2 Hobsbawm, Cap3 LA ERA DEL IMPERIO - Resumen

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Eric Hobsbawm, La Era del Imperio.

Cap. 3: La Era del Imperio

Al período transcurrido entre 1875-1914 se le puede calificar como la “Era del Imperio”.

Un mundo donde el ritmo de la economía estaba determinado por los países capitalistas
desarrollados y en vías de desarrollo, tenía grandes probabilidades de que esos países “avanzados”
dominaran a los “atrasados”, es decir, de convertirse en un mundo imperialista.

PERO, paradójicamente, este período se denomina así porque:


- Se desarrolló un nuevo tipo de imperio, el Imperio Colonial.
- Y fue el período de la historia moderna en que hubo la mayor cantidad de gobernantes que se
autotitularon oficialmente “emperadores” o eran considerados por los diplomáticos como
merecedores de este título.
En Europa se adjudicaban este título los gobernantes de: Alemania, Austria, Rusia, Turquía y el Reino
Unido (este último como señores de la India). Fuera de Europa: China, Japón, Persia, Etiopía y
Marruecos. Y en Brasil, sobrevivió uno hasta 1889.

La supremacía economía y militar de los países capitalistas no había sufrido hasta este momento ningún
desafío. Pero entre 1880-1914 se produjeron intentos de expandir esa supremacía conquistando,
anexando y administrando formalmente otros territorios. Así fue que la mayor parte del mundo, ajeno
a Europa y América, fue dividido formalmente en territorios que quedaron bajo el gobierno formal o bajo
el dominio político informal, fundamentalmente del Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, los Países
Bajos, Bélgica, los Estados Unidos y Japón. Las víctimas de ese proceso fueron los antiguos imperios
preindustriales de España y Portugal, que perdieron sus dominaciones.
La mayor parte de los grandes imperios de Asia se mantuvieron independientes, aunque las potencias
occidentales establecieron en ellos “zonas de influencia” o incluso una administración directa que en
algunos casos cubrían todo el territorio.

Dos grandes zonas del mundo fueron totalmente divididas por razones prácticas: África y el Pacífico.
En 1914 el continente americano se hallaba en la misma situación que en 1875 (o que en 1820): era un
conjunto de repúblicas soberanas -con excepción de Canadá, las islas del Caribe-, aunque desde el punto de
vista económico, eran dependencias del mundo desarrollado. En America Latina, la dominación económica
y las presiones políticas necesarias se realizaban sin una conquista formal.

 Este reparto del mundo entre un número reducido de estados era la clara expresión de la
progresiva división del globo entre fuertes y débiles, “avanzados” y “atrasados”. Entre
1876-1915, aproximadamente una cuarta parte de la superficie del planeta fue distribuida o
redistribuida en forma de colonias entre media docena de estados.

*******

1
Cuando los observadores del panorama mundial de fines de 1890 comenzaron a analizar esta “expansión
de los países desarrollados”, consideraron que la creación de imperios coloniales era uno de los aspectos de
esta nueva fase del desarrollo.

- Observadores ortodoxos: entendían que se abría una era de expansión nacional en la que
era imposible separar los elementos políticos y económicos, y en la que el Estado
desempeñaba un papel cada vez más activo y fundamental tanto en los asuntos domésticos
como en el exterior.
- Observadores heterodoxos: lo vieron como una nueva fase del desarrollo capitalista.

- Pero el más influyente de los análisis de este fenómeno (que luego se conocería como
“Imperialismo”) fue el libro de Lenin de 1916, “que analizaba la división del mundo entre
las grandes potencias”

El colonialismo era el aspecto más aparente, más visible, del cambio en la situación del mundo. Porque
los emperadores y los imperios eran instituciones antiguas, pero “imperialismo” era un fenómeno
totalmente nuevo.
El término “Imperialismo” se incorporó a la política británica recién a partir de 1870 y a finales de ese
decenio era considerado todavía como un neologismo 1. La utilización del término se generalizó recién
en 1890. El imperialismo se consideraba como una novedad y como tal fue analizado.
En 1900 los intelectuales comenzaron a escribir libros sobre este tema. El británico
J.A.Hobson escribió: “está en los labios de todo el mundo y se utiliza para indicar el
movimiento más poderoso del panorama actual del mundo occidental”

El punto esencial del análisis leninista era que el “nuevo imperialismo” tenía sus raíces económicas en
una nueva fase específica del capitalismo, que, entre otras cosas, conducía a “la división territorial del
mundo entre las grandes potencias capitalistas” en una serie de colonias formales e informales y de
esferas de influencia. Las rivalidades existentes entre los capitalistas que fueron causa de esa división
engendraron también la Primera Guerra Mundial.

Es importante destacar que Marx murió en 1886 y no escribió nada sobre este tema. Sino que el análisis
del imperialismo realizado por Lenin se convertiría en un elemento central del marxismo revolucionario de
los movimientos comunistas a partir de 1917.

Todos los análisis sobre el imperialismo asumen de una u otra forma que la expansión económica y la
explotación del mundo en ultramar eran esenciales para los países capitalistas. Los análisis NO Marxistas
establecen conclusiones opuestas a las de los Marxistas:
- Negaban la conexión específica entre el imperialismo de finales del siglo XIX y principios del
siglo XX, con el capitalismo general.
- Negaban que el imperialismo tuviera raíces económicas con beneficios para los países
imperialistas, es decir, negaban que la explotación de las zonas “atrasadas” era fundamental para
el capitalismo y generara efectos negativos sobre las economías coloniales.
- Afirmaban que el imperialismo no desembocó en rivalidades insuperables entre las potencias
imperialistas y que no tuvo consecuencias decisivas sobre el origen de la PGM.
- Rechazaban las explicaciones económicas y se concentraban en los aspectos psicológicos,
ideológicos, culturales y políticos, evitando el terreno resbaladizo de la política interna
- Hacían hincapié en las supuestas ventajas para las clases gobernantes de las metrópolis, la
política y la propaganda imperialista que entre otras cosas, sirvieron para contrarrestar el
atractivo que los movimientos obreros de masas ejercían sobre las clases trabajadoras.

1
NEOLOGISMO: Palabra o expresión de nueva creación en una lengua.

2
El inconveniente de los escritos antiimperialistas es que no explican la conjunción de procesos
económicos y políticos -nacionales e internacionales- que tan notables les parecieron a los contemporáneos
de 1900, de forma que intentaron encontrar una explicación global. No explican por qué los
contemporáneos consideraron al imperialismo como algo “novedoso y fundamental” desde el punto de
vista histórico. Muchos de estos autores, niegan hechos que eran obvios en el momento en que se
produjeron y que todavía lo son.

Dejando de lado el leninismo y el antileninismo, nadie habría negado en los años de 1890, de que la
división del globo tenía una dimensión económica.

*******

El acontecimiento más importante en el siglo XIX fue la creación de una economía global, que
penetró de forma progresiva en los rincones más remotos del mundo, con un movimiento cada vez mayor
de transacciones económicas, comunicaciones y movimiento de productos, dinero y seres humanos
que vinculaba a los países desarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado.
Si bien esta globalización de la economía no era nueva, y se había acelerado notablemente en las
décadas centrales del siglo XIX, continuó incrementándose entre 1875 y 1914. La nueva red de transportes
mucho más tupida posibilitó que incluso las zonas más atrasadas y hasta entonces marginales se
incorporaran a la economía mundial, y los núcleos tradicionales de riqueza y desarrollo experimentaron un
nuevo interés por esas zonas remotas.

La civilización necesitaba ahora el elemento exótico:


El desarrollo tecnológico que dependía de materias primas que por razones climáticas o por azares
de la geología se encontraban exclusiva o muy abundantemente en lugares remotos.
- El motor de combustión interna, producto típico de este período, necesitaba petróleo
(procedía casi en su totalidad de los Estados Unidos y de Europa, de Rusia y, en mucho menor
medida, de Rumania) y caucho (producto exclusivamente tropical, que se extraía en las selvas
del Congo y del Amazonas).
- Las nuevas industrias del automóvil y eléctricas necesitaban imperiosamente uno de los
metales más antiguos, el cobre. Sus principales reservas se hallaban en lo que a finales del siglo
XX se denominaría como tercer mundo: Chile, Perú, Zaire, Zambia.
- Además, existía una constante y nunca satisfecha demanda de metales preciosos que en este
período convirtió a Suráfrica en el mayor productor de oro del mundo.

Además de las demandas de la nueva tecnología, el crecimiento del consumo de masas en los países
metropolitanos significó una rápida expansión del mercado de productos alimenticios:
- Transformó el mercado de productos conocidos desde hacía mucho tiempo como “productos
coloniales” y que se vendían en el mundo desarrollado: azúcar, té, café, cacao, y sus derivados:
Por la rapidez del transporte y a la “conservación”, comenzaron a fluir frutas tropicales y
subtropicales.
- En Gran Bretaña, el consumo del té aumento entre 1840 y 1890, de 0,680 Kg a 2, 500 Kg per
cápita.
 Con todo este movimiento, las plantaciones, explotaciones y granjas eran el segundo pilar
de las economías imperiales. Los comerciantes y financieros norteamericanos eran el
tercero.

3
Estos acontecimientos no cambiaron la forma y las características de los países industrializados o en
proceso de industrialización, pero transformaron al mundo: crearon nuevas ramas de grandes negocios,
convirtiendo a los territorios coloniales y semicoloniales en productores especializados de uno o dos
productos básicos para exportarlos al mercado mundial, de cuya fortuna dependían por completo.
 Si exceptuamos a los Estados Unidos, ni siquiera las colonias de población blanca se
industrializaron (en esta etapa) porque también se vieron atrapadas en la trampa de la
especialización internacional. Y muchas alcanzaron una extraordinaria prosperidad.
 Estos países eran complementos de la economía industrial europea (fundamentalmente la
británica) y, por lo tanto, no les convenía sufrir un proceso de industrialización.
 La función de las colonias y de las dependencias no formales era la de complementar las
economías de las metrópolis y no la de competir con ellas.

Los territorios dependientes que no pertenecían a lo que se ha llamado “capitalismo colonizador”


(blanco) no tuvieron tanto éxito. El interés por estos territorios residía en la combinación de recursos con
mano de obra que por estar formada por “nativos” tenía un coste muy bajo y era barata.
Sin embargo, las oligarquías de terratenientes y comerciantes se beneficiaron de este período de
expansión colonialista casi ininterrumpidamente hasta la gran crisis de 1929-1933, ya que la PGM no fue
alcanzada por estos territorios. De todas formas, se fueron mostrando cada vez más vulnerables en el curso
de este período, porque su fortuna dependía cada vez más del precio del café, del caucho y del estaño, del
cacao del buey o de la lana.

Hasta 1914 las relaciones de intercambio parecían favorecer a los productores de materias primas. Sin
embargo, la importancia económica creciente de esas zonas para la economía mundial no explica por qué
los principales Estados industriales iniciaron una rápida carrera para dividir el mundo en colonias y
esferas de influencia.

 El análisis antiimperialista del imperialismo ha sugerido diferentes argumentos que pueden


explicar esa actitud. El más conocido de esos argumentos, “la presión del capital para
encontrar inversiones más favorables que las que se podían realizar en el interior del país,
inversiones seguras que no sufrieran la competencia del capital extranjero”, es el menos
convincente.
- Dado que las exportaciones británicas de capital se incrementaron
vertiginosamente en el último tercio del siglo XIX y que los ingresos por esas
inversiones tenían vital importancia la para la balanza de pagos británica, era
natural relacionar el “nuevo imperialismo” con las exportaciones de capital.
- Pero no puede negarse que sólo una muy pequeña parte de ese flujo masivo de
capitales acudía a los nuevos imperios coloniales: la mayor parte de las inversiones
británicas en el exterior se dirigían a las colonias en rápida expansión y, por lo
general, de población blanca, que pronto serían reconocidas como territorios
virtualmente independientes (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica) y a lo
que podríamos llamar territorios coloniales “honoríficos” como Argentina y
Uruguay, por no mencionar los Estados Unidos.
- Una parte importante de esas inversiones se realizaba en forma de préstamos
públicos a compañías de ferrocarriles y servicios públicos, las que reportaban
rentas más elevadas que las inversiones en la deuda pública británica.
- Se suponía que eran inversiones seguras, aunque no produjeran un elevado
rendimiento. Eso no significaba que no se adquirieran colonias porque un grupo de
inversores no esperaba obtener un gran éxito financiero o en defensa de
inversiones ya realizadas.

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 Un argumento general de más peso para la expansión colonial era la búsqueda de mercados.
- La convicción de que el problema de la “superproducción” del período de la Gran
Depresión podía solucionarse a través de un impulso exportador era compartida
por muchos. Los hombres de negocios, inclinados siempre a llenar los espacios
vacíos del mapa del comercio mundial con grandes números de clientes
potenciales, dirigían su mirada, naturalmente, a las zonas sin explotar: China era
una de esas zonas que captaba la imaginación de los vendedores, mientras que
África, el continente desconocido, era otra.

 Pero el factor fundamental de la situación económica general era el hecho de que una serie de
economías desarrolladas experimentaban de forma simultánea la misma necesidad de
encontrar nuevos mercados.
- Cuando eran lo suficientemente fuertes, el ideal era el de “la puerta abierta” en los
mercados del mundo subdesarrollado; pero cuando carecían de esa fuerza
intentaban conseguir territorios cuya propiedad los situara en una posición de
monopolio o por lo menos les diera una ventaja sustancial.
- La consecuencia lógica fue el reparto de las zonas no ocupadas del tercer mundo.
En cierta forma, esto fue una “ampliación del proteccionismo” que fue ganando
fuerza a partir de 1879.

Desde este prisma, el “imperialismo” era la consecuencia natural de una economía internacional
basada en la rivalidad de varias economías industriales competidoras, hecho al que se sumaban las
presiones económicas de los años 1880. Las colonias podían constituir simplemente bases adecuadas o
puntos avanzados para la penetración económica regional.
En este punto resulta difícil separar los motivos económicos para adquirir territorios coloniales de la
acción política necesaria para conseguirlo -por cuanto el proteccionismo de cualquier tipo no es otra cosa
que la operación de la economía con la ayuda de la política-. Una vez que las potencias rivales comenzaron
a dividirse el mapa de África u Oceanía, cada una de ellas intentó evitar que una porción excesiva (o un
fragmento especialmente atractivo) pudiera ir a parar a manos de los demás. Y una vez que el “status” de
gran potencia se asoció con el hecho de hacer ondear su bandera, la adquisición de colonias se convirtió en
un símbolo de status, con independencia de su valor real.
- EEUU que cuya política imperialista nunca se ha asociado con la posesión de
colonias, se sintió obligado a seguir la moda de ese momento.
Si las grandes potencias eran Estados que tenían colonias, los pequeños países, por así decirlo, “no
tenían derecho a ellas”. España perdió gran parte de lo que le quedaba de imperio colonial en la guerra
contra EEUU en 1898; se discutieron los planes para repartirse los restos del imperio africano en Portugal
entre las grandes potencias; sólo Holanda conservó sus ricas y antiguas colonias. En la práctica, África y
Oceanía fueron las principales zonas donde se centró la competencia por conseguir nuevos territorios.

Algunos historiadores han intentado explicar el imperialismo teniendo en cuenta factores


fundamentalmente estratégicos (ej: la expansión de GB en África para defenderse de posibles amenazas en
su ruta a India). Pero estos argumentos no eximen de un análisis económico del imperialismo:
1. Subestiman el incentivo económico en la ocupación de algunos territorios africanos, siendo
en este sentido el caso más claro el de Sudáfrica. Los enfrentamientos por el África occidental y
el Congo tuvieron causas fundamentalmente económicas.
2. Ignoran el hecho de que la India era la “joya más radiante de la corona imperial” y la
pieza esencial de la estrategia británica global, por su importancia para la economía británica.
El el 60 % de las exportaciones británicas de algodón iban a la India y al Lejano Oriente, zona
hacia la cual la India era la puerta de acceso.

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3. La desintegración de gobiernos indígenas locales, que en ocasiones llevó a los europeos a
establecer el control directo sobre zonas que antes no administraba, se debió a que las
estructuras locales se habían visto debilitadas por la penetración económica.
4. Por último, no se sostiene el intento de demostrar que no hay nada en el desarrollo interno del
capitalismo occidental de 1880 que explique la redivisión territorial del mundo. Pues, estaba
constituido ahora por una pluralidad de “economías nacionales” rivales, que se
“protegían” unas de otras.

 Es imposible separar la política y la economía en una sociedad capitalista; así como es poco
realista pretender explicar “el nuevo imperialismo” desde una óptica no económica.

La aparición de los movimientos obreros o de forma más general, de la política democrática tuvo
una clara influencia sobre el desarrollo del “nuevo imperialismo”.
Muchos observadores han tenido en cuenta la existencia del llamado “imperialismo social”, es decir, el
intento de utilizar la expansión imperial para amortiguar el descontento interno a través de mejoras
económicas o reformas sociales, o de otra forma. Sin duda alguna, todos los políticos eran perfectamente
conscientes de los beneficios potenciales del imperialismo. En algunos casos, ante todo en Alemania, se
han apuntado como razón fundamental para el desarrollo del imperialismo “la primacía de la política
interior”.
- El imperialismo estimuló a las masas, y en especial a los elementos potencialmente
descontentos, a identificarse con el Estado y la nación imperial, dando así, de forma
inconsciente, justificación y legitimidad al sistema social y político representado por ese Estado.
En una era de política de masas, incluso los viejos sistemas exigían una nueva legitimidad. En
resumen, el imperialismo ayudaba a crear un buen cemento ideológico.

Es difícil precisar hasta qué punto era efectiva esta variante de exaltación patriótica, sobre todo en países
donde el liberalismo y la izquierda más radical habían desarrollado fuertes sentimientos antiimperialistas,
antimilitaristas, anticoloniales o, de forma más general, antiaristocráticos. Sin duda, en algunos países el
imperialismo alcanzó gran popularidad entre las nuevas clases medias y de trabajadores administrativos.
Menos probable era que los trabajadores sintieran algún entusiasmo por las conquistas coloniales, las
guerras o interés en las colonias.
De todas formas, no se puede negar que la idea de superioridad y de dominio sobre un mundo poblado
por gentes de piel oscura en remotos lugares, tenía arraigo popular y benefició a la política imperialista. En
sus grandes exposiciones internacionales la civilización burguesa había glorificado siempre los tres
triunfos: de la ciencia, la tecnología y las manufacturas. En la era de los imperios también glorificaba sus
colonias.
El sentimiento de superioridad que unía a los hombres blancos occidentales, tanto a los ricos como a los
de clase media y a los pobres, no derivaba únicamente del hecho de que todos ellos gozaban de los
privilegios del dominador, especialmente cuando se hallaban en las colonias. En Dakar o Mombasa, el
empleado más modesto que en París nadie hubiera advertido su existencia, se transformaba en “señor”.

Esta fue la época clásica de las actividades misioneras a gran escala. El esfuerzo misionero no fue de
ningún modo un agente de la política imperialista, pero lo cierto es que el éxito del Señor estaba en función
del avance imperialista. La conquista colonial abría el camino a una acción misionera eficaz.
Y si el cristianismo insistía en la igualdad de las almas, subrayaba también la desigualdad de los
cuerpos, incluso de los cuerpos clericales. Era un proceso que realizaban los blancos para los nativos y que
costeaban los blancos. Y aunque multiplicó el número de creyentes nativos, al menos la mitad del clero
continuó siendo de raza blanca.

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En cuanto al movimiento dedicado más apasionadamente a conseguir la igualdad entre los hombres, las
actitudes en su seno se mostraron divididas:
- La izquierda secular era antiimperialista por principio y, las más de las veces, en la práctica.
Condenaba las guerras y conquistas coloniales. Pero, con muy raras excepciones (como la
Indonesia neerlandesa), los socialistas occidentales hicieron muy poco por organizar la
resistencia de los pueblos coloniales frente a sus dominadores hasta el momento en que surgió la
Internacional Comunista.
- El movimiento socialista y obrero, los que aceptaban el imperialismo como algo deseable eran
una minoría de la derecha revisionista, aunque muchos líderes sindicales consideraban que las
discusiones sobre las colonias eran irrelevantes o veían a las gentes de color ante todo como una
mano de obra barata que planteaba una amenaza a los trabajadores blancos. El colonialismo era
para ellos una cuestión marginal. En efecto su análisis y su definición de la nueva fase
“imperialista” del capitalismo, consideraba correctamente la anexión y la explotación coloniales
como un simple síntoma y una característica de esa nueva fase, indeseable como todas sus
características, pero no fundamental. Eran pocos los socialistas que, como Lenin, centraban ya
su atención en el “material inflamable” de la periferia del capitalismo mundial.

El análisis socialista (es decir, básicamente marxista) del imperialismo, que incluía el colonialismo como
un concepto más amplio de una “nueva fase” del capitalismo, era correcto en principio.
El imperialismo de los últimos años del siglo XIX era un fenómeno “nuevo”. Era el producto de una
época de competitividad entre economías nacionales capitalistas e industriales rivales, que se vio
intensificada por las presiones para asegurar y salvaguardar mercados en un período de incertidumbre
económica.
En resumen, era un período en que “las tarifas proteccionistas y la expansión eran la exigencia que
planteaban las clases dirigentes”. Formaba parte de un proceso de alejamiento de un capitalismo basado en
la práctica privada y pública del laissez-faire, que también era nuevo, e implicaba la aparición de grandes
corporaciones y oligopolios y la intervención cada vez más intensa del Estado en los asuntos económicos.
Correspondía a un momento en que las zonas periféricas de la economía global eran cada vez más
importantes.
Todos los intentos de separar la explicación del imperialismo de los acontecimientos específicos del
capitalismo en los finales del siglo XIX han de ser considerados como meros ejercicios ideológicos,
aunque muchas veces cultos y en ocasiones agudos.

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2

Quedan todavía por responder las cuestiones sobre:

1. El impacto de la expansión occidental (y japonesa desde los años 1890) en el resto del mundo.
2. El significado de los aspectos “imperialistas” del imperialismo para los países metropolitanos.

El impacto de la expansión occidental en el resto del mundo

El impacto económico del imperialismo fue importante, pero lo más destacable es que resultó
profundamente desigual, por cuanto las relaciones entre las metrópolis y sus colonias eran muy
asimétricas. El impacto de las primeras sobre las segundas fue fundamental y decisivo, mientras que el de
las colonias sobre las metrópolis tuvo escasa significación y pocas veces fue un asunto de vida o muerte.
- El comercio metropolitano con África, Asia y Oceanía, siguió siendo muy poco importante. El
80 % del comercio europeo, tanto importaciones como exportaciones, se realizó, en el siglo
XIX, con otros países desarrollados y lo mismo puede decirse sobre las inversiones europeas en
el extranjero. Cuando esas inversiones se dirigían a ultramar, iban a parar a un número reducido
de economías en rápido desarrollo con población de origen europeo -Canadá, Australia,
Suráfrica, Argentina, etc.-, así como, naturalmente, a los Estados Unidos.
- De todos los países metropolitanos, donde el imperialismo tuvo más importancia fue en el Reino
Unido, porque la supremacía económica de este país siempre había dependido de su relación
especial con los mercados y fuentes de materias primas de ultramar. Para la economía británica
era un punto esencial preservar en la mayor medida posible su acceso privilegiado al mundo no
europeo. En gran medida, el éxito del Reino Unido en ultramar fue consecuencia de la
explotación sistemática de sus posesiones ya existentes o de la posición especial del país
como principal importador e inversor en zonas tales como Sudamérica. Con la excepción de
la India, Egipto y Sudáfrica, la actividad económica británica se centraba en países que eran
prácticamente independientes, como los “dominions” blancos o zonas como los Estados Unidos
y Latinoamérica, donde las iniciativas británicas no fueron desarrolladas -no podían serlo- con
eficacia. Si hacemos balance de los años buenos y malos, lo cierto es que los capitalistas
británicos salieron bastante bien parados en sus actividades en el imperio informal o “libre”.
- Naturalmente, el Reino Unido consiguió su parcela propia en las nuevas regiones colonizadas
del mundo y, dada la fuerza y la experiencia británicas, fue probablemente una parcela más
extensa y más valiosa que la de ningún otro Estado. Sin embargo, el objetivo británico no era la
expansión, sino la defensa frente a otros, atrincherándose en territorios que hasta entonces, como
ocurría en la mayor parte del mundo de ultramar, habían sido dominados por el comercio y el
capital británicos.

¿Puede decirse que las demás potencias obtuvieron un beneficio similar de su expansión colonial?
Es imposible responder a este interrogante porque la colonización formal sólo fue un aspecto de la
expansión y la competitividad económica globales. Además sólo para el Reino Unido y, tal vez también,
para los Países Bajos, era crucial desde el punto de vista económico mantener una relación especial con el
mundo no industrializado.

Podemos establecer algunas conclusiones con cierta seguridad:


1. El impulso colonial parece haber sido más fuerte en los países metropolitanos menos
dinámicos desde el punto de vista económico, donde hasta cierto punto constituían una
compensación potencial para su inferioridad económica y política frente a sus rivales.

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2. En todos los casos existían grupos económicos concretos que ejercían una fuerte presión en
pro de la expansión colonial, que justificaban, naturalmente, por las perspectivas de los
beneficios para la nación.
3. Mientras que algunos de esos grupos obtuvieron importantes beneficios de esa expansión la
mayor parte de las nuevas colonias atrajeron escasos capitales y sus resultados económicos
fueron mediocres.
4. En resumen, el nuevo colonialismo fue una consecuencia de una era de rivalidad
económico-política entre economías nacionales competidoras, rivalidad intensificada por el
proteccionismo. En la medida en que ese comercio metropolitano con las colonias se incrementó
en porcentaje respecto al comercio global, ese proteccionismo tuvo un éxito relativo.

Pero la era imperialista no fue sólo un fenómeno económico y político, sino también cultural.
Lo que el imperialismo llevó a las élites potenciales del mundo dependiente fue fundamentalmente la
“occidentalización”. Todos los gobiernos y elites de los países que se enfrentaron con el problema de la
dependencia o la conquista, vieron claramente que tenían que occidentalizarse si no querían quedarse atrás.
Además, las ideologías que inspiraban a esas elites en la época del imperialismo se remontaban a los años
transcurridos entre la Revolución Francesa y las décadas centrales del siglo XIX. Las elites que se resistían
a Occidente siguieron occidentalizándose, aun cuando se oponían a la occidentalización total.

La época imperialista creó una serie de condiciones que determinaron la aparición de líderes
antiimperialistas y, asimismo, las condiciones que comenzaron a dar resonancia a sus voces Los
movimientos antiimperialistas importantes comenzaron en su mayoría con la PGM y la Revolución Rusa.
Fueron las elites occidentalizadas las primeras en entrar en contacto con esas ideas durante sus visitas a
Occidente y a través de las instituciones educativas formadas por Occidente, pues de allí era de donde
procedían.
El legado cultural más importante del imperialismo fue una educación de tipo occidental para
minorías distintas. Se trataba de minorías de animadores y líderes, que es la razón por la que la era del
imperialismo, breve incluso en el contexto de la vida humana, ha tenido consecuencias tan duraderas.

El significado de los aspectos “imperialistas” del imperialismo para los países metropolitanos

¿Qué decir acerca de la influencia que ejerció el mundo dependiente sobre los dominadores?
El exotismo2 había sido una consecuencia de la expansión europea desde el siglo XVI. La novedad del
siglo XIX consistió en el hecho de que cada vez más y de forma más general se consideró a lo pueblos no
europeos y a sus sociedades como inferiores, indeseables, débiles y atrasados, incluso infantiles. Eran
pueblos adecuados para la conquista o, al menos, para la conversión a los valores de la única civilización
real, la que representaban los comerciantes, los misioneros y los ejércitos de hombres armados, que se
presentaban cargados de armas de fuego y de bebidas alcohólicas. En cierto sentido, los valores de las
sociedades tradicionales no occidentales fueron perdiendo importancia para su supervivencia, en un
momento en que lo único importante eran la fuerza y la tecnología militar. Para el europeo medio, esos
pueblos pasaron a ser objeto de su desdén. Los únicos no europeos que les interesaban eran los soldados,
con preferencia a aquellos que podían ser reclutados en sus propios ejércitos coloniales.

Pero había un aspecto más positivo de ese exotismo. Administradores y soldados con aficiones
intelectuales meditaban sobre las diferencias existentes entre sus sociedades y las que gobernaban.
Realizaron importantísimos estudios sobre esas sociedades y las reflexiones teóricas que transformaron las
ciencias sociales occidentales. El imperialismo hizo que aumentara notablemente el interés occidental

2
EXOTICO: Que procede de un país o cultura lejanos y desconocidos.

9
hacia diferentes formas de espiritualidad derivadas de Oriente, e incluso en algunos casos se adoptó esa
espiritualidad en Occidente. Los mejores de esos estudios analizaban con seriedad esas culturas, como algo
que debía ser respetado y que podía aportar enseñanzas.
En el terreno artístico, en especial las artes visuales, las vanguardias occidentales trataban de igual a
igual a las culturas no occidentales.

Hay que mencionar brevemente un aspecto final del imperialismo: su impacto sobre las clases
dirigentes y medias de los países metropolitanos. En cierto sentido, el imperialismo dramatizó el triunfo
de esas clases y de las sociedades creadas a su imagen como ningún otro factor podía haberlo hecho. Un
conjunto reducido de países, situados casi todos ellos en el noroeste de Europa, dominaban el globo.
Algunos imperialistas, con gran disgusto de los latinos y, más aún, de los eslavos, enfatizaban los
peculiares méritos conquistadores de aquellos países de origen teutónico y sobre todo anglosajón que, con
independencia de sus rivalidades, se afirmaba que tenían una afinidad entre sí. Un puñado de hombres de
las clases media y alta de esos países ejercían ese dominio de forma efectiva.
El número de personas implicadas directamente en las actividades imperialistas era relativamente
reducido, pero su importancia simbólica era extraordinaria.

Pero el triunfo imperial planteó problemas e incertidumbres.

Planteó problemas porque se hizo cada vez más insoluble la contradicción entre la forma en que las
clases dirigentes de la metrópoli gobernaban sus imperios y la manera en que lo hacían con sus pueblos.
- En las metrópolis se impuso, o estaba destinada a imponerse, la política del electoralismo
democrático, como parecía inevitable.
- En los imperios coloniales prevalecía la autocracia, basada en la combinación de la
coacción física y la sumisión pasiva a una superioridad tan grande que parecía imposible
de desafiar. Soldados y “procónsules” autodisciplinados, gobernaban continentes, mientras
que en la metrópoli campaban a sus anchas las masas ignorantes e inferiores.

El imperialismo también suscitó incertidumbres. En primer lugar, enfrentó a una pequeña minoría de
blancos con las masas de los negros, los oscuros y sobre todo los amarillos. ¿Podían durar, esos imperios
tan fácilmente ganados, con una base tan estrecha y gobernados de forma tan absurdamente fácil gracias a
la devoción de unos pocos y a la pasividad de los más?
La incertidumbre era de doble filo.
En efecto, si el imperio (y el gobierno de las clases dirigentes) era vulnerable ante sus súbditos, aunque
tal vez no todavía, no de forma inmediata, ¿no era más inmediatamente vulnerable a la erosión desde
dentro del deseo de gobernar, el deseo de mantener la lucha darwinista por la supervivencia de los más
aptos? ¿No ocurriría que la misma riqueza y lujo que el poder y las empresas imperialistas habían
producido debilitaran las fibras de esos músculos cuyos constantes esfuerzos eran necesarios para
mantenerlo? ¿No conduciría el imperialismo al parasitismo en el centro y al triunfo eventual de los
bárbaros?

En ninguna parte suscitaban esos interrogantes un eco tan lúgubre como en el más grande y más
vulnerable de todos los imperios, aquel que superaba en tamaño y gloria a todos los imperios del pasado,
pero que en otros aspectos se halla al borde de la decadencia. Pero incluso los tenaces y enérgicos
alemanes consideraban que el imperialismo iba de la mano de ese “Estado rentista” que no podía sino
conducir a la decadencia. Si se dividía China, la mayor parte de la Europa occidental podría adquirir la
apariencia y el carácter de pequeños núcleos de ricos aristócratas obteniendo dividendos y pensiones del
Lejano Oriente, con un grupo algo más extenso de seguidores profesionales y comerciantes y un amplio
conjunto de sirvientes personales y de trabajadores del transporte y de las etapas finales de producción de
los bienes perecederos: todas las principales industrias habrían desaparecido, y los productos alimenticios y

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las manufacturas afluirían como un tributo de Africa y de Asia.

Así, la belle époque de la burguesía lo desarmaría. Los encantadores e inofensivos Eloi de la novela de
H. G. Wells, que vivían una vida de gozo en el sol, estarían a merced de los negros morlocks, de quienes
dependían y contra los cuales estaban indefensos. “Europa traspasará la carga del trabajo físico, primero la
agricultura y la minería, luego el trabajo más arduo de la industria, a las razas de color y se contentará con
el papel de rentista y de esta forma, tal vez, abrirá el camino para la emancipación económica y,
posteriormente, política de las razas de color.”
En las pesadillas que perturbaban el sueño de la belle époque, los ensueño imperialistas se mezclaban
con los temores de la democracia.

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