El Toloache o Yerba Del Diablo
El Toloache o Yerba Del Diablo
El Toloache o Yerba Del Diablo
DIABLO
Los indios del Norte de México y el sur de Estados Unidos utilizaron la
datura o toloache como medicina y medio para diagnosticar
enfermedades y tener visiones, como amuleto para ganar apuestas,
como auxiliar en la cacería y en las ceremonias iniciáticas de los jóvenes
de ambos sexos. El uso generalizado del toloache como planta ritual se
observa en casi todos los grupos étnicos del Norte de México y en tribus
del sur de California: cahuillas, cupeños, paipai y kumiai.
Para los seris, la datura se cuenta entre las primeras plantas creadas; es
sobrenatural y posee un espíritu invisible, como las otras plantas
primigenias. Se utiliza para manipular el clima, hacer limpias y fetiches
o curar algunas dolencias. Los chamanes oh’dam (pimas) de Sonora y
Arizona usan el toloache para tener visiones y ayudar a los cazadores a
encontrar su presa.
Ceremonia de iniciación.
Delfina fue “asada” durante cuatro días y tres noches y aprendió los
cantos. Dos piedras calientes le fueron colocadas en el vientre y entre las
piernas, para prevenir los cólicos menstruales y facilitar sus futuros
partos. En un círculo hecho de piedras que representaban a la Osa
Mayor, le contaron los mitos del espíritu de las montañas y los primeros
animales creadores. Tras la velación, solía hacerse una carrera: "Mujeres
y niñas terminan la ceremonia con una carrera. Llegan hasta la cumbre
de un cerro y allí, la mujer del jefe les pinta la cara con diseños en rojo,
blanco y negro y con la misma pintura decora las piedras".
Los muchachos eran iniciados entre los nueve y los catorce años, en una
ceremonia pública semejante a la de las jóvenes; además, tenían
ceremonias nocturnas: allí tomaban un té hecho de semillas secas de
datura, molidas en un mortero usado solamente para este fin. Se les
llevaba a un cañón apartado donde se les enseñaban entonces sus
obligaciones como hombres, jefes y proveedores: allí aprendían los
cantos, historia y mitología de los antiguos. Apartados e intoxicados, las
visiones que tendrían determinaban el destino y papel que cumplirían
entre su gente. Los chamanes recibían en ese momento su llamado y
eran los únicos que volvían a tomar el té. La ceremonia recibió el
nombre de manet, “hacer hablar al pasto” en kumiai. Inconscientes y
desnudos tenían visiones de su espíritu tutelar y otros seres de su
mitología. Tras su muerte ritual, rodaban encima de hormigueros para
adquirir tenacidad, resistencia y poder sobre los enemigos. Seguía el
ritual de pintar rocas, que se asociaba siempre a estas visiones, y los
elegidos entre ellos eran llevados a las rocas observatorio, donde más
tarde se retirarían para poder llevar la cuenta del tiempo y poder
predecir el clima. Por último, se terminaba con la ceremonia del fuego.
La yerba del diablo, como la llamaban los españoles, les daba una
tolerancia que les permitía acercarse a las hogueras, brincar sobre la
lumbre o caminar sobre las brasas, haciéndolos aliados del fuego.
Elisa Ramírez
Tomado de Elisa Ramírez, “El toloache o yerba del diablo”, Arqueología Mexicana núm. 59, pp. 56-57
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D.