Texto Globalizacion y El Impacto en El Mundo Empresarial
Texto Globalizacion y El Impacto en El Mundo Empresarial
Texto Globalizacion y El Impacto en El Mundo Empresarial
La globalización es un proceso dinámico de creciente libertad e integración mundial de los mercados de trabajo, bienes,
servicios, tecnología y capitales. Este proceso no es nuevo, viene desarrollándose paulatinamente y tardará muchos años
aún en completarse. La globalización sugiere que en el mundo los factores alejados e insignificantes afectan de manera
directa el desarrollo de este planeta.
Hace algunos años pensábamos que el planeta terminaba donde nuestros ojos dejaban de ver. Si nos remontamos a la
historia, esta nos diría que han pasado largos siglos de la permanencia humana en este planeta, y que a lo largo de esta
permanencia hemos buscado conocer más, saber más, descubriendo así el nuevo mundo, los lugares más inhóspitos de
nuestro planeta y hasta llegando a la luna, ahora sabemos que el mundo es redondo, que se orienta en dos ejes y que gira
sin descanso con la promesa de seguirlo haciendo, pero con la incertidumbre del momento en el que detendrá su andar.
Hace unos siglos el intercambiar información entre dos personas ubicadas a unos metros era prácticamente imposible, hoy
en día, las señales satelitales, la internet y las TIC nos permiten comunicarnos en tiempo real de un lado a otro del planeta
con el simple fin de enviarnos un saludo.
La globalización sugiere que para que este concepto se desarrolle de manera afortunada, debemos generar un
pensamiento global, olvidarnos de los límites impuestos por las fronteras y la división política de este planeta y generar un
pensamiento libre de ataduras que nos permita hacer intercambios con China, México, USA o España, con el único fin de
lograr una ventaja competitiva sostenible que permita el desarrollo de nuestra sociedad.
Peter Drucker quien es el padre de la administración moderna, sugiere que la manera más precisa de comprender la
globalización es “desaprender lo aprendido” para generar un nuevo concepto que nos permita ampliar las fronteras, crear
rupturas epistemológicas y generar nuevos conceptos. Pareciera que después de todos los descubrimientos y adelantos
que la humanidad ha generado estamos listos para este gran salto, volvernos uno mismo, y sin ánimos de ser pesimista
detendré este ejercicio literario para preguntarme ¿en realidad estamos listos?...
Desde que apareció el concepto de globalización en la década de los 90 las opiniones se han polarizado. Algunos
pensamos que la globalización podría ser el antídoto que este planeta está esperando, ya que hemos reconocido que ni el
capitalismo, ni el socialismo, ni ningún otro régimen económico ha logrado una equidad justa, que nos permita a todos
tener las mismas oportunidades de desarrollo y crecimiento. Sin embargo, hay quienes pensamos que no es el antídoto
correcto, que sucederá lo mismo de siempre: los países ricos serán más ricos por que seguirán teniendo mejores
condiciones de desarrollo y los pobres serán igual o más pobres a la sombra y condiciones de los países poderosos. No
obstante y a pesar de las diferentes posturas a las que nos podemos enfrentar, es una realidad que la globalización ha
comenzado a operar y lo ha hecho de lleno. Para muestra de eso basta que echemos un vistazo a las importaciones y
exportaciones de diferentes productos, mismos que viajan desde Asia, Europa o América fortaleciendo las relaciones
comerciales. Aunque esto no es nuevo, ha existido a lo largo de la historia. Los egipcios intercambiaban productos, los
incas también lo hacían y hasta los mismos vikingos lo hicieron, aunque lo realizaban por el hecho de obtener recursos
naturales escasos o nulos en su lugar de origen.
Hoy en día el intercambio de productos parece ser un deporte: la mitad de los transportes, tanto aéreos como marítimos,
son destinados al intercambio de productos. La economía también se ha visto afectada por la globalización, las monedas
han dejado de ser un valor intrínseco que le permita a una comunidad intercambiar productos, y representan el poder
adquisitivo de toda una comunidad, convirtiéndose así en la capacidad de pago que posee una entidad financiera.
Pero qué papel deben jugar las empresas en toda esta historia. Hoy en día las empresas deben de pensar en grande,
porque es prácticamente inaudito seguir pensando en ser el mejor de una cuadra o un pueblo. Deben de pensar en ser el
mejor del mundo, ya que la globalización ha reorientado los esfuerzos de las empresas a la calidad, esa que Karol
Ishikawa nos presentaba en la década de los 80 y que llevó a Toyota a ser la automotriz número uno del mundo; esa que
permitió que Japón tuviera una economía sobresaliente y que ganó la admiración del mundo entero.
La calidad hasta hace unos años no era más que un paso de la auditoría que nos permitía continuar con un diagrama de
flujo, donde las decisiones no eran más que un pretexto de los niveles mínimos para continuar con la operación; hoy el
mercado exige más, es más crítico, más conocedor y no está dispuesto a pagar por un producto de mala calidad.
Las estrategias para entrar a la globalización pueden ser muchas, sin embargo, todas las áreas de una empresa deben
reinventarse para entrar en ese proceso, porque la globalización pone a todas las empresas del mundo en la línea de
salida y les marca una carrera de 400 metros libres, sin embargo, para poder competir no es necesario ser de un bloque
específico, si no tener la capacidad para reinventarse, adaptarse y decidir.
Philip Kloter, considerado el padre del marketing nos habla de un concepto que junto con la calidad podrían ser las dos
armas secretas para formar parte de esa carrera y obtener el éxito esperado; sí, el “Customer Relationship
Managament” es el secreto que muchas empresas han olvidado. No existe hoy en día una empresa que no trabaje para
sus clientes, aunque en ocasiones las empresas lo olvidan y orientan su trabajo exclusivamente a las finanzas, a las
relaciones políticas o a la manera más rápida de generar liquidez, lo que les permita ser rentable y tener una posición
financiera cómoda.
Pero la globalización no perdonará más esto, se convertirá en un error, porque la globalización se orienta al cliente, olvida
los monopolios y oligopolios para abrir los mercados y competir con todo el mundo; no es necesario estar ahí físicamente
para competir, solo es necesario pararse en la línea y empezar a correr; tampoco es necesario tener un corporativo en
Wall Street, en Dubai o en Londres, porque ahora puede operar a una empresa desde un ordenador portátil en la
comodidad del hogar o a través de un GPS en el tránsito de alguna gran metrópoli. La globalización es la revolución que el
mundo de los negocios esperaba y aunque no se ha explotado como debía ser, y las lagunas de esta aún son muchas, las
empresas deben empezar a entrar en este proceso, y entre más rápido empiecen, más rápido aprenderán a desaprender.
Más rápido generarán esa capacidad de adaptación, de reinvención y de decisión.
He hablado de la actitud de las empresas, pero qué pasará con esos siglos de administración empresarial basada en los
activos, los pasivos y las utilidades de toda corporación; de sus participaciones en las bolsas del mundo, de las estrategias
financieras y de las grandes carpetas de contabilidad que día a día se actualizan para conocer el ¿cómo?, ¿por qué? Y
¿en que se invierten los activos? ¿Desaparecerán?…
La pregunta parece muy exigente aún para este proceso paulatino de globalización, pero en mi opinión, sí, la
administración debe reinventarse también, el proceso administrativo debe dejar de dividirse en planear, organizar, dirigir y
controlar, para dar cabida a procesos como reinventar y aprender.