La Modificación de Conducta
La Modificación de Conducta
La Modificación de Conducta
¿QUÉ ES LA CONDUCTA?
Antes de hablar sobre modificación, debemos preguntarnos qué entendemos por conducta. Algunos
sinónimos frecuentes incluyen: actividad, acción, actuación, respuesta y reacción.
Esencialmente, la conducta es algo que una persona hace o dice.
Técnicamente, la conducta es cualquier actividad muscular, glandular o eléctrica de un organismo.
1. Se basa en los principios teóricos de la psicología del aprendizaje y en los modelos derivados de
la psicología científica para explicar, predecir y tratar la conducta.
2. Las conductas, normales o anormales, se adquieren, mantienen y modifican por los principios
del aprendizaje. De este modo, el comportamiento es, en gran parte, consecuencia del
aprendizaje.
3. Su objetivo es la modificación o la eliminación de comportamientos desadaptados o negativos,
sustituyéndolos por otros más adaptados.
4. La modificación de conducta pone el énfasis en el aquí y ahora, en los determinantes actuales
del problema actual. Esto no quiere decir que se rechace la historia pasada; las causas de la
conducta siempre son importantes para determinar cómo cambiarla. El objeto de actuación es la
conducta problema actual.
5. Se utiliza la metodología experimental en la evaluación de las conductas, el diseño del
tratamiento y la valoración de los resultados.
6. La modificación de conducta es activa: las tareas asignadas son cruciales para el cambio.
7. Realizando el punto anterior se potencia la capacidad de autocontrol, llegando a convertirse el
paciente en su propio terapeuta; ello implica enseñarle habilidades y recursos de afrontamiento.
8. La modificación de conducta es individualizada: el tratamiento se adapta al sujeto y a sus
circunstancias, encontrando el mejor para cada persona.
9. La modificación de conducta es gradual, incrementándose progresivamente los recursos y
habilidades de la persona.
MODIFICACIÓN DE LA CONDUCTA EN LA NIÑEZ
Eres padre y está en contacto frecuente con niños, seguramente sabrás lo frustrante y desafiante que
puede llegar a ser el mal comportamiento de los pequeños. Pero, ¿qué significa que un niño se porte mal?
¿Y qué debemos hacer para remediarlo?
Cuando un niño se “comporta mal” significa que está haciendo algo que no nos agrada a nosotros, es decir,
se trata de una valoración arbitraria. Quizá el niño presente un problema de conducta, o quizá el problema
no sea él sino la situación que lo rodea.
Si lo que está afectando al niño es la situación en la que se encuentra, enfocarnos en que él cambie sólo
logrará lastimarlo, mientras que nosotros nos sentiremos frustrados. Por otro lado, si el pequeño realmente
presenta un mal hábito que necesita ser modificado, es importante implementar técnicas correctas para que
esto suceda y ayudarlo a desarrollar comportamientos más adaptativos
Necesidades básicas. La mayoría de niños son activos por naturaleza y no podemos esperar que disfruten
de estar encerrados en casa mucho tiempo. Necesitan realizar ejercicio físico y estar en contacto con el
medio ambiente. También, una comida muy atrasada o la alteración del ciclo del sueño pueden ser
propiciadores perfectos de una rabieta.
Causas médicas o farmacológicas. A veces, no es que el niño se esté portando mal, sino que está
enfermo o no se encuentra bien y, al no poder comunicarlo con palabras, manifiesta malestar, distrés o
irritabilidad debido a algún problema orgánico. También puede darse el caso de que se trate de una mala
reacción farmacológica. Asegúrate siempre de consultar con el pediatra la medicación a administrar.
La estimulación es muy buena para los niños. Un ambiente rico y diverso en estímulos puede permitir que el
pequeño obtenga más experiencias del entorno y aprenda a gran velocidad. Sin embargo, cualquier exceso
puede ser perjudicial.
Un ambiente demasiado cargado de estímulos (ruido, luces, actividad excesiva, etc.) puede sobrepasar la
capacidad de los niños para afrontarlos, crear confusión y dar lugar a la manifestación de signos de
sobreexcitación y ansiedad.
Por otro lado, una estimulación muy baja puede generar aburrimiento. Actividades como hacer trámites con
los padres o ir de compras pueden ser un gran fastidio para un niño. En estos casos, es normal que el
pequeño reaccione de modos que podríamos calificar como “mal comportamiento”, ya que su umbral de
paciencia y tolerancia a la inactividad no es el mismo que el nuestro.
Su funcionamiento es muy sencillo: se deben recompensar los buenos comportamientos que presenten los
niños e ignorar por completo las conductas problemáticas.
Se pueden utilizar innumerables variantes para el reforzamiento positivo. Siempre tiene que tratarse de algo
que el niño disfrute y valore como premio: un elogio, un cariño o una sonrisa pueden ser excelentes
reforzadores positivos, así como diversas actividades (ir al parque, jugar en el patio, visitar el zoológico, ver
una película, etc.) o incentivos materiales (un juguete, por ejemplo).
Es importante mostrar gratitud con los niños y mostrarles que estamos orgullosos de sus logros . De esta
manera, no sólo aumentará la probabilidad de que el buen comportamiento se repita, sino que se
cimentarán unas bases de autoestima más fuertes.
IGNORAR LOS MALOS COMPORTAMIENTOS:
Es importante aclarar que los niños necesitan y desean atención por parte de los adultos. Por eso, la
atención siempre funcionará como un reforzador positivo, aún si es utilizada de manera negativa, como en
un castigo o reprimenda.
Si respondemos al mal comportamiento con atención, lo que obtendremos será más comportamiento
negativo, mientras que, si prestamos atención a un buen comportamiento, obtendremos más de éste. Si
ignoramos una mala conducta y esperamos a que se presente una deseable, con el tiempo, lograremos
aumentar la frecuencia de esta última. Probablemente, lo más difícil sea tolerar un comportamiento
indeseado, por lo que esta técnica requiere un extra de paciencia, pero el resultado lo vale.
Las técnicas de reforzamiento tienen muy buenos resultados si son aplicadas correctamente y con criterio.
Es importante entender que no todos los niños son iguales, y que los reforzadores que pueden funcionar
para unos pueden no hacerlo para otros. Ante todo, es fundamental tener perseverancia, ser constantes y
coherentes con el método, y armarse de mucha paciencia y cariño.
El siguiente vídeo ilustra las técnicas tratadas en el artículo de un modo muy interesante y, a la vez, nos
hace revisar críticamente nuestros estilos de crianza. También se repasan algunos aspectos acerca de las
expectativas que de un niño de determinada edad se deben (o no) tener.
La técnica del sándwich se basa en conseguir un cambio mediante una crítica constructiva. Antes de
lanzar un mensaje negativo al niño, debes suavizar ese momento con un elogio y terminar con un mensaje
positivo, para conseguirlo debemos respetar estos 3 pasos:
2. Petición del cambio de conducta. Después del elogio, es el momento: debes plantear la necesidad de
que cambie de conducta. Para ello, espera unos segundos desde que lanzaste el elogio y añade un pero.
Ya sabes que te quiero mucho, pero. A continuación hazle llegar tu deseo de que quieres y necesitas que
cambie de conducta: Ya sabes que te quiero mucho, pero necesito que cambies y dejes de pegar a otros
niños. Después de hacerle llegar tu petición, debes explicarle por qué: Necesito que cambies y dejes de
pegar a los otros niños porque cuando lo haces, les haces daño. Y a continuación le dices lo que necesitas
que haga: Me gustaría que a partir de ahora dejes de haces eso.
3. Agradecimiento. Siempre hay que terminar con un mensaje positivo, por eso, después de pedir el
cambio de conducta, debes terminar agradeciendo algo, utilizando para ello, aunque. Aunque te agradecería
mucho que siempre que te sientas furioso, me lo digas.
LA MODIFICACIÓN DE CONDUCTA DE LOS
ADOLECENTES
Los cambios de conducta en el adolescente. La adolescencia es una etapa difícil del ser humano ya que se
mezclan diferentes sentimientos. En esta etapa del desarrollo del ser humano surgen los primeros
conflictos cuando el adolescente debe tomar decisiones por sí mismo.
El trastorno de conducta es una alteración del comportamiento, que a veces es diagnosticada en la infancia.
Se caracterizada por un comportamiento antisocial que viola las normas y reglas adecuadas para la edad.
Por ejemplo: la irresponsabilidad extrema, el comportamiento trasgresor (como las ausencias escolares o el
escaparse), la violación de los derechos ajenos (robo, por ejemplo) o la agresión física hacia otro (asalto u
otra violación).
RECOMENDACIONES:
o Escucha antes de aconsejar, o de reprochar, prestar atención, con expresiones neutrales (ajá, ya veo,
entiendo, etc.), con actitud propicia, esperando que el menor exprese todo lo que necesita, además
explore sus ideas.
o ¿Realiza preguntas, de cómo sería él si estuviera en tu lugar como padre, como haría con un hijo
como él? (utiliza tono de voz neutral sin amenaza ni reclamo), pídele que explique. Guarda silencio así
no estés de acuerdo con lo que expresa.
o Reconoce tu permisividad o carencias cometidas y señálale como ello no es útil para una vida
favorable. Y que juntos lo modificaran.
o Dile que confías en él o ella para realizar situaciones en conjunto. Dejen claras las responsabilidades
individuales y establezcan reglas.
o Es fácil querer a una persona perfecta, pero aceptar a tu hijo(a), con sus imperfecciones o
diferencias, ello es el verdadero amor que necesitan. Si has realizado una crianza sin límites y normas,
tendrás que hacerte cargo de reparar lo que sea necesario, para ayudarlo.
o Déjalo crecer, ayúdalo a que asuma las consecuencias de sus conductas inadecuadas.
o Recuerda que está en etapa de mayor independencia, por lo tanto, debe asumir responsabilidades
que lo preparen a la etapa de juventud.
El incremento de la violencia (bullying, racismo, sexismo…) en los jóvenes pone de relieve la necesidad de
analizar la conducta antisocial para obtener información útil de cara al desarrollo de programas de
prevención/intervención que fomenten las conductas prosociales, de consideración por los demás, el
respeto por las diferencias… e inhiban las conductas discriminatorias, antisociales y violentas. Esta
preocupación actual por la conducta antisocial y violenta durante la infancia, la adolescencia y la juventud,
que se encuentran en primer plano de los medios de comunicación, está en la base de este estudio.
La conducta antisocial se define como cualquier conducta que refleje una infracción a las reglas o normas
sociales y/o sea una acción contra los demás, una violación contra los derechos de los demás. En este
estudio se exploran conductas antisociales asociadas al gamberrismo y a conductas de trasgresión de
normas sociales en relación con la edad tales como romper objetos de otras personas, de lugares públicos,
golpear, pelearse o agredir a personas, copiar en un examen, ensuciar las calles y las aceras rompiendo
botellas o vertiendo las basuras, molestar a personas desconocidas o hacer gamberradas en lugares
púbicos, gastar bromas pesadas a la gente (quitarle la silla cuando se va a sentar…), decir “tacos” o
palabras fuertes, robar, responder mal a un adulto, negarse a realizar las tareas encomendadas...
ayudar a jóvenes con problemas de conducta
Recuerda que si un joven está sufriendo. El comportarse de manera agresiva no es más que un reflejo de
exteriorizar todo tipo de miedos, inseguridades y frustraciones. Intenta mejorar tu relación con él hablando
con él sobre cómo le va con sus amigos, la escuela, la novia, etc. Muestra un interés sincero, trata de ganar
su confianza.
Deja en claro las reglas y los límites de la casa. Que haya una buena relación padre-hijo no significa que no
haya límites. Como jefe de familia, es tu deber dejar claros estos límites y ver que se cumplan en todo
momento.
Se un ejemplo de responsabilidad, autonomía y autocontrol. Nada enseña más a un hijo, que el ejemplo.
Sea bueno o malo, lo que haga un padre servirá como una guía para un menor. Por ello, comportarse de
manera responsable con sus deberes, tener autocontrol y ser independiente, ayudará a inculcar estas
cualidades en el joven.
Llegar a acuerdos. En toda relación hay que dar y recibir. El equilibrio de una buena relación padre e hijo
está en el confiar y ceder, a cambio de exigir y hacer que se cumplan con responsabilidades. Llegar a un
punto medio.
Realizar actividades en familia. Hacer ejercicio, salir al cine, ver algún programa en la televisión o ir al cine a
ver una película, son todas actividades que ayudan a la familia a conocerse mejor personas y con ello
generar una relación de comprensión hacia el otro.
Mostrar interés en las actividades y problemas del joven. La adolescencia es una etapa por demás
complicada. Lamentablemente no todos cuentan con las herramientas necesarias para afrontarla de la
mejor, por lo que como padre se debe estar siempre al pendiente de lo que está sucediendo en el torno del
hijo, estar ahí, sin presionar, para ayudarlo cuando éste lo requiera.
Una vez que se ha recurrido a todos los métodos anteriores y parecen agotarse las maneras de ayudar a tu
hijo, lo mejor es solicitar ayuda a los expertos que saben cómo ayudar a jóvenes con problemas de
conducta.
Si las peleas, con o sin agresión física, son constantes, si hay episodios de desacato a la autoridad e incluso
robos, consumo de drogas o destrucción de objetos, sin duda es momento de actuar y buscar la ayuda
apropiada (con psicólogos, psiquiatras, etc., según sea el caso).