T3670 MCCSD Espinosa Biogas
T3670 MCCSD Espinosa Biogas
T3670 MCCSD Espinosa Biogas
Sede Ecuador
Quito, 2021
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23 de marzo de 2021
Firma: ________________________
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Resumen
Agradecimientos
Tabla de contenidos
Figuras y tablas
Abreviaturas
AR : Aguas Residuales
BENLESA : Bioenergy Nuevo León SA
CEL : Certificados de Energía Limpia
CH4 : Metano
CO2 : Dióxido de Carbono
EEG : Erneuerbare Energien Gesetz. Ley de Fuentes de Energía Renovable
EE. UU. : Estados Unidos
EPA : Environmental Protection Agency. Agencia de Protección Ambiental
GEI : Gases de Efecto Invernadero
GWh : Gigavatio hora
kWh : kilovatio hora
MWh : Megavatio hora
LPDB : Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos
NIMBY : Not In My Back Yard. No en mi patio trasero
PTAR : Planta de Tratamiento de Agua Residual
RSU : Residuos Sólidos Urbanos
UE : Unión Europea
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Introducción
Tabla 1
Emisiones de metano calculadas en el inventario de GEI para el DMQ – año base 2011
Sector DMQ Emisiones de metano (Gg/año)
Energía 0.1
Procesos industriales Sin resultados
Agricultura 6.02
USCUSS 1.38
Desechos 50.61
Fuente: Baca 2014
Elaboración propia
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Al observar la Tabla 1, es claro que la mayor parte del metano emitido por Quito
viene de sus desechos. Si esta cifra se descompone en la aportación de sus subsectores:
desechos sólidos, aguas residuales domésticas y aguas industriales, se obtiene que 3 %
de ese metano viene de las aguas industriales, 24 % de las aguas domésticas y 73 %
proviene de los desechos sólidos (Baca 2014, 17). Por lo tanto, se puede decir que los
desechos sólidos son el emisor más importante de metano en la ciudad.
Todas estas consideraciones hacen que se levante la siguiente pregunta de
investigación: ¿cuál es la factibilidad y las limitaciones técnicas y prácticas de obtener
energía renovable a partir del biogás producido en la ciudad de Quito? Este trabajo tiene
la intención de responder esta pregunta mediante el análisis del uso del biogás en otros
lugares del mundo y la observación de la realidad interna de la ciudad que se eligió
como sitio de estudio: Quito, Ecuador.
Como parte de la investigación, se realizó un análisis comparativo de seis países
que aprovechan la energía del biogás: Alemania, Japón, Estados Unidos, Bolivia,
Colombia y México. Se escogieron estos casos ya que destacan en el uso energético del
biogás a nivel de país. Además, presentan diferentes escenarios y razones para usar este
recurso. Por tanto, estudiarlos en conjunto permite dar una visión más completa del uso
energético del biogás en el mundo.
La metodología usada para este análisis se basó en el estudio de Kristina
Engdahl, quien hizo un contraste similar entre tres países europeos y mostró sus
hallazgos resumidos en tablas. Un resumen de su metodología se incluye en el Anexo 1.
Así, basándose en Engdahl, el presente estudio empieza con una revisión bibliográfica
de las experiencias de los países mencionados. La revisión tuvo dos objetivos. El
primero fue determinar el conocimiento existente, a nivel mundial, acerca de la
digestión anaerobia de residuos para producir energía. En segundo lugar, se intentó
caracterizar las ventajas y desventajas de esta fuente de energía para cada caso, así
como los retos de su implementación y los requisitos para su funcionamiento exitoso.
Los análisis de casos por país se incluyen en el primero y segundo capítulos.
El capítulo primero abarca los casos de países industrializados: Alemania, Japón
y Estados Unidos, mientras que el capítulo segundo corresponde a países de
Latinoamérica: Bolivia, Colombia y México. El análisis de cada país tiene una
estructura de tres partes: descripción, historia y evaluación. Esta estructura de tres partes
también se basó en el trabajo de Engdahl. La descripción incluye explicaciones de la
disponibilidad y manejo de la tecnología, la existencia de acceso a la red nacional de
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energía, y el uso que se da a los productos obtenidos del proceso. Además, se presentan
cifras del porcentaje de demanda energética que cubre esta energía renovable en cada
sitio. La sección Historia aborda las condiciones en las que se introdujo la producción
de biogás, es decir, la existencia de un compromiso para una transición energética, un
marco legal, financiamiento, inclusión de la producción en planes de desarrollo, y
alianzas o falta de cooperación entre actores. Finalmente, se realizó una evaluación para
cada caso: ¿Están los proyectos de biogás acordes con la realidad del país? ¿Existe la
infraestructura necesaria? ¿Se tiene la experiencia necesaria? ¿Son inestables o
inexistentes las políticas que apoyan el biogás? ¿Se puede cubrir el costo de inversión?
¿Se están realizando procesos de seguimiento? ¿Acepta el público esta tecnología? ¿Es
realmente sostenible el biogás producido?
Es importante aclarar que el nivel de legislación es diferente para cada caso.
Algunos de los países analizados tienes leyes, programas y proyectos de energías
renovables a nivel nacional mientras otros solo han llegado a municipios, departamentos
o ciudades. Del análisis comparativo, se obtuvieron lecciones para la implementación
energética del biogás. Estos hallazgos se resumieron y colocaron en un formato de tabla,
que se describe a profundidad en el capítulo tercero. Las lecciones aprendidas ayudaron
a determinar si era posible usar el biogás como fuente de energía en Quito.
El capítulo cuarto tiene un objetivo propio y es evaluar la factibilidad y posibles
obstáculos de la energía con biogás en la ciudad de Quito. Para lograrlo, se cuantificó el
potencial energético de los residuos de Quito con un modelo para la generación de
biogás: Landfill Gas Emissions Model (LandGEM). Es una herramienta de cálculo
usada para cuantificar los gases generados a partir de residuos en un relleno sanitario.
Además, se determinó la situación de la ciudad respecto a proyectos energéticos de
digestión anaerobia, mediante información y documentos oficiales disponibles. También
se tuvo ayuda de un experto en el tema, que aportó con su conocimiento para hacer más
completo el análisis de la ciudad. Además de eso, el capítulo cuarto vuelve a mencionar
las lecciones aprendidas de otros países que han apostado por usar biogás y las pone en
contexto con la ciudad de interés.
El estudio de esta tecnología en otros países, la cuantificación de biogás
generado, y la descripción de la situación actual del biogás y el sector Desperdicios,
permitieron determinar si Quito podría o debería aprovechar la energía de sus residuos.
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Capítulo primero
Uso de biogás en países industrializados
Al examinar las cifras y los datos, es claro que la producción de biogás alemán
está ligada a los cultivos energéticos, vínculo que posiblemente se volverá mucho más
fuerte en el futuro. La siembra de cultivos energéticos con el objetivo de digestarlos con
estiércol y otros residuos es una práctica común en la producción de biogás agrícola
(Engdahl 2010, 25; traducción propia). La adición de estos cultivos mejora la
producción de CH4 (Theuerl et al. 2019, 10; traducción propia). Sin embargo, Alemania
ha llegado al punto en que sus digestores anaerobios reciben más maíz que residuos
ganaderos. Datos del 2017 muestran que el material procesado en las plantas de biogás
alemanas se compone en un 44 % de estiércol pero en un 48 % de cultivos energéticos
(Maciejczyk 2017, 12). La responsabilidad por este escenario no solo corresponde a
granjeros que buscaban mejorar el rendimiento de sus plantas de biogás. Las reformas
de la EEG del 2004 y 2009, que ofrecieron incentivos a las plantas que usasen cultivos
energéticos (Daniel-Gromke et al. 2017, párr. 17; traducción propia), muestran que el
desarrollo del biogás agrícola en Alemania ha estado orientado hacia el uso de cultivos
energéticos desde sus inicios hace 20 años (Theuerl et al. 2019, 1; traducción propia). El
extenso uso de cultivos energéticos en la producción de biogás alemán pone en tela de
duda la sostenibilidad de esta energía renovable. Como se mencionó en la introducción,
los cultivos energéticos no son considerados sostenibles dentro de este trabajo, debido a
los conflictos con cultivos alimenticios. Además de eso, ―[los cultivos energéticos]
necesitan recursos, generan emisiones y podrían producir, de forma directa o indirecta,
cambios en el uso de suelo‖ (Theuerl et al. 2019, 11; traducción propia).
Las preocupaciones generadas por los cultivos energéticos no son ajenas al
gobierno. Es por eso que la legislación alemana ―ha limitado el uso de suelo [destinado
a] la producción de biogás‖ (Scarlat, Dallemand y Fahl 2018, párr. 42; traducción
propia). Sin embargo, los cultivos energéticos serán cada vez más necesarios. La meta
de Alemania para el 2050: lograr que el 26 % de su energía venga de la biomasa, se
alcanzará solo con la expansión de cultivos energéticos, algo imposible de hacer de
manera sostenible (Appun 2016, párrs. 52-3; traducción propia). Para empeorar la
situación, la meta del 26 % provocaría que Alemania vuelva a su situación inicial de
dependencia pues sería necesario importar biomasa para cumplirla (Appun 2016, párr.
53; traducción propia, énfasis añadido). El uso de cultivos energéticos para la
producción de biogás tampoco ha pasado desapercibido por la gente lo cual ha causado,
junto con el factor económico, que los ciudadanos tengan una opinión negativa del
biogás.
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La percepción del público sobre el biogás es mala debido a dos razones: el costo
de la energía y el rechazo a los cultivos energéticos. Como ya se explicó antes, la EEG
apoyó a las energías renovables al darles acceso a la red eléctrica y fijar su precio por 20
años. Los costos derivados de esta ley los cubrieron los usuarios, siendo los
consumidores domésticos los más afectados pues pagan un valor mayor y no reciben
exenciones como el sector industrial (Álvarez y Ortiz 2016, 13 y 120). La cuestión de
precios no es un problema exclusivo del biogás, sino de toda la transición
Energiewende. Su aplicación, sumada a los altos costos de producción de energía, hacen
que Alemania tenga una de las mayores tarifas eléctricas para consumidores domésticos
en Europa, superada solo por Dinamarca (Álvarez y Ortiz 2016, 116). Por lo tanto, la
electricidad en Alemania es cada vez más libre de GEI pero cada vez más cara para sus
ciudadanos. El número de alemanes que ―gastan más del 10 % de sus ingresos en
energía‖ va en aumento, a la vez que la cantidad de personas que consideran la
transición energética como algo bueno se han reducido (Álvarez y Ortiz 2016, 120).
El público también siente rechazo hacia el biogás debido a los cultivos
energéticos. El conflicto entre granjeros interesados en abrir plantas de biogás para
aumentar sus ingresos y pobladores que se oponen a la ―maizificación‖ del paisaje ha
dividido las zonas rurales (Appun 2016, párr. 23; traducción propia). La llamada
maizificación se refiere a extender las fronteras actuales de los cultivos energéticos.
Quienes están en contra argumentan la ampliación arruinaría los paisajes en el sentido
visual y ecológico (Appun 2016, párr. 23; traducción propia).
En resumen, se puede decir que la producción de biogás agrícola en Alemania
tiene buenas bases ideológicas, políticas y legislativas, pero presenta cuestiones de
financiamiento, sostenibilidad y opinión pública que deben abordarse ya mismo. Con
9000 instalaciones en granjas, el país se colocó en la cima de la producción de biogás
gracias al apoyo del gobierno, pero todo este esfuerzo podría perderse si la industria no
puede sobrevivir sin los subsidios (Witsch 2018). Además de eso, el uso de cultivos
energéticos para la producción de biogás alemán se está volviendo insostenible.
Producirá cambios de uso de suelo e inconformidad en la gente, y volvería a poner a
Alemania en la misma posición de dependencia energética de la que quiere salir. Sin
embargo no todo está perdido, hay opciones. Algunos expertos opinan que, para que la
industria del biogás en Alemania se vuelva sostenible, es necesario que la producción
utilice más residuos y menos cultivos energéticos (Theuerl et al. 2019, 17; traducción
propia). Estos residuos podrían venir de los desechos orgánicos de las ciudades, ya que
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menos del 3 % de todas las plantas de biogás alemanas utilizan residuos orgánicos
domésticos e industriales (Daniel-Gromke et al. 2017, párr. 18; traducción propia).
Al considerar todo esto, se puede inferir que Alemania sirve como un caso con
lecciones de lo que se debe hacer y prever al implementar el biogás como fuente de
energía. Un marco legal adecuado y la inversión del gobierno sacaron adelante al uso de
este recurso. El hecho de que la UE se moviera en la misma dirección respecto a una
transición energética libre de carbono también ayudó mucho. Al mismo tiempo,
Alemania descuidó el aspecto social y el de sostenibilidad relacionados con la
producción de esta fuente de energía. El uso intensivo de cultivos energéticos para
obtener biogás incomoda a los ciudadanos, crea conflicto entre campesinos y generará
cambios en el uso de suelo. A pesar de ser un referente mundial en el tema, el futuro del
biogás en Alemania en este momento es incierto.
Shishido 2015, 177; traducción propia). Sin embargo, el desarrollo planeado se vio
abruptamente detenido por el accidente de Fukushima en 2011.
Después de este incidente, el gobierno japonés comenzó a ver a la biomasa como
un recurso clave para generar energía renovable en sus propios territorios (Goh et al.
2019, 2; traducción propia). El interés del país en la bioenergía es claro, pues han
explorado varias alternativas. Japón tiene experiencia con diferentes formas de producir
energía con biomasa: plantas pequeñas de cogeneración que usan madera, producción
de bioetanol y biodiésel, estudios para obtener combustible líquido a partir de algas, y
digestión anaerobia (Yokohama y Matsumura 2015; traducción propia). Esta última,
relacionada con el uso de residuos orgánicos, es la que se analizará a profundidad.
Actualmente la biomasa no se usa mucho en Japón, pero sí se reconoce como una fuente
con potencial en el sector energético (Yokohama y Matsumura 2015, 1079; traducción
propia). En esta sección se describirá el uso de residuos sólidos urbanos y aguas
residuales para producir biogás en Japón, incluyendo el manejo de los productos finales.
También se desarrollará el contexto, los marcos regulatorios, y las ventajas que posee
esta alternativa en Japón. Finalmente, se realizará una breve evaluación del uso actual
de esta tecnología, mencionando sus costos, limitaciones de crecimiento y algunos
problemas que ya se visualizan para una implementación a mayor escala.
En Japón, se obtiene biogás a partir de la digestión anaerobia de residuos sólidos
urbanos RSU y aguas residuales AR, con manejos similares de los productos de
reacción. Los desechos líquidos de la producción de cerveza, bebidas suaves, destilería,
alimentos y químicos son tratados con procesos anaerobios en más de 300 instalaciones
(Li y Kobayashi 2010, 35; traducción propia). La totalidad del biogás generado al tratar
estas aguas se usa para producir electricidad y calor (Kang, Selosse y Maizi 2015, 57;
traducción propia). Muchas plantas de tratamiento de agua residual PTAR pueden
energizar su propio biodigestor o producir electricidad y hasta biocombustibles a partir
del CH4 que generan (Li y Kobayashi 2010, 35; traducción propia). Además del biogás,
las PTAR japonesas que realizan digestión anaerobia generan un residuo conocido
como digestato. Este material posee un alto contenido de nutrientes, lo cual le da
potencial para usarse como fertilizante. Sin embargo, este uso no es viable en la isla
debido a la baja demanda y al exceso de nitrógeno. Las granjas en Japón son pequeñas,
por tanto no hay un paisaje agrícola en donde este posible fertilizante pueda ser
aprovechado (Li y Kobayashi 2010, 41; traducción propia). Además, el digestato como
fertilizante podría producir nitrificación del ambiente debido a su alto contenido de
31
bases para considerar a la biomasa como recurso energético e incluyó sus fuentes
potenciales (Matsumura 2004, 129; traducción propia). Esta estrategia ―posicionó a los
RSU como una fuente principal de biomasa‖ con más potencial de generar CH4 que los
residuos ganaderos o las AR domésticas (Li y Kobayashi 2010, 47; traducción propia).
Es importante mencionar que la Biomass Nippon Strategy se elaboró con apoyo de los
siguientes ministerios: Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca, Ministerio del
Ambiente, y Ministerio de Economía, Comercio e Industria, además de que contó con el
apoyo de todo el gobierno japonés en el momento de su aprobación (Kurashige 2004,
559; traducción propia). Más o menos en la misma época, se reformó la Ley de Gestión
de Residuos de Japón. En vigencia desde 1970, esta ley establece que los residuos
domésticos generados por una prefectura debían tener su disposición final dentro de esa
misma prefectura (Tron 2011, 40). Es decir, la basura se gestiona en el mismo lugar en
que fue generada. Después de su reforma en el 2000, es una ley que también ―promueve
los residuos como combustible para facilitar a la industria energética su
aprovechamiento‖ (Tron 2011, 40). Más allá del apoyo del gobierno, Japón es un
escenario con sus propias facilidades respecto a esta alternativa.
Previo a su implementación, la energía a partir de residuos en Japón ya
presentaba una ventaja. El aprovechamiento energético de residuos orgánicos en Japón
fue beneficiado por la importancia que tiene la separación de basura allí. En la isla, los
residuos son clasificados en distintas categorías desde su fuente de origen (Tron 2011,
42). Es decir, la persona, familia o institución que genera la basura es quien se encarga
de separarla de forma adecuada. Esta práctica va más allá de una noción de ciudadanía
responsable o convivencia armoniosa. Se trata de la responsabilidad de ―no dejar que
algo valioso se desperdicie‖ o mottainai, palabra japonesa para expresar una consciencia
nacida en los días de escasez después de la guerra y también vinculada a la frugalidad
del pensamiento budista y al sintoísmo que enseña el valor innato de las cosas (Whiting
2019, párrs. 1-3). Sin este sentimiento colectivo de evitar el desperdicio, la energía con
residuos tendría un camino más complicado en Japón. Si la basura no fuese separada
desde su lugar de origen, cualquier opción entre compostar los residuos, incinerarlos o
generar biogás a partir de ellos implicaría un doble esfuerzo (Tron 2011, 42).
El sector del biogás en Japón está todavía en etapas tempranas. Sin embargo, ya
es posible tener algunas impresiones acerca del funcionamiento de su sistema. Esta
evaluación temprana abarcará cuatro aspectos: la efectividad del sistema de tarifas fijas,
el costo de producir biogás, las posibilidades de expansión de la tecnología, y la visión
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propia) dicen que la reactivación del sector silvicultura es un incentivo para que Japón
utilice la biomasa como recurso energético, Kurashige (2004, 559; traducción propia)
añade que esta perspectiva incluso está considerada dentro de la Biomass Nippon
Strategy, y Goh (2019, 2; traducción propia) junto con otros autores están de acuerdo en
que no se podrán alcanzar los objetivos bioenergéticos fijados por el gobierno japonés:
4 % del suministro de energía debe venir de la biomasa para el 2030, si no se usan los
recursos forestales. A pesar de que este último artículo menciona la importancia de
prácticas sostenibles en el manejo de bosque, la propuesta de talar árboles para obtener
energía que plantea Japón es preocupante. La insistencia de reactivar la silvicultura en el
país podría generar escenarios de deforestación con el tiempo.
Para resumir esta sección, la bioenergía con residuos en Japón todavía no
termina su desarrollo. Fue impulsada después del desastre de Fukushima en 2011, junto
con otras energías renovables, porque la isla necesitaba alternativas inmediatamente. Se
espera que la energía a partir de residuos siga creciendo, ya que es una solución para los
problemas energéticos, de espacio y de gestión de residuos existentes en Japón. Su
implementación fue exitosa debido al apoyo del gobierno y a la cultura de los
ciudadanos. Todavía es muy pronto para evaluar el biogás y la bioenergía con residuos
en Japón. No se puede decir si su forma de financiamiento funcionó o si todo el proceso
de digestión anaerobia (incluidos los productos finales) se maneja de la mejor manera
posible. Lo que sí se detectó fue una posible tendencia a futuro y una limitación bastante
clara. La tendencia sugiere que Japón usará biomasa forestal para producir energía. Esta
cuestión es preocupante, debido a que podría causar deforestación. La limitación es
sobre la aplicación de la tecnología del biogás en zonas rurales. No se podrán instalar
plantas generadoras de biogás en estos sitios, pues los campos no producen residuos
orgánicos suficientes para alimentar los digestores.
Por lo tanto, Japón ejemplifica que usar residuos como fuente de energía sirve
no solo para diversificar la matriz energética de un país sino también para aprovechar
espacios y mejorar el manejo de residuos. La isla también nos muestra que la
participación de los ciudadanos en la separación de residuos facilita el proceso de
generar energía con biomasa residual. Sin embargo, también nos enseña que las visiones
y planes a futuro para el biogás y otras formas de bioenergía pueden caer en lo
insostenible con el ambiente. Es necesario continuar observando el progreso de Japón
con el biogás, ya que es un caso que nos podría enseñar mucho más respecto a este
tema.
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Como último caso del capítulo, se hablará de una nación industrializada muy
criticada por su falta de compromiso para solucionar el cambio climático: Estados
Unidos EE. UU. Este es un país cuya posición sobre la crisis relacionada con el
calentamiento de la Tierra es difícil de describir, ya que no es posible generalizar. No
sería correcto decir que EE. UU. resta importancia al cambio climático, ni tampoco es
verdad expresar que sí lo considera un problema serio. Existe un conflicto fuerte entre
estadounidenses negacionistas y estadounidenses confirmadores del consenso científico
sobre este tema, conflicto que abarca no solo a los ciudadanos comunes sino también a
periodistas, empresarios y hasta políticos. No hay una postura fija sobre el problema, ni
siquiera al nivel de los tomadores de decisiones. Esta incertidumbre hace que el país no
avance en una dirección concreta respecto al cambio climático.
La existencia de este juego de tira y afloja en los EE. UU. respecto al cambio
climático se debe a la estructura del gobierno estadounidense. Se trata de un sistema con
características jerárquicas en el cual la ley federal está por encima de todo, pero también
con elementos policentristas pues cada estado puede elegir sus propias leyes, por
ejemplo, las climáticas (Bodansky, Brunnée y Rajamani 2017, 261; traducción propia).
Esto implica que cada uno de los cincuenta estados que compone a EE. UU. puede
decidir si ignorará el cambio climático o se planteará objetivos para adaptarse a ello o
contribuir en su mitigación. En ausencia de una política climática que se aplique a todo
el país, este sistema con varios niveles de gobierno permite que el cambio climático se
aborde desde varios puntos (Nowlin 2019; traducción propia) y la lucha contra el
cambio climático en EE. UU. no se trunque.
Después de exponer la fragmentada percepción del cambio climático en EE.
UU., es más sencillo entender por qué la producción de biogás a partir de residuos en
este país estuvo más ligada a legislaciones de calidad del aire en un inicio. El gobierno
principal de EE. UU. abordó el problema de emisión de CH4 de vertederos no en una ley
de cambio climático sino en una ley de calidad del aire. La llamada Clean Air Act
establece que, para rellenos sanitarios de un determinado tamaño, se debe instalar y
operar un sistema de recolección y control del gas producido (US EIA 2019, párr. 4;
traducción propia). Gracias a esta legislación, la captura de biogás redujo emisiones de
GEI y se usó para generar energía. Datos del 2018 indican que se recolectaron 270
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Para encontrar una salida a esta situación, Nueva York analizó sus opciones.
Una comisión de evaluación de tecnologías para gestión de RSU que sean viables
económicamente comenzó en 2004 y concluyó en 2006, cuando se determinó que el
procesamiento térmico y la digestión anaerobia eran las opciones más prometedoras
(Sylvan 2017, 9; traducción propia). Lo que decidió cuál de las dos era la mejor fue el
costo. Con modelos, se estimó que las tarifas para instalaciones de digestión anaerobia
costarían entre $43 y $65 por tonelada bajo un manejo público y $56 a $80 por tonelada
con manejo privado, y ambos rangos de precios fueron menores a lo que se pagaría por
el procesamiento térmico (Sylvan 2017, 14; traducción propia). Así, Nueva York
decidió implementar la digestión anaerobia como la forma de manejar sus residuos y
solicitó ayuda al sector privado para hacerlo.
Las alianzas entre sector público y privado fueron un factor clave para
implementar proyectos de digestión anaerobia de residuos en Nueva York, y también en
otras ciudades de EE.UU. Las colaboraciones público-privadas han sido positivas pues,
a través de una de ellas, la PTAR Newtown Creek empezó a procesar residuos
orgánicos municipales. Fue la alianza entre el Departamento de Protección Ambiental
de la ciudad de Nueva York y la empresa National Grid lo que logró que Newtown
Creek se volviera, desde 2013, una PTAR destacable por codigerir aguas residuales con
basura orgánica, generar energía y reducir emisiones de GEI sin costo para los
contribuyentes (Hooks 2017, párrs. 5-7; traducción propia). Siguiendo el ejemplo de
Nueva York, otras ciudades han buscado la ayuda del sector privado para manejar sus
desechos de formas más sostenibles. Una instalación privada que procesa residuos de
restaurantes se abrió recientemente en Salt Lake Los Angeles, mientras que San Luis
Obispo decidió enviar sus residuos de comida con una empresa privada especializada en
su procesamiento (Dawson 2019, párrs. 4 y 11). Estos ejemplos de California
demuestran que las alianzas público-privadas son necesarias para expandir la digestión
anaerobia de residuos en EE. UU. A pesar de que existe cooperación entre las leyes del
estado y el financiamiento privado para impulsar el uso de digestores dentro de PTAR
en Nueva York, existen trabas a nivel de país que impiden a esta tecnología extenderse.
Muchos proyectos en favor del ambiente para ciudades estadounidenses se ven
truncados por problemas a escala de país, y la digestión anaerobia de residuos no es la
excepción. El avance de los proyectos que generan energía con biogás se ve detenido
por la cultura NIMBY, y la presencia y también ausencia de regulaciones federales. La
palabra NIMBY es el acróstico de la expresión Not In My Back Yard y, de acuerdo a
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Tron (2011, 85), ―representa la latente preocupación de la ciudadanía por colocar los
servicios lo más lejos posible de su propiedad [por ejemplo] plantas de tratamiento‖.
Básicamente, las personas no quieren nada que perturbe de algún modo su zona
residencial. El NIMBYsmo es un fenómeno que ha crecido en las comunidades
estadounidenses, lo cual se traduce en un abuso de poder por parte de los residentes
quienes detienen el progreso de los proyectos urbanos y generan un ―limbo de status
quo‖ (McGeehan 2013, 12-3; traducción propia). Eso demuestra que el pensamiento de
―el pasado fue mejor‖ y ―lo nuevo es malo‖ tiene bastante presencia en EE. UU. Tron
(2011, 13) explica el apego a la situación actual como ―sesgo de status quo‖ y la
percepción excesivamente negativa de impactos asociados a algo nuevo como ―sesgo de
impacto‖. Es posible que la presencia de estos dos sesgos en gran parte de la población
estadounidense dificulte el avance de los proyectos de digestión anaerobia de residuos.
Otra traba a este tipo de proyectos son las regulaciones federales. Tanto su
presencia como su ausencia representan un obstáculo para implementar la digestión
anaerobia de residuos en EE. UU. Las regulaciones federales actuales no apoyan la
generación de biogás a partir de residuos de comida. En lugar de eso las desincentivan,
pues está establecido que el biogás producido en una PTAR tiene menor valor si se
usaron residuos de comida como parte del material para producirlo (Dawson 2019, párr.
11). También la ausencia de regulaciones es un problema. En EE. UU., no existe
ninguna ley que dé incentivos económicos a los proyectos de digestión anaerobia. La
indiferencia del gobierno central hace que este financiamiento deba buscarse en el
sector privado, una solución práctica pero con inconvenientes. Contratar a una empresa
privada para que construya nuevas instalaciones de digestión anaerobia o adapte
instalaciones ya existentes es costoso, y es la causa de que las ciudades se estén
tardando tanto en implementar este tratamiento para sus residuos orgánicos (Dawson
2019, párr. 9).
Después de revisar toda la información encontrada, se puede concluir que la
digestión anaerobia de residuos para generar energía es un tema que está avanzando en
las ciudades de EE. UU. gracias a los gobiernos estatales y las empresas privadas. Sin
embargo, se ve detenido por la falta de apoyo a nivel nacional y el rechazo de la
población al cambio y a lo nuevo. Los estados que conforman este país pueden elegir si
ignorar o abordar el problema del cambio climático. Del mismo modo, pueden elegir
qué planes seguirán o no dentro de sus límites. Se puso como ejemplo el caso de Nueva
York, que eligió la digestión anaerobia para solucionar su crisis de residuos y tener una
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fuente de energía renovable dentro de la urbe. Gracias a sus alianzas con el sector
privado, este objetivo se logró. Ciudades en otros estados han seguido este camino. Sin
embargo, poner en funcionamiento este tipo de proyecto es difícil. La ausencia de apoyo
federal complica su avance, pues no hay ayuda financiera por parte del gobierno
principal y los estados se ven forzados a acudir al sector privado. El presente
NIMBYsmo en la población estadounidense es otra barrera. Hay un evidente rechazo
hacia la construcción de cualquier instalación relacionada con gestión de residuos,
rechazo que los ciudadanos expresan con fuerza y que tiene poder de detener proyectos.
En su contexto de nación industrializada sin una postura fija sobre el cambio
climático, EE. UU. puede plantear reflexiones importantes sobre la implementación de
energías renovables, como lo es el biogás producido por digestión anaerobia de
residuos. Este país nos muestra que, ante la ausencia del gobierno principal, el sector
privado puede cubrir el vacío e impulsar ese tipo de proyectos energéticos. Otra
consideración importante es que adaptar infraestructuras ya existentes para que realicen
digestión anaerobia es mucho más conveniente que construir edificaciones nuevas con
el mismo fin. Además, el rechazo de la población es capaz de detener proyectos así que
el poder de los ciudadanos no debe ser subestimado al plantear el aprovechamiento
energético de residuos en una localidad. A pesar de sus opiniones divididas sobre el
cambio climático, EE. UU. ha sido capaz de participar en acciones de mitigación y
adaptación desde sus gobiernos pequeños.
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Capítulo segundo
Uso de biogás en Latinoamérica
Ante esta realidad, los bolivianos que habitan zonas rurales se ven forzados a
prescindir de la red eléctrica nacional y a obtener energía de otras formas. Productos
usados frecuentemente son kerosén, gasolina, diésel y velas, pero estos materiales tienen
dos problemas: su disponibilidad es escasa o su eficiencia es poca (Campero 2009, 2).
Debido a esto, la alternativa energética más usada en las áreas rurales de Bolivia es la
biomasa tradicional: madera y, en ocasiones, estiércol. Según datos del 2013, la
demanda de energía en zonas rurales se cubre en un 80 %, y a veces en un 97 %, con
biomasa tradicional y es una ―situación que no ha cambiado‖ desde el 2000 (ONUDI y
Energética 2013, 34). Una vez más, los datos muestran la ―inaccesibilidad energética‖
de Bolivia rural, además de acentuar la ironía de que un país sea rico en gas natural y
dependiente de biomasa tradicional al mismo tiempo (GTCCJ 2017, 23).
A pesar de ser más accesible que los derivados de petróleo, la biomasa
tradicional también es poco eficiente como recurso energético, además de que fomenta
la tala de bosques y afecta la salud humana. Por eso, era necesario buscar una fuente de
energía más eficaz, accesible y sostenible para las zonas rurales de Bolivia. La
población y los académicos locales consideraron al biogás, producto de la digestión
anaerobia, como una posible respuesta. De modo que se realizaron varias pruebas de
digestores en estas zonas, para generar energía localmente. El siguiente texto
desarrollará estos temas más a profundidad. Se describirá cómo se produce biogás en
Bolivia, el desarrollo de esta tecnología a través de proyectos que no tuvieron el apoyo
del Estado, y los múltiples beneficios obtenidos al adoptar el uso de biogás en este país.
La producción de biogás boliviano es realizada por y para los habitantes de
zonas rurales, con un aprovechamiento de todos los productos obtenidos pero sin
posibilidad de crecer para volverse una fuente energética a nivel nacional. El biogás de
Bolivia se produce solo en el área rural del país, con digestores anaerobios domésticos.
La mayoría son de tipo tubular y hechos de plástico (Kranert et al 2012, 129; traducción
propia). Los elementos para alimentar este digestor son fáciles de conseguir en el
campo. Se deben colocar seis medidas de agua por cada medida de estiércol de vaca o
cerdo dentro del digestor y esperar dos o tres semanas para obtener un flujo continuo de
biogás, que servirá para cocinar o iluminar una casa (Beckman y Campero 2008, 543;
traducción propia). El mantenimiento del flujo también es fácil. Hay que asegurarse de
que el digestato, o residuo de la digestión anaerobia, se mantenga cubierto añadiendo
más agua y estiércol cada par de días (Beckman y Campero 2008, 545; traducción
propia). El agua se añade para diluir la carga de materia orgánica en el estiércol y evitar
45
que se forme una costra dentro del digestor (Martí Herrero 2019, 23). Así, con
materiales disponibles e instrucciones sencillas, cualquier familia boliviana que posea
tres vacas o diez cerdos puede tener ―un biodigestor anaerobio doméstico [que será] una
fuente confiable y constante de energía‖ (Beckman y Campero 2008, 543; traducción
propia). Además del aspecto energético, los usuarios de biodigestores bolivianos
obtienen beneficios del otro producto: el residuo de la digestión anaerobia o digestato.
Debido a su potencial para ser usado como fertilizante, el digestato es valorado
al mismo nivel que el biogás en Bolivia rural. Mencionado en la literatura como biol,
este residuo es un producto natural que además mejora los rendimientos de las cosechas
(Martí Herrero 2007, párr. 4). El interés en su uso comenzó en los años 2007 al 2010
(Pazmiño 2016, 22), época en la cual los productores consideraban el biol como un
fertilizante limpio, orgánico y eficiente (Beckman y Campero 2008, 546; traducción
propia). Unos años después, sus beneficios ya se documentaban y podían respaldarse
con cifras, como los reportes acerca de cultivos de quinua que redujeron sus pérdidas
por heladas en un 30-20 % debido a la aplicación previa de biol (Martí Herrero 2013, 1).
Todavía queda mucho que investigar y validar respecto a los bioles en Bolivia. Aun así,
los usuarios de digestores ya consideran la producción de digestato o biol tan importante
como la de biogás. Por lo tanto, se puede decir que el biodigestor doméstico funciona y
es bien aprovechado en las zonas rurales de este país.
Sin embargo, el biogás no aparece en la matriz energética de Bolivia. Datos
recientes contabilizan más de 1000 biodigestores domésticos funcionales en las zonas
del altiplano y Cochabamba, pertenecientes a pequeños productores lecheros (Scarlat,
Dallemand y Fahl 2018, párr. 29; traducción propia; Martí Herrero 2013, 2), pero
ninguno alimenta a la red nacional de electricidad. Existe en la matriz boliviana un valor
de 6 % listado como biomasa, pero este se refiere a bagazo de caña, cáscaras de castaña
y cascarilla de arroz usados en generación termoeléctrica (ONUDI y Energética 2013,
23 y 26). La posibilidad de que el biogás ingrese a formar parte de este porcentaje es
mínima, casi nula, debido a los grandes vacíos de conocimiento existentes en el país
respecto a esta tecnología. Bolivia no ha investigado sobre sistemas de biogás a gran
escala, incluyendo posibles patrones para la transición (Lönnqvist et al. 2018, 495;
traducción propia). A pesar de esto, no se puede negar la fuerte presencia del biogás en
Bolivia rural. Presencia que se logró sin un marco legal ni financiamiento estatal pero sí
con base en las experiencias de proyectos iniciales, las cuales revelaron las barreras para
la implementación de esta tecnología.
46
internos a una temperatura constante (Garfí et al. 2016, 605; traducción propia),
permitiendo que la degradación anaerobia continúe a pesar de las bajas temperaturas,
como las del altiplano (Martí Herrero 2013, 2).
En resumen, Bolivia tiene una producción de biogás bien establecida, quizás la
mejor investigada de toda Latinoamérica. A pesar de generarse solo a pequeña escala en
digestores domésticos y con mínimas probabilidades de expansión, el biogás y la
digestión anaerobia han beneficiado en gran manera a un sector de la población con
carencias energéticas. Este logro se construyó con los aprendizajes-fracasos de los
primeros proyectos, realizados a pesar del desinterés del gobierno boliviano en las
energías renovables, y gracias al trabajo de universidades nacionales, organizaciones y
financiamientos extranjeros. Debido a que la implementación tecnológica fue consciente
con la realidad económica, logística y climática de la zona objetivo, el biogás trajo a la
población de Bolivia rural una fuente de energía confiable, sostenible, libre de riesgos
para su salud, y beneficiosa para sus actividades.
Bolivia nos muestra que el biogás no puede crecer a nivel de país sin apoyo del
gobierno y con altos subsidios a los combustibles fósiles. Subsidios que, en este caso, ni
siquiera benefician al sector más pobre de la población. La ausencia de participación
estatal boliviana fue cubierta por académicos, ONGs e inversión extranjera. Gracias a
ellos, se sabe que el biogás es útil para dar energía a poblaciones en pobreza y sin
seguridad energética. Y no es necesario mantener la complejidad de la tecnología. Con
ayuda de la investigación y experiencias, se pueden adaptar materiales, diseños o lo que
se requiera. Así, la digestión anaerobia ha demostrado ser una alternativa llena de
ventajas para Bolivia rural, una zona olvidada y desatendida por sus autoridades.
asegurarse de que esta forma de energía se aproveche dentro del país, el gobierno
reglamentó por ley que toda la gasolina y el diésel distribuidos en Colombia debían
estar mezclados con un porcentaje específico de biocombustible líquido. Esto se conoce
como ―mezcla mandatoria‖ y establece, desde el 2005, que un volumen de gasolina
debe mezclarse con etanol en una proporción del 10 % y un volumen de diésel debe
mezclarse con biodiésel en una proporción del 5 % (Pérez y Acharya 2015; NL Agency
2013, 3; traducción propia). Este desarrollo de la bioenergía en Colombia, centrado en
los biocarburantes, ha dejado de lado la producción de biogás. El interés nacional en
esta fuente de energía apenas está iniciando.
El biogás no es un recurso desconocido para Colombia, pues se reporta que el
proceso de digestión anaerobia de residuos agropecuarios y forestales se realiza en el
país desde hace 40 años (Andrade et al. 2017, 111). Sin embargo, lo que sí es nuevo es
su implementación como fuente de energía a nivel nacional. Recientemente, Colombia
―ha empezado a promover el desarrollo de proyectos que fomenten el uso de residuos
orgánicos para generar energía mediante la producción del biogás‖ (Contreras et al.
2020, 249; traducción propia). El objetivo principal al impulsar este tipo de proyectos es
lograr que las empresas agrícolas se abastezcan de energía a sí mismas y, en caso de que
se generen, enviar los excedentes a la red nacional de electricidad (Galán 2016, 14 y
52). Considerando esto, los párrafos a continuación expondrán la diversidad y también
inexperiencia del sector biogás en Colombia, los pros y contras de su implementación
en el país, y algunas razones de por qué podría caer en un estancamiento a pesar de
representar una buena alternativa energética.
El biogás colombiano se produce en varias zonas y a diferentes escalas, pero su
aprovechamiento energético es algo que todavía no se alcanza. En áreas rurales de
Colombia, se genera biogás por la digestión anaerobia de residuos vegetales agrícolas,
estiércol y purines de tipo vacuno, porcino, equino y avícola, y se utiliza para ―suplir
necesidades básicas de cocina e iluminación‖ (Andrade et al. 2017, 112-3). Ya que la
mayoría de digestores en el área rural de Colombia son proyectos personales,
construidos y financiados por sus mismos usuarios sin ningún apoyo adicional, no existe
un registro completo de cuántos hay en total (Acosta y Pasqualino 2014, 29). Por otro
lado, también existen plantas de biogás a gran escala en el campo colombiano.
Proyectos de esta magnitud ya podían contar con una forma de ayuda estatal. Las
agroindustrias empezaron a interesarse por usar energía renovable debido a incentivos
fiscales establecidos por el gobierno (Contreras et al. 2020, 249; traducción propia).
51
Con el fin de aprovechar estos beneficios y bajar sus costos, las industrias de alimentos
y bebidas empezaron a tratar sus residuos líquidos con digestión anaerobia, para así
producir biogás y obtener energía térmica a partir de él (Andrade et al. 2017, 112).
Por otro lado, el biogás en las zonas urbanas de Colombia se produce
exclusivamente en plantas a gran escala y para la generación de electricidad. El biogás
colombiano de ciudades proviene de instalaciones relacionadas con el manejo de
residuos. Algunos ejemplos de esto incluyen plantas operativas en la PTAR San
Fernando (Medellín), y en los rellenos sanitarios La Pradera (Medellín), El Guayabal
(Cúcuta) y Doña Juana (Bogotá), lugares donde se produce biogás a partir de la
degradación de AR domésticas y RSU (Contreras et al. 2020, 249-50; traducción
propia). Entre todas las plantas de biogás nombradas, la del Relleno Sanitario Doña
Juana es una de las más representativas de Colombia. Ha estado en funcionamiento,
captando biogás y convirtiéndolo en electricidad, desde 2009. Sin embargo, siempre ha
presentado problemas con su funcionamiento. Esto sucede porque el flujo de biogás
producido en el relleno es variable, lo cual provoca que la generación de electricidad en
la planta también lo sea (Contreras et al. 2020, 250-1; traducción propia). Ya que emitir
un flujo de biogás variable es un comportamiento normal en un relleno sanitario, es
probable que estas fallas se deban a que la tecnología para generar energía con biogás
aún no está bien implementada en el país.
Aunque se produzca una cantidad considerable de biogás en Colombia, la
mayoría no se aprovecha energéticamente. Por ejemplo, en el sector industrial, hay solo
un caso exitoso en el uso de la biomasa residual para generar energía. Se trata de la
industria de la caña de azúcar, liderada por el Ingenio Providencia S.A.: ―la única
compañía que ha logrado comercializar y distribuir [energía a partir de residuos
orgánicos] en el país‖ (Galán 2016, 51). Este logro aún no se ha replicado, y quizás falte
mucho para lograrlo. De acuerdo a Acosta y Pasqualino (2014, 27), muchos de los
biodigestores a gran escala en el país queman su biogás para así reducir emisiones de
GEI. Por tanto, es comprensible que la proporción del biogás en la matriz energética
colombiana aún sea pequeña. Los datos oficiales solo consideran tres plantas, las únicas
dentro de la red nacional, y cuantifican que la electricidad generada por biogás
representa 5,5 MW ó 0,03 % de todas las fuentes de energía usadas por el país
(Contreras et al. 2020, 250; traducción propia). La pobre capacidad de aprovechar
energéticamente el biogás en Colombia probablemente se deba a que este recurso
52
apenas se está impulsando como energía renovable. Ese impulso se dio gracias al
establecimiento de un pequeño marco legal, con sus aspectos positivos y negativos.
En Colombia, hay una única ley que apoya el desarrollo inicial de proyectos de
biogás. Su aprobación muestra que los tomadores de decisiones empiezan a reconocer el
potencial energético de los residuos producidos en el país, pero también evidencia una
completa falta de apoyo estatal a iniciativas de biogás ya existentes. Se trata de la ley
1715, la cual promueve el uso de fuentes renovables de energía para así reducir las
emisiones de GEI asociadas al sector energético (Galán 2016, 35). Gracias a una de sus
secciones (número 18), en Colombia se considera como fuente de energía renovable a la
―recuperación de energía a partir de residuos sólidos‖ (Alzate et al. 2018, 2). Además de
definir lo que se considera fuentes renovables en el país, la ley 1715, implementada en
2014, también ―regula la integración de […] energías renovables al sistema nacional de
energía‖ (Contreras et al. 2020, 252; traducción propia) e incluye incentivos para
proyectos energéticos que sigan esa línea. Los incentivos ofrecidos son principalmente
de tipo fiscal, como ―deducciones superiores al 50 % sobre el valor total de la inversión
a través del impuesto a la renta‖ o ―depreciación acelerada de activos para la producción
y uso de la energía‖ (Alzate et al 2018, 2). No hay un financiamiento directo de parte
del gobierno. Por tanto, el dinero para construir proyectos de aprovechamiento
energético de biogás debe venir de las industrias interesadas. A pesar de reconocer a los
residuos como fuente de energía y dar incentivos para su uso, la ley 1715 tiene la falla
de no ayudar a los proyectos de biogás ya existentes de pequeña y mediana escala.
Según lo establecido en la ley 1715, el gobierno colombiano apoyará los
proyectos de biogás pero solo los que sean a gran escala y para la industria. Esta
disposición excluye a los digestores domésticos rurales y a las plantas de biogás que
generan electricidad para las ciudades, impidiéndoles así recibir apoyo nacional. La
explicación de este enfoque está ligada a la visión colombiana sobre el aprovechamiento
energético de residuos, cuyo propósito es usar la energía obtenida para alimentar al
sector industrial (Galán 2016, 52). En otras palabras, Colombia ha decidido que los
primeros consumidores y beneficiarios de la energía con biogás no sean los ciudadanos
sino las empresas. Como ya se mencionó antes, la prioridad de Colombia es que sus
agroindustrias se autoabastezcan de energía con sus propios residuos (Galán 2016, 52).
De modo que usar la electricidad generada por biogás para consumo doméstico no está
contemplado, al menos por ahora. El plan nacional para Colombia solo menciona enviar
53
bioenergía desde las plantas industriales a la red eléctrica nacional en caso de que se
tengan excedentes (Galán 2016, 52).
A pesar de que el biogás como fuente de energía en Colombia tiene menos de
una década de implementación oficial, es posible notar que el sector tiene gran potencial
para crecer, a la vez que también presenta limitaciones económicas y legislativas. El
biogás tiene futuro como alternativa energética en Colombia debido a que, según varios
autores, es un país con condiciones ideales para la digestión anaerobia. En primer lugar,
posee el clima apropiado para que la tecnología del biogás se desarrolle y opere sin
problema (Contreras et al. 2020, 249; traducción propia) y sin necesidad de
modificaciones. De hecho, se reporta que la degradación de residuos sucede más rápido
en Colombia debido a sus altas temperaturas y humedad en aire ambiente (Acosta y
Pasqualino 2014, 30). Además de sus características ambientales, otro factor por el que
es ideal producir biogás en Colombia es su disponibilidad de materia prima. El país
genera una gran cantidad de residuos por actividad ganadera y de agricultura, los cuales
son sustratos apropiados para plantas que generan biogás (Kranert et al. 2012, 128). La
biomasa residual generada en los campos de Colombia es tan abundante que, al elegir
los cultivos con el mayor potencial energético según sus residuos, existen ocho opciones
disponibles. Estos ―cultivos representativos de la biomasa residual en Colombia‖ son:
arroz, maíz, banano, café, caña de azúcar, panela, palma y plátano (Galán 2016, 26). Sin
embargo, Colombia no podrá aprovechar estas ventajas de su contexto sin abordar
primero las cuestiones sobre costos y normativas que limitan la producción de biogás.
El obstáculo económico más fuerte para el biogás colombiano son los precios,
que deben ser cubiertos por las empresas interesadas sin ninguna ayuda del gobierno ni
de otros actores. Construir plantas de biogás requiere de una inversión bastante fuerte.
Las altas sumas de dinero necesarias para el transporte de residuos y para el desarrollo
de plantas que transformen biomasa en energía han sido una barrera que detiene este
tipo de proyectos (Galán 2016, 14). Esa podría ser la razón por la que todavía son pocas
las empresas colombianas que se han animado a instalar plantas de biogás para generar
su propia energía, pues tendrían que asumir la totalidad del costo. Además de que el
gobierno colombiano no brinda ayuda financiera directa, es importante mencionar que
ninguno de los artículos revisados menciona algún apoyo para estos proyectos en forma
de inversión extranjera, excepto por un ejemplo: una planta de biogás en Nariño que fue
donada desde Alemania (Contreras et al. 2020, 249; traducción propia).
54
Otra condición que evita que el sector del biogás crezca es lo establecido en la
normativa colombiana. En el artículo de Andrade et al. (2017, 112), se explica que la
legislación del país ―exige una alta pureza […] del biogás, estableciendo que el [CH4]
debe estar presente en un 95 % en el biocombustible‖ para así evitar afectaciones en la
salud humana, de animales y/o de plantas. Si bien el documento oficial se preocupa de
velar por la seguridad de los ciudadanos y el ambiente, y varias normativas extranjeras
de biogás también piden un porcentaje de pureza, este requerimiento debería estar
complementado con distinciones acerca del tipo de digestor o el tipo de sustrato que
usan los digestores. Por sí mismo y tal como está en esa normativa, demandar un
porcentaje de pureza solo representa un impedimento para ―la masificación a gran
escala del biogás en Colombia‖ (Andrade et al. 2017, 112).
Para finalizar, se puede decir que Colombia produce biogás tanto en el campo
como en la ciudad, con diferentes sustratos y para diferentes usos, pero es un recurso no
aprovechado energéticamente. La mayoría del biogás colombiano se quema, y se ha
observado que los proyectos existentes para generar electricidad a partir de biogás no
han alcanzado el éxito o su éxito no ha podido replicarse. El potencial de este recurso
energético no fue reconocido por el estado hasta hace pocos años, en 2014. El gobierno
colombiano reconoció en ese año a la energía obtenida con residuos como una fuente
renovable, dándole acceso a la red nacional e incentivos para nuevos proyectos. La
visión se enfocó en la industria, en darles a las empresas la capacidad de proveerse de
energía a sí mismas. Aunque ha pasado menos de una década desde que Colombia
decidió apoyar de forma oficial al biogás, se espera que su uso energético crezca
significativamente debido a las condiciones climáticas y de disponibilidad de biomasa
residual en grandes cantidades que posee el país. Sin embargo, el sector podría estar en
peligro de caer en un estancamiento por las altas sumas de dinero requeridas para los
proyectos y las normativas incompletas.
Actualmente, Colombia se encuentra en una etapa de surgimiento respecto a la
implementación de biogás como fuente de energía. Su proceso, hasta ahora, deja
algunos aprendizajes. Este caso enseña que un país puede tener ventajas en la
producción de biogás si tiene las condiciones climáticas y la disponibilidad de biomasa
residual adecuadas. Colombia también muestra que los incentivos fiscales son efectivos
para despertar el interés de las empresas por proyectos bioenergéticos. Por otro lado, el
alto valor de la inversión necesaria para su construcción puede limitar este tipo de
proyectos, entre los que se incluyen las plantas de biogás. Las normativas también
55
pueden ser un problema, por lo que es necesario que las legislaciones respecto a biogás
se realicen con conocimiento y no solo copiando lo que dicen otros países. Por último,
es importante entender que no basta con tener muchas plantas de biogás. Para que esta
tecnología tenga futuro, hay que asegurarse de que esté bien implementada. A Colombia
todavía le queda un largo camino para lograr esto, y alcanzar su meta de tener un sector
industrial autoabastecido por energía de residuos.
biogás pues tienen como prioridad ―la promoción del etanol y biodiésel como sustitutos
de la gasolina y el diésel‖ (García y Masera 2016, 75). La decisión de darle preferencia
a la producción de biocarburantes pudo estar motivada por las áreas de cultivo
disponibles en México, pues es el tercer país en Latinoamérica con mayor cantidad de
tierra disponible para la siembra (Alemán-Nava et al. 2014b, 2; traducción propia). De
modo que el gobierno aprobó la LPDB pero no se encargó de exigir su cumplimiento
según lo que estaba establecido.
Un segundo ejemplo para ilustrar que las leyes mexicanas sobre el biogás no
fueron efectivas es la Reforma Energética. Decretada en 2013, su objetivo era
―aumentar la participación de empresas públicas y privadas en el mercado de las
energías renovables‖ (Hernández et al. 2017, 70). Es decir, fomentar las alianzas
público-privadas que impulsaran proyectos energéticos renovables. Tales alianzas
sirvieron en el pasado pues a través de ellas se construyó el proyecto BENLESA
(Monterrey, Nuevo León), el primer proyecto latinoamericano para convertir biogás de
vertedero en electricidad, y también la Corporación de Desarrollo Agrícola de Nuevo
León, la primera planta generadora de electricidad con biogás (Alemán-Nava et al.
2014b, 2). Sin embargo, la Reforma no ha logrado que se den ese tipo de alianzas a
nivel de país. Se sugiere que es debido al petróleo, y al obstáculo para la energía
renovable que representa su consumo (Silva 2019, 1-2) y producción. En el caso
particular de México, la idea de alianzas público-privadas a nivel nacional no funciona
porque una gran mayoría de la industria no está interesada en cambiar de modelo y dejar
de usar petróleo. Silva (2019, 6) llama a esta situación ―resistencia institucional‖ y
explica que el lento avance de las energías renovables en México, incluyendo al biogás,
se debe a ―la presencia abrumadora de empresas, instituciones e infraestructura de
combustibles fósiles‖ las cuales obstruyen los procesos necesarios. Al aprobar la
Reforma Energética, el Estado mexicano no otorgó ningún instrumento ni plan para
destruir esta resistencia institucional. Por tanto, la aprobación de esta ley fue como
otorgar permiso para dar un paso a un sector que no puede caminar aún.
El último ejemplo para ilustrar cómo el marco legal del biogás mexicano queda
solo en papel es la Ley de la Industria Energética, aprobada para dar incentivos a las
energías renovables. Sin embargo, los incentivos contemplados en esta ley no se tratan
de un financiamiento directo. La Ley de la Industria Energética, vigente desde 2014,
llama a los incentivos Certificados de Energía Limpia CEL (García y Masera 2016, 75).
Básicamente se trata de una compensación económica pagada por cada megavatio-hora
58
MWh de energía limpia que se produzca y se venda para la red de electricidad mexicana
(IB Tech 2020, 36). Se esperaba que este sistema creara un mercado para la bioenergía
(García y Masera 2016, 75) pues los CEL son repartidos por la Comisión Reguladora de
Energía en México y luego comprados o vendidos por los participantes interesados (IB
Tech 2020, 36). En otras palabras, el gobierno no paga por electricidad producida con
fuentes renovables, pero sí espera que alguien más la compre y así generar el dinero
para financiar más proyectos. Hasta ahora, el sistema de los CEL no ha potenciado el
sector del biogás en México. El resultado de este apoyo vacío por parte del gobierno fue
que México se construyó un sector de biogás lleno de fracasos, como ya se describió en
los primeros párrafos de esta sección. Sin embargo, el hecho de que la producción de
biogás en México sea desaprovechada no se debe solo a leyes ineficientes, sino también
a la ignorancia de los tomadores de decisiones sobre la situación energética del país.
Al evaluar el sector biogás en México y la forma en que se quiso establecer, se
vuelve evidente que el contexto del país y sus implicaciones no fueron tomados en
cuenta. La decisión de apoyar este recurso energético formalmente se hizo sin que
México tuviera conocimiento sobre la bioenergía a gran escala, incentivos apropiados
para producirla, instalaciones aptas, ni procesos de seguimiento. Refiriéndose al
conocimiento, no puede dejar de reconocerse que México ha realizado muchas
investigaciones sobre energía a partir de biomasa. En los últimos 30 años, el 75 % de las
publicaciones mexicanas sobre energía renovable han tenido como tema principal a la
biomasa (Alemán-Nava et al. 2014b, 1; traducción propia). Además, los artículos
científicos producidos en México desde 1982 a 2012 llegaron a representar ―el 1,1 % de
la investigación mundial en este campo‖ (Alemán-Nava et al. 2014a, párr. 20;
traducción propia) de la obtención de energía a partir de la biomasa. Sin embargo, esta
extensa investigación nunca abordó el tema de la implementación a nivel nacional. De
todos estos artículos, no destaca ni uno que estudie la bioenergía a gran escala en
México (Alemán-Nava et al. 2014b, 1; traducción propia). Esto sugiere que México se
confió de su gran conocimiento teórico y dejó de lado el conocimiento práctico al
decidir impulsar el biogás, lo cual resultó en escasas experiencias exitosas.
No solo hacen falta estudios sobre el biogás a gran escala en México, también
estímulos adecuados para su producción. En este aspecto, tal vez la ley de Industria
Energética sea la más perjudicial dentro del marco legal del biogás. La razón para
argumentarlo es que todo su sistema de incentivos está mal diseñado. Esto se debe al
descuido de dos aspectos. Quizás el más importante sea que un mercado de bioenergía,
59
como el que propone esta ley, no puede formarse si es que existe en el país un
―monopolio legal sobre la generación y distribución de energía […] que […] disuade a
los productores independientes de electricidad‖ (Silva 2019, 8). Además de esto, los
incentivos de la Ley de Industria Energética, llamados CEL, no están diseñados para
apoyar la energía con biogás. Sus términos no cubren el autoconsumo, la generación de
energía térmica, ni los otros beneficios adicionales que se pueden obtener de este
recurso energético (IB Tech 2020, 37).
Además de carecer del conocimiento y los incentivos para producir biogás,
México también carece de las instalaciones necesarias para hacerlo. No se trata de una
cuestión de cantidad pues ya se mencionó antes que México tiene 2450 PTAR, las
cuales se podrían adaptar para que realicen digestión anaerobia. El problema es la
condición en la que se encuentran. De acuerdo a lo que menciona el artículo de
Ramírez, Medrano y Escobedo-Cazán (2020, 16), la mayoría de estas PTAR están fuera
de servicio u operan pésimamente. Arreglarlas requeriría de mucho dinero, y eso sin
mencionar las adaptaciones necesarias para la digestión anaerobia. Debido a los escasos
recursos que reciben, algunos municipios mexicanos no pueden permitirse pagar por el
buen funcionamiento de sus PTAR (IB Tech 2020, 38), mucho menos por una
adaptación con fines bioenergéticos. La negligencia del estado Mexicano respecto a la
realidad de sus PTAR puede ser una causa para la fallida implementación de la energía
con biogás en este país.
Después de mencionar las carencias anteriores, tal vez la siguiente no sea para
sorprenderse. Sin embargo, también fue ignorada al decidir impulsar el
aprovechamiento energético del biogás en México. Se trata de la falta de seguimiento
existente en los proyectos. Es común que los digestores anaerobios rurales del país sean
mal manejados o descuidados (Hernández et al. 2017, 79). Las razones para este
abandono son varias. Pueden ser del tipo económico, como la incapacidad de recuperar
la inversión, pero en su mayoría están relacionadas con la ausencia de un respaldo
adecuado, como la inexistente capacitación de los usuarios y la ausencia de supervisión
por parte de las autoridades competentes (IB Tech 2020, 21). Es probable que la falta de
seguimiento evidenciada en el sector rural esté sucediendo también en el sector urbano,
con las PTAR. Esto podría volverse un problema no solo porque reduciría aún más el
aprovechamiento del biogás en México, también hay cuestiones de salubridad
involucradas. El abandono de esta tecnología puede convertir a los digestores en
―fuentes […] de emisiones dañinas para la salud‖ (Hernández et al. 2017, 79).
60
Capítulo tercero
Aciertos y errores aprendidos sobre el uso del biogás
Después de revisar diversos casos alrededor del mundo, es posible conocer qué
se necesita y cuáles son los obstáculos para la implementación del biogás como fuente
de energía. En otras palabras, este texto ha reunido los aciertos y errores que han tenido
varios países al incluir, o intentar incluir, el biogás en su matriz energética. Esta
compilación puede usarse para analizar qué tan posible y/o favorable es utilizar energía
con biogás en un sitio específico, como lo es la ciudad de Quito, capital del Ecuador.
Utilizando los resultados de la investigación previa, el presente capítulo dará
herramientas para responder a la pregunta sobre el biogás como recurso energético en
Quito. Para esto, se revisarán las enseñanzas de los casos estudiados y se identificarán
aquellas más relevantes.
Según lo indica la Tabla 2, Japón y México son casos que destacan. El primero,
por poseer todas las fortalezas identificadas, mientras que el último presenta casi todas
las debilidades establecidas.
Tabla 2
Cuadro comparativo de fortalezas y debilidades del sector biogás en países analizados
DE JP US BO CO MX
Disponibilidad de la tecnología x x x x
Acceso prioritario a la red nacional de electricidad x x x
y/o de gas natural
Uso apropiado del digestato x x
Compromiso con la transición energética y/o x x x x
mitigación del cambio climático
Fortalezas
Japón ha demostrado tener todo lo necesario para construir un sector del biogás
fuerte. La isla posee la tecnología necesaria para realizar digestión anaerobia a gran
escala, producir biogás y obtener electricidad a partir de él. Esta energía tiene acceso
para alimentar a la red nacional. Además, todos los productos de la digestión anaerobia
63
son aprovechados en Japón. Si bien el digestato no puede usarse como fertilizante en los
terrenos de la isla, este residuo es usado para generar más energía. Los aspectos
mencionados en este párrafo pueden parecer simples, pero no se observaron en todos los
casos analizados. La disponibilidad de la tecnología para producir biogás y aprovecharlo
energéticamente es algo que Colombia y México no tienen. El acceso a la red nacional
para la electricidad generada por biogás solo se reporta en los países industrializados. Y
la investigación indica que, además de Japón, Bolivia es el único caso que maneja los
residuos de la digestión anaerobia correctamente.
El éxito del biogás en Japón no solo se basa en la tecnología, sino también en las
acciones políticas. Aunque sus razones no estén fundamentadas en la mitigación del
cambio climático sino en la autosuficiencia, el compromiso de Japón con la transición
energética es notable; se refleja en el apoyo del sector público para crear leyes que
apoyan proyectos relacionados con obtener energía del biogás. El compromiso para
cambiar sus fuentes tradicionales de energía y la existencia de un marco legal para
lograrlo ponen a Japón por delante de Bolivia e incluso Estados Unidos. El sector
público japonés también brinda su apoyo al biogás al otorgar financiamiento lo
suficientemente abundante como para crear y mantener proyectos de energía con biogás,
algo que no sucede en Colombia ni en México.
Las autoridades de la isla fueron conscientes de que, a pesar del apoyo con leyes
y financiamiento, la implementación de la energía con biogás sería complicada de lograr
por sí misma. Por eso, a diferencia de Bolivia y México, Japón enmarcó al biogás dentro
de un plan más grande: su plan de manejo sostenible de residuos. Una vez resueltas
todas las cuestiones administrativas, la isla se enfocó en cómo producir biogás. Para
hacerlo, formó alianzas entre actores clave: el gobierno, la industria y la academia. Esta
coalición permitió desarrollar tecnología, disponer de los medios para construirla y
saber cómo manejarla. La ausencia de este tipo de alianzas dificulta la producción de
biogás, como sucedió en Colombia y México.
Es posible pensar que, con todos estos temas cubiertos, ya se tiene asegurada una
producción de biogás exitosa. Sin embargo, hay un factor decisivo para este éxito: el
seguimiento apropiado. Japón, al igual que el resto de países industrializados en este
estudio, se esforzó para acompañar el progreso de sus plantas de biogás y mejorarlo o
mantenerlo. Este proceso de acompañamiento continuo no existió en Bolivia, Colombia
y México quienes fallaron en este aspecto. Así, Japón ha logrado establecer el
aprovechamiento energético de biogás en sus territorios hasta ahora.
64
México, por otro lado, cometió casi todos los errores identificables en su intento
de usar el biogás como fuente de energía renovable. Para empezar, el país no cuenta con
experiencia respecto a la tecnología de aprovechamiento energético del biogás. En
México, la mayoría de este recurso es quemado sin que se aproveche su energía.
Colombia se encuentra en una situación similar. Otra debilidad que presenta México es
la falta de cooperación entre los actores involucrados en el tema del biogás. Como ya se
mencionó antes, en México existe resistencia institucional. Es decir, la mayoría de las
industrias mexicanas se benefician del petróleo y no quieren dejarlo. Por tanto, no hay
ningún interés por parte del sector privado en apoyar al sector público con el tema de las
energías renovables. En Colombia sucede lo mismo, pero es debido a que las industrias
deben cubrir por completo los altos costos para construir plantas de biogás. Tampoco
hay reportes de que el sector público mexicano se apoye con otro actor, como la
academia o las organizaciones internacionales.
Además de la inexperiencia con la tecnología y la desunión entre actores, las
leyes mexicanas también son un problema. México cuenta con un marco legal para la
promoción del biogás en el país, pero este es inestable. Los únicos casos que muestran
leyes estables son Alemania y Japón. Estados Unidos debe conformarse con normativas
a escala de gobierno pequeño, Colombia tiene regulaciones que limitan la producción de
biogás, y las leyes sobre biogás en Bolivia son inexistentes.
México también tiene como debilidad la falta de recursos financieros para
construir y mantener proyectos de biogás. Esto también es un problema para Alemania,
Estados Unidos y Colombia. Las razones son distintas para cada caso: Alemania no
puede lograr que los precios del biogás bajen a pesar de los subsidios, Estados Unidos
tiene que pagar para que sus instalaciones ya existentes puedan usar digestión
anaerobia, y los empresarios colombianos no se arriesgan a invertir en tecnología del
biogás. En México, la situación es más compleja. Producir biogás en los términos que
han planteado implicaría mejorar el descuidado sistema de PTAR, mejora para la que no
se tienen fondos. El hecho de que el Estado mexicano apoyara la producción del biogás
sin tener en cuenta la situación de sus PTAR tiene que ver con la siguiente debilidad
encontrada: la implementación no se hizo tomando en cuenta la realidad del país. En
México, además del mal estado de las PTAR, se ignoraron: la falta de conocimiento
sobre biogás gran escala, y la falta de incentivos apropiados en el marco legal.
El caso de México también presenta carencias en el aspecto técnico. La
infraestructura mexicana no es la adecuada para producir biogás. Como ya se mencionó
65
antes, las PTAR en México son abundantes pero su estado es descuidado. El gobierno
mexicano necesitaría invertir en primer lugar para arreglarlas, y luego para modificarlas
de modo que produzcan biogás. A diferencia de Estados Unidos, las PTAR en México
no representan una oportunidad para producir biogás. Estas instalaciones están en malas
condiciones y bien podrían ser inexistentes, como en el caso de Colombia. Por todas
estas razones, el sector del biogás en México es ineficiente y débil.
Además del caso con más fortalezas y el caso que tiene más debilidades, la
observación de la Tabla 2 también hace notorio cuáles son las fortalezas más frecuentes
y debilidades menos frecuentes en todos los casos. Examinar cada una de ellas servirá
para determinar aspectos necesarios y desafíos asequibles, es decir, qué es lo que se
requiere obligatoriamente y qué es complicado pero superable a la hora de implementar
la tecnología de la energía con biogás.
Dentro de las fortalezas más comunes, están el compromiso con una transición
energética, ya sea para mitigación del cambio climático o no, y la existencia de leyes
que apoyen proyectos relacionados con el biogás. Estas dos ventajas las comparten
Alemania, Japón, Colombia y México. También están dentro de las fortalezas más
comunes la disponibilidad de la tecnología, el financiamiento, y las alianzas entre
actores clave, identificadas en Alemania, Japón, Estados Unidos y Bolivia. Además de
eso, la mayoría de casos: Alemania, Japón, Estados Unidos y Colombia, han
incorporado al biogás dentro de su planificación de desarrollo. Esto indica que las
fortalezas comunes entre países que usan energía del biogás incluyen: aceptar la
responsabilidad de cambiar la matriz energética, aprobar leyes que sustenten esa
decisión, conseguir dinero y alianzas que hagan posibles los proyectos, y volverlos parte
de un plan más grande.
Dentro de las debilidades identificadas, cuatro son poco frecuentes. La
inexperiencia en el manejo de la tecnología, así como la falta de cooperación entre
actores, se detectaron en Colombia y México. Los otros casos ya manejan la tecnología
del biogás a un nivel aceptable, y construyeron las alianzas necesarias para sacar esta
energía renovable adelante. También está el error de no tomar en cuenta la realidad del
país, debilidad encontrada solo en México. El resto de casos sí analizó si el biogás era
una alternativa adecuada para su país (Alemania, Japón y Colombia) o la adaptó a su
66
contexto para poder usarla (Estados Unidos y Bolivia). Finalmente, está la falta de
infraestructura o fallas en la infraestructura. Colombia y México presentan este
problema: el primer país no tiene la capacidad para construir plantas de biogás, y el
último tiene instalaciones defectuosas a las que no se les puede hacer adaptaciones para
digestión anaerobia.
Hay dos debilidades que no se observaron con frecuencia pero que no se pueden
incluir en el análisis del párrafo anterior. La primera es la falta de aceptación del público
por la tecnología, detectada en Alemania, Estados Unidos y Bolivia. No se puede
concluir que los demás casos abordaron mejor este aspecto ya que el uso de biogás es
aún una novedad en Colombia y México, y Japón debe esperar unos años para ver el
resultado de las inversiones destinadas a apoyar a esta tecnología. Lo mismo se puede
decir sobre la visión a futuro no sostenible, identificada solo en Alemania y Japón. Sería
incorrecto decir que los otros cuatro países manejen mejor sus proyecciones a futuro,
quizás ni siquiera las han considerado todavía. Por tanto, el análisis de estos dos
aspectos solo es conveniente para casos con más experiencia en el uso del biogás.
En la Tabla 2, también es posible ver cuáles son las fortalezas menos frecuentes
y las debilidades más comunes entre todos los casos. Vale la pena mencionar estas en el
capítulo, ya que pueden permitir identificar requisitos complejos y retos comunes para
la implementación de la energía con biogás.
Las fortalezas menos frecuentes podrían considerarse como factores claves pero
complicados para aumentar la probabilidad de éxito a la hora de implementar el uso del
biogás como fuente de energía. Y esos factores son dos: un seguimiento apropiado y el
acceso prioritario a la red de energía. Estas acciones solo las realizaron los casos de
países industrializados: Alemania, Japón y Estados Unidos. Estos tres casos han logrado
aprovechar la energía del biogás de manera relativamente exitosa, pues el biogás tiene
un porcentaje significativo en sus matrices energéticas. Por tanto, este hallazgo sugiere
que un proyecto energético de biogás debe ser inspeccionado durante el tiempo
necesario y estar conectado a una red de distribución, para funcionar correctamente y
ser productivo.
Otra fortaleza poco frecuente es el uso apropiado del digestato, hallada solo en
Japón y Bolivia. Sin embargo, esta no podría considerarse un factor que aumente el
67
éxito de la implementación de la energía con biogás en un país. Más bien podría tratarse
como un indicador para determinar si esta energía renovable realmente se está
manejando de manera sostenible.
Por otro lado, las debilidades más frecuentes ayudan a identificar cuáles son los
errores o desafíos más comunes respecto a la energía con biogás. En primer lugar, están
las políticas inestables o inexistentes, identificadas en Estados Unidos, Bolivia,
Colombia y México. Bolivia es el único caso sin normativa existente para el biogás, lo
cual implica que fueron más frecuentes los casos con políticas inestables. Es decir, las
normativas pueden volverse una limitación para el biogás si es que no están bien
formuladas.
Otra debilidad frecuente es la falta de recursos financieros para los proyectos de
biogás, hallada en Alemania, Estados Unidos, Colombia y México. Este problema es
propio de la tecnología de biogás y digestión anaerobia, que tiene un alto costo de
inversión y cuyo precio no han disminuido en comparación a otras energías renovables.
Para profundizar en este aspecto, es necesario analizar la fila de precios de energía con
biogás incluida en la Tabla 2.
Se observa que, de los seis casos, el costo para Alemania es el más alto: $0,21
por kWh. No se espera que este precio baje, además de que mantenerlo estable requiere
un gran esfuerzo por parte del país (Appun 2016, párr. 46; traducción propia). Esto pone
al biogás alemán en desventaja frente a otras fuentes renovables que son más
convenientes por su precio. Por ejemplo, alternativas como la energía solar y la eólica
en Alemania cuestan $0,13 y $0.09 por cada kWh producido (Álvarez y Ortiz 2016, 96).
México estima un precio similar para su energía con biogás: $0,20 por kWh
hasta la década de 2030. Las proyecciones futuras respecto a este precio tampoco son
favorables, pues se espera que suba a $0,25/kWh en el 2040 (IB Tech 2020, 24). El
aumento esperado de precio, sumado a las otras dificultades, complica aún más el uso
energético del biogás en México.
Es notorio que los precios de Japón, Estados Unidos y Colombia son similares:
$0,11/kWh, $0,10/kWh y $0,12/kWh. Es probable que se deba al enfoque similar de los
tres casos: no solo consideran la dimensión de energía sino también la de manejo de
residuos. Los tres países mencionados usan biomasa residual o residuos orgánicos para
la producción de su biogás. Por tanto, su aprovechamiento energético de este recurso
tiene beneficios adicionales relacionados con el manejo de residuos. Se sugiere que esos
beneficios extras son los que permiten que el precio se reduzca.
68
En el caso de Bolivia, no hay datos acerca del costo de la energía con biogás. Sin
embargo, sí se conoce que el uso de biodigestores en áreas rurales beneficia la economía
de las familias. La inversión necesaria para construir digestores está entre $98 y $122,
recuperable en un máximo de 2 años (Acosta 2012, 13) debido a que la compra de
kerosén, gasolina, diésel y velas ya no es necesaria. El ahorro que implica no hacer estas
compras puede ir desde los $68 hasta los $114 al año (ONUDI y Energética 2013, 35),
dinero que las familias en Bolivia rural pueden usar para suplir otras necesidades
además de las energéticas.
Una vez descritas las debilidades y fortalezas para el uso energético del biogás,
es posible contextualizar lo aprendido en el sitio de estudio: la ciudad de Quito.
69
Capítulo cuarto
Potencial y factibilidad de la energía con biogás en Quito
30
30% del biogás (Porcentaje de
20 captura real)
10
0
2000 2020 2040 2060 2080 2100 2120 2140
Años
Figura 2. Gráfico de la estimación de biogás generado en el relleno sanitario de Quito por año
Elaboración propia
electricidad que potencialmente podría generar el biogás del relleno sanitario El Inga a
lo largo de los años se muestra en la Figura 3.
140
120
100 Electricidad generada con
todo el biogás
80
60 Electricidad generada con 30%
del biogás
40
Electricidad generada según
20 ARCONEL (datos oficiales)
0
2000 2020 2040 2060 2080 2100 2120 2140
Años
Figura 3. Gráfico de la estimación de electricidad generada cada año por el biogás del relleno
sanitario El Inga
Elaboración propia
Una vez que se han explorado las tecnicidades del aprovechamiento energético
del biogás en Quito, es necesario observar la realidad de la ciudad. La investigación
realizada en los dos primeros capítulos indica que considerar el contexto del lugar
73
dónde se desea implementar esta fuente de energía es un factor que define su éxito o
fracaso. Por esa razón, la presente sección discutirá el estado actual de los proyectos de
biogás en Quito y qué se espera en el futuro respecto a este tema.
El uso energético del biogás no es un tema nuevo para Quito, pero sí uno al cual
no se le ha dado la importancia suficiente. La capital del Ecuador ha tenido varias
experiencias con este tipo de proyectos, siendo el más importante la planta de captación
de biogás en el relleno sanitario El Inga, pero éstos no han tenido éxito o relevancia
debido a que no se han acoplado con planes de manejo de residuos.
En Quito, se han identificado tres proyectos de aprovechamiento energético de
biogás: la planta de biogás del Jardín Botánico de Quito, el biodigestor del Camal
Metropolitano, y la planta de generación eléctrica del relleno sanitario El Inga. En el
Jardín Botánico de Quito, las instalaciones para captar biogás y transformarlo en energía
tienen un fin principalmente educativo. Con esta planta, los visitantes del jardín pueden
observar las etapas en las que los residuos vegetales, sobras de alimentos y desechos de
caballos, se transforman en biogás (Chaguaro y López 2011, 8). Las cantidades
generadas de este gas son pequeñas, y no se reporta que el Jardín Botánico lo use para
cubrir sus necesidades energéticas. Lo que sí se conoce es que el biogás generado en su
planta demostrativa se quema en una cocineta y en un generador eléctrico, como parte
de la demostración para los visitantes (Chaguaro y López 2011, 12).
Otro proyecto similar en Quito es el biodiogestor del Camal Metropolitano. A
cargo de la Empresa Eléctrica Quito EEQ, el Ministerio de Electricidad y Energía
Renovable, y la Empresa Metropolitana de Rastro, este digestor se construyó para
aprovechar los residuos producidos por el faenamiento de animales y evitar que
terminen en cuerpos de agua o terrenos baldíos (El Comercio 2014, párrs. 1-3). Se
planeaba usar la energía obtenida con el digestor para calentar agua que después sería
utilizada en los procedimientos de limpieza de las instalaciones, logrando así sustituir el
uso de gas licuado de petróleo en el proceso de calentamiento (Empresa Eléctrica Quito
2014, párr. 2). Sin embargo, no se han encontrado datos que determinen el desempeño
de este digestor. Tampoco se ha repetido la experiencia en otros camales de la ciudad.
Finalmente, el proyecto de aprovechamiento energético de biogás más conocido en
Quito es la planta de generación eléctrica en el relleno sanitario El Inga.
Se reporta que la idea de construir una planta para transformar en electricidad el
biogás del relleno sanitario de Quito estaba planificada desde 2008 (El Comercio 2016,
párr.3). El proyecto comenzó con la instalación de un sistema para la captación de
74
biogás en El Inga, el cual funciona desde 2011 (Baca 2014, 18). No se han encontrado
cifras oficiales sobre la cantidad o porcentaje de biogás del relleno que recoge el sistema
cada año. El único dato relacionado se obtuvo del más reciente inventario de emisiones
de GEI para Quito, el cual indica que la recolección de biogás en El Inga evitó que se
emitieran 600 toneladas de CH4 en 2011 (Baca 2014, 18). Es importante mencionar que
la captación del biogás y su aprovechamiento energético no se dieron simultáneamente.
La planta generadora de electricidad con biogás comenzó a construirse en 2015,
por lo que la combustión fue la forma de gestionar el gas producido en El Inga desde
2011 hasta 2016 (El Comercio 2016, párrs. 3 y 7). Finalmente, en 2017, la planta de
electricidad en El Inga fue inaugurada de manera oficial (Emgirs 2018, párr. 1). Desde
entonces, este relleno sanitario transforma el 30 % de su biogás en energía (La Hora
2017, párr. 3). Datos oficiales indican que este biogás llegó a generar 40,25 GWh de
electricidad en 2018 (EC ARCONEL 2018, 189). La energía producida por el biogás del
relleno no abastece a las oficinas en El Inga, sino que pasa al Sistema Nacional
Interconectado SNI que es la red eléctrica de Ecuador (Machado 2020, párr. 17). En la
actualidad, la planta generadora de electricidad está a cargo de la alianza público
privada entre Gasgreen y Emgirs, pero está planeado que el manejo exclusivo lo tenga
la Emgirs desde el 2028 (La Hora 2017, párr. 6). Como se puede notar, el proyecto más
importante de energía a partir de biogás en Quito tiene algunos problemas de
seguimiento pero está funcionando bien. Sin embargo, podría caer en un estancamiento
o en el abandono al igual que el biodigestor del Camal Metropolitano, y por la misma
razón: el proyecto se ideó sin ningún plan de manejo de residuos para la ciudad.
Este trabajo de investigación ha evidenciado que un sistema efectivo de energía
con biogás debe estar acompañado de una gestión de residuos apropiada. Y
lamentablemente, eso es algo que Quito no tiene. Los RSU producidos en Quito no son
separados de ninguna manera. Si bien el informe anual para 2018 de la Emaseo,
empresa a cargo de la recolección de basura, indica que se tomaron acciones para
recoger solo residuos orgánicos, dichas acciones fueron incorporar dos micro-rutas sin
haber diseñado antes una estrategia de manejo de orgánicos con la Secretaría de
Ambiente o la Emgirs (Emaseo EP 2018, 9). Además, según las autoridades de la
ciudad, el reciclaje en Quito es casi nulo. Datos de la Emgirs indican que ―solo se
recicla el 0,9 % de la basura que llega hasta [las] estaciones de transferencia‖ (Machado
2020, párr. 7). Esta cifra no toma en cuenta la labor de los recicladores informales o
minadores, quienes buscan materiales reciclables en los contenedores de la ciudad.
75
relleno sanitario. Además, hacen falta alianzas con otros actores y también la voluntad
de realizar seguimiento a propuestas previas.
Una vez explorados los aspectos teóricos y prácticos del aprovechamiento
energético de biogás en Quito, es necesario establecer cuáles son sus fortalezas y
debilidades más importantes respecto a esta tecnología. Sin embargo, no sería correcto
analizar a Quito del mismo modo en que se analizaron a los referentes mundiales del
biogás. De modo que, en la sección siguiente, la ciudad en la que se enfoca este trabajo
será estudiada de otra manera. Se tomarán en cuenta los hallazgos del capítulo anterior.
Para completar este trabajo, se plantearán las ventajas y las limitaciones que
posee la ciudad de Quito para implementar el biogás como fuente de energía, al igual
que se hizo con los casos estudiados antes. Sin embargo, no se realizará de la misma
manera. En lugar de referirse a todos los factores que determinan el éxito o fracaso del
biogás, mencionados en la Tabla 2, solo se considerarán las fortalezas que se
encontraron en la mayoría de los países estudiados y las debilidades poco usuales entre
los casos. Las fortalezas más comunes y las debilidades menos comunes fueron
establecidas en la sección 2 del capítulo tercero.
Las fortalezas más comunes encontradas en este estudio pueden considerarse
como aspectos básicos para implementar el biogás como recurso energético. Son seis:
disponibilidad de la tecnología, compromiso con la transición energética y/o mitigación
del cambio climático, existencia de un marco legal, financiamiento, producción de
biogás como parte de planes de desarrollo, y alianzas entre actores clave.
Actualmente, en la ciudad de Quito solo se registran tres proyectos de
aprovechamiento energético de biogás. Y solo uno de ellos (planta generadora de
electricidad en El Inga) está en funcionamiento. Por tanto, la ciudad no presenta
disponibilidad de la tecnología.
El compromiso con la transición energética es un tema difícil de definir, no solo
para Quito sino para Ecuador. Según se reporta, ―Ecuador declaró como Política de
Estado la adopción de medidas de adaptación y mitigación del cambio climático‖ desde
el 2009 (Baca 2014, 4; énfasis añadido). Sin embargo, actualmente no hay ninguna ley
ecuatoriana que apoye el uso de ninguna fuente de energía renovable. Tampoco existe
ningún plan o proyecto que aborde esa línea.
78
Conclusiones
Colombia. Este país cuenta con el apoyo de su gobierno para implementar energías
renovables, además de disponer de una gran cantidad de biomasa agrícola residual y de
condiciones ideales para la digestión anaerobia.
A pesar de las muchas ventajas y oportunidades del biogás, su producción y
aprovechamiento energético a gran escala es complicado. Se necesitan leyes, incentivos,
programas, financiamiento e infraestructura. Y si el sistema llega a implementarse de
manera incorrecta, puede restarle al biogás todos sus aspectos positivos. Esta última
conclusión la demuestra el caso de México, el cual vio el potencial del biogás y lo quiso
incluir en su matriz energética. Sin embargo, las decisiones alrededor de esta fuente de
energía se tomaron sin considerar la situación del país y limitando el papel del Estado a
aprobar leyes. El resultado fue que el uso del biogás en México quedó estancado, sin
perspectiva de crecimiento. Pero este no fue el único caso en el que se detectaron
problemas respecto al biogás. Al analizar el caso de Colombia, se encontró que la escasa
experiencia y crecimiento en el uso del biogás podría atribuirse a dos factores: las
limitaciones de producción por normativas mal planteadas, y la falta de infraestructura
debido a que los costos son altos y no tienen subsidio. Por otro lado, los casos de
Bolivia y Estados Unidos tienen complicaciones en extender el uso del biogás a nivel
nacional, debido a un existente rechazo hacia proyectos de biogás por parte de los
ciudadanos, y a la falta de apoyo por parte de sus gobiernos centrales. Mientras que
Alemania y Japón no presentan este problema de ausencia del Estado, se observó que
estos dos casos están cayendo en una producción no sostenible del biogás, ya sea por
sus prácticas actuales o por sus proyecciones a futuro. Actualmente, Alemania usa más
cultivos energéticos que residuos agrícolas para alimentar sus digestores anaerobios. Y
Japón ha establecido en sus planes venideros la intención de usar biomasa de bosques
para impulsar la bioenergía en el país, categoría en la que entra el biogás.
Es importante mencionar que, según se encontró, cada país tuvo diferentes
razones y está en diferentes etapas respecto al uso de energía con biogás.
Después de realizar el análisis de los seis casos, y plantear en una tabla todas las
fortalezas y debilidades encontradas para implementar la energía con biogás, se abordó
la pregunta de investigación ¿cuál es la factibilidad y las limitaciones técnicas y
prácticas de obtener energía renovable a partir del biogás producido en la ciudad de
Quito? En primer lugar, se analizó el aspecto técnico. Utilizando el modelo LandGEM y
factores de conversión, se cuantificó cuánto biogás produce la fuente más importante de
Quito: el relleno sanitario El Inga y qué cantidad de electricidad se podría producir con
83
su aprovechamiento energético. Los resultados obtenidos revelan que, aún 120 años
después del cierre proyectado para el relleno, el flujo de biogás continuaría emitiéndose
y sería suficiente para obtener hasta 383 MWh al año. Por tanto, el biogás generado en
El Inga es un recurso energético no aprovechado. Además del cálculo realizado, se
determinó que una limitación técnica importante para usar energía con biogás en Quito
es la necesidad de un proceso de secado. La proporción mayoritaria de orgánicos que
compone los residuos de la ciudad haría que la mezcla gaseosa tenga una cantidad
excesiva de humedad, la cual necesita separarse antes del aprovechamiento energético.
Además de las cuestiones técnicas, también se analizó el aspecto práctico. La
intención fue plantear la situación presente y proyección futura del biogás en Quito. Se
encontró que la ciudad ha tenido en total tres proyectos de biogás, y solo uno de ellos ha
tenido seguimiento y éxito: la planta generadora del relleno sanitario El Inga. Sin
embargo, la planta no ha seguido su crecimiento proyectado. Esto indica que no hay
experiencia con este tipo de tecnología y su manejo en Quito. De acuerdo a lo aprendido
del análisis del sector biogás en los seis países mencionados, se sugiere que la razón
detrás del fracaso y estancamiento en estos proyectos de biogás se deba a la falta de un
plan de manejo de residuos para la ciudad. Respecto a escenarios futuros, la
información sugiere que el crecimiento de la planta generadora El Inga no será una
prioridad para las autoridades municipales. La actual crisis del desperdicios que afronta
Quito tiene problemas más urgentes, como el manejo de lixiviados acumulados en el
relleno sanitario El Inga. Esto se suma a la carencia de alianzas estratégicas para crear
más proyectos de biogás, y a la tendencia que tienen las autoridades de Quito de no
seguir ninguna línea de sus predecesores en favor de sus propuestas actuales.
Para terminar de responder la pregunta de investigación, se estableció qué
debilidades y fortalezas posee la ciudad de Quito para implementar el uso de energía
con biogás. No se consideraron todas las fortalezas y debilidades halladas en los seis
casos analizados previamente, solo se tomaron en cuenta las fortalezas más comunes y
las debilidades menos comunes. La razón para esto es que las fortalezas más comunes
pueden considerarse como las condiciones necesarias o fundamentales que requiere un
lugar para aprovechar energéticamente el biogás: disponibilidad de la tecnología,
compromiso con la transición energética y/o mitigación del cambio climático, existencia
de un marco legal, financiamiento, producción de biogás como parte de planes de
desarrollo, y alianzas entre actores clave. Del mismo modo, las debilidades menos
comunes pueden considerarse como aquellas dificultades que han existido al
84
implementar la energía con biogás, pero que se han podido superar, como la
inexperiencia con la tecnología, la falta de cooperación entre actores, los proyectos no
vinculados con la realidad del país, y la falta o fallas en la infraestructura.
Respecto a las fortalezas más comunes, Quito no posee disponibilidad de
tecnología de digestión anaerobia y tampoco existen leyes municipales que fomenten el
uso de energía renovable. El análisis del aspecto Financiamiento ha determinado que la
energía generada por biogás en Quito es más costosa de producir que la energía eléctrica
convencional a nivel nacional. El compromiso con la transición energética, la inclusión
de la producción del biogás en planes más grandes, y las alianzas entre actores clave son
temas interesantes de abordar. Si bien Quito sí las tiene, son fortalezas que presentan
vacíos. Debido a que la adopción de medidas de adaptación y mitigación del cambio
climático son política de Estado en Ecuador, la transición energética debería ser una
prioridad al menos en su capital: Quito. Sin embargo, la falta de proyectos y leyes
relacionados al tema indica que es un propósito solo en papel. Sucede algo similar con
la producción de biogás dentro de planes más grandes. Acciones que podrían
complementar el uso de esta fuente de energía, como un plan sostenible de manejo de
residuos, sí se incluyen en documentos oficiales. Pero las estrategias para lograrlo se
plantean de manera muy tibia. Finalmente, están las alianzas entre actores clave. Sí
existen en Quito, pues la planta generadora El Inga fue construida y es manejada con la
empresa privada GasGreen, y el municipio ha convocado a las empresas privadas para
presentar sus propuestas sobre el manejo de lixiviados acumulados en el relleno
sanitario. El problema es que estas alianzas solo se buscan en situaciones de emergencia
o no están siendo aprovechadas. Según la opinión de un experto, Gasgreen, la empresa
que maneja el biogás está en capacidad de ayudar al municipio con el tema de los
lixiviados, pero esa colaboración no fue posible por temas de financiamiento.
Acerca de las debilidades menos comunes, Quito sí tiene inexperiencia con la
tecnología, falta de cooperación entre actores, y falta de infraestructura para producir
biogás y aprovecharlo energéticamente. La inexperiencia está ligada a la escasa cantidad
de proyectos de biogás que tiene la ciudad. La falta de cooperación entre actores sucede
debido a que las alianzas existentes entre sector público y privado no son fuertes o no se
aprovechan. Una debilidad evidente es la falta de infraestructura para producir biogás en
Quito. El análisis de casos en los primeros dos capítulos mostró que algunos países
adaptaron sus PTAR para que realizaran digestión anaerobia y así producir biogás.
Quito, a pesar de ser la ciudad más poblada del Ecuador, solo posee una PTAR que trata
85
CH4 que produce el relleno sanitario de la ciudad, también podría considerarse como
una forma de adaptación para el sector energético ecuatoriano. Considerando la
situación energética de nuestro país, la discusión sobre el biogás y otras formas de
energía renovable es necesaria. Actualmente, Ecuador obtiene su electricidad a partir de
hidroeléctricas. Este es un sistema con vulnerabilidades existentes que podrían aumentar
ante el cambio climático, pues uno de los efectos del aumento de temperatura del
planeta son las modificaciones de los ciclos hidrológicos. Para ilustrar la vulnerabilidad
de las fuentes de energía ecuatorianas, se puede mencionar el derrumbe de la cascada
San Rafael, que pone en posible peligro a la hidroeléctrica Coca Codos Sinclair. Por
tanto, antes de que sus fuentes de energía se vean severamente afectadas, Ecuador debe
considerar el uso de otros recursos energéticos. El biogás producido por residuos
orgánicos podría ser uno de ellos.
87
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%20Alvaro%20Zurita%20GIZ.pdf
97
Anexos
∑ ∑ ( )
En donde:
= generación anual de metano en el año calculado (m3/año)
i = incremento de tiempo en 1 año
n = año del cálculo – año que se empezó a recibir residuos
j = incremento de tiempo en 0.1 años
k = tasa de generación de metano (año-1)
L0 = potencial de generación de metano (m3/Mg)
Mi = masa de residuos recibida en el año i (Mg)
ti,j = edad de la sección número j de la masa de residuos Mi aceptada en el año i
Con esta información, LandGEM calculó las emisiones por año (en masa y en
volumen) de biogás, dióxido de carbono, metano y compuestos orgánicos diferentes del
metano que producirá el relleno sanitario por 140 años a partir de su inauguración. En
esta investigación, solo se utilizaron los datos correspondientes a las emisiones de
biogás en m3/año. Con esos valores, se construyó la Figura 2.
La posterior transformación de las emisiones de biogás a electricidad se realizó
mediante el factor de conversión: 2 kWh/m3 de biogás. Mediante conversión de
unidades (1 MWh = 1000 kWh, 1 GWh = 1000 MWh), se transformaron los kWh
obtenidos a GWh y se construyó la Figura 3.