Revista Del Museo Nacional Tomo XLIV
Revista Del Museo Nacional Tomo XLIV
Revista Del Museo Nacional Tomo XLIV
R.EVISTA
Fl MVfEO
NACIONAL
TOMO XLIV
LIMA-PERU
1978 - 1980
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CERRO CHIVATERGS 21
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LOS RECURSOS NATURALES Y EL POBLAMIENTO
PRECERAMICO DE LA PUNA DE JUNIN
Introducción
DESPuÉS DE UNA DÉCADA de trabajos en la puna de Junín se está en condi-
ciones de explicar algunas ideas respecto al uso de los recursos naturales y
su manejo a través de los diferentes períodos de desarrollo de los pueblos
asentados en esta impOltante región geográfica.
El territorio altiplánico, generalmente subestimado como ecosistema ge-
nerador de recursos y energías, adquiere su verdadero valor a partir de las
publicaciones de Troll (1937, 1958) , Weberbauer ( 19'4 5), Pulgar Vidal
( 1946), Cardich (1958, 1964) Y Flores Ochoa (1977).
En este trabajo se discutirán algunas alternativas destinadas a explicar
la relación del hombre con su ambiente y a partir de ella comprender la
histOlia regional. Con este objeto se utilizarán los estudios de los especialis-
tas que han colaborado en el Proyecto Junín, dándole un carácter interdis-
ciplinalio a las investigaciones y cierta dimensión regional a los datos.
La observación etnográfica y ecológica se ha enriquecido con los ensa-
yos y experiencias realizados en los diferentes aspectos de la actividad indí-
gena, desde la obtención de la materia prima para la fabricación de alte-
factos hasta el procesamiento de los animales domésticos o salvajes. Para
analizar los materiales arqueológicos ha sido necesario practicar el tallado
de puntas u otras herramientas utilizando implementos arqueológicos, así co-
mo observar y participar en el manejo de los recursos de subsistencia.
Consideraciones teóricas
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
24
nes ambientales pueden sostener importantes grupos humanos con vida se-
dentaria. Este u otro caso hipotético sólo tendría validez después de una com-
probación a la luz de testimonios concretos. Sin embargo, cabe señalar cla-
ramente que en ningún caso se llegará a una ecuación exacta, por cuanto la
adaptación humana se debe a un conjunto de factores, desde los estricta-
mente sociales hasta los ecológicos. En esta investigación intentamos com-
prender el problema desde diferentes aspectos.
Utilizando ejemplos comparativos, tomados de varios ambientes contras-
tados, podemos visualizar mejor el nivel de rango en las adaptaciones y la
naturaleza de los cazadores-recolectores. A partir de lo señalado pueden in-
tentarse algunas explicaciones teóricas sobre la diferencia y similitud entre
los diversos grupos, lo que justifica uno de los propósitos de nuestra inves-
tigación, como una aproximación etno-arqueológica de antropología prehis-
tórica.
En contraste con otras áreas del Perú, esta región no forma banda ho-
rizontal, determinada solamente por la altitud y la presión de las lluvias.
Antes bien, como se ha señalado en publicaciones previas, constituyen un
verdadero mosaico las micro zonas interdependientes y los nichos ecológicos
interconexos.
Dentro de este segmento, las comunidades botánicas son determinadas
principalmente por la protección del frío, de los vientos )' la localización de
la humedad más o menos permanente. Ambos fenómenos son regulados por
la formación rocosa (afloramiento de la roca madre) )' el patrón de drena-
je. En la puna los sistemas de drenaje son dentrÍticos y suficientemente de-
sarrollados, mientras que los afloramientos de roca son sumamente dispersos.
Las agrupaciones de plantas están igualmente esparcidas en forma de mo-
saico natural.
La puna ofrece una variedad de plantas comestibles y digeribles por
el hombre. Estas generalmente crecen en el litoral lacustre )' en los espa-
cios rocosos. Las más comunes son moras altinas, )'uyos, opuntias, tubércu-
los, rizomas de totora, etc. Salvo excepciones, estas plantas crecen más o me-
nos dispersas )' ofrecen una biomasa liviana )' nutritivamente incompleta,
aunque habrían sido valiosas fuentes en la dieta del antiguo cazador-recolec-
tor. No dejaron de ser siempre complementarias. Nunca habrían soportado
por sí solas a poblaciones asentadas en la puna, ni siquiera a pequeños gru-
pos dispersos.
Sin embargo, la flora altiplánica en su conjunto tuvo una extraordinaria
importancia en el sostenimiento de las sociedades prehistóricas )' de todos
los tiempos. La fauna se multiplicó, hasta alcanzar densidad suficiente co-
mo para sostener a importantes poblaciones, sólo gracias a la flora estable.
En esta región existe una extraordinaria biomasa de plantas, principalmente
formada por pastos (ichu), que por su naturaleza no son comestibles por el
hombre, pero sí por los animales. En este caso, los grandes y pequeñ'os her-
bívoros se constituyeron en los agentes intermediarios entre la flora y el hom-
bre. Los animales aprovechan adecuadamente la cantidad de energía solar
almacenada en los pastos, trasladándola al hombre mediante sus grasas y
proteínas.
Se desconoce la distribución y dispersión en el Perú de estos animales,
camélidos, cérvidos y roedores. La persecución y en algunos casos la depre-
dación a través de los milenios, arrinconándolos a espacios de refugio, no per-
miten tener una idea clara sobre su distribución y principales concentracio-
nes. El guanaco, por ejemplo, casi ha desaparecido del territorio peruano,
habiéndose desplazado a las pampas patagónicas y Tierra del Fuego. Las
tarucas (Hippocamelus antísensis) igualmente son escasas en los Andes Cen-
tI·ales. La misma suerte están siguiendo los venados de cola blanca (Odocu-
litis, sp.). Todavía queda la vicuña, especie bien adaptada a la puna, que a
pesar de su cacería indiscriminada durante la Colonia )' la República sigue
Sacra Familia
Abrigo rocoso ubicado a 4.380 m. sobre el nivel del mar. Ocupación Precerámico Tardío y
Formativo.
29
30
Panaulauca. Abrigo rocoso . Periodos Precerámico y Formativo. Se considera campamento
base al sur de las punas de Junín. Fue descubierto en 1969 por Ramiro Matos.
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Pachamachay. Vista general del abrigo. Periodos Precerámico y Forma tivo.
32
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN
33
siempre buscan los lechos de agua, no solamente por el líquido, sino princi-
palmente porque les gusta alteI'nar su alimentación con las plantas tiernas
y verdes que crecen en esos lugares.
Otras especies animales ~bundan generalmente en el área del lago. Hay
una variedad de peces, batracios y aves acuáticas. La laguna de Junín ha
sido y todavía mantiene su condición de emporio de miles de estos anima-
les. Otros focos de concentración de animales son los espacios rocosos. Abun-
dan los roedores, especialmente las vizcachas, cuy es silvestres (Cavia sp.),
felinos, caninos y una vmiedad de aves, desde rapaces hasta palmípedas.
Este conjunto de recursos es importante especialmente como parte de una
amplia combinación dentro de la biomasa de la puna. En ningún caso pue-
de compararse con lo que representa un camélido, especialmente la vicuña.
Por otra parte, es conveniente asegurar que ningún recurso de la puna, in-
cluso las vicuñas que viven en concentraciones limitadas, puede ser capaz
de alimentar a grupos grandes de cazadores sin el complemento de otras
fuentes.
A la situación anunciada debe agregarse que las estaciones climáticas
de la puna son menos pronunciadas que en otras partes del Perú. vVeber-
bauer (1945) observa, por ejemplo, la inflorescencia en algunas especies de
plantas que se produce permanentemente en las diferentes estaciones del
año. El comportamiento de la vicuña tampoco sufre alteración o cambio algu-
no que exija un trato diferente de los cazadores. Ell el litoral del lago siem-
pre hay plantas y animales de manera permanente, sin mayores fluctuacio-
nes en cantidad o conducta (Dourojeamú 1968). De esta manera, aunque la
ecología de la puna no tenga condiciones óptimas para soportar a grandes
grupos asentados en su territorio en períodos largos, no hay oposición al asen-
tamiento de grupos pequeños de manera más o menos permanente par.a la
explotación de sus recursos en espacios limitados.
En realidad, creo que ésta sería la hipótesis más acertada para el po-
blamiento de la puna, pues está de acuerdo con la realidad de la naturale-
za de sus recursos. Obviamente esta idea contradice la hipótesis de la tras-
humancia de cazadores, y más concretamente la tesis sobre el poblamiento
de los Andes Centrales, que considera a la puna como un centro de explo-
tación sólo durante una estación dentro de ciclos anuales. La razón es que,
S!n vista de la permanencia de los recursos durante todo el año, no existe
un motivo que obligue a los cazadores a trasladarse de un lugar a otro, aban-
donando su propio territorio. Además, los demás pisos ecológicos por deba-
jo de la puna constituyen áreas donde las estaciones son más definidas y las
condiciones de la biomasa cambian radicalmente entre una estación y otra,
denotando inseguridad en su explotación y obligando a sus moradores a bus-
car nuevas fuentes de recursos; que generalmente se encuentran en la puna
:Y valles profundos. De lo observado en la puna y quebrada del Mantaro,
la región altiplánica es la que ofrece mejores condiciones para una habitación
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 35
aún más propensos al exterminio por parte de los cazadores, que en ese ca-
so deberían trasladarse a otro campamento base al no haber posibilidad de
caza.
Sin embargo, dentro de condiciones climáticas y ambientales mejores,
habría sido posible racionalizar su explotación de manera tal que no dismi-
nuyera radicalmente la población a través del tiempo. En un supuesto de
equilibrio entre la explotación y los recursos, el hombre sería el agente de
control de su equilibrio, no sólo en la densidad demográfica, sino también
l'egulando la densidad de los animales, principalmente de los herbívoros, y de
la ecología en general. Reichel Dolmatoff (1971) ha revelado 'la existencia
de sistemas de regulación entre los grupos de cazadores amazónicos. Este
ejemplo contrasta con lo que ocurre con los cazadores del Artico, quienes
por el contrario han provocado un total desequilibrio en su ecología (Ba-
licki 1964).
En una zona con recursos primarios de caza, susceptible de sobre-ex-
plotación y sin posibilidad de otros recursos primarios de reemplazo, puede
esperarse la evolución de sistemas culturales, capaces de reemplazar o por
lo menos tender hacia un equilibrio en' el manejo del ambiente, antes que
a su destrucción total.
Finalmente, deben enfatizarse las condiciones climáticas de la puna, con
un frío penetrante y vientos casi permanentes, agudizando su intensidad en
las noches invernales, haciendo difícil mantener un ambiente abrigado por
xadiación solar o nivel de temperatura. Esta situación ha obligado al hom-
bre a buscar nuevas formas de ambientación del habitat doméstico. En tal
sentido buscaron los espacios encerrados, abrigos rocosos que generalmente
ofrecen los afloramientos de roca natural. En este caso el hombre coincide
con algunas especies de plantas y animales al buscar un refugio. En años
l'ecientes los pastores modernos todavía siguen aprovechando estos resquicios
para albergar sus animales tiernos o para almacenar el forraje.
Por el momentO' la estructura ecológica de la puna puede resumirse de
la siguiente manera:
1. De acuerdo a la densidad de los recursos y su distribución colateral,
los cazadores tempranos deben haber vivido en pequeños grupos asentados
en campamentos dispersos.
2. En razón a la relativa estabilidad de los recursos en la puna, en tan-
to que no existe ningún mes del año sin que desaparezca totalmente la po-
sibilidad de obtener alimentos de origen animal o vegetal, el hombre no tuvo
necesidad de abandonar este escenario para buscar otro.
3. Los cambios climáticos estacionales no afectan completamente a la
biomasa de la puna. Las plantas amarillan debido a los hielos, nevadas y
fuertes insolaciones, pero no desaparecen. En los lechos de agua siguen sien-
do verdes. Los animales se concentran en el litoral de lagos y manantiales.
6.
TELARM A CHAY
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PUNAS DE~~~I
N
LOS CAMPA~~AULAUCA
UBICACIO CHAMACHAY y
TOS
BASE DE PA
o 5 10Km.
I
Fig. 1
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLTV
38
entre ellos (Matos 1975) . En los mismos años, Rick intensificó sus explora-
ciones en el sector occidental de Ondores, precisamente entre el río Manta-
ro y la laguna de Chinchaycocha, con un radio de acción de 10 km. a par-
tir de Pachamachay (figura 2). Dentro de un estudio funcional de la geo-
morfología zonal, los recursos, nichos habitacionales, cuevas y abrigos roco-
sos, la distribución de suelos y vegetación, el agua y sus cauces, las concen-
tracionesde animales, etc. permiten explicar mejor las condiciones en las que
actuaba el cazador-recolector.
Dentro del área de influencia de Pachamachay se han ubicado cerca
de 30 sitios precerámicos (Matos 1975, y otros dos cateados por Rick 19'18),
y naturalmente existen muchas aldeas agro-alfareras (Rick 1980).
De los sitios estudiados, sólo Pachamachay demuestra condiciones de con-
texto de un campamento base, por la abundancia de material cultural, pro-
fundidad del basural, dimensión del depósito y acumulación permanente y
sólida de testimonios arqueológicos, orgánicos e inorgánicos.
Entre estos sitios, de acuerdo a la densidad del material pueden distin-
guirse hasta cuatro categorías de ocupación: 1. fuerte concentración de ma-
telial, es el caso de Pachamachay; 2. de densidad intermedia, que compro-
mete a seis sitios; 3. de densidad baja, con poco material de superficie, cons-
ta de 22 sitios; 4. campamentos abiertos de densidad relativamente inter-
media.
Los cálculos del material promedio que contiene cada una de las cate-
gorías de sitios, revela para Pachamachay una cantidad mínima de 460.0000
herramientas talladas en piedra durante el Período Precerámico; En cam-
bio, los sondeos realizados en sitios de la categoría dos, debido a la ocupa-
ción esporádica del abrigo, tienen un promedio de 10.000 artefactos en cada
lugar, con basurales relativamente pobres, de '0.40 a 0.50 m. (Rick 1980).
La jerarquía establecida solamente en base a la densidad del material
tallado permite determinar el tipo de ocupación de la vivienda, tanto por
la cantidad de personas como por su contimúdad y por las actividades rea-
lizadas en ella. Se trata de una división natural de frecuencia.
Al describir y analizar la distribución y el aprovechamiento del espa-
cio geográfico de cada una de estas categorías de sitios puede diferenciar-
se un patrón distinto en cada uno de ellos. Tomando Pachamachay como
campamento base, los campamentos de la categoría dos rodean al primero
en distancias de 4.5 a 8 km., ubicándose dentro del espacio doméstico del
campamento base, pero con posibilidad de trasladarse a lugares más aleja-
dos. La distancia en este caso no solamente es el espacio que separa cam-
pamento y lugar de caza, sino, principalmente, significa la energía que de-
be desplegar el cazador para llegar a capturar el animal y trasladarlo a su
vivienda. Solamente hay que imaginar el esfuerzo que debe causar el tras-
lado de una vicuna.
lago Junín
5Km
SAN BLAS
o
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6 PAMPACANCHA t6
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UBICACION DE LA SALINA
DE SAN BLAS y EL AREA VITAL
DEL CAMPAMENTO BASE DE
PACHAMACHAY
5 Km. Fig. 4
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POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 43
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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
44
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Fig. 5. Plano de Pachamachay Con indicación del área excavada.
5
6
7
22
23 -5080*60 3130 a.C. (UCLA 21180)
24
25 -6580*255 4630ac. (UCR 557)
Feat.75-24 26
27
28 - 8125 * 280 6175 S.C. (UCR 555)
29
30
31 -9010*285 7060 S.C. (UCR 554)
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.... ro ~ ) .. C' .,
32 -11800*930
33
9850 S. C. (UCLA 2118A)
ferenciar las especies. Estas son algunas de las tareas urgentes para expli-
car el proceso de domesticación. Obviamente, en razón a la abundante pre-
sencia de artefactos relacionados con la matanza de animales, estarnos segu-
ros de que durante el Periodo Precerámico, el modo de subsistencia fue la
caza.
Deborah Pearsall ha analizado 300 muestras de vegetales recuperados
mediante flotamiento en Pachamachay. Un resumen de su estudio se inclu-
ye corno apéndice de este artículo. Gracias al informe sobre la paleo-flora
puede inferirse que los habitantes de Pachamachay utilizaban una gran va-
riedad de plantas de la puna.
Aunque naturalmente sería difícil comparar la magnitud de plantas ali-
menticias con los huesos encontrados en el mismo depósito, puede intentarse
conseguir alguna proporción entre ellos. Rick (1978) calcula que en 1 m 3.
de basura de Pachamachay el rango de diferencia entre semillas y huesos
es del orden de 1 a 500. Naturalmente hay que considerar el grado de con-
servación en los vegetales, su fragilidad y su naturaleza en general, corno
las tuberosas que no dejan ningún rastro. Aunque estos argumentos pueden
ampliar la proporción de plantas, los camélidos mantienen la primera impor-
tancia en la dieta del Precerámico.
Un detallado estudio de paleo-polen podría ayudar a una mejor aproxi-
mación en esta dualidad de recursos, aunque, por otro lado, los artefactos
asociados al contexto están más relacionados con la caza que con la reco-
lección.
En otro aspecto del análisis, es importante definir y diferenciar la fun-
ción de las dos categorías de campamentos. Para tal fin se tornan en con-
sideración los ejemplos de Pachamachay y Pampacancha. La primera infor-
mación notable es la diferencia en la profundidad del basural, que atesti-
gua la permanencia del hombre en el lugar, la abundancia de materiales
culturales y su posición geográfica. Lamentablemente en Pampacancha no
se han conservado los restos orgánicos, por lo que no será posible realizar
estudios comparativos sobre el uso de plantas y animales.
En el análisis del material lítico pueden establecerse algunas diferencias
importantes, posiblemente corno indicadoras de la función de cada uno de es-
tos asentamientos. Las puntas de proyectil, cuchillos de vatios tipos y gran-
des bifaces son comunes a ambos sitios, en calidad y cantidad proporcional
(cuadro 1). En Pampacancha aparecen chancadores, proporcionalmente cin-
co veces más que en Pachamachay, mientras que en este sitio se encuentm
casi el doble de raspadores laterales de filo curvo. Estos últimos implemen-
tos deben haberse utilizado para despellejar el animal y procesar las pieles.
Los artefactos mayores corno chanca dores habrían servido para descuartizar
el animal, para su traslado o beneficio, mientras que los cuchillos son herra-
mientas de trabajo más lento y larga duración, utilizados plincipalmente en
el campamento base. .La diferencia proporcional en estas dos clases de at'-
Cuadro 1
Fechados C 14 y secuencia cultural
80 Y 160 d.C. carbón vegetal Estratos 4 Y 3: Pachamachay Finales del Formativo y Pastores avanzados, agricultura com-,
(Excavación Rick) comienzos del Desarrollo plementaria e interacción constante
Regional, San BIas pintado entre' la puna y los valles.
Pastores avanzados y cultivadores.
60 a.C. deyección Estrato 5: Pachamachay Formativo superior Interacción constante entre las tie-
de camélidos (Excavación Rick) rras altas y bajas. Explotación de
salinas de San BIas alcanza notorie-
dad regional.
Pastores avanzados y cultivadores.
1,050 a.C. pasto Estrato 8: Pachamachay Formativo medio-inicial Interacción vertical y lo~gitudinal.
carbonizado (Excavación Rick) Cerámica estampada, incisa y bruñi-
da. Fabricación alfarera en el lugar.
Pastores avanzados. Indicios de cul-
1,620 a.C. carbón vegetal Estrato 5: Ondores Formativo temprano tivo en la zona y comienzos de ce- '
(Excavación Matos) rámica.
1,870 a.C. carbón vegetal Estrato 34: San BIas Formativo temprano Pre-cerámico final y cerámica inicial.
(Excavación Ma tos)
1,690 a.e. carbón vegetal Estrato 13 : Pachamachay Pre-cerámico final Pastores cazadores y recolectores.
1,710 a.C. carbón vegetal Estrato 13 : Pachamachay Pre-cerámico final Viviendas en campamentos abiertos.
1,850 a.C. carbón vegetal Estrato 17: Pachamachay Pre-cerámico tardío Pastores, cazadores y recolectores .
(Excavación Rick) Edificación de viviendas.
- - -- ---ce
4,150 a.C. carbón vegetal Estrato 19: Pachamachay Pre-cerámico medio Criadores (?). Cazadores avanzados
(Id.)
Criadores (?) . Cazadores avanzados.
4,630 a.C. carbón vegetal Estrato 25: Pachamachay Pre-cerámico medio Recolectores. Grupos estables en la
(Excavación Rick) puna. No hay signos de interacción
con otros pisos ecológicos.
::::----::--:::---::
6,175 a.C. carbón vegetal Estrato 28: Pachamachay Pre-cerámico temprano Cazadores especializados. Es el final
5,850 a.C. carbón vegetal E-9 (Excavación Matos) de la Fase Temprana.
7,060 a.e. carbón vegetal Estrato 31: Pachamachay Pre-cerámico temprano Cazadores y recolectores de puna.
8,050 a.C. carbón vegetal E-14 (Excavación Matos)
- -- -
9,850 a.C. carbón vegetal Estrato 32: Pachamachay Pre-cerámico temprano Cazadores y recolectores, habitantes
(Excavación Rick) primordiales de la puna.
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 49
geológica de la puna central, mientras que los abrigos más bajos tienen ro-
cas ígneas, usualmente basalto. En los miles de artefactos y cientos de mi-
les de lascas y desechos procedentes de los diferentes abrigos de Junín, no
se ha hallado una sola muestra de basalto u otro material de pisos inferio-
res. Asímismo, llamamos la atención sobre la ausencia de obsidiana en los
estratos precerámicos de Pachamachay y otros como Curimachay, Parima-
chay, etc., contrariamente a lo que informan MacNeish, Patterson y Browman
(1975) para Ayacucho. Este material aparece a fines del Precerámico en el
valle del Mantaro y en la puna sólo viene con la cerámica inicial.
Si los grupos que habitaron Pachamachay hubieran sido transhumantes
se tendría algún indicio sea en testimonios orgánicos o inorgánicos. Nada de
esto se ha registrado hasta el presente. De igual manera no se ha encontra-
do un campamento precerámico ni pequeno ni temporal en los valles inme-
diatos a la puna de Junín, Palcamayo y Tarma.
Una manera de detectar la permanencia del hombre durante todo el año
en el mismo lugar es utilizar una metodología adecuada para averiguar si
efectivamente se sacrifican animales o recolectan plantas durante los doce
meses. Esto por el momento es aún difícil, pero no imposible. Los estudios
especiales de Wing (1975) indican la presencia de camélidos jóvenes en la
dieta diada, aproximadamente de 18 meses de edad en su mayoría. Habrían
sido degollados entre los meses de mayo a agosto. Estudiando la osamenta
de otros sitios de Junín, Pires Ferreira y otros (1975) han identificado camé-
lidos recién nacidos y fetos que suponen un periodo de muerte entre los me-
ses de diciembre a marzo. Las muestras de plantas identificadas por Pearsall
(1978) sugieren haber sido recogidas entre marzo-julio. Posiblemente más
adelante se logrará obtener información sobre la presencia activa del hom-
bre entre los meses agosto-diciembre, y documentar así la permanencia du-
rante todos los meses del año.
Es importante señalar que en la puna pueden guardarse reservas ali-
menticias de origen animal o vegetal sin necesidad de procesamiento. La car-
ne colgada .a l aire libre no se pudre ni desintegra, sino se seca lentamente.
En tal virtud, los días de matanza necesariamente no son los de consumo.
Una parte puede consumirse inmediatamente, mientras que la otra queda
como reserva para los meses siguientes. En tales condiciones es aventurado
afirmar la total dependencia del hombre en relación a las estaciones cli-
máticas.
La segunda cuestión importante es señ'alar que el sedentarismo no es
equivalente a la permanencia del hombre durante los 12 meses del año en
el mismo sitio, aprovechando los mismos recursos. El concepto es mucho
más amplio. Es preciso no confundir movilidad de los grupos con estaciona-
lidad. La identificación de la actividad de 12 meses del año en un estrato
que dura 300 a 500 años es difícil. Lo único que se puede verificar es la
presencia esporádica, casi al azar.
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 51
dimentarios muros de piedra para proteger la habitación (foto 5). Como era
de esperar, en cada fase o momento de la ocupación hubo esfuerzos para
ampliar el lecho doméstico. Las evidencias son estructuras fragmentadas no
bien definidas.
Estas manifestaciones en el acondicionamiento de la vivienda refuerzan
nuestro postulado sobre la permanencia de los grupos en el mismo lugar;
aunque, naturalmente, en un sitio restringido como la cueva de Pachamachay,
la misma actividad cotidiana, el crecimiento en cantidad de los miembros
del grupo, etc., creó la necesidad de construir nuevas estructuras, pero en
cada caso destruyendo las anteriores, quedando intactas solamente las que hi-
cieron casi al final de la ocupación intensiva.
Las modificaciones que hace el hombre en su lecho doméstico pueden
servir para definir el tipo de ocupación. Por ejemplo, O'Connell en Austra-
lia (comunicación personal) y Yellen (1977) en Africa, señalan que cuanto
más tiempo los cazadores se quedan en el mismo alojamiento, modifican
constantemente y a veces con mucha fuerza el contexto del basural acumu-
lado. Normalmente limpian y arrojan los desperdicios del piso, procurando
siempre formar un piso plano en el área de actividad diaria.
Cuadro 2
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NI.ol
Los diferentes pisos excavados en Pachamachay dan cuenta que los re-
siduos de comida, especialmente los huesos, fueron desplazados fuera del
área de trabajo. Por ejemplo, en la boca de la cueva no se encuentran hue-
sos mayores de 1/4 de pulgada. Hacia el talud, especialmente en la sec-
ción inferior, se presentan verdaderos depósitos de osamenta (figuras 8 y 9).
En el segmento entre la boca de la cueva y los dos a tres metros hacia adelan-
te, sólo se encuentran restos de huesos fragmentados, muy pequeños, posi-
blemente por haber sido pisoteados, mientras que los huesos grandes y com-
pletos fueron arrimados hacia el extremo del talud. El movimiento de la
basura pudo haber sido intencional o casual, desplazándola con los pies en
el trajín diario. Toda esta labor indica claramente la permanencia en el mis-
mo sitio. Un campamento temporal no merece tanta atención, ni menos la
complejidad de actividades que se realizan en un espacio realmente redu-
cido como es el lecho de la cueva.
Consideraciones diacrónicas
Si se acepta la hipótesis de sedentarización de pequeños grupos de caza-
dores en base a las evidencias obtenidas, es necesario analizar el desarrollo
de tales organizaciones.
Trataremos los testimonios sobre la evolución y el equilibrio ecológico
del hombre y los camélidos. Se usarán algunos cuadros estadísticos elabora-
dos por Rick (1978) en base al material de Pachamachay. El Plimero indi-
ca la densidad del material cultural a través del tiempo (figura 10); el se-
gundo muestra el matelial de acuerdo a sus funciones (figura 11); el ter-
CLASES DE HERRAMIENTAS
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Fig. 11. Densidad del tipo de materia prima (diagrama de Rick). Tipos: 165 local;
6. sílex de puna ajeno al área y obsidiana' procedente de Huancavelica.
cero presenta la materia prima usada para los artefactos (figura 12); y el
cuarto el tipo de puntas de proyectil (figura 13).
Es preciso llamar la atención sobre el tratamiento dado a las eviden-
cias arqueológicas. Sólo se discuten los materiales de la cueva de Pacha-
machay y los de su área de influencia. Por esta razón, la información de-
be tomarse con alguna reserva y sujeta a comprobaciones o correcciones
con trabajos en otros sitios del altiplano. Asi mismo, se enfatiza que las
muestras en estudio están estrechamente vinculadas a la puna, y de ningu-
na manera a otros pisos ecológicos. Por eso no es posible establecer gene-
ralizaciones de carácter regional.
En base a la tendencia que sugiere la densidad de los restos cultura-
les, función de los artefactos, materia prima empleada y los estilos de pun-
tas, Rick (1978) ha establecido una división que refleja no solamente un
cambio cronológico arbitrario, sino los cambios culturales que a continua-
ción se señalan.
Fase 1. Capas 31·33. (7,000 - 10,000 a.e.)
Aparecen pocos artefactos. Se nota una fuerte frecuencia de materia pri-
ma atípica al lugar que debe haber sido llevada de distancias mayores a los
TIPOS DE PUNTAS DE PROYECTIL
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Fig. 16. Puntas de proyectil ~
Consideraciones finales
La hipótesis planteada respecto a la temprana sedentarización de las po--
blaciones que habitaron las punas de Junín, mediante grupos pequeños que
aprovecharon facilmente los recursos y componentes del altiplano, adquirien-
do caracteres de sociedades casi estables, alternando su -actividad con despla-
;¡ zamientos a corta distancia dentro de la misma zona, alcanza validez a la
luz de las evidencias halladas en Pachamachay. Este planteamiento con-
ti-asta con postulados que anteriormente consideraban a los grupos de cazado-
res altiplánicos dentro de esquemas rígidos y con caracteres fijos, general-
mente trashumantes o nómades. En este caso, de acuerdo a los testimonios
disponibles, se trata de sistemas de adaptación cultural a un determinado
medio, con plena capacidad para responder al reto o estímulo del ambiente.
Por otro lado, la puna debe considerarse también como una entidad
geográfica propia, con recursos variados y suficientes para albergar a grupos
de cazadores-recolectores a lo largo del año. El paisaje actual, pobre y difí-
cil a la vida humana, ha distorsionado su potencialidad real, permitiendo
apreciaciones erróneas. Durante el proceso andino, antes de la conquista es-
pañola, fue un excelente ambiente de producción, ocupando el segundo ren-
glón de autoabastecimiento. No es nuestro propósito magnificar las bondades
de la puna. Tampoco sobrevalorar la estructura de los recursos, lo que con-
duciría a un determinismo equivocado, sino evaluar la productividad y esta-
bilidad de los recursos en su dimensión real. Es preciso enfatizar la capa-
cidad limitada, densidad intermedia y ausencia de fuertes concentraciones
de biomasa. Sin embargo, el pastoreo altiplánico constituyó una de las ba-
ses de la economía andina.
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 63
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POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 65
Apéndice
DEBORAH PEARSALL
Resultados
Los cuadros 1 y 2 son resúmenes de los resultados del análisis de restos
de plantas de Pachamachay. El· grado de precisión en la identificación varía
solamente entre el nivel de familias (Umbeliferae, por ejemplo), al nivel de espe-
cies (Opuntia floccosa, por ejemplo). La mayoría fue identificada a nivel de
género ya que las semillas o maderas o muchos grupos de plantas sólo pudieron
distinguirse hasta ese nivel.
La flora recuperada en Pachamachay se agrupa, de acuerdo a su uso, en
cuatro categorías: alimentación, medicinal, combustible, y materiales de cons-
trucción o de utilización doméstica.
En la categoría alimentación figuran: Opuntia floccosa, o cactus con fruta
comestible que florece abundantemente en la puna de Junín; Chenopodium,
miembro silvestre del mismo género de la quinua; Amaranthus, otra planta sil-
vestre con semillas comestibles; Oxalis, planta con tallos y raíces comestibles;
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
66
Scirpus, una de las totoras del lago de Junín que tiene semillas, tallo y raíces
comestibles; Lupinus, uno de los muchos tipos de tarwi silvestres con semillas
comestibles; y varios miembros de las familias Leguminosae (semillas co-
mestibles); y Cruciferae (semillas y raíces comestibles), Ciertos tubérculos has·
ta ahora no identificados también pudieron aprovecharse para la alimentación.
En la categoría de plantas con posible uso medicinal se cuentan: Plantago y
p, monticola, dos tipos de llantén, planta de uso muy común como medicina
en los Andes; Euphorbia, Ranunculus, Polygonum, Malvastrum , y Sisyrinchium,
géneros en los que hay especies usadas como medicina, La categoría de com-
bustibles presenta: maderas, estiércol y champa, Las maderas identificadas
son: Margyricarpus Strictus, Schinus molle (molle), Chuquiraga huamanpinta
(huamanpinta), Ribes, Dodonaea viscosa, Proustia pungens; Polylepis (quinual),
y Ephedra americana (cola de caballo que también es medicinal), La mayoría
de estas maderas son arbustos por lo que no son muy útiles en construcción,
Es posible que algunos de los siete tipos de madera no identificados corres-
pondan a la familia Umbeliferae, debido a la existencia de semillas grandes de
esta familia que probablemente provienen de un arbusto, Además de la made-
ra, existe mucha evidencia del uso de estiércol de camélidos como combusti-
ble, Igualmente, la gran cantidad de semillas de ichu y semillas muy pequeñas
similares a Juncaceae sugiere que la gente de Pachamachay cortaba ichu y
champa para quemar, En la categoría de plantas útiles en construcción y otros
usos caseros están: ichu como Festuca, Stipa y Calamagrostis, útiles para te-
char, pisos o camas; algunas de las maderas como Polylepis, Schinus molle y
Scirpus pueden tener diversos usos,
Los restos de plantas recuperados en Pachamachay provienen de cada
una de las zonas vegetales de la puna (véase texto de Matos y Rick) , De los
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A B C o E F G H J K L M N Total
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Fase 7 4 O 3 O 20 O O 65 3 9 O 33 O O 137
Fase 6 8 5 64 11 5 11 3 6 6 11 O 2 1 O 133
Fase 5 32 10 306 28 7 14 35 26 103 1 2 68 44 O 676
Fase 4 1 O 52 O 12 14 O 9 16 O 3 37 20 O 164
Fase 3 18 3 31 20 9 10 2 12 3 21 4 64 O 3 200
Fase 2 9 O 59 22 1 2 4 8 6 2 21 53 1 5 193
Fase 1 O O 18 O O O O O O O O 4 O O 22
Total 92 18 657 105 0
54 55 47 126 137 44 30 269 66 8
..
LA INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY
Período Formativo
MICHELE JULlEN
A. Principios de determinación
Si bien es cierto que algunos objetos de hueso son fáciles de reconocer
gracias a su morfología específica, no siempre es fácil aislar del conjunto de
los vestigios alimenticios los pequeños fragmentos trabajados o las piezas
poco elaboradas que fueron utilizados con fines técnicos. Tales como los en-
contramos en los niveles de ocupación, los huesos han sufrido un cierto nú-
mero de alteraciones resultantes de la acción humana, por una parte, pero
también de procesos naturales que los modificaron durante el largo tiempo
que han permanecido soterrados.
En efecto, el beneficio ' de animales necesita varias operaciones prelimi-
nares, idénticas en todos los casos: el despellejamiento, descuartizamiento y,
sobre ciertas partes del esqueleto, el desprendimiento de los músculos que
envuelven los huesos. Todas estas actividades de carnicería se efectúan con
instrumentos cortantes que dejan, en puntos bien precisos del esqueleto, le-
ves marcas de incisiones involuntalias, muy diferentes de las huellas de uti-
lización visibles sobre los artefactos. Todos los huesos largos y el cráneo son
sometidos en seguida a un tratamiento secundalio por percusión, con el fin
de recuperar las sustancias nutritivas contenidas en sus cavidades: médula
y sesos. Esto explica que no se encuentre en los niveles de ocupación sino
fragmentos óseos reventados, epífisis y diáfisis separadas, que presentan a me-
nudo fracturas naturalmente puntiagudas, debido a la estructura misma de
la materia ósea.
Aunque resultado de una aCClOn voluntaria del hombre, en la mayoría
de los casos, dichos elementos no son sino desechos; las huellas de percu-
sión se pueden observar solamente en la cara externa de los huesos, las
fracturas son de filo vivo, y las finas incisiones de descarnadura están con-
centradas en puntos bien precisos de los huesos, a proximidad de las articu-
laciones o a nivel de las inserciones musculares.
Por otra parte, después de haber sido abandonados, estos desechos ali-
menticios sufren a veces nuevas alteraciones que no tienen nada que ver con
la acción humana. Algunos animales, por ejemplo, buscando recuperar sus-
tancias comestibles, dejan sobre los huesos las huellas de sus dientes: cúpu-
las sobre ambas caras de una esquirla ósea, o muescas irregulares a lo lar-
go de los bordes de fractura se deben a perros o zorros. En cambio, roedu-
ras regulares sobre las alistas, siempre perpendiculares al eje longitudinal
del fragmento, caracterizan la acción de los roedores. Sobre ciertos huesos
medio enterrados, el paso repetido de los animales puede provocar una em-
botadura o lustre que se asemeja mucho a las marcas de utilización de los
instrumentos. Finalmente, los movimientos del sedimento que contienen los
REVISTA DEL MUSEO. NACIONAL - XLIV
72
Astas de cérvidos
Las astas de cérvidos ocupan una poslClOn excepcional en este proble-
ma del origen anatómico de los objetos, pues tienen una estructura tal que
cualquier objeto un poco grueso puede ser inmediatamente reconocido. La
sección transversal de un asta presenta, en efecto, una zona cortical com-
pacta en toda su circunferencia y una zona central esponjosa, compuesta de
minúsculos alveolos. En las astas de la taruca (Hippocamelus antisensis),
el espesor de la estructura compacta es relativamente reducido (2 a 4 mm.)
y, según parece, no se presta a la extracción de lengüetas semejantes a las
que se pueden extraer de las astas del reno (Rangifer tarandus). en Norte-
américa por ejemplo.
El asta de una taruca tiene dos puntas de tamaño casi idéntico que
se dividen muy cerca de la extremidad basal. La percha principal, ligera-
mente más larga y orientada hacia la parte posterior de la cabeza, se di-
ferencia del candil arqueado de manera regular y orientado hacia adelante,
con un perfil sinuoso.
La superficie externa de las astas presenta acanaladuras longitudinales
bastante profundas hacia la base y que tienden a desaparecer hacia las ex-
tremidades de las puntas. Estas son generalmente lisas y terminan en una
punta más o menos roma. Al igual que todos los cérvidos, la taruca tiene
por costumbre frotar su cuerno sobre elementos rugosos con el fin de acele-
rar la desaparición del "terciopelo" (tejido nutritivo que envuelve las astas
al momento de su crecimiento anual, y se deseca cuando éste alcanza su
tamaño definitivo). Así, el aspecto liso, levemente lustroso y estriado de las
extremidades no puede tenerse como un criterio seguro de su utilización por
el hombre, puesto que pudo ser obtenido, en la , mayoría de los casos, por
la acción misma del animal.
La mayoría de las astas encontradas en Telarmachay son, como lo he-
mos señalado, astas de muda que fueron seccionadas en dos o más partes.
A veces no subsiste sino la base y la unión de las dos puntas, y más a menu-
do la base y una sola punta, o una punta aislada. Algunas veces estas pun-
tas aisladas fueron recortadas en varios pedazos, pero los elementos que con
más frecuencia encontramos son extremidades quemadas de puntas, de 10 a
20 mm. de largo, sin huella clara de fractura intencional. Algunos de es-
tas puntas seccionadas son simples desechos, otras son herramientas cuya
funciones fueron, como lo veremos, muy variadas.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
74
2. Técnicas de fabricación
Podrían compararse las técnicas de fabricación de un instrumento de hue-
so ~ las de un instrumento lítico: un hueso entero constituye, al igual que
un guijarro de piedra, un bloque de materia prima del cual se busca ex-
traer, mediante un tratamiento adecuado, una o varias lascas cuya forma se
asemeja a la del instrumento deseado. Al igual que la lasca lítica, una las-
ca de hueso puede ser inmediatamente utilizada, pero generalmente se ela-
bora de manera más fina, con el fin de obtener una parte activa mejor adap-
tada a la función a la que se destina (de la misma manera que se retoca
una lasca lítica para fabricar una herramienta). Se puede entonces distin-
guir, sobre los instrumentos de hueso, las huellas correspondientes a la fabri-
cación (lascamiento o desprendimiento de la lasca), de las huellas corres-
pondientes al trabajo secundario (o acabado).
El estudio de las huellas de fabricación observadas en el material de
Telarmachay muestra que las técnicas de trabajo del hueso fueron, desde la
época formativa, muy complejas y perfectamente dominadas.
Desbastamiento
Tres técnicas diferentes se utilizaron para extraer del soporte original un
elemento cuya forma y tamaño estuvieran adaptados al uso deseado.
-percusión sobre yunque: es la técnica más rápida pero también la más alea-
toria: el hueso, colocado sobre un bloque de piedra, se golpea con un gui-
jarro sobre las zonas de fractura deseadas. Bajo el golpe se rompe en esquir-
las más o menos alargadas y puntiagudas, cuyas formas dependen principal-
mente de las zonas de debilidad existentes en la estructura misma del hue-
so. Esa técnica debía emplearse sobre todo para extraer la médula y, muy
probablemente, los artesanos que buscaban un soporte para fabricar instru-
mentos preferían escoger en los restos de sus comidas una esquirla de la for-
ma más adecuada a sus propósitos.
-martilleo (Lám. la): la partición transversal de las astas de cérvido o de
los huesos de diámetro importante se obtenía por martilleo. Toda la perife-
ria de la pieza se cavaba mediante pequeñas percusiones repetidas perpen-
dicularmente al eje longitudinal. Cuando la ranura alcanzaba la profundi-
dad suficiente, la pieza estaba fracturada por torsión. Este tipo de fractura
deja a menudo huellas irregulares.
-aserrado o ranurado (Lám. lb): en los huesos delgados la partición se ob·
tenía simplemente con un instrumento cortante (lítico), que cavaba una ra-
nura fina, profundizada de manera progresiva por un movimiento de vai-
vén. Los bordes del corte son en este caso perfectamente netos, pero algu-
nas estrías paralelas a la ranura de serrado pudieron deberse al deslizamien-
to de la herramienta lítica utilizada para aserrar.
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY 75
Acabado
La mayoría de los fragmentos así desprendidos fueron en seguida obje-
to de un trabajo de acabado más fino, con el propósito de regularizar sus bor-
des o adelgazar sus partes activas. En Telarmachay se utilizaron cuatro téc-
nicas diferentes.
-retoques (Lám. lc): en este caso la esquirla de hueso se trabajó de la mis-
ma manera que una lasca lítica: sus bordes se adelgazaron mediante finos
retoques planos obtenidos por percusión. Este método de acabado parece ha-
ber sido destinado a adelgazar los bordes de fractura de las esquirlas para
obtener un filo más cortante.
-raspado longitudinal (Lám. le): generalmente empleado sobre las piezas
alargadas. La técnica consiste en regularizar los bordes de fractura para ob-
tener extremidades cónicas. El instrumento cortante sirve a manera de un
cuchillo, sacando finas virutas de materia ósea. El objeto terminado ostenta
finas estrías continuas y longitudinales. Sobre las extremidades cónicas se ob-
servan también finas facetas longitudinales.
-abrasión (Lám. ld,e): la regularización de los bordes de fractura puede
obtenerse también por abrasión, frotando las piezas sobre una piedra ieve-
mente granulada. De esta manera se obtiene un desgaste cuyas huellas de-
jan sobre los objetos. terminados grupos de estrías finas y paralelas, pero con
diversas orientaciones.
-perforación (Lám. lf,g): algunos objetos fueron además perforados, proba-
blemente para permitir el paso de algún lazo fino. Estas perforaciones son
casi siempre de forma circular, y presentan una sección bi-cónica. Fueron
obtenidas con un instrumento de extremidad fina y aguda, trabajando con un
movimiento circular alternativo, sucesivamente en cada cara del objeto. La
conexión de los dos huecos cónicos así producidos crea la perforación circu-
lar. Este tipo de perforación se encuentra especialmente en piezas óseas de
poco diámetro (agujas o pequeños colgantes). Sin embargo, se utilizó a ve-
ces otra técnica para perforar objetos más gruesos, mediante la reducción
previa del espesor del objeto, practicando sobre una o dos caras una ranura
cuyos bordes se ensanchan en forma de ojal. Cuando esta ranura se vuel-
ve bastante profunda, la perforación se obtiene mediante leves percusiones
sobre la parte adelgazada o con una perforación circular. Dicha técnica pa-
rece haberse utilizado en Telarmachay sobre la extremidad de un asta de
cérvido. Se observa en la pieza un ranurado en ojal, pero la perforación que-
dó sin terminar (Lám. 19).
3. Huellas de uso
Cualquier trabajo ejecutado con un instrumento está destinado a trans-
formar la materia con la que entra en contacto. A su vez, esta materia oca-
siona una modificación más o menos acentuada de la forma del instrumen-
to, o al menos de su superficie. Sobre los instrumentos líticos las huellas
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Lámina 1: T écnicas de fabricación
a - martilleo (lIle) e - raspado longitudinal (en la parte izquierda)
b - serrado (1I/III) y abrasión (en la parte derecha) (lIb)
c - retoques (IIla) f - perforación circular (lIb)
d - abrasión (lIla) g - perforación en ojal (lIld)
76
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Lámina 2: Instrumentos puntiagudos, romos y planos
a -lezna con perforación (I1b) g - punzón poco elaborado (lIc)
b - lezna sin perforación (I1lb) h - instrumento plano sobre un astrágalo (I1a)
c - alfiler con cabezh plana (lIc) i,j,k,l- instrumentos romos: retocadores (lIb, lIla, lIla, IIlf)
d,e - agujas con ojo (lIlf, lIlc) m - punzón poco elaborado (llId)
f "- punzón manufacturado (I1b) n-punzón poco elaborado con punta retocaaa a percusión (lIa)
77
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Lámina 5 : Instrumentos hondos, y varia
a - mango para un instrumento lítico (? ), hecho sobre un húmero (lIc)
b - tubo de hueso (quemado) (lIIb+C)
c - silbato (? ) sobre húmero de pájaro (lIa)
d - cuenco sobre cráneo de cérvido (ll/III)
e - cuchara sobre parietal de cérvido (11/ In)
f, g - piezas horcadas aserradas sobre asta de taruca (IIIb, IIc)
h - detalle de la pieza f (IIIb)
80 i - pieza horcada (IIa).
I NDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAy 81
1. Instrumentos puntiagudos
En esta clase se agrupan todas las piezas que presentan una o dos ex-
tremidades puntiagudas : los bordes del fuste se adelgazan de manera progre-
siva, hasta la extremidad activa puntiaguda. Las piezas puntiagudas de Te-
larmachay corresponden a tipos conocidos en otras zonas, y, en función del
grado de manufactura y de la fineza o robustez de la punta, se distinguen
agujas, leznas, alfileres y punzones.
Aguias con oio (Lám. 2d,e) . Dos piezas completamente labradas pre-
sentan características propias de las agujas: extremidad cónica, fuste delgado
con bordes paralelos (3 mm. de diámetro) y perforación circular sobre la
extremidad opuesta a la punta. Dichas piezas presentan finas huellas de ras-
pado longitudinal sobre toda la superficie y la punta fue adelgazada por
abrasión.
Teniendo en cuanta sus dimensiones y la morfología de su sección, un
fragmento distal y dos fragmentos mediales pueden atribuirse también a es-
ta categoría.
Leznas. Son agujas más robustas, utilizadas generalmente para juntar ma-
terias bastante gruesas.
- Leznas con perforación (Lám. 2a): una totalmente labrada, con una punta
cólúca y un fuste elíptico (6 x 4 mm.); su extremidad proximal, ensancha-
da y aplastada en relación al fuste, presenta también una perforación circu-
lar, destinada al paso de un lazo fino de cuero o de un hilo de lana.
- Leznas sin perforación (Lám. 2b): finas esquirlas o costillas pequeñas pre-
sentan un lustre leve sobre su extremidad naturalmente aguda. En algunos
casos los bordes de estas esquirlas fueron regularizados mediante una abra-
sión transversal (Lám. Id) . Por sus dimensiones y morfologías, estas esquir-
las recuerdan la lezna con p erforación, pese a la ausencia del ojo. Parecen
haber sido escogidas y utilizadas en razón de su forma acerada, bien adap-
tada a la perforación de materias flexibles . Estas piezas poco elaboradas son
notablemente más abundantes que las verdaderas leznas con perforación (1.3
ejemplares en Telarmachay ) .
Alfileres con cabeza plana (Lám. 2c). Dos piezas, desgraciadamente des-
provistas de sus partes distales, tienen el fuste completamente labrado, con
una sección elíptica, y una extremidad proximal aplanada y ensanchada, a
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
84
Se trata pues del instrumento más frecuente en el equipo óseo del yacimien-
to, junto con los instrumentos cortantes.
2. Instrumentos romos
Entre los instrumentos con extremidad roma se distinguen dos tipos, en
función de la sección de su extremidad activa: los primeros tienen una sec-
ción maciza, generalmente poligonal, mientras los segundos son de sección
achatada, plano-convexa o convexo-cóncava.
3. Instrumentos planos
Rara vez se utilizó la parte plana del hueso. Se observan, a veces, so-
bre la cara plana de huesos largos, incisiones que no corresponden a ninguna
inserción muscular, pero es imposible determinar el uso exacto de tales ob-
jetos, pues estas huellas son poco explícitas. Se podría imaginar que fueron
utilizados a manera de yunques, para cortar pieles o carne.
Tenemos también un astrágalo de camélido, cuyas caras principales fue-
ron totalmente aplanadas, pero no presentan ningún bruñido. Se notan so-
lamente grupos de finas estrías paralelas que se cruzan entre sÍ, según los
dos ejes principales del hueso, como si la pieza se hubiera frotado sobre
una superficie finamente granulada (Lám. 2h). Esta abrasión no parece re-
sultar de la manufactura del objeto, sino más bien de su uso, y podría tra-
tarse de un alisador para cerámica. Sin embargo, no hay evidencia de fabri-
cación de cen'tmica en Telarmachay.
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY
87
4. Instrumentos cortantes
Otras piezas presentan huellas de uso a lo largo de un borde de frac-
tura intencional o no. En este caso, parece que se buscó obtener o utilizar
objetos cortantes. En su mayoría son esquirlas simples, cuyas aristas fueron
poco transformadas. Un solo tipo fue completamente labrado.
Percutores (Lám. 4)
I
Estos instrumentos, manufacturados sobre astas de tantea, tienen una
morfología idéntica: en los 9 casos una de las dos puntas del asta fue sec-
cionada por martilleo periférico. Pensamos primero que , eran desechos de fa-
bricación, y que el verdadero instrumento era la punta gesprendida; en efec-
to, la punta restante tiene generalmente la extremidad rota y no presenta
huellas visibles de manufactura. Pero examinando sistemáticamente la ex"
tremidad basal de las piezas, observamos en todas un , desgaste más o me-
nos pronunciado, que no tenía nada que ver con la morfología natural de
estas astas.
En algunos casos, el desgaste afectaba también la :roseta perlada cuyas
protuberancias han desaparecido. De tal manera que la parte activa de estos
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY 89
útiles había sido el prox:imum del asta y no las puntas. En esta hipótesis,
la punta aún conservada debía servir para la prensión del objeto, originan-
do una especie de mazo.
La observación de las marcas visibles sobre la parte activa revela, en
los casos más favorables, facetas anchas y asimétricas con pequeñas depre-
siomis que corresponden a un hundimiento de la materia o al desprendimien-
to de partículas (Lám. 4 d,e,f). Dichos estigmas resultan, sin lugar a duda,
de repetidos contactos con un cuerpo duro y cortante, y todo indica que
estos percutores sirvieron para lascar o retocar piedra. Para confirmar nues-
tra hipótesis pedimos al Dr. M. Newcomer (Instituto de PrehistOlia, Uni-
vesidad de Londres), especializado en tecnología prehistórica, utilizar un
percutor del mismo tipo para lascar sílex. Con un asta de cérvido europeo,
de tamaño y dimensiones iguales a los de una taruca, efectuó algunas expeli-
mentos de talla, y concluyó que existe una perfecta adecuación de este ti-
po de percutor al trabajo de la piedra. Las marcas de utilización, más vi-
sibles sobre la pieza experimental, son sin embargo del mismo tipo que las
Dbservadas sobre las astas de Telarmachay. Ahora bien, el uso de percuto-
res "suaves" hechos de astas de cérvido o de madera es bien conocido en
algunas culturas prehistóricas de Europa y N orteamérica. Los experimentos
actuales indican que, mediante el empleo de estos percutores, se obtienen
lascas más delgadas y alargadas, y con bulto más reducido que cuando se
emplea un percutor de piedra. Aquellos instrumentos están particularmen-
te bien adaptados al retoque de los bordes cortantes de las herramientas líti-
cas, pues, a diferencia de los per'cutores de piedra, no dañan el punto de
percusión.
6. Instrumentos hondos
Aprovechando las cavidades naturales de los huesos, los artesanos de
Telarmachay fabricaron a veces varios tipos de útiles: obtuvieron piezas de ca-
vidad cilíndrica, utilizando el canal medular de los huesos largos, y piezas
de cavidad hemisférica utilizando partes de cráneos.
7. Fragmentos indeterminados
Además de todos estos instrumentos suficientemente bien conservados co-
mo para poder ser descdtos y clasificados, existe una serie de fragmentos
de diáfisis sin lugar a duda utilizados, pero cuyas partes activas faltan o en
los cuales las marcas de utilización son demasiado leves para atribuirles de-
terminada función.
Tres de esos fragmentos merecen, sin embargo, mención especial: manu-
facturados sobre la extremidad de un asta de cérvido, han perdido una de
sus extremidades, de manera que resulta imposible saber si la extremidad
conservada constituía o no la parte activa del instrumento. Estas piezas SO'1
de sección circular, muy finamente regularizada sobre toda la superficie, y
la extremidad existente presenta una horcadura cavada en el espesor del as-
ta. Dicha escotadura profunda, en forma de V abierta, se obtuvo con un
aserrado oblicuo, mediante ranuras bifaciales poco a poco profundizadas. En
dos casos (Lám. 5 f,g) , la "horca" estuvo longitudinalmente quebrada, pro-
bablemente en el transcurso de la fabricación del objeto, y pueden obser-
varse fácilmente los estigmas de fabricación en la cara interna de la hendi-
dura (Lám. 5 h). Una sola pieza conservó esta extremidad intacta y de-
bió romperse al ser utilizada: en su estado actual mide 80 mm. de largo
y 12mm. de diámetro (Lám. 5 i). Los dos fragmentos con las "horcas"
rotas tienen la particulalidad de haber sido muy cuidadosamente seccionados,
por una ranura circular, a pocos milímetros encima de la hendidura. Si más
bien parece tratarse en los tres casos de instrumentos semejantes, como lo su-
giere la morfología de la extremidad conservada, sin embargo este aserrado
transversal es difícil de explicar, a menos que se relacione con el accidente
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAy 91
Conclusiones
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COMPLEJOS DE PIRAMIDES CON PLANTA EN U
Patrón arquitectónico de la costa central
Difusión
Los complejos de pirámides dispuestas en U no se encuentran al sur de
Mala ni al norte de Supe. En Mala el único lugar relacionado con esta for-
ma es El Salitre, que parece corresponder a una manifestación tardía del es-
tilo. En Supe, La Empedrada en el valle medio parece vinculado al área
de Huaura. En La Empedrada termina un viejo camino que liga ambos va-
lles y que todavía está en uso. El modelo se da pues básicamente entre Lu-
rÍn y Huaura. Los ejemplos de Casma relacionados con el prototipo estudia-
do corresponden a una tradición arquitectónica diferente, aunque emparenta-
da, cuyos edificios más significativos (SechÍn Alto, Aldas) están formados por
una secuencia alargada de pirámide, patiO' rectangular hundidO' y patios cir-
culares hundidos, alejada de la disposición que comentamos. La. tradición
norteña de Huaca de los Reyes, en el valle de Moche, responde también a
la idea de la planta en U, tanto en la composición general como en los di-
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1
COSTA CENTRAL
Dlfusion de los complejos en U
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Fig. 1. Difusión de los complejos con plantas en U en la costa centraL Los círculos
llenos repr·e sentan las estructuras principales. Los círculos claros las estructuras m e-
n ores. ·,El gráfico de la izquierda m ues tra a la mism a escala los sitios rep resentados
en el map a . Nótese que la abertura de los conjuntos . se orient a según el curso de '
las aguas en cada valle. El mismo gráfico presenta una hipóteSis sobre la cronología
de los complejos con planta en U.
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 97
ferentes componentes del edificio. Esta valiosa obra arquitectónica tiene una
modulación casi íntima, prácticamente de interiores, muy alejada también de
las vastas proporciones y carácter externo de los complejos de pirámides
en U.
La figura 1 es un mapa de la región central del Perú en el que se ubi-
ca este tipo de complejos piramidales. Resulta obvia la concentración de
estructuras en la subregión de Lurín-Rímac-Chillón y en Chancay. Se han
diferenciado en este mapa las estructuras de mayor dimensión que, como se
verá más adelante, parecen significativas en términos de organización jerár-
quica y de cobertura del espacio de cada uno de los valles.
El cuadro 1 contiene información descriptiva de todos estos elementos
y da cuenta de su orientación, dimensiones, área del patio o cancha y de al-
gunas de sus características formales. Se ha incluido en el texto un mapa de
ubicación, a mayor escala, de las estructuras de cada valle.
Morfología
La planta en U tiene una larga y extensa difusión en el área andina en
cuanto consiste en recintos o espacios cerrados por volúmenes o paramentos
en tres lados. El cuarto lado, sin edificación, se abre al paisaje. Está pre-
sente en la depresión central de las pirámides tempranas, en la organización
del espacio de los templos (Huaca de los Reyes) y en formas tan tardías
como las "audiencias" de Chanchán (Moseley 1975) . A diferencia de estos
ejemplos, en nuestro caso la forma en U se obtiene por la disposición de
tres grupos de pirámides alrededor de un gran patio o cancha central.
La figura 2 es una representación abstracta de esta forma arquitectóni-
ca. Se ofrece una nomenclatura para sus diferentes componentes. Al fondo
de la U está la pirámide central, flanqueada por dos brazos, el izquierdo
y el derecho . Estos brazos no son simétricos y se componen de varias pirá- I
mides truncadas. La pirámide plincipal está formada por un núcleo y una
o dos alas laterales de menor altura que el núcleo. En éstas tampoco hay
simetría absoluta y es frecuente el · caso de pirámides con una sola ala la-
teral. El núcleo es seguramente el edificio más importante del complejo y
dentro del núcleo el atrio es el elemento más significativo. Este último es
una depresión al centro de la pirámide, definido en tres de sus lados y abier-
to hacia el patio. Se accede por una escalera que parte de un vestíbulo; al
nivel del gran patio o cancha central. El vestíbulo es un recinto rectangu-
lar, por lo general cuadrado, formado por gruesos muros o plataformas ba-
jas y anchas, que probablemente tuvieron líneas de habitaciones (¿coleas?) .
El vestíbulo tiene una sola entrada ubicada en el eje del conjunto. La
cancha nivelada tiene a veces proporciones gigantescas (30 Ha. en San Jacin-
to, Huando). En todos los casos la U está rota en una esquina, entre la pi-
rámide central y uno de los brazos. Algunas veces la rotura se presenta en
ambos lados.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
98
Cuadro 1
MALA
El Salitre 65 9 x
LURIN
Mina
Perdida 3393' 7.5 250 300 (1)
Manchay
Bajo 249 4.0 200 200 (2) x
Cardal 219 3.0 150 200 (2) x
RlMAC
Florida 37 93' 14 .0 350 400 (2) x
Garagay 309 13.5 450 300 (2) x x
La Salina 559 4.5 150 300
CHILLON
Cueva 60 9
Huacoy 32930' 12 .0 300 400 (1) x
Chocas 15 9 6.0 150 400 (2) x
El Paraíso 349 2.5 100 250
CHANCAY
S. Jacinto 649 30 .0 500 600 (2) x x
Grupo B 6293' 3.0 150 200 (2) x
S. Ignacio 629 7.0 200 350 (2) x
Miraflores 43 9 20.0 500 400 (1)
Cuyo 45 9 1.0 100 100
HUAURA
Huaura 909 27.0 450 600 (2) x
Huayabal 90 9 6.0 200 300 x
SUPE
La Empe-
drada 1309 1.8 120 150 (2)
HUARMEY
Barbacay 1029 3.0 100 300
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 99
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I
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Orientación
Un rasgo común a todos estos complejos de pirámides es su orientación
entre nor-noreste y este. Para cada valle la orientación de las estructuras
es prácticamente la misma, con una variación de muy pocos grados. Con-
forme se avanza de valle a valle, del sur hacia el norte, la orientación gi-
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 101
los central y laterales, cubiertos de cantos rodados, no tienen una altura ma·
yor de 3 m .
Estos criterios permiten añadir a la tipología dos categorías: la de los
complejos primarios y la de los complejos secundarios. Esta distinción es
importante para un mejor entendimiento de los patrones de ubicación entre
valles y el análisis de su contemporaneidad.
Si se acepta que el diseño de los complejos fue objeto de exp elim en-
tación y prueba en modelos menores, debe aceptarse también que los com-
plejos de mayor dimensión corresponden al momento de auge del modelo.
Este razonamiento, vinculado a la dimensión y altura de las pirámides la-
terales, y a la existencia de algunos complejos, casi barrocos en el diseño
del núcleo, permite -a falta de fechados absolutos, solamente disponibles
para La Florida (Patterson 1968) - intentar una cronología relativa para es-
tas estructuras.
Cronología relativa
La fase inicial de la secuencia está representada por El Paraíso, donde
los brazos laterales han determinado la existencia de un patio central, aun-
que la estructura piramidal del fondo de la U no se ha incorporado clara-
mente a la composición. La segunda fase aparece en La Salina, Salinas y
Barbacay, donde es elemento prominente la pirámide en el fondo de la U,
que comanda la composición. No aparecen viviendas en las estructuras late-
rales, aunque sí se construyen en su vecindad. Tal es el caso de La Sali-
na en el Rímac. Termina aquí el periodo incipiente 0 de formación del estilo.
Un segundo periodo corresponde al desarrollo de la forma. En cada va-
lle una gran estructura establece un sistema jerárquico con otras estructu-
ras menores, réplicas reducidas de la estructura mayor en el momento de
mayor difusión y auge del estilo. A esta situación se llegó gradualmente. A
continuación se propone una hipótesis para la secuencia de estos aconte-
cimientos.
Las características formales de La FIOlida, en el valle del Rímac, la ha-
cen aparecer como un complejo de uso prolongado. La altura de la pirá-
mide principal (20 m.), obtenida mediante sucesivas adiciones y remodela-
,'aiones, así como la existencia de una segunda cancha, en el eje de la pri-
mera, aunque sin pirámides laterales, permiten asegurar un prolongado pe-
ríodo de construcción. Es un edificio muy proporcionado. Fue "cabeza de
serie" (Francastel, citado por Bayon 1974) para los edificios de su tipo. Pero
también La Florida tiene fechados más antiguos. Patterson (1968) señala
1695 ± 85 a. C. (Gx-0456) para carbón asociado con cerámica del momen-
to y Mejía Xesspe (1977) presenta la información recogida por Muelle de
un fechado 1810 ± 170 a.C. (muestra N-44, Universidad de Tokio) para
restos de ceniza y concha con cerámica. También Mejía Xesspe (1977) da
cuenta que 'e n la depresión central o atrio de la estructura se encontraron
Fig. 3. Mapa de los valles del Rímac y Chillón con indicación de la ubicación de las
estructuras con planta en U.
Fig. 4. Mapa del valle de Lurín. Se muestra la localización de las estructuras con
planta en U.
106 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL- XLIV
Fig. 5. Mapa del valle de Chancay coh la localización de los complejos con planta en
U. En la circunferencia mayor se encierra San Jacinto (Huando) y las estructuras me-
nores que lo acompañan .
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 109
Primer periodo
Fase 1: El Paraíso
Fase 2: La Salina, Salinas, Barbacay
Segundo periodo
Fase 3: La FIOlida, Mina Perdida
Fase 4: Garagay, Huacoy, Chocas, Miraflores
Fase 5 : San Jacinto, San Ignacio, Huando B, Cuyo, Huaura,
Huayabal, La Empedrada
Fase 6: Cardal, San Jacinto (pozo), El Salitre
Función
Los grandes conjuntos de pirámides con planta en U fueron complejos
agrario-religiosos, vinculados al cultivo ritual de las plantas de mayor interés
económico de la época. Una observación minuciosa de todas estas edificacio-
nes conduce a las siguientes aseveraciones :
1. Todos los conjuntos se encuentran en tierras de cultivo, susceptibles de
ser regadas mediante inundación o por canales expresamente construidos.
Todos, con excepción de El Salitre, con una ubicación tardía en nuestra se-
cuencia, se encuentran actualmente bajo riego y uso agrícola (La Florida
lo tuvo antes de su utilización como campo de deportes y Garagay fue cul-
tivado hasta 1972).
2. Las canchas han sido cuidadosamente niveladas. Se ha incurrido en ex-
traordinario esfuerzo para el logro de este fin, como lo demuestra el volu-
men de movimiento de tierras de San Jacinto y la cuidadosa nivelación de
Cardal. En este lugar, que ocupa una terraza alta del río de pendiente me-
dia, se niveló la cancha construyendo terrazas. Las laterales más angostas
y la central ancha. La diferencia de nivel es 3 ó 4 m.
3. Todas las estructuras están abiertas hacia el origen de las aguas y todas
tienen una o dos roturas al lado de la pirámide central para permitir el dre-
naje de la cancha. Este drenaje y sistema todavía están en uso.
4. Los cortes realizados por Ravines (1975) en Garagay, en áreas alejadas
de las construcciones laterales, no han mostrado estructuras sino tierra lim-
pia y capas de lodo y piedra. El uso agrícola de la cancha no es compati-
ble con la edificación intensa.
110 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
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RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL
RIO CORRIENTES, NORORIENTE DEL PERU
ROGGER RAVINES
El sitio arqueológico
Restos culturales
Dos son los rasgos culturales presentes en Valencia: a. un cementerio
con entierros en urnas; y b. un basural constituido por numerosos fragmen-
tos de cerámica dispersos en la superficie.
a. Cementerio y entierros
Durante el reconocimiento se ubicaron 25 tumbas, pertenecientes en su
totalidad a entierros en tinajas. La siguiente descripción corresponde a los
entierros excavados: 4, 20 Y 21, de acuerdo al número de registro y su orden
de ubicación en el campo (plano 2). Un análisis de la cerámica asociada
se ofrece más adelante.
Teniendo como referencia el entierro N9 4, que se encontraba ligera-
mente expuesto, se marcó un pozo de 1 m., con orientación N-S. La excava-
ción de un primer nivel, de 10 cm., puso al descubierto 2 urnas más, entie-
rros 19 y 20, que se encontraban a cada lado del entierro 4, y todas alinea··
das con rumbo 1179 NE. Durante la excavación no fue posible distinguir
cambios en la coloración del suelo, ni establecer la forma de la tumba (véa-
se lámina 1, a,b,c).
Entierro 4
Consiste de una tinaja grande (Sp. 4/1-80) que tiene como tapa (Sp.
4/2-80) un cuenco hemisfélico cuyo labio se apoya en el de la tinaja. So-
bre esto, cubliéndolo, un gran plato de silueta compuesta (Sp. 4/3-80), cu-
yos lados llegan al tercio superior. Ambas piezas se encontraron muy frag-
mentadas debido a la presión, pero se mantenían fuertemente adheridas al
suelo.
Dentro de la tinaja los huesos estaban completamente deshecho·s y mez-
clados con la tierra de relleno. Se recuperaron dos trozos muy pequeños
de huesos largos y un incisivo. Aparentemente los restos humanos represen-
taban el esqueleto incompleto de un entierro secundario.
Entierro 20
Se encontró al SO del entierro 4, separado por una distancia de 7 cm.
Era una tinaja grande (Sp. 20/4-80), sin tapa, pero cubierta por un tazón
de silueta compuesta (Sp. 20/5-80), que bajaba hasta el cuello de la vasija.
Su interior estaba relleno con tierra, mezclada con restos de alguna materia
orgánica descompuesta, que daba una textura especial al relleno. Se encon-
traron igualmente dos fragmentos pequeños de huesos humanos.
Entierro 21
Ubicado alIado NO del entierro 4, separado por una distancia de 10 cm.
Consistía de una tinaja grande (Sp. 21/6-80) con tapa de forma hemisfé-
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96
30
Escal.
80
LEYENDA
~ CERAMIOS (TINAJAS)
1 ALMACEN
2 HELlPUERTO
3 COCINA - COMEDOR
4 CASETA RADIO
5 CUADRA
6 SERVICIOS HIGIENICOS
7 CUADRA PROVISIONAL
8 CASETA RADIO PROVISIONAL
9 COCINA COMEDOR
10 AL 20 CASAS HA81TACION CASERIO VALENCIA
21 LETRINA
99
UB1CACION DE RESTOS
99
ARQUEOLOG1COS
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL" XLIV
118
rica (Sp. 21/7-80), y un plato muy fragmentado (Sp. 21/8-80), que lo cu-
bría y rebasaba el cuello de la urna. Pese a que la tapa y plato estaban ro-
tos, en su interior se encontraron los restos completos, bastante bien conser-
vados, de un individuo adulto.
En base a los entierros excavados y referencias proporcionadas por los
nativos y personal obrero que trabaja en la zona en operaciones de nivela-
ción, puede establecerse la existencia de: 1. Entierros desarticulados e incom-
pletos en tinajas con tapas hemisféricas, recubiertas por un plato de silue-
ta compuesta. 2. Entierros completos en tinajas con tapa alta en forma de
escudilla o cuenco. 3. Entierros de niños, desarticulados, en tinajas pequeñas
cubiertas con platos.
Por el momento es difícil precisar el significado de esta perceptible di-
versidad en el patrón de entierros. Lo que por un lado podría responder a
un aspecto formal de la cultura, referido a la edad, y en consecuencia indi-
car relaciones de contemporaneidad, por otro podría significar variaciones
temporales. Al respecto cabe señalar que, ya a fines del siglo XVIII, Hipó-
lito Unanue anotaba: " .. . entre los mohabitas, en el propio día del falleci-
miento meten el cadáver con sus insignias en una tinaja, u olla pintada que
tienen enterrada en uno de los ángulos del cuarto, la cubren con una tapa-
dera de barro, y echan tierra hasta el nivel del pavimento, y terminadas las
exequias, que no se vuelven a acordar ni de su nombre ..." mientras que
los roamaynas "los exhuman cuando consideran se habrán consumido las car-
~les, limpian los huesos, forman su esqueleto y lo colocan en un ataúd de
barro, adornado con varios retratos de la muerte ... para repetir su memoria,
pasando cierto tiempo, que parece ser de un año, soterrarlo segunda vez y
olvidarlo para siempre" (Aristio 1791: 84).
Actualmente, las prácticas funerarias entre los selvÍcolas presentan va-
riaciones notables. Una muy común a los machiguengas es sepultar a sus
muertos en el río tan pronto como fallecen. Los personajes importantes pue-
den enterrarse en el suelo o aun debajo de su propia casa, que después se
abandona. En el caso opuesto, a quien su familia y miembros del grupo no
estimen, en una tumba casi superficial o, incluso, dejarlo cubierto sólo con
hojas para que lo devoren las aves de rapiñ·a.
Los aguarunas, después de unos días de duelo, envuelven el cadáver
con una manta y lo colocan en una especie de canoa o caJón rústico. Satu-
ran el cuerpo con barbasco machacado a fin de repeler los insectos y otros
animales. El ataúd se cuelga luego en las vigas más altas de una casa, la
misma que puede o no abandonarse. No es raro encontrar a la familia vi-
viendo debajo del mismo techo donde el cadáver queda colgado hasta su
total descomposición. En otros casos se construye una casa especial en el
monte donde también queda el cadáver hasta su completa descomposición.
Posteriormente, los restos se bajan y colocan en una vasija de barro y se en-
tierran en el terreno ancestral, donde permanecen sin ser tocados hasta que
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RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES 125
jo del piso de sus casas hasta 1875. Al respecto, Paul Marcoy (1869') seña-
la que entre éstos el cuerpo del muerto se pintaba de rojo con genipa, cu-
briéndosele la cara con una calabaza, que le serviría como vaso para beber.
El cuerpo se envolvía con una tela. Luego, a la puesta del Sol, el cuerpo
se colocaba dentro de una vasija grande, que se sellaba con madera o arci-
lla. La urna se enterraba en el piso de la casa entre las otras urnas funera-
rias. Finalmente se rompían las demás vasijas del difunto. Por su lado Ma-
roni (1891) observa que el muerto se quemaba en una pira, conservándose
las cenizas en una "olla bien tapada". Posteriormente estas cenizas se saca-
ban de la olla, se mezclaban con masato y se bebían durante una fiesta ritual.
Cabe señalar, finalmente, que referencias arqueológicas indican la exis-
tencia de cierto tipo de entierros en urnas en territorio jívaro (Stirling 1938),
práctica que actualmente continúa, pero, como ya se señalara, limitada sólo
a la de algunos infantes (Karsten 1935: 460, Harner 19'7 5). En este aspec-
to la influencia misionera ha sido decisiva para el cambio del patrón funerario .
2. c.erámica
La cerámica de Valencia puede dividirse en dos categorías: a .vasijas
funerarias correspondientes a las urnas de entierros y piezas asociadas; y
b. cerámica de superficie, correspondiente a los fragmentos de diversas vasi-
jas, sin asociaciones definidas.
a . Vasijas funerarias
Entre las vasijas funerarias pueden distinguirse 3 formas de las cuales
2 son complementarias y en cierto sentido constituyen una unidad (formas
A, B) . La tercera (forma C) es la principal forma asociada a las primeras.
Forma A. Tinaja. Urna funeraria de cuerpo ovoide y cuello cilíndrico. En
la composición de su contorno se distinguen tres segmentos : 1. el inferior,
que corresponde a la parte baja del cuerpo, tiene base cónica y representa
aproximadamente la mitad de la altura de la vasija; 2. el medio, de forma
hemisférica, corresponde a la parte superior del cuerpo, y proporcionalmen-
te equivale a la cuarta parte de la altura de la vasija; y 3. el superior, corres-
ponde al cuello cilíndrico con labio ligeramente redondeado; su altura re-
presenta también la cuarta parte de la altura total de la vasija. El espesor
de las paredes de esta forma varía entre 1 y 1.5 cm.
La técnica de construcción fue el enrollado con rodetes de aproximada-
mente 15 mm. de diámetro, unidos mediante presión digital. El temperan-
te es arena, mezclada con elementos orgánicos diversos que al calcinarse
han dejado concavidades profundas. Su densidad respecto a la pasta es en-
tre 60 y 70%. El tamaño de los elementos varía entre 1 y 3 mm.
El color de la pasta, como el de ambas superficies, es gris con manchas
oscuras. En sección las paredes de las vasijas presentan un núcleo central
negruzco, bien definido, cuyo espesor representa las 2/3 partes del de la
pared.
cedencia: superficie.
Sp. 11/80: Forma B2. Diámetro de la boca 230 mm. Altura 80 mm. Pro-
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
126
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Dimensiones:
Sp. 4/3-80: Escudilla. Diámetro de la boca 290 mm. Altura 120 mm. Diá-
metro de la base 55 mm. Procedencia: entierro 4.
Sp. 21/8-80: Escudilla. Diámetro de la boca 255 mm. Altura 121 mm. Diá-
metro de la base: incompleto. Procedencia: entierro 21.
Sp. 09/80: Escudilla. Diámetro de la boca 23 mm. Altura 115 mm. Diá-
metro de la base, 60 mm. Procedencia: superficie.
Cerámica de superficie
Al analizar la cerámica de superficie de los sectores A y B se han reco-
nocido, además de formas A, B Y C correspondientes a la cerámica funera-
ria, las categorías D, E Y F cuya unidad de contemporaneidad y asociación
con los primeros se ha establecido en base a los rasgos de pasta, acabado y
decoración que son idénticos entre sÍ.
Forma D. Olla pequeñ'a, de cuerpo ovoide irregular y base ligeramente pla-
na. No tiene decoración de ningún tipo.
Dimensiones:
Sp. Ml/80: Diámetro de la boca 138 mm. Altura 130 mm. Diámetro má-
ximo 190 mm.
Forma E. Cuenco pequeño, de paredes bajas ligeramente verticales y base
cóncava como una prolongación natural del cuerpo. Decoración en el borde,
debajo del labio a base de impresión de uñas.
RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES 127
Sp . 21/6-80: Diámetro máximo de la boca 195 mm. Alto del cuello 110 mm.
Procedencia entierro 21.
Sp. 03/ 80: Diámetro de la boca 280 mm. Alto del cuello 115 mm. Proce-
dencia: superficie.
Sp. O21/80: Diámetro de la boca 2.20 mm. Alto del cuello 102 mm. Proce-
dencia: superficie.
Dimensiones:
Dimensiones:
Sp. 4/3-80: Escudilla. Diámetro de la boca 290 mm. Altura 120 mm. Diá-
metro de la base 55 mm. Procedencia: entierro 4.
Sp. 21/8-80: Escudilla. Diámetro de la boca 255 mm. Altura 121 mm. Diá-
metro de la base: incompleto. Procedencia: entierro 21.
Sp. 09/80: Escudilla. Diámetro de la boca 23 mm. Altura 115 mm. Diá-
metro de la base, 60 mm. Procedencia: superficie.
Cerámica de superficie
Al analizar la cerámica de superficie de los sectores A y B se han reco-
nocido, además de formas A, B Y C correspondientes a la cerámica funera-
ria, las categorías D, E Y F cuya unidad de contemporaneidad y asociación
con los primeros se ha establecido en base a los rasgos de pasta, acabado y
decoración que son idénticos entre sÍ.
Forma D. Olla pequeñ'a, de cuerpo ovoide irregular y base ligeramente pla-
na. No tiene decoración de ningún tipo.
Dimensiones:
Sp. MI/SO: Diámetro de la boca 138 mm. Altura 130 mm. Diámetro má-
ximo 190 mm.
Forma E. Cuenco pequeño, de paredes bajas ligeramente verticales y base
cóncava como una prolongación natural del cuerpo. Decoración en el borde,
debajo del labio a base de impresión de uñas.
Dimensiones:
Sp. M2/80: Diámetro de la boca 175 mm. Altura, 50 mm.
Forma F. Olla grande de cuello corto ligeramente expandido y cuerpo ovoi-
de irregular. Como decoración tiene impresiones digitales, formando una ban-
da alrededor del cuello, inmediatamente debajo del labio.
Dimensiones:
Diámetro de la boca: 350 mm. Altura del cuello: 35 mm. Altura total:
450 mm.
Otras formas
En base a la muestra disponible se han considerado además tres cate-
gorías de vasijas, que incluyen formas individualmente difíciles de recono-
cer o establecer plenamente.
Categoría 1. Vasijas abiertas. Corresponden a platos o escudillas con lados
expandidos, generalmente rectos y labio redondeado o con bisel interior. Ge-
neralmente presentan una línea incisa profunda, en el borde externo, aproxi-
madamente 1 cm. debajo del labio, hecha con un instrumento cortante, o
RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES
Decoración
En la cerámica de Valencia existen dos formas y técnicas decorativas
que originan, a su vez, dos motivos decorativos, sugiriendo, pese al limitado
tamaño de la muestra, una tradición decorativa simple.
Una lista de estos atributos y rasgos y su correlación con la forma de
las vasijas se resume en el cuadro 1.
Cuadro 1
Fonnas de vasijas
ABCDEF123
1. Engobe
a. superficie exterior X X X
b. superficie interior parcial X
Como comentario cabe señ'alar que los engobes raramente están bien
conservados, Ocurren siempre en el exterior de las vasijas y se prolongan
en todos los casos, hacia el interior, originando una banda delgada, La de-
coración pintada es exclusiva de las urnas funerarias y consiste en motivos
de color blanco, a base de líneas anchas y puntos, Este pigmento es de
pobre adherencia, habiendo desaparecido en casi todos los casos, La impre-
sión digital y de uñas es el tratamiento decorativo común al estilo, La téc-
nica es muy simple, consiste en la impresión del pulgar o uña en la super-
ficie de la vasija, para formar generalmente en el borde debajo del labio,
una banda simple hundida, delimitada generalmente en la parte inferior por
una línea incisa o acanalada, Ocasionalmente, esta impresión se hizo en
una banda superpuesta al borde, En este caso cabe suponer que dicho rebor-
de es un epifenómeno originado de la misma técnica de construcción de la
vasija, y manipulación del objeto,
Alfarería varia
-1
Un grupo de 10 fragmentos decorados no encaja en las categorías usa-
i das en la presente descripción, Su estilo decorativo a base de incisiones, así
como la composición de su pasta, los aparta radicalmente de éstas, sugirien-
do una segregación temporal, difícil de precisar, Cabe señalar, sin embargo,
que dentro de este contexto decorativo pueden separarse, a su vez, dos esti-
los, de los cuales uno podría estar vinculado a la cerámica funeraria, (Lám,
Fig. 5
RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICG EN EL RIO CORRIENTES 131
2d; fig. 5) , mientras que el otro parece ser mucho más antiguo y relacionar-
se con el estilo Pastaza del Ecuador (Lám. 2d).
Relaciones externas
Consideraciones finales
Los marcados cambios observados en la cerámica arqueol6gica de la re-
gi6n amaz6nica impiden cualquier conclusi6n definitiva. La totalidad de la
cerámica de Valencia puede asignarse a un solo estilo y procede aparente-
mente de un vasto cementerio. Sin embargo, la presencia de algunos frag-
mentos de un estilo diferente al de la cerámica funeraria sugiere también
la presencia de un sitio de habitaci6n. Si así fue, pueden asumirse a la vez
dos situaciones: l. que el cementerio y sitio de habitación son contemporá-
neos; o 2. que el cementerio es intruso en un sitio de habitaci6n más antiguo.
En este caso la cerámica decorada procedería de un sitio de habitaci6n cu-
bierto por un piso estéril antes de su abandono, sobre el que se asent6 una
nueva poblaci6n caracterizada por sus entierros en urnas,
La cerámica funeraria de Valencia, por otro lado, exhibe ciertas seme-
janzas con otras asambleas alfareras de la selva. Algunos rasgos, como los
compartidos con la cerámica Cumancaya, sugieren una relaci6n hist6rica di-
recta o indirecta. Por otro lado, puesto que también la cerámica de Valen-
cia tiene, tanto en su forma como tratamiento decorativo, ciertas semejan-
zas con la cerámica contemporánea de los grupos jívaro, shipibo y campa,
puede utilizarse el mismo argumento de secuencia para suponer su posici6n
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RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES
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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
138
CRAIG MORRIS
Los trabajos del proyecto arqueológico Huánuco PaIlllPa han sido autorizados por las
Resoluciones Supremas 015 y 1038 de 1972 y 371-74-ED, Y subvencionados por la Na-
tional Science Foundation (EE. UU.) con el subsidio GS 28815.
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Huánuco pm' Iñigo Ortíz de Zúñiga, Tomo Il, Universidad Hermilio Valdizán, Huánuco ;
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quest", fIandbook of South Amel'icans Indians, Tomo 11, 1946; María Rostworowski de
Diez Canseco, CUl'acas y Sucesiones, Costa N01·te, Lima, 1961, y "Nuevos datos sobre Te-
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2. La ciudad Inca es conocida comúnmente como Huánuco Viejo, y está situada cer-
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3. Craig Mon'is y Donald E. Thompson, "Huánuco Viejo: An Inca Administrative
Center". Amel'ican Antiqt¡ity, 35: 344-362, 1970.
4. Craig Morris, "Establecimientos es tatales en el Tawantinsuyu: una estrategia de
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HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 141
Metodología y objetivos
5. John V. Muna, The Economy of the Inca State, tesis' doctoral inédita, Univer-
sity of Chicago, 1956.
6. John H . Rowe, "Absolute Chronology in the Andean Area" , American Antiquity,
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7. John V. Murra, The Economy of the Inca State, pp. 264-272.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
142
>
020 · 50 '00
tETROS
.
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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
144
El plano de la ciudad
Un plano preciso y relativamente completo es esencial para el estudio
de una ciudad. El plano proporciona información directa sobre la planifica-
ción y división interna, orientando las excavaciones y otros pasos del estudio.
En el caso de Huánuco Pampa, es afortunado que los "cimientos de la ma-
yoría" de las estructuras hayan sobrevivido por más de cuatro siglos, desde
que la ciudad fue desocupada. Estimamos que entre el 80 y 90% de las edi-
ficaciones construidas por los Incas aparecen en nuestro plano. Estos nos da
un cuadro de la rústica arquitectura usada por la gran mayoría de la pobla-
ción, así como también de las construcciones monumentales, públicas o de la
élíte.
No hemos sido los primeros en apreciar la importancia de trazar un ma-
pa de la ciudad. Sobreviela y Sierra trazaron un croquis en 1796. Además
Enock y Raimondi, entre otros, levantaron planos de algunas partes de la
ciudad. 10 Pero no fue hasta la publicación del trabajo de Emilio Harth-Terré,
en 1964, que se tuvo un plano suficientemente completo como para darse
cuenta del área y disposición general de la ciudad. ll Nuestro mapa difiere
del de Harth-Terré principalmente en el grado en que pudimos registrar
completamente las zonas de arquitectura rústica y pequeñas edificaciones,
proporcionando así una base para los estudios funcionales que esperamos lle-
var a cabo abarcando la totalidad de la ciudad. En algunos casos, el mapa
de Harth-Terré muestra edificaciones que fuimos incapaces de registrar, debi-
do a que se han destruido en el tiempo transcurrido entre su trabajo y el
nuestro. Partes del complejo arquitectónico que él denomina akllawasi, en
el sector este de la ciudad, constituyen el ejemplo más notable de esto.12
No es necesario insistir aquí sobre el carácter general del plano de la
ciudad. Tales comentarios serán más fructíferos cuando se disponga de más
10. Padre Manuel Sobreviela y Lorenzo de la Sierra, Plan del Palacio des tinado pa-
ra baño de los Incas, sito en el partido de Huamalíes, con nombre de Huánuco el Viejo,
Colecciones de Manuscritos, British, 1786; Reginald Enock "The Ruins of Huánuco
Viejo, or Old Huánuco, With notes on an Expedition to the Upper Marañ6n". The Geo-
graphical Journal 26: 153-168; Antonio Raimoncli, El Perú, Imprenta del Estado, 1874_
11. Emilio Harth-Terré, "El Pueblo de Huánllco Viejo", Arquitecto Peruano 320/21:
1-20.
12. Emilio Harth-Terré, ibidem
HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 145
La población y su composición
Uno de los aspectos más importantes de un asentamiento es el tamaño
de su población. El carácter de la interacción humana se halla determina-
do en gran parte por la cantidad de gente concentrada en un espacio redu-
cido, y muchas de las tradicionales definiciones de las diferentes categorías
de asentamiento se basan en el factor tamaño. El cálculo del tamañ'o de
la población de ciudades antiguas en base a los datos arqueológicos es siem-
pre un asunto complicado, Con nuestro plano, que ofrece una información
excepcionalmente completa sobre el número y tamaño de las estructuras qu'ó)
componen la ciudad, eventualmente podrá estimarse la población, Pero, cual-
quier estimado arqueológico de la población que sea confiable debe efec-
tuar primero distinciones funcionales entre las estructuras que servían como
barrios residenciales y las que fueron usadas para el almacenamiento de pro-
ductos o para la realización de actividades administrativas y religiosas. Si
es acertado el carácter adscrito a Huánuco Pampa, debe entonces tenerse
en cuenta otro problema para que los estimados sobre población sean correc-
tos: tratar de definir las diversas categorías de residentes. Para que las ci-
fras sobre población permitan comparar Huánuco Pampa con otros centros
urbanos, es especialmente importante establecer qué proporción de la pobla-
ción constituía el núcleo relativamente permanente y estable, y qué propor-
ción pudo haber sido temporal y quizá sujeta a variaciones en tamaño. La
única referencia histórica al respecto, de la que se tiene noticia, es la de
Cieza de León, quien dice que "había a la contina para solamente servicio
del mas de treinta mil indios".14 Al parecer, la palabra "servició' no sig-
nifica que la ciudad haya tenido 310,000 habitantes, sino que hace referen-
cia al gran número de personas de que la ciudad podía disponer en cierta
circunstancias. Distinguir entre construcciones residenciales y. no-residenciales
es un problema al que los arqueólogos se enfrentan con frecuencia. El trabajo
realizado en 1965 permitió algunos resultados tentativos, que mostraban la aso-
14. Pedro Cieza de León, Primera parte de la C'/'ónica del Perú 1553, Capítulo LXXX,
Colección Austral, Madrid, 1962: pág. 220.
HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 147
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REVISTA DEL MUSEO' NACIONAL - XLIV
148
Actividades administrativas
De las fuentes documentales se deduce claramente que la administra-
ción era una de las funciones fundamentales encomendadas a los centros ur-
banos situados a lo largo de la red vial Inca. Estos proporcionaban la infra-
estructura para las operaciones estatales y eran puntos de articulación entre
los gobernantes cusqueños y grupos locales. Sin embargo, los detalles que ex-
plican cómo se llevaban a cabo las funciones administrativas son escasos y
con frecuencia vistos a través del cristal de la experiencia europea. La recons-
trucción arqueológica de las actividades administrativas es también tarea di-
fícil en gran parte debido a la falta de buenos modelos sobre los Andes o
sobre otras sociedades estables a un similar nivel de desarrollo, en los cua-
les basar nuestras deducciones. El trabajo en Huánuco Pampa demuestra
que muchas de las actividades importantes para la construcción del imperio
y para mantenerlo unido se hallaban sumergidas en un elaborado ceremo-
HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 149
17. Las excavaciones en este conjunto fueron supervisados por Pat H. Stein. Ella se
halla preparando un trabajo sobre las actividades culinarias.
18. John V. Murra, "On Inca Political Structurc ', Bobbs-Merril reprints in Social
Sciences, A -169.
19. Por ejemplo: Billie Jean Isbell, "No Servimos más .. .". Actas del XXXIX Congre-
so Internacional de Americanistas, Tomo III, Lima, 1971.
150 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
cionan las dos plazas del sector este parecería corresponder al de una elabo-
rada "hospitalidad" estatal. El Estado proporcionaba comida y bebida a quie-
nes visitaban o iban a prestar servicios a la ciudad. Si esta interpretación
es correcta, serían evidencias concretas de las obligaciones que eran básicas
para el funcionamiento de la ciudad. Estas obligaciones eran al mismo tiem-
po un aspecto fundamental de la "administración" y de las relaciones entre
gobernantes y gobernados.
Subsistencia y producción
Entre las preguntas más importantes que surgen del estudio de cualquier
asentamiento están las que se refieren a su viabilidad económica. Estas cues-
tiones son especialmente interesantes en el caso de Huánuco Pampa y otros
centros urbanos construidos por los Incas. Virtualmente no existen eviden-
cias de que los habitantes de la ciudad hayan estado dedicados significativa-
mente a tareas agrícolas, al menos durante su estadía en la ciudad. Existen
abundantes evidencias sobre las fuentes de aprovisionamiento de alimento.
La visita de Iñigo Ortiz de Zúñiga 20 contiene numerosas referencias a ar-
tículos alimenticios y otros productos que eran llevados a Huánuco Pampa
por pobladores Yacha y Chupaychu, algunos de los cuales viajabaú varios
días para llegar a la ciudad. Tales entregas deben haber sido también cosa
común para otros grupos étnicos de la región que no fueron visitados por
Iñ'igo Ortiz.
Los 497 depósitos ofrecen mayor información sobre el sistema para pro-
porcionar alimentos a la ciudad. En 1965 se excavaron más de 100 de es-
tos depósitos, los que revelaron que gran parte de sus aproximadamente
38,000 m 3 de capacidad se hallaban destinados al almacenamiento de ali-
mentos. Estos depósitos podían proporcionar estabilidad a un sistema de
abastecimiento que dependía en gran parte de provisiones externas moviliza-
das por la acción política del Estado.
Las evidencias del aprovisionamiento externo directo, reforzadas por los
depósitos, encajan bien con la imagen de un centro que llevaba a cabo fun-
ciones fundamentalmente logísticas y administrativas para el Estado, y que
a su vez era mantenido por el Estado. ¿Pero es así de simple el aspecto
económico? Como sucede con otros aspectos de la vida urbana, los datos eco-
nómicos son sólo parciales. Pero no existe ya duda alguna de que Huánu-
co Pampa cumplía importantes funciones productivas. Durante 1971 y 1972
en el curso de excavaciones en 20 de las estructuras, dispuestas en filas or-
denadas en el conjunto situado en la parte central del lado norte de la pla-
za plincipal, se descubrió una concentración de instrumentos para hilar y
tejer, rriayor que en cualquier otra parte de la ciudad. Parece seguro que
la producción de tejidos fue una actividad clave en dicho conjunto, que era
21. Las excavaciones en este conjunto fueron supervisadas por Idilio Santillana V.
Un informe preliminar sobre el trabajo, fue presentado al 1 Congreso del Hombre y la
Cultura Andinas, 1972 (Craig Morris e Idilio Santillana V. Nuevas Evidencias sobre Pro-
ducción en una Ciudad Inca).
22. Craig Morris', "Reconstructing Pattems of Non~Agricultural-Production in the Inca
Economy: Archaeology and Documents in Institutional Analysis. En: The Reconstruction
of Complex Societies, Amer~can SchooIs' of Oriental Research, en Prensa.
Craig Morris e Idilio Santillana, Una perspectiva arqueológica de la Economia Inca.
Históricas 2, 1978.
23. Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva Coronica y Buen Gobierno, 1615, Institut
d'Ethnologie, Paris, 1936: pág. 1'98-299.
24. Ver nota 22.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
152
Investigación realizada gracias a una beca de la Fundación Ford para los Archivos
Españoles.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
154
nivel del mar, llamaban a la zona chaupi yunga o costa media y sus mora-
dores se consideraban también costeños. Esta era la región específica para
las plantaciones de la variedad de coca costeña, cultivo muy importante para
la economía del lugar (Rostworowski 1973 y 1977). A las serranías y que-
bradas tibias las llamaban quechua, y a las zonas altas y frías sallca o puna
(Conzález Holguín 1952).
En el caso del valle de Cañete las divisiones políticas estaban de acuer-
do al ecosistema. En la costa se extendía el señorío de Cuarco, nombre in-
dígena del lugar. A la altura cercana a la toma de Palo (ACI Lima 1630,
año 1562) hasta Zúñiga aproximadamente, se situaba el señorío de Lunagua-
na, cuyas tierras correspondían a la chaupi yunga. Más arriba, en el valle
habitaba una rama del grupo étnico de los Yauyos llamada Mancos y Laraos
(Dávila Bliceño 1881). Trataremos primero del curacazgo de Cuarco, por
estar en la costa, para luego ver la información sobre Lunaguaná.
El señorío de Guarco
La investigación etnohistórica sobre un determinado valle costeño tiene
que ceñirse a la información suministrada por los manuscritos. Por ejemplo,
si el origen de un estudio arranca del testamento de un curaca, es natural
que el trabajo verse sobre los señores indígenas y sus herencias. En cam-
bio, si las noticias, como en el caso del valle de Cuarco, tratan de fortifica-
ciones, tenencia de tierras de minorías étnicas o tierras de dioses, la orien-
tación de la investigación es otra. Dicho en otras palabras, no puede deci-
dirse de antemano como se encauzará una investigación sin conocer el tipo
de documentación disponible. Es inútil hablar de los curacas de Cuarco pues
los manusclitos apenas los mencionan.!
El señorío de Cuarco comprendía la zona baja del valle. Sus fronte-
ras de norte a sur eran los desiertos vecinos que delimitaban los campos de
cultivo, constituyendo los restos arqueológicos de Cerro Azul el límite septen-
trional. Por el oeste las tierras fértiles se extendían a la vera del canal prin-
cipal de irrigación, llamado en tiempos modernos María Angola. Su recorri-
do está señalado por una serie de estructuras arqueológicas que marcan los
antiguos contornos de las chacras. No se tomarán en cuenta las tierras ga-
nadas gracias a las actuales obras hidráulicas en la pampa de Imperial.
Los cronistas están de acuerdo sobre la resistencia ofrecida por los ha-
bitantes del valle ante los ejércitos incaicos. Según Cieza de León (1943:
274-281) los de Guarco se juntaron y rechazaron los ataques cusqueños pero,
al llegar el verano, los calores afectaron a los serranos que se retiraron a
las altas quebradas. Aproyecharon entonces los costeños para rehacer sus
cultivos y prepararse para el retorno de sus enemigos. Al ver la obstinación
de los yungas, el Inca ordenó:
"Fundar una ciudad a la cual puso por nombre Cuzco, como a su
principal asiento, y las calles y collados y plazas tuvieron el nomo
bre de las verdaderas".
Sobre la verificación de la información de Cieza volveremos más adelante
al tratar del señorío de Lunaguana, para seguir con la lucha de los Guarco
contra los Incas.
Tres o cuatro años tardaron los cusqueños en vencer a los yungas. Du-
rante los meses de estío suspendían sus guerras por no resistir los ejércitos
serranos el calor del verano. Con el tiempo se debilitó la resistencia de los
costeños y, creyendo en los ofrecimientos de paz, salieron de sus fortalezas
y se rindieron. Entonces el Inca:
"Sin más pensar, mandó a sus gentes que los matasen a todos y
ellos con gran crueldad lo pusieron en obra, y mataron a todos los
principales y hombres más homados dellos que allí estaban, y en
los que no lo eran, también se ejecutó la sentencia, y mataron
tantos como hoy día lo cuentan los descendientes dellos y los gran-
des montones de huesos que hay son testigos" (Cieza 1943: 277).
Los Incas eran muy crueles en sus represalias. Usaban del terror como me-
dio de intimidar a los habitantes costeños quienes se rendían ante el temor.
Igual suerte conieron los miembros de otro señorío yunga, como fue el ca-
so de Collique, cerca a Lima, y el de Quivi, donde los cusqueños perdona-
ron únicamente a mujeres y niñ'os (Rostworowski 1970, 1973, 1977). Siguien-
do con la información de los cronistas, Castro y Ortega Morejón afirmaban
que los Guarco fueron los únicos que se opusieron a los Incas en la región
de la costa sur central (1974: 93),
Garcilaso de la Vega (1943, T. 11, lib. 6, cap. XXIX), en su narración
sobre Guarco y Lunaguana menciona a Cieza como informante y añade que
estos dos lugares, junto con los valles de Mala y Chilca, estaban regidos por
un solo señor' llamado Chuquimancu. Es el único cronista que lo afirma y
no hemos encontrado una confirmación de esta noticia en los testimonios
manuscritos de los siglos XVI Y XVII. Siempre, según Garcilaso, Chuqui-
mancu no ofreció resistencia en Lunaguaná, lugar donde los Incas estable-
cieron sus ejércitos después de pasar el río en balsas, noticia bastante insó-
lita si se toma en cuenta el poco caudal del río en los meses de invierno, y
las rutas que pudieron seguir, tanto si bajaban de la sierra o si marchaban
desde el valle de Chincha por el camino natural que es el de la quebrada
156 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
de Topará, en la margen izquierda del río. Sea como fuere, Carcilaso cuen-
ta que la resistencia de los yungas obligó al Inca a remudar tres o cuatro
veces sus ejércitos. El hambre venció a los costeños que se sometieron a
los Cuscos, y el Inca con su mansedumbre los recibió gustoso. De aquella
fecha dataría la fortaleza de Cuarco.
Según Cabello de Valboa (19'51: 338-339), el nombre de Cuarco se im-
puso al valle después de las represalias cusqueñ'as. Parece que el Inca or-
denó colgar en las murallas de la fortaleza a numerosos rebeldes.2
Acosta (1940, lib. 3, cap. 15) señala que los pobladores del señorío de
Cuarco resistieron al Inca y que él, fingiendo deseos de paz, aceptó la cele-
bración de una solemne pesca, quizá ritual, y con ese fin los costeños se
adentraron en la mar en sus balsas. Mientras tanto las tropas incaicas apro-
vecharon para ocupar calladamente el valle y los sorprendidos yungas su-
frieron un terrible castigo quedando desde aquel entonces despoblada la tierra.
Indudablemente Coba sigue la información de Acosta, aunque no nom-
bra una guerra sino que el orejón Apu Achache, hermano del Inca Tupa
Yupanqui, estuvo encargado de realizar una visita al vallé de Cuarco. En
aquel entonces era señ'ora del valle una curaca que no quiso consentir que
extraños se adueñaran de sus dominios. Se rió el Inca al conocer la actitud
de la curaca y dijo que las mujeres le perseguían. Al oir la Gaya o reina la
noticia solicitó que la dejase someter a la rebelde, a lo que accedió el so-
berano.
La Gaya envIO una embajada a la cura ca y le hizo saber el deseo del
Inca de dejarla en su señorío y de la conveniencia de celebrar una gran y
solemne ceremonia en honor del mar para confirmar la paz. Esta creyen-
do en las palabras del Inca ordenó los preparativos para la fiesta, y el día
señalado todo el pueblo se embarcó en balsas con música y atambores.
., Cuando los de Cuarco se hallaban en pleno océano, lejos de la costa, entra-
ron sigilosamente los ejércitos cusqueños y se adueñaron del valle (Cabo
1956, T. Il, cap. XV).
a. La fortaleza de Guarco
Cieza de León (1941, cap. LXXIII) ofrece una detallada descripción del
fuerte y supone que fue construido por los Incas. Esta versión es repetida
por otros cronistas, pero no parece exacta si se considera que los Cuarco' sos-
tuvieron luchas y guerras con todos sus vecinos y más tarde contra los Incas.
Por esta razón cabe suponer que databa de tiempos anteliores y es factible
que los cusqueños, después de su tliunfo, procedieran a una remodelación
del fuerte para mantener en él una guarnición. Además, los cronistas por lo
general ignoraban la existencia de las culturas anteriores al auge cusqueño
e ingenuamente creían que fueron los Incas los responsables de todo el de-
sarrollo del mundo andino. Pocos son los que, como Castro y Ortega More-
jón (1974: 93-104), sostuvieron que los Incas fueron modernos en el contexto
precolombino. En otro lugar el mismo Cieza afirmaba (1943: 71) que el
dominio incaico era tan reciente que el recuerdo de Túpac Yupanqui aún es-
taba vivo entre los indígenas. Este mismo cronista vio la fortaleza y mani-
festó su asombro comparándola con la del Cusca y recomendaba a los es-
pañoles y a los indígenas cuidasen del edificio por ser digno de conservación.
Cuenta que estaba edificada en lo alto de un collado y era:
"la mas agraciada y vistosa fortaleza que había en todo el reino
del Perú, fundada sobre grandes losas cuadradas, y las portadas
muy bien hechas y los recebimientos y patios grandes. De lo más
alto desta casa real abajaba una escalera de piedra que llegaba
hasta el mar. .."
4 . A fines del miSl1l0 siglo Francis'co de Soto era alcaide de la fortaleza de Guar-
co (AGl Escribanía de Cámara 501-A; fol. 11r).
GUARCO y LUNAGUANA 161
b. La fortaleza de Cancharí
Este baluarte se sitúa en medio del valle de Cuarco sobre una eleva-
ción natural del suelo. El arquitecto Harth-Terré (1933: 102-103, fig. 2)
describe las construcciones y añade que el edificio estaba rodeado por eleva-
das murallas de adobes. En el centro, protegido por dos pequeñas fortifica-
ciones, se alzaba una estructura que él denominó Palacio. Los dos canales
principales de irrigación del valle, el de San Miguel hacia el oeste y el
de María Angola al este, prácticamente rodeaban el cerro. Si bien por un
lado las anchas acequias defendían el acceso al fortín, por otro el mismo ba-
'luarte protegía el sistema hidráulico del valle, en su parte media, de un
posible ataque de ejércitos que bajaran por la quebrada de Pócoto. Debe
considerarse lo reciente de la irrigación del Imperial. Antiguamente los
meandros del canal María Angola marcaban los límites de los campos de
cultivo.
La quebrada de Pacto, como se decía en lengua indígena en el siglo
XVI, era una vía de acceso de la sierra a la costa, por la que podían bajar
tropas de los Yauyos. El estrecho valle se surtía de agua gracias a varios
manantiales (Angulo 1921: 84) y en él existían las lomas llamadas de Ja-
boncillo, cuyo recurso natural renovable era importante para la subsistencia
de los naturales. Durante una determinada época del año, cuando el ver-
dor de las lomas, acudían a ellas venados, perdices y palomas y con el pro-
ducto de la caza preparaban un charqui muy estimado.
Al fundarse Cañete, en 1556, las tierras de la quebrada de Pocto perte-
necían a los serranos de Julcamarca y de Santiago de Ichoca, del Corregi-
miento de los Yauyos. Se ignora cuando se efectuó la ocupación serrana de
la quebrada y si fue anterior o posterior a la dominación inca.
C. La fortaleza de Ungará
El fuerte de Ungará se halla en la cima de una-colina y dominaba y
defendía la parte sureña del valle. Middendorf (1973, T. II: 99) estuvo a
fines del siglo pasado en Cañete y al recorrer parte de las ruinas la señaló
como la fortaleza más importante del valle. Larrabure y Unanue (1941) la
describe también e indica que la entrada principal estaba al norte, guarda-
da por dos torreones. Le encuentra una extraordinaria semejanza con los
castillos europeos por sus imponentes murallas, almenas y sus tres baluar-
tes. Dice existían graneros y depósitos y "grandes vasija de barro cocido,
completamente enterradas, y capaces de contener desde trescientos a quinien-
tos galones de líquido".
GUARCO y LUNAGUANA 163
Esta fortaleza, al igual que las otras dos antes mencionadas, existieron
por lo menos desde el Intermedio Tardío. Su presencia se remontaba a la
época anterior a la hegemonía del Tahuantinsuyu, cuando el señorío del
Guarco mantenía y defendía su independencia. Quizá después de la derro-
ta yunga quedaron en precario estado y necesitaron de reconstrucciones pa-
ra mantener en ellas las guarniciones cusqueñas o de sus aliados. Es natu-
ral que se reedificaran según el criterio inca, en su afán de imponer a los
vencidos una arquitectura modelo para todo el Tahuantinsuyu.
La situación estratégica de Ungará indica dos propósitos en su construc·
ción. El primero, la protección de la parte sur del curacazgo de ejércitos
enemigos que podían bajar siguiendo el cauce del río desde la sierra. El se-
gundo, la defensa de una invasión proveniente del vecino valle de Chin-
cha. Según Larrabure y Unanue (1941) el complemento de las defensas de
Ungará era un pequeño fuerte en la banda izquierda del río, en la hacien-
da Palo.
En otros trabajos analizamos al grupo étnico de los Yauyos a través de la
información de A vila (1966). Estos habitaban la vertiente occidental del
actual departamento de Lima (Rostworowski 1973, 1977, 1978). En algún
momento de su existencia sufrieron una explosión demográfica que los obli-
gó a buscar nuevas tierras. Su lugar de origen era ji:tstamente la zona de
Yauyos (Dávila Briceno 1881) , y su primer intento de conquista debió ser
la ruta del río Cañete hacia el litoral. Sin embargo, toparon con la resisten-
cia de los yungas, circunstancia confirmada por la arqueología, que los obli-
gó a cambiar el rumbo de sus hordas que, en varias oleadas, avanzaron en-
tonces hacia las cabeceras de los ríos Lurín y Lima. Con el tiempo se fue-
ron adentrando en esos dos valles, dominando poco a poco la región. Bas-
tante tardíamente conquistaron el chaupi yunga del valle de Calango (Ros-
tworowski 1973, 1977). De ser exacta nuestra hipótesis las construcciones
más antiguas de la fOltaleza de Ungará corresponderían al Cañete Medio
de la clasificación de Kroeber.
El segundo objetivo del fuerte de Ungará era defender las boca-
tomas de los dos mayores canales de irrigación del valle que se hallaban al
pie de la fortaleza. En todos los valles costeños es fundamental disponer
de canales hidráulicos para conVeltir los desiertos en campos de cultivo. La
vida se desarrolla sólo gracias a ellos, por ese motivo es importante inves-
tigar en cada valle los baluartes que protegían el acceso al precioso líquido.
En la costa a través del estudio de los fuertes y de los canales de riego se
puede descubrir toda la histOlia de cada lugar de los yungas y observar las
fluctuaciones del predominio de las influencias serranas o costeñ·as. John
Topic y Teresa Lange (1978) estudiaron las fortificaciones y murallas exis-
tentes en la cuenca del río Moche desde el Intermedio Temprano hasta el
Horizonte Tardío. La investigación muestra cambios en el énfasis de las
fortificaciones y de las poblaciones indígenas, influyendo naturalmente en la
organización social.
REVISTA DEL MUSEO. NACIo.NAL - XLIV
164
Lo.s ,derecho.s al agua tenían que ser defendido.s pues suscitaban pleitos
y guerras. Desde siempre, los habitantes de las serranías han afirmado sus
reclamos sobre las tierras yungas, por bajar el agua desde las altu¡-as hacia
el litoral. Un ejemplo. se tiene en el valle del río Chillón, donde el gmpo
de los Canta apoyaba sus deseos de co.nquista de la co.sta po.r regarse los
campos del señorío de Collique con el río proveniente de sus punas. La
fuerza y rechazo de los Collique ante la pujanza serrana residía en su for-
taleza y en sus chacras protegidas tras altas murallas y regadas por dos ma-
nantiales, hecho· que les permitía resistir un largo asedio, cultivando parte
de sus tierras sin necesitar el agua del río, ni tener que rendirse a los serra-
nos por falta de alimentos (Rostworowski 1973, 19177). Durante las guerras
de conquista inca, sabemos de valles dominados después de desviar el cur-
so de un canal de riego. y dejar la población sin agua (Rostworowski 1953:
252).
a. Los CoayIlo
Los Coayllo eran naturales del valle de Asia y habitaban el chaupi yunga
de la cuenca del río Omas. Cuando la creación de la villa de Cañete una
amplia zona en el contorno de lo que es hoy San Luis estaba habitada por
los indígenas de Coayllo. La fundación española ocupó sus tierras y con es-
te motivo los naturales fueron echados de sus campos y viviendas para ser
ocupados por los nuevos vecinos, quedando los indígenas desamparados (AGI
Justicia 432, fol. 3v, ano 1561). Entonces elevaron sus quejas al virrey Hur-
tado de Mendoza quien ordenó hacer una información con testigos, a fin
de comprobar los derechos de los Coayllo y remediar la situación (AGI Es-
cribanía de Cámara 498-B ) . Tardaron en realizarse las diligencias y en el
informe del Fiscal, en 1575, los testigos dijeron que en tiempos pasados, an-
tes de la llegada de los españoles, se dieron muchas guerras y que :
"entró un ynga en este dicho valle a hazer guerra y mató a mu-
cha gente de que se vino a despoblar y faltaron todos los yndios
del y que como un valle despoblado y desierto se entraron en él
los dichos yndios de Coayllo". (AGI Escribanía de Cámara 498-B,
fol. 793r).
Otro testigo confirmó lo dicho al afirmar que los Coayllo:
"estaban poblados donde agora está fundada la dicha villa y que
el cacique de los dichos yndios llamado don Pedro el viejo tenía
sus casas donde agora es casa del cabildo desta dicha villa".
(fol. 797r).
Un tercer testigo añadió que:
"el tambo y casa del cacique de los dichos yndios llamado don
Pedro Coayllo y que todos las más tierras llamadas de Calna ... y
las tierras de la acequia para abaxo hazía la mar llamadas de
Lloclla del nombre de la acequia eran asi mismo de los dichos
yndios lo qual sabe este testigo porque vió pleytar sobre ello a los
dichos yndios con Gerónimo Zurbano. . . a lo quel Zurbano dezía
que no eran suyas sino del ynga que se las dió debaxo de ciertos
títulos ... " (fol. 798v).
En desagravio por el atropello sufrido, los Coayllo recibieron tierras en Hual-
cará "por debaxo de la acequia de Chiome" (fol. 792v) . Otro testigo declaró:
"que a lo~ dichos yndios de Coayllo se les dieron dos peda<;:os de
tierras el uno de ellos en Gualcará y el otro de la acequia de San
Miguel para abaxo (fol. 799v) entre las acequias de Lloclla y
Guanca en tierras de los yndios encomendados en Martín Alonso
de Don Benito ..."
De estas citas se desprende la posibilidad de que los Coayllo entraran li-
bremente al valle después de la derrota de los Guarco o, más probablemen-
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
166
te, que fueron 'puestos en él por el Inca. Seguramente estos Coayllo son los
mismos nombrados en el documento de Angulo (1921: 44), como don Joan
Coyllo, cacique del valle de Oclla, y don Francisco Ocxa. Eran hasta trein-
ta los indígenas que poseían tierras otorgadas por los Incas en Huanca y
Lalna. El Cabildo los reubicó señalándoles tierras: "pasada la acequia de
Chome" (San Miguel). Todo indica que se trata del mismo grupo. Pedro
Navarro y después su hijo fueron ambos encomenderos de la parte norte
del valle de Cuarco, además de Asia, Oquilla (Oclla) y Calango (ACI. Es-
cribanía de Cámara 498-B ). En el indicado manuscrito se halla la Tasa de
los naturales del valle de Oquilla y Calango, y su curaca es nombrado co-
mo don Juan, cacique en el valle de Cuarco en 1552. La extensión de las
tierras ocupadas por los Coayllo antes de la conquista españ'ola era conside-
rable.
b. Los Chincha
El segundo grupo étnico minoritario instalado en el valle era el de los
Chincha. En los nuevos linderos de la villa de Cañete, dados en su segun-
da fundación realizada un año más tarde en 1557, se menciona a los mitmaq
:chinchanos establecidos cerca del Tambo de Locos "la costa a la mano" y
en la otra banda del río cerca de la subida del arenal, en el camino que se
dirige a Chincha (ACI Audiencia de Lima 1630, 22 abril de 1558). En tér"
minos actuales estas tierras correspondían a las de las antiguas haciendas
Herbay Bajo, Herbay Alto y hacienda Palo hasta la bocatoma, o sea en los
campos situados en la margen izquierda del río.
Las noticias contenidas en este manuscrito están de acuerdo con los do-
cumentos publicados por Domingo Angulo (1921: 83), de 1593, según d
cual las chacras de los Chincha fueron posteriormente cedidas para rentas
del Hospital de San Andrés de Lima.
Con la ocupación chinchana en ' tierras del señorío de Cuarco, los Chin-
cha prolongaron su territorio y dominio a un valle vecino, índice de que en
todo momento mantuvieron términos amistosos con los Incas.
c. Los Mochica
d, Tierras de dioses
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Lncahuasi. Estructuras situadas más al este de la quebrada y del complejo . Parecen
pertenecer a un barrio residencial. A la izquierda se ve parte de Colcahuasi,
Fotografía gentileza de John Hyslop. Instituto de Investigaciones Andinas. New York
City y Whihlesey Foundation, Wilton, Connecticut.
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CASERIO O HACIEND.o. Hdo. Ungorá
CARRETERA ASFALTADA
CARRETERA AfiRMADA
CANAL PRLNCLPAL REVESTIDO
CANAL PRLNCLPAL SLN REVESTLR
CANAL SECUNDARLO REVESTLDO
CANAL SECUNDAIUO SIN REVESTIR
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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
180
El señorío de Lunaguaná
Este curacazgo se extendía desde la bocatoma de Palo y seguía valle
arriba, a ambas márgenes del río Cañéte (AGI. Lima 1630). En tiempos
precolombinos el señorío comprendía igualmente la zona de Pacarán y Zú-
ñ·iga. En reconocimientos de campo constatamos que los habitantes de estos
dos lugares se consideran yungas a pesar de pertenecer políticamente a la
demarcación de Yauyos. Tomando en cuenta la ecología, estos dos pueblos
se sitúan en el chaupi yunga o costa media. Los límites antiguos correspon-
den a la clasificación indígena y están de acuerdo con el clima y agricultu-
ra del lugar.
Es interesante notar que la quebrada de Lunahuaná es una ruta natu-
ral de penetración a la sierra de Huancayo, Jauja y de ahí al Cusco. Fue
seguramente el camino seguido por las tropas inca cuando conquistaron la
región. Pedro Pizarro (1944: 100) relata que el conquistador Francisco Pi-
zarro, después de fundar en Jauja la capital de su gobernación, tuvo deseos
de conocer Pachacamac y Chincha que todos ponderaban mucho. Estando
en los Llanos recibió carta advirtiéndole que la tierra andaba alborotada,
noticia que lo obligó a regresar apresuradamente a Jauja por el valle de Lu-
nahuaná. Es después de este recorrido por la costa que decidió mudar la ca-
pital al litoral. '
, Los datos sobre este señorío son muy distintos a los que poseemos para
el de Guarco, de ahí que sea diferente nuestra investigación. Antes de abor-
dar la información procedente de los manuscritos es necesario considerar lo
señalado por Garcilaso de la Vega (1944, T. 11, cap. XXIX), para la voz
Lunaguaná que él dice ser correcta bajo la forma de Runahuanac. Hace igual
referencia para la voz Rímac, es decir supone una equivocada pronunciación
de los vocablos. En otro trabajo (Rostworowski 1978) señalamos la diferen-
cia fonética del quechua costeno, más suave que el hablado en el Cusco.
En la costa sur central, al igual que en el valle de Lima, la letra r era subs-
tituida por la l, no se trata de corrupción del idioma sino de una variedad
GUARCO y LUNAGUANA 181
dialectal. De ahí que luna signifique hombre en los yungas. Siguiendo esta
norma de pronunciación vemos que Miguel de Estete (Fernández de Oviedo
19'45. Tomo XII: 56) menciona el curacazgo de Guarco como GuaIco y hay
noticias del uso de la voz Mara en lugar de Mala en ciertos documentos
(AGN-Juicios de Residencia. Leg. 27-Cuaderno 75) .
En cuanto a la palabra guana es nombrada en dicha forma en todos los
documentos. En la costa sur central existe un acento en la última sílaba
en varias toponimias. Un ejemplo son las voces Topará, Cancharí, Ungará,
etc. Garcilaso de la Vega añade una e quedando la palabra en huanac. El
añadido de una e era, según la Gramática de Fray Domingo de Santo' To-
más, una forma opcional que se podía poner al final de los nombres sin qUe
fuese una necesidad, ni un cambio en el sentido de la voz (1951: 148) .
En la cédula de otorgamiento de depósitos de indios de Francisco Pi-
zarro a Diego de Agüero iI> el 5 de noviembre de 1534 dice:
"se le deposita en la costa de la mar quatro dias desta ciudad el
cacique Lunaguanay y el plincipal Tula questan en un pueblo
que se dice Limas con sus yndios e prencipales . .. " (AGI. Patrona-
to 119-Ramos 1) .
No hay en el documento mención del nombre del señorío, sólo de su
curaca. Ahora bien y como mera hipótesis puede suponerse que la voz guanay
indique el ave marina, principal productora de guano en las islas del litoral. 6
El patronímico del cacique sería entonces el de hombre guanay u hombre
sobre el río de Lunaguaná, existía una mina muy rica de oro y plata cega-
da por los indígenas cuando la llegada de los españoles. Al parecer toda la
plata hallada en Lunaguaná provenía de dicho socavón. En 1586 tenían los
españoles dificultades para trabajar los minerales por falta de mano de obra.
El mismo corregidor señ'alaba a un tal Rodrigo de Cantos y a sus compa-
ñeros que gastaron dinero en limpiar la mina, que se volvió a anegar y
añade:
"alrededor del (socavón hay) grandes desmontes y piedras de to-
dos colores y casas antiguas de cuando se labraba. Hay cerca dél
otras minas de plata que se tienen por ricas, y por ser en tierra tan
fría, se dejan de labrar y falta de indios".
En tiempos prehispánicos el trabajo de extraer el mineral se cumplía por
turnos o mita. En la Visita a la región de Canta, en 1549, se decía que toda
la producción de metales preciosos era controlada por el Estado por 'inter-
medio de un mayordomo especialmente destacado por el Inca (Rostwo-
rowski 1978: 179). N o indica el manuscrito si el principal residía permanen-
temente en las minas o si sólo estaba ahí por un tiempo.
El tercer curaca era Allauca, mitmaq, y supeditado al señor Lunagua-
nay. Su pueblo principal era Mullibamba y gobernaba una guaranga, es de-
cir una división sociopolítica del lugar (AGI-Patronato 119, Ramo 1, año
1534). En el Juicio de Residencia hecho al corregidor Vásquez de Puga, en
1580 (BN-A-537), hay una declaración de los curacas del valle. En aquel
tiempo las reducciones de Toledo habían obligado a los naturales a abando-
nar sus antiguas viviendas para agruparlos en pueblos modernos. En dicho
documento aparte de don Francisco Llacsaguana, cacique principal y gober-
nador del valle, nombra a don Diego Allaucan, cacique de Pacarán. Los
pueblos coloniales creados por los españoles reunían a diversos ayllus y par-
cialidades en un mismo lugar, de ahí que también en Pacarán estuviese redu-
cido otro cura ca, don Pedro Camaluana de la guaranga de Jucxu, sin que se
pueda identificar el nombre de esta guaranga con las antes nombradas. En
el mismo manuscrito (BN-A-537, foja 101 v) mencionan a los atunluna o gen-
te del común llamados a declarar. Estos pertenecían a las reducciones de
Pariaca, Paullo y Pacarán.
En el catastro arqueológico elaborado por el arquitecto Williams (1974)
hay varios lugares que podrían corresponder a Mullibamba, y a los otros pue-
blos de las diversas guaranga y ayllu. Lamentablemente carecemos de toda
información para identificarlos. Larrabure y Unanue (1941: 295) dice exis-
tir cerca de Zúñiga, en la margen derecha del río, una impresionante estruc-
tura llamada Cruz Blanca y una casa con columnas "lo más bello de toda la
quebrada". Los pobladores del lugar decían pertenecer al jefe de los gentiles.
En nuestra visita a Lunahuaná hallamos que los pueblitos escalonados
a lo largo del valle son nombrados como barrios. Igual mención encontra-
mos en el curacazgo de Surco en el valle de Lima en documentos del si-
GUARCO y LUNAGUANA 185
glo XVIII, Y todo indica que fueron quizá rezagos de los antiguos ayllus
transformados en barrios. Damos a continuación la lista tal como nuestros
informantes nos la dieron:
Banda derecha Banda izquierda
Caltopilla Con-Con y Ramadilla
Paraíso Socsi
Caltopa Paullu
Lúcumo San Jerónimo
Casalla Langla
San Pedro Lunahuaná
Catapaya Patapampa
Condoray
Uchupampa
El problema de Incahuasi
Se llama lncahuasi a un complejo monumental en la quebrada de Luna-
huaná, en la margen izquierda del río, a kilómetro y medio del pueblo de
Paullo. Un antiguo camino de penetración une por entre las quebradas ári-
das este valle con el vecino de Chincha. La ruta desemboca en Topará.
En el catastro e inventario de las estructuras precolombinas del valle de
Cañ'ete, elaborado por el arquitecto Wil1iams (1974), figuran estas ruinas
con el número lJ06. Bajo esta sigla se involucran dos conjuntos, el primero
situado al oeste es llamado El Arca por Williams y Acllahuasi por. Harth-
Ten·e. Williams describe los edificios de esta sección como situados en una
parte cerrada, ocupando las laderas de los cerros mediante terrazas que sos-
tienen grandes patios con cuartos a su alrededor. En algunos muros hay hor-
nacinas cuadradas y rectangulares. Para el autor El Arca ofrece poca armo-
nía en su conjunto que él cree deberse a más de una ocupación del lugar.
Un espolón o saliente de un cerro separa y divide este plimer grupo de
edificios del conjunto principal, situado en la quebrada vecina. Los monu-
mentos del segwldo grupo comprenden de oeste a este un primer edificio
que se distingue por contener una serie de columnas, y se presume ser un
palacio. Según el plano de lncahuasi publicado por Gasparini (1977: 130,
fig. 119) el llamado palacio tiene una planta trapezoidal al igual que la
gran plaza, lo que indicaría su origen inca; sin embargo, los nichos son rec-
tangulares y a nuestro parecer indican una mano de obra local y poco in-
terés en supervigilar el cuidado de su ejecución. En el centro de la expla-
nada se alza una estructura que se supone ser un ttshntt y existen otras la-
terales de menor importancia.
Le sigue el grupo de estructuras denominadas Colccahuasi. Aquí el edi-
ficio plincipal comprende una serie de grandes rectángulos simétricamente
dispuestos. Los muros son de piedra de recolección, de poca altura que, se-
gún opinión de Gasparini (comunicación personal) nunca fueron más altos.
Si su objetivo era albergar gente de guerra, es posible que le fuesen super-
puestos toldos o frágiles ramadas que se consideraban de suficiente abrigo.
El mismo edificio, al finalizar la guerra, sirvió quizá de taller o de obraje
para la producción textil en gran escala pues guarda cierta similitud con la
planta de una estructura de Huánuco Pampa (Morris 1978: 942). Tres lados
de la misma construcción están ocupados por una serie de pequeñas estruc-
turas de paredes altas, sin pueltas O ventanas, a las cuales se ingresaba des-
de arriba. Todo indica que fueron coleas o depósitos donde se guardarían
los pertrechos de guerra y los alimentos. 1O
Separado por un lugar de avenidas o torrenteras se sitúa el tercer gru-
po de edificios de mejor construcción que el anterior. Los muros .son altos
y dan la impresión de ser un barrio residencial, con sus plazas y plazole-
con sus construcciones y detalles.H En el juicio entre los Canta y los Chaco
lla por tierras de coca en el valle del río Chillón, en la costa central (ACI-
Justicia 413, fol. 363r), terciaron tardíamente los dos curacas yungas de Qui-
vi y llevaron ante la Real Audiencia de Lima: "el modelo en forma gruesa
y demostrativa por donde claro paresce que nuestro pueblo está en las tie-
rras que los dichos yndios de Chacalla nos quieren quitar"; mientras los
Chaclla mostraron un modelo distinto.
En otra declaración, don Felipe Taulichumbi insistía haber presentado al
presidente y oidores: "el modelo y pintura de nuestras tierras e pueblos de
Quibi y de Canta y Chacalla para que se viese cómo nos quyeren tomar to-
das nuestras tierras" (fol. 377r, año 1567).
La maqueta era lo suficientemente grande para que se pudiese apreciar
parte del valle; el empleo de tales moldes era difundido y su uso probable-
mente general en toda el área andina.
La posibilidad de ser Incahuasi una réplica del Cusca, al tiempo de la
conquista del valle, le da al complejo un interés muy singular y la hipóte-
sis merece un análisis detallado. La conquista del Cuarco tuvo lugar en un
tiempo relativamente temprano, es decir antes de la gran conquista del seño-
río del Chimor o de la región 'de Quito y es posible que fuese Tupa Yupan-
qui, en sus anos mozos, el responsable de llevar adelante la guerra contra
Cuarco. El consenso de los cronistas señala lo mismo. Dicho en otras pala-
bras, Incahuasi correspondería a un Cusca anterior al gobierno de Huayna
Cápac, antes de su máxima extensión y ornato. No sabemos si reflejaba un
Cusca real o si en la edificación de Incahuasi influyó un ideal deseado por
el joven soberano.
Otro aspecto a tomar en cuenta es el hecho de que no se edificó en
un lugar llano y extendido, ya sea porque influyó la costumbre del Inter-
medio Tardío de no ocupar las tierras de cultivo o porque no había sufi-
ciente espacio en el estrecho cauce del río. Entre los factores a considerar
en el caso de ser Incahuasi una réplica del Cusca antiguo, es el hecho de
que sus constructores tuvieron que adaptarse a las condiciones muy distintas
del terreno. De todos modos, se procedió a dividir el Cusca y lo más im-
portante es observar con qué criterio se procedió al corte de la capital para
edificar su réplica en las quebradas pegadas a los cerros.
Suponiendo que el Cusca fue dibujado y pintado sobre una superficie pla-
na )' que se le sobrepuso una maqueta de las quebradas de Lunaguaná, de
la zona que interesa, dándole una orientación norte, haciendo girar la ma-
queta para que coincidiera 'en una misma línea con la pintura, se encuentra
11. Sarmiento de Gamboa 1942, cap. 39; Betanzos 1968, cap. 10 y cap. 16; Garci-
laso de la Vega 1943, tomo 1 cap. XXVI: 118; Cobo 1956, tomo 11, libro 12, cap. XIV.
GUARCO y LUNAGUANAi 189
que la parte sur del Cusco, o sea Urin, corresponde a la Plimera quebrada
al oeste. Ahora bien, en todos los valles de los Llanos, lurín se identifica
con el litoral y el mar, mientras anan será siempre el valle o la quebrada
hacia arriba en relación a la costa. Sugerimos que el lugar llamado El Arca
fue la parte de Urin Cusco con el templo del Solo Inticancha, sus plazas y
plazoletas. Por ser un espacio limitado, el grupo de construcciones que lo
rodea está en alto, formando un anfiteatro.
12. El nombre de la gran plaza del Cusco, Aucaypata, proviene de la voz: Aucca-
enemigo o adversario y Auccay hailli-canto triunfal y fiesta de victoria (Diego González
Holguín, 1952). En dicha plaza se celebraban las grandes fiestas de triunfo. Es posible
que estuviese dividida en dos mitades, una parte correspondía al bando de Urin y la
otra al Anan. Cobo (1956, Tomo 11, lib. XIII: 177) dice que en el quinto ceque de Anti-
suyu existía una piedra llamada Usno situada en la plaza de Hurin aucaypata. La voz
aucaypata es' mencionada por Guamán Poma en foja 339.
13. Pedro Pizarro (edición de 1978, cap. 14, págs. 87-88)
"El Marqués hizo aposentar la xente alrrededor de la placa aposentándose él en
Caxana, unos aposentos que heran de Guaina Capa, y Gon<;alo Pi<;arro y Juan Pi<;arro,
sus hermanos, en otros que estauan junto a esta Caxana ... ". También en Cabo (1956,
T. 11, libro 12, cap. XVI).
190 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
lando los valles costeños y hubo que esperar siglos antes de hallar un cam-
bio favorable en la curva demográfica. 14
Consideraciones finales
La investigación etnohistólica se ve obligada a seguir las noticias con-
tenidas en los manuscritos, de ahí que varíe y difiera el estudio de cada valle
costeño de acuerdo al tipo de información obtenida a través de los docu-
mentos.
Para el señorío del Guarco conseguimos referencias sobre las fortificacio-
nes del valle. Existía no poca confusión que tratamos de dilucidar ubican-
do los varios fuertes en sus respectivos lugares. Otros temas son los canales
de riego, la tenencia de tierras de los mitmaq, impuestos por los Incas, y
los campos pertenecientes al dios Pachacamac. Estas chacras cultivadas por
una mano de obra local eran similares a las tierras del Sol durante el domi-
nio inca, e indican una antigua costumbre de reciprocidad religiosa asimétrica
en el mundo andino, ampliada posteliormente por los Incas a nivel estatal.
Estos hechos demuestran una influencia religiosa que la lingüística había ya
señalado (Torero 1970).
La escasa información arqueológica indica que los Guarco supieron con-
servar su independencia frente a sus vecinos, tanto de la costa como de la
sierra, a pesar de suhir fluctuantes influencias culturales, a través del tiempo,
de los otros valles de los Llanos.
Los datos para el señorío de Lunaguaná son distintos a los de Guarco
)', aunque bastante escuetos, tienen el valor de remontarse a 1534 o sea cuan-
do la capital de la gobernación de Pizarra estaba aún ubicada en Jauja. El
nombre del curaca era Lunaguanay )' de acuerdo con la fonética del que-
chua costeño significaría hombre guanay u hombre páiaro. El señorío estaba
formado por cuatro guarangas )' ninguno de sus caciques habitaba Incahuasi,
asentamiento construido por Tupa Yupanqui mientras tardaba la conquista del
Guarco. El problema de la edificación de este centro monumental es parti-
cularmente interesante debido a la referencia de Cieza de León de ser una
réplica del Cusco. Analizamos la hipótesis de trabajo dejando abierto el de-
bate. Por último, publicamos dos tasas virreinales de Lunaguaná, la primera
de 1577 )' luego la revisita de 1589, que se hizo necesaria debido a la baja
demográfica ocurrida en el valle.
14. Para noticias posteriores sobre la Tasa de Cañete, Lunaguaná, Coayllo, Chilca y
Mala ver AGN-Juicios de Residencia, Legajo 27, cuadernos 75 y 76, años 1628-1629.
En 1635 en unos autos fiscales sobre la división de un beneficio, Luis de Agüero,
bisnieto ·del conquistador Diego, pedía no se diera reemplazo al cura fallecido de Pacarán.
Argumentaba Agüero la poca gente de su encomienda y que sólo existiera la doctrina
en Lunaguaná pues: "la última revisita no se hallaron más indios que ciento y cincuenta
tributarios en todo el repartüniento" de Lunaguaná. Archivo Arzobispal de Lima Curatos,
Legajo 15.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
192
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Apéndice 1
JOSÉ DURAND
EN 1966 LLEGÓ a mis manos un curioso libro manusclito e inédito del maes-
tro don Luis Joseph de Castro Domonte, limeño, cuyo nombre no aparece en
las bibliografías peruanas o extranjeras de impresos: ni en José TOlibio Me-
dina, ni en la Biblioteca de Mariano Felipe Paz-Soldán, ni en Val-gas U gar-
te, ni en la segunda edición del Palau, etc. Se trata de la Vida de'D. CarGÍa
d'Toledo Bracamonte Natural de la Ciudad de Truxillo del Peru, fechada
"En Truxillo año d'170S". El tema es hagiográfico, pero el virtuoso Val-ón
fue un seglar de linajudos apellidos. Si los trujillanos tienen fama de parti-
cular orgullo nobiliario, don GarcÍa figura por sus padres en la más rancia
aristocracia. Fue además regidor del cabildo. Los tres primeros capítulos de
la Vida traen noticias de la ciudad: aquí se reproducen. Aunque breves, son
una antigua relación de historia trujillana, bien anterior a Feijóo de Sosa,
Martínez Companón o Lecuanda, todos ellos del XVIII tardío.! Sólo antece-
de a nuestro autor un importante fragmento anónimo escrito hacia 1604. El
librillo de Castro Domonte, criollo ligado al mundo norteño, trata mayormen-
te de hechos ocunidos en el XVII. Tanta es la falta de historias peruanas
[signo]
alonso uzeda escribano
publico y del cabildo.
GUARCO y LUNAGUANA 203
Apéndice 2
JOSÉ DURAND
EN 1966 LLEGÓ a mis manos un curioso libro manusclito e inédito del maes-
tro don Luis Joseph de Castro Domonte, limeño, cuyo nombre no aparece en
las bibliografías peruanas o extranjeras de impresos: ni en José Toribio Me-
dina, ni en la Biblioteca de Mariano Felipe Paz-Soldán, ni en Vargas Ugar-
te, ni en la segunda edición del Palau, etc. Se trata de la Vida de'D. CarGÍa
d'Toledo Bracamonte Natural de la Ciudad de Truxillo del Peru, fechada
"En Truxillo año d'1708". El tema es hagiográfico, pero el virtuoso varón
fue un seglar de linajudos apellidos. Si los trujillanos tienen fama de parti-
cular orgullo nobiliario, don Carda figura por sus padres en la más rancia
aristocracia. Fue además regidor del cabildo. Los tres primeros capítulos de
la Vida traen noticias de la ciudad : aquí se reproducen. Aunque breves, son
una antigua relación de historia trujillana, bien anterior a Feijóo de Sosa,
Martínez Companón o Lecuanda, todos ellos del XVIII tardío.! Sólo antece-
de a nuestro autor un importante fragmento anónimo escrito hacia 1604. El
librillo de Castro Domonte, criollo ligado al mundo norteño, trata mayormen-
te de hechos ocurridos en el XVII. Tanta es la falta de historias peruanas
locales -aparte Lima y el Cusco- que estos capítulos bien merecen la pe-
na. No hay que exagerar alabanzas: las noticias no son ni copiosas ni ex-
traordinarias; sí, en cambio, curiosas, vmiadas y de buena fecha; sirven ade-
más para informarnos sobre las gentes y vida cotidiana de la ciudad.
El manuscrito se vendía en Valencia y me habló de él Xavier Barthes,
alumno mío en la Facultad de Letras de Toulouse. Ignoro cómo llegó allí,
limpio de sellos. El interés que me ha demostrado por la oblita el historia-
dor Jorge Zevallos Quiñones, excelente conocedor de archivos coloniales, me
ha movido a cederle la edición completa, y asimismo el estudio del perso-
naje y su biógrafo. Doy sólo un adelanto. Con él quiero asegurar la pron-
ta aparición de esas informaciones regionales y registrar la existencia de la
obra, mediante su puntual desclipción. Van también unas primeras noticias
del oscuro autor que la compuso y de aquel seglar trujillano muerto con fa-
ma de santidad. Para ello me baso en la propia obra, pues de ambos perso-
najes ni trata el Diccionario de Mendiburu, ni tampoco, para mi sorpresa,
tiene datos el propio Dr. Zevallos, autoridad en asuntos norteños. Los ape-
llidos de ambos, claro está, le son familiares.
Castro Domonte escribe en estilo fácil, claro; alguna vez aparecen pa-
sajes felices. Su lengua es típicamente criolla y también su anarquía orto-
gráfica en el uso vacilante de s-coz. Una futura edición debería reproducir
exactamente el original, por su valor dialectal. Como suele ocurrir en mu-
chos escritos hagiográficos, el interés religioso de la obra no impide que tras-
luzcan vivas noticias del mundo local. Ello se advertirá mejor en una ver-
sión completa, imposible aquí.
1. El manuscrito
Portada:
t
Vida d'D. CarGÍa d'Toledo / Bmcamonte Natural de la Ciudad /
de Truxillo del Peru: su Rexidor y Depositario Ce- / neral por su
Magestad. / En cuya copia se expressan las admirables Virtudes y
favores con que Dios N.S. de nuevo lo ennobleció mas. / Escrip-
ilustre prelado; ignoro si sean la obra misma o material distinto. Es bien sabido que un
sobrino del obispo, don José Ignacio Lecuanda, fue oficial real en Trujillo, 1790, y lue-
go autor de una serie de artículos publicados en el célebre MerCU1'ío Pel'ltano: "Des-
cripción geográfica de la ciudad y partido de Truxillo" (1793), "Descripción geográfica
de Piura", y "de Saña o Lambayeque" (1793). " ... de Cajmnarca" (1794); también se le
atribuye la "Descripción corográfica de Chachapoyas" (1792); declara usar 'las preciosas
indagaciones del IIImo. señor don Baltazar Jayme Martínez Compafíón" (Mercurio Peruano,
n Q 249, 1793, pág. 53). Durante el siglo XIX aparecieron trabajos de interés: cf. José
Toribio Polo, "Apuntes sobre Trujillo y sus obispos", en Manuel Odriozola, Doct~mentos
literarios del Pel'ú, Lima, 1877, vol. X, págs, 327-370 y apéndice; vol. XI, págs. 292-303;
también Pedro José Vilchez, Nomenclatura de los señores obispos de Tmjillo, Trujillo,
1845. Recuérdense, en fin, clásicos repertodos, como Antonio Alcedo, Diccionario histó-
rico-geográfico de las Indias Occidentales, Madrid, 1786-1789, o Gil González Dávila,
Teatro eclesiástico, Madrid, 1655, vol. n, pp. 137-144 para esta diócesis peruana.
I I
TRUJILLO EN EL XVII 217
2. Estos datos biográficos se hallan en la Vida, caps·. IV, VI Y XV; omito adrede
diversas informaciones que se hallan a lo largo de ese mismo texto; tampoco aprovecho,
salvo en un caso, la antigua bibliografía trujillana arriba citada, para enmarcar mejor las
noticias (cf. stl.pm, nota 1). Quede ello a cuenta de un próximo estudio, propio (} ajeno.
Para el ATte ele Carrera, cf. R. Vargas Ugarte, S. J., IrnpTesos peruanos (1584-1650), en
Biblioteca Pe1'Uana (vol. VII, n9 333).
3. Lo cuenta Feijóo de Sosa, cap. 3 y luego Lecuanda, MeTcmio Pe1'llano, n 9 253.
Da más noticias éste. Palma publicó el Peje chico en la Revista de Lima, 2'" época,
1873, vol. 1, pp. 117-121; sitúa los hechos en 1575 y cita a Feijóo ele Sosa. Está fecha-
da en "Lima, Marzo 15· ele 1873". Apareció en la 2" serie de Tradiciones, Lima, 1874,
pp. 51-57. Es evidente que usó también a L ecuanela; el MeTcttTio andaba presente gra-
cias a la selección que ele ella imprimió Manuel A. Fuentes. Un cacique obtuvo de Gar-
ci Gutiérrez promesa de beneficios para los indios de Mansiche y Huaman a cambio de
revelar la existencia de la huaca. No le cumplieron y aun lo aprisionaron, por lo cual
recurrió a Felipe II. Vuelve al tema Mendiburu, Diccionario históTico-biográfico del Perú,
Lima, 1890, vol. VIII, pp. 71-72, Y antes de él, en 1877, José Toribio Polo, loe. cito
Según Feijóo, Garci Gutiérrez fue hijo de Alonso Gutiérrez Nieto, vecino conspicuo entre
los primeros pobladores de Trujillo.
4. Rosalía Avalas de Matos me recuerela que en la ciudad de Chanchán se perpe-
túa el nombre familiar en una de sus plataformas funerarias: Huaca Toledo.
TRUJILLO EN EL XVII 219
siglo y luego casó con una doncella, de cuyo nombre y lugar de residencia
tuvo premonición : doña Joana María de Castro Domonte, justamente la her-
mana de nuestro autor. Vivía también en "los valles (así se llaman los lu-
gares que hay entre Paita y Truxillo)".5 De allí que Don Luis Joseph lla-
me repetidamente "hermano" a su cuñado, a quien parece admirar con sin-
ceridad. Algo- contarla en ello, y aun mucho, el orgullo familiar. En todo
caso, Castro Domonte esclibe de buena fe, a la vez que como espejo de
cuñados.
Los Castro residían en la comarca y nuestro autor, cura de Cajamar-
quilla, andaba unido a su diócesis como la carne al hueso. De su propia al-
curnia informa, harto complacido, con ocasión del matrimonio. El origen pa-
terno se remontaba a Monforte de Lemos, en Galicia, pero tenía antigüedad
en el Perú desde la Conquista. Sin duda por esta rama venía de uno de los
fundadores de Trujillo.6 La madre, prima hermana del marqués de Villa-
marín, era de sangre gallega, del Pazo da Veiga. El hermano mayor de
don Luis Joseph fue asimismo cura. El autor, quien se presenta como lime-
ñ'o, habla de Atacama en el prólogo, región que bien pudo conocer. Su pa-
dre, por "un gobierno" en que el viney lo ocupó, se trasladó a la costa norte.
Quizás fuese algún funcionario itinerante. De un modo u otro, el libro se
siente adscrito a la región trujillana, cuyas glOlias consigna.
Hubo además un licenciado don Francisco Domonte, primo suyo, en un
tiempo confesor del virtuoso- don GarCÍa. 7 Los lazos familiares parecen ha-
ber sido óptimos.
SOlprende la prontitud con que el autor se lanzó a presentar el carác-
ter heroico de las virtudes de su cuñado. Murió el 15 de marzo 1707 y antes
del 19 de agosto del año siguiente el texto andaba ya escrito y conegido,
tras recoger y velificar noticias; recuérdese que la primera dedicatolia lle-
va esa fecha. Debió ser grande la fama de Toledo Bracamonte cuando, an-
te hechos recentísimos, se le atribuyeron singulares favores divinos, de ca-
rácter milagroso. La causa de beatificación no prosperó, que sepamos, y no
debió favorecerla mucho el cercano parentesco del panegüista. Por lo de-
más, el librito carece de licencias: sólo hay una Protestación en que Cash"o
Domonte acata las normas católicas estatuidas en asuntos como el suyo
(f9 9 r 9 ).
5. Cf. Vida, f9 27, r9; para el autor, Don CarcÍa tuvo extraordinario don profético,
al cual se refiere adelante.
6. Entre los hidalgos fundadores estaban "Cristóbal de Angula, Lorenzo de Ulloa su
yerno, y Juan Pérez de Guevara, yerno de éste también, y primer general del Mar del
Sur, ascendientes" de los Castro Domonte (f9 11 r9 ).
7. Vida, f9 56 r9
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
220
y, en fin, patria gloriosa del cuñ'ado que le tocó en suerte. Llama la aten-
ción advertir cuánto se detiene el criollo en las grandezas prehispánicas de
los chimús, y aun los mochicas. Así escribe de Chanchán: "Bien cerca del
mar se ven las ruinas de otra ciudad, que fue corte del Gran Chimo, monarca
de ellos; es su extensión tanta que hay quien afirme que su circunvalación
ganara, por mayor, si con ella apostasen a medirse las de Sevilla y de otras
grandes ciudades de Europa" (1'0 v9 ). Pondera sus dos snntuosos palacios y
la grandeza de aquella corte. Lejos está de lo que siglos atrás escribió to-
do un Cieza de León, para quien la única ciudad peruana que merecía
tal nombre era el Cusco. 8 Castro Domonte consigna la importancia del an-
tiguo comercio indígena, la riqueza aurífera y la enorme magnitud de la
pesquería, en la cual quince mil balsas salían diariamente a la mar: impre-
sionante espectáculo.
No menos de admirar son para él las esmeraldas y el oro aparecido en
los entierros de Moche. Se llega así a los tesoros, llevados a carretadas,
provenientes de la huaca legendaria de los Toledo (11 r 9 ); el punto se con-
signa sin entrar en mayores detalles.
Claro está que el autor destaca la fundación de Trujillo por Francisco
Pizarro, dándole el nombre de su villa natal. Recuerda los veintitrés caba-
lleros hijosdalgo que la poblaron : entre ellos antepasados y parientes de los
Castro Domonte. No faltan rápidas indicaciones muy varias: el clima, el
temblor terrible del 14 de febrero de 1619, la feracidad de Chicama, las de-
licias de la chirimoya, la devoción por el santuario de Goaman, el paso de
los santos Toribio de Mogrovejo y Francisco Solano, así como noticias so-
bre el comercio y las riquezas locales durante aquellos años. Hay colori-
das anécdotas y alguna descripción afortunada. Escribe que, según ocurre en
la costa peruana, no hay allí rayos, nieves, ni grandes lluvias; sin embargo
el suelo
. .. con sólo un blando rocío que apenas se percibe, humedécenlo
el invierno; se mira el que era arenal árido cubierto de plantas,
especialmente en sus alamedas, jardines, huertas y macetas portá-
tiles de nuevas flores, siendo las más celebradas las que llaman
9. Vida, fO 12 rO; aquí, como en otros pasajes de esta nota introductoria, salvo
cuando se describe el manuscrito, modernizo la ortografía y puntuación. Sin ello, sufri-
ría la fluida expresividad del autor.
10. Las noticias sobre obispos trujillanos que ofrece Polo, o las que González de la
Rosa recoge de Compañón, tampoco son de gran riqueza; bien les hubiera venido po-
seer algunas de Castro Domonte. Sólo comparando los sencillos capítulos que aquí repro-
duzco con las noticias conocidas hasta el siglo pasado pueden apreciarse justamente.
11. Romero no firmó su nota "Fragmento de una historia de Trujillo", Revista His-
tórica, Lima, 1925, vol. VIII, pp. 86-118; para la adición de Vargas Ugarte ver vol. X,
pp. 229-235. Años atrás, en 1920, al iniciar la segunda serie de la Colección de obras
históricas que publicaba junto con Romero, Horacio H . Urteaga anunció que se proponía
dar a luz "una historia inédita sobre el corregimiento de Trujillo y descripción de la
flora y fauna". Estaba prevista para el vol. X.
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222
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TRUJILLO EN EL XVll 223
huacas y en particular el que para urna de sus cenizas se empina cerca del
pueblo. de Mo.chi (sic), en lo.s cuales encerró grande suma de aquel o.ro. y es-
meraldas, sirviendo. aho.ra to.da de traer a mucho.s desvelado.s para sacarla de
su clausura. Esta tradición co.mpro.bó el buen éxito. que tuvo. de una de estas
huacas la diligencia de uno. de lo.s To.ledo.s ascendientes del siervo. de Dio.s
do.n García, pues fue tan co.pio.so. el caudal que dio. a luz que se co.nducía en
carro.s a la ciudad dejando. aquella vía co.n la deno.minación de ser la de las
carretas; y po.r ciento. y o.cho. mil peso.s castellano.s de o.ro., que pagó de quin-
to.s a Su Majestad en la Real Caja (según he visto. en papeles de lo.s servi-
cio.s de esta casa) se co.mputará la grandeza de este teso.ro., en el cual se ha-
llaro.n también algunas esmeraldas.
A distancia de co.sa de una legua de esta antigua po.blación, pues, aquel
Jo.sué españo.l, glo.ria de Extremadura, ho.no.r de la Euro.pa y América, envidia
de Asia y Africa, el marqués do.n Francisco. Pizarro. fundó una ciudad que dicen
está en altura de 8" y es de las principales del Perú, a la cual co.ndeco.ró co.n
el no.mbre de su patria, Trujillo., debajo. del particular patro.cinio. de nuestro.
apósto.l Santiago.. Y según co.nsta de sus antiguo.s mo.numento.s, las primeras
basas so.bre quienes se levantó este edificio. po.lítico. fuero.n veinte y tres caba-
llero.s hidalgo.s de cuyo. número fuero.n Cristóbal de Angulo., Lo.renzo. de Ullo.a
su yerno., y Juan Pérez de Guevara, yerno. de éste también y primer general del
Mar del Sur, ascendientes de la co.nso.rte del siervo. de Dio.s do.n García. No. se
le calle esta o.tra excelencia de su grandeza a la nueva po.blación, pues en
tiempo. que aún eran po.co.s lo.s españo.les transmigrado.s al Perú no. fue co.rto.
aquel número. so.bre ser tan lucido.: y de este alto. principio. y no.bles padres
se esperaro.n lo.s glo.rio.so.s pro.greso.s e ilustres hijo.s, que se van siempre acla-
mando.; y en co.nsecuencia de to.do., desde luego. se empezó a experimentar es-
te lugar muy leal a su seño.r natural, po.rque en aquel tiempo., co.nturbado. co.n
espanto.sas guerras, nunca hubo. en él sublevación, antes saliero.n de su ve-
cindad valero.so.s adalides y so.ldado.s que mantuviero.n en un ser la Vo.Z del
Rey a su co.sta; y de ello.s fuero.n lo.s antepasado.s de nuestro. do.n García
y Diego. de Mo.ra co.ntra (Go.nzalo.) Pizarro., do.n Juan de Sando.val co.ntra Gi-
rón y otro.s; y se cuenta del capitán Juan Delgadillo., o.tro. vecino. hidalgo. (cu-
yo. nombre merece eternizarse), que habiéndo.se alo.jado. (la cual estaba des-
pués del puesto. en que ho.y se venera el Co.nvento. de Santo. Do.mingo.); luego.
que pasaro.n para purificarla de aquel co.ntacto. so.lo. y estampa de sus huellas
la mandó quemar co.n cuantas alhajas incluía, y echar po.r lo.s suelo.s sus
paredes.
Así se transmutaro.n mejo.r ella en castillo. de fuego.s y sus llamas lumi-
narias para celebrar la fidelidad de su dueño., subiendo. lo.s humo.s su lealtad
hasta las nubes. Pero. aún más subió el seño.r emperado.r Carlo.s Quinto. a es-
ta fundación dándo.le en Vallado.lid en siete del mes de octubre de mil quinien-
to.s y treinta y siete año.s título. de ciudad y escudo. de armas, que se co.mpo.ne
de un grifo, coro.na y do.s basto.nes de o.ro., y la letra K , que era la inicial de su
no.mbre, co.n sus do.s co.lumnas, so.bre azules encrespadas o.ndas del mar, co.mo.
parece del despacho. que he visto. firmado. de su mano. cesárea ante Jo.an Bap-
tista de Molina, su secretario., del cual se infieren su antigüedad, y ese creci-
do. ho.no.r que la co.nstituye ciudad imperial, po.r co.ntener co.mo. pro.pias las ci-
fras del augusto. no.mbre y de sus célebres co.lumnas ; a cuyas glo.rias puede
ho.y añadir les excelso.s blaso.nes de las virtudes de do.n García para so.brepues-
to.s de esa co.ro.na, -co.mo. de precio.sas piedras, su fe po.r ametisto., su esper
za po.r esmeralda, su caridad po.r carbunclo., su penitencia y mo.rtific~~~~o.~t.E-":-!'!~~I\¡~-1~
rubí y po.r diamante su co.nstancia.
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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
224
Varias memorias que con loores representan a estos fundadores han que-
dado en ser hasta hoy en esta ciudad: tales son las, de don Joan de Sandoval
y de don Joan de Avendaño, que al primero dejó todas sus haciendas para que
se diese de vestir y se repartiese una cuantiosa limosna a los indios de la pro-
vincia de Goamachuco, sus encomendados; y al segundo para que con la do-
te de ellas se fundase un colegio de la Compañía de Jesús, que es el que ilus-
tra la ciudad. Tan generosos y cristianos eran los ánimos de aquellos héroes .
Lo mucho que se ha engrandecido, pues, la estructura de esta república
en lo formal no cabe en este capítulo, harán otros dos lugar aparte, mientras
que éste concluye con lo material de ella. El cielo que goza es benigno, los
ardores del sol templados con los aires del sur, y logra, por inmediata al mar,
más fresco temperamento que otros lugares de aqu~llos valles. El suelo es tan
fértil que, con no experimentar inclemencias de las nubes (no sólo de truenos
y rayos que a él no llegan, sino. de tempestades de nieve y de lluvias), co.n sólo
un blando rocío que apenas se percibe humedecerlo el invierno, se mira el
que era arenal árido cubierto de plantas, especialmente en sus alamedas, jar-
dines, huertas y macetas portátiles de diversas flores, siendo las más celebra-
das las que llaman suches: ya amarillas como de oro tirado de lustre; ya blan-
cas como de nieve con listas carmesíes, de encendidos arreboles para apete-
cida lisonja de los ojos; y qué diré de aquellos contornos aplaudidos de sus
serrezuelas, adonde se transforman los campos y ribazos en alcatifa s verdes
matizadas de flores naturales, cuya confusión, así por lo vario de su compostu-
ra como de sus colores, es una clara hermosura.
Las ruinas del temblor que asoló a esta ciudad a catorce de febrero el
año de diez y nueve de este pasado siglo,'" muestran que sus primeros edifi-
cios fueron suntuosos en corr espondencia de la grandeza de sus ínclitos po-
bladores, pero de éstas sus propias cenizas han renacido y levantádose otros
que de nuevo adornan sus calles y plazas, creciendo con temor de aquel peli-
gro lo que basta para descollar con gala y perfección sin subir a más para
precipitarse.
No creo hay en Indias ciudad que a ésta aventaje en la abundancia y sa-
zón de aquellas cosas que sirven al sustento y regalo del hombre; porque tiene
pan, carne, pescado, aceite, aceitunas, arroz y demás semillas. Dulce en gran-
de copia, y de singulares invenciones para ser el hechizo del gusto, frutas en
cantidad: así de las generales de Europa que produce la América (melones,
uvas, peras, melocotones y otras), como de las particulares del país, y éstas
con más grados de sabor; entre todas sobresale la chirimoya, que por delica-
da es con propiedad más criolla, su flor es fragantísima, su fo.rma y tamaño
de o.villo, aunque por algún lado queda empinada; su peso en las mayores de
dos libras, y en algunas de tres; su calidad, fría, tiene la corteza salpicada de
conchas y ésta aun madura es verde; y el blando manjar que incluye, más sa-
' 1 zonado cuando está cuajado., como aun en leche, en él se unen el sabor del
I dulce y el suave sabor de esta fruta; pero se gustan allí conservados, como
que cada cual sobresale por su parte, a un tiempo.
Seis leguas está distante el Proveedor de esta ciudad, que es el valle de
Chicama, para cuya fertilidad se ha de ir a buscar la comparación tan lejos
como a Sicilia, porque en aquel breve hueco que hizo en él la inundación ge-
neralha rendido ordinariamente ochenta mil fanegas castellanas de trigo, y
en varios ingenios que también contiene para beneficiar caña dulce, se labran
en unos cuatro mil y en otros cinco mil, y aun siete mil arrobas de azúcar, y
otras partes, donde tienen sus numerosos vecinos gran comercio. Pero como al
mar tributan todos los ríos sus caudales, así en correspondencia a esta ciudad,
que está con acierto en el tránsito para la corte y resto del reino, tributan la
ropa de Castilla y de la China, Panamá y México la de la tierra; Quito, las made-
ras y tablas es Goayaquil; el cebo, jabón y cordobanes, los Llanos; el tabaco
y mulas, Jaén; los ganados todos para su abasto y los pabellones y abrigos
para los lechos, Cajamarca y sus distritos (las almendras, rara y nueva delicia
del gusto); y las lonas, Chachapoyas; el ero, Pataz; la plata blanca, Conchucos;
el vino, Lima; y estos años de carestía hasta Chile sus dorados granos .
Para conducción de unos géneros y transporte de otros tiene tres puer-
tos, y aunque se halla defendida de las invasiones de piratas con la fuerte
muralla y baluartes que sus vecinos han fabricado en estos tiempos, tengo por
ocioso este reparo cuando está en la marina y uno de esos puertos, guarneci-
do por sus dos costados de divinas fuerzas, pues está situada en medio de
aquellos dos santuarios que la tienen debajo de su amparo: el milagroso San-
to Cristo de Goamán en cuya casa de misericordia todos se refugian los vier-
nes, y la veneradísima imagen de Nuestra Señora del Socorro, que muy a lo de
Cielo se tiene en tierra a la Divina Estrella de los mares, que es por su luz un
mar de estrellas, siendo éste que ofrece la salida de aquel mar de aguas, el
mismo que franquea la entrada a este otro mar de gracias.
Dejaron en esta ciudad sus sagradas huellas los gloriosos Santo Toribio
Alfonso su prelado y San Francisco Solano su apóstol, ambos lumbreras gran-
,des del Perú, y con ellas santificaron a este suelo que pisaron. Hasta hoy se
conserva la celda del segundo y un árbol palto adonde bajaban las avecillas
a cantar como en facístol lozano alabanzas al Señor, al son de un instrumento
que las tocaba, y ambos santos tienen sin duda a este lugar uno debajo de su
capa magna y otro de su manto humilde.
y una custodia grande de este mismo noble metal para el Santísimo Sacramen-
to, cuyo sol esparce propiamente rayos de finísimo oro, acompañado de muchas
estrellas terrestres, que son los diamantes, rubíes, esmeraldas y amatistas que
hay engastados en toda ella; siendo por esta suma de las más ricas iglesias de
Indias.
Por la primera silla de su coro, pues se halla en esta ciudad otra nueva
excelencia que no tienen las demás de su nombre, que es la de tener esta sola
esa silla pontifical a quien acompañan las del Deán, Arcediano, Chantre, cua-
tro canónigos, los dos de oposición y dos racioneros, que tienen por erección
fuera de dos curas rectores, seis capellanes, sacristán mayor y otros muchos
ministros y músicos; y de estas sillas que fueron las primeras fundamentales
que ocuparon, cinco de sus prebendados subieron a otras, y por último a
presidir en las superiores de algunas iglesias; pues el señor doctor don Joan
Machado Chaves, su Arcediano y Deán, y el autor de aquellos aplaudidos to-
mos del Perfecto Confesor, ascendió a Obispo de una de las iglesias de estos
reinos. El señor doctor don Sancho Pardo de Cárdenas, su Deán, que pasó a
Canónigo de oposición de la Metropolitana de Lima, ascendió a Obispo de Pa-
namá; el señor doctor don Pedro de Reina Maldonado, su canónigo, y autor
de otro libro que corre igualmente celebrado, volvió de España con mitra, adon-
de fue a negocios de esta iglesia. El señor doctor don Martín de Velasco y "Mo-
lina, su canónigo, que pasó a serlo a las iglesias de Arequipa y Lima (en ésta
por oposición) y también fue Chantre de ella y catedrático de Prima de Teolo-
gía en la Real Universidad de San Marcos, ascendió a Obispo de La Paz. El
señor doctor don Fernando de Balcázar, su Chantre, que pasó a ser canónigo
por oposición a Lima, murió electo Obispo del Paraguay.
y entre sus glorias la iglesia, entre sus excelencias la ciudad cuentan por
muy encumbrada la de aquella suerte que han tenido en los grandes prelados
que las han regido; todos por un igual esclarecidos en la sangre, en la sabidu-
ría y en las virtudes y celo pastoral, los que presentes han gobernado son do-
ce, por este orden con que refiero sus nombres (que éstos han de ser los que
mejor digan por sí mismos su grandeza).
El ilustrísimo señor maestro don fray Francisco de Cabrera fue el primero
y en todo un prelado primitivo; el ilustrísimo señor doctor don Carlos Marcelo
Carne, catedrático de Artes en la Universidad de San Marcos de Lima y canó-
nigo magistral en su iglesia, se siguió a ser Obispo de esta ciudad, que era su
misma patria, y en ella, por su virtud y ciencia, fue amado como hijo y venera-
do como padre; sucedióle el ilustrísimo señor maestro don fray Ambrosio Valle-
jo, noble hijo de la Andalucía y nueva gloria del Carmelo, vino con la mitra
de Popayán a Indias y sus méritos le repitieron la de Trujillo, adonde dejó buen
nombre; siguióle en todo el ilustrísimo señor doctor don Diego Ruiz de Montoya,
con la prelacía de Popayán y después de esta ciudad; fue varón de heroi-
ca virtud y de sublimes letras, de quien se cuenta que en ocasión de salir a
visitar esta diócesis tuvo con un anuncio del Cielo aviso de su muerte, y con
otro de Lima de su promoción a la ciudad del Cuzco. Por su falta entró a ser
Obispo aquí el ilustrísimo señor doctor don Pedro de Ortega Sotomayor, Canó-
nigo de oposición de la iglesia de Lima, su Arcediano y catedrático de Vísperas
y de Prima de su Real Universidad; mucho lustre del Perú y gran honor de su
¡escuela, pasó de esta iglesia a las de Arequipa y del Cuzco. Y vinieron a es-
ta ciudad del Obispado de Goamanga, uno en pos de otro, los ilustrísimos se-
ñores doctores don Andrés García de Zurita y don Francisco del Campo Godoy,
insignes catedráticos de la misma universidad y prebendados de la propia igle-
TRUJILLO EN EL XVII 227
" Dicen que vino de Inquisidor de México a Trujillo ya consagrado y se llamó clon
Gerónimo de Cárcamo dicho señor, primado Obispo de Trujillo.
"" El señor Ronquillo fue trinitario antes y Obispo de Cartagena de Indias, murió
en su convento de Córdoba con opinión de santo.
''''''El señor doctor don Joan Mar de Bustamante y Medrano.
TRUJILLO EN EL XVII 229
Cap. 3. De los hijos insignes de la ciudad de Trujillo del Perú y sus contornos
Obispos
Los ilustres hijos con quienes se complace esta ciudad y aquellos que la
honran y que mutuamente han sido honrados de ella son éstos: el primero, y
con razón, el ilustrísimo señor doctor don Carlos Marcelo Corne, su Obispo, cu-
yas letras, puestos y virtudes dejamos ya insinuadas. El ilustrísimo y reverendí-
simo señor maestro don fray Nicolás de Ulloa, del orden de San Agustín, Prior del
Prebendados
Don Julián de la Torre, ongmario de esta ciudad y su Deán y Comisario
de la Santa Cruzada; el doctor don Pedro de Prado, sujeto de excelentes letras,
cura de la doctrina de Reque, Canónigo y Deán de la Santa Iglesia de Goa-
manga y maestre de escuelas de la metropolitana de La Plata, originar io tam-
bién de dicha ciudad. El licenciado don Francisco de Zubiate, cura rector de
su Catedral, Provisor y Vicario General del Obispado, Canónigo doctoral, Chan-
tre, Arcediano y Deán en ella y Comisario de la Santa Cruzada. El licenciado
don Francisco Cavero de Ulloa, cura de su Catedral y de Lambayeque, Canóni-
go, Cha ntre y Arcediano en ella y Comisario de la Inquisición y Cruzada. El
maestro don Fr ancisco de Otiñano y Loyola, que nació en el distrito y cercanía
de esta ciudad, cura de Olmos, de Paita, Racionero, Canónigo, Chantre y Ar-
cediano de la misma iglesia. El licenciado don Juan López de Saavedra, del
distrito de dicha ciudad, cura de Saña, de Mochumi, Canónigo y Chantre en
ella y Comisario de la Inquisición y Cruzada, Pi-ovisor y Vicario General del Obis-
pado. El licenciado don Diego Torres y Velasco de Piura, en este Obispado cu-
ra de Sechura y de Catacaos, Canónigo y Chantre de dicha iglesia y Comisario
de la Santa Cruzada. El licenciado don Joan Sánchez de Arroyo, cura de su
Catedral, y su Racionero, Canónigo y Chantre, Comisario de la Santa Cruzada.
El doctor don Alonso de Aranda, Chantre de la iglesia de Arequipa. El licencia-
do don Gonzalo Jacinto de Miranda, cura de la catedral de Lambayeque, y de
Mochumi y canónigo de dicha iglesia. El licenciado don Vitaliano de Vega Ba-
zán," cura de Ayabaca y canónigo Magistrat en la mesma iglesia, aunque natu-
ral de la ciudad de Chachapoyas en la jurisdicción de este Obispado. Es nieto
de Lorenzo de Ulloa y de J oan de Guevara, y por esta parte (pues como se ha
dicho fundaron esta ciudad) se añade aquí como nieto también de los mesmos
el doctor don Fer nando de Castro Domonte, que después de cura de Olmos fue
Racionero de la dicha iglesia, hermano mayor de la mujer del venerable don
Gar cía de Toledo. El licenciado don Juan de Mancada y Escobar, Canónigo doc-
toral de la propia iglesia,''''' originaria de dicha ciudad y de Cajamarca, lugar in-
mediato a ella por la parte de la sierra. El licenciado don Martín Ferrer, cura
de Ayabaca, y Racionero en la mesma Catedral y también Racionero de ella don
Domingo de Cavero, antes cura de Piura; el doctor don Juan Cavero, Racionero
y después Canónigo de oposición de Lima. Estos son los prebendados de quie-
nes he tenido noticia.
Oidores
El señor licenciado don Antonio Aranguren, cura de la Catedral y de Mo-
chumi, Provisor de este Obispado, fue a Madrid nombrado en primer luga r en la
canongía doctoral de esta iglesia a la qual fue presentado, y se quedó por Oi-
dor del Supremo Consejo de Indias, pasando después a ser de la cámara de
ellas. El señor doctor don Joan de Huerta, Oidor de la Audiencia de Chile, In-
quisidor apostólico de Lima, Presidente, Gobernador y Capitán General del Nue-
vo Reino de Granada. El señor doctor don Andrés de Francia Cave ro, descen-
diente de los Caveros de esta ciudad, Oidor de Quito.
Catedráticos
El ilustrísimo señor Obispo don Fray Nicolás de Ulloa, ya mencionado, fue
catedrático de Vísperas de Teología en la Real Universidad de San Marcos . El
ilustrísimo señor doctor don Carlos Marcelo Corne, asimismo referido, fue cate-
drático de Artes en dicha universidad. El señor doctor don Joan de Huerta, arri·
ba escrito, fue en la mesma catedrático de Prima de Leyes. El reverendísimo
padre maestro fray Francisco de la Huerta, del orden de Predicadores, Juez
medidor de tierras en este Obispado por Su Majestad, fue catedrático de Vís-
peras y también de la Supernumeraria, y después de Prima de Moral en aquella
universidad. El doctor don Joan Cavero,'" de quien queda hecha relación, fue
catedrático de Artes, de Nona de Teología y hoy de Vísperas en la propia uni-
versidad. El doctor Joan de Icuzquiza de Trujillo y el doctor don Francisco
Bueno, de Cajamarca, catedráticos del Maestro de las sentencias.
Caballeros armados
Don Joan Esteban Roldán de Castilla, del orden de Santiago; don Manuel
Francisco Clerque del orden de Santiago, secretario del Rey nuestro señor, Co-
rregidor de esta ciudad de Trujillo, su patria, y Regidor perpetuo de la de Lima .
Este caballero 'e s muy cercano pariente de don García de Toledo. Don Joseph
Tiburcio de Villarro, el del orden de Santiago, es nieto legítimo de la casa de
Escobar de esta propia ciudad. El señor oidor don Andrés de Francia, Cavero
de los Caveros de aquí, del orden de Santiago. El dicho doctor don J oan Ca-
vero y su hermano don Bartolomé Cavero, ambos del orden de Calatrava: y
ahora se avisa de Madrid haber hecho Su Majestad merced de hábito de San-
tiago a don Esteban Ferrer y de Teniente General de la Artillería del Presidio del
Callao, con el gobierno más de Huancavelica; aquel poderoso mineral de azo-
gue que tanta ha enriquecido a todo el mundo .
Siervos de Dios
El padre Miguel de Rivera, clérigo sacerdote de los que residían en el Hos-
pital de San Pedro en Lima, cuya vida escribió en Roma el doctor don Francis-
co Antonio de Montalvo, del orden de' San Antonio de Viana, y se imprimió en
aquella superior corte, de la cual han venido muchas estampas de este siervo
de Dios. Conocíle y merecí tenerlo por padre espiritual para confesarme en Li-
ma. Vile muchas veces en oración mental delante del Santísimo Sacramento
y noté que tenía su venerable' rostro inundado con la copiosa venida de un
río de lágrimas, que por dos ojos salía de la parte superior de él. Remítome a
los que dirán su vida. El padre presentado y maestro fray Luis Galindo de San-
Ramón fue en el siglo hijo de nobles padres en esta ciudad y en la religión de
la Madre de Dios nuestra Señora de las Mercedes. Hanse hecho con licer¡.cia
del ordinario en Lima informaciones de su heroica virtud; y merecí conocerle
allí y l~ vi predicar un sermón despojado de la cintura para arriba, por la parte
" El dicho doctor don Joan Cavero pasó a catedrático de Prima y hoyes Obispo
de Santa Cruz y pasó a la iglesia de Arequipa.
TRUJILLO EN EL XVII
233
" V éanse ésta y otras muchas en la coronica de San Francisco y provincia de Lima
por fray Diego de Córdova, lib. 5, cap. 14.
BIO-BIBLIOGRAFIA DE EMILIO MENDIZABAL LOSACK
ROGGER RAVINES
1951 "Turay ... turay (leyenda de la selva )". Tradición. Revista Peruana de Cul-
tura. Año II, Vol. III, Nos. 7-10, pp. 60-73. Cusca.
1951-52 "La Tradición en la pintura colonial: Selenque" Tradición. Revista Peruana
de Cultura. Año II, Vol. IV, N9 11, pp. 50-58. Cusca.
1952 "Tradición e indigenismo: en busca de una expresión propia". Revista del
Instituto Americano de Al'te, Año VI, Vol. II, pp. 97-100. Cusca.
1952 "La improductividad artística contemporánea en el Cusca". Revista de la
Semana del Cusca . Cusca.
1954 "En torno al problema del arte nacional". Revista del Instituto Americano
de Arte. Año VII, Vol. II, pp. 135-156. Cusca.
1955 "Paucartambo y la Virgen del Carmen". Cultura Peruana. Vol. XV, No, 89.
Lima.
1956 "Consideraciones acerca del arte popular". Archivos peruanos de folklore,
Organo de la Sociedad Peruana de Folklore. Año II, NQ 2, pp, 9-27. Cusca.
1957 "Una contribución al estudio del arte tradicional peruano". Folklore Ame-
ricano. Tomo V, pp. 74-139. Lima.
EMILIO MENDIZABAL 237
1958 "El arte de José Sabogal". Revista del Instituto Ame1'icano de Arte. Mío
VIII, N9 8, pp. 187-192. Cusca.
1958 "Dos documentos sobre obrajes de Huamanga". Revista del Museo Nacional.
Tomo XXVII, pp. 273-274. Lima.
1962 "Textos culina. Nota preliminar". Folklol"e Americano. Revista del Comité
Interamericano de Folklore. Año X, N9 10, pp. 86-93. Lima.
1962 "Watuykuna. Nota preliminar". Folklo1"e Amel"icano. Revista del Comité Inte-
ramericano de Folklore, Año X, NQ 10, pp. 239-242. Lima.
1963 "Las dos versiones de Murúa". Revista del Museo Nacional. Tomo XXXII,
pp. 153-185. Lima.
1966 "El awkillo entre los descendientes de los Chupachu". Cuadernos de in-
vestigación. Antropología NQ 1. Universidad Nacional Hermilio Valdizán. pp.
61-78. Huánuco.
238 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
DUCCIO BONAVIA
los respectivos créditos que se dan para las ilustraciones, se dice textualmente:
"Photo by C. Donnan" (p. 139 Y p. 198 respectivamente).
La fotografía en cuestión reproduce una de las pinturas murales mochicas
que hubo en Pañamarca (en el valle de Nepeña) y que con el andar del tiem-
po se hizo tan conocida que sus motivos han servido de inspiración o han sido
copiados por artesanos actuales.
La leyenda de la fotografía en color dice textualmente: "Mural sobre una
pared de adobes en Pañamarca"; mientras que la de color sepia reza: "Un
mural policromo Moche pintado sobre una pared de adobe en Pañamarca".
Leyendo los mencionados libros se desprende, pues, que la pintura exis-
tió en Pañamarca tal como la ilustra el autor y que éste la fotografió in situ.
Esto es falso y para demostrarlo me remito a los hechos.
En efecto, la ilustración que presenta Donnan corresponde a la reproduc-
ción parcial de una réplica y no es de ninguna manera una fotografía tomada
directamente del original. La pretendida "fotografía" no es más que una tarje-
ta postal que aún puede comprarse en Lima y en cuyo reverso se lee: "543.
Tesoros del Perú - III. Fresco de Pañamarca (Valle de Nepeña), dado a cono-
cer en 1958 por el Prof. Hans Horkheimer. Cultura Mochica (Siglo IV a IX). Es
la más notable pintura conocida de esta cultura". Luego aparece el mismo
texto en versión inglesa. En la misma tarjeta postal se señala muy claramente:
"Ediciones de Arte Rep-Apartado 4110, Lima. Perú. Propiedad intelectual regis-
trada. Prohibida la reproducción total o parcial" (El subrayado es mío)." Para
que el lector pueda comparar, presento en la Fig. 1 la ilustración de la Lámina
2b del libro de Donnan y en la Fig. 2 la tarjeta mencionada. No caben dudas.
La historia de esta pintura mural es conocida por los especialistas y para
mayores detalles me remito a mis publicaciones de 1959 y 1974. Sin embargo,
para los efectos del caso merece la pena hacer un poco de historia.
El mural fue descubierto en 1958 por un ciudadano alemán residente en el
Perú, apellidado Billing. Hans Horkheimer tuvo noticia del asunto y visitó el
lugar el 30 de agosto del mismo año en compañía de un grupo de personas,
entre las que se encontraba el autor de esta nota. En posteriores visitas se
pudo comprobar el deterioro progresivo de la pintura. En vista del total desin-
terés de parte de las autoridades de entonces, para tratar de salvar ese valio-
sísimo testimonio, y gracias a la ayuda de la misión de la UNESCO en el Perú,
por intermedio de Gonzalo de Reparaz, es que en noviembre del mismo año
personal del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos -pudo efectuar el estudio de la pintura, que se publicó un
año después (vide Bonavia, 1959). En dicha oportunidad Félix Caycho Quispe,
dibujante de dicho museo, hizo un calco de la pintura. Esta se siguió deterio-
rando y desapareció totalmente con el sismo de 1970.
La pintura se encontraba en la parte alta de una de las esquinas de los
ambientes laterales del conjunto de Pañamarca, pintada en tres planos tal co-
;¡ De esta tarjeta han circulado varias ediciones, la más reciente tiene el texto mo-
dificado y dice así: "Fresco de Pañamarca (Valle de Nepeña), Epoca Mochica (aproxi-
madamente quince siglos de antigüedad). Mochica Period (caJifteen cent. old )".
La diferencia entre la edición más antigua y la más reciente es que en el primer
caso los bordes de la tarjeta fueron ondulados y en el segundo rectos . A juzgar por la
ilustración de Donnan de 1978, es esta última la que ha sido utilizada.
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Esto se puede apreciar netamente en la fo.tografía 32, p.i"gi'rÍa"'65 de mi trabajo
de 1974 y en la descripción de la página 23 y Lámina II de mi monografía de
1958. Con esto quiero decir que queda .abierta la posibilidad de que el mural
tuviera más motivos de los que conocemos, en cuyo. caso el "Presentation the-
me" de Donnan debería ampliarse.
Finalmente, para eliminar la posibilidad de futuros erro.res, conviene mani-
festar que en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología de Lima exis-
te otra réplica semejante a la entr egada a la oficina de UNESCO en Lima, reali-
zada en 1971 por José Velásquez López, con la asesoría del autor y de Félix
Caycho..
La arquecilogía es una ciencia y es deber ineludible de lo.s arqueólogos
tratarla como. tal.
BONAVIA, Duccio
1959 "Una pintura mural de Pañamarca, valle de Nepeña". Arqueológicas, 5, Pu-
blicación del Instituto de Investigaciones Antropológicas, Museo Nacional de
Antropología y Arqueología, Lima. Pp . 21-53.
1974 Ricchata Quellccani. Pinturas murales prehispánicas. Fondo del Libro del Ban-
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Este tomo terminó de imprimirse
el 6 de febrero de 1981 en los talle-
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ChavÍn 45, Lima 5.
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