Edith Vera - en Eterna Cadencia

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Literatura para niños y niñas

Diez poemas breves de Edith


Vera
 BLOG, POESÍA 

 10-08-2022

 Edith Vera

Tomados de El silbido de vientos lejanos, la poesía reunida de la autora


cordobesa en una coedición de Caballo Negro y Eduvim: "Su nombre
es una leyenda, y su obra un enigma que todavía está a punto de
florecer".

 
 

Edith Vera (1925-2003) nació y murió en Villa María, Córdoba. Egresó


como maestra-bachiller y trabajó en Leones y en San Francisco del
Chañar, se trasladó a Córdoba para estudiar abogacía y finalmente
regresó a Villa María, donde estudió el profesorado de Jardín de
Infantes y apenas egresó fue nombrada directora del Jardín de Infantes
Antonio Sobral, cargo que ejerció hasta 1979, cuando fue cesanteada
por la dictadura militar, y que no le fue restituido con la llegada de la
democracia.

En 1960 recibió el Primer Premio en el concurso “Campaña para una


Buena Literatura para Niños”, organizado por el Fondo Nacional de las
Artes, por Las dos naranjas (1969) y el Premio “Alberto Burnichon
Editor”, al libro mejor editado en Córdoba en el bienio 1997/1999,
por El libro de las dos versiones.

Además de poesía, escribió cuentos y artículos. Su obra, mayormente


desperdigada e inédita, circuló durante décadas por revistas, antologías,
programas de radio, fotocopias y blogs. Su nombre es una leyenda, y su
obra un enigma que todavía está a punto de florecer.

Hay un reloj

que da la una,

que da las dos

pero no da las tres.

Con unas gotas de miel

mejora un poco

y da las cuatro,

las cinco,

las seis,
¡Pero no da las tres!

Para jugar con el trigo

no te vistas de amarillo!

Usa el trajecito rojo

y una amapola serás

que se hamaca con el viento

en el dorado trigal.

Esta caracola

tiene muy adentro,

donde no se ve,

allí donde nadie la puede robar,

una ola.

¡Ay, ola! ¡Ay, ola!

¡Tan bella y tan sola!

Esta caracola

tiene muy adentro

y se puede oír,

el canto que trajo

consigo del mar,


una ola.

¡Ay, ola! ¡Ay, ola!

¡Tan lejos del mar!

No hay alegría

más amarilla

que la de mis pájaros

cuando a la mañana

les doy agua fresca, lechuga, alpiste,

y un poco de sol.

La cucharita de plata

–sirena de la sopa de fideos–

se enamoró de un cucharón.

Oh! Oh!

Y lloran en la cocina,

cuchillo y tenedor.

Oh! Oh!

 
¿Acaso el último pájaro de la tarde,

en el jardín,

canta diciéndonos

que volverá con el sol de la mañana?

Estamos

aquí

acurrucados,

para dejar

espacio

al vuelo

de los pájaros.

Decimos amapola

y la boca se nos llena de pétalos,

de un dulce sabor

a verano y a trigo.

Mi limonero de las cuatro estaciones


ha muerto,

pero vivió

y el perfume de azahar aromó su copa

y limones de oro bajo el sol acunó.

Gracias, en nombre de todo lo que es bello.

En el papel del aire

el verde escribe una flor.

Letra abierta, clara, firme.


La corola dice: Vengo.

El perfume dice: Voy

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