
cuando don Pablo de Hita Salazar informó que los piratas se
encontraban en la barra del Coat zacoalcos pidiendo el desalojo
de la villa. Alfredo Delgado Calderón asegura que la villa fue
asediada por los piratas durante varias déca das;26 el más
famoso de ellos fue Laurens de Graff, “Lorencillo”. Coat
zacoalcos fue incendiada en 1672 y, en junio de 1682, la villa
quedó totalmente destruida por el pirata Van Horn. Además de
la villa es pañola, varios pueblos de la cuenca del
Coatzacoalcos desapare cieron también, sobre todo durante la
segunda mitad del siglo XVII y como efecto de los ataques
filibusteros y de la presencia esporádica de bandas de piratas en
el litoral. Los efectos de los ataques piratas sobre las
poblaciones indígenas fueron devastadores y definitivos, ya que
las obligó a replegarse.27

La línea de costa de Los Tuxtlas (siglos XVI-XVIII)

Durante la época colonial la región del Sotavento se volvió un


fuerte atractivo económico para algunos colonizadores hispanos, a
pesar de las altas y sofocantes temperaturas de las llanuras de la
costa del gol fo. La ausencia de metales preciosos y la reducción
de la población india durante el primer siglo de la Colonia no
fueron suficientes para alejar a los españoles, pues la riqueza del
paisaje natural y sus recursos, así como la posición geográfica y
Caminos de agua en tierra firme y mar

la navegabilidad de los ríos que ro


230 Veredas de mar
deaban la región de Los Tuxtlas, fueron factores suficientes para
que a partir de la segunda mitad del siglo XVI se empezara a
desarrollar una economía regional basada en cuatro vertientes
fundamentales, co mo nos indica José Velasco Toro:

• El sistema generado a partir de la convergencia hacia el


Papaloa pan y el Coatzacoalcos de diversos ríos navegables
que facilitaron la comunicación y el tránsito interregional,28
que es posible iden tificar en diversos documentos y mapas
coloniales, como veremos más adelante.
• La explotación de productos tropicales que fue la base de la
econo mía de exportación que sustentó al sistema mercantil
regional e interregional.29
• La apropiación de enormes extensiones de tierra que fueron
dedi cadas a la reproducción de ganado bovino, dando
origen a la gran hacienda ganadera y que tuvo como
consecuencia que los pobla dores de la región de Los Tuxtlas
se encuentren dedicados a esta actividad hasta la
actualidad.30
• La pesca y salazón del producto para su venta en los
mercados de la sierra y el valle de Oaxaca, y en los del
Altiplano Central,31 lo cual además implicó relaciones de
comercio con Campeche por la línea de costa para el
comercio de la sal.

Los españoles aprovecharon las rutas fluviales que anteriormente


con trolaron los pochtecas. También aprovecharon los conocimientos
téc nicos que los indios tenían para construir canoas de una sola
pieza de árbol, pero sobre todo de la habilidad de los canoeros
que conocían a la perfección las épocas del año y las características
de navegabilidad de los ríos, con lo cual el río Papaloapan
reafirmó su posición de en lace entre la llamada “tierra caliente”
de la vertiente del golfo de Mé xico con la “tierra fría” situada en
la meseta central y la zona monta ñosa de Oaxaca.32 Los ríos que
rodeaban a Los Tuxtlas formaban parte de este sistema de enlace y
convirtieron a la región en una zona de co yuntura para el
comercio y el paso hacia el sureste de la Nueva España.
Para entender los mecanismos de apropiación y
aprovechamiento de las rutas fluviales y de la costa de Los
Tuxtlas se eligieron diversos
Caminos de agua en tierra firme y mar

mapas de los cuales cuatro representan a todo el país y


algunos otros a secciones del continente americano. El análisis
de estos mapas ha permitido reconstruir la línea de costa
durante la Colonia en función de los rasgos y las formas, esta
información se complementó con las fuentes que hemos
trabajado a lo largo de los apartados anteriores. Se retomó de los
mapas de las Relaciones geográficas del siglo XVI la infor mación que
existe de algunos puntos relevantes. El primero de ellos es la
unidad de la sierra de San Martín que, como vimos, fue
identifi cada desde que los primeros españoles llegaron a las
costas de Sota vento y es uno de los primeros rasgos, junto con
Roca Partida, que se plasman en los mapas sin importar la
escala de representación y que continuó siendo referencia
fundamental durante toda la Colonia para los navegantes que
pasaban por sus costas.
Los mapas utilizados fueron elaborados en gran escala por
cartó grafos europeos y redibujado el sector que muestra la
región de Los Tuxtlas. El primer mapa lo hizo el cartógrafo
español Diego Gutiérrez en 1562, titulado Americae sive quartae
orbis partis nova et exactissima descriptio. Auctore Diego Gutiero
Philippi Regis Hisp. etc. Cosmographo. Hiero Cock Excude. 1562. En
éste se observan los nombres de R. Ca part, haciendo
alusión a Roca Partida, sierras de S. Martin y la glosa
R. de Guaçacual que sin duda indica la presencia del río de
Coatza coalcos. En este punto, es necesario mencionar que los
rasgos que se plasman en los mapas sobre la línea de costa son
los mismos que los mencionados por los navegantes que
recorrían la zona y que en sus derroteros describían este sector
en función de los mismos puntos del paisaje costero que se
observan en todos los mapas descritos.
Por ejemplo, ya hemos mencionado el Directorio marítimo,
instruc ción y práctica de la navegación, noticia de los puertos de
España desde Cantabria a Gibraltar, y los de NuevaEspaña, Tierra-
Firme é islas ad yacentes, impreso en el año 1728 y dedicado al
Ilmo. Señor don José Patiño, escrito por don Pedro de Rivera
Márquez, quien en su capí tulo XXVII describe toda la ruta
desde el puerto de Veracruz hasta la sierra de San Martín,
sobre ésta última apunta:

De la boca del Rio de Alvarado a las Sierras de San Martin, que


232 Veredas de mar
están en 18. Grad. 8. Minut. Latitud, 272. Gr. 36.min. en longit. Ay 30
leg. Corre la Costa al Sueste; intermedian algunas Playas, el Río de Cañas,
y otros pequeños Arroyos;
Caminos de agua en tierra firme y mar

es perteneciente este País a la Jurisdicción del Alcalde Mayor de Tustla,


y en lo Eclesiástico a la Mitra de Oaxaca.33

En el capítulo siguiente de dicha obra se describe el camino


desde Coatzacoalcos hasta la laguna de Términos:

De las Sierras de San Martin, al Rio de Guazacualco, que está en


17.gr.30.min. lat.178.gr.20.min.longit. ay leg. 20. Corre la Costa al Sueste,
intermedia Roca Partida principio de estas Sierras; y siguiéndolas hasta
finalizarlas en el Pan de Minzapa, es lo restante Playas desiertas, y
algunos Arroyos.34

Otros de los documentos utilizados fueron: Insulae americanane in


ocea no septentrionali, cum terris adiacentibus, elaborado por Willem
Jans zoon Blaeu en 1636; Stoel des oorlogs in america waar in
vertoont werden alle desself voornaamste eylande, hecho por
Cornelius Danckerts en 1697; y A map of the british empire in
America with the french and span ish settlements, realizado por Henry
Popple en 1746. En todos estos, al igual que en el mapa
anterior, se observa Roca Partida con la par ticularidad de que
se presenta como un conjunto de dos, tres o cuatro pequeños
islotes. Si observamos el mapa de la Relación de Tlacotalapa de
1580 con atención, Roca Partida se muestra también como una
pequeña isla frente a la costa; y podrían corresponder también al
islo te llamado Terrón Cagado que en la tradición oral
concuerda con la entrada al inframundo llamado talogan y cuya
ubicación geográfica está bajo las sierras de Los Tuxtlas y Santa
Marta. El talogan suele tener mu chas “puertas”, umbrales que se
ubican en pozos, manantiales, casca das, lagunas, salinas, cuevas,
árboles de ceiba, zonas arqueológicas y algunos cerros —como
Mono Blanco y Mono Prieto de Catemaco y La Palma de
Mecayapan, entre otros—, en su interior viven los chanecos,
ayudantes del dueño de los animales cuyas canoas son
cocodrilos y los armadillos sus bancos.35
Continuando con el análisis de la cartografía disponible,
debe mos entender que el espacio de dominación establecido
en el siglo XVI y apenas sostenido en el XVII se basó en la
existencia de las con gregaciones de los pueblos indios, en los
puertos, en los caminos y en algunos establecimientos o bodegas
de paso;36 de manera conjunta y durante al menos tres siglos la
actividad mercantil tuvo también co mo soporte la navegabilidad
234 Veredas de mar
de los ríos, a través de ellos se extendieron
Caminos de agua en tierra firme y mar abierto
Reconstrucción de la línea de costa de Los Tuxtlas siglos XVI-XVIII. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
230 Veredas de mar

Detalle del mapa Americae sive qvartae orbis partis nova et exactissima descriptio.
Fuente: Diego, Gutiérrez Philippi, 1562; dibujo: Aban Flores Morán.

Detalle del mapa Insulae Americanane in Oceano Septentrionali, cum terris adiacentibus.
Fuente Willem Janszoon Blaeu, 1636; dibujo: Aban Flores Morán.
Caminos de agua en tierra firme y mar

Detalle del mapa Stoel Des Oorlogs in America waar in Vertoont Werden alle Desself
Voornaamste Eylande. Fuentes: Cornelius Danckerts, 1697; dibujo: Aban Flores Morán.

Detalle del mapa titulado A map of the British empire in America with the French and Spanish
settlements. Fuente: Henry Popple, 1746; dibujo: Aban Flores Morán.
232 Veredas de mar

Detalle del mapa The cost of New Spain from Nueva Vera Cruz to Triste Island.
Fuente: Thomas Jeffreys, 1775; dibujo: Aban Flores Morán.

Detalle del mapa Carte general du royaume de la Nouvelle


Espagne. Fuente: Alexander von Humboldt, 1809; dibujo: Aban
Flores Morán.
Caminos de agua en tierra firme y mar

Titulado Santiago Tuxtla, Tacotalpam y Cosamaluapan; marquesado de


Oaxaca. Fuente: anónimo, 1798 (AGN, número de pieza: 3034 clasificación:
978/1679; referencia: Hospital de Jesús, leg. 121, exp. 24, f. 46bis.)
234 Veredas de mar
diversos productos tropicales destinados a los mercados externos y
se introdujeron mercancías y bienes de consumo popular. De
entre los productos de la tierra que se exportaban hacia los
mercados del puerto de Veracruz, Orizaba, Tepeaca y Puebla se
encuentran: el algodón, que se cultivó en el área comprendida
entre Cosamaloapan y Tlalixcoyan; el pescado seco y salado, de
gran demanda en Oaxaca y el altiplano central; el cacao; y la
madera de cedro (Cedrela odorata), muy solicita da en las
ciudades de Puebla y México, así como en La Habana y el
mercado de ultramar.
El sistema tuvo como base a los puertos rurales de
recolección; en ellos se reunían los productos regionales cuyo
destino era la ex portación, para de ahí trasladarlos por tierra o en
canoas hacia los puer tos de embarque localizados
estratégicamente a orilla de los ríos y en los límites de los
mercados locales. De los puntos de embarque, los productos
partían rumbo a los puertos y centros de almacenaje o bode gas,
sitios nodales donde se concentraban todas las mercancías para
enviarse al puerto de Veracruz y a los mercados del Altiplano
Central.37 El sistema terrestreacuático de comunicación funcionaba
en con junción con los ríos navegables, el manejo de una
tecnología náutica autóctona y la existencia de rutas de
comunicación bien establecidas, estos constituyeron
componentes que a los colonizadores les facili taron la
apropiación y el control del comercio regional e interregional.
Al respecto Velasco indica:

La circulación de mercancías y los flujos mercantiles tanto en la cuenca


del Papaloapan como en la del Coatzacoalcos continuaron teniendo
como soporte la navegabilidad de los ríos y, en buena medida, la
reutilización de los puertos de intercambio prehispánico que se
transformaron en centros de recolección, embarque y almacenaje.38

La principal ruta comercial que conectó el centro de México


con el norte de Yucatán por medio de canoas, corría a lo largo
de los estua rios de la costa.39 La laguna de Términos sirvió de
base al comercio ilícito hacia el puerto de Veracruz, es decir, a
la ruta del contraban do de la sal, sobreviviendo por décadas
hasta el fin de la piratería y que terminó por enlazar a Campeche
con el principal puerto de la Nueva España. En el territorio
intermedio de esta ruta fortalecida, en la región del bajo
Caminos de agua en tierra firme y mar

Papaloapan, redes complejas de comercio abierto y


236 Veredas de mar
clandestino permitieron el crecimiento económico y
demográfico de Cosamaloapan, Tlacotalpan y Acayucan. Desde
esta última villa, convertida en capital de su provincia después
del abandono defini tivo de la villa del Espíritu Santo, se
controlaba la entrada de géneros holandeses e ingleses desde
la costa de lo que hoy es la laguna de Pajaritos y la barra del
Tonalá.40
Acayucan comenzó su ascenso desde finales del siglo XVII
y ter minó siendo un centro de acopio y de arriería, de actividad
comercial, así como la cabeza de la jurisdicción. Su clima más
agradable y su po sición estratégica cercana al antiguo camino de
Tabasco a Veracruz la convirtieron en la capital comarcana de
Coatzacoalcos y los Ahua lulcos, permitiendo el tráfico de cacao
y de ganado. Su acceso más cer cano a las vías fluviales se
encontraba a seis leguas hacia el suroeste: era el paso de San
Juan, sobre el río San Juan Michapan, localidad que se convirtió
en su bodega natural, su muelle comercial en el tráfico que se
dirigía río abajo hacia Tlacotalpan y Veracruz, o hacia Cosa
maloapan y Orizaba. Además, la pequeña cabecera de San
Martín Aca yucan ejerció cierto control en las comunidades de
la margen oeste del Coatzacoalcos, sobre su cuenca y sobre los
poblados de las sierras de San Martín Pajapan y Santa Marta.41
Al parecer, en esta época Acayucan albergaba ya a las dos
etnias más representativas del litoral, con una parcialidad
nahua y otra po poluca.42 A finales del siglo XVII el pueblo de
San Andrés Tuztla era sujeto de Santiago Tuztla y contaba con
una población mayor que su cabecera, así como una gran
diversificación de actividades comercia les, agrícolas y artesanales,
además de la pesca obtenida por segmentos de su población en el
lago de Catemaco y la bahía marítima de Son tecomapan.
García de León la caracteriza como una comunidad muy
diversa, prometedora para el comercio y con aldeas sujetas que
man tenían relaciones de contrabando por medio de sus
extensiones hacia la costa, en especial con la región de
Campeche, principalmente de sal, cacao y otros.43
Bernardo García nos refiere cómo se hacía, a finales de la
época colonial, el comercio de Tuztla con el centro de México:
los produc tos de la jurisdicción se almacenaban en dos
poblados donde existían unas bodegas: las de Oteapa o de
Santiago Tuztla y las de Totoltepec o de San Andrés.44 De allí, en
Caminos de agua en tierra firme y mar

canoas grandes, eran transportados los


238 Veredas de mar
productos por vía fluvial hasta la laguna de Alvarado, desde
donde remontaban el río Blanco hasta Tlaliscoyan, sitio donde se
almacena ban de nuevo y seguían su camino por tierra a Puebla
y México pasan do por Cotaxtla. García hace notar que las vías
fluviales constituían el camino más fácil, corto y barato para el
transporte de esos produc tos y que, a pesar de que existía un
camino grande que comunicaba Veracruz con Los Tuxtlas y
más adelante con Coatzacoalcos y el ist mo, la mayor parte de
las vías estaban dispuestas de manera que comu nicaran las zonas
productoras de la baja montaña y los alrededores de Santiago y
San Andrés con los ríos, independientemente del camino
grande.45
Esto queda ilustrado en el mapa localizado en el Archivo
General de la Nación titulado Santiago Tuxtla, Tacotalpam y
Cosamaluapan; marquesado de Oaxaca de autor anónimo, elaborado
en 1798. Su con tenido de acuerdo con la ficha descriptiva tiene
que ver con un litigio por tierras propiedad del duque de
Terranova. Desde 1629, a la muerte del hermano de Hernán
Cortés, don Pedro Cortés Ramírez de Arella no, los marqueses
del valle fueron mejor conocidos como duques de Terranova
debido a que la siguiente heredera del cargo del marque sado
fue la sobrina de don Pedro, Estefanía Carrillo de Mendoza y
Cortés, quien estaba casada con Diego de Aragón, IV duque de
Te rranova. El que se refiere en el mapa debió haber sido el XII
marqués del valle de Oaxaca, Héctor María Pignatelli de
Aragón, quien sus tentó el puesto entre 1765 y 1800.46
En este mapa la representación de los ríos como vectores de
nume rosas actividades, siempre ubicados en un primer plano, nos
señala la importancia que tuvieron en la percepción de los
artistas y, sin duda, en gran parte de la población;47 todo parece
indicar que el autor es eu ropeo, sobre todo si seguimos las pistas
que nos da Manso quien men ciona que signos propios de una
tradición occidental son las herradu ras que señalan los caminos
para las caballerías, el sol antropomorfo
—una cara circular con rayos— y poblaciones unidas por
caminos que recuerdan a los mapas de peregrinación europeos que
señalan las rutas hacia los lugares santos.48 Pareciera que este
mapa cumple con to dos estos rasgos, además de la glosa europea
que puede leerse en la re lación entre los números que indican
distintos puntos del mismo.
Caminos de agua en tierra firme y mar

Para esta investigación, la información relevante que nos


propor ciona este documento cartográfico tiene que ver con la
manifestación de los ríos como principales vías fluviales que
conectan toda la serra nía de Los Tuxtlas con los poblados que
le rodean como Tlacotalpan, Alvarado y Cosamaloapan hacia el
oeste, y Acayucan que no aparece en el mapa pero que sí
marca el camino que conduce a dicho lugar. Para su mejor
comprensión se ha separado el siguiente mapa en cuatro secciones
(AD) donde se identifican los poblados y ríos que pudie ron ser
reconocidos.

División del mapa para su análisis por cuadrantes de A a D.


240 Veredas de mar
Volcán San
Martín
Oriente

Roca Partida

La Vigía

La Cañada
Barra de
Alvarado
El Mesón

Camino real
para
Tuxtla

Canoas
Puente para
cruzar un río

CUADRANTE A. Volcán de San Martín y algunas embarcaciones indígenas y españolas.

Barra de
Sontecomapan Laguna de
Catemaco

Canoas

Camino de
Cerro Mono
Acayucan
Blanco

Pueblo Sn. Christobal


de San
Andrés Puchuapan
Sta. Bárbara

Bodega Amapan
de Sn.
Andrés

Tepango

Tuxtla
Monte de Tuxtla
Bebedero
Sn. Diego
Masatlán

CUADRANTE B. Barra de Sontecompan y lago de Catemaco.


Caminos de agua en tierra firme y mar

Piedra
incada Río
Blanco
Salta Barra Naranjal

Arroyo
de
Cañas Rancherío
Consolación Río de Gueiapan

Zamatepeque

Sta.
Potrero
Rita
Tacotalpam

Boca de
San Miguel

Cosamaluapan
Tecomate
Sapotal

CUADRANTE C. Sistema del río Papaloapan o Alvarado en el lado izquierdo.

Entrada de
Bidaña Masatlan

Tapacoyam
Ayoxin
Arroyo Largo
Apan Juan
Roque

Bodega de

Tuxtla La
Laguna del
Nopale Pitualla
Salto La Serca
de
Teteuca Las Animas
Río de Acayucan

Boca
de Alonso
Lázaro

Boca del Burro

Potrerillo
242 Veredas de mar
CUADRANTE D. Río de Acayucan o San Juan y otras vías fluviales conectándose con poblaciones
en sus riberas.
Caminos de agua en tierra firme y mar

La conectividad del paisaje se da por la presencia de las vías


fluviales que se aprecian en el mapa. También se marcan con
líneas puntea das paralelas algunos caminos reales y otros que no
lo son. De la prác tica de la navegación se observa una
embarcación de tradición euro pea con al menos tres velas en la
parte superior izquierda, navegando justo frente a Roca Partida
(cuadrante A). Más adelante, sobre la línea de costa, se dibuja
la barra de Sontecomapan y su cercanía con el la go de
Catemaco donde se pueden ver dos pequeñas embarcaciones
que nos aventuramos a decir son canoas monóxilas con pescadores
so bre ellas (cuadrante B). Del lado izquierdo del mapa se observa
la barra de Alvarado (cuadrante A) y tres pequeñas
embarcaciones sobre un río que debe de ser el Papaloapan y
que se convierte en el río San Juan al virar hacia el oeste. Los
detalles y la información que se obser van en la imagen son
inmensos. Pareciera que todo el sistema de vías terrestres y
acuáticas quedó perfectamente plasmado como una uni dad
indisoluble por el autor del mapa.
Este documento cartográfico permite entender cómo la
región de Los Tuxtlas estuvo inmersa en un entramado de ríos
que la co nectaron con las regiones aledañas. Era una isla de lava
que se comu nicaba gracias a los caminos terrestres y acuáticos
que creaban una red de puntos de almacenaje —como las
bodegas de San Andrés o de Tuxtla— y de redistribución,
comunicando a las comunidades de la sierra y al sector costero
con poblados de gran importancia como Aca yucan, Alvarado,
Tlacotalpan y Cosamaloapan. Puede percibirse tam bién el sistema
de conectividad del paisaje, con el cual hemos tratado de
describir la práctica de la navegación en relación con la
integra ción de distintos rasgos culturales y naturales a través de
vías acuáticas y terrestres.
Debe quedar claro que la integración de Los Tuxtlas a la red
de co mercio fluvial, costero y terrestre estuvo condicionada por
prácticas de contrabando y piratería. El dominio de la Corona
sobre la región resultaba prácticamente nulo y, en
consecuencia, para la segunda mitad del siglo XVII, un tercio
del intercambio era legal y aparece cuantificado por vía de las
cargas fiscales y los registros. Sin embargo, las dos terceras partes
de ese comercio, lo desconocido, constituyen lo importante y sus
fluctuaciones son imposibles de medir. Es entonces el contrabando
244 Veredas de mar
lo que más influye en la vida de los habitantes de la
Caminos de agua en tierra firme y mar

costa sur de Veracruz, en particular de Los Tuxtlas. Para finales


del siglo XVII esta actividad fue un asunto atribuido a los
franceses.49
Los navíos ingleses, holandeses y franceses, ignorando todos
los tratados, se acercaban a los puertos de la América española
para tra ficar de manera directa con todo lo que cargaban en
sus naves.50 La permanencia de la relación compleja entre
fraude, contrabando y pi ratería se debía a varios factores que
García de León abrevia de la siguiente manera:

• La existencia de una demanda creciente de diversos


productos lo cales y europeos, aumentada por el
crecimiento de la población desde 1660, insatisfecha por
las políticas restrictivas de la Coro na, acompañada de un
aumento de la capacidad adquisitiva y de las necesidades de
una población cada vez más ávida de consumo.
• Las debilidades del sistema mercantil español, caracterizado por
la lentitud, el alto costo del transporte, los impuestos, un
complejo sistema de recaudación, la ineficiencia y la
corrupción.
• El contrabando, en gran medida controlado por los
holandeses y por sus intermediarios ingleses, ofrecía cada vez
más una creciente variedad y cantidad de productos.51

Así, Velasco menciona que a la par de las transacciones


mercantiles que se realizaron dentro de los márgenes impuestos
por el control del consulado de México, hubo comerciantes que
combinaron la prác tica legal con el contrabando, tanto de
productos de la tierra como de aquellos procedentes de
ultramar. Fue una actividad mediante la cual se podía lograr una
rápida capitalización, por lo que los comerciantes de la región del
Papaloapan no desaprovecharon la ocasión de obte ner
ganancias evitando el pago de la alcabala y otros gravámenes.
El autor concluye que el aislamiento geográfico y el fácil acceso
por la costa y los ríos, sin faltar las autoridades coludidas con el
intercambio ilegal de mercancías, facilitaron su práctica.52
Las incursiones holandesas, francesas e inglesas siguieron la
mis ma ruta de la sal desde Campeche, penetrando tierra
adentro por el río Coatzacoalcos, la laguna de Sontecomapan y
el río Papaloapan, in volucrando a algunas autoridades locales,
246 Veredas de mar
españolas e indígenas, que habían establecido alianzas con los
contrabandistas aprovechando la
Caminos de agua en tierra firme y mar

situación geográfica y las necesidades económicas de ciertos


pueblos. Por ejemplo, del puerto de Alvarado, de la región
marítima de Los Tux tlas, de la cuenca del Coatzacoalcos y de
la despoblada costa de los Ahualulcos frecuentada por los
filibusteros hasta 1718.53 En función de los mapas existentes
en Sevilla, podemos agregar que esto preo cupó a las
autoridades del puerto de Veracruz desde 1680 hasta fines de la
época colonial.
Uno de estos mapas es el Plano de entradas y salidas furtivas
por el partido de Agualulcos, localizado en el Archivo General de
Indias en Sevilla. Es un plano de autor anónimo, elaborado en
1722, que permi te identificar las diversas rutas seguidas por los
contrabandistas en el partido de Agualulcos, perteneciente a la
alcaldía de Coatzacoalcos. El plano denuncia los parajes por
donde se sacaban cacao y tabaco. De acuerdo con lo que se
puede leer en la glosa, las mercaderías se trans portaban en
canoas por el curso de los ríos Coatzacoalcos, Tonalá,
Huimanguillo y San Juan Minchapan, rodeando la sierra de Los
Tux tlas. Se específica que este transporte fluvial se
comunicaba con el acarreo a lomo de mulas por los caminos
terrestres. En el mapa, justo bajo la rosa de ocho vientos, puede
observarse dibujada la sierra de San Martín, referida con la letra X
que indica en la glosa que era parte del terreno de la alcaldía
de Acayucan.
Sobre los sitios privilegiados para la piratería, la primer área de
ocu pación de los bucaneros se estableció alrededor de la punta
de Roca Partida y en la desembocadura de la laguna de
Sontecomapan, apro vechando la parte despoblada y marítima
de la serranía de Los Tux tlas, pues un enclave más al norte,
entre la punta de Antón Lizardo y Alvarado, nunca pudo
establecerse por la cercanía del puerto de Veracruz y por la
vigilancia de sus milicias. Esta creciente presencia del enemigo
en la región de Los Tuxtlas causó, desde finales del XVI, la
desocupación de varias comunidades indias tributarias en esta
parte del marquesado de Cortés.54
Otro punto importante de actividad en cuanto al
contrabando se situó al sur de la pequeña cordillera marítima,
desde las faldas del volcán San Martín Pajapan —conocido en la
época como Pan de Min zapan— hasta la desembocadura del río
Coatzacoalcos. A esta zona se le llamó isla Mariana, Juliana o
248 Veredas de mar
Santa Ana, la arenosa barra isleña que forman el golfo, el
Coatzacoalcos, el Calzadas y la laguna del Os
Caminos de agua en tierra firme y mar abierto
Plano de entradas y salidas furtivas por los Agualulcos. Se muestran las rutas de los contrabandistas desde la sierra de Los
Tuxtlas hasta la boca del río Copilco, en Tabasco (AGI, MP-México, 722). Fuente: anónimo, 1722.
244 Veredas de mar
tión55 y que aparece señalada en los mapas como La Barrilla.56
Estos puntos se perciben en el mapa Porción de la costa del seno
mexicano desde la puntilla de Piedra al sureste hasta la barra de
Coatzacoalcos; ist mo de Tehuantepec hasta el mar del sur, elaborado
por Miguel del Corral y Joaquín de Aranda en 1793. Este mapa
comprende pueblos, hacien das, rancherías y ríos (véase anexo:
mapa 12), de la barra de Alvarado, situados al sureste de la barra
de San Tecomapa —hoy día barra de Sontecomapan— y Roca
Partida, al sur de la barranca de Coatzacoal cos y el río con el
mismo nombre. Esta cartografía se levantó por or den de don
Antonio María Bucareli y Ursúa con el fin de marcar las
costas de Barlovento y Sotavento a finales del siglo
XVIII.
Para finalizar la reconstrucción de la línea de costa que se
puede observar en el mapa de la página 229, se utilizó una
carta náutica ela borada en 1775 por Thomas Jeffreys,
llamada The Cost of New Spain from Nueva Vera Cruz to Triste Island
(véase página 229). En ésta se marcaron puntos importantes
sobre la línea de la costa desde Roca Partida, hasta la llamada
punta El Morro de San Martín; la presen cia de arroyos y
formaciones rocosas visibles sobre la costa y la laguna de San
Andrés —que debe ser la laguna costera de Sontecomapan—;
desde este punto hasta la punta de Zapotitlan, que desde el
siglo XVI se representa en los mapas, se pone una glosa que dice
“Costa brava de Sabrucales”; no hemos podido identificar este
último término, pero tal vez se refiere a la peligrosidad de ese
sector debido a la presencia del arrecife paralelo a la línea de
costa. Se lee la glosa “Punta de Sapo tlan” que debe hacer
referencia a la punta de Sapotitlan o Zapotitlan indicada desde
el siglo XVI en la cartografía disponible. Justo en ese sector se
puede leer la glosa Passage for barks, indicando la vía idónea para
el traslado de navíos.
Se añadió un mapa más de inicios del siglo XIX para
tener un último referente de cómo se representó la región a
finales de la época colonial y cuáles fueron los puntos sobre
la línea de costa que se mantuvieron. Este mapa es la Carte
general du royaume de la Nouvelle Espagne elaborada por Alexander
von Humboldt en 1809, que apa reció en su Atlas géographique
et physique du Royaume de la Nouvelle Espagne que acompañó las
ediciones alemana y francesa de su Essai politique sur le Royaume
Caminos de agua en tierra firme y mar
de la NouvelleEspagne (véase página 229). En la ilustración se
pueden observar las puntas Roca Partida, Morrillos,
246 Veredas de mar
Zapotitlan, Xicacal y San Juan, hasta La Barrilla que es la
laguna del Ostión antes referida.
Para comprender de manera muy superficial cuál era el
contexto en relación con las formas de comunicación de la
región, Montero nos hace saber que para inicios del siglo XIX
todos los productos que del interior llegaron a San Andrés y a
Catemaco lo hicieron por las po blaciones de Alonso Lázaro y
Palo Herrado, desembarcaderos per tenecientes al vecino
municipio de Santiago Tuxtla y que pueden observarse en la
cuadrante D (véase página 239). Para este momen to, las
comunicaciones no estaban a la altura de los cambios expe
rimentados en las transacciones comerciales; no existían
caminos carreteros, y el tráfico por los ríos continuaba siendo en
canoas; la con ducción de cargas a San Andrés Tuxtla era
costosa y tardada. El autor refiere que las dificultades para
viajar en el cantón no habían desa parecido, pues como no se
contaba con camino carretero para el in terior, los viajes se
efectuaban a caballo hasta Alonso Lázaro, siendo de gran
dificultad en época de lluvias porque el terreno era arcilloso,
accidentado e intransitable. De Alonso Lázaro a Tlacotalpan y
Alva rado había canoas y buques de vapor que pertenecían a la
Compañía Mexicana de Navegación de los ríos de Sotavento.57
Durante la épo ca de sequías, el mayor obstáculo para las
embarcaciones era la poca agua que acarreaban los ríos San
Juan y Tesechoacán. En esos días, las canoas que hacían el
trayecto entre paso de San Juan y Tlaco talpan demoraban hasta
seis días en el viaje y las salidas desde playa Vicente tardaban el
doble. Para los canoeros era un problema cruzar muchos de los
ríos, por lo que la idea de construir un ferrocarril que llegara a
Los Tuxtlas cobró mayor fuerza con el despegue tabaquero y
azucarero, ya entrado el siglo XIX.58
Hemos decidido detenernos al final de la Colonia porque
nues tro propósito es entender cuál ha sido el papel de Los
Tuxtlas y cómo se dio la navegación durante la época colonial en
la región. Como po demos ver, los datos son de diversa índole,
desde los cartográficos que nos muestran rasgos del paisaje
continuamente representados hasta los documentos escritos,
juntos nos permiten entender el papel de la misma como zona
de refugio, de comercio lícito o ilícito, como punto nodal de la
comunicación entre el sur de la costa del golfo y el centro de la
Caminos de agua en tierra firme y mar
misma, así como con las tierras del centro de México en el
Altiplano.
248 Veredas de mar
Los Tuxtlas fueron receptores de la tradición marítima
europea desde la llegada de los españoles. Los navegantes
europeos anclaron su forma de surcar las aguas sobre la costa de
este pequeño sector y un vistazo a la percepción que se tuvo de
la misma en los tres siglos de la Colonia se observa en la
reconstrucción generada a partir de algunos de los mapas
analizados (véase página 229), conviviendo con la so ledad que
permeaba sus playas ante el decaimiento de la población
indígena. La particularidad de los sucesos y la importancia de
la re gión se puede rastrear en las diversas fuentes que se han
presentado, pero apuntaremos aquí que debemos entender que la
navegación nun ca funcionó como un sistema aislado. La unidad
de esta actividad junto con los mecanismos terrestres de
comunicación y apropiación del entorno es indisoluble.
Bajo este contexto, Velasco hace un interesante aporte e
interpre tación sobre cómo el navegante de estos cuerpos de agua
pudo haber percibido su espacio.59 De acuerdo con el autor se
trataba de hombres que en su mayoría vivían en las riberas y
sobre la costa, trasladándose de un lugar a otro a lo largo de
los ríos y arroyos, por lo que su refe rente no era la tierra
firme, sino la extensión de la superficie acuática que
consideraban como una prolongación de su propia comunidad.
La superficie acuática se convertía en un territorio colectivo
recono cido por el derecho y la tradición.60
Sólo mencionaremos que este es el sentir de las comunidades
ac tuales, de los navegantes que hoy surcan las aguas, quienes
parcelan los ríos, seccionan el mar y siembran las lagunas. El
vínculo con los cuerpos de agua, siguiendo la propuesta de
Velasco, parece haber sido y es en la actualidad de dos formas:
sustancial y relacional.61 Sus tancial porque en ellos existe
aquello que les proporciona los medios para subsistir; relacional
porque en la convivencia cotidiana se vincu la la vida contenida
en el espacio acuático con la sociedad y la cul tura de los
navegantes, sean estos pescadores, contrabandistas, trans
portistas o pasajeros de una canoa. Las aguas de la región no son
todas navegables, pero inundan sin duda alguna la historia de
la región.
Caminos de agua en tierra firme y mar

NoTas
1
Urroz, 2012: 2425.
2
Ibíd: 181.
3
Trabulse, 1994: 155191, cit. pos. Urroz, 2012: 182.
4
Urroz, 2012: 182 y 183.
5
Trabulse, 1994: 155191, cit. pos. Urroz, 2012: 187189.
6
Urquijo y Barrera, 2009.
7
Robertson estableció cuatro tipos de mapas en las relaciones geográficas:
planos de ciudades; paisajes con el área circundante; combinación de
planos con pai sajes y cartas náuticas (Manso, 2012: 34).
8
Manso, 2012: 2352.
9
Acuña, 1985.
10
AGNM, HJ, 121, 2, pp. 114 cit. pos. en García de León, 2011: 179.
11
Real Academia Española, 1737: 131.
12
García de León, 2011: 172.
13
Cortés, 1975: 131.
14
García de León, 2011: 169.
15
Guevara, 2010.
16
García de León, 2011; Guevara, 2010: 209210.
17
García de León, 2011: 406 y 408.
18
Véase figura 8 en Mundy, 1996: 24.
19
Hernández, 2004: 91.
20
Ibíd: 92.
21
Musset, 1992: 39; Hernández, 2004.
22
Real Academia Española, 1817: 642.
23
La cabecera municipal de Pajapan congrega hoy hablantes de una
variante muy particular del nahua del golfo, pero en tiempos coloniales
fue una hacienda ga nadera única en su género, pues fue entregada
como merced de estancia para ganado mayor a la comunidad de San
Francisco Minzapan, que es hoy uno de los pueblos desaparecidos de su
municipio. Esta merced de dos sitios se con cedió en 1605. San
Francisco se localizaba en el sitio hoy llamado “Minzapan viejo”. El
antiguo caserío de Minzapan, del actual municipio de Pajapan, es el
antiguo pueblo de Santiago o Santa María Minzapan. Los “Minzapas”
fueron de la encomienda de Juan de España, su viuda y su sucesor
Alonso de Horta de Lorenzo Genovés sucedido por Gonzalo Rodíguez de
Villa fuerte (García de León, 2011: 393 y 394).
24
García Pimentel, 1904: 167.
25
García de León, 2011: 409.
26
A. Delgado, 2004.
27
García de León, 2011: 402.
28
Velasco, 2004: 146.
29
Ibíd: 146.
250 Veredas de mar
30
Ídem.
31
Ídem.
32
Ídem.
33
De Rivera, 1728: 67.
34
Ibíd: 69.
35
López y Toledo, 2009: 54; García de León, 2011: 440.
36
García de León, 2011: 726.
37
Velasco, 2004: 148.
38
Ibíd: 151.
39
Gerhard, 1991: 39.
40
García de León, 2011: 616.
41
Ibíd: 401402.
42
Ídem.
43
Ibíd: 741742.
44
García Martínez, 1969: 137140.
45
Ídem.
46
Ibíd: 119.
47
Thiébaut, 2013: 86.
48
Manso, 2012: 35.
49
García de León, 2011: 631.
50
Ídem.
51
Ibíd: 618.
52
Velasco, 2004: 156.
53
García de León, 2011: 637.
54
Ídem.
55
Ibíd: 404.
56
Actualmente se conoce como Las Barrillas.
57
Montero, 2008: 29.
58
Ibíd: 30.
59
Velasco, 2004: 162.
60
Ídem.
61
Ídem.
coNsideracioNes fiNales

D
espués de los sinuosos caminos que hemos tenido que
recorrer para poder llegar a esta última sección de la
investigación, éste resulta ser el espacio pertinente para
evaluar y reconocer las li
mitaciones y alcances presentados en este libro.
Recordemos que al inicio de nuestro estudio nos
preguntamos:
¿existió una tradición de navegación prehispánica identificable
en la región de Los Tuxtlas, Veracruz? De ser así, ¿de qué
manera convivió o se integró a una tradición europea de
navegación? Las mismas fuen tes consultadas nos llevaron a
ampliar el espectro temporal y discipli nar para responder a estas
preguntas y plantear otras durante el pro ceso de investigación,
manteniendo siempre un eje a lo largo de la misma: el estudio
del paisaje. Este eje constituyó el objeto principal de análisis y
nos permitió ampliar las fuentes de información respecto al
tema. El propósito desde el principio consistió en encontrar
alguna congruencia entre los datos discursivos de tipo histórico,
cartográfico y arqueológico, o bien establecer la
independencia entre ellos.
Recapitularemos exponiendo algunas consideraciones finales,
si guiendo a Raquel Urroz,1 en este libro se concibe el espacio en
cuanto a su territorialidad como la base material que estructura
la identidad colectiva y así, en ambos sentidos, la cultura que
se produce llega a enlazarse con un sitio determinado, mientras
que el medio natural se va transformando en otro cultural por el
pensamiento del hombre. En este sentido, buscamos no
únicamente ser descriptivos, pues no só lo nos enfocamos en la
mera localización exacta de los fenómenos en el espacio, sino
252 Veredas de mar
que relacionamos dicho territorio con su ámbito cul tural, con
la idea de un “paisaje humanizado”.
250 Veredas de mar
Mediante el estudio del paisaje se buscó generar
indicadores de tipo geográfico que nos mostraran las
condiciones necesarias para identificar una actividad que
involucró la apropiación de espacios la custres, fluviales y
costeros. El análisis espacial que se aplicó no preten dió forjar una
postura geográfica determinista sino interdisciplinar, y se
asumió como un paso necesario ya que la zona se ha
concebido como navegable desde la época prehispánica de
acuerdo con datos arqueológicos y, como hemos visto,
continuó siendolo durante toda la época colonial.
En este sentido, el uso de los sistemas de información
geográfica (SIG) debe tomarse como parte de una metodología, no
su base. Son herramientas que ayudan en la visualización y el
procesamiento de datos espaciales y culturales, es decir, una
herramienta para el análi sis del paisaje. Al modelo de análisis
espacial que se aplicó, le hacen falta más indicadores culturales,
lo cual puede representar una desven taja, sin embargo, al ser un
modelo su plasticidad resulta conveniente en gran medida en
función de los parámetros y variables que se pue dan ir
agregando subsecuentemente.
Por otro lado, la navegación prehispánica puede proponerse
co mo un sistema de conectividad de paisaje, un modelo
espacial que plantea la integración del uso de vías fluviales,
lagunas volcánicas y costeras, humedales y esteros, junto con
vías terrestres, constituyendo en una unidad de significado al
paisaje, en este caso, de Los Tuxtlas. Esta conectividad
probablemente sucedió entre diversos elementos del paisaje —
caseríos, centros poblacionales, centros ceremoniales, áreas de
explotación de recursos fluviales, estuarios, lacustres y entornos ma
rítimos— junto con los terrestres.
Esta tradición de navegación prehispánica en la región de
Los Tux tlas dista de ser comprendida. Pareciera que aún falta
la integración de más datos, no obstante, caracterizado por el
aprovechamiento de los entornos acuáticos pudo haber tenido
un engranaje con la tradi ción naval europea sobre la línea de
costa, donde puntos en el paisa je que posiblemente fueron de
gran importancia durante la época pre hispánica lo hayan sido
de manera continua, al menos en cuanto a su reconocimiento
espacial por los navegantes y cartógrafos europeos, y más tarde
mestizos, que reconocieron y plasmaron este sistema en la
Consideraciones finales
cartografía de la región durante al menos tres siglos.
252 Veredas de mar
El engranaje entre la tradición de navegación prehispánica
y la europea se buscó a partir de la reconstrucción de la línea de
costa, con las dificultades que los datos arqueológicos implican
y con la enorme cantidad de datos históricos recuperados.
Sobre la línea de costa, la bisagra de ambas tradiciones descansa
en los rasgos arqueológicos men cionados por Siemens2 y que son
parte del desarrollo de proyectos arqueológicos vigentes —en
este trabajo sólo se menciona su existen cia— los cuales podrían
tener una coespacialidad en relación con los rasgos plasmados
en la cartografía occidental. No es posible más que sugerir que
algunos de estos puntos, como Montepio o Sonte comapan,
formaron parte de los derroteros prehispánicos costeros;
agregaríamos también Roca Partida ya que actualmente es un
punto clave y lo fue durante la época colonial, por lo cual se ha
sugerido su relevancia durante la época prehispánica.3
Cabe recalcar que en ningún momento se trató de subsanar
el vacío prehispánico con el estudio de la época colonial, al
contrario, siempre se buscó caracterizar este periodo por sí mismo
en función de entender los distintos procesos de apropiación del
paisaje de Los Tux tlas, sugiriendo que la tradición prehispánica
debió existir y que al ser distinta de la española era necesario
entender cómo ésta última se habría anclado y sobrevivido a lo
largo del tiempo en el paisaje de esta región. La trascendencia de
entender estos procesos de apropiación tiene que ver con la
comprensión respecto al papel de Los Tuxtlas en la historia del
paisaje. Si hemos dicho que formó parte de sistemas de comercio e
intercambio más amplios, buscamos responder también có mo es
que esta isla de lava se integró a partir de la práctica de la
nave gación. Sin embargo, sigue siendo necesario continuar la
exploración de las formas de navegación prehispánica que
integran los distintos puntos del paisaje y funcionan de manera
unitaria con la apropiación de la tierra firme. Por otro lado,
reconocemos y tratamos de establecer el desarrollo local de una
tradición europea que en aguas profundas desplegó una
maestría como ninguna otra, la cual se vio alterada an te la
nueva geografía de la región, en peligro y obligada a anclarse a
la línea de costa ya antes navegada, recorrida y conocida.
¿Dónde se da esa coyuntura de ambas tradiciones? Pienso que
ahí, donde ambas tenían algo que compartir, sobre la línea de la
costa que con sus bocas de río, sus pequeñas lagunas costeras, sus
Consideraciones finales
prominencias
254 Veredas de mar
rocosas y su oleaje traicionero fue el receptáculo de ambas formas
de apropiación de un entorno tan complejo como el marítimo.
Como menciona Antonio García de León, la percepción del
litoral por sus pobladores no era algo natural, más bien, la
aprensión de este espacio específico, que constituye un territorio
intermedio entre tierra y mar, fue consecuencia de una
construcción cultural que se concreta en la historia y se
modifica con ella, al mismo tiempo que se inscribe en el campo
de las relaciones sociales y se modula en función de sus acto
res quienes posaron su mirada sobre este espacio particular, al que
con tribuyeron a identificar como suyo y casi a “inventarlo” en
oposición a otros.4 En la creación de los puertos, puntos de
referencia, derroteros, áreas de contrabando y piratería,
intervinieron factores políticos, es tratégicos, técnicos y económicos
que involucraron funciones de go bierno, de defensa militar y
tráfico, de control del “territorio líquido y terrestre” sobre el que
una institución mucho más compleja, como lo fue el puerto de
Veracruz en la Colonia, creyó poder ejercer su control. A lo largo
de la época colonial los sistemas territoriales poco a po
co se integraron creando estructuras cambiantes, de tal forma
que la construcción del paisaje en los siglos XVI y XVII se
modeló bajo las condiciones de este proceso históricosocial. Los
ríos se sumaron a esta red formando un sistema dendrítico, es
decir, articulándose al rededor de varias desembocaduras,
entre ellas las de los ríos Coat zacoalcos y Papaloapan que
rodeaban a Los Tuxtlas, conformaron la línea de costa. A lo
largo de este proceso, la isla de Los Tuxtlas, la de lava, fue
todo menos eso, un sector aislado y solitario. La población
humana se ha visto atraída a ella desde siempre, tal vez sea la
magia de la que habla Sergio Guevara, tal vez sea porque parece
tenerlo todo. La altura de un vigía que alcanza a vislumbrar todo
aquello que la ro dea; las planicies no siempre placenteras por
las condiciones extre mas que las permean, aunque siempre llenas
de abundantes recursos. El paisaje marítimo, el volcánico, el
lacustre, todos ellos aprovechados en la época prehispánica, tal
vez fueron vistos de otro modo con la llegada de los españoles.
Algo es seguro, Los Tuxtlas se impregnaron en la memoria de los
navegantes conquistadores desde el primer mo mento en que la
región fue vislumbrada desde alta mar. Posteriormen te
representó un refugio, tal vez lo ha sido siempre, si evaluamos
Consideraciones finales
la
256 Veredas de mar
información arqueológica disponible, pero ¿refugio de quién? de aquél
que fuera capaz de apropiarse de ella.
Finalmente, retomamos la siguiente reflexión de Westerdahl,5
en la cual el autor nos hace recapacitar sobre cómo la
arqueología y la historia de las embarcaciones, de las prácticas de
navegación, conti núan siendo fundamentales, siempre buscando la
contextualización holística de esta práctica. Así, de acuerdo con
el autor, encontramos que la integración de la forma de
apropiación acuática y terrestre funcionó la mayoría de las
veces como una unidad. Eso es precisa mente lo que hemos
intentado hacer aquí. No darle un lugar a la na vegación
superior al de cualquier otro tipo de mecanismo de vincu lación
con el paisaje, sino tratar de caracterizarla en un principio, para
después conocer su desarrollo al lado de las formas de
apropiación terrestre. Como el mismo autor reflexiona, la única
manera de lograr esto es usando fuentes poco convencionales,
ya que la historia y la ar queología de estos procesos resultan ser
la mayoría de las veces escasas. Para terminar, insistimos en que
el estudio de las tradiciones de navegación durante la época
prehispánica debe entenderse a su vez como el estudio de las
posibilidades de rutas de comunicación no ex clusivamente en
tierra firme; del entendimiento de una tecnología a primera
vista sencilla, pero que sobre todo fue efectiva y permitió que
las sociedades mesoamericanas se desplazaran, comunicaran e
inte graran dentro de un complejo entorno. La navegación,
como un sis tema que involucró tecnologías y conocimientos
especializados que aún están lejos de ser del todo entendidos,
ayudó a que el hombre mesoamericano surcara las aguas que
hoy en día podrían verse como simples obstáculos, o descartarse
como opciones de movilidad. El es tudio de su permanencia a lo
largo de la Colonia permite entrever que los españoles que
llegaron a las tierras inundadas supieron apro vechar por algún
tiempo estos sistemas de comunicación, comercio y transporte, y
que con el paso de los años fueron relegados ante la irre
mediable preponderancia de los caminos terrestres y la tecnología
que
de forma irremediable alcanzó al territorio novohispano.
Consideraciones finales

NoTas
1
Urroz, 2012.
2
Siemens, 2010.
3
Delgado, Parra y Ortiz, 2008.
4
García de León, 2011.
5
Westerdahl, 2007: 192.
256 Veredas de mar y

agN Archivo General de la Nación.


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In dígenas.
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Mapa 1. Rutas fluviales de acuerdo con los datos e interpretaciones arqueológicas


disponibles del periodo Formativo. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.

Mapa 2. Rutas fluviales de acuerdo con los datos e interpretaciones arqueológicas disponibles
del periodo Clásico. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
278 Veredas de mar

Mapa 3. Rutas fluviales de acuerdo con los datos e interpretaciones arqueológicas disponibles
del periodo Postclásico. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.

Mapa 4. Altitudes del terreno en relación con el mar (metros sobre el nivel del mar).
Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
Anexo

Mapa 5. Se observa la diferencia de pendientes en el terreno y, sobrepuestos, los principales


cuerpos de agua de la región. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.

Mapa 6. Se representan áreas que indican la distancia respecto al río o cuerpo de agua. En
este caso para indicar la presencia del río, dado que se requería de una imagen tipo raster que
se pudiera vincular con el mapa de pendientes. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
280 Veredas de mar

Mapa 7. Las categorías del mapa de distancias original (mapa 6) han sido cambiadas por una
escala del 1 al 10. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.

Mapa 8. Las categorías de pendiente del terreno del mapa 5 fueron sustituidas por la
escala del 1 al 10. Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
Anexo

Mapa 9. Resultado de la integración de las dos variables (presencia del cuerpo de agua y
pendiente del terreno). La escala es del 10 al 1 e indica que el color azul, que corresponde al
10, son las áreas que cumplen con las condiciones establecidas. Elaboración: Mariana Favila
Vázquez.
282 Veredas de mar

Mapa 10. Mapa final que reduce las categorías a seis, presentando en azul oscuro las
áreas más navegables y su contrastación con los ríos usados para el modelo.
Elaboración: Mariana Favila Vázquez.
Anexo

Mapa 11. Se comparan las rutas navegables derivadas de las interpretaciones arqueológicas
y las zonas navegables derivadas del análisis espacial. Elaboración: Mariana Favila
Vázquez.
Villa de Tuztla

284 Veredas de mar y


Bodega
Río de Sn. Juan Tecoltepec Río Tuxtla Sierra de Sn. Andrés

Río Cañas
Roca Partida

Lago de Catemaco

Barra de Sn. thecomapan

Pta. Sapotitlan
Sa. Minzapas
Olapa Olapilla
Pta. de Sn. Juan

Sierra de San Martín


Barrilla

Mapa 12. Sector de la barra de Alvarado hasta Coatzacoalcos del mapa llamado Porción de la costa del seno mexicano desde la puntilla de
Piedra al sureste hasta la barra de Coatzacoalcos; Itsmo de Tehuantepec hasta el mar del sur.
Fuente: Miguel del Corral y Joaquín de Aranda, 1793 (AGN, número de pieza: 0373 clasificación: 977/0361).
Anexo

Diagrama 1. Esquema de pasos para elaborar el modelo de análisis


espacial. Fuente: McCoy et al. 2001-2002: 23; esquema modificado por
la autora.
286 Veredas de mar y río

Vectores (cuerpos de agua)

Imagen raster (pendientes)

ILUSTRACIÓN 1. Se sobrepone la capa vectorial de cuerpos de agua sobre la capa raster


de las pendientes. Al ser diferentes tipos de formatos digitales hay espacios que no
se tocan entre ambas imágenes.

Imagen raster (distancia)

Imagen raster (pendientes)

ILUSTRACIÓN 2. Sobreposición de las dos imágenes raster que resultan del paso 2 del diagrama 1, que
consiste en derivar información de los datos que tenemos (recordemos que estos eran los ríos en
formato vectorial y las curvas de nivel, también en formato vectorial).
Veredas de mar y río. Navegación prehispánica y colonial en Los Tuxtlas,
Veracruz
—editado por la Coordinación General de Estudios de Posgrado
y el Programa de Maestría y Doctorado en Estudios
Mesoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de
México—

El cuidado de la edición y la coordinación editorial estuvo a cargo


de: Lic. Lorena Vázquez Rojas

Diseño de portada y formación tipográfica:


D.G. Citlali Bazán Lechuga

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