Los Principios en El Proceso Laboral

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LOS PRINCIPIOS EN EL NUEVO PROCESO LABORAL

(1)
Leopoldo Gamarra Vílchez(*)

I. INTRODUCCIÓN
La presente ponencia tiene por objeto analizar los principios en la nueva ley
procesal. Como sabemos, el 15 de enero del presente año se publicó la nueva Ley
Procesal del Trabajo N° 29497, en vigencia desde el mes de julio según la Nove-
na Disposición Complementaria de la mencionada ley. Por ello, es relevante el IV
Congreso Nacional de la Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Segu-
ridad Social que debatirá los “Retos del Derecho del Trabajo Peruano: Nuevo pro-
ceso laboral, regímenes especiales y seguridad y salud en el trabajo”; en tanto in-
cide en temas que estamos seguros servirán para contribuir en la reflexión y crítica
de nuestra legislación laboral.
En ese sentido, desarrollaremos los principios en la nueva ley a través de tres
temas: como cuestión previa trataremos la importancia de los principios en el Dere-
cho del Trabajo, el proceso laboral y la necesidad de los principios propios; como
segundo tema, la instrumentalización de los principios procesales generales con la
ubicación de los principios operacionales y los principios en la Constitución actual;
finalmente, abordaremos los principios específicos de la nueva ley destacando los
elementos positivos. Cabe señalar, que los principios del proceso de trabajo son
aquellos que actúan como líneas directrices, como soporte para el ejercicio justo
y correcto de las leyes, de tal manera que sirven para inspirar las soluciones en las
controversias y orientar la interpretación de las normas ya existentes; además por

(*) Profesor de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Facultad de Derecho y Ciencia Política
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Especialista laboral y previsional del Congreso de la
República.

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supuesto, de permitir la solución de aquellos casos no previstos en la formalidad


legal. Pero lo que es crucial es advertir que incluso los principios bien establecidos
se encuentran sujetos a una permanente actualización conceptual, precisamente por
la necesidad de proveer explicación a nuevos fenómenos.

II. CUESTIONES PREVIAS


1. Importancia de los principios en el Derecho del Trabajo
Los siglos de vigencia y experiencia que tienen las ramas jurídicas, obligan
a diferenciar la originalidad de los Principios del Derecho del Trabajo, de recien-
te data y a reconocer la clarividencia de aquellos postulados que hacen posible “la
creencia de que el Derecho del Trabajo, si bien enfrenta una crisis existencial, per-
durará ya que a través de él se plasma el ideario humano (...)”(1). En efecto, la im-
portancia de los principios en los que se funda el Derecho del Trabajo, estriba en
la función fundamental que ellos juegan, como lo señala Manuel Alonso García(2),
“son aquellas líneas directrices o postulados que inspiran el sentido de las normas
laborales y configuran la regulación de las relaciones de trabajo con arreglo a crite-
rios distintos de los que pueden darse en otras ramas del Derecho”.
Es decir, los principios a que hacemos mención, asumen características que
es necesario resaltar. Una primera característica, consiste en señalar que son enun-
ciados básicos, que pretenden abarcar una serie indefinida de situaciones y no una
en particular, de tal manera que puedan ser utilizados en una diversidad de situacio-
nes, lugares, tiempos, etc.; y tienen un sentido lógico desde el Principio Protector
hasta el Principio de No Discriminación, que Américo Plá Rodríguez agrega a los
ya conocidos(3). La razón de ser de los principios del Derecho del Trabajo, adquie-
ren así un carácter ajeno, particular, diverso, independiente de otra rama del Dere-
cho, justifican su autonomía y su peculiaridad, son especiales al margen de que pu-
dieran existir variables similares o parecidas y que cumplen la función de informar,
normar e interpretar, dotándolos de fundamentos orientadores(4). Es menester ade-
más, tener en cuenta que estos principios en que se funda el Derecho del Trabajo,
son el apoyo, el soporte que permite suplir la estructura conceptual asentada en si-
glos de vigencia y experiencia que tienen otras ramas jurídicas. Por ello, volver a
los principios primigenios del Derecho del Trabajo, quiere decir identificarlos con
los derechos de los trabajadores, destacando a pesar de que todos tienen la misma

(1) Emilio Morgado Valenzuela, Desafíos y perspectivas del Derecho del Trabajo, Primer Congreso Nacional
de la Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Trujillo, 27–29 octubre 2004,
SPDTSS, p. 36.
(2) ALONSO GARCÍA, Manuel. Derecho del Trabajo. Tomo I, Barcelona, 1960, p. 247
(3) PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Los Principios del Derecho del Trabajo. 3ra edición, Ediciones Depalma,
Buenos Aires, 1998.
(4) Ver conferencia dictada por Américo Plá Rodríguez, Los Principios del Derecho Laboral, en el VII En-
cuentro Iberoamericano de Derecho del Trabajo, Mexicali BC, noviembre 1994, p.34.

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jerarquía, el de protección del trabajador que explica su necesidad en la desigual-


dad inherente a toda relación de trabajo(5).
Y los principios del Derecho del Trabajo nos llevan a interpretar los derechos
sociales desde su verdadera y más elemental dimensión. Aunque muchos lo ocul-
tan, son esencialmente derechos del hombre o derechos humanos. Se trata de dere-
chos que deben gozar todos los trabajadores como personas y ciudadanos, de ma-
nera efectiva, pues no se alcanza fin alguno solamente por el reconocimiento de los
derechos en general si el Estado no se preocupa por la suerte de hombres y mujeres
considerados ya no solo como trabajadores y como consecuencia, debe garantizar
simultáneamente el respeto a los derechos fundamentales y a las libertades políticas.

2. El proceso laboral y necesidad de principios propios


El proceso, en su sentido etimológico, viene de procesus que significa avan-
ce y progreso encaminados a algo. Procesalmente podemos traducir la noción de
avance y progreso como vocablos en estructura de reglas y actos encaminados a la
consecuencia de algo: la sentencia. Es decir, el proceso en general vendría a ser un
conjunto de reglas, formas y actos para la consecución de ciertos fines, fundamen-
talmente la solución de un conflicto a través del Derecho como categoría de la me-
diación social(6). En general “la actividad mediante la cual se desarrolla en concre-
to la función jurisdiccional se llama proceso”(7). Por ello, hay que diferenciar en-
tre proceso y procedimiento: el proceso es el todo organizado de actos, el procedi-
miento constituye tan solo la forma externa del fenómeno procesal, los modos con
los cuales deben ser realizados y ordenados los actos que corresponden al proceso.
Los actos procesales constituyen el procedimiento, cuyo conjunto recibe el nom-
bre de proceso que tiene como fin resolver el conflicto sometido a la decisión del
órgano jurisdiccional mediante un fallo(8).
Entonces, se entiende “por procesos laborales los concebidos para resolver
litigios en que se invocan reglas y normas relativas al trabajo dependiente”(9), como

(5) Al respecto, en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional Español, en la sentencia 2/83 del 25 de
enero, citada por Federico Durán López, se resalta este criterio: “El Derecho del Trabajo, superando las
reglas de la libertad e igualdad de las partes en que se basa el derecho de los contratos, se constituye
en un ordenamiento compensatorio e igualador en orden a la corrección, al menos parcialmente, de las
desigualdades fundamentales”(DURÁN LÓPEZ, Federico. Jurisprudencia Constitucional y Derecho del
Trabajo. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1992, p. 107).
(6) Se trata de la regulación normativa de las interacciones, que es lo que convierte al Derecho en una cate-
goría de la mediación social en la perspectiva de Jürgen Habermas, puesto que a los justiciables y a toda
la sociedad les interesa que se solucionen los conflictos.
(7) TULIO LIEBMAN, Enrico. Manual de Derecho Procesal Civil. Ed. Jurídicas Europa América, p. 25.
(8) El proceso como “el medio acordado por todos para mantener o restaurar el equilibrio social, resulta
indispensable que jueces, abogados, litigantes, auxiliares de justicia, estudiantes de Derecho, se percaten
de que detrás de todo expediente existe un proceso y detrás de todo proceso, hay un drama humano (...)”
(PARODI REMÓN, Carlos. El Debido Proceso, Ponencia del I Congreso Nacional de Derecho Procesal,
Pontificia Universidad Católica del Perú, 7-9 agosto 1996, p. 40).
(9) DIÉGUEZ, Gonzalo. Lecciones de Derecho del Trabajo. 4ta edición, Ed. Marcial Pons, Madrid, 1995,
p. 635.

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un conjunto de actos procesales que se desarrollan en forma progresiva, sistemáti-


ca y teleológicamente con el objeto de resolver un conflicto laboral. Es decir, esta
actividad se lleva a cabo para el desenvolvimiento de la función jurisdiccional en
materia laboral, que se caracteriza fundamentalmente por:
- Constituir un instrumento tuitivo en favor del trabajador, por medio del cual
el Estado, ejercitando su función jurisdiccional, tutela y ampara al más débil
del conflicto laboral.
- Constituir un instrumento del Estado que busca alcanzar la justicia social.
Esas características del proceso laboral significan contar con principios pro-
pios, alteraciones en los conceptos de jurisdicción, competencia, acción, sujetos
del proceso, etc.
Los principios del Derecho Procesal de Trabajo poseen sus propias caracte-
rísticas y funciones dentro del Derecho Laboral: sustantividad propia en razón de
su generalidad y obedecen a la inspiración de justicia social, que es la razón de ser
desde su nacimiento; de ahí que busquen favorecer al trabajador. Y se vinculan con
cada institución procesal en una determinada realidad social, en donde actúan o de-
ben actuar, ampliando o restringiendo el criterio de su aplicación. Por ello, es im-
portante la necesidad de una autonomía dogmática a través de sus principios pro-
pios y autonomía normativa, que permitan construir un sistema del Derecho Pro-
cesal del Trabajo. En tanto que un sistema, denota una relación de coherencia en-
tre los principios y las normas que la componen.
En general, el principio protector es el principio que traduce mejor la inspira-
ción primordial del Derecho del Trabajo: la protección al trabajador. Mientras otras
ramas del Derecho se preocupan por establecer una paridad entre las partes involu-
cradas, esta, desde sus inicios históricos ha tendido a proteger a la parte más débil
de la relación laboral; de ahí que históricamente las legislaciones hayan estableci-
do normas protectoras en sus leyes positivas como principio compensatorio de la
diferencia entre el trabajador y el empleador en la relación contractual.
Eduardo Couture estimaba que el procedimiento lógico de corregir las de-
sigualdades es el de crear otras, de forma tal que los privilegios creados por el le-
gislador le permitan al trabajador recuperar, en el campo jurídico, lo que ha perdi-
do en el campo económico. En ese sentido es que, en esta rama del Derecho se in-
troduce la idea de la igualdad jurídica compensada(10). La dependencia del trabaja-
dor al empleador es triple: facultad de dirección, administrativa y poder discipli-
nario, que les son inherentes como empleador, por lo tanto tiene una especial in-
cidencia en el surgimiento de este principio. Además, el trabajador se encuentra

(10) Suponemos que esta idea se basa en el pensamiento del filósofo Aristóteles, quien sostenía que “el princi-
pio de igualdad exige tratar a las cosas iguales de igual manera, pero también, a las diferentes de manera
diferente”.

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sometido a una dependencia económica del empleador al poner su fuerza de traba-


jo, de cualquier índole que esta sea, al servicio de otro a cambio de una remunera-
ción económica. Entonces, la justificación de este principio se centra precisamente
en la necesidad de dotar al trabajador, quien se presenta como la parte jurídicamente
más débil frente a los poderes del empleador, de los elementos necesarios para que
compense su situación. Específicamente, para el proceso laboral, tenemos el prin-
cipio de equidad. La palabra equidad, que viene del latín aequitas, expresa la idea
de relación y armonía entre una cosa y aquello que le es propio, y se adapta a su na-
turaleza(11). Aristóteles caracterizaba la equidad como una manera de justicia que
se adapta a la singularidad de cada caso(12). Es decir, la equidad pertenece a lo jus-
to, es la justicia singularizada al caso individual, como proporción que hay entre la
norma y las exigencias reales encerradas en cada caso(13). En términos jurídicos, la
equidad atenúa el Derecho positivo, disminuye el rigor de la ley. Según Kant el De-
recho más estricto constituye la mayor injusticia(14). En otros campos del Derecho,
las consecuencias de la rigidez jurídica implacable pueden ser muy dramáticas(15).
Procesalmente, el principio de equidad sirve al juez como criterio para aplicar
las normas jurídicas cuando el Derecho positivo se lo permite. De ahí que “la natu-
raleza propia de la equidad está en corregir la ley, en la medida en que esta resulta
insuficiente en virtud de su carácter general”. Es decir, Aristóteles consideraba a la
equidad como juris legitimi enmendatio (legítima corrección del Derecho) y como
legis supplementum (suplemento de la ley), y a la cual se debía acudir para interpre-
tarla esta y que debía prevalecer en caso de duda, según determinados principios.

3. Recuperación de los principios en el Texto Sustitutorio


La Comisión de Trabajo del Congreso de la República, en su primera sesión
ordinaria de la Legislatura 2006-2007, celebrada el 21 de agosto de 2006, acordó
actualizar el proyecto de una nueva Ley Procesal del Trabajo de la anterior comi-
sión como un nuevo proyecto de Ley N° 117/2006-CR(16). Dicho proyecto en cuan-
to a los principios contiene casi la misma estructura y conceptos de procesos civi-
les que responden a otros principios propios del Derecho privado. Por otro lado, el
proyecto de Código Procesal del Trabajo presentado por el Poder Judicial cuenta
con un Título Preliminar que señala los principios de oralidad, interpretación de las

(11) Aequitas es un concepto filosófico de la escuela histórica griega, trasladado por la jurisprudencia romana
al terreno jurídico. Es decir, existe influencia griega en el concepto de la aequitas romana.
(12) Aristóteles, Etica a Nicómano, Capítulo V del Libro V.
(13) Podría decirse que aquellos que ven solo desde la ley lo justo o injusto, no podrán distinguir jamás con
tanta precisión como los que ven con los ojos de la equidad.
(14) KANT, Manuel. Fundamentación de la Metafísica de las costumbres y crítica de la razón práctica. Ed.
Porrúa, 5ta edición, México, 1983.
(15) Así tenemos en la literatura: Los Miserables de Víctor Hugo, El Gran Inquisidor de Fedor Dostoiewski,
entre otros.
(16) Existen otros proyectos que planteaban solo modificaciones parciales a la Ley N° 26636: Los Proyectos
de Ley N° 982/2006-CR, N°1575/2007-CR, N°3483/2009-CR, N° 3489/2009-CR.

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normas procesales laborales, el indubio pro operario, la irrenunciabilidad de dere-


chos laborales, etc.; pero sin claridad en cuanto a su operacionalidad.
Finalmente, la propuesta del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo
fue impulsada por el entonces Ministro Mario Pasco Cosmópolis. La propuesta tiene
como finalidad expresa el acceso a la justicia laboral y se inspira en la oralidad y en
las nuevas tecnologías. Para ello se plantea algo muy novedoso en nuestro país tres
elementos claves para toda reforma judicial: la formación y capacitación de todos
los operadores del Derecho Laboral, contar con infraestructura que posibilite llevar
a cabo las audiencias judiciales públicamente y con participación de todos los invo-
lucrados del proceso laboral, y finalmente contar con las normas claras sobre el nue-
vo Proceso laboral. Sin embargo, ese Proyecto del Ejecutivo de la Ley Procesal del
Trabajo fue modificado y se presentó formalmente como Proyecto N° 3467/2009-
PE como resultado del grupo de trabajo creado por R.M. N° 006-2009-TR respec-
to del proyecto elaborado por la comisión creada por R.M. N° 044-2008-TR. Cu-
riosamente, en el Título Preliminar no reconocía ningún principio del proceso la-
boral(17). Esta lamentable omisión de los principios era muy grave, tanto que el Co-
legio de Abogados de Lima manifestó su desacuerdo señalando que el mencionado
proyecto “tiene una serie de omisiones (...), no menciona ningún principio del pro-
ceso laboral, lo que deja sin límite alguno al operador del derecho para que pueda
interpretar la norma laboral conforme a su tendencia o mejor saber y entender, lo
que conllevaría a la impredectibilidad de la administración de justicia”(18). Igual-
mente, algunos laboralista como Adolfo Ciudad señalaron que “abstenerse de su
proclamación en el Título Preliminar de los principios procesales laborales, consti-
tuye una carencia de dirección, como un barco a la deriva; es no tener aquellos pi-
lares donde descansen las paredes del gran edificio jurídico procesal”(19). En el Tex-
to Sustitutorio del Dictamen de la nueva Ley Procesal del Trabajo, producto del de-
bate en la Comisión de Trabajo, para la aprobación en el Pleno del Congreso, se in-
corporaron en el Título Preliminar, artículo 1, los principios de inmediación, orali-
dad, concentración, celeridad, economía procesal y veracidad.
Por otro lado, también es lamentable que hasta hoy no se haya aprobado, en
el Congreso de la República, el Proyecto de la Ley General del Trabajo después de

(17) Intentando una definición del proceso laboral, puede decirse que es el conjunto de actos procesales que
se desarrollan en forma progresiva, sistemática y teleológicamente, que son realizados por el Juez y las
partes en cumplimiento de las normas procesales, con el objeto de resolver un conflicto laboral mediante
una sentencia emitida por el órgano jurisdiccional. ¿Pero cuándo una norma es procesal y qué son los
conflictos laborales en la doctrina procesal? Todos sabemos que las normas jurídicas no vienen a ser otra
cosa que una estructura proposicional enunciativa de una forma de organización o de conducta que debe
ser acatada de manera objetiva y obligatoria. La naturaleza procesal de una norma jurídica no depende
del cuerpo de disposiciones en que se halla inserto, sino de su contenido propio (J. COUTURE, Eduardo.
Estudios de Derecho Procesal Civil, Ed. Depalma, Buenos Aires, T. III, 1979).
(18) Oficio N° 112-2009-D-CAL, del Decano del Colegio de Abogados de Lima al Presidente de la Comisión
de Trabajo del Congreso de la República, Lima 16 de noviembre del 2009.
(19) CIUDAD, Adolfo. Análisis del Proyecto de Reforma Laboral Peruana, Documento de Trabajo, Antigua
de Guatemala, 28 de octubre del 2008.

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varios años en el Consejo Nacional del Trabajo y en el Congreso de la República.


Como señala Américo Plá Rodríguez “el carácter protector de la ley sustantiva de
trabajo, mientras tanto, se proyecta sobre el procedimiento e inspira el criterio her-
menéutico adoptado por el juez, no solo al formularse la sentencia sino también al
conducir el proceso. Aquí como fue escrito anteriormente, el Derecho Procesal del
Trabajo se moldea según el contexto del Derecho del Trabajo, por cuanto al con-
trario, de lo que ocurre, según la ley explícita de los líquidos, en el mundo jurídi-
co el continente se ajusta a la forma del contenido”(20). Es decir, el Derecho Proce-
sal del Trabajo nace de la necesidad de garantizar y plasmar los derechos sustanti-
vos de los trabajadores en caso de ser desconocido, incumplido o conculcado. En
esto radica su importancia cada vez mayor por los fines que se propone y las con-
secuencias que trata de evitar. Ambos aspectos requieren la necesidad de adecuar
los lineamientos del proceso en general con las normas y principios del Derecho
del Trabajo, a las particularidades propias de los conflictos derivados de la relación
laboral y las reclamaciones de los trabajadores.

III. INSTRUMENTALIZACIÓN DE LOS PRINCIPIOS PROCESALES


GENERALES
1. Ubicación de los principios operacionales
El contenido como fundamento del Derecho Procesal del Trabajo requiere
contar con principios propios y claros que posibilite una verdadera autonomía de
las diferentes ramas del Derecho. En efecto, “desarrollar los fundamentos del De-
recho Procesal del Trabajo implica, en buena cuenta, justificar su autonomía, su ra-
zón de ser“(21). Generalmente no se delimita los Principios del Derecho Procesal
de las técnicas del procedimiento y son pocos los jus laboralistas que coinciden en
manejar principios comunes.

A nuestro criterio, se debe delimitar los principios exclusivos del Derecho


Procesal del Trabajo con la finalidad de tener organicidad y constituir su base dog-
mática que posibilite hablar realmente de autonomía en sus diferentes aspectos. Es
decir, debe ser “extraño a todos los principios tradicionales, sin exceptuar uno solo
de ellos, ha debido surgir para establecer mediante una nueva desigualdad, la igual-
dad perdida por la distinta condición que tienen en el orden económico de la vida,
los que ponen su trabajo como sustancia del contrato y los que se sirven de él para
la satisfacción de sus intereses’’(22).

Por ello, es necesario la instrumentalización de los principios generales o


fundantes del Derecho del Trabajo. Podemos definir los principios generales del

(20) PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Conferencia Los Principios del Derecho del Trabajo, Doc. Cit.
(21) PASCO COSMÓPOLIS, Mario. Fundamentos del Derecho Procesal del Trabajo, Revista Análisis Laboral,
junio 1997, p. LIX.
(22) COUTURE, Eduardo J. Ob. cit., T. I., p. 288.

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Derecho del Trabajo también como “líneas directrices que informan algunas nor-
mas e inspiran directa o indirectamente una serie de soluciones por lo que pueden
servir para promover y encauzar la aprobación de nuevas normas, orientar la inter-
pretación de las existentes y resolver los casos no previstos”(23).

Al respecto, debe buscarse la justificación lógica, y también debe tenerse


en cuenta la diferencia de los principios fundante o principales con los principios
operacionales o reglas. En el primer caso, de la justificación lógica, utilizaremos la
fundamentación filosófica de Francisco Miró Quesada Cantuarias: “Por lo pronto,
debe señalarse que la única manera de justificar racionalmente un sistema de lógi-
ca es mediante el hecho de que sus principios (axiomas) y sus reglas de inferencia,
son evidentes (en el caso de los principios), que su verdad es evidente; en el caso
de las reglas, que es evidente que su aplicación permitirá pasar, de manera nece-
saria, de la verdad de las premisas a la verdad de la conclusión”(24). En el segundo
caso, utilizaremos la diferencia que hace Diego Valadés, para efectos de este traba-
jo, entre los principios fundantes o generales y los principios operacionales o reglas:
“Los principios (fundantes) son mandatos de optimización que pueden ser cumpli-
dos en diferentes grados, en tanto que las reglas (principios operacionales) única-
mente pueden ser cumplidas o no”(25).

Existe una relación directa entre los principios principales o fundantes y los
principios operacionales o reglas. Lo que no es fácil es determinar su aplicación,
en cuanto a cantidad de principios(26). No obstante, la idea es que la instrumentali-
zación de los principios principales o fundantes se realicen a través de los princi-
pios operacionales o reglas como “directivas o líneas, dentro de las cuales han de
desarrollarse las instituciones del proceso”(27).

2. Los principios en la Constitución


El valor jurídico de algunos principios se centra sobre todo, en la introduc-
ción de criterios de interpretación de otras normas. Otros, por el contrario, van más
allá y tienen efectos más directos desplazando la aplicación de determinadas nor-
mas o determinando el sentido de la solución a los problemas jurídicos que plantea
la práctica cotidiana. Es de destacar además, que un mismo principio puede desarro-
llar, dependiendo de las circunstancias del caso, esas funciones(28). Sin embargo,”el
rasgo esencial, que define la condición del principio general del Derecho es su carácter

(23) PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Los Principios del Derecho del Trabajo. Ediciones Depalma, Buenos Aires,
1978, p. 9
(24) MIRÓ QUESADA, Francisco. Ensayos de Filosofía del Derecho, Universidad de Lima, 1998, p. 15
(25) VALADÉS, Diego. “La no aplicación de las normas y el Estado de Derecho”. En: Derecho Constitucional
y Derecho Humanos, Ed. BLG-CEDDAL-UNMSM., Lima, julio 2005, p. 80.
(26) Por ello, es que tenemos tantas clasificaciones como autores existen.
(27) PODETTI, Ramiro. Tratado del Proceso Laboral, Ed. Ediar, Buenos Aires, Tomo I, 1950, p. 192.
(28) Ver María Luisa Balaguer C., La interpretación de la Constitución por la jurisdicción ordinaria, Edic.
Civitas, Madrid, 1990.

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de elemento informador del ordenamiento jurídico en un conjunto o de un sector


del mismo. Para que podamos hablar de la existencia de un determinado principio,
debe poder apreciarse que las reglas existentes en un ámbito jurídico concreto, se
encuentran informados por un determinado criterio de justicia que le es común”(29).
En el ámbito del Derecho Procesal en general “se reproducía el desequili-
brio existente entre las partes contratantes en el contrato de trabajo, que se intenta-
ba corregir por medio del derecho sustantivo”(30). Américo Plá Rodríguez señala que
“los verdaderos motivos de la autonomía procesal del Derecho del Trabajo los en-
contramos en los propios litigios que ha de resolver una justicia del trabajo. Algu-
nos de ellos por motivos intrínsecos del propio proceso. El litigio del trabajo debe
resolver aplicando principios y normas peculiares, usando una técnica más ágil y
amplia en materia de pruebas, de términos y de recursos, y sobre todo, encarándola
de acuerdo con un espíritu nuevo”(31). El mismo autor, destaca que “Alejandro Ga-
llart Fosch escribió en 1936 este párrafo que se ha convertido en una cita obligada:
La jurisdicción civil ordinaria es complicada, lenta y costosa, y aun cuando puede
hacerse más sencilla, más rápida y más barata, siempre es ello dentro de una cier-
ta relatividad, pues sino la sencillez sería en perjuicio de la debida consideración
de todas las facetas, de los complejos litigios de carácter contractual, patrimonial o
familiar, la rapidez privaría a las partes de las garantías que para sus derechos pue-
den exigir, y la baratura favorecería la multiplicación de los litigantes de mala fe.
En cambio, el litigio de trabajo exige extremada sencillez, gran rapidez y absoluta
gratuidad, porque sin estas condiciones es absolutamente inoperante”(32).
En ese sentido, el Derecho Procesal del Trabajo se concreta en el conjunto
de normas, principios e instituciones que constituyen la legislación procesal, por
cuyo medio el Estado, ejercitando su función jurisdiccional, administra justicia labo-
ral(33). Esto condujo, en algunos países, a la constitucionalización del proceso como
un conjunto de derechos de la persona y garantías a través de la proclamación pro-
gramática de principios de derecho procesal(34).
En el Perú, con la Constitución de 1979 se empezó a regular los principios
propios del Derecho del Trabajo: el principio protector (artículo 42), el de igualdad
de trato (artículo 42, segundo párrafo), el de continuidad (art.48), el de irrenunciabilidad
(art.57, primer párrafo) y el principio indubio pro operario (art. 57, segundo párrafo).

(29) NARANJO DE LA CRUZ, Rafael. Los límites de los derechos fundamentales en las relaciones entre
particulares: la buena fe. Ed. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, p. 258.
(30) Sagardo, Juan A. y Bengoechea. Prontuario del Derecho del Trabajo. Ed. Civitas, Madrid, 6ta edic., 2003,
p. 823.
(31) PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Conferencia Los Principios del Derecho del Trabajo, en Lima, marzo, 1997.
(32) Idem.
(33) En la jurisprudencia del Tribunal Constitucional Español se enfatiza ese carácter. “(...) superando tendencias
que creían que el Derecho Procesal era un conjunto de normas neutras y aisladas del Derecho sustantivo..”.
(Sentencia del 25 de enero de 1983).
(34) Ver Ernesto Rey Cantor, Principio de Legalidad y Derechos Humanos: análisis desde la perspectiva del
Derecho Constitucional Procesal, en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, Ob.cit., ps. 201–260.

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La Constitución de 1993 consagra el principio protector (artículo 23, primer párra-


fo), la igualdad de oportunidades sin discriminación, la irrenunciabilidad de dere-
chos y el indubio pro operario (artículo 26). “Esa tendencia positivista iniciada con
la Carta de 1979 ha permanecido en nuestro ordenamiento, no solo al más alto nivel
sino también a nivel infraconstitucional”(35). El artículo 26, numeral 3 de la Consti-
tución actual alude a este principio operacional(36), igualmente la ley procesal: “en
caso de duda insalvable sobre los diversos sentidos de una norma o cuando exis-
tan varias normas aplicables a un caso concreto, deberá interpretar o aplicar la nor-
ma que favorezca al trabajador”. En ambas normas debe superarse el concepto am-
biguo de “duda insalvable” porque parecería exigir el agotamiento de los distintos
métodos de interpretación normativa, y solo así se aplicaría. Es obvio que esa pos-
tura limita el uso de la regla(37).

IV. LOS PRINCIPIOS EN LA NUEVA LEY N° 29497


En este punto se trata de buscar la razón de ser de los principios y encontrar
su fundamento, inquirir en sus antecedentes, de tal manera que se pueda encontrar
el espíritu de la misma bajo la égida del sentido de justicia como categoría moral y
supremo objetivo. Pero, no pretendemos más que exponer algunos de los más evi-
dentes elementos positivos de los principios en la nueva ley.

1. Inmediación y oralidad
La inmediación y la oralidad constituyen el marco más adecuado para me-
diatizar, absolver y redefinir el proceso laboral. Entendiendo por proceso laboral al
conjunto de actos procesales dirigidos a reconstruir el hecho conflictivo hasta don-
de los elementos probatorios lo permitan, se puede concluir también que la orali-
dad se presenta como el mejor instrumento para lograrlo. Nuevamente, los atributos
propios de la oralidad, desde su sencillez hasta la exigencia de la concentración y
continuación, hacen que el sistema sea más eficiente para aproximarnos en un ma-
yor grado a la verdad real, que en procedimiento escrito se prolonga en el tiempo y
se complica con formalismos estériles. Por ello, existe una estrecha relación interna
entre la oralidad y la inmediación, pues para que la decisión en el proceso sea real
se necesita que los jueces examinen directamente la prueba, contando con la par-
ticipación de las partes involucradas. En un sentido específico, la inmediación se

(35) BOZA PRÓ, Guillermo. “La madre trabajadora como sujeto laboral especialmente protegido en el orde-
namiento peruano”. En: Los Principios del Derecho del Trabajo en el Derecho Peruano, Libro Homenaje
al Profesor Américo Plá Rodríguez, Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social,
Lima, 2004, p.77.
(36) “En la relación laboral se respetan los siguientes principios: (...) interpretación favorable al trabajador en
caso de duda insalvable sobre el sentido de la norma”.
(37) Por otro lado, su aplicación en el ámbito normativo del Derecho Colectivo del Trabajo ofrece resistencia
debido a su doble naturaleza heterónoma y contractual.

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IV Congreso Nacional - Cusco 2010

refiere directamente a la relación entre el juez y los medios de prueba, de tal forma
que el juez pueda percibir y conocer directamente la prueba(38).
La oralidad se convierte en el modelo de procedimiento laboral para la ad-
quisición de la verdad y además de un modelo con el que se pretende la redefini-
ción del conflicto(39). Es decir, en las dos funciones que cumple el juicio oral(40), el
juez asume un rol importante: en el primero, determinará la verdad procesal al dic-
tar sentencia; en el segundo, la tarea es mucho más compleja, la redefinición del
conflicto, que contribuya a la paz social.
La inmediación constituye la condición básica para lograr, en la medida de lo
posible, la determinación de la verdad de los hechos. La información, el examen de
la prueba, debe realizarse con la presencia, comunicación e interacción de los jue-
ces y de las partes intervinientes. “El principio de inmediación implica que el juez
que ha presenciado la actuación de los medios probatorios, que ha oído a las partes,
y ha apreciado su conducta en el proceso, sea el mismo que dicte la sentencia”(41).
Es importante destacar que el proceso oral disminuye significativamente la posi-
bilidad de que se manipule fraudulentamente la prueba, pues la comunicación di-
recta entre las personas que intervienen en la audiencia permite detectar más fácil-
mente tales desviaciones. En realidad, en el sistema escrito predomina como obje-
tivo fundamental la determinación de una verdad formal, debilitándose, inevitable-
mente, las garantías del trabajador. En una sociedad en la que los ciudadanos ma-
yormente no tienen una cultura escrita y no conocen realmente el contenido de las
disposiciones legales, solo la oralidad garantizaría el cumplimiento de la justicia
laboral(42). El proceso oral supone la participación y dirección del juez que decida
la causa, mediante la aplicación de tres funciones: “la investigación de la verdad;
búsqueda de la norma y la interpretación de su sentido; y la aplicación del Derecho
a los hechos. La primera es de índole gnoseológica y lógica; la segunda pertenece
al campo de la técnica jurídica; y la tercera implica una auténtica valoración”(43).
Entonces, la aplicación del Derecho por el juez implica un contenido ético. Sobre
esto, podríamos aplicar la argumentación de Max Weber cuando distingue entre

(38) En realidad, en ese caso, se establece una relación lenguaje-objeto/metalenguaje. Al respecto, ver “Ciencia
del Derecho y análisis del lenguaje” de Norberto Bobbio.
(39) Ver Mario Oderigo. El lenguaje del proceso. Ed. Depalma, Buenos Aires, 1961.
(40) Hay que precisar que “oralidad y escrituración (o proceso oral versus proceso escrito) no son términos ne-
cesariamente antitéticos o que mutuamente se rechazan, ya que ninguno de ellos es absoluto” (Mario Pasco
Cosmópolis, Ob. cit., p. 91). Además, “la oralidad no significa ausencia absoluta de escritura, pues como
se ha dicho, un procedimiento totalmente oral es imposible, y además hay que aceptar que ni la oralidad
ni la escritura sirven por sí solas para garantizar una decisión justa, siendo necesaria una combinación de
ambas” (Juan Sagardoy Bengoechea, Ob. cit., p. 830).
(41) BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. “El derecho fundamental a probar y su contenido esencial”. En:
Apuntes de Derecho Procesal, Ed. Ara, Lima, 1997, p. 90.
(42) Literalmente hablando en un proceso escrito las partes no se hacen oír sino tan solo hacen leer; además, el
derecho de hacerse oír implica la garantía de lograr la mejor manera de comunicación entre quienes oyen
y quienes se hacen oír y esta mejor manera es la oralidad.
(43) ALZAMORA VALDEZ, Mario. Derecho Procesal Civil: Teoría General del proceso, Ed. Eddili, Lima,
8ta edición, p. 150.

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Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social

ética de la convicción y la ética de la responsabilidad(44). La primera se refiere a la


acción sin tener presente sus consecuencias; la segunda corresponde a la decisión
conociendo sus efectos. Es decir, en los procesos en general, el juez aplicará el cri-
terio de la convicción por el rigor normativo de la ley; pero en materia laboral, ne-
cesariamente debe aplicar la ética de la responsabilidad.
Por ello, no se trata solo de “la existencia de una rama autónoma del derecho,
que exige una indispensable especialización para dominarla, no es siquiera la difi-
cultad de especialización por el número de sus normas, su complejidad y su cons-
tante renovación. Es el espíritu nuevo, peculiar, distinto de las restantes ramas del
derecho, de mucha mayor sensibilidad y proximidad con la vida real el que obliga
indispensablemente jueces diferentes y especiales”(45). En suma, uno de los aspec-
tos más importantes que debe buscar cualquier proceso de reforma de nuestra jus-
ticia laboral lo constituye, sin lugar a dudas, la necesidad de que los jueces asuman
un mayor protagonismo en relación con la solución de un conflicto laboral, que se
dejen las delegaciones de las tareas jurisdiccionales más importantes como ocurre
actualmente a los auxiliares, que asuman mayor compromiso con la solución de los
problemas que más afectan a los trabajadores, y en definitiva, que sean verdaderos
directores del proceso laboral. Diríamos como Calamandrei, “no queremos saber
nada de los jueces de Montesquieu, êtres inanimes, hechos de pura lógica. Quere-
mos jueces con alma, jueces que sepan llevar con humano y vigilante empeño, el
gran peso que implica la enorme responsabilidad de hacer justicia”(46). También se
debe buscar fortalecer el sistema de la libre convicción o sana crítica del juez, se-
gún el cual este es libre de asignarle el valor a los elementos de prueba reproduci-
dos en el juicio, pues el legislador no señala anticipadamente presunciones proba-
torias. Pero el juez se encuentra en la ineludible tarea de expresar las razones por
las cuales asigna un determinado valor a dichas pruebas y forma su convicción(47).
Finalmente, el dictado de la sentencia en un plazo razonable es uno de los
aspectos que más preocupa a los trabajadores, puesto que los juicios laborales es-
tán acostumbrados a sobrepasar los plazos que la ley establece para el dictado de la
sentencia. Por tal razón, resulta de mayor conveniencia exigir que esos plazos sean
cumplidos bajo pena de sanción, con la finalidad de que los jueces se acostumbren
a cumplirlos, porque la práctica ha demostrado que sí pueden hacerlo(48).

(44) WEBER, Max. Economía y Sociedad. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, Traducción de José
Medina Echevarría y otros, 1983, p. 452 y ss.
(45) PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Conferencia Los Principios del Derecho del Trabajo, doct. Cit.
(46) CALAMANDREI, Piero. Proceso y Democracia. Ed. Ezea, Buenos Aires, 1960, p. 83.
(47) Los jueces están en la obligación de señalar en las sentencias las razones en que sustentan cada una de
sus conclusiones. Para tales efectos deben realizar un conjunto de razonamientos de hecho y de derecho,
explicando debidamente en la motivación de su resolución, a fin de que pueda ser conocido por las partes
y de esa manera estas se encuentren en condiciones de ejercer su derecho de defensa.
(48) A pesar del cúmulo de expedientes por la elevada demanda de justicia laboral que ocasiona congestión de
los procesos. “Es verdad que el número de procesos atribuidos a cada juez en América Latina es excesivo”
(Reginald D. Felker, La reforma del poder judicial en América Latina según propuesta del Banco Mundial,

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IV Congreso Nacional - Cusco 2010

2. Concentración y celeridad procesal


La concentración y la celeridad procesal, en términos absolutos, exigirán que
el juicio laboral se realice frente a todos los sujetos procesales, desde el inicio hasta
su terminación, de una sola vez y en forma sucesiva, sin solución de continuidad,
con el propósito de que exista la mayor proximidad entre el momento en que se re-
cibe toda la prueba, formulan las partes su defensa y conclusiones sobre ella, deli-
bera el juez y se dicta sentencia. Sin embargo, no basta reconocerlo en forma ge-
neral, de lo que se trata es de concentrar los actos procesales al menor número po-
sible: Ello serviría para proteger al trabajador, al no prolongarse el juicio innece-
sariamente; así se reforzaría la credibilidad de la justicia al garantizar una decisión
rápida por tratarse de conflictos laborales.
La concentración está directamente referida a los sujetos del proceso y a la
recepción de la prueba, y la continuidad a los actos procesales que deben realizarse
en el juicio. También consideramos que la oralidad, la concentración y la continui-
dad, son fundamentales en el proceso laboral, porque los actos procesales prolon-
gados conllevan el peligro de la demora del juicio(49). Desde ese punto de vista, la
concentración y la celeridad deben ser exigencias procesales de la nueva ley cuya
realización debe verificarse con la oralidad. Desde luego que tales exigencias tam-
poco deben ser categóricas. El absolutismo en este terreno también puede distorsio-
nar la solución adecuada. El objetivo es que el proceso laboral debe celebrarse en
forma concentrada, pero otras razones pueden justificar la suspensión y la poster-
gación de la audiencia, como serían por ejemplo el impedimento o enfermedad de
algunos de los sujetos del proceso, la realización de actos fuera del juzgado como
una inspección ocular, etc.
La celeridad es uno de los principios básicos del Derecho Procesal del Tra-
bajo porque constituye el objetivo principal que se persigue en el proceso laboral
para buscar la rapidez a través de la simplificación de los trámites, limitación
de los recursos impugnatorios, brevedad de los plazos, limitación de las ins-
tancias, la perentoriedad de los términos, etc. En efecto, en el artículo I del
Título Preliminar de la Ley 26636, se reconoce el principio de celeridad. Sin
embargo, la misma ley (art. 61) establece la vía ordinaria, a la cual está so-
metida la mayor parte de los reclamos, los asuntos contenciosos de compe-
tencia de los juzgados especializados de trabajo.

en Flexibilidad o Derechos Sociales, Estudios ofrecidos en homenaje a la Universidad Nacional Mayor


de San Marcos, Ed. Edial, Lima, 2001).
(49) Hace años se viene planteando que “a la administración laboral le corresponde desarrollar acciones de
prevención de manera agresiva, mediante el desarrollo de actividad inspectiva, como mecanismo necesario
para contribuir a reducir sustantivamente los altos niveles de incumplimiento de la legislación laboral”
(David Campana, Jurisdicción del trabajo y mecanismos alternativos de resolución de conflictos, Ponencia
en el VI Congreso Peruano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, UNMSM, 1996, p. 52–53).

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Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social

De nuevo la oralidad se presenta como el mejor facilitador del principio de


concentración y celeridad, al realizarse el proceso en forma directa, sin intermedia-
rios y de manera continua, exigiéndose la presencia de todos los sujetos del proce-
so. La escritura, caracterizada por delegar la recopilación de la prueba en funciona-
rios auxiliares del juez, no resulta un instrumento idóneo para realizar la concentra-
ción, máxime que tampoco exige la presencia de todos los sujetos en ese momento,
formándose así gruesos expedientes, de los que deben extraerse las piezas impor-
tantes de otras que no la son. Esta celeridad se vincula directamente con la publi-
cidad del proceso laboral, pues constituye, en cierta forma, un instrumento de con-
trol sobre el poder ejercido por los jueces. También es una garantía para el trabaja-
dor, puesto que impide la demora y arbitrariedad de la justicia. La restricción a este
principio operacional tan importante solo sería constitucionalmente aceptable si se
funda en motivos o razones específicas que lo justifiquen(50).

3. Economía procesal y veracidad


La economía procesal como principio operacional tiene relación directa con
el principio de celeridad en dos sentidos: primero, respecto a la disminución del
gasto económico; segundo, a la reducción del tiempo y esfuerzo en los actos pro-
cesales que se tratan en las actuaciones procesales del capítulo III de la nueva ley
mencionada. En el primer caso, la gratuidad procesal debe significar una acción tui-
tiva por parte del Estado a favor del más débil de la relación laboral, cuando sur-
ge un conflicto en el cual la facultad o poder del empleador haría que el trabajador
sea siempre el perdedor, para conseguir así la igualdad real y efectiva de trabajado-
res y empleadores. Esto explica la raíz profunda del derecho a la gratuidad proce-
sal de quienes no tienen los medios económicos suficientes para afrontar los gastos
que generan un litigio laboral.
En nuestra legislación no se reconocía este principio, aun cuando ha inspi-
rado algunos de los artículos de la ley (51) y como muchos consideramos, se debe
precisar taxativamente. Pero para dotar de contenido real a este principio operacio-
nal, evitando así que se reduzca a una retórica declaración de buenos propósitos, el
Estado debe asumir una actividad prestacional como son los honorarios por la re-

(50) Por otro lado, la publicidad en el procedimiento laboral es posible por el tipo de reclamación: se tratan de
derechos “comunes” a todos los trabajadores, de contratos que pueden ser considerados de adhesión, que
llevan a que los conflictos se reproduzcan y que el interés personal e individual se transforme en colectivo.
Además, es “una consecuencia que se desprende de la oralidad en el procedimiento, a la que debemos
hacer mención, es la publicidad de los actos procesales, pues, como se ha escrito con acierto, solo cabe
publicidad en un proceso oral en el que las actuaciones de palabra pueden ser presenciadas por terceros,
incluso sin interés alguno en el asunto” (SAGARDOY BENGOECHEA, Juan. Ob. cit., pp. 830-831).
(51) Nos referimos a la Ley N° 26336, Ley Procesal del Trabajo, del 14 de junio de 1996 (Al respecto, ver el
artículo “Algunas reflexiones con respecto a la Ley Procesal del Trabajo” de Fernando Elías Mantero,
Revista Análisis Laboral, junio 1997, p. LXI).

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IV Congreso Nacional - Cusco 2010

presentación y la asistencia en juicios a los trabajadores por reunir las condiciones


legalmente previstas.
En realidad, lo que tienen costos no son los actos procesales en sí mismos,
sino el cumplimiento de las garantías básicas, el tratar de llevar a la práctica tam-
bién la idea de que el proceso laboral debe buscar la verdad real y atenuar o solu-
cionar el conflicto, utilizando para ello todos los recursos necesarios que faciliten la
idea de la justicia del caso concreto. Se trata de asignar equitativamente los recursos
públicos dedicados presupuestariamente a esta finalidad, haciéndolo con criterios
de eficiencia y economía. Es necesario centrar los estudios de los costos económi-
cos en la posibilidad efectiva de cumplir con las garantías constitucionales. Se tra-
ta de buscar la conciliación o de ofrecer una verdadera alternativa que sea mucho
más barata que un sistema procesal que pretenda llevar a la práctica los presupues-
tos para los cuales se instauró el sistema actual, como marco de garantía.
Finalmente, el principio de veracidad como sinónimo de primacía de la rea-
lidad es fundamental su incorporación en el proceso laboral con la nueva ley. De-
bemos tener en cuenta que la finalidad básica de todo proceso, planteado en térmi-
nos tradicionales, ha sido siempre la búsqueda de la verdad formal o legal. Todavía
hoy tiene vital importancia la delimitación de la actividad probatoria en los proce-
sos. Pero desde el punto de vista del proceso laboral, se tiene por objeto averiguar
la verdad real o material respecto del hecho conflictivo, ya sea para confirmar su
existencia o para descartarla. “Pensamos que la clave de la solución de este pro-
blema deriva de otro de los principios del proceso laboral que es la búsqueda de la
verdad real, esa búsqueda de la verdad constituye un punto de referencia objetivo
que exige y asegura la imparcialidad del juez”(52).
El Tribunal Constitucional se ha pronunciado, en forma reiterada, que el
principio de primacía de la realidad se encuentra implícitamente en los artículos 22
y 23 de la Constitución(53),(54). No obstante, no basta con la adopción de este prin-
cipio u otros que incorporan modernas instituciones procesales en la ley, pues en
muchas ocasiones la práctica se encarga de desvirtuarla si no se superan los hábi-
tos burocráticos, la formación dirigida excesivamente al análisis legalista y norma-
tiva de los conflictos laborales y la tendencia a anteponer la norma a la realidad(55).
Muchos son los males que aquejan a la justicia laboral peruana. De ahí que uno de
los grandes retos sea el de simplificar el juicio laboral, haciéndolo más cercano a
lo cotidiano que implica establecer la primacía de la realidad sobre lo formal. Y lo

(52) PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Conferencia Los Principios del Derecho del Trabajo, doct. Cit.
(53) Al respecto, ver la publicación Estudios sobre la Jurisprudencia Constitucional en materia Laboral y
Previsional, de la Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social y la Academia de la
Magistratura, octubre 2004.
(54) Sobre la aplicación del principio de primacía de la realidad tenemos el pronunciamiento en el expediente
N° 2132-2003-AATC-Piura.
(55) Al respecto, ver Paul Kahn, El análisis cultural del Derecho: una reconstrucción de los estudios jurídicos,
Ed. Gedisa, Barcelona, mayo 2001.

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sustancial es considerar el conflicto humano que subyace en todo proceso laboral.


En este campo, la oralidad puede hacer posible prestar un servicio mucho más gran-
de que el de satisfacer algunas formalidades en la búsqueda de la verdad real, por-
que brinda muy poco espacio al formalismo y garantiza otros principios procesales.

V. A MANERA DE CONCLUSIÓN
Por lo que hemos tratado hasta el momento, los principios en la nueva Ley
Procesal del Trabajo constituyen los elementos compensatorios e igualadores de las
desigualdades del trabajador con el empleador en la dinámica del proceso laboral.
Consideramos que el proceso laboral debe ser garantía para la existencia de una
paz social general y permanente en tanto que el crecimiento económico es funda-
mental pero no suficiente para asegurar la equidad y el progreso social. No obstan-
te, si bien es cierto que se tiene que garantizar la protección de los derechos labo-
rales, también es cierto que se tiene que buscar la seguridad jurídica. Ahora, se ini-
cia una nueva etapa, con la Ley N° 29497.

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