Rol Con Pandora

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La regente del reino de Heinsteins lucía hermosa y sensual como siempre.

Tenía muy buena figura;


cintura pequeña, caderas anchas, busto redondo y piel tersa. Su cuerpo provocaba pensamientos
lascivos entre la mayoría de sus esbirros, pero ninguno se atrevía a manifestar sus instintos
explícitamente, porque tal ofensa se pagaba con la perdición absoluta. Pero Therios no le veía con
los mismos ojos, a pesar de que no pudiera negar que le parecía atractiva, porque más allá de ser
la jefa, él la consideraba una salvadora.

Estaba desconcertado por la orden de su Señora. No le parecía sensato destrozar vivo al intruso y
dejar un chorrero de sangre sobre el suelo de cerámica pulida- P-Pero mi Señora… Este lugar
quedaría hecho un desastre, yo… -Apretó el puño. Era inútil objetar, Meriom quería observar
sangre, vísceras, huesos rotos, la expresión agónica del hombre que se atrevió a andar de fisgón
en sus dominios. Lo único que podía hacer, era satisfacer los deseos de su Señora-.

Therios chasqueó los dedos y al instante se empezó a escuchar que alguien arrastraba algo muy
pesado. Entonces un hombre bastante grande, de músculos enormes, dos metros y medio de
altura, con una capucha negra que cubría su rostro y un peto de cuero que le quedaba pegado,
entró a la sala empujando una larga mesa de madera que traía encima varios juegos de
instrumentos de diferentes tamaños; sierras, cuchillos, cucharas, tenedores, mazos, látigos,
escalpelos, tijeras, cadenas, punzones, pinzas, mordazas, etcétera. El terror se apoderó del pobre
intruso cuando volteó a verlo, porque su aspecto de verdugo le anunciaba cosas horribles.
Inmediatamente empezó a llorar por su vida y rogarle a la regente de Heinsteins que tuviera
clemencia. Pero claramente ella no le prestaría atención; solo esperaba ansiosamente el
sangriento espectáculo que se aproximaba.

Que tipo tan ruidoso… ¿Quiere que lo calle, Señor? -Preguntó, dirigiéndose a Therios-.

No… Quiero que lo hagas gritar más fuerte -Respondió Therios. Sus palabras dibujaron una
pequeña sonrisa en el rostro del fortachón-.

El agente fue arrojado sobre la mesa, trataba de moverse, pero sus manos y pies habían sido
atados con sogas a cada esquina. Therios se alejó de ellos; prefería mantener la distancia, cerrar
sus ojos y esperar recostado en una columna a que el desagradable castigo del pobre diablo
acabara. La crueldad y la violencia con la que el agente fue torturado solo podía equipararse a la
maldad que había en el corazón de Meriom, y se quedaba tan corto. Le aplastaron los dedos de los
pies, le luxaron los dedos de las manos; los látigos abrieron más de cien surcos sangrientos en su
piel; le volaron todos los dientes a fuerza de mazazos; le desgarraron ambos pezones con las
pinzas; le cortaron sus dos piernas a trozos; le sacaron los ojos de sus órbitas con las cucharas; le
torcieron el miembro viril hasta dejarlo como un tornillo, y, para rematar, los mazos volvieron a
ser llamados para abollar su cuerpo hasta la máxima desfiguración. Era imposible discernir con
certeza el momento exacto de su muerte, pero era seguro que no había llegado vivo a la última
ronda de porras. Y, tal como temía Therios, debajo de la mesa se esparcía un inmenso charco de
sangre. Abrió solo un ojo y sin embargo no pudo observar más el desastre que se había hecho en
la sala; seguramente su Señora estaba feliz, pero él solo le irritaba la idea de tener que limpiarlo
todo.

He terminado, Señor. Lamento el desastre, lo limpiaré ahora mismo -Decía el verdugo, sacando un
trapo sucio de uno de sus bolsillos. Therios lo hizo ademán de detenerse-.
No, es suficiente. Debes estar cansado. Retírate y deja que me ocupe de esto -Le ordenó Therios.
El verdugo solo se rascó la cabeza en señal de confusión. Pero, al final, obedeció a Therios y se
retiró del lugar, llevándose consigo la mesa de tortura y el cadáver malogrado del agente- Con su
permiso, Señora -Dijo, antes de arremangarse la camisa, dejando ver sus antebrazos, tomar el
paño sucio, remojarlo en agua y jabón y comenzar a limpiar el desastre de sangre que se derramó
en el suelo-.

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