El Toloache o Yerba Del Diablo

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 6

EL TOLOACHE O YERBA DEL

DIABLO
Los indios del Norte de México y el sur de Estados Unidos utilizaron la
datura o toloache como medicina y medio para diagnosticar
enfermedades y tener visiones, como amuleto para ganar apuestas,
como auxiliar en la cacería y en las ceremonias iniciáticas de los jóvenes
de ambos sexos. El uso generalizado del toloache como planta ritual se
observa en casi todos los grupos étnicos del Norte de México y en tribus
del sur de California: cahuillas, cupeños, paipai y kumiai.

Para los seris, la datura se cuenta entre las primeras plantas creadas; es
sobrenatural y posee un espíritu invisible, como las otras plantas
primigenias. Se utiliza para manipular el clima, hacer limpias y fetiches
o curar algunas dolencias. Los chamanes oh’dam (pimas) de Sonora y
Arizona usan el toloache para tener visiones y ayudar a los cazadores a
encontrar su presa.

Los huicholes cuentan que kieri, el toloache, es el contrario de jíkuri, el


peyote; en una lucha mitológica, el peyote lo vence. Si bien el kieri  se usa
menos que el jíkuri, siempre ha sido poderoso aliado de músicos y de
algunos mara'kames; casi siempre el consumo del peyote y la datura son
excluyentes.

Los tepehuanos consideran al toloache como el esposo de la mujer maíz


y yerno del Sol. Tuvo dos amantes y se le castigó haciéndole bajar la
cabeza y ordenándole cumplir los deseos y caprichos de quienes
solicitaran sus servicios; el toloache es una de las plantas más utilizadas
en los amuletos para enamorar. El uso anterior le acerca al más
conocido de esta planta hoy en día en otras regiones de México, donde
se les da a hurtadillas a las víctimas, que se enamoran, enloquecen y
atontan.
 

Ceremonia de iniciación.

Las muchachas púberes eran iniciadas en una ceremonia pública


bastante parecida entre los grupos de una amplia región californiana,
donde se les enseñaba cómo cumplir con el rol tradicional de madres y
mujeres que les correspondía, y se hacía un ritual donde se les "asaba" en
un horno. Se les presentaba entonces la mitología de su gente a través
de representaciones pintadas en arena; éstas se reproducían en sus
caras y también se ven en pictografías de La Rumorosa y Anza Borrego
Park, a ambos lados de la frontera norte. Delfina Cuero, india cahuilla
nacida hacia 1860, narra en su Autobiografía:

La abuela me había contado lo que hacían a las mujeres cuando estaban


por convertirse en mujeres ... me contó que cavaban un agujero y lo
llenaban de arena caliente, allí metían a la muchacha.

Nadie podía hablar de estas cosas, se narraba en las canciones y en los


mitos que sólo se decían en la ceremonia ... se aprendía cómo ser buena
esposa, cómo tener hijos, cómo criarlos .. .

La ceremonia se hacía en un sitio especial, que se purificaba antes con


tabaco sagrado. Se les pintaba la cara y se les cubría la cabeza con un
canasto, para hacerlas buenas tejedoras de cestas.

Delfina fue “asada” durante cuatro días y tres noches y aprendió los
cantos. Dos piedras calientes le fueron colocadas en el vientre y entre las
piernas, para prevenir los cólicos menstruales y facilitar sus futuros
partos. En un círculo hecho de piedras que representaban a la Osa
Mayor, le contaron los mitos del espíritu de las montañas y los primeros
animales creadores. Tras la velación, solía hacerse una carrera:  "Mujeres
y niñas terminan la ceremonia con una carrera. Llegan hasta la cumbre
de un cerro y allí, la mujer del jefe les pinta la cara  con diseños en rojo,
blanco y negro y con la misma pintura decora las piedras".

Los muchachos eran iniciados entre los nueve y los catorce años, en una
ceremonia pública semejante a la de las jóvenes; además, tenían
ceremonias nocturnas: allí tomaban un té hecho de semillas secas de
datura, molidas en un mortero usado solamente para este fin. Se les
llevaba a un cañón apartado donde se les enseñaban entonces sus
obligaciones como hombres, jefes y proveedores: allí aprendían los
cantos, historia y mitología de los antiguos. Apartados e intoxicados, las
visiones que tendrían determinaban el destino y papel que cumplirían
entre su gente. Los chamanes recibían en ese momento su llamado y
eran los únicos que volvían a tomar el té. La ceremonia recibió el
nombre de manet, “hacer hablar al pasto” en kumiai. Inconscientes y
desnudos tenían visiones de su espíritu tutelar y otros seres de su
mitología. Tras su muerte ritual, rodaban encima de hormigueros para
adquirir tenacidad, resistencia y poder sobre los enemigos. Seguía el
ritual de pintar rocas, que se asociaba siempre a estas visiones, y los
elegidos entre ellos eran llevados a las rocas observatorio, donde más
tarde se retirarían para poder llevar la cuenta del tiempo y poder
predecir el clima. Por último, se terminaba con la ceremonia del fuego.
La yerba del diablo, como la llamaban los españoles, les daba una
tolerancia que les permitía acercarse a las hogueras, brincar sobre la
lumbre o caminar sobre las brasas, haciéndolos aliados del fuego.

Elisa Ramírez

 
Tomado de Elisa Ramírez, “El toloache o yerba del diablo”, Arqueología Mexicana núm. 59, pp. 56-57

Si desea adquirir un ejemplar


 
arqueomex59Etnologíaalucinógenosplantasritosserispimashuicholestepehuanosm
agiachamánNorte de MéxicoCaliforniatoloache

NÚMERO VIGENTE

Edición  176
Septiembre-Octubre 2022
! Adquiérela !
ImpresaDigital

EL GUAJOLOTE
De México al mundo

CONOCE NUESTROS CONTENIDOS DIGITALES

CONOCE NUESTROS CONTENIDOS DIGITALES


PUBLICACIONES RECIENTES

LEYENDO LOS HUESOS

INVESTIGACIONES PIONERAS TEOTIHUACAN

ANIMALES CELESTES
SÍGUENOS EN FACEBOOK

DE NUESTRA CASA EDITORA


REVISTA RELATOS E HISTORIAS EN MÉXICO NÚMERO 167

¡ Adquiérela !
en edición:
IMPRESADIGITAL

HURACANES
Los ciclones tropicales son fenómenos naturales, pero los desastres que provocan no lo son: la
vulnerabilidad de la población es una construcción histórica y los estudios sociales sobre ellos enriquecen
las posibilidades de enfrentarlos. Los registros y relatos sobre la presencia, efectos e impactos de los
huracanes forman parte muy relevante de la historia de México. Cuentan tanto lo que con su paso se ha
destruido como aquello que se ha reconstruido en ranchos, villas, pueblos y ciudades.
D.

También podría gustarte