Revista Del Museo Nacional Tomo XLIV

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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL

R.EVISTA
Fl MVfEO
NACIONAL

DIRECTOR FUNDADOR: LUIS E. V ALCÁRCEL

DIRECTORA: ROSALÍA AVALO S DE MATOS

TOMO XLIV

LIMA-PERU

1978 - 1980
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ORGANO DEL MUSEO NACIONAL DE LA CULTURA PERUANA


Canje y suscripción: Apartado 3048, Lima 100, Perú_
CONTENIDO

Arqueología histórica: a propósito de la restauración de monu-


mentos históricos 9
1. Notas sobre una visita al cerro Chivateros, por Augusto Cardich
y Luis Hurtado de M endoza 13
2. Los recursos naturales y el poblamiento precerámico de la puna
de Junín, por Ramiro Matos Mendieta y John W. Rick 2.3
Apéndice. Recursos y utilización de plantas en Pachamachay, por
Deborah Pearsall 65
3. La industria ósea de Telarmachay, Periodo Formativo, por Mi-
ch¿-le Julien 69
4. Complejos de pirámides con planta en U, patrón arquitectónico
de la costa central, por Carlos Williams León 95
5. Reconocimiento arqueológico en el río Corrientes, no ro riente del
Pelú, por Rogger Ravines 111
6. Huánuco Pampa: nuevas evidencias sobre el urbanismo inca, por
Craig Morris 139
7. Guarco y Lunaguaná. Dos señoríos prehispánicos de la costa sur
central del Perú, por María Rostworowsld de Diez Canseco 153
8. Trujillo en el XVII: un manuscrito ignorado, por José Durand 215
9. Bio-bibliografí'a de Emilio Mendizábal Losack, por R. Ravines 235
W. Pañamarca nuevamente: una aclaración, por Duccio Bonavia 239
II Dentro de la antropología, es considerable el aporte de la arqueología. Sin
embm'go, sus posibilidades no se han tomado en consideración en lo que
atañe a la época colonial. La arqueología histórica puede ayudar en el en-
I tendimiento de la experiencia peruana de un modo único, pues al regist1'O
escrito debe sumarse la investigación de los objetos manufacturados y usa-
dos en los cuat1'O últimos siglos. La arqueología histórica estudia los restos

I culturales de sociedades con escritura, capaces de registrar su p1'Opia histo-


ria. En el Perú, y en América en general, la arqueología histórica guarda
relación con el desarrollo de la cultura desde el siglo XVI, o sea que el pro-
ceso cultural seguido puede compararse y contrastarse can sus antecedentes
en el, Viejo Mundo y su impacto en la tradición cultural nativa. En otras
palabras, la arqueología histórica es el estudio de la expansión europea a
través elel mundo desde el siglo XVI y, entre nosotros, además, su impacto
sobre los pueblos indígenas.
Debido a que la arqueología histórica trata con materiales de algunos
siglos ele antigüedad, antes que de milenios o de largos periodos, está en
mejores condiciones para estudiar su supervivencia. En principio la arqueo-
logía histórica se relaciona a la excavación de sitios arqueológicos; sin em-
bargo, estos sitios no son su única fuente de información. Estos pueden ofre-
cer testimonios imposibles de obtener a través de otras fuentes y el valor de
este material enriquece la fuente documental. Así, no es necesario tratar ex-
haustivamente la arquitectura del siglo XVIII considerando exclusivamente
1: la estructura arquitectónica, puesto que en el país aún subsisten muc<hos edi-
I
1.1
ficios de entonces que no sólo están en pie, sino también en uso. Al igual
que en las viejas casas, hay ot1'Osartefactos disponibles del periodo colonial
1: que requieren estudio, pobremente representados en museos y colecciones.
li Los coleccionistas privados conservan gran cantidad de artefactos de la
i
:1 época colonial: cerámica, objetos de metal, vidrio, cueros, papeles, tejidos,
i' maderas, piedras. El problema de los factores que han favorecido la super-
! vivencia de ciertos objetos y la desaparición de otros es importante. Hay
I un sinnúmero de mzones para la supervivencia o conservación de determi-
i nados objetos que se tienen como representativos de una época. Si se con-
i sideran únicamente los objetos de las colecciones coloniales puede tenerse
la impresión de un rico nivel material que no correspondió a la realidad.
Esto debido a que en su mayoría las colecciones conservan piezas selec-
cionadas. Pero no existe un regist1'O de la cerámica doméstica, del calzado
o de los instrumentos que usó o manejó el común de la gente. Esto lleva
a concluir que sólo un número pequeño de objetos selectos son los que se
conocen y conservan, y que se está descuidando la oportunidad de recoger
una información valiosa referida a la vida diaria, parte del objeto y suje-
to del conocimiento histórico.
N o puede ignorarse que las casas y palacios señoriales que supervi-
ven de la época colonial son testimonios históricos, que contienen datos im-
portantes, no siempre registrados, sobre la vida cotidiana de su población.
Desde que muchas de estas casas y edificios están desapareciendo rápida-
mente, es necesario prestarles atención preferente, no sólo desde el punto
de vista de su restauración sino de su investigación. Si evidentemente el
registro escrito ofrece información valiosa debido a su riqueza y diversi-
dad, por otro lado existen aspectos que quisiéramos conocer y que no apa-
recen en él. El pueblo simple y común elaboró también cosas simples y co-
munes de las que muy poco se sabe. Se conoce más sobre las actividades
religiosas o literarias de la época colonial que sobre el modo de vestir, o
de la vajilla utilizada. Sin embargo, es posible recuperar sus restos ma-
teriales, y este aspecto de la investigación compete a la arqueología his-
tórica.
NOTAS SOBRE UNA VISITA AL CERRO CHIVATEROS

AUGUSTO CARDICH/LUIS HURTADO DE MENDOZA

A COMIENZOS de noviembre de 1978 hicimos una visita al sitio arqueológico de


Cerro Chivateros, catalogado PV46-27 por su descubridor Edward P. Lanning.
El sitio ha sido excavado por Lanning en 1963, Thomas C. Patterson en
1966 y Rosa Fung Pineda en 1972. En otra ocasión, en 1969, Fung Pineda,
Ramos de Cox y Butler realizaron un sondeo.
El sitio, es importante por una serie de razones: 1. Al ser originalmente
reconocido se le consideró como el de mayor antigüedad en los Andes Cen-
trales (Lanning 1967: 39); 2. Dada su determinación cronológica, basada
en dos fechas de radiocarbono asociadas con el denominado Complejo, Chiva-
teros 1, así como, por la aplicación de consideraciones morfológicas de "ar-
tefactos" de Zona Roja y Oquendo, se constituyó en apoyo relativamente só-
lido para inferir la antigüedad de otros complejos como Encanto en Ecua-
dor, Tortuga y Achona en Perú, Chuqui y Talabre en Chile, y aun El Jobo
en Venezuela; 3. La secuencia cultural generada en base a la estratigrafía
observada en Chivateros y Oquendo ha servido para lograr por lo menos dos
síntesis descriptivas e interpretativas respecto al proceso de desarrollo cultu-
ral temprano de los Andes Centrales (Lanning 1967; Willey 1971); 4. Las
diversas capas del depósito de Chivateros han sido interpretadas como evi-
dencia de un patrón climático variable durante el Holoceno en la costa cen-
tral, caracterizado por una alternancia de períodos secos y húmedos, segui-
dos más recientemente por un desecamiento gradual de la región hasta lle-
gar a la situación actual (Lanning 1967: 44-46).
Diversos investigadores han emitido opiniones respecto a algunos de es-
tos puntos. Las excavaciones de Fung Pineda no lograron confirmar total-
mente la secuencia estratigráfica y cultural detectada por Lanning y Patter-
son (Fung et al. 1972), poniendo en evidencia la falta de objetividad nece-
saria en la determinación original del Complejo Zona Roja. A raíz de es-
te cuestionamiento se ha sugerido la necesidad de considerar en debate "la
división de Chivateros en varias fases y su exacta cronología" (Núñez 1976:
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513) _ Consecuentemente, resulta aparente la invalidez del apoyo cronológi-


co ofrecido por Chivateros a otros sitios con características similares. La in-
validez concomitante del apoyo morfológico o tipológico de "artefactos" se
comenta más adelante. En lo que concierne a los patrones climáticos del Ho-
lo ceno en la costa central del Perú también existen serias objeciones. Por
lo que se deduce de diversas líneas independiente de investigación, el cli-
ma del pasado reciente en la región no parece haber sufrido cambios sig-
nificativos sino que, por el contrario, se habría caracterizado por una relati-
va estabilidad a partir del final del Pleistoceno ( Cardich 1964; Craig y
Psuty 1968; Parsons 1970; Fung et al. 1972; Osborn 1977). Sin embargo,
exoiste por lo menos una opinión favorable a la tesis de valiabilidad climá-
tica propuesta por Lanning (Richardson 1978). Fundamentado en informa-
ciones acerca de cambios climáticos observados en la sierra central, tanto
por arqueólogos como por glaciólogos (Cardich 1964; Clapperton 1972),
Richardson considera que estos fenómenos tendrían que haberse reflejado co-
mo efectos paralelos de trascendencia en la costa central.
En este informe no se tratarán mayormente estos problemas, aun cuan-
do lo que se exponga tendría efecto en los cuatro puntos arriba enumera-
dos. Más bien, relataremos nuestras impresiones acerca de la naturaleza del
sitio de Cerro Chiva teros a la luz de nueva información lograda gracias al
desarrollo creciente de la tecnología lítica en arqueología. Es de esperar que
estos comentarios ayuden a establecer mejor la posición del sitio en el pa-
norama prehistórico de los Andes Centrales, al mismo tiempo que se gene-
ren nuevas áreas de investigación relacionadas con el Precerámico de la
costa central y regiones aledañas.
Cerro Chivateros es una colina que se eleva a unos 100 m. por enci-
ma del nivel del río Chillón, a poco más de un kilómetro de su desembo-
cadura en el Océano Pacífico. Las laderas este y sureste de la colina están
literalmente cubiertas de material lítico. Una alta proporción de este mate-
rial muestra señales evidentes de acción humana intencional en sus patro-
nes de fractura. El depósito es extenso y relativamente profundo, llegando
a un metro de profundidad en algunos sectores. La impresión inicial es que
la distribución del material lítico está limitada a la parte superior de las la-
deras, pero es muy factible que ésta se extienda también a las partes bajas
y al pie de la colina, donde la menor exposición al viento ha permitido una
mayor acumulación de arena. Una serie de depresiones, en por lo menos
dos niveles marcados por afloramientos lineales de la roca, señ'alan los pun-
tos de donde se minó la piedra (Figura la).
La materia prima utilizada parecer ser una lava en proceso de meta-
morfosis, que Lanning definió como una cuarcita de grano muy fino. Más
recientemente se han identificado dos tipos de roca que se han clasificado,
una como metavolcánica y la otra como metalodolita (Fung et al. 1972).
Una rápida comparación de especímenes, tomados al azar en diversos pun-
tos del sitio, mostró un cierto grado de variabilidad en la "calidad" de la
CERRO CHIVATEROS 15

roca para efectos de su uso en la manufactura de artefactos. En general, la


roca es bastante inadecuada. Su flujo original debe haber sido muy irregu-
lar, habiendo impedido la soldadura de fisuras entre capas sucesivas de ex-
trusión, dándole a la veta su característica apariencia tabular y/o de blo-
ques cuadrangulares (Figura lb.)
Pese a su estructura micro cristalina y su fractura concoidal, el material
presenta serios problemas al proceso de lasqueo bifacial por la diversidad de
fallas estructurales intrínsecas, tales como líneas de flujo incompletamente
soldadas y vesículas que se dan en cantidad, tamaño y densidades aprecia-
bles. Sin duda, estas deficiencias del material son en parte responsables de
la tremenda acumulación de desechos líticos, los que incluyen una amplia
gama de bifaces rechazados y abandonados ante la imposibilidad de conti-
nuar con el proceso de reducción primaria tendiente a la producción de
preformas.
El sitio fue correctamente caracterizado, desde un principio, como cante-
ra y taller (Lanning 1967: 39; 1967a) y nuestras observaciones apoyan tal
conclusión. Sin embargo, no hemos podido notar mayor variabilidad en la
tecnología fundamental aplicada en la extracción y reducción primaria de la
piedra.
En resumen, el proceso puede haber sido como sigue. La roca fue mi-
nada desde puntos muy localizados de la extrusión, utilizando cuñas y/o pa-
lancas, de madera o piedra, para desprender bloques cuyas faces en ángulo
recto resultaban ideales para obtener lascas largas que sirvieran para iniciar
el proceso de reducción. Una forma alternativa consistió en obtener lascas
grandes por percusión, utilizando grandes martillos duros que se aplicaron
sobre bloques no retirados de la matriz. La figura lb muestra tal técnica,
siendo de notar las muescas producidas en el canto rodado utilizado en la
operación de extracción de lascas. La figura le muestra de cerca un ejem-
plo arqueológico de esta técnica. Cerca del badilejo, que da referencia de
tamaño, se observa una lasca extraída por percusión directa. Más arriba y
hacia la izquierda hay un bloque, no separado de la matriz, marcado por
una gran cicatriz negativa producida por la extracción de una lasca. Otros
bloques vecinos también muestran cicatrices parecidas, aunque de menor
tamaño.
Una vez obtenida una lasca grande, ancha y relativamente plana en sus
dos caras, se inició la reducción primaria que consiste en extraer, por per-
cusión, lascas de ambas caras de la pieza. Esta "limpieza" requiere de una
secuencia bien definida de actividades que se repiten varias veces en una li-
teral confrontación entre la habilidad del artesano y las posibilidades y cons-
treñimientos impuestos por la materia prima. La figura 2a muestra una se-
rie de bifaces que ilustran etapas de elaboración de una preforma. Todas son
piezas eliminadas debido a problemas insuperables, de manera que no son
clasificables como artefactos sino como material de desecho.
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En un número considerable de casos, el problema estriba en que la ma-


sividad de la piedra y/o la presencia de áreas planas correspondientes a la
corteza del material interrumpen el largo deseado de las lascas que se van
extrayendo, no permitiendo limpiar las caras de la pieza. El resultado es
un biface demasiado grueso, en relación con su largo y ancho, imposible de
reducir en adelante (e. g. véase ilustración de un "artefacto bifacial" en
Fung et al. 1972). Los bifaces diagnósticos del Complejo, Chivateros 1 )'
del Complejo Chiva teros II (figuras 2a y 2c) poseen estas características.
La reducción primaria de una pieza lítica se hace por percusión, pre-
via preparación de plataformas en los bordes. No es pues anómalo ni ex-
traño que Cerro Chivateros no haya mostrado indicaciones de aplicación de
técnicas de lasqueo bifacial por presión (Lanning 1967: 41). Sin embargo,
es perfectamente razonable predecir que los artefactos producidos en base
al material de Chiva teros deben mostrar las señales características de una
técnica de lasqueo por presión. Desafortunadamente, aún no se han encon-
trado sitios arqueológicos donde se haya utilizado un ensamblaje lítico de
artefactos terminados, procedentes de Chivateros.
La aparente ausencia de sitios con artefactos hechos de piedra de Chi-
vateros no es un problema menor. Es muy probable que la determinación
cronológica correcta del sitio Cerro Chivateros dependa, casi enteramente,
de los datos que se puedan extraer de otros lugares con otros tipos de si-
tios. Canteras y talleres líticos son sitios donde la estratigrafía es confusa o
inexistente. Cerro Chiva teros no escapa a esta generalización, como se des-
prende de la falta de réplica integral evidenciada por las excavaciones de
Fung Pineda. Es muy probable, de otro lado, que la selección de áreas pa-
ra excavación no haya sido muy afortunada. Planos inclinados, como son las
laderas de una colina, afectan en gran medida la deposición cultural de
material lítico (Rick 1976) provocando una "selección" en función del ta-
mano y peso de los especímenes.
La contaminación de estratos inferiores es también posible debido a la
inteqsa actividad eólica de transporte de arenas de superficie. Hemos podi-
do ¿omprobar que bastan unos minutos para que se acumule una capa apre-
ciable de arena encima de un morral dejado sobre el suelo. Los cortes efec-
tuados por otros investigadores en el pasado están casi cubiertos, con la ex-
cepción de un sector recientemente saqueado. El pozo resultante de esta
actividad ilícita sobrepasa ligeramente el metro de profundidad. Una ins-
pección de las paredes de este pozo no logró definir capas estratigráficas,
ni tampoco puso en evidencia diferencias significativas en la naturaleza mor-
fológica del material cultural depositado. A nuestro parecer, resulta sorpren-
dente la habilidad discriminatoria de tipos de suelos de aquellos investiga-
dores que han logrado definir estratigrafía. La denominada capa de arena
rosácea o rojiza, que dio el nombre al complejo Zona Roja, está presente a
escasos centímetros de la superficie en otros sectores del sitio y no es por
tanto clara su ubicación como estrato basal.
Fig. la

Fig. lb

17
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18
19
20
CERRO CHIVATERGS 21

Considerando todas estas observaciones, resulta problemático el trata-


miento de Cerro Chivateros como un sitio estratificado. Aun cuando la acu-
mulación del depósito es de tales proporciones como para sugerir un uso
prolongado del sitio, no es posible, con la información hasta ahora disponi-
ble, establecer la duración temporal de dicho uso. Las dos fechas de ra-
diocarbono, obtenidas de un mismo especimen vegetal, recuperado a unos
10 ó 15 cm. de la superficie (8470 ± 160 y 8490 ± 160 a.C., UCLA-683),
pueden ser tal vez interpretadas como determinantes de un hito cronológi-
co en el uso del sitio, pero no es posible deducir de ellas toda una secuen-
cia temporal de ocupación.
Desde el punto de vista de la morfología y tipología, resulta también
arriesgada la emisión de opiniones respecto a una secuencia cultural. No
creemos que sea correcto establecer un esquema evolutivo que involucre pre-
cedencia y consecuencia de formas y tipos de artefactos líticos, en base a
material de desecho recuperado de talleres con estratigrafía cuestionable. A
la aparente homogeneidad tecnológica, tanto horizontal como vertical, ob-
servada en Cerro Chivateros, se suma ahora la clara posibilidad de que los
"artefactos" que componen los ensamblajes Zona Roja y Oquendo no sean
otra cosa que lascas de desecho, cuyas señales de uso o desgaste y retoque
pueden haber resultado más bien de despostillamientos provocados por el
tráfico humano encima de acumulaciones de litos, o por la necesidad de pre-
parar plataformas en las piezas bifaciales antes de proceder a la extracción
de lascas por percusión en el proceso de reducción. La figura 2b muestra
algunas lascas con estas características, las que aparecen en forma indiscri-
minada en todo el sitio, negando su posibilidad de ser consideradas como
componentes de algún ensamblaje cultural específico.
Pero no todo es negativo en el caso de Cerro Chivateros. De primera
intención, resulta un sitio ideal para tratar de establecer las características
de una tecnología lítica de persistencia prolongada en la región. Los pará-
metros cronológicos del sitio no deben ser irrecuperables. Es muy posible
que al pie de la colina, donde existen extrusiones de materia prima que han
sido minadas, se pueda definir una estratigrafía más clara mediante excava-
ciones controladas.
En todo caso, la información que se obtenga del sitio tendría que ser
indispensablemente confrontada con la que eventualmente se pueda recupe-
rar de otros sitios arqueológicos, donde el material de Chivateros fue utili-
zado. Estas son tareas que representan un mínimo de investigación a reali-
zar, si es que queremos tener una base informativa sólida y coherente acer-
ca de los procesos de desarrollo sociocultural en la costa central del Perú
en sus primeras etapas de poblamiento humano.
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REFERENCIAS

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LOS RECURSOS NATURALES Y EL POBLAMIENTO
PRECERAMICO DE LA PUNA DE JUNIN

RAMIRO MATOS MENDIETA/JOHN W. RICK

Introducción
DESPuÉS DE UNA DÉCADA de trabajos en la puna de Junín se está en condi-
ciones de explicar algunas ideas respecto al uso de los recursos naturales y
su manejo a través de los diferentes períodos de desarrollo de los pueblos
asentados en esta impOltante región geográfica.
El territorio altiplánico, generalmente subestimado como ecosistema ge-
nerador de recursos y energías, adquiere su verdadero valor a partir de las
publicaciones de Troll (1937, 1958) , Weberbauer ( 19'4 5), Pulgar Vidal
( 1946), Cardich (1958, 1964) Y Flores Ochoa (1977).
En este trabajo se discutirán algunas alternativas destinadas a explicar
la relación del hombre con su ambiente y a partir de ella comprender la
histOlia regional. Con este objeto se utilizarán los estudios de los especialis-
tas que han colaborado en el Proyecto Junín, dándole un carácter interdis-
ciplinalio a las investigaciones y cierta dimensión regional a los datos.
La observación etnográfica y ecológica se ha enriquecido con los ensa-
yos y experiencias realizados en los diferentes aspectos de la actividad indí-
gena, desde la obtención de la materia prima para la fabricación de alte-
factos hasta el procesamiento de los animales domésticos o salvajes. Para
analizar los materiales arqueológicos ha sido necesario practicar el tallado
de puntas u otras herramientas utilizando implementos arqueológicos, así co-
mo observar y participar en el manejo de los recursos de subsistencia.

Consideraciones teóricas
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En la última década se han publicado numerosos estudios realizados en


los más diversos ambientes de la tierra. Así sobre la ocupación de medios
desérticos hay diversas hipótesis que buscan explicar las posibilidades de ha-
bitación de cazadores, basadas no sólo en algunos caracteres individuales de
recursos sino, también, en la estructura general de la biomasa como entidad
global. Estas hipótesis tienen significado en la dinámica de la organización
social, en el acceso a las fuentes de subsistencia, en los mecanismos de mo-
vilidad y en la ecología humana en general. Examinando comparativamen-
te la potencialidad de otra zonas, y en base a los recursos que éstas ofre-
cen, se puede intentar algunas predicciones sobre las características bási-
cas de la ocupación humana, tales como la magnitud y duración en el tiem-
po, el énfasis que pusieron en el aprovechamiento de determinados recur-
sos, los cambios estacionales, etc.
Los atributos sustanciales de cualquier recurso deben incluir la densidad
en la biomasa, con sus respectiva distribución en el tiempo y el espacio. Es-
tos, a su vez, actúan interconectados dentro del comportamiento biológico
y la estacionalidad climática. En un determinado momento los recursos son
distribuidos en diferentes magnitudes de densidad y en varios lugares. A tra-
vés del tiempo esta distribución puede cambiar en sentido ascendente o des-
cendente. Las diferentes estaciones tienen diferentes grados de productivi-
dad. Los animales pueden migrar de una zona a otra, mientras que las
plantas pueden hacerlo sólo trasladadas por un agente. En tal sentido és-
tas pueden ser útiles en determinadas estaciones del año, agostándose o de-
sapareciendo en otras. De igual manera, la densidad y la distribución pue-
den afectarse de acuerdo al grado de explotación a las que son sometidas
dentro del comensalismo ecológico en condición natural. Este hecho es más
radical cuando el hombre las aprovecha mediante cosechas sistemáticas.
Una visión más simple sería pensar que cada recurso tiene una densidad y
una distribución, que varían a través del tiempo y en varias escalas, des-
de un cambio supra-anual, anual hasta sub-anual.
Por otra parte, es necesario considerar la estructura global del conjunto
de recursos, que a su vez tiene distribuciones y densidades. Por ejemplo,
todos los recursos pueden concentrarse en una zona restringida y en un de-
terminado momento, dejando grandes vacíos entre uno y otro asentamiento.
En sentido contrario, los recursos pueden ocupar zonas complementarias, dis-
tribuyéndose desde un patrón uniforme hasta los multiformes. Dentro de
este segundo sistema se puede imaginar un continuum de posibilidades, des-
de un mosaico de recursos distribuidos complementariamente, sin ninguna
concentración en particular, hasta una superposición de los mismos, pasan-
do por concentraciones mayores. Este modelo supone una nueva posibilidad,
al ubicar en un extremo la concentración de recursos en algunas áreas redu-
cidas y al promover densidades mayores en su conjunto global.
Para especular sobre la ocupación humana es importante considerar d
grado de superposición de estas concentraciones y su variedad. El grado de
POBLAMI ENTO PRECERAMICO DE JUNIN 25

concentración y la densidad absoluta en varios puntos del área, dentro de


un tiempo determinado, revela un aspecto de la potencialidad del medio.
Si los recursos se concentran en pocos lugares, y con gran densidad, ' pue-
de postularse la hipótesis de que considerables grupos humanos se habrían
asentado en estos ambientes para explotarlos de manera continua. En cam-
bio, en el caso de un mosaico de posibilidades dispersas con densidad inter-
media y sin una óptima concentración a través del tiempo, puede inferir-
se que fueron habitados por reducidos grupos humanos, en forma estacional,
mientras había posibilidades de recursos locales.
For otro lado, si se presentara la alteruativa de la concentración de re-
cursos en diferentes espacios geográficos, separados por distancias más o me-
nos considerables, puede darse el caso de grupos con alta movilidad y de
número relativamente variable.
Dentro de estas diferentes alternativas, solamente variando la densidad
de los recursos naturales, puede inferirse una multiplicidad de condiciones
en el ambiente que expliquen los asentamientos humanos.
En todos los casos la lógica permite una explicación sencilla, coherente
y comprensiva. Es así como una mayor concentración de recursos ofrece la
posibilidad de sostener grupos más o menos considerables y sin la necesidau
de trashumancia. Mientras tanto, en caso de grupos más grandes, asentados
en ambientes relativamente dispersos, su movilidad es cada vez más necesa-
ria. La mayor flexibilidad y la dinámica de cambios en la organización so-
cial pueden relacionarse con la concentración y localización de los recursos
a través del tiempo (día, semana, mes, año, estación, etc.). Varios autores
que se ocupan de los problemas de la paleo ecología han formulado diversos
planteamientos básicos sobre estos principios (Wilmsen 1974, Yellen y Har-
pending 1972, Jochim 1976 ).
En el presente artículo se procurará esquematizar el modelo que suge-
rimos para los asentamientos en las punas de Junín, ubicadas en la sierra
central del Perú, explicando brevemente el carácter de la cultura de los pri-
mitivos cazadores andinos.
Muchos autores han planteado que los cazadores organizados en grupos
o bandas tendrían necesariamente que ser nómades corno una característica
inflexible (Service 1985, Binford 1968, J ochim 1976) . Aquí se plantea una
posición contraria. Consideramos que el grado de movilidad en los cazado-
res varía de acuerdo a la estructura integral de los recursos y a su disposi-
ción en valios ambientes naturales. Desde nuestro punto de vista, los caza-
dores pueden organizarse en diversos ambientes y diferentes magnitudes, des-
de los grupos con conducta de nomadismo permanente hasta los sedentarios.
Si se planteara que los cazadores-recolectores fueron sedentarios o cuasi se-
dentarios en su totalidad, estimulados simplemente por una abundancia de
recursos, sería revivir la tesis determinista. Este no es el caso. Basándonos
en mucho anos de observación de campo vemos que las mejores condicio-
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nes ambientales pueden sostener importantes grupos humanos con vida se-
dentaria. Este u otro caso hipotético sólo tendría validez después de una com-
probación a la luz de testimonios concretos. Sin embargo, cabe señalar cla-
ramente que en ningún caso se llegará a una ecuación exacta, por cuanto la
adaptación humana se debe a un conjunto de factores, desde los estricta-
mente sociales hasta los ecológicos. En esta investigación intentamos com-
prender el problema desde diferentes aspectos.
Utilizando ejemplos comparativos, tomados de varios ambientes contras-
tados, podemos visualizar mejor el nivel de rango en las adaptaciones y la
naturaleza de los cazadores-recolectores. A partir de lo señalado pueden in-
tentarse algunas explicaciones teóricas sobre la diferencia y similitud entre
los diversos grupos, lo que justifica uno de los propósitos de nuestra inves-
tigación, como una aproximación etno-arqueológica de antropología prehis-
tórica.

Las punas de la sierra central: un ejemplo prehistórico


En los Andes la puna ha cambiado muy poco en los últimos 8,000 años.
Los ambientes donde se asentaron los cazadores-recolectores holocénicos con-
servan su fisonomía original, naturalmente con muestras de su explotación
masiva a través de los milenios.
Otros escenarios generalmente áridos y polares, con estaciones climáticas
pronunciadas y con poca concentración y superposición de recursos, albergan
sólo grupos pequenos con gran movilidad. Este es el caso de los pocos ejem-
plos que aún quedan en Australia, Africa o el Artico.
El agricultor ha acaparado las mejores tierras, potencialmente más pro-
ductivas, incorporándolas a su economía. Por el desarrollo de esta actividad
se han organizado en sociedades más complejas, marginando o eliminando
a los cazadores-recolectores a áreas de refugio, ampliando cada vez el rango
de adaptación de los agricultores.
Dentro de esta orientación es necesario buscar nuevos ejemplos entre
los grupos prehistóricos, especialmente en zonas donde las posibilidades de
caza y recolección habrían sido mejores que las actualmente conocidas.
El espacio geográfico ideal para este propósito parece ser el de las punas
de la sierra central del Perú, entre el altiplano de Junín y las lagunas de
Choclococha, en Huancavelica. Las ventajas de esta región no son solamen-
te las de su potencialidad ecológica sino también la conservación de sus de-
pósitos arqueológicos. Felizmente, las excavaciones clandestinas no han
destruido mayormente los sitios prehistóricos. Todavía hay pocas obras de
infraestructura moderna. El mayor impacto se debe a los modernos trabajos
de habilitación de tierras para la agricultura.
Por otro lado, las condiciones ambientales de la región han mantenido
cierta constancia en los últimos 8,000 años. Los estudios de paleo-clima,
paleo-zoología)' paleo-botánica así lo demuestran. Los cambios han sido muy
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN
27

pocos y los más recientes se deben a la contaminación de los centros mine-


ros y a la irracional explotación de los pastizales por animales importados.
Por tal razón, creemos que hay excelentes posibilidades para una me-
jor observación del paisaje y estudiarlo dentro de contextos arqueológicos,
especialmente en el aspecto de los patrones de asentamiento, aprovechamien-
to del espacio físico, uso de la biomasa, correspondencia entre el hombre y
su medio.

Estructura de los recursos de la puna


La puna puede dividirse en cuatro microzonas botánicas de acuerdo a
los estudios de Pearsall, ehlobotánica del Proyecto Junín, que concuerda con
lo postulado por Weberbauer en 1946.
1. Zonas de puna abierta, formadas por el altiplano propiamente dicho,
con paisaje uniforme y de gran visibilidad, sobre cuyos campos abiertos se
levantan promontorios y colinas generalmente de baja altura y relieve opues-
to, son las nacientes de los valles. La vegetación está formada principal-
mente por las festucas, calamagrostis, poas, etc., popularmente conocidas
como ichu o ajchu, a las que se suman otras especies secundarias.
2. Zonas rocosas, formadas por los afloramientos de piedras y rocas ge-
neralmente calcáreas. Estos lugares tienen una característica particular. En-
tre los espacios vacíos se forman protecciones contra corrientes de viento y
por el suelo se desplaza humedad abundante. Estos fenómenos permiten el
crecimiento de diversas plantas, arbustos y hasta árboles pequeños. Una
gran variedad de hierbas con hojas verdes y suaves son muy particulares
de estos nichos ecológicos, muchos de los cuales han sido preferidos por el
hombre.
3. Zonas del litoral lacustre, constituidas por el área de influencia de
las lagunas, de suave pendiente, que ha originado la formación de una flo-
ra típica del litoral. De acuerdo a la naturaleza del suelo, algunas partes
son pantanosas y otras arenosas. Las plantas que crecen en este medio van
desde las propiamente lacustres, como los totorales, hasta la champa arrose-
tada, que constituye alfombras naturales, muy utilizada como combustible.
4. Zonas de ríos y riachuelos, son las formaciones en el cauce de los ria-
chuelos y otras provocadas por el desplazamiento de aguas . En ellas crecen
en comunidad plantas de baja estatura, arbustos pequeños y hierbas rastreras
que requieren de mucha humedad.
Matos Mendieta (1975), al describir el escenario del sistema ecológico
de la puna de J unín, señala tres áreas y Douroj eanni (1969), en su intere-
sante estudio sobre la fauna de la laguna de Chinchaycocha, diferencia dos
ambientes en su torno . Todos ellos, desde sus perspectivas, son complemen-
tarios con los que aquí se señalan.
28 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL · XLIV

En contraste con otras áreas del Perú, esta región no forma banda ho-
rizontal, determinada solamente por la altitud y la presión de las lluvias.
Antes bien, como se ha señalado en publicaciones previas, constituyen un
verdadero mosaico las micro zonas interdependientes y los nichos ecológicos
interconexos.
Dentro de este segmento, las comunidades botánicas son determinadas
principalmente por la protección del frío, de los vientos )' la localización de
la humedad más o menos permanente. Ambos fenómenos son regulados por
la formación rocosa (afloramiento de la roca madre) )' el patrón de drena-
je. En la puna los sistemas de drenaje son dentrÍticos y suficientemente de-
sarrollados, mientras que los afloramientos de roca son sumamente dispersos.
Las agrupaciones de plantas están igualmente esparcidas en forma de mo-
saico natural.
La puna ofrece una variedad de plantas comestibles y digeribles por
el hombre. Estas generalmente crecen en el litoral lacustre )' en los espa-
cios rocosos. Las más comunes son moras altinas, )'uyos, opuntias, tubércu-
los, rizomas de totora, etc. Salvo excepciones, estas plantas crecen más o me-
nos dispersas )' ofrecen una biomasa liviana )' nutritivamente incompleta,
aunque habrían sido valiosas fuentes en la dieta del antiguo cazador-recolec-
tor. No dejaron de ser siempre complementarias. Nunca habrían soportado
por sí solas a poblaciones asentadas en la puna, ni siquiera a pequeños gru-
pos dispersos.
Sin embargo, la flora altiplánica en su conjunto tuvo una extraordinaria
importancia en el sostenimiento de las sociedades prehistóricas )' de todos
los tiempos. La fauna se multiplicó, hasta alcanzar densidad suficiente co-
mo para sostener a importantes poblaciones, sólo gracias a la flora estable.
En esta región existe una extraordinaria biomasa de plantas, principalmente
formada por pastos (ichu), que por su naturaleza no son comestibles por el
hombre, pero sí por los animales. En este caso, los grandes y pequeñ'os her-
bívoros se constituyeron en los agentes intermediarios entre la flora y el hom-
bre. Los animales aprovechan adecuadamente la cantidad de energía solar
almacenada en los pastos, trasladándola al hombre mediante sus grasas y
proteínas.
Se desconoce la distribución y dispersión en el Perú de estos animales,
camélidos, cérvidos y roedores. La persecución y en algunos casos la depre-
dación a través de los milenios, arrinconándolos a espacios de refugio, no per-
miten tener una idea clara sobre su distribución y principales concentracio-
nes. El guanaco, por ejemplo, casi ha desaparecido del territorio peruano,
habiéndose desplazado a las pampas patagónicas y Tierra del Fuego. Las
tarucas (Hippocamelus antísensis) igualmente son escasas en los Andes Cen-
tI·ales. La misma suerte están siguiendo los venados de cola blanca (Odocu-
litis, sp.). Todavía queda la vicuña, especie bien adaptada a la puna, que a
pesar de su cacería indiscriminada durante la Colonia )' la República sigue
Sacra Familia
Abrigo rocoso ubicado a 4.380 m. sobre el nivel del mar. Ocupación Precerámico Tardío y
Formativo.

29
30
Panaulauca. Abrigo rocoso . Periodos Precerámico y Formativo. Se considera campamento
base al sur de las punas de Junín. Fue descubierto en 1969 por Ramiro Matos.
vv
>-"
Pachamachay. Vista general del abrigo. Periodos Precerámico y Forma tivo.

32
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN
33

perviviendo en comunidades importantes. Prácticamente ha desaparecido en


la sierra norte. Al sur del Nudo de Pasco su densidad aunque pobre es im-
portante, y con alguna protección social puede fácilmente renovar su produc-
ción y convertirse nuevamente en el animal que conserve el paisaje origi-
nal de los Andes.
Por esta razón debe tomarse a la vicuña como el estereotipo de la pu-
na. Es el animal no domesticado observable y sujeto a experimentación para
estudios comparativos. Con este ejemplo viviente y las muestras arqueológi-
cas, se puede especular que cualquier otra especie incorporada a la puna que
se alimente con el pasto de la zona tendría una adaptación similar a la de
la vicuña.
El ciclo anual de lluvias en la puna permite conservar relativamente el
verdor de los campos. Los pastos no secan totalmente; tampoco existen nie-
ves permanentes que aniquilen el ambiente. Por estos fenómenos, la organi-
zación y comportamiento de la vicuña es inusual, y ha fascinado a muchos
estudiosos de la zoología y la etnohistoria.
Koford (1957) es uno de los que más ha estudiado el comportamiento
territorial y la conducta gregaria de estos animales. En su organización social
señala dos formas de agrupamiento: en bandas y en tropas o manadas. Las
bandas están formadas por un macho, jayñachu, con 5 a 7 hembras. Viven
todo el año dentro de un mismo territorio de aproximadamente 400 m. de
diámetro y asociadas a una fuente de agua. La naturaleza ecológica de la
puna estimula la agrupación de los animales en una vida más o menos es-
table. El abandono de su habitat sólo se Oligina ante la presencia de algún
peligro.
Las manadas las forman varios machos sin pareja, de 2 a 12. Llegan
a constituir una suerte de grupos satélites cerca del territorio de las bandas,
intentando continuamente despojar al macho de las hembras. Es realmente
linteresante la lucha entre los machos por poseer el control de la banda de
hembras. Este dominio sólo lo alcanza el jayñachu, es decir el macho más
fuerte . En caso de peligro, todos, bandas y tropas de machos se advierten,
parece que existiera una especie de solidaridad instintiva. En situaciones de
riesgo, el macho enfrenta el peligro y protege a las hembras.
Estas facetas en la conducta de la vicuña, y otras que han detectado los
especialistas, permiten inferir que estos animales habrían desempeñado im-
portante papel en el proceso de sedentarización del hombre y quizá en otros
aspectos de las relaciones sociales y económicas. Por otro lado, ésta es una
de las pocas especies que conserva su ambiente. A diferencia de los anima-
les importados, especialmente ovinos y porcinos, la vicuña tiende a mantener
el paisaje biótico en condiciones siempre óptimas.
Una banda tiene un territorio bien establecido, a veces hace suyos los
límites de un arroyo. Otras veces diferentes grupos ocupan superficies opues-
tas al cauce de un riachuelo (Koford 1957, Franklin 1974) . Las vicuñas
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
34

siempre buscan los lechos de agua, no solamente por el líquido, sino princi-
palmente porque les gusta alteI'nar su alimentación con las plantas tiernas
y verdes que crecen en esos lugares.
Otras especies animales ~bundan generalmente en el área del lago. Hay
una variedad de peces, batracios y aves acuáticas. La laguna de Junín ha
sido y todavía mantiene su condición de emporio de miles de estos anima-
les. Otros focos de concentración de animales son los espacios rocosos. Abun-
dan los roedores, especialmente las vizcachas, cuy es silvestres (Cavia sp.),
felinos, caninos y una vmiedad de aves, desde rapaces hasta palmípedas.
Este conjunto de recursos es importante especialmente como parte de una
amplia combinación dentro de la biomasa de la puna. En ningún caso pue-
de compararse con lo que representa un camélido, especialmente la vicuña.
Por otra parte, es conveniente asegurar que ningún recurso de la puna, in-
cluso las vicuñas que viven en concentraciones limitadas, puede ser capaz
de alimentar a grupos grandes de cazadores sin el complemento de otras
fuentes.
A la situación anunciada debe agregarse que las estaciones climáticas
de la puna son menos pronunciadas que en otras partes del Perú. vVeber-
bauer (1945) observa, por ejemplo, la inflorescencia en algunas especies de
plantas que se produce permanentemente en las diferentes estaciones del
año. El comportamiento de la vicuña tampoco sufre alteración o cambio algu-
no que exija un trato diferente de los cazadores. Ell el litoral del lago siem-
pre hay plantas y animales de manera permanente, sin mayores fluctuacio-
nes en cantidad o conducta (Dourojeamú 1968). De esta manera, aunque la
ecología de la puna no tenga condiciones óptimas para soportar a grandes
grupos asentados en su territorio en períodos largos, no hay oposición al asen-
tamiento de grupos pequeños de manera más o menos permanente par.a la
explotación de sus recursos en espacios limitados.
En realidad, creo que ésta sería la hipótesis más acertada para el po-
blamiento de la puna, pues está de acuerdo con la realidad de la naturale-
za de sus recursos. Obviamente esta idea contradice la hipótesis de la tras-
humancia de cazadores, y más concretamente la tesis sobre el poblamiento
de los Andes Centrales, que considera a la puna como un centro de explo-
tación sólo durante una estación dentro de ciclos anuales. La razón es que,
S!n vista de la permanencia de los recursos durante todo el año, no existe
un motivo que obligue a los cazadores a trasladarse de un lugar a otro, aban-
donando su propio territorio. Además, los demás pisos ecológicos por deba-
jo de la puna constituyen áreas donde las estaciones son más definidas y las
condiciones de la biomasa cambian radicalmente entre una estación y otra,
denotando inseguridad en su explotación y obligando a sus moradores a bus-
car nuevas fuentes de recursos; que generalmente se encuentran en la puna
:Y valles profundos. De lo observado en la puna y quebrada del Mantaro,
la región altiplánica es la que ofrece mejores condiciones para una habitación
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 35

permanente. Hasta la fecha, los pastores de camélidos u ovejas viven rela-


tivamente mejor en la puna que en otros pisos. Obviamente, las condiciones
de dependencia respecto a la naturaleza son mayores.
Existen algunos cálculos preliminares sobre la capacidad de la puna para
albergar una población. De acuerdo a los estudios de Koford (1957 ), la den-
sidad de la vicuña varía entre 2.6 y 4.6 hectáreas por animal. Para las pu-
nas de la sierra central, que presentan menOT variación estacional que las
del sur, estudiadas por Koford, nos permitimos sugerir la cifra de un animal
por hectárea, o sea 10 vicunas por cada km2• Esta fauna puede soportar
sin peligro de debilitamiento un consumo anual del 20% de su población. De
esta manera, los cazadores que vivían frente a bandas que sumaban unos 25
individuos habrían requerido de un espacio de unos 250 km2 para poder
aprovisionarse diariamente de 1.5 kg. de carne (Lee y Devore 1968). Si esta
ración constituía el 80% de su dieta diaria, la carne aprovechada habría sa-
tisfecho las exigencias en calorías que el habitante de esta región requiere,
alcanzando hasta 1,800 calorías (Chatfield 1953), Picón y Reátegui 19'76).
Esta cantidad hacía fácil complementar la otra parte de la dieta, fuera con
las plantas recolectadas o con los animales menores que completaban la caza.
El cazador tenía control sobre un espacio de 250 km 2, es decir un diá-
metro de 9 km., explotando fácilmente sus recursos, y no tenía razón para
trasladar su campamento en busca de nuevos ambientes. Naturalmente, el
desplazamiento de estos cazadores habría sobrepasado estos límites, pero la
economía de caza y recolección significa una selie de actividades adiciona-
les, tales como la preparación de la presa obtenida, su traslado hasta el cam-
pamento base, la talla de instrumentos, etc. Estas labores aparentemente se
practicaban dentro del mismo espacio doméstico, o tal vez entre pisos eco-
lógicos contiguos y no precisamente con una conducta de trashumancia. Por
eso es posible que los campamentos base fueran importantes centros de ope-
ración durante el proceso de sedentarización del hombre.
El comportamiento de la vicuña, que ya hemos señalado, y la topo-
grafía del suelo ofrecen condiciones óptimas al cazador dependiente de este
animal. La puna tiene una superficie abierta y de suave desplazamiento.
Los valles que se forman en su tenitorio son igualmente amplios y sin obs-
táculos. Por otro lado, las vicuñas son fácilmente ubicables debido a su te-
rritOlialidad. El cazador que tiene control de un espacio determinado, sin
mucho esfuerzo puede tener idea del conjunto de bandas y manadas de ca-
mélidos que habitan el área de influencia del cauce de agua o un manan-
tial. Esta relación supone un nivel más avanzado en la cultura de los ca-
zadores y permite señ'a lar una nueva categoría de dependencia del hombre,
en este caso concretamente de los animales.
La otra faceta del problema es que, en un campo abierto y ampliamente
observable, estos animales corren el peligro de ser fácilmente aniquilados,
tal como ocurre actualmente. Dentro de ambientes reducidos habrían sido
36 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

aún más propensos al exterminio por parte de los cazadores, que en ese ca-
so deberían trasladarse a otro campamento base al no haber posibilidad de
caza.
Sin embargo, dentro de condiciones climáticas y ambientales mejores,
habría sido posible racionalizar su explotación de manera tal que no dismi-
nuyera radicalmente la población a través del tiempo. En un supuesto de
equilibrio entre la explotación y los recursos, el hombre sería el agente de
control de su equilibrio, no sólo en la densidad demográfica, sino también
l'egulando la densidad de los animales, principalmente de los herbívoros, y de
la ecología en general. Reichel Dolmatoff (1971) ha revelado 'la existencia
de sistemas de regulación entre los grupos de cazadores amazónicos. Este
ejemplo contrasta con lo que ocurre con los cazadores del Artico, quienes
por el contrario han provocado un total desequilibrio en su ecología (Ba-
licki 1964).
En una zona con recursos primarios de caza, susceptible de sobre-ex-
plotación y sin posibilidad de otros recursos primarios de reemplazo, puede
esperarse la evolución de sistemas culturales, capaces de reemplazar o por
lo menos tender hacia un equilibrio en' el manejo del ambiente, antes que
a su destrucción total.
Finalmente, deben enfatizarse las condiciones climáticas de la puna, con
un frío penetrante y vientos casi permanentes, agudizando su intensidad en
las noches invernales, haciendo difícil mantener un ambiente abrigado por
xadiación solar o nivel de temperatura. Esta situación ha obligado al hom-
bre a buscar nuevas formas de ambientación del habitat doméstico. En tal
sentido buscaron los espacios encerrados, abrigos rocosos que generalmente
ofrecen los afloramientos de roca natural. En este caso el hombre coincide
con algunas especies de plantas y animales al buscar un refugio. En años
l'ecientes los pastores modernos todavía siguen aprovechando estos resquicios
para albergar sus animales tiernos o para almacenar el forraje.
Por el momentO' la estructura ecológica de la puna puede resumirse de
la siguiente manera:
1. De acuerdo a la densidad de los recursos y su distribución colateral,
los cazadores tempranos deben haber vivido en pequeños grupos asentados
en campamentos dispersos.
2. En razón a la relativa estabilidad de los recursos en la puna, en tan-
to que no existe ningún mes del año sin que desaparezca totalmente la po-
sibilidad de obtener alimentos de origen animal o vegetal, el hombre no tuvo
necesidad de abandonar este escenario para buscar otro.
3. Los cambios climáticos estacionales no afectan completamente a la
biomasa de la puna. Las plantas amarillan debido a los hielos, nevadas y
fuertes insolaciones, pero no desaparecen. En los lechos de agua siguen sien-
do verdes. Los animales se concentran en el litoral de lagos y manantiales.
6.
TELARM A CHAY

·
PUNAS DE~~~I
N
LOS CAMPA~~AULAUCA
UBICACIO CHAMACHAY y
TOS
BASE DE PA

o 5 10Km.
I

Fig. 1
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLTV
38

4. Por la densidad y comportamiento de los camélidos, siempre toman-


do a la vicuñ'a como estereotipo, habría sido posible que pequeños grupos
de cazadores vivieran explotando territorios relativamente reducidos, ubicán-
dose en campamentos base que les permitía una conducta relativamente
sedentaria.
5. Es de suponer que estos grupos llegaran eventualmente a conseguir
un equilibrio en la explotación de los recursos naturales, dentro de los que
se considera a los animales silvestres como la vicuña.
H. De igual manera habría habido una distribución de los grupos asen-
tados en la puna, de manera instintiva o racional, que permitía el control
sui-generis de un segmento más o menos considerable, que podría tenerse
como el espacio doméstico o espacio vital de un grupo de cazadores, cu-
yo centro de operaciones estaría centrado en el campamento base, con mo-
vimiento hacia otros campamentos menores o transitorios.

La cultura precerámica de Junín


Para comprobar las hipótesis enunciadas en párrafos anteriores se nece-
sita una adecuada información testimonial. Para ello es recomendable ampliar
e intensificar los trabajos de campo.-
Sin embargo, a pesar de no contar con investigaciones para toda la ex-
tensión de la puna de Junín y Huancavelica, quisiéramos adelantar algu-
na información, en base a los trabajos realizados en la última década, que
comprenden un reconocimiento superficial de buena parte del territorio alti-
plánico, las excavaciones de la cueva de Pachamachay y algunos sondeos en
otros sitios, todos ejecutados por el "Proyecto de investigaciones arqueológi-
'"
cas Junm.
Para tal efecto, hemos concentrado nuestras observaciones en una exten-
sión territorial de 250 km 2, territorio hipotético dentro del modelo que pro-
ponemos. En este espacio la cueva de Pachamachay constituye el campa-
mento base, de acuerdo al contexto arqueológico del abrigo y la densidad
de los restos existentes. Este espacio doméstico es igual a otro, cuyo campa-
mento base se ubica en la cueva de Panaulauca, a unos 25 km. al sur del
primero, con un común patrón habitacional, ecológico y doméstico (Matos
1975), (Figura 1) .

Diagnóstico del reconocimiento superficial


El primer contacto con las punas de Junín datan de 1964, cuando cola-
boramos con el Proyecto que dirigía John V. Murra en Huánuco y fue ne-
cesario realizar algunos levantamientos de planos en Pumpun-tampu. Ese
año descubrimos Pachamachay (Matos 1973). En 1969 se ubicó Panaulauca
y de esa fecha al presente se han localizado una centena de viviendas en
abrigos rocosos, que ahora permiten jerarquizar y establecer comparaciones
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 39

entre ellos (Matos 1975) . En los mismos años, Rick intensificó sus explora-
ciones en el sector occidental de Ondores, precisamente entre el río Manta-
ro y la laguna de Chinchaycocha, con un radio de acción de 10 km. a par-
tir de Pachamachay (figura 2). Dentro de un estudio funcional de la geo-
morfología zonal, los recursos, nichos habitacionales, cuevas y abrigos roco-
sos, la distribución de suelos y vegetación, el agua y sus cauces, las concen-
tracionesde animales, etc. permiten explicar mejor las condiciones en las que
actuaba el cazador-recolector.
Dentro del área de influencia de Pachamachay se han ubicado cerca
de 30 sitios precerámicos (Matos 1975, y otros dos cateados por Rick 19'18),
y naturalmente existen muchas aldeas agro-alfareras (Rick 1980).
De los sitios estudiados, sólo Pachamachay demuestra condiciones de con-
texto de un campamento base, por la abundancia de material cultural, pro-
fundidad del basural, dimensión del depósito y acumulación permanente y
sólida de testimonios arqueológicos, orgánicos e inorgánicos.
Entre estos sitios, de acuerdo a la densidad del material pueden distin-
guirse hasta cuatro categorías de ocupación: 1. fuerte concentración de ma-
telial, es el caso de Pachamachay; 2. de densidad intermedia, que compro-
mete a seis sitios; 3. de densidad baja, con poco material de superficie, cons-
ta de 22 sitios; 4. campamentos abiertos de densidad relativamente inter-
media.
Los cálculos del material promedio que contiene cada una de las cate-
gorías de sitios, revela para Pachamachay una cantidad mínima de 460.0000
herramientas talladas en piedra durante el Período Precerámico; En cam-
bio, los sondeos realizados en sitios de la categoría dos, debido a la ocupa-
ción esporádica del abrigo, tienen un promedio de 10.000 artefactos en cada
lugar, con basurales relativamente pobres, de '0.40 a 0.50 m. (Rick 1980).
La jerarquía establecida solamente en base a la densidad del material
tallado permite determinar el tipo de ocupación de la vivienda, tanto por
la cantidad de personas como por su contimúdad y por las actividades rea-
lizadas en ella. Se trata de una división natural de frecuencia.
Al describir y analizar la distribución y el aprovechamiento del espa-
cio geográfico de cada una de estas categorías de sitios puede diferenciar-
se un patrón distinto en cada uno de ellos. Tomando Pachamachay como
campamento base, los campamentos de la categoría dos rodean al primero
en distancias de 4.5 a 8 km., ubicándose dentro del espacio doméstico del
campamento base, pero con posibilidad de trasladarse a lugares más aleja-
dos. La distancia en este caso no solamente es el espacio que separa cam-
pamento y lugar de caza, sino, principalmente, significa la energía que de-
be desplegar el cazador para llegar a capturar el animal y trasladarlo a su
vivienda. Solamente hay que imaginar el esfuerzo que debe causar el tras-
lado de una vicuna.
lago Junín

5Km

Fig. 2. Area explorada en torno a Pachamachay para estudiar las interrelaciones


con los campamentos secundarios (diagrama preparado por Rick).
1. Pachamachay, 2. Pampacancha, 3. Ocacmachay, 4. Cormágasha, 5. Ccorimachay,
6. Palomayo, 7. Caracmachay.
O Campamento base b. Campamento de segunda categoría
O Campamento de tercera categoría
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 41

Al describir y analizar la localización de los sitios precerámicos de Junín,


debe considerarse también el impacto de la geología de la zona, así · como
su geomorfología. Pachamachay es la única cavidad natural con cámara in-
terna amplia, estratégicamente ubicada. La formación geológica ha sido
aprovechada por el hombre. Los demás sitios de las categorías dos y tres
son asentamientos en abrigos rocosos de poca profundidad, algunos de ellos
casi sin ninguna cavidad, simplemente debajo de acantilados. Obviamente
existen muchas formaciones rocosas que bien han podido ser ocupadas por el
hombre; sin embargo, sólo algunas fueron escogidas para tal fin. ¿Cuál fue
el criterio seguido por los primeros habitantes de la puna para esta selección?
Se ignora, y será difícil precisarlo.
Los estudios del patrón de ocupación de la categoría dos señalan que
generalmente éstos se ubican en las proximidades de arroyos, riachuelos o
manantiales. El animal que más frecuenta estos focos naturales es la vicu-
ña. Esta relación natural podría sugelir que estos campamentos secundarios
se asentaban precisamente para cazarlas.
Para una mejor aproximación a esta relación dual mediante el recono-
cimiento con fotografías aéreas y comprobaciones sobre el terreno, se han
trazado círculos concéntricos alrededor de los sitios de la categoría dos y
tres, hasta en un radio de 4 km. en cada caso y con intervalos de 5 km.
Esta medición ayuda a calcular mejor la densidad del uso de riachuelos,
pues la mayor concentración de estas fuentes de agua debe ocurrir precisa-
mente dentro del área de influencia de un sitio, debiendo bajar notablemen-
te en lugares más alejados (Fig. 3). A una distancia aproximada de 1.7
km. la densidad de riachuelos es más alta con relación a los demás seg-
mentos más lejanos o cercanos. Este hecho podría indicar que el área óp-

.5 1.0. 1.5 2.0 2.5 3.0 3.5 4.0

Radio de los círculos concéntricos (km.)


Fig. 3. Relación de fuentes de agua con ]:¡s sitios (Diagr~ma preparado por Rick).
ESTANCIA
COLMISH

SAN BLAS
o

f:.. / PACHAMACHAY
6 PAMPACANCHA t6
11'0 6
~ 6
'V,>- RUMICHACA
"1~ 6. II
o KELLKA WASI

UBICACION DE LA SALINA
DE SAN BLAS y EL AREA VITAL
DEL CAMPAMENTO BASE DE
PACHAMACHAY
5 Km. Fig. 4
'---_ _ _ _ _--'1 CONDORVADO
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 43

tima para la caza de la vicuña se ubica precisamente a la distancia senala-


da a partir del campamento.
Al graficar la relación entre los sitios de las categorías uno y dos se for-
man polígonos con líneas equidistantes, habilitando sectores de territorio
más cercanos al foco central. Este segmento representa el espacio probable-
mente explotado desde un lugar específico. Puede notarse también que es-
tos sectores dividen el territOlio, coincidiendo con las líneas divisorias natu-
rales, como quebradas y desfiladeros. Por estos mismos datos, sin llegar a
exagerar la inferencia, puede inclusive suponerse que estos cazadores recono-
cían las divisiones sectoriales mediante el drenaje de aguas y organizaban
la captura de animales de acuerdo a la geomorfología de la zona, al pare-
cer regulando el control y la explotación del territorio entre puntos de agua.
Finalmente, los sitios de la categoría tres generalmente rodean las cate-
gorías uno y dos. Al parecer servían como campamentos específicamente uti-
lizados para la caza de la vicuña y otro camélido, fuera del área de mayor
densidad, es decir en las áreas marginales. No fueron precisamente los lu-
gares de actividad artesanal. Antes bien, se ubican en lugares asociados a
sectores con mayor concentración de riachuelos. Son así exclusivamente
campamentos destinados a la cacería, en asientos a 1 km. del riachuelo. De
este patrón de disposición de los campamentos de la categoría tres se ex-
ceptúan los ubicados en los alrededores de Pachamachay, donde no existe
concentración de arroyos, aunque hubo otras actividades. Se encuentra muy
cerca el manantial salino de San BIas, cuya explotación habría empezado
muy temprano (Fig. 4).
Por lo expuesto, puede inferirse que los cazadores de la puna conocían
tanto la ecología de los camélidos como la versión local de su ecosis'tema.
Tal conocimiento fue posible alcanzar sólo después de una larga permanen-
cia en el lugar explotando los camélidos, principalmente cazando especies
menores y recolectando plantas.

Comentario a las excavaciones


Para ofrecer mayor información al tema y explicar mejor nuestra hipó-
tesis, creemos conveniente hacer un resumen de la excavación realizada en
los campamentos de Pachamachay (categoría uno) y Pampacancha (catego-
ría dos). El primero es un modelo de campamento base y el segundo de
un campamento temporal. En ambos casos, la excavación ocupa sólo el 3%
del basural arqueológico. Exprofesamente se ha escogido un segmento fuera
de la cámara del abrigo y en la parte central del talud (Rick 1980).
Pachamachay es una cueva pequeña, formada en un afloramiento de ca-
liza, con un áxea arqueológica de aproximadamente 300 m 2• (figura 5), en
la que se han realizado varias excavaciones desde 1969 hasta 1977. Ric~4.
quien ha estudiado mejor la superposición estratigráfica y su conteni~~ \9U1tAl.~
tural. Ha diferenciado 33 estratos naturales, en 3 m. de profundid ~~ - ~.-9-9~
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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
44

sural. Los primeros 11 estratos corresponden a períodos alfareros (Desarro-


llo Regional y Formativo) y los 22 inferiores son testimonios del proceso de
desarrollo de los grupos prealfareros allí asentados (figura 6) . Se cuenta
con once fechados de C14 que indican la historia del sitio, desde 10,000 a. C.
para el comienzo de la ocupación y 1.600 a. C. para el final, coincidiendo
con la introducción de la alfarería, con vajilla claramente inicial. El final
de la ocupación del sitio coincide con el ocaso de la tradición Formativ::l.
La presencia de agro-alfareros del Periodo Desarrollo Regional es esporádica.
La cueva estaba mateIialmente llena de basura y no admitía otra ocupación.
Rick recuperó en estratos precerámicos 15,621 artefactos líticos completos,.
214 kilos de desechos líticos todos analizados y 10,300 fragmentos óseos.
Matos, por su parte, recogió una cantidad similar de muestras. De todo el
material, sólo los huesos han sido casi totalmente analizados por E. Wing
( 1975), mientras que los artefactos líticos están aún en estudio. Se recogie-
ron también muestras de restos vegetales carbonizados (semillas y madera) ,
implementos tallados en hueso, algunos adornos y artefactos textiles. Se ha-
llaron igualmente manos de mortero, batanes, etc. Estas piezas, que por su
carácter reúnen importancia especial, fueron recogidas mediante control tri-
dimensional y se están analizando por pisos y estratos.
El sitio de Pampacancha (foto 2) se encuentra ubicado en el sector
denominado Bosque de Piedras, en la margen izquierda del río Mantaro. La
excavación de 3 m 2• produjo 297 artefactos líticos, 8 kilos de desechos líti-
cos y sólo alglmas huellas de osamenta. generalmente mal conservada debi-
do a la acidez de la roca, de origen volcánico. El basural tiene una poten-
cia de 0.40 cm., con cuatro estratos no bien definidos.
Al igual que este sitio también se sondearon otros, revelando la misma
naturaleza en todos los casos. Los asentamientos de la categoría tres apenas:
presentan escasas muestras en una o dos ocupaciones temporales. En este-
caso es imposible diferenciar estratos.

Subsistencia y función de los sitios


Los huesos excavados en las primeras campañas fueron analizados por
E. Wing, de la Universidad de Florida (Matos 1975, Wing 1975), mientras
que los excavados por Rick están en estudio.
En una división global tentativa, considerando grandes periodos, se tiene-
el siguiente resultado: Epoca Cerámica con 97.6% de camélidos; Periodo Pre-
cerámico Tardío con 96.1% de camélidos; y Precerámico Temprano con 97.6%-
de camélidos. Los demás huesos corresponden principalmente a venados y
animales menores. El abultado porcentaje en el uso de camélidos durante
los primeros milenios de poblamiento altiplánico demuestra claramente su
importancia en la economía andina. Naturalmente, en los comienzos en es-
tado silvestre y más tarde domesticados, cuya fecha, ni duración del proceso
se conoce en definitiva. Se desconocen las características osteológicas para di-
Intervalo vertical = 0.5 M
I
O - - - .. •• 10M

~
Liftllte de la cOlllero de la cueva

LiIIIite ele restos superficiales

~
Fig. 5. Plano de Pachamachay Con indicación del área excavada.
5
6
7

22
23 -5080*60 3130 a.C. (UCLA 21180)
24
25 -6580*255 4630ac. (UCR 557)
Feat.75-24 26
27
28 - 8125 * 280 6175 S.C. (UCR 555)
29
30
31 -9010*285 7060 S.C. (UCR 554)
~A:: ~
. '" <,.
.. c.
.... ro ~ ) .. C' .,
32 -11800*930
33
9850 S. C. (UCLA 2118A)

•• r > ~"-.:<.:::::::; :'}:


Fig. 6. Perfil estratigráfico de Pachamachay (excavación de Rick) .
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 47

ferenciar las especies. Estas son algunas de las tareas urgentes para expli-
car el proceso de domesticación. Obviamente, en razón a la abundante pre-
sencia de artefactos relacionados con la matanza de animales, estarnos segu-
ros de que durante el Periodo Precerámico, el modo de subsistencia fue la
caza.
Deborah Pearsall ha analizado 300 muestras de vegetales recuperados
mediante flotamiento en Pachamachay. Un resumen de su estudio se inclu-
ye corno apéndice de este artículo. Gracias al informe sobre la paleo-flora
puede inferirse que los habitantes de Pachamachay utilizaban una gran va-
riedad de plantas de la puna.
Aunque naturalmente sería difícil comparar la magnitud de plantas ali-
menticias con los huesos encontrados en el mismo depósito, puede intentarse
conseguir alguna proporción entre ellos. Rick (1978) calcula que en 1 m 3.
de basura de Pachamachay el rango de diferencia entre semillas y huesos
es del orden de 1 a 500. Naturalmente hay que considerar el grado de con-
servación en los vegetales, su fragilidad y su naturaleza en general, corno
las tuberosas que no dejan ningún rastro. Aunque estos argumentos pueden
ampliar la proporción de plantas, los camélidos mantienen la primera impor-
tancia en la dieta del Precerámico.
Un detallado estudio de paleo-polen podría ayudar a una mejor aproxi-
mación en esta dualidad de recursos, aunque, por otro lado, los artefactos
asociados al contexto están más relacionados con la caza que con la reco-
lección.
En otro aspecto del análisis, es importante definir y diferenciar la fun-
ción de las dos categorías de campamentos. Para tal fin se tornan en con-
sideración los ejemplos de Pachamachay y Pampacancha. La primera infor-
mación notable es la diferencia en la profundidad del basural, que atesti-
gua la permanencia del hombre en el lugar, la abundancia de materiales
culturales y su posición geográfica. Lamentablemente en Pampacancha no
se han conservado los restos orgánicos, por lo que no será posible realizar
estudios comparativos sobre el uso de plantas y animales.
En el análisis del material lítico pueden establecerse algunas diferencias
importantes, posiblemente corno indicadoras de la función de cada uno de es-
tos asentamientos. Las puntas de proyectil, cuchillos de vatios tipos y gran-
des bifaces son comunes a ambos sitios, en calidad y cantidad proporcional
(cuadro 1). En Pampacancha aparecen chancadores, proporcionalmente cin-
co veces más que en Pachamachay, mientras que en este sitio se encuentm
casi el doble de raspadores laterales de filo curvo. Estos últimos implemen-
tos deben haberse utilizado para despellejar el animal y procesar las pieles.
Los artefactos mayores corno chanca dores habrían servido para descuartizar
el animal, para su traslado o beneficio, mientras que los cuchillos son herra-
mientas de trabajo más lento y larga duración, utilizados plincipalmente en
el campamento base. .La diferencia proporcional en estas dos clases de at'-
Cuadro 1
Fechados C 14 y secuencia cultural

Fechado C14 Material Procedencia Fase ylo Período Caracterización cultural

80 Y 160 d.C. carbón vegetal Estratos 4 Y 3: Pachamachay Finales del Formativo y Pastores avanzados, agricultura com-,
(Excavación Rick) comienzos del Desarrollo plementaria e interacción constante
Regional, San BIas pintado entre' la puna y los valles.
Pastores avanzados y cultivadores.
60 a.C. deyección Estrato 5: Pachamachay Formativo superior Interacción constante entre las tie-
de camélidos (Excavación Rick) rras altas y bajas. Explotación de
salinas de San BIas alcanza notorie-
dad regional.
Pastores avanzados y cultivadores.
1,050 a.C. pasto Estrato 8: Pachamachay Formativo medio-inicial Interacción vertical y lo~gitudinal.
carbonizado (Excavación Rick) Cerámica estampada, incisa y bruñi-
da. Fabricación alfarera en el lugar.
Pastores avanzados. Indicios de cul-
1,620 a.C. carbón vegetal Estrato 5: Ondores Formativo temprano tivo en la zona y comienzos de ce- '
(Excavación Matos) rámica.
1,870 a.C. carbón vegetal Estrato 34: San BIas Formativo temprano Pre-cerámico final y cerámica inicial.
(Excavación Ma tos)
1,690 a.e. carbón vegetal Estrato 13 : Pachamachay Pre-cerámico final Pastores cazadores y recolectores.
1,710 a.C. carbón vegetal Estrato 13 : Pachamachay Pre-cerámico final Viviendas en campamentos abiertos.
1,850 a.C. carbón vegetal Estrato 17: Pachamachay Pre-cerámico tardío Pastores, cazadores y recolectores .
(Excavación Rick) Edificación de viviendas.
- - -- ---ce
4,150 a.C. carbón vegetal Estrato 19: Pachamachay Pre-cerámico medio Criadores (?). Cazadores avanzados
(Id.)
Criadores (?) . Cazadores avanzados.
4,630 a.C. carbón vegetal Estrato 25: Pachamachay Pre-cerámico medio Recolectores. Grupos estables en la
(Excavación Rick) puna. No hay signos de interacción
con otros pisos ecológicos.
::::----::--:::---::
6,175 a.C. carbón vegetal Estrato 28: Pachamachay Pre-cerámico temprano Cazadores especializados. Es el final
5,850 a.C. carbón vegetal E-9 (Excavación Matos) de la Fase Temprana.
7,060 a.e. carbón vegetal Estrato 31: Pachamachay Pre-cerámico temprano Cazadores y recolectores de puna.
8,050 a.C. carbón vegetal E-14 (Excavación Matos)
- -- -
9,850 a.C. carbón vegetal Estrato 32: Pachamachay Pre-cerámico temprano Cazadores y recolectores, habitantes
(Excavación Rick) primordiales de la puna.
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 49

tefactos es significativa, lo que no ocurre con los demás, debido precisamen-


te a que la caza fue una actividad generalizada.
Aunque en Pampacancha no fue posible recuperar muestras de semillas
debido a la falta de conservación, en otros sitios de la misma categoría tam-
poco se encuentran muchas muestras. Las recogidas mediante flotación co-
rresponden más a la flora silvestre del lugar. Esta referencia refuerza la idea
de que en estos campamentos no se utilizaron tantas plantas como en el
campamento base.
Pampacancha y otros ocho sitios de la categoría dos y tres tienen arte
rupestre, en algunos casos muy elaborado. En cambio, el campamento base
no presenta este tipo de evidencia. Este es un patrón reconocidO para el al-
tiplano de Junín hasta Huancavelica. Es de suponer que estos dibujos, prin-
cipalmente de camélidos o escenas de caza, funcionaron como parte de la
ideología del cazador, un rito especial practicado en los lugares primarios de
esta actividad (figura 7).

Fig. 7. Pintura rupestre común en los campamentos secundarios.


Dibujo del sitio Chuquisaca.

Consideraciones sobre la movilidad durante el Período Precerámico


Las evidencias respecto a los movimientos de población durante el de-
sarrollo precerámico es variable, en tal sentido su análisis debe ser casuísti-
co. Señ'alaremos lo que ocurre en Junín durante el Periodo Precerámico en
general, destacando algunas diferencias importantes en cada una de las fases.
La trashumancia constituye un grado de movilidad muy alta. En Junín
y las punas de la sierra central no ha ocurrido tal situación. Hasta ahora no
se ha registrado ninguna planta o animal procedente de otra zona biológica
que no sea la puna. Los recursos alimenticios detectados en la excavación
son en su totalidad de origen altiplánico. Es también importante señalar que
las materias primas utilizadas en la talla de artefactos proceden de la mis-
ma zona. El sílex, que deriva de la roca caliza, es propio de la formación
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
50

geológica de la puna central, mientras que los abrigos más bajos tienen ro-
cas ígneas, usualmente basalto. En los miles de artefactos y cientos de mi-
les de lascas y desechos procedentes de los diferentes abrigos de Junín, no
se ha hallado una sola muestra de basalto u otro material de pisos inferio-
res. Asímismo, llamamos la atención sobre la ausencia de obsidiana en los
estratos precerámicos de Pachamachay y otros como Curimachay, Parima-
chay, etc., contrariamente a lo que informan MacNeish, Patterson y Browman
(1975) para Ayacucho. Este material aparece a fines del Precerámico en el
valle del Mantaro y en la puna sólo viene con la cerámica inicial.
Si los grupos que habitaron Pachamachay hubieran sido transhumantes
se tendría algún indicio sea en testimonios orgánicos o inorgánicos. Nada de
esto se ha registrado hasta el presente. De igual manera no se ha encontra-
do un campamento precerámico ni pequeno ni temporal en los valles inme-
diatos a la puna de Junín, Palcamayo y Tarma.
Una manera de detectar la permanencia del hombre durante todo el año
en el mismo lugar es utilizar una metodología adecuada para averiguar si
efectivamente se sacrifican animales o recolectan plantas durante los doce
meses. Esto por el momento es aún difícil, pero no imposible. Los estudios
especiales de Wing (1975) indican la presencia de camélidos jóvenes en la
dieta diada, aproximadamente de 18 meses de edad en su mayoría. Habrían
sido degollados entre los meses de mayo a agosto. Estudiando la osamenta
de otros sitios de Junín, Pires Ferreira y otros (1975) han identificado camé-
lidos recién nacidos y fetos que suponen un periodo de muerte entre los me-
ses de diciembre a marzo. Las muestras de plantas identificadas por Pearsall
(1978) sugieren haber sido recogidas entre marzo-julio. Posiblemente más
adelante se logrará obtener información sobre la presencia activa del hom-
bre entre los meses agosto-diciembre, y documentar así la permanencia du-
rante todos los meses del año.
Es importante señalar que en la puna pueden guardarse reservas ali-
menticias de origen animal o vegetal sin necesidad de procesamiento. La car-
ne colgada .a l aire libre no se pudre ni desintegra, sino se seca lentamente.
En tal virtud, los días de matanza necesariamente no son los de consumo.
Una parte puede consumirse inmediatamente, mientras que la otra queda
como reserva para los meses siguientes. En tales condiciones es aventurado
afirmar la total dependencia del hombre en relación a las estaciones cli-
máticas.
La segunda cuestión importante es señ'alar que el sedentarismo no es
equivalente a la permanencia del hombre durante los 12 meses del año en
el mismo sitio, aprovechando los mismos recursos. El concepto es mucho
más amplio. Es preciso no confundir movilidad de los grupos con estaciona-
lidad. La identificación de la actividad de 12 meses del año en un estrato
que dura 300 a 500 años es difícil. Lo único que se puede verificar es la
presencia esporádica, casi al azar.
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 51

En tales circunstancias es necesario definir el concepto de sedentarismo.


Rick (1978) lo plantea como "un punto arbitrario en una escala entre los
grupos muy movibles y los estacionarios". Pero como nO' existen grupos se-
dentalios, serían los que salen menos de su área vital de campamento base,
'los que se alejan por poco tiempo . y a distancias cortas, es decir, quienes
cambian menos su campamento base.
Aunque es difícil documentar arqueológicamente la vida doméstica coti-
diana para el Precerámico, creemos que en Junín es posible diagnosticar al-
gunos ahibutos que atestigüen la actividad de las familias durante los meses
del año, en tanto que es aún difícil establecer un calendario prehistórico.
Dentro de una aproximación global, los sitios estudiados con mayor de-
tenimiento y que sirven de argumento a la hipótesis que formulamos en tor-
no al espacio doméstico de Pachamachay ofrece el siguiente material:
460.0010 artefactos del campamento base, 10.000 de los sitios de la categmía
dos y l.OOO de los de la categoría tres, sumando en total 530.000 implemen-
tos completos o casi completos. La distlibución indica que el 83% correspon-
de a Pachamachay, lo que podría sugerir que los usuarios de tales imple-
mentos pasaban la mayor parte del tiempO' en el campamentO' base, tallan-
do o procesando sus materiales. Además, como la caza es una actividad prin-
cipalmente masculina, se infiere más la presencia del trabajo masculino que
del femenino. Etnográficamente sabemos que la mujer pasa más tiempo en
el campamento base cuidando a sus hijos. En Pachamachay, en razón al alto
porcentaje de artefactos de caza, suponemos que las mujeres habrían partici-
pado en el procesamiento de la carne para la alimentación y otros deriva-
dos de la matanza de animales y recolección de plantas (Rick 1980).
En cuanto a la procedencia de la materia prima utilizada para la talla de
artefactos se ha constatado que proceden de distancias inferiores a 10 kms.
En la exploración, Rick ha localizado 5 grupos de canteras, formando 40 co-
lecciones, con las que ha ensayado la talla de artefactos más comunes en··
tre los encontrados.
Una prueba objetiva de la permanencia de grupos sedentalios en el mis-
mo lugar es el carácter de la basura acumulada y la abundancia de restos
de alimentación. En el caso de Pachamachay este fenómeno es inobjeta-
ble. Los estratos de mayor intensidad de ocupación son los fechados entre
6.175 a 1.900 a.C., alcanzando hasta el 97% de artefactos y osamenta de ani-
males. Podría sugerirse un cálculo aproximadO' en la fabricación de unos 100
artefactos por año, naturalmente considerando las excursiones por los campa-
mentos temporales.
En base a la densidad de artefactos y de animales degollados para la
dieta puede intentarse un cálculo de la densidad demográfica. EstO' constitu-
ye la segunda parte de nuestra hipótesis, considerandO' el poblamiento alti-
plánico por pequeños grupos sedentalios.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
52

Pachamachay tiene un área arqueológica de 300 m 2, de los cuales sólo


el 20% del espacio es útil para la actividad doméstica, lo demás es de fuer-
te pendiente. El interior de la cueva tiene solamente 30 m 2 y debe haber-
se utilizado en su totalidad como lecho de abrigo y de cobertura nocturna.
En las condiciones ambientales de la puna, con el frío de la noche y las he·-
ladas, habría sido difícil conservar el calor de la vivienda, lo que debe ha-
ber requerido el concurso de varias personas y tal vez de algún fogón den-
tro del abrigo.
Lugares como Pachamachay es imposible que hayan sido habitados por
más de 20 personas, compartiendo la cámara interna y el área de actividad.
Las observaciones etnográficas (Weissner 1974) en contextos similares su-
gieren el límite de esta cantidad.
La densidad de ocupantes debe tener una relación concreta con la ma-
nufactura de artefactos, así como la cantidad de recursos llevados a la habi-
tación (cueva) con el consumo diario. Con tal criterio, es necesario conside-
rar no solamente la producción y el uso, sino también el desuso y las pér-
didas ocurridas durante la actividad. Algunas de ellas habrían quedado en
los campamentos secundarios, mientras que otras quedaron en el campo de
caza y no fueron recogidas.
Es también obvio que más habrían participado los hombres adultos que
mujeres y niños. En tal sentido, puede calcularse entre 20 a 30 artefactos
por hombre al ano, en un promedio de 7-8 varones por campamento.
Aunque no se dispone de información etnográfica para la puna en este
campo, se considera oportuno citar los trabajos de Gould (1978) realizados
con los aborígenes de Australia, destacando la cantidad de artefactos y la
densidad demográfica. En el caso australiano, los implementos son más tos-
cos, con poco retoque y utilizados dentro de un mismo sistema cultural. En
cambio las piedras talladas en la puna, por su calidad, acabado casi perfec-
to y la naturaleza del material, deben haberse trabajado en más tiempo, pa-
sando su uso de una generación a otra, como se ha constatado en la exca-
vación. Por todo esto se considera que el rango de densidad del material
tallado en Pachamachay corresponde a un campamento de cazadores se-
dentarios.
La permanencia de una familia en la misma vivienda exige la amplia-
ción o reacondicionamiento de la misma cada cierto tiempo. En Pachama-
chay se observa este propósito. Se construyeron muros de protección a la
entrada de la cueva, se edificaron nuevos ambientes adosados, como la habi-
tación de 3 m. de diámetro que Rick encontró en el estrato 15, correspon-
diente a la Fase Tardía del Precerámico (foto 3). Otro, en la capa 25, de
una casa de 2.50 m. de diámetro, perteneciente al Precerámico Medio, fue
-construido con postes en doble fila y se encontró el piso manchado por
el carbón de cocina (foto 4). Una tercera edificación aparece en el estra-
to 32, poco después de la ocupación de la cueva, 8.000 a.C., utilizando ru-
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN
53

dimentarios muros de piedra para proteger la habitación (foto 5). Como era
de esperar, en cada fase o momento de la ocupación hubo esfuerzos para
ampliar el lecho doméstico. Las evidencias son estructuras fragmentadas no
bien definidas.
Estas manifestaciones en el acondicionamiento de la vivienda refuerzan
nuestro postulado sobre la permanencia de los grupos en el mismo lugar;
aunque, naturalmente, en un sitio restringido como la cueva de Pachamachay,
la misma actividad cotidiana, el crecimiento en cantidad de los miembros
del grupo, etc., creó la necesidad de construir nuevas estructuras, pero en
cada caso destruyendo las anteriores, quedando intactas solamente las que hi-
cieron casi al final de la ocupación intensiva.
Las modificaciones que hace el hombre en su lecho doméstico pueden
servir para definir el tipo de ocupación. Por ejemplo, O'Connell en Austra-
lia (comunicación personal) y Yellen (1977) en Africa, señalan que cuanto
más tiempo los cazadores se quedan en el mismo alojamiento, modifican
constantemente y a veces con mucha fuerza el contexto del basural acumu-
lado. Normalmente limpian y arrojan los desperdicios del piso, procurando
siempre formar un piso plano en el área de actividad diaria.

Cuadro 2

Frecuencia de clases de herramientas líticas. Una visión comparativa entre


Pachamachay (campamento base) y Pampacancha (campamento secundario)

Pachamachay Pampacancha Düerencia de Düerencia sig-


Nivel: Pre-cer. proporciones nificativa en
Clase de el nivel .05
herramienta Frec. % Frec. %

Clase 9-11 463 3.1 49 16.5 .00 sí


Clase 1-2 3350 22.1 63 21.2 .97 no
Clase 3 4322 28.5 84 28.3 .94 no
Clase 4 1310 8.6 17 5.7 .08 no
Clase 5 546 3.6 9 3.0 .58 no
Clase 10 1636 10.8 31 10.4 .91 no
Clase 7 2490 16.4 30 10.1 .00 sí
Clase 5-7-10 1042 6.9 14 4.7 . 14 no

Totales 15,159 297


13M1
K

--===:::::¡-IIIIIIIÁM
0,.1

~ Concontroclones mayores d~ huesos

Fig. 8. Perfil del talud.

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1 2 3 ~ 5 8 7 8 9 10 1 1 12 13 1" t (j 18 171 B 192021 22232" 25 26 27 28 29 30 SI S2 33

NI.ol

Densidad de Dens i dad de Herra - oe.n sida d de


C&ram i ca mientas de Pi edra oesgos'te
3
(Kg/2 por 101 3 ) (Numero/IDO por M ) (Kg x 2 por M 3 )

Fig. 9. Densidad del material cultural a través del tiempo .


(Diagram a p reparado por Rick) .
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 55

Los diferentes pisos excavados en Pachamachay dan cuenta que los re-
siduos de comida, especialmente los huesos, fueron desplazados fuera del
área de trabajo. Por ejemplo, en la boca de la cueva no se encuentran hue-
sos mayores de 1/4 de pulgada. Hacia el talud, especialmente en la sec-
ción inferior, se presentan verdaderos depósitos de osamenta (figuras 8 y 9).
En el segmento entre la boca de la cueva y los dos a tres metros hacia adelan-
te, sólo se encuentran restos de huesos fragmentados, muy pequeños, posi-
blemente por haber sido pisoteados, mientras que los huesos grandes y com-
pletos fueron arrimados hacia el extremo del talud. El movimiento de la
basura pudo haber sido intencional o casual, desplazándola con los pies en
el trajín diario. Toda esta labor indica claramente la permanencia en el mis-
mo sitio. Un campamento temporal no merece tanta atención, ni menos la
complejidad de actividades que se realizan en un espacio realmente redu-
cido como es el lecho de la cueva.

Consideraciones diacrónicas
Si se acepta la hipótesis de sedentarización de pequeños grupos de caza-
dores en base a las evidencias obtenidas, es necesario analizar el desarrollo
de tales organizaciones.
Trataremos los testimonios sobre la evolución y el equilibrio ecológico
del hombre y los camélidos. Se usarán algunos cuadros estadísticos elabora-
dos por Rick (1978) en base al material de Pachamachay. El Plimero indi-
ca la densidad del material cultural a través del tiempo (figura 10); el se-
gundo muestra el matelial de acuerdo a sus funciones (figura 11); el ter-

CLASES DE HERRAMIENTAS
9-11 1-2 3 4 5 10 7 5-7-10
5 _o, "1 ~ t ,
V
--,
\
10 6
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3

2
30 I--c 1-----· .,.,., :\
.,.,.,
f \
1

r-w ... ..,O~ (PORCENTAJE POR NIVEL)


Fig. 10. Densidad del material de acuerdo a sus funciones (diagrama de Rick). Clase
9-11 chancadores; 1-2 lascas u.tilizadas; 3. puntas de proyectil; 4. bifaces grandes;
5. cuchillos; 10. cuchillos de filo agudo; T raspadores para piel; 5-7-10. filos unifaciales.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIv
56

TIPOS DE MATERIAS PRIMAS


2

5
7

10
6

-l 15
5
W
>
H
Z 4
20

3
25

2
30

-- -
o (PORCENTAJE POR NIVEL)

Fig. 11. Densidad del tipo de materia prima (diagrama de Rick). Tipos: 165 local;
6. sílex de puna ajeno al área y obsidiana' procedente de Huancavelica.

cero presenta la materia prima usada para los artefactos (figura 12); y el
cuarto el tipo de puntas de proyectil (figura 13).
Es preciso llamar la atención sobre el tratamiento dado a las eviden-
cias arqueológicas. Sólo se discuten los materiales de la cueva de Pacha-
machay y los de su área de influencia. Por esta razón, la información de-
be tomarse con alguna reserva y sujeta a comprobaciones o correcciones
con trabajos en otros sitios del altiplano. Asi mismo, se enfatiza que las
muestras en estudio están estrechamente vinculadas a la puna, y de ningu-
na manera a otros pisos ecológicos. Por eso no es posible establecer gene-
ralizaciones de carácter regional.
En base a la tendencia que sugiere la densidad de los restos cultura-
les, función de los artefactos, materia prima empleada y los estilos de pun-
tas, Rick (1978) ha establecido una división que refleja no solamente un
cambio cronológico arbitrario, sino los cambios culturales que a continua-
ción se señalan.
Fase 1. Capas 31·33. (7,000 - 10,000 a.e.)
Aparecen pocos artefactos. Se nota una fuerte frecuencia de materia pri-
ma atípica al lugar que debe haber sido llevada de distancias mayores a los
TIPOS DE PUNTAS DE PROYECTIL

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Fig. 12. Densidad de los tipos de punta de proyectil (diagrama de Rick).

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Fig. 13. La¡¡cas retocadas y utilizadas.


REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
58
10 km. (grupo 6 en figura 12), lo que indica el carácter de la población
con fuerte movilidad en la zona y poca permanencia en el lugar. Debido a
su limitado número su incidencia funcional es relativa. Las puntas de pro-
yectil de esta fase son más comunes en lugares fuera de Junín (figuras 13
y 15), y deben corresponder a los primeros grupos que migraron a los Andes.
Fase 2. Capas 26-30. (5,000 - 7,000 a.C.)
Se observa claramente un rápido aumento en la densidad de materiales
nativos, mientras que disminuyen hasta desaparecer los exóticos y foráneos.
Naturalmente aumenta la cantidad y calidad de los artefactos tallados, tan-
to en su forma como en funciones. Puesto que no ha sido posible diferen-
ciar estratigráficamente la presencia de este espectro de artefactos, antes que
señalar una diferenciación temporal parecería corresponder a una dimensión
de carácter social, indicadora de la presencia de vmios grupos de producción
manufacturera que habitaron coetáneamente la zona. Si esto se dio en la
realidad podría suponerse que varios grupos compartieron la cueva, ocupán-
dola o reocupándola temporalmente, probablemente en forma rotativa. Esta
manifestación, concordada con los testimonios que se recogieron en Pachama-
chay, indica que el movimiento de los grupos humanos debe haber ocurri-
do en períodos de uno a cinco años, para mudar de un campa.mento base
a otro.

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Fig. 14. Chancadores típicos de Pachamachay.
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5CM

Fig. 15. Herramientas unifaciales.


60 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

La abundancia de raspadores en la vivienda parecería ser otro indica-


dor de la permanencia en el sitio, para cumplir tareas de procesamiento con
pieles y carne (figura 13). Binford y Binford (1966) sugieren para socieda-
des semejantes a los cazadores de Junín que la abundancia de raspadores
corresponde a una actividad de mantenimiento y reserva, y es parte de una
estrategia en la economía derivada de la caza. Al respecto se puede espe-
cular en sentido negativo, aduciendo que el constante movimiento de cam-
pamentos base se debía a la disminución o desaparición de camélidos en
el área vital. Si esta situación se presentó en el área estudiada, explicaría
fácilmente el vertiginoso descenso en la densidad de restos y la desapalición
total de 10 estilos de puntas y posiblemente de sus productores. Marca el
final de la fase. ¿Podría significar un desequilibrio ecológico y demográfico en
la puna hacia 4,800-5,000 a.C.?
Fase 3. Capas 21-25. (3,000 - 5,000 a.C.)
Al comienzo de la fase se nota un descenso en la densidad de restos
materiales y al final un notable aumento. El trabajo lítico se hizo estricta-
mente en materia prima local. Los artefactos funcionales siguen la tradi-
ción anterior. No se tienen indicadores claros sobre la movilidad de los gru-
pos, aunque la cueva presenta ocupación menos intensiva. Constituye un pe-
riodo ligeramente estacionario en el contexto social, aunque se presentan di-
ferencias en la distribución de los estilos de puntas de proyectil. Por eso
consideramos que se trata de la adaptación al lugar de grupos sedentarios,
con tendencia a conservar cierto equilibrio en la ecología, especialmente en
la población y beneficio de camélidos. Parecería que después del decaimien-
to de la ecología de la zona durante la fase anterior, los nuevos grupos ra-
cionalizaron la caza y asumieron un mejor control del área.

Fase 4. Capas 18-20. (2,200 - 3,000 a.C.)


Es la fase de más alto grado de densidad humana. Se distingue tam-
bién por el predominio de un estilo de puntas. Es una modalidad propia del
lugar, menos freuente en otros sitios de Junín y casi extraña fuera de la
zona. Representa un rasgo particular de Pachamachay (figura 16, tipo 5A,
figura 10). La cantidad de raspadores disminuye notablemente. Este hecho
podría indicar el cambio de ocupación de los habitantes. Es posible que del
procesamiento de pieles se pasara a la textilería. Se descubre la lana como
materia prima para la nueva actividad.
Fase 5. Capas 12-17. (1,500 - 2,200 a.C.)
Es el ocaso de Pachamachay como campamento base. La disminución
de los artefactos de caza es vertiginosa. Una vez lograda la domesticación
de camélidos, el hombre necesita vivir en estancias por lo que son necesa-
rios nuevos espacios para su establecimiento. Se han ubicado excelentes evi-
dencias de este traslado y de la fundación de las primeras aldeas de pas-
tores a orillas del lago Junín. Una de ellas se ha localizado en el actual
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 61

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Fig. 16. Puntas de proyectil ~

pueblo de Ondares (Matos 1975), obviamente formada por los habitantes


salidos de Pachamachay.
Como puede verse par el curso seguido en el patrón de establecimien-
to y la actividad económica, las áreas de caza entre los riachuelos y nacien-
tes de valles y el escenalio de pastoreo en el litoral del lago fueron parte
del proceso de domesticación. Al parecer Pachamachay debió conservar su
prestigio en la zona, desde su condición de campamento base durante la
.economía de caza y recolección hasta su nueva función entre los criadores
y pastores, como una estación de caza. Los cambios hacia la economía de
pastoreo fueron graduales, con duración de varios siglos. No se abandonó la
vieja tradición de la caza. Su importancia en la economía familiar fue ba-
jando hasta perder su significado, en relación opuesta al desarrollo del pas-
toreo. La caza de animales silvestres nunca dejó de practicarse. Por eso,
la cueva de Pachamachay albergó a los cazadores esporádicos hasta el Pe-
TÍodo de Desarrollo Regional.
Período Formativo. Capas 1-11. (1,500 a.C. - 500 d.C.)
Establecidas las estancias de pastores en el altiplano, Pachamachay que-
dó como un campamento de caza de uso temporal. Algunos grupos que acu-
d.ían a las salinas de San BIas acampaban en la cueva, distante sólo 1/ 2
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
62

km., alternando la explotación de la sal con la manufactura de cerámica.


preparación de algunos productos propios de la puna, como charqui, chuño,
caya, etc. Hay abundante información al respecto en los estratos arqueoló-
gicos excavados. Se nota un decaimiento en el uso de proyectiles y un pre-
dominio en el uso de lascas (figura 13, clase 1-2). Una vez más el cambio
en el porcentaje de artefactos señala el cambio de actividad. Por la infor-
mación etnográfica se sabe que las esquirlas son utilizables para el trasquile,
labor que generalmente se realiza en las estancias. Desaparece la importan-
cia de los caracteres estilísticos de los artefactos líticos tradicionales debido
a la nueva forma económica. El trabajo y el modo de producción cambian
completamente. Las relaciones con otras regiones y otras poblaciones son ca-
da vez más activas. Aparece la obsidiana como material importado, posible-
mente procedente de Huancavelica (figura 16). Luego, Pachamachay se COIl-
vierte en un campamento sin importancia, para terminar como un lugar fu-
nerario. Finalmente asume una importancia mágico-religiosa y en el pensa-
miento campesino contemporáneo se tiene como la casa de los attqttis, wa-
manís o "abuelos".

Consideraciones finales
La hipótesis planteada respecto a la temprana sedentarización de las po--
blaciones que habitaron las punas de Junín, mediante grupos pequeños que
aprovecharon facilmente los recursos y componentes del altiplano, adquirien-
do caracteres de sociedades casi estables, alternando su -actividad con despla-
;¡ zamientos a corta distancia dentro de la misma zona, alcanza validez a la
luz de las evidencias halladas en Pachamachay. Este planteamiento con-
ti-asta con postulados que anteriormente consideraban a los grupos de cazado-
res altiplánicos dentro de esquemas rígidos y con caracteres fijos, general-
mente trashumantes o nómades. En este caso, de acuerdo a los testimonios
disponibles, se trata de sistemas de adaptación cultural a un determinado
medio, con plena capacidad para responder al reto o estímulo del ambiente.
Por otro lado, la puna debe considerarse también como una entidad
geográfica propia, con recursos variados y suficientes para albergar a grupos
de cazadores-recolectores a lo largo del año. El paisaje actual, pobre y difí-
cil a la vida humana, ha distorsionado su potencialidad real, permitiendo
apreciaciones erróneas. Durante el proceso andino, antes de la conquista es-
pañola, fue un excelente ambiente de producción, ocupando el segundo ren-
glón de autoabastecimiento. No es nuestro propósito magnificar las bondades
de la puna. Tampoco sobrevalorar la estructura de los recursos, lo que con-
duciría a un determinismo equivocado, sino evaluar la productividad y esta-
bilidad de los recursos en su dimensión real. Es preciso enfatizar la capa-
cidad limitada, densidad intermedia y ausencia de fuertes concentraciones
de biomasa. Sin embargo, el pastoreo altiplánico constituyó una de las ba-
ses de la economía andina.
POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 63

Por las evidencias que se dispone para Junín, la crianza de camélidos


fue complementada con la agricultura, que sin llegar a ser intensiva no de-
jó de tener importancia en la alimentación. Los sembríos de solanáceas,
quinua y maca completaron la dieta, que abundaba en proteínas y grasas
derivadas de la carne. Durante el desarrollo de las sociedades complejas,
la variedad de productos de consumo se multiplicó mediante el intercam-
bio con otras zonas.
Para concluir, consideramos oportuno llamar. la atención sobre la hipó-
tesis y los argumentos testimoniales expuestos. Deben considerarse como es-
tudios preliminares y basados concretamente en la información obtenida en
la excavación de Pachamachay y el reconocimiento superficial de la zona.
Por eso, antes que un planteamiento definitivo, debe considerarse como suje-
ta a comprobación.

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POBLAMIENTO PRECERAMICO DE JUNIN 65

Apéndice

RECURSOS Y UTILIZACION DE PLANTAS EN PACHAMACHAY

DEBORAH PEARSALL

MEDIANTE LA TÉCNICA de flotamiento y la cuidadosa excavaClOn de los restos


de carbón en la cueva de Pachamachay se recuperó valiosa información sobre
el uso de las plantas. Si bien los carbones son fácilmente visibles, existen
otros más pequeños que no se distinguen a simple vista, pero que también son
importantes para la mejor comprensión de la utilización de la flora prehispá-
nica. El flotamiento, o la recuperación por agua de los vestigios de plantas car-
bonizadas, permite en cambio registrar todos los restos, inclusive los micros-
cópicos. Las semillas pequeñas, trozos de madera, tubérculos y trozos gran-
des de carbón recuperados por flotamiento se comparan, para su identificación,
con colecciones de semillas, maderas y tubérculos modernos. Un aspecto im-
portante del estudio de las plantas prehispánicas es la colección de plantas
actuales a fin de disponer de muestras COrriparativas. Se utilizaron para este
estudio las colecciones de plantas procedentes de la puna de Junín recogi-
das por la autora, John Rick, Michael Brown, Emma Cerrate y del herbario de
los J ardínes Botánicos de Saint Louis .
Identificados los restos de plantas ' carbonizadas se está en condiciones. de
elaborar interpretaciones relacionadas con su probable uso. Para el efecto se
emplearon los trabajos de Yacovleff y Herrera (1934) y Tschopik (1948). Sin em-
bargo, es indispensable tener cautela con las interpretaciones, pues probable-
mente algunas plantas se carbonizaron de modo casual, apareciendo luego en
la cueva por acción del viento. Asímismo, ciertas semillas reflejarían uso secun-
dario. Por ejemplo, algunas semillas de ichu encontradas en Pachamachay
pueden provenir del estiércol de camélidos, no habiendo sido aprovechadas
por el hombre.

Resultados
Los cuadros 1 y 2 son resúmenes de los resultados del análisis de restos
de plantas de Pachamachay. El· grado de precisión en la identificación varía
solamente entre el nivel de familias (Umbeliferae, por ejemplo), al nivel de espe-
cies (Opuntia floccosa, por ejemplo). La mayoría fue identificada a nivel de
género ya que las semillas o maderas o muchos grupos de plantas sólo pudieron
distinguirse hasta ese nivel.
La flora recuperada en Pachamachay se agrupa, de acuerdo a su uso, en
cuatro categorías: alimentación, medicinal, combustible, y materiales de cons-
trucción o de utilización doméstica.
En la categoría alimentación figuran: Opuntia floccosa, o cactus con fruta
comestible que florece abundantemente en la puna de Junín; Chenopodium,
miembro silvestre del mismo género de la quinua; Amaranthus, otra planta sil-
vestre con semillas comestibles; Oxalis, planta con tallos y raíces comestibles;
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
66
Scirpus, una de las totoras del lago de Junín que tiene semillas, tallo y raíces
comestibles; Lupinus, uno de los muchos tipos de tarwi silvestres con semillas
comestibles; y varios miembros de las familias Leguminosae (semillas co-
mestibles); y Cruciferae (semillas y raíces comestibles), Ciertos tubérculos has·
ta ahora no identificados también pudieron aprovecharse para la alimentación.
En la categoría de plantas con posible uso medicinal se cuentan: Plantago y
p, monticola, dos tipos de llantén, planta de uso muy común como medicina
en los Andes; Euphorbia, Ranunculus, Polygonum, Malvastrum , y Sisyrinchium,
géneros en los que hay especies usadas como medicina, La categoría de com-
bustibles presenta: maderas, estiércol y champa, Las maderas identificadas
son: Margyricarpus Strictus, Schinus molle (molle), Chuquiraga huamanpinta
(huamanpinta), Ribes, Dodonaea viscosa, Proustia pungens; Polylepis (quinual),
y Ephedra americana (cola de caballo que también es medicinal), La mayoría
de estas maderas son arbustos por lo que no son muy útiles en construcción,
Es posible que algunos de los siete tipos de madera no identificados corres-
pondan a la familia Umbeliferae, debido a la existencia de semillas grandes de
esta familia que probablemente provienen de un arbusto, Además de la made-
ra, existe mucha evidencia del uso de estiércol de camélidos como combusti-
ble, Igualmente, la gran cantidad de semillas de ichu y semillas muy pequeñas
similares a Juncaceae sugiere que la gente de Pachamachay cortaba ichu y
champa para quemar, En la categoría de plantas útiles en construcción y otros
usos caseros están: ichu como Festuca, Stipa y Calamagrostis, útiles para te-
char, pisos o camas; algunas de las maderas como Polylepis, Schinus molle y
Scirpus pueden tener diversos usos,
Los restos de plantas recuperados en Pachamachay provienen de cada
una de las zonas vegetales de la puna (véase texto de Matos y Rick) , De los

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Fase 7 12 6 20 27 O 3 13 3 14 1 3 O
Fase 6 16 43 60 4 5 4 74 34 10 17 3
Fase 5 259 241 301 52 19 47 307 59 64 160 22 2
Fase 4 22 26 6 7 O 3 6 3 O 1 O O
Fase 3 15 9 30 O 2 1,1 4 4 1 6 O O
Fase 2 34 54 26 7 3 3 27 1 O 9 O O
Fase 1 1 10 3 1 O 1 1 O O O O O
Total 391 405 446 231 138 98 489 115 '122 232 35 3
POBLA..1'"UENTO PRECERAMICO DE JUNIN 67

alrededores del lago o de las orillas de riachuelos de poca pendiente proce-


den Scirpus, Luzula, Polygonum, Ranunculus, y Sisyrinchium. En los estratos ro-
cosos de la puna crecen los arbustos, el cactus Opuntia, las hierbas Euphorbia,
Plantago, Malvastrum, Lupinus, Oxalis, y muchos miembros de Leguminosae,
Compositae y Umbeliferae. La zona de puna abierta (con ichu) presenta mu-
chas Festuca, Stipa, Calamagrostis y otros miembros de Gramineae, así como
algunas plantas de los estratos rocosos, aunque aparecen de manera dis-
persa. Amaranthus y Chenopodium deben provenir de tierra disturbada de zo-
nas más secas. Por eso, casi todas las plantas recuperadas en Pachamachay
pueden encontrarse cerca de la cueva, es decir en la puna. Solamente las. ma-
deras Schinus molle y Dodonaea viscosa no son de la puna, aunque aparecen
en la parte alta de los valles, no muy lejos de Pachamachay.
El resultado de esta investigación, de vital importancia para el entendimien-
to de la vida de los cazadores y recolectores de la puna, es el hecho que las
plantas aprovechadas por los habitantes de Pachamachay no cambiaron mucho
durante el tiempo de ocupación de la cueva. Los recursos vegetales de la puna
ofrecieron una fuente permanente de alimentos, medicinas, combustibles, y
otras plantas muy útiles para los pobladores. Gracias a la caza de la vicuña y
los recursos estables y constantes de la puna, antes indicados, existió una ocu-
pación durante todo el año y a través de 10,000 años en la cueva de Pacha-
machay. El único cambio significativo detectado en los restos de plantas es el
caso del Chenopodium . Las medidas en el tamaño de las semillas de este ve-
getal sugieren que son más grandes en épocas más tardías. Si bien algunas de
las semillas son similares al tamaño de la quinua cultivada, el aumento de ta-
maño a través del tiempo indicaría que el uso. de esta planta se había intensi-
ficado, reflejando tal vez un cultivo inicial durante el Formativo Inferior.

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23 77 6 68 11 27 32 212 5 O 104 46 O 1213


1 9 O 10 O 1 6 33 2 O O 1 10 175
4 40 O 51 O 30 7 O 1 1 18 1 O 365
18 280 5 143 O 84 73 15 1 O 41 78 O 2271
1 6 O 4 O 3 3 2 O O 8 17 O 118
1 2 O 7 O 1 1 O O O 12 5 O 111
O 4 O 16 O O 4 O O O 14 1 O 203
O O O 4 O O O O O O 1 O O 22
48 418 11 303 11 146 126 262 9 1 198 149 10 4478
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ducción de instrumentos de cobre plimero, después de bronce y, finalmen-


Cuadro 2

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A B C o E F G H J K L M N Total
20 O 124 24 O 4 3 O O O O 8 O O 183
Fase 7 4 O 3 O 20 O O 65 3 9 O 33 O O 137
Fase 6 8 5 64 11 5 11 3 6 6 11 O 2 1 O 133
Fase 5 32 10 306 28 7 14 35 26 103 1 2 68 44 O 676
Fase 4 1 O 52 O 12 14 O 9 16 O 3 37 20 O 164
Fase 3 18 3 31 20 9 10 2 12 3 21 4 64 O 3 200
Fase 2 9 O 59 22 1 2 4 8 6 2 21 53 1 5 193
Fase 1 O O 18 O O O O O O O O 4 O O 22
Total 92 18 657 105 0
54 55 47 126 137 44 30 269 66 8
..
LA INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY
Período Formativo

MICHELE JULlEN

LAS MA'IERIAS DURAS ANIMALES constituyeron muy probablemente desde los


orígenes un material muy apreciado, al igual que la piedra, en la medida en
que los primeros cazadores encontraban en los restos de sus comidas elemen-
tos susceptibles de ser utilizados como herramientas. Según R. A. Dart (1957) ,
la utilización de huesos, dientes, cuernos y astas de cérvidos habría ante-
cedido el uso de la piedra entre los Australopítecos. La existencia de esta
"cultura osteodontoquerática" es aún materia de controversia para muchos
prehistoria dores, pero la utilización de huesos y astas parece confirmada
en algunos niveles olduvayenses de Africa oriental, fechados en 1.8 millones
de años a.e. Sin embargo, para esta época lejana no se trata sino de frag-
mentos óseos utilizados por el hombre sin haber sido trabajados de mane-
ra intencional.
Mucho más tarde, y solamente después de la aparición del Homo sa-
píens, se desarrolla la producción de una verdadera "industlia" sobre mate-
rias duras animales. A partir de 40,000 años a.C. , en Europa occidental, el
hueso, el marfil de mamut y las astas de reno comenzaron a trabajarse de
manera sistemática con varias técnicas: incisión, serrado, raspado y tallado,
con el fin de obtener objetos diversos cuya morfología final no ofrece, en
general, sino lejanas semejanzas con la morfología del soporte original. La
abundante producción de armas, instrumentos, u objetos de caracter estético
o religioso, fabricados con materia animales, constituye una de las caracterís-
ticas del Paleolítico superior europeo.
Hasta la aparición del metal (a partir del cuarto milenio en las regio-
nes del Cercano Oriente), el hueso y otras materias duras animales, junto
con la piedra, se utilizan de manera continua en las diversas culturas del
Viejo Mundo. Una vez dominadas las técnicas metalúrgicas, el trabajo de la
piedra y del hueso será progresivamente abandonado en beneficio de la pro-
ducción de instrumentos de cobre plimero, después de bronce y, finalmen-
70 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

te, de hierro. Salvo excepciones, las materias duras animales ya no se em-


plearán sino para la fabricación de objetos de adorno.
En las diversas regiones del mundo las etapas de la evolución de la
industria sobre hueso son aproximadamente las mismas. Sin embargo, la di-
fusión de objetos metálicos a partir de los centros de invención (indígenas
o foráneos), de tecnología más avanzada, no se produce en todas partes de
manera sincrónica, y algunas zonas aisladas conocerán el metal sólo con la
llegada de los europeos.
En América del Sur, a pesar de la aparición relativamente temprana
de la metalurgia del oro y luego del cobre (entre 1,500 y 1,000 a.C.), la
difusión de los objetos metálicos parece haber sido un tanto lenta hasta fi-
nes del período Chavín, sin llegar a las pequeñas comunidades de pastores
alejadas de los centros de producción (Lumbreras 1978).
Es el caso de Telarmachay, en los Andes de Junín, donde una única
aguja de cobre fue recogida en todo el espesor de los niveles formativos
(que cubren de 1,500 a 200 a.e.). El análisis de las estructuras del habitat,
y el estudio preliminar del material arqueológico y la interpretación de los
restos óseos alimenticios fueron presentados por D. Lavallée y J. Wheeler
en un artículo reciente en esta misma revista (Lavallée 1977).
Durante el Periodo Formativo el abrigo de Telarmachay estuvo ocupado
de manera estacional o permanente por pastores de camélidos. Los restos
óseos de origen alimenticio son muy abundantes y presentan un excelente
estado de conservación. En su mayoría pertenecen a camélidos domesticos,
pero la presencia de algunas especies salvajes, entre las cuales la vicuña
(Lama vicugna) y la taruca (Hippocamelus antisensis) indican la perdura-
ción de las actividades de caza. El equipo de estos pastores se componía
de algunos recipientes de cerámica, instrumentos de molienda (que sugie-
ren una alimentación vegetal), y sobre todo de numerosos instrumentos de
piedra lascada, de los cuales la mayoría sin lugar a dudas fueron elabora-
dos en el abrigo mismo, como lo atestigua la abundancia de los desechos
de talla. Probablemente, los ocupantes poseían también instrumentos de ma-
dera (material que no se conservó en el yacimiento, y que de todos modos
debía ser traída desde regiones más bajas). En fin, se comprobó que utiliza-
!Jan los huesos de los animales consumidos para fabricar varias clases de
instrumentos.
La materias duras animales utilizadas para fines técnicos no siempre
tienen origen alimenticio: numerosas astas de cérvido (sobre todo de taruca)
son astas de "muda" y no astas tomadas del animal después de su matanza.
Dichas astas, perdidas por los cérvidos en la puna, fueron recuperadas por
los pastores que las llevaron a su habitat para utilizarlas. Por fin, algunos
fragmentos de conchas, de origen terrestre o marino, según los casos, com-
pletan el abanico de las materias duras animales utilizadas en Telarmachay.
Tratándose solamente de elementos de adorno, estas conchas no se estudia-
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY 71

rán aquí. El presente estudio se dedica exclusivamente al equipo técnico


elaborado sobre hueso, encontrado en Telarmachay en los niveles del Periodo
Formativo.

A. Principios de determinación
Si bien es cierto que algunos objetos de hueso son fáciles de reconocer
gracias a su morfología específica, no siempre es fácil aislar del conjunto de
los vestigios alimenticios los pequeños fragmentos trabajados o las piezas
poco elaboradas que fueron utilizados con fines técnicos. Tales como los en-
contramos en los niveles de ocupación, los huesos han sufrido un cierto nú-
mero de alteraciones resultantes de la acción humana, por una parte, pero
también de procesos naturales que los modificaron durante el largo tiempo
que han permanecido soterrados.
En efecto, el beneficio ' de animales necesita varias operaciones prelimi-
nares, idénticas en todos los casos: el despellejamiento, descuartizamiento y,
sobre ciertas partes del esqueleto, el desprendimiento de los músculos que
envuelven los huesos. Todas estas actividades de carnicería se efectúan con
instrumentos cortantes que dejan, en puntos bien precisos del esqueleto, le-
ves marcas de incisiones involuntalias, muy diferentes de las huellas de uti-
lización visibles sobre los artefactos. Todos los huesos largos y el cráneo son
sometidos en seguida a un tratamiento secundalio por percusión, con el fin
de recuperar las sustancias nutritivas contenidas en sus cavidades: médula
y sesos. Esto explica que no se encuentre en los niveles de ocupación sino
fragmentos óseos reventados, epífisis y diáfisis separadas, que presentan a me-
nudo fracturas naturalmente puntiagudas, debido a la estructura misma de
la materia ósea.
Aunque resultado de una aCClOn voluntaria del hombre, en la mayoría
de los casos, dichos elementos no son sino desechos; las huellas de percu-
sión se pueden observar solamente en la cara externa de los huesos, las
fracturas son de filo vivo, y las finas incisiones de descarnadura están con-
centradas en puntos bien precisos de los huesos, a proximidad de las articu-
laciones o a nivel de las inserciones musculares.
Por otra parte, después de haber sido abandonados, estos desechos ali-
menticios sufren a veces nuevas alteraciones que no tienen nada que ver con
la acción humana. Algunos animales, por ejemplo, buscando recuperar sus-
tancias comestibles, dejan sobre los huesos las huellas de sus dientes: cúpu-
las sobre ambas caras de una esquirla ósea, o muescas irregulares a lo lar-
go de los bordes de fractura se deben a perros o zorros. En cambio, roedu-
ras regulares sobre las alistas, siempre perpendiculares al eje longitudinal
del fragmento, caracterizan la acción de los roedores. Sobre ciertos huesos
medio enterrados, el paso repetido de los animales puede provocar una em-
botadura o lustre que se asemeja mucho a las marcas de utilización de los
instrumentos. Finalmente, los movimientos del sedimento que contienen los
REVISTA DEL MUSEO. NACIONAL - XLIV
72

huesos, por ejemplo en caso de pendientes acentuadas, pueden producir una ·


trituración o esquirlamiento de los fragmentos , que podrían confundirse con
huellas toscas de manufactura. A estos agentes físicos se suman los agen-
tes de alteración química, que corroen los huesos y embotan las asperezas
de las fracturas. El reconocimiento de los estigmas voluntarios de manufac-
turas o de utilización resulta posible sólo cuando se encuentran de manera
repetida sobre un mismo tipo de hueso y en el mismo lugar del soporte.

1. Elección del soporte


En todas las culturas, los artesanos procuraron adaptar las necesidades
funcionales de los instrumentos que deseaban fabricar a las formas natura-
les de los huesos que tenían a su disposición. Sin embargo, las respuestas
técnicas varían según épocas y regiones, pues a los imperativos de la ma-
teria prima se suman los estilos y modos de fabricación propios de cada
cultura.
En Telarmachay en cierta medida pueden reconocerse las especies ani-
males escogidas para la elaboración de instrumentos de hueso, gracias a sus
características de dimensión. Así, algunas cuentas tubulares, obtenidas por
el ranurado tranversal de unas diáfisis de poco diámetro y espesor, no pue-
den provenir sino de huesos largos de pequeñ'os mamíferos o de pájaros. En
cambio, los demás objetos de tamaño más importante pueden corresponder
a huesos de mamíferos de tamaño mediano, en el presente caso camélidos
o cérvidos. Dentro de estas grandes categorías, sugeridas por el tamaño del
esqueleto, la distinción de la especie animal puede hacerse solamente cuan-
do son discriminantes los caracteres anatómicos observables sobre los
huesos.
A un nivel muy general, resulta a menudo posible saber de cuál ele-
mento del esqueleto provienen los instrumentos: la mayoría de los objetos
allí encontrados fueron fabricados sobre fragmentos de huesos largos, otros
sobre huesos planos (principalmente escápulas) , y algunos sobre fragmen-
tos de cráneos.
En estos casos, también, la determinación precisa del origen anatómi-
co no es posible sino cuando varios elementos discriminantes se han con-
servado (epífisis, aristas o inserciones de músculos). Las funciones de los
instrumentos elaborados sobre huesos largos son muy variadas y dependen
de la morfología de la parte activa. Sin embargo, en todos los casos la
elección de tales soportes está relacionada con las dimensiones de los obje-
tos, relativamente delgados y lo suficientemente alargados para asegurar una
buena prensión manual. La elección de escápulas, por otra parte, se expli-
ca por la utilización de la lámina delgada ósea del diploe, para o.btener un
filo co.rtante lo.ngitudinal. Po.r último, la fo.rma natural de la Co.ronilla per-
mite co.mprender que lo.s artesano.S esco.gieran dicha parte del esqueleto. pa-
ra fabricar pequeño.s recipientes abierto.s.
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY 73

Algunas veces el origen anatómico no puede distinguirse, cuando todo ele-


mento de reconocimiento ha sido suprimido por el trabajo de manufactura.
Así ocurre con las agujas de Telarmachay, que pueden haber sido extraídas
de cualquier fragmento óseo con algún espesor. Sólo las matrices con hue-
llas negativas del desprendimiento de la lengüeta ósea podrían informarnos,
pero tales piezas no , se encontraron en el yacimiento.

Astas de cérvidos
Las astas de cérvidos ocupan una poslClOn excepcional en este proble-
ma del origen anatómico de los objetos, pues tienen una estructura tal que
cualquier objeto un poco grueso puede ser inmediatamente reconocido. La
sección transversal de un asta presenta, en efecto, una zona cortical com-
pacta en toda su circunferencia y una zona central esponjosa, compuesta de
minúsculos alveolos. En las astas de la taruca (Hippocamelus antisensis),
el espesor de la estructura compacta es relativamente reducido (2 a 4 mm.)
y, según parece, no se presta a la extracción de lengüetas semejantes a las
que se pueden extraer de las astas del reno (Rangifer tarandus). en Norte-
américa por ejemplo.
El asta de una taruca tiene dos puntas de tamaño casi idéntico que
se dividen muy cerca de la extremidad basal. La percha principal, ligera-
mente más larga y orientada hacia la parte posterior de la cabeza, se di-
ferencia del candil arqueado de manera regular y orientado hacia adelante,
con un perfil sinuoso.
La superficie externa de las astas presenta acanaladuras longitudinales
bastante profundas hacia la base y que tienden a desaparecer hacia las ex-
tremidades de las puntas. Estas son generalmente lisas y terminan en una
punta más o menos roma. Al igual que todos los cérvidos, la taruca tiene
por costumbre frotar su cuerno sobre elementos rugosos con el fin de acele-
rar la desaparición del "terciopelo" (tejido nutritivo que envuelve las astas
al momento de su crecimiento anual, y se deseca cuando éste alcanza su
tamaño definitivo). Así, el aspecto liso, levemente lustroso y estriado de las
extremidades no puede tenerse como un criterio seguro de su utilización por
el hombre, puesto que pudo ser obtenido, en la , mayoría de los casos, por
la acción misma del animal.
La mayoría de las astas encontradas en Telarmachay son, como lo he-
mos señalado, astas de muda que fueron seccionadas en dos o más partes.
A veces no subsiste sino la base y la unión de las dos puntas, y más a menu-
do la base y una sola punta, o una punta aislada. Algunas veces estas pun-
tas aisladas fueron recortadas en varios pedazos, pero los elementos que con
más frecuencia encontramos son extremidades quemadas de puntas, de 10 a
20 mm. de largo, sin huella clara de fractura intencional. Algunos de es-
tas puntas seccionadas son simples desechos, otras son herramientas cuya
funciones fueron, como lo veremos, muy variadas.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
74
2. Técnicas de fabricación
Podrían compararse las técnicas de fabricación de un instrumento de hue-
so ~ las de un instrumento lítico: un hueso entero constituye, al igual que
un guijarro de piedra, un bloque de materia prima del cual se busca ex-
traer, mediante un tratamiento adecuado, una o varias lascas cuya forma se
asemeja a la del instrumento deseado. Al igual que la lasca lítica, una las-
ca de hueso puede ser inmediatamente utilizada, pero generalmente se ela-
bora de manera más fina, con el fin de obtener una parte activa mejor adap-
tada a la función a la que se destina (de la misma manera que se retoca
una lasca lítica para fabricar una herramienta). Se puede entonces distin-
guir, sobre los instrumentos de hueso, las huellas correspondientes a la fabri-
cación (lascamiento o desprendimiento de la lasca), de las huellas corres-
pondientes al trabajo secundario (o acabado).
El estudio de las huellas de fabricación observadas en el material de
Telarmachay muestra que las técnicas de trabajo del hueso fueron, desde la
época formativa, muy complejas y perfectamente dominadas.

Desbastamiento
Tres técnicas diferentes se utilizaron para extraer del soporte original un
elemento cuya forma y tamaño estuvieran adaptados al uso deseado.
-percusión sobre yunque: es la técnica más rápida pero también la más alea-
toria: el hueso, colocado sobre un bloque de piedra, se golpea con un gui-
jarro sobre las zonas de fractura deseadas. Bajo el golpe se rompe en esquir-
las más o menos alargadas y puntiagudas, cuyas formas dependen principal-
mente de las zonas de debilidad existentes en la estructura misma del hue-
so. Esa técnica debía emplearse sobre todo para extraer la médula y, muy
probablemente, los artesanos que buscaban un soporte para fabricar instru-
mentos preferían escoger en los restos de sus comidas una esquirla de la for-
ma más adecuada a sus propósitos.
-martilleo (Lám. la): la partición transversal de las astas de cérvido o de
los huesos de diámetro importante se obtenía por martilleo. Toda la perife-
ria de la pieza se cavaba mediante pequeñas percusiones repetidas perpen-
dicularmente al eje longitudinal. Cuando la ranura alcanzaba la profundi-
dad suficiente, la pieza estaba fracturada por torsión. Este tipo de fractura
deja a menudo huellas irregulares.
-aserrado o ranurado (Lám. lb): en los huesos delgados la partición se ob·
tenía simplemente con un instrumento cortante (lítico), que cavaba una ra-
nura fina, profundizada de manera progresiva por un movimiento de vai-
vén. Los bordes del corte son en este caso perfectamente netos, pero algu-
nas estrías paralelas a la ranura de serrado pudieron deberse al deslizamien-
to de la herramienta lítica utilizada para aserrar.
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY 75

Acabado
La mayoría de los fragmentos así desprendidos fueron en seguida obje-
to de un trabajo de acabado más fino, con el propósito de regularizar sus bor-
des o adelgazar sus partes activas. En Telarmachay se utilizaron cuatro téc-
nicas diferentes.
-retoques (Lám. lc): en este caso la esquirla de hueso se trabajó de la mis-
ma manera que una lasca lítica: sus bordes se adelgazaron mediante finos
retoques planos obtenidos por percusión. Este método de acabado parece ha-
ber sido destinado a adelgazar los bordes de fractura de las esquirlas para
obtener un filo más cortante.
-raspado longitudinal (Lám. le): generalmente empleado sobre las piezas
alargadas. La técnica consiste en regularizar los bordes de fractura para ob-
tener extremidades cónicas. El instrumento cortante sirve a manera de un
cuchillo, sacando finas virutas de materia ósea. El objeto terminado ostenta
finas estrías continuas y longitudinales. Sobre las extremidades cónicas se ob-
servan también finas facetas longitudinales.
-abrasión (Lám. ld,e): la regularización de los bordes de fractura puede
obtenerse también por abrasión, frotando las piezas sobre una piedra ieve-
mente granulada. De esta manera se obtiene un desgaste cuyas huellas de-
jan sobre los objetos. terminados grupos de estrías finas y paralelas, pero con
diversas orientaciones.
-perforación (Lám. lf,g): algunos objetos fueron además perforados, proba-
blemente para permitir el paso de algún lazo fino. Estas perforaciones son
casi siempre de forma circular, y presentan una sección bi-cónica. Fueron
obtenidas con un instrumento de extremidad fina y aguda, trabajando con un
movimiento circular alternativo, sucesivamente en cada cara del objeto. La
conexión de los dos huecos cónicos así producidos crea la perforación circu-
lar. Este tipo de perforación se encuentra especialmente en piezas óseas de
poco diámetro (agujas o pequeños colgantes). Sin embargo, se utilizó a ve-
ces otra técnica para perforar objetos más gruesos, mediante la reducción
previa del espesor del objeto, practicando sobre una o dos caras una ranura
cuyos bordes se ensanchan en forma de ojal. Cuando esta ranura se vuel-
ve bastante profunda, la perforación se obtiene mediante leves percusiones
sobre la parte adelgazada o con una perforación circular. Dicha técnica pa-
rece haberse utilizado en Telarmachay sobre la extremidad de un asta de
cérvido. Se observa en la pieza un ranurado en ojal, pero la perforación que-
dó sin terminar (Lám. 19).

3. Huellas de uso
Cualquier trabajo ejecutado con un instrumento está destinado a trans-
formar la materia con la que entra en contacto. A su vez, esta materia oca-
siona una modificación más o menos acentuada de la forma del instrumen-
to, o al menos de su superficie. Sobre los instrumentos líticos las huellas
o 2cm
L'_ _ _ _ _. . . .•

I : ." •• ;
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d e

f 9
Lámina 1: T écnicas de fabricación
a - martilleo (lIle) e - raspado longitudinal (en la parte izquierda)
b - serrado (1I/III) y abrasión (en la parte derecha) (lIb)
c - retoques (IIla) f - perforación circular (lIb)
d - abrasión (lIla) g - perforación en ojal (lIld)

76
e

f
d 9

h
o, 2cm n
k
Lámina 2: Instrumentos puntiagudos, romos y planos
a -lezna con perforación (I1b) g - punzón poco elaborado (lIc)
b - lezna sin perforación (I1lb) h - instrumento plano sobre un astrágalo (I1a)
c - alfiler con cabezh plana (lIc) i,j,k,l- instrumentos romos: retocadores (lIb, lIla, lIla, IIlf)
d,e - agujas con ojo (lIlf, lIlc) m - punzón poco elaborado (llId)
f "- punzón manufacturado (I1b) n-punzón poco elaborado con punta retocaaa a percusión (lIa)
77
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2cm.

Lámina 3: Instrumentos cortantes


a y d - raedera para pieles (dos caras) (lile)
b,c - raederas para pieles (lIla, lile)

78
o

Lámina 4: Instrumentos macizos o pesados


a,b,c - percutores sobre astas de taruca (llId, IlId-e, lIle)
d y f - detalles de la extremidad basal de la pieza c (lIle)
e - detalle de una extremidad basal (lile)

79
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Lámina 5 : Instrumentos hondos, y varia
a - mango para un instrumento lítico (? ), hecho sobre un húmero (lIc)
b - tubo de hueso (quemado) (lIIb+C)
c - silbato (? ) sobre húmero de pájaro (lIa)
d - cuenco sobre cráneo de cérvido (ll/III)
e - cuchara sobre parietal de cérvido (11/ In)
f, g - piezas horcadas aserradas sobre asta de taruca (IIIb, IIc)
h - detalle de la pieza f (IIIb)
80 i - pieza horcada (IIa).
I NDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAy 81

de uso raramente pueden observarse a simple vista. En cambio, sobre las


materias duras animales estas modificaciones a menudo son perceptibles. Sin
embargo, no resulta siempre fácil distinguirlas de las huellas de fabricación,
salvo cuando aquellas fueron atenuadas mediante un trabajo secundario.
Generalmente pueden distinguirse 3 formas de alteraciones de la super-
ficie:
-estría: incisiones finas, a menudo agrupadas, producto del contacto con un
material duro, cortante o granulado. Estas estrías poseen características idén-
ticas a las de las huellas involuntarias de descarnadura o de las huellas in-
tencionales de fabricación. Solamente pueden distinguirse cuando se encuen-
tran fuera de las zonas de inserción de los músculos o de las que soporta-
ron un trabajo de acabado (Lám. lc).
-embotado de uso: en un hueso fracturado por percusión las caras de fractu-
ra forman normalmente ángulos vivos con la cara externa del hueso. Sin
embargo, un trabajo por fricción desgasta poco a poco las asperezas de las
aristas, y las fracturas acaban presentando un contorno romo y alisado.
-lustre: la superficie de los huesos es naturalmente mate. Sin embargo, mu-
chos instrumentos tienen un aspecto muy pulido y brillante; dicho aspecto
resulta en realidad de la presencia de estrías regulares, extremadamente fi-
nas, y que no pueden observarse a simple vista, sino con un importante au·
mento. Estas estrías se producen cuando el instrumento trabaja al contacto
de una materia blanda y que contiene grasa (por ejemplo, las pieles o la la-
na). Este lustre, cuando se encuentra muy pronunciado, llega a dar al ins-
trumento un aspecto barnizado.
Todas estas huellas de uso son muy importantes, pues permiten saber si
los instrumentos estudiados sirvieron para trabajar sobre materias duras o so-
bre materias blandas de origen animal.

B. Clasificación de los objetos de hueso o asta de cérvido


No existe actualmente, que sepamos, ningún estudio de conjunto sobre
la industria ósea prehistórica de las regiones andinas. E xisten en las publi-
caciones algunas men ciones de instrumentos de hueso, pero los autores se li-
mitan generalmente a una desclipción breve, y atribuyen a los objetos una
función a menudo relacionada con el tejido, asimilándolos a los instrumen-
tos de hueso que utilizan actualmente los tejedores de algunas provincias
andinas.
La abundancia y valiedad relativa de la industria ósea encontrada en
Telarmachay incita a intentar una síntesis preliminar de este material, con
el deseo que futuros descubrimientos vengan a completarla.
La presentación razonada de un conjunto de objetos manufacturados o
simplemente utilizados, pertenecientes a una cultura prehistórica, plantea
problemas difíciles de resolver, puesto que la función de estos objetos resulta,
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
82

en gran parte, hipotética, y porque el abanico de las posibilidades funciona-


les es demasiado extenso como para ayudar al establecimiento de un cuadro
tipológico.
A partir de la observación de los objetos, tal como se presentan previa-
mente a todo estudio, la clasificación puede favorecer ciertos tipos de crite-
rios a costa de otros. De esta manera, puede elaborarse una clasificación en
categorías según la naturaleza del soporte (hueso largo, plano, dimensiones,
etc ... ), según la morfología externa de los objetos (objetos alargados, redon-
dos, etc ... ) o según las técnicas de fabricación. Queda evidente que si se
quiere deducir del análisis algunas indicaciones funcionales, la morfología
,1
de la parte supuestamente activa es la que puede ofrecer informaciones per-
tinentes. Los modos de fabricación revelan, en cierta medida, la intención
inicial de la horma y las huellas de uso (que delimitan la extensión de la
parte activa) permiten a veces evidenciar la dirección del gesto técnico, y
la materia con la que el instrumento entró en contacto. Por último, las hipó-
tesis sobre posibles funciones pueden a veces ser confirmadas a partir de la
comparación de instrumentos utilizados actualmente, y hasta con reconstruc-
ciones experimentales.
Teniendo en cuenta que en Telarmachay uno de los objetivos principa-
1

;1 les de nuestras investigaciones es reconstruir el modo de vida y las activida-


I
des de los ocupantes, preferimos clasificar los objetos en función de la mor-
fología de su parte activa, reservándonos sin embargo la posibilidad, en una
segunda etapa, de subdividir estas categorías primarias en series funcionales.
Según las características de la parte activa, encontramos las siguientes
clases:
-instrumentos con parte activa puntiaguda
-instrumentos con parte activa roma
-instrumentos con parte activa plana
-instrumentos con parte activa linear (cortantes)
-instrumentos macizos o pesados
-objetos hondos

Los instrumentos macizos y las piezas hondas debieran entrar, según la


más estricta lógica, en la categoría de los instrumentos romos, puesto que
no son puntiagudos, planos, ni lineares; pero preferimos dejarlos aparte, pues
no es su carácter romo lo que hace de ellos verdaderos instrumentos, sino su
peso o cavidad,

Definición de los términos empleados y orientación de los objetos


La mayoría de los objetos encontrados en Telarmachay son piezas alar-
gadas que presentan un eje longitudinal. Se orientan siempre verticalmente,
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHA y 83

y se distinguen 3 zonas: distal, medial y proximal. Por definición, cuando la


parte activa se confunde con una extremidad, dicha extremidad es siempre
distal; se opone a la parte de prensión, siempre proximal; el cuerpo del objeto,
entre la extremidad distal activa y la extremidad proximal de prensión, confor-
ma el fuste. Cuando la parte activa se ubica sobre uno de los bordes late-
rales, esta parte es longitudinal. Para distinguir la orientación del objeto
manufacturado de la del hueso del cual fue extraído, los términos distum y
proximum sólo se emplearán al referirnos a la orientación anatómica.

1. Instrumentos puntiagudos
En esta clase se agrupan todas las piezas que presentan una o dos ex-
tremidades puntiagudas : los bordes del fuste se adelgazan de manera progre-
siva, hasta la extremidad activa puntiaguda. Las piezas puntiagudas de Te-
larmachay corresponden a tipos conocidos en otras zonas, y, en función del
grado de manufactura y de la fineza o robustez de la punta, se distinguen
agujas, leznas, alfileres y punzones.
Aguias con oio (Lám. 2d,e) . Dos piezas completamente labradas pre-
sentan características propias de las agujas: extremidad cónica, fuste delgado
con bordes paralelos (3 mm. de diámetro) y perforación circular sobre la
extremidad opuesta a la punta. Dichas piezas presentan finas huellas de ras-
pado longitudinal sobre toda la superficie y la punta fue adelgazada por
abrasión.
Teniendo en cuanta sus dimensiones y la morfología de su sección, un
fragmento distal y dos fragmentos mediales pueden atribuirse también a es-
ta categoría.
Leznas. Son agujas más robustas, utilizadas generalmente para juntar ma-
terias bastante gruesas.
- Leznas con perforación (Lám. 2a): una totalmente labrada, con una punta
cólúca y un fuste elíptico (6 x 4 mm.); su extremidad proximal, ensancha-
da y aplastada en relación al fuste, presenta también una perforación circu-
lar, destinada al paso de un lazo fino de cuero o de un hilo de lana.
- Leznas sin perforación (Lám. 2b): finas esquirlas o costillas pequeñas pre-
sentan un lustre leve sobre su extremidad naturalmente aguda. En algunos
casos los bordes de estas esquirlas fueron regularizados mediante una abra-
sión transversal (Lám. Id) . Por sus dimensiones y morfologías, estas esquir-
las recuerdan la lezna con p erforación, pese a la ausencia del ojo. Parecen
haber sido escogidas y utilizadas en razón de su forma acerada, bien adap-
tada a la perforación de materias flexibles . Estas piezas poco elaboradas son
notablemente más abundantes que las verdaderas leznas con perforación (1.3
ejemplares en Telarmachay ) .
Alfileres con cabeza plana (Lám. 2c). Dos piezas, desgraciadamente des-
provistas de sus partes distales, tienen el fuste completamente labrado, con
una sección elíptica, y una extremidad proximal aplanada y ensanchada, a
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
84

manera de pequeña espátula. La superficie de ambas es lustrosa en totali-


dad. Otra pieza semejante (aunque encontrada en un nivel inferior de la
excavación), y esta vez entera, tiene una parte distal en punta cónica. La
fineza de manufactura de estas 3 piezas, y su largo que no sobrepasa 60
mm., incitan a pensar que se trata de alfileres antes que leznas.
Punzones (Lám. 2f,g,m,n). En todas las culturas prehistóricas los PUll-
zones son instrumentos muy comunes: cuentan de una manera general con
una punta fuerte y un fuste cuyos bordes fueron regularizados sobre todo o
parte de su largo. La parte proximal de prensión es a menudo más ancha
que el fuste, y a veces conserva una porción de epífisis del hueso soporte.
Este instrumento, hasta hoy utilizado, sirve para perforar pieles mediante un
movimiento alternativo, o para separar las fibras de cesterías o tejidos.
En Telannachay las piezas labradas correspondientes con esta descrip-
ción son sorprendentemente escasas, y sólo 5 fragmentos distales o media-
les podrían ser, con cierta verosimilitud, incluidos en esta categoría. Por el
contrario, abundan los punzones poco elaborados.
-punzones manufacturados (Lám. 2f): pese a que los elementos encontra-
dos son muy fragmentarios, tienen en común ciertas características del fus-
te. La sección convexo-cóncava conserva la morfología de la esquirla de
hueso largo sobre la que se confeccionó, pero las aristas fueron regulariza-
das y suavizadas mediante una abrasión oblicua o perpendicular al eje longi-
tudinal (Lám. le). Los bordes del fuste convergen hasta la extremidad
distal.
-punzones poco elaborados (Lám. 2g,m): en realidad, parece que los artesa-
nos de Te1armachay no buscaron fabricar en el lugar mismo tales instrumen-
tos, puesto que entre los desechos de cocina podían escoger numerosas lascas
de huesos largos provistos de una extremidad puntiaguda, muy apropiada ¡¡1
uso como punzón. Estas lascas son generalmente largas (entre 80 y 150 mm.)
y provienen de huesos de animales adultos, partidos longitudinalmente me-
diante percusión. A veces conservan parte de una epífisis y la punta de bor-
des convergentes opuesta a esta epífisis tiene aristas embotadas y siempre
lustradas de 20 a 30 mm. de largo.
En dos casos, los bordes convergentes de la parte activa fueron adel-
gazados además mediante pequeños retoques obtenidos por percusión (Lám.
2n).
La ausencia de acondicionamiento del fuste y la pequeña dimensión de
la parte lustrada cerca de la punta, sugieren que estos instrumentos ah'ave-
saban materias delgadas. ASÍ, no se trata de cuchillos de tejedor ni de pun-
zones para cestería (siempre lustrados a casi todo lo largo del borde). Es
muy probable que se trataba de punzones para trabajar cueros.
Teniendo en cuenta los 5 fragmentos elaborados, la cantidad total de
punzones encontrados en los niveles formativos de Te1armachay es de 23.
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHA y
85

Se trata pues del instrumento más frecuente en el equipo óseo del yacimien-
to, junto con los instrumentos cortantes.

2. Instrumentos romos
Entre los instrumentos con extremidad roma se distinguen dos tipos, en
función de la sección de su extremidad activa: los primeros tienen una sec-
ción maciza, generalmente poligonal, mientras los segundos son de sección
achatada, plano-convexa o convexo-cóncava.

Instrumentos romos con sección maciza. Retocadores (Lám. 2 i hasta 1)

Hay 16 piezas y fragmentos que presentan una notable similitud morfo-


lógica de la extremidad distal y del soporte. En todos los casos, el instru-
mentos fue elaborado sobre la mitad de la parte posterior de un metapodio
de camélido. Esta esquirla longitudinal parece haberse escogido a causa de
la robustez del hueso en esta zona. Los bordes de las dos fracturas longitu-
dinales fueron regularizados por raspado y/o abrasión con el fin de suprimir
todas las asperezas. El fuste tiene bordes paralelos y una sección triangular.
La pieza se termina en un cono muy corto (entre 5 y 10 mm) ., constitui-
do por pequenas facetas más o menos convexas; dicha extremidad no es
puntiaguda.
A diferencia de las piezas anteriormente descritas, las huellas de lustre
se ubican sobre el fuste, mientras la extremidad activa queda mate. Cuan-
do se observa con binocular las pequeñas facetas del cono, se ve que están
marcadas con finas cortaduras oblicuas pero sin continuidad. La configuración
de estas huellas no permite interpretar las piezas como punzones gastados. A
lo más podría suponerse que fueron utilizadas para triturar finamente subs-
tancias como colorantes; pero en este caso el instrumento habría trabajado
con un movimiento alternativo, apoyándose sobre un soporte duro, y no debe-
rían observarse facetas de uso sobre la parte activa.
En Norteamérica se conocen instrumentos alargados (esquirlas óseas,
dientes enmangados), cuyas extremidades tienen las mismas características:
se utilizaban, hasta el siglo XIX, para retocar los instrumentos de piedra, espe-
cialmente las puntas de flecha. Las técnicas eran diversas pero, en todos
los casos, el instrumento de hueso se apoyaba con fuerza sobre el filo de la
lasca lítica, con el fin de desprender por presión finas esquirlas y adelgazar
así la sección de la lasca (Holmes 1919).
La presencia en Telarmachay de puntas líticas retocadas de manera muy
regular, obtenidas al parecer por presión, sustenta esta hipótesis. Que sepa-
mos, no se han mencionado en ningún yacimiento prehistórico andino instru-
mentos de este tipo, pero piezas muy semejantes encontró Junius B. Bird
en Patagonia, quien les interpreta como chipping-tools (Bird 1938). Algu-
nas extremidas de astas de cérvido y una esquirla gruesa de otro ·tipo
86 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

de diáfisis presentan las mismas huellas de utilización. Parecerían probar


que los artesanos de Telarmachay para lascar piedra a veces utilizaban ins-
trumentos poco elaborados.

Instrumentos romos con sección achatada. Alisadores


Resulta dificíl definir, desde el punto de vista tecnológico, esta categoría,
por lo demás débilmente representada en nuestro material. Por una parte,
tenemos 6 fragmentos estrechos y alargados (el más completo mide 85 mm.
de largo, 13 de ancho y 6 de espesor), manufacturados sobre esquirlas de
hueso largo. Los bordes del fuste son paralelos y sus alistas regularizadas;
la extremidad distal, que no presenta adelgazamiento alguno, es levemente
convexa, con una arista redondeada. Parecería que todas estas piezas se hu-
bieran trabajado sobre esta arista y que su convexidad resulte del uso. A me-
nudo el lustre es mínimo.
Estas mismas características se encuentran sobre la extremidad de un
fragmento de costilla y dos fragmentos más, que presentan además un bisel
de adelgazamiento sobre la cara interna de la extremidad. Sobre uno de
ellos, finas estrías longitudinales pueden observarse sobre la parte plana del
bisel, indicando que la pieza trabajó con un movimiento linear y al contac-
to de una materia blanda.
En la prehistoria europea, tales instrumentos con extremidad redondea-
da bastante gruesa forman parte de la categoría de los alisado1'es, cuya fun-
ción está mal definida. Conviene notar, sin embargo, que alisadores del mis-
mo tipo los utilizan zapateros o talabarteros para aplastar las costuras del
cuero. Cuando la parte activa es relativamente estrecha, estos instrumentos
pudieron utilizarse para extraer la médula de las cavidades de los huesos
largos.

3. Instrumentos planos
Rara vez se utilizó la parte plana del hueso. Se observan, a veces, so-
bre la cara plana de huesos largos, incisiones que no corresponden a ninguna
inserción muscular, pero es imposible determinar el uso exacto de tales ob-
jetos, pues estas huellas son poco explícitas. Se podría imaginar que fueron
utilizados a manera de yunques, para cortar pieles o carne.
Tenemos también un astrágalo de camélido, cuyas caras principales fue-
ron totalmente aplanadas, pero no presentan ningún bruñido. Se notan so-
lamente grupos de finas estrías paralelas que se cruzan entre sÍ, según los
dos ejes principales del hueso, como si la pieza se hubiera frotado sobre
una superficie finamente granulada (Lám. 2h). Esta abrasión no parece re-
sultar de la manufactura del objeto, sino más bien de su uso, y podría tra-
tarse de un alisador para cerámica. Sin embargo, no hay evidencia de fabri-
cación de cen'tmica en Telarmachay.
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY
87

4. Instrumentos cortantes
Otras piezas presentan huellas de uso a lo largo de un borde de frac-
tura intencional o no. En este caso, parece que se buscó obtener o utilizar
objetos cortantes. En su mayoría son esquirlas simples, cuyas aristas fueron
poco transformadas. Un solo tipo fue completamente labrado.

Instrumentos de filo longitudinal. Cuchillos o raederas para pieles


(Lám. 3 a, b, e)
Se escogieron escápulas de camélidos para manufacturar especies de cuchi-
llos de filo longitudinal. Los artesanos seccionaron, paralelamente al borde
caudal del hueso, la lámina ósea delgada que une este borde con la espina
escapular, y suprimieron la cavidad glenoida. Este acondicionamiento simple
permitió obtener cuchillos de dorso natural, con filo delgado, cuyo largo pue-
de alcanzar no mm. No se divisan las huellas de fabricación, pues todas
las aristas son redondeadas, y los instrumentos presentan un bruñido acen-
tuado. Parece, sin embargo, que el despejamiento del filo se obtuvo fractu-
rando la lámina ósea, después de haberla ranurado previamente; el filo se
regularizaba después mediante abrasión o simplemente con el uso. Algunos
filos presentan, en efecto, unas escotaduras irregulares con los bordes embo-
tados por el uso, y en los objetos más completos se nota que este uso modi-
ficó el filo originalmente rectilíneo en un filo levemente cóncavo ( Lám. 3a) .
Piezas semejantes, pero con el filo irregularmente aserrado, se encontra-
ron en el yacimiento de San BIas, en Ondores, (Período Formativo o Prece-
rámico) (Morales 1978), y el autor piensa que se trata de peines para car-
dar lana. Sin embargo, además de no ser un instrumento muy eficaz para
este uso, se entiende mal por qué, en este caso, todas las escápulas manu-
facturadas no están aserradas. Por otra parte, instrumentos idénticos se utili-
zaban todavía durante el Intermedio Tardío, y encontramos personalmente
4 ejemplares arqueológicos en la región de Huancavelica (Lavallée y Ju-
lien 1973): tres tienen un filo rectilíneo más o menos regular, y el cuarto
un filo con una serie de cinco escotaduras en V bastante profundas. Así, la
constante asociación de piezas de filo rectilíneo y de filo aserrado, en varias
épocas y culturas, nos llevó a suponer que el dentículo no era siempre ne-
cesario, sino que mejoraba la calidad del filo. No puede entonces tratarse
de peines para cardar ni tampoco de peines de tejedores, pues en Telarma-
chay encontramos ejemplares de estos objetos sólo en niveles precerámicos.
Lo más probable es que dichos instrumentos se utilizaran para el tratamiento
de las pieles frescas, sea para descarnarlas, sea para ablandarlas o- para ayu-
dar a la depilación. El desgaste cóncavo del filo recuerda los beamers
de Norteamérica, hechos sobre grandes esquirlas cortantes de hueso largo,
destinados a la depilación de los pellejos (Masan 1889). El contacto con
una piel fresca provoca, en el transcurso de estas operaciones, un bruñido
pronunciado, idéntico al observado sobre las 9 escápulas manufacturadas de
Telarmachay.
88 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

Instrumentos cortantes poco elaborados


Al lado de estas piezas finas y cuidadosamente labradas, encontramos
a menudo grandes lascas óseas que presentan las mismas huella de uso.
-piezas con filo longitudinal: en algunos casos, los b~rdes de fractura de
grandes lascas de diáfisis llevan retoques planos, obtenidos por percusión, y
destinados al adelagazamiento del filo (Lám. le). Este filo es a menudo
I
levemente embotado, y existe un bruñido sobre toda la 'superficie de la pie-
za. Lo mismo puede observarse sobre algunos fragmentos mediales de cos-
tillas, cuya arista lateral fina fue utilizada. Finalmente, sobre 15 lascas gran-
des de diáfisis observamos que las fracturas longitudin:,lles sin retoque pre-
sentan también un embotado y bruñido. Dichas piezas no son propiamente
filo cortantes, pero las aristas agudas de las fracturas, con sus finas asperezas,
sirven perfectamente para descarnar )' raer pieles frescas.
-piezas de filo distal: ocasionalmente se utilizó la fra~tura en bisel de la
extremidad de lascas grandes. En la mayoría de los casos, estas piezas es-
tán rotas y resulta imposible distinguir si la extremidad proximal fue marti-
llada o no; sin embargo, la rotura de la extremidad sugiere que estos ob-
jetos sirvieron como hendidores (por ejemplo, para hendir madera).
En varios casos, estas lascas fuertes y naturalmente cortantes fueron uti-
lizadas sobre todos sus bordes, en todas sus posibilidades técnicas.

5. Instrumentos macizos o pesados


Esta categoría agrupa dos tipos de instrumentos muy diferentes, pero cu-
ya función esencial consiste en transmitir o aumentar una fuerza.
Tortero
Un disco perforado en su centro, de 50 mm. de diámetro, -se recortó
en la parte gruesa de un hueso plano. Se trata de un objeto de tipo clá-
sico en los periodos posteriores. En Telarmachay esta pieza única se encon-
tró en un nivel del Formativo Tardío.

Percutores (Lám. 4)
I
Estos instrumentos, manufacturados sobre astas de tantea, tienen una
morfología idéntica: en los 9 casos una de las dos puntas del asta fue sec-
cionada por martilleo periférico. Pensamos primero que , eran desechos de fa-
bricación, y que el verdadero instrumento era la punta gesprendida; en efec-
to, la punta restante tiene generalmente la extremidad rota y no presenta
huellas visibles de manufactura. Pero examinando sistemáticamente la ex"
tremidad basal de las piezas, observamos en todas un , desgaste más o me-
nos pronunciado, que no tenía nada que ver con la morfología natural de
estas astas.
En algunos casos, el desgaste afectaba también la :roseta perlada cuyas
protuberancias han desaparecido. De tal manera que la parte activa de estos
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAY 89

útiles había sido el prox:imum del asta y no las puntas. En esta hipótesis,
la punta aún conservada debía servir para la prensión del objeto, originan-
do una especie de mazo.
La observación de las marcas visibles sobre la parte activa revela, en
los casos más favorables, facetas anchas y asimétricas con pequeñas depre-
siomis que corresponden a un hundimiento de la materia o al desprendimien-
to de partículas (Lám. 4 d,e,f). Dichos estigmas resultan, sin lugar a duda,
de repetidos contactos con un cuerpo duro y cortante, y todo indica que
estos percutores sirvieron para lascar o retocar piedra. Para confirmar nues-
tra hipótesis pedimos al Dr. M. Newcomer (Instituto de PrehistOlia, Uni-
vesidad de Londres), especializado en tecnología prehistórica, utilizar un
percutor del mismo tipo para lascar sílex. Con un asta de cérvido europeo,
de tamaño y dimensiones iguales a los de una taruca, efectuó algunas expeli-
mentos de talla, y concluyó que existe una perfecta adecuación de este ti-
po de percutor al trabajo de la piedra. Las marcas de utilización, más vi-
sibles sobre la pieza experimental, son sin embargo del mismo tipo que las
Dbservadas sobre las astas de Telarmachay. Ahora bien, el uso de percuto-
res "suaves" hechos de astas de cérvido o de madera es bien conocido en
algunas culturas prehistóricas de Europa y N orteamérica. Los experimentos
actuales indican que, mediante el empleo de estos percutores, se obtienen
lascas más delgadas y alargadas, y con bulto más reducido que cuando se
emplea un percutor de piedra. Aquellos instrumentos están particularmen-
te bien adaptados al retoque de los bordes cortantes de las herramientas líti-
cas, pues, a diferencia de los per'cutores de piedra, no dañan el punto de
percusión.

6. Instrumentos hondos
Aprovechando las cavidades naturales de los huesos, los artesanos de
Telarmachay fabricaron a veces varios tipos de útiles: obtuvieron piezas de ca-
vidad cilíndrica, utilizando el canal medular de los huesos largos, y piezas
de cavidad hemisférica utilizando partes de cráneos.

Piezas de cavidad cilíndrica: tubos

La mayoría de los huesos largos encontrados en Telarmachay fueron


fracturados longitudinalmente para extraerles la médula, y las fracturas trans-
versales son muy escasas. Cuando se encuentran parecen más bien intencio-
nales.
-mangos o vainas (Lám. 5 a,b): un húmero derecho de camélido· adulto
fue fracturado en la región de la epífisis proximal y de la mitad de la diá-
fisis; se observan en esta fractura medial finas huellas perpendiculares de
abrasión, probablemente con el fin de suplimir las asperezas de la cortadu-
. ra. El objeto tiene un volumen bastante adecuado para la prensión y el diá-
metro de la cavidad así obtenida mide 15 mm. sobre 10. Suponemos que
90 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV

se trata de una vaina para un instrumento cualquiera (lítico, óseo o de


madera).
Otro tubo pequeño se obtuvo aserrando la parte medial de una diáfisis
delgada. La superficie externa de la pieza ostenta finas estrías de pulido,
y las extremidades fueron después adelgazadas; el diámetro interior es de
15 mm. Como el objeto (en su estado actual) parece demasiado frágil
para constituir el mango de un instrumento, suponemos que se trata de un
recipiente pequeño, cuyos tapones han desaparecido
-silbato (Lám. 5c): en un proximttm de húmero de pájaro, aserrado a 35
mm. de distancia de la epífisis, se observa una escotadura semicircular de
2 mm. Podría tratarse de un silbato.

Piezas de cavidad hemisférica (Lám. 5 d, e)

En 4 casos, los cráneos de cérvidos tiernos fueron aprovechados para ob-


tener recipientes abiertos. Según el tamaño y la concavidad, las piezas ob-
tenidas se reparten entre 3 cuencos, recortados en parietales y frontales, y
una cuchara, recortada en un parietal, y que debía poseer un mango (roto).

7. Fragmentos indeterminados
Además de todos estos instrumentos suficientemente bien conservados co-
mo para poder ser descdtos y clasificados, existe una serie de fragmentos
de diáfisis sin lugar a duda utilizados, pero cuyas partes activas faltan o en
los cuales las marcas de utilización son demasiado leves para atribuirles de-
terminada función.
Tres de esos fragmentos merecen, sin embargo, mención especial: manu-
facturados sobre la extremidad de un asta de cérvido, han perdido una de
sus extremidades, de manera que resulta imposible saber si la extremidad
conservada constituía o no la parte activa del instrumento. Estas piezas SO'1
de sección circular, muy finamente regularizada sobre toda la superficie, y
la extremidad existente presenta una horcadura cavada en el espesor del as-
ta. Dicha escotadura profunda, en forma de V abierta, se obtuvo con un
aserrado oblicuo, mediante ranuras bifaciales poco a poco profundizadas. En
dos casos (Lám. 5 f,g) , la "horca" estuvo longitudinalmente quebrada, pro-
bablemente en el transcurso de la fabricación del objeto, y pueden obser-
varse fácilmente los estigmas de fabricación en la cara interna de la hendi-
dura (Lám. 5 h). Una sola pieza conservó esta extremidad intacta y de-
bió romperse al ser utilizada: en su estado actual mide 80 mm. de largo
y 12mm. de diámetro (Lám. 5 i). Los dos fragmentos con las "horcas"
rotas tienen la particulalidad de haber sido muy cuidadosamente seccionados,
por una ranura circular, a pocos milímetros encima de la hendidura. Si más
bien parece tratarse en los tres casos de instrumentos semejantes, como lo su-
giere la morfología de la extremidad conservada, sin embargo este aserrado
transversal es difícil de explicar, a menos que se relacione con el accidente
INDUSTRIA OSEA DE TELARMACHAy 91

de fablicación: como consecuencia de la rotura de una rama de la "horca-


dura" los artesanos suprimieron quizá la extremidad ahora inútil, para poder
recuperar la parte restante del instrumento y comenzar otro instrumento.
Reconstruir la morfología de la parte ausente resulta también difícil: el
fuste circular tiene bordes paralelos, y la extremidad pudo ser puntiaguda,
roma, cortante u horcada. En la prehistoria europea se conocen puntas de
base hendida utilizadas como armas arrojadizas, pero en Telarmachay, según
parece, se empleó con preferencia la piedra para fabricar las armaduras de
dardos. Debemos esperar el descublimiento de piezas enteras para poder es-
tablecer sus posibles funciones.

Conclusiones

En total, y teniendo en cuenta los pequeños fragmentos labrados o sim-


plemente utilizados, más de 170 instrumentos de hueso se recogieron en los
niveles formativos del abrigo de Telarmachay. La clasificación de estos ins-
trumentos, según la morfología de su parte activa y la configuración de las
marcas de utilización, ha puesto en evidencia un fenómeno tecnológico par-
ticular: en la mayoría de los casos, los artesanos utilizaron, de manera indi-
ferenciada, para una misma actividad, piezas cuidadosamente manufactura-
das o esquirlas sumariamente acondicionadas. Observamos de paso la baja
proporción de los punzones totalmente labrados, con relación a la cantidad
importante de los punzones poco elaborados, hechos sobre esquirlas natural-
mente puntiagudas. Esta misma oposición se encuentra, con grados diversos,
para las leznas, retocadores, descarnadores. Puede reflejar en cierta medi-
da las variaciones individuales de la destreza de los artesanos, pero también
la existencia de un ciclo de actividades estacionales. En una economía de
subsistencia, basada en la cría y el pastoreo de camélidos, el peliodo de ac-
TIvidad más intensa correspondía a la estación de lluvias y también al pe-
riodo de parición y preñez. Podría ser que los instrumentos más elaborados
se hubieran manufacturado, con tiempo y comodidad, en otro momento y
lugar; habrían sido traídos al campamento, y reemplazados a medida de las
necesidades por nuevos instrumentos fabricados apresuradamente en el lugar
mismo. Esta hipótesis concordaría con las conclusiones de J. VVheeler (19'77)
referentes a los niveles de ocupación del Formativo Temprano.
Resalta de este estudio del material óseo, por otra parte, cierta concor-
dancia entre la función supuesta de los útiles y las actividades de los ocu-
pantes del abrigo, tal como pueden deducirse del análisis de los restos de
fauna y del ajuar lítico. La tasa de mortalidad muy elevada -antes e in-
mediatamente después del nacimiento- de los camélidos, el beneficio de
los animales viejos, y la caza ocasional de los cérvidos tenían como conse-
cuencia una intensa actividad de carnicería, desde el despellejamiento y el
descuartizamiento hasta el tratamiento subsecuente de las pieles. Para la
92 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

mayoría de estas operaciones se utilizaban instrumentos líticos, y el análisis


del material recogido demostró que la mayor parte de las lascas y herra-
mientas fueron trabajadas enel abrigo mismo.
En conjunto, los instrumentos de hueso que describimos están bien adap-
tados a estas diversas técnicas de adquisición: los percutores de piedra de
astas de cérvido, y los retocadores sobre metapodios se utilizaron para el tra-
bajo de la piedra; los cuencos y cucharas atestiguan el consumo de alimen-
tos líquidos y algunas lengüetas de extremidad roma sirvieron posiblemente
para la extracción de la médula.
Sin embargo, la mayoría de los instrumentos óseos parecen haber si-
do utilizados sobre todo en el tratamiento de las pieles frescas o de los cue-
ros, y este ajuar completaba felizmente el abanico de los instrumentos líticos
con funciones semejantes (cuchillos, raederas, raspadores). Muy probable-
mente, se lograba descarnar y/o ablandar las pieles frescas con instrumentos
cortantes de hueso (cuchillos sobre escápulas, o esquirlas retocadas de diá-
fisis) que tal vez se utilizaban también para depilar.
Punzones, leznas y agujas atestiguan el trabajo de ensambladura de los
cueros, con el uso de los "alisadores" para aplastar las costuras. El trabajo
de la lana, al menos para el Formativo Tardío, queda comprobado por un
único tortero de hueso, pero se necesitarían otras evidencias para comprobar
una actividad textil en el abrigo. Si bien la lana era hilada, debía ser teji-
da, pero esta tarea podía ser también una actividad estacional, que se efec-
tuaba en otra época y lugar.

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COMPLEJOS DE PIRAMIDES CON PLANTA EN U
Patrón arquitectónico de la costa central

CARLOS W ILLlAMS LEÓN

EL SEGUNDO MILENIO ANTERIOR a la era clistiana fue un períodO' muy activo


en la edificación de grandes complejos arquitectónicos en la costa central
del Perú. PO'r entonces, el paisaje costeño resultó dominado por imponen-
tes estructuras piramidales con planta en U, abiertas hacia el nor-noreste y
el este, entre Mala al sur y Supe al norte. En un trabajo anterior (Williams
1971 ) se presentó sumariamente algunas de las características formales de
estas estructuras. A la fecha, nuevas investigaciones en el campo, además
de las excavaciO'nes realizadas en Garagay por Ravines (1975), la obra pre-
sentada por Scheele para el área entre Lurín y el Chillón, entre otras, han
dado lugar a la acumulación de valiosa información adicional sobre el tema.
En este trabajo se resume dicha información a la vez que se presentan al-
gunas hipótesis sobre su difusión, filiación de la forma en U, tipología de
estructuras, cronología y función de los edificios.

Difusión
Los complejos de pirámides dispuestas en U no se encuentran al sur de
Mala ni al norte de Supe. En Mala el único lugar relacionado con esta for-
ma es El Salitre, que parece corresponder a una manifestación tardía del es-
tilo. En Supe, La Empedrada en el valle medio parece vinculado al área
de Huaura. En La Empedrada termina un viejo camino que liga ambos va-
lles y que todavía está en uso. El modelo se da pues básicamente entre Lu-
rÍn y Huaura. Los ejemplos de Casma relacionados con el prototipo estudia-
do corresponden a una tradición arquitectónica diferente, aunque emparenta-
da, cuyos edificios más significativos (SechÍn Alto, Aldas) están formados por
una secuencia alargada de pirámide, patiO' rectangular hundidO' y patios cir-
culares hundidos, alejada de la disposición que comentamos. La. tradición
norteña de Huaca de los Reyes, en el valle de Moche, responde también a
la idea de la planta en U, tanto en la composición general como en los di-
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COSTA CENTRAL
Dlfusion de los complejos en U
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Fig. 1. Difusión de los complejos con plantas en U en la costa centraL Los círculos
llenos repr·e sentan las estructuras principales. Los círculos claros las estructuras m e-
n ores. ·,El gráfico de la izquierda m ues tra a la mism a escala los sitios rep resentados
en el map a . Nótese que la abertura de los conjuntos . se orient a según el curso de '
las aguas en cada valle. El mismo gráfico presenta una hipóteSis sobre la cronología
de los complejos con planta en U.
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 97

ferentes componentes del edificio. Esta valiosa obra arquitectónica tiene una
modulación casi íntima, prácticamente de interiores, muy alejada también de
las vastas proporciones y carácter externo de los complejos de pirámides
en U.
La figura 1 es un mapa de la región central del Perú en el que se ubi-
ca este tipo de complejos piramidales. Resulta obvia la concentración de
estructuras en la subregión de Lurín-Rímac-Chillón y en Chancay. Se han
diferenciado en este mapa las estructuras de mayor dimensión que, como se
verá más adelante, parecen significativas en términos de organización jerár-
quica y de cobertura del espacio de cada uno de los valles.
El cuadro 1 contiene información descriptiva de todos estos elementos
y da cuenta de su orientación, dimensiones, área del patio o cancha y de al-
gunas de sus características formales. Se ha incluido en el texto un mapa de
ubicación, a mayor escala, de las estructuras de cada valle.

Morfología
La planta en U tiene una larga y extensa difusión en el área andina en
cuanto consiste en recintos o espacios cerrados por volúmenes o paramentos
en tres lados. El cuarto lado, sin edificación, se abre al paisaje. Está pre-
sente en la depresión central de las pirámides tempranas, en la organización
del espacio de los templos (Huaca de los Reyes) y en formas tan tardías
como las "audiencias" de Chanchán (Moseley 1975) . A diferencia de estos
ejemplos, en nuestro caso la forma en U se obtiene por la disposición de
tres grupos de pirámides alrededor de un gran patio o cancha central.
La figura 2 es una representación abstracta de esta forma arquitectóni-
ca. Se ofrece una nomenclatura para sus diferentes componentes. Al fondo
de la U está la pirámide central, flanqueada por dos brazos, el izquierdo
y el derecho . Estos brazos no son simétricos y se componen de varias pirá- I
mides truncadas. La pirámide plincipal está formada por un núcleo y una
o dos alas laterales de menor altura que el núcleo. En éstas tampoco hay
simetría absoluta y es frecuente el · caso de pirámides con una sola ala la-
teral. El núcleo es seguramente el edificio más importante del complejo y
dentro del núcleo el atrio es el elemento más significativo. Este último es
una depresión al centro de la pirámide, definido en tres de sus lados y abier-
to hacia el patio. Se accede por una escalera que parte de un vestíbulo; al
nivel del gran patio o cancha central. El vestíbulo es un recinto rectangu-
lar, por lo general cuadrado, formado por gruesos muros o plataformas ba-
jas y anchas, que probablemente tuvieron líneas de habitaciones (¿coleas?) .
El vestíbulo tiene una sola entrada ubicada en el eje del conjunto. La
cancha nivelada tiene a veces proporciones gigantescas (30 Ha. en San Jacin-
to, Huando). En todos los casos la U está rota en una esquina, entre la pi-
rámide central y uno de los brazos. Algunas veces la rotura se presenta en
ambos lados.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
98
Cuadro 1

Algunas características de los complejos arquitectónicos con planta en U

Nombre y Area del Vestí- Pozo ce-


valle Azimut patio Ha. Ancho Largo Alas bulo remonial

MALA
El Salitre 65 9 x

LURIN
Mina
Perdida 3393' 7.5 250 300 (1)
Manchay
Bajo 249 4.0 200 200 (2) x
Cardal 219 3.0 150 200 (2) x

RlMAC
Florida 37 93' 14 .0 350 400 (2) x
Garagay 309 13.5 450 300 (2) x x
La Salina 559 4.5 150 300
CHILLON
Cueva 60 9
Huacoy 32930' 12 .0 300 400 (1) x
Chocas 15 9 6.0 150 400 (2) x
El Paraíso 349 2.5 100 250
CHANCAY
S. Jacinto 649 30 .0 500 600 (2) x x
Grupo B 6293' 3.0 150 200 (2) x
S. Ignacio 629 7.0 200 350 (2) x
Miraflores 43 9 20.0 500 400 (1)
Cuyo 45 9 1.0 100 100

HUAURA
Huaura 909 27.0 450 600 (2) x
Huayabal 90 9 6.0 200 300 x

SUPE
La Empe-
drada 1309 1.8 120 150 (2)

HUARMEY
Barbacay 1029 3.0 100 300
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 99

Las pirámides que ahora aparecen como grandes amontonamientos de


piedra angular o de canto rodado estuvieron enlucidas y pintadas con colo-
res fuertes, rojo, amalillo. El atlio de la pirámide central estuvo adornado
en algunos casos con flisos policromos en alto relieve, como los que ha pues-
to en evidencia Ravines (1975) en Garagay.
Se ha informado de la existencia de frisos policromados también en
Cardal (Scheele 1970) . Podemos suponer que tratamientos similares a los, "
de Garagay existieron como elemento standard en los complejos piramidales
en U. El atrio fue también probablemente una formal estandarizada. Sus
elementos son los frisos en las paredes de borde; los hoyos de enigmático
significado al pie de las paredes; dos o tres escalones a manera de poyos en
el piso del atrio, que rodeaban una depresión central en el piso; y, por últi-
mo, escaleras que conducían a los niveles supeliores en la cima de la pirá-
mide principal (figura 2).

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Fig. 2. Reconstrucción hipotética de un complejo con planta en U. Se han anotado los


diferentes componentes arquitectónicos en los conjuntos.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV .
100

Manejo del espacio


El impacto visual de estas estructuras debió ser notable en su tiempo,
casi sobrecogedor. Aún ahora impresionan las generosas proporciones de los
complejos y su magnitud. Debemos, no obstante, para captar mejor la po-
tencia de su mensaje, hacer el esfuerzo de imaginárnoslas vivamente pinta-
das, en fuerte contraste con el gris de las colinas desérticas y con el verde
de los campos. Al acercarnos al núcleo central aparecerá mejor perfilada
su geometría. El vestíbulo confina el espacio. Es una transición entre la
gran modulación del espacio de la cancha y los espacios internos del templo.
Aquí, la escalera en el eje señala la ruta hacia los espacios sagrados. Allí,
sin embargo, subían muy pocos. Ravines (1975) informa que la escalera fi-
namente enlucida con barro no mostraba huellas de desgaste. Apenas si había
sido hoyada por pies descalzos. El espacio del atrio es todavía más peque-
ño y, por lo tanto, más agudo el contraste con las amplias proporciones de
la cancha. La poderosa decoración de los frisos, de colores intensos, relie-
ve fuerte y que representaban extraños y monstruosos seres fue concebida
para apoyar el poder y fortalecer el dominio de quienes manejaban el tem-
plo. No sabemos que ceremonias o ritos se realizaban en este recinto. Pero
la depresión en el centro del atrio y los pozos estaban ya presentes en el
edificio principal en El Paraíso, al término del segundo milenio antes de la
era clistiana. También aparecen en los edificios de ese mismo período en
Kotosh y La Calgada. Tuvieron pues una duración de por lo menos mil años
y fue un rasgo compartido por varias tradiciones arquitectónicas de los An-
des Centrales.
Se desconoce también el tipo de ceremonias que se cumplían en la ci-
ma del núcleo principal. Igualmente era un área de acceso restringido. El
único camino para acceder hasta allí atraviesa el vestíbulo, la escalera, el
atrio y nuevas escaleras. Es un buen lugar, con horizonte amplio, para la
observación astronómica. La orientación semejante de los complejos pirami-
dales en U dentro de cada valle permite asegurar que se practicó la astro-
nomía y que se inventaron sistemas para trasladar la orientación de un edifi-
cio principal a otros dEj menor tamaño.
En resumen, el espacio fue conscientemente modulado de modo que una
senda única conducía, de modo controlado, desde grandes ambientes a re-
cintos cada vez más íntimos y estrechos, en vinculación con una decora-
ción cada vez más fuerte. Para los que llegaban a la cima la sensación de
amplitud del hOlizonte fue seguramente mayor.

Orientación
Un rasgo común a todos estos complejos de pirámides es su orientación
entre nor-noreste y este. Para cada valle la orientación de las estructuras
es prácticamente la misma, con una variación de muy pocos grados. Con-
forme se avanza de valle a valle, del sur hacia el norte, la orientación gi-
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 101

ra hacia el este, variación cuya significación se desconoce. En cualquier ca-


so, resulta siempre paralela al eje del río . Dado que el eje de los ríos varía
en la dirección anotada, puede suponerse que las diferentes orientaciones
se deben a esa causa. En tal caso los edificios estarían orientados hacia el
Oligen de las aguas. El paralelismo de los complejos para cada valle debe
haberse obtenido mediante observaciones de carácter astronómico.

Desarrollo del patrón en U


Pese a que todos estos grandes complejos de pirámides con planta en U
obedecen al mismo patrón general de composición, se encuentran variantes
formales de importancia. En realidad, no existe una estructura idéntica a
otra en cuanto a detalles de composición arquitectónica. Sin embargo, hay
grupos de rasgos comunes entre los edificios que permiten una segregación
en varios subtipos. Son características que comparten varios valles y que tie-
nen significado desde el punto de vista cronológico. Por otra parte, la gigan-
tesca dimensión de algunos complejos indica que no pudieron haberse em-
prendido sin una extensa experiencia anterior. San Jacinto, en Huando, por
ejemplo, tiene una cancha nivelada de 30 Ha. que ha significado un movi-
miento de tierras de 1.5 a 2.0 millones de metros cúbicos. En este cálculo
no se incluye el volumen de la pirámide central, de 15 m . de alto, ni los
de sus brazos laterales. Evidentemente es una obra que exigió una planifica-
ción persistente en el tiempo, el concurso de varias generaciones y el apor-
te de mano de obra de toda una amplia zona de influencia. Situación simi-
lar se observa en otros complejos contemporáneos. Desde este punto de vis-
ta tales obras representan el momento cumbre, de mayor difusión y de ma-
yor importancia de este motivo arquitectónico.
Un claro antecedente de estas formas se encuentra en las canchas flan-
queadas por montículos alargados, como en El Paraíso de Chuquitanta, o en
las depresiones en forma de rectángulos alargados con pirámides bajas en el
extremo angosto del rectángulo, como La Salina en el RÍmac, Salinas en
Chancay y Barbacay en Huarmey.
Los brazos laterales fueron utilizados como lugares de habitación en El
Paraíso. No se da este caso en La Salina (RÍmac), Salinas (Chancay) ni en
Barbacay (Huarmey) que tiene una pirámide en el fondo angosto del rec-
tángulo. Las viviendas se construyeron en cercanía a la cancha (La Sali-
na). Sugiero que el espacio central fue "sacralizado" en estos tres últimos
ejemplos, originándose el modelo que orientaría a las edificaciones posterio-
res, donde las pirámides que forman los brazos de la U se utilizaron para
formas de culto. Los poblados ya no se vinculan a estas estructuras.
En la etapa final del estilo se introduce un cierto barroquismo. La for-
ma de las pirámides se hace más compleja, principalmente en el núcleo
(escalonado en Cardal) y se incorporan patios circulares hundidos y pozos
ceremoniales a la composición (Cardal, Garagay, San Jacinto).
102 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

Ravines (1975) ha dejado establecido que las pirámides que forman el


recinto en U fueron objeto de sucesivas remodelaciones. Las pirámides, cu-
yo núcleo estaba constituido por un emparrillado de muros relleno con pie-
dra y barro, fueron repetidamente ampliadas por la adición de gruesos mu-
ros adosados a las fachadas antiguas, lo que permitía ampliar la base para
cortar después los cuartos de la cima y rellenarlos con el mismo material,
a fin de formar plataformas más elevadas donde se construían nuevas edifi-
caciones. Este procedimiento es el que ha permitido recuperar los valiosos
frisos y decoraciones murales de Garagay y otros lugares. Se observa que la
decoración tenía poco desgaste y que fue cubierta con material fino para
no dañarla. También se ha informado (Bonavia 1965, Scheele 1970) del uso
de diferentes técnicas y materiales de construcción en etapas sucesivas de
ampliación de las pirámides que flanquean los patios. El procedimiento de
remodelación y ampliación de estructuras es, por otra parte, general al área
andina y fue compartido por diferentes tradiciones arquitectónicas. Bueno y
Grieder (1979) informan de 26 remodelaciones en el sitio La Galgada, de
uno de los templetes con poyo y hoyo central típico del área. El mismo ca-
so ocurre en Kotosh y Las Aldas.
Se infiere que a mayor altura de la pirámide central y/o de las pirámi-
des de los brazos debe corresponder una mayor antigüedad o, por lo menos,
un mayor uso continuo de la estructura. La afirmación de una mayor anti-
güedad de los complejos que contienen pirámides se basa en la lógica de
construcción, como lo han puesto en evidencia las excavaciones arqueoló-
gicas. Tal como se verá ,posteriormente, la cobertura sistemática de los va-
lles por estas estructuras requiere analizar su contemporaneidad con edificios
semejantes y comprender su función.
En oposición a la continua remodelación de las pirámides, las canchas
centrales no sufrieron mayores modificaciones. Establecidas sus dimensiones
básicas, no podían ampliarse a menos que se destruyeran las pirámides y
se edificaran nuevamente en el lugar. Si éste fue alguna vez el caso, .no
fue lo usual. Se observa por el contrario (Ravines 1975) que las pirámides
fueron remodeladas en repetidas oportunidades.
Ahora bien, si la orientación y las dimensiones de la cancha fueron pre-
determinadas, sin posibilidad de modificación, la potencialidad de ejecución
de las comunidades debió dirigirse a otros fines, entre ellos a la remodela-
ción de las pirámides laterales, a la ampliación de la cancha en el senti-
do del eje (tal caso se observa en La FIOlida, donde existía un segundo pa-
tio, ahora ocupado por urbanizaciones; en Chocas, San Jacinto y otros luga-
res); y, por último, a la construcción de otros edificios de planta similar.
La huaca San Jacinto, en Ruando, en el valle de Chancay, es un com-
plejo de tres estructuras, y quizás cinco, organizadas a manera de un gran
templo central y varias capillas circundantes (figura 7). Mina Perdida po-
see otro complejo en U anexo, apenas a 400 m. de distancia, cuyos montícu-
COMPLEJOS DE PIRAMIDES CON PLANTA EN U 103

los central y laterales, cubiertos de cantos rodados, no tienen una altura ma·
yor de 3 m .
Estos criterios permiten añadir a la tipología dos categorías: la de los
complejos primarios y la de los complejos secundarios. Esta distinción es
importante para un mejor entendimiento de los patrones de ubicación entre
valles y el análisis de su contemporaneidad.
Si se acepta que el diseño de los complejos fue objeto de exp elim en-
tación y prueba en modelos menores, debe aceptarse también que los com-
plejos de mayor dimensión corresponden al momento de auge del modelo.
Este razonamiento, vinculado a la dimensión y altura de las pirámides la-
terales, y a la existencia de algunos complejos, casi barrocos en el diseño
del núcleo, permite -a falta de fechados absolutos, solamente disponibles
para La Florida (Patterson 1968) - intentar una cronología relativa para es-
tas estructuras.

Cronología relativa
La fase inicial de la secuencia está representada por El Paraíso, donde
los brazos laterales han determinado la existencia de un patio central, aun-
que la estructura piramidal del fondo de la U no se ha incorporado clara-
mente a la composición. La segunda fase aparece en La Salina, Salinas y
Barbacay, donde es elemento prominente la pirámide en el fondo de la U,
que comanda la composición. No aparecen viviendas en las estructuras late-
rales, aunque sí se construyen en su vecindad. Tal es el caso de La Sali-
na en el Rímac. Termina aquí el periodo incipiente 0 de formación del estilo.
Un segundo periodo corresponde al desarrollo de la forma. En cada va-
lle una gran estructura establece un sistema jerárquico con otras estructu-
ras menores, réplicas reducidas de la estructura mayor en el momento de
mayor difusión y auge del estilo. A esta situación se llegó gradualmente. A
continuación se propone una hipótesis para la secuencia de estos aconte-
cimientos.
Las características formales de La FIOlida, en el valle del Rímac, la ha-
cen aparecer como un complejo de uso prolongado. La altura de la pirá-
mide principal (20 m.), obtenida mediante sucesivas adiciones y remodela-
,'aiones, así como la existencia de una segunda cancha, en el eje de la pri-
mera, aunque sin pirámides laterales, permiten asegurar un prolongado pe-
ríodo de construcción. Es un edificio muy proporcionado. Fue "cabeza de
serie" (Francastel, citado por Bayon 1974) para los edificios de su tipo. Pero
también La Florida tiene fechados más antiguos. Patterson (1968) señala
1695 ± 85 a. C. (Gx-0456) para carbón asociado con cerámica del momen-
to y Mejía Xesspe (1977) presenta la información recogida por Muelle de
un fechado 1810 ± 170 a.C. (muestra N-44, Universidad de Tokio) para
restos de ceniza y concha con cerámica. También Mejía Xesspe (1977) da
cuenta que 'e n la depresión central o atrio de la estructura se encontraron
Fig. 3. Mapa de los valles del Rímac y Chillón con indicación de la ubicación de las
estructuras con planta en U.
Fig. 4. Mapa del valle de Lurín. Se muestra la localización de las estructuras con
planta en U.
106 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL- XLIV

"adobitos" como relleno en los muros de piedra. Estos "adobitos" correspon-


den a técnicas de construcción posteriores a las fechas señaladas. Creemos,
por lo tanto, poder asegurar que La Florida no es solamente un monumen-
to temprano sino también de larga historia. Mejía Xesspe (1977) ha infor-
mado igualmente de la existencia de una ocupación anterior a la introduc-
ción de la cerámica, que señalaría una fase de transición sepultada por el
monumento entre las formas de El Paraíso-Salinas y las del estilo desarrollado.
Mina Perdida en Lurín (Bonavia 1965) es también una estructura alta,
15 m., de pendiente abrupta y de depresión central o atrio profundo. Pre-
senta también numerosas remodelaciones y extensión de la cancha. Bona-
via, para este monumento, así como Mejía Xesspe, para La Florida, han
supuesto que el atrio representaba un corte de la época colonial (Bonavia
1965: 9) o de "mita de huacas" (Mejía Xesspe 1977: 496) de la misma épo-
ca. Bajo este supuesto dedujeron que el material del fondo del corte era el
núcleo de la estructura. Si se interpreta este corte como atrio, el material
del fondo será solamente resto de alguna de las remodelaciones posteriores
de lá estructura. Específicamente, los "adobitos" mencionados por Mejía
Xesspe y los adobes "cúbicos", "romboidales" y cuasi "cónicos" que presenta
Bonavia podrían correlacionarse como etapas medias de construcción de am-
bas estructuras e indicar su contemporaneidad. La duración de Mina Per-
dida, como monumento central del valle de Lurín, queda también demos-
trada por la existencia de una réplica de la misma a escasos 400 m. al nor-
te de la estructura principal. Proponemos a Mina Perdida como segundo
edificio de la serie, construido según el modelo de La Florida, y sirviendo
a funciones paralelas en el valle de Lurín durante todo el desarrollo del
estilo.
Garagay, en el valle del Rímac, Huacoy (o San Humberto o Caude-
villa, como también se le conoce) y Chocas, en el del Chillón, correspon-
den a la segunda generación de complejos de pirámides con planta en U.
A la misma época corresponde Manchay Bajo en Lurín y quizá otras estruc-
turas menores. Una vez terminada la obra de nivelación de canchas y cons-
truidas las pirámides laterales, los excedentes de mano de obra de cada valle
debieron dirigirse hacia la edificación de nuevas estructuras. Se ha sugeri-
do anteriormente que el modelo de los grandes complejos en U no permite
la ampliación de la cancha y que nuevos aportes de trabajo sólo pudieron
dirigirse a la remo delación y ampliación de las estructuras laterales. Tales
obras son de menor cuantía si se les compara con las tareas de movimien-
to de tierras y nivelación que se necesita para las grandes canchas centra-
les. Incluso considerando que parte del acarreo de material de 'préstamo'
para nivelación fue conducido por el agua -es decir mediante la conduc-
ción de aguas de avenida hacia las canchas, para aprovechar los limos y el
material de acarreo de las aguas turbias del verano-, la construcción de
pozas de asentamiento, los canales de conducción y las obras de movimiento
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 107

de tierras exigen considerable esfuerzo y numerosa mano de obra, superiores


a los requeridos por obras de remo delación.
A la necesidad de dar uso a esta mano de obra excedente se añade la
de acercar el servicio de estas estructuras a los usuarios. El desarrollo del
análisis de ubicación (Haggett 1965) pone de manifiesto que tales fuerzas
operan sistemáticamente y que generan sistemas jerárquicos de estableci-
mientos y ocupación regular del espacio. Confiamos en que un mejor análi-
sis de mapas, referencias y fotografías aéreas permita reconstruir mejor el
sistema de ubicación de los monumentos en U para cada valle.
En una tercera generación vemos que el patrón desbordó el área nu-
clear de LurÍn-RÍmac-ChillÓn. Está representado por los grandes complejos
del valle de Chancay. La secuencia aquÍ seguramente se inició en Miraflo-
res, contemporánea o quizá ligeramente anterior a Garagay. Parece una for-
ma provinciana con menos regularidad que sus templos hermanos. Pero
pronto aparece San Jacinto. Se ha dicho que la nivelación de la cancha re-
quirió casi dos millones de metros cúbicos de movimiento de tierras (30
ha. o sea 300;000 m 2, con un relleno cuyo espesor promedio tenía 5 ó 7 m.
de altura). Es una obra gigantesca. Se emprendió con mayor aliento y ma-
yor envergadura -como es típico en obras de arquitectura- para superar y
engrandecer los modelos oliginales, las "cabezas de serie" de los válles al
sur. Fue el nivel jerárquico más alto de un conjunto de establecimientos es-
calonados en el valle y fue acompañado por varias réplicas menores a es-
casos cientos de metros de la estructura plincipal (San Ignacio, Ruando B).
A esta misma fase de expansión, hacia el norte del patrón de comple-
jos de pirámides en U, correspondería la gran estructura de Huaura (San
José o Chacra Socorro). El tamano de la cancha es similar al de San Ja-
cinto. Tiene una réplica en Huayabal en el mismo valle y otra en La Em-
pedrada en Supe. Este último sitio marca el límite norte de la expansión
del modelo. La altura de la pirámide es menor que en San Jacinto, sugi-
riendo menor duración para el uso de la estruchlra. Pensamos que fue cons-
truida después de San Jacinto.
La última etapa del desarrollo de esta idea arquitectónica estaría re-
presentada por Cardal en el .valle de Lurín, por las remo delaciones del bra-
zo izquierdo de Garagay (pozo ceremonial), por la pirámide de doble ci-
ma en el núcleo central de San Jacinto. Esta forma proviene de las pirá-
mides con corredor central de Casma (Thompson 1962). Los patios circula-
res hundidos son también un rasgo arquitectónico contemporáneo. Creemos
que en esta etapa el área de Huaura a LurÍn estuvo fuertemente influen-
ciada por el norte. La fuerza expansiva de los estilos arquitectónicos nor-
teños sobrepasó el límite de LurÍn y llegó a Mala. AqUÍ, en El Salitre, se
encuentra un edificio con pozo ceremonial incorporado entre los dos brazos
de una pirámide.
lIe de Chancay

Fig. 5. Mapa del valle de Chancay coh la localización de los complejos con planta en
U. En la circunferencia mayor se encierra San Jacinto (Huando) y las estructuras me-
nores que lo acompañan .
COMPLEJOS DE PlRAMIDES CON PLANTA EN U 109

En la figura 1 se presenta la silueta de todos los edificios considerados


dentro de este modelo, a escala uniforme para permitir su comparación.
También se muestra la Olientación y nuestra hipótesis sobre su ubicación
en el tiempo. Esta última se resume del modo siguiente:

Primer periodo
Fase 1: El Paraíso
Fase 2: La Salina, Salinas, Barbacay

Segundo periodo
Fase 3: La FIOlida, Mina Perdida
Fase 4: Garagay, Huacoy, Chocas, Miraflores
Fase 5 : San Jacinto, San Ignacio, Huando B, Cuyo, Huaura,
Huayabal, La Empedrada
Fase 6: Cardal, San Jacinto (pozo), El Salitre

Función
Los grandes conjuntos de pirámides con planta en U fueron complejos
agrario-religiosos, vinculados al cultivo ritual de las plantas de mayor interés
económico de la época. Una observación minuciosa de todas estas edificacio-
nes conduce a las siguientes aseveraciones :
1. Todos los conjuntos se encuentran en tierras de cultivo, susceptibles de
ser regadas mediante inundación o por canales expresamente construidos.
Todos, con excepción de El Salitre, con una ubicación tardía en nuestra se-
cuencia, se encuentran actualmente bajo riego y uso agrícola (La Florida
lo tuvo antes de su utilización como campo de deportes y Garagay fue cul-
tivado hasta 1972).
2. Las canchas han sido cuidadosamente niveladas. Se ha incurrido en ex-
traordinario esfuerzo para el logro de este fin, como lo demuestra el volu-
men de movimiento de tierras de San Jacinto y la cuidadosa nivelación de
Cardal. En este lugar, que ocupa una terraza alta del río de pendiente me-
dia, se niveló la cancha construyendo terrazas. Las laterales más angostas
y la central ancha. La diferencia de nivel es 3 ó 4 m.
3. Todas las estructuras están abiertas hacia el origen de las aguas y todas
tienen una o dos roturas al lado de la pirámide central para permitir el dre-
naje de la cancha. Este drenaje y sistema todavía están en uso.
4. Los cortes realizados por Ravines (1975) en Garagay, en áreas alejadas
de las construcciones laterales, no han mostrado estructuras sino tierra lim-
pia y capas de lodo y piedra. El uso agrícola de la cancha no es compati-
ble con la edificación intensa.
110 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

5. Por último, el tamaño de las grandes canchas no guarda relación con la


escala humana. En cualquiera de ellas hubiera podido caber toda la pobla-
ción del área andina central. Se relacionan mejor con el tamaño de chacras
y huertas.
Estos templos-chacra, huertas sagradas, SI ese fue su uso, pudieron cul-
tivarse comunalmente y con distribución de semillas seleccionadas o por lo
menos sagradas para sus aglicultores. En cierto modo es un medio excelen-
te para perfeccionar los cultivos y para obtener plantas domésticas de me-
jor rendimiento. El maíz, en los tiempos tardíos del modelo, formó necesa-
riamente parte de la célula de cultivo de estas grandes chacras ceremoniale~.

REFERENCIAS CITADAS

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RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL
RIO CORRIENTES, NORORIENTE DEL PERU

ROGGER RAVINES

ESTE INFORME se basa en un reconocimiento realizado, entre el 21 y 23 de


abril de 1980, en el nuevo caserío de Valencia, distrito de Urarinas, provin-
cia de Loreto, donde, a raíz de los trabajos de prospección petrolera de Pe-
tróleos del Perú, quedaron al descubierto numerosos fragmentos de cerámi-
ca antigua. A fin de establecer su posición cronológica y filiación cultural
se ofrece aquí un análisis de su cerámica y las características del yacimiento.

El sitio arqueológico

La actual sub-base Valencia, de Petróleos del Perú, se encuentra in-


mediatamente al sur del nuevo caserío Valencia, habitado por un pequeño
grupo jívaro-mayno, aproximadamente a 290 km., en línea de aire, al NO
de la ciudad de Iquitos, en la margen izquierda del río Corrientes, afluen-
te del Tigre por la derecha, y a unos 85 km. al este del río Pastaza, entre
los 75940' de latitud oeste y 3902' de latitud sur.
Dicho caserío, como la actual sub-base y el sitio arqueológico, ocupan
la terraza alta del río, al sur de la quebrada Plátanoyacu, que al ser bisec-
tada por ésta y otras quebradas menores ha Oliginado una meseta alargada
'de aproximadamente 1 km. de largo por 300 m. de ancho en sus puntos
extremos.
Es difícil precisar la extensión del área arqueológica. Sin embargo, unos
90 m. al SE del caserío, inmediatamente al costado del barranco donde se
ha removido el suelo con maquinaria pesada para construir los servicios de
la nueva sub-base, se encuentra la mayor concentración de fragmentos de
cerámica y entierros en urnas cubliendo una superficie aproximada de 1 ha.
(véase plano p. llH).
De modo tentativo puede asumirse que el yacimiento arqueológico
es parte de un poblado del que quedan únicamente los fragmentos de sus
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Mapa de ubicación de Valencia.


RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES 113

vasijas y un cementerio, constituido por un campo de urnas. Además, que


la cerámica de superficie procede en gran parte de los entierros removidos
durante las operaciones de construcción de la nueva sub-base. Sin embargo,
un problema a solucionar es el grado de contemporaneidad de ambos ras-
gos, considerando sobre todo un grupo de tiestos que estilísticamente son di-
ferentes a las vasijas directamente asociadas con los entierros.

Referencias históricas sobre el área


El descubrimiento del río Amazonas fue una de las jornadas más dra-
máticas del Nuevo Mundo. Entre 1539 y 1562 las expediciones de Alonso
de Alvarado, Alonso de Mercadillo, Gonzalo Pizarra, Pedro de Urzúa, y par-
ticularmente la de Lope de Aguirre y sus Marañones, penetraron o tocaron
los diversos cursos fluviales que entre los ríos Pastaza y Napa constituyen
fuentes del Amazonas y, para el caso aquÍ tratado, el área geográfica del
río Corrientes, afluente del Tigre.
El río Tigre es indudablemente uno de los primeros cursos fluviales
descubiertos en la jornada del río Marañón. En 1560, Toribio de Ortiguera,
al relatar la expedición de Orellana, menciona: "un río a la mano izquier-
da, poco mayor que el de los Motilones (Huallaga), el que nace a las es-
paldas del Macas y Zamora", entre la desembocadura del Ucayali y Napa
(Ortiguera 1909: 321). La referencia podría aludir al Chambira, que engro-
sado por el Nanay desagua por la actual ciudad de Iquitos, o al Tigre, el
más importante de los que quedan a la espalda de las sierras de Macas y
que recoge el caudal de muchos afluentes.
Sin embargo, antes del siglo XVIII no se tienen referencias directas so-
bre los ríos Tigre y Corrientes. La más antigua corresponde al Tigre y la
trae Charles Marie de la Condamine, quien junto con Pedro Maldonado cru-
zó su desembocadura en 1743. A partir de entonces figura con este nombre
en diversos planos y mapas, incluyendo el de fray Manuel Sobreviela, de
1791, y es citado por diversos geógrafos como Mateo Paz Soldán (1864) Y
Antonio Raimondi (1874). En algunos mapas republicanos aparece como
río Pigüena.
El río Corrientes es mencionado sólo a partir de la segunda mitad del
siglo XIX. Es descrito como el mayor afluente derecho del Tigre, cuyo ori-
gen estaba en territorio de Canelos y Sarayacu, y era navegable en lanchas
hasta el Capirenayaco.
Sobre los grupos humanos que habitaban el área tampoco hay referen-
cias anteriores al siglo XIX. Hacia 1900 se señalaba a los canelos, záparos
y pavayacus como sus principales ocupantes. Los primeros habitaban la re-
gión de su nombre, comprendida entre los ríos Cunambo, Corrientes y Pas-
taza. Mantenían contacto con caucheros y colonizadores. Vestían cushma
y tenían como armas lanzas de hierro. Los záparos ocupaban el curso alto
del Tigre. Andaban desnudos, eran indómitos y usaban lanzas. Enemigos
114 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL" XLIV

acénimos de los canelos, mantenían frecuentes luchas e incluso atacaban a


los colonizadores. Los pavayacus habitaban la quebrada de su nombre, y al
igual que los canelos se relacionaban con caucheros y colonizadores. Las mu-
jeres usaban una especie de faldellín hecho de chambira que les cubría de
la cintura a los muslos, y los hombres iban completamente desnudos, se de-
dicaban a la agricultura, caza y pesca para su subsistencia. Usaban lanzas
y eran dóciles (Fuentes 1908).
Actualmente se sabe que el área comprendida entre los ríos Tigre y
I
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Corrientes fue habitat de la familia lingüística jíbaro, encontrándose aún po-
blada por los grupos etnolingüísticos urarina y jíbaro (Chirif y Mora 1976).
Viven a ambas márgenes de los ríos Corrientes, Urituyacu, Tigrillo, Cham-
bira y Tigre. Lingüísticamente no se entienden con ningún otro grupo de
la selva peruana. Inicialmente hubo dos grupos importantes de urarina: los
urarina propiamente dichos y los itucali. Los itucali migraron de su lugar
de Oligen hacia la tierra de los chamicuro luego de los primeros contactos
con los españoles. Es muy posible que hayan vivido al sur del Marañón.
Su cultura fue muy similar a la de los chamicuro. En 1738 un grupo de
misioneros del río Marañón constituyó una misión en la cabecera del río
Chambira para catequizarlos. Eventualmente se juntaban también unos 200
itucali. Antes de finalizar el siglo XVIII la misión se trasladó varias veces
debido a lo reducido de la población.
Los jíbaro, autodenominados aents, viven actualmente en los ríos Tigre,
Corrientes y Macusari. Se encuentran también en el Ecuador, donde se les
conoce con el nombre de unsuri shuara o shuar. Habitan las Olillas de los
ríos Upano, Zamora, Mongosisa y Aidicaimi.
Los jíbaro fueron el grupo étnico que más se defendió de la coloniza-
ción española. Los primeros contactos los inició hacia 1534 el capitán Díaz
de Pineda, y en 1557 el capitán Juan Salinas de Loyola recorrió su territo-
rio y fúndó las ciudades de Sevilla de Oro, Logroño, Valladolid y Loyola.
Sin embargo, pese a los primeros contactos, los jíbaro rechazaron la ocupa-
ción y, reunidos con los del MOl"Ona y Santiago, acabaron con la domina-
ción españ·ola. En 1599, luego de un cruento asalto, arrasaron con las po-
blaciones. En 1655, el misionero Raymundo de la Cruz fracasó en un nuevo
intento de reducirlos. Igual suerte corrieron las expediciones de 1691 y 1692,
de los padres Ritcher y Vivas.
Finalmente, entre 1801 y 1808 fray Antonio de la Cuadra recorrió las
jibarías de los ríos Morona y Santiago, estableciendo contacto con sus mora-
dores. En 1816 fray Antonio Prieto inició la tarea de reducir a los jíbaro,
logrando que construyesen sus casas a orillas de los grandes ríos, para faci-
litar el trabajo misionero y las reducciones.
Las notas anteriores, aunque no exhaustivas, resumen algunos de los da-
tos más importantes publicados sobre los grupos etnolingüísticos que actual-
mente habitan el curso de los ríos Tigre y Corrientes, y que en cierto modo
RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES 115

parecen corresponder también a los grupos denominados záparos, canelos y


pavayacus, mencionados en los escritos de principios de siglo.

Restos culturales
Dos son los rasgos culturales presentes en Valencia: a. un cementerio
con entierros en urnas; y b. un basural constituido por numerosos fragmen-
tos de cerámica dispersos en la superficie.

a. Cementerio y entierros
Durante el reconocimiento se ubicaron 25 tumbas, pertenecientes en su
totalidad a entierros en tinajas. La siguiente descripción corresponde a los
entierros excavados: 4, 20 Y 21, de acuerdo al número de registro y su orden
de ubicación en el campo (plano 2). Un análisis de la cerámica asociada
se ofrece más adelante.
Teniendo como referencia el entierro N9 4, que se encontraba ligera-
mente expuesto, se marcó un pozo de 1 m., con orientación N-S. La excava-
ción de un primer nivel, de 10 cm., puso al descubierto 2 urnas más, entie-
rros 19 y 20, que se encontraban a cada lado del entierro 4, y todas alinea··
das con rumbo 1179 NE. Durante la excavación no fue posible distinguir
cambios en la coloración del suelo, ni establecer la forma de la tumba (véa-
se lámina 1, a,b,c).

Entierro 4
Consiste de una tinaja grande (Sp. 4/1-80) que tiene como tapa (Sp.
4/2-80) un cuenco hemisfélico cuyo labio se apoya en el de la tinaja. So-
bre esto, cubliéndolo, un gran plato de silueta compuesta (Sp. 4/3-80), cu-
yos lados llegan al tercio superior. Ambas piezas se encontraron muy frag-
mentadas debido a la presión, pero se mantenían fuertemente adheridas al
suelo.
Dentro de la tinaja los huesos estaban completamente deshecho·s y mez-
clados con la tierra de relleno. Se recuperaron dos trozos muy pequeños
de huesos largos y un incisivo. Aparentemente los restos humanos represen-
taban el esqueleto incompleto de un entierro secundario.

Entierro 20
Se encontró al SO del entierro 4, separado por una distancia de 7 cm.
Era una tinaja grande (Sp. 20/4-80), sin tapa, pero cubierta por un tazón
de silueta compuesta (Sp. 20/5-80), que bajaba hasta el cuello de la vasija.
Su interior estaba relleno con tierra, mezclada con restos de alguna materia
orgánica descompuesta, que daba una textura especial al relleno. Se encon-
traron igualmente dos fragmentos pequeños de huesos humanos.

Entierro 21
Ubicado alIado NO del entierro 4, separado por una distancia de 10 cm.
Consistía de una tinaja grande (Sp. 21/6-80) con tapa de forma hemisfé-
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86

90

96

30

Escal.
80

LEYENDA
~ CERAMIOS (TINAJAS)
1 ALMACEN
2 HELlPUERTO
3 COCINA - COMEDOR
4 CASETA RADIO
5 CUADRA
6 SERVICIOS HIGIENICOS
7 CUADRA PROVISIONAL
8 CASETA RADIO PROVISIONAL
9 COCINA COMEDOR
10 AL 20 CASAS HA81TACION CASERIO VALENCIA
21 LETRINA

99

SUB - BASE VALENCIA

UB1CACION DE RESTOS
99
ARQUEOLOG1COS
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL" XLIV
118

rica (Sp. 21/7-80), y un plato muy fragmentado (Sp. 21/8-80), que lo cu-
bría y rebasaba el cuello de la urna. Pese a que la tapa y plato estaban ro-
tos, en su interior se encontraron los restos completos, bastante bien conser-
vados, de un individuo adulto.
En base a los entierros excavados y referencias proporcionadas por los
nativos y personal obrero que trabaja en la zona en operaciones de nivela-
ción, puede establecerse la existencia de: 1. Entierros desarticulados e incom-
pletos en tinajas con tapas hemisféricas, recubiertas por un plato de silue-
ta compuesta. 2. Entierros completos en tinajas con tapa alta en forma de
escudilla o cuenco. 3. Entierros de niños, desarticulados, en tinajas pequeñas
cubiertas con platos.
Por el momento es difícil precisar el significado de esta perceptible di-
versidad en el patrón de entierros. Lo que por un lado podría responder a
un aspecto formal de la cultura, referido a la edad, y en consecuencia indi-
car relaciones de contemporaneidad, por otro podría significar variaciones
temporales. Al respecto cabe señalar que, ya a fines del siglo XVIII, Hipó-
lito Unanue anotaba: " .. . entre los mohabitas, en el propio día del falleci-
miento meten el cadáver con sus insignias en una tinaja, u olla pintada que
tienen enterrada en uno de los ángulos del cuarto, la cubren con una tapa-
dera de barro, y echan tierra hasta el nivel del pavimento, y terminadas las
exequias, que no se vuelven a acordar ni de su nombre ..." mientras que
los roamaynas "los exhuman cuando consideran se habrán consumido las car-
~les, limpian los huesos, forman su esqueleto y lo colocan en un ataúd de
barro, adornado con varios retratos de la muerte ... para repetir su memoria,
pasando cierto tiempo, que parece ser de un año, soterrarlo segunda vez y
olvidarlo para siempre" (Aristio 1791: 84).
Actualmente, las prácticas funerarias entre los selvÍcolas presentan va-
riaciones notables. Una muy común a los machiguengas es sepultar a sus
muertos en el río tan pronto como fallecen. Los personajes importantes pue-
den enterrarse en el suelo o aun debajo de su propia casa, que después se
abandona. En el caso opuesto, a quien su familia y miembros del grupo no
estimen, en una tumba casi superficial o, incluso, dejarlo cubierto sólo con
hojas para que lo devoren las aves de rapiñ·a.
Los aguarunas, después de unos días de duelo, envuelven el cadáver
con una manta y lo colocan en una especie de canoa o caJón rústico. Satu-
ran el cuerpo con barbasco machacado a fin de repeler los insectos y otros
animales. El ataúd se cuelga luego en las vigas más altas de una casa, la
misma que puede o no abandonarse. No es raro encontrar a la familia vi-
viendo debajo del mismo techo donde el cadáver queda colgado hasta su
total descomposición. En otros casos se construye una casa especial en el
monte donde también queda el cadáver hasta su completa descomposición.
Posteriormente, los restos se bajan y colocan en una vasija de barro y se en-
tierran en el terreno ancestral, donde permanecen sin ser tocados hasta que
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ESTAClON A~

Valencia, ubicación de entierros en urnas (con cotas).


REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
120

fu familia se muda. En este último caso la urna se saca y lleva al nuevo


hogar. La operación se repite cada vez que sea necesario mudarse, mien-
tras se conserva su memoria (Eichemberger 1961).
En el siglo XVII el padre Francisco de Figueroa (1904) refiriéndose f\
los infieles de Maynas (Cocama) describe un entierro primario inicial, se-
guido por una desarticulación de los huesos después que se ha corroído la
carne, para luego reenterrarlos así desarticulados en una vasija, durante un
rito y ceremonial en que predominaban las grandes libaciones.
Una versión contemporánea de este tipo de enterramiento sería el prac-
. ticado por los amahuaca. Entre éstos el cadáver se envuelve en una tela
y se coloca dentro de una olla en un pozo excavado en el centro de la casa.
Una segunda vasija se coloca invertida sobre la primera y el hueco se cubre
con tierra hasta el nivel del piso. Una semana después se desentierra y
los restos se depositan en dos vasijas nuevas, perforándose la base de una de
ellas. A continuación se colocan sobre el fuego y se queman. Los huesos
calcinados son removidos, rotos y mezclados con masato. Finalmente, las ce-
nizas y ollas se re entierran en el pozo (Dale 1962).
Por último, entre los jíbaro, cuando muere un infante el cuerpo se colo-
ca en una tinaja grande u olla de cocina en posición flexionada. Luego, so-
bre ésta en posición invertida se coloca la otra vasija semejante y ambas se
sellan juntas con arcilla. La urna se entierra en el centro de la casa, y se
cubre con ramas de chonta, para protegerla de las pisadas. Los cuerpos de
jóvenes y mujeres se entierran también en el piso, al centro de la casa, pero
no en urnas. Las tumbas tienen usualmente entre 75 y 90 cm. de profun-
didad. Al fallecer el dueño de la casa la familia la abandona. Como la ca-
sa no será usada por largo tiempo, el muerto se entierra en el piso o se colo-
ca en una especie de balsa que permanece suspendida en la parte superior
de los postes cerca al techo (Harner 1973).

Referencias sobre entierros en urnas


Varias son las referencias bibliográficas desde el siglo XIX sobre entie-
rros primarios )' secundarios en urnas. Las más numerosas se refieren a los
conibo (Izaguirre 1922, Marcoy 1869, Marmi 1891), shipibo (Izaguirre 1922),
pano (Izaguirre 1922) Y aguaruna (Tessman 1930). En menor número a
los jebero, cocama (Métraux 1916), cocamilla (Schmidt 1942, N ordenskiold
1922), piro (Alvarez 1960), campa (Figueroa 1904) )' cashibo (Eichember-
gel' 1961).
Todos estos datos sugieren que los entierros en urnas, restringidos actual-
mente a los niños, como ocurre entre los panoba, amahuaca y jíbaro, fueron
en algún momento bastante generalizados. Los chamicuro recuerdan haber
sustituido el entierro en urnas por el cementerio (Tessman 1930). Los se-
tebo abandonaron el entierro en urnas de la casa por influencia de los mi-
sioneros (Izaguirre 1922-29: 8: 250). Los conibo enterraban en urnas deba-
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RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES 125

jo del piso de sus casas hasta 1875. Al respecto, Paul Marcoy (1869') seña-
la que entre éstos el cuerpo del muerto se pintaba de rojo con genipa, cu-
briéndosele la cara con una calabaza, que le serviría como vaso para beber.
El cuerpo se envolvía con una tela. Luego, a la puesta del Sol, el cuerpo
se colocaba dentro de una vasija grande, que se sellaba con madera o arci-
lla. La urna se enterraba en el piso de la casa entre las otras urnas funera-
rias. Finalmente se rompían las demás vasijas del difunto. Por su lado Ma-
roni (1891) observa que el muerto se quemaba en una pira, conservándose
las cenizas en una "olla bien tapada". Posteriormente estas cenizas se saca-
ban de la olla, se mezclaban con masato y se bebían durante una fiesta ritual.
Cabe señalar, finalmente, que referencias arqueológicas indican la exis-
tencia de cierto tipo de entierros en urnas en territorio jívaro (Stirling 1938),
práctica que actualmente continúa, pero, como ya se señalara, limitada sólo
a la de algunos infantes (Karsten 1935: 460, Harner 19'7 5). En este aspec-
to la influencia misionera ha sido decisiva para el cambio del patrón funerario .
2. c.erámica
La cerámica de Valencia puede dividirse en dos categorías: a .vasijas
funerarias correspondientes a las urnas de entierros y piezas asociadas; y
b. cerámica de superficie, correspondiente a los fragmentos de diversas vasi-
jas, sin asociaciones definidas.

a . Vasijas funerarias
Entre las vasijas funerarias pueden distinguirse 3 formas de las cuales
2 son complementarias y en cierto sentido constituyen una unidad (formas
A, B) . La tercera (forma C) es la principal forma asociada a las primeras.
Forma A. Tinaja. Urna funeraria de cuerpo ovoide y cuello cilíndrico. En
la composición de su contorno se distinguen tres segmentos : 1. el inferior,
que corresponde a la parte baja del cuerpo, tiene base cónica y representa
aproximadamente la mitad de la altura de la vasija; 2. el medio, de forma
hemisférica, corresponde a la parte superior del cuerpo, y proporcionalmen-
te equivale a la cuarta parte de la altura de la vasija; y 3. el superior, corres-
ponde al cuello cilíndrico con labio ligeramente redondeado; su altura re-
presenta también la cuarta parte de la altura total de la vasija. El espesor
de las paredes de esta forma varía entre 1 y 1.5 cm.
La técnica de construcción fue el enrollado con rodetes de aproximada-
mente 15 mm. de diámetro, unidos mediante presión digital. El temperan-
te es arena, mezclada con elementos orgánicos diversos que al calcinarse
han dejado concavidades profundas. Su densidad respecto a la pasta es en-
tre 60 y 70%. El tamaño de los elementos varía entre 1 y 3 mm.
El color de la pasta, como el de ambas superficies, es gris con manchas
oscuras. En sección las paredes de las vasijas presentan un núcleo central
negruzco, bien definido, cuyo espesor representa las 2/3 partes del de la
pared.

sp. IV/ov . rOtUla DI. IJldlllGllU uc; xu;: QUO"" --

cedencia: superficie.
Sp. 11/80: Forma B2. Diámetro de la boca 230 mm. Altura 80 mm. Pro-
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
126

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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV


128

Dimensiones:
Sp. 4/3-80: Escudilla. Diámetro de la boca 290 mm. Altura 120 mm. Diá-
metro de la base 55 mm. Procedencia: entierro 4.
Sp. 21/8-80: Escudilla. Diámetro de la boca 255 mm. Altura 121 mm. Diá-
metro de la base: incompleto. Procedencia: entierro 21.
Sp. 09/80: Escudilla. Diámetro de la boca 23 mm. Altura 115 mm. Diá-
metro de la base, 60 mm. Procedencia: superficie.

Cerámica de superficie
Al analizar la cerámica de superficie de los sectores A y B se han reco-
nocido, además de formas A, B Y C correspondientes a la cerámica funera-
ria, las categorías D, E Y F cuya unidad de contemporaneidad y asociación
con los primeros se ha establecido en base a los rasgos de pasta, acabado y
decoración que son idénticos entre sÍ.
Forma D. Olla pequeñ'a, de cuerpo ovoide irregular y base ligeramente pla-
na. No tiene decoración de ningún tipo.
Dimensiones:
Sp. Ml/80: Diámetro de la boca 138 mm. Altura 130 mm. Diámetro má-
ximo 190 mm.
Forma E. Cuenco pequeño, de paredes bajas ligeramente verticales y base
cóncava como una prolongación natural del cuerpo. Decoración en el borde,
debajo del labio a base de impresión de uñas.
RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES 127

Sp . 21/6-80: Diámetro máximo de la boca 195 mm. Alto del cuello 110 mm.
Procedencia entierro 21.
Sp. 03/ 80: Diámetro de la boca 280 mm. Alto del cuello 115 mm. Proce-
dencia: superficie.
Sp. O21/80: Diámetro de la boca 2.20 mm. Alto del cuello 102 mm. Proce-
dencia: superficie.

Forma B. Tapa de la urna. Se distinguen dos subformas: Bl, escudilla alta


con base redondeada ligeramente plana; y, B2, cuenco bajo, hemisférico.
Las características de pasta y acabado de la superficie, en ambas subformas,
s'on iguales a la forma A. En la mayoría de los casos, salvo el sp. 11/80,
llevan un engobe externo de color rojo, que se prolonga ligeramente hacia
el interior. Aparentemente no tienen decoración pintada, aunque en algunos
fragmentos se observan ciertas manchas regulares de pintura roja.

Dimensiones:

Sp. 4/2-80: Diámetro de la boca 265. Altura 85 mm. Procedencia: entie-


rro 4.
Sp. 21/7-80: Diámetro de la boca 270. Altura 90 mm. Procedencia : entie-
rro 21.
Sp. 10/80: Forma B1. Diámetro de la boca 240 mm. Altura 125 mm. Pro-
cedencia: superficie.
Sp. 11/80: Forma B2. Diámetro de la boca 230 mm. Altura 80 mm. Pro-
cedencia: superficie.
Sp. 09/80: Forma B1. Diámetro de la boca 120 mm. Altura 45 mm. Pro-
cedencia: superficie.

Forma C. Escudilla. Vasija abierta de cuerpo compuesto, ligeramente acam-


panulado, y base circular plana o semirredondeada. Su perfil es asimétrico.
La pasta, de textura fina, tiene abundante temperante de arena, cuya
densidad respecto a la arcilla es de aproximadamente 60%. Tanto el interior
como el exterior presenta un alisado regular de aspecto arenoso, aunque en
algunos casos es pulido y ligeramente brillante, con marcas irregulares ho-
rizontales, también brillantes, producidas por pulidor duro. En ambas super-
ficies se destacan grandes manchas de cocción.
Como decoración característica lleva en el borde exterior, cerca del la-
bio, una banda incisa, ligeramente acanalada, hecha mediante la impresión
de uñas. Estas impresiones se orientan en forma diagonal al labio, y se eje-.
cutan de derecha a izquierda.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
128

Dimensiones:
Sp. 4/3-80: Escudilla. Diámetro de la boca 290 mm. Altura 120 mm. Diá-
metro de la base 55 mm. Procedencia: entierro 4.
Sp. 21/8-80: Escudilla. Diámetro de la boca 255 mm. Altura 121 mm. Diá-
metro de la base: incompleto. Procedencia: entierro 21.
Sp. 09/80: Escudilla. Diámetro de la boca 23 mm. Altura 115 mm. Diá-
metro de la base, 60 mm. Procedencia: superficie.

Cerámica de superficie
Al analizar la cerámica de superficie de los sectores A y B se han reco-
nocido, además de formas A, B Y C correspondientes a la cerámica funera-
ria, las categorías D, E Y F cuya unidad de contemporaneidad y asociación
con los primeros se ha establecido en base a los rasgos de pasta, acabado y
decoración que son idénticos entre sÍ.
Forma D. Olla pequeñ'a, de cuerpo ovoide irregular y base ligeramente pla-
na. No tiene decoración de ningún tipo.
Dimensiones:
Sp. MI/SO: Diámetro de la boca 138 mm. Altura 130 mm. Diámetro má-
ximo 190 mm.
Forma E. Cuenco pequeño, de paredes bajas ligeramente verticales y base
cóncava como una prolongación natural del cuerpo. Decoración en el borde,
debajo del labio a base de impresión de uñas.
Dimensiones:
Sp. M2/80: Diámetro de la boca 175 mm. Altura, 50 mm.
Forma F. Olla grande de cuello corto ligeramente expandido y cuerpo ovoi-
de irregular. Como decoración tiene impresiones digitales, formando una ban-
da alrededor del cuello, inmediatamente debajo del labio.
Dimensiones:
Diámetro de la boca: 350 mm. Altura del cuello: 35 mm. Altura total:
450 mm.

Otras formas
En base a la muestra disponible se han considerado además tres cate-
gorías de vasijas, que incluyen formas individualmente difíciles de recono-
cer o establecer plenamente.
Categoría 1. Vasijas abiertas. Corresponden a platos o escudillas con lados
expandidos, generalmente rectos y labio redondeado o con bisel interior. Ge-
neralmente presentan una línea incisa profunda, en el borde externo, aproxi-
madamente 1 cm. debajo del labio, hecha con un instrumento cortante, o
RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES

con la uña, mediante una serie sucesiva de impresiones horizontales. Un frag-


mento presentaba un grueso engobe de color rojo. (Fig. 3a,b,c).
Categoría 2. Vasijas cerradas con cuello alto. Corresponde al parecer a tina-
jas altas. Ninguno de los fragmentos tiene decoración y en un solo caso se
observa un reborde debajo del labio. El diámetro de la boca varía entre 23
y 19 cm . (Fig. 2d,e,f) .
Categoría 3. Vasijas con cuello corto. Se trata al parecer de ollas de coci-
na. En los ejemplares reconstruidos unas tienen cuello muy corto proyecta-
do hacia el interior y otras con cuello vertical corto ligeramente combado.
Como característica distintiva tienen un borde inciso en la base del cuello,
en su unión al cuerpo hecho mediante la impresión de uñas (Fig. 3d) .
Figurinas. Dos fragm entos sólidos de arcilla de fo rma cuadrangular parecen
corresponder a fragmentos de figurinas. Uno que podría ser parte de una ca-
beza tiene una línea sucesiva de pequeñas perforaciones en la parte superior.

Decoración
En la cerámica de Valencia existen dos formas y técnicas decorativas
que originan, a su vez, dos motivos decorativos, sugiriendo, pese al limitado
tamaño de la muestra, una tradición decorativa simple.
Una lista de estos atributos y rasgos y su correlación con la forma de
las vasijas se resume en el cuadro 1.

Cuadro 1

Fonnas de vasijas
ABCDEF123

1. Engobe
a. superficie exterior X X X
b. superficie interior parcial X

2. Banda con impresión de uñas


a. en el borde debajo del labio X X X
b. en el borde de la vasija
en forma lineal X
c. en la unión del cuello
y el cuerpo X

3. Impresiones digitales en bandas


a. debajo del labio x
4. Motivos pintados
a. en el cuello (ext) X
130 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

Como comentario cabe señ'alar que los engobes raramente están bien
conservados, Ocurren siempre en el exterior de las vasijas y se prolongan
en todos los casos, hacia el interior, originando una banda delgada, La de-
coración pintada es exclusiva de las urnas funerarias y consiste en motivos
de color blanco, a base de líneas anchas y puntos, Este pigmento es de
pobre adherencia, habiendo desaparecido en casi todos los casos, La impre-
sión digital y de uñas es el tratamiento decorativo común al estilo, La téc-
nica es muy simple, consiste en la impresión del pulgar o uña en la super-
ficie de la vasija, para formar generalmente en el borde debajo del labio,
una banda simple hundida, delimitada generalmente en la parte inferior por
una línea incisa o acanalada, Ocasionalmente, esta impresión se hizo en
una banda superpuesta al borde, En este caso cabe suponer que dicho rebor-
de es un epifenómeno originado de la misma técnica de construcción de la
vasija, y manipulación del objeto,

Alfarería varia

-1
Un grupo de 10 fragmentos decorados no encaja en las categorías usa-
i das en la presente descripción, Su estilo decorativo a base de incisiones, así
como la composición de su pasta, los aparta radicalmente de éstas, sugirien-
do una segregación temporal, difícil de precisar, Cabe señalar, sin embargo,
que dentro de este contexto decorativo pueden separarse, a su vez, dos esti-
los, de los cuales uno podría estar vinculado a la cerámica funeraria, (Lám,

Fig. 5
RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICG EN EL RIO CORRIENTES 131

2d; fig. 5) , mientras que el otro parece ser mucho más antiguo y relacionar-
se con el estilo Pastaza del Ecuador (Lám. 2d).

Relaciones externas

En las circunstancias actuales es difícil establecer las relaciones exter-


nas de la cerámica de Valencia con otras áreas del noreste amazónico, debi-
do a la ausencia de trabajos arqueológicos. Las únicas secuencias, largas y
detalladas, del Ucayali central y alto Pachitea, sugieren una variación espa-
cial, relativamente menor, frente a las demás asambleas arqueológicas de la
montana. El problema es complicado por el mundo cultural marcadamente
divergente que representa el Ucayali y sus áreas interfluviales. Dicotomía
reconocible tanto en el registro etnográfico como arqueológico.
El análisis de la cerámica de Valencia ha demostrado, con un alto gra-
do de confiabilidad, que la del cementerio representa un solo estilo y, en
consecuencia, una unidad de contemporaneidad. Esta conclusión es razona-
ble si se considera la coherencia estilística de la cerámica. Pese a que cier-
tos rasgos están presentes en otros estilos de la selva, la del cementerio de
Valencia no comparte mayores semejanzas.
El estilo de las vasijas de la forma C de la cerámica de Valencia tie-
ne ciertas semejanzas con los platos del estilo Shahuaya y Cumancaya. La
decoración impresa, con uñas en una banda horizontal, debajo del borde, es
un tratamiento común en la cerámica Shahuaya y se encuentra ocasional-
mente en Cumancaya. Vasijas de la forma C son comunes en Valencia y
también están presentes en Cumancaya. En ambos estilos la cerámica tiene
arena como temperante y cerámica molida, y usualmente pastas con oxida-
ción incompleta. Estas semejanzas sugieren remotas e imprecisas relaciones
históricas.
Cumancaya es el estilo final de la tradición Pacacocha, y en el río Ta-
maya está fechada en 810-80 d. C. La semejanza entre ambos estilos no in-
dica necesariamente una relación, cabría suponer más bien que el estilo de
Valencia deriva de un antecedente semejante a Cumancaya, cuya naturale-
za resulta difícil de comprender.
Por otro lado, las semejanzas compartidas entre la cerámica de Valen-
cia y las vasijas post-Caimito resultan también comprensibles si se conside-
ra que la cerámica Caimito está vinculada con materiales del río Napo,
Ecuador, y representa en cierto modo una intrusión tardía en el Ucayali cen-
tral. De los otros estilos descritos para la hoya amazónica, únicamente la ce-
rámica del bajo Aguaytía y Utoquinea, tributarios del Ucayali, se caracteri-
zan por su decoración a base de impresiones de dedos y técnica de enrolla-
do . Sin embargo, lo específico de estas semejanzas no son suficientes para
establecer vinculaciones culturales precisas.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
132

Finalmente, en lo que respecta a sus semejanzas o vinculaciones con


las actuales industrias alfareras de la hoya amaz6nica, salvo la alfarería co-
nibo y shipibo, en su mayoría no ha sido adecuadamente descrita o ilustrada
en grado tal que permita comparaciones válidas. Tessman (1930) ofrece
unas pocas notas sobre la cerámica campa hecha mediante enrollado y de-
cOl'ado con impresiones de unas. Spahni (19<86) anota que, bajo el nombre
de quentí, los shipibo clasifican tres tipos de recipientes que no llevan pin-
tura y están destinados a colocarse en el fuego. Uno de ellos es una olla
ornamentada sólo con incisiones hechas con la uña y alrededor del cuello,
así como otras en la base de este último, hechas con un palito, Sirve para la
preparación de comida. Por último, Kietzmann (1957: 228), refiriéndose a la
cerámica amahuaca escribe: "Los recipientes y ollas usados en la casa son
de alfarería rústica. Son generalmente pequeñ'os y no de forma simétrica,
hechos simplemente con la mano que da la forma deseada a la masa de ar-
cilla. Se ponen a la vez varias ollas en una fogata para hornearlas y de es-
to harán todos los grados de color negro quemado. No interesa pintarlas y
el único adorno puede ser unas cuantas líneas bordeadas, grabadas con la
uña alrededor del gollete".
De lo anotado, lo único evidente es que entre los grupos amaz6nicos
actuales la cerámica decorada con impresiones de uñas corresponde a vasijas
de uso exclusivamente doméstico, siendo en consecuencia muy difícil estable-
cer comparaciones válidas con la cerámica de Valencia.

Consideraciones finales
Los marcados cambios observados en la cerámica arqueol6gica de la re-
gi6n amaz6nica impiden cualquier conclusi6n definitiva. La totalidad de la
cerámica de Valencia puede asignarse a un solo estilo y procede aparente-
mente de un vasto cementerio. Sin embargo, la presencia de algunos frag-
mentos de un estilo diferente al de la cerámica funeraria sugiere también
la presencia de un sitio de habitaci6n. Si así fue, pueden asumirse a la vez
dos situaciones: l. que el cementerio y sitio de habitación son contemporá-
neos; o 2. que el cementerio es intruso en un sitio de habitaci6n más antiguo.
En este caso la cerámica decorada procedería de un sitio de habitaci6n cu-
bierto por un piso estéril antes de su abandono, sobre el que se asent6 una
nueva poblaci6n caracterizada por sus entierros en urnas,
La cerámica funeraria de Valencia, por otro lado, exhibe ciertas seme-
janzas con otras asambleas alfareras de la selva. Algunos rasgos, como los
compartidos con la cerámica Cumancaya, sugieren una relaci6n hist6rica di-
recta o indirecta. Por otro lado, puesto que también la cerámica de Valen-
cia tiene, tanto en su forma como tratamiento decorativo, ciertas semejan-
zas con la cerámica contemporánea de los grupos jívaro, shipibo y campa,
puede utilizarse el mismo argumento de secuencia para suponer su posici6n
3a

3b

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134
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136
RECONOCIMIENTO ARQUEOLOGICO EN EL RIO CORRIENTES
137

intermedia entre ambos extremos, asignándole una edad relativamente his-


tórica. Este supuesto puede sustentarse, a su vez, en cuatro consideraciones:
a. Buena preservación de los huesos en algunos de los entierros saqueados.
b. Aunque no se han encontrado objetos de manufactura occidental, como
cuentas de vidrio o piezas de metal, este argumento es inválido si se con-
sidera lo limitado de las excavaciones.
c. El río Corrientes, integrante de la cuenca fluvial del Tigre, ha sido ocu-
pado por grupos etnolingüísticos de la familia jívaro, en cuyos patrones
culturales se destaca el entierro en urnas y el uso de impresiones de uñas
como elemento decorativo de su cerámica.
d. Finalmente, un recuento de las referencias históricas sobre entierros en
urnas en la selva amazónica indican que esta práctica aparece documen-
tada sólo a partir del siglo XIX, mientras que no existe mayor informa-
ción sobre entierros secundarios en urnas. Además, es únicamente entre
los grupos etnolingüísticos campa, piro, achuara y conibo en los que 3e
conoce esta práctica.
En suma, valias son las opciones interpretativas. Sin embargo, la más
razonable en concordancia con los datos disponibles sugiere que la cerámica
funeraria de Valencia corresponde al último periodo prehistórico, comprendi-
do entre los siglos XVI Y XVII, Y es parte de una tradición cultural vincu-
lada a la cerámica policroma del río Napa. Las evidencias arqueológicas con-
firman también el gran tamano de los asentamientos prehistóricos y la den-
sidad de su población, tal como ya lo señalaran los primeros cronistas espa-
ñoles que surcaron el territorio amazónico.

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HUANUCO PAMPA: NUEVAS EVIDENCIAS SOBRE EL
URBANISMO INCA

CRAIG MORRIS

LAS CARAcrnRÍSTICAS UNIVERSALES de las sociedades urbanas y los procesos


de desarrollo que las Oliginaron han sido objeto de muchos trabajos y refle-
xiones por parte de los arqueólogos, principalmente a partir de GOl'don
Childe.
Por otro lado, se ha prestado menos atención a las diferencias estruc-
turales entre las vmias civilizaciones urbanas tempranas, que se desarrollaron
relativamente aisladas en diferentes partes del mundo.
Sin embargo, sabemos que existieron marcadas diferencias, no sólo en
lo que se refiere a los estilos arquitectónicos y los objetos que crearon y
usaron, sino en cuanto al carácter de sus instituciones económicas, políticas
y religiosas; e incluso en lo referente a sus patrones de surgimiento.
Por lo tanto, entender una gran civilización, como la que se desarrolló
en los Andes en tiempos prehispánicos, requiere de estudios que tomen en
cuenta sus particularidades, así como el grado en el que representan tenden-
cias universales y confirman teorías generales sobre la naturaleza y orígenes
del urbanismo.
Trabajos anteriores de arqueólogos y etnohistOliadores han sacado a luz
muchas de las características que definen el marco institucional específico
en el que se desarrollaron las sociedades urbanas en los Andes.' El trabajo

Los trabajos del proyecto arqueológico Huánuco PaIlllPa han sido autorizados por las
Resoluciones Supremas 015 y 1038 de 1972 y 371-74-ED, Y subvencionados por la Na-
tional Science Foundation (EE. UU.) con el subsidio GS 28815.
1. Por ejemplo: John V. Murra, The Economy of the Inca State, Tesis' doctoral
inédita, University of Chicago, 1956. "El Control Vertical de un Máximo de Pisos Eco-
lógicos en la Economía de las Sociedades Andinas, Visita a la Provincia de León de
Huánuco pm' Iñigo Ortíz de Zúñiga, Tomo Il, Universidad Hermilio Valdizán, Huánuco ;
Luis G. Lumbreras, .De los Pueblos, las Culturas y las Artes del Antiguo Perú, Moncloa-
Campodónico, Lima, 1969: John H . Rowe, "Inca Culture at the time of the Spanish Con-
140 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

que en la actualidad desarrollamos en Huánuco Pampa,2 y sobre el cual in-


formamos aquí de manera muy preliminar, constituye un intento de propor-
cionar un conocimiento más concreto y completo sobre una de las ciudades
Inca mejor preservadas. Esperamos que la investigación nos permita even-
tualmente reconstruir algo gue se aproxime a una etnografía arqueológica
de la vida en la ciudad, que nos proporcione datos más sólidos sobre el ur-
banismo Inca y el contexto social, político y económico en el que se de-
sarrolló.
Muchos de los problemas en estudio surgieron originalmente como
resultado de la investigación sobre la vida provincial Inca que en 1964-65
llevó a cabo el equipo dirigido por John V. Muna. Se ha publicado un re-
sumen del trabajo arqueológico realizado entonces en Huánuco Pampa,3 así
como también algunas de nuestras hipótesis y puntos de vista sobre el ur-
banismo Inca, anteriores al presente trabajo.4
Una recapitulación del surgimiento de ciudades en las provincias del
Tawantinsuyu rebasa los límites del presente artículo. Sin embargo, es im-
portante mencionar algunos de sus rasgos principales, ya que es sólo a partir
de éstos como pueden resolverse las interrogantes que nos planteamos sobre
Huánuco Pampa.
1. Lo primero que debe señalarse es que las ciudades provinciales Inca
no pueden considerarse unidades independientes. Eran más bien componen-
tes de una compleja red urbana, planificada y en parte impuesta por el Es-
tado. Huánuco Pampa no era sino uno ' de los asentamientos de dicha red,
si bien uno de los más grandes e importantes. No comprendemos todavía,
en detalle, las funciones de estos centros ni los objetivos que los Incas es-
peraban alcanzar al construirlos; en realidad, ése es el principal propósito
de este trabajo. Es evidente que estas ciudades eran claves para la admi-
nistración, comunicación y logística; virtualmente la columna vertebral de
un Estado expansivo que superó distancias increíbles sin la ayuda de una
tecnología moderna en transportes y comunicaciones.
2. Un segundo rasgo y consecuencia de la planificación estatal es que
Huánuco Pampa y muchos de los centros semejantes se construyeron rápida-
mente y desde sus cimientos por el Estado.

quest", fIandbook of South Amel'icans Indians, Tomo 11, 1946; María Rostworowski de
Diez Canseco, CUl'acas y Sucesiones, Costa N01·te, Lima, 1961, y "Nuevos datos sobre Te-
nencia de Tierras Reales en el Incario", Revista del Museo Nacional, Tomo XXXI 1962;
R. T. ZUidema, The Ceque System of Inca Cuzco, Leiden, 1964.
2. La ciudad Inca es conocida comúnmente como Huánuco Viejo, y está situada cer-
ca de La Unión, capital de la provincia de Dos de Mayo.
3. Craig Mon'is y Donald E. Thompson, "Huánuco Viejo: An Inca Administrative
Center". Amel'ican Antiqt¡ity, 35: 344-362, 1970.
4. Craig Morris, "Establecimientos es tatales en el Tawantinsuyu: una estrategia de
urbanismo obliga.do", Revista del Museo Nacional, Tomo XXXIX, 1973.
HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 141

Desde muchos puntos de vista aparecen como intrusos en las regionl~s


donde se construyeron. Tal como se observara en 1965 este carácter se apli-
ca tanto a los artefactos como a la arquitectura y al planeamiento urbano.
La cerámica se hace de acuerdo a formas y estilos Inca estandarizados, muy
diferentes de los estilos de la región circundante. Al parecer, el carácter
intruso de Huánuco Pampa, y muchos otros asentamientos Inca en las pro-
vincias, se explica no sólo por su planificación y construcción por el Estado,
sino en términos del sistema de intercambios recíprocos, tan importantes en
la economía andina. 5 De acuerdo a las reglas de dicho intercambio, el Es-
tado dependía del trabajo humano para obtener ingresos, y estaba obligado
a mantener a quienes trabajaban para él. En gran medida, esto implicaba
la provisión de alimentos y chicha, pero la arqueología de Huánuco Pampa
sugiere que también puede haber significado la provisión de utensilios y vi-
viendas en ciertos contextos urbanos . En algunos casos el sustento de quienes
trabajaban para el Estado pudo incluir la provisión de lo que constituía esen-
cialmente una vivienda equipada.
3. La referencia al sistema de ingresos estatales, basado en el trabajo,
conduce a un tercer rasgo de muchos asentamientos Inca. Si es correcta la
fecha del comienzo de la construcción de Huánuco Pampa dentro de la cro-
nología de Rowe,6 probablemente esta ciudad no tuvo una ocupación de
más de 75 anos antes de la conquista española.
La razón por la que el Estado podía construir y poblar tales centros tan
rápidamente se debía aparentemente a su acceso directo a una numerosa m:l-
no de obra. La gente fue llevada a Huánuco Pampa no sólo para construir
la ciudad, sino en algunos casos para vivir en ella. Posiblemente estos tra-
bajadores estatales formaban incluso la mayor parte de la población de este
centro. Esta gente se dividía en varias categorías 7 y su presencia en Huá-
nuco Pampa es uno de nuestros principales temas de estudio. Debido a que
gran parte de los servicios prestados eran de naturaleza temporal, cierto gra-
do de fluctuación y rotación de la población se añadiría a la "artificialidad"
originada por la imposición externa, la que parecería complicarse aún más
debido a la altura en la que se ubicaba la ciudad y a su distancia respec-
to a las zonas más productivas de la región que constituía su hinterland.

Metodología y objetivos

El estudio de los aspectos sociales y de organización de las sociedades


antiguas mediante procedimientos arqueológicos es una tarea difícil y costosa,

5. John V. Muna, The Economy of the Inca State, tesis' doctoral inédita, Univer-
sity of Chicago, 1956.
6. John H . Rowe, "Absolute Chronology in the Andean Area" , American Antiquity,
10: 265-284.
7. John V. Murra, The Economy of the Inca State, pp. 264-272.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
142

pero que ofrece crecientes perspectivas de resultados positivos. Los arqueó-


logos son cada vez más capaces de desarrollar métodos para comprobar e
incrementar la información proporcionada por los documentos. Se van de-
sarrollando, además, diseños de muestreo y métodos que requieren el uso
de computadoras que faciliten el estudio de las grandes cantidades de ma-
terial requeridas para la reconstrucción de los patrones de actividad urbana. 8
El estudio de Huánuco Pampa se basa en una investigación en tres eta-
pas: 1. El levantamiento de un plano tan completo como sea posible de la
arquitectura que queda en pie en la ciudad; 2. La recuperación mediante
excavaciones de los artefactos y restos arqueológicos asociados a una peque-
ña muestra (7-10%) de las edificaciones de la ciudad; 3. Un estudio funcio-
nal detallado de los artefactos recuperados y sus patrones de relación o aso-
ciación con varios tipos de edificaciones y sectores de la ciudad.
Una versión preliminar del plano ya ha sido terminada y se publica
aquí por vez primera. 9 Tiene todavía algunos errores y debe completarse
añ'adiendo algunas estructuras, así como también las características topográ-
ficas del sitio. Se ha realizado poco más de la mitad de las excavaciones
planeadas, mientras que el estudio detallado de artefactos y sus asociaciones
está en sus comienzos.
Como parte de la etnografía arqueológica general mencionada, se está
investigando un cierto número de problemas específicos, relacionados en
gran parte con teorías sobre la naturaleza de la sociedad y el urbanismo
Inca, algunos de cuyos rasgos se han esbozado páginas atrás. Entre las cues-
tiones fundamentales se hallan las siguientes: ¿tenían lugar en la ciudad ac-
tividades productivas importantes -producción de alimentos o artefactos-
además de las funciones administrativas y logísticas que se desprenden tan
claramente de los documentos? ¿Hay evidencias de ac~ividades de intercam-
bio? Si las hay, ¿corresponden más a un modelo de trueque con mercados o
a un modelo de redistribución en gran escala controlada por el Estado? ¿Es
tanta la importancia del ejército en estos centros según afirman cronistas co-
mo Cieza? ¿Puede establecerse arqueológicamente la proporción de pobla-

8. Por ejemplo: "George Cowgill, Computer Analysis of Archaeological data from


Teotihuacan, México", New P81'spectives in A1'chaeology, S. R. y L. R. Binford, (Eds.), AI-
dine Press, Chicago, 1968.
Craig Morris, "Excavación por muestreo de sitios urbanos : El caso de Huánuco Pam-
pa", Revista del Museo Nacional, en Prensa.
9. El trabajo topográfico para el mapa fue realizado por Freddy Ferrúa, Carlos Me-
neses M. y Manuel Leyva. Ellos' también prepararon versiones preliminares del mapa de
varios sectores de la ciudad. Idilio Santillana colaboró también en las preliminares. La
versión aquí publicada ha sido revisada y redibujada por Delfín Zíuliga D . Se basa en
más de 15,000 puntos leídos en teodolito. Unas estructuras' no figuran en esta versión to-
davía preliminar, ya que debemos revisar posibles errores. Hemos excluido, también, hasta
determinar su antigüedad, varias construcciones de la plaza central que parecen ser post-
Inea .
.. . ...

>

020 · 50 '00
tETROS
.
,
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
144

clOn transeúnte O temporal y la que formaba el núcleo relativamente es-


table?
Aún en esta etapa inicial, el trabajo en Huánuco Pampa ofrece respues-
tas sugerentes para algunas de estas preguntas y muestra algo del carácter
de la ciudad. Por supuesto, existe la posibilidad que el análisis final de los
materiales excavados altere considerablemente nuestras interpretaciones pre-
liminares.

El plano de la ciudad
Un plano preciso y relativamente completo es esencial para el estudio
de una ciudad. El plano proporciona información directa sobre la planifica-
ción y división interna, orientando las excavaciones y otros pasos del estudio.
En el caso de Huánuco Pampa, es afortunado que los "cimientos de la ma-
yoría" de las estructuras hayan sobrevivido por más de cuatro siglos, desde
que la ciudad fue desocupada. Estimamos que entre el 80 y 90% de las edi-
ficaciones construidas por los Incas aparecen en nuestro plano. Estos nos da
un cuadro de la rústica arquitectura usada por la gran mayoría de la pobla-
ción, así como también de las construcciones monumentales, públicas o de la
élíte.
No hemos sido los primeros en apreciar la importancia de trazar un ma-
pa de la ciudad. Sobreviela y Sierra trazaron un croquis en 1796. Además
Enock y Raimondi, entre otros, levantaron planos de algunas partes de la
ciudad. 10 Pero no fue hasta la publicación del trabajo de Emilio Harth-Terré,
en 1964, que se tuvo un plano suficientemente completo como para darse
cuenta del área y disposición general de la ciudad. ll Nuestro mapa difiere
del de Harth-Terré principalmente en el grado en que pudimos registrar
completamente las zonas de arquitectura rústica y pequeñas edificaciones,
proporcionando así una base para los estudios funcionales que esperamos lle-
var a cabo abarcando la totalidad de la ciudad. En algunos casos, el mapa
de Harth-Terré muestra edificaciones que fuimos incapaces de registrar, debi-
do a que se han destruido en el tiempo transcurrido entre su trabajo y el
nuestro. Partes del complejo arquitectónico que él denomina akllawasi, en
el sector este de la ciudad, constituyen el ejemplo más notable de esto.12
No es necesario insistir aquí sobre el carácter general del plano de la
ciudad. Tales comentarios serán más fructíferos cuando se disponga de más

10. Padre Manuel Sobreviela y Lorenzo de la Sierra, Plan del Palacio des tinado pa-
ra baño de los Incas, sito en el partido de Huamalíes, con nombre de Huánuco el Viejo,
Colecciones de Manuscritos, British, 1786; Reginald Enock "The Ruins of Huánuco
Viejo, or Old Huánuco, With notes on an Expedition to the Upper Marañ6n". The Geo-
graphical Journal 26: 153-168; Antonio Raimoncli, El Perú, Imprenta del Estado, 1874_
11. Emilio Harth-Terré, "El Pueblo de Huánllco Viejo", Arquitecto Peruano 320/21:
1-20.
12. Emilio Harth-Terré, ibidem
HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 145

material arqueológico sobre las funciones de los varios sectores de la ciudad


y pueda considerarse a Huánuco Pampa en un contexto comparativo con
otros centros Inca, especialmente la evidencia histórica sobre el plano del
Cusco.
De la observación del plano se desprende claramente la disposición fun-
damental de la ciudad en cuatro zonas principales alrededor de una gran
plaza central, con una zona de depósitos dispuestos en filas ordenadas sobre
una colina situada al sur. El principal camino Inca en dirección norte-sur
cruza diagonalmente la plaza plincipal: el camino a Jauja y Cusco sale por
la esquina sureste y el camino a Cajamarca y Quito por la noroeste. El
plano también sugiere varias otras calles o caminos.
Entre los sectores sur y oeste de la ciudad queda un espacio abierto, co-
mo para una calle (véase plano), pero en nuestro trabajo en 1971 una trin-
chera que atravesaba parte del espacio abierto no rindió evidencias de una
superficie afirmada o preparada para soportar un tráfico intenso. Existen
dos calles principales que parten del lado norte de la plaza, una por el lado
sur y otra por el lado oeste. El paso a través del sector este es de natura-
leza distinta. Con sus elaboradas puertas es mucho más formal y de uso
más restringido que en los demás casos. Cabe anotar que el término calle,
que en este caso significa acceso público general, no es apropiado. La posi··
ble existencia de una calle cerca a la esquina noreste de la plaza no ha sido
todavía dilucidada debido a la seria destrucción del área. Es evidente qUe
la esquina misma no se dejó abierta como en el caso de las otras tres es-
quinas. Sin embargo, existen indicios de que una calle pudo haber partido
originalmente de la plaza, justo al sur de esa · esquina. Si éste fuera el caso,
o bien la calle no llegaba a la parte exterior o, más probablemente, fue par-
cialmente cerrada por construcciones posteriores.
Harth-Terré ha comentado con cierta extensión el alineamiento de puer-
tas y otros elementos arquitectónicos en el sector este y nuestras observacio-
nes confirman, en lo esencial, sus conclusiones. 13 En la disposición de cier-
tas partes de la ciudad a lo largo de ejes cuidadosamente establecidos, con
los edificios dispuestos en forma ordenada a lo largo de calles o alrededor
de plazas, se halla el marcado contraste con otros sectores de la ciudad, don-
de las pequeñas edificaciones parecen estar esparcidas sin ningún orden apa-
rente. Nótense las diferencias entre los complejos cercados por muros tan
prominentes en las partes este y norte de la ciudad, y la arquitectura irre-
gularmente distribuida que predomina en gran parte de los sectores sur y
oeste, aunque también se presenta en el norte.
El plano general de la ciudad y la distribución de los diversos tipos de
edificios parecen sugerir que la construcción de la ciudad se basó en un
modelo o diseño general. Sin embargo, dentro de ese modelo o diseno exis-

13. Emilio Harth-Terré, ibidem: págs. 9-12.


REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
146

ti ero n grandes diferencias, de acuerdo a cómo se planificaban y supervisa-


ban las construcciones y el crecimiento de la ciudad.
Algunos sectores parecen haber sido planeados y ejecutados bajo un rí-
gido control, mientras otros guardaban, respecto a la planificación y dirección
central, relación limitada y probablemente indirecta. El punto crucial de un
estudio como el presente consiste en determinar cuáles fueron las actividades
en las varias zonas y complejos. Al establecer estas actividades, las diferen-
cias en el grado de planificación cobran sentido en términos de los grupos
sociales que ocupaban y utilizaban los diversos sectores, y las funciones de
las diferentes zonas pueden analizarse en términos de sus contribuciones a
los patrones urbanos en general.

La población y su composición
Uno de los aspectos más importantes de un asentamiento es el tamaño
de su población. El carácter de la interacción humana se halla determina-
do en gran parte por la cantidad de gente concentrada en un espacio redu-
cido, y muchas de las tradicionales definiciones de las diferentes categorías
de asentamiento se basan en el factor tamaño. El cálculo del tamañ'o de
la población de ciudades antiguas en base a los datos arqueológicos es siem-
pre un asunto complicado, Con nuestro plano, que ofrece una información
excepcionalmente completa sobre el número y tamaño de las estructuras qu'ó)
componen la ciudad, eventualmente podrá estimarse la población, Pero, cual-
quier estimado arqueológico de la población que sea confiable debe efec-
tuar primero distinciones funcionales entre las estructuras que servían como
barrios residenciales y las que fueron usadas para el almacenamiento de pro-
ductos o para la realización de actividades administrativas y religiosas. Si
es acertado el carácter adscrito a Huánuco Pampa, debe entonces tenerse
en cuenta otro problema para que los estimados sobre población sean correc-
tos: tratar de definir las diversas categorías de residentes. Para que las ci-
fras sobre población permitan comparar Huánuco Pampa con otros centros
urbanos, es especialmente importante establecer qué proporción de la pobla-
ción constituía el núcleo relativamente permanente y estable, y qué propor-
ción pudo haber sido temporal y quizá sujeta a variaciones en tamaño. La
única referencia histórica al respecto, de la que se tiene noticia, es la de
Cieza de León, quien dice que "había a la contina para solamente servicio
del mas de treinta mil indios".14 Al parecer, la palabra "servició' no sig-
nifica que la ciudad haya tenido 310,000 habitantes, sino que hace referen-
cia al gran número de personas de que la ciudad podía disponer en cierta
circunstancias. Distinguir entre construcciones residenciales y. no-residenciales
es un problema al que los arqueólogos se enfrentan con frecuencia. El trabajo
realizado en 1965 permitió algunos resultados tentativos, que mostraban la aso-

14. Pedro Cieza de León, Primera parte de la C'/'ónica del Perú 1553, Capítulo LXXX,
Colección Austral, Madrid, 1962: pág. 220.
HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 147

ciación de ciertos tipos de cerámica con ciertas formas arquitectónicas que


permiten distinguir entre residencias, depósitos y edificios públicos. 15 El tra-
bajo de 1971 y 1972 tendía a confirmar estas distinciones principales. Sin
embargo, se necesita un muestreo más amplio de la ciudad mediante exca-
vaciones, antes de proporcionar estimados sobre las estructuras residen-
ciales y no-residenciales. De las 3,460 estructuras del actual plano se sabe
que, por lo menos, 497 fueron depósitos. A partir del conocimiento todavía
limitado de la distribución de las otras edificaciones no-residenciales, se es-
tima que por lo menos 10% del resto tuvo funciones no-residenciales. El
plano contiene entonces hasta 2,687 estructuras de tamañ'o variable que de
alguna manera servían como casas. Si a éstas se le añade del 10 al 20% que
se supone destruidas, se obtiene un resultado bastante grande, entre 2,9'50
y 3,225 construcciones residenciales.
La metodología para distinguir categorías entre los residentes y la ar-
quitectura que ocupaban es un asunto mucho más difícil y sutil. Se tienen
algunas impresiones preliminares e hipótesis sobre los modos de enfocar el
problema en base a las formas de construcción, cantidades y estratificación
de basura y tipos de equipo doméstico encontrados en varios sectores de la
ciudad. No se ha explorado aún suficientemente los restos como para expla-
yarnos aquÍ en estos problemas. Sin embargo, se cuenta con alguna eviden-
cia concreta, aun cuando no completamente analizada, sobre uno de los as-
pectos más particulares de la residencia en la ciudad: la composición sexual
de las unidades residenciales.
Las asociaciones materiales de distintos grupos y roles sociales proporcio-
nan la base a partir de la cual la arqueología puede reconstruir los aspec-
tos sociales y de organización de un pueblo. Por ejemplo, en casi todas las
sociedades, hombres y mujeres tienden a usar diferentes tipos de objetos ma·
teriales en sus actividades económicas, así como diferentes formas de vestido
y adorno personal. El problema es, por supuesto, cómo estar seguros de que
un objeto sea en realidad un "artefacto femenino" o un "artefacto masculino".
En el caso del periodo Inca es posible apoyarse en los registros etnohistó-
ricos y para ciertos problemas en las ricas tradiciones andinas que han con-
tinuado hasta el presente. El piruru o rueca es un objeto perdurable, bien
preservado en el registro arqueológico, que se halla abrumadoramente vin-
culado a las mujeres. Esto no quiere decir que los hombres no hilaran, pero
una y otra vez los cronistas se refieren al hilado como actividad femenina. 16
Es fácil observar actualmente, el papel crucial que el hilado desempeña en
'la vida de la mujer andina. La rueca y la lana la acompañan casi siem-
pre, ocupando así lo que de otra manera serían ratos libres.

15. Craig Morris, "The Identification of Function in Inca Architecture and Ceramics" ,
Actas del XXXIX Congreso Internacional de Americanistas, Tomo III, Lima, 1971.
16. Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva Coronica y Buen Gobierno, 1615, Institut
d'Ethnologie, Paris, 1936: págs. 218-220; Bernabé Cabo, Historia del Nuevo Mundo, 1653,
Biblioteca de Autores Españoles, 1956: Libro 14, Capítulo IX (Tomo 11, pág. 248).
REVISTA DEL MUSEO' NACIONAL - XLIV
148

Hasta el momento, la distribución de ruecas en Huánuco Pampa es uno


de los resultados más interesantes del análisis preliminar. Hay partes de la
ciudad, como la referida a "producción", donde casi todas las estructuras ex-
cavadas contenían varias ruecas. En otras secciones de la ciudad también
se encuentran, pero con menor frecuencia. Hay otras secciones en las que
son virtualmente inexistentes, Si la distribución del pil'uru es un reflejo pre-
ciso de la presencia de mujeres y actividades femeninas, la evidencia parece
sugerir que partes de la ciudad pudieron estar ocupadas y utilizadas prepon-
derantemente, e incluso exclusivamente, por mujeres.
En otras secciones éstas tuvieron cuando más un papel mínimo, mientras
que en otras partes la evidencia sugiere algo mucho más marcado al balan-
ce que esperaríamos entre hombres y mujeres que vivían juntos en lo que se
reconocería como un contexto. La evidencia de las ruecas debe evaluarse
en relación a otros materiales. Pero hasta la fecha, éstos y otros resultados:
1. dejan pocas dudas de que muchos de los difíciles problemas referentes a
la composición de la población puedan resolverse mediante técnicas arqueo-
lógicas y, 2. indican que segmentos substanciales de la población pueden ha-
ber vivido y trabajado en vecindarios segregados en base al sexo.
Por lo tanto, puede establecerse que la población de Huánuco Pampa
puede expresarse de manera relevante sólo en términos de un "perfil pobla-
cional" que tome en cuenta su complejidad extraordinaria. Al término de
nuestras excavaciones y del estudio exhaustivo del material, se podrá estar
en condiciones de esbozar por lo menos una versión aproximada de dicho
"perfil".
Por el momento, qmza sea mejor hablar en términos más generales de
la "capacidad de alojamiento" de la ciudad. En base a la proporción de la
ciudad dedicada a algún tipo de residencias, según lo antes explicado, se es-
tima que la ciudad podía alojar entre 9 y 15 mil personas.

Actividades administrativas
De las fuentes documentales se deduce claramente que la administra-
ción era una de las funciones fundamentales encomendadas a los centros ur-
banos situados a lo largo de la red vial Inca. Estos proporcionaban la infra-
estructura para las operaciones estatales y eran puntos de articulación entre
los gobernantes cusqueños y grupos locales. Sin embargo, los detalles que ex-
plican cómo se llevaban a cabo las funciones administrativas son escasos y
con frecuencia vistos a través del cristal de la experiencia europea. La recons-
trucción arqueológica de las actividades administrativas es también tarea di-
fícil en gran parte debido a la falta de buenos modelos sobre los Andes o
sobre otras sociedades estables a un similar nivel de desarrollo, en los cua-
les basar nuestras deducciones. El trabajo en Huánuco Pampa demuestra
que muchas de las actividades importantes para la construcción del imperio
y para mantenerlo unido se hallaban sumergidas en un elaborado ceremo-
HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 149

nial, derivado en gran parte de tradiciones andinas que posiblemente ya eran


muy antiguas en la época Inca.
Muchas de las actividades administrativas de la ciudad se centralizaban
en el sector este. El importante conjunto trapezoidal, construcción central
de dicho sector, con sus puertas de piedra labrada y la distribución ordena-
da de grandes edificaciones, sobresale inmediatamente como una unidad ar-
quitectónica de importancia pública y probablemente administrativa. Harth
Terré ha denominado a dicho conjunto la "casa del Inca". Como puede ver-
se en el plano, está compuesto por dos plazas flanqueadas por largos edifi-
cios rectangulares, una tercera unidad de edificaciones más pequeñas al este
y un gran recinto cerrado o cancha trapezoidal que contiene una pequeña la-
guna artificial. Una breve ocupación a comienzos de la Colonia ha destrui-
do gran parte de las evidencias sobre la utilización Inca del tercer conjunto
de construcciones pequeñas, pero más de 150,000 fragmentos de cerámica
Inca y la abundancia de otras informaciones, que deben hacer posible una
reconstrucción excepcionalmente completa de las actividades que tenían lu-
gar en las dos plazas y especialmente las formas de las vasijas, indican que
el área fue utilizada para preparar comida y posiblemente chicha en una es-
cala relativamente masiva.17
En cierta manera fue una sorpresa descubrir que la parte más especta-
cular de la ciudad, que se extiende por más de dos hectáreas, haya servido
como cocina y comedor, equipada con cientos de grandes jarras, ollas y pla-
tos. Sin embargo, tanto la etnohistoria como la etnografía proporcionan evi-
dencias que aminoran la sorpresa del descubrimiento. Las fuentes documen-
tales informan que los jefes locales debían proporcionar alimentos a las per-
sonas que les prestaban servicios.18 Las evidencias etnográficas señalan la
importancia de las fiestas y ceremonias públicas como base sobre la cual se
articulan la relaciones sociales y políticas en los Andes.19 Las evidencias
arqueológicas parecen indicar que muchas de estas costumbres y principios
de organización fueron elevados a niveles urbanos y estatales.
Casi con seguridad, la parte central del sector este proporcionaba el te-
lón de fondo para el desarrollo de actividades decisivas para la administra-
ción provincial. Sin embargo, no se trata solamente de un escenario buro-
crático de salones y cuartos destinados a la toma de decisiones. En su ma-
yor parte, estas actividades, estrictamente burocráticas, se hallaban disper-
sas en los sectores menos centrales de la ciudad, y tenían que ver con la
producción, almacenamiento y otras operaciones que requerían un mayor con-
trol. El modelo más apropiado para interpretar las evidencias que propor-

17. Las excavaciones en este conjunto fueron supervisados por Pat H. Stein. Ella se
halla preparando un trabajo sobre las actividades culinarias.
18. John V. Murra, "On Inca Political Structurc ', Bobbs-Merril reprints in Social
Sciences, A -169.
19. Por ejemplo: Billie Jean Isbell, "No Servimos más .. .". Actas del XXXIX Congre-
so Internacional de Americanistas, Tomo III, Lima, 1971.
150 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

cionan las dos plazas del sector este parecería corresponder al de una elabo-
rada "hospitalidad" estatal. El Estado proporcionaba comida y bebida a quie-
nes visitaban o iban a prestar servicios a la ciudad. Si esta interpretación
es correcta, serían evidencias concretas de las obligaciones que eran básicas
para el funcionamiento de la ciudad. Estas obligaciones eran al mismo tiem-
po un aspecto fundamental de la "administración" y de las relaciones entre
gobernantes y gobernados.

Subsistencia y producción
Entre las preguntas más importantes que surgen del estudio de cualquier
asentamiento están las que se refieren a su viabilidad económica. Estas cues-
tiones son especialmente interesantes en el caso de Huánuco Pampa y otros
centros urbanos construidos por los Incas. Virtualmente no existen eviden-
cias de que los habitantes de la ciudad hayan estado dedicados significativa-
mente a tareas agrícolas, al menos durante su estadía en la ciudad. Existen
abundantes evidencias sobre las fuentes de aprovisionamiento de alimento.
La visita de Iñigo Ortiz de Zúñiga 20 contiene numerosas referencias a ar-
tículos alimenticios y otros productos que eran llevados a Huánuco Pampa
por pobladores Yacha y Chupaychu, algunos de los cuales viajabaú varios
días para llegar a la ciudad. Tales entregas deben haber sido también cosa
común para otros grupos étnicos de la región que no fueron visitados por
Iñ'igo Ortiz.
Los 497 depósitos ofrecen mayor información sobre el sistema para pro-
porcionar alimentos a la ciudad. En 1965 se excavaron más de 100 de es-
tos depósitos, los que revelaron que gran parte de sus aproximadamente
38,000 m 3 de capacidad se hallaban destinados al almacenamiento de ali-
mentos. Estos depósitos podían proporcionar estabilidad a un sistema de
abastecimiento que dependía en gran parte de provisiones externas moviliza-
das por la acción política del Estado.
Las evidencias del aprovisionamiento externo directo, reforzadas por los
depósitos, encajan bien con la imagen de un centro que llevaba a cabo fun-
ciones fundamentalmente logísticas y administrativas para el Estado, y que
a su vez era mantenido por el Estado. ¿Pero es así de simple el aspecto
económico? Como sucede con otros aspectos de la vida urbana, los datos eco-
nómicos son sólo parciales. Pero no existe ya duda alguna de que Huánu-
co Pampa cumplía importantes funciones productivas. Durante 1971 y 1972
en el curso de excavaciones en 20 de las estructuras, dispuestas en filas or-
denadas en el conjunto situado en la parte central del lado norte de la pla-
za plincipal, se descubrió una concentración de instrumentos para hilar y
tejer, rriayor que en cualquier otra parte de la ciudad. Parece seguro que
la producción de tejidos fue una actividad clave en dicho conjunto, que era

20. lñigo Ortiz de Zúñiga, Visita de la Provincia de León de Huántlco en 1562,


Universidad Hermilio Valdizán, Huánuco 1967 y 1972.
HUANUCO PAMPA: URBANISMO INCA 151

una combinación de habitaciones y lugares para el trabajo.21 El descubli-


miento de muchos artículos de adorno femenino, la ya señalada asociación
entre el hilado y las mujeres en los Andes, y el muro circundante con sólo
una puerta estrictamente controlada, permite sugerir que el conjunto puede
haber sido ocupado por una categoría de las denominadas "mujeres esco-
gidas".22
Si bien en las fuentes históricas estas mujeres se hallan generalmente
vinculadas a templos y funciones religiosas, se sabe que dichas mujeres tam-
bién hilaban y tejían para el Inca, y hay evidencia que sugieren la existen-
cia de más de un grupo o clase de "mujeres escogidas".23
La idea que los productores fueran todas mujeres, pertenecientes a un
grupo específico, constituye todavía sólo una hipótesis que necesita verifica-
ción, pero las evidencias de una producción relativamente en gran escala,
controlada y probablemente düigida por el Estado, parecen concluyentes.
Teniendo en cuenta el espacio y el esfuerzo que se le dedicó, la producción
no-agrícola fue uno de los rasgos fundamentales de Huánuco Pampa. Aun-
que la escala en la que se desarrollaba esta producción pudo haber sido gran-
de en términos de una economía pre-industlial, difería grandemente de la
producción relativamente especializada, propia de una economía de mercado
y puede entenderse sólo en el contexto de un conjunto algo complicado de
principios andinos, tanto sociales y políticos como económicos.
Ciertos puntos de vista sobre el contexto socio-político de la producción
no-agrícola en Huánuco Pampa han sido explicados en otro artículo. 24 La
producción se hallaba relacionada plincipalmente con bienes textiles, que
satisfacían necesidades estatales específicas. Estos eran los bienes requelidos
por las relaciones recíprocas sobre la que se basaba en gran parte tanto la
economía estatal como el sistema que permitía mantener y expandir la uni-
dad política. La decisiva importancia de cieltos productos, y su demanda
creciente en un Estado en expansión, pueden haber estimulado el control
centralizado de la producción en centros estatales como Huánuco Pampa.
Las evidencias sobre la producción indican que Huánuco Pampa estaba
lejos de ser económicamente parasitaria, sin hacer ninguna contribución a la

21. Las excavaciones en este conjunto fueron supervisadas por Idilio Santillana V.
Un informe preliminar sobre el trabajo, fue presentado al 1 Congreso del Hombre y la
Cultura Andinas, 1972 (Craig Morris e Idilio Santillana V. Nuevas Evidencias sobre Pro-
ducción en una Ciudad Inca).
22. Craig Morris', "Reconstructing Pattems of Non~Agricultural-Production in the Inca
Economy: Archaeology and Documents in Institutional Analysis. En: The Reconstruction
of Complex Societies, Amer~can SchooIs' of Oriental Research, en Prensa.
Craig Morris e Idilio Santillana, Una perspectiva arqueológica de la Economia Inca.
Históricas 2, 1978.
23. Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva Coronica y Buen Gobierno, 1615, Institut
d'Ethnologie, Paris, 1936: pág. 1'98-299.
24. Ver nota 22.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
152

economía de la región. Pero si nuestra interpretación es correcta, dicha con-


tribución se hallaba limitada, en gran parte, a una serie de productos Íntima-
mente vinculados al control y expansión políticos. De esa manera se enfa-
tizaba directamente el papel principal de "administración provincial" que
cumplía la ciudad.
Está todavía lejos la interpretación global del centro administrativo
Inca de Huánuco Pampa. Sin embargo, se ha avanzado hacia la compren-
sión de algunos de sus aspectos, suficientes como para mostrar que una etno-
grafía arqueológica es posible. Van ya surgiendo los perfiles de un asenta-
miento verdaderamente grande, dirigido por un Estado pre-industrial y que
funcionó basado en un sistema de reciprocidad económica y política. Tales
asentamientos Inca eran ciudades de un tipo diferente de aquellas con las
que estamos más familiarizados, es decir, ciudades controladas en forma me-
nos directa por un Estado y que para su subsistencia dependen de merca-
dos y no de depósitos estatales.
Conforme se vaya dibujando un cuadro más preciso del urbanismo Inca,
combinando los datos de Huánuco Pampa con información sobre otras par-
tes del Tawantinsuyu, se estará en una mejor posición para llevar a cabo
la larga sucesión de proyecciones hacia horizontes más tempranos, necesa-
rias para trazar los orígenes y el devenir de la civilización urbana andina
que encontró un fin prematuro en 1532. Son necesarios modelos teóricos ge-
neniles sobre el desarrollo de las sociedades urbanas y una perspectiva com-
parativa que incluya otras civilizaciones antiguas. Pero, para que su compren-
sión no sea irremediablemente superficial, se necesita conocer, también, de
la manera más exhaustiva, una amplia variedad de las instituciones propia-
mente andinas.
GUARCO y LUNAGUANA
Dos señoríos prehispánicos de la costa sur central del Perú

MARÍA ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO

EL VALLE DE CAÑETE se extiende al mediodía de Lima, entre los paralelos


11958' y 13909' de latitud sur y, al igual que los demás valles de la costa,
sus tierras son regadas con el agua acarreada por su río principal, que baja
desde las serranías. El río Cañete nace en la laguna de Ticllacocha, al pie
de las Cordilleras de Ticlla y Pichahuarco, en la división de cuencas con el
río Mala, a una altura aproximada de 4,600 m.s.n.m. (ONERN 1970: 24).
En la primera parte de su recorrido el río deambula por entre picachos
nevados, altas cumbres y heladas lagunas formando un semicírculo; luego
cambia su trayecto para seguir una lUta más directa hacia el mar. Contaba
Dávila Briceño (1881), el corregidor que en 1586 tuvo a su cargo las reduc- ,
ciones indígenas de los Yauyos, que el río de Lunaguana era el mayor de
toda la provincia, que nacía junto a las Escaleras llamadas de Paria caca, en
el antiguo camino de la costa central hacia Jauja y Cusca. El lugar era fa-
moso por sus numerosos peldaños, lo agreste de la lUta y el mal de altura
que asechaba al viajero (Vaca; de Castro 1908).
La clasificación ecológica de los pisos de la cuenca del río los divi-
den en: desierto sub-tropical, que abarca el valle bajo, luego se va estrechan-
do la quebrada hasta Catahuasi; maleza desértica montano bajo, que com-
prende las laderas de los cerros; la estepa montana sigue valle arriba y por
fin el páramo muy húmedO' subalpino, que se extiende en la sierra alta
(ONERN 1970).
Los indígenas tenían también sus divisiones ecológicas aunque empíricas
y distinguían los pisos por los cultivos y el clima. A la costa decían yunca
o yunga por ser una región cálida y nombre con el que también designaban
a sus 'habitantes. Cuando el suelo principiaba a tomar cierta altura sobre el

Investigación realizada gracias a una beca de la Fundación Ford para los Archivos
Españoles.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
154

nivel del mar, llamaban a la zona chaupi yunga o costa media y sus mora-
dores se consideraban también costeños. Esta era la región específica para
las plantaciones de la variedad de coca costeña, cultivo muy importante para
la economía del lugar (Rostworowski 1973 y 1977). A las serranías y que-
bradas tibias las llamaban quechua, y a las zonas altas y frías sallca o puna
(Conzález Holguín 1952).
En el caso del valle de Cañete las divisiones políticas estaban de acuer-
do al ecosistema. En la costa se extendía el señorío de Cuarco, nombre in-
dígena del lugar. A la altura cercana a la toma de Palo (ACI Lima 1630,
año 1562) hasta Zúñiga aproximadamente, se situaba el señorío de Lunagua-
na, cuyas tierras correspondían a la chaupi yunga. Más arriba, en el valle
habitaba una rama del grupo étnico de los Yauyos llamada Mancos y Laraos
(Dávila Bliceño 1881). Trataremos primero del curacazgo de Cuarco, por
estar en la costa, para luego ver la información sobre Lunaguaná.

El señorío de Guarco
La investigación etnohistórica sobre un determinado valle costeño tiene
que ceñirse a la información suministrada por los manuscritos. Por ejemplo,
si el origen de un estudio arranca del testamento de un curaca, es natural
que el trabajo verse sobre los señores indígenas y sus herencias. En cam-
bio, si las noticias, como en el caso del valle de Cuarco, tratan de fortifica-
ciones, tenencia de tierras de minorías étnicas o tierras de dioses, la orien-
tación de la investigación es otra. Dicho en otras palabras, no puede deci-
dirse de antemano como se encauzará una investigación sin conocer el tipo
de documentación disponible. Es inútil hablar de los curacas de Cuarco pues
los manusclitos apenas los mencionan.!
El señorío de Cuarco comprendía la zona baja del valle. Sus fronte-
ras de norte a sur eran los desiertos vecinos que delimitaban los campos de
cultivo, constituyendo los restos arqueológicos de Cerro Azul el límite septen-
trional. Por el oeste las tierras fértiles se extendían a la vera del canal prin-
cipal de irrigación, llamado en tiempos modernos María Angola. Su recorri-
do está señalado por una serie de estructuras arqueológicas que marcan los
antiguos contornos de las chacras. No se tomarán en cuenta las tierras ga-
nadas gracias a las actuales obras hidráulicas en la pampa de Imperial.

1. En 1549 cuando Alonso Martín de Don Benito recibió la encomienda de Guarco,


ésta comprendía la parte sur del valle y era su curaca principal don Alonso Guarquella
y dos caciques subalternos Mixa y Machaco (AGI-Justicia 398). En los documentos' de
Angulo (1921: 43) señalan a don Alonso, don Diego, don Tomás y a Pedro Pichuy como
caciques y principales. La poca información indica, sin embargo, la existencia de un se-
ñor de más categoría en la persona de don Alonso Guarquella. El cura ca de Guarco, pre-
sente en Pachacamac a la llegada de Rernando Pi:¡:arro, se decía Guaralla (Fernández de
Oviedo 1945, T. XII, pág. 5G). No tenemos noticias sobre las divisiones sociopolíticas del
valle, es decir de las guaranga, pachaca o ayllu.
GUARCO y LUNAGUAN~ 155

Los cronistas están de acuerdo sobre la resistencia ofrecida por los ha-
bitantes del valle ante los ejércitos incaicos. Según Cieza de León (1943:
274-281) los de Guarco se juntaron y rechazaron los ataques cusqueños pero,
al llegar el verano, los calores afectaron a los serranos que se retiraron a
las altas quebradas. Aproyecharon entonces los costeños para rehacer sus
cultivos y prepararse para el retorno de sus enemigos. Al ver la obstinación
de los yungas, el Inca ordenó:
"Fundar una ciudad a la cual puso por nombre Cuzco, como a su
principal asiento, y las calles y collados y plazas tuvieron el nomo
bre de las verdaderas".
Sobre la verificación de la información de Cieza volveremos más adelante
al tratar del señorío de Lunaguana, para seguir con la lucha de los Guarco
contra los Incas.
Tres o cuatro años tardaron los cusqueños en vencer a los yungas. Du-
rante los meses de estío suspendían sus guerras por no resistir los ejércitos
serranos el calor del verano. Con el tiempo se debilitó la resistencia de los
costeños y, creyendo en los ofrecimientos de paz, salieron de sus fortalezas
y se rindieron. Entonces el Inca:
"Sin más pensar, mandó a sus gentes que los matasen a todos y
ellos con gran crueldad lo pusieron en obra, y mataron a todos los
principales y hombres más homados dellos que allí estaban, y en
los que no lo eran, también se ejecutó la sentencia, y mataron
tantos como hoy día lo cuentan los descendientes dellos y los gran-
des montones de huesos que hay son testigos" (Cieza 1943: 277).
Los Incas eran muy crueles en sus represalias. Usaban del terror como me-
dio de intimidar a los habitantes costeños quienes se rendían ante el temor.
Igual suerte conieron los miembros de otro señorío yunga, como fue el ca-
so de Collique, cerca a Lima, y el de Quivi, donde los cusqueños perdona-
ron únicamente a mujeres y niñ'os (Rostworowski 1970, 1973, 1977). Siguien-
do con la información de los cronistas, Castro y Ortega Morejón afirmaban
que los Guarco fueron los únicos que se opusieron a los Incas en la región
de la costa sur central (1974: 93),
Garcilaso de la Vega (1943, T. 11, lib. 6, cap. XXIX), en su narración
sobre Guarco y Lunaguana menciona a Cieza como informante y añade que
estos dos lugares, junto con los valles de Mala y Chilca, estaban regidos por
un solo señor' llamado Chuquimancu. Es el único cronista que lo afirma y
no hemos encontrado una confirmación de esta noticia en los testimonios
manuscritos de los siglos XVI Y XVII. Siempre, según Garcilaso, Chuqui-
mancu no ofreció resistencia en Lunaguaná, lugar donde los Incas estable-
cieron sus ejércitos después de pasar el río en balsas, noticia bastante insó-
lita si se toma en cuenta el poco caudal del río en los meses de invierno, y
las rutas que pudieron seguir, tanto si bajaban de la sierra o si marchaban
desde el valle de Chincha por el camino natural que es el de la quebrada
156 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV

de Topará, en la margen izquierda del río. Sea como fuere, Carcilaso cuen-
ta que la resistencia de los yungas obligó al Inca a remudar tres o cuatro
veces sus ejércitos. El hambre venció a los costeños que se sometieron a
los Cuscos, y el Inca con su mansedumbre los recibió gustoso. De aquella
fecha dataría la fortaleza de Cuarco.
Según Cabello de Valboa (19'51: 338-339), el nombre de Cuarco se im-
puso al valle después de las represalias cusqueñ'as. Parece que el Inca or-
denó colgar en las murallas de la fortaleza a numerosos rebeldes.2
Acosta (1940, lib. 3, cap. 15) señala que los pobladores del señorío de
Cuarco resistieron al Inca y que él, fingiendo deseos de paz, aceptó la cele-
bración de una solemne pesca, quizá ritual, y con ese fin los costeños se
adentraron en la mar en sus balsas. Mientras tanto las tropas incaicas apro-
vecharon para ocupar calladamente el valle y los sorprendidos yungas su-
frieron un terrible castigo quedando desde aquel entonces despoblada la tierra.
Indudablemente Coba sigue la información de Acosta, aunque no nom-
bra una guerra sino que el orejón Apu Achache, hermano del Inca Tupa
Yupanqui, estuvo encargado de realizar una visita al vallé de Cuarco. En
aquel entonces era señ'ora del valle una curaca que no quiso consentir que
extraños se adueñaran de sus dominios. Se rió el Inca al conocer la actitud
de la curaca y dijo que las mujeres le perseguían. Al oir la Gaya o reina la
noticia solicitó que la dejase someter a la rebelde, a lo que accedió el so-
berano.
La Gaya envIO una embajada a la cura ca y le hizo saber el deseo del
Inca de dejarla en su señorío y de la conveniencia de celebrar una gran y
solemne ceremonia en honor del mar para confirmar la paz. Esta creyen-
do en las palabras del Inca ordenó los preparativos para la fiesta, y el día
señalado todo el pueblo se embarcó en balsas con música y atambores.
., Cuando los de Cuarco se hallaban en pleno océano, lejos de la costa, entra-
ron sigilosamente los ejércitos cusqueños y se adueñaron del valle (Cabo
1956, T. Il, cap. XV).

2. Según el Léxicon de Fray Domingo de Santo Tomás (1951):


Guarco - peso o balan<;!a de peso
Guarcococ - pesador de alguna cosa
Guarcona - ahorcadura
Guarcuni,gui - ahorcar
Guarcusca - ahorcado
Notaremos que el picacho nevado del cual nace el río de Lunaguaná o de Guarco
se llama Picha hum'co de:
Pichana - escoba para barrer
Pichaypa - limpiadera, por do se' limpia
Pichac - barredor
Las interpretaciones de las toponimias son bastante arriesgadas sin conocer los posi-
bles dialectos, sinónimos o modismos usados en cada lugar. Quizá el nombre esté relacio-
nado con algún fenómeno atmosférico, como vientos que despejaban el cielo y hacían
visible a los ' pescadores el cerro nevado desde' el mar,
GUARCO y LUNAGUANA 157

Otra noticia de una rebelión de los habitantes de la reglOn contra los


incas es la nombrada por los informantes de Avila (1966 : 131-135), quie-
nes no mencionan a los Guarco' sino a los Alancuna, Calancu yChaqui. Na-
da autOliza a suponer que fue la misma lucha, pues ellos también batalla-
ron largo tiempo y sólo fueron vencidos por una huaca ''hijo'' de Paliacaca,
llamada Macahuisa. En todo caso el hecho demuestra una alianza y enten-
dimiento de los Yauyos con los ejércitos incaicos contra los costeños.
De todos estos relatos lo único que se puede asegurar es la resistencia
de los Guarco ante la pujanza inca y las crueles represalias posteriores. En
las versiones de Acosta y Cobo es interesante notar la mención de grandes
fiestas o de pescas ceremoniales en honor del mar, en las que todo los ha-
bitantes tomaban parte embarcándose en balsas. Esta debió ser una costum-
bre costeñ·a.
La beligerancia de los Guarco no se hizo notar tan sólo con la apari-
ción de las tropas inca, sino, que de tiempo atrás sus numerosos pobladores
competían y sostenían guerras con los habitantes de la sierra y con otros se-
ñoríos de los Llanos (Cieza 1941: 226).
Los datos arqueológicos sobre Guarco son limitados. Larrabure y Unanue
(1941, T. II, p. 276) conoció el valle en el siglo pasado y dice que el nú-
mero de estructuras prehispánicas era inmenso. El valle, añade, estaba cu-
bierto de ellas, pero las necesidades agrícolas dieron cuenta de las mismas.
Stumer (1941) constató la existencia de 18 complejos y como lugares indi-
viduales calculó en más de no las huacas.
Kroeber (1926: 228) hizo excavaciones en Cerro del Oro y encontró mi-
les de enterramientos relacionados con el estilo que llamó Cañete Medio,
correspondiente al Horizonte Medio; y una cultura postelior que denominó
Cañete Tardío, equivalente al Intermedio Tardío de otras clasificaciones_
Siempre, según el mismo autor, Cañete Medio se distingue por: las defor-
maciones craneanas fronto-occipitales, las estructuras edificadas con adobes
hechos a mano, la escasez de metales. Además, en los textiles y cerámica /
una influencia Nasca de tipo tardío e Ica. Encuentra sorprendente que la
cultura de Cerro del Oro esté libre de influencias serranas y añade que la
influencia serrana se estableció en diversos grados en otros valles costeños.
También le llamó la atención no mostrar Cerro del Oro influencias Tiahua-
naco y sugiere la posibilidad de hallarse un Cañete Temprano en futuros
trabajos arqueológicos en las mismas estructuras_
En líneas generales, Dorothy Menzel (1971) encuentra en Cerro del
Oro un estilo definitivamente renovador, pese a contar con influencias esti-
lísticas tanto de la costa central como de Ica y N asca. Es posible que enton-
ces predominaran influencias bien del norte o del sur. En todo caso parece
que el Guarco, pese a sus fluctuantes zonas de influencias, mantuvo un ca-
rácter propio.
158 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

Durante el Horizonte Tardío el estilo Cañete aparece totalmente modi-


ficado, al punto de ser irreconocible. Esto se debería tanto al peso de la in-
fluencia Inca como al aniquilamiento de la población local reemplazada en-
tonces por colonos venidos de otros lugares. En cuanto a una hegemonía
de ciertos valles añade Menzel:
"Los recientes hallazgos en los valles de Pisco, Chincha y Cañete
muestran que estos valles no estuvieron siempre unidos, ni forma-
ron tampoco parte de un área de cultura fija" (Menzel 1971: 148).
Stumer (1971 : 35) señ'ala la ausencia del uso de la lana en Cañete hasta
la llegada de los Incas y encuentra que:
"El valle de Cañete con su abundancia de agua, su consiguiente
riqueza agrícola no necesitaba mucho contacto económico con sus
vecinos ... y como consecuencia de esto, no ha sido el depósito pa-
ra muchas influencias foráneas y que ha dado más de lo que ha
recibido. Esta presunción también puede explicar la resistencia evi-
dente a invasiones del exterior".
Entre los objetos descubiertos y descritos por Kroeber (1942: 249) en
Cerro del Oro figura un fragmento de tela o velo que encuentra interesante
por ser pintado. En otro trabajo mencionamos la existencia de artesanos cos-
tenos en el norte, cuyo oficio consistía en pintar mantos y que iban de pueblo
en pueblo cumpliendo su propósito. Posteriormente hallamos en varios tes-
tamentos de indígenas los legados que hacían de diversas prendas, igualmen-
te pintadas. Esto indica que el velo nombrado por Kroeber pudo ser obteni-
do por trueque con otro lugar o bien que en la costa sur central había tam-
bién artífices pintores que recorrían los valles ejerciendo su oficio. La tercera
posibilidad es que en Cuarco existieran artesanos dedicados a adornar man-
tos y camisas. 3
Para poder mantener los Cuarco la independencia que indica la arqueo-
logía y defender sus tierras frente a cualquier ejército intruso o protegerse
de un ataque sorpresivo, poseían fuertes situados en lugares estratégicos del
valle. Los más importantes eran la fortaleza de Cuarco situada al norte,
la de Cancharí a la mitad del valle y la de Ungará al sur. Además, según
Larrabure y Unanue (1941, T. II: 404-407) , una muralla defendía el valle
cerrando su ingreso. Según él, iba el muro por las laderas de los cerros. Em-
pezando en Cerro Azul tomaba un rumbo NO-SE, pasaba por Cerro del Oro
hacia Huaca Chivato y terminaba en Ungará.

3. AGN. Legajo: Testamento de indios .


Juan Asmat de Huarmey en 1637 declaró poseer una camiseta pintada de algodón.
En otro documento, María Oayn de Huaura en 1638 legaba una camisa de algodón blan-
co pintada. Es posible que siguiera hasta el siglo XVII la tradición indígena de pintar
mantas y camisas. De igual manera que continuaron los artesanos tallando y decorando
los keros. Para los artesanos pintores véase Rostworowski 1975 y 1977.
GUARCO y LUNAGUANA 159

Analizaremos una a una las noticias existentes sobre estas estructuras


con el objeto de confirmar su ubicación y el, motivo de su edificación.

a. La fortaleza de Guarco
Cieza de León (1941, cap. LXXIII) ofrece una detallada descripción del
fuerte y supone que fue construido por los Incas. Esta versión es repetida
por otros cronistas, pero no parece exacta si se considera que los Cuarco' sos-
tuvieron luchas y guerras con todos sus vecinos y más tarde contra los Incas.
Por esta razón cabe suponer que databa de tiempos anteliores y es factible
que los cusqueños, después de su tliunfo, procedieran a una remodelación
del fuerte para mantener en él una guarnición. Además, los cronistas por lo
general ignoraban la existencia de las culturas anteriores al auge cusqueño
e ingenuamente creían que fueron los Incas los responsables de todo el de-
sarrollo del mundo andino. Pocos son los que, como Castro y Ortega More-
jón (1974: 93-104), sostuvieron que los Incas fueron modernos en el contexto
precolombino. En otro lugar el mismo Cieza afirmaba (1943: 71) que el
dominio incaico era tan reciente que el recuerdo de Túpac Yupanqui aún es-
taba vivo entre los indígenas. Este mismo cronista vio la fortaleza y mani-
festó su asombro comparándola con la del Cusca y recomendaba a los es-
pañoles y a los indígenas cuidasen del edificio por ser digno de conservación.
Cuenta que estaba edificada en lo alto de un collado y era:
"la mas agraciada y vistosa fortaleza que había en todo el reino
del Perú, fundada sobre grandes losas cuadradas, y las portadas
muy bien hechas y los recebimientos y patios grandes. De lo más
alto desta casa real abajaba una escalera de piedra que llegaba
hasta el mar. .."

Diego Malina en su relación menciona que en la ruta de Pachacamac a Chin-


cha y en el camino: "está la fortaleza de Cuarcoque dentro del agua de la
mar, a par de una villeta de pocos vezinos en su jmisdicción" (Fernández
de Oviedo 1945, Tomo XII: 123).
Cuando la fundación de la villa de Cañete, en 1556, entre las instruc-
ciones del virrey Hurtado de Mendoza al capitán Jerónimo de Zm'bario
figura:
"Ytem ninguna persona ha de ser osada sacar piedra alguna de la
fortaleza ni su comarca, sino fuere para hacer la iglesia de la di-
cha villa". (Angula 1921: 39).
Lamentablemente estas órdenes no se acataron y sus piedras sirvieron para
la edificación de diversos monumentos de la ciudad de Los Reyes. En 1557
volvía el virrey a dar una provisión a Zurbano y decía:
"soy informado cómo en el puerto de la dicha villa está fundada
en una parte de él una fortaleza de tiempo antiguo muy fuerte y
que está algo maltratada por no la aver quelido conservar en el
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
160

estado en que los naturales la tenían e por que al servicio de su


magestad conviene, la quiero renovar y reedificar y ponerla en or-
den de manera que allí este vuestra fuerza en que se tenga a re-
caudo las municiones de su magestad y oro e plata y otras cosas
que se ofrescaran ..."
De acuerdo con las órdenes de Hurtado de Mendoza, Zurbano fue nom-
brado alcaide de la fortaleza y del puerto de la villa (ACI, Lima 1632, año
1557). Esta cita es necesaria para demostrar que el fuerte de Cuarco defen-
día el puerto y se situaba al pie del mar. 4
Es evidente que el objeto de tal fortín era defender la costa de cual-
quier ataque marítimo y demuestra que los yungas solían efectuar incursio-
nes de este tipo. Basta recordar la invasión de Naylamp a Lambayeque y la
de Taycanamo al valle de Chimo. Un posible peligro para los habitantes
de Cuarco podían ser sus vecinos de Chincha, por poseer estos últimos un
gran número de balsas y ser expertos marinos como la mayoría de los yungas.
Lizárraga (1946: 89-90) apoya esta suposición al decir que el valle de
Cuarco: "tiene una fortaleza que guarda el puerto fácilmente". Ahora bien,
Cerro Azul es el único lugar que puede calificarse como tal en todo el lito-
ral de Cañete. Alcedo (1967 [1797]) señala que Cuarco era puerto de mar,
a dos leguas de la villa de Cañete, y añade:
"tiene el mismo nombre una llanura deliciosa y fértil de la pro-
vincia del puerto anterior, su clima es excelente y apacible; anti-
guamente estaba muy poblada de indios, pero hoy está escasa de
gente; 'en ella se hallan todavía vestigios de una fortaleza de los in-
cas sobre la costa del mar. .. "
Años antes, cuando la rebelión de Manco II, los naturales de los valles cos-
teños al sur de Lima apoyaron el movimiento indígena contra los europeos
(Rostworowski 1977b: 262). Al parecer, los Cuarco y los Lunaguaná aco-
saron entonces a los españoles. Diego de Agüero, encomendero de Lunagua-
ná, con otros vecinos tuvo a su cargo socorrer a los españoles y con no poco
trabajo y luchas recuperaron el fuerte de mano de los naturales (ACI-Pa-
tronato 119-Ramo 1, fol. 10, Probanza de oficio de Agüero).
Hasta aquí se ha visto que la llamada fortaleza de Cuarco se situaba
al norte del valle, al pie del mar, dominando el puerto. Estos detalles evi-
tan confundir su ubicación con la de otros fuertes del señorío (Williams
1979, Cerro Azul N9 2A02).
Al sur de la fortaleza existe todo un complejo de pirámides trwlcas y
de estructuras que ocupan una extensa y amplia zona. Casi al borde del fuer-
te se distingue una gran plaza rectangular cuyo lado más dilatado está fren-

4 . A fines del miSl1l0 siglo Francis'co de Soto era alcaide de la fortaleza de Guar-
co (AGl Escribanía de Cámara 501-A; fol. 11r).
GUARCO y LUNAGUANA 161

te al mar. Recordando la información de Acosta y Cobo puede suponerse


que esta espaciosa explanada tenía relación con las fiestas en honor del mar,
fuente de abundantes recursos marinos, aprovechados por todo un pueblo.
Kroeber (1926: 227) hizo excavaciones en Cerro Azul y describe las ruinas
como encajonadas en un bolsón formado por los cerros desiertos e invisible
desde el puerto o desde los campos de cultivo. Estas ruinas han sido remo-
vidas por los buscadores de tesoros sin que aparentemente hayan encontra-
do gran cosa de lo que deseaban. Esto se deduce por la relativa destruc-
ción del lugar. Kroeber supone que las pirámides de Guarco datan del Ca-
nete Tardío o sea del Intermedio Tardío y describe las estructuras como pi-
rámides o terrazas elevadas. Señala que nada hace suponer que sobre ellas
se edificaran paredes o cuartos, por lo que infiere que el lugar no fue una
ciudad sino un centro ceremonial.
Las desclipciones y parecer de Kroeber coinciden con nuestra hipótesis
de ser el conjunto una zona dedicada a efectuar los ritos relacionados con
el mar por una numerosa población de pescadores. La falta de una refina-
da y desarrollada cultura está de acuerdo con lo que sabemos sobre los gru-
pos de pescadores costeños, distintos y diferentes a los cultivadores de los
valles (Rostworoswki 1977). Es de suponer que las viviendas no se situa-
ban en el centro ceremonial sino en el actual pueblo de Cerro Azul, sepa-
radas de los recintos sagrados. La construcción de sus casas debió ser de
material precario, tal como can:izos, similar a la de Ías viviendas descritas en
la Visita de La Gasca en 1549 para Maranga y Lima, en la costa central
(Rostworowski 1978).
Nada queda de tan frágil construcción. Además, sobre el mismo empla-
zamiento se edificó posteliormente el pueblo moderno de Cerro Azul. Su-
ponemos que tanto el puerto como las pirámides formaban un conjunto ha-
bitado por pescadores, con una población muy crecida para poder edificar
tan importantes estructuras.
La protección de que gozaba el complejo era aún mayor si se advimie
que, antes de la construcción del antiguo ferrocanil al puerto, existía una
colina fortificada que llegaba hasta el mar, que fue volada para dar paso al
tren (Larrabure y Unanue 1941:,330-331).
Para confirmar esta suposición observamos vastos terrenos salitrosos si-
tuados hacia el este del conjunto y puerto. Es una zona de filtraciones de
ihuanco, nombre que dan en el lugar al agua cargada de barro y a las to-
rrenteras que bajan de las quebradas en época de lluvias. Un informante
de avanzada edad dijo recordar pantanos con abundante totora (Scirpus). Por
su parte, Middendorf (1973, T. II: 92-93) menciona ciénagas y juncos en
las cercanías y contornos de Cerro Azul.
El patrón de asentamiento de los pescadores de Guarco guarda gran si-
militud con el de los pescadores de Végueta, en el valle de Huaura, donde
una población, que habitaba al borde del mar, disponía de estructuras o
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
162

huacas en el litoral y estaba separada por lagunas y marismas de los campos


de cultivo de los agricultores de Mazo (Rostworowski 1978). Sería importan-
te realizar excavaciones arqueológicas en el centro ceremonial, en los luga-
res de las pirámides truncas, para saber si existe una ocupación más antigua
relacionada con los grupos de pescadores.

b. La fortaleza de Cancharí
Este baluarte se sitúa en medio del valle de Cuarco sobre una eleva-
ción natural del suelo. El arquitecto Harth-Terré (1933: 102-103, fig. 2)
describe las construcciones y añade que el edificio estaba rodeado por eleva-
das murallas de adobes. En el centro, protegido por dos pequeñas fortifica-
ciones, se alzaba una estructura que él denominó Palacio. Los dos canales
principales de irrigación del valle, el de San Miguel hacia el oeste y el
de María Angola al este, prácticamente rodeaban el cerro. Si bien por un
lado las anchas acequias defendían el acceso al fortín, por otro el mismo ba-
'luarte protegía el sistema hidráulico del valle, en su parte media, de un
posible ataque de ejércitos que bajaran por la quebrada de Pócoto. Debe
considerarse lo reciente de la irrigación del Imperial. Antiguamente los
meandros del canal María Angola marcaban los límites de los campos de
cultivo.
La quebrada de Pacto, como se decía en lengua indígena en el siglo
XVI, era una vía de acceso de la sierra a la costa, por la que podían bajar
tropas de los Yauyos. El estrecho valle se surtía de agua gracias a varios
manantiales (Angulo 1921: 84) y en él existían las lomas llamadas de Ja-
boncillo, cuyo recurso natural renovable era importante para la subsistencia
de los naturales. Durante una determinada época del año, cuando el ver-
dor de las lomas, acudían a ellas venados, perdices y palomas y con el pro-
ducto de la caza preparaban un charqui muy estimado.
Al fundarse Cañete, en 1556, las tierras de la quebrada de Pocto perte-
necían a los serranos de Julcamarca y de Santiago de Ichoca, del Corregi-
miento de los Yauyos. Se ignora cuando se efectuó la ocupación serrana de
la quebrada y si fue anterior o posterior a la dominación inca.

C. La fortaleza de Ungará
El fuerte de Ungará se halla en la cima de una-colina y dominaba y
defendía la parte sureña del valle. Middendorf (1973, T. II: 99) estuvo a
fines del siglo pasado en Cañete y al recorrer parte de las ruinas la señaló
como la fortaleza más importante del valle. Larrabure y Unanue (1941) la
describe también e indica que la entrada principal estaba al norte, guarda-
da por dos torreones. Le encuentra una extraordinaria semejanza con los
castillos europeos por sus imponentes murallas, almenas y sus tres baluar-
tes. Dice existían graneros y depósitos y "grandes vasija de barro cocido,
completamente enterradas, y capaces de contener desde trescientos a quinien-
tos galones de líquido".
GUARCO y LUNAGUANA 163

Esta fortaleza, al igual que las otras dos antes mencionadas, existieron
por lo menos desde el Intermedio Tardío. Su presencia se remontaba a la
época anterior a la hegemonía del Tahuantinsuyu, cuando el señorío del
Guarco mantenía y defendía su independencia. Quizá después de la derro-
ta yunga quedaron en precario estado y necesitaron de reconstrucciones pa-
ra mantener en ellas las guarniciones cusqueñas o de sus aliados. Es natu-
ral que se reedificaran según el criterio inca, en su afán de imponer a los
vencidos una arquitectura modelo para todo el Tahuantinsuyu.
La situación estratégica de Ungará indica dos propósitos en su construc·
ción. El primero, la protección de la parte sur del curacazgo de ejércitos
enemigos que podían bajar siguiendo el cauce del río desde la sierra. El se-
gundo, la defensa de una invasión proveniente del vecino valle de Chin-
cha. Según Larrabure y Unanue (1941) el complemento de las defensas de
Ungará era un pequeño fuerte en la banda izquierda del río, en la hacien-
da Palo.
En otros trabajos analizamos al grupo étnico de los Yauyos a través de la
información de A vila (1966). Estos habitaban la vertiente occidental del
actual departamento de Lima (Rostworowski 1973, 1977, 1978). En algún
momento de su existencia sufrieron una explosión demográfica que los obli-
gó a buscar nuevas tierras. Su lugar de origen era ji:tstamente la zona de
Yauyos (Dávila Briceno 1881) , y su primer intento de conquista debió ser
la ruta del río Cañete hacia el litoral. Sin embargo, toparon con la resisten-
cia de los yungas, circunstancia confirmada por la arqueología, que los obli-
gó a cambiar el rumbo de sus hordas que, en varias oleadas, avanzaron en-
tonces hacia las cabeceras de los ríos Lurín y Lima. Con el tiempo se fue-
ron adentrando en esos dos valles, dominando poco a poco la región. Bas-
tante tardíamente conquistaron el chaupi yunga del valle de Calango (Ros-
tworowski 1973, 1977). De ser exacta nuestra hipótesis las construcciones
más antiguas de la fOltaleza de Ungará corresponderían al Cañete Medio
de la clasificación de Kroeber.
El segundo objetivo del fuerte de Ungará era defender las boca-
tomas de los dos mayores canales de irrigación del valle que se hallaban al
pie de la fortaleza. En todos los valles costeños es fundamental disponer
de canales hidráulicos para conVeltir los desiertos en campos de cultivo. La
vida se desarrolla sólo gracias a ellos, por ese motivo es importante inves-
tigar en cada valle los baluartes que protegían el acceso al precioso líquido.
En la costa a través del estudio de los fuertes y de los canales de riego se
puede descubrir toda la histOlia de cada lugar de los yungas y observar las
fluctuaciones del predominio de las influencias serranas o costeñ·as. John
Topic y Teresa Lange (1978) estudiaron las fortificaciones y murallas exis-
tentes en la cuenca del río Moche desde el Intermedio Temprano hasta el
Horizonte Tardío. La investigación muestra cambios en el énfasis de las
fortificaciones y de las poblaciones indígenas, influyendo naturalmente en la
organización social.
REVISTA DEL MUSEO. NACIo.NAL - XLIV
164

Lo.s ,derecho.s al agua tenían que ser defendido.s pues suscitaban pleitos
y guerras. Desde siempre, los habitantes de las serranías han afirmado sus
reclamos sobre las tierras yungas, por bajar el agua desde las altu¡-as hacia
el litoral. Un ejemplo. se tiene en el valle del río Chillón, donde el gmpo
de los Canta apoyaba sus deseos de co.nquista de la co.sta po.r regarse los
campos del señorío de Collique con el río proveniente de sus punas. La
fuerza y rechazo de los Collique ante la pujanza serrana residía en su for-
taleza y en sus chacras protegidas tras altas murallas y regadas por dos ma-
nantiales, hecho· que les permitía resistir un largo asedio, cultivando parte
de sus tierras sin necesitar el agua del río, ni tener que rendirse a los serra-
nos por falta de alimentos (Rostworowski 1973, 19177). Durante las guerras
de conquista inca, sabemos de valles dominados después de desviar el cur-
so de un canal de riego. y dejar la población sin agua (Rostworowski 1953:
252).

La tenencia de tierras de las minorías étnicas y de tierras de dioses


El problema de la tenencia de la tierra y los derechos que suscitaba
son temas de investigación en el área andina. Lamentablemente no se tie-
nen noticias sobre esta materia para el valle de Cañete antes de la conquis-
ta inca. Igualmente se ignora lo relativo a las tierras de curacas y ayllus.
Es de suponer que, debido a las largas guerras y a la resistencia de los Cuar-
co, los Incas fueran muy duros con ellos no sólo en sus castigos inmedia-
tos sino. en su política posterior. En primer lugar, ocasionaron una baja de-
mográfica a consecuencia de las guerras, del ensanamiento y de las represa-
lias; luego el reemplazo de sus diezmados habitantes por un número de
mitmaq y yana. Al parecer las tierras que finalmente se destinaban al Inca
y al Sol eran de mayor extensión cuando lo.s invaso.res cusqueño.s encontra-
ban una decidida resistencia. El trabajo de dichas tierras co.rrespo.ndía en-
tonces a la gente lo.cal y era una forma de aumentar el tributo. Los cu-
racas de lo.s valles co.nocían la política inca y sabían que si aceptaban pací-
ficamente a los nuevo.s amos el despojo. de tierras sería menor que en el ca-
so contrario., lo que debió influir poderosamente en su ánimo..
Al o.bservar la condición social o status de las minorías étnicas estable-
cidas en el valle después de la conquista inca, puede supo.nerse que existió
diferencias entre ellas. Lo.s Chincha y los Co.ayllo, vecinos de los Cuarco,
co.diciaban sus tierras y deseaban introducirse en ellas. Los Incas les dieron
la opo.rtunidad de establecerse y poseer campos de cultivo. en Cuarco. En
cambio. los Mochica, o.tro gmpo que hallamos instalado.s en el lugar, proce-
dían de una región norteña apartada y no. co.mpartían fro.nteras con lo.s Cuar-
co. El motivo de su arribo al valle sugiere más bien un castigo que un
premio.
!
Era diferente la tenencia de tierras de un dio.s, pues correspondía a un
tipo religio.so y significaba una relación especi.al distinta a la de los mitmaq.
GUARCO y LUNAGUANA 165

a. Los CoayIlo
Los Coayllo eran naturales del valle de Asia y habitaban el chaupi yunga
de la cuenca del río Omas. Cuando la creación de la villa de Cañete una
amplia zona en el contorno de lo que es hoy San Luis estaba habitada por
los indígenas de Coayllo. La fundación española ocupó sus tierras y con es-
te motivo los naturales fueron echados de sus campos y viviendas para ser
ocupados por los nuevos vecinos, quedando los indígenas desamparados (AGI
Justicia 432, fol. 3v, ano 1561). Entonces elevaron sus quejas al virrey Hur-
tado de Mendoza quien ordenó hacer una información con testigos, a fin
de comprobar los derechos de los Coayllo y remediar la situación (AGI Es-
cribanía de Cámara 498-B ) . Tardaron en realizarse las diligencias y en el
informe del Fiscal, en 1575, los testigos dijeron que en tiempos pasados, an-
tes de la llegada de los españoles, se dieron muchas guerras y que :
"entró un ynga en este dicho valle a hazer guerra y mató a mu-
cha gente de que se vino a despoblar y faltaron todos los yndios
del y que como un valle despoblado y desierto se entraron en él
los dichos yndios de Coayllo". (AGI Escribanía de Cámara 498-B,
fol. 793r).
Otro testigo confirmó lo dicho al afirmar que los Coayllo:
"estaban poblados donde agora está fundada la dicha villa y que
el cacique de los dichos yndios llamado don Pedro el viejo tenía
sus casas donde agora es casa del cabildo desta dicha villa".
(fol. 797r).
Un tercer testigo añadió que:
"el tambo y casa del cacique de los dichos yndios llamado don
Pedro Coayllo y que todos las más tierras llamadas de Calna ... y
las tierras de la acequia para abaxo hazía la mar llamadas de
Lloclla del nombre de la acequia eran asi mismo de los dichos
yndios lo qual sabe este testigo porque vió pleytar sobre ello a los
dichos yndios con Gerónimo Zurbano. . . a lo quel Zurbano dezía
que no eran suyas sino del ynga que se las dió debaxo de ciertos
títulos ... " (fol. 798v).
En desagravio por el atropello sufrido, los Coayllo recibieron tierras en Hual-
cará "por debaxo de la acequia de Chiome" (fol. 792v) . Otro testigo declaró:
"que a lo~ dichos yndios de Coayllo se les dieron dos peda<;:os de
tierras el uno de ellos en Gualcará y el otro de la acequia de San
Miguel para abaxo (fol. 799v) entre las acequias de Lloclla y
Guanca en tierras de los yndios encomendados en Martín Alonso
de Don Benito ..."
De estas citas se desprende la posibilidad de que los Coayllo entraran li-
bremente al valle después de la derrota de los Guarco o, más probablemen-
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
166

te, que fueron 'puestos en él por el Inca. Seguramente estos Coayllo son los
mismos nombrados en el documento de Angulo (1921: 44), como don Joan
Coyllo, cacique del valle de Oclla, y don Francisco Ocxa. Eran hasta trein-
ta los indígenas que poseían tierras otorgadas por los Incas en Huanca y
Lalna. El Cabildo los reubicó señalándoles tierras: "pasada la acequia de
Chome" (San Miguel). Todo indica que se trata del mismo grupo. Pedro
Navarro y después su hijo fueron ambos encomenderos de la parte norte
del valle de Cuarco, además de Asia, Oquilla (Oclla) y Calango (ACI. Es-
cribanía de Cámara 498-B ). En el indicado manuscrito se halla la Tasa de
los naturales del valle de Oquilla y Calango, y su curaca es nombrado co-
mo don Juan, cacique en el valle de Cuarco en 1552. La extensión de las
tierras ocupadas por los Coayllo antes de la conquista españ'ola era conside-
rable.

b. Los Chincha
El segundo grupo étnico minoritario instalado en el valle era el de los
Chincha. En los nuevos linderos de la villa de Cañete, dados en su segun-
da fundación realizada un año más tarde en 1557, se menciona a los mitmaq
:chinchanos establecidos cerca del Tambo de Locos "la costa a la mano" y
en la otra banda del río cerca de la subida del arenal, en el camino que se
dirige a Chincha (ACI Audiencia de Lima 1630, 22 abril de 1558). En tér"
minos actuales estas tierras correspondían a las de las antiguas haciendas
Herbay Bajo, Herbay Alto y hacienda Palo hasta la bocatoma, o sea en los
campos situados en la margen izquierda del río.
Las noticias contenidas en este manuscrito están de acuerdo con los do-
cumentos publicados por Domingo Angulo (1921: 83), de 1593, según d
cual las chacras de los Chincha fueron posteriormente cedidas para rentas
del Hospital de San Andrés de Lima.
Con la ocupación chinchana en ' tierras del señorío de Cuarco, los Chin-
cha prolongaron su territorio y dominio a un valle vecino, índice de que en
todo momento mantuvieron términos amistosos con los Incas.

c. Los Mochica

Unos mitmaq Mochica se nombran como habitantes del valle de Cane-


te (ACI-Lima 1630), sin señalar el documento un .lugar determinado. Se-
gún el testimonio publicado por Domingo Angulo (1912:. 59) este' grupo ét-
nico residía entonces en tierras de Hualcará. Igual indicación sostiene el
croquis de Larrabure y Unanue (1941 : 270) sin que sepamos la fuente que
emplea. Es posible que la fundación de la villa de Cañete desplazara a los
Mochica al igual que a los Coayllo y que ambos fueron confinados en la
misma zona.
En otros valles costeños hallamos también a gente Mochica asentada
leJos de su lugar de origen, como en Ica, Maranga, Cuaura y Huarmey. Al
GUARCO y LUNAGUANA 167

parecer se trataba de la política inca destinada a desarticular un poderoso


y rebelde señ'orío,
La presencia de estos grupos de colonos en Guarco indica un objetivo
muy distinto en el asentamiento de cada uno de ellos. Mientras los Chincha
y los CoayUo extendían sus tierras y área de influencia aparentemente como
una merced del Inca, la presencia de los Mochica podría corresponder a un
castigo por estar probablemente desconectados de su núcleo de origen por
la distancia,

d, Tierras de dioses

En el antiguo Libro de Cabildo de la villa de Cañete estaban señala-


das las dehesas municipales y entre los linderos mencionan unas chacras per-
tenecientes a Pachacamac, situadas al sur del valle, en tierras de Cuyba (An-
gulo 1921: 42). A la fecha existe una hacienda nombrada Siuba, cerca de
una acequia llamada de Pachacamilla, Es importante esta confirmación de
que el santuario poseía tierras en el señorío de Guarco, pues no sólo indica
una vinculación entre ambos lugares, sino que aclara y confirma noticias es-
tudiadas por nosotros al tratar del senorío de Ychma (Rostworowski 1973,
1977), En ese trabajo analizamos el significado de las noticias dadas por los
cronistas, cuando nombran a ''hijos'' o "mujer" del dios costeño en lugares co-
mo Mala, Chincha o Andahuaylas. Significaría que el prestigio de Pachaca-
mac no se debía a luchas, ni guerras, sino a una influencia religiosa que
alcanzaba alejados rincones. Uno de sus atributos plincipales era controlar
a voluntad los temblores y terremotos (Avila 1966: 27) , De ahí su ascen-
dencia sobre pueblos lejanos, Para congraciarse con la divinidad le enviaban
como dones los productos de las tierras asignadas a su nombre, cuya repre-
sentación, para los naturales, estaba encubierta bajo el nombre de ''hijo'' o de
"mujer" de la deidad,
Avila menciona a Llocacllayhuancu ''hijo'' de Pachacamac y protector
del grupo de los Checa en la sierra del valle de Lima, en las alturas del
actual pueblo de San Bartolomé, Ahí pastaban los rebaños del santualio, ba-
jo la custodia de los ayllus serranos de Yasapa y Allauca (Rostworowski
1978: 43),
Castro y Ortega Morejón (1974: 103) confirman el hecho de que Pacha-
camac poseía tierras en todos los lugares (se entiende la costa sur central) .
Estas esparcidas propiedades y campos pertenecientes al dios yunga eran
cultivadas por la población local y el fruto remitido al templo, Este dato
sobre los campos propios de Pachacamac indica la categoría de estas tierras
dedicadas a un culto, y se les puede designar como pertenecientes a una
reciprocidad religiosa asimétrica, puesto que el beneficio era considerado co-
mo un tributo a la divinidad que, en retorno deL donativo, debía cuidar de
sus devotos. A los sacerdotes y hechiceros les convenía ampliar en lo posi-
ble esta reciprocidad con el fin de aumentar el número de sus depósitos y
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
168

riquezas acumuladas. Santa Cruz Pachacuti Yamqui (1927: 211) cuenta el


arribo del Inca Huayna Capac a Pachacamac y los grandes dones ofre-
cidos por el soberano. Aprovecharon entonces sus ministros para pedir, a tra-
vés de su oráculo, que el Inca llevase la guaca al señorío de Chimo. Esta
noticia muestra los deseos de los sacerdotes de ensanchar su área de influen-
cia y las posibles intrigas religiosas existentes.
Después de la conquista inca, el Sol recibió numerosas tierras en todo
el Tahuantinsuyu bajo las mismas condiciones, o sea que fueron cultivadas
por los hombres hábiles de cada lugar, y lo mismo sucedía con las moyas
o pastos especiales. Estas designaciones de campos para el culto del Sol no
fue en sí una innovación en el contexto andino, pues la costumbre existía
desde tiempos remotos. En lo que debe hacerse hincapié es en la genera-
lización de un sistema existente para dioses locales, ampliado al tratarse de
tierras del Sol a dimensiones de Estado, es decir que se hallaban en todo
el Tahuantinsuyu. Es curioso notar que a la fecha no hemos encontrado en
ningún manuscrito mención de tierras atribuidas a Viracocha.
Angulo menciona el lugar de Vilcahuasi a corta distancia de "la costa
de la mar" (1921: 63) Y Larrabure y Unanue (1941: 2710-271, n 9 9) ubi-
ca en su croquis el templo del Sol con ese nombre. El sitio que señala co-
rresponde al complejo de estructuras hoy llamado Huacones, cerca de las
haciendas de San Pedro y Santa Cruz. Williams en el catastro de las rui-
I nas de Cañete (1974-n 9 3001) describe el lugar como el más grande e im-
! portante conjunto arquitectónico del valle. Se trata de un conjunto de pi-
.1 rámides, pozas, templos y patios hundidos. Larrabure indica la existencia de
tierras del Sol al norte de Vilcahuasi. Lamentablemente no refiere la fuen-
te que le permitió llegar a estas conclusiones.

Acequias, tambos y caminos


a. Acequias
Los acueductos principales de la margen derecha del río que riegan 10
que hoy se denomina "valle viejo" son los siguientes: primero, la acequia
vieja del Imperial que arranca de la bocatoma de Pinta. Según Angulo
:( 1921: 39 y 83) existía un antiguo canal en la misma banda, llamado del
Imperial, al parecer construido por Huayna Capac; en 1593 estaba destruido
debido a un deslizamiento de tierra. Dicho caúal regaba aproximadamente
unas 700 a 800 hanegadas. En el siglo XVI varias personas trataron de re-
pararlo sin conseguirlo. En 1660 Francisco de Escobar Montes de Oca obtuvo
la concesión para restablecer la antigua acequia pero fracasó. Más adelan-
te un tal Pimentel logró restaurar el tramo entre el río Lunaguaná y el ce-
rro Tembladera (Angulo 1921: 29).
Las dos acequias madres, de las que se desprenden otras menores, se
inician en la bocatoma Fortaleza. El canal María Angola tiene actualmen-
te una longitud de 24 km. con 34 tomas ubicadas a lo largo de su recorri-
GUARCO y LUNAGUANA: 169

do (ONERN). Según documentos ' del Archivo General de Indias sabemos


que en tiempos prehispánicos esta acequia se llamaba Chumbe (AGI Escri-
banía de Cámara 498-B. fol. 792 y 797v, año 1575). En aquella época su
trazo no podía ser muy distinto del moderno, debido a la topografía del lu-
gar que no permite grandes cambios. Las diferencias consistían en los cursos
de los canales menores, en las sangraderas y en las acequias necesalias pa-
ra regar las huertas de la nueva villa. El otro acueducto es el de San Mi-
guel, su longitud es de 35 kilómetros con un túnel de 100 metros. Según
ONERN (1970, vol. 1 junio: 286) su construcción data en parte de la Epo-
ca Inca, pero hay que tomar en cuenta que la construcción del sistema hi-
dráulico del valle del Guarco se remonta sin lugar a dudas a tiempos prein-
caicos puesto que era habitado desde tiempo atrás. Los únicos cambios posi-
bles consistían en ciertas variantes y quizá en una paulatina extensión de las
tierras bajo liego.
Las aguas de San Miguel abastecen ahora los terrenos de la comuni-
dad de Cerro Azul y es posible que antiguamente dicho lugar se surtiera de
las fuentes de sus alrededores (ONERN 1970, Vol. 1 junio: 253), mientras
las filtraciones y los ihuancos formaban lagunas y pantanos. Antiguamente
a este canal le decían Chiome o Chome (AGI Escribanía de Cámara 4986B).
El canal Huanca o Guanca tenía hasta 1925 su propia toma en el río,
pero al destruirse se surte ahora del de San Miguel (ONERN 1970, vol. 1,
junio: 285-286) . De esta acequia se desprende la de Pachacamilla. En los
documentos publicados por Angulo (1921) hay mención de varios acueduc-
tos como el de Hualgará que debió regar los terrenos conocidos con el mis-
mo nombre, el de Huancarca y la acequia Sotoma, situada en los alrede-
dores de las tierras de Cuiva. Según Larrabure y Unanue la acequia Guan-
ca tomaba más adelante el nombre de Lloclla, sin que sepamos si esta in-
formación es correcta. En la banda izquierda del valle la toma de Palo ~e
halla a unos 100 m. en la margen opuesta a la toma de Pinta; tiene una lon-
gitud de 15 km. Un ramal se desprende de su cauce, llamado Herbay, qui-
zá fue el canal mencionado por Larrabure y Unanue como canal del Inca
y regaba las tierras estatales (1941: 270-271) .
El virrey Hurtado de Mendoza otorgó en 1557 a la villa de Cañete la
merced de cien pesos anuales para ayudar a la limpieza de las acequias
por estar, cuando su fundación, secos los canales por falta de reparación.
Sin agua los nuevos vecinos no podían regar sus sementeras y huertas. El
dinero se sacaba de los tributos de los repartimientos de indios que estuvie-
sen vacos (AGI-Audiencia de Lima 1630) . Más adelante los vecinos pidie-
ron se confirmara esta provisión.
b. Tambos y caminos
Varios son los tambos y caminos nombrados en diferentes documentos y
es difícil dar con su ubicación por ser muy vagos los deslindes y límites de
todo manuscrito de la época. Los Ordenanzas de Tambos de Vaca de Cas-
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
170

tro, dictadas en el Cusco el 31 de mayo de 1543 (Revista Histórica 1908:


447), indicaban la ruta seguida por los españoles hacia el sur, es decir des-
de Los Reyes a la villa de Arequipa. No tenían necesariamente que man-
tener los tambos prehispánicos sino los que acomodaban a la gente a caba-
llo. Para el valle que interesa dice:
"y del dicho Tambo de la Mar se tiene de ir al Cuarco en el qual
han de servir los dichos indios del dicho Navarro. Y del dicho
Tambo del Cuarco se tiene de ir al Tambo que está sobre el río
de Lunaguaná en el qual dicho Tambo han de servir los indios de
Chincha que son mitimaes que están en el dicho río e indios de
Diego de Aguero".
Analicemos el posible lugar de estas posadas: el Tambo de la Mar debi6
encontrarse como lo señala su nombre en Cerro Azul, en el puerto de Cuar-
co, en el asentamiento de los pescadores. El segundo tambo era el de Cuar-
co, es decir la población del cura ca principal cuya gente se dedicaba a la
agricultura. Haremos hincapié que en 1543 no se había fundado aún la villa
de Cañete y por lo tanto no existía pueblo de españoles. El Tambo de Cuar-
co se hallaba en la encomienda de Navarro, es decir en la mitad norte del
valle, entre , los mitmaq de Coayllo.
El tercer tambo señ'a lado por Vaca de Castro era atendido por mitmaq
de Chincha y por indígenas de Diego de Agüero o sea de Lunaguaná. Si
esta posada era servida por los dos grupos mencionados es posible que el
tambo fuera el de Palo, cerca de la bocatoma del mismo nombre y límite
entre los señoríos de Cuarco y Lunaguaná. Es también el lugar donde se
estrecha el valle y es más fácil atravesar el río, sobre todo en época de cre-
cida. Es posible que usaran de dos caminos para ir a Chincha, el uno par-
tía de Tambo de Palo y dejando el valle pasaba por entre las quebradas e
iba a dar a Topará, en el valle de Chincha. El otro debió seguir por el lito-
ral hacia el sur. Por un documento de 1557 (ACI-Lima 1630) sabemos de
una posada situada cerca de la desembocadura del río en su margen izquier-
da, llamada Tambo de Locos,s que se puede identificar con las ruinas de
Herbay Bajo. Larrabure y Unanue (1941: 375) alcanzó a ver lo que llama
el Palacio de Herbay, el acceso a las estructuras se hacía: "por una hermo-
sísima rampa de suave gradiente que da entrada a una especie de vasto co-
rredor con frente al mar ... " Más adelante constató: "hay un gran número
de largos y altos nichos equidistantes entre sí cuya parte baja apenas dista
del suelo 0.40 cm. Diríase que servían de asiento a las personas que iban a
contemplar el océano".
Squier (1974: 45), en sus excursiones por los valles cercanos a Lima, pa-
só por Cañete e hizo un croquis de las ruinas de Herbay Bajo. De ellas na-

5. AGI-Audiencia de Lima 1630 " . . .y las tierras de los mitimaes de Chincha de la


otra vanda del rio y tambo de locos hasta la subida del arenal que va camino de Chincha".
GUARCO y LUNAGUANA 171

da queda hoy, posiblemente al igual que muchas de las estructuras de Guar-


co corresponden al Intermedio Tardío. Después de la ocupación inca sufrie-
ron una remo delación de acuerdo a las necesidades y usos de los cusqueños.
Es posible que una dependencia del conjunto funcionara como posada para
los encargados de la administración inca. Seguramente los edificios antiguos
de Herbay Bajo poseían fortificaciones para proteger la entrada al valle, el
vado del río y el acceso al curacazgo desde el mar.
En los documentos publicados por Angulo hay mención de varias posa-
das y de ellas Tambo Quemado se hallaba en el centro del valle. Larrabu-
re y Unanue menciona la existencia en la hacienda Arona de un potrero con
ese nombre. Tambo de Lloclla se situaba, según el mismo autor, al pie de
la acequia del mismo nombre. Por último sabemos de dos tambos más, el
de Coca (Angulo 1921: 82) y Tambo Pintado (idem p. 52). Es posible que
los españoles llamaran tambos a estructuras que no tenían esa función.

La fundación de la villa de Cañete


Domingo Angulo publicó en 1921 unos documentos referentes a la fun-
dación española de la villa de Cañete, en el valle de Guarco, por el virrey
Antonio Hurtado de Mendoza, el 20 de abril de 1556. Desgraciadamente no
menciona el origen de dichos documentos. Según estos testimonios, la villa
se fundó en el lugar llamado Coaldas, en el "valle cito de OdIa". En el jui-
cio del hijo de Antonio Navarro con el Fiscal, por el repartimiento de Surco
y Barranca, dice que en su encomienda de Guarco se fundó:
"la villa de Canete en las tierras del valle de Guarco que eran de
los yndios de Coayllo". (AGI-Justicia 432, fol. 3v, año 1561).
Estas tierras fueron usurpadas por los Coayllo a los Guarco después de la
ocupación Inca.
Siguiendo con la información proporcionada por Angulo se dieron para
el servicio de la fortaleza y del puerto unas:
"tierras de labor que hay desde los cerros primeros de junto a la
población e edificios antiguos del puerto hasta donde fenece la cal-
zada que va a Huanca".
Al mismo tiempo, a los pescadores "que no tienen tierras de propiedad" se
procedió a beneficiarlos con tierras cerca de Huanca o sea del cerro de las
sepulturas antiguas (Cerro del Ooro), siempre que procediesen a la limpie-
za de los acueductos, pues en aquel entonces las acequias estaban secas.
Mientras no pudiesen sembrar por falta de agua, les dieron chacras en Hual-
cará y Chome. Estas noticias indican que se concedió tierras a los pescado-
res que no poseían chacras, siempre que procedieran al arreglo de los canales.
En el Archivo General de Indias encontramos un manuscrito sobre la
villa de Cañete, fechado el 4 de abril de 1562, en el cual el Concejo y los
regidores reunidos en Cabildo otorgaron a Antonio Quevedo un poder para
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
172

solicitar al rey Felipe II y al Consejo de Indias la confirmación de sus títu-


los y la ampliación de los términos de la villa (AGI-Audiencia de Lima
1630).
Entre los citados documentos hay una provisión del virrey señ'alando
los términos de la villa, testimonio que publicamos en forma de Apéndice
1. El documento es del 10 de enero de 1558 y menciona una nueva funda-
ción pues varios motivos retardaron la edificación del nuevo pueblo. Una
de las causas de la demora fue el estado de pobreza del país, arruinado des-
pués de las guerras civiles entre los españoles. Durante ese tiempo se des-
cuidó la agricultura, los indígenas fueron obligados por los dos bandos en
pugna a hacer de cargadores, llevando sobre sus hombros armas y alimen-
tos para las tropas. La consecuencia fue la postración de la población indí-
gena a tal extremo que La Gasca recomendó no cobrar tributo durante un
año. A consecuencia de estas luchas y de la baja demográfica, el sistema
hidráulico del valle sufrió serios deterioros, no se cuidaron de los canales
de riego y se quebraron las acequias. La falta de agua en el valle de Ca-
ñete fue uno de los motivos que obligaron a una nueva fundación.
En una provisión el virrey acordaba a la villa la merced de 100 pe-
sos anuales, sacados de los tributos vacos, para ayudar a la limpieza de los
acueductos. La demora en la entrega del dinero atrasó la posibilidad de los
vecinos de asentarse en el valle.
Los españoles dividieron el señorío de Guarco en dos encomiendas. La
parte norte fue adjudicada a Antonio Navarro, quien poseía también las de
Asia, Oquilla y Calango, además de Surco en el valle de Lima y Barranca
cerca de Supe. A la muerte de Navarro su encomienda pasó a su menor hi-
jo Juan, quien quedó bajo la tutela de su abuelo Antón de León y no de
su madre Constanza de León, quien casó en segundas nupcias con Pedro de
Portugal y Navarro.
Juan Navarro vivió con su abuelo en Oquilla. Eran entonces los años
turbulentos de las guerras civiles y un hecho ilustra la azarosa vida de aque-
lla época. Estando en Oquilla apareció un día Juan de Acosta con un sé-
quito de 39 españoles y asaltaron la propiedad de los Navarro. En un gesto
de vandalaje robaron las finas yeguas, las vacas, aves y puercos y en tropel
desaparecieron por los cerros llevando consigo no sólo a los animales sino
a los indígenas atados (AGI-Escribanía de Cámara 498-B). En cuanto a la
segunda encomienda del valle, perteneció primero a Alonso Díaz quien hizo
abandono de ella. La Gasca la otorgó entonces a Francisco de Aguirre, quien
falleció en 1548. Le sucedió en la encomienda Alonso Martín de Don Be-
nito (AGI-Audiencia de Lima 204), mientras tanto el hijo de Aguirre lla-
mado Rodrigo llegó de la península a fin de reclamar la herencia de su en-
comienda y procedió a enjuiciar a Don Benito. El 18 de marzo de 1552 el
proceso fue enviado al Consejo de Indias (AGI-Justicia 398) y continuaba
el juicio cuando en 1561 Rodrigo Aguirre fue ajusticiado. Su madre conti-
nuó el proceso que perdió en 1567 (Del Busto 1973: 43-44).
Incahuasi. Estructuras situadas en la quebrada más al oeste del complejo nombradas por
Harth-Terré como Acllahuasi y El Arca por el arquitecto Williams. Fotografía tomada con
un globo a 225 metros de altura sobre el nivel de la carretera. Abril 1979 - Gentileza de
John Hyslop. Instituto de Investigaciones Andinas N.Y. y Whihlesey Foundation, Wilton,
Connecticut.

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Incahuasi. Estructuras denominadas por Harth-Terré Colcahuasi. Fotografía tomada el mes


de abril de 1979. Gentileza de John Hyslop. Instituto de Investigaciones Andinas N. Y. Y
Whihlesey Foundation, Wilton, Connectícut.

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Lncahuasi. Estructuras situadas más al este de la quebrada y del complejo . Parecen
pertenecer a un barrio residencial. A la izquierda se ve parte de Colcahuasi,
Fotografía gentileza de John Hyslop. Instituto de Investigaciones Andinas. New York
City y Whihlesey Foundation, Wilton, Connecticut.

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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
180

Para terminar se impone una última apreciación de la villa de Cañete


de finales del siglo XVIII. Entonces:
"los terrenos de esta provincia pertenecen casi todos a las familias
nobles de Lima, con cuya capital tiene gran comercio de pescado
, que llevan de la costa, de frutas y legumbres; de sal que sacan
de las salinas de Chilca y de nitro que llevan del pueblo de Mala
y sirve para la fábrica de pólvora" (Alcedo 1967),
Interesa notar que uno de los principales productos del valle era el pesca-
do seco. En aquel entonces quedaban muy pocos recuerdos del antiguo se-
norío del Guarco. Lizárraga (1946, cap. XLVI) constataba, a principios del
siglo XVII, que no había en él indios naturales.

El señorío de Lunaguaná
Este curacazgo se extendía desde la bocatoma de Palo y seguía valle
arriba, a ambas márgenes del río Cañéte (AGI. Lima 1630). En tiempos
precolombinos el señorío comprendía igualmente la zona de Pacarán y Zú-
ñ·iga. En reconocimientos de campo constatamos que los habitantes de estos
dos lugares se consideran yungas a pesar de pertenecer políticamente a la
demarcación de Yauyos. Tomando en cuenta la ecología, estos dos pueblos
se sitúan en el chaupi yunga o costa media. Los límites antiguos correspon-
den a la clasificación indígena y están de acuerdo con el clima y agricultu-
ra del lugar.
Es interesante notar que la quebrada de Lunahuaná es una ruta natu-
ral de penetración a la sierra de Huancayo, Jauja y de ahí al Cusco. Fue
seguramente el camino seguido por las tropas inca cuando conquistaron la
región. Pedro Pizarro (1944: 100) relata que el conquistador Francisco Pi-
zarro, después de fundar en Jauja la capital de su gobernación, tuvo deseos
de conocer Pachacamac y Chincha que todos ponderaban mucho. Estando
en los Llanos recibió carta advirtiéndole que la tierra andaba alborotada,
noticia que lo obligó a regresar apresuradamente a Jauja por el valle de Lu-
nahuaná. Es después de este recorrido por la costa que decidió mudar la ca-
pital al litoral. '
, Los datos sobre este señorío son muy distintos a los que poseemos para
el de Guarco, de ahí que sea diferente nuestra investigación. Antes de abor-
dar la información procedente de los manuscritos es necesario considerar lo
señalado por Garcilaso de la Vega (1944, T. 11, cap. XXIX), para la voz
Lunaguaná que él dice ser correcta bajo la forma de Runahuanac. Hace igual
referencia para la voz Rímac, es decir supone una equivocada pronunciación
de los vocablos. En otro trabajo (Rostworowski 1978) señalamos la diferen-
cia fonética del quechua costeno, más suave que el hablado en el Cusco.
En la costa sur central, al igual que en el valle de Lima, la letra r era subs-
tituida por la l, no se trata de corrupción del idioma sino de una variedad
GUARCO y LUNAGUANA 181

dialectal. De ahí que luna signifique hombre en los yungas. Siguiendo esta
norma de pronunciación vemos que Miguel de Estete (Fernández de Oviedo
19'45. Tomo XII: 56) menciona el curacazgo de Guarco como GuaIco y hay
noticias del uso de la voz Mara en lugar de Mala en ciertos documentos
(AGN-Juicios de Residencia. Leg. 27-Cuaderno 75) .
En cuanto a la palabra guana es nombrada en dicha forma en todos los
documentos. En la costa sur central existe un acento en la última sílaba
en varias toponimias. Un ejemplo son las voces Topará, Cancharí, Ungará,
etc. Garcilaso de la Vega añade una e quedando la palabra en huanac. El
añadido de una e era, según la Gramática de Fray Domingo de Santo' To-
más, una forma opcional que se podía poner al final de los nombres sin qUe
fuese una necesidad, ni un cambio en el sentido de la voz (1951: 148) .
En la cédula de otorgamiento de depósitos de indios de Francisco Pi-
zarro a Diego de Agüero iI> el 5 de noviembre de 1534 dice:
"se le deposita en la costa de la mar quatro dias desta ciudad el
cacique Lunaguanay y el plincipal Tula questan en un pueblo
que se dice Limas con sus yndios e prencipales . .. " (AGI. Patrona-
to 119-Ramos 1) .
No hay en el documento mención del nombre del señorío, sólo de su
curaca. Ahora bien y como mera hipótesis puede suponerse que la voz guanay
indique el ave marina, principal productora de guano en las islas del litoral. 6
El patronímico del cacique sería entonces el de hombre guanay u hombre

" El conquistador y capitán Diego de Agüero, compañero de Francisco Pizarro en


Cajamarca fue casado con Luisa de Caray (Archivo Ceneral de Indias!-Audiencia de Lima
1630). Véase también Collection Harkness-Library al Congress Washington 1932. Ca-
lender of Spanish Manuscripts concerning Perú-1531-1651, pág. 103.
En el registro de Pedro Salinas, el 30 de setiembre de 1539 en la ciudacl" de Los
Reyes aparece una Carta de dote del capitán Diego de Agüero a favor de Luisa de Ca-
l'ay, hermana de AntoniO' de Caray.
Pág. lü4 Certificado del matrimonio de Diego de Agüero y del representante de su
hermana Luisa, AntoniO' de Caray en Los Reyes el 30 de setiembre de 1539, la ceremo-
nia estuvo a cargo de Fray Cristóbal de Malina.
Equivocadamente Mendiburu en su Diccionario Histórico Biográfico del Perú (1931,
Tomo 1, pág. 1(7) señala que Diego de Agüero casó con una hija de Nicolás de Rivera.
6. El guanay - Phañacrocorax Bougainvilli, véase Historia Marítima del Perú. Jorge
Sánchez Romero y Estevan Zímic Vidal. El Mar: Cran Personaje. Tomo 1, Vol. II, pág.
416, 2a. edición 1975.
Se observa en la costa sur central, en la terminación de ciertas toponimias una y
final. Por ejemplo, el Señorío de Chincha se decía Chinchay, de igual manera que el
felino dibujado por Santa Cruz Pachacuti Yamque (1927: 158) en su relación. Los pla-
teros enviados al Cusca se referían a sí mismos como costeños provenientes de Chinchay
(BN-B-843). Por último Cristóbal de Albornoz llama al oráculo Chinchaycamac (véase
DuvioIs' 1966).
En uri documento sobre idolatría el nombre del pueblo es mencionado por el cura
rector como Santiago de Runaguanay. Archivo Arzobispal de Lima-Idolatría, Legajo 3, Ex-
pediente n Q 5, fol. 3, año 1704.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
182

pájaro. La importancia del guano para la agricultura era bien conocida de


los indígenas y no es de extrañar que un cura ca y su señorío llevasen este
apelativo.
Sigamos analizando una a una las noticias de tan temprano manuscrito.
El curaca Lunaguanay no residía en Incahuasi, ni ningún otro cacique del
valle tenía este privilegio. Según Cieza de León, Incahuasi después de la
conquista del Cuarco fue abandonado o por lo menos su importancia dismi-
nuyó sensiblemente. Probablemente quedó sólo como centro administrativo,
pero sin mantener la categoría de asiento del Inca y su séquito. En ese sen-
tido habría que interpretar las palabras de Cieza.
En una visita a Lunahuaná tratamos de encontrar el pueblo de Limas,
sede del cura ca principal del señorío. Conversamos con todas las personas
que pudimos, inquiriendo por la capital del curacazgo, pero nadie pudo dar
razón. La mayoría de los interrogados eran forasteros o bien jóvenes y des-
conocían todo acerca del pasado. En la comisaría de Zúñiga, a la pregun-
ta de si sabían de un lugar llamado Lima, un guardia civil contestó afirma-
tivamente, corrigiendo el vocablo como Limas, tal como figura en el docu-
mento. Entonces contó haber vivido muchos años en la margen izquierda,
valle abajo, y conocer bien la región. Según él, Limas estaría cerca de Can-
Cón y señaló en el mapa cómo llegar a las ruinas. Al día siguiente, muy de
mañana dejamos el vehículo en la carretera y cruzamos a pie el río hacia
Ramadilla, en la margen izquierda del valle.
Williams (1974) en el catastro arqueológico de la cuenca del valle, se-
ñala Con-Cón con el n 9 3H05 como un complejo situado al comienzo de la
quebrada del mismo nombre; le siguen otras estructuras (n9 3H07 y 3H08)
que según nuestro informante corresponderían a Limas. El asiento no es
grande, de ahí que quizá nuestro informante se equivocó, de lo contrario ha-
bría que pensar en varias posibilidades. La primera sería que la gente
del común habitaba en ranchos de carrizo de frágil estructura. La segun-
da alternativa, que explicaría la reducida área del pueblo de Limas, sería
la existencia de más estructuras en el fondo de la quebrada de Con-Cón. Un
hecho positivo de situarse Limas en aquel lugar es su cercanía al centro
religioso que debió ser Con-Cón. Williams describe el edificio principal como
un templo de muros dobles de piedra desnuda, unida con barro y relleno
de cascajo; en ciertas partes hay restos de estuco. Se encuentra muy poca
cerámica y corresponde al Período Intermedio Tardío y en menor escala al
Horizonte Tardío.
Constatamos una serie de amplios andenes con muros de contención he-
chos de grandes bloques de piedras que llegan hasta el río, y otorgan ma-
jestad al edificio principal. La ubicación de este complejo está en el cami-
no natural que une el valle de Lunaguaná con el de Chincha, por la ruta
que pasa a través de las quebradas desérticas hacia Topará. Un informante
señaló el fondo de la garganta y dijo que algunos cerros eran lomas anti-
guas, secas desde tiempo atrás. La existencia de lomas es un factor importan-
GUARCO y LUNAGUANA
183

te en la economía de subsistencia de los pueblos yungas, cuando en ellas


abundaba la caza. La confección de charqui de venado o de aves tales có-
mo perdices y palomas fue un recurso muy apreciado.
En otro lugar investigamos los santuarios del antiguo dios costeño lla-
mado Con, cuyo culto arranca en remotas culturas y a pesar del tiempo trans-
currido su recuerdo se mantuvo, un tanto transformado, en las serranías del
actual departamento de Lima (Rostworowski 1972, 1977 Y 1978). En los
mencionados trabajos probamos que las ruinas de San Humberto, designadas
por algunos arqueólogos con el nombre de Caudivilla, en el valle del río
Chillón, se decían Con Con. Todo hace suponer que las estructuras de Con
Con en Lunaguaná correspondieron a un santualio muy posterior al de la
costa central e indicaría una trayectoria hacia el sur del culto de dicha
divinidad.
El señorío de Lunaguaná comprendía cuatro guarangas. 7 La primera co-
rrespondía al curaca principal llamado Lunaguanay ya nombrado; le seguía
un señor apelado Llaquipa o Llaquixa, residente en las minas. Esta lacóni-
ca cita es interesante porque hay muy pocas noticias y referencias a perso-
nas destacadas durante la época precolombina a labores de minería en la
costa sur central. Desgraciadamente no hay mención del lugar donde se ha-
llaba Llaquipa, ni se sabe si era en el mismo valle o en otra región. La tem-
prana fecha del citado documento, 1534, hace suponer que, a pesar de la
conquista española, el trabajo y la obligación de la gente local de laborar en
las minas continuaba como si el Tahuantinsuyu siguiera en pie. Fenómeno
que se produjo igualmente en las minas de oro de Chuquiabo en 1533 (Ber-
thelot 1978).
Actualmente se conocen varias minas en la cuenca del río Cañete. 8 Por
otro lado, Dávila Briceño (1881, 1:67) dice que en la sierra alta de Laraos,
7. En la toma de posesión que siguió la confirmación de la encomienda del hijo
de Diego de Agüero, en tiempo del marqués de Cañete, presentó para dicho· efecto a
'c uatro princ1pales representantes de las cuatro parcialidades (AGI Patronato 1l9-Ramo I).
Aquí se entiende la voz parCialidad como sinónimo de guaranga (véase Rostworowski-Se-
gunda Jornada del Museo Nacional de Historia 1979). En la tasa toledana de los tribu-
tos que los naturales de Lunaguaná pagaban a su encomendero, hay mención de cua-
tro guarangas.
8. En los estudios de ONERN (1970, Vol. Junio: 96-100) se distinguen tres zonas
mineras en la cuenca del río Cañete. La zona minera meridional se sitúa en las locali-
dades de Achim y Yauyos. La región minera central en las localidades de Miraflores,
Tomas, Vilis y Yauricocha y la Mina Dinamarca, cerca de Tomas·, y en ambas márgenes
del río Tambillo:
"las labores a media barreta que se han encontrado en el área durante el
reconocimiento efectuado y la información obtenida, permiten asegurar que
esta zona ha sido trabajada desde la época de la Colonia".
El contenido argentífero de esta mina es bastante alto. La zona minera septentrional
se encuentra al noreste de la cuenca. La mina más' importante es la de Lliplina, que se
halla en la quebrada de Pumpure en el distrito de Tomas. También contiene un alto
porcentaje de plata. Ver ONERN Mapa n 9 2 Geológico-Minero de la cuenca del río Ca-
ñete (1970).
184 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

sobre el río de Lunaguaná, existía una mina muy rica de oro y plata cega-
da por los indígenas cuando la llegada de los españoles. Al parecer toda la
plata hallada en Lunaguaná provenía de dicho socavón. En 1586 tenían los
españoles dificultades para trabajar los minerales por falta de mano de obra.
El mismo corregidor señ'alaba a un tal Rodrigo de Cantos y a sus compa-
ñeros que gastaron dinero en limpiar la mina, que se volvió a anegar y
añade:
"alrededor del (socavón hay) grandes desmontes y piedras de to-
dos colores y casas antiguas de cuando se labraba. Hay cerca dél
otras minas de plata que se tienen por ricas, y por ser en tierra tan
fría, se dejan de labrar y falta de indios".
En tiempos prehispánicos el trabajo de extraer el mineral se cumplía por
turnos o mita. En la Visita a la región de Canta, en 1549, se decía que toda
la producción de metales preciosos era controlada por el Estado por 'inter-
medio de un mayordomo especialmente destacado por el Inca (Rostwo-
rowski 1978: 179). N o indica el manuscrito si el principal residía permanen-
temente en las minas o si sólo estaba ahí por un tiempo.
El tercer curaca era Allauca, mitmaq, y supeditado al señor Lunagua-
nay. Su pueblo principal era Mullibamba y gobernaba una guaranga, es de-
cir una división sociopolítica del lugar (AGI-Patronato 119, Ramo 1, año
1534). En el Juicio de Residencia hecho al corregidor Vásquez de Puga, en
1580 (BN-A-537), hay una declaración de los curacas del valle. En aquel
tiempo las reducciones de Toledo habían obligado a los naturales a abando-
nar sus antiguas viviendas para agruparlos en pueblos modernos. En dicho
documento aparte de don Francisco Llacsaguana, cacique principal y gober-
nador del valle, nombra a don Diego Allaucan, cacique de Pacarán. Los
pueblos coloniales creados por los españoles reunían a diversos ayllus y par-
cialidades en un mismo lugar, de ahí que también en Pacarán estuviese redu-
cido otro cura ca, don Pedro Camaluana de la guaranga de Jucxu, sin que se
pueda identificar el nombre de esta guaranga con las antes nombradas. En
el mismo manuscrito (BN-A-537, foja 101 v) mencionan a los atunluna o gen-
te del común llamados a declarar. Estos pertenecían a las reducciones de
Pariaca, Paullo y Pacarán.
En el catastro arqueológico elaborado por el arquitecto Williams (1974)
hay varios lugares que podrían corresponder a Mullibamba, y a los otros pue-
blos de las diversas guaranga y ayllu. Lamentablemente carecemos de toda
información para identificarlos. Larrabure y Unanue (1941: 295) dice exis-
tir cerca de Zúñiga, en la margen derecha del río, una impresionante estruc-
tura llamada Cruz Blanca y una casa con columnas "lo más bello de toda la
quebrada". Los pobladores del lugar decían pertenecer al jefe de los gentiles.
En nuestra visita a Lunahuaná hallamos que los pueblitos escalonados
a lo largo del valle son nombrados como barrios. Igual mención encontra-
mos en el curacazgo de Surco en el valle de Lima en documentos del si-
GUARCO y LUNAGUANA 185

glo XVIII, Y todo indica que fueron quizá rezagos de los antiguos ayllus
transformados en barrios. Damos a continuación la lista tal como nuestros
informantes nos la dieron:
Banda derecha Banda izquierda
Caltopilla Con-Con y Ramadilla
Paraíso Socsi
Caltopa Paullu
Lúcumo San Jerónimo
Casalla Langla
San Pedro Lunahuaná
Catapaya Patapampa
Condoray
Uchupampa

El número de banios es elevado y es probable que cada uno de ellos corres-


ponda a las minas escalonadas en ambas márgenes del cauce del río. Du-
rante el Intermedio Tardío, al parecer Lunahuaná estuvo densamente pobla-
do; lo atestiguan los abundantes asentamientos existentes. En aquella época
la aglicultura tuvo un momento de auge por los muchos depósitos o coleas
que se hallan. Más adelante con la conquista Inca se inició seguramente el
despoblamiento del valle.
Un último aspecto de las noticias sobre los indígenas de Lunaguaná es
el relativo a la idolatría. En 1650 el conegidor de Cañete, Diego Pérez Ca-
ballero, halló que muchos naturales a pesar de ser ladinos seguían siendo
idólatras y mochaban o adoraban a una piedra grande situada en la cum-
bre de un ceno del valle de Lunaguaná. Entre los infieles los había natu-
rales del lugar y también forasteros que no tenían curaca ni encomendero.
El corregidor quedó encargado de empadronar a la gente bajo la condición
de yana y les designó a un curaca a quien quedaron sujetos. Se les impuso
tributo y quedaron en la Corona Real. En cuanto a la idolatría se estimó de-
berse a la falta de do china y se dio cuenta de ello al Arzobispado (AGI-Li-
ma 55, n 9 32, fojas 128-129). Es posible que los hechos mencionados se re-
lacionaran con la referencia de Albornoz (Duviols 1972, T. LVI -1: 34), de
existir una piedra sagrada en la cima del cerro Muyllucamac, cercano al pue-
blo de Lunaguaná, y considerado cómo la pararisca o lugar de origen de
los naturales del valle. 9

9. En el Archivo Arzobispal de Lima-Idolatría, Legajo 7, cuaderno 1, año 1671, hay


una causa de idolatría levantada contra Magdalena Cano por otro nombre Condorina
Se le acusaba de hechicera y bruja y entre otras cosas de haber mochado con sango a
una peña situada en un cerro en la otra banda del río en San Miguel el Alto. (Referen-
cia proporcionada por Guillermo Cock).
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
186

El problema de Incahuasi
Se llama lncahuasi a un complejo monumental en la quebrada de Luna-
huaná, en la margen izquierda del río, a kilómetro y medio del pueblo de
Paullo. Un antiguo camino de penetración une por entre las quebradas ári-
das este valle con el vecino de Chincha. La ruta desemboca en Topará.
En el catastro e inventario de las estructuras precolombinas del valle de
Cañ'ete, elaborado por el arquitecto Wil1iams (1974), figuran estas ruinas
con el número lJ06. Bajo esta sigla se involucran dos conjuntos, el primero
situado al oeste es llamado El Arca por Williams y Acllahuasi por. Harth-
Ten·e. Williams describe los edificios de esta sección como situados en una
parte cerrada, ocupando las laderas de los cerros mediante terrazas que sos-
tienen grandes patios con cuartos a su alrededor. En algunos muros hay hor-
nacinas cuadradas y rectangulares. Para el autor El Arca ofrece poca armo-
nía en su conjunto que él cree deberse a más de una ocupación del lugar.
Un espolón o saliente de un cerro separa y divide este plimer grupo de
edificios del conjunto principal, situado en la quebrada vecina. Los monu-
mentos del segwldo grupo comprenden de oeste a este un primer edificio
que se distingue por contener una serie de columnas, y se presume ser un
palacio. Según el plano de lncahuasi publicado por Gasparini (1977: 130,
fig. 119) el llamado palacio tiene una planta trapezoidal al igual que la
gran plaza, lo que indicaría su origen inca; sin embargo, los nichos son rec-
tangulares y a nuestro parecer indican una mano de obra local y poco in-
terés en supervigilar el cuidado de su ejecución. En el centro de la expla-
nada se alza una estructura que se supone ser un ttshntt y existen otras la-
terales de menor importancia.
Le sigue el grupo de estructuras denominadas Colccahuasi. Aquí el edi-
ficio plincipal comprende una serie de grandes rectángulos simétricamente
dispuestos. Los muros son de piedra de recolección, de poca altura que, se-
gún opinión de Gasparini (comunicación personal) nunca fueron más altos.
Si su objetivo era albergar gente de guerra, es posible que le fuesen super-
puestos toldos o frágiles ramadas que se consideraban de suficiente abrigo.
El mismo edificio, al finalizar la guerra, sirvió quizá de taller o de obraje
para la producción textil en gran escala pues guarda cierta similitud con la
planta de una estructura de Huánuco Pampa (Morris 1978: 942). Tres lados
de la misma construcción están ocupados por una serie de pequeñas estruc-
turas de paredes altas, sin pueltas O ventanas, a las cuales se ingresaba des-
de arriba. Todo indica que fueron coleas o depósitos donde se guardarían
los pertrechos de guerra y los alimentos. 1O
Separado por un lugar de avenidas o torrenteras se sitúa el tercer gru-
po de edificios de mejor construcción que el anterior. Los muros .son altos
y dan la impresión de ser un barrio residencial, con sus plazas y plazole-

10. Es imperdonable que un establo se sitúe entre las' estructuras de Incahuasi.


GUARCO y LUNAGUANA 187

taso Actualmente la carretera divide los conjuntos ya mencionados, de un


pequeño ceno hacia el río que se yergue cual atalaya o mirador. Contiene
restos arquitectónicos y en el lado este hay una cueva.
Los monumentos de Incahuasi son hechos con piedras recolectadas sin la-
brar, unidas con bano y enlucidas posteriormente. No se emplearon materia-
les usados por los incas en los edificios monumentales, es decir las piedras
labradas y los grandes adobes rectangulares tan característicos de la época
( Menze11967; Gasparini y Margolies 1977; Moorehead 1978) .
Tambo Colorado, cerca de Humay, en el valle de Pisco (antiguo Nay-
caxca), luce una constlUcción muy distinta a la de Incahuasi, ahí se obser-
va más cuidado en su edificación y el uso de los grandes adobes. Según
Gasparini (1977: 186) este tambo es un buen ejemplo de un establecimien-
to inca construido con la técnica costeña. De todo se desprende que en
Incahuasi no se emplearon los materiales de constlUcción propios de los gran-
des edificios del Tahuantinsuyu, ni se usaron los procedimientos costeños ha-
bituales en el Peliodo Intermedio Tardío para las obras residenciales 0' los
templos; es decir, la práctica de adobones y la técnica de las tapias como
se aprecia en los c0'mplejos de Chincha o Cañete para aquella época. Se
usó la piedra basta de los pueblos comunes, dejando de lado los materiales
de las edificaciones monumentales.
Según Cieza de León (1943, cap. LIX) , el complejo de Incahuasi se
edificó por orden de Túpac Yupanqui cuando se empeñaba en conquistar el
curacazgo de Guarco. También dijimos que la dominación inca tardó de tres
a cuatro años en afianzarse. Durante los calurosos meses de verano los ejér-
citos serranos se retiraban y sólo retornaban cuando el clima refrescaba. El
Inca denominó Cusco al lugar, dándole a las plazas y calles los mismos ape-
lativos que los de la capital. La constlUcción de Incahuasi se hizo para co-
modidad o capricho del soberano y en corto plazo, de ahí que todos los edi-
ficios, tanto los de El Arca como los restantes del propio Incahuasi den una
impresión de constlUcción apresurada, poco cuidada o esmerada.
Mientras duraron las guerras contra los Guarco permanecieron en Inca-
huasi guarniciones, pero al finalizar la contienda y quedar dominado el valle,
la estadía de tropas quedó sin objeto, al igual que la residencia real y por
tal motivo, según Cieza, se abandonó el complejo. Es posible que tan sólo
quedaran en uso los edificios necesarios a la administración inca y el tambo
o posada para los enviados cusqueños. Sería de interés comprobar si existen
basurales en Incahuasi y, si los hay, a qué zonas pertenecen.
Haremos aquí un comentario sobre el uso en tiempos prehispánicos de
maquetas y pinturas. Gracias a ellas el Inca podía ordenar desde el Cusco
la constlUcción de nuevos edificios en lejanos lugares, así como caminos y
tambos, y señalar la instalación de los nuevos mitmaq. Hasta entonces no
había confirmación en algún manuscrito de lo expresado por los cronistas
de que hacían maquetas de bano y pinturas representand0' vallés enteros
188 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV

con sus construcciones y detalles.H En el juicio entre los Canta y los Chaco
lla por tierras de coca en el valle del río Chillón, en la costa central (ACI-
Justicia 413, fol. 363r), terciaron tardíamente los dos curacas yungas de Qui-
vi y llevaron ante la Real Audiencia de Lima: "el modelo en forma gruesa
y demostrativa por donde claro paresce que nuestro pueblo está en las tie-
rras que los dichos yndios de Chacalla nos quieren quitar"; mientras los
Chaclla mostraron un modelo distinto.
En otra declaración, don Felipe Taulichumbi insistía haber presentado al
presidente y oidores: "el modelo y pintura de nuestras tierras e pueblos de
Quibi y de Canta y Chacalla para que se viese cómo nos quyeren tomar to-
das nuestras tierras" (fol. 377r, año 1567).
La maqueta era lo suficientemente grande para que se pudiese apreciar
parte del valle; el empleo de tales moldes era difundido y su uso probable-
mente general en toda el área andina.
La posibilidad de ser Incahuasi una réplica del Cusca, al tiempo de la
conquista del valle, le da al complejo un interés muy singular y la hipóte-
sis merece un análisis detallado. La conquista del Cuarco tuvo lugar en un
tiempo relativamente temprano, es decir antes de la gran conquista del seño-
río del Chimor o de la región 'de Quito y es posible que fuese Tupa Yupan-
qui, en sus anos mozos, el responsable de llevar adelante la guerra contra
Cuarco. El consenso de los cronistas señala lo mismo. Dicho en otras pala-
bras, Incahuasi correspondería a un Cusca anterior al gobierno de Huayna
Cápac, antes de su máxima extensión y ornato. No sabemos si reflejaba un
Cusca real o si en la edificación de Incahuasi influyó un ideal deseado por
el joven soberano.
Otro aspecto a tomar en cuenta es el hecho de que no se edificó en
un lugar llano y extendido, ya sea porque influyó la costumbre del Inter-
medio Tardío de no ocupar las tierras de cultivo o porque no había sufi-
ciente espacio en el estrecho cauce del río. Entre los factores a considerar
en el caso de ser Incahuasi una réplica del Cusca antiguo, es el hecho de
que sus constructores tuvieron que adaptarse a las condiciones muy distintas
del terreno. De todos modos, se procedió a dividir el Cusca y lo más im-
portante es observar con qué criterio se procedió al corte de la capital para
edificar su réplica en las quebradas pegadas a los cerros.
Suponiendo que el Cusca fue dibujado y pintado sobre una superficie pla-
na )' que se le sobrepuso una maqueta de las quebradas de Lunaguaná, de
la zona que interesa, dándole una orientación norte, haciendo girar la ma-
queta para que coincidiera 'en una misma línea con la pintura, se encuentra

11. Sarmiento de Gamboa 1942, cap. 39; Betanzos 1968, cap. 10 y cap. 16; Garci-
laso de la Vega 1943, tomo 1 cap. XXVI: 118; Cobo 1956, tomo 11, libro 12, cap. XIV.
GUARCO y LUNAGUANAi 189

que la parte sur del Cusco, o sea Urin, corresponde a la Plimera quebrada
al oeste. Ahora bien, en todos los valles de los Llanos, lurín se identifica
con el litoral y el mar, mientras anan será siempre el valle o la quebrada
hacia arriba en relación a la costa. Sugerimos que el lugar llamado El Arca
fue la parte de Urin Cusco con el templo del Solo Inticancha, sus plazas y
plazoletas. Por ser un espacio limitado, el grupo de construcciones que lo
rodea está en alto, formando un anfiteatro.

El segundo conjunto, situado en la quebrada vecina, contiene los edifi-


cios ya mencionados y correspondería a Anan Cusco. El primer grupo sería
la gran plaza de Aucaypata,12 donde se celebraban las ceremonias de triun-
fo, los alardes de guerra y seguramente se festejó en ella la conquista del
Guarco.
Le siguen las construcciones denominadas Colccahuasi. Es posible que
en el Cusco primitivo, antes de las remodelaciones hechas por Pachacutec y
de la edificación de la llamada fortaleza, existiera en uno de los costados
de la gran plaza una estructura similar a la de Incahuasi. Por lo pronto, el
palacio de Cassana es posterior pues, según Sarmiento de Gamboa (1943;
cap. 58), Huayna Cápac ordenó su construcción cuando marchaba a sus con-
quistas norteñas y encomendó la obra a su hermano Sinchi Roca, que no sólo
tuvo a su cargo "las casas de Caxana" sino las de Yucay. Varios cronis-
tas apoyan la opinión de Sarmiento. J3
Se puede entonces suponer que la antigua construcción anterior a la edi-
ficación de Cassana fue una estructura quizá parecida a la de Incahuasi, don-
de los miembros de los diez ayllus "custodios" (Sarmiento de Gamboa 1943:
cap. 11.) habitaban por sus turnos o mitas, con el objeto de cuidar de la
persona del Inca y evitar los constantes alborotos que caracterizaban aquella
época (Rostworow:ski 1960b). En tiempo de Huáscar, los ayllus "custodios"
fueron reemplazadas por gente Cañari y Chachapoya. (Santa Cruz Pacha-
cuti 1927: 218). Por último, los edificios al este de la quebrada tuvieron
su equivalente en la zona de Colcampata, en cuanto al pequeño cerro podía
reproducir y representar el de Huanacauri.

12. El nombre de la gran plaza del Cusco, Aucaypata, proviene de la voz: Aucca-
enemigo o adversario y Auccay hailli-canto triunfal y fiesta de victoria (Diego González
Holguín, 1952). En dicha plaza se celebraban las grandes fiestas de triunfo. Es posible
que estuviese dividida en dos mitades, una parte correspondía al bando de Urin y la
otra al Anan. Cobo (1956, Tomo 11, lib. XIII: 177) dice que en el quinto ceque de Anti-
suyu existía una piedra llamada Usno situada en la plaza de Hurin aucaypata. La voz
aucaypata es' mencionada por Guamán Poma en foja 339.
13. Pedro Pizarro (edición de 1978, cap. 14, págs. 87-88)
"El Marqués hizo aposentar la xente alrrededor de la placa aposentándose él en
Caxana, unos aposentos que heran de Guaina Capa, y Gon<;alo Pi<;arro y Juan Pi<;arro,
sus hermanos, en otros que estauan junto a esta Caxana ... ". También en Cabo (1956,
T. 11, libro 12, cap. XVI).
190 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

Naturalmente que lo expuesto es una mera hipótesis de trabajo que ne-


cesita de una investigación arqueológica. No se trataría de una fiel réplica
del antiguo Cusco, sino de reproducir para el Inca un espacio mítico. Bona-
via (1972: 84) encuentra que si se comparan los planos del Cusco con los
de Incahuasi no hay semejanza, pero si se analizan los elementos componen-
tes de ambos lugares, olvidándose de su situación dentro del trazo general,
entonces sí coinciden. Dejando de lado la cuestión de si Incahuasi fue o no
una copia del Cusco, no deja de ser un conjunto monumental que compren-
día un palacio, un centro ceremonial, administrativo y guarniciones. Toda
su construcción da la impresión de una edificación hecha de prisa y su fin
no parece haber sido el mismo de los grandes conjuntos de Huánuco Pampa
o Vilcashuamán. A nuestro parecer fue un magnífico capricho y un derroche
de poderío de un Inca. Seguramente se tardó poco tiempo en levantar el
conjunto y debieron acudir gente de diversos lugares por sus mitas. El aban-
dono posterior fue seguramente sólo parcial y la afirmación de Cieza provie-
ne del hecho de que nadie más que el Inca podía habitar una réplica de
un palacio cusqueño, considerado sagrado para el vulgo.

Las tasas virreinales


La visita toledana a Lunaguaná se realizó en 1577 y estuvo a cargo de
Juan de Vera Olguín. La encuesta arrojó un total de 3,276 almas, cifra que
se descomponía en 740 tributarios, 89 viejos, 601 muchachos, y 1,846 mujeres
de toda edad. El señorío comprendía cuatro guarangas, gobernadas por ocho
curacas, es decir dos por cada una de ellas. Es posible que cada guaranga
se dividiera en lurin y anan o sea en dos mitades, de ahí la existencia de
dos señores para cada una. Del total de hombres se descontaba a los 8 prin-
cipales que no pagaban tributo, lo que hacía un monto de 732 tributarios
que daban 1,196 pesos de plata ensayada. Además del tributo en dinero, de-
bían contribuir con 366 piezas de ropa de algodón, valoradas en 869 pesos
y dos tomines; quinientas fanegas de maíz puestas en su pueblo, estimadas
en 250 pesos; 758 aves en 94 pesos, cuya suma se elevaba a 1,474 pesos. Es-
ta cifra, sumada a la antelior de plata, daba un monto total de 3,760 pesos,
más, o menos cinco pesos por tributmio. Además, debían el tomín del hos-
pital, la doctrina, la fábrica de la iglesia y el pago de los defensores de
naturales.
La alta carga impositiva agobiante para el indígena se vio aumentada por
una epidemia de viruela y sarampión que en 1589 castigó a la ya atribula-
da población. Se hacía necesario una revisita para obtener nuevos montos de
tributarios. En agosto de 1590 la revisita le fue encargada a Francisco de
Soto, vecino de la villa de Cañ·ete. Se hallaron 474 tributarios; 96 viejos;
372 muchachos y 973 mujeres de toda edad o sea un total de 1915 personas,
de las cuales sólo cinco eran curacas. La baja demográfica continuaba aso-
GUARCO y LUNAGUANA' 191

lando los valles costeños y hubo que esperar siglos antes de hallar un cam-
bio favorable en la curva demográfica. 14

Consideraciones finales
La investigación etnohistólica se ve obligada a seguir las noticias con-
tenidas en los manuscritos, de ahí que varíe y difiera el estudio de cada valle
costeño de acuerdo al tipo de información obtenida a través de los docu-
mentos.
Para el señorío del Guarco conseguimos referencias sobre las fortificacio-
nes del valle. Existía no poca confusión que tratamos de dilucidar ubican-
do los varios fuertes en sus respectivos lugares. Otros temas son los canales
de riego, la tenencia de tierras de los mitmaq, impuestos por los Incas, y
los campos pertenecientes al dios Pachacamac. Estas chacras cultivadas por
una mano de obra local eran similares a las tierras del Sol durante el domi-
nio inca, e indican una antigua costumbre de reciprocidad religiosa asimétrica
en el mundo andino, ampliada posteliormente por los Incas a nivel estatal.
Estos hechos demuestran una influencia religiosa que la lingüística había ya
señalado (Torero 1970).
La escasa información arqueológica indica que los Guarco supieron con-
servar su independencia frente a sus vecinos, tanto de la costa como de la
sierra, a pesar de suhir fluctuantes influencias culturales, a través del tiempo,
de los otros valles de los Llanos.
Los datos para el señorío de Lunaguaná son distintos a los de Guarco
)', aunque bastante escuetos, tienen el valor de remontarse a 1534 o sea cuan-
do la capital de la gobernación de Pizarra estaba aún ubicada en Jauja. El
nombre del curaca era Lunaguanay )' de acuerdo con la fonética del que-
chua costeño significaría hombre guanay u hombre páiaro. El señorío estaba
formado por cuatro guarangas )' ninguno de sus caciques habitaba Incahuasi,
asentamiento construido por Tupa Yupanqui mientras tardaba la conquista del
Guarco. El problema de la edificación de este centro monumental es parti-
cularmente interesante debido a la referencia de Cieza de León de ser una
réplica del Cusco. Analizamos la hipótesis de trabajo dejando abierto el de-
bate. Por último, publicamos dos tasas virreinales de Lunaguaná, la primera
de 1577 )' luego la revisita de 1589, que se hizo necesaria debido a la baja
demográfica ocurrida en el valle.

14. Para noticias posteriores sobre la Tasa de Cañete, Lunaguaná, Coayllo, Chilca y
Mala ver AGN-Juicios de Residencia, Legajo 27, cuadernos 75 y 76, años 1628-1629.
En 1635 en unos autos fiscales sobre la división de un beneficio, Luis de Agüero,
bisnieto ·del conquistador Diego, pedía no se diera reemplazo al cura fallecido de Pacarán.
Argumentaba Agüero la poca gente de su encomienda y que sólo existiera la doctrina
en Lunaguaná pues: "la última revisita no se hallaron más indios que ciento y cincuenta
tributarios en todo el repartüniento" de Lunaguaná. Archivo Arzobispal de Lima Curatos,
Legajo 15.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
192

MANUSCRITOS CITADOS

Archivo General de la Naci6n (sigla usada AGN)


Testamentos de indios (Legajo único)
Juicios de Residencia Legajo 27, cuadernos 75 y 76
años 1628-1629

Biblioteca Nacional de Lima (sigla usada BN)


A -537 - año 1580
B- 843 - año 1645

Archivo Arzobispal de Lima (sigla usada AAL)


Curatos, Legajo 15 - afio 1635
Idolatría, Legajo 7, cuaderno 1 año 1671

Archivo General d:! Indias (sigla usada AGI)


Audiencia de Lima - Legajo 1630- año 1562
Audiencia de Lima - Legajo 1632- año 1557
Audiencia de Lima - Legajo 204- afío 1558
Audiencia de Lima - Legajo 200- año 162.0
Audiencia de Lima - Legajo 55- afio 1650
Audiencia de Lima - Legajo 28- año 1556
Justicia 413 años 1558-1567
Justicia 398 año 1552
Justicia 398 año 1552
Justicia 432 año 1574
Escribanía de Cámara 501 -A año 1599
Escribanía de Cátnara 498 -B año 1575
Patronato 119 Ramo 1 -año 1593 contiene documentos de 1534
Patronato 107 Ramo 7 -año 1562
Patronato 93 - Ramo -año 1536.
GUARCO y LUNAGUANA' 193

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GUARCO y LUNAGUANA 197

Apéndice 1

Archivo General de Indias


Audiencia de Lima, Legajo 1630, año 1562
Términos de la Villa de Cañete.
(Transcripción de Amalia Castelli)

TERMINOS DE LA VILLA DE CAÑETE

2r Provisión del marques sobre el señalamiento de los


terminos .
Este es un treslado bien e fielmente sacado de una
carta e provisión firmada del marqués de cañete viso-
rrey que fue destos Reynos del piru Refrendada de
Juan Muñoz Rico secretario con <;iertos testimonios
que estan a las espaldas della que el thenor de lo qual
uno en pos de otro es el que se sigue
Don Hurtado de mendo<;a marques de cañete guarda
mayor de la '<;ibdad de cuenca visorrey e capitan ge-
neral en estos Reynos del piru por su magestad es por
quanto Jheronimo <;urbano alcaide de la fortaleza del
guarco y corregidor de la villa de cañete por su ma-
gestad y como vezino fundador e poblador della me hi-
zo Rela<;ion deziendo que el ha sido y es corregidor
de la dicha villa por comisión que para ello le mande
dar y aunque ha usado el dicho cargo desde que la di-
cha villa se fundo no se ha declarado la Jurisdi<;ion y
terminas que la dicha villa ha de tener para que se
pueda conos<;er de las causas <;iviles y criminales que
se ofre<;ieron el corregidor y alcaldes hordinarios de la
dicha villa y por ser nego<;io tan conveniente me pidio
y suplico lo mandase declarar e proveyendo sobre ello
di el. presente por el qual en nombre de su magestad
señalo a la dicha villa de cañete por termino s y juris-
di<;ion della el dicho valle del guarco que comien<;a
desde la entrada del valle donde esta la fortaleza has-
ta los mitimaes de chincha y tambo de locos la costa
en la mano y desde el tambo de locos hasta palos yn-
dios de Lunaguana y desde la fortaleza camino de la
sierra hasta los terminas que parte el dicho valle del
guarco con todos los yndios yauyos de manera que se
entiende que se incluye en los dichos termino s las tie-
rras que posseen en el dicho valle los yndios naturales
del dicho valle del guarco y las tierras que allí tiene
Juan Antonio Navarro y las tierras que tienen e tenian
los yndios mochicas y las tierras de los mitimaes de
chincha de la otra vanda del Rio y tambo de locos hasta
la subida del arenal que va camino de chincha y man-
do que de aqui adelante aya y tenga la dicha villa de
198 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

cañete por sus terminas y jurisdi<;ion los limites arriba


declarados y use dellos segund y de la manera que las
demas cibdades y villas de su magestad des tos dichos
Reynos usan de sus terminas y conoscan de las cau-
sas <;iviles y criminales que se ofre<;ieren al tenor y
forma de las provisiones que a<;erca dello estan dadas
y por la presente mando al corregidor de la dicha villa
de cañete que meta en possession de los dichos termi-
nas al cabildo justicia e Regimiento de la dicha villa e
persona que para ello señalaren y metido le ampare en
ella y no consientan el y las demas justicias de su ma-
2v gestad destos/ / Reynos que sean despojados de los di-
chos terminas y limites sin primero ser ay do e ven<;ido
por fuero e derecho fecho en los Reyes a veinte e dos
dias del mes de abril de mil y quinientos y cincuenta y
ocho años el marques por mandado de su excellen<;ia
Juan Muñoz Rico - - -
En la villa de cañete en primero dia del mes de mayo
de mil y quinientos y <;inquenta y ocho oños se prego-
pregon no esta provision de su excelencia en la pla<;a publica
desta villa por vez de Bartolome Moreno pregonero pu-
blico desta villa en presen<;ia de mucha gente siendo
a ello testigos Diego de Mesa Gon<;alo Alvarez y Garci
Vasquez vezinos desta dicha villa en fee de lo qual yo
Alonso Uzeda escrivano desta dicha villa firme aqui my
nombre y fize aqui mio signo a tal en testimonio de
verdad Alonso Uzeda escribano publico y del Cabildo
E despues de lo suso dicho en dos dias del mes. de ma-
posesion yo de mil quinientos y <;incuenta y ocho años el capi-
tan Jheronimo <;:urbano corregidor en esta dicha villa
de cañete por su magestad por virtud desta provision
de su exelencia desta otra parte conthenida estando en
la parte que se dize toma la grande · dixo que dava y
dio la possession de los terminos desta dicha villa se-
gund y como en la dicha provision se conthiene y pa-
ra mas firmeza tomo por la mano a la Justicia e Regi-
miento desta dicha villa conviene a saber a Juan Mar-
tin <;:aco y miguel Gon<;alez bravo alcaldes hordinarios.
y a cristoval de aguilar y luis perez y jorge Fernandez
y Juan de Vargas Regidores y los metio en la posse-
ssion propiedad y señorio de los dichos. terminos se-
gund que en tal caso de derecho se Requiere los qua-
les dichos alcaldes e Regidores en señal de possession
entraron y se pasearon por los dichos termino s y para
mas abundamiento hizieron y pusieron en presen<;ia
del dicho corregidor un mojon de piedra alto del suelo
que divide los termino s. desta villa con el valle de Oqui-
lla en el camino Real que va desta villa a la cibdad de
los reyes en la parte que se dize toma la grande don-
de esta un <;ercado de piedra Redondo que es en medio
del camino que va de la fortaleza a A<;ia aviendo sido
primero ynformado de don Alonso Guarac [rotol la ca-
GUARCO y LUNAGUANX
199

3r <;:ique prin/ / cipal deste valle del guarco y de don tho-


mas su principal y don juan caruatanta y llactamala
yndios antiguos naturales del dicho valle de oquilla y
otro mojon por baxo del pueblo de pocto junto a un pa-
redon y a la baxada antigua que divide los terminos y
limites deste valle y de los yndios yauyos siendo pre-
sentes los dichos yndios y otro mojan en el camino que
va desta villa al valle de lunaguana en la parte que es
a la baxada de la cuesta junto al rio que divide los. ter-
minos desta villa e valle de los de lunaguana y de la
otra parte del Rio otro mojon en la parte que se dize
palo que divide los dichos terminos de lunaguanas con
este valle que es un pueblo de yndios que esta junto
a un <;:erro de la otra parte del Rio y otro encima de las
tierras de labor en la parte que se dize pinta y otro en
lo alto del arenal que esta en la subida del camino que
va de esta villa al valle de chincha de la otra parte del
Rio y otro a lo ultimo del dicho valle y arenal que cae
sobre la mar en<;:ima de los tambos de locos todo lo
qual hizieron sin auer persona que ende fuese que lo
contradixese y lo pidieron por testimonio siendo pre-
sentes a todo ello por testigos los dichos indios y do-
mingo moyo y domingo paico naturales del valle de lu-
naguana y tomas yalli y domingo quispe yndios natura-
les del valle de chincha que lo señalaron y dividieron
siendo dello testigos a todo lo que dicho es goncalo
alvarez y francisco martin y alonso gutierrez de esqui-
vel y miguel diaz vezinos desta dicha villa Juan Fer-
nandez Residente en la fortaleza de esta villa y el di-
cho Jheronimo de <;urbano lo mando dar por testimo-
nio y firmado de su nombre Jheronimo de <;urbano pa-
sso ante my alonso Uzeda escribano publico y del ca-
bildo Fecho y sacado corregido y concertado fize este
traslado de la dicha provission original con los abtos.
que estan a las espaldas della por mi alonso Uzeda es-
cribano publico y del cabildo en esta villa de cañete
destos Reynos del Piru en quatro dias del mes (subra-
yado) de abril año del señor de mill y quinientos e se-
senta y dos años es a cierto y verdadero y corregido
con el y de pedimiento de Martin Lopez Salguero pro-
curador del con<;:ejo desta villa y de mandato de la jus-
ti<;:ia y Regidores della se saco siendo presente a lo
ver sacar y corregir en el original luys de medina e
3v alonso Gar<;:iall y andres de Bae<;:a vezino desta dicha
Villa de Cañete y en fe dello lo fyrme de mi nombre e
fize a mio signo a tal en testimonio de verdad.
Alonso Uzeda escribano
publico y elel cabildo

4r provision en que hace el marques Villa de Cañete y le


da juridicion.
200 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

Este es un treslado bien y fielmente sacado de una car-


ta y Provision firmada del marques de Cañete visorrey
que fue des tos Reynos del Piru Refrendada de pedro
de avendaño secretario con <;:iertos testimonios que es-
tan a las espaldas della que el thenor de lo qual uno en
pos de otro es el que se sigue ..........................._ ........... .
Don Hurtado de mendo<;:a marques de cañete guarda
mayor de la <;:ibdad de cuenca visorrey e capitan gene-
ral destos Reynos y provincias del piru por su mages-
tad es por quanto por lo que convenia a la población
e noble<;:imiento destos dichos Reynos por mi horden
Jheronimo <;:urbano =alcayde de la fortaleza del guar-
co fundo e poblo en el valle del guarco un pueblo de
españoles que se intitula e nombra la villa de cañete
por sitio e comarca suficiente para ello en el qual se
han auezindado algunas personas honrradas que an
servido a su magestad en estos dichos Reynos como
buenos vasallos suyos e por parte del cabildo justicia
e Regidores e vezinos de la dicha villa me ha sido pe-
dido y suplicado que atento lo suso dicho e que es nue-
vamente fundada e porque otras personas se afi<;:ionen
e vengan a poblar e perpetuarse en ella hiciesse mer-
ced a la dicha villa para agora y para siempre jamas
de dalle titulo e provision de villa con juridicion de jus-
ti<;:ia civil y criminal e que pueda hordenar y proveer
lo que a la Republica della e de su jurisdi<;:ion conven-
ga y execu<;:ion de ordenan<;:as con horca pendon y cu-
chillo e las demas gra<;:ias preheminen<;:ias mer<;:edes
franquezas e libertades e inmunidades e otras cosas
que semejantes villas y las demas cibdades de su ma-
gestad destos dichos Reynos del Peru al presente an e
tienen e gozan e deven e pueden gozar para que pue-
dan gozar y usar e aprovecharse dellas y de cada una
dellas como si della fueran con<;:edidas e por mi visto
y considerado lo suso dicho de el presente por el cual
en nombre de su magestad y por virtud de sus Reales
poderes que para ello tengo con<;:edo e hago merced al
dicho pueblo de españoles que esta fundado e poblado
el dicho valle del guarco cabildo justi<;:ia e Regimiento
de hazerla como al presente la hago villa de su mages-
tad e la nombro e yntitulo Villa de Cañete con jurisdi<;:ion
de justicia civil y criminal e proveymientos y execu<;:ion
de ordenan<;:as y otras cosas que en ella y en sus ter-
minos e jurisdi<;:ion oviere y se ofre<;:iere tocantes al
bien e proveymiento y administra<;:ion y execu<;:ion de
justi<;:ia e bien e buen tratamiento e conserva<;:ion de
los/
4v De los naturales della con horca pendon y cuchillo pa-
ra que de aqui adelante e para siempre jamas se inti-
tule e nombre en todas las cosas nego<;:ios e autos e
escripturas que se hizieron en la Villa de Cañete e aya
y gose de todas las gracias preheminencias mer<;:edes
TRUJILLO EN EL XVII: UN MANUSCRITO IGNORADO

JOSÉ DURAND

EN 1966 LLEGÓ a mis manos un curioso libro manusclito e inédito del maes-
tro don Luis Joseph de Castro Domonte, limeño, cuyo nombre no aparece en
las bibliografías peruanas o extranjeras de impresos: ni en José TOlibio Me-
dina, ni en la Biblioteca de Mariano Felipe Paz-Soldán, ni en Val-gas U gar-
te, ni en la segunda edición del Palau, etc. Se trata de la Vida de'D. CarGÍa
d'Toledo Bracamonte Natural de la Ciudad de Truxillo del Peru, fechada
"En Truxillo año d'170S". El tema es hagiográfico, pero el virtuoso Val-ón
fue un seglar de linajudos apellidos. Si los trujillanos tienen fama de parti-
cular orgullo nobiliario, don GarcÍa figura por sus padres en la más rancia
aristocracia. Fue además regidor del cabildo. Los tres primeros capítulos de
la Vida traen noticias de la ciudad: aquí se reproducen. Aunque breves, son
una antigua relación de historia trujillana, bien anterior a Feijóo de Sosa,
Martínez Companón o Lecuanda, todos ellos del XVIII tardío.! Sólo antece-
de a nuestro autor un importante fragmento anónimo escrito hacia 1604. El
librillo de Castro Domonte, criollo ligado al mundo norteño, trata mayormen-
te de hechos ocunidos en el XVII. Tanta es la falta de historias peruanas

1. Cf. Miguel Feijóo de Sosa, Relación descriptiva de la Ciudad y Provincia de Tm-


xillo del Perú, Madrid, 1763. Sobre el célebre obispo Martínez Compañón y la monumen-
tal obra que emprendió con diversos colaboradores, cf. Rubén Vargas Ugarte, S. J., TI'es
figuras señeras del episcopado americano, Lim:a, 1966; tiene anteriores trabajos sobre el
tema; cf. asimismo José Manuel Pérez Ayala, BaltazaT Jaime Martínez Compañón y Bu¡anda,
Bogotá, 1955. La gran colección de acuarelas que el prelado mandó hacer y se halla
en la Biblioteca de Palacio ha empezado a publicarse en edición de gran lujo, en Ma-
drid, no la he visto aún, pero sí los originales. Es bien conocida la selección de JesÚ:>
Domínguez Bordona, Tru¡illo del Perú a fines del siglo XVIII. Dibu¡os y acum'elas que
mandó hacer el obispo D. BaltasaT Jaime Martínez Compañón, Madrid, 1936; el texto
,correspondiente se supone en Bogotá, aunque Pérez Ayala lo niega. Don Manuel Gon-
zález de la Rosa recibió en 1868 copia de un fragmento, que publicó en su "Reseña
biográfica de los obispos de Trujillo", Revista Pemana, Lima, 1879, vol. II, págs. 523-534
y 567-572; Y vol. III, págs. 16-27. Dicha copia procede de "los libros capitulares" del
202- REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

cabildo desta dicha villa fuy presente a todo lo que di-


cho es e por ende fize aqui este mio signo a tal en tes-
timonio de verdad alonso uzeda escrivano publico y del
cabildo ba testado o diz<;inquenta pase
Fecho y sacado corregido y con<;ertado fise este tras-
lado de la dicha provision original con los abtos que
estan a las espaldas de11a por mi alonso uzeda escriba-
no publico y del cabildo en esta villa de cañete des tos
Reynos del piru en quatro dias del mes de abril año
del señor de mill y quinientos e sesenta y dos años e
va <;ierto y verdadero y corregido con el y de pedimien-
to de Martin Lopez Salguero procurador del concejo
desta villa y de mandato de la justicia y regidores della
se saco siendo presentes a lo ver sacar y corregir con
el original. luys de medina y alonso Garc;ia y andres de
bae<;a vezinos desta dicha villa de cañete y en fee de-
110 lo fyrme de mi nombre e fize aqui mio signo a tal tes-
timonio de verdad

[signo]
alonso uzeda escribano
publico y del cabildo.
GUARCO y LUNAGUANA 203

Apéndice 2

Archivo General de Indias


Patronato 119 -Ramo 1
Tasa de los Repartimientos de Lunaguaná, año 1590
Otorgamiento de encomienda de Francisco Pizarro a Diego de Agüero.
Tasa( !Toledana del repartimiento de Lunaguaná
(Transcripción de Ámalia Castelli)

TASA DE LOS REPARTIMIENTOS DE LUNAGUANÁ

-El capitan Diego de Aguero vezino desta<;:iudad de


los Reyes digo que yo tengo ne<;:esidad de un treslado
autori<;:ado de la ultima retasa que Vuestra Señoria des-
pacho de los tributos que los yndios del repartimiento
de Lunahuana de mi encomienda an de pagar........ ....... .
-Á Vuestra Señoria suplico mande que el secretario
de la governa<;:ion me de un tres lado de ella autori<;:a-
do para en guarda de mi derecho y en ello res<;:ibiere
b ien y ........ ........ ........ ............ ................ ............ ._..... .
Diego de Aguero .................... ........................ ........ ... .
-En los Reyes en diez e nueve de henero de myl
quinientos e noventa e tres años se preveyo a esta pe-
ti<;:ion lo siguientes- que le de el testimonio que pide
de Navamuel .... .... ............. _. .... .... .... .... .... ........... .
-En cumplimiento de lo. que yo Alvaro Ruiz de Nava-
muel escrivano mayor de la governacion des tos reynos
e provincias del Peru hize sacar e saque este traslado
de la retasa ultima fecha por su secretario. señor don
Gar<;:ia Hurtado de Mendo<;:a Visorrey go.vernador y ca-
pitan general des tos dichos reynos ................ ........... .
-Del repartimiento de Lunaguana de la encomienda
del capitan Diego. de Aguero vezino. desta ciudad que
su thenor es como se sigue .... .... .... .... .... .... .... .... ....... .
"-Don Garcia por quanto el capitán Diego de Aguero.
vezino desta <;:iudad de los Reyes me hizo. rela<;:ion que
los yndio.s del repartimiento de Lunaguana de su enca-
. mienda a causa de la pestilen<;:ia general de viruelas
y sarampion que tuvo en este reino avran pade<;:ido
gran ne<;:esidad y mucha mortandad el tributo de los
quales y servicios personales a que devian acudir car-
s/n gava sobre los quales/ / actualmente avian quedado en
el dicho repartimiento de lo. qual les r esultava mucho
travajo y dano en sus personas y para que fuese ne<;:e-
sidad dello me pidio y suplico los mandase revisitar y
para ello cometerlo a una persona de confianza para
204 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

que la hiziesse cO'n brevedad atento a que Valaguer de


Alzedo corregidor que a la sazon hera de aquel parti-
do estava muy ocupado en otros nego<;:ios de su ofi<;:io
y no podria acudir a ello y por mi visto lo suso c!icho
mande dar y di mi provision de revisita cometida a
Fran<;:isco de Soto vezino de la villa de Cañete para
que hiziese la dicha revisita con <;:ita<;:ion del dicho en-
comendero que su fecha es en esta <;:iudad de los Re-
yes en veynte e O'cho dias del mes de Agosto del año
proximo pasado de mil y quinientos y noventa y en su
cumplimiento aviendo fecho las diligen<;:ias que se le
ordenaron y mandaron por ella y <;:itado al dicho enco-
mendero y a las partes de los dichos yndios hizo la re-
visita y numera<;:ión de los yndios del dicho reparti-
miento y aviendose traydo y p r esentado ante mi mande
que . Luis Morales Figueroa hiziese la quenta y _resu-
men dellos y por ella pare<;:io aver los yndios tributa-
rios y personas siguientes __________ ................................ .
tributarios -Primeramente se hallaron en el dicho repartimiento
quatro<;:ientos y setenta y quatrO' yndios tributarios de
hedad de diez y ocho hasta <;:inquenta años utiles pa-
s/n ra pagar tasa/ / de los quales se sacan y reservan
<;:inco para ca<;:iques que nO' an de pagar y los qua-
tro <;:ientos y sesenta y nueve tributarios restantes an
de pagar de tributo en cada un año fecha la quenta ra-
ta por cantidad conforme a la tassa del Virrey don Fran-
visco Toledo y a lo, por mi proveydo lo que adelante
yra declarado .... ... .... .... .... .... .... .... .... .... ....
viejos -Yten noventa y seis yndios viejos y inutiles de he-
dad de mas de <;:incuenta años que no an de pagar
tasa .......................................... .
mo<;:os -Yten trezientos y setenta y dos- mo<;:os de hedad de
diez y siete años para abajo que no an de pagar tasa ....
-Yten nove<;:ientas y setenta y tres mugeres de todas
hedades y estados que no an de pagar tasa ............ ... .
-Que son por todos los yndios e yndias que se halla-
ron en el dicho repartimiento de Lunaguana en mil y
nove<;:ientas y quinze personas como por la dicha revi-
sita pare<;:io que ante mi se presento comO' dicho es y
por que Antonio de Heredia pro tetar general de los na-
turales des te reyno me a pedido y suplicado que pues
constava la diminucion en que los dichos yndios avian
venido mandase hazer la quenta y rretasa del tributo
que avian de pagar los que actualmente avra en el di-
s/n cho repartimiento y por que mi visto lo suso dicho/ / di-
cho y aviendo cotejado la dicha revisita con la fecha mcmxv
pO'r Gaspar de Arrieta por orden y comision del senor
conde del Villar mi ante<;:esor de los yndios del dicho
repartimiento y que por ella pare<;:en que heran qui-
nientos y noventa yndios tributarios y son aora qua-
tro<;:ientos y sesenta y nueve sin los que se reservan
GUARCO y LUNAGUANA 205

para ca<;iques como dicho es y que por ella pare<;e


an venido en diminu<;ion y faltan dellos <;iento veimte y
un yndios tributarios y para que los al presente ay pa-
guen el tributo y tasa que justamente deven al dicho
su encomendero acorde de dar y di la presente por la
qual ordeno y mando que los dichos yndios de Luna-
guana paguen la dicha tasa en la forma y manera si-
guiente ___________________ _ ________ ____________ ___________ _
plata -Primeramente an de pagar en cada un año los di-
cho quatro <;ientos y senta(SIC) Y nueve yndios tributa-
rios un mil y trezientos y noventa y dos pesos dos tomi-
nes nueve granos de plata enssayada y marcada que
sale cada yndio a dos pesos siete tomines nueve gra-
nos de la dicha plata en lugar de tres pesos en ques-
tan tasados por el dicho visorey don Fran<;isco de To-
ledo y por que los tres granos restantes se le hazen
buenos a cada yndios tributario en virtud del auto del
s/n residuo del visorrey don Martin Enrriquez/ / ___ _ ____ ____ ___ _
-Ansi mismo an de pagar duzientas y treinta y quatro
pie<;as de ropa y media de ropa de algo don ombre y
muger por mitad del tamaño color y hechura que la an
acostumbrado a pagar que tassada y moderada cada
pie<;a a dos pesos y tres tomines ensayados montan
quinientos y <;incuenta y seis pesos siete tomines seis
granos de la dicha plata ______ .. __________ .. .... .. _. .... ... _ _____ __
o

- Yten deveran pagar los dichos yndios seis<;ientas y


quarenta y una fanegadas tres almudes de trigo y maiz
por mitad hecha la quenta rata por cantidad conforme
a la tasa del dicho Vissorey don Fran<;isco de Toledo
que tassa de cada fanegada a quatro tomines ensaya-
dos montan trezientos y beynte pesos <;inco tomines
de la dicha plata atento a que por la revisita y pare<;er
del visitador consta que los dichos yndios no tienen
tierras en que poder sembrar en su lugar pagaran de
aqui delante los dichos yndios otras <;iento y treynta y
<;inco pieps de ropa de algodon por el orden contado
en la partida antes desta que tasa de cada pie<;a a dos
pesos y tres tomines enssayados montan los dichos
tre<;ientos y veynte pesos <;inco tomines y si en algun
tiempo los dichos yndios quisieren pagar el trigo y
s/n maiz y no la ropa contenida en esta/ / partida lo podran
hazer en todo o en parte y sea a su escoger y lo que
en ella contenido quisieren pagar _____ ... ._______ .__ ...._____ ___ _
-Ansi mismo an de pagar quatro<;ientos y ochenta y
tres aves y media de castilla machos y hembras por mi-
tad puestas en sus pueblos que tasada y moderada
cada una a un tomin ensayados montan sesenta pe-
sos tres tomines seis granos de la dicha plata .... ....
- Que pare<;e que suma y monta el tributo que an de
pagar en cada un año todos los dichos yndios en la
plata y espe<;ies que se ha declarado dos mile y tre-
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
206
Ojo monta ciento y treinta pesos dos tomines nueve granos ensa-
todo lo yados que sale cada yndio a quatro pesos siete to-
que los mines nueve granos ensayados en lugar de c;:inco pe-
yndios an sos en questan tassados por el dicho visorrey don
de pagar Franc;:isco de Toledo por que los tres granos restantes
2300 pesos se an fecho bueno a los dichos yndios en virtud del au-
2 tomines to del residuo como es trato en el primer capitulo de
9 granos la retasa de los quales dichos pesos se saca para las
netos costas lo siguiente ______________ :____________________________________ _
LO QUE SE SACA PARA LAS COSTAS
-Primeramente se saca se setec;:ientos pesos ensaya-
dos para la do trina de los dichos yndios que los an de
ayer dos sac;:erdotes de la horden de San Pedro que
s/n: los an de tener a cargo de los que les a de ayer / / los
quatroc;:ientos pesos el sac;:erdote que a de do trinar
los yndios del pueblo de Santiago de Lunaguana y los
trec;:ientos pesos restantes los a de ayer el sac;:erdote
que a de dotrinar los yndios de los pueblos de San Fran-
c;:isco de Pacaran y San Xristoval de Pacamara de mas
de otros ochenta y siete pesos ensayados que le es-
tan seüalados por la dotrina que a de ser obligado a
hazer a los yndios Mancos y Laraos que estan tres le-
guas del dicho pueblo de Pacaran que estan seüala-
dos por anejos los quales dichos setec;:ientos pesos en-
sayados los an de ayer en plata los dichos sac;:erdotes
como se ha declarado y si huviere algunas chacaras
estanc;:ias heredades en aquella comarca que puedan
ser doctrinadas con los yndios deste repartimiento los
repartiran entre si los dichos sac;:erdotes y por el tra-
bajo que a de tener se les an de dar otros 'c;:ien pesos
mas de los dichos salarios por los dueüos de las di-
chas heredades c;:inquenta pesos a cada uno que es lo
que se refiere en la dicha tassa del dicho visorrey don
Franc;:isco de Toledo ___________________________________________________ _
-Yten se sacan treynta y tres pesos ensayados para
la fabrila (SIC) de las Yglesias del dicho repartimien-
s/n to/ / ___________________ _

-Ansy mismo se sacan duzientos y quarenta pesos


ensayados para las en lugar de duzientos yc;:in-
quenta y quatro pesos 'c;:inco tomines tres granos que
les pertenec;:e prorrata de los quatroc;:ientos pesos que
para el dicho efeto estan seüalados por la tasa del di-
cho visorrey da Franc;:isco de Toledo porque los cator-
ze pesos cinco tomines tres granos enssayados restan-
Ojo monta tes se les han hecho buenos ' a los dichos yndios en
lo que se virtud del auto resuduo y por ellos tres granos ensa-
saca de yados a cada yndios tributario como se trato en el pri-
los 2330 mer capitulo desta rebaja ___________________________________________ _
pesos 2 -Yten se sacan sesenta y tres, pesos ensayados pa-
tomines 9 ra el sustento y salario de los cac;:iques que los an de
granos ayer los treynta y dos pesos el cac;:ique princ;:ipal de to-
GUARCO y LUNAGUANA 207

para los do el repartimiento y siete pesos y seis tomines cada


gastos que de los quatro cac;iques de guarangas contenidos en la
se h azen tasa del dicho visorrey don Franc;isco de Toledo a los
con los que subc;edieren en los dichos cac;icazgos que parec;e
indios 1036 ser que suma y monta lo que se saca para las dichas
pesos cossas como se a declarado un mil y treynta y seis pe-
ensayados sos ensayados que descontados de los dos mil y tre-
c;ientos y treynta pesos dos tomines nueve granos de
s /n la gruesa desta re/ /taza restan y quedan para el dicho
encomendero libres de las costas della un mil y du-
Ojo de zientos y noventa y quatro pesos dos tomines nueve
manera granos ensayados. que los a de aver en cada un ano
que restan los trezientos y c;inquenta y seis pesos dos tomines
para el nueve granos EN PLATA Y LOS NOVECIENTOS Y 22 estan
encomen- TREYNTA y OCHO PESOS en trezientas y sesenta y para el
dero Diego nueve pieC;as y media de ropa de algo don y quatro encomen-
de Aguero c;ientas y ochenta y tres aves que a los prec;ios de es- dero
1294 pesos ta retasa monta lo dicho y por quanto Pedro Velaguer mccxClV
2 tomines de Salzedo corregidor que a sido de los dichos yndios
9 granos me a hecho relac;ion diziendo quel año passado de mil
ensayados y quinientos y noventa hizo hazer una sementera de
lo qual comunidad quatro leguas del valle de Lunaguana en
solia haber que se cojera cantidad de trigo y maiz suficiente para
mucha mas poder pagar los dichos yndios sus tributos hasta el dia
cantidad de San Joan de Junio deste presente año de noventa
por y uno se declara por mi que hasta el dicho dia San
enferme da- Joan de noventa y uno an de pagar los dichos yndios
des y muer- sus tributos en plata ropa trigo maiz y aves que sea de-
tes y nesc;e- clarado y desde/ / el dicho dia de San Joan de noventa
C;idades y uno en adelante en lugar del dicho trigo y maiz an de
de los pagar como se a dicho los dichos yndios las c;iento y
yndios de treinta y C;Ínco piec;as de ropa de algodon que se de-
lunaguana clararon en el terc;ero capitulo que trata de las espe-
venido a c;ies de sta retasa .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... ....
disminuir- -Ansy mismo a de pagar cada yndio tributario un to-
se y no ser min ensayado para el ospital del dicho repartimiento
mas en cada un año .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... ....
cantidad Todo lo qual que dicho es an de pagar de tributo los
de los yndios del dicho repartimiento de Lunaguana al dicho
pesos su encomendero en cada un año de seis en seis me-
arriba ses la mitad por la orden y forma contenida en la tassa
dichos. del dicho visorey don Franc;isco de Toledo y en todo lo
questa retasa no es contraria a la dicha tassa se guar-
dara y cumplira sin exeder della en cossa alguna en
el ynter que por su Magestad o por mi en su r eal nom-
bre o por los viso reyes. y governadores que por tiempo
s/n fueren deste reyno otra cosa no se puc;yere/ / y mando
al corregidor que al presente es o adelante fuere del
dicho repartimiento o quales quier justic;ia de su
Magestad deste reyno lo hagan asi guardar y cumplir
sin yr ni venir contra ello ni parte alguna dello en ma-
nera alguna y haran que esta mi provision y retasa se
notifique al dicho encomendero y a los yndios para
208 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

que cada uno dellos sepan lo que an de guardar y


cumplir y se ponga la notifica<;ion a las espaldas della
y se de a cada uno dellos un traslado para que con-
forme a el paguen y cobren la dicha tassa y no lo pue-
dan hazer de otra manera la qual se ha de cobrar por
el orden contenido en esta retasa y a de comen<;ar a
correr y corre desde el dia de Navidad del año pasado
de mil quinientos y ochenta y nueve que es quando em-
pe<;o en los dichos pueblos el mal general de virue-
las y sarampion que huvo en este reyno el dicho año
en manera quel primer tributo que por ella se a de co,
brar a de ser el que se cumplio por el dia de San J oan
de Junio del años proximo passado de noventa y si el
dicho encomendero huviere cobrado de los dichos yn-
s/n dios mas tributo del que aqui se a referido/ / el dicho
corregidor hara que se les buelva y restituya o se les
desquente del primer tributo y huvieren de pagar y lo
questo montare lo repartira entre los yndios tributarios
vivos y entre los herederos de los yndios tributarios di-
funtos de quien se huviere cobrado la tal demasia y no
teniendo los dichos yndios difuntos herederos algunos
lo dara al ospital del dicho r epartimiento y si huvieren
pagado menos al dicho encomendero conforme a esta
dicha retasa lo cobrara dellos y la enterara y acudira
con ello a quien conforme a derecho pertene<;iere y lo
huviere de aver conforme a ella y los unos y los otros
no dexen de lo ansi cumplir por alguna manera so pe-
na de mil pesos de oro para la camara de su Mages-
tad fecha en la <;iudad de los Reyes a quatro di as del
mes de mar<;o de mill y quinientos y noventa y un anos
don Gar<;ia por mandado del Alvaro Ruiz de NavamueL __
Segun que lo suso dicho consta y parece por el regis-
tro de la dicha retasa quen mi poder queda a que me
refiero y para que dello conste de pedimiento del di-
cho capitan Diego de Aguero di el presente en la <;iu-
s/n dad de los Reyes a veynte dias del mes de henero/ / de
mill e quinientos y noventa y tres anos siendo testigos
a lo ber corregir y con<;ertar Diego Fernan de Laerta-
no y Martin de Ybarra y Joan Montero residentes en es-
ta <;iudad va testadO' dichos y entre y <;inco con-
forme a ella y sobre raydo vezino e fize aqui mi signo
en testimonio de verdad Alvaro Ruiz de Navamuel
s/ n (FIRMA Y SELLA) / / _______ ___ __ ________ ____ _______ __ __ _ _____ ___ __ __

Dicho Marques don Fran<;isco Pizarro con don Pedro


de Alvarado quando bino a la Nueva Espana con el so-
corro con la qual se sospecho que huviera rompimien-
to y fue el que mas riesgo con ello corrio por cuya
causa e por lo mucho que sirvio al dicho Marques le
nombro por capitan de su Magestad y con el dicho car-
go sirbio en todas las conquistas pobla<;iones y de-
mas cosas que se ofre<;ieron hasta questos dichos rey-
nos se pudieron debaxo del serbi<;io y obedien<;ia de
GUARCO y LUNAGUANA 209

su Magestad e que fue uno de los que mas en ella tra-


bajaron mediante lo qual estando el dicho Diego de
Aguero su padre ausente del dicho Marques y sirbien-
Primera do el dicho marques y gobernador en el primer reparti-
encomien- miento que hizo en esta tierra que fue en el dicho va-
da que lle de Xauxa le senalo en alguna gratificac;ion de lo
hi<;o el que havia serbido el repartimiento de Lunaguana y a
comenda- otros yndios de que le dio c;edula antel tenor de la
dor qual es esta que se sigue = El comendador Franc;isco
F~anc;isco Pizarro adelantado lugarteniente capitan general y go-
Pizarro bernador por su Magestad des tos reynos de la Nueba
ano 34 Castilla por quanto vos Diego de Aguero aveys servido
en estos reinos a su Magestad e teneys boluntad de le
serbir e permanesc;er en ellos y con tal yntenc;ion Pe-
dro Sancho os asento en buestro nombre por bec;ino
en esta c;iudad y como a tal vezino os ffueron por mi
depositados yndios segun paresc;e por un partida
s/ n questa asentada en el libro del deposito/ / su tenor de
la qual es esta que se sigue = A Diego de Aguero se
le depossita en la costa de la mar quatro dias desta
c;iudad el cac;ique Lunaguanay y el princ;ipal tula ques-
tan en un pueblo que se dic;e Limas con todos sus yn- Partida
dios en princ;ipales y mas asi deposito allende de los yn- del libro
dios al cac;ique ques en la dicha partida arriba conte- de los
nida el princ;ipal LLaquipa que reside en las minas y depositos
otro princ;ipal llamado Allaupa señor natural del pue- por don-
blo de Mullibamba que son mitimaes y sujetos del di- de el
cho cac;ique Lunaguanay el qual dicho deposito ago comenda-
conforme a los autos questan en el libro del deposito dor don
para que dellos os sirbays en buestras hac;iendas y Franc;is-
labranzas minas e granxerias la para todo ellos vos co Pic;a-
doy lic;enc;ia poder e facultad hasta tanto que se hac;e rro enco-
el repartimiento general e yo probea otra cosa que mendo
seays obligado a los dotrinar y ensenar en las cosas en Diego
de nuestra santa fee catolica e a las hac;er buen tra- de Ague-
tamiento e a cumplir las hordenanzas que para su bien ro los
y pro se hic;ieren y a lo que por mi c;erca dello esta yndios
mandado y se mandare de aqui delante fecho en la
c;iudad de Xauxa a c;inco dias del mes de noviembre 5 de
de mill e quinientos y treynta a quatro anos Franc;isco enero de
Pizarro por mandado de su señoria Pedro Sancho Por 1534
s/ n birtud de la qual los tubo e poseyo/ / asta que murio y
que muerto el dicho marques sirbio el dicho su padre
a su Magestad en lo que se ofrec;io en lo requentos
ebatallas que se ofrec;ieron e particularmente en la que
en Chupas se dio a don Diego de Almagro el mozo don-
de fue uno de los que mas se senalaron y entendido
por su Magestad lo suso dicho le hizo merced de le
nombrar por su Alferez General en esta tierra y le man-
do dar probision real dello y sirbio el dicho cargo has-
ta que murio y que muerto el dicho su padre y quedan-
do el pequeño sirbio tambien con su hac;ienda en el
castigo de Gonc;alo Pizarro dando caballos armas es-
210 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

cuderos que sirbiesen en la guerra como sirbieron has-


ta que fue desbaratado preso y muerto y demas desto
el dicho Gonzalo Pizarro por el tener mala boluntad
por razon de lo suso dicho le hizo todo el dano que pu-
do e tomo e hizo tomar en caballos yeguas y dineros
mas de beynte mill pesos y entendido lo suso dicho
por el presidente Gasca le encomenco los dichos yn-
dios por bia de susc;:ec;:ion y dio c;:edula de la encomien-
da dellos el tenor de la qual es esta que sigue yo el li-
Encomien- c;:enc;:iado Pedro de La Gasca del Consejo de su Ma-
da del gestad de la sante y general Ynquisic;:ion y su presi-
lic;:enc;:iado dente en estos reynos e probinc;:ias del Peru e por
Pedro de quanto por parte de vos Diego de Aguero y de dona
La Gasca Luisa de Laray su legitima muger diffuntos vezinos que
fueran desta c;:iudad de los Reyes me a sido echa rela-
s/n c;:ion dic;:iendo quel dicho Diego/ /de Aguero buestro
padre al tiempo que fallec;:io desta presente bida de-
xo c;:iertos cac;:iques e yndios en terminas desta dicha
c;:iudad que le fueron encomendados como a primer
conquistador por el Marques don Franc;:isco Pizarra de
buena memoria governador que fue des tos reynos los
quales son en el valle de Lunaguana por cuya causa e
por lo dispuesto e mandado por su Magestad por su
Real probision los dichos cac;:iques e. yndios que ansi
el dicho vuestro padre tubo e poseyo en su vida los
aveis tenido e posseydo por pertenesc;:er como os per-
tenesc;:ian como a tal hijo legitimo del dicho capitan
Diego de Aguero y me fue pedido que en nombre de su
Magestad os los encomendase y diese c;:edula de.Ilos
e por mi bisto lo suso dicho y atento que soy ynforma-
do que soys hijo legitimo de el dicho capitan Diego de
Aguero y de la dicha dona Luisa de Laray su legitima
muger el qual fue uno de los primeros conquistadores
destos reinos por la presente en nombre de su Mages-
tad e por birtud del poder que para ello tengo que por
su notoriedad no ba aqui ynserto y confformandome
con su real probision que habla como an de heredar
Encomien- los hijos legitimas de legitimo matrimonio nasc;:idos los
daselos yndios que sus padres tenian encomendo en vos el di-
cho Diego de Aguero hijo legitimo del dicho capitan
s/n Diego de Aguero difunto/ / en terminas desta dicha c;:iu-
dad todos los cac;:iques y princ;:ipales e yndios e pue-
blos y tierras a ellos sujetos e pertenesc;:ientes quel di-
cho buestro padre tubo e posseyo y dexo al tiempo de
su fin y muerte para que os sirbays de ellos segun y
de la forma y manera quel dicho buestro padre se sir-
bio en su bida y conforme a los mandamientos y hor-
denanzas reales de su Magestad y con que los dotri-
neys y enseneys en las cossas de nuestra santa fe ca-
tolica y .que no les saqueys ni llebeys mas tributos de
aquellos que buenamente y sin execuc;:ion pudieran
dar con aprec;:ebimiento que si en esto esc;:edieredes
de mas de ser penado por ello se rec;:ibiera en quenta
GUARCO y LUNAGUANA
211

e parte de pago de pago de lo en que fueren tassados


los dichos yndios y ansi mismo os encargo que por-
que a causa de las altera¡;:iones acae¡;:idas en estos
reinos los naturales dellos estan fatigados y faltos de
comida y si agora no fuesen relebados y se les diese
lugar para que sembrasen pere¡;:erian ellos e vos no
podriades aber ningun probecho los encargo e mu-
cho encomiendo que por el presente lo sobrellebeys
en tanto que se reforman en todo lo qual vos encargo
la con¡;:ien¡;:ia y descargo la de su Magestad y mia que
en su real nombre os los encomiendo y mando a qua-
les quier justi¡;:ias de su Magestad ansi desta dicha ¡;:iu-
dad como de todas las otras ¡;:iudades y villas e luga-
s/n res!! destorsa reynos que pongan en la possesion de
los ca¡;:iques e prin¡;:ipales yndios del dicho reparti-
miento a bos el dicho Diego de Aguero y a vuestro tu-
tor e curador en buestro nombre y en ella os amparen
e deffiendan so pena de de cada dos mill pesos de oro
para la Camara de su Magestad fecha en los Reyes a
diez y nuebe de Agosto de mill e quinientos e quaren- 19 de
ta e nuebe anos el li¡;:en¡;:iado Gasca por mandado de agosto de
su senoria Simon de Alzate en birtud de la qual y por 1549
fin y muerte del dicho su padre los a tenido e possey-
Nueba do y tiene y possee y que ansi mismo despues de lo su-
encomien- so dicho el y J eronimo de Silva su curador en su nom-
da del bre a serbido a su Magestad en todo lo que se a ofre-
ma¡;ques cido probeyendo su ha¡;:ienda bastante de lo nes¡;:esa-
de cañete rio e particularmente para el castigo de Fran¡;:isco Her-
nandez que probeyo quatro hombres de a caballo con Serbicios
todas sus armas y balio lo que a cada uno dio ocho del hijo
¡;:ientos pesos y todo y todo el tiempo que duro ha¡;:er Dieg0' de
la gente de guerra en esta ¡;:iudad para el dicho cas- Agueroy
tigo sustento en su casa ocho u diez soldados y sus enc0'mien-
caballos e servi¡;:ios por mas serbirse fue el dicho Die- da que
go de Aguero con el campo de su Magestad al asiento en el
de Lati donde se creyo dar batalla el dicho Fran¡;:isco hi¡;:o en
Hernandez quando bino al Cuzco e hizo plato a todos ma¡;ques
los soldados que a su al0'xamiento se llegaron y al di- de Cañe-
cho Ger0'nimo de Silba su tutor e curador com0' lo hi- te
¡;:ieron los demas ve¡;:inos y despues quel dicho campo
s/n fue en su seguimiento del dich0' Fran¡;:isco Hernandez!! -
-Este es un traslado bien y fielmente sacado de una
peti¡;:ion y autos a ella probeydos de la cuenta de lo
que suma y bale la tasa y tributo de los yndios de Lu-
naguana signado describan0' publico segun por ello
pares¡;:ia su tenor de lo qual es el siguiente _______________ _
-Muy poderoso senor el capitan Diego de Aguero di-
go que a mi derecho c0'nbiene que se me de un testi-
monio de lo que suma e bale la tasa y tributo de l0's
yndios de Lunaguana de mi encomienda y de c0'mo es-
ta mandado ha¡;:er mandado ha¡;:er rrebisita a pedimien-
to de los yndi0'S a Vuestra Alteza pido y suplico man-
de que se me de e pido justi¡;:ia a Juan de Santelises ___ _
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
212

-En lo Reyes a diez e ocho dias del mes de abril de


mill e quinientos e ochenta e nuebe anos ante los se-
nores presidente e oydores en audienc;ia publica pre-
sento esta petic;ion el contenido en ella .... .._. .._........ .
-E los dichos senores bista mandaron que se les de
Juan Gutierrez de Malina ........ ......... __ . .... ......... _... .... ._..
-En cumplimiento de lo qual yo Alvaro Ruiz de Nava-
muel escribano Mayor de Gobernac;ion Destos reynos
e probinc;ias del Piru hic;e sacar un traslado de la tasa
del repartimiento de Lunaguana del distrito desta C;iu-
dad de los Reyes questa en el libro de tasa quel birrey
don Franc;isco de Toledo hizo el ano de mill e quinien-
s/n tos y setenta y siete c;erca de los tributos que an/ / de
pagar los yndios de los repartimientos destas dichas
provinc;ias y a sus encomenderos y a otras cosas en
ellas contenidas su tenor de la qual es este que se sigue . .
-Tasa del repartimiento de Lunaguana .... ................
-Los yndios del repartimiento de Lunaguana que en
terminos y juridisc;ion desta c;iudad de los Reyes tie-
ne en encomienda Diego de Aguero suc;esor del capi-
tan Diego de Aguero su padre a quien los encomendo
el marques don Franc;isco Pizarro .................... ........ . __ .
tributarios -Paresc;e por la bisita que del dicho repartimiento hi-
zo don Juan de Bera OIguin que son setec;ientos qua-
renta yndios tributarios casados biudos y solteros de
hedad de diez y ocho asta c;inquenta anos hutiles pa-
ra pagar tasa .... .... .... .... .... .... .... _... .... .... .... .... ....
biejos -Yten ochenta y nuebe biejos e ympedidos de mas
hedad de c;inquenta anos que no an de pagar tasa
muchachos -Yten seys c;ientos e un moc;os y muchachos de
diez y siete anos para abaxo ._ .. ............ ...... _. ........ . __ .... .
mugeres -Yten mill ochoc;ientos y quarenta y seys mugeres de
s/n todas edades y estados/ / _................ _......................... .
personas -Que son por todas tres mill y du<;ientas y setenta y
seys personas .... .... .... .._. .... .... ._.. _... .... ....
-Los quales dichos yndios estaban antes poblados
en quatro pueblos en distanc;ia de tres leguas y los do-
trinaban dos sac;erdotes y quedan agora reduc;idos
en tres pueblos y los an de dotrinar dos sazerdotes ....
-Yten de los dichos setec;ientos y quarenta yndios
tributarios se sacan a ocho para cac;iques que no an
de pagar tassa y los demas an de pagar lo siguiente ....
plata -Los setec;ientos y treynta e dos yndios tributarios
que restan sacados los dichos ocho para cac;iques an
de pagar dos mill y c;iento y nobenta y seys pesos de
plata ensayada y marcada de valor cada un peso de
quatroc;ientos y c;inquenta marevidis que sale cada yn-
dios a razón de a tres . pessos de la dicha plata ._.. ....
GUARCO y LUNAGUANA 213

ropa - Yten an de pagar tre<;ientas y sesenta y seys piezas


de ropa de algodon a dos pesos y tres tomines de la
sin dicha plata montanll ocho<;ientos y sesenta e nuebe
pesos e dos tomines .... ........ ........ ............ ............ ....... .
maiz -Yten an de pagar quinientas fanegas de maiz pues-
tas en los dichos pueblos que a medio peso de la di-
cha plata montan di<;ientos y <;inquenta pes sos ....... .
aves - Yten an de pagar sete<;ientos <;inquenta y ocho VlllTIXCVlll
abes de castilla que a tomin de la dicha plata montan
n obenta y quatro pesos y seis tomines .... ............ ....... .
suma -Que parese que suma y monta toda la dicha tasa mmcxcvI
que los dichos yndios an de pagar en plata los dichos plata
dos mill y <;iento y nobenta y seys pes sos .... .... ........... .
- Yen la dicha ropa trigo e maiz y abes a los dichos mcdlxxlv
pre<;ios mill e quatro <;ientos y setenta y quatro pessos .... especies
- Que todo junto monta tres mill y seys<;ientos y se- mmmdclx
senta pes sos que sale cada yndios a razon de a <;in- todo
co pesos de la dicha plata ensayada y marcada .... ....
tomin de -Yten an de pagar cada yndios tributario en cada un
plata ano un tomin de la dicha plata ensayada para el ospi-
tal de su redu<;ion la qual dicha la an de pagar mitad
por San Juan y mitad por navidad de cada un ano y a
de comenzar a correr des del dia de San Juan de se-
senta y siete .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... ....
y la dicha tasa que los dichos yndios an de pagar se
ha de destribuir en la manera siguiente .... ........ ........... .
dotrina Primeramente se sacan para la dotrina de los di-
chos yndios en cada un ano de los dichos yndios dccc
ocho<;ientos pesos de la dicha plata los quales se an
de dar a los sa<;erdotes que an de dotrinar los dichos
yndios ............................ .................... ... .
fabrica Sacanse mas en cada un ano <;inquenta pesos para
la fabrica de las yglesias del dicho repartimiento
justicias -Yten se sacan cada un ano quatro <;ientos pessos cd
sin de la dicha plata para el salario de las justi<;ias dellfen-
sores e procuradores de los yndios ........ .... ................... .
caciques --Yten se sacan en cada un ano noventa y ocho pe-
sos de la dicha plat a para las costas e salarios de los
ca<;iques del dicho repartimiento .... ........ ........ ........... .
lo que - Por manera que suma monta lo que se saca para
saca los que dicho es en cada un ano miU e tre<;ientos y mcccxlviu
quarenta e ocho pesos los mill e du<;ientos y sesenta en plata
e quatro pesos en plata y los ochenta e quatro pesos
en trigo maiz y abes .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... ....
-Restan y .quedan de los dichos dos mill y <;iento y
noventa y seys pesos que los dichos yndios an de pa-
gar en la dicha plata nobe<;ientos y treynta y dos pe-
214 REVISTA DEL MUSEO. NACIONAL· XLIV

sos y de los dichos mill e quatro <;:ientos y sesenta y


quatro pesos que los dichos yndios an de pagar en las
dichas espe<;:ies restan mill y trezientos y ochenta pe-
ssos que todo lo que resta y queda al dicho encomen-
dero en plata y en las dichas espe<;:ies reducidas a
s/n plata son dos mill y tres<;:ientos y do<;:e pesos de la/ /
dicha plata ensayada y marcada liquidos y libres de mmcccXll
las costas desta tasa .... .... .... .... .... .... .... ........ ........ ... . todo
-Fechas los Reyes a veinte y quatro dias del mes de
jullio de mill y quinientos y setenta y siete anos ........ ... .
E porque dello conste di el presente ques fecho en la
<;:iudad de los Reyes a veynte dias del mes de abrill de
mill e quinientos y ochenta e nuebe anos ba sobre
raydo el marques don Fran<;:isco y entre renglones
los mill e du<;:ientos y sesenta y quatro pes sos e fi<;:e
aqui mi signo en testimonio de berdad Albaro miz de
Navamuel ........... .
El qual dicho traslado fue sacado corregido y con<;:er-
tado con la dicha peti<;:ion e autos a ella probeydos y
con ·la quenta de lo que suma y vale la tasa e tributos
de los yndios de Lunagmina en esta villa de Madrid a
tre<;:e dias del mes de di<;:iembre de mill e quinientos y
noventa anos siendo testigos a lo ver sacar corregir
y con<;:ertar Juan Munoz y Pedro Gonzalez de la Vega
todos residentes en esta dicha villa de Madrid y corte
de su Magestad ba testado los dichos syn derecho la
no bala- Yo Pedro de Salazar escribano publico de
su Magestad e vezino que soy desta villa de Madrid
fuy presente al ver sacar corregir con<;:ertar deste tras·
s/n lado!! con el dicho original de donde fue sacado con
el qual <;:ertifico concuerda e fize mio signo e firma
ques a tal en testimonio de verdad. Pedro de Salazar
escribano publico (FIRMA Y SELLO) ........ ........ .... .... ... .
Re<;:ivi el original de donde se saco este traslado y lo
firme Juan Mendez (FIRMA) .... .... .... .... .... .... .... ....
TRUJILLO EN EL XVII: UN MANUSCRITO IGNORADO

JOSÉ DURAND

EN 1966 LLEGÓ a mis manos un curioso libro manusclito e inédito del maes-
tro don Luis Joseph de Castro Domonte, limeño, cuyo nombre no aparece en
las bibliografías peruanas o extranjeras de impresos: ni en José Toribio Me-
dina, ni en la Biblioteca de Mariano Felipe Paz-Soldán, ni en Vargas Ugar-
te, ni en la segunda edición del Palau, etc. Se trata de la Vida de'D. CarGÍa
d'Toledo Bracamonte Natural de la Ciudad de Truxillo del Peru, fechada
"En Truxillo año d'1708". El tema es hagiográfico, pero el virtuoso varón
fue un seglar de linajudos apellidos. Si los trujillanos tienen fama de parti-
cular orgullo nobiliario, don Carda figura por sus padres en la más rancia
aristocracia. Fue además regidor del cabildo. Los tres primeros capítulos de
la Vida traen noticias de la ciudad : aquí se reproducen. Aunque breves, son
una antigua relación de historia trujillana, bien anterior a Feijóo de Sosa,
Martínez Companón o Lecuanda, todos ellos del XVIII tardío.! Sólo antece-
de a nuestro autor un importante fragmento anónimo escrito hacia 1604. El
librillo de Castro Domonte, criollo ligado al mundo norteño, trata mayormen-
te de hechos ocurridos en el XVII. Tanta es la falta de historias peruanas

1. Cf. Miguel Feijóo de Sosa, Relación descriptiva de la Ciudad y Provincia de Tm-


xillo del Perú, Madrid, 1763. Sobre el célebre obispo Martínez Compañón y la monumen-
tal obra que emprendió con diversos colaboradores, cf. Rubén Vargas Ugarte, S. J., T1·es
figuras señeras del episcopado americano, Lim:a, 1966; tiene anteriores trabajos sobre el
tema; cf. asimismo José Manuel Pérez Ayala, Baltazar Jaime Martínez Compañón y Bujanda,
.Bogotá, 1955. La gran colección de acuarelas que el prelado mandó hacer y se halla
en la Biblioteca de Palacio ha empezado a publicarse en edición de gran lujo, en Ma-
drid, no la he visto aún, pero sí los originales. Es bien conocida la selección de Jesw
Domínguez Bordana, Trujillo del Perú a fines del siglo XVIII. Dibujos y acua1·elas que
mandó hacer el obispO D . Baltasa1· Jaime Martínez Compañón, Madrid, 1936; el texto
,correspondiente se supone en Bogotá, aunque Pérez Ayala lo niega. Don Manuel Gon-
zález de la Rosa recibió en 1868 copia de un fragmento, que publicó en su "Reseña
biográfica de los obispos de Trujillo", Revista Peruana, Lima, 1879, vol. I1, págs. 523-534
y 567-572; Y vol. III,. págs. 16-27. Dicha copia procede de "los libros capitulares" del
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL· XLIV
216

locales -aparte Lima y el Cusco- que estos capítulos bien merecen la pe-
na. No hay que exagerar alabanzas: las noticias no son ni copiosas ni ex-
traordinarias; sí, en cambio, curiosas, vmiadas y de buena fecha; sirven ade-
más para informarnos sobre las gentes y vida cotidiana de la ciudad.
El manuscrito se vendía en Valencia y me habló de él Xavier Barthes,
alumno mío en la Facultad de Letras de Toulouse. Ignoro cómo llegó allí,
limpio de sellos. El interés que me ha demostrado por la oblita el historia-
dor Jorge Zevallos Quiñones, excelente conocedor de archivos coloniales, me
ha movido a cederle la edición completa, y asimismo el estudio del perso-
naje y su biógrafo. Doy sólo un adelanto. Con él quiero asegurar la pron-
ta aparición de esas informaciones regionales y registrar la existencia de la
obra, mediante su puntual desclipción. Van también unas primeras noticias
del oscuro autor que la compuso y de aquel seglar trujillano muerto con fa-
ma de santidad. Para ello me baso en la propia obra, pues de ambos perso-
najes ni trata el Diccionario de Mendiburu, ni tampoco, para mi sorpresa,
tiene datos el propio Dr. Zevallos, autoridad en asuntos norteños. Los ape-
llidos de ambos, claro está, le son familiares.
Castro Domonte escribe en estilo fácil, claro; alguna vez aparecen pa-
sajes felices. Su lengua es típicamente criolla y también su anarquía orto-
gráfica en el uso vacilante de s-coz. Una futura edición debería reproducir
exactamente el original, por su valor dialectal. Como suele ocurrir en mu-
chos escritos hagiográficos, el interés religioso de la obra no impide que tras-
luzcan vivas noticias del mundo local. Ello se advertirá mejor en una ver-
sión completa, imposible aquí.

1. El manuscrito
Portada:
t
Vida d'D. CarGÍa d'Toledo / Bmcamonte Natural de la Ciudad /
de Truxillo del Peru: su Rexidor y Depositario Ce- / neral por su
Magestad. / En cuya copia se expressan las admirables Virtudes y
favores con que Dios N.S. de nuevo lo ennobleció mas. / Escrip-

ilustre prelado; ignoro si sean la obra misma o material distinto. Es bien sabido que un
sobrino del obispo, don José Ignacio Lecuanda, fue oficial real en Trujillo, 1790, y lue-
go autor de una serie de artículos publicados en el célebre MerCU1'ío Pel'ltano: "Des-
cripción geográfica de la ciudad y partido de Truxillo" (1793), "Descripción geográfica
de Piura", y "de Saña o Lambayeque" (1793). " ... de Cajmnarca" (1794); también se le
atribuye la "Descripción corográfica de Chachapoyas" (1792); declara usar 'las preciosas
indagaciones del IIImo. señor don Baltazar Jayme Martínez Compafíón" (Mercurio Peruano,
n Q 249, 1793, pág. 53). Durante el siglo XIX aparecieron trabajos de interés: cf. José
Toribio Polo, "Apuntes sobre Trujillo y sus obispos", en Manuel Odriozola, Doct~mentos
literarios del Pel'ú, Lima, 1877, vol. X, págs, 327-370 y apéndice; vol. XI, págs. 292-303;
también Pedro José Vilchez, Nomenclatura de los señores obispos de Tmjillo, Trujillo,
1845. Recuérdense, en fin, clásicos repertodos, como Antonio Alcedo, Diccionario histó-
rico-geográfico de las Indias Occidentales, Madrid, 1786-1789, o Gil González Dávila,
Teatro eclesiástico, Madrid, 1655, vol. n, pp. 137-144 para esta diócesis peruana.

I I
TRUJILLO EN EL XVII 217

ta / Por el Maestro D. Luis Joseph de Castro Domonte Natural


de / la Ciudad de Lima; Cura y Vicalio de la Doc- / trina de Caxa-
marquilla.y sus Anejos. Vicario de / Provincia.y Comiss 9 dela dela
[sic] Santa Cruzada / de su Correxim.to Examinador Sinodal. Visi-
ta- / dar General. y Vicalio Juez Ecclesiastico de todo / el Obis-
pado de Truxillo. / Consagrala / A la Magestad Divina de Je-
suXpto / Coronado de Espinas. y crucificado: y a su Es- / cuela
que fundada en dha Ciudad con estos / titulas le confiessa Maesh'o
Señor y Rey de / Reyes. / En Truiillo. año e1: / 1708. [un bigote1.

En 49; 1 hoja + 70 hojas nums. + 2 hs. Encuadernada en pergamino


original, cortes rojos. No lleva sello alguno ni indicación de procedencia.
Buena caligrafía. Letra de época. Puede ser autógrafo.
Firma y rública del autor [¿Oliginales?] en fs 5 r 9, 7r9 y 9 9; hay otra
lúbrica distinta, en la penúltima hoja, sin numerar. En la palte supelior de
algunas páginas (fs. 39-45) , manchas de humedad que afectan en mayor o
menor grado la lectura.
POltada, s.n. Sigue la dedicatoria "A la Magestad Divina . .." (1 r 9 ) ; fe-
chada en Cajamarquilla, 19 de agosto de 1708; segunda dedicatOlia "A la
Muy Noble y Leal Ciudad de Trujillo del Peru en su Ayuntamiento y Cauil-
do" (5 v9); "Al Lector" ( 7 v9 ) ; Protestasion ( 9 v9 ); "Vida del. .." (cap. 1,
10 r 9 ). Soni en total 16 caps., hasta f9 70 v9
"Suplica' (penúltima hoja, s.n., v 9 bl. ) Letra parecida y otra rública,
sin firma, ya mencionada. Se trata de noticias adicionales.
"Prometo a Dios . . ." (última h ., s.n., v 9 bl. ) De otra mano. Texto de un
voto en que se promete editar el libro; lo hace un soblino de don Garda,
según fuese la decisión del Consejo de Indias. "Madrid Julio 22 de 1734.-
Joseph".

2. Los personajes: indicaciones sumarias


Sobre la patlia del viltuOSO varón nos informa la portada del manuscri-
to: "Natural de la Ciudad de Truxillo del Peru"; sin embargo la familia de-
bió tener asiento a la vez en la región lambayecana, pues su padre disfru-
taba la encomienda de Reque; más aún, al infante "llevó le a la pila el Li-
cenciado Don Raphael Suasso Ferrer, su tío, cura y vicario del dicho lugar
de Reque". Adviértase que poco atrás tuvo el curato de San Martín de Re-
que, corregimiento de Chiclayo, el famoso cliollo, trujillano también, don
Fernando de la Carrera, autor del valiosísimo Arte de la lengua Yunga de
los valles del Obispado de Tmxillo del Perú, Lima, 1644; la dedicatoria es-
tá firmada en este pueblo, ellO de octubre de 1643.
Según el biógrafo, las señales providenciales parecen empezar con el n~~ ~~""'"
~ - VA~~...~
cimiento : el 15 de marzo de 1648, "en el día Domingo dedicado al señ~F;$i~" 1'(>
y para más en bisiesto. Luego sabremos que murió el mismísimo día,~ a1 LI _~ ';:
, \ - - - _. I
\ ~7~iI1E:RO' " ~'?' '4
"' ... _ <9"
218 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

cumplir 59 años. 2 Lo bautizaron como loan Ramón, pero al confirmarse se


llamó García, como su padre. Tiempo adelante, según su confesor el jesui-
ta Gregario Bravo, el nombre resultó maravilloso anagrama: Don GarC'Ía de
Toledo: todo el Don de Gracia. Dichosos tiempos.
La familia tuvo enorme riqueza. Del abolengo habla el autor con de-
tenimiento: el origen era extremeñ'o y venía de Ciudad Rodrigo, bajo los
apellidos Gutiérrez y Nieto, a los cuales se añadió el de Toledo, de la casa
del Duque de Alba y asimismo del virrey Marqués de Mancera, entre otros.
Muchos coinciden en estas noticias: don García Gutiérrez de Toledo, truji-
llano, se hizo riquísimo después de 1560; el cacique de Mansiche, descen-
diente de un señor chimo, le reveló la existencia de una huaca fabulosamen-
te rica -la del Peje chico- ; de ello habla también el manuscrito;} calla
en cambio ciertas ingratas noticias sobre la conducta del antepasado de esa
casa peruana, asunto de una tradición de Palma no demasiado imaginaria.
Mal podía el hagiógrafo, tan dado a descubrir auspicios favorables divinos
en Don García, recordar nada adverso en sus mayores, cuya sangre llevaba.
Los tesoros que hubo en los reinos de los soberanos de Chanchán se hallan,
para bien o para mal, ligados al apellido Toledo. 4 Los descendientes pose-
yeron la encomienda de Reque, según vimos, en la región lambayecana, co-
nocida entonces como "los valles" (por cierto que el título de la gramática
de Carrera alude a ellos).
Don García Gutiérrez de Toledo, padre de nuestro piadoso varón, fue
capitán y alcalde ordinario de Trujillo; casó con doña Isabel de Bracamon-
te, "de la excelentísima casa de Peñ·aranda". Pensaron los padres que el pri-
mogénito fuera jesuita, pero en 1671 la amenaza de un corsario inglés hizo
que el corregidor lo reclamara para las armas. El mozo permaneció en el

2. Estos datos biográficos se hallan en la Vida, caps·. IV, VI Y XV; omito adrede
diversas informaciones que se hallan a lo largo de ese mismo texto; tampoco aprovecho,
salvo en un caso, la antigua bibliografía trujillana arriba citada, para enmarcar mejor las
noticias (cf. stl.pm, nota 1). Quede ello a cuenta de un próximo estudio, propio (} ajeno.
Para el ATte ele Carrera, cf. R. Vargas Ugarte, S. J., IrnpTesos peruanos (1584-1650), en
Biblioteca Pe1'Uana (vol. VII, n9 333).
3. Lo cuenta Feijóo de Sosa, cap. 3 y luego Lecuanda, MeTcmio Pe1'llano, n 9 253.
Da más noticias éste. Palma publicó el Peje chico en la Revista de Lima, 2'" época,
1873, vol. 1, pp. 117-121; sitúa los hechos en 1575 y cita a Feijóo ele Sosa. Está fecha-
da en "Lima, Marzo 15· ele 1873". Apareció en la 2" serie de Tradiciones, Lima, 1874,
pp. 51-57. Es evidente que usó también a L ecuanela; el MeTcttTio andaba presente gra-
cias a la selección que ele ella imprimió Manuel A. Fuentes. Un cacique obtuvo de Gar-
ci Gutiérrez promesa de beneficios para los indios de Mansiche y Huaman a cambio de
revelar la existencia de la huaca. No le cumplieron y aun lo aprisionaron, por lo cual
recurrió a Felipe II. Vuelve al tema Mendiburu, Diccionario históTico-biográfico del Perú,
Lima, 1890, vol. VIII, pp. 71-72, Y antes de él, en 1877, José Toribio Polo, loe. cito
Según Feijóo, Garci Gutiérrez fue hijo de Alonso Gutiérrez Nieto, vecino conspicuo entre
los primeros pobladores de Trujillo.
4. Rosalía Avalas de Matos me recuerela que en la ciudad de Chanchán se perpe-
túa el nombre familiar en una de sus plataformas funerarias: Huaca Toledo.
TRUJILLO EN EL XVII 219

siglo y luego casó con una doncella, de cuyo nombre y lugar de residencia
tuvo premonición : doña Joana María de Castro Domonte, justamente la her-
mana de nuestro autor. Vivía también en "los valles (así se llaman los lu-
gares que hay entre Paita y Truxillo)".5 De allí que Don Luis Joseph lla-
me repetidamente "hermano" a su cuñado, a quien parece admirar con sin-
ceridad. Algo- contarla en ello, y aun mucho, el orgullo familiar. En todo
caso, Castro Domonte esclibe de buena fe, a la vez que como espejo de
cuñados.
Los Castro residían en la comarca y nuestro autor, cura de Cajamar-
quilla, andaba unido a su diócesis como la carne al hueso. De su propia al-
curnia informa, harto complacido, con ocasión del matrimonio. El origen pa-
terno se remontaba a Monforte de Lemos, en Galicia, pero tenía antigüedad
en el Perú desde la Conquista. Sin duda por esta rama venía de uno de los
fundadores de Trujillo.6 La madre, prima hermana del marqués de Villa-
marín, era de sangre gallega, del Pazo da Veiga. El hermano mayor de
don Luis Joseph fue asimismo cura. El autor, quien se presenta como lime-
ñ'o, habla de Atacama en el prólogo, región que bien pudo conocer. Su pa-
dre, por "un gobierno" en que el viney lo ocupó, se trasladó a la costa norte.
Quizás fuese algún funcionario itinerante. De un modo u otro, el libro se
siente adscrito a la región trujillana, cuyas glOlias consigna.
Hubo además un licenciado don Francisco Domonte, primo suyo, en un
tiempo confesor del virtuoso- don GarCÍa. 7 Los lazos familiares parecen ha-
ber sido óptimos.
SOlprende la prontitud con que el autor se lanzó a presentar el carác-
ter heroico de las virtudes de su cuñado. Murió el 15 de marzo 1707 y antes
del 19 de agosto del año siguiente el texto andaba ya escrito y conegido,
tras recoger y velificar noticias; recuérdese que la primera dedicatolia lle-
va esa fecha. Debió ser grande la fama de Toledo Bracamonte cuando, an-
te hechos recentísimos, se le atribuyeron singulares favores divinos, de ca-
rácter milagroso. La causa de beatificación no prosperó, que sepamos, y no
debió favorecerla mucho el cercano parentesco del panegüista. Por lo de-
más, el librito carece de licencias: sólo hay una Protestación en que Cash"o
Domonte acata las normas católicas estatuidas en asuntos como el suyo
(f9 9 r 9 ).

Los tres capítulos iniciales, sobre la ciudad y comarca, antigüedad y per-


sonajes, no suponen labor histórica mayor: son testimonio apreciable de có-
mo veía el autor su tiena de adopción, cuna de ilustres antepasados suyos

5. Cf. Vida, f9 27, r9; para el autor, Don CarcÍa tuvo extraordinario don profético,
al cual se refiere adelante.
6. Entre los hidalgos fundadores estaban "Cristóbal de Angula, Lorenzo de Ulloa su
yerno, y Juan Pérez de Guevara, yerno de éste también, y primer general del Mar del
Sur, ascendientes" de los Castro Domonte (f9 11 r9 ).
7. Vida, f9 56 r9
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
220

y, en fin, patria gloriosa del cuñ'ado que le tocó en suerte. Llama la aten-
ción advertir cuánto se detiene el criollo en las grandezas prehispánicas de
los chimús, y aun los mochicas. Así escribe de Chanchán: "Bien cerca del
mar se ven las ruinas de otra ciudad, que fue corte del Gran Chimo, monarca
de ellos; es su extensión tanta que hay quien afirme que su circunvalación
ganara, por mayor, si con ella apostasen a medirse las de Sevilla y de otras
grandes ciudades de Europa" (1'0 v9 ). Pondera sus dos snntuosos palacios y
la grandeza de aquella corte. Lejos está de lo que siglos atrás escribió to-
do un Cieza de León, para quien la única ciudad peruana que merecía
tal nombre era el Cusco. 8 Castro Domonte consigna la importancia del an-
tiguo comercio indígena, la riqueza aurífera y la enorme magnitud de la
pesquería, en la cual quince mil balsas salían diariamente a la mar: impre-
sionante espectáculo.
No menos de admirar son para él las esmeraldas y el oro aparecido en
los entierros de Moche. Se llega así a los tesoros, llevados a carretadas,
provenientes de la huaca legendaria de los Toledo (11 r 9 ); el punto se con-
signa sin entrar en mayores detalles.
Claro está que el autor destaca la fundación de Trujillo por Francisco
Pizarro, dándole el nombre de su villa natal. Recuerda los veintitrés caba-
lleros hijosdalgo que la poblaron : entre ellos antepasados y parientes de los
Castro Domonte. No faltan rápidas indicaciones muy varias: el clima, el
temblor terrible del 14 de febrero de 1619, la feracidad de Chicama, las de-
licias de la chirimoya, la devoción por el santuario de Goaman, el paso de
los santos Toribio de Mogrovejo y Francisco Solano, así como noticias so-
bre el comercio y las riquezas locales durante aquellos años. Hay colori-
das anécdotas y alguna descripción afortunada. Escribe que, según ocurre en
la costa peruana, no hay allí rayos, nieves, ni grandes lluvias; sin embargo
el suelo
. .. con sólo un blando rocío que apenas se percibe, humedécenlo
el invierno; se mira el que era arenal árido cubierto de plantas,
especialmente en sus alamedas, jardines, huertas y macetas portá-
tiles de nuevas flores, siendo las más celebradas las que llaman

8. En general, el respetabilísimo Cieza parece mostrars e menos firme en asu ntos de


es ta región yunga que en el mundo andino. Puesto a describir tierra chimú, dice ha-
blar de lo que vio, más lo que le comunicó fray Domingo de Santo Tomás (Crónica del
Pe,l'ú, parte 1, Sevilla, 1553, cap. LIX.) Aunqu,e el gran dominico figura siempre como
autorizado infOl'mante de Cieza, en lo referente a es tas comarcas muestra seguirlo a me-
nudo. Hablando del "poderoso señor a quien llantaban Chimo", alude a sus hazañas y
dice "edificó unos edificios que, aunque son tan antiguos, se parece claramen te haber si-
do gran cosa" (cap. LXVIII) ; no los presen ta junto con Chanchán. En cambio afirma
Cieza rotundamente: "Yen ninguna parte ele este reino del Perú se halló forma de ciu-
dad con noble ornamento, si no fue este Cuzco, que... era la cabeza del imperio de
los ingas, y su asiento real" (cap . XCII). Gran placer hubiera tenido Castro Domonte, ~i
lo hubiera leído, en salir a enmendarlo.
TRUJILLO EN EL XVII 221

suches: ya amarillas como de oro, tirado de lustre; ya blancas co-


mo de nieve, con listas carmesíes de encendidos arreboles, para
apetecida lozanía de los ojoS.9
i Qué lejos estamos, por suerte, del estilo pedante y artificioso tan común
en esos días! Castro Domonte, sin pretender perfección, escribe de manera
grata, amable para el lector. Más adelante informa de los templos, órdenes
religiosas, y el "gobierno eclesiástico, político y militar de la ciudad". Nom-
bra distinguidos varones: obispos, oidores, caballeros armados, catedráticos JI
siervos de Dios. Lo hará muy en breve, pero el testimonio cuenta, por re-
ferirlo quien vivió en la comarca buena palie del siglo XVII y estuvo arrai-
gado mucho tiempo en aquel obispado.
Páginas curiosas, esclitas con pluma a la vez ingenua y fácil, que abren
rendijas a la intimidad de un mundo del cual hoy muy poco sabemos. lO
Don Luis Joseph de Castro Domonte, cura de Cajamarquilla y noble crio-
llo, nos sorprende al detenerse más sobre las ruinas de Chanchán que en la
fundación de la ciudad española por Francisco Pizarro: hay en ello esa cu-
riosidad y entusiasmo por el pasado indígena que, años después, moverá tam-
bién al obispo Maliínez Compañ'ón y a sus colaboradores. Nuestro párroco
fracasará en su ilusorio empeño de resultar cuñado de un santo; pero su pe-
queña obra hagiográfica, no carente de encanto, le da un lugar inesperado
entre los cronistas del Trujillo peruano y su provincia.
La Vida llena un vacío. Carlos A. Romero publicó el fragmento que
conoció, muy valioso, de una crónica trujillana anónima, fechable hacia
1604; apareció en la Revista Histórica limeña, en 1925. Años después apor-
tó un añadido el padre Rubén Vargas Ugarte, en 1935. Entre esos retazos
anónimos de 1604 y 1736, cuando se imprime la relación de Feijóo de Sosa,
se sitúa nuestro pintoresco Don Luis Joseph de Castro Domonte. Vean por
fin luz algunas de sus páginas,u

9. Vida, fO 12 rO; aquí, como en otros pasajes de esta nota introductoria, salvo
cuando se describe el manuscrito, modernizo la ortografía y puntuación. Sin ello, sufri-
ría la fluida expresividad del autor.
10. Las noticias sobre obispos trujillanos que ofrece Polo, o las que González de la
Rosa recoge de Compañón, tampoco son de gran riqueza; bien les hubiera venido po-
seer algunas de Castro Domonte. Sólo comparando los sencillos capítulos que aquí repro-
duzco con las noticias conocidas hasta el siglo pasado pueden apreciarse justamente.
11. Romero no firmó su nota "Fragmento de una historia de Trujillo", Revista His-
tórica, Lima, 1925, vol. VIII, pp. 86-118; para la adición de Vargas Ugarte ver vol. X,
pp. 229-235. Años atrás, en 1920, al iniciar la segunda serie de la Colección de obras
históricas que publicaba junto con Romero, Horacio H . Urteaga anunció que se proponía
dar a luz "una historia inédita sobre el corregimiento de Trujillo y descripción de la
flora y fauna". Estaba prevista para el vol. X.
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
222

VIDA DE DON GARCIA DE TOLEDO BRACAMONTE

Natural de la ciudad de Trujillo del Perú, su Regido~ y Depositario gene-


ral, en cuya copia se expresan las admirables virtudes con que Dios Nuestro
Señor de nuevo más lo ennobleció.

Capítulo 1. En que se describe la ciudad de TrujilIo su patria


Cinco son las ciudades que por timbre tienen su mesmo nombre de Truji-
Ha: la primera está en la Extremadura, provincia de España, de ésta como de
origen se ha derivado a las demás; la segunda se fundó en los valles del rei-
no del Perú, que es de la que he de tratar; la tercera en la provincia de Tu-
cumán del mesmo reino; la cuarta en la provincia de Honduras del reino de Mé-
xico, y la quinta en el Nuevo Reino de Granada. Parece que a una, para su ilus-
tre, todos los reinos y provincias de las Indias imponían aquel nombre a sus ciu-
dades, siendo pues la segunda dichosa patria de don García de ToledO' Braca-
monte, cuya vida es el asunto de este libro, a vista de las demás por esta gran-
deza, ya se nombra con excelencia; y así, en debida correspondencia, al haber
dado ella a luz un varón tan eminente, se dará a conocer y saldrá aquí a lucir
primero.
Pero antes como en fundamento de su población pondré por la primera pie-
dra una noticia de la antigüedad del lugar, que le sirva también de exornación,
los espaciosos valles de este Mar Pacífico del Sur, que los naturales nombran
Llanos, se dilatan como doscientas leguas desde el seguro puerto de Paita has-
ta la ciudad de Lima, corte del Perú, en cuya medianía bien cerca del mar se
ven las ruinas de otra ciudad, que fue corte del gran Chimo, monarca de ellos:
es su extensión tanta que hay quien afirme que su circunvalación ganara por
mayor, si con ésta apostasen a medirse las de Sevilla y de otras grandes ciu-
dades de Europa. En esta, pues, se dejan aún atender dos palacios suntuosos
de aquel rey y de su reina cercados de murallas, que por arriba acaban en
forma y modelo de pirámides; fábrica por cierto admirable, porque siendo sus
lienzos de tapias, no es fácil componer como se erigieron, anchos por los fun-
damentos y con filo aguzado por los remates altos. Tuvo sin duda esta corte
innumerables indios, por la cuenta que puede hacerse para este cómputo en
fuerza de la costumbre de vivir congregados en sola una casa muchos; con su
auxilio mantenía el rey varios y cuantiosos tratos, vendiendo aquellos estima-
bles géneros de sus valles a los que necesitados bajaban al empleo de los
minerales de la sierra con el oro en las manos, no siendo el de menor cuenta
para abastecerlos el renglón del pescado, para cuya extracción se poblaba to-
dos los días aquel seno con quince mil balsas de pescadores (que son sus
barcas no cóncavas sino chatas a modo de planchadas). Y como Chemis y los
demás reyes de Egipto levantaron para su honroso sepulcro aquellas pirámides
que la fama hace resonar en el sexto lugar de las maravillas del orbe; así el
~.C.H¡,m0·-']J,O sólo en el nombre sino en los hechos asemejados construyó aquellos
sooerbios ; lil~omontorios que hasta estos tiempos consisten con el nombre de
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TRUJILLO EN EL XVll 223

huacas y en particular el que para urna de sus cenizas se empina cerca del
pueblo. de Mo.chi (sic), en lo.s cuales encerró grande suma de aquel o.ro. y es-
meraldas, sirviendo. aho.ra to.da de traer a mucho.s desvelado.s para sacarla de
su clausura. Esta tradición co.mpro.bó el buen éxito. que tuvo. de una de estas
huacas la diligencia de uno. de lo.s To.ledo.s ascendientes del siervo. de Dio.s
do.n García, pues fue tan co.pio.so. el caudal que dio. a luz que se co.nducía en
carro.s a la ciudad dejando. aquella vía co.n la deno.minación de ser la de las
carretas; y po.r ciento. y o.cho. mil peso.s castellano.s de o.ro., que pagó de quin-
to.s a Su Majestad en la Real Caja (según he visto. en papeles de lo.s servi-
cio.s de esta casa) se co.mputará la grandeza de este teso.ro., en el cual se ha-
llaro.n también algunas esmeraldas.
A distancia de co.sa de una legua de esta antigua po.blación, pues, aquel
Jo.sué españo.l, glo.ria de Extremadura, ho.no.r de la Euro.pa y América, envidia
de Asia y Africa, el marqués do.n Francisco. Pizarro. fundó una ciudad que dicen
está en altura de 8" y es de las principales del Perú, a la cual co.ndeco.ró co.n
el no.mbre de su patria, Trujillo., debajo. del particular patro.cinio. de nuestro.
apósto.l Santiago.. Y según co.nsta de sus antiguo.s mo.numento.s, las primeras
basas so.bre quienes se levantó este edificio. po.lítico. fuero.n veinte y tres caba-
llero.s hidalgo.s de cuyo. número fuero.n Cristóbal de Angulo., Lo.renzo. de Ullo.a
su yerno., y Juan Pérez de Guevara, yerno. de éste también y primer general del
Mar del Sur, ascendientes de la co.nso.rte del siervo. de Dio.s do.n García. No. se
le calle esta o.tra excelencia de su grandeza a la nueva po.blación, pues en
tiempo. que aún eran po.co.s lo.s españo.les transmigrado.s al Perú no. fue co.rto.
aquel número. so.bre ser tan lucido.: y de este alto. principio. y no.bles padres
se esperaro.n lo.s glo.rio.so.s pro.greso.s e ilustres hijo.s, que se van siempre acla-
mando.; y en co.nsecuencia de to.do., desde luego. se empezó a experimentar es-
te lugar muy leal a su seño.r natural, po.rque en aquel tiempo., co.nturbado. co.n
espanto.sas guerras, nunca hubo. en él sublevación, antes saliero.n de su ve-
cindad valero.so.s adalides y so.ldado.s que mantuviero.n en un ser la Vo.Z del
Rey a su co.sta; y de ello.s fuero.n lo.s antepasado.s de nuestro. do.n García
y Diego. de Mo.ra co.ntra (Go.nzalo.) Pizarro., do.n Juan de Sando.val co.ntra Gi-
rón y otro.s; y se cuenta del capitán Juan Delgadillo., o.tro. vecino. hidalgo. (cu-
yo. nombre merece eternizarse), que habiéndo.se alo.jado. (la cual estaba des-
pués del puesto. en que ho.y se venera el Co.nvento. de Santo. Do.mingo.); luego.
que pasaro.n para purificarla de aquel co.ntacto. so.lo. y estampa de sus huellas
la mandó quemar co.n cuantas alhajas incluía, y echar po.r lo.s suelo.s sus
paredes.
Así se transmutaro.n mejo.r ella en castillo. de fuego.s y sus llamas lumi-
narias para celebrar la fidelidad de su dueño., subiendo. lo.s humo.s su lealtad
hasta las nubes. Pero. aún más subió el seño.r emperado.r Carlo.s Quinto. a es-
ta fundación dándo.le en Vallado.lid en siete del mes de octubre de mil quinien-
to.s y treinta y siete año.s título. de ciudad y escudo. de armas, que se co.mpo.ne
de un grifo, coro.na y do.s basto.nes de o.ro., y la letra K , que era la inicial de su
no.mbre, co.n sus do.s co.lumnas, so.bre azules encrespadas o.ndas del mar, co.mo.
parece del despacho. que he visto. firmado. de su mano. cesárea ante Jo.an Bap-
tista de Molina, su secretario., del cual se infieren su antigüedad, y ese creci-
do. ho.no.r que la co.nstituye ciudad imperial, po.r co.ntener co.mo. pro.pias las ci-
fras del augusto. no.mbre y de sus célebres co.lumnas ; a cuyas glo.rias puede
ho.y añadir les excelso.s blaso.nes de las virtudes de do.n García para so.brepues-
to.s de esa co.ro.na, -co.mo. de precio.sas piedras, su fe po.r ametisto., su esper
za po.r esmeralda, su caridad po.r carbunclo., su penitencia y mo.rtific~~~~o.~t.E-":-!'!~~I\¡~-1~
rubí y po.r diamante su co.nstancia.
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REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
224

Varias memorias que con loores representan a estos fundadores han que-
dado en ser hasta hoy en esta ciudad: tales son las, de don Joan de Sandoval
y de don Joan de Avendaño, que al primero dejó todas sus haciendas para que
se diese de vestir y se repartiese una cuantiosa limosna a los indios de la pro-
vincia de Goamachuco, sus encomendados; y al segundo para que con la do-
te de ellas se fundase un colegio de la Compañía de Jesús, que es el que ilus-
tra la ciudad. Tan generosos y cristianos eran los ánimos de aquellos héroes .
Lo mucho que se ha engrandecido, pues, la estructura de esta república
en lo formal no cabe en este capítulo, harán otros dos lugar aparte, mientras
que éste concluye con lo material de ella. El cielo que goza es benigno, los
ardores del sol templados con los aires del sur, y logra, por inmediata al mar,
más fresco temperamento que otros lugares de aqu~llos valles. El suelo es tan
fértil que, con no experimentar inclemencias de las nubes (no sólo de truenos
y rayos que a él no llegan, sino. de tempestades de nieve y de lluvias), co.n sólo
un blando rocío que apenas se percibe humedecerlo el invierno, se mira el
que era arenal árido cubierto de plantas, especialmente en sus alamedas, jar-
dines, huertas y macetas portátiles de diversas flores, siendo las más celebra-
das las que llaman suches: ya amarillas como de oro tirado de lustre; ya blan-
cas como de nieve con listas carmesíes, de encendidos arreboles para apete-
cida lisonja de los ojos; y qué diré de aquellos contornos aplaudidos de sus
serrezuelas, adonde se transforman los campos y ribazos en alcatifa s verdes
matizadas de flores naturales, cuya confusión, así por lo vario de su compostu-
ra como de sus colores, es una clara hermosura.
Las ruinas del temblor que asoló a esta ciudad a catorce de febrero el
año de diez y nueve de este pasado siglo,'" muestran que sus primeros edifi-
cios fueron suntuosos en corr espondencia de la grandeza de sus ínclitos po-
bladores, pero de éstas sus propias cenizas han renacido y levantádose otros
que de nuevo adornan sus calles y plazas, creciendo con temor de aquel peli-
gro lo que basta para descollar con gala y perfección sin subir a más para
precipitarse.
No creo hay en Indias ciudad que a ésta aventaje en la abundancia y sa-
zón de aquellas cosas que sirven al sustento y regalo del hombre; porque tiene
pan, carne, pescado, aceite, aceitunas, arroz y demás semillas. Dulce en gran-
de copia, y de singulares invenciones para ser el hechizo del gusto, frutas en
cantidad: así de las generales de Europa que produce la América (melones,
uvas, peras, melocotones y otras), como de las particulares del país, y éstas
con más grados de sabor; entre todas sobresale la chirimoya, que por delica-
da es con propiedad más criolla, su flor es fragantísima, su fo.rma y tamaño
de o.villo, aunque por algún lado queda empinada; su peso en las mayores de
dos libras, y en algunas de tres; su calidad, fría, tiene la corteza salpicada de
conchas y ésta aun madura es verde; y el blando manjar que incluye, más sa-
' 1 zonado cuando está cuajado., como aun en leche, en él se unen el sabor del
I dulce y el suave sabor de esta fruta; pero se gustan allí conservados, como
que cada cual sobresale por su parte, a un tiempo.
Seis leguas está distante el Proveedor de esta ciudad, que es el valle de
Chicama, para cuya fertilidad se ha de ir a buscar la comparación tan lejos
como a Sicilia, porque en aquel breve hueco que hizo en él la inundación ge-
neralha rendido ordinariamente ochenta mil fanegas castellanas de trigo, y

" En 1619 (N. del E.).


TRUJILLO EN EL XVII 225

en varios ingenios que también contiene para beneficiar caña dulce, se labran
en unos cuatro mil y en otros cinco mil, y aun siete mil arrobas de azúcar, y
otras partes, donde tienen sus numerosos vecinos gran comercio. Pero como al
mar tributan todos los ríos sus caudales, así en correspondencia a esta ciudad,
que está con acierto en el tránsito para la corte y resto del reino, tributan la
ropa de Castilla y de la China, Panamá y México la de la tierra; Quito, las made-
ras y tablas es Goayaquil; el cebo, jabón y cordobanes, los Llanos; el tabaco
y mulas, Jaén; los ganados todos para su abasto y los pabellones y abrigos
para los lechos, Cajamarca y sus distritos (las almendras, rara y nueva delicia
del gusto); y las lonas, Chachapoyas; el ero, Pataz; la plata blanca, Conchucos;
el vino, Lima; y estos años de carestía hasta Chile sus dorados granos .
Para conducción de unos géneros y transporte de otros tiene tres puer-
tos, y aunque se halla defendida de las invasiones de piratas con la fuerte
muralla y baluartes que sus vecinos han fabricado en estos tiempos, tengo por
ocioso este reparo cuando está en la marina y uno de esos puertos, guarneci-
do por sus dos costados de divinas fuerzas, pues está situada en medio de
aquellos dos santuarios que la tienen debajo de su amparo: el milagroso San-
to Cristo de Goamán en cuya casa de misericordia todos se refugian los vier-
nes, y la veneradísima imagen de Nuestra Señora del Socorro, que muy a lo de
Cielo se tiene en tierra a la Divina Estrella de los mares, que es por su luz un
mar de estrellas, siendo éste que ofrece la salida de aquel mar de aguas, el
mismo que franquea la entrada a este otro mar de gracias.
Dejaron en esta ciudad sus sagradas huellas los gloriosos Santo Toribio
Alfonso su prelado y San Francisco Solano su apóstol, ambos lumbreras gran-
,des del Perú, y con ellas santificaron a este suelo que pisaron. Hasta hoy se
conserva la celda del segundo y un árbol palto adonde bajaban las avecillas
a cantar como en facístol lozano alabanzas al Señor, al son de un instrumento
que las tocaba, y ambos santos tienen sin duda a este lugar uno debajo de su
capa magna y otro de su manto humilde.

Capítulo 2. De los templos, religiones, gobierno, eclesiástico, político y militar


de esta ciudad
Escribió Teofilacto de la piedra asia que consumía todas las cosas que to-
caba; esta tétrica propiedad tiene el tiempo auxiliado con la fuerza de los tem-
blores en la costa del sur, porque en breve consume y reduce a polvos cuantos
edificios mira grandes; sin embargo, consisten en esta ciudad los templos si-
guientes:
La iglesia catedral, obra de cal y ladrillo, cubierta de bóvedas y adorna-
da de torres, que con aquel material terrestre tiene por lo hermoso una forma
de cielo, en que se luce el cuidado del ilustrísimo señor obispo don fray Juan
de la Calle y Heredia que a tanto la elevó; luego que se entra la parte inte-
rior de ella se ponen delante sus altares, compuestos de retablos de cedro do-
rados, cuyos cuerpos sobre columnas salomónicas hacen lugar a los cuadros
de pintura de diversos santos, y brillando su encendido oro y sobresaliendo sus
vivos colores a un tiempo, admirados se detienen los ojos en tantos primores;
del mismo cedro con variedad de lazos y flores de talla es la sillería del coro;
la sacristía contiene grande número de ornamentos y muchos de costosas telas
y gran tesore de plata labrada, así de vasos sagrados y de un sagrario portátil
como de lámparas, blandones y hacheros (que como despide esta iglesia tan-
tas luces ha menester tantos como tiene para ponerlas). Y en lo precioso se
excede a sí misma con una mitra toda bordada de ricas perlas, un cáliz de oro
226 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

y una custodia grande de este mismo noble metal para el Santísimo Sacramen-
to, cuyo sol esparce propiamente rayos de finísimo oro, acompañado de muchas
estrellas terrestres, que son los diamantes, rubíes, esmeraldas y amatistas que
hay engastados en toda ella; siendo por esta suma de las más ricas iglesias de
Indias.
Por la primera silla de su coro, pues se halla en esta ciudad otra nueva
excelencia que no tienen las demás de su nombre, que es la de tener esta sola
esa silla pontifical a quien acompañan las del Deán, Arcediano, Chantre, cua-
tro canónigos, los dos de oposición y dos racioneros, que tienen por erección
fuera de dos curas rectores, seis capellanes, sacristán mayor y otros muchos
ministros y músicos; y de estas sillas que fueron las primeras fundamentales
que ocuparon, cinco de sus prebendados subieron a otras, y por último a
presidir en las superiores de algunas iglesias; pues el señor doctor don Joan
Machado Chaves, su Arcediano y Deán, y el autor de aquellos aplaudidos to-
mos del Perfecto Confesor, ascendió a Obispo de una de las iglesias de estos
reinos. El señor doctor don Sancho Pardo de Cárdenas, su Deán, que pasó a
Canónigo de oposición de la Metropolitana de Lima, ascendió a Obispo de Pa-
namá; el señor doctor don Pedro de Reina Maldonado, su canónigo, y autor
de otro libro que corre igualmente celebrado, volvió de España con mitra, adon-
de fue a negocios de esta iglesia. El señor doctor don Martín de Velasco y "Mo-
lina, su canónigo, que pasó a serlo a las iglesias de Arequipa y Lima (en ésta
por oposición) y también fue Chantre de ella y catedrático de Prima de Teolo-
gía en la Real Universidad de San Marcos, ascendió a Obispo de La Paz. El
señor doctor don Fernando de Balcázar, su Chantre, que pasó a ser canónigo
por oposición a Lima, murió electo Obispo del Paraguay.
y entre sus glorias la iglesia, entre sus excelencias la ciudad cuentan por
muy encumbrada la de aquella suerte que han tenido en los grandes prelados
que las han regido; todos por un igual esclarecidos en la sangre, en la sabidu-
ría y en las virtudes y celo pastoral, los que presentes han gobernado son do-
ce, por este orden con que refiero sus nombres (que éstos han de ser los que
mejor digan por sí mismos su grandeza).
El ilustrísimo señor maestro don fray Francisco de Cabrera fue el primero
y en todo un prelado primitivo; el ilustrísimo señor doctor don Carlos Marcelo
Carne, catedrático de Artes en la Universidad de San Marcos de Lima y canó-
nigo magistral en su iglesia, se siguió a ser Obispo de esta ciudad, que era su
misma patria, y en ella, por su virtud y ciencia, fue amado como hijo y venera-
do como padre; sucedióle el ilustrísimo señor maestro don fray Ambrosio Valle-
jo, noble hijo de la Andalucía y nueva gloria del Carmelo, vino con la mitra
de Popayán a Indias y sus méritos le repitieron la de Trujillo, adonde dejó buen
nombre; siguióle en todo el ilustrísimo señor doctor don Diego Ruiz de Montoya,
con la prelacía de Popayán y después de esta ciudad; fue varón de heroi-
ca virtud y de sublimes letras, de quien se cuenta que en ocasión de salir a
visitar esta diócesis tuvo con un anuncio del Cielo aviso de su muerte, y con
otro de Lima de su promoción a la ciudad del Cuzco. Por su falta entró a ser
Obispo aquí el ilustrísimo señor doctor don Pedro de Ortega Sotomayor, Canó-
nigo de oposición de la iglesia de Lima, su Arcediano y catedrático de Vísperas
y de Prima de su Real Universidad; mucho lustre del Perú y gran honor de su
¡escuela, pasó de esta iglesia a las de Arequipa y del Cuzco. Y vinieron a es-
ta ciudad del Obispado de Goamanga, uno en pos de otro, los ilustrísimos se-
ñores doctores don Andrés García de Zurita y don Francisco del Campo Godoy,
insignes catedráticos de la misma universidad y prebendados de la propia igle-
TRUJILLO EN EL XVII 227

sia; el primero leyó Artes y Escrituras, y fue Canónigo de oposición, Arcediano


y Deán de adonde salió para Goamanga; el segundo enseñó las cátedras de
Artes y de Vísperas de Prima de Teología, fue Arcediano y Deán de la iglesia
de Arequipa, canónigo de oposición y después de haber corrido por todas las
dignidades, Deán de la de Lima, Obispo del Paraguay y de Goamanga y Truji-
110. Siguiósele el ilustrísimo señor maestro don fray Joan de la Calle y Heredia
del orden de Nuestra Señora de la Mercedes, Vicario General de las provin-
cias de Nueva España y después de éstas del Perú, Chile, etc., que con pren-
das de superior tantas veces fue prelado de muy superiores prendas, amado de
Dios y de los hombres; pasó de esta ciudad con general sentimiento a la de
Arequipa y entró en su lugar el ilustrísimo señor doctor don Antonio de León,
alumno del Colegio de la Madre de Dios Nuestra Señora de la Universidad de
Alcalá, que llaman el teólogo. Gr aduóse en ella de maestro y doctor, pasó a
Indias con la mitra de Panamá, donde fue su poblador, su Presidente, Goberna-
dor y Capitán General, en cuyo tiempo para su defensa reedificó y mejoró el
Castillo de Chagre; que se había quemado con la invasión del enemigo Margan,
y después de haber sido consultado para el Arzobispado de Lima, ascendió a
éste y salió promovido al de Arequipa, donde murió; y después de su muerte
y de haberse escrito este apuntamiento, se abrió un pliego de Su Majestad en
el cual venía n ombrado por Virrey del Perú, por muerte de quien lo era; experi-
mentó en su ilustrísima muchas virtudes, pero considero que para mandarme
callar su modestia tiene puesto aún ahora el dedo en la boca, como aquel
fingido dios de los egipcios Harprocrates. Sucedióle el ilustrísimo señor doctor
don Francisco Borja, biznieto de aquél, que cuando grande para el mundo fue
religioso y cuando religioso para el Cielo fue grande; subió al Obispado de Tu-
cumán y a éste habiendo sido en las dos iglesias metropolitanas de Santa Fe y
de La Plata dignidad, y en la última Deán y Gobernador del Arzobispado; a imi-
tación de Dios Nuestro Señor, aunque tan justiciero en su gobierno se precia-
ba de misericordioso, y mientras más señor, parecía más humano y benigno.
Dejó grandiosas limosnas y obras pías a su esposa y a las demás iglesias po-
bres del Obispado. A este príncipe le siguió el ilustrísimo señor doctor don
Pedro Díaz de Cienfuegos: que la ciudad de Popayán, como siempre, envió a
ésta obispos santos para complemento de su liberalidad, quiso en esta oca-
sión privarse de tal pastor, porque le gozáramos en Trujillo. Había sido en la
Universidad de Salamanca dos veces Rector del Colegio de San Pelayo, el ma-
yor de los menores, llamado el verde (y entonces mejor por las esperanzas que
de tan gran sujeto podía concebir); de él pasó al de San Bartolomé, que es el
más antiguo colegio de los mayores, donde por su aventajada literatura fue en
aquella academia Juez de escuelas; el que por su gran justificación en estos
dos obispados fue también escuela de jueces. Y como el capítulo S? del Ecle-
siástico dice del magno sacerdote Simón, que en el templo de Dios fue muy
resplandeciente fuego, quasi ignis effulgens, así en sus iglesias este gran sacer-
dote, por el incendio que en sí tenía del amor de Dios y de sus prójimos y sub-
ditos (a quienes socorría con continuas limosnas), fue en realidad aquel tan
resplandeciente fuego que se expresa con claro nombre. Después de su muer-
te mereció esta ciudad, para alivio de tanta falta, por su prelado al ilustrísimo
señor maestro don fray Joan Víctores de Velasco, del orden de San Benito, pre-
dicador mayor en él, y Abad de San Martín de Madrid; predicador de los seño-
res reyes don Carlos 2? y don Felipe 5?, y por sus letras y elocuencias rey de
los predicadores, vino del Obispado de Santa Martha, en cuya ciudad fue Go-
bernador y Capitán General. Y si mi pluma fuera de águila, entonces, como
acostumbrada a subir para registrar con perspicacia los rayos del sol, pu-
diera remontarse a tanta altura a contemplar las luces que difunde en los giros
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
228
de su gobierno y visitas, como dotados de singulares talentos para mandar es-
te sol de la América.
Tienen los señores Obispos en esta ciudad su juzgado eclesiástico, que se
compone de Provisor, Promotor fiscal y dos Notarios, para la recta administra-
ción de justicia; y fuera de éste hay otro juzgado de los Jueces de diezmos y
Mesa capitular, con su Secretario y Contador.
Empero, como esta ciudad se complace en la suerte que ha tenido con es-
tos príncipes de su iglesia, así lamenta la desgracia que la ha seguido por los
que ha perdido. Mencionarélos, pues: el primero, de cuyo. nombre no he teni-
do noticia, dicen murió ahogado en el mar bien cerca del puerto de Paita.'" El
señor doctor don Diego del Castillo., canónigo de una de las iglesias de España,
aquel que escribió el libro De Vestibus Aaronis para muestra del gran tesoro de
letras que encerraba, fue otro obispo electo de esta ciudad, más la Europa, en-
vidiosa de este bien, se lo quitó a la América y le puso allá las ínfulas en una de
sus iglesias. El reverendísimo padre maestro. fray Marcos Salmerón, General
del orden de Nuestra Señora de las Mercedes, predicador del Rey nuestro se-
ñor y quien con no menor caudal de ciencias escribió otro libro. El reverendí-
simo padre maestro don fray Luis de Córdoba Ronquillo ,", fue por los años
de 1641 también prelado de esta iglesia, asignado por el colmo de prendas con
que llenó todos los vacíos de la estimación; el señor doctor don Alvaro de Iba-
rra, natural de Lima, catedrático dos veces, y la última de Prima de Leyes en
su Real Universidad, donde fue la admiración y honra de su siglo, y después
inquisidor apostólico, Presidente de la Real Audiencia de Quito y de la de Li-
ma, y quien en vacante de Virrey también presidió al gobierno del Perú. El
ilustrísimo señor Bustamante,"''''< Canónigo de la Santa Iglesia Patriarcal de Se-
villa, después de haber ilustrado la Universidad de Alcalá con las luces de su
sabiduría. El reverendísimo padre maestro fray Pedro de la Serena, del orden
de San Jerónimo. De estos señores electos Obispos, de esta ciudad la muerte,
siempre cruel, pero más en el fin de los que debían siempre vivir la quiso con
efecto privar cuando los esperaba.
Numérase después de la Iglesia Catedral la del convento, que tiene con
bastantes religiosos y prior del orden de Santo Domingo; también es de bóve-
das, espaciosa y clara su fábrica, y un primor de arte; está en ella un altar
de Nuestra Señora del Rosario, con su retablo de cedro dorado, cuya obra es
nueva maravilla y su dueño el Dueño soberano de los corazones de la ciudad,
pues todos se le rinden con dulce esclavitud. La iglesia del convento de San
Francisco (en que hay igualmente religiosos y guardián) es suntuosa y muy ale-
gre, con la mucha luz que baña su media naranja; compítense entre sí adentro
i los retablos dorados de sus altares en la gala de sus cuerpos, cediendo el
I primer lugar al del altar mayor, por ser un esmero de la mayor idea. En un altar
I de ellos se guarda el púlpito en que San Francisco Solano predicaba y en que
con espíritu pro.fético, previniendo la ruina de esta ciudad en aquel terremoto
que se dijo la hizo ver patente y presente cuando estaba por venir, para que
se enmendasen las costumbres.

" Dicen que vino de Inquisidor de México a Trujillo ya consagrado y se llamó clon
Gerónimo de Cárcamo dicho señor, primado Obispo de Trujillo.
"" El señor Ronquillo fue trinitario antes y Obispo de Cartagena de Indias, murió
en su convento de Córdoba con opinión de santo.
''''''El señor doctor don Joan Mar de Bustamante y Medrano.
TRUJILLO EN EL XVII 229

La iglesia de San Agustín, cuyo convento como los de arriba consta de


Prior y religiosos, aún no está acabada, pero no quedará inferior a las demás
en grandeza. En ésta sucedió, pues, un caso que es digno de no pasar en si-
lencio: en la ocasión que el Padre maestro fray Francisco de Ozerín fue Prior
de este dicho convento, habiendo fabricado una bóveda para entierro de los
religiosos, más capaz y a propósito que la que había, hizo a ella translación
de los venerables huesos que descansaban en la antigua, y entonces al mismo
se lo oí predicar. Visitando aquí uno de los grandes Provinciales. que ha teni-
do esta Provincia, murió, enterráronle y el cuerpo se conservó muchos años en-
tero, como vivo, sin admitir corrupción alguna, hecho muestra de la santidad
de su alma, que en fin, si vivió como muerto para el mundo, debió morir como
vivió para el Cielo. Falleció después una virtuosa matrona de esta ciudad, be-
nefactora de este convento, y por la devoción que le profesaba pidió a sus re-
ligiosos que se dignasen de admitir en su entierro aquel su cuerpo; éstos
por remunerarla con aquel fúnebre lugar las buenas obras que la debían y en
atención a su vida ejemplar e ilustres obligaciones, condescendieron a sus rue-
gos y sucedió que habiéndola colocado junto a la sepultura de su Provincial,
luego se empezó a deshacer su cadáver hasta entonces incorrupto y quedó con-
vertido en polvo; sin duda que quiso el Señor manifestar cómo no era decente
que aun en muerte a sus siervos se acercasen ni las mujeres de virtud; y la
corr upción que en vida deben esperar y temer con más fuerza de su vecindad.
Tiene la religión de Nuestra Señora de las Mercedes su casa, donde a
sus hijos preside un Comendador. El cuerpo de su iglesia es hermoso, capaz
en correspondiente perfección el crucero, e igual el lucimiento de los retablos
de sus altares; a más una segunda iglesia en la portería de esta clausura,
dedicada a una imagen bellísima de la Virgen Nuestra Señora, con tales pri-
mores y aseos de la devoción que no es otra cosa sino Casa de Dios y Puerta
del Cielo.
La Compañía de Jesús tiene su colegio asistido de buen número de suje-
tos, con su Rector, cuyo primer claustro, por su gala, claridad y alegría, es la
delicia de los ojos. La iglesia sobre ser excelente está tan adornada de reta-
blos dorados de mucho costo y de pinturas de gran admiración que en ella
no hay lugar en blanco, y en el retablo del mayor altar llegaron las manos a
ejecutar cuanto pudo el arte alcanzar sin dejar más que pedir al deseo. En es-
te colegio se esmeran los padres nuestros en enseñar a la juventud de la ciu-
dad y sus distritos la gramática." La segunda Compañía de Bethlem ha funda-
do también su convento con el número necesario de religiosos y Prefecto para
servir (como lo hace con sagrado desvelo en su hospital) a cuantos dolientes
lo buscan y hoy está construyendo su iglesia con 20,000 pesos que le ha da-
do de limosna el licenciado Escobar, cura rector de Saña.
El monasterio de monjas de Santa Clara, sujetas a la religión de San Fran-
ciscO', que es almácigo de flores para transplantarse al Cielo, lo fundó el Rey
nuestro señor con los tributos del pueblo de San Pedro de Lloco, de su renta
real, para hijas de conquistadores y nobles de esta ciudad. La casa es espa-
ciosa, la iglesia en perfecciones y esmeros compite con las mejores que se han
apuntado.
Hay más, dos parroquias de indios naturales: una con la advocación de
aquella .!eliz madre de la mejor hija mi señora Santa Ana, cuya iglesia se va

" La gramática latina (N. del E. ).


REVISTA DEL MUSEO NACIONAL" XLIV
230

fabricando y es obra de mucho realce; otra debajo de la protección de aquel


esforzado capitán dos veces mártir San Sebastián, y su iglesia es de superior
arquitectura. Aquí está con la tutela de Jesucristo crucificado y coronado de
espinas, una escuela de mayores fundada; en la cual, desde las seis hasta las
nueve de la noche, se juntan sus profesores a aprender en lecciones espiritua-
les la sabiduría mayor del Cielo, empezando por el temor de Dios; y entre se-
mana tienen varios ejercicios de oración mental y vocal que acaban para co~
menzar. Descúbrese los jueves el Santísimo Sacramento, los viernes con la Cruz
a cuestas, siguen al Señor aquellos pasos que dio llevado a empellones por
la calle de la Amargura y luego toman sangrientas disciplinas; y los sábados
salen cantando el rosario por toda la ciudad; de esta escuela fue discípulo
nuestro don García.
El colegio Seminario tiene una decente capilla, que se puede igualar con
todas estas iglesias; es fundación del ilustrísimo señor doctor don Carlos Mar-
celo Corne, Obispo. de esta ciudad e hijo de ella, como se ha dicho, y está
cerca del lugar donde nació; por esto son sus titulares tutelares los 'gloriosos
San Carlos Obispo y San Marcelo Papa. El manto de los co.legas (que suelen
ser doce en número) es pardo, la beca colorada, sirven a la Iglesia Catedral
debajo de la disposición y auspicio de un clérigo y aprenden latín en la Com-
pafiía de Jesús. Conocí al licenciado don Joan López de Saavedra, Chantre
de esta SLlnta Iglesia, su Provisor y Vicario General, Comisario de la Santa In-
quisición y Cruzada, que había vestido en esta casa aquel hábito, y muchos curas
del Obispado que le tuvieron. Los hijos de esta ciudad, que por la mayor par-
te son de aventajados ingenios y que lnedi?nte su claridad perciben con gran
aprovechamiento cualquier ciencia :1 la que se aplican, son muy aplaudidos aun
en los mayores colegios y universidades del Perú.
El gobierno político de este lugar se compone de un Corregidor, que Su
Majestad provee, de dos Alcaldes o.rdinarios, que su noble Cabildo elige, un Al-
calde provincial de la Santa Hermandad, otro que se nombra de sus regidores
por especial privilegio para el repartimiento de aguas y un fiel ejecutor. En el
Cabildo tienen también lugar el Contador, Tesorero y Fator, Jueces oficiales rea-
les de la Caja que tiene esta ciudad; y en el gobierno militar de ella preside
asimismo el Corregidor, como lugarteniente de Capitán General. Después de él
entran al mando el General y Comisario de la Caballería y el Maestro de Cam-
po y Sargento Mayor de la Infantería, y en una y otra milicia sobresalen varios
capitanes y otros cabos para regir sus numerosas huestes. Este es el diseño
que ha podido mi ruda pluma formar de la ciudad de Trujillo del Perú, de quien
sólo me resta por decir lo que dejó escrito un discreto 1, de la de Cartago
"Nullius non laudibus = crescit nec vituperatione minuitur"; que ni la podían
exaltar más sus loores ni jamás los vituperios la podían descaecer de su gran-
deza.

Cap. 3. De los hijos insignes de la ciudad de Trujillo del Perú y sus contornos
Obispos
Los ilustres hijos con quienes se complace esta ciudad y aquellos que la
honran y que mutuamente han sido honrados de ella son éstos: el primero, y
con razón, el ilustrísimo señor doctor don Carlos Marcelo Corne, su Obispo, cu-
yas letras, puestos y virtudes dejamos ya insinuadas. El ilustrísimo y reverendí-
simo señor maestro don fray Nicolás de Ulloa, del orden de San Agustín, Prior del

" Crisp' apud Macrobio, cap. último.


TRUJILLO EN EL XVII 231

convento grande de Lima y gran catedrático de Vísperas de Teología de la Uni-


versidad de San Marcos, Obispo auxiliar de dicha ciudad, Obispo de Tucumán;
fue originario de Trujillo. Como descendiente de Lorenzo de Ulloa, uno de sus
fundadores y principales vecinos, el ilustrísimo y veneradísimo señor maestro
don fray Bernardo Carrasco de Saavedra del orden de Predicadores, Provincial
de esta Provincia del Perú, Obispo de Santiago de Chile y después de La Paz,
donde murió con opinión de santo, aunque fue patrio de Saña; se puede así
numerar con los hij os de Trujillo por la cercana vecindad de aquel lugar que
es uno de los principales del Obispado, a quien esta ciudad por cabeza mira
como a inferior y en él su prelado provee todos los beneficios.

Prebendados
Don Julián de la Torre, ongmario de esta ciudad y su Deán y Comisario
de la Santa Cruzada; el doctor don Pedro de Prado, sujeto de excelentes letras,
cura de la doctrina de Reque, Canónigo y Deán de la Santa Iglesia de Goa-
manga y maestre de escuelas de la metropolitana de La Plata, originar io tam-
bién de dicha ciudad. El licenciado don Francisco de Zubiate, cura rector de
su Catedral, Provisor y Vicario General del Obispado, Canónigo doctoral, Chan-
tre, Arcediano y Deán en ella y Comisario de la Santa Cruzada. El licenciado
don Francisco Cavero de Ulloa, cura de su Catedral y de Lambayeque, Canóni-
go, Cha ntre y Arcediano en ella y Comisario de la Inquisición y Cruzada. El
maestro don Fr ancisco de Otiñano y Loyola, que nació en el distrito y cercanía
de esta ciudad, cura de Olmos, de Paita, Racionero, Canónigo, Chantre y Ar-
cediano de la misma iglesia. El licenciado don Juan López de Saavedra, del
distrito de dicha ciudad, cura de Saña, de Mochumi, Canónigo y Chantre en
ella y Comisario de la Inquisición y Cruzada, Pi-ovisor y Vicario General del Obis-
pado. El licenciado don Diego Torres y Velasco de Piura, en este Obispado cu-
ra de Sechura y de Catacaos, Canónigo y Chantre de dicha iglesia y Comisario
de la Santa Cruzada. El licenciado don Joan Sánchez de Arroyo, cura de su
Catedral, y su Racionero, Canónigo y Chantre, Comisario de la Santa Cruzada.
El doctor don Alonso de Aranda, Chantre de la iglesia de Arequipa. El licencia-
do don Gonzalo Jacinto de Miranda, cura de la catedral de Lambayeque, y de
Mochumi y canónigo de dicha iglesia. El licenciado don Vitaliano de Vega Ba-
zán," cura de Ayabaca y canónigo Magistrat en la mesma iglesia, aunque natu-
ral de la ciudad de Chachapoyas en la jurisdicción de este Obispado. Es nieto
de Lorenzo de Ulloa y de J oan de Guevara, y por esta parte (pues como se ha
dicho fundaron esta ciudad) se añade aquí como nieto también de los mesmos
el doctor don Fer nando de Castro Domonte, que después de cura de Olmos fue
Racionero de la dicha iglesia, hermano mayor de la mujer del venerable don
Gar cía de Toledo. El licenciado don Juan de Mancada y Escobar, Canónigo doc-
toral de la propia iglesia,''''' originaria de dicha ciudad y de Cajamarca, lugar in-
mediato a ella por la parte de la sierra. El licenciado don Martín Ferrer, cura
de Ayabaca, y Racionero en la mesma Catedral y también Racionero de ella don
Domingo de Cavero, antes cura de Piura; el doctor don Juan Cavero, Racionero
y después Canónigo de oposición de Lima. Estos son los prebendados de quie-
nes he tenido noticia.

Oidores
El señor licenciado don Antonio Aranguren, cura de la Catedral y de Mo-
chumi, Provisor de este Obispado, fue a Madrid nombrado en primer luga r en la

.. Pasó a Deán de Trujillo.


"" Pasó a Deán y Obispo de Santa Cruz.
232 REVISTA DEL MUSEO, NACIONAL - XLIV

canongía doctoral de esta iglesia a la qual fue presentado, y se quedó por Oi-
dor del Supremo Consejo de Indias, pasando después a ser de la cámara de
ellas. El señor doctor don Joan de Huerta, Oidor de la Audiencia de Chile, In-
quisidor apostólico de Lima, Presidente, Gobernador y Capitán General del Nue-
vo Reino de Granada. El señor doctor don Andrés de Francia Cave ro, descen-
diente de los Caveros de esta ciudad, Oidor de Quito.

Catedráticos
El ilustrísimo señor Obispo don Fray Nicolás de Ulloa, ya mencionado, fue
catedrático de Vísperas de Teología en la Real Universidad de San Marcos . El
ilustrísimo señor doctor don Carlos Marcelo Corne, asimismo referido, fue cate-
drático de Artes en dicha universidad. El señor doctor don Joan de Huerta, arri·
ba escrito, fue en la mesma catedrático de Prima de Leyes. El reverendísimo
padre maestro fray Francisco de la Huerta, del orden de Predicadores, Juez
medidor de tierras en este Obispado por Su Majestad, fue catedrático de Vís-
peras y también de la Supernumeraria, y después de Prima de Moral en aquella
universidad. El doctor don Joan Cavero,'" de quien queda hecha relación, fue
catedrático de Artes, de Nona de Teología y hoy de Vísperas en la propia uni-
versidad. El doctor Joan de Icuzquiza de Trujillo y el doctor don Francisco
Bueno, de Cajamarca, catedráticos del Maestro de las sentencias.

Caballeros armados
Don Joan Esteban Roldán de Castilla, del orden de Santiago; don Manuel
Francisco Clerque del orden de Santiago, secretario del Rey nuestro señor, Co-
rregidor de esta ciudad de Trujillo, su patria, y Regidor perpetuo de la de Lima .
Este caballero 'e s muy cercano pariente de don García de Toledo. Don Joseph
Tiburcio de Villarro, el del orden de Santiago, es nieto legítimo de la casa de
Escobar de esta propia ciudad. El señor oidor don Andrés de Francia, Cavero
de los Caveros de aquí, del orden de Santiago. El dicho doctor don J oan Ca-
vero y su hermano don Bartolomé Cavero, ambos del orden de Calatrava: y
ahora se avisa de Madrid haber hecho Su Majestad merced de hábito de San-
tiago a don Esteban Ferrer y de Teniente General de la Artillería del Presidio del
Callao, con el gobierno más de Huancavelica; aquel poderoso mineral de azo-
gue que tanta ha enriquecido a todo el mundo .

Siervos de Dios
El padre Miguel de Rivera, clérigo sacerdote de los que residían en el Hos-
pital de San Pedro en Lima, cuya vida escribió en Roma el doctor don Francis-
co Antonio de Montalvo, del orden de' San Antonio de Viana, y se imprimió en
aquella superior corte, de la cual han venido muchas estampas de este siervo
de Dios. Conocíle y merecí tenerlo por padre espiritual para confesarme en Li-
ma. Vile muchas veces en oración mental delante del Santísimo Sacramento
y noté que tenía su venerable' rostro inundado con la copiosa venida de un
río de lágrimas, que por dos ojos salía de la parte superior de él. Remítome a
los que dirán su vida. El padre presentado y maestro fray Luis Galindo de San-
Ramón fue en el siglo hijo de nobles padres en esta ciudad y en la religión de
la Madre de Dios nuestra Señora de las Mercedes. Hanse hecho con licer¡.cia
del ordinario en Lima informaciones de su heroica virtud; y merecí conocerle
allí y l~ vi predicar un sermón despojado de la cintura para arriba, por la parte

" El dicho doctor don Joan Cavero pasó a catedrático de Prima y hoyes Obispo
de Santa Cruz y pasó a la iglesia de Arequipa.
TRUJILLO EN EL XVII
233

posterior de su venerable espalda, con palabras de grande espíritu y obras de


superior penitencia; pues a las voces acompañaban los golpes de la disciplina.
Su vida se ha escrito y referirán sus prodigios. La sierva de Dios soror Felicia-
na de Jesús, Tercera de Santo Domingo, cuya vida admirable escribió Meléndez,
tomo 3 lib . 9 cap. 8.
,~ La venerabilísima religiosa del monasterio de Santa Clara de esta ciudad
soror Lucía de Vargas Alvarado y de este santuario se pudieran con las estre-
llas contar las demás insignes en santidad que ha dado; pero baste ésta por
muchas, atendiendo a no detenerme ya fuera de mi asunto. La hermana Ana
de Jesús, tercera de San Francisco, que murió a diez y ocho de noviembre de
mil setecientos y siete en esta ciudad, con aclamación grande; halléme a su
entierro y vi la veneración con que el venerable Deán y Cabildo de ella la pu-
sieron sobre sus hombros para darle sepultura. Fue casada y alcanzó en días
a su consorte; supo por revelación del Cielo el de su muerte, y me acuerdo
haber oído al ilustrísimo señor Obispo don Pedro de Cienfuegos (cuando se
dignó demandarme fuese sirviéndole en la visita de la sierra de este Obispado,
el año de mil seiscientos noventa y nueve), referir que había esta hermana vis-
to en forma corporal a Nuestro Señor en la hostia que su ilustrísima consagró
diciendo misa delante de ella. Sus reliquias están en la iglesia de su padre
San Francisco. María de Mendoza, natural de Calipuy, que es obraje de esta
diocésis en la Sierra, murió en esta ciudad dejando admirables créditos de su
perfección; fue su padre de espíritu el padre Pedro Ignacio de Espínola, de la
Compañía de Jesús, varón de mucha virtud y letras, el cual por la amistad que
conmigo profesó me hizo en carta misiva una breve relación de sus excelen-
cias, después de haberlas predicado en sus honras: y sólo un caso de su vida
quedó estampado en mi memoria, que es el siguiente: vio esta sierva de Dios
en una ocasión a los demonios, echados en una de las calles de esta ciudad
por donde pasaba; y díjoles: ¿Qué hacéis aquí ociosos? Ellos la respondieron
en esa casa están haciendo otros nuestros oficios; y era que dentro de ella
había un baile profano. En Lima vive hoy con muy alto concepto de virtud la
madre Zavaleta, Priora de las Beatas Mercedarias, que es también natural de
esta ciudad; y ahora corone este capítulo el nombre de don García de Toledo
Bracamonte, cuya vida se contiene en los subsecuentes.

" V éanse ésta y otras muchas en la coronica de San Francisco y provincia de Lima
por fray Diego de Córdova, lib. 5, cap. 14.
BIO-BIBLIOGRAFIA DE EMILIO MENDIZABAL LOSACK

ROGGER RAVINES

DE CUANTOS en los últimos añ'os han tratado el fenómeno andino en su pro-


ceso histórico, Emilio Agustín Mendizábal P. W. T. Losack es uno de sus ex-
ponentes singulares. Sin adscribirse a las modas imperantes -aunque sin igno-
rarlas- y más bien ceñido a los moldes de la antropología clásica, buscó
afanosamente una explicación racional del universo indígena.
Su interés profesional estuvo düigido a explicar la estructura y función
de la cultura en el mundo andino, usando las propias categorías indígenas
de clasificación. La etnociencia andina adquirió total vigencia en sus plan-
teamientos y búsquedas. Convencido de que la lengua como sistema propor-
ciona lentes para conocer el mundo, y la matemática es el magistral edi-
ficio imaginado por el hombre para comprender el universo, puso especial
énfasis en el estudio de la superestructura.
Coherente en sus postulados y actitudes, rescató para el conocimiento
del antiguo Perú una amplia terminología indígena que usó sin menoscabo
ni ambages. Se propuso demostrar la posibilidad de estudiar, a partir de
materiales incompletos, una sociedad actualmente inaccesible. Sostuvo que
la falta de información antigua en el caso andino podía complementarse con
la moderna información etnográfica y el análisis de las palabras runa-simi
que remiten a la función estudiada. El especial valor analítico de la len-
gua -afirmaba- proporciona una auténtica comprensión del pensamiento, cul-
tura y reacciones de un pueblo.
Se puede estar o no de acuerdo con los planteamientos de Emilio Men-
dizábal, pero no puede negarse su severa actitud crítica, la originalidad de
sus contribuciones y lo sugerente de sus percepciones. Crítico mordaz, tenaz
en sus ideas, profesor universitario y etnólogo, como así mismo se titulaba,
vivió las limitaciones del país, de nuestras instituciones científicas y del pro-
pio medio académico en que actuó. Indesmayable en su tarea, alejado de
la docencia más no de la Universidad de San Marcos donde se graduó y a
236 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

la que guardó entrañable afecto, y afincado en la Escuela de Estudios Es-


peciales, centró sus esfuerzos durante los últimos cuatro años de su vida en
el estudio de la cultura inca y su supervivencia como forma de compren-
der la sociedad campesina actual.
Nacido en Lima el 3 de setiembre de 1922 residió en el Cusca hasta
1956, donde ejerció como pintor y profesor de artes plásticas. Miembro de
la Sociedad Peruana de Folklore y del Instituto Americano de Arte de dicha
ciudad, publicó sus primeros artículos sobre crítica de arte, folklore e indi-
genismo en las revistas editadas por dichas instituciones, y que fueron el ini-
cio de un interés que se acrecentaría a través de los años y que culminó
con su formación universitaria en el Departamento de Etnología y Arqueo-
logía de Ia Universidad de San Marcos, donde optó el título de doctor en
1970. Murió en Lima el 17 de febrero de 1979.
Desempeñó los siguientes cargos: Etnólogo auxiliar del Instituto de Es-
tudios Etnológicos del Museo Nacional de la Cultura Peruana, (1958-1967);
Profesor de Antropología de la Universidad de San Marcos (1966-1976);
Miembro de la Comisión Reorganizadora de las Universidades Ricardo Pal-
ma, Lima; Santa María, Arequipa; y San Antonio Abad del Cusca (1972-
1974); Subdirector de la Escuela de Estudios Especiales de la Universidad
de San Marcos (1977-1979) Y Profesor de la Escuela Nacional de Servicio
Social del Perú (1979).
La obra de Mendizábal, incompleta e inconclusa, retiene en lo esencial
aportes sustantivos que no pueden pasar desapercibidos a cuantos se intere-
sen por el pasado andino.

1951 "Turay ... turay (leyenda de la selva )". Tradición. Revista Peruana de Cul-
tura. Año II, Vol. III, Nos. 7-10, pp. 60-73. Cusca.
1951-52 "La Tradición en la pintura colonial: Selenque" Tradición. Revista Peruana
de Cultura. Año II, Vol. IV, N9 11, pp. 50-58. Cusca.
1952 "Tradición e indigenismo: en busca de una expresión propia". Revista del
Instituto Americano de Al'te, Año VI, Vol. II, pp. 97-100. Cusca.
1952 "La improductividad artística contemporánea en el Cusca". Revista de la
Semana del Cusca . Cusca.
1954 "En torno al problema del arte nacional". Revista del Instituto Americano
de Arte. Año VII, Vol. II, pp. 135-156. Cusca.
1955 "Paucartambo y la Virgen del Carmen". Cultura Peruana. Vol. XV, No, 89.
Lima.
1956 "Consideraciones acerca del arte popular". Archivos peruanos de folklore,
Organo de la Sociedad Peruana de Folklore. Año II, NQ 2, pp, 9-27. Cusca.
1957 "Una contribución al estudio del arte tradicional peruano". Folklore Ame-
ricano. Tomo V, pp. 74-139. Lima.
EMILIO MENDIZABAL 237

1958 "El arte de José Sabogal". Revista del Instituto Ame1'icano de Arte. Mío
VIII, N9 8, pp. 187-192. Cusca.

1958 "Dos documentos sobre obrajes de Huamanga". Revista del Museo Nacional.
Tomo XXVII, pp. 273-274. Lima.

1958 "Las artesanías nacionales: su desvirtuación y defensa". El Comercio Supo


Dom. N9 269. Lima, 29 de junio.
1959 "Apuntes para un plan de fomento de las artesanías y artes tradicionales".
El Comel"cio. Supo Dom. Lima, 9 de agosto. pág. 8.
1959 "Mesa redonda de arte popular chileno". Revista del Museo Nacional. Tomo
XXVIII, pp. 289-298. Lima.
1960-61 "Mesa redonda sobre arte popular chileno (comentario )". Folklol"e Amel"ica-
no. Tomo VIII-IX, pp. 335-340. Lima.
1961 "Don Phelipe Guamán Poma de Ayala, Señor y príncipe último quellcacama-
yoq". Revista del Museo Nacional. Tomo XXX, pp. 228-330. Lima.

1962 "Textos culina. Nota preliminar". Folklol"e Americano. Revista del Comité
Interamericano de Folklore. Año X, N9 10, pp. 86-93. Lima.

1962 "Watuykuna. Nota preliminar". Folklo1"e Amel"icano. Revista del Comité Inte-
ramericano de Folklore, Año X, NQ 10, pp. 239-242. Lima.
1963 "Las dos versiones de Murúa". Revista del Museo Nacional. Tomo XXXII,
pp. 153-185. Lima.

1963 Condiciones sociales y económicas de los depal"tamentos de la sie:1"1"a centml.


Informe pam el Instituto Nacional de Planificaci6n. Instituto de Estudios Et-
nológicos, Museo Nacional de Historia. Lima 21 pp. mimeo.
1963-64 "La difusión, aculturación y reinterpretación a través' de las cajas de imagi-
nero ayacuchanas". Folklol"e Americano, Revista del Comité Interamerica-
no de Folklore. Tomo XI-XII, pp. 115-334. Lima.
1963-64 "Ocho cuentos del zorro. Nota preliminar". Folklo1"e Ame·ricano. Revista
del Comité Interamericano de Folklore. Tomo XI-XII, pp. 103-104. Lima.
1964 "Pacaraos: una comunidad en la parte alta del valle de Chancay". Revista
del Museo Nacional. Tomo XXXIII, pp. 13-127. Lima.
1'964 "Apuntes para un plan de fomento de las artesanías y artes tradicionales".
El Comercio. Supo Dom. Lima, 18 de enero.
1964 "Visita hecha a la provincia de Chucuito por GarcÍ Diez de San Miguel
en el año 1567". Revista del Museo Nacional, Tomo XXXIII, pp. 423-426.
Lima.
1965 "La fiesta en Pachitea andina". Folklol"e Americano. Año XIII, NQ 13, pp.
141-227'. Lima.
1966 "Las' artes tradicionales peruanas. El arte tradicional: su desarrollo, historia
y situación". Revista Peruana de Cultum. Casa de la Cultura del Perú. To-
mo 9-10, pp'. 5-25. Lima.

1966 "El awkillo entre los descendientes de los Chupachu". Cuadernos de in-
vestigación. Antropología NQ 1. Universidad Nacional Hermilio Valdizán. pp.
61-78. Huánuco.
238 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

1966 Continuidad cultural y textilel'ia en Pachítea andina. Tesis para optar el


grado de bachiller en Letras, especialidad etnología y arqueología, Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. Lima.
1968 "El hombre andino y la política nacional. En busca de un pasado". Visión
del Perú. N9 3, pp. 32-36. Lima.
1970 Los criadores de alpacas. Informe presentado a IVITA, Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Lima. 50 pp. mimeogr"lfiadas.
1971 Estructura y ftmci6n en la culttl.1'(l andina. Fase Inka. Tesis doctoral. Pro-
grama académico de antropología. Universidad Nacional Mayor de San Mar-
cos. Lima.
1976 "La pasión racionalista andina. La pacha-ka, fundamento cosmogónico y
unidad administrativa del Estado Inka" . San Marcos. Revista de artes, cien-
cias y humanidades, editada por la Universidad Nacional Mayor de San Mar-
cos. No 14, pp. 39-81, N9 15, pp. 110-156, N9 16, pp. 109-161, Lima.

En es ta bibliografía no se han considerado los numerosos artículos periodísticos, notas in-


formativas, comentarios y reseñas bibliográficas' escritos por Emilio Mendizábal Losack
entre 1950-1979, salvo los que revisten especial interés desde el punto de vista antro-
pológico.
NOTA

PAÑAMARCA NUEVAMENTE: UNA ACLARACION

DUCCIO BONAVIA

EN 1976 SE PUBLICÓ el libro de Christopher Donnan Moche art and iconography;


posteriormente, en 1978, apareció Moche art oi Peru del mismo autor. Este se-
gundo libro fue en realidad un catálogo de la exhibición "Moche art of Peru" ,
montada por el Museum of Cultural History de la Universidad de California en
Los Angeles. Dicho catálogo se hizo utilizando el texto del primer libro de Don-
nan con ligeras modificaciones, no sustanciales, aunque con la adición de una
gran cantidad de ilustraciones.
A juzgar por las piezas exhibidas que se ilustran en el citado catálogo y
por la lista de instituciones que participaron en la muestra, se trata posiblemen-
te de la más completa colección de obras de arte Moche que se hayan mostra-
do públicamente.
Donnan es uno de los especialistas en arte mochica y ambos libros. son
importantes en la bibliografía de la arqueología peruana. Sin lugar a duda, son
los aportes más originales que se han hecho sobre Moche desde que aparecie-
ran los trabajos precursores de Rafael Larco Hoyle, entre los que cabe recor-
dar su Cronología arqueológica del norte del Perú, publicada en 1948.
Donnan, además, ha r eunido a base de años de trabajO' que lo han lleva-
do a revisar las. principales colecciones de O'bjetos mochicas que hay en el
mundO', el archivo más completO' que existe sobre el tema. Sus méritos pues,
en este sentido, son indiscutibles.
No es mi intención, en este caso, comentar estos libros; si alguien tiene
interés puede revisar la recensión que a la primera edición de 1976 hiciera Ri-
chard P. Schaedel (s / f) en la revista Archaeology y con la que cO'ncordamos
en términos generales.
Nuestro propósito es llamar la atención sobre un detalle de estos libros,
que podría pasar desaper cibido y que desafortunadamente empaña la imagen
del autor. Se trata de una falta que podría ser perdonable en el caso de un
principiante, pero que no puede aceptarse en un hombre de ciencia. Y creo
que se debe llamar la atención, porque en el futurO' podría llevar a graves erro-
res. Me refiero concretamente a la lámina 2b, en color, que aparece en la
edición de 1976 y a la figura 39 (p. 22) , en sepia, de la edición de 1978, que,
salvo la diferencia de color, son exactamente iguales. Para ambos casos, en
REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV
240

los respectivos créditos que se dan para las ilustraciones, se dice textualmente:
"Photo by C. Donnan" (p. 139 Y p. 198 respectivamente).
La fotografía en cuestión reproduce una de las pinturas murales mochicas
que hubo en Pañamarca (en el valle de Nepeña) y que con el andar del tiem-
po se hizo tan conocida que sus motivos han servido de inspiración o han sido
copiados por artesanos actuales.
La leyenda de la fotografía en color dice textualmente: "Mural sobre una
pared de adobes en Pañamarca"; mientras que la de color sepia reza: "Un
mural policromo Moche pintado sobre una pared de adobe en Pañamarca".
Leyendo los mencionados libros se desprende, pues, que la pintura exis-
tió en Pañamarca tal como la ilustra el autor y que éste la fotografió in situ.
Esto es falso y para demostrarlo me remito a los hechos.
En efecto, la ilustración que presenta Donnan corresponde a la reproduc-
ción parcial de una réplica y no es de ninguna manera una fotografía tomada
directamente del original. La pretendida "fotografía" no es más que una tarje-
ta postal que aún puede comprarse en Lima y en cuyo reverso se lee: "543.
Tesoros del Perú - III. Fresco de Pañamarca (Valle de Nepeña), dado a cono-
cer en 1958 por el Prof. Hans Horkheimer. Cultura Mochica (Siglo IV a IX). Es
la más notable pintura conocida de esta cultura". Luego aparece el mismo
texto en versión inglesa. En la misma tarjeta postal se señala muy claramente:
"Ediciones de Arte Rep-Apartado 4110, Lima. Perú. Propiedad intelectual regis-
trada. Prohibida la reproducción total o parcial" (El subrayado es mío)." Para
que el lector pueda comparar, presento en la Fig. 1 la ilustración de la Lámina
2b del libro de Donnan y en la Fig. 2 la tarjeta mencionada. No caben dudas.
La historia de esta pintura mural es conocida por los especialistas y para
mayores detalles me remito a mis publicaciones de 1959 y 1974. Sin embargo,
para los efectos del caso merece la pena hacer un poco de historia.
El mural fue descubierto en 1958 por un ciudadano alemán residente en el
Perú, apellidado Billing. Hans Horkheimer tuvo noticia del asunto y visitó el
lugar el 30 de agosto del mismo año en compañía de un grupo de personas,
entre las que se encontraba el autor de esta nota. En posteriores visitas se
pudo comprobar el deterioro progresivo de la pintura. En vista del total desin-
terés de parte de las autoridades de entonces, para tratar de salvar ese valio-
sísimo testimonio, y gracias a la ayuda de la misión de la UNESCO en el Perú,
por intermedio de Gonzalo de Reparaz, es que en noviembre del mismo año
personal del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos -pudo efectuar el estudio de la pintura, que se publicó un
año después (vide Bonavia, 1959). En dicha oportunidad Félix Caycho Quispe,
dibujante de dicho museo, hizo un calco de la pintura. Esta se siguió deterio-
rando y desapareció totalmente con el sismo de 1970.
La pintura se encontraba en la parte alta de una de las esquinas de los
ambientes laterales del conjunto de Pañamarca, pintada en tres planos tal co-

;¡ De esta tarjeta han circulado varias ediciones, la más reciente tiene el texto mo-
dificado y dice así: "Fresco de Pañamarca (Valle de Nepeña), Epoca Mochica (aproxi-
madamente quince siglos de antigüedad). Mochica Period (caJifteen cent. old )".
La diferencia entre la edición más antigua y la más reciente es que en el primer
caso los bordes de la tarjeta fueron ondulados y en el segundo rectos . A juzgar por la
ilustración de Donnan de 1978, es esta última la que ha sido utilizada.
PA¡;:¡AMARCA: UNA ACLARACION 241

mo puede apreciarse en una fotografía tomada en octubre de 1958 . (Fig. 3)


Y que se nota mejor en un dibujo a escala que hizo entonces Félix Caycho
(Fig. 4).
El mismo Caycho hizo un calco minucioso de la pintura y en base a éste
se hizo una réplica a mitad del tamaño natural y reproduciendo fielmente los
colores, que se depositó en la oficina de la UNESCO en Lima. En esta réplica,
para evitar la distorsión de los motivos, se presentó la pintura mural extendida.
La fotografía de dicha réplica, hecha por Abraham Guillén, es la que se repro-
duce en la Fig. 5.
La tarjeta postal refer ida anteriormente es obra de Gonzalo de Reparaz,
hecha a base de la réplica que fuera entregada a la UNESCO, pero se trata de
un fotomontaje en cuanto en el original no se han reproducido, como puede ver-
se en la Fig. 5, los adobes que allí aparecen y que corresponden a otra foto-
grafía. En efecto, si se miden los adobes de la tarjeta postal, a base del tama-
ño conocido de los personajes, se verá que éstos tienen aproximadamente 17
cms. de largo por 11 cms. de altura, cuando los adobes de Pañamarca miden
en realidad entre 21 y 30 cms. de largo y entre 14 y 17 cms. de altura.
En dicha tarjeta postal pueden observarse algunos detalles importantes
que se desprenden de su comparación con el original: primero que se muestra
el mural extendido, tal como está en el calco y en la réplica, cuando en la rea-
lidad estaba sobre tres planos; segundo, que se ha r ecortado la panoplia que
estaba en el lado derecho y que no apar ece en la tarjeta; y tercero, además,
que los colores no corresponden a los originales.
Cabe señalar que Kauffmann (1978, p. 368, fig. 2) reproduce en blanco y
negro la misma tarjeta postal que ha utilizado Donnan y dice correctamente que
se trata de una "Foto G. Reparaz de la pintura de Caycho".
La actitud de Donnan no tiene atenuante y si bien es posible que él sea
el autor de la fotografía tomada a la tarjeta postal de Reparaz, debió señalarlo
muy claramente en el libr o y explicar que el original tuvo características diver-
sas. Podría argüirse que se cometió un error en lo que respecta al c;rédito, ya
que en la bibliografía se menciona un libro de Reparaz (1960). Allí, sin embar-
go, si bien hay tres ilustraciones de Pañamarca, muestran solamente una vista
general del monumento y dos detalles de la pintura, de modo que no han po-
dido ser utilizadas por Donnan para este propósito.
Este hecho me parece grave, no sólo porque se reproduce como propia
una obra de fotomontaje sin haberse solicitado la autorización del autor (Gon-
zalo de Reparaz, comunicación personal, febrero 1980), sino sobretodo porque
se ofrece en una obra de ciencia un hecho que distorsiona la verdad. Esto es
tanto más grave, si se consider a que en el futuro los estudiosos interesados en
el tema tendrán mayor oportunidad de consultar las obras de Donnan que los
otros trabajos sobre la materia (Bonavia, Op. cit.) ya que éstas son más recien-
tes y han tenido amplia difusión, mientras los otros están ya agotados y pueden
ser revisados sólo a nivel de biblioteca.
Hay algunos hechos más que se tratan en los libros, que están directa-
mente relacionados con las pinturas murales y que merece la pena señalar.
Así, llama la atención que cuando se trata de este tema que representa sin du-
da uno de los aspectos importantes del arte mochica, éste sólo sea soslayado
y no se le trat e con algo más de detalle. Por ejemplo, en el caso de las pintu-
ras de la Huaca de la Luna, en Moche, no sólo existe literatura publicada, sino
que Donnan hubiera tenido la oportunidad de tener acceso a información iné-
242 REVISTA DEL MUSEO NACIONAL - XLIV

dita que forma parte de los archivos de la Misión Moche-Chanchán, de la que


formó parte, y que trabajó en Moche y descubrió uno de los murales más im-
portantes de esta época. Sin embargo, se hace mención tan sólo al trabajo de
Kroeber de 1930. En todo caso, en la segunda edición pudo haberse puesto
al día la obra.
Por otro lado, se señala entre los monumentos de la época Moche, .c on de-
coración en bajo relieve a la Huaca Licapa, también conocida como Mocán (p.
20 de la edición de 1976 y p. 22 de la edición de 1978). No estoy de acuerdo
en esto, creo que dicho monumento corresponde más bien al estilo Gallinazo.
En la página 22 (de 1976 y p. 30 de 1978) se ha cometido evidentemente
un error. Al mencionar la escala utilizada en el arte Moche se señala que en
la pintura mural el artista mochica utilizó dimensiones mayores que en sus re-
presentaciones sobre otros materiales, y ello es cierto. Pero se pone como
ejemplo la pintura mural de Pañamarca, tantas veces citada, y se dice que la
altura de algunas de sus figuras tiene "hasta 120 centímetros". Esto no es cier-
to. La representación humana mayor, conocida como "el gran sacerdote", te-
nía 72 cms. de altura y la panoplia del lado derecho tenía 114 cms. de altura.
Esto puede comprobarse fácilmente utilizando la escala que presenta el mis-
mo Donnan en la página 123 (Fig. 108) de la edición de 1976 y p. 167 (Fig. 243)
de la edición de 1978. Probablemente lo que quiso decir el autor es que en
otra pintura de Pañamarca hubo personajes de "hasta 125 centímetros" de al-
tura y en ese caso no hubiera errado.
En la página 123 (Fig. 108) de la edición de 1976 y página 167 (Fig. 243)
de la edición de 1978, se presenta un dibujo de la pintura de Pañamarca. Es
el mismo que publicó Donnan en 1972 (p. 92). No se menciona para nada so-
bre que base se ha efectuado dicho dibujo. Parcialmente se ha podido utilizar
la tarjeta postal de Gonzalo de Reparaz, pero se ha tenido que recurrir necesa-
riamente a otra fuente, desde que en la tarjeta no aparece la panoplia mientras
que en este dibujo el motivo del mural está completo, tal como estuvo cuando
se hizo el calco de Caycho. No se pudo haber utilizado ninguna fotografía ante-
rior, pues antes de los trabajos la pintura no estaba deteriorada (vide Bonavia
1974, p. 67, fig. 33), mientras que en el dibujo de Donnan le falta la pierna de-
recha al personaje por él denominado "E", exactamente como puede verse en
la réplica de la Fig. 5. Este dibujo debe haberse realizado a base del calco
de Caycho, publicado en la monografía de 1959 (Bonavia, Op. Cit.).
Cabe decir que si bien en términos generales el dibujo que presenta Don-
nan, hecho por Patrick Finnerty está bien ejecutado, se han modificado ligera-
mente las proporciones, sobre todo la relación de la panoplia con el resto del
mural.
No puede dejarse de mencionar que cuando en la página 123 (1976 y p.
., 116 de la edición de 1978) se hace referencia a esta pintura se dice " ...exce-
llent state of preservation". pero no se añade nada más. Y esto, para el que
no conoce de cerca el problema, da entender que el mural aún está así, cuan-
do desapareció diez años atrás. Lo que le faltó indicar a Donnan es que el mu-
ral estuvo en excelente estado de conservación cuando se descubrió.
Es verdaderamente notable la reconstrucción de la pintura que ha intenta-
do Donnan (1976, pp. 124-125, Fig. 109; 1978, pp . 166-167, Fig. 244) y es posible
que se acerque a la verdad. Cabe recordar la evidencia que al terminar la pa-
red donde estaba la panoplia, la esquina volteaba en ángulo de 90~. Esta cara
estaba cubierta por otra pared gruesa, de adobes, razón por la que nunca se
supo que hubo detrás, aunque se veía muy claramente que la pintura seguía.
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Esto se puede apreciar netamente en la fo.tografía 32, p.i"gi'rÍa"'65 de mi trabajo
de 1974 y en la descripción de la página 23 y Lámina II de mi monografía de
1958. Con esto quiero decir que queda .abierta la posibilidad de que el mural
tuviera más motivos de los que conocemos, en cuyo. caso el "Presentation the-
me" de Donnan debería ampliarse.
Finalmente, para eliminar la posibilidad de futuros erro.res, conviene mani-
festar que en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología de Lima exis-
te otra réplica semejante a la entr egada a la oficina de UNESCO en Lima, reali-
zada en 1971 por José Velásquez López, con la asesoría del autor y de Félix
Caycho..
La arquecilogía es una ciencia y es deber ineludible de lo.s arqueólogos
tratarla como. tal.

Huaca Pañamarca, a la que Squier (1865) llama


Pirá m ide de Tierra Firme.
REFERENCIAS CITADAS

BONAVIA, Duccio
1959 "Una pintura mural de Pañamarca, valle de Nepeña". Arqueológicas, 5, Pu-
blicación del Instituto de Investigaciones Antropológicas, Museo Nacional de
Antropología y Arqueología, Lima. Pp . 21-53.
1974 Ricchata Quellccani. Pinturas murales prehispánicas. Fondo del Libro del Ban-
co Industrial del Perú, Lima. Pp. XVI 187.
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1972 "Moche-HuaJ'i murals from Northern Peru". Archaeology, Vol. 25, NQ 2, april.
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1978 Moche art of Pel'u. Pre-Columbian symbolic communication. Museum of Cultu-
ral History, University of California, Los Angeles. Pp. XVI + 206.
KAUFFMANN DOIG, Federico
1978 Manual de m'queología lJeruana. Lima, p. 798.
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1930 Al'chaeological explorations in Pent. Parto n. The Northem Peru. Field Mu-
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LARCO HOYLE, Rafael
1948 Cronología arqueológica del norte del Perú. Sociedad Geográfica Americana,
Buenos Aires (Biblioteca del Museo de Arqueología "Rafael Larco Herrera").
Pp. 87.
REPARAZ, Gonzalo de
1960 Perú, Pérou, Pem. Ediciones de Arte Rep. Lima. Pp. 28.
SCHAEDEL, Richard P.
s/f "Moche art and iconography". Reprinted from Archaeology. Pp. 65-66.
SQUlER, E. George
1974 (1877) Un viaie por tierras incaicas. Crónica de una expedición arqu eológica (1863-
1865). Buenos Aires.
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Plate 2 b . Mural on a mu d bric k wa 11 at r,lñ.¡m.¡rc,l.

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Este tomo terminó de imprimirse
el 6 de febrero de 1981 en los talle-
res de INDUSTRIALgráfica S: A.,
ChavÍn 45, Lima 5.
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¡ Contra tapa : Motivo tomado de una vasija


(. Chancay del Horizonte Medio
4, procedente del cementerio
San Juan norte, valle de
Chancay , Reducido a 18% del
tamaño natural.

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