Comunicación y Prácticas Políticas
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All content following this page was uploaded by José Luis Sánchez Ramírez on 13 November 2021.
Coordinadoras
Silvia Gutiérrez Vidrio
Guiomar Rovira Sancho
Comunicación y prácticas políticas / coordinadoras Silvia Gutiérrez Vidrio,
Guiomar Rovira Sancho - México: Productora de Contenidos
Culturales Sagahón Repoll, 2020.
ISBN 978-607-8346-50-9
d.r. © 2020, Silvia Gutiérrez Vidrio, Guiomar Rovira Sancho, Omar Villareal Salas,
Julián Andrés Ovalle Fierro, Emiliano Gómez Izaguirre, Iván Ezequiel Peñoñori,
Stefanía Acevedo Ortega, Úrsula Albo Cos, Cristhian Camilo Cruz Sandoval,
Josué Federico Pérez Domínguez, Carlos Armando Romero Ventura, François Favreau Alcázar,
Nallely Marlene Bucio Vázquez, Aurea Itzel Paredes Páramo, Marisol Anzo Escobar,
Maai Enai Ortíz Sánchez, Paulina Alvarez Basso, Julio Erick Meza Morales,
Mara Lucía Ramos Martínez, José Luis Sánchez Ramírez José Manuel López Romero,
David González Marín y Rosa Margarita Sánchez Pacheco.
Diseño de la edición
Estudio Sagahón / Leonel Sagahón
Cuidado de la Edición:
Jerónimo Repoll
Diseño, formación y captura:
Cristian Cedillo
Todos los libros de Tintable están dictaminados con el formato doble ciego.
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CONTENIDO
7 Presentación
123 El meme contra el meme: consonancias afectivas en torno al 19S. Una paradoja conceptual.
Úrsula Albo Cos
Comentario de Silvia Gutiérrez Vidrio y Jerónimo Repoll
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 11
POLÍTICA,
CULTURA Y
ESTADO
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Resumen
Este ensayo hace una reflexión sobre el papel del Estado mexicano en la coyuntura his-
tórica prefigurada por el caso Ayotzinapa. El objetivo es formular una pregunta general
de investigación relativa al modo particular en que el Estado se hace efectivo hoy en
México.
La primera parte expone las características del caso que delinean las implicaciones
teóricas derivadas de la participación de fuerzas estatales oficiales en los ataques de
Iguala; la segunda, hace una crítica a la noción de Estado fallido, recuperando algunos
planteamientos de Pilar Calveiro sobre la violencia estatal, y del historiador Mario Rufer
respecto al caso y a la condición poscolonial de la estatalidad mexicana; la tercera parte
refiere brevemente un conjunto de conceptualizaciones teóricas que abordan la proble-
mática del Estado al margen de las teorías clásicas de la filosofía y de las ciencias políti-
cas y jurídicas: se trata de analizar la noción de gubernamentalidad de Michel Foucault
y la perspectiva de la antropología y la etnografía del Estado.
Finalmente, el texto señala las consistencias entre todas estas perspectivas para
terminar proponiendo que la noción de gubernamentalidad y las conceptualizaciones
de la antropología del Estado podrían conformar un aparato teórico capaz de responder
hoy la pregunta por el Estado en México.
Palabras clave
Estado, Estado fallido, gubernamentalidad, construcción discursiva, Ayotzinapa.
1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: ovillarrealsalas@hotmail.com
Introducción
En este ensayo se propone reflexionar acerca del estado mexicano en la coyuntura his-
tórica prefigurada por el caso Ayotzinapa. La intención general que guía este trabajo es
preguntarse acerca del modo particular en que el Estado se hace efectivo en México hoy;
y sobre cuáles son las estrategias que le permiten sostener su legitimidad en medio de
los hechos ocurridos en Iguala en 2014. Se exponen aquí algunas ideas provenientes
de perspectivas teóricas como la antropología, la historia y la filosofía, que permitirán
emprender una crítica a la noción de que el Estado mexicano es un estado fallido. No
obstante, sostengo aquí que el modo de darse del Estado en México es eficaz en cuanto
al control territorial y poblacional, en una coyuntura en la que sus acciones u omisio-
nes, resultan productivas para el tráfico de drogas y de armas, y para la operación de
otros negocios transnacionales extractivistas de carácter legal.
En la primera parte de este ensayo se exponen algunas de las características del
caso Ayotzinapa. Se presenta una descripción somera de los ataques ocurridos en Igua-
la, con base en los informes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes
(GIEI) que participó durante un tiempo en la investigación, acompañando a las autori-
dades judiciales oficiales. Se recogen aquellas características y datos que permiten plan-
tear las implicaciones de la participación de fuerzas policiacas oficiales en los ataques,
a lado de grupos criminales; también se reúnen aquellos datos que permiten inferir el
uso de estrategias extralegales —como la desaparición forzada misma, pero también
el entorpecimiento y omisión en la investigación— encaminadas a encubrir los hechos y
a sus perpetradores, así como la profundidad de la red criminal que opera en esa región.
En un segundo momento se aborda el origen de la noción de Estado fallido con el
propósito de emprender una breve valoración crítica; posteriormente se retoman los
planteamientos de Pilar Calveiro acerca de la violencia estatal y la caracterización que
hace de la guerra anticrimen como una de sus formas más acabadas; finalmente, se
plantean algunas de las reflexiones de Mario Rufer relativas a la estatalidad mexicana
en el caso Ayotzinapa y así desglosar la pregunta general de este ensayo.
En tercer lugar, el texto refiere algunas de las perspectivas teóricas que abordan
la problemática del Estado al margen de las teorías clásicas de las ciencias jurídicas y
políticas. Se acude a la noción de gubernamentalidad de Michel Foucault, la cual se
contrapone a la idea de la soberanía estatal en su versión clásica, fundamentada en la
ley y la ciudadanía universales. Posteriormente, se da cuenta de algunas de las ideas que
provienen de la antropología y la etnografía del Estado, campo reciente en el que Philip
Abrams, Timothy Mitchell y Akhil Gupta han destacado por sus planteamientos.
Finalmente, este ensayo enfatiza los ejes que atraviesan todas las perspectivas
teóricas aquí presentadas; formula algunas preguntas acerca de sus inconsistencias y
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propone que la noción foucaultiana de gubernamentalidad empata bien con los plan-
teamientos de la antropología del Estado, y que en conjunto podrían constituir una
herramienta teórica adecuada para comprender el modo efectivo en que se da el Estado
mexicano hoy, en la coyuntura del caso Ayotzinapa.
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El índice contiene una clasificación de 177 países, a partir de 12 indicadores que
miden la vulnerabilidad y la capacidad de los Estados para resolver sus conflictos pací-
ficamente, sin necesidad de acudir a la presencia militar o administrativa externa. La
clasificación se realiza con ayuda de un software de análisis de contenido que provee
de un marco conceptual, y se acompaña de técnicas de recolección de datos para medir
el riesgo de conflicto. El tipo de investigación que sustenta este índice y su principal
categoría —la de Estados fallidos— está relacionado con lo que en ciencia política se
conoce como nuevo institucionalismo. Una perspectiva que en términos metodológicos
echaría mano del análisis comparativo —estadístico e inductivo— que utiliza diferen-
tes indicadores para comparar el desempeño de cada Estado. Sin soslayar del todo la
utilidad de esta perspectiva —que reside en medir, y no en explicar— apunto aquí un
breve comentario crítico al institucionalismo comparado.
En primer lugar, diría que si bien el ejercicio comparativo es de gran utilidad, re-
sulta un tanto infructuoso en su poder explicativo, porque la comparación no está en-
marcada en el tiempo, tampoco en el espacio; es decir, que no reconoce una dimensión
histórica y geopolítica —y por lo tanto interestatal— de las relaciones de poder y su
influjo al interior de cada Estado-nación. En ese sentido, se puede afirmar que el de-
sarrollo —en mayor o menor éxito— de los Estados no sólo depende de la dimensión
endogámica —es decir, de la medición de los indicadores elegidos para tal o cual cate-
goría con respecto a cada Estado en sí mismo—, sino que también depende de esta otra
dimensión interestatal. Fenómenos como el imperialismo y el colonialismo dan cuenta
de las relaciones de fuerza que desde el exterior pueden ejercerse —y en efecto se ejer-
cen continuamente— sobre un Estado-nación en particular. Los planes contra el comu-
nismo en América Latina durante el periodo de la guerra fría —muchas veces lanzados
contra agentes políticos de oposición no necesariamente comunistas y en condiciones
de extralegalidad y para estatalidad— son un ejemplo de esas relaciones de fuerza; tam-
bién lo es el plan de guerra contra el crimen —impuesto por Estados Unidos— que deli-
nea una política militarizada poco efectiva para abatir el tráfico de drogas.
En ese sentido, Pilar Calveiro —autora del libro Violencias de Estado— propone
que la guerra anticrimen en cada país, así como la cruzada contra el terrorismo global
son las formas más acabadas de represión y violencia estatal dentro de un contexto
marcado por la reorganización de la dominación autoritaria a nivel mundial. La autora
comienza su reflexión sugiriendo “la hipótesis de que estamos frente a una reorganización
hegemónica a nivel planetario que aún no alcanzamos a entender, puesto que se trata de
un proceso en curso del cual —aunque despuntan algunos elementos— todavía no
podemos trazar un mapa general” (Calveiro, 2012, p. 9). Para empezar el trazado de ese
mapa con los elementos hasta ahora disponibles, la autora propone analizar la violencia
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estatal y sus nuevas modalidades, en cuanto a la penalización y el castigo en el ámbito
nacional e internacional: una actualización del análisis de Michel Foucault, podría de-
cirse. Siguiendo al filósofo francés, Pilar Calveiro propone observar los sistemas puniti-
vos actuales: su economía de los cuerpos, los sujetos sobre los que las penas recaen, las
acciones que éstas castigan y las tecnologías que utilizan para penalizar y castigar. Todo
esto da cuenta —dice la autora— de la anatomía política de nuestro tiempo.
Enseguida la autora enmarca esta reorganización hegemónica dentro del cambio
civilizatorio que para algunos autores significaría la clausura de la Modernidad, y den-
tro de este marco recapitula algunos de sus rasgos distintivos: la conformación de un
sistema mundo que mantiene a Europa y Estados Unidos como centro y al resto como
periferia subordinada; la organización capitalista de la producción en escala global y con
un mercado mundial a su disposición; el Estado como centro de la soberanía política que
monopoliza el ejercicio legítimo de la fuerza con el fin de implantar el derecho que el mis-
mo establece; el predominio de la racionalidad clasificatoria, cuantitivista, simplificadora
e instrumental que desarrolla a la ciencia moderna y a la tecnología; el uso de éstas dos
últimas con fines bélicos y destructivos que a su vez aseguran la hegemonía del Estado; y
la generalización de una visión del mundo binaria que escinde y clasifica diferentes ór-
denes en parejas de opuestos: centro y periferia, universalidad y particularidad, Estado
y sociedad, individuo y comunidad, objetividad y subjetividad. Según la autora, estos
seis rasgos caracterizarían a la Modernidad, misma que inició como un proceso de con-
centración extraordinaria de poder económico y político a escala planetaria, entre los
siglos XV y XVI, y que implicó el uso de un alto grado de violencia con el fin de dominar
grandes masas de población. La autora se pregunta entonces si las actuales reconfigura-
ciones son parte de una ruptura o quizás una transformación que profundiza y acelera
los antiguos procesos de la Modernidad; y advierte que dicha aceleración —siendo aún
continuidad y no ruptura— puede ser interpretada como una posibilidad para dar paso
a una nueva configuración.
Para allanar el camino que permita precisar mejor ante qué tipo de reorganización
hegemónica estamos, la autora propone retomar el concepto de hegemonía. Dice ella
que desde la antigüedad la hegemonía se entendió como un poder supremo de decisión
política que estaba vinculado a la superioridad económica y militar, pero también a una
capacidad de convalidar un modelo socialmente; destacando así “una doble dimensión
de los procesos hegemónicos, que incorporaba la fuerza y el reconocimiento” (Calveiro,
2012, p. 12). Más aún, señala que Gramsci concebía la hegemonía como una mezcla de
fuerza y consenso que se reúnen en una alianza de clases, cuyo núcleo dirige económi-
ca, política, intelectual y moralmente a la sociedad. Dicha alianza articularía a distintos
grupos sociales alrededor de un programa que vendría a representar los intereses del
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núcleo dirigente, pero también tendría en cuenta los intereses de los grupos que dirige.
Por lo tanto, en el proceso de hegemonía la ideología tiene que desempeñar un papel
central, pues a través de esta el núcleo dirigente consigue la adhesión social de los otros
grupos a un determinado sistema de valores y a una concepción del mundo que debe
ser congruente con el proyecto económico y político que propone. De manera que, si-
guiendo a Gramsci, el Estado sería la suma entre sociedad política y sociedad civil: he-
gemonía revestida de coerción. Una combinación —aún binaria, pero cuyos opuestos
no son excluyentes recíprocamente— en la que la hegemonía residiría principalmente
en la sociedad civil y la coerción sería característica de la sociedad política. Esto sirve a
la autora para resumir que la hegemonía no es solamente dominio, tampoco puro con-
senso; pues es ésta la que organiza tanto la coerción para mantener el dominio como los
medios ideológicos para conseguir el consenso que lo hace creíble y aceptable. Por otra
parte, Calveiro reconoce que el dominio sin hegemonía, es decir: la fuerza sin el consen-
so, y sin el discurso para que la primera consiga su legitimación, son solamente viables
de manera muy limitada en el tiempo y en la efectividad de control que pretenden. Todo
esto sirve a la autora para señalar que cuando se habla de reconfiguraciones hegemóni-
cas —como ella hace— no se debe entender que se está refiriendo a los movimientos en
la cúpula, sino que se refiere a las transformaciones profundas de las dimensiones coer-
citivas y consensuales en el ejercicio del poder; en las violencias estatales, tanto como
en los discursos ideológicos y en las dinámicas de represión, como en la percepción, el
imaginario y la subjetividad en los que dichas dinámicas se integran.
El marco de reorganización hegemónica de la actualidad se distingue por grandes
transformaciones que la autora organiza en cinco grupos: en lo mundial —lo geopolíti-
co, si se quiere— estaría el paso de un mundo bipolar a otro global, ambos fuertemente
autoritarios pero en distintas maneras; en lo económico, estarían las transformaciones
impuestas por el modelo neoliberal en el mercado globalizado, sobre las cuales descansa
una nueva fase de acumulación y concentración; en lo político estaría el debilitamiento
de la autonomía del Estado-nación, el desarrollo de redes de poder estatal-privadas de ca-
rácter transnacional y la homogeneización de los sistemas políticos nacionales mediante
las democracias procedimentales; en lo social se señala las tecnologías de la comunicación
que transforman la organización y la percepción del tiempo y del espacio; y en lo subjetivo
estaría la aparición de lo que la autora llama “individualidad blanda”: una subjetividad
aislada y retraída a lo privado que sirve como esfera de consumo de bienes y de cuerpos.
Estas transformaciones, agrupadas todas en el paso del mundo bipolar al mundo global, y
enmarcado a su vez este pasaje en el proceso de mundialización que comienza con la Mo-
dernidad, se distinguirían por involucrar un uso importante y diferenciado de la violencia,
articulado con nuevas formas de lo político, lo social y lo subjetivo.
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Pilar Calveiro toma como objeto la intensidad y las formas de la violencia estatal,
entendiéndolas como núcleo duro del sistema hegemónico actual. Las califica —a la in-
versa que Gramsci— como “coerción revestida de hegemonía”. Pero no sólo eso, la auto-
ra va más allá y analiza también el impacto de estas formas de violencia estatal sobre los
cuerpos de los sujetos concretos. Para la autora, entre estas formas de violencia estatal
estaría la desaparición forzada, entendida como una táctica integrada a un proyecto de
exterminio genocida que busca la desaparición, no solamente de individuos concretos,
sino de grupos enteros de una sociedad. Por lo tanto, estas prácticas pueden ser por
un lado indicadores de una forma específica de organización del poder, y por otro lado
ejercicios que realizándose desde los Estados, se sostienen y normalizan en la sociedad
gracias al efecto de la hegemonía, de manera que estudiarlas sería también equivalente
a visibilizar sentidos y lógicas nuevas que aparecen en lo cotidiano.
Ahora bien, volviendo a enmarcar la reorganización hegemónica como parte de un
proceso histórico de más largo alcance, la autora señala que esta fase reconoce rupturas,
pero también continuidades: la caracteriza como un gozne que carga tanto con el pasa-
do como con el presente, contaminados uno de otro, y cuyas conexiones poco visibles
u olvidadas hay que rescatar para comprender la particularidad del momento actual.
Propone así —primero— esbozar los rasgos principales del mundo bipolar; a continua-
ción propone abordar las características del mundo global y multipolar; todo ello para
analizar las rupturas y continuidades que pueden observarse en ese pasaje. En segundo
lugar, y usando lo anterior como marco de referencia, propone analizar la “guerra anti-
terrorista” y la “guerra contra el crimen”; ya que “una y otra habilitan el escenario bélico
que requieren las dominaciones autoritarias, facilitando las formas más radicales de la
violencia represiva” (Calveiro, 2012, p. 15) La primera permitiría —según la autora—
la manutención y expansión del nuevo orden global, replicando formas de concentra-
ción. La segunda recurre a la reorganización de lo jurídico y lo penitenciario, habilitando
el encierro creciente de personas —jóvenes y pobres en particular— bajo el supuesto
de garantizar la seguridad interior de los Estados. Los dos tipos de guerra contempo-
ránea se entrelazarían y se construirían desde los poderes centrales que pueden ser los
Estados-nación o los organismos estatales supranacionales, para la reorganización de
un nuevo orden mundial. Por eso es que la autora propone que su análisis resultaría
significativo para comprender la actual reorganización hegemónica.
Por otra parte, en el texto titulado Estado, violencia y condición poscolonial, Mario
Rufer reflexiona acerca del Estado mexicano a partir del caso Ayotzinapa. Advierte en
primer lugar sobre los riesgos de pensar que la soberanía del Estado está en declive ante
los poderes de la criminalidad, declive al que en los últimos años se le ha denominado
Estado fallido. Expone brevemente los argumentos que afirman este declive y los agrupa
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en dos categorías: por un lado, aquellos que señalan la potestad coercitiva excesiva y
extralegal del Estado mexicano como una desviación del modelo europeo; por el otro,
aquellos que señalan que el fundamento de la deficiente estatalidad mexicana reside
en la carencia de ciudadanía plena. El autor ve en la noción de Estado fallido un error
epistémico grave, pues al centrar el enfoque en lo que no ha llegado a ser el Estado en
México, se pierde de vista lo que es. Afirma, contrario a esta noción, que en México
la excesiva coerción coexiste con el consentimiento y propone pensar esta dificultad
histórica, centrándose en el análisis de las diversas formas de estatalidad y la significa-
ción política. Sugiere pensar el Estado como “firma”, “marca” o “escritura” a partir de la
invocación que se hace de él en la apelación a los derechos y a la inclusión en las esferas
de estatalidad; invita además a pensar al Estado mexicano en el lugar común en que se
diluyen la legalidad y la ilegalidad, los lazos privados con la esfera de lo público. Final-
mente, conceptualiza al Estado mexicano como Estado poscolonial, describiendo sus
características: la ambigüedad, la opacidad, la ilegibilidad. Estas permitirían al Estado
mexicano reproducir su potestad irrestricta por medio de la violencia extrema —legal
o extralegal— y al mismo tiempo, le permitirían afirmarse y justificar su existencia, por
medio de la ley y de la invocación que los subalternos hacen de él en busca de reconoci-
miento, aun cuando lo desafían o transgreden. Adscribiéndome en términos generales
a esta crítica de la noción de Estado fallido, retomo algunas de las reflexiones de este
texto con el propósito de apuntalar las preguntas centrales del problema teórico que
quiero plantear en este ensayo.
En primer lugar, diría que las prácticas que definen al Estado mexicano son todo,
menos nuevas; tienen raigambre histórica. Si pensamos Ayotzinapa como un eslabón
de acontecimientos marcados por la impunidad: Arantepacua, Tlatlaya, Apatzingán,
San Fernando, Acteal, Aguas Blancas, Tlatelolco, Atoyac de Álvarez, Huitzilac, Cholula,
Tlaxcala; aparece ante nosotros una marca histórica, la “firma” de la masacre impune a
lo largo de diferentes momentos. Pero cuando preguntamos: ¿sobre quiénes se ejerce
este poder? ¿Quiénes se encuentran al margen del Estado de derecho, de la ciudadanía?
¿Quiénes resultan siempre los prescindibles, los extrajudicialmente ejecutables y desa-
parecibles? Las marcas de la racialidad y de la clase aparecen al menos como sugerencias
insoslayables, como conjeturas posibles. Y más aún: ¿A qué tipo de matriz histórica
corresponde este funcionamiento efectivo de las relaciones de poder? ¿Sobre qué orden
de significación —necesariamente histórico pero enraizado en las relaciones cotidianas
de la población— funda su legitimidad si no es el orden legal del Estado de derecho, o
si lo es al menos parcialmente?
Siguiendo las reflexiones de Rufer, diría que las formas de excepcionalidad que
caracterizan al Estado mexicano combinarían siempre estrategias de racionalidad
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burocrática con modalidades crudas de violencia, siempre justificadas bajo mecanis-
mos de amplia ductilidad. El autor entiende ductilidad “como formas de operación que
permiten el funcionamiento según intereses previamente definidos en campos ajenos
a la neutralidad aparente de la ley y el bien común” (Rufer, 2015, p. 2). En medio de
esta ductilidad propongo pensar al Estado mexicano hoy. ¿Podría servir esta ductilidad
como marco para pensar la combinación de fuerzas gubernamentales oficiales y fuerzas
criminales que ejecutaron los ataques en la noche de Iguala?; y más aún ¿podría enmar-
carse también en ella a la combinación de acciones legales y extralegales que se ponen
en práctica para encubrirla?
Por otra parte, el caso Ayotzinapa da cuenta de un alto grado de eficacia en cuan-
to al control y la administración de la población y del territorio mediante la coerción
y la violencia extremas; eficacia de un poder territorial que se ubica al margen de la
abstracción de la ciudadanía, la democracia y el Estado de derecho. La ambivalencia en
las declaraciones del Procurador General de la República, José Murillo Karam, sobre el
caso Ayotzinapa da cuenta de una estrategia discursiva que construye la idea de Estado
en México. Mario Rufer ve en estas declaraciones un gesto, un atisbo o mejor, un signo
fundamental que anuda algunos elementos de esta estatalidad “a la mexicana”, difusa
pero que a la vez revela el punto nodal que articula la ambivalencia entre legalidad y ex-
tralegalidad; entre la regulación de la ley por parte del Estado y la eficacia de la violencia
que este ejecuta o permite a otros ejecutar —o ambos— para mantener su control te-
rritorial y su legitimidad. Estas declaraciones encierran lo que el autor ve como trampas
discursivas. Al afirmar el procurador que difícilmente puede concluirse que Iguala es el
Estado mexicano, Rufer propone que lo que quiere decir es que:
Iguala no es el Estado mexicano, en todo caso representa sus márgenes, sus contornos pre-
modernos, sus aristas en la antesala de la nación. La contradicción argumentativa se pone
en marcha y resulta productiva: los estudiantes son ciudadanos responsables de sus actos
“poco acordes” a sus actividades idóneas —la preparación y la docencia. Pero “el Estado” es
demasiado grandilocuente para una periferia que necesita aún ser adoctrinada en el engra-
naje complejo del tiempo moderno de la política (2015, p.8).
Con esto el procurador justifica la violencia letal contra los estudiantes, al tiempo
que oculta el lugar de origen de la misma. Habilita la noción de una geografía y una
clasificación social con las que se demarca una línea divisoria entre la ciudadanía y sus
márgenes. Cuando dice que los estudiantes “no eran carmelitas descalzas”, los reco-
noce como ciudadanos de derecho; pero al decir que Iguala no es el Estado, desdibuja
la responsabilidad de éste último en tratar la falta de los estudiantes —la toma de los
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camiones— conforme a la ley. Rufer afirma que aceptar esta metonimia implicaría para
el Estado asumir la responsabilidad política de la masacre; de modo que la contradic-
ción, la ambigüedad y la opacidad encubren la violencia extrema y su letalidad: “los
estudiantes son responsables porque son ciudadanos; pero el Estado no es responsable
porque Iguala no es el Estado” (2015, p. 9), dice Rufer. A partir de estas declaraciones,
preguntaría: ¿cómo se construye discursivamente el Estado mexicano?; es decir, ¿qué
es y qué no es el Estado en México? ¿Qué recae y qué no recae en sus responsabilidades
y en su potestad? ¿Hasta dónde se extienden sus márgenes y qué hay fuera de ellos?
¿Dónde está la línea que divide y demarca estos ámbitos? ¿Dónde reside su eficacia para
mantener la legitimidad en el tiempo?
Rufer —retomando a Veena Das— respondería que aún en los espacios donde la
violencia impera a causa del abandono de las funciones básicas del Estado, allí donde
parece desconocerse la institucionalidad; aún allí, la apelación a la ley y a la regulación
siguen vigentes, dándole al Estado una existencia por interpelación, por “firma” —dice
el autor—: una “marca” del Estado que en medio de su supuesta ausencia, lo invoca en
la apelación a la ley, en la fabricación de documentos y en la eficacia nominativa de su
ausencia, que lo convierte en algo presente incluso allí donde la comunidad lo desafía
y lo transgrede. De allí que Rufer afirme, a partir de algunas piezas del relato de Don
Toño —su entrevistado—, acerca de Ayotzinapa que:
[…] las fronteras de la policía y de las acciones criminales (el “narco”) parecen tener poca re-
levancia en un universo donde las formas de estatalidad se instituyen imbricadas con otras,
locales, comunitarias, donde es posible distinguir claramente quién es quién. Cuando eso
ya no es posible, cuando las fuerzas del orden se “traen de fuera” aún en aras de defender la
transparencia y la legalidad, la eficacia de esas performances de estatalidad se resquebraja”
(2015, p. 7).
De manera que las fronteras entre lo legal y lo extralegal; entre cuerpos policiacos
y militares de múltiples órdenes y fuerzas del crimen organizado, se diluyen en una
síntesis que se constituye como anomalía en la economía simbólica local. De allí la re-
levancia de la frase Fue el Estado, que los padres de familia de los 43 desaparecidos y las
bases sociales que los acompañan han acuñado como consigna en la persecución de sus
demandas. Si bien esta frase hace visible uno de los puntos nodales de la cuestión: el del
involucramiento de fuerzas policiales municipales en los ataques; también requiere de
una explicación profunda. Al traer a cuestión esta consigna no pretendo descalificarla.
Todo lo contrario, creo que dentro de ella hay una profunda inteligencia que no es mera
sabiduría popular fetichizada en algún tipo de folclor, sino que emerge de las experien-
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cias de los pobladores con aquello que llamamos el Estado, con sus modos efectivos e
históricos de ser en sus vidas. Por eso mismo creo necesario acompañar esta consigna
con mucha reflexión, llevar al límite las implicaciones que ella contiene, para compren-
der no sólo el modo particular en que se ejerce el poder y la coerción desde las instancias
del gobierno; sino también cómo son significadas y representadas estas prácticas de
gobierno. Si acaso podemos decir: “Fue el Estado”, cabría entonces preguntarnos, como
hace Rufer en su texto: “¿qué Estado fue?”; responde él mismo:
Y es esta la pregunta general que guía las reflexiones de este ensayo pues, si reco-
nocemos en el actuar del gobierno mexicano una determinada eficacia para controlar el
territorio y la población mediante el uso de recursos legales y extralegales; si reconoce-
mos además su capacidad para emprender estrategias discursivas que le permiten legi-
timarse frente a la población nacional y frente a la comunidad internacional, evitando
—después de los ataques de Iguala— todo juicio o consecuencia grave para el conjunto
de instituciones que lo compone; si reconocemos además que el tráfico de drogas y de
armas son negocios internacionales que operan en el territorio mexicano bajo el cobijo
de muchas de las instituciones que componen al gobierno en sus tres niveles; veríamos
claramente entonces que no se trata de un Estado fallido, sino todo lo contrario: de un
Estado verdaderamente eficaz para administrar a la población y al territorio en función
de las necesidades y requerimientos —legales o no— del mercado global. A decir de
Rufer: un Estado eficaz en su capacidad opaca de ejercer violencia y producir legitimi-
dad en medio de la condición poscolonial. Pues es esta condición, el marco geopolítico e
histórico que circunda al Estado mexicano —a los Estados latinoamericanos o no cen-
trales, en general— la clave para comprender su eficacia: en sus supuestas “fallas” o
“debilidades” son eficaces para la reorganización de la hegemonía mundial, pues estas
fallas resultan productivas a los poderes que la sustentan.
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BIBLIOGRAFÍA
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COMENTARIO AL TEXTO
Mario Rufer
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EL MILITARISMO EN IMÁGENES.
LA PRENSA COLOMBIANA EN EL POSTCONFLICTO:
EL CASO DE EL TIEMPO
Resumen
El presente texto tiene como objetivo construir un esbozo conceptual y un ejercicio
analítico del estudio de la visualidad del militarismo en Colombia. Este trabajo se ins-
cribe en el marco del proceso de una investigación llamada “El militarismo en Colombia.
Visualidad y discursividad en la prensa, en tiempos de guerra y de paz”. El artículo presenta
un punto de partida investigativo para realizar un encuadre contextual y conceptual
del militarismo como fenómeno cultural en América Latina y Colombia, estableciendo
elementos que lo distinguen de la noción de militarización. Luego de hacer un recuento
histórico y conceptual del problema de los medios de comunicación en Colombia en
relación con el militarismo, se aborda la descripción de algunas imágenes del periódico
colombiano El Tiempo, en donde se trabajan elementos visuales y discursivos que apor-
tan a la relación visualidad —militarismo— medios de comunicación.
Palabras clave
Militarismo, militarización, visualidad, prensa, Colombia.
1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electró-
nico:
gestionado la diferencia buscando un desdibujamiento de las subjetividades a través de
la consolidación de:
2 El término cultura de la violencia fue introducido en el informe Colombia: violencia y democracia, encargado por
el Ministerio del Interior del gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) a un grupo de académicos y humanistas en
1987. Sin embargo, la tendencia a analizar el conflicto a partir de una ‘cultura de la violencia’ fue adoptada por
toda una generación de académicos en la época, que hoy se reconocen como ‘violentólogos’; las perspectivas
y planteamientos, sin embargo, varían enormemente.
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147.0003 efectivos en 2001 a 482.9004 en 2016, y el presupuesto militar aumentó de 12.5
billones en 2001 a 28.6 billones5 en 2016. Al mismo tiempo, la institución militar amplió
considerablemente su presencia territorial en regiones estratégicas para las economías
extractivas. De acuerdo con el Comité Permanente de Derechos Humanos, al comparar
mapas de los recursos minero-energéticos con las bases cartográficas oficiales del con-
flicto armado interno a partir de 1998, “hay una clara simetría entre la acción militar del
Estado y las zonas de extracción y producción minero-energética y en zonas claves para
el establecimiento creciente de infraestructura para las telecomunicaciones” (CPDH,
2015, p. 36).
De acuerdo con el Grupo de Memoria Histórica (2013) a la presencia y acciones
militares (de los grupos armados legales e ilegales) le subyace un histórico uso de la
violencia “como estrategia para instalar el miedo en la sociedad en función de sus inte-
reses de control territorial”. El miedo estimulado por los grupos armados ha hecho que
las poblaciones se desplacen hacia los principales centros urbanos y las áreas rurales
sean despojadas para los proyectos de extracción minera y de hidrocarburos. Así, de
acuerdo con Medina (2009) la “geopolítica del despojo” en Colombia se evidencia en los
7,2 millones de personas que han sido desplazadas en el marco del conflicto, según el
Consejo Noruego de Refugiados.6 El desplazamiento forzado es un drama humanitario
y es una consecuencia lamentable de una gestión de la alteridad basada en la expulsión
de ciertos grupos, de cada territorio controlado por uno o varios ejércitos.
Volviendo sobre el Ejército Nacional, además de su fortalecimiento bélico, a partir
del 2003 comenzó a gestionar la comunicación social en todas sus tácticas operativas,
y para 2006 el Ministerio de Defensa lanzó una campaña de propaganda enmarcada
en el cambio de estrategia generalizado de los cuerpos militares a nivel mundial pero
que tomaría formas particulares en el caso colombiano. Sobre esto profundizaré más
adelante.
Para Claudia Gordillo (2011) la campaña de propaganda “En Colombia los héroes sí
existen” que buscaba un contacto emocional con la población civil, logró posicionar am-
plia y exitosamente la imagen del soldado héroe. Esta campaña se caracterizó porque:
3 Las Fuerzas Armadas de Colombia aumentaron en 146.000 hombres de 2001 a 2012. (2012, mayo 29) Revista
Diálogo Revista Militar Digital. Recuperado de: http://bit.ly/24ldQAI
4 Infografía: ¿cuánto le cuesta el conflicto armado al país? El costo de la guerra en Colombia (2014, junio13).
El País. Recuperado de: http://bit.ly/1i1HS58
5 Presupuesto del sector defensa para 2017 será de 28 billones. (2016, octubre 21). El Universal. Recuperado de:
http://bit.ly/2tcaEWU (El link no lleva a la información referida, verificar)
6 7,2 millones de desplazados en Colombia, la mayor cifra en el mundo. (2017, mayo 22). Telesur. Recuperado de:
http://bit.ly/2FIyJQp
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[…] se valió de la lógica de producción espectáculo para anclarse en los hogares colombia-
nos, para esto usó el lenguaje publicitario que le permitió: primero, la imagen estética de
la publicidad que lo autorizó para hablar desde la lógica de lo documental al usar soldados
reales, es decir disciplinados por la lógica militar al tiempo que ficcionalizaba la seguridad
como protección y la violencia como necesaria para la seguridad; segundo, la instituciona-
lidad se narró desde las lógicas de la eficacia, despertando un sentido de pertenencia insti-
tucional y respeto hacia las instituciones, que de algún modo, referenciaba el nacionalismo
(Gordillo, 2011, p. 8).
Militarización y militarismo
Frecuentemente en los estudios políticos y en la sociología, los conceptos de militarización
y militarismo se usan de manera indiferenciada. A partir de lo que he observado sobre el
contexto de Colombia, éste sugiere que la militarización puede ser caracterizada como un
proceso de fortalecimiento y establecimiento del poder militar en las instituciones y terri-
torios sociales, expresado entre otras, en políticas de seguridad que privilegian o mezclan
la seguridad militar sobre la social.
De manera preliminar, para en el contexto de Colombia reconozco algunos elemen-
tos constitutivos del proceso de militarización: a) el fortalecimiento interno de la insti-
tución militar; b) las formas de despliegue territorial en función del modelo económico;
c) el uso de la violencia como estrategia para la implantación del miedo, como forma
de control territorial y de la población; y d) el uso de estrategias mediáticas para el des-
pliegue de propaganda militar. Así, la militarización implica el fortalecimiento de la ins-
titución militar, pero también implica el control simbólico y armado de los territorios.
Por otra parte, entiendo el militarismo como un orden en que los valores castren-
ses se trasladan al ámbito sociocultural y en esta medida es un factor clave para el soste-
nimiento del uso de la violencia, en tanto condición y proceso. De acuerdo con Medina
el militarismo:
[…] se asume como el componente sustancial de una ideología colectiva que conduce a una
sobrevaloración de la actuación y la ideología militar, sin que importe para ello quiénes
sean sus actores o protagonistas. No es pues algo que pueda considerarse como un asunto
exclusivo de la relación con los cuerpos castrenses; es un estado, es decir, una situación o
condición predominante en el lenguaje material y simbólico de cada individuo y/o forma-
ción social y las instituciones que lo representan (2009, p. 11).
Desde esta perspectiva la concepción del militarismo como un estado aporta poco a
la comprensión de cómo éste llega a ser y permanecer como una condición predominante.
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El concepto de transcodificación de Reguillo (2009) que refiere al traslado de códigos y
fuentes de significación en distintos marcos de sentido, abre la posibilidad de abordar
analíticamente la noción de militarismo como un proceso dinámico en el que hay una
permanente interrelación de las dinámicas castrenses con las dinámicas civiles.
Distanciándome de la noción de militarización, concibo el militarismo como una
configuración sociocultural donde la acción social se orienta hacia una gestión de la
diferencia en pro de la homogeneidad, y hacia la implantación del miedo, a través del
traslado del orden simbólico castrense hacia diversos sistemas culturales.
Considero que la cultura militarista tiene lugar cuando las relaciones de poder
hacen que valores como la uniformidad, la sumisión, la violencia, el machismo y la
jerarquización, operen en las relaciones interpersonales al interior de instituciones fa-
miliares, escolares, laborales, etcétera, y vale decir que la prensa ha ocupado un lugar
central en este proceso.
[…] han pasado de una etapa en que los medios (de comunicación) con su poder avasallador
inventaron (hicieron venir) una realidad en la que el miedo y la esperanza se convirtieron
en estrategias altamente rentables para la gestión del poder y la administración de las pa-
siones contemporáneas (Reguillo, 2009, p. 5).
El tráfico de códigos, como lo llama Reguillo, es central para analizar los disposi-
tivos y estrategias mediáticas que fortalecen el poder. Así, con el propósito de estudiar
las dinámicas que posibilitan el traslado simbólico castrense a las dinámicas sociales
civiles, es útil retomar el concepto de “transcodificación de los lenguajes” aportado por
Reguillo en el marco de la reflexión en torno a la relación medios-miedos-poder. Para la
autora la transcodificación es:
[…] un dispositivo de poder que importa y exporta códigos, reglas, pautas y mecanismos de
atribución de sentidos, para ponerlos a operar en marcos de significado diferentes y hasta
en fronteras diferentes, pero central para analizar los dispositivos y estrategias mediáticas
que fortalece y que encuentran su nicho de significación en una cultura ávida de repre-
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sentaciones orientadoras. Puede plantearse que este mecanismo de transcodificación se
convierte en una estrategia clave en la gestión (aceleración y contención) de los miedos
en la medida en que se trata fundamentalmente de un dispositivo que posibilita reducir la
incertidumbre pese a la dislocación de sentidos que provoca (2009, p. 10).
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Repetición de imágenes para noticias diferentes
Lo primero que identifiqué de las entradas digitales noticiosas observadas es que, al
igual que otras versiones de igual formato de diversos periódicos colombianos como El
Espectador, algunas noticias comparten exactamente la misma imagen.
La misma fotografía fue empleada con un año de diferencia: la primera fue publicada
el 6 de noviembre de 2016 y la segunda el 10 de enero de 2018. Los créditos para ambas
fotografías refieren al “Archivo particular” de El Tiempo. En la fotografía se observa el
costado de un militar de quien no se puede advertir su jerarquía y quien se presenta
vigilante mirando un valle de lo que parece ser una zona de selva húmeda tropical, es-
cenario frecuente de confrontación armada en Colombia.
Ambas noticias informan de la muerte de miembros del Ejército, la diferencia
estriba en la forma en cómo se refieren a las personas muertas; en la noticia en la que
se anuncia la muerte por un incidente de tipo natural la referencia nominal al sujeto
del encabezado es “soldado” mientras que cuando se trata de la muerte por respon-
sabilidad humana, es decir, por acción violenta por parte un grupo insurgente, la re-
ferencia nominal es la de “militar”. Para el caso de los muertos por accidente natural,
en el pie de foto se informa el nombre, mientras que no pasa igual con el nombre del
soldado asesinado.
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A diferencia de las anteriores, la repetición de estas fotos tuvo lugar con nueve
días de diferencia. En ella se observa a miembros de la fuerza pública haciendo traba-
jos de erradicación manual de plantaciones de coca portando armamento. En ambos
casos no se presentan a los actores a los que se hace referencia: la primera noticia
refiere a la problemática de los campesinos que, como señala el pie de foto, “tienen
plantaciones de coca por pura supervivencia”; la segunda refiere a la afectación de
soldados que trabajan en la erradicación manual, la foto no presenta a los soldados
víctimas que anuncia el titular.
Entre otras fotografías repetidas en distintas noticias que se presentaron en el lap-
so observado, incluyo a continuación dos noticias que presentan a un militar de mayor
rango ante sus subordinados.
Estas fotos presentadas con dos días de diferencia muestran a un comandante del
Ejército Nacional frente a un pelotón formado en lo que parece ser el momento de dar
instrucciones. La perspectiva de la imagen connota la jerarquía del militar ante sus su-
bordinados a través de la estatura de éste ante ellos, quienes portan armas de combate
a diferencia del comandante que no porta.
Ambas noticias están enmarcadas en un mismo contexto noticioso que refiere al
acontecimiento del plebiscito para validar los acuerdos entre el Estado colombiano y
las FARC, el cual tuvo lugar el 8 de octubre de 2016. En la noticia “Ejército inicia Plan
Democracia” el pie de foto dice: “El comandante de la Primera Brigada, coronel Álvaro
Bocanegra, dio instrucciones a la tropa sobre ese día” con fecha 28 de septiembre; sin
embargo en la noticia titulada “Las fuerzas armadas deberán ponerse del lado de lo
pactado” con fecha 30 de septiembre de 2016 presenta un pie de foto que dice “Frente
a quienes se oponen a lo acordado entre el Gobierno y las FARC, el coronel Bohórquez
sostiene que “para lograr que el baño de sangre finalice” es necesario “desarmar los
espíritus”. Es de resaltar que en la noticia publicada primero el crédito fotográfico es de
“Ejército Nacional” y en la segunda es de “Archivo particular”.
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La descripción integrada de estas dos noticias sugiere que las tropas, expresadas en
este caso en las bajas jerarquías, son las que están en oposición a los mandos del poder
ejecutivo, mientras que las altas jerarquías son las que defienden el plebiscito, es decir,
el acontecimiento noticioso que relaciona ambas notas.
Son diversas las formas en las que los militares, visualmente identificados por el
uniforme, aparecen con la comunidad. A continuación presento dos noticias del año
2017 en donde se encuentra la presencia de la fuerza militar junto con niños y niñas; en
un caso se hace énfasis en la fuerza preventiva ante el riesgo de reclutamiento y en el
otro, a la fuerza para el rescate de un secuestro.
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Noticia publicada en 14 de febrero de 2017. Es necesario aclarar el significado del títu-
lo ya que este tiene una carga cultural: los “combos” son grupos armados que operan como
reductos de los grupos paramilitares que, se supone, se desmovilizaron a mediados de la
primera década del 2000. En la fotografía, aparece anónimo un niño tomado de la mano
de un militar, resaltando en primer plano su uniforme; en el fondo, se observa lo que
parece ser un evento en un lugar público. La sujeción de la mano del niño representa la
unión de esfuerzos institucionales, esfuerzos que se presentan con la firmeza de la mano
militar en ausencia de otras expresiones institucionales de carácter civil.
Como se dijo, el esfuerzo militar en relación con los niños y las niñas, no sólo se
expuso en la prensa en función de la prevención del reclutamiento. En la siguiente
noticia que presento aparece una niña liberada de un secuestro en medio de dos mili-
tares sonrientes a la cámara, que muestran sus manos con el dedo pulgar arriba en un
escenario rural. En el título se anuncia la “presión” que ejerció el ejército para el rescate
de una “menor” secuestrada. En el pie de foto se da información del lugar de los hechos
noticiosos y se informa la edad de la “niña”, en contraste con el título que recurre a un
lenguaje jurídico que usa la palabra “menor”.
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Aunque el anonimato del niño y la niña obedece a una normativa específica que
tiene una lógica de protección contra la revictimización o estigmatización, la presencia
visual parcial de la comunidad, por ella representada, es opacada o distorsionada frente
al protagonismo de los uniformados militares.
La acción militar en respaldo a las comunidades es otro aspecto que aparece en
noticias de este periodo. Por un lado se presentó la acción militar en apoyo a una catás-
trofe natural ocurrida el 1 de abril de 2017, así como la activación de un comando para el
servicio y desarrollo de la comunidad del departamento de El Meta, departamento que
ha tenido un histórico y fuerte impacto por efecto del conflicto armado.
A pesar de que el pie de foto dice “Nuevo comando del Ejército trabajará junto a
las comunidades en apoyo a su desarrollo social y económico”, en la fotografía aparecen
militares en formación con banderas en lo que aparenta ser una instalación militar con
rejas y un micrófono dispuesto al vacío en primer plano, composición visual frecuente
de la formación militar en la que figura la comunidad. En este caso la comunidad del
departamento de El Meta, lugar habitado por una comunidad para la cual el ejército
activara unilateralmente comando para el servicio, no es anonimizada ni distorsionada,
sino que está totalmente ausente.
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En la imagen de la noticia fechada en 12 de noviembre de 2016 aparece un río en un
valle entre cadenas montañosas. La imagen no tiene una relación con el mensaje, pre-
senta un área rural que implica un total contraste con las zonas urbanas que es donde
se ejerce el poder de gobierno. La figura de alcalde corresponde a la máxima autoridad
municipal en el ordenamiento gubernamental colombiano que es escogida de forma
democrática. Las autoridades militares desde el ámbito de gobierno tendrían, se lee en
el subtítulo, función de gobierno para protección de las regiones de las que salen las
FARC como grupo insurgente. Está la pregunta por la constitucionalidad del ejercicio
de gobierno militar sin que haya elección democrática.
Reflexiones finales
El ejercicio desarrollado no tiene el alcance necesario para plantear conclusiones, al con-
trario, genera aperturas e interrogantes derivados del acercamiento conceptual al mili-
tarismo, los mecanismos que permiten establecer la relación de éste con los medios de
comunicación en Colombia, así como la visualidad en la que éste aparece en la prensa. Las
aperturas e interrogantes que surgen son las siguientes:
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COMENTARIO AL TEXTO
Referencias
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Resumen
El presente texto busca exponer de manera genealógica una serie de hechos históricos
relativos a la configuración identitaria de una buena parte de los habitantes de la loca-
lidad de la Heroica Ciudad de Huajuapan de León, en la llamada región mixteca o ñu´u
savi en el sureste mexicano, teniendo como eje la emergencia, ascenso y declive del
movimiento magisterial y popular de 2006, el cual tuvo repercusiones a nivel político y
cultural en los diferentes procesos identitarios que mantienen hasta hoy las comunida-
des y grupos sociales que habitan el estado mexicano de Oaxaca desde la época de la Co-
lonia. La importancia de este movimiento, aglutinado dentro de la llamada Asamblea
Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), radica en su relevancia como acontecimiento
político y en el alcance local, nacional e internacional que tuvo desde su origen y hasta
su fin; un episodio en la historia de Oaxaca que ocupa un lugar determinante en el pro-
yecto de tesis de doctorado “¿Mixtecos, mestizos, ñuu davi o ñuu savi? La configuración
identitaria de los habitantes de la Heroica Ciudad de Huajuapan de León, Oaxaca”.
1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico:
Palabras clave
Configuración identitaria, Oaxaca, APPO, mixtecos, mestizos.
Introducción
Durante los últimos cincuenta años, el estado de Oaxaca ha sido uno de los principales re-
ferentes de movimientos sociales y/o resistencias políticas y culturales en México. Con base
en el registro y la documentación de diferentes hechos y/o procesos históricos desarrolla-
dos desde la Colonia y hasta el siglo XXI (Steffen, 2001; López, 2008; Mendoza, 2011; Beas,
2007), se puede corroborar que la mayoría de los habitantes del estado, han sido víctimas de
continuos abusos y agravios en manos de grupos y clases sociales privilegiadas. Estos gru-
pos, aprovechando su posición y el auspicio que les ha otorgado el Estado mexicano junto a
gobernantes locales, mantienen hasta el día de hoy un conjunto de instituciones y prácticas
de segregación económica, política, racial e incluso lingüística para beneficio de sus intereses
particulares, afectando especialmente a las comunidades indígenas (o descendientes de co-
munidades indígenas) que constituyen actualmente casi la mitad de la población oaxaqueña2.
Aun con el paso de los años, y a pesar de las relativas victorias que las clases menos
privilegiadas han tenido en diferentes etapas de la historia de México frente a aquellos que
por siglos los han agraviado (La Revolución mexicana y su consecuente Reforma Agraria
por mencionar dos ejemplos conocidos), los grupos o clases privilegiadas han sobrevivido
y logrado prevalecer en diferentes momentos y espacios de la vida social de un estado como
Oaxaca. De esa manera, la clase gobernante oaxaqueña sigue estando integrada en buena
parte por los descendientes de aquellas familias “criollas”, “españolas” o “mestizas” que
desde la época de la Colonia y hasta el siglo XX, controlaban de forma cuasi-absoluta la eco-
nomía y el poder político local con la venia del gobierno mexicano. Esa élite se ha llegado a
conocer con el nombre de Vallistocracia (Beas, 2006) por estar mayormente concentrada en
la capital oaxaqueña dentro de la región de los Valles centrales, aunque su influencia y su
estructura de dominio se extiende y distribuye en prácticamente toda la entidad, es decir,
en el resto de las siete regiones que hoy conforman Oaxaca, donde también se encuentran
distribuidos e identificados dieciséis de los más de sesenta pueblos y/o naciones indígenas
que hoy existen en todo México.
Como ya lo menciona Carlos Beas Torres, intelectual y activista, miembro funda-
dor de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (UCIZONI), la
de Oaxaca es una “realidad paradójica”, pues se trata de una entidad:
2 Quizá más de la mitad de la población si se considera, como más adelante se observará, que las identidades
indígenas no se configuran exclusivamente por hablar una “lengua indígena” o por pertenecer a (o residir en)
una “localidad indígena”.
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[…] extremadamente rica en recursos naturales, (aunque) es muy pobre en términos econó-
micos; habitada por unos 3,5 millones de personas, casi la mitad de ellas pertenece a algún
pueblo indio, y en su gran mayoría a las naciones Zapoteca o Mixteca; el 85% de su pobla-
ción se dedica a las actividades agropecuarias, comerciales o de servicios; y la mayor parte
vive sumida en niveles de pobreza o pobreza extrema. Desnutrición, elevado analfabetis-
mo, servicios escasos y deficientes, empleos precarios y casi inexistentes son la realidad, la
dura y cotidiana realidad de millones de oaxaqueños (Beas, 2006, p. 233).
3 Según Carlos Montemayor: “Cómo no es posible establecer un criterio fijo de valor racial o biológico, los cen-
sos de la población indígena en nuestro país se han remitido principalmente a la conservación de las lenguas
indígenas.” En este sentido: “A lo largo del siglo XX, en diversas ocasiones se ha tomado la disminución del
número de hablantes en lenguas indígenas como un indicador de progreso nacional. A menor población
indígena (es decir, a menor proporción de hablantes de lenguas) mayor desarrollo social y educativo (es decir,
mayor proporción de hablantes de español o “mestizos”). Este criterio ha provocado que en ocasiones los cen-
sos oficiales se inclinen por reducir los índices reales de hablantes para aumentar los de la población mestiza
y demostrar así que las tareas de los sucesivos gobiernos han sido eficaces para el desarrollo de la población
nacional” (Montemayor, 2000, p. 158).
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En resumen, tomando como referencia el caso de la Heroica Ciudad de Huajuapan
de León, en la llamada región mixteca o ñu´u savi al noroeste de Oaxaca, el presente
texto busca exponer de manera genealógica una serie de hechos recientes relativos a la
configuración identitaria de una buena parte de los habitantes de esta localidad oaxa-
queña, teniendo como eje la emergencia, ascenso y declive del movimiento magisterial
y popular de 2006, el cual, dada su relevancia local, nacional e internacional, dio pie a
que fuera calificado en 2007 por el escritor y periodista regiomontano Diego Enrique
Osorno, como “la primera insurrección del Siglo XXI en México”, un suceso político del
que hoy en día sobreviven testimonios, narrativas y símbolos que llevan a generar la
hipótesis de que Oaxaca en lo general, así como varios segmentos de su población en lo
particular, no se pueden ver a sí mismos de igual manera antes y después de la emergen-
cia de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en 2006.
En el lenguaje del sentido común, la identificación se construye sobre la base del reconoci-
miento de algún origen común o unas características compartidas con otra persona o grupo
o con un ideal, y con el vallado natural de la solidaridad y la lealtad establecidas sobre este
fundamento. En contraste con el «naturalismo» de esta definición, el enfoque discursivo ve la
identificación como una construcción, un proceso nunca terminado: siempre «en proceso».
No está determinado, en el sentido de que siempre es posible «ganarlo» o «perderlo», soste-
nerlo o abandonarlo. […] La identificación es, entonces, un proceso de articulación, una su-
tura, una sobredeterminación y no una subsunción. Siempre hay «demasiada» o «demasiado
poca»: una sobredeterminación o una falta, pero nunca una proporción adecuada, una tota-
lidad. Como todas las prácticas significantes, está sujeta al «juego» de la différance. Obedece
a la lógica del más de uno. Y puesto que como proceso actúa a través de la diferencia, entra-
ña un trabajo discursivo, la marcación y ratificación de límites simbólicos, la producción de
«efectos de frontera». Necesita lo que queda afuera, su exterior constitutivo, para consoli-
dar el proceso (Hall, 2003, p. 15).
Antesala de la insurrección
Como se mencionó al principio de este texto, la realidad de Oaxaca es sumamente para-
dójica y en este sentido es importante enfatizar nuevamente que muchas de las estruc-
turas de poder propias de la Colonia siguen vigentes en Oaxaca a pesar de que México
y todas sus entidades, en teoría, viven bajo un régimen democrático y de igualdad
ciudadana:
Ante la falta de empleo y los bajos precios para los productos agropecuarios y artesana-
les, en el último medio siglo cientos de miles de oaxaqueños se han desplazado desde sus
montañas y selvas para malvivir y trabajar en muy distantes lugares; algunos de estos son
los campos agrícolas de California o Sinaloa, donde como jornaleros trabajan en medio de
nubes de agro-venenos, o la Ciudad de México, donde han creado grandes colonias en la
periferia (Beas, 2006, p. 233).
[…] sus formas de organización social, política y de gobierno, sus sistemas normativos in-
ternos, la jurisdicción que tendrán en sus territorios, el acceso a los recursos naturales de
sus tierras y territorios, su participación en el quehacer educativo y los planes y programas
de desarrollo, sus formas de expresión religiosa y artística, la protección de las mismas y de
su acervo cultural y en general, para todos los elementos que configuren su identidad.4 (López,
2008, p. 254)
No está claro en la Constitución si tal personalidad se extiende a los demás sujetos de dere-
cho reconocidos por ella misma; pero puede aceptarse que sí, basándonos en el principio de
que donde existe la misma razón debe existir la misma disposición. Otra observación que
hay que formular a esta norma constitucional es que identifica los derechos de los pueblos
y comunidades como sociales y no colectivos, siendo que son cosas distintas. Y aunque
74 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
en la ley reglamentaria aclara que los derechos sociales son colectivos, no se aclara qué
se entiende por éstos, creándose un círculo vicioso donde lo colectivo es social y lo social,
colectivo. (López, 2008, p. 110)
5 Según el INEGI, hasta 2015, la población de hablantes de lengua mixteca o tu´un savi es la cuarta más nume-
rosa del país, sólo después de la náhuatl, la maya y la tzeltal. (valdría la pena confirmar y/o actualizar este dato
en la fuente citada).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 75
“Auténticos huajuapeños” versus ¿“los de afuera”?
Insurrección popular e identidades en conflicto
Para recordar de mejor manera lo ocurrido en 2006, es pertinente traer de vuelta la
narración de Carlos Beas sobre lo que calificó de principio como una “rebelión plebeya”
iniciada al calor de las ya tradicionales movilizaciones del magisterio oaxaqueño du-
rante el mes de mayo, esto en exigencia de mejoras salariales y laborales para todos los
trabajadores del sector educativo en el estado:
Durante la segunda mitad del año 2006 y en los primeros meses de 2007, las organizacio-
nes aglutinadas en la APPO realizarán una impresionante cantidad de acciones ciudadanas
de todo tipo. En este período, los oaxaqueños en lucha llevarán a cabo ocho gigantescas
manifestaciones y harán una prolongada caminata hasta la capital de la República. Ocu-
parán de manera pacífica las radiodifusoras comerciales y realizarán huelgas de hambre.
Documentarán violaciones a los derechos humanos y celebrarán foros donde la ciudadanía
construirá valiosas propuestas para la transformación democrática del estado (Beas, 2006,
p. 238).
Durante los meses más álgidos de este conflicto, y de manera similar a otras ciuda-
des del estado, la Heroica Ciudad de Huajuapan de León vivió por primera vez (desde la
76 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
época de la Revolución) la toma prolongada de su palacio municipal en manos de las or-
ganizaciones que en ese momento decidieron conformar la APPO en Huajuapan (Frente
Popular Revolucionario, Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos, Frente In-
dígena Oaxaqueño Binacional, Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo, Frente
Nacional Indígena Campesino, entre otras), la mayoría de ellas políticamente invisibles
hasta el momento de la insurrección debido a la particular historia de Huajuapan de
León durante el siglo XX.
A diferencia de la mayoría de municipios oaxaqueños (que de no ser bastiones del
PRI son bastiones de la izquierda como en el caso de Juchitán), Huajuapan es desde los
años cuarenta el más destacado bastión del panismo en el estado. Esta situación se
debe en gran medida a la fuerte penetración de la religión católica entre la población
huajuapeña,6 lo que favoreció desde la Colonia al control de una minoría “vallistócrata”
y de origen mestizo-europeo sobre la vida social, política, económica y cultural de la ciu-
dad y la región, un control que se mermó durante la insurrección de 2006 a partir de la
subjetivación política de un gran número de habitantes de Huajuapan que se solidarizó
con el magisterio oaxaqueño y se sumó a las acciones convocadas por la APPO.
Durante todo el periodo que duró la insurrección oaxaqueña, además de la toma
del palacio municipal, en Huajuapan se desarrollaron múltiples manifestaciones e in-
tervenciones políticas de la APPO, especialmente en el centro de la ciudad, mismas que
tuvieron como respuesta el rechazo y el descrédito de un sector de la población confor-
mado por (o vinculado a) empresarios y comerciantes locales, así como a la clase política
local conformada por panistas y priistas.
A través de diferentes medios y plataformas (como la radiodifusora comercial local
o las aún emergentes redes sociales en internet), e incluso en interacciones cara a cara,
ese segmento de la población local acusó a los manifestantes de ser “personas ajenas o
extrañas” a la ciudad, que en su mayoría eran “indígenas acarreados desde afuera” para
que mantuvieran tomado el palacio en beneficio de sus líderes, irrumpiendo “la paz y la
tranquilidad características de esta ciudad”.
En varios momentos, muchos de los que hacían estas declaraciones se identifica-
ron (y se siguen identificando hasta hoy) como “auténticos huajuapeños” para diferen-
ciarse de todos los otros que participaban en la toma del palacio y en las manifestaciones
de la APPO.
6 Basta considerar que Huajuapan, además de ser el municipio más poblado de toda la ñu´u savi y un distrito
federal y local, es sede de una de las cinco diócesis católicas que existen hoy en Oaxaca, eso sin considerar que
fue un núcleo importante de combatientes cristeros en los años veinte.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 77
Irónica y contradictoriamente, muchos de estos “auténticos huajuapeños” son
identificados a su vez como “gachupines” por la mayoría de la población, ya que son descen-
dientes (directos en algunos casos) de los migrantes españoles avecindados en Huajua-
pan hasta el siglo XX, sin embargo, dado que esto no les impide ni les corta la posibilidad
de seguir manteniendo un estatus privilegiado, tampoco les ha impedido aun después
de 2006 acusar a los miembros de la APPO de ser “extraños” o “foráneos”, eludiendo o
minorizando el hecho de que Huajuapan es una comunidad constituida desde su origen
y hasta la fecha, por gente mayoritariamente originaria de la región migrada de otras
partes de comunidades como lo deja ver el crecimiento poblacional desde 1910. Se tra-
ta pues de una sector poblacional que mucho antes de identificarse como huajuapeña
o mixteca, en sus comunidades de origen se identifica a sí misma como ñuu davi (gente o
pueblo pobre) o como ñuu savi (pueblo de la lluvia).
En respuesta a las acusaciones y ofensas de los autonombrados “auténticos huajua-
peños”, hasta el día de hoy varias de las personas que en 2006 fueron manifestantes de
la APPO (algunos casi adolescentes en ese entonces como los integrantes del Kolectivo
Multicultural Libertario [KOMULLI]) y todos los que respaldaban en ese momento al
movimiento, más allá de huir o de invisibilizarse como miembros de un pueblo origi-
nario o de buscar identificarse también como “auténticos huajuapeños”, empezaron a
desplazarse de su identidad como mixtecos, mestizos, o ñuu davi bajo una nueva (pero
a la vez más antigua) nominación: ñuu savi.
A la par de lo anterior, entre este sector se dio pie a una reivindicación de la tu´un
savi (lengua o idioma de la lluvia) y a un conjunto de prácticas y símbolos ñuu savi, todo
en correlación con un conjunto de actividades políticas que van desde esta defensa y
rescate de la lengua originaria, la lucha por el derecho al transporte concesionado, la
formación de medios alternativos o comunitarios, la exigencia de justicia a compañe-
ras y compañeros agraviados o asesinados, e incluso la solidaridad y el apoyo a causas
y movimientos sociales de carácter nacional como la campaña del Congreso Nacional
Indígena a la presidencia de México en 2018.
Se trata pues, de todo un cúmulo de acciones y eventos que, si bien ponen cada vez
más en discusión el tema de la identidad local y llevan a problematizarlo aún más, es
importante señalar que esto no significa para nada la des-identificación de los poblado-
res de Huajuapan con los significantes mixteco o mestizo, mucho menos con una identi-
ficación total e inercial con el significante ñuu savi, ya que como bien señala Stuart Hall:
Sobre todo, y en contradicción directa con la forma como se las evoca constantemente, las
identidades se construyen a través de la diferencia, no al margen de ella. Esto implica la
admisión radicalmente perturbadora de que el significado «positivo» de cualquier término
78 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
—y con ello su «identidad»— sólo puede construirse a través de la relación con el Otro, la
relación con lo que él no es, con lo que justamente le falta, con lo que se ha denominado su
afuera constitutivo (Derrida, 1981; Laclau, 1990; Butler,1993)
Conclusiones
Aunque es posible afirmar que la identidad mixteca goza de una fuerte hegemonía por
el hecho de que cualquiera que haya nacido en la región mixteca es por simple lógica
un mixteco, la designación que desde la Colonia y hasta hoy existe con este apelativo (y
por la que el Estado decidió nombrar a la región de esta manera) no se puede reducir
a un simple gentilicio, ya que detrás de esta nominación existe también la narrativa
sobre una nación de más de 3,500 años de antigüedad que, a pesar del exterminio y las
injusticias que significó la colonización europea, sigue siendo una de las culturas más
destacadas que hoy sobreviven en el país, por lo que el Estado mexicano y las élites “va-
llistócratas” de Oaxaca, aun con la impronta colonial que en todo momento reproducen,
no la han dejado pasar desapercibida dada su enorme relevancia histórica y poblacional.
En el caso de Huajuapan de León, siendo esta ciudad el principal “polo de atracción
regional” de la zona, no ha existido reparo alguno de ningún actor político o social en
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 79
considerar a esta ciudad como una especie de “capital mixteca”, dándole apelativos como
el de cuna de la “Canción Mixteca” o del “Inigualable e Insuperable Jarabe Mixteco”,
dos composiciones (musical y coreográfica respectivamente) con las que se (re)presenta
a la cultura mixteca en foros artísticos y de espectáculo cobijados por el gobierno y por
empresarios del turismo en Oaxaca.
Acorde con este discurso que reivindica sólo lo que la élite colonial y el Estado con-
sidera como mixteco, la identificación de los habitantes de Huajuapan de León con el
apelativo de mixtecos (o de mestizos en menor medida, aunque enfatizando siempre un
origen mixteco) se ha hecho hegemónico, de tal modo que, en su significación social, el
nombrarte como mixteco no te lleva a diferenciarte social o culturalmente del resto de
habitantes de Huajuapan de León o de la región entera.
Sin importar las diferencias entre posiciones y situaciones de clase, la enorme des-
igualdad entre una mayoría marginada y aquellos que controlan la economía apoyados
en su ascendencia colonial-europea, y en correlación con lo estipulado en el artículo
segundo constitucional, aun cuando un individuo pueda ser descendiente directo de
españoles, por el sólo hecho de haber nacido en un lugar como Huajuapan, su identidad
puede llegar a configurarse como la de un mixteco, también llamado “habitante del país
de las nubes” en una traducción figurada al español.
¿De qué manera entonces es que se diferencian aquellos que durante siglos han
sido agraviados por su origen indígena o marginal frente a los que los han agraviado
hasta hoy, apoyados en su posición colonialista y socialmente privilegiada?
Partiendo de lo acontecido durante 2006 y en lo que va de 2018 al menos, esta
diferenciación identitaria se ha marcado en gran medida por el uso del significante ñuu
savi, por la reivindicación política de la lengua materna (ya no como lengua mixteca si
no como tu´un savi) y por toda una serie de símbolos y prácticas que al día de hoy las
clases o grupos dominantes locales no podrían desarrollar por la ruptura que significa-
ría con su actual ethos de clase. Ejemplo de esto se haya en el baile y la música de chilena
practicados en las fiestas populares, y la nula aceptación de éstas entre la vallistocracia
de todo el estado.
Cabe decir que lo anterior no significa que en un futuro estas prácticas o símbolos
identitarios no sean apropiados simbólicamente o mercantilmente por las clases o gru-
pos dominantes o gobernantes (incluyendo el significante ñuu savi), ya que en el caso
de una práctica gastronómica como lo es el Mole de Caderas, su apropiación por parte
de la “vallistocracia” no ha sido solamente simbólica sino también mercantil, del mismo
modo que lo fueron en su momento los llamados “lunes del cerro” al ser vendidos al tu-
rismo nacional e internacional con el nombre de Guelaguetza, el festival folclórico más
importante en México y que desde la insurrección popular de 2006, la Coordinadora
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Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), junto con las organizaciones que se
aglutinaron en la APPO, han intentado des-mercantilizarpara “devolverlo a su gente”
(lo que sea que eso signifique).
De esta manera, siguiendo la ruta teórica trazada por Stuart Hall y los estudios
culturales, se abre aquí la posibilidad de pensar que la configuración identitaria de un
individuo, colectivo o población, al igual que cualquier proceso social de semiosis, in-
cluso cuando puede ser ilimitada o infinita, no deja de estar anudada a ciertas matrices
identitarias como las que existen entre las comunidades indígenas contemporáneas,
lo que hace posible hacer un pequeño recorte de un caso particular como el que se ha
comentado hasta aquí, logrando visibilizar de mejor manera tanto las causas como los
efectos que tuvo un acontecimiento como “La primera insurrección del Siglo XXI en
México”, y el proceso de identificación-desidentificación por el que hemos pasado casi
todos los oaxaqueños desde aquel abrumador 2006.
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BIBLIOGRAFÍA
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COMENTARIO AL TEXTO
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Resumen
Este artículo, inscrito en la investigación para mi tesis de maestría del programa en Co-
municación y Política de la UAM Xochimilco, se propone hacer un cruce problemático
entre las prácticas artísticas Cooperifa y pixo, y el contexto discursivo de la “democra-
cia racial” en la ciudad de San Pablo, Brasil, con el fin de analizar de qué manera estas
acciones confrontan o dialogan con las narrativas reconciliadoras y homogéneas del
Estado-Nación. El texto se auxiliará de las tensiones epistemológicas presentadas por
los estudios culturales, así como del aporte disruptivo que han introducido los estudios
visuales al campo de la imagen. Finalmente, en el trabajo se observará que estas prácti-
cas crean zonas antagónicas o instancias de mediación que desestabilizan una eficacia
simbólica oficial.
Palabras clave
Poder, prácticas simbólicas, imagen, Estado-Nación.
Introducción
La ciudad de San Pablo, Brasil, es un territorio complejo. La concentración de la riqueza
la ha transformado en uno de los centros urbanos más desiguales y en el espacio don-
de la idea de “democracia racial” moderna, aquella que eliminaría de forma definitiva
el “problema del color” instaurando una armonía multirracial, entra en contradicción.
Barrios privados fueron aislados con muros y sistemas de seguridad. Frente a ellos, y
La ciudad exhibidora
La disputa por una representación moderna de la ciudad de San Pablo vivió un mo-
mento clave con la inauguración de la Bienal de arte, en 1951. Este ámbito sirvió para
atraer nuevas inversiones, promocionar proyectos nacionales y deducir impuestos. Pero
también contribuyó a crear una plataforma internacional donde la ciudad “aparece” en
el mercado artístico. La Bienal de San Pablo es, desde hace años, la representación me-
tonímica de la ciudad, la parte por el todo, el lugar desde donde se intentan nuevas San
Pablo. La exposición que “muestra”, que “se muestra”, entra a un tipo de modernidad
vista, se mete a un régimen de visibilidad mundial. Estos eventos, en los pliegues de lo
nacional y lo internacional, se han transformado en grandes postales, enormes puestas
teatralizadas de lo que una ciudad es, pero fundamentalmente de lo que puede, de lo
que es capaz de “mostrar”. Una ciudad moderna sería entonces no tanto su imagen,
sino la que puede producir. Un estado, un territorio nacional, una ciudad son produc-
tores de una serie de objetos visuales. Éstos no son unidireccionales o estrictamente
homogéneos, sino que disputan espacios y formas de representación. La Bienal es una
máquina productora de objetos de este tipo. ¿No es también San Pablo una ciudad que
produce visibilidad a partir de “mostrar” que puede “mostrar”, una ciudad moderna
convertida en ciudad exhibidora?
94 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El Museo Afro Brasil comparte el mismo espacio de la bienal, en el Parque Ibira-
puera. El pabellón contiene más de cinco mil obras de universos culturales africanos y
afrobrasileños. Es visitado por miles de turistas anualmente. En él podemos acceder a
una experiencia visual única: vestimentas, instrumentos de trabajo o de uso doméstico,
fotografías, videos, instalaciones de artistas contemporáneos. El lugar ha sido producto
de grandes luchas y ha desatado (todavía lo hace) complejas controversias vinculadas
al archivo y su exhibición, a la participación activa de las comunidades en el espacio, a
la relevancia política de estos objetos visuales en la actualidad paulista. Uno de los de-
bates más interesantes que se han dado está relacionado con la elección de los objetos
a exhibir. Si las imágenes seriadas, historizadas, textualizadas mediante cédulas mu-
seográficas, conforman una narrativa, ¿qué tipo de literatura funda la acumulación de
materiales que victimizan o que localizan en un lugar subalterno a estas comunidades?
¿Por qué no exhibir también las luchas, las imágenes de la desobediencia, los retratos
de héroes? Esta discusión se ha dado (aún se da) dentro de las mismas agrupaciones
que colaboran con la muestra permanente: ¿cuál es la imagen que se quiere construir
del Brasil negro?
Convendría plantear un contrapunto entre la bienal y la ciudad que aparece en el
pixo. Son dos formas de hacerse presentes y hacer presente a San Pablo; dos universos:
las escrituras desbordadas de los muros frente a las imágenes enmarcadas en la expo-
sición; los edificios excedidos de letras frente a la amplificación que produce el evento
nacional. Jacques Ranciere afirma que “las imágenes del arte no proporcionan armas
para el combate. Ellas contribuyen a diseñar configuraciones nuevas de lo visible, de
lo decible y de lo pensable, y, por lo mismo, un paisaje nuevo de lo posible” (Ranciere,
2011, p. 103). En el año 2008 estas dos representaciones se encontraron. Más de 40 pixa-
dores irrumpieron en la muestra, el sitio del foco. La Bienal de San Pablo se vio invadida
de signos “extraños”, “feos”, signos cargados de una cierta “extranjería” para el campo
artístico, pero que contenían lo más propio de la ciudad ampliada, la ciudad extendida
más allá de la exhibidora. Como si el objeto y su representación se hubieran encontrado
en un espacio y en un tiempo crítico; como si la ciudad hiciera síntoma en su misma
imposibilidad de mostrar un objeto unívoco. El pixo está por todas las calles, pero aquí
entra de otra forma. ¿Qué implica hacer una marca en el centro, en el foco destinado a
la marca (arte) oficial? ¿Qué es esta superposición de imágenes? O mejor: ¿qué es este
movimiento furtivo del trazo ilegal que produce un tipo de derrumbe o desarreglo en el
espacio dedicado a la educación de la mirada?
En un ensayo reciente sobre los estudios visuales, Yissel Arce (Arce, 2016, p. 35), dis-
cutiendo a partir de un texto de Chakrabarty, propone “desnaturalizar” los universales
con los que se construyen las “interrogaciones analíticas”; plantea una deconstrucción
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 95
de “la historia del arte” en la confluencia de muchas narrativas artísticas “reales e imagi-
nadas”. ¿Cómo sostener, a partir de lo que hemos visto en este texto, la universalidad de
la ciudad o su archivo? Arce, lejos de intentar una negación de las “fantasías de univer-
salidad” o de sus “prácticas opresoras”, suscribe a un tipo de invalidación, de alteración
gramatical, para revelar los usos contextuales de estos universales. Es decir: sin negar una
mirada oficial de las imágenes, de la ciudad o del archivo, habría que procurar un mapeo
de sus “emborronamientos”, de sus fisuras.
Del día del incidente en la Bienal quedó una fotografía del personal de seguridad
intentando sujetar a un pixador, mientras una joven escapa por el costado del encuadre
con un aerosol en la mano. Es una imagen que nos interroga. ¿Los pixadores constru-
yen imágenes de aquella imagen que es la Bienal? ¿Qué tipo de ciudad aparece en esas
líneas del fondo? ¿Cómo juntar dos ciudades? Existe una voluntad, por parte de los
pixadores, de redefinir lo visible. Lo hacen buscando entrar, no ya a la ciudad, sino a lo
que ella puede mostrar.
A manera de conclusiones
En su libro Mal de archivo Jacques Derrida se hace una pregunta que bien podría ayu-
darnos a trazar líneas para ampliar este trabajo: “¿Dónde comienza el afuera?” (Derrida,
1997, p. 16). En nuestro caso la pregunta sería: ¿dónde comienza el afuera de esta ciudad
imaginada, narrada, archivada? O mejor, ¿cuál es ese “secreto del archivo que se hace
público” a partir de experiencias como Cooperifa o el pixo? ¿Qué tipo de ciudad aparece?
¿Qué tipo de periferia? ¿Qué nación?
Consideramos que estas expresiones han habilitado espacios donde lo artístico es-
taba negado, que intervienen en la representación de la ciudad con escrituras ilegales, o
que han decidido trabajar con narrativas de la memoria en las comunidades. Pensamos
que estos grupos interpelan, con sus diferencias, con sus matices, la categoría de raza y
la idea de “armonía” planteadas en el país. Lo harían por medio de prácticas escriturales
desbordadas donde la oralidad, la escritura y el cuerpo irrumpen en el campo visual y
artístico de la ciudad presentando desacuerdos o disonancias, procedimientos alternos
para repensar las discusiones que se dan en el contexto político y social, así como for-
mas de negociar las narrativas nacionales.
96 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 97
COMENTARIO AL TEXTO
El texto de Iván Peñoñori introduce una discusión en torno a algunos de los ejes
analíticos más polémicos del campo artístico contemporáneo. Visualidades perifé-
ricas, democracia racial y su connivencia con procesos de racialización, críticas polí-
ticas y relatos de nación, son algunas de las topografías discursivas más acuciantes
del escenario creativo y de la política cultural actual en Brasil. Situarse justamente
en los vínculos entre cultura y política, le ha permitido configurar a Peñoñori un
entramado de relaciones de poder desde el cual interpelar las estrategias ambiva-
lentes de un Estado que desde la entrada al gobierno del Partido de los Trabajadores
(PT) en el año 2002 promulgó un discurso progresista, pero —paradójicamente—
también materializó premisas y acciones bastante controversiales.
El estudio de las prácticas artísticas de la cooperativa Cooperifa, en las afueras
de Sao Pablo y las incursiones gráficas de los grupos de pixadores en el espacio pú-
blico de la ciudad paulista, ha ubicado a Iván en un lugar de intervención reflexiva
desde el cual anudar las distintas temporalidades históricas que han organizado
las tramas políticas del Estado y las construcciones de la nación moderna en el
país sudamericano. Precisamente la nación es explorada acá como un tropo que
articula las fantasías y los anhelos de un proyecto de democracia racial que no ha
hecho más que profundizar —una y otra vez— el racismo estructural sobre el cual
se cimentaron los pilares de la historia moderna de Brasil.
En este sentido, uno de los aciertos fundamentales del objeto de investigación
de este artículo es yuxtaponer a la dimensión de la nación como un constructo
con efectos políticos, las estrategias de las prácticas simbólicas para visibilizar al
Estado-nación como agente regulador de relaciones de poder asimétricas y al mis-
mo tiempo, como objeto de interpelación para la acción política. Operar analítica-
mente con un concepto disruptivo de nación le permitió a Peñoñori dimensionar, a
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través de consideraciones críticas, las pautas de unificación y reconciliación que ha
orquestado el gobierno democrático en Brasil. La apelación reiterada a la democra-
cia racial como un dispositivo que moviliza y proyecta la unidad de los componen-
tes raciales y étnicos del país, así como el trazado de un horizonte temporal donde
el pasado debería permanecer imposibilitado de infringir sus límites, no hace más
que filtrar las ansiedades y las tensiones de un período histórico que en realidad,
pretende re-fundar la nación como una comunidad imaginada en las coordenadas
de un tiempo presente-moderno, homogéneo y vacío, siguiendo el desarrollo que
le otorgó a esto Benedict Anderson (1993). Así, las conexiones pasado-presente, las
continuidades y las contradicciones históricas que siguen habitando los procesos
socio-políticos y económicos del Brasil contemporáneo han quedado obturadas en
los estrechos marcos de discusión a través de los cuales se construye a la nación y a
la democracia racial, en las prácticas institucionales y en el discurso oficial.
El campo de la creación entonces puede pensarse como un lugar de la po-
lítica, como un sitio en el que se (re)inscriben y además se generan en modos
plurales los artefactos culturales, los símbolos y significaciones que estructuran
y contestan a la nación.Es en esa coyuntura, donde las manifestaciones artísticas
de la periferia paulista han interrumpido las marcas históricas de identificación
y estereotipación para sobrescribir las tensiones de un debate racial no resuelto.
Este escenario visibiliza la heterogeneidad constitutiva del tiempo histórico mo-
derno, al confrontar “historia” y “prehistoria” o “Historia” e “historias”,2 funda-
mentales para la perspectiva teórica de la crítica poscolonial, que, en otro orden,
organiza las pautas metodológicas del análisis de Peñoñori. Es precisamente en
la crítica poscolonial, donde encuentro las bases —en términos de procedimien-
to analítico— para lo que debería ser uno de los argumentos centrales de éste
trabajo: las narraciones de la nación brasileña que se configuran en el campo
artístico de la periferia paulista, no solo permiten la reivindicación de un espacio
de enunciación para los relatos que en clave multirracial erosionan los presu-
puestos sostenidos por el estado-nación en torno a nociones y prácticas como la
2 Sandro Mezzadra plantea: “Al poner de relieve la confrontación entre “historia” y “prehistoria”, entre la Historia y
las historias, como rasgo esencial del tiempo histórico moderno, la crítica postcolonial evidencia su heteroge-
neidad constitutiva. La cuestión no consiste tanto (o no sólo) en la reivindicación de nuevos espacios para una
serie de “historias menores”, en un intento de democratizar en clave “multicultural” el canon historiográfico o,
tal vez, de apostar a las “historias” contra la “Historia”. No faltan, por cierto, en el seno de los estudios postcolo-
niales, posiciones de este tipo. Decididamente más interesante resulta en cambio, a mi parecer, la reflexión de
quienes han encontrado justo en la tensión entre la “Historia” y las “historias” un carácter estructural de la his-
toria moderna, que resalta con particular precisión en la condición colonial y que, sin embargo, no es posible
resolver apostando a un término contra el otro” (2008, p. 20).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 99
justicia, la reconciliación, la igualdad racial, la producción de memoria e historia,
sino que, sobre todo, se instauran como sitios articulados también por tensiones
y ambivalencias en los procesos de conceptualización y experiencia de estas di-
ferencias entre los grupos que habitan el territorio; unas diferencias y contradic-
ciones que a su vez estructuran el origen mismo, las trayectorias y las relaciones
de poder del estado moderno (colonial y postcolonial) del país.
Para decirlo con otras palabras, la configuración del campo artístico y sus de-
venires, así como las narrativas que allí se edifican, reproduce, desde las especifi-
cidades del lenguaje artístico, la tensión y la ambigüedad que estructura la lógica
constitutiva —violenta y coercitiva— de la emergencia del estado-nación moder-
no en ese país. Por tanto, los procesos de contestación, cual ejercicios artístico-
políticos, habría que entenderlos como formas de negociación interrumpidas y
subrayadas por los límites implícitos en los propios marcos a través de los cuales
se piensa el estado-nación; o sea, una maniobra que nos (re)coloca en la dinámica
de los tejidos imperiales/coloniales de poder y diferencia. Acá, reviso la contracara
de aquello que apuntaba Dipesh Chakrabarty, y que condensa una de las direc-
trices fundamentales de los estudios poscoloniales, “lo universal no puede existir
más que como casilla vacía, una y otra vez usurpada por un particular histórico
que intenta presentarse como universal”;3 entonces los particulares históricos (y
acá pienso en la nación brasileña y su proyecto de democracia racial) también se
producen y se inscriben —irrumpen de modos muy diversos— en la accidentada
gramática de los universales: se superponen y entrelazan entre ellos, se implican
mutuamente. Así, los lugares de sentido de estos particulares, se disputan necesa-
riamente en las mismas coordenadas semánticas, pero también en las fisuras, en
los jirones críticos de esos universales que anhelan (re)escribir. Por tanto, siguien-
do a Homi Bhabha “estudiar la nación a través de su narrativa no implica centrar
la atención meramente en su lenguaje y su retórica; también apunta a modificar el
objeto conceptual mismo” (2010, p. 13).
3 Chakrabarty, Dipesh, en Mezzadra Sandro, Ob. Cit., p.21. Sandro Mezzadra allí mismo plantea que “el análisis de
Chakrabarty tiene implicaciones precisas para la práctica historiográfica. Invita a hacer del movimiento
de reducción del plural de las historias al singular de la historia, como peculiaridad del concepto moderno de
historia, un hecho de por sí histórico. No sólo un concepto como el de clase obrera, sino también conceptos
como ciudadanía y nación, están atravesados en su propio estatuto lógico por las colisiones, las contradiccio-
nes y los desequilibrios que este movimiento produce. (…)Si, tal y como se ha dicho, este orden de reflexiones
invita a problematizar el léxico del universalismo, por otra parte, me parece que constituye un saludable antí-
doto contra la proliferación de una mera apología de las “diferencias” (2008, pp. 22-23).
100 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Referencias
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 101
REDES Y
APROPIACIÓN DE
TECNOLOGÍAS
105
Resumen
Este texto tiene por objetivo indagar la relación entre el uso de cierto tipo de tecnolo-
gías y la posibilidad de un actuar autónomo. A partir de seis apartados desarrollaremos
esta compleja vinculación. Primero presentamos una problematización de la definición
de hacker y hacktivista, así como la imposibilidad de generar una distinción definitiva.
Después, observaremos cómo es posible la organización colectiva y la toma de espa-
cios como parte de la afirmación de la autonomía dentro de la cultura hacker. Luego,
desarrollaremos las propuestas teóricas de Gilles Deleuze entorno a las sociedades de
control e indicaremos las características desde las que nos enfrentamos a la discusión
sobre un posible actuar autónomo. Posteriormente explicaremos qué es el aprendizaje
entre pares y cómo se muestra como una posibilidad de construcción de autonomía.
Finalmente en las conclusiones, a partir del recorrido realizado, afirmaremos que la ex-
perimentación del hacker abre posibilidades genuinas de creación, donde la autonomía
se presenta como un proyecto siempre por venir.
Palabras clave
Tcnología, hacktivismo, autonomía, aprendizaje entre pares.
Introducción
En el presente texto abordaremos la importancia de la práctica hacker, hacktivista y la for-
ma en que toma lugar en los hackerspaces. Nuestro objetivo es preguntarnos cómo el uso
y posicionamiento frente a las tecnologías abren paso al entendimiento de la autonomía
Hackers y hacktivistas
La distinción entre la postura de un hacker y un hacktivista es compleja: analíticamente
podemos denominar al hacker como aquella persona experta y especializada en un cono-
cimiento técnico, específicamente el relacionado con la programación, el desarrollo o la
intervención de software o hardware, que no tiene necesariamente un posicionamiento
político en su práctica, es decir, alguien que puede trabajar en una gran corporación como
Microsoft o servir al departamento de seguridad de un Estado; en otras palabras, indivi-
duos que usan sus conocimientos, pero no se preguntan necesariamente por las conse-
cuencias de su actuar y por las repercusiones que acarrea, en un nivel social, su trabajo.
Por otro lado, el hacktivista, neologismo formado por la palabra hacker y activista, sería
quien no sólo se apropia de la tecnología y de su potencial, a través de su manipulación
y conocimiento, sino que además dan un giro político a su praxis. Los hacktivistas buscan
una forma distinta de experimentar su relación con la técnica, esto implica un proceso de
aprendizaje y cuestionamiento constante sobre su propio hacer (Krapp, 2003).
Ahora bien, reducir la distinción entre hacker y hacktivista a su definición analítica
puede ser de poco provecho para el entendimiento concreto de sus prácticas. En principio,
no habría un consenso homogeneizado sobre la definición de cada uno, pero además es
posible que no siempre se haga tal distinción. La pregunta por la identidad del hacker y del
hacktivista se encuentra siempre abierta y tiene distintas respuestas, pues hay una lucha
por su sentido que depende de los intereses políticos y personales de quien lo esté defi-
niendo. Se pueden encontrar artículos (Cassim, 2012; Lewis, 2014) que definan al hacker
como un sujeto que a través de sus prácticas merma el crecimiento económico de un país,
caracterizándolo como un sujeto sin rostro, encapuchado, que realiza fraudes y delitos; o
hallar posturas totalmente contrastantes que ven en la praxis del hacker toda una potencia
de apropiación, conocimiento y disidencia política, en la que se intenta revertir el uso y
consumo de la tecnología impuesta por la lógica de la obsolescencia programada, el soft-
ware privativo y las licencias de derechos de autor. Entre las teóricas que se encuentran
dentro de esta línea podríamos mencionar a Guiomar Rovira (2017), quien observa en el
actuar del hacker la posibilidad de que toda tecnología sea modificable:
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 107
Mientras la tecnología se erige en una planeación calculada para el máximo rendimiento,
sostenida en la lógica ciega de la producción de valor, los hackers se proponen hacer estallar
sus posibilidades ocultas, hacer ingeniería inversa para conocer cómo funcionan las má-
quinas que el mercado ofrece como cerradas, para darles otras terminaciones y usos, para
desbordarlas y volverlas incompletas, abiertas a la recreación (2017, p. 110).
2 Al respecto pueden consultarse las investigaciones y declaraciones de los periodistas que fueron espiados
a través del software Pegasus, mismo que, al invadir su teléfono a través de un mensaje de texto, tenía ac-
ceso a la cámara y micrófono del teléfono celular. Véase: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-lati-
na-40336088
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 109
privada ni cuentan con apoyos económicos que garanticen su permanencia, emergen en
condiciones donde tienen una alta probabilidad de desaparecer, pero logran mantenerse
a través del apoyo mutuo de sus miembros. El apoyo mutuo nos remite a lo que ya Piotr
Kropotkin había señalado respecto a la concepción darwiniana de la evolución. En su in-
terpretación, la “lucha por la existencia” a la que Darwin hizo referencia tiene un compo-
nente poco estudiado y remarcado: la sociabilidad como la mejor arma para la adaptación
al medio y la superación de las condiciones de vida en cada ocasión. Es desde el trabajo
en conjunto y no únicamente desde la competencia como surge otro entendimiento de la
formación de sociedades: “Para el progreso industrial, lo mismo que para cualquier otra
conquista en el campo de la naturaleza, la ayuda mutua y las relaciones estrechas sin
duda fueron siempre más ventajosas que la lucha mutua” (Kropotkin, 1989, p. 285). En ese
sentido, quizá podríamos ver el apoyo muto como la mejor posibilidad de sobrevivir en
contextos económicos y políticos como el nuestro, o tal vez incluso la única.
La importancia de los hackerspaces no sólo se da en el ámbito de la experimenta-
ción con la tecnología y el apoyo mutuo, sino que también hay un posicionamiento
político que, como vimos, tiene una herencia del movimiento punk y okupa, donde ne-
cesariamente hay un rechazo por las normas que el capitalismo impone para los ob-
jetos tecnológicos y la vida en general. Aunque este posicionamiento sea asumido de
distintas maneras, es importante señalarlo como una característica de estos espacios.
En ese sentido, un hackerspace es distinto a un makerspace, o espacio donde se hacen y
modifican cosas. Estos lugares pueden ser promovidos por iniciativa privada, el Estado
o por universidades donde se cumplen las condiciones para experimentar con diversos
artefactos tecnológicos. Son espacios que no están ligados necesariamente a una postu-
ra política pero que le deben su origen a los hackerspaces creados desde la marginalidad y
precariedad. En los makerspaces se realiza una experimentación con la tecnología, pero
carecen del espíritu político que caracteriza a los hackerspaces, pues las condiciones de
los primeros están ya financiadas y aseguradas, sus posibilidades de existencia no se
construyen necesariamente a partir de la contribución de sus miembros, no surgen
de colaboraciones autogestivas ni se comparte un interés por el pensamiento sobre
la autonomía. Se trata de un experimentar la tecnología por el simple hecho de expe-
rimentarla, sin cuestionar cómo esa actividad tiene repercusiones sociales o políticas
(Rovira, 2017, p. 125). La diferenciación entre un espacio y otro se da por el posicio-
namiento político sobre la tecnología misma, sobre artefactos específicos y el tipo de
restricciones que imponen al querer modificarlas. Así, no se trata sobre los aparatos
mismos, sino sobre la decisión sobre cómo relacionarse con ellos. De ahí la relevancia
de tomar un posicionamiento y entrar en una discusión que no se hace necesariamente
en todos los espacios donde se fomenta la experimentación de la tecnología.
110 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
En los hackerspaces se juega un poder de decisión en el que se admite que no puede
escaparse totalmente de las determinaciones que implican el uso, por ejemplo, del In-
ternet, ya que se tiene que tener un contrato con una empresa para poder tener acceso
al servicio, pero que a pesar de eso se puede realizar al menos un “hack”, es decir, un
golpe que haga funcionar las cosas y las dinámicas de relación de otra manera. Esto se
observa, por ejemplo, en la forma de aprender y acercarse a la tecnología misma, pues
se realiza de manera comunitaria, es decir, compartiendo saberes. Así, en estos espacios
la tecnología se presenta como una herramienta para alcanzar un momento en el que
podemos elegir tomar decisiones y crear otras formas de apropiación de ésta.
En los hackerspaces también se llevan a cabo reuniones periódicas donde se convoca
tanto a hackers, hacktivistas y público no especializado. Se trata de los llamados hackmee-
tings, del inglés meeting “reunión” y hack como abreviación de “hacker”. En estas reuniones
se llevan a cabo talleres y conferencias relacionadas con el uso libre de la tecnología, por
ello, se promueve el uso de software libre, la seguridad digital para activistas y la elaboración
de medios libres. Los hackmeetings dan cuenta de la importancia del encuentro físico, del
habitar y compartir un espacio común por algunos días. Así se hace visible la importancia
de los vínculos que no están separados de la convivencia digital. Los hackmeetings se carac-
terizan por ser organizados de manera autogestiva, es decir, no cuentan con patrocinios de
empresas ni del gobierno, además son gratuitos y se realizan en lugares públicos o edificios
okupados. En su lógica de organización se establece la asamblea como la forma en la que se
toman decisiones sobre cómo se llevará a cabo el hackmeeting, así se establece una relación
directa entre los que organizan y los que asisten, rompiendo la relación del anfitrión-asis-
tente y del maestro-alumno. En México los “hackmitines”, como decidió llamársele para ha-
cer referencia a los mítines políticos, se han llevado a cabo en Oaxaca, el Estado de México,
Chiapas, Puebla, Colima y, en el 2017, en la Ciudad de México (Pirra, 2017).
Para entender lo que se busca cuando se conforman comunidades como éstas y
cómo es posible que en ellas se dé el trabajo en conjunto, vale la pena primero traer a la
discusión la propuesta de Raymundo Mier, quien define al vínculo como:
[…] una forma de alianza, de juego de diferencias recíproca, de concurrencia afectiva some-
tida a la determinación ética del reconocimiento de una composición pasional conformada
por reglas contingentes, pero adecuadas a la ocurrencia de afecciones. Las reglas del vínculo
se hayan sometidas a una exigencia de inteligibilidad en un acontecer de la reciprocidad
modelado según reglas sometidas a la exigencia pasional singular, a sus tiempos, momen-
tos y duraciones. Así, vínculo se opone a relación, que supone una dinámica de delimitación
y reconocimiento de identidades mediante una estructura instituida de normas, y de las
significaciones, valores y horizontes teleológicos derivados de éstas (2009, pp. 119-120).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 111
La existencia siempre es compartida, pues existimos sólo en la medida en la que
estamos vinculados con otros, ya que cada ser existente se coloca “con” y “entre” otras
existencias. Cada existencia es singular y finita. La existencia de algo individual y sepa-
rado del vínculo “con” algún otro no tiene lugar. Por ello, existir es exponerse a otros y
estar con otros. Así, lo que forma a una comunidad es el vínculo de alteridades, múl-
tiples “otros”. Mientras la noción de relación nos centra en un ámbito de identidades,
la de vínculo se acerca más a las diferencias que se encuentran no para crear una iden-
tidad, sino para construir distintos modos posibles de experiencias. Las identidades,
no importa cuáles sean, sólo abren paso al cálculo como ejercicio de control, pues se
someten a sus caracterizaciones y límites. Para escapar del cálculo habría que intentar
escapar de la identidad y apostar por la experimentación constante que nos permita no
ser atrapados tan fácilmente. Es ahí donde resuena la importancia de que la identidad
hacker y hacktivista sea siempre ambivalente. Y es ahí también donde la reunión de cor-
poralidades en torno a la decisión política comunal cobra importancia.
La producción entre pares, o peer to peer (P2P), es un término acuñado por Yochai
Benkler, profesor de Estudios Legales Empresariales en la Escuela de Leyes de Har-
vard. Con dicho término describió la forma en la que se produce el software libre o las
wikis, sitios web que pueden ser modificados de manera colaborativa, designándoles
el valor de “propiedad no rival”, es decir, que carecen de costos de reproducción y que,
además, los colaboradores de estas redes no obtienen remuneración alguna (Rigi, 2015,
p. 45). La producción entre pares tenía lugar en las prácticas hackers y hacktivistas an-
tes que Benkler las nombrara así, pues son parte de los valores de la cultura libre, que
apuesta por el acceso al conocimiento y la construcción de éste de forma colaborativa;
oponiéndose a la manipulación y restricción de la información y la comunicación. En
esa medida el software libre se vuelve una herramienta fundamental en el hacktivismo
porque respeta las libertades de los usuarios y establece cuatro libertades fundamenta-
les: Libertad 0 —ejecutar el programa para cualquier propósito. Libertad 1 —estudiar
el código fuente del programa. Libertad 2 —distribuir copias exactas cuando uno quie-
ra. Libertad 3 —distribuir copias modificadas de tus programas para que toda la comu-
nidad se beneficie. Si alguna de estas cuatro libertades falta, ya no se considera software
libre. Dentro de la cultura libre se hace necesario conocer el código con el que están
programados los objetos con los que tenemos una relación cotidiana y en los que ver-
temos información personal, tales como la computadora y los teléfonos celulares. Esto
nos permite tener un conocimiento sobre las restricciones y condiciones a las que nos
sujetamos cuando hacemos uso de ellos, pero también a las posibilidad de decisión
sobre sí, de hecho, pueden llegar o no a ser prescindibles en una sociedad de control.
Conclusión
Ya sea como hackeo, hacktivismo, hackmeetings o hackerspaces, en todas estas prácticas,
acontecimientos o lugares, existe un intento por salir de la lógica de la competitividad,
es decir, generar otros tipos de vínculos basados en el apoyo mutuo. Así, la respuesta a la
pregunta acerca de si es posible que existan espacios y vínculos que no estén supeditados
a la rivalidad y la competencia sería positiva. La apuesta siempre será afirmativa, aún en
el peor de los panoramas, pues la creación a través de la técnica abre una brecha de po-
sibilidades de experimentar el mundo de otra manera. Por supuesto, esto presenta un
riesgo, pues dichas posibilidades no pueden ser calculables totalmente, están destina-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 117
das a ser efímeras, y, sin embargo, debemos mantenernos en el riesgo de la creación. La
experimentación del hacker respecto a la técnica abre caminos, pero no podemos saber
a dónde nos llevarán, estar arrojados a esa incertidumbre nos abre las posibilidades más
genuinas de creación.
En las sociedades de control creemos que somos capaces de decidir, pero ésta sólo
se ciñe a elección entre qué consumir, qué comprar e incluso, contra quién competir.
Si la decisión sólo se restringe a estos ámbitos entonces la posibilidad no sólo de la
autonomía, sino también de la política permanece oculta e inconcebible. De ahí que la
apuesta, dentro de la cultura hacker, sea por la apropiación y la creación, pues mediante
éstas se comienza a esbozar otra forma de vincularse con los otros y lograr un aprendi-
zaje compartido. La posibilidad de crear es lo único que puede trasponerse, aunque sea
efímeramente, a las consecuencias que acarrean las sociedades de control.
La autonomía no es un destino final, sino una experiencia finita que es pura aper-
tura y no implica un camino determinado. La creación misma es apertura y no un fin.
Es bajo esta perspectiva que se pueden entender con una mirada más justa las prácticas
que toman lugar en los hackerspaces, pues aunque no haya una delimitación precisa
sobre cómo y en qué sentido sus prácticas se posicionan políticamente desde una teoría
acabada, como herederas de movimientos sociales como el punk y las okupas, podemos
decir que sus efectos y definición están siempre en disputa y dependen del contexto.
Así, estas nuevas formas de acción política tienen más que ver con ejercicios situados
de aprendizaje y compartición que con relaciones que se pueda calcular o cuantificar.
La reflexión en torno al vínculo entre el uso de cierto tipo de tecnologías como el
software libre, y la posibilidad de la autonomía se muestra, en última instancia, en la ca-
pacidad de tomar decisiones no sólo individualmente, sino también en conjunto. Aun-
que en una comunidad que tenga como objetivo la experimentación y transformación
de la tecnología, como en los hackmitines, converjan contradicciones y dificultades entre
sus miembros, lo valioso reside en la decisión de proyectar su acción a un horizonte
común que todavía se encuentra por venir. Insistimos en este pensamiento del tiempo
futuro porque creemos que es ahí, en lo que todavía no acontece, pero que es posible,
que tiene sentido la pregunta por la autonomía y el hacer político.
118 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
BIBLIOGRAFÍA
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 119
COMENTARIO AL TEXTO
122 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
123
Resumen
En este texto se propone una reflexión en torno a la búsqueda de los antecedentes del
concepto ‘meme’ en el ámbito científico como analogía y no de manera lineal histórica,
para así entender el concepto en relación con los medios conectivos y su uso en el sen-
tido común. El punto de partida es la paradoja entre dos usos diferentes de la misma
palabra en dos esferas distintas-la científica y la del sentido común. A continuación, se
realiza un rastreo del origen del concepto meme, sus diversas acepciones, así como las
corrientes a las que ha dado pie y sus primeras apariciones en el mundo del Internet.
Finalmente se retoma el ejemplo del uso de memes en los medios conectivos el día del
sismo del 19 de septiembre de 2017 (19S) en la ciudad de México, analizado a través de
los rituales de interacción que derivaron de dicho suceso.
Palabras clave
Meme, medios conectivos, Internet, 19S.
Introducción
Una gran mayoría de los internautas creemos identificar lo que sí es o no un meme; sin
embargo, en las definiciones provenientes del lenguaje científico pueden desdibujarse
ciertos elementos descriptivos, teniendo así los memes otras características alejadas
del humor, de las imágenes graciosas o breves videos e incluso su capacidad para nom-
brar lo políticamente incorrecto. Es decir, el meme como lo entendemos en el lenguaje
1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: ursuacht@hotmail.com
del sentido común —como lo utilizamos en la vida cotidiana sin saber nada de teoría
memética— es un formato que nace en los medios conectivos2 (van Dijck, 2016) em-
pelados por los prosumidores, mezcla entre productores y consumidores usuarios de
Internet, (Burns, 2008).
Existen ciertas huellas compartidas de ambas conceptualizaciones y hay que iden-
tificar también cuáles son sus diferencias. Es así como el rastreo de los antecedentes
de la palabra meme y de su significado original se vuelve una búsqueda analógica y
no histórica lineal. Un acontecimiento que nos permite ver la paradoja entre dos usos
diferentes de la misma palabra en dos esferas distintas-la científica y la del sentido co-
mún— fue el sismo que ocurrió en la ciudad de México el día 19 de septiembre de 2017.
Para mostrar dichas diferencias se retoma el surgimiento del concepto meme, para
posteriormente realizar un breve recorrido por su evolución en la esfera científica y así
rastrear el uso de la analogía del concepto de la que nos servimos para desplazar su sen-
tido a una forma nueva en el lenguaje del sentido común, siendo éste lo que los prosumi-
dores identifican como formato ‘meme’ en su uso dentro del Internet. Subsecuentemente
se presenta una primera exploración sobre publicaciones de Facebook respecto a memes
del día 19 de septiembre de 2017, fecha en la que el sismo provocó la pérdida de vidas, así
como de bienes materiales en la ciudad de México, y en cuyo marco la reprobación al hu-
mor se hizo evidente dos días después del evento también a través de memes, pero de un
tipo distinto al que estamos acostumbrados a concebir desde el sentido común.
Para cerrar este texto, se explica la respuesta con respecto a la reprobación del hu-
mor en el meme, paradójicamente visto en un comportamiento replicado memética-
mente, a partir de la propuesta de análisis de los rituales de interacción de Randall
Collins (2009).
Paradojas lingüísticas
El lenguaje es un elemento fundamental que construye las relaciones sociales, así los
hablantes del lenguaje van formando realidades. Por lo tanto, desde esta proposición
puede haber varias realidades posibles (Hughes y Sharrock, 1999). Esto nos lleva a un
campo movedizo en donde las implicaciones relativistas nos colocan dentro del terreno
de “lo que puede ser verdadero en una realidad es independiente y diferente de lo que es
verdad en otra” (Hughes y Sharrock, 1999, p. 337), incluso cuando haya ciertas analogías
entre lo que significan.
2 En lugar de medios sociales, la autora propone medios conectivos ya que argumenta que lo social se ha con-
vertido en una serie de reconfiguraciones computacionales (van Dijck, 2016). (Sería conveniente, si así es, que
se dijera que retoma la noción de van Dijck en el sentido de… o entendiendo por…)
124 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
De tal manera, lo que le da significado a las palabras está determinado por la natu-
raleza de la realidad en la que son empleadas. Así, “las palabras sólo son nombres y sus
significados quedan determinados por la naturaleza de la realidad a la que se refieren”
(Hughes y Sharrock, 1999, p. 346), reflejando así la estructura de nuestra realidad a
través de las conexiones con otras palabras a las que las relacionamos. Es así como su
desempeño está determinado por las combinaciones empleadas; es decir, todo un tejido
en conjunto aunado a las cosas que hacemos. Lo anterior involucra completamente un
contexto determinado, así como entrelazado para darle un significado y adherir éste a
una palabra y a una cosa específica como vínculo.
Hughes y Sharrock sostienen, siguiendo a Wittgenstein, que “el significado de las
palabras es su lugar dentro del lenguaje, y que su significado se deriva del papel de
las palabras en las actividades de la gente” (1999, p. 350). Las tecnologías de la comu-
nicación, sobre todo con respecto al tema que nos atañe en este trabajo que son los
medios conectivos, han generado nuevas actividades de la gente y les han dado un dis-
tinto sentido a otras. Por lo tanto, la necesidad de utilizar las palabras conocidas para
insertarlas en el lenguaje del sentido común ha sido avasallante, de tal suerte que su
significado se ha adecuado para que puedan empatar con dichas actividades.
Algunas analogías se presentan de forma más clara y otras no tanto, como lo es el
‘ratón’ en el lenguaje computacional y el ‘ratón’ dentro del lenguaje del reino animal. Sin
embargo, así se comienza a construir una variedad de juegos lingüísticos que tienen sus
orígenes en esferas específicas y diferentes. Algo similar le sucede a la palabra ‘meme’, que
es tomada de la esfera científica de la sociobiología, para referirse a un formato con carac-
terísticas específicas en la esfera del sentido común, como parte de las actividades que se
pueden llevar a cabo gracias al Internet, a diversas plataformas y a los medios conectivos.
Por tanto, el significado de la palabra meme en la esfera científica, basada en su repli-
cabilidad y brevedad, es asociada con el significado del sentido común, aun cuando con-
tenga atributos completamente diferentes. En este entendido resulta arriesgado intentar
rastrear el concepto de forma histórica lineal, por lo que propongo tratarlo como analo-
gía, es decir desde una perspectiva que tiene funciones parecidas, pero en distinto tipo
de esfera lingüística. De esto resulta que para cada conjunción de actividades de la gente,
corresponda un significado particular.
Así, las creencias científicas y los tan elogiados logros de esta esfera, no tienen
necesariamente el uso correcto del significado de las palabras, ya que “no son mejores,
no son más ciertos o seguros que los de cualquier otro [uso]” (Hughes y Sharrock, 1999,
p. 335), como es el de la esfera del sentido común. Esto hace que la diversidad de asocia-
ciones de palabras a través de significados a cosas específicas sean todas ellas válidas,
ya que identifican distintas realidades que suceden en cada esfera.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 125
Los orígenes de la palabra meme
Desde la biología, la sociobiología y el evolucionismo antropológico se da la primera
aparición de la palabra y el concepto de meme. La idea nace del trabajo de Richard Daw-
kins expuesto en su libro The selfish gen (1976), en donde uno de sus fines principales
fue “popularizar ideas complicadas, para escribirlas en un lenguaje no matemático, pero
sin perder su esencia”3 (Dawkins, 1976, p.22), buscando evitar su sobre-simplificación.
Con el propósito principal de examinar la biología del egoísmo y el altruismo (Daw-
kins, 1976), el autor propone por primera vez el vocablo “meme”. En un pequeño capí-
tulo explica su perspectiva sobre la forma en la que la cultura se transmite de manera
similar a la información genética, básicamente en una lucha de conservación, e incluso
propone que si las condiciones cambian, la cultura también evoluciona (Dawkins, 1976).
Así, el autor consideró que al establecer una analogía entre genes y cultura, se nece-
sitaba un nuevo pronombre para llamar a esta forma de replicación cultural. Él buscaba
una palabra que hiciera referencia a la unidad mínima de cultura transmisible o de imi-
tación, de tal suerte que retomó la palabra ‘Mimema’ del griego, que quiere decir: aquello
que es imitado. Sin embargo quería que fuera una palabra monosilábica que se pareciera
a gene lo cual lo llevó a reducirla a “meme” (Dawkins, 1976), y aprovechó que en francés
suena a méme, que traducido significa: lo mismo.
Respecto a los memes, el autor señala que éstos pueden ser tonos musicales, ideas,
incluso científicas, frases hechas, ropa, modas, formas de hacer cosas como vasijas o
arcos de caza; es decir todo aquello que pueda ser propagado como lo hacen los genes,
pero en lugar de ser transmitidos de cuerpo a cuerpo por vía de los espermas o los
huevos, los memes se propagan de cerebro a cerebro gracias al proceso de imitación que
pasa de uno a otro cerebro como un virus que influye en el mecanismo genético de su
célula residente (Dawkins, 1976). Algunos ejemplos de memes son: el persignarse, las
primeras notas del himno a la alegría, la moda de utilizar cierto tipo de barba o algún
corte de cabello en específico, la forma de cocinar y servir el arroz.
Para ello es fundamental la comunicación entre uno y otro cerebro, de lo contrario
nunca sucedería el proceso de transmisión o imitación. Otro elemento característico
del meme es su valor de sobrevivencia, el cual depende de su atractivo psicológico para
poder propagarse (Dawkins, 1976). Así, algunos memes perduran en la historia de la
humanidad mucho más que otros, como la idea de Dios, por ejemplo. También están los
que se desvanecen en el tiempo como son las modas, de tal suerte que algunos tienen
más éxito en la alberca de los memes, como llama el autor a ese mundo vasto de informa-
ción que está yendo y viniendo constantemente y que busca ser transmitida o imitada.
3 Esta cita y las siguientes correspondientes a este texto son de traducción propia
126 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Las características taxonómicas de transmisión del meme se vuelven fundamentales
para poder estudiarlos. Richard Dawkins (1976) propuso tres dimensiones: fidelidad, fe-
cundidad y longevidad, a las cuales Raquel Da Cunha (2007), de acuerdo al contexto históri-
co de la globalización, agregó una más a la que nombró alcance. Así la fidelidad se refiere a
la cantidad de modificaciones con las que un meme es replicado; en cuanto a la fecundidad
se trata de la velocidad; mientras que la longevidad, es cuando un meme perdura a lo largo
del tiempo; por último, el alcance tiene que ver con la cobertura geográfica o de círculos
sociales concretos en los que un meme es replicado, desde lo muy local y específico a lo
global general. Sin embargo, estos dos autores dejan de lado la pertinencia temporal, misma
que resulta fundamental para la replicación del meme, por ser un tema que se vincula con
agendas mediáticas, políticas y sociales; con emociones e incluso con poder, pero dicho
tópico lo desarrollaré con mayor precisión en la tesis de la que se desprende este artículo.
De tal suerte que “estamos construidos como maquinas genéticas y culturalizados
como maquinas meméticas” (Dawkins, 1976, p. 201). Si bien Dawkins no lo menciona,
un antecedente principal que aporta a la idea de replicación fue realizado a principios
del siglo veinte por el sociólogo, criminólogo y psicólogo social, Gabriel Tarde (1903),
quien trabajó en la noción de sociedad como imitación, contribuyendo a la teoría mi-
mética con gran cantidad de bases sociobiológicas. El autor considera la imitación como
una forma social, al igual que cualquier otro modo de actividad universal que se ve en
la repetición interminable de la naturaleza y que tiene que ver con el patrón de vida y
muerte (Tarde, 1903).
A partir de estos antecedentes, nace la palabra ‘meme’ y su noción como forma de
propagar información, idea que es heredada desde la biología a la antropología con la
finalidad de explicar más a fondo el Darwinismo, e incluso cuestionar sus postulados
en muchas otras áreas como la social. Esto le dio posibilidades al meme de expandirse,
de evolucionar e incluso, de ser propuesto y cuestionado como teoría.
[…] una vez que se tiene una buena maquinaria para imitar, no sólo cosas útiles, sino
también comportamientos no necesariamente útiles como rituales o música, los repli-
cadores meméticos dejan de ser dependientes de los genéticos, aunque las reglas de
la selección, variación y herencia siguen aplicando. De este modo, surge el lenguaje y la
escritura, que permiten una mayor precisión sobre lo que se imitará, con lo que vuelven
a las memes más perdurables y con mayor facilidad de transmisión (Blackmore, 2003,
citado en Vélez, 2007, p. 41).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 129
Asimismo, podemos ver que los memes necesitan capacidades mentales, de con-
ciencia y de interacción, como forma básica para su replicación, e incluso su evolución.
Pero ¿qué pasa cuando para lograrla se ha utilizado a la tecnología de la comunicación
con la finalidad de quitar limitaciones al proceso comunicativo de interacción? ¿Qué
pasa cuando la cultura puede ser comunicada y replicada una y otra vez gracias a es-
tos dispositivos tecnológicos que permiten la digitalización? Es ahí cuando la sociedad
cambia sus formas de relacionarse, de tal suerte que también cambia en las formas de
transmisión cultural, por lo tanto el meme tiene otro impacto en cuanto a su fidelidad,
alcance, fecundidad y longevidad, ya que puede ser respetado tal cual o hacerle varia-
ciones, desde lo grupal local o tener el potencial de llegar a lo masivo global. Así puede
ser transmitido en cuestión de segundos o hasta en meses, también la tecnología le da
la capacidad de ser archivado para estar ahí en el momento que lo queramos consultar,
a cualquier hora del día, desde cualquier lugar del mundo a través de un dispositivo que
esté conectado al Internet. A continuación hablaremos del factor tecnológico y de su
impacto para la replicación del meme.
[…] aquella información que es copiada a través de Internet por voluntad de los propios
usuarios. En esta definición están incluidas imágenes, videos, frases, textos, hashtags o
vínculos, pero no están incluidas las modas, virus, publicidad no deseada, o en general,
cualquier información que se transmita sin que los usuarios deseen transmitirla (Vélez,
2007, p. 121).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 131
Esto involucra una gran capacidad de agencia de la persona que lo recibe para que
así pueda sobrevivir. Por lo tanto en estos medios conectivos el proceso de apropiación
es fundamental para el meme. Sin embargo, el hecho de que la idea de imeme esté abier-
ta a la información en general lo vuelve un concepto tan amplio, haciendo casi de todo
lo que hay en Internet un imeme. Vélez no es capaz de ver el proceso de comunicación
como lo que está ‘entre’ la información, lo que le crea la necesidad de describirlo en
la noción de imeme. Por tanto, la única limitación sería la voluntad de replicación del
usuario como característica distintiva, lo cual sigue siendo ambiguo y muy abierto. Asi-
mismo, no tiene mucho sentido hacer esta distinción entre meme e imeme ya que, como
vimos en párrafos arriba, incluso en otros medios de comunicación siempre han sido
difundidos los memes a través de las distintas tecnologías.
Los conceptos de meme expuestos hasta aquí son algunos de los más trabajados
hasta el momento en el ámbito de la antropología, la sociobiología, la psicología y la
inteligencia artificial. A continuación revisaremos algunas propuestas que retoman es-
tos ámbitos, pero que buscan acercarse un poco más a lo que la gente, desde el sentido
común, entiende por meme y que principalmente utilizan en el terreno de la Internet.
Meme-sc 1 con respecto al sismo del 7 de septiembre de 2017. Meme-sc 2 con respecto al sismo del 7 de septiembre de 2017
Meme-sc 3 con respecto al sismo del 19 de septiembre de 2017 Meme-sc 4 con respecto al sismo del 19 de septiembre de 2017
Sin embargo, la definición previa permite acercarnos al uso del meme en situacio-
nes poco proclives al humor. Es decir, situaciones que responden a contextos ambien-
tales, sociales, económicos, así como políticos que cambian la dinámica cotidiana de
una sociedad. Es ahí donde se hace evidente lo que significan los memes en la esfera
científica, y lo que la mayoría de los prosumidores en el sentido común entiende por
memes-sc, como a continuación veremos.
134 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
só un desastre4 en la ciudad de México el día 19 de septiembre de 2017, develando la
vulnerabilidad social del territorio. Desde las primeras horas y hasta tres días después
del evento, se apreciaron mensajes que mostraban las dos dimensiones del concepto.
En un nivel superior se veía la circulación y la repetición de una idea que desaprobaba
al humor y lo políticamente incorrecto, es decir, se replicaba un meme entendiéndolo
como idea y prescripción de comportamiento, empatando así estas publicaciones en
medios conectivos con la noción de lo que es el meme científico. En otro nivel se hace
mención al concepto de meme dentro de las mismas publicaciones, y a su rechazo por la
comunidad afectada, cuando en realidad están rechazando sólo los memes-sc. Algunos
ejemplos de publicaciones que se vieron constantemente en Facebook y que incluso se
replicaron una gran cantidad de veces fueron:
Meme 4 en formato de publicación con respecto al 19S Meme 5 en formato de publicación con respecto al 19S
4 Según el Sistema Nacional de Protección Civil (S/fecha), un desastre sucede cuando la vida cotidiana de una
sociedad se ve paralizada, y por tanto su desarrollo es frenado, dadas las pérdidas humanas, materiales y las
consecuencias causadas por un fenómeno ya sea de origen natural o antrópico.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 135
Meme 6 en formato de publicación con Meme 7 en formato de publicación Meme 8 en formato de publicación
fondo predeterminado respecto al 19S acompañada de la bandera nacional con foto de 1985 respecto al 19S
con respecto al 19S
Meme 9 en formato de
publicación con respecto al 19S
A partir de este evento catastrófico y los memes que generó en los medios conec-
tivos con respecto a la desaprobación de los memes-sc, resulta útil analizar este caso
desde lo que Randall Collins identifica como rituales de interacción, también llamados
mecanismos de foco compartido y consonancia emocional (Collins, 2009). Este autor
propone un modelo de situaciones de interacción que cuenta con dos requerimientos: la
medida en la que surge un foco de atención común (mutual focus), en este caso el sismo,
y la consonancia afectiva (emotional entraiment) que se da entre los participantes, que en
estos días del 19S era el dolor y el miedo a perderlo todo, incluso la vida. Es decir, que el
núcleo de este modelo “es el proceso en el que los participantes desarrollan un foco de
atención común y sus micro-ritmos corporales y emocionales entran en consonancia
recíproca” (Collins, 2009, p. 40). Es así como los rituales se forman a partir de varias ac-
ciones y situaciones: el núcleo —la atención común y compartir emociones—, que dos
o más personas se encuentren físicamente en un mismo lugar —de tal suerte que les
afecte recíprocamente—, y que haya barreras excluyentes de quiénes toman parte y
quiénes no. Para el sismo del 19S de 2017 fueron todos aquellos que vieron afectada su
vida cotidiana —incluso en medios conectivos— y aquellos que no.
Estas cuatro acciones y situaciones cuentan con múltiples grados de intensidad y
dan como resultado diversas muestras de solidaridad, simbolismo y energía emocio-
nal individual, que se ve reflejada en lo social. De tal suerte que el foco compartido y
136 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
la emoción común domina en estos rituales de interacción y es lo que los conforma a
partir de un evento de unos cuantos segundos, pero con consecuencias de meses, gene-
rando una experiencia emocional/cognitiva común.
Collins diseña su modelo de rituales de interacción retomando el interaccionismo
de Goffman y el análisis del ritual religioso de Durkheim, mostrando que el formalis-
mo y la actividad estereotipada no son ingredientes fundamentales del ritual, sino que
“subvienen al proceso central de la intersubjetividad y la emoción compartida” (Collins,
2009, p. 74). Esto se da siempre y cuando concuerden en un foco de atención común;
algunos eventos que detonan esto pueden ser: un desastre a partir de un evento natural
como un sismo o un huracán, por ejemplo; o de manera antropogénica como un aten-
tado terrorista, una fuga de gas, una contingencia epidemiológica o un peligro nuclear.
Estos eventos marcan y son relevantes como momento histórico de una sociedad, ya
que la construcción de su realidad en la vida diaria es un proceso emocional que deriva
en una fractura de “las emociones que la sostienen [por lo que] se manifiestan con tre-
menda intensidad” (Collins, 2009, p. 144) como resultado de dicho evento.
Los rituales de interacción tienen cuatro efectos principales. Estos dependerán de la
forma en la que se presente una situación que logre acumular elevados niveles de coinci-
dencia para ser capaz de tener el foco de atención de la comunidad y la emoción comparti-
da. De tal forma, los resultados que pueden experimentar los participantes son:
Si bien en los memes que se mostraron anteriormente se puede apreciar este cuar-
to punto, desaprobación moral a la comunidad que hace memes-sc, en realidad lo que
se está reprobando son las prácticas humorísticas. Como ya vimos, los memes son ideas
que se reflejan en comportamientos acompañados de efectos emocionales, elemento
que la memética deja fuera y que Collins retoma en su modelo de rituales de interac-
ción. Así, en los memes 1 y 8 podemos observar la solidaridad; en el 4 y 7 se puede
apreciar muestras de energía emocional individual que invitan a la fuerza y al entusias-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 137
mo para la reconstrucción. Los símbolos que representan al grupo también se hicieron
evidentes, sin embargo esto fue tiempo después, no en las primeras horas ni días. Por
ejemplo el puño en alto o a la perrita rescatista Frida, son memes que posteriormente
surgieron con gran longevidad y fecundidad.
Para argumentar mejor el rechazo e incluso la autoreprobación del meme-sc, y ha-
cer evidente el efecto de los rituales de interacción frente al desastre que ocurrió por el
sismo del 19S, se muestra a continuación la comparación de las búsquedas que se hicie-
ron en Google de memes-sc del sismo del 7 de septiembre de 2017 —cuando no hubo
una situación de desastre— y las del 19 de septiembre del mismo año.
En la gráfica se observa como para los días del 7 y 8 de septiembre de 2017 la bús-
queda de memes-sc se dispara, al no haber daños a causa del sismo que hicieran poner
en crisis a la sociedad y coartar su vida cotidiana en la ciudad de México. Sí bien hubo
un foco de atención común y un conjunto de personas que se encontraron en el mismo
lugar, estuvieron los que sí lo sintieron y los que no. De tal suerte que no hubo una con-
sonancia afectiva recíproca desbordada y por lo tanto no se generaron en la ciudad de
México los efectos que Collins plantea, sino otros como el alivio del estrés a través
del humor (Bergson, 2011; Carbelo, 2012).
Las búsquedas del 19 y 20 de septiembre son menores a las del día 7, ya que se da el
núcleo —foco común y consonancia afectiva— de los rituales de interacción de manera
desbordada, junto con sus otros dos ingredientes —los que estuvieron en el lugar y los
que toman parte—, de tal suerte que se dio una fractura en la realidad de la vida diaria
en donde fueron evidentes las pérdidas tanto humanas como materiales y de la cotidia-
neidad, misma que se evidenció en una gran intensidad de emociones.
138 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Conclusiones
El desastre ocasionado por el 19S derivó, entre otras cosas, en ideas y comportamientos
o memes en forma de publicaciones en los medios conectivos que reprobaban la crea-
ción y difusión del humor, así como de lo políticamente incorrecto en estos medios, es
decir se dio un rechazo a los memes-sc. Este meme se replicó el mismo día que sucedió
el sismo del 19S y como máximo se encuentran publicaciones de dos días posteriores en
donde se ve el efecto de los rituales de interacción con respecto a los sentimientos de
moralidad. De tal suerte que nos invita a pensar en la pertinencia del meme, así como del
meme-sc y de su replicación a partir de la oportunidad de situación, que depende de una
ecuación entre el tiempo que transcurre a partir de que se da un suceso —y se lleva a cabo
el ritual de interacción—, y del espacio —la cercanía territorial, muchas veces vista
como nación y como cultura—. Se puede apreciar entonces que esta ecuación tiene
una vinculación determinante con la consonancia afectiva que implica el meme y el
meme-sc, tema que nos hace una invitación a ser explotado por su potencial.
Los memes que surgen como efectos del ritual de interacción derivado del 19S y
que se ven reflejados en los medios conectivos, funcionan como ejercicio que ayuda a la
definición y búsqueda de analogías del concepto en las dos distintas esferas, la científi-
ca y la del sentido común, mostrándonos el debate, las disparidades y las paradojas a las
que se enfrenta la palabra ‘meme’.
En conclusión, no hay que emitir un veredicto en la búsqueda de saber cuáles son
los verdaderos o los falsos memes, los dos son memes. Lo que cambia es el contexto de
uso, dentro de la conjunción de evocación de acuerdo a las actividades que le dan sen-
tido. Por lo tanto, comparten una dimensión paralela y de analogía los dos conceptos,
pero no una derivación como antecedente de la palabra. Al no ser lo mismo, permite
que dentro del significado más abstracto de la palabra meme se dé la reprobación de esta
misma palabra, pero en su significado de sentido común y más concreto.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 139
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140 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO
Referencias
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 143
145
TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA
COMUNICACIÓN EN PUEBLOS INDÍGENAS. UNA MIRADA
DESDE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES
Resumen
El presente artículo tiene como objetivo presentar algunas reflexiones sobre la relación
de los pueblos indígenas con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC),
centrándose en el caso de la comunidad Embera Chamí del municipio de Pueblo Rico,
Risaralda en Colombia. Con el fin de reconstruir el fenómeno desde los involucrados
y sus experiencias cotidianas, dicha relación es abordada desde la perspectiva teórico-
metodológica de las Representaciones Sociales. Así mismo se resalta la importancia
de centrar la atención en la manera en que las comunidades indígenas construyen sus
procesos de objetivación frente a los dispositivos tecnológicos, y en cómo éstos inciden
en las estructuras sociales y culturales para hacer latente la complejidad de la incorpo-
ración de las TIC en los pueblos indígenas.
Palabras clave
Pueblos indígenas, TIC, representaciones sociales, organización social, procesos edu-
cativos.
Introducción
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), entendidas como un con-
junto de diferentes herramientas digitales de uso masivo a través de las cuales se pro-
ducen y se transfieren grandes cantidades de datos e imágenes diariamente de un lugar
a otro (Mora y Rodríguez, 2006), generan en su complejidad diversas relaciones con di-
ferentes actores sociales. Actualmente dichas tecnologías son una herramienta efectiva
1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: kmilo100@gmail.com
para el desarrollo social y humano de comunidades indígenas que habitan en regiones
apartadas de diferentes partes del mundo. Para algunas han sido el medio que posibilita
estar en contacto con miembros de su comunidad que han migrado en busca de nuevas
condiciones de vida en las ciudades capitales; para otras, las que les han permitido pro-
mover su cultura en otros espacios y acercarse a la información de lo que pasa en otras
comunidades, iniciar procesos educativos propios o, incluso, promover la organización
social en defensa de sus derechos y visibilizar sus problemáticas. Este tipo de iniciativas
y usos, nos permiten observar de manera general el impacto de las TIC en culturas que
por años han permanecido aisladas del desarrollismo occidental.
Este texto tiene como objetivo, presentar algunas reflexiones sobre la importan-
cia de abordar el estudio de la relación de los pueblos indígenas con las TIC desde la
perspectiva teórico-metodológica de las Representaciones Sociales. En un primer mo-
mento, se aborda la relación de los pueblos indígenas con las TIC desde una mirada
sociocrítica, centrándose en el derecho de los pueblos indígenas a la información y las
maneras en que las TIC llegan a ellos; posteriormente, se aborda de manera general
el caso de la comunidad indígena Embera Chamí del Resguardo Unificado Chamí, en
Pueblo Rico, Risaralda, Colombia, y su experiencia con las TIC en los últimos años.
Finalmente se presentan algunas reflexiones frente a la pertinencia de usar el enfoque
teórico-metodológico de las Representaciones Sociales para una aproximación comple-
ja al problema. Dicha relación de los pueblos indígenas con las TIC involucra aspectos
identitarios, territoriales y de usos y apropiación frente a los artefactos; aspectos que
son el insumo para explicar dicha relación desde el enfoque de la Teoría de las Represen-
taciones Sociales puesto que ésta permite hacer inteligibles la subjetividad individual y
social que construyen los miembros de los pueblos indígenas en su relación con las TIC.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 147
Esta premisa dio lugar a un variado número de iniciativas que procuran brindar
acceso a las TIC a comunidades rurales y pueblos indígenas en Latinoamérica, todas
estas iniciativas han agregado a sus planeaciones la diferenciación estratégica frente al
trabajo con estos pueblos; sin embargo, al momento de ejecutar este tipo de iniciativas
son pocos los gobiernos que han dedicado un interés particular a la situación de las
comunidades indígenas ante la sociedad de la información, convirtiendo las estrategias
de inclusión digital en herramientas burocráticas de cumplimiento de objetivos super-
ficiales sin una conexión real con las problemáticas del territorio.
De tal manera que a pesar de la observación y el interés de parte de las Naciones
Unidas y de la puesta en marcha por parte de los gobiernos de la implementación de
los proyectos en cada país, cuando se habla de las estrategias de inclusión digital en
los sectores rurales, comunidades campesinas y pueblos indígenas, se puede ubicar
una concepción dominante para el monitoreo, y una evaluación de las acciones aplica-
das por los gobiernos de la región. Estos pecan del mismo desconocimiento al invertir
muchos más esfuerzos en establecer qué tanto se cumplieron los objetivos de la polí-
tica según lo establece la racionalidad científico-técnica del modelo de desarrollo, en
lugar de indagar qué ocurrió en el encuentro entre la política y los sujetos (Winocur
y Sánchez, 2016).
Sobre la base de las consideraciones anteriores podríamos afirmar que, las inicia-
tivas que los gobiernos diseñan en pro de la inclusión digital, recuerdan la teoría de los
modelos de distribución de la innovación (Rogers, 1973), misma que describe el proceso
mediante el que una innovación (definida como una idea práctica u objetivo percibido
como nuevo por un individuo) es comunicada por medio de ciertos canales a través del
tiempo a miembros de un sistema social. Este enfoque claramente impulsado por el
afán modernizador y desarrollista en la década de 1960, tuvo efectos en la investigación
de distribución de innovaciones en EEUU y Europa; sin embargo, al ser trasladados a
Latinoamérica los resultados no fueron los mismos al tratarse de contextos totalmente
diferentes.
En la actualidad las instituciones encargadas de realizar los procesos de inclusión
digital en los territorios indígenas, no han cambiado la manera en que ejecutan y eva-
lúan estas iniciativas, de tal manera que pocas veces se basan en experiencias que per-
mitan evidenciar las particularidades de cada lugar y brindar así una solución adapta-
da a las necesidades sociales y culturales de cada comunidad. En muchos casos dichas
iniciativas ejecutan los procesos de inclusión digital sin considerar las características
que tienen las comunidades, imponiendo proyectos que resultan sólo herramientas bu-
rocráticas para el cumplimento de estándares generales y no procesos reales de acerca-
miento a las problemáticas.
148 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Frente a este tipo de políticas, que en su mayoría desconocen los procesos comu-
nicacionales intrínsecos en la difusión de innovaciones en las comunidades indígenas,
Beltrán (1968) afirma que la comunicación,3 por sí sola y de manera improvisada, puede
generar avances parciales; sin embargo, no contribuye al desarrollo de las comunidades,
dado que es un agente coadyuvante del cambio social pero sin procesos de planificación
estratégica de estas tecnologías acordes a las realidades sociales, es poco probable que
se cumplan los objetivos previamente fijados.
Paralelo a los programas de inclusión digital, otro factor que se debe tener en cuenta
a la hora de investigar la relación entre los pueblos indígenas y las TIC es la adquisición
de tecnología por cuenta propia; esto corresponde a dos lógicas; la primera, surge como
un proceso espontáneo y necesario para la comunicación de los integrantes de la comu-
nidad con el exterior, y la otra, como señalan Winocur y Sánchez (2016), tiene que ver
con los factores que tienen como fin un uso con sentido4, que para el caso de los pueblos
indígenas se refiere al empoderamiento de los medios y a la generación de conte-
nidos para la defensa de la cultura, de la lengua y de los territorios. Este factor es el
pilar principal de la comunicación indígena (Cuesta, 2012), categoría que encierra todo
el espectro de medios generados por las comunidades: cine, radio, video y demás for-
matos que han adaptado a sus lenguas y que permiten la presencia de la agenda política
indígena5 en los medios oficiales y alternativos.
Finalmente, es importante aclarar respecto a la relación de los pueblos indígenas
con las TIC que son pocas las comunidades que rechazan tajantemente el acceso de la
tecnología en sus territorios, por el contrario, la adaptación de los medios a sus lenguas
y la producción de contenidos en pro de la preservación de su cultura son muestra de
su receptividad; sin embargo, la posición de los pueblos indígenas es de demanda fren-
te a la necesidad de asumir un diálogo crítico con lo occidental desde el conocimiento
ancestral, identificando la utilidad de los avances tecnológicos en sus propios procesos
3 Entendiendo a las TIC no como un conjunto de artefactos, sino como un proceso social que involucra aspectos
comunicativos y de interacción entre los entes gubernamentales que llevan la tecnología a los territorios y los
pueblos indígenas que reciben y que interactúan frente al mundo.
4 Este término es usado para hacer referencia al proceso por el cual, la adopción de la tecnología en familias
pobres depende de que las personas, familias y/o comunidades adviertan en ellas alguna ventaja para mejo-
rar sus condiciones de vida en términos generales o particulares, y ejecuten acciones concretas para ello (cf.
Winocur y Sánchez, 2016).
5 Esta idea se desarrolla más a fondo en los textos de Cuesta (2012) sobre radio indígena, y se refiere a una agen-
da política nacional de los pueblos indígenas frente al gobierno nacional compuesta por las demandas de sus
derechos; misma que se puede encontrar claramente en las producciones radiofónicas donde se abordan los
reclamos sobre el territorio, la educación propia y la autonomía de los pueblos indígenas en Colombia, aunque
esto, según el autor, se puede encontrar a nivel Latinoamérica.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 149
sociales (Cuesta, 2012). Por tanto, son las mismas comunidades las que manifiestan la
necesidad de ser incluidas en los procesos de planeación seguimiento y en la evaluación
de las estrategias de inclusión digital, para generar por cuenta propia los procesos de
apropiación que respondan a sus necesidades sociales y respeten su cultura.
6 Es una porción de tierras delimitada con títulos de propiedad colectiva, donde habita un pueblo de caracterís-
ticas similares de acuerdo con su cultura, gobernada por una autoridad tradicional acorde con sus usos y cos-
tumbres; además son territorios que por su características son inalienables, imprescriptibles e inembargables
(tomado del Esquema de Ordenamiento Territorial Municipio de Pueblo Rico 2017).
150 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El enfoque a partir del que se pretende interpretar la relación de la comunidad
Emberá Chami con las TIC es de carácter sociocultural. Demanda, en primera instancia,
entender dicha relación desde la apropiación como el conjunto de representaciones y
prácticas socio-culturales que intervienen en el uso, la socialización y la significación
de las nuevas tecnologías en los grupos socio-culturales (Winocur, 2007, p. 192). Este
enfoque permite plantear la reflexión acerca de las representaciones sociales, el uso y
las posibilidades de las TIC en las comunidades indígenas.
En cuanto a los aspectos de accesibilidad y de impacto de los programas de in-
clusión digital, el Resguardo Unificado Chamí se encuentra dentro de los registros de
todos los programas gubernamentales que se han creado desde el ministerio de las
TIC del gobierno colombiano; es decir, han sido asistidos por la estrategia de inclusión
digital de Computadores para educar7 y Kioskos Vive digital8 a través de la capacitación en
el manejo de TIC y la alfabetización digital para ciudadanos y docentes que hacen parte
de estos programas y que acompañan a los artefactos tecnológicos llevados al territorio.
Sin embargo, al observar sobre el terreno, es evidente que no se han cumplido los ob-
jetivos propuestos por los programas, puesto que los profesores manifiestan un desco-
nocimiento frente a las estrategias implementadas y no incorporan las TIC a sus planes
de aula. De igual manera, los celulares y las tabletas llevados al territorio por parte de
miembros de la comunidad, han sido adaptados a las necesidades del territorio; esto es
evidente en cuanto al uso que se le asignan a los celulares, dado que en su mayoría no
cuentan con señal constante y mucho menos es posible conectarse a internet vía datos
móviles o incluso enviar mensajes de texto. Estos artefactos no son funcionales la ma-
yoría del tiempo funcionan en lugares específicos dentro del territorio y por lo regular
son las mujeres quienes los manipulan.
Ahora bien, especificados ya algunos aspectos generales de la relación entre los pue-
blos indígenas y las TIC, en concreto la relación del pueblo Embera Chamí con éstas que,
como se dijo anteriormente constituye un universo de sentido para los estudios de
las ciencias sociales, es importante determinar cuáles son las posibilidades teórico-
metodológicas para el abordaje de dicho universo; esto con el fin de dar respuesta a las
necesidades de las comunidades y se contraponga a la línea tradicional de los estudios
7 Es una asociación de entidades públicas que genera oportunidades de desarrollo para los niños y jóvenes
colombianos, mejorando la calidad de la educación mediante la dotación de herramientas tecnológicas, la
formación y acompañamiento a las comunidades educativas. Recuperado el 18 de enero de 2018, de http://
www.computadoresparaeducar.gov.co/es/nosotros/que-es-computadores-para-educar
8 Los Kioscos Vive Digital son puntos de acceso comunitario a Internet para los niños, jóvenes y adultos en zo-
nas rurales de más de 100 habitantes. Están ubicados en las zonas más alejadas de Colombia, donde pueden
conectarse a internet y recibir capacitaciones gratuitas en uso y apropiación de las TIC. Recuperado el 18 de
enero de 2018, de http://www.mintic.gov.co/portal/vivedigital/612/w3-propertyvalue-7059.html
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 151
de impacto de políticas públicas que no dan cuenta de la relación cotidiana de los pue-
blos indígenas con las TIC.
[…] una modalidad particular de conocimiento cuya función es la elaboración de los com-
portamientos y la comunicación entre los individuos. Es un corpus organizado de conoci-
mientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible
la realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercam-
bios, liberan los poderes de su imaginación (Moscovici, 1979, p. 17).
9 Para Winocur y Sánchez esta dinámica de la apropiación tecnológica es de vital importancia en la disminución
de la brecha digital, puesto que “no pareciera acotarse solamente con el acceso a un dispositivo específico sino,
fundamentalmente, mediante acciones programáticas que promuevan la apropiación efectiva de nuevas compe-
tencias, lo que podría traducirse en un modo de utilización más provechoso” (Winocur y Sánchez, 2016, p. 55).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 153
de las personas, comprender las conductas sociales e interpretar la comunicación entre
los miembros de una comunidad (Cardona y Rivera, 2012). Todas estas características de
las representaciones sociales son determinantes para la investigación de la relación de la
comunidad Emberá con las TIC, dado que permiten indagar sobre las experiencias coti-
dianas de los sujetos, sobre su incidencia en la vida social, y finalmente en su cultura.
Es importante señalar que no cualquier objeto puede ser susceptible de conformar
una representación social, para que esto ocurra debe cumplir al menos dos caracterís-
ticas, 1) el objeto debe aparecer en las conversaciones cotidianas y en los medios de
comunicación, y 2) “se debe apoyar en valores variables según los grupos sociales que les
asignan su significación” (Jodelet, 1989, citado en Gutiérrez, 2015, p. 50).
Una de las ventajas de la Teoría de las Representaciones Sociales, como ya se mencionó,
es que permite abordar la problemática desde la perspectiva del actor, es decir, a partir de
sus propias vivencias; en este caso específico la manera en que interactúan con las TIC. Este
enfoque les da voz a los miembros de la comunidad Emberá, lo que permite que sean ellos
mismos quienes cuenten su experiencia partiendo del sentido común (Moscovici, 1979; Jo-
delet, 1986), desde una perspectiva propia frente al objeto de representación, las TIC.
Para el caso de la relación entre la comunidad Emberá y las TIC, la Teoría de las Re-
presentaciones Sociales permite evidenciar la manera en que los individuos construyen
su relación con las TIC y lo que esto implica en los comportamientos individuales y so-
ciales, puesto que las representaciones sociales son un conjunto de ideas y conocimientos
por medio de las cuales, las personas comprenden, interpretan y actúan en la realidad so-
cial (Moscovici, 1979). Jodelet (1986); amplía la discusión agregar que las representaciones
sociales son una forma de conocimiento particular socialmente elaborado, que constituye
el saber de sentido común de un grupo o sociedad y que opera como guía y orientador del
comportamiento. Estos planteamientos nos permiten entrar en la discusión sobre cómo
las TIC inciden en la vida cotidiana de los pueblos indígenas, al tratarse de artefactos y
tecnologías que claramente hacen parte del desarrollo occidental.
Teniendo en cuenta que las representaciones sociales juegan un papel importante
en la conformación de las identidades personales y sociales, así como en las expresiones
culturales y la configuración de los grupos, el poseer un repertorio común de represen-
taciones sociales desempeña un papel importante en la configuración de la identidad
grupal y en la formación de la conciencia de pertenencia grupal (Ibáñez, 1988). Dado
que las TIC son integradas socialmente mediante representaciones que se construyen
sobre todo a través de los medios de comunicación y de los modos de intercambio co-
municativo que realizan los sujetos sociales (Martínez y Hurtado, 2003), la represen-
tación social que los Emberá construyen de las TIC posibilita vislumbrar, en un primer
momento, la complejidad de los procesos de uso y apropiación de la tecnología en sus
154 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
contextos, en su vida cotidiana y finalmente la incidencia que éstas tienen dentro de la
estructura social y cultural.
En cuanto a la pertinencia del uso de la Teoría de las Representaciones Sociales
para la investigación en comunidades, María Auxiliadora Banchs, nos da luces de cómo
interpretar la pertenencia a los grupos sociales:
[…] todos estamos insertos en una sociedad con una historia y un fondo de conocimiento
culturales, pero todos estamos insertos en una parcela de esa sociedad. Es decir, en grupos
que manejan una ideología y poseen normas, valores e intereses comunes que de alguna
manera los distinguen como grupos de otros sectores sociales. A su vez, esos grupos están
compuestos de individuos, hombres y mujeres que en el proceso de socialización primaria
y secundaria van construyendo una historia impregnada de emociones, afectos, símbolos,
reminiscencias personales, procesos motivacionales, pulsiones, contenidos conscientes e
inconscientes, manifiestos y latentes (Banchs, 1991, citado en Araya, 2002, p. 32).
10 La idea de la existencia de dos modos de abordaje de las representaciones sociales que podrían identificarse
uno como procesual y otro como estructural surgió por analogía respecto a la división existente entre el in-
teraccionismo simbólico procesual de la escuela de Chicago y el interaccionismo simbólico estructural de la
escuela de Iowa (Banchs, 2000, p. 3.3).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 155
de las representaciones, haciendo uso del método experimental, o bien de análisis
multivariables que permiten identificar dicha organización. Si bien esta manera de
presentar los diferentes enfoques es esquemática, los opone, lo que se puede recupe-
rar es la visión epistemológica que está atrás de cada uno de ellos.
En la relación de los pueblos indígenas con las TIC, dadas las necesidades para
abordar el fenómeno de una manera holística, el enfoque procesual es el que más se
adecua, puesto que como explica Banchs, citando a Jodelet:
[…] las representaciones sociales son abordadas a la vez como el producto y el proceso de la
actividad de apropiación de la realidad exterior al pensamiento y de elaboración psicológica
y social de esa realidad. Es decir que se interesan en una modalidad de pensamiento bajo su
aspecto constituyente -los procesos- y constituido -los productos o contenidos- (Jode-
let, 1989, citado en Banchs, 2000, p. 34).
Esto permite entender la relación de la comunidad Embera Chamí con las TIC
como una manera socio cognitiva y socio construccionista en que se construye dicha
relación, es decir, se entiende esta relación más como un proceso que como un estado.
Además, el enfoque procesual se caracteriza por “considerar que para acceder al
conocimiento de las representaciones sociales se debe partir de un abordaje herme-
néutico, entendiendo al ser humano como productor se sentido, y focalizándose en el
análisis de las producciones simbólicas, de los significados, del lenguaje a través de los
cuales los seres humanos construimos el mundo en que vivimos” (Banchs, 2000, p. 36),
en consecuencia, los instrumentos de acopio de la información utilizados en este enfo-
que favorecen la producción de discursos.
En cuanto a los instrumentos de acopio de la información, se pueden identificar
dos grandes tipos de métodos (Abric, 2001): los interrogativos y los asociativos. Los
interrogativos tienen la finalidad de recoger una expresión de los individuos que afecta
al objeto representado, que puede ser verbal o figurativa. Por otro lado, están aquellos
que se pueden denominar asociativos; éstos también se centran en una expresión ver-
bal que el investigador trata de que sea espontánea y menos controlada, más auténtica
(Gutiérrez y Piña, 2008, p.35).
Para poder dar voz a los miembros de la comunidad es necesario seleccionar cuida-
dosamente los instrumentos para el acopio de la información así como la línea de análi-
sis que permita interpretar dicha información. En el caso del trabajo con comunidades
indígenas, el instrumento más apropiado para dar la voz a los actores es la entrevista;
esta técnica corresponde a la rama de los métodos interrogativos y permite la produc-
ción de discursos sobre las TIC.
156 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Según Gutiérrez y Piña, “la actividad discursiva es el lugar donde las representaciones
sociales se expresan de manera más compleja (2008, p. 35). Además, siguiendo a Grize, se-
ñalan que cuando se trabaja con instrumentos que buscan respuestas informativas, el sujeto
interrogado, en la gran mayoría de los casos, se involucra en una serie de desarrollos explica-
tivos, toma posición, expresa su pensamiento, examina los pros y los contras” (Gutiérrez y
Piña, 2008, p. 35); en otras palabras, a través de la actividad discursiva que permite la entre-
vista, los miembros de la comunidad crean universos de significados que permiten al investi-
gador encontrar elementos para la reconstrucción de la representación sobre el objeto en sí.
En consecuencia, Gutiérrez (2006) señala que:
[…] dado que las representaciones sociales se encuentran preferentemente en las conversa-
ciones ordinarias y en el espacio social informal, donde el devenir de las asociaciones y las
prevalencias emocionales poseen un campo fértil para germinar; en los enunciados que se
producen en aquellas situaciones los sujetos entrelazan narraciones, descripciones y argu-
mentos que son contenedores de las imágenes adquiridas y reformuladas que determinan
a las representaciones (2006, p. 234).
La interrogación cara a cara es, por tanto, el espacio idóneo para que los sujetos
entrevistados expresen sus discursos sobre las experiencias de interacción con los ar-
tefactos, lo que significa para cada uno de ellos las experiencias con las TIC y de qué
manera estas tecnologías se han incorporado en su vida cotidiana.
Ahora bien, teniendo clara la importancia que tiene el lenguaje para la construc-
ción y la expresión de las representaciones sociales, ha surgido una corriente que pos-
tula que el estudio de la producción discursiva es la vía más idónea para su análisis11
(Gutiérrez, 2017; 2006); esta corriente tiene como pilar interpretativo la lógica natural
del lenguaje12 y la argumentación.
Gutiérrez (2017) retomando a Grize, señala que desde la perspectiva de la lógica
natural, la argumentación puede ser definida como un proceso de esquematización o
de representación de la realidad, a partir de premisas ideológicas que se suponen com-
partidas y en vista de una intervención sobre un determinado público o auditorio, todo
ello desde un lugar socialmente e institucionalmente determinado.
11 Cabe aclarar que para el desarrollo de la perspectiva discursiva de las representaciones sociales me he basado
en el trabajo de Gutiérrez (2017; 2006).
12 La teoría de la lógica natural, desarrollada por los investigadores que conforman esta corriente (Grize, Vignaux,
Borel), concibe al discurso como una actividad compleja que uno puede caracterizar por cuatro aspectos: 1. es
una actividad de un sujeto locutor; 2. utiliza una lengua natural; 3. está finalizada, en el sentido de que se trata
del prójimo; 4. se desarrolla siempre en una situación (Gutiérrez, 2006, p. 241).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 157
De acuerdo con Jodelet, al analizar la lógica natural que interviene en las activida-
des discursivas, Grize corrobora el proceso de objetivación por medio de la noción de
“esquematización”. Una persona que se dirige a otra utiliza los signos de la lengua para
“darle a ver” su representación en una “esquematización” compuesta por imágenes.
Esta representación es construida en función de los objetivos perseguidos en la comu-
nicación (Jodelet, 1986, p. 484). Finalmente Gutiérrez explica que, “una de las ventajas
que ofrece la lógica natural es precisamente el proporcionar un método de análisis que
permite analizar tanto la forma como el contenido de las representaciones” (Gutiérrez,
2006, p. 248).
Hacer uso de la teoría de las representaciones sociales para indagar sobre la com-
plejidad de la relación de las TIC con las comunidades indígenas, permite trabajar el
fenómeno desde la perspectiva de los actores, lo que constituye una posibilidad de en-
tender el fenómeno desde la lógica de los implicados desde su contexto cotidiano, ade-
más de proponer una mirada que difiera de las políticas estatales y permita a los entes
que ejecutan las estrategias de inclusión digital, tener una perspectiva más próxima a la
realidad de los pueblos indígenas sobre el impacto de las TIC en estos territorios.
Conclusiones
Al captar y reconstruir la relación entre las TIC y los pueblos indígenas podemos darnos
cuenta de que es una relación desigual en donde los gobiernos y las empresas privadas
han impuesto, bajo la excusa del tratado de Túnez, políticas poco inclusivas para las
culturas indígenas, que a su vez resultan invasivas e impositivas impactando de manera
directa su cultura e identidad.
Es necesario centrar la atención en las investigaciones desde una perspectiva et-
nográfica que atienda los sentidos variados de las transformaciones de las TIC en los
pueblos indígenas, para que las acciones estatales estén al tanto basándose en conoci-
mientos científicos, con estudios que se centren en las perspectivas de los actores.
El enfoque teórico - metodológico de las representaciones sociales permite enten-
der lo que piensa la gente y cómo es que se construye este pensamiento; así como la
manera en que los individuos conjuntamente edifican su realidad y, al hacerlo, se cons-
truyen a sí mismos y sus actitudes frente a la realidad. Dicha interpretación es posible
gracias a los discursos que se elaboran frente al objeto de representación, mismos que
sirven como material para la construcción de la representación social.
Finalmente, también nos permite centrar la atención en la manera en que las co-
munidades indígenas construyen sus procesos de objetivación frente a los artefactos
tecnológicos, y cómo éstos inciden en las estructuras sociales y culturales para hacer
latente la complejidad de la incorporación de las TIC en los pueblos indígenas.
158 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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160 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO
TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA
COMUNICACIÓN EN PUEBLOS INDÍGENAS. UNA MIRADA
DESDE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 163
ACCIÓN
COLECTIVA Y
PROTESTA
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 165
167
Resumen
Este artículo reflexiona sobre los modos particulares de apropiación y reinvención del
anarquismo en México, centrando la atención en el papel que juegan las redes socio-
digitales en la articulación y organización de los individuos y grupos anarquistas; las
significaciones sociales que invisten sus prácticas y discursos; los espacios, estilos y
elementos simbólicos que diferencian y configuran el campo anarquista. Además de
un esbozo general de los grupos y colectivos que conforman el nuevo anarquismo en
México, presentamos un ensayo de análisis etnográfico de tres casos de encuentros
políticos anarquistas: la 7ª y la 8ª Ferias del Libro y la Publicación Anarquista y el Hac-
kmitin/2017.
Palabras clave:
Aarquismo, redes sociales, contracultura, hacktivismo.
Introducción
Durante las últimas décadas, uno de los actores más visibles en el desafío al orden es-
tablecido han sido los activistas anarquistas, encontrando en el entorno mediático de
las redes socio-digitales una oportunidad para la realización de prácticas orientadas por
la horizontalidad, la dispersión, la autogestión y la espontaneidad creativa. Luego de
alrededor de seis décadas de hegemonía marxista-leninista en los movimientos anti-
sistémicos (Arrighi, Hopkins y Wallerstein, 1999), el nuevo protagonismo mundial del
anarquismo ha resultado sumamente llamativo tanto en la prensa como en algunos
1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: josuefpd@gmail.com
sectores de la academia (Graeber, 2002 y 2004; Baillargeon, 2003; Albertani, 2004; Gay-
tán, 2009 y 2013; Ibarra, 2009; Critchley, 2010; Illades, 2015; Ibáñez, 2017). Sin embargo,
las investigaciones sobre el nuevo anarquismo en México son, predominantemente, de
corte historiográfico con fuentes exclusivamente periodísticas (Albertani, 2004; Illades,
2015; Guillén, 2015) o estudios de caso con técnicas etnográficas de reconstrucción de
trayectorias de vida individuales y colectivas (Ibarra, 2009; Gaytán, 2013).
En este artículo pretendemos avanzar en el análisis de los modos particulares de
apropiación y reinvención del anarquismo en México, mediante la realización de una
descripción etnográfica. Nos interesa observar qué hacen y cómo lo hacen; el lugar de
las redes socio-digitales en la creación de la política libertaria; las prácticas, discursos y
tomas de postura que delinean el campo anarquista; las mezclas de significaciones que
rompen la “pureza” ideológica y delinean su ethos cotidiano. Partimos del principio
ético-metodológico de la “dialogicidad” (Bajtín, 1982) de toda investigación sobre y
entre sujetos, así como de la pretensión de ensayar una estrategia de escritura orien-
tada por una “estética hipertextual” caracterizada por la discontinuidad y el entrelaza-
miento discursivo donde “el sentido no se haya en el seguimiento de una trayectoria
narrativa, sino más bien en la relación que crean entre sí varios seguimientos” (Odín
citado por Landow, 2009, p. 435). Dividimos el texto en dos partes: 1) un esbozo del
campo de los anarquismos en México; y 2) un ejercicio de descripción etnográfica de
tres casos de encuentros ácratas acaecidos en la Ciudad de México en distintos espa-
cios y momentos.
172 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
revistas, boletines, periódicos, libretas, separadores, folletos, películas, grabados, estam-
pas y demás trabajos que elaboran todos aquellos compañeros que han trabajado cons-
tantemente por difundir el pensamiento libertario y anarquista dentro de la lucha social”4.
A diferencia de la mayoría de las anteriores ferias organizadas por la Federación
Anarquista de México (FAM) en el Centro Social Libertario Ricardo Flores Magón, la 7ª
Feria del Libro y la Publicación Anarquista fue organizada por la Cruz Negra Anarquista
y el Círculo Errante de Estudio y Discusión Anarquista, y se desarrolló el día 11 de marzo
de 2017 en un local llamando El Mundano, ubicado en Eje Central, muy cerca de la estación
del metro Salto del Agua. El Mundano es un local en el que comúnmente se organizan
tocadas de punk, hip hop, hard core, ska, reggee, dob, además de bazares de productos
marginales de la industria cultural, concursos de poesía, fiestas solidarias, etcétera. Es un
local algo oscuro, no muy grande, en un extremo del lugar se encuentra el escenario, en el
otro extremo está la barra donde venden cervezas, mezcal y pulque; cerca de la barra están
los baños. Un mural llena una de las paredes: tres figuras cadavéricas, una femenina de
tacones rojos, ligueros y minifalda negra, está sentada en un banco frente a una mesa con
bebidas y sonríe; otra masculina con chamarra de cuero y jeans peina su cabello estilizado
y brillante, sobre su cabeza una supuesta frase de Nietzsche: Lo que se hace por amor va más
allá del bien y del mal; otra masculina con larga gabardina negra, una cruz plateada en el pe-
cho, mira su reloj y fuma; en la nube de humo de su cigarro una cita de Chaplin se inscribe
en letras góticas: El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra un final perfecto. En las mesas
colocadas a lo largo del local se exponen, venden e intercambian fanzines, libros, revistas,
películas, playeras, separadores, películas, stikers, etcétera. Hacia las 10 de la noche está
programado un toquín con dos o tres bandas de punk; mientras, los asistentes se mueven
de un lado a otro y conversan entre sí. La luz ambiental es escasa, unos cuantos focos dis-
persos permiten reconocer algunos rostros y leer los títulos de las publicaciones. Algunos
títulos y autores que llamaron mi atención esa noche fueron: Queer ultraviolence, Deleuze y
Guatarri se explican, ¿Qué es el software libre?, ¡No queremos ser estudiantes, somos ma-
leantes!, Manifiesto pornoterrorista, Historia del anarco-feminismo en América Latina, Guía
para la acción directa por la liberación animal, Anarquismo verde, ecología radical y otras hierbas
(todos estos no tenían autor identificado); algunos con autor claramente identificado:
Anarquía profesional y desarme teórico, de Miquel Amorós, Energía y equidad (un elogio a la
bicicleta), de Iván Illich, La sociedad contra el Estado, de Pierre Clastres; había algunos con
pseudónimo colectivo: Foucault para encapuchadas, de Manada de Lobxs, Ética amatoria
4 “Crónica de una feria de libro libertaria” realizada por RR y Virikota, publicada en la página web de Regenera-
ción Radio, disponible en http://regeneracionradio.org/index.php/portada/item/4548-cronica-de-una-feria-
de-libro-libertaria. Consultada en enero de 2018.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 173
del deseo libertario, de Ludditas Sexxxuales; todos ellos del proyecto editorial Marea Ne-
gra (quienes usualmente distribuyen su material en el espacio anarcopunk del Tianguis
Cultural del Chopo). Aunque algunos compran uno que otro libro, revista o fanzine, el
principal motivo es encontrarse, saludarse, tomar una chela, conversar. Reconozco a algu-
nos conocidos de la Cruz Negra Anarquista, del Café Victoria, a “Bloque”, artista gráfico
que ese día lleva algunas playeras impresas con sus diseños, entre otros estudiantes y ex
estudiantes de la UAM y de la UNAM.
Después de un rato, se oyen voces en el escenario. Son dos varones del Círculo
Errante de Estudio y Discusión Anarquista que presentan su nueva revista impresa
Tinta Errante. Entre los textos que incluye, vienen unas entrevistas a anarquistas argen-
tinos que cuentan como enfrentan la represión por allá. Más temprano había ocurrido
una charla sobre las “operaciones antianarquistas en el Estado español” y un debate
sobre cómo afrontarlas, por parte de Cámara Negra. Una mujer y un hombre, rubios,
blancos y más altos que el común de los asistentes (supongo que extranjeros), se des-
plazan tranquilamente entre las mesas. Algunos se acercan y escuchan a los que toman
el micrófono; la mayoría sigue junto a sus puestos o conversando y bebiendo por aquí
y por allá. La presencia de las mujeres es evidente en las mesas, en la barra, cerca del
escenario, charlando por todos lados. Saludos a varios conocidos y conocidas. Converso
con Au, quien trae un chaleco (que alguna vez fue chamarra) con estoperoles y parches,
usa dreadlocks, una cachucha negra y anteojos. Luego con Hugo, quien me platicó un
poco sobre el desalojo que sufrieron en la okupa del Chanti Ollin, donde él “cantonea-
ba”. Después de la presentación, alguien anuncia que en un rato iniciará el toquín. De
repente muchos salen a la calle. Yo también. Afuera en la calle, sentados en el suelo, los
escalones y la banqueta la mayoría bebe cerveza, conversa o fuma mariguana. Les pre-
gunto a algunos conocidos si van a entrar al toquín. “Nel, cobran 80 varos”, me dice uno
de ellos. “¿Traes trola?”, me pregunta el otro, le digo que no pero que voy a ver si Hugo
trae; Hugo tampoco trae pero consigue el encendedor con una amiga suya. Aunque
adentro ya se escucha la música, algunos comienzan a irse, yo también.
174 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Ricardo Flores Magón, perteneciente a la Federación Anarquista de México, se encuentra
en el patio del segundo piso de un viejo edificio ubicado en la calle de Donceles, cerca
del metro Bellas Artes; entra buena luz natural, pero no es muy amplio, apenas se puede
caminar entre las mesas de exposición de fanzines, libros y revistas. Al fondo hay ropa
colgada de un tendedero. El acto inaugural consistió en la exposición de cada uno de los
carteles de las ferias anteriores (con excepción de la 1ª, la 2ª y la 7ª), como en una especie
de “huella de la historia del campo” (Bourdieu, 1976, p. 123) anarquista a través de las fe-
rias. El cartel de la 3ª Feria muestra a un hombre joven arrojando un libro con una letra “A”
dentro de un círculo en la portada (en vez de una piedra o una molotov) a cuatro policías
que se protegen con sus escudos y dicen alarmados “¡Tiene un libro! ¡Tiene un libro!”. El
cartel de la 4ª muestra a una mujer y un hombre jóvenes leyendo, a otro joven de espaldas
tomando un libro de un librero, y detrás de éste las puntas dobladas de una milpa alta;
arriba de la milpa, a un costado del cartel, una “A” dentro de un círculo como si fuera un sol
en retirada. El cartel de la 5ª Feria muestra a tres gatos negros, dos acurrucados sobre un
libro abierto y uno reposando sobre sus patas traseras, el pelambre erizado por el pecho y
la espalda, con las uñas de fuera y la boca abierta, maullando fuerte.
A diferencia de la anterior feria en El Mundano, acá no hay venta de alcohol. Sólo uno
de los puestos vende unos vasitos de mezcal. La banda que bebe cerveza la trae de la tienda
más cercana. Hay menos gente; entre los asistentes se distinguen algunas cabezas canosas
de viejos militantes anarquistas y anarco-comunistas que vienen a dar alguna charla a las
nuevas generaciones libertarias. Como la FAM es la heredera “oficial” o más antigua del
magonismo y el anarco-sindicalismo mexicano, la mayoría de los colectivos e individuos
que estuvieron en la feria anterior no hacen acto de presencia. Aunque estaban programa-
dos, no llegaron los editores de la revista Verbo Libertario y la editorial Grietas de Guadalaja-
ra. Sí estaba el Circulo Errante con un nuevo número de su revista Tinta Errante. El compa
que me la vende me dice que por ahí está el correo por si quiero enviar alguna colaboración.
En las mesas se exponen el periódico Apoyo Muto, órgano oficial de la FAM, Motín,
también de la FAM y la revista Obra Negra del Colectivo Autónomo Magonista (CAMA),
también perteneciente a la FAM. La solidaridad internacionalista también está presen-
te: una charla sobre el proyecto editorial Conciencia Anarquista de El Salvador; y una
charla, lectura de cartas de anarquistas venezolanos y proyección del video El liberta-
rio de Venezuela. Además un homenaje a Ediciones Antorcha, un proyecto de biblioteca
virtual que digitalizó las actas de disolución de la antigua FAM. El ambiente es menos
festivo; los que dan las charlas en las mesas de presentación de libros, videos, home-
najes y demás, de vez en cuando piden silencio para escucharse mejor. A pesar de eso,
los más jóvenes que se encuentran entre las mesas de venta e intercambio de fanzines
están algo alejados del escenario y continúan bebiendo, riendo y conversando.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 175
Para cerrar las actividades del primer día se realiza un conversatorio sobre “el cen-
tenario de la revolución desconocida: a 100 años de la Revolución Rusa”. En la mesa
participan Pablo Gaytán con el tema “El ojo de la memoria. Del cine soviético al video
libertario”; Otón Quiroz con “El arte en la posrevolución y la influencia del anarquismo
en el cine”; y Alfredo Velarde con una ponencia titulada “Los anarquistas avisaron”.
Hacia el final, ya cayendo un poco la noche, a pesar de que se había programado un so-
nidero llamado Booombaaa, no estalló, no hubo música ni baile; entre todos ayudamos
a acomodar las sillas y las mesas y nos fuimos.
Resulta interesante plantearse una cuestión acerca de las ferias del libro y las pu-
blicaciones anarquistas: si antes de la era digital y del internet, una de las actividades y
objetivos principales de los grupos ácratas era la difusión de la “Idea” hacia los sectores
populares y de trabajadores, y para ello editaban, imprimían y distribuían periódicos,
fanzines, revistas, etcétera, a veces incluso en forma clandestina, pasando de mano en
mano y en circuitos cercanos o de afinidad; ahora, cuando es posible “descargar” todos
los libros, fanzines y revistas de las páginas web de los distintos proyectos editoriales
libertarios, ¿cuál sería el sentido de hacer una o varias ferias de este tipo? Una posible
respuesta es que a través de este tipo de encuentros y actividades se logra la cohesión
y la diferenciación del propio campo anarquista, un campo atravesado y definido por
diferencias generacionales, prestigio político y académico, posiciones ideológicas, afini-
dades y aversiones entre individuos y grupos.
Como los propios participantes, organizadores y cronistas sostienen, este tipo de
actividades tiene por objetivo rescatar, reproducir y difundir las ideas y el pensamien-
to anarquista en sus diversas manifestaciones, así como tejer vínculos entre distintos
proyectos y espacios libertarios a nivel local, nacional e internacional. Sin embargo,
también es posible entender estos encuentros como ocasiones en que se constituye y
transforma el campo político anarquista. Es decir, desde la organización y la elección de
la sede, hasta la presentación de los proyectos editoriales, las charlas, los conversatorios
y demás actividades que llenan el programa de cada feria, son la ocasión en que los dis-
tintos individuos y colectivos hacen acto de presencia, toman la palabra, explicitan una
visión del mundo y asumen una postura política frente a otras visiones, otros proyectos
y otras posturas igualmente políticas. Según mi perspectiva, la 7ª Feria, realizada en El
Mundano, fue claramente de orientación contracultural, juvenil, festiva; en cambio la 8ª,
realizada en el CSL-RFM, fue más oficiosa, formal y auto-conmemorativa. Este proceso
de encuentro y posicionamiento público es parte de la transformación del campo anar-
quista en México: viejos y nuevos temas, viejos y nuevos actores, viejas y nuevas formas
de hacer política libertaria ocurren y concurren.
176 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El Hackmitin/2017
Según Manuel Castells, los movimientos sociales de la era del internet heredan las as-
piraciones de los movimientos sociales de los años sesenta y setenta que reconocían
como valores irrenunciables de la modernidad la individuación, entendida como la ten-
dencia a reconocer los proyectos del individuo como “principio esencial que orienta su
comportamiento” y la autonomía, que se refiere a:
Como se alcanza a observar, Castells reconoce como práctica social vigente en los
movimientos sociales actuales la “utopía anarquista de la autogestión en red” (Castells,
2009, p. 452). Por supuesto, para los participantes en dichos movimientos sociales la
práctica social de la autonomía y la “autocomunicación” en red no es algo que resuelva
todos los problemas políticos y de organización. Además, desde mi perspectiva, el teóri-
co de la sociedad de la información no abunda lo suficiente sobre los múltiples usos de
las tecnologías de la información, lo que De Certeau denomina las “maneras de hacer” a
través de las cuales los “usuarios se reapropian del espacio organizado por los técnicos
de la producción sociocultural” (De Certeau, 1997, p. XLIV), lo que permitiría observar
que los activistas no sólo deliberan, coordinan, deciden acciones, también juegan, ligan
o investigan. El entusiasmo por las redes socio-digitales por parte de los activistas es
que, sin dejar de ser una infraestructura técnica de comunicación, la red es también una
forma laxa de organización y un ideal normativo propio de la tradición anarquista que
rechaza la jerarquía centralizada y anhela la horizontalidad.
En consonancia con este espíritu libertario de la red libre y descentralizada, entre
el 27, 28 y 29 de octubre se llevó a cabo en la ciudad de México el Hackmitin/2017. La
convocatoria decía así:
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 177
colectivamente. El Hackmitin son actividades auto-organizadas en forma de talleres, char-
las, mesas redondas, exposiciones, proyecciones, presentaciones, etc.) que hemos llamado
nodos. Con NODO referimos a cualquier actividad que se realice en el evento. Puedes su-
marte proponiendo nodos de trabajo/actividades/difusión.
[…] es y trabaja para ser una colectividad libre, abierta, independiente, horizontal, plural y
autogestiva por medio de procesos asamblearios. También buscamos anular las jerarquías
del conocimiento principiante/experto y preferimos compartir saberes entre todxs […] es
independiente del gobierno y sus instituciones, también de las grandes compañías tecno-
lógicas y no pertenece ni busca apoyo de ninguna institución o partido político […] Somos
una comunidad autogestiva y en constante construcción que nos organizamos y comunica-
mos en un proceso asambleario y tomamos decisiones por consenso.
Este espacio, que tiene que pagar renta, agua, luz, internet, materiales de limpieza
y cocina, además de los gastos de difusión de sus actividades, se sostiene económi-
camente gracias a lo que denominan “cooperación colaborativa” de todos los partici-
pantes: algunos aportan dinero, otros en especie y otros con trabajo. Asimismo, en su
página afirman que colaboran con diversos colectivos, sin explicitar cuáles, ni de qué
orientación política. Sin embargo, es evidente que al reivindicar la asamblea, la autoges-
tión, el consenso y la horizontalidad como prácticas cotidianas, es posible ubicar este
proyecto como afín a la tradición libertaria y antiautoritaria del anarquismo.
Habían ocurrido ocho versiones anteriores del Hackmitin en México: 2009 en México
D.F. en la denominada “Zona Autónoma Makhnovtchina”; 2010 en la ciudad de Oaxaca,
con cinco sedes de espacios autónomos: la Casa Autónoma Solidaria Oaxaqueña de
Trabajo Autogestivo (C.A.S.O.T.A), la Librería Mompracem, La Jícara, Estación Cero y
Barcina; 2011 en Tecámac, Estado de México, con sede en el Centro de Resistencia Zapa-
tista (CE.RE.ZA.); 2012 en la ciudad de Puebla, con sede en Acción Directa Autogestiva
(A.D.A.); 2013 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, con sedes en los espacios cultu-
rales El Paliacate y La Caverna; 2014 en la ciudad de Querétaro, con sede en la Casa del
Obrero; 2015 en la ciudad de San Luis Potosí; y en 2016 en la ciudad de Colima. Desde su
178 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
primera versión, y también en las sucesivas, la orientación autogestiva, con resonancias
anarquistas y zapatistas, fue explícita.
Para la versión de 2017 a realizarse en el Rancho Electrónico en la ciudad de Méxi-
co, con Guiomar, Fernanda, Stefanía, Miguel y yo (por cierto, todos nosotros fuimos de
los pocos que no usamos seudónimo hacker y que escribimos con mayúscula la inicial
de nuestro nombre en el registro de asistentes), propusimos nuestro nodo: “Un coro
en formato asamblea…” (wherever that means, como dice Mier), que interpelara a los
asistentes sobre cómo se apropian y viven en sus prácticas la “idea” del anarquismo. La
tarde anterior a nuestra participación, el sábado 28, había ido para ambientarme en el
lugar y darme una idea sobre el tipo de actividades de cada nodo. Sobre una especie de
archivero viejo, había un pintarroncito donde estaban anotadas las actividades que se
llevaban a cabo en ese momento: una conversación sobre auto-cuidado feminista; una
explicación con gráficas y mapas muy bien elaborados sobre el movimiento de las placas
tectónicas y los problemas de abastecimiento de agua en la ciudad provocados por el
temblor del 19 de septiembre; un taller sobre autodefensa digital. Reconocí a lo lejos a
Estrella que estaba conversando sobre auto-cuidado feminista y la saludé antes de que
entrara al taller de autodefensa digital.
Paréntesis hipertextual: En días anteriores había ido a Casa de Ondas, un espacio
autogestivo adherente al zapatismo, a una plática colectiva con uno de los editores de
Traficantes de Sueños, de Madrid. Además era la presentación del nuevo número de la
revista Calibán. Ahí andaban varios anarcos, entre ellos el compa Israel Pirra, de la Furia
de las Calles. Compré algunas revistas y fanzines. El día del hackmitin también andaba
por ahí Pirra y entre los estantes el fanzine que edita junto a otros punks: el HardKo-
dezine. Siguiendo primero en la versión impresa y luego en su versión digital la historia
de los hackmitins en México escuché en la página web de este fanzine el primer pro-
grama de radio del HardKode, https://hardkode.punksmedia.org/radio/, donde Pirra
y otros dos amigos contaban sus experiencias y recuerdos de las distintas ediciones
de los hackmitins a los que habían asistido. Recordaban con especial aprecio el que se
llevó a cabo en la ciudad de Oaxaca y el de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el cual
coincidió con la “escuelita zapatista” de ese año. Además de algo de punk y varios fuer-
tes tosidos libertarios de alguno de los locutores, presentaron una cápsula del compa
Chiwy que les envió desde Berlín. Chiwy platicó del Chaos Computer Club (CCC), el más
grande e importante colectivo hacker en Europa, con sede en Berlín, donde realizan
desde 1984 congresos, eventos, sabotajes, cryptoparties y demás actividades7. Además
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 179
compartió algo de la banda Bark que mezcla el punk y la música electrónica.8 Chiwy
también es frecuente colaborador en la versión impresa del fanzine HardKode, entre
cuyas colaboraciones encontré una titulada “Mis pininos con Retroshare”, un programa
de software libre “peer to peer” o “P2P”, que según este compa es un “modelo para tener
una comunicación descentralizada y fomentar así la seguridad y la privacidad” (Chiwy,
2015, p. 17). No está demás decir que la experiencia de la lectura hipertextual es parte
también de la sensibilidad libertaria y su intento de abandonar “nociones como centro,
margen, jerarquía y linealidad y sustituirlos por las de multinealidad, nodos, enlaces y
redes” (Landow, 2009, p. 24). Cierro paréntesis.
Luego con Aurea nos encontramos a Stefanía que nos presentó a Refresco Lisérgico,
un amigo suyo de la licenciatura en estudios latinoamericanos de la UNAM. Cuando
surgió entre nosotros el tema del nodo sobre nuevos anarquismos del día siguiente,
Refresco sacó de su mochila Fragmentos de antropología anarquista, de David Graeber,
editado por Ediciones La Social, un proyecto editorial independiente anarquista con
sede en la ciudad de México. No entramos a ningún taller ese día, sólo Aurea se llevó
por cooperación voluntaria una “pega” o stiker del sitio web http://hacklab.espora.org
que decía: NI DIOS, NI AMO, NI FACEBOOK.
El domingo por la mañana, ya entrando el mediodía, dimos inicio a nuestra acti-
vidad coral. Había más de 30 participantes, entre los cuales sólo nueve eran mujeres.
Cada participante decía que consideraba que era el anarquismo; o reflexionaba sobre
las diferentes prácticas o problemas de la autonomía, la autogestión, la autodetermi-
nación, la autorrealización, el antiautoritarismo, las rebeliones indígenas, el software
libre, el código abierto, el hazlo por ti mismo, el punk, la crítica al antropocentrismo, el
feminismo, la ética del cuidado, la no violencia, la potencia y el miedo, el aquí y ahora
del anarquismo, la política prefigurativa, las zonas temporalmente autónomas, la trans-
gresión, la crítica al vanguardismo, entre otros temas. Algunos ecos sueltos de ese día
que quedaron en mi libreta de apuntes:
180 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
“Romper todo miedo y toda esperanza.”
“Las etiquetas deshumanizan. ¿Cómo se dialoga siendo anarquista, incluso
con un machofacho?”
“Vengo desde Arizona sólo a esto.”
“Desafiar a la autoridad, sí, pero ¿desde dónde, desde que privilegios, incluso
desde qué fenotipo?”
“Es liberador saber que las zonas temporalmente autónomas son finitas.”
“Respecto a la idea de los privilegios: si tu idea es desafiar a la autoridad, desde cualquier
lugar puedes hacerlo.”
“Por eso me gusta el Rancho, porque puedes hablar entre iguales, sin discriminación por
supuestos privilegios.”
“Yo creo que el anarquismo tiene que ver con escoger tus batallas, tus diálogos.”
“Tal vez anarquía es un concepto colonialista; hay términos que son del opresor.
Es necesario quitarnos la idea de vanguardia, de decir: ‘esto nunca había pasado’.
Es mejor pensar con una metáfora: caminar hacia atrás, mirando al pasado.”
“Es necesario repensar el micropoder en los movimientos emancipatorios. Pensemos
en el caso de Yndira y la reacción de ciertos feminismos.”
“Yo creo que sí es necesario pensar la temporalidad y la energía que invertimos en las
zonas autónomas. Pensar en que lo que hacemos subsista.”
“Aquí no hay inventores, que yo sepa todos somos usuarios de software libre. No a la
autoría, como e n el anarcopunk.”
“Tenemos que encontrar nuevas formas de narrar nuestros espacios, para evitar la
apropiación por parte de los dominadores.”
“Todo anarquista es feminista.”
“El cuerpo es un espacio de privilegio y también un espacio de ceguera; tenemos que
reconocerla y ponernos en el lugar de la escucha. Además, no hay esencias, somos como
actuamos en cada momento.”
“No a la dicotomía: pensar-académicos por un lado, y hacer-activistas por otro. Debemos
pensar la acción con verbos: hackear, feministear, anarquistear.”
“No hemos hablado del antropocentrismo, de los animales o la naturaleza.”
“Somos tres compas que venimos de la FES Acatlán a dar un taller sobre software libre.”
“La transgresión es la propia cárcel de la libertad. A veces me siento cansado
por la transgresión.”
“El miedo sirve para hacernos de herramientas para luchar. Hay que compartir el miedo.”
“El feminismo no es una política de igualdad; somos distintas.”
“Apelar a las emociones, los sentimientos, no al deber ser racional.”
“Sobre el feminismo, no hay respuesta absoluta de qué es, eso es lo que cuestiona.”
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 181
Un ensamble coral donde las enunciaciones iban y venían, saltaban de un lado a
otro sin orden ni sentido fijo, donde las alusiones no eran ataques sino comentarios
de comentarios. Según Bajtín “cada enunciado está lleno de ecos y reflejos de otros
enunciados con los cuales se relaciona por la comunidad de esfera de la comunicación
discursiva” (Bajtín, 1982, p. 281). Ahí, donde la “A” escrita en el pintarrón creaba una
comunidad discursiva que nadie impugnó, cada enunciación era respuesta a otra enun-
ciación; si cada enunciación es posición en el conjunto de fuerzas expresivas corales,
entonces cada enunciación era una adhesión o un rechazo a otras enunciaciones con
sus respectivos “matices dialógicos” y tonos expresivos (Bajtín, 1982, p. 282). Aunque
cada quién hacía alusión a algún comentario ajeno previo y lo retomaba para decir lo
propio sin pretensiones de llegar a algún punto conclusivo de qué es el anarquismo,
en cada una de las participaciones era posible percibir como “las relaciones entre los
hombres y sus jerarquías sociales se reflejan en el discurso”, como se enfrentan y cues-
tionan esas jerarquías, cómo se da cita el “mundo de la injuria y de la alabanza (y de sus
derivados: lisonja, adulación, hipocresía, humillación, grosería, indirectas, alusiones,
etcétera)” (Bajtín, 1982, p. 377). En un par de ocasiones dos compañeros se refirieron a
la situación diversa que enfrentan los “anarquistas punk del barrio” y los “anarquistas
de la academia”, incluso cuando ambos tipos de anarquismo se enfrentan a la represión
por parte de la policía. En otro momento, una compañera anarco-feminista colombia-
na, contra la afirmación de Guiomar de la importancia de tomar las calles en la lucha
política, contestó que esa postura era “muy patriarcal”, que ella era “súper doméstica”, y
que luego ocurría que las “feministas blancas de Europa” se apropiaban de las luchas de
las feministas latinoamericanas.
Escribe Bajtín:
182 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Cuando el compa de la playera amarilla con las siglas “EZLN”, el cabello largo ama-
rrado como “cola de caballo” y los ojos verdes, ya habiéndose quitado los tenis y sentado
sobre el brazo acojinado del sillón, decía en tono serio y cuasi-heroico que él no tenía
miedo de enfrentarse a las fuerzas represivas porque sabía que los que estábamos ahí
lo íbamos a sacar si lo metían a la cárcel, que haríamos un túnel o lo que fuera para
sacarlo, entonces, rompiendo la seriedad y el heroísmo, como corresponde “dentro de
una cultura de la multiplicidad de tonos”, Miguel el catalán punk dijo “Hey, hay que ir
pensando en un taller de cómo cavar túneles…”, lo que provocó de inmediato la risa de
la mayoría de los que estábamos ahí y cortó el tono serio-patético del compa de la pla-
yera amarilla y las siglas guerrilleras.
Luego de dos horas no llegamos a nada, por supuesto, no había a dónde llegar, era
el trayecto, su potencialidad y nada más, lo importante. Dialogar, encontrarnos, mirar-
nos y pensarnos juntos, “vivir significa participar en un diálogo: significa interrogar,
oír, responder, estar de acuerdo, etcétera” (Bajtín, 1982, p. 334), y eso hicimos “tempo-
ralmente autónomos” en el Rancho Electrónico.
En la página donde se registraban los nodos, además de exponer dudas, resolver-
las, ofrecer ayuda, preguntar sobre si iba o no a haber “criptofiesta” en el Racho o en
otro lugar, uno de los participantes cerró la conversación el domingo ya en la tarde,
cuando todo había acabado, con este mensaje: “oso:18:08 la cruda de la fiesta del sábado
y la plática de nuevos anarquismo cubrió toda la mañana, sorry por lo que no alcan-
zaron a presentar su nodo” (sic). El mismo “oso” publicó a las 19:52 horas: “OJALA SE
PRESENTEN EN UN POST HACKMITIN”.
Al investigar y reflexionar más sobre los hackmitins y los hackerspaces me parece eviden-
te no sólo su consonancia con el espíritu libertario, su clara apuesta por la horizonta-
lidad, la afinidad y la autogestión; también me queda la impresión de que este hacer
libertario se concibe a sí mismo como parte de una lucha mundial contra el capital y su
poderío tecnológico que tiene sus centros más avanzados, tanto en términos de domi-
nación como de resistencia, en los países del “norte” global (Estados Unidos, Alemania,
entre otros); que estos espacios y eventos organizados son la expresión de la continui-
dad de la lucha antiglobalización neoliberal de finales de los años noventa y principios
del nuevo siglo; que la confianza es sí mismos es parte de la confianza que se tiene en
la modernidad tardía sobre el potencial emancipador de la tecnología si ésta adquiere
una forma de libre acceso y uso masivo cotidiano; acercar la tecnología libre y politizada
a los movimientos sociales o que los movimientos sociales se acerquen a la tecnología
libre y politizada parece ser su apuesta y horizonte.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 183
A manera de (in)conclusión
Como tratamos de mostrar en las descripciones de los encuentros anarquistas analiza-
dos, el uso de las redes socio-digitales las convocatorias y actividades de organización
amplifican y reinventan la lógica autogestiva, la horizontalidad y la agregación por gru-
pos de afinidad propias de la tradición del movimiento libertario; no obstante, esto no
anula sino que facilita la práctica de convocarse, acordar, organizarse y trabajar estando
juntos y presentes en los mismos espacios físicos, resolviendo in situ la diversas cues-
tiones concernientes al encuentro político. De modo que la red del activismo ácrata es
potenciada y actualizada tanto por la sociabilidad “cara a cara”, como por la interactivi-
dad digital. De igual modo, es posible constatar que el campo anarquista es un campo
en disputa y transformación, tironeado, por un lado, por una tendencia a la continuidad
de la tradición ácrata (constituida por los acontecimientos históricos nodales y por los
autores canónicos, con sus respectivos intérpretes y actos conmemorativos); por el otro,
por tendencias más novedosas que la “idea” clásica del anarquismo como movimien-
to político antiautoritario agregan “impuramente” elementos contraculturales (como
el punk), así como prácticas, técnicas y referentes de sentido inscritos en el escenario de
batalla que la era digital inaugura (como los hackerspaces).
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 185
COMENTARIO AL TEXTO
El anarquismo es una tradición política revolucionaria de larga data que arranca con
la modernidad, incluso como crítica romántica a la modernidad, desde la rebeldía
frente a la razón instrumental y en defensa de la pasión y los aspectos más incon-
testables de la naturaleza y la libertad humana. Desde los personajes outsiders que
encarnan el genio artístico hasta los revolucionarios sindicalistas, pasando por la
comuna de París, las luchas obreras de la Primera Internacional y el insurrecciona-
lismo, hasta las experiencias colectivistas o las derivas contraculturales del punk y la
autonomía. Hoy en día, la proliferación de “la idea” sigue los caminos más disímiles
y radicales en distintos lugares del mundo. El caso mexicano y su singularidad son
el objeto de estudio de Josué Pérez, quien se enfrenta con las variadas constela-
ciones de individuos, grupos, colectivos y asociaciones que se llaman a sí mismas
anarquistas en México y que se enlazan, se comunican y difunden a través de las
redes digitales. Porque la vocación internacionalista del anarquismo ha encontrado
también en la globalización un espacio de diseminación radical y de lucha común.
Como corriente ideológica y de lucha obrera, el anarquismo arranca de la
Primera Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) fundada en Londres en
1864, con una serie de hitos históricos y organizativos específicos de cada país que
conforma una tradición a cuya llamada acuden grandes pensadores y mujeres de
acción. A la vez, el anarquismo es una cultura política que se expande como forma
de vida (una contracultura o un “estilo” juvenil, diría Feixa), cuya razón de ser es
la lucha antiautoritaria, la autonomía, la no obediencia, la acción directa, etcétera.
Rastrear esos sentidos, sus convergencias disidentes y proliferaciones en México es
una de las grandes aportaciones de este trabajo.
Combinando ambas perspectivas, la tendencia histórica más tradicional vin-
culada a las luchas obreras con sus genealogías propias en México, y politizando a
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fondo la idea de estilo o contracultura como “forma de lucha-vida encarnada”, se
articula una diversidad de grupos y acciones en el espacio territorial de México y en
el ciberespacio global de las redes sociales digitales que ameritan ser analizadas
en sus sentidos, y en el significado que los actores otorgan a su propia acción.
Los elementos y lenguajes comunes de estos anarquismos en dispersión se
disuelven a veces en matices y desavenencias que caracterizan a cada grupo, desde
los insurreccionalistas hasta los comunitarios pasando por los individualistas o los
colectivos que crecen alrededor de la comunicación alternativa, la emergencia de
nuevas colectivas anarcofeministas que cuestionan el machismo y las violencias
patriarcales en el propio movimiento, pasando por quienes hacen del veganismo y
la defensa de los animales su principal causa.
Es así que las múltiples influencias y ramificaciones del anarquismo son difí-
ciles de aprehender en una investigación de corte cualitativo que busca trazar un
panorama local mexicano. Sin embargo, el anarquismo como campo no institucio-
nalizado de prácticas y lenguajes tiene lugares de encuentro recurrentes de larga
data, como las ferias de libros ácratas.
A la vez, aparecen espacios de interpelación y acción anarquista totalmente
nuevos, vinculados a la ola de los movimientos autónomos y relacionados con la
técnica: en el hacktivismo y en los hackmitins se reúnen personajes capaces de
defender el software libre y de reivindicar la libertad de la red y del código, con
propuestas de acción, pedagogía y exploración.
Alrededor de estos colectivos surgen unos determinados gustos musicales,
hay una serie de lugares de encuentro, los toquines, una serie de símbolos que se
reproducen tanto en páginas web como en carteles y grafitis: el gato erizado, la A
en un círculo, el libro lanzado como cóctel molotov… Imaginarios recurrentes en
el contexto global de las redes jóvenes de anarquistas. Igualmente, el uso y abuso
de color negro en la vestimenta, los gestos y actitudes frente a los demás, unos
referentes culturales y autores, lecturas, lugares de la ciudad como el Haker Space
Rancho Electrónico, el mercado del Chopo o la Biblioteca Social Reconstruir… con-
forman una deriva entre el canon y la contracultura punk en su máxima de Do It
Yourself (hazlo tú mismo), llevada a la tecnología digital.
El anarquismo, como la corriente anti estatista y anti dogmática del socia-
lismo, choca entonces con toda pretensión de delimitar su ideario y su práctica a
determinados espacios y organizaciones. Así como el comunismo tiene como su
gran padre a Karl Marx, en el caso libertario no hay consenso ni siquiera respecto
a Mijail Bakunin, a quien Marx persiguió y expulsó de la Internacional por repre-
sentar a la facción federalista, descentralizadora, insurreccional y, sobre todo, por
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 187
mostrar una total desconfianza ante la forma Estado y la conquista parlamentaria
a la que se abocaba el socialismo.
Hay grandes figuras anarquistas, pero como tal un anarquismo canónico no
existe, a pesar de los intentos de algunos grupos de inscribir una genealogía sacra-
lizada. Como señalaba hace ya más de cien años Armand (quien, como los hackers
de hoy, ya usaba un pseudónimo): “los reformadores religiosos consideran al indi-
viduo como instrumento de la divinidad, los legalitarios como función de la Ley y
los socialistas como máquina de producir y consumir. Ninguno le da valor personal
por sí mismo, sino como responsable ante las abstracciones que cada uno sostiene,
pretendiendo hacer de él el fin de sus designios” (Armand, 2003, p. 35).
Contra el hombre instrumento divino, contra el hombre fruto de la ley, y con-
tra el hombre máquina productiva, se erige el anarquismo: la crítica como capacidad
de juicio individual autónomo, la indistinción entre medios y fines, la cooperación
y la solidaridad. El valor personal y la conciencia responsable son reivindicadas
por el anarquismo que rechaza la idea de vanguardia y desprecia toda forma de
obediencia. Ser anarquista no es una categoría grupal heteroimputada sino que se
defiende su calidad como autoadscripción y aspiración, incluso sin ser nombrada
como tal, explica Armand: “Creemos que prácticamente puede considerarse como
anarquista a todo el que, después de una reflexión seria y consciente, rechaza toda
coerción gubernamental, intelectual y económica, o sea toda dominación, cuyo co-
rolario económico es la explotación del hombre por el hombre, del hombre por el
medio o del medio por el hombre” (Armand, 2003, p. 36).
En México, la tradición de lucha anarquista tiene sus hitos históricos de larga
data. Desde la fundación de la comuna de Chalco en 1890 con la llegada del griego
Plotino Rhodakanaty a México en 1860, hasta la creación del Partido Liberal Mexi-
cano de los hermanos Magón y la influencia de su periódico Regeneración, hasta la
reivindicación de Emiliano Zapata como héroe campesino ácrata, y actualmente
la adscripción de muchos anarquistas al neozapatismo rebelde de Chiapas.
A la vez, las contraculturas urbanas juveniles se insertan en esta tradición
libertaria desde un modo distinto de hacer y crear comunidad de sentido. Dice
Feixa: “lo que hace un estilo es la organización activa de objetos con actividades y
valores que producen y organizan una identidad de grupo”. Es decir, un “sistema
integrado de comunicación infraverbal”.
El punk como estilo, a través del bricolaje y la homología, construye una forma
de aproximación singular a “la idea” anarquista. Objetos y símbolos inconexos son
reordenados y recontextualizados para comunicar nuevos significados. La homo-
logía, dice Feixa (1998, pp. 98-99), es el principio de creación del estilo, que se logra
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por el efecto recíproco de los artefactos, lenguajes, puntos de vista y actividades.
Esto identifica a los miembros del grupo con objetos particulares: textos, artefac-
tos, rituales; se generan un lenguaje común: formas de expresión oral, palabras, gi-
ros, gestos; unos gustos musicales, una estética: la vestimenta, el corte de pelo, los
accesorios... La mayoría sólo usan algunos elementos y les atribuyen sus propios
significados. Y a la vez, el punk tiene y promueve una serie de producciones cultu-
rales: libros, revistas, fanzines, grafitis, murales, tatuajes, videos, radios libres, do-
cumentales, etcétera. Todo ello acompañado de rituales y actividades focales como
son las ferias del libro o los hackmitins que se analizan en este brillante texto de
Josué, que es sólo una probada de una investigación de largo aliento.
La politización del estilo al devenir anarquista y reclamar unos valores lle-
vados a la práctica, un modo de estar en el mundo, una urgencia hacia la acción
directa en los más variados campos de la transformación social, es lo que vemos en
estos casos descritos pormenorizadamente en el artículo de Josué Pérez.
Referencias
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191
Resumen
Durante el periodo de la llamada “Guerra contra el Narco” en el sexenio de Felipe Cal-
derón (2006-2012), se multiplicaron por todo el territorio mexicano los conjuntos de
cadáveres exhibidos en las calles. Estos cuadros de terror establecieron una relación co-
municacional con la población, poniendo ante la mirada del otro una serie de elementos
significativos de alto impacto. En el presente artículo se plantea leer la exhibición de ca-
dáveres en las calles como puestas en escena que sirven como referencia en la construc-
ción de diversas narrativas pertenecientes a una estrategia política. Para explicar estas
escenas, hacemos uso del concepto de teatralidad con el fin de comprender las funciones
que estas puestas en escena tienen dentro de la aplicación de una estrategia política. El
uso del concepto de teatralidad nos permite reconocer estos eventos como sucesos de
exhibición reales-ficcionales sobre los que se construye una narrativa, cuya finalidad
se concentra en el hacer creer determinada situación. Es a partir del análisis del evento
ocurrido en Boca del Río Veracruz, el 20 de septiembre del 2011, que trataremos de re-
conocer la operatividad del concepto de teatralidad en la exhibición de cadáveres en las
calles. Para ello es preciso reconocer los elementos dramáticos que componen la escena
de Boca del Río, para después identificarlos en el conjunto de escenas similares. Este
ejercicio de interpretación nos permitirá reconocer la dimensión teatral de la llamada
“Guerra contra el Narco”. Dimensión que es esencial en el ejercicio de las relaciones
de poder.
Palabras clave:
Guerra, narcotráfico, imágenes, cadáveres, teatralidad
1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: avecomunicacionysentido@gmail.com
Realidades ficcionadas en la “Guerra contra el Narco”
La aparición de cadáveres en las calles, colocados en composiciones escénicas elaboradas y
acompañados de mensajes se convirtió en una constante durante el sexenio del presiden-
te Felipe Calderón (2006-2012). Estas escenas que aparecieron en diversas ciudades del
territorio nacional direccionaron la mirada del transeúnte, del ciudadano, de la gente de a
pie, hacia un conflicto que pareciera ajeno a la realidad. Sin embargo, la presencia de estos
cuerpos en el espacio común mostró la cercanía del conflicto armado con la población.
Dichas apariciones tuvieron como contexto la puesta en marcha de la estrate-
gia de seguridad interior impulsada por el gobierno de Felipe Calderón denominada:
“Guerra contra el narco”. La estrategia consistió en la utilización del ejército y las fuer-
zas armadas en el combate directo contra cárteles de la droga. El primer gran operativo
de dicha estrategia se realizó en diciembre del año 2006, con el despliegue de 7,000
militares y policías en el estado de Michoacán. En el año 2007, la administración de
Calderón impulsó, junto con el gobierno de George W. Bush, la “Iniciativa Mérida”. Di-
cha iniciativa consiste en la asistencia monetaria y operativa por parte de los Estados
Unidos para México en relación con el combate contra el narcotráfico. En esta política
conjunta impulsada por Calderón no se combatieron ni las redes de cooperación exis-
tentes entre miembros del Estado mexicano y el crimen organizado, ni el entramado
financiero en el que se mueven los recursos del narco. Ejecutada sin un combate in-
tegral al narcotráfico, la política de seguridad pareció apuntar más a la exhibición de
fuerzas con el propósito de legitimar una política de Estado sustentada en el hacer ver
y el hacer creer (Cornago, 2005).
La situación de México en relación con la violencia de grupos dedicados al tráfico
de drogas después de la “Guerra contra el narco” no ha mejorado, sino todo lo contrario.
A principios del año 2000, se registraba una violencia focalizada en la frontera norte
principalmente. En esa región se presentaban constantes disputas entre el cártel del
Golfo y cártel de Sinaloa. También se tenía localizada la presencia de cárteles en Tijuana
y Ciudad Juárez. A su vez, se tenían identificadas las operaciones del cártel Milenio en
Michoacán, el cártel de Acapulco en el estado de Guerrero, así como de otros cárteles
menores en el estado de Oaxaca (Nayar, 2005). En el año 2005, la presión del gobierno
de los Estados Unidos, llevó a que el gobierno del presidente Vicente Fox (2000-2006)
implementara el operativo “México Seguro”, que consistió en la militarización de varias
ciudades fronterizas, entre ellas Nuevo Laredo. Dicho operativo dejó nulos resultados a
la par de varias denuncias de abusos por parte de las fuerzas del Estado. Algunos datos
revelan que al comienzo de la “Guerra contra el narco” (2007), 20 organizaciones cri-
minales estuvieron involucradas en 79 enfrentamientos. Para el 2011 se encontraban
en operación 200 grupos criminales que estuvieron implicados en más de mil enfren-
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tamientos. De estos enfrentamientos, más del 84% fueron propiciados por soldados o
policías (Ángel, 2017).
A partir de la llamada “Guerra contra el narco” se incrementaron los homicidios
de periodistas, los ataques a la población civil, las violaciones a los derechos humanos,
las detenciones arbitrarias y el número de personas desaparecidas. Los propósitos que
aparentemente motivaron esta guerra (violencia e inseguridad) han crecido de manera
alarmante. Tras este recuento, resulta preciso afirmar que por lo menos, en los térmi-
nos presentados a la opinión pública, la estrategia de Calderón no ha funcionado. Pero
la inefectividad de esta medida no es una cuestión que atañe solamente a la estrategia
de Calderón. Las diversas “guerras contra el narco” emprendidas desde el fin del siglo
XX en el continente americano no han dado resultados, en el sentido estricto de aca-
bar con la cadena productiva de drogas y la violencia que se deriva de este mercado. A
pesar del combate contra el narcotráfico en los Estados Unidos, cuyo origen se remite
a la administración del presidente Richard Nixon en la década de los años setenta, el
consumo de drogas y la operación de grupos dedicados a su venta en aquella nación
no disminuyó. De hecho, un importante ex funcionario de la administración del presi-
dente Nixon declaró que la guerra contra el narco en aquella nación se lanzó para con-
tener a dos enemigos: la izquierda anti guerra y la gente negra (Martínez, 2016). Estas
declaraciones, de ser certeras, nos permiten dilucidar el por qué, la “Guerra contra el
narco” no ha dado resultados. Más allá de un combate contra el narco estaríamos ante
la construcción ficcional de un enemigo con el fin de atacar en otros frentes o interve-
nir en otras cuestiones. La lucha antidroga ha sido uno de los pretextos con los que el
gobierno de los Estados Unidos ha intervenido directamente en Latinoamérica. Basta
referirse a la certificación que la potencia otorgaba a los países de la región en relación
a dicho combate. La “Iniciativa Mérida” es una estrategia norteamericana de control
territorial que tiene la misma estructura del llamado “Plan Colombia” (Delgado y Roma-
no, 2011, p. 90). Esta estrategia provocó, entre otras cosas, el desplazamiento poblacio-
nal de territorios estratégicos, así como un preciso control del territorio por parte de la
Administración para el Control de Drogas(en inglés: Drug Enforcement Administration,
DEA por sus siglas) y el Estado Colombiano. Dicha construcción resultaría muy eficaz
para la implementación de políticas neoliberales, muy bien recibidas en los últimos 30
años tanto por los gobiernos de Colombia como por los de México.
Si apelamos a la memoria colectiva o a los registros visuales del México contemporá-
neo podemos afirmar que las escenas conformadas por grupos de cadáveres abandonados
en el espacio público, colocados con características que podemos calificar como esceno-
gráficas, no eran comunes antes de la llamada “Guerra contra el narco”. Como conse-
cuencia de dicha estrategia, fue que se dispararon las escenas de violencia. La aparición
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 193
de estas puestas en escena dio pie a la construcción de una narrativa oficial vinculada a la
estrategia de seguridad impulsada por Calderón. Para el gobierno federal, estas puestas
en escena eran la respuesta directa al ataque frontal y certero del gobierno en contra del
crimen organizado. Sin embargo, existen varios niveles de lectura que nos llevan a conclu-
siones más complejas que las dadas por el gobierno en su momento. Las puestas en es-
cena de cadáveres en las calles muestran cuerpos muertos que comunican y sirven como
marco referencial para la creación de una serie de narrativas vinculadas a una estrategia.
Haremos uso del concepto de teatralidad con el fin de entender estas puestas en escena
como episodios discursivos ficcionales sustentados sobre la realidad del cuerpo muer-
to, que buscan construir narrativas encaminadas a legitimar ciertas decisiones políticas
impulsadas por el gobierno de Calderón. La teatralidad como concepto da cuenta de una
estrategia que organiza y otorga ciertas cualidades a una puesta en escena. Este concepto
se reconoce en la formulación de un juego de ficción de relación espectatorial, apegado a
lo verosímil que sucede en un tiempo y espacio determinado. La teatralidad es una estra-
tegia que busca tener efecto en la percepción de la realidad, en tanto que es portadora de
un mensaje y opera en función de una construcción historizada de un imaginario social
(Villegas, 1996, p. 8). En la teatralidad el cuerpo funge como medio, como mensaje, como
espectáculo y como olvido (Cornago, 2005, p.7). La teatralidad se constituye a partir de
tres elementos: en primera instancia, se define a partir de la presencia de alguien que está
mirando. En ella se potencializa el acto de ver, ya que se juega a sostener la mirada frente a otro
(Cornago, 2005, p. 5); pero no sólo se trata de sostener, se trata de dominar la mirada del
otro (Geirola, 2000, p. 35). La segunda característica se refiere a la dinámica de engaño o
fingimiento (Cornago, 2005, p.7). La operación de la teatralidad se habilita por el hacer-
creer, que pretende plantear algo como aparentemente real. La tercera cualidad señala
que la teatralidad no puede existir como una realidad fuera del momento en el que se está
mirando, dado que no constituye un estado e implica necesariamente que ocurra a través
de un determinado tiempo. La teatralidad puede reconocerse en diversos fenómenos de la
vida social, así ha quedado expuesto principalmente en los campos de acción que tienen
su sustento en las relaciones de poder. En este sentido, George Balandier apunta que el
poder recurre siempre a símbolos, imágenes, ceremonias, ritos y demostraciones públicas
para hacerse patente, consolidarse y lograr la aceptación de los gobernados (Balandier,
1994, p.18). En síntesis, la teatralidad es política de la mirada.
Se puede reconocer la estrategia de teatralidad en la política de seguridad interior
de Calderón desde su planteamiento, desarrollo y resultado: una guerra contra el narco
que no ha acabado con el narco, en un Estado infiltrado por el narco; pero dentro de lo
palpable y lo concreto, la teatralidad en la guerra de Calderón se puede deconstruir en
múltiples puestas en escena de carácter ficcional y verosímil que reafirmaron el discurso
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gubernamental. Entre estas puestas en escena podemos referirnos a los diversos mon-
tajes para cámaras dirigidos por el ex secretario de Seguridad Pública, Genaro García
Luna (2006-2012). En 2010 el funcionario montó un operativo para simular el rescate de
un camarógrafo de Noticieros Televisa que se encontraba secuestrado junto con otras
tres personas en el estado de Durango. El camarógrafo aseguró que él y sus compañe-
ros, fueron llevados con engaños a la conferencia de prensa en la que el funcionario los
presentó ante los medios de comunicación y dio a conocer el supuesto operativo que
montaron para su rescate. En ese mismo año (2010), elementos de la Policía Federal
(PF) allanaron una vivienda en Metepec, Estado de México y asesinaron con 37 balazos
al dueño de la casa. Posteriormente, la PF inventó una persecución y un enfrentamiento
para justificar dicho asesinato. Antes de convertirse en Secretario de Seguridad Pública,
Genaro García Luna ya tenía experiencia en detenciones y liberaciones ficcionadas que
se hacían pasar como reales. Entre los montajes en su haber se encuentra la captura de
Florence Cassez y la liberación televisada de Rubén Omar Romano, director técnico del
Cruz Azul, víctima de secuestro en el año 2005. La administración de Calderón también
echó mano de la producción de telenovelas con el fin de impulsar su estrategia de se-
guridad. La transmisión de la telenovela “El Equipo” en un canal de Televisa narraba la
historia de un grupo de policías de élite que combatía al crimen organizado.
En los episodios mencionados es clara la dirección creativa orquestada desde el
gobierno de Calderón. Sin embargo, en las escenas de cadáveres en las calles no se pue-
de asumir una línea directa de producción con el gobierno de Calderón, pero ya hemos
mencionado que antes de la llamada “Guerra contra el narco” estas escenas no eran
habituales. La exhibición de cadáveres en las calles se puede entender como parte cons-
titutiva de un fenómeno de construcciones visuales, que en su caso concreto requiere la
presencia del cuerpo en un espacio visible para dimensionarse en su proyección mimé-
tica. Sobre esa proyección se inscriben estrategias de control y de dominio. En síntesis,
existe en la producción de las escenas mencionadas una dimensión mimética y simbó-
lica que reafirma el discurso de la guerra y que las sitúa en una lógica discursiva acorde
a la estrategia de Calderón.
El escenario:
Los cuerpos se exhibieron sobre el bulevar Adolfo Ruiz Cortines, frente a la Plaza las
Américas, a un costado del monumento a los voladores de Papantla en Boca del Río.
Este es un municipio conurbado al puerto de Veracruz en el que se concentra una im-
portante infraestructura turística y comercial. Dicho montaje ocurrió un día viernes a
las 5 de la tarde; justo a una hora muy transitada. En esta escena, el espacio y la acción se
conjugan en una narrativa sustentada en las condiciones dadas por la “Guerra contra el
narco”. La acción de colocar cadáveres sobre el periférico transforma el espacio público y
le otorga otras cualidades. Los ejecutantes disponen del espacio público para involucrar
al transeúnte. El escenario delimita el territorio en el que se impone la fuerza de unos
sobre el espacio de todos. En la escena se tensiona lo público con lo privado puesto que
se privatiza el espacio y se socializa el conflicto. Se presenta una realidad cruda entre-
mezclada con lo extraordinario del evento. Por un momento, lo real-ficcional sobresal-
ta en el espacio modificando el anonimato habitual que se vive en el mismo. Resulta
preciso señalar que en el espacio público se interactúa bajo la condición de someterse a
determinadas reglas. Pero también, el espacio público dispone de momentos y lugares
para que suceda lo extra cotidiano. De esta manera, se da cabida tanto a la protesta, la
celebración e incluso, al delito. Existen lugares reconocidos para ello. Pero la escena en
cuestión sobrepasa las reglas y las fugas básicas establecidas en el espacio público. El
escenario y el tiempo en que ocurrió el evento suponen un desafío a las autoridades o
una permisividad por parte de las mismas.
A su vez, dicho evento plantea otros modos de mirar el espacio cotidiano. La com-
binación entre espacio cotidiano y acción extraordinaria genera un impacto de gran
alcance. El escenario en este evento fue escogido con el fin de que el suceso fuera visto
por miles de espectadores. En primera instancia se apela a una mirada presencial y en
un segundo momento a una mirada mediática. A la par, una serie de elementos esceno-
gráficos le dan sentido al conflicto planteado. En el lugar se abandonaron dos camiones
196 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
de redilas y se colocó una manta en la que se inscribe la narrativa. En ella se definen
motivos e identidades:
Los personajes
En el lugar se colocaron 35 cadáveres que llevaban marcada una “Z” en la espalda. Los
cuerpos se encontraban amordazados, maniatados y con huellas de tortura. La escena
se compone de personajes ejecutores y personajes destinatarios. Los personajes prin-
cipales de la escena son los cuerpos sin vida bien acomodados sobre el pavimento. Un
grupo denominado “Mata Zs” se atribuyó la masacre a través de un video colocado en
la plataforma de YouTube. Este grupo señaló que su objetivo era eliminar a los Zs, ya
que afirmaban, ese grupo era el responsable de los asesinatos y las extorsiones que se
padecen en el estado. Existe otro personaje referencial al que se hace alusión en la esce-
nografía. La persona que se menciona en la manta es el ex-comandante de la Agencia
Veracruzana de Investigaciones (AVI), el cual también se desempeñaba como coman-
dante de la policía municipal de Boca del Río.
Para las autoridades estatales, los ejecutados eran personas con antecedentes pe-
nales que se dedicaban a actividades vinculadas al crimen organizado. Así lo declaró en
su momento el entonces gobernador del estado, Javier Duarte, así lo ratificó la entonces
Procuradora General de la República, Maricela Morales. Las declaraciones se presen-
taron en plena concordancia con lo escrito en la manta expuesta en el suceso. Los po-
sicionamientos oficiales se establecieron sin una investigación precisa que se ocupase
de la identificación certera de los cuerpos; tampoco se investigó la identidad del grupo
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 197
que subió el video a la plataforma de YouTube. En la narrativa de este evento existe
una construcción de personajes rivales para los medios por parte de las autoridades
estatales, federales y del grupo que se adjudicó la matanza. La construcción ficcional
de personajes sobre los cuerpos se sustenta en un relato común presente en la manta,
en el video de YouTube y en las declaraciones oficiales. Recordemos que la teatralidad
en tanto estrategia necesita del juego de ficción para poder operar en la percepción de
los observadores. En esta puesta en escena se muestra una realidad ficticia (verosímil)
en tanto que es realidad que hay un conjunto de personas asesinadas por un conflicto,
pero es una construcción ficcional la identidad de las mismas. La construcción narra-
tiva ficcional de personajes se hace evidente al momento en que se les adjudican atri-
butos inmediatos a los cuerpos muertos. La identidad de los individuos se funda en
declaraciones que carecen de una investigación precisa.
Las definiciones oficiales se ponen en duda al encontrar declaraciones que identi-
fican entre estos cuerpos a personas desaparecidas, que no tenían relación alguna con
grupos delincuenciales. Una nota publicada por el portal de noticias Sin embargo, señala
que la señora Rocío Velázquez Cruz, madre de un menor de 15 años, identificó el cuerpo
de su hijo entre los cadáveres. La última vez que la señora vio a su hijo fue cuando el
joven acudió a comprar alimento para animales. Al momento, el joven se topó con una
patrulla de la policía ministerial estatal y, según las declaraciones de la señora, los agentes
policiacos se llevaron al menor, quien horas después fue identificado por la madre entre
los 34 cuerpos abandonados en Boca del Río. A decir de varias investigaciones periodís-
ticas, casi todos los ultimados eran jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 15 y los 28
años. Todos ellos sin vínculos con la delincuencia organizada (Animal político, 2011). En la
construcción verosímil de la narrativa ficcionada, los personajes cobran cualidades antes
inexistentes. Esta construcción ficcional del personaje sólo cobra sentido en el momento
en que la puesta en escena se desarrolla. La cualidad de los personajes está condicionada
por el conjunto de las relaciones dramáticas establecidas en la narrativa que la justifica.
La composición dramática
Del montaje de Boca del Rio se desprende una narrativa sustentada en un conflicto entre
un supuesto grupo de justicieros y el grupo de los Zs. Los atributos dados al montaje en
la narrativa oficial difícilmente pueden ser fundamentados fuera de la lógica atribuida al
evento, puesto que no hay investigaciones judiciales que las sustenten. En todo caso, las
investigaciones que se han hecho en torno al evento no han sido reconocidas públicamen-
te. Lo público es la puesta en escena y las declaraciones a los medios. Por tanto, la com-
posición dramática adquiere sentido en la construcción de realidades ficcionadas que se
sitúan en concordancia con los hechos contextuales desprendidos de la estrategia de
198 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
seguridad. El conflicto en la teatralidad se define como una lucha de contrarios que ope-
ra dentro de una unidad narrativa que es funcional a una estrategia. En este sentido, la
composición dramática se convierte en un referente simbólico para la interacción social,
y es por medio de la composición dramática que se enlaza al espectador con la estrategia
política a través del lazo mimético conflictivo. Por tanto, la puesta en escena participa de
manera activa en una etapa generativa de relaciones, puesto que todo orden social se ex-
presa a través de los destinos individuales y de sus posiciones concretas. Una estrategia
política de amplio alcance no se puede implementar solamente en el nivel de los discur-
sos. Se necesitan los cuerpos y las limitaciones espacio temporales sobre las que actúa. La
puesta en escena puede considerarse como un estímulo portador de elevadas dosis de rea-
lidad, ya que el actor social configura los comportamientos posibles ante una situación de
riesgo. En este sentido, la composición dramática funge como una herramienta mimética
que se utiliza para direccionar conductas y posicionar ideas. Al dar cuenta de los elementos
conjugados dentro de la puesta en escena, hemos localizado una serie de relaciones que
nos hacen pensar que hay cuestiones que trascienden la posición oficial, esa que se limitó
a definir dicho episodio como producto de un enfrentamiento entre grupos del crimen
organizado. La exposición de esta puesta en escena, junto con la falta de investigaciones
precisas, hace que el evento mostrado pueda desdoblarse en diversas narrativas ficcionales
sobre las que se busca el ordenamiento de ciertos referentes que orientan acciones y con-
ductas. Resulta trascendente señalar que el evento de Boca del Río no ocurrió de manera
aislada. Subrayamos que fue a partir de la llamada “Guerra contra el narco” que se multi-
plicaron estas puestas en escena a lo largo de todo el territorio nacional, todas ellas con la
misma composición dramática. Estas escenas vistas en conjunto dan cuenta de un patrón
generalizado de composición escénica que se sustenta en la exhibición de la violencia y en
la legitimación del uso de la misma.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 199
La multiplicidad de estas puestas en escena configura una política del terror ejerci-
da por diferentes grupos, esta política expone, en una primera lectura, una lucha entre
grupos delincuenciales contrarios, pero en otros niveles de lectura da cuenta de la admi-
nistración del miedo con el fin de lograr objetivos de diversa índole. En este sentido, la
puesta en escena implica el reconocimiento de una relación espectatorial que indica qué
mirar y hacia dónde mirar, y es de esta manera que se configuran los mecanismos de
teatralidad que operan en la imagen expuesta. En relación al contenido de estas puestas
en escena podemos reconocer lo siguiente: en ellas se exhibe una construcción dramá-
tica en la que los elementos que las definen, se conjugan para sustentar la narrativa de
la estrategia de seguridad implementada por el gobierno de Calderón.
La visibilidad de estas puestas en escena se basa en una medialidad particular que
condiciona su misma percepción: el cuerpo muerto. El medium del cuerpo sin vida mar-
ca un territorio y modifica la memoria de los espacios (Belting, 2009, p. 32). El cuerpo
muerto encuentra su lugar en el entorno social por medio de una analogía corporal
cuyo objetivo principal es impactar al transeúnte y atraer la atención de los medios de
comunicación. La exhibición de cadáveres coloca al cuerpo en el centro del discurso.
La presencia del cuerpo lacerado en las calles produce una serie de identificaciones mi-
méticas que se manifiestan a través de sensaciones que se producen en el cuerpo del
que mira. Existe un gran impacto visual tras espectar los cuerpos, y que es efecto de las
manifestaciones visuales de poder. El medio de significación (el cuerpo) implica una
relación directa de involucramiento. Las escenas plantean una relación entre cuerpos,
dada por un reconocimiento elemental entre el cuerpo que se exhibe y el cuerpo que
mira. El cuerpo como referente provoca la disposición de una recepción sensitiva de
la guerra dentro de un conjunto de sucesos que se presentan de forma consecutiva. El
cuerpo violentado es el punto de partida de una estrategia que se va poniendo progre-
sivamente en escena hasta adquirir un estatuto virtual y viral. Es necesario precisar que
las escenas forman parte de estrategias más amplias que, en su multiplicación digital,
no provocan el mismo impacto que al ser mostradas en las calles ya que al viralizarse,
pasan a formar parte de las múltiples imágenes que se muestran en la red. En este sen-
tido, el conjunto de escenas de cadáveres exhibidos de forma viral se convierte en un
espectáculo que produce miedos impersonales: tras la sobre-exposición, estos episodios
tienden a normalizarse y multiplicarse.
Conclusiones
La denominación “Guerra contra el narco” no explica ni describe el complejo proceso de
violencia inducida que atraviesa el país desde hace ya más de una década. Las puestas
en escena a las que nos hemos referido evidencian la dominación política del cuerpo a
200 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
través de narrativas visuales ficcionadas, creadas por grupos del crimen organizado y
por el Estado mexicano: son dichas imágenes las que reafirman una sensación de peli-
gro ya advertida en el discurso de la guerra.
El principal elemento de estas puestas en escena es la medialidad del cuerpo muer-
to. Por medio de la exhibición del cadáver se confirman alianzas, se exponen recursos, se
socializan conflictos y, sobre todo, se delimitan territorios. La exhibición de cadáveres
en las calles da cuenta fehaciente del control que determinados grupos ejercen sobre el
territorio. Sin embargo, limitarse a explicar estas puestas en escena como resultado de
enfrentamientos entre grupos por control de territorio no es suficiente. Es necesario
investigar a profundidad la interlocución establecida en ellas. Por tanto, es importante
reconocer la posición del tercero que mira. Dicho reconocimiento nos lleva a cuestio-
narnos sobre el uso de las estrategias teatrales como modos de intervención política.
Estas puestas en escena forman parte de la instrumentalización política que se expone
a través de la representación. Al ocupar el espacio público se hace evidente que el men-
saje se dirige principalmente a los miles de espectadores que no participan del negocio
criminal. No podemos esclarecer las intenciones concretas de estos eventos, sin em-
bargo se pueden reconocer las funciones políticas e ideológicas de los mismos. Estos
eventos muestran una violencia premeditada, políticamente motivada y perpetrada. En
estos eventos se potencializan las fuerzas que luchan por imponerse al conjunto de la
sociedad, a la vez que se configura una imagen colectiva de México como país.
Por último, es importante cuestionar si es pertinente reconocer estas acciones como
sucesos que solamente buscan intimidar al Estado mexicano. Algunos artículos periodís-
ticos señalan que a través de ellos, el crimen organizado ha logrado poner en evidencia
la pérdida de control del Estado, así como la falta de coordinación entre las instituciones
policiacas, locales y federales. Más allá de esta pérdida de control, estos eventos muestran
una reconfiguración del Estado en la que intervienen actores y grupos que establecen
alianzas legalmente no reconocidas. Por tanto, estas puestas en escena nos invitan a re-
definir las funciones del Estado mexicano en relación con los grupos que lo operan y las
relaciones que se establecen dentro de su operatividad. A su vez, es necesario señalar
la sofisticación que el crimen organizado ha logrado en los últimos años: los cárteles de la
droga han fortalecido sus redes tecnológicas, sociales y políticas. Por tanto, podríamos
hablar de la existencia de una narcopolítica que simplemente responde a una idea neoli-
beral sustentada en el dejar hacer y el dejar pasar. Finalmente, otras experiencias de las
llamadas guerras contra el narco en el continente americano, han devenido en el control
de recursos y el desplazamiento de personas. Estos episodios se pueden interpretar como
violencia disciplinante y racionalmente organizada que permite legitimar un estado de
guerra y justificar la militarización de las calles.
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202 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO
Este trabajo nos acerca a un fenómeno que se ha incrementado durante las últimas
dos décadas en este país: la presencia de cadáveres en las calles de numerosas po-
blaciones, producto de la llamada “Guerra contra el narco” que inició Felipe Calde-
rón. Desde la reflexión que presenta el autor, se vuelve evidente que estos cuerpos
son colocados en las calles de una manera que no es fortuita, sino que obedecen a
una cierta narrativa, las define como: “puestas en escena que comunican y sirven
como marco referencial para la creación de una serie de narrativas vinculadas a una
estrategia política” y desde esta perspectiva se despliega una reflexión que nos hace
“mirar” de otra manera ese espectáculo de horror.
El autor pone en juego dos categorías teóricas: la de “teatralidad”, que retoma
en parte de Villegas (1996, p. 8) para definir como una estrategia que busca tener
efecto en la percepción de la realidad, en tanto que es portadora de un mensaje
y dado que opera en función de una construcción historizada de un imaginario
social; y la de “narrativas visuales ficcionadas”, que resulta muy sugerente e intere-
sante para llevar a cabo el análisis de uno de estos episodios dramáticos que tiene
lugar en una céntrica calle de Veracruz, cuando “aparece” un conjunto de cuerpos
acomodados, acompañados de varios elementos a modo de “escenografía”.
Me parece muy pertinente en este caso la selección y utilización de estas cate-
gorías ya que permiten observar varios elementos en la “composición” de la escena
dramática, que sobre todo sirven para distinguirla de un hecho aleatorio. Ade-
más, ubica dichos eventos como fenómenos significativos que narran historias,
en este caso, infames, monstruosas. La interpretación que hace el autor le permite
trabajar con la hipótesis de que en estas representaciones hay una confrontación
que incorpora elementos simbólicos que va más allá del intercambio de disparos, que
involucran relaciones de poder, uso del espacio y marcaje de los territorios.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 203
Estas reflexiones abren la posibilidad de pensar, por una parte, en los usos de
la violencia tanto del Estado como de los grupos criminales; y por otra, en cómo
recursos simbólicos como la exhibición, la teatralización, la puesta en escena de epi-
sodios sangrientos o montajes de confrontaciones y aprehensiones, pueden formar
parte de estrategias de legitimación y de demostración de fuerza de ambos bandos.
Resulta interesante pensar en estos “usos” como parte de estrategias con propósitos
similares; es decir, que no sólo forman parte del repertorio de violencia de los crimi-
nales, sino que se han utilizado también por las esferas gubernamentales.
Además de los aspectos que plantea el autor sobre ese “discurso o narrativa de
la guerra” que se construye de un lado y del otro, el artículo abre variadas posibili-
dades para pensar en otras líneas a partir de las categorías utilizadas: por ejemplo,
la dimensión emotiva que involucra estos eventos, los posibles “efectos” en el cuer-
po social. Se apunta, aunque no se desarrolla, un elemento que me parece central
como parte de estas posibles repercusiones: la construcción social del miedo, que
sería un elemento constitutivo y medular de esta estrategia de guerra material y
simbólica que se libra entre gobierno y grupos delincuenciales, pero que también
involucra a la sociedad en su conjunto. Esa sociedad expectante y espectadora que
señala el autor, que es también destinataria de los efectos de la violencia mostrada,
teatralizada y exacerbada con estos montajes.
Referencias
Villegas, J. (1996). Para la comprensión del teatro como construcción visual. Irvine: Gestos.
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205
Resumen
Vivimos tiempos de múltiples crisis en medio de un océano de confusión. El modelo
neoliberal ha demostrado su fracaso tras una crisis económica generalizada que, le-
jos de solventarse, ha generado un aumento de las desigualdades sin parangón en la
historia, así como unos procesos acelerados de vaciamiento de la democracia y pér-
dida de soberanía a favor del capital financiero. Observamos, con preocupación,
que estos tiempos de desconcierto están generando, además, un auge de las extre-
mas derechas en cada vez más lugares del mundo. No obstante, de un tiempo para
acá, han irrumpido con fuerza alternativas de regeneración democrática como ocu-
rrió el 15 de mayo de 2011 en España con el Movimiento de los Indignados (15M) y,
tres años después, con el surgimiento del partido político Podemos. En este artículo
se describen sucintamente ambos fenómenos y se analiza una parte de las experiencias
de los fundadores de Podemos en la región latinoamericana que fueron primordiales para
la construcción de este partido político, haciendo hincapié, tentativamente, en aquellos
elementos que nos ayuden a dilucidar de qué manera América Latina influyó intelectual
y políticamente en tres de sus fundadores: Íñigo Errejón, Pablo Iglesias y Juan Carlos
Monedero.
Palabras clave:
15M, indignados, experiencia democrática, América Latina.
La emergencia de nuevos actores políticos con valores progresistas alternativos, como Po-
demos y sus confluencias en España, a partir de los movimientos sociales contra la crisis y
2 Algunos de los primeros ejemplos alarmantes que dan cuenta de esto, serían: la universalización de la preca-
riedad laboral, el auge de la posverdad (palabra del año 2016 según el Diccionario de Oxford), la elección de
Trump en Estados Unidos y el crecimiento, en Europa, de partidos críticos con el sistema de partidos tradicio-
nal y contra el orden político liberal pero de signo xenófobo y de ultraderecha. Un caso llamativo y simbólico
es el de Alemania en las elecciones federales de 2017: al tiempo que se hundieron los socialdemócratas, por
primera vez desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, los neonazis representados por Alternativa por
Alemania obtuvieron un 13% de los sufragios y se constituyeron como la tercera fuerza política del país.
3 El presidente de Turquía, Erdogan, llegó a manifestar el 15 de marzo de 2015 sus ganas de manejar al país
como si fuese una gran empresa.
206 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
contra el monopolio del Estado por el bipartidismo, se distingue radicalmente de las expre-
siones xenófobas y ultranacionalistas de otros países (Castells, 2017, p. 37).
La particularidad del caso español con el nacimiento de partidos políticos como Po-
demos, se debe fundamentalmente al surgimiento del Movimiento de los Indignados
(15M a partir de ahora) el 15 de mayo de 2011 a partir de una acampada en la Puerta del
Sol de Madrid, un movimiento ampliamente espontáneo que se desarrolló al margen
de partidos y sindicatos, con “una organización asamblearia y deliberativa, que combi-
nó los debates en el espacio público urbano con la interacción constante en el espacio
virtual de las redes de internet (Castells, 2017, p. 84). No obstante, a pesar de que este
movimiento contó con la aprobación y la simpatía mayoritaria de la sociedad española
(entre dos tercios y cuatro quintos), según las encuestas que se realizaron en junio del
2011 (Rodríguez, 2016, p. 33), esto no impidió que el conservador Partido Popular (PP)
obtuviese una cómoda mayoría absoluta en las siguientes elecciones generales de no-
viembre de 20114 y se continuara aplicando una gestión neoliberal de la crisis (al igual
que el anterior gobierno del Partido Socialista Obrero Español): reformas laborales que
precarizaron el mundo del trabajo, recortes en sanidad y educación, aceleración de los
desahucios, reforma de la Constitución para priorizar el pago de la deuda, rescate pú-
blico de la banca, etcétera. En este ambiente, en el que las instituciones le dieron la
espalda a la gente y eran impermeables a las necesidades y demandas de la ciudadanía
y del 15M, en el 2014 se presentó el partido político Podemos.
Para entender cómo se dio este fenómeno político, esbozaremos el nacimiento y
la constitución de Podemos como partido político a partir del 15M. Posteriormente su
gestación gracias a las experiencias y aprendizajes de sus fundadores en prácticas comu-
nicativas en los platós de televisión. Finalmente, abordaremos algo fundamental para
explicar el nacimiento de Podemos: los aprendizajes intelectuales y políticos que sus
principales fundadores tuvieron en su experiencia latinoamericana.
4 Esto confirma que el 15M no se sentía identificado con los partidos tradicionales de la izquierda, ni siquiera
con Izquierda Unida, que no llegó ni al 7% de los votos en aquella ocasión.
5 Es decir, un empobrecimiento acelerado y cada vez más generalizado de la sociedad, junto con una fuerte
emigración de jóvenes cualificados que no tenían oportunidad de desarrollarse laboralmente en su país.
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principal responsable. Comenzó con la Primavera Árabe, sobre todo en Túnez y en
Egipto. Luego fue el turno del sur de Europa: las movilizaciones en Grecia, en la plaza
Syntagma y, en mayo, la ocupación de la Puerta del Sol en España que desencadenó
ocupaciones en todas las ciudades del país (movimiento conocido como 15M) hasta
la expansión del movimiento Occupy (OccupyWallSt, 2017) en Estados Unidos que se
extendió por más de cien ciudades. La reconfiguración de la mirada que estableció el
15M y todas las imágenes de las acampadas que recorrieron el mundo, daban cuenta de
esta emergencia de lo político a través de una recuperación del espacio público como
símbolo, marcando así un punto de inflexión contra la crisis económica:
En apenas unas semanas, el 15M logró desplazar la gramática política de sus claves tradi-
cionales izquierda/derecha, para fijarla en torno a algo mucho más abierto como el 99%, o
con otra metáfora topológica al conflicto entre “los de abajo” y “los de arriba” (…) Desde el
primer momento, el 15M desplegó una enorme capacidad para hacer proliferar la discusión
política. La sociedad se “repolitizó” en 2011 (Rodríguez, 2011, p. 60 - 61).
Esta repolitización tuvo que ver con un desplazamiento de sentido de una injus-
ticia que antes era percibida como un problema individual, a una nueva mirada com-
partida respecto a la misma injusticia. El 15M expresó este nuevo proceso colectivo de
interacción a través de la repolitización y la construcción de un discurso compartido y
alternativo al discurso mediático y al de la clase política: “la crisis no es un accidente”,
“el mío no es un caso aislado”, “la culpa de la crisis la tienen los políticos y sus verda-
deros representados del mundo financiero que privatizan las ganancias y socializan las
pérdidas”. Esta contestación al gran relato de las élites sacudió los antiguos consensos
sociales en torno a una idea idílica y mitificada de la transición española6 a través de la
elocuencia de los principales lemas; había una doble impugnación: contra la democracia
representativa —“que no nos representan”/“democracia, ¿dónde estás?”— y contra el
mundo financiero en su desenmascarada articulación con la clase política —“no somos
mercancía en manos de políticos y banqueros” / “no es una crisis, es una estafa”7—.
6 La transición española empieza con la muerte del dictador Franco en 1975 y culmina con la victoria del Partido
Socialista Obrero español en 1982. Ese periodo estuvo marcado por las dinámicas políticas de consenso que
cristalizaron en la Constitución de 1978. La versión oficial presentó este proceso político como modélico y
como ejemplo de cambio pacífico de una de las dictaduras más represivas a una democracia homologable
con el resto de países del entorno europeo. Contra esa imagen idílica de la transición puede consultarse: Mo-
nedero (2017). La Transición contada a nuestros padres: nocturno de la democracia española. Madrid: La Catarata.
7 Estas expresiones se retomaron de los manifiestos de las organizaciones que convocaron a la manifestación
del 15 de mayo de 2011. Por ejemplo, el manifiesto de la plataforma Democracia Real Ya fue: “No somos mer-
cancías en manos de políticos y banqueros” (Rodríguez, 2016, p. 19).
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Si bien el 15M logró impactar en la nueva conciencia política emergente, es cierto, sin
embargo, que el gobierno conservador del PP, que ganó las elecciones seis meses des-
pués, logró imponer de manera general, su agenda neoliberal:
[…] creo que el 15M no fue exitoso en cambiar los equilibrios del Estado pero sembró cultu-
ralmente (…) una suerte de expansión horizontal del descontento. Mucha gente se reunió
por una oposición radical al estado de las cosas, y a la vez esta posición ayudó a politizar
determinados temas que antes se veían como dolores privados (…) Pero la puesta en co-
mún de estos problemas contribuyó a situarlos como problemas de la agenda pública (…)
Las élites envejecieron con el 15M, seguían gobernando pero el 15M tuvo un importante
impacto en el sentido común de época (…) generó un clima, un estado de percepciones que
abrió la posibilidad de que hubiera un cambio político (Errejón en Errejón y Mouffe, 2015,
p. 62 - 63).
Por otro lado, según avanzaba el año 2013, los más de dos años de fuertes movili-
zaciones empezaron a pasar factura: “agotamiento de la capacidad de propuestas y de
la creatividad” de los primeros momentos, “creciente impotencia para encontrar una
vía política propia”, “cansancio físico” (Rodríguez, 2016, p. 75). Es decir, no tardaría en
plantearse en la agenda la posibilidad de asumir un proceso organizativo más estable
y probar la vía electoral. Carolina Bescansa, experta en análisis demoscópicos y parte
del grupo fundacional de Podemos relataba en esa época: “realizamos una serie de en-
cuestas que a algunas personas les sirvieron para pensar que sí se puede dar el paso a lo
institucional” (citada en Guedán, 2016, p. 22).
La llegada de Podemos
En enero del año 2014, en un modesto teatro del barrio de Lavapiés de Madrid, un gru-
po de profesores e investigadores de la Universidad Complutense, encabezados por
Pablo Iglesias Turrión, acompañados por algunos activistas, del sindicalismo, poetas,
intelectuales, estudiantes, así como algunos miembros del partido Izquierda Anticapi-
talista, presentaron una iniciativa electoral llamada Podemos a través del manifiesto
Mover ficha: convertir la indignación en cambio político8. Se denunciaba que un golpe de
Estado financiero había tenido lugar contra los pueblos del sur de Europa; que el descon-
tento general por culpa de una pérdida de derechos no contaba con opciones electorales
con capacidad de representación de las mayorías golpeadas, y en el que se invitaba a crear
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 209
una candidatura para las próximas elecciones europeas que iban a tener lugar en apenas
cuatro meses. Se invitaba pues, a crear una candidatura con los siguientes objetivos:
1) recuperación de la soberanía popular9; 2) reivindicación de una “democracia real”; 3)
defensa de los salarios, de las pensiones y que apueste por una fiscalidad progresiva; 4)
defensa del derecho a una vivienda digna y aprobación de la dación en pago retroactivo
que reclama la Plataforma de afectados por la Hipoteca (PAH)10; 5) rechazo a las privati-
zaciones de los servicios públicos; 6) defensa de los referéndums vinculantes e iniciación
de un proceso constituyente; 7) combate a la violencia machista y defensa del derecho de
las mujeres sobre su propio cuerpo, y un largo etcétera. Para liderar este proyecto elec-
toral, Iglesias había fijado como condición y forma de comprobar si estaban las condi-
ciones para dar el paso hacia lo electoral, reunir 50.000 apoyos en el plazo de un mes y,
posteriormente, que se realizaran unas elecciones primarias abiertas a la ciudadanía. Los
apoyos, a modo de firmas, los obtuvo en casi 24 horas y las primarias abiertas tuvieron
lugar dos meses después: “celebradas entre el 27 de marzo y el 2 de abril, votaron 33.000
personas; constituyeron las elecciones de este tipo más participadas en la historia recien-
te del país” (Rodríguez, 2016, p. 84). Iglesias quedó como cabeza de lista.
Este grupo se articuló en torno a los cinco promotores de Podemos, cuatro profe-
sores de la Universidad Complutense de Madrid: Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias,
Luís Alegre y Carolina Bescansa, y un investigador de la misma, Íñigo Errejón, quienes
asumieron las tareas de la campaña electoral para las elecciones europeas junto con
varias decenas de cuadros compuestos por una generación de militantes procedentes
de los colectivos Juventud Sin Futuro (JSF)11 y Contrapoder, además de activistas del
entorno del 15M y las Mareas12, del asociacionismo estudiantil, gente de la cultura,
9 Derogando la reforma del artículo 135 de la Constitución que, como vimos antes, el PP y el PSOE habían mo-
dificado en el año 2011 para priorizar el pago de la deuda por encima del gasto social.
10 La PAH es un movimiento social en contra de los desahucios de quienes no pueden pagar un crédito hipotecario
y reclama el derecho a una vivienda digna. Surgió en Barcelona en febrero de 2009 en el marco de la crisis inmobi-
liaria española de 2008 y, posteriormente, el movimiento se diversificó por toda la geografía española intentando
hacer frente a toda la oleada de desahucios que se iban produciendo. Participó y formó parte del 15M.
11 Nació en febrero de 2011 a partir de la iniciativa de numerosos colectivos universitarios madrileños sensi-
bilizados con la situación de precariedad de la juventud española, agravada por la gestión neoliberal de la
crisis por parte del gobierno que, en el ámbito de la educación, se estaba yendo hacia una “mercantilización y
privatización de la educación”, según denunciaba JSF a raíz del Proceso Bolonia: acuerdo que firmaron en 1999
los ministros de educación de diversos países de Europa, Turquía y Rusia en la ciudad de Bolonia.
12 Las Mareas son un conjunto de colectivos y movilizaciones organizadas. Las más conocidas son la Marea Verde
(que se desarrolló a raíz de los recortes sufridos en la Educación y la huelga de funcionarios de este ámbito;
contó con la participación de alumnos, padres de alumnos y activistas del 15M, los cuales abrieron un debate
social más amplio sobre el derecho a una educación universal) y la Marea Blanca (que reclaman lo mismo para
el ámbito de la sanidad).
210 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
etcétera. Aquel grupo asumió la dirección política centrada en cuestiones comunicativas
(redes sociales, participación del candidato Pablo Iglesias en programas de televisión,
actos públicos por toda la geografía española, propaganda…), al tiempo que se crearon
rápidamente los Círculos de Podemos13 por todo el país e incluso en el extranjero:
13 Los Círculos territoriales y sectoriales (como los de Cultura, Energía, Ciencia, etcétera.) son los espacios donde
Podemos se conecta con la sociedad. Al igual que las asambleas de barrios del 15M, los Círculos están abiertos
a la participación de cualquier persona esté o no interesada en Podemos, funciona de manera asamblearia y
participativa. Los Círculos se articularon rápidamente gracias al tejido asociativo y ciudadano de cada lugar
que había creado el 15M y retoman muchas de sus enseñanzas y metodología.
14 DRY nació de las redes sociales en los primeros meses del año 2011. Se autodefine como apartidista (que no
apolítico), asindical y no violento. Fue uno de los convocantes de la manifestación del 15 de mayo de 2011 que
daría lugar al 15M.
15 Además de fungir como portavoz de JSF, militó en Contrapoder, en ATTAC y fue activista del 15M.
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Podemos en la Asamblea de Madrid. Del mismo modo, Irene Montero (actual portavoz
de Podemos y de su grupo confederal en el Congreso de los Diputados) y Rafael Mayoral
fueron activistas de la PAH y del 15M antes de Podemos. De hecho, en el caso de este
último, por su implicación en el asesoramiento jurídico y activismo en la PAH, recibió
junto con Ada Colau (actual alcaldesa de Barcelona y ex portavoz de la PAH) el premio
Defensores de Derechos (2013) “por su perseverante lucha por el derecho reconocido a
una vivienda digna, por su capacidad de movilización y participación ciudadana y por
su ejemplo de solidaridad”, que otorga Periodismo Humano, un medio de comunica-
ción digital “sin ánimo de lucro, con enfoque de derechos humanos y dirigido por Javier
Bauluz, Premio Pulitzer”.16
Podemos también lo conforman profesores universitarios, científicos, economis-
tas, escritores, abogados, jornaleros, gente de la sociedad civil en general, con la pe-
culiaridad de que la mayoría de ellos formaron parte de esas diversas movilizaciones
políticas de 2011-2013, sobre todo en el 15M, al tiempo que ninguno ha tenido cargo
alguno de representación política institucional anterior a Podemos.
La iniciativa Podemos fue posible gracias al 15M pero Podemos no es la represen-
tación electoral del 15M.17 De hecho, “la iniciativa Podemos se lanza sin ningún tipo de
consulta previa entre los movimientos ni entre las asambleas, ni entre los indignados”
(Errejón, 2015, p. 64).
Podemos tiene una agenda y un programa político manifiestamente anti-neolibe-
ral y anti-austeridad, con elemento participativos (elección de cargos, revocatorio de los
mismos, acuerdos pre y postelectorales locales y de ámbito estatal, etcétera). Así, uno
de sus horizontes ante el actual clima social de desafección y crisis de legitimidad que
sufren los partidos políticos tiene que ver con esta articulación entre la representación
y la participación.
El fenómeno Podemos, al dar el salto a las instituciones y vivir una conflictividad
permanente frente al Estado, obviamente no está —ni puede estar— exento de tensio-
nes y contradicciones. Ante la pregunta de un periodista respecto al peligro de que pue-
dan acabar convirtiéndose en aquello que critican, Juan Carlos Monedero responde:
16 Disponible en http://www.cvongd.org/va/info/2962
17 Dice Juan Carlos Monedero: “no somos el 15M. Algunos de nosotros formamos parte de ese movimiento. Yo
defendí férreamente que el 15M no tenía que convertirse en un partido político. Fue algo que se planteó al
año, cuando el movimiento empezaba a tener dificultades para mantenerse (…) Pero tres años después fui
uno de los que tomó la decisión de montar un partido político que se sentía heredero del 15M, pero que no
era el 15M. En primer lugar porque el 15M no se puede representar (…) Nosotros no somos el 15M aunque
vengamos de ahí”. (Monedero en Lobo, 2015, p. 220)
212 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Ahí hemos procurado mantener una tensión permanente. Cuando entregamos a las bases
el referéndum revocatorio les estamos dando un instrumento que no les había dado na-
die en la democracia española (…) Somos conscientes de que en el asamblearismo ocurre
como en las olas en el mar, que solamente existen cuando hay viento (…) Bueno, pero al
mismo tiempo sabemos que las estructuras de partido cometen el error (…) de la burocrati-
zación, de esa ley de hierro de las oligarquías que hay que evitar. La única manera de evitar
la inoperancia del asamblearismo y el autoritarismo de las jerarquías es ponerlas en diálogo
constante, que es lo que hemos hecho con la estructura de los Círculos (…) No es sencillo,
estamos inventándonos esta tensión (Monedero citado en Lobo, 2015, pp. 221-222).
La importancia de la televisión
En un libro que terminó de escribir en el verano del 2013, cuando Podemos “era ape-
nas una vaga hipótesis sin nombre” (Iglesias, 2014, p. 9), Pablo Iglesias afirmaba que
la televisión era el gran dispositivo de nuestro tiempo para “establecer y determinar
nuestras opiniones políticas”. Argumentaba siguiendo a George Lakoff que “pensamos
en función de marcos (estructuras de pensamiento) que llevan asociados una serie de
valores determinados”. De ahí la importancia de disputar el significado de las pala-
bras pues su utilización no es neutra. Por esa razón, “nunca se debe asumir el lenguaje
del adversario político sino disputarlo” (Iglesias, 2014, p. 48). De este modo, de estas
ideas, emerge en Podemos una interacción teórica y una concreción práctica en ini-
ciativas de comunicación específicas. En primer lugar, mucho antes de la existencia
de Podemos, mediante debates organizados en 2010 en la Facultad de Ciencias Polí-
ticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, que imitaban el forma-
to 59 segundos18 y, con la intención de generar discusiones teóricas ricas mezclando
18 Fue un programa de debate político que emitió Televisión Española entre los años 2004 y 2012, con un gran
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 213
la reflexión densa con formatos ágiles típicos de los medios de comunicación mains-
tream, se pretendía generar cierto impacto además de poner en práctica y a examen
sus conocimientos politológicos con el consiguiente desafío que esto planteaba para
los participantes, pues no es lo mismo, por ejemplo, explicar en las clases de la fa-
cultad la categoría gramsciana de hegemonía, que adaptarte a formatos incómodos y
tratar de explicar algo parecido a una audiencia que no estudia formalmente ciencias
sociales. Más adelante, se ofertó a Iglesias trabajar en una televisión local y comunitaria
del barrio madrileño de Vallecas (Tele K) donde se emitirían los programas de debate
político: La Tuerka y Fort Apache; posteriormente, estos se emitirían en PúblicoTV. En
dichos programas, Iglesias solía invitar a periodistas, profesores, investigadores y polí-
ticos con cargos institucionales, lo cual le valió para tener una audiencia importante. Al
mismo tiempo esta agenda de contactos fue importante para que, a su vez, invitaran al
propio Iglesias a participar en las tertulias de las cadenas de televisión más importan-
tes, donde se labró una fama destacada. De hecho, se dio un fenómeno curioso: durante
la campaña electoral de las elecciones europeas, en una encuesta del mes de abril de
2014, Carolina Bescansa comprobó que a Pablo Iglesias lo conocía el 50% de la población
española mientras que la gente que afirmaba haber oído hablar de Podemos era sólo
del 7%. Se decidió entonces poner la cara de Iglesias en la papeleta electoral (citada en
Guedán, 2016, p. 170).
Iglesias entendió de este modo, lo crucial que era “combatir el sentido común que
tratan de imponer los medios en el propio terreno de los medios” partiendo de la si-
guiente reflexión: “la realidad la crean los medios de comunicación y, si no estás en los
medios, no estás en política” (citado en Guedán, 2016, p. 122):
Eso es precisamente el trabajo que hemos tratado de hacer en La Tuerka, en Fort Apache
y en los medios masivos con nuestras intervenciones. La nuestra ha tratado de ser una
estrategia de combate político en la batalla de las ideas que se libra en los medios cuyo peso
es fundamental a la hora de determinar cómo piensa la mayoría de la gente. La palabra “an-
tisistema” ha adquirido un significado muy negativo en los medios de comunicación. (…) El
término se utiliza habitualmente para atacar a los movimientos sociales y para criminalizar
la protesta social (Iglesias, 2014, p. 49-50).
En el mismo sentido, la hipótesis de Iglesias tenía que ver con la creación de “un nue-
vo estilo de comunicación política” que lograra impactar más allá del ámbito académico:
éxito de audiencia por su agilidad y frescura en aquel momento: cada intervención de cada tertuliano tenía
como máximo un minuto de duración.
214 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Para los que además nos dedicábamos profesionalmente a pensar, en tanto que profesores
e investigadores universitarios o independientes, el éxito de La Tuerka nos daba la íntima
felicidad de que nuestro modesto trabajo no fuera solo un medio para cualificar un currí-
culum académico sin ningún tipo de impacto fuera de la universidad, sino una devolución
a la sociedad de lo que habíamos recibido de ella para poder formarnos. Como explica (…)
Josep Fontana, la mayor parte de los artículos académicos no son citados ni una sola vez y
están concebidos para la supervivencia laboral en el mundo académico de sus autores (…).
Nosotros queríamos que nuestro trabajo intelectual trascendiera los límites académicos y
la Tuerka nos lo permitió (Iglesias, 2014, p. 20).
• Del código ético electo (Podemos, 2015a) subrayaría los siguientes pasajes:
• Que “la elección de candidatos o candidatas a cualquier institución de representa-
ción política (cámaras municipales, diputaciones provinciales, parlamentos auto-
nómicos, congreso de los diputados, senado, parlamento europeo o cualquier otro)
se lleve a cabo mediante elecciones primarias abiertas a toda la ciudadanía, con
listas abiertas sólo corregibles mediante criterios de género”;
19 Actualmente se denomina Plaza Podemos 2.0, tras el segundo momento fundante del partido (también tuvo
lugar en el Palacio de Vistalegre de Madrid en el mes de febrero de 2017). Se pueden ver los debates en la
página de internet. Disponible en https://plaza.podemos.info/debates
20 Para poder inscribirse en Podemos y, por lo tanto, para participar en las votaciones, sólo tienes que aportar un
teléfono celular (donde te llegará un mensaje sms con un código para poder participar en las votaciones) y el
número de identidad oficial (en España, el Documento Nacional de Identidad).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 215
• El punto VIII que dice que cualquier pacto pre o post electoral que se haga con otra
formación política sea sometido previamente a una consulta abierta a los inscritos
“en todos y cada uno de los niveles territoriales de representación”;
• Prohibición de la financiación del partido por parte de la banca (punto X);
• Finalmente del punto XI, la limitación del salario para cada nivel de representación,
la transparencia de sus ingresos y la rendición de cuentas patrimonial, y la limitación
de mandatos (8 años con una prórroga excepcional que se limitará a 12 años).
• Del documento organizativo (Podemos, 2015b) elegido por los inscritos, resaltaría
fundamentalmente otros tres elementos:
1.El papel de los Círculos territoriales como “herramienta con la que Podemos pro-
mueve la participación, el debate y la relación activa con la sociedad” y la posibili-
dad de convocar a una Consulta Revocatoria para cualquier cargo (mediante el 25%
de los Círculos validados).
2.El papel de los inscritos (Asamblea Ciudadana) de aprobar o rechazar cualquier tipo
de pacto o alianza pre o post electoral; elegir y revocar21 al/a la Secretario/a General,
al Consejo Ciudadano (que son los cargos electos) o a cualquiera de sus miembros,
al Comité de Garantías Democráticas (el órgano que se ocupan de fiscalizar y velar
por el cumplimento de los estatus aprobados y elegidos, sobre todo en lo referente
al código ético, por parte de los miembros de Podemos) o a cualquiera de sus miem-
bros, y aprobar los estatutos y sus modificaciones.
3.Financiación del partido: la publicación en detalle de las cuentas del partido y el
derecho de “cualquier miembro de Podemos a acceder a cualquier documento eco-
nómico” que “permite un control continuo y compartido por la ciudadanía;22 se
prohíbe la financiación mediante créditos bancarios; se habilitarán fórmulas de
microcréditos personales (con posterior devolución) y de crowdfunding; se limita-
rán las donaciones a 10.000 euros anuales por persona (a excepción de los cargos).
21 La Consulta Revocatoria vinculante para cualquier cargo necesita del 20% de los inscritos.
22 Cualquier tipo de gasto, con foto de la factura incluida, puede consultarse en la página web del partido. Dis-
ponible en https://transparencia.podemos.info/cuentas-claras
216 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
nia en el caso de Monedero), también porque estas trayectorias acabaron por darles una
suerte de herramientas, unos anteojos, para observar y entender otros elementos de la
realidad que tenían que ver con problemas históricos de largo alcance no solventados
en su propio país: la cuestión de la plurinacionalidad española y la necesidad de abrir
un proceso constituyente desde “abajo” (y no desde las élites como ocurrió en 1978, tres
años después de la muerte del dictador Francisco Franco), con la participación de la
ciudadanía, como sucedió en muchos lugares de América Latina.
Íñigo Errejón escribió su tesis doctoral —con mención europea en ciencia política—
sobre Bolivia (La lucha por la hegemonía durante el primer gobierno del MAS en Bolivia
(2006-2009): un análisis discursivo). Posteriormente, en la misma Bolivia, fue asesor po-
lítico del grupo constituyentes del Movimiento Al Socialismo en la Asamblea Consti-
tuyente (2006-2007) y coordinador del programa de formación política (2009). En el
mismo año trabajó en la campaña electoral a las elecciones presidenciales.
En Ecuador, formó parte del comité coordinador de la estrategia comunicati-
va para el primer aniversario del intento de golpe de Estado contra el Gobierno de
Rafael Correa del 30 de septiembre de 2010. Las estancias de Errejón en América La-
tina marcaron una suerte de transformación político-intelectual. Trabajar en el conti-
nente le cambió la manera de pensar respecto a las tradiciones clásicas de la izquierda
—de donde provenía políticamente— habitualmente rehenes de una visión esencialista
de clase o, en algunos casos, de un pensamiento leninista para la táctica; es decir, para
que los subalternos logren ser mayoritarios hay que sumar alianzas (por ejemplo, con
el campesinado y otros sectores, sumándose o no a las luchas de la clase obrera según la ló-
gica del cálculo de los costos y beneficios). Sin embargo, lo que Errejón entendió en la lógi-
ca del proceso boliviano, fue más un proceso de articulación que de mera suma de alianzas.
Es decir, que el resultado de las articulaciones modificaba también a los componentes de
esta nueva articulación produciendo un sentido nuevo: “una idea nueva que fragua en un
sentimiento nuevo, y que Gramsci llama “la voluntad colectiva nacional popular’” (Errejón,
2014). Esto es importante para entender los cambios de tipo nacional-popular que están
ocurriendo en algunos países de América Latina como algo más amplio y complejo que las
identificaciones tradicionales de la izquierda que, desde la caída del Muro de Berlín, suelen
ser fundamentalmente más de resistencia, y están dispersas y fragmentadas. Pero, obvia-
mente, esto no significa que los modelos deban imitarse por las evidentes diferencias cul-
turales, geopolíticas y económicas entre las diferentes realidades. Errejón, en unos diálogos
publicados junto a Chantal Mouffe, manifestaba lo crucial que fue para cambiar su forma
de pensar la política, lejos de las categorías que traía desde Europa que eran más de resis-
tencia y de la izquierda tradicional, el conocimiento de los procesos populares y consti-
tuyentes de transformación política y reforma del Estado en América Latina, capaces de
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 217
traducir el descontento generalizado en una voluntad colectiva nacional popular nueva
que influyera directamente en el Estado:
Entonces conozco lo nacional-popular y reconozco que tiene una ambivalencia que me fas-
cina, el vigor de identificaciones políticas nada laxas que sin embargo no se articulan en
el eje izquierda/derecha (…) Aprendo también a valorar lo que cuestan las conquistas (…)
Recuerdo en Bolivia descubrir una estadística que decía que desde el proceso de cambio
político los niños, fruto de un mejor acceso a la leche, pesan más. Y recuerdo pensar que
quizás no era el socialismo pero habría que ser necio para descartarlo, con lo que ha costado
consolidar ese avance popular tan precario (Errejón y Mouffe, 2015, p. 73).
Así, los líderes de Podemos leyeron a partir de un 15M que interpelaba a mayo-
rías más amplias (en tanto movimiento laico, heterogéneo, horizontal, que iba mucho
más allá de los movimientos clásicos de la izquierda), que la realidad española, con sus
diferencias y particularidades respecto a América Latina, también estaba padeciendo
los efectos de las políticas neoliberales y de la corrupción. Nuevas mayorías estaban
sufriendo los efectos de esta crisis:
218 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Podemos instituyó un nuevo antagonismo en la política española: el pueblo frente a la casta,
los de abajo frente a la oligarquía, la necesidad de un nuevo pacto social en torno a la demo-
cracia (…) los gobernantes ya no atendían las necesidades de los ciudadanos sino las de las
élites económicas y financieras (Iglesias citado en Rivero, 2015, p. 18).
Teníamos que descolonizar lo que nosotros representábamos. A nosotros nos había gustado
siempre leer a Frantz Fanon (…): “Es Europa la que debe sacar de sus entrañas a ese colono
que lleva dentro”. Eso tiene que ver con la manera en la que los europeos se han relacionado
con las áreas periféricas del sistema-mundo. Algo que también tiene que ver con la izquier-
da, porque había una lectura en clave de que el sujeto político era la clase obrera industrial
(…) y que, básicamente, ya van a venir los marxistas europeos a explicar a todo el mundo lo
que hay que hacer… Fanon cuestionaba esa visión y hablaba del lumpenproletariado como
un sujeto de potencia revolucionaria difícil de entender para los europeos y del papel crucial
del campesinado en sociedades donde no se había producido la revolución industrial, y tam-
bién sobre cómo los elementos étnicos son absolutamente cruciales a la hora de entender
la liberación y las formas de subjetivación política, y cómo, en última instancia, los saberes
europeos se tenían que contaminar de otros saberes (Iglesias en Rivero, 2015, p. 144).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 219
2005 y 201023. El más destacado mediáticamente fue el de asesor de la Presidencia del
Gobierno. Pero, en contra del relato mediático mayoritario —donde observamos una
suerte de generalización y simplificación— que vincula a este profesor con una suerte
de chavismo demonizado y dogmático, por el contrario: Monedero ha sido identificado
como “apoyo crítico” al chavismo por su oposición al “hiperliderazgo” del presidente
Chávez desde el foro organizado en 2009 por el Centro Internacional Miranda, de cuya
dirección formaba parte. Tras un enfado inicial, Chávez acabó por reconocer en un pro-
grama en directo en Venezolana de Televisión ese lastre (Hemeroteca, 2017), que tal
como afirmaba Monedero en aquel foro, “desactiva una participación popular que pue-
de confiarse en exceso en las capacidades heroicas del liderazgo” y es propia de países
con poco “cemento social” (Monedero en Alba Ciudad, 2011).
Para ilustrar parte de la diversidad de la trayectoria de Monedero en la región,
esbozaremos algunos ejemplos de sus desempeños: en México, desde 2004, con cursos
de sindicalismo en vistas de reconstruirlo liberado del histórico tutelaje del PRI (Mo-
nedero, 2011, p. 288), así como publicaciones de la Cámara de diputados de México;
escritos sobre el problema de la gobernanza publicados en la revista colombiana Foro
(números 48 y 51), reflexiones sobre una democracia alternativa en la revista Question
de Venezuela, participaciones en diferentes ediciones de la Cumbre sobre la Deuda So-
cial latinoamericana (Monedero, 2011, p. 37). Sobre aspectos geopolíticos e históricos de
la región y la importancia de los liderazgos24 —elemento clave para construir Podemos
alrededor del liderazgo mediático de Pablo Iglesias—, Monedero escribía:
América Latina, siempre tutelada en el pasado desde Estados Unidos o Europa, dejaba cla-
ro, con nuevos liderazgos políticos ajenos a los modos tradicionales occidentales, que una
nueva etapa había arrancado y se expresaba a través de un duro discurso antiimperialista
que señalaba a los comportamientos coloniales como responsables del atraso del continen-
te. (México, demasiado cerca de los Estados Unidos, vio, por el contrario, cómo la cuestio-
nada victoria de Felipe Calderón sobre Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de
2006, se convertía en un drama de proporciones dantescas: 16 000 muertes anuales según
23 Sus colaboraciones en Venezuela fueron puntuales e intermitentes debido a que Juan Carlos Monedero es
profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y, además, durante esos años
también estuvo en México como profesor visitante de la Universidad Iberoamericana de Puebla, entre otras
labores más.
24 Aquí hay un matiz importante en su pensamiento. Así como Monedero criticaba el “hiperliderazgo” en el caso
venezolano porque era una señal de exceso de las funciones del líder debido al “poco cemento social”, su
visión del liderazgo en sí, es de un elemento útil para la articulación y para rebajar incertidumbre en estos
tiempos de confusión: un liderazgo político “actúa como referente para la integración del grupo” (Monedero,
2011, p. 131).
220 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
las cifras oficiales (el doble según otros recuentos) (…) crecimiento de las zonas marrones
donde las mafias superan la capacidad del Estado de ejercer el monopolio de la violencia;
cifras africanas en educación, pobreza, salud, etc. El corazón de la campaña contra López
Obrador —la venezolización de México— dejó paso a la colombianización del país, con
todos los problemas que esto trae consigo.) (Monedero, 2011, p. 47).
En el libro del periodista Ramón Lobo Conversaciones con Juan Carlos Monedero, éste
le pregunta directamente: “¿qué han aprendido de América Latina?” Y Monedero enume-
ra los siguientes puntos: la importancia de “leer el momento histórico”; la experiencia del
continente de haber empezado a enfrentarse al neoliberalismo veinte años antes que los
europeos por tanto no valía la excusa de la resignación; superar las dicotomías antiguas
“izquierda/derecha” que no terminan hoy de explicar bien las cosas; recuperar las emocio-
nes para la política y no verlas como un elemento forzosamente negativo; “aprendimos
también que había que hacer un proceso constituyente”; en el caso de España, para la
construcción de nuevas mayorías, disputar el concepto de “patria” a la derecha (algo que
la izquierda tradicional jamás había hecho porque en España, mucha gente de izquierdas
asocia la “patria” con elementos conservadores; esto podría revertirse disputando discur-
sivamente los conceptos a través de significados alternativos, o con otro tipo de simbolo-
gía: ”la España de la gente, la España de Lorca25”) (cf. Monedero en Lobo, 2015, p. 136). Esta
última idea tiene que ver con el marco intelectual que abrió el filósofo argentino Ernesto
Laclau, uno de los pilares intelectuales de Podemos26 a través de Íñigo Errejón, responsa-
ble de la campaña de Podemos entre los años 2014 y 2017:
Las identidades políticas no están dadas, no responden a esencias rígidas, sino que se es-
tán construyendo constantemente. Esta mirada dinámica y antiesencialista de la política,
como establecimiento de fronteras y constitución de identidades colectivas, es una de las
claves para aprehender la estrategia política de Podemos y su objetivo: construir un pueblo
(Errejón y Mouffe, 2015, p. 8).
25 En referencia a Federico García Lorca, poeta español fusilado en 1936 por el ejército franquista.
26 Hay que señalar, aunque no sea el tema de este artículo, que dentro de Podemos conviven muchas trayec-
torias, experiencias y formas de pensar la política, diferentes. Por ejemplo, Monedero es muy crítico con la
hipótesis populista que Errejón recoge del pensamiento de Ernesto Laclau como metodología para articular
demandas diferentes, aunque sí coincide con la necesidad de que estas luchas no estén fragmentadas, pero
no a partir del vaciamiento de las luchas y de las demandas porque entrarían en un “desperdicio de la experien-
cia”, según Monedero. Más bien, en sintonía con el pensamiento de Boaventura de Sousa Santos, Monedero
plantea que las luchas deben traducirse unas a otras: “para que las luchas tengan más recorrido, es más útil
traducir tus demandas para que los demás te entiendan, antes que rebajar tu lucha para que se sume, una vez
descafeinada, a otras” (Monedero, 2016).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 221
Estos aportes son importantes en la medida que visibilizan el ejercicio hegemónico
que hay detrás del poder político, uno que busca una suerte de normalización y sedi-
mentación de las prácticas y formas de acción ya institucionalizadas. Al contrario, toda
construcción colectiva es siempre contingente y la atribución de significados políticos a
los hechos sociales es el objetivo de la lucha política. En este sentido siempre hay fractu-
ras que son más visibles en momentos especiales (como una crisis económica que acabe
generando una crisis política) donde puede darse más fácilmente la contestación. En
este sentido, Laclau denomina significantes flotantes a conceptos abiertos que estarían
en disputa. Retomando el ejemplo anterior, el concepto de “patria” en España, a algunas
personas les puede remitir a la figura de la monarquía y a la actual bandera; para otras,
como dice Monedero, podría simbolizar a Federico García Lorca, a Antonio Machado, a
Ramón del Valle-Inclán, por ejemplo. Así, los significantes flotantes son “significantes
cuyo sentido está ‘suspendido’”, es decir, en una disputa antagónica por la construcción
de sentido. Por ese motivo, continúa el filósofo argentino: “la dimensión “flotante” se
vuelve más visible en periodos de crisis orgánica, cuando el sistema simbólico requiere
ser reformado de un modo radical” (Laclau, 2005, pp. 165-166).
Finalmente, cuando Monedero va a visitar los círculos de Podemos, suele aprovechar
para contar que América Latina enriqueció su manera de pensar. La anécdota recurren-
te que suele ejemplificar en esas charlas tiene que ver con su experiencia en Alemania,
cuando se fue a estudiar el doctorado en Ciencias Políticas a la Universidad de Heidelberg:
los profesores hacían hincapié en que conceptos como “imperialismo” y “oligarquía” eran
muy perezosos académicamente para explicar la realidad. Sin embargo, cuando trabajó
en América Latina, conoció sus sociedades y se empapó de sus subjetividades cuando se
“enfrentó” teórica y empíricamente con el Estado colombiano, venezolano y mexicano,
con sus respectivos lastres históricos; se dio cuenta de que ocurría precisamente al revés
de como le habían enseñado en Alemania: sin las categorías: “imperialismo”, “oligarquía”
y “colonialismo”, no puedes explicar la realidad latinoamericana:
Hay que insistir en que el Estado es muy diferente en Europa que en América Latina, en
Australia o Canadá que en África, en el sudeste asiático que en el Caribe. Ese intento de
homogeneización del Estado suele ser un error eurocéntrico que, además de ocultar las
especificidades de un Estado construido desde la tensión entre la comunidad, el merca-
do y las instancias administrativas, o de un Estado creado desde el exterior y no desde la
propia sociedad, niega el hecho de que la construcción estatal occidental no es una aventu-
ra propia, sino que, muy al contrario, carece de inteligibilidad al margen del colonialismo
africano, asiático y latinoamericano. O dicho en términos más rotundos, la comprensión
que Occidente tiene de sí mismo —el Occidentalismo— no es el reverso de otras falsas
222 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
comprensiones que Occidente tiene de otros pueblos —por ejemplo, el Orientalismo—,
sino su “condición de posibilidad de existencia”. El Estado occidental moderno no se puede
entender si no se imbrica en la aventura colonial. (Monedero, 2011, p. 250).
224 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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226 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO
El 15M español forma parte de un ciclo global de acción colectiva que inicia desde la
Primavera Árabe en 2011 y que continúa en el movimiento Occupy en Estados Uni-
dos, el #YoSoy132 en México en 2012, la defensa del parque Gezi en Estambul y el
#PasseLivre en Brasil en 2013, la #UmbrellaRevolution en Hong Kong en 2014 o la
#NuitDebout en París en 2016, entre muchos otros. Se trata de la aparición de nue-
vas emergencias políticas que adquieren la forma de multitudes conectadas (Rovi-
ra, 2017), que toman las calles y las redes digitales transformando los marcos del
sentido común sobre la crisis económica y las distintas formas de autoritarismo.
Cada lucha en cada continente y cada país con sus especificidades irreductibles, sin
embargo, todas ellas crean espacios simbióticos, conectando el espacio público ur-
bano con los flujos globales de la indignación. Como constelaciones performativas,
estas multitudes ponen en escena algo que Joan Subirats define como democracia
de la apropiación: “Basada en procesos de implicación colectiva y personal en los
asuntos públicos, tratando así de corregir, compensar y modificar la separación
tradicional entre gobernantes y gobernados que está en la base de la democracia
representativa. Esa apropiación de la política, implica superar la visión estricta-
mente electoral-institucional, y engarzar con mecanismos de control y orientación
del poder que vayan más allá de la mera transmisión de mandato o delegación. Una
democracia entendida como forma de vida” (Subirats, 2015, p. 165).
El 15M español (por su fecha de irrupción el 15 de mayo de 2011) es uno de
los fenómenos de mayor impacto, no sólo por su duración y extensión en la ocu-
pación multitudinaria de las principales plazas de todo el país en 2011, sino por su
incidencia posterior en la vida política, una de cuyas vertientes ha sido el “asalto” a
las instituciones por parte de una nueva generación forjada al calor del activismo.
De la política prefigurativa y multitudinaria en las plazas, algunos quincemayistas
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 227
vieron la oportunidad de hacer política organizada, programática, electoral. De for-
ma más estructurada, desde Madrid irrumpe un nuevo partido político: Podemos,
que sorprende a todo el mundo porque al poco de haber nacido, consigue un gran
número de votos en las elecciones al Parlamento Europeo en 2014. Los años poste-
riores, contagiados por este éxito, surgieron plataformas ciudadanas que lograron
tomar en 2015 las alcaldías de las principales ciudades (Madrid, Barcelona, Valen-
cia, La Coruña, Cádiz…).
El artículo de Favreau deja claro que Podemos no es la transformación del 15
M en partido, pero sí que quienes fundan Podemos estaban en el 15M. Este salto de
movimiento a partido implica un cambio en las condiciones de lucha y una transfor-
mación en las estrategias y tácticas, cosa que Favreau investigará desde las trayecto-
rias y sentidos que este tránsito tiene para los propios actores. A esto hay que añadir
que Podemos no fue la única iniciativa partidaria post 15M; pero sí fue la única que
tuvo éxito y perdura. Por ejemplo, el Partido X, creado en Barcelona a partir de una
reflexión mucho más autonomista y hacker, no logró un apoyo masivo y desapareció.
A pesar de estar estructurado en círculos que intentan una relación territorial
más participativa y horizontal que los partidos convencionales, Podemos tiene una
estructura y un peso central en Madrid, utiliza los medios de difusión masiva como
la televisión (frente por ejemplo al Partido X basado en redes digitales), tiene un
programa unificado y unos rostros visibles de liderazgo masculino (aunque cabe
señalar la relevancia de portavoces mujeres como Irene Montero).
Vemos entonces la oscilación de una movilización social apenas articulada
como red —la multitud conectada en las plazas del 15M—, hacia un partido polí-
tico constituido como máquina electoral, con un líder muy visible, Pablo Iglesias, y
una serie de personajes con gran habilidad discursiva como vanguardia universita-
ria. Simplificando: la “multitud” del 15M frente al “pueblo” de Podemos. Revisemos
esta oposición y este tránsito: de la política de la autonomía (la multitud) a la polí-
tica de la hegemonía (el pueblo).
Los teóricos autonomistas como Paolo Virno (2004), Michael Hardt y Antonio
Negri (2004) retoman la idea de multitud global para explicar los nuevos fenóme-
nos de luchas globales de inicios de siglo (como el movimiento altermundista o an-
tiglobalización), que se opone a la idea de “pueblo” de Hobbes y por consiguiente a
todo el pensamiento que justifica la forma Estado. Así lo explica Paolo Virno: “Ambas
polaridades, pueblo y multitud, reconocen como padres putativos a Hobbes y Spi-
noza. Para Spinoza, la multitud representa una pluralidad que persiste como tal en
la escena pública, en la acción colectiva, en la atención de los asuntos comunes, sin
converger en un Uno, sin evaporarse en un movimiento centrípeto” (2004, p. 21).
228 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Podemos se inclina por el “pueblo” y se inspira, tal como recoge minuciosa-
mente este artículo de François Favreau, en las experiencias de acceso al poder de
los gobiernos progresistas y populistas de América Latina, con un referente teórico
muy vinculado a las propuestas del argentino Ernesto Laclau (2005), que será im-
portado a España por los propios líderes de Podemos.
Laclau junto con Chantal Mouffe, reformularon a Gramsci en una obra clásica:
Hegemonía y estrategia socialista (1985), donde incorporan el giro posestructuralista
como enmienda al marxismo ortodoxo y al materialismo histórico. Critican enton-
ces la ontología del sujeto revolucionario basado en la clase social, y reivindican
la capacidad de transformación histórica y contingente, basada en operaciones de
significación que crean identidades no dadas, que nunca están cerradas, sino abier-
tas a la articulación.
En oposición, los autonomistas Negri y Hardt plantean la hipótesis de la mul-
titud como la capacidad de transformación inmanente de una diversidad total sin
mediaciones y sin generar identidad. El 15M, como multitud en las plazas, no creó
unidad y pregonó la diversidad, la autonomía de los nodos en la forma de red dis-
tribuida. Como dirían Deleuze y Guattari (1997, p.12): “Lo múltiple hay que hacerlo,
pero no añadiendo constantemente una dimensión superior, sino, al contrario, de
la forma más simple, a fuerza de sobriedad, al nivel de las dimensiones de que se
dispone, siempre ‘n menos 1’ (sólo así, sustrayéndolo, lo Uno forma parte de lo
múltiple). Sustraer lo único de la multiplicidad a constituir: escribir a n-1”.
Por el contrario, la política de la hegemonía busca la articulación de las di-
versas demandas no satisfechas de la sociedad alrededor de una de ellas, o de un
líder, o de una nación, o de un grupo, que se erige en “significante vacío” (Laclau,
1996; 2005) y que permite la emergencia de un sujeto unitario llamado “pueblo” y
finalmente el asalto al poder.
Podemos se inclina por ello27 y se inspira, tal como recoge minuciosamente
este artículo de François Favreau, en las experiencias de acceso al poder de los
gobiernos progresistas de América Latina de la primera década del siglo XXI. Lo
27 Este comentario no pretende poner en cuestión la propia disquisición teórica al interior de Podemos, per-
meada por las posturas y debates de sus líderes, que no en vano son profesores de ciencia política. Según
estos actores, el partido sólo reconoce la inclinación populista hasta 2016 y posteriormente dice orientarse
por las propuestas de Boaventura de Sousa Santos. Mi análisis se sostiene al margen de ello, contrastando
simplemente la política de partido que busca la toma del poder, con la forma movimiento que irrumpe en las
plazas y en las redes como fue el 15M. Tampoco quiero hacer un juicio de valor de cuál es mejor o peor, sino
que son ambas necesarias y no excluyentes: una sirve para acceder a las instituciones a través de elecciones,
la otra para prefigurar otros sentidos de lo común y politizar las vidas. La transformación social hoy pasa por la
capacidad de abrir espacios en ambas vías.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 229
relevante del trabajo de Favreau es la forma minuciosa en que logra rastrear cómo
estas influencias tan singulares integradas en las trayectorias personales de los
líderes de Podemos, desestabilizan también la forma de entender la política de par-
tidos en España y en Europa, poniendo en el centro cuestiones de enorme trascen-
dencia política como la diferente conformación de los Estados modernos a partir
de temas como la colonialidad, la articulación hegemónica, siempre defectuosa de
la unidad del pueblo, y los sentidos de la participación y la democracia.
Referencias
230 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
SUBJETIVACIÓN
POLÍTICA Y NUEVOS
FEMINISMOS
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 231
233
Resumen
El 3 de mayo de 2016, el hallazgo del cuerpo sin vida de Lesvy Berlín Osorio en las inme-
diaciones del campus principal de la UNAM, daba un mensaje muy claro a las mujeres de
esa comunidad escolar: aquí tampoco están seguras. La respuesta de estas mujeres ante
la destrucción que este feminicidio, aunado a un continuum de violencia, ha dejado en su
comunidad, fue vincularse, resistir, accionar, imaginar otros mundos posibles y princi-
palmente cuidar una de la otra con un acuerdo y objetivo en común: seguir vivas. Ante
esta problemática surgen las siguientes interrogantes ¿Es posible hablar de una política
de mujeres? De ser así, ¿cuáles son las claves de esa política? ¿Cuál es el deseo que las
motiva? ¿Qué es lo común que atraviesa su accionar político? ¿Cómo se teje la trama del
cuerpo individual y colectivo en esta política? El propósito de este texto es precisamen-
te el de analizar las acciones políticas y de resistencia, que las mujeres de esa comunidad
universitaria llevan a cabo para hacer visible el entramado de violencias que sobre sus
cuerpos se ejercen dentro de la institución, organizándose políticamente y haciendo
énfasis en el cuidado del cuerpo individual y colectivo.
Palabras clave:
Feminicidio, violencias, corporalidad, enunciación política
Introducción
El presente artículo forma parte de la tesis Acción y resistencia feminista: prácticas po-
líticas de mujeres en la UNAM a raíz del feminicidio de Lesvy Berlín. Tomé como objeto
1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: nallely78@gmail.com
empírico el feminicidio de Lesvy Berlín, ocurrido en Ciudad Universitaria, porque me
interesa analizar las acciones políticas y de resistencia que las mujeres de esa comuni-
dad universitaria llevan a cabo para hacer visible el entramado de violencias que sobre
sus cuerpos se ejercen dentro de esa institución, organizándose políticamente y hacien-
do énfasis en el cuidado del cuerpo individual y colectivo. Me interesa mostrar sus for-
mas de vinculación, sus consensos y disensos, el lugar de enunciación de sus prácticas
políticas, de resistencia y transformación del espacio que habitan, un “hacer territorio”.
Considero importante conocer y describir cómo las nuevas formas de accionar política-
mente les permiten luchar contra las violencias anquilosadas, situadas desde corrientes
feministas diversas que encuentran en la vida un eje en común. ¿Es posible hablar de
una política de mujeres? De ser así, ¿cómo la hacen? ¿Cuál es el deseo que las motiva?
¿Qué es lo común que atraviesa su accionar político? ¿Cómo se teje la trama del cuerpo
individual y colectivo de su lucha? Estas son las reflexiones que nos interpelan en la
investigación a realizar. En este texto hago una descripción del objeto empírico pro-
blematizado a partir de las categorías teóricas: el género como sistema social y cultural
pero también como dispositivo de poder al igual que el patriarcado, la figura del delito
de feminicidio, el cuerpo individual-colectivo como territorio y espacio de enunciación
política. La perspectiva teórica de abordaje es el feminismo, al que entiendo como un
movimiento social, una postura ética y política que ha trazado el camino para que las
mujeres incursionen activamente en la transformación de una sociedad que las estig-
matiza y asesina por la lectura que se hace de sus cuerpos.
234 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
como un feminicidio2. Cabe destacar que meses después del suceso, Araceli Osorio, ma-
dre de Lesvy, declararía que los videos de prueba que formaron parte del caso fueron
revisados por autoridades de la institución universitaria a las horas de hallado el cuer-
po, y que a través de la Abogada General de la institución, Mónica González Contró se
le haría saber que en esas grabaciones no había nada importante para aclarar la muerte de
su hija3. La UNAM habría estado al tanto desde el inicio de las condiciones en que Lesvy
fue asesinada y guardaría silencio ante la hipótesis del suicidio sostenida por la Procu-
raduría General de Justicia del Distrito Federal.
Ante los hechos que se sucedieron a raíz del feminicidio de Lesvy Berlín, las mu-
jeres de la comunidad universitaria se organizaron e iniciaron una serie de acciones
en protesta: movilizaciones, caminatas nocturnas, concentraciones conmemorativas e
informativas de las estrategias a seguir, activismo en redes, asambleas, conversatorios,
performances, acciones directas de intervención a símbolos y espacios físicos, cierre de
vialidades, sesiones de autodefensa en donde Lesvy fue encontrada y en otros espacios
del campus, publicaciones e incluso la propuesta de la elaboración de un memorial, son
los repertorios de acción que se han llevado a cabo desde que ocurrió el feminicidio
hasta la fecha, tanto en Ciudad Universitaria (C.U.) como en otros campus de la UNAM.
Estos acontecimientos me llevaron a reflexionar sobre cómo el feminicidio de Lesvy
Berlín, además de revelar la crisis de seguridad al interior de la institución, evidencia la
normalización de un entorno violento que las mujeres de esa comunidad viven cotidia-
namente y que impacta principalmente en sus cuerpos, exponiéndolas y a la vez invisibi-
lizándolas. Guiomar Rovira señala que el pensamiento crítico y el imaginar el mundo de
otra manera, parte de la interacción humana y de las experiencias concretas de lucha y
de vida compartidas (Rovira, 2015, p. 10). Las mujeres integrantes de esa comunidad uni-
versitaria, en su mayoría estudiantes, ante este continuum de violencia comenzaron a orga-
nizarse e iniciaron una serie de acciones políticas para hacer visible la estructura violenta
y patriarcal de la institución, la cual guarda profundas similitudes con las condiciones del
país en cuanto a la violencia contra las mujeres y su acceso a la justicia. Para Diana Russell
2 El 5 de agosto de 2017, en una concentración en rectoría por los tres meses del asesinato de Lesvy, una de las
exigencias por parte de colectivos feministas hacia el rector Enrique Graue, fue que se pronunciara frente al
feminicidio de Lesvy como tal.
3 Las cámaras del campus registrarían que 10 minutos antes de la muerte de Lesvy, ella y su entonces pa-
reja sentimental, Jorge Hernández, discuten y él la golpea en el rostro con una cadena para pasear perros
y como en otro momento, rodea con sus brazos el cuello de ella. Otra escena los muestra a ambos en la
cabina en donde Lesvy sería encontrada muerta. Ver https://elpais.com/internacional/2017/07/12/mexi-
co/1499878140_114262.html
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 235
nombrar y definir las formas de opresión femenina, puede jugar un papel crítico en las
movilizaciones de las feministas para tratar de combatir el problema (Russell, 2006, p. 65).
La UNAM es la segunda institución mexicana con mayor credibilidad en el país.
De acuerdo con la encuesta realizada por Buendía y Laredo4, la institución cuenta con
el 67% de aprobación, después de la Armada de México con 71% y seguida por la iglesia
católica con un 63% (Portal UNAM. 2017: web). En junio de 2017, el QS University Ran-
kings for Latin America5 colocaba a la UNAM en el tercer lugar de las 89 universidades
latinoamericanas, y entre las 200 mejores del mundo. En su página de internet, la ins-
titución es descrita como protagonista de la historia y de la formación del país (UNAM,
2017: web). En contraste y según datos recientes, este clima de violencia ha sido una
constante dentro del campus, que de 2006 a 2017 ha contabilizado cinco desaparicio-
nes de estudiantes, 300 ataques sexuales y 36 asesinatos (Camacho, 2017). En datos
específicos sobre violencia contra las mujeres, 4 de cada 10 entre trabajadoras, alumnas
y administrativas se han sentido vulneradas por el acoso y hostigamiento sexual, que
van desde imágenes, bromas o comentarios humillantes y sexistas hasta ser obligadas
a tener relaciones sexuales, ya sea por estudiantes o profesores.
De 2002 a 2017 han tenido lugar cuatro hechos violentos contra mujeres con carac-
terísticas que pueden clasificarlos como feminicidios: el 27 de abril de 2002 Areli Osor-
no, estudiante de ingeniería de 28 años, fue encontrada estrangulada presuntamente en
instalaciones de la UNAM y su cuerpo depositado en bolsas negras en el estacionamien-
to del Museo Universum (Vela, 2002); a diez días de ese hecho, Cristel Estibalí Álvarez
García de 21 años, estudiante de la Facultad de Ciencias Exactas, fue asesinada de dos
disparos de arma de fuego en el interior de las instalaciones del campus universitario
(Quintero, 2002). Ambas fueron presuntamente asesinadas por sus ex parejas. En 2010
Adriana Morlett desapareció después de sacar un libro de la biblioteca central de la
UNAM. Sus restos fueron encontrados al sur de la ciudad en la carretera al Ajusco (Cor-
tés, 2017). Adriana no volvió a su casa, pero el libro que Adriana pidió en préstamo fue
devuelto a la biblioteca mientras ella continuaba desaparecida.
Ni el caso de Areli Osorno ni el de Cristel Estibalí fueron clasificados como femini-
cidios. El caso de Adriana Morlett fue nombrado como tal en un titular de prensa siete
236 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
años después de sucedido al relacionarlo con el feminicidio de Lesvy Berlín. No hay
registros de movilizaciones dentro de la universidad en ninguno de los tres casos de
acuerdo con lo que se ha investigado hasta ahora. Sólo en el caso de Adriana Morlett, en
conmemoración por su cumpleaños, alrededor de cien personas entre amigos y familia-
res se reunieron en la facultad de Arquitectura para recordarla, y posteriormente hacer
un ritual maya en su nombre a petición de familiares como una medida desesperada
para conocer su paradero.
Cito aquí el testimonio de una estudiante universitaria recopilado en redes: “Sali-
mos a marchar por Lesvy no porque su feminicidio fuera más importante que los otros,
sino porque este feminicidio nos decía que las mujeres ya no estábamos seguras en
ningún lugar, ni siquiera en la UNAM, que para muchas es nuestra casa6”.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 237
fera se percibió distinta, pesada a decir de algunas asistentes, se sentía una especie de
reticencia, indiferencia e incluso gestos de burla por parte de quienes presenciaban el
desarrollo de la marcha, incluso la desaprobación con miradas y risas hacia las mani-
festantes. Había una especie de confrontación velada con la mirada, fue en este lugar
donde las consignas se escucharon con más fuerza.
A su paso por la universidad, las manifestantes hicieron pintas en las paredes, en el
piso, en escaleras y edificios: “Vivas nos queremos”, “Ni una más”, “UNAM feminicida”
se leía en distintos espacios de Ciudad Universitaria. Fue en el transcurso de la movili-
zación cuando el rostro de Lesvy, como era en vida, circuló por primera vez, impreso en
fotocopias en blanco y negro y pasando de mano en mano. Algunas mujeres conserva-
ban las hojas con su imagen, otras las pegaban en los muros.
La marcha se detuvo en la cabina telefónica donde Lesvy fue encontrada, mientras
las primeras mujeres que llegaban al lugar pedían guardar silencio, quienes venían de-
trás seguían coreando las consignas y poco a poco callando ante la petición. Las mujeres
que estaban más cerca de la cabina montaron un altar con flores, pancartas, veladoras y
la foto impresa del rostro de Lesvy en las copias repartidas. Se guardó silencio, se grita-
ron consignas, se leyeron poemas, algunas madres que perdieron a sus hijas por el deli-
to de feminicidio tomaron la palabra entre gestos de tristeza y sollozos de las asistentes.
Al terminar la ceremonia improvisada, la marcha siguió su trayecto a rectoría. Al
llegar a la Biblioteca Central, se hizo una parada más. Algunas mujeres integrantes de
la marcha cubrieron sus rostros con pañuelos, se dirigieron al letrero #HechoEnCU y lo
intervinieron con pintas. “#MuertaEnCU”, “#SiMeMatan”, “UNAM Encubre Violado-
res” “Justicia” “No Estás sola” entre otras frases que escribieron sobre las letras blancas,
otras asistentes derramaron pintura roja. Una de estas mujeres se colocó frente a las
letras y se desnudó, traía en sus manos una copa con sangre menstrual, la cual vació
sobre las letras mientras gritaba “Esta es la única sangre que las mujeres tendríamos
que derramar”. El resto de los asistentes contemplaba la escena, otros tomaban fotos.
El ambiente era una combinación entre euforia e indignación.
Ya en Rectoría, se anunció que la madre de Lesvy llegaría en cualquier momento.
Araceli Osorio contaría meses después que mientras realizaba los trámites para que el
cuerpo de su hija le fuera entregado, se enteró que una manifestación en honor a su
hija se desarrollaba en Ciudad Universitaria y se dirigió al lugar para reunirse con las
manifestantes.
El mismo día de la marcha, ya por la noche, las redes sociales estallarían pero ahora
no por el feminicidio de Lesvy, sino por las pintas en distintos espacios de Ciudad Uni-
versitaria, principalmente por las realizadas al letrero #HechoEnCU. Adjetivos como
“vandálicas”, “mujeres locas”, “feminazis” era la constante en los tuits de las personas
238 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
que se identificaban como “buenos universitarios” y que expresaban su desacuerdo por
lo que consideraban un daño al patrimonio cultural universitario. Algunos jóvenes que
se identificaron como estudiantes acudieron a lavar las letras en “desagravio al espíritu
universitario y a la UNAM”. Al día siguiente el letrero #HechoEnCU fue retirado y pos-
teriormente remplazado por un letrero totalmente blanco.
Desde la plataforma Change.org se lanzó una petición firmada por estudiantes y
dirigida al rector de la UNAM y a la directora del Programa Universitario de Estudios de
Género, la Dra. Ana G. Buquet; en la petición se solicitaba que los grupos feministas de la
UNAM pagaran la reparación de los daños.
Ante la indignación por las pintas en las letras, la pregunta en el aire fue ¿valen
más unas letras que mostrar la inseguridad que vivimos las mujeres en la UNAM, que
se abuse de nosotras en un campus universitario, que caminemos con miedo?
La respuesta de las autoridades de la UNAM fue la instalación de rejas en el perí-
metro exterior e interior de Ciudad Universitaria durante el periodo vacacional poste-
rior al feminicidio; se colocaron más cámaras de vigilancia y el ingreso de los taxis sólo
se permitiría con pasaje. Entre otras medidas anunciadas se habló de la instalación de
torniquetes en algunas facultades y que el acceso a ellas sólo sería posible con la cre-
dencial oficial de la institución, el levantamiento de muros y el aumento de elementos
del grupo de vigilancia interna “Seguridad UNAM”. Las autoridades de la ciudad de
México y la UNAM acordaron la inclusión de elementos de vigilancia de la Secretaría
de Seguridad Pública en exteriores de la universidad (2017). Las y los estudiantes de-
nunciaron que estas iniciativas, lejos de proveerles seguridad humana, sólo buscaban
la seguridad del Estado, y que se sumaban a las medidas de criminalización y vigilancia
ya existentes en perjuicio de las y los alumnos, y mencionaban como ejemplo el espio-
naje que se hizo al grupo de expertos del caso Ayotzinapa en la Facultad de Filosofía
y Letras.7
7 Declaraciones que forman parte del comunicado leído por las estudiantes organizadas de la Facultad de Filo-
sofía y Letras en la concentración por los tres meses del feminicidio de Lesvy.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 239
Estado de derecho que favorece la impunidad.
[…] es la consecuencia de la infracción femenina a las dos leyes del patriarcado: la norma
del control o posesión sobre el cuerpo femenino y la norma de la superioridad masculina
(…) los crímenes del patriarcado o feminicidios son, claramente, crímenes de poder, cuya
función es, en este modelo patriarcal, la retención o manutención y la reproducción del po-
der”, pero además estos crímenes cumplen una función de cohesión colectiva al sancionar
y tomar posesión de los cuerpos de las mujeres. Ellas se vuelven el territorio a dominar, en
dónde la demostración de poder sobre sus cuerpos cumple además una fuerza normaliza-
dora de la sociedad. (Segato, 2006, pp. 4-6).
[…] la mujer (…) siendo como todo ser humano una libertad autónoma, se descubre y se
elige en un mundo donde los hombres le imponen que se asuma como lo Otro, se pretende
fijarla como objeto (…) el conflicto de que todo sujeto que se plantee siempre como lo esen-
cial y las exigencias de una situación como lo inesencial (Beauvoir, 2012, p. 31).
Entre cada punto del cuerpo social, entre un hombre y una mujer, en una familia, entre un
maestro y su alumno, entre el que sabe y el que no sabe, pasan relaciones de poder que no
son la proyección pura y simple del gran poder del soberano sobre los individuos; son más
bien el suelo movedizo y concreto sobre el que ese poder se incardina, las condiciones de
posibilidad de su funcionamiento (…) El poder se construye y funciona a partir de poderes,
de multitud de cuestiones y de efectos de poder (Foucault, 1979, p. 157).
Son en las regiones de la política y la sexualidad en donde el discurso, lejos de ser ese ele-
mento transparente o neutro en el que la sexualidad se desarma y la política se pacifica,
donde se ejercen de manera privilegiada algunos de sus más temibles poderes. Por más que
en apariencia el discurso sea poca cosa, las prohibiciones que recaen sobre él revelarán muy
pronto su vinculación con el deseo y el poder (Foucault, 2002, p. 15).
[…] el poder no puede prescindir de la violencia, se funde con ella hasta hacerse indiscer-
nible. El poder es la faceta instituyente de la violencia, es condición y secuela del poder. El
poder da un alcance omnipresente, duradero, totalizador a la fuerza puntual, a los alcances
locales de la violencia. Las estrategias de poder tienen un impulso expansivo. Revelan una
vocación de integración absoluta, se diseminan; pretenden la invisibilidad, pero a la vez
que anulan, crean identidades, conllevan la supresión, exclusión o destrucción material y
simbólica de cualquier régimen de acciones desviadas, indóciles (Mier, 2005).
8 El jueves 27 de julio, Joselin Baltierra de 18 años, fue violada y asesinada brutalmente alrededor de las 9 de la
mañana a sólo unos pasos de su hogar en Ecatepec. Sus restos serían encontrados en la carnicería de uno de
los municipios más peligrosos para ser mujer del Estado De México. La nota completa en https://elpais.com/
internacional/2017/08/05/mexico/1501899262_897519.html
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 243
Surgen muchas preguntas ante el panorama hasta ahora trazado. ¿Qué hizo posi-
ble que una institución con las características y cualidades que ostenta la máxima casa
de estudios, referente a nivel nacional por su excelencia académica, y considerada la
segunda institución con mayor credibilidad en el país, despertara con el cuerpo de una
mujer pendiendo de una cabina telefónica en su campus principal? Si la violencia que
se muestra es un reflejo de la violencia que no se ve, ¿qué violencias al interior de la
UNAM tienen lugar? ¿Cuál es la función cohesiva de estas violencias en la institución?
¿Cómo pueden ser interpretados estos repertorios de violencia contra las mujeres en
la UNAM dentro de este sistema patriarcal? En esta fusión de poder y violencia que
tienen como expresión final el feminicidio como expropiación del cuerpo ¿qué cuerpos
están en riesgo de ser expropiados, borrados en el plano físico y simbólico? ¿Cómo re-
fuerza el borramiento de la diferencia al sistema patriarcal? ¿Cómo podemos pensar la
complejización de las violencias en este espacio universitario? ¿Es la UNAM una micro
representación de lo que sucede en México?
Si la violencia es estructural y el sujeto histórico puede cambiar las estructuras, las
mujeres como sujetos históricos con su lucha modifican la estructura de como habitar
el espacio, un espacio de disciplina y un espacio que le pertenece al Estado. El movi-
miento feminista ha tenido siempre muy claro que la política es un tema que pasa por
los cuerpos, y son las mujeres quienes saben cómo el cuerpo, su habitar y los agravios
al mismo, transforman.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 245
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 247
COMENTARIA AL TEXTO
Este artículo reflexiona sobre las características de las acciones políticas que se es-
tán llevando a cabo en el ámbito universitario a raíz del feminicidio de Lesvy Berlín
Osorio. Este feminicidio, que según la autora puede pensarse como un detonante
de la acción política de colectivos feministas, también abre las posibilidades de
discutir, visibilizar, evidenciar una problemática que no es nueva, pero que se ha
mantenido soterrada por décadas y que aún ahora intenta mantenerse oculta, so-
bre todo porque incomoda y desenmascara espacios que se consideran prestigiados
como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Son justamente los
colectivos de mujeres organizadas, o también mujeres a título personal, quienes
están cuestionando estos supuestos desde su base fundamental: el patriarcado
El detallado seguimiento que hace la autora permite observar cómo, a par-
tir del feminicidio, se despliega un repertorio de acciones políticas que van desde
marchas y mítines en espacios diversos del campus universitario, hasta muy varia-
das expresiones en el espacio virtual como la creación y dispersión de hashtags o
campañas en internet exigiendo justicia; pero sobre todo esta descripción arroja
luz sobre la manera en que estas acciones políticas denotan una confrontación
más profunda entre diversos grupos sociales presentes en la UNAM, y que son
una muestra de la reproducción de roles y prejuicios que están presentes en otros
ámbitos sociales.
Otra de las vertientes interesantes del artículo es que el texto se inscribe en
discusiones fundamentales sobre el cuerpo, la violencia y el poder para entender
los niveles de violencia a los que están expuestas las mujeres en esta época neo-
liberal; presenta un acercamiento a las reflexiones teóricas sobre el feminicidio y
sus características; la autora retoma perspectivas feministas contemporáneas para
definir estos crímenes como “la consecuencia de la infracción femenina a las dos
leyes del patriarcado: la norma del control o posesión sobre el cuerpo femenino y
la norma de la superioridad masculina (…) los crímenes del patriarcado o feminici-
dios son, claramente, crímenes de poder, cuya función es, en este modelo patriar-
cal, la retención o manutención y la reproducción del poder” Segato (2006, pp. 4-6).
248 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Con este punto de partida hace un acercamiento a la relación cuerpo-territorio en
disputa retomando las sugerentes ideas de Emannuella Borzacchiello (2017), quien
señala que “los cuerpos de las mujeres se usan para delimitar el territorio”, con lo
que nos aproxima a una de las líneas de trabajo de los feminismos actuales que
vuelve a poner en tela de juicio la relación entre los espacios públicos y privados,
prohibidos y permitidos, seguros o peligrosos, y por lo tanto apropiados e inapro-
piados en función de las mujeres, sus roles de género y sus actividades.
El feminicidio de Lesvy Berlín, punto de partida de este trabajo y la reflexión
que produce, lleva a la autora a plantearse un conjunto de interesantes preguntas
/vías de escape/miradas posibles de este complejo fenómeno, ¿Cuál es la función
cohesiva de estas violencias en la institución? ¿Cómo pueden ser interpretados es-
tos repertorios de violencia contra las mujeres en la UNAM dentro de este sistema
patriarcal? En esta fusión de poder y violencia condensada en la figura del femini-
cidio ¿qué representaciones de mujeres intentan borrarse y cuáles perpetuar en el
plano físico y simbólico? ¿Es la UNAM una micro representación de lo que sucede
en México? Estas preguntas que cuestionan tanto los espacios universitarios como
la sociedad en su conjunto, abren las posibilidades para la acción política que se
desarrolla dentro y fuera de la UNAM.
Rerefencias
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 249
251
Resumen
En este texto propongo una reflexión crítica del feminismo contemporáneo, conside-
rando el desarrollo histórico de los procesos de lucha política de las mujeres en los que
se inscribe, permitiéndonos pensar la corporalidad y su relevancia dentro de la lucha
feminista actual. Este trabajo se inscribe dentro del marco de la investigación para mi
tesis de maestría del programa de Comunicación y Política de la UAM-Xochimilco. Co-
mienzo describiendo el contexto de violencia ejercida sobre los cuerpos de las mujeres
del estado de Michoacán, que no pocas veces terminan en el asesinato y que nos obli-
gan, por lo tanto, a poner en el centro las cuestiones del cuerpo, lo que me permite
continuar con un desarrollo teórico-reflexivo de la lucha feminista y de la potencia de
pensar el cuerpo como proyecto político de resistencia y subversión.
Palabras clave
Violencia de género, corporalidad, feminismo, procesos políticos.
Introducción
El 11 de diciembre de 2006 se inició en Morelia, Michoacán, el operativo denominado
Operación Conjunta Michoacán, en el que fueron enviadas tropas federales al estado con
la intención de poner fin a la violencia provocada por los cárteles de la zona; esta ope-
1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: itzel_840@hotmail.com
ración forma parte de la primera etapa de lo que después se conocería como “Guerra
contra el narcotráfico”, iniciativa del entonces presidente originario de dicha región.
La guerra contra el narcotráfico ha agudizado el problema de la violencia en Mi-
choacán y en el país. Para afrontar el problema de la violencia en general, y de la violencia
de género en particular, distintas organizaciones, colectivos y activistas han manifes-
tado su solidaridad y desacuerdo proponiendo una serie de actividades que visibilizan
el problema de violencia y exigen el reconocimiento del feminicidio como parte de los
problemas sociales del estado.
El 27 de junio de 2016 se declaró activa la Alerta de Violencia de Género contras las
Mujeres (AVGM), en 14 de los 113 municipios2, entre ellos Morelia, siendo Michoacán el
cuarto estado de la república después del estado de México, Morelos y Jalisco. Se activa
la AVGM como resultado de acciones conjuntas entre actores sociales, principalmente
mujeres. Esta alerta forma parte de las acciones y estrategias para enfrentar y acabar
con la violencia de género y feminicida, y para combatir la desigualdad en la legislación
y las políticas públicas que atentan contra los derechos humanos de las mujeres.
Hay registros oficiales de que de 2006 a 2015, fueron asesinadas unas 800 mujeres
en Michoacán; tan sólo en 2016, la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE)
registró 110 asesinatos de mujeres, 12 de ellos fueron tipificados como feminicidios y se
reportó que los municipios con mayor incidencia fueron Jacona, Uruapan, Apatzingán,
Lázaro Cárdenas, Morelia, Numarán y Zacapu3. En lo que va del año han sido documen-
tados 36 homicidios contra mujeres, entre enero y febrero 34, y los primeros días de
marzo dos más, sólo ocho tipificados como feminicidios; para junio de 2017 se cuentan
52 mujeres asesinadas en la región4. Y a un año de la alerta de género, el 27 de julio, se
han encontrado 60 cuerpos de mujeres sin vida. Éste es sólo el caso de Michoacán pero
la problemática se extiende más allá de las delimitaciones del estado.
Ante un panorama de ascenso de la violencia de género, las mujeres que se auto-
denominan feministas han tenido que implementar distintas estrategias para afrontar
el problema feminicida y de violencia hacia las mujeres, violencia directamente ejercida
sobre los cuerpos.
En Morelia hay dos grandes ejes que se han abordado desde las luchas feministas
como parte de la lucha por la emancipación de las mujeres, uno de ellos es sobre los
derechos sexuales y la salud reproductiva, y el otro sobre la despenalización del aborto,
252 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
incorporándose la necesidad de añadir la problemática de violencia feminicida teniendo
como resultado la activación de la AVGM en 2016.
El cuerpo ha sido un tema central dentro del movimiento feminista; desde la exi-
gencia de los derechos sexuales y reproductivos, hasta su aparición como resistencia
ante las violencias y las demandas de justicia. Asumiendo la urgencia de re-pensar los
cuerpos pretendo analizar aquí las continuidades y discontinuidades que han hecho po-
sible el replantear teóricamente el cuerpo como eje primordial del feminismo, así como
las implicaciones que esto ha tenido al encontrar en el mismo cuerpo, domesticado por
siglos, la posibilidad de su resistencia desde la acción política.
La eterna lucha
Las luchas de las mujeres por la justicia y la igualdad han existido desde hace siglos.
En el siglo XVII hubo una crítica ético-política contra la desigualdad entre hombres y
mujeres, sin embargo, el reconocimiento de la participación de las mujeres en los pro-
cesos políticos y sociales como parte de un movimiento de liberación más amplio, no
homogéneo, de mujeres con la consigna explicita a favor de los derechos y la libertad
de las mujeres es más reciente. Pueden encontrarse antecedentes de este movimiento
político, económico, cultural y social, denominado feminismo, a finales del siglo XVIII,
sin tener aún una denominación clara.
Para comenzar a hablar de feminismo debemos, como dice Frida Saal, comenzar
por no olvidar que
[…] más que de feminismo habría que hablar en plural: feminismos. Porque se trata de una
pluralidad de organizaciones y grupos con diferentes grados de consistencia orgánica, dife-
rentes reivindicaciones, diferentes modalidades para enfrentar la oposición y también di-
ferentes compromisos políticos. No son movimientos homogéneos ni podrían serlo. (Saal,
1981, p. 33).
Coincidimos con Eli Bartra cuando dice que “La lucha feminista siempre ha sido
fundamentalmente política. […] es también una filosofía política” (Bartra, 2002, p. 70),
pues hablar de la opresión de las mujeres a lo largo de la historia es un asunto políti-
co, necesariamente fundado en relaciones de poder asimétricas dentro de un sistema
asimétrico para hombres y mujeres, privilegiando a los primeros y perjudicando a las
segundas: el patriarcado.
En su texto Tres décadas de Neofeminismo en México, Eli Bartra nos aporta un reco-
rrido de las transformaciones de las luchas feministas desde los años setenta, ahí men-
ciona que “durante toda la década de 1980, cada vez que se hacía una reunión feminista
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 253
se constataba una y otra vez, que asistía siempre más o menos la misma gente y si había
nuevas mujeres, no eran jovencitas de 20 años” (Bartra, 2002, p. 68).
Sin embargo, pasando ya otros 15 años a partir de su escrito, vemos que en la
actualidad hay cada vez más mujeres jóvenes interesadas en el feminismo y acercán-
dose a distintos grupos y desde distintas prácticas. ¿Cómo podemos explicar este
nuevo interés por el feminismo? ¿Cómo podemos entender la incorporación cada
vez mayor de jóvenes a las acciones y discusiones feministas? Y más aún ¿Puede ser
explicada sin el contexto de violencia extrema que se vive en la actualidad y que llega
a culminar en el asesinato de mujeres? ¿Y qué nuevas posibilidades abre para ellas que
deciden llevar a cabo una lucha política y social en y desde el feminismo, en y desde
los cuerpos?
Eli Bartra nos dice además que con la institucionalización y legitimación del femi-
nismo en la década de 1990 en organizaciones gubernamentales, no gubernamentales
y en la academia
El reto que enfrenta el movimiento de las mujeres es el de encontrar formas de lucha que,
a la vez que liberen a las mujeres de la casa, eviten, por un lado, una esclavitud doble y, por
otro, nos impida llegar a otro nuevo grado de control y regimentación capitalista (Dalla
Costa, 1971, p. 64).
Por su parte, Silvia Federici, asegura que al analizar el capitalismo desde el punto
de vista de la reproducción social, se demuestra que el capitalismo no se basa sólo en el
trabajo asalariado, esto quiere decir que se desarrolla no sólo dentro de las fábricas, sino
en la sociedad con la creación de relaciones capitalistas como terreno fundamental de
la acumulación. Con ello pone el énfasis en “la forma natural” de la reproducción social
y no sólo en la producción de capital. Por lo que “el discurso del trabajo doméstico, de
la diferencia de género, de las relaciones hombre/mujer y de la construcción del modelo
femenino, es fundamental” (Federici, 2009, p. 415).
En su obra Calibán y la bruja, Silvia Federici presenta un recorrido muy interesante
por la filosofía y la política europea desde el siglo XVI, con el propósito de rastrear el
surgimiento de un nuevo concepto de persona que pone en el centro el interés por
el disciplinamiento del cuerpo como un rasgo distintivo de la relación entre el capita-
lista y el obrero y el desarrollo de una ciencia capitalista del trabajo. Se ha entendido
“El cuerpo […] como un recipiente de fuerza de trabajo, un medio de producción, la
máquina de trabajo primaria” (Federici, 2015, p. 226). Así, sostiene que “mientras el
cuerpo es la condición de existencia de la fuerza de trabajo, es también su límite, ya que
constituye el principal elemento de resistencia a su utilización” (Federici, 2015, p. 234).
Dando continuidad a este eje teórico, la filósofa, matemática y feminista mexicana,
Raquel Gutiérrez Aguilar, parte de la tesis de que “el capital no puede pensarse sin la
reproducción de la vida, aunque su fin no sea ésta” (Gutiérrez, 2015, p. 25), para ello re-
curre, como algunas otras, a la noción de “lo comunitario”. Categoría que traerá nuevas
dificultades y reflexiones poniéndose en contradicción con la subsunción de la vida bajo
la lógica del capitalismo. Lo común da paso a pensar las relaciones sociales y la creación
de vínculos. Esta noción es resultado del intento de privatización, apropiación y mer-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 255
cantilización total del cuerpo, de la tierra, del agua, y surge como oposición, resistencia
y creación de formas de vida alternas.
Así, otro de los deslizamientos de las luchas feministas estriba en que los proble-
mas de la condición femenina radican en la expropiación del cuerpo de la mujer por el
capitalismo, además de la explotación de las tareas consideradas propiamente femeni-
nas para su sustento. Esto no quiere decir que no sean considerados los aspectos de la
producción capitalista y el salario sino que identifican maneras distintas de afrontar
la violencia ejercida por el desarrollo capitalista.
El control que el capitalismo ejerce sobre el cuerpo de la mujer no puede ser enten-
dido sino como parte del sometimiento político, ideológico y económico y como fuente
de su riqueza, pues “el cuerpo de la mujer empieza a ser visto como una máquina para
la producción de fuerza de trabajo. El útero es mirado literalmente como fábrica de
trabajadores” (Federici, 2014)5.
Las reflexiones críticas de estas teóricas feministas intentan responder a la pre-
gunta de ¿cómo orientarse para desmontar las redes de dominación masculina, patriar-
cal y capitalista? Dice Germaine Greer “lo personal sigue siendo político. La feminista
del nuevo milenio no puede dejar de ser consciente de que la opresión se ejerce en y a
través de sus relaciones más íntimas, empezando por la más íntima de todas: la relación
con el propio cuerpo” (2000, p. 505).
256 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Se inscribe sobre él la ley y sobre ella se forma pero al mismo tiempo va encontrando
maneras distintas de transformarse, expandiendo cada vez más los límites de lo sensi-
ble, de lo posible. Una interpretación crítica nos exige una lectura que no se reduzca a su
descripción física, orgánica, más allá de la percepción cotidiana, no sólo nos demanda
ver sino mirar. Leemos los cuerpos, les atribuimos significado pues el cuerpo no sólo
condensa significados sino que además los produce, por lo tanto es productor de senti-
do, su significar no está en él mismo, lo atraviesa y lo desborda.
Por miles de años los cuerpos de las mujeres han sido reducidos a objetos, de violen-
cia, de deseo, de poder, siendo reducidas a ‘objetos-cuerpo’, para ser apropiadas, intercam-
biadas, vendidas, transferidas y asesinadas. La sexualidad, además, ha quedado reducida
a un proceso puramente reproductivo, su cuerpo ha sido domado, hasta el punto de ser
negado, sus prácticas contenidas y sus vientres controlados. Esta domesticación, debe-
mos decirlo, no es puramente física, está inscrita en lo más profundo de la psique.
Si la mujer ha aprendido a adoptar las insignias de la feminidad establecida, los
‘adecuados’ modales, los gestos, las posturas, las ropas, la vigilancia constante sobre sí
misma ¿qué significan estas nuevas formas de vivir la feminidad? ¿Sigue siendo consi-
derada como tal? ¿Qué es lo que permanece y qué lo que se modifica? Desde el cuerpo
se expresan otras formas de “ser mujer”. Se cuestionan y transgreden las insignias de la
feminidad establecida.
Los cuerpos condensan significados. En ellos se expresan las huellas de nuestras
vidas, se manifiestan los modos en los que hemos sido formados. En nuestros cuerpos
se manifiesta la forma en la que nos hemos convertido en sujetos, pero no como una
forma estática, detenida en el tiempo y el espacio, sino en medio de contradicciones.
Sin embargo, nuestros cuerpos gritan también sus transformaciones, las formas en las
que van siendo subjetivados. Así, “el cuerpo se concibe entonces, como un lugar por
excelencia para explorar la construcción de diferentes subjetividades así como para re-
conocer la labor minuciosa del poder disciplinario y productivo actuando sobre esos
cuerpos” (Muñiz, 2015, p. 47).
Se niega el cuerpo porque el cuerpo es la fuerza, la amenaza desde donde se puede
luchar. La reapropiación de un cuerpo que es suyo (de la mujer) pero que no le pertene-
ce, que ha sido objetivado, cosificado, que le ha sido arrebatado, que se ha vuelto objeto
para otro que no es ella misma se vuelve un tema central en la lucha por la libertad, pues
es también en los cuerpos en donde recae la más brutal de las violencias machistas y ca-
pitalistas actuales. Ante este hecho ¿cómo podemos pensar entonces la re-apropiación
del cuerpo como parte importante en la subjetivación femenina y en la lucha feminis-
ta? ¿Qué posibilidades de expresión podemos tener sobre y desde nuestros cuerpos?
¿Cómo se vuelve estrategia de lucha política?
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 257
Creemos que a partir de las reflexiones del feminismo, es posible continuar pen-
sando y cuestionando las formas de dominación y opresión sobre los cuerpos de las
mujeres, además de los mecanismos de control y violencia ejercidos sobre ellos durante
siglos. Creemos que además, que se abre la posibilidad de poder acercarnos a pensar
los cuerpos desde otras perspectivas y dimensiones, considerando la particularidad de
los cuerpos de las mujeres, pues no todos los cuerpos son iguales, y las implicaciones
que esto tiene en los procesos de subjetivación, así como las formas de trasformación
significante de los cuerpos en el desarrollo de la lucha política.
Así, pensamos que la recuperación del propio cuerpo resulta ser un aspecto central,
que supone rebelarse en diferentes planos constituyendo una de las armas más útiles
para la crítica de lo existente, permitiendo “salir de la trampa de feminizar el mundo
masculino, para plantearse, más bien, la desorganización de las estructuras, materiales
y simbólicas” del predominio masculino (Gutiérrez, 2014, p. 182). Tanto Raquel Gutié-
rrez (2014) cuando habla sobre la libre disposición de sí (p. 180), como Mariarosa Dalla
Costa al reflexionar sobre la disponibilidad del propio cuerpo (Dalla Costa, 2006, p. 268),
analizan críticamente los profundos niveles de opresión y dominación ejercida sobre las
mujeres, en el cuerpo, abriendo la posibilidad de pensar formas distintas de la acción
política donde el cuerpo aparece como “medio de subversión” en las “prácticas dirigidas
a su reapropiación por parte de los sujetos” (Muñiz, 2015, p. 54) .
Subjetivación y cuerpo no pueden separarse, se implican mutuamente. Sus signifi-
caciones, que van más allá de sí mismo, pues no pueden desvincularse de la cultura a la
que pertenecen, vehiculan procesos de identidad e identificación. El cuerpo resulta ser
territorio en donde se tensan multiplicidad de discursos que conforman al sujeto, que
delimitan y potencian las posibilidades de expresión y acción.
El cuerpo es también lugar de la memoria social, de las memorias vivenciales, mar-
cado por diversas determinaciones de género, de raza, de clase. En él se condensa la his-
toria de la humanidad con sus transformaciones, con sus nuevas formas de expresarse.
En él descubrimos nuestras potencialidades y también nuestras debilidades.
Así, las manifestaciones en y desde los cuerpos de las mujeres son síntoma de proce-
sos y transformaciones sociales de mayor magnitud. Los cuerpos son “el medio de trans-
misión de la realidad material.” (Buck-Morss, 2009, p. 28) Pero no es precisamente que
representen la realidad sino que son parte de esa realidad a la cual nos permiten acercar-
nos. Una realidad que constituyen y por lo tanto cambian con sus transformaciones.
Con todo esto coincidimos con Elsa Muñiz en la necesidad de acercarnos a la proble-
mática del cuerpo desde una “mirada transdisciplinaria”, considerándolo “punto de parti-
da y llegada/retorno de la materialización”, en una idea de “recursividad”, que nos permita
pensar el cuerpo más allá de sus representaciones normalizadas. (2015, p. 56-57). Es decir,
258 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
mirar y pensar el cuerpo desde otro lugar más allá del que le ha sido asignado pues se trata
de una revuelta contra la relación impuesta del ser con el mundo, del ser con el todo.
Consideraciones finales
En el cuerpo se expresan las marcas con las que hemos sido constituidas como suje-
tos, en medio de todas sus contradicciones. El cuerpo es también lugar de la memoria
social, de las memorias vivenciales, marcado por diversas determinaciones de género,
de raza, de clase. En él se condensa la historia de la humanidad con sus transformacio-
nes, con sus nuevas formas de expresarse. En él descubrimos nuestras potencialidades
y también nuestras debilidades; pero es que no sólo somos uno, estamos siendo con
otros todo el tiempo y no podemos dejar de vernos sino en relación con los otros. Los
cuerpos significan en función de todo lo demás que los antecede y que los constituye
para proyectarse hacia algún lugar, hacia adelante. Al pasado ya sólo con la memoria,
cuando recordamos.
Así decimos con Didi Huberman (2004) que el gesto de sublevación va siempre
hacia el futuro, pero siempre también es una cuestión de memoria. Así con y desde
nuestros cuerpos, (pues hemos sido despojadas de nuestros bienes, derechos, saberes,
palabras e imágenes) nos reapropiamos de lo que somos y nos re-construimos como
cuerpo ya no sólo para otros, sino también para nosotras mismas. Nuestro cuerpo es
también memoria, es también historia, más allá de la nuestra. Nuestro cuerpo es tam-
bién resistencia y es también subversión.
Estos aspectos que hemos considerado forman parte de la conformación de las
identidades individuales y colectivas, no sólo son productos sino que ayudan a pro-
ducir, a crear, el des-orden social, estos cuerpos crean con sus diversas formas de ser
expresados ciertos márgenes de identificación, de definición y de transformación de
un individuo o de un grupo social. Al mismo tiempo, constituyen ya una forma
de apropiación y de dar sentido a la propia lucha mediante distintas significaciones. El
proceso no se agota, se trasforma en cada modificación, adquiere nuevas dimensiones
y significados.
Teniendo presente un panorama tan difuso y diverso nos resulta necesaria la pre-
gunta por el(los) sentido(s) que otorgan las mujeres a sus prácticas políticas, las razones
por las que luchan y contra qué o quién(es) luchan, los objetivos que se plantean, las es-
trategias que utilizan, las maneras en las que se articulan pero sobre todo, las formas en
las que se han modificado ellas mismas, sus vínculos con otros y, con ello, las formas
de hacer y pensar la acción política también desde los cuerpos.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 261
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COMENTARIO AL TEXTO
266 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
267
Resumen
Este trabajo constituye el primer avance de una investigación que se encuentra en
curso y tiene por objetivo proponer una ruta de aproximación al tema del tratamien-
to periodístico del feminicidio en la prensa escrita nacional. La premisa de partida
consiste en señalar que los medios de comunicación en general y la prensa escrita
en particular, reproducen formas de violencia simbólica contra las mujeres, incluso
después de la violencia letal del feminicidio, pues en el discurso periodístico produ-
cido para reconstruir la realidad de los hechos circulan distintas representaciones so-
ciales asociadas al género, éstas reflejan las estructuras de poder y desigualdad que,
en última instancia, justifican el maltrato hacia las mujeres e incluso el arrebato de
su vida.
Palabras clave
Feminicidio, representaciones sociales, prensa escrita, violencia simbólica.
Introducción
En América Latina y el Caribe, el aumento de los feminicidios en las últimas tres déca-
das ha sido exponencial. De acuerdo con la CEPAL (2016), en la región se cometen doce
1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: anzoescobar@gmail.com
asesinatos de mujeres por razones de género cada día, de los cuales siete se registran en
México (ONU, 2016).
A principios de la década de los noventa, cuando el fenómeno irrumpió en la coti-
dianidad de nuestro país, se pensaba que la explicación podía encontrarse en las diná-
micas económico-geográficas de localidades fronterizas como ciudad Juárez, uno de los
primeros lugares donde se hallaron cuerpos de mujeres asesinadas con características
que apuntaban a un patrón. Sin embargo, en los últimos años se ha observado que la
realidad del feminicidio se extiende a lo largo y ancho del territorio, afectando a muje-
res de las más diversas características. En la actualidad no se puede negar la impronta
social de esta forma de extrema violencia contra las mujeres.
Los estudios al respecto (Monárrez, 2005, 2006 y 2009; Arteaga y Botello, 2010;
Alcocer, 2012; Berlanga, 2013) han enfatizado las condiciones estructurales de las rela-
ciones desiguales de poder existentes entre mujeres y varones, mismas que acentúan el
estado de privilegio y dominación de unos sobre otras y cómo posibilitan estos críme-
nes. Estas condiciones estructurales se reflejan en distintas prácticas, una de las más
importantes es la socialización del género, es decir, los “mecanismos precisos para que los
seres humanos aprendan las conductas, actitudes y expectativas consideradas apropia-
das para cada sexo” (Sagot, 1995, p. 18); éstos varían de sociedad en sociedad pero en
todas tiene la finalidad de coadyuvar al control social, imponiendo un deber ser, una
definición del mundo y dependen de la posición que cada persona ocupa en él. Es un
proceso violento que marca la pauta para adscribirse a normas sociales que acentúan
las desigualdades de poder basadas en el género (Sagot, 1995), y se vale de numerosos
recursos para garantizar su efectividad, uno de ellos son los medios de comunicación.
Éstos además de formar parte de la sociedad, contribuyen invariablemente a la
transmisión de la cultura, sobre todo en países con alta densidad mediática, donde en
mayor o menor grado impactan en las percepciones de distintos aspectos de la sociedad
(UNESCO, 2014), en otras palabras, en los medios de comunicación circulan representa-
ciones sociales de diversos temas entre los que se encuentra la violencia de género; por
ello tienen la posibilidad de reproducir y perpetuar estereotipos y formas de violencia
contra las mujeres o, por el contrario, contribuir a su erradicación.
El tratamiento periodístico de los feminicidios se vuelve tema de interés porque
permite observar cuáles son las representaciones sociales asociadas al género que cir-
culan en los medios de comunicación, específicamente en la prensa escrita nacional,
pues constituye un elemento central de la socialización del género y permite observar el
continuum de violencia (Kelly, 1988) que antecede al crimen mismo. El acercamiento des-
de la teoría de las representaciones sociales posibilita “indagar en la complejidad de la
construcción del pensamiento colectivo y comprender que la legitimidad de las normas
268 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
se convertirá en modelos dominantes con una fuerte carga ideológica modelada y confi-
gurada en la interacción cultural” (Flores, 2012, p. 345), en este caso vinculada al género.
En este sentido, el objetivo de este texto es proponer una ruta de aproximación
al problema. Para tales fines he dividido la exposición en diferentes rubros; en primer
lugar, señalo la necesidad de abordar el tema desde un punto de vista feminista; poste-
riormente, explico el papel que desempeña la socialización del género en el feminicidio
y la manera en que los medios de comunicación lo tratan; luego presento, a grandes
rasgos, los orígenes y diferentes conceptualizaciones en torno al feminicidio; de ahí
parto a plantear la importancia de estudiar este fenómeno en el discurso periodístico,
para finalmente, explicar la pertinencia de usar la teoría de las representaciones sociales
como una aproximación compleja al problema.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 269
Sin embargo, una investigación interesada en temas de género no precisa solamen-
te de la teoría feminista, sino que debe acompañarse de una epistemología y metodo-
logía ad hoc. La singularidad de la epistemología feminista radica en el uso de la categoría
analítica de género y en otorgarle particular importancia a la condición de género del
sujeto cognoscente, esto significa que su punto de partida rechaza la aparente neutra-
lidad de quien conoce (Maffia, 2007). Por su parte, la metodología feminista consiste en
empezar “por la vida de las mujeres, para identificar en qué condiciones, dentro de las
relaciones naturales y/o sociales, se necesita investigación y qué es lo que puede ser útil
(para las mujeres) que se interrogue de estas situaciones” (Harding, 1998, p. 33).
Colocar a las mujeres en el núcleo de la investigación supone un cambio impor-
tante en la forma de conocer, porque entre otras cosas implica el reconocimiento de las
mujeres como sujetas cognoscibles y cognoscentes, enfatizando sus condiciones especí-
ficas de existencia, de tal modo que las problemáticas analizadas provengan de su lugar
y situación particular en el mundo.
Esta ubicación está orientada por el género, pues éste incluye:
[…] poner a las mujeres en el centro de la investigación feminista significa más que enunciarlas:
requiere pensar en ellas y organizar la investigación en relación con ellas. Esta afirmación
marca la diferencia entre hacer investigación con, por y para las mujeres o hacer investiga-
ción sobre las mujeres (2016, p. 99).
Proceder de este modo, conlleva, entre otras cosas, que las investigadoras reconoz-
can su propia condición de género y sus implicaciones a la hora de interpelar la realidad,
hecho que les permite situarse en el mismo “plano crítico” que las mujeres con, para y
por las que investigan (cf. Castañeda y Valero, 2016; Harding, 1998).
270 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Desde mi punto de vista, abordar el tratamiento periodístico del feminicidio desde
la teoría feminista permitirá un análisis complejo del fenómeno, que ponga en el centro
las condiciones estructurales que se materializan en relaciones desiguales de poder en-
tre mujeres y varones, y que se extienden más allá del asesinato por razones de género.
2 La cual es definida como “la forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación
de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misó-
ginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de
muerte violenta de mujeres” (LGAMVLV, 2007).
3 Se refiere al “conjunto de acciones gubernamentales de emergencia para enfrentar y erradicar la violencia femi-
nicida en un territorio determinado, ya sea ejercida por individuos o por la propia comunidad” (LGAMVLV, 2007).
272 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Como podemos observar, aunque se dio un cambio a nivel estructural, la reticen-
cia de las autoridades a implementar eficazmente la Ley manifiesta que perdura “el
apoyo del principio de orden jerárquico”, es decir, la dimensión ideológica del sistema
de dominación basado en el género, que impide reconocer el problema y actuar para re-
solverlo. Pero esta dimensión también podemos observarla en la cobertura mediática y
tratamiento periodístico de los feminicidios plagada de prejuicios y estereotipos asocia-
dos al género que reproducen esquemas de violencia contra las mujeres.
[…] para designar asesinatos de mujeres que expresan la violencia de género y son una al-
ternativa al tipo criminal homicidio, cuya neutralidad es muy cuestionable. Así pues, decir
femicidio o feminicidio implica referirse a un fenómeno social cuya causa no está aislada de la
estructura social y por lo tanto es un término teórico y con sentido político5 (Solyszko, 2013, p. 26).
Marcela Lagarde explica que en México, la discusión del concepto se centró en que
la traducción no diluyera la especificidad del fenómeno que nombraba, es decir, para
ella femicidio es sólo una voz homóloga de homicidio, que desdibuja el crimen de odio y
las distintas formas de violencia que concluyen con “el asesinato e incluso en suicidio de
mujeres” (Lagarde, 2006, p. 20).
4 Debido a ello, en este apartado se usarán indistintamente los términos femicidio y feminicidio, de acuerdo con
la noción empleada por la autora a la que se cite.
5 El énfasis es mío.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 273
Aunque existe un acuerdo respecto a la necesidad de usar el término feminicidio,
revisar la bibliografía especializada en el tema representa un reto importante porque
existe una amplia variedad de abordajes conceptuales que enfatizan distintos aspectos
del problema, impidiendo deshacerse de alguno de ellos ya que esto le restaría compleji-
dad teórica, explicativa y política; sobre todo en un contexto en el que la acepción se ha
vuelto moneda de uso corriente en la vida cotidiana de las personas gracias al uso que
se hace de ella en el discurso oficial y en el mediático.
Una forma de evitar la trivialización del concepto y lo que entraña es hacer una
genealogía crítica que nos permita saber que no se trata solamente del asesinato de
una mujer, sino del continuum de violencia que lo posibilita (Sagot, 2013); por tanto, a
continuación trazo el andamiaje teórico del que surge, anticipando que aunque está
organizado en orden temporal para lograr una comprensión compleja, es preferible no
darle una lectura lineal, es decir, como si una definición fuera consecutiva a otra, pues
en muchos casos las discusiones y elaboraciones fueron paralelas.
Es en los círculos académicos del feminismo anglosajón donde se empieza a dis-
cutir la problemática. La primera definición de feminicidio, como ya mencioné, es la
empleada por Diana Russell en 1976, quien inicialmente señaló que “son crímenes per-
petrados contra las mujeres por el simple hecho de serlo” (citado en Incháustegui, 2014,
p. 376). Aunque, por un lado, esta formulación apunta sucintamente a las razones de
género en los asesinatos de mujeres, por otro, su nivel de generalidad no permite apre-
ciar de qué manera se llega a éstos y por quiénes son perpetrados.
En el artículo “Speaking the Unspeakable” publicado en 1990 por Jane Caputi y
Diana Russell, el feminicidio se define como “el asesinato de mujeres realizado por
hombres motivado por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad de las muje-
res” (1990, p. 34). Posteriormente, en 1992, Diana Russell y Jill Radford introducen el
elemento de la misoginia al aclarar que se trata del “asesinato misógino de las mujeres
por mano de los hombres” (citado en Incháustegui, 2014, pp. 376-377).
La discusión académica del feminicidio en México surge tras los hallazgos de mu-
jeres asesinadas en ciudad Juárez en la década de los noventa, donde se desarrollaron
dos enfoques fundamentales de manera paralela.
Por un lado, Marcela Lagarde (2005), además de traducir e introducir el término en
el debate, centró sus esfuerzos en señalar las características estructurales subyacentes a
los asesinatos de mujeres por razones de género, mostrando que se trata de un crimen
de Estado. Destaca que existen condiciones históricas que han generado prácticas socia-
les violentas hacia las mujeres, las cuales se materializan en diversas y constantes for-
mas de maltrato hacia ellas. Para esta autora el feminicidio ocurre en tiempos de guerra
y de paz, cuando varones conocidos o desconocidos, en espacios públicos o privados, de
274 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
manera serial o individual asesinan a mujeres que se encuentran en un doble estado de
indefensión; en sentido estricto porque generalmente se encuentran desarmadas al
momento de los ataques, y en sentido figurado porque no han sido socializadas para
defenderse mediante el uso de la fuerza. Estas condiciones derivan en crimen de Es-
tado cuando existe tolerancia, omisión u obstaculización por parte de las autoridades
encargadas de garantizar la seguridad de las mujeres (Lagarde, 2005, pp. 155-156); es
decir, cuando quien debe garantizar la seguridad e integridad de las mujeres contribuye
a mantenerlos mediante la impunidad.
Por su parte, la socióloga Julia Monárrez ha aportado herramientas analíticas fun-
damentales para comprender el fenómeno en toda su complejidad. Al observar que el
primer obstáculo para estudiar los asesinatos de mujeres por razones de género, es la
opacidad en las cifras y causas específicas de los mismos; esta especialista se dio a la
tarea de elaborar la primera base de datos de feminicidios cometidos a partir de 1993
en ciudad Juárez, lugar del que es originaria y donde se sumó al reclamo de justicia por
estos crímenes desde hace 20 años (cf. Monárrez, 2006a).
La Base de Datos Feminicidio fue el primer paso para formular una explicación sus-
tentada en datos que no solamente contemplara aspectos relacionados con la víctima,
sino aquellos que permitieran conocer condiciones sociales, económicas y geográficas
específicas, para generar elucidaciones de largo alcance (Monárrez, 2006b). Además, a
diferencia de las incompletas cifras oficiales a las que se tenía acceso, esta base de datos
está elaborada desde una perspectiva que permite visibilizar el carácter sistémico y de
género que impera en estos crímenes.
La teoría feminista, los informes y cifras oficiales, así como los datos recabados en
la base, le permitieron elaborar un abordaje crítico de los feminicidios en ciudad Juárez
que contempló las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales subyacentes.
De este modo formuló la categoría feminicidio sexual sistémico6 que se refiere
[…] al asesinato de una niña/mujer cometido por un hombre, donde se encuentran todos
los elementos de la relación inequitativa entre los sexos: la superioridad genérica del hom-
bre frente a la subordinación genérica de la mujer, la misoginia, el control y el sexismo. No
sólo se asesina el cuerpo biológico de la mujer, se asesina también lo que ha significado la
construcción cultural de su cuerpo, con la pasividad y la tolerancia de un Estado masculini-
zado (Monárrez, 2009, p. 86).
6 Si bien la aportación más importante es esta categoría, la autora distingue otras: el feminicidio familiar, que a
su vez se divide en íntimo o infantil; el feminicidio por ocupación estigmatizada; y el feminicidio sexual sistémico,
que se divide en organizado o desorganizado.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 275
Esta definición es de suma importancia pues enfatiza el carácter sistémico del fe-
minicidio, tomando como punto inicial la relación desigual entre mujeres y varones que
exalta ciertos atributos en unas y otros, donde no sólo el cuerpo de las mujeres es objeto
de desprecio sino también la construcción social y cultural de lo femenino (cf. Serret,
2001). En este esquema uno de los objetivos del feminicidio es fortalecer las relaciones
desiguales entre géneros por medio de la crueldad, con la agravante de un Estado que
actúa en complicidad con los asesinos, pues al no sancionarlos actúa con impunidad en
detrimento de las víctimas (Monárrez, 2009, p. 86).
Esta elaboración teórica es de suma complejidad, pues contempla diferentes nive-
les de análisis. Primero, las relaciones de poder y desigualdad entre mujeres y varones
que se manifiestan en formas de violencia como el feminicidio; segundo, la distinción
del cuerpo biológico de las mujeres frente a la construcción cultural de las mismas; ter-
cero, la impunidad de un Estado fundado en prácticas patriarcales; cuarto, la finalidad
de estos crímenes, es decir, mantener el estado de dominio de los varones y de insegu-
ridad vital permanente para las mujeres. Aunque la categoría surgió a partir del arduo
análisis que ha realizado en la localidad fronteriza, debido a su generalidad permite
pensar el feminicidio en otros contextos socioeconómicos, geográficos o culturales.
En el contexto latinoamericano existen otras contribuciones teóricas relevantes;
sin embargo, debido a las limitaciones de espacio de este texto, sólo mencionaré las que,
desde mi punto de vista, abonan a complejizar el debate.
Una manera de abordar la problemática, es especificando los tipos de feminici-
dios. En este sentido, un grupo de investigadoras feministas centroamericanas,7 enca-
bezadas por Ana Carcedo (2010), han elaborado una crítica a la tipología del femicidio
empleada en la región, la cual divide el feminicidio en íntimo, no íntimo y por conexión.
El primero alude a los asesinatos de mujeres que se cometen a manos de varones que
guardan alguna relación con la víctima, sea de pareja, familiar o convivencia. El segundo
se refiere a todos los demás, excepto aquellos que lleva a cabo el agresor en el intento de
lastimar o asesinar a otra mujer, éstos quedarían contenidos en tercer tipo. Para estas
autoras, la realidad del femicidio supera en complejidad esos tipos, pues en muchos
casos la frontera entre lo íntimo y lo no íntimo queda desdibujada.
Por considerarlo más estratégico, proponen el concepto escenarios del femicidio, que
se refiere
7 Este grupo de investigadoras está conformado por Mirta Kennedy, Giovana Lemus, Morena Herrera, Ana Hidal-
go, Almachiara D’Angelo y Urania Ungo.
276 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
[…] a los contextos socioeconómicos, políticos y culturales en los que se producen o propi-
cian relaciones de poder entre hombres y mujeres particularmente desiguales y que gene-
ran dinámicas de control, violencia contra las mujeres y femicidio que adoptan o incluyen
características propias (Carcedo, 2010, p. 15).
Desde su perspectiva, la violencia contra las mujeres existe en todos los contextos
sociales, pues la relación de desigualdad entre mujeres y varones que la posibilitan es
trasversal. Sin embargo, en los escenarios del feminicidio las probabilidades son mayores al
incrementarse la brecha de poder entre unos y otras. En cada escenario se da un modus
operandi concreto que no tiene que ver con el feminicida sino con ese contexto especí-
fico. Las investigadoras identifican al menos ocho: escenario de la familia, escenario
de las relaciones de pareja, escenario del ataque sexual, escenario del comercio sexual,
escenario de la trata de mujeres para todo tipo de explotación, escenario de las mafias
y redes delictivas nacionales e internacionales, escenario de las maras, escenario de la
misoginia. Destacando que algunos de estos son de carácter histórico y que pueden
estar entrelazados o ser evasivos (Carcedo, 2010).
Esta observación compleja, será la puerta de entrada para que la socióloga costa-
rricense Montserrat Sagot lea el femicidio, desde los postulados de Achille Mbembe,
como una necropolítica de género en la que las estructuras de desigualdad y los discursos
y prácticas que éstas generan son letales para las mujeres, explicitando un biopoder
basado en la soberanía, es decir, “en la capacidad de definir quién importa y quién no,
quién es desechable y quién no”. De este modo, la necropolítica de género produce una
“instrumentalización generalizada de los cuerpos de las mujeres, construye un régimen
de terror y decreta la pena de muerte para algunas” (Sagot, 2013, p. 7); es decir, repre-
senta una forma de pena capital que tiene la finalidad de controlar a las mujeres y de
aceptar las reglas masculinas para preservar el status quo genérico.
El femicidio podría entenderse entonces como una “política sexual letal que bus-
ca controlar a las mujeres que interiorizarán la amenaza y el mensaje de dominación,
[… poniendo] límites a su movilidad, a su tranquilidad y a su conducta, tanto en la esfe-
ra pública como en la privada”, siendo al mismo tiempo “la expresión última de la mas-
culinidad utilizada como poder, dominio y control sobre la vida de las mujeres” (Sagot,
2013, p. 8). Su principal aporte radica en extender el análisis a una región concreta, en
este caso la centroamericana, para desentrañar los factores comunes que han permitido
el incremento de estos crímenes.
Rita Laura Segato elabora un diagnóstico semejante al de Sagot; para ella hablar de
feminicidio tiene el objetivo de
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 277
[…] desenmascarar el patriarcado como una institución que se sustenta en el control del
cuerpo y la capacidad punitiva sobre las mujeres, [… mostrando] la dimensión política de
todos los asesinatos de mujeres que resultan de ese control y capacidad punitiva, sin excep-
ción (Segato, 2006, p. 3).
En este sistema poder y masculinidad son sinónimos, lo que genera un ambiente so-
cial misógino en el que predomina el desprecio por lo femenino y lo feminizado, de este
modo los feminicidios son crímenes de poder que pretenden mantenerlo y reproducirlo
(Segato, 2006). Sin embargo, la autora va más allá al mostrar que estos crímenes tienen
una función expresiva, además de la instrumental, lo que presupone el reconocimien-
to de interlocutores más importantes que la víctima. Identifica una verticalidad y una
horizontalidad del poder. En la dimensión vertical se vinculan posiciones asimétricas,
por ejemplo, perpetrador-víctima, y en la dimensión horizontal se expresa una relación
entre pares que tiene la finalidad de mantener la simetría (cf. Segato, 2006 y 2013).
Como he señalado anteriormente, considerar la complejidad teórica tras el con-
cepto feminicidio es de vital importancia para no perder de vista que no nos remite
únicamente al asesinato de una mujer por razones de género, sino a un continuum de
violencia que se manifiesta a lo largo de la vida de todas las mujeres y que en ocasiones
desemboca en la pérdida de la vida.
8 Estos enfoques son: el concepto völkerpsychologie de Willheim Wundt, el interaccionismo simbólico de George
Herbert Mead, la representación colectiva de Emilie Durkheim, la psicología del sentido común de Fritz Heider y
la noción de construcción social del conocimiento de Peter L. Berger y Thomas Luckmann (Gutiérrez, 2015).
9 Es pertinente enfatizar la observación realizada por Silvia Gutiérrez, respecto a que esta propuesta teórica “dis-
cute con el positivismo, con la escisión entre el individuo y su sociedad y con el desprestigio al sentido común
como objeto de estudio” (2015, p. 46).
280 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
[…] las representaciones sociales constituyen modalidades de pensamiento práctico orien-
tados hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social, material e
ideal. En tanto que tales, presentan características específicas a nivel de organización de los
contenidos, las operaciones metales y la lógica (1984, p. 474).
[…] analizar una representación social implica tomar una postura frente al objeto de repre-
sentación, éste debe cubrir ciertas características como ser relevante para el grupo, tener
un significado inserto en la cultura, que defina ciertos valores, creencias, atribuciones e
ideologías (Flores, 2012, p. 344).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 281
Es precisamente la toma de postura, como señalé en el primer apartado, uno de los
elementos característicos en todas las vertientes del movimiento feminista, particular-
mente frente a las condiciones de opresión que vivimos las mujeres. En este sentido, el
feminismo académico se ha dado a la empresa de “proponer una elaboración compleja de
problemas de investigación centrados en las mujeres, orientada siempre por el vínculo
entre posturas teóricas y epistemológicas feministas” (Castañeda y Valero, 2016, p. 97); y
no sólo eso, sino en tratar temas que nos afectan a las mujeres, como son los feminicidios.
El movimiento feminista no es el único que ha elaborado respuestas críticas ante
teorías o postulados con pretensión de universalidad que dejan fuera formas de expe-
riencia importantes como la de las mujeres, o conocimiento de gran importancia en
la vida cotidiana aunque carezca de fundamentos científicos, como el sentido común.
Sin embargo, es un buen ejemplo para mostrar la coincidencia que nos permita utilizar
perspectivas afines. A este respecto, Ángela Arruda (2012) señala que el surgimiento de
la teoría de las representaciones sociales y de las “teorías de género10” tiene al menos
dos horizontes comunes, primero:
[…] tejen una crítica al modo binario que antepone naturaleza a cultura, razón a
emoción, objetivo a subjetivo, pensamiento a acción, ciencia a sentido común. De este
modo, manifiestan la importancia de las dimensiones subjetiva, afectiva, cultural en la
construcción del saber y en las acciones humanas, y de considerarlas en la construcción
del conocimiento y en quehacer científico (Arruda, 2012, p. 323).
Esto significa que el punto de partida del conocimiento complejiza las formas de
acceso a la realidad, lo que impacta epistemológica y metodológicamente a ambas cons-
trucciones teóricas. Segundo:
[…] proponen teorías relacionales en las que no se puede conocer sin establecer relación
entre el tema/objeto y su contexto. Género es una categoría relacional en la cual, al tener en
cuenta los géneros en presencia, también se consideran las relaciones de poder, la impor-
tancia de la experiencia, de la subjetividad y del saber concreto. Del mismo modo, la TRS no
separa al sujeto social y su saber concreto de su contexto, así como la construcción de ese
saber no puede desvincularse de la subjetividad (Arruda, 2012, p. 323).
282 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
evita lo que se critica en el primer punto, es decir, la reproducción de un pensamiento
universalizante y binario. Tener en cuenta el contexto de lo que nos proponemos anali-
zar marca el rumbo de la investigación, por lo que no hay que perderlo de vista.
En este sentido, es necesario profundizar acerca del papel que juegan los medios
de comunicación en la circulación de las representaciones sociales del género y, en par-
ticular, del feminicidio. Thompson señala que la comprensión de la cultura precisa de
formas simbólicas que son “fenómenos significativos que van desde las acciones, gestos
y rituales, hasta enunciados, textos, programas de televisión y obras de arte” (1993, p.
152), las cuales influyen de forma determinante en la construcción del conocimiento
social y de las opiniones que nos hacemos sobre el mundo. Sin embargo, los medios no
son espacios neutrales, por el contrario, son terrenos de disputa en los que se juegan las
representaciones de una sociedad y una cultura determinadas (Koziner, 2013; Reguillo,
2007; van Dijk, 1990), lo que significa que “la importancia de los medios no radica úni-
camente en su carácter de correas de transmisión de las representaciones hegemónicas,
sino en el poder de producción de dichas representaciones” (Koziner, 2013, p. 27).
A manera de cierre
Abordar una problemática como las representaciones sociales del feminicidio en la
prensa escrita requiere de la articulación de distintas fuentes teórico-epistemológicas.
En este texto he planteado la ruta que, desde mi punto de vista, posibilitaría un acceso
original y crítico que no sólo de cuenta de los aspectos formales de la representación
social o de la estructura de un medio de comunicación como la prensa escrita, sino que
nos diga algo que no sepamos sobre una problemática social como el feminicidio.
La apuesta de llevar a cabo una investigación como esta radica en mostrar que las
representaciones sociales del feminicidio que circulan en la prensa escrita y que permiten
que las personas se formen una opinión en torno al tema, no están exentas de expresiones,
juicios y estereotipos relacionados con la reproducción de la violencia contra las mujeres
y que contribuyen a socializarla, incluso en aquellos diarios que son considerados serios o
críticos, mostrando que esta problemática no responde al estilo con que se trata, por ejem-
plo en la nota roja, sino a condiciones estructurales que se reflejan de distintas maneras.
Queda pendiente explicitar cuáles son las herramientas de análisis del discurso
más adecuadas y compatibles con la teoría de las representaciones sociales, aquellas
que nos permitan detectar de manera puntual nuestra problemática y descubrir cuá-
les representaciones sociales del feminicidio son predominantes, y la forma en que se
relacionan con otras representaciones asociadas al género, a la clase social, la raza o
la ocupación, además de situarlas como reproductoras de la socialización del género y
eslabones en el continuum de violencia contra las mujeres.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 283
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286 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO
Referencias
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 289
MEMORIA Y
DISCURSIVIDAD
SOCIAL
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 291
293
LA LEGITIMACIÓN DE LA VIOLENCIA EN
LOS RITUALES DEL ESTADO: DESFILE MILITAR
DEL CENTENARIO Y BICENTENARIO DE LA
INDEPENDENCIA DE MÉXICO
Resumen
En el presente texto me interesó atender la problemática de la ritualidad, la teatrali-
zación y el despliegue del poder simbólico del Estado mexicano a través de los desfiles
militares. El trabajo se enmarca específicamente en la puesta en escena motivada por la
conmemoración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución
Mexicana que se realizó en 2010. Por lo que propongo dar un énfasis al análisis de la di-
mensión política de los procesos culturales, estéticos y comunicativos desarrollados por
los cuerpos castrenses. Me interesa profundizar con respecto a la configuración de los
discursos, mitos e histrionismo escenificado por parte del Estado mexicano a través del
poder simbólico desplegado por sus Fuerzas Armadas en un contexto de conmemoración
nacionalista, el cual permita comprender los procesos de legitimación del ejercicio de
la violencia. Asimismo, se conecta con la investigación que desarrollo en el posgrado
de Comunicación y Política en la UAM- X con respecto a los dispositivos exhibitorios
militares en México.
Palabras clave
Estado mexicano, ritualidad, discursividad, fuerzas armadas.
Introducción
Algunos estudiosos como Guillermo Garduño (2008) han propuesto analizar la com-
plejidad del poder que se manifiesta en la actuación del ejército mexicano, abordando
temas como el poder nacional, económico, social y político. Sin embargo, también en
1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: maaienai@gmail.com
estos análisis se abandona por completo la esfera de poder ejercida en el campo simbó-
lico de la cultura, así como la importancia del aspecto comunicativo. Cabe señalar que
otros investigadores como Ai Camp (2010), sin prescindir de las diversas publicaciones
respecto al tema del ejército por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDE-
NA) no han tomado en cuenta este tema, lo que muestra el grado de naturalización de
los símbolos, rituales, prácticas y creencias que se reproducen entorno a la problemática
castrense.
A partir de lo argumentado, considero que es preciso profundizar en los aspectos
simbólicos y comunicativos que se producen en el ámbito militar, por lo que es de mi
interés comprender en este texto los desfiles militares en México, específicamente el
del Bicentenario de la Independencia de México/Centenario de la Revolución Mexicana
que se realizó el 16 de septiembre de 2010 durante los festejos de esta conmemoración.
Asimismo, planteo generar un cruce que considero imprescindible debido a que en 2007
se declara la “Guerra contra el narcotráfico” por parte del entonces presidente Felipe
Calderón. Este contexto me otorga la posibilidad de reflexionar respecto a la legitimi-
dad en el uso de la violencia por parte del Estado mexicano.
Para este análisis propongo construir un corpus a partir de la exhibición del desfile
militar como ceremonia ritual escenificada en los festejos patrióticos de la Indepen-
dencia y la Revolución Mexicana. Tal examinación tendrá como base los estudios de la
teatralización, el ritual y el poder realizados por Segalen y Balandier. Es indispensable
señalar que para emprender esta indagación retomaré los registros del desfile alojados
en el sitio oficial del canal de youtube del Gobierno de la República2, así como documen-
tos expedidos por la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) referente al evento.
También es importante señalar que mencionaré en el transcurso del texto, algunas lo-
cuciones de lo relatado por parte de los comentaristas elegidos para este desfile3, puesto
que fue el discurso recibido por los televidentes que se encontraban en otros lugares
del país, y el que se sigue reproduciendo al acceder al registro audiovisual mediante
los navegadores en internet.4
294 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El histrionismo militar
“Tras cualesquiera de las disposiciones que pueda adoptar la
sociedad y la organización de los poderes encontraremos siempre
presente, gobernando entre bastidores, a la «teatrocracia»”
Georges Balandier
5 Es importante señalar que este despliegue militar se realiza después del afamado y popular Grito de Inde-
pendencia, que posee una gran fuerza a causa de la repetición que se debe ejecutar oficialmente en cada
localidad, municipio y estado del país, extendiendo así la festividad a nivel nacional. La celebración es acom-
pañada de música mexicana, comida típica, bailes folclóricos, escenificaciones y bailables escolares, así como
ceremonias especiales en todas las escuelas públicas y otros eventos que se promueven desde las institucio-
nes educativas y culturales que hasta ese momento estaban relacionadas en una misma política cultural bajo
el cargo de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 295
En estas fechas, los mexicanos celebramos doscientos años del inicio de la lucha por la In-
dependencia, mediante la realización del tradicional Desfile Militar, que tuvo su origen en
septiembre de 1821, cuando el Ejército Trigarante, bajo el mando de Agustín de Iturbide y de
Vicente Guerrero, entraron a la Ciudad de México, para concluir así la lucha de Independen-
cia (…) Mediante esta acción quedó demostrado que el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos,
integrado por mujeres y hombres, trabajan juntos por el bien y progreso de nuestro país, sin
olvidar que el principal motor de nuestra existencia como lo hemos venido haciendo desde
hace 200 años es servir al pueblo de México con lealtad y disciplina (SEDENA, 2010, p. 96).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 297
En el punto anterior traté de explicar el desfile militar desde una racionalidad tea-
tral, enfocándome en el histrionismo castrense y de manera más específica en el escena-
rio, la escenografía y la problemática de la temporalidad en que se realizó el acto. Dado
que considero que es posible complementar la propuesta teórica de la escenificación del
poder de Balandier con la teoría de la ritualidad contemporánea de Segalen, propongo
que una vez desarrollado el contexto espacial y temporal de los desfiles militares, se
profundice en el contenido de esta puesta en escena, para lo que me sirvo del concepto
de ritual propuesto por Segalen, quien explica que:
El desfile
En la mañana del 16 de septiembre de 2010, en la plaza de la Constitución, se escuchó
un llamado para convocar la atención de los presentes mediante el sonido imperativo de
una trompeta que ordenaba el silencio a la sociedad civil, cuerpos militares, autori-
dades representantes del Estado mexicano y a toda la multitud congregada. El ritual
había comenzado. En medio de los contingentes militares de los distintos cuerpos de
las Fuerzas Armadas de México, se habían alineado dos vallas humanas de militares
para dar paso al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas: el Presidente Felipe
Calderón, quien caminaba en línea horizontal junto con los presidentes de la Cámara de
Diputados, la Cámara de Senadores y la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN),
representando los tres poderes de la unión. Asimismo, en la misma formación eran
acompañados por el Secretario de Defensa y el Secretario de Marina. Las autoridades
ejecutantes del acto ceremonial se presentaban ante militares y la audiencia civil en
medio de los honores respectivos que marca el protocolo.6
A continuación, los oficiantes ingresaron al Palacio Nacional, espacio que simboliza
el máximo recinto de gobierno del Estado mexicano. La solemnidad del evento es con-
298 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
sustancial a la relevancia de acto que da lugar al ofrecimiento de honores e izamiento de
la bandera mexicana, insignia patria que concentra y sintetiza simbólicamente la cele-
bración. Una vez asentados los representantes de los tres poderes de la Unión en el pal-
co presidencial, inicia la ceremonia con la ejecución musical de la Banda Monumental
del Ejército Mexicano. La escolta marcha hasta el centro de la plancha del zócalo e ins-
tala el lábaro patrio hasta la punta del asta bandera como símbolo de celebración. Poste-
riormente, el soldado encargado del desfile solicita la autorización del mandatario para
dar paso a los 47 contingentes militares. Inicia el trayecto del desfile cuyo recorrido fue
de siete y medio kilómetros. Al finalizar la marcha de los contingentes, el soldado nue-
vamente se dirige al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas (el presidente) y da
parte numérica del desfile militar.7
Análisis
En este ritual podemos identificar precisamente lo que Segalen define en su concepto
de ritual, donde la acción formalizada se encuentra en los marcos legales y normas que
rigen el desfile como ceremonial militar, cuya expresividad radica en la promoción del
relato oficial del Estado que confirma la legitimidad jurídica y simbólica de la Nación, a
cuyo proceso de legitimidad podemos agregar la presencia de los 16 contingentes mili-
tares de otras naciones que se presentaron para abrir el desfile.8
Por otro lado, identificamos la presencia de los tres símbolos rituales que son pro-
tegidos por las leyes mexicanas: el escudo (se encuentra en el lábaro patrio, en la banda
presidencial y en el palco, así como en la decoración del lugar), la bandera (ocupa el
centro de la ceremonia y sus colores se hacen presentes en todo el espacio, sin olvidar
los múltiples lábaros de menor dimensión que portan los cuerpos castrenses) y el him-
no nacional (ejecutado al inicio y final del ritual). Estos símbolos fundamentales con-
densan la gramática de la ceremonia y al mismo tiempo se instauran como elementos
compartidos en el imaginario social precisamente a partir de la labor pedagógica de la
educación pública, al respecto, Segalen explica que “el ritual se reconoce en que es el fru-
to de un aprendizaje, implica pues la continuidad de las generaciones, de los grupos de
edad o de los grupos sociales en el seno de los que se produce” (1998, p. 31). Al respecto
7 Las delegaciones militares de los países amigos: 22 banderas, 784 elementos. Personal del ejército y de la fuer-
za aérea: 143 banderas y estandartes, 18 banderas históricas, 12,970 elementos, 285 vehículos, 95 aeronaves,
326 caballos y 8 embarcaciones. Por la Armada: 16 banderas, 4,894 elementos, 58 vehículos, 16 aeronaves, 9
embarcaciones Secretaría de Seguridad Pública: 1,125 elementos, 35 vehículos. Asociaciones de charros. 521
elementos montados.
8 Contingentes militares de 16 naciones 619 efectivos.
1. Alemania 2. Argentina 3. Brasil 4. Canadá 5. Chile 6. China 7. Colombia 8. Venezuela 9. El Salvador 10. España
11. Estados Unidos 12. Rusia 13.Francia 14.Nicaragua 15. Guatemala 16. Perú
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 299
podemos encontrar un correlato en México, con relación a lo que Rufer señala acerca de
la iteración de los regímenes discursivos escolares en el contexto de las conmemoracio-
nes patrióticas argentinas, afirmando que estos aparatos ideológicos utilizan la repeti-
ción para producir la afectividad, la subjetividad, la pertenencia histórica y en definitiva
el ser nacional (cfr. 2012, p. 170).
El uso de esta tríada de símbolos (escudo, bandera e himno) en cuando a su mani-
pulación dentro del ritual del desfile militar es central, ya que dentro de este proceso es
posible construir el sentido y dar paso a la eficacia simbólica, entendiendo que “el ritual
político debe apoyarse en referentes conocidos, ya sean motivos musicales, personajes
míticos o históricos” (Segalen, 1998, p. 114), a esta tríada se sumaría la referencia a los
héroes de la patria: Hidalgo, Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez, entre otros, esto en
el caso de la Independencia de México o Madero, Zapata, Villa, etcétera, en correspon-
dencia con la Revolución Mexicana.9
La cuestión de la heroicidad en el desfile militar es fundamental, ya que al drama-
tismo de la guerra y la vida entregada como sacrificio por la patria, se adhiere el dra-
matismo necesario para la eficacia ritual, puesto que “es por su fuerza dramática por lo
que el héroe es reconocido” (Balandier, 1994, p. 19), este reconocimiento constituye una
fórmula central en este rito, ya que cada uno de los soldados de las Fuerzas Armadas se
invisten como los herederos de la lucha por la Nación en el contexto contemporáneo,
de esta manera el héroe se constituye como “(…) poseedor de la ciencia, de las fuerzas
históricas. Las conoce, puede dominarlas y se beneficia de sus efectos positivos: todas
las manifestaciones exteriores del poder no buscan sino producir esa impresión” (Ba-
landier, 1994, p. 19).
Ahora bien, es cierto que el lenguaje militar es codificado en cuanto al aspecto in-
terno, pero también existe una dimensión sígnica abierta a los civiles que permite reco-
nocer el sentido que se traduce como bien común. La dimensión simbólica se manifiesta
codificada en distintas capas, lo que abre la posibilidad para realizar múltiples lecturas,
esto correspondería a lo que Segalen identifica como “acciones simbólicas manifestadas
por emblemas tangibles, materiales y corporales” (1998, p. 31), los cuales pueden ser leí-
dos superficialmente en este caso, ya que muchos emblemas corporales se encuentran
9 Al respecto, resalta la declaración por televisión de Alonso Lujambio, titular de la SEP, afirmando que “El arrojo
y valor del padre Hidalgo, es una figura que a mí me representa mucho, porque él sabe que está haciendo
algo que es muy difícil de concretar, que el éxito de su movimiento depende de muchas cosas que no están
en sus manos y sin embargo tiene la gallardía, el valor, el arrojo, para asumir un liderazgo sabedor de que está
corriendo el riesgo más grande que se puede correr, que es perder la vida, la perdió finalmente por nosotros,
y yo creo que es un hombre que merece, siempre, siempre, el título, el galardón extraordinario que le hemos
dado es ser padre de la patria”
300 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
fundamentados en conocimientos específicos como es el caso de la identificación de los
contingentes mediante la indumentaria, o cierto tipo de cánticos marciales que no son
reconocidos por los civiles. En contraste, el uso de los símbolos patrios como parte del
imaginario legítimo permiten la identificación con el pueblo, ya que los efectos perlocu-
tivos necesitan de una mínima comprensión del ritual, por esta razón, Segalen explica
que en los rituales políticos la “emoción colectiva sólo puede surgir si todo el mundo se
reconoce en los gestos y símbolos manipulados” (1998, p. 113).
Las emociones, en este sentido, también se convirtieron en un aspecto fundamen-
tal, en tanto que los conductores afirmaban al público “todos estamos entusiasmados
y podemos observarlo en nuestras pantallas”, tal afirmación funcionaba no solamente
como “un zócalo ampliado” como afirmaba el titular de la SEP, sino como una expan-
sión emotiva de los festejos patrios, esto es precisamente a lo que se refiere Balandier
(1994) al uso de la pantalla en las dramatizaciones escenificadas del poder a través de los
medios masivos de comunicación, ahora extendidos por la red10.
Es importante señalar que si bien la repetición de los rituales se considera como
uno de los puntos nodales para entender su dimensión, también es cierto que no nece-
sariamente se cumplen con exactitud y estabilidad, ya que “dentro del marco de estruc-
turas rituales relativamente estables, podemos captar no obstante cambios de sentido”
(Segalen, 1998, p. 114). Estas modificaciones pueden parecer imperceptibles o incluso
dadas a conocer en el proceso por los mismos actores, como en el caso del desfile mi-
litar del Bicentenario/Centenario mexicano, donde se generó una celebración doble,
se suprimió el pase de revista, se agregaron contingentes militares de otras naciones,
también se insertaron en la puesta en escena uniformes militares históricos de otras
épocas11 y se sumó la participación de la Policía Federal Preventiva (PFP), sin que estos
cambios afectaran sustancialmente la solemnidad ritual, sino que incluso potenciaba la
parafernalia patriótica.
Otro componente importante descrito en párrafos anteriores son los actores que
representan la autoridad y encarnan el poder en el acto ritual, como en un correlato
eclesiástico donde los representantes de los tres poderes de la Unión (Ejecutivo, Le-
10 Cabe señalar que en la Avenida Paseo de la Reforma se colocaron 25 pantallas gigantes para que la gente
pudiera apreciar el desfile militar.
11 En el desfile marcharon frente a Palacio Nacional, 14 Agrupamientos Históricos, cada uno conformado por 86
elementos, portando la vestimenta y el armamento de la época, incluyendo una Banda de Guerra. Agrupa-
mientos Históricos: Dragones de la Reina (1810), Chinacos (1810-1867), Tropas Cívicas (1829), Batallón de Za-
padores (1836), Batallón de Hidalgo (1847), Coraceros de Tulancingo (1847), Colegio Militar (1847), Cadetes de
Gala del Colegio Militar (1847), Batallón de Rifleros de San Luis (1862), Soldados de Caballería Federal, Soldados
del Ejército Libertador del Sur (1910-1919), Mujeres Revolucionarias o Adelitas, Soldados Villistas (1910-1915) y
Soldados Mexicano (1930-1948) (SEDENA, 2010, pp.100-101).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 301
gislativo y Judicial) se constituyen como sacerdotes del Estado, esto puede ser com-
prendido dado que “tan pronto la dramaturgia política traduce la formulación religiosa,
el escenario del poder queda convertido en réplica o manifestación del otro mundo”
(Balandier, 1994, p. 19). Asimismo, este ritual secularizado, exige la presencia de la po-
blación, puesto que en el ámbito de los rituales políticos “sin participación colectiva
simbólica no hay rito” (Segalen, 1998, p. 113). Nuevamente quiero destacar el cierre que
daba Alonso Lujambio al público que seguía la transmisión del desfile militar, que sin-
tetiza la intención estatal de acto ritual:
Un festejo que nos une como cultura, y por otro lado un desfile de las Fuerzas Armadas que
nos representan a todos sin distinción, es un mensaje de unidad que todos debemos escu-
char, porque necesitamos esa cohesión, social, cultural, política también, para enfrentar los
dilemas que hoy la historia nos presenta.12
En este apartado me interesa atender una de las cuestiones que considero fundamenta-
les en este desfile conmemorativo por los 200 años de la Independencia y los 100 años
de la Revolución, me refiero precisamente a la cuestión de la guerra contra el narcotrá-
fico impulsada en el gobierno calderonista. Si bien es cierto que se comentó de manera
reiterada la participación de la mujer y los beneficios del plan DNIII, respecto a las fuer-
zas armadas, los relatores del desfile destacaban las acciones de los militares contra el
crimen organizado, destacando el uso de armamento, estrategias, tácticas y tecnologías
utilizadas en esta confrontación. De esta manera el desfile legitimaba una vez más el
uso de la fuerza para atender la seguridad interna. Garduño afirma que el ejercicio de la
violencia legítima corresponde precisamente al Ejército, explicando que:
302 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
[…] las categorías básicas del campo militar suponen un orden social de referencia, el ejer-
cicio del monopolio de la coacción física legítima, el planteamiento estratégico capaz de
enlazar medios y fines, y la capacidad de dar proyección el tiempo a una sociedad asentada
en un territorio determinado” (2008, p. 38).
En este despliegue de las Fuerzas Armadas en las calles del país, podemos afirmar
que el desfile es una forma de exhibir las tecnologías de la violencia que legitiman el uso
de las armas y la fuerza del Estado. La repetición discursiva en la transmisión en vivo
apuntaría a la legitimidad del gobierno de Calderón a utilizar las armas en el combate
contra las drogas. Asimismo, la exhibición de las armas, vehículos militares, aviones y de-
más instrumentos bélicos constituyeron un modo de representar la ideología militar que
responde a la construcción de un referente que conforma la idea de Seguridad Nacional.
En esta exhibición, las pantallas no solamente del zócalo, sino de cada televisión
seguirían usándose como una forma de propagación de la ideología militar del gobierno
de Calderón. Por tanto, no sólo estaríamos ante un ritual político del Estado, sino ante
la misma ritualización de la violencia legitimada por el discurso institucional, justifica-
do por la lucha contra el narcotráfico. Este lenguaje bélico se inscribe en un modo de
comunicación que no solamente era direccionado a la ciudadanía, ante la que se promo-
vía una idea de seguridad y protección, sino que tendría también como alocutor a los
grupos delicuenciales contra quienes se había emprendido la guerra. Al respecto Balan-
dier alude a que el poder utiliza, por lo demás, medios espectaculares para señalar su
asunción de la historia (conmemoraciones), exponer los valores que exalta y afirmar su
energía, que activa entre otras cuestiones, la violencia de las instituciones (1994, p. 23).
En este sentido, la presencia y afirmación por parte de los distintos sectores socia-
les en este ritual, estaría otorgando un consentimiento al uso de la fuerza y las armas,
comprendiendo que “el consentimiento resulta, en gran medida, de las ilusiones produ-
cidas por la óptica social” (Balandier, 1994, p. 16). Tal exhibición y aclamación por parte
de la población, legitimaba en esta dimensión la aprobación, que por supuesto no era
general, acerca de las estrategias de la lucha contra el narcotráfico.
Podemos aseverar que este desfile en especial, era una forma de aludir al proble-
ma de la seguridad de la nación y la defensa de la población mediante la militarización
del país, proceso que naturalizaba la violencia en el espacio público. La exhibición en
este sentido, es en sí una ruptura en el espacio público que busca el acercamiento
de las Fuerzas Armadas con la población, generando un proceso de identificación,
evocando un sentimiento colectivo traducido en nacionalismo. Esta puesta en es-
cena del Estado, a través de los rituales político-militares, muestra lo que Balandier
llamaría Estado Espectáculo, un teatro de ilusiones (Balandier, 1994, p. 20) que tiene
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 303
como finalidad dar sentido y organización al tiempo, al espacio, emociones y la con-
formación del Estado mismo, persuadiendo así a la población mediante los recursos
simbólicos y estéticos.
Reflexión final
La teatralización, como actuación social, es una herramienta cotidiana para construir
las representaciones sociales, así como una proyección que puede ser abordada desde
sus premisas ideológicas; en este sentido, vivimos en una constante actuación y cam-
bio de máscaras o caras, a la manera que explica Goffman. Asimismo, constituye un
campo primordial para las luchas de poder, principalmente del campo político. Escindir
la dimensión teatral del poder es cercenar una de sus facetas centrales, puesto que es
a través de estas actuaciones cotidianas que el Estado se hace presente y se encarna/
personifica en los cuerpos, dado que el Estado no es un ente sin rostro en cuya comple-
jidad radica precisamente la multiplicidad de sus manifestaciones, aquellas de las que
no se puede suprimir la teatralidad ejecutada por sus actores. En este sentido, podemos
entender que los desfiles militares conforman parte de esa puesta en escena del poder.
Por otro lado, en el caso de los rituales, considero que la importancia de tales fe-
nómenos es fundamental para repetir la tradición de las ciencias sociales y abordar as-
pectos místicos de culturas ajenas a las occidentales —mismas que hemos fetichizado
tradicionalmente a través del discurso antropológico—, así como también para obser-
varse desde el quehacer etnográfico. Su aportación radica en profundizar en nuestros
propios rituales como individuos, colectividades, y agrupaciones sociales mayores, y
nos abre la posibilidad de entender procesos simbólicos en el terreno de la significación
que de otra manera serían superficialmente comprendidos, dada la naturaleza de estos
fenómenos. Para esta propuesta, decidí utilizar el caso del desfile militar del Bicente-
nario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, ya que consideré que estos
rituales político militares eran pertinentes para ahondar en sus aspectos rituales, y que
ello fructificaría en un análisis más rico y profundo de la complejidad simbólica de la
cultura y la comunicación.
304 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 305
COMENTARIO AL TEXTO
LA LEGITIMACIÓN DE LA VIOLENCIA
EN LOS RITUALES DEL ESTADO: DESFILE
MILITAR DEL CENTENARIO Y BICENTENARIO
DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO
Mario Rufer
El texto de Maai Ortiz atiende a dos pregunta implícitas, una de ellas ampliamente
recogida por la antropología política contemporánea; la otra, de naturaleza origi-
nal. La primera sería: ¿de qué manera la dramaturgia del poder es constitutiva de
su funcionamiento, aún allí en sus espacios más racionales, técnicos y burocráticos
como el ámbito militar? Ya en el prefacio del clásico libro de antropología política
African Political Systems, A. Radcliffe Brown habla (y previene) sobre la irrealidad
del Estado y su carácter ficcional. En un argumento potente, Michael Taussig des-
entraña la falacia contenida allí, puesto que, arguye el antropólogo australiano, es
en la poderosa fuerza de esa ficción donde el Estado se realiza como fetiche: para
Taussig hablar del fetichismo del Estado es trabajar sobre los artilugios que asien-
tan el poder político de esa ficción estatal. Siguiendo a Taussig, podríamos decir
que, grosso modo, es también por medio de su dimensión abstracta que el Estado
fija su poder, es mediante su simbólica insustancialidad que produce efectos en las
prácticas sociales (y en la realidad histórica), haciendo sentir su latente espectro de
sanción y sentencia.
De muchas maneras, Ortiz mira esa poderosa ficción nada menos que en el or-
den militar, en el complejo exhibitorio de las tecnologías de la violencia. Un ritual
como el desfile en el que el tiempo se pone en suspenso y entran en vigencia los
fantasmas de violencias antiguas, la capacidad protectora del pater no nombrado
(como Estado), y la latente imposición del miedo que la parafernalia bélica reclama.
Autoridad, protección y miedo, el Leviatán que extiende en el espacio, la triangu-
lación que produce a los sujetos ciudadanos (protegidos y temerosos; expectantes
y parte del ritual). Esa ambivalencia que compone el funcionamiento del poder
ritual es una característica clave que compartimos con las sociedades tradicionales:
la modernidad nacional es fijada en los rituales de exhibición estatal a través de
306 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
una ambigüedad sin resolución: la tecnología y la grandeza; el terror y la amenaza
permanente; la protección y el cuidado; la gloria del pasado y la potencia de futuro
(que aparece siempre amenazada). Con un aditamento: aquí es la paz interior la
que no está a salvo porque el enemigo, ahora sí, está “entre nosotros”: no es una
potencia soberana, no es otro Estado, es esa parte del artículo 2º constitucional que
supo conformar el “pueblo mexicano” y que ahora se divide entre “pueblo sano” y
“crimen organizado”. Una especie de autoinmunidad debe producirse a nivel po-
lítico: una parte del cuerpo nacional debe ser atacado y extirpado por el propio
Estado. Y la estrategia no es la pedagogía, el estado de emergencia o al menos la
policía. La estrategia escogida es frontal, es la guerra.
Ahora bien, la segunda pregunta de Ortiz en su trabajo sería algo como: ¿de
qué forma se defiende hoy a la guerra así, a secas, ante el cuerpo entero del “pue-
blo mexicano”? ¿Es posible sostenerla sin un mecanismo peculiar pedagógico que
reedite la pertinencia de la identificación nacional, a su vez que renueve los votos
de medios-hacia-fines? Porque no es tan simple sostener la necesidad bruta de la
represión hacia un sector del pueblo después de la vigencia global de los Derechos
Humanos y de la potente inscripción de la retórica democrática —aún si actúa como
ideología—. Maai Ortiz demuestra en este texto la poderosa arma de la “política
cultural” —aquí, como ideología lato sensu—. Quizás por primera vez y de forma
inédita, los cuerpos militares utilizan no sólo los discursos sino los dispositivos que
la “cultura” habilita: entre estos últimos encontramos desfiles, museos, muestras
itinerantes, parques temáticos. Entre los primeros: de forma particular “lo militar”
entra ahora en la retórica del patrimonio, la cultura nacional y la “pertenencia”.
Es como si las formas de estatalidad estuvieran extendiendo soberanía y potencia
de acción vía la inédita producción de la cultura militar como recurso identitario
—no simplemente represivo—. Genealogías heroicas, vinculaciones narrativas con
la épica, amalgamas surrealistas que buscan conexiones entre ruina (arqueológica)
y militarización (contemporánea)… todo vale. El trabajo de Ortiz explora esos vín-
culos con densidad empírica y notoria imaginación intelectual.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 307
309
Resumen
En este texto presento el momento inicial de construcción del objeto empírico de mi
tesis de maestría del programa de Comunicación y Política de la UAM-Xochimilco,
inscripta en la línea de “estudios de procesos discursivos, prácticas argumentativas y
regímenes de representación”. Propongo una reflexión crítica en torno a un hallazgo
arqueológico concreto y los procesos discursivos involucrados en su difusión y musei-
ficación. El punto de partida es la caracterización del hallazgo, las circunstancias en
que ocurrió y una serie de disputas que se sucedieron. A continuación, problematizo
esa caracterización a través de algunos conceptos teóricos que remiten a discusiones
puntuales en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades. En la problematiza-
ción involucro, además, ciertos aspectos metodológicos que orientan mis indagaciones.
Finalmente, destaco el posible interés y los campos de interlocución de una reflexión
como esta.
Palabras clave
Momias, museificación, arqueología, relato, estado-nación
2 Ver https://www.clarin.com/sociedad/niegan-informacion-momias-incas-halladas-salta_0_BklMH6Tl0tx.html,
recuperado el 26 de octubre de 2017.
3 La República Argentina es, por su Constitución Nacional, un estado federal compuesto de estados provin-
ciales. Salta, lugar del hallazgo, es uno de ellos. La norma en cuestión es la Ley Provincial 6.649, “Régimen de
los monumentos y museos históricos, arqueológicos y paleontológicos”, promulgada en el Boletín Oficial el
31/12/1991. Esta norma y las siguientes pueden consultarse en http://www.saij.gob.ar/home.
310 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
cación internacional (Reinhard, 1999). De todas maneras, la información se propagó
inicialmente por la vía del rumor y, concluida la exclusividad, como multiplicidad de
imágenes y datos disponibles en internet y otros medios alternativos de comunicación.
Entre los rumores tempranos, se filtró el dato de que se habían realizado tomografías
en el hospital público de la ciudad de Salta. Un hombre joven afirmó haber sido el pri-
mer paciente que utilizó el tomógrafo después de eso y sostuvo que el contacto con “la
energía de los niños-momia” había realizado en él una cura milagrosa de la epilepsia que
lo aquejaba (Ceruti, 2012). Desde entonces, gran cantidad de imágenes son producidas
y puestas en circulación en un flujo que no cesa. La entrada al buscador de Google da
cuenta de esto, resultando en una abrumadora diversidad de fotografías, obras de artis-
tas plásticos y montajes digitales.
Otra disputa tuvo que ver con la institución que sería responsable de la custodia
y conservación de los materiales encontrados. Al tratarse de momias congeladas, el
tiempo y la tecnología eran factores cruciales para prevenir su deterioro. La Universi-
dad Nacional de Salta contaba con profesionales en arqueología, aunque —como todas
las instituciones públicas en aquella coyuntura de crisis económica e institucional que
dos años después provocó un estallido social y la renuncia del presidente de la nación—
carecía del presupuesto necesario. Por su parte, la Universidad Católica de Salta, lugar de
trabajo de la arqueóloga María Constanza Ceruti, había comprometido previamente sus
instalaciones y asegurado el presupuesto necesario para la tarea. Después de permanecer
un breve lapso en un edificio de Gendarmería Nacional, fuerza de seguridad encargada de
la guardia de fronteras, se autorizó el depósito de los materiales en la Universidad Católi-
ca de Salta.4 En mayo de 1999, Carlos Menem, presidente de Argentina en aquel tiempo,
anunció la donación de instalaciones de una delegación sanitaria federal para la construc-
ción de un museo en que se conservarían, investigarían y exhibirían los hallazgos. Este
anuncio fue resistido5 y el gobierno de la provincia prometió gestiones para la apertura
del museo en otro inmueble.6 El proyecto fue presentado al público en junio de 2001.7
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 311
Tras una serie de demoras por problemas financieros8 fue inaugurado en noviembre de
2004, con el nombre de Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM).9 En principio,
sólo se exhibieron los objetos que acompañaban a los cuerpos, hasta que se desarrolló un
dispositivo que combinó las funciones de tanque criogénico y vitrina, un año después.10
Otra disputa surgió casi inmediatamente, luego de la presentación del hallazgo. El
Consejo Indio de Sudamérica (CISA) demandó, por carta al presidente de la nación y al
gobernador de Salta, que el destino de los “niños” fuera decidido por las organizaciones
indígenas de Argentina. Al mismo tiempo, calificó el trabajo de los arqueólogos como
una profanación.11 Años después, en 2004, la Comunidad Indígena Kolla de Los Andes
solicitó la restitución a Tolar Grande —el pueblo más cercano al lugar de excavación—
de los “Niños del Llullaillaco”, afirmando que pedirían el apoyo de organismos naciona-
les e internacionales para “rescatar y reubicar en su casa de origen” a los que llamaron
“hermanos mayores”.12 Muy ligada a este conflicto fue la polémica por la exhibición de
los cuerpos, que puso en juego consideraciones éticas, reclamos de comunidades indí-
genas e intereses económicos ligados a la explotación turística.13
Todas estas disputas contribuyeron al debate sobre el interés público de las prácticas y
materiales arqueológicos, lo que se tradujo en la aprobación de una serie de leyes naciona-
les. Hasta el momento del hallazgo, la única normativa nacional era la Ley 9.080 de Ruinas
y Sitios Arqueológicos, promulgada en 1913 y reglamentada en 1921. En ella se establecía
que las ruinas y yacimientos arqueológicos eran propiedad de la nación, y designaba como
organismos responsables de su investigación, resguardo de colecciones y publicación de
resultados a tres museos: el Museo Nacional de Historia Natural, el Museo de la Universi-
dad Nacional de La Plata y el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional de Buenos Aires. A pesar de ser una norma inconstitucional, dado
el carácter federal de la República Argentina, se mantuvo vigente por casi ochenta años.
La primera repercusión de la visibilización de los “Niños” en la legislación nacional
ocurrió en el mismo año 1999 con la aprobación de la ley 25.197, Régimen del Registro
8 Ver http://www.lanacion.com.ar/371523-quedo-en-suspenso-el-museo-de-las-momias-ninas-incaicas,
recuperado el 26 de octubre de 2017.
9 Ver https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/inauguraron-salta-museo-momias_0_HJq-gejk0te.html,
recuperado el 26 de octubre de 2017.
10 Ver https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/exhibiran-noviembre-momias-lullaillaco_0_BJ9eOHukAFe.
html, recuperado el 26 de octubre de 2017.
11 Ver https://www.clarin.com/sociedad/momias-piden-devuelvan_0_Bk1MXaaxAFg.html, recuperado el 26
de octubre de 2017.
12 Ver http://www.lanacion.com.ar/642003-breves, recuperado el 26 de octubre de 2017.
13 Ver http://www.lanacion.com.ar/738311-controversia-por-la-exhibicion-en-salta-de-momias-de-500-anos,
recuperado el 26 de octubre de 2017.
312 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
del Patrimonio Cultural. En 2001 se promulgó la ley 25.517, Disposición sobre restos
mortales de aborígenes que formen parte de museos y/o colecciones públicas o priva-
das. Le siguió la ley 25.743, de Protección del patrimonio arqueológico y paleontológico,
reglamentada el año siguiente. Finalmente, en 2010, se dictó un decreto nacional para
regular el Cumplimiento de las directivas y acciones de la ley 25.517 sobre aborígenes.
Fuera del marco jurídico, ese mismo año la Asociación de Arqueólogos Profesionales de
la República Argentina aprobó su Código de Ética Profesional, en que se hace referencia
explícita al respeto con que deben tratarse los restos humanos, así como a la necesidad
de consensuar acciones con los actores sociales interesados.14 La descripción del conte-
nido de cada una de estas normas y documentos resultaría aquí muy extensa. Interesa,
en cambio, destacar la vitalidad de las discusiones que representan, en contraste con la
prolongada inmovilidad de norma anterior.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 313
ello utilizaré un texto clásico en la enseñanza de la disciplina (Renfrew y Bahn, 2007) y
un conjunto de textos críticos que operarían como punto de partida para una arqueo-
logía “poscolonial” (Gnecco y Schmidt Dias, 2017), “decolonial” (Shepherd et al. 2016) o
“indisciplinada”, todas ellas —al decir de Haber (2017)— hoy virtualmente inexistentes.
Renfrew y Bahn, haciendo eco de definiciones canónicas, describen la arqueolo-
gía como el estudio de “... las sociedades del pasado, principalmente a través de sus
restos materiales” (2007, p. 9). Esta frase da cuenta de una intervención epistemoló-
gica particular, un tipo de proyecto de conocimiento que Shepherd intenta clarificar
dividiéndola en tres partes. En primer lugar, “el estudio de” establece una relación
con el pasado y su materialidad como relación de conocimiento, excluyendo de esa
relación otras cuestiones, tales como “... elementos de imaginación o deseo, reaccio-
nes afectivas y personales, reacciones que involucran nuestra identidad o estar en el
mundo y cualquier combinación de ellas” (2016, pp. 28-29). Desde una concepción
positivista del conocimiento, la variedad de respuestas a la materialidad del pasado
en el presente se vuelve lenguaje técnico alienado, dato empírico. Lo que sobra en esa
operación es degradado, etiquetado como tradición, cultura, emoción, patrimonio o arte.
En segundo lugar, “el pasado”, objeto de estudio, se separa del presente, espacio-tiem-
po del yo disciplinario. Finalmente, al utilizar como fuente los “restos materiales”,
abandona fuentes no materiales ligadas a formas de identidad social: la memoria, la
experiencia, la descendencia. Además, la materialidad del pasado es pensada como
‘restos’ “... antes que objetos sagrados, ancestros, seres o dioses. De esta manera, los
hace disponibles para cierto tipo de escrutinio e intervención” (2016, p. 30). El autor
afirma que esto es más que un acto de secularización, es la cancelación de una rela-
ción vivida con el pasado. Renfrew y Bahn lo ilustran:
[…] los objetos que descubren los arqueólogos… no dicen nada de sí mismos directamente.
Somos nosotros,15 en el presente, los que debemos darles sentido. Desde este punto de
vista, la práctica de la arqueología es bastante similar a la del científico. El científico recoge
datos (evidencia), realiza experimentos, formula una hipótesis (una proposición para expli-
car los datos), contrasta la hipótesis con más datos y, como conclusión, elabora un modelo
(una descripción que parece idónea para resumir el patrón observado en la evidencia)... el
arqueólogo tiene que desarrollar una imagen del pasado. (2007, p. 10).
La relación con las cosas del pasado es una relación de alteridad, según Haber
(2017), en la que el valor se atribuye unilateralmente. Se trata, para él, de una extensión
314 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
de la ontología de los otros culturales, como se estableció en la historiografía y la an-
tropología:
[…] la arqueología comprende la cosidad como facticidad material muda y luego escribe
las palabras que la hacen comunicable/interpretable/explicable en sus propios términos...
Al ser transformada en hecho, la cosa es atribuida con el valor de ser incapaz de devolver la
mirada o la palabra (Haber, 2017, p. 84).
[…] el tipo de conexión profunda al territorio… ha sido cortado por la imposición de una
concepción moderna del tiempo y el espacio y luego reconectado de manera alienada a tra-
vés de una serie de dispositivos secundarios: la poesía romántica del paisaje; la retórica de
la sangre y el suelo de los nacionalismos modernos; y la noción de patrimonio (2016, p. 21).
16 Otros autores hablan del “tiempo vacío y homogéneo de la modernidad”, el tiempo de la narración de la his-
toria, cuyo espacio silencioso de referencia es siempre el estado-nación. Ver, por ejemplo, Rufer, 2010.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 315
venciones en lo local de tres maneras: por su acceso a sitios en el paisaje, por las rela-
ciones de trabajo en esos sitios y por la relación de propiedad-control del patrimonio
frente al reclamo contrario de grupos descendientes y el comercio de antigüedades.
Alejandro Haber propone pensar los entramados territoriales en los que interviene
la arqueología en términos de hegemonía y subalternidad. En esos entramados, no es
un observatorio neutral, sino “... la disciplina del conocimiento hegemónico a cargo del
tratamiento de los restos territorializados de los ancestros de los subalternos” (2017, p.
89). En esa misma línea, Shepherd afirma que esta disciplina “devora a los ancestros”:
Para mucha gente… los ‘ancestros’ están aquí en un doble sentido: como una idea no corpó-
rea, generalmente evocada mediante prácticas de designación y genealogía, y como restos
corpóreos en el suelo. La presencia de los ancestros en el suelo… ofrece un marco material
para las nociones de coexistencia y actúa como una forma de garantía… de los derechos al
territorio y de la continuidad de las formas de la vida... uno de los actos fundacionales de la
arqueología ha sido la exhumación y extracción de restos humanos ancestrales en nombre
de la ciencia. Luego esos restos son sometidos a la mirada disciplinaria y al régimen de
curaduría del museo (2016, p. 30).
17 Algo similar afirma Rufer para nuestras naciones latinoamericanas, aunque centra su atención en uno de sus
efectos particulares: la racialización somatizada o biologizada de las relaciones sociales, algo que no deja
de suceder. Para él, no se trata de un acontecimiento ni de un proceso, sino de la reedición del hecho de la
conquista bajo diferentes formas. Aquí, “la raza funciona como signo y la no blancura es el significante de un
código complejo de subyugación; y si el referente último de ese signo es el despojo primario como conquista,
es también fundamental que ese referente sea constantemente hecho fracasar en el lenguaje… no debe ser
nombrado” (2017, p. 11).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 317
como de nuevas tecnologías de la visión. Tal como señala Rufer, para Bennett, “... las no-
ciones científicas de orden, jerarquía, clasificación y pertenencia se volvieron un ‘proble-
ma de cultura”:... se tornaron parte de una estrategia pedagógico-formativa fundamental
de las nuevas esferas públicas” (2014, p. 96). Contrariamente a lo que sucedía en las insti-
tuciones disciplinarias, que tendían a recluir en espacios cerrados los cuerpos en los que
se inscribía en poder punitivo, en las instituciones del complejo exhibitorio los objetos y
cuerpos que antes ocupaban espacios de acceso restringido fueron expuestos a la mirada
de públicos cada vez mayores. La exhibición:
[…] through the provision of object lessons in power-the power to command and arrange
things and bodies for public display-they sought to allow the people, and en masse rather
than individually, to know rather than be known, to become the subjects rather than the
objects of knowledge. Yet, ideally, they sought also to allow the people to know and then-
ce to regulate themselves; to become, in seeing themselves from the side of power, both
the subjects and the objects of knowledge, knowing power and what power knows, and
knowing themselves as (ideally) known by power, interiorizing its gaze as a principle of
self-surveillance and, hence, self-regulation (Bennett, 1988, p. 76).
[…] such lessons consisted not in a display of power which, in seeking to terrorize, posi-
tioned the people on the other side of power as its potential recipients but sought rather
to place the people-conceived as a nationalized citizenry-on this side of power, both its
subject and its beneficiary. To identify with power, to see it as, if not directly theirs, then
indirectly so, a force regulated and channeled by society’s ruling groups but for the good of
all: this was the rhetoric of power embodied in the exhibitionary complex-a power made
manifest not in its ability to inflict pain but by its ability to organize and co-ordinate an
order of things and to produce a place for the people in relation to that order (Bennett,
1988, p. 80).
[…] existe una connivencia entre estas poéticas de exhibición de patrimonio comunitario
y local con las formulaciones particulares de estatalidad en términos de producción de al-
teridades. Los estados-nación poscoloniales, en sus intentos de articulación hegemónica,
no suprimen la diferencia: intentan producirla, consumirla, performarla como grotesco y
devolverla como mercancía (Rufer, 2014, p. 97).
320 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
“resto arqueológico” y cuál su memoria, aquello que los discursos científicos y técnicos
no pueden simbolizar, el exceso, especialmente en el caso de los “Niños”?
En el argumento de este autor también es clave el rol que otorga a la modernidad.
Ésta, al crear una idea de lo salvaje —lo “no-moderno”— en la historia y la etnología,
habría operado una especie de reserva para el conocimiento, una frontera que es alteri-
dad y resistencia a las escrituras científicas, dejada de lado en la racionalidad producti-
vista. En la vida cotidiana, en cambio, habría una narrativización de esos restos, satu-
ración simbólica, fragmentaria, metafórica. Sería justamente la narración la que, como
el andar, articula tiempo y espacio, huella y trayectoria, memoria y olvido. De sus ideas
se desprenden dos formas de aprehender lo que ha pasado, aquello a cuya ausencia
remiten las huellas. Primera forma, la “reliquia” colocada en un no tiempo, cuya visibi-
lidad invisibiliza la operación que la hizo posible (lo que equivale al olvido), el museo, el
anudamiento fijo de prácticas espaciales y de sentido. Su abordaje podría pensarse por
analogía con las formaciones lingüísticas. Segunda forma, la “memoria” como conjunto
de relatos ligados a historias perdidas, articulada por medio de lagunas, no localizable,
el “antimuseo”. Se parecería más a las figuraciones oníricas. El paisaje, los muertos y los
objetos —referentes fundamentales en los discursos arqueológicos— parecen cobrar
vida en algunos relatos.
Retomando las ideas de Shepherd (2016) y Haber (2017) sobre los “ancestros”, en
relación con estos planteos de De Certeau (2000), podría afirmarse que la relación de los
vivos con los muertos es una forma clave de presencia del pasado en el presente, un tipo
localmente específico de experiencias de temporalidad. Y, claramente, esa presencia no
puede jamás ser completamente simbolizada por el discurso arqueológico, ni capturada
en su totalidad por el dispositivo exhibitorio. Al investigar las experiencias chamánicas
en el Putumayo, Colombia, Taussig se refiere a estas cuestiones en términos de “Space of
Death”, espacio de la muerte, un espacio a la vez colonizado y colonizador. Desde la con-
quista de América, sostiene, los pueblos preexistentes han sido encerrados dentro del
cosmos cristiano como figuras paganas o demoníacas. A partir de ese momento, viven
en un espacio de muerte colonialmente construido. No se trata de un espacio de sincre-
tismo que reúne armónicamente elementos de distintas sociedades. En cambio, allí, “...
the meaning of the key tropes and figures... is a meaning which takes into account and
contests or enforces the political passions unleashed by the conquest process” (Taussig,
1984, p. 94). Es un espacio que también tiene una función colonizadora, mantiene la
hegemonía o la estabilidad cultural de las normas que facilitan el gobierno de los vivos.
Es un espacio en disputa y contradictorio, dominio privilegiado de transformación y
metamorfosis, lugar de terror e incertidumbre, pero también de lo que revive y puede
ser dotado de vida nueva.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 321
En otro de sus trabajos, el mismo autor profundiza estas ideas y, a través de la
técnica del montaje, presenta diversos aspectos del ritual de posesión en la montaña de
María Lionza —así como otras experiencias en el paisaje venezolano— como actos de
magia en que se convoca a los muertos en provecho del estado. Los muertos, entonces,
podrían pensarse como un recurso público, administrado por una “economía” en que
la magia del estado se sustenta en la ambivalencia de su relación con los vivos. En este
marco, quedan distinguidas las muertes ilustres, de los próceres conmemorados en los
monumentos, y las de los habitantes de los márgenes, racializados, indios y negros de
distintos tiempos. Todos ellos, de una u otra forma, mantienen su ambivalencia, lo que
abre posibilidades sea de redención (y cura), o de daño (Taussig, 2015).
Pasado y presente; los vivos y los muertos; la nación, el paisaje, los cuerpos y los
objetos, todo esto se anuda en esta línea de indagación. Me propongo recuperar, rela-
cionar e interpretar fragmentos textuales que surjan del análisis de los diversos regis-
tros y fuentes de las otras líneas de indagación que no han podido ser simbolizados ni
capturados por los discursos arqueológicos y los dispositivos exhibitorios, sus “restos”.
En fin, todo aquello que las escrituras académico-científicas tienden a excluir.
Como señalé antes, la temporalidad es el eje fundamental de mi propuesta. Y,
como ha sostenido De Certeau (1994), el problema de la temporalidad es un proble-
ma de escritura de la historia, de narración. Y también de lugares de enunciación, de
referentes de los discursos. Varios de los autores aquí presentados coinciden en afir-
mar que, en el caso de las disciplinas académicas, el espacio de referencia es siempre
la nación, aún cuando no se lo formule de manera explícita. En este sentido, Bhabha,
al comentar el trabajo de Fanon, afirma que la crítica “... a las formas fijas y estables
de la narración nacionalista hacen imperativo cuestionar las teorías del tiempo vacío
horizontal y homogéneo de la narrativa de la nación” (2002, p. 189). Algo similar
sostiene Rufer en relación a los aportes de Wolfe para pensar el imperialismo y la
conquista:
322 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Retomando a Bhabha, el estado-nación puede pensarse como un sistema de signi-
ficación ambivalente, en el que un orden inestable se presenta como esencia a través de
un discurso ideológico generalizante y homogeneizador. Sin embargo, la nación sería
un sujeto “escindido”, que articula diferencias y, por tanto, tiene un carácter liminar.
Las maniobras ideológicas esencialistas serían continuamente alteradas por contrana-
rrativas de la nación que evocan y borran sus fronteras totalizantes. Inscripto en los
márgenes, el “saber del pueblo” sería una estructura de repetición ubicada en un tiempo
performativo que le da forma en el presente:
[…] es una práctica que destruye los principios constantes de la cultura nacional… Los sabe-
res pedagógicos y narrativas nacionales continuistas no perciben la “zona de inestabilidad
oculta donde vive el pueblo”. Es a partir de esta inestabilidad de la significación cultural
que la cultura nacional llega a ser articulada como una dialéctica de temporalidades varias
(moderna, colonial, poscolonial, “nativa”) que no pueden ser un saber estabilizado en su
enunciación (Bhabha, 2002, p.189).
Más adelante este autor se pregunta: “¿Cómo enfrentamos el pasado como una an-
terioridad que introduce continuamente una otredad o alteridad en el presente? ¿Cómo
relatamos el presente como una forma de contemporaneidad que no es ni puntual ni
sincrónica?” (Bhabha, 2002, p. 194). En el análisis literario, una de sus opciones es el
recurso a la espectralidad, a las imágenes de lo que retorna donde sólo deberían estar
sus huellas, a la fantasía, a la repetición. En “History as sorcery”, Taussig aborda este
mismo retorno de las imágenes, pero en la experiencia, indagando en lo que llama “co-
nocimiento social implícito”, “... essentially inarticulable and imageric, nondiscursive
knowing of social relationality” (198, p. 87). En él, historia y memoria interactúan, no
en una secuencia temporal de causa y efecto, sino como imágenes fijadas en la tradición
popular que reaparecen mucho más tarde:
In turning to such images, people are reflecting on their symbolic potential to fulfill ho-
pes for release from suffering. Related to this is the proposition that the blocking of ex-
perience by political oppression and psychic repression can entail a subsequent process
whereby that experience becomes unblocked, animated and conscious, by means of myths
and mythic images. I wish to suggest that this process is also involved in the European
conquest of “primitive” societies and in the colonial decomposing of their religions. The
“bits and pieces” that remain of these religions are thus not testimony to the tenacity of
tradition, as the historicist would argue. Instead they are mythic images reflecting and
condensing the experiential appropriation of the history of conquest, as that history is
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 323
seen to form analogies and structural correspondences with the hopes and tribulations of
the present” (Taussig, 1984, p. 88).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 325
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326 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO
Mario Rufer
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 329
331
Resumen
El presente artículo se inscribe dentro del trabajo de investigación sobre el papel de
la memoria discursiva en la discusión de las últimas reformas en materia energética en la
prensa mexicana en los años 2008 y 2013. Este texto constituye a su vez un avance en
la reflexión conceptual del trabajo de grado inscrito en línea de “estudios de procesos
discursivos, prácticas argumentativas y regímenes de representación” del posgrado en
Comunicación y Política de la UAM-Xochimilco. De esta manera, la reflexión propuesta
tiene dos objetivos: por una parte, desde una perspectiva teórico-metodológica, dar
cuenta del modo en que el Análisis del Discurso ha abordado el problema de la memo-
ria en el discurso, así como del abanico de propuestas en torno a ésta para el análisis
de diversos fenómenos sociales y la constitución de identidades colectivas; y por otra,
exponer la pertinencia de este marco conceptual para el análisis de las discusiones en
torno al tema del petróleo en México respecto a las últimas reformas en esta materia.
Palabras clave:
Memoria, memoria discursiva, análisis del discurso, petróleo en México.
Introducción
El concepto de memoria ha sido trabajado a lo largo del tiempo en diversas disciplinas de las
ciencias sociales y las humanidades, tales como la psicología, la sociología, la historia y la
lingüística. El desarrollo de estas últimas, así como la emergencia de un enfoque transver-
sal, ha contribuido a la problematización de este término, dando como resultado diferentes
conceptualizaciones teóricas aplicadas al análisis de diferentes fenómenos sociales.
1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: juliomezam@live.com.mx
La emergencia del concepto de memoria como objeto del Análisis de Discurso, es
resultado de esta transversalidad, la cual correspondió a un momento particular de la
reflexión en torno al discurso y su relación con desarrollos conceptuales provenientes
de la teoría althusseriana, el psicoanálisis y los avances en el ámbito de la lingüística, ta-
les como la aparición de la gramática generativa, la consolidación del estructuralismo y
la aparición de los estudios sobre la enunciación. Dicha corriente teórica se identificó
en particular con la Escuela Francesa de Análisis de Discurso, la cual tuvo como uno de
sus intereses principales la investigación sobre el interdiscurso en relación con los dife-
rentes posicionamientos ideológicos presentes en una coyuntura determinada.
El concepto de memoria discursiva propuesto por Courtine (1981), en el marco del
enfoque referido, encontró sus antecedentes tanto en la obra de Michel Foucault (2002),
La arqueología del saber, como en el trabajo de Michel Pêcheux (1978), Hacia el análisis
automático del discurso, textos que abrieron diversas interrogantes respecto a la circu-
lación del discurso y su relación con otros discursos, tanto actuales como anteriores.
De esta manera, el presente artículo aborda, por una parte, una reflexión sobre la
memoria dentro de la tradición francesa del Análisis del Discurso, dando cuenta de las
diferentes posturas teóricas surgidas a lo largo del tiempo respecto a las categorías y
conceptos derivados de los postulados iniciales propuestos por Michel Pêcheux (1978)
y recuperados más tarde por J. J. Courtine (1981); y por otra, tiene por objetivo dis-
cutir sobre la pertinencia de estos conceptos para el análisis de fenómenos actuales,
tales como la constitución de identidades y colectividades, el establecimiento de regí-
menes discursivos restrictivos, o la legitimación de diferentes posicionamientos en
diversos momentos coyunturales.
En concordancia con lo anterior, es importante señalar que este trabajo se enmarca en
una propuesta de investigación sobre la discusión de las últimas reformas en materia
energética en la prensa mexicana en los años 2008 y 2013, análisis que se interesa por la
presencia de la memoria en relación con el petróleo y su relevancia para la argumenta-
ción de los diferentes posicionamientos.
En un primer momento, se expondrán las influencias y planteamientos de la Es-
cuela Francesa del Análisis de Discurso, así como las críticas y reflexiones sobre las cate-
gorías y conceptos derivados de esta corriente teórica; en seguida, se referirán algunas
investigaciones actuales inscritas en dicho enfoque teórico; y finalmente, se abordará la
pertinencia de dichas categorías como herramienta de análisis sobre el tema.
La memoria y la colectividad
Maurice Halbwachs (2004, 2011) es un referente en los estudios sobre la memoria en el
ámbito de la sociología, al establecer un diálogo con los planteamientos de otras disci-
plinas como la psicología, la filosofía, y la lingüística. En su obra, Los marcos sociales
de la memoria, este autor considera los recuerdos como elementos sostenidos por la
memoria, los cuales sólo pueden comprenderse dentro de marcos sociales, es decir, que
a diferencia de las imágenes o los sueños, los recuerdos requieren de diferentes instru-
mentos para ser evocados (tales como fechas, grupos, lugares, nombres, entre otros);
mientras que los primeros, sólo constituyen fragmentos sueltos que no se adhieren a
estos marcos sociales de la memoria: “Es que el sueño no descansa sino sobre sí mismo,
mientras que nuestros recuerdos se apoyan en aquellos de todos los otros, y en los gran-
des marcos de la sociedad” (Halbwachs, 2004, p. 56).
Es importante destacar que junto a los marcos espaciales y temporales, Halbwachs
sitúa al lenguaje como una de sus preocupaciones centrales, al considerarlo como ins-
trumento no sólo del pensamiento humano sino de vinculación entre los miembros de
la sociedad.
2 “Non plus une gènese, mais le déchiffrement de ce que nous sommes à la lumière de ce que nous ne sommes
plus” (Nora, 1984, p. 32, traducción propia).
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veremos más adelante, la memoria inscrita en el análisis del discurso apela a otros dis-
cursos que circulan en el seno de la sociedad.
Un análisis tal no trataría de aislar, para descubrir su estructura interna, islotes de cohe-
rencia; no se lo asignaría la tarea de sospechar y sacar a plena luz los conflictos latentes;
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estudiará formas de repartición (…) En el caso de que se pudiera describir, entre cierto
número de enunciados, semejantes sistemas de dispersión, en el caso de que entre los obje-
tos, los tipos de enunciación, los conceptos, las elecciones temáticas, se pudiera definir una
regularidad (un orden correlaciones, posiciones en funcionamiento, transformaciones), se
dirá, por convención que se trata de una formación discursiva, evitando así palabras dema-
siado preñadas de condiciones y de consecuencias, inadecuadas por lo demás para designar
semejante dispersión como “ciencia”, o “ideología”, o “teoría”, o “dominio de objetividad”
(Foucault, 2002, p. 62).
3 A este respecto, Benveniste (1981) liga el concepto de discurso al de enunciación, al asimilarlo a la apropiación
de la lengua por parte de un hablante.
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La dificultad actual de las teorías de la enunciación radica en el hecho de que estas teorías
muy a menudo reflejan la ilusión necesaria constituyente del sujeto, es decir que se con-
tentan con reproducir a nivel teórico esta ilusión del sujeto, a través de una idea de sujeto
enunciador portador de elecciones, intenciones, decisiones, etcétera, en la tradición de Ba-
lly, Jakobson y Benveniste (1978, p. 248-249).
Influenciado por las teorías de Althusser, Pêcheux plantea que la sujeción ideoló-
gica del sujeto (assujettissement) tiene lugar en una formación discursiva, misma que
permite su subjetivación. Es por ello que considera indisociable el concepto de inter-
discurso al de sujeción a la formación discursiva dominante, pues es en el interdiscurso
(discurso otro, exterior o anterior a la secuencia discursiva) donde se construyen y ar-
ticulan los objetos que atraviesan la enunciación del sujeto (Maingueneau, 1991). Es así
que Pêcheux se interesó en lo que denominó espacio de memoria de una secuencia, la
cual asimiló al concepto de “interdiscurso” que da cuenta de los trazos discursivos socio
históricos previos a una secuencia en la que ésta se inserta.
La memoria discursiva
Jean Jacques Courtine (1981) recuperó los postulados de Foucault y Pêcheux como base
de su propuesta teórica. Mientras que del primero retomó la noción de “dominio de me-
moria”, entendida como un repertorio o archivo de enunciados respecto “de los cuales
se establecen diferentes relaciones de filiación histórica, de génesis, de transformación,
de continuidad y de discontinuidad histórica (Foucault, 2002, p. 95); del segundo recu-
peró la noción de “interdiscurso” en la que se constituye lo enunciable como exterior
al sujeto, identificando como origen de todo enunciado la idea de un sujeto universal
(Courtine, 1981).
Para Courtine, la formación discursiva constituye un espacio de reconfiguración in-
cesante, por lo que el interdiscurso de la formación discursiva es considerado como una
instancia de formación, repetición y transformación de los elementos de saber de la
formación, es decir, de los enunciados: “la definición de una formación discursiva como
forma de repartición o incluso sistema de dispersión invita colocar la contradicción en-
tre la unidad y la diversidad, entre la coherencia y la heterogeneidad en el corazón de las
formaciones discursivas, haciendo de su unidad dividida la ley misma de su existencia”
(1981, p. 40)4. Así, el concepto de memoria discursiva, se distancia de todo sentido psico-
4 “La définition d’une FD comme forme de répartition ou encore système de dispersion invite à placer la contra-
diction entre l’unité et la diversité, entre la cohérence et l’hétérogénéité au cœur des FD, revient à faire de leur
unité divisée la loi même de leur existence“ (Courtine, 1981, p. 40, traducción propia).
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lógico o proceso cognitivo, y se centra en su aspecto histórico: “la noción de memoria
discursiva concierne la existencia histórica del enunciado en el seno de prácticas discur-
sivas reguladas por aparatos ideológicos” (Courtine, 1981, p. 53)5.
Courtine sitúa la memoria discursiva en el interdiscurso al considerar que secuen-
cias discursivas anteriores se integran a una red de formulaciones en la actualidad de
un acontecimiento discursivo, lo que crea un efecto de memoria. En otras palabras, el
enunciado producido en una coyuntura determinada hace circular formulaciones pasa-
das que constituyen esta percepción.
Los objetos que hemos llamado “enunciados” en cuya formación se constituye el saber propio
de la FD existen en el tiempo largo de la memoria, mientras que las formulaciones se toman
en el tiempo corto de la actualidad de la enunciación. Por lo tanto, la relación entre el inter-
discurso y el intradiscurso se desarrolla en este particular efecto discursivo particular, en el
momento en que una formación de origen vuelve a aparecer en la actualidad de una coyun-
tura discursiva y que hemos designado como efecto de la memoria (Courtine, 1981, p. 53)6.
5 “La notion de mémoire discursive concerne l’existence historique de l’énoncé au sein de pratiques discursives
réglées par des appareils idéologiques” (Courtine, 1981, p. 53, traducción propia).
6 Les objets que nous avons appelés “énoncés” dans la formation desquels se constitue le savoir propre de la
FD existent dans le temps long de la mémoire, alors que les formulations sont prises dans le temps court de
l’actualité de l’énonciation. C’est donc bien le rapport entre interdiscours et intradiscours qui se joue dans cet
effet discursif particulier à l’ occasion duquel une formation origine fait retour dans l’actualité d’une conjonc-
tion discursive et que nous avons désigné comme effet de mémoire (Courtine, 1981, p. 53, traducción propia).
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“inconsistente” abierto e inestable, y no la proyección, la expresión estabilizada de “la vi-
sión del mundo” de un grupo social (Maingueneau, 1991, p. 160)7.A este respecto, Maldidier
señala que el mismo Pêcheux al final de su obra, reconoce estas limitantes al trabajar lo
homogéneo con la paráfrasis y al centrar más sus intereses en la historia que en los acon-
tecimientos. Es por ello que en sus últimos textos problematiza una vez más la noción de
discurso enfatizando la relación establecida entre el interdiscurso y el intradiscurso8.
7 On le voit, contrairement aux représentations spontanées des sujets, la formation discursive apparaît comme le
lieu d’un travail dans l’interdiscours ; elle est un domaine « inconsistant » ouvert et instable, et non la projection,
l’expression stabilisé de « la vision du monde » d’un groupe social (Maingueneau, 199, p. 160, traducción propia).
8 D. Maingueneau (en Charaudeau y Maingueneau (dirs.), 2005) definen al intradiscurso como opuesto al inter-
discurso, mientras que el primero refiere a las relaciones entre los constituyentes del mismo discurso, el segun-
do compete a las relaciones establecidas entre este discurso y otros discursos. A este respecto, Alain Lecomte
(1981) en su trabajo sobre el texto explicativo trabaja la correspondencia entre estas dos nociones al pasar de
la memoria discursiva a una metáfora espacial del discurso, en que la memoria (interdiscurso) corresponde al
eje vertical, mientras que la combinación frástica (intradiscurso) corresponde a un eje horizontal.
9 Cfr. D. Maingueneau (2011) La pertinence de la notion de formation discursive en analyse de discours en la que
se ofrecen algunos ejemplos que abordan la relaboración de algunos textos debido a la reinterpretación de
algunos conceptos derivados de estas posturas teóricas, tales como la noción de formación discursiva o el
archivo.
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Estas preocupaciones modificaron el concepto de memoria al asociarlo al sujeto no
sólo como individuo y como producto de un proceso cognitivo, sino como un proceso
histórico, de tal manera que la memoria ya no es estudiada sólo en el campo de la interdis-
cursividad, sino de la intradiscursividad al asociarse a la recuperación de la información
compartida por parte de los interlocutores en una situación comunicativa. Entre los
trabajos más representativos encontramos las propuestas Sophie Moirand (2006, 2007)
sobre la revisión de la memoria en la prensa desde una perspectiva dialógica, así como
el trabajo de Marie-Anne Paveau (2006, 2013) sobre la noción de prediscurso.
10 Al estudiar la prensa, Moirand (2007) no se interesa en las relaciones interpersonales de los actores producto-
res, sino en las relaciones interdiscursivas de los discursos presentes. Las palabras y las formulaciones funcio-
nan como ecos en el interior de in artículo, de un número, o de un medio a otro.
11 Moirand recupera la concepción sobre la nominalización de Paul Siblot (1997), para quien nombrar implica
asignar un lugar en el mundo. Para este autor este acto implica un carácter dialógico, pues el sujeto no sólo
se sitúa frente al objeto, sino frente a otras denominaciones del mismo. De esta manera, la nominación devela
operaciones cognitivo-lingüísticas con base en los conocimientos y experiencias, así como sobre los discursos
en que se organizan y formulan.
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acontecimiento (mot-événement) se tejen los lazos que unen los acontecimientos ante-
riores con los presentes.
De este modo, Moirand encuentra que en la emergencia de los textos de la prensa
se constituye una memoria interdiscursiva a partir de formulaciones recurrentes de
otros discursos que funcionan bajo la forma de alusiones y que participan en la inter-
pretación de los acontecimientos, así como en la orientación de la opinión propuesta
por el enunciador.
Finalmente, los ejes sobre los que se articula la propuesta no se limitan únicamente
a un seguimiento histórico del enunciado, sino que, por una parte, considera tanto una
dimensión social en cuanto a que las palabras y decires contribuyen a la construcción
de la memoria colectiva; y por otra, recupera la dimensión cognitiva en cuanto hacen
emerger representaciones, saberes y experiencias del individuo al momento de inter-
pretar la información. Este último aspecto es uno de los puntos centrales en la reflexio-
nes sobre la memoria en tanto que objeto de estudio del Análisis del Discurso.
La noción de prediscurso
Marie-Anne Paveau (2006, 2013) propone el concepto de prediscurso definido como
operadores que permiten compartir, transmitir y circular diferentes sentidos en los
grupos sociales, pues constituyen los marcos interpretativos previos que organizan
nuestro discurso. Sin embargo, a diferencia de la tradición socio-histórica de Pêcheux
y Courtine, su visión integra una dimensión cognitiva, entendida como procesos de
construcción de conocimiento y su puesta en discurso a partir de los datos construidos
por el sentido, la memoria y las relaciones sociales. Así su percepción integra tanto re-
presentaciones internas como externas al individuo.
Se trata de una memoria estrechamente ligada a las condiciones sociales, históricas y cog-
nitivas de producción de los discursos, a los datos extra discursivos y sobre todo predis-
cursivos que participan en la elaboración, la producción, la difusión y la circulación de las
producciones verbales de los sujetos situados. Se trata de una memoria colectiva, que se
organiza según los “cuadros sociales” en el centro de los cuales circula y se constituye a la
vez la identidad individual de los locutores (2006, p. 86)12.
12 Il s’agit d’une mémoire étroitement liée aux conditions sociales, historiques et cognitives de production des
discours, aux données extra discursives et surtout prédiscursives qui participent à l’élaboration, la production,
la diffusion et la circulation des productions verbales des sujets situés. Il s’agit d’une mémoire collective, qui
s’organise selon des “cadres sociaux” au sein desquels circule et se constitue toute à la fois l’identité individuelle
des locuteurs (Paveau, 2006, p. 86, traducción propia).
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Las palabras activan los prediscursos los cuales funcionan como operadores que
permiten la negociación, la transmisión, y la circulación del sentido en los grupos socia-
les. La autora propone así una memoria cognitivo discursiva (2013), la cual tiene una di-
mensión dinámica, pues al nombrar no sólo se da una restitución sino una recognición
o reconfiguración, es decir que se confiere un sentido diferente en la manera en que se
organiza el discurso. Por ello, la autora destaca la función argumentativa de la memoria
ya que esta autoriza el sentido, dando lugar a diferentes producciones, interpretacio-
nes, circulaciones y transmisiones del mismo.
Durante el curso de mi vida, el grupo social del que formo parte ha sido el escenario de un
cierto número de acontecimientos que digo recordar, pero que sólo he conocido a través
de los periódicos o por los testimonios de quienes participaron directamente en ellos […]
Cuando los evoco, estoy obligado a encomendarme enteramente a la memoria de los otros,
que no viene aquí a completar o a fortalecer la mía, sino que es la única fuente de lo que
quiero repetir (2011, p. 100).
13 A partir de un estudio histórico, Omar González (2016) narra la manera en que el gobierno cardenista justificó
el decreto de la expropiación a partir de la difusión de un discurso basado en la historia nacional y sus valores,
anteponiéndolo a un discurso imperialista. Dicha estrategia fue instrumentada tanto por el Departamento Au-
tónomo de Prensa y Publicidad (DAPP), creado para este fin, como por diversas instituciones y organizaciones
gremiales al servicio del gobierno. Mientras el DAPP se encargaba de la difusión del discurso oficial destinado
a enaltecer los valores patrióticos en la prensa, la radio y el cine de la época; las organizaciones gremiales como
la CTM, en conjunto con las instituciones del Estado, preparaban grandes manifestaciones en respaldo del
presidente, las que se caracterizaban tanto por el acarreo forzoso como por el apoyo espontáneo.
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Finalmente, al evocar la memoria, no sólo referimos el pasado, sino que lo interpre-
tamos, lo reconfiguramos por medio de un proceso de recognición, pues al renombrarlo
se producen otros sentidos en marcos sociales diferentes (Halbwachs, 2004). Esto da
lugar al carácter dinámico de la memoria, que si bien delimita lo que es posible decir y
no decir, también se dispersa hacia diversos ámbitos sociales, en tanto que formación
discursiva.
Consideraciones finales
El presente artículo ha tenido como finalidad, por una parte, dar cuenta de la evolución
de los diferentes conceptos relacionados a la noción de memoria en el ámbito del Análi-
sis del Discurso; y por otra, reflexionar sobre la pertinencia de estos conceptos para el
análisis de las discusiones acerca del petróleo en México.
Respecto a los postulados teóricos abordados, hemos observado una evolución
conceptual que ha llevado a nuevas posibilidades de análisis. De las nociones sobre la
memoria de corte histórico (Pêcheux, 1978; Courtine, 1981) a la perspectivas contempo-
ráneas de tipo cognitivo (Moirand, 2006, 2007; Paveau, 2006, 2013) hemos podido dar
cuenta de una actualización conceptual, que ofrece no sólo herramientas de análisis,
sino que abre nuevas interrogantes sobre el interdiscurso y la constitución de subjetivi-
dades, tanto colectivas como individuales.
En cuanto al tema del petróleo en México, la utilización de un marco conceptual
referente a la memoria discursiva aplicado al discurso petrolero mexicano, parece per-
tinente en cuanto éste permite abordar diferentes fenómenos relacionadas con la con-
cepción del petróleo en el pensamiento mexicano, ya sea respecto a la construcción
de la identidad y la colectividad en relación a este recurso natural en cuanto elemento
significativo, ya sea como régimen enunciativo restrictivo, o bien a partir de los usos de
la memoria derivados de su fuerza argumentativa.
De esta manera, creemos que un trabajo sobre la memoria discursiva en relación con el
discurso sobre el petrolero mexicano resulta pertinente en cuanto puede dar cuenta
de las disputas en torno a la memoria como una forma de legitimación de la acción
política.
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BIBLIOGRAFÍA
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348 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO
El escrito de Julio Meza Morales aborda uno de los temas de relevancia social que
implica ciertos posicionamientos con base en la experiencia de los actores sociales
respecto a un acontecimiento. Por medio del análisis discursivo se pretende eva-
luar las formulaciones de dicho acontecimiento y su anclaje en la memoria de un
grupo, de una colectividad e incluso, de una nación.
El marco teórico del análisis sobre la memoria que se propone en este texto
tiene como base la argumentación entre dos polos: el de los Proponentes de las
Reformas Energéticas del 2008 y del 2013, y el de los Oponentes a dichas Refor-
mas. Por lo mismo, la relación no sinonímica entre Historia y memoria resulta un
tema que se puede abordar no solamente dentro de la historiografía, sino a nivel
lingüístico. Lejos de que estos términos pudieran considerarse como sinónimos,
las categorías para identificar su caracterización, así como los datos que sustenta
su argumentación, dejan el campo abierto a la interpretación.
Los datos para abogar respecto a la distancia semántica de esos términos radi-
can en dos argumentos. El primero presenta como datos que la memoria es “múl-
tiple, plural e individualizada”; el segundo, que la Historia “pertenece a todos y a
nadie” y, por ende, se le ofrece un carácter de “universalidad”. Los rasgos atribuidos
a ambos términos confluyen en un punto central: “plural” (por ende múltiple) y
“todos” (lo que implica pluralidad y por lo mismo, “múltiple”). En cuanto al rasgo
de “universalidad”, habría que delimitar si la “universalidad histórica” no surge de
una concepción occidental. Asimismo, hay que definir quién escribe la Historia y
desde qué punto de vista, en otras palabras, habrá que delimitar el carácter cientí-
fico de la “verdad”, de los datos que se asientan y se comunican.
Otra cuestión respecto a la diferencia entre memoria e Historia, a partir de
Alejandra Vitale, reside en la determinación de la primera por medio de su carácter
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“sagrado y simbólico”. Esta definición por caracterización se ofrece por medio de
una explicación (causalidad): dado que se sitúa dentro de los marcos sociales se le
adjudica ese carácter. Se tendría que ahondar en dicha definición. Por otra parte,
la Historia, a partir de esta autora, “ofrece una representación del pasado y su re-
lación con el tiempo presente”. Cabe preguntarse si la memoria no se constituye
como un presente continuo que evoca y “revive” el pasado.
Con Pierre Nora la memoria se ofrece implícitamente impregnada de subjeti-
vidad (discurso), mientras que la Historia se presenta como objetiva (relato). Es in-
teresante la impronta científica que se involucra en las Ciencias Sociales y el grado
en que de la subjetividad y la objetividad resultan categorías que pueden llegar a
fusionarse en ese ámbito del conocimiento.
En cuanto al planteamiento de no confundir el discurso con la lengua, esto
queda muy claramente asentado en los escritos de Émile Benveniste. Sería perti-
nente abordar los planteamientos de Althusser, retomados por Pêcheux, así como
su posición respecto a Bally, Jakobson y Benveniste.
En cuanto a la noción de prediscurso que integra procesos de construcción del
conocimiento así como su puesta en discurso, se propone integrarlo dentro de la
memoria colectiva. Por lo mismo, se incluyen datos extradiscursivos y prediscur-
sivos que tienen un papel central en la elaboración, producción, difusión y circu-
lación de las producciones verbales, operadores que inciden en la construcción y
circulación de sentidos. Esta propuesta retoma, en cierta forma, los conceptos de
representaciones sociales, heterogeneidad discursiva y ethos prediscursivo y discursivo,
cuestión que habrá que considerar en el marco de la memoria discursiva, sin olvidar
la heterogeneidad constitutiva propuesta por Jacqueline Authier-Revuz.
Por otra parte, resulta muy acertado integrar la dimensión retórica-argumen-
tativa a la memoria discursiva, más cuando el corpus de este trabajo se centra en el
debate en la prensa. También la distinción propuesta por Sírio Possenti en cuanto
a cierto “saber” anclado en la memoria o bien relacionado con acontecimientos que
muestran una formación discursiva.
En cuanto al significado que se construye mediante la memoria, cabe señalar
que si se edifica como relato, forzosamente se inscribe como una forma de organi-
zación discursiva: los relatos son discurso, cuestión que hay que considerar respec-
to a la supuesta objetividad de los mismos.
Otra cuestión que hay que señalar es que, dado el limitado espacio del escrito
de Julio Meza Morales, no se exponen las categorías teóricas en las que se sus-
tentará el análisis discursivo, así como el de la prensa, lo que se prevé en el marco
teórico de su trabajo.
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Por último, se sugiere retomar el concepto de frames o marcos de referencia de
Erwing Goffman, ya que implican un punto de vista o encuadre respecto a un suce-
so de trascendencia y se construyen dentro de un grupo de manera significativa, en
un tiempo y espacio particular, es decir, dentro del contexto de una situación enun-
ciativa. Dado que los marcos de referencia construyen socialmente ciertas visiones
del mundo, ciertas representaciones sociales que exponen una visión compartida del
mundo, la del sentido común, los marcos de referencia son testigos de la memoria en
un tiempo y espacio delimitados. El discurso como práctica social edifica valores
por medio de ciertos procedimientos lingüísticos; ofrece una representación de la
realidad compartida por un grupo, conforme al conocimiento y las creencias del
mismo en contexto, como lo señala Moscovici (1994). Por lo tanto, la atribución
de un significado particular entre el sujeto y el objeto manifiesta una representa-
ción figurativa a la que se le atribuye un sentido (Jodelet, 1988). Dicha manifestación
expone la visión de un grupo o de diferentes grupos en una situación comunicativa
particular dentro de un escenario político y social; y exhibe mediante la memoria
discursiva una percepción compartida de la realidad a partir de la cual se mani-
fiesta la ruptura. En este sentido, sería pertinente abordar el concepto de conciencia
posible para la comunicación, expuesto por Lucien Goldmann (1966).
Referencias
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353
Resumen
En este artículo se explora la relación entre arte y política. La intención es pensar la tra-
ma de relaciones que se construyen en la disputa por el espacio público y la representa-
ción del conflicto armado en Colombia a raíz del montaje de Sumando Ausencias (Doris
Salcedo, 2016), dialogando con el ensayo Víctimas del arte, de Alejandro Gamboa (2016),
sobre la serie de fotografías de de Erika Diettesen, Sudarios (2015). De manera circuns-
tancial, estas obras cierran el significado respecto a la noción de víctimas invisibilizan-
do la estructura que las pone de muestra en un proceso de restitución y posconflicto.
Papabras clave
Arte, conflicto, espacio público, representación, violencia.
(…) Yo creo que el arte, el buen arte es político porque siempre está abriendo caminos
y espacios desconocidos; también es marcadamente ideológico entonces siempre está en
contra o a favor de un establecimiento. En mi caso, me interesa el arte político porque he
centrado toda mi obra en la violencia política. Doris Salgado2
1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: alemamabcd@gmail.com
2 Salcedo, D. (2013, 9 de julio). Vídeo en Youtube. Recuperado el 15 de noviembre de 2017, de https://www.
youtube.com/watch?v=G68O3DYLM4k
permita que se creen vínculos. Su obra se acerca a la violencia desde la experiencia de
las víctimas y en ocasiones, se refiere a ella como una oración fúnebre con la que busca
dignificarlas.3 Su trabajo cuenta con un amplio reconocimiento internacional, las insta-
laciones de gran formato han ocupado salas de lugares como el Tate Modern y el Museo
Reina Sofía, así como la Plaza de Bolívar, en Bogotá, Colombia, donde han tenido lugar
varias de sus intervenciones en el espacio público.
En 2016, después de que se publicaran los resultados del plebiscito en el marco del
proceso de paz, Doris Salcedo montó Sumando Ausencias (2016) en la Plaza de Bolívar.
La instalación, una serie de retazos de tela que unidos cubren la plaza con nombres de
víctimas de la violencia, es una respuesta al resultado negativo de la votación en el que
por un margen pequeño ganó el No a la pregunta de si los colombianos dan validez a los
Acuerdos de Paz. Salcedo no fue la única que actuó al conocer los resultados, un grupo
de estudiantes convocó a una marcha el 5 de octubre en la que se reclamaba la necesidad
de que se firmara la paz. La marcha se convirtió en Asamblea y ésta en un Campamento
por la paz que se instaló en la plaza a partir de ese día y hasta que Sumando Ausencias
(2016) ocasionó el desalojo forzado del campamento.
Como la obra de Salcedo, el trabajo de Juan Manuel Echavarría y el de Erika
Diettes parecen haber salido de los campos artísticos para ocupar espacios en los
que se discuten asuntos de actualidad política del país. Sumando Ausencias (2016) fue
cubierta como un evento nacional en el que se homenajeaba a quienes habían sufrido
el conflicto armado. La presencia de la obra de estos artistas en espacios que están
reservados a la discusión sobre los procesos de reparación de los afectados por la gue-
rra ha causado inquietud entre algunos académicos del arte. En la última publicación
del Premio Nacional de Crítica, dos de los ensayos premiados proponen una reflexión
acerca de las prácticas artísticas que abordan la violencia y la representación de la
guerra en Colombia (Gamboa, 2016, p.5). Alejandro Gamboa en su ensayo Víctimas
del arte (2016), reflexiona en este sentido sobre la serie de fotografías Sudarios (2015)
de Erika Diettes. Mi intención es pensar la trama de relaciones que se construyen en
la disputa por el espacio público y la representación a raíz del montaje de Sumando
Ausencias (2016), por esto, considero relevante entablar un diálogo con la propuesta
de Gamboa y Sudarios (2011).
3 En una entrevista publicada en el Espectador, Salcedo afirma: “Quisiera que toda mi obra fuera como una
oración fúnebre con la que intento enunciar los principios de una poética del duelo. Procuro restituir con ella
el sentido, el significado y la dignidad que la violencia les arrebató a sus víctimas. No sólo intento ratificar la
necesidad de elaborar el duelo: la obra misma está en duelo.” Recuperado el 23 de enero de 2018, de https://
www.elespectador.com/entrevista-de-cecilia-orozco/quisiera-toda-mi-obra-fuera-una-oracion-funebre-do-
ris-s-articulo-660581
354 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Sudarios (2011) es una serie de fotografías en blanco y negro, de gran formato, im-
presas en seda, en las que se retrata a mujeres familiares de víctimas en el momento
en el que están contando su experiencia. La instalación requiere que las fotografías se
expongan colgadas del techo, en iglesias, de tal manera que floten encima de quienes
las visitan. Su título hace referencia al Santo Sudario que es puesto sobre Jesús al mo-
mento de ser enterrado. Gamboa se propone revisar cómo se construye una alegoría
del dolor en la obra y las consecuencias políticas que esto tiene. Con su reflexión busca
mostrar cómo los testimonios de las víctimas son vaciados de contenido y de su poder
acusatorio, lo que perfila una versión estereotípica de quienes han sido afectados por la
violencia (Gamboa, 2016, p. 5).
Sumando Ausencias (2016) surge de la convocatoria hecha por Doris Salcedo a toda
la población para que se sume a un homenaje a las víctimas; éste consiste en grabar con
ceniza los nombres de 1.700 desaparecidos en sábanas blancas que serán cosidas, unas
con otras, para cubrir el piso de la Plaza de Bolívar. Mientras se hacía todo el proceso
de la escritura de nombres, la plaza fue ocupada por distintas actividades y de manera
permanente por el Campamento por la paz, quienes se proponían mantenerse ahí para
presionar al gobierno y que, a pesar de los resultados negativos del plebiscito, se firmaran
los Acuerdos de Paz. En el momento del montaje de la instalación, las dos manifestacio-
nes se encuentran. Aunada a la disputa por el espacio público se hace visible una disputa
por la significación del conflicto armado en Colombia. Considero que la presentación del
conflicto que se legitima con el desalojo permite pensar en la construcción colectiva de lo
público en Colombia y dentro del mismo Proceso de Paz. El espacio público es una categoría
central para abordar lo político, es por eso que Judith Butler (2012) la retoma al reflexio-
nar sobre las multitudinarias manifestaciones en las plazas públicas de los últimos años.
De acuerdo con su propuesta, las relaciones entre los cuerpos son las que construyen lo
público. El lugar constituye un soporte para la acción pues le da sentido. Las grandes pro-
testas, por su volumen, momentáneamente rompen la lógica policial del control mientras
los cuerpos modifican la dinámica del espacio (cf. Butler, 2012). Las movilizaciones que su-
ceden los días siguientes a la votación del plebiscito pueden pensarse en relación a lo que
dice Butler (2012) y el Campamento por la paz puede leerse como un intento por prolongar
el momento de lo público (como un espacio de discusión, de negociación y de invitación
al disenso) hasta que se tuviera certeza de que los Acuerdos de Paz serían firmados. En las
acciones que se llevan a cabo en la Plaza de Bolívar durante esos días, hay una intención
política que se manifiesta en la disputa por el espacio. Ocupar ese lugar para que ahí se
lleve a cabo una negociación y/o buscar visibilizar a las víctimas del conflicto son acciones
políticas. En la disputa por el espacio se condensan otras demandas que son claves a la
hora de hablar de la finalización de un conflicto armado de 50 años.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 355
La Plaza de Bolívar como soporte, potencia enormemente las propuestas de signi-
ficación mencionadas y hace más notables las relaciones desiguales en términos de la
visibilidad de éstas. Las intervenciones entran en tensión y se disputan la plaza como
espacio simbólico que le da una base a sus acciones. Los edificios que rodean la plaza
no sólo alojan a las distintas instituciones del gobierno, por sí mismos tienen un valor
simbólico que le da sentido a lo que se está llevando a cabo. En términos simbólicos es
aquí donde se encuentra el núcleo de los entes administrativos del país. El asunto de la
representación atraviesa la disputa por el espacio público y es vital para la construcción
de paz en Colombia, pues considero que en el centro se encuentra la disputa por la Na-
ción en la que está enraizada la guerra en Colombia. Esto constituye una problemática
latente aún después de la firma de los Acuerdos de Paz. En 2017 han sido asesinados 90
líderes campesinos y activistas4.
El problema de la representación atraviesa Sumando Ausencias (2016) y Sudarios
(2011) puesto que en ellas se pone en juego la noción de víctima. Esto opera de dos
maneras; por una parte, las víctimas son re-presentadas y por otra se habla por ellas.5 El
guion en la primera acepción permite elaborar la noción de representación en términos
de los efectos reales que tiene el arte. La intervención artística al instalarse en la Pla-
za de Bolívar presenta el conflicto y lo está significando. Éste aparece con los cuerpos
ausentes de las víctimas y las personas que, cosiendo, unen las telas/mortajas convir-
tiéndolas en una gran superficie blanca en las que sus nombres escritos con ceniza son
apenas visibles. El homenaje se hace para ellos, pero la manera en la que aparecen es
como nombres borrosos sin cuerpo, que yacen en el suelo. Es difícil no asociar el blanco
de esta superficie con el de una bandera y que esto a su vez no nos remita a otras imá-
genes sobre lo que podría llegar a ser la paz. Ahora, si tomamos la representación en su
primera acepción, se estaría hablando a favor de las víctimas que (muertas, desplazadas
o simplemente ausentes) no pueden hacerlo por sí mismas. Esto se torna problemático
si lo pensamos a la luz de los procesos de justicia transicional que ya se están llevando a
cabo en Colombia: aquellos que se presentan inertes aquí, son quienes deben exigir que
las leyes se cumplan y se hagan valer sus derechos.
Gamboa menciona que uno de los efectos políticos de la obra de Diettes tiene que
ver con la representación. En Sudarios (2011) vemos fotografías en blanco y negro de
mujeres y sabemos que fueron tomadas mientras relataban su experiencia de un mo-
4 Maneto, F. (2017, 19 de octubre). Colombia afronta una emergencia ante el goteo de asesinatos de líderes
sociales. Recuperado el 16 de noviembre de 2017, de https://elpais.com/internacional/2017/10/19/colom-
bia/1508364052_311617.html
5 Gayatri Spivak aborda esta doble valencia del término discutiendo con Deleuze y Foucault en Puede el subal-
terno hablar.
356 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
mento doloroso, pero no escuchamos lo que dicen. Las imágenes están separadas de su
contexto, lo que vemos es una puesta en escena homogénea de rostros femeninos que
sufren, de los que no sabemos nombres, ubicación ni ningún dato que nos haga pensar
en ellas como sujetos. El autor se refiere a esto como testimonio vaciado. La omisión de
esta información es intencional, explica Diettes en una entrevista para una publicación
argentina. “El tema de no nombrarlas, de no contar sus historias en específico tiene que
ver con la idea de que ellas no se representan a sí mismas. Representan su dolor, el dolor
del país, el duelo, la pérdida” (Gamboa, 2016, p. 9)6. Para el autor no representan el do-
lor, sino que sus imágenes se convierten en alegorías de éste, lo que resulta problemáti-
co si se lee como un testimonio de la guerra en Colombia. Gamboa explora las reseñas
en publicaciones académicas y periódicos sobre la obra, donde encuentra un consenso
en asignarles un valor documental y una interpelación moral frente a la violencia en
Colombia (2016, p. 5). “Implícitamente se asume un modelo de eficacia del arte según
el cual es posible cierto grado de inmediatez, de proximidad, entre las formas sensibles
del arte y las experiencias de la vida social (2016, p. 5)”. De alguna manera se pasa por
alto la construcción, la puesta en escena que media la manera en la que vemos la serie y
en la que se significan las víctimas. Las fotografías instaladas en las iglesias se mezclan
con las esculturas y pinturas de las vírgenes Marías, que también dolientes, habitan
cotidianamente estos espacios. Este diálogo posibilita que se establezca la noción de
víctima abnegada que sabe soportar el dolor con resignación gracias a su superioridad
moral. De igual manera se crea un vínculo que permite darles un género, las imágenes
que vemos en la instalación son de mujeres. Así es como se adhiere a un estereotipo y
se reduce la guerra al “sufrimiento de las víctimas” (Gamboa, 2016, p. 11).
Sumando Ausencias (2016) tuvo un lugar importante en las notas de prensa, los días
siguientes a su instalación. Publicaciones de interés nacional como El Tiempo y El Espec-
tador publicaron fotos y reseñas de la obra. Salcedo no concede entrevistas fácilmente,
sin embargo, en esta ocasión, habló con periodistas de la BBC y de El Espectador. En esta
entrevista, Salcedo, hace algunas afirmaciones que no se distancian mucho del lugar
que se le otorga al arte en la obra de Diettes. Para Salcedo “…lo importante es generar
imágenes capaces de oponerse a la hegemonía simbólica que la guerra y la violencia
nos han impuesto hace tantos años. (…). El arte representa la posibilidad de construir
una historia fragmentada desde la perspectiva de los derrotados” (Orozco, 2016). Aquí,
se alude nuevamente al carácter emancipador de las prácticas artísticas, como si éstas
6 Este es un fragmento de una entrevista a Erika Diettes que cita Alejandro Gamboa en Víctimas del arte (p.9), la
referencia es Celiz, J. (3 de agosto de 2012). El arte de mirar despacio. Página 12. Recuperado el 17 de noviem-
bre de 2017, de: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-7416-2012-08- 03.html
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 357
tuvieran la facultad de restituir a los derrotados. Nuevamente surge la inquietud por la
agencia propia de las víctimas y el lugar pasivo en el que esta afirmación las deja.
Si se estabiliza el significado de un proceso tan complejo como el del conflicto ar-
mado en Colombia en un estereotipo sobre las víctimas, lo más probable es que no se
pueda comprender en todo su espectro, con todos los matices necesarios. Si la noción
de víctima se simplifica y encasilla en el sufrimiento, su oposición binaria también que-
da reducida. Gamboa hace énfasis en que esto funciona como una herramienta política
en la que queda invisibilizada toda la estructura (de la que el espectador es parte) que
hizo posible el conflicto armado (2016, p. 11). El estereotipo, como herramienta política,
implica condiciones y relaciones de poder que tienen implicaciones reales en la mane-
ra en la que se legisla sobre la restitución y el posconflicto. En este sentido también
es importante notar los efectos que esto tiene sobre la imagen propia de los que son
etiquetados como víctimas y el lugar en el que deja al espectador. De acuerdo con esto,
al borrarse la estructura que da lugar al conflicto también se borra la posibilidad de
acción de quien mira, y su responsabilidad, reduciéndose a un sentimiento de lástima
y conmiseración.
El poder, parece, tiene que entenderse aquí no sólo en términos de explotación económica
y de coerción física sino también en términos culturales o simbólicos más amplios, inclu-
yendo el poder de representar a alguien o algo de cierta forma dentro de cierto régimen de
representación” (Hall, 2010, p. 431).
El poder y la representación se pueden pensar aquí en varios sentidos, por una par-
te ¿quiénes están representando a quiénes? y por otra, ¿qué re-presentación del conflicto
se privilegia al cerrar la posibilidad de que otros se manifiesten en una plaza pública?
En Sumando Ausencias (2016) los sujetos aparecen desdibujados, no son cuerpos ni
rostros, son nombres borrosos de los que no tenemos ninguna información más allá
de que fueron asesinados. Lo que los sitúa ahí no es su vida, sino las condiciones de su
muerte que también son obviadas en el homenaje. Como conjunto, los 1.700 nombres
son presentados como una estadística deslocalizada de la guerra. En el proceso de ho-
menajearlos se niega su agencia y la posibilidad de que su muerte tenga un lugar especí-
fico en el conflicto. En este sentido podríamos afirmar, como Gamboa, que se les vacía
de su poder disruptivo (2016, p.5). La preocupación de Gamboa respecto al estereotipo,
la comparte la Comisión Nacional de Restitución y Reconciliación (CNRR), pues un
sujeto pasivo y desprovisto de acción, depende de su experiencia de violencia para re-
clamar algún tipo de restitución (2016, p.12). Para el autor esto no es gratuito pues “Los
discursos a partir de los cuales se representa a las víctimas tienen un eminente carácter
358 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
instrumental, (…) a partir de ellos se administra la respuesta de la comunidad interna-
cional, se diseñan las políticas de reparación y, en última instancia, se sientan las bases
para una paz estable y duradera” (2016, p.11).
Al revisar la trama de relaciones que se tejen en torno a Sudarios (2011) y a Suman-
do Ausencias (2016), puede pensarse que a pesar de las advertencias de Gamboa, no es
un asunto resuelto. Sumando Ausencias (2016) ocupa con su presentación del conflicto
la posibilidad de un espacio de disenso. La imagen que vemos reemplaza el lugar de la
discusión por una manta blanca y nombres anónimos de los que no podemos saber
nada. La noción de testimonio vaciado viene bien para pensar en cómo esos nombres
funcionan como un dato estadístico que justifica la firma de los Acuerdos de Paz, da-
tos que obvian las necesidades de diálogo que se hicieron evidentes con el resultado
del plebiscito. De manera circunstancial, estas obras cierran el significado respecto a la
noción de víctimas invisibilizando la estructura que las pone de muestra en un proceso
de restitución y posconflicto. El binarismo al que reducen el conflicto al presentar una
imagen de víctima, produce que sus obras constituyan una vía para que el discurso au-
torizado se posicione y privilegie una propuesta que ocluye la posibilidad de agencia de
quienes deben reclamar su lugar en el proceso de construcción de paz y de significación
de la nación.
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 361
COMENTARIO AL TEXTO
El artículo que presenta Mara Ramos explora la relación entre el arte y sus dimen-
siones políticas, tomando como eje de atención a la instalación Sumando ausencias
(2016) de la artista colombiana Doris Salcedo. Sin demasiados preámbulos, Mara Ra-
mos se adentra en las contradicciones y paradojas que también genera una práctica
artística cuando “usurpa” monolíticamente —bajo el auspicio de la mirada estatal—
el locus de la protesta consensuada y clausura la emergencia de otros posicionamien-
tos políticos. Esto hace que la investigación de Mara se aleje de los trayectos comunes
que han seguido los innumerables artículos y reseñas sobre la obra toda de Doris
Salcedo. Sin dejar de reconocer la enorme labor de la creadora latinoamericana en
los terrenos del arte político contemporáneo, acá la indagación se centra en las dispu-
tas por la construcción de significaciones en torno al conflicto armado en Colombia.
Desde esta perspectiva, la instalación Sumando ausencias (2016), no sólo se erige
en uno de los posibles homenajes a las víctimas de la violencia, sino que también el
ejercicio analítico de Mara permite visibilizar los conflictos que ese hecho artístico
suscitó en la discusión política sobre espacio público, representación, estereotipo,
disenso, prácticas de la memoria e incluso en el propio carácter emancipador del arte
en los marcos asimétricos y jerárquicos de relaciones de poder.
Este desplazamiento pone el acento crítico en las soluciones formalistas de
intervenciones artísticas catalogadas como políticas, pero que sin embargo, en esa
misma operación simbólica, vacían de sentidos y simplifican las complejidades de
las tramas sociales que ostentan los hechos de violencia que resignifican. La noción
del arte como espacio emancipador, con una larga tradición en la región y en la
propia obra de Salcedo, es sometido así a un lugar de interrogación que busca des-
enmohecer las fórmulas más repetitivas y estereotipadas a través de las cuales se
expresan las relaciones entre el arte y la política, y, por supuesto, las connivencias
entre el gesto creativo y las prácticas de despolitización.
362 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
LENGUAJES:
REFLEXIONES Y
PRÁCTICAS
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 363
365
Resumen
El presente texto muestra diferentes tipos, formas y funciones del silencio como prácti-
ca social. Se sustenta en investigaciones transdisciplinarias que nos ayudan a pensar en
la importancia de su existencia para reconocer sus múltiples significaciones; queremos
resaltar que la elección de los silencios que aquí se presentan surge a partir de la interpela-
ción y búsqueda de otras alternativas de comunicar en una sociedad invadida y avasallada
por el ruido, y donde el reconocimiento de la palabra oral en el ámbito de lo político ha
ido perdiendo sentido. Creemos que este primer acercamiento a los distintos tipos de si-
lencio ayuda a perfilar la investigación y caracterización del silencio como acción política;
de igual forma, esta tipología nos servirá de soporte para desvincularnos de los estudios
hegemónicos escritos sobre el silencio donde es visto como el “arte de callar”.
Palabras clave
Silencio, significación, polisemia, práctica social, tipología.
Introducción
El silencio es un elemento importante en la comunicación y en el desarrollo de distintas
disciplinas y enfoques, abordado por diferentes pensadores y contextos como tema de
estudio, hace necesaria una descripción de condiciones en las que ocurre: situaciones,
actos integrados en el reconocimiento de silencios, procesos que conducen al silencio o
derivan de él, para una mayor comprensión y discusión desde su significado ontológico,
la “nada” lingüística, inefable, abstracto, empírico, ausencia de sonido en la palabra,
1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: hasxking@msn.com
como miedo a decir algo o denunciar alguna injusticia, como algo negativo, pasivo y
vacío del lenguaje; así como su carácter positivo, activo, como componente ineludible
de significación. De igual forma, se intentará distinguir qué características tienen en
común o en qué se diferencian.
El uso del silencio como práctica social tiene variados significados derivados de usos
diferenciados: sirve para reflexionar, para mantenerse al límite dentro de una conversa-
ción, cuando se está indeciso, aburrido. Puede reflejar molestia o enojo; el silencio en la
naturaleza suele ser sinónimo de tranquilidad, en la retórica y en la literatura es visto como
un acto que ayuda a la comprensión y concentración del lector, es un elemento impor-
tante en la religión para estar en comunión y rendir culto a un ser sobrenatural, en las
artes y en la estética se ha utilizado como inspiración, es un complemento necesario en
el lenguaje; en la filosofía ha fungido como expresión del ser y complemento de la exis-
tencia humana, se ha utilizado como censura y manipulación en la información y en los
medios de comunicación, es fundamental en el ejercicio terapéutico del psicoanálisis, en
la antropología y en la sociología se ha utilizado para reconocer la voz silenciosa del otro,
en la semiótica ha sido considerado como signo; de igual forma, su contenido describe a lo
largo del discurso numerosas figuras llenas de expresividad: conclusión, apertura, espera,
complicidad, interrogación, admiración, asombro, disidencia, desprecio, sumisión, triste-
za, etcétera; que hacen que el silencio se pueda comprender dependiendo del contexto y
su capacidad de significar en una situación concreta.
Consideramos que este trabajo, al presentar múltiples perspectivas, autores, pun-
tos de vista, disciplinas, tópicas —incluso contradictorias—, puede ayudar a ampliar el
panorama como respaldo y avance para la realización de una investigación futura que
pretendemos hacer sobre el silencio como acción política; por lo que debe quedar claro
que no hay dos tipos de silencio idénticos, el silencio es polisémico: nunca se presenta
de una misma forma, es una acción que puede surgir intempestivamente provocando
asombro al no haber lenguaje oral de por medio.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 367
Como se puede observar, Palacios confunde el silencio con el acto de callarse, ya
que el silencio, por definición, no puede ser una entidad inaprehensible, nadie se daría
cuenta de que existen silencios; sin embargo, el uso del silencio, o el acto de callarse es
enigmático como la fuerza expresiva del lenguaje mismo. Es una cuestión de interpre-
tación que dependerá del reconocimiento y decodificación de cada receptor. Pareciera
que el callarse y el silencio es lo mismo, una forma totalizante y extrema de mutismo e
invisibilidad antagónico del sonido, la oralidad y lo tangible.
De igual forma Xirau (1968) establece que el silencio se funda en la palabra y vice-
versa, en una especie de reciprocidad única en donde la una sin la otra dejaría de existir,
donde la palabra es hablada y el silencio su mutismo.
La esencia de la realidad es la Palabra; la palabra verdadera contiene silencio […] sin la exis-
tencia previa de la palabra, sin su semilla en nosotros, sería imposible hablar o callarse […]
somos palabra y estamos lejos de la palabra; somos palabra y tenemos que ir en busca de
ella […] Hay que regresar a lo ilimitado, lo silencioso por impronunciable, para saber, que
este silencio imponderable es también la Palabra misma que nos pondera. Hay que regresar
a nosotros mismos, a la quietud silenciosa de nosotros mismos, para escuchar el verdadero
decir de la palabra: su decir anunciado, pronunciado y callado (Xirau, 1968, p. 150-151).
En suma, los tipos de silencio que propone Kurson (2007) reúnen los silencios de
percepción individuales de Bruneau (1973), las representaciones formales del silencio
de Jensen (1973), y los contextuales de Johannesen (1974), ya que están expuestos a
seguir reglas sociales que exigen orden (formales) desde una conversación entre pares,
hasta grupos más amplios (individuales) donde los presentes callan para reafirmar su
permanencia dentro de ciertos espacios que así lo demandan como regla de comporta-
miento (contextuales). Por lo que el silencio es un elemento fundamental para la comu-
nicación, y para comprenderse siempre se debe conocer el contexto.
La finalidad de mencionar este tipo de perspectivas es para desligarnos de ellas, ha-
cer manifiesto que hay muchos estudios sobre el uso del silencio expresivo involucrado
en el acto de callarse y no en el “significante cero” o práctica de silencio, que es uno de
nuestros propósitos.
Trata de aplicar al silencio verbal, un objeto tácito considerado también en su sentido pro-
pio porque aparece restringido sólo a la ausencia fonética, una forma parcial de la ausencia
sonora; se designa así específicamente el silencio de la lectura, la suspensión de la voz por
una palabra que no se articula, que no se dice pero que está presente (1984, p. 11).
Entre las palabras impresas queda un espacio en blanco que no corresponde ni a la voz del
escritor ni a su silencio. Sólo vale como una convención tipográfica pero, contextualizada,
no puede dejar de tener sentido. Marca, entre dicción y dicción, el blanco que resulta espe-
cialmente adecuado para representar la interdicción […] los blancos del texto representan
el silencio de la lectura, un silencio verificable y necesario, necesario porque no puede dejar
de ser (Block, 1984, p. 205).
Así como el habla exige pausas para su entendimiento, la palabra escrita sólo existe
si hay espacios en blanco, silencios; son estos los que dan sentido a una conversación
o a una lectura, tienen una relación dialéctica. “La lectura se realiza en silencio; y sólo
así, por repetirla y en silencio, asegura su vigencia. De la misma manera que el discurso
implica silencio, su silencio implica un discurso” (Block, 1984, p. 217).
Aunque la investigadora no menciona la importancia del papel del autor, no po-
demos prescindir de él, ya que el sujeto que escribe desde el silencio, desde la nada, se
convierte en autor; el que nos llevará a hablar sobre el silencio activo en la escritura,
como un acto de creación; “simultáneamente, la escritura es el medio por el cual el suje-
to puede transgredir el sentido establecido normativamente en la medida en que hace
del sentido algo tangible” (Saettele, 2005, p. 93).
Otra de las disciplinas que tiene una estrecha relación con el silencio y la palabra
es el psicoanálisis, práctica terapéutica basada en la exploración del inconsciente y la
escucha del otro, desarrollada por Sigmund Freud a finales del siglo XIX, y es gracias
a estos elementos que el habla surge desde el inconsciente del paciente, desde el secreto,
que hacen del psicoanálisis un principio metodológico envuelto en la ética, la privacidad
y la confidencialidad. “El psicoanálisis es la puesta en marcha y el sostenimiento de un
proceso subjetivo y de que la operación discursiva que se lleva a cabo sólo puede produ-
cirse bajo el signo de la estricta exclusión de toda regla regulativa” (Saettele, 2005, p. 7).
La interpretación por parte del analista tiene un papel importante dentro del psi-
coanálisis, debe descifrar la significación inconsciente de las palabras, cómo se dicen,
cómo se callan y complementan con formas de actuar, gestos, emociones, movimien-
tos, etcétera. “El silencio del analista se ubica en el lugar discursivo marcado por deteni-
mientos específicos que se describen como figuras del silencio” (Saettele, 2005, p. 104).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 371
El silencio en el psicoanálisis “tiene un significado diferente para uno y otro” (Le
Breton, 2006, p. 99-100), el psicoanalista pone especial atención a la postura y a los
silencios que el paciente otorga entre las palabras, esta terapia le facilita concentrarse
al paciente para hablar sobre sus sueños, delirios y deseos sin censura. Uno calla para
escuchar e interpretar y el otro calla para encontrarse.
Antes del psicoanálisis no hubo más que la hipnosis o la neurología. Con el psicoanálisis se
genera una teoría analítica del discurso, con lo cual no sólo lo que queda al margen del discurso
se vuelve relevante, sino que lo relevante aparece en el discurso, no en forma de contenidos, no
como lo dicho, pero como lo que está siendo indicado en el discurso (Saettele, 2005, p. 142-143).
El silencio puede ser un acto involuntario por parte del paciente, pero no por eso
quiere decir que sea impuesto, sino que más bien es debido a las leyes del inconsciente
y a las emociones que se enmudece, “el silencio para el psicoanálisis se haya ubicado
como un hecho clínico primario, como manifestación última de la naturaleza muda de
la vida psíquica” (Saettele, 2005, p. 108). El psicoanalista es un practicante de la escucha
silenciosa por excelencia.
El secreto es un tipo de silencio que no sólo se practica en el diván, se puede efec-
tuar en la esfera pública o privada, de manera voluntaria, individual o colectiva, se con-
vierte en un privilegio que puede causar emoción por tener un conocimiento que se
oculta, personal, íntimo, de dominio único o simplemente no causar algo debido al des-
conocimiento de su existencia. Sin embargo, no todo secreto tiene connotación positi-
va, ya que si la información que se tiene daña o perjudica a otras personas involucradas
pueden ser de tipo negativo por someterlos a su exclusión.
Mendoza (2009, p. 125) distingue el secreto como un elemento fundamental en
el espacio público y privado, e indica que “la palabra secreto aparece hacia el siglo XV,
proveniente del latín secerno, que significa separar, poner aparte […] se refiere también
a retención de una información”.
Una de las máximas de la ley cuando se ejerce la detención de algún presunto cul-
pable de cierto crimen es la de “el derecho a guardar silencio”, como una especie de
privilegio de la secrecía que le permite separarlo o apartarlo de la culpabilidad o la ino-
cencia, por lo que queda en los márgenes de la exclusión y acusación.
Las luchas sociales han utilizado el secreto como clandestinidad y conspiración
ante un régimen autoritario que busca censurar todo tipo de libertad de expresión, pa-
sando por encima de los derechos naturales. De acuerdo con Le Breton (2006, p. 10), “el
secreto constituye una disciplina del lenguaje que se practica a favor o en detrimento de
los que ignoran que existe […] en algunas manos, el secreto es poder”.
372 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El secreto propicia la alteridad, permite el ejercicio de una libertad individual que deja el ca-
mino libre a la indiferencia. Si fuera posible decirlo todo de sí mismo, o saber todo del otro,
la individualidad sería aniquilada. La desaparición del secreto supone, al mismo tiempo, la
desaparición del misterio (Le Breton, 2006, p. 88).
En el budismo se habla de tres clases de silencio: El silencio del cuerpo, el de la voz y el del pen-
samiento […] el que más cuenta y cuesta es el silencio de la mente, al que están supeditados
los otros dos […] Todo el esfuerzo del Buddha tiende a conseguir dicho silencio y, para ello, el
Buddha y el budismo han puesto en primer lugar no la especulación o una doctrina, sino la
meditación, la contemplación, la quietud de la mente, el silencio interior. Román (2012, p. 54)
Cuando se lleva a cabo la oración, cualquiera que sea, se aspira a la escucha y res-
puesta de Dios mediante acciones inverosímiles que se muestran como prueba de escu-
cha, refuerza la fidelidad y la creencia ante un Dios que escucha y cumple.
Hasta ahora hemos visto el papel del silencio “vivo”, es decir, en diversas activida-
des que se llevan a cabo hasta que el sonido vital se enmudece totalmente en la muerte;
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 373
sólo que este tipo tiene características distintas que van más enfocadas a la cuestión
emocional; si bien, la enfermedad siempre va acompañada del silencio, de la tranquili-
dad y el reposo; indudablemente, el mutismo se agudiza en la muerte.
El silencio se utiliza para dar el último adiós en forma de respeto, es un mutismo fú-
nebre que está cargado emocionalmente a través del recuerdo, de la ausencia de un ser que
hizo ruido en nuestras vidas. Le Breton (2006, p. 123) señala que “el silencio es una imagen
de la muerte, una fuerza colosal que se apresta a triturar al hombre y provoca angustia”.
Puede ser considerado como un silencio negativo, pero consideramos que no lo es, es un
silencio necesario para recordar la presencia de alguien que ya no está; precisamente en
este tipo de silencio es en el que, paradójicamente, se reflexiona sobre la vida.
2 Precisamente está escrita poéticamente por frases y espacios largos y salteados, por lo que deja claro que el
silencio se percibe o se basa en estructuras temporales, en su duración prolongada sonora o escrita.
376 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
surgimiento del género musical denominado Noise Rock, donde el grupo Sonic Youth es
considerado como uno de los máximos exponentes; influenciados por una de sus con-
ferencias titulada: The future of music: Credo; “Creo en el uso del ruido. Dondequiera que
estemos, lo que oímos es en su mayor parte ruido. Cuando lo ignoramos nos molesta.
Cuando lo escuchamos, lo encontramos fascinante” (Cage, 1973, p. 3).
Existe un vínculo entre la estructura del silencio y la forma de la melodía a través
del ritmo y la repetición que no existiría si no estuviera acompañada de pausas, espacios,
silencios, densidades y tempos que marcan el final de un sonido y el principio de otro que
comienza; por lo que el factor tiempo es ineludible para comprender una pieza musical. El
silencio en el espacio se puede presentar como lo no escrito, los saltos entre las notas, la
duración del tiempo se expresa con las pausas inaudibles, es un sonido que no se escucha,
pero significa.
El silencio aparece como una pausa entre dos instantes significativos es un silencio ligado
a un funcionamiento en forma de lenguaje; y para que el lenguaje signifique es necesario el
silencio. Lo que se escucha es la interrupción que marca el lenguaje. El silencio es entonces
la respiración necesaria al desarrollo del discurso. El silencio que rodea cada sonido no
significa en sí mismo sino que permite que el sonido signifique. La toma de conciencia del
silencio que estructura el discurso musical da una dirección y una fuerza a la interpretación
musical. Sobre la línea del tiempo, el silencio pone en relación el instante que precede y el
instante que sigue. El silencio transporta tensión cuando prolonga lo que acaba de sonar
o enfatiza lo que precede. El silencio pone también a la espera de lo que va a seguir, dejando
entrever el sonido que se aproxima (Arroyave, 2013, p. 143).
Otros actos de ausencia similar que se perciben a través de la mirada, y que no ne-
cesariamente son sonoros percibidos por el oído; son los “silencios acústicos”, término
utilizado por Amorós y recuperado en Labraña:
Así como la música emplea el silencio de un modo real, la pintura o la arquitectura, por
ejemplo, pueden sugerirlo de un modo sinestésico: la desnudez, los espacios vacíos, la au-
sencia de decoración, los fondos blancos o los monocromos equivaldrían a los silencios
acústicos (2017, p. 30).
Las telas negras de Frank Stella, el Untitled de Robert Ryman, donde el acceso a una sen-
sibilidad inmaterial se hace más clara y más evidente la correspondencia con el silencio: la
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 377
tela blanca, en blanco, no se explica por el horror místico de Mallarmé sino como una exas-
peración postergada, la expectativa pura, que vale como una propuesta o una provocación:
el contemplador enfrentado a una experiencia estética suspendida (Block, 1984, p. 24).
Para que las acciones de los personajes enigmáticos tengan sentido en la recepción,
deben existir características clave dentro del argumento de las películas para que se pueda
interpretar lo omitido, ya que sin esto sería imposible su entendimiento y daría como re-
sultado un papel sin sentido. Cuando el personaje es silencioso transmite incertidumbre
al espectador, que está siempre a la espera de un final pensado que tal vez nunca llegue.
De igual forma hay una serie de técnicas donde se hace presente el silencio en la
producción cinematográfica; Grijelmo (2012, p. 105-119) señala que el silencio sonoro,
paradójicamente se da en el cine mudo y se trata de sonidos ambientales que ayudan
378 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
a significar el mutismo de los personajes; la elipsis como omisión audiovisual puede
fragmentar el tiempo y el espacio; es decir, a través de secuencias se crea una ruptura en
la narración que no afecta el significado sino que lo complementa. Estos efectos ayudan
a crear duda durante la trama y construyen conjeturas y emociones en el espectador.
La poesía también necesita del silencio, de hecho es un elemento esencial para su
creación y comprensión, Villoro (2016, p. 61) señala que “los significados poéticos no
pueden estar ligados en forma invariable a determinadas palabras, surgen en el contex-
to, de modo inesperado, de la distorsión de los significados objetivos”. Dejando claro
que el silencio en todas sus representaciones siempre será único e irrepetible.
Por eso la importancia del uso de la metáfora en la poesía es sustancial, ya que
cuando la palabra se encuentra limitada, la metáfora es una figura retórica alternativa
que ayuda a expresar la realidad a través de la semejanza, está contenida de significados
no dichos explícitamente.
La poesía se encuentra entre la palabra y el silencio; ahí donde la creación surge ex
nihilo se configura un lenguaje infinito que ha sido negado por el habla común. Picard
(1964, p. 141) menciona que “la palabra de los poetas no sólo tiene una relación natural
con el silencio del que proviene, sino que también puede producir silencio a través del
espíritu que está en él”. La expresión del espíritu se transforma en palabra a través de la
poesía. Existe una correlación intima entre el silencio y la aspiración del poeta.
Grijelmo (2012, p. 97-102) distingue tres tipos de silencio en la novela: el silencio
narrativo que consiste en suprimir información que el narrador posee o se supone que
posee; el silencio de ocultación, que consiste en esconder hechos que el narrador debe
conocer, y cuya información se le retrasa al lector para favorecer la intriga; el silencio de
túnel del tiempo sirve para que el autor y el lector puedan omitir pasajes, hechos, épo-
cas que no influyen en la trama principal; y afirma que “todo silencio literario adquiere
eficacia si el receptor puede llenarlo”.
Entre otras cosas, la creación con base en el silencio no se salva de la privatización,
ya que en medio de tanto bullicio, el silencio se ha convertido en mercancía, en un privi-
legio más al que muy pocos pueden acceder, muchas “empresas y agencias publicitarias
se han percatado de la importancia del silencio en una vida cotidiana acosada por el
ruido” (Le Breton, 2006, p. 10). El silencio se ha vendido como producto, creatividad y
medio de explotación; el investigador francés añade que “el silencio llega a tener enton-
ces un destacado valor comercial: al ser un recurso escaso se convierte en un anhelo, en
un motivo de lucha social o de marketing”.
Las mercancías que aíslan del ruido son cada vez mayores, desde ventanas, protec-
tores sonoros, terrenos cercados, así como la opción de silenciar el funcionamiento de
distintos aparatos domésticos y teléfonos móviles, productos silenciosos que antes no
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 379
lo eran se hacen novedosos y cotizados por su aspecto silencioso, su precio mercantil
aumenta gracias a la venta de la tranquilidad sonora.
Consideraciones finales
Como hemos visto, el silencio es un elemento de la comunicación ineludible para la exis-
tencia, lo podemos encontrar en cualquier lugar y situación, su significación siempre
dependerá del contexto en el que se presente, de su duración temporal y espacial, de la
presentación, representación e interpretación que se le otorgue (inclusive la propia con
la que se abordó y clasificó este trabajo).
Hay distintos tipos de uso del silencio: individuales o colectivos, internos y exter-
nos, pasivos y activos, positivos y negativos, respetuosos y violentos, voluntarios e im-
puestos que nos ayudarán a caracterizar los silencios como acción política. En suma, los
silencios son signos que organizan otros signos para su comprensión y entendimiento.
Creemos que es de gran importancia incluir la acción política a la discusión de los
estudios sobre el silencio, ya que cada vez es más frecuente encontrarlo como forma de
manifestación política en los espacios públicos, donde se han ido cerrando las vías de la
comunicación y cada vez es más difícil lograr el diálogo donde se reconozca la voz del otro.
El silencio es un elemento de la comunicación que no se debe obviar, en contextos
específicos puede utilizarse como táctica de supervivencia, como creación o alternativa
simbólica para hacerse escuchar y reconocer su oposición frente a la censura y clausura
de la palabra.
Inferimos que está forma de construir sentido políticamente a través del silencio
es un método activo, violento y transgresor que se escapa de los márgenes de la política
tradicional que vale la pena explorar.
Debido a su aspecto indefinido, nos surgen varias preguntas para una investigación
futura, ¿el silencio puede ser considerado como acción política? ¿En qué circunstancias?
¿Qué características contiene de los distintos silencios abordados? ¿Tendrá algunas otras
características que no se hayan presentado? ¿En qué tipo de silencios se inscribe?
Estamos conscientes de que la apropiación del silencio es indeterminado, y que por
su carácter polisémico puede provocar interrogantes enigmáticas sobre el sentido; pue-
de ser practicado tanto en las luchas sociales que buscan lo político o como respuesta a
ellas a través del terror, la desaparición, la privación de libertad, la marginación, el exilio
y la muerte; y si este fuera el caso, se suspende toda capacidad política en el momento
en que el silencio se utiliza como imposición y censura hacia el otro.
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COMENTARIO AL TEXTO
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 383
385
LECTURA Y COMUNICACIÓN
Ja, ja, ja, ja, ja, ja. Qué vergüenza. Pues, en realidad, los de John Green
no me parecen tan malos y creo que sí he leído todos los que ha sacado,
también leí la saga de Divergente, la de Los juegos del hambre y la de Maze runner
(no me acuerdo si se escribe así). Ah y los tres libros de Sombras de Grey
(respuesta de una estudiante de artes sobre sus lecturas).
Resumen
Este texto plantea un recorrido por el concepto de lectura y hace una revisión de algu-
nas formas en las que ha sido abordado desde diferentes perspectivas con el objetivo de
observarla como un fenómeno multidimensional. La exposición de este concepto y su
abordaje está enmarcada en el campo de los estudios de la comunicación y la cultura.
Para realizar este ejercicio reflexivo, el texto se construye a partir de dos apartados: el
primero dedicado a la estructuración del proceso de continuidad-discontinuidad en las
relaciones entre obras, lectores y lecturas; el segundo está centrado en las inconsisten-
cias de las fronteras disciplinares que intentan dar cuenta de estas (dis)continuidades
en el estudio de la Lectura desde la comunicación y, en particular, desde una perspectiva
centrada en la discursividad social. Finalmente se propone una posibilidad de incor-
poración de diferentes tradiciones para un acercamiento a la lectura como proceso de
Comunicación.
Palabras clave:
Lectura, obras, lectores, discursividad social, estudios de la comunicación.
1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: cronos2000x@hotmail.com
Introducción
Alrededor de la lectura se pueden imaginar una gran cantidad de abordajes que den
cuenta de ciertas dimensiones del proceso desde distintas y múltiples disciplinas teó-
ricas o metodológicas. Desde el campo de la comunicación podrían plantearse algunos
acercamientos alrededor de la industria editorial, del libro como dispositivo tecnológico
de comunicación, sobre la construcción de los géneros o sus usos sociales, sobre las
nuevas prácticas lectoras, sobre la producción de materiales por parte de los fans, los
fenómenos trasmediales que derivan del texto, lo refieren, critican, amplían o recom-
ponen, o bien, sobre los discursos sociales que atraviesan los procesos de construcción
de sentido de los lectores.
La lectura es un fenómeno que habla de una necesidad primaria de comunicación
refinada a través de los siglos por los dispositivos tecnológicos que han hecho posible,
determinado, diversificado y abierto, primero la escritura, la lectura, la lectura personal
(en silencio), la literatura industrial, la lectura electrónica y salteada, la lectura trasme-
dia2. Los entornos de las lecturas han cambiado y se han diversificado, las valoraciones
y algunos usos sociales lo han hecho también, pero la Lectura permanece como una
forma fundamental de interacción (Ravettino, 2016; García, 2015 y 2007; Jenkins, 2010;
Papalini, 2012; Lahire, 2004). La lectura, en todas las modalidades imaginables, sigue
siendo el vínculo con los otros y, al mismo tiempo, la posibilidad de introspección en un
doble movimiento de sístole y diástole continuo que va del aislamiento y la reflexión,
a la puesta en común y la identificación con valores, códigos y discursos sociales; sigue
siendo un refugio para pensar (Llunch, 2017; García, 2015; Cassany, 2009; Pereda, 1990;
Jitrik, 1984) y el espacio privilegiado de la construcción de sentido (Jones, 2018; Jitrik,
1984 y 2008; Carrroll, 2003).
Las neurociencias han ido comprobando algunas nociones sobre la lectura y la fic-
ción3 que parecían claras y provenían de la teoría literaria (como Roland Barthes, Noé Ji-
trik o Umberto Eco), la filosofía (como Michel Foucault, Giorgio Agamben, Susan Sontag
o Carlos Pereda) e incluso de la propia Literatura, es decir, de los escritores (como Jorge
2 En el sentido material y estrictamente complementario entre medios diferentes, ya que toda lectura, por el he-
cho de ser social, abreva necesariamente de múltiples discursos codificados y soportados por diversos medios.
3 Deben distinguirse en estas referencias las que competen a la lectura de las que competen a la Literatura,
la ficción, la ficcionalización, narración (oral o escrita), de las lecturas de ficción, las lecturas literarias, las no
literarias y, entre éstas, las de ficción y las de no ficción. En cada caso, se han construido estos conceptos para
procesos y usos diferentes. Los estudios referidos se han ocupado de varias facetas de los procesos de lectura
y de distintos tipos de relaciones discursivas, que son diferentes y claramente distinguibles desde las prácticas
lectoras y los placeres individuales (y hasta eléctricamente, según los artículos referidos), pero cercanas en sus
usos sociales y las prácticas de consumo y producción de contenidos derivados de los libros. En este caso se
presentan como ejemplos convergentes de un proceso más grande de Lectura que los comprende.
386 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Luis Borges, Macedonio Fernández o Ricardo Piglia) haciendo a veces explícitas sus pre-
ocupaciones por el lector y los procesos de lectura, o sus aspiraciones sobre esos lectores
imaginados a partir de las experiencias de estos escritores como lectores.
Leemos desde hace cinco mil años, y para los neurocientíficos no tenemos áreas
especializadas del cerebro para llevar a cabo los procesos de lectura, a cambio, usamos
una parte de los mecanismos y áreas destinadas al lenguaje hablado y otras al reconoci-
miento visual, lo que incluso hace que la alfabetización actúe en detrimento de algunas
de estas capacidades (Miller, 2010). En cambio, estudios de la misma índole apuntan
a pensar que, como sugería la teoría literaria (Barthes, 1980, 1987 y 1989; Jitrik, 1984
y 2001) o la sociología de la lectura (Lahire, 2004), dicho acto, sobre todo de ficción
literaria, nos permite entender, dar sentido e incluso interactuar de mejor manera en
el mundo, como concluye un meta-análisis publicado por Raymond A. Mar (citado en
Jones, 2018) de la Universidad de York cuando señala que “cuanto mejor entendamos
los hechos en una narrativa, mejor podremos entender las acciones e intenciones de
quienes nos rodean” y de paso, plantear las posibles diferencias en este efecto según
los tipos de narraciones que leemos. Igualmente, la neurociencia ha confirmado lo
que los teóricos de la literatura y los propios autores y lectores saben: que la literatura
es productora de realidad ya que el cerebro no diferencia la naturaleza de una y otra
experiencias, “el cerebro, al parecer, no hace una gran distinción entre leer sobre una expe-
riencia y encontrarla en la vida real”, es decir, la experiencia está escrita en lenguaje
sensorial. Al parecer no sólo los recuerdos y los sueños están hechos de lo mismo, sino
que cualquier narración produce efectos similares y se conforma de procesos equiva-
lentes en las mismas regiones cerebrales. La lectura es una experiencia, análoga a las
otras experiencias corporales y esencialmente un acceso a la realidad, porque como ha
encontrado otra investigación reciente “los mismos procesos psicológicos se usan para
navegar por la ficción y las relaciones reales. La ficción no es solo un simulador de
una experiencia social, es una experiencia social” (Reading literary fiction, 2013), aunque
separan los efectos de la ficción literaria de los de la ficción popular o la no ficción, a
partir de la distinción que había hecho Barthes entre los tipos de escritura escritora (de
goce) y lectora (de placer), asociados (de manera creativa) a la literatura y la posibilidad
de subversión y la posición creativa del lector, en el primer caso y en las obras de género
como la literatura popular o la industrial que se mantienen en la tradición de la cultura
y reducen la posición del lector. En un sentido similar a lo que habría resumido Ricardo
Piglia en la expresión “la literatura popular es siempre didáctica (por eso es popular)”
(Piglia, 2015a, p. 159).
Las referencias anteriores no pretenden ser un abordaje de la lectura desde las
perspectivas citadas, sino mostrar cómo algunas investigaciones recientes sobre el
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 387
cerebro y la lectura confirman lo que por vía de las Humanidades se había intuido, e
incluso, como estas propuestas pueden estar dando forma a los presupuestos de estas
ciencias. Es decir, actúan aquí con un efecto ilustrativo de algunos de los fenómenos
que cubre el complejo concepto de Lectura que se desarrollarán en el ensayo.
Ante esta multiplicidad de enfoques probables, este texto plantea una posible re-
flexión sobre lecturas y lectores desde el campo dela comunicación, pero desde el eje de
los lectores y centrado en los vínculos necesarios para la existencia de la lectura como
proceso de construcción de sentido. Este trabajo es parte de un proceso reflexivo en
torno a la lectura, mismo que está enmarcado en el desarrollo de una tesis de doctorado
sobre las lecturas juveniles de los best sellers entre los estudiantes de preparatoria, así
que algunas referencias irán en términos de la lectura en general y otras en relación a los
textos, las lecturas y las prácticas alrededor de los libros de circulación masiva llamados
superventas, best sellers o libros populares. En todos los casos, se refieren aquellas que
los procesos de Lectura tienen en común como proceso social, independientemente del
tipo de texto de que se trate, en el entendido de que este concepto trasciende a la deco-
dificación de las páginas de un libro y puede entenderse como un fenómeno comunica-
tivo complejo con manifestaciones diversas en multitud de textos, imágenes e ideas en
los más diversos soportes y géneros.
[…] el sentido de las lecturas o, para decirlo más concretamente, las experiencias que los
lectores viven con los libros, son cuestiones que los sociólogos tradicionalmente han me-
nospreciado. La sociología de la lectura ha estado hasta hoy profundamente marcada por
una sociología del consumo cultural (2004, p. 187).
392 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
En su conclusión, este autor plantea que la lectura es parte de la acción, lejos de
ser una acción pasiva o desconectada y que puede igual ser empleada para escapar o
dar sentido a la realidad más cercana y cotidiana, entre otros usos conscientes del libro
como generador de experiencias declarados por sus informantes, que igual refieren el
empleo prescriptivo o terapéutico de los textos narrativos para reelaborar los esquemas
de experiencia e identidad. Leer, como señala Piglia (2015) desde la reflexión de los
lectores literarios y en la literatura, nos hace ver nuevas conexiones. En este juego de
evidencias y expectativas de unos y otros puede apreciarse la convergencia de relaciones
en que la Lectura permite repensar, elaborar y construir esquemas para relacionarnos.
“La literatura produce lugares y es ahí donde se asienta la significación”, dice Ricar-
do Piglia (2015, p. 50) cuando habla de que en Kafka hay que establecer una topografía.
También usando la imagen de la emergencia espacial, pero en este caso rompiendo la
geometría euclidiana, se puede apreciar con Barthes que “leer no es un gesto parásito,
es un trabajo y el método de este trabajo es topológico” (1980, p. 7), imagen con la que
no sólo comprende la mutabilidad del fenómeno creado sino la posibilidad de su asi-
milación intelectual. De igual manera, esta “creación” de espacios daría sentido a una
de las implicaciones señaladas arriba como la construcción de representaciones que, al
contemplar la elaboración metafórica de relaciones para explicar el mundo, está crean-
do conceptos y encuadres con existencia propia y reconocible, como nos ha enseñado
la lingüística cognitiva.
Al hablar de la oposición entre la perspectiva de la escuela de Constanza y la pro-
puesta del escritor Macedonio Fernández, Darío Martínez (2007) explica que más allá de
buscar la realidad en la estética, Fernández propone encontrar la estética en la realidad
y, en su concepto, la comunicación transcurre en la capacidad del lector-autor de entrar a
la trama. Sin lectores implícitos, “comprendemos el mundo gracias a nuestra existencia,
pero en los términos del Museo de la novela de la Eterna lo hacemos gracias a que la ficción
y la realidad juegan en un límite demasiado difuso, de ahí que no siempre se pueda distin-
guir la vigilia de los sueños” (2007, p. 12). Al final, el escritor coincide aquí con los teóricos
de la literatura en que más bien se trata de producir un efecto de irrealidad.
Las fronteras se vuelven difusas y se corren hacia las experiencias dentro y fuera
del texto, dentro y fuera del libro, dentro y fuera de lo individual, dentro y fuera de la fic-
ción, dentro y fuera de lo que podemos llamar realidad, para que Ricardo Piglia (2015),
por ejemplo, traiga a cuento a Borges para postular la ficción como teoría de la lectura.
Obras y lectores
La función autor y el contexto prefiguran, sin engendrar, a los lectores que pueden
plantearse en términos de la escuela de Constanza, de Eco o de tantas maneras como
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 393
cada autor cree (como el caso del lector salteado al que escribe y celebra Macedonio Fer-
nández, o los lectores imaginados y casi sometidos por los escritores que refiere Piglia
en su recorrido por las obras y los autores de la gran literatura, o incluso el lector del que
Eco (2003) quiere deshacerse y el que desea conservar según explica en sus Apostillas a
El nombre de la rosa), pero que no tienen existencia real hasta materializarse en lectores
concretos, en creadores de una realidad que emerge en el vínculo con el texto. En este
caso pueden cumplirse algunas de las prefiguraciones de los autores (como personas o
función) o instituciones (para el caso de las obras masivas y de género) o que se creen
unas enteramente nuevas e inesperadas. Es en este camino que se abre el universo de
alternativas que enriquecen las posibilidades de acceder a los vínculos movedizos entre
lectores y lecturas; es también, por supuesto, lo que complica aún más la posibilidad
de un acercamiento empírico que dé cuenta de estos procesos de forma más o menos
estable y consistente.
Esta función, sin embargo, está inserta en los límites del género discursivo cuyas
particularidades están marcadas por su ubicación histórica y las peculiaridades cultu-
rales de la época (Bajtín, 2012), por los contextos en los cuales se inscriben los lectores,
porque la lectura cambia con ellos el género discursivo desde el que se lee un texto en un
momento determinado. Es desde ahí que se redibujan los límites de lecturas canónicas
como libros exitosos y viceversa, o del tratamiento a escritores como “autores” leídos
desde lugares con fronteras porosas de los géneros a lo largo de la historia.
Foucault cuestiona la noción de obra al referirse al autor, como un espejo de dudas
contra el cual dibujar su argumento y en ese proceso establece que “La palabra “obra”
y la unidad que designa probablemente son tan problemáticas como la individualidad
del autor” (1984, p. 10). Al respecto se pregunta qué son los papeles de alguien que no
es un autor y si todos los papeles de un autor son su obra. En ello se puede ver la tras-
cendencia de la producción, aún en el caso de las obras canónicas, que son de las que se
ocupan la crítica y los estudios literarios. Al enmarcar autor y obra en la idea de géneros
discursivos que los trascienden y cambian en el tiempo, estas funciones permiten tam-
bién pensar todas las obras, no sólo todas las obras literarias, sino todas las obras de
las industrias culturales y contemplar las interconexiones contemporáneas más allá de
la hoja impresa.
Un elemento central en la lectura contemporánea es justamente la variedad de
contextos de lectura y particularmente la emergencia y dominio de los entornos elec-
trónicos. En ellos, puede pensarse que “la representación electrónica del escrito modi-
fica radicalmente la noción de contexto y, a la vez, el proceso mismo de la construcción
del sentido” (Chatier, 2001a, p.140) pero también que se conservan las formas de inte-
racción con los que la Lectura construye el sentido; sin embargo, el lector de internet
394 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
como ese lector salteado de la Literatura (Martínez, 2007) tiene ante sí, como nunca
antes, la posibilidad material de alteración, seguimiento y reconstrucción de lo escrito,
al mismo tiempo que la noción planteada anteriormente de intimidad y aislamiento
se ve por lo menos cuestionada por estas interacciones. Más allá de estas variaciones
en la experiencia, en el ecosistema electrónico de la lectura se introducen cambios que
afectan también las formas en que las industrias culturales inciden en la manera en
que podemos perfilar las configuraciones de los lectores posibles o deseados en los nue-
vos y variados contextos de (co —y re—) creación y circulación.
Estas trazas o huellas de los lectores permitirían acercase a la postulación de Bar-
thes sobre la creación del lector (1989) y el tercero de los tipos de placer de la lectura
que refiere (1987), y así analizar las formas en las que se producen los sentidos y se usan
las lecturas en los actuales entornos de realización de las experiencias de lectura, que
son, como se ha dicho, ahora más claramente que nunca las experiencias de escritura
y creación.
Un nombre de autor, por otro lado, asegura una función de orden entre los textos
al agruparlos, delimitar las afinidades, excluir otros (Foucault 1984) para el campo lite-
rario, pero también para el mercado y las estrategias de circulación. Con el ejemplo de
Borges y yo de Borges, Chartier (2001b) distingue al autor como identidad construida
del sujeto concreto y explica cómo es que atender al autor como una función no elimina
la existencia de figuras concretas relacionadas sobre todo con la lógica comercial de los
derechos de autor.
El autor, como parte del contexto de creación abre un juego de expectativas que
perpetúa en las dinámicas de lecturas concretas y derivaciones abiertas con ellas, sobre
el texto y más allá de él, plantea una disposición ante el texto o es un punto de referen-
cia para el género cuando la función de autor excede la obra del nombre propio, como
ejemplifica Foucault (1984) con el caso de Ann Radcliffe respecto a las novelas de terror
de principios del siglo XIX. En este caso por la puesta en circulación de un género y las
influencias que van de él a múltiples ejecuciones posteriores, pero también fuera del
texto están, para Chartier (precisando a Foucault) en la construcción del Shakespea-
re (muerto) y el Rousseau (vivo), “en una referencia y autoridad cuya vida ejemplar
o significación nacional se considera como más fundamental que sus textos mismos”
(Chartier, 2001b, p. 128). En ambos casos, para los grandes textos de la literatura, la filo-
sofía o la ciencia, el autor se mueve en la frontera de los textos e incide en las formas de
relacionarse con ellos, como se puede apreciar muy claramente en la cultura de masas y
el tratamiento para autores como nombres propios y estrellas o “autorías” que trascien-
den a escritores concretos (continuaciones de historias o personajes) en la producción
de historias en los libros o en otras narrativas.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 395
Si bien se puede concordar en que “nuevas formas del libro producen nuevos auto-
res, es decir una nueva percepción de la relación entre el texto y el que lo escribió” (Char-
tier, 2001b, p. 134), también habría que precisar que las “nuevas” formas son difíciles de
establecer no sólo en el tiempo, sino en los diversos entornos y los usos particulares que
de ellos se hacen. En el caso del libro como producto, estas formas atraviesan además
múltiples medios, momentos y prácticas, articuladas por los conglomerados multime-
dia que los hacen posibles, donde la narrativa, el personaje y el autor, construidos como
marcas, se interrelacionan diluyendo las jerarquías ante la viabilidad financiera de usar
uno u otro para favorecer su circulación y consumo, pero esto no sólo concierne a los
encargados de analizar los flujos económicos, sino que incide de manera significativa en
la conformación de constelaciones de fans lectores y en las formas en que desarrollan
sus apegos por personajes, escenarios, narrativas o autores como funciones a veces
intercambiables y a veces estables. A su vez, estas formas de construir la experiencia
lectora, también diferenciarán los textos creados en ellas.
Es más o menos claro que los personajes cumplen con unas funciones textuales
(Jitrik, 2001) y otras extratextuales implicadas, por una lado, en las estrategias del mer-
cado y, por el otro, en las formas de apego y reconstrucción por parte de los lectores.
En el primer caso la función personaje se distingue de la persona como se han separado
el autor identidad y el autor concreto, y plantea su existencia más que en la existencia
de “personajes” que son, en las tácticas que permiten entender lo que son en el ámbito
de “nuestra cultura”. Al interior ordenan las acciones, atraen la atención sobre aspec-
tos específicos y ejercen de vínculo entre el relato y el mundo real (JItrik, 2001). En el
segundo caso, funcionan como cristalización de los apegos, estrategia metonímica de
reconocimiento (como marca) de una serie, de un arquetipo o del grupo de fans que
congrega.
Las funciones de autor y lector en los contextos contemporáneos, igual que an-
tes, pero de formas que nos resultan más visibles e incluso evidentes, se difuminan y
extienden más allá de las etiquetas, y los géneros discursivos convocan hibridaciones
inéditas en las prácticas de lectura, por lo que habrá que pensar que:
396 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
No sólo se trata de lo que las figuras o ficciones populares producidas por la in-
dustria aportan al entendimiento de la cultura o lo que nos explican de las relaciones
emotivas que se establecen con ella, sino de la imbricación de los “géneros” acadé-
micos o preconcebidos en la construcción de formas de acercamiento, interacción y
disfrute donde convergen las estrategias comerciales de las marcas con las formas de
lectura múltiple y con las circunstancias particulares, las necesidades y las prácticas
de los lectores.
En los contextos actuales, además, es más evidente la producción por parte de
algunos lectores de materiales tangibles en los que se materializan sus lecturas y ponen
en circulación nuevas intervenciones, nuevas obras en prácticas paratextuales4 y meta-
textuales5 que se incorporan al universo de lectura de aquellos con los que comparten
estos espacios. Algunos autores contemporáneos (como Henry Jenkins, Carlos Scolari
o Daniel Cassany) han celebrado la emergencia de estas prácticas por lo que nos dejan
ver sobre las lecturas particulares, pero también por lo que nos dejan ver sobre la cul-
tura contemporánea y sus formas de interacción, además de distinguir también entre
estos lectores, las diferentes competencias y capitales con los que pueden colocar con
mayor o menor éxito sus propias lecturas alternas. La mayoría de estos lectores no
suelen discriminar las obras ateniéndose a las clasificaciones del mercado (segmentos,
marcas, tipos, editoriales) o de la academia (literaturas canónica, popular, masiva, in-
dustrial, ficción, no ficción), y el género discursivo desde el que se está leyendo es una
redefinición social e histórica que habrá que tratar de entender, desentrañando los ca-
minos que lo demarcan a partir de los placeres en los usos.
4 Los paratextos no son aquí los títulos, índices y elementos alrededor del “contenido” del libro, sino del discurso
más grande que contiene ése y otros libros pertenecientes a un discurso editorial industrial. De la misma ma-
nera que ciertas interacciones digitales fuera de la obra y apropiadas por distintos agentes incluso con fines
comerciales como paratextos (Rovira, 2015), son marcos de referencia y participan de las formas de significa-
ción de las obras y su puesta en circulación. De esta manera cumplen la función marca que refiere de la Peza
(1993) cuando dice que en la relación autor-obra se conserva en la alta cultura, y que en la cultura de masas
sólo ocurre transfigurada en “estrellas, marcas o firmas”, lo que es particularmente visible en el ámbito de los
superventas de la industria editorial donde podemos encontrar la función marca de autores (J. K, Rowling,
Anne Rice, Tolkien, Cohelo, Stieg Larsson, Stephen King, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Jordi Rosado, Gaby Var-
gas), sagas o franquicias (Crepúsculo, Los juegos del hambre, Divergente, 50 sombras de Grey) o el personaje (Harry
Potter, Lisbeth Salander, Katniss, Hermione) y su encarnación actoral o animada.
5 Los metatextos que refieren o contienen al otro distanciándose críticamente, y cuya función es cumplida por
antonomasia por los booktubers, pero que tiene también su correlato —menos estructurado— en todos los
comentarios en plataformas y grupos sean estos generados espontáneamente por los lectores, expresamente
por las editoriales o por éstas de manera velada. Otras formas de metatextualidad estará presente en las paro-
dias que no toman como referencia un libro específico sino un “universo”, un personaje, una estética, valores o
lugares comunes presentes en los best sellers.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 397
Lectores y lecturas
Del otro lado del texto, en la construcción de la experiencia de lectura, se presentan
las interacciones específicas enmarcadas por los momentos de interacción y por las for-
mas en que se enfrenta, vive y comparte la lectura, más que en las propuestas clasifi-
catorias o de contenido presentes en los textos, en sus formas de distribución o en la
calificación académica. En este sentido, el desplazamiento hacia los lectores concretos
(además del que prefigura el texto) implica reconocer con Bernard Lahire que:
Este sociólogo francés insta a los investigadores a no buscar las delimitaciones entre
“literatura popular” o “burguesa” ante la imposibilidad para él de definirlas como tales
sino a “esforzarse en reconstruir las formas de experiencias específicas que viven los
lectores socialmente diferenciados en su contacto con las obras o categorías de obras”
(Lahire, 2004, p. 181), porque las diferencias se encuentran en los sujetos situados y
las lecturas que realizan, variables incluso en el hecho de la relación o la referencia a
esas lecturas.
Las variantes de los sujetos están asociadas, además de sus edades y contextos de
interacción, con las variantes en situaciones de ajuste como la adolescencia, jubilación
y otras en las que la lectura da unidad a la experiencia (Lahire, 2004) modificando las
formas de relación con el texto y los recursos con los que se disfruta y construye la ex-
periencia de lectura. Para explicar los recursos disponibles en la interacción texto-lector,
Barthes (1980) ha planteado la existencia de cinco códigos que entretejen las voces que
conviven en el texto: hermenéutico, semántico, simbólico, prosirético (comportamien-
tos) y cultural. “Los cinco códigos forman una especie de red, de tópico, a través del cual
pasa el texto (o mejor dicho: al pasar por él se hace texto)” (Barthes, 1980, p. 15). Los cin-
co códigos devienen, para Barthes en voces: la voz de la empiría, la voz de la persona, la
voz de la ciencia, la voz de la verdad y la voz del símbolo; vistos desde el texto se corres-
ponden con entradas, competencias discursivas con las que se construye la experiencia
y se comparte el sentido. Es decir, planteados como los códigos del texto, son también
códigos de convivencia que permiten que el texto exista en el encuentro con el lector.
La entrada a las lecturas será necesariamente a partir de los placeres, del disfrute
de los textos de diversa índole y por ello de los usos múltiples que los lectores hacen
398 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
de los textos y las recompensas que obtienen con ello. Aunque estos placeres se mani-
fiestan en las prácticas, algunas propuestas desde el texto pueden ayudar a organizar la
indagación en ellas.
En este sentido puede partirse de los tres tipos de placer de la lectura que postula
Barthes, (1987): metafórico, metonímico y productivo. En el primer caso, se trata del
placer formal que se extrae de las palabras en lo que llama una relación fetichista con
el texto; el segundo el placer proviene del avance, desgaste paulatino del libro, de la na-
rración; el tercero corresponde a la activación del deseo de escribir, el trabajo y la trans-
formación del “producto (consumido) en producción” (Barthes, 1987, p. 47), producir y
dejar huellas en una sociedad preparada para bloquear la respuesta, sociedad de con-
sumo y no de producción. En este último caso debe considerarse que esta afirmación,
a pesar de tener ecos en autores más actuales (de la Peza, 1993 y 2006; Jenkins, 2010;
Cassany, 2010) que hablan de la participación y creación contemporáneas o de las rela-
ciones entre el adentro y el afuera de los textos que son reinventados por los lectores,
fue escrito cuando no había tantas salidas electrónicas como las actuales, más allá de
lo cual, las trazas de este último placer manifiesto se han podido ver de otras maneras
durante toda la historia de la literatura con el libro como soporte (Scolari, 2016; Ravet-
tino, 2016), por lo que en su ponencia, Barthes expone que “jamás será posible liberar
la lectura si, de un solo golpe, no liberamos también la escritura” (Barthes, 1987, p. 48).
El tercero de los placeres parece ser en Barthes el más complejo y posterior, tam-
bién el más complejo e inaccesible y donde se podrían, por tanto, cristalizar las relacio-
nes con los textos; es decir, en el placer productivo, en el que crea, se podrían entrever
los códigos, los placeres y los juegos de la Lectura. En paralelo con esta propuesta tri-
partita de placeres, pueden colocarse los niveles de lectura que distingue Jitrik pre-
sentados más arriba, si volvemos las capacidades, placeres, extendiendo los niveles de
reconocimiento y profundidad en disfrutes y si, en el caso del tercer tipo de placer, se
entiende la necesidad del desdoblamiento crítico que plantea el argentino y en el caso
de la clasificación de éste, se considera el proceso comunicativo imprescindible para
evidenciar el nivel de la crítica. Es decir, el nivel de la crítica no precisa ser escrito en
Jitrik, pero sí requiere de un desdoblamiento que permita la apropiación del texto y la
realización de su análisis. Barthes contempla en ello el imperativo por la escritura, por
la creación a partir del texto.
Este desdoblamiento que ocurre fundamentalmente en la crítica establece una dis-
tancia respecto al texto y una relación que Noé Jitrik (2001) llama de “satelitismo”, que no
le permite a la crítica acercarse pero tampoco alejarse del texto al realizar el comentario, la
glosa, la biografía o la historia, al mismo tiempo que construye en ese desplazamiento un
hueco al que llama “objetividad” con el que se autoriza (y aspira) a “ordenar la ‘lectura’ y, a
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 399
través de ella, el comportamiento institucional, editoriales, academias, periódico, univer-
sidades” (Jitrik, 2001, p. 87), enmarcándolo en un “mercado de valores” que lo legitima.
Estas afirmaciones sobre la construcción de la crítica se hacen para la crítica legítima o
profesional, no sobre el distanciamiento crítico o sobre las elaboraciones “profanas” de la
crítica que internet ha hecho más visibles y con mayor alcance; sin embargo, igualmen-
te permiten enmarcar estas prácticas metatextuales contemporáneas en este proceso de
relación satelital con el texto y vuelven relevante indagar cuáles son esos “mercados
de valores” particulares (para —o anti— académicos) desde los cuales los lectores-críticos
(en la informalidad de la charla o la “formalidad” de youtube, los blogs o las reseñas en
facebook) reconocen, clasifican o sancionan los textos.
En Sobre la lectura, Barthes llama la atención sobre la paradoja del lector que más
que decodificar, sobrecodifica; más que descifrar, produce; “amontona lenguaje, se deja
atravesar por ellos infinita e incansablemente: él es esa travesía” (1987, p. 49). En esta
cita se puede observar sintéticamente la concepción de la función lector como un movi-
miento, como un proceso, como una travesía en la que se entrecruzan distintos códigos
de lectura y se encabalgan los discursos.
En el ámbito literario de la creación, varios autores (Piglia, 2005; Martínez, 2007;
Jitrik, 2001) coinciden en conceder importancia al trabajo de Macedonio Fernández
como un pionero en preocuparse por la figura del lector que imaginó diversas posicio-
nes de sujeto que rodean a la práctica de la lectura, “además de desdibujar los artificios
que separan al autor propiamente dicho del lector estrictamente constituido” (Martí-
nez, 2007, p. 4) e incluso en plantear una imagen de lector que anticipa las prácticas
múltiples, incompletas, complementarias y trasmediales de los ámbitos actuales donde
se diluyen los límites entre las prácticas digitales y las que no lo son. En este contexto,
más que en ningún otro previo se desarrollan de manera distinta, pero sobre todo más
evidente, las presunciones de Barthes sobre el lector paragramático que amontona y
recompone al ser atravesado, al construir una experiencia múltiple.
La crítica política o ideológica sobre el texto se ha planteado y debatido históri-
camente desde la teoría literaria y la crítica (Jitrik, 2001), pero la realidad del texto
se construye hasta que el lector lo crea y lo pone a jugar en la red de relaciones que lo
constituyen como sujeto. Esto implica la necesaria orientación hacia las lecturas, hacia
las creaciones contingentes de los lectores; más que al texto como propuesta de sentido,
habrá que indagar en su realización a través de la experiencia lectora.
Las indagaciones empíricas han encontrado que el tema, el sujeto y los efectos de
realidad producidos por el estilo o el contexto, resultan más importantes que el autor
y el estilo en la experiencia creada, por encima de las relaciones intertextuales recono-
cidas por los lectores, y que la lectura estrictamente estética también aparece en sus
400 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
discursos aunque no sea lo que más les atrae, es la inmersión la que convoca tanto a
los “lectores cultos” y los de “extracción popular” (Lahire, 2004), pero esta inmersión
referida y preferida, necesariamente implica esas redes interdiscursivas para el recono-
cimiento y la participación, aunque en la declaración expresa de estas relaciones inter-
textuales no aparezcan como explícitas por su propia condición de naturalidad, de esa
naturalidad que debería desentrañarse, desmontarse y romperse para poder entender
cuáles son los discursos presentes y de qué forma se recomponen en la experiencia de
la lectura.
6 Como el caso que refiere Krippendorff (1990) de Daniel Bell respecto a la anticipación de los grandes cambios
sociales a partir del análisis de contenido de la literatura de vanguardia.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 401
En este camino, vale la pena destacar que la escuela sigue siendo la matriz funda-
mental de la socialización respecto al libro (Lahire, 2004, p. 188). Esto puede ser así, aún
ahora en que los referentes se diversifican y los ámbitos de socialización de la lectura se
potencian a través de las redes sociales digitales, porque aunque la influencia familiar es
decisiva, es en los procesos de socialización incubados en la escuela que la experiencia
de lectura compartida se hace posible y se ponen a prueba los tomas de posición, juicios
y argumentos sobre libros y lecturas ante los grupos de pares, es ahí donde se construye
el diálogo para formar el prestigio y un espacio fundamental para las interacciones que
intervienen en los procesos de autoafirmación; amén de que también es donde circulan
de manera formal e informal, los discursos con los que se valida, interpreta y construye
el sentido de las lecturas.
La escuela es el laboratorio del saber leer, pero también del saber comunicar y de-
finirse con respecto a los otros a través de las prácticas discursivas de construcción
identitaria.
Lectura y comunicación
El estudio de las prácticas sociales alrededor de las tramas discursivas que la lectura de
best sellers permite mirar, obliga a entender que la incorporación de los géneros secun-
darios y estandarizados a los géneros primarios de la conversación será más relevante
que la incorporación de géneros primarios en los secundarios dentro de una obra, como
principalmente ocupan a Bajtín (2012) y la tradición textual. Sin embargo, esta perspec-
tiva, que ha tenido influencias, ecos o simplemente paralelismos con otros abordajes,
permite entender un entorno relacional y dinámico que privilegia los vínculos por enci-
ma los textos, las personas u otras categorías estancas.
El discurso favorece el abordaje de las relaciones entre estos productos culturales
y los lectores desde la comunicación como interacción reticular de discursos. Esto no
significa que no se entienda para ello al libro como un medio de comunicación, y a la
lectura como un proceso social complejo, multideterminado e históricamente situado;
como un proceso no estático, sino en continuo movimiento e interconexión producti-
vos, es decir, creadores.
Siguiendo a Noé Jitrik (1984) puede situarse a la lectura como una forma de co-
municación y como cruce de textos en (inter)relaciones humanas. De ahí que se pueda
entender que:
Leer es transformar lo que se lee, qué deviene de este modo, un objeto refractado, inter-
pretado, modificado; de todo ello, se desprende, por lo tanto, que la lectura es sólo una
instancia de la comunicación, que se evade, por su autonomía como práctica, del circuito
402 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
comunicativo que es, en el fondo, en su teoría básica, un esquema de transacción emisor,
receptor, mensaje; pues no: el lector, si realmente hace algo al leer, es solamente receptor
de un estímulo con el cual inicia una acción mucho más compleja que, al desarrollarse —y
por ese solo hecho— desvirtúa ese difundido prejuicio acerca de lo que se lee es mecáni-
camente un mensaje que, a su turno, no es de ninguna manera un objeto invariable como
en principio lo daría a entender el esquema “emisor-mensaje-receptor” (Jitrik, 1984, p. 11).
Apuntes finales
Como se ha visto al recorrer posturas más o menos convergentes de diferentes orígenes
a lo largo de todo el siglo XX y algunas de lo que va de éste, no puede decirse que exista
un lector del siglo XXI. Es decir, existe porque existimos todos, pero no ofrece distin-
ciones en la noción fundamental de los procesos de lectura ni en las formas en que se
construye en la interacción de las funciones lector, autor y obra, pero también en la con-
creción de circunstancias específicas que derivan en lecturas de la situación concreta de
ciertos contextos. Sea que se trate de ser o parecer lector, es claro que puede hablarse
de niveles de análisis porque implica indagar en niveles distintos de presentación del
fenómeno, tanto en las manifestaciones visibles y rastreables en las huellas dejadas por
las producciones materiales de los lectores, como en la compleja indagación de la subje-
tividad, que como se ha visto, es el terreno de la lectura. En este último caso, se tratará
necesariamente de acceder —a través del discurso— a la red de discursos que operan y
conforman la experiencia.
Entender el proceso significa poder articular, igual que ocurre en su interior, dis-
cursos y recursos complementarios y previos que atraviesan la construcción porque la
preceden, pero también la estructuran y le dan sentido. Habrá que atenerse a un campo
que trascienda las fronteras disciplinares en busca del proceso, la experiencia que lo
hace concreto y las formas de apreciarlo en diferentes ámbitos.
Barthes (1987) habla de la lectura para estudiar el texto. El planteamiento, paradóji-
camente más complejo, sería pensar la Lectura para estudiar las lecturas de los lectores, lo
que implica acudir —alternativa y selectivamente— a esa teoría literaria (Barthes, Bajtín,
Foucault) centrada en el discurso y en el lector y, por otro lado, a la sociología de la lectura
que aboga por la experiencia (Lahire, 2004) para construir un estudio de la Lectura como
proceso comunicativo abierto (de la Peza) que enlace estas tradiciones textuales de las Hu-
manidades (Jensen) con la indagación en las experiencias (Lahire) y tácticas (de Certeau)
de los lectores; o la extensión del concepto de lectura a otras prácticas y otros escenarios
complementarios e interdependientes en los contextos actuales (de la Peza, 1993; García
Canclini, 2015), como plantea de la Peza (2006) en su crítica a los estudios de audiencia
al preguntarse cómo superar la idea de recepción y los conceptos de audiencia, consumo,
sociedad de masas, democracia de masas y públicos masivos que conectan con una idea
mecanicista del receptor pasivo, propone a cambio, el concepto de significación para anali-
406 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
zar la producción de discursos de distintos sujetos determinados socio históricamente en
su interrelación con los discursos que reciben de múltiples fuentes institucionales e inter-
personales. La autora refiere dos aspectos importantes que, sumados al de la significación
y la interpretación, corresponden a abordajes recientes en los estudios de recepción: el
juicio sobre el texto y el uso que se le da; es decir, la aplicación o uso del saber que involucra
el texto, la manera de incorporarlo por parte de los sujetos. El verdadero movimiento
hacia el sujeto no es el considerar al receptor activo parcial o totalmente, sino el abandono
del vínculo de dependencia respecto a un medio en particular, y centrarse en el sujeto y
sus procesos sociales e históricos concretos inscritos en condiciones sociales particulares;
sujetos con identidades móviles en interacción con otros sujetos. En un sentido general,
de una propuesta que trascienda la idea lineal de recepción para concentrarse en la confi-
guración reticular, multiforme y compleja del interjuego de los discursos contemporáneos
y sus códigos también múltiples, una propuesta que incluso representa tomar posición
en el campo cuestionando sus presupuestos (de la Peza, 2013) y la naturaleza del trabajo
“científico” en él.
La meta sería que, sin ser una apuesta por la teoría literaria o por la sociología de la
lectura (aun la que hemos visto que critica la sociología del consumo), pudiera ser una
síntesis creativa que se adapte y dé cuenta de las formas de fruición contemporánea de
las lecturas, independientemente del tipo de texto al que se ancle o el tipo de lectores
que surjan en las interacciones o los usos sociales que les den a esas formas actuales de
relación con los libros.
El texto y lo textual ofrecen un marco para entender los procesos sobre los que hay
que entender las experiencias de los lectores de carne y hueso. Con esta demarcación
se podría apreciar cómo han cambiado los soportes, contextos, mercados, estrategias
autorales, usos sociales y prácticas lectoras, así como la forma en la que se manifiesta
aquello que permanece en los procesos de lectura, independientemente de los cambios
sociales y tecnológicos. En este sentido se puede decir que han cambiado los medios
de acceso a los textos, pero no las motivaciones para interactuar con ellos, construir
apegos o conservar en la memoria; permanecen las disposiciones de aislamiento so-
ledad del lector en la acción misma de leer, pero se disgregan y se han transformado
significativamente las formas de sociabilizar las lecturas y la reconstrucción colectiva
del proceso en el sentido extenso. En ambos casos se trata de procesos de naturaleza
colectiva, pero en el primero implícitos y accesibles a través de los discursos de los su-
jetos y, en el segundo, las huellas de las prácticas creadoras se hacen explícitas en la
interacción ya no sólo de los discursos, sino también de los sujetos. Así se verá que los
usos individuales de leer son al mismo tiempo los usos sociales que la Lectura favorece,
permite y estructura.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 407
El estudio desde la comunicación aportará la especificidad de la preocupación por
los procesos como interacciones en pos del sentido, tanto en la construcción de la expe-
riencia como en la posibilidad de indagación. El campo de la comunicación ofrece, ade-
más, la posibilidad de indagar desde la articulación de las ciencias y las humanidades de
manera creativa, abierta y sin ataduras disciplinares. También implica la construcción
de un escenario que contemple igual los géneros y los códigos, que las prácticas, las
modalidades tecnológicas de los dispositivos y las interacciones con ellos sin ánimo de
profundizar o sacralizar alguno, sino comprendiendo que sólo podemos entendernos
en interrelación y que cada uno es, de hecho, el producto de interrelaciones movedizas
y creadoras.
408 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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410 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO
LECTURA Y COMUNICACIÓN
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 413
415
El presente artículo, que forma parte de mi investigación “La Revista Mexicana de Li-
teratura: una apuesta por la autonomización”, tiene como primer objetivo analizar las
características principales de la Generación de Medio Siglo a partir de la teoría socio-
lógica de Pierre Bourdieu, elaborando con ello un encuadre contextual y conceptual
del campo literario de la época. A partir de este panorama socio histórico se analizará
la recepción crítica en torno a la publicación del libro El arco y la lira de Octavio Paz,
dentro de la Revista Mexicana de Literatura, exponiendo y analizando los diferentes
puntos de vista críticos en torno a uno de los libros más representativos de la historia
de la literatura mexicana.
Palabras clave:
Revista Mexicana de Literatura, autonomización, generación medio siglo, Pierre Bour-
dieu, campo literario.
Introducción
El propósito central del texto reside en analizar la recepción crítica del libro El arco y
la lira (1955) de Octavio Paz en la Revista Mexicana de Literatura, considerando que
la crítica que se hace del libro, específicamente la realizada por Tomás Segovia, es una
muestra significativa del carácter político y estético de la revista. En primera instancia,
para comprender la emergencia de la revista en el panorama socio cultural de la déca-
da de los años cincuenta en México, resulta necesario analizar las características de la
denominada “Generación de Medio Siglo”. Se considera que el periodo artístico que
1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: moldavo16@gmail.com
implicó este movimiento es relevante para la historia artística y social del país ya que,
hipotéticamente, marca un proceso paulatino de ruptura donde los nuevos artistas me-
diante nuevas técnicas, cuestionan, reivindican o transforman las obras artísticas de
sus predecesores. Un ejemplo claro que nos permite comprender este umbral de transi-
ción lo podemos identificar en la novela Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo; por un lado
se encuentra una temática eminentemente rural, pero a su vez, a modo de contrapunto,
se sostiene en una estructura fragmentaria heredera directa de escritores como William
Faulkner (1897-1962) o James Joyce (1882-1941), norteamericano e irlandés respectiva-
mente, y considerados por la crítica literaria los pilares de la narrativa experimental;
una obra que dentro del campo literario mexicano puede analizarse desde la disputa
entre el nacionalismo y el universalismo2.
El término “Generación de Medio Siglo” fue acuñado por el historiador Wigberto
Jiménez Moreno en referencia a la revista homónima donde gran parte de los autores
publicaron sus primeros textos. Tal agrupación —como generación— designa a aque-
llos escritores que comenzaron a publicar a partir de la década de los cincuenta. El his-
toriador Enrique Krauze (1981: 35) señala que una de las características principales de
la generación es su postura crítica respecto a los resultados de la Revolución, teniendo
en cuenta que los efectos oprobiosos de ésta ya estaban claramente representados en
el discurso hegemónico de un partido: el PRI. Este grupo de escritores lo conformaban:
Juan Vicente Melo (1932-1996), José de la Colina (1934), Sergio Pitol (1933), Inés Arre-
dondo (1928-1989), Huberto Batis (1934-2018), Juan García Ponce (1932-2003), Salvador
Elizondo (1932-2006), Vicente Leñero (1933-2014), Carlos Monsiváis (1938-2010), José
Emilio Pacheco (1939-2014), Tomás Segovia (1927-2011), Jaime García Terrés (1924-
1996), Gabriel Zaid (1934) y Rosario Castellanos (1925-1974); los cuales tuvieron en co-
mún residir en la ciudad de México3 a mediados de los años cincuenta, y contar con la
asesoría intelectual de los escritores jaliscienses que en ese momento se encontraban
en proceso de consagración: Juan José Arreola y Juan Rulfo, en el recién fundado Cen-
tro Mexicano de Escritores en 1951 (Pereira, 1995, p. 129).
Antes de abordar la problemática es importante remarcar ciertos elementos que plan-
tea Krauze en su artículo “Cuatro estaciones de la cultura mexicana” (1981). El principal
es la figura de Alfonso Reyes como el gran mecenas: “Don Alfonso Reyes -el mecenas
2 Disputa fundamental del campo literario mexicano que en el presente artículo se analizará específicamente en
relación con la Revista Mexicana de Literatura.
3 Es importante señalar que el origen de los escritores previamente mencionados no se refiere exclusivamente
a la ciudad de México, sino que la mayoría de ellos provinieron de diferentes estados de la república, con lo
que se puede contrastar más nítidamente la fuerza que poseía en ese momento la capital como el centro de
producción y reproducción artística.
416 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
mayor y más generoso, gran cosmopolita con la X en la frente” (1981, p. 36), y el cobi-
jo intelectual, cultural y económico que significa la UNAM: “De vuelta a México los
acoge la institución clave en la cultura a partir de 1950: la UNAM. Por primera vez el
intelectual puede dedicarse profesionalmente a su disciplina sin sacrificar tiempo a la
burocracia” (1981, p. 36). Por una parte señala que Alfonso Reyes, debido a su capital
simbólico4, también puede desempeñar un papel de valor para la posible inclusión de
ciertos escritores en el campo literario mexicano; a la vez que ya existe una institución
educativa en vías de consolidación que permite a los escritores en primera instancia
una solvencia económica, y por otra parte un espacio donde la creación literaria puede
encontrar cierto cobijo: específicamente el hecho de que algunos de sus trabajos pueden
ser publicados en la Revista de la Universidad.
Cabe señalar que todos los cambios sociales que dan cabida para poder pensar a
la “Generación de Medio Siglo” como una cohorte homogénea, se refieren a la ciudad
de México: la capital del país donde términos como modernidad, europeización, pro-
greso, transición, cambio, vanguardia, revolución, pudieron tener cabida o, al menos,
los historiadores oficiales de la literatura nacional5 tienden a recurrir a esos conceptos
para poder describir el auge de una serie de escritores que por diversas razones busca-
ron deslindarse de los esquemas de percepción y valoración artística pertenecientes a
generaciones pasadas. Nacionalismo cultural que no se limita únicamente a la “Gene-
ración de Medio Siglo”, al contrario, como lo ha analizado Guillermo Sheridan en su
libro Los Contemporáneos Ayer (1993), la mayoría de los escritores usualmente adscritos
al grupo homónimo de la revista también debieron abandonar sus lugares de origen en
el interior de la república para mudarse a la capital del país. Es importante resaltar la
centralización cultural del país ya que varios de los autores de la “Generación de Medio
Siglo” debieron abandonar sus lugares de origen para poder inscribirse en las disputas
del campo literario, mismo que estaba completamente asentado en la capital6; fenó-
meno que no pertenece únicamente al campo literario mexicano sino que las grandes
capitales —al menos durante el Siglo XIX y gran parte del siglo XX— desempeñaron los
habitáculos primordiales para la producción y reproducción artística; lo cual se puede
medir cuantitativamente por el número de casas editoriales, revistas, periódicos e in-
cluso, la variedad de imprentas.
4 Categoría conceptual perteneciente a la teoría de Pierre Bourdieu, donde el poder simbólico objetivado
de determinado agente sólo puede ser aprehendido por otro agente en la medida que éstos sean partícipes de
una misma creencia, de la misma ilusio que les permita reconocer la valía que posee cada cual.
5 El caso de Enrique Krauze o José Luis Martínez, también conocido como el “curador” de la literatura mexicana.
6 Hecho no desprovisto de importancia, ya que el autor de una de las novelas más emblemáticas de la literatura
hispanoamericana, Pedro Páramo (1955), nació en Sayula Jalisco.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 417
Por otro lado, el concepto de generación permite comprender una serie de caracte-
rísticas medulares entre las cuales Martínez Carrizales (2008, p. 20) destaca:
• La crítica de todos los órdenes de la vida pública y artística
• El aprecio de los valores estéticos de la obra de arte por encima de cualquier otra
consideración de orden político y social.
• La originalidad y la novedad entendidas como oriente que dirige la expresión del
sujeto creador.
• El cosmopolitismo, una inclinación a favor de los valores de la modernidad que no
excluye la crítica.
• El rechazo de los discursos nacionalistas consolidados gracias al influjo de la Revo-
lución Mexicana de 1910.
7 Pierre Bourdieu enfatiza que el valor de la obra de arte por sí sola no es una extensión constitutiva de ella mis-
ma o del creador, sino que la misma valía de la obra está secundada por una serie de comentadores, escuelas
y premios dentro del campo que crean y a la vez, perpetúan el valor artístico del arte mismo (1996, p. 339).
418 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
yan en función de una mirada homogénea. Al menos en el caso de la “Generación de
Medio Siglo” el nombre unificador no partió desde una estrategia interna del campo
de producción artística, sino que la denominación surgió desde la metodología8 que el
historiador Wigberto Jiménez Moreno (1909-1985) empleaba para realizar sus análisis
de la cultura mexicana.
La noción de campo permite superar la oposición entre lectura interna y análisis externo
sin perder nada de lo adquirido de ambas formas de aproximación […]. Conservando lo
que está inscrito en la noción de intertextualidad, es decir el hecho de que el espacio de las
obras se presenta en cada momento como un campo de tomas de posición que sólo pueden
ser comprendidas relacionalmente, en cuanto que sistema de desfases diferenciales, cabe
plantear la hipótesis […] de una homología entre el espacio de las obras definidas en su con-
tenido propiamente simbólico, y en particular su forma, y el espacio de las posiciones en el
campo de producción […]. La mayoría de las estrategias literarias están sobredeterminadas,
y muchas de sus “elecciones” son golpes dobles, a la vez estéticos y políticos, internos y
externos (Bourdieu, 1996, p. 308).
8 Así lo postula Enrique Krauze (1981, p. 29): “El primero en utilizar sistemáticamente el modelo generacional de
Ortega para la cultura mexicana ha sido don Wigberto Jiménez Moreno. El hallazgo de las cuatro estaciones
en nuestra cultura es mérito suyo”.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 419
Como complemento al estudio generacional, la teoría de los campos permite reco-
nocer la configuración del campo literario mexicano a partir de las disputas institucio-
nales y artísticas de sus agentes; es un constructo cuyo centro y márgenes se mantiene
siempre en movimiento gracias a las diferentes tomas de posición de sus agentes, es
decir sus estrategias de conservación y subversión del capital específico. Por ende, el
campo literario no es un bloque inamovible donde todos los artistas se den cabida de
forma ordenada y armoniosa, compartiendo simplemente entre ellos ciertas afinidades
artísticas; al contrario, es el espacio de las relaciones de fuerza entre los artistas que
tienen en común el poseer el capital necesario para tratar de ocupar posiciones domi-
nantes, a la vez que comparten entre ellos la illusio9: la creencia o interés colectivo en
el juego, siendo éste interés particular uno de los motores principales que alimentan la
contienda del campo entre los agentes dominantes y dominados. Bourdieu postula que
una de las propiedades principales para que pueda pensarse en el concepto de campo
hace necesario considerar que:
Toda la gente comprometida con un campo tiene una cantidad de intereses fundamentales
comunes, es decir, todo aquello que está vinculado con la existencia misma del campo; de
allí que surja una complicidad objetiva que subyace a todos los antagonismos. Se olvida que
la lucha presupone un acuerdo entre los antagonistas sobre aquello por lo cual merece la
pena luchar […]. Los que participan en la lucha contribuyen a reproducir el juego, al contri-
buir, de manera más o menos completo según los campos, a producir la creencia en el valor
de lo que está en juego (1990, p. 137).
Por ende, para Bourdieu todos aquellos escritores, aun a pesar de que se auto adju-
diquen motes revolucionarios o contrahegemónicos, que en la historia de la literatura
mexicana podría tomarse el ejemplo de los Estridentistas en contraposición al grupo
Contemporáneos,10 siguen permaneciendo dentro del campo ya que su crítica “vanguar-
dista” o “conservadora” no va dirigida hacia los estatutos que posibilitan la dinámica
del juego, sino contra la posición dominante de algún agente u obra en particular. De
tal modo resulta mucho más clara la diferencia que se establece entre los conceptos de
9 Así lo postula Bourdieu (1996, p. 337): “Cada campo produce su forma específica de ilusio, en el sentido de
inversión en el juego que saca a los agentes de su indiferencia y los inclina y los dispone a efectuar las distin-
ciones pertinentes desde el punto de vista la lógica del campo”.
10 Guillermo Sheridan en su libro Los Contemporáneos Ayer (1993, p. 128) describe la aparición del grupo Estri-
dentista, encabezado por el poeta Manuel Maples Arce, cuya producción poética estaba empapada de los
vericuetos retóricos del futurismo italiano como un movimiento que se deslinda crítica y sarcásticamente de
algunos poetas de la época, especialmente Jaime Torres Bodet y Salvador Novo.
420 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
generación y de campo, aun cuando los dos no funcionan como antítesis, sino que el
segundo se alimenta del primero para poder realizar un análisis mucho más fino de la
emergencia social y cultural que posibilitó o acompañó la instauración de determinado
movimiento artístico. En otras palabras: el campo literario es un espacio de tensión, y
el discurso principal que caracterizó a la “Generación de Medio Siglo”, más allá de los
lugares comunes previamente enumerados, fue su lucha por conseguir un espacio de
autonomía en relación a las exigencias y demandas formales del Estado.
Una de las principales luchas que se mantienen dentro del campo literario es librada
por los agentes de producción restringida (el arte por el arte) y el campo de producción
ampliada (el arte comercial). Dentro del campo literario se establecen dos principios fun-
damentales de jerarquización: el principio heterónomo y el principio autónomo; el pri-
mero se refiere a una jerarquización externa en función de los índices de éxito comercial
y notoriedad social, siendo los artistas reconocidos por el “gran público”; mientras que
el segundo se estructura a partir de una jerarquización interna: el reconocimiento ya no
se basa en un factor económico, al contrario, los artistas son conocidos y reconocidos
por sus semejantes y deben su prestigio al hecho de no realizar concesiones a la deman-
da del “gran público” (Bourdieu, 1996, p. 215). Los primeros discurren creativamente
sobre los géneros ya asimilados por el gran público, mientras que los segundos optan
por un ejercicio mayoritariamente experimental donde la conjunción de géneros está
encaminada en la búsqueda de nuevos regímenes de expresión; o si la experimenta-
ción literaria no discurre sobre los géneros, sí busca hacerlo mediante la incursión
en nuevas temáticas hasta entonces olvidadas o censuradas por el estatuto moral de
la época. Es por ello que para Bourdieu, los principales defensores de la autonomía
artística, aquellos que pregonan la consigna el arte por el arte, “constituyen como crite-
rio de valoración fundamental la oposición entre las obras hechas para el público y las
obras que tienen que hacerse su público”( 1996, p. 323). Es decir, la “competencia” para
percibir el valor de una obra como “arte”.
Con ello se quiere puntualizar que el campo literario durante la “Generación de Medio
Siglo” pudo haber estado inclinado mayoritariamente hacia la producción autónoma;
hecho que puede responder a una necesidad específica del autor en su búsqueda esté-
tica por nuevas vías de creación en oposición a la obra de sus antecesores y contempo-
ráneos, pero a su vez debe reconocerse las limitaciones del mercado editorial mexicano
en ciernes. Bourdieu considera que el principal indicador entre el campo de producción
restringida y el campo de producción ampliada es el “volumen del público” (1996, p.
428); con ello se refiere a la tirada de libros, presentaciones, pero específicamente al
número de ejemplares vendidos; y cuando se habla de ejemplares vendidos se refiere
al papel que desempeñan los lectores en el posicionamiento dominante de los agentes
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 421
en el campo; injerencia que en el caso de México durante la década de los cincuenta es
prácticamente nula, ya que la producción y recepción de las obras se limitan a circular
en el mismo espacio de los productores. Por lo tanto, teniendo en cuenta la incipiente
repercusión de los lectores y la naturaleza del mercado interno y externo como un in-
dicativo de la preeminencia editorial de un escritor, se considera que el espacio dentro
del campo literario durante la “Generación de Medio Siglo” donde puede analizarse con
mayor profundidad las disputas por la autonomización, es a través de sus revistas y
suplementos editoriales. Publicaciones especializadas donde el público lector se redu-
ce en su mayoría al mismo círculo de productores; aunque al mismo tiempo deberán
diferenciarse los procesos de recepción entre una revista y un suplemento, teniendo
en cuenta que la última puede implicar una mayor diversidad social de lectores, ya que en
primera instancia es un acompañamiento interno del periódico.
De ahí que se considere una muestra significativa de las tomas de posición del
campo literario los textos de diversa índole (desde ensayo hasta poesía, pasando por
columnas especializadas en crítica literaria) que fueron publicados en las revistas y su-
plementos literarios que circularon principalmente durante la década de los cincuenta,
entre los que Armando Pereira menciona:
11 La Revista Mexicana de la Literatura consta de tres generaciones y tres diferentes directores respectivamente; la
primera generación corresponde a Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo, mientras que la segunda pertenece a
Tomás Segovia y Antonio Alatorre, que en palabras de Martínez Carrizales “abandonó las intenciones políticas
e ideológicas de la publicación original” (2016, p. 2006), para centrarse en mayor medida en la crítica y en la
creación literaria; mientras que la tercera generación perteneció tanto a Tomás Segovia como Juan García
Ponce.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 423
tomar como estandarte la universalización de la literatura propuesta por Alfonso Re-
yes12, que aquellos discursos nacionalistas donde la literatura debía funcionar como un
vehículo pedagógico donde los lectores pudieran reconocer y aprehender determinados
esquemas de valoración y percepción de la mexicanidad. El debate sobre la mexicanidad
en oposición al cosmopolitismo de herencia europea, mayoritariamente francesa, no es
un debate exclusivo del campo literario mexicano, sino que la contienda por la confor-
mación ideológica del Estado llegó a permear incluso la configuración del campo cultu-
ral, específicamente el literario, donde puede apreciarse en mayor medida la disparidad
de opiniones por encima de la producción musical o cinematográfica. Aun a pesar de
que el análisis que realiza Guillermo Sheridan sobre la pugna entre nacionalistas y cos-
mopolitas data del campo literario mexicano de finales de los años veinte y principios
de los treinta, resulta esclarecedor para comprender que el campo literario mexicano ya
estaba en vías de conformación.
12 Ignacio Sánchez Prado así comenta el papel de la obra temprana de Reyes: “Es en este punto donde se estable-
ce uno de los momentos de mayor distancia entre Reyes y sus contemporáneos, enfrascados en las querellas
de la cultura nacional: más que un “intelectual mexicano” Reyes se comprende a sí mismo como un intelectual
periférico a la tradición occidental cuyo movimiento crítico radica no en la constitución de un sistema de sig-
nos que dé cuenta legítima de “la nación”, sino de una ontología crítica del movimiento mismo de su historia”
(2006, p. 56).
424 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
primeros números.13 Así mismo debe marcarse una diferencia entre una revista subven-
cionada por una institución estatal, a una revista completamente inscrita dentro del
proyecto ideológico del Estado. Martínez Carrizales menciona que la Revista Mexicana
de Literatura “fue subvencionada por dependencias gubernamentales cuyos fondos se
trasladaban a la publicación en virtud de la red de influencias personales en que sus
responsables se encontraban insertos” (2016, p. 53) y de ninguna manera “por la incor-
poración de éstos en un proyecto gubernamental” (2016, p. 53). Por lo tanto se puede
afirmar que la Revista Mexicana de Literatura sí está subordinada al campo económico,
aunque no estructuralmente, ya que el cariz de las publicaciones estuvo ligado a las to-
mas de posición de Carballo y Fuentes, quienes estaban interesados en la política pero
principalmente buscaban posicionarse en el campo a través de sus tomas de posición
literarias. Resulta complicado o quizá imposible localizar una revista literaria mexicana
cuyo presupuesto económico no esté vinculado al erario; fenómeno social que puede
mostrarnos un panorama del incipiente campo literario tomando como referente la
imposibilidad del escritor de subvencionar sus propios proyectos por el simple factor de
que la creación literaria, hasta ese momento (tiempo después Carlos Fuentes se conver-
tiría en un escritor exitoso comercialmente, y este fenómeno está vinculado a la estra-
tegia editorial que instauró la generación del boom) no era lo suficientemente redituable
para sostener un proyecto a largo plazo .
Así como Sheridan realiza un bosquejo biográfico de los autores que fueron partí-
cipes de la revista Ulises y Contemporáneos, resulta lícito igualmente analizar el habitus14
de Fuentes y Carballo para comprender a mayor profundidad el cariz formal y político
de la publicación. En primera instancia Martínez Carrizales describe un perfil social de
la mayoría de escritores que se dieron cabida en la Revista Mexicana de Literatura, los
cuales habían empezado a publicar a finales de los años cuarenta y cincuenta:
13 Así lo menciona Guillermo Sheridan: “Desde la publicación de El Maestro, la revista de Vasconcelos, no había
habido una revista que pagara a sus colaboradores” (1993, p. 329).
14 Pierre Bourdieu define así su concepto de habitus: “Los habitus son principios generadores de prácticas distin-
tas y distintivas […], pero también son esquemas clasificatorios, principios de clasificación, principios de visión
y de división, aficiones, diferentes” (2003, p. 23). Entendiendo a éste en primera instancia no como un concepto
aislado, sino vinculante, lo cual nos permite comprender a mayor profundidad el concepto de campo, capital
e ilusio. Por ende, una hipótesis sobre le génesis de determinado campo, en éste caso el literario, sería la exis-
tencia de un conjunto determinado de habitus que comparten entre ellos un capital específico, y a la vez el
interés por el juego mismo: tanto en sus reglas como en el hecho de ser partícipes del mismo.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 425
destino de clase generalizado en su época y no como único recurso para incorporarse en el
entramado del orden social […]. Estas agrupaciones no obedecían a las pautas del recluta-
miento profesional; en cambio, en ellas la literatura, que no era una profesión, se destacaba
como contenido privilegiado de los intercambios humanos (2016, p. 58).
Quizá lo más destacado del análisis de Carrizales reside en el hecho de que el profe-
sionalismo universitario no es la única vía de ascensión social del grupo ya que poseen
un respaldo económico familiar, a la vez que la literatura para ellos no representa un en-
clave ideológico sino un “intercambio privilegiado” entre compañeros de afinidades. En
otras palabras: la creación literaria no es su principal sostén económico, por ende, den-
tro de las posibilidades del campo literario, esta relativa libertad social brinda a los au-
tores la disposición a ejercer tomas de posición subversivas en relación con las tomas de
posición ejercidas por la literatura nacionalista. La primera, al no estar determinada por
un proyecto ideológico, puede expandir su horizonte formal y temático hacia prácticas
europeizantes; mientras que la segunda, aunque puede emplear recursos estilísticos de
tradiciones extranjeras, opta por reproducir en sus páginas los valores románticos
de la comunidad mexicana: los paisajes rurales, la convivencia armónica entre criollos
y mestizos, y demás paisajes prototípicos encaminados a perpetuar cierta imagen de la
mexicanidad en el extranjero que cimentar en el interior un ejercicio reflexivo. Pero
para entender a mayor profundidad el cariz de la revista es necesario analizar el habitus
de Fuentes y Carballo, quienes, a pesar de que en un principio su amistad y afinidad
por la literatura los conminó a la creación de la revista, son dos perfiles literarios cuya
concepción respectiva de la literatura difiere paradigmáticamente.
Por un lado Carlos Fuentes puede figurarse en la literatura mexicana como una
continuación de Alfonso Reyes: ambos provienen de una familia liberal acomodada cu-
yos padres desempeñaron papeles en la política de su país; en el caso de Reyes su padre
era un general insigne durante el porfiriato mientras que el padre de Fuentes pertenecía
al servicio diplomático, espacio laboral estrechamente ligado con la tradición literaria
de México, donde el joven Fuentes tuvo la oportunidad de conocer a Reyes por medio
de las amistades de su padre. Desde su infancia gozó de una educación en colegios pri-
vados en Panamá, México y Estados Unidos, misma que le permitió a temprana edad
familiarizarse con la lengua inglesa y francesa, capital simbólico que a su vez le permitió
conocer en sus ediciones originales los textos clásicos de ambas culturas respectiva-
mente. Según el esbozo geográfico de Carrizales, Fuentes, gracias a la disposición de su
padre en el servicio diplomático “estableció desde muy temprano vínculos con figuras
políticas y culturales que no tenían como propósito inmediato su incorporación en el
dominio de la intelectualidad orgánica del Estado Mexicano” (2016, p. 59). Otro rasgo
426 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
significativo de Fuentes, así como algunos de los escritores de su generación y el grupo
Contemporáneos, su formación académica en lugar de versar sobre literatura o filosofía
se centra en el Derecho: “El consejo de Alfonso Reyes, amigo de la familia, interviene a
favor del parecer del padre: no se puede prosperar en México sin un título profesional
reconocido y aceptado por el orden social establecido” (Carrizales, 2008, p. 60). Aun a
pesar de ello, la facultad de Derecho no resulta un espacio inhóspito para la práctica y
reflexión literaria, en las memorias de Fuentes comentadas por Carrizales, la facultad
de Derecho se “personifica en un pequeño grupo de amigos que comparten intereses
culturales y, sobre todo, figuras destacadas que dictan el Derecho por medio de su reco-
mendación de los clásicos de las letras universales” (2008, p. 60).
Por otro lado la figura de Emmanuel Carballo evoca la de un estudiante de provin-
cia que, a pesar de provenir de una familia exitosa de comerciantes, su contacto con la
literatura se limita al acervo familiar así como el acervo de las bibliotecas locales; posee
una vida cómoda, pero esa misma comodidad parece limitarse a las inmediaciones de
Jalisco y la zona conocida como el Bajío, unos de los principales centros religiosos y
conservadores del país. Así lo describe Carrizales:
Mientras que a Carlos Fuentes se le conoce como un impulsor indirecto (ya que
no es un difusor burocrático de cultura) de la literatura extranjera, especialmente la
norteamericana, cuyo conocimiento directo de la obra de John Dos Passos y William
Faulkner puede apreciarse claramente en su novela La región más transparente (1958); a
Carballo se lo reconoce como un impulsor y estudioso de la literatura nacional, siendo
su principal estandarte sus monografías críticas sobre la vida y obra de Ramón López
Velarde. Carballo tampoco es un impulsor recalcitrante de la literatura nacionalista o
regionalista, sino que su postura se centra en compaginar de manera armónica los te-
mas locales con técnicas narrativas novedosas, eficaces. De este modo, “el atraso cultu-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 427
ral de la provincia, expresado en una literatura de color local, de realismo ingenuo, de
mexicanidad ligada a la experiencia directa del entorno, puede combatirse por medio
de lenguajes artísticos modernos” (2008, p.63). Por ende puede conjeturarse que la Re-
vista Mexicana de Literatura parte de una noción que reconoce la importancia inminente
de conocer las nuevas formas de expresión literaria en el extranjero, pero a su vez pu-
blican autores nacionales; síntoma que se puede apreciarse claramente en el índice del
primer número donde aparece el poema El cántaro roto de Octavio Paz, un cuento escri-
to a cuatro manos por J. L. Borges y Adolfo Bioy Cázares, y del lado europeo un ensayo
de André Malraux titulado El hombre y el fantasma.
Ahora cabe preguntarnos qué clase de distinción simbólica existe entre la publicación
de un libro y una revista. La primera diferencia que se puede hacer es que el primero es
un ejercicio tradicionalmente personal mientras que el segundo es grupal; pueden existir
revistas de autor, revistas cuya evocación esté ligada principalmente a un nombre, pero en
primera instancia responde a un proyecto colectivo. Por ende, en un sentido cualitativo, pu-
blicar un libro implica un mayor capital simbólico que publicar en una revista en compañía
de otros autores; aunque a su vez puede problematizarse la valía simbólica del libro dentro
del campo literario en relación al capital simbólico de la editorial, pues la novela hipotética
puede ser publicada en una editorial independiente de difusión limitada, mientras que por
otro lado el cuento o el poema pueden ser publicados en una revista de corte nacional o in-
ternacional. Una revista a su vez es un espacio de experimentación: se dan cabida aquellos
proyectos inacabados o subversivos que sólo podrán extrapolarse a la estructura simbólica
del libro si de por medio ya hay una aceptación, cierta recepción entre editores y lectores.
O como dice Sheridan: “son laboratorios y productos terminados a un tiempo” (1993, p.
363); simbólicamente un libro se manifiesta como un espacio cerrado, donde la obra ha sido
finiquitada, mientras que aquellos textos publicados en revistas gozan intrínsecamente de
una carácter variable: los autores, al recopilar sus textos publicados en diversas revistas los
alteran, los revisitan con la pluma en la mano. Igualmente, otra de las particularidades que
sobresalen respecto al estudio de una revista es su naturaleza constitutivamente variable
y múltiple. Aun a pesar de que las revistas estén fundadas y dirigidas por algún agente en
particular su esencia es polivalente por el hecho de incluir en su interior diversos textos de
diversa índole; es verdad que una revista puede estar condicionada por un régimen ideo-
lógico o estético, pero en el interior de ella y en la sucesión de sus números habrán puntos
de ruptura o divergencia que problematizarán el contenido del primer número: la carta de
presentación. Una revista en sí misma es la agrupación de diversas líneas de pensamiento
que al converger en un mismo espacio generan la impresión de repercusión pública; por
ello es transitoria, divergente, pues su inherente periodicidad está subordinada a las incle-
mencias socio históricas del tiempo. Así lo expone Sheridan:
428 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Generadoras de la historia literaria, las revistas, vehículos de la inquietud más intrigante,
permiten el ejercicio de la aventura con mayor solvencia que el libro; su espíritu, por
ello, señala con claridad la evolución de las ideas literarias hasta hermanarse con la historia:
causa y efecto se reúnen en ellas (1993, p. 365).
La creación de la “forma artística” que contiene una “visión del mundo” por obra del
poder de la imaginación, la que asegura la “perdurabilidad” y la “transmisibilidad” del au-
tor, caracteriza a la literatura moderna. Según la propuesta de los editores, los escritores
modernos, entre los cuales incluyen a José Gorostiza, Octavio Paz y Juan José Arreola,
construyen sus obras mediante el influjo inasible de la “imaginación”, constructo auto
legitimador que busca posicionarse en el campo literario a la vez que marca un desplaza-
miento pronunciado respecto a la literatura “comprometida”. En su concepción particular
de la literatura, Carrizales la define como “una visión que procede de una intuición tradu-
cida en una totalidad verbal, irreductible a la representatividad del realismo narrativo con
respecto del color local de la nacionalidad mexicana” (2008, p. 68).
Por otro lado, la revista, en su apartado editorial Talón de Aquiles, suscribe la disputa
exponiendo su concepción particular de la literatura que bien puede verse como una de
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 429
las tomas de posición más significativas de la revista. En el número 2, correspondiente al
bimestre noviembre-diciembre de 1995, bajo el título de “Imaginación”, los editores invo-
can la autoridad del poeta romántico Samuel Taylor Coleridge con el propósito de postu-
lar que la imaginación es el poder primordial de toda percepción humana.
430 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
se apoya tanto de conceptos de la tradición hindú15 como de la hermenéutica de Martin
Heidegger16, para problematizar el momento único de la creación literaria. ¿Al poeta de
dónde le proviene la inspiración? ¿Se debe hablar de inspiración o predisposición o dis-
ciplina técnica? Paz se decanta por la inspiración poética, realizando un lúcido análisis
que retoma precisamente las reflexiones de algunos poetas románticos como Novalis,
William Blake o el mismo Coleridge, pasando por los ejercicios de escritura automática
que presumiblemente empleaban los poetas surrealistas.
En primera instancia Tomás Segovia reconoce que el libro ha sido polémico, incluso
discutido largamente en el “campo literario” mexicano. Apunta que en general sus plan-
teamientos pueden ser debatibles pero a la vez es un libro bastante personal y original
sobre el fenómeno poético, o la poética en sí; celebra su tono vehemente, reconociendo que
la escritura de los buenos libros forzosamente compromete al autor pues expone a la crítica
sus afinidades y discordancias conceptuales. Sin embargo, el resto del artículo desarrolla
“una reticencia que contribuye a colocar no sólo el libro de Octavio Paz y su figura pública,
sino el problema mismo de la poesía, en el cuadro de las tensiones del campo literario que
los colaboradores de la Revista Mexicana de Literatura estaban contribuyendo a reformar”
(Carrizales, 2008, p. 70). Por otro lado Segovia reconoce que El Arco y la lira debe verse
como uno de los “intentos más inteligentes” (1956, p. 103) de unir los fundamentos de la
teoría existencialista con la teoría poética de tendencia surrealista; pero será precisamente
analizando la lectura que Paz hace del surrealismo donde Tomás Segovia centre su crítica.
El texto de Segovia establece que las dos tensiones principales del libro, así como
del campo literario, son la poesía comprometida y la poesía gratuita. “El gran dilema
del arte en nuestros días es entre la gratuidad y los compromisos. La postura que Paz
adopta en general ante este dilema —negar que haya que escoger necesariamente entre
estos dos únicos y precisos términos— me parece en efecto la única que puede adop-
tarse” (1956, p. 104). Sin embargo, el dilema prima en el conflictivo escenario cultural
del México de los cincuenta donde se siguen reproduciendo las disputas ideológicas
entre nacionalistas y cosmopolitas, situación que Sheridan rastrea desde la época de
los Contemporáneos. El propio Paz, según la lectura de Segovia, es una prueba más de la
existencia de la disyuntiva ideológica estética, y la de un grupo que se inclina a favor
de la poesía gratuita, irreductible a cualquier compromiso histórico.
15 Así lo expone Paz: “Al final de muchos Sutras Prajnaparamita, la idea del vieja o salto se expresa de una manera
imperiosa: “Oh, ido, ido, ido a la otra orilla, caído en la otra orilla” (2013, p. 122).
16 “De acuerdo con el análisis de Heidegger, la angustia y el miedo son las dos vías, enemigas y paralelas, que nos
abren y cierran respectivamente, el acceso a nuestra condición original” (2013, p. 144). En ambas ideas, tanto el salto
religioso como el acceso ontológico provocado por la experiencia inenarrable de la angustia, sirven como tropo para
explicitar el carácter inasible y por ello irreductible de la experiencia y de la creación poética, según el análisis de Paz.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 431
En lo que va de siglo parece que la predominancia de las tendencias a la gratuidad se ha ido
agudizando sin cesar. A mí personalmente me parece que es urgente reaccionar contra esa
predominancia. Creo que en esta postguerra los prosistas —ensayistas, novelistas, cuen-
tistas, dramaturgos— han sabido a menudo, con las limitaciones naturales, estar a nues-
tra altura y ayudarnos a sobrevivir. Hay en cambio una gran parte de la poesía moderna
—aquella parte que muchos insisten todavía en considerar como única moderna y valiosa,
aquella que nos ha dado tanto teoría y tanto “ismo”— que afirma precisamente no tener
nada que ver con nuestra sobrevivencia, justificarse a sí misma y perseguir sus propios
fines ajenos a los nuestros. Este tipo de poesía es el que Octavio Paz acoge a menudo con
entusiasmo e intenta fundamentar, y ahí es donde me parece que traiciona sus propósitos
y vuelve a acercarse peligrosamente a la gratuidad (1956, p. 105).
Se nos explica de mil maneras que la poesía no está hecha para eso, se nos habla de la vida
de las formas, de la historia de los estilos, del poeta “distraído del mundo” y obsesionado
por las palabras (Malraux), del valor intrínseco de los sonidos, de los ritmos, de los colores,
de lo que sea. Todo está muy bien y es muy bonito; pero si de veras la poesía me es dada sólo
para eso y no para ayudarme a vivir, entonces concluyo que es secundaria e indigna de mí, y
no comprendo cómo se puede sostener en serio que importe (1956, p. 106).
432 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Un “automatismo psíquico puro”, mediante el cual manifestamos el “funcionamiento real
del pensamiento”. Ahora bien, este funcionamiento “real”, puro, automática del pensa-
miento, es decir, tal como es “en sí” y no frente a la fea realidad, precisamente no es nada
real, sino un experimento de laboratorio —por los demás irrealizable, como ha quedado
demostrado (1956, p. 107).
Es verdad, como las teorías de este tipo sostienen, que el lenguaje, símbolo del poder creador
del hombre, expresa su condición fundamental. Pero la expresa por ser lo que es: sentido,
contenido y comunicación. Hablar por hablar no es hablar. La imagen porque sí no es ima-
gen ni es poesía. Porque el verdadero poder creador del hombre no es el de crear “cosas”, sino
el de darles sentido. No es verdad pues que en poesía podamos decir lo que nos dé la gana
(que su superioridad consista en ser gratuita), sino sólo lo que es auténtico (1956, p. 111).
17 Por el contrario, Paz así comenta el ejercicio de los surrealistas: “En respuesta al individualismo y al racionalismo que
los preceden, los surrealistas acentúan el carácter inconsciente, involuntario y colectivo de toda creación. Inspira-
ción y dictado del inconsciente se vuelven sinónimos […] La poesía es pensamiento no dirigido” (2013, p. 174).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 433
estético; afirma que con la poesía no se puede hacer cualquier cosa, sino sólo aquello
que es auténtico; aunque Segovia, por el contrario, a lo largo de la reseña nunca brin-
da una definición de lo auténtico, por lo que nos vemos en la necesidad de conjeturar
que posiblemente su noción de autenticidad poética está mucho más cerca de lo que él
considera poesía comprometida, o aquella poesía contraria a la gratuidad. Afirma que la
literatura comprometida no es que aquella manifestación política de índole pedagógico-
disciplinar, al contrario, su noción de “compromiso” la postula a un nivel relativamente
ambiguo que indirectamente lo relaciona más con las reflexiones que Paz dedica a la
experiencia poética comparándola con la experiencia de lo sagrado y religioso: “la otra
orilla” “otredad del ser”. Para Segovia una poesía auténtica sería aquella:
En los momentos verdaderamente cruciales de nuestra vida, en que nos parece estar frente
a frente ante nuestro destino desnudo, en esos momento en que toda idea de literatura y
de arte nos resulta la cosa más trivial y lejana del mundo, hay a veces una obra de arte, un
libro, una página que nos iluminan, nos ayudan a amar la vida y a comprenderla y a definir
nuestra posición en ella. Cuando piensa en todas estas páginas que dan su medida fuera
de la literatura y dentro de la vida, que allí adquieren más ardor y profundidad, apenas en-
cuentro ejemplos de poesía “moderna” —quero decir de esa poesía que se adora así misma
(1956, p. 105-106).
De tal modo podemos ver que dentro del campo de producción restringida, donde
la distribución de la obra de los creadores tiende a circular en el mismo espacio de los
otros creadores inscritos en el campo, inciden nomos diferentes sobre la concepción
de la literatura, en éste caso la poesía. Las ideas entre Paz y Segovia sobre la creación
poética no son tan disímiles entre sí, ya que los dos —aunque Segovia evita hablar de
inspiración, un concepto por lo demás espinoso por su inherente cualidad enigmática—
reconocen la importancia de la disciplina, y marcan una importante distinción entre la
experiencia poética inducida por diversos medios y la creación poética en sí. Quizá la
mayor crítica que se puede identificar por parte de Segovia hacia Paz sea la suscripción
del segundo hacia los conceptos y prácticas del grupo surrealista, cuya producción artís-
tica se caracteriza por ser una extensión de la tradición de el arte por el arte, aquella que
busca imponer sus propios modelos explicativos a partir de sus propias obras. Tanto
Segovia como Paz son partícipes del campo literario, ambos reconocen la ilusio del mis-
mo, y precisamente por ello, por salir de la “indiferencia” que suscitan la ilusio de otros
campos, proponen modos particulares de concebir la literatura; modos que ayudan a
dinamizar el campo creando alrededor de sus argumentos nuevas críticas, comentarios
y reseñas que igualmente dinamizan las posiciones en el campo.
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Resumen
Este texto expone algunas reflexiones y experiencias que se inscriben en el marco de
procesos político-pedagógicos que son elaborados desde los sujetos subalternos, en
función de sus necesidades concretas y sus proyectos políticos particulares. Me refiero
a estos procesos como otras educaciones, reconociendo que se trata de experiencias y
discursos educativos que se presentan como contrarios o críticos a los modelos educa-
tivos hegemónicos en América Latina. El artículo abre con algunas reflexiones sobre
elementos que me permiten reconocer y caracterizar a estas prácticas político-pedagó-
gicas que tejen desde lo propio, lo común, la autonomía o las aspiraciones de liberación
de los pueblos, comunidades, organizaciones. Posteriormente se presenta un somero
recorrido por ciertas experiencias, que me permiten dar cuenta de una multiplicidad
de sujetos, prácticas y discursos que convergen en esa vaga, pero sugerente noción de
otras educaciones. Más que llegar a conclusiones acabadas, el objetivo de este ejercicio
reflexivo es abrir un panorama para repensar lo político-educativo desde otros referen-
tes y horizontes.
Palabras clave:
Otras educaciones, América Latina, prácticas político-pedagógicas, discursos educativos.
Introducción
El objetivo de este trabajo es presentar algunas reflexiones en torno a los esfuerzos que
se han generado en América Latina por construir experiencias y discursos educativos
1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana Correo electrónico: magospacheco@gmail.com
desde las necesidades de las comunidades, organizaciones, barrios y sujetos históri-
camente subalternizados. Se trata de seguir las huellas de aquellos procesos que se han
gestado desde la crítica a la educación hegemónica, para disputar la formación de subjeti-
vidades en función de las matrices culturales, políticas y sociales de estos grupos. Así, tra-
taré de esbozar una recuperación y caracterización de experiencias y discursos pedagógicos
en los cuales se puede reconocer una centralidad del vínculo educación-política, en el mar-
co de las búsquedas por fortalecer procesos de resistencia, defensa de lo propio y transfor-
mación social, teniendo por base la formación de sujetos desde un quehacer propio que ha
tomado caminos y formas diversos de acuerdo a contextos históricos particulares.
De esta manera, este ejercicio busca dar cuenta de la pluralidad de procesos educa-
tivos que se han gestado en América Latina, desde una raíz de resistencia y creación de
procesos político-pedagógicos propios. Esta raíz sólo puede ser reconocida en su plura-
lidad mediante una revisión histórica que tome en cuenta la diversidad de los procesos,
sujetos y prácticas, pero también la convergencia de discursos, experiencias y hasta de
situaciones estructurales políticas y económicas compartidas.
En otro sentido, se trata de abonar a la recuperación de una historia a contrapelo
de la educación en América Latina; una que no se ciña a los “grandes discursos educa-
tivos” hegemonizados por las estructuras de poder y dominación, sino que mire hacia
aquello que se ha construido desde y para las comunidades, los barrios, los sujetos his-
tóricamente soterrados, colonizados, marginados, explotados.
Por otro lado, esta apuesta se propone pensar de manera crítica los espacios educativos
hegemónicos (la escuela dentro de ellos) y alargar la mirada más allá de la escolarización,
asumiendo que todo proceso político-pedagógico desborda las aulas. Pero también,
reconociendo que las escuelas siguen siendo un espacio de disputa que es reclamado
como legítimamente propio por los sujetos organizados, comunitarios, populares, indí-
genas, que buscan construir desde sus propias necesidades y matrices culturales.
Así, la tensión entre los discursos y prácticas educativas no hegemónicas y el con-
trol estatal, emerge como una dimensión fundamental en el análisis. Esta tensión (en
la que no profundizaré en este trabajo) se presenta en la forma de contradicciones que
adquieren formas y salidas particulares en cada contexto, en función de las relaciones
de fuerza y posiciones de cada grupo y las características de la configuración de la hege-
monía estatal en cada momento y territorio.
Finalmente y a modo de advertencia, no se trata de hacer una revisión profunda de
cada uno de los procesos que pueden ser inscritos en el marco de estas otras educacio-
nes, sino de retomar algunos referentes que pueden servir para armar una panorámica
que nos permita ubicar algunas coordenadas para avanzar hacia investigaciones y re-
flexiones más profundas.
440 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Otras educaciones
América Latina, como región geográfica y económica, pero también como lugar de ads-
cripción política y cultural, ha sido un territorio poblado de procesos de lucha y re-
sistencia. Los diversos pueblos, movimientos y organizaciones que se han levantado
para defender su derecho a la tierra, al trabajo, a la vida digna, la libertad, la justicia,
la autodeterminación, han configurado procesos de resistencia, lucha y liberación en
los que una y otra vez aparece la educación, ya sea como trinchera, herramienta para
la construcción de nuevos horizontes, o terreno de disputa en el marco de las luchas
más amplias por la transformación de las condiciones de opresión en sus diferentes
manifestaciones.
La reiterada emergencia de lo educativo como elemento fundamental en los proce-
sos de organización y lucha, da cuenta de la importancia que tiene la formación de sub-
jetividades y conocimientos colectivos en las disputas políticas, económicas, sociales y
culturales. Al mismo tiempo, esta pluralidad impone enormes dificultades a la tarea de
recuperación de las distintas experiencias, discursos y proyectos, de sus aportaciones,
referentes y contradicciones. Pese a esto, hoy es posible reconocer un abanico amplio
y complejo de experiencias y discursos político-pedagógicos no hegemónicos —que en
algunos casos resultan contrahegemónicos— y que nos permiten repensar alternativas
en el terreno político-pedagógico en medio de la avanzada del capitalismo en su fase
neoliberal.
Aunque buena parte del pensamiento social latinoamericano se ha ocupado de
nombrar y de problematizar aquellos procesos que cuestionan el orden hegemónico y
la reproducción del capital en su forma particularmente depredadora en América La-
tina (revueltas, insurrecciones, revoluciones, organizaciones populares, movimientos
sociales), en el terreno de lo educativo aún no hemos avanzado lo suficiente en la sis-
tematización crítica de las experiencias y discursos no hegemónicos, y mucho menos
en su visibilización. Por fortuna, muchos educadores y educadoras, colectivos, orga-
nizaciones indígenas y grupos de investigación, se han dado a la tarea de recuperar
procesos y proyectos pasados, y de sistematizar aquellos que se encuentran en curso.
Pese a los esfuerzos, en el camino se han perdido experiencias educativas, muchas otras
han sido valoradas por la academia con demasiada severidad o desconocimiento, sin
tomar en cuenta sus condiciones concretas ni sus posibilidades objetivas. Hoy, los tra-
bajos de Claudia Korol, Lia Pinheiro, María Teresa Sirvent, Luis Rigal, Nicolás Arata,
Pablo Pineau, Benjamín Maldonado, del equipo Alternativas Pedagógicas y Prospectiva
Educativa en América Latina (APPEAL), los equipos de educación popular y los pue-
blos indígenas organizados con sus intelectuales, entre otros, permiten fortalecer los
acercamientos y reflexiones en torno a la producción de los procesos educativos y las
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 441
prácticas pedagógicas que conforman el andar de otras formas de pensar y de hacer la
educación desde las necesidades y condiciones concretas de comunidades, barrios y
sujetos subalternizados.
Es necesario reconocer que cada contexto particular abre condiciones, necesidades
y posibilidades para la emergencia de experiencias y procesos político-pedagógicos es-
pecíficos. Al mismo tiempo, los sujetos que construyen cada proceso entran en diálogo
(o no) con determinados referentes, establecen una interlocución con otros sujetos,
con otras experiencias, y por medio de este intercambio y de sus propias condiciones y
aspiraciones, generan nuevas prácticas político-pedagógicas.
Ante este panorama, la elaboración de una genealogía de la educación en Améri-
ca Latina que recupere esas otras experiencias y discursos, aparece siempre como una
tentación —acaso urgente— cuando nos adentramos en el océano de la educación para
la transformación de los procesos de opresión, colonización y despojo. Cada una de las
elaboraciones que se han hecho siguiendo este afán mantiene una posición (declarada
o no) política, pedagógica y sociológica respecto a experiencias y discursos concretos.
Este posicionamiento restringe o abre la selección de aquellos referentes que son con-
siderados como parte del campo semántico de la educación popular, liberadora, crítica,
comunitaria, comunal, intercultural, autonómica. No obstante, se trata de un ejercicio
de categorización riesgoso pero importante para generar un panorama que sirva de
referente para el análisis crítico, y a su vez, abone a la construcción de nuevos procesos
de educación desde horizontes donde las necesidades concretas de los sujetos y las co-
munidades subalternas ocupen un lugar central.
Este trabajo también parte desde un posicionamiento teórico-político que opera
como brújula, pero dejaremos eso en suspenso por ahora para presentar algunas pre-
guntas que atraviesan estas letras: ¿qué elementos deberían ser considerados para ela-
borar una recuperación sistemática de estas otras educaciones en América Latina? ¿Es
posible construir una categoría que permita dar cuenta de los elementos fundamentales
de estas otras educaciones y, al mismo tiempo, posibilite el reconocimiento de su diver-
sidad heterogénea? Es decir, una categoría que funcione como brújula orientadora, pero
también como categoría generadora para preguntarnos sobre las características, posibi-
lidades y contradicciones de estas educaciones que han trabajado más allá de los már-
genes de la educación hegemónica, cuestionándola, dándole la vuelta, elaborando otras
formas de hacer educación.
Ahora bien, la elección de cada una de las experiencias que sean consideradas
como parte de estas otras educaciones, no puede darse en función de una definición
cerrada de lo hegemónico y lo no hegemónico o contrahegemónico, tampoco con base
en una medición de sus “alcances”, impactos, duración o sujetos que convoca e involu-
442 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
cra. Tampoco es posible elegir en función de los “resultados transformadores, eman-
cipadores o liberadores”. Una posibilidad entonces es hacer una selección con base en
experiencias que compartan algunos rasgos, los cuales es importante definir histórica-
mente. Teniendo en mente también que cada experiencia en sí misma es valiosa toda
vez que, desde sus condiciones de posibilidad, enriquece los horizontes de visibilidad
y las prácticas político-pedagógicas en el marco de otras formas de pensar y de hacer
la educación desde lo propio; y que abonan a la configuración de procesos pedagógicos
relevantes en el marco de la educación latinoamericana en un sentido prefigurativo.
Sólo con la esperanza de conseguir que se piense en la EDUCACIÓN DEL PUEBLO, se pue-
de abogar por la INSTRUCCIÓN JENERAL [..] y se debe abogar por ella; porque ha llegado
el tiempo de enseñar las jentes á vivir, para que hagan bien lo que han de hacer mal, sin que
444 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
se pueda remediar. Antes, se dejaban gobernar, porque creían que su única misión, en este
mundo, era obedecer: ahora no lo creen, y no se les puede impedir que pretendan, ni (… lo
que es peor…) que ayuden á pretender (Rodríguez, 2004, p. 43).
Saber leer es saber andar. Saber escribir es ascender. Pies, brazos, alas, todo esto ponen al
hombre esos primeros humildísimos libros de la escuela. Luego, aderezado, va al espacio.
Ve el mejor modo de sembrar, la reforma útil que hacer, el descubrimiento aplicable, la rece-
ta innovadora, la manera de hacer buena la tierra mala: la historia de los héroes, los fútiles
motivos de las guerras, los grandes resultados de la paz. Siémbrense química y agricultura,
y se cosecharán grandeza y riqueza. Una escuela es una fragua de espíritus; ¡ay de los pue-
blos sin escuela! ¡Ay de los espíritus sin temple! (Martí, 1991, p. 44).
[…] la clase obrera, con sus diversas estrategias políticas y sociales, atravesó un proceso
revolucionario en donde las prácticas educativas y culturales cubrieron con una impronta
propia una demanda real de la población ante la capacidad estatal y burguesa de cubrirlas
(Acri, Alderete y Salvarrey, 2013, p. 222).
446 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
La educación popular y la influencia socialista
Dentro de esta pluralidad de procesos es indispensable reconocer el proyecto educa-
tivo de la educación socialista durante el gobierno de Lázaro Cárdenas en México (de
1935, año en que se reforma el artículo 3° de la Constitución, a 1940 cuando termina el
mandato del presidente). Pese a la diversidad de posiciones con respecto a la educación
que se propuso como proyecto estatal durante los años treinta en México, es innegable
la influencia de una perspectiva socialista, atravesada por los afanes de orientar hacia
otros cauces la educación pública del país.
Hacia el sur, tan sólo una década después es impulsado otro proyecto de educación
cercano a la noción de educación popular y educación socialista a partir del triunfo de la
Junta Revolucionaria en Guatemala (1945-1956).
Siguiendo con estas experiencias de educación que se propusieron como revolu-
cionarias se inscriben la educación cubana tras la reforma de 1962, al triunfo de la Re-
volución, y el proyecto educativo chileno impulsado durante el gobierno de Salvador
Allende. También podría incluirse el modelo educativo nicaragüense de 1979 a 1984;
aunque justo es reconocer que en Nicaragua tuvo ya una fuerte influencia la propuesta
pedagógica freiriana (aún ausente en las experiencias anteriores), principalmente en
el modelo de alfabetización, cosa que no sucedió en Cuba y que le imprimió rasgos
particulares que lo colocan en un lugar de síntesis entre la educación revolucionaria y la
pedagogía de la liberación.
Avanzando sobre el siglo XX y en contextos urbanos, pueden reconocerse los es-
fuerzos de los espacios de educación popular que se han construido con el trabajo orga-
nizado de las organizaciones barriales, de pobladores o incluso estudiantiles. En México
tenemos algunas experiencias que sobreviven de las preparatorias populares creadas
hacia los años 60 y 70 en la Ciudad de México; pero también hay nuevos espacios que,
usados como base de articulación con la comunidad, generan espacios para la prepara-
ción de jóvenes en zonas populares que buscan presentar los exámenes de admisión a
las instituciones de nivel medio y superior, y trabajan desde la educación popular. A es-
tas experiencias habría que sumar los procesos de trabajo en educación popular barrial
que se gestaron durante los años ochenta en colonias como la Guerrero, Tepito, el Ajus-
co y Santo Domingo, también en la ciudad de México (por mencionar sólo algunas)2.
En Chile se encuentran los Bachilleratos Comunitarios (algunos de ellos vincula-
dos al movimiento de pobladores), que han logrado abrir una posibilidad de educación
popular en los barrios populares de Santiago. En Argentina se encuentran los Bachille-
2 Para más información puede consultarse la tesis de licenciatura de Candela Bastos (2018), quien hace un inte-
resante trabajo de recuperación de estas experiencias.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 447
ratos Populares y las estancias infantiles, que son espacios de escolarización con fun-
damentos de la educación popular y la organización barrial, asentados en su mayoría
en las villas de Buenos Aires, Rosario, Mendoza, La Plata y algunas más de las ciudades
más grandes de Argentina. Los bachilleratos populares surgieron del movimiento po-
pular urbano del 2001 y lograron arrancar al Estado argentino la certificación oficial.
Actualmente, tan sólo en la capital y en el llamado “Gran Buenos Aires”, hay más de 100
bachilleratos funcionando.
El caso de los bachilleratos populares en Argentina y de algunos de los espacios de
educación popular en la ciudad de México, son un ejemplo de cómo la educación popular
(con las especificidades del sentido que los sujetos le otorgan a ésta) se conjuga con
las organizaciones barriales populares para el fortalecimiento de la lucha en espacios
urbanos. Desde otra mirada, puede observarse para el caso argentino, el vínculo entre
educación y movimientos sociales, el cual se hará más explícito en otros ejemplos como
el del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil o en la Amawtay Wasi en Ecuador,
casos en los que nos detendremos más adelante.
Como se ha observado, las aproximaciones hacia una definición de la educación
popular son variadas y se han transformado históricamente, colocando acentos en di-
mensiones diversas, en función de contextos y sujetos particulares. No sólo están aque-
llas que se elaboran desde el campo académico, sino también las que se producen desde
la experiencia, a partir de la propia definición que los sujetos le confieren a su práctica,
y de las orientaciones que le imprimen a su quehacer. Así por ejemplo, para Claudia
Korol, integrante de la organización argentina Pañuelos en Rebeldía:
La educación popular nació en Nuestra América como pedagogía “de los oprimidos”, que
comprendiendo las razones de su opresión se organizan para enfrentar a la explotación ca-
pitalista e imperialista. Al caminar se volvió una pedagogía de “las oprimidas” y de quienes
sintiéndose vulneradxs por el patriarcado, enfrentan su dominación; y se entrelazó como
una pedagogía de la descolonización cultural, con las experiencias diversas de más de cinco
siglos de resistencias (Korol, s/d).
La educación nacional (…) no tiene un espíritu nacional: tiene más bien un espíritu colonial
y colonizador. Cuando en sus programas de instrucción pública se refiere a los indios, no
se refiere a ellos como peruanos iguales a todos los demás. Los considera como una raza
inferior (2002, p. 95).
En consonancia con las críticas que Mariátegui elaboraba desde Perú, las y los in-
dígenas bolivianos aymaras de la zonal altiplánica central, levantaron una escuela (la
escuela Ayllú) que trató de construir un modelo educativo desde y para los aymaras. Un
dato interesante de la escuela de Warisata es que estableció vínculos con el proyecto
cardenista y con el secretario de educación Moisés Saenz; pero más aún, mantuvo una
relación de referente con la educación rural (que le antecede) a raíz de los vínculos del
normalismo entre México y Bolivia,3 especialmente en su veta ruralista.
Tan sólo para el caso mexicano, la trayectoria de la educación indígena ha sido
larga, las más de las veces, se ha tratado de una historia de vejaciones, mutilaciones y
silenciamientos a partir de los cuales, los pueblos y las organizaciones indígenas han ido
constituyen un movimiento de resistencia. De acuerdo con Maldonado:
3 Testimonio de ello fue la construcción del Pabellón México, en el que se pintaron murales alusivos a las cultu-
ras prehispánicas de México.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 449
Sería imposible nombrar en estas letras todas las experiencias de educación que
han surgido desde la lucha y el trabajo de los pueblos y comunidades indígenas en Mé-
xico; sólo para recuperar algunos casos contemporáneos, parece importante aludir al
trabajo que han desarrollado las comunidades, organizaciones e intelectuales indígenas
desde la educación comunal (también llamada comunitaria en algunas ocasiones) en el
estado de Oaxaca.
Mediante el trabajo de maestras, maestros, intelectuales y de las comunidades,
en Oaxaca se ha logrado colocar a la educación comunal como eje fundamental de los
procesos político-pedagógicos de la escuela.
Esta conquista ha permitido que las bases de la educación comunal avancen tanto
por la vía de la educación estatal, como por la de las organizaciones civiles y autogesti-
vas. Este camino ha estado lleno conflictos y contradicciones en los que aparece cada
vez la demanda de los pueblos de tener una educación desde lo propio y el impulso
nunca abandonado del Estado por mantener una educación de carácter colonialista. Sin
embargo, hoy la educación comunal representa un ejemplo de lucha y resistencia desde
las comunidades que han logrado disputar frente al Estado el proyecto político pedagó-
gico, lo mismo en los espacios escolares que fuera de ellos.
Siguiendo las huellas de lo que se ha avanzado en México, ahora desde otras histo-
rias de lucha es necesario reconocer con atención especial, la construcción de espacios
de educación desde las necesidades y formas de organizaciones de los pueblos indí-
genas. En esta línea se encuentra el Sistema de Educación Rebelde Autónoma Zapa-
tista (SERAZ) en territorio Zapatista. También los procesos educativos de Cherán en
Michoacán y los proyectos que se inscriben y abrevan de la educación comunitaria y
comunal en Oaxaca, también en México.
Mirando al sur, en Ecuador, surgió la Universidad Amawtay Wasi, producto de la
organización de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAI).
Esta universidad buscaba una educación para los pueblos originarios con base en la re-
cuperación de los saberes ancestrales, que iban desde la arquitectura hasta la pedagogía.
Actualmente ha cambiado su nombre a Pluriversidad y se mantiene en el esfuerzo por
construir una educación que tenga sus raíces en el buen vivir.
450 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Un elemento importante de estas experiencias es la dimensión de lo político en
la consolidación de sus proyectos pedagógicos y el lugar que la organización y el movi-
miento indígena ha tenido para el avance de procesos de educación. En todos los casos,
es imposible explicar la emergencia de estas experiencias sin considerar la lucha histó-
rica que los pueblos han dado por lograr otra educación no etnocida, que parta de sus
necesidades y aspiraciones concretas de existencia.
4 “…lo que se denominó cultura popular y que se definió o defendió ahora como un movimiento, ahora como
un instrumento de lucha política en favor de las clases populares, surgió haciendo la crítica no sólo de la ma-
nera como se pensaba “folclórica”, “ingenua” la cultura del pueblo brasileño, sino también y principalmente los
usos políticos de dominación y alienación de la conciencia de las clases populares, a través de símbolos y de
los aparatos de producción y reproducción de una cultura “brasileña”, ella misma colonizada, después interna-
mente colonialista” (Fávero, 1983, p. 8). (Traducción propia del portugués)
452 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
entre conocimiento y politización, entre educación y movimientos sociales; el estímulo a la
participación de educandos en todas las fases del proceso educativo... (Gohn, 2013, pp. 33-34).
5 En este sentido surgieron fuertes críticas a los procesos pedagógicos llevados a cabo en el marco de la que
hemos llamado educación revolucionaria.
6 Acá vale la pena recuperar las notas de Fals Borda sobre la Investigación acción participante, pero dejar claro
que en Argentina y Uruguay han encontrado sus mayores expresiones. Al mismo tiempo, fueron espacios de
resistencia dentro de las universidades en el contexto de las dictaduras. Allí pervivió una buena parte de la
pedagogía liberadora de los años sesenta.
7 Cfr. Paulo Freire, Pedagogía del Oprimido.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 453
El problema fundamental, de naturaleza política, está coloreado por tintes ideológicos, a
saber, quién elige los contenidos, a favor de quién y de qué estará la enseñanza, contra
quién, a favor de qué, contra qué. Qué papel les corresponde a los educandos en la orga-
nización programática de los contenidos; cuál es el papel, en otro nivel, de los y las que en
las bases —cocineras, porteros, cuidadores— están involucrados en la práctica educativa
de la escuela; cuál es el papel de las familias, de las organizaciones, de la comunidad local
(Freire, 2009, p. 105).
8 La propuesta de la pedagogía del oprimido, desarrollada con toda claridad en el libro que lleva el mismo
nombre (1961), propone la construcción de relaciones horizontales en los procesos de enseñanza-aprendizaje,
lo que significa un involucramiento activo de todos los sujetos. A partir de esta forma de hacer educación
sería posible generar procesos de concientización para la superación de las condiciones de dominación. Este
proceso no es mecánico, se trata de una praxis pedagógica dialógica que aspira a ser transformadora, que
parte desde las y los oprimidos. Así, se busca que esta pedagogía transite de ser de los oprimidos, hacia una
pedagogía de la liberación. (Cfr. Freire, 2009)
454 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
en espacios principalmente urbanos. Con la salvedad del Movimiento de los Sin Tierra
(MST) que ha conjugado las nociones de la educación popular, la pedagogía del oprimi-
do y la influencia de Makarenko, para elaborar una praxis de la educación del campo.
Por su lado, en México, Ecuador, Bolivia, Perú y Guatemala, aparecieron cada vez
más proceso volcados hacia la educación indígena, indigenal, comunal, integral, inter-
cultural, para la paz o no formal. La fuerte presencia de la población indígena y sus
matrices culturales y políticas han hecho que en estos países la educación adquiera un
posicionamiento más cargado hacia el anticolonialismo o la descolonización, que hacia
la noción de lo popular como apuesta pedagógica.
Como se ha mencionado, la educación desde y para los movimientos sociales pue-
de observarse en la experiencia de los procesos como la CONAI, de donde se desprende
la Amawtay Wasi, y el del EZLN, que ha creado el SERAZ. Se trata de dos casos en los
que se vincula una educación desde y para los pueblos indígenas, con lo que se ha dado
en llamar educación desde los movimientos sociales.
También, y fuera de la educación indígena, se ha mencionado al MST en Brasil,
quienes han arrebatado al Estado brasileño el derecho a construir una educación del
campo. El proyecto educativo del MST tiene al menos dos décadas avanzando en los
asentamientos y campamentos del movimiento, estableciendo articulaciones con uni-
versidades y otras organizaciones a nivel internacional.9
Trabajando también desde el campo, habría que recuperar el trabajo que han de-
sarrollado en México la Universidad de los Pueblos del Sur (UNISUR), en el estado
de Guerrero. Esta universidad se ha planteado una crítica a la estructura misma de
la universidad, sus contenidos, tiempos y espacios; y de esta reflexión ha tratado de
construir un proyecto educativo que responda a las necesidades de los pueblos y a las
organizaciones populares de las regiones de la Costa y la Montaña (Cadena, 2016, p. 55).
Habría que anotar los esfuerzos de muchas experiencias más que hacen una edu-
cación desde y para los movimientos sociales, populares, indígenas. Resulta urgente
sistematizar estas experiencias que, pese a su profunda diversidad en cuanto a sujetos,
comparten una forma de generar procesos político-pedagógicos desde el trabajo colec-
tivo de los pueblos, los barrios o las organizaciones de los de abajo. Se trata así, de una
educación en movimiento que produce una ampliación y profundización del concepto
de educación y que
9 El trabajo de Lia Pinheiro resulta particularmente valioso para explorar la historia del MST en el plano educativo
y sus aportaciones a la educación latinoamericana. (Pinheiro, 2016)
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[…] pasa por ubicar la educación más allá de los límites físicos e ideológicos de la escuela, y
al mismo tiempo implica una complejización de la noción que se tiene de praxis pedagógi-
ca, en tanto que el propio movimiento se convierte en sujeto pedagógico y los sujetos que
lo encarnan se constituyen en sujetos históricos, que construyen y se forman permanente-
mente en una praxis política (Sánchez, 2016, p. 69).
10 Antes de concluir conviene anotar que la noción, vaga pero tal vez generadora, de otras educaciones para
este trabajo, fue elaborada a partir de la discusión con compañeras y compañeros del doctorado en Ciencias
Sociales del área de Comunicación y Política de la UAM-X, y con mis colegas del Colegio de Pedagogía de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Aunque el concepto surge de la discusión con ellas y ellos, el mal
uso que pude darle a esta categoría es únicamente mi responsabilidad.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 457
BIBLIOGRAFÍA
458 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 459
COMENTARIO AL TEXTO
El trabajo de Rosa Margarita Sánchez Pacheco presenta una excelente reflexión so-
bre los procesos político-pedagógicos que se han desarrollado especialmente en los
últimos cincuenta años en América Latina. Discusiones que tienen presente el pen-
samiento y propuestas realizadas desde la época libertaria de América Latina y el
Caribe por pensadores como: Simón Rodríguez, tutor de Simón Bolívar, José Martí
y Mariátegui, entre otros, quiénes plantearon las bases de una educación libertaria
que implicaba, según Sánchez Pacheco “la necesidad de consolidar una indepen-
dencia de las colonias que no sólo fuese formal, sino que involucrara una inde-
pendencia de pensamiento, una transformación de las estructuras de dominación
coloniales”. Otro pilar del pensamiento libertario recuperado por la autora es la
idea educativa Martiana sobre el sentido de la educación popular, la cual iría mu-
cho más allá de las aulas y se extendería a una alfabetización crítica y auténtica
como forma de “aprender a caminar” por la vida de manera autónoma, lo cual sien-
ta precedentes en la educación liberadora freyriana, fundamentos de la discusión
en el pensamiento contrahegemónico y decolonial en educación.
En este contexto, y a partir de una breve genealogía de las bases de la educación
libertaria que rescatan los proyectos político-pedagógicos propuestos en distintas
latitudes de América Latina, Margarita Sánchez nos muestra lo que la educación
popular ha significado e implicado en cada momento de esta historia, y que serían
resultado de las condiciones de posibilidad y, al mismo tiempo, de las posibilidades
de imaginación orientadas hacia la transformación de los sujetos y sus relaciones.
La recuperación que hace Margarita de Rodríguez, plantea certeramente, que éste
pensaba en la necesidad de consolidar una independencia de las colonias que no
sólo fuese formal, sino que involucrara una independencia de pensamiento, una
transformación de las estructuras de dominación coloniales. Para lograrlo se hacía
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fundamental una educación general, es decir, para todas y todos, lo que posibilita-
ría la formación de ciudadanos verdaderamente libres y permitiría la realización de
la segunda independencia, la del pensamiento. Base de la discusión actual en los
planeamientos de las pedagogías otras, descolonizantes.
Es importante resaltar que la apuesta educativa que se desliza en la breve tra-
yectoria histórica elaborada por la autora, en la que reconstruye momentos nodales
para el planteamiento de la Educación Popular, destaca la necesidad de enmarcar
la discusión desde una mirada crítica de los espacios educativos hegemónicos (la
escuela dentro de ellos), y prolongar la mirada más allá de la escolarización, asu-
miendo que todo proceso político-pedagógico desborda las aulas. Pero también, re-
conociendo que las escuelas siguen siendo un espacio de disputa que es reclamado
como legítimamente propio por los sujetos organizados, comunitarios, populares,
indígenas que buscan construir desde sus propias necesidades y matrices cultu-
rales, lo cual genera momentos de crisis y muchas veces enfrentamientos entre
lo local y lo global, entre las políticas educativas y las prácticas socioculturales y
educativas reales.
Así, la tensión entre los discursos y prácticas educativas no hegemónicas y el
control estatal, emerge como una dimensión fundamental en el análisis de la edu-
cación actual, la que estará presente en cada momento y surgirá como demanda en
los movimientos sociales emergidos desde y por estas tensiones, alimentados por
las desigualdades económicas, sociales entre otras, donde la exclusión y la margi-
nación son procesos estructurales.
A partir de estas ideas, Sánchez Pacheco se pregunta ¿qué elementos debe-
rían ser considerados para elaborar una recuperación sistemática de estas otras
educaciones en América Latina? ¿Es posible construir una categoría que permita
dar cuenta de los elementos fundamentales de estas otras educaciones y, al mismo
tiempo, posibilite el reconocimiento de su diversidad heterogénea?
Estas preguntas van claramente dirigidas hacia lo que sería la ampliación y
generalización del concepto de educación liberadora o libertaria, como base para la
explicación de lo proyectos y procesos educativos desarrollados como experiencias
a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe desde las necesidades locales, sean
desde los pueblos indígenas, barriadas, zonas marginales o desde cualquier espacio
contrahegemónico o anti sistémico que quiera dar respuesta a las necesidades sur-
gidas desde los diversos territorios y contextos.
Es un planteamiento interesante al mismo tiempo que ambicioso, y a pesar de
trazar vías interesantes de análisis, es claro que, en un trabajo limitado en tiempo
y espacio, no es posible dar una respuesta clara. De su análisis podemos extraer
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 461
dos preocupaciones teóricas diferenciadas de análisis: el de la educación popular de
base freyriana y la educación libertaria, y el de la diversidad y la equidad.
La recuperación de experiencias, sobre todo de origen indígena/territorial y
las de origen más bien de poblaciones marginales sean rurales, citadinas o de otra
índole, nos muestran que uno de los problemas más difíciles de resolver en nues-
tro tiempo es el de la diversidad, el racismo, la exclusión y las grandes diferencias
socioculturales y económicas que, entre otras, engendran violencias de todo tipo.
En este sentido y siguiendo el rumbo de su escrito podemos decir que, es evi-
dente que la diversidad no es un problema del presente, sino que se construyó a lo
largo de la historia de las sociedades; es decir, es un problema más bien civilizatorio
y muy generalizado que con el paso del tiempo se ha ido complejizando.
En América Latina la acción política-pedagógica contemporánea, a través de
temporalidades múltiples, hace escuchar otras voces de resonancias liberadoras,
recreándose definiciones y sentidos sociales y políticos. Así, desde las décadas de
los ochenta, e incluso desde mucho antes del siglo XX, hay emergencias revelado-
ras que se han traducido en movimientos sociales diferentes en muchos de estos
países, de las regiones, pueblos y organizaciones indígenas y afrodescendientes,
así como de sectores excluidos de la población que han hecho sentir su poder y
su lucha por un futuro diferente, el que han soñado cada uno de ellos desde sus
realidades profundas.
Así, desde una mirada crítica, se requiere indagar en las visiones epistémicas
actuales de las pedagogías que enuncian el logro de la condición de igualdad y no
exclusión ante el reclamo de una nueva distribución social y política que transfor-
me la propia idea de justicia.
De esta manera, su lucha implica que no se confunda el terreno de la igualdad-
desigualdad con el de la diversidad; sobre todo porque, desde el poder, se busca la
neutralización y naturalización de la diferencia misma, la cual es histórica, social,
política y producto de procesos coloniales y de dominio. Por tanto, se requieren
abrir espacios críticos y necesarios para comprender las articulaciones de las peda-
gogías otras/insumisas, desde y para nuestras realidades educativas latinoamerica-
nas y de México, como parte de la historia profunda de nuestras tierras.
Ante tal complejidad, es ineludible el requerimiento de la apertura de espacios
de deliberación en términos epistémicos, y por tanto políticos, sobre las arquitec-
turas de los problemas contemporáneos que interpelan a los procesos políticos-
pedagógicos en América Latina como sería la lucha social por otra educación frente
a una avasalladora política de homogeneidad educativa, a través de la evaluación
educativa en términos de calidad y control.
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