Columna de Andrés Echeverría y Carolina Soto
Columna de Andrés Echeverría y Carolina Soto
Columna de Andrés Echeverría y Carolina Soto
22.06.2022 / 20:35
La asesora de Migraciones y el encargado de Migraciones de Horizonte Ciudadano reflexionan en torno a la
situación de las niñas, niños y adolescentes que migraron a Chile. "Si bien formalmente se les asegura
protección, en la práctica se generan condiciones que podrían aumentar su desprotección y vulnerabilidad",
plantearon.
De acuerdo con los datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de
Venezuela a mayo de 2022, se estima que en Chile habitan alrededor de 448.000 personas
provenientes de Venezuela, siendo el cuarto país receptor en América Latina. El informe de Chile para la
Plataforma señala proyecta un aumento hasta sobre las 560.000 personas hacia fines de 2022.
Cifras aportadas por la sexta ronda de la Matriz de Seguimiento de Desplazamiento de OIM Chile, de enero de
2022, reflejan una situación preocupante de las familias venezolanas -y en especial de los niños y niñas- en su
ingreso al país. Del total de 300 personas encuestadas, el 71% declara viajar con un niño, niña o adolescente y
alrededor del 68% corresponde a niños y niñas menores de 9 años. Del total de niños y niñas, un 68%
presentaría una interrupción de sus estudios formales, y se estima un promedio de rezago escolar de alrededor
de un año, con una mayor pérdida de estudios en los menores de 15 años. En el caso de menores de 9 años,
se estima en un 44% el porcentaje de niños y niñas que han perdido estudios. Asimismo, se da
cuenta de diversos factores que afectan la seguridad y bienestar infantil y atentan seriamente contra su pleno
desarrollo, tales como falta de recursos económicos, inseguridad alimentaria, ausencia de espacios donde
dormir, la exposición a redes o bandas criminales y a situaciones de violencia, entre otras.
Mientras se asegura a la niñez el ejercicio de derechos más allá de su situación migratoria, las familias
que ingresan al país en forma irregular ven obstaculizadas las posibilidades de ejercer su rol. No poder
postular a un trabajo formal, acceder a la protección social o a una vivienda, minan el ejercicio de sus
responsabilidades de cuidado y crianza. Más aún, el temor a la expulsión puede actuar como un serio
freno en el acceso de niños, niñas y adolescentes a prestaciones aseguradas por ley. Así, si bien
formalmente se les asegura protección, en la práctica se generan condiciones que podrían aumentar su
desprotección y vulnerabilidad.
Creemos que, en materia de migración e infancia, es necesario avanzar hacia un abordaje de la crisis
migratoria desde la niñez y el cumplimiento de sus derechos: la articulación sistémica de acciones en
que el bienestar y desarrollo infantil sea una base e indicador central para la provisión de medidas a
nivel individual, familiar y socio-comunitario. Creemos que sólo así el interés superior del niño será
debidamente encarnado.