Cuento Sobre Las Emociones

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EL COCODRILO Y LA TORTUGA.

Había una vez un cocodrilo que se encontraba de mal humor cuando a lo lejos se da cuenta de que
va pasando una tortuga y rápidamente decide ir a molestarla.

- ¡Hey! ¡Tortuga!

La tortuga al darse cuenta de la presencia del cocodrilo intentó acelerar el paso sin tener
mucho éxito.

- No intentes huir, tortuga.


- Por favor ignore que estoy aquí, solo estoy de paso.

El cocodrilo se puso frente a ella, abrió la mandíbula y atrapó a la tortuga dentro.

- Por favor suélteme señor cocodrilo, tengo que llegar con mi familia.
- No me importa – exclamó el cocodrilo mientras intentaba morder el caparazón de la
tortuga, pero esta se resbalaba – Ni creas que te vas a librar tan fácil.

El cocodrilo estuvo intentando durante horas morder el caparazón sin conseguirlo pues este se
resbalaba una y otra vez.

- ¿Qué le he hecho yo para que me trate de esta manera? – preguntó la tortuga ya cansada.
- Nada, pero estoy molesto.
- ¿Y qué le tiene tan molesto? – preguntó la tortuga genuinamente interesada en la
situación del cocodrilo.
- Pues verás, me molesta todo, me molesta no saber qué pasará mañana o qué se supone
que deba hacer. – exclamó el cocodrilo mientras comenzaba a ir de un lado a otro. – Me
molesta que todos digan cómo tengo qué actuar y qué se supone que debo de lograr en
un futuro… ¿Y si no es lo que yo quiero? ¿Y si lo que le funciona a los demás no me
funciona a mí? ¿Se supone que aun así deba seguir ese camino? Es absurdo.
- Primero que nada… ¿puedo tutearte?
- Claro, adelante. – dijo el cocodrilo interesándose por lo que estaba por decir la tortuga.

La tortuga se recompuso y se acercó un poco más al cocodrilo sin importarle que hace unos
minutos había sido atacada por el mismo.

- ¿Qué emociones te invaden en el día a día? Es decir... Si tuvieras que enlistar la tristeza, el
enojo, la felicidad, el afecto, el miedo, ¿cuál iría primero y cuál al final?

El cocodrilo miró a la tortuga por un momento con extrañeza, pero decidió no decir nada y
hacer lo que le pidió.

- Supongo que en primer lugar sería el enojo y por último el miedo… Los cocodrilos no
sentimos miedo, tortuga.
- Es ahí donde te equivocas, cocodrilo. Te da miedo el futuro y lo manifiestas a través del
enojo… Créeme que no solo te aterra el futuro, sino una infinidad de cosas y situaciones y,
¿sabes qué? Sentir miedo no está mal. Hace un momento yo temí por mi vida, pero todas
esas situaciones en las que sentimos miedo se superan y, si no podemos superarlas
todavía, no significa que nunca lo haremos…En algún momento pasará y seguiremos
avanzando, y conforme la marcha vendrán otras cosas que asustarán y las vas a enfrentar
y te darás cuenta de que eres capaz y valiente por hacerlo aún con todo el miedo
carcomiéndote por dentro. Aún eres joven y te queda mucho por vivir, cocodrilo.
Permítete sentir y aceptar ese miedo, o cualquier emoción que se manifieste, quizá así
podrás enfrentar de mejor manera la vida que en ocasiones vaya que puede ser
aterradora.
- ¿Pues cuántos años tienes tú, tortuga? Hace un momento me llamaste señor.
- Es lo de menos, cocodrilo. Solo espero que me hayas escuchado. Ahora, si me permites,
tengo una familia que me espera del otro lado del pantano.

La tortuga retomó a paso lento su camino mientras el cocodrilo la observaba y se cuestionaba


si la tortuga quizá tenía razón.

- Permíteme ayudarte – dijo el cocodrilo ayudando a la tortuga a subir a su dorso. – Creo


que podrías tener razón, tortuga. Me aterra pensar en el futuro, pero papá y mamá
siempre han dicho que el miedo no es para nosotros los cocodrilos, sino para las tortugas
como tú y, si ellos lo dicen debe ser cierto, ¿no?
- Conforme pase el tiempo te darás cuenta de muchas cosas, cocodrilo. Sólo te diré que el
miedo es natural en cualquiera de nosotros. – dijo la tortuga acomodándose encima de él.

El cocodrilo cruzó el pantano en silencio, pensando en las palabras dichas por aquella tortuga
a la que fastidió en un principio sintiéndose avergonzado por su actuar.

- Lamento mi comportamiento tan vergonzoso… pero gracias por tus palabras, tortuga.
- Agradéceme después, cocodrilo.

La tortuga siguió su camino y el cocodrilo el suyo. Pasaron un par de años y se volvieron a


topar en distintos pantanos; al mirarse, ambos se reconocieron, haciendo que ambos se
acercaran.

- Es bueno verte, tortuga. Parece que fue ayer cuando me dijiste aquellas palabras que
cambiarían mi vida.
- Lo mismo digo, cocodrilo; es bueno verte.

Ambos asintieron amistosamente y continuaron sus vidas.

La tortuga sabiendo que había podido alentar a alguien con sus palabras y el cocodrilo
habiendo aceptado y validado sus emociones.

FIN

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