Comunicación y Prácticas Políticas

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La significación polisémica del silencio, con comentarios de Raymundo Mier

Chapter · January 2020

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José Luis Sánchez Ramírez


University Pompeu Fabra
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COMUNICACIÓN
Y PRÁCTICAS

Coordinadoras
Silvia Gutiérrez Vidrio
Guiomar Rovira Sancho
Comunicación y prácticas políticas / coordinadoras Silvia Gutiérrez Vidrio,
Guiomar Rovira Sancho - México: Productora de Contenidos
Culturales Sagahón Repoll, 2020.
ISBN 978-607-8346-50-9

1. Comunicación. 2. Política. 3. Cultura. 4. Lenguaje. 5. Tecnología

d.r. © 2020, Productora de Contenidos Culturales


Sagahón Repoll, S. de R.L. de C.V.
Concepción Béistegui 2103-C4
Colonia Narvarte
México, D. F.

d.r. © 2020, Silvia Gutiérrez Vidrio, Guiomar Rovira Sancho, Omar Villareal Salas,
Julián Andrés Ovalle Fierro, Emiliano Gómez Izaguirre, Iván Ezequiel Peñoñori,
Stefanía Acevedo Ortega, Úrsula Albo Cos, Cristhian Camilo Cruz Sandoval,
Josué Federico Pérez Domínguez, Carlos Armando Romero Ventura, François Favreau Alcázar,
Nallely Marlene Bucio Vázquez, Aurea Itzel Paredes Páramo, Marisol Anzo Escobar,
Maai Enai Ortíz Sánchez, Paulina Alvarez Basso, Julio Erick Meza Morales,
Mara Lucía Ramos Martínez, José Luis Sánchez Ramírez José Manuel López Romero,
David González Marín y Rosa Margarita Sánchez Pacheco.

Diseño de la edición
Estudio Sagahón / Leonel Sagahón
Cuidado de la Edición:
Jerónimo Repoll
Diseño, formación y captura:
Cristian Cedillo

Primera edición: Septiembre de 2020


ISBN: 978-607-8346-50-9

Impreso en México / Printed in Mexico

Todos los libros de Tintable están dictaminados con el formato doble ciego.
Para mayor información sobre nuestros procesos y el comité, visita www.tintable.com.mx
CONTENIDO

7 Presentación

POLÍTICA, CULTURA Y ESTADO


15 Pensar el Estado en México hoy. Gubernamentalidad, prácticas de gobierno
y construcción discursiva del Estado mexicano alrededor del caso Ayotzinapa.
Omar Villareal Salas
Comentario de Mario Rufer

41 El militarismo en imágenes. La prensa colombiana en el postconflicto: el caso de El Tiempo.


Julián Andrés Ovalle Fierro
Comentario de Silvia Gutiérrez Vidrio

65 Un antes y un después de 2006: insurrección popular y configuración identitaria


en la Heroica Ciudad de Huajuapan de León, Oaxaca.
Emiliano Gómez Izaguirre
Comentario de Lilia Rebeca Rodríguez Torres

87 Prácticas artísticas en la periferia de la Ciudad de San Pablo: desbordes


de las narrativas del Estado-Nación.
Iván Ezequiel Peñoñori
Comentario de Yissel Arce Padrón

REDES Y APROPIACIÓN DE TECNOLOGÍAS


105 La autonomía y las posibilidades de acción política en la cultura hacker.
Stefanía Acevedo Ortega
Comentario de Raymundo Mier Garza

123 El meme contra el meme: consonancias afectivas en torno al 19S. Una paradoja conceptual.
Úrsula Albo Cos
Comentario de Silvia Gutiérrez Vidrio y Jerónimo Repoll

145 Tecnologías de la información y la comunicación en pueblos indígenas.


Una mirada desde las representaciones sociales.
Cristhian Camilo Cruz Sandoval
Comentario de Silvia Gutiérrez Vidrio
ACCIÓN COLECTIVA Y PROTESTA
167 Los nuevos anarquismos en México. Esbozo de un campo y ensayo de descripción etnográfica.
Josué Federico Pérez Domínguez
Comentario de Guiomar Rovira Sancho

191 Los cadáveres en las calles: la teatralidad política en la “guerra” de Calderón.


Carlos Armando Romero Ventura
Comentario de Reyna Sánchez Estévez

205 Del movimiento de los Indignados a la fundación de Podemos. La mirada latinoamericana.


François Favreau Alcázar
Comentario de Guiomar Rovira Sancho

SUBJETIVACIÓN POLÍTICA Y NUEVOS FEMINISMOS


233 Defender el cuerpo individual y colectivo: el eje de la acción política de las mujeres en la UNAM.
Nallely Marlene Bucio Vázquez
Comentario de Reyna Sánchez Estévez

251 Feminismo y subjetivación política: devenir cuerpo.


Aurea Itzel Paredes Páramo
Comentario de María del Carmen De la Peza Casares

267 El feminicidio en la prensa escrita. Un abordaje desde las representaciones sociales.


Marisol Anzo Escobar
Comentario de Silvia Gutiérrez Vidrio

MEMORIA Y DISCURSIVIDAD SOCIAL


293 La legitimación de la violencia en los rituales del Estado: desfile militar del Centenario
y Bicentenario de la Independencia de México.
Maai Enai Ortíz Sánchez
Comentario de Mario Rufer

309 Arqueología, dispositivos de exhibición y temporalidades heterogéneas:


los “Niños del Llullaillaco” (Salta, Argentina).
Paulina Alvarez Basso
Comentario de Mario Rufer
331 Reflexiones sobre la memoria discursiva.
Julio Erick Meza Morales
Comentario de María de Lourdes Berruecos Villalobos

353 Arte y conflicto: un diálogo sobre la representación.


Mara Lucía Ramos Martínez
Comentario de Yissel Arce Padrón

LENGUAJES: REFLEXIONES Y PRÁCTICAS


365 La significación polisémica del silencio.
José Luis Sánchez Ramírez
Comentario de Raymundo Mier Garza

385 Lectura y Comunicación.


José Manuel López Romero
Comentario de María del Carmen De la Peza Casares

415 La Revista Mexicana de Literatura: la crítica como ejercicio de autonomización.


David González Marín
Comentario de Eduardo Andión Gamboa

439 Para pensar otras educaciones en América Latina.


Rosa Margarita Sánchez Pacheco
Comentario de Sonia Comboni Salinas
INTRODUCCIÓN 7

Articulaciones entre comunicación y política


Los artículos que integran esta obra derivan de los proyectos de investigación de los
estudiantes de la Maestría en Comunicación y Política y del área homónima del Doctorado
en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco
(UAM-X). El posgrado, en conjunto, aborda los procesos comunicativos desde una pers-
pectiva política y transdisciplinar, incluyendo aportes de la filosofía, la sociología, la
antropología, la estética, el análisis del discurso y la semiótica.
En este espacio se manifiesta lo que ha sido voluntad de campo en América Latina:
investigar los procesos de comunicación articulados a los procesos políticos, sociales,
económicos y culturales. La conjunción entre lo político y lo comunicacional, asumiendo
el desplazamiento de los medios a las mediaciones, de los objetos a los procesos, se
nutre del principio rector de la UAM-X: la voluntad de transformar las condiciones de
vida de nuestras sociedades.
En este programa, por tanto, el eje de lo político no se reduce a las formas de go-
bierno ni al campo del marketing político o los estudios de opinión pública. Se entiende
la política desde una perspectiva postfundacional, poniendo el énfasis en la disputa
por el sentido y en la emergencia de nuevos procesos de acción, de subjetivación y de
configuración simbólica. Desde el acontecimiento y el enrarecimiento normativo, los
procesos políticos crean formas inéditas y puestas en escena colectivas en situaciones
concretas que despliegan una dimensión comunicativa ineludible.
El campo de la comunicación se ha visto sacudido en las últimas décadas por la
globalización neoliberal y por la mutación acelerada de las relaciones de poder. La pro-
ducción del sentido es un tema central en la discusión contemporánea en las Ciencias
Sociales. Todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso
de producción de sentido, cualquiera sea el nivel de análisis. Toda producción de sentido
es necesariamente social, no se puede describir ni explicar satisfactoriamente un proceso
significante, sin explicar sus condiciones sociales de producción así como sus condiciones
de reconocimiento.
En el ámbito tecnológico, la extensión de las Tecnologías de la Información y la
Comunicación han supuesto un cambio de paradigma a todo nivel, pues hemos pasado
de la era del broadcasting a la era de las redes digitales, la hibridación mediática, la re-
mediación y la hipermediación, con un impacto de enorme trascendencia en los lengua-
jes y en las formas de producción, distribución y recepción de los productos culturales
en transformación continua.
En el nivel de los lenguajes, las prácticas discursivas transmedia y la convergencia
digital generan la proliferación de universos simbólicos complejos y multidimensiona-
les que ameritan un nuevo instrumental teórico y metodológico para su estudio. La sin-
cronía de lenguajes y códigos altera los géneros y los trasmuta. Por ejemplo, la imagen
es usada ya no como “memo” (su potencial de memoria y figuración) sino como “meme”
(de memética, por su potencial de replicación y descontextualización). Estamos ante
nuevas formas de lectura e interpretación que ya no pueden ser lineales ni sintéticas
sino sincréticas y multiplicadas.
Es por todo ello que este posgrado busca implementar nuevos acercamientos me-
todológicos al campo de la investigación social, incorpora la etnografía digital, los estu-
dios de caso o los nuevos enfoques mixtos transdisciplinarios que no consisten en una
suma de perspectivas teóricas desvinculadas sobre un objeto de estudio determina-
do, sino en un trabajo de articulación de categorías y enfoques analíticos provenientes
de diferentes disciplinas. La pertinencia de este enfoque se ha demostrado como una
apuesta visionaria en tanto que la perspectiva hegemónica de la comunicación política,
centrada en los medios y el marketing político ha ido perdiendo peso y centralidad en
la sociedad contemporánea.
En función de los ejes, tensiones y transformaciones esbozadas anteriormente, la
diversidad que describen los trabajos aquí reunidos no resulta carente de sentido. Al
contrario, la multiplicidad de objetos de estudio responde a la articulación de múltiples
diferencias, tensiones y prácticas, siempre reconociendo un marco de dominancia, don-
de se demuestra con mayor claridad la necesidad de un enfoque transdisciplinar, un es-
pacio de encuentro entre las humanidades y las ciencias sociales desde donde dar cuen-
ta de la complejidad de la realidad y, subrayamos, siempre con la intención política de
desvelar las estrategias de la reproducción de las relaciones de dominación, focalizando
la mirada en las brechas, las fisuras, las tácticas y las resistencias de la acción política.
En tal sentido, si consideramos que el papel del trabajo intelectual es descubrir,
comprender y desnaturalizar las estrategias de dominación para poder intervenir y
8 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
transformar, el rigor metodológico y la vigilancia epistemológica resultan indispensa-
bles. Es ahí donde este libro encuentra su mayor aportación: nos muestra la cocina de
la investigación, la construcción colectiva más allá de la aparente dispersión de objetos
y miradas. Es con este objetivo que cada capítulo integra un artículo escrito por un es-
tudiante y un comentario crítico de quien dirige la investigación.
Abrir el juego de esta manera, poner las cartas sobre la mesa, supone un ejercicio
de transparencia sobre la no linealidad de los procesos de investigación, enfatizar la
improcedencia de las recetas y reconocer las incertidumbres y los caminos transitados
en la construcción del conocimiento. Las veintiuna propuestas que integran el libro
las agrupamos en seis secciones siguiendo el criterio de afinidad temática, teórica o
metodológica.
En la primera sección, Política, cultura y Estado, Omar Villarreal e Iván Peñoñori
cuestionan la concepción del Estado nación a partir de los desafíos del caso Ayotzinapa,
en México, y las prácticas culturales desarrolladas por la cooperativa Cooperifa y grupos
de pixadores en la periferia de San Pablo, Brasil. Mientras el primero transita hacia la
concepción de Estado fallido, el segundo describe la resistencia desde la periferia para
desmontar la mirada que la identifica como un lugar de decadencia social.
Los otros dos textos que componen la sección complementan y se entretejen con
las propuestas previas. Por un lado, Emiliano Gómez explora la forma en que los movi-
mientos sociales se articulan con los procesos de construcción identitaria, analizando
el caso oaxaqueño a partir de la irrupción del movimiento magisterial y popular de la
APPO. Por otra parte, si bien situado en Colombia, el artículo de Julián Ovalle nos ofre-
ce una lectura sobre cómo los procesos de securitización y militarización instauran un
clima de miedo en pos del control social que, sin mayores esfuerzos, puede extenderse
al conjunto de América Latina.
La siguiente sección, Redes y apropiación de tecnologías, nos permite acercarnos a
los usos sociales de Internet y la emergencia de una cultura participativa. En el terreno
de la política, Stefania Acevedo Ortega despliega una problematización teórica para dar
cuenta de la organización colectiva y la toma de espacios como parte de la afirmación
de la autonomía dentro de la cultura hacker. Por su parte, Úrsula Albo describe la ten-
sión teórica entre la concepción científica de meme y el sentido común con el que nos
familiarizamos con el concepto. Las continuidades y rupturas entre estas concepciones
pueden observarse a través de la recuperación de la acción memética en el caso del sis-
mo acaecido en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 2017. Finalmente, Camilo
Cruz aborda la relación de los pueblos indígenas con las TIC, planteando la necesidad de
recuperar las representaciones sociales de las TIC de la comunidad Embera Chamí del
municipio de Pueblo Rico, Risaralda en Colombia.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 9
La tercera sección del libro agrupa tres textos que nos permiten acercarnos a dis-
tintas manifestaciones de la acción colectiva y la protesta: Josué Pérez centra la aten-
ción en el papel que juegan las redes sociodigitales en la articulación y organización
de los individuos y grupos anarquistas en México; Armando Romero explora cómo se
exponen los cadáveres en el marco de la “guerra contra el narco” durante el sexenio
del presidente Felipe Calderón (2006-2012); y, por último, François Favreau describe la
irrupción del movimiento de los indignados (15M) y la constitución del partido político
Podemos, en España, con el particular interés de rastrear las influencias latinoamerica-
nas en tres de los líderes de Podemos.
La perspectiva feminista con la que construyen los objetos de estudio es el eje ar-
ticulador de la siguiente sección. Así, mientras Marisol Anzo problematiza la reproduc-
ción de la violencia simbólica en el tratamiento informativo del feminicidio en la prensa
nacional; Nallely Bucio analiza las acciones políticas y de resistencia de las mujeres de la
comunidad universitaria de la UNAM a partir del feminicidio de Lesvy Berlín, visibili-
zando el entramado de violencias que sobre sus cuerpos se ejercen dentro de esa insti-
tución. Y, en esta misma línea, el texto de Aurea Paredes cierra esta sección subrayando
la relevancia de la corporalidad en la lucha feminista actual, describiendo el contexto de
violencia ejercida sobre los cuerpos de las mujeres del Estado de Michoacán. Violencia
que en muchos casos termina en asesinato.
La quinta sección, Memoria y discursividad social, problematiza los usos del pa-
sado a partir de dos casos aparentemente disímiles y distantes. En el primero, Maai
Ortíz retoma el desfile militar del Centenario de la Revolución y Bicentenario de la In-
dependencia en México para establecer cómo, a través de la puesta del poder simbólico
desplegado por las Fuerzas Armadas en un contexto de conmemoración nacionalista, el
Estado mexicano legitima del ejercicio de la violencia.
Por su parte, Paulina Álvarez, a propósito del hallazgo arqueólogico de tres mo-
mias incaicas, los “Niños del Llullaillaco”, en la provincia de Salta, en el norte de
Argentina, se pregunta ¿qué tipo de presencia del pasado en el presente posibilita el
trabajo arqueológico, particularmente la investigación y exhibición de estos niños-
momia? y, ampliando la discusión del texto precedente, cómo se vincula esa presencia
con los grandes relatos nacionales y con discursos/representaciones sobre el lugar de
lo indígena.
En esta misma sección se integran otros dos textos. En el primero, Julio Meza ana-
liza el papel de la memoria discursiva en la discusión de las últimas reformas en materia
energética en la prensa mexicana en los años 2008 y 2013. En el segundo, Mara Ramos
explora la relación arte y política proponiendo un diálogo entre las obras “Sumando
ausencias” y “Sudarios”, de Doris Salcedo y Erika Diettesen, respectivamente.
10 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
La última sección agrupa una serie de reflexiones teóricas sobre el silencio, la edu-
cación, la articulación entre lectura y comunicación y, finalmente, el campo de la litera-
tura en México. Puntualmente, José Luis Ramírez realiza una interpelación y búsqueda
de alternativas de comunicar en una sociedad invadida y avasallada por el ruido, donde
el reconocimiento de la palabra oral en el ámbito de lo político ha ido perdiendo sentido.
Es este recorrido el que le permite llegar a la caracterización del silencio como acción po-
lítica. Por su parte, Margarita Sánchez reflexiona sobre las “otras educaciones”, críticas
con los modelos educativos hegemónicos de América Latina.
Los últimos dos textos exploran el campo de la comunicación y la literatura. En
el primero, José Manuel López realiza un acercamiento a la lectura como proceso de
comunicación, haciendo hincapié en las inconsistencias de las fronteras disciplinares
para intentar dar cuenta de las (dis)continuidades en el estudio de la lectura desde la
comunicación. En el segundo, y como cierre del libro, David González analiza las ca-
racterísticas principales de la Generación de Medio Siglo, reunida en torno a la Revista
Mexicana de Literatura, elaborando con ello un encuadre contextual y conceptual del
campo literario de la época.
El libro refleja el trabajo del posgrado en tanto que demuestra la unidad en la di-
ferencia. En tal sentido, si bien la estructura del libro presenta una agrupación de artí-
culos en función de ciertas afinidades, esperamos que el lector construya sus propios
itinerarios de lectura, realice conexiones diversas y se apropie de una obra abierta desde
su propia concepción.

Silvia Gutiérrez Vidrio


Guiomar Rovira Sancho
Jerónimo Repoll

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 11
POLÍTICA,
CULTURA Y
ESTADO
15

PENSAR EL ESTADO EN MÉXICO HOY.


GUBERNAMENTALIDAD, PRÁCTICAS DE GOBIERNO Y
CONSTRUCCIÓN DISCURSIVA DEL ESTADO MEXICANO
ALREDEDOR DEL CASO AYOTZINAPA

Omar Villarreal Salas1

Resumen
Este ensayo hace una reflexión sobre el papel del Estado mexicano en la coyuntura his-
tórica prefigurada por el caso Ayotzinapa. El objetivo es formular una pregunta general
de investigación relativa al modo particular en que el Estado se hace efectivo hoy en
México.
La primera parte expone las características del caso que delinean las implicaciones
teóricas derivadas de la participación de fuerzas estatales oficiales en los ataques de
Iguala; la segunda, hace una crítica a la noción de Estado fallido, recuperando algunos
planteamientos de Pilar Calveiro sobre la violencia estatal, y del historiador Mario Rufer
respecto al caso y a la condición poscolonial de la estatalidad mexicana; la tercera parte
refiere brevemente un conjunto de conceptualizaciones teóricas que abordan la proble-
mática del Estado al margen de las teorías clásicas de la filosofía y de las ciencias políti-
cas y jurídicas: se trata de analizar la noción de gubernamentalidad de Michel Foucault
y la perspectiva de la antropología y la etnografía del Estado.
Finalmente, el texto señala las consistencias entre todas estas perspectivas para
terminar proponiendo que la noción de gubernamentalidad y las conceptualizaciones
de la antropología del Estado podrían conformar un aparato teórico capaz de responder
hoy la pregunta por el Estado en México.

Palabras clave
Estado, Estado fallido, gubernamentalidad, construcción discursiva, Ayotzinapa.

1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: ovillarrealsalas@hotmail.com
Introducción
En este ensayo se propone reflexionar acerca del estado mexicano en la coyuntura his-
tórica prefigurada por el caso Ayotzinapa. La intención general que guía este trabajo es
preguntarse acerca del modo particular en que el Estado se hace efectivo en México hoy;
y sobre cuáles son las estrategias que le permiten sostener su legitimidad en medio de
los hechos ocurridos en Iguala en 2014. Se exponen aquí algunas ideas provenientes
de perspectivas teóricas como la antropología, la historia y la filosofía, que permitirán
emprender una crítica a la noción de que el Estado mexicano es un estado fallido. No
obstante, sostengo aquí que el modo de darse del Estado en México es eficaz en cuanto
al control territorial y poblacional, en una coyuntura en la que sus acciones u omisio-
nes, resultan productivas para el tráfico de drogas y de armas, y para la operación de
otros negocios transnacionales extractivistas de carácter legal.
En la primera parte de este ensayo se exponen algunas de las características del
caso Ayotzinapa. Se presenta una descripción somera de los ataques ocurridos en Igua-
la, con base en los informes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes
(GIEI) que participó durante un tiempo en la investigación, acompañando a las autori-
dades judiciales oficiales. Se recogen aquellas características y datos que permiten plan-
tear las implicaciones de la participación de fuerzas policiacas oficiales en los ataques,
a lado de grupos criminales; también se reúnen aquellos datos que permiten inferir el
uso de estrategias extralegales —como la desaparición forzada misma, pero también
el entorpecimiento y omisión en la investigación— encaminadas a encubrir los hechos y
a sus perpetradores, así como la profundidad de la red criminal que opera en esa región.
En un segundo momento se aborda el origen de la noción de Estado fallido con el
propósito de emprender una breve valoración crítica; posteriormente se retoman los
planteamientos de Pilar Calveiro acerca de la violencia estatal y la caracterización que
hace de la guerra anticrimen como una de sus formas más acabadas; finalmente, se
plantean algunas de las reflexiones de Mario Rufer relativas a la estatalidad mexicana
en el caso Ayotzinapa y así desglosar la pregunta general de este ensayo.
En tercer lugar, el texto refiere algunas de las perspectivas teóricas que abordan
la problemática del Estado al margen de las teorías clásicas de las ciencias jurídicas y
políticas. Se acude a la noción de gubernamentalidad de Michel Foucault, la cual se
contrapone a la idea de la soberanía estatal en su versión clásica, fundamentada en la
ley y la ciudadanía universales. Posteriormente, se da cuenta de algunas de las ideas que
provienen de la antropología y la etnografía del Estado, campo reciente en el que Philip
Abrams, Timothy Mitchell y Akhil Gupta han destacado por sus planteamientos.
Finalmente, este ensayo enfatiza los ejes que atraviesan todas las perspectivas
teóricas aquí presentadas; formula algunas preguntas acerca de sus inconsistencias y
16 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
propone que la noción foucaultiana de gubernamentalidad empata bien con los plan-
teamientos de la antropología del Estado, y que en conjunto podrían constituir una
herramienta teórica adecuada para comprender el modo efectivo en que se da el Estado
mexicano hoy, en la coyuntura del caso Ayotzinapa.

El caso Ayotzinapa: algunos hechos relevantes


Durante la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala, Gue-
rrero, se produjo un cruento ataque dirigido a un grupo de estudiantes de la Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa. Aunque lejos estamos del esclarecimiento del ataque y
de la aparición con vida de los 43 estudiantes desaparecidos como consecuencia de esta
situación, existen hasta hoy una serie de hechos probados que dan cuenta de lo que este
ensayo pretende problematizar. Entre muchos otros, se puede señalar la participación
probada de cuerpos policiacos municipales, supuestamente coordinados por grupos del
llamado crimen organizado, así como la omisión de fuerzas de mayor rango: policías
estatales y federales y cuerpos militares, de los que no se puede aún descartar su parti-
cipación. Estos dos hechos permiten plantear una serie de preguntas en torno a aquello
que comúnmente denominamos Estado y a su modo particular de hacerse efectivo en
México. A continuación se exponen algunas de las características generales del caso que
trazan los ejes de la discusión teórica de la que da cuenta este ensayo.
El GIEI sintetiza en su primer informe las características generales del caso par-
tiendo de ciertos hechos reconocidos en las investigaciones oficiales, a las cuales brindó
su asistencia técnica por un tiempo. Entre estas características, el GIEI se refiere a las
circunstancias y condiciones generales que lo hicieron posible, destacando la masividad
del ataque y el número de víctimas; clasifica y describe los diferentes escenarios del
ataque, destacando el nivel de coordinación de sus perpetradores; valora el grado de
información previa con que contaban autoridades de diferente rango antes, durante y
después de los momentos del ataque; lanza preguntas e inferencias —a partir de todas
estas cuestiones— acerca del posible móvil determinante de la acción; y pondera las
causas que podrían haber llevado a los perpetradores a decidir la desaparición forzada
de un grupo de 43 normalistas.
Respecto a la masividad del ataque y el número de víctimas, el GIEI expone (2015,
pp. 7-9) que seis personas fueron ejecutadas extrajudicialmente; cuarenta resultaron
heridas, algunas de ellas de suma gravedad y con necesidad de ser intervenidas quirúr-
gicamente; ochenta personas sufrieron persecución y atentados contra sus vidas; otras
treinta sufrieron ataques y sobrevivieron; cuarenta y tres normalistas fueron detenidos y
desaparecidos forzadamente; además de setecientas personas que, como familiares de
todas las personas incluidas en estos números, son consideradas víctimas indirectas del
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 17
ataque. Considerando el número total —si se permite una abstracción que borra las dife-
rentes calidades aquí mencionadas y que son fundamentales para una comprensión del
ataque— podría pensarse en un nivel de agresividad letal altamente organizado que
alcanza al menos en forma directa a doscientas personas dispersas espacialmente, en
una serie de ataques que duraron aproximadamente tres horas en conjunto.
Del análisis de los escenarios —se identifican nueve de ellos— y de los momentos
en que ocurrió el ataque, el GIEI concluye que los perpetradores dieron muestra de un
alto nivel de coordinación, en tanto que desplegaron usos de fuerza en grados distintos
y en escenarios simultáneos o con una coordinación sucesiva: esto a partir de la inter-
vención probada de los cuerpos policiales municipales de Iguala y Cocula en ataques
coordinados y simultáneos en dos diferentes escenarios durante el lapso de una hora,
“incluso a veces con la participación en los dos lugares de los mismos agresores, una
parte de los cuales se dirigieron a reforzar el escenario del autobús detenido frente al
Palacio de Justicia” (GIEI, 2015, p. 11).
Si bien no se ha probado aún la participación de fuerzas de mayor rango —policía
estatal, federal y ejército— la valoración del grado de información con que dichas entidades
contaban antes, durante y después del ataque —esto a partir del sistema de coordinación
conocido como C-4, que organiza en red a todas las fuerzas coercitivas del país—
da muestra de una inexplicable omisión por parte de dichas entidades en su función de
la protección que deben brindarle a la ciudadanía. De todo esto, puede concluirse has-
ta aquí, que el ataque perpetrado muestra un alto nivel de coordinación centralizada
—en cuanto a estructura de mando y coordinación operativa—, en el que participaron
directamente fuerzas policiales municipales al lado de cuerpos identificados con lo que
se conoce como “crimen organizado”, y que la omisión de las fuerzas estatales, federales
y del ejército, fue determinante para que los perpetradores pudieran realizar los ataques
con impunidad.
En cuanto al objetivo de los ataques, el GIEI señala en su informe (2015, pp. 14-20)
que la acción estuvo dirigida a no dejar salir de Iguala, o detener de su camino, a un nú-
mero total de cinco autobuses, algunos de los cuales habían sido tomados por los estu-
diantes normalistas para acudir a la marcha y manifestación que cada año se realiza en
la Ciudad de México a propósito de la masacre de estudiantes en Tlatelolco en 1968. El
informe señala que el uso desproporcionado e irracional de la fuerza en el ataque no co-
rresponde, ni es adecuado con la acción de los normalistas, de modo que no puede im-
putarse un castigo o simple reprimenda como móvil de los ataques. Aunque el GIEI re-
conoce que los estereotipos despectivos —de raza y clase— asociados a los normalistas
pudieran haber facilitado o agravado la agresión; ni la identidad de ellos, ni su adscrip-
ción como base social de un movimiento político insurgente son suficientes para explicar
18 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
el móvil de los ataques. Además, no todos los camiones atacados fueron tomados por
los estudiantes normalistas: en uno de ellos venía un equipo completo de futbolistas
que regresaban de un partido, de los cuales, tres resultaron muertos como resultado
del ataque. Esto permite pensar que el móvil no estaría directamente asociado con los
estudiantes normalistas, sino con los camiones: el destino del quinto camión, del que
no da cuenta el expediente oficial, es propuesto por el GIEI como una de las principales
líneas de investigación a seguir. Para reforzar esta hipótesis, el grupo reconoce en el
informe que les proporcionaron datos que señalan a Iguala como un centro de tráfico
importante, en el que algunos autobuses son utilizados para el tráfico de cocaína, de
heroína y del dinero resultante en estas operaciones entre Iguala y Chicago. El grupo
sustenta esta hipótesis en algunos reportes de juicios sobre tráfico en Estados Unidos,
y señala que el conjunto de implicaciones derivadas de un negocio así “podría explicar
la reacción extremadamente violenta y el carácter masivo del ataque, su duración en el
tiempo e incluso el ataque posterior contra Los Avispones” (GIEI, 2015, p. 16), el equipo
de fútbol antes mencionado.
De manera que la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas es en-
tendida por el grupo (GIEI, 2015, p. 23) como un medio para ocultar las pruebas que
pudieran incriminar a los perpetradores, borrando algunas de las huellas de su partici-
pación, extendiendo la confusión y la ambigüedad en la investigación y sembrando el
terror en la sociedad, toda vez que aparece cometida, si bien no directamente, al menos
con la participación de algunos agentes gubernamentales de menor grado y la omisión
de otros agentes gubernamentales de mayor rango, con conocimiento de los hechos y
capacidad de respuesta para evitarlos o investigarlos.
Ahora bien, de la recapitulación de los hechos presentados en el informe del GIEI,
se extrae una conclusión: los ataques de la noche de Iguala fueron cometidos por un
poder o fuerza altamente centralizado y con gran capacidad de coordinación, que es
capaz de combinar fuerzas oficiales de coerción con fuerzas criminales —paraestatales,
si se quiere— en la ejecución de un tipo de violencia letal y masiva. Propongo también
—lo que resulta evidente— que la omisión por parte de las autoridades para inves-
tigar a fondo la línea del tráfico de heroína en la localidad, así como la ausencia ini-
cial de una mínima referencia al quinto camión en las investigaciones oficiales, puede
—más aún, debe— ser entendida como una extensión de la centralización de los po-
deres y las fuerzas —esta vez al interior de las instancias judiciales de investigación e
impartición de justicia— que caracterizaron al ataque mismo, pero dirigidas en esta
ocasión al encubrimiento de los hechos y de sus perpetradores.
Con esto pretendo afirmar que aun cuando no haya podido probarse un vínculo entre
la participación de fuerzas gubernamentales menores y la omisión de las fuerzas guberna-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 19
mentales mayores, y aunque no exista causa probable que acredite el móvil de la acción,
la sola coexistencia de estos factores indica un alto nivel centralizado de coordinación y
eficacia en los ataques y su posterior encubrimiento, como si se tratara de una sola estruc-
tura de gobierno. Así, aunque en las investigaciones oficiales se ha señalado destacada-
mente a miembros del llamado “crimen organizado” como principales perpetradores de
los ataques, propongo aquí atenuar este señalamiento para plantear algunas preguntas
que apuntalarán el problema que se quiere plantear. Y es que en vez de mostrar a las
fuerzas del crimen como entidades desviadas que se confrontan con las fuerzas guberna-
mentales, cuya función idealizada sería someter a las primeras a la ley, el caso Ayotzinapa
revela que hay un alto grado de colaboración y coordinación entre estas dos instancias,
condiciones que desafían todo análisis en términos tradicionales de aquello que en la teo-
ría política y jurídica comúnmente se llama Estado de derecho. Lo que es evidente es que
existe una entidad mixta entre estas fuerzas, cuyas relaciones internas no conocemos; que
dicha entidad detenta un poder letal que combina una multiplicidad compleja de recursos
legales y extralegales, mismos que se ponen en práctica para controlar un territorio y a su
población con un alto grado de eficacia, manteniendo la opacidad en cuanto a sus fines.

Pensar al Estado mexicano hoy: entre la “falla” y la eficacia


El caso Ayotzinapa —entre muchas otras masacres recientes relacionadas con el tráfico
de drogas y la guerra anticrimen— ha servido para que en la prensa nacional e interna-
cional —y en el discurso de algunos analistas políticos— se vuelva usual la expresión
de Estado fallido para referirse al Estado mexicano. En este apartado se hace una crítica
a esta noción, tratando de sostener que lejos de ser fallido, el Estado mexicano es eficaz
en cierto tipo de control poblacional y territorial con fines múltiples, y no necesaria-
mente legales. Para ello se expone brevemente el origen del término Estado fallido, va-
lorando críticamente sus fundamentos teóricos y metodológicos; se esbozan también
algunos de los planteamientos de Pilar Calveiro acerca de la guerra anticrimen como
forma de violencia estatal. Finalmente, el texto se apoya también en algunas reflexio-
nes del historiador Mario Rufer para plantear las preguntas que apuntalan el problema
teórico central de este ensayo.
La noción de Estado fallido surge del Índice de Estados Fallidos que se remonta
a la creación de la Conflict Assessment System Tool (CAST, por sus siglas en inglés). Se
trata de una herramienta analítica creada por la Fundación para la Paz (1990), y que fue
concebida como un marco que ayudaría a los diseñadores de políticas públicas y a los in-
vestigadores a medir las dinámicas de los conflictos en ambientes de alta complejidad.2

2 Fundación para la Paz (1990). Recuperado de: http://global.fundforpeace.org/aboutus.

20 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El índice contiene una clasificación de 177 países, a partir de 12 indicadores que
miden la vulnerabilidad y la capacidad de los Estados para resolver sus conflictos pací-
ficamente, sin necesidad de acudir a la presencia militar o administrativa externa. La
clasificación se realiza con ayuda de un software de análisis de contenido que provee
de un marco conceptual, y se acompaña de técnicas de recolección de datos para medir
el riesgo de conflicto. El tipo de investigación que sustenta este índice y su principal
categoría —la de Estados fallidos— está relacionado con lo que en ciencia política se
conoce como nuevo institucionalismo. Una perspectiva que en términos metodológicos
echaría mano del análisis comparativo —estadístico e inductivo— que utiliza diferen-
tes indicadores para comparar el desempeño de cada Estado. Sin soslayar del todo la
utilidad de esta perspectiva —que reside en medir, y no en explicar— apunto aquí un
breve comentario crítico al institucionalismo comparado.
En primer lugar, diría que si bien el ejercicio comparativo es de gran utilidad, re-
sulta un tanto infructuoso en su poder explicativo, porque la comparación no está en-
marcada en el tiempo, tampoco en el espacio; es decir, que no reconoce una dimensión
histórica y geopolítica —y por lo tanto interestatal— de las relaciones de poder y su
influjo al interior de cada Estado-nación. En ese sentido, se puede afirmar que el de-
sarrollo —en mayor o menor éxito— de los Estados no sólo depende de la dimensión
endogámica —es decir, de la medición de los indicadores elegidos para tal o cual cate-
goría con respecto a cada Estado en sí mismo—, sino que también depende de esta otra
dimensión interestatal. Fenómenos como el imperialismo y el colonialismo dan cuenta
de las relaciones de fuerza que desde el exterior pueden ejercerse —y en efecto se ejer-
cen continuamente— sobre un Estado-nación en particular. Los planes contra el comu-
nismo en América Latina durante el periodo de la guerra fría —muchas veces lanzados
contra agentes políticos de oposición no necesariamente comunistas y en condiciones
de extralegalidad y para estatalidad— son un ejemplo de esas relaciones de fuerza; tam-
bién lo es el plan de guerra contra el crimen —impuesto por Estados Unidos— que deli-
nea una política militarizada poco efectiva para abatir el tráfico de drogas.
En ese sentido, Pilar Calveiro —autora del libro Violencias de Estado— propone
que la guerra anticrimen en cada país, así como la cruzada contra el terrorismo global
son las formas más acabadas de represión y violencia estatal dentro de un contexto
marcado por la reorganización de la dominación autoritaria a nivel mundial. La autora
comienza su reflexión sugiriendo “la hipótesis de que estamos frente a una reorganización
hegemónica a nivel planetario que aún no alcanzamos a entender, puesto que se trata de
un proceso en curso del cual —aunque despuntan algunos elementos— todavía no
podemos trazar un mapa general” (Calveiro, 2012, p. 9). Para empezar el trazado de ese
mapa con los elementos hasta ahora disponibles, la autora propone analizar la violencia
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 21
estatal y sus nuevas modalidades, en cuanto a la penalización y el castigo en el ámbito
nacional e internacional: una actualización del análisis de Michel Foucault, podría de-
cirse. Siguiendo al filósofo francés, Pilar Calveiro propone observar los sistemas puniti-
vos actuales: su economía de los cuerpos, los sujetos sobre los que las penas recaen, las
acciones que éstas castigan y las tecnologías que utilizan para penalizar y castigar. Todo
esto da cuenta —dice la autora— de la anatomía política de nuestro tiempo.
Enseguida la autora enmarca esta reorganización hegemónica dentro del cambio
civilizatorio que para algunos autores significaría la clausura de la Modernidad, y den-
tro de este marco recapitula algunos de sus rasgos distintivos: la conformación de un
sistema mundo que mantiene a Europa y Estados Unidos como centro y al resto como
periferia subordinada; la organización capitalista de la producción en escala global y con
un mercado mundial a su disposición; el Estado como centro de la soberanía política que
monopoliza el ejercicio legítimo de la fuerza con el fin de implantar el derecho que el mis-
mo establece; el predominio de la racionalidad clasificatoria, cuantitivista, simplificadora
e instrumental que desarrolla a la ciencia moderna y a la tecnología; el uso de éstas dos
últimas con fines bélicos y destructivos que a su vez aseguran la hegemonía del Estado; y
la generalización de una visión del mundo binaria que escinde y clasifica diferentes ór-
denes en parejas de opuestos: centro y periferia, universalidad y particularidad, Estado
y sociedad, individuo y comunidad, objetividad y subjetividad. Según la autora, estos
seis rasgos caracterizarían a la Modernidad, misma que inició como un proceso de con-
centración extraordinaria de poder económico y político a escala planetaria, entre los
siglos XV y XVI, y que implicó el uso de un alto grado de violencia con el fin de dominar
grandes masas de población. La autora se pregunta entonces si las actuales reconfigura-
ciones son parte de una ruptura o quizás una transformación que profundiza y acelera
los antiguos procesos de la Modernidad; y advierte que dicha aceleración —siendo aún
continuidad y no ruptura— puede ser interpretada como una posibilidad para dar paso
a una nueva configuración.
Para allanar el camino que permita precisar mejor ante qué tipo de reorganización
hegemónica estamos, la autora propone retomar el concepto de hegemonía. Dice ella
que desde la antigüedad la hegemonía se entendió como un poder supremo de decisión
política que estaba vinculado a la superioridad económica y militar, pero también a una
capacidad de convalidar un modelo socialmente; destacando así “una doble dimensión
de los procesos hegemónicos, que incorporaba la fuerza y el reconocimiento” (Calveiro,
2012, p. 12). Más aún, señala que Gramsci concebía la hegemonía como una mezcla de
fuerza y consenso que se reúnen en una alianza de clases, cuyo núcleo dirige económi-
ca, política, intelectual y moralmente a la sociedad. Dicha alianza articularía a distintos
grupos sociales alrededor de un programa que vendría a representar los intereses del
22 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
núcleo dirigente, pero también tendría en cuenta los intereses de los grupos que dirige.
Por lo tanto, en el proceso de hegemonía la ideología tiene que desempeñar un papel
central, pues a través de esta el núcleo dirigente consigue la adhesión social de los otros
grupos a un determinado sistema de valores y a una concepción del mundo que debe
ser congruente con el proyecto económico y político que propone. De manera que, si-
guiendo a Gramsci, el Estado sería la suma entre sociedad política y sociedad civil: he-
gemonía revestida de coerción. Una combinación —aún binaria, pero cuyos opuestos
no son excluyentes recíprocamente— en la que la hegemonía residiría principalmente
en la sociedad civil y la coerción sería característica de la sociedad política. Esto sirve a
la autora para resumir que la hegemonía no es solamente dominio, tampoco puro con-
senso; pues es ésta la que organiza tanto la coerción para mantener el dominio como los
medios ideológicos para conseguir el consenso que lo hace creíble y aceptable. Por otra
parte, Calveiro reconoce que el dominio sin hegemonía, es decir: la fuerza sin el consen-
so, y sin el discurso para que la primera consiga su legitimación, son solamente viables
de manera muy limitada en el tiempo y en la efectividad de control que pretenden. Todo
esto sirve a la autora para señalar que cuando se habla de reconfiguraciones hegemóni-
cas —como ella hace— no se debe entender que se está refiriendo a los movimientos en
la cúpula, sino que se refiere a las transformaciones profundas de las dimensiones coer-
citivas y consensuales en el ejercicio del poder; en las violencias estatales, tanto como
en los discursos ideológicos y en las dinámicas de represión, como en la percepción, el
imaginario y la subjetividad en los que dichas dinámicas se integran.
El marco de reorganización hegemónica de la actualidad se distingue por grandes
transformaciones que la autora organiza en cinco grupos: en lo mundial —lo geopolíti-
co, si se quiere— estaría el paso de un mundo bipolar a otro global, ambos fuertemente
autoritarios pero en distintas maneras; en lo económico, estarían las transformaciones
impuestas por el modelo neoliberal en el mercado globalizado, sobre las cuales descansa
una nueva fase de acumulación y concentración; en lo político estaría el debilitamiento
de la autonomía del Estado-nación, el desarrollo de redes de poder estatal-privadas de ca-
rácter transnacional y la homogeneización de los sistemas políticos nacionales mediante
las democracias procedimentales; en lo social se señala las tecnologías de la comunicación
que transforman la organización y la percepción del tiempo y del espacio; y en lo subjetivo
estaría la aparición de lo que la autora llama “individualidad blanda”: una subjetividad
aislada y retraída a lo privado que sirve como esfera de consumo de bienes y de cuerpos.
Estas transformaciones, agrupadas todas en el paso del mundo bipolar al mundo global, y
enmarcado a su vez este pasaje en el proceso de mundialización que comienza con la Mo-
dernidad, se distinguirían por involucrar un uso importante y diferenciado de la violencia,
articulado con nuevas formas de lo político, lo social y lo subjetivo.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 23
Pilar Calveiro toma como objeto la intensidad y las formas de la violencia estatal,
entendiéndolas como núcleo duro del sistema hegemónico actual. Las califica —a la in-
versa que Gramsci— como “coerción revestida de hegemonía”. Pero no sólo eso, la auto-
ra va más allá y analiza también el impacto de estas formas de violencia estatal sobre los
cuerpos de los sujetos concretos. Para la autora, entre estas formas de violencia estatal
estaría la desaparición forzada, entendida como una táctica integrada a un proyecto de
exterminio genocida que busca la desaparición, no solamente de individuos concretos,
sino de grupos enteros de una sociedad. Por lo tanto, estas prácticas pueden ser por
un lado indicadores de una forma específica de organización del poder, y por otro lado
ejercicios que realizándose desde los Estados, se sostienen y normalizan en la sociedad
gracias al efecto de la hegemonía, de manera que estudiarlas sería también equivalente
a visibilizar sentidos y lógicas nuevas que aparecen en lo cotidiano.
Ahora bien, volviendo a enmarcar la reorganización hegemónica como parte de un
proceso histórico de más largo alcance, la autora señala que esta fase reconoce rupturas,
pero también continuidades: la caracteriza como un gozne que carga tanto con el pasa-
do como con el presente, contaminados uno de otro, y cuyas conexiones poco visibles
u olvidadas hay que rescatar para comprender la particularidad del momento actual.
Propone así —primero— esbozar los rasgos principales del mundo bipolar; a continua-
ción propone abordar las características del mundo global y multipolar; todo ello para
analizar las rupturas y continuidades que pueden observarse en ese pasaje. En segundo
lugar, y usando lo anterior como marco de referencia, propone analizar la “guerra anti-
terrorista” y la “guerra contra el crimen”; ya que “una y otra habilitan el escenario bélico
que requieren las dominaciones autoritarias, facilitando las formas más radicales de la
violencia represiva” (Calveiro, 2012, p. 15) La primera permitiría —según la autora—
la manutención y expansión del nuevo orden global, replicando formas de concentra-
ción. La segunda recurre a la reorganización de lo jurídico y lo penitenciario, habilitando
el encierro creciente de personas —jóvenes y pobres en particular— bajo el supuesto
de garantizar la seguridad interior de los Estados. Los dos tipos de guerra contempo-
ránea se entrelazarían y se construirían desde los poderes centrales que pueden ser los
Estados-nación o los organismos estatales supranacionales, para la reorganización de
un nuevo orden mundial. Por eso es que la autora propone que su análisis resultaría
significativo para comprender la actual reorganización hegemónica.
Por otra parte, en el texto titulado Estado, violencia y condición poscolonial, Mario
Rufer reflexiona acerca del Estado mexicano a partir del caso Ayotzinapa. Advierte en
primer lugar sobre los riesgos de pensar que la soberanía del Estado está en declive ante
los poderes de la criminalidad, declive al que en los últimos años se le ha denominado
Estado fallido. Expone brevemente los argumentos que afirman este declive y los agrupa
24 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
en dos categorías: por un lado, aquellos que señalan la potestad coercitiva excesiva y
extralegal del Estado mexicano como una desviación del modelo europeo; por el otro,
aquellos que señalan que el fundamento de la deficiente estatalidad mexicana reside
en la carencia de ciudadanía plena. El autor ve en la noción de Estado fallido un error
epistémico grave, pues al centrar el enfoque en lo que no ha llegado a ser el Estado en
México, se pierde de vista lo que es. Afirma, contrario a esta noción, que en México
la excesiva coerción coexiste con el consentimiento y propone pensar esta dificultad
histórica, centrándose en el análisis de las diversas formas de estatalidad y la significa-
ción política. Sugiere pensar el Estado como “firma”, “marca” o “escritura” a partir de la
invocación que se hace de él en la apelación a los derechos y a la inclusión en las esferas
de estatalidad; invita además a pensar al Estado mexicano en el lugar común en que se
diluyen la legalidad y la ilegalidad, los lazos privados con la esfera de lo público. Final-
mente, conceptualiza al Estado mexicano como Estado poscolonial, describiendo sus
características: la ambigüedad, la opacidad, la ilegibilidad. Estas permitirían al Estado
mexicano reproducir su potestad irrestricta por medio de la violencia extrema —legal
o extralegal— y al mismo tiempo, le permitirían afirmarse y justificar su existencia, por
medio de la ley y de la invocación que los subalternos hacen de él en busca de reconoci-
miento, aun cuando lo desafían o transgreden. Adscribiéndome en términos generales
a esta crítica de la noción de Estado fallido, retomo algunas de las reflexiones de este
texto con el propósito de apuntalar las preguntas centrales del problema teórico que
quiero plantear en este ensayo.
En primer lugar, diría que las prácticas que definen al Estado mexicano son todo,
menos nuevas; tienen raigambre histórica. Si pensamos Ayotzinapa como un eslabón
de acontecimientos marcados por la impunidad: Arantepacua, Tlatlaya, Apatzingán,
San Fernando, Acteal, Aguas Blancas, Tlatelolco, Atoyac de Álvarez, Huitzilac, Cholula,
Tlaxcala; aparece ante nosotros una marca histórica, la “firma” de la masacre impune a
lo largo de diferentes momentos. Pero cuando preguntamos: ¿sobre quiénes se ejerce
este poder? ¿Quiénes se encuentran al margen del Estado de derecho, de la ciudadanía?
¿Quiénes resultan siempre los prescindibles, los extrajudicialmente ejecutables y desa-
parecibles? Las marcas de la racialidad y de la clase aparecen al menos como sugerencias
insoslayables, como conjeturas posibles. Y más aún: ¿A qué tipo de matriz histórica
corresponde este funcionamiento efectivo de las relaciones de poder? ¿Sobre qué orden
de significación —necesariamente histórico pero enraizado en las relaciones cotidianas
de la población— funda su legitimidad si no es el orden legal del Estado de derecho, o
si lo es al menos parcialmente?
Siguiendo las reflexiones de Rufer, diría que las formas de excepcionalidad que
caracterizan al Estado mexicano combinarían siempre estrategias de racionalidad
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 25
burocrática con modalidades crudas de violencia, siempre justificadas bajo mecanis-
mos de amplia ductilidad. El autor entiende ductilidad “como formas de operación que
permiten el funcionamiento según intereses previamente definidos en campos ajenos
a la neutralidad aparente de la ley y el bien común” (Rufer, 2015, p. 2). En medio de
esta ductilidad propongo pensar al Estado mexicano hoy. ¿Podría servir esta ductilidad
como marco para pensar la combinación de fuerzas gubernamentales oficiales y fuerzas
criminales que ejecutaron los ataques en la noche de Iguala?; y más aún ¿podría enmar-
carse también en ella a la combinación de acciones legales y extralegales que se ponen
en práctica para encubrirla?
Por otra parte, el caso Ayotzinapa da cuenta de un alto grado de eficacia en cuan-
to al control y la administración de la población y del territorio mediante la coerción
y la violencia extremas; eficacia de un poder territorial que se ubica al margen de la
abstracción de la ciudadanía, la democracia y el Estado de derecho. La ambivalencia en
las declaraciones del Procurador General de la República, José Murillo Karam, sobre el
caso Ayotzinapa da cuenta de una estrategia discursiva que construye la idea de Estado
en México. Mario Rufer ve en estas declaraciones un gesto, un atisbo o mejor, un signo
fundamental que anuda algunos elementos de esta estatalidad “a la mexicana”, difusa
pero que a la vez revela el punto nodal que articula la ambivalencia entre legalidad y ex-
tralegalidad; entre la regulación de la ley por parte del Estado y la eficacia de la violencia
que este ejecuta o permite a otros ejecutar —o ambos— para mantener su control te-
rritorial y su legitimidad. Estas declaraciones encierran lo que el autor ve como trampas
discursivas. Al afirmar el procurador que difícilmente puede concluirse que Iguala es el
Estado mexicano, Rufer propone que lo que quiere decir es que:

Iguala no es el Estado mexicano, en todo caso representa sus márgenes, sus contornos pre-
modernos, sus aristas en la antesala de la nación. La contradicción argumentativa se pone
en marcha y resulta productiva: los estudiantes son ciudadanos responsables de sus actos
“poco acordes” a sus actividades idóneas —la preparación y la docencia. Pero “el Estado” es
demasiado grandilocuente para una periferia que necesita aún ser adoctrinada en el engra-
naje complejo del tiempo moderno de la política (2015, p.8).

Con esto el procurador justifica la violencia letal contra los estudiantes, al tiempo
que oculta el lugar de origen de la misma. Habilita la noción de una geografía y una
clasificación social con las que se demarca una línea divisoria entre la ciudadanía y sus
márgenes. Cuando dice que los estudiantes “no eran carmelitas descalzas”, los reco-
noce como ciudadanos de derecho; pero al decir que Iguala no es el Estado, desdibuja
la responsabilidad de éste último en tratar la falta de los estudiantes —la toma de los
26 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
camiones— conforme a la ley. Rufer afirma que aceptar esta metonimia implicaría para
el Estado asumir la responsabilidad política de la masacre; de modo que la contradic-
ción, la ambigüedad y la opacidad encubren la violencia extrema y su letalidad: “los
estudiantes son responsables porque son ciudadanos; pero el Estado no es responsable
porque Iguala no es el Estado” (2015, p. 9), dice Rufer. A partir de estas declaraciones,
preguntaría: ¿cómo se construye discursivamente el Estado mexicano?; es decir, ¿qué
es y qué no es el Estado en México? ¿Qué recae y qué no recae en sus responsabilidades
y en su potestad? ¿Hasta dónde se extienden sus márgenes y qué hay fuera de ellos?
¿Dónde está la línea que divide y demarca estos ámbitos? ¿Dónde reside su eficacia para
mantener la legitimidad en el tiempo?
Rufer —retomando a Veena Das— respondería que aún en los espacios donde la
violencia impera a causa del abandono de las funciones básicas del Estado, allí donde
parece desconocerse la institucionalidad; aún allí, la apelación a la ley y a la regulación
siguen vigentes, dándole al Estado una existencia por interpelación, por “firma” —dice
el autor—: una “marca” del Estado que en medio de su supuesta ausencia, lo invoca en
la apelación a la ley, en la fabricación de documentos y en la eficacia nominativa de su
ausencia, que lo convierte en algo presente incluso allí donde la comunidad lo desafía
y lo transgrede. De allí que Rufer afirme, a partir de algunas piezas del relato de Don
Toño —su entrevistado—, acerca de Ayotzinapa que:

[…] las fronteras de la policía y de las acciones criminales (el “narco”) parecen tener poca re-
levancia en un universo donde las formas de estatalidad se instituyen imbricadas con otras,
locales, comunitarias, donde es posible distinguir claramente quién es quién. Cuando eso
ya no es posible, cuando las fuerzas del orden se “traen de fuera” aún en aras de defender la
transparencia y la legalidad, la eficacia de esas performances de estatalidad se resquebraja”
(2015, p. 7).

De manera que las fronteras entre lo legal y lo extralegal; entre cuerpos policiacos
y militares de múltiples órdenes y fuerzas del crimen organizado, se diluyen en una
síntesis que se constituye como anomalía en la economía simbólica local. De allí la re-
levancia de la frase Fue el Estado, que los padres de familia de los 43 desaparecidos y las
bases sociales que los acompañan han acuñado como consigna en la persecución de sus
demandas. Si bien esta frase hace visible uno de los puntos nodales de la cuestión: el del
involucramiento de fuerzas policiales municipales en los ataques; también requiere de
una explicación profunda. Al traer a cuestión esta consigna no pretendo descalificarla.
Todo lo contrario, creo que dentro de ella hay una profunda inteligencia que no es mera
sabiduría popular fetichizada en algún tipo de folclor, sino que emerge de las experien-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 27
cias de los pobladores con aquello que llamamos el Estado, con sus modos efectivos e
históricos de ser en sus vidas. Por eso mismo creo necesario acompañar esta consigna
con mucha reflexión, llevar al límite las implicaciones que ella contiene, para compren-
der no sólo el modo particular en que se ejerce el poder y la coerción desde las instancias
del gobierno; sino también cómo son significadas y representadas estas prácticas de
gobierno. Si acaso podemos decir: “Fue el Estado”, cabría entonces preguntarnos, como
hace Rufer en su texto: “¿qué Estado fue?”; responde él mismo:

Un Estado ilegible que es capaz de reproducir de forma ambivalente la marca de autoridad


que lo origina, pero ocultando la potestad violenta que le permite reproducirse, redefinirse
y actuar no siempre conforme a derecho, pero siempre conforme a la contingencia. Qué
Estado fue es la pregunta históricamente comprometida que deberíamos empezar a desen-
redar en México” (2015, p. 10).

Y es esta la pregunta general que guía las reflexiones de este ensayo pues, si reco-
nocemos en el actuar del gobierno mexicano una determinada eficacia para controlar el
territorio y la población mediante el uso de recursos legales y extralegales; si reconoce-
mos además su capacidad para emprender estrategias discursivas que le permiten legi-
timarse frente a la población nacional y frente a la comunidad internacional, evitando
—después de los ataques de Iguala— todo juicio o consecuencia grave para el conjunto
de instituciones que lo compone; si reconocemos además que el tráfico de drogas y de
armas son negocios internacionales que operan en el territorio mexicano bajo el cobijo
de muchas de las instituciones que componen al gobierno en sus tres niveles; veríamos
claramente entonces que no se trata de un Estado fallido, sino todo lo contrario: de un
Estado verdaderamente eficaz para administrar a la población y al territorio en función
de las necesidades y requerimientos —legales o no— del mercado global. A decir de
Rufer: un Estado eficaz en su capacidad opaca de ejercer violencia y producir legitimi-
dad en medio de la condición poscolonial. Pues es esta condición, el marco geopolítico e
histórico que circunda al Estado mexicano —a los Estados latinoamericanos o no cen-
trales, en general— la clave para comprender su eficacia: en sus supuestas “fallas” o
“debilidades” son eficaces para la reorganización de la hegemonía mundial, pues estas
fallas resultan productivas a los poderes que la sustentan.

Pensar el Estado desde los márgenes de la teoría política clásica


Ahora bien, la discusión teórica acerca del Estado en las ciencias sociales es demasiado
amplia y difusa como para sólo pasarla por alto. En este apartado me limito a presentar
algunos conceptos con los que podría desarrollarse una propuesta para el abordaje del
28 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
problema del Estado en México. Partiré de la noción de gubernamentalidad de Michel
Foucault, para pensar productivamente en la centralización y coordinación de diferen-
tes fuerzas —oficiales y criminales— en los ataques de la noche de Iguala, así como en
la combinación de recursos legales y extralegales para su encubrimiento, evadiendo el
tono prescriptivo de las definiciones más clásicas de la teoría política acerca del Estado.
Luego expondré algunas perspectivas y discusiones teóricas que conforman el campo
de la antropología del Estado, el cual se enfrenta críticamente a la teoría jurídica, políti-
ca y sociológica clásica. Se trata aquí de las ideas de Philip Abrams y Timothy Mitchell,
quienes critican la noción clásica de Estado, exponiendo las dificultades para estudiarlo
en términos teóricos y empíricos. Finalmente, esbozo las reflexiones teóricas y meto-
dológicas de Akhil Gupta, quien desarrolla una propuesta para “etnografiar” al Estado.
En el texto titulado La gubernamentalidad (1999), que aparece en el libro Estética,
ética y hermenéutica, Michel Foucault da cuenta de la aparición de una nueva forma de
comprender las prácticas de gobierno que emergería de las obras que entre los siglos XVI
y XVIII, intentando contestar al libro El príncipe de Nicolás Maquiavelo. Lo que define
estas prácticas es, por un lado, su multiplicidad y su inmanencia con respecto al Estado,
por el otro. La multiplicidad de dichas prácticas se organiza en un eje que va del gobierno
de sí, identificado con la moral, al gobierno del Estado, identificado con la política, pa-
sando primero por el gobierno de la familia, que queda identificado como economía.
Dichas prácticas recaerían no sobre la población y el territorio como reza la teoría
jurídica y filosófica del Estado, sino sobre las cosas; mejor aún, sobre las relaciones
de los hombres con todas las cosas. La gubernamentalidad se distinguiría también de
la soberanía del Estado —entendida filosófica y jurídicamente— porque no se funda-
menta a sí misma en la ley ni en el bien común, sino en fines exteriores y múltiples, para
los cuales emprende tácticas, entre ellas la ley. Un gobierno así, habría tomado —según
el autor— a la población como su objeto y a la estadística como una táctica privilegiada
para intervenirlo, dando además nacimiento a lo que hoy se entiende como economía.
De manera que para el autor, la gubernamentalidad sería la práctica de gobierno que
tomando como objeto a la población en el sentido antes señalado, vendría haciéndose
predominante, sustituyendo lentamente lo que el autor llama Estado de Justicia, en la
Edad Media, y Estado Administrativo en los albores de la Edad Moderna; constituyén-
dose como un Estado de Gobierno que tiene a la población como su objeto, la economía
política como su instrumento y a los dispositivos de seguridad como su principal táctica
de control. En forma resumida diría que en este texto, Foucault contrapone la idea de
gubernamentalidad a los conceptos con que se entiende la práctica de gobierno desde la
tradición de pensamiento jurídico y filosófico que se centra en el Estado y su soberanía.
Foucault utiliza este concepto para señalar que mientras desde la tradición jurídica y
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 29
filosófica el estado se fundamenta a sí mismo desde la ley, bajo una forma circular y
cerrada; la práctica de gobierno tiene en realidad fines exteriores a sí misma y utiliza a
la ley como una táctica entre otras, y no como principio o fundamento. La ventaja más
importante que ofrece la noción de gubernamentalidad para el problema del estudio del
Estado en general y para comprender el Estado mexicano en el caso Ayotzinapa en par-
ticular, es que permite centrar la atención en la práctica de gobernar —y no tanto en las
instituciones o entidades que gobiernan— misma que es dirigida a fines exteriores,
concretos y múltiples, más allá de las prescripciones de lo que el Estado debe ser, según
la teoría política y jurídica clásicas.
Por otra parte, en su ensayo titulado Notas sobre la dificultad de estudiar el Estado
(2015), Philip Abrams hace un recuento de la manera en cómo la pregunta por el Estado
ha sido planteada en dos tradiciones: la sociología política y el marxismo. Emprende la
crítica a ambas y propone una alternativa que pasa por rechazar la conceptualización
del Estado como centralización y separación autónoma de las funciones políticas de
una sociedad; propone rechazar todo abordaje que lo suponga como entidad abstracta
o real y mejor, referirse a las prácticas políticas concretas que oculta la noción genérica
y abstracta de Estado; propone, sin embargo, recuperarlo en tanto ideología que histó-
ricamente oculta el lugar del que emana la dominación, legitimándola. Afirma que las
instituciones políticas agrupadas bajo lo que Miliband entiende como sistema-Estado
pueden ser estudiadas de forma empírica; del mismo modo que la idea-Estado, es de-
cir la ideología del Estado. Brinda también algunas claves históricas acerca de cómo se
construyó el Estado como idea, o ideología, para reconstituir el poder de dominación
feudal y pasarlo a manos de las instituciones de la nueva era burguesa. En nuestro
caso hablaríamos de estudiar la vasta red de relaciones entre los cuerpos policiacos de
diferentes órdenes, los cuerpos militares, las instituciones jurídicas o de impartición
de justicia y los poderes ejecutivos con funciones de representación que, alrededor del
caso Ayotzinapa, se vinculan con los intereses de la economía del tráfico de drogas y
sus entidades organizativas concretas y con la población, así como de los discursos que
conforman la idea de Estado en México.
Con tesis similares, en un ensayo titulado Sociedad, economía y el efecto del Estado,
Timothy Mitchell (2015) aborda en forma destacada la manera en cómo se han produ-
cido históricamente las distinciones entre Estado, sociedad y economía. La tesis central
del artículo reside en el llamado del autor —casi en el mismo sentido que Abrams—
a abandonar cualquier conceptualización que conciba al Estado como una entidad autó-
noma y separada de la sociedad y de la economía; no obstante, propone tomar muy en
serio la distinción entre estos ámbitos, en tanto que —afirma— la producción de sus
fronteras es la característica más distintiva del orden político moderno. En primer lugar
30 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
expone cómo el concepto de Estado fue abandonado en la sociología y la ciencia política
durante la posguerra, y fue sustituido por el de sistema político y más tarde retomado
desde diferentes perspectivas teóricas, que no obstante, nunca teorizaron acerca de la
producción de estas distinciones. En el resto del artículo expone su enfoque, el cual
consiste en reconocer que el conjunto de las prácticas de ejercicio de los poderes de
gobierno que identifica como una generalización amplia y extendida del poder discipli-
nario, es una entidad que trasciende a las instituciones que conforman el Estado y que
la apariencia estructural de éste se deriva del efecto de superposición de estos poderes
generales, sobre los poderes disciplinarios cotidianos.
A continuación expondré algunas de las ideas del trabajo de Akhil Gupta, quien
desarrolla una propuesta para el abordaje etnográfico del Estado. En su ensayo titulado
Fronteras borrosas: el discurso de la corrupción, la cultura de la política y el estado imagina-
do (2015), Akhil Gupta expone los resultados de su trabajo de campo en una aldea de
Uttar Pradesh al norte de India. Su reflexión parte de preguntarse cómo se construye
y se representa el Estado en la vida cotidiana de una aldea. Se trata entonces de ofrecer
una etnografía del Estado contemporáneo en India, que Gupta logra presentar en tres
planos: en el primero aparece el funcionamiento cotidiano del Estado en Alipur visto
desde las prácticas de los funcionarios más bajos de la burocracia local con sus clientes,
los pobladores; el segundo plano explora la formación de una cultura pública a través
del análisis de entrevistas y rumores sociales a nivel local, que son contrastados con la
prensa en inglés —identificada con el ámbito de las esferas más altas del Estado y lo
nacional— y la prensa local de la aldea —que resulta mejor identificada con los temas
locales; en el tercer nivel presenta las formas populares de representar e imaginar al
Estado indio a partir del análisis de los dos planos anteriores.
Agrega además que en un contexto poscolonial, todo intento por estudiar etno-
gráficamente el Estado debe tener en cuenta que el legado del saber occidental acerca
de éste debe ser reexaminado, particularmente la distinción entre Estado y sociedad
civil, cristalizada en gran parte de teorías políticas y sociológicas. Identifica la fuer-
za y los efectos de estas teorías con una especie de “imperialismo de las categorías”
—noción que toma de Nandy— y se pregunta si es acaso este modo de imperialismo
lo que permite que el binomio Estado/sociedad civil se naturalice, se esencialice y se
imponga como calco de la experiencia histórica europea sobre otros contextos de la
práctica política. Gupta se pregunta cómo podríamos aprovechar el estudio comparati-
vo de las formaciones políticas del Tercer Mundo para enfrentar el imperialismo cate-
górico que esencializa e impone la universalización de la experiencia histórica europea
con respecto al Estado. En lugar de construir sobre los conceptos que emanan de esta
experiencia, propone demostrar su provincialismo frente a la diversidad de contextos
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 31
culturales e históricos. En esta misma línea se encuentra la crítica de Mario Rufer a la
noción de Estado fallido, en el texto que antes fue citado.
En términos metodológicos, Gupta propone que una etnografía del estado no de-
bería tratar “lo local” como unidad única y coherente, sino que debe prestar atención
a lo que él llama —siguiendo a Lata Mani— contextos “mediados de forma múltiple” a
través de los cuales el Estado se construye discursivamente. Aunque Gupta no lo expo-
ne así con la suficiente claridad, se puede suponer que su propuesta de abordar el Estado
etnográficamente parte primero de un contexto local, en el que no sólo se observan las
prácticas cotidianas, sino que también se registran los discursos con los que los pobla-
dores dan cuenta de cómo se imaginan y se representan al Estado. Luego estaría un
contexto translocal, que une diferentes localidades en lo que comúnmente conocemos
como nación, o Estado nación; en el que la cultura pública daría cuenta de los modos en
que el Estado es representado. Finalmente, está el contexto transnacional, que no
es más que el sistema interestatal, determinado por las acciones de los Estados nacionales
por una parte, y por otra también determinante en lo que sucede al interior de ellos; en
este último nivel debe prestarse además atención a las formas en las que el capital mul-
tinacional ejerce sus efectos en las prácticas cotidianas tanto como en la construcción
discursiva de los Estados. De forma que para generar algún saber empírico acerca del
Estado debemos ubicar sus posibilidades de creación en el nivel local, ciertamente; pero
sin olvidar nunca las múltiples mediaciones discursivas que generan su simbolización
desde lo translocal y lo transnacional.
Aquí propongo que las características del caso Ayotzinapa permiten pensarlo como
un contexto mediado de forma múltiple por la intersección entre el nivel local, el trans-
local y el transnacional a través de los negocios multinacionales de la droga y las armas:
la presencia de armas alemanas, introducidas ilegalmente al país, son muestra del ni-
vel transnacional referido por Gupta. Más aún, yo presumiría que las filtraciones en la
prensa sobre estos datos fueron una carta hábilmente jugada por el gobierno mexicano
en el sistema interestatal, en un momento temprano de la investigación que coincidía
con las intenciones del Partido Verde Alemán de extender la condena de los hechos a la
actuación del gobierno mexicano en el Parlamento Europeo, quien finalmente conde-
nó los hechos pero respaldó al gobierno mexicano días después de la publicación de la
noticia en México.
Ahora bien, cómo hacer visible la mediación institucional de los relatos de los me-
dios, cómo convertirlos en datos. Un aspecto útil para pensar este desafío es la orga-
nización espacial de los textos culturales —particularmente la prensa— que replica
de algún modo la organización de lo estatal en sus dimensiones locales, translocal y a
veces transnacional. Gupta hace productiva esta división del trabajo en la prensa para
32 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
propósitos de una etnografía del Estado, estableciendo las diferentes maneras en que
las narraciones de los textos periodísticos pueden aportar a organizar las relaciones
que se establecen en la construcción discursiva de lo estatal. En el trabajo de Gupta
queda claro cómo los periódicos locales, al dar cuenta de las instituciones locales en sus
narraciones, así como de las cartas con quejas y demandas de los ciudadanos, aportan
información sobre un estado desagregado en sus funciones, visible claramente desde
la acción y el funcionamiento de las instituciones locales y en plena relación directa
con una población concreta. Al mismo tiempo, estos mismos periódicos no desconocen
—no podrían hacerlo, dada la organización de las dimensiones locales en un horizonte
translocal— los temas que trascienden la localidad y la región, apuntando hacia lo na-
cional; más aún —podría decirse— dan cuenta de estos temas, y lo hacen en estrecha
relación con los intereses de las localidades. La prensa que llamamos nacional, por otra
parte, aquella que articula lo translocal y lo condensa en una dimensión más abstracta,
que sería la nación y que se concentra más en acontecimientos de gran escala que gene-
ralmente ocurren en el ámbito metropolitano, difícilmente aborda lo local, salvo cuando
un tema tiene relevancia directa con lo nacional. Pero no por ello los textos culturales
que allí circulan dejan de ser relevantes para la construcción discursiva del Estado en
el ámbito local, aunque se vea claramente atenuada la visibilidad de las relaciones que
se pueden establecer entre las dimensiones en juego. Más aún, la prensa nacional hace
un filtro entre la dimensión nacional y la transnacional, parecida a la que los periódicos
locales hacen con las dimensiones de lo nacional y lo local. Puede presumirse claramen-
te que en el mundo interconectado del capital multinacional, existen acontecimientos
cuya relevancia conecta los tres niveles, y la prensa en sus correspondencias con éstos
últimos, es un referente para dar cuenta de ellos. El tema de las filtraciones sobre las
armas alemanas en Ayotzinapa es un claro ejemplo que muestra la potencialidad del
caso para explicar la intersección entre los tres niveles.

La gubernamentalidad y la antropología del Estado:


trazando un marco para comprender el Estado mexicano hoy
En este apartado se trazan algunos de los ejes que —a mi juicio y en mi propia lectura—
parecen atravesar a las perspectivas teóricas antes expuestas: señalaré sus consistencias
y lanzaré unas cuantas preguntas dirigidas a pensar en sus inconsistencias. Todo esto
con el propósito de sustentar la proposición de que la noción de gubernamentalidad de
Michel Foucault podría tomar densidad y sentido si se piensa desde los estudios recien-
temente realizados por la antropología del Estado: defenderé la tesis de que centrar la
atención en las prácticas cotidianas de gobierno y al mismo tiempo atender la manera
en que se construye el Estado mexicano como idea, imagen o representación en los
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 33
pobladores —tal como hace Gupta con su trabajo en la India—, servirá para pensar el
modo en que se hace efectivo el Estado hoy, en México y en el mundo.
La primera consistencia que quiero señalar es que —a diferencia de la tradición de
pensamiento de la que emana la noción de Estado fallido— todas las perspectivas teóri-
cas de los autores aquí presentados admiten una dimensión histórica y geopolítica den-
tro de la que se reconoce una distribución interestatal del poder que es asimétrica; y se
reconoce también la existencia de poderes que residen en entidades no estatales, como
son las redes transnacionales ya sean legales o criminales. Esta dimensión interestatal,
es entendida en modos diversos y bajo genealogías conceptuales diferentes, las cuales
será necesario clarificar en otro momento. Sin embargo, sea entendida como reorgani-
zación hegemónica en un sistema mundo, o como una condición poscolonial, o simplemente
se dé cuenta de los procesos históricos concretos que dieron origen a la idea de Estado
en Europa, la dimensión histórica y geopolítica aparece en todas estas perspectivas y
resulta un aspecto difícil de soslayar cuando se trata de pensar el problema del Estado
mexicano hoy. Más aún, sostengo aquí que el tráfico de drogas y el tráfico de armas son
negocios globales; hecho que implica su correspondencia con la formación histórica de
un mercado mundial que utiliza la ductilidad del derecho internacional para regular los
flujos entre productos, capitales e incluso personas. Pensar Ayotzinapa fuera de este
marco, pensar los ataques de Iguala circunscritos solamente a las condiciones endogá-
micas de México, sería un grave error epistémico.
Otro eje podría identificarse en el énfasis con que estos autores proponen escapar
a toda comprensión binaria del problema del Estado. En ese sentido, estudiar crítica-
mente al estado no sólo es ejercer la crítica sobre el objeto estudiado, sino también
sobre los marcos con que se pretende decir algo de él. Los marcos binarios que dividen
la experiencia humana en conceptos antagónicos —del tipo objeto y sujeto, estado y
sociedad, etcétera— son para estos autores el primer obstáculo que habría que trascen-
der. En ese sentido, también aparece una preocupación en todos ellos por trascender
el modo con que una sola mirada, una sola narrativa se ha venido imponiendo acerca
del Estado en las teorías clásicas, casi todas provenientes de Europa. La idea de que los
Estados latinoamericanos son calcos fallidos de la forma primigenia y original europea
o estadounidense, evidencia el imperialismo categorial al que hace referencia Gupta. De
modo que desde Calveiro hasta Gupta, los autores proponen que el problema del Estado
es también un problema epistémico: es decir, un problema que toca a los marcos con
que éste ha sido estudiado.
En ese sentido, Abrams (2015) y Mitchell (2015) —siguiendo a Miliband— propo-
nen que el Estado no puede ser estudiado como algo que tiene una existencia concreta,
autónoma y unitaria, sino que solamente existe como sistema-Estado, es decir un conjun-
34 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
to de instituciones —diferenciadas y la mayor parte de las veces enfrentadas entre sí—
y una serie de prácticas —ponen énfasis en las coercitivas— que componen el gobierno,
por un lado; y existe también como idea-Estado, con lo cual se refieren a las estrategias
y modos —prácticas también, pero de otro orden— en que el estado es representado,
narrado o imaginado: narrativas y representaciones que, desde las academias a la prensa,
contribuyen a legitimar su existencia y su efecto de unidad, dándole sentido de estructura
concreta con autonomía y coherencia.
Refiriéndome particularmente a las ideas de Mitchell acerca de la división entre
Estado y sociedad, propondría aquí valorar si la concepción gramsciana del Estado
—que considera las relaciones entre éste y la sociedad— podría ser útil para compren-
der mejor por qué, tanto en términos teóricos como prácticos, se ha insistido desde
las teorías clásicas en trazar esta línea divisoria que daría como resultado la supuesta
autonomía estatal; en qué sentido es productivo —como propone Mitchell— para el
poder moderno en general, hacerse concebir bajo la forma estatal: como entidad autó-
noma y separada de la sociedad. Esto a la vez nos llevaría a pensar en las estrategias y
modalidades del discurso y la representación que el Estado mexicano —en cada uno de
sus niveles de gobierno— emplea para buscar su legitimidad, para demarcar sus límites
y justificar sus responsabilidades u omisiones: un análisis profundo de las declaraciones
de Murillo Karam, de los sentidos contenidos en ellas en relación con la demarcación
territorial de la autoridad estatal y con la clasificación social de la población se propo-
ne como insoslayable; al mismo tiempo que resulta necesario —siguiendo a Gupta—
recuperar la manera en la que estos sentidos son reproducidos o replicados —según sea
el caso— por los pobladores. En ese análisis podría quizás responderse a las siguientes
preguntas: ¿cómo se construye discursivamente el Estado mexicano? ¿Qué es y qué no
es el Estado? ¿Qué recae y qué no en sus responsabilidades y en su potestad? ¿Dónde
está la línea que divide y demarca estos ámbitos?
Ahora bien, un tercer y último eje que ahora señalo se ubica en la relación entre
coerción y consentimiento. Si bien —como da cuenta Calveiro— el problema de la
hegemonía ha sido planteado desde la Antigüedad, es con Gramsci que alcanza una
formulación más clara con respecto al Estado moderno, cuando la define como
una combinación entre fuerza y consenso, que a la vez es condición para fundar la le-
gitimidad de todo gobierno. En el texto de Rufer el problema también aparece esboza-
do a través de su lectura de Veena Das, según la cual no habría formulación de poder
que se sostenga mucho tiempo únicamente por la coerción; propone el autor que en
el caso mexicano, la coerción coexiste con el consentimiento, a veces indistinguibles.
Cabría aquí preguntarse entonces, cómo —siguiendo qué estrategias—, incluso en
medio de la violencia irrestricta de la que dan muestra los ataques de Iguala, el gobier-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 35
no mexicano consiguió sostener su legitimidad al exterior y su endeble —pero aún
eficaz— funcionamiento al interior del país.
Hasta aquí se han considerado ciertos ejes que atraviesan, a mi parecer, todas las
perspectivas teóricas expuestas. Ahora me concentraré solamente en la noción de gu-
bernamentalidad de Michel Foucault y en las posibles relaciones que desde ella pueden
establecerse con los presupuestos de la antropología y la etnografía del Estado. Si bien
en forma general, las dos propuestas parecen coincidir en la crítica a la noción del Es-
tado que emana de las teorías clásicas de las ciencias políticas y jurídicas, faltaría clari-
ficar por qué Michel Foucault nunca se interesó por la perspectiva etnográfica y lo que
ésta podría decir acerca del poder y del Estado en las prácticas cotidianas. En forma
preliminar —y anoto aquí que este punto amerita un estudio más profundo de la cues-
tión— tendría que ver con que el autor privilegió el archivo como materia de análisis
y no el trabajo de campo en el sentido etnográfico. No obstante, me parece que la no-
ción foucaultiana de gubernamentalidad posibilita pensar la ductilidad característica
del caso Ayotzinapa, en tanto que combinación de recursos y tácticas diversas que son
dirigidas a objetos múltiples: el encubrimiento del tráfico de drogas a través de técnicas
coercitivas como la desaparición forzada, por un lado; el ocultamiento de la red criminal
que allí opera con anuencia de entidades y cuerpos pertenecientes al Estado; y la super-
posición —sobre ese complejo mixto de poderes— del discurso de la ley en una especie
de performática que tendría como objeto sostener la legitimidad de la idea de Estado en
México, tanto al interior como al exterior. Esta noción resulta útil precisamente porque
se centra en la práctica de gobierno y no en la ley como fundamento. Esta noción daría
cuenta de una forma de poder cuya soberanía no emana de la ley, sino que usa la ley
como una táctica de legitimación. Aquí propongo que la noción de gubernamentalidad
tomaría textura y densidad si se la piensa desde las prácticas cotidianas de gobierno
que resultan del caso Ayotzinapa. Aun cuando esta noción —tal y como fue elaborada
por Foucault— no resulta del estudio empírico de las prácticas cotidianas de gobierno,
sugiero que los ataques de Iguala podrían ser pensados bajo el marco de una estrategia
de gubernamentalidad; y más todavía, podríamos —siguiendo la estrategia metodoló-
gica de Gupta— desarrollar estudios empíricos que habiliten esta noción en el caso de
México.
Ahora bien, para justificar en qué medida esta noción resulta útil para pensar en lo
que aquí he propuesto, acudo ahora a las ideas de Mitchell. Este último autor da cuenta
del cómo la conceptualización foucaultiana del poder —que va desde las relaciones de
poder a la noción de gubernamentalidad, pasando antes por la formación de modalida-
des disciplinarias del poder— resulta una herramienta útil para pensar en el efecto de
estructura que emerge de la superposición de la idea del Estado —con su ley, su sobe-
36 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
ranía y su ciudadanía— sobre el conjunto de instituciones y entidades que operan los
poderes disciplinarios y las prácticas de gobierno efectivas sobre los territorios, sobre
la población. Con esto quiero decir que si entendemos la ley como una táctica —una
de carácter discursivo— con la que el Estado construye su pretendida y falsa homoge-
neidad, su supuesta autonomía, unidad y coherencia, quedaría preguntarnos que hay
debajo de la construcción discursiva de este efecto de estructura. Una basta y compleja
red de relaciones de poder —sugiero—, un cúmulo de prácticas de gobierno que —con
tácticas legales y extralegales— controlan en la cotidianeidad y de formas efectivas los
territorios y las poblaciones. En este sentido, propongo que superposición y oculta-
miento —en los sentidos prefigurados por las ideas de Mitchell y otros autores aquí
citados— son operaciones que ameritarían una elaboración conceptual más profunda,
nutrida con datos empíricos.
En cuanto al caso Ayotzinapa —que es el mismo de otros territorios de México—
esta red de relaciones de poder se integra con los diferentes cárteles; las empresas trans-
nacionales legales con intereses extractivistas, como las mineras; los diferentes partidos
políticos y gobiernos locales con los que se asocian; las instituciones coercitivas —la
marina, el ejército, las policías federales, estatales y municipales— con las que llegan
a componer un mismo poder de coerción en las localidades, o cuya omisión resulta
productiva para las operaciones y prácticas de dichos poderes. Puede que estos poderes
operen en la mayoría de sus prácticas ilegal o extralegalmente; pero en algún momento,
algunas partes del conjunto que los forman —principalmente las que pueden identi-
ficarse como entidades estatales— recurren a la ley, no como principio fundamental
soberano, sino como una táctica, entre otras. La entidad mixta que forma este com-
plejo conjunto gobierna de hecho y gobierna efectivamente. Una parte de él constru-
ye su legitimidad recurriendo al discurso de la ley y en algunos casos —el encarcela-
miento de Abarca o de Duarte, por ejemplo— garantiza de ese modo su permanencia
y funcionamiento.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 37
BIBLIOGRAFÍA

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38 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

PENSAR EL ESTADO EN MÉXICO HOY.


GUBERNAMENTALIDAD, PRÁCTICAS DE GOBIERNO Y
CONSTRUCCIÓN DISCURSIVA DEL ESTADO MEXICANO
ALREDEDOR DEL CASO AYOTZINAPA

Mario Rufer

El texto de Omar Villarreal intenta desentrañar un dilema difícil de naturaleza emi-


nentemente teórica, para revelar de qué forma ese dilema impacta en las maneras
de comprender un fenómeno histórico específico. El dilema: comprender al Estado
como un modelo, como una axiología cuya dinámica histórica debe evaluarse en
términos de lo que “alcanza” o “carece” de ese modelo —y cuya calificación entra
entonces en términos teleológicos: Estados “en transición a”, “en vías de”; o com-
prenderlo como una amalgama de operaciones en gerundio, en proceso de hacerse,
y en ese mismo proceso definir su posibilidad de existir como una modalidad de
operación, de administración de poblaciones y de formas de dominio, gobernabili-
dad y producción de subjetividades. Si la ciencia política es el camino más reclamado
para la primera acepción, la antropología política (o la etnografía de las acciones de
estatalidad) lo es para la segunda. Villarreal se enmarca claramente en la segunda
opción para poder desentrañar las formas en las que opera el estado como “firma”,
como marca que imprime una presencia —muchas veces diferida— pero que sigue
detentando autoridad a la vez que resiste los reclamos del autoritarismo.
El autor del texto que precede este comentario, sin embargo, va más allá de
la dicotomía modelo-práctica para tomar en serio aquello que Homi Bhbaha llamó
“el paso de la historia por la teoría”, y se pregunta de qué forma las operaciones
históricas, contingentes, nos ayudan a comprender preceptos básicos que parecen
aplanados por las letanías clásicas de la teoría aprendida: no basta con proclamar
que el Estado (mexicano) adopta formas de ductilidad del derecho, que las formas
definidas normativamente como “de excepcionalidad” son parte constitutiva de
los modos de hacer y ejercer la política contemporánea. Villarreal se pregunta en
todo caso, si eso no “es” el modelo de Estado, ¿qué es? ¿Sobre quiénes, sobre qué
cuerpos, recaen esas formas de ductilidad y esas prácticas de excepcionalidad?
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 39
La respuesta parece ser: no todos estamos sujetos a las fauces del Leviatán. Hay
cuerpos marcados con el signo de la vulnerabilidad a esos procesos, y ese signo man-
tiene un orden indéxico de contigüidad con la raza. Su análisis, sin decirlo explíci-
tamente, es por momentos fanoniano: hay cuerpos que no resisten un minuto el
análisis de la universalidad del Hombre ni la autoridad de la Ley. La diferencia es, jus-
tamente, un marcador de gobernabilidad. “La categoría de lo humano es una figura
de autoridad” proclamaba Fanon. Una autoridad que implica que para ciertas formas
de subjetividad y ciertos cuerpos que entraron tempranamente en el horizonte de la
Historia, la Ley, la Justicia o la Ciudadanía son retóricas de la interpelación, espacios
de devolución refractada de la existencia dentro de la comunidad política.
Para otras formas de vida y otros cuerpos, la raza adquiere la forma de un
anacronismo: hay comunidades que viven en una forma de pasado, una imper-
donable aberración que contraría el ethos del capital (con el “derroche de tiempo”
en el ritual, con la “inadecuación al desarrollo”). Para estas formas, el Estado es un
peligroso artefacto con la brutal característica de la ambigüedad: por un lado, re-
clama la potencia de intervención —como en el caso de Ayotzinapa— ante jóvenes
“desmedidos”, ante lugares “remotos” (donde remoto es una administración sim-
bólica de la geografía: es remota la modernidad, el entendimiento, la educación, la
inteligencia política), el Estado debe intervenir con la fuerza del pater que ordena
—reprimiendo— y gestiona —desapareciendo lo indeseable. Pero a su vez, por
más remoto que sea ese espacio anacrónico, el Estado pater debe demostrar clara-
mente que esa también es su jurisdicción plena; y en un escenario ritual debe reto-
mar la posesión soberana del territorio, hacer caer todo el peso de la Lay-Autoridad
y refundar el pacto de la res pública. Quiero decir, por un lado, que la “remota” co-
munidad hace viable la intervención brutal y sin excusas. Por otro, hace necesaria
la refundación del orden en el marco de la ley. Así, la firma del Estado es una firma
opaca, diferida y en cualquier caso, como toda firma, ilegible, a decir de Veena Das.
Para Villarreal, siguiendo a otros autores, esa es la “marca colonial” de la firma
estatal mexicana: un Estado que en su ambigüedad, en su barroca elipsis de burocra-
cia, exceso de autoridad y brutal intervención, sigue definiendo “cuerpos que impor-
tan” y cuerpos que son sólo un recordatorio del anacronismo y como tales, cuerpos
intercambiables, sumas sin nombres, saldos que abonan a la portentosa necesidad
de ese mismo estado de justificar su acción de padre omnipresente, magnánimo pero
corrector. En los argumentos de Villarreal, la autoridad de ese pater está más afin-
cada en una inmemorial tradición de tutelaje, que en cualquier pacto soberano que
incluya nociones clásicas de representación, subrogación de soberanía o contrato.

40 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
41

EL MILITARISMO EN IMÁGENES.
LA PRENSA COLOMBIANA EN EL POSTCONFLICTO:
EL CASO DE EL TIEMPO

Julián Andrés Ovalle Fierro1

Resumen
El presente texto tiene como objetivo construir un esbozo conceptual y un ejercicio
analítico del estudio de la visualidad del militarismo en Colombia. Este trabajo se ins-
cribe en el marco del proceso de una investigación llamada “El militarismo en Colombia.
Visualidad y discursividad en la prensa, en tiempos de guerra y de paz”. El artículo presenta
un punto de partida investigativo para realizar un encuadre contextual y conceptual
del militarismo como fenómeno cultural en América Latina y Colombia, estableciendo
elementos que lo distinguen de la noción de militarización. Luego de hacer un recuento
histórico y conceptual del problema de los medios de comunicación en Colombia en
relación con el militarismo, se aborda la descripción de algunas imágenes del periódico
colombiano El Tiempo, en donde se trabajan elementos visuales y discursivos que apor-
tan a la relación visualidad —militarismo— medios de comunicación.

Palabras clave
Militarismo, militarización, visualidad, prensa, Colombia.

Militarismo en América Latina y Colombia


La reflexión sobre el militarismo que aquí presento se inscribe en un marco amplio que
reconoce en la historia de la cultura latinoamericana una huella de colonialidad, orien-
tada hacia un largo y complejo proceso de homogenización social en el que la idea de
la diferencia, ha sido trasladada hacia una universalidad propia de la apuesta de la mo-
dernidad. De acuerdo con Juan Pablo Aranguren, la modernidad en América Latina ha

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electró-
nico:
gestionado la diferencia buscando un desdibujamiento de las subjetividades a través de
la consolidación de:

[…] procesos de evangelización, instrucción, reclusión y de estrategias de eliminación, mar-


ginalización y exclusión. Unos y otras han estado mediados por una serie de violencias
que persiguen la inscripción de proyectos nacionales. Es así como en esta larga historia
nacional, evangelizar, educar, controlar, vigilar, militarizar, torturar y democratizar se con-
vierten en las formas esenciales de “gestionar” la diferencia (2009, p. 607).

En el siglo XX se modernizaron los territorios e instituciones administradas por los


Estados en América Latina, proceso en el cual los gobiernos militares cumplieron un rol
protagónico. De acuerdo con Sepúlveda (1970), durante la primera mitad del siglo, los
gobiernos populistas impulsaron políticas interesadas en privilegiar procesos de indus-
trialización y desarrollo urbano, por encima del desarrollo rural y agrícola. Atendiendo
a particularidades de contextos nacionales, Sepúlveda encuentra que los gobiernos po-
pulistas mantuvieron un aparente respeto a la democracia mediante la legitimación de
su poder, con base en elecciones generalmente no transparentes.
Ya para la segunda mitad del siglo, según el mismo autor, los gobiernos militares
se orientarían hacia políticas desarrollistas, con un espíritu modernizador de la econo-
mía que se basó, especialmente, en la cooperación internacional con Estados Unidos a
partir de La Alianza para el Progreso. Por eso, más allá de las especificidades nacionales,
las políticas de los diferentes gobiernos militares en América Latina compartieron la
“intención de crear una industria pesada que [asegurara] una expansión económica, [la]
elevación del poderío nacional y, por ende, el nivel de vida de la población” (Sepúlveda,
1970, p.107).
En los primeros años del siglo XXI, con la desaparición de las dictaduras militares,
el militarismo en América Latina se desplazó del ámbito político gubernamental y se
sumó a un fenómeno globalizado que, siguiendo a Reguillo (2005), se manifiesta en
políticas trans-fronterizas de seguridad que comenzaron a implementarse a partir de la
guerra contra el terrorismo oficialmente declarada por el gobierno de Estados Unidos
de América tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
En este contexto reciente, se ha desarrollado un orden de vigilancia y control terri-
torial de alcance trans-nacional, basado en una lucha anti terrorista que genera “zonas
libres de derechos humanos” (Reguillo, 2005, p.10) donde, en nombre de la seguridad se
vale cualquier cosa, y donde se “agudiza el conflicto cultural frente a la otredad: afuera
acecha el enemigo, un enemigo al que es necesario dotar de rostros y contornos preci-
sos” (Reguillo, 2005, p. 28).
42 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Para el caso de América Latina y específicamente de Colombia, ese nuevo orden de
securitización ha posibilitado las condiciones necesarias para la consolidación del viejo
proyecto extractivista de los bienes comunes de tipo natural (tradicionalmente llamados
‘recursos naturales’), enmarcado en una “geopolítica del despojo” (Martín y Vega, 2016)
que se basa en la biopiratería, el genocidio y la militarización que tuvieron lugar a lo
largo del siglo XX en el marco de las políticas populistas desarrollistas de los gobiernos
militares.
En Colombia, tras vivir un conflicto social y armado por más de 60 años, es muy
frecuente la referencia a la cultura de violencia como factor explicativo del crónico con-
flicto social que derivó en conflicto armado; sin embargo, considero que la idea de cul-
tura de la violencia,2 que pareciera irrefutable a la luz del desarrollo y degradación del
conflicto, tiene mayor poder descriptivo que explicativo, al enfatizar en el uso de la
lógica militar (legal e ilegal) la gestión de una compleja conflictividad social.
De acuerdo con Medina, más que a una cultura de violencia vivida por el grueso de
la población, la tendencia al uso de manifestaciones violentas en el marco del conflicto
armado, se expresa en acciones militares que “se deben a situaciones ligadas a las ca-
racterísticas que han tenido los sectores adscritos al poder y la forma como asumen la
obtención, defensa y sus intenciones de permanencia en el mismo” (2009, p. 19). Esta
concepción del conflicto armado colombiano como motivado por intereses históricos
particulares de sectores políticos y grupos armados en función del control territorial,
permite pensar el fenómeno del militarismo como el factor determinante de la degra-
dación del conflicto armado en Colombia. De acuerdo con Medina “será el militarismo
el porqué de la expresión violenta de los distintos tipos de conflictos que en cada mo-
mento y a diferentes sectores han enfrentado a la sociedad colombiana” (2009, p. 20).
El contexto presentado hasta ahora remite a la pregunta sobre el papel de los ejér-
citos como agentes de la securitización, ¿es posible utilizar este concepto para describir
la agencia de los actores militares? Naturalmente, la institución militar ha tenido un
papel muy importante en el proceso de militarización de Colombia en los últimos años.
Desde el comienzo del siglo XXI se observa un fuerte fortalecimiento interno institu-
cional que se evidencia, entre otros indicios, por un incremento del presupuesto “para
la defensa”, así como el aumento del pie de fuerza, esto es, del número de militares
activos disponibles. Durante los últimos 16 años, en Colombia el pie de fuerza pasó de

2 El término cultura de la violencia fue introducido en el informe Colombia: violencia y democracia, encargado por
el Ministerio del Interior del gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) a un grupo de académicos y humanistas en
1987. Sin embargo, la tendencia a analizar el conflicto a partir de una ‘cultura de la violencia’ fue adoptada por
toda una generación de académicos en la época, que hoy se reconocen como ‘violentólogos’; las perspectivas
y planteamientos, sin embargo, varían enormemente.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 43
147.0003 efectivos en 2001 a 482.9004 en 2016, y el presupuesto militar aumentó de 12.5
billones en 2001 a 28.6 billones5 en 2016. Al mismo tiempo, la institución militar amplió
considerablemente su presencia territorial en regiones estratégicas para las economías
extractivas. De acuerdo con el Comité Permanente de Derechos Humanos, al comparar
mapas de los recursos minero-energéticos con las bases cartográficas oficiales del con-
flicto armado interno a partir de 1998, “hay una clara simetría entre la acción militar del
Estado y las zonas de extracción y producción minero-energética y en zonas claves para
el establecimiento creciente de infraestructura para las telecomunicaciones” (CPDH,
2015, p. 36).
De acuerdo con el Grupo de Memoria Histórica (2013) a la presencia y acciones
militares (de los grupos armados legales e ilegales) le subyace un histórico uso de la
violencia “como estrategia para instalar el miedo en la sociedad en función de sus inte-
reses de control territorial”. El miedo estimulado por los grupos armados ha hecho que
las poblaciones se desplacen hacia los principales centros urbanos y las áreas rurales
sean despojadas para los proyectos de extracción minera y de hidrocarburos. Así, de
acuerdo con Medina (2009) la “geopolítica del despojo” en Colombia se evidencia en los
7,2 millones de personas que han sido desplazadas en el marco del conflicto, según el
Consejo Noruego de Refugiados.6 El desplazamiento forzado es un drama humanitario
y es una consecuencia lamentable de una gestión de la alteridad basada en la expulsión
de ciertos grupos, de cada territorio controlado por uno o varios ejércitos.
Volviendo sobre el Ejército Nacional, además de su fortalecimiento bélico, a partir
del 2003 comenzó a gestionar la comunicación social en todas sus tácticas operativas,
y para 2006 el Ministerio de Defensa lanzó una campaña de propaganda enmarcada
en el cambio de estrategia generalizado de los cuerpos militares a nivel mundial pero
que tomaría formas particulares en el caso colombiano. Sobre esto profundizaré más
adelante.
Para Claudia Gordillo (2011) la campaña de propaganda “En Colombia los héroes sí
existen” que buscaba un contacto emocional con la población civil, logró posicionar am-
plia y exitosamente la imagen del soldado héroe. Esta campaña se caracterizó porque:

3 Las Fuerzas Armadas de Colombia aumentaron en 146.000 hombres de 2001 a 2012. (2012, mayo 29) Revista
Diálogo Revista Militar Digital. Recuperado de: http://bit.ly/24ldQAI
4 Infografía: ¿cuánto le cuesta el conflicto armado al país? El costo de la guerra en Colombia (2014, junio13).
El País. Recuperado de: http://bit.ly/1i1HS58
5 Presupuesto del sector defensa para 2017 será de 28 billones. (2016, octubre 21). El Universal. Recuperado de:
http://bit.ly/2tcaEWU (El link no lleva a la información referida, verificar)
6 7,2 millones de desplazados en Colombia, la mayor cifra en el mundo. (2017, mayo 22). Telesur. Recuperado de:
http://bit.ly/2FIyJQp

44 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
[…] se valió de la lógica de producción espectáculo para anclarse en los hogares colombia-
nos, para esto usó el lenguaje publicitario que le permitió: primero, la imagen estética de
la publicidad que lo autorizó para hablar desde la lógica de lo documental al usar soldados
reales, es decir disciplinados por la lógica militar al tiempo que ficcionalizaba la seguridad
como protección y la violencia como necesaria para la seguridad; segundo, la instituciona-
lidad se narró desde las lógicas de la eficacia, despertando un sentido de pertenencia insti-
tucional y respeto hacia las instituciones, que de algún modo, referenciaba el nacionalismo
(Gordillo, 2011, p. 8).

Militarización y militarismo
Frecuentemente en los estudios políticos y en la sociología, los conceptos de militarización
y militarismo se usan de manera indiferenciada. A partir de lo que he observado sobre el
contexto de Colombia, éste sugiere que la militarización puede ser caracterizada como un
proceso de fortalecimiento y establecimiento del poder militar en las instituciones y terri-
torios sociales, expresado entre otras, en políticas de seguridad que privilegian o mezclan
la seguridad militar sobre la social.
De manera preliminar, para en el contexto de Colombia reconozco algunos elemen-
tos constitutivos del proceso de militarización: a) el fortalecimiento interno de la insti-
tución militar; b) las formas de despliegue territorial en función del modelo económico;
c) el uso de la violencia como estrategia para la implantación del miedo, como forma
de control territorial y de la población; y d) el uso de estrategias mediáticas para el des-
pliegue de propaganda militar. Así, la militarización implica el fortalecimiento de la ins-
titución militar, pero también implica el control simbólico y armado de los territorios.
Por otra parte, entiendo el militarismo como un orden en que los valores castren-
ses se trasladan al ámbito sociocultural y en esta medida es un factor clave para el soste-
nimiento del uso de la violencia, en tanto condición y proceso. De acuerdo con Medina
el militarismo:

[…] se asume como el componente sustancial de una ideología colectiva que conduce a una
sobrevaloración de la actuación y la ideología militar, sin que importe para ello quiénes
sean sus actores o protagonistas. No es pues algo que pueda considerarse como un asunto
exclusivo de la relación con los cuerpos castrenses; es un estado, es decir, una situación o
condición predominante en el lenguaje material y simbólico de cada individuo y/o forma-
ción social y las instituciones que lo representan (2009, p. 11).

Desde esta perspectiva la concepción del militarismo como un estado aporta poco a
la comprensión de cómo éste llega a ser y permanecer como una condición predominante.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 45
El concepto de transcodificación de Reguillo (2009) que refiere al traslado de códigos y
fuentes de significación en distintos marcos de sentido, abre la posibilidad de abordar
analíticamente la noción de militarismo como un proceso dinámico en el que hay una
permanente interrelación de las dinámicas castrenses con las dinámicas civiles.
Distanciándome de la noción de militarización, concibo el militarismo como una
configuración sociocultural donde la acción social se orienta hacia una gestión de la
diferencia en pro de la homogeneidad, y hacia la implantación del miedo, a través del
traslado del orden simbólico castrense hacia diversos sistemas culturales.
Considero que la cultura militarista tiene lugar cuando las relaciones de poder
hacen que valores como la uniformidad, la sumisión, la violencia, el machismo y la
jerarquización, operen en las relaciones interpersonales al interior de instituciones fa-
miliares, escolares, laborales, etcétera, y vale decir que la prensa ha ocupado un lugar
central en este proceso.

Medios de comunicación y militarismo en la Colombia reciente


La reflexión sobre el militarismo y los medios de comunicación en Colombia está
necesariamente relacionada con las estrategias de gestión de la comunicación de los
diferentes actores del conflicto armado. En Colombia, según Mary Correa (2006), du-
rante la segunda mitad de los años noventa se inauguró una nueva etapa en el largo
proceso de guerra: el despliegue militar de ese momento estuvo caracterizado por un
contexto de constante intensificación de conflicto que dio inicio al fortalecimiento
de políticas y estrategias de gestión de la comunicación de la guerra por parte de los
distintos actores en conflicto.
La disputa y el control territorial hicieron que los grupos armados, legales e ilega-
les, ejercieran una intervención directa en las relaciones políticas, económicas y sociales
en las comunidades donde hicieron presencia. Esta intervención derivó en una apertu-
ra de “espacios de interlocución para idear estrategias informativas que hizo que [los
grupos armados] se vieran obligados a planear y diseñar nuevas formas de comunicar
sus acciones destacadas (propaganda) y otras que pudiesen afectar a sus enemigos (des-
información)” (Correa, 2006, p. 96).
La gestión de la comunicación de los grupos armados en un contexto de guerra
crónica, según la autora, trazó frentes de guerra simbólicos para los cuales ha sido
central el propósito estratégico de incidir en los medios masivos de comunicación de
manera sutil, a través de la “creación de hechos bastante refinados en los que es muy
complejo diferenciar qué tanto tienen de información, desinformación y propaganda”
(Correa, 2006, p. 97), estrategia a la que llamó “uso simultáneo de planos de discurso
propagandístico”.
46 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El equipo de investigación de esta autora estudió la gestión de la comunicación
por parte de los tres grupos armados activos entonces: las guerrillas, los paramilitares
y el ejército en los años posteriores al fallido proceso de negociaciones con las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) del gobierno de Andrés Pastrana. En el
caso del ejército, se identificó que la gestión de la comunicación se fortaleció a partir
del incremento de presupuestos militares en el marco del Plan Colombia, y por la crea-
ción de una política descrita en la Guía de Planeamiento Estratégico–Objetivos, políticas y
estrategias, del Ministerio de Defensa de Colombia en 1997. Ese fue el documento que
“empezó a fijar para el conjunto de instituciones de la fuerza pública la política oficial de
comunicación, estrechamente relacionada con el componente cívico-militar y policial”
(Correa, 2006, p. 98). En este documento se hace explícito el interés por propender y
fomentar la integración de la fuerza pública con “estamentos cívicos, políticos, religio-
sos y, en general, con la sociedad civil, con el fin de contribuir al bien común” (Citado
en Correa 2006, p. 99).
La consolidación de una política de comunicación del ejército orientada a la cerca-
nía con la sociedad civil, además de la generación de nuevos medios de comunicación de
tipo militar, especialmente radiales, implicó que los medios de comunicación civiles, y los
periodistas como actores relevantes en la gestión de la comunicación, se convirtieran en
“territorio de disputa” en el que ocurría el ocultamiento. La investigación encontró que
frecuentemente la información ofrecida al público en los medios de comunicación era
seleccionada y proporcionada por el ejército, y que “en algunos casos, los mensajes pro-
pagandísticos de los actores armados pasan en forma abierta por las manos de los perio-
distas y éstos ni siquiera se percatan de que están siendo utilizados” (Correa, 2006, p. 97).
Con la intensificación del conflicto en la década iniciada en el año 2000, producto del
fracaso de las negociaciones del gobierno de Pastrana y las FARC, y con la existencia de la
política de comunicación militar, se hizo más central la preocupación por el control
de la favorabilidad de la imagen institucional del ejército. Un estudio de la Universidad de
la Sabana, cuyo objetivo era conocer la opinión de los directores de los principales medios
de comunicación sobre la actual relación de los medios con los organismos de seguridad del
Estado y las Fuerzas Armadas, y que interrogó a directivos de los veinte principales me-
dios de comunicación colombianos (citado en Velásquez, 2003), mostró que el Ejército
Nacional de Colombia se enfrentaba a una “paradoja de buena imagen y baja credibilidad”.
Para ese entonces las fuerzas armadas colombianas tenían buena imagen ante los
comunicadores y periodistas pero baja credibilidad. Esta crisis de credibilidad surgió a
partir de las frecuentes necesidades de rectificaciones que tuvieron que hacer los mili-
tares con respecto de información suministrada a la prensa. A partir de la identificación
de esta crisis, este estudio delimitó diversos retos institucionales comunicativos que
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 47
años más adelante fueron abordados, entre ellos el reto de unificar vocerías militares
ante medios de comunicación, por experticia y líneas de mando; así mismo enfatizó en
“la necesidad de incorporar al proceso de planificación de las operaciones militares un
factor de insoslayable importancia para cualquier comandante, el cual es la presencia y
desempeño de los medios de comunicación social” (Velásquez, 2003, p. 11).
En el marco de la Política de Seguridad Democrática del gobierno de Álvaro Uribe
Vélez, en 2006 aparece la campaña mediática “Los Héroes en Colombia sí Existen” que
visibilizó una serie de aparentes éxitos militares y movilizaciones masivas en contra de
las insurgencias bajo el lema internacional de la lucha contra el terrorismo. Según Clau-
dia Gordillo, la estrategia de comunicación del ejército colombiano a partir de esta cam-
paña “[implicó] producir caracterizaciones de personajes, lenguaje, escenarios, formas
y discursos cercanos al ejército de tal forma que influya en la percepción que la gente
tiene de ellos para cambiar su credibilidad o posicionar su imagen de una manera es-
pecífica” (Gordillo, 2014, p. 30). Los aportes de esta investigadora muestran cómo la
propaganda militar del ejército colombiano ha estado muy interesada en la exportación,
en palabras de Gordillo, de mensajes e imágenes orientados a “tocar la fibra (sensible)
de los colombianos” (2014, p. 31).
La relación de los medios de comunicación con el Ejército Nacional de Colombia
como agente de la securitización corresponde a la función que Rossana Reguillo atribu-
ye a los medios de comunicación en las sociedades contemporáneas:

[…] han pasado de una etapa en que los medios (de comunicación) con su poder avasallador
inventaron (hicieron venir) una realidad en la que el miedo y la esperanza se convirtieron
en estrategias altamente rentables para la gestión del poder y la administración de las pa-
siones contemporáneas (Reguillo, 2009, p. 5).

El tráfico de códigos, como lo llama Reguillo, es central para analizar los disposi-
tivos y estrategias mediáticas que fortalecen el poder. Así, con el propósito de estudiar
las dinámicas que posibilitan el traslado simbólico castrense a las dinámicas sociales
civiles, es útil retomar el concepto de “transcodificación de los lenguajes” aportado por
Reguillo en el marco de la reflexión en torno a la relación medios-miedos-poder. Para la
autora la transcodificación es:

[…] un dispositivo de poder que importa y exporta códigos, reglas, pautas y mecanismos de
atribución de sentidos, para ponerlos a operar en marcos de significado diferentes y hasta
en fronteras diferentes, pero central para analizar los dispositivos y estrategias mediáticas
que fortalece y que encuentran su nicho de significación en una cultura ávida de repre-

48 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
sentaciones orientadoras. Puede plantearse que este mecanismo de transcodificación se
convierte en una estrategia clave en la gestión (aceleración y contención) de los miedos
en la medida en que se trata fundamentalmente de un dispositivo que posibilita reducir la
incertidumbre pese a la dislocación de sentidos que provoca (2009, p. 10).

Rosanna Reguillo señala que “retóricas, estéticas y performatividad mediática con-


tribuyen a la administración política y social de las pasiones que, sustentadas en un
pacto de verosimilitud, ocultan lo que de manejo político hay en ellas” (2007, p. 8).
El trabajo de Gordillo (2014) sobre el caso colombiano muestra cómo la comunicación
del ejército colombiano, a través de la poderosa campaña mencionada, logró incorporar
la imagen de “héroe” en el individuo que compone el cuerpo de la tropa.

El trabajo de Gordillo mostró que el ejército, como agente de la cultura militarista,


no sólo ha sido a través de la propaganda sino que, a partir de mediados de los años
90, la institución militar también ha sido visible en los medios de comunicación en
programas televisivos, prensa, series y películas para televisión comercial y cine. En-
tonces, si el dispositivo de transcodificación opera en el despliegue de la propaganda
militar, pero también en los medios de comunicación, en un lugar distinto al de la di-
fusión de la propaganda militar misma, es valioso observar el papel de los medios de
comunicación.
El aporte del estudio de Velásquez radica en dejar al descubierto la diferencia en-
tre la imagen mediática que se transmite en los medios sobre el ejército a través de la
propaganda militar, y las imágenes visuales de éste en los medios de comunicación.
La visualidad del ejército en los medios de comunicación, específicamente las fotogra-
fías en la prensa durante los tiempos de transición de guerra a paz, es el objeto empírico
del presente trabajo.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 49
La prensa es un medio vigente que además de ser un reflejo de la cultura como todas
las formas de medios de comunicación, es un dispositivo en el que, mediante diversas
acciones discursivas, existe una proyección de la cultura en su discurso textual y visual.
“La prensa, en tanto discurso social, lejos de concebirse como modeladora de conciencias
o constructora de ideologías, es reflejo del contexto en el cual surge” (Salgado, 2007, p. 39).
De acuerdo con Eva Salgado (2007) el discurso periodístico se caracteriza por las
siguientes acciones discursivas: a) autoconstrucción del hablante singular y colectivo, b)
construcción de interlocutores, en donde se encuentra los lectores y los actores sociales
cuyo punto de vista resulta coincidente con el del periodista o el diario, c) construcción
de adversarios, que serán los actores con quienes se establece confrontación y d) cons-
trucción de referente, dar cuenta de la realidad que se construye.

Imagen del militarismo: La fotografía de prensa


Desde distintas aproximaciones al estudio de la imagen se traza una diferencia de pers-
pectivas con respecto a la imagen como presentación y como representación. Según
Keith Moxey (2009) el “giro icónico” en el campo de los estudios visuales, reconoce a
las imágenes un estatus ontológico y una intencionalidad propia independiente de su
contexto de producción y circulación. Por otro lado, identifica la aproximación de la
semiótica, ciencia que reconoce el poder de las imágenes como representación de un
objeto. La semiótica inscribe el análisis de las imágenes en el contexto sociopolítico de
su producción, reconoce el rol del autor y se orienta a la interpretación que indaga por
la intencionalidad de representación del mismo.
De acuerdo con Roland Barthes (1982) el mensaje periodístico se compone de men-
saje lingüístico y fotográfico. Aunque la fotografía de prensa es un mensaje en sí misma,
cuando la nota periodística presenta una imagen, en todos los casos, está acompañada
de un mensaje lingüístico. Estas dos estructuras que “concurren” de forma contigua
pero no homogénea, deben ser analizadas de forma integrada. Por su parte, la foto-
grafía de prensa es un mensaje connotado, “un objeto trabajado, escogido, compuesto,
elaborado, tratado de acuerdo con unas normas profesionales, estéticas o ideológicas
que constituyen otros tantos factores de connotación” (Barthes, 1982, p. 16). Desde
esta perspectiva la imagen periodística, específicamente las fotografías, en tanto men-
saje connotado, reclaman una lectura más allá de su composición formal (continua y
análoga) porque ellas no explican nada en sí mismas, “son inagotables invitaciones a la
seducción, a la especulación y a la fantasía” (Sontag, 1973, p. 32).
Por su parte, el mensaje lingüístico que acompaña a la imagen está presente en
todas las imágenes en el actual contexto de comunicación de masas. La relación de éste
con el mensaje visual es de complemento y anclaje. De acuerdo con Barthes, a diferencia
50 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
de la relación imagen-texto propia en la etapa histórica denominada la Ilustración, en
la actualidad la imagen no se orienta a ilustrar el texto, sino que el texto de la fotografía
de prensa participa de la connotación de la imagen, la comenta y amplifica el conjunto
de connotaciones que ya están incluidas en ella. Sin embargo, a menudo pasa que “el
texto produce (inventa) un significado enteramente nuevo que, en cierto modo, resulta
proyectado de forma retroactiva sobre la imagen, hasta el punto de parecer denotado
por ella” (Barthes, 1980, p. 25).
Ante la polisemia de las imágenes y su contigüidad con el mensaje lingüístico, la
principal función de este último es la de anclaje. El texto aporta elementos de significa-
ción para responder la pregunta de ¿qué es eso? al disponer la vista y la intelección. La
función de anclaje se constituye como un límite de la proyección derivada de la subjeti-
vidad; la puesta en juego del mensaje lingüístico, diría Barthes, es la participación de la
sociedad, en este caso del periódico en el rol del creador, en el proceso de significación.
La función del anclaje obedece a la función ideológica y moral que tienen los periódicos,
pues “en tanto productos culturales […] suelen ser elemento emblemático de un país; en
consecuencia, se encuentran permeados de una suerte de legitimidad que les confieren
décadas de labor periodística” (Salgado, 2009, p. 51).
Como lugar emblemático de las culturas nacionales, el discurso de la prensa re-
vestido de legitimidad, se erige como un territorio en disputa de los sectores de poder
económico y político, que según Salgado funciona “como un espacio de diálogo abierto
entre grupos de poder y grupos de resistencia al poder” (2009, p. 26). Los grupos de po-
der buscan tener incidencia en la construcción de realidad buscando que sus discursos
se reflejen en la visión de la realidad que la prensa construye.
El fotógrafo de prensa Pepe Baeza señala una crisis actual en la fotografía de prensa
que se expresa en una marcada mercantilización de la imagen. La fotografía documen-
tal, como llama este autor a la fotografía que no corresponde a la fotografía publicitaria
en prensa, en los equipos de redacción frecuentemente se acomoda en función de la efi-
cacia publicitaria porque “la imagen de realidad [fotografía documental] es molesta, so
pena de perder su razón de ser y usada en todo su potencial estorbaría en demasiadas
ocasiones a la eficacia de los mensajes publicitarios” (Baeza, 2007, p. 14).
En el contexto de globalización y de mercantilización de la imagen, actualmente en
la prensa predominan las fotografías suministradas por los monopolios informativos
de la Associated Press (AP), Reuters o la Agence France Presse (AFP), predominancia
que deriva en una uniformidad en las representaciones estereotipadas en la medida que
“anulan la diversidad de los fenómenos a los que se refieren y que sin embargo ocultan,
en su profusión de escenarios, lo más obvio: a quién aprovecha la injusticia y la violen-
cia” (Baeza, 2007, p. 14).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 51
Las imágenes del periódico El Tiempo
En la búsqueda de las imágenes presentes en la prensa que expresan el militarismo en
Colombia encontré una amplia variedad. La guerra en Colombia ha producido muchas
imágenes, por lo que me enfrenté a un gran abanico de posibilidades; para la construc-
ción del corpus hice un recorte temporal en función de la dinámica de la guerra, es decir,
pensé que sería significativo observar las imágenes del militarismo que se encuentran
en los archivos de la prensa digital durante los nueve meses posteriores a septiembre
de 2016, fecha en la que se firmaron los acuerdos de paz entre el Estado Colombiano y
el grupo insurgente de las FARC, conocidos también como los acuerdos de La Habana.
La elección del corpus digital la hago con atención en las ventajas señaladas por
Salgado (2009: 54), y a partir de una revisión a los archivos digitales que reposan en las
plataformas web de diversos periódicos colombianos. Decido trabajar sobre el archivo
digital del periódico El Tiempo,7 el más antiguo y de mayor circulación en Colombia. El
archivo digital de este periódico contiene noticias desde 1990, mismas que se acompa-
ñan de imagen desde agosto de 2016 y hasta la actualidad.
En la plataforma web de este periódico realicé una primera búsqueda con las pala-
bras “Ejército Nacional”; ésta arrojó 26.425 resultados, entre los cuales estaban noticias
que referían a ejércitos de otros países distintos a Colombia y noticias con una relación
lejana al problema del militarismo. Para refinar dicha búsqueda hice un recorrido con la
mirada en cientos de entradas de noticias con el siguiente criterio: identificar y seleccio-
nar noticias del periódico El Tiempo acompañadas de imágenes en las que aparecieran
cuerpos, completa o parcialmente, de miembros uniformados del Ejército Nacional de
Colombia; también noticias en las que el título hiciera referencia directa al ejército y que
hayan sido publicadas en la página web durante los nueve meses posteriores a la firma
de los acuerdos de La Habana. Ante la numerosa variedad de noticias, elegí las que
cumplieran con el criterio señalado, pero sobre todo seleccioné, siguiendo a Barthes, las
noticias en las que el militarismo existiera para mí (1980, p. 30). Así, de la plataforma
web de este periódico construí un corpus de 35 imágenes.
A continuación presento una descripción formal de las imágenes seleccionadas, las
organizo según elementos identificados a partir del análisis, para luego presentar una
reflexión sobre los hallazgos.

7 Según el portal www.monitoreodemedios.co El Tiempo es un periódico de tirada nacional, de contenido ge-


neral y de pago. Este diario surgió como un medio de comunicación de tendencia liberal; sin embargo, los
intereses económicos de sus sucesivos propietarios han incidido en su línea editorial. Fecha de consulta, enero
29, 2018.

52 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Repetición de imágenes para noticias diferentes
Lo primero que identifiqué de las entradas digitales noticiosas observadas es que, al
igual que otras versiones de igual formato de diversos periódicos colombianos como El
Espectador, algunas noticias comparten exactamente la misma imagen.

La misma fotografía fue empleada con un año de diferencia: la primera fue publicada
el 6 de noviembre de 2016 y la segunda el 10 de enero de 2018. Los créditos para ambas
fotografías refieren al “Archivo particular” de El Tiempo. En la fotografía se observa el
costado de un militar de quien no se puede advertir su jerarquía y quien se presenta
vigilante mirando un valle de lo que parece ser una zona de selva húmeda tropical, es-
cenario frecuente de confrontación armada en Colombia.
Ambas noticias informan de la muerte de miembros del Ejército, la diferencia
estriba en la forma en cómo se refieren a las personas muertas; en la noticia en la que
se anuncia la muerte por un incidente de tipo natural la referencia nominal al sujeto
del encabezado es “soldado” mientras que cuando se trata de la muerte por respon-
sabilidad humana, es decir, por acción violenta por parte un grupo insurgente, la re-
ferencia nominal es la de “militar”. Para el caso de los muertos por accidente natural,
en el pie de foto se informa el nombre, mientras que no pasa igual con el nombre del
soldado asesinado.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 53
A diferencia de las anteriores, la repetición de estas fotos tuvo lugar con nueve
días de diferencia. En ella se observa a miembros de la fuerza pública haciendo traba-
jos de erradicación manual de plantaciones de coca portando armamento. En ambos
casos no se presentan a los actores a los que se hace referencia: la primera noticia
refiere a la problemática de los campesinos que, como señala el pie de foto, “tienen
plantaciones de coca por pura supervivencia”; la segunda refiere a la afectación de
soldados que trabajan en la erradicación manual, la foto no presenta a los soldados
víctimas que anuncia el titular.
Entre otras fotografías repetidas en distintas noticias que se presentaron en el lap-
so observado, incluyo a continuación dos noticias que presentan a un militar de mayor
rango ante sus subordinados.

Estas fotos presentadas con dos días de diferencia muestran a un comandante del
Ejército Nacional frente a un pelotón formado en lo que parece ser el momento de dar
instrucciones. La perspectiva de la imagen connota la jerarquía del militar ante sus su-
bordinados a través de la estatura de éste ante ellos, quienes portan armas de combate
a diferencia del comandante que no porta.
Ambas noticias están enmarcadas en un mismo contexto noticioso que refiere al
acontecimiento del plebiscito para validar los acuerdos entre el Estado colombiano y
las FARC, el cual tuvo lugar el 8 de octubre de 2016. En la noticia “Ejército inicia Plan
Democracia” el pie de foto dice: “El comandante de la Primera Brigada, coronel Álvaro
Bocanegra, dio instrucciones a la tropa sobre ese día” con fecha 28 de septiembre; sin
embargo en la noticia titulada “Las fuerzas armadas deberán ponerse del lado de lo
pactado” con fecha 30 de septiembre de 2016 presenta un pie de foto que dice “Frente
a quienes se oponen a lo acordado entre el Gobierno y las FARC, el coronel Bohórquez
sostiene que “para lograr que el baño de sangre finalice” es necesario “desarmar los
espíritus”. Es de resaltar que en la noticia publicada primero el crédito fotográfico es de
“Ejército Nacional” y en la segunda es de “Archivo particular”.
54 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
La descripción integrada de estas dos noticias sugiere que las tropas, expresadas en
este caso en las bajas jerarquías, son las que están en oposición a los mandos del poder
ejecutivo, mientras que las altas jerarquías son las que defienden el plebiscito, es decir,
el acontecimiento noticioso que relaciona ambas notas.

El uniforme contiguo a las comunidades


Ya más en el plano de la visualidad del militarismo que se figura en la prensa, además
de encontrar un tratamiento de repetición de imágenes en el ejercicio de observación
de las noticias en el periodo elegido, me resultó relevante la aparición de militares de
forma contigua a los actores de poder de gobierno y a las comunidades (civiles).
La forma en la que aparecen con más frecuencia los militares es de forma contigua
al poder. La siguiente foto es un ejemplo que representa la situación del momento,
definido por el cese al fuego y hostilidades dado en el marco del proceso de paz que se
firmó en septiembre de 2016. La noticia con fecha de 29 de agosto anuncia las “las reglas
de juego del cese del fuego y de hostilidades” y en su fotografía muestra al comandante de
las fuerzas militares a la mano derecha del Ministro de Defensa, quien expresa una
posición de mando con su mano derecha al aire mientras que los miembros del ejército
y la policía miran hacia abajo.

Son diversas las formas en las que los militares, visualmente identificados por el
uniforme, aparecen con la comunidad. A continuación presento dos noticias del año
2017 en donde se encuentra la presencia de la fuerza militar junto con niños y niñas; en
un caso se hace énfasis en la fuerza preventiva ante el riesgo de reclutamiento y en el
otro, a la fuerza para el rescate de un secuestro.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 55
Noticia publicada en 14 de febrero de 2017. Es necesario aclarar el significado del títu-
lo ya que este tiene una carga cultural: los “combos” son grupos armados que operan como
reductos de los grupos paramilitares que, se supone, se desmovilizaron a mediados de la
primera década del 2000. En la fotografía, aparece anónimo un niño tomado de la mano
de un militar, resaltando en primer plano su uniforme; en el fondo, se observa lo que
parece ser un evento en un lugar público. La sujeción de la mano del niño representa la
unión de esfuerzos institucionales, esfuerzos que se presentan con la firmeza de la mano
militar en ausencia de otras expresiones institucionales de carácter civil.
Como se dijo, el esfuerzo militar en relación con los niños y las niñas, no sólo se
expuso en la prensa en función de la prevención del reclutamiento. En la siguiente
noticia que presento aparece una niña liberada de un secuestro en medio de dos mili-
tares sonrientes a la cámara, que muestran sus manos con el dedo pulgar arriba en un
escenario rural. En el título se anuncia la “presión” que ejerció el ejército para el rescate
de una “menor” secuestrada. En el pie de foto se da información del lugar de los hechos
noticiosos y se informa la edad de la “niña”, en contraste con el título que recurre a un
lenguaje jurídico que usa la palabra “menor”.

56 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Aunque el anonimato del niño y la niña obedece a una normativa específica que
tiene una lógica de protección contra la revictimización o estigmatización, la presencia
visual parcial de la comunidad, por ella representada, es opacada o distorsionada frente
al protagonismo de los uniformados militares.
La acción militar en respaldo a las comunidades es otro aspecto que aparece en
noticias de este periodo. Por un lado se presentó la acción militar en apoyo a una catás-
trofe natural ocurrida el 1 de abril de 2017, así como la activación de un comando para el
servicio y desarrollo de la comunidad del departamento de El Meta, departamento que
ha tenido un histórico y fuerte impacto por efecto del conflicto armado.

La fotografía es un montaje que, aunque refiere a la comunidad de Mocoa (suroes-


te del país) afectada por una fuerte avalancha en su zona urbana, la deja totalmente
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 57
invisible. El título dice “Ocho toneladas de ayudas para Mocoa ya están listas en Buca-
ramanga” (ciudad ubicada al noreste), sin embargo la relación del ejército con respecto
a la noticia se encuentra en el pie de foto: las toneladas de ayuda no son una donación
institucional del ejército, sino de la población de Bucaramanga, ayuda que será movili-
zada por “el parque automotor de la institución”.

A pesar de que el pie de foto dice “Nuevo comando del Ejército trabajará junto a
las comunidades en apoyo a su desarrollo social y económico”, en la fotografía aparecen
militares en formación con banderas en lo que aparenta ser una instalación militar con
rejas y un micrófono dispuesto al vacío en primer plano, composición visual frecuente
de la formación militar en la que figura la comunidad. En este caso la comunidad del
departamento de El Meta, lugar habitado por una comunidad para la cual el ejército
activara unilateralmente comando para el servicio, no es anonimizada ni distorsionada,
sino que está totalmente ausente.

58 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
En la imagen de la noticia fechada en 12 de noviembre de 2016 aparece un río en un
valle entre cadenas montañosas. La imagen no tiene una relación con el mensaje, pre-
senta un área rural que implica un total contraste con las zonas urbanas que es donde
se ejerce el poder de gobierno. La figura de alcalde corresponde a la máxima autoridad
municipal en el ordenamiento gubernamental colombiano que es escogida de forma
democrática. Las autoridades militares desde el ámbito de gobierno tendrían, se lee en
el subtítulo, función de gobierno para protección de las regiones de las que salen las
FARC como grupo insurgente. Está la pregunta por la constitucionalidad del ejercicio
de gobierno militar sin que haya elección democrática.

Reflexiones finales
El ejercicio desarrollado no tiene el alcance necesario para plantear conclusiones, al con-
trario, genera aperturas e interrogantes derivados del acercamiento conceptual al mili-
tarismo, los mecanismos que permiten establecer la relación de éste con los medios de
comunicación en Colombia, así como la visualidad en la que éste aparece en la prensa. Las
aperturas e interrogantes que surgen son las siguientes:

• Para el estudio de la imagen es necesario incrustarla en un contexto histórico y


sociocultural para potenciar lo que ella contiene. Así lo demuestran las imágenes
abordadas en el contexto de transición de la guerra a la paz en Colombia.
• La definición preliminar de militarismo desde donde parto basada en mi experien-
cia personal como antimilitarista debe ser recontextualizada en función del lugar
que ocupa la fotografía de prensa. Es a través de la exposición de los agentes del
militarismo como éste aparece en la visualidad de la prensa, y no (únicamente)
a través de la representación simbólica de los valores culturales que promueve el
militarismo como fenómeno cultural.
• El ejercicio de la observación de la visualidad del militarismo en la prensa digital
abre la necesidad de hacer la misma aproximación sistemática en la prensa impresa
para estudiar las diferencias y similitudes del tratamiento de la imagen en ella.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 59
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60 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

EL MILITARISMO EN IMÁGENES. LA PRENSA


COLOMBIANA EN EL POSTCONFLICTO: EL CASO
DE EL TIEMPO

Silvia Gutiérrez Vidrio

El tema del militarismo en América Latina, y más específicamente en Colombia,


es el objeto de reflexión del texto de Julián Andrés Ovalle. Para ello el autor par-
te, en primer lugar, de un encuadre contextual y conceptual del militarismo como
fenómeno cultural en América Latina y Colombia; posteriormente aborda la dife-
renciación entre el concepto de militarización y el de militarismo, y de ahí parte
para presentar ciertos planteamientos que le permiten construir una definición
propia del militarismo.
El esbozo teórico que construye resulta interesante por varias razones. Prime-
ro, apunta a considerar el militarismo como un orden en el que los valores castren-
ses se trasladan al ámbito sociocultural y en esta medida se convierte en un factor
clave para el sostenimiento del uso de la violencia, en tanto condición y proceso.
Segundo, parte de la tesis de que la cultura militarista tiene lugar cuando las rela-
ciones de poder hacen que valores como la uniformidad, la sumisión, la violencia,
el machismo y la jerarquización, operen en las relaciones interpersonales al interior
de instituciones familiares, escolares, laborales, etcétera. Tercero, plantea que la
prensa ha ocupado un lugar central en el proceso del traslado simbólico castrense
a las dinámicas sociales civiles. Estas reflexiones, que abren interesantes vías de
estudio, tendrán que ser profundizadas y contrastadas con los datos empíricos.
Cabe resaltar algunos planteamientos de Rossana Reguillo (2009) que han
sido fundamentales para ir construyendo su visión del militarismo en Colombia,
específicamente el concepto de securitización y el de transcodificación de códigos.
El primero permite entender el proceso mediante el cual, la seguridad se convierte
en un valor creciente, transferible y central en una sociedad que atenazada por los
riesgos, la violencia y la incertidumbre, fue forzada a aceptar la seguridad a cambio
de libertad y derechos humanos (2011). Además sirve para nombrar los procesos
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 61
emergentes con los que los Estados, desafiados por fuerzas no equivalentes (te-
rrorismo, narcotráfico, delincuencia organizada…), respondían a los desafíos que
planteaba el quiebre de su hegemonía territorial y simbólica.
El concepto de transcodificación, utilizado por Reguillo (2009) es una herramien-
ta teórica que permite vislumbrar el traslado de códigos y fuentes de significación
en distintos marcos de sentido; este abre la posibilidad de abordar analíticamente
la noción de militarismo como un proceso dinámico en el que hay una permanente
interrelación de las dinámicas castrenses con las dinámicas civiles. Ovalle lo reto-
ma para estudiar las dinámicas que posibilitan el traslado simbólico castrense a las
dinámicas sociales civiles.
Otro tema importante es la recuperación de algunas reflexiones sobre la re-
lación entre el militarismo y los medios de comunicación en Colombia. Si bien se
presenta un recuento histórico y conceptual de dicha relación y su vinculación con
las estrategias de gestión que presenta la comunicación de los diferentes actores
del conflicto armado, hace falta una caracterización más puntual de la naturaleza
de la prensa escrita.
La originalidad del texto de Ovalle es que pretende, a partir de un análisis de
las imágenes que aparecen en la prensa escrita —en específico dos diarios naciona-
les con líneas editoriales contrastantes como El tiempo y El Espectador—, dar cuen-
ta del fenómeno del militarismo en Colombia, es decir, identificar los mecanismos
que permiten establecer la relación de éste con los medios de comunicación, así
como la visualidad con la que éste aparece en la prensa.
En cuanto al tema de la imagen, cabe señalar que dentro de un diario la ima-
gen y la palabra se complementan. Si bien son muy pocos aquellos medios gráficos
que prescinden de la imagen, ninguno puede cumplir sus objetivos con la sola im-
plementación de la misma. La imagen asume diversas funciones según la línea del
periódico, la intención y el diseño en que se le inserte. La imagen posee una fuer-
te carga emotiva, connotativa que depende tanto del contexto socio-histórico, de
las visiones de mundo, los conocimientos y de la cultura en donde se inserta el
individuo.
El ejercicio empírico que presenta en la última parte del artículo abre ciertas
rutas analíticas interesantes. El acercamiento al estudio de las imágenes, a partir
de ciertos planteamientos de Roland Barthes (1980, 1982), le permite al autor ubi-
car ciertas características de las imágenes; sin embargo, todavía falta construir un
andamiaje metodológico más puntual que le permita mostrar, con más precisión,
el papel que desempeñan los elementos visuales en la representación del militaris-
mo en la prensa escrita.
62 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Si bien, como lo señala el autor, el texto constituye un primer acercamiento al
estudio de las imágenes del militarismo en la prensa escrita, éste representa, sin
duda, un avance tanto en la delimitación de los conceptos y del corpus de estudio,
como en el tipo de análisis que se requiere.

Referencias

Barthes, R. (1980). La cámara lúcida. Barcelona: Paidós.


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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 63
65

UN ANTES Y UN DESPUÉS DE 200 : INSURRECCIÓN 6


POPULAR Y CONFIGURACIÓN IDENTITARIA EN LA HEROICA
CIUDAD DE HUAJUAPAN DE LEÓN, OAXACA

Emiliano Gómez Izaguirre1

La constitución de una identidad social es un acto de poder


ERNESTO LACLAU

Esta es tan sólo una pequeña parte de la inmensa


y desbordada riqueza que ha producido el pueblo oaxaqueño...
Como decía un joven vecino de Santa Rosa, en la periferia
de la capital oaxaqueña, “después de todo esto, nunca seremos los
mismos de antes; no lo podríamos ser y no lo podríamos soportar”. 
CARLOS BEAS TORRES, LA BATALLA POR OAXACA

Resumen
El presente texto busca exponer de manera genealógica una serie de hechos históricos
relativos a la configuración identitaria de una buena parte de los habitantes de la loca-
lidad de la Heroica Ciudad de Huajuapan de León, en la llamada región mixteca o ñu´u
savi en el sureste mexicano, teniendo como eje la emergencia, ascenso y declive del
movimiento magisterial y popular de 2006, el cual tuvo repercusiones a nivel político y
cultural en los diferentes procesos identitarios que mantienen hasta hoy las comunida-
des y grupos sociales que habitan el estado mexicano de Oaxaca desde la época de la Co-
lonia. La importancia de este movimiento, aglutinado dentro de la llamada Asamblea
Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), radica en su relevancia como acontecimiento
político y en el alcance local, nacional e internacional que tuvo desde su origen y hasta
su fin; un episodio en la historia de Oaxaca que ocupa un lugar determinante en el pro-
yecto de tesis de doctorado “¿Mixtecos, mestizos, ñuu davi o ñuu savi? La configuración
identitaria de los habitantes de la Heroica Ciudad de Huajuapan de León, Oaxaca”.

1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico:
Palabras clave
Configuración identitaria, Oaxaca, APPO, mixtecos, mestizos.

Introducción
Durante los últimos cincuenta años, el estado de Oaxaca ha sido uno de los principales re-
ferentes de movimientos sociales y/o resistencias políticas y culturales en México. Con base
en el registro y la documentación de diferentes hechos y/o procesos históricos desarrolla-
dos desde la Colonia y hasta el siglo XXI (Steffen, 2001; López, 2008; Mendoza, 2011; Beas,
2007), se puede corroborar que la mayoría de los habitantes del estado, han sido víctimas de
continuos abusos y agravios en manos de grupos y clases sociales privilegiadas. Estos gru-
pos, aprovechando su posición y el auspicio que les ha otorgado el Estado mexicano junto a
gobernantes locales, mantienen hasta el día de hoy un conjunto de instituciones y prácticas
de segregación económica, política, racial e incluso lingüística para beneficio de sus intereses
particulares, afectando especialmente a las comunidades indígenas (o descendientes de co-
munidades indígenas) que constituyen actualmente casi la mitad de la población oaxaqueña2.
Aun con el paso de los años, y a pesar de las relativas victorias que las clases menos
privilegiadas han tenido en diferentes etapas de la historia de México frente a aquellos que
por siglos los han agraviado (La Revolución mexicana y su consecuente Reforma Agraria
por mencionar dos ejemplos conocidos), los grupos o clases privilegiadas han sobrevivido
y logrado prevalecer en diferentes momentos y espacios de la vida social de un estado como
Oaxaca. De esa manera, la clase gobernante oaxaqueña sigue estando integrada en buena
parte por los descendientes de aquellas familias “criollas”, “españolas” o “mestizas” que
desde la época de la Colonia y hasta el siglo XX, controlaban de forma cuasi-absoluta la eco-
nomía y el poder político local con la venia del gobierno mexicano. Esa élite se ha llegado a
conocer con el nombre de Vallistocracia (Beas, 2006) por estar mayormente concentrada en
la capital oaxaqueña dentro de la región de los Valles centrales, aunque su influencia y su
estructura de dominio se extiende y distribuye en prácticamente toda la entidad, es decir,
en el resto de las siete regiones que hoy conforman Oaxaca, donde también se encuentran
distribuidos e identificados dieciséis de los más de sesenta pueblos y/o naciones indígenas
que hoy existen en todo México.
Como ya lo menciona Carlos Beas Torres, intelectual y activista, miembro funda-
dor de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (UCIZONI), la
de Oaxaca es una “realidad paradójica”, pues se trata de una entidad:

2 Quizá más de la mitad de la población si se considera, como más adelante se observará, que las identidades
indígenas no se configuran exclusivamente por hablar una “lengua indígena” o por pertenecer a (o residir en)
una “localidad indígena”.

66 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
[…] extremadamente rica en recursos naturales, (aunque) es muy pobre en términos econó-
micos; habitada por unos 3,5 millones de personas, casi la mitad de ellas pertenece a algún
pueblo indio, y en su gran mayoría a las naciones Zapoteca o Mixteca; el 85% de su pobla-
ción se dedica a las actividades agropecuarias, comerciales o de servicios; y la mayor parte
vive sumida en niveles de pobreza o pobreza extrema. Desnutrición, elevado analfabetis-
mo, servicios escasos y deficientes, empleos precarios y casi inexistentes son la realidad, la
dura y cotidiana realidad de millones de oaxaqueños (Beas, 2006, p. 233).

De un modo similar a etapas históricas del pasado que se creían ya superadas, la


existencia de una población mayoritariamente pobre o socialmente rezagada en Oaxaca
se da de forma paralela a la existencia de una población minoritaria pero sumamente
privilegiada en términos políticos y económicos, a tal punto que uno de los treinta
hombres más ricos de México es también un conocido oaxaqueño residente de su capi-
tal (Alfredo Harp Helú). Esta situación, además de generar enormes contradicciones y
contrastes en la vida social de los oaxaqueños, no pocas veces ha conducido a la emer-
gencia de conflictos violentos entre los que destaca el acontecido en 2006. Lo que su-
cedió ese año se traduce en un acontecimiento que hoy es recordado entre la población
oaxaqueña por las implicaciones y consecuencias que tuvo en términos de política y
cultura, ya que a pesar de haberse configurado de principio como un conflicto de corte
gremial entre el magisterio oaxaqueño y el gobierno del estado, la posterior incorpo-
ración de múltiples actores políticos y sociales en esta disputa generó un cisma que
además de poner de manifiesto los problemas históricos y de antagonismos que desde
hace siglos sobreviven en el estado, abrió camino a la emergencia de un nuevo conjunto
de subjetividades políticas en la entidad oaxaqueña (Zires, 2014). Esto modificó el lugar
que han mantenido (y el papel que han jugado) los pueblos originarios de Oaxaca en la
configuración identitaria de los oaxaqueños, incluso de aquellos que no llegan a iden-
tificarse como indígenas u originarios por no cumplir con el estereotipo que las clases
dominantes, y la sociedad en general, han establecido de lo “indígena” desde la época
de la Colonia3.

3 Según Carlos Montemayor: “Cómo no es posible establecer un criterio fijo de valor racial o biológico, los cen-
sos de la población indígena en nuestro país se han remitido principalmente a la conservación de las lenguas
indígenas.” En este sentido: “A lo largo del siglo XX, en diversas ocasiones se ha tomado la disminución del
número de hablantes en lenguas indígenas como un indicador de progreso nacional. A menor población
indígena (es decir, a menor proporción de hablantes de lenguas) mayor desarrollo social y educativo (es decir,
mayor proporción de hablantes de español o “mestizos”). Este criterio ha provocado que en ocasiones los cen-
sos oficiales se inclinen por reducir los índices reales de hablantes para aumentar los de la población mestiza
y demostrar así que las tareas de los sucesivos gobiernos han sido eficaces para el desarrollo de la población
nacional” (Montemayor, 2000, p. 158).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 67
En resumen, tomando como referencia el caso de la Heroica Ciudad de Huajuapan
de León, en la llamada región mixteca o ñu´u savi al noroeste de Oaxaca, el presente
texto busca exponer de manera genealógica una serie de hechos recientes relativos a la
configuración identitaria de una buena parte de los habitantes de esta localidad oaxa-
queña, teniendo como eje la emergencia, ascenso y declive del movimiento magisterial
y popular de 2006, el cual, dada su relevancia local, nacional e internacional, dio pie a
que fuera calificado en 2007 por el escritor y periodista regiomontano Diego Enrique
Osorno, como “la primera insurrección del Siglo XXI en México”, un suceso político del
que hoy en día sobreviven testimonios, narrativas y símbolos que llevan a generar la
hipótesis de que Oaxaca en lo general, así como varios segmentos de su población en lo
particular, no se pueden ver a sí mismos de igual manera antes y después de la emergen-
cia de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en 2006.

La necesidad de seguir debatiendo sobre la identidad


Cabe señalar que en distintos tiempos y en distintos lugares el concepto de identidad se
ha teorizado ampliamente desde las ciencias sociales y bajo múltiples aproximaciones
que en gran medida son correspondientes a problemas concretos o específicos, ubica-
dos en una determinada época histórica. En este sentido, una aproximación como la de
los Estudios culturales desde la perspectiva de Stuart Hall se sitúa de mejor manera en
contextos de posmodernidad y globalización como en los que viven mayoritariamente
las comunidades originarias o indígenas de México desde hace varias décadas.
De acuerdo con Stuart Hall, en su introducción al libro Cuestiones de identidad cul-
tural (2003), las concepciones raciales, étnicas o nacionales de lo identitario han sido
superadas o redefinidas desde el siglo pasado a partir de la deconstrucción de una no-
ción de identidad como referencia a una condición “integral, originaria y unificada” en
los seres humanos. Para Hall, el concepto de identidad en la actualidad “funciona «bajo
borradura» en el intervalo entre inversión y surgimiento; una idea que no puede pen-
sarse a la vieja usanza, pero sin la cual ciertas cuestiones clave no pueden pensarse en
absoluto” (Hall, 2003, p. 14).
Contrario a todo pensamiento que busque basar su concepción de identidad de
forma naturalista o esencialista, pero más aún en contra de aquellos que pueden
considerar innecesario o inútil seguir teorizando la cultura en términos de identi-
dad, Stuart Hall nos recuerda y nos reafirma la premisa deconstructiva de que a fal-
ta de mejores opciones, no nos queda más remedio que seguir pensando mediante
esos viejos conceptos con la condición necesaria de invertir el paradigma en el que
fueron concebidos (el esencialismo o el naturalismo para el caso de la identidad),
al tiempo de hacer surgir en ellos una nueva conceptualización, todo ello a partir
68 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
de los problemas actuales por los que se llega a considerarlos como irreductibles o
irremplazables.
Para el caso de identidad, Stuart Hall nos sugiere retomar, desde una mirada que
combina el psicoanálisis freudiano y lacaniano con la noción de discurso en Foucault,
la discusión en torno al concepto de identificación antes que de identidad por sí sola
ya que, a su juicio, la irreductibilidad de este concepto radica en su carácter procesual,
o como también lo señala Hall, en “su carácter para la agencia y la política”. Se trata de
enfatizar (por un lado), “la significación del significante identidad en las formas mo-
dernas de movilización política, su relación axial con una política de la situación, las
dificultades e inestabilidades notorias que afectaron de manera característica todas
las formas contemporáneas de «política identitaria»” (Hall, 2003, p. 14), al tiempo que se
problematiza también un proceso de sujeción a prácticas discursivas que supera en gran
medida la idea naturalista y trascendentalista de un sujeto cognoscente en el que se ha
basado buena parte del concepto clásico de identidad. Dicho en palabras de Stuart Hall:

En el lenguaje del sentido común, la identificación se construye sobre la base del reconoci-
miento de algún origen común o unas características compartidas con otra persona o grupo
o con un ideal, y con el vallado natural de la solidaridad y la lealtad establecidas sobre este
fundamento. En contraste con el «naturalismo» de esta definición, el enfoque discursivo ve la
identificación como una construcción, un proceso nunca terminado: siempre «en proceso».
No está determinado, en el sentido de que siempre es posible «ganarlo» o «perderlo», soste-
nerlo o abandonarlo. […] La identificación es, entonces, un proceso de articulación, una su-
tura, una sobredeterminación y no una subsunción. Siempre hay «demasiada» o «demasiado
poca»: una sobredeterminación o una falta, pero nunca una proporción adecuada, una tota-
lidad. Como todas las prácticas significantes, está sujeta al «juego» de la différance. Obedece
a la lógica del más de uno. Y puesto que como proceso actúa a través de la diferencia, entra-
ña un trabajo discursivo, la marcación y ratificación de límites simbólicos, la producción de
«efectos de frontera». Necesita lo que queda afuera, su exterior constitutivo, para consoli-
dar el proceso (Hall, 2003, p. 15).

A partir de esta breve caracterización de identificación, se avizora el cúmulo con-


ceptual por el que es necesario atravesar para teorizar un tema tan amplio y laberíntico
como lo puede ser la identidad, y aunque es necesario enfatizar que este texto no tiene
el objetivo de introducir una cuña que abra o amplíe aún más este debate teórico por
el que transcurren Stuart Hall y compañía en Cuestiones de identidad cultural, sí es im-
portante señalar que con este pequeño acercamiento a la perspectiva de los estudios
culturales se busca trazar lo mayormente posible el horizonte teórico desde el cual este
trabajo observa una problemática identitaria en una localidad oaxaqueña, mostrando
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 69
a partir del planteamiento de Hall que la identidad no es nunca algo absolutamente
estable o definitivo ya que es el resultado continuo e inacabado.
En un caso concreto como el estado de Oaxaca, la entidad con mayor población ori-
ginaria de México, y al calor de una insurrección popular como la de 2006, es imposible
(por lo menos para mí) dejar de pensar en las maneras o formas en que dicha insurrec-
ción repercutió en los procesos políticos e identitarios de los pueblos y comunidades de
Oaxaca, pero sobre todo de aquellas ciudades de Oaxaca donde este conflicto alcanzó
grados inéditos de encono o violencia, sin embargo, antes de afirmar por adelantado
cualquier hipótesis sobre las repercusiones que tuvo el 2006, es prioritario para este
trabajo el rescatar los hechos históricos que llevaron a esta insurrección y a su amplifi-
cación de la capital oaxaqueña (donde comenzó todo) al resto de la entidad.
En este sentido, y antes de pasar al siguiente apartado, es importante enfatizar
que aun con la caracterización previa del concepto de identificación, la continuación del
debate teórico del que da cuenta Stuart Hall no deja de desplegar de forma continua e
inacabada aristas teóricas y conceptuales que obligan a que este trabajo siga abriendo
cancha en determinados momentos para seguir pensando teóricamente los conceptos
de identidad e identificación, con todo y que los siguientes apartados pueden traducirse
más en un trabajo de corte descriptivo basado en mi experiencia personal como oaxa-
queño y como habitante de la Heroica Ciudad de Huajuapan de León.

Antesala de la insurrección
Como se mencionó al principio de este texto, la realidad de Oaxaca es sumamente para-
dójica y en este sentido es importante enfatizar nuevamente que muchas de las estruc-
turas de poder propias de la Colonia siguen vigentes en Oaxaca a pesar de que México
y todas sus entidades, en teoría, viven bajo un régimen democrático y de igualdad
ciudadana:

La sociedad colonial no ha sido desterrada de Oaxaca, ya que ni la guerra de independencia


ni la revolución llegaron para quedarse; las estructuras de control colonial y la casta divina,
el grupo de poder local llamado La Vallistocracia, se mantiene hasta nuestros días gracias al
sostén de políticos y caciques aglutinados en el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
(Beas, 2006, p. 235).

Regresando el tiempo hasta el siglo XVI, el surgimiento de la “vallistocracia” que


identifica continuamente Carlos Beas Torres en Oaxaca, una rebelión plebeya (2006)
y La Batalla por Oaxaca (2007), se da a partir de la imposición histórica de modelos
económicos que al ser controlados por comerciantes europeos, y auspiciados por los
70 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
caciques, gobernantes y políticos respaldados en el estado novohispano y mexicano,
han llevado a Oaxaca a convertirse en una “productora de materias primas”, sin la más
mínima oportunidad de que la entidad pueda generar un desarrollo que beneficie de
igual manera a todos sus habitantes (o por lo menos a una gran mayoría).
Este control económico de la Vallistocracia en todo el estado (que hasta hace un si-
glo podía calificarse de absoluto por el respaldo que les brindaba Porfirio Díaz), además
de condenar a la pobreza a cientos de miles de oaxaqueños, ha llevado a un incremento
exponencial del fenómeno migratorio, de las comunidades y pueblos más pobres y mar-
ginados, a ciudades y regiones con mayor desarrollo económico:

Ante la falta de empleo y los bajos precios para los productos agropecuarios y artesana-
les, en el último medio siglo cientos de miles de oaxaqueños se han desplazado desde sus
montañas y selvas para malvivir y trabajar en muy distantes lugares; algunos de estos son
los campos agrícolas de California o Sinaloa, donde como jornaleros trabajan en medio de
nubes de agro-venenos, o la Ciudad de México, donde han creado grandes colonias en la
periferia (Beas, 2006, p. 233).

Aunque los mayores referentes de inmigración de comunidades oaxaqueñas siguen


siendo Estados Unidos, el norte del país o la ciudad de México, es importante destacar
también a Oaxaca de Juárez y su área conurbada, Tuxtepec en la cuenca del Papaloapan,
Juchitán y Salina Cruz en el Istmo de Tehuantepec, o Huajuapan de León en la región
mixteca-ñu´u savi, como polos de atracción regionales en los que ha recaído una buena
parte de la población migrante de Oaxaca.
Estos centros urbanos, aun y cuando algunos de ellos fueron comunidades pequeñas
en otros momentos de la historia (no muy diferentes de las que hoy se mantienen en el
abandono y la pobreza), se diferencian del resto de las poblaciones por ser polos urbanos
y económicos donde asentaron sus reales los comerciantes europeos, quienes además de
dar conformidad a la Vallistocracia oaxaqueña y a las élites políticas locales, aprovechan-
do su posición de clase, acapararon y concentraron las actividades mercantiles de cada
región, obligando a miles de individuos y familias originarias a migrar hacia los puntos
antes mencionados.
De esta manera, la Heroica Ciudad de Huajuapan de León, por ejemplo, del siglo
XVI al siglo XX, se convirtió en el principal “polo de atracción regional” en la Mixteca
oaxaqueña, muy por encima de cualquier otra población en la ñu´u savi:

En años posteriores (a su fundación en 1561) se establecieron en el asentamiento algunas


familias españolas que ocuparon el centro. Pero todavía en los siglos XVI y XVII constituía
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 71
sólo una ranchería dependiente del pueblo de Tonalá. Ya en el siglo XIX y en décadas poste-
riores a la Independencia, empezó a cobrar mayor significación a medida que se incremen-
taban sus actividades mercantiles. Así, en 1843 el gobernador del Estado de Oaxaca, general
Antonio de León, le otorgó la categoría de villa y 40 años más tarde, el 7 de octubre de 1884,
recibió el título de ciudad (Steffen, 2001, p. 19).

De esta forma, la población de la Heroica Ciudad de Huajuapan de León creció a


más del 1100% en tan sólo un siglo (de casi 6,000 habitantes en 1910 a más de 70,000
en 2010 según el INEGI). Este crecimiento desproporcionado de la población en compa-
ración con otras poblaciones de la región ha conducido hasta hoy, al igual que en otras
localidades urbanas de Oaxaca y del país, a la generación de cinturones de miseria por
el continuo e interminable éxodo de familias pobres y marginadas desde sus comuni-
dades de origen, todo ello a la par de que los centros de estas poblaciones siguen siendo
habitadas por las élites sociales y económicas constituidas desde la era colonial.
Esta problemática, en la que unos pocos de origen europeo siguen concentrando la
mayor parte de la riqueza mientras que una mayoría de origen indígena se queda con
lo mínimo (si no es que con nada), además de requerir una revisión en su dimensión
histórica y económica, abre una brecha de análisis en términos de política y cultura
sobre todo en etapas cruciales como la de 2006, donde las diferencias de la mayoría de
la población oaxaqueña frente a un sector “agachupinado” o “vallistócrata” afincado en
su ininterrumpido dominio colonial, estallan de manera violenta y contingente, recon-
figurando y densificando la manera en que esa población mayoritaria se identifica a sí
misma, y recordándonos la tesis freudiana retomada por Hall de que “La identificación
es, de hecho, ambivalente desde el comienzo mismo” (Freud, 1985, p.134), ya que “se
funda en la fantasía, la proyección y la idealización. Su objeto es con igual probabilidad
aquel que se odia como aquel que se adora” (Hall, 2003, p. 16).
Partiendo de esta tesis, no nos debe parecer extraño que la reivindicación política
e identitaria de los pueblos indígenas (tanto por parte de sectores indígenas como de
no-indígenas) ha sido históricamente discontinua y hasta contradictoria (Bonfil, 1992),
y solamente tal vez a finales del siglo pasado adquirió cierta continuidad por los pre-
cedentes que marcaron eventos y acontecimientos como el Quinto Centenario o el le-
vantamiento zapatista de 1994, aunque sin dejarse de lado contradicciones que más
adelante se abordan.
Bajo esta lógica, no hay que olvidar tampoco que el concepto de “indios” o “indíge-
nas” fue esencialmente una invención de los colonizadores como condición imperativa
para el ejercicio de su poder sobre los habitantes del “nuevo continente”, al igual que
muchos de los nombres con los que se identifica hasta hoy a cada uno de los más de
72 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
sesenta pueblos originarios de México. Es necesario recordar que una buena parte de
estos pueblos, tribus y naciones son identificados hoy en día por el Estado y la sociedad
mexicanos bajo formas ajenas a su lengua y su cultura, tal como se demuestra en el
caso de los pueblos ñuu savi, binnizá, wixárika, ñhañhu y purépecha, identificados por
el Estado como mixtecos, zapotecos, huicholes, otomíes y tarascos, respectivamente, siendo
los segundos una serie de nombres abrevados al castellano a partir de una cosmogonía
nahua-mexica y hegemonizados entre la sociedad mexicana como los nombres oficiales
a través de los cuales podemos identificar a los pueblos indios de México, así como a sus
lenguas y a su cultura en lo general.
Dicho de otra manera, los descendientes de aquella civilización (o civilizaciones)
mesoamericana(s) conquistada(s) y sometida(s) por los colonizadores europeos, se han
movilizado de forma “estratégica o posicional”, redefiniendo su identidad acorde con las
demandas o con las coyunturas que se han vivido durante cada etapa de la historia de
México. Ejemplo de lo anterior puede hallarse en el caso oaxaqueño durante la rebelión
juchiteca de los años setentas y ochentas del siglo pasado en contra del PRI, esto en la
región del Istmo de Tehuantepec.
Durante el desarrollo de esta rebelión, es muy recordado el surgimiento de la Coa-
lición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI) como el primer movimiento
popular en derrotar a la maquinaria política y hegemónica del PRI, todo a partir de un
pliego de demandas fincadas en temas de carácter agrario, democrático y de adminis-
tración pública para el reconocimiento definitivo y oficial de una oposición que por
primera vez en la historia de esta localidad logró vencer mediante un proceso electoral
al partido oficial (Poniatowska, 2007, 3 de junio).
A diferencia de otros movimientos más recientes que reivindican hasta el día
de hoy el derecho de los pueblos originarios a no ser discriminados o a ser reconoci-
dos como sujetos de derecho con base en la aceptación legal de sus sistemas norma-
tivos internos (también llamados “usos y costumbres”), el movimiento encabezado por
la COCEI no colocaba entre sus demandas centrales algún tipo de reconocimiento de
derechos culturales, ni ningún otro tipo de demanda basada en la “ancestral identidad
zapoteca” que caracteriza a la Heroica Ciudad de Juchitán de Zaragoza.
No fue sino hasta 2005 cuando, por iniciativa del presidente Alberto Reyna Figueroa,
emanado también de la COCEI, el derecho de los juchitecos a elegir por la vía de “usos y
costumbres” a algunas de sus autoridades se volvió un tema urgente de discusión y de
debate que llevó al reconocimiento de las agencias municipales (comunidades periféricas
o rurales pertenecientes a algún municipio en el Estado de Oaxaca) a ser identificadas y
reconocidas legalmente como sujetos con pleno derecho a elegir a sus autoridades por
medio de sistemas normativos internos (Poniatowska, 2007, 3 de junio).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 73
Con base en este caso, es necesario preguntarse de qué manera, entonces, el tema
de la identidad a través de los llamados “usos y costumbres” y otra serie de derechos
identitarios de los pueblos indígenas se empezó a volver un tópico recurrente en las
luchas políticas de los oaxaqueños en la actualidad.
La respuesta más recurrente entre algunos investigadores se encuentra en la aper-
tura de un debate a cargo de legisladores locales en los años noventa (muchos de ellos
emanados o cercanos de movimientos como la COCEI o posteriores, como el Movi-
miento de Unificación y Lucha Triqui [MULT] o el Frente Indígena Oaxaqueño Bina-
cional [FIOB]) en correlación con intelectuales, académicos y activistas que de igual
manera buscaron promover el reconocimiento del derecho a la libre determinación de
los pueblos indígenas. De esta manera, “Oaxaca fue el primer estado de la federación
mexicana que reconoció este derecho en su versión interna, pero de tal forma que res-
tringe su ejercicio.” (López, 2008, p. 109).
Según lo señalado en la reforma al artículo 16 de la Constitución Política del Estado
de Oaxaca, a los pueblos indígenas se les reconoce una serie de derechos que no estaban
estipulados previamente en la ley estatal, entre ellos:

[…] sus formas de organización social, política y de gobierno, sus sistemas normativos in-
ternos, la jurisdicción que tendrán en sus territorios, el acceso a los recursos naturales de
sus tierras y territorios, su participación en el quehacer educativo y los planes y programas
de desarrollo, sus formas de expresión religiosa y artística, la protección de las mismas y de
su acervo cultural y en general, para todos los elementos que configuren su identidad.4 (López,
2008, p. 254)

De acuerdo con el planteamiento del abogado e historiador, Francisco López Bár-


cenas, las reformas en la Constitución Política del Estado de Oaxaca, si bien “abren
espacios rumbo al reconocimiento de la pluralidad cultural y lo que ello implica […]
todavía se trata de un reconocimiento restringido de la diversidad cultural” (López,
2008, p. 248):

No está claro en la Constitución si tal personalidad se extiende a los demás sujetos de dere-
cho reconocidos por ella misma; pero puede aceptarse que sí, basándonos en el principio de
que donde existe la misma razón debe existir la misma disposición. Otra observación que
hay que formular a esta norma constitucional es que identifica los derechos de los pueblos
y comunidades como sociales y no colectivos, siendo que son cosas distintas. Y aunque

4 Periódico oficial de la Federación, las cursivas son mías.

74 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
en la ley reglamentaria aclara que los derechos sociales son colectivos, no se aclara qué
se entiende por éstos, creándose un círculo vicioso donde lo colectivo es social y lo social,
colectivo. (López, 2008, p. 110)

De esta manera, la legislación oaxaqueña hasta 1998, de un modo similar a la re-


forma implantada por el Estado mexicano en 2001 para todo el país, deja una serie de
lagunas, huecos o aperturas a múltiples interpretaciones sobre lo que pueden significar
los derechos de los pueblos indígenas o sobre quienes pueden ser o no identificados
como miembros de pueblos originarios. A partir de una primera interpretación pro-
pia del artículo segundo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
cualquier habitante de este país podría gozar del derecho inalienable a ser reconocido
como miembro de un pueblo originario por el simple hecho de asumirse como tal, sin
aparente necesidad de anteponer una serie de recursos jurídicos o científicos para de-
mostrarlo, una situación que más allá de clausurar la discusión sobre la problemática
identitaria en este país en relación a los pueblos originarios, la potencia aún más y
genera nuevas reflexiones cuando se profundiza dicho artículo constitucional, especial-
mente en momentos de encono y confrontación como los que se han venido generando
en los últimos años en buena parte del país.
Uno de estos momentos de encono y confrontación fue justamente el que se ger-
minó a partir de lo acontecido la madrugada del 14 de junio de 2006 en la capital oaxa-
queña, suceso que condujo a la formación de un movimiento social que al poco tiempo
se extendió a todo el estado, y del cual, es necesario precisar algunos aspectos para
llegar finalmente al estado actual del problema en la Heroica Ciudad de Huajuapan
de León, donde la configuración identitaria de sus habitantes se vuelve un tema re-
levante y necesario de discutirse a partir del choque que significó (y significa hasta
hoy) el encuentro violento entre un discurso identitario (impulsado por la vallistocracia
huajuapeña) que apela al origen mestizo de los habitantes de esta localidad frente a la
emergencia de un conjunto de sujetos políticos y sociales que desde su posición como
habitantes originarios de Huajuapan se identificaron a sí mismos como integrantes del
cuarto pueblo indígena más numeroso de México5: el mixteco o ñuu savi.

5 Según el INEGI, hasta 2015, la población de hablantes de lengua mixteca o tu´un savi es la cuarta más nume-
rosa del país, sólo después de la náhuatl, la maya y la tzeltal. (valdría la pena confirmar y/o actualizar este dato
en la fuente citada).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 75
“Auténticos huajuapeños” versus ¿“los de afuera”?
Insurrección popular e identidades en conflicto
Para recordar de mejor manera lo ocurrido en 2006, es pertinente traer de vuelta la
narración de Carlos Beas sobre lo que calificó de principio como una “rebelión plebeya”
iniciada al calor de las ya tradicionales movilizaciones del magisterio oaxaqueño du-
rante el mes de mayo, esto en exigencia de mejoras salariales y laborales para todos los
trabajadores del sector educativo en el estado:

[ … ] Sin embargo, la movilización de 2006 se enfrentaría con un hecho inédito: la agresión


abierta del gobierno estatal. En la madrugada del 14 de junio, el plantón establecido en el
centro histórico de la ciudad de Oaxaca fue asaltado por cientos de policías; ello no sólo pro-
vocó 92 heridos y la intoxicación de cientos de personas; produjo, además, el surgimiento
de un inmenso movimiento ciudadano que en ese momento expresaba su solidaridad con
los trabajadores de la educación y su repudio a un gobierno autoritario y violento (Beas,
2006, p. 237).

De acuerdo con la narración de Beas, el incipiente movimiento incorporó de


inmediato a más de 300 organizaciones populares y comunidades en una rebelión que,
siguiendo los principios y fundamentos que guían la vida comunal de los pueblos indí-
genas de Oaxaca, dio paso a la formación de la llamada Asamblea Popular de los Pueblos
de Oaxaca (APPO). Este hecho posicionó como principal demanda del movimiento la
renuncia del entonces gobernador del estado, el priista Ulises Ruiz Ortiz, autor intelec-
tual de la represión sufrida por los maestros en ese momento, pero también de múltiples
atropellos y actos de autoritarismo en contra de varios sectores la población oaxaqueña,
mismos que se habían venido acumulando desde su entrada como gobernador en 2004:

Durante la segunda mitad del año 2006 y en los primeros meses de 2007, las organizacio-
nes aglutinadas en la APPO realizarán una impresionante cantidad de acciones ciudadanas
de todo tipo. En este período, los oaxaqueños en lucha llevarán a cabo ocho gigantescas
manifestaciones y harán una prolongada caminata hasta la capital de la República. Ocu-
parán de manera pacífica las radiodifusoras comerciales y realizarán huelgas de hambre.
Documentarán violaciones a los derechos humanos y celebrarán foros donde la ciudadanía
construirá valiosas propuestas para la transformación democrática del estado (Beas, 2006,
p. 238).

Durante los meses más álgidos de este conflicto, y de manera similar a otras ciuda-
des del estado, la Heroica Ciudad de Huajuapan de León vivió por primera vez (desde la
76 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
época de la Revolución) la toma prolongada de su palacio municipal en manos de las or-
ganizaciones que en ese momento decidieron conformar la APPO en Huajuapan (Frente
Popular Revolucionario, Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos, Frente In-
dígena Oaxaqueño Binacional, Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo, Frente
Nacional Indígena Campesino, entre otras), la mayoría de ellas políticamente invisibles
hasta el momento de la insurrección debido a la particular historia de Huajuapan de
León durante el siglo XX.
A diferencia de la mayoría de municipios oaxaqueños (que de no ser bastiones del
PRI son bastiones de la izquierda como en el caso de Juchitán), Huajuapan es desde los
años cuarenta el más destacado bastión del panismo en el estado. Esta situación se
debe en gran medida a la fuerte penetración de la religión católica entre la población
huajuapeña,6 lo que favoreció desde la Colonia al control de una minoría “vallistócrata”
y de origen mestizo-europeo sobre la vida social, política, económica y cultural de la ciu-
dad y la región, un control que se mermó durante la insurrección de 2006 a partir de la
subjetivación política de un gran número de habitantes de Huajuapan que se solidarizó
con el magisterio oaxaqueño y se sumó a las acciones convocadas por la APPO.
Durante todo el periodo que duró la insurrección oaxaqueña, además de la toma
del palacio municipal, en Huajuapan se desarrollaron múltiples manifestaciones e in-
tervenciones políticas de la APPO, especialmente en el centro de la ciudad, mismas que
tuvieron como respuesta el rechazo y el descrédito de un sector de la población confor-
mado por (o vinculado a) empresarios y comerciantes locales, así como a la clase política
local conformada por panistas y priistas.
A través de diferentes medios y plataformas (como la radiodifusora comercial local
o las aún emergentes redes sociales en internet), e incluso en interacciones cara a cara,
ese segmento de la población local acusó a los manifestantes de ser “personas ajenas o
extrañas” a la ciudad, que en su mayoría eran “indígenas acarreados desde afuera” para
que mantuvieran tomado el palacio en beneficio de sus líderes, irrumpiendo “la paz y la
tranquilidad características de esta ciudad”.
En varios momentos, muchos de los que hacían estas declaraciones se identifica-
ron (y se siguen identificando hasta hoy) como “auténticos huajuapeños” para diferen-
ciarse de todos los otros que participaban en la toma del palacio y en las manifestaciones
de la APPO.

6 Basta considerar que Huajuapan, además de ser el municipio más poblado de toda la ñu´u savi y un distrito
federal y local, es sede de una de las cinco diócesis católicas que existen hoy en Oaxaca, eso sin considerar que
fue un núcleo importante de combatientes cristeros en los años veinte.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 77
Irónica y contradictoriamente, muchos de estos “auténticos huajuapeños” son
identificados a su vez como “gachupines” por la mayoría de la población, ya que son descen-
dientes (directos en algunos casos) de los migrantes españoles avecindados en Huajua-
pan hasta el siglo XX, sin embargo, dado que esto no les impide ni les corta la posibilidad
de seguir manteniendo un estatus privilegiado, tampoco les ha impedido aun después
de 2006 acusar a los miembros de la APPO de ser “extraños” o “foráneos”, eludiendo o
minorizando el hecho de que Huajuapan es una comunidad constituida desde su origen
y hasta la fecha, por gente mayoritariamente originaria de la región migrada de otras
partes de comunidades como lo deja ver el crecimiento poblacional desde 1910. Se tra-
ta pues de una sector poblacional que mucho antes de identificarse como huajuapeña
o mixteca, en sus comunidades de origen se identifica a sí misma como ñuu davi (gente o
pueblo pobre) o como ñuu savi (pueblo de la lluvia).
En respuesta a las acusaciones y ofensas de los autonombrados “auténticos huajua-
peños”, hasta el día de hoy varias de las personas que en 2006 fueron manifestantes de
la APPO (algunos casi adolescentes en ese entonces como los integrantes del Kolectivo
Multicultural Libertario [KOMULLI]) y todos los que respaldaban en ese momento al
movimiento, más allá de huir o de invisibilizarse como miembros de un pueblo origi-
nario o de buscar identificarse también como “auténticos huajuapeños”, empezaron a
desplazarse de su identidad como mixtecos, mestizos, o ñuu davi bajo una nueva (pero
a la vez más antigua) nominación: ñuu savi.
A la par de lo anterior, entre este sector se dio pie a una reivindicación de la tu´un
savi (lengua o idioma de la lluvia) y a un conjunto de prácticas y símbolos ñuu savi, todo
en correlación con un conjunto de actividades políticas que van desde esta defensa y
rescate de la lengua originaria, la lucha por el derecho al transporte concesionado, la
formación de medios alternativos o comunitarios, la exigencia de justicia a compañe-
ras y compañeros agraviados o asesinados, e incluso la solidaridad y el apoyo a causas
y movimientos sociales de carácter nacional como la campaña del Congreso Nacional
Indígena a la presidencia de México en 2018.
Se trata pues, de todo un cúmulo de acciones y eventos que, si bien ponen cada vez
más en discusión el tema de la identidad local y llevan a problematizarlo aún más, es
importante señalar que esto no significa para nada la des-identificación de los poblado-
res de Huajuapan con los significantes mixteco o mestizo, mucho menos con una identi-
ficación total e inercial con el significante ñuu savi, ya que como bien señala Stuart Hall:

Sobre todo, y en contradicción directa con la forma como se las evoca constantemente, las
identidades se construyen a través de la diferencia, no al margen de ella. Esto implica la
admisión radicalmente perturbadora de que el significado «positivo» de cualquier término

78 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
—y con ello su «identidad»— sólo puede construirse a través de la relación con el Otro, la
relación con lo que él no es, con lo que justamente le falta, con lo que se ha denominado su
afuera constitutivo (Derrida, 1981; Laclau, 1990; Butler,1993)

A lo largo de sus trayectorias, las identidades pueden funcionar como puntos de


identificación y adhesión sólo debido a su capacidad de excluir, de omitir, de dejar «afue-
ra», abyecto. Toda identidad tiene como «margen» un exceso, algo más. La unidad, la
homogeneidad interna que el término identidad trata como fundacional, no es una for-
ma natural sino construida de cierre, y toda identidad nombra como su otro necesario,
aunque silenciado y tácito, aquello que le «falta» (Hall, 2003, p. 18).
En este sentido, aunque exista cada vez más claridad de que los significantes mix-
teco o mestizo son elementos discursivos que las clases y/o grupos dominantes han im-
puesto o hegemonizado (no sólo en Huajuapan o en Oaxaca sino en todo el país) para
la reproducción de un orden de privilegios y diferencias sobre el resto de la población,
es importante señalar que no dejan de ser recursos identitarios a partir de los cuales un
significante como ñuu savi adquiere sentido político dentro una ciudad como Huajua-
pan. En este sentido, y como parte de una investigación urgente sobre el presente caso,
es necesario enfatizar cómo la identificación de buena parte de la población huajuapeña
con el significante mixteco o mixteca, antes incluso que con el discurso del mestizaje y
el encuentro de dos o más culturas, prevalece hasta llegar el punto de que más del 50%
de la población huajuapeña se reconoce como miembro de un pueblo indígena (según
datos de COPLADE-Oaxaca) muy a pesar de que la tu´un savi es minoritaria frente a la
lengua castellana.

Conclusiones
Aunque es posible afirmar que la identidad mixteca goza de una fuerte hegemonía por
el hecho de que cualquiera que haya nacido en la región mixteca es por simple lógica
un mixteco, la designación que desde la Colonia y hasta hoy existe con este apelativo (y
por la que el Estado decidió nombrar a la región de esta manera) no se puede reducir
a un simple gentilicio, ya que detrás de esta nominación existe también la narrativa
sobre una nación de más de 3,500 años de antigüedad que, a pesar del exterminio y las
injusticias que significó la colonización europea, sigue siendo una de las culturas más
destacadas que hoy sobreviven en el país, por lo que el Estado mexicano y las élites “va-
llistócratas” de Oaxaca, aun con la impronta colonial que en todo momento reproducen,
no la han dejado pasar desapercibida dada su enorme relevancia histórica y poblacional.
En el caso de Huajuapan de León, siendo esta ciudad el principal “polo de atracción
regional” de la zona, no ha existido reparo alguno de ningún actor político o social en
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 79
considerar a esta ciudad como una especie de “capital mixteca”, dándole apelativos como
el de cuna de la “Canción Mixteca” o del “Inigualable e Insuperable Jarabe Mixteco”,
dos composiciones (musical y coreográfica respectivamente) con las que se (re)presenta
a la cultura mixteca en foros artísticos y de espectáculo cobijados por el gobierno y por
empresarios del turismo en Oaxaca.
Acorde con este discurso que reivindica sólo lo que la élite colonial y el Estado con-
sidera como mixteco, la identificación de los habitantes de Huajuapan de León con el
apelativo de mixtecos (o de mestizos en menor medida, aunque enfatizando siempre un
origen mixteco) se ha hecho hegemónico, de tal modo que, en su significación social, el
nombrarte como mixteco no te lleva a diferenciarte social o culturalmente del resto de
habitantes de Huajuapan de León o de la región entera.
Sin importar las diferencias entre posiciones y situaciones de clase, la enorme des-
igualdad entre una mayoría marginada y aquellos que controlan la economía apoyados
en su ascendencia colonial-europea, y en correlación con lo estipulado en el artículo
segundo constitucional, aun cuando un individuo pueda ser descendiente directo de
españoles, por el sólo hecho de haber nacido en un lugar como Huajuapan, su identidad
puede llegar a configurarse como la de un mixteco, también llamado “habitante del país
de las nubes” en una traducción figurada al español.
¿De qué manera entonces es que se diferencian aquellos que durante siglos han
sido agraviados por su origen indígena o marginal frente a los que los han agraviado
hasta hoy, apoyados en su posición colonialista y socialmente privilegiada?
Partiendo de lo acontecido durante 2006 y en lo que va de 2018 al menos, esta
diferenciación identitaria se ha marcado en gran medida por el uso del significante ñuu
savi, por la reivindicación política de la lengua materna (ya no como lengua mixteca si
no como tu´un savi) y por toda una serie de símbolos y prácticas que al día de hoy las
clases o grupos dominantes locales no podrían desarrollar por la ruptura que significa-
ría con su actual ethos de clase. Ejemplo de esto se haya en el baile y la música de chilena
practicados en las fiestas populares, y la nula aceptación de éstas entre la vallistocracia
de todo el estado.
Cabe decir que lo anterior no significa que en un futuro estas prácticas o símbolos
identitarios no sean apropiados simbólicamente o mercantilmente por las clases o gru-
pos dominantes o gobernantes (incluyendo el significante ñuu savi), ya que en el caso
de una práctica gastronómica como lo es el Mole de Caderas, su apropiación por parte
de la “vallistocracia” no ha sido solamente simbólica sino también mercantil, del mismo
modo que lo fueron en su momento los llamados “lunes del cerro” al ser vendidos al tu-
rismo nacional e internacional con el nombre de Guelaguetza, el festival folclórico más
importante en México y que desde la insurrección popular de 2006, la Coordinadora
80 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), junto con las organizaciones que se
aglutinaron en la APPO, han intentado des-mercantilizarpara “devolverlo a su gente”
(lo que sea que eso signifique).
De esta manera, siguiendo la ruta teórica trazada por Stuart Hall y los estudios
culturales, se abre aquí la posibilidad de pensar que la configuración identitaria de un
individuo, colectivo o población, al igual que cualquier proceso social de semiosis, in-
cluso cuando puede ser ilimitada o infinita, no deja de estar anudada a ciertas matrices
identitarias como las que existen entre las comunidades indígenas contemporáneas,
lo que hace posible hacer un pequeño recorte de un caso particular como el que se ha
comentado hasta aquí, logrando visibilizar de mejor manera tanto las causas como los
efectos que tuvo un acontecimiento como “La primera insurrección del Siglo XXI en
México”, y el proceso de identificación-desidentificación por el que hemos pasado casi
todos los oaxaqueños desde aquel abrumador 2006.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 81
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82 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

UN ANTES Y UN DESPUÉS DE 200 : INSURRECCIÓN 6


POPULAR Y CONFIGURACIÓN IDENTITARIA EN LA
HEROICA CIUDAD DE HUAJUAPAN DE LEÓN, OAXACA

Lilia Rebeca Rodríguez Torres

El trabajo que en esta ocasión presenta Emiliano Gómez Izaguirre se encuentra en


la ruta del proceso investigativo y la reflexión crítica, para la conformación de un
horizonte de comprensión que permita la construcción de un andamiaje teórico
que sustente una tesis de Doctorado a partir de un estudio social, histórico, político…
cultural, enmarcado en la Ciudad de Huajuapan de León, en el estado de Oaxaca,
México.
El tema de la tesis es el que se despliega en este texto: la pregunta por la iden-
tidad; particularmente el juego de identidades y —desde la postura que el autor
adopta en seguimiento con Hall— el de las identificaciones intra e inter grupales
constitutivas de la tensión asimétrica entre la hegemonía denominada “vallistocra-
cia” y el resto de la población oaxaqueña, con particular atención a las comunidades
originarias.
Gómez Izaguirre releva la herencia colonial, constitutiva hasta nuestros días de
una suma de prácticas de dominación a través de alianzas entre el aparato estatal-
gubernamental de extracción priista y las clases más pudientes, —mayoritariamen-
te de origen extranjero: españoles y de otras nacionalidades— que instaurándose
en mecanismos caciquiles de larga data y en diversas prácticas discriminatorias,
producen un dispositivo de reiteración del status quo que no ha permitido —desde
la llegada de los españoles en el siglo XVI— el mejoramiento de las condiciones de
vida de los indígenas.
Teniendo por base lo anterior, el texto pretende mostrar la posibilidad de una
genealogía de los mecanismos de identificación y diferenciación de los distintos
estratos sociales, apuntando a la configuración identitaria de una de las dos prin-
cipales comunidades indígenas originarias de Oaxaca, misma que hasta los prime-
ros años del siglo XXI ha sido nacional, local, internacionalmente reconocida como
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 83
mixteca. El eje problemático-contextual que construye el autor tiene por marco los
acontecimientos que en el año 2006 visibilizaron la cadena de injusticia social en
la entidad, reflejada desde el conflicto magisterial y que derivó en la creación de la
Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). En la reconstrucción de los
hechos presentada en este trabajo, es posible reconocer la emergencia de la movi-
lización social a partir del desgaste ciudadano, así como las sucesivas formas de
rebelión organizada y desde el poder, las tácticas de sometimiento.
En ese sentido, puede observarse que el fenómeno identitario está imbricado
en complejos procesos históricos, culturales, políticos y —dentro de este último
ámbito, en el caso que nos ocupa— en correlato con la reivindicación de los de-
rechos de los pueblos originarios. El título “Un antes y un después: la configura-
ción identitaria de la Heroica Ciudad de Huajuapan de León, Oaxaca al calor de
la insurrección popular de 2006”, nos sitúa en el eje de la espacio-temporalidad
histórica, en la relevancia del acontecimiento, en la insurrección popular del 2006
como parteaguas de sentido, sugiriendo un dinamismo identitario subyacente en
periodos de crisis y periodos de —relativa— estabilidad que deberían ser no sólo
aludidos sino mayormente descritos para dar cuenta del fenómeno y consolidar
una argumentación —a lo que me parece— es la idea principal del documento:
“Los descendientes de las civilizaciones mesoamericanas conquistadas y sometidas
por los colonizadores europeos, se han movilizado de forma estratégica o posicio-
nal, redefiniendo su identidad acorde con las demandas o con las coyunturas que
se han vivido con cada etapa de la historia de México”.
Tal aseveración requiere de una profundización documental y un trabajo ar-
chivístico que pueda referir dichos movimientos de identidad como estrategias de
lucha o reposicionamiento social, estableciendo no sólo el qué —de la identidad—
sino el cómo en la ruta de las identificaciones intersubjetivas, intergrupales, inter-
gremiales, intercomunitarias, en distintas etapas. Del análisis de dichos procesos y
su cruzamiento con observaciones in situ y testimonios de actualidad, es posible
que emerjan con mayor claridad los otros elementos que, de acuerdo con Gómez
Izaguirre hacen que “las identidades indígenas no se configuren exclusivamente
por hablar una lengua indígena o por pertenecer a una localidad indígena” sino,
pienso de acuerdo con lo descrito en el texto, por la implantación de una identidad
ya sea folclorizada o discriminada, abusada, nulificada por las clases dominantes;
pero también en la posibilidad de devenir en otra cosa que alude a un orgullo an-
cestral, y a una autenticidad hoy revelada: lo ñuu savi.
El ámbito problemático que se desprende de lo anterior, es por demás com-
plejo e interesante si destacamos que es precisamente en el desplazamiento de
84 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
la identificación nominal comunitaria —y por ende también ligado a aspectos
sociolingüísticos— en términos del ser mixteco o del ser ñuu savi, que la comuni-
dad: ejerce su derecho a autonombrarse, recurre a la memoria colectiva, se diferen-
cia —y deslinda— de la forma designativa de herencia nahua-mexica, configura un
polo de resistencia no sólo frente a las autoridades y su gestión del poder, sino de
cara a lógica de comercialización turística del folclore local —lo mixteco— apela al
vínculo solidario y genera —o no— simpatizantes.
Encuentro en la propuesta de Emiliano Gómez Izaguirre distintos ámbitos de
relevancia: la que tiene que ver con las aproximaciones sucesivas a un objeto em-
pírico, es decir, la reconfiguración identitaria en curso de un grupo social; teórica-
mente, la que respecta a una fenomenología de las identidades móviles que puede
suponer una interesante contribución en un diálogo abierto sobre el tema y, tam-
bién la relevancia de lo que este planteamiento presupone: un diseño metodológico
en correlato con una base epistemológica transdisciplinar en el campo de las cien-
cias sociales donde necesariamente convergen los aspectos históricos, antropoló-
gicos, económicos, sociológicos, políticos, lingüísticos que para mayor precisión en
este tema, discurren por los estudios culturales, la sociolingüística contemporánea
y la crítica postcolonial; en el presente texto aparecen ya los rasgos de un perfil
teórico-epistemológico pertinente al objeto de estudio.
Considero de gran importancia la apelación que hace el autor al proceso de
configuración social de la significación, para plantear una imbricación con la con-
figuración de las identidades, compartiendo la condición de infinitud subyacente
en la semiosis social, lo que indica que la identidad —y los rasgos de identifica-
ción entre diversas subjetividades o colectividades— nunca es permanente, sino
siempre en movimiento, siempre en devenir, desplegándose en distintas espacio-
temporalidades como derivación, respuesta o táctica coyuntural.
Finalmente, estimo la complejidad del tema y el desafío que supone mante-
nerse a distancia desde la propia identidad; el estudio sobre la designación de lo
mixteco o de lo ñuu savi en torno a la experiencia identitaria, deberá reflejar la vo-
luntad de comprender mejor una multiplicidad de aspectos en torno a las identida-
des culturales en distintos niveles de aprehensión, todavía por explorar.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 85
87

PRÁCTICAS ARTÍSTICAS EN LA PERIFERIA


DE LA CIUDAD DE SAN PABLO: DESBORDES EN
LAS NARRATIVAS DEL ESTADO-NACIÓN

Iván Ezequiel Peñoñori1

Resumen
Este artículo, inscrito en la investigación para mi tesis de maestría del programa en Co-
municación y Política de la UAM Xochimilco, se propone hacer un cruce problemático
entre las prácticas artísticas Cooperifa y pixo, y el contexto discursivo de la “democra-
cia racial” en la ciudad de San Pablo, Brasil, con el fin de analizar de qué manera estas
acciones confrontan o dialogan con las narrativas reconciliadoras y homogéneas del
Estado-Nación. El texto se auxiliará de las tensiones epistemológicas presentadas por
los estudios culturales, así como del aporte disruptivo que han introducido los estudios
visuales al campo de la imagen. Finalmente, en el trabajo se observará que estas prácti-
cas crean zonas antagónicas o instancias de mediación que desestabilizan una eficacia
simbólica oficial.

Palabras clave
Poder, prácticas simbólicas, imagen, Estado-Nación.

Introducción
La ciudad de San Pablo, Brasil, es un territorio complejo. La concentración de la riqueza
la ha transformado en uno de los centros urbanos más desiguales y en el espacio don-
de la idea de “democracia racial” moderna, aquella que eliminaría de forma definitiva
el “problema del color” instaurando una armonía multirracial, entra en contradicción.
Barrios privados fueron aislados con muros y sistemas de seguridad. Frente a ellos, y

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Actualmente


es estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política de la misma universidad.
Correo electrónico: ipenonori@gmail.com
bordeando la ciudad, una gran periferia migrante y trabajadora se constituyó como ese
“otro” diferente. El sitio elitista de diferenciación de las clases altas pasó del antiguo
espacio público al nuevo centro comercial con circulación restringida. Debido a esto,
San Pablo sufrió una acentuada parcelación y mucha de su geografía fue modificada.
Teresa Caldeira en su estudio Cidade de muros trabaja este tipo de segregación anudada a
la discursiva en la cual las “narrativas de la violencia” logran equiparar a la periferia con
aquello que amenazaría la integridad misma de la ciudad. Recopilando entrevistas en
Mooca, un tradicional barrio de clase media y alta, la autora apunta que “el nordestino
es […] la imagen sintetizada de todo lo que es malo y reprobable y consecuentemente
criminal. El nordestino representa el peligro, pero no sólo el peligro del crimen, sino el
de la decadencia social” (Pires do Rio Caldeira, 2000, p. 37). La migración provenien-
te del norte y nordeste del país, en su mayoría negros y mulatos, fue crucial para la
conformación de la actual periferia paulistana. No obstante, estas comunidades fue-
ron nombradas y racializadas por medio de discursos homogeneizadores que marcaron
los cuerpos construyendo estereotipos e identidades monolíticas. Siguiendo a Eduardo
Restrepo (2012), no existirían cuerpos al margen, independientes, por fuera del alcance
de las prácticas significantes: los marcadores hacen los cuerpos y participan en el orde-
namiento y la definición del mundo social. En el orden que deja entrever Caldeira, el
significante periferia comenzaría a concentrar una serie de imaginarios que excederían
el simple trazado topográfico.
Este diseño excluyente tanto económico como geográfico de la ciudad dio lugar a una
centralidad burguesa, en su mayoría blanca, con acceso a bienes culturales de excelencia
y a canales exclusivos de legitimación. Una investigación realizada en el año 2003 por el
Centro de Estudos da Metrópole (CEM) reveló que apenas un 24% de los encuestados de
las zonas suburbanas había leído alguna vez un libro. Entre las clases pudientes el por-
centaje se elevaba a más del doble (citado en Peçanha do Nascimento, 2008, p. 148). El
proceso elitista también favoreció un modo de “sensibilidad” dominante que invisibilizó y
estigmatizó las prácticas artísticas de las periferias negras, pobres y populares.
Frente a este panorama y a partir de los años noventa en los márgenes de San
Pablo se hicieron visibles movimientos musicales y literarios que sorprendieron a
gran parte de la crítica establecida. El hip-hop practicado por las nuevas generaciones
negras revivió un debate racial no resuelto, además de plantear en sus letras proble-
máticas vinculadas a cuestiones de género o exclusión social. La literatura periférica
irrumpió como una voz nueva retratando un tipo de marginalidad diferente a la que
hasta el momento habían construido los escritores educados de clase media. Por su
parte, el pixo, una forma de grafía tipificada como ilegal y distinta al graffiti tradicional,
ocupó las paredes de la ciudad.
88 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
En este terreno problemático quisiéramos plantear un cruce crítico entre algunas
de estas prácticas artísticas de la periferia y el contexto discursivo de la “democracia ra-
cial”, con el fin de analizar de qué manera estas acciones dialogan, median o se oponen
a las narrativas reconciliadoras del Estado-Nación. El trabajo intentará alejarse de las
representaciones centralistas que, como afirma Rodríguez Bolufé (2016, p. 53), simpli-
ficarían una “condición predeterminada” del subalterno. Siguiendo a la autora se inten-
tará promover “escapes” a los registros convenidos.
Nos apoyaremos en los materiales generados por las comunidades. En el caso de la
cooperativa Cooperifa, analizaremos textos producidos por el colectivo; en el caso de
los grupos de pixadores, nos centraremos fundamentalmente en las imágenes apareci-
das en el espacio público. Creemos que estos territorios de participación, planteamien-
tos, gestos y puestas, nos posibilitaran discutir los pliegues narrativos de la modernidad
democrática brasileña, sus apuestas y deudas.
Para trabajar estos argumentos necesitaremos partir de algunos interrogantes:
¿Cómo se posicionan estas artes participativas ante las configuraciones de poder, par-
ticularmente ante las “narrativas de la violencia”? ¿Logran “suspender una eficacia”
homogeneizadora de la periferia como sitio de “decadencia social”? ¿Permiten pensar
otras formas de vida, otros espacios, otros modos de articulación? ¿Cómo se ubican
ante el diseño modernista de una nación totalizadora?

“Es todo nuestro”


Sergio Vaz se acerca a un micrófono abierto en la periferia de San Pablo. Abre los brazos
y grita: “Pueblo lindo. Pueblo inteligente. Es todo nuestro”. Los asistentes repiten cada
una de las palabras como si se tratara de un sermón. Al final, los presentes empiezan a
emitir un “uh” repetido que hace vibrar los cuerpos, como si fueran una tribu.
La Cooperativa Cultural da Periferia (Cooperifa), ubicada en el barrio Jardim São
Luís, encarna un rol protagónico en la transformación social y política de la zona. Alrede-
dor del año 2000, Vaz y Marco Pezão comenzaron a discutir la falta de espacios culturales
en los barrios populares. Los accesos al teatro, al cine o a la literatura eran nulos en estos
sectores de la ciudad. La cooperativa empezó a funcionar en un bar de la periferia. Ahí
se organizó el primer Sarao de la Cooperifa. Los Saraos son encuentros comunitarios de
la palabra. Poetas, raperos, activistas, vecinos intercambian ideas e historias. Poesía en el
aire o Lluvia de libros son dos de sus eventos más recordados. En el primero, unas bolas de
gas fueron lanzadas al cielo de San Pablo repletas de escritos; en el segundo, cada vecino
que se acercaba al Sarao recibía un texto. Unos ochocientos libros son distribuidos de
forma gratuita cada vez que se realiza esta acción. Vaz y otros participantes subrayan la
importancia de los encuentros para el empoderamiento de la palabra. 
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 89
El grupo tiene su Manifiesto de Antropofagia Periférica. En él leemos: “La periferia
nos une por el amor, por el dolor, por el color. De las calles y los pasillos vendrá una
voz que grite contra el silencio que nos castiga” (Tennina, 2017, p. 173). Si bien la gran
mayoría de los participantes son negros, la reunión convoca a una población heterogé-
nea que logra reconocerse como parte, a pesar de la frontera racial que marca el texto:
“nos une el color”. Como si para algunos (no todos) el color fuera algo más o abarcara
otros significados. Sin proponer una disolución de las características particulares de
lo identitario que se ponen en juego en la cooperativa, podríamos pensar en un discurso
homogéneo, dominante, que ha racializado el significante “color”, atribuyéndole ciertos
indicadores a otros grupos sociales.
Una de las características de la comunidad es que, si bien sus textos son publicados de
forma casera, la escritura no tuvo la misma eficacia que la oralidad. Muchas veces los
textos no llegan distribuidos a las librerías principales. Si llegan, no son adquiridos
como otras literaturas. No obstante, la escritura marginal o periférica vive un boom
en los últimos años gracias a unos pocos artistas. Reginaldo Ferreira da Silva, conocido
como Ferréz, es el autor de Manual práctico del odio. El autor logró insertarse fuerte-
mente en el mercado editorial paulistano. Ferréz creo 1daSul, cooperativa de artistas en
Capão Redondo, uno de los barrios que se consideraban más inseguros de la zona, muy
cercano a Cooperifa. Además de trabajar con dibujantes y diseñadores de la periferia,
Ferréz incursionó en el video y el rap. La palabra hablada y la distribución por la web
se volvieron herramientas indispensables para la difusión de contenidos. En todos los
casos, la oralidad facilitó la circulación y la eficacia de estos grupos.
Cooperifa pone en el centro del acontecimiento un ritual donde cuerpo y sonido pa-
recieran desbordar la palabra escrita. Hay textos recitados de autoría propia, canciones
rapeadas, junto a problemáticas de la comunidad y anuncios de todo tipo. El micrófono
oscila entre versos sobre la esclavitud, sobre Lula o el golpe parlamentario a Dilma, y
cuestiones más vinculadas al servicio comunitario: el aviso de un problema específico
en la calle o la apertura de un curso de capoeira. Paul Gilroy en Atlántico negro, estudia
cómo estas fuerzas musicales u orales desbordan un “contenedor” diseñado por el Es-
tado-Nación. Señala dos procesos estéticos que escaparían a la segmentación nominal
y que posibilitarían la “autoconfiguración individual”, así como la “liberación comunita-
ria” (Gilroy, 2014, p. 60). Al plantear esto, el autor propone hacer una nueva lectura para
repensar una contracultura que desobedezca la “sucesión de tropos y géneros literarios”
y la parcelación moderna entre “ética y estética, cultura y política” (Gilroy, 2014, p. 59).
El rap, por ejemplo, aparece en estas reuniones señalando la contradicción de
reivindicar un territorio y una identidad “originales” por medio de sonidos y ritmos
mixturados provenientes tanto de la samba como de su tradición anglosajona. Las con-
90 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
taminaciones, herencias, reinterpretaciones se descubren como huellas mnémicas y al
mismo tiempo como marcas de una extranjería que desestabilizan las pretensiones na-
cionales. Convendría entender aquí a la nación como un constructo metafórico siempre
atravesado por un déficit. La nación extiende sus lazos simbólicos o se reconfigura a
partir de acuerdos, pasiones, contravenciones u olvidos. De esta forma crea un orden
narrativo, una continuidad imaginada a la vez que una temporalidad utópica.
Para efectos teóricos rescataremos en este trabajo el lugar de ese choque entre el
tiempo imaginado y el tiempo vital, heterogéneo, como sitio de conflicto, de intercam-
bio o contrabando de producciones simbólicas. Para Partha Chatterjee la heterogenei-
dad está relacionada con el tiempo homogéneo vacío creado por el Estado-Nación y los
encuentros heterogéneos con la modernidad. Lejos de caer en el utopismo moderno
de plantear varios tiempos en convivencia, el autor puntúa que “[las personas] aun-
que puedan imaginarse a sí mismas en un tiempo homogéneo y vacío, no viven en él”
(Chatterjee, 2007, p. 62). El rap recitado en Cooperifa, pareciera alejarse del “tiempo
nacional” evocando las tradiciones diaspóricas de los sound system jamaiquinos en el
Bronx, donde las lenguas “mal habladas” y la impostura del cuerpo migrante sostenían
el ritmo afectado y afectivo de la comunidad. A la vez, el recitado está mantenido en la
cadencia del habla que habilita una aproximación distinta de la noticia, donde el
anoticiado es introducido a la métrica que ordena y sensibiliza la información. El mon-
taje casero se logra a partir de loops “bajados” de la web, de préstamos y citas, de una
textualidad habitada por la intersección incómoda e irresuelta de temáticas sobre mi-
gración, violencia, exclusión o reafirmación identitaria. Cuerpo y voz parecieran tratar
la materialidad memorística imponiéndole ritmo y violencia al trauma y no una rein-
tegración reparadora.
Alejados de una postura “neogestionadora” de la cultura que impulse la produc-
ción capitalista y reproduzca sus relaciones sociales, lo que estos movimientos hacen,
con sus matices, con sus diferencias, es replantear las mismas relaciones, las formas
alternas de acceder a los capitales simbólicos, la manera de distribuirlos y comerciali-
zarlos. Siguiendo a Chantal Mouffe (2010), lo que estarían activando es la posibilidad de
otros mundos, otras formas de vida, la producción de nuevas subjetividades. Pero no lo
estarían haciendo desde un espacio de “automarginación jubilosa o utópica” (Bhabha,
1998, p. 15), sino desde un antagonismo, donde las narrativas negadas, las memorias,
las formas del habla popular aparecen con el virtuosismo del que pone la voz para dar
vida a otro archivo, uno que no resonaba hace tiempo o que no se escuchaba con tanta
fuerza. En esa paradoja nos estaría introduciendo el mensaje identitario y muchas ve-
ces excluyente de la periferia. ¿De qué periferia hablan? ¿Es una o es una multiplicidad
disruptiva?
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 91
“Nuestras ciudades se construyeron para ser destruidas”
Hay una anécdota, fechada en enero de 2017 en San Pablo, que involucra directamente a
João Doria Jr., prefecto de la ciudad. Durante las primeras horas de la mañana, el funcio-
nario salió con sus colaboradores a barrer las calles. El evento dio comienzo a un programa
de gobierno que se volvió pilar de su campaña: “Ciudad linda”. Este nuevo plan prome-
tió, entre otras acciones, la recuperación de veredas y monumentos, la iluminación y
el desplazamiento de personas en situación de calle hacia lugares menos visibles como el
viaducto Nove de Julho. João Doria Jr. mandó pintar varias paredes, borrando pichações
y graffitis. El programa desató una de las polémicas estéticas más fuertes que recuerda la
ciudad. Ese mismo mes, en la Avenida 23 de Maio, una de las más importantes, el fun-
cionario ordenó tapar con pintura lo que era conocido como el mayor mural de graffiti de
América Latina. La obra fue hecha dos años antes por casi 200 graffiteros. Varios artistas
respondieron a la nueva política higienista: “¿Ciudad Linda?” “¿Linda para quién?
Si bien el graffiti ha tenido sus detractores, el verdadero enemigo de João Doria Jr.
es el pixo, una forma de grafía que ha tapizado literalmente vastas zonas de la ciudad.
El pixo, a diferencia del graffiti, no es considerado pintura y está tipificado como delito.
De hecho, gran parte de la discusión instalada por el funcionario y retomada por los
mismos pixadores tuvo que ver con el lugar que ocupaba este fenómeno: para João Do-
ria Jr., el pixo es destructor, invade propiedad privada y, fundamentalmente, no es arte.
Según su opinión, los que delinquen con estas escrituras deberían “volverse graffiteros”
y pintar en sitios liberados para este tipo de expresión. El debate volvió la mirada hacia
la ciudad, concentrando una pregunta: ¿Es el pixo arte?
La complejidad de las imágenes del pixo y la puesta teatral de los escaladores noc-
turnos puede que nos obligue a cambiar la pregunta: no poner el acento en la disputa
de si es arte o no, sino en qué hacen estas imágenes en la ciudad, con quién dialogan,
qué nos dicen sus líneas. Para ello debemos convivir con la indeterminación de no po-
der definir al pixo sólo como escritura, sólo como trazo, como dibujo o incluso como
deporte extremo. Pixo es un conjunto de todas esas prácticas: competencia de escalada
a edificios en la noche paulista; grafos que semejan líneas de antiguas civilizaciones;
huellas de nombres propios y de grupos en edificios privados. Pero también involucra
relaciones proxémicas, polifonía, diálogo encriptado o en diferido. Por momentos, la
materialidad de sus redes se convierte en un tipo de recepción abierta, donde los lími-
tes entre escritura y pintura se vuelven ambiguos. Lelia Gándara, en su estudio sobre
el graffiti señala que esta acción “puede contener o no material escrito, así como puede
contener o no material icónico, pero desde el punto de vista semiótico, conserva la im-
pronta de esa doble cualidad expresiva: la del mensaje verbal escrito y la de lo pictórico,
el dibujo, el color y la forma” (Gándara, 2002, p. 12).
92 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
La discusión por las paredes no es menor. San Pablo es conocida como la ciudad de
los muros. Desde las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, la topografía
se vio afectada por nuevos barrios de lujo amurallados que transformaron el modo de
ver y circular. Los muros impiden la visión, niegan lo que está del otro lado, excluyen,
a la vez que intervienen directamente sobre las políticas de lo que debe ser visto y lo
que permanecerá oculto. Como afirma Theo Goldberg, “los muros son, sin duda, sitios
de teología política, superficies sobre las cuales se practica un ritual soberano, por y
en nombre de los cuales se ejerce una política teológica de absolutismo de autoridad”
(Goldberg, 2014, p. 222).
Pero el muro, como sitio límite, como sitio de frontera, es también el lugar de la
potencialidad misma, de la contaminación. El muro une por ser, también y sobre todo,
un trazo en la ciudad. Si las escrituras son consideradas transgresiones, habrá que com-
plejizar esta palabra desde su misma etimología, leyendo a “trans-gradi”, como lo que
va más allá de la norma, pero también como lo que de alguna forma “pasa al otro lado”.
La experiencia de los pixadores es plantear el salto, franquear el límite que impone
una ciudad dentro de otra. ¿Qué es un muro, sino el sitio exacto donde la evidencia se
hace presente? En el caso de San Pablo es un corte en la imagen, un tipo de hendidura,
pero también es enfrentamiento y por momentos remiendo. ¿Quién está afuera y quién
adentro? ¿Uno es residencial y el otro residual?
Del lado de la favela la vida se acumula. La forma de usar el escaso terreno provoca
un aparente desarreglo comunal que tiende a recostarse contra el muro. Para el barrio,
la pared divisoria no es lo que está detrás, sino una parte material de la vida: los habi-
tantes se encuentran en el muro, construyen su casa contra él, juegan, tienen recuerdos,
lo usan como marca orientadora en el territorio, hacen otro orden. Los condominios
no tienen la misma relación. Hacen del muro un sitio de la negación, el límite donde
comienza el olvido de la ciudad. Pero es un olvido visto, una negación vigilada o una
plena presencia espectral que amenaza a diario un orden cerrado. ¿Qué sucede cuando
la pared callada retorna a la mirada por medio de un tipo de caligrafía ilegal?
Sería bueno pensar aquí a estos muros como el lugar donde la modernidad como
totalidad encuentra su falla y desborde, una especie de melancolía de la no determi-
nación que posibilita la acción política de los escribientes a partir de fisuras en una
estructura que se sueña cerrada. No es un afuera de lo moderno. Pero tampoco es aquel
espacio-tiempo homogéneo que nos plantea la nación. Habría que pensar en la posibili-
dad de una temporalidad en la cual el pixo crea condiciones singulares de existencia. La
ciudad ordenada en el tiempo utópico del capital entra en crisis. Los grafos parecieran
decirnos que la verdadera sociedad emancipada es aquella que se escapa de sus límites
y determinaciones.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 93
Así como se mira una piel tatuada o con ornamentos, así se mira la ciudad de los
trazos nocturnos. Pero al igual que el cuerpo tatuado, el muro no se ve “adornado”,
sino que aparece a partir de él. Hans Belting ha escrito sobre esto. En Antropología de
la imagen afirma que “sólo por medio del enmascaramiento [el rostro] se transforma
en el portador social de signos” (Belting, 2017, p. 45). De esta forma cuerpo o muro se
hacen visibles sólo en el acto de escritura. Mediante la hechura del tatuaje, el pixador
crea morada, genera un espacio, corta el muro para filtrarse, se hace de un hábitat
propio, de un apoyo en el aire. ¿Cuáles serán los límites del pixo? Habría que romper
la representación, la relación binaria entre ambos, y plantear una experiencia múlti-
ple a partir de una red de signos que imaginen muchas ciudades parlantes, ventrílo-
cuas, o ciudades que convivan en el “entre” del silencio y el grito, tantas ciudades que
ninguna pueda posicionarse como la mejor, la más ordenada, la más “linda”. El pixo
se fue de los márgenes, no sólo de lo aceptado, sino de lo posible, o en todo caso se
ha vuelto puro margen desplazándose, pura periferia en el centro, creando imagen de
ciudad, creando la ciudad misma. Pero a la vez que la crea, la destruye, practicando un
tipo de destrucción creadora que deja, como resto, la contraseña o el rastro a seguir.
Como si el pixo en realidad quisiera ser otra cosa, hacerse de un cuerpo o de un muro
para ser otra cosa.

La ciudad exhibidora
La disputa por una representación moderna de la ciudad de San Pablo vivió un mo-
mento clave con la inauguración de la Bienal de arte, en 1951. Este ámbito sirvió para
atraer nuevas inversiones, promocionar proyectos nacionales y deducir impuestos. Pero
también contribuyó a crear una plataforma internacional donde la ciudad “aparece” en
el mercado artístico. La Bienal de San Pablo es, desde hace años, la representación me-
tonímica de la ciudad, la parte por el todo, el lugar desde donde se intentan nuevas San
Pablo. La exposición que “muestra”, que “se muestra”, entra a un tipo de modernidad
vista, se mete a un régimen de visibilidad mundial. Estos eventos, en los pliegues de lo
nacional y lo internacional, se han transformado en grandes postales, enormes puestas
teatralizadas de lo que una ciudad es, pero fundamentalmente de lo que puede, de lo
que es capaz de “mostrar”. Una ciudad moderna sería entonces no tanto su imagen,
sino la que puede producir. Un estado, un territorio nacional, una ciudad son produc-
tores de una serie de objetos visuales. Éstos no son unidireccionales o estrictamente
homogéneos, sino que disputan espacios y formas de representación. La Bienal es una
máquina productora de objetos de este tipo. ¿No es también San Pablo una ciudad que
produce visibilidad a partir de “mostrar” que puede “mostrar”, una ciudad moderna
convertida en ciudad exhibidora?
94 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El Museo Afro Brasil comparte el mismo espacio de la bienal, en el Parque Ibira-
puera. El pabellón contiene más de cinco mil obras de universos culturales africanos y
afrobrasileños. Es visitado por miles de turistas anualmente. En él podemos acceder a
una experiencia visual única: vestimentas, instrumentos de trabajo o de uso doméstico,
fotografías, videos, instalaciones de artistas contemporáneos. El lugar ha sido producto
de grandes luchas y ha desatado (todavía lo hace) complejas controversias vinculadas
al archivo y su exhibición, a la participación activa de las comunidades en el espacio, a
la relevancia política de estos objetos visuales en la actualidad paulista. Uno de los de-
bates más interesantes que se han dado está relacionado con la elección de los objetos
a exhibir. Si las imágenes seriadas, historizadas, textualizadas mediante cédulas mu-
seográficas, conforman una narrativa, ¿qué tipo de literatura funda la acumulación de
materiales que victimizan o que localizan en un lugar subalterno a estas comunidades?
¿Por qué no exhibir también las luchas, las imágenes de la desobediencia, los retratos
de héroes? Esta discusión se ha dado (aún se da) dentro de las mismas agrupaciones
que colaboran con la muestra permanente: ¿cuál es la imagen que se quiere construir
del Brasil negro?
Convendría plantear un contrapunto entre la bienal y la ciudad que aparece en el
pixo. Son dos formas de hacerse presentes y hacer presente a San Pablo; dos universos:
las escrituras desbordadas de los muros frente a las imágenes enmarcadas en la expo-
sición; los edificios excedidos de letras frente a la amplificación que produce el evento
nacional. Jacques Ranciere afirma que “las imágenes del arte no proporcionan armas
para el combate. Ellas contribuyen a diseñar configuraciones nuevas de lo visible, de
lo decible y de lo pensable, y, por lo mismo, un paisaje nuevo de lo posible” (Ranciere,
2011, p. 103). En el año 2008 estas dos representaciones se encontraron. Más de 40 pixa-
dores irrumpieron en la muestra, el sitio del foco. La Bienal de San Pablo se vio invadida
de signos “extraños”, “feos”, signos cargados de una cierta “extranjería” para el campo
artístico, pero que contenían lo más propio de la ciudad ampliada, la ciudad extendida
más allá de la exhibidora. Como si el objeto y su representación se hubieran encontrado
en un espacio y en un tiempo crítico; como si la ciudad hiciera síntoma en su misma
imposibilidad de mostrar un objeto unívoco. El pixo está por todas las calles, pero aquí
entra de otra forma. ¿Qué implica hacer una marca en el centro, en el foco destinado a
la marca (arte) oficial? ¿Qué es esta superposición de imágenes? O mejor: ¿qué es este
movimiento furtivo del trazo ilegal que produce un tipo de derrumbe o desarreglo en el
espacio dedicado a la educación de la mirada?
En un ensayo reciente sobre los estudios visuales, Yissel Arce (Arce, 2016, p. 35), dis-
cutiendo a partir de un texto de Chakrabarty, propone “desnaturalizar” los universales
con los que se construyen las “interrogaciones analíticas”; plantea una deconstrucción
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 95
de “la historia del arte” en la confluencia de muchas narrativas artísticas “reales e imagi-
nadas”. ¿Cómo sostener, a partir de lo que hemos visto en este texto, la universalidad de
la ciudad o su archivo? Arce, lejos de intentar una negación de las “fantasías de univer-
salidad” o de sus “prácticas opresoras”, suscribe a un tipo de invalidación, de alteración
gramatical, para revelar los usos contextuales de estos universales. Es decir: sin negar una
mirada oficial de las imágenes, de la ciudad o del archivo, habría que procurar un mapeo
de sus “emborronamientos”, de sus fisuras.
Del día del incidente en la Bienal quedó una fotografía del personal de seguridad
intentando sujetar a un pixador, mientras una joven escapa por el costado del encuadre
con un aerosol en la mano. Es una imagen que nos interroga. ¿Los pixadores constru-
yen imágenes de aquella imagen que es la Bienal? ¿Qué tipo de ciudad aparece en esas
líneas del fondo? ¿Cómo juntar dos ciudades? Existe una voluntad, por parte de los
pixadores, de redefinir lo visible. Lo hacen buscando entrar, no ya a la ciudad, sino a lo
que ella puede mostrar.

A manera de conclusiones
En su libro Mal de archivo Jacques Derrida se hace una pregunta que bien podría ayu-
darnos a trazar líneas para ampliar este trabajo: “¿Dónde comienza el afuera?” (Derrida,
1997, p. 16). En nuestro caso la pregunta sería: ¿dónde comienza el afuera de esta ciudad
imaginada, narrada, archivada? O mejor, ¿cuál es ese “secreto del archivo que se hace
público” a partir de experiencias como Cooperifa o el pixo? ¿Qué tipo de ciudad aparece?
¿Qué tipo de periferia? ¿Qué nación?
Consideramos que estas expresiones han habilitado espacios donde lo artístico es-
taba negado, que intervienen en la representación de la ciudad con escrituras ilegales, o
que han decidido trabajar con narrativas de la memoria en las comunidades. Pensamos
que estos grupos interpelan, con sus diferencias, con sus matices, la categoría de raza y
la idea de “armonía” planteadas en el país. Lo harían por medio de prácticas escriturales
desbordadas donde la oralidad, la escritura y el cuerpo irrumpen en el campo visual y
artístico de la ciudad presentando desacuerdos o disonancias, procedimientos alternos
para repensar las discusiones que se dan en el contexto político y social, así como for-
mas de negociar las narrativas nacionales.

96 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
BIBLIOGRAFÍA

Arce, Y. (2016). Los estudios visuales y sus articulaciones críticas en trayectorias (des)centradas
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y caribeño. Volumen 1 (pp. 16-36). México: Universidad Iberoamericana.
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 97
COMENTARIO AL TEXTO

PRÁCTICAS ARTÍSTICAS EN LA PERIFERIA


DE LA CIUDAD DE SAN PABLO: DESBORDES DE
LAS NARRATIVAS DEL ESTADO-NACIÓN

Yissel Arce Padrón

El texto de Iván Peñoñori introduce una discusión en torno a algunos de los ejes
analíticos más polémicos del campo artístico contemporáneo. Visualidades perifé-
ricas, democracia racial y su connivencia con procesos de racialización, críticas polí-
ticas y relatos de nación, son algunas de las topografías discursivas más acuciantes
del escenario creativo y de la política cultural actual en Brasil. Situarse justamente
en los vínculos entre cultura y política, le ha permitido configurar a Peñoñori un
entramado de relaciones de poder desde el cual interpelar las estrategias ambiva-
lentes de un Estado que desde la entrada al gobierno del Partido de los Trabajadores
(PT) en el año 2002 promulgó un discurso progresista, pero —paradójicamente—
también materializó premisas y acciones bastante controversiales.
El estudio de las prácticas artísticas de la cooperativa Cooperifa, en las afueras
de Sao Pablo y las incursiones gráficas de los grupos de pixadores en el espacio pú-
blico de la ciudad paulista, ha ubicado a Iván en un lugar de intervención reflexiva
desde el cual anudar las distintas temporalidades históricas que han organizado
las tramas políticas del Estado y las construcciones de la nación moderna en el
país sudamericano. Precisamente la nación es explorada acá como un tropo que
articula las fantasías y los anhelos de un proyecto de democracia racial que no ha
hecho más que profundizar —una y otra vez— el racismo estructural sobre el cual
se cimentaron los pilares de la historia moderna de Brasil.
En este sentido, uno de los aciertos fundamentales del objeto de investigación
de este artículo es yuxtaponer a la dimensión de la nación como un constructo
con efectos políticos, las estrategias de las prácticas simbólicas para visibilizar al
Estado-nación como agente regulador de relaciones de poder asimétricas y al mis-
mo tiempo, como objeto de interpelación para la acción política. Operar analítica-
mente con un concepto disruptivo de nación le permitió a Peñoñori dimensionar, a
98 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
través de consideraciones críticas, las pautas de unificación y reconciliación que ha
orquestado el gobierno democrático en Brasil. La apelación reiterada a la democra-
cia racial como un dispositivo que moviliza y proyecta la unidad de los componen-
tes raciales y étnicos del país, así como el trazado de un horizonte temporal donde
el pasado debería permanecer imposibilitado de infringir sus límites, no hace más
que filtrar las ansiedades y las tensiones de un período histórico que en realidad,
pretende re-fundar la nación como una comunidad imaginada en las coordenadas
de un tiempo presente-moderno, homogéneo y vacío, siguiendo el desarrollo que
le otorgó a esto Benedict Anderson (1993). Así, las conexiones pasado-presente, las
continuidades y las contradicciones históricas que siguen habitando los procesos
socio-políticos y económicos del Brasil contemporáneo han quedado obturadas en
los estrechos marcos de discusión a través de los cuales se construye a la nación y a
la democracia racial, en las prácticas institucionales y en el discurso oficial.
El campo de la creación entonces puede pensarse como un lugar de la po-
lítica, como un sitio en el que se (re)inscriben y además se generan en modos
plurales los artefactos culturales, los símbolos y significaciones que estructuran
y contestan a la nación.Es en esa coyuntura, donde las manifestaciones artísticas
de la periferia paulista han interrumpido las marcas históricas de identificación
y estereotipación para sobrescribir las tensiones de un debate racial no resuelto.
Este escenario visibiliza la heterogeneidad constitutiva del tiempo histórico mo-
derno, al confrontar “historia” y “prehistoria” o “Historia” e “historias”,2 funda-
mentales para la perspectiva teórica de la crítica poscolonial, que, en otro orden,
organiza las pautas metodológicas del análisis de Peñoñori. Es precisamente en
la crítica poscolonial, donde encuentro las bases —en términos de procedimien-
to analítico— para lo que debería ser uno de los argumentos centrales de éste
trabajo: las narraciones de la nación brasileña que se configuran en el campo
artístico de la periferia paulista, no solo permiten la reivindicación de un espacio
de enunciación para los relatos que en clave multirracial erosionan los presu-
puestos sostenidos por el estado-nación en torno a nociones y prácticas como la

2 Sandro Mezzadra plantea: “Al poner de relieve la confrontación entre “historia” y “prehistoria”, entre la Historia y
las historias, como rasgo esencial del tiempo histórico moderno, la crítica postcolonial evidencia su heteroge-
neidad constitutiva. La cuestión no consiste tanto (o no sólo) en la reivindicación de nuevos espacios para una
serie de “historias menores”, en un intento de democratizar en clave “multicultural” el canon historiográfico o,
tal vez, de apostar a las “historias” contra la “Historia”. No faltan, por cierto, en el seno de los estudios postcolo-
niales, posiciones de este tipo. Decididamente más interesante resulta en cambio, a mi parecer, la reflexión de
quienes han encontrado justo en la tensión entre la “Historia” y las “historias” un carácter estructural de la his-
toria moderna, que resalta con particular precisión en la condición colonial y que, sin embargo, no es posible
resolver apostando a un término contra el otro” (2008, p. 20).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 99
justicia, la reconciliación, la igualdad racial, la producción de memoria e historia,
sino que, sobre todo, se instauran como sitios articulados también por tensiones
y ambivalencias en los procesos de conceptualización y experiencia de estas di-
ferencias entre los grupos que habitan el territorio; unas diferencias y contradic-
ciones que a su vez estructuran el origen mismo, las trayectorias y las relaciones
de poder del estado moderno (colonial y postcolonial) del país.
Para decirlo con otras palabras, la configuración del campo artístico y sus de-
venires, así como las narrativas que allí se edifican, reproduce, desde las especifi-
cidades del lenguaje artístico, la tensión y la ambigüedad que estructura la lógica
constitutiva —violenta y coercitiva— de la emergencia del estado-nación moder-
no en ese país. Por tanto, los procesos de contestación, cual ejercicios artístico-
políticos, habría que entenderlos como formas de negociación interrumpidas y
subrayadas por los límites implícitos en los propios marcos a través de los cuales
se piensa el estado-nación; o sea, una maniobra que nos (re)coloca en la dinámica
de los tejidos imperiales/coloniales de poder y diferencia. Acá, reviso la contracara
de aquello que apuntaba Dipesh Chakrabarty, y que condensa una de las direc-
trices fundamentales de los estudios poscoloniales, “lo universal no puede existir
más que como casilla vacía, una y otra vez usurpada por un particular histórico
que intenta presentarse como universal”;3 entonces los particulares históricos (y
acá pienso en la nación brasileña y su proyecto de democracia racial) también se
producen y se inscriben —irrumpen de modos muy diversos— en la accidentada
gramática de los universales: se superponen y entrelazan entre ellos, se implican
mutuamente. Así, los lugares de sentido de estos particulares, se disputan necesa-
riamente en las mismas coordenadas semánticas, pero también en las fisuras, en
los jirones críticos de esos universales que anhelan (re)escribir. Por tanto, siguien-
do a Homi Bhabha “estudiar la nación a través de su narrativa no implica centrar
la atención meramente en su lenguaje y su retórica; también apunta a modificar el
objeto conceptual mismo” (2010, p. 13).

3 Chakrabarty, Dipesh, en Mezzadra Sandro, Ob. Cit., p.21. Sandro Mezzadra allí mismo plantea que “el análisis de
Chakrabarty tiene implicaciones precisas para la práctica historiográfica. Invita a hacer del movimiento
de reducción del plural de las historias al singular de la historia, como peculiaridad del concepto moderno de
historia, un hecho de por sí histórico. No sólo un concepto como el de clase obrera, sino también conceptos
como ciudadanía y nación, están atravesados en su propio estatuto lógico por las colisiones, las contradiccio-
nes y los desequilibrios que este movimiento produce. (…)Si, tal y como se ha dicho, este orden de reflexiones
invita a problematizar el léxico del universalismo, por otra parte, me parece que constituye un saludable antí-
doto contra la proliferación de una mera apología de las “diferencias” (2008, pp. 22-23).

100 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Referencias

Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del


nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
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entre la ilusión de una identidad y las diferencias culturales (pp. 11-19). Buenos Aires: Siglo XXI.
Chakrabarty, D. (2008). La historia subalterna como pensamiento político. En Mezzadra, S.
(Comp.), Estudios Postcoloniales. Ensayos fundamentales (pp. 145-165). Madrid:
Traficantes de Sueños.
Mezzadra, S. (2008). Introducción. En Mezzadra, S. (Comp.), Estudios Postcoloniales. Ensayos
fundamentales (pp. 15-31). Madrid: Editorial Traficantes de Sueños.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 101
REDES Y
APROPIACIÓN DE
TECNOLOGÍAS
105

LA AUTONOMÍA Y LAS POSIBILIDADES


DE ACCIÓN POLÍTICA EN LA CULTURA HACKER

Stefanía Acevedo Ortega1

Resumen
Este texto tiene por objetivo indagar la relación entre el uso de cierto tipo de tecnolo-
gías y la posibilidad de un actuar autónomo. A partir de seis apartados desarrollaremos
esta compleja vinculación. Primero presentamos una problematización de la definición
de hacker y hacktivista, así como la imposibilidad de generar una distinción definitiva.
Después, observaremos cómo es posible la organización colectiva y la toma de espa-
cios como parte de la afirmación de la autonomía dentro de la cultura hacker. Luego,
desarrollaremos las propuestas teóricas de Gilles Deleuze entorno a las sociedades de
control e indicaremos las características desde las que nos enfrentamos a la discusión
sobre un posible actuar autónomo. Posteriormente explicaremos qué es el aprendizaje
entre pares y cómo se muestra como una posibilidad de construcción de autonomía.
Finalmente en las conclusiones, a partir del recorrido realizado, afirmaremos que la ex-
perimentación del hacker abre posibilidades genuinas de creación, donde la autonomía
se presenta como un proyecto siempre por venir.

Palabras clave
Tcnología, hacktivismo, autonomía, aprendizaje entre pares.

Introducción
En el presente texto abordaremos la importancia de la práctica hacker, hacktivista y la for-
ma en que toma lugar en los hackerspaces. Nuestro objetivo es preguntarnos cómo el uso
y posicionamiento frente a las tecnologías abren paso al entendimiento de la autonomía

1 Estudiante de la Maestría en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.


Correo electrónico: stf.acevedo.ortega@gmail.com
como condición de posibilidad para tomar decisiones. Esto se vuelve relevante sobre todo
porque en situaciones de precariedad y violencia como las que vivimos actualmente en
México, parece insistir un llamado por la organización, el trabajo, el apoyo mutuo y
el pensamiento de lo común que toman forma en distintos lugares: uno de ellos son los
hackerspaces, es decir, los espacios donde se reúnen los hackers y hacktivistas.
Para desarrollar estas relaciones primero distinguiremos la figura del hacker de la del
hacktivista y daremos cuenta de la problematización que acarrea el que no tengan una defi-
nición homogénea, pero veremos que precisamente en esa ambigüedad reside su potencia
de actuar político. En particular nos centraremos en la forma en que los hackerspaces son
habitados por hacktivistas, pues consideramos que es a través de la praxis de éstos que se
visibiliza una relación entre la autonomía y el actuar político, esto es, el momento en el que
surge la posibilidad de decisión, creación y modificación del sentido de la tecnología mis-
ma. En otras palabras, en la noción de autonomía, con relación al uso de la tecnología, se
juegan las posibilidades de acción política. Si no existiera la posibilidad de un uso au-
tónomo de la tecnología querría decir que tampoco existiría la posibilidad de un uso
político de ella. Y, por lo tanto, en un mundo cada vez más evidentemente dependiente
de las tecnologías, el peligro es que poco a poco se vaya perdiendo por completo la po-
sibilidad de la política, es decir, de la toma de decisiones en conjunto. Así, sostenemos
que la afirmación de la potencia de actuar es parte decisiva dentro del pensamiento de
la autonomía y que ésta se expresa como un acto creativo. El acto de creación resulta
de vital importancia, pues muestra el papel central de la técnica en toda esta discusión.
Pensar la relación entre la tecnología, la política y las condiciones de una prácti-
ca autónoma nos remite al hacktivismo como un proceso cultural que da luz a nuevas
formas de entender la acción política y la intervención hacia la democratización del
conocimiento, la liberación de información y el uso de las tecnologías de comunicación.
Más allá de determinar si un espacio como los hackerspaces puede subsistir o no de
manera totalmente autónoma, lo que nos interesa observar son los alcances que tiene
la autonomía con la noción de vínculo, en el que converge el interés por lo común y
el apoyo mutuo. Este apoyo se mostrará como aquello que se contrapone no sólo a la
rivalidad y competitividad, sino que además logra hacer emerger otro tipo de vínculos,
en los que es posible crear conjuntamente con los otros. La noción de vínculo también
nos permitirá observar la forma en que los encuentros se generan entre diferencias y no
entre identidades, esto nos empuja a formular tácticas que escapan a los ejercicios
de control. En ese sentido se hace pertinente dar cuenta del desarrollo de las sociedades de
control, propuestas por Gilles Deleuze (2006), como resultado de una serie de meca-
nismos disciplinarios que actualmente se presentan como ejercicios de control cada
vez más sutiles. En el último apartado abordaremos brevemente la importancia de la
106 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
decisión como un acto singular que posiciona a la autonomía como un “aquí y ahora”,
pero que también la proyecta como aquello que todavía está por venir. Esto se verá
expresado en acciones de solidaridad tales como el aprendizaje entre pares. Así, uno de
nuestros objetivos principales es preguntarnos qué consecuencias tiene pensar la auto-
nomía como una emergencia y no como un estado permanente. Se trataría, entonces,
de una pregunta por la autonomía en relación no sólo con formas de organización, sino
con una concepción de creación de lo común.

Hackers y hacktivistas
La distinción entre la postura de un hacker y un hacktivista es compleja: analíticamente
podemos denominar al hacker como aquella persona experta y especializada en un cono-
cimiento técnico, específicamente el relacionado con la programación, el desarrollo o la
intervención de software o hardware, que no tiene necesariamente un posicionamiento
político en su práctica, es decir, alguien que puede trabajar en una gran corporación como
Microsoft o servir al departamento de seguridad de un Estado; en otras palabras, indivi-
duos que usan sus conocimientos, pero no se preguntan necesariamente por las conse-
cuencias de su actuar y por las repercusiones que acarrea, en un nivel social, su trabajo.
Por otro lado, el hacktivista, neologismo formado por la palabra hacker y activista, sería
quien no sólo se apropia de la tecnología y de su potencial, a través de su manipulación
y conocimiento, sino que además dan un giro político a su praxis. Los hacktivistas buscan
una forma distinta de experimentar su relación con la técnica, esto implica un proceso de
aprendizaje y cuestionamiento constante sobre su propio hacer (Krapp, 2003).
Ahora bien, reducir la distinción entre hacker y hacktivista a su definición analítica
puede ser de poco provecho para el entendimiento concreto de sus prácticas. En principio,
no habría un consenso homogeneizado sobre la definición de cada uno, pero además es
posible que no siempre se haga tal distinción. La pregunta por la identidad del hacker y del
hacktivista se encuentra siempre abierta y tiene distintas respuestas, pues hay una lucha
por su sentido que depende de los intereses políticos y personales de quien lo esté defi-
niendo. Se pueden encontrar artículos (Cassim, 2012; Lewis, 2014) que definan al hacker
como un sujeto que a través de sus prácticas merma el crecimiento económico de un país,
caracterizándolo como un sujeto sin rostro, encapuchado, que realiza fraudes y delitos; o
hallar posturas totalmente contrastantes que ven en la praxis del hacker toda una potencia
de apropiación, conocimiento y disidencia política, en la que se intenta revertir el uso y
consumo de la tecnología impuesta por la lógica de la obsolescencia programada, el soft-
ware privativo y las licencias de derechos de autor. Entre las teóricas que se encuentran
dentro de esta línea podríamos mencionar a Guiomar Rovira (2017), quien observa en el
actuar del hacker la posibilidad de que toda tecnología sea modificable:
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 107
Mientras la tecnología se erige en una planeación calculada para el máximo rendimiento,
sostenida en la lógica ciega de la producción de valor, los hackers se proponen hacer estallar
sus posibilidades ocultas, hacer ingeniería inversa para conocer cómo funcionan las má-
quinas que el mercado ofrece como cerradas, para darles otras terminaciones y usos, para
desbordarlas y volverlas incompletas, abiertas a la recreación (2017, p. 110).

Desde esta perspectiva, la caracterización del hacker es precisamente la de aquel que


potencia y cambia los usos de la tecnología, transformando los modos en que ésta se
puede experimentar, esto implica también una circulación distinta no sólo de los ob-
jetos modificados, sino también de los procedimientos realizados para que todo aquel
que quiera y pueda hacerlo. Sin embargo, hay veces que los mismos individuos que
pueden ser considerados hacktivistas, desde una perspectiva teórica, no se nombran a
sí mismos como tales. Las causas varían, pues no todos tienen el mismo conocimiento
técnico o el mismo interés hacia la tecnología, ni siquiera la misma postura política. Es
importante señalar esto porque nos ofrece indicios de que no sólo entre los teóricos,
sino también entre los autodenominados hackers, hacktivistas, o quienes no se nombran
de ninguna manera, existe un entendimiento distinto de las prácticas que debe realizar
cada uno. Nuevamente: su definición y sentido no están acordados, sino en disputa.
Esto nos indica que no siempre hay una identificación con una definición en este tipo
de prácticas, quizá porque no hay un “deber ser” que pueda ser asumido por todos de la
misma manera. En este punto vale la pena preguntarse si un actuar autónomo puede
guiar totalmente la acción política de una comunidad o grupo. Pero la respuesta no es
sencilla, pues, como veremos más adelante, la autonomía se plantea desde una con-
dición paradójica en la que se juegan múltiples condiciones, principalmente, la de un
sujeto que no es total soberano de sus acciones.
No se encuentra en la distinción entre hacker y hacktivista una identidad definida y
acabada, sino que permanece abierta. Justo desde la apertura, y no desde la definición de
una identidad, es donde puede ser más provechosa la reflexión en torno a la autonomía y
la posibilidad de una acción política. No hay una identidad sobre el hacker y el hacktivista,
pero quizá esto sea la mayor de sus ventajas en un mundo cada vez más vigilado.
Las acciones específicas en las que la práctica hacktivista puede constituirse como
un ejercicio político implican una relación con la creación y modificación por la sola
capacidad de hacerlo. Se trata de “un «hacer» sin pedir permiso” (Rovira, 2017, p. 20),
una especie de emergencia que surge de la afirmación misma de la propia potencia.
Esta actitud del hacker frente a la tecnología es rastreada por Rovira a partir del punk y
el “hazlo tú mismo”, o “Do it Yourself ” (DIY), que se refiere al modo de crear, modificar
o reparar objetos sin la ayuda de expertos calificados o profesionales. Este modo de
108 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
vida se asumió en grupos contraculturales desde los años setenta hasta la fecha. Se
basa en “ser capaz de hacer las propias cosas para compartirlas y enseñarlas a otros […]
No depender del dinero, escapar de él y de las marcas. No esperar titulaciones ni auto-
rizaciones” (Rovira, 2017, p. 52). Dentro de la cultura hacker también hay una relación
con los movimientos okupa, los cuales plantean un posicionamiento político respecto
a la toma de terrenos, edificios o espacios deshabitados para usarlos como viviendas
o centros culturales, donde se insertan los hackerspaces. A través del movimiento okupa
se pretende denunciar y responder, desde el activismo, ante el papel de la propiedad
privada en la sociedad contemporánea (Rovira, 2017, p. 51). Desde el punk, pasando por
el movimiento okupa, el hacktivismo refleja una impronta por la reapropiación y la auto-
formación pero, más importante aún, con la creación.
Para entender cómo la creación puede acontecer en el ámbito de la técnica, es ne-
cesario remitirnos a las propuestas de Martin Heidegger (1997), para quien la técnica
sería un ámbito en el que se abre la posibilidad del ser, es decir, de la creación. Bajo este
entendido, la técnica no se piensa solamente como una serie de medios para obtener fi-
nes. Heidegger advierte que si se concibe la técnica como algo meramente instrumental,
entonces todo lo que existe se vuelve potencialmente algo que está dispuesto sólo para
ser usado y explotado con un objetivo ya previamente definido. Así, todo se vuelve una
especie de reserva a expensas de ser extraída y almacenada con el único fin de conseguir
de esto la máxima utilización con el mínimo gasto. El peligro de esta comprensión es
que se olvide el reto que representa la técnica. En ese sentido, se podría decir que los
hackers potencian esta forma de entender de la técnica, es decir, la regresan hacia el
ámbito de la creación. Así, los hackers, al potenciar el uso de los medios, abren nuevas
posibilidades sobre el pensamiento de la técnica pero, sobre todo, abren una posibilidad
de mundo distinta, toda una concepción y posicionamiento frente a un mundo que ya
no se presenta como algo que está a disposición para ser usado y explotado, como una
simple mercancía, sino que lo llevan a la posibilidad de apertura infinita.

Hackerspaces: vínculos y apoyo mutuo


En un país como México, en el que se sabe que el gobierno ha espiado a ciudadanos, sobre
todo a periodistas,2 se vuelve de suma relevancia la existencia de espacios donde se com-
parta conocimiento sobre seguridad, privacidad, distribución de la información y espio-
naje en el ámbito digital. Los hackerspaces, que no suelen ser financiados por la iniciativa

2 Al respecto pueden consultarse las investigaciones y declaraciones de los periodistas que fueron espiados
a través del software Pegasus, mismo que, al invadir su teléfono a través de un mensaje de texto, tenía ac-
ceso a la cámara y micrófono del teléfono celular. Véase: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-lati-
na-40336088

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 109
privada ni cuentan con apoyos económicos que garanticen su permanencia, emergen en
condiciones donde tienen una alta probabilidad de desaparecer, pero logran mantenerse
a través del apoyo mutuo de sus miembros. El apoyo mutuo nos remite a lo que ya Piotr
Kropotkin había señalado respecto a la concepción darwiniana de la evolución. En su in-
terpretación, la “lucha por la existencia” a la que Darwin hizo referencia tiene un compo-
nente poco estudiado y remarcado: la sociabilidad como la mejor arma para la adaptación
al medio y la superación de las condiciones de vida en cada ocasión. Es desde el trabajo
en conjunto y no únicamente desde la competencia como surge otro entendimiento de la
formación de sociedades: “Para el progreso industrial, lo mismo que para cualquier otra
conquista en el campo de la naturaleza, la ayuda mutua y las relaciones estrechas sin
duda fueron siempre más ventajosas que la lucha mutua” (Kropotkin, 1989, p. 285). En ese
sentido, quizá podríamos ver el apoyo muto como la mejor posibilidad de sobrevivir en
contextos económicos y políticos como el nuestro, o tal vez incluso la única.
La importancia de los hackerspaces no sólo se da en el ámbito de la experimenta-
ción con la tecnología y el apoyo mutuo, sino que también hay un posicionamiento
político que, como vimos, tiene una herencia del movimiento punk y okupa, donde ne-
cesariamente hay un rechazo por las normas que el capitalismo impone para los ob-
jetos tecnológicos y la vida en general. Aunque este posicionamiento sea asumido de
distintas maneras, es importante señalarlo como una característica de estos espacios.
En ese sentido, un hackerspace es distinto a un makerspace, o espacio donde se hacen y
modifican cosas. Estos lugares pueden ser promovidos por iniciativa privada, el Estado
o por universidades donde se cumplen las condiciones para experimentar con diversos
artefactos tecnológicos. Son espacios que no están ligados necesariamente a una postu-
ra política pero que le deben su origen a los hackerspaces creados desde la marginalidad y
precariedad. En los makerspaces se realiza una experimentación con la tecnología, pero
carecen del espíritu político que caracteriza a los hackerspaces, pues las condiciones de
los primeros están ya financiadas y aseguradas, sus posibilidades de existencia no se
construyen necesariamente a partir de la contribución de sus miembros, no surgen
de colaboraciones autogestivas ni se comparte un interés por el pensamiento sobre
la autonomía. Se trata de un experimentar la tecnología por el simple hecho de expe-
rimentarla, sin cuestionar cómo esa actividad tiene repercusiones sociales o políticas
(Rovira, 2017, p. 125). La diferenciación entre un espacio y otro se da por el posicio-
namiento político sobre la tecnología misma, sobre artefactos específicos y el tipo de
restricciones que imponen al querer modificarlas. Así, no se trata sobre los aparatos
mismos, sino sobre la decisión sobre cómo relacionarse con ellos. De ahí la relevancia
de tomar un posicionamiento y entrar en una discusión que no se hace necesariamente
en todos los espacios donde se fomenta la experimentación de la tecnología.
110 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
En los hackerspaces se juega un poder de decisión en el que se admite que no puede
escaparse totalmente de las determinaciones que implican el uso, por ejemplo, del In-
ternet, ya que se tiene que tener un contrato con una empresa para poder tener acceso
al servicio, pero que a pesar de eso se puede realizar al menos un “hack”, es decir, un
golpe que haga funcionar las cosas y las dinámicas de relación de otra manera. Esto se
observa, por ejemplo, en la forma de aprender y acercarse a la tecnología misma, pues
se realiza de manera comunitaria, es decir, compartiendo saberes. Así, en estos espacios
la tecnología se presenta como una herramienta para alcanzar un momento en el que
podemos elegir tomar decisiones y crear otras formas de apropiación de ésta.
En los hackerspaces también se llevan a cabo reuniones periódicas donde se convoca
tanto a hackers, hacktivistas y público no especializado. Se trata de los llamados hackmee-
tings, del inglés meeting “reunión” y hack como abreviación de “hacker”. En estas reuniones
se llevan a cabo talleres y conferencias relacionadas con el uso libre de la tecnología, por
ello, se promueve el uso de software libre, la seguridad digital para activistas y la elaboración
de medios libres. Los hackmeetings dan cuenta de la importancia del encuentro físico, del
habitar y compartir un espacio común por algunos días. Así se hace visible la importancia
de los vínculos que no están separados de la convivencia digital. Los hackmeetings se carac-
terizan por ser organizados de manera autogestiva, es decir, no cuentan con patrocinios de
empresas ni del gobierno, además son gratuitos y se realizan en lugares públicos o edificios
okupados. En su lógica de organización se establece la asamblea como la forma en la que se
toman decisiones sobre cómo se llevará a cabo el hackmeeting, así se establece una relación
directa entre los que organizan y los que asisten, rompiendo la relación del anfitrión-asis-
tente y del maestro-alumno. En México los “hackmitines”, como decidió llamársele para ha-
cer referencia a los mítines políticos, se han llevado a cabo en Oaxaca, el Estado de México,
Chiapas, Puebla, Colima y, en el 2017, en la Ciudad de México (Pirra, 2017).
Para entender lo que se busca cuando se conforman comunidades como éstas y
cómo es posible que en ellas se dé el trabajo en conjunto, vale la pena primero traer a la
discusión la propuesta de Raymundo Mier, quien define al vínculo como:

[…] una forma de alianza, de juego de diferencias recíproca, de concurrencia afectiva some-
tida a la determinación ética del reconocimiento de una composición pasional conformada
por reglas contingentes, pero adecuadas a la ocurrencia de afecciones. Las reglas del vínculo
se hayan sometidas a una exigencia de inteligibilidad en un acontecer de la reciprocidad
modelado según reglas sometidas a la exigencia pasional singular, a sus tiempos, momen-
tos y duraciones. Así, vínculo se opone a relación, que supone una dinámica de delimitación
y reconocimiento de identidades mediante una estructura instituida de normas, y de las
significaciones, valores y horizontes teleológicos derivados de éstas (2009, pp. 119-120).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 111
La existencia siempre es compartida, pues existimos sólo en la medida en la que
estamos vinculados con otros, ya que cada ser existente se coloca “con” y “entre” otras
existencias. Cada existencia es singular y finita. La existencia de algo individual y sepa-
rado del vínculo “con” algún otro no tiene lugar. Por ello, existir es exponerse a otros y
estar con otros. Así, lo que forma a una comunidad es el vínculo de alteridades, múl-
tiples “otros”. Mientras la noción de relación nos centra en un ámbito de identidades,
la de vínculo se acerca más a las diferencias que se encuentran no para crear una iden-
tidad, sino para construir distintos modos posibles de experiencias. Las identidades,
no importa cuáles sean, sólo abren paso al cálculo como ejercicio de control, pues se
someten a sus caracterizaciones y límites. Para escapar del cálculo habría que intentar
escapar de la identidad y apostar por la experimentación constante que nos permita no
ser atrapados tan fácilmente. Es ahí donde resuena la importancia de que la identidad
hacker y hacktivista sea siempre ambivalente. Y es ahí también donde la reunión de cor-
poralidades en torno a la decisión política comunal cobra importancia.

Contra la lógica del control


En el lado contrario, cuando nos referimos al cálculo como ejercicio de poder, habría
que remitirnos al breve texto de Gilles Deleuze “Post-scriptum sobre las sociedades
de control”, (2006), donde este autor diagnosticaba los efectos de la tecnología en una
sociedad donde la vigilancia de los cuerpos y la configuración del deseo se verían deter-
minadas y pasaría a ser un control cada vez más sutil, menos perceptible. Ahora bien,
para entender la propuesta de Deleuze sobre las sociedades de control es importante
revisar lo que Michel Foucault había advertido sobre lo que la antecedía: las sociedades
disciplinarias.
En 1975 Foucault publicó Vigilar y castigar, como parte de sus investigaciones en
el Colegio de Francia, donde aborda el inicio de la sociedad disciplinaria, entre el siglo
XVIII y XIX, dejando atrás las formas de castigo ejercidas directamente sobre el cuerpo
para pasar a la vigilancia interiorizada. Primero debemos señalar que las disciplinas,
a diferencia de los suplicios, es decir, los castigos exhibidos públicamente e infligidos
directamente sobre un cuerpo, suponen métodos más finos y sutiles de dominación
que no son inmediatamente físicos, pues tienen como base todo un mecanismo de
interiorización de la vigilancia que asegura que se cumplan las normas. Las figuras que
ejercen estas técnicas de poder ya no son los verdugos, como en los suplicios, sino los
médicos, policías y educadores, es decir, los expertos que poseen saberes “neutrales” u
“objetivos”. A partir de estos saberes, los expertos producen técnicas, juicios y normas.
Las disciplinas se ejercen de manera constante en cuerpos específicos y cuidan todos
los detalles para hacer de ellos un producto definido, esto es, un artefacto que pueda
112 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
ser controlado. Así, las disciplinas forman una especie de economía o administración
de los cuerpos individuales.
La disciplina se enfoca en las habilidades, movimientos, potencias y resistencias
del cuerpo dócil para fabricar individuos útiles. Es importante señalar que en las disci-
plinas no se detenta una apropiación de los cuerpos, pues no es esclavitud, sin embargo,
se trata de una especie de sujeción disimulada debido a que su forma de dominación es
más refinada. Además, la disciplina no se centra en una institución o un individuo, pues
se expresa mediante una red múltiple de técnicas que implican espacios, instituciones y
discursos. Las técnicas con las que se llevan a cabo las distintas disciplinas constituyen
lo que Foucault llama “microfísica del poder”. Con ésta se hacen visibles esas formas
de disciplina que parecen inocentes o poco importantes pero que van cambiando poco
a poco los modos de dominación y normalización del cuerpo. La distribución de los
cuerpos se da en los espacios disciplinarios. Foucault pone como ejemplos al colegio,
los cuarteles y la fábrica, en donde más que agrupar cuerpos, se trata de vigilar y asignar
a cada uno su espacio específico y determinado, para así poder garantizar su obediencia.
Partiendo de su entendimiento sobre las sociedades disciplinarias, Deleuze (2006)
señaló los cambios que han dado paso a las sociedades de control, y cómo están relacio-
nados con la experiencia de los espacios de encierro (la cárcel, la fábrica y la escuela), y
se expande a todos los ámbitos de la vida, sin que una se tenga que encontrar en ellos
físicamente. Actualmente, por ejemplo, los dispositivos de vigilancia han cobrado una
forma mucho más sutil y están inscritos en todos los aparatos tecnológicos que forman
parte de nuestra cotidianidad a tal grado que nosotros mismos producimos nuestros re-
gistros en redes haciéndonos cada vez más localizables, vigilables e incluso, vigilantes,
pues también nos hemos convertido nosotros mismos en partes activas del panóptico
vigilando las acciones de los otros. Es decir, nos encontramos a la expectativa de expo-
ner al otro al ojo público. En las sociedades de control la materialidad de los “controles”,
junto con sus mecanismos, se va desvaneciendo cada vez más. Cabe señalar que esto
no quiere decir que las cárceles, fábricas y escuelas dejen de existir físicamente o que no
refuercen cada vez más sus modos de represión, sino que es la experiencia de vigilancia
la que se extiende en la vida cotidiana y se presenta a través de otros artefactos.
En las sociedades de control nos enfrentamos a “controles” que siempre están
en continuo cambio y se expresan a través de números. Esto se observa claramente en
las empresas que, como reemplazo de las fábricas, insertan a los individuos en meca-
nismos de rivalidad y competencia por los salarios. Posteriormente, esta dinámica es
interiorizada por los empleados, formando parte de su vida diaria, estén o no en la
empresa, modelando su manera de relacionarse con los demás y, más importante aún,
normalizando sus deseos. Así, se forma una relación, modulada por una cifra, entre el
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 113
mérito y el valor. Los dispositivos de control ya no son palpables, ahora son algorit-
mos, contraseñas, indicadores o cálculos que se expresan como datos. Las máquinas
con las que operan estas sociedades son informáticas, esto implica todo un entramado
de aparatos que están conectados: computadoras, internet, web, servidores, programas,
etcétera. El desvanecimiento de los mecanismos de control se debe a la metamorfosis
del capitalismo en donde el dinero se mueve en grandes transacciones, pero no de ma-
nera física, sino como cifra. Se trata del capitalismo como superproducción que vende
servicios y compra acciones, en él todo se vuelve un potencial servicio. Quizá éste sea
uno de los puntos más desgarradores de las sociedades de control: el capitalismo puede
extenderse a cualquier ámbito de la vida que, automáticamente, adquiere la lógica de la
empresa, es decir, la competencia y la rivalidad. Muestra de esto, nos dice Deleuze, es
el marketing como el nuevo instrumento de control social que incrementa los servicios
que casi de manera obligada tenemos que adquirir. Así, nos encontramos en una conti-
nua sociedad de control, esto es, perpetuamente endeudados.
Deleuze pensaba en el collarín electrónico como un nuevo método de control, pero
esto se hace más evidente hoy en día a través de la extensión casi corporal que repre-
sentan para nosotros los teléfonos celulares y computadoras portátiles sobre los cuales
se nos ha exigido tener siempre a disposición para poder mantenernos al tanto de nues-
tros deberes. Así, ya no se necesita estar en la oficina o la escuela para resolver una tarea
o contestar un correo electrónico, sino que se encuentra siempre dispuesto a trabajar, a
resolver, a insertar la vida misma en la lógica de la empresa. En el régimen escolar surge
la formación permanente que, desde la lógica de la empresa, exige la actualización de los
datos y la producción de artículos, libros o cursos que ya no responden a la investiga-
ción paciente y plena. La experimentación del tiempo también se ve afectada en las so-
ciedades de control, pues ni siquiera concebimos el “tiempo muerto”, uno siempre tiene
que estar al tanto no sólo de sus pendientes laborales, sino que socialmente también se
exige un conocimiento de las noticias más relevantes, de mantener sus redes sociales y
exponerse eventualmente en ellas. En las sociedades de control nos mantenemos siem-
pre en una continua producción.
Deleuze advierte que el cambio de un tipo de sociedad a otra no supone mecanis-
mos más tolerables o violentos, pues cada una se constituye a partir de sus propias
lógicas de dominación y tienen también sus fracturas correspondientes. Es decir, es
posible encontrar las fallas dentro de estos aparatos de vigilancia, pero para lograrlo
es necesario saber cómo funcionan. Se trata, entonces, de entrar en las dinámicas de
las tecnologías de poder, conocerlas, examinarlas, estudiarlas y modificarlas. Esto sólo
puede conseguirse a través de estrategias que surjan de la misma exacerbación de los
mecanismos de poder, es decir, de sus propios riesgos colaterales; uno de ellos, señala
114 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Deleuze, es la piratería, actividad en la que actualmente se expresa el capitalismo desme-
surado pero que también abre la posibilidad de copiar, reproducir y compartir material
sin obtener un provecho económico. Este tipo de intercambio acontece en distintos
espacios de Internet, pero habría un cierto matiz de ello en espacios físicos como los
hackerspaces, en los que uno puede compartir no sólo conocimientos diversos, sino
también material copiado: libros, software, música, películas, etcétera. La existencia
de espacios como estos en México, donde el endeudamiento perpetuo nos ha llevado
casi a olvidar que existe algo más allá de la competencia y que anula cualquier pensa-
miento sobre el apoyo mutuo, nos invita a pensar otras formas de relacionarnos y de
compartir conocimiento.

Aprendizaje entre pares: la decisión por la autonomía


La autonomía se juega en el momento de la decisión, no es un estado permanente en
el que se decide de un instante a otro ser autónomo, sino que se construye a partir de
las decisiones cotidianas, muchas veces contradictorias, que se toman en momentos
determinados. No estamos hablando aquí de un sujeto que hace de su racionalidad
un instrumento eficaz para controlar todas sus acciones y que es guiado sólo por
finalidades, este tipo de sujeto sería aquel que parte de una identidad dada e inmodi-
ficable. Como dijimos anteriormente, no sólo la identidad del hacker y del hacktivista
carece de definición, sino que la noción misma de vínculo evoca el pensamiento de las
diferencias que se encuentran y no de las identidades. La decisión implica una aper-
tura a la posibilidad de la autonomía y ésta deviene un proceso del que no podemos
llegar a ser conscientes del todo, pues no es posible dar cuenta de todos sus efectos.
La decisión es un proceso de vinculación, siempre se es “con”, así la autonomía sólo
puede tener sentido en vínculo con otros. Los vínculos siempre se modifican y a tra-
vés de cada acción, o decisión, se va estructurando la dinámica de la experiencia; “se
trata de figuraciones específicas de potencias diferenciadas en acto. La autonomía
implica el destino de esta conjugación de potencias” (Mier, 2009, p. 84). Así, cada ac-
ción va configurando el sentido de la experiencia de la autonomía misma, de manera
que ésta no se presenta como algo ya dado, sino que está construyéndose continua-
mente, está siempre por venir. La autonomía sólo es posible si se le concibe como
un horizonte y no como algo dado; si se parte de que la acción y la decisión misma
de los sujetos no nacen necesariamente de una razón organizadora y totalizadora; y,
por último, desvinculando a ese sujeto de una identidad perenne e inamovible. En
ese sentido una actitud hacker o un hacktivista puede encontrarse en cualquiera de
nosotros, en la medida en que tengamos una inclinación por crear y modificar desde
nuestras condiciones a las que estemos arrojados.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 115
La autonomía se presenta como un momento paradójico e indecidible porque qui-
záen el momento en el que alguien se enuncia como “autónomo” se sujeta a una serie de
condiciones y expectativas morales que no siempre se pueden cumplir. De ahí que la au-
tonomía se juegue en el terreno del hacer, de la decisión, incluso, sin saber que se actúa
autónomamente. La acción autónoma devendría siempre a través de modos y vínculos
distintos, abierta siempre al acontecimiento de su sentido, exponiéndose como una
forma de vincularse con los otros y no como una condición material que muestre la
liberación del sistema capitalista, sino la infiltración, el juego, la táctica.
Quizá el desarrollo de la relación entre la tecnología y la capacidad de crear rup-
turas en las sociedades de control es la de Peter Lamborn Wilson, mejor conocido por
su pseudónimo Hakim Bey, quien identificó como Zonas Temporalmente Autónomas
(Temporary Autonomous Zone o T.A.Z. por sus siglas en inglés) a aquellos espacios que
posibilitaban un tipo de organización distinta a la lógica de la empresa. Lo que primero
habría que decir sobre una T.A.Z. es que se trata de prácticas de organización mediante
las cuales ocupamos o nos apropiamos de un territorio, ya sea físico o virtual, para
liberarlo. Paradójicamente, la táctica consiste en la disolución de la organización mis-
ma, con el fin de reconstruirse de otra forma en un tiempo y espacio distintos. Sería
una operación clandestina que tiende a su propia segregación. Pero hay que advertir
que, por ello mismo, estos espacios y formas de relacionarse sólo pueden existir por un
tiempo determinado, pues no buscan la permanencia plena. La autonomía es posible
siempre y cuando sea entendida como un momento finito y no como un estado per-
manente, diría Hakim Bey (1996). Manteniéndose entre la visibilidad y la invisibilidad,
esta permanencia en el límite es lo que más conviene a sus objetivos. Hablar en estos
términos nos lanza a pensar otros conceptos relacionados como lo que sería el noma-
dismo, la importancia de lo efímero, el acontecimiento, la potencia de los afectos que
se juegan en estos espacios, etcétera, todos ellos relacionados con la capacidad de crear
vínculos con otros que estén alejados de la competencia y de la rivalidad.
Las zonas temporalmente autónomas no tendrían ningún sentido si no se plan-
tean siempre como algo compartido, es decir, la autonomía se formaría en el vínculo del
aprendizaje con otro, con un par, con un semejante que te acompaña en el proceso
de descubrimiento y experimentación. En esta forma de experimentar los procesos de
enseñanza sobre la tecnología, la relación entre saber y poder se da de manera com-
partida. Se busca que compartiendo el saber sea posible, conjuntamente, cambiar
algo. En ese sentido, se pone en escena una forma de hacer en la que no se necesita un
título o etiqueta oficial que avale el conocimiento, sino que importa el uso de lo que
se tiene al alcance, de las condiciones desde particulares de cada individuo. Tal como
señala Jakob Rigi:
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En la producción de pares, los productores producen bienes colectivamente a través de la
participación voluntaria en un sistema productivo descentralizado, de red. Los voluntarios
escogen las tareas que realizan; la cantidad de tiempo que dedican a la producción colectiva;
el tiempo y lugar de su actividad productiva (2015, p. 114).

La producción entre pares, o peer to peer (P2P), es un término acuñado por Yochai
Benkler, profesor de Estudios Legales Empresariales en la Escuela de Leyes de Har-
vard. Con dicho término describió la forma en la que se produce el software libre o las
wikis, sitios web que pueden ser modificados de manera colaborativa, designándoles
el valor de “propiedad no rival”, es decir, que carecen de costos de reproducción y que,
además, los colaboradores de estas redes no obtienen remuneración alguna (Rigi, 2015,
p. 45). La producción entre pares tenía lugar en las prácticas hackers y hacktivistas an-
tes que Benkler las nombrara así, pues son parte de los valores de la cultura libre, que
apuesta por el acceso al conocimiento y la construcción de éste de forma colaborativa;
oponiéndose a la manipulación y restricción de la información y la comunicación. En
esa medida el software libre se vuelve una herramienta fundamental en el hacktivismo
porque respeta las libertades de los usuarios y establece cuatro libertades fundamenta-
les: Libertad 0 —ejecutar el programa para cualquier propósito. Libertad 1 —estudiar
el código fuente del programa. Libertad 2 —distribuir copias exactas cuando uno quie-
ra. Libertad 3 —distribuir copias modificadas de tus programas para que toda la comu-
nidad se beneficie. Si alguna de estas cuatro libertades falta, ya no se considera software
libre. Dentro de la cultura libre se hace necesario conocer el código con el que están
programados los objetos con los que tenemos una relación cotidiana y en los que ver-
temos información personal, tales como la computadora y los teléfonos celulares. Esto
nos permite tener un conocimiento sobre las restricciones y condiciones a las que nos
sujetamos cuando hacemos uso de ellos, pero también a las posibilidad de decisión
sobre sí, de hecho, pueden llegar o no a ser prescindibles en una sociedad de control.

Conclusión
Ya sea como hackeo, hacktivismo, hackmeetings o hackerspaces, en todas estas prácticas,
acontecimientos o lugares, existe un intento por salir de la lógica de la competitividad,
es decir, generar otros tipos de vínculos basados en el apoyo mutuo. Así, la respuesta a la
pregunta acerca de si es posible que existan espacios y vínculos que no estén supeditados
a la rivalidad y la competencia sería positiva. La apuesta siempre será afirmativa, aún en
el peor de los panoramas, pues la creación a través de la técnica abre una brecha de po-
sibilidades de experimentar el mundo de otra manera. Por supuesto, esto presenta un
riesgo, pues dichas posibilidades no pueden ser calculables totalmente, están destina-
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das a ser efímeras, y, sin embargo, debemos mantenernos en el riesgo de la creación. La
experimentación del hacker respecto a la técnica abre caminos, pero no podemos saber
a dónde nos llevarán, estar arrojados a esa incertidumbre nos abre las posibilidades más
genuinas de creación.
En las sociedades de control creemos que somos capaces de decidir, pero ésta sólo
se ciñe a elección entre qué consumir, qué comprar e incluso, contra quién competir.
Si la decisión sólo se restringe a estos ámbitos entonces la posibilidad no sólo de la
autonomía, sino también de la política permanece oculta e inconcebible. De ahí que la
apuesta, dentro de la cultura hacker, sea por la apropiación y la creación, pues mediante
éstas se comienza a esbozar otra forma de vincularse con los otros y lograr un aprendi-
zaje compartido. La posibilidad de crear es lo único que puede trasponerse, aunque sea
efímeramente, a las consecuencias que acarrean las sociedades de control.
La autonomía no es un destino final, sino una experiencia finita que es pura aper-
tura y no implica un camino determinado. La creación misma es apertura y no un fin.
Es bajo esta perspectiva que se pueden entender con una mirada más justa las prácticas
que toman lugar en los hackerspaces, pues aunque no haya una delimitación precisa
sobre cómo y en qué sentido sus prácticas se posicionan políticamente desde una teoría
acabada, como herederas de movimientos sociales como el punk y las okupas, podemos
decir que sus efectos y definición están siempre en disputa y dependen del contexto.
Así, estas nuevas formas de acción política tienen más que ver con ejercicios situados
de aprendizaje y compartición que con relaciones que se pueda calcular o cuantificar.
La reflexión en torno al vínculo entre el uso de cierto tipo de tecnologías como el
software libre, y la posibilidad de la autonomía se muestra, en última instancia, en la ca-
pacidad de tomar decisiones no sólo individualmente, sino también en conjunto. Aun-
que en una comunidad que tenga como objetivo la experimentación y transformación
de la tecnología, como en los hackmitines, converjan contradicciones y dificultades entre
sus miembros, lo valioso reside en la decisión de proyectar su acción a un horizonte
común que todavía se encuentra por venir. Insistimos en este pensamiento del tiempo
futuro porque creemos que es ahí, en lo que todavía no acontece, pero que es posible,
que tiene sentido la pregunta por la autonomía y el hacer político.

118 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 119
COMENTARIO AL TEXTO

LA AUTONOMÍA Y LAS POSIBILIDADES


DE ACCIÓN POLÍTICA EN LA CULTURA HACKER

Raymundo Mier Garza

Es preciso admitir que comprender las condiciones políticas y sociales impuestas


por la naturaleza y el ritmo de las transformaciones tecnológicas contemporáneas
requiere un particular esfuerzo de lucidez y, también, reclama un particular esfuer-
zo de creación conceptual. La naturaleza de las transformaciones tecnológicas y de
la expansión de su implantación mundial, capaz de afectar prácticamente todos
los dominios de la experiencia individual y colectiva no se deja circunscribir en
los marcos de las teorías canónicas vigentes ni en los marcos de la segmentación
disciplinaria que delimita la fisonomía del trabajo académico y la reflexión social,
filosófica, psicológica y antropológica contemporáneas.
La transformación de las prácticas involucradas en la esfera de los desarrollos
tecnológicos abre, por su relevancia, una vía no sólo para una reflexión política ori-
ginal, sino también para prácticas políticas de una fisonomía y unos alcances difí-
cilmente reconocibles desde las perspectivas de los análisis contemporáneos. Esta-
mos ante una condición que no coloca en situaciones, sino de un pensamiento casi
ineludiblemente especulativo, cuando menos de una formulación de acercamientos
conjeturales que reclama un rigor y una construcción extraordinariamente sutil.
Entre las condiciones contemporáneas advertimos una paradoja con alcances
políticos de enorme relevancia: la diseminación potencial y parcialmente “no con-
trolada” —y acaso no controlable— de los dispositivos informáticos y de control.
Esta tensión de carácter paradójico acarrea otra, la “diseminación diferencial” de
los medios de operación, de participación, de conocimiento, y de capacidad creativa
asociadas a las distintas etapas de desarrollo de las tecnologías; y una diseminación
no menos diferencial que la capacidad de “intervención social” derivada del cono-
cimiento y de las potencias surgidas de la apropiación diferencial de los saberes y
los medios tecnológicos.
120 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Una de las prácticas, si no inéditas cuando menos surgidas con rasgos propios,
singulares y novedosos, es la de la intervención individual y colectiva en la creación
de dispositivos lógicos y materiales para el uso de los dispositivos ofrecidos por la
creación tecnológica contemporánea, es decir, la intervención en el dominio de sa-
beres informáticos —tanto software como hardware— para implantar un régimen
no convencional de apropiación y de uso —deliberadamente o no— político de
esos dispositivos: los llamados hackers y la práctica abiertamente política de esta
intervención, el hackeractivismo.
El trabajo de Stefanía constituye un acercamiento tanto participativo como
reflexivo, inscrito en las zonas convergentes de la reflexión política, filosófica y
antropológica a los movimientos sociales orientados privilegiadamente a estas
prácticas. Esta inscripción de un acercamiento en las zonas limítrofes de la orien-
tación disciplinaria de los análisis contemporáneos resulta de enorme fertilidad,
no sólo por la información que aporta sobre los movimientos mismos, sino por las
interrogantes que abre para la reflexión sobre las expresiones de lo político en las
sociedades contemporáneas.
La reflexión de Stefanía permite identificar tópicos cardinales en la reflexión
contemporánea sobre las encrucijadas de la relevancia de la operación y apropia-
ción tecnológica en la creación de vías políticas inéditas.
En la medida en que la creación, la operación, el dominio, la distribución y la
apropiación tecnológica suponen no sólo un conjunto de capacidades, competen-
cias y desempeños individuales, sino también modos colectivos del vínculo que
supone la circulación de saberes, de acciones prácticas, de potencialidades de crea-
ción colectiva, da cuenta también de un modo particular de reorientación de las
prácticas políticas colectivas. Involucra, en su aprehensión crítica, una clara rele-
vancia y redefinición de la noción de autonomía que, al sustentar el conocimiento,
operación y uso de la tecnología, abre la vía a un juego inédito de potencialidades
políticas de los colectivos. La noción de lo político, en estricta relación con la ca-
racterización de la autonomía de los procesos de vínculo y acción colectivos, tam-
bién supone nuevos acercamientos y consideraciones problemáticas que Stefanía
bosqueja. La naturaleza misma de los procesos colectivos se pone en cuestión y
reclama también nuevos esfuerzos de conceptualización.
En este acercamiento a la técnica la autora no únicamente apela, como parece
inevitable hacerlo, a las propuestas de Martin Heidegger, sino también, en virtud
de los modos de operación y acción de los hackers, asume tácitamente la necesidad
de su replanteamiento a la luz de las múltiples recuperaciones, polémicas y críticas
a las que ha dado lugar la tecnología, específicamente informática contemporánea,
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 121
en relación con la fisonomía histórica de los desarrollos tecnológicos, políticos y
sociales contemporáneos.
Más aún, la reflexión crítica sobre la tecnología, a partir de la relevancia de los
acercamientos de Foucault y Deleuze, abre una vía a la comprensión múltiple de
la tecnología que compromete nuestras nociones de disciplina, exclusión, control,
gubernamentalidad, y también a una revisión de las dinámicas de subjetivación y
de individuación inherentes a los procesos políticos contemporáneos.
La contribución de la autora apunta asimismo a una de las facetas más de-
licadas que aparece con el análisis de las condiciones imperativas con las que se
implantan los procesos informativos y normativos en la sociedad contemporánea,
a partir de su apuntalamiento y su conformación constitutiva por los procesos de
naturaleza tecnológica en el campo de los ordenamientos simbólicos.
El acercamiento que se hace a los agrupamientos y las formas colectivas de
organización surgidas a partir de la posibilidad de intervención tecnológico-infor-
mática —los hackers y el hackeractivismo— dibuja ya perfiles diferenciados y polí-
ticamente diferenciados de la acción política, que ofrece condiciones inéditas para
la autonomía colectiva contemporánea y nuevos dominios y formas de ejercicio de
las libertades y horizontes de la emancipación. Involucran incluso modos de acción
clandestina y operaciones efímeras de corte táctico asimilables a cierto “guerrille-
rismo” tecnológico —que remite a una genealogía muy interesante, por cierto, in-
cluyendo la lucha guerrillera en la Guerra de Argelia— como el planteado por Peter
Lamborn Wilson, mejor conocido por su pseudónimo Hakim Bey, quien identificó
como Zonas Temporalmente Autónomas (Temporary Autonomous Zone o T.A.Z.)
que supone una intervención simbólica y también territorial, política y organizati-
va con perfiles efímeros y en un permanente devenir.

122 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
123

EL MEME CONTRA EL MEME: CONSONANCIAS


AFECTIVAS EN TORNO AL 19S. UNA PARADOJA
CONCEPTUAL

Úrsula Albo Cos1

Resumen
En este texto se propone una reflexión en torno a la búsqueda de los antecedentes del
concepto ‘meme’ en el ámbito científico como analogía y no de manera lineal histórica,
para así entender el concepto en relación con los medios conectivos y su uso en el sen-
tido común. El punto de partida es la paradoja entre dos usos diferentes de la misma
palabra en dos esferas distintas-la científica y la del sentido común. A continuación, se
realiza un rastreo del origen del concepto meme, sus diversas acepciones, así como las
corrientes a las que ha dado pie y sus primeras apariciones en el mundo del Internet.
Finalmente se retoma el ejemplo del uso de memes en los medios conectivos el día del
sismo del 19 de septiembre de 2017 (19S) en la ciudad de México, analizado a través de
los rituales de interacción que derivaron de dicho suceso.

Palabras clave
Meme, medios conectivos, Internet, 19S.

Introducción
Una gran mayoría de los internautas creemos identificar lo que sí es o no un meme; sin
embargo, en las definiciones provenientes del lenguaje científico pueden desdibujarse
ciertos elementos descriptivos, teniendo así los memes otras características alejadas
del humor, de las imágenes graciosas o breves videos e incluso su capacidad para nom-
brar lo políticamente incorrecto. Es decir, el meme como lo entendemos en el lenguaje

1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: ursuacht@hotmail.com
del sentido común —como lo utilizamos en la vida cotidiana sin saber nada de teoría
memética— es un formato que nace en los medios conectivos2 (van Dijck, 2016) em-
pelados por los prosumidores, mezcla entre productores y consumidores usuarios de
Internet, (Burns, 2008).
Existen ciertas huellas compartidas de ambas conceptualizaciones y hay que iden-
tificar también cuáles son sus diferencias. Es así como el rastreo de los antecedentes
de la palabra meme y de su significado original se vuelve una búsqueda analógica y
no histórica lineal. Un acontecimiento que nos permite ver la paradoja entre dos usos
diferentes de la misma palabra en dos esferas distintas-la científica y la del sentido co-
mún— fue el sismo que ocurrió en la ciudad de México el día 19 de septiembre de 2017.
Para mostrar dichas diferencias se retoma el surgimiento del concepto meme, para
posteriormente realizar un breve recorrido por su evolución en la esfera científica y así
rastrear el uso de la analogía del concepto de la que nos servimos para desplazar su sen-
tido a una forma nueva en el lenguaje del sentido común, siendo éste lo que los prosumi-
dores identifican como formato ‘meme’ en su uso dentro del Internet. Subsecuentemente
se presenta una primera exploración sobre publicaciones de Facebook respecto a memes
del día 19 de septiembre de 2017, fecha en la que el sismo provocó la pérdida de vidas, así
como de bienes materiales en la ciudad de México, y en cuyo marco la reprobación al hu-
mor se hizo evidente dos días después del evento también a través de memes, pero de un
tipo distinto al que estamos acostumbrados a concebir desde el sentido común.
Para cerrar este texto, se explica la respuesta con respecto a la reprobación del hu-
mor en el meme, paradójicamente visto en un comportamiento replicado memética-
mente, a partir de la propuesta de análisis de los rituales de interacción de Randall
Collins (2009).

Paradojas lingüísticas
El lenguaje es un elemento fundamental que construye las relaciones sociales, así los
hablantes del lenguaje van formando realidades. Por lo tanto, desde esta proposición
puede haber varias realidades posibles (Hughes y Sharrock, 1999). Esto nos lleva a un
campo movedizo en donde las implicaciones relativistas nos colocan dentro del terreno
de “lo que puede ser verdadero en una realidad es independiente y diferente de lo que es
verdad en otra” (Hughes y Sharrock, 1999, p. 337), incluso cuando haya ciertas analogías
entre lo que significan.

2 En lugar de medios sociales, la autora propone medios conectivos ya que argumenta que lo social se ha con-
vertido en una serie de reconfiguraciones computacionales (van Dijck, 2016). (Sería conveniente, si así es, que
se dijera que retoma la noción de van Dijck en el sentido de… o entendiendo por…)

124 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
De tal manera, lo que le da significado a las palabras está determinado por la natu-
raleza de la realidad en la que son empleadas. Así, “las palabras sólo son nombres y sus
significados quedan determinados por la naturaleza de la realidad a la que se refieren”
(Hughes y Sharrock, 1999, p. 346), reflejando así la estructura de nuestra realidad a
través de las conexiones con otras palabras a las que las relacionamos. Es así como su
desempeño está determinado por las combinaciones empleadas; es decir, todo un tejido
en conjunto aunado a las cosas que hacemos. Lo anterior involucra completamente un
contexto determinado, así como entrelazado para darle un significado y adherir éste a
una palabra y a una cosa específica como vínculo.
Hughes y Sharrock sostienen, siguiendo a Wittgenstein, que “el significado de las
palabras es su lugar dentro del lenguaje, y que su significado se deriva del papel de
las palabras en las actividades de la gente” (1999, p. 350). Las tecnologías de la comu-
nicación, sobre todo con respecto al tema que nos atañe en este trabajo que son los
medios conectivos, han generado nuevas actividades de la gente y les han dado un dis-
tinto sentido a otras. Por lo tanto, la necesidad de utilizar las palabras conocidas para
insertarlas en el lenguaje del sentido común ha sido avasallante, de tal suerte que su
significado se ha adecuado para que puedan empatar con dichas actividades.
Algunas analogías se presentan de forma más clara y otras no tanto, como lo es el
‘ratón’ en el lenguaje computacional y el ‘ratón’ dentro del lenguaje del reino animal. Sin
embargo, así se comienza a construir una variedad de juegos lingüísticos que tienen sus
orígenes en esferas específicas y diferentes. Algo similar le sucede a la palabra ‘meme’, que
es tomada de la esfera científica de la sociobiología, para referirse a un formato con carac-
terísticas específicas en la esfera del sentido común, como parte de las actividades que se
pueden llevar a cabo gracias al Internet, a diversas plataformas y a los medios conectivos.
Por tanto, el significado de la palabra meme en la esfera científica, basada en su repli-
cabilidad y brevedad, es asociada con el significado del sentido común, aun cuando con-
tenga atributos completamente diferentes. En este entendido resulta arriesgado intentar
rastrear el concepto de forma histórica lineal, por lo que propongo tratarlo como analo-
gía, es decir desde una perspectiva que tiene funciones parecidas, pero en distinto tipo
de esfera lingüística. De esto resulta que para cada conjunción de actividades de la gente,
corresponda un significado particular.
Así, las creencias científicas y los tan elogiados logros de esta esfera, no tienen
necesariamente el uso correcto del significado de las palabras, ya que “no son mejores,
no son más ciertos o seguros que los de cualquier otro [uso]” (Hughes y Sharrock, 1999,
p. 335), como es el de la esfera del sentido común. Esto hace que la diversidad de asocia-
ciones de palabras a través de significados a cosas específicas sean todas ellas válidas,
ya que identifican distintas realidades que suceden en cada esfera.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 125
Los orígenes de la palabra meme
Desde la biología, la sociobiología y el evolucionismo antropológico se da la primera
aparición de la palabra y el concepto de meme. La idea nace del trabajo de Richard Daw-
kins expuesto en su libro The selfish gen (1976), en donde uno de sus fines principales
fue “popularizar ideas complicadas, para escribirlas en un lenguaje no matemático, pero
sin perder su esencia”3 (Dawkins, 1976, p.22), buscando evitar su sobre-simplificación.
Con el propósito principal de examinar la biología del egoísmo y el altruismo (Daw-
kins, 1976), el autor propone por primera vez el vocablo “meme”. En un pequeño capí-
tulo explica su perspectiva sobre la forma en la que la cultura se transmite de manera
similar a la información genética, básicamente en una lucha de conservación, e incluso
propone que si las condiciones cambian, la cultura también evoluciona (Dawkins, 1976).
Así, el autor consideró que al establecer una analogía entre genes y cultura, se nece-
sitaba un nuevo pronombre para llamar a esta forma de replicación cultural. Él buscaba
una palabra que hiciera referencia a la unidad mínima de cultura transmisible o de imi-
tación, de tal suerte que retomó la palabra ‘Mimema’ del griego, que quiere decir: aquello
que es imitado. Sin embargo quería que fuera una palabra monosilábica que se pareciera
a gene lo cual lo llevó a reducirla a “meme” (Dawkins, 1976), y aprovechó que en francés
suena a méme, que traducido significa: lo mismo.
Respecto a los memes, el autor señala que éstos pueden ser tonos musicales, ideas,
incluso científicas, frases hechas, ropa, modas, formas de hacer cosas como vasijas o
arcos de caza; es decir todo aquello que pueda ser propagado como lo hacen los genes,
pero en lugar de ser transmitidos de cuerpo a cuerpo por vía de los espermas o los
huevos, los memes se propagan de cerebro a cerebro gracias al proceso de imitación que
pasa de uno a otro cerebro como un virus que influye en el mecanismo genético de su
célula residente (Dawkins, 1976). Algunos ejemplos de memes son: el persignarse, las
primeras notas del himno a la alegría, la moda de utilizar cierto tipo de barba o algún
corte de cabello en específico, la forma de cocinar y servir el arroz.
Para ello es fundamental la comunicación entre uno y otro cerebro, de lo contrario
nunca sucedería el proceso de transmisión o imitación. Otro elemento característico
del meme es su valor de sobrevivencia, el cual depende de su atractivo psicológico para
poder propagarse (Dawkins, 1976). Así, algunos memes perduran en la historia de la
humanidad mucho más que otros, como la idea de Dios, por ejemplo. También están los
que se desvanecen en el tiempo como son las modas, de tal suerte que algunos tienen
más éxito en la alberca de los memes, como llama el autor a ese mundo vasto de informa-
ción que está yendo y viniendo constantemente y que busca ser transmitida o imitada.

3 Esta cita y las siguientes correspondientes a este texto son de traducción propia

126 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Las características taxonómicas de transmisión del meme se vuelven fundamentales
para poder estudiarlos. Richard Dawkins (1976) propuso tres dimensiones: fidelidad, fe-
cundidad y longevidad, a las cuales Raquel Da Cunha (2007), de acuerdo al contexto históri-
co de la globalización, agregó una más a la que nombró alcance. Así la fidelidad se refiere a
la cantidad de modificaciones con las que un meme es replicado; en cuanto a la fecundidad
se trata de la velocidad; mientras que la longevidad, es cuando un meme perdura a lo largo
del tiempo; por último, el alcance tiene que ver con la cobertura geográfica o de círculos
sociales concretos en los que un meme es replicado, desde lo muy local y específico a lo
global general. Sin embargo, estos dos autores dejan de lado la pertinencia temporal, misma
que resulta fundamental para la replicación del meme, por ser un tema que se vincula con
agendas mediáticas, políticas y sociales; con emociones e incluso con poder, pero dicho
tópico lo desarrollaré con mayor precisión en la tesis de la que se desprende este artículo.
De tal suerte que “estamos construidos como maquinas genéticas y culturalizados
como maquinas meméticas” (Dawkins, 1976, p. 201). Si bien Dawkins no lo menciona,
un antecedente principal que aporta a la idea de replicación fue realizado a principios
del siglo veinte por el sociólogo, criminólogo y psicólogo social, Gabriel Tarde (1903),
quien trabajó en la noción de sociedad como imitación, contribuyendo a la teoría mi-
mética con gran cantidad de bases sociobiológicas. El autor considera la imitación como
una forma social, al igual que cualquier otro modo de actividad universal que se ve en
la repetición interminable de la naturaleza y que tiene que ver con el patrón de vida y
muerte (Tarde, 1903).
A partir de estos antecedentes, nace la palabra ‘meme’ y su noción como forma de
propagar información, idea que es heredada desde la biología a la antropología con la
finalidad de explicar más a fondo el Darwinismo, e incluso cuestionar sus postulados
en muchas otras áreas como la social. Esto le dio posibilidades al meme de expandirse,
de evolucionar e incluso, de ser propuesto y cuestionado como teoría.

La evolución del concepto meme en la esfera científica


Al igual que los genes, el meme al ser una idea científica, o un meme en sí mismo,
evolucionó. Fue retomado por varias corrientes como la psicología y la inteligencia ar-
tificial con la finalidad de ampliar las teorías y comprender los comportamientos socia-
les. Según José Ivanhoe Vélez (2007), hay autores que defienden a la memética como
una ciencia, ejemplo de ello son los trabajos de Susan Blackmore (2011) y Aaron Lynch
(1998). Existen otras posturas más mesuradas y cuidadosas que la ven como una ciencia
potencial, como lo postulan Daniel Dennett (1990) y Derek Gatherer (1998). Sin embar-
go, también existen quienes le hacen fuertes críticas como ciencia y que consideran que
la memética se encuentra muy lejos de serlo (Sperber, 2005; Boyd y Richerson, 2003).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 127
De acuerdo con Vélez (2007), existen dos grandes divisiones entre los autores que
consideran a la memética como ciencia, principalmente están los “mentalistas” y los
“conductistas”. Las corrientes mentalistas consideran que los memes son una propiedad
del cerebro, y que se ven reflejados en forma de ideas o de configuraciones neuronales
(Vélez, 2007). Así, los memes en realidad son impulsos eléctricos mentales como lo
considera Robert Aunger, quien los estudia desde esta perspectiva en su libro The Elec-
tric Meme (2002). A partir de ello, deduce que en realidad los memes tienen existencia y
comportamiento físico en el cerebro.
Aunger parte de la necesidad científica de una representación física de la informa-
ción, por lo que toma en cuenta que cada impulso eléctrico o neuro-meme puede tener
diferentes efectos dependiendo del contexto, ante lo que funcionan como memorias en
un sentido general. Por ello esta perspectiva no asume que la replicación sea la princi-
pal forma en que se procesa información en el cerebro. De este modo, los signos o las
señales, como las palabras o acciones pueden ser instigadores o catalizadores (Aunger,
2002, citado en Vélez, 2007), es decir, una forma indirecta en que los neuro-memes in-
teractúan con el exterior, y pueden llegar a provocar el surgimiento de un neuro-meme
hermano en otro cerebro. Éstos se replican por medio de instigadores supermoleculares
como son las señales-estímulo, sin embargo al ser procesos físicos de la mente, siempre
hay que tener en consideración los efectos e influencia psicológica que ejercen en la
historia, así como la trayectoria evolutiva y no limitarlos a un mero comportamiento
fisiológico epidémico.
Por otro lado, las corrientes conductistas consideran que la única forma de estudiar
los memes es a través de sus efectos, como conducta o artefactos, siendo dichos resul-
tados los que se deben considerar como memes (Vélez, 2007), ya que la noción de meme
como “idea” puede resultar demasiado abstracta para ser trabajada científicamente. En-
tre otros conductistas Vélez señala a Susan Blackmore (2003) quien considera que:

[…] una vez que se tiene una buena maquinaria para imitar, no sólo cosas útiles, sino
también comportamientos no necesariamente útiles como rituales o música, los repli-
cadores meméticos dejan de ser dependientes de los genéticos, aunque las reglas de
la selección, variación y herencia siguen aplicando. De este modo, surge el lenguaje y la
escritura, que permiten una mayor precisión sobre lo que se imitará, con lo que vuelven
a las memes más perdurables y con mayor facilidad de transmisión (Blackmore, 2003,
citado en Vélez, 2007, p. 41).

A partir de que se agrega el lenguaje y la tecnología, las cosas cambian para el


meme, pues es gracias a estos dos elementos que se pueden hacer registros y archivar
128 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
para prolongar la vida de éste. Precisamente es Blackmore quien pudo llevar a cabo va-
rias predicciones con respecto a la tecnología y el meme.
En esta misma corriente conductista, siguiendo a Vélez (2007), Heylighen y Chie-
lens (2008) afirmaron que para que la replicación de los memes se dé, es necesario
que puedan ser asimilados, retenidos, expresados y transmitidos. Estos elementos
de replicación los utilizaron como indicadores para diseñar fórmulas que determi-
naran la aptitud de longevidad de los memes, y pudieran así mostrar su dinámica de
difusión.
Básicamente, para entender la diferencia entre estas dos corrientes, el mentalismo y
el conductismo memético, es útil volver a emplear la analogía biológica, pues mientras el
mentalismo busca estudiar los genes —impulsos eléctricos en el cerebro—, el conduc-
tismo busca conocer a los organismos que los portan —conductas o artefactos— que
tienen información cultural (Vélez, 2007). Frente a estas dos grandes divisiones, Kate
Distin en su libro The Selfish Meme (2005) llega a un punto medio entre los mentalistas
y los conductistas, afirmando que no cualquier tipo de replicación es relevante para la
cultura humana, agregando un elemento más a la noción, el de conciencia.
Así la autora propone que a pesar de que la conciencia es algo independiente de los
memes, ambos —memes y conciencia— influyen de manera notable en el comporta-
miento de las personas. A su vez, Distin (2005) utiliza el concepto del fenotipo extendido
frente al cual concluye que los memes pueden tener representaciones tanto en forma
de ideas dentro de la mente, como en forma de comportamiento, o de artefactos con contenido
representacional como son los libros (Distin, 2005) fotografías, grabaciones, audiovisua-
les o publicaciones en Facebook, entre muchas otras.
Según la autora, el meme se caracterizan porque: a) debe contener información;
b) debe estar determinado, de modo que exista la posibilidad de selección; c) debe ser
replicable, los organismos deben tener la capacidad de modificar su comportamiento
con base en las variaciones de otros organismos; d) del mismo modo, los organismos
también tienen requisitos necesarios, no suficientes, para que puedan hacer uso de
replicadores mentales como:

• Conciencia sobre las actividades y percepciones propias, así como de sus


compañeros.
• La habilidad de relacionar dichas percepciones con los individuos.
• Un razonamiento de medios-fines que indiquen por qué conviene hacer esa relación.
• La capacidad de recordar la secuencia de eventos que sucedieron (Distin, 2005, p. 128).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 129
Asimismo, podemos ver que los memes necesitan capacidades mentales, de con-
ciencia y de interacción, como forma básica para su replicación, e incluso su evolución.
Pero ¿qué pasa cuando para lograrla se ha utilizado a la tecnología de la comunicación
con la finalidad de quitar limitaciones al proceso comunicativo de interacción? ¿Qué
pasa cuando la cultura puede ser comunicada y replicada una y otra vez gracias a es-
tos dispositivos tecnológicos que permiten la digitalización? Es ahí cuando la sociedad
cambia sus formas de relacionarse, de tal suerte que también cambia en las formas de
transmisión cultural, por lo tanto el meme tiene otro impacto en cuanto a su fidelidad,
alcance, fecundidad y longevidad, ya que puede ser respetado tal cual o hacerle varia-
ciones, desde lo grupal local o tener el potencial de llegar a lo masivo global. Así puede
ser transmitido en cuestión de segundos o hasta en meses, también la tecnología le da
la capacidad de ser archivado para estar ahí en el momento que lo queramos consultar,
a cualquier hora del día, desde cualquier lugar del mundo a través de un dispositivo que
esté conectado al Internet. A continuación hablaremos del factor tecnológico y de su
impacto para la replicación del meme.

La tecnología de la comunicación y el meme


De acuerdo con Vélez (2007), desde la perspectiva de los conductistas, la cultura humana
es un fenómeno que emerge de la interacción entre personas, memes y sus construccio-
nes o artefactos. Para lograrlo, como bien lo expresan los mentalistas, es fundamental la
comunicación entre cerebros, por lo tanto desde los sentidos de nuestro cuerpo, el len-
guaje, la computadora de escritorio o hasta el teléfono móvil inteligente, sirven para
lograrlo.
La tecnología utilizada para la comunicación ha sido objeto de muchos estudios y
teorías, desde aquellas que tratan sobre los medios masivos, hasta las que analizan el
World Wide Web (www) y los medios conectivos en su dimensión de auto-programación
de contenidos interpersonales, grupales y masivos en un mismo espacio. Estos últimos
medios tienen el potencial de que los usuarios, al contar con acceso a la tecnología, pue-
dan crear su propio medio de información y una programación específica. Sin importar
el tipo de comunicación mediada por la tecnología, el meme ha estado presente desde
sus inicios, ya que “busca dominar la atención del cerebro humano, tiene que hacerlo
a expensas de los memes rivales” (Dawkins, 1976, p. 197). Así que el meme utiliza a la
tecnología para propagarse, como el fonógrafo, la radio, el cine la televisión, la publi-
cidad, los periódicos, los libros, YouTube, Facebook, cada una con sus limitantes y sus
virtudes. Éstas, al ser industrias culturales que archivan y difunden ideas, llevan dentro
muchos memes que compiten por mantener su lugar y replicarse constantemente a la
máxima potencia en la mayor cantidad de cerebros/personas posibles.
130 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Esta idea permite darnos cuenta de que lo que actualmente sucede en el ámbi-
to digital con respecto a la difusión de memes, no es nuevo, ni nace con el Internet.
Sin embargo, sus formas y tiempos han cambiado, ya que ahora los usuarios a través
de la tecnología tienen las herramientas para hacer a los memes replicables con o sin
variaciones de manera más fácil y rápida. Al pulsar unos cuantos clics, de manera casi
inmediata, se difunden y replican. De tal suerte que “cualquier usuario de una compu-
tadora digital sabe que tan preciado es el tiempo y capacidad de guardar información
en la memoria” (Dawkins, 1976, p. 197) ya sea medido en megabytes, o en milésimas de
segundo. Esto es lo que en la actualidad nos ofrece la tecnología y pagamos altos precios
por ello: tiempo y espacio.
Es así como “el término ‘meme’, inspirado en la teoría de Dawkins ha sido tomado
en Internet para referirse a las modas en forma de imágenes, frases, videos o música
que se transmiten entre los propios usuarios” (Vélez, 2007, p. 26) dentro del área de
estudios de la inteligencia artificial; pero en realidad el que se emplee este término
en Internet tiene un origen difícil de rastrear. Uno de los primeros registros de su uso
señala a Mike Godwin (1994), un abogado especialista en Internet, que lo empleó para
fundamentar la ley Godwin. Su postulado de ley dice que mientras una discusión en
línea sea más larga, terminará tarde o temprano haciendo referencia a los Nazis o a
Hitler. Él considera la simplificación de la referencia a los Nazis en dichas discusiones
como un meme, siendo éste el primer rastro del uso del concepto dentro del Internet.
Con base en esta idea la transmisión es más fecunda cuando están presentes arquetipos
y estereotipos volviéndose así una condición para la réplica del meme.
De tal suerte que para distinguir los memes que circulan en Internet, Ivanhoe Vé-
lez (2007) propone llamarlos imemes, para así diferenciarlos de los otros que, según el
autor afirma, tienen peculiaridades parecidas a las de los memes, pero no son idénticas
dado el factor tecnológico. De esta manera el autor busca alejarse de “un significado
de la palabra relativamente ingenuo [… alejado de] aquello que en Internet se le llama
meme” (Vélez, 2007, p. 121). Con esta finalidad lleva a cabo un trabajo de separación
del concepto que llama académico y lo que se da en el ámbito de Internet (Vélez, 2012),
llamando imeme a:

[…] aquella información que es copiada a través de Internet por voluntad de los propios
usuarios. En esta definición están incluidas imágenes, videos, frases, textos, hashtags o
vínculos, pero no están incluidas las modas, virus, publicidad no deseada, o en general,
cualquier información que se transmita sin que los usuarios deseen transmitirla (Vélez,
2007, p. 121).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 131
Esto involucra una gran capacidad de agencia de la persona que lo recibe para que
así pueda sobrevivir. Por lo tanto en estos medios conectivos el proceso de apropiación
es fundamental para el meme. Sin embargo, el hecho de que la idea de imeme esté abier-
ta a la información en general lo vuelve un concepto tan amplio, haciendo casi de todo
lo que hay en Internet un imeme. Vélez no es capaz de ver el proceso de comunicación
como lo que está ‘entre’ la información, lo que le crea la necesidad de describirlo en
la noción de imeme. Por tanto, la única limitación sería la voluntad de replicación del
usuario como característica distintiva, lo cual sigue siendo ambiguo y muy abierto. Asi-
mismo, no tiene mucho sentido hacer esta distinción entre meme e imeme ya que, como
vimos en párrafos arriba, incluso en otros medios de comunicación siempre han sido
difundidos los memes a través de las distintas tecnologías.
Los conceptos de meme expuestos hasta aquí son algunos de los más trabajados
hasta el momento en el ámbito de la antropología, la sociobiología, la psicología y la
inteligencia artificial. A continuación revisaremos algunas propuestas que retoman es-
tos ámbitos, pero que buscan acercarse un poco más a lo que la gente, desde el sentido
común, entiende por meme y que principalmente utilizan en el terreno de la Internet.

Acercamiento a un concepto del sentido común del meme


Varios investigadores en el campo de los estudios de la Internet han intentado defi-
nir a los memes acercándose a su contenido específico y buscando sus características
desde la mutación de imágenes y video (Burgess, 2008); su vitalización y superviven-
cia (Brad Kim, 2008; Michele Coscia, 2013); sus formas de mutación como: memeplex,
metameme, holmeme (Pérez, 2016; Brad Kim, 2008); como un recurso expresivo que
forma identidad (Pérez, 2016); desde la perspectiva de los estudios culturales, inten-
tando organizarlos según sus fines: racismo, prejuicio y discriminación, intolerancia,
ambientalismo, valores, protesta (Pérez, 2016); así como desde la importancia de tener
un contexto común para entenderlos, entre muchos otros.
En la misma línea que los anteriores, Michele Knobel y Colin Lankshear (2005) es-
tablecieron ciertos elementos para considerar lo que son los memes en Internet según
la conceptualización de sentido común, llegando a la conclusión de que deben de conte-
ner elementos de humor, poseer una rica intertextualidad, remitir a eventos conocidos
popularmente, iconos o fenómenos; yuxtaposición anómala, usualmente percibida en
las imágenes y características independientes [outliers]. No obstante las virtudes de esta
caracterización tienen carencias en cuanto al formato y modo de replicación.
Una definición que incorpora matices a las anteriores es la enunciada por Jean
Burgess (2008), al describir a los memes como “bromas o acciones que se vuelven am-
pliamente imitadas, y que se propagan a través de redes descentralizadas, presentando
132 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
mutaciones que no pueden ser predichas o controladas por sus creadores originales”
(Burgess, 2008, p. 9). Sin embargo, queda en duda que únicamente sean propagadas en
redes sociales o medios conectivos, ya que actualmente existen sitios en la red a manera
de blogs que también los acumulan, los hacen o sirven para hacerlos con plantillas ya
establecidas y los publican, dedicándose exclusivamente a ello, así como obteniendo
ganancias de la publicidad que en dichos sitios se coloca.
Como vemos, pocos investigadores se han dado a la tarea de hacer que estas defini-
ciones se acerquen a lo que la mayoría de los prosumidores entienden por meme desde
el lenguaje del sentido común, por el contrario, construyen una linealidad histórica del
concepto. Mientras tanto, lo que entendemos por meme en el uso cotidiano tiene una
relación de analogía con el concepto que se utiliza en la esfera científica, así la palabra y
lo que le da otro significado es el papel derivado de las actividades de la gente (Hughes
y Sharrock, 1999) dentro e incluso fuera de Internet, pues como formato ahora se puede
ver en playeras, carteles y otro tipo de impresiones en papel o en estampas que vienen
dentro de las bolsas de las papas industrializadas, entre otros tantos lugares.
Por otra parte, algunos investigadores también han dejado de lado un elemento fun-
damental del meme que se encuentra desde su origen, y es que al ser una unidad mínima
de cultura, tiene como característica importante de su definición la brevedad. Es por eso
que veo la necesidad de conceptualizarlo de forma tal que se acerque más a lo que la ma-
yoría de la gente entiende por meme, intentando conciliar, a través de la analogía, varios
de los atributos que se encuentran en la noción científica, pero que aún siguen haciendo
que exista una brecha con el concepto de meme empleado en la esfera del sentido común.
Así propongo conceptualizar al meme como aquellas imágenes o audiovisuales yux-
tapuestos y breves, editados, con poco texto escrito, pero contundente al saber explotar
el sentido de oportunidad que lo vuelve rico intertextualmente. Se caracterizan por te-
ner un tono humorístico que va desde lo extraño a lo grotesco, pasando por la parodia y
la ironía. Son creados a través de aplicaciones o plataformas en línea y su circulación ori-
ginalmente se da en medios conectivos, blogs y páginas web, aun cuando ya ha transi-
tado a otros medios como la televisión. Este formato es compartido por voluntad de los
prosumidores, otorgándoles a estos últimos una capacidad de agencia en su replicación
y posible edición, ante lo cual, la imagen puede con el tiempo presentar mutaciones
independientes al objetivo primero de los creadores de la imagen original. Asimismo,
contiene eventos, iconos o fenómenos conocidos y experimentados popularmente, es
decir que el meme sólo es posible en el marco de una comunidad de sentido, de tal
suerte que esto es aprovechado por el meme gracias a su mutabilidad que desplaza el
sentido, permitiendo así la catarsis humorística que sólo es posible por el conocimiento
compartido de estos fenómenos y personajes.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 133
Por lo que de aquí en adelante para un manejo claro de los conceptos en el presente
texto, y en este esfuerzo por construir la acepción de meme en su uso dentro de la esfera
del sentido común lo nombraré meme-sc, siendo ejemplos de él las siguientes imágenes. Esto
con la finalidad de evitar confusiones con el concepto empleado en la esfera científica den-
tro de la sociobiología, la antropología, la psicología o incluso la inteligencia artificial del
meme, como hemos visto hasta ahora.

Meme-sc 1 con respecto al sismo del 7 de septiembre de 2017. Meme-sc 2 con respecto al sismo del 7 de septiembre de 2017

Meme-sc 3 con respecto al sismo del 19 de septiembre de 2017 Meme-sc 4 con respecto al sismo del 19 de septiembre de 2017

Sin embargo, la definición previa permite acercarnos al uso del meme en situacio-
nes poco proclives al humor. Es decir, situaciones que responden a contextos ambien-
tales, sociales, económicos, así como políticos que cambian la dinámica cotidiana de
una sociedad. Es ahí donde se hace evidente lo que significan los memes en la esfera
científica, y lo que la mayoría de los prosumidores en el sentido común entiende por
memes-sc, como a continuación veremos.

Meme y meme-sc: La diferencia de esferas


La diferencia entre el meme como noción científica y el meme-sc se aprecia nítida-
mente en casos de catástrofes sociales y el manejo que muchos prosumidores hacen
de ellos en los medios conectivos. Esto se pudo observar en el caso del sismo que cau-

134 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
só un desastre4 en la ciudad de México el día 19 de septiembre de 2017, develando la
vulnerabilidad social del territorio. Desde las primeras horas y hasta tres días después
del evento, se apreciaron mensajes que mostraban las dos dimensiones del concepto.
En un nivel superior se veía la circulación y la repetición de una idea que desaprobaba
al humor y lo políticamente incorrecto, es decir, se replicaba un meme entendiéndolo
como idea y prescripción de comportamiento, empatando así estas publicaciones en
medios conectivos con la noción de lo que es el meme científico. En otro nivel se hace
mención al concepto de meme dentro de las mismas publicaciones, y a su rechazo por la
comunidad afectada, cuando en realidad están rechazando sólo los memes-sc. Algunos
ejemplos de publicaciones que se vieron constantemente en Facebook y que incluso se
replicaron una gran cantidad de veces fueron:

Meme 1 en formato de publicación Meme 2 en formato de publicación Meme 3 en formato de


con imagen editada respecto al 19S con emoticones y fondo publicación con fondo
predeterminado respecto al 19S predeterminado respecto al 19S

Meme 4 en formato de publicación con respecto al 19S Meme 5 en formato de publicación con respecto al 19S

4 Según el Sistema Nacional de Protección Civil (S/fecha), un desastre sucede cuando la vida cotidiana de una
sociedad se ve paralizada, y por tanto su desarrollo es frenado, dadas las pérdidas humanas, materiales y las
consecuencias causadas por un fenómeno ya sea de origen natural o antrópico.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 135
Meme 6 en formato de publicación con Meme 7 en formato de publicación Meme 8 en formato de publicación
fondo predeterminado respecto al 19S acompañada de la bandera nacional con foto de 1985 respecto al 19S
con respecto al 19S

Meme 9 en formato de
publicación con respecto al 19S

A partir de este evento catastrófico y los memes que generó en los medios conec-
tivos con respecto a la desaprobación de los memes-sc, resulta útil analizar este caso
desde lo que Randall Collins identifica como rituales de interacción, también llamados
mecanismos de foco compartido y consonancia emocional (Collins, 2009). Este autor
propone un modelo de situaciones de interacción que cuenta con dos requerimientos: la
medida en la que surge un foco de atención común (mutual focus), en este caso el sismo,
y la consonancia afectiva (emotional entraiment) que se da entre los participantes, que en
estos días del 19S era el dolor y el miedo a perderlo todo, incluso la vida. Es decir, que el
núcleo de este modelo “es el proceso en el que los participantes desarrollan un foco de
atención común y sus micro-ritmos corporales y emocionales entran en consonancia
recíproca” (Collins, 2009, p. 40). Es así como los rituales se forman a partir de varias ac-
ciones y situaciones: el núcleo —la atención común y compartir emociones—, que dos
o más personas se encuentren físicamente en un mismo lugar —de tal suerte que les
afecte recíprocamente—, y que haya barreras excluyentes de quiénes toman parte y
quiénes no. Para el sismo del 19S de 2017 fueron todos aquellos que vieron afectada su
vida cotidiana —incluso en medios conectivos— y aquellos que no.
Estas cuatro acciones y situaciones cuentan con múltiples grados de intensidad y
dan como resultado diversas muestras de solidaridad, simbolismo y energía emocio-
nal individual, que se ve reflejada en lo social. De tal suerte que el foco compartido y
136 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
la emoción común domina en estos rituales de interacción y es lo que los conforma a
partir de un evento de unos cuantos segundos, pero con consecuencias de meses, gene-
rando una experiencia emocional/cognitiva común.
Collins diseña su modelo de rituales de interacción retomando el interaccionismo
de Goffman y el análisis del ritual religioso de Durkheim, mostrando que el formalis-
mo y la actividad estereotipada no son ingredientes fundamentales del ritual, sino que
“subvienen al proceso central de la intersubjetividad y la emoción compartida” (Collins,
2009, p. 74). Esto se da siempre y cuando concuerden en un foco de atención común;
algunos eventos que detonan esto pueden ser: un desastre a partir de un evento natural
como un sismo o un huracán, por ejemplo; o de manera antropogénica como un aten-
tado terrorista, una fuga de gas, una contingencia epidemiológica o un peligro nuclear.
Estos eventos marcan y son relevantes como momento histórico de una sociedad, ya
que la construcción de su realidad en la vida diaria es un proceso emocional que deriva
en una fractura de “las emociones que la sostienen [por lo que] se manifiestan con tre-
menda intensidad” (Collins, 2009, p. 144) como resultado de dicho evento.
Los rituales de interacción tienen cuatro efectos principales. Estos dependerán de la
forma en la que se presente una situación que logre acumular elevados niveles de coinci-
dencia para ser capaz de tener el foco de atención de la comunidad y la emoción comparti-
da. De tal forma, los resultados que pueden experimentar los participantes son:

1.Solidaridad grupal, sentimiento de membresía.


2.Energía emocional individual: una sensación de confianza, contento, fuerza, entu-
siasmo e iniciativa para la acción.
3.Símbolos que representan al grupo: emblemas u otras representaciones (iconos, pa-
labras, gestos) que los miembros sienten asociados a sí mismos como colectividad.
4.Sentimientos de moralidad: la sensación de sumarse al grupo, respetar sus símbo-
los y defenderlos de los transgresores es hacer lo correcto; a esto se une una percep-
ción de la impropiedad y la vileza moral inherente a vulnerar la solidaridad grupal
o a ultrajar sus representaciones simbólicas (Collins, 2009, p. 73).

Si bien en los memes que se mostraron anteriormente se puede apreciar este cuar-
to punto, desaprobación moral a la comunidad que hace memes-sc, en realidad lo que
se está reprobando son las prácticas humorísticas. Como ya vimos, los memes son ideas
que se reflejan en comportamientos acompañados de efectos emocionales, elemento
que la memética deja fuera y que Collins retoma en su modelo de rituales de interac-
ción. Así, en los memes 1 y 8 podemos observar la solidaridad; en el 4 y 7 se puede
apreciar muestras de energía emocional individual que invitan a la fuerza y al entusias-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 137
mo para la reconstrucción. Los símbolos que representan al grupo también se hicieron
evidentes, sin embargo esto fue tiempo después, no en las primeras horas ni días. Por
ejemplo el puño en alto o a la perrita rescatista Frida, son memes que posteriormente
surgieron con gran longevidad y fecundidad.
Para argumentar mejor el rechazo e incluso la autoreprobación del meme-sc, y ha-
cer evidente el efecto de los rituales de interacción frente al desastre que ocurrió por el
sismo del 19S, se muestra a continuación la comparación de las búsquedas que se hicie-
ron en Google de memes-sc del sismo del 7 de septiembre de 2017 —cuando no hubo
una situación de desastre— y las del 19 de septiembre del mismo año.

Gráfica. 1 Google Trends que refleja las búsquedas de memes temblor.

En la gráfica se observa como para los días del 7 y 8 de septiembre de 2017 la bús-
queda de memes-sc se dispara, al no haber daños a causa del sismo que hicieran poner
en crisis a la sociedad y coartar su vida cotidiana en la ciudad de México. Sí bien hubo
un foco de atención común y un conjunto de personas que se encontraron en el mismo
lugar, estuvieron los que sí lo sintieron y los que no. De tal suerte que no hubo una con-
sonancia afectiva recíproca desbordada y por lo tanto no se generaron en la ciudad de
México los efectos que Collins plantea, sino otros como el alivio del estrés a través
del humor (Bergson, 2011; Carbelo, 2012).
Las búsquedas del 19 y 20 de septiembre son menores a las del día 7, ya que se da el
núcleo —foco común y consonancia afectiva— de los rituales de interacción de manera
desbordada, junto con sus otros dos ingredientes —los que estuvieron en el lugar y los
que toman parte—, de tal suerte que se dio una fractura en la realidad de la vida diaria
en donde fueron evidentes las pérdidas tanto humanas como materiales y de la cotidia-
neidad, misma que se evidenció en una gran intensidad de emociones.
138 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Conclusiones
El desastre ocasionado por el 19S derivó, entre otras cosas, en ideas y comportamientos
o memes en forma de publicaciones en los medios conectivos que reprobaban la crea-
ción y difusión del humor, así como de lo políticamente incorrecto en estos medios, es
decir se dio un rechazo a los memes-sc. Este meme se replicó el mismo día que sucedió
el sismo del 19S y como máximo se encuentran publicaciones de dos días posteriores en
donde se ve el efecto de los rituales de interacción con respecto a los sentimientos de
moralidad. De tal suerte que nos invita a pensar en la pertinencia del meme, así como del
meme-sc y de su replicación a partir de la oportunidad de situación, que depende de una
ecuación entre el tiempo que transcurre a partir de que se da un suceso —y se lleva a cabo
el ritual de interacción—, y del espacio —la cercanía territorial, muchas veces vista
como nación y como cultura—. Se puede apreciar entonces que esta ecuación tiene
una vinculación determinante con la consonancia afectiva que implica el meme y el
meme-sc, tema que nos hace una invitación a ser explotado por su potencial.
Los memes que surgen como efectos del ritual de interacción derivado del 19S y
que se ven reflejados en los medios conectivos, funcionan como ejercicio que ayuda a la
definición y búsqueda de analogías del concepto en las dos distintas esferas, la científi-
ca y la del sentido común, mostrándonos el debate, las disparidades y las paradojas a las
que se enfrenta la palabra ‘meme’.
En conclusión, no hay que emitir un veredicto en la búsqueda de saber cuáles son
los verdaderos o los falsos memes, los dos son memes. Lo que cambia es el contexto de
uso, dentro de la conjunción de evocación de acuerdo a las actividades que le dan sen-
tido. Por lo tanto, comparten una dimensión paralela y de analogía los dos conceptos,
pero no una derivación como antecedente de la palabra. Al no ser lo mismo, permite
que dentro del significado más abstracto de la palabra meme se dé la reprobación de esta
misma palabra, pero en su significado de sentido común y más concreto.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 139
BIBLIOGRAFÍA

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140 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

EL MEME CONTRA EL MEME: CONSONANCIAS


AFECTIVAS EN TORNO AL 19S. UNA PARADOJA
CONCEPTUAL

Silvia Gutiérrez Vidrio


Jerónimo Repoll

La primera reacción ante la propuesta de Úrsula fue considerarla contradictoria:


¿cómo investigar sobre memes en torno a un desastre natural? ¿Es posible el hu-
mor en una situación de pesar colectivo? La respuesta resulta evidente hasta que
nos adentramos en el texto y reconocemos que la propia desaprobación se mate-
rializó en diversos memes. Memes distintos a los que estamos acostumbrados a
considerar como tales.
Al ir más allá de su definición epidérmica, a través de una reconstrucción ge-
nealógica del concepto, la autora desmonta la aparente paradoja de reunir en un
mismo objeto de estudio dos materias repelentes. Esto, que en sí mismo constitu-
ye una aportación, nos conduce no sólo hacia el origen del meme en un entorno
distinto al de las redes sociodigitales que lo popularizaron, sino que abre un con-
junto de interrogantes que permiten ir más allá de lo hasta ahora explorado.
Por otra parte, de esta arqueología del concepto destaca el reconocimiento del
meme como proceso de comunicación. Esto resulta clave para no quedarse en un
nivel de análisis descriptivo y superficial de los memes en tanto que productos u
objetos empíricos; éstos, en definitiva, no son más que la puerta de entrada para
acceder al proceso de comunicación que articulan.
Una pista se descubre al articular el concepto de meme como una idea que
se replica, se imita, asociado a la idea de transmisión de información, con la con-
cepción del meme como proceso, el cual tiene sentido por el desplazamiento de
significado. Es ahí donde emerge un problema de investigación al iluminarse una
tensión anudada en el propio concepto de meme. Y esto interpela, puntualmente,
una de las características atribuidas por Dawkins (1976): la fidelidad. Si bien en el
texto se describe la fidelidad como “la cantidad de modificaciones con las que un
meme es replicado”, lo cierto es que abre una puerta al desplazamiento de sentido.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 141
Copia alterada, modificada, intervenida. Customización de una idea, de una ima-
gen. Combinación, destrucción, superposición, re-composición, actualización,
etcétera, características que convergen e instauran una nueva matriz para los pro-
cesos de comunicación en la cultura digital, los cuales si bien no son originales de
este entorno, sí su desarrollo exponencial y su centralidad/transversalidad en los
momentos de producción, circulación y consumo de formas simbólicas.
Pero lo anterior no niega que hay un momento de réplica que tiene más que
ver con la diseminación, con la transmisión de la información, que con el despla-
zamiento de sentido. En todo caso, el desplazamiento de sentido se opera en el
momento de producción del meme, pero comienza a estabilizarse conforme crece
en alcance. Esto, por supuesto, será materia de análisis de la investigación desarro-
llada por Úrsula para su tesis de doctorado.
De nuestra lectura, un segundo aspecto a destacar es que, si bien el conjun-
to de metáforas y teorías generadas en distintos campos de conocimiento puede
iluminar o enriquecer la mirada al incorporarse a otros campos, esta importación/
migración de un campo a otro debe contemplar una lectura crítica. Es necesario,
en tal sentido, no sólo recuperar el debate entre conductistas y mentalistas, sino
discutir sus presupuestos. De entrada, la noción de utilidad.
Resulta paradigmático, por otro lado, que la réplica memética emerja como ca-
racterística de los medios conectivos cuando es una característica intrínseca de los
medios masivos. Lo que es distintivo de los memes en los medios conectivos es que
esta forma de réplica no sigue la lógica de unos a muchos, asimétrica, del broadcas-
ting, sino una estructura imprevisible, orgánica, reticular, horizontal, hipertextual.
Esto, como subraya la autora, descubre las relaciones de poder que entrañan los
procesos de comunicación y cómo, en el nuevo entorno digital, estas relaciones
están siendo redefinidas de múltiples maneras. Lo anterior no implica una lectura
edulcorada, en exceso optimista, pero sí el reconocimiento de una transformación
innegable. Al respecto, la autora presenta una postura equilibrada y crítica, seña-
lando cómo los memes también responden a estrategias comerciales y políticas
que cuestionan la horizontalidad de los procesos de comunicación en red.
Finalmente, tras la problematización en torno al concepto de meme, lo que en
principio aparece como una propuesta paradójica resulta lógica al abordar el caso
de los memes que llaman a no hacer memes en el marco del desastre natural del
19S. Es ahí donde la autora redobla la apuesta, incorporando un andamiaje teórico
para capar la energía emocional que en relación con un evento externo se produce.
Para ello la autora recurre al análisis de lo que Randall Collins (2009) denomina
cadenas de rituales de interacción. Este acercamiento le permite, a partir de los lla-
142 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
mados mecanismos de foco compartido y consonancia emocional, abordar el caso
específico de los memes que circularon después del sismo.
El concepto de energía emocional es relevante para el caso de estudio ya que
permite identificar cuáles son los rituales que crean y recrean símbolos de perte-
nencia grupal, e infunden energía emocional en sus participantes. En este texto la
autora lo retoma para poder argumentar el rechazo e incluso la autoreprobación
del meme-sc, y para hacer evidente el efecto de los rituales de interacción frente al
desastre que ocurrió por el sismo del 19S.
Uno de los planteamientos que resultan de gran ayuda para entender los me-
mes sobre el sismo es el de sentimientos de moralidad que tiene que ver con la idea
de que sumarse a un grupo, respetar sus símbolos y defenderlos de los transgreso-
res es hacer lo correcto; a lo que se une una percepción de la impropiedad y la vileza
moral inherente al vulnerar la solidaridad grupal o a ultrajar sus representaciones
simbólicas (Collins, 2009). Si bien en los memes que la autora retoma se puede
apreciar este efecto del ritual en el cual se reprueba moralmente a la comunidad
la realización de memes-sc, en realidad lo que se está reprobando son las prácticas
humorísticas.
Finalmente cabe señalar que la incorporación del análisis de las emociones en
los estudios en comunicación, y más concretamente en aquellos que toman por
objeto de estudio la tecnología digital, resulta de gran utilidad ya que permite cap-
tar cómo afloran las emociones en el entorno digital, así como las diferencias y
similitudes entre la expresión de las emociones en las relaciones mediadas por la
tecnología digital (on line) y las relaciones cara a cara (off line).

Referencias

Collins, R. (2009). Cadenas de rituales de interacción. México: Anthropos.


Dawkins, R. (1976). The selfish gene. New York: Oxford University Press.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 143
145

TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA
COMUNICACIÓN EN PUEBLOS INDÍGENAS. UNA MIRADA
DESDE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES

Cristhian Camilo Cruz Sandoval1

Resumen
El presente artículo tiene como objetivo presentar algunas reflexiones sobre la relación
de los pueblos indígenas con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC),
centrándose en el caso de la comunidad Embera Chamí del municipio de Pueblo Rico,
Risaralda en Colombia. Con el fin de reconstruir el fenómeno desde los involucrados
y sus experiencias cotidianas, dicha relación es abordada desde la perspectiva teórico-
metodológica de las Representaciones Sociales. Así mismo se resalta la importancia
de centrar la atención en la manera en que las comunidades indígenas construyen sus
procesos de objetivación frente a los dispositivos tecnológicos, y en cómo éstos inciden
en las estructuras sociales y culturales para hacer latente la complejidad de la incorpo-
ración de las TIC en los pueblos indígenas.

Palabras clave
Pueblos indígenas, TIC, representaciones sociales, organización social, procesos edu-
cativos.

Introducción
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), entendidas como un con-
junto de diferentes herramientas digitales de uso masivo a través de las cuales se pro-
ducen y se transfieren grandes cantidades de datos e imágenes diariamente de un lugar
a otro (Mora y Rodríguez, 2006), generan en su complejidad diversas relaciones con di-
ferentes actores sociales. Actualmente dichas tecnologías son una herramienta efectiva

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: kmilo100@gmail.com
para el desarrollo social y humano de comunidades indígenas que habitan en regiones
apartadas de diferentes partes del mundo. Para algunas han sido el medio que posibilita
estar en contacto con miembros de su comunidad que han migrado en busca de nuevas
condiciones de vida en las ciudades capitales; para otras, las que les han permitido pro-
mover su cultura en otros espacios y acercarse a la información de lo que pasa en otras
comunidades, iniciar procesos educativos propios o, incluso, promover la organización
social en defensa de sus derechos y visibilizar sus problemáticas. Este tipo de iniciativas
y usos, nos permiten observar de manera general el impacto de las TIC en culturas que
por años han permanecido aisladas del desarrollismo occidental.
Este texto tiene como objetivo, presentar algunas reflexiones sobre la importan-
cia de abordar el estudio de la relación de los pueblos indígenas con las TIC desde la
perspectiva teórico-metodológica de las Representaciones Sociales. En un primer mo-
mento, se aborda la relación de los pueblos indígenas con las TIC desde una mirada
sociocrítica, centrándose en el derecho de los pueblos indígenas a la información y las
maneras en que las TIC llegan a ellos; posteriormente, se aborda de manera general
el caso de la comunidad indígena Embera Chamí del Resguardo Unificado Chamí, en
Pueblo Rico, Risaralda, Colombia, y su experiencia con las TIC en los últimos años.
Finalmente se presentan algunas reflexiones frente a la pertinencia de usar el enfoque
teórico-metodológico de las Representaciones Sociales para una aproximación comple-
ja al problema. Dicha relación de los pueblos indígenas con las TIC involucra aspectos
identitarios, territoriales y de usos y apropiación frente a los artefactos; aspectos que
son el insumo para explicar dicha relación desde el enfoque de la Teoría de las Represen-
taciones Sociales puesto que ésta permite hacer inteligibles la subjetividad individual y
social que construyen los miembros de los pueblos indígenas en su relación con las TIC.

Las TIC y los pueblos indígenas


Una primera cuestión que es necesario mencionar es que en su mayoría, las comuni-
dades indígenas habitan en territorios que por determinación o por condiciones geo-
gráficas, han estado aislados de las grandes urbes, y que en el caso de Latinoamérica
constituyen en su mayoría el sector rural; estos territorios han sufrido procesos de
segregación estructural por décadas, lo que los pone en una situación de vulnerabilidad
social. Este tipo de poblaciones ha sido objeto de diversas estrategias que buscan dar
acceso a las TIC y disminuir así la brecha digital, de tal manera que la relación de los
pueblos indígenas con las TIC, se puede entender en primera instancia desde la manera
en que estas herramientas llegan a sus territorios.
Las estrategias de inclusión digital y de los modelos de acceso a las TIC, tanto en
las comunidades rurales como en los pueblos indígenas, han tenido un aumento en
146 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
los últimos años, y en su mayoría han estado enmarcados en políticas públicas en pro
de cumplir con el derecho de estos pueblos a la información. Estas políticas públicas
tienen su origen en la cumbre mundial las Naciones Unidas sobre la sociedad de la
información (ONU, 2003 y 2005) en donde se unen esfuerzos de parte de los países
pertenecientes a esta organización para brindar acceso y dar seguimiento a procesos de
inclusión tecnológica de manera global.
Con el propósito de apoyar a la sociedad civil en los procesos de inclusión digital, la
Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la celebración de la Cumbre Mundial so-
bre la Sociedad de la Información (CMSI) en dos fases. La primera se celebró en Ginebra
del 10 al 12 de diciembre de 2003, y la segunda tuvo lugar en Túnez del 16 al 18 de no-
viembre de 2005, con el objetivo de incluir a los sectores gubernamental, privado y social.
La primera fase de la CMSI tenía como objetivo promover conciencia entre los
dirigentes mundiales acerca de las repercusiones de la sociedad de la información, ob-
tener su firme compromiso para luchar contra la injusticia que supone la brecha digital,
y preparar nuevos regímenes jurídicos y de política para abordar las cuestiones que
plantea el ciberespacio.2 Concluyó con una declaración de buenos deseos y compromi-
sos para construir una sociedad de la información centrada en la persona, incluyente y
orientada al desarrollo, en la que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la
información y el conocimiento (Sandoval y Mota, 2006, p. 7). La segunda fase (Túnez
2005) tenía como objetivo reunir a jefes de Estado, directores de agencias de las Nacio-
nes Unidas, líderes de la industria, organizaciones no gubernamentales, representantes
de los medios y de la sociedad civil en un sólo evento de alto nivel, donde se esperaba
la realización de compromisos más específicos respecto a metas y mecanismos para
cristalizar los propósitos contenidos en la Declaración firmada en Ginebra, y que fi-
nalmente generó el denominado Compromiso de Túnez y la Agenda de Túnez para la
Sociedad de la Información.
Con la premisa de procurar el desarrollo político, económico y social de países a
través de las herramientas tecnologías y de generar procesos de participación activa de
las poblaciones en la sociedad de la información, en el caso específico de los pueblos in-
dígenas (apartado número 22 compromiso de Túnez 2005) se especifica la importancia
de dar prioridad a los pueblos con el fin de preservar su cultura y su patrimonio: “En la
evolución de la Sociedad de la Información, se debe prestar una atención especial a la
situación particular de los pueblos indígenas, así como a la preservación de su patrimo-
nio y de su legado cultural.” (ONU, 2005, apartado 22).

2 Comunicado de prensa UIT, Ginebra, 28 febrero 2003. Recuperado de http: // www.itu.int/newsroom/press_


releases/2003/10-es.html

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 147
Esta premisa dio lugar a un variado número de iniciativas que procuran brindar
acceso a las TIC a comunidades rurales y pueblos indígenas en Latinoamérica, todas
estas iniciativas han agregado a sus planeaciones la diferenciación estratégica frente al
trabajo con estos pueblos; sin embargo, al momento de ejecutar este tipo de iniciativas
son pocos los gobiernos que han dedicado un interés particular a la situación de las
comunidades indígenas ante la sociedad de la información, convirtiendo las estrategias
de inclusión digital en herramientas burocráticas de cumplimiento de objetivos super-
ficiales sin una conexión real con las problemáticas del territorio.
De tal manera que a pesar de la observación y el interés de parte de las Naciones
Unidas y de la puesta en marcha por parte de los gobiernos de la implementación de
los proyectos en cada país, cuando se habla de las estrategias de inclusión digital en
los sectores rurales, comunidades campesinas y pueblos indígenas, se puede ubicar
una concepción dominante para el monitoreo, y una evaluación de las acciones aplica-
das por los gobiernos de la región. Estos pecan del mismo desconocimiento al invertir
muchos más esfuerzos en establecer qué tanto se cumplieron los objetivos de la polí-
tica según lo establece la racionalidad científico-técnica del modelo de desarrollo, en
lugar de indagar qué ocurrió en el encuentro entre la política y los sujetos (Winocur
y Sánchez, 2016).
Sobre la base de las consideraciones anteriores podríamos afirmar que, las inicia-
tivas que los gobiernos diseñan en pro de la inclusión digital, recuerdan la teoría de los
modelos de distribución de la innovación (Rogers, 1973), misma que describe el proceso
mediante el que una innovación (definida como una idea práctica u objetivo percibido
como nuevo por un individuo) es comunicada por medio de ciertos canales a través del
tiempo a miembros de un sistema social. Este enfoque claramente impulsado por el
afán modernizador y desarrollista en la década de 1960, tuvo efectos en la investigación
de distribución de innovaciones en EEUU y Europa; sin embargo, al ser trasladados a
Latinoamérica los resultados no fueron los mismos al tratarse de contextos totalmente
diferentes.
En la actualidad las instituciones encargadas de realizar los procesos de inclusión
digital en los territorios indígenas, no han cambiado la manera en que ejecutan y eva-
lúan estas iniciativas, de tal manera que pocas veces se basan en experiencias que per-
mitan evidenciar las particularidades de cada lugar y brindar así una solución adapta-
da a las necesidades sociales y culturales de cada comunidad. En muchos casos dichas
iniciativas ejecutan los procesos de inclusión digital sin considerar las características
que tienen las comunidades, imponiendo proyectos que resultan sólo herramientas bu-
rocráticas para el cumplimento de estándares generales y no procesos reales de acerca-
miento a las problemáticas.
148 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Frente a este tipo de políticas, que en su mayoría desconocen los procesos comu-
nicacionales intrínsecos en la difusión de innovaciones en las comunidades indígenas,
Beltrán (1968) afirma que la comunicación,3 por sí sola y de manera improvisada, puede
generar avances parciales; sin embargo, no contribuye al desarrollo de las comunidades,
dado que es un agente coadyuvante del cambio social pero sin procesos de planificación
estratégica de estas tecnologías acordes a las realidades sociales, es poco probable que
se cumplan los objetivos previamente fijados.
Paralelo a los programas de inclusión digital, otro factor que se debe tener en cuenta
a la hora de investigar la relación entre los pueblos indígenas y las TIC es la adquisición
de tecnología por cuenta propia; esto corresponde a dos lógicas; la primera, surge como
un proceso espontáneo y necesario para la comunicación de los integrantes de la comu-
nidad con el exterior, y la otra, como señalan Winocur y Sánchez (2016), tiene que ver
con los factores que tienen como fin un uso con sentido4, que para el caso de los pueblos
indígenas se refiere al empoderamiento de los medios y a la generación de conte-
nidos para la defensa de la cultura, de la lengua y de los territorios. Este factor es el
pilar principal de la comunicación indígena (Cuesta, 2012), categoría que encierra todo
el espectro de medios generados por las comunidades: cine, radio, video y demás for-
matos que han adaptado a sus lenguas y que permiten la presencia de la agenda política
indígena5 en los medios oficiales y alternativos.
Finalmente, es importante aclarar respecto a la relación de los pueblos indígenas
con las TIC que son pocas las comunidades que rechazan tajantemente el acceso de la
tecnología en sus territorios, por el contrario, la adaptación de los medios a sus lenguas
y la producción de contenidos en pro de la preservación de su cultura son muestra de
su receptividad; sin embargo, la posición de los pueblos indígenas es de demanda fren-
te a la necesidad de asumir un diálogo crítico con lo occidental desde el conocimiento
ancestral, identificando la utilidad de los avances tecnológicos en sus propios procesos

3 Entendiendo a las TIC no como un conjunto de artefactos, sino como un proceso social que involucra aspectos
comunicativos y de interacción entre los entes gubernamentales que llevan la tecnología a los territorios y los
pueblos indígenas que reciben y que interactúan frente al mundo.
4 Este término es usado para hacer referencia al proceso por el cual, la adopción de la tecnología en familias
pobres depende de que las personas, familias y/o comunidades adviertan en ellas alguna ventaja para mejo-
rar sus condiciones de vida en términos generales o particulares, y ejecuten acciones concretas para ello (cf.
Winocur y Sánchez, 2016).
5 Esta idea se desarrolla más a fondo en los textos de Cuesta (2012) sobre radio indígena, y se refiere a una agen-
da política nacional de los pueblos indígenas frente al gobierno nacional compuesta por las demandas de sus
derechos; misma que se puede encontrar claramente en las producciones radiofónicas donde se abordan los
reclamos sobre el territorio, la educación propia y la autonomía de los pueblos indígenas en Colombia, aunque
esto, según el autor, se puede encontrar a nivel Latinoamérica.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 149
sociales (Cuesta, 2012). Por tanto, son las mismas comunidades las que manifiestan la
necesidad de ser incluidas en los procesos de planeación seguimiento y en la evaluación
de las estrategias de inclusión digital, para generar por cuenta propia los procesos de
apropiación que respondan a sus necesidades sociales y respeten su cultura.

Los Embera Chamí y las TIC


El Resguardo Unificado Embera Chamí fue fundado en el año 1983 y se encuentra ubi-
cado en el suroccidente de Colombia; desde su fundación, esta área ha sido dedicada a
conservar la cultura y garantizar el derecho fundamental de la comunidad Emberá Cha-
mi a poseer un territorio. Esta comunidad estuvo en desplazamiento constante por la
pérdida de sus tierras desde principios del siglo XX; la conformación y reconocimiento
como Resguardo6 unificado significó el regreso de sus derechos al territorio y permitió
el inicio de su asentamiento y la conformación de grupos poblacionales.
Al hacer una revisión histórica general de la comunidad, se puede identificar que
desde el momento de su conformación, su territorio ha estado en medio de constantes
enfrentamientos entre los diversos actores que han estado involucrados en el conflicto
armado en Colombia, convirtiendo a esta zona en un territorio de alto riesgo e imposibili-
tando la presencia de instituciones que presten servicios de atención básica como la salud y
la educación. Este territorio ha sufrido por décadas problemas de orden público que impo-
sibilitan el libre desplazamiento tanto de la comunidad Emberá Chamí como de las demás
comunidades indígenas y afro descendientes de la zona, creando —junto con las condicio-
nes geográficas— un aislamiento de la comunidad Emberá respecto al resto del país.
Actualmente, la carretera que comunica a Quibdo con el interior del país, sirve
como ruta de acceso al pacífico chocoano y de paso a todas las comunidades que com-
ponen el Resguardo Unificado Chamí, permitiendo la apertura cultural y el acceso a los
servicios de salud, educación y facilitando un contacto directo y constante con las ins-
tituciones gubernamentales que les ha posibilitado el reclamo de sus derechos básicos.
Este reciente panorama de la comunidad ha generado nuevas lógicas de tránsito en su
territorio; la modernización y el desarrollo occidental han comenzado a influir fuerte-
mente en su cultura tradicional, impactando sus prácticas cotidianas y posibilitando
que la tecnología incursione principalmente en el consumo de medios masivos como
la televisión y la radio, y está dando paso a la incursión a nuevas tecnologías en la zona
como los teléfonos celulares, las computadores y las tabletas.

6 Es una porción de tierras delimitada con títulos de propiedad colectiva, donde habita un pueblo de caracterís-
ticas similares de acuerdo con su cultura, gobernada por una autoridad tradicional acorde con sus usos y cos-
tumbres; además son territorios que por su características son inalienables, imprescriptibles e inembargables
(tomado del Esquema de Ordenamiento Territorial Municipio de Pueblo Rico 2017).

150 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El enfoque a partir del que se pretende interpretar la relación de la comunidad
Emberá Chami con las TIC es de carácter sociocultural. Demanda, en primera instancia,
entender dicha relación desde la apropiación como el conjunto de representaciones y
prácticas socio-culturales que intervienen en el uso, la socialización y la significación
de las nuevas tecnologías en los grupos socio-culturales (Winocur, 2007, p. 192). Este
enfoque permite plantear la reflexión acerca de las representaciones sociales, el uso y
las posibilidades de las TIC en las comunidades indígenas.
En cuanto a los aspectos de accesibilidad y de impacto de los programas de in-
clusión digital, el Resguardo Unificado Chamí se encuentra dentro de los registros de
todos los programas gubernamentales que se han creado desde el ministerio de las
TIC del gobierno colombiano; es decir, han sido asistidos por la estrategia de inclusión
digital de Computadores para educar7 y Kioskos Vive digital8 a través de la capacitación en
el manejo de TIC y la alfabetización digital para ciudadanos y docentes que hacen parte
de estos programas y que acompañan a los artefactos tecnológicos llevados al territorio.
Sin embargo, al observar sobre el terreno, es evidente que no se han cumplido los ob-
jetivos propuestos por los programas, puesto que los profesores manifiestan un desco-
nocimiento frente a las estrategias implementadas y no incorporan las TIC a sus planes
de aula. De igual manera, los celulares y las tabletas llevados al territorio por parte de
miembros de la comunidad, han sido adaptados a las necesidades del territorio; esto es
evidente en cuanto al uso que se le asignan a los celulares, dado que en su mayoría no
cuentan con señal constante y mucho menos es posible conectarse a internet vía datos
móviles o incluso enviar mensajes de texto. Estos artefactos no son funcionales la ma-
yoría del tiempo funcionan en lugares específicos dentro del territorio y por lo regular
son las mujeres quienes los manipulan.
Ahora bien, especificados ya algunos aspectos generales de la relación entre los pue-
blos indígenas y las TIC, en concreto la relación del pueblo Embera Chamí con éstas que,
como se dijo anteriormente constituye un universo de sentido para los estudios de
las ciencias sociales, es importante determinar cuáles son las posibilidades teórico-
metodológicas para el abordaje de dicho universo; esto con el fin de dar respuesta a las
necesidades de las comunidades y se contraponga a la línea tradicional de los estudios

7 Es una asociación de entidades públicas que genera oportunidades de desarrollo para los niños y jóvenes
colombianos, mejorando la calidad de la educación mediante la dotación de herramientas tecnológicas, la
formación y acompañamiento a las comunidades educativas. Recuperado el 18 de enero de 2018, de http://
www.computadoresparaeducar.gov.co/es/nosotros/que-es-computadores-para-educar
8 Los Kioscos Vive Digital son puntos de acceso comunitario a Internet para los niños, jóvenes y adultos en zo-
nas rurales de más de 100 habitantes. Están ubicados en las zonas más alejadas de Colombia, donde pueden
conectarse a internet y recibir capacitaciones gratuitas en uso y apropiación de las TIC. Recuperado el 18 de
enero de 2018, de http://www.mintic.gov.co/portal/vivedigital/612/w3-propertyvalue-7059.html

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 151
de impacto de políticas públicas que no dan cuenta de la relación cotidiana de los pue-
blos indígenas con las TIC.

El aporte de la teoría de las representaciones sociales


El hecho de tratar de comprender la relación de los pueblos indígenas con las TIC, con-
lleva la búsqueda de un marco teórico que permita dar cuenta de la complejidad de los
fenómenos implicados en esta relación; en este sentido, la teoría de las representacio-
nes sociales (Moscovici, 1979; Jodelet, 1986, 1989), permite abordar el fenómeno dado
que hace inteligibles la subjetividad individual y social que los miembros de los pueblos
indígenas construyen en dicha relación y por ende, permite vislumbrar su incidencia en
la cultura.
Para Moscovici, quien acuñó el concepto y elaboró la teoría, las representacione
sociales son:

[…] una modalidad particular de conocimiento cuya función es la elaboración de los com-
portamientos y la comunicación entre los individuos. Es un corpus organizado de conoci-
mientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible
la realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercam-
bios, liberan los poderes de su imaginación (Moscovici, 1979, p. 17).

El enfoque teórico-metodológico de las representaciones presenta posibilita un


abordaje frente a la construcción del objeto de estudio de la relación de las TIC con los
pueblos indígenas, dado que para Moscovici (1979), las representaciones sociales son
una preparación para la acción, pues guían y orientan las prácticas que asumen los gru-
pos ante determinado objeto de representación. Éstas siempre son de alguien acerca de
algo (Jodelet, 1986) y tienen la función de explicar los sucesos novedosos (Farr, 1986).
Ayudan a interpretar la realidad y a determinar el comportamiento de los miembros de
un grupo en su entorno social. Además, se construyen para necesidades inmediatas, es
decir, permiten explicar una situación, comprender un nuevo concepto, objeto o idea y
a su vez, decidir cómo actuar ante una situación.
Según Jodelet (1986) una representación social es la actividad mental desplegada
por los individuos y grupos para fijar su posición en relación con situaciones, aconteci-
mientos, objetos y comunicaciones que les conciernen. Así, los miembros de un grupo
toman lo que consideran importante de la realidad objetiva y lo incorporan en su pen-
samiento (Cuevas y Mireles, 2016).
Moscovici (1979) enunció dos procesos básicos e interdependientes en la construc-
ción de las representaciones. Se trata de la objetivación y el anclaje, procesos que refie-
152 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
ren a la elaboración y al funcionamiento de la representación social. Estos procesos han
sido ampliamente estudiados por la psicología social y se ha demostrado su alcance,
además de establecer que una de las funciones básicas de la representación social es la
integración de la novedad al saber compartido de una sociedad (Gutiérrez y Piña, 2008).
La objetivación para Moscovici tiene la función de “llevar a hacer real un esquema
conceptual” (1979, p. 75); es el proceso mediante el cual, los elementos abstractos, con-
ceptuales se transforman en imágenes, elementos icónicos; lo abstracto sufre una espe-
cie de reificación o cosificación y se convierte en algo concreto y familiar. El anclaje es el
proceso que actúa integrando las informaciones que llegan mediante el proceso previa-
mente descrito, a nuestro sistema de pensamiento ya configuradas; en lenguaje cotidia-
no se trata de “ver lo nuevo con lentes viejos”. Este proceso permite integrar las nuevas
representaciones a todo el sistema representacional pre-existente, re-construyendo
permanentemente nuestra visión de la realidad (Perera-Pérez, 2003, p. 24). De acuerdo
con Jodelet (1986) el anclaje articula tres funciones básicas de la representación: 1) una
función cognitiva de integración del objeto, 2) una función de interpretación de la reali-
dad y 3) la función de orientación de las conductas y las relaciones sociales.
Estos procesos íntimamente imbricados permiten explicar el proceso continuo en
que transcurre la formación-transformación de las representaciones, el cual podemos
resumir en la siguiente dinámica: lo nuevo se incorpora de modo creativo y autónomo,
al tiempo que ocurre la familiarización ante lo extraño. Lo novedoso se lleva al plano de
lo conocido, donde se clasifica a partir de un sustrato cognoscitivo y emocional previo,
donde la memoria histórica, las experiencias vividas juegan un rol importante (Perera
y Pérez, 2003). En el caso concreto de las TIC, estas nuevas tecnologías son apropiadas
por las comunidades indígenas a través del uso cotidiano, dicha apropiación depende de
lo que cada individuo logra desarrollar de acuerdo con sus necesidades; esto permite un
contacto que, en un primer momento, es individual y que con el paso del tiempo se in-
corpora a los espacios sociales a través de las experiencias adquiridas, permitiendo una
apropiación social9 de las TIC.
La relevancia de comprender las representaciones sociales que construyen ciertos
grupos sociales, y lo que ellas implican, radica en que estas integran lo individual y lo
colectivo, lo simbólico y lo social, el pensamiento y la acción; subsumen experiencias,
informaciones y modelos de pensamiento que permiten aprehender la realidad, recono-
cer procesos de constitución del pensamiento social, aproximarse a la visión de mundo

9 Para Winocur y Sánchez esta dinámica de la apropiación tecnológica es de vital importancia en la disminución
de la brecha digital, puesto que “no pareciera acotarse solamente con el acceso a un dispositivo específico sino,
fundamentalmente, mediante acciones programáticas que promuevan la apropiación efectiva de nuevas compe-
tencias, lo que podría traducirse en un modo de utilización más provechoso” (Winocur y Sánchez, 2016, p. 55).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 153
de las personas, comprender las conductas sociales e interpretar la comunicación entre
los miembros de una comunidad (Cardona y Rivera, 2012). Todas estas características de
las representaciones sociales son determinantes para la investigación de la relación de la
comunidad Emberá con las TIC, dado que permiten indagar sobre las experiencias coti-
dianas de los sujetos, sobre su incidencia en la vida social, y finalmente en su cultura.
Es importante señalar que no cualquier objeto puede ser susceptible de conformar
una representación social, para que esto ocurra debe cumplir al menos dos caracterís-
ticas, 1) el objeto debe aparecer en las conversaciones cotidianas y en los medios de
comunicación, y 2) “se debe apoyar en valores variables según los grupos sociales que les
asignan su significación” (Jodelet, 1989, citado en Gutiérrez, 2015, p. 50).
Una de las ventajas de la Teoría de las Representaciones Sociales, como ya se mencionó,
es que permite abordar la problemática desde la perspectiva del actor, es decir, a partir de
sus propias vivencias; en este caso específico la manera en que interactúan con las TIC. Este
enfoque les da voz a los miembros de la comunidad Emberá, lo que permite que sean ellos
mismos quienes cuenten su experiencia partiendo del sentido común (Moscovici, 1979; Jo-
delet, 1986), desde una perspectiva propia frente al objeto de representación, las TIC.
Para el caso de la relación entre la comunidad Emberá y las TIC, la Teoría de las Re-
presentaciones Sociales permite evidenciar la manera en que los individuos construyen
su relación con las TIC y lo que esto implica en los comportamientos individuales y so-
ciales, puesto que las representaciones sociales son un conjunto de ideas y conocimientos
por medio de las cuales, las personas comprenden, interpretan y actúan en la realidad so-
cial (Moscovici, 1979). Jodelet (1986); amplía la discusión agregar que las representaciones
sociales son una forma de conocimiento particular socialmente elaborado, que constituye
el saber de sentido común de un grupo o sociedad y que opera como guía y orientador del
comportamiento. Estos planteamientos nos permiten entrar en la discusión sobre cómo
las TIC inciden en la vida cotidiana de los pueblos indígenas, al tratarse de artefactos y
tecnologías que claramente hacen parte del desarrollo occidental.
Teniendo en cuenta que las representaciones sociales juegan un papel importante
en la conformación de las identidades personales y sociales, así como en las expresiones
culturales y la configuración de los grupos, el poseer un repertorio común de represen-
taciones sociales desempeña un papel importante en la configuración de la identidad
grupal y en la formación de la conciencia de pertenencia grupal (Ibáñez, 1988). Dado
que las TIC son integradas socialmente mediante representaciones que se construyen
sobre todo a través de los medios de comunicación y de los modos de intercambio co-
municativo que realizan los sujetos sociales (Martínez y Hurtado, 2003), la represen-
tación social que los Emberá construyen de las TIC posibilita vislumbrar, en un primer
momento, la complejidad de los procesos de uso y apropiación de la tecnología en sus
154 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
contextos, en su vida cotidiana y finalmente la incidencia que éstas tienen dentro de la
estructura social y cultural.
En cuanto a la pertinencia del uso de la Teoría de las Representaciones Sociales
para la investigación en comunidades, María Auxiliadora Banchs, nos da luces de cómo
interpretar la pertenencia a los grupos sociales:

[…] todos estamos insertos en una sociedad con una historia y un fondo de conocimiento
culturales, pero todos estamos insertos en una parcela de esa sociedad. Es decir, en grupos
que manejan una ideología y poseen normas, valores e intereses comunes que de alguna
manera los distinguen como grupos de otros sectores sociales. A su vez, esos grupos están
compuestos de individuos, hombres y mujeres que en el proceso de socialización primaria
y secundaria van construyendo una historia impregnada de emociones, afectos, símbolos,
reminiscencias personales, procesos motivacionales, pulsiones, contenidos conscientes e
inconscientes, manifiestos y latentes (Banchs, 1991, citado en Araya, 2002, p. 32).

Una vez explicado el potencial teórico de las representaciones sociales, es necesario


incorporar a la discusión algunos planteamientos en relación con el tipo de acercamien-
to metodológico que esta teoría implica.
Como ya se señaló, la teoría de las representaciones sociales permite centrar la aten-
ción en la perspectiva del sujeto, dejando que los miembros de la comunidad Emberá
Chami, quienes construyen el sentido cotidiano que se le da a las TIC en su comunidad
y su incidencia en sus prácticas culturales, sean quienes expresen su relación con dichas
tecnologías. Es precisamente esta misma posibilidad la que da pie para que, metodológi-
camente, los estudios se centren en los sujetos, puesto que son ellos quienes constituyen
el grupo social y por ende lo cultural e identitario de sus comunidades; son ellos los que
interactúan con los artefactos, los usan y apropian en el contexto cotidiano.
Si bien existen diferentes maneras de agrupar las corrientes que han abordado
de manera sistemática el estudio de las representaciones sociales, una que resume
en cierta manera a todas éstas es la que propone María Auxiliadora Banchs. Esta
autora las agrupa en dos enfoques: el procesual y el estructural10 (Banchs, 2000). El
procesual trata de abordar dos tipos de procesos: los cognitivos mentales, de carácter
individual y los de interacción y contextuales de carácter social que inciden en la con-
formación de las representaciones sociales. El estructural se centra en la estructura

10 La idea de la existencia de dos modos de abordaje de las representaciones sociales que podrían identificarse
uno como procesual y otro como estructural surgió por analogía respecto a la división existente entre el in-
teraccionismo simbólico procesual de la escuela de Chicago y el interaccionismo simbólico estructural de la
escuela de Iowa (Banchs, 2000, p. 3.3).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 155
de las representaciones, haciendo uso del método experimental, o bien de análisis
multivariables que permiten identificar dicha organización. Si bien esta manera de
presentar los diferentes enfoques es esquemática, los opone, lo que se puede recupe-
rar es la visión epistemológica que está atrás de cada uno de ellos.
En la relación de los pueblos indígenas con las TIC, dadas las necesidades para
abordar el fenómeno de una manera holística, el enfoque procesual es el que más se
adecua, puesto que como explica Banchs, citando a Jodelet:

[…] las representaciones sociales son abordadas a la vez como el producto y el proceso de la
actividad de apropiación de la realidad exterior al pensamiento y de elaboración psicológica
y social de esa realidad. Es decir que se interesan en una modalidad de pensamiento bajo su
aspecto constituyente -los procesos- y constituido -los productos o contenidos- (Jode-
let, 1989, citado en Banchs, 2000, p. 34).

Esto permite entender la relación de la comunidad Embera Chamí con las TIC
como una manera socio cognitiva y socio construccionista en que se construye dicha
relación, es decir, se entiende esta relación más como un proceso que como un estado.
Además, el enfoque procesual se caracteriza por “considerar que para acceder al
conocimiento de las representaciones sociales se debe partir de un abordaje herme-
néutico, entendiendo al ser humano como productor se sentido, y focalizándose en el
análisis de las producciones simbólicas, de los significados, del lenguaje a través de los
cuales los seres humanos construimos el mundo en que vivimos” (Banchs, 2000, p. 36),
en consecuencia, los instrumentos de acopio de la información utilizados en este enfo-
que favorecen la producción de discursos.
En cuanto a los instrumentos de acopio de la información, se pueden identificar
dos grandes tipos de métodos (Abric, 2001): los interrogativos y los asociativos. Los
interrogativos tienen la finalidad de recoger una expresión de los individuos que afecta
al objeto representado, que puede ser verbal o figurativa. Por otro lado, están aquellos
que se pueden denominar asociativos; éstos también se centran en una expresión ver-
bal que el investigador trata de que sea espontánea y menos controlada, más auténtica
(Gutiérrez y Piña, 2008, p.35).
Para poder dar voz a los miembros de la comunidad es necesario seleccionar cuida-
dosamente los instrumentos para el acopio de la información así como la línea de análi-
sis que permita interpretar dicha información. En el caso del trabajo con comunidades
indígenas, el instrumento más apropiado para dar la voz a los actores es la entrevista;
esta técnica corresponde a la rama de los métodos interrogativos y permite la produc-
ción de discursos sobre las TIC.
156 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Según Gutiérrez y Piña, “la actividad discursiva es el lugar donde las representaciones
sociales se expresan de manera más compleja (2008, p. 35). Además, siguiendo a Grize, se-
ñalan que cuando se trabaja con instrumentos que buscan respuestas informativas, el sujeto
interrogado, en la gran mayoría de los casos, se involucra en una serie de desarrollos explica-
tivos, toma posición, expresa su pensamiento, examina los pros y los contras” (Gutiérrez y
Piña, 2008, p. 35); en otras palabras, a través de la actividad discursiva que permite la entre-
vista, los miembros de la comunidad crean universos de significados que permiten al investi-
gador encontrar elementos para la reconstrucción de la representación sobre el objeto en sí.
En consecuencia, Gutiérrez (2006) señala que:

[…] dado que las representaciones sociales se encuentran preferentemente en las conversa-
ciones ordinarias y en el espacio social informal, donde el devenir de las asociaciones y las
prevalencias emocionales poseen un campo fértil para germinar; en los enunciados que se
producen en aquellas situaciones los sujetos entrelazan narraciones, descripciones y argu-
mentos que son contenedores de las imágenes adquiridas y reformuladas que determinan
a las representaciones (2006, p. 234).

La interrogación cara a cara es, por tanto, el espacio idóneo para que los sujetos
entrevistados expresen sus discursos sobre las experiencias de interacción con los ar-
tefactos, lo que significa para cada uno de ellos las experiencias con las TIC y de qué
manera estas tecnologías se han incorporado en su vida cotidiana.
Ahora bien, teniendo clara la importancia que tiene el lenguaje para la construc-
ción y la expresión de las representaciones sociales, ha surgido una corriente que pos-
tula que el estudio de la producción discursiva es la vía más idónea para su análisis11
(Gutiérrez, 2017; 2006); esta corriente tiene como pilar interpretativo la lógica natural
del lenguaje12 y la argumentación.
Gutiérrez (2017) retomando a Grize, señala que desde la perspectiva de la lógica
natural, la argumentación puede ser definida como un proceso de esquematización o
de representación de la realidad, a partir de premisas ideológicas que se suponen com-
partidas y en vista de una intervención sobre un determinado público o auditorio, todo
ello desde un lugar socialmente e institucionalmente determinado.

11 Cabe aclarar que para el desarrollo de la perspectiva discursiva de las representaciones sociales me he basado
en el trabajo de Gutiérrez (2017; 2006).
12 La teoría de la lógica natural, desarrollada por los investigadores que conforman esta corriente (Grize, Vignaux,
Borel), concibe al discurso como una actividad compleja que uno puede caracterizar por cuatro aspectos: 1. es
una actividad de un sujeto locutor; 2. utiliza una lengua natural; 3. está finalizada, en el sentido de que se trata
del prójimo; 4. se desarrolla siempre en una situación (Gutiérrez, 2006, p. 241).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 157
De acuerdo con Jodelet, al analizar la lógica natural que interviene en las activida-
des discursivas, Grize corrobora el proceso de objetivación por medio de la noción de
“esquematización”. Una persona que se dirige a otra utiliza los signos de la lengua para
“darle a ver” su representación en una “esquematización” compuesta por imágenes.
Esta representación es construida en función de los objetivos perseguidos en la comu-
nicación (Jodelet, 1986, p. 484). Finalmente Gutiérrez explica que, “una de las ventajas
que ofrece la lógica natural es precisamente el proporcionar un método de análisis que
permite analizar tanto la forma como el contenido de las representaciones” (Gutiérrez,
2006, p. 248).
Hacer uso de la teoría de las representaciones sociales para indagar sobre la com-
plejidad de la relación de las TIC con las comunidades indígenas, permite trabajar el
fenómeno desde la perspectiva de los actores, lo que constituye una posibilidad de en-
tender el fenómeno desde la lógica de los implicados desde su contexto cotidiano, ade-
más de proponer una mirada que difiera de las políticas estatales y permita a los entes
que ejecutan las estrategias de inclusión digital, tener una perspectiva más próxima a la
realidad de los pueblos indígenas sobre el impacto de las TIC en estos territorios.

Conclusiones
Al captar y reconstruir la relación entre las TIC y los pueblos indígenas podemos darnos
cuenta de que es una relación desigual en donde los gobiernos y las empresas privadas
han impuesto, bajo la excusa del tratado de Túnez, políticas poco inclusivas para las
culturas indígenas, que a su vez resultan invasivas e impositivas impactando de manera
directa su cultura e identidad.
Es necesario centrar la atención en las investigaciones desde una perspectiva et-
nográfica que atienda los sentidos variados de las transformaciones de las TIC en los
pueblos indígenas, para que las acciones estatales estén al tanto basándose en conoci-
mientos científicos, con estudios que se centren en las perspectivas de los actores.
El enfoque teórico - metodológico de las representaciones sociales permite enten-
der lo que piensa la gente y cómo es que se construye este pensamiento; así como la
manera en que los individuos conjuntamente edifican su realidad y, al hacerlo, se cons-
truyen a sí mismos y sus actitudes frente a la realidad. Dicha interpretación es posible
gracias a los discursos que se elaboran frente al objeto de representación, mismos que
sirven como material para la construcción de la representación social.
Finalmente, también nos permite centrar la atención en la manera en que las co-
munidades indígenas construyen sus procesos de objetivación frente a los artefactos
tecnológicos, y cómo éstos inciden en las estructuras sociales y culturales para hacer
latente la complejidad de la incorporación de las TIC en los pueblos indígenas.
158 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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160 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y LA
COMUNICACIÓN EN PUEBLOS INDÍGENAS. UNA MIRADA
DESDE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES

Silvia Gutiérrez Vidrio

El tema de la relación de los pueblos indígenas con las tecnologías de la informa-


ción y la comunicación es de gran relevancia en la actualidad, sobre todo si toma-
mos en cuenta la brecha digital que existente en relación con las oportunidades
para acceder a ellas y al uso de Internet. Si bien actualmente se han impulsado
diversas estrategias para que estas poblaciones tengan acceso a las TIC y disminuir
así la brecha, éstas no han sido del todo efectivas, entre otras razones porque la
lógica que las orienta difiere de la lógica de la que parte su cosmovisión, su simbo-
lismo cultural y sus dinámicas de organización tradicional.
Esto no implica que las comunidades y organizaciones indígenas no se apro-
pien del espacio virtual. Las tecnologías son una herramienta efectiva para el desa-
rrollo social y humano de dichas comunidades que habitan en regiones apartadas
de diferentes lugares del mundo. Esta es precisamente la problemática que aborda
Camilo Cruz al estudiar la relación de la comunidad Emberá Chamí, del Resguardo
Unificado Chamí, en Pueblo Rico, Risaralda, Colombia con las TIC.
Si bien, como señala el autor, la relación de los pueblos indígenas y otras co-
munidades poco favorecidas económicamente con las TIC ha sido estudiada desde
otras perspectivas, lo novedoso de la propuesta que presenta es que aborda dicha
relación a partir de una mirada socio-crítica, centrándose en el derecho de los pue-
blos originarios a la información y a las maneras en que las tecnologías de la infor-
mación y la comunicación llegan a ellos.
Una cuestión que considero relevante recalar es que si bien la relación de
ciertos grupos sociales con las TIC puede ser estudiada desde otros paradigmas,
la importancia de abordarla desde las representaciones sociales es que permite ir
más allá de identificar los usos y las apropiaciones y de entender la lógica cultural
que guía dichas apropiaciones. La sociedad está produciendo constantemente
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 161
representaciones sociales para motivar la acción y dar sentido a las interacciones
humanas que brotan de los problemas de las personas en la vida cotidiana (Mos-
covici, 1988). Es la idea de llevar a cabo acciones de acuerdo con la manera en que
uno representa un cierto fenómeno que nos atañe, la que hace que esta teoría
pueda ser aplicada para entender la relación que establecen los pobladores de la
comunidad estudiada con los TIC.
Es precisamente el abordaje teórico desde las representaciones sociales lo que
posibilita desarrollar la mirada sociocrítica que adopta el autor del texto. Una ma-
nera general de caracterizar lo que son las representaciones sociales es verlas como
una manera de interpretar y de pensar nuestra realidad cotidiana, una forma de co-
nocimiento del entramado social. También son la actividad mental desplegada por
individuos y grupos a fin de fijar su posición en relación con situaciones, aconteci-
mientos, objetos y comunicaciones que les conciernen (cf. Moscovici, 1979; Jode-
let, 1986). Si se parte de la premisa de la toma de posición en relación con un objeto
que les concierne, como lo es la introducción de las TIC en la comunidad Emberá
Chamí, entonces se puede ver la pertinencia de la teoría de las representaciones so-
ciales para el caso de estudio. Las representaciones sociales, como reiteradamente
señaló Moscovici, son el prerrequisito para la acción.
Además, la propuesta teórico-metodológica de las representaciones sociales
puede ser de gran utilidad para acceder a las formas subjetivadas o interiorizadas
de la cultura; es decir, a los ámbitos específicos y bien delimitados de creencias,
valores y prácticas de los actores sociales. Esto permite identificar las lógicas de
la cultura tradicional de los pueblos originarios y la lógica digital que está siendo
adoptada. De ahí que sea importante asumir que la tecnología no es neutral; está
históricamente delimitada y es en la relación que guarda con la estructura y los
agentes como es posible adentrarse a su comprensión como fenómeno social (Me-
neses, 2016).
Como señala Moscovici, retomando a Markova, cuando hablamos de repre-
sentaciones sociales tenemos en mente una red de conceptos e imágenes ligadas
conjuntamente de varias maneras, de acuerdo con la interconexión entre las perso-
nas y los medios de los que se sirven para establecer comunicación (1988, p. 222).
Es precisamente esa red a la que se puede acceder partiendo de la identificación de
las representaciones sociales de las TIC de la comunidad estudiada.
En relación con el acercamiento metodológico al estudio de las representa-
ciones sociales, cabe señalar que uno de los desarrollos que en el transcurso de
las últimas décadas ha permitido profundizar en su teoría, es su referencia a la
comunicación, al lenguaje, es decir, al aspecto discursivo de los saberes elaborados
162 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
en común. Como señalan Serge Moscovici y George Vignaux (1994), la teoría de las
representaciones sociales, desde su origen, ha insistido en el lazo profundo entre
la cognición y la comunicación, entre las operaciones mentales y las operaciones
lingüísticas, entre informaciones y significados.
Por ello, la relación que ha establecido Jean- Blaise Grize (1993) entre repre-
sentaciones sociales y lógica natural para analizar las producciones discursivas, que
el autor del texto retoma, resulta pertinente. Al ser una lógica de sentido común,
enraizada en los preconstruidos culturales, en el sistema de valores, puede ser un
instrumento capaz de poner en evidencia un cierto número de aspectos que cons-
tituyen las representaciones sociales.

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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 163
ACCIÓN
COLECTIVA Y
PROTESTA

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 165
167

LOS NUEVOS ANARQUISMOS EN MÉXICO. ESBOZO


DE UN CAMPO Y ENSAYO DE DESCRIPCIÓN ETNOGRÁFICA

Josué Federico Pérez Domínguez1

Resumen
Este artículo reflexiona sobre los modos particulares de apropiación y reinvención del
anarquismo en México, centrando la atención en el papel que juegan las redes socio-
digitales en la articulación y organización de los individuos y grupos anarquistas; las
significaciones sociales que invisten sus prácticas y discursos; los espacios, estilos y
elementos simbólicos que diferencian y configuran el campo anarquista. Además de
un esbozo general de los grupos y colectivos que conforman el nuevo anarquismo en
México, presentamos un ensayo de análisis etnográfico de tres casos de encuentros
políticos anarquistas: la 7ª y la 8ª Ferias del Libro y la Publicación Anarquista y el Hac-
kmitin/2017.

Palabras clave:
Aarquismo, redes sociales, contracultura, hacktivismo.

Introducción
Durante las últimas décadas, uno de los actores más visibles en el desafío al orden es-
tablecido han sido los activistas anarquistas, encontrando en el entorno mediático de
las redes socio-digitales una oportunidad para la realización de prácticas orientadas por
la horizontalidad, la dispersión, la autogestión y la espontaneidad creativa. Luego de
alrededor de seis décadas de hegemonía marxista-leninista en los movimientos anti-
sistémicos (Arrighi, Hopkins y Wallerstein, 1999), el nuevo protagonismo mundial del
anarquismo ha resultado sumamente llamativo tanto en la prensa como en algunos

1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: josuefpd@gmail.com
sectores de la academia (Graeber, 2002 y 2004; Baillargeon, 2003; Albertani, 2004; Gay-
tán, 2009 y 2013; Ibarra, 2009; Critchley, 2010; Illades, 2015; Ibáñez, 2017). Sin embargo,
las investigaciones sobre el nuevo anarquismo en México son, predominantemente, de
corte historiográfico con fuentes exclusivamente periodísticas (Albertani, 2004; Illades,
2015; Guillén, 2015) o estudios de caso con técnicas etnográficas de reconstrucción de
trayectorias de vida individuales y colectivas (Ibarra, 2009; Gaytán, 2013).
En este artículo pretendemos avanzar en el análisis de los modos particulares de
apropiación y reinvención del anarquismo en México, mediante la realización de una
descripción etnográfica. Nos interesa observar qué hacen y cómo lo hacen; el lugar de
las redes socio-digitales en la creación de la política libertaria; las prácticas, discursos y
tomas de postura que delinean el campo anarquista; las mezclas de significaciones que
rompen la “pureza” ideológica y delinean su ethos cotidiano. Partimos del principio
ético-metodológico de la “dialogicidad” (Bajtín, 1982) de toda investigación sobre y
entre sujetos, así como de la pretensión de ensayar una estrategia de escritura orien-
tada por una “estética hipertextual” caracterizada por la discontinuidad y el entrelaza-
miento discursivo donde “el sentido no se haya en el seguimiento de una trayectoria
narrativa, sino más bien en la relación que crean entre sí varios seguimientos” (Odín
citado por Landow, 2009, p. 435). Dividimos el texto en dos partes: 1) un esbozo del
campo de los anarquismos en México; y 2) un ejercicio de descripción etnográfica de
tres casos de encuentros ácratas acaecidos en la Ciudad de México en distintos espa-
cios y momentos.

La proliferación de los nuevos anarquismos


en México: esbozo de un campo
Utilizo la noción “nuevo anarquismo” en consonancia con otros usos académicos: Grae-
ber (2002) habla de “los nuevos anarquistas”; Ibarra (2009) de “nuevo anarquismo”;
Illades (2015) de “neoanarquistas”; Ibáñez (2017) del “anarquismo que viene”. El nuevo
anarquismo tiene poco que ver con el discurso y la extracción social obrera, artesanal y
campesina de los miembros del viejo anarquismo o “anarquismo clásico”, prevaleciente
desde sus orígenes a mediados del siglo XIX hasta la guerra civil española (1936-1939), y
cuya forma de expresión política dominante fue el anarco-sindicalismo (Rodríguez, 2013,
p. 34). El nuevo anarquismo es principalmente urbano, juvenil, contestatario y contra-
cultural. No tiene ni una organización centralizada, ni un discurso hegemónico, ni una
sola forma de lucha. Más bien es una especie de red transnacional multifacética, con
múltiples prácticas, corrientes, discursos, referentes organizativos, tácticas y objetivos.
Aunque el anarquismo, como corriente radical y anti-estatal del movimiento obre-
ro, existe en México desde el último cuarto del siglo XIX, desde la década de 1980 han
168 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
proliferado los grupos e individuos que incorporan la idea del anarquismo en la cons-
trucción de su identidad. Luego de los colectivos anarcopunks de los años ochenta, la
insurrección zapatista de 1994 propició el surgimiento de colectivos autonomistas, co-
munitaristas y anarcozapatistas. Actualmente, es posible encontrar grupos e individuos
que se autodenominan anarcocomunistas, anarcosindicalistas, anarquistas mutualistas,
ecoanarquistas o anarcoecologistas, anarquistas primitivistas, anarcofeministas, anar-
conihilistas, insurreccionalistas, anarcoindividualistas, anarcocapitalistas, anarcopuks,
libertarios, antiautoritarios, magonistas, etcétera. Aunque desde hace varias décadas
existen coordinaciones de grupos e individuos pública y claramente reconocibles como
la Federación Anarquista de México (FAM), debido a las propias transformaciones del
campo anarquista a nivel mundial, en los últimos años han aparecido colectivos de corte
insurreccionalista que no se reconocen parte de tal federación, y que han construido
su propio espacio de coordinación, solidaridad y reconocimiento mutuo: la Federación
Informal Anarquista (FAI). Si tuviéramos que establecer un criterio de diferenciación
demasiado reduccionista entre la FAM y sus aliados, y la FAI y sus “afines”, sería clara-
mente que unos son pacíficos y los otros reivindican distintas expresiones de violencia
(sabotaje, atentado, incendio, entre otras) como formas de lucha.
Como en otros momentos de la historia del anarquismo, esta reivindicación de la
acción directa violenta ha provocado la emergencia de discusiones y tomas de postura
confrontadas. De igual modo, la presencia de los autodenominados “anarcocapitalis-
tas”, así como la crítica realizada por colectivas anarcofeministas a la prevalencia de
actitudes machistas o misóginas en las prácticas de algunos grupos e individuos, ha
abierto el debate sobre lo que es y no es ser anarquista. El anarquista, como otros cam-
pos sociales (Bourdieu, 1976), es un campo en disputa y reconfiguración.
El investigador anarquista Marcelo Sandoval considera que existen ciertas “nocio-
nes-prácticas” que configuran el horizonte ético-político del anarquismo a lo largo de
su historia y que son reactualizadas y resignificadas “de acuerdo al contexto de conflicto
de cada sujeto social”; entre ellas estarían: 1) la congruencia entre medios y fines; 2) la
afinidad, la confianza, la solidaridad, el apoyo mutuo, la amistad y el compañerismo,
frente a las formas instrumentales y verticales de hacer política; y 3) la acción directa y
la autogestión de la vida, frente a la representación y la heteronomía (Sandoval, 2013,
p. 137). Es decir, una “política prefigurativa” signada por la autonomía como proceso
y objetivo. Este tipo de “prácticas libertarias” se han ido extendido a numerosos mo-
vimientos anticapitalistas hasta ir conformando una cultura política antiautoritaria,
asamblearia, sin la necesidad de líderes ni estructuras estables, sino haciendo proliferar
la adhesión libre a espacios flexibles, con temporalidades indeterminadas y formas de
hacer política guiadas por la afinidad electiva y la afectividad.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 169
Sirviéndonos de la idea de “estilo”, entendido como una combinación de “elemen-
tos culturales (textos, artefactos, rituales)” que constituye las identidades grupales
(Feixa, 1998, pp. 99-103), podemos considerar que el nuevo anarquismo es, además de
una corriente política anticapitalista y antiautoritaria, una expresión existencial con-
tracultural, una actitud o estilo de vida cuyos practicantes comparten valores éticos y
estéticos, gustos musicales, lugares de encuentro y sociabilidad, formas de vestir y or-
namentación corporal, símbolos identificatorios, un estilo discursivo del habla cotidia-
na, producciones culturales, rituales y actividades de ocio, así como animadversiones y
rechazos a otras formas o estilos de vida. La idea de estilo o actitud puede fácilmente
ser identificada en las prácticas y códigos culturales de los anarco-punks, pero no sola-
mente en ellos; otras corrientes anarquistas también encarnan elementos “homólogos”,
es decir, igualmente importantes en la constitución de su forma de vida. Por ejemplo,
entre los hacktivistas algunos de esos elementos serían el lenguaje especializado, los ar-
tefactos técnicos (laptops) o las criptofiestas; entre las anarcofeministas, está la práctica
de un lenguaje no misógino, la reinvención de la corporalidad, el desafío antipatriarcal
como actitud insumisa en todo momento y espacio, entre otros.
Además de los clásicos Bakhunin, Prudhon, Kropotkin, Malatesta, Goldman y
Flores Magón, los nuevos anarquistas han incorporado en su bagaje teórico catego-
rías y postulados provenientes del pensamiento de Foucault, Deleuze, Guatarri, Clas-
tres, así como posiciones y principios resultantes de la asimilación de la experiencia
de otros movimientos sociales, como el autonomismo italiano, el situacionismo y el
neozapatismo mexicano. Entre algunos de los nuevos temas de interés que se vuel-
ven corrientes de pensamiento y acción ácratas podemos identificar el veganismo, la
liberación animal, el feminismo anarquista, las okupaciones de espacios de vivienda
y recreación, el hacktivismo, entre otros. Algunos valores que permean diversas prác-
ticas del nuevo anarquismo son la transgresión estética y sexual, el anonimato y la
borradura de la firma.
Numerosos colectivos y redes de anarquistas desarrollan diversas “estrategias co-
municativas” a través de medios “alternativos” (Rucht, 2004) para difundir las luchas
populares de resistencia, así como los ideales y perspectivas políticas del anarquismo en
México y en el mundo. Muchos otros se dedican a la creación artística y contracultural
como un aspecto intrínseco o constitutivo de la lucha política (Ibarra, 2009; Gaytán,
2008). Ambos tipos de activismo forman parte de un complejo proceso de construcción
de espacios públicos alternativos donde la comunicación y la lucha política juegan un
papel fundamental en la configuración de subjetividades libertarias. Aunque el uso de
internet se ha convertido en la principal herramienta de comunicación y conectividad
entre los nuevos movimientos sociales, muchos individuos y colectivos continúan pro-
170 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
duciendo y compartiendo información a través de fanzines, periódicos murales, radios
comunitarias, serigrafía, grafiti, música, etcétera.
La proliferación de los anarquismos en México transita por las distintas ferias de li-
bros, conciertos, foros, mesas de discusión, seminarios, marchas, manifestaciones, mí-
tines y demás espacios de encuentro, organización y lucha. De igual modo, este proceso
de creación y articulación de los anarquismos ocurre a través de la compleja red de sitios
web que incluye blogs, radios por internet, perfiles de Facebook, canales de YouTube, et-
cétera. Por supuesto, esta red va más allá de las fronteras nacionales, se expande hacia
a todo el mundo, pero principalmente se conecta con sitios similares en Estados Uni-
dos, Francia, Alemania, España, Italia, Grecia, Argentina y Chile. La articulación entre
estos sitios web sigue una lógica propia de las redes sociales digitales de las últimas dé-
cadas que replica, bajo nuevos valores, mecanismos y premisas, la agregación de los
grupos de afinidad de la tradición ácrata mundial. Este tránsito de la textura digital a la
off-line y viceversa, lo que Rovira (2017) denomina “constelaciones performativas”, ha
hecho evidente la existencia de nuevas condiciones para la realización de acciones polí-
ticas espontáneas y pasajeras, así como para la consolidación de proyectos colectivos de
mayor alcance y duración.

Etnografía del encuentro ácrata


El encuentro es posibilidad de lo inédito, es apertura y apuesta por más y mejor vida; es
promesa de reencuentro y compromiso. El ambiente anarquista es solidario y espontá-
neo, un devenir incierto pero amable. No hay quien diga qué hay que hacer, pero todos
hacen algo, lo que quieren, lo que consideran necesario y valioso para ellos y los demás.
Intercambian, prestan, ayudan, aprenden, se divierten. Según Hannah Arendt la acción
política es iniciativa, nacimiento, creación de lo nuevo (Arendt, 1958, p. 201). Las convo-
catorias a los encuentros ácratas pueden surgir de iniciativas individuales o colectivas;
en ocasiones son continuidad de una tradición que se reinventa en cada ocasión. Es una
práctica común enterarse de las convocatorias a través de las redes socio-digitales. Al-
gunos colectivos suben la convocatoria a sus blogspots y páginas de Facebook. De igual
manera, la sociabilidad cotidiana en los espacios comunes brinda la oportunidad para
comentar, recordar e invitar a los cercanos y a los no tanto.

La 7ª Feria del Libro y la Publicación


Anarquista: el anarquismo como contracultura
La organización de ferias de libros y publicaciones de orientación anarquista es una prác-
tica recurrente desde hace algunos años en distintas ciudades de México y del mundo. La
primera feria del libro anarquista se llevó a cabo en la ciudad de México en mayo de 2007.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 171
Hacia agosto de ese año, los individuos y grupos anarquistas del Centro Social Libertario-
Biblioteca “Viviendo la Utopía”, de la ciudad de Monterrey, desde su portal Krea y Lucha
(http://kreaylucha.blogspot.mx) enviaron una carta a los colectivos anarquistas de Ca-
talunya y del mundo solicitándoles solidaridad económica para la organización de la “2ª
Feria del Libro y Publicaciones Libertarias”, la cual se realizó los días 5 y 6 de octubre de
2007.2 La 3ª se desarrolló en la Ciudad de México los días 7, 8, 9, 14, 15 y 16 de noviembre
de 2008 y fue convocada por los colectivos MORBOZA, A.L.M.A., Galeón Libertario, Hor-
miga Libertaria, Colectivo Autónomo Magonista (CAMA) e individuos libertarios3.
La 4ª se realizó en Oaxaca el 27 y 28 de marzo de 2009, y fue organizada por el Centro
Social Libertario de esa ciudad. Posteriormente las ferias se fueron instituyendo en distin-
tas ciudades (Guadalajara, Monterrey, Tijuana), en una especie de organización descen-
tralizada y autónoma de cada centro social libertario y colectivos afines, según sus propias
condiciones y temporalidades. Por ejemplo, en la ciudad de Guadalajara, impulsado por el
Tianguis Contracultural y diversos colectivos e individuos, se realizó la “1ª Feria del Libro
y Publicaciones Anarquistas de Guadalajara”, el 22 y el 23 de junio de 2012 y año con año se
han venido realizando nuevas ferias, la 5ª fue en noviembre de 2017.
En la ciudad de México, luego de seis años sin feria del libro anarquista, la 5ª se llevó
a cabo el 29 y 30 de mayo de 2014, en el Centro Social Libertario Ricardo Flores Magón
(CSL-RFM), fue organizado por la Federación Anarquista de México (FAM) y contó con la
presencia de los proyectos editoriales REDEZ, La Voz de la Anarquía, Ruta a la Libertad,
Tiempo Animal, Tinta Negra, Tv Neza, Interneta, Obra Negra y Apoyo Mutuo (éste últi-
mo el periódico oficial de la FAM). La 6ª Feria se realizó entre el 25 y 26 de abril de 2015
en el Centro Social Libertario Ricardo Flores Magón y contó con la presencia de la Cruz
Negra Anarquista, el colectivo anarcofeminista Jauría de Mujeres Violentas, los proyec-
tos editoriales Tiempo Animal, Antes del Amanecer, Revuelta Epistémica, Marea Negra y
REDEZ, los editores de las revistas La Voz de la Anarquía, Apoyo Mutuo, Motín y Kaos,
todos de la ciudad de México. De Guadalajara estuvieron la revista Verbo Libertario y la
editorial Grietas; de Oaxaca Corolme y Rebozo; y el proyecto Comunitaria Monterrey de
esa ciudad. Según unos asistentes a esa feria, “entre las presentaciones se podía recorrer
los diversos puestos de los distintos proyectos en los que encontrabas libros, fanzines,

2 La carta solicitando la ayuda se publicó en el medio digital A las barricadas http://www.alasbarricadas.org/


noticias/node/5736, con sede en Barcelona. Consultada en enero de 2018. La convocatoria del CSL-Biblioteca
“Viviendo la Utopía” está disponible en: http://kreaylucha.blogspot.mx/2007/08/2da-feria-del-libro-y-publica-
ciones.html. Consultada en enero de 2018.
3 Convocatoria disponible en el sitio del colectivo anarquista Regeneración Radio, con sede en la ciudad de
México: http://www.regeneracionradio.org/index.php/represion/despojo/item/1787-tercera-feria-del-libro-y-
publicaciones-libertarias. Consultada en enero de 2018.

172 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
revistas, boletines, periódicos, libretas, separadores, folletos, películas, grabados, estam-
pas y demás trabajos que elaboran todos aquellos compañeros que han trabajado cons-
tantemente por difundir el pensamiento libertario y anarquista dentro de la lucha social”4.
A diferencia de la mayoría de las anteriores ferias organizadas por la Federación
Anarquista de México (FAM) en el Centro Social Libertario Ricardo Flores Magón, la 7ª
Feria del Libro y la Publicación Anarquista fue organizada por la Cruz Negra Anarquista
y el Círculo Errante de Estudio y Discusión Anarquista, y se desarrolló el día 11 de marzo
de 2017 en un local llamando El Mundano, ubicado en Eje Central, muy cerca de la estación
del metro Salto del Agua. El Mundano es un local en el que comúnmente se organizan
tocadas de punk, hip hop, hard core, ska, reggee, dob, además de bazares de productos
marginales de la industria cultural, concursos de poesía, fiestas solidarias, etcétera. Es un
local algo oscuro, no muy grande, en un extremo del lugar se encuentra el escenario, en el
otro extremo está la barra donde venden cervezas, mezcal y pulque; cerca de la barra están
los baños. Un mural llena una de las paredes: tres figuras cadavéricas, una femenina de
tacones rojos, ligueros y minifalda negra, está sentada en un banco frente a una mesa con
bebidas y sonríe; otra masculina con chamarra de cuero y jeans peina su cabello estilizado
y brillante, sobre su cabeza una supuesta frase de Nietzsche: Lo que se hace por amor va más
allá del bien y del mal; otra masculina con larga gabardina negra, una cruz plateada en el pe-
cho, mira su reloj y fuma; en la nube de humo de su cigarro una cita de Chaplin se inscribe
en letras góticas: El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra un final perfecto. En las mesas
colocadas a lo largo del local se exponen, venden e intercambian fanzines, libros, revistas,
películas, playeras, separadores, películas, stikers, etcétera. Hacia las 10 de la noche está
programado un toquín con dos o tres bandas de punk; mientras, los asistentes se mueven
de un lado a otro y conversan entre sí. La luz ambiental es escasa, unos cuantos focos dis-
persos permiten reconocer algunos rostros y leer los títulos de las publicaciones. Algunos
títulos y autores que llamaron mi atención esa noche fueron: Queer ultraviolence, Deleuze y
Guatarri se explican, ¿Qué es el software libre?, ¡No queremos ser estudiantes, somos ma-
leantes!, Manifiesto pornoterrorista, Historia del anarco-feminismo en América Latina, Guía
para la acción directa por la liberación animal, Anarquismo verde, ecología radical y otras hierbas
(todos estos no tenían autor identificado); algunos con autor claramente identificado:
Anarquía profesional y desarme teórico, de Miquel Amorós, Energía y equidad (un elogio a la
bicicleta), de Iván Illich, La sociedad contra el Estado, de Pierre Clastres; había algunos con
pseudónimo colectivo: Foucault para encapuchadas, de Manada de Lobxs, Ética amatoria

4 “Crónica de una feria de libro libertaria” realizada por RR y Virikota, publicada en la página web de Regenera-
ción Radio, disponible en http://regeneracionradio.org/index.php/portada/item/4548-cronica-de-una-feria-
de-libro-libertaria. Consultada en enero de 2018.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 173
del deseo libertario, de Ludditas Sexxxuales; todos ellos del proyecto editorial Marea Ne-
gra (quienes usualmente distribuyen su material en el espacio anarcopunk del Tianguis
Cultural del Chopo). Aunque algunos compran uno que otro libro, revista o fanzine, el
principal motivo es encontrarse, saludarse, tomar una chela, conversar. Reconozco a algu-
nos conocidos de la Cruz Negra Anarquista, del Café Victoria, a “Bloque”, artista gráfico
que ese día lleva algunas playeras impresas con sus diseños, entre otros estudiantes y ex
estudiantes de la UAM y de la UNAM.
Después de un rato, se oyen voces en el escenario. Son dos varones del Círculo
Errante de Estudio y Discusión Anarquista que presentan su nueva revista impresa
Tinta Errante. Entre los textos que incluye, vienen unas entrevistas a anarquistas argen-
tinos que cuentan como enfrentan la represión por allá. Más temprano había ocurrido
una charla sobre las “operaciones antianarquistas en el Estado español” y un debate
sobre cómo afrontarlas, por parte de Cámara Negra. Una mujer y un hombre, rubios,
blancos y más altos que el común de los asistentes (supongo que extranjeros), se des-
plazan tranquilamente entre las mesas. Algunos se acercan y escuchan a los que toman
el micrófono; la mayoría sigue junto a sus puestos o conversando y bebiendo por aquí
y por allá. La presencia de las mujeres es evidente en las mesas, en la barra, cerca del
escenario, charlando por todos lados. Saludos a varios conocidos y conocidas. Converso
con Au, quien trae un chaleco (que alguna vez fue chamarra) con estoperoles y parches,
usa dreadlocks, una cachucha negra y anteojos. Luego con Hugo, quien me platicó un
poco sobre el desalojo que sufrieron en la okupa del Chanti Ollin, donde él “cantonea-
ba”. Después de la presentación, alguien anuncia que en un rato iniciará el toquín. De
repente muchos salen a la calle. Yo también. Afuera en la calle, sentados en el suelo, los
escalones y la banqueta la mayoría bebe cerveza, conversa o fuma mariguana. Les pre-
gunto a algunos conocidos si van a entrar al toquín. “Nel, cobran 80 varos”, me dice uno
de ellos. “¿Traes trola?”, me pregunta el otro, le digo que no pero que voy a ver si Hugo
trae; Hugo tampoco trae pero consigue el encendedor con una amiga suya. Aunque
adentro ya se escucha la música, algunos comienzan a irse, yo también.

La 8ª Feria del Libro y la Publicación Anarquista:


*el anarquismo como continuidad de una tradición libertaria
Algunas semanas después, a principios de mayo, el Colectivo Autónomo Magonista
(CAMA) publicó en su blogspot la convocatoria a la 8ª Feria del Libro y la Publicación
Anarquista,5 la cual se realizó los días 27 y 28 de mayo de 2017. El Centro Social Libertario

5 Convocatoria disponible en: http://colectivoautonomomagonista.blogspot.mx/2017/05/8-feria-de-libros-y-


publicaciones.html. Consultada en enero de 2018.

174 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Ricardo Flores Magón, perteneciente a la Federación Anarquista de México, se encuentra
en el patio del segundo piso de un viejo edificio ubicado en la calle de Donceles, cerca
del metro Bellas Artes; entra buena luz natural, pero no es muy amplio, apenas se puede
caminar entre las mesas de exposición de fanzines, libros y revistas. Al fondo hay ropa
colgada de un tendedero. El acto inaugural consistió en la exposición de cada uno de los
carteles de las ferias anteriores (con excepción de la 1ª, la 2ª y la 7ª), como en una especie
de “huella de la historia del campo” (Bourdieu, 1976, p. 123) anarquista a través de las fe-
rias. El cartel de la 3ª Feria muestra a un hombre joven arrojando un libro con una letra “A”
dentro de un círculo en la portada (en vez de una piedra o una molotov) a cuatro policías
que se protegen con sus escudos y dicen alarmados “¡Tiene un libro! ¡Tiene un libro!”. El
cartel de la 4ª muestra a una mujer y un hombre jóvenes leyendo, a otro joven de espaldas
tomando un libro de un librero, y detrás de éste las puntas dobladas de una milpa alta;
arriba de la milpa, a un costado del cartel, una “A” dentro de un círculo como si fuera un sol
en retirada. El cartel de la 5ª Feria muestra a tres gatos negros, dos acurrucados sobre un
libro abierto y uno reposando sobre sus patas traseras, el pelambre erizado por el pecho y
la espalda, con las uñas de fuera y la boca abierta, maullando fuerte.
A diferencia de la anterior feria en El Mundano, acá no hay venta de alcohol. Sólo uno
de los puestos vende unos vasitos de mezcal. La banda que bebe cerveza la trae de la tienda
más cercana. Hay menos gente; entre los asistentes se distinguen algunas cabezas canosas
de viejos militantes anarquistas y anarco-comunistas que vienen a dar alguna charla a las
nuevas generaciones libertarias. Como la FAM es la heredera “oficial” o más antigua del
magonismo y el anarco-sindicalismo mexicano, la mayoría de los colectivos e individuos
que estuvieron en la feria anterior no hacen acto de presencia. Aunque estaban programa-
dos, no llegaron los editores de la revista Verbo Libertario y la editorial Grietas de Guadalaja-
ra. Sí estaba el Circulo Errante con un nuevo número de su revista Tinta Errante. El compa
que me la vende me dice que por ahí está el correo por si quiero enviar alguna colaboración.
En las mesas se exponen el periódico Apoyo Muto, órgano oficial de la FAM, Motín,
también de la FAM y la revista Obra Negra del Colectivo Autónomo Magonista (CAMA),
también perteneciente a la FAM. La solidaridad internacionalista también está presen-
te: una charla sobre el proyecto editorial Conciencia Anarquista de El Salvador; y una
charla, lectura de cartas de anarquistas venezolanos y proyección del video El liberta-
rio de Venezuela. Además un homenaje a Ediciones Antorcha, un proyecto de biblioteca
virtual que digitalizó las actas de disolución de la antigua FAM. El ambiente es menos
festivo; los que dan las charlas en las mesas de presentación de libros, videos, home-
najes y demás, de vez en cuando piden silencio para escucharse mejor. A pesar de eso,
los más jóvenes que se encuentran entre las mesas de venta e intercambio de fanzines
están algo alejados del escenario y continúan bebiendo, riendo y conversando.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 175
Para cerrar las actividades del primer día se realiza un conversatorio sobre “el cen-
tenario de la revolución desconocida: a 100 años de la Revolución Rusa”. En la mesa
participan Pablo Gaytán con el tema “El ojo de la memoria. Del cine soviético al video
libertario”; Otón Quiroz con “El arte en la posrevolución y la influencia del anarquismo
en el cine”; y Alfredo Velarde con una ponencia titulada “Los anarquistas avisaron”.
Hacia el final, ya cayendo un poco la noche, a pesar de que se había programado un so-
nidero llamado Booombaaa, no estalló, no hubo música ni baile; entre todos ayudamos
a acomodar las sillas y las mesas y nos fuimos.
Resulta interesante plantearse una cuestión acerca de las ferias del libro y las pu-
blicaciones anarquistas: si antes de la era digital y del internet, una de las actividades y
objetivos principales de los grupos ácratas era la difusión de la “Idea” hacia los sectores
populares y de trabajadores, y para ello editaban, imprimían y distribuían periódicos,
fanzines, revistas, etcétera, a veces incluso en forma clandestina, pasando de mano en
mano y en circuitos cercanos o de afinidad; ahora, cuando es posible “descargar” todos
los libros, fanzines y revistas de las páginas web de los distintos proyectos editoriales
libertarios, ¿cuál sería el sentido de hacer una o varias ferias de este tipo? Una posible
respuesta es que a través de este tipo de encuentros y actividades se logra la cohesión
y la diferenciación del propio campo anarquista, un campo atravesado y definido por
diferencias generacionales, prestigio político y académico, posiciones ideológicas, afini-
dades y aversiones entre individuos y grupos.
Como los propios participantes, organizadores y cronistas sostienen, este tipo de
actividades tiene por objetivo rescatar, reproducir y difundir las ideas y el pensamien-
to anarquista en sus diversas manifestaciones, así como tejer vínculos entre distintos
proyectos y espacios libertarios a nivel local, nacional e internacional. Sin embargo,
también es posible entender estos encuentros como ocasiones en que se constituye y
transforma el campo político anarquista. Es decir, desde la organización y la elección de
la sede, hasta la presentación de los proyectos editoriales, las charlas, los conversatorios
y demás actividades que llenan el programa de cada feria, son la ocasión en que los dis-
tintos individuos y colectivos hacen acto de presencia, toman la palabra, explicitan una
visión del mundo y asumen una postura política frente a otras visiones, otros proyectos
y otras posturas igualmente políticas. Según mi perspectiva, la 7ª Feria, realizada en El
Mundano, fue claramente de orientación contracultural, juvenil, festiva; en cambio la 8ª,
realizada en el CSL-RFM, fue más oficiosa, formal y auto-conmemorativa. Este proceso
de encuentro y posicionamiento público es parte de la transformación del campo anar-
quista en México: viejos y nuevos temas, viejos y nuevos actores, viejas y nuevas formas
de hacer política libertaria ocurren y concurren.

176 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El Hackmitin/2017
Según Manuel Castells, los movimientos sociales de la era del internet heredan las as-
piraciones de los movimientos sociales de los años sesenta y setenta que reconocían
como valores irrenunciables de la modernidad la individuación, entendida como la ten-
dencia a reconocer los proyectos del individuo como “principio esencial que orienta su
comportamiento” y la autonomía, que se refiere a:

… la capacidad de un actor para convertirse en sujeto definiendo su acción alrededor de


proyectos construidos al margen de las instituciones de la sociedad, de acuerdo con los
valores e intereses del actor social. La transición de individuación a autonomía se opera
mediante la conexión en red, que permite a los actores individuales construir su autonomía
con personas de ideas parecidas en las redes que elijan. Sostengo que Internet proporciona
la plataforma de comunicación organizativa para traducir la cultura de la libertad en la
práctica de la autonomía (Castells, 2012, p. 220).

Como se alcanza a observar, Castells reconoce como práctica social vigente en los
movimientos sociales actuales la “utopía anarquista de la autogestión en red” (Castells,
2009, p. 452). Por supuesto, para los participantes en dichos movimientos sociales la
práctica social de la autonomía y la “autocomunicación” en red no es algo que resuelva
todos los problemas políticos y de organización. Además, desde mi perspectiva, el teóri-
co de la sociedad de la información no abunda lo suficiente sobre los múltiples usos de
las tecnologías de la información, lo que De Certeau denomina las “maneras de hacer” a
través de las cuales los “usuarios se reapropian del espacio organizado por los técnicos
de la producción sociocultural” (De Certeau, 1997, p. XLIV), lo que permitiría observar
que los activistas no sólo deliberan, coordinan, deciden acciones, también juegan, ligan
o investigan. El entusiasmo por las redes socio-digitales por parte de los activistas es
que, sin dejar de ser una infraestructura técnica de comunicación, la red es también una
forma laxa de organización y un ideal normativo propio de la tradición anarquista que
rechaza la jerarquía centralizada y anhela la horizontalidad.
En consonancia con este espíritu libertario de la red libre y descentralizada, entre
el 27, 28 y 29 de octubre se llevó a cabo en la ciudad de México el Hackmitin/2017. La
convocatoria decía así:

Estamos iniciando el llamado para el Hackmitin 2017 en el Rancho Electrónico. Cual-


quier persona es libre de coordinar, presentar, difundir un nodo dentro del Hackmitin.
El Hackmitin es un encuentro participativo y gratuito en el que se intenta diluir la rela-
ción organizador@-asistente con el objetivo de que el encuentro se organice y autogestione

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 177
colectivamente. El Hackmitin son actividades auto-organizadas en forma de talleres, char-
las, mesas redondas, exposiciones, proyecciones, presentaciones, etc.) que hemos llamado
nodos. Con NODO referimos a cualquier actividad que se realice en el evento. Puedes su-
marte proponiendo nodos de trabajo/actividades/difusión.

El Rancho Electrónico es un hackerspace, un espacio político de hacktivistas y usua-


rios de software libre que se reúnen para experimentar, compartir y difundir conocimien-
tos y técnicas relacionadas con la revolución de las telecomunicaciones, la cibernética y la
informática. Según su auto-descripción escrita en su página web6, el Rancho electrónico:

[…] es y trabaja para ser una colectividad libre, abierta, independiente, horizontal, plural y
autogestiva por medio de procesos asamblearios. También buscamos anular las jerarquías
del conocimiento principiante/experto y preferimos compartir saberes entre todxs […] es
independiente del gobierno y sus instituciones, también de las grandes compañías tecno-
lógicas y no pertenece ni busca apoyo de ninguna institución o partido político […] Somos
una comunidad autogestiva y en constante construcción que nos organizamos y comunica-
mos en un proceso asambleario y tomamos decisiones por consenso.

Este espacio, que tiene que pagar renta, agua, luz, internet, materiales de limpieza
y cocina, además de los gastos de difusión de sus actividades, se sostiene económi-
camente gracias a lo que denominan “cooperación colaborativa” de todos los partici-
pantes: algunos aportan dinero, otros en especie y otros con trabajo. Asimismo, en su
página afirman que colaboran con diversos colectivos, sin explicitar cuáles, ni de qué
orientación política. Sin embargo, es evidente que al reivindicar la asamblea, la autoges-
tión, el consenso y la horizontalidad como prácticas cotidianas, es posible ubicar este
proyecto como afín a la tradición libertaria y antiautoritaria del anarquismo.
Habían ocurrido ocho versiones anteriores del Hackmitin en México: 2009 en México
D.F. en la denominada “Zona Autónoma Makhnovtchina”; 2010 en la ciudad de Oaxaca,
con cinco sedes de espacios autónomos: la Casa Autónoma Solidaria Oaxaqueña de
Trabajo Autogestivo (C.A.S.O.T.A), la Librería Mompracem, La Jícara, Estación Cero y
Barcina; 2011 en Tecámac, Estado de México, con sede en el Centro de Resistencia Zapa-
tista (CE.RE.ZA.); 2012 en la ciudad de Puebla, con sede en Acción Directa Autogestiva
(A.D.A.); 2013 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, con sedes en los espacios cultu-
rales El Paliacate y La Caverna; 2014 en la ciudad de Querétaro, con sede en la Casa del
Obrero; 2015 en la ciudad de San Luis Potosí; y en 2016 en la ciudad de Colima. Desde su

6 Recuperada el 18 de enero de 2018, de https://ranchoelectronico.org/

178 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
primera versión, y también en las sucesivas, la orientación autogestiva, con resonancias
anarquistas y zapatistas, fue explícita.
Para la versión de 2017 a realizarse en el Rancho Electrónico en la ciudad de Méxi-
co, con Guiomar, Fernanda, Stefanía, Miguel y yo (por cierto, todos nosotros fuimos de
los pocos que no usamos seudónimo hacker y que escribimos con mayúscula la inicial
de nuestro nombre en el registro de asistentes), propusimos nuestro nodo: “Un coro
en formato asamblea…” (wherever that means, como dice Mier), que interpelara a los
asistentes sobre cómo se apropian y viven en sus prácticas la “idea” del anarquismo. La
tarde anterior a nuestra participación, el sábado 28, había ido para ambientarme en el
lugar y darme una idea sobre el tipo de actividades de cada nodo. Sobre una especie de
archivero viejo, había un pintarroncito donde estaban anotadas las actividades que se
llevaban a cabo en ese momento: una conversación sobre auto-cuidado feminista; una
explicación con gráficas y mapas muy bien elaborados sobre el movimiento de las placas
tectónicas y los problemas de abastecimiento de agua en la ciudad provocados por el
temblor del 19 de septiembre; un taller sobre autodefensa digital. Reconocí a lo lejos a
Estrella que estaba conversando sobre auto-cuidado feminista y la saludé antes de que
entrara al taller de autodefensa digital.
Paréntesis hipertextual: En días anteriores había ido a Casa de Ondas, un espacio
autogestivo adherente al zapatismo, a una plática colectiva con uno de los editores de
Traficantes de Sueños, de Madrid. Además era la presentación del nuevo número de la
revista Calibán. Ahí andaban varios anarcos, entre ellos el compa Israel Pirra, de la Furia
de las Calles. Compré algunas revistas y fanzines. El día del hackmitin también andaba
por ahí Pirra y entre los estantes el fanzine que edita junto a otros punks: el HardKo-
dezine. Siguiendo primero en la versión impresa y luego en su versión digital la historia
de los hackmitins en México escuché en la página web de este fanzine el primer pro-
grama de radio del HardKode, https://hardkode.punksmedia.org/radio/, donde Pirra
y otros dos amigos contaban sus experiencias y recuerdos de las distintas ediciones
de los hackmitins a los que habían asistido. Recordaban con especial aprecio el que se
llevó a cabo en la ciudad de Oaxaca y el de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el cual
coincidió con la “escuelita zapatista” de ese año. Además de algo de punk y varios fuer-
tes tosidos libertarios de alguno de los locutores, presentaron una cápsula del compa
Chiwy que les envió desde Berlín. Chiwy platicó del Chaos Computer Club (CCC), el más
grande e importante colectivo hacker en Europa, con sede en Berlín, donde realizan
desde 1984 congresos, eventos, sabotajes, cryptoparties y demás actividades7. Además

7 Más información en https://www.ccc.de/en/.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 179
compartió algo de la banda Bark que mezcla el punk y la música electrónica.8 Chiwy
también es frecuente colaborador en la versión impresa del fanzine HardKode, entre
cuyas colaboraciones encontré una titulada “Mis pininos con Retroshare”, un programa
de software libre “peer to peer” o “P2P”, que según este compa es un “modelo para tener
una comunicación descentralizada y fomentar así la seguridad y la privacidad” (Chiwy,
2015, p. 17). No está demás decir que la experiencia de la lectura hipertextual es parte
también de la sensibilidad libertaria y su intento de abandonar “nociones como centro,
margen, jerarquía y linealidad y sustituirlos por las de multinealidad, nodos, enlaces y
redes” (Landow, 2009, p. 24). Cierro paréntesis.
Luego con Aurea nos encontramos a Stefanía que nos presentó a Refresco Lisérgico,
un amigo suyo de la licenciatura en estudios latinoamericanos de la UNAM. Cuando
surgió entre nosotros el tema del nodo sobre nuevos anarquismos del día siguiente,
Refresco sacó de su mochila Fragmentos de antropología anarquista, de David Graeber,
editado por Ediciones La Social, un proyecto editorial independiente anarquista con
sede en la ciudad de México. No entramos a ningún taller ese día, sólo Aurea se llevó
por cooperación voluntaria una “pega” o stiker del sitio web http://hacklab.espora.org
que decía: NI DIOS, NI AMO, NI FACEBOOK.
El domingo por la mañana, ya entrando el mediodía, dimos inicio a nuestra acti-
vidad coral. Había más de 30 participantes, entre los cuales sólo nueve eran mujeres.
Cada participante decía que consideraba que era el anarquismo; o reflexionaba sobre
las diferentes prácticas o problemas de la autonomía, la autogestión, la autodetermi-
nación, la autorrealización, el antiautoritarismo, las rebeliones indígenas, el software
libre, el código abierto, el hazlo por ti mismo, el punk, la crítica al antropocentrismo, el
feminismo, la ética del cuidado, la no violencia, la potencia y el miedo, el aquí y ahora
del anarquismo, la política prefigurativa, las zonas temporalmente autónomas, la trans-
gresión, la crítica al vanguardismo, entre otros temas. Algunos ecos sueltos de ese día
que quedaron en mi libreta de apuntes:

“A veces pienso si el antiautoritarismo será congénito.”


“¿Nuevos anarquismos? También el anarcocapitalismo es nuevo.”
“La necesidad de romper los dogmas, la pureza, las ideas preconcebidas sobre
cómo actuar.”
“No ser autopolicía, cristiano por las contradicciones ético-políticas, al grado de la
autoflagelación.”
“No se puede dialogar con un fascista.”

8 Algunas canciones disponibles en http://www.bark-band.de/songs.html.

180 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
“Romper todo miedo y toda esperanza.”
“Las etiquetas deshumanizan. ¿Cómo se dialoga siendo anarquista, incluso
con un machofacho?”
“Vengo desde Arizona sólo a esto.”
“Desafiar a la autoridad, sí, pero ¿desde dónde, desde que privilegios, incluso
desde qué fenotipo?”
“Es liberador saber que las zonas temporalmente autónomas son finitas.”
“Respecto a la idea de los privilegios: si tu idea es desafiar a la autoridad, desde cualquier
lugar puedes hacerlo.”
“Por eso me gusta el Rancho, porque puedes hablar entre iguales, sin discriminación por
supuestos privilegios.”
“Yo creo que el anarquismo tiene que ver con escoger tus batallas, tus diálogos.”
“Tal vez anarquía es un concepto colonialista; hay términos que son del opresor.
Es necesario quitarnos la idea de vanguardia, de decir: ‘esto nunca había pasado’.
Es mejor pensar con una metáfora: caminar hacia atrás, mirando al pasado.”
“Es necesario repensar el micropoder en los movimientos emancipatorios. Pensemos
en el caso de Yndira y la reacción de ciertos feminismos.”
“Yo creo que sí es necesario pensar la temporalidad y la energía que invertimos en las
zonas autónomas. Pensar en que lo que hacemos subsista.”
“Aquí no hay inventores, que yo sepa todos somos usuarios de software libre. No a la
autoría, como e n el anarcopunk.”
“Tenemos que encontrar nuevas formas de narrar nuestros espacios, para evitar la
apropiación por parte de los dominadores.”
“Todo anarquista es feminista.”
“El cuerpo es un espacio de privilegio y también un espacio de ceguera; tenemos que
reconocerla y ponernos en el lugar de la escucha. Además, no hay esencias, somos como
actuamos en cada momento.”
“No a la dicotomía: pensar-académicos por un lado, y hacer-activistas por otro. Debemos
pensar la acción con verbos: hackear, feministear, anarquistear.”
“No hemos hablado del antropocentrismo, de los animales o la naturaleza.”
“Somos tres compas que venimos de la FES Acatlán a dar un taller sobre software libre.”
“La transgresión es la propia cárcel de la libertad. A veces me siento cansado
por la transgresión.”
“El miedo sirve para hacernos de herramientas para luchar. Hay que compartir el miedo.”
“El feminismo no es una política de igualdad; somos distintas.”
“Apelar a las emociones, los sentimientos, no al deber ser racional.”
“Sobre el feminismo, no hay respuesta absoluta de qué es, eso es lo que cuestiona.”
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 181
Un ensamble coral donde las enunciaciones iban y venían, saltaban de un lado a
otro sin orden ni sentido fijo, donde las alusiones no eran ataques sino comentarios
de comentarios. Según Bajtín “cada enunciado está lleno de ecos y reflejos de otros
enunciados con los cuales se relaciona por la comunidad de esfera de la comunicación
discursiva” (Bajtín, 1982, p. 281). Ahí, donde la “A” escrita en el pintarrón creaba una
comunidad discursiva que nadie impugnó, cada enunciación era respuesta a otra enun-
ciación; si cada enunciación es posición en el conjunto de fuerzas expresivas corales,
entonces cada enunciación era una adhesión o un rechazo a otras enunciaciones con
sus respectivos “matices dialógicos” y tonos expresivos (Bajtín, 1982, p. 282). Aunque
cada quién hacía alusión a algún comentario ajeno previo y lo retomaba para decir lo
propio sin pretensiones de llegar a algún punto conclusivo de qué es el anarquismo,
en cada una de las participaciones era posible percibir como “las relaciones entre los
hombres y sus jerarquías sociales se reflejan en el discurso”, como se enfrentan y cues-
tionan esas jerarquías, cómo se da cita el “mundo de la injuria y de la alabanza (y de sus
derivados: lisonja, adulación, hipocresía, humillación, grosería, indirectas, alusiones,
etcétera)” (Bajtín, 1982, p. 377). En un par de ocasiones dos compañeros se refirieron a
la situación diversa que enfrentan los “anarquistas punk del barrio” y los “anarquistas
de la academia”, incluso cuando ambos tipos de anarquismo se enfrentan a la represión
por parte de la policía. En otro momento, una compañera anarco-feminista colombia-
na, contra la afirmación de Guiomar de la importancia de tomar las calles en la lucha
política, contestó que esa postura era “muy patriarcal”, que ella era “súper doméstica”, y
que luego ocurría que las “feministas blancas de Europa” se apropiaban de las luchas de
las feministas latinoamericanas.

Escribe Bajtín:

Inadmisibilidad de un solo tono (serio). Cultura de la multiplicidad de tonos. Esferas del


tono serio. Ironía como forma del silencio. Ironía y risa como superación de la situación,
como predominio sobre ella. Únicamente las culturas dogmáticas y autoritarias son uni-
lateralmente serias […] La seriedad acumula las situaciones irremediables, la risa se ele-
va por encima de ellas, las libera. La risa no amarra al hombre: lo libera […] Cultura de
lo cotidiano. Risa y reino de las finalidades (y los medios siempre son serios). Todo aquello
que es realmente grande debe incluir un elemento de risa. En caso contrario, se vuelve algo
amenazante, horrible o amanerado; en todo caso algo limitante. La risa levanta la barrera,
abre el camino (1982, pp. 356-357).

182 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Cuando el compa de la playera amarilla con las siglas “EZLN”, el cabello largo ama-
rrado como “cola de caballo” y los ojos verdes, ya habiéndose quitado los tenis y sentado
sobre el brazo acojinado del sillón, decía en tono serio y cuasi-heroico que él no tenía
miedo de enfrentarse a las fuerzas represivas porque sabía que los que estábamos ahí
lo íbamos a sacar si lo metían a la cárcel, que haríamos un túnel o lo que fuera para
sacarlo, entonces, rompiendo la seriedad y el heroísmo, como corresponde “dentro de
una cultura de la multiplicidad de tonos”, Miguel el catalán punk dijo “Hey, hay que ir
pensando en un taller de cómo cavar túneles…”, lo que provocó de inmediato la risa de
la mayoría de los que estábamos ahí y cortó el tono serio-patético del compa de la pla-
yera amarilla y las siglas guerrilleras.
Luego de dos horas no llegamos a nada, por supuesto, no había a dónde llegar, era
el trayecto, su potencialidad y nada más, lo importante. Dialogar, encontrarnos, mirar-
nos y pensarnos juntos, “vivir significa participar en un diálogo: significa interrogar,
oír, responder, estar de acuerdo, etcétera” (Bajtín, 1982, p. 334), y eso hicimos “tempo-
ralmente autónomos” en el Rancho Electrónico.
En la página donde se registraban los nodos, además de exponer dudas, resolver-
las, ofrecer ayuda, preguntar sobre si iba o no a haber “criptofiesta” en el Racho o en
otro lugar, uno de los participantes cerró la conversación el domingo ya en la tarde,
cuando todo había acabado, con este mensaje: “oso:18:08 la cruda de la fiesta del sábado
y la plática de nuevos anarquismo cubrió toda la mañana, sorry por lo que no alcan-
zaron a presentar su nodo” (sic). El mismo “oso” publicó a las 19:52 horas: “OJALA SE
PRESENTEN EN UN POST HACKMITIN”.

Al investigar y reflexionar más sobre los hackmitins y los hackerspaces me parece eviden-
te no sólo su consonancia con el espíritu libertario, su clara apuesta por la horizonta-
lidad, la afinidad y la autogestión; también me queda la impresión de que este hacer
libertario se concibe a sí mismo como parte de una lucha mundial contra el capital y su
poderío tecnológico que tiene sus centros más avanzados, tanto en términos de domi-
nación como de resistencia, en los países del “norte” global (Estados Unidos, Alemania,
entre otros); que estos espacios y eventos organizados son la expresión de la continui-
dad de la lucha antiglobalización neoliberal de finales de los años noventa y principios
del nuevo siglo; que la confianza es sí mismos es parte de la confianza que se tiene en
la modernidad tardía sobre el potencial emancipador de la tecnología si ésta adquiere
una forma de libre acceso y uso masivo cotidiano; acercar la tecnología libre y politizada
a los movimientos sociales o que los movimientos sociales se acerquen a la tecnología
libre y politizada parece ser su apuesta y horizonte.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 183
A manera de (in)conclusión
Como tratamos de mostrar en las descripciones de los encuentros anarquistas analiza-
dos, el uso de las redes socio-digitales las convocatorias y actividades de organización
amplifican y reinventan la lógica autogestiva, la horizontalidad y la agregación por gru-
pos de afinidad propias de la tradición del movimiento libertario; no obstante, esto no
anula sino que facilita la práctica de convocarse, acordar, organizarse y trabajar estando
juntos y presentes en los mismos espacios físicos, resolviendo in situ la diversas cues-
tiones concernientes al encuentro político. De modo que la red del activismo ácrata es
potenciada y actualizada tanto por la sociabilidad “cara a cara”, como por la interactivi-
dad digital. De igual modo, es posible constatar que el campo anarquista es un campo
en disputa y transformación, tironeado, por un lado, por una tendencia a la continuidad
de la tradición ácrata (constituida por los acontecimientos históricos nodales y por los
autores canónicos, con sus respectivos intérpretes y actos conmemorativos); por el otro,
por tendencias más novedosas que la “idea” clásica del anarquismo como movimien-
to político antiautoritario agregan “impuramente” elementos contraculturales (como
el punk), así como prácticas, técnicas y referentes de sentido inscritos en el escenario de
batalla que la era digital inaugura (como los hackerspaces).

184 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 185
COMENTARIO AL TEXTO

LOS NUEVOS ANARQUISMOS EN MÉXICO.


ESBOZO DE UN CAMPO Y ENSAYO DE DESCRIPCIÓN
ETNOGRÁFICA

Guiomar Rovira Sancho

El anarquismo es una tradición política revolucionaria de larga data que arranca con
la modernidad, incluso como crítica romántica a la modernidad, desde la rebeldía
frente a la razón instrumental y en defensa de la pasión y los aspectos más incon-
testables de la naturaleza y la libertad humana. Desde los personajes outsiders que
encarnan el genio artístico hasta los revolucionarios sindicalistas, pasando por la
comuna de París, las luchas obreras de la Primera Internacional y el insurrecciona-
lismo, hasta las experiencias colectivistas o las derivas contraculturales del punk y la
autonomía. Hoy en día, la proliferación de “la idea” sigue los caminos más disímiles
y radicales en distintos lugares del mundo. El caso mexicano y su singularidad son
el objeto de estudio de Josué Pérez, quien se enfrenta con las variadas constela-
ciones de individuos, grupos, colectivos y asociaciones que se llaman a sí mismas
anarquistas en México y que se enlazan, se comunican y difunden a través de las
redes digitales. Porque la vocación internacionalista del anarquismo ha encontrado
también en la globalización un espacio de diseminación radical y de lucha común.
Como corriente ideológica y de lucha obrera, el anarquismo arranca de la
Primera Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) fundada en Londres en
1864, con una serie de hitos históricos y organizativos específicos de cada país que
conforma una tradición a cuya llamada acuden grandes pensadores y mujeres de
acción. A la vez, el anarquismo es una cultura política que se expande como forma
de vida (una contracultura o un “estilo” juvenil, diría Feixa), cuya razón de ser es
la lucha antiautoritaria, la autonomía, la no obediencia, la acción directa, etcétera.
Rastrear esos sentidos, sus convergencias disidentes y proliferaciones en México es
una de las grandes aportaciones de este trabajo.
Combinando ambas perspectivas, la tendencia histórica más tradicional vin-
culada a las luchas obreras con sus genealogías propias en México, y politizando a
186 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
fondo la idea de estilo o contracultura como “forma de lucha-vida encarnada”, se
articula una diversidad de grupos y acciones en el espacio territorial de México y en
el ciberespacio global de las redes sociales digitales que ameritan ser analizadas
en sus sentidos, y en el significado que los actores otorgan a su propia acción.
Los elementos y lenguajes comunes de estos anarquismos en dispersión se
disuelven a veces en matices y desavenencias que caracterizan a cada grupo, desde
los insurreccionalistas hasta los comunitarios pasando por los individualistas o los
colectivos que crecen alrededor de la comunicación alternativa, la emergencia de
nuevas colectivas anarcofeministas que cuestionan el machismo y las violencias
patriarcales en el propio movimiento, pasando por quienes hacen del veganismo y
la defensa de los animales su principal causa.
Es así que las múltiples influencias y ramificaciones del anarquismo son difí-
ciles de aprehender en una investigación de corte cualitativo que busca trazar un
panorama local mexicano. Sin embargo, el anarquismo como campo no institucio-
nalizado de prácticas y lenguajes tiene lugares de encuentro recurrentes de larga
data, como las ferias de libros ácratas.
A la vez, aparecen espacios de interpelación y acción anarquista totalmente
nuevos, vinculados a la ola de los movimientos autónomos y relacionados con la
técnica: en el hacktivismo y en los hackmitins se reúnen personajes capaces de
defender el software libre y de reivindicar la libertad de la red y del código, con
propuestas de acción, pedagogía y exploración.
Alrededor de estos colectivos surgen unos determinados gustos musicales,
hay una serie de lugares de encuentro, los toquines, una serie de símbolos que se
reproducen tanto en páginas web como en carteles y grafitis: el gato erizado, la A
en un círculo, el libro lanzado como cóctel molotov… Imaginarios recurrentes en
el contexto global de las redes jóvenes de anarquistas. Igualmente, el uso y abuso
de color negro en la vestimenta, los gestos y actitudes frente a los demás, unos
referentes culturales y autores, lecturas, lugares de la ciudad como el Haker Space
Rancho Electrónico, el mercado del Chopo o la Biblioteca Social Reconstruir… con-
forman una deriva entre el canon y la contracultura punk en su máxima de Do It
Yourself (hazlo tú mismo), llevada a la tecnología digital.
El anarquismo, como la corriente anti estatista y anti dogmática del socia-
lismo, choca entonces con toda pretensión de delimitar su ideario y su práctica a
determinados espacios y organizaciones. Así como el comunismo tiene como su
gran padre a Karl Marx, en el caso libertario no hay consenso ni siquiera respecto
a Mijail Bakunin, a quien Marx persiguió y expulsó de la Internacional por repre-
sentar a la facción federalista, descentralizadora, insurreccional y, sobre todo, por
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 187
mostrar una total desconfianza ante la forma Estado y la conquista parlamentaria
a la que se abocaba el socialismo.
Hay grandes figuras anarquistas, pero como tal un anarquismo canónico no
existe, a pesar de los intentos de algunos grupos de inscribir una genealogía sacra-
lizada. Como señalaba hace ya más de cien años Armand (quien, como los hackers
de hoy, ya usaba un pseudónimo): “los reformadores religiosos consideran al indi-
viduo como instrumento de la divinidad, los legalitarios como función de la Ley y
los socialistas como máquina de producir y consumir. Ninguno le da valor personal
por sí mismo, sino como responsable ante las abstracciones que cada uno sostiene,
pretendiendo hacer de él el fin de sus designios” (Armand, 2003, p. 35).
Contra el hombre instrumento divino, contra el hombre fruto de la ley, y con-
tra el hombre máquina productiva, se erige el anarquismo: la crítica como capacidad
de juicio individual autónomo, la indistinción entre medios y fines, la cooperación
y la solidaridad. El valor personal y la conciencia responsable son reivindicadas
por el anarquismo que rechaza la idea de vanguardia y desprecia toda forma de
obediencia. Ser anarquista no es una categoría grupal heteroimputada sino que se
defiende su calidad como autoadscripción y aspiración, incluso sin ser nombrada
como tal, explica Armand: “Creemos que prácticamente puede considerarse como
anarquista a todo el que, después de una reflexión seria y consciente, rechaza toda
coerción gubernamental, intelectual y económica, o sea toda dominación, cuyo co-
rolario económico es la explotación del hombre por el hombre, del hombre por el
medio o del medio por el hombre” (Armand, 2003, p. 36).
En México, la tradición de lucha anarquista tiene sus hitos históricos de larga
data. Desde la fundación de la comuna de Chalco en 1890 con la llegada del griego
Plotino Rhodakanaty a México en 1860, hasta la creación del Partido Liberal Mexi-
cano de los hermanos Magón y la influencia de su periódico Regeneración, hasta la
reivindicación de Emiliano Zapata como héroe campesino ácrata, y actualmente
la adscripción de muchos anarquistas al neozapatismo rebelde de Chiapas.
A la vez, las contraculturas urbanas juveniles se insertan en esta tradición
libertaria desde un modo distinto de hacer y crear comunidad de sentido. Dice
Feixa: “lo que hace un estilo es la organización activa de objetos con actividades y
valores que producen y organizan una identidad de grupo”. Es decir, un “sistema
integrado de comunicación infraverbal”.
El punk como estilo, a través del bricolaje y la homología, construye una forma
de aproximación singular a “la idea” anarquista. Objetos y símbolos inconexos son
reordenados y recontextualizados para comunicar nuevos significados. La homo-
logía, dice Feixa (1998, pp. 98-99), es el principio de creación del estilo, que se logra
188 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
por el efecto recíproco de los artefactos, lenguajes, puntos de vista y actividades.
Esto identifica a los miembros del grupo con objetos particulares: textos, artefac-
tos, rituales; se generan un lenguaje común: formas de expresión oral, palabras, gi-
ros, gestos; unos gustos musicales, una estética: la vestimenta, el corte de pelo, los
accesorios... La mayoría sólo usan algunos elementos y les atribuyen sus propios
significados. Y a la vez, el punk tiene y promueve una serie de producciones cultu-
rales: libros, revistas, fanzines, grafitis, murales, tatuajes, videos, radios libres, do-
cumentales, etcétera. Todo ello acompañado de rituales y actividades focales como
son las ferias del libro o los hackmitins que se analizan en este brillante texto de
Josué, que es sólo una probada de una investigación de largo aliento.
La politización del estilo al devenir anarquista y reclamar unos valores lle-
vados a la práctica, un modo de estar en el mundo, una urgencia hacia la acción
directa en los más variados campos de la transformación social, es lo que vemos en
estos casos descritos pormenorizadamente en el artículo de Josué Pérez.

Referencias

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Pepitas de Calabaza.
Feixa, C. (1998). De jóvenes, bandas y tribus. Barcelona: Ariel.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 189
191

LOS CADÁVERES EN LAS CALLES: LA TEATRALIDAD


POLÍTICA EN LA “GUERRA” DE CALDERÓN

Carlos Armando Romero Ventura1

Resumen
Durante el periodo de la llamada “Guerra contra el Narco” en el sexenio de Felipe Cal-
derón (2006-2012), se multiplicaron por todo el territorio mexicano los conjuntos de
cadáveres exhibidos en las calles. Estos cuadros de terror establecieron una relación co-
municacional con la población, poniendo ante la mirada del otro una serie de elementos
significativos de alto impacto. En el presente artículo se plantea leer la exhibición de ca-
dáveres en las calles como puestas en escena que sirven como referencia en la construc-
ción de diversas narrativas pertenecientes a una estrategia política. Para explicar estas
escenas, hacemos uso del concepto de teatralidad con el fin de comprender las funciones
que estas puestas en escena tienen dentro de la aplicación de una estrategia política. El
uso del concepto de teatralidad nos permite reconocer estos eventos como sucesos de
exhibición reales-ficcionales sobre los que se construye una narrativa, cuya finalidad
se concentra en el hacer creer determinada situación. Es a partir del análisis del evento
ocurrido en Boca del Río Veracruz, el 20 de septiembre del 2011, que trataremos de re-
conocer la operatividad del concepto de teatralidad en la exhibición de cadáveres en las
calles. Para ello es preciso reconocer los elementos dramáticos que componen la escena
de Boca del Río, para después identificarlos en el conjunto de escenas similares. Este
ejercicio de interpretación nos permitirá reconocer la dimensión teatral de la llamada
“Guerra contra el Narco”. Dimensión que es esencial en el ejercicio de las relaciones
de poder.

Palabras clave:
Guerra, narcotráfico, imágenes, cadáveres, teatralidad

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: avecomunicacionysentido@gmail.com
Realidades ficcionadas en la “Guerra contra el Narco”
La aparición de cadáveres en las calles, colocados en composiciones escénicas elaboradas y
acompañados de mensajes se convirtió en una constante durante el sexenio del presiden-
te Felipe Calderón (2006-2012). Estas escenas que aparecieron en diversas ciudades del
territorio nacional direccionaron la mirada del transeúnte, del ciudadano, de la gente de a
pie, hacia un conflicto que pareciera ajeno a la realidad. Sin embargo, la presencia de estos
cuerpos en el espacio común mostró la cercanía del conflicto armado con la población.
Dichas apariciones tuvieron como contexto la puesta en marcha de la estrate-
gia de seguridad interior impulsada por el gobierno de Felipe Calderón denominada:
“Guerra contra el narco”. La estrategia consistió en la utilización del ejército y las fuer-
zas armadas en el combate directo contra cárteles de la droga. El primer gran operativo
de dicha estrategia se realizó en diciembre del año 2006, con el despliegue de 7,000
militares y policías en el estado de Michoacán. En el año 2007, la administración de
Calderón impulsó, junto con el gobierno de George W. Bush, la “Iniciativa Mérida”. Di-
cha iniciativa consiste en la asistencia monetaria y operativa por parte de los Estados
Unidos para México en relación con el combate contra el narcotráfico. En esta política
conjunta impulsada por Calderón no se combatieron ni las redes de cooperación exis-
tentes entre miembros del Estado mexicano y el crimen organizado, ni el entramado
financiero en el que se mueven los recursos del narco. Ejecutada sin un combate in-
tegral al narcotráfico, la política de seguridad pareció apuntar más a la exhibición de
fuerzas con el propósito de legitimar una política de Estado sustentada en el hacer ver
y el hacer creer (Cornago, 2005).
La situación de México en relación con la violencia de grupos dedicados al tráfico
de drogas después de la “Guerra contra el narco” no ha mejorado, sino todo lo contrario.
A principios del año 2000, se registraba una violencia focalizada en la frontera norte
principalmente. En esa región se presentaban constantes disputas entre el cártel del
Golfo y cártel de Sinaloa. También se tenía localizada la presencia de cárteles en Tijuana
y Ciudad Juárez. A su vez, se tenían identificadas las operaciones del cártel Milenio en
Michoacán, el cártel de Acapulco en el estado de Guerrero, así como de otros cárteles
menores en el estado de Oaxaca (Nayar, 2005). En el año 2005, la presión del gobierno
de los Estados Unidos, llevó a que el gobierno del presidente Vicente Fox (2000-2006)
implementara el operativo “México Seguro”, que consistió en la militarización de varias
ciudades fronterizas, entre ellas Nuevo Laredo. Dicho operativo dejó nulos resultados a
la par de varias denuncias de abusos por parte de las fuerzas del Estado. Algunos datos
revelan que al comienzo de la “Guerra contra el narco” (2007), 20 organizaciones cri-
minales estuvieron involucradas en 79 enfrentamientos. Para el 2011 se encontraban
en operación 200 grupos criminales que estuvieron implicados en más de mil enfren-
192 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
tamientos. De estos enfrentamientos, más del 84% fueron propiciados por soldados o
policías (Ángel, 2017).
A partir de la llamada “Guerra contra el narco” se incrementaron los homicidios
de periodistas, los ataques a la población civil, las violaciones a los derechos humanos,
las detenciones arbitrarias y el número de personas desaparecidas. Los propósitos que
aparentemente motivaron esta guerra (violencia e inseguridad) han crecido de manera
alarmante. Tras este recuento, resulta preciso afirmar que por lo menos, en los térmi-
nos presentados a la opinión pública, la estrategia de Calderón no ha funcionado. Pero
la inefectividad de esta medida no es una cuestión que atañe solamente a la estrategia
de Calderón. Las diversas “guerras contra el narco” emprendidas desde el fin del siglo
XX en el continente americano no han dado resultados, en el sentido estricto de aca-
bar con la cadena productiva de drogas y la violencia que se deriva de este mercado. A
pesar del combate contra el narcotráfico en los Estados Unidos, cuyo origen se remite
a la administración del presidente Richard Nixon en la década de los años setenta, el
consumo de drogas y la operación de grupos dedicados a su venta en aquella nación
no disminuyó. De hecho, un importante ex funcionario de la administración del presi-
dente Nixon declaró que la guerra contra el narco en aquella nación se lanzó para con-
tener a dos enemigos: la izquierda anti guerra y la gente negra (Martínez, 2016). Estas
declaraciones, de ser certeras, nos permiten dilucidar el por qué, la “Guerra contra el
narco” no ha dado resultados. Más allá de un combate contra el narco estaríamos ante
la construcción ficcional de un enemigo con el fin de atacar en otros frentes o interve-
nir en otras cuestiones. La lucha antidroga ha sido uno de los pretextos con los que el
gobierno de los Estados Unidos ha intervenido directamente en Latinoamérica. Basta
referirse a la certificación que la potencia otorgaba a los países de la región en relación
a dicho combate. La “Iniciativa Mérida” es una estrategia norteamericana de control
territorial que tiene la misma estructura del llamado “Plan Colombia” (Delgado y Roma-
no, 2011, p. 90). Esta estrategia provocó, entre otras cosas, el desplazamiento poblacio-
nal de territorios estratégicos, así como un preciso control del territorio por parte de la
Administración para el Control de Drogas​(en inglés: Drug Enforcement Administration,
DEA por sus siglas) y el Estado Colombiano. Dicha construcción resultaría muy eficaz
para la implementación de políticas neoliberales, muy bien recibidas en los últimos 30
años tanto por los gobiernos de Colombia como por los de México.
Si apelamos a la memoria colectiva o a los registros visuales del México contemporá-
neo podemos afirmar que las escenas conformadas por grupos de cadáveres abandonados
en el espacio público, colocados con características que podemos calificar como esceno-
gráficas, no eran comunes antes de la llamada “Guerra contra el narco”. Como conse-
cuencia de dicha estrategia, fue que se dispararon las escenas de violencia. La aparición
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 193
de estas puestas en escena dio pie a la construcción de una narrativa oficial vinculada a la
estrategia de seguridad impulsada por Calderón. Para el gobierno federal, estas puestas
en escena eran la respuesta directa al ataque frontal y certero del gobierno en contra del
crimen organizado. Sin embargo, existen varios niveles de lectura que nos llevan a conclu-
siones más complejas que las dadas por el gobierno en su momento. Las puestas en es-
cena de cadáveres en las calles muestran cuerpos muertos que comunican y sirven como
marco referencial para la creación de una serie de narrativas vinculadas a una estrategia.
Haremos uso del concepto de teatralidad con el fin de entender estas puestas en escena
como episodios discursivos ficcionales sustentados sobre la realidad del cuerpo muer-
to, que buscan construir narrativas encaminadas a legitimar ciertas decisiones políticas
impulsadas por el gobierno de Calderón. La teatralidad como concepto da cuenta de una
estrategia que organiza y otorga ciertas cualidades a una puesta en escena. Este concepto
se reconoce en la formulación de un juego de ficción de relación espectatorial, apegado a
lo verosímil que sucede en un tiempo y espacio determinado. La teatralidad es una estra-
tegia que busca tener efecto en la percepción de la realidad, en tanto que es portadora de
un mensaje y opera en función de una construcción historizada de un imaginario social
(Villegas, 1996, p. 8). En la teatralidad el cuerpo funge como medio, como mensaje, como
espectáculo y como olvido (Cornago, 2005, p.7). La teatralidad se constituye a partir de
tres elementos: en primera instancia, se define a partir de la presencia de alguien que está
mirando. En ella se potencializa el acto de ver, ya que se juega a sostener la mirada frente a otro
(Cornago, 2005, p. 5); pero no sólo se trata de sostener, se trata de dominar la mirada del
otro (Geirola, 2000, p. 35). La segunda característica se refiere a la dinámica de engaño o
fingimiento (Cornago, 2005, p.7). La operación de la teatralidad se habilita por el hacer-
creer, que pretende plantear algo como aparentemente real. La tercera cualidad señala
que la teatralidad no puede existir como una realidad fuera del momento en el que se está
mirando, dado que no constituye un estado e implica necesariamente que ocurra a través
de un determinado tiempo. La teatralidad puede reconocerse en diversos fenómenos de la
vida social, así ha quedado expuesto principalmente en los campos de acción que tienen
su sustento en las relaciones de poder. En este sentido, George Balandier apunta que el
poder recurre siempre a símbolos, imágenes, ceremonias, ritos y demostraciones públicas
para hacerse patente, consolidarse y lograr la aceptación de los gobernados (Balandier,
1994, p.18). En síntesis, la teatralidad es política de la mirada.
Se puede reconocer la estrategia de teatralidad en la política de seguridad interior
de Calderón desde su planteamiento, desarrollo y resultado: una guerra contra el narco
que no ha acabado con el narco, en un Estado infiltrado por el narco; pero dentro de lo
palpable y lo concreto, la teatralidad en la guerra de Calderón se puede deconstruir en
múltiples puestas en escena de carácter ficcional y verosímil que reafirmaron el discurso
194 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
gubernamental. Entre estas puestas en escena podemos referirnos a los diversos mon-
tajes para cámaras dirigidos por el ex secretario de Seguridad Pública, Genaro García
Luna (2006-2012). En 2010 el funcionario montó un operativo para simular el rescate de
un camarógrafo de Noticieros Televisa que se encontraba secuestrado junto con otras
tres personas en el estado de Durango. El camarógrafo aseguró que él y sus compañe-
ros, fueron llevados con engaños a la conferencia de prensa en la que el funcionario los
presentó ante los medios de comunicación y dio a conocer el supuesto operativo que
montaron para su rescate. En ese mismo año (2010), elementos de la Policía Federal
(PF) allanaron una vivienda en Metepec, Estado de México y asesinaron con 37 balazos
al dueño de la casa. Posteriormente, la PF inventó una persecución y un enfrentamiento
para justificar dicho asesinato. Antes de convertirse en Secretario de Seguridad Pública,
Genaro García Luna ya tenía experiencia en detenciones y liberaciones ficcionadas que
se hacían pasar como reales. Entre los montajes en su haber se encuentra la captura de
Florence Cassez y la liberación televisada de Rubén Omar Romano, director técnico del
Cruz Azul, víctima de secuestro en el año 2005. La administración de Calderón también
echó mano de la producción de telenovelas con el fin de impulsar su estrategia de se-
guridad. La transmisión de la telenovela “El Equipo” en un canal de Televisa narraba la
historia de un grupo de policías de élite que combatía al crimen organizado.
En los episodios mencionados es clara la dirección creativa orquestada desde el
gobierno de Calderón. Sin embargo, en las escenas de cadáveres en las calles no se pue-
de asumir una línea directa de producción con el gobierno de Calderón, pero ya hemos
mencionado que antes de la llamada “Guerra contra el narco” estas escenas no eran
habituales. La exhibición de cadáveres en las calles se puede entender como parte cons-
titutiva de un fenómeno de construcciones visuales, que en su caso concreto requiere la
presencia del cuerpo en un espacio visible para dimensionarse en su proyección mimé-
tica. Sobre esa proyección se inscriben estrategias de control y de dominio. En síntesis,
existe en la producción de las escenas mencionadas una dimensión mimética y simbó-
lica que reafirma el discurso de la guerra y que las sitúa en una lógica discursiva acorde
a la estrategia de Calderón.

De los cadáveres en las calles


En la exhibición de cadáveres en las calles se muestra una realidad ficcionada compues-
ta por personajes, escenografías y conflictos. Estos elementos en conjunto dan forma
a una unidad simbólica dispuesta a ser mirada y decodificada. En la construcción del
personaje, el individuo adquiere atributos que son funcionales a la narrativa que lo
condiciona. La persona pone el cuerpo sobre el que se construye el personaje, que es
definido por la acción escénica. Esta acción es producto de una conducta voluntaria y
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 195
consciente encaminada a un fin determinado: tanto el escenario como los elementos
escenográficos adquieren una dimensión simbólica que se unifica con las acciones de los
personajes en la composición dramática. El conflicto es la relación sobre la cual se funda
dicha composición. Éste se explica como la colisión entre dos o más fuerzas, que al ser
calificadas por un punto de vista exterior se comprenden como una totalidad unitaria.
La interpretación de la puesta en escena se limitará a las posibilidades ofrecidas por el
contexto histórico-social. La puesta en escena refuerza imaginarios, da pie a la metáfo-
ra, la identificación y el prejuicio. De este modo, describiremos el evento ocurrido el día
20 de septiembre del 2011 en el municipio de Boca del Río, Veracruz:

El escenario:
Los cuerpos se exhibieron sobre el bulevar Adolfo Ruiz Cortines, frente a la Plaza las
Américas, a un costado del monumento a los voladores de Papantla en Boca del Río.
Este es un municipio conurbado al puerto de Veracruz en el que se concentra una im-
portante infraestructura turística y comercial. Dicho montaje ocurrió un día viernes a
las 5 de la tarde; justo a una hora muy transitada. En esta escena, el espacio y la acción se
conjugan en una narrativa sustentada en las condiciones dadas por la “Guerra contra el
narco”. La acción de colocar cadáveres sobre el periférico transforma el espacio público y
le otorga otras cualidades. Los ejecutantes disponen del espacio público para involucrar
al transeúnte. El escenario delimita el territorio en el que se impone la fuerza de unos
sobre el espacio de todos. En la escena se tensiona lo público con lo privado puesto que
se privatiza el espacio y se socializa el conflicto. Se presenta una realidad cruda entre-
mezclada con lo extraordinario del evento. Por un momento, lo real-ficcional sobresal-
ta en el espacio modificando el anonimato habitual que se vive en el mismo. Resulta
preciso señalar que en el espacio público se interactúa bajo la condición de someterse a
determinadas reglas. Pero también, el espacio público dispone de momentos y lugares
para que suceda lo extra cotidiano. De esta manera, se da cabida tanto a la protesta, la
celebración e incluso, al delito. Existen lugares reconocidos para ello. Pero la escena en
cuestión sobrepasa las reglas y las fugas básicas establecidas en el espacio público. El
escenario y el tiempo en que ocurrió el evento suponen un desafío a las autoridades o
una permisividad por parte de las mismas.
A su vez, dicho evento plantea otros modos de mirar el espacio cotidiano. La com-
binación entre espacio cotidiano y acción extraordinaria genera un impacto de gran
alcance. El escenario en este evento fue escogido con el fin de que el suceso fuera visto
por miles de espectadores. En primera instancia se apela a una mirada presencial y en
un segundo momento a una mirada mediática. A la par, una serie de elementos esceno-
gráficos le dan sentido al conflicto planteado. En el lugar se abandonaron dos camiones
196 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
de redilas y se colocó una manta en la que se inscribe la narrativa. En ella se definen
motivos e identidades:

No mas extorsiones, no mas muertes de ¡gente inocente! Verazetas del estado


de veracruz aun faltan mas ministerios públicos al comandante de la avi ¡castillo
torres! Esto les pasara o como los que hemos matado a balazos. Al pueblo
veracruzano no se dejen extorsionar, no paguen más cuotas. Si lo hacen es porque
quieren. Esta gente es lo único que saben hacer”

En el mensaje se contiene la justificación de la acción. Los ejecutantes asumen una cau-


sa común con el ciudadano espectador, al enunciar: No más muertes de gente inocente.
A su vez, se identifica a los cuerpos muertos como Zetas. En la escena, los cadáveres son
inculpados sin tener derecho a réplica. También se expone un aparente vínculo entre
Zetas y ministerios públicos. Los ejecutores se presentan como justicieros que con anterior-
idad ya “han matado a otros delincuentes a balazos”. Por último, se le envía un mensaje
a los veracruzanos alentándolos a no dejarse. Por tanto, existe una invitación a la repro-
ducción mimética de la acción.

Los personajes
En el lugar se colocaron 35 cadáveres que llevaban marcada una “Z” en la espalda. Los
cuerpos se encontraban amordazados, maniatados y con huellas de tortura. La escena
se compone de personajes ejecutores y personajes destinatarios. Los personajes prin-
cipales de la escena son los cuerpos sin vida bien acomodados sobre el pavimento. Un
grupo denominado “Mata Zs” se atribuyó la masacre a través de un video colocado en
la plataforma de YouTube. Este grupo señaló que su objetivo era eliminar a los Zs, ya
que afirmaban, ese grupo era el responsable de los asesinatos y las extorsiones que se
padecen en el estado. Existe otro personaje referencial al que se hace alusión en la esce-
nografía. La persona que se menciona en la manta es el ex-comandante de la Agencia
Veracruzana de Investigaciones (AVI), el cual también se desempeñaba como coman-
dante de la policía municipal de Boca del Río.
Para las autoridades estatales, los ejecutados eran personas con antecedentes pe-
nales que se dedicaban a actividades vinculadas al crimen organizado. Así lo declaró en
su momento el entonces gobernador del estado, Javier Duarte, así lo ratificó la entonces
Procuradora General de la República, Maricela Morales. Las declaraciones se presen-
taron en plena concordancia con lo escrito en la manta expuesta en el suceso. Los po-
sicionamientos oficiales se establecieron sin una investigación precisa que se ocupase
de la identificación certera de los cuerpos; tampoco se investigó la identidad del grupo
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 197
que subió el video a la plataforma de YouTube. En la narrativa de este evento existe
una construcción de personajes rivales para los medios por parte de las autoridades
estatales, federales y del grupo que se adjudicó la matanza. La construcción ficcional
de personajes sobre los cuerpos se sustenta en un relato común presente en la manta,
en el video de YouTube y en las declaraciones oficiales. Recordemos que la teatralidad
en tanto estrategia necesita del juego de ficción para poder operar en la percepción de
los observadores. En esta puesta en escena se muestra una realidad ficticia (verosímil)
en tanto que es realidad que hay un conjunto de personas asesinadas por un conflicto,
pero es una construcción ficcional la identidad de las mismas. La construcción narra-
tiva ficcional de personajes se hace evidente al momento en que se les adjudican atri-
butos inmediatos a los cuerpos muertos. La identidad de los individuos se funda en
declaraciones que carecen de una investigación precisa.
Las definiciones oficiales se ponen en duda al encontrar declaraciones que identi-
fican entre estos cuerpos a personas desaparecidas, que no tenían relación alguna con
grupos delincuenciales. Una nota publicada por el portal de noticias Sin embargo, señala
que la señora Rocío Velázquez Cruz, madre de un menor de 15 años, identificó el cuerpo
de su hijo entre los cadáveres. La última vez que la señora vio a su hijo fue cuando el
joven acudió a comprar alimento para animales. Al momento, el joven se topó con una
patrulla de la policía ministerial estatal y, según las declaraciones de la señora, los agentes
policiacos se llevaron al menor, quien horas después fue identificado por la madre entre
los 34 cuerpos abandonados en Boca del Río. A decir de varias investigaciones periodís-
ticas, casi todos los ultimados eran jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 15 y los 28
años. Todos ellos sin vínculos con la delincuencia organizada (Animal político, 2011). En la
construcción verosímil de la narrativa ficcionada, los personajes cobran cualidades antes
inexistentes. Esta construcción ficcional del personaje sólo cobra sentido en el momento
en que la puesta en escena se desarrolla. La cualidad de los personajes está condicionada
por el conjunto de las relaciones dramáticas establecidas en la narrativa que la justifica.

La composición dramática
Del montaje de Boca del Rio se desprende una narrativa sustentada en un conflicto entre
un supuesto grupo de justicieros y el grupo de los Zs. Los atributos dados al montaje en
la narrativa oficial difícilmente pueden ser fundamentados fuera de la lógica atribuida al
evento, puesto que no hay investigaciones judiciales que las sustenten. En todo caso, las
investigaciones que se han hecho en torno al evento no han sido reconocidas públicamen-
te. Lo público es la puesta en escena y las declaraciones a los medios. Por tanto, la com-
posición dramática adquiere sentido en la construcción de realidades ficcionadas que se
sitúan en concordancia con los hechos contextuales desprendidos de la estrategia de
198 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
seguridad. El conflicto en la teatralidad se define como una lucha de contrarios que ope-
ra dentro de una unidad narrativa que es funcional a una estrategia. En este sentido, la
composición dramática se convierte en un referente simbólico para la interacción social,
y es por medio de la composición dramática que se enlaza al espectador con la estrategia
política a través del lazo mimético conflictivo. Por tanto, la puesta en escena participa de
manera activa en una etapa generativa de relaciones, puesto que todo orden social se ex-
presa a través de los destinos individuales y de sus posiciones concretas. Una estrategia
política de amplio alcance no se puede implementar solamente en el nivel de los discur-
sos. Se necesitan los cuerpos y las limitaciones espacio temporales sobre las que actúa. La
puesta en escena puede considerarse como un estímulo portador de elevadas dosis de rea-
lidad, ya que el actor social configura los comportamientos posibles ante una situación de
riesgo. En este sentido, la composición dramática funge como una herramienta mimética
que se utiliza para direccionar conductas y posicionar ideas. Al dar cuenta de los elementos
conjugados dentro de la puesta en escena, hemos localizado una serie de relaciones que
nos hacen pensar que hay cuestiones que trascienden la posición oficial, esa que se limitó
a definir dicho episodio como producto de un enfrentamiento entre grupos del crimen
organizado. La exposición de esta puesta en escena, junto con la falta de investigaciones
precisas, hace que el evento mostrado pueda desdoblarse en diversas narrativas ficcionales
sobre las que se busca el ordenamiento de ciertos referentes que orientan acciones y con-
ductas. Resulta trascendente señalar que el evento de Boca del Río no ocurrió de manera
aislada. Subrayamos que fue a partir de la llamada “Guerra contra el narco” que se multi-
plicaron estas puestas en escena a lo largo de todo el territorio nacional, todas ellas con la
misma composición dramática. Estas escenas vistas en conjunto dan cuenta de un patrón
generalizado de composición escénica que se sustenta en la exhibición de la violencia y en
la legitimación del uso de la misma.

Cuernavaca 2010. Captura de pantalla de Milenio TV 10/04/2010.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 199
La multiplicidad de estas puestas en escena configura una política del terror ejerci-
da por diferentes grupos, esta política expone, en una primera lectura, una lucha entre
grupos delincuenciales contrarios, pero en otros niveles de lectura da cuenta de la admi-
nistración del miedo con el fin de lograr objetivos de diversa índole. En este sentido, la
puesta en escena implica el reconocimiento de una relación espectatorial que indica qué
mirar y hacia dónde mirar, y es de esta manera que se configuran los mecanismos de
teatralidad que operan en la imagen expuesta. En relación al contenido de estas puestas
en escena podemos reconocer lo siguiente: en ellas se exhibe una construcción dramá-
tica en la que los elementos que las definen, se conjugan para sustentar la narrativa de
la estrategia de seguridad implementada por el gobierno de Calderón.
La visibilidad de estas puestas en escena se basa en una medialidad particular que
condiciona su misma percepción: el cuerpo muerto. El medium del cuerpo sin vida mar-
ca un territorio y modifica la memoria de los espacios (Belting, 2009, p. 32). El cuerpo
muerto encuentra su lugar en el entorno social por medio de una analogía corporal
cuyo objetivo principal es impactar al transeúnte y atraer la atención de los medios de
comunicación. La exhibición de cadáveres coloca al cuerpo en el centro del discurso.
La presencia del cuerpo lacerado en las calles produce una serie de identificaciones mi-
méticas que se manifiestan a través de sensaciones que se producen en el cuerpo del
que mira. Existe un gran impacto visual tras espectar los cuerpos, y que es efecto de las
manifestaciones visuales de poder. El medio de significación (el cuerpo) implica una
relación directa de involucramiento. Las escenas plantean una relación entre cuerpos,
dada por un reconocimiento elemental entre el cuerpo que se exhibe y el cuerpo que
mira. El cuerpo como referente provoca la disposición de una recepción sensitiva de
la guerra dentro de un conjunto de sucesos que se presentan de forma consecutiva. El
cuerpo violentado es el punto de partida de una estrategia que se va poniendo progre-
sivamente en escena hasta adquirir un estatuto virtual y viral. Es necesario precisar que
las escenas forman parte de estrategias más amplias que, en su multiplicación digital,
no provocan el mismo impacto que al ser mostradas en las calles ya que al viralizarse,
pasan a formar parte de las múltiples imágenes que se muestran en la red. En este sen-
tido, el conjunto de escenas de cadáveres exhibidos de forma viral se convierte en un
espectáculo que produce miedos impersonales: tras la sobre-exposición, estos episodios
tienden a normalizarse y multiplicarse.

Conclusiones
La denominación “Guerra contra el narco” no explica ni describe el complejo proceso de
violencia inducida que atraviesa el país desde hace ya más de una década. Las puestas
en escena a las que nos hemos referido evidencian la dominación política del cuerpo a
200 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
través de narrativas visuales ficcionadas, creadas por grupos del crimen organizado y
por el Estado mexicano: son dichas imágenes las que reafirman una sensación de peli-
gro ya advertida en el discurso de la guerra.
El principal elemento de estas puestas en escena es la medialidad del cuerpo muer-
to. Por medio de la exhibición del cadáver se confirman alianzas, se exponen recursos, se
socializan conflictos y, sobre todo, se delimitan territorios. La exhibición de cadáveres
en las calles da cuenta fehaciente del control que determinados grupos ejercen sobre el
territorio. Sin embargo, limitarse a explicar estas puestas en escena como resultado de
enfrentamientos entre grupos por control de territorio no es suficiente. Es necesario
investigar a profundidad la interlocución establecida en ellas. Por tanto, es importante
reconocer la posición del tercero que mira. Dicho reconocimiento nos lleva a cuestio-
narnos sobre el uso de las estrategias teatrales como modos de intervención política.
Estas puestas en escena forman parte de la instrumentalización política que se expone
a través de la representación. Al ocupar el espacio público se hace evidente que el men-
saje se dirige principalmente a los miles de espectadores que no participan del negocio
criminal. No podemos esclarecer las intenciones concretas de estos eventos, sin em-
bargo se pueden reconocer las funciones políticas e ideológicas de los mismos. Estos
eventos muestran una violencia premeditada, políticamente motivada y perpetrada. En
estos eventos se potencializan las fuerzas que luchan por imponerse al conjunto de la
sociedad, a la vez que se configura una imagen colectiva de México como país.
Por último, es importante cuestionar si es pertinente reconocer estas acciones como
sucesos que solamente buscan intimidar al Estado mexicano. Algunos artículos periodís-
ticos señalan que a través de ellos, el crimen organizado ha logrado poner en evidencia
la pérdida de control del Estado, así como la falta de coordinación entre las instituciones
policiacas, locales y federales. Más allá de esta pérdida de control, estos eventos muestran
una reconfiguración del Estado en la que intervienen actores y grupos que establecen
alianzas legalmente no reconocidas. Por tanto, estas puestas en escena nos invitan a re-
definir las funciones del Estado mexicano en relación con los grupos que lo operan y las
relaciones que se establecen dentro de su operatividad. A su vez, es necesario señalar
la sofisticación que el crimen organizado ha logrado en los últimos años: los cárteles de la
droga han fortalecido sus redes tecnológicas, sociales y políticas. Por tanto, podríamos
hablar de la existencia de una narcopolítica que simplemente responde a una idea neoli-
beral sustentada en el dejar hacer y el dejar pasar. Finalmente, otras experiencias de las
llamadas guerras contra el narco en el continente americano, han devenido en el control
de recursos y el desplazamiento de personas. Estos episodios se pueden interpretar como
violencia disciplinante y racionalmente organizada que permite legitimar un estado de
guerra y justificar la militarización de las calles.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 201
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202 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

LOS CADÁVERES EN LAS CALLES: LA TEATRALIDAD


POLÍTICA EN LA “GUERRA” DE CALDERÓN

Reyna Sánchez Estévez

Este trabajo nos acerca a un fenómeno que se ha incrementado durante las últimas
dos décadas en este país: la presencia de cadáveres en las calles de numerosas po-
blaciones, producto de la llamada “Guerra contra el narco” que inició Felipe Calde-
rón. Desde la reflexión que presenta el autor, se vuelve evidente que estos cuerpos
son colocados en las calles de una manera que no es fortuita, sino que obedecen a
una cierta narrativa, las define como: “puestas en escena que comunican y sirven
como marco referencial para la creación de una serie de narrativas vinculadas a una
estrategia política” y desde esta perspectiva se despliega una reflexión que nos hace
“mirar” de otra manera ese espectáculo de horror.
El autor pone en juego dos categorías teóricas: la de “teatralidad”, que retoma
en parte de Villegas (1996, p. 8) para definir como una estrategia que busca tener
efecto en la percepción de la realidad, en tanto que es portadora de un mensaje
y dado que opera en función de una construcción historizada de un imaginario
social; y la de “narrativas visuales ficcionadas”, que resulta muy sugerente e intere-
sante para llevar a cabo el análisis de uno de estos episodios dramáticos que tiene
lugar en una céntrica calle de Veracruz, cuando “aparece” un conjunto de cuerpos
acomodados, acompañados de varios elementos a modo de “escenografía”.
Me parece muy pertinente en este caso la selección y utilización de estas cate-
gorías ya que permiten observar varios elementos en la “composición” de la escena
dramática, que sobre todo sirven para distinguirla de un hecho aleatorio. Ade-
más, ubica dichos eventos como fenómenos significativos que narran historias,
en este caso, infames, monstruosas. La interpretación que hace el autor le permite
trabajar con la hipótesis de que en estas representaciones hay una confrontación
que incorpora elementos simbólicos que va más allá del intercambio de disparos, que
involucran relaciones de poder, uso del espacio y marcaje de los territorios.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 203
Estas reflexiones abren la posibilidad de pensar, por una parte, en los usos de
la violencia tanto del Estado como de los grupos criminales; y por otra, en cómo
recursos simbólicos como la exhibición, la teatralización, la puesta en escena de epi-
sodios sangrientos o montajes de confrontaciones y aprehensiones, pueden formar
parte de estrategias de legitimación y de demostración de fuerza de ambos bandos.
Resulta interesante pensar en estos “usos” como parte de estrategias con propósitos
similares; es decir, que no sólo forman parte del repertorio de violencia de los crimi-
nales, sino que se han utilizado también por las esferas gubernamentales.
Además de los aspectos que plantea el autor sobre ese “discurso o narrativa de
la guerra” que se construye de un lado y del otro, el artículo abre variadas posibili-
dades para pensar en otras líneas a partir de las categorías utilizadas: por ejemplo,
la dimensión emotiva que involucra estos eventos, los posibles “efectos” en el cuer-
po social. Se apunta, aunque no se desarrolla, un elemento que me parece central
como parte de estas posibles repercusiones: la construcción social del miedo, que
sería un elemento constitutivo y medular de esta estrategia de guerra material y
simbólica que se libra entre gobierno y grupos delincuenciales, pero que también
involucra a la sociedad en su conjunto. Esa sociedad expectante y espectadora que
señala el autor, que es también destinataria de los efectos de la violencia mostrada,
teatralizada y exacerbada con estos montajes.

Referencias

Villegas, J. (1996). Para la comprensión del teatro como construcción visual. Irvine: Gestos.

204 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
205

DEL MOVIMIENTO DE LOS INDIGNADOS


A LA FUNDACIÓN DE PODEMOS. LA MIRADA
LATINOAMERICANA

François Favreau Alcázar1

Resumen
Vivimos tiempos de múltiples crisis en medio de un océano de confusión. El modelo
neoliberal ha demostrado su fracaso tras una crisis económica generalizada que, le-
jos de solventarse, ha generado un aumento de las desigualdades sin parangón en la
historia, así como unos procesos acelerados de vaciamiento de la democracia y pér-
dida de soberanía a favor del capital financiero. Observamos, con preocupación,
que estos tiempos de desconcierto están generando, además, un auge de las extre-
mas derechas en cada vez más lugares del mundo. No obstante, de un tiempo para
acá, han irrumpido con fuerza alternativas de regeneración democrática como ocu-
rrió el 15 de mayo de 2011 en España con el Movimiento de los Indignados (15M) y,
tres años después, con el surgimiento del partido político Podemos. En este artículo
se describen sucintamente ambos fenómenos y se analiza una parte de las experiencias
de los fundadores de Podemos en la región latinoamericana que fueron primordiales para
la construcción de este partido político, haciendo hincapié, tentativamente, en aquellos
elementos que nos ayuden a dilucidar de qué manera América Latina influyó intelectual
y políticamente en tres de sus fundadores: Íñigo Errejón, Pablo Iglesias y Juan Carlos
Monedero.

Palabras clave:
15M, indignados, experiencia democrática, América Latina.

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Actualmente


es estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, de la misma universidad.
Correo electrónico: rasmerol@hotmail.com
Introducción
No sólo a nivel del Estado español, también a nivel global, estos tiempos de crisis, de
transición paradigmática, donde lo nuevo no ha terminado de nacer y lo viejo no ha
terminado de morir, están generando, en ese interregno, “los más diversos fenómenos
morbosos”2 (Gramsci, citado en Sacristán, 2015, p. 281), los cuales nos están afectando
a todos (aunque en grados, intensidades, temporalidades y velocidades diferentes y no
lineales). Estos fenómenos mórbidos son multidimensionales, multiformes y están,
además, articulados y exacerbados. Varios autores dan cuenta de esto desde diferentes
ópticas. Dardot y Laval hablan del actual capitalismo neoliberal como La nueva razón
del mundo (2013), una suerte de sentido común, de “razón-mundo” o “racionalidad
mundial”, “capaz de atrapar en su lógica al conservadurismo islámico”3 como a otras
ideologías, por lo que se dificultaría enormemente tanto su alternativa como su su-
peración (Laval y Dardot, 2017, p. 11-12). Boaventura de Sousa Santos enfatiza el ele-
mento de la articulación entre los tres principales sistemas de dominación de nuestras
sociedades y de la importancia de hacer lo mismo con las luchas de resistencia. Es de-
cir, el capitalismo, que históricamente se había articulado con el patriarcado y con el
colonialismo, hoy, en su fase neoliberal y su configuración más antisocial (capitalismo
financiero), exige más que nunca, el recrudecimiento de las dominaciones colonial y
sexista: unos sistemas de dominación que “se alimentan mutuamente”, que son “simul-
táneamente distintos e inseparables” (Santos, 2010, p. 70). Como consecuencia de ello,
vivimos en sociedades en transición hacia dictaduras informales, con partidos políticos
y elecciones, “sociedades que son políticamente democráticas y socialmente fascistas”
(Santos, 2017, p. 257). En un contexto generalizado de profunda desafección entre repre-
sentantes y representados a nivel global y de sucesivas victorias electorales de gobier-
nos neoliberales, con el alarmante crecimiento de las extremas derechas europeas como
alternativas a los partidos con agendas neoliberales, se ha dado en España:

La emergencia de nuevos actores políticos con valores progresistas alternativos, como Po-
demos y sus confluencias en España, a partir de los movimientos sociales contra la crisis y

2 Algunos de los primeros ejemplos alarmantes que dan cuenta de esto, serían: la universalización de la preca-
riedad laboral, el auge de la posverdad (palabra del año 2016 según el Diccionario de Oxford), la elección de
Trump en Estados Unidos y el crecimiento, en Europa, de partidos críticos con el sistema de partidos tradicio-
nal y contra el orden político liberal pero de signo xenófobo y de ultraderecha. Un caso llamativo y simbólico
es el de Alemania en las elecciones federales de 2017: al tiempo que se hundieron los socialdemócratas, por
primera vez desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, los neonazis representados por Alternativa por
Alemania obtuvieron un 13% de los sufragios y se constituyeron como la tercera fuerza política del país.
3 El presidente de Turquía, Erdogan, llegó a manifestar el 15 de marzo de 2015 sus ganas de manejar al país
como si fuese una gran empresa.

206 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
contra el monopolio del Estado por el bipartidismo, se distingue radicalmente de las expre-
siones xenófobas y ultranacionalistas de otros países (Castells, 2017, p. 37).

La particularidad del caso español con el nacimiento de partidos políticos como Po-
demos, se debe fundamentalmente al surgimiento del Movimiento de los Indignados
(15M a partir de ahora) el 15 de mayo de 2011 a partir de una acampada en la Puerta del
Sol de Madrid, un movimiento ampliamente espontáneo que se desarrolló al margen
de partidos y sindicatos, con “una organización asamblearia y deliberativa, que combi-
nó los debates en el espacio público urbano con la interacción constante en el espacio
virtual de las redes de internet (Castells, 2017, p. 84). No obstante, a pesar de que este
movimiento contó con la aprobación y la simpatía mayoritaria de la sociedad española
(entre dos tercios y cuatro quintos), según las encuestas que se realizaron en junio del
2011 (Rodríguez, 2016, p. 33), esto no impidió que el conservador Partido Popular (PP)
obtuviese una cómoda mayoría absoluta en las siguientes elecciones generales de no-
viembre de 20114 y se continuara aplicando una gestión neoliberal de la crisis (al igual
que el anterior gobierno del Partido Socialista Obrero Español): reformas laborales que
precarizaron el mundo del trabajo, recortes en sanidad y educación, aceleración de los
desahucios, reforma de la Constitución para priorizar el pago de la deuda, rescate pú-
blico de la banca, etcétera. En este ambiente, en el que las instituciones le dieron la
espalda a la gente y eran impermeables a las necesidades y demandas de la ciudadanía
y del 15M, en el 2014 se presentó el partido político Podemos.
Para entender cómo se dio este fenómeno político, esbozaremos el nacimiento y
la constitución de Podemos como partido político a partir del 15M. Posteriormente su
gestación gracias a las experiencias y aprendizajes de sus fundadores en prácticas comu-
nicativas en los platós de televisión. Finalmente, abordaremos algo fundamental para
explicar el nacimiento de Podemos: los aprendizajes intelectuales y políticos que sus
principales fundadores tuvieron en su experiencia latinoamericana.

El Movimiento de los Indignados (15M)


El año 2011 será recordado por todo ese conjunto de acontecimientos que impulsaron
una rebelión mundial interconectada, solidaria y que, según los manifestantes —y se-
gún el lugar—, clamaba por unos derechos sociales, por una democracia real y por mani-
festar la indignación frente a los rotos sociales5 de los cuales el mundo financiero era el

4 Esto confirma que el 15M no se sentía identificado con los partidos tradicionales de la izquierda, ni siquiera
con Izquierda Unida, que no llegó ni al 7% de los votos en aquella ocasión.
5 Es decir, un empobrecimiento acelerado y cada vez más generalizado de la sociedad, junto con una fuerte
emigración de jóvenes cualificados que no tenían oportunidad de desarrollarse laboralmente en su país.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 207
principal responsable. Comenzó con la Primavera Árabe, sobre todo en Túnez y en
Egipto. Luego fue el turno del sur de Europa: las movilizaciones en Grecia, en la plaza
Syntagma y, en mayo, la ocupación de la Puerta del Sol en España que desencadenó
ocupaciones en todas las ciudades del país (movimiento conocido como 15M) hasta
la expansión del movimiento Occupy (OccupyWallSt, 2017) en Estados Unidos que se
extendió por más de cien ciudades. La reconfiguración de la mirada que estableció el
15M y todas las imágenes de las acampadas que recorrieron el mundo, daban cuenta de
esta emergencia de lo político a través de una recuperación del espacio público como
símbolo, marcando así un punto de inflexión contra la crisis económica:

En apenas unas semanas, el 15M logró desplazar la gramática política de sus claves tradi-
cionales izquierda/derecha, para fijarla en torno a algo mucho más abierto como el 99%, o
con otra metáfora topológica al conflicto entre “los de abajo” y “los de arriba” (…) Desde el
primer momento, el 15M desplegó una enorme capacidad para hacer proliferar la discusión
política. La sociedad se “repolitizó” en 2011 (Rodríguez, 2011, p. 60 - 61).

Esta repolitización tuvo que ver con un desplazamiento de sentido de una injus-
ticia que antes era percibida como un problema individual, a una nueva mirada com-
partida respecto a la misma injusticia. El 15M expresó este nuevo proceso colectivo de
interacción a través de la repolitización y la construcción de un discurso compartido y
alternativo al discurso mediático y al de la clase política: “la crisis no es un accidente”,
“el mío no es un caso aislado”, “la culpa de la crisis la tienen los políticos y sus verda-
deros representados del mundo financiero que privatizan las ganancias y socializan las
pérdidas”. Esta contestación al gran relato de las élites sacudió los antiguos consensos
sociales en torno a una idea idílica y mitificada de la transición española6 a través de la
elocuencia de los principales lemas; había una doble impugnación: contra la democracia
representativa —“que no nos representan”/“democracia, ¿dónde estás?”— y contra el
mundo financiero en su desenmascarada articulación con la clase política —“no somos
mercancía en manos de políticos y banqueros” / “no es una crisis, es una estafa”7—.

6 La transición española empieza con la muerte del dictador Franco en 1975 y culmina con la victoria del Partido
Socialista Obrero español en 1982. Ese periodo estuvo marcado por las dinámicas políticas de consenso que
cristalizaron en la Constitución de 1978. La versión oficial presentó este proceso político como modélico y
como ejemplo de cambio pacífico de una de las dictaduras más represivas a una democracia homologable
con el resto de países del entorno europeo. Contra esa imagen idílica de la transición puede consultarse: Mo-
nedero (2017). La Transición contada a nuestros padres: nocturno de la democracia española. Madrid: La Catarata.
7 Estas expresiones se retomaron de los manifiestos de las organizaciones que convocaron a la manifestación
del 15 de mayo de 2011. Por ejemplo, el manifiesto de la plataforma Democracia Real Ya fue: “No somos mer-
cancías en manos de políticos y banqueros” (Rodríguez, 2016, p. 19).

208 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Si bien el 15M logró impactar en la nueva conciencia política emergente, es cierto, sin
embargo, que el gobierno conservador del PP, que ganó las elecciones seis meses des-
pués, logró imponer de manera general, su agenda neoliberal:

[…] creo que el 15M no fue exitoso en cambiar los equilibrios del Estado pero sembró cultu-
ralmente (…) una suerte de expansión horizontal del descontento. Mucha gente se reunió
por una oposición radical al estado de las cosas, y a la vez esta posición ayudó a politizar
determinados temas que antes se veían como dolores privados (…) Pero la puesta en co-
mún de estos problemas contribuyó a situarlos como problemas de la agenda pública (…)
Las élites envejecieron con el 15M, seguían gobernando pero el 15M tuvo un importante
impacto en el sentido común de época (…) generó un clima, un estado de percepciones que
abrió la posibilidad de que hubiera un cambio político (Errejón en Errejón y Mouffe, 2015,
p. 62 - 63).

Por otro lado, según avanzaba el año 2013, los más de dos años de fuertes movili-
zaciones empezaron a pasar factura: “agotamiento de la capacidad de propuestas y de
la creatividad” de los primeros momentos, “creciente impotencia para encontrar una
vía política propia”, “cansancio físico” (Rodríguez, 2016, p. 75). Es decir, no tardaría en
plantearse en la agenda la posibilidad de asumir un proceso organizativo más estable
y probar la vía electoral. Carolina Bescansa, experta en análisis demoscópicos y parte
del grupo fundacional de Podemos relataba en esa época: “realizamos una serie de en-
cuestas que a algunas personas les sirvieron para pensar que sí se puede dar el paso a lo
institucional” (citada en Guedán, 2016, p. 22).

La llegada de Podemos
En enero del año 2014, en un modesto teatro del barrio de Lavapiés de Madrid, un gru-
po de profesores e investigadores de la Universidad Complutense, encabezados por
Pablo Iglesias Turrión, acompañados por algunos activistas, del sindicalismo, poetas,
intelectuales, estudiantes, así como algunos miembros del partido Izquierda Anticapi-
talista, presentaron una iniciativa electoral llamada Podemos a través del manifiesto
Mover ficha: convertir la indignación en cambio político8. Se denunciaba que un golpe de
Estado financiero había tenido lugar contra los pueblos del sur de Europa; que el descon-
tento general por culpa de una pérdida de derechos no contaba con opciones electorales
con capacidad de representación de las mayorías golpeadas, y en el que se invitaba a crear

8 Este documento está disponible en http://tratarde.org/wp-content/uploads/2014/01/Manifiesto-Mover-Fi-


cha-enero-de-2014.pdf

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 209
una candidatura para las próximas elecciones europeas que iban a tener lugar en apenas
cuatro meses. Se invitaba pues, a crear una candidatura con los siguientes objetivos:
1) recuperación de la soberanía popular9; 2) reivindicación de una “democracia real”; 3)
defensa de los salarios, de las pensiones y que apueste por una fiscalidad progresiva; 4)
defensa del derecho a una vivienda digna y aprobación de la dación en pago retroactivo
que reclama la Plataforma de afectados por la Hipoteca (PAH)10; 5) rechazo a las privati-
zaciones de los servicios públicos; 6) defensa de los referéndums vinculantes e iniciación
de un proceso constituyente; 7) combate a la violencia machista y defensa del derecho de
las mujeres sobre su propio cuerpo, y un largo etcétera. Para liderar este proyecto elec-
toral, Iglesias había fijado como condición y forma de comprobar si estaban las condi-
ciones para dar el paso hacia lo electoral, reunir 50.000 apoyos en el plazo de un mes y,
posteriormente, que se realizaran unas elecciones primarias abiertas a la ciudadanía. Los
apoyos, a modo de firmas, los obtuvo en casi 24 horas y las primarias abiertas tuvieron
lugar dos meses después: “celebradas entre el 27 de marzo y el 2 de abril, votaron 33.000
personas; constituyeron las elecciones de este tipo más participadas en la historia recien-
te del país” (Rodríguez, 2016, p. 84). Iglesias quedó como cabeza de lista.
Este grupo se articuló en torno a los cinco promotores de Podemos, cuatro profe-
sores de la Universidad Complutense de Madrid: Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias,
Luís Alegre y Carolina Bescansa, y un investigador de la misma, Íñigo Errejón, quienes
asumieron las tareas de la campaña electoral para las elecciones europeas junto con
varias decenas de cuadros compuestos por una generación de militantes procedentes
de los colectivos Juventud Sin Futuro (JSF)11 y Contrapoder, además de activistas del
entorno del 15M y las Mareas12, del asociacionismo estudiantil, gente de la cultura,

9 Derogando la reforma del artículo 135 de la Constitución que, como vimos antes, el PP y el PSOE habían mo-
dificado en el año 2011 para priorizar el pago de la deuda por encima del gasto social.
10 La PAH es un movimiento social en contra de los desahucios de quienes no pueden pagar un crédito hipotecario
y reclama el derecho a una vivienda digna. Surgió en Barcelona en febrero de 2009 en el marco de la crisis inmobi-
liaria española de 2008 y, posteriormente, el movimiento se diversificó por toda la geografía española intentando
hacer frente a toda la oleada de desahucios que se iban produciendo. Participó y formó parte del 15M.
11 Nació en febrero de 2011 a partir de la iniciativa de numerosos colectivos universitarios madrileños sensi-
bilizados con la situación de precariedad de la juventud española, agravada por la gestión neoliberal de la
crisis por parte del gobierno que, en el ámbito de la educación, se estaba yendo hacia una “mercantilización y
privatización de la educación”, según denunciaba JSF a raíz del Proceso Bolonia: acuerdo que firmaron en 1999
los ministros de educación de diversos países de Europa, Turquía y Rusia en la ciudad de Bolonia.
12 Las Mareas son un conjunto de colectivos y movilizaciones organizadas. Las más conocidas son la Marea Verde
(que se desarrolló a raíz de los recortes sufridos en la Educación y la huelga de funcionarios de este ámbito;
contó con la participación de alumnos, padres de alumnos y activistas del 15M, los cuales abrieron un debate
social más amplio sobre el derecho a una educación universal) y la Marea Blanca (que reclaman lo mismo para
el ámbito de la sanidad). 

210 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
etcétera. Aquel grupo asumió la dirección política centrada en cuestiones comunicativas
(redes sociales, participación del candidato Pablo Iglesias en programas de televisión,
actos públicos por toda la geografía española, propaganda…), al tiempo que se crearon
rápidamente los Círculos de Podemos13 por todo el país e incluso en el extranjero:

Semanas después del nacimiento de Podemos, hicimos el llamamiento a la constitución


de los Círculos, que comenzaron a florecer tanto territorial como sectorialmente y que
articularon nuestra presencia en el conjunto del Estado. Pero a pesar del trabajo del equipo
de extensión, todavía estábamos muy lejos de ser una organización política. Podemos era
entonces un movimiento ciudadano que había despertado una enorme ilusión, lo cual se
traducía en la proliferante creación de círculos, en la creciente participación en los actos, en
la actividad de millares de ciudadanos en las redes sociales (Iglesias, 2015, p. 25).

El 25 de mayo de 2014, Podemos irrumpe sorpresivamente en el panorama político


obteniendo 5 eurodiputados y 1,2 millones de votos. No tenía estructura formal, acababa
de nacer, la campaña electoral fue muy precaria y no pidieron dinero prestado a los bancos.

Breve descripción y algunas características de Podemos


Podemos es un partido singular, compuesto mayoritariamente por gente que en el pa-
sado fueron activistas y participantes de toda aquella explosión de movilizaciones so-
ciales diversas y heterogéneas que sacudieron al país entre 2011 y 2013. Por ejemplo,
JSF, uno de los grupos que constituyeron el germen del 15M junto con la Plataforma
¡Democracia Real Ya! (DRY)14 y la PAH, fue uno de los primeros colectivos madrileños
en protestar por los efectos de la crisis financiera y exigir soluciones. Muchos de esos
activistas de JSF, de la PAH, del 15M, de las Mareas y de otros movimientos, están hoy
en primera línea de la política formando parte de los órganos del partido. Por ejemplo,
en el caso de activistas que participaban en JSF, tenemos a Rita Maestre, portavoz del
Ayuntamiento de Madrid; Ramón Espinar15, senador y Secretario General de Podemos
en la Comunidad de Madrid; Pablo Padilla y Eduardo Fernández Rubiño, diputados de

13 Los Círculos territoriales y sectoriales (como los de Cultura, Energía, Ciencia, etcétera.) son los espacios donde
Podemos se conecta con la sociedad. Al igual que las asambleas de barrios del 15M, los Círculos están abiertos
a la participación de cualquier persona esté o no interesada en Podemos, funciona de manera asamblearia y
participativa. Los Círculos se articularon rápidamente gracias al tejido asociativo y ciudadano de cada lugar
que había creado el 15M y retoman muchas de sus enseñanzas y metodología.
14 DRY nació de las redes sociales en los primeros meses del año 2011. Se autodefine como apartidista (que no
apolítico), asindical y no violento. Fue uno de los convocantes de la manifestación del 15 de mayo de 2011 que
daría lugar al 15M.
15 Además de fungir como portavoz de JSF, militó en Contrapoder, en ATTAC y fue activista del 15M.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 211
Podemos en la Asamblea de Madrid. Del mismo modo, Irene Montero (actual portavoz
de Podemos y de su grupo confederal en el Congreso de los Diputados) y Rafael Mayoral
fueron activistas de la PAH y del 15M antes de Podemos. De hecho, en el caso de este
último, por su implicación en el asesoramiento jurídico y activismo en la PAH, recibió
junto con Ada Colau (actual alcaldesa de Barcelona y ex portavoz de la PAH) el premio
Defensores de Derechos (2013) “por su perseverante lucha por el derecho reconocido a
una vivienda digna, por su capacidad de movilización y participación ciudadana y por
su ejemplo de solidaridad”, que otorga Periodismo Humano, un medio de comunica-
ción digital “sin ánimo de lucro, con enfoque de derechos humanos y dirigido por Javier
Bauluz, Premio Pulitzer”.16
Podemos también lo conforman profesores universitarios, científicos, economis-
tas, escritores, abogados, jornaleros, gente de la sociedad civil en general, con la pe-
culiaridad de que la mayoría de ellos formaron parte de esas diversas movilizaciones
políticas de 2011-2013, sobre todo en el 15M, al tiempo que ninguno ha tenido cargo
alguno de representación política institucional anterior a Podemos.
La iniciativa Podemos fue posible gracias al 15M pero Podemos no es la represen-
tación electoral del 15M.17 De hecho, “la iniciativa Podemos se lanza sin ningún tipo de
consulta previa entre los movimientos ni entre las asambleas, ni entre los indignados”
(Errejón, 2015, p. 64).
Podemos tiene una agenda y un programa político manifiestamente anti-neolibe-
ral y anti-austeridad, con elemento participativos (elección de cargos, revocatorio de los
mismos, acuerdos pre y postelectorales locales y de ámbito estatal, etcétera). Así, uno
de sus horizontes ante el actual clima social de desafección y crisis de legitimidad que
sufren los partidos políticos tiene que ver con esta articulación entre la representación
y la participación.
El fenómeno Podemos, al dar el salto a las instituciones y vivir una conflictividad
permanente frente al Estado, obviamente no está —ni puede estar— exento de tensio-
nes y contradicciones. Ante la pregunta de un periodista respecto al peligro de que pue-
dan acabar convirtiéndose en aquello que critican, Juan Carlos Monedero responde:

16 Disponible en http://www.cvongd.org/va/info/2962
17 Dice Juan Carlos Monedero: “no somos el 15M. Algunos de nosotros formamos parte de ese movimiento. Yo
defendí férreamente que el 15M no tenía que convertirse en un partido político. Fue algo que se planteó al
año, cuando el movimiento empezaba a tener dificultades para mantenerse (…) Pero tres años después fui
uno de los que tomó la decisión de montar un partido político que se sentía heredero del 15M, pero que no
era el 15M. En primer lugar porque el 15M no se puede representar (…) Nosotros no somos el 15M aunque
vengamos de ahí”. (Monedero en Lobo, 2015, p. 220)

212 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Ahí hemos procurado mantener una tensión permanente. Cuando entregamos a las bases
el referéndum revocatorio les estamos dando un instrumento que no les había dado na-
die en la democracia española (…) Somos conscientes de que en el asamblearismo ocurre
como en las olas en el mar, que solamente existen cuando hay viento (…) Bueno, pero al
mismo tiempo sabemos que las estructuras de partido cometen el error (…) de la burocrati-
zación, de esa ley de hierro de las oligarquías que hay que evitar. La única manera de evitar
la inoperancia del asamblearismo y el autoritarismo de las jerarquías es ponerlas en diálogo
constante, que es lo que hemos hecho con la estructura de los Círculos (…) No es sencillo,
estamos inventándonos esta tensión (Monedero citado en Lobo, 2015, pp. 221-222).

Respecto a la misma problemática, Castells añade:


Podemos, como expresión política directa del movimiento en el espacio parlamentario, es
la experiencia más debatida en todos aquellos países en donde los activistas se encuentran
con el mismo dilema que los españoles. O sea, cómo entrar en las instituciones y cambiar la
política sin ser cooptados por el sistema. Su trayectoria es seguida con atención en todo el
mundo y forma parte del imaginario colectivo de los nuevos actores sociales y políticos en
las generaciones más jóvenes (Castells, 2017, p. 116).

Así pues, el fenómeno Podemos plantea nuevas reflexiones acerca de la dialéctica


entre legitimidad social y poder institucional.

La importancia de la televisión
En un libro que terminó de escribir en el verano del 2013, cuando Podemos “era ape-
nas una vaga hipótesis sin nombre” (Iglesias, 2014, p. 9), Pablo Iglesias afirmaba que
la televisión era el gran dispositivo de nuestro tiempo para “establecer y determinar
nuestras opiniones políticas”. Argumentaba siguiendo a George Lakoff que “pensamos
en función de marcos (estructuras de pensamiento) que llevan asociados una serie de
valores determinados”. De ahí la importancia de disputar el significado de las pala-
bras pues su utilización no es neutra. Por esa razón, “nunca se debe asumir el lenguaje
del adversario político sino disputarlo” (Iglesias, 2014, p. 48). De este modo, de estas
ideas, emerge en Podemos una interacción teórica y una concreción práctica en ini-
ciativas de comunicación específicas. En primer lugar, mucho antes de la existencia
de Podemos, mediante debates organizados en 2010 en la Facultad de Ciencias Polí-
ticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, que imitaban el forma-
to 59 segundos18 y, con la intención de generar discusiones teóricas ricas mezclando

18 Fue un programa de debate político que emitió Televisión Española entre los años 2004 y 2012, con un gran

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 213
la reflexión densa con formatos ágiles típicos de los medios de comunicación mains-
tream, se pretendía generar cierto impacto además de poner en práctica y a examen
sus conocimientos politológicos con el consiguiente desafío que esto planteaba para
los participantes, pues no es lo mismo, por ejemplo, explicar en las clases de la fa-
cultad la categoría gramsciana de hegemonía, que adaptarte a formatos incómodos y
tratar de explicar algo parecido a una audiencia que no estudia formalmente ciencias
sociales. Más adelante, se ofertó a Iglesias trabajar en una televisión local y comunitaria
del barrio madrileño de Vallecas (Tele K) donde se emitirían los programas de debate
político: La Tuerka y Fort Apache; posteriormente, estos se emitirían en PúblicoTV. En
dichos programas, Iglesias solía invitar a periodistas, profesores, investigadores y polí-
ticos con cargos institucionales, lo cual le valió para tener una audiencia importante. Al
mismo tiempo esta agenda de contactos fue importante para que, a su vez, invitaran al
propio Iglesias a participar en las tertulias de las cadenas de televisión más importan-
tes, donde se labró una fama destacada. De hecho, se dio un fenómeno curioso: durante
la campaña electoral de las elecciones europeas, en una encuesta del mes de abril de
2014, Carolina Bescansa comprobó que a Pablo Iglesias lo conocía el 50% de la población
española mientras que la gente que afirmaba haber oído hablar de Podemos era sólo
del 7%. Se decidió entonces poner la cara de Iglesias en la papeleta electoral (citada en
Guedán, 2016, p. 170).
Iglesias entendió de este modo, lo crucial que era “combatir el sentido común que
tratan de imponer los medios en el propio terreno de los medios” partiendo de la si-
guiente reflexión: “la realidad la crean los medios de comunicación y, si no estás en los
medios, no estás en política” (citado en Guedán, 2016, p. 122):

Eso es precisamente el trabajo que hemos tratado de hacer en La Tuerka, en Fort Apache
y en los medios masivos con nuestras intervenciones. La nuestra ha tratado de ser una
estrategia de combate político en la batalla de las ideas que se libra en los medios cuyo peso
es fundamental a la hora de determinar cómo piensa la mayoría de la gente. La palabra “an-
tisistema” ha adquirido un significado muy negativo en los medios de comunicación. (…) El
término se utiliza habitualmente para atacar a los movimientos sociales y para criminalizar
la protesta social (Iglesias, 2014, p. 49-50).

En el mismo sentido, la hipótesis de Iglesias tenía que ver con la creación de “un nue-
vo estilo de comunicación política” que lograra impactar más allá del ámbito académico:

éxito de audiencia por su agilidad y frescura en aquel momento: cada intervención de cada tertuliano tenía
como máximo un minuto de duración.

214 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Para los que además nos dedicábamos profesionalmente a pensar, en tanto que profesores
e investigadores universitarios o independientes, el éxito de La Tuerka nos daba la íntima
felicidad de que nuestro modesto trabajo no fuera solo un medio para cualificar un currí-
culum académico sin ningún tipo de impacto fuera de la universidad, sino una devolución
a la sociedad de lo que habíamos recibido de ella para poder formarnos. Como explica (…)
Josep Fontana, la mayor parte de los artículos académicos no son citados ni una sola vez y
están concebidos para la supervivencia laboral en el mundo académico de sus autores (…).
Nosotros queríamos que nuestro trabajo intelectual trascendiera los límites académicos y
la Tuerka nos lo permitió (Iglesias, 2014, p. 20).

Vistalegre: constitución de Podemos como partido político


La asamblea constituyente del partido tuvo lugar en octubre del año 2014, en el Palacio
de Vistalegre de Madrid. Esta asamblea vino precedida por un periodo de deliberación:
durante más de un mes se presentaron textos orientados a definir las líneas rectoras de
la formación. La principal discusión, y no ausente de polémicas y tensiones, giraba en
torno a tres documentos: un código ético, una línea política y un modelo organizativo.
Las herramientas tecnopolíticas facilitaron, más allá de la presencia física de los Círcu-
los, la discusión de propuestas y formación de equipos de trabajo, por ejemplo a través
del portal de internet Plaza Podemos19. Tras el proceso de negociación, varios equipos
definieron y propusieron los documentos finales que se postularon y sometieron a vo-
tación en Vistalegre. Finalmente, entre los días 20 y 26 de octubre, más de 112.000 ins-
critos20 votaron los documentos que se habían propuesto en la asamblea. Ganaron, con
un 80% de los votos, los documentos del equipo de Pablo Iglesias. Por su importancia,
destacaría los siguientes elementos de los 3 documentos aprobados.

• Del código ético electo (Podemos, 2015a) subrayaría los siguientes pasajes:
• Que “la elección de candidatos o candidatas a cualquier institución de representa-
ción política (cámaras municipales, diputaciones provinciales, parlamentos auto-
nómicos, congreso de los diputados, senado, parlamento europeo o cualquier otro)
se lleve a cabo mediante elecciones primarias abiertas a toda la ciudadanía, con
listas abiertas sólo corregibles mediante criterios de género”;

19 Actualmente se denomina Plaza Podemos 2.0, tras el segundo momento fundante del partido (también tuvo
lugar en el Palacio de Vistalegre de Madrid en el mes de febrero de 2017). Se pueden ver los debates en la
página de internet. Disponible en https://plaza.podemos.info/debates
20 Para poder inscribirse en Podemos y, por lo tanto, para participar en las votaciones, sólo tienes que aportar un
teléfono celular (donde te llegará un mensaje sms con un código para poder participar en las votaciones) y el
número de identidad oficial (en España, el Documento Nacional de Identidad).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 215
• El punto VIII que dice que cualquier pacto pre o post electoral que se haga con otra
formación política sea sometido previamente a una consulta abierta a los inscritos
“en todos y cada uno de los niveles territoriales de representación”;
• Prohibición de la financiación del partido por parte de la banca (punto X);
• Finalmente del punto XI, la limitación del salario para cada nivel de representación,
la transparencia de sus ingresos y la rendición de cuentas patrimonial, y la limitación
de mandatos (8 años con una prórroga excepcional que se limitará a 12 años).
• Del documento organizativo (Podemos, 2015b) elegido por los inscritos, resaltaría
fundamentalmente otros tres elementos:

1.El papel de los Círculos territoriales como “herramienta con la que Podemos pro-
mueve la participación, el debate y la relación activa con la sociedad” y la posibili-
dad de convocar a una Consulta Revocatoria para cualquier cargo (mediante el 25%
de los Círculos validados).
2.El papel de los inscritos (Asamblea Ciudadana) de aprobar o rechazar cualquier tipo
de pacto o alianza pre o post electoral; elegir y revocar21 al/a la Secretario/a General,
al Consejo Ciudadano (que son los cargos electos) o a cualquiera de sus miembros,
al Comité de Garantías Democráticas (el órgano que se ocupan de fiscalizar y velar
por el cumplimento de los estatus aprobados y elegidos, sobre todo en lo referente
al código ético, por parte de los miembros de Podemos) o a cualquiera de sus miem-
bros, y aprobar los estatutos y sus modificaciones.
3.Financiación del partido: la publicación en detalle de las cuentas del partido y el
derecho de “cualquier miembro de Podemos a acceder a cualquier documento eco-
nómico” que “permite un control continuo y compartido por la ciudadanía;22 se
prohíbe la financiación mediante créditos bancarios; se habilitarán fórmulas de
microcréditos personales (con posterior devolución) y de crowdfunding; se limita-
rán las donaciones a 10.000 euros anuales por persona (a excepción de los cargos).

Podemos. Una nueva mirada a América Latina desde Europa


Las experiencias latinoamericanas fueron —para los fundadores de Podemos— una
referencia teórica y práctica fundamental. No sólo por lo que implica vivir, estudiar y
trabajar profesionalmente en unas realidades y contextos tan diferentes respecto de los
lugares donde se socializaron y formaron intelectualmente (España y, además, Alema-

21 La Consulta Revocatoria vinculante para cualquier cargo necesita del 20% de los inscritos.
22 Cualquier tipo de gasto, con foto de la factura incluida, puede consultarse en la página web del partido. Dis-
ponible en https://transparencia.podemos.info/cuentas-claras

216 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
nia en el caso de Monedero), también porque estas trayectorias acabaron por darles una
suerte de herramientas, unos anteojos, para observar y entender otros elementos de la
realidad que tenían que ver con problemas históricos de largo alcance no solventados
en su propio país: la cuestión de la plurinacionalidad española y la necesidad de abrir
un proceso constituyente desde “abajo” (y no desde las élites como ocurrió en 1978, tres
años después de la muerte del dictador Francisco Franco), con la participación de la
ciudadanía, como sucedió en muchos lugares de América Latina.
Íñigo Errejón escribió su tesis doctoral —con mención europea en ciencia política—
sobre Bolivia (La lucha por la hegemonía durante el primer gobierno del MAS en Bolivia
(2006-2009): un análisis discursivo). Posteriormente, en la misma Bolivia, fue asesor po-
lítico del grupo constituyentes del Movimiento Al Socialismo en la Asamblea Consti-
tuyente (2006-2007) y coordinador del programa de formación política (2009). En el
mismo año trabajó en la campaña electoral a las elecciones presidenciales.
En Ecuador, formó parte del comité coordinador de la estrategia comunicati-
va para el primer aniversario del intento de golpe de Estado contra el Gobierno de
Rafael Correa del 30 de septiembre de 2010. Las estancias de Errejón en América La-
tina marcaron una suerte de transformación político-intelectual. Trabajar en el conti-
nente le cambió la manera de pensar respecto a las tradiciones clásicas de la izquierda
—de donde provenía políticamente— habitualmente rehenes de una visión esencialista
de clase o, en algunos casos, de un pensamiento leninista para la táctica; es decir, para
que los subalternos logren ser mayoritarios hay que sumar alianzas (por ejemplo, con
el campesinado y otros sectores, sumándose o no a las luchas de la clase obrera según la ló-
gica del cálculo de los costos y beneficios). Sin embargo, lo que Errejón entendió en la lógi-
ca del proceso boliviano, fue más un proceso de articulación que de mera suma de alianzas.
Es decir, que el resultado de las articulaciones modificaba también a los componentes de
esta nueva articulación produciendo un sentido nuevo: “una idea nueva que fragua en un
sentimiento nuevo, y que Gramsci llama “la voluntad colectiva nacional popular’” (Errejón,
2014). Esto es importante para entender los cambios de tipo nacional-popular que están
ocurriendo en algunos países de América Latina como algo más amplio y complejo que las
identificaciones tradicionales de la izquierda que, desde la caída del Muro de Berlín, suelen
ser fundamentalmente más de resistencia, y están dispersas y fragmentadas. Pero, obvia-
mente, esto no significa que los modelos deban imitarse por las evidentes diferencias cul-
turales, geopolíticas y económicas entre las diferentes realidades. Errejón, en unos diálogos
publicados junto a Chantal Mouffe, manifestaba lo crucial que fue para cambiar su forma
de pensar la política, lejos de las categorías que traía desde Europa que eran más de resis-
tencia y de la izquierda tradicional, el conocimiento de los procesos populares y consti-
tuyentes de transformación política y reforma del Estado en América Latina, capaces de
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 217
traducir el descontento generalizado en una voluntad colectiva nacional popular nueva
que influyera directamente en el Estado:

Entonces conozco lo nacional-popular y reconozco que tiene una ambivalencia que me fas-
cina, el vigor de identificaciones políticas nada laxas que sin embargo no se articulan en
el eje izquierda/derecha (…) Aprendo también a valorar lo que cuestan las conquistas (…)
Recuerdo en Bolivia descubrir una estadística que decía que desde el proceso de cambio
político los niños, fruto de un mejor acceso a la leche, pesan más. Y recuerdo pensar que
quizás no era el socialismo pero habría que ser necio para descartarlo, con lo que ha costado
consolidar ese avance popular tan precario (Errejón y Mouffe, 2015, p. 73).

El caso de Pablo Iglesias respecto a sus experiencias en América Latina, es pare-


cido al de Íñigo Errejón. Constató, comparativamente, las limitaciones de la izquierda
tradicional y la importancia de los nuevos procesos de construcción de lo político en
cuanto a las articulaciones de nuevas identidades que interpelan a nuevos sujetos. Pero,
al tiempo, también manifestando lo desatinado que sería importar modelos sin tener
en cuenta las particularidades de cada realidad:

De la experiencia de Latinoamérica hemos aprendido los límites de la izquierda. Es decir,


hay muchos izquierdistas que piensan que lo que ocurrió en América Latina es que unos
partidos de izquierda se presentaron a las elecciones y ganaron. Eso es no entender lo
que ha pasado allí (…) Puedes entender que lo “nacional-popular” y que ciertas formas
de interpelación, en la relación del pueblo con figuras políticas o con discursos políticas,
tienen vida propia, y eso ha sido un patrimonio fundamental del cambio en el conti-
nente latinoamericano. Pero hemos aprendido mucho asesorando cómo se pueden hacer
políticas públicas redistributivas (…) habría que estar loco para hacer aquí algo parecido
a Aló Presidente, pero sí entender los mecanismos a partir de los cuales se produce una
identificación de las mayorías sociales, que, como ocurrió allí, ante una situación de crisis
y extrema precariedad las mayorías sociales se politizan. (Iglesias citado en Rivero, 2015,
p. 107-108).

Así, los líderes de Podemos leyeron a partir de un 15M que interpelaba a mayo-
rías más amplias (en tanto movimiento laico, heterogéneo, horizontal, que iba mucho
más allá de los movimientos clásicos de la izquierda), que la realidad española, con sus
diferencias y particularidades respecto a América Latina, también estaba padeciendo
los efectos de las políticas neoliberales y de la corrupción. Nuevas mayorías estaban
sufriendo los efectos de esta crisis:
218 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Podemos instituyó un nuevo antagonismo en la política española: el pueblo frente a la casta,
los de abajo frente a la oligarquía, la necesidad de un nuevo pacto social en torno a la demo-
cracia (…) los gobernantes ya no atendían las necesidades de los ciudadanos sino las de las
élites económicas y financieras (Iglesias citado en Rivero, 2015, p. 18).

Estos nuevos aprendizajes del subcontinente latinoamericano también tuvieron


otro tipo de traducción: la impugnación de “una visión muy colonial de las Ciencias So-
ciales, por lo menos de las Ciencias Políticas, según la cual el conocimiento se produce
en el norte y se aplica de maneras más o menos afortunadas en el sur” (Errejón, 2014).
Esto está vinculado, de hecho, con los procesos de construcción de nuevas hegemonías
e identidades políticas en la región latinoamericana que no miraron los “manuales” que
venían de Europa (“si los loros fueran marxistas, serían marxistas ortodoxos”, dice Juan
Carlos Monedero citando al poeta venezolano Ludovico Silva). Iglesias expresa estas
contradicciones —en la línea de lo que denunciaba Mariátegui para con los indígenas
del Perú—, citando a Fanon:

Teníamos que descolonizar lo que nosotros representábamos. A nosotros nos había gustado
siempre leer a Frantz Fanon (…): “Es Europa la que debe sacar de sus entrañas a ese colono
que lleva dentro”. Eso tiene que ver con la manera en la que los europeos se han relacionado
con las áreas periféricas del sistema-mundo. Algo que también tiene que ver con la izquier-
da, porque había una lectura en clave de que el sujeto político era la clase obrera industrial
(…) y que, básicamente, ya van a venir los marxistas europeos a explicar a todo el mundo lo
que hay que hacer… Fanon cuestionaba esa visión y hablaba del lumpenproletariado como
un sujeto de potencia revolucionaria difícil de entender para los europeos y del papel crucial
del campesinado en sociedades donde no se había producido la revolución industrial, y tam-
bién sobre cómo los elementos étnicos son absolutamente cruciales a la hora de entender
la liberación y las formas de subjetivación política, y cómo, en última instancia, los saberes
europeos se tenían que contaminar de otros saberes (Iglesias en Rivero, 2015, p. 144).

En el caso de Juan Carlos Monedero, su trayectoria en el continente latinoameri-


cano ha sido —y sigue siendo— muy amplia y rica. Fue profesor invitado en numero-
sas universidades de Colombia, México, Argentina y Venezuela. Regularmente imparte
cursos, seminarios y conferencias (algunos ejemplos recientes, en México, serían las
conferencias que impartió en 2016 y 2017 en la Universidad Nacional Autónoma de Mé-
xico, en la Cátedra “Elena Poniatowska” de la Universidad de Guadalajara, y en la Uni-
versidad Iberoamericana de Puebla). En Venezuela trabajó en distintos ámbitos entre

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 219
2005 y 201023. El más destacado mediáticamente fue el de asesor de la Presidencia del
Gobierno. Pero, en contra del relato mediático mayoritario —donde observamos una
suerte de generalización y simplificación— que vincula a este profesor con una suerte
de chavismo demonizado y dogmático, por el contrario: Monedero ha sido identificado
como “apoyo crítico” al chavismo por su oposición al “hiperliderazgo” del presidente
Chávez desde el foro organizado en 2009 por el Centro Internacional Miranda, de cuya
dirección formaba parte. Tras un enfado inicial, Chávez acabó por reconocer en un pro-
grama en directo en Venezolana de Televisión ese lastre (Hemeroteca, 2017), que tal
como afirmaba Monedero en aquel foro, “desactiva una participación popular que pue-
de confiarse en exceso en las capacidades heroicas del liderazgo” y es propia de países
con poco “cemento social” (Monedero en Alba Ciudad, 2011).
Para ilustrar parte de la diversidad de la trayectoria de Monedero en la región,
esbozaremos algunos ejemplos de sus desempeños: en México, desde 2004, con cursos
de sindicalismo en vistas de reconstruirlo liberado del histórico tutelaje del PRI (Mo-
nedero, 2011, p. 288), así como publicaciones de la Cámara de diputados de México;
escritos sobre el problema de la gobernanza publicados en la revista colombiana Foro
(números 48 y 51), reflexiones sobre una democracia alternativa en la revista Question
de Venezuela, participaciones en diferentes ediciones de la Cumbre sobre la Deuda So-
cial latinoamericana (Monedero, 2011, p. 37). Sobre aspectos geopolíticos e históricos de
la región y la importancia de los liderazgos24 —elemento clave para construir Podemos
alrededor del liderazgo mediático de Pablo Iglesias—, Monedero escribía:

América Latina, siempre tutelada en el pasado desde Estados Unidos o Europa, dejaba cla-
ro, con nuevos liderazgos políticos ajenos a los modos tradicionales occidentales, que una
nueva etapa había arrancado y se expresaba a través de un duro discurso antiimperialista
que señalaba a los comportamientos coloniales como responsables del atraso del continen-
te. (México, demasiado cerca de los Estados Unidos, vio, por el contrario, cómo la cuestio-
nada victoria de Felipe Calderón sobre Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de
2006, se convertía en un drama de proporciones dantescas: 16 000 muertes anuales según

23 Sus colaboraciones en Venezuela fueron puntuales e intermitentes debido a que Juan Carlos Monedero es
profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y, además, durante esos años
también estuvo en México como profesor visitante de la Universidad Iberoamericana de Puebla, entre otras
labores más.
24 Aquí hay un matiz importante en su pensamiento. Así como Monedero criticaba el “hiperliderazgo” en el caso
venezolano porque era una señal de exceso de las funciones del líder debido al “poco cemento social”, su
visión del liderazgo en sí, es de un elemento útil para la articulación y para rebajar incertidumbre en estos
tiempos de confusión: un liderazgo político “actúa como referente para la integración del grupo” (Monedero,
2011, p. 131).

220 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
las cifras oficiales (el doble según otros recuentos) (…) crecimiento de las zonas marrones
donde las mafias superan la capacidad del Estado de ejercer el monopolio de la violencia;
cifras africanas en educación, pobreza, salud, etc. El corazón de la campaña contra López
Obrador —la venezolización de México— dejó paso a la colombianización del país, con
todos los problemas que esto trae consigo.) (Monedero, 2011, p. 47).

En el libro del periodista Ramón Lobo Conversaciones con Juan Carlos Monedero, éste
le pregunta directamente: “¿qué han aprendido de América Latina?” Y Monedero enume-
ra los siguientes puntos: la importancia de “leer el momento histórico”; la experiencia del
continente de haber empezado a enfrentarse al neoliberalismo veinte años antes que los
europeos por tanto no valía la excusa de la resignación; superar las dicotomías antiguas
“izquierda/derecha” que no terminan hoy de explicar bien las cosas; recuperar las emocio-
nes para la política y no verlas como un elemento forzosamente negativo; “aprendimos
también que había que hacer un proceso constituyente”; en el caso de España, para la
construcción de nuevas mayorías, disputar el concepto de “patria” a la derecha (algo que
la izquierda tradicional jamás había hecho porque en España, mucha gente de izquierdas
asocia la “patria” con elementos conservadores; esto podría revertirse disputando discur-
sivamente los conceptos a través de significados alternativos, o con otro tipo de simbolo-
gía: ”la España de la gente, la España de Lorca25”) (cf. Monedero en Lobo, 2015, p. 136). Esta
última idea tiene que ver con el marco intelectual que abrió el filósofo argentino Ernesto
Laclau, uno de los pilares intelectuales de Podemos26 a través de Íñigo Errejón, responsa-
ble de la campaña de Podemos entre los años 2014 y 2017:

Las identidades políticas no están dadas, no responden a esencias rígidas, sino que se es-
tán construyendo constantemente. Esta mirada dinámica y antiesencialista de la política,
como establecimiento de fronteras y constitución de identidades colectivas, es una de las
claves para aprehender la estrategia política de Podemos y su objetivo: construir un pueblo
(Errejón y Mouffe, 2015, p. 8).

25 En referencia a Federico García Lorca, poeta español fusilado en 1936 por el ejército franquista.
26 Hay que señalar, aunque no sea el tema de este artículo, que dentro de Podemos conviven muchas trayec-
torias, experiencias y formas de pensar la política, diferentes. Por ejemplo, Monedero es muy crítico con la
hipótesis populista que Errejón recoge del pensamiento de Ernesto Laclau como metodología para articular
demandas diferentes, aunque sí coincide con la necesidad de que estas luchas no estén fragmentadas, pero
no a partir del vaciamiento de las luchas y de las demandas porque entrarían en un “desperdicio de la experien-
cia”, según Monedero. Más bien, en sintonía con el pensamiento de Boaventura de Sousa Santos, Monedero
plantea que las luchas deben traducirse unas a otras: “para que las luchas tengan más recorrido, es más útil
traducir tus demandas para que los demás te entiendan, antes que rebajar tu lucha para que se sume, una vez
descafeinada, a otras” (Monedero, 2016).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 221
Estos aportes son importantes en la medida que visibilizan el ejercicio hegemónico
que hay detrás del poder político, uno que busca una suerte de normalización y sedi-
mentación de las prácticas y formas de acción ya institucionalizadas. Al contrario, toda
construcción colectiva es siempre contingente y la atribución de significados políticos a
los hechos sociales es el objetivo de la lucha política. En este sentido siempre hay fractu-
ras que son más visibles en momentos especiales (como una crisis económica que acabe
generando una crisis política) donde puede darse más fácilmente la contestación. En
este sentido, Laclau denomina significantes flotantes a conceptos abiertos que estarían
en disputa. Retomando el ejemplo anterior, el concepto de “patria” en España, a algunas
personas les puede remitir a la figura de la monarquía y a la actual bandera; para otras,
como dice Monedero, podría simbolizar a Federico García Lorca, a Antonio Machado, a
Ramón del Valle-Inclán, por ejemplo. Así, los significantes flotantes son “significantes
cuyo sentido está ‘suspendido’”, es decir, en una disputa antagónica por la construcción
de sentido. Por ese motivo, continúa el filósofo argentino: “la dimensión “flotante” se
vuelve más visible en periodos de crisis orgánica, cuando el sistema simbólico requiere
ser reformado de un modo radical” (Laclau, 2005, pp. 165-166).
Finalmente, cuando Monedero va a visitar los círculos de Podemos, suele aprovechar
para contar que América Latina enriqueció su manera de pensar. La anécdota recurren-
te que suele ejemplificar en esas charlas tiene que ver con su experiencia en Alemania,
cuando se fue a estudiar el doctorado en Ciencias Políticas a la Universidad de Heidelberg:
los profesores hacían hincapié en que conceptos como “imperialismo” y “oligarquía” eran
muy perezosos académicamente para explicar la realidad. Sin embargo, cuando trabajó
en América Latina, conoció sus sociedades y se empapó de sus subjetividades cuando se
“enfrentó” teórica y empíricamente con el Estado colombiano, venezolano y mexicano,
con sus respectivos lastres históricos; se dio cuenta de que ocurría precisamente al revés
de como le habían enseñado en Alemania: sin las categorías: “imperialismo”, “oligarquía”
y “colonialismo”, no puedes explicar la realidad latinoamericana:

Hay que insistir en que el Estado es muy diferente en Europa que en América Latina, en
Australia o Canadá que en África, en el sudeste asiático que en el Caribe. Ese intento de
homogeneización del Estado suele ser un error eurocéntrico que, además de ocultar las
especificidades de un Estado construido desde la tensión entre la comunidad, el merca-
do y las instancias administrativas, o de un Estado creado desde el exterior y no desde la
propia sociedad, niega el hecho de que la construcción estatal occidental no es una aventu-
ra propia, sino que, muy al contrario, carece de inteligibilidad al margen del colonialismo
africano, asiático y latinoamericano. O dicho en términos más rotundos, la comprensión
que Occidente tiene de sí mismo —el Occidentalismo— no es el reverso de otras falsas

222 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
comprensiones que Occidente tiene de otros pueblos —por ejemplo, el Orientalismo—,
sino su “condición de posibilidad de existencia”. El Estado occidental moderno no se puede
entender si no se imbrica en la aventura colonial. (Monedero, 2011, p. 250).

Reflexiones y retos para el futuro de Podemos


En el mes de noviembre de 2014, Boaventura de Sousa Santos escribía algunos elemen-
tos relevantes de Podemos respecto a cómo entender sus lógicas, las cuales derivaban
de múltiples experiencias, en especial las de “un aprendizaje a partir del Sur”, por lo
que habría que remontarse: “al Foro Social Mundial, a los gobiernos progresistas en
América Latina en la década del 2000, a los movimientos sociales que llevaron a dichos
gobiernos al poder, a las experiencias de democracia participativa —sobre todo a nivel
local— en muchas ciudades latinoamericanas”; además de algunos elementos más es-
tructurales tales como: la transitoriedad de los actores de Podemos en su paso por la
política institucional a través de los cargos de representación, la total transparencia y
rendición de cuentas, así como su financiación, misma que jamás debería provenir de la
banca ni de “empresas interesadas en capturar al Estado y vaciar la democracia” (Santos,
2017, p. 209). Por otro lado, respecto a la tentación de poder pensar este modelo para
otros países y otras realidades, Santos, señalaba que las condiciones variaban mucho
de un país a otro y que “Podemos no es una receta, es una orientación política general
dirigida a acercar la política a los ciudadanos” (Santos, 2017, p. 210). En este sentido,
para Santos, “Podemos es una metáfora de todas las iniciativas que buscan una salida
política progresista al pantano en el que nos encontramos”, pero “que no pase por rup-
turas políticas abruptas y potencialmente violentas” (Santos, 2017, p. 212).
Trascurridos ya cuatro años desde la irrupción de Podemos, y teniendo en cuenta
el momento geopolítico mundial actual, existen una serie de cuestiones que reclaman
una reflexión profunda y ciertos interrogantes, a modo de desafíos para el futuro, que
podrían incorporarse para complementar y problematizar lo escrito por Santos. Existe,
por definición, una tensión cuando se pretende articular y poner a dialogar dos lógicas
tan diferentes: por un lado, la verticalidad de un instrumento de acceso al poder políti-
co, aunque pretenda democratizar el país y a las instituciones, porque lo hace desde las
propias instituciones; por otro lado, la horizontalidad de la deliberación y de la dinámi-
ca de la acción social en términos de movilización. Es este sentido, ¿cuáles están siendo
las estrategias de Podemos para afrontar esta dificultad? Si la lectura de Podemos tenía
que ver con dar el salto a las instituciones porque observaron signos de agotamiento en
el activismo (y porque los demás gobiernos las estaban poniendo al servicio de las élites
y no de los ciudadanos) ¿cómo están solventando el peligro, siempre latente y amena-
zante, de que la institucionalización los aleje de sus bases en los movimientos sociales?
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 223
Amador Fernández-Savater cuenta que son “esos procesos de subjetivación (como el
15M) los que abren y redefinen el marco de lo posible” y los “dispositivos electorales”
los que “juegan en el marco de posibilidades que ha abierto y configurado el clima 15M
(…) [Así] sólo puede haber orientaciones progresistas ‘por arriba’ si hay redefiniciones
de la realidad ‘por abajo’” (Fernández-Savater citado en Weber, 2015). Bajo este plantea-
miento ¿qué podría hacer Podemos para no convertirse en un obstáculo, aun sin pre-
tender serlo, para los procesos que podrían actuar “por abajo”? Los actores de Podemos
viven, pues, en una permanente conflictividad con el Estado, con sus instituciones, con
los grandes medios de comunicación pero, además, existen disputas dentro del propio
partido. ¿Cómo están viviendo y sorteando actualmente todas estas tensiones y con-
flictividades? ¿Son inevitables? De todos modos, es más cierto que nunca que en estos
tiempos que reclaman generosidad, o inventamos o erramos.

224 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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226 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

DEL MOVIMIENTO DE LOS INDIGNADOS A


LA FUNDACIÓN DE PODEMOS. LA MIRADA
LATINOAMERICANA

Guiomar Rovira Sancho

El 15M español forma parte de un ciclo global de acción colectiva que inicia desde la
Primavera Árabe en 2011 y que continúa en el movimiento Occupy en Estados Uni-
dos, el #YoSoy132 en México en 2012, la defensa del parque Gezi en Estambul y el
#PasseLivre en Brasil en 2013, la #UmbrellaRevolution en Hong Kong en 2014 o la
#NuitDebout en París en 2016, entre muchos otros. Se trata de la aparición de nue-
vas emergencias políticas que adquieren la forma de multitudes conectadas (Rovi-
ra, 2017), que toman las calles y las redes digitales transformando los marcos del
sentido común sobre la crisis económica y las distintas formas de autoritarismo.
Cada lucha en cada continente y cada país con sus especificidades irreductibles, sin
embargo, todas ellas crean espacios simbióticos, conectando el espacio público ur-
bano con los flujos globales de la indignación. Como constelaciones performativas,
estas multitudes ponen en escena algo que Joan Subirats define como democracia
de la apropiación: “Basada en procesos de implicación colectiva y personal en los
asuntos públicos, tratando así de corregir, compensar y modificar la separación
tradicional entre gobernantes y gobernados que está en la base de la democracia
representativa. Esa apropiación de la política, implica superar la visión estricta-
mente electoral-institucional, y engarzar con mecanismos de control y orientación
del poder que vayan más allá de la mera transmisión de mandato o delegación. Una
democracia entendida como forma de vida” (Subirats, 2015, p. 165).
El 15M español (por su fecha de irrupción el 15 de mayo de 2011) es uno de
los fenómenos de mayor impacto, no sólo por su duración y extensión en la ocu-
pación multitudinaria de las principales plazas de todo el país en 2011, sino por su
incidencia posterior en la vida política, una de cuyas vertientes ha sido el “asalto” a
las instituciones por parte de una nueva generación forjada al calor del activismo.
De la política prefigurativa y multitudinaria en las plazas, algunos quincemayistas
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 227
vieron la oportunidad de hacer política organizada, programática, electoral. De for-
ma más estructurada, desde Madrid irrumpe un nuevo partido político: Podemos,
que sorprende a todo el mundo porque al poco de haber nacido, consigue un gran
número de votos en las elecciones al Parlamento Europeo en 2014. Los años poste-
riores, contagiados por este éxito, surgieron plataformas ciudadanas que lograron
tomar en 2015 las alcaldías de las principales ciudades (Madrid, Barcelona, Valen-
cia, La Coruña, Cádiz…).
El artículo de Favreau deja claro que Podemos no es la transformación del 15
M en partido, pero sí que quienes fundan Podemos estaban en el 15M. Este salto de
movimiento a partido implica un cambio en las condiciones de lucha y una transfor-
mación en las estrategias y tácticas, cosa que Favreau investigará desde las trayecto-
rias y sentidos que este tránsito tiene para los propios actores. A esto hay que añadir
que Podemos no fue la única iniciativa partidaria post 15M; pero sí fue la única que
tuvo éxito y perdura. Por ejemplo, el Partido X, creado en Barcelona a partir de una
reflexión mucho más autonomista y hacker, no logró un apoyo masivo y desapareció.
A pesar de estar estructurado en círculos que intentan una relación territorial
más participativa y horizontal que los partidos convencionales, Podemos tiene una
estructura y un peso central en Madrid, utiliza los medios de difusión masiva como
la televisión (frente por ejemplo al Partido X basado en redes digitales), tiene un
programa unificado y unos rostros visibles de liderazgo masculino (aunque cabe
señalar la relevancia de portavoces mujeres como Irene Montero).
Vemos entonces la oscilación de una movilización social apenas articulada
como red —la multitud conectada en las plazas del 15M—, hacia un partido polí-
tico constituido como máquina electoral, con un líder muy visible, Pablo Iglesias, y
una serie de personajes con gran habilidad discursiva como vanguardia universita-
ria. Simplificando: la “multitud” del 15M frente al “pueblo” de Podemos. Revisemos
esta oposición y este tránsito: de la política de la autonomía (la multitud) a la polí-
tica de la hegemonía (el pueblo).
Los teóricos autonomistas como Paolo Virno (2004), Michael Hardt y Antonio
Negri (2004) retoman la idea de multitud global para explicar los nuevos fenóme-
nos de luchas globales de inicios de siglo (como el movimiento altermundista o an-
tiglobalización), que se opone a la idea de “pueblo” de Hobbes y por consiguiente a
todo el pensamiento que justifica la forma Estado. Así lo explica Paolo Virno: “Ambas
polaridades, pueblo y multitud, reconocen como padres putativos a Hobbes y Spi-
noza. Para Spinoza, la multitud representa una pluralidad que persiste como tal en
la escena pública, en la acción colectiva, en la atención de los asuntos comunes, sin
converger en un Uno, sin evaporarse en un movimiento centrípeto” (2004, p. 21).
228 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Podemos se inclina por el “pueblo” y se inspira, tal como recoge minuciosa-
mente este artículo de François Favreau, en las experiencias de acceso al poder de
los gobiernos progresistas y populistas de América Latina, con un referente teórico
muy vinculado a las propuestas del argentino Ernesto Laclau (2005), que será im-
portado a España por los propios líderes de Podemos.
Laclau junto con Chantal Mouffe, reformularon a Gramsci en una obra clásica:
Hegemonía y estrategia socialista (1985), donde incorporan el giro posestructuralista
como enmienda al marxismo ortodoxo y al materialismo histórico. Critican enton-
ces la ontología del sujeto revolucionario basado en la clase social, y reivindican
la capacidad de transformación histórica y contingente, basada en operaciones de
significación que crean identidades no dadas, que nunca están cerradas, sino abier-
tas a la articulación.
En oposición, los autonomistas Negri y Hardt plantean la hipótesis de la mul-
titud como la capacidad de transformación inmanente de una diversidad total sin
mediaciones y sin generar identidad. El 15M, como multitud en las plazas, no creó
unidad y pregonó la diversidad, la autonomía de los nodos en la forma de red dis-
tribuida. Como dirían Deleuze y Guattari (1997, p.12): “Lo múltiple hay que hacerlo,
pero no añadiendo constantemente una dimensión superior, sino, al contrario, de
la forma más simple, a fuerza de sobriedad, al nivel de las dimensiones de que se
dispone, siempre ‘n menos 1’ (sólo así, sustrayéndolo, lo Uno forma parte de lo
múltiple). Sustraer lo único de la multiplicidad a constituir: escribir a n-1”.
Por el contrario, la política de la hegemonía busca la articulación de las di-
versas demandas no satisfechas de la sociedad alrededor de una de ellas, o de un
líder, o de una nación, o de un grupo, que se erige en “significante vacío” (Laclau,
1996; 2005) y que permite la emergencia de un sujeto unitario llamado “pueblo” y
finalmente el asalto al poder.
Podemos se inclina por ello27 y se inspira, tal como recoge minuciosamente
este artículo de François Favreau, en las experiencias de acceso al poder de los
gobiernos progresistas de América Latina de la primera década del siglo XXI. Lo

27 Este comentario no pretende poner en cuestión la propia disquisición teórica al interior de Podemos, per-
meada por las posturas y debates de sus líderes, que no en vano son profesores de ciencia política. Según
estos actores, el partido sólo reconoce la inclinación populista hasta 2016 y posteriormente dice orientarse
por las propuestas de Boaventura de Sousa Santos. Mi análisis se sostiene al margen de ello, contrastando
simplemente la política de partido que busca la toma del poder, con la forma movimiento que irrumpe en las
plazas y en las redes como fue el 15M. Tampoco quiero hacer un juicio de valor de cuál es mejor o peor, sino
que son ambas necesarias y no excluyentes: una sirve para acceder a las instituciones a través de elecciones,
la otra para prefigurar otros sentidos de lo común y politizar las vidas. La transformación social hoy pasa por la
capacidad de abrir espacios en ambas vías.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 229
relevante del trabajo de Favreau es la forma minuciosa en que logra rastrear cómo
estas influencias tan singulares integradas en las trayectorias personales de los
líderes de Podemos, desestabilizan también la forma de entender la política de par-
tidos en España y en Europa, poniendo en el centro cuestiones de enorme trascen-
dencia política como la diferente conformación de los Estados modernos a partir
de temas como la colonialidad, la articulación hegemónica, siempre defectuosa de
la unidad del pueblo, y los sentidos de la participación y la democracia.

Referencias

Deleuze, G. y Guattari, F. (1997). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia: Pre-Texto


Hardt, M. y Negri, A. (2004). Multitud, guerra y democracia en la era del Imperio. Madrid: Debate.
Laclau, E. y Chantal M. (1985). Hegemonía y estrategia socialista. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
Laclau, E. (1996). Emancipación y diferencia. Buenos Aires: Ariel.
______ (2005). La Razón Populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Rovira, G. (2017). Activismo en red y multitudes conectadas. Barcelona: Icaria-UAM-X.
Subirats Llao, J. (2015).¿Desbordar el ‘dentro’-‘fuera’?. En Revista Teknokultura
12(1), pp. 161–68. http://revistas.ucm.es/index.php/TEKN/article/view/48893.
Virno, P. (2004). Gramática de la multitud. Madrid: Traficantes de Sueños.

230 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
SUBJETIVACIÓN
POLÍTICA Y NUEVOS
FEMINISMOS

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 231
233

DEFENDER EL CUERPO INDIVIDUAL Y COLECTIVO:


EL EJE DE LA ACCIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES
EN LA UNAM

Nallely Marlene Bucio Vázquez1

Resumen
El 3 de mayo de 2016, el hallazgo del cuerpo sin vida de Lesvy Berlín Osorio en las inme-
diaciones del campus principal de la UNAM, daba un mensaje muy claro a las mujeres de
esa comunidad escolar: aquí tampoco están seguras. La respuesta de estas mujeres ante
la destrucción que este feminicidio, aunado a un continuum de violencia, ha dejado en su
comunidad, fue vincularse, resistir, accionar, imaginar otros mundos posibles y princi-
palmente cuidar una de la otra con un acuerdo y objetivo en común: seguir vivas. Ante
esta problemática surgen las siguientes interrogantes ¿Es posible hablar de una política
de mujeres?  De ser así, ¿cuáles son las claves de esa política?  ¿Cuál es el deseo que las
motiva? ¿Qué es lo común que atraviesa su accionar político? ¿Cómo se teje la trama del
cuerpo individual y colectivo en esta política? El propósito de este texto es precisamen-
te el de analizar las acciones políticas y de resistencia, que las mujeres de esa comunidad
universitaria llevan a cabo para hacer visible el entramado de violencias que sobre sus
cuerpos se ejercen dentro de la institución, organizándose políticamente y haciendo
énfasis en el cuidado del cuerpo individual y colectivo.

Palabras clave:
Feminicidio, violencias, corporalidad, enunciación política

Introducción
El presente artículo forma parte de la tesis Acción y resistencia feminista: prácticas po-
líticas de mujeres en la UNAM a raíz del feminicidio de Lesvy Berlín. Tomé como objeto

1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: nallely78@gmail.com
empírico el feminicidio de Lesvy Berlín, ocurrido en Ciudad Universitaria, porque me
interesa analizar las acciones políticas y de resistencia que las mujeres de esa comuni-
dad universitaria llevan a cabo para hacer visible el entramado de violencias que sobre
sus cuerpos se ejercen dentro de esa institución, organizándose políticamente y hacien-
do énfasis en el cuidado del cuerpo individual y colectivo. Me interesa mostrar sus for-
mas de vinculación, sus consensos y disensos, el lugar de enunciación de sus prácticas
políticas, de resistencia y transformación del espacio que habitan, un “hacer territorio”.
Considero importante conocer y describir cómo las nuevas formas de accionar política-
mente les permiten luchar contra las violencias anquilosadas, situadas desde corrientes
feministas diversas que encuentran en la vida un eje en común. ¿Es posible hablar de
una política de mujeres? De ser así, ¿cómo la hacen? ¿Cuál es el deseo que las motiva?
¿Qué es lo común que atraviesa su accionar político? ¿Cómo se teje la trama del cuerpo
individual y colectivo de su lucha? Estas son las reflexiones que nos interpelan en la
investigación a realizar. En este texto hago una descripción del objeto empírico pro-
blematizado a partir de las categorías teóricas: el género como sistema social y cultural
pero también como dispositivo de poder al igual que el patriarcado, la figura del delito
de feminicidio, el cuerpo individual-colectivo como territorio y espacio de enunciación
política. La perspectiva teórica de abordaje es el feminismo, al que entiendo como un
movimiento social, una postura ética y política que ha trazado el camino para que las
mujeres incursionen activamente en la transformación de una sociedad que las estig-
matiza y asesina por la lectura que se hace de sus cuerpos.

Objeto empírico y contexto


El 3 de Mayo de 2017, a las 6 de la mañana, el cuerpo sin vida de Lesvy Berlín Osorio
fue encontrado en las inmediaciones del Instituto de Ingeniería de Ciudad Universita-
ria. “Hallan muerta a mujer en jardines de la UNAM, su cuerpo colgaba de una cabina
telefónica” fue el titular de las primeras noticias en un portal de internet. En cuestión
de horas la noticia se hizo viral y al día siguiente se colocaría en primera plana de los
principales diarios. El rector de la universidad, Enrique Graue Wiechers, se posicionó
ante el asesinato de Lesvy hasta dos días después, y a través de un boletín oficial lo
adjudicó a la falta de valores, a la inseguridad, a la presencia de grupos antisistema
dentro de la universidad, el clima de violencia y su normalización en el país. Además de
expresar la absoluta cooperación con las autoridades para la investigación del caso, el
rector anunció que las medidas de seguridad dentro de las instalaciones se reforzarían;
sin embargo, las declaraciones emitidas en torno al hecho evitaron enmarcar el hecho

234 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
como un feminicidio2. Cabe destacar que meses después del suceso, Araceli Osorio, ma-
dre de Lesvy, declararía que los videos de prueba que formaron parte del caso fueron
revisados por autoridades de la institución universitaria a las horas de hallado el cuer-
po, y que a través de la Abogada General de la institución, Mónica González Contró se
le haría saber que en esas grabaciones no había nada importante para aclarar la muerte de
su hija3. La UNAM habría estado al tanto desde el inicio de las condiciones en que Lesvy
fue asesinada y guardaría silencio ante la hipótesis del suicidio sostenida por la Procu-
raduría General de Justicia del Distrito Federal.
Ante los hechos que se sucedieron a raíz del feminicidio de Lesvy Berlín, las mu-
jeres de la comunidad universitaria se organizaron e iniciaron una serie de acciones
en protesta: movilizaciones, caminatas nocturnas, concentraciones conmemorativas e
informativas de las estrategias a seguir, activismo en redes, asambleas, conversatorios,
performances, acciones directas de intervención a símbolos y espacios físicos, cierre de
vialidades, sesiones de autodefensa en donde Lesvy fue encontrada y en otros espacios
del campus, publicaciones e incluso la propuesta de la elaboración de un memorial, son
los repertorios de acción que se han llevado a cabo desde que ocurrió el feminicidio
hasta la fecha, tanto en Ciudad Universitaria (C.U.) como en otros campus de la UNAM.
Estos acontecimientos me llevaron a reflexionar sobre cómo el feminicidio de Lesvy
Berlín, además de revelar la crisis de seguridad al interior de la institución, evidencia la
normalización de un entorno violento que las mujeres de esa comunidad viven cotidia-
namente y que impacta principalmente en sus cuerpos, exponiéndolas y a la vez invisibi-
lizándolas. Guiomar Rovira señala que el pensamiento crítico y el imaginar el mundo de
otra manera, parte de la interacción humana y de las experiencias concretas de lucha y
de vida compartidas (Rovira, 2015, p. 10). Las mujeres integrantes de esa comunidad uni-
versitaria, en su mayoría estudiantes, ante este continuum de violencia comenzaron a orga-
nizarse e iniciaron una serie de acciones políticas para hacer visible la estructura violenta
y patriarcal de la institución, la cual guarda profundas similitudes con las condiciones del
país en cuanto a la violencia contra las mujeres y su acceso a la justicia. Para Diana Russell

2 El 5 de agosto de 2017, en una concentración en rectoría por los tres meses del asesinato de Lesvy, una de las
exigencias por parte de colectivos feministas hacia el rector Enrique Graue, fue que se pronunciara frente al
feminicidio de Lesvy como tal.
3 Las cámaras del campus registrarían que 10 minutos antes de la muerte de Lesvy, ella y su entonces pa-
reja sentimental, Jorge Hernández, discuten y él la golpea en el rostro con una cadena para pasear perros
y como en otro momento, rodea con sus brazos el cuello de ella. Otra escena los muestra a ambos en la
cabina en donde Lesvy sería encontrada muerta. Ver https://elpais.com/internacional/2017/07/12/mexi-
co/1499878140_114262.html

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 235
nombrar y definir las formas de opresión femenina, puede jugar un papel crítico en las
movilizaciones de las feministas para tratar de combatir el problema (Russell, 2006, p. 65).
La UNAM es la segunda institución mexicana con mayor credibilidad en el país.
De acuerdo con la encuesta realizada por Buendía y Laredo4, la institución cuenta con
el 67% de aprobación, después de la Armada de México con 71% y seguida por la iglesia
católica con un 63% (Portal UNAM. 2017: web). En junio de 2017, el QS University Ran-
kings for Latin America5 colocaba a la UNAM en el tercer lugar de las 89 universidades
latinoamericanas, y entre las 200 mejores del mundo. En su página de internet, la ins-
titución es descrita como protagonista de la historia y de la formación del país (UNAM,
2017: web). En contraste y según datos recientes, este clima de violencia ha sido una
constante dentro del campus, que de 2006 a 2017 ha contabilizado cinco desaparicio-
nes de estudiantes, 300 ataques sexuales y 36 asesinatos (Camacho, 2017). En datos
específicos sobre violencia contra las mujeres, 4 de cada 10 entre trabajadoras, alumnas
y administrativas se han sentido vulneradas por el acoso y hostigamiento sexual, que
van desde imágenes, bromas o comentarios humillantes y sexistas hasta ser obligadas
a tener relaciones sexuales, ya sea por estudiantes o profesores.
De 2002 a 2017 han tenido lugar cuatro hechos violentos contra mujeres con carac-
terísticas que pueden clasificarlos como feminicidios: el 27 de abril de 2002 Areli Osor-
no, estudiante de ingeniería de 28 años, fue encontrada estrangulada presuntamente en
instalaciones de la UNAM y su cuerpo depositado en bolsas negras en el estacionamien-
to del Museo Universum (Vela, 2002); a diez días de ese hecho, Cristel Estibalí Álvarez
García de 21 años, estudiante de la Facultad de Ciencias Exactas, fue asesinada de dos
disparos de arma de fuego en el interior de las instalaciones del campus universitario
(Quintero, 2002). Ambas fueron presuntamente asesinadas por sus ex parejas. En 2010
Adriana Morlett desapareció después de sacar un libro de la biblioteca central de la
UNAM. Sus restos fueron encontrados al sur de la ciudad en la carretera al Ajusco (Cor-
tés, 2017). Adriana no volvió a su casa, pero el libro que Adriana pidió en préstamo fue
devuelto a la biblioteca mientras ella continuaba desaparecida.
Ni el caso de Areli Osorno ni el de Cristel Estibalí fueron clasificados como femini-
cidios. El caso de Adriana Morlett fue nombrado como tal en un titular de prensa siete

4 Buendía y Laredo es un despacho mexicano de consultores, ubicado en CDMX. Se especializa en encuestas de


opinión pública y estudios electorales.
5 La Clasificación mundial de universidades QS (en inglés, QS World University Rankings) es una ordenación anual
de 800 universidades del mundo, dispuestas con un criterio de jerarquía. Publicada por Quacquarelli Symonds,
pretende ser una clasificación sectorial, regional y a la vez global. Los centros de estudio son evaluados de
acuerdo con criterios asociados a la investigación, a la reputación académica, a la calidad de la enseñanza y a
su internacionalización.

236 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
años después de sucedido al relacionarlo con el feminicidio de Lesvy Berlín. No hay
registros de movilizaciones dentro de la universidad en ninguno de los tres casos de
acuerdo con lo que se ha investigado hasta ahora. Sólo en el caso de Adriana Morlett, en
conmemoración por su cumpleaños, alrededor de cien personas entre amigos y familia-
res se reunieron en la facultad de Arquitectura para recordarla, y posteriormente hacer
un ritual maya en su nombre a petición de familiares como una medida desesperada
para conocer su paradero.
Cito aquí el testimonio de una estudiante universitaria recopilado en redes: “Sali-
mos a marchar por Lesvy no porque su feminicidio fuera más importante que los otros,
sino porque este feminicidio nos decía que las mujeres ya no estábamos seguras en
ningún lugar, ni siquiera en la UNAM, que para muchas es nuestra casa6”.

#Si me matan: Del trending topic en


redes sociales a la movilización en las aulas
La primera movilización en protesta por este feminicidio se dio en redes sociales. Miles
de usuarias y usuarios de twitter, a través del hashtag #SiMeMatan que se volvió tren-
ding topic en cuestión de horas, expresaron su inconformidad por la estigmatización y
revictimización que haría la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México
desde la cuenta oficial de twitter de su área de comunicación, al filtrar información
errónea sobre la vida privada de Lesvy, basada en las declaraciones de quien fue su pa-
reja sentimental. Con el hashtag #SiMeMatan las mujeres expresaron su indignación al
ser señaladas como culpables de ser asesinadas por realizar ciertas actividades o tener
ciertas características, incluso por el hecho de ser mujer.
También en redes sociales se convocó a una manifestación en protesta por la dila-
ción en la respuesta de las autoridades de la UNAM, por la revictimización de Lesvy y
porque este caso removía el fenómeno de la violencia e inseguridad que las mujeres al
interior de la UNAM viven a diario.
El viernes 5 de mayo, cientos de mujeres estudiantes, trabajadoras, académicas y
activistas se reunieron en la Facultad de Ciencias Políticas para gritar ni un feminicidio
más. En las pancartas y consignas de las manifestantes se externaba la exigencia de po-
der transitar libres y seguras en la universidad, se denunciaban las violencias recibidas al
interior de la institución universitaria, tanto por profesores, trabajadores y alumnos, y
la nula respuesta por parte de las autoridades ante sus denuncias. A las dos en punto,
las mujeres reunidas marcharon con destino a Rectoría. Como parte de la ruta de la
marcha, el contingente se internó en el Instituto de Ingeniería. En este lugar la atmós-

6 Itzel M. Estudiante de Filosofía de la UNAM.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 237
fera se percibió distinta, pesada a decir de algunas asistentes, se sentía una especie de
reticencia, indiferencia e incluso gestos de burla por parte de quienes presenciaban el
desarrollo de la marcha, incluso la desaprobación con miradas y risas hacia las mani-
festantes. Había una especie de confrontación velada con la mirada, fue en este lugar
donde las consignas se escucharon con más fuerza.
A su paso por la universidad, las manifestantes hicieron pintas en las paredes, en el
piso, en escaleras y edificios: “Vivas nos queremos”, “Ni una más”, “UNAM feminicida”
se leía en distintos espacios de Ciudad Universitaria. Fue en el transcurso de la movili-
zación cuando el rostro de Lesvy, como era en vida, circuló por primera vez, impreso en
fotocopias en blanco y negro y pasando de mano en mano. Algunas mujeres conserva-
ban las hojas con su imagen, otras las pegaban en los muros.
La marcha se detuvo en la cabina telefónica donde Lesvy fue encontrada, mientras
las primeras mujeres que llegaban al lugar pedían guardar silencio, quienes venían de-
trás seguían coreando las consignas y poco a poco callando ante la petición. Las mujeres
que estaban más cerca de la cabina montaron un altar con flores, pancartas, veladoras y
la foto impresa del rostro de Lesvy en las copias repartidas. Se guardó silencio, se grita-
ron consignas, se leyeron poemas, algunas madres que perdieron a sus hijas por el deli-
to de feminicidio tomaron la palabra entre gestos de tristeza y sollozos de las asistentes.
Al terminar la ceremonia improvisada, la marcha siguió su trayecto a rectoría. Al
llegar a la Biblioteca Central, se hizo una parada más. Algunas mujeres integrantes de
la marcha cubrieron sus rostros con pañuelos, se dirigieron al letrero #HechoEnCU y lo
intervinieron con pintas. “#MuertaEnCU”, “#SiMeMatan”, “UNAM Encubre Violado-
res” “Justicia” “No Estás sola” entre otras frases que escribieron sobre las letras blancas,
otras asistentes derramaron pintura roja. Una de estas mujeres se colocó frente a las
letras y se desnudó, traía en sus manos una copa con sangre menstrual, la cual vació
sobre las letras mientras gritaba “Esta es la única sangre que las mujeres tendríamos
que derramar”. El resto de los asistentes contemplaba la escena, otros tomaban fotos.
El ambiente era una combinación entre euforia e indignación.
Ya en Rectoría, se anunció que la madre de Lesvy llegaría en cualquier momento.
Araceli Osorio contaría meses después que mientras realizaba los trámites para que el
cuerpo de su hija le fuera entregado, se enteró que una manifestación en honor a su
hija se desarrollaba en Ciudad Universitaria y se dirigió al lugar para reunirse con las
manifestantes.
El mismo día de la marcha, ya por la noche, las redes sociales estallarían pero ahora
no por el feminicidio de Lesvy, sino por las pintas en distintos espacios de Ciudad Uni-
versitaria, principalmente por las realizadas al letrero #HechoEnCU. Adjetivos como
“vandálicas”, “mujeres locas”, “feminazis” era la constante en los tuits de las personas
238 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
que se identificaban como “buenos universitarios” y que expresaban su desacuerdo por
lo que consideraban un daño al patrimonio cultural universitario. Algunos jóvenes que
se identificaron como estudiantes acudieron a lavar las letras en “desagravio al espíritu
universitario y a la UNAM”. Al día siguiente el letrero #HechoEnCU fue retirado y pos-
teriormente remplazado por un letrero totalmente blanco.
Desde la plataforma Change.org se lanzó una petición firmada por estudiantes y
dirigida al rector de la UNAM y a la directora del Programa Universitario de Estudios de
Género, la Dra. Ana G. Buquet; en la petición se solicitaba que los grupos feministas de la
UNAM pagaran la reparación de los daños.
Ante la indignación por las pintas en las letras, la pregunta en el aire fue ¿valen
más unas letras que mostrar la inseguridad que vivimos las mujeres en la UNAM, que
se abuse de nosotras en un campus universitario, que caminemos con miedo?
La respuesta de las autoridades de la UNAM fue la instalación de rejas en el perí-
metro exterior e interior de Ciudad Universitaria durante el periodo vacacional poste-
rior al feminicidio; se colocaron más cámaras de vigilancia y el ingreso de los taxis sólo
se permitiría con pasaje. Entre otras medidas anunciadas se habló de la instalación de
torniquetes en algunas facultades y que el acceso a ellas sólo sería posible con la cre-
dencial oficial de la institución, el levantamiento de muros y el aumento de elementos
del grupo de vigilancia interna “Seguridad UNAM”. Las autoridades de la ciudad de
México y la UNAM acordaron la inclusión de elementos de vigilancia de la Secretaría
de Seguridad Pública en exteriores de la universidad (2017). Las y los estudiantes de-
nunciaron que estas iniciativas, lejos de proveerles seguridad humana, sólo buscaban
la seguridad del Estado, y que se sumaban a las medidas de criminalización y vigilancia
ya existentes en perjuicio de las y los alumnos, y mencionaban como ejemplo el espio-
naje que se hizo al grupo de expertos del caso Ayotzinapa en la Facultad de Filosofía
y Letras.7

Feminicidio: la frontera del poder y la violencia


inscrita en los cuerpos de mujeres
Si bien el feminicidio de Lesvy Berlín fue perpetrado por quien fuera su pareja sexo
afectiva, y por esta característica se circunscribe a la categoría de “feminicidio íntimo”
en el cual el blanco es una mujer que ha estado íntimamente involucrada con su asesino
(Gartner, 2006, p. 322), es importante verlo más allá de la relación de intimidad con
su perpetrador. Para Marcela Lagarde todo feminicidio perpetrado es una fractura del

7 Declaraciones que forman parte del comunicado leído por las estudiantes organizadas de la Facultad de Filo-
sofía y Letras en la concentración por los tres meses del feminicidio de Lesvy.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 239
Estado de derecho que favorece la impunidad.

El feminicidio es un crimen de Estado, porque no sólo es la cima de la normalización de la


violencia contra las mujeres como género, sino que desencadena otras violencias como
la culpabilización de la víctima, el trato negligente a la familia, la falta de acceso a la justicia,
verdad y reparación del daño (Lagarde, 2006, pp. 13-20).

Por su parte, Rita Segato sostiene que el feminicidio:

[…] es la consecuencia de la infracción femenina a las dos leyes del patriarcado: la norma
del control o posesión sobre el cuerpo femenino y la norma de la superioridad masculina
(…) los crímenes del patriarcado o feminicidios son, claramente, crímenes de poder, cuya
función es, en este modelo patriarcal, la retención o manutención y la reproducción del po-
der”, pero además estos crímenes cumplen una función de cohesión colectiva al sancionar
y tomar posesión de los cuerpos de las mujeres. Ellas se vuelven el territorio a dominar, en
dónde la demostración de poder sobre sus cuerpos cumple además una fuerza normaliza-
dora de la sociedad. (Segato, 2006, pp. 4-6).

Poner el énfasis en el cuerpo de las mujeres y reflexionar al respecto ha sido uno


de los aportes más significativos de los feminismos. El cuerpo nos instituye como seres
humanos, nos da acceso al mundo, nos materializa y también pone de relieve nuestras
diferencias en la sociedad, nos coloca frente a los otros/otras, en un esquema de repre-
sentaciones que nos dictan el actuar en el entramado cultural. Marta Lamas apunta que
“en cada cultura, la oposición binaria hombre/mujer es clave en la trama de los procesos
de significación” es decir, a partir de las diferencias sexuales, las personas conciben lo
que es ser hombre y ser mujer, pero esta representación no se circunscribe sólo a la se-
xualidad, atraviesa las percepciones de todo lo demás, lo político, lo social, lo religioso,
lo cotidiano (Lamas, 1994, p. 7-8). Como resultado de las reflexiones sobre el cuerpo
dentro del feminismo, surgió la categoría de género que permitió entender cómo se en-
trecruzaban lo físico, psíquico, material, social e histórico en los cuerpos y su posterior
actuar en las sociedades, y sobre todo cómo esta categoría funciona como dispositivo
de poder, noción que nos resulta útil para entender las categorías de violencia, domi-
nación y resistencia política. Para pensar el género como la construcción de relaciones
de poder, Patricia Amigot y Margot Pujal recurren a Joan Scott y a Judith Butler. Para
Scott (1991) “el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas
en las diferencias que distinguen a los sexos y es una forma primaria de relaciones sig-
nificativas de poder”; por su parte Butler (1990) considera que un uso de género como
240 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
categoría analítica supone hacer inteligibles las prácticas sociales reguladas y las relacio-
nes de poder productoras de identidades y cuerpos (Citadas en Amigot, 2009, p. 119).
La división sexual marca la normativa en el mundo social a partir de las diferencias,
la cual atraviesa los cuerpos, pensamientos, hábitos y acciones de sus agentes, instituye
la percepción de este mundo social y ratifica al hombre como la parte dominante, sobe-
rana, el sujeto en este orden simbólico (cfr. Bourdieu, 2000). Estos “lugares de diferen-
cia” constituyen también a la mujer, la construyen como “el otro” en la conformación de
las identidades sociales.

[…] la mujer (…) siendo como todo ser humano una libertad autónoma, se descubre y se
elige en un mundo donde los hombres le imponen que se asuma como lo Otro, se pretende
fijarla como objeto (…) el conflicto de que todo sujeto que se plantee siempre como lo esen-
cial y las exigencias de una situación como lo inesencial (Beauvoir, 2012, p. 31).

Estaríamos ante la construcción de la identidad, la cual conlleva una separación y


a su vez una exclusión. En esta construcción de un “yo” que constituye al “otro” tiene
lugar una interacción, un conflicto y también una asimetría (Butler, 1990 citado en
Amigot, 2009, p. 124). En esta lucha de fuerzas y en el dominio y poder de estas identi-
dades se construye la violencia en este caso la violencia sobre el cuerpo de las mujeres.
Foucault describe cómo se instaura el poder en las prácticas cotidianas, cuáles son
sus efectos reales y cómo tienen lugar este poder a través de procesos de sometimiento
y disciplina de los cuerpos, pero además trata de entender cómo el poder se ejerce en
red, en un entramado que transita sobre los cuerpos, en la interacción (Foucault, 1997,
pp. 37-38).

Entre cada punto del cuerpo social, entre un hombre y una mujer, en una familia, entre un
maestro y su alumno, entre el que sabe y el que no sabe, pasan relaciones de poder que no
son la proyección pura y simple del gran poder del soberano sobre los individuos; son más
bien el suelo movedizo y concreto sobre el que ese poder se incardina, las condiciones de
posibilidad de su funcionamiento (…) El poder se construye y funciona a partir de poderes,
de multitud de cuestiones y de efectos de poder (Foucault, 1979, p. 157).

Como ya se mencionó, toda interacción es asimétrica pero no es la asimetría en sí la


que instaura el poder, sino el actuar simbólico, la atribución de estas identidades sosteni-
das por mecanismos simbólicos. Amigot siguiendo a Foucault, señala que la operatividad
del poder se da en espacios habitualmente excluidos de lo político, por lo que este entra-
mado de relaciones de poder regula las prácticas cotidianas de las y los individuos en el
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 241
campo social (Amigot, 1997, pp. 125-126). Es en el discurso que opera el poder, en los luga-
res de enunciación que construyen el sentido, en el caso de las mujeres y hombres, en esta
dicotomía sexual masculino/femenino, ciencia/naturaleza, sujeto/objeto. Este discurso
excluyente, constitutivo de “lo Otro” como enemigo, para poder ejecutarse tiene que con-
tar con un dispositivo, en un campo de operaciones materiales concretas.

Son en las regiones de la política y la sexualidad en donde el discurso, lejos de ser ese ele-
mento transparente o neutro en el que la sexualidad se desarma y la política se pacifica,
donde se ejercen de manera privilegiada algunos de sus más temibles poderes. Por más que
en apariencia el discurso sea poca cosa, las prohibiciones que recaen sobre él revelarán muy
pronto su vinculación con el deseo y el poder (Foucault, 2002, p. 15).

Sobre el poder y la violencia Mier (2005) sostiene que:

[…] el poder no puede prescindir de la violencia, se funde con ella hasta hacerse indiscer-
nible. El poder es la faceta instituyente de la violencia, es condición y secuela del poder. El
poder da un alcance omnipresente, duradero, totalizador a la fuerza puntual, a los alcances
locales de la violencia. Las estrategias de poder tienen un impulso expansivo. Revelan una
vocación de integración absoluta, se diseminan; pretenden la invisibilidad, pero a la vez
que anulan, crean identidades, conllevan la supresión, exclusión o destrucción material y
simbólica de cualquier régimen de acciones desviadas, indóciles (Mier, 2005).

El patriarcado como dispositivo de poder estructural


Fontenla (2008) recopila las siguientes acepciones de patriarcado: “Para Carol Pateman
se refiere específicamente a la sujeción de las mujeres y singulariza la forma del derecho
político que los varones ejercen en virtud de ser varones, Kate Millet se refiere a las
relaciones sexuales como relaciones políticas, a través de las cuales los varones domi-
nan a las mujeres, y Celia Amorós apunta a la constitución de la fratría como un grupo
juramentado, aquel constituido bajo la presión de una amenaza exterior de disolución,
donde el propio grupo se percibe como condición del mantenimiento de la identidad,
intereses y objetivos de sus miembros”. Podemos decir entonces que el patriarcado es
un dispositivo de poder discursivo y político que atraviesa las distintas formas de orga-
nización dentro de la sociedad y que se basa en la diferencia sexual. Este poder es ejer-
cido y liderado por unos cuantos varones que comparten características hegemónicas
sobre el resto de los hombres y mujeres para entonces, disciplinarles.
El patriarcado como dispositivo de poder y disciplinario, contiene otros disposi-
tivos inscritos en él: los espacios (físicos, simbólicos, virtuales), la geografía, las con-
242 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
diciones urbanísticas de las ciudades, el territorio, la vestimenta, las instituciones, la
diferencia inscrita en los cuerpos, etcétera.

Cuidar el cuerpo es cuidar el territorio.


Ser leída como mujer desde la estructura patriarcal, representa un indicador de riesgo para
ser violentada; si bien la inseguridad que se vive en contextos urbanos afecta a hombres y
mujeres por igual, en las mujeres este riesgo tiene una connotación distinta, está asociado
a cómo se nos concibe en el espacio público, por lo que social, cultural y políticamente
representamos a partir de la diferencia sexual, y por la interpretación que de nosotras
se construye por el uso que hacemos del espacio en lo cotidiano y que no está pensado
para que transitemos en él: somos el territorio dentro del territorio estructural patriarcal,
la periferia a partir del centro, las otras, lo diferente en relación con los hombres pero tam-
bién el complemento para que este patriarcado siga existiendo. Como señala Emannuella
Borzacchiello (2017): “los cuerpos de las mujeres se usan para delimitar el territorio”.
Salir a la calle, acudir a trabajar, a la escuela, al mercado, al médico, a recoger a las/
los hijos, a una fiesta, cualquier actividad cotidiana que implique salir del espacio priva-
do es un viaje de ida sin la seguridad de volver. Acoso, agresiones verbales, tocamientos,
abuso sexual, violación y feminicidio son las agresiones constantes y diarias que enfren-
tan las mujeres por “atreverse” a ocupar un lugar que no está “pensado ni permitido” para
ellas, agresiones que muchas veces ocurren a metros de sus casas sin importar la hora8.
Además de las violencias ya descritas, hay una constante cuando éstas salen a la luz
pública o son denunciadas: la atención se dirige a las acciones previas al hecho realiza-
das por las víctimas, a su conducta, a cuestionar lo que hacía o no hacía en el lugar, a
su historia, a las relaciones que estableció con su agresor/es o con otros hombres, a lo
que hizo o dejó de hacer, al “tipo de mujer” que fue o es, o a la mujer que debió ser y
no cumplió el mandato. “Exponerse” por partida doble la convierte en blanco de otras
violencias y otros agresores. La violencia se complejiza, hay un patriarcado de baja in-
tensidad y uno de alta intensidad (Borzacchiello, 2017) que se entrecruza y se apropia del
cuerpo de las mujeres. Las violencias “privadas” se vuelven “públicas”, las característi-
cas del espacio que es ajeno para las mujeres marcan violentamente los cuerpos. Estas
violencias marcan por igual a las mujeres sin importar su estatus socioeconómico, y si
bien existen zonas que implican mayor riesgo para ellas, existe una democratización de
la violencia, y espacios que se pensaban “seguros o menos inseguros” ya no lo son más.

8 El jueves 27 de julio, Joselin Baltierra de 18 años, fue violada y asesinada brutalmente alrededor de las 9 de la
mañana a sólo unos pasos de su hogar en Ecatepec. Sus restos serían encontrados en la carnicería de uno de
los municipios más peligrosos para ser mujer del Estado De México. La nota completa en https://elpais.com/
internacional/2017/08/05/mexico/1501899262_897519.html

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 243
Surgen muchas preguntas ante el panorama hasta ahora trazado. ¿Qué hizo posi-
ble que una institución con las características y cualidades que ostenta la máxima casa
de estudios, referente a nivel nacional por su excelencia académica, y considerada la
segunda institución con mayor credibilidad en el país, despertara con el cuerpo de una
mujer pendiendo de una cabina telefónica en su campus principal? Si la violencia que
se muestra es un reflejo de la violencia que no se ve, ¿qué violencias al interior de la
UNAM tienen lugar? ¿Cuál es la función cohesiva de estas violencias en la institución?
¿Cómo pueden ser interpretados estos repertorios de violencia contra las mujeres en
la UNAM dentro de este sistema patriarcal? En esta fusión de poder y violencia que
tienen como expresión final el feminicidio como expropiación del cuerpo ¿qué cuerpos
están en riesgo de ser expropiados, borrados en el plano físico y simbólico? ¿Cómo re-
fuerza el borramiento de la diferencia al sistema patriarcal? ¿Cómo podemos pensar la
complejización de las violencias en este espacio universitario? ¿Es la UNAM una micro
representación de lo que sucede en México?
Si la violencia es estructural y el sujeto histórico puede cambiar las estructuras, las
mujeres como sujetos históricos con su lucha modifican la estructura de como habitar
el espacio, un espacio de disciplina y un espacio que le pertenece al Estado. El movi-
miento feminista ha tenido siempre muy claro que la política es un tema que pasa por
los cuerpos, y son las mujeres quienes saben cómo el cuerpo, su habitar y los agravios
al mismo, transforman.

Algunas reflexiones finales


Colocar el cuerpo sin vida de una mujer en C. U. fue marcar un territorio, apropiárselo.
Por un instante un “asesino solitario” desplegó su poder, el cual sólo es posible que
exista a la sombra de un poder más amplio. Resulta importante entender cómo se en-
tretejen estos poderes y cómo las mujeres luchan desde lo individual y colectivo, cómo
resisten para preservar sus vidas, re apropiarse de sus cuerpos, re apropiarse del espa-
cio, luchar contra el borramiento de la diferencia que ellas representan y “hacer territo-
rio”. Emanuela Borzacchiello (2017) dice “Cuidar un cuerpo es hacer política y como se
cuida el cuerpo es como se hace el territorio” es necesario pensar el cuidado del cuerpo
individual y colectivo, cuidar a la otra que es igual a mí, cuidar los vínculos y pensar este
cuidado como una forma de resistencia expresado en diversas acciones concretas que
son otras formas de hacer política, una política de mujeres centrada en la construcción
del territorio, una política que erradique la idea de que las mujeres son el territorio a
conquistar y que las coloque como parte constitutiva del mismo.
¿Cómo hacen política las mujeres? Rita Segato apunta que “es una política de los
vínculos y no de distancias protocolares y de abstracción burocrática, de contacto cor-
244 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
poral estrecho, de priorización de la memoria, de cercanías de retejer comunidad” (2017,
p. 27). Raquel Gutiérrez añade que la capacidad de producir vínculos, “las condiciones de
posibilidad de otras formas de lo político —no ceñidas ni plenamente concordantes con
los cánones liberales contemporáneos— hunden sus raíces en múltiples y plurales en-
tramados comunitarios, de este entramado de lo común que es la reproducción de la
vida misma, surge una “política del deseo”, es decir ¿qué quiero yo? ¿Qué queremos to-
das? ¿Qué mundo queremos producir y cómo lo vamos a hacer? (Gutiérrez, 2017, p. 22).
En México, las luchas de las mujeres se han hecho presentes desde 1910 en el mar-
co de la Revolución Mexicana hasta la fecha (cfr. Damián, E. y Lau, J., 2011), y en este
transitar histórico y social han visto modificar sus repertorios de acción, representa-
ciones y discursos de tal suerte que no se puede hablar de un sólo feminismo, sino
de “feminismos” o “nuevos feminismos” los cuales han atravesado todos los espacios
que las mujeres habitamos, físicos y simbólicos. Las discusiones, demandas y luchas que se
han generado a la luz de estos feminismos son diversas sin embargo la demanda y
reivindicación principal persiste: no ser asesinadas por la lectura que los otros hacen
de nuestros cuerpos como territorio a conquistar, destruir e incluso a desaparecer, no
ser asesinadas por ser mujeres en una estructura social patriarcal que permite, incita y
oculta los feminicidios.
Para María José Guerra el siglo XX ha sido el siglo de una “revolución cuasi silenciosa
de las mujeres” la cual no tiene comparativa ni encaja con las revoluciones de los hom-
bres, y señala que el feminismo se ha constituido como vigilante y guardián de los dere-
chos humanos en un contexto de denuncia de los feminicidios y de la violencia de género,
ya que como movimiento no solo ha interpretado al mundo, sino que ha intentado
transformarlo (Guerra, 2017).
Finalizo con una cita de Adriana López Monjardín “La violencia desacomoda vidas
y destruye certidumbres, pero también puede generar procesos creativos de reconstruc-
ción de las prácticas cotidianas y de redefinición del sentido. La anomia, el desconcierto
y la parálisis no son los únicos resultados posibles. Se instituye la posibilidad de imagi-
nar otra forma de vivir, de organizarse para frenar la violencia que trastoca, de la utopía
de un mundo sin violencia” (López, 2015, p. 25).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 245
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 247
COMENTARIA AL TEXTO

DEFENDER EL CUERPO INDIVIDUAL


Y COLECTIVO: EL EJE DE LA ACCIÓN POLÍTICA
DE LAS MUJERES EN LA UNAM

Reyna Sánchez Estévez

Este artículo reflexiona sobre las características de las acciones políticas que se es-
tán llevando a cabo en el ámbito universitario a raíz del feminicidio de Lesvy Berlín
Osorio. Este feminicidio, que según la autora puede pensarse como un detonante
de la acción política de colectivos feministas, también abre las posibilidades de
discutir, visibilizar, evidenciar una problemática que no es nueva, pero que se ha
mantenido soterrada por décadas y que aún ahora intenta mantenerse oculta, so-
bre todo porque incomoda y desenmascara espacios que se consideran prestigiados
como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Son justamente los
colectivos de mujeres organizadas, o también mujeres a título personal, quienes
están cuestionando estos supuestos desde su base fundamental: el patriarcado
El detallado seguimiento que hace la autora permite observar cómo, a par-
tir del feminicidio, se despliega un repertorio de acciones políticas que van desde
marchas y mítines en espacios diversos del campus universitario, hasta muy varia-
das expresiones en el espacio virtual como la creación y dispersión de hashtags o
campañas en internet exigiendo justicia; pero sobre todo esta descripción arroja
luz sobre la manera en que estas acciones políticas denotan una confrontación
más profunda entre diversos grupos sociales presentes en la UNAM, y que son
una muestra de la reproducción de roles y prejuicios que están presentes en otros
ámbitos sociales.
Otra de las vertientes interesantes del artículo es que el texto se inscribe en
discusiones fundamentales sobre el cuerpo, la violencia y el poder para entender
los niveles de violencia a los que están expuestas las mujeres en esta época neo-
liberal; presenta un acercamiento a las reflexiones teóricas sobre el feminicidio y
sus características; la autora retoma perspectivas feministas contemporáneas para
definir estos crímenes como “la consecuencia de la infracción femenina a las dos
leyes del patriarcado: la norma del control o posesión sobre el cuerpo femenino y
la norma de la superioridad masculina (…) los crímenes del patriarcado o feminici-
dios son, claramente, crímenes de poder, cuya función es, en este modelo patriar-
cal, la retención o manutención y la reproducción del poder” Segato (2006, pp. 4-6).
248 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Con este punto de partida hace un acercamiento a la relación cuerpo-territorio en
disputa retomando las sugerentes ideas de Emannuella Borzacchiello (2017), quien
señala que “los cuerpos de las mujeres se usan para delimitar el territorio”, con lo
que nos aproxima a una de las líneas de trabajo de los feminismos actuales que
vuelve a poner en tela de juicio la relación entre los espacios públicos y privados,
prohibidos y permitidos, seguros o peligrosos, y por lo tanto apropiados e inapro-
piados en función de las mujeres, sus roles de género y sus actividades.
El feminicidio de Lesvy Berlín, punto de partida de este trabajo y la reflexión
que produce, lleva a la autora a plantearse un conjunto de interesantes preguntas
/vías de escape/miradas posibles de este complejo fenómeno, ¿Cuál es la función
cohesiva de estas violencias en la institución? ¿Cómo pueden ser interpretados es-
tos repertorios de violencia contra las mujeres en la UNAM dentro de este sistema
patriarcal? En esta fusión de poder y violencia condensada en la figura del femini-
cidio ¿qué representaciones de mujeres intentan borrarse y cuáles perpetuar en el
plano físico y simbólico? ¿Es la UNAM una micro representación de lo que sucede
en México? Estas preguntas que cuestionan tanto los espacios universitarios como
la sociedad en su conjunto, abren las posibilidades para la acción política que se
desarrolla dentro y fuera de la UNAM.

Rerefencias

Borzacchiello, E. (2017). Violencias cruzadas en el cuerpo de las mujeres como territoriode


resistencia. [Ponencia, presentada en la Facultad de Psicología de la UNAM. Ciudad
de México].
Segato, R. (2006). La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.
Territorio, soberanía y crímenes de Segundo Estado. México: Ediciones de la Universidad del
Claustro de Sor Juana.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 249
251

FEMINISMO Y SUBJETIVACIÓN POLÍTICA:


DEVENIR CUERPO

Aurea Itzel Paredes Páramo1

“El cuerpo humano es lo más antiguo que poseemos,


el cuerpo humano es más antiguo que un fósil,
que una obra de arte griega, el cuerpo humano
es muy antiguo, es nuestra antigüedad” (D. Huberman).

“Y es que para nosotros el cuerpo


no se opone a lo que vosotros llamáis espíritu” (F. Fanon).

Resumen
En este texto propongo una reflexión crítica del feminismo contemporáneo, conside-
rando el desarrollo histórico de los procesos de lucha política de las mujeres en los que
se inscribe, permitiéndonos pensar la corporalidad y su relevancia dentro de la lucha
feminista actual. Este trabajo se inscribe dentro del marco de la investigación para mi
tesis de maestría del programa de Comunicación y Política de la UAM-Xochimilco. Co-
mienzo describiendo el contexto de violencia ejercida sobre los cuerpos de las mujeres
del estado de Michoacán, que no pocas veces terminan en el asesinato y que nos obli-
gan, por lo tanto, a poner en el centro las cuestiones del cuerpo, lo que me permite
continuar con un desarrollo teórico-reflexivo de la lucha feminista y de la potencia de
pensar el cuerpo como proyecto político de resistencia y subversión.

Palabras clave
Violencia de género, corporalidad, feminismo, procesos políticos.

Introducción
El 11 de diciembre de 2006 se inició en Morelia, Michoacán, el operativo denominado
Operación Conjunta Michoacán, en el que fueron enviadas tropas federales al estado con
la intención de poner fin a la violencia provocada por los cárteles de la zona; esta ope-

1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: itzel_840@hotmail.com
ración forma parte de la primera etapa de lo que después se conocería como “Guerra
contra el narcotráfico”, iniciativa del entonces presidente originario de dicha región.
La guerra contra el narcotráfico ha agudizado el problema de la violencia en Mi-
choacán y en el país. Para afrontar el problema de la violencia en general, y de la violencia
de género en particular, distintas organizaciones, colectivos y activistas han manifes-
tado su solidaridad y desacuerdo proponiendo una serie de actividades que visibilizan
el problema de violencia y exigen el reconocimiento del feminicidio como parte de los
problemas sociales del estado.
El 27 de junio de 2016 se declaró activa la Alerta de Violencia de Género contras las
Mujeres (AVGM), en 14 de los 113 municipios2, entre ellos Morelia, siendo Michoacán el
cuarto estado de la república después del estado de México, Morelos y Jalisco. Se activa
la AVGM como resultado de acciones conjuntas entre actores sociales, principalmente
mujeres. Esta alerta forma parte de las acciones y estrategias para enfrentar y acabar
con la violencia de género y feminicida, y para combatir la desigualdad en la legislación
y las políticas públicas que atentan contra los derechos humanos de las mujeres.
Hay registros oficiales de que de 2006 a 2015, fueron asesinadas unas 800 mujeres
en Michoacán; tan sólo en 2016, la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE)
registró 110 asesinatos de mujeres, 12 de ellos fueron tipificados como feminicidios y se
reportó que los municipios con mayor incidencia fueron Jacona, Uruapan, Apatzingán,
Lázaro Cárdenas, Morelia, Numarán y Zacapu3. En lo que va del año han sido documen-
tados 36 homicidios contra mujeres, entre enero y febrero 34, y los primeros días de
marzo dos más, sólo ocho tipificados como feminicidios; para junio de 2017 se cuentan
52 mujeres asesinadas en la región4. Y a un año de la alerta de género, el 27 de julio, se
han encontrado 60 cuerpos de mujeres sin vida. Éste es sólo el caso de Michoacán pero
la problemática se extiende más allá de las delimitaciones del estado.
Ante un panorama de ascenso de la violencia de género, las mujeres que se auto-
denominan feministas han tenido que implementar distintas estrategias para afrontar
el problema feminicida y de violencia hacia las mujeres, violencia directamente ejercida
sobre los cuerpos.
En Morelia hay dos grandes ejes que se han abordado desde las luchas feministas
como parte de la lucha por la emancipación de las mujeres, uno de ellos es sobre los
derechos sexuales y la salud reproductiva, y el otro sobre la despenalización del aborto,

2 En La Jornada. Recuperado el 18 de noviembre de 2017, de http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/06/27/


osorio-chong-emite-alerta-de-genero-en-14-municipios-de-michoacan
3 Consultado en La Jornada impresa, Jueves 9 de marzo de 2017.
4 En Idimedia. Recuperado el 19 de noviembre de 2017, de https://www.idimedia.com/noticias/seguridad/se-
necesita-ampliar-alerta-genero-michoacan/

252 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
incorporándose la necesidad de añadir la problemática de violencia feminicida teniendo
como resultado la activación de la AVGM en 2016.
El cuerpo ha sido un tema central dentro del movimiento feminista; desde la exi-
gencia de los derechos sexuales y reproductivos, hasta su aparición como resistencia
ante las violencias y las demandas de justicia. Asumiendo la urgencia de re-pensar los
cuerpos pretendo analizar aquí las continuidades y discontinuidades que han hecho po-
sible el replantear teóricamente el cuerpo como eje primordial del feminismo, así como
las implicaciones que esto ha tenido al encontrar en el mismo cuerpo, domesticado por
siglos, la posibilidad de su resistencia desde la acción política.

La eterna lucha
Las luchas de las mujeres por la justicia y la igualdad han existido desde hace siglos.
En el siglo XVII hubo una crítica ético-política contra la desigualdad entre hombres y
mujeres, sin embargo, el reconocimiento de la participación de las mujeres en los pro-
cesos políticos y sociales como parte de un movimiento de liberación más amplio, no
homogéneo, de mujeres con la consigna explicita a favor de los derechos y la libertad
de las mujeres es más reciente. Pueden encontrarse antecedentes de este movimiento
político, económico, cultural y social, denominado feminismo, a finales del siglo XVIII,
sin tener aún una denominación clara.
Para comenzar a hablar de feminismo debemos, como dice Frida Saal, comenzar
por no olvidar que

[…] más que de feminismo habría que hablar en plural: feminismos. Porque se trata de una
pluralidad de organizaciones y grupos con diferentes grados de consistencia orgánica, dife-
rentes reivindicaciones, diferentes modalidades para enfrentar la oposición y también di-
ferentes compromisos políticos. No son movimientos homogéneos ni podrían serlo. (Saal,
1981, p. 33).

Coincidimos con Eli Bartra cuando dice que “La lucha feminista siempre ha sido
fundamentalmente política. […] es también una filosofía política” (Bartra, 2002, p. 70),
pues hablar de la opresión de las mujeres a lo largo de la historia es un asunto políti-
co, necesariamente fundado en relaciones de poder asimétricas dentro de un sistema
asimétrico para hombres y mujeres, privilegiando a los primeros y perjudicando a las
segundas: el patriarcado.
En su texto Tres décadas de Neofeminismo en México, Eli Bartra nos aporta un reco-
rrido de las transformaciones de las luchas feministas desde los años setenta, ahí men-
ciona que “durante toda la década de 1980, cada vez que se hacía una reunión feminista
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 253
se constataba una y otra vez, que asistía siempre más o menos la misma gente y si había
nuevas mujeres, no eran jovencitas de 20 años” (Bartra, 2002, p. 68).
Sin embargo, pasando ya otros 15 años a partir de su escrito, vemos que en la
actualidad hay cada vez más mujeres jóvenes interesadas en el feminismo y acercán-
dose a distintos grupos y desde distintas prácticas. ¿Cómo podemos explicar este
nuevo interés por el feminismo? ¿Cómo podemos entender la incorporación cada
vez mayor de jóvenes a las acciones y discusiones feministas? Y más aún ¿Puede ser
explicada sin el contexto de violencia extrema que se vive en la actualidad y que llega
a culminar en el asesinato de mujeres? ¿Y qué nuevas posibilidades abre para ellas que
deciden llevar a cabo una lucha política y social en y desde el feminismo, en y desde
los cuerpos?
Eli Bartra nos dice además que con la institucionalización y legitimación del femi-
nismo en la década de 1990 en organizaciones gubernamentales, no gubernamentales
y en la academia

[…] se produce un fenómeno de profesionalización del feminismo. Surgen las feministas


profesionales: trabajan para el feminismo y sobreviven gracias a él. Durante los primeros
años [de la lucha feminista en México], se vivía para la lucha feminista, en los noventa se
puede vivir de ella (Bartra, 2002, p. 69).

Actualmente hay un giro en donde cobra vitalidad, nuevamente, la lucha feminis-


ta no institucionalizada, llegando a oídos nuevos y sensibles, a las problemáticas de
violencia hacia las mujeres en México y el mundo. Creemos que valdría la pena seguir
pensando, a partir de estas investigaciones, los nuevos procesos y fenómenos que se
abren en torno a las luchas feministas actuales, o mejor dicho, con los nuevos feminismos
a partir de las voces de las actoras sociales.

Disponibilidad del propio cuerpo y reproducción de la vida social


Las preocupaciones de los movimientos feministas revolucionarios de los años setentas
y ochentas, y de las mujeres que participaron en ellos, incluía la necesidad de reflexio-
nar sobre las formas de organización (sindicatos, ligas, uniones, federaciones, clubes,
grupos, comités…) para el logro de los objetivos planteados, así como las problemá-
ticas sobre la producción y acumulación capitalista y la retribución salarial. Problemáticas
centradas en la realización de la lucha política contra el Estado y la burguesía.
Sin embargo, creemos que en las discusiones y en la práctica misma quedaban sin
resolver algunos problemas que exigían encontrar resolución durante el mismo proceso
de lucha, por ejemplo, ¿cuál era el momento para presentar las propias demandas?, ¿en
254 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
qué momento cuestionar y atacar el machismo y el sexismo dentro de los mismos movi-
mientos y organizaciones revolucionarias? ¿En qué momento exigir un cese al elitismo
y autoritarismo de la izquierda machista? Ahora, pensamos, la lucha anticapitalista ya
no tendría que estar separada de las demandas de violencia cotidiana.
Ya en los años setentas, Mariarosa Dalla Costa reconocía que la discriminación
contra las mujeres es resultado de su confinamiento al trabajo de reproducción y cuida-
do de la vida, el cual en el capitalismo es totalmente desvalorizado. Según Dalla Costa:

El reto que enfrenta el movimiento de las mujeres es el de encontrar formas de lucha que,
a la vez que liberen a las mujeres de la casa, eviten, por un lado, una esclavitud doble y, por
otro, nos impida llegar a otro nuevo grado de control y regimentación capitalista (Dalla
Costa, 1971, p. 64).

Por su parte, Silvia Federici, asegura que al analizar el capitalismo desde el punto
de vista de la reproducción social, se demuestra que el capitalismo no se basa sólo en el
trabajo asalariado, esto quiere decir que se desarrolla no sólo dentro de las fábricas, sino
en la sociedad con la creación de relaciones capitalistas como terreno fundamental de
la acumulación. Con ello pone el énfasis en “la forma natural” de la reproducción social
y no sólo en la producción de capital. Por lo que “el discurso del trabajo doméstico, de
la diferencia de género, de las relaciones hombre/mujer y de la construcción del modelo
femenino, es fundamental” (Federici, 2009, p. 415).
En su obra Calibán y la bruja, Silvia Federici presenta un recorrido muy interesante
por la filosofía y la política europea desde el siglo XVI, con el propósito de rastrear el
surgimiento de un nuevo concepto de persona que pone en el centro el interés por
el disciplinamiento del cuerpo como un rasgo distintivo de la relación entre el capita-
lista y el obrero y el desarrollo de una ciencia capitalista del trabajo. Se ha entendido
“El cuerpo […] como un recipiente de fuerza de trabajo, un medio de producción, la
máquina de trabajo primaria” (Federici, 2015, p. 226). Así, sostiene que “mientras el
cuerpo es la condición de existencia de la fuerza de trabajo, es también su límite, ya que
constituye el principal elemento de resistencia a su utilización” (Federici, 2015, p. 234).
Dando continuidad a este eje teórico, la filósofa, matemática y feminista mexicana,
Raquel Gutiérrez Aguilar, parte de la tesis de que “el capital no puede pensarse sin la
reproducción de la vida, aunque su fin no sea ésta” (Gutiérrez, 2015, p. 25), para ello re-
curre, como algunas otras, a la noción de “lo comunitario”. Categoría que traerá nuevas
dificultades y reflexiones poniéndose en contradicción con la subsunción de la vida bajo
la lógica del capitalismo. Lo común da paso a pensar las relaciones sociales y la creación
de vínculos. Esta noción es resultado del intento de privatización, apropiación y mer-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 255
cantilización total del cuerpo, de la tierra, del agua, y surge como oposición, resistencia
y creación de formas de vida alternas.
Así, otro de los deslizamientos de las luchas feministas estriba en que los proble-
mas de la condición femenina radican en la expropiación del cuerpo de la mujer por el
capitalismo, además de la explotación de las tareas consideradas propiamente femeni-
nas para su sustento. Esto no quiere decir que no sean considerados los aspectos de la
producción capitalista y el salario sino que identifican maneras distintas de afrontar
la violencia ejercida por el desarrollo capitalista.
El control que el capitalismo ejerce sobre el cuerpo de la mujer no puede ser enten-
dido sino como parte del sometimiento político, ideológico y económico y como fuente
de su riqueza, pues “el cuerpo de la mujer empieza a ser visto como una máquina para
la producción de fuerza de trabajo. El útero es mirado literalmente como fábrica de
trabajadores” (Federici, 2014)5.
Las reflexiones críticas de estas teóricas feministas intentan responder a la pre-
gunta de ¿cómo orientarse para desmontar las redes de dominación masculina, patriar-
cal y capitalista? Dice Germaine Greer “lo personal sigue siendo político. La feminista
del nuevo milenio no puede dejar de ser consciente de que la opresión se ejerce en y a
través de sus relaciones más íntimas, empezando por la más íntima de todas: la relación
con el propio cuerpo” (2000, p. 505).

Nos están matando ¿por qué pensar el cuerpo?


Desde siempre hemos sido cuerpo, somos cuerpo, es con lo único que nacemos y si lo
perdemos morimos. Nos resulta evidente la condición de materialidad del cuerpo, de
corporeidad, de un “objeto” que ocupa un lugar en el espacio, podemos quizá intentar
pensarlo en su inmanencia, abstraerlo, separándolo de todo lo que lo rodea, poniéndo-
lo entre paréntesis como en una especie de epojé y desde ahí mirarlo; sin embargo, no
es posible negar su conformación social, su pensarse con otros cuerpos, su significar
a partir de esa mirada que ha sido constituida también por una instancia cultural, su
completa disposición a ser percibido colectivamente, más allá de sí mismo. Considerado
en su inmanencia o como construcción social, es necesario reconocer que las propieda-
des físicas del cuerpo son tan importantes como su función social.
El cuerpo, en cambio, no es el organismo vivo, máss bien éste revela la existencia
del cuerpo social, está constituido socialmente, más allá de la individualidad, “el cuerpo
es sustraído de la naturaleza e insertado en un orden simbólico” (Belting, 2007, p. 40).

5 Entrevista en eldiarionorte Euskadi. Recuperada el 18 de enero de 2018, de http://www.eldiario.es/norte/eus-


kadi/cuerpo-mujer-ultima-frontera-capitalismo_0_260374735.html

256 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Se inscribe sobre él la ley y sobre ella se forma pero al mismo tiempo va encontrando
maneras distintas de transformarse, expandiendo cada vez más los límites de lo sensi-
ble, de lo posible. Una interpretación crítica nos exige una lectura que no se reduzca a su
descripción física, orgánica, más allá de la percepción cotidiana, no sólo nos demanda
ver sino mirar. Leemos los cuerpos, les atribuimos significado pues el cuerpo no sólo
condensa significados sino que además los produce, por lo tanto es productor de senti-
do, su significar no está en él mismo, lo atraviesa y lo desborda.
Por miles de años los cuerpos de las mujeres han sido reducidos a objetos, de violen-
cia, de deseo, de poder, siendo reducidas a ‘objetos-cuerpo’, para ser apropiadas, intercam-
biadas, vendidas, transferidas y asesinadas. La sexualidad, además, ha quedado reducida
a un proceso puramente reproductivo, su cuerpo ha sido domado, hasta el punto de ser
negado, sus prácticas contenidas y sus vientres controlados. Esta domesticación, debe-
mos decirlo, no es puramente física, está inscrita en lo más profundo de la psique.
Si la mujer ha aprendido a adoptar las insignias de la feminidad establecida, los
‘adecuados’ modales, los gestos, las posturas, las ropas, la vigilancia constante sobre sí
misma ¿qué significan estas nuevas formas de vivir la feminidad? ¿Sigue siendo consi-
derada como tal? ¿Qué es lo que permanece y qué lo que se modifica? Desde el cuerpo
se expresan otras formas de “ser mujer”. Se cuestionan y transgreden las insignias de la
feminidad establecida.
Los cuerpos condensan significados. En ellos se expresan las huellas de nuestras
vidas, se manifiestan los modos en los que hemos sido formados. En nuestros cuerpos
se manifiesta la forma en la que nos hemos convertido en sujetos, pero no como una
forma estática, detenida en el tiempo y el espacio, sino en medio de contradicciones.
Sin embargo, nuestros cuerpos gritan también sus transformaciones, las formas en las
que van siendo subjetivados. Así, “el cuerpo se concibe entonces, como un lugar por
excelencia para explorar la construcción de diferentes subjetividades así como para re-
conocer la labor minuciosa del poder disciplinario y productivo actuando sobre esos
cuerpos” (Muñiz, 2015, p. 47).
Se niega el cuerpo porque el cuerpo es la fuerza, la amenaza desde donde se puede
luchar. La reapropiación de un cuerpo que es suyo (de la mujer) pero que no le pertene-
ce, que ha sido objetivado, cosificado, que le ha sido arrebatado, que se ha vuelto objeto
para otro que no es ella misma se vuelve un tema central en la lucha por la libertad, pues
es también en los cuerpos en donde recae la más brutal de las violencias machistas y ca-
pitalistas actuales. Ante este hecho ¿cómo podemos pensar entonces la re-apropiación
del cuerpo como parte importante en la subjetivación femenina y en la lucha feminis-
ta? ¿Qué posibilidades de expresión podemos tener sobre y desde nuestros cuerpos?
¿Cómo se vuelve estrategia de lucha política?
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 257
Creemos que a partir de las reflexiones del feminismo, es posible continuar pen-
sando y cuestionando las formas de dominación y opresión sobre los cuerpos de las
mujeres, además de los mecanismos de control y violencia ejercidos sobre ellos durante
siglos. Creemos que además, que se abre la posibilidad de poder acercarnos a pensar
los cuerpos desde otras perspectivas y dimensiones, considerando la particularidad de
los cuerpos de las mujeres, pues no todos los cuerpos son iguales, y las implicaciones
que esto tiene en los procesos de subjetivación, así como las formas de trasformación
significante de los cuerpos en el desarrollo de la lucha política.
Así, pensamos que la recuperación del propio cuerpo resulta ser un aspecto central,
que supone rebelarse en diferentes planos constituyendo una de las armas más útiles
para la crítica de lo existente, permitiendo “salir de la trampa de feminizar el mundo
masculino, para plantearse, más bien, la desorganización de las estructuras, materiales
y simbólicas” del predominio masculino (Gutiérrez, 2014, p. 182). Tanto Raquel Gutié-
rrez (2014) cuando habla sobre la libre disposición de sí (p. 180), como Mariarosa Dalla
Costa al reflexionar sobre la disponibilidad del propio cuerpo (Dalla Costa, 2006, p. 268),
analizan críticamente los profundos niveles de opresión y dominación ejercida sobre las
mujeres, en el cuerpo, abriendo la posibilidad de pensar formas distintas de la acción
política donde el cuerpo aparece como “medio de subversión” en las “prácticas dirigidas
a su reapropiación por parte de los sujetos” (Muñiz, 2015, p. 54) .
Subjetivación y cuerpo no pueden separarse, se implican mutuamente. Sus signifi-
caciones, que van más allá de sí mismo, pues no pueden desvincularse de la cultura a la
que pertenecen, vehiculan procesos de identidad e identificación. El cuerpo resulta ser
territorio en donde se tensan multiplicidad de discursos que conforman al sujeto, que
delimitan y potencian las posibilidades de expresión y acción.
El cuerpo es también lugar de la memoria social, de las memorias vivenciales, mar-
cado por diversas determinaciones de género, de raza, de clase. En él se condensa la his-
toria de la humanidad con sus transformaciones, con sus nuevas formas de expresarse.
En él descubrimos nuestras potencialidades y también nuestras debilidades.
Así, las manifestaciones en y desde los cuerpos de las mujeres son síntoma de proce-
sos y transformaciones sociales de mayor magnitud. Los cuerpos son “el medio de trans-
misión de la realidad material.” (Buck-Morss, 2009, p. 28) Pero no es precisamente que
representen la realidad sino que son parte de esa realidad a la cual nos permiten acercar-
nos. Una realidad que constituyen y por lo tanto cambian con sus transformaciones.
Con todo esto coincidimos con Elsa Muñiz en la necesidad de acercarnos a la proble-
mática del cuerpo desde una “mirada transdisciplinaria”, considerándolo “punto de parti-
da y llegada/retorno de la materialización”, en una idea de “recursividad”, que nos permita
pensar el cuerpo más allá de sus representaciones normalizadas. (2015, p. 56-57). Es decir,
258 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
mirar y pensar el cuerpo desde otro lugar más allá del que le ha sido asignado pues se trata
de una revuelta contra la relación impuesta del ser con el mundo, del ser con el todo.

Los cuerpos y el espacio


No sólo somos uno, estamos siendo con otros cuerpos todo el tiempo y no podemos de-
jar de vernos sino en relación con esos otros. Decimos entonces que los cuerpos signifi-
can en función de todo lo demás que los antecede y que los constituye para proyectarse
hacia algún lugar, hacia adelante, para transformarse en la acción con otros.
Nuestra percepción es espacial; los cuerpos aparecen en el espacio. Somos en el
espacio; con otros, con mayor o menor distancia y cercanía.
Estos cuerpos, los nuestros, que aparecen en los espacios públicos, lo hacen con
inusitada fuerza en lugar de todas las omisiones, violencias, injusticias, y ocultamientos
vividos y sufridos por años, aparecen gritando el no estar de todas aquellas mujeres
asesinadas que no pueden más que regresar así, en su ausencia, en estos cuerpos que
viven, gritan y recuerdan los de ellas, muertas, asesinadas, calladas de una vez y para
siempre pero que no descansan en nosotras.
¿Qué proyectan esos cuerpos? ¿Qué comunican, qué dicen? ¿Qué aspectos de su
constitución nos son accesibles? La inscripción de la ley en los cuerpos, de las institu-
ciones sociales: la familia, la iglesia, la escuela, la ciudad, contribuyen a la constitución
de los cuerpos, los modela; pero en ellos encontramos también su no inscripción, su
rehusarse a ser objetos para otros, su rechazo a ser determinados.
Las perforaciones en el cuerpo, las expansiones, el aspecto del cabello, la vestimen-
ta, los tatuajes, las inscripciones y huellas en los cuerpos nos muestran algo ahí que no
había sido posible antes, tan visible, tan público, tan impactante, tan innegable. Ante
este espacio de posibilidad no podemos dejar de preguntarnos ¿qué los ha hecho posi-
bles en este tiempo? ¿Qué dimensiones nuevas se derivan de ello?
Y sobre todo, ¿qué sentido es atribuido a estas acciones, a lo que aparece? El sentido
de las acciones se encuentra colmado de afectos y afectaciones mutuas que van más allá de
la mera racionalidad que supone la constitución de la identidad, pues del hacer en el mun-
do es como se constituyen las identidades individuales y colectivas. La distribución de los
cuerpos, la proximidad o distancia, lo dicho o no dicho, lo expresado en y con los cuerpos,
forman parte de las dimensiones que dan sentido a las acciones tanto individualmente
como con otros, proceso de construcción de sentido que es al mismo tiempo intersubjeti-
vo, intercorporal. Así, “la materia significante de los cuerpos actuantes es indiferente a la
contradicción” (Verón, 1998, p. 145). No hay contradicción en su aparición. Aparecen y son.
Esta acción política, que es una acción con otras y otros irrumpe en la realidad
social generando nuevas formas de subjetividad, re-creando las identidades de género y
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 259
construyendo lazos de solidaridad. Los cuerpos se encuentran, se recrean, se juntan, se
transforman, se acompañan, comunican y se comunican.

Los cuerpos que luchan


No nos resulta extraño entonces que las estrategias (pensando en las formas de orga-
nización y prácticas políticas) vayan tomando nuevas formas de expresión de acuerdo a
los intereses, demandas y urgencias de los distintos actores, siendo al mismo tiempo
acordes a las transformaciones sociales y políticas desde donde surgen. Creemos que
estas transformaciones traen consigo también nuevos procesos de constitución de las
subjetividades de las distintas actoras.
Así, en un momento de fragmentación, diversificación y complejización de los pro-
cesos de lucha y resistencia se vuelve importante y necesario el análisis de las impli-
caciones y efectos que esto tiene para las y los actores sociales, análisis que permitan
entender los nuevos medios y estrategias de defensa en contra de las violencias y las
posibilidades reales de transformación en el horizonte próximo.
Actualmente las formas de organización y prácticas políticas se deslizan en toda
una gama de actividades que van desde las formas organizativas centralizadas y jerar-
quizadas, hasta formas más descentralizadas, horizontales y autónomas, como en los
movimiento sociales y el activismo.
No debemos obviar el surgimiento, con una fuerza des-medida, de nuevas formas de
acción y lucha política en donde la reivindicación de actividades consideradas propiamen-
te femeninas como el bordado, el tejido y el cuidado comunitario de la reproducción de
la vida se vuelven visibles como formas de lucha, ayudando al fortalecimiento de los vín-
culos afectivos entre mujeres; así mismo, la re-apropiación y potencialización del cuerpo
como fuerza creativa y creadora desde el arte, el teatro, la música y el baile, son fenómenos
que se van constituyendo como eje medular de resistencia y construcción conjunta.
Debemos de considerar además, que el desarrollo de las nuevas tecnologías añade
nuevas dimensiones para los procesos de lucha que implican no sólo la circulación y
difusión de todo tipo de información, sino el uso de plataformas comunicativas que
abren paso a la posibilidad de interacción, diferenciación y confrontación entre posi-
cionamientos políticos públicos, individuales y colectivos, así como a la manifestación,
también pública, de demandas sociales y denuncia de los diferentes tipos de violencia.
Así, ante los amplios procesos de transformación de las formas de organización y
lucha de las mujeres en la actualidad, nos vemos en la necesidad de preguntarnos por lo
que estamos haciendo las feministas ahora. ¿Cómo nos estamos organizando y cuáles
son nuestras estrategias? ¿Cómo lo estamos haciendo? ¿Cuáles son nuestras prácticas y
qué sentido les damos? ¿Qué implicaciones tiene la lucha feminista en nosotras, nues-
260 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
tros cuerpos y en nuestros vínculos? Y no menos importante: ¿qué compartimos más
allá de nuestras diferencias?

Consideraciones finales
En el cuerpo se expresan las marcas con las que hemos sido constituidas como suje-
tos, en medio de todas sus contradicciones. El cuerpo es también lugar de la memoria
social, de las memorias vivenciales, marcado por diversas determinaciones de género,
de raza, de clase. En él se condensa la historia de la humanidad con sus transformacio-
nes, con sus nuevas formas de expresarse. En él descubrimos nuestras potencialidades
y también nuestras debilidades; pero es que no sólo somos uno, estamos siendo con
otros todo el tiempo y no podemos dejar de vernos sino en relación con los otros. Los
cuerpos significan en función de todo lo demás que los antecede y que los constituye
para proyectarse hacia algún lugar, hacia adelante. Al pasado ya sólo con la memoria,
cuando recordamos.
Así decimos con Didi Huberman (2004) que el gesto de sublevación va siempre
hacia el futuro, pero siempre también es una cuestión de memoria. Así con y desde
nuestros cuerpos, (pues hemos sido despojadas de nuestros bienes, derechos, saberes,
palabras e imágenes) nos reapropiamos de lo que somos y nos re-construimos como
cuerpo ya no sólo para otros, sino también para nosotras mismas. Nuestro cuerpo es
también memoria, es también historia, más allá de la nuestra. Nuestro cuerpo es tam-
bién resistencia y es también subversión.
Estos aspectos que hemos considerado forman parte de la conformación de las
identidades individuales y colectivas, no sólo son productos sino que ayudan a pro-
ducir, a crear, el des-orden social, estos cuerpos crean con sus diversas formas de ser
expresados ciertos márgenes de identificación, de definición y de transformación de
un individuo o de un grupo social. Al mismo tiempo, constituyen ya una forma
de apropiación y de dar sentido a la propia lucha mediante distintas significaciones. El
proceso no se agota, se trasforma en cada modificación, adquiere nuevas dimensiones
y significados.
Teniendo presente un panorama tan difuso y diverso nos resulta necesaria la pre-
gunta por el(los) sentido(s) que otorgan las mujeres a sus prácticas políticas, las razones
por las que luchan y contra qué o quién(es) luchan, los objetivos que se plantean, las es-
trategias que utilizan, las maneras en las que se articulan pero sobre todo, las formas en
las que se han modificado ellas mismas, sus vínculos con otros y, con ello, las formas
de hacer y pensar la acción política también desde los cuerpos.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 261
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262 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

FEMINISMO Y SUBJETIVACIÓN POLÍTICA:


DEVENIR CUERPO

María del Carmen De la Peza Casares

El texto “Feminismo y subjetivación política: devenir cuerpo” está dividido en cua-


tro apartados: una breve introducción sobre la escalada de la violencia en general
y contra las mujeres en particular en el contexto de la guerra contra el narcotráfico
en Michoacán. Condiciones en las que, de acuerdo con la autora, se ha producido la
re-emergencia de nuevos feminismos; en el primer apartado retoma la discusión de
dos intelectuales feminista acerca del lugar prescrito socialmente para las mujeres,
cuyos “cuerpos” les han sido expropiados, para usarlos como “vehículo privilegia-
do de la reproducción social” de la fuerza de trabajo en el capitalismo. El segundo
apartado aborda la dimensión material y simbólica de los cuerpos emplazados en
el espacio, “cuerpos marcados portadores de memorias” y el tercer apartado se re-
fiere a las mujeres como “cuerpos que luchan”. Tradicionalmente las feministas en
Michoacán han trabajado en la lucha por la emancipación de las mujeres en tres
campos convergentes: salud reproductiva, despenalización del aborto y violencia
feminicida. La lucha feminista se plantea como reto de acuerdo con Aurea Paredes
“encontrar en el cuerpo domesticado la posibilidad de liberación”. En las considera-
ciones finales la autora releva la necesidad de aproximarse al sentido que le otorgan
las mujeres a sus prácticas de resistencia y de lucha entendidas como formas de
subjetivación política.
Siempre que escribo, me enfrento con la necesidad de ubicarme y hacer explícito
mi lugar de enunciación. ¿Desde dónde escribo? ¿A quién me estoy dirigiendo? ¿Cómo
me determina el lugar de enunciación desde el que hago uso de la palabra escrita?
Este es un espacio no sólo de diálogo personal entre Aurea y yo, en calidad de
alumna y profesora, de tesista y asesora. También es un diálogo entre las dos perso-
nas que somos, mujeres, intelectuales, académicas, cada una con una historia —la
de Aurea bastante más corta que la mía— de dos generaciones, de dos espacios
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 263
distintos en los cuales nacimos, crecimos, nos formamos, nos constituimos como
las mujeres —sujetas políticas— que somos. No es una conversación privada, es
un diálogo público, en el que ella y yo nos exponemos frente a otros y otras que
—ojalá— leerán nuestros respectivos textos. Es un diálogo frente a testigos, en
primer lugar, nuestro círculo más cercano: los profesores y profesoras, alumnos
y alumnas del posgrado de comunicación y política. En segundo, la comunidad
académica en general y finalmente todo aquel o aquella a quien pueda interesar.
El trabajo “Feminismo y subjetivación política: devenir cuerpo” me interpela
como intelectual y como mujer, y respondo frente a esa interpelación en la encru-
cijada de mis propias contradicciones, desde mi inscripción institucional, familiar,
social, de clase, género y generación, desde la forma en que he dado mis propias
batallas, mi postura frente a los distintos feminismos, desde mis deseos, mis pa-
siones, desde lo que me gusta y lo que me molesta. Mi reflexión sobre el texto
intentará ser a la vez reflexiva, auto reflexiva, crítica y auto crítica.
Empecemos por el título: lo primero que me saltó a la vista fue la expresión
devenir cuerpo. ¿Qué significa devenir? ¿Qué significa “cuerpo”? ¿Cómo se define
el cuerpo desde el sentido común? ¿Cómo transformar la palabra cuerpo en una
categoría teórica?
En un ejercicio crítico considero pertinente partir de un primer nivel de sig-
nificación de la palabra cuerpo como un signo, que adquiere su valor (su sentido)
por oposición a otros signos en el sistema de la lengua (en este caso el español); en
un segundo nivel de significación considero pertinente pensar la palabra cuerpo
ya no solo como parte del sistema de la lengua, sino en su articulación con otros
sistemas de valores, los sentidos múltiples que dicha palabra adquiere superpo-
niendo otros códigos: legales, políticos o culturales. Finalmente, en un tercer nivel
de articulación, pienso que es pertinente considerar la palabra cuerpo en la relación
sintagmática que estableces entre las nociones cuerpo-mujer-feminismo. Se me
ocurren una serie de preguntas que podrían ser útiles como herramientas para de-
construir el sentido de la relación que se establece, en el discurso académico, entre
las mujeres y el cuerpo.
¿Por qué cuando hablamos de “temas” o “problemas” de mujeres resulta “natural”,
“obvio” casi “obligatorio” hablar de cuerpo, en cambio resulta extraño hablar de la
relación hombre-cuerpo y “natural” hablar de la relación hombre-trabajo, hombre-
ciencia, hombre-violencia como “temas” o “problemas” referidos a la condición
masculina? ¿No será que la relación mujer-cuerpo es un sintagma fijo, construido
desde el poder, desde el patriarcado? ¿No será este un imperativo implícito que
nos circunscribe, que nos acorrala? ¿No será que ya sabemos de antemano la res-
264 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
puesta? Va una provocación, (con la intención de estimular la reflexión) ¿por qué
en lugar de devenir cuerpo, como propones en el título, no nos planteamos mejor
devenir mente, devenir lagartija o cualquier otra cosa (rara, extraña, inesperada)
cuando hablamos de mujeres y desmontar ese lugar en el que nos hemos/han co-
locado históricamente desde las instituciones del poder?
Un ejercicio crítico del tema/problema de investigación que propones amerita,
desde mi punto de vista, deconstruir, desnaturalizar el sintagma mujer-cuerpo.
Con esta formulación te propongo que contrastes —y cuestiones—, las propo-
siciones devenir cuerpo y devenir sujeto, como un camino posible —entre otros
que puedas imaginar— para problematizar tanto la relación mujer-cuerpo como
la relación política-sujeto, que hoy por hoy se han vuelto lugares comunes no sólo
en los estudios feministas críticos, sino en los estudios de comunicación y política,
también críticos.
Un segundo aspecto del escrito que llamo poderosamente mi atención fue el
lugar de enunciación en tercera persona, de no-sujeto, de objeto, de la mujer, de las
mujeres, siempre víctimas en los discursos feministas citados. ¿No será que nues-
tros discursos académicos están contribuyendo a la victimización de nosotras las
mujeres?
Debo confesar que en este caso hablo desde una sensación corporal. Me “saca
ronchas” que hablen de mí, que hablemos de nosotras las mujeres como “las víc-
timas”, “las pobrecitas”, “las violentadas”. El lugar que nos damos las mujeres en
enunciados del tipo “las formas de dominación y opresión sobre los cuerpos de
las mujeres además de los mecanismos de control y violencia ejercidos sobre ellos
durante siglos” es el lugar de objeto, no de sujeto, seguimos hablando de nosotras
las mujeres como “objetos”: del “deseo” masculino, de la “violencia masculina”, del
“patriarcado”. En esa modalidad de enunciación nosotras mismas nos ponemos en
el mismo lugar que el poder patriarcal ha prescrito para nosotras.
Nuestro trabajo de investigación empieza desde el momento que elegimos un
lugar y una estrategia de enunciación. ¿Cómo podemos cambiarnos de ese lugar
que el poder ha prescrito para nosotras? ¿Por qué no pensarnos como sujetas y no
como objetos en nuestras relaciones con las y los otros? ¿Cómo cambiar la forma
de enunciarnos, de hablar de nosotras mismas? ¿Cómo cambiarnos de lugar? ¿No
será que para cambiarnos de lugar tenemos que cambiar de tema o de la manera en
que formulamos los temas?
Hacer una investigación, hacer una tesis, es un ejercicio de escritura. Cambiar
el modo de decir, de enunciar nuestros temas y problemas de investigación, signi-
fica cambiar la forma de ver a las mujeres, de vernos a nosotras las mujeres, por lo
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 265
tanto, una forma de subjetivación política. Una forma que ha promovido el femi-
nismo es hablar/escribir distinguiendo la enunciación masculina de la femenina;
Sería oportuno avanzar y cuestionar también la forma de referirnos a nosotras las
mujeres, dejar de hablar de nosotras como objetos y tomar el lugar de sujetas ¿Qué
es lo que ocurre cuando hacemos ese ejercicio? ¿Qué pasa cuando nos ponemos en
el lugar de sujetas responsables de la opresión de la que hemos sido objeto? ¿Qué
ocurre cuando emergemos como sujetas sujetadas y como sujetas de la acción?
La acción política —hacer teoría, producir conocimiento— se ejerce desde el
acto de escritura, desde el acto disruptivo de plantear los problemas de una manera
distinta o de plantear otros temas que no nos circunscriban a una forma obligada
de hablar de las mujeres, de nosotras las mujeres. Que significa tomar la palabra y
ejercer nuestro derecho a nombrarnos de una forma distinta, como queremos ser
nombradas, como ejercer nuestro derecho a hablar, desde nuestro lugar de acadé-
micas, sujetas del acto de escritura.

266 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
267

EL FEMINICIDIO EN LA PRENSA ESCRITA. UN ABORDAJE


DESDE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES

Marisol Anzo Escobar1

El lenguaje, el que hablamos cada día en las calles o en las aulas,


no son sólo palabras, y específicamente no en tanto palabras que representen
cosas ya dadas, sino discurso, un principio dialéctico y generativo a la vez,
que remite a una red de relaciones de poder que son histórica y culturalmente
específicas, construidas y, en consecuencia, susceptibles de cambio.
Su status no es, por ello, inmanente sino fundamentalmente político.
Giulia Collaizzi

Resumen
Este trabajo constituye el primer avance de una investigación que se encuentra en
curso y tiene por objetivo proponer una ruta de aproximación al tema del tratamien-
to periodístico del feminicidio en la prensa escrita nacional. La premisa de partida
consiste en señalar que los medios de comunicación en general y la prensa escrita
en particular, reproducen formas de violencia simbólica contra las mujeres, incluso
después de la violencia letal del feminicidio, pues en el discurso periodístico produ-
cido para reconstruir la realidad de los hechos circulan distintas representaciones so-
ciales asociadas al género, éstas reflejan las estructuras de poder y desigualdad que,
en última instancia, justifican el maltrato hacia las mujeres e incluso el arrebato de
su vida.

Palabras clave
Feminicidio, representaciones sociales, prensa escrita, violencia simbólica.

Introducción
En América Latina y el Caribe, el aumento de los feminicidios en las últimas tres déca-
das ha sido exponencial. De acuerdo con la CEPAL (2016), en la región se cometen doce

1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: anzoescobar@gmail.com
asesinatos de mujeres por razones de género cada día, de los cuales siete se registran en
México (ONU, 2016).
A principios de la década de los noventa, cuando el fenómeno irrumpió en la coti-
dianidad de nuestro país, se pensaba que la explicación podía encontrarse en las diná-
micas económico-geográficas de localidades fronterizas como ciudad Juárez, uno de los
primeros lugares donde se hallaron cuerpos de mujeres asesinadas con características
que apuntaban a un patrón. Sin embargo, en los últimos años se ha observado que la
realidad del feminicidio se extiende a lo largo y ancho del territorio, afectando a muje-
res de las más diversas características. En la actualidad no se puede negar la impronta
social de esta forma de extrema violencia contra las mujeres.
Los estudios al respecto (Monárrez, 2005, 2006 y 2009; Arteaga y Botello, 2010;
Alcocer, 2012; Berlanga, 2013) han enfatizado las condiciones estructurales de las rela-
ciones desiguales de poder existentes entre mujeres y varones, mismas que acentúan el
estado de privilegio y dominación de unos sobre otras y cómo posibilitan estos críme-
nes. Estas condiciones estructurales se reflejan en distintas prácticas, una de las más
importantes es la socialización del género, es decir, los “mecanismos precisos para que los
seres humanos aprendan las conductas, actitudes y expectativas consideradas apropia-
das para cada sexo” (Sagot, 1995, p. 18); éstos varían de sociedad en sociedad pero en
todas tiene la finalidad de coadyuvar al control social, imponiendo un deber ser, una
definición del mundo y dependen de la posición que cada persona ocupa en él. Es un
proceso violento que marca la pauta para adscribirse a normas sociales que acentúan
las desigualdades de poder basadas en el género (Sagot, 1995), y se vale de numerosos
recursos para garantizar su efectividad, uno de ellos son los medios de comunicación.
Éstos además de formar parte de la sociedad, contribuyen invariablemente a la
transmisión de la cultura, sobre todo en países con alta densidad mediática, donde en
mayor o menor grado impactan en las percepciones de distintos aspectos de la sociedad
(UNESCO, 2014), en otras palabras, en los medios de comunicación circulan representa-
ciones sociales de diversos temas entre los que se encuentra la violencia de género; por
ello tienen la posibilidad de reproducir y perpetuar estereotipos y formas de violencia
contra las mujeres o, por el contrario, contribuir a su erradicación.
El tratamiento periodístico de los feminicidios se vuelve tema de interés porque
permite observar cuáles son las representaciones sociales asociadas al género que cir-
culan en los medios de comunicación, específicamente en la prensa escrita nacional,
pues constituye un elemento central de la socialización del género y permite observar el
continuum de violencia (Kelly, 1988) que antecede al crimen mismo. El acercamiento des-
de la teoría de las representaciones sociales posibilita “indagar en la complejidad de la
construcción del pensamiento colectivo y comprender que la legitimidad de las normas
268 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
se convertirá en modelos dominantes con una fuerte carga ideológica modelada y confi-
gurada en la interacción cultural” (Flores, 2012, p. 345), en este caso vinculada al género.
En este sentido, el objetivo de este texto es proponer una ruta de aproximación
al problema. Para tales fines he dividido la exposición en diferentes rubros; en primer
lugar, señalo la necesidad de abordar el tema desde un punto de vista feminista; poste-
riormente, explico el papel que desempeña la socialización del género en el feminicidio
y la manera en que los medios de comunicación lo tratan; luego presento, a grandes
rasgos, los orígenes y diferentes conceptualizaciones en torno al feminicidio; de ahí
parto a plantear la importancia de estudiar este fenómeno en el discurso periodístico,
para finalmente, explicar la pertinencia de usar la teoría de las representaciones sociales
como una aproximación compleja al problema.

El punto de vista feminista: investigar con, por y para las mujeres


Durante mucho tiempo se habló de la relación entre mujeres y varones sin recurrir a la
perspectiva feminista. Esto lo podemos constatar a lo largo de la historia de las cien-
cias sociales, encontrando numerosos ejemplos de investigaciones construidas a la luz
de prejuicios y estereotipos relacionados con el género. Jill Conway, Susan Bourque y
Joan Scott (2000) señalan uno de los casos más emblemáticos, representado por los
planteamientos teóricos de Talcott Parsons en la década de los sesenta del siglo pasado.
En aquellos años, el sociólogo estadounidense gozaba de un lugar privilegiado en su
disciplina; desde ahí sostenía que la asignación de los roles de género estaba basada en
fundamentos biológicos que se habían racionalizado gracias al proceso de moderniza-
ción. En otras palabras, instalado en la aparente objetividad del discurso sociológico
naturalizó los papeles de género asociados a mujeres y varones y, por tanto, las relacio-
nes entre ambos.
Esto nos revela que referir a las mujeres en un discurso académico no es el elemen-
to central para considerarlo sensible a las problemáticas del género. En este sentido,
es necesario reconocer la importancia del tipo de investigación que posibilita la teoría
feminista, la cuál puede ser definida como

[…] el conjunto de aproximaciones conceptuales explicativas de la situación de desigualdad


entre mujeres y hombres, que destacan sus relaciones internas así como las relaciones que
la desigualdad de género guarda con otras desigualdades. Para ello centra su interés en el
estudio, la comprensión, la explicación y la interpretación de los fenómenos sociales, polí-
ticos, culturales e históricos que sustentan esa desigualdad, tomando a las mujeres como su
sujeto privilegiado, y se caracteriza por tener una perspectiva histórica, interdisciplinaria y
situada (Castañeda y Valero, 2016, p. 80).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 269
Sin embargo, una investigación interesada en temas de género no precisa solamen-
te de la teoría feminista, sino que debe acompañarse de una epistemología y metodo-
logía ad hoc. La singularidad de la epistemología feminista radica en el uso de la categoría
analítica de género y en otorgarle particular importancia a la condición de género del
sujeto cognoscente, esto significa que su punto de partida rechaza la aparente neutra-
lidad de quien conoce (Maffia, 2007). Por su parte, la metodología feminista consiste en
empezar “por la vida de las mujeres, para identificar en qué condiciones, dentro de las
relaciones naturales y/o sociales, se necesita investigación y qué es lo que puede ser útil
(para las mujeres) que se interrogue de estas situaciones” (Harding, 1998, p. 33).
Colocar a las mujeres en el núcleo de la investigación supone un cambio impor-
tante en la forma de conocer, porque entre otras cosas implica el reconocimiento de las
mujeres como sujetas cognoscibles y cognoscentes, enfatizando sus condiciones especí-
ficas de existencia, de tal modo que las problemáticas analizadas provengan de su lugar
y situación particular en el mundo.
Esta ubicación está orientada por el género, pues éste incluye:

[…] representaciones sociales, valoraciones, orientaciones y sesgos en las concepciones,


las acciones, las prácticas sociales y los discursos tanto de las mujeres mismas, como de
los sujetos e instituciones que interpelan a las mujeres y lo femenino (Castañeda y Valero,
2016, p. 99).

En este sentido, la investigación feminista no se conforma con plantear las con-


diciones particulares de existencia de las mujeres, sino que enfatiza cómo esta expe-
riencia diferenciada por el género, repercute cuando nos situamos como sujetas que
generan conocimiento o que son conocidas, es decir, cómo es que esta circunstancia
permite que nos interroguemos de forma específica por nuestra situación en el mundo
y las repercusiones de ésta en distintos ámbitos. Como señalan Castañeda y Valero:

[…] poner a las mujeres en el centro de la investigación feminista significa más que enunciarlas:
requiere pensar en ellas y organizar la investigación en relación con ellas. Esta afirmación
marca la diferencia entre hacer investigación con, por y para las mujeres o hacer investiga-
ción sobre las mujeres (2016, p. 99).

Proceder de este modo, conlleva, entre otras cosas, que las investigadoras reconoz-
can su propia condición de género y sus implicaciones a la hora de interpelar la realidad,
hecho que les permite situarse en el mismo “plano crítico” que las mujeres con, para y
por las que investigan (cf. Castañeda y Valero, 2016; Harding, 1998).
270 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Desde mi punto de vista, abordar el tratamiento periodístico del feminicidio desde
la teoría feminista permitirá un análisis complejo del fenómeno, que ponga en el centro
las condiciones estructurales que se materializan en relaciones desiguales de poder en-
tre mujeres y varones, y que se extienden más allá del asesinato por razones de género.

Socialización del género y violencia contra las mujeres


Montserrat Sagot (1995) retomando a Liz Kelly (1988) habla del continuum de violencia
contra las mujeres, concepto que analíticamente permite no aislar cada una de sus ma-
nifestaciones sino ver de qué manera se concatenan hasta llegar al feminicidio, que si
bien es la forma más letal de agresión hacia una mujer, no es la última, como se suele
afirmar, pues percibo que en el tratamiento periodístico que se hace de estos crímenes
se reproducen discursos y representaciones sociales de dicho continuum, que se suman
a los mecanismos de socialización del género.
Uno de los componentes centrales de la socialización del género es la violencia con-
tra las mujeres, ya que por medio de ella se puede mantener el sistema de dominación
que las oprime. Este sistema está constituido por dos dimensiones: una estructural y
otra ideológica. La primera se “manifiesta en la organización jerárquica de las institu-
ciones y las relaciones sociales”, y la segunda es “el medio de apoyo del principio del
orden jerárquico: es la racionalización de la desigualdad” (Sagot, 1995, p. 24). El plan-
teamiento de Sagot permite reconstruir algunos elementos para la comprensión del
feminicidio en México y su tratamiento periodístico.
La dimensión estructural puede ayudar a explicar, entre otras cuestiones, la lucha
que se ha llevado a cabo para tipificar el delito. El reclamo cotidiano de las familias
de las víctimas y el movimiento feminista, así como una serie de acuerdos interna-
cionales que buscan erradicar la violencia contra las mujeres en todas sus formas,
han obligado a las autoridades mexicanas a implementar acciones en la escala local,
estatal y federal que contribuyan a este fin desde distintos ámbitos. Una de las más
importantes fue la implementación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una
Vida Libre de Violencia (LGAMVLV) en 2007, pues no sólo representó el reconoci-
miento de las violencias específicas que las han aquejado por años, sino la voluntad
política de frenarlas.
En dicha Ley se reconoce por primera vez la violencia contra las mujeres como “cual-
quier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psico-
lógico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado
como en el público” (LGAMVLV, 2007), así como las formas, manifestaciones o ámbitos,
es decir, modalidades en que ésta puede darse, a saber: ámbito familiar, laboral, docen-
te, comunitario e institucional; destacando por su vanguardia, al menos en la letra, la
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 271
inclusión de la modalidad violencia feminicida2 y la alerta de violencia de género3, que son
un referente imprescindible para la tipificación del feminicidio incorporada al Código
Penal Federal en el 2011.
Un aspecto fundamental de la Ley consistió en la creación del Sistema Nacional
para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, involu-
crando a diferentes Secretarías. De igual trascendencia fue el señalamiento de la nece-
sidad de un Programa Integral de acción que apoyara las intenciones de la Ley. Dentro
de éste se apunta la importancia de los medios de comunicación en la erradicación de
la violencia contra las mujeres, planteando la necesidad de vigilar que no la fomenten
y, por el contrario, contribuyan al respeto de sus derechos humanos y dignidad perso-
nal (LGAMVLV, 2007). Sin embargo, es importante señalar que aun cuando la Ley fue
publicada en el año 2007, se reconoció el mérito de incluir la modalidad de violencia
feminicida y la creación de la figura alerta de violencia de género con el paso del tiempo,
y se pudo constatar la resistencia gubernamental a implementar ésta última.
En el Estado de México, por ejemplo, aunque desde diciembre de 2010 la Comi-
sión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos y el Observatorio
Ciudadano Nacional del Feminicidio presentaron una solicitud de investigación por
violencia feminicida, las autoridades rehusaron constantemente reconocer el pro-
blema. Fue hasta después de una odisea legal que se incluyeron dos negativas del
Sistema Nacional para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra
las Mujeres ante la solicitud, presentación de amparos por parte de las asociaciones
demandantes, así como la intervención del juez noveno de distrito, y las quejas de la
Secretaría de Gobernación (Segob) ante las sentencias de éste, que el Poder Judicial
de la Federación (PJF) las ratificó y el Sistema se vio obligado a crear los grupos de tra-
bajo para realizar las investigaciones pertinentes. Fue hasta 2015 cuando se activa la
alerta de violencia de género para 11 municipios de la entidad mexiquense (Zamora,
2015). No obstante, aún después de la declaratoria, se ha comprobado que la mayoría
de las víctimas de feminicidio no han tenido acceso a la justicia; en los 217 casos re-
gistrados entre 2013 y 2016 en la Fiscalía de Justicia sólo 52 tuvieron sentencia, lo que
significa que el 76 por ciento restante continúa sin ella (CIMAC, 2017).

2 La cual es definida como “la forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación
de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misó-
ginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de
muerte violenta de mujeres” (LGAMVLV, 2007).
3 Se refiere al “conjunto de acciones gubernamentales de emergencia para enfrentar y erradicar la violencia femi-
nicida en un territorio determinado, ya sea ejercida por individuos o por la propia comunidad” (LGAMVLV, 2007).

272 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Como podemos observar, aunque se dio un cambio a nivel estructural, la reticen-
cia de las autoridades a implementar eficazmente la Ley manifiesta que perdura “el
apoyo del principio de orden jerárquico”, es decir, la dimensión ideológica del sistema
de dominación basado en el género, que impide reconocer el problema y actuar para re-
solverlo. Pero esta dimensión también podemos observarla en la cobertura mediática y
tratamiento periodístico de los feminicidios plagada de prejuicios y estereotipos asocia-
dos al género que reproducen esquemas de violencia contra las mujeres.

Feminicidio: orígenes y conceptualizaciones


El término femicide se usó por primera vez en el Tribunal Internacional de Crímenes
contra las Mujeres para referirse a las víctimas de aborto inseguro. A partir de 1992, el
término se popularizó gracias a una publicación de Diana Russell en Estados Unidos
(2006), quien continuó utilizándolo en investigaciones relacionadas con la violencia
contra las mujeres, en particular al tratarse de asesinatos “cuya causa evidenciaba la
violencia de género” (Solyszko, 2013, p. 26).
Después de los hallazgos de mujeres asesinadas en la región fronteriza mexica-
na y en medio de un ambiente de reclamo político, las académicas feministas traen el
término al debate no sólo en México sino también en centro y Sudamérica. No hubo
consenso en la castellanización del vocablo, en algunos países se adoptó el término
femicidio y en otros feminicidio4. En cualquiera de los casos la expresión tiene un origen
eminentemente político y ha sido utilizada

[…] para designar asesinatos de mujeres que expresan la violencia de género y son una al-
ternativa al tipo criminal homicidio, cuya neutralidad es muy cuestionable. Así pues, decir
femicidio o feminicidio implica referirse a un fenómeno social cuya causa no está aislada de la
estructura social y por lo tanto es un término teórico y con sentido político5 (Solyszko, 2013, p. 26).

Marcela Lagarde explica que en México, la discusión del concepto se centró en que
la traducción no diluyera la especificidad del fenómeno que nombraba, es decir, para
ella femicidio es sólo una voz homóloga de homicidio, que desdibuja el crimen de odio y
las distintas formas de violencia que concluyen con “el asesinato e incluso en suicidio de
mujeres” (Lagarde, 2006, p. 20).

4 Debido a ello, en este apartado se usarán indistintamente los términos femicidio y feminicidio, de acuerdo con
la noción empleada por la autora a la que se cite.
5 El énfasis es mío.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 273
Aunque existe un acuerdo respecto a la necesidad de usar el término feminicidio,
revisar la bibliografía especializada en el tema representa un reto importante porque
existe una amplia variedad de abordajes conceptuales que enfatizan distintos aspectos
del problema, impidiendo deshacerse de alguno de ellos ya que esto le restaría compleji-
dad teórica, explicativa y política; sobre todo en un contexto en el que la acepción se ha
vuelto moneda de uso corriente en la vida cotidiana de las personas gracias al uso que
se hace de ella en el discurso oficial y en el mediático.
Una forma de evitar la trivialización del concepto y lo que entraña es hacer una
genealogía crítica que nos permita saber que no se trata solamente del asesinato de
una mujer, sino del continuum de violencia que lo posibilita (Sagot, 2013); por tanto, a
continuación trazo el andamiaje teórico del que surge, anticipando que aunque está
organizado en orden temporal para lograr una comprensión compleja, es preferible no
darle una lectura lineal, es decir, como si una definición fuera consecutiva a otra, pues
en muchos casos las discusiones y elaboraciones fueron paralelas.
Es en los círculos académicos del feminismo anglosajón donde se empieza a dis-
cutir la problemática. La primera definición de feminicidio, como ya mencioné, es la
empleada por Diana Russell en 1976, quien inicialmente señaló que “son crímenes per-
petrados contra las mujeres por el simple hecho de serlo” (citado en Incháustegui, 2014,
p. 376). Aunque, por un lado, esta formulación apunta sucintamente a las razones de
género en los asesinatos de mujeres, por otro, su nivel de generalidad no permite apre-
ciar de qué manera se llega a éstos y por quiénes son perpetrados.
En el artículo “Speaking the Unspeakable” publicado en 1990 por Jane Caputi y
Diana Russell, el feminicidio se define como “el asesinato de mujeres realizado por
hombres motivado por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad de las muje-
res” (1990, p. 34). Posteriormente, en 1992, Diana Russell y Jill Radford introducen el
elemento de la misoginia al aclarar que se trata del “asesinato misógino de las mujeres
por mano de los hombres” (citado en Incháustegui, 2014, pp. 376-377).
La discusión académica del feminicidio en México surge tras los hallazgos de mu-
jeres asesinadas en ciudad Juárez en la década de los noventa, donde se desarrollaron
dos enfoques fundamentales de manera paralela.
Por un lado, Marcela Lagarde (2005), además de traducir e introducir el término en
el debate, centró sus esfuerzos en señalar las características estructurales subyacentes a
los asesinatos de mujeres por razones de género, mostrando que se trata de un crimen
de Estado. Destaca que existen condiciones históricas que han generado prácticas socia-
les violentas hacia las mujeres, las cuales se materializan en diversas y constantes for-
mas de maltrato hacia ellas. Para esta autora el feminicidio ocurre en tiempos de guerra
y de paz, cuando varones conocidos o desconocidos, en espacios públicos o privados, de
274 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
manera serial o individual asesinan a mujeres que se encuentran en un doble estado de
indefensión; en sentido estricto porque generalmente se encuentran desarmadas al
momento de los ataques, y en sentido figurado porque no han sido socializadas para
defenderse mediante el uso de la fuerza. Estas condiciones derivan en crimen de Es-
tado cuando existe tolerancia, omisión u obstaculización por parte de las autoridades
encargadas de garantizar la seguridad de las mujeres (Lagarde, 2005, pp. 155-156); es
decir, cuando quien debe garantizar la seguridad e integridad de las mujeres contribuye
a mantenerlos mediante la impunidad.
Por su parte, la socióloga Julia Monárrez ha aportado herramientas analíticas fun-
damentales para comprender el fenómeno en toda su complejidad. Al observar que el
primer obstáculo para estudiar los asesinatos de mujeres por razones de género, es la
opacidad en las cifras y causas específicas de los mismos; esta especialista se dio a la
tarea de elaborar la primera base de datos de feminicidios cometidos a partir de 1993
en ciudad Juárez, lugar del que es originaria y donde se sumó al reclamo de justicia por
estos crímenes desde hace 20 años (cf. Monárrez, 2006a).
La Base de Datos Feminicidio fue el primer paso para formular una explicación sus-
tentada en datos que no solamente contemplara aspectos relacionados con la víctima,
sino aquellos que permitieran conocer condiciones sociales, económicas y geográficas
específicas, para generar elucidaciones de largo alcance (Monárrez, 2006b). Además, a
diferencia de las incompletas cifras oficiales a las que se tenía acceso, esta base de datos
está elaborada desde una perspectiva que permite visibilizar el carácter sistémico y de
género que impera en estos crímenes.
La teoría feminista, los informes y cifras oficiales, así como los datos recabados en
la base, le permitieron elaborar un abordaje crítico de los feminicidios en ciudad Juárez
que contempló las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales subyacentes.
De este modo formuló la categoría feminicidio sexual sistémico6 que se refiere

[…] al asesinato de una niña/mujer cometido por un hombre, donde se encuentran todos
los elementos de la relación inequitativa entre los sexos: la superioridad genérica del hom-
bre frente a la subordinación genérica de la mujer, la misoginia, el control y el sexismo. No
sólo se asesina el cuerpo biológico de la mujer, se asesina también lo que ha significado la
construcción cultural de su cuerpo, con la pasividad y la tolerancia de un Estado masculini-
zado (Monárrez, 2009, p. 86).

6 Si bien la aportación más importante es esta categoría, la autora distingue otras: el feminicidio familiar, que a
su vez se divide en íntimo o infantil; el feminicidio por ocupación estigmatizada; y el feminicidio sexual sistémico,
que se divide en organizado o desorganizado.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 275
Esta definición es de suma importancia pues enfatiza el carácter sistémico del fe-
minicidio, tomando como punto inicial la relación desigual entre mujeres y varones que
exalta ciertos atributos en unas y otros, donde no sólo el cuerpo de las mujeres es objeto
de desprecio sino también la construcción social y cultural de lo femenino (cf. Serret,
2001). En este esquema uno de los objetivos del feminicidio es fortalecer las relaciones
desiguales entre géneros por medio de la crueldad, con la agravante de un Estado que
actúa en complicidad con los asesinos, pues al no sancionarlos actúa con impunidad en
detrimento de las víctimas (Monárrez, 2009, p. 86).
Esta elaboración teórica es de suma complejidad, pues contempla diferentes nive-
les de análisis. Primero, las relaciones de poder y desigualdad entre mujeres y varones
que se manifiestan en formas de violencia como el feminicidio; segundo, la distinción
del cuerpo biológico de las mujeres frente a la construcción cultural de las mismas; ter-
cero, la impunidad de un Estado fundado en prácticas patriarcales; cuarto, la finalidad
de estos crímenes, es decir, mantener el estado de dominio de los varones y de insegu-
ridad vital permanente para las mujeres. Aunque la categoría surgió a partir del arduo
análisis que ha realizado en la localidad fronteriza, debido a su generalidad permite
pensar el feminicidio en otros contextos socioeconómicos, geográficos o culturales.
En el contexto latinoamericano existen otras contribuciones teóricas relevantes;
sin embargo, debido a las limitaciones de espacio de este texto, sólo mencionaré las que,
desde mi punto de vista, abonan a complejizar el debate.
Una manera de abordar la problemática, es especificando los tipos de feminici-
dios. En este sentido, un grupo de investigadoras feministas centroamericanas,7 enca-
bezadas por Ana Carcedo (2010), han elaborado una crítica a la tipología del femicidio
empleada en la región, la cual divide el feminicidio en íntimo, no íntimo y por conexión.
El primero alude a los asesinatos de mujeres que se cometen a manos de varones que
guardan alguna relación con la víctima, sea de pareja, familiar o convivencia. El segundo
se refiere a todos los demás, excepto aquellos que lleva a cabo el agresor en el intento de
lastimar o asesinar a otra mujer, éstos quedarían contenidos en tercer tipo. Para estas
autoras, la realidad del femicidio supera en complejidad esos tipos, pues en muchos
casos la frontera entre lo íntimo y lo no íntimo queda desdibujada.
Por considerarlo más estratégico, proponen el concepto escenarios del femicidio, que
se refiere

7 Este grupo de investigadoras está conformado por Mirta Kennedy, Giovana Lemus, Morena Herrera, Ana Hidal-
go, Almachiara D’Angelo y Urania Ungo.

276 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
[…] a los contextos socioeconómicos, políticos y culturales en los que se producen o propi-
cian relaciones de poder entre hombres y mujeres particularmente desiguales y que gene-
ran dinámicas de control, violencia contra las mujeres y femicidio que adoptan o incluyen
características propias (Carcedo, 2010, p. 15).

Desde su perspectiva, la violencia contra las mujeres existe en todos los contextos
sociales, pues la relación de desigualdad entre mujeres y varones que la posibilitan es
trasversal. Sin embargo, en los escenarios del feminicidio las probabilidades son mayores al
incrementarse la brecha de poder entre unos y otras. En cada escenario se da un modus
operandi concreto que no tiene que ver con el feminicida sino con ese contexto especí-
fico. Las investigadoras identifican al menos ocho: escenario de la familia, escenario
de las relaciones de pareja, escenario del ataque sexual, escenario del comercio sexual,
escenario de la trata de mujeres para todo tipo de explotación, escenario de las mafias
y redes delictivas nacionales e internacionales, escenario de las maras, escenario de la
misoginia. Destacando que algunos de estos son de carácter histórico y que pueden
estar entrelazados o ser evasivos (Carcedo, 2010).
Esta observación compleja, será la puerta de entrada para que la socióloga costa-
rricense Montserrat Sagot lea el femicidio, desde los postulados de Achille Mbembe,
como una necropolítica de género en la que las estructuras de desigualdad y los discursos
y prácticas que éstas generan son letales para las mujeres, explicitando un biopoder
basado en la soberanía, es decir, “en la capacidad de definir quién importa y quién no,
quién es desechable y quién no”. De este modo, la necropolítica de género produce una
“instrumentalización generalizada de los cuerpos de las mujeres, construye un régimen
de terror y decreta la pena de muerte para algunas” (Sagot, 2013, p. 7); es decir, repre-
senta una forma de pena capital que tiene la finalidad de controlar a las mujeres y de
aceptar las reglas masculinas para preservar el status quo genérico.
El femicidio podría entenderse entonces como una “política sexual letal que bus-
ca controlar a las mujeres que interiorizarán la amenaza y el mensaje de dominación,
[… poniendo] límites a su movilidad, a su tranquilidad y a su conducta, tanto en la esfe-
ra pública como en la privada”, siendo al mismo tiempo “la expresión última de la mas-
culinidad utilizada como poder, dominio y control sobre la vida de las mujeres” (Sagot,
2013, p. 8). Su principal aporte radica en extender el análisis a una región concreta, en
este caso la centroamericana, para desentrañar los factores comunes que han permitido
el incremento de estos crímenes.
Rita Laura Segato elabora un diagnóstico semejante al de Sagot; para ella hablar de
feminicidio tiene el objetivo de

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 277
[…] desenmascarar el patriarcado como una institución que se sustenta en el control del
cuerpo y la capacidad punitiva sobre las mujeres, [… mostrando] la dimensión política de
todos los asesinatos de mujeres que resultan de ese control y capacidad punitiva, sin excep-
ción (Segato, 2006, p. 3).

En este sistema poder y masculinidad son sinónimos, lo que genera un ambiente so-
cial misógino en el que predomina el desprecio por lo femenino y lo feminizado, de este
modo los feminicidios son crímenes de poder que pretenden mantenerlo y reproducirlo
(Segato, 2006). Sin embargo, la autora va más allá al mostrar que estos crímenes tienen
una función expresiva, además de la instrumental, lo que presupone el reconocimien-
to de interlocutores más importantes que la víctima. Identifica una verticalidad y una
horizontalidad del poder. En la dimensión vertical se vinculan posiciones asimétricas,
por ejemplo, perpetrador-víctima, y en la dimensión horizontal se expresa una relación
entre pares que tiene la finalidad de mantener la simetría (cf. Segato, 2006 y 2013).
Como he señalado anteriormente, considerar la complejidad teórica tras el con-
cepto feminicidio es de vital importancia para no perder de vista que no nos remite
únicamente al asesinato de una mujer por razones de género, sino a un continuum de
violencia que se manifiesta a lo largo de la vida de todas las mujeres y que en ocasiones
desemboca en la pérdida de la vida.

¿Por qué estudiar el feminicidio en la prensa escrita?


El feminicidio es la agresión más letal que puede padecer una mujer, sin embargo, en
este apartado mostraré que no es la última. Como he explicado, a él lo anteceden una
serie de violencias inscritas en lo que Sagot (1995) ha denominado la socialización del
género. En ésta los medios de comunicación tienen singular importancia, esto se ha
reconocido al menos desde el año de 1995 gracias a la Plataforma de Acción de Beijing,
en la que se enfatizó la importancia de los medios de comunicación para promover la
igualdad de género en todas las esferas y ámbitos de la vida.
La relación medios de comunicación-violencia de género se ha abordado al menos
desde dos vertientes. La primera ha consistido en estudiar la forma en que se reproduce
la violencia contra las mujeres en los medios masivos de comunicación (Vega, 2013),
tomando como referencia la reproducción de estereotipos asociados al género. La se-
gunda, directamente relacionada con mis intereses, se centra en identificar la violencia
que se ejerce desde la cobertura periodística, o más concretamente desde el discurso
periodístico, contra las mujeres víctimas de feminicidio (Alcocer, 2014 y 2012).
Ahondar en la construcción discursiva de los feminicidios en la prensa escrita me
permite afirmar que la última forma de violencia que se ejerce contra una mujer no es el
278 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
asesinato, sino la revictimización que se produce en el tratamiento periodístico poste-
rior, pues éste no escapa al orden simbólico de género (cf. Serret, 2011) que posibilita los
crímenes; por el contrario, participa de las representaciones sociales en torno al fenó-
meno, por ejemplo, reproduciendo estereotipos o estigmas asociados al “mal compor-
tamiento” de las mujeres asesinadas (Alcocer, 2014 y 2012) y ayudando a que circulen en
un sector más amplio de la sociedad.
Benveniste nos recuerda que “la lengua contiene a la sociedad” (1978, p. 99), lo que
significa que en todos los discursos podemos encontrar el rastro de lo que es significativo
para una colectividad humana en determinado momento histórico, y la prensa escrita es
referente fundamental para conocer qué dice de sí misma una sociedad determinada. Eva
Salgado (2009) señala que en el abordaje de ciertos temas, la prensa transmite cotidiana-
mente valores y normas sociales concretos. El caso del tratamiento de la violencia contra
las mujeres en general, y del feminicidio en particular, es emblemático porque permite
observar en qué grado se han naturalizado las conductas agresivas hacia las mujeres, que
van desde la invisibilización hasta la verbalización explícita de la furia.
Hay que considerar que el discurso periodístico es público y constituye un instru-
mento que reformula ideologías y ayuda a reproducirlas, es decir, construye marcos de
inteligibilidad de los valores sociales imperantes. En este sentido, el discurso periodís-
tico no es sólo un texto que espera ser analizado, sino una forma de interacción social
en la que debe contemplarse el contexto, pues el discurso es un acto social (Van Dijk,
1990). Entenderlo como interacción lo despoja de la pasividad que se le atribuye, pues
ni es un reflejo monolítico del mundo, ni se le recibe impasiblemente.
El contexto de reconocimiento de las distintas violencias asociadas con el género, así
como su incremento se han entrecruzado, una vez más, con los reclamos del movimiento
feminista que desde distintos ámbitos ha interpelado las formas en que somos represen-
tadas las mujeres en el discurso periodístico; en este sentido es conveniente resaltar que
la prensa escrita es un espacio de diálogo entre los grupos de poder y quienes lo resisten
(Salgado, 2009). En el caso de los feminicidios, han sido las feministas quienes han lanza-
do el reclamo de ser reconocidas como sujetas de discurso y han presionado no sólo para
tipificar el delito, como se mostró en un inicio, sino también para restringir la reproduc-
ción de la violencia contra las víctimas en los medios masivos de comunicación.
En este sentido, aunque la radio y la televisión son generalmente los medios de
más fácil acceso, es importante no perder de vista lo que ocurre con medios escritos
como los diarios, que aunque no compitan en alcance con aquellos o con las tecnologías
de la información y comunicación, se convierten en un testimonio escrito y duradero de
la realidad, por lo que en numerosas investigaciones son utilizados como fuente histó-
rica de primera mano (Salgado, 2001, p. 136); por lo tanto, no hay que desechar de in-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 279
mediato la pertinencia de reflexionar qué discursos y representaciones sociales circulan
ahí sobre nuestra sociedad, en particular, respecto a una realidad tan dolorosa como los
feminicidios, pues al hacerlo rechazamos el compromiso de evitar que incluso, después
de asesinadas las mujeres, sigan siendo víctimas de violencia.

Una lectura feminista desde la teoría de las representaciones sociales


El interés por abordar los discursos y representaciones sociales del feminicidio que cir-
culan en la prensa escrita, conlleva la búsqueda de un marco teórico que permita dar
cuenta de la complejidad de los fenómenos implicados, en este estudio he optado por la
teoría de las representaciones sociales, precisamente porque hace énfasis en la impor-
tancia de las dimensiones subjetiva, afectiva y cultural en la construcción del saber y en
las acciones humanas (Arruda, 2012).
La teoría de las representaciones sociales (TRS) fue desarrollada en Francia por
Serge Moscovici a principios de la década de los años sesenta. Aunque surge en el seno
de la psicología social, su origen remite a otros enfoques conceptuales importantes que
contribuyeron al desarrollo del concepto8.
Moscovici publica en 1961 El psicoanálisis, su imagen y su público, obra inaugural
de la teoría de las representaciones sociales, donde las define como:

[…] un corpus organizado de conocimientos y una de las principales actividades psíquicas


gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad psíquica y social, se integran
en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imagi-
nación (1979, p. 18)9.

Este conocimiento se constituye por medio de información, saber adquirido y ex-


periencia; es decir, las representaciones sociales son al mismo tiempo “una forma de
conocimiento social pero también son la actividad mental desplegada por individuos
y grupos a fin de fijar su posición en relación con situaciones, acontecimientos, objetos y
comunicaciones que les conciernen” (Gutiérrez, 2015, p. 49).
Por su parte, Denise Jodelet, una de las principales impulsoras de esta teoría en la
actualidad, señala que:

8 Estos enfoques son: el concepto völkerpsychologie de Willheim Wundt, el interaccionismo simbólico de George
Herbert Mead, la representación colectiva de Emilie Durkheim, la psicología del sentido común de Fritz Heider y
la noción de construcción social del conocimiento de Peter L. Berger y Thomas Luckmann (Gutiérrez, 2015).
9 Es pertinente enfatizar la observación realizada por Silvia Gutiérrez, respecto a que esta propuesta teórica “dis-
cute con el positivismo, con la escisión entre el individuo y su sociedad y con el desprestigio al sentido común
como objeto de estudio” (2015, p. 46).

280 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
[…] las representaciones sociales constituyen modalidades de pensamiento práctico orien-
tados hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social, material e
ideal. En tanto que tales, presentan características específicas a nivel de organización de los
contenidos, las operaciones metales y la lógica (1984, p. 474).

Su propuesta enfatiza dos aspectos fundamentales del fenómeno de la represen-


tación. El primero es que “el acto de representación es un acto de pensamiento por me-
dio del cual un sujeto se relaciona con un objeto” (Jodelet, 1984, p. 475); es decir, que
una representación existe solamente en función de un objeto, persona, acontecimiento,
idea, etcétera. El segundo es que representar significa hacer presente en la mente, es
decir, reproducir mentalmente una cosa, persona, objeto, acontecimiento material o psí-
quico, idea, etcétera, “en la representación tenemos el contenido mental concreto de un
acto de pensamiento que restituye simbólicamente algo ausente” (Jodelet, 1984, p. 476).
Es importante señalar que aunque así lo parezca, no cualquier objeto puede hacer
emerger una representación social, para que esto ocurra debe cumplir al menos dos ca-
racterísticas, 1) el objeto debe aparecer en las conversaciones cotidianas y en los medios
de comunicación, y 2) se debe apoyar en valores variables según los grupos sociales que
les asignan su significación (Gutiérrez, 2015, p. 50).
Además, no todas las representaciones sociales son iguales, para Moscovici existen
tres tipos: las hegemónicas, las emancipadas y las polémicas. Las representaciones hege-
mónicas son aquellas con gran aprobación entre los integrantes del grupo, las representa-
ciones emancipadas son las que emergen entre subgrupos específicos y conllevan nuevas
formas de pensamiento social y las representaciones polémicas son las que surgen en gru-
pos en situación de conflicto o controversia social en relación con objetos importantes
ante los que expresan “pensamientos divergentes” (citado en Gutiérrez, 2015, p. 51).
Debido a la complejidad de los fenómenos que abarca, la teoría de las representa-
ciones sociales se ha utilizado para realizar investigación en distintas disciplinas y áreas
de conocimiento, los estudios feministas y de género no son la excepción. Un antece-
dente importante lo encontramos en Fátima Flores (2000 y 2012), para ella resulta de
vital importancia establecer que utilizar la categoría género no garantiza una investiga-
ción con “contenido epistémico feminista”, por lo que señala que:

[…] analizar una representación social implica tomar una postura frente al objeto de repre-
sentación, éste debe cubrir ciertas características como ser relevante para el grupo, tener
un significado inserto en la cultura, que defina ciertos valores, creencias, atribuciones e
ideologías (Flores, 2012, p. 344).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 281
Es precisamente la toma de postura, como señalé en el primer apartado, uno de los
elementos característicos en todas las vertientes del movimiento feminista, particular-
mente frente a las condiciones de opresión que vivimos las mujeres. En este sentido, el
feminismo académico se ha dado a la empresa de “proponer una elaboración compleja de
problemas de investigación centrados en las mujeres, orientada siempre por el vínculo
entre posturas teóricas y epistemológicas feministas” (Castañeda y Valero, 2016, p. 97); y
no sólo eso, sino en tratar temas que nos afectan a las mujeres, como son los feminicidios.
El movimiento feminista no es el único que ha elaborado respuestas críticas ante
teorías o postulados con pretensión de universalidad que dejan fuera formas de expe-
riencia importantes como la de las mujeres, o conocimiento de gran importancia en
la vida cotidiana aunque carezca de fundamentos científicos, como el sentido común.
Sin embargo, es un buen ejemplo para mostrar la coincidencia que nos permita utilizar
perspectivas afines. A este respecto, Ángela Arruda (2012) señala que el surgimiento de
la teoría de las representaciones sociales y de las “teorías de género10” tiene al menos
dos horizontes comunes, primero:

[…] tejen una crítica al modo binario que antepone naturaleza a cultura, razón a
emoción, objetivo a subjetivo, pensamiento a acción, ciencia a sentido común. De este
modo, manifiestan la importancia de las dimensiones subjetiva, afectiva, cultural en la
construcción del saber y en las acciones humanas, y de considerarlas en la construcción
del conocimiento y en quehacer científico (Arruda, 2012, p. 323).

Esto significa que el punto de partida del conocimiento complejiza las formas de
acceso a la realidad, lo que impacta epistemológica y metodológicamente a ambas cons-
trucciones teóricas. Segundo:

[…] proponen teorías relacionales en las que no se puede conocer sin establecer relación
entre el tema/objeto y su contexto. Género es una categoría relacional en la cual, al tener en
cuenta los géneros en presencia, también se consideran las relaciones de poder, la impor-
tancia de la experiencia, de la subjetividad y del saber concreto. Del mismo modo, la TRS no
separa al sujeto social y su saber concreto de su contexto, así como la construcción de ese
saber no puede desvincularse de la subjetividad (Arruda, 2012, p. 323).

Precisamente, una enseñanza básica de la investigación feminista consiste en situar


e historizar el conocimiento, es decir, darle un horizonte contextual. Esta precaución

10 La autora se refiere a las elaboraciones teóricas del feminismo de la segunda ola.

282 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
evita lo que se critica en el primer punto, es decir, la reproducción de un pensamiento
universalizante y binario. Tener en cuenta el contexto de lo que nos proponemos anali-
zar marca el rumbo de la investigación, por lo que no hay que perderlo de vista.
En este sentido, es necesario profundizar acerca del papel que juegan los medios
de comunicación en la circulación de las representaciones sociales del género y, en par-
ticular, del feminicidio. Thompson señala que la comprensión de la cultura precisa de
formas simbólicas que son “fenómenos significativos que van desde las acciones, gestos
y rituales, hasta enunciados, textos, programas de televisión y obras de arte” (1993, p.
152), las cuales influyen de forma determinante en la construcción del conocimiento
social y de las opiniones que nos hacemos sobre el mundo. Sin embargo, los medios no
son espacios neutrales, por el contrario, son terrenos de disputa en los que se juegan las
representaciones de una sociedad y una cultura determinadas (Koziner, 2013; Reguillo,
2007; van Dijk, 1990), lo que significa que “la importancia de los medios no radica úni-
camente en su carácter de correas de transmisión de las representaciones hegemónicas,
sino en el poder de producción de dichas representaciones” (Koziner, 2013, p. 27).

A manera de cierre
Abordar una problemática como las representaciones sociales del feminicidio en la
prensa escrita requiere de la articulación de distintas fuentes teórico-epistemológicas.
En este texto he planteado la ruta que, desde mi punto de vista, posibilitaría un acceso
original y crítico que no sólo de cuenta de los aspectos formales de la representación
social o de la estructura de un medio de comunicación como la prensa escrita, sino que
nos diga algo que no sepamos sobre una problemática social como el feminicidio.
La apuesta de llevar a cabo una investigación como esta radica en mostrar que las
representaciones sociales del feminicidio que circulan en la prensa escrita y que permiten
que las personas se formen una opinión en torno al tema, no están exentas de expresiones,
juicios y estereotipos relacionados con la reproducción de la violencia contra las mujeres
y que contribuyen a socializarla, incluso en aquellos diarios que son considerados serios o
críticos, mostrando que esta problemática no responde al estilo con que se trata, por ejem-
plo en la nota roja, sino a condiciones estructurales que se reflejan de distintas maneras.
Queda pendiente explicitar cuáles son las herramientas de análisis del discurso
más adecuadas y compatibles con la teoría de las representaciones sociales, aquellas
que nos permitan detectar de manera puntual nuestra problemática y descubrir cuá-
les representaciones sociales del feminicidio son predominantes, y la forma en que se
relacionan con otras representaciones asociadas al género, a la clase social, la raza o
la ocupación, además de situarlas como reproductoras de la socialización del género y
eslabones en el continuum de violencia contra las mujeres.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 283
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286 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

EL FEMINICIDIO EN LA PRENSA ESCRITA.


UN ABORDAJE DESDE LAS REPRESENTACIONES
SOCIALES

Silvia Gutiérrez Vidrio

Actualmente en México el asesinato y la desaparición forzada de grupos vulnera-


bles, entre ellos las mujeres, se han convertido en prácticas cotidianas; si a esto se
añade el clima de impunidad que prevalece, la violencia contra las mujeres adquiere
un carácter espectacular que los medios de comunicación reproducen haciéndolo
aún más ostentoso (Berlanga, 2016).
El termino femenicidio utilizado para referirse a los asesinatos de mujeres por
motivos de género, en otras palabras, los asesinatos que no se explican si no fuera
por la condición y el lugar que tienen las víctimas en la sociedad en tanto mujeres,
permite entender la impronta social de esta forma de extrema violencia contra
este grupo poblacional. Los estudios al respecto han enfatizado las condiciones
estructurales de las relaciones desiguales de poder existentes entre mujeres y varo-
nes que acentúan el estado de privilegio y dominación de unos sobre otras, y cómo
posibilitan estos crímenes.
La necesidad de abordar el feminicidio desde la teoría feminista, permite un
análisis complejo del fenómeno que pone en el centro las condiciones estructura-
les que se materializan en relaciones desiguales de poder entre mujeres y varones
y que se extienden más allá del asesinato por razones de género. Una premisa de
la que parte la autora es que poner a las mujeres en el centro de la investigación fe-
minista significa más que enunciarlas, pensar en ellas y organizar la investigación
en relación con ellas.
El hecho de abordar las representaciones sociales del feminicidio que circulan
en la prensa escrita pone de relieve la importancia de esta teoría para mostrar que
la manera en que se habla del femenicidio tiene que ver con una representación
que se hacen los periodistas, y en última instancia el diario, sobre el fenómeno.
La representación social es una forma de conocimiento socialmente elaborado y
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 287
compartido, que tiene un objetivo práctico y concurrente a la construcción de una
realidad común de un conjunto social (Jodelet, 1989, p.36).
En la actualidad es necesario aceptar y enfatizar el papel cada vez más deter-
minante de los medios de comunicación de masas en la creación y la difusión de
informaciones, opiniones e ideas. Es por esto que el análisis de las representacio-
nes que son transmitidas por los medios se torna necesario. Es precisamente la
comunicación de masas la que al reflejar, crear y transformar las representaciones
sociales, ordena la forma y el contenido de las conversaciones. Numerosas repre-
sentaciones son sociales porque son transmitidas por los medios de comunicación
(Moscovici, 1979). Esto ilustra todo el interés que tiene el análisis de la información
que circula a través de los medios de comunicación para el estudio de las represen-
taciones sociales.
Moscovici (1979) ha insistido particularmente en el papel de la comunicación
social porque juega un rol fundamental en los cambios e interacciones que propi-
cian la construcción de un universo consensuado, y porque reenvía a los sujetos
a los fenómenos de influencia y de pertenencia social, decisivos en la elaboración
de sistemas intelectuales y sus formas prácticas en la vida cotidiana. Siguiendo a
Moscovici, “La comunicación nunca se reduce a transmitir los mensajes originales
o a transportar informaciones inmutables, sino que diferencia, traduce, interpreta,
combina, así como los grupos inventan, diferencian o interpretan los objetos socia-
les o las representaciones de los otros grupos” (1979, p.18).
Las fuentes que emiten sus opiniones y argumentos en los medios masivos
tienen un papel importante en la formación de las representaciones. Aunque no
son el único factor de origen de las representaciones, su influencia se encuentra en-
tre las más tajantes y complejas. Las discusiones sobre lo que hemos visto la noche
anterior en la televisión o de lo que hemos leído en la prensa constituyen una gran
parte de nuestras conversaciones cotidianas. Muchos de nosotros dependemos de
los medios de comunicación de masas para informarnos sobre los temas de los que
no tenemos una experiencia personal directa —la investigación sobre el genoma
humano, por ejemplo—.
Hay que mencionar que las representaciones sociales se forman después de
un tiempo prolongado de tener contacto con la nueva noción, y no son producto
de sólo algunas semanas o unos pocos acontecimientos. Sin embargo, su origen
y nutriente principal se debe buscar en los medios de comunicación masiva. Se-
gún algunos teóricos, son ellos los que imponen los temas que se emplean en las
conversaciones cotidianas, que son el lugar donde las representaciones sociales se
generan y desarrollan con libertad.
288 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
En las sociedades actuales los medios de comunicación masiva cumplen un pa-
pel relevante al desempeñarse como mediadores de los acontecimientos sociales. A
través de los asuntos que tratan, el lenguaje y los formatos que utilizan, transmiten,
a la vez que recrean, representaciones, valores, intereses y saberes compartidos por la
comunidad a la que se dirigen. Reflexionar acerca de las representaciones mediáticas
implica ponerlas en relación con las representaciones sociales que organizan y dan
sentido a la vida cotidiana de los sujetos (Koziner, 2013).
Cabe señalar que el ser humano no construye su representación en solita-
rio, ni solamente sobre la base de experiencias idiosincráticas, sino a partir de las
relaciones que establece con los miembros de su cultura, es decir, las representa-
ciones sociales están fuertemente orientadas por prácticas culturales que el indi-
viduo realiza en su grupo; estas suelen tener lugar en un contexto de relación y de
comunicación interpersonal, que trasciende la dinámica interna de la construcción
individual. En este caso se parte de la idea de que los periodistas hacen circular
ciertas representaciones que han sido construidas socialmente y que su manejo
constituye un elemento central de la socialización del género. Es por ello que el
acercamiento que propone la autora resulta sugerente.

Referencias

Berlanga, M. (2016). Femenicidio. En H. Moreno y E. Alcántara (Coords.) Conceptos clave


en los estudios de género, pp. 105-119. México: Centro de Investigaciones y Estudios de Género,
UNAM.
Jodelet, D. (1989). Représentations sociales: un domaine en expansion. En D. Jodelet, (Ed.),
Les représentations sociales, pp. 47-78. Paris: Presses Universitaires de France.
Koziner, N. (2013). Representaciones sociales y medios de comunicación: el caso de la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual Argentina. En Punto Cero, 18, (27), 23-30.
Moscovici, S. (1979 [1961]). El psicoanálisis su imagen y su público. Buenos Aires: Huemul.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 289
MEMORIA Y
DISCURSIVIDAD
SOCIAL

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 291
293

LA LEGITIMACIÓN DE LA VIOLENCIA EN
LOS RITUALES DEL ESTADO: DESFILE MILITAR
DEL CENTENARIO Y BICENTENARIO DE LA
INDEPENDENCIA DE MÉXICO

Maai Enai Ortíz Sánchez1

Resumen
En el presente texto me interesó atender la problemática de la ritualidad, la teatrali-
zación y el despliegue del poder simbólico del Estado mexicano a través de los desfiles
militares. El trabajo se enmarca específicamente en la puesta en escena motivada por la
conmemoración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución
Mexicana que se realizó en 2010. Por lo que propongo dar un énfasis al análisis de la di-
mensión política de los procesos culturales, estéticos y comunicativos desarrollados por
los cuerpos castrenses. Me interesa profundizar con respecto a la configuración de los
discursos, mitos e histrionismo escenificado por parte del Estado mexicano a través del
poder simbólico desplegado por sus Fuerzas Armadas en un contexto de conmemoración
nacionalista, el cual permita comprender los procesos de legitimación del ejercicio de
la violencia. Asimismo, se conecta con la investigación que desarrollo en el posgrado
de Comunicación y Política en la UAM- X con respecto a los dispositivos exhibitorios
militares en México.

Palabras clave
Estado mexicano, ritualidad, discursividad, fuerzas armadas.

Introducción
Algunos estudiosos como Guillermo Garduño (2008) han propuesto analizar la com-
plejidad del poder que se manifiesta en la actuación del ejército mexicano, abordando
temas como el poder nacional, económico, social y político. Sin embargo, también en

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: maaienai@gmail.com
estos análisis se abandona por completo la esfera de poder ejercida en el campo simbó-
lico de la cultura, así como la importancia del aspecto comunicativo. Cabe señalar que
otros investigadores como Ai Camp (2010), sin prescindir de las diversas publicaciones
respecto al tema del ejército por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDE-
NA) no han tomado en cuenta este tema, lo que muestra el grado de naturalización de
los símbolos, rituales, prácticas y creencias que se reproducen entorno a la problemática
castrense.
A partir de lo argumentado, considero que es preciso profundizar en los aspectos
simbólicos y comunicativos que se producen en el ámbito militar, por lo que es de mi
interés comprender en este texto los desfiles militares en México, específicamente el
del Bicentenario de la Independencia de México/Centenario de la Revolución Mexicana
que se realizó el 16 de septiembre de 2010 durante los festejos de esta conmemoración.
Asimismo, planteo generar un cruce que considero imprescindible debido a que en 2007
se declara la “Guerra contra el narcotráfico” por parte del entonces presidente Felipe
Calderón. Este contexto me otorga la posibilidad de reflexionar respecto a la legitimi-
dad en el uso de la violencia por parte del Estado mexicano.
Para este análisis propongo construir un corpus a partir de la exhibición del desfile
militar como ceremonia ritual escenificada en los festejos patrióticos de la Indepen-
dencia y la Revolución Mexicana. Tal examinación tendrá como base los estudios de la
teatralización, el ritual y el poder realizados por Segalen y Balandier. Es indispensable
señalar que para emprender esta indagación retomaré los registros del desfile alojados
en el sitio oficial del canal de youtube del Gobierno de la República2, así como documen-
tos expedidos por la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) referente al evento.
También es importante señalar que mencionaré en el transcurso del texto, algunas lo-
cuciones de lo relatado por parte de los comentaristas elegidos para este desfile3, puesto
que fue el discurso recibido por los televidentes que se encontraban en otros lugares
del país, y el que se sigue reproduciendo al acceder al registro audiovisual mediante
los navegadores en internet.4

2 Se puede acceder a este medio en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/user/gobiernofederal


3 Para esta transmisión oficial fueron elegidos los periodistas y conductores Yuriria Sierra y Raúl Sánchez Carrillo,
así como el General René Trujillo (SEDENA-Ejército Mexicano), el Capitán Jaime Herrera (Secretaría de Marina)
y el Capitán José Luis Bustillo (Fuerza Aérea).
4 Desfile Militar del Bicentenario. Recuperado el 4 de abrile de 2017, de https://www.youtube.com/watch?v=
wenDCEXhUkI, https://www.youtube.com/watch?v=UPaOcbNzCvA

294 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El histrionismo militar
“Tras cualesquiera de las disposiciones que pueda adoptar la
sociedad y la organización de los poderes encontraremos siempre
presente, gobernando entre bastidores, a la «teatrocracia»”
Georges Balandier

La teatralidad es inherente al poder político, no se puede prescindir de ella, puesto


que los actores políticos deben pagar su cotidiano tributo (Balandier, 1994, p. 15), tal
afirmación ilustra el ejercicio de conmemoración a través del desfile militar realizado
por el gobierno mexicano en septiembre de 2010. Este desfile se realizó en el gran esce-
nario del zócalo de la ciudad de México “corazón de la civilización azteca y corazón de
los festejos del bicentenario” según la narración oficial para televisión. La descripción
del zócalo como “corazón” de los Estados Unidos Mexicanos refleja la humanización de
la nación, donde nuevamente la capital se erige como centro del país, reiterando el dis-
curso de la historia oficial donde el relato de la cultura azteca retoma su preponderancia
como mito fundacional, lugar elegido por Huitzilopochtli para fundar la antigua ciudad
de Tenochtitlán y germen de la futura nación mexicana.
La repetición del origen legendario de México satura museos de historia y libros de
texto de educación básica, cuya misión es fomentar la construcción de la identidad mexi-
cana. En definitiva no hay mejor lugar para la puesta en escena y la demostración del dra-
ma nacional que los 20,193 metros cuadrados del zócalo capitalino, esto no es más que “la
puesta en escena de un juego que muestra los juegos que hacen y deshacen la sociedad”,
afirmaría Balandier (1994, p. 15). Tal evento representaba nada menos que “las raíces de
nuestra historia, de nuestro origen” afirmaban los presentadores a la audiencia de todo el
país. De manera que los significados míticos adjudicados al zócalo como espacio escénico
y ritual, legitiman simbólicamente en este sentido, el poder del Estado, donde la verdad
del poder es substrato de las grandes mitologías (Balandier, 1994, p. 16). 5
Por tanto, el desfile militar del bicentenario constituyó una de las actividades que
proyectaron el poder simbólico exhibido por el gobierno a través de las herramientas
comunicativas donde se utilizaron los símbolos patrios y la estética marcial. Al respecto
del desfile militar del bicentenario la SEDENA afirmó:

5 Es importante señalar que este despliegue militar se realiza después del afamado y popular Grito de Inde-
pendencia, que posee una gran fuerza a causa de la repetición que se debe ejecutar oficialmente en cada
localidad, municipio y estado del país, extendiendo así la festividad a nivel nacional. La celebración es acom-
pañada de música mexicana, comida típica, bailes folclóricos, escenificaciones y bailables escolares, así como
ceremonias especiales en todas las escuelas públicas y otros eventos que se promueven desde las institucio-
nes educativas y culturales que hasta ese momento estaban relacionadas en una misma política cultural bajo
el cargo de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 295
En estas fechas, los mexicanos celebramos doscientos años del inicio de la lucha por la In-
dependencia, mediante la realización del tradicional Desfile Militar, que tuvo su origen en
septiembre de 1821, cuando el Ejército Trigarante, bajo el mando de Agustín de Iturbide y de
Vicente Guerrero, entraron a la Ciudad de México, para concluir así la lucha de Independen-
cia (…) Mediante esta acción quedó demostrado que el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos,
integrado por mujeres y hombres, trabajan juntos por el bien y progreso de nuestro país, sin
olvidar que el principal motor de nuestra existencia como lo hemos venido haciendo desde
hace 200 años es servir al pueblo de México con lealtad y disciplina (SEDENA, 2010, p. 96).

En este documento, la SEDENA afirma que el desfile militar tiene su origen en la


entrada del Ejército Trigarante hacia 1821, sin embargo, tal escenificación —según lo re-
latado por el General René Trujillo para televisión— se había realizado en 43 ocasiones
ininterrumpidamente, constituyendo una dislocación al remitirse a la temporalidad míti-
ca del origen del desfile en contraste con la representación que han venido realizando las
Fuerzas Armadas de origen carrancista. Tal cuestión no es menor, puesto que la legitimi-
dad se pone en juego al promover una narración lineal donde se genera un efecto de se-
cuencias históricas naturalizadas y orgánicas, sin disrupciones contextuales donde uno se
pregunta acerca de los objetivos, intenciones y motivos que perseguía cada ejército según
el momento específico, al respecto Balandier afirma “Todo sistema de poder es un dispo-
sitivo destinado a producir efectos, entre ellos los comparables a las ilusiones que suscita
la tramoya teatral” (1994, p. 16); en este sentido, el efecto de sucesión ininterrumpida del
ejercicio del poder mediante el relato histórico militar confirma la producción de ilusiones
teatralizadas, parte del histrionismo militar. Mientras tanto en la transmisión televisada,
el secretario titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Alonso Lujambio, afirma-
ba emotivamente que el desfile mostraba que “la Nación es perenne, no tiene fin”.
Por otro lado, para acceder a una comprensión mayor de la teatralidad que conlle-
va la conmemoración militar del bicentenario de la independencia y el centenario de
la revolución, es necesario entender como diría Balandier que: “el poder no existe ni se
conserva sino por la transposición, por la producción de imágenes, por la manipulación
de símbolos y su ordenamiento en un cuadro ceremonial” (1994, p. 18), de manera que
no es solamente el espacio de la escenificación, sino que es necesario enfocarse también
en la escenografía diseñada mediante la utilización de símbolos utilizados para producir
ciertas imágenes, como estampas inamovibles, apolíticas y venerables, como diría Rufer
(cfr. 2012, p. 165) respecto a las celebraciones del bicentenario en Argentina.
Como en los últimos 43 años, la plaza de la Constitución ha sido decorada en alusión
a la celebración. Esta vez la ornamentación poseía una exuberancia y diseño singular,
la cual había sido realizada con festón de colores donde predominaba el rojo, el verde
296 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
(colores patrios) y el amarillo, resaltando un arco del triunfo en la entrada principal de la
avenida 20 de noviembre que hacía alusión a la entrada triunfal de Francisco I. Madero, el
cual fue colocado en el mismo lugar. En tanto que banderas, penachos, pirámides alusivas
al Templo Mayor, escudos de guerreros aztecas, el ángel de la independencia, antorchas
y pendones tricolores colgaban en los edificios circundantes a la plaza, cuyas composi-
ciones ilustraban la conmemoración patriótica. Tal convivencia simbólica sintetizaba las
distintas temporalidades confeccionadas en la historia oficial de México, nuevamente la
naturalización lineal de los sucesos instrumentalizaba la narración autorizada del Estado-
Nación que ha sido esbozada y enseñada como política del Estado mexicano por genera-
ciones e impulsada por la SEP, por lo que cualquier persona que haya accedido a la educa-
ción básica reconoce los elementos representados en la explanada.
La tradición del Grito de Independencia y en esta ocasión fusionado con la celebración
del día de la Revolución Mexicana que se proyectaban en este desfile, lograba aglutinar
simbólicamente un momento singular, dado que se escenificaba la historia de la lucha que
legitimaba la existencia del Estado-Nación mexicano, Balandier explica al respecto que:

[…] es el pasado colectivo, elaborado en el marco de una tradición o en una costumbre, el


que se convierte en fuente de legitimidad. Constituye entonces una reserva de imágenes,
de símbolos, de modelos de acción; permite emplear una historia idealizada, construida y
reconstruida según las necesidades y al servicio del poder actual. Un poder que administra
y garantiza sus privilegios mediante la puesta en escena de una herencia (1994, p. 19).

En definitiva, el desfile militar conmemorativo del Bicentenario de la Independen-


cia y Centenario de la Revolución Mexicana constituye un evento teatral del poder en
el que se realizó un acto de legitimidad a través de la producción simbólica, constitu-
yéndose por tanto en un dispositivo pedagógico de aleccionamiento, Balandier argu-
menta que “el desfile, la procesión militar y civil, son las expresiones ceremoniales del
dogma y de la pedagogía de los gobernantes” (1994, p. 21). Sin embargo, aún falta por
comprender el acto ritual que se representó en el escenario del zócalo capitalino y que
a continuación me interesa abordar.

El Estado y la escenificación de sus rituales


Los imperios no sufren de falta de finalidad en el momento de su creación.
Es luego cuando se produce ésta, cuando ya están establecidos y sus
objetivos iniciales son olvidados y reemplazados por vagos rituales.
Frank Herbert

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 297
En el punto anterior traté de explicar el desfile militar desde una racionalidad tea-
tral, enfocándome en el histrionismo castrense y de manera más específica en el escena-
rio, la escenografía y la problemática de la temporalidad en que se realizó el acto. Dado
que considero que es posible complementar la propuesta teórica de la escenificación del
poder de Balandier con la teoría de la ritualidad contemporánea de Segalen, propongo
que una vez desarrollado el contexto espacial y temporal de los desfiles militares, se
profundice en el contenido de esta puesta en escena, para lo que me sirvo del concepto
de ritual propuesto por Segalen, quien explica que:

El rito o ritual es un conjunto de actos formalizados, expresivos, portadores de una dimen-


sión simbólica. El rito se caracteriza por una configuración espacio temporal específica,
por el recurso a una serie de objetos, por unos sistemas de comportamiento y de lenguaje
específicos, y por unos signos emblemáticos, cuyo sentido codificado constituye uno de los
bienes comunes de un grupo (1998, p. 30).

El desfile
En la mañana del 16 de septiembre de 2010, en la plaza de la Constitución, se escuchó
un llamado para convocar la atención de los presentes mediante el sonido imperativo de
una trompeta que ordenaba el silencio a la sociedad civil, cuerpos militares, autori-
dades representantes del Estado mexicano y a toda la multitud congregada. El ritual
había comenzado. En medio de los contingentes militares de los distintos cuerpos de
las Fuerzas Armadas de México, se habían alineado dos vallas humanas de militares
para dar paso al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas: el Presidente Felipe
Calderón, quien caminaba en línea horizontal junto con los presidentes de la Cámara de
Diputados, la Cámara de Senadores y la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN),
representando los tres poderes de la unión. Asimismo, en la misma formación eran
acompañados por el Secretario de Defensa y el Secretario de Marina. Las autoridades
ejecutantes del acto ceremonial se presentaban ante militares y la audiencia civil en
medio de los honores respectivos que marca el protocolo.6
A continuación, los oficiantes ingresaron al Palacio Nacional, espacio que simboliza
el máximo recinto de gobierno del Estado mexicano. La solemnidad del evento es con-

6 La información acerca de estos actos se encuentra en el Reglamento de Ceremonial Militar, publicado el 10 de


noviembre de 1938 en el Diario Oficial de la Federación. Cabe señalar que el reglamento en su aplicación tiene
ausencias operativas debido al año de su publicación, ya que es evidente que no se contemplan los avances
tecnológicos como la participación de cierto tipo de vehículos, la conformación de otros contingentes que
ya no pertenecen necesariamente a la artillería, la caballería, entre otros. Sin embargo, sigue normando y de-
lineando la ejecución de las ceremonias militares.

298 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
sustancial a la relevancia de acto que da lugar al ofrecimiento de honores e izamiento de
la bandera mexicana, insignia patria que concentra y sintetiza simbólicamente la cele-
bración. Una vez asentados los representantes de los tres poderes de la Unión en el pal-
co presidencial, inicia la ceremonia con la ejecución musical de la Banda Monumental
del Ejército Mexicano. La escolta marcha hasta el centro de la plancha del zócalo e ins-
tala el lábaro patrio hasta la punta del asta bandera como símbolo de celebración. Poste-
riormente, el soldado encargado del desfile solicita la autorización del mandatario para
dar paso a los 47 contingentes militares. Inicia el trayecto del desfile cuyo recorrido fue
de siete y medio kilómetros. Al finalizar la marcha de los contingentes, el soldado nue-
vamente se dirige al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas (el presidente) y da
parte numérica del desfile militar.7

Análisis
En este ritual podemos identificar precisamente lo que Segalen define en su concepto
de ritual, donde la acción formalizada se encuentra en los marcos legales y normas que
rigen el desfile como ceremonial militar, cuya expresividad radica en la promoción del
relato oficial del Estado que confirma la legitimidad jurídica y simbólica de la Nación, a
cuyo proceso de legitimidad podemos agregar la presencia de los 16 contingentes mili-
tares de otras naciones que se presentaron para abrir el desfile.8
Por otro lado, identificamos la presencia de los tres símbolos rituales que son pro-
tegidos por las leyes mexicanas: el escudo (se encuentra en el lábaro patrio, en la banda
presidencial y en el palco, así como en la decoración del lugar), la bandera (ocupa el
centro de la ceremonia y sus colores se hacen presentes en todo el espacio, sin olvidar
los múltiples lábaros de menor dimensión que portan los cuerpos castrenses) y el him-
no nacional (ejecutado al inicio y final del ritual). Estos símbolos fundamentales con-
densan la gramática de la ceremonia y al mismo tiempo se instauran como elementos
compartidos en el imaginario social precisamente a partir de la labor pedagógica de la
educación pública, al respecto, Segalen explica que “el ritual se reconoce en que es el fru-
to de un aprendizaje, implica pues la continuidad de las generaciones, de los grupos de
edad o de los grupos sociales en el seno de los que se produce” (1998, p. 31). Al respecto

7 Las delegaciones militares de los países amigos: 22 banderas, 784 elementos. Personal del ejército y de la fuer-
za aérea: 143 banderas y estandartes, 18 banderas históricas, 12,970 elementos, 285 vehículos, 95 aeronaves,
326 caballos y 8 embarcaciones. Por la Armada: 16 banderas, 4,894 elementos, 58 vehículos, 16 aeronaves, 9
embarcaciones Secretaría de Seguridad Pública: 1,125 elementos, 35 vehículos. Asociaciones de charros. 521
elementos montados.
8 Contingentes militares de 16 naciones 619 efectivos.
1. Alemania 2. Argentina 3. Brasil 4. Canadá 5. Chile 6. China 7. Colombia 8. Venezuela 9. El Salvador 10. España
11. Estados Unidos 12. Rusia 13.Francia 14.Nicaragua 15. Guatemala 16. Perú

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 299
podemos encontrar un correlato en México, con relación a lo que Rufer señala acerca de
la iteración de los regímenes discursivos escolares en el contexto de las conmemoracio-
nes patrióticas argentinas, afirmando que estos aparatos ideológicos utilizan la repeti-
ción para producir la afectividad, la subjetividad, la pertenencia histórica y en definitiva
el ser nacional (cfr. 2012, p. 170).
El uso de esta tríada de símbolos (escudo, bandera e himno) en cuando a su mani-
pulación dentro del ritual del desfile militar es central, ya que dentro de este proceso es
posible construir el sentido y dar paso a la eficacia simbólica, entendiendo que “el ritual
político debe apoyarse en referentes conocidos, ya sean motivos musicales, personajes
míticos o históricos” (Segalen, 1998, p. 114), a esta tríada se sumaría la referencia a los
héroes de la patria: Hidalgo, Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez, entre otros, esto en
el caso de la Independencia de México o Madero, Zapata, Villa, etcétera, en correspon-
dencia con la Revolución Mexicana.9
La cuestión de la heroicidad en el desfile militar es fundamental, ya que al drama-
tismo de la guerra y la vida entregada como sacrificio por la patria, se adhiere el dra-
matismo necesario para la eficacia ritual, puesto que “es por su fuerza dramática por lo
que el héroe es reconocido” (Balandier, 1994, p. 19), este reconocimiento constituye una
fórmula central en este rito, ya que cada uno de los soldados de las Fuerzas Armadas se
invisten como los herederos de la lucha por la Nación en el contexto contemporáneo,
de esta manera el héroe se constituye como “(…) poseedor de la ciencia, de las fuerzas
históricas. Las conoce, puede dominarlas y se beneficia de sus efectos positivos: todas
las manifestaciones exteriores del poder no buscan sino producir esa impresión” (Ba-
landier, 1994, p. 19).
Ahora bien, es cierto que el lenguaje militar es codificado en cuanto al aspecto in-
terno, pero también existe una dimensión sígnica abierta a los civiles que permite reco-
nocer el sentido que se traduce como bien común. La dimensión simbólica se manifiesta
codificada en distintas capas, lo que abre la posibilidad para realizar múltiples lecturas,
esto correspondería a lo que Segalen identifica como “acciones simbólicas manifestadas
por emblemas tangibles, materiales y corporales” (1998, p. 31), los cuales pueden ser leí-
dos superficialmente en este caso, ya que muchos emblemas corporales se encuentran

9 Al respecto, resalta la declaración por televisión de Alonso Lujambio, titular de la SEP, afirmando que “El arrojo
y valor del padre Hidalgo, es una figura que a mí me representa mucho, porque él sabe que está haciendo
algo que es muy difícil de concretar, que el éxito de su movimiento depende de muchas cosas que no están
en sus manos y sin embargo tiene la gallardía, el valor, el arrojo, para asumir un liderazgo sabedor de que está
corriendo el riesgo más grande que se puede correr, que es perder la vida, la perdió finalmente por nosotros,
y yo creo que es un hombre que merece, siempre, siempre, el título, el galardón extraordinario que le hemos
dado es ser padre de la patria”

300 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
fundamentados en conocimientos específicos como es el caso de la identificación de los
contingentes mediante la indumentaria, o cierto tipo de cánticos marciales que no son
reconocidos por los civiles. En contraste, el uso de los símbolos patrios como parte del
imaginario legítimo permiten la identificación con el pueblo, ya que los efectos perlocu-
tivos necesitan de una mínima comprensión del ritual, por esta razón, Segalen explica
que en los rituales políticos la “emoción colectiva sólo puede surgir si todo el mundo se
reconoce en los gestos y símbolos manipulados” (1998, p. 113).
Las emociones, en este sentido, también se convirtieron en un aspecto fundamen-
tal, en tanto que los conductores afirmaban al público “todos estamos entusiasmados
y podemos observarlo en nuestras pantallas”, tal afirmación funcionaba no solamente
como “un zócalo ampliado” como afirmaba el titular de la SEP, sino como una expan-
sión emotiva de los festejos patrios, esto es precisamente a lo que se refiere Balandier
(1994) al uso de la pantalla en las dramatizaciones escenificadas del poder a través de los
medios masivos de comunicación, ahora extendidos por la red10.
Es importante señalar que si bien la repetición de los rituales se considera como
uno de los puntos nodales para entender su dimensión, también es cierto que no nece-
sariamente se cumplen con exactitud y estabilidad, ya que “dentro del marco de estruc-
turas rituales relativamente estables, podemos captar no obstante cambios de sentido”
(Segalen, 1998, p. 114). Estas modificaciones pueden parecer imperceptibles o incluso
dadas a conocer en el proceso por los mismos actores, como en el caso del desfile mi-
litar del Bicentenario/Centenario mexicano, donde se generó una celebración doble,
se suprimió el pase de revista, se agregaron contingentes militares de otras naciones,
también se insertaron en la puesta en escena uniformes militares históricos de otras
épocas11 y se sumó la participación de la Policía Federal Preventiva (PFP), sin que estos
cambios afectaran sustancialmente la solemnidad ritual, sino que incluso potenciaba la
parafernalia patriótica.
Otro componente importante descrito en párrafos anteriores son los actores que
representan la autoridad y encarnan el poder en el acto ritual, como en un correlato
eclesiástico donde los representantes de los tres poderes de la Unión (Ejecutivo, Le-

10 Cabe señalar que en la Avenida Paseo de la Reforma se colocaron 25 pantallas gigantes para que la gente
pudiera apreciar el desfile militar.
11 En el desfile marcharon frente a Palacio Nacional, 14 Agrupamientos Históricos, cada uno conformado por 86
elementos, portando la vestimenta y el armamento de la época, incluyendo una Banda de Guerra. Agrupa-
mientos Históricos: Dragones de la Reina (1810), Chinacos (1810-1867), Tropas Cívicas (1829), Batallón de Za-
padores (1836), Batallón de Hidalgo (1847), Coraceros de Tulancingo (1847), Colegio Militar (1847), Cadetes de
Gala del Colegio Militar (1847), Batallón de Rifleros de San Luis (1862), Soldados de Caballería Federal, Soldados
del Ejército Libertador del Sur (1910-1919), Mujeres Revolucionarias o Adelitas, Soldados Villistas (1910-1915) y
Soldados Mexicano (1930-1948) (SEDENA, 2010, pp.100-101).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 301
gislativo y Judicial) se constituyen como sacerdotes del Estado, esto puede ser com-
prendido dado que “tan pronto la dramaturgia política traduce la formulación religiosa,
el escenario del poder queda convertido en réplica o manifestación del otro mundo”
(Balandier, 1994, p. 19). Asimismo, este ritual secularizado, exige la presencia de la po-
blación, puesto que en el ámbito de los rituales políticos “sin participación colectiva
simbólica no hay rito” (Segalen, 1998, p. 113). Nuevamente quiero destacar el cierre que
daba Alonso Lujambio al público que seguía la transmisión del desfile militar, que sin-
tetiza la intención estatal de acto ritual:

Un festejo que nos une como cultura, y por otro lado un desfile de las Fuerzas Armadas que
nos representan a todos sin distinción, es un mensaje de unidad que todos debemos escu-
char, porque necesitamos esa cohesión, social, cultural, política también, para enfrentar los
dilemas que hoy la historia nos presenta.12

Las declaraciones del secretario muestran el discurso oficial, ilustrando lo argu-


mentado hasta aquí.

La exhibición y legitimación de la violencia

La guerra entablada por una comunidad, la guerra entre naciones enteras,


y particularmente entre naciones civilizadas, surge siempre de una circunstancia
política, y no tiene su manifestación más que por un motivo político.
C. Von Clawsewitz

En este apartado me interesa atender una de las cuestiones que considero fundamenta-
les en este desfile conmemorativo por los 200 años de la Independencia y los 100 años
de la Revolución, me refiero precisamente a la cuestión de la guerra contra el narcotrá-
fico impulsada en el gobierno calderonista. Si bien es cierto que se comentó de manera
reiterada la participación de la mujer y los beneficios del plan DNIII, respecto a las fuer-
zas armadas, los relatores del desfile destacaban las acciones de los militares contra el
crimen organizado, destacando el uso de armamento, estrategias, tácticas y tecnologías
utilizadas en esta confrontación. De esta manera el desfile legitimaba una vez más el
uso de la fuerza para atender la seguridad interna. Garduño afirma que el ejercicio de la
violencia legítima corresponde precisamente al Ejército, explicando que:

12 Sitio Oficial del Gobierno de la República. Recuperado el 4 de abril de 2017, de https://www.youtube.com/


watch?v=UPaOcbNzCvA

302 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
[…] las categorías básicas del campo militar suponen un orden social de referencia, el ejer-
cicio del monopolio de la coacción física legítima, el planteamiento estratégico capaz de
enlazar medios y fines, y la capacidad de dar proyección el tiempo a una sociedad asentada
en un territorio determinado” (2008, p. 38).

En este despliegue de las Fuerzas Armadas en las calles del país, podemos afirmar
que el desfile es una forma de exhibir las tecnologías de la violencia que legitiman el uso
de las armas y la fuerza del Estado. La repetición discursiva en la transmisión en vivo
apuntaría a la legitimidad del gobierno de Calderón a utilizar las armas en el combate
contra las drogas. Asimismo, la exhibición de las armas, vehículos militares, aviones y de-
más instrumentos bélicos constituyeron un modo de representar la ideología militar que
responde a la construcción de un referente que conforma la idea de Seguridad Nacional.
En esta exhibición, las pantallas no solamente del zócalo, sino de cada televisión
seguirían usándose como una forma de propagación de la ideología militar del gobierno
de Calderón. Por tanto, no sólo estaríamos ante un ritual político del Estado, sino ante
la misma ritualización de la violencia legitimada por el discurso institucional, justifica-
do por la lucha contra el narcotráfico. Este lenguaje bélico se inscribe en un modo de
comunicación que no solamente era direccionado a la ciudadanía, ante la que se promo-
vía una idea de seguridad y protección, sino que tendría también como alocutor a los
grupos delicuenciales contra quienes se había emprendido la guerra. Al respecto Balan-
dier alude a que el poder utiliza, por lo demás, medios espectaculares para señalar su
asunción de la historia (conmemoraciones), exponer los valores que exalta y afirmar su
energía, que activa entre otras cuestiones, la violencia de las instituciones (1994, p. 23).
En este sentido, la presencia y afirmación por parte de los distintos sectores socia-
les en este ritual, estaría otorgando un consentimiento al uso de la fuerza y las armas,
comprendiendo que “el consentimiento resulta, en gran medida, de las ilusiones produ-
cidas por la óptica social” (Balandier, 1994, p. 16). Tal exhibición y aclamación por parte
de la población, legitimaba en esta dimensión la aprobación, que por supuesto no era
general, acerca de las estrategias de la lucha contra el narcotráfico.
Podemos aseverar que este desfile en especial, era una forma de aludir al proble-
ma de la seguridad de la nación y la defensa de la población mediante la militarización
del país, proceso que naturalizaba la violencia en el espacio público. La exhibición en
este sentido, es en sí una ruptura en el espacio público que busca el acercamiento
de las Fuerzas Armadas con la población, generando un proceso de identificación,
evocando un sentimiento colectivo traducido en nacionalismo. Esta puesta en es-
cena del Estado, a través de los rituales político-militares, muestra lo que Balandier
llamaría Estado Espectáculo, un teatro de ilusiones (Balandier, 1994, p. 20) que tiene
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 303
como finalidad dar sentido y organización al tiempo, al espacio, emociones y la con-
formación del Estado mismo, persuadiendo así a la población mediante los recursos
simbólicos y estéticos.

Reflexión final
La teatralización, como actuación social, es una herramienta cotidiana para construir
las representaciones sociales, así como una proyección que puede ser abordada desde
sus premisas ideológicas; en este sentido, vivimos en una constante actuación y cam-
bio de máscaras o caras, a la manera que explica Goffman. Asimismo, constituye un
campo primordial para las luchas de poder, principalmente del campo político. Escindir
la dimensión teatral del poder es cercenar una de sus facetas centrales, puesto que es
a través de estas actuaciones cotidianas que el Estado se hace presente y se encarna/
personifica en los cuerpos, dado que el Estado no es un ente sin rostro en cuya comple-
jidad radica precisamente la multiplicidad de sus manifestaciones, aquellas de las que
no se puede suprimir la teatralidad ejecutada por sus actores. En este sentido, podemos
entender que los desfiles militares conforman parte de esa puesta en escena del poder.
Por otro lado, en el caso de los rituales, considero que la importancia de tales fe-
nómenos es fundamental para repetir la tradición de las ciencias sociales y abordar as-
pectos místicos de culturas ajenas a las occidentales —mismas que hemos fetichizado
tradicionalmente a través del discurso antropológico—, así como también para obser-
varse desde el quehacer etnográfico. Su aportación radica en profundizar en nuestros
propios rituales como individuos, colectividades, y agrupaciones sociales mayores, y
nos abre la posibilidad de entender procesos simbólicos en el terreno de la significación
que de otra manera serían superficialmente comprendidos, dada la naturaleza de estos
fenómenos. Para esta propuesta, decidí utilizar el caso del desfile militar del Bicente-
nario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, ya que consideré que estos
rituales político militares eran pertinentes para ahondar en sus aspectos rituales, y que
ello fructificaría en un análisis más rico y profundo de la complejidad simbólica de la
cultura y la comunicación.

304 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
BIBLIOGRAFÍA

Ai Camp, R. (2010). Las Fuerzas Armadas en el México Democrático. México: Siglo XXI.
Balandier, G. (1994). El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la
representación. Barcelona: Paidós.
Garduño, G. (2008). El ejército mexicano entre la guerra y la política. UAM-I.
Presidencia de la República (2010). Transmisión del Desfile Militar Conmemorativo del Aniversario del
Inicio de la Gesta de la Independencia de México. YouTube. 1ª parte. https://www.youtube.com/
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Presidencias de la República (2010). Transmisión del Desfile Militar Conmemorativo del Aniversario del
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Rufer, M. (2012). De las carrozas a los caminantes: Nación, estampa y alteridad en el Bicentenario
Argentino. En M. Rufer (Coord.) Nación y Diferencia, (pp. 151-186). México: Ítaca.
SEDENA (2010). Memoria Gráfica de los festejos del Bicentenario del Inicio de la Independencia y
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Segalen, M. (1998). Ritos y rituales contemporáneos. Madrid: Alianza Editorial. .

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 305
COMENTARIO AL TEXTO

LA LEGITIMACIÓN DE LA VIOLENCIA
EN LOS RITUALES DEL ESTADO: DESFILE
MILITAR DEL CENTENARIO Y BICENTENARIO
DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO

Mario Rufer

El texto de Maai Ortiz atiende a dos pregunta implícitas, una de ellas ampliamente
recogida por la antropología política contemporánea; la otra, de naturaleza origi-
nal. La primera sería: ¿de qué manera la dramaturgia del poder es constitutiva de
su funcionamiento, aún allí en sus espacios más racionales, técnicos y burocráticos
como el ámbito militar? Ya en el prefacio del clásico libro de antropología política
African Political Systems, A. Radcliffe Brown habla (y previene) sobre la irrealidad
del Estado y su carácter ficcional. En un argumento potente, Michael Taussig des-
entraña la falacia contenida allí, puesto que, arguye el antropólogo australiano, es
en la poderosa fuerza de esa ficción donde el Estado se realiza como fetiche: para
Taussig hablar del fetichismo del Estado es trabajar sobre los artilugios que asien-
tan el poder político de esa ficción estatal. Siguiendo a Taussig, podríamos decir
que, grosso modo, es también por medio de su dimensión abstracta que el Estado
fija su poder, es mediante su simbólica insustancialidad que produce efectos en las
prácticas sociales (y en la realidad histórica), haciendo sentir su latente espectro de
sanción y sentencia.
De muchas maneras, Ortiz mira esa poderosa ficción nada menos que en el or-
den militar, en el complejo exhibitorio de las tecnologías de la violencia. Un ritual
como el desfile en el que el tiempo se pone en suspenso y entran en vigencia los
fantasmas de violencias antiguas, la capacidad protectora del pater no nombrado
(como Estado), y la latente imposición del miedo que la parafernalia bélica reclama.
Autoridad, protección y miedo, el Leviatán que extiende en el espacio, la triangu-
lación que produce a los sujetos ciudadanos (protegidos y temerosos; expectantes
y parte del ritual). Esa ambivalencia que compone el funcionamiento del poder
ritual es una característica clave que compartimos con las sociedades tradicionales:
la modernidad nacional es fijada en los rituales de exhibición estatal a través de
306 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
una ambigüedad sin resolución: la tecnología y la grandeza; el terror y la amenaza
permanente; la protección y el cuidado; la gloria del pasado y la potencia de futuro
(que aparece siempre amenazada). Con un aditamento: aquí es la paz interior la
que no está a salvo porque el enemigo, ahora sí, está “entre nosotros”: no es una
potencia soberana, no es otro Estado, es esa parte del artículo 2º constitucional que
supo conformar el “pueblo mexicano” y que ahora se divide entre “pueblo sano” y
“crimen organizado”. Una especie de autoinmunidad debe producirse a nivel po-
lítico: una parte del cuerpo nacional debe ser atacado y extirpado por el propio
Estado. Y la estrategia no es la pedagogía, el estado de emergencia o al menos la
policía. La estrategia escogida es frontal, es la guerra.
Ahora bien, la segunda pregunta de Ortiz en su trabajo sería algo como: ¿de
qué forma se defiende hoy a la guerra así, a secas, ante el cuerpo entero del “pue-
blo mexicano”? ¿Es posible sostenerla sin un mecanismo peculiar pedagógico que
reedite la pertinencia de la identificación nacional, a su vez que renueve los votos
de medios-hacia-fines? Porque no es tan simple sostener la necesidad bruta de la
represión hacia un sector del pueblo después de la vigencia global de los Derechos
Humanos y de la potente inscripción de la retórica democrática —aún si actúa como
ideología—. Maai Ortiz demuestra en este texto la poderosa arma de la “política
cultural” —aquí, como ideología lato sensu—. Quizás por primera vez y de forma
inédita, los cuerpos militares utilizan no sólo los discursos sino los dispositivos que
la “cultura” habilita: entre estos últimos encontramos desfiles, museos, muestras
itinerantes, parques temáticos. Entre los primeros: de forma particular “lo militar”
entra ahora en la retórica del patrimonio, la cultura nacional y la “pertenencia”.
Es como si las formas de estatalidad estuvieran extendiendo soberanía y potencia
de acción vía la inédita producción de la cultura militar como recurso identitario
—no simplemente represivo—. Genealogías heroicas, vinculaciones narrativas con
la épica, amalgamas surrealistas que buscan conexiones entre ruina (arqueológica)
y militarización (contemporánea)… todo vale. El trabajo de Ortiz explora esos vín-
culos con densidad empírica y notoria imaginación intelectual.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 307
309

ARQUEOLOGÍA, DISPOSITIVOS DE EXHIBICIÓN


Y TEMPORALIDADES HETEROGÉNEAS: LOS “NIÑOS
DEL LLULLAILLACO” (SALTA, ARGENTINA)

Paulina Alvarez Basso1

Resumen
En este texto presento el momento inicial de construcción del objeto empírico de mi
tesis de maestría del programa de Comunicación y Política de la UAM-Xochimilco,
inscripta en la línea de “estudios de procesos discursivos, prácticas argumentativas y
regímenes de representación”. Propongo una reflexión crítica en torno a un hallazgo
arqueológico concreto y los procesos discursivos involucrados en su difusión y musei-
ficación. El punto de partida es la caracterización del hallazgo, las circunstancias en
que ocurrió y una serie de disputas que se sucedieron. A continuación, problematizo
esa caracterización a través de algunos conceptos teóricos que remiten a discusiones
puntuales en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades. En la problematiza-
ción involucro, además, ciertos aspectos metodológicos que orientan mis indagaciones.
Finalmente, destaco el posible interés y los campos de interlocución de una reflexión
como esta.

Palabras clave
Momias, museificación, arqueología, relato, estado-nación

Los “Niños del Llullaillaco”: hallazgo, difusión y disputas


Los primeros días de abril de 1999, en Argentina, los periódicos Clarín y La Nación,
medios de comunicación con mayor alcance nacional, hicieron pública una noticia: tres
momias incaicas habían sido encontradas en una excavación arqueológica llevada a

1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Actualmen-


te es estudiante del Doctorado en Humanidades de la misma universidad. Correo electrónico: alvarezpau@
gmail.com
cabo en la cima del volcán Llullaillaco, provincia de Salta, a más de 6.700 metros sobre
el nivel del mar. Se trataba de los cuerpos congelados de tres niños de entre 6 y 15 años
de edad, presuntamente ofrecidos en sacrificio durante un ritual celebrado más de 500
años antes. Los cuerpos estaban intactos, así como las ofrendas que los acompañaban:
cerca de 100 objetos entre los que se destacaban estatuillas de metales preciosos, co-
mida, piezas cerámicas, ropa, etcétera. Fueron bautizados como los “Niños del Llullai-
llaco”. Los directores del equipo a cargo de la excavación declararon que se trataba de
las momias mejor conservadas del mundo, que daban la impresión de haber muerto
recientemente o estar dormidos.
La excavación fue financiada por la National Geographic Society y dirigida conjun-
tamente por el arqueólogo estadounidense Johan Reinhard y la arqueóloga argentina
María Constanza Ceruti, esta última investigadora del Consejo Nacional de Investiga-
ciones Científicas y Técnicas (CONICET). Completaban el equipo estudiantes argenti-
nos de arqueología y ayudantes peruanos especializados en la tarea.
La noticia, acompañada de fotografías de una de las momias y una pequeña mues-
tra de objetos presentados en conferencia de prensa, tuvo una rápida y amplia difusión.
Jamás un hallazgo arqueológico había tenido tal repercusión, sobre todo porque el pa-
sado prehispánico del actual territorio argentino no ha sido significado por relatos de
monumentalidad y espectacularidad como sucede en otras regiones, por ejemplo los
Andes Centrales o Mesoamérica.
Muy pronto, a fines del mismo mes, comenzaron a manifestarse diversos conflic-
tos en torno al tema. En primer término, la National Geographic Society se había reserva-
do la exclusividad de la información, lo que impidió la propagación de imágenes y datos
distintos de los comunicados en conferencia de prensa. Además, se mantuvieron en
secreto los protocolos de investigación. Esto generó inquietudes respecto a lo que ocu-
rría con las momias y cuáles eran las tareas que se llevaban adelante, preocupaciones
expresadas especialmente por representantes de medios locales y nacionales.2 Se criticó
el hecho de que una entidad privada extranjera tuviera la exclusividad de la informa-
ción, lo que colisionaba con algunas interpretaciones de la Constitución y la legislación
en materia de patrimonio cultural de la Provincia.3 El gobernador y el ministro de edu-
cación intervinieron en negociaciones, pero la exclusividad se mantuvo hasta la publi-

2 Ver https://www.clarin.com/sociedad/niegan-informacion-momias-incas-halladas-salta_0_BklMH6Tl0tx.html,
recuperado el 26 de octubre de 2017.
3 La República Argentina es, por su Constitución Nacional, un estado federal compuesto de estados provin-
ciales. Salta, lugar del hallazgo, es uno de ellos. La norma en cuestión es la Ley Provincial 6.649, “Régimen de
los monumentos y museos históricos, arqueológicos y paleontológicos”, promulgada en el Boletín Oficial el
31/12/1991. Esta norma y las siguientes pueden consultarse en http://www.saij.gob.ar/home.

310 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
cación internacional (Reinhard, 1999). De todas maneras, la información se propagó
inicialmente por la vía del rumor y, concluida la exclusividad, como multiplicidad de
imágenes y datos disponibles en internet y otros medios alternativos de comunicación.
Entre los rumores tempranos, se filtró el dato de que se habían realizado tomografías
en el hospital público de la ciudad de Salta. Un hombre joven afirmó haber sido el pri-
mer paciente que utilizó el tomógrafo después de eso y sostuvo que el contacto con “la
energía de los niños-momia” había realizado en él una cura milagrosa de la epilepsia que
lo aquejaba (Ceruti, 2012). Desde entonces, gran cantidad de imágenes son producidas
y puestas en circulación en un flujo que no cesa. La entrada al buscador de Google da
cuenta de esto, resultando en una abrumadora diversidad de fotografías, obras de artis-
tas plásticos y montajes digitales.
Otra disputa tuvo que ver con la institución que sería responsable de la custodia
y conservación de los materiales encontrados. Al tratarse de momias congeladas, el
tiempo y la tecnología eran factores cruciales para prevenir su deterioro. La Universi-
dad Nacional de Salta contaba con profesionales en arqueología, aunque —como todas
las instituciones públicas en aquella coyuntura de crisis económica e institucional que
dos años después provocó un estallido social y la renuncia del presidente de la nación—
carecía del presupuesto necesario. Por su parte, la Universidad Católica de Salta, lugar de
trabajo de la arqueóloga María Constanza Ceruti, había comprometido previamente sus
instalaciones y asegurado el presupuesto necesario para la tarea. Después de permanecer
un breve lapso en un edificio de Gendarmería Nacional, fuerza de seguridad encargada de
la guardia de fronteras, se autorizó el depósito de los materiales en la Universidad Católi-
ca de Salta.4 En mayo de 1999, Carlos Menem, presidente de Argentina en aquel tiempo,
anunció la donación de instalaciones de una delegación sanitaria federal para la construc-
ción de un museo en que se conservarían, investigarían y exhibirían los hallazgos. Este
anuncio fue resistido5 y el gobierno de la provincia prometió gestiones para la apertura
del museo en otro inmueble.6 El proyecto fue presentado al público en junio de 2001.7

4 Ver http://www.lanacion.com.ar/133107-momias-saltenas-en-apuros-burocraticos, recuperado el 26 de octu-


bre de 2017.
5 Ver http://www.lanacion.com.ar/137994-menem-dono-un-lugar-para-las-momias-pero-llovieron-las-criticas y
https://www.clarin.com/sociedad/menem-cedio-centro-salud-hacer-museo_0_BkpeBsTlRtx.html, recupera-
dos el 26 de octubre de 2017.
6 Ver http://www.lanacion.com.ar/148820-las-momias-saltenas-esperan-tener-su-museo, recuperado el 26 de
octubre de 2017.
7 Ver http://www.clarin.com/sociedad/construyen-museo-exhibir-momias-mejor-conservadas-mundo_0_SypQ31ulAKx.html,
recuperadoel 26 de octubre de 2017.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 311
Tras una serie de demoras por problemas financieros8 fue inaugurado en noviembre de
2004, con el nombre de Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM).9 En principio,
sólo se exhibieron los objetos que acompañaban a los cuerpos, hasta que se desarrolló un
dispositivo que combinó las funciones de tanque criogénico y vitrina, un año después.10
Otra disputa surgió casi inmediatamente, luego de la presentación del hallazgo. El
Consejo Indio de Sudamérica (CISA) demandó, por carta al presidente de la nación y al
gobernador de Salta, que el destino de los “niños” fuera decidido por las organizaciones
indígenas de Argentina. Al mismo tiempo, calificó el trabajo de los arqueólogos como
una profanación.11 Años después, en 2004, la Comunidad Indígena Kolla de Los Andes
solicitó la restitución a Tolar Grande —el pueblo más cercano al lugar de excavación—
de los “Niños del Llullaillaco”, afirmando que pedirían el apoyo de organismos naciona-
les e internacionales para “rescatar y reubicar en su casa de origen” a los que llamaron
“hermanos mayores”.12 Muy ligada a este conflicto fue la polémica por la exhibición de
los cuerpos, que puso en juego consideraciones éticas, reclamos de comunidades indí-
genas e intereses económicos ligados a la explotación turística.13
Todas estas disputas contribuyeron al debate sobre el interés público de las prácticas y
materiales arqueológicos, lo que se tradujo en la aprobación de una serie de leyes naciona-
les. Hasta el momento del hallazgo, la única normativa nacional era la Ley 9.080 de Ruinas
y Sitios Arqueológicos, promulgada en 1913 y reglamentada en 1921. En ella se establecía
que las ruinas y yacimientos arqueológicos eran propiedad de la nación, y designaba como
organismos responsables de su investigación, resguardo de colecciones y publicación de
resultados a tres museos: el Museo Nacional de Historia Natural, el Museo de la Universi-
dad Nacional de La Plata y el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional de Buenos Aires. A pesar de ser una norma inconstitucional, dado
el carácter federal de la República Argentina, se mantuvo vigente por casi ochenta años.
La primera repercusión de la visibilización de los “Niños” en la legislación nacional
ocurrió en el mismo año 1999 con la aprobación de la ley 25.197, Régimen del Registro

8 Ver http://www.lanacion.com.ar/371523-quedo-en-suspenso-el-museo-de-las-momias-ninas-incaicas,
recuperado el 26 de octubre de 2017.
9 Ver https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/inauguraron-salta-museo-momias_0_HJq-gejk0te.html,
recuperado el 26 de octubre de 2017.
10 Ver https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/exhibiran-noviembre-momias-lullaillaco_0_BJ9eOHukAFe.
html, recuperado el 26 de octubre de 2017.
11 Ver https://www.clarin.com/sociedad/momias-piden-devuelvan_0_Bk1MXaaxAFg.html, recuperado el 26
de octubre de 2017.
12 Ver http://www.lanacion.com.ar/642003-breves, recuperado el 26 de octubre de 2017.
13 Ver http://www.lanacion.com.ar/738311-controversia-por-la-exhibicion-en-salta-de-momias-de-500-anos,
recuperado el 26 de octubre de 2017.

312 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
del Patrimonio Cultural. En 2001 se promulgó la ley 25.517, Disposición sobre restos
mortales de aborígenes que formen parte de museos y/o colecciones públicas o priva-
das. Le siguió la ley 25.743, de Protección del patrimonio arqueológico y paleontológico,
reglamentada el año siguiente. Finalmente, en 2010, se dictó un decreto nacional para
regular el Cumplimiento de las directivas y acciones de la ley 25.517 sobre aborígenes.
Fuera del marco jurídico, ese mismo año la Asociación de Arqueólogos Profesionales de
la República Argentina aprobó su Código de Ética Profesional, en que se hace referencia
explícita al respeto con que deben tratarse los restos humanos, así como a la necesidad
de consensuar acciones con los actores sociales interesados.14 La descripción del conte-
nido de cada una de estas normas y documentos resultaría aquí muy extensa. Interesa,
en cambio, destacar la vitalidad de las discusiones que representan, en contraste con la
prolongada inmovilidad de norma anterior.

Problematización: arqueología, exhibición y temporalidad.


¿Cómo explicar esta súbita irrupción de la arqueología en el debate público, su visi-
bilización fuera de los ámbitos académico-científicos, y la imparable proliferación de
imágenes de los “Niños del Llullaillaco”? ¿Qué sentidos produjo y/o movilizó el hallaz-
go y su difusión? ¿Qué tipo de presencia del pasado en el presente posibilita el traba-
jo arqueológico, particularmente la investigación y exhibición de estos niños-momia?
¿Cómo se vincula esa presencia con los grandes relatos nacionales y la construcción
cotidiana del estado-nación, y con discursos/representaciones sobre el lugar de lo indí-
gena en esos relatos y prácticas?
Estos interrogantes abren, en principio, tres líneas de indagación. La primera de
ellas tiene que ver específicamente con las prácticas arqueológicas y su rol en tanto
discurso autorizado sobre el pasado. La segunda articula el eje saber-poder con la vi-
sibilización, la exhibición de los restos del pasado exhumados por la arqueología y su
relación con lo público. Y la tercera se vincula con los imaginarios, la presencia espectral
del pasado en el presente, no sólo en su articulación oficial, formal, en cuanto a dispo-
sitivos de exhibición y discursos disciplinarios, sino también en otras narrativas y otras
prácticas. A pesar de estar íntimamente relacionadas, cada una de las líneas requiere
un trabajo teórico-conceptual y estrategias metodológicas particulares. El eje que las
vincula es el de la temporalidad.
Respecto de la primera línea de indagación, me interesa partir de una caracteriza-
ción general de la arqueología como disciplina científica con un objeto específico. Para

14 Disponible en http://www.aapra.org.ar/institucional-2/codigo-de-etica-profesional/. Recuperado el 26 de


octubre de 2017.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 313
ello utilizaré un texto clásico en la enseñanza de la disciplina (Renfrew y Bahn, 2007) y
un conjunto de textos críticos que operarían como punto de partida para una arqueo-
logía “poscolonial” (Gnecco y Schmidt Dias, 2017), “decolonial” (Shepherd et al. 2016) o
“indisciplinada”, todas ellas —al decir de Haber (2017)— hoy virtualmente inexistentes.
Renfrew y Bahn, haciendo eco de definiciones canónicas, describen la arqueolo-
gía como el estudio de “... las sociedades del pasado, principalmente a través de sus
restos materiales” (2007, p. 9). Esta frase da cuenta de una intervención epistemoló-
gica particular, un tipo de proyecto de conocimiento que Shepherd intenta clarificar
dividiéndola en tres partes. En primer lugar, “el estudio de” establece una relación
con el pasado y su materialidad como relación de conocimiento, excluyendo de esa
relación otras cuestiones, tales como “... elementos de imaginación o deseo, reaccio-
nes afectivas y personales, reacciones que involucran nuestra identidad o estar en el
mundo y cualquier combinación de ellas” (2016, pp. 28-29). Desde una concepción
positivista del conocimiento, la variedad de respuestas a la materialidad del pasado
en el presente se vuelve lenguaje técnico alienado, dato empírico. Lo que sobra en esa
operación es degradado, etiquetado como tradición, cultura, emoción, patrimonio o arte.
En segundo lugar, “el pasado”, objeto de estudio, se separa del presente, espacio-tiem-
po del yo disciplinario. Finalmente, al utilizar como fuente los “restos materiales”,
abandona fuentes no materiales ligadas a formas de identidad social: la memoria, la
experiencia, la descendencia. Además, la materialidad del pasado es pensada como
‘restos’ “... antes que objetos sagrados, ancestros, seres o dioses. De esta manera, los
hace disponibles para cierto tipo de escrutinio e intervención” (2016, p. 30). El autor
afirma que esto es más que un acto de secularización, es la cancelación de una rela-
ción vivida con el pasado. Renfrew y Bahn lo ilustran:

[…] los objetos que descubren los arqueólogos… no dicen nada de sí mismos directamente.
Somos nosotros,15 en el presente, los que debemos darles sentido. Desde este punto de
vista, la práctica de la arqueología es bastante similar a la del científico. El científico recoge
datos (evidencia), realiza experimentos, formula una hipótesis (una proposición para expli-
car los datos), contrasta la hipótesis con más datos y, como conclusión, elabora un modelo
(una descripción que parece idónea para resumir el patrón observado en la evidencia)... el
arqueólogo tiene que desarrollar una imagen del pasado. (2007, p. 10).

La relación con las cosas del pasado es una relación de alteridad, según Haber
(2017), en la que el valor se atribuye unilateralmente. Se trata, para él, de una extensión

15 Las cursivas son de los autores.

314 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
de la ontología de los otros culturales, como se estableció en la historiografía y la an-
tropología:

[…] la arqueología comprende la cosidad como facticidad material muda y luego escribe
las palabras que la hacen comunicable/interpretable/explicable en sus propios términos...
Al ser transformada en hecho, la cosa es atribuida con el valor de ser incapaz de devolver la
mirada o la palabra (Haber, 2017, p. 84).

Implica, también, separarla de sus relaciones constitutivas, un tipo de violencia


epistémica que deja de lado las aproximaciones al pasado en términos de memoria y
descendencia. Se produce, entonces, una colonización del tiempo en que otras tempo-
ralidades son subsumidas en el tiempo lineal occidental, “vectorial” le llama este autor,16
que permite colocar a cada persona, pueblo o nación a lo largo de una secuencia pro-
gresiva. Para el colonialismo renacentista era un tiempo orientado a la salvación, en el
siglo XIX hacia la civilización y, actualmente, al desarrollo. En todos los casos, favorece
la naturalización de movimientos expansivos de unos grupos sobre otros.
A la colonización del tiempo se agrega, según Shepherd, la conquista del espacio,
que no es sólo apropiación territorial, porque implica una transformación de la com-
prensión del espacio. Las concepciones locales son reemplazadas por concepciones mo-
dernas que instalan la primacía del mapa, la línea divisoria, la mercantilización de la
tierra y la propiedad privada. En un doble movimiento:

[…] el tipo de conexión profunda al territorio… ha sido cortado por la imposición de una
concepción moderna del tiempo y el espacio y luego reconectado de manera alienada a tra-
vés de una serie de dispositivos secundarios: la poesía romántica del paisaje; la retórica de
la sangre y el suelo de los nacionalismos modernos; y la noción de patrimonio (2016, p. 21).

Ciencia, estado-nación y capitalismo están profundamente imbricados en el pro-


yecto de la modernidad. La arqueología, en este marco, contribuye a la caracterización
de conocimientos y formas de ser en el mundo locales —no modernos— como “pre-
coloniales”. Así, “... refiere al colonialismo como cota cero universal de la experiencia
humana… [y] confina al tiempo pasado esos conocimientos y mundos de la vida, de
manera que ya no forman parte del mundo contemporáneo” (Shepherd, 2016, p. 24).
Además, en tanto práctica, el autor considera que la arqueología participa de las inter-

16 Otros autores hablan del “tiempo vacío y homogéneo de la modernidad”, el tiempo de la narración de la his-
toria, cuyo espacio silencioso de referencia es siempre el estado-nación. Ver, por ejemplo, Rufer, 2010.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 315
venciones en lo local de tres maneras: por su acceso a sitios en el paisaje, por las rela-
ciones de trabajo en esos sitios y por la relación de propiedad-control del patrimonio
frente al reclamo contrario de grupos descendientes y el comercio de antigüedades.
Alejandro Haber propone pensar los entramados territoriales en los que interviene
la arqueología en términos de hegemonía y subalternidad. En esos entramados, no es
un observatorio neutral, sino “... la disciplina del conocimiento hegemónico a cargo del
tratamiento de los restos territorializados de los ancestros de los subalternos” (2017, p.
89). En esa misma línea, Shepherd afirma que esta disciplina “devora a los ancestros”:

Para mucha gente… los ‘ancestros’ están aquí en un doble sentido: como una idea no corpó-
rea, generalmente evocada mediante prácticas de designación y genealogía, y como restos
corpóreos en el suelo. La presencia de los ancestros en el suelo… ofrece un marco material
para las nociones de coexistencia y actúa como una forma de garantía… de los derechos al
territorio y de la continuidad de las formas de la vida... uno de los actos fundacionales de la
arqueología ha sido la exhumación y extracción de restos humanos ancestrales en nombre
de la ciencia. Luego esos restos son sometidos a la mirada disciplinaria y al régimen de
curaduría del museo (2016, p. 30).

Para él, esta intervención específicamente arqueológica sustituye un tipo de de-


recho por otro, “un derecho de conocimiento promovido sobre y contra un derecho de
soberanía y continuidad de formas de vida” (2016, p. 30).
Me interesa explorar en profundidad estas nociones preliminares, incluyendo las
transformaciones actuales de la práctica arqueológica, que se vuelve cada vez más un
servicio contratado por ejecutores de proyectos de desarrollo, principalmente transna-
cionales que intervienen localmente, lo que también transfigura la relación con la esfera
de las políticas públicas en materia de patrimonio (Gnecco y Schmidt Dias, 2017). Me
propongo analizar el entramado territorial en que se desarrollaron las intervenciones
arqueológicas que culminaron con el hallazgo de los “Niños del Llullaillaco”, así como
las prácticas actuales de investigación y exhibición. Interesa el rol de la National Geo-
graphic Society, los medios de comunicación locales y nacionales (y su poder de lobby),
los entes públicos (universidades, dependencias administrativas, fuerzas de seguridad,
museos) y privados (¿empresas turísticas, corporaciones mineras?), y las organizacio-
nes indígenas. Planeo utilizar fuentes periodísticas, bibliografía arqueológica, textos
de difusión y notas personales —publicadas— de los miembros del equipo arqueológi-
co. No descarto la realización de entrevistas en profundidad a personas vinculadas de
distinta manera con el tema, algo que será definido luego de una primera inmersión
exploratoria en la localidad.
316 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
En cuanto a la segunda línea de indagación, que aborda aspectos relacionados
con la visibilización pública —principalmente museística— de los objetos construidos
disciplinariamente, me centraré inicialmente en el concepto de “complejo exhibitorio”
propuesto por Bennett (1988) y las reflexiones de Rufer (2014) acerca de sus transfor-
maciones en entornos poscoloniales en que se subraya el carácter multicultural de las
naciones. Esto no excluye la ampliación del marco conceptual por la incorporación de
otras perspectivas, tales como la museología, los estudios culturales o los Visual Studies.
Shepherd afirma que para que suceda la captura y transformación de las concepcio-
nes locales de tiempo y espacio no basta con la mera imposición colonial de concepcio-
nes modernas, sino que éstas deben ser reforzadas continuamente. Para él, la recapitu-
lación de las nuevas relaciones espacio-temporales recurre especialmente a medios per-
formativos. Esta “recapitulación performativa” “... incluye la totalidad del estado colo-
nial moderno y las instituciones no estatales (prisiones, hospitales, hospicios, escuelas,
universidades, museos), así como las relaciones cotidianas, las formas dominantes de
la producción cultural, etc.” (2016, p. 22). Muy cerca de las ideas de Foucault y Bourdieu,
sostiene que un nuevo tipo de subjetividades emergió de este entramado de disciplinas
corporales y educación del gusto. Son las subjetividades modernas, situadas a un lado
u otro de la “diferencia colonial”: el yo occidental —un ser que existe en el tiempo, en
la historia, cosmopolita— y el otro local —un ser racial y/o étnico, que habita fuera
del tiempo, encerrado en la tradición—. A pesar su apariencia totalizadora, se trata de
un proyecto siempre inconcluso.17 Más allá de sus efectos catastróficos en formas loca-
les de vida y en las subjetividades, siempre encuentra resistencias, contraproyectos y
posibilidades alternativas de vida en los márgenes.
Disciplinas corporales y educación para la ciudadanía como fundamento de nuevas
subjetividades. En esta intersección sitúa Bennett sus ideas sobre el “complejo exhibi-
torio”, en el interjuego de lo que se ocultaba y lo que se mostraba en las instituciones
de mediados del siglo XIX en Europa; disciplina, vigilancia y espectáculo; el museo y la
prisión (junto con las grandes exhibiciones) como articulación institucional de relaciones
de poder y saber. En lo que respecta específicamente a los museos, participaron tanto en
el desarrollo de nuevas disciplinas —historia, biología, historia del arte, antropología—,

17 Algo similar afirma Rufer para nuestras naciones latinoamericanas, aunque centra su atención en uno de sus
efectos particulares: la racialización somatizada o biologizada de las relaciones sociales, algo que no deja
de suceder. Para él, no se trata de un acontecimiento ni de un proceso, sino de la reedición del hecho de la
conquista bajo diferentes formas. Aquí, “la raza funciona como signo y la no blancura es el significante de un
código complejo de subyugación; y si el referente último de ese signo es el despojo primario como conquista,
es también fundamental que ese referente sea constantemente hecho fracasar en el lenguaje… no debe ser
nombrado” (2017, p. 11).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 317
como de nuevas tecnologías de la visión. Tal como señala Rufer, para Bennett, “... las no-
ciones científicas de orden, jerarquía, clasificación y pertenencia se volvieron un ‘proble-
ma de cultura”:... se tornaron parte de una estrategia pedagógico-formativa fundamental
de las nuevas esferas públicas” (2014, p. 96). Contrariamente a lo que sucedía en las insti-
tuciones disciplinarias, que tendían a recluir en espacios cerrados los cuerpos en los que
se inscribía en poder punitivo, en las instituciones del complejo exhibitorio los objetos y
cuerpos que antes ocupaban espacios de acceso restringido fueron expuestos a la mirada
de públicos cada vez mayores. La exhibición:

[…] through the provision of object lessons in power-the power to command and arrange
things and bodies for public display-they sought to allow the people, and en masse rather
than individually, to know rather than be known, to become the subjects rather than the
objects of knowledge. Yet, ideally, they sought also to allow the people to know and then-
ce to regulate themselves; to become, in seeing themselves from the side of power, both
the subjects and the objects of knowledge, knowing power and what power knows, and
knowing themselves as (ideally) known by power, interiorizing its gaze as a principle of
self-surveillance and, hence, self-regulation (Bennett, 1988, p. 76).

La temporalidad subyacente en el orden en que se disponían los objetos y los cuer-


pos era la del tiempo homogéneo y vacío, el tiempo lineal de la modernidad antes co-
mentado, el tiempo del progreso histórico que conducía inevitablemente a la nación
occidental. Se constituyeron, entonces, en lecciones cívicas:

[…] such lessons consisted not in a display of power which, in seeking to terrorize, posi-
tioned the people on the other side of power as its potential recipients but sought rather
to place the people-conceived as a nationalized citizenry-on this side of power, both its
subject and its beneficiary. To identify with power, to see it as, if not directly theirs, then
indirectly so, a force regulated and channeled by society’s ruling groups but for the good of
all: this was the rhetoric of power embodied in the exhibitionary complex-a power made
manifest not in its ability to inflict pain but by its ability to organize and co-ordinate an
order of things and to produce a place for the people in relation to that order (Bennett,
1988, p. 80).

En estas exhibiciones cobró importancia la distinción entre el cuerpo de la nación


como un todo y los pueblos “no-civilizados”, sobre cuyos cuerpos se sintieron con ma-
yor fuerza y teatralidad los efectos del poder. Se trataba de representar la otredad al
tiempo que se educaba la mirada.
318 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Según Rufer, aún se sigue utilizando la lógica del complejo exhibitorio descrita
por Bennett para el siglo XIX, aunque su mecanismo y los fines que persigue se han
transformado a consecuencia de las políticas culturales de diversidad. En cuanto al
mecanismo, de la educación en ciudadanía que remarcaba la ubicuidad del capitalismo
y propiciaba la huida hacia adelante del progreso, se habría pasado a una poética del
retorno que consiste en “... permitir que la tradición no esté ya arcaizada en el museo
nacional de la capital, sino que lo produzca en la lejanía espacial del pueblo o la aldea”
(2014, p. 96). Los que fueron objeto del museo y exhibición se vuelven sujetos de pro-
ducción de una mirada y de un orden. Los fines de todo esto no están claros, aunque
para el autor:

[…] existe una connivencia entre estas poéticas de exhibición de patrimonio comunitario
y local con las formulaciones particulares de estatalidad en términos de producción de al-
teridades. Los estados-nación poscoloniales, en sus intentos de articulación hegemónica,
no suprimen la diferencia: intentan producirla, consumirla, performarla como grotesco y
devolverla como mercancía (Rufer, 2014, p. 97).

A partir de su trabajo etnográfico en museos comunitarios de México, Rufer argu-


menta que en estos espacios queda expuesta la precariedad de la comunidad y que la
temporalidad que los ordena no es la del tiempo panóptico, sino una heterogeneidad:

[…] donde hombres, objetos y paisaje habitan temporalidades distintas, no necesariamen-


te lineales ni compatibles, y fundamentalmente donde los objetos y la naturaleza no son
medios (de producción), herramientas (de trabajo) ni fuerzas (productivas). Estructuran
el paisaje y son los vectores del sentido y de la experiencia. Pertenecen, en tanto objetos
comunitarios, a una tecnología ligada a la afección que disloca el sentido clásico de la ex-
hibición de museo: no son efecto-función de una historia nacional o de los avances de una
estructura de sentido (la industria regional, la tecnología contemporánea, etc.). Aquí, el
uso de la tecnología visual reemplaza a la noción aurática de una obra singular o a la visión
fotográfica de una “cultura-estampa” (en sentido fijo y solemne) por una disposición que
intenta reforzar el sentido de memoria personal (Rufer, 2014, p. 110).

Lo paradójico del asunto es que, a pesar de incorporar elementos vinculados a la


memoria, el paisaje, la afección y la experiencia, las exhibiciones continúan reprodu-
ciendo los vectores de la colonialidad. En sus narrativas siguen presentes las nociones
de historia, pueblo y nación como referentes mayores. Además, los criterios que rigen
la selección de los objetos responden a las reglas del mercado patrimonial.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 319
Ahora bien, el Museo Arqueológico de Alta Montaña (MAAM), donde se exhiben
los cuerpos de los “Niños del Llullaillaco” y sus ajuares no es ni un museo nacional,
ni un museo comunitario. En cambio, sí pone su acento en el valor patrimonial local
de su colección, fuertemente arraigada en el paisaje y la identidad salteña. Algunos
elementos que pueden apreciarse de manera preliminar en su página web18 apuntan
a la coexistencia de distintas temporalidades: la aparente inmovilidad de la montaña,
el tiempo de los incas “congelado” en los cuerpos y objetos, el tiempo decimonónico
del edificio original, remodelado e intervenido por tecnología de punta en materia
científica, de preservación y de puesta en escena (luces y sonido). A través del registro
etnográfico del museo, pretendo interpretar las lógicas, mecanismos y finalidades que
subyacen en la narrativa de la exhibición. Me interesa desentrañar especialmente las
representaciones del tiempo, el espacio y lo indígena que allí se construyen. Esto, ade-
más, me permitirá analizar la multiplicación de imágenes que circulan en las redes y
evaluar el impacto de los medios de comunicación en la propuesta del MAAM. En una
primera estancia corta en la localidad revisaré la necesidad de recorrer otros lugares
vinculados con la excavación arqueológica y/o relevantes en las disputas reseñadas al
comienzo de este texto.
Finalmente, la tercera línea de indagación se vincula con las formas que adopta la
presencia del pasado en el presente. El objeto de reflexión se torna impreciso, ambiva-
lente, escurridizo. ¿Cómo asir estas temporalidades heterogéneas sin acomodarlas una
vez más en un esquema lineal que reproduzca el tiempo vacío de la modernidad? ¿Cómo
poner juntos los discursos arqueológicos y las experiencias subjetivas, por ejemplo la
del joven que afirmaba haberse curado de su epilepsia por el contacto con la energía de
los “Niños” presente en el tomógrafo del hospital?
Encuentro un punto de partida en el trabajo conceptual que De Certeau (2000)
hace respecto a las prácticas cotidianas, cuya temporalidad se vincula a la memoria y
la experiencia. A partir de Foucault y Bourdieu, afirma que, por un lado, hay prácticas
que se organizan discursivamente en instituciones normativas. Dentro de este tipo de
prácticas podrían incluirse las arqueológicas y las que configuran los dispositivos ex-
hibitorios. Sin embargo, por otro lado, hay prácticas que están presentes aunque no
llegan a organizarse discursivamente, constituyen una especie de “actividad sin discur-
so”, un “resto”, una porción de la experiencia humana que no ha sido domesticada ni
simbolizada dentro del lenguaje. Reaparece la idea de “resto”. ¿Cuál es el “resto”19 del

18 Ver: http://www.maam.gob.ar/index1.php#, consultado el 04/11/17.


19 ¿Vale la pena indagar en la noción freudiana de “resto” en “La interpretación de los sueños”, otro tipo de trabajo
narrativo que se construye a partir de fragmentos?

320 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
“resto arqueológico” y cuál su memoria, aquello que los discursos científicos y técnicos
no pueden simbolizar, el exceso, especialmente en el caso de los “Niños”?
En el argumento de este autor también es clave el rol que otorga a la modernidad.
Ésta, al crear una idea de lo salvaje —lo “no-moderno”— en la historia y la etnología,
habría operado una especie de reserva para el conocimiento, una frontera que es alteri-
dad y resistencia a las escrituras científicas, dejada de lado en la racionalidad producti-
vista. En la vida cotidiana, en cambio, habría una narrativización de esos restos, satu-
ración simbólica, fragmentaria, metafórica. Sería justamente la narración la que, como
el andar, articula tiempo y espacio, huella y trayectoria, memoria y olvido. De sus ideas
se desprenden dos formas de aprehender lo que ha pasado, aquello a cuya ausencia
remiten las huellas. Primera forma, la “reliquia” colocada en un no tiempo, cuya visibi-
lidad invisibiliza la operación que la hizo posible (lo que equivale al olvido), el museo, el
anudamiento fijo de prácticas espaciales y de sentido. Su abordaje podría pensarse por
analogía con las formaciones lingüísticas. Segunda forma, la “memoria” como conjunto
de relatos ligados a historias perdidas, articulada por medio de lagunas, no localizable,
el “antimuseo”. Se parecería más a las figuraciones oníricas. El paisaje, los muertos y los
objetos —referentes fundamentales en los discursos arqueológicos— parecen cobrar
vida en algunos relatos.
Retomando las ideas de Shepherd (2016) y Haber (2017) sobre los “ancestros”, en
relación con estos planteos de De Certeau (2000), podría afirmarse que la relación de los
vivos con los muertos es una forma clave de presencia del pasado en el presente, un tipo
localmente específico de experiencias de temporalidad. Y, claramente, esa presencia no
puede jamás ser completamente simbolizada por el discurso arqueológico, ni capturada
en su totalidad por el dispositivo exhibitorio. Al investigar las experiencias chamánicas
en el Putumayo, Colombia, Taussig se refiere a estas cuestiones en términos de “Space of
Death”, espacio de la muerte, un espacio a la vez colonizado y colonizador. Desde la con-
quista de América, sostiene, los pueblos preexistentes han sido encerrados dentro del
cosmos cristiano como figuras paganas o demoníacas. A partir de ese momento, viven
en un espacio de muerte colonialmente construido. No se trata de un espacio de sincre-
tismo que reúne armónicamente elementos de distintas sociedades. En cambio, allí, “...
the meaning of the key tropes and figures... is a meaning which takes into account and
contests or enforces the political passions unleashed by the conquest process” (Taussig,
1984, p. 94). Es un espacio que también tiene una función colonizadora, mantiene la
hegemonía o la estabilidad cultural de las normas que facilitan el gobierno de los vivos.
Es un espacio en disputa y contradictorio, dominio privilegiado de transformación y
metamorfosis, lugar de terror e incertidumbre, pero también de lo que revive y puede
ser dotado de vida nueva.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 321
En otro de sus trabajos, el mismo autor profundiza estas ideas y, a través de la
técnica del montaje, presenta diversos aspectos del ritual de posesión en la montaña de
María Lionza —así como otras experiencias en el paisaje venezolano— como actos de
magia en que se convoca a los muertos en provecho del estado. Los muertos, entonces,
podrían pensarse como un recurso público, administrado por una “economía” en que
la magia del estado se sustenta en la ambivalencia de su relación con los vivos. En este
marco, quedan distinguidas las muertes ilustres, de los próceres conmemorados en los
monumentos, y las de los habitantes de los márgenes, racializados, indios y negros de
distintos tiempos. Todos ellos, de una u otra forma, mantienen su ambivalencia, lo que
abre posibilidades sea de redención (y cura), o de daño (Taussig, 2015).
Pasado y presente; los vivos y los muertos; la nación, el paisaje, los cuerpos y los
objetos, todo esto se anuda en esta línea de indagación. Me propongo recuperar, rela-
cionar e interpretar fragmentos textuales que surjan del análisis de los diversos regis-
tros y fuentes de las otras líneas de indagación que no han podido ser simbolizados ni
capturados por los discursos arqueológicos y los dispositivos exhibitorios, sus “restos”.
En fin, todo aquello que las escrituras académico-científicas tienden a excluir.
Como señalé antes, la temporalidad es el eje fundamental de mi propuesta. Y,
como ha sostenido De Certeau (1994), el problema de la temporalidad es un proble-
ma de escritura de la historia, de narración. Y también de lugares de enunciación, de
referentes de los discursos. Varios de los autores aquí presentados coinciden en afir-
mar que, en el caso de las disciplinas académicas, el espacio de referencia es siempre
la nación, aún cuando no se lo formule de manera explícita. En este sentido, Bhabha,
al comentar el trabajo de Fanon, afirma que la crítica “... a las formas fijas y estables
de la narración nacionalista hacen imperativo cuestionar las teorías del tiempo vacío
horizontal y homogéneo de la narrativa de la nación” (2002, p. 189). Algo similar
sostiene Rufer en relación a los aportes de Wolfe para pensar el imperialismo y la
conquista:

[La lógica de Wolfe] permite desnaturalizar la obsesión historiográfica por la “corrección”


temporal y comprender cómo, en su ordenamiento suturado de la línea del tiempo, la his-
toria termina por desdeñar la posibilidad de conectar aquello que explica una lógica que no
puede verse si uno tematiza arqueológicamente y periodiza stricto sensu. Esto… es fun-
dante para una historia de corte poscolonial, si seriamente pensamos que la nación es el
espacio silencioso de referencia de la historia (y que hay que deconstruirlo), y si la crítica
al archivo va a ser no una crítica de “fuente”, sino una crítica a los modos legitimados de
producción de la evidencia (Rufer, 2017, pp. 12-13).

322 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Retomando a Bhabha, el estado-nación puede pensarse como un sistema de signi-
ficación ambivalente, en el que un orden inestable se presenta como esencia a través de
un discurso ideológico generalizante y homogeneizador. Sin embargo, la nación sería
un sujeto “escindido”, que articula diferencias y, por tanto, tiene un carácter liminar.
Las maniobras ideológicas esencialistas serían continuamente alteradas por contrana-
rrativas de la nación que evocan y borran sus fronteras totalizantes. Inscripto en los
márgenes, el “saber del pueblo” sería una estructura de repetición ubicada en un tiempo
performativo que le da forma en el presente:

[…] es una práctica que destruye los principios constantes de la cultura nacional… Los sabe-
res pedagógicos y narrativas nacionales continuistas no perciben la “zona de inestabilidad
oculta donde vive el pueblo”. Es a partir de esta inestabilidad de la significación cultural
que la cultura nacional llega a ser articulada como una dialéctica de temporalidades varias
(moderna, colonial, poscolonial, “nativa”) que no pueden ser un saber estabilizado en su
enunciación (Bhabha, 2002, p.189).

Más adelante este autor se pregunta: “¿Cómo enfrentamos el pasado como una an-
terioridad que introduce continuamente una otredad o alteridad en el presente? ¿Cómo
relatamos el presente como una forma de contemporaneidad que no es ni puntual ni
sincrónica?” (Bhabha, 2002, p. 194). En el análisis literario, una de sus opciones es el
recurso a la espectralidad, a las imágenes de lo que retorna donde sólo deberían estar
sus huellas, a la fantasía, a la repetición. En “History as sorcery”, Taussig aborda este
mismo retorno de las imágenes, pero en la experiencia, indagando en lo que llama “co-
nocimiento social implícito”, “... essentially inarticulable and imageric, nondiscursive
knowing of social relationality” (198, p. 87). En él, historia y memoria interactúan, no
en una secuencia temporal de causa y efecto, sino como imágenes fijadas en la tradición
popular que reaparecen mucho más tarde:

In turning to such images, people are reflecting on their symbolic potential to fulfill ho-
pes for release from suffering. Related to this is the proposition that the blocking of ex-
perience by political oppression and psychic repression can entail a subsequent process
whereby that experience becomes unblocked, animated and conscious, by means of myths
and mythic images. I wish to suggest that this process is also involved in the European
conquest of “primitive” societies and in the colonial decomposing of their religions. The
“bits and pieces” that remain of these religions are thus not testimony to the tenacity of
tradition, as the historicist would argue. Instead they are mythic images reflecting and
condensing the experiential appropriation of the history of conquest, as that history is

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 323
seen to form analogies and structural correspondences with the hopes and tribulations of
the present” (Taussig, 1984, p. 88).

Este autor recurre a Benjamin y responde a su sugerencia de utilizar la técnica


surrealista de las “imágenes dialécticas”, que —siguiendo a Freud y Adorno— serían
en sí mismas un montaje: “... such images are created by the author but are also already
formed, or half-formed, so to speak, latent in the world of the popular imagination,
awaiting the fine touch of the dialectical magician’s wand…” (1984, p. 89).
Para escapar del tiempo vacío y homogeneizador de la historia y la arqueología —y
así deconstruir la nación moderna como referente silencioso de las narrativas sobre el
pasado—, el desafío consistiría en conectar tiempos diversos, narrar la heterogeneidad
temporal de los discursos y las imágenes. Algo parecido plantea Benjamin en sus Tesis
sobre la historia, cuando describe cómo debería ser el trabajo del “historiador materialista”.
Éste no debe permitir “... que la sucesión de acaecimientos le corra entre los dedos como
un rosario. Aprehende la constelación en la que ha entrado su propia época con una muy
determinada época anterior” (2008 p. 58). Así, dice, pone en práctica una especie de “aná-
lisis espectral”, un reconocimiento de cierto tipo de “fuerzas mesiánicas” en la historia.
No se trata de elaborar continuidades, sino de ver las interrupciones, los saltos en esas
continuidades. “No se trata de que lo pasado arroje su luz sobre lo presente o lo presente
sobre lo pasado... el pasado y el presente se juntan para constituir una constelación… la
imagen del pasado que relampaguea en el ahora…” (Benjamin, 2008, pp. 95-96).
Los “Niños del Llullaillaco” tienen ciertas características excepcionales que los
convierten en referentes privilegiados para la reflexión sobre la presencia espectral del
pasado en el presente y la percepción de la materialidad de los “restos” en términos
de afectividad, descendencia y memoria. Pienso especialmente en el perfecto estado de
conservación que suscita la sensación de estar ante niños dormidos o recién muertos
—aunque sus muertes se remontan a más de 500 años—, sensación que incluso los
arqueólogos destacan como parte de las experiencias de estar cerca de ellos, de mirarlos.
Parecerían habitar una frontera entre la vida y la muerte inquietante para los vivos, irre-
ductible a los lenguajes disciplinarios. ¿Qué otras experiencias habilita la proximidad a
esta particular materialidad? ¿Qué respuestas afectivas provoca el dispositivo exhibito-
rio y qué temporalidades evoca? ¿Qué narrativas alternativas a las de la temporalidad
lineal y vacía se han tejido desde el hallazgo de los “Niños”, además de aquella que con-
densa la frase “nuestros hermanos mayores” utilizada por integrantes del pueblo kolla o
el relato de la cura milagrosa? Para intentar responder estas preguntas, como ya señalé,
me propongo un trabajo de montaje, en el sentido antes comentado, sobre fragmentos
textuales e imágenes.
324 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Es por ello que pienso mi tesis de maestría no (solamente) como proyecto de in-
vestigación, sino como estrategia de escritura. La intención es explorar posibilidades
narrativas que atenúen la violencia epistémica que suele ejercer la intervención de dis-
ciplinas como la arqueología, la antropología y la historia a nivel local.
Considero que la relevancia de esta propuesta radica en su potencial aporte a la
comprensión de los lazos simbólicos que sustentan cierto tipo de vínculo social, lazos
territorializados, basados en concepciones locales del tiempo y el espacio, formas de
vida que han resistido y resignificado los impulsos modernizadores del estado-nación y
la inclusión total en la economía de mercado. Son justamente estos lazos los que están
en riesgo ante el actual avance de capitales extractivistas transnacionales sobre territo-
rios antes considerados improductivos, territorios poblados principalmente por grupos
indígenas y campesinos. También están en riesgo frente al avance de corporaciones
criminales, como el narco, y la actuación paraestatal de las fuerzas de seguridad que
pretenden combatirlas. Vinculado a lo anterior, esta reflexión podría entrar en diálogo
con investigaciones que aborden los usos políticos de la muerte, no sólo en la materia-
lidad del poder de quitar la vida, sino en las dimensiones comunicativas que conlleva la
visibilización o invisibilización de los cuerpos.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 325
BIBLIOGRAFÍA

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326 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

ARQUEOLOGÍA, DISPOSITIVOS DE EXHIBICIÓN


Y TEMPORALIDADES HETEROGÉNEAS: LOS “NIÑOS
DEL LLULLAILLACO” (SALTA, ARGENTINA)

Mario Rufer

El texto “Arqueología, dispositivos de exhibición y temporalidades heterogéneas” de


Paulina Alvarez, tiene el mérito de recoger aquello que Raymond Williams predicó
como una premisa básica de los estudios culurales críticos: enfocarnos en los obje-
tos de estudio tradicionalmete considerados ilegítimos, descartados por la presun-
tuosa seriedad de la ciencia social, opacos a la refracción del poder en las prácticas
directas de dominio, prosecución ideologica o resistencia. Momias de la era incaica,
de tres niños congelados no se sabe bien a bien cómo, ni con qué fin, en una alejada
montaña de la ya alejada provincia de Salta: lejos en la construcción imaginaria del
sujeto territorial de la nación argentina, lejos en la conformación estereotipada
de los índices de modernidad, lejos de la conformación autorrepresentada del su-
jeto nacional argentino. Y sin embargo, Alvarez toma con suma delicadeza el fenó-
meno como un episodio-síntoma, y devela los mecanismos con los que Foucault
nos enseñaba la diferencia entre evento y acontecimiento: el acontecimiento no
es el hecho, la cesura en el orden sucesivo de la nada, sino que al contrario, es un
poliedro de inteligibilidad: no sólo porque se construye, sino porque los regímenes
de discursividad por los que está atravesado para poder “acontecer”, hacen de él
siempre algo más que aquello que lo define como evento.
La narrativa científica y la popular enfrentadas, la fortaleza de la construcción
temporal de la modernidad y la tradición y la necesidad de inscribir a esa “tradi-
ción” en un carísimo momento crítico para la Argentina, forman parte del poliedro
que Paulina revela. Pensemos en esos años de “descubrimiento” de las momias:
crisis de los sistemas de representación que definieron al país como la “excepcional
Latinoamérica”, crisis de las promesas historicistas de progreso y desarrollo basa-
das en el fundamentalismo étnico de la blanquitud, crisis de los referentes clave
con los cuales la historia nacional se había escrito y reescrito: el panteón liberal
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 327
con la oclusión sistemática de la “barbarie interior”, y la amalgama revisionista
con la visión peculiar de un “pueblo-uno” que sólo puede ser visto, representado
y comprendido por un líder (y aquellos que puedan encarnar su botín simbólico).
Todo eso fue puesto en duda a inicios de los dos miles —para ser fulgurosamente
reinscrito en esa narrativa binaria pocos años después con las administraciones
kirchneristas.
¿Y las momias de tres niños encontradas en los confines de la nación, qué?
Es justamente ese recorrido inverso desde los niños muertos (pero en un limbo,
espectrales, congelados) que la autora va develando las narrativas subyacentes de
una disputa interminable. ¿Por qué tanto escándalo sobre su patrimonialización?
En un momento en el que la desaparición/aparición de cuerpos toma en Argentina
la palestra de los Derechos Humanos y cuando ciertos sectores indígenas organiza-
dos recurren también a las narrativas en pugna sobre la desaparición, la extracción
y la expoliación y exigen con fuerza la restitución de restos, el derecho al reclamo
de la ancestralidad y el linaje por sobre las espurias voluntades de la ciencia positi-
va que los había vitrinizado: ¿a quién/es pertenecen estos niños? ¿De quiénes son
ancestros? ¿Puede el cuerpo-momia de un niño ser índice de ancestralidad? ¿Quién
los reclama? ¿La comunidad? ¿Existe tal cosa, si el mestizaje temprano, el extermi-
nio y las furtivas migraciones para la conformación del núcleo territorial nacional
dejaron a ese espacio en la frontera liminal de todo: del progreso, de la técnica, de
la imagen casi onírica del desarrollo que se repetía una y otra vez desde el puerto
hacia los confines? ¿O los reclama la nación, en un momento clave donde reponer
en algún lugar la ancestralidad del pueblo en el referente indio —siempre con cui-
dado, siempre con resquemor— era clave para enfatizar las fotografías gigantes
que el Ministerio de Turismo por esa misma época colgaba en la calle Florida de
Buenos Aires, centro del lugar de enunciación, en un montaje lamentable que in-
cluía rostros indígenas de diferentes partes del territorio nacional con la leyenda
“nosotros también somos Argentina”? Había que crear la lacrimógena imagen
de un país ahora sí, de repente, latinoamericano: barato, derrotado, pero que, si
se escarba bien, puede exhibir la prosapia raída de su tradición a la cual también
se puede peregrinar (y si el peregrino tiene la forma del turista, tanto mejor).
Pero claro, la disputa no era solo esa sino: cómo se van a exhibir? La momia-
niño, casi vivo, casi acechante, no puede jugar el papel del resto positivo de prin-
cipios del siglo XX. Una vitrina para qué? ¿Que diga qué cosa? ¿Quién lo define? Y
un elemento clave en cualquier formación del complejo exhibitorio: ¿qué se hace
con el tiempo? ¿Cómo se los evoca desde el presente y para qué? El cuidado para
no negar la contemporaneidad de los pueblos originarios fue algo crucial en la crea-
328 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
ción o remodelación de museos etnográficos sobre la diversidad y la pluralidad, con
diferentes matices, desde principios de la década de 1990. ¿Qué pasa con los niños-
momia en este juego de espejos?
Finalmente quisiera rescatar un punto clave. Partiendo de Taussig, Alvarez
nos recuerda que el mundo indígena quedó de algún modo encerrado en un “espa-
cio de muerte”, encerrado en el cosmos cristiano. Pero entonces, ¿cómo es el juego
narrativo en el que son “reclamados” por los artilugios de la nación: en tanto ances-
tro, en tanto patrimonio, en tanto objeto de disciplina? ¿Cómo se convive en ese
doble juego entre el espacio de muerte y la reliquia-testigo, la tradición testimonial,
la memoria objetivada que intenta servir al multiculturalismo de raíz liberal? Este
juego ambivalente tendrá que ser enfrentado por la autora para echar luz sobre sus
interrogantes, ya claramente esbozados.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 329
331

REFLEXIONES SOBRE LA MEMORIA DISCURSIVA

Julio Erick Meza Morales1

Resumen
El presente artículo se inscribe dentro del trabajo de investigación sobre el papel de
la memoria discursiva en la discusión de las últimas reformas en materia energética en la
prensa mexicana en los años 2008 y 2013. Este texto constituye a su vez un avance en
la reflexión conceptual del trabajo de grado inscrito en línea de “estudios de procesos
discursivos, prácticas argumentativas y regímenes de representación” del posgrado en
Comunicación y Política de la UAM-Xochimilco. De esta manera, la reflexión propuesta
tiene dos objetivos: por una parte, desde una perspectiva teórico-metodológica, dar
cuenta del modo en que el Análisis del Discurso ha abordado el problema de la memo-
ria en el discurso, así como del abanico de propuestas en torno a ésta para el análisis
de diversos fenómenos sociales y la constitución de identidades colectivas; y por otra,
exponer la pertinencia de este marco conceptual para el análisis de las discusiones en
torno al tema del petróleo en México respecto a las últimas reformas en esta materia.

Palabras clave:
Memoria, memoria discursiva, análisis del discurso, petróleo en México.

Introducción
El concepto de memoria ha sido trabajado a lo largo del tiempo en diversas disciplinas de las
ciencias sociales y las humanidades, tales como la psicología, la sociología, la historia y la
lingüística. El desarrollo de estas últimas, así como la emergencia de un enfoque transver-
sal, ha contribuido a la problematización de este término, dando como resultado diferentes
conceptualizaciones teóricas aplicadas al análisis de diferentes fenómenos sociales.

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: juliomezam@live.com.mx
La emergencia del concepto de memoria como objeto del Análisis de Discurso, es
resultado de esta transversalidad, la cual correspondió a un momento particular de la
reflexión en torno al discurso y su relación con desarrollos conceptuales provenientes
de la teoría althusseriana, el psicoanálisis y los avances en el ámbito de la lingüística, ta-
les como la aparición de la gramática generativa, la consolidación del estructuralismo y
la aparición de los estudios sobre la enunciación. Dicha corriente teórica se identificó
en particular con la Escuela Francesa de Análisis de Discurso, la cual tuvo como uno de
sus intereses principales la investigación sobre el interdiscurso en relación con los dife-
rentes posicionamientos ideológicos presentes en una coyuntura determinada.
El concepto de memoria discursiva propuesto por Courtine (1981), en el marco del
enfoque referido, encontró sus antecedentes tanto en la obra de Michel Foucault (2002),
La arqueología del saber, como en el trabajo de Michel Pêcheux (1978), Hacia el análisis
automático del discurso, textos que abrieron diversas interrogantes respecto a la circu-
lación del discurso y su relación con otros discursos, tanto actuales como anteriores.
De esta manera, el presente artículo aborda, por una parte, una reflexión sobre la
memoria dentro de la tradición francesa del Análisis del Discurso, dando cuenta de las
diferentes posturas teóricas surgidas a lo largo del tiempo respecto a las categorías y
conceptos derivados de los postulados iniciales propuestos por Michel Pêcheux (1978)
y recuperados más tarde por J. J. Courtine (1981); y por otra, tiene por objetivo dis-
cutir sobre la pertinencia de estos conceptos para el análisis de fenómenos actuales,
tales como la constitución de identidades y colectividades, el establecimiento de regí-
menes discursivos restrictivos, o la legitimación de diferentes posicionamientos en
diversos momentos coyunturales.
En concordancia con lo anterior, es importante señalar que este trabajo se enmarca en
una propuesta de investigación sobre la discusión de las últimas reformas en materia
energética en la prensa mexicana en los años 2008 y 2013, análisis que se interesa por la
presencia de la memoria en relación con el petróleo y su relevancia para la argumenta-
ción de los diferentes posicionamientos.
En un primer momento, se expondrán las influencias y planteamientos de la Es-
cuela Francesa del Análisis de Discurso, así como las críticas y reflexiones sobre las cate-
gorías y conceptos derivados de esta corriente teórica; en seguida, se referirán algunas
investigaciones actuales inscritas en dicho enfoque teórico; y finalmente, se abordará la
pertinencia de dichas categorías como herramienta de análisis sobre el tema.

El concepto de memoria en las ciencias sociales


Antes de abordar la memoria como objeto del Análisis del Discurso sería pertinente
recuperar el tratamiento de este concepto en otras perspectivas de las ciencias sociales,
332 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
en particular en la psicología social a partir del trabajo de Maurice Halbwachs (2004,
2011), y la historia, correspondiente al desarrollo conceptual de Pierre Nora (1984). Di-
chos enfoques resultan importantes no sólo por su contribución al desarrollado de su
disciplina, sino porque se vinculan al trabajo que otros estudiosos del discurso realiza-
ron en años posteriores.

La memoria y la colectividad
Maurice Halbwachs (2004, 2011) es un referente en los estudios sobre la memoria en el
ámbito de la sociología, al establecer un diálogo con los planteamientos de otras disci-
plinas como la psicología, la filosofía, y la lingüística. En su obra, Los marcos sociales
de la memoria, este autor considera los recuerdos como elementos sostenidos por la
memoria, los cuales sólo pueden comprenderse dentro de marcos sociales, es decir, que
a diferencia de las imágenes o los sueños, los recuerdos requieren de diferentes instru-
mentos para ser evocados (tales como fechas, grupos, lugares, nombres, entre otros);
mientras que los primeros, sólo constituyen fragmentos sueltos que no se adhieren a
estos marcos sociales de la memoria: “Es que el sueño no descansa sino sobre sí mismo,
mientras que nuestros recuerdos se apoyan en aquellos de todos los otros, y en los gran-
des marcos de la sociedad” (Halbwachs, 2004, p. 56).
Es importante destacar que junto a los marcos espaciales y temporales, Halbwachs
sitúa al lenguaje como una de sus preocupaciones centrales, al considerarlo como ins-
trumento no sólo del pensamiento humano sino de vinculación entre los miembros de
la sociedad.

Las convenciones verbales constituyen el marco más elemental y estable de la memoria


colectiva: marco singularmente impreciso y determinado, puesto que deja pasar todos los
recuerdos aunque sean poco complejos, y sólo conserva unos detalles aislados y unos ele-
mentos descontinuados de nuestras representaciones (2004, p. 104).

La memoria aparece así ya no sólo como resultado de un proceso individual sino


social, pues los recuerdos son recuperados de acuerdo a estos marcos que se han cons-
truido socialmente. La relación entre la memoria y lo social es desarrollada a profundi-
dad en La memoria colectiva, obra en que recupera la dimensión social de la memoria al
afirmar que “no es posible recordar más que a condición de situarse en el punto de vista
de uno o varios grupos y ubicarse en una o varias corrientes de pensamiento colectivo”
(2011, p. 79).
Es así que distingue entre una memoria individual y una memoria colectiva, pues
si bien los recuerdos se sitúan en el marco de la personalidad, no se vinculan al grupo
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 333
social al que se pertenece. Sin embargo, puntualiza que esta memoria colectiva no debe
confundirse con una memoria histórica, la cual surge en el momento en que la primera
deja de tener el soporte de un grupo para ser recordada, siendo necesario su traducción
en el texto escrito.

Los lugares de memoria


Pierre Nora (1984), en consonancia con el trabajo de Halbwachs, asume este debate
entre historia y memoria desde el ámbito de la historiografía. Para este autor, la memo-
ria y la historia se encuentran lejos de ser sinónimos, pues mientras que la primera es
múltiple, plural e individualizada, la segunda pertenece a todos y a nadie, lo que le da su
carácter de universalidad. En este sentido, como nos menciona Alejandra Vitale (2013),
Nora asigna a la memoria un carácter sagrado y simbólico al entenderla como parte de
los marcos sociales, mientras que la historia ofrece una representación del pasado y su
relación con el tiempo presente.
Nora se interroga así sobre la memoria colectiva y su relación con la disciplina historio-
gráfica, ahondando en la relación conflictiva que sostienen la memoria y la postura crítica
de la historia, en tanto que esta última aboga por la objetividad. A nuestro parecer, la
memoria produce sentido pues surge de una colectividad que recuerda y reinterpreta el
pasado, mientras que la historia suprime esta capacidad al limitar su significación a una
pretensión de verdad. Es por ello que, a diferencia del enfoque tradicional, este autor ya
no sólo se interesa en la construcción y descripción de los eventos pasados, sino en su
significación y su influencia en el presente, o en sus palabras “ya no una génesis, sino el
desciframiento de lo que somos a la luz de lo que ya no somos” (1984, p. 32)2.
Es por lo anterior que si bien la historia asumió la memoria sólo como un gran ar-
chivo material, este autor la reivindica dentro de la disciplina, pues no sólo la considera
en su aspecto material, sino en un sentido simbólico y funcional, por lo que él denomi-
nó “lugares de memoria” (lieux de mémoire). De este modo, de acuerdo con las caracterís-
ticas antes mencionadas, estos lugares de memoria son considerados por el autor como
realidades manejables que permiten una cristalización y transmisión de la memoria,
pero que además tienen una importancia significativa para la comunidad. Un ejemplo
de ello son los calendarios en que se inscriben las diferentes celebraciones nacionales,
o bien, los múltiples monumentos levantados respecto a un motivo histórico.
Finalmente, las conceptualizaciones de estos autores nos parecen relevantes en la
medida en que el concepto de memoria es una construcción colectiva, puesto que, como

2 “Non plus une gènese, mais le déchiffrement de ce que nous sommes à la lumière de ce que nous ne sommes
plus” (Nora, 1984, p. 32, traducción propia).

334 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
veremos más adelante, la memoria inscrita en el análisis del discurso apela a otros dis-
cursos que circulan en el seno de la sociedad.

La memoria como objeto de estudio en el Análisis del Discurso


La Escuela Francesa de Análisis del Discurso aparece en la década de los 60, pero no
fue sino hasta pasado el año de 1968 que alcanza el momento cumbre de su desarro-
llo, tiempo de grandes cambios no sólo a nivel político sino de una gran efervescencia
intelectual. Maingueneau (1991) identifica tres lugares importantes para el desarrollo
de esta corriente de pensamiento: el departamento de lingüística de Paris-X Nanterre
dirigido por Jean Dubois; el centro de lexicometría política de la Escuela Normal Supe-
rior de Saint Cloud; y el Laboratorio de Psicología social de la Universidad de Paris VII
a cargo de Michel Pêcheux, mejor conocido por su trabajo sobre el Análisis Automático
del Discurso.
Por su parte, Maldidier (1993) refiere que el triunfo del estructuralismo y la llegada
de la gramática generativa, la influencia del pensamiento althusseriano de corte marxis-
ta en torno a la ideología, y el creciente interés por el psicoanálisis lacaniano, sentaron
las bases para un pensamiento transversal que marcó el desarrollo de esta perspectiva.
Aunado a lo anterior, los avances en torno a la lingüística en ese momento resul-
tan igualmente relevantes, en particular aquellos que siguieron a la propuesta de Émile
Benveniste (1981) en torno a El aparato formal de la enunciación, definido como la
puesta en funcionamiento de la lengua por un acto individual de utilización. Éste fue
un punto de divergencia con la Escuela Francesa de Análisis del Discurso, para quienes
la enunciación se inscribe en el interdiscurso, es decir, en un conjunto de discurso que
mantienen ciertas relaciones: “Diremos que los procedimientos de enunciación con-
sisten en una serie de determinaciones sucesivas mediante las cuales el enunciado se
constituye poco a poco, y que tienen por característica el plantear lo dicho, y por tanto,
rechazar lo no-dicho” (Pêcheux, 1978, p. 249).
En este sentido, la aparición de la obra de Michel Foucault, La Arqueología del
Saber (1969), dio lugar a la apertura nuevas vías de estudio para la Escuela Francesa, al
concebir el discurso no sólo como un dispositivo enunciativo sino además institucional,
dejando de lado la búsqueda de un sentido escondido detrás de las palabras. El concep-
to de formación, propuesto por Foucault, entendido como un conjunto de enunciados
sometidos a una misma regularidad y como dispersión que excede toda coherencia,
revolucionó las concepciones respecto al discurso y su funcionamiento:

Un análisis tal no trataría de aislar, para descubrir su estructura interna, islotes de cohe-
rencia; no se lo asignaría la tarea de sospechar y sacar a plena luz los conflictos latentes;
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 335
estudiará formas de repartición (…) En el caso de que se pudiera describir, entre cierto
número de enunciados, semejantes sistemas de dispersión, en el caso de que entre los obje-
tos, los tipos de enunciación, los conceptos, las elecciones temáticas, se pudiera definir una
regularidad (un orden correlaciones, posiciones en funcionamiento, transformaciones), se
dirá, por convención que se trata de una formación discursiva, evitando así palabras dema-
siado preñadas de condiciones y de consecuencias, inadecuadas por lo demás para designar
semejante dispersión como “ciencia”, o “ideología”, o “teoría”, o “dominio de objetividad”
(Foucault, 2002, p. 62).

De esta manera, menciona Maingueneau (1991) se pasó de una concepción radical-


mente analítica, a un estudio integrativo que buscaba articular los diversos componen-
tes del discurso, considerándolo tanto en su totalidad textual, como género inscrito en
un espacio intertextual y social.

Pêcheux y la noción de interdiscurso


En su obra Hacia el Análisis Automático del Discurso, Michel Pêcheux, influenciado por
la tradición marxista y althusseriana, da cuenta de esta nueva tendencia, al recuperar
la noción de formación propuesta por Foucault. Pêcheux asimila los términos formación
social y formación ideológica, permitiendo definir la formación discursiva como aquello
que determina “lo que puede y debe ser dicho (articulado bajo la forma de una arenga,
de un discurso, de un panfleto, de un informe, de un programa, etcétera.) a partir de
una posición dada en una coyuntura” (1978, p. 233).
La formación discursiva se inscribe así dentro de una formación ideológica, la cual
refiere a un conjunto complejo de actitudes y representaciones (discursivas y no dis-
cursivas) que se confrontan en una coyuntura ideológica de una formación social en un
momento determinado. De esta manera, para Pêcheux la lengua no es una súper estruc-
tura, sino la base sobre la que se desarrollan diferentes procesos discursivo-ideológicos.
Es por ello que, para Maldidier (1993), Pêcheux trata de construir una teoría del discurso
articulada como una teoría de la ideología en el cuadro del materialismo histórico, en la
que no se confunde el discurso con la lengua, en relación a los postulados de la lingüís-
tica3, ni asimila la lengua a la ideología, como parte de una súper estructura.
Por otra parte, si bien la formación discursiva determina lo que puede ser dicho
por el sujeto, éste ya no es considerado origen de los enunciados, sino que se encuentra
sujeto a ellos. De esta manera, Pêcheux se distancia de las teorías de la enunciación de
la teoría lingüística, a partir de su concepción de sujeto:

3 A este respecto, Benveniste (1981) liga el concepto de discurso al de enunciación, al asimilarlo a la apropiación
de la lengua por parte de un hablante.

336 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
La dificultad actual de las teorías de la enunciación radica en el hecho de que estas teorías
muy a menudo reflejan la ilusión necesaria constituyente del sujeto, es decir que se con-
tentan con reproducir a nivel teórico esta ilusión del sujeto, a través de una idea de sujeto
enunciador portador de elecciones, intenciones, decisiones, etcétera, en la tradición de Ba-
lly, Jakobson y Benveniste (1978, p. 248-249).

Influenciado por las teorías de Althusser, Pêcheux plantea que la sujeción ideoló-
gica del sujeto (assujettissement) tiene lugar en una formación discursiva, misma que
permite su subjetivación. Es por ello que considera indisociable el concepto de inter-
discurso al de sujeción a la formación discursiva dominante, pues es en el interdiscurso
(discurso otro, exterior o anterior a la secuencia discursiva) donde se construyen y ar-
ticulan los objetos que atraviesan la enunciación del sujeto (Maingueneau, 1991). Es así
que Pêcheux se interesó en lo que denominó espacio de memoria de una secuencia, la
cual asimiló al concepto de “interdiscurso” que da cuenta de los trazos discursivos socio
históricos previos a una secuencia en la que ésta se inserta.

La memoria discursiva
Jean Jacques Courtine (1981) recuperó los postulados de Foucault y Pêcheux como base
de su propuesta teórica. Mientras que del primero retomó la noción de “dominio de me-
moria”, entendida como un repertorio o archivo de enunciados respecto “de los cuales
se establecen diferentes relaciones de filiación histórica, de génesis, de transformación,
de continuidad y de discontinuidad histórica (Foucault, 2002, p. 95); del segundo recu-
peró la noción de “interdiscurso” en la que se constituye lo enunciable como exterior
al sujeto, identificando como origen de todo enunciado la idea de un sujeto universal
(Courtine, 1981).
Para Courtine, la formación discursiva constituye un espacio de reconfiguración in-
cesante, por lo que el interdiscurso de la formación discursiva es considerado como una
instancia de formación, repetición y transformación de los elementos de saber de la
formación, es decir, de los enunciados: “la definición de una formación discursiva como
forma de repartición o incluso sistema de dispersión invita colocar la contradicción en-
tre la unidad y la diversidad, entre la coherencia y la heterogeneidad en el corazón de las
formaciones discursivas, haciendo de su unidad dividida la ley misma de su existencia”
(1981, p. 40)4. Así, el concepto de memoria discursiva, se distancia de todo sentido psico-

4 “La définition d’une FD comme forme de répartition ou encore système de dispersion invite à placer la contra-
diction entre l’unité et la diversité, entre la cohérence et l’hétérogénéité au cœur des FD, revient à faire de leur
unité divisée la loi même de leur existence“ (Courtine, 1981, p. 40, traducción propia).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 337
lógico o proceso cognitivo, y se centra en su aspecto histórico: “la noción de memoria
discursiva concierne la existencia histórica del enunciado en el seno de prácticas discur-
sivas reguladas por aparatos ideológicos” (Courtine, 1981, p. 53)5.
Courtine sitúa la memoria discursiva en el interdiscurso al considerar que secuen-
cias discursivas anteriores se integran a una red de formulaciones en la actualidad de
un acontecimiento discursivo, lo que crea un efecto de memoria. En otras palabras, el
enunciado producido en una coyuntura determinada hace circular formulaciones pasa-
das que constituyen esta percepción.

Los objetos que hemos llamado “enunciados” en cuya formación se constituye el saber propio
de la FD existen en el tiempo largo de la memoria, mientras que las formulaciones se toman
en el tiempo corto de la actualidad de la enunciación. Por lo tanto, la relación entre el inter-
discurso y el intradiscurso se desarrolla en este particular efecto discursivo particular, en el
momento en que una formación de origen vuelve a aparecer en la actualidad de una coyun-
tura discursiva y que hemos designado como efecto de la memoria (Courtine, 1981, p. 53)6.

De este modo, su metodología consistía en identificar secuencias discursivas


de referencia (SDR) y en analizar de qué modo se reparten de acuerdo con un dominio de
memoria, un dominio de actualidad y un dominio de anticipación, para así dar cuenta
de la permanencia y transformación del discurso.
Si bien, este marco teórico-metodológico que animó en un inicio los trabajos en
Análisis del Discurso fue criticado, por una parte, por una voluntad de recuperar lo
idéntico eliminando sistemáticamente cualquier tipo de heterogeneidad con el fin de
buscar estructuras elementales alrededor de términos pivote; se reforzó la idea de un
discurso homogéneo de base. Por otra parte, al considerar la formación discursiva como
un bloque compacto que se opone a otra formación discursiva, se deja de lado hetero-
geneidad misma de la formación discursiva:

Se observa, contrariamente a las representaciones espontáneas de los sujetos, que la for-


mación discursiva aparece como el lugar de un trabajo en el interdiscurso; ella es un campo

5 “La notion de mémoire discursive concerne l’existence historique de l’énoncé au sein de pratiques discursives
réglées par des appareils idéologiques” (Courtine, 1981, p. 53, traducción propia).
6 Les objets que nous avons appelés “énoncés” dans la formation desquels se constitue le savoir propre de la
FD existent dans le temps long de la mémoire, alors que les formulations sont prises dans le temps court de
l’actualité de l’énonciation. C’est donc bien le rapport entre interdiscours et intradiscours qui se joue dans cet
effet discursif particulier à l’ occasion duquel une formation origine fait retour dans l’actualité d’une conjonc-
tion discursive et que nous avons désigné comme effet de mémoire (Courtine, 1981, p. 53, traducción propia).

338 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
“inconsistente” abierto e inestable, y no la proyección, la expresión estabilizada de “la vi-
sión del mundo” de un grupo social (Maingueneau, 1991, p. 160)7.A este respecto, Maldidier
señala que el mismo Pêcheux al final de su obra, reconoce estas limitantes al trabajar lo
homogéneo con la paráfrasis y al centrar más sus intereses en la historia que en los acon-
tecimientos. Es por ello que en sus últimos textos problematiza una vez más la noción de
discurso enfatizando la relación establecida entre el interdiscurso y el intradiscurso8.

La memoria discursiva revisitada


Una de las principales preocupaciones de Escuela Francesa de Análisis del Discurso
(Maingueneau, 2005, en Charaudeau y Maingueneau (dirs.), 2005) ha sido, como he-
mos visto, la primacía del interdiscurso sobre el discurso, es decir, la posibilidad de que
una formación discursiva pueda producir la sujeción ideológica del sujeto del discurso.
Si bien algunas conceptualizaciones planteadas en un inicio por Pêcheux y Foucault
han sido reconsideradas por algunos investigadores9, aún existen diferentes líneas de
investigación que han reactualizado estas propuestas teóricas.
A este respecto, Maingueneau (2011) refiere diferentes aproximaciones sobre el es-
tudio de las formaciones discursivas, las que clasifica en tópicas, correspondientes a las
unidades de estudio impuestas al investigador por las prácticas verbales como los géneros
discursivos; y no tópicas, cuyas unidades de estudio son construidas por el investigador en
razón de la búsqueda de relaciones insospechadas en el interior del interdiscurso, como es
el caso de aquellos estudios que apelan la búsqueda de un discurso racista o colonialista a
través diferentes materialidades y en diferentes momentos temporales.
Es precisamente dentro de esta segunda perspectiva donde encontramos algunos
posicionamientos teóricos que han recuperado el concepto de memoria, los que, sin
embargo, guardan matices importantes respecto a los primeros desarrollos elaborados
por Courtine en tanto secuencias discursivas que retornan en un discurso actual.

7 On le voit, contrairement aux représentations spontanées des sujets, la formation discursive apparaît comme le
lieu d’un travail dans l’interdiscours ; elle est un domaine « inconsistant » ouvert et instable, et non la projection,
l’expression stabilisé de « la vision du monde » d’un groupe social (Maingueneau, 199, p. 160, traducción propia).
8 D. Maingueneau (en Charaudeau y Maingueneau (dirs.), 2005) definen al intradiscurso como opuesto al inter-
discurso, mientras que el primero refiere a las relaciones entre los constituyentes del mismo discurso, el segun-
do compete a las relaciones establecidas entre este discurso y otros discursos. A este respecto, Alain Lecomte
(1981) en su trabajo sobre el texto explicativo trabaja la correspondencia entre estas dos nociones al pasar de
la memoria discursiva a una metáfora espacial del discurso, en que la memoria (interdiscurso) corresponde al
eje vertical, mientras que la combinación frástica (intradiscurso) corresponde a un eje horizontal.
9 Cfr. D. Maingueneau (2011) La pertinence de la notion de formation discursive en analyse de discours en la que
se ofrecen algunos ejemplos que abordan la relaboración de algunos textos debido a la reinterpretación de
algunos conceptos derivados de estas posturas teóricas, tales como la noción de formación discursiva o el
archivo.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 339
Estas preocupaciones modificaron el concepto de memoria al asociarlo al sujeto no
sólo como individuo y como producto de un proceso cognitivo, sino como un proceso
histórico, de tal manera que la memoria ya no es estudiada sólo en el campo de la interdis-
cursividad, sino de la intradiscursividad al asociarse a la recuperación de la información
compartida por parte de los interlocutores en una situación comunicativa. Entre los
trabajos más representativos encontramos las propuestas Sophie Moirand (2006, 2007)
sobre la revisión de la memoria en la prensa desde una perspectiva dialógica, así como
el trabajo de Marie-Anne Paveau (2006, 2013) sobre la noción de prediscurso.

La palabra como lugar del interdiscurso


A partir de sus análisis de la prensa escrita, Sophie Moirand (2006, 2007), revisa el con-
cepto de memoria en el marco de la teoría dialógica propuesta por Bajtín (2003), consi-
derando que el sentido del enunciado sólo puede completarse a través de la interacción
con el otro. De esta manera, esta concepción dialógica pone la enunciación en el centro
del discurso y su relación con otros discursos actuales y anteriores, dando cuenta de los
entrecruzamientos de múltiples discursos que se ignoran o se interpelan.
Esta autora concibe las palabras y las formulaciones10 como disparadores de la
memoria, siendo éstas no un producto del discurso referido, sino una alusión a otros
discursos, reenviando así a diferentes representaciones que se alojan en la memoria, en
tanto que capacidad cognitiva humana, lo que denomina heterogeneidad sugerida. De
este modo, los locutores se inscriben en el campo de la memoria desplegada en el discur-
so, participando al mismo tiempo en la construcción de la memoria colectiva.
Si bien Pêcheux habla de interdiscursividad, referida a la relaciones de un discurso
con otros discursos, y Courtine acuñó el término de memoria discursiva en relación con
secuencias discursivas que se recuperan en un discurso actual provocando un efecto de
memoria, Moirand (2006) propone el término de memoria interdiscursiva para referir
aquellas palabras y decires que evocan la memoria, ya no sólo en el sentido histórico
del enunciado planteado por Courtine, sino en la misma interacción social, basada en
el modelo dialógico de Bajtín. Por ello, la autora considera la nominalización11 como
el lugar de emergencia del interdiscurso, pues en el uso de las palabras asociadas a un

10 Al estudiar la prensa, Moirand (2007) no se interesa en las relaciones interpersonales de los actores producto-
res, sino en las relaciones interdiscursivas de los discursos presentes. Las palabras y las formulaciones funcio-
nan como ecos en el interior de in artículo, de un número, o de un medio a otro.
11 Moirand recupera la concepción sobre la nominalización de Paul Siblot (1997), para quien nombrar implica
asignar un lugar en el mundo. Para este autor este acto implica un carácter dialógico, pues el sujeto no sólo
se sitúa frente al objeto, sino frente a otras denominaciones del mismo. De esta manera, la nominación devela
operaciones cognitivo-lingüísticas con base en los conocimientos y experiencias, así como sobre los discursos
en que se organizan y formulan.

340 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
acontecimiento (mot-événement) se tejen los lazos que unen los acontecimientos ante-
riores con los presentes.
De este modo, Moirand encuentra que en la emergencia de los textos de la prensa
se constituye una memoria interdiscursiva a partir de formulaciones recurrentes de
otros discursos que funcionan bajo la forma de alusiones y que participan en la inter-
pretación de los acontecimientos, así como en la orientación de la opinión propuesta
por el enunciador.
Finalmente, los ejes sobre los que se articula la propuesta no se limitan únicamente
a un seguimiento histórico del enunciado, sino que, por una parte, considera tanto una
dimensión social en cuanto a que las palabras y decires contribuyen a la construcción
de la memoria colectiva; y por otra, recupera la dimensión cognitiva en cuanto hacen
emerger representaciones, saberes y experiencias del individuo al momento de inter-
pretar la información. Este último aspecto es uno de los puntos centrales en la reflexio-
nes sobre la memoria en tanto que objeto de estudio del Análisis del Discurso.

La noción de prediscurso
Marie-Anne Paveau (2006, 2013) propone el concepto de prediscurso definido como
operadores que permiten compartir, transmitir y circular diferentes sentidos en los
grupos sociales, pues constituyen los marcos interpretativos previos que organizan
nuestro discurso. Sin embargo, a diferencia de la tradición socio-histórica de Pêcheux
y Courtine, su visión integra una dimensión cognitiva, entendida como procesos de
construcción de conocimiento y su puesta en discurso a partir de los datos construidos
por el sentido, la memoria y las relaciones sociales. Así su percepción integra tanto re-
presentaciones internas como externas al individuo.

Se trata de una memoria estrechamente ligada a las condiciones sociales, históricas y cog-
nitivas de producción de los discursos, a los datos extra discursivos y sobre todo predis-
cursivos que participan en la elaboración, la producción, la difusión y la circulación de las
producciones verbales de los sujetos situados. Se trata de una memoria colectiva, que se
organiza según los “cuadros sociales” en el centro de los cuales circula y se constituye a la
vez la identidad individual de los locutores (2006, p. 86)12.

12 Il s’agit d’une mémoire étroitement liée aux conditions sociales, historiques et cognitives de production des
discours, aux données extra discursives et surtout prédiscursives qui participent à l’élaboration, la production,
la diffusion et la circulation des productions verbales des sujets situés. Il s’agit d’une mémoire collective, qui
s’organise selon des “cadres sociaux” au sein desquels circule et se constitue toute à la fois l’identité individuelle
des locuteurs (Paveau, 2006, p. 86, traducción propia).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 341
Las palabras activan los prediscursos los cuales funcionan como operadores que
permiten la negociación, la transmisión, y la circulación del sentido en los grupos socia-
les. La autora propone así una memoria cognitivo discursiva (2013), la cual tiene una di-
mensión dinámica, pues al nombrar no sólo se da una restitución sino una recognición
o reconfiguración, es decir que se confiere un sentido diferente en la manera en que se
organiza el discurso. Por ello, la autora destaca la función argumentativa de la memoria
ya que esta autoriza el sentido, dando lugar a diferentes producciones, interpretacio-
nes, circulaciones y transmisiones del mismo.

Otras perspectivas latinoamericanas


Hasta aquí hemos presentado un bosquejo de las diferentes líneas de trabajo que se
han seguido en torno al concepto de memoria discursiva en la tradición francesa que
han pasado de una concepción socio histórica del enunciado hacia la inclusión de los
aspectos cognitivos y las representaciones individuales.
Sin embargo, la Escuela Francesa de Análisis del Discurso tuvo repercusiones no
sólo en el ámbito francófono, sino también en otras latitudes, particularmente en Ar-
gentina (Vitale 2015; Montero, 2013) y Brasil (Possenti, 2011; Dias, 2014), en donde se
han recuperado estas conceptualizaciones teóricas para el análisis de diferentes fenó-
menos sociales.
En Argentina dichas aproximaciones han asumido una línea de análisis que estudia
la memoria discursiva como constructora de identidades y como régimen enunciativo
Alejandra Vitale (2015), por ejemplo, trabaja la dimensión argumentativa de la memoria
discursiva, a la que denomina “memoria retórico-argumental”, entendida como una estra-
tegia de persuasión que en una serie discursiva busca la adhesión en torno a una cierta
tesis. La memoria es estudiada al interior de los géneros argumentativos, tales como los
editoriales y los comentarios periodísticos, con el fin de dar cuenta de la incidencia de
la memoria en la opinión pública durante los golpes militares suscitados en Argentina a
partir de l930.
En este sentido, Vitale ve un paralelismo entre la obra de Pêcheux y la propuesta
sobre la heterogeneidad enunciativa propuesta por Authier-Revuz (1984), al asimilar el
interdiscurso con la heterogeneidad constitutiva, pues los sujetos se encuentra atrave-
sados por una heterogeneidad o discursos exteriores a él. De ahí la pertinencia de un
régimen de discursividad que delimita lo que es posible decir.
Por su parte, Ana Montero (2013), al trabajar los vínculos entre los discursos del
presidente Nestor Kirchner y el discurso militante de los años 70, recupera no sólo
las fenómenos enunciativos, sino los relatos como determinantes para el develamiento
de la memoria a partir de dos categorías: memoria incorporada y memoria representada.
342 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
La memoria incorporada corresponde a la concepción propuesta por Courtine interesada
en observar cómo retornan, se resinifican y se reelaboran los discursos del pasado en
el acontecimiento discursivo; mientras que la memoria representada se ocupa de la ar-
ticulación de los relatos del pasado y de su reformulación en los discursos actuales. De
este modo, la autora da cuenta de la manera en que el discurso Kirschnerista construye
su ethos evocando no sólo los discursos de los años setenta, sino además los relatos de
esa militancia.
Por otro lado, en cuanto a los trabajos revisados dentro de la academia brasileña,
estas aproximaciones han abonado a reelaboración conceptual. Sirio Possenti (2011)
centra su reflexión en torno a la memoria en los eslóganes, se interroga sobre el papel
de la memoria social y cómo se constituye como tal, no sólo en el tiempo histórico,
sino a mediano plazo. Para este autor la memoria se caracteriza por su relación con los
hechos y no con los saberes, es decir en términos de restricciones semánticas de lo que
puede o no ser dicho, en los términos de Pêcheux. Esto porque si bien el acontecimiento
es siempre aprehendido o analizado a partir de una formación discursiva, eso no signi-
fica que sea asimilado a los enunciados que caracterizan a esta última.
Para este autor, una secuencia discursiva tal como “la izquierda populista” no re-
mite a una memoria situada en el inter discurso que pueda ser recuperable o rastreable,
sino a un saber de un discurso que conocemos como de derecha; mientras que expre-
siones políticas como “cállate chachalaca” remiten a un acontecimiento en sí mismo, y
no necesariamente a un saber. De ahí la división que establece entre saberes y aconteci-
mientos de la formación discursiva.
Para concluir este recuento de reflexiones en torno a la memoria discursiva, se han
realizado algunas propuestas basadas en el análisis de fenómenos actuales. Ejemplo de
ello es el trabajo de Cristiane Dias (2014), quien adapta el concepto de memoria al análi-
sis de otras formas de comunicación derivadas de uso de nuevas tecnologías. La autora
acuña el concepto de memoria metálica para referir la fragmentación de lo cotidiano
en las interacciones mediadas por las tecnologías de la información, como las redes
sociales, de este modo analiza la manera en que las vivencias son compartidas por los
individuos, dando lugar a otra forma de evocación de la memoria.

Memoria discursiva y petróleo en México


Hasta este punto hemos realizado un recuento de las diferentes aproximaciones en
relación con la memoria discursiva; sin embargo, como mencionamos al inicio de este
trabajo, una de nuestras principales preocupaciones es la articulación de esta teoría
con el análisis de fenómenos actuales: la discusión de las reformas energéticas de los
últimos años.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 343
El petróleo es un recuso significativo para la sociedad mexicana, no sólo por su
contribución a la economía nacional, sino por los múltiples sentidos asociados al mo-
mento histórico de su nacionalización. La expropiación del sector petrolero realizada
por el General Lázaro Cárdenas en 1938, marcó un momento trascendental en la histo-
ria de México, pues como afirma Lorenzo Meyer (2009), la restitución de este recurso
natural quizá fue el suceso que significó la culminación de los esfuerzos de la Revolu-
ción Mexicana.
En los últimos años, luego de los intentos por reformar el sector energético tanto
en el año 2008 como en el 2014, durante el gobierno de Felipe Calderón y Enrique Peña
Nieto respectivamente, el relato sobre la nacionalización de la industria petrolera co-
bró gran relevancia, pues dichos acontecimientos evocaron un sentimiento nacionalista
entre un sector de la población, que se oponía a dichas reformas, revitalizando así este
pasado considerado como constitutivo de la identidad mexicana.
De esta manera, las discusiones en torno a las modificaciones a la legislación en
materia energética no estuvieron exentas de referencias y alusiones a los acontecimien-
tos y discursos pasados, en los que se encontraron argumentos para el posicionamiento
de cada uno de los grupos confrontados. Un ejemplo de lo anterior fue la estrategia del
gobierno de Enrique Peña Nieto, que en 2013 adoptó enunciaciones tales como “Pemex
no se privatiza”, “el petróleo es nuestro” o la citación directa “palabra por palabra” del
discurso Cardenista (Constantini, 2015), lo que devela no sólo una lucha por un proyec-
to de país, sino por una memoria que legitima su posicionamiento.
Es inevitable pensar entonces en todos aquellas manifestaciones populares contra
dichas reformas en las que se escuchaban frases tales como “el petróleo es nuestro”, “de-
fendamos la soberanía nacional” o “la patria no se vende”, las que remiten no sólo a las
connotaciones de un discurso nacionalista, sino de un pasado que hace eco en nuestra
memoria, una memoria que, como afirma Halbwachs construimos con los otros.

Durante el curso de mi vida, el grupo social del que formo parte ha sido el escenario de un
cierto número de acontecimientos que digo recordar, pero que sólo he conocido a través
de los periódicos o por los testimonios de quienes participaron directamente en ellos […]
Cuando los evoco, estoy obligado a encomendarme enteramente a la memoria de los otros,
que no viene aquí a completar o a fortalecer la mía, sino que es la única fuente de lo que
quiero repetir (2011, p. 100).

En este sentido es importante recalcar que, si bien los acontecimientos históricos


nos brindan las bases suficientes para la construcción de este discurso en que se fu-
siona el nacionalismo económico con un nacionalismo cultural y político, el relato que
344 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
lo justifica no emergió espontáneamente ni se construyó inocentemente. En realidad,
como sostiene Omar González (2016), fue resultado de una maquinaria propagandísti-
ca destinada a justificar el decreto de expropiación mediante una retórica patriótica.13
Por lo anterior, consideramos que si bien el universo discursivo referente al pe-
tróleo se ha nutrido de toda una serie de connotaciones y sentidos derivados de las
condiciones históricas y los procesos sociales del país, la fuerza de esta asociación entre
petróleo y nación recae en enunciaciones resultantes de los discursos producidos en
torno a este tema a lo largo del tiempo.
De igual manera, si el petróleo es un recurso significativo para la sociedad mexi-
cana, no lo es sólo por su asociación al relato histórico, sino por toda una seria de dis-
cursos, imágenes, rituales celebratorios, movilizaciones masivas, entre otras acciones.
Esto ha contribuido a la construcción de la memoria discursiva (Courtine, 1981) que se
ha hecho patente en diferentes momentos coyunturales y que ha producido ciertos re-
gímenes de discursividad (Foucault, 2002), los cuales delimitan lo que es posible decir,
repetir, refutar u olvidar.
Esta situación parece explicar las resistencias surgidas durante los últimos intentos
por modificar la legislación mexicana en materia energética, situación que no ocurre con
otros recursos naturales o instituciones del Estado, tales como las minas o el sistema ban-
cario. Esto demuestra que la apelación a la Nación no es el único eje que moviliza las subje-
tividades, sino más bien una memoria compartida que nos unifica en torno a esa Nación.
La memoria ocupa un lugar preponderante en la discusión por diferentes razones.
En primer lugar, existe una interdiscursividad en tanto que todo ciudadano pertenece
a la nación mexicana que lo determina, lo que en términos de Authier-Revuz (1984)
califica como heterogeneidad constitutiva. El petróleo nos pertenece no sólo en térmi-
nos legales, sino en los términos de una memoria colectiva que hemos adquirido al ser
miembros de un grupo social determinado,
En segundo lugar, como menciona Paveau (2013), la memoria autoriza la presencia
y circulación de sentido, siendo un elemento con una gran fuerza argumentativa. Los
dichos y los relatos del pasado se convierten así en argumentos que no sólo justifican
los diferentes posicionamientos, sino que legitiman las acciones políticas.

13 A partir de un estudio histórico, Omar González (2016) narra la manera en que el gobierno cardenista justificó
el decreto de la expropiación a partir de la difusión de un discurso basado en la historia nacional y sus valores,
anteponiéndolo a un discurso imperialista. Dicha estrategia fue instrumentada tanto por el Departamento Au-
tónomo de Prensa y Publicidad (DAPP), creado para este fin, como por diversas instituciones y organizaciones
gremiales al servicio del gobierno. Mientras el DAPP se encargaba de la difusión del discurso oficial destinado
a enaltecer los valores patrióticos en la prensa, la radio y el cine de la época; las organizaciones gremiales como
la CTM, en conjunto con las instituciones del Estado, preparaban grandes manifestaciones en respaldo del
presidente, las que se caracterizaban tanto por el acarreo forzoso como por el apoyo espontáneo.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 345
Finalmente, al evocar la memoria, no sólo referimos el pasado, sino que lo interpre-
tamos, lo reconfiguramos por medio de un proceso de recognición, pues al renombrarlo
se producen otros sentidos en marcos sociales diferentes (Halbwachs, 2004). Esto da
lugar al carácter dinámico de la memoria, que si bien delimita lo que es posible decir y
no decir, también se dispersa hacia diversos ámbitos sociales, en tanto que formación
discursiva.

Consideraciones finales
El presente artículo ha tenido como finalidad, por una parte, dar cuenta de la evolución
de los diferentes conceptos relacionados a la noción de memoria en el ámbito del Análi-
sis del Discurso; y por otra, reflexionar sobre la pertinencia de estos conceptos para el
análisis de las discusiones acerca del petróleo en México.
Respecto a los postulados teóricos abordados, hemos observado una evolución
conceptual que ha llevado a nuevas posibilidades de análisis. De las nociones sobre la
memoria de corte histórico (Pêcheux, 1978; Courtine, 1981) a la perspectivas contempo-
ráneas de tipo cognitivo (Moirand, 2006, 2007; Paveau, 2006, 2013) hemos podido dar
cuenta de una actualización conceptual, que ofrece no sólo herramientas de análisis,
sino que abre nuevas interrogantes sobre el interdiscurso y la constitución de subjetivi-
dades, tanto colectivas como individuales.
En cuanto al tema del petróleo en México, la utilización de un marco conceptual
referente a la memoria discursiva aplicado al discurso petrolero mexicano, parece per-
tinente en cuanto éste permite abordar diferentes fenómenos relacionadas con la con-
cepción del petróleo en el pensamiento mexicano, ya sea respecto a la construcción
de la identidad y la colectividad en relación a este recurso natural en cuanto elemento
significativo, ya sea como régimen enunciativo restrictivo, o bien a partir de los usos de
la memoria derivados de su fuerza argumentativa.
De esta manera, creemos que un trabajo sobre la memoria discursiva en relación con el
discurso sobre el petrolero mexicano resulta pertinente en cuanto puede dar cuenta
de las disputas en torno a la memoria como una forma de legitimación de la acción
política.

346 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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348 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

REFLEXIONES SOBRE LA MEMORIA DISCURSIVA

María de Lourdes Berruecos Villalobos

El escrito de Julio Meza Morales aborda uno de los temas de relevancia social que
implica ciertos posicionamientos con base en la experiencia de los actores sociales
respecto a un acontecimiento. Por medio del análisis discursivo se pretende eva-
luar las formulaciones de dicho acontecimiento y su anclaje en la memoria de un
grupo, de una colectividad e incluso, de una nación.
El marco teórico del análisis sobre la memoria que se propone en este texto
tiene como base la argumentación entre dos polos: el de los Proponentes de las
Reformas Energéticas del 2008 y del 2013, y el de los Oponentes a dichas Refor-
mas. Por lo mismo, la relación no sinonímica entre Historia y memoria resulta un
tema que se puede abordar no solamente dentro de la historiografía, sino a nivel
lingüístico. Lejos de que estos términos pudieran considerarse como sinónimos,
las categorías para identificar su caracterización, así como los datos que sustenta
su argumentación, dejan el campo abierto a la interpretación.
Los datos para abogar respecto a la distancia semántica de esos términos radi-
can en dos argumentos. El primero presenta como datos que la memoria es “múl-
tiple, plural e individualizada”; el segundo, que la Historia “pertenece a todos y a
nadie” y, por ende, se le ofrece un carácter de “universalidad”. Los rasgos atribuidos
a ambos términos confluyen en un punto central: “plural” (por ende múltiple) y
“todos” (lo que implica pluralidad y por lo mismo, “múltiple”). En cuanto al rasgo
de “universalidad”, habría que delimitar si la “universalidad histórica” no surge de
una concepción occidental. Asimismo, hay que definir quién escribe la Historia y
desde qué punto de vista, en otras palabras, habrá que delimitar el carácter cientí-
fico de la “verdad”, de los datos que se asientan y se comunican.
Otra cuestión respecto a la diferencia entre memoria e Historia, a partir de
Alejandra Vitale, reside en la determinación de la primera por medio de su carácter
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 349
“sagrado y simbólico”. Esta definición por caracterización se ofrece por medio de
una explicación (causalidad): dado que se sitúa dentro de los marcos sociales se le
adjudica ese carácter. Se tendría que ahondar en dicha definición. Por otra parte,
la Historia, a partir de esta autora, “ofrece una representación del pasado y su re-
lación con el tiempo presente”. Cabe preguntarse si la memoria no se constituye
como un presente continuo que evoca y “revive” el pasado.
Con Pierre Nora la memoria se ofrece implícitamente impregnada de subjeti-
vidad (discurso), mientras que la Historia se presenta como objetiva (relato). Es in-
teresante la impronta científica que se involucra en las Ciencias Sociales y el grado
en que de la subjetividad y la objetividad resultan categorías que pueden llegar a
fusionarse en ese ámbito del conocimiento.
En cuanto al planteamiento de no confundir el discurso con la lengua, esto
queda muy claramente asentado en los escritos de Émile Benveniste. Sería perti-
nente abordar los planteamientos de Althusser, retomados por Pêcheux, así como
su posición respecto a Bally, Jakobson y Benveniste.
En cuanto a la noción de prediscurso que integra procesos de construcción del
conocimiento así como su puesta en discurso, se propone integrarlo dentro de la
memoria colectiva. Por lo mismo, se incluyen datos extradiscursivos y prediscur-
sivos que tienen un papel central en la elaboración, producción, difusión y circu-
lación de las producciones verbales, operadores que inciden en la construcción y
circulación de sentidos. Esta propuesta retoma, en cierta forma, los conceptos de
representaciones sociales, heterogeneidad discursiva y ethos prediscursivo y discursivo,
cuestión que habrá que considerar en el marco de la memoria discursiva, sin olvidar
la heterogeneidad constitutiva propuesta por Jacqueline Authier-Revuz.
Por otra parte, resulta muy acertado integrar la dimensión retórica-argumen-
tativa a la memoria discursiva, más cuando el corpus de este trabajo se centra en el
debate en la prensa. También la distinción propuesta por Sírio Possenti en cuanto
a cierto “saber” anclado en la memoria o bien relacionado con acontecimientos que
muestran una formación discursiva.
En cuanto al significado que se construye mediante la memoria, cabe señalar
que si se edifica como relato, forzosamente se inscribe como una forma de organi-
zación discursiva: los relatos son discurso, cuestión que hay que considerar respec-
to a la supuesta objetividad de los mismos.
Otra cuestión que hay que señalar es que, dado el limitado espacio del escrito
de Julio Meza Morales, no se exponen las categorías teóricas en las que se sus-
tentará el análisis discursivo, así como el de la prensa, lo que se prevé en el marco
teórico de su trabajo.
350 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Por último, se sugiere retomar el concepto de frames o marcos de referencia de
Erwing Goffman, ya que implican un punto de vista o encuadre respecto a un suce-
so de trascendencia y se construyen dentro de un grupo de manera significativa, en
un tiempo y espacio particular, es decir, dentro del contexto de una situación enun-
ciativa. Dado que los marcos de referencia construyen socialmente ciertas visiones
del mundo, ciertas representaciones sociales que exponen una visión compartida del
mundo, la del sentido común, los marcos de referencia son testigos de la memoria en
un tiempo y espacio delimitados. El discurso como práctica social edifica valores
por medio de ciertos procedimientos lingüísticos; ofrece una representación de la
realidad compartida por un grupo, conforme al conocimiento y las creencias del
mismo en contexto, como lo señala Moscovici (1994). Por lo tanto, la atribución
de un significado particular entre el sujeto y el objeto manifiesta una representa-
ción figurativa a la que se le atribuye un sentido (Jodelet, 1988). Dicha manifestación
expone la visión de un grupo o de diferentes grupos en una situación comunicativa
particular dentro de un escenario político y social; y exhibe mediante la memoria
discursiva una percepción compartida de la realidad a partir de la cual se mani-
fiesta la ruptura. En este sentido, sería pertinente abordar el concepto de conciencia
posible para la comunicación, expuesto por Lucien Goldmann (1966).

Referencias

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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 351
353

ARTE Y CONFLICTO: UN DIÁLOGO


SOBRE LA REPRESENTACIÓN

Mara Lucía Ramos Martínez1

Resumen
En este artículo se explora la relación entre arte y política. La intención es pensar la tra-
ma de relaciones que se construyen en la disputa por el espacio público y la representa-
ción del conflicto armado en Colombia a raíz del montaje de Sumando Ausencias (Doris
Salcedo, 2016), dialogando con el ensayo Víctimas del arte, de Alejandro Gamboa (2016),
sobre la serie de fotografías de de Erika Diettesen, Sudarios (2015). De manera circuns-
tancial, estas obras cierran el significado respecto a la noción de víctimas invisibilizan-
do la estructura que las pone de muestra en un proceso de restitución y posconflicto.

Papabras clave
Arte, conflicto, espacio público, representación, violencia.

(…) Yo creo que el arte, el buen arte es político porque siempre está abriendo caminos
y espacios desconocidos; también es marcadamente ideológico entonces siempre está en
contra o a favor de un establecimiento. En mi caso, me interesa el arte político porque he
centrado toda mi obra en la violencia política. Doris Salgado2

Esta es la respuesta de Doris Salcedo a la pregunta inaudible de una periodista. Con


ello plantea la relación entre el arte y lo político en su propia práctica, de alguna manera
alude a la discusión sobre el carácter emancipador del arte y la posibilidad de que éste

1 Maestra en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: alemamabcd@gmail.com
2 Salcedo, D. (2013, 9 de julio). Vídeo en Youtube. Recuperado el 15 de noviembre de 2017, de https://www.
youtube.com/watch?v=G68O3DYLM4k
permita que se creen vínculos. Su obra se acerca a la violencia desde la experiencia de
las víctimas y en ocasiones, se refiere a ella como una oración fúnebre con la que busca
dignificarlas.3 Su trabajo cuenta con un amplio reconocimiento internacional, las insta-
laciones de gran formato han ocupado salas de lugares como el Tate Modern y el Museo
Reina Sofía, así como la Plaza de Bolívar, en Bogotá, Colombia, donde han tenido lugar
varias de sus intervenciones en el espacio público.
En 2016, después de que se publicaran los resultados del plebiscito en el marco del
proceso de paz, Doris Salcedo montó Sumando Ausencias (2016) en la Plaza de Bolívar.
La instalación, una serie de retazos de tela que unidos cubren la plaza con nombres de
víctimas de la violencia, es una respuesta al resultado negativo de la votación en el que
por un margen pequeño ganó el No a la pregunta de si los colombianos dan validez a los
Acuerdos de Paz. Salcedo no fue la única que actuó al conocer los resultados, un grupo
de estudiantes convocó a una marcha el 5 de octubre en la que se reclamaba la necesidad
de que se firmara la paz. La marcha se convirtió en Asamblea y ésta en un Campamento
por la paz que se instaló en la plaza a partir de ese día y hasta que Sumando Ausencias
(2016) ocasionó el desalojo forzado del campamento.
Como la obra de Salcedo, el trabajo de Juan Manuel Echavarría y el de Erika
Diettes parecen haber salido de los campos artísticos para ocupar espacios en los
que se discuten asuntos de actualidad política del país. Sumando Ausencias (2016) fue
cubierta como un evento nacional en el que se homenajeaba a quienes habían sufrido
el conflicto armado. La presencia de la obra de estos artistas en espacios que están
reservados a la discusión sobre los procesos de reparación de los afectados por la gue-
rra ha causado inquietud entre algunos académicos del arte. En la última publicación
del Premio Nacional de Crítica, dos de los ensayos premiados proponen una reflexión
acerca de las prácticas artísticas que abordan la violencia y la representación de la
guerra en Colombia (Gamboa, 2016, p.5). Alejandro Gamboa en su ensayo Víctimas
del arte (2016), reflexiona en este sentido sobre la serie de fotografías Sudarios (2015)
de Erika Diettes. Mi intención es pensar la trama de relaciones que se construyen en
la disputa por el espacio público y la representación a raíz del montaje de Sumando
Ausencias (2016), por esto, considero relevante entablar un diálogo con la propuesta
de Gamboa y Sudarios (2011).

3 En una entrevista publicada en el Espectador, Salcedo afirma: “Quisiera que toda mi obra fuera como una
oración fúnebre con la que intento enunciar los principios de una poética del duelo. Procuro restituir con ella
el sentido, el significado y la dignidad que la violencia les arrebató a sus víctimas. No sólo intento ratificar la
necesidad de elaborar el duelo: la obra misma está en duelo.” Recuperado el 23 de enero de 2018, de https://
www.elespectador.com/entrevista-de-cecilia-orozco/quisiera-toda-mi-obra-fuera-una-oracion-funebre-do-
ris-s-articulo-660581

354 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Sudarios (2011) es una serie de fotografías en blanco y negro, de gran formato, im-
presas en seda, en las que se retrata a mujeres familiares de víctimas en el momento
en el que están contando su experiencia. La instalación requiere que las fotografías se
expongan colgadas del techo, en iglesias, de tal manera que floten encima de quienes
las visitan. Su título hace referencia al Santo Sudario que es puesto sobre Jesús al mo-
mento de ser enterrado. Gamboa se propone revisar cómo se construye una alegoría
del dolor en la obra y las consecuencias políticas que esto tiene. Con su reflexión busca
mostrar cómo los testimonios de las víctimas son vaciados de contenido y de su poder
acusatorio, lo que perfila una versión estereotípica de quienes han sido afectados por la
violencia (Gamboa, 2016, p. 5).
Sumando Ausencias (2016) surge de la convocatoria hecha por Doris Salcedo a toda
la población para que se sume a un homenaje a las víctimas; éste consiste en grabar con
ceniza los nombres de 1.700 desaparecidos en sábanas blancas que serán cosidas, unas
con otras, para cubrir el piso de la Plaza de Bolívar. Mientras se hacía todo el proceso
de la escritura de nombres, la plaza fue ocupada por distintas actividades y de manera
permanente por el Campamento por la paz, quienes se proponían mantenerse ahí para
presionar al gobierno y que, a pesar de los resultados negativos del plebiscito, se firmaran
los Acuerdos de Paz. En el momento del montaje de la instalación, las dos manifestacio-
nes se encuentran. Aunada a la disputa por el espacio público se hace visible una disputa
por la significación del conflicto armado en Colombia. Considero que la presentación del
conflicto que se legitima con el desalojo permite pensar en la construcción colectiva de lo
público en Colombia y dentro del mismo Proceso de Paz. El espacio público es una categoría
central para abordar lo político, es por eso que Judith Butler (2012) la retoma al reflexio-
nar sobre las multitudinarias manifestaciones en las plazas públicas de los últimos años.
De acuerdo con su propuesta, las relaciones entre los cuerpos son las que construyen lo
público. El lugar constituye un soporte para la acción pues le da sentido. Las grandes pro-
testas, por su volumen, momentáneamente rompen la lógica policial del control mientras
los cuerpos modifican la dinámica del espacio (cf. Butler, 2012). Las movilizaciones que su-
ceden los días siguientes a la votación del plebiscito pueden pensarse en relación a lo que
dice Butler (2012) y el Campamento por la paz puede leerse como un intento por prolongar
el momento de lo público (como un espacio de discusión, de negociación y de invitación
al disenso) hasta que se tuviera certeza de que los Acuerdos de Paz serían firmados. En las
acciones que se llevan a cabo en la Plaza de Bolívar durante esos días, hay una intención
política que se manifiesta en la disputa por el espacio. Ocupar ese lugar para que ahí se
lleve a cabo una negociación y/o buscar visibilizar a las víctimas del conflicto son acciones
políticas. En la disputa por el espacio se condensan otras demandas que son claves a la
hora de hablar de la finalización de un conflicto armado de 50 años.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 355
La Plaza de Bolívar como soporte, potencia enormemente las propuestas de signi-
ficación mencionadas y hace más notables las relaciones desiguales en términos de la
visibilidad de éstas. Las intervenciones entran en tensión y se disputan la plaza como
espacio simbólico que le da una base a sus acciones. Los edificios que rodean la plaza
no sólo alojan a las distintas instituciones del gobierno, por sí mismos tienen un valor
simbólico que le da sentido a lo que se está llevando a cabo. En términos simbólicos es
aquí donde se encuentra el núcleo de los entes administrativos del país. El asunto de la
representación atraviesa la disputa por el espacio público y es vital para la construcción
de paz en Colombia, pues considero que en el centro se encuentra la disputa por la Na-
ción en la que está enraizada la guerra en Colombia. Esto constituye una problemática
latente aún después de la firma de los Acuerdos de Paz. En 2017 han sido asesinados 90
líderes campesinos y activistas4.
El problema de la representación atraviesa Sumando Ausencias (2016) y Sudarios
(2011) puesto que en ellas se pone en juego la noción de víctima. Esto opera de dos
maneras; por una parte, las víctimas son re-presentadas y por otra se habla por ellas.5 El
guion en la primera acepción permite elaborar la noción de representación en términos
de los efectos reales que tiene el arte. La intervención artística al instalarse en la Pla-
za de Bolívar presenta el conflicto y lo está significando. Éste aparece con los cuerpos
ausentes de las víctimas y las personas que, cosiendo, unen las telas/mortajas convir-
tiéndolas en una gran superficie blanca en las que sus nombres escritos con ceniza son
apenas visibles. El homenaje se hace para ellos, pero la manera en la que aparecen es
como nombres borrosos sin cuerpo, que yacen en el suelo. Es difícil no asociar el blanco
de esta superficie con el de una bandera y que esto a su vez no nos remita a otras imá-
genes sobre lo que podría llegar a ser la paz. Ahora, si tomamos la representación en su
primera acepción, se estaría hablando a favor de las víctimas que (muertas, desplazadas
o simplemente ausentes) no pueden hacerlo por sí mismas. Esto se torna problemático
si lo pensamos a la luz de los procesos de justicia transicional que ya se están llevando a
cabo en Colombia: aquellos que se presentan inertes aquí, son quienes deben exigir que
las leyes se cumplan y se hagan valer sus derechos.
Gamboa menciona que uno de los efectos políticos de la obra de Diettes tiene que
ver con la representación. En Sudarios (2011) vemos fotografías en blanco y negro de
mujeres y sabemos que fueron tomadas mientras relataban su experiencia de un mo-

4 Maneto, F. (2017, 19 de octubre). Colombia afronta una emergencia ante el goteo de asesinatos de líderes
sociales. Recuperado el 16 de noviembre de 2017, de https://elpais.com/internacional/2017/10/19/colom-
bia/1508364052_311617.html
5 Gayatri Spivak aborda esta doble valencia del término discutiendo con Deleuze y Foucault en Puede el subal-
terno hablar.

356 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
mento doloroso, pero no escuchamos lo que dicen. Las imágenes están separadas de su
contexto, lo que vemos es una puesta en escena homogénea de rostros femeninos que
sufren, de los que no sabemos nombres, ubicación ni ningún dato que nos haga pensar
en ellas como sujetos. El autor se refiere a esto como testimonio vaciado. La omisión de
esta información es intencional, explica Diettes en una entrevista para una publicación
argentina. “El tema de no nombrarlas, de no contar sus historias en específico tiene que
ver con la idea de que ellas no se representan a sí mismas. Representan su dolor, el dolor
del país, el duelo, la pérdida” (Gamboa, 2016, p. 9)6. Para el autor no representan el do-
lor, sino que sus imágenes se convierten en alegorías de éste, lo que resulta problemáti-
co si se lee como un testimonio de la guerra en Colombia. Gamboa explora las reseñas
en publicaciones académicas y periódicos sobre la obra, donde encuentra un consenso
en asignarles un valor documental y una interpelación moral frente a la violencia en
Colombia (2016, p. 5). “Implícitamente se asume un modelo de eficacia del arte según
el cual es posible cierto grado de inmediatez, de proximidad, entre las formas sensibles
del arte y las experiencias de la vida social (2016, p. 5)”. De alguna manera se pasa por
alto la construcción, la puesta en escena que media la manera en la que vemos la serie y
en la que se significan las víctimas. Las fotografías instaladas en las iglesias se mezclan
con las esculturas y pinturas de las vírgenes Marías, que también dolientes, habitan
cotidianamente estos espacios. Este diálogo posibilita que se establezca la noción de
víctima abnegada que sabe soportar el dolor con resignación gracias a su superioridad
moral. De igual manera se crea un vínculo que permite darles un género, las imágenes
que vemos en la instalación son de mujeres. Así es como se adhiere a un estereotipo y
se reduce la guerra al “sufrimiento de las víctimas” (Gamboa, 2016, p. 11).
Sumando Ausencias (2016) tuvo un lugar importante en las notas de prensa, los días
siguientes a su instalación. Publicaciones de interés nacional como El Tiempo y El Espec-
tador publicaron fotos y reseñas de la obra. Salcedo no concede entrevistas fácilmente,
sin embargo, en esta ocasión, habló con periodistas de la BBC y de El Espectador. En esta
entrevista, Salcedo, hace algunas afirmaciones que no se distancian mucho del lugar
que se le otorga al arte en la obra de Diettes. Para Salcedo “…lo importante es generar
imágenes capaces de oponerse a la hegemonía simbólica que la guerra y la violencia
nos han impuesto hace tantos años. (…). El arte representa la posibilidad de construir
una historia fragmentada desde la perspectiva de los derrotados” (Orozco, 2016). Aquí,
se alude nuevamente al carácter emancipador de las prácticas artísticas, como si éstas

6 Este es un fragmento de una entrevista a Erika Diettes que cita Alejandro Gamboa en Víctimas del arte (p.9), la
referencia es Celiz, J. (3 de agosto de 2012). El arte de mirar despacio. Página 12. Recuperado el 17 de noviem-
bre de 2017, de: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-7416-2012-08- 03.html

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 357
tuvieran la facultad de restituir a los derrotados. Nuevamente surge la inquietud por la
agencia propia de las víctimas y el lugar pasivo en el que esta afirmación las deja.
Si se estabiliza el significado de un proceso tan complejo como el del conflicto ar-
mado en Colombia en un estereotipo sobre las víctimas, lo más probable es que no se
pueda comprender en todo su espectro, con todos los matices necesarios. Si la noción
de víctima se simplifica y encasilla en el sufrimiento, su oposición binaria también que-
da reducida. Gamboa hace énfasis en que esto funciona como una herramienta política
en la que queda invisibilizada toda la estructura (de la que el espectador es parte) que
hizo posible el conflicto armado (2016, p. 11). El estereotipo, como herramienta política,
implica condiciones y relaciones de poder que tienen implicaciones reales en la mane-
ra en la que se legisla sobre la restitución y el posconflicto. En este sentido también
es importante notar los efectos que esto tiene sobre la imagen propia de los que son
etiquetados como víctimas y el lugar en el que deja al espectador. De acuerdo con esto,
al borrarse la estructura que da lugar al conflicto también se borra la posibilidad de
acción de quien mira, y su responsabilidad, reduciéndose a un sentimiento de lástima
y conmiseración.

El poder, parece, tiene que entenderse aquí no sólo en términos de explotación económica
y de coerción física sino también en términos culturales o simbólicos más amplios, inclu-
yendo el poder de representar a alguien o algo de cierta forma dentro de cierto régimen de
representación” (Hall, 2010, p. 431).

El poder y la representación se pueden pensar aquí en varios sentidos, por una par-
te ¿quiénes están representando a quiénes? y por otra, ¿qué re-presentación del conflicto
se privilegia al cerrar la posibilidad de que otros se manifiesten en una plaza pública?
En Sumando Ausencias (2016) los sujetos aparecen desdibujados, no son cuerpos ni
rostros, son nombres borrosos de los que no tenemos ninguna información más allá
de que fueron asesinados. Lo que los sitúa ahí no es su vida, sino las condiciones de su
muerte que también son obviadas en el homenaje. Como conjunto, los 1.700 nombres
son presentados como una estadística deslocalizada de la guerra. En el proceso de ho-
menajearlos se niega su agencia y la posibilidad de que su muerte tenga un lugar especí-
fico en el conflicto. En este sentido podríamos afirmar, como Gamboa, que se les vacía
de su poder disruptivo (2016, p.5). La preocupación de Gamboa respecto al estereotipo,
la comparte la Comisión Nacional de Restitución y Reconciliación (CNRR), pues un
sujeto pasivo y desprovisto de acción, depende de su experiencia de violencia para re-
clamar algún tipo de restitución (2016, p.12). Para el autor esto no es gratuito pues “Los
discursos a partir de los cuales se representa a las víctimas tienen un eminente carácter
358 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
instrumental, (…) a partir de ellos se administra la respuesta de la comunidad interna-
cional, se diseñan las políticas de reparación y, en última instancia, se sientan las bases
para una paz estable y duradera” (2016, p.11).
Al revisar la trama de relaciones que se tejen en torno a Sudarios (2011) y a Suman-
do Ausencias (2016), puede pensarse que a pesar de las advertencias de Gamboa, no es
un asunto resuelto. Sumando Ausencias (2016) ocupa con su presentación del conflicto
la posibilidad de un espacio de disenso. La imagen que vemos reemplaza el lugar de la
discusión por una manta blanca y nombres anónimos de los que no podemos saber
nada. La noción de testimonio vaciado viene bien para pensar en cómo esos nombres
funcionan como un dato estadístico que justifica la firma de los Acuerdos de Paz, da-
tos que obvian las necesidades de diálogo que se hicieron evidentes con el resultado
del plebiscito. De manera circunstancial, estas obras cierran el significado respecto a la
noción de víctimas invisibilizando la estructura que las pone de muestra en un proceso
de restitución y posconflicto. El binarismo al que reducen el conflicto al presentar una
imagen de víctima, produce que sus obras constituyan una vía para que el discurso au-
torizado se posicione y privilegie una propuesta que ocluye la posibilidad de agencia de
quienes deben reclamar su lugar en el proceso de construcción de paz y de significación
de la nación.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 359
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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 361
COMENTARIO AL TEXTO

ARTE Y CONFLICTO: UN DIÁLOGO


SOBRE LA REPRESENTACIÓN

Yissel Arce Padrón

El artículo que presenta Mara Ramos explora la relación entre el arte y sus dimen-
siones políticas, tomando como eje de atención a la instalación Sumando ausencias
(2016) de la artista colombiana Doris Salcedo. Sin demasiados preámbulos, Mara Ra-
mos se adentra en las contradicciones y paradojas que también genera una práctica
artística cuando “usurpa” monolíticamente —bajo el auspicio de la mirada estatal—
el locus de la protesta consensuada y clausura la emergencia de otros posicionamien-
tos políticos. Esto hace que la investigación de Mara se aleje de los trayectos comunes
que han seguido los innumerables artículos y reseñas sobre la obra toda de Doris
Salcedo. Sin dejar de reconocer la enorme labor de la creadora latinoamericana en
los terrenos del arte político contemporáneo, acá la indagación se centra en las dispu-
tas por la construcción de significaciones en torno al conflicto armado en Colombia.
Desde esta perspectiva, la instalación Sumando ausencias (2016), no sólo se erige
en uno de los posibles homenajes a las víctimas de la violencia, sino que también el
ejercicio analítico de Mara permite visibilizar los conflictos que ese hecho artístico
suscitó en la discusión política sobre espacio público, representación, estereotipo,
disenso, prácticas de la memoria e incluso en el propio carácter emancipador del arte
en los marcos asimétricos y jerárquicos de relaciones de poder.
Este desplazamiento pone el acento crítico en las soluciones formalistas de
intervenciones artísticas catalogadas como políticas, pero que sin embargo, en esa
misma operación simbólica, vacían de sentidos y simplifican las complejidades de
las tramas sociales que ostentan los hechos de violencia que resignifican. La noción
del arte como espacio emancipador, con una larga tradición en la región y en la
propia obra de Salcedo, es sometido así a un lugar de interrogación que busca des-
enmohecer las fórmulas más repetitivas y estereotipadas a través de las cuales se
expresan las relaciones entre el arte y la política, y, por supuesto, las connivencias
entre el gesto creativo y las prácticas de despolitización.
362 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
LENGUAJES:
REFLEXIONES Y
PRÁCTICAS

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 363
365

LA SIGNIFICACIÓN POLISÉMICA DEL SILENCIO

José Luis Sánchez Ramírez1

Resumen
El presente texto muestra diferentes tipos, formas y funciones del silencio como prácti-
ca social. Se sustenta en investigaciones transdisciplinarias que nos ayudan a pensar en
la importancia de su existencia para reconocer sus múltiples significaciones; queremos
resaltar que la elección de los silencios que aquí se presentan surge a partir de la interpela-
ción y búsqueda de otras alternativas de comunicar en una sociedad invadida y avasallada
por el ruido, y donde el reconocimiento de la palabra oral en el ámbito de lo político ha
ido perdiendo sentido. Creemos que este primer acercamiento a los distintos tipos de si-
lencio ayuda a perfilar la investigación y caracterización del silencio como acción política;
de igual forma, esta tipología nos servirá de soporte para desvincularnos de los estudios
hegemónicos escritos sobre el silencio donde es visto como el “arte de callar”.

Palabras clave
Silencio, significación, polisemia, práctica social, tipología.

Introducción
El silencio es un elemento importante en la comunicación y en el desarrollo de distintas
disciplinas y enfoques, abordado por diferentes pensadores y contextos como tema de
estudio, hace necesaria una descripción de condiciones en las que ocurre: situaciones,
actos integrados en el reconocimiento de silencios, procesos que conducen al silencio o
derivan de él, para una mayor comprensión y discusión desde su significado ontológico,
la “nada” lingüística, inefable, abstracto, empírico, ausencia de sonido en la palabra,

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: hasxking@msn.com
como miedo a decir algo o denunciar alguna injusticia, como algo negativo, pasivo y
vacío del lenguaje; así como su carácter positivo, activo, como componente ineludible
de significación. De igual forma, se intentará distinguir qué características tienen en
común o en qué se diferencian.
El uso del silencio como práctica social tiene variados significados derivados de usos
diferenciados: sirve para reflexionar, para mantenerse al límite dentro de una conversa-
ción, cuando se está indeciso, aburrido. Puede reflejar molestia o enojo; el silencio en la
naturaleza suele ser sinónimo de tranquilidad, en la retórica y en la literatura es visto como
un acto que ayuda a la comprensión y concentración del lector, es un elemento impor-
tante en la religión para estar en comunión y rendir culto a un ser sobrenatural, en las
artes y en la estética se ha utilizado como inspiración, es un complemento necesario en
el lenguaje; en la filosofía ha fungido como expresión del ser y complemento de la exis-
tencia humana, se ha utilizado como censura y manipulación en la información y en los
medios de comunicación, es fundamental en el ejercicio terapéutico del psicoanálisis, en
la antropología y en la sociología se ha utilizado para reconocer la voz silenciosa del otro,
en la semiótica ha sido considerado como signo; de igual forma, su contenido describe a lo
largo del discurso numerosas figuras llenas de expresividad: conclusión, apertura, espera,
complicidad, interrogación, admiración, asombro, disidencia, desprecio, sumisión, triste-
za, etcétera; que hacen que el silencio se pueda comprender dependiendo del contexto y
su capacidad de significar en una situación concreta.
Consideramos que este trabajo, al presentar múltiples perspectivas, autores, pun-
tos de vista, disciplinas, tópicas —incluso contradictorias—, puede ayudar a ampliar el
panorama como respaldo y avance para la realización de una investigación futura que
pretendemos hacer sobre el silencio como acción política; por lo que debe quedar claro
que no hay dos tipos de silencio idénticos, el silencio es polisémico: nunca se presenta
de una misma forma, es una acción que puede surgir intempestivamente provocando
asombro al no haber lenguaje oral de por medio.

El silencio como lenguaje y elemento de la comunicación


Silencio, en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), significa abstención
del habla, la falta de ruido, ausencia de sonido, pasividad y carencia. Ante esto, David
Le Breton (2006, p. 13) plantea que el latín distingue dos formas de silencio: silere “es un
verbo intransitivo, que no sólo se aplica al hombre sino también a la naturaleza, a los
objetos o a los animales, y que expresa la tranquilidad, una presencia apacible que nin-
gún ruido interrumpe” es un silencio habitado; y tacere “es un verbo activo, cuyo sujeto
es una persona, que significa interrupción o ausencia de palabra”.
En la antigua Grecia:
366 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
La palabra pública, el logos, es un asunto que compete a los ciudadanos, con ello se edifica
la polis. En la polis se expresa aquello que compete a todos, que es de interés común. Se hará
de preferencia, con lenguaje, con palabras. La palabra, nace, así, pública. Enuncia lo que hay
que conocer, saber, no esconder sino manifestar, comunicar, intercambiar. Se intercambia-
rán ideas, pensamientos, palabras (Mendoza, 2009, p. 122).

Sin embargo, el logos no es exclusivamente el vehículo de la expresividad, su uso


desmedido puede llegar a un punto de vacuidad de significado en circunstancias especí-
ficas. En algunas demandas políticas, por ejemplo, se enuncia la palabra en el discurso,
pero se ausenta en la acción de su cumplimiento, y al no respetarse, se han buscado
alternativas como el contrato o el ejercicio del silencio mismo. Steiner (2003, p. 72)
afirma que “el silencio es una alternativa. Cuando en la polis las palabras están llenas de
salvajismo y de mentira, nada más resonante que el poema no escrito”.
Pero la palabra y el silencio no están peleados entre sí, hay ocasiones donde se
necesitan mutuamente para crear sentido en condiciones dialógicas; Le Breton su-
pone que el silencio cobra su fuerza precisamente en el proceso dialógico: “Silencio y
palabra no son contrarios, ambos son activos y significantes, y sin su unión no existe
el discurso” (2006, p. 7).
El tema del silencio en el discurso suele pensarse como un significante vacío, pero
no lo es, no debe ser visto únicamente como la nada o la ausencia, sino como signo car-
gado de expresividad independiente. El silencio transmite, comunica, es información,
significa. Steiner (2003, p. 28) menciona que “vivimos dentro del acto del discurso”, pero
no por eso “la matriz verbal sea la única donde concebir la articulación y conducta del
intelecto”. Y continúa, “hay modalidades de la realidad intelectual y sensual que no se
fundamentan en el lenguaje, sino en otras fuerzas comunicativas, como la imagen o la
nota musical,” de las que hablaremos más adelante.
Siempre habrá tensión entre el silencio y la palabra, como “el secreto y la revela-
ción, la intención y la interpretación, la lectura y la escritura, una permanece y la otra es
efímera” (Block, 1984, p. 181); el tiempo es el factor que creará que exista una y otra por
momentos indeterminados.

El silencio es una entidad inaprehensible y enigmática que siempre provoca en nosotros


meditaciones paradójicas donde los términos se contradicen: si en ocasiones resulta ser
nada, en otras lo es todo; es principio y es fin […] se suele relacionar con la oscuridad, con
la noche, con el color negro […] pero también el silencio es blanco, un lienzo sin pigmento,
una hoja de papel limpia, una partitura con los pentagramas vacíos (Palacios, 1996, p. 36-37).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 367
Como se puede observar, Palacios confunde el silencio con el acto de callarse, ya
que el silencio, por definición, no puede ser una entidad inaprehensible, nadie se daría
cuenta de que existen silencios; sin embargo, el uso del silencio, o el acto de callarse es
enigmático como la fuerza expresiva del lenguaje mismo. Es una cuestión de interpre-
tación que dependerá del reconocimiento y decodificación de cada receptor. Pareciera
que el callarse y el silencio es lo mismo, una forma totalizante y extrema de mutismo e
invisibilidad antagónico del sonido, la oralidad y lo tangible.
De igual forma Xirau (1968) establece que el silencio se funda en la palabra y vice-
versa, en una especie de reciprocidad única en donde la una sin la otra dejaría de existir,
donde la palabra es hablada y el silencio su mutismo.

La esencia de la realidad es la Palabra; la palabra verdadera contiene silencio […] sin la exis-
tencia previa de la palabra, sin su semilla en nosotros, sería imposible hablar o callarse […]
somos palabra y estamos lejos de la palabra; somos palabra y tenemos que ir en busca de
ella […] Hay que regresar a lo ilimitado, lo silencioso por impronunciable, para saber, que
este silencio imponderable es también la Palabra misma que nos pondera. Hay que regresar
a nosotros mismos, a la quietud silenciosa de nosotros mismos, para escuchar el verdadero
decir de la palabra: su decir anunciado, pronunciado y callado (Xirau, 1968, p. 150-151).

Si bien, hay tensión en el lenguaje, el silencio no sólo se expresa a través de la au-


sencia de palabras. Xirau señala que “la palabra entraña silencio y el silencio palabra:
solamente podemos dejar de hablar si existe ya el habla; solamente podemos hablar si
antes, después, aun y, acaso sobre todo, durante el proceso de hablar estamos habitados
por silencio” (1968, p. 144). Volvemos a la noción dialógica de la palabra y silencio, como
si se tratara de hablar y callar simultáneamente.
El silencio también ha sido abordado desde el punto de vista disciplinario de las
psicologías empíricas de la interacción y de la comunicación por autores como Thomas
Bruneau (1973), que al igual que Xirau (1968) y Le Breton (2006) en su momento, abor-
dan el silencio como el acto de callarse, sólo que añaden que el silencio (mejor dicho,
callarse) es necesario para equilibrar el diálogo.
Bruneau (1973) presenta tres formas y funciones del silencio como comunicación no
verbal diferenciadas en términos de percepción: el psicolingüístico, que se deriva de dos sub-
tipos: silencios cortos que son automáticos y silencios largos que se presentan en una con-
versación para interrumpir el habla de forma individual; el silencio interactivo se da en las
relaciones interpersonales, son las pausas que se presentan en el diálogo, es muy parecido
al anterior, excepto porque en esta forma los participantes reconocen que se deben turnar
para poder intercambiar una comunicación, se presenta en grupos pequeños; y por último,
368 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
el silencio sociocultural que siempre está presente en los dos anteriores ya que depende de
la experiencia y los valores sociales y culturales de cada participante. Bruneau (1973) mani-
fiesta que es imposible el silencio absoluto, lo considera un proceso mental al igual que el
habla, aunque un sujeto esté callado, siempre habrá un monólogo interior continuo.
En el año 2007, Dennis Kurson planteó cuatro tipos de silencio desde un enfoque
semiótico, mismos que sólo se llevan a cabo en interacción social: el conversacional, el
temático, el textual y el situacional; por interacción se referirá a que siempre tiene que
haber una persona que habla y otra que calla; si hay más gente involucrada el tipo de
silencio cambiará. Para la construcción de sus tipos de silencio, parte de los estudios
sobre la comunicación no verbal de Bruneau (1973) presentada anteriormente; la Se-
mántica de Vernon Jensen (1973), donde hablará de cinco funciones del silencio: la de
enlace o vínculo que se da por momentos entre la gente, ya sea para rendir culto o de to-
lerancia; la perlocucionaria comunica indiferencia hacia el destinatario; la revelacional es
cuando una persona se mantiene en silencio porque no posee el conocimiento de algún
tópico; la crítica es la que asiente o disiente, está a favor o en contra, por lo que se prefie-
re guardar silencio; y la última función es la activa, la que está presente en toda conver-
sación, son las pausas que se introducen antes y después de hablar. Para complementar,
se respaldó en los estudios de Richard Johannesen (1974) sobre la comunicación, donde
enfatiza los contextos de las funciones del silencio como proceso del pensamiento hu-
mano para su desarrollo cultural. (Kurson, 2007, p. 1673-1674).
A continuación se presentan los cuatro tipos de silencio de Kurson (2007):
• Silencio conversacional: se lleva a cabo entre dos participantes, el que calla y el que
habla; puede haber más personas presentes, siempre y cuando estén inactivos
mientras se dé la conversación.
• Silencio temático: se presenta en interacción social, cuando no se quiere hablar o se
desconoce un tema en específico, es intencional y también se puede presentar en
los textos escritos omitiendo información.
• Silencio textual (se refiere más al aspecto contextual que al texto escrito): es en el
que se presentan varias personas estando en silencio, se externa, ya sea de mane-
ra individual o grupal. Este tipo de silencio también se hace presente en algunos
espectáculos, se debe guardar silencio en el teatro como respeto a los actores en
escena, en el cine, en los juegos de tenis, en el ajedrez para no desconcentrar a los
jugadores, en las bibliotecas públicas, en los cementerios, etcétera; aquí, el silencio
es el aliado de la concentración y se rige bajo normas sociales.
• Silencio situacional: se representa por grupos de personas, ya sea en ceremonias o
eventos públicos, se da de manera voluntaria; sin embargo, es forzado por las nor-
mas sociales por lo que puede considerarse como un silencio impuesto. Su ruptura
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 369
caería en desequilibrar la atención de los participantes involucrados en cada acti-
vidad, lo que llevaría a la desaprobación, amonestación, e incluso a la exclusión.

En suma, los tipos de silencio que propone Kurson (2007) reúnen los silencios de
percepción individuales de Bruneau (1973), las representaciones formales del silencio
de Jensen (1973), y los contextuales de Johannesen (1974), ya que están expuestos a
seguir reglas sociales que exigen orden (formales) desde una conversación entre pares,
hasta grupos más amplios (individuales) donde los presentes callan para reafirmar su
permanencia dentro de ciertos espacios que así lo demandan como regla de comporta-
miento (contextuales). Por lo que el silencio es un elemento fundamental para la comu-
nicación, y para comprenderse siempre se debe conocer el contexto.
La finalidad de mencionar este tipo de perspectivas es para desligarnos de ellas, ha-
cer manifiesto que hay muchos estudios sobre el uso del silencio expresivo involucrado
en el acto de callarse y no en el “significante cero” o práctica de silencio, que es uno de
nuestros propósitos.

Silencios positivos o voluntarios


Entre otras cosas, existen silencios que les llamamos positivos porque se llevan a cabo
de manera voluntaria, no se presentan de forma obligatoria ni como imposición, algu-
nos de ellos pueden ser una actitud de sabiduría, respeto, admiración, paciencia y calma,
es común que se atribuya a la experiencia de los viejos, del aprendizaje y la reflexión.
En la literatura, o bien en el acto de leer, también se presenta el silencio, a la fun-
ción del lector se le ha nombrado retórica del silencio, porque para existir necesita de la
lectura y sus silencios para concebirla; es una práctica que vincula al lector con el libro,
con el pensamiento, con la imaginación, la soledad; existe una reciprocidad entre ellos
que construye sentido. Este tipo de silencio lo consideramos activo, interno porque es
personal y se puede llevar a cabo de manera individual o colectiva (siempre y cuando no
se interrumpa, se puede encontrar en las bibliotecas públicas).
Block señala que la retórica del silencio es la disciplina que:

Trata de aplicar al silencio verbal, un objeto tácito considerado también en su sentido pro-
pio porque aparece restringido sólo a la ausencia fonética, una forma parcial de la ausencia
sonora; se designa así específicamente el silencio de la lectura, la suspensión de la voz por
una palabra que no se articula, que no se dice pero que está presente (1984, p. 11).

En su estudio abarca distintas formas del silencio en el texto literario a partir de la


retórica como arte del decir y la elocuencia; Block sostiene que “El lector se protege en una
370 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
privacidad que reclama el silencio imperturbable para la lectura, un silencio que es su calidad
inherente, requisito y recompensa a la vez, necesidad y placer” (1984, p. 144). El libro como
objeto se libera del silencio en el momento en el que el lector hace uso de él, lo hace hablar
y significar en el mundo a través de su interpretación. De igual forma, el libro, el texto en sí,
está cargado de sentido, de palabras y silencios desde el momento de su producción:

Entre las palabras impresas queda un espacio en blanco que no corresponde ni a la voz del
escritor ni a su silencio. Sólo vale como una convención tipográfica pero, contextualizada,
no puede dejar de tener sentido. Marca, entre dicción y dicción, el blanco que resulta espe-
cialmente adecuado para representar la interdicción […] los blancos del texto representan
el silencio de la lectura, un silencio verificable y necesario, necesario porque no puede dejar
de ser (Block, 1984, p. 205).

Así como el habla exige pausas para su entendimiento, la palabra escrita sólo existe
si hay espacios en blanco, silencios; son estos los que dan sentido a una conversación
o a una lectura, tienen una relación dialéctica. “La lectura se realiza en silencio; y sólo
así, por repetirla y en silencio, asegura su vigencia. De la misma manera que el discurso
implica silencio, su silencio implica un discurso” (Block, 1984, p. 217).
Aunque la investigadora no menciona la importancia del papel del autor, no po-
demos prescindir de él, ya que el sujeto que escribe desde el silencio, desde la nada, se
convierte en autor; el que nos llevará a hablar sobre el silencio activo en la escritura,
como un acto de creación; “simultáneamente, la escritura es el medio por el cual el suje-
to puede transgredir el sentido establecido normativamente en la medida en que hace
del sentido algo tangible” (Saettele, 2005, p. 93).
Otra de las disciplinas que tiene una estrecha relación con el silencio y la palabra
es el psicoanálisis, práctica terapéutica basada en la exploración del inconsciente y la
escucha del otro, desarrollada por Sigmund Freud a finales del siglo XIX, y es gracias
a estos elementos que el habla surge desde el inconsciente del paciente, desde el secreto,
que hacen del psicoanálisis un principio metodológico envuelto en la ética, la privacidad
y la confidencialidad. “El psicoanálisis es la puesta en marcha y el sostenimiento de un
proceso subjetivo y de que la operación discursiva que se lleva a cabo sólo puede produ-
cirse bajo el signo de la estricta exclusión de toda regla regulativa” (Saettele, 2005, p. 7).
La interpretación por parte del analista tiene un papel importante dentro del psi-
coanálisis, debe descifrar la significación inconsciente de las palabras, cómo se dicen,
cómo se callan y complementan con formas de actuar, gestos, emociones, movimien-
tos, etcétera. “El silencio del analista se ubica en el lugar discursivo marcado por deteni-
mientos específicos que se describen como figuras del silencio” (Saettele, 2005, p. 104).
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 371
El silencio en el psicoanálisis “tiene un significado diferente para uno y otro” (Le
Breton, 2006, p. 99-100), el psicoanalista pone especial atención a la postura y a los
silencios que el paciente otorga entre las palabras, esta terapia le facilita concentrarse
al paciente para hablar sobre sus sueños, delirios y deseos sin censura. Uno calla para
escuchar e interpretar y el otro calla para encontrarse.

Antes del psicoanálisis no hubo más que la hipnosis o la neurología. Con el psicoanálisis se
genera una teoría analítica del discurso, con lo cual no sólo lo que queda al margen del discurso
se vuelve relevante, sino que lo relevante aparece en el discurso, no en forma de contenidos, no
como lo dicho, pero como lo que está siendo indicado en el discurso (Saettele, 2005, p. 142-143).

El silencio puede ser un acto involuntario por parte del paciente, pero no por eso
quiere decir que sea impuesto, sino que más bien es debido a las leyes del inconsciente
y a las emociones que se enmudece, “el silencio para el psicoanálisis se haya ubicado
como un hecho clínico primario, como manifestación última de la naturaleza muda de
la vida psíquica” (Saettele, 2005, p. 108). El psicoanalista es un practicante de la escucha
silenciosa por excelencia.
El secreto es un tipo de silencio que no sólo se practica en el diván, se puede efec-
tuar en la esfera pública o privada, de manera voluntaria, individual o colectiva, se con-
vierte en un privilegio que puede causar emoción por tener un conocimiento que se
oculta, personal, íntimo, de dominio único o simplemente no causar algo debido al des-
conocimiento de su existencia. Sin embargo, no todo secreto tiene connotación positi-
va, ya que si la información que se tiene daña o perjudica a otras personas involucradas
pueden ser de tipo negativo por someterlos a su exclusión.
Mendoza (2009, p. 125) distingue el secreto como un elemento fundamental en
el espacio público y privado, e indica que “la palabra secreto aparece hacia el siglo XV,
proveniente del latín secerno, que significa separar, poner aparte […] se refiere también
a retención de una información”.
Una de las máximas de la ley cuando se ejerce la detención de algún presunto cul-
pable de cierto crimen es la de “el derecho a guardar silencio”, como una especie de
privilegio de la secrecía que le permite separarlo o apartarlo de la culpabilidad o la ino-
cencia, por lo que queda en los márgenes de la exclusión y acusación.
Las luchas sociales han utilizado el secreto como clandestinidad y conspiración
ante un régimen autoritario que busca censurar todo tipo de libertad de expresión, pa-
sando por encima de los derechos naturales. De acuerdo con Le Breton (2006, p. 10), “el
secreto constituye una disciplina del lenguaje que se practica a favor o en detrimento de
los que ignoran que existe […] en algunas manos, el secreto es poder”.
372 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
El secreto propicia la alteridad, permite el ejercicio de una libertad individual que deja el ca-
mino libre a la indiferencia. Si fuera posible decirlo todo de sí mismo, o saber todo del otro,
la individualidad sería aniquilada. La desaparición del secreto supone, al mismo tiempo, la
desaparición del misterio (Le Breton, 2006, p. 88).

El secreto se encuentra en la frontera de los silencios positivos y negativos depen-


diendo de cómo se ejecute en su práctica, ya sea con fines individuales y voluntarios o
impuestos que afecten en el desarrollo que incumbe a una colectividad pública.
Otro tipo de silencio que se encuentra dentro de estos márgenes, es el que se realiza
como culto de adoración o religioso, ya que tiene características positivas, siempre y cuan-
do no se utilice como sacrificio para dañar a terceros (como en las guerras religiosas, donde
existen actos sigilosos suicidas llevados a cabo por kamikazes de cualquier ideología que
terminan matando a gente inocente); sin embargo, nos orientaremos al silencio practicado
como meditación y comunión; Labraña (2017, p. 18) menciona que “la espiritualidad es una
de las dimensiones en las que el silencio se expresa con mayor potencia. Es una condición
típica de las prácticas de oración, recogimiento y meditación en diversas religiones”.

En el budismo o en el taoísmo, se contempla el alma como si ascendiera desde las toscas


trabas de lo material, a lo largo de ámbitos perceptivos que pueden expresarse en un len-
guaje noble y preciso, hacia un silencio cada vez más profundo (Steiner, 2003, p. 28).

Para el budismo zen el silencio es preferible que un discurso carente de sentido, su


práctica se basa en sentarse en flor de loto, mantener una posición quieta y tranquila
para regular la respiración, postura que hará que los practicantes tengan una mayor
concentración para una profunda meditación. Menciona que:

En el budismo se habla de tres clases de silencio: El silencio del cuerpo, el de la voz y el del pen-
samiento […] el que más cuenta y cuesta es el silencio de la mente, al que están supeditados
los otros dos […] Todo el esfuerzo del Buddha tiende a conseguir dicho silencio y, para ello, el
Buddha y el budismo han puesto en primer lugar no la especulación o una doctrina, sino la
meditación, la contemplación, la quietud de la mente, el silencio interior. Román (2012, p. 54)

Cuando se lleva a cabo la oración, cualquiera que sea, se aspira a la escucha y res-
puesta de Dios mediante acciones inverosímiles que se muestran como prueba de escu-
cha, refuerza la fidelidad y la creencia ante un Dios que escucha y cumple.
Hasta ahora hemos visto el papel del silencio “vivo”, es decir, en diversas activida-
des que se llevan a cabo hasta que el sonido vital se enmudece totalmente en la muerte;
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 373
sólo que este tipo tiene características distintas que van más enfocadas a la cuestión
emocional; si bien, la enfermedad siempre va acompañada del silencio, de la tranquili-
dad y el reposo; indudablemente, el mutismo se agudiza en la muerte.
El silencio se utiliza para dar el último adiós en forma de respeto, es un mutismo fú-
nebre que está cargado emocionalmente a través del recuerdo, de la ausencia de un ser que
hizo ruido en nuestras vidas. Le Breton (2006, p. 123) señala que “el silencio es una imagen
de la muerte, una fuerza colosal que se apresta a triturar al hombre y provoca angustia”.
Puede ser considerado como un silencio negativo, pero consideramos que no lo es, es un
silencio necesario para recordar la presencia de alguien que ya no está; precisamente en
este tipo de silencio es en el que, paradójicamente, se reflexiona sobre la vida.

Silencios negativos o impuestos


De igual forma, existen silencios negativos, como censura, que transmiten angustia, an-
siedad, frustración y soledad que nos llevan a caminos místicos, enigmáticos y desconoci-
dos de nuestros propios actos. En la administración pública se puede encontrar este tipo
de silencio, se presenta cuando un ciudadano tiene que hacer algún trámite burocrático y
los funcionarios no asisten a resolverlo rápidamente, o no responden ante la solicitud. El
silencio administrativo se considera negativo debido a su inactividad o por el alargue de
un plazo determinado que puede llevar a sanciones por la ausencia de atención.
Hay silencios que se presenta como imposición, “ese que inicia con la aniquilación
de la palabra sobre todo de la palabra pública, aquello que no se puede enunciar por
tener la amenaza a un costado […] con la violencia política y social viene la incomuni-
cabilidad” (Mendoza, 2009, p. 139). Jorge Mendoza se refiere al silencio como material
de olvido en la vida social, que se da a través de mecanismos como la censura, la prohi-
bición, la proscripción, la mordaza y la tortura:
“Todo régimen político, autoritario o democrático, pone en marcha mecanismos
para regular la palabra y para imponer el silencio. Un régimen totalitario implementa
los discursos, impone los silencios y actúa de forma violenta.” (Mendoza, 2009, p. 141).
Por lo que orillar a la censura es una forma violenta del silencio utilizado por el poder
para someter y dominar el espacio público. Le Breton señala que “el silencio impuesto por
la violencia suspende los significados, rompe el vínculo social” (2006, p. 6).
Este tipo de silencio impuesto se lleva a cabo por las dictaduras que buscan sal-
vaguardar sus políticas de Estado y que, paradójicamente, anulan toda política al no
permitir que se cuestionen sus prácticas totalitarias. “En el presente, medios de comu-
nicación bajo la mirada del poder, información falseada, espacios públicos bajo vigi-
lancia, expresiones artísticas alternativas censuradas, son manifestaciones del silencio
impuesto con poder” (Mendoza, 2009, p. 141).
374 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Toda violencia tiende a convertirse en violencia simbólica por medio de la palabra. Los siste-
mas de regulación de la palabra y el silencio se sofistican conforme la evolución de las socieda-
des en términos políticos y tecnológicos. El poder social se ha asociado tradicionalmente con
el derecho a hablar, a dejar hablar y a hacer callar. Instituciones fundamentales de la sociedad
han conducido estas acciones al dotar a unos de la palabra y al despojar a otros de ella, pero
les han ofrecido los silencios como alternativa simbólica (Martínez, 2013, p. 21).

En un contexto donde prevalece el crimen organizado, como la situación en Méxi-


co agudizada desde la declaración de “Guerra contra el narcotráfico” (2006) protagoni-
zada por el expresidente Felipe Calderón, los pobladores son despojados de sus tierras
por los narcotraficantes, quienes invaden también su actividad social y cultural; debido
a ello, los habitantes se han visto obligados a utilizar el silencio como estrategia de
sobrevivencia y protección. Una expresión artística censurada fue el caso de la versión
española del álbum Sticky Fingers de The Rolling Stones editado en 1971: la portada origi-
nal creada por Andy Warhol fue prohibida por el régimen de Franco y remplazada por
una portada donde se pueden ver unos dedos emergiendo de una lata abierta; ante esto,
los Stones decidieron quitar del álbum la canción Sister Morphine e incluyeron treinta
segundos de silencio como forma de manifestación y reprobación de la censura.

Como instrumento de poder el silencio tiene como significante al miedo, a la desconfianza


y a la inseguridad; es el signo de lo imprevisible y lo inasible. De ahí que podamos decir que
el que calla puede representar una mayor amenaza que aquel que habla, siempre y cuando
el silencio sea una decisión y no una imposición (Martínez, 2013, p. 21).

Otro tipo de silencio impuesto se puede observar en el control de la información


a partir de la manipulación o silenciación en los medios de comunicación. De acuerdo
con Grijelmo (2012, p. 66-70), “el silencio en la información consiste en la omisión de
datos o de elementos que estuvieron o podrían estar presentes en el mensaje principal”.
Por lo que es mejor hablar de “silenciación”, ya que “se produce cuando pudo haber
existido algo, en el discurso o en el contenido, que se eliminó o se omitió”. El silencio
en la información es un tipo de silencio impuesto que se presenta en forma de censura
o autocensura en el periodismo.

Silencios activos, de creación, estéticos


Así como en latín se utiliza tacere como un silencio activo, en la tradición occidental
musical también existe el término tacet para indicar al instrumentalista que debe callar
durante el tiempo indicado, lo que hace del músico un sujeto activo y alerta para guar-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 375
dar silencio. “El silencio se escribe, se ofrece a la audición; cada figura que denota un
sonido posee su figura de silencio. Suspiro o pausa son algunos de los nombres que la
tradición francesa del siglo XVIII utilizó para llamar el silencio” (Arroyave, 2013, p. 143).

El concepto de música ha ampliado sus fronteras hasta convertirse en el lugar de acogida de


todos los sonidos, el ruido y el silencio […] la revalorización del silencio es una respuesta a
una tradición musical en la que este hace parte de un discurso y, entendido como ausencia
de sonido, su papel es permitir que el sonido signifique […] el silencio se vuelve argumento,
referencia de sí mismo, y se constituye como significación (Arroyave, 2013, p. 141).

En 1951, el compositor y teórico musical norteamericano John Cage, conocido


por componer directamente desde el silencio, escribiría una de las piezas fundamen-
tales para entender y percibir el silencio en la historia de la música: 4´33´´; pieza mu-
sical presentada originalmente en una interpretación en piano por David Tudor, en
donde a partir del primer segundo coloca las partituras sobre el atril y abre el piano,
30 segundos después cierra el piano y lo abre de nuevo para mantenerse inmóvil du-
rante 2 minutos 23 segundos, para terminar cierra y abre el piano de nuevo durante
1 minuto 40 segundos dando una duración total de 4 minutos 33 segundos, que es
como se titula la obra.
Lo que Cage quiso demostrar con esta pieza es que el desconcierto del público es
parte fundamental de la interpretación, debido a los sonidos y la tensión que se lleguen
a externar durante su presentación. Y esto se le atribuye a su visita a la cámara anecoica
en la Universidad de Harvard. “Cage deseaba encontrar el silencio, pero encuentra un
sonido agudo y otro grave. Según el ingeniero del lugar, el primero es el sonido de la
actividad cardiaca, el segundo es la actividad nerviosa del auditor que realiza la expe-
riencia” (Arroyave, 2013, p. 145).
De igual forma en su conferencia titulada Lecture on nothing se centra en el silencio
y el tiempo: Este espacio de tiempo está organizado. No hay que temer a estos silencios,
podemos amarlos. Esta plática está compuesta como hago una pieza musical” (Cage,
1973: 109-110).2
Paradójicamente, Pritchett menciona que “el problema radica en que la compren-
sión del silencio de Cage nunca podrá ser comunicada directamente a través de una
pieza musical de ningún tipo, ni con sonidos ni sin ellos” (2012, p. 166). Otra de las con-
tribuciones paradójicas de Cage se vio reflejada en los años 80 del siglo pasado con el

2 Precisamente está escrita poéticamente por frases y espacios largos y salteados, por lo que deja claro que el
silencio se percibe o se basa en estructuras temporales, en su duración prolongada sonora o escrita.

376 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
surgimiento del género musical denominado Noise Rock, donde el grupo Sonic Youth es
considerado como uno de los máximos exponentes; influenciados por una de sus con-
ferencias titulada: The future of music: Credo; “Creo en el uso del ruido. Dondequiera que
estemos, lo que oímos es en su mayor parte ruido. Cuando lo ignoramos nos molesta.
Cuando lo escuchamos, lo encontramos fascinante” (Cage, 1973, p. 3).
Existe un vínculo entre la estructura del silencio y la forma de la melodía a través
del ritmo y la repetición que no existiría si no estuviera acompañada de pausas, espacios,
silencios, densidades y tempos que marcan el final de un sonido y el principio de otro que
comienza; por lo que el factor tiempo es ineludible para comprender una pieza musical. El
silencio en el espacio se puede presentar como lo no escrito, los saltos entre las notas, la
duración del tiempo se expresa con las pausas inaudibles, es un sonido que no se escucha,
pero significa.

El silencio aparece como una pausa entre dos instantes significativos es un silencio ligado
a un funcionamiento en forma de lenguaje; y para que el lenguaje signifique es necesario el
silencio. Lo que se escucha es la interrupción que marca el lenguaje. El silencio es entonces
la respiración necesaria al desarrollo del discurso. El silencio que rodea cada sonido no
significa en sí mismo sino que permite que el sonido signifique. La toma de conciencia del
silencio que estructura el discurso musical da una dirección y una fuerza a la interpretación
musical. Sobre la línea del tiempo, el silencio pone en relación el instante que precede y el
instante que sigue. El silencio transporta tensión cuando prolonga lo que acaba de sonar
o enfatiza lo que precede. El silencio pone también a la espera de lo que va a seguir, dejando
entrever el sonido que se aproxima (Arroyave, 2013, p. 143).

Otros actos de ausencia similar que se perciben a través de la mirada, y que no ne-
cesariamente son sonoros percibidos por el oído; son los “silencios acústicos”, término
utilizado por Amorós y recuperado en Labraña:

Así como la música emplea el silencio de un modo real, la pintura o la arquitectura, por
ejemplo, pueden sugerirlo de un modo sinestésico: la desnudez, los espacios vacíos, la au-
sencia de decoración, los fondos blancos o los monocromos equivaldrían a los silencios
acústicos (2017, p. 30).

Otros ejemplos de silencios acústicos son:

Las telas negras de Frank Stella, el Untitled de Robert Ryman, donde el acceso a una sen-
sibilidad inmaterial se hace más clara y más evidente la correspondencia con el silencio: la
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 377
tela blanca, en blanco, no se explica por el horror místico de Mallarmé sino como una exas-
peración postergada, la expectativa pura, que vale como una propuesta o una provocación:
el contemplador enfrentado a una experiencia estética suspendida (Block, 1984, p. 24).

En la cultura oriental, el silencio está enfocado hacia el honor, el recogimiento, el


misticismo, la contemplación y el respeto; cualquier interrupción es vista como profa-
nación ya que se considera sagrado. “El vacío no tiene una connotación negativa y no
significa la ausencia como falta de algo. Más que una figura de la ausencia, el silencio
tiene un estatuto de presencia real […] el silencio se vuelve un grado de percepción au-
ditiva” (Arroyave, 2013, p. 144).
En la China de los años treinta, la búsqueda de Kazantzaki le lleva a un templo de
Pekín, donde asiste a un concierto silencioso. Los músicos ocupan su lugar, ajustan sus
instrumentos. El viejo maestro inicia el gesto de golpear sus manos, pero sus palmas se
detienen justo antes de tocarse. Es la señal que abre este sorprendente concierto mudo
(Le Breton, 2006, p. 172-173).
La importancia del silencio en el lenguaje cinematográfico también es fundamen-
tal para su comprensión, ya que tiene la habilidad de transmitir un sentimiento o emo-
ción a través de la mirada, se podría decir que el cine es “una poesía de actos” (Steiner,
2003, p. 123). A los personajes silenciosos se les puede observar como enigmáticos que
hacen que el espectador interprete su mutismo y acciones a través del papel que cada
uno tenga en la trama. Grijelmo indica que:

Un actor es un significante, el personaje que representa es su significado […] El enigma


consiste en oscurecer deliberadamente y acentuar la sensación de incertidumbre que im-
plica el mensaje significativo […] pero el enigma debe facilitar también la interpretación,
incluir los elementos necesarios que hagan posible el significado del silencio […] El enigma
presupone también la codificación de un mensaje que se elabora confiriendo un orden me-
tafórico a palabras cuyo sentido parece, a primera vista, unívoco (2012, p. 18-19).

Para que las acciones de los personajes enigmáticos tengan sentido en la recepción,
deben existir características clave dentro del argumento de las películas para que se pueda
interpretar lo omitido, ya que sin esto sería imposible su entendimiento y daría como re-
sultado un papel sin sentido. Cuando el personaje es silencioso transmite incertidumbre
al espectador, que está siempre a la espera de un final pensado que tal vez nunca llegue.
De igual forma hay una serie de técnicas donde se hace presente el silencio en la
producción cinematográfica; Grijelmo (2012, p. 105-119) señala que el silencio sonoro,
paradójicamente se da en el cine mudo y se trata de sonidos ambientales que ayudan
378 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
a significar el mutismo de los personajes; la elipsis como omisión audiovisual puede
fragmentar el tiempo y el espacio; es decir, a través de secuencias se crea una ruptura en
la narración que no afecta el significado sino que lo complementa. Estos efectos ayudan
a crear duda durante la trama y construyen conjeturas y emociones en el espectador.
La poesía también necesita del silencio, de hecho es un elemento esencial para su
creación y comprensión, Villoro (2016, p. 61) señala que “los significados poéticos no
pueden estar ligados en forma invariable a determinadas palabras, surgen en el contex-
to, de modo inesperado, de la distorsión de los significados objetivos”. Dejando claro
que el silencio en todas sus representaciones siempre será único e irrepetible.
Por eso la importancia del uso de la metáfora en la poesía es sustancial, ya que
cuando la palabra se encuentra limitada, la metáfora es una figura retórica alternativa
que ayuda a expresar la realidad a través de la semejanza, está contenida de significados
no dichos explícitamente.
La poesía se encuentra entre la palabra y el silencio; ahí donde la creación surge ex
nihilo se configura un lenguaje infinito que ha sido negado por el habla común. Picard
(1964, p. 141) menciona que “la palabra de los poetas no sólo tiene una relación natural
con el silencio del que proviene, sino que también puede producir silencio a través del
espíritu que está en él”. La expresión del espíritu se transforma en palabra a través de la
poesía. Existe una correlación intima entre el silencio y la aspiración del poeta.
Grijelmo (2012, p. 97-102) distingue tres tipos de silencio en la novela: el silencio
narrativo que consiste en suprimir información que el narrador posee o se supone que
posee; el silencio de ocultación, que consiste en esconder hechos que el narrador debe
conocer, y cuya información se le retrasa al lector para favorecer la intriga; el silencio de
túnel del tiempo sirve para que el autor y el lector puedan omitir pasajes, hechos, épo-
cas que no influyen en la trama principal; y afirma que “todo silencio literario adquiere
eficacia si el receptor puede llenarlo”.
Entre otras cosas, la creación con base en el silencio no se salva de la privatización,
ya que en medio de tanto bullicio, el silencio se ha convertido en mercancía, en un privi-
legio más al que muy pocos pueden acceder, muchas “empresas y agencias publicitarias
se han percatado de la importancia del silencio en una vida cotidiana acosada por el
ruido” (Le Breton, 2006, p. 10). El silencio se ha vendido como producto, creatividad y
medio de explotación; el investigador francés añade que “el silencio llega a tener enton-
ces un destacado valor comercial: al ser un recurso escaso se convierte en un anhelo, en
un motivo de lucha social o de marketing”.
Las mercancías que aíslan del ruido son cada vez mayores, desde ventanas, protec-
tores sonoros, terrenos cercados, así como la opción de silenciar el funcionamiento de
distintos aparatos domésticos y teléfonos móviles, productos silenciosos que antes no
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 379
lo eran se hacen novedosos y cotizados por su aspecto silencioso, su precio mercantil
aumenta gracias a la venta de la tranquilidad sonora.

Consideraciones finales
Como hemos visto, el silencio es un elemento de la comunicación ineludible para la exis-
tencia, lo podemos encontrar en cualquier lugar y situación, su significación siempre
dependerá del contexto en el que se presente, de su duración temporal y espacial, de la
presentación, representación e interpretación que se le otorgue (inclusive la propia con
la que se abordó y clasificó este trabajo).
Hay distintos tipos de uso del silencio: individuales o colectivos, internos y exter-
nos, pasivos y activos, positivos y negativos, respetuosos y violentos, voluntarios e im-
puestos que nos ayudarán a caracterizar los silencios como acción política. En suma, los
silencios son signos que organizan otros signos para su comprensión y entendimiento.
Creemos que es de gran importancia incluir la acción política a la discusión de los
estudios sobre el silencio, ya que cada vez es más frecuente encontrarlo como forma de
manifestación política en los espacios públicos, donde se han ido cerrando las vías de la
comunicación y cada vez es más difícil lograr el diálogo donde se reconozca la voz del otro.
El silencio es un elemento de la comunicación que no se debe obviar, en contextos
específicos puede utilizarse como táctica de supervivencia, como creación o alternativa
simbólica para hacerse escuchar y reconocer su oposición frente a la censura y clausura
de la palabra.
Inferimos que está forma de construir sentido políticamente a través del silencio
es un método activo, violento y transgresor que se escapa de los márgenes de la política
tradicional que vale la pena explorar.
Debido a su aspecto indefinido, nos surgen varias preguntas para una investigación
futura, ¿el silencio puede ser considerado como acción política? ¿En qué circunstancias?
¿Qué características contiene de los distintos silencios abordados? ¿Tendrá algunas otras
características que no se hayan presentado? ¿En qué tipo de silencios se inscribe?
Estamos conscientes de que la apropiación del silencio es indeterminado, y que por
su carácter polisémico puede provocar interrogantes enigmáticas sobre el sentido; pue-
de ser practicado tanto en las luchas sociales que buscan lo político o como respuesta a
ellas a través del terror, la desaparición, la privación de libertad, la marginación, el exilio
y la muerte; y si este fuera el caso, se suspende toda capacidad política en el momento
en que el silencio se utiliza como imposición y censura hacia el otro.

380 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
BIBLIOGRAFÍA

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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 381
COMENTARIO AL TEXTO

LA SIGNIFICACIÓN POLISÉMICA DEL SILENCIO

Raymundo Mier Garza

La comprensión del silencio ha dado lugar a un permanente conjunto de interro-


gantes hasta ahora abiertos a una reflexión no menos incesante, incierta y abier-
ta. El momento en que cesa el lenguaje, en que emerge la huella, o el trazo de
los linderos de los signos abre la interrogación sobre la naturaleza misma de la
significación y del acto del lenguaje. Esta doble dimensión del silencio: al mismo
tiempo una condición de la instauración del régimen sistémico de la significación,
pero también un conjunto de sentidos derivados de las inabarcables condiciones de
uso del lenguaje en su conformación dialógica, reclama la mirada de múltiples
perspectivas teóricas y analíticas.
La genealogía de las reflexiones sobre el silencio asume así una trayectoria im-
puesta por las dinámicas y las contribuciones diferenciadas de las perspectivas in-
numerables y diversas que concurren a los proyectos de elucidación del sentido, la
significación, la función y la relevancia del silencio, tanto en su condición meramente
sistémica como en su irrupción en la dinámica dialógica del acto de lenguaje. Así, el
silencio aparece como un objeto privilegiado para las reflexiones ubicadas en las coor-
denadas epistemológicas de “los enfoques transdisciplinarios” —es preciso señalar
que este rubro epistemológico no es simple, ni obvio, y que constituye, más bien, una
respuesta radical de las aproximaciones críticas a la visión restringida y restrictiva de
las determinaciones disciplinarias surgidas con las exigencias instrumentales de la
modernidad—. Es preciso señalar un rasgo quizá definitivo de la perspectiva “trans-
disciplinaria”: no surge de una mera integración, o yuxtaposición, o concatenación y
acumulación de acercamientos teóricos y conceptos acuñados por distintas disciplinas
o corrientes filosóficas, teóricas o políticas. Surge de un trabajo incesante de una re-
composición sintética de los conceptos considerados relevantes para la comprensión
de la vasta esfera de procesos integrados en el dominio de “el silencio”.
382 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
José Luis Sánchez emprende en este artículo un primer acercamiento a esta
visión transdisciplinaria, al emprender una recopilación —todavía parcial, pero
aun así muy iluminadora— de diversos acercamientos disciplinarios. Edifica una
taxonomía tácita —que requiere aún de un trabajo de clarificación y formulación
explícita de sus sustentos teóricos— de estas aproximaciones y una breve y es-
quemática presentación de esas propuestas. Esta revisión lo lleva a incorporar no
sólo reflexiones de carácter lingüístico, discursivo e interpretativo, sino también
reflexiones que involucran a la perspectiva antropológica, en la medida en que el
sentido del acto de guardar silencio asume lugares diferenciados en los rituales de
intercambio simbólico (incluidos los rituales, por supuesto) propios de cada una
de las distintas culturas. Adicionalmente, el silencio involucra actitudes, “inten-
ciones”, impulsos, afecciones, deseos, placeres diferenciados que comprometen las
competencias y disposiciones psíquicas de los sujetos, en la medida en que par-
ticipa en los diálogos que colaboran en la instauración de los vínculos sociales y
les dan forma. Así, alude a las perspectivas del psicoanálisis, aunque sin dejar a
un lado las perspectivas, quizá discordantes y antagónicas, de la psicología social
de sustentos meramente empíricos. Por otra parte, involucra también reflexiones
marginales y apenas esbozadas al sentido estético del silencio y a su participación
en la naturaleza poética de ciertas expresiones.
Sin duda, este es un momento preliminar en la elaboración de un acercamien-
to genuinamente transdisciplinario en la búsqueda de un mayor y mejor esclare-
cimiento de esa dimensión enigmática de la constitución de los lenguajes y de las
acciones simbólicas y los procesos de intercambio que éstas conllevan.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 383
385

LECTURA Y COMUNICACIÓN

José Manuel López Romero1


En este registro imaginario y casi onírico de los modos de leer,
con sus tácticas y sus desviaciones, con sus modulaciones y sus cambios de ritmo,
se produce además un desplazamiento, que es una muestra de la forma específica
que tiene la literatura de narrar las relaciones sociales. La experiencia está siempre
localizada y situada, se concentra en una escena específica, nunca es abstracta.
Ricardo Piglia

Ja, ja, ja, ja, ja, ja. Qué vergüenza. Pues, en realidad, los de John Green
no me parecen tan malos y creo que sí he leído todos los que ha sacado,
también leí la saga de Divergente, la de Los juegos del hambre y la de Maze runner
(no me acuerdo si se escribe así). Ah y los tres libros de Sombras de Grey
(respuesta de una estudiante de artes sobre sus lecturas).

Resumen
Este texto plantea un recorrido por el concepto de lectura y hace una revisión de algu-
nas formas en las que ha sido abordado desde diferentes perspectivas con el objetivo de
observarla como un fenómeno multidimensional. La exposición de este concepto y su
abordaje está enmarcada en el campo de los estudios de la comunicación y la cultura.
Para realizar este ejercicio reflexivo, el texto se construye a partir de dos apartados: el
primero dedicado a la estructuración del proceso de continuidad-discontinuidad en las
relaciones entre obras, lectores y lecturas; el segundo está centrado en las inconsisten-
cias de las fronteras disciplinares que intentan dar cuenta de estas (dis)continuidades
en el estudio de la Lectura desde la comunicación y, en particular, desde una perspectiva
centrada en la discursividad social. Finalmente se propone una posibilidad de incor-
poración de diferentes tradiciones para un acercamiento a la lectura como proceso de
Comunicación.

Palabras clave:
Lectura, obras, lectores, discursividad social, estudios de la comunicación.

1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: cronos2000x@hotmail.com
Introducción
Alrededor de la lectura se pueden imaginar una gran cantidad de abordajes que den
cuenta de ciertas dimensiones del proceso desde distintas y múltiples disciplinas teó-
ricas o metodológicas. Desde el campo de la comunicación podrían plantearse algunos
acercamientos alrededor de la industria editorial, del libro como dispositivo tecnológico
de comunicación, sobre la construcción de los géneros o sus usos sociales, sobre las
nuevas prácticas lectoras, sobre la producción de materiales por parte de los fans, los
fenómenos trasmediales que derivan del texto, lo refieren, critican, amplían o recom-
ponen, o bien, sobre los discursos sociales que atraviesan los procesos de construcción
de sentido de los lectores.
La lectura es un fenómeno que habla de una necesidad primaria de comunicación
refinada a través de los siglos por los dispositivos tecnológicos que han hecho posible,
determinado, diversificado y abierto, primero la escritura, la lectura, la lectura personal
(en silencio), la literatura industrial, la lectura electrónica y salteada, la lectura trasme-
dia2. Los entornos de las lecturas han cambiado y se han diversificado, las valoraciones
y algunos usos sociales lo han hecho también, pero la Lectura permanece como una
forma fundamental de interacción (Ravettino, 2016; García, 2015 y 2007; Jenkins, 2010;
Papalini, 2012; Lahire, 2004). La lectura, en todas las modalidades imaginables, sigue
siendo el vínculo con los otros y, al mismo tiempo, la posibilidad de introspección en un
doble movimiento de sístole y diástole continuo que va del aislamiento y la reflexión,
a la puesta en común y la identificación con valores, códigos y discursos sociales; sigue
siendo un refugio para pensar (Llunch, 2017; García, 2015; Cassany, 2009; Pereda, 1990;
Jitrik, 1984) y el espacio privilegiado de la construcción de sentido (Jones, 2018; Jitrik,
1984 y 2008; Carrroll, 2003).
Las neurociencias han ido comprobando algunas nociones sobre la lectura y la fic-
ción3 que parecían claras y provenían de la teoría literaria (como Roland Barthes, Noé Ji-
trik o Umberto Eco), la filosofía (como Michel Foucault, Giorgio Agamben, Susan Sontag
o Carlos Pereda) e incluso de la propia Literatura, es decir, de los escritores (como Jorge

2 En el sentido material y estrictamente complementario entre medios diferentes, ya que toda lectura, por el he-
cho de ser social, abreva necesariamente de múltiples discursos codificados y soportados por diversos medios.
3 Deben distinguirse en estas referencias las que competen a la lectura de las que competen a la Literatura,
la ficción, la ficcionalización, narración (oral o escrita), de las lecturas de ficción, las lecturas literarias, las no
literarias y, entre éstas, las de ficción y las de no ficción. En cada caso, se han construido estos conceptos para
procesos y usos diferentes. Los estudios referidos se han ocupado de varias facetas de los procesos de lectura
y de distintos tipos de relaciones discursivas, que son diferentes y claramente distinguibles desde las prácticas
lectoras y los placeres individuales (y hasta eléctricamente, según los artículos referidos), pero cercanas en sus
usos sociales y las prácticas de consumo y producción de contenidos derivados de los libros. En este caso se
presentan como ejemplos convergentes de un proceso más grande de Lectura que los comprende.

386 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Luis Borges, Macedonio Fernández o Ricardo Piglia) haciendo a veces explícitas sus pre-
ocupaciones por el lector y los procesos de lectura, o sus aspiraciones sobre esos lectores
imaginados a partir de las experiencias de estos escritores como lectores.
Leemos desde hace cinco mil años, y para los neurocientíficos no tenemos áreas
especializadas del cerebro para llevar a cabo los procesos de lectura, a cambio, usamos
una parte de los mecanismos y áreas destinadas al lenguaje hablado y otras al reconoci-
miento visual, lo que incluso hace que la alfabetización actúe en detrimento de algunas
de estas capacidades (Miller, 2010). En cambio, estudios de la misma índole apuntan
a pensar que, como sugería la teoría literaria (Barthes, 1980, 1987 y 1989; Jitrik, 1984
y 2001) o la sociología de la lectura (Lahire, 2004), dicho acto, sobre todo de ficción
literaria, nos permite entender, dar sentido e incluso interactuar de mejor manera en
el mundo, como concluye un meta-análisis publicado por Raymond A. Mar (citado en
Jones, 2018) de la Universidad de York cuando señala que “cuanto mejor entendamos
los hechos en una narrativa, mejor podremos entender las acciones e intenciones de
quienes nos rodean” y de paso, plantear las posibles diferencias en este efecto según
los tipos de narraciones que leemos. Igualmente, la neurociencia ha confirmado lo
que los teóricos de la literatura y los propios autores y lectores saben: que la literatura
es productora de realidad ya que el cerebro no diferencia la naturaleza de una y otra
experiencias, “el cerebro, al parecer, no hace una gran distinción entre leer sobre una expe-
riencia y encontrarla en la vida real”, es decir, la experiencia está escrita en lenguaje
sensorial. Al parecer no sólo los recuerdos y los sueños están hechos de lo mismo, sino
que cualquier narración produce efectos similares y se conforma de procesos equiva-
lentes en las mismas regiones cerebrales. La lectura es una experiencia, análoga a las
otras experiencias corporales y esencialmente un acceso a la realidad, porque como ha
encontrado otra investigación reciente “los mismos procesos psicológicos se usan para
navegar por la ficción y las relaciones reales. La ficción no es solo un simulador de
una experiencia social, es una experiencia social” (Reading literary fiction, 2013), aunque
separan los efectos de la ficción literaria de los de la ficción popular o la no ficción, a
partir de la distinción que había hecho Barthes entre los tipos de escritura escritora (de
goce) y lectora (de placer), asociados (de manera creativa) a la literatura y la posibilidad
de subversión y la posición creativa del lector, en el primer caso y en las obras de género
como la literatura popular o la industrial que se mantienen en la tradición de la cultura
y reducen la posición del lector. En un sentido similar a lo que habría resumido Ricardo
Piglia en la expresión “la literatura popular es siempre didáctica (por eso es popular)”
(Piglia, 2015a, p. 159).
Las referencias anteriores no pretenden ser un abordaje de la lectura desde las
perspectivas citadas, sino mostrar cómo algunas investigaciones recientes sobre el
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 387
cerebro y la lectura confirman lo que por vía de las Humanidades se había intuido, e
incluso, como estas propuestas pueden estar dando forma a los presupuestos de estas
ciencias. Es decir, actúan aquí con un efecto ilustrativo de algunos de los fenómenos
que cubre el complejo concepto de Lectura que se desarrollarán en el ensayo.
Ante esta multiplicidad de enfoques probables, este texto plantea una posible re-
flexión sobre lecturas y lectores desde el campo dela comunicación, pero desde el eje de
los lectores y centrado en los vínculos necesarios para la existencia de la lectura como
proceso de construcción de sentido. Este trabajo es parte de un proceso reflexivo en
torno a la lectura, mismo que está enmarcado en el desarrollo de una tesis de doctorado
sobre las lecturas juveniles de los best sellers entre los estudiantes de preparatoria, así
que algunas referencias irán en términos de la lectura en general y otras en relación a los
textos, las lecturas y las prácticas alrededor de los libros de circulación masiva llamados
superventas, best sellers o libros populares. En todos los casos, se refieren aquellas que
los procesos de Lectura tienen en común como proceso social, independientemente del
tipo de texto de que se trate, en el entendido de que este concepto trasciende a la deco-
dificación de las páginas de un libro y puede entenderse como un fenómeno comunica-
tivo complejo con manifestaciones diversas en multitud de textos, imágenes e ideas en
los más diversos soportes y géneros.

La pregunta por la lectura


¿Qué significa leer para nosotros ahora? Es una pregunta aparentemente simple cuya
complejidad desborda las pretensiones y alcances de este ensayo, pero lo que este tra-
bajo sí busca es discutir los componentes de esta pregunta, las arborescencias del con-
cepto de lectura, las múltiples y cambiantes dimensiones del “nosotros”, ya no sólo
en sí mismas, sino en las relaciones que dibuja al ser pensada junto con las lecturas.
Finalmente, también valdría la pena plantearse si ese “ahora” designa algo concreto
en relación con la Lectura o sus desdoblamientos lo vuelven también inasible en su
comprensión, pero capaz de vislumbrarse en manifestaciones materiales circunscritas
a contextos específicos. Más allá de los dispositivos, los géneros y los momentos, la pre-
gunta es por el proceso de construcción de sentido alrededor del acto ubicuo, complejo
y extenso de leer.
Leer es vincularse con otros desligándose de lo inmediato, rompiendo la conexión
con el espacio concreto y el momento específico del individuo para enlazar los saberes
previos con los nuevos y las experiencias conocidas con los descubrimientos del texto,
es la más genuina forma de entender la relación paradójica y continua entre la produc-
ción (necesariamente social) de sentido y el arribo a ella desde una actividad concreta de
naturaleza profundamente individual. En este sentido se pueden encontrar múltiples
388 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
referencias a la situación de ensimismamiento, ruptura de la cotidianidad, recogimien-
to y la necesidad de aislamiento del lector (Jitrik, 1984), de un estado absolutamente
apartado en que resulta abolido el mundo entero (Barthes, 1987) como punto de partida
necesario para procesar y vincularse con otros, al suceder que las lecturas producen
relatos personales en los que “la lectura suspende la experiencia y la recompone en otro
contexto” (Piglia, 2015, p. 51).
Valdría aquí preguntarse para qué se recompone y de qué maneras lo hace en
cada contexto de realización, en qué situaciones puede ser empleado en la cotidia-
nidad y qué procesos están implicados en estos vínculos con cada texto-relato-expe-
riencia; cuestionarse si se trata de una operación de deslizamiento o de ruptura; qué
elementos de uno u otro enmarcan o guían o enturbian o favorecen o marcan o fluyen
o niegan o permiten lo que de realidad hay en la ficción y de ficción en la experiencia o
de experiencia en la lectura o de lectura en la autodefinición o de la autodefinición en
la interacción con el texto y del texto con la socialidad, y de la socialidad con discursos
más allá del yo y el otro y más acá de lo industrial y lo masivo para acurrucarse en lo
íntimo y lo propio.
Roland Barthes (1987) relaciona la lectura con el ensueño, el llanto y la voluptuo-
sidad igual que lo hace Bernard Lahire (2004) en el doble sentido de enmarcarlas entre
las necesidades y las experiencias corporales y, por otro lado, en la convergencia de la
naturaleza narrativa y creadora de la vivencia lectora y la del soñar despierto. Vista así,
es al mismo tiempo la satisfacción de una necesidad (que puede hacerse por otros me-
dios, pero en éste tiene particularidades) a la vez íntima y compartida; igual individual
que social.
El otro aspecto por el que cabe preguntarse entre las prácticas que proceden al acto
mismo de leer es cómo una lectura extendida (Jitrik, 1984) y las formas de evocarla,
compartirla o reflexionarla, crea escenas de la lectura que se vuelve un objeto y pasan
a formar parte de la biografía individual de los lectores que, además de los escenarios
que crean con la Lectura, recomponen y recuerdan las situaciones concretas de los en-
cuentros con un libro, un texto, un autor, y las vinculan con momentos y personas que
les permiten tramar la urdimbre de su propia biografía, y en la cual pueden acomodar
las lecturas de las que se enorgullecen, las que los avergüenzan o las que francamente
ocultan como placeres culpables.
En cualquier caso, habrá que coincidir en que la versión contemporánea de la
pregunta por la Lectura y el lector se enfrenta “ante el infinito y la proliferación. No el
lector que lee un libro, sino el lector perdido en una red de signos” (Piglia, 2015, p. 24).
En aquella pregunta que, partiendo de los contextos concretos e incluso materiales de
los procesos de lectura, pueda ascender a la más compleja indagación en la enmaraña-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 389
da trama de discursos implicados en la Lectura, entendida de manera extensa en las
prácticas que la conforman y se extienden, como en cualquier proceso comunicativo,
más allá de los términos de la fruición inmediata o el contacto con los soportes, hacia
mucho antes y mucho después de esos momentos.
Las preguntas por la lectura dependerán de las intenciones y de las perspectivas
desde las que se hagan. Vanina Papalini (2012) plantea que los estudios de la lectura aún
no han abordado suficientemente los problemas de la lectura desde la perspectiva de la
subjetividad; en cambio sostiene que las teorías de la recepción literaria han preparado
el terreno. Reconoce los aportes de la hermenéutica, la crítica recepcional empírica, la
estética de la recepción de la Escuela de Constanza y los estudios en relación con
la posición del sujeto, mientras rescata los aportes de la sociología de la lectura y de la
sociología en cuanto prácticas y, como puede verse en la crítica de Bernard Lahire, en
una crítica de los estudios tradicionales sobre la lectura más preocupados por el conteo
que por:

[…] el sentido de las lecturas o, para decirlo más concretamente, las experiencias que los
lectores viven con los libros, son cuestiones que los sociólogos tradicionalmente han me-
nospreciado. La sociología de la lectura ha estado hasta hoy profundamente marcada por
una sociología del consumo cultural (2004, p. 187).

Otra vertiente que rescata la investigadora argentina en cuanto a lo que se ha cues-


tionado sobre la lectura y las escenas sobre las prácticas contemporáneas que ha apor-
tado, corresponde a los estudios vinculados con la educación (Papalini, 2012) a los que
igual que los anteriores, reprocha la ausencia de un abordaje biográfico que permita
acceder a la dimensión de la subjetividad. Entre los trabajos que bordean las prácticas
digitales de la lectura vinculados (aunque sea a través del rechazo o la negación de lo es-
colar) con la escuela —y que no menciona ella pero que debido a la preocupación de esta
exploración por los jóvenes pueden destacarse— están los trabajos de Daniel Cassany
(2009 y 2010) sobre lo que él llama las prácticas letradas en línea o la lectura y escritura
al margen de la ley o las exploraciones de Gemma Lluch (2014 y 2017) sobre las prácticas
juveniles de lectura. En ambos casos, sin dar cuenta de esta dimensión subjetiva que
les recriminan, sí aportan elementos para entender los escenarios contemporáneos de las
prácticas lectoras sobre los que se fincan las experiencias personales con ella y, además,
ofrecen ejemplos de los vínculos afectivos con la lectura.
La articulación de todos estos saberes disciplinares para la indagación de la lec-
tura parece un escenario imposible y la complementariedad de perspectivas es por lo
menos lejana. Como se ha señalado, es un tema importante que ha impulsado visiones
390 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
parciales desde los ángulos de la literatura, la teoría literaria, la estética, la sociología
o campos trasdisciplinares como los estudios culturales con resultados que mueven el
péndulo en unos casos hacia los textos y en otros hacia entornos de recepción o pro-
ducción, pero el reto es plantear las preguntas y los abordajes que puedan dar cuenta
de los múltiples discursos que tejen estos procesos, que no descarte las condiciones de
creación, circulación y lectura, que contemple los procesos de subjetivación y dé cuenta
de las relaciones creativas alrededor de la lectura sin cancelar su movilidad, y sin caer
en la poética de lo inefable; una posición que se sirva de lo que otros han hecho, siendo
capaz de colocar en su justa dimensión sus aportes y considerando la naturaleza del co-
nocimiento producido para incorporarlo de manera comprensiva y crítica. Por supuesto
el cascabel es la opción, pero como preguntaría el ratón barbicano de la fábula, otra cosa
es ver ¿quién (o, en este caso, cómo) le va a poner ese cascabel al gato?

Hay más rutas que esta ruta


Para la construcción de este trabajo se ha trazado un itinerario de dos estaciones que
funcionan aquí como apartados: La lectura como continuidad y discontinuidad, donde la
idea es exponer las relaciones entre las obras, los lectores y las lecturas, planteando
aportes y puntos de vista llegados de diferentes tradiciones que podrían articularse
para acercarse a la experiencia compleja en la que se construye la lectura como forma,
producto y proceso de comunicación. Luego se bordean las Delimitaciones difusas para
pensar la(s) lectura(s), como un recorrido por los conceptos que permitirían pensar las
relaciones entre lectura y comunicación y las posibilidades de exploración desde las
relaciones entre lectura y discurso social.
No es un trabajo exhaustivo sobre los tipos de abordajes alrededor de la lectura o
sus posibles articulaciones con el campo de la comunicación en la historia, tampoco
busca convertirse en un estado de la cuestión actualizado sobre el estudio de la lectura
y sus hallazgos recientes; no es una discusión teórica profunda sobre la naturaleza de
los fenómenos vinculados con la lectura desde una perspectiva particular, es más bien
un esbozo de conceptos y relaciones que permiten marcar una ruta entre las (múltiples)
ideas y concepciones con las que se puede pensar la Lectura y, particularmente, las lec-
turas que pueden articularse alrededor de ciertos textos específicos.
Convergen en este trabajo referencias provenientes de distintas disciplinas, de es-
critores y pensadores que pueden enmarcarse en el ámbito de la literatura, los estudios
literarios o la filosofía, y no necesariamente provienen de las ciencias sociales o pueden
volverse operativos para el trabajo empírico. Son una serie de ideas que funcionan como
detonantes de ideas y conceptos o como iluminaciones para vislumbrar la concreción de
las prácticas a la distancia.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 391
La lectura como continuidad y discontinuidad
La lectura puede definirse, siguiendo a Noé Jitrik, como la realización de una compe-
tencia, como “una construcción que se erige entre un individuo y un texto, pero tam-
bién desde una cultura que opera y ha operado en el individuo y en el texto y que recoge
los resultados de la realización” (2008, p. 18). Jitrik plantea la existencia de la Lectura
como objeto de estudio, como un continuo que no es tal, sino la sucesión de una cadena
de células cuya estructura es similar a la secuencia completa, ahora quizá se diría frac-
talmente. En cualquier caso, se plantea como un objeto complejo donde la discontinui-
dad es constitutiva de unidad.
Las determinaciones de la Lectura establecen ciertas generalidades que permiten
indagar sobre el escenario abierto que presenta la experiencia individual. En este senti-
do, las lecturas estarán diferenciadas en tantas como individuos y circunstancias haya,
pero podrán ser más o menos convergentes (porque es el objetivo de la cultura) en
general y distanciadas por diferencias en los ámbitos cultural, social, etario, situacional
e incluso físico; además de implicar diferencias según se trate de lecturas en el nivel
literal, indicial o crítico (Jitrik, 1984 y 2008).
La lectura se usa, se disfruta o se padece, pero en cualquier caso se enreda a través
del sujeto en un complejo sistema de significaciones, es decir un complejo sistema social.
Desde diferentes perspectivas, puede verse cómo la Lectura es el escenario de relaciones
contradictorias, sea en las prácticas declaradas por los lectores o intuidas por los ensayistas.
Papalini y Rizo (2012, pp. 138-139), estudiando la que llaman “literatura de circula-
ción masiva” en el caso de los libros de autoayuda, han señalado que la lectura forma
parte de la vida cotidiana y se implica en ella de diferentes maneras: como acción so-
cial (prescribe o informa actividades), como construcción de representaciones y con-
cepciones del mundo, como contenido (lecturas de segundo orden), como acceso a la
intimidad (objetiva emociones y estados anímicos), como recuerdo de experiencias
biográficas (huellas mnémicas). Para ellas, “estas capacidades están presentes en toda
literatura; la alta y la baja, la de culto y la masiva”.
En este mismo tenor, los trabajos empíricos de la sociología de la literatura han
mostrado diversas prácticas en las que llaman las recepciones reales alrededor de los
vínculos afectivos de las personas con las obras y su incorporación a la vida cotidiana,
como refiere Bernard Lahire:

En lugar de crear completamente sus argumentos o de recurrir a sus experiencias pasadas


para “volver a ver” escenas vividas, los actores se apropiarían de las escenas, las intrigas, los
personajes, la sucesión de las acciones… que otros han escrito para ellos y, al mismo tiem-
po, harían trabajar los esquemas de sus experiencias personales (2004, p. 190).

392 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
En su conclusión, este autor plantea que la lectura es parte de la acción, lejos de
ser una acción pasiva o desconectada y que puede igual ser empleada para escapar o
dar sentido a la realidad más cercana y cotidiana, entre otros usos conscientes del libro
como generador de experiencias declarados por sus informantes, que igual refieren el
empleo prescriptivo o terapéutico de los textos narrativos para reelaborar los esquemas
de experiencia e identidad. Leer, como señala Piglia (2015) desde la reflexión de los
lectores literarios y en la literatura, nos hace ver nuevas conexiones. En este juego de
evidencias y expectativas de unos y otros puede apreciarse la convergencia de relaciones
en que la Lectura permite repensar, elaborar y construir esquemas para relacionarnos.
“La literatura produce lugares y es ahí donde se asienta la significación”, dice Ricar-
do Piglia (2015, p. 50) cuando habla de que en Kafka hay que establecer una topografía.
También usando la imagen de la emergencia espacial, pero en este caso rompiendo la
geometría euclidiana, se puede apreciar con Barthes que “leer no es un gesto parásito,
es un trabajo y el método de este trabajo es topológico” (1980, p. 7), imagen con la que
no sólo comprende la mutabilidad del fenómeno creado sino la posibilidad de su asi-
milación intelectual. De igual manera, esta “creación” de espacios daría sentido a una
de las implicaciones señaladas arriba como la construcción de representaciones que, al
contemplar la elaboración metafórica de relaciones para explicar el mundo, está crean-
do conceptos y encuadres con existencia propia y reconocible, como nos ha enseñado
la lingüística cognitiva.
Al hablar de la oposición entre la perspectiva de la escuela de Constanza y la pro-
puesta del escritor Macedonio Fernández, Darío Martínez (2007) explica que más allá de
buscar la realidad en la estética, Fernández propone encontrar la estética en la realidad
y, en su concepto, la comunicación transcurre en la capacidad del lector-autor de entrar a
la trama. Sin lectores implícitos, “comprendemos el mundo gracias a nuestra existencia,
pero en los términos del Museo de la novela de la Eterna lo hacemos gracias a que la ficción
y la realidad juegan en un límite demasiado difuso, de ahí que no siempre se pueda distin-
guir la vigilia de los sueños” (2007, p. 12). Al final, el escritor coincide aquí con los teóricos
de la literatura en que más bien se trata de producir un efecto de irrealidad.
Las fronteras se vuelven difusas y se corren hacia las experiencias dentro y fuera
del texto, dentro y fuera del libro, dentro y fuera de lo individual, dentro y fuera de la fic-
ción, dentro y fuera de lo que podemos llamar realidad, para que Ricardo Piglia (2015),
por ejemplo, traiga a cuento a Borges para postular la ficción como teoría de la lectura.

Obras y lectores
La función autor y el contexto prefiguran, sin engendrar, a los lectores que pueden
plantearse en términos de la escuela de Constanza, de Eco o de tantas maneras como
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 393
cada autor cree (como el caso del lector salteado al que escribe y celebra Macedonio Fer-
nández, o los lectores imaginados y casi sometidos por los escritores que refiere Piglia
en su recorrido por las obras y los autores de la gran literatura, o incluso el lector del que
Eco (2003) quiere deshacerse y el que desea conservar según explica en sus Apostillas a
El nombre de la rosa), pero que no tienen existencia real hasta materializarse en lectores
concretos, en creadores de una realidad que emerge en el vínculo con el texto. En este
caso pueden cumplirse algunas de las prefiguraciones de los autores (como personas o
función) o instituciones (para el caso de las obras masivas y de género) o que se creen
unas enteramente nuevas e inesperadas. Es en este camino que se abre el universo de
alternativas que enriquecen las posibilidades de acceder a los vínculos movedizos entre
lectores y lecturas; es también, por supuesto, lo que complica aún más la posibilidad
de un acercamiento empírico que dé cuenta de estos procesos de forma más o menos
estable y consistente.
Esta función, sin embargo, está inserta en los límites del género discursivo cuyas
particularidades están marcadas por su ubicación histórica y las peculiaridades cultu-
rales de la época (Bajtín, 2012), por los contextos en los cuales se inscriben los lectores,
porque la lectura cambia con ellos el género discursivo desde el que se lee un texto en un
momento determinado. Es desde ahí que se redibujan los límites de lecturas canónicas
como libros exitosos y viceversa, o del tratamiento a escritores como “autores” leídos
desde lugares con fronteras porosas de los géneros a lo largo de la historia.
Foucault cuestiona la noción de obra al referirse al autor, como un espejo de dudas
contra el cual dibujar su argumento y en ese proceso establece que “La palabra “obra”
y la unidad que designa probablemente son tan problemáticas como la individualidad
del autor” (1984, p. 10). Al respecto se pregunta qué son los papeles de alguien que no
es un autor y si todos los papeles de un autor son su obra. En ello se puede ver la tras-
cendencia de la producción, aún en el caso de las obras canónicas, que son de las que se
ocupan la crítica y los estudios literarios. Al enmarcar autor y obra en la idea de géneros
discursivos que los trascienden y cambian en el tiempo, estas funciones permiten tam-
bién pensar todas las obras, no sólo todas las obras literarias, sino todas las obras de
las industrias culturales y contemplar las interconexiones contemporáneas más allá de
la hoja impresa.
Un elemento central en la lectura contemporánea es justamente la variedad de
contextos de lectura y particularmente la emergencia y dominio de los entornos elec-
trónicos. En ellos, puede pensarse que “la representación electrónica del escrito modi-
fica radicalmente la noción de contexto y, a la vez, el proceso mismo de la construcción
del sentido” (Chatier, 2001a, p.140) pero también que se conservan las formas de inte-
racción con los que la Lectura construye el sentido; sin embargo, el lector de internet
394 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
como ese lector salteado de la Literatura (Martínez, 2007) tiene ante sí, como nunca
antes, la posibilidad material de alteración, seguimiento y reconstrucción de lo escrito,
al mismo tiempo que la noción planteada anteriormente de intimidad y aislamiento
se ve por lo menos cuestionada por estas interacciones. Más allá de estas variaciones
en la experiencia, en el ecosistema electrónico de la lectura se introducen cambios que
afectan también las formas en que las industrias culturales inciden en la manera en
que podemos perfilar las configuraciones de los lectores posibles o deseados en los nue-
vos y variados contextos de (co —y re—) creación y circulación.
Estas trazas o huellas de los lectores permitirían acercase a la postulación de Bar-
thes sobre la creación del lector (1989) y el tercero de los tipos de placer de la lectura
que refiere (1987), y así analizar las formas en las que se producen los sentidos y se usan
las lecturas en los actuales entornos de realización de las experiencias de lectura, que
son, como se ha dicho, ahora más claramente que nunca las experiencias de escritura
y creación.
Un nombre de autor, por otro lado, asegura una función de orden entre los textos
al agruparlos, delimitar las afinidades, excluir otros (Foucault 1984) para el campo lite-
rario, pero también para el mercado y las estrategias de circulación. Con el ejemplo de
Borges y yo de Borges, Chartier (2001b) distingue al autor como identidad construida
del sujeto concreto y explica cómo es que atender al autor como una función no elimina
la existencia de figuras concretas relacionadas sobre todo con la lógica comercial de los
derechos de autor.
El autor, como parte del contexto de creación abre un juego de expectativas que
perpetúa en las dinámicas de lecturas concretas y derivaciones abiertas con ellas, sobre
el texto y más allá de él, plantea una disposición ante el texto o es un punto de referen-
cia para el género cuando la función de autor excede la obra del nombre propio, como
ejemplifica Foucault (1984) con el caso de Ann Radcliffe respecto a las novelas de terror
de principios del siglo XIX. En este caso por la puesta en circulación de un género y las
influencias que van de él a múltiples ejecuciones posteriores, pero también fuera del
texto están, para Chartier (precisando a Foucault) en la construcción del Shakespea-
re (muerto) y el Rousseau (vivo), “en una referencia y autoridad cuya vida ejemplar
o significación nacional se considera como más fundamental que sus textos mismos”
(Chartier, 2001b, p. 128). En ambos casos, para los grandes textos de la literatura, la filo-
sofía o la ciencia, el autor se mueve en la frontera de los textos e incide en las formas de
relacionarse con ellos, como se puede apreciar muy claramente en la cultura de masas y
el tratamiento para autores como nombres propios y estrellas o “autorías” que trascien-
den a escritores concretos (continuaciones de historias o personajes) en la producción
de historias en los libros o en otras narrativas.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 395
Si bien se puede concordar en que “nuevas formas del libro producen nuevos auto-
res, es decir una nueva percepción de la relación entre el texto y el que lo escribió” (Char-
tier, 2001b, p. 134), también habría que precisar que las “nuevas” formas son difíciles de
establecer no sólo en el tiempo, sino en los diversos entornos y los usos particulares que
de ellos se hacen. En el caso del libro como producto, estas formas atraviesan además
múltiples medios, momentos y prácticas, articuladas por los conglomerados multime-
dia que los hacen posibles, donde la narrativa, el personaje y el autor, construidos como
marcas, se interrelacionan diluyendo las jerarquías ante la viabilidad financiera de usar
uno u otro para favorecer su circulación y consumo, pero esto no sólo concierne a los
encargados de analizar los flujos económicos, sino que incide de manera significativa en
la conformación de constelaciones de fans lectores y en las formas en que desarrollan
sus apegos por personajes, escenarios, narrativas o autores como funciones a veces
intercambiables y a veces estables. A su vez, estas formas de construir la experiencia
lectora, también diferenciarán los textos creados en ellas.
Es más o menos claro que los personajes cumplen con unas funciones textuales
(Jitrik, 2001) y otras extratextuales implicadas, por una lado, en las estrategias del mer-
cado y, por el otro, en las formas de apego y reconstrucción por parte de los lectores.
En el primer caso la función personaje se distingue de la persona como se han separado
el autor identidad y el autor concreto, y plantea su existencia más que en la existencia
de “personajes” que son, en las tácticas que permiten entender lo que son en el ámbito
de “nuestra cultura”. Al interior ordenan las acciones, atraen la atención sobre aspec-
tos específicos y ejercen de vínculo entre el relato y el mundo real (JItrik, 2001). En el
segundo caso, funcionan como cristalización de los apegos, estrategia metonímica de
reconocimiento (como marca) de una serie, de un arquetipo o del grupo de fans que
congrega.
Las funciones de autor y lector en los contextos contemporáneos, igual que an-
tes, pero de formas que nos resultan más visibles e incluso evidentes, se difuminan y
extienden más allá de las etiquetas, y los géneros discursivos convocan hibridaciones
inéditas en las prácticas de lectura, por lo que habrá que pensar que:

Si la lectura es una práctica compleja y de ricas resonancias subjetivas, no parece suficiente


establecer el valor de la obra para juzgar la trascendencia de la práctica. En los confines de
las bellas letras, emergen las literaturas populares y los textos paraliterarios, capaces
de proveer a la cultura de figuras míticas como James Bond y Tarzán, que sintetizan repre-
sentaciones sociales y movilizan resortes psíquicos profundos. La significación de la lectura
trasciende el valor de la obra literaria. La cultura contemporánea no puede prescindir de
los superhéroes de historieta sin perder una parte fundamental de sí (Papalini, 2012, p. 7).

396 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
No sólo se trata de lo que las figuras o ficciones populares producidas por la in-
dustria aportan al entendimiento de la cultura o lo que nos explican de las relaciones
emotivas que se establecen con ella, sino de la imbricación de los “géneros” acadé-
micos o preconcebidos en la construcción de formas de acercamiento, interacción y
disfrute donde convergen las estrategias comerciales de las marcas con las formas de
lectura múltiple y con las circunstancias particulares, las necesidades y las prácticas
de los lectores.
En los contextos actuales, además, es más evidente la producción por parte de
algunos lectores de materiales tangibles en los que se materializan sus lecturas y ponen
en circulación nuevas intervenciones, nuevas obras en prácticas paratextuales4 y meta-
textuales5 que se incorporan al universo de lectura de aquellos con los que comparten
estos espacios. Algunos autores contemporáneos (como Henry Jenkins, Carlos Scolari
o Daniel Cassany) han celebrado la emergencia de estas prácticas por lo que nos dejan
ver sobre las lecturas particulares, pero también por lo que nos dejan ver sobre la cul-
tura contemporánea y sus formas de interacción, además de distinguir también entre
estos lectores, las diferentes competencias y capitales con los que pueden colocar con
mayor o menor éxito sus propias lecturas alternas. La mayoría de estos lectores no
suelen discriminar las obras ateniéndose a las clasificaciones del mercado (segmentos,
marcas, tipos, editoriales) o de la academia (literaturas canónica, popular, masiva, in-
dustrial, ficción, no ficción), y el género discursivo desde el que se está leyendo es una
redefinición social e histórica que habrá que tratar de entender, desentrañando los ca-
minos que lo demarcan a partir de los placeres en los usos.

4 Los paratextos no son aquí los títulos, índices y elementos alrededor del “contenido” del libro, sino del discurso
más grande que contiene ése y otros libros pertenecientes a un discurso editorial industrial. De la misma ma-
nera que ciertas interacciones digitales fuera de la obra y apropiadas por distintos agentes incluso con fines
comerciales como paratextos (Rovira, 2015), son marcos de referencia y participan de las formas de significa-
ción de las obras y su puesta en circulación. De esta manera cumplen la función marca que refiere de la Peza
(1993) cuando dice que en la relación autor-obra se conserva en la alta cultura, y que en la cultura de masas
sólo ocurre transfigurada en “estrellas, marcas o firmas”, lo que es particularmente visible en el ámbito de los
superventas de la industria editorial donde podemos encontrar la función marca de autores (J. K, Rowling,
Anne Rice, Tolkien, Cohelo, Stieg Larsson, Stephen King, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Jordi Rosado, Gaby Var-
gas), sagas o franquicias (Crepúsculo, Los juegos del hambre, Divergente, 50 sombras de Grey) o el personaje (Harry
Potter, Lisbeth Salander, Katniss, Hermione) y su encarnación actoral o animada.
5 Los metatextos que refieren o contienen al otro distanciándose críticamente, y cuya función es cumplida por
antonomasia por los booktubers, pero que tiene también su correlato —menos estructurado— en todos los
comentarios en plataformas y grupos sean estos generados espontáneamente por los lectores, expresamente
por las editoriales o por éstas de manera velada. Otras formas de metatextualidad estará presente en las paro-
dias que no toman como referencia un libro específico sino un “universo”, un personaje, una estética, valores o
lugares comunes presentes en los best sellers.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 397
Lectores y lecturas
Del otro lado del texto, en la construcción de la experiencia de lectura, se presentan
las interacciones específicas enmarcadas por los momentos de interacción y por las for-
mas en que se enfrenta, vive y comparte la lectura, más que en las propuestas clasifi-
catorias o de contenido presentes en los textos, en sus formas de distribución o en la
calificación académica. En este sentido, el desplazamiento hacia los lectores concretos
(además del que prefigura el texto) implica reconocer con Bernard Lahire que:

[…] el error teórico y metodológico más frecuente (y fatal) en la comprensión sociológica


consiste en considerar una realidad social como hipóstasis de categorías fijas como “litera-
tura popular”, “literatura intelectual”, “literatura juvenil”, etc. (…) lo que sólo es el producto
de las obras y los que se relacionan con ellas, que están socialmente diversificados (2004,
p. 180).

Este sociólogo francés insta a los investigadores a no buscar las delimitaciones entre
“literatura popular” o “burguesa” ante la imposibilidad para él de definirlas como tales
sino a “esforzarse en reconstruir las formas de experiencias específicas que viven los
lectores socialmente diferenciados en su contacto con las obras o categorías de obras”
(Lahire, 2004, p. 181), porque las diferencias se encuentran en los sujetos situados y
las lecturas que realizan, variables incluso en el hecho de la relación o la referencia a
esas lecturas.
Las variantes de los sujetos están asociadas, además de sus edades y contextos de
interacción, con las variantes en situaciones de ajuste como la adolescencia, jubilación
y otras en las que la lectura da unidad a la experiencia (Lahire, 2004) modificando las
formas de relación con el texto y los recursos con los que se disfruta y construye la ex-
periencia de lectura. Para explicar los recursos disponibles en la interacción texto-lector,
Barthes (1980) ha planteado la existencia de cinco códigos que entretejen las voces que
conviven en el texto: hermenéutico, semántico, simbólico, prosirético (comportamien-
tos) y cultural. “Los cinco códigos forman una especie de red, de tópico, a través del cual
pasa el texto (o mejor dicho: al pasar por él se hace texto)” (Barthes, 1980, p. 15). Los cin-
co códigos devienen, para Barthes en voces: la voz de la empiría, la voz de la persona, la
voz de la ciencia, la voz de la verdad y la voz del símbolo; vistos desde el texto se corres-
ponden con entradas, competencias discursivas con las que se construye la experiencia
y se comparte el sentido. Es decir, planteados como los códigos del texto, son también
códigos de convivencia que permiten que el texto exista en el encuentro con el lector.
La entrada a las lecturas será necesariamente a partir de los placeres, del disfrute
de los textos de diversa índole y por ello de los usos múltiples que los lectores hacen
398 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
de los textos y las recompensas que obtienen con ello. Aunque estos placeres se mani-
fiestan en las prácticas, algunas propuestas desde el texto pueden ayudar a organizar la
indagación en ellas.
En este sentido puede partirse de los tres tipos de placer de la lectura que postula
Barthes, (1987): metafórico, metonímico y productivo. En el primer caso, se trata del
placer formal que se extrae de las palabras en lo que llama una relación fetichista con
el texto; el segundo el placer proviene del avance, desgaste paulatino del libro, de la na-
rración; el tercero corresponde a la activación del deseo de escribir, el trabajo y la trans-
formación del “producto (consumido) en producción” (Barthes, 1987, p. 47), producir y
dejar huellas en una sociedad preparada para bloquear la respuesta, sociedad de con-
sumo y no de producción. En este último caso debe considerarse que esta afirmación,
a pesar de tener ecos en autores más actuales (de la Peza, 1993 y 2006; Jenkins, 2010;
Cassany, 2010) que hablan de la participación y creación contemporáneas o de las rela-
ciones entre el adentro y el afuera de los textos que son reinventados por los lectores,
fue escrito cuando no había tantas salidas electrónicas como las actuales, más allá de
lo cual, las trazas de este último placer manifiesto se han podido ver de otras maneras
durante toda la historia de la literatura con el libro como soporte (Scolari, 2016; Ravet-
tino, 2016), por lo que en su ponencia, Barthes expone que “jamás será posible liberar
la lectura si, de un solo golpe, no liberamos también la escritura” (Barthes, 1987, p. 48).
El tercero de los placeres parece ser en Barthes el más complejo y posterior, tam-
bién el más complejo e inaccesible y donde se podrían, por tanto, cristalizar las relacio-
nes con los textos; es decir, en el placer productivo, en el que crea, se podrían entrever
los códigos, los placeres y los juegos de la Lectura. En paralelo con esta propuesta tri-
partita de placeres, pueden colocarse los niveles de lectura que distingue Jitrik pre-
sentados más arriba, si volvemos las capacidades, placeres, extendiendo los niveles de
reconocimiento y profundidad en disfrutes y si, en el caso del tercer tipo de placer, se
entiende la necesidad del desdoblamiento crítico que plantea el argentino y en el caso
de la clasificación de éste, se considera el proceso comunicativo imprescindible para
evidenciar el nivel de la crítica. Es decir, el nivel de la crítica no precisa ser escrito en
Jitrik, pero sí requiere de un desdoblamiento que permita la apropiación del texto y la
realización de su análisis. Barthes contempla en ello el imperativo por la escritura, por
la creación a partir del texto.
Este desdoblamiento que ocurre fundamentalmente en la crítica establece una dis-
tancia respecto al texto y una relación que Noé Jitrik (2001) llama de “satelitismo”, que no
le permite a la crítica acercarse pero tampoco alejarse del texto al realizar el comentario, la
glosa, la biografía o la historia, al mismo tiempo que construye en ese desplazamiento un
hueco al que llama “objetividad” con el que se autoriza (y aspira) a “ordenar la ‘lectura’ y, a
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 399
través de ella, el comportamiento institucional, editoriales, academias, periódico, univer-
sidades” (Jitrik, 2001, p. 87), enmarcándolo en un “mercado de valores” que lo legitima.
Estas afirmaciones sobre la construcción de la crítica se hacen para la crítica legítima o
profesional, no sobre el distanciamiento crítico o sobre las elaboraciones “profanas” de la
crítica que internet ha hecho más visibles y con mayor alcance; sin embargo, igualmen-
te permiten enmarcar estas prácticas metatextuales contemporáneas en este proceso de
relación satelital con el texto y vuelven relevante indagar cuáles son esos “mercados
de valores” particulares (para —o anti— académicos) desde los cuales los lectores-críticos
(en la informalidad de la charla o la “formalidad” de youtube, los blogs o las reseñas en
facebook) reconocen, clasifican o sancionan los textos.
En Sobre la lectura, Barthes llama la atención sobre la paradoja del lector que más
que decodificar, sobrecodifica; más que descifrar, produce; “amontona lenguaje, se deja
atravesar por ellos infinita e incansablemente: él es esa travesía” (1987, p. 49). En esta
cita se puede observar sintéticamente la concepción de la función lector como un movi-
miento, como un proceso, como una travesía en la que se entrecruzan distintos códigos
de lectura y se encabalgan los discursos.
En el ámbito literario de la creación, varios autores (Piglia, 2005; Martínez, 2007;
Jitrik, 2001) coinciden en conceder importancia al trabajo de Macedonio Fernández
como un pionero en preocuparse por la figura del lector que imaginó diversas posicio-
nes de sujeto que rodean a la práctica de la lectura, “además de desdibujar los artificios
que separan al autor propiamente dicho del lector estrictamente constituido” (Martí-
nez, 2007, p. 4) e incluso en plantear una imagen de lector que anticipa las prácticas
múltiples, incompletas, complementarias y trasmediales de los ámbitos actuales donde
se diluyen los límites entre las prácticas digitales y las que no lo son. En este contexto,
más que en ningún otro previo se desarrollan de manera distinta, pero sobre todo más
evidente, las presunciones de Barthes sobre el lector paragramático que amontona y
recompone al ser atravesado, al construir una experiencia múltiple.
La crítica política o ideológica sobre el texto se ha planteado y debatido históri-
camente desde la teoría literaria y la crítica (Jitrik, 2001), pero la realidad del texto
se construye hasta que el lector lo crea y lo pone a jugar en la red de relaciones que lo
constituyen como sujeto. Esto implica la necesaria orientación hacia las lecturas, hacia
las creaciones contingentes de los lectores; más que al texto como propuesta de sentido,
habrá que indagar en su realización a través de la experiencia lectora.
Las indagaciones empíricas han encontrado que el tema, el sujeto y los efectos de
realidad producidos por el estilo o el contexto, resultan más importantes que el autor
y el estilo en la experiencia creada, por encima de las relaciones intertextuales recono-
cidas por los lectores, y que la lectura estrictamente estética también aparece en sus
400 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
discursos aunque no sea lo que más les atrae, es la inmersión la que convoca tanto a
los “lectores cultos” y los de “extracción popular” (Lahire, 2004), pero esta inmersión
referida y preferida, necesariamente implica esas redes interdiscursivas para el recono-
cimiento y la participación, aunque en la declaración expresa de estas relaciones inter-
textuales no aparezcan como explícitas por su propia condición de naturalidad, de esa
naturalidad que debería desentrañarse, desmontarse y romperse para poder entender
cuáles son los discursos presentes y de qué forma se recomponen en la experiencia de
la lectura.

Delimitaciones difusas para pensar la(s) lectura(s)


Dice Piglia que “la literatura le da forma a la experiencia vivida, la construye como tal
y la anticipa” (2005, p. 46), y esto puede verificarse tanto en sentido estricto hablando
de lo que solemos llamar literatura6 como para los productos de literatura popular y las
industrias culturales que funcionan como una ventana al mundo adulto y como mode-
los anticipatorios (Martín Barbero, 1998) para jóvenes y adolescentes que los consumen
con fruición y con la intensidad emocional aparejada con esas etapas, pero también
son una fuente de ideas, cuestionamientos, reafirmaciones, marcos interpretativos y
espacios de placer.
Con estas funciones de la lectura respecto a situaciones tipo y las posibilidades de
anticipación o resolución de “hacer trabajar de un modo imaginario los esquemas de su
propia existencia” (Lahire, 2004, p. 184) se ha encontrado que lo cercano y vivencial es
más atractivo para los lectores porque favorece la acción y el reconocimiento, pero tam-
bién es ahí donde se pueden tejer las redes de comunicación con los otros con la lectura
como detonante y pretexto. Ante esto, bien podría preguntarse ¿qué pasa entonces con
la ciencia ficción o la fantasía? ¿Qué relaciones guarda esto con la literatura de autoa-
yuda? o ¿cómo se establecen las analogías de la emoción más allá de los ambientes dis-
pares de la lectura o de los tipos de textos que propone el mercado y diluye el disfrute?
La socialización de las lecturas nos coloca en el terreno de construcción de grupos,
de la conexión de las ideas y de la identificación de afinidades, de la construcción de
sentido: de la comunicación. La comunicación como proceso central de lo social ofrece
no sólo el escenario para enmarcar y entender la lectura sino un campo flexible para
indagar sobre ella y, al mismo tiempo, le ofrece un concepto para pensar la Lectura en
sentido general como había propuesto Barthes (1987) más allá de los libros, en todas las
formas de comunicación (de la Peza, 1993, 2006).

6 Como el caso que refiere Krippendorff (1990) de Daniel Bell respecto a la anticipación de los grandes cambios
sociales a partir del análisis de contenido de la literatura de vanguardia.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 401
En este camino, vale la pena destacar que la escuela sigue siendo la matriz funda-
mental de la socialización respecto al libro (Lahire, 2004, p. 188). Esto puede ser así, aún
ahora en que los referentes se diversifican y los ámbitos de socialización de la lectura se
potencian a través de las redes sociales digitales, porque aunque la influencia familiar es
decisiva, es en los procesos de socialización incubados en la escuela que la experiencia
de lectura compartida se hace posible y se ponen a prueba los tomas de posición, juicios
y argumentos sobre libros y lecturas ante los grupos de pares, es ahí donde se construye
el diálogo para formar el prestigio y un espacio fundamental para las interacciones que
intervienen en los procesos de autoafirmación; amén de que también es donde circulan
de manera formal e informal, los discursos con los que se valida, interpreta y construye
el sentido de las lecturas.
La escuela es el laboratorio del saber leer, pero también del saber comunicar y de-
finirse con respecto a los otros a través de las prácticas discursivas de construcción
identitaria.

Lectura y comunicación
El estudio de las prácticas sociales alrededor de las tramas discursivas que la lectura de
best sellers permite mirar, obliga a entender que la incorporación de los géneros secun-
darios y estandarizados a los géneros primarios de la conversación será más relevante
que la incorporación de géneros primarios en los secundarios dentro de una obra, como
principalmente ocupan a Bajtín (2012) y la tradición textual. Sin embargo, esta perspec-
tiva, que ha tenido influencias, ecos o simplemente paralelismos con otros abordajes,
permite entender un entorno relacional y dinámico que privilegia los vínculos por enci-
ma los textos, las personas u otras categorías estancas.
El discurso favorece el abordaje de las relaciones entre estos productos culturales
y los lectores desde la comunicación como interacción reticular de discursos. Esto no
significa que no se entienda para ello al libro como un medio de comunicación, y a la
lectura como un proceso social complejo, multideterminado e históricamente situado;
como un proceso no estático, sino en continuo movimiento e interconexión producti-
vos, es decir, creadores.
Siguiendo a Noé Jitrik (1984) puede situarse a la lectura como una forma de co-
municación y como cruce de textos en (inter)relaciones humanas. De ahí que se pueda
entender que:

Leer es transformar lo que se lee, qué deviene de este modo, un objeto refractado, inter-
pretado, modificado; de todo ello, se desprende, por lo tanto, que la lectura es sólo una
instancia de la comunicación, que se evade, por su autonomía como práctica, del circuito

402 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
comunicativo que es, en el fondo, en su teoría básica, un esquema de transacción emisor,
receptor, mensaje; pues no: el lector, si realmente hace algo al leer, es solamente receptor
de un estímulo con el cual inicia una acción mucho más compleja que, al desarrollarse —y
por ese solo hecho— desvirtúa ese difundido prejuicio acerca de lo que se lee es mecáni-
camente un mensaje que, a su turno, no es de ninguna manera un objeto invariable como
en principio lo daría a entender el esquema “emisor-mensaje-receptor” (Jitrik, 1984, p. 11).

Desde una perspectiva de la comunicación que abreva de las Humanidades (Jen-


sen, 2014a) y se distancia de las concepciones mecanicistas del proceso, se impone pri-
mero una concepción transitoria de los textos y la necesidad de referencia a las comuni-
dades de lectores. Igual que había sugerido Stanley Fish, una definición de “los textos, el
significado y la información como estructuras relacionales”; como explica Klarus Bruhn
Jensen, la gran aportación bajtiniana de que los textos no tenían sentido en sí mismos
sino en relación con otros textos, fue redefinida por Kristeva como intertextualidad a
partir del original dialogismo y “ella volvió a poner énfasis sobre un argumento central
de la semiótica, el hecho de que los signos se definen por su relación con otros signos.
Por extensión, los textos adquieren su significado como parte de una red de textos, tan-
to del pasado como del presente. Los textos son manifestaciones momentáneas de una
cierta ’textualidad’ general” (Jensen, 2014b, p. 301) que vinculan, organizan y recom-
ponen selectivamente la herencia cultural proveniente de diferentes matrices (Martín-
Barbero, 2010); “pero así funciona la lectura, enroscándose en redes que, a su vez, se
entretejen todas en la obtención de la lectura más adecuada” (Jitrik, 1984, p. 20).
Ya en los años 80, otros abordajes trasdisciplinares provenientes de los estudios
culturales incorporaron nuevos conceptos y herramientas de análisis a partir de la re-
cuperación de los desarrollos alcanzados por los estudios de etnometodología, de la
estética de la recepción y de los estudios lingüísticos y semiológicos (de la Peza, 2006),
donde se amalgamaron recursos provenientes de distintas disciplinas para entender los
consumos populares tanto de libros y novelas como de otros productos masivos pero
sin despegarse por completo de una noción mecanicista del proceso, una que permitie-
ra entender la lectura y su condición de continuidad como una lectura interminable (de
la Peza, 1993), siguiendo a Barthes (1980) cuya mirada coloca al lector no ya como un
consumidor, sino un productor del texto.
De la Peza (2006) establece la crítica a la idea de uniformidad vinculándola con los
procesos políticos de representación y cómo esto se encuentra detrás y debajo del uso,
tanto de los procesos de medición de la opinión pública, como de la propia naturaleza de
estos conceptos que esconden una idea de uniformidad, en lugar de una de apertura de-
mocrática y plural, entienden la democracia y lo público como el descarte de la diferencia.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 403
Contemplar la diferencia implicaría una lucha contra la “pureza” de la comunica-
ción y abordar un “ruido” voluntario introducido en el diálogo ficticio del autor y el
lector, en resumen, una contracomunicación, como proponía Barthes (1980) cuando
hablaba de la connotación como fundamento de una Literatura del Significado; una
lectura sucia (Barthes, 1987). Carmen de la Peza ha abogado también por una teoría
que considere al ruido; “una teoría que valore el doble sentido, que no persiga la pureza de
la comunicación, y que considere al ruido como parte de la producción de sentido”
(De la Peza, 1993, p. 79) puede anclarse en las formas de lectura contemporáneas que
son, por lo demás, las de siempre en lo esencial y las de cada momento y cada individuo
en lo concreto. Lo inmutable de la Lectura es la variabilidad constante de las lectu-
ras; lo contemporáneo de las formas de lectura serían las relaciones nuevas que surgen
de su existencia. Se trate de obras literarias o de productos de la industria editorial (o de
la inmensa zona gris que se extiende en la realidad entre una y otra), se burla de los
límites impuestos por la crítica, la teoría y las exigencias del mercado; trasciende igual
el consumo y el canon sin negarlos y se constituye en un juego abierto entre funciones
y la concreción de situaciones comunicativas en las que se construye sentido.

Lectura y discurso social


En general, estas formas manejables de los discursos sociales provenientes de institu-
ciones sociales, económicas, tecnológicas, políticas y estéticas, intervienen en la cons-
trucción de sentido de todos los productos mediáticos y, en particular, en los libros de
diversos espesores literarios o funciones sociales y económicas. Finalmente, la Lectura
es el momento y el lugar en el que se mezclan todos estos textos y lenguajes, aunque
sean considerados incompatibles (de la Peza, 1993).
Desde esta perspectiva, también se acerca esta visión inasible de encuentro de los
discursos que, difícilmente materializable para el análisis, Barthes llama el tercer sen-
tido, lo obtuso:

Como si se manifestara fuera de la cultura, del saber, de la información; desde un punto


de vista analítico tiene un aspecto algo irrisorio; en la medida en que se abre al infinito del
lenguaje, resulta limitado para la razón analítica; es de la misma raza de los juegos de pa-
labras, de las bromas, de los gastos inútiles; indiferente a las categorías morales o estéticas
(lo trivial, lo fútil, lo postizo y el “pastiche”), pertenece a la esfera del carnaval. De manera
que obtuso es la palabra adecuada (1986, p. 52).

Este sentido que está necesariamente en construcción es contingente, y para ma-


yor complejidad, está más allá del texto de maneras misteriosas y casi mágicas porque,
404 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
según el mismo autor “justamente la interrogación se refiere al significante, no al sig-
nificado, a la lectura, no a la intelección: se trata de una captación ‘poética’” (Barthes,
1986, p. 50) que, de hecho, crea un nuevo espacio de significaciones como hace el propio
autor francés en ese pasaje en el que pone color a un fotograma en blanco y negro. Este
espacio nuevo, creado por la interacción y por esos momentos de encuentro entre au-
tor-texto-lector como se ha referido antes en la coincidencia de la metáfora topológica
en varios autores, implica la noción primero de un escenario, de su “materialidad” y de
cómo emerge del encuentro de discursos que se circulan en el encuentro a través de las
funciones referidas y las encarnaciones concretas e individuales.
La lectura, la producción de un texto-lectura es un acto de enunciación y en ese
sentido un acontecimiento singular e irrepetible (de la Peza, 1993, p. 76), pero la litera-
tura “establece la dialogicidad como única posibilidad de aproximación real a la verdad
que no puede, en modo alguno, confundirse con lo objetivo” (Prieto, 1984, p. 17), sino
al contrario, como se ha expuesto antes, es el terreno de la subjetividad. En esta doble
dimensión de lo abstracto y lo concreto es que deberá enfrentarse el problema de la Lec-
tura como fenómeno comunicativo y como experiencia, un problema en el que, como
han intentado otros autores para el caso de los libros de circulación masiva, se puedan
trazar los caminos para examinar estos diálogos entre textos y lectores sabiendo que
ambos son hablados por otras voces (Papalini, 2012).
El problema de la lectura no termina en la creación lectora, sino que precisamente
comienza ahí donde “ese ‘yo’ que se aproxima al texto es ya una pluralidad de otros tex-
tos, de códigos infinitos, o más exactamente perdidos (cuyo origen se pierde)” (Barthes,
1980, p. 6) en la entrada a esa “red de mil entradas” en la que convergen los discursos
sociales. En casi todos los casos, los abordajes referidos aquí están hablando de la Li-
teratura, pero puede remitir en general a las interconexiones de la Obra que trasciende
ejecuciones individuales interconectadas y que corresponde al fenómeno más allá de la
complejidad de los textos o de la sacralización/vulgarización de que hayan sido objeto
por parte de los operadores de su puesta en circulación y las respuestas de los lectores
devenidos (o no) en fans.
Este entrecruce de discursos y de prácticas de lectura es el ámbito de la narración,
de esta forma simbólica que nos antecede y para las que las personas no son más que un
episodio (Barthes, 1980) y que, al ofrecer reglas más o menos estables y una tradición
milenaria, también ofrece una forma de entrar para el intento de explicación y enten-
dimiento de los procesos de lectura que más allá de los cambios sociales y tecnológicos,
permanecen en lo que tienen de comunicativos y de humanos pero al mismo tiempo,
dan cuenta de esos cambios al enredarse de maneras particulares en las narraciones y
expandirse en usos y prácticas sociales con modalidades contemporáneas.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 405
Algunos abordajes (Lahire, 2004) han planteado un acercamiento desde los discur-
sos sociales y la vinculación con la práctica, armados en un deslizamiento que los lleva
de Bajtín a Bourdieu para complementar las formas de acercarse a la Lectura desde y
hacia el texto.

Apuntes finales
Como se ha visto al recorrer posturas más o menos convergentes de diferentes orígenes
a lo largo de todo el siglo XX y algunas de lo que va de éste, no puede decirse que exista
un lector del siglo XXI. Es decir, existe porque existimos todos, pero no ofrece distin-
ciones en la noción fundamental de los procesos de lectura ni en las formas en que se
construye en la interacción de las funciones lector, autor y obra, pero también en la con-
creción de circunstancias específicas que derivan en lecturas de la situación concreta de
ciertos contextos. Sea que se trate de ser o parecer lector, es claro que puede hablarse
de niveles de análisis porque implica indagar en niveles distintos de presentación del
fenómeno, tanto en las manifestaciones visibles y rastreables en las huellas dejadas por
las producciones materiales de los lectores, como en la compleja indagación de la subje-
tividad, que como se ha visto, es el terreno de la lectura. En este último caso, se tratará
necesariamente de acceder —a través del discurso— a la red de discursos que operan y
conforman la experiencia.
Entender el proceso significa poder articular, igual que ocurre en su interior, dis-
cursos y recursos complementarios y previos que atraviesan la construcción porque la
preceden, pero también la estructuran y le dan sentido. Habrá que atenerse a un campo
que trascienda las fronteras disciplinares en busca del proceso, la experiencia que lo
hace concreto y las formas de apreciarlo en diferentes ámbitos.
Barthes (1987) habla de la lectura para estudiar el texto. El planteamiento, paradóji-
camente más complejo, sería pensar la Lectura para estudiar las lecturas de los lectores, lo
que implica acudir —alternativa y selectivamente— a esa teoría literaria (Barthes, Bajtín,
Foucault) centrada en el discurso y en el lector y, por otro lado, a la sociología de la lectura
que aboga por la experiencia (Lahire, 2004) para construir un estudio de la Lectura como
proceso comunicativo abierto (de la Peza) que enlace estas tradiciones textuales de las Hu-
manidades (Jensen) con la indagación en las experiencias (Lahire) y tácticas (de Certeau)
de los lectores; o la extensión del concepto de lectura a otras prácticas y otros escenarios
complementarios e interdependientes en los contextos actuales (de la Peza, 1993; García
Canclini, 2015), como plantea de la Peza (2006) en su crítica a los estudios de audiencia
al preguntarse cómo superar la idea de recepción y los conceptos de audiencia, consumo,
sociedad de masas, democracia de masas y públicos masivos que conectan con una idea
mecanicista del receptor pasivo, propone a cambio, el concepto de significación para anali-
406 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
zar la producción de discursos de distintos sujetos determinados socio históricamente en
su interrelación con los discursos que reciben de múltiples fuentes institucionales e inter-
personales. La autora refiere dos aspectos importantes que, sumados al de la significación
y la interpretación, corresponden a abordajes recientes en los estudios de recepción: el
juicio sobre el texto y el uso que se le da; es decir, la aplicación o uso del saber que involucra
el texto, la manera de incorporarlo por parte de los sujetos. El verdadero movimiento
hacia el sujeto no es el considerar al receptor activo parcial o totalmente, sino el abandono
del vínculo de dependencia respecto a un medio en particular, y centrarse en el sujeto y
sus procesos sociales e históricos concretos inscritos en condiciones sociales particulares;
sujetos con identidades móviles en interacción con otros sujetos. En un sentido general,
de una propuesta que trascienda la idea lineal de recepción para concentrarse en la confi-
guración reticular, multiforme y compleja del interjuego de los discursos contemporáneos
y sus códigos también múltiples, una propuesta que incluso representa tomar posición
en el campo cuestionando sus presupuestos (de la Peza, 2013) y la naturaleza del trabajo
“científico” en él.
La meta sería que, sin ser una apuesta por la teoría literaria o por la sociología de la
lectura (aun la que hemos visto que critica la sociología del consumo), pudiera ser una
síntesis creativa que se adapte y dé cuenta de las formas de fruición contemporánea de
las lecturas, independientemente del tipo de texto al que se ancle o el tipo de lectores
que surjan en las interacciones o los usos sociales que les den a esas formas actuales de
relación con los libros.
El texto y lo textual ofrecen un marco para entender los procesos sobre los que hay
que entender las experiencias de los lectores de carne y hueso. Con esta demarcación
se podría apreciar cómo han cambiado los soportes, contextos, mercados, estrategias
autorales, usos sociales y prácticas lectoras, así como la forma en la que se manifiesta
aquello que permanece en los procesos de lectura, independientemente de los cambios
sociales y tecnológicos. En este sentido se puede decir que han cambiado los medios
de acceso a los textos, pero no las motivaciones para interactuar con ellos, construir
apegos o conservar en la memoria; permanecen las disposiciones de aislamiento so-
ledad del lector en la acción misma de leer, pero se disgregan y se han transformado
significativamente las formas de sociabilizar las lecturas y la reconstrucción colectiva
del proceso en el sentido extenso. En ambos casos se trata de procesos de naturaleza
colectiva, pero en el primero implícitos y accesibles a través de los discursos de los su-
jetos y, en el segundo, las huellas de las prácticas creadoras se hacen explícitas en la
interacción ya no sólo de los discursos, sino también de los sujetos. Así se verá que los
usos individuales de leer son al mismo tiempo los usos sociales que la Lectura favorece,
permite y estructura.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 407
El estudio desde la comunicación aportará la especificidad de la preocupación por
los procesos como interacciones en pos del sentido, tanto en la construcción de la expe-
riencia como en la posibilidad de indagación. El campo de la comunicación ofrece, ade-
más, la posibilidad de indagar desde la articulación de las ciencias y las humanidades de
manera creativa, abierta y sin ataduras disciplinares. También implica la construcción
de un escenario que contemple igual los géneros y los códigos, que las prácticas, las
modalidades tecnológicas de los dispositivos y las interacciones con ellos sin ánimo de
profundizar o sacralizar alguno, sino comprendiendo que sólo podemos entendernos
en interrelación y que cada uno es, de hecho, el producto de interrelaciones movedizas
y creadoras.

408 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
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410 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
COMENTARIO AL TEXTO

LECTURA Y COMUNICACIÓN

María del Carmen De la Peza Casares

El texto Lectura y comunicación incluye una introducción y cuatro apartados. En


la introducción se propone realizar una “reflexión sobre lecturas y lectores des-
de el punto de vista de la comunicación” tomando como punto de partida a los
lectores y a la lectura “como proceso de construcción de sentido”. José Manuel
López define la lectura como un proceso que va más allá de la mera decodifi-
cación “como un fenómeno comunicativo complejo” e intenta, a lo largo de los
siguientes apartados, responder a la pregunta ¿qué significa para nosotros leer
ahora?
A pesar de que la primera lectura del texto me resultó amena y captó de inme-
diato mi interés, al terminar me quedé con una sensación de perplejidad e incerti-
dumbre y me vi obligada a leer varias veces el texto para desentraña las razones de
mi perplejidad. En esa primera lectura no me quedó clara la tesis central del texto,
si acaso existía alguna. En las lecturas subsiguientes puse mayor atención a la for-
ma, a la estructura y estrategia del discurso elegidas. A continuación presento mis
reflexiones y propuestas.
En la introducción el autor se propone como objetivo pensar la lectura desde el
punto de vista de la comunicación, una articulación que anuncia desde el título. A
lo largo de las 26 cuartillas el autor discute las distintas formas de concebir la lectu-
ra, los agentes que participan en ella (autores, obras, lectores) desde la crítica lite-
raria, la sociología, los estudios culturales etcétera. Sin embargo, no encontré una
discusión equivalente en torno a la comunicación, sus distintas acepciones y aque-
lla que, en todo caso, sería considerada por él. Supongo, aunque no me resultó del
todo claro, que José Manuel López Romero considera a la comunicación como “un
proceso de construcción de sentido” como lo enuncia en el objetivo: ¿cómo llegó a
esa definición? Sería interesante saberlo.
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 411
El autor inicia el segundo apartado con una pregunta: ¿Qué significa para no-
sotros leer ahora? En los términos en los que está planteada la pregunta, me resul-
ta muy ambigua. Aunque el autor intenta quitarle esa ambigüedad a la pregunta
explicando algunos de los elementos que la integran: nosotros, ahora y leer. Sin
embargo, me sorprendió que no explique el término significa, siendo el más impor-
tante del enunciado y el que comporta la mayor ambigüedad. La palabra “significa”
es polisémica y desde mi punto de vista, tendría al menos tres acepciones distin-
tas: como “sentido” de la acción, en los términos de Max Weber; como motivación
o como finalidad del acto de lectura; y el sentido del texto mismo entendido como
aquellos significados atribuidos a los textos por los lectores. De la distinción de
las acepciones de la palabra “sentido”, y en consecuencia de su problematización,
dependerá la posibilidad de aclarar, ordenar y jerarquizar las diferentes formas y
niveles de análisis de la lectura como actividad.
En mi trabajo de acompañamiento como profesora y como asesora de la tesis
de José Manuel, en el año que ha transcurrido y como parte de la problematiza-
ción y reformulación del trabajo de investigación, reconozco el trabajo de explo-
ración bibliográfica y la lectura dedicada y minuciosa de autores como Barthes,
Foucault, Bajtín; De la Peza; Papalini; Jensen; Larkin entre otros. Un trabajo que
ha implicado abandonar la zona de confort que significaba el dominio de la bi-
bliografía sobre “estudios de recepción” en el campo específico de estudios de
comunicación.
Reconozco en el texto, objeto de este comentario, el trabajo de desestabiliza-
ción de los estudios de recepción y la apertura a las interpelaciones de otros campos
de conocimiento como los estudios culturales, el post estructuralismo, la semiótica
y el psicoanálisis al campo de estudios de la comunicación. Todas estas lecturas
generan incertidumbre a quienes hemos sido formados en dicho campo, y en este
caso se expresan en el texto en algunas formulaciones específicas: “continuidad y
discontinuidad”; “la paradoja de la lectura íntima/social” y “delimitaciones difusas”
del objeto de estudio, que manifiestan las encrucijadas a las que se enfrenta José
Manuel López Romero en su trabajo.
El ensayo tiene la forma de una lluvia de ideas; muchas preguntas muy opor-
tunas para este estadio de la investigación. El texto da cuenta de las distintas
formas en que se ha estudiado la lectura como actividad en la que convergen, se
encuentran ¿se comunican?, autores (individuales y colectivos que crean sus obras
en condiciones socio históricas particulares), obras (que se materializan y circu-
lan en distintos medios y soportes tecnológicos y condiciones socio históricas y
contextos particulares) y lectores (en condiciones socio históricas particulares, con
412 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
competencias de lectura diversas). Sin embargo, todavía no tiene la forma de un
“estado del arte” más o menos acabado, tampoco lo pretendía.
Para aproximarnos a un “estado del arte” como tal, propongo la siguiente es-
trategia. Recordemos la frase de Saussure como principio metodológico básico: “el
punto de vista crea el objeto” es decir, cada punto de vista crea “su” objeto. Co-
rresponde a la etapa subsiguiente, ordenar y clasificar las miradas y por tanto los
distintos “objetos” de investigación creados con sus respectivas teorías explicativas
y métodos de aproximación; después de ordenar ese campo disperso es necesario
posicionarse frente a él “con una mirada crítica”: ¿qué es lo que cada una de esas
teorías nos deja ver, que es lo que queda fuera de campo y no permiten ver, cuáles
son los problemas de dichas perspectivas o las realidades que no son capaces de
explicar (ya sea porque no pueden abarcarlo todo o porque el problema está erró-
neamente planteado), qué aportan esas miradas para comprender y explicar mejor
la lectura desde el punto de vista de la comunicación.
Finalmente José Manuel ¿qué pretendes aportar con tu tesis a los estudios
de comunicación y a dichas perspectivas para entender a la lectura como actividad
sustantiva de los jóvenes de Aguascalientes? Y digo pretendes, porque en esta eta-
pa deberás plantear tu mirada en la forma de hipótesis, misma que deberás explicar
con los resultados de tu investigación. Después del recorrido que has hecho, mi
pregunta es ¿cuál es “tu” objeto de estudio? ¿Cuál es la especificidad de la lectura
desde la mirada de la comunicación? ¿Cuáles son “los sentidos” de la lectura de best
sellers para los jóvenes de Aguascalientes? De aquí en adelante, no más “delimita-
ciones difusas”, ya puedes ser asertivo.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 413
415

LA REVISTA MEXICANA DE LITERATURA:


LA CRÍTICA COMO EJERCICIO DE AUTONOMIZACIÓN

David González Marín1

El presente artículo, que forma parte de mi investigación “La Revista Mexicana de Li-
teratura: una apuesta por la autonomización”, tiene como primer objetivo analizar las
características principales de la Generación de Medio Siglo a partir de la teoría socio-
lógica de Pierre Bourdieu, elaborando con ello un encuadre contextual y conceptual
del campo literario de la época. A partir de este panorama socio histórico se analizará
la recepción crítica en torno a la publicación del libro El arco y la lira de Octavio Paz,
dentro de la Revista Mexicana de Literatura, exponiendo y analizando los diferentes
puntos de vista críticos en torno a uno de los libros más representativos de la historia
de la literatura mexicana.

Palabras clave:
Revista Mexicana de Literatura, autonomización, generación medio siglo, Pierre Bour-
dieu, campo literario.

Introducción
El propósito central del texto reside en analizar la recepción crítica del libro El arco y
la lira (1955) de Octavio Paz en la Revista Mexicana de Literatura, considerando que
la crítica que se hace del libro, específicamente la realizada por Tomás Segovia, es una
muestra significativa del carácter político y estético de la revista. En primera instancia,
para comprender la emergencia de la revista en el panorama socio cultural de la déca-
da de los años cincuenta en México, resulta necesario analizar las características de la
denominada “Generación de Medio Siglo”. Se considera que el periodo artístico que

1 Maestro en Comunicación y Política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo elec-
trónico: moldavo16@gmail.com
implicó este movimiento es relevante para la historia artística y social del país ya que,
hipotéticamente, marca un proceso paulatino de ruptura donde los nuevos artistas me-
diante nuevas técnicas, cuestionan, reivindican o transforman las obras artísticas de
sus predecesores. Un ejemplo claro que nos permite comprender este umbral de transi-
ción lo podemos identificar en la novela Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo; por un lado
se encuentra una temática eminentemente rural, pero a su vez, a modo de contrapunto,
se sostiene en una estructura fragmentaria heredera directa de escritores como William
Faulkner (1897-1962) o James Joyce (1882-1941), norteamericano e irlandés respectiva-
mente, y considerados por la crítica literaria los pilares de la narrativa experimental;
una obra que dentro del campo literario mexicano puede analizarse desde la disputa
entre el nacionalismo y el universalismo2.
El término “Generación de Medio Siglo” fue acuñado por el historiador Wigberto
Jiménez Moreno en referencia a la revista homónima donde gran parte de los autores
publicaron sus primeros textos. Tal agrupación —como generación— designa a aque-
llos escritores que comenzaron a publicar a partir de la década de los cincuenta. El his-
toriador Enrique Krauze (1981: 35) señala que una de las características principales de
la generación es su postura crítica respecto a los resultados de la Revolución, teniendo
en cuenta que los efectos oprobiosos de ésta ya estaban claramente representados en
el discurso hegemónico de un partido: el PRI. Este grupo de escritores lo conformaban:
Juan Vicente Melo (1932-1996), José de la Colina (1934), Sergio Pitol (1933), Inés Arre-
dondo (1928-1989), Huberto Batis (1934-2018), Juan García Ponce (1932-2003), Salvador
Elizondo (1932-2006), Vicente Leñero (1933-2014), Carlos Monsiváis (1938-2010), José
Emilio Pacheco (1939-2014), Tomás Segovia (1927-2011), Jaime García Terrés (1924-
1996), Gabriel Zaid (1934) y Rosario Castellanos (1925-1974); los cuales tuvieron en co-
mún residir en la ciudad de México3 a mediados de los años cincuenta, y contar con la
asesoría intelectual de los escritores jaliscienses que en ese momento se encontraban
en proceso de consagración: Juan José Arreola y Juan Rulfo, en el recién fundado Cen-
tro Mexicano de Escritores en 1951 (Pereira, 1995, p. 129).
Antes de abordar la problemática es importante remarcar ciertos elementos que plan-
tea Krauze en su artículo “Cuatro estaciones de la cultura mexicana” (1981). El principal
es la figura de Alfonso Reyes como el gran mecenas: “Don Alfonso Reyes -el mecenas

2 Disputa fundamental del campo literario mexicano que en el presente artículo se analizará específicamente en
relación con la Revista Mexicana de Literatura.
3 Es importante señalar que el origen de los escritores previamente mencionados no se refiere exclusivamente
a la ciudad de México, sino que la mayoría de ellos provinieron de diferentes estados de la república, con lo
que se puede contrastar más nítidamente la fuerza que poseía en ese momento la capital como el centro de
producción y reproducción artística.

416 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
mayor y más generoso, gran cosmopolita con la X en la frente” (1981, p. 36), y el cobi-
jo intelectual, cultural y económico que significa la UNAM: “De vuelta a México los
acoge la institución clave en la cultura a partir de 1950: la UNAM. Por primera vez el
intelectual puede dedicarse profesionalmente a su disciplina sin sacrificar tiempo a la
burocracia” (1981, p. 36). Por una parte señala que Alfonso Reyes, debido a su capital
simbólico4, también puede desempeñar un papel de valor para la posible inclusión de
ciertos escritores en el campo literario mexicano; a la vez que ya existe una institución
educativa en vías de consolidación que permite a los escritores en primera instancia
una solvencia económica, y por otra parte un espacio donde la creación literaria puede
encontrar cierto cobijo: específicamente el hecho de que algunos de sus trabajos pueden
ser publicados en la Revista de la Universidad.
Cabe señalar que todos los cambios sociales que dan cabida para poder pensar a
la “Generación de Medio Siglo” como una cohorte homogénea, se refieren a la ciudad
de México: la capital del país donde términos como modernidad, europeización, pro-
greso, transición, cambio, vanguardia, revolución, pudieron tener cabida o, al menos,
los historiadores oficiales de la literatura nacional5 tienden a recurrir a esos conceptos
para poder describir el auge de una serie de escritores que por diversas razones busca-
ron deslindarse de los esquemas de percepción y valoración artística pertenecientes a
generaciones pasadas. Nacionalismo cultural que no se limita únicamente a la “Gene-
ración de Medio Siglo”, al contrario, como lo ha analizado Guillermo Sheridan en su
libro Los Contemporáneos Ayer (1993), la mayoría de los escritores usualmente adscritos
al grupo homónimo de la revista también debieron abandonar sus lugares de origen en
el interior de la república para mudarse a la capital del país. Es importante resaltar la
centralización cultural del país ya que varios de los autores de la “Generación de Medio
Siglo” debieron abandonar sus lugares de origen para poder inscribirse en las disputas
del campo literario, mismo que estaba completamente asentado en la capital6; fenó-
meno que no pertenece únicamente al campo literario mexicano sino que las grandes
capitales —al menos durante el Siglo XIX y gran parte del siglo XX— desempeñaron los
habitáculos primordiales para la producción y reproducción artística; lo cual se puede
medir cuantitativamente por el número de casas editoriales, revistas, periódicos e in-
cluso, la variedad de imprentas.

4 Categoría conceptual perteneciente a la teoría de Pierre Bourdieu, donde el poder simbólico objetivado
de determinado agente sólo puede ser aprehendido por otro agente en la medida que éstos sean partícipes de
una misma creencia, de la misma ilusio que les permita reconocer la valía que posee cada cual.
5 El caso de Enrique Krauze o José Luis Martínez, también conocido como el “curador” de la literatura mexicana.
6 Hecho no desprovisto de importancia, ya que el autor de una de las novelas más emblemáticas de la literatura
hispanoamericana, Pedro Páramo (1955), nació en Sayula Jalisco.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 417
Por otro lado, el concepto de generación permite comprender una serie de caracte-
rísticas medulares entre las cuales Martínez Carrizales (2008, p. 20) destaca:
• La crítica de todos los órdenes de la vida pública y artística
• El aprecio de los valores estéticos de la obra de arte por encima de cualquier otra
consideración de orden político y social.
• La originalidad y la novedad entendidas como oriente que dirige la expresión del
sujeto creador.
• El cosmopolitismo, una inclinación a favor de los valores de la modernidad que no
excluye la crítica.
• El rechazo de los discursos nacionalistas consolidados gracias al influjo de la Revo-
lución Mexicana de 1910.

A partir de la teoría sociológica de Pierre Bourdieu se utilizará el concepto de “cam-


po” para describir y analizar el particular funcionamiento del grupo conocido como
“Generación de Medio Siglo”. A su vez, para comprender a mayor profundidad el cariz
conceptual de “campo” se contrastará con la noción de “generación”. En su acepción
general el concepto de generación remite a un conjunto relativamente homogéneo de
individuos que comparten entre sí no sólo determinadas características históricas y so-
ciales, sino que en el caso particular del espacio artístico, comparten también una serie
de afinidades estilísticas, temáticas, estéticas, que hipotéticamente pueden verse refle-
jadas en sus obras. El problema principal del estudio generacional es que prima las ca-
racterísticas generales del panorama socio histórico por encima de lo cualitativo; se da
por sentado que existe un hilo conductor (filosófico, estético, social, etcétera) que atra-
viesa a los mismos artistas, generando entre ellos la sensación de ser partícipes de un
momento particular de la historia. El fenómeno interesante que se puede desprender
del concepto de “generación” reside en que usualmente tal asignación no responde a
una estrategia estética de un grupo de artistas, sino a una estrategia por parte de un
crítico o historiador que busca agenciarse determinado capital al analizar un grupo de
artistas hasta entonces innombrado; o por el contrario, se limita a ser una herramien-
ta metodológica donde se busca identificar una cualidad paradigmática que englobe
y enmarque al resto de agentes y obras7. El concepto de “generación” trabaja a partir
de bloques inamovibles: enumera características y sucesos históricos que generan una
narrativa cronológica, unidireccional, donde las diferencias entre los autores se sosla-

7 Pierre Bourdieu enfatiza que el valor de la obra de arte por sí sola no es una extensión constitutiva de ella mis-
ma o del creador, sino que la misma valía de la obra está secundada por una serie de comentadores, escuelas
y premios dentro del campo que crean y a la vez, perpetúan el valor artístico del arte mismo (1996, p. 339).

418 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
yan en función de una mirada homogénea. Al menos en el caso de la “Generación de
Medio Siglo” el nombre unificador no partió desde una estrategia interna del campo
de producción artística, sino que la denominación surgió desde la metodología8 que el
historiador Wigberto Jiménez Moreno (1909-1985) empleaba para realizar sus análisis
de la cultura mexicana.

Bourdieu y el concepto de campo


Pierre Bourdieu parte de una crítica de los enfoques teóricos de los formalistas rusos
y los estructuralistas de la Escuela de Praga, cuyos métodos de análisis “pretenden ex-
traer la esencia del lenguaje literario (connotativo, expresivo, etc.,) y defender las con-
diciones necesarias de la experiencia estética” (Bourdieu, 1996, p. 291). Es decir, que la
mirada teórica de los formalistas se sustenta a partir de la materia literaria, enfoque que
permite explicar y entender el funcionamiento interno de una obra resaltando sus par-
ticularidades discursivas, pero sin considerar la injerencia de la figura del autor como
un agente social ya posicionado estratégicamente en el campo. La noción de campo
literario, como disputa incesante por los recursos específicos y los criterios de valoriza-
ción, nos permite comprender la “Generación de Medio Siglo” bajo un crisol diferente;
se anula la cómoda homogeneidad entre los agentes inscritos en el campo para analizar
“la emergencia progresiva del conjunto de los mecanismos sociales que hacen posible el
personaje del artista como productor de ese fetiche que es la obra de arte” (1995, p. 428).
El análisis sociológico bourdiano no se limita analizar el texto literario desde el marco
extratextual sino que igualmente reconoce las características intertextuales, tejiendo
entre las dos un equilibro teórico:

La noción de campo permite superar la oposición entre lectura interna y análisis externo
sin perder nada de lo adquirido de ambas formas de aproximación […]. Conservando lo
que está inscrito en la noción de intertextualidad, es decir el hecho de que el espacio de las
obras se presenta en cada momento como un campo de tomas de posición que sólo pueden
ser comprendidas relacionalmente, en cuanto que sistema de desfases diferenciales, cabe
plantear la hipótesis […] de una homología entre el espacio de las obras definidas en su con-
tenido propiamente simbólico, y en particular su forma, y el espacio de las posiciones en el
campo de producción […]. La mayoría de las estrategias literarias están sobredeterminadas,
y muchas de sus “elecciones” son golpes dobles, a la vez estéticos y políticos, internos y
externos (Bourdieu, 1996, p. 308).

8 Así lo postula Enrique Krauze (1981, p. 29): “El primero en utilizar sistemáticamente el modelo generacional de
Ortega para la cultura mexicana ha sido don Wigberto Jiménez Moreno. El hallazgo de las cuatro estaciones
en nuestra cultura es mérito suyo”.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 419
Como complemento al estudio generacional, la teoría de los campos permite reco-
nocer la configuración del campo literario mexicano a partir de las disputas institucio-
nales y artísticas de sus agentes; es un constructo cuyo centro y márgenes se mantiene
siempre en movimiento gracias a las diferentes tomas de posición de sus agentes, es
decir sus estrategias de conservación y subversión del capital específico. Por ende, el
campo literario no es un bloque inamovible donde todos los artistas se den cabida de
forma ordenada y armoniosa, compartiendo simplemente entre ellos ciertas afinidades
artísticas; al contrario, es el espacio de las relaciones de fuerza entre los artistas que
tienen en común el poseer el capital necesario para tratar de ocupar posiciones domi-
nantes, a la vez que comparten entre ellos la illusio9: la creencia o interés colectivo en
el juego, siendo éste interés particular uno de los motores principales que alimentan la
contienda del campo entre los agentes dominantes y dominados. Bourdieu postula que
una de las propiedades principales para que pueda pensarse en el concepto de campo
hace necesario considerar que:

Toda la gente comprometida con un campo tiene una cantidad de intereses fundamentales
comunes, es decir, todo aquello que está vinculado con la existencia misma del campo; de
allí que surja una complicidad objetiva que subyace a todos los antagonismos. Se olvida que
la lucha presupone un acuerdo entre los antagonistas sobre aquello por lo cual merece la
pena luchar […]. Los que participan en la lucha contribuyen a reproducir el juego, al contri-
buir, de manera más o menos completo según los campos, a producir la creencia en el valor
de lo que está en juego (1990, p. 137).

Por ende, para Bourdieu todos aquellos escritores, aun a pesar de que se auto adju-
diquen motes revolucionarios o contrahegemónicos, que en la historia de la literatura
mexicana podría tomarse el ejemplo de los Estridentistas en contraposición al grupo
Contemporáneos,10 siguen permaneciendo dentro del campo ya que su crítica “vanguar-
dista” o “conservadora” no va dirigida hacia los estatutos que posibilitan la dinámica
del juego, sino contra la posición dominante de algún agente u obra en particular. De
tal modo resulta mucho más clara la diferencia que se establece entre los conceptos de

9 Así lo postula Bourdieu (1996, p. 337): “Cada campo produce su forma específica de ilusio, en el sentido de
inversión en el juego que saca a los agentes de su indiferencia y los inclina y los dispone a efectuar las distin-
ciones pertinentes desde el punto de vista la lógica del campo”.
10 Guillermo Sheridan en su libro Los Contemporáneos Ayer (1993, p. 128) describe la aparición del grupo Estri-
dentista, encabezado por el poeta Manuel Maples Arce, cuya producción poética estaba empapada de los
vericuetos retóricos del futurismo italiano como un movimiento que se deslinda crítica y sarcásticamente de
algunos poetas de la época, especialmente Jaime Torres Bodet y Salvador Novo.

420 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
generación y de campo, aun cuando los dos no funcionan como antítesis, sino que el
segundo se alimenta del primero para poder realizar un análisis mucho más fino de la
emergencia social y cultural que posibilitó o acompañó la instauración de determinado
movimiento artístico. En otras palabras: el campo literario es un espacio de tensión, y
el discurso principal que caracterizó a la “Generación de Medio Siglo”, más allá de los
lugares comunes previamente enumerados, fue su lucha por conseguir un espacio de
autonomía en relación a las exigencias y demandas formales del Estado.
Una de las principales luchas que se mantienen dentro del campo literario es librada
por los agentes de producción restringida (el arte por el arte) y el campo de producción
ampliada (el arte comercial). Dentro del campo literario se establecen dos principios fun-
damentales de jerarquización: el principio heterónomo y el principio autónomo; el pri-
mero se refiere a una jerarquización externa en función de los índices de éxito comercial
y notoriedad social, siendo los artistas reconocidos por el “gran público”; mientras que
el segundo se estructura a partir de una jerarquización interna: el reconocimiento ya no
se basa en un factor económico, al contrario, los artistas son conocidos y reconocidos
por sus semejantes y deben su prestigio al hecho de no realizar concesiones a la deman-
da del “gran público” (Bourdieu, 1996, p. 215). Los primeros discurren creativamente
sobre los géneros ya asimilados por el gran público, mientras que los segundos optan
por un ejercicio mayoritariamente experimental donde la conjunción de géneros está
encaminada en la búsqueda de nuevos regímenes de expresión; o si la experimenta-
ción literaria no discurre sobre los géneros, sí busca hacerlo mediante la incursión
en nuevas temáticas hasta entonces olvidadas o censuradas por el estatuto moral de
la época. Es por ello que para Bourdieu, los principales defensores de la autonomía
artística, aquellos que pregonan la consigna el arte por el arte, “constituyen como crite-
rio de valoración fundamental la oposición entre las obras hechas para el público y las
obras que tienen que hacerse su público”( 1996, p. 323). Es decir, la “competencia” para
percibir el valor de una obra como “arte”.
Con ello se quiere puntualizar que el campo literario durante la “Generación de Medio
Siglo” pudo haber estado inclinado mayoritariamente hacia la producción autónoma;
hecho que puede responder a una necesidad específica del autor en su búsqueda esté-
tica por nuevas vías de creación en oposición a la obra de sus antecesores y contempo-
ráneos, pero a su vez debe reconocerse las limitaciones del mercado editorial mexicano
en ciernes. Bourdieu considera que el principal indicador entre el campo de producción
restringida y el campo de producción ampliada es el “volumen del público” (1996, p.
428); con ello se refiere a la tirada de libros, presentaciones, pero específicamente al
número de ejemplares vendidos; y cuando se habla de ejemplares vendidos se refiere
al papel que desempeñan los lectores en el posicionamiento dominante de los agentes
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 421
en el campo; injerencia que en el caso de México durante la década de los cincuenta es
prácticamente nula, ya que la producción y recepción de las obras se limitan a circular
en el mismo espacio de los productores. Por lo tanto, teniendo en cuenta la incipiente
repercusión de los lectores y la naturaleza del mercado interno y externo como un in-
dicativo de la preeminencia editorial de un escritor, se considera que el espacio dentro
del campo literario durante la “Generación de Medio Siglo” donde puede analizarse con
mayor profundidad las disputas por la autonomización, es a través de sus revistas y
suplementos editoriales. Publicaciones especializadas donde el público lector se redu-
ce en su mayoría al mismo círculo de productores; aunque al mismo tiempo deberán
diferenciarse los procesos de recepción entre una revista y un suplemento, teniendo
en cuenta que la última puede implicar una mayor diversidad social de lectores, ya que en
primera instancia es un acompañamiento interno del periódico.
De ahí que se considere una muestra significativa de las tomas de posición del
campo literario los textos de diversa índole (desde ensayo hasta poesía, pasando por
columnas especializadas en crítica literaria) que fueron publicados en las revistas y su-
plementos literarios que circularon principalmente durante la década de los cincuenta,
entre los que Armando Pereira menciona:

Paralelamente a su trabajo universitario, los integrantes de la generación colaboraban en


las principales revistas y suplementos culturales del país: la revista Universidad de México;
Cuadernos del viento, que dirigían Huberto Batis y Carlos Valdés; La Palabra y el Hombre, en
la que aparecieron varios de los primeros textos de casi todos los integrantes del grupo; la
Revista de Bellas Artes y, en fin, la que sin duda constituyó el órgano esencial que permitió
reunir, integrar y dar solidez a la Generación de Medio Siglo: la Revista Mexicana de Lite-
ratura. (1995, p.18)

La principal lucha que se establece por medio de la diversidad de publicaciones


sería alcanzar el mayor grado de autonomía del campo en relación a las exigencias y
demandas del campo político y económico. Uno de los rasgos de mayor autonomía que
pueda existir de un campo artístico sobre el político es la imposición de sus propias
reglas y de su capital simbólico, así como la producción, conservación y posible institu-
cionalización de sus particulares esquemas de percepción y valoración de la literatura.
En otras palabras: la creación de su propia poética, la creación de sus propios modelos
explicativos o interpretativos. Pierre Bourdieu postula que la autonomía de un campo
de producción cultural se manifiesta “en el grado en que el principio de jerarquización
externa está subordinado dentro de él al principio de jerarquización interna: cuanto
mayor es la autonomía, más favorable es la relación de fuerzas simbólicas para los pro-
422 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
ductores más independientes de la demanda” (1996, p. 322). Es precisamente por ello
que críticos como Armando Pereira (1950-) y José Luis Martínez (1918-2007) emplean
categorías como “transición” y “cosmopolitismo” para referirse a las actividades de de-
terminados agentes del grupo que pugnan por realizar obras no inscritas en ningún
modelo ortodoxo al campo, cuando en sí la posibilidad incierta de realizar obras artísti-
cas novedosas (heterodoxas al campo) no circunscritas a un requerimiento político, se
basa en gran medida en los nuevos aparatos institucionales que proporcionan el espacio
de experimentación en lugar de continuar produciendo obras que perpetúen los mis-
mos valores estéticos de principios de siglo XX.

La Revista Mexicana de Literatura


Se considera como una muestra significativa de las tomas de posición del campo lite-
rario durante el periodo de la “Generación de Medio Siglo”, los textos publicados en la
Revista Mexicana de Literatura, originalmente fundada en 1955 por Carlos Fuentes y Em-
manuel Carballo11. Según Martínez Carrizales (2016, p.63), la emergencia de la revista se
centró en su acción política en la crítica del orden cultural dominado por el Estado revo-
lucionario, particularmente en su eje discursivo: el nacionalismo mexicano de carácter
estatal y corporativo. La intervención de la revista en este panorama se caracterizó por
un nuevo deslinde entre las actividades políticas y literarias, asunto que se tradujo en
la discusión sobre la dimensión pública de las tareas artísticas e intelectuales. Por ello
Carrizales considera que las dos principales líneas que caracterizaron a la Revista Mexi-
cana de Literatura fueron: a) el dominio de la práctica literaria, y b) la intervención del
escritor en la agenda política de su entorno.
Partiendo desde la noción bipartita que propone Pierre Bourdieu sobre las tomas
de posición, reconociendo que una obra es a su vez una postura estética (“su contenido
propiamente simbólico”) y política (“el espacio de las posiciones en el campo de pro-
ducción”) dentro del campo literario, la publicación de la revista se vio “inmiscuida tan
pronto como comenzó a circular en el debate sostenido entre los escritores nacionalis-
tas y cosmopolitas que a la sazón primaba en el campo literario de México” (Carrizales,
2016, p.64). El grupo de la revista como algunos del grupo Contemporáneos, especial-
mente Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, José Gorostiza y Jorge Cuesta, prefirieron

11 La Revista Mexicana de la Literatura consta de tres generaciones y tres diferentes directores respectivamente; la
primera generación corresponde a Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo, mientras que la segunda pertenece a
Tomás Segovia y Antonio Alatorre, que en palabras de Martínez Carrizales “abandonó las intenciones políticas
e ideológicas de la publicación original” (2016, p. 2006), para centrarse en mayor medida en la crítica y en la
creación literaria; mientras que la tercera generación perteneció tanto a Tomás Segovia como Juan García
Ponce.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 423
tomar como estandarte la universalización de la literatura propuesta por Alfonso Re-
yes12, que aquellos discursos nacionalistas donde la literatura debía funcionar como un
vehículo pedagógico donde los lectores pudieran reconocer y aprehender determinados
esquemas de valoración y percepción de la mexicanidad. El debate sobre la mexicanidad
en oposición al cosmopolitismo de herencia europea, mayoritariamente francesa, no es
un debate exclusivo del campo literario mexicano, sino que la contienda por la confor-
mación ideológica del Estado llegó a permear incluso la configuración del campo cultu-
ral, específicamente el literario, donde puede apreciarse en mayor medida la disparidad
de opiniones por encima de la producción musical o cinematográfica. Aun a pesar de
que el análisis que realiza Guillermo Sheridan sobre la pugna entre nacionalistas y cos-
mopolitas data del campo literario mexicano de finales de los años veinte y principios
de los treinta, resulta esclarecedor para comprender que el campo literario mexicano ya
estaba en vías de conformación.

No obstante fue una polémica fundamental: destacó a un primer plano un problema de


conciencia del escritor que habrá de determinar en buena medida las futuras relaciones
entre la práctica literaria y la sociedad circundante en México; marcó definitivamente la
ruptura entre la generación precedente y la que asumía la responsabilidad de los “moder-
no”, y sobre todo, ponía en tela de juicio, por primera vez y de manera casi subrepticia, la
función del Estado como rector de la producción artística (1993, p. 259).

Dentro de la historia de la literatura mexicana se puede realizar un periplo fácil-


mente localizable de la relación entre los escritores y el poder político en su acepción
de fuente económica. Respecto al grupo de escritores usualmente adscritos a la revista
Contemporáneos, Guillermo Sheridan (1993, p. 315) analiza las relaciones que tuvieron
algunos integrantes del grupo con la política y las funciones públicas para poder finan-
ciar el lanzamiento de sus revistas literarias; desde su emergencia como grupo bajo la
sombra tutelar de José Vasconcelos hasta el lanzamiento de Contemporáneos, revista
dirigida en un principio por Jaime Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano, cuyas
relaciones con el Secretario de Salubridad, Bernardo Gastélum, les brindó el suficiente
respaldo económico para publicar la revista y pagar a sus colaboradores durante los

12 Ignacio Sánchez Prado así comenta el papel de la obra temprana de Reyes: “Es en este punto donde se estable-
ce uno de los momentos de mayor distancia entre Reyes y sus contemporáneos, enfrascados en las querellas
de la cultura nacional: más que un “intelectual mexicano” Reyes se comprende a sí mismo como un intelectual
periférico a la tradición occidental cuyo movimiento crítico radica no en la constitución de un sistema de sig-
nos que dé cuenta legítima de “la nación”, sino de una ontología crítica del movimiento mismo de su historia”
(2006, p. 56).

424 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
primeros números.13 Así mismo debe marcarse una diferencia entre una revista subven-
cionada por una institución estatal, a una revista completamente inscrita dentro del
proyecto ideológico del Estado. Martínez Carrizales menciona que la Revista Mexicana
de Literatura “fue subvencionada por dependencias gubernamentales cuyos fondos se
trasladaban a la publicación en virtud de la red de influencias personales en que sus
responsables se encontraban insertos” (2016, p. 53) y de ninguna manera “por la incor-
poración de éstos en un proyecto gubernamental” (2016, p. 53). Por lo tanto se puede
afirmar que la Revista Mexicana de Literatura sí está subordinada al campo económico,
aunque no estructuralmente, ya que el cariz de las publicaciones estuvo ligado a las to-
mas de posición de Carballo y Fuentes, quienes estaban interesados en la política pero
principalmente buscaban posicionarse en el campo a través de sus tomas de posición
literarias. Resulta complicado o quizá imposible localizar una revista literaria mexicana
cuyo presupuesto económico no esté vinculado al erario; fenómeno social que puede
mostrarnos un panorama del incipiente campo literario tomando como referente la
imposibilidad del escritor de subvencionar sus propios proyectos por el simple factor de
que la creación literaria, hasta ese momento (tiempo después Carlos Fuentes se conver-
tiría en un escritor exitoso comercialmente, y este fenómeno está vinculado a la estra-
tegia editorial que instauró la generación del boom) no era lo suficientemente redituable
para sostener un proyecto a largo plazo .
Así como Sheridan realiza un bosquejo biográfico de los autores que fueron partí-
cipes de la revista Ulises y Contemporáneos, resulta lícito igualmente analizar el habitus14
de Fuentes y Carballo para comprender a mayor profundidad el cariz formal y político
de la publicación. En primera instancia Martínez Carrizales describe un perfil social de
la mayoría de escritores que se dieron cabida en la Revista Mexicana de Literatura, los
cuales habían empezado a publicar a finales de los años cuarenta y cincuenta:

Muchos de estos escritores eran descendientes de familias económicamente acomodadas


que, por medio de sus bienes de fortuna, habían librado a sus hijos del servicio público
como una vía de promoción social. Este grupo contaba con estudios formales como un

13 Así lo menciona Guillermo Sheridan: “Desde la publicación de El Maestro, la revista de Vasconcelos, no había
habido una revista que pagara a sus colaboradores” (1993, p. 329).
14 Pierre Bourdieu define así su concepto de habitus: “Los habitus son principios generadores de prácticas distin-
tas y distintivas […], pero también son esquemas clasificatorios, principios de clasificación, principios de visión
y de división, aficiones, diferentes” (2003, p. 23). Entendiendo a éste en primera instancia no como un concepto
aislado, sino vinculante, lo cual nos permite comprender a mayor profundidad el concepto de campo, capital
e ilusio. Por ende, una hipótesis sobre le génesis de determinado campo, en éste caso el literario, sería la exis-
tencia de un conjunto determinado de habitus que comparten entre ellos un capital específico, y a la vez el
interés por el juego mismo: tanto en sus reglas como en el hecho de ser partícipes del mismo.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 425
destino de clase generalizado en su época y no como único recurso para incorporarse en el
entramado del orden social […]. Estas agrupaciones no obedecían a las pautas del recluta-
miento profesional; en cambio, en ellas la literatura, que no era una profesión, se destacaba
como contenido privilegiado de los intercambios humanos (2016, p. 58).

Quizá lo más destacado del análisis de Carrizales reside en el hecho de que el profe-
sionalismo universitario no es la única vía de ascensión social del grupo ya que poseen
un respaldo económico familiar, a la vez que la literatura para ellos no representa un en-
clave ideológico sino un “intercambio privilegiado” entre compañeros de afinidades. En
otras palabras: la creación literaria no es su principal sostén económico, por ende, den-
tro de las posibilidades del campo literario, esta relativa libertad social brinda a los au-
tores la disposición a ejercer tomas de posición subversivas en relación con las tomas de
posición ejercidas por la literatura nacionalista. La primera, al no estar determinada por
un proyecto ideológico, puede expandir su horizonte formal y temático hacia prácticas
europeizantes; mientras que la segunda, aunque puede emplear recursos estilísticos de
tradiciones extranjeras, opta por reproducir en sus páginas los valores románticos
de la comunidad mexicana: los paisajes rurales, la convivencia armónica entre criollos
y mestizos, y demás paisajes prototípicos encaminados a perpetuar cierta imagen de la
mexicanidad en el extranjero que cimentar en el interior un ejercicio reflexivo. Pero
para entender a mayor profundidad el cariz de la revista es necesario analizar el habitus
de Fuentes y Carballo, quienes, a pesar de que en un principio su amistad y afinidad
por la literatura los conminó a la creación de la revista, son dos perfiles literarios cuya
concepción respectiva de la literatura difiere paradigmáticamente.
Por un lado Carlos Fuentes puede figurarse en la literatura mexicana como una
continuación de Alfonso Reyes: ambos provienen de una familia liberal acomodada cu-
yos padres desempeñaron papeles en la política de su país; en el caso de Reyes su padre
era un general insigne durante el porfiriato mientras que el padre de Fuentes pertenecía
al servicio diplomático, espacio laboral estrechamente ligado con la tradición literaria
de México, donde el joven Fuentes tuvo la oportunidad de conocer a Reyes por medio
de las amistades de su padre. Desde su infancia gozó de una educación en colegios pri-
vados en Panamá, México y Estados Unidos, misma que le permitió a temprana edad
familiarizarse con la lengua inglesa y francesa, capital simbólico que a su vez le permitió
conocer en sus ediciones originales los textos clásicos de ambas culturas respectiva-
mente. Según el esbozo geográfico de Carrizales, Fuentes, gracias a la disposición de su
padre en el servicio diplomático “estableció desde muy temprano vínculos con figuras
políticas y culturales que no tenían como propósito inmediato su incorporación en el
dominio de la intelectualidad orgánica del Estado Mexicano” (2016, p. 59). Otro rasgo
426 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
significativo de Fuentes, así como algunos de los escritores de su generación y el grupo
Contemporáneos, su formación académica en lugar de versar sobre literatura o filosofía
se centra en el Derecho: “El consejo de Alfonso Reyes, amigo de la familia, interviene a
favor del parecer del padre: no se puede prosperar en México sin un título profesional
reconocido y aceptado por el orden social establecido” (Carrizales, 2008, p. 60). Aun a
pesar de ello, la facultad de Derecho no resulta un espacio inhóspito para la práctica y
reflexión literaria, en las memorias de Fuentes comentadas por Carrizales, la facultad
de Derecho se “personifica en un pequeño grupo de amigos que comparten intereses
culturales y, sobre todo, figuras destacadas que dictan el Derecho por medio de su reco-
mendación de los clásicos de las letras universales” (2008, p. 60).
Por otro lado la figura de Emmanuel Carballo evoca la de un estudiante de provin-
cia que, a pesar de provenir de una familia exitosa de comerciantes, su contacto con la
literatura se limita al acervo familiar así como el acervo de las bibliotecas locales; posee
una vida cómoda, pero esa misma comodidad parece limitarse a las inmediaciones de
Jalisco y la zona conocida como el Bajío, unos de los principales centros religiosos y
conservadores del país. Así lo describe Carrizales:

Se educó entre maristas y jesuitas, pero no siguió estudios profesionales en la poderosa y


conservadora Universidad Autónoma de Guadalajara, almácigo de los cuadros profesiona-
les de la gran burguesía, sino en la universidad pública del estado, de orientación ideológica
contraria a la primera. En esas aulas Carballo estudió Derecho sin entusiasmo ni constan-
cia, hasta abandonar los estudios. En cambio, su pertenencia al establecimiento educativo
le permitió, como a Carlos Fuentes, pero en otra escala, vincularse con los círculos intelec-
tuales de la localidad, integrados por jóvenes como él en busca de desarrollar sus inclina-
ciones literarias […]. En este sistema informal de relaciones literarias se destaca la revista
ariel, que Emmanuel Carballo promovió, dirigió, administró y representó entre 1949 y 1953,
este último el año de su salida de Guadalajara (2008, p. 61).

Mientras que a Carlos Fuentes se le conoce como un impulsor indirecto (ya que
no es un difusor burocrático de cultura) de la literatura extranjera, especialmente la
norteamericana, cuyo conocimiento directo de la obra de John Dos Passos y William
Faulkner puede apreciarse claramente en su novela La región más transparente (1958); a
Carballo se lo reconoce como un impulsor y estudioso de la literatura nacional, siendo
su principal estandarte sus monografías críticas sobre la vida y obra de Ramón López
Velarde. Carballo tampoco es un impulsor recalcitrante de la literatura nacionalista o
regionalista, sino que su postura se centra en compaginar de manera armónica los te-
mas locales con técnicas narrativas novedosas, eficaces. De este modo, “el atraso cultu-
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 427
ral de la provincia, expresado en una literatura de color local, de realismo ingenuo, de
mexicanidad ligada a la experiencia directa del entorno, puede combatirse por medio
de lenguajes artísticos modernos” (2008, p.63). Por ende puede conjeturarse que la Re-
vista Mexicana de Literatura parte de una noción que reconoce la importancia inminente
de conocer las nuevas formas de expresión literaria en el extranjero, pero a su vez pu-
blican autores nacionales; síntoma que se puede apreciarse claramente en el índice del
primer número donde aparece el poema El cántaro roto de Octavio Paz, un cuento escri-
to a cuatro manos por J. L. Borges y Adolfo Bioy Cázares, y del lado europeo un ensayo
de André Malraux titulado El hombre y el fantasma.
Ahora cabe preguntarnos qué clase de distinción simbólica existe entre la publicación
de un libro y una revista. La primera diferencia que se puede hacer es que el primero es
un ejercicio tradicionalmente personal mientras que el segundo es grupal; pueden existir
revistas de autor, revistas cuya evocación esté ligada principalmente a un nombre, pero en
primera instancia responde a un proyecto colectivo. Por ende, en un sentido cualitativo, pu-
blicar un libro implica un mayor capital simbólico que publicar en una revista en compañía
de otros autores; aunque a su vez puede problematizarse la valía simbólica del libro dentro
del campo literario en relación al capital simbólico de la editorial, pues la novela hipotética
puede ser publicada en una editorial independiente de difusión limitada, mientras que por
otro lado el cuento o el poema pueden ser publicados en una revista de corte nacional o in-
ternacional. Una revista a su vez es un espacio de experimentación: se dan cabida aquellos
proyectos inacabados o subversivos que sólo podrán extrapolarse a la estructura simbólica
del libro si de por medio ya hay una aceptación, cierta recepción entre editores y lectores.
O como dice Sheridan: “son laboratorios y productos terminados a un tiempo” (1993, p.
363); simbólicamente un libro se manifiesta como un espacio cerrado, donde la obra ha sido
finiquitada, mientras que aquellos textos publicados en revistas gozan intrínsecamente de
una carácter variable: los autores, al recopilar sus textos publicados en diversas revistas los
alteran, los revisitan con la pluma en la mano. Igualmente, otra de las particularidades que
sobresalen respecto al estudio de una revista es su naturaleza constitutivamente variable
y múltiple. Aun a pesar de que las revistas estén fundadas y dirigidas por algún agente en
particular su esencia es polivalente por el hecho de incluir en su interior diversos textos de
diversa índole; es verdad que una revista puede estar condicionada por un régimen ideo-
lógico o estético, pero en el interior de ella y en la sucesión de sus números habrán puntos
de ruptura o divergencia que problematizarán el contenido del primer número: la carta de
presentación. Una revista en sí misma es la agrupación de diversas líneas de pensamiento
que al converger en un mismo espacio generan la impresión de repercusión pública; por
ello es transitoria, divergente, pues su inherente periodicidad está subordinada a las incle-
mencias socio históricas del tiempo. Así lo expone Sheridan:
428 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Generadoras de la historia literaria, las revistas, vehículos de la inquietud más intrigante,
permiten el ejercicio de la aventura con mayor solvencia que el libro; su espíritu, por
ello, señala con claridad la evolución de las ideas literarias hasta hermanarse con la historia:
causa y efecto se reúnen en ellas (1993, p. 365).

Dentro de la Revista Mexicana de Literatura (y quizá también la mayoría de revistas


literarias) se puede localizar con mayor claridad las disputas por las tomas de posición
entre los agentes en las diferentes concepciones que tienen sobre el papel que desempeña
la crítica literaria; teniendo en cuenta que en los albores de la década de los cincuenta las
disputas ideológicas entre el nacionalismo y cosmopolitismo seguían vigentes. Por un
lado el nacionalismo busca utilizar a la literatura como un medio privilegiado donde se ex-
pongan los temas más representativos de la mexicanidad, primando estilísticamente los
valores anecdóticos (una prosa lineal, amparada en una estructura aristotélica) y pedagó-
gicos; por otro lado, la literatura cosmopolita busca imponer en el interior de sus propios
textos las reglas y lógicas internas de interpretación; se deslinda mayoritariamente de lo
anecdótico y bucólico para reconcentrarse en la primacía hermética de la forma. Según el
estudio de Carrizales, en la serie de textos mediante los cuales la revista registró el debate
nacionalista, se destaca la conferencia de Fausto Vega (1922-2015) que:

[…] consistía en el recuerdo de que la nacionalidad es un hecho insuperable de las comuni-


dades humanas en su proceso de conocer y formular el mundo. Vega reduce la lucha a favor
del cosmopolitismo a un rechazo de la dependencia del escritor en sus temas con respecto
de lo regional y los folclóricos, en cuyo caso, a su juicio, el problema no reviste la menor
importancia (2008, p. 67).

La creación de la “forma artística” que contiene una “visión del mundo” por obra del
poder de la imaginación, la que asegura la “perdurabilidad” y la “transmisibilidad” del au-
tor, caracteriza a la literatura moderna. Según la propuesta de los editores, los escritores
modernos, entre los cuales incluyen a José Gorostiza, Octavio Paz y Juan José Arreola,
construyen sus obras mediante el influjo inasible de la “imaginación”, constructo auto
legitimador que busca posicionarse en el campo literario a la vez que marca un desplaza-
miento pronunciado respecto a la literatura “comprometida”. En su concepción particular
de la literatura, Carrizales la define como “una visión que procede de una intuición tradu-
cida en una totalidad verbal, irreductible a la representatividad del realismo narrativo con
respecto del color local de la nacionalidad mexicana” (2008, p. 68).
Por otro lado, la revista, en su apartado editorial Talón de Aquiles, suscribe la disputa
exponiendo su concepción particular de la literatura que bien puede verse como una de
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 429
las tomas de posición más significativas de la revista. En el número 2, correspondiente al
bimestre noviembre-diciembre de 1995, bajo el título de “Imaginación”, los editores invo-
can la autoridad del poeta romántico Samuel Taylor Coleridge con el propósito de postu-
lar que la imaginación es el poder primordial de toda percepción humana.

La imaginación es el poder de ordenar la experiencia sin suprimir ningún impulso humano:


es una visión del mundo, una percepción de la realidad. Hablar de la imaginación es hablar
del elemento común de toda creación literaria, anterior a los recursos particulares del escri-
tor y a las etiquetas con que los profesores se ayudan: “fantasía”, “naturalismo”, “realismo”,
etc. […] La imaginación significa ordenar los impulsos inconexos y la pura felicidad de una
forma artística […] La imaginación, al percibir, percibe en primer término que la realidad
es única pero plural, total pero heterogénea, y que la experiencia del hombre dentro de esta
realidad es, asimismo, múltiple (Anónimo, 1955, p. 188).

El poeta, dominado por el influjo “numinoso” de la imaginación, posee la capacidad


de articular formas complejas cuyo conocimiento de la “realidad” no está amparado en
nociones empíricas. De tal modo, la revista se posiciona en el campo literario reconocien-
do a la “imaginación” de tradición romántica (la exaltación dionisíaca del yo; la figura del
poeta como el arqueólogo de la memoria mítica de los pueblos) como el nomos que le
permite articular su respectiva concepción del quehacer literario. Dentro de las luchas que
se realizan al interior del campo literario, Bourdieu reconoce el “conflicto de las definicio-
nes”, lo que puede traducirse como la necesidad de un grupo por imponer su modo, o su
“ver como”, como parafrasea Bourdieu a Wittgenstein, el cual por medio del conceso del
grupo y su reproducción a través de libros y artículos críticos tiende a volverse la norma:
el principio paradigmático de “visión y división” (1996, p. 331). En consecuencia, podemos
conjeturar que el nomos que postula la revista sobre los condicionamientos psíquico socia-
les que permiten la creación literaria se basan en el poder de la “imaginación”; siendo por
un lado un reconocimiento teórico a la vez que un posicionamiento político que esclarece
las inclinaciones estéticas y formales del grupo hacia la literatura europea.
Esta lucha por la naturalización del nomos, Bourdieu la reconoce en primera instan-
cia entre los grupos autónomos y heterónomos, pero dentro de los subgrupos respec-
tivos en donde puede haber posturas diferenciales. En el caso de la Revista Mexicana de
Literatura, consideramos un caso sintomático la reseña crítica que tanto Tomás Segovia
(1927-2011) como Manuel Durán (1925) hicieron del libro El arco y la lira, de Octavio Paz;
un estudio sobre la poesía y la creación poética apoyándose en conceptos y formas de la
tradición romántica alemana y del surrealismo. Es una poética bastante personal donde

430 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
se apoya tanto de conceptos de la tradición hindú15 como de la hermenéutica de Martin
Heidegger16, para problematizar el momento único de la creación literaria. ¿Al poeta de
dónde le proviene la inspiración? ¿Se debe hablar de inspiración o predisposición o dis-
ciplina técnica? Paz se decanta por la inspiración poética, realizando un lúcido análisis
que retoma precisamente las reflexiones de algunos poetas románticos como Novalis,
William Blake o el mismo Coleridge, pasando por los ejercicios de escritura automática
que presumiblemente empleaban los poetas surrealistas.
En primera instancia Tomás Segovia reconoce que el libro ha sido polémico, incluso
discutido largamente en el “campo literario” mexicano. Apunta que en general sus plan-
teamientos pueden ser debatibles pero a la vez es un libro bastante personal y original
sobre el fenómeno poético, o la poética en sí; celebra su tono vehemente, reconociendo que
la escritura de los buenos libros forzosamente compromete al autor pues expone a la crítica
sus afinidades y discordancias conceptuales. Sin embargo, el resto del artículo desarrolla
“una reticencia que contribuye a colocar no sólo el libro de Octavio Paz y su figura pública,
sino el problema mismo de la poesía, en el cuadro de las tensiones del campo literario que
los colaboradores de la Revista Mexicana de Literatura estaban contribuyendo a reformar”
(Carrizales, 2008, p. 70). Por otro lado Segovia reconoce que El Arco y la lira debe verse
como uno de los “intentos más inteligentes” (1956, p. 103) de unir los fundamentos de la
teoría existencialista con la teoría poética de tendencia surrealista; pero será precisamente
analizando la lectura que Paz hace del surrealismo donde Tomás Segovia centre su crítica.
El texto de Segovia establece que las dos tensiones principales del libro, así como
del campo literario, son la poesía comprometida y la poesía gratuita. “El gran dilema
del arte en nuestros días es entre la gratuidad y los compromisos. La postura que Paz
adopta en general ante este dilema —negar que haya que escoger necesariamente entre
estos dos únicos y precisos términos— me parece en efecto la única que puede adop-
tarse” (1956, p. 104). Sin embargo, el dilema prima en el conflictivo escenario cultural
del México de los cincuenta donde se siguen reproduciendo las disputas ideológicas
entre nacionalistas y cosmopolitas, situación que Sheridan rastrea desde la época de
los Contemporáneos. El propio Paz, según la lectura de Segovia, es una prueba más de la
existencia de la disyuntiva ideológica estética, y la de un grupo que se inclina a favor
de la poesía gratuita, irreductible a cualquier compromiso histórico.

15 Así lo expone Paz: “Al final de muchos Sutras Prajnaparamita, la idea del vieja o salto se expresa de una manera
imperiosa: “Oh, ido, ido, ido a la otra orilla, caído en la otra orilla” (2013, p. 122).
16 “De acuerdo con el análisis de Heidegger, la angustia y el miedo son las dos vías, enemigas y paralelas, que nos
abren y cierran respectivamente, el acceso a nuestra condición original” (2013, p. 144). En ambas ideas, tanto el salto
religioso como el acceso ontológico provocado por la experiencia inenarrable de la angustia, sirven como tropo para
explicitar el carácter inasible y por ello irreductible de la experiencia y de la creación poética, según el análisis de Paz.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 431
En lo que va de siglo parece que la predominancia de las tendencias a la gratuidad se ha ido
agudizando sin cesar. A mí personalmente me parece que es urgente reaccionar contra esa
predominancia. Creo que en esta postguerra los prosistas —ensayistas, novelistas, cuen-
tistas, dramaturgos— han sabido a menudo, con las limitaciones naturales, estar a nues-
tra altura y ayudarnos a sobrevivir. Hay en cambio una gran parte de la poesía moderna
—aquella parte que muchos insisten todavía en considerar como única moderna y valiosa,
aquella que nos ha dado tanto teoría y tanto “ismo”— que afirma precisamente no tener
nada que ver con nuestra sobrevivencia, justificarse a sí misma y perseguir sus propios
fines ajenos a los nuestros. Este tipo de poesía es el que Octavio Paz acoge a menudo con
entusiasmo e intenta fundamentar, y ahí es donde me parece que traiciona sus propósitos
y vuelve a acercarse peligrosamente a la gratuidad (1956, p. 105).

De acuerdo con Segovia, algunas posiciones de Octavio Paz desarrolladas en su libro


lo colocan del lado de la gratuidad entendida como expresión irreductible al lenguaje des-
lindada del compromiso político con la historia. En primera instancia Segovia reconoce
que la poesía gratuita, aunque también la denomina poesía moderna, es aquella donde
sólo importan la forma, el carácter irreductible del lenguaje en sí. Segovia hace un breve
repaso de los particulares esquemas de percepción y valoración de la poesía gratuita, mis-
ma que ha podido consolidarse y perpetuarse gracias a los críticos literarios:

Se nos explica de mil maneras que la poesía no está hecha para eso, se nos habla de la vida
de las formas, de la historia de los estilos, del poeta “distraído del mundo” y obsesionado
por las palabras (Malraux), del valor intrínseco de los sonidos, de los ritmos, de los colores,
de lo que sea. Todo está muy bien y es muy bonito; pero si de veras la poesía me es dada sólo
para eso y no para ayudarme a vivir, entonces concluyo que es secundaria e indigna de mí, y
no comprendo cómo se puede sostener en serio que importe (1956, p. 106).

Segovia conjetura que la tradición literaria que ha perpetuado y quizá consolidado


el ejercicio de la poesía como mero divertimento de la gratuidad, ha sido el surrealis-
mo por medio de sus técnicas particulares de escritura; vanguardia literaria y artística
de principios de siglo XX que Octavio Paz conoció de primera mano durante su estadía
en Paris, donde entabló amistad con André Breton, poeta, pintor y líder del movimiento.
Para los surrealistas, según Segovia, la “realidad es fea por definición”, mientras que
ellos sólo encuentran la belleza en lo “maravilloso”. Precisamente como método para
separarse lo mayor posible de la realidad “fea”, los surrealistas crearon:

432 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Un “automatismo psíquico puro”, mediante el cual manifestamos el “funcionamiento real
del pensamiento”. Ahora bien, este funcionamiento “real”, puro, automática del pensa-
miento, es decir, tal como es “en sí” y no frente a la fea realidad, precisamente no es nada
real, sino un experimento de laboratorio —por los demás irrealizable, como ha quedado
demostrado (1956, p. 107).

A lo largo de El arco y la lira Octavio Paz reflexiona en varias ocasiones sobre el


“automatismo psíquico puro” cuando se pregunta sobre el hipotético origen de la ins-
piración poética, pero al igual que Segovia, aunque no de una forma tan categórica, Paz
reconoce que es una empresa constitutivamente fallida ya que el principio de intencio-
nalidad no puede suprimirse del todo, aun cuando la consciencia esté obnubilada bajo
técnicas que teóricamente mermen su condición racional17. Segovia no postula que la
concepción de la poesía de Paz esté completamente inclinada hacia la gratuidad, sino
que se mantiene en vilo hacia las dos fronteras. Posiblemente el enfoque central de la
gratuidad literaria que postula Segovia se basa en el intento de tendencia fenomeno-
lógica de los surrealistas por crear palabras “en sí”, desprovistas de su correspondencia
empírica; de por medio no hay ningún significado, el sentido de aquellas palabras sólo
puede desprenderse de sus “colores y sonidos”. Pero Segovia reconoce que la capacidad
de los poetas, o la humanidad en sí, no reside en la creación de aquellos aparatos ver-
bales inocuos, sino:

Es verdad, como las teorías de este tipo sostienen, que el lenguaje, símbolo del poder creador
del hombre, expresa su condición fundamental. Pero la expresa por ser lo que es: sentido,
contenido y comunicación. Hablar por hablar no es hablar. La imagen porque sí no es ima-
gen ni es poesía. Porque el verdadero poder creador del hombre no es el de crear “cosas”, sino
el de darles sentido. No es verdad pues que en poesía podamos decir lo que nos dé la gana
(que su superioridad consista en ser gratuita), sino sólo lo que es auténtico (1956, p. 111).

Un argumento bastante interesante que se contrapone con toda aquella tradición


romántica occidental de un poeta que posee en su interior un conocimiento inmemo-
rial del ser, o del destino del pueblo, que le permite expresar por medio de su poesía el
devenir de los próximos acontecimientos. De tal modo que para Segovia la gratuidad de
la poesía reside en aquellos ejercicios retóricos donde lo único que se busca es el placer

17 Por el contrario, Paz así comenta el ejercicio de los surrealistas: “En respuesta al individualismo y al racionalismo que
los preceden, los surrealistas acentúan el carácter inconsciente, involuntario y colectivo de toda creación. Inspira-
ción y dictado del inconsciente se vuelven sinónimos […] La poesía es pensamiento no dirigido” (2013, p. 174).

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 433
estético; afirma que con la poesía no se puede hacer cualquier cosa, sino sólo aquello
que es auténtico; aunque Segovia, por el contrario, a lo largo de la reseña nunca brin-
da una definición de lo auténtico, por lo que nos vemos en la necesidad de conjeturar
que posiblemente su noción de autenticidad poética está mucho más cerca de lo que él
considera poesía comprometida, o aquella poesía contraria a la gratuidad. Afirma que la
literatura comprometida no es que aquella manifestación política de índole pedagógico-
disciplinar, al contrario, su noción de “compromiso” la postula a un nivel relativamente
ambiguo que indirectamente lo relaciona más con las reflexiones que Paz dedica a la
experiencia poética comparándola con la experiencia de lo sagrado y religioso: “la otra
orilla” “otredad del ser”. Para Segovia una poesía auténtica sería aquella:

En los momentos verdaderamente cruciales de nuestra vida, en que nos parece estar frente
a frente ante nuestro destino desnudo, en esos momento en que toda idea de literatura y
de arte nos resulta la cosa más trivial y lejana del mundo, hay a veces una obra de arte, un
libro, una página que nos iluminan, nos ayudan a amar la vida y a comprenderla y a definir
nuestra posición en ella. Cuando piensa en todas estas páginas que dan su medida fuera
de la literatura y dentro de la vida, que allí adquieren más ardor y profundidad, apenas en-
cuentro ejemplos de poesía “moderna” —quero decir de esa poesía que se adora así misma
(1956, p. 105-106).

De tal modo podemos ver que dentro del campo de producción restringida, donde
la distribución de la obra de los creadores tiende a circular en el mismo espacio de los
otros creadores inscritos en el campo, inciden nomos diferentes sobre la concepción
de la literatura, en éste caso la poesía. Las ideas entre Paz y Segovia sobre la creación
poética no son tan disímiles entre sí, ya que los dos —aunque Segovia evita hablar de
inspiración, un concepto por lo demás espinoso por su inherente cualidad enigmática—
reconocen la importancia de la disciplina, y marcan una importante distinción entre la
experiencia poética inducida por diversos medios y la creación poética en sí. Quizá la
mayor crítica que se puede identificar por parte de Segovia hacia Paz sea la suscripción
del segundo hacia los conceptos y prácticas del grupo surrealista, cuya producción artís-
tica se caracteriza por ser una extensión de la tradición de el arte por el arte, aquella que
busca imponer sus propios modelos explicativos a partir de sus propias obras. Tanto
Segovia como Paz son partícipes del campo literario, ambos reconocen la ilusio del mis-
mo, y precisamente por ello, por salir de la “indiferencia” que suscitan la ilusio de otros
campos, proponen modos particulares de concebir la literatura; modos que ayudan a
dinamizar el campo creando alrededor de sus argumentos nuevas críticas, comentarios
y reseñas que igualmente dinamizan las posiciones en el campo.
434 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
BIBLIOGRAFÍA

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CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 435
COMENTARIO AL TEXTO

LA REVISTA MEXICANA DE LITERATURA:


LA CRÍTICA COMO EJERCICIO DE AUTONOMIZACIÓN

Eduardo Andión Gamboa

En la esforzada empresa de relacionar el papel de los productores simbólicos y sus


obras con el ejercicio del poder, se han cometido reducciones y sobredimensiones.
Una parte de los estudios sobre el tema se centran sobre todo en el análisis del con-
tenido de los discursos variados en los que se vehicula tal o cual ideología. En otros,
se busca asociar las estructuras narrativas o las relaciones de los personajes con las
estructuras de dominación en la sociedad. Estos análisis internos a los textos en
ocasiones añaden, sin más coherencia que su simultaneidad, una descripción de
las circunstancias históricas, sociales o culturales como contexto a las obras y a sus
autores. El formalismo ruso, la crítica estilísticas (Stylkritik) en Alemania, el New
Criticism norteamericano, se enfocaron en discernir sobre la especificidad literaria
obviando completamente ese contexto o circunstancia social del texto o la obra
(Jurt, 2007, p. 182-198; Alonso, 2004, p. 215-254).
La sociología de los mundos del arte y de la literatura en particular, tendie-
ron desde una perspectiva marxista a enfatizar los análisis del autor y su obra
sólo por la determinación de su lugar en la estructura de clases sociales. Aunado
a su funcionamiento dentro de las dinámicas de reproducción del sistema de
producción en general, la figura del escritor expresaba su toma de posición en la
lucha entre los dominantes y dominados. Tal esquema analítico entraba en crisis
frente a obras y autores considerados de alto nivel. Si bien se puede determinar
que “Paul Valery es un pequeño burgués, no se explica por qué no todo pequeño-
burgués puede ser Paul Valery” rezaba la frase que sintetizaba ese corto circuito
(Alonso, 2004, p. 215-254).
De modo similar se trataban a las instituciones intermedias que se caracteri-
zaban de manera preponderante por su función en el mantenimiento del sistema.
El estudio de las empresas editoriales se hacía desde la perspectiva de la economía
capitalista en su financiamiento y en sus intereses de ganancia. Los públicos lecto-
res se encontraban en esas investigaciones igualmente determinados por los pro-
436 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
cesos de interpelación que los hacían sujetos que únicamente reproducían sus con-
diciones de existencia en sus gustos y elecciones culturales. Qué tipo de obras se
requerían para alcanzar una toma de conciencia de esa alienación estructural, esa
era la cuestión que se planteaba como el problema de la “conciencia posible”. Todas
esa perspectivas conllevaban la idea según la cual, la esfera de acción artística y lite-
raria se debían encontrar subordinada a sistemas más determinantes. Su distancia
con la sociedad bajo el lema de “el arte por el arte” se desaprueba y señalaba una
falta de compromiso de los productores simbólicos con asuntos sociales y políticos.
En los estudios de comunicación social esta problemática de los estudios de
la esfera literaria y de la producción social de significaciones se encuentra asocia-
da con el papel de las instituciones mediáticas en su vinculación con el campo de
poder, con la acción de la sociedad política en sus procesos de construcción de
hegemonía cultural.
El periodismo diario, pero también el literario y cultural, eran considerados
como los frentes de lucha por antonomasia en la construcción de las condiciones
para un ejercicio de crítica y la forma en que se configuran las opiniones públicas.
El escritor, el periodista, los artistas y los productores simbólicos buscan establecer
las condiciones para que se pueda vivir del trabajo creativo y cultural. Para que el
campo literario se autonomice se tienen que reunir tres condiciones: un cuerpo de
productores especializados; la presencia de circuitos de consagración específicos y
la existencia de un mercado de editoriales y lectores (Bourdieu, 1995; Sapiro, 2005
Jurt, 2007).
Dadas las anteriores consideraciones, el texto de David González Marín se
ocupa de uno de esos episodios sintomáticos que, en retrospectiva, conforman la
estructura siempre cambiante de un campo social. La emergencia de una revista
que prefigura y expresa la lucha de los escritores, en este caso, por adquirir una
capacidad para darse sus propias reglas de valoración. Dentro de las variantes del
nacionalismo cultural, la revista y la generación que la inaugura sostenían las pos-
turas contrarias que debatían con lineamientos y con su parafernalia simbólica. La
Revista Mexicana de Literatura se plantea como el germen de una mayor confron-
tación con el Estado Cultural directivo que pretendían los políticos en el gobierno.
La generación de medio siglo, en convivencia crítica con Octavio Paz, prosigue la
aspiración de los Contemporáneos de “la cultura minoritaria como germen del de-
sarrollo artístico”.
Las revistas para Paz, “significan un gesto colectivo… tanto para el público
como de cara a los lectores… tenían una función polémica y crítica” (Espinasa,
2016, p. 199). En este texto David Marín sienta las bases de su aproximación para
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 437
explorar y discernir, durante ese periodo histórico y en esa revista en particular, la
apuesta por la autonomización tanto estética como literaria (Sapiro, 2005) de este
grupo de afinidades, de “solitarios solidarios” como alguna vez se definieron.

Referencias

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438 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
439

PARA PENSAR OTRAS EDUCACIONES


EN AMÉRICA LATINA

Rosa Margarita Sánchez Pacheco1

Resumen
Este texto expone algunas reflexiones y experiencias que se inscriben en el marco de
procesos político-pedagógicos que son elaborados desde los sujetos subalternos, en
función de sus necesidades concretas y sus proyectos políticos particulares. Me refiero
a estos procesos como otras educaciones, reconociendo que se trata de experiencias y
discursos educativos que se presentan como contrarios o críticos a los modelos educa-
tivos hegemónicos en América Latina. El artículo abre con algunas reflexiones sobre
elementos que me permiten reconocer y caracterizar a estas prácticas político-pedagó-
gicas que tejen desde lo propio, lo común, la autonomía o las aspiraciones de liberación
de los pueblos, comunidades, organizaciones. Posteriormente se presenta un somero
recorrido por ciertas experiencias, que me permiten dar cuenta de una multiplicidad
de sujetos, prácticas y discursos que convergen en esa vaga, pero sugerente noción de
otras educaciones. Más que llegar a conclusiones acabadas, el objetivo de este ejercicio
reflexivo es abrir un panorama para repensar lo político-educativo desde otros referen-
tes y horizontes.

Palabras clave:
Otras educaciones, América Latina, prácticas político-pedagógicas, discursos educativos.

Introducción
El objetivo de este trabajo es presentar algunas reflexiones en torno a los esfuerzos que
se han generado en América Latina por construir experiencias y discursos educativos

1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, Área de Comunicación y Política, Universidad Autónoma Me-
tropolitana Correo electrónico: magospacheco@gmail.com
desde las necesidades de las comunidades, organizaciones, barrios y sujetos históri-
camente subalternizados. Se trata de seguir las huellas de aquellos procesos que se han
gestado desde la crítica a la educación hegemónica, para disputar la formación de subjeti-
vidades en función de las matrices culturales, políticas y sociales de estos grupos. Así, tra-
taré de esbozar una recuperación y caracterización de experiencias y discursos pedagógicos
en los cuales se puede reconocer una centralidad del vínculo educación-política, en el mar-
co de las búsquedas por fortalecer procesos de resistencia, defensa de lo propio y transfor-
mación social, teniendo por base la formación de sujetos desde un quehacer propio que ha
tomado caminos y formas diversos de acuerdo a contextos históricos particulares.
De esta manera, este ejercicio busca dar cuenta de la pluralidad de procesos educa-
tivos que se han gestado en América Latina, desde una raíz de resistencia y creación de
procesos político-pedagógicos propios. Esta raíz sólo puede ser reconocida en su plura-
lidad mediante una revisión histórica que tome en cuenta la diversidad de los procesos,
sujetos y prácticas, pero también la convergencia de discursos, experiencias y hasta de
situaciones estructurales políticas y económicas compartidas.
En otro sentido, se trata de abonar a la recuperación de una historia a contrapelo
de la educación en América Latina; una que no se ciña a los “grandes discursos educa-
tivos” hegemonizados por las estructuras de poder y dominación, sino que mire hacia
aquello que se ha construido desde y para las comunidades, los barrios, los sujetos his-
tóricamente soterrados, colonizados, marginados, explotados.
Por otro lado, esta apuesta se propone pensar de manera crítica los espacios educativos
hegemónicos (la escuela dentro de ellos) y alargar la mirada más allá de la escolarización,
asumiendo que todo proceso político-pedagógico desborda las aulas. Pero también,
reconociendo que las escuelas siguen siendo un espacio de disputa que es reclamado
como legítimamente propio por los sujetos organizados, comunitarios, populares, indí-
genas, que buscan construir desde sus propias necesidades y matrices culturales.
Así, la tensión entre los discursos y prácticas educativas no hegemónicas y el con-
trol estatal, emerge como una dimensión fundamental en el análisis. Esta tensión (en
la que no profundizaré en este trabajo) se presenta en la forma de contradicciones que
adquieren formas y salidas particulares en cada contexto, en función de las relaciones
de fuerza y posiciones de cada grupo y las características de la configuración de la hege-
monía estatal en cada momento y territorio.
Finalmente y a modo de advertencia, no se trata de hacer una revisión profunda de
cada uno de los procesos que pueden ser inscritos en el marco de estas otras educacio-
nes, sino de retomar algunos referentes que pueden servir para armar una panorámica
que nos permita ubicar algunas coordenadas para avanzar hacia investigaciones y re-
flexiones más profundas.
440 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Otras educaciones
América Latina, como región geográfica y económica, pero también como lugar de ads-
cripción política y cultural, ha sido un territorio poblado de procesos de lucha y re-
sistencia. Los diversos pueblos, movimientos y organizaciones que se han levantado
para defender su derecho a la tierra, al trabajo, a la vida digna, la libertad, la justicia,
la autodeterminación, han configurado procesos de resistencia, lucha y liberación en
los que una y otra vez aparece la educación, ya sea como trinchera, herramienta para
la construcción de nuevos horizontes, o terreno de disputa en el marco de las luchas
más amplias por la transformación de las condiciones de opresión en sus diferentes
manifestaciones.
La reiterada emergencia de lo educativo como elemento fundamental en los proce-
sos de organización y lucha, da cuenta de la importancia que tiene la formación de sub-
jetividades y conocimientos colectivos en las disputas políticas, económicas, sociales y
culturales. Al mismo tiempo, esta pluralidad impone enormes dificultades a la tarea de
recuperación de las distintas experiencias, discursos y proyectos, de sus aportaciones,
referentes y contradicciones. Pese a esto, hoy es posible reconocer un abanico amplio
y complejo de experiencias y discursos político-pedagógicos no hegemónicos —que en
algunos casos resultan contrahegemónicos— y que nos permiten repensar alternativas
en el terreno político-pedagógico en medio de la avanzada del capitalismo en su fase
neoliberal.
Aunque buena parte del pensamiento social latinoamericano se ha ocupado de
nombrar y de problematizar aquellos procesos que cuestionan el orden hegemónico y
la reproducción del capital en su forma particularmente depredadora en América La-
tina (revueltas, insurrecciones, revoluciones, organizaciones populares, movimientos
sociales), en el terreno de lo educativo aún no hemos avanzado lo suficiente en la sis-
tematización crítica de las experiencias y discursos no hegemónicos, y mucho menos
en su visibilización. Por fortuna, muchos educadores y educadoras, colectivos, orga-
nizaciones indígenas y grupos de investigación, se han dado a la tarea de recuperar
procesos y proyectos pasados, y de sistematizar aquellos que se encuentran en curso.
Pese a los esfuerzos, en el camino se han perdido experiencias educativas, muchas otras
han sido valoradas por la academia con demasiada severidad o desconocimiento, sin
tomar en cuenta sus condiciones concretas ni sus posibilidades objetivas. Hoy, los tra-
bajos de Claudia Korol, Lia Pinheiro, María Teresa Sirvent, Luis Rigal, Nicolás Arata,
Pablo Pineau, Benjamín Maldonado, del equipo Alternativas Pedagógicas y Prospectiva
Educativa en América Latina (APPEAL), los equipos de educación popular y los pue-
blos indígenas organizados con sus intelectuales, entre otros, permiten fortalecer los
acercamientos y reflexiones en torno a la producción de los procesos educativos y las
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 441
prácticas pedagógicas que conforman el andar de otras formas de pensar y de hacer la
educación desde las necesidades y condiciones concretas de comunidades, barrios y
sujetos subalternizados.
Es necesario reconocer que cada contexto particular abre condiciones, necesidades
y posibilidades para la emergencia de experiencias y procesos político-pedagógicos es-
pecíficos. Al mismo tiempo, los sujetos que construyen cada proceso entran en diálogo
(o no) con determinados referentes, establecen una interlocución con otros sujetos,
con otras experiencias, y por medio de este intercambio y de sus propias condiciones y
aspiraciones, generan nuevas prácticas político-pedagógicas.
Ante este panorama, la elaboración de una genealogía de la educación en Améri-
ca Latina que recupere esas otras experiencias y discursos, aparece siempre como una
tentación —acaso urgente— cuando nos adentramos en el océano de la educación para
la transformación de los procesos de opresión, colonización y despojo. Cada una de las
elaboraciones que se han hecho siguiendo este afán mantiene una posición (declarada
o no) política, pedagógica y sociológica respecto a experiencias y discursos concretos.
Este posicionamiento restringe o abre la selección de aquellos referentes que son con-
siderados como parte del campo semántico de la educación popular, liberadora, crítica,
comunitaria, comunal, intercultural, autonómica. No obstante, se trata de un ejercicio
de categorización riesgoso pero importante para generar un panorama que sirva de
referente para el análisis crítico, y a su vez, abone a la construcción de nuevos procesos
de educación desde horizontes donde las necesidades concretas de los sujetos y las co-
munidades subalternas ocupen un lugar central.
Este trabajo también parte desde un posicionamiento teórico-político que opera
como brújula, pero dejaremos eso en suspenso por ahora para presentar algunas pre-
guntas que atraviesan estas letras: ¿qué elementos deberían ser considerados para ela-
borar una recuperación sistemática de estas otras educaciones en América Latina? ¿Es
posible construir una categoría que permita dar cuenta de los elementos fundamentales
de estas otras educaciones y, al mismo tiempo, posibilite el reconocimiento de su diver-
sidad heterogénea? Es decir, una categoría que funcione como brújula orientadora, pero
también como categoría generadora para preguntarnos sobre las características, posibi-
lidades y contradicciones de estas educaciones que han trabajado más allá de los már-
genes de la educación hegemónica, cuestionándola, dándole la vuelta, elaborando otras
formas de hacer educación.
Ahora bien, la elección de cada una de las experiencias que sean consideradas
como parte de estas otras educaciones, no puede darse en función de una definición
cerrada de lo hegemónico y lo no hegemónico o contrahegemónico, tampoco con base
en una medición de sus “alcances”, impactos, duración o sujetos que convoca e involu-
442 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
cra. Tampoco es posible elegir en función de los “resultados transformadores, eman-
cipadores o liberadores”. Una posibilidad entonces es hacer una selección con base en
experiencias que compartan algunos rasgos, los cuales es importante definir histórica-
mente. Teniendo en mente también que cada experiencia en sí misma es valiosa toda
vez que, desde sus condiciones de posibilidad, enriquece los horizontes de visibilidad
y las prácticas político-pedagógicas en el marco de otras formas de pensar y de hacer
la educación desde lo propio; y que abonan a la configuración de procesos pedagógicos
relevantes en el marco de la educación latinoamericana en un sentido prefigurativo.

Hacia la elaboración de una cartografía


de la Educación Liberadora en América Latina
En las siguientes páginas trataré de hacer un recorrido por algunos de los discursos y
experiencias educativas que he considerado como esas otras educaciones. Como todo
coqueteo con las genealogías, se trata de un ejercicio riesgoso y no carente de reduccio-
nes, ausencias y generalizaciones; con todo, considero que nos permitirá establecer al-
gunos de los rasgos que hacen posible reconocer otras educaciones en su multiplicidad
y sus diálogos. Para esta recuperación he organizado las experiencias en cuatro grandes
bloques: educación popular, educación liberadora y pedagogía del oprimido, educación
desde y para los pueblos indígenas y educación desde los movimientos sociales. No se
trata de procesos que se presentan como puros en el sentido de su adscripción a una
corriente político-pedagógica, antes bien, nos encontramos ante prácticas y discursos
que, al surgir de contextos particulares, construyen también desde sus especificidades.

La educación popular latinoamericana


Avanzar en el reconocimiento de los discursos y experiencias de otras educaciones nos
obliga a ubicar un punto de partida, un sur que sirva de referente para explorar el cielo
y el mar. Ese sur en América Latina puede ser la Educación Popular entendida como ca-
tegoría dinámica, cuyos sentidos han estado en permanente disputa por los diferentes
grupos sociales que la han tomado como bandera. Es necesario advertir que se trata de
un punto de partida que, aunque más o menos arbitrario, permite colocar algunas pie-
zas para recuperar la trayectoria de las educaciones que han buscado desatar procesos
contra las condiciones de dominación y explotación de las clases y grupos desposeídos.
Aunque, como veremos es sólo una de las corrientes que ha hecho camino en América
Latina, la educación popular constituye un referente fundamental para pensar la edu-
cación desde otras miradas.
Una revisión histórica que buscará ir a su génesis nos llevará a discutir en qué me-
dida la educación popular en América Latina surge como instrucción pública (posición
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 443
que considero habría que tomar con reservas), y también a reconocer las influencias
de otras corrientes como la educación libertaria y racionalista de raíz anarquista, es-
pecialmente en el siglo XIX. Es por ello que para avanzar en esta exploración, iniciaré
justamente con algunas aproximaciones a la definición educación popular para, a partir
de ellas, delinear la necesidad de construir una categoría más amplia que permita dar
cuenta de la policromía de discursos y experiencias que pueden considerarse como esas
otras educaciones.
Primero, que es necesario hacer énfasis en la dimensión histórica y las consecuen-
tes transformaciones que han marcado la categoría educación popular, vinculadas a las
configuraciones sociopolíticas de la región latinoamericana en general, y de cada país
en particular. Al mismo tiempo, da cuenta de las transformaciones en los sujetos, tanto
de aquellos que se inscriben como los sujetos de la educación popular —y hacia quie-
nes está orientada—, como en los sujetos como proyecto de formación, es decir, como
sujetos pedagógicos.
En este sentido, lo que la educación popular ha significado e implicado en cada
momento ha sido el resultado también de las condiciones de posibilidad y, al mismo
tiempo, de las posibilidades de imaginación orientadas hacia la transformación de los
sujetos y sus relaciones, teniendo como plataforma la creación de proyectos político-
pedagógicos. Para ponerlo en coordenadas freirianas, diríamos que los discursos y prác-
ticas educativas se transforman con base en la construcción de nuevos inéditos viables
(elaboración siempre colectiva mediada por las condiciones sociales, económicas, políti-
cas y culturales concretas), de los que se generan horizontes de visibilidad que permiten el
planteamiento de nuevos caminos posibles y la necesidad de crear nuevas condiciones
de posibilidad.

La Educación Popular y la formación de ciudadanos libres


Hasta hace poco menos de dos décadas, el pensamiento de Simón Rodríguez perma-
necía prácticamente ausente en la historia de la educación latinoamericana. Hoy por
fortuna, cada vez más educadoras y educadores encuentran en el maestro venezolano
a un interlocutor que, pese a los más de dos siglos de distancia, aporta elementos para
pensar y desarrollar una práctica pedagógica latinoamericana, de la Patria Grande, para
la liberación de los sujetos.
Para Rodríguez:

Sólo con la esperanza de conseguir que se piense en la EDUCACIÓN DEL PUEBLO, se pue-
de abogar por la INSTRUCCIÓN JENERAL [..] y se debe abogar por ella; porque ha llegado
el tiempo de enseñar las jentes á vivir, para que hagan bien lo que han de hacer mal, sin que

444 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
se pueda remediar. Antes, se dejaban gobernar, porque creían que su única misión, en este
mundo, era obedecer: ahora no lo creen, y no se les puede impedir que pretendan, ni (… lo
que es peor…) que ayuden á pretender (Rodríguez, 2004, p. 43).

Rodríguez pensaba en la necesidad de consolidar una independencia de las colo-


nias que no sólo fuese formal, sino que involucrara una independencia de pensamiento,
una transformación de las estructuras de dominación coloniales. Para lograrlo se hacía
fundamental una educación general (“jeneral”), es decir para todas y todos, sólo gene-
rando una educación así sería posible formar ciudadanos verdaderamente libres, lo que
posibilitaría la realización de la segunda independencia, la del pensamiento.
Los textos de Simón Rodríguez, así como su trabajo en la formación de la Escuela
de Chuquisaca, constituyen uno de los puntos de arranque de esta trayectoria de edu-
cación para la libertad. Siguiendo estos pasos, pero confiriéndole sus propias marcas a
la idea de educación popular, aparecen las reflexiones de José Martí.
Para Martí “Educación popular no quiere decir exclusivamente educación de la cla-
se pobre, sino que todas las clases de la nación, que es lo mismo que el pueblo, sean bien
educadas” (Martí, 1985, p. 50-51). En la propuesta educativa martiana juega un papel
central la alfabetización (en relación con la constitución de ciudadanos), el trabajo y la
educación orientada al contexto y las necesidades del campesinado. De ahí que plantee
la idea de los maestros ambulantes, encargados de formar una verdadera escuela ambu-
lante que responda a las condiciones objetivas del campo y a la superación de la situa-
ción de ignorancia de las y los campesinos. Las siguientes líneas ilustran un poco esto:

Saber leer es saber andar. Saber escribir es ascender. Pies, brazos, alas, todo esto ponen al
hombre esos primeros humildísimos libros de la escuela. Luego, aderezado, va al espacio.
Ve el mejor modo de sembrar, la reforma útil que hacer, el descubrimiento aplicable, la rece-
ta innovadora, la manera de hacer buena la tierra mala: la historia de los héroes, los fútiles
motivos de las guerras, los grandes resultados de la paz. Siémbrense química y agricultura,
y se cosecharán grandeza y riqueza. Una escuela es una fragua de espíritus; ¡ay de los pue-
blos sin escuela! ¡Ay de los espíritus sin temple! (Martí, 1991, p. 44).

En la propuesta pedagógica martiana la alfabetización no es la simple capacidad de


decodificar grafías, sino que posibilita la formación de hombres y mujeres que recono-
cen su entorno y desde ahí miran al espacio (una idea cercana a la propuesta de alfabe-
tización de Paulo Freire). Más allá de la poesía propia de la prosa de Martí, subyace la
idea de que la lectoescritura permite acceder a otros conocimientos por lo que se hace
fundamental en la formación de ciudadanos libres. Por otro lado, el educador y poeta
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 445
cubano establece el vínculo entre educación y trabajo como principio fundante de una
escuela que no puede apartarse del contexto específico de los sujetos.
Con Martí y Rodríguez es posible caracterizar esta primera etapa pautada por la
búsqueda de una educación latinoamericana, y más aún Nuestra Americana, que va
de la segunda mitad del siglo XIX, a las primeras dos décadas del XX. Se trata de una
educación que busca la consolidación de los proyectos independentistas, reconociendo
que la independencia no puede ser únicamente decretada, sino que es necesario trans-
formar las relaciones de dependencia que instauró la colonia y que pueden prevalecer
a no ser que se forme a los sujetos en la independencia y la libertad de pensamiento y
acción. Así Rodríguez y Martí tomaron a la educación popular como bandera, atribu-
yéndole diversos sentidos y generando distintas prácticas político-pedagógicas, ejem-
plo de ello fueron la Escuela Modelo de Chuquisaca dirigida por Simón Rodríguez en
Bolivia, y la Casa de Educación para trabajadores cubanos en Nueva York impulsada
por Martí.
La educación popular de esta etapa tiene por raíz una profunda vinculación entre
educación y liberación, desde la perspectiva de la Patria Grande con Simón Rodríguez
(noción adoptada de Bolívar, quien fuera su discípulo), y de Nuestra América con
Martí. Se trata de una educación popular que está en consonancia con la categoría
pueblo, desde una posición que al mismo tiempo la vincula con la instrucción pública
como necesaria para el abatimiento de las profundas desigualdades fraguadas por el
coloniaje.
Desde otro ángulo, entra en escena la educación libertaria que parece encontrar
cada vez puntos de diálogo con la educación popular, tantos que en algunas ocasiones
se les ha tomado por símiles. En su artículo “La educación popular en México: luchas,
resistencias y experiencias pedagógicas contrahegemónicas (1857-1940)” (2013) Martín
Acri, junto con Alderete y Salvarrey, consideran que durante la época revolucionaria:

[…] la clase obrera, con sus diversas estrategias políticas y sociales, atravesó un proceso
revolucionario en donde las prácticas educativas y culturales cubrieron con una impronta
propia una demanda real de la población ante la capacidad estatal y burguesa de cubrirlas
(Acri, Alderete y Salvarrey, 2013, p. 222).

Dentro de estas prácticas educativas consideran las experiencias de educación ra-


cionalista desarrolladas en Yucatán, Tabasco y Veracruz. Estos casos tuvieron una clara
influencia de los principios racionalistas y socialistas, lo que provocó diálogos entre las
nociones de educación popular, libertaria y racionalista.

446 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
La educación popular y la influencia socialista
Dentro de esta pluralidad de procesos es indispensable reconocer el proyecto educa-
tivo de la educación socialista durante el gobierno de Lázaro Cárdenas en México (de
1935, año en que se reforma el artículo 3° de la Constitución, a 1940 cuando termina el
mandato del presidente). Pese a la diversidad de posiciones con respecto a la educación
que se propuso como proyecto estatal durante los años treinta en México, es innegable
la influencia de una perspectiva socialista, atravesada por los afanes de orientar hacia
otros cauces la educación pública del país.
Hacia el sur, tan sólo una década después es impulsado otro proyecto de educación
cercano a la noción de educación popular y educación socialista a partir del triunfo de la
Junta Revolucionaria en Guatemala (1945-1956).
Siguiendo con estas experiencias de educación que se propusieron como revolu-
cionarias se inscriben la educación cubana tras la reforma de 1962, al triunfo de la Re-
volución, y el proyecto educativo chileno impulsado durante el gobierno de Salvador
Allende. También podría incluirse el modelo educativo nicaragüense de 1979 a 1984;
aunque justo es reconocer que en Nicaragua tuvo ya una fuerte influencia la propuesta
pedagógica freiriana (aún ausente en las experiencias anteriores), principalmente en
el modelo de alfabetización, cosa que no sucedió en Cuba y que le imprimió rasgos
particulares que lo colocan en un lugar de síntesis entre la educación revolucionaria y la
pedagogía de la liberación.
Avanzando sobre el siglo XX y en contextos urbanos, pueden reconocerse los es-
fuerzos de los espacios de educación popular que se han construido con el trabajo orga-
nizado de las organizaciones barriales, de pobladores o incluso estudiantiles. En México
tenemos algunas experiencias que sobreviven de las preparatorias populares creadas
hacia los años 60 y 70 en la Ciudad de México; pero también hay nuevos espacios que,
usados como base de articulación con la comunidad, generan espacios para la prepara-
ción de jóvenes en zonas populares que buscan presentar los exámenes de admisión a
las instituciones de nivel medio y superior, y trabajan desde la educación popular. A es-
tas experiencias habría que sumar los procesos de trabajo en educación popular barrial
que se gestaron durante los años ochenta en colonias como la Guerrero, Tepito, el Ajus-
co y Santo Domingo, también en la ciudad de México (por mencionar sólo algunas)2.
En Chile se encuentran los Bachilleratos Comunitarios (algunos de ellos vincula-
dos al movimiento de pobladores), que han logrado abrir una posibilidad de educación
popular en los barrios populares de Santiago. En Argentina se encuentran los Bachille-

2 Para más información puede consultarse la tesis de licenciatura de Candela Bastos (2018), quien hace un inte-
resante trabajo de recuperación de estas experiencias.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 447
ratos Populares y las estancias infantiles, que son espacios de escolarización con fun-
damentos de la educación popular y la organización barrial, asentados en su mayoría
en las villas de Buenos Aires, Rosario, Mendoza, La Plata y algunas más de las ciudades
más grandes de Argentina. Los bachilleratos populares surgieron del movimiento po-
pular urbano del 2001 y lograron arrancar al Estado argentino la certificación oficial.
Actualmente, tan sólo en la capital y en el llamado “Gran Buenos Aires”, hay más de 100
bachilleratos funcionando.
El caso de los bachilleratos populares en Argentina y de algunos de los espacios de
educación popular en la ciudad de México, son un ejemplo de cómo la educación popular
(con las especificidades del sentido que los sujetos le otorgan a ésta) se conjuga con
las organizaciones barriales populares para el fortalecimiento de la lucha en espacios
urbanos. Desde otra mirada, puede observarse para el caso argentino, el vínculo entre
educación y movimientos sociales, el cual se hará más explícito en otros ejemplos como
el del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil o en la Amawtay Wasi en Ecuador,
casos en los que nos detendremos más adelante.
Como se ha observado, las aproximaciones hacia una definición de la educación
popular son variadas y se han transformado históricamente, colocando acentos en di-
mensiones diversas, en función de contextos y sujetos particulares. No sólo están aque-
llas que se elaboran desde el campo académico, sino también las que se producen desde
la experiencia, a partir de la propia definición que los sujetos le confieren a su práctica,
y de las orientaciones que le imprimen a su quehacer. Así por ejemplo, para Claudia
Korol, integrante de la organización argentina Pañuelos en Rebeldía:

La educación popular nació en Nuestra América como pedagogía “de los oprimidos”, que
comprendiendo las razones de su opresión se organizan para enfrentar a la explotación ca-
pitalista e imperialista. Al caminar se volvió una pedagogía de “las oprimidas” y de quienes
sintiéndose vulneradxs por el patriarcado, enfrentan su dominación; y se entrelazó como
una pedagogía de la descolonización cultural, con las experiencias diversas de más de cinco
siglos de resistencias (Korol, s/d).

Recuperar la aproximación de Korol, quien proviene de una organización que ins-


cribe su praxis político-pedagógica en el marco de la educación popular, nos permite
volver a colocar el acento en la pluralidad de sentidos que se le confieren a la categoría
educación popular y en la diversidad de experiencias y prácticas que convoca. No obs-
tante este abanico de expresiones, se trata de procesos de educación que se han gestado
en aras de hacer una educación desde y para las necesidades de los sujetos que aparecen
sistemáticamente atacados o negados por los modelos de educación hegemónicos.
448 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Educación desde y para los pueblos
Una de las corrientes del pensamiento y la praxis educativa que más ha aportado en la
historia de la educación en América Latina es aquella que se ha construido teniendo por
raíz la lucha de los pueblos indígenas. Su análisis crítico de las condiciones estructurales
de dominación material y simbólica gestadas en la violencia colonial, ha permitido el
planteamiento de otras formas de educación que se enmarcan en una lucha más amplia
por la descolonización (Maldonado, 2010).
En este camino, la obra de Mariátegui es fundamental para ubicar el “problema del
indio” en el marco de la configuración política, económica, social y cultural de buena
parte de América Latina, especialmente ahí donde las y los indígenas han resistido el
embate del coloniaje depredador. Para Mariátegui:

La educación nacional (…) no tiene un espíritu nacional: tiene más bien un espíritu colonial
y colonizador. Cuando en sus programas de instrucción pública se refiere a los indios, no
se refiere a ellos como peruanos iguales a todos los demás. Los considera como una raza
inferior (2002, p. 95).

En consonancia con las críticas que Mariátegui elaboraba desde Perú, las y los in-
dígenas bolivianos aymaras de la zonal altiplánica central, levantaron una escuela (la
escuela Ayllú) que trató de construir un modelo educativo desde y para los aymaras. Un
dato interesante de la escuela de Warisata es que estableció vínculos con el proyecto
cardenista y con el secretario de educación Moisés Saenz; pero más aún, mantuvo una
relación de referente con la educación rural (que le antecede) a raíz de los vínculos del
normalismo entre México y Bolivia,3 especialmente en su veta ruralista.
Tan sólo para el caso mexicano, la trayectoria de la educación indígena ha sido
larga, las más de las veces, se ha tratado de una historia de vejaciones, mutilaciones y
silenciamientos a partir de los cuales, los pueblos y las organizaciones indígenas han ido
constituyen un movimiento de resistencia. De acuerdo con Maldonado:

Liberación y descolonización son parte de un conjunto de conceptos clave (que se desdoblan


en otros más para comprenderlos, por ejemplo resistencia y etnocidio) para la orientación de
las luchas de las organizaciones de los pueblos originarios y sus comunidades. Obviamente
no son los únicos. Estrechamente ligado a ellos está el concepto de autonomía, que a su vez
está ligado al de reconstrucción de los pueblos originarios (2010, p. 20).

3 Testimonio de ello fue la construcción del Pabellón México, en el que se pintaron murales alusivos a las cultu-
ras prehispánicas de México.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 449
Sería imposible nombrar en estas letras todas las experiencias de educación que
han surgido desde la lucha y el trabajo de los pueblos y comunidades indígenas en Mé-
xico; sólo para recuperar algunos casos contemporáneos, parece importante aludir al
trabajo que han desarrollado las comunidades, organizaciones e intelectuales indígenas
desde la educación comunal (también llamada comunitaria en algunas ocasiones) en el
estado de Oaxaca.
Mediante el trabajo de maestras, maestros, intelectuales y de las comunidades,
en Oaxaca se ha logrado colocar a la educación comunal como eje fundamental de los
procesos político-pedagógicos de la escuela.

El resultado se da y el magisterio oaxaqueño logra insertar el concepto [comunalidad]


como cuarto principio rector (junto con democracia, nacionalismo y humanismo) en la
ley Estatal de Educación que propuso el sindicado magisterial que se aprueba en 1995,
fruto también de los temores generados por el levantamiento zapatista de 1994 (Martí-
nez, 2011, pp. 178-179).

Esta conquista ha permitido que las bases de la educación comunal avancen tanto
por la vía de la educación estatal, como por la de las organizaciones civiles y autogesti-
vas. Este camino ha estado lleno conflictos y contradicciones en los que aparece cada
vez la demanda de los pueblos de tener una educación desde lo propio y el impulso
nunca abandonado del Estado por mantener una educación de carácter colonialista. Sin
embargo, hoy la educación comunal representa un ejemplo de lucha y resistencia desde
las comunidades que han logrado disputar frente al Estado el proyecto político pedagó-
gico, lo mismo en los espacios escolares que fuera de ellos.
Siguiendo las huellas de lo que se ha avanzado en México, ahora desde otras histo-
rias de lucha es necesario reconocer con atención especial, la construcción de espacios
de educación desde las necesidades y formas de organizaciones de los pueblos indí-
genas. En esta línea se encuentra el Sistema de Educación Rebelde Autónoma Zapa-
tista (SERAZ) en territorio Zapatista. También los procesos educativos de Cherán en
Michoacán y los proyectos que se inscriben y abrevan de la educación comunitaria y
comunal en Oaxaca, también en México.
Mirando al sur, en Ecuador, surgió la Universidad Amawtay Wasi, producto de la
organización de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAI).
Esta universidad buscaba una educación para los pueblos originarios con base en la re-
cuperación de los saberes ancestrales, que iban desde la arquitectura hasta la pedagogía.
Actualmente ha cambiado su nombre a Pluriversidad y se mantiene en el esfuerzo por
construir una educación que tenga sus raíces en el buen vivir.
450 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Un elemento importante de estas experiencias es la dimensión de lo político en
la consolidación de sus proyectos pedagógicos y el lugar que la organización y el movi-
miento indígena ha tenido para el avance de procesos de educación. En todos los casos,
es imposible explicar la emergencia de estas experiencias sin considerar la lucha histó-
rica que los pueblos han dado por lograr otra educación no etnocida, que parta de sus
necesidades y aspiraciones concretas de existencia.

Educación liberadora y pedagogía del oprimido


Quizá una de las corrientes a partir de la cual se han hecho más reflexiones, es aquella
que se ubica entre 1959 y 1976. La pertinencia de analizar este periodo en el marco de
otras educaciones en América Latina, a pesar de la amplia producción que se ha hecho al
respecto, radica en el reconocimiento de que se trata de un momento de condensación
de experiencias y reflexiones en torno al papel de la educación en los procesos de repro-
ducción de la realidad y de su transformación. En este periodo pueden reconocerse dos
grandes corrientes: la de la educación revolucionaria (de la cual ya se habló un poco más
arriba) y la de la pedagogía de la liberación.
Volviendo a la idea de que se trata de un periodo de decantación del pensamien-
to político-pedagógico latinoamericano, podríamos tratar de reconocer la matriz de
la pedagogía de la liberación como resultado de un diálogo con las diversas nociones
de educación popular y educación revolucionaria, y las críticas que surgieron desde
las teorías reproduccionistas de la educación. Es quizá por esta decantación del pen-
samiento educativo latinoamericano que en los años sesenta surge el Movimiento
de Cultura Popular de Recife en Brasil, poniendo en el centro de sus debates el papel de
la cultura popular y su potencialidad como base para el proceso de transformación desde
y para las y los oprimidos.
Se trata de momentos en los que queda fraguada una suerte de crisis del discurso
de la educación popular tal y como se había concebido y materializado, especialmente
en los procesos revolucionarios. En este contexto, el trabajo reflexivo y creativo am-
plió y radicalizó las perspectivas pedagógicas, partiendo del terreno de las relaciones
de enseñanza-aprendizaje, para explicitar el vínculo político de éstas con el proceso de
transformación social.
La educación liberadora de los años sesenta y setenta, al entrar en diálogo con las
discusiones sobre el papel de la cultura en la reproducción social, se planteó la necesi-
dad de recuperar los saberes populares —saberes de las clases subalternas—, desde una
perspectiva dialógica. Ello significó una apropiación crítica de toda aquella cultura que
había sido considerada como inferior, fanática, irracional, popular. Así, la recuperación
de la cultura popular pretendió trascender el sentido de folklore, para reconocerla como
CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 451
una forma de ser y estar en el mundo4 que, una vez apropiada por el pueblo a través
de un proceso crítico (de desvelamiento de la realidad), permitiría la ampliación de su
horizonte de visibilidad y por ende, de transformación. Algo que Freire depositó en el
proceso de concientización.
No obstante, ésta no fue la única perspectiva; en casi toda la región latinoameri-
cana, algunos de los discursos educativos que pretendieron inscribirse en el marco de
la educación popular o la pedagogía de la liberación, siguieron dos caminos durante las
décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta: el de la educación suplementaria para
los sectores marginados de la escolarización “normal”, y el de “una forma específica de
hacer esta educación inicial, las más de las veces no escolar, una pedagogía dialógica
con los grupos populares, asumiendo —expresa o subsumidamente— una perspectiva
política de crítica y transformación de la realidad” (Fávero, 2013, p. 50), más cercana a lo
que se pretender caracterizar como educación liberadora en este trabajo.
Así, los años sesenta fueron un semillero de esperanza, diálogo y construcción de
horizontes de transformación en el terreno de la disputa por el proyecto hegemónico
político-pedagógico. Como se dijo antes, la impronta de la revolución cubana que, pese
a las críticas, puso en marcha una profunda reforma educativa, entró en diálogo con
los diferentes procesos culturales, políticos y sociales que se gestaban en toda América
Latina. En Brasil esto cobró forma en el proceso cultural-educativo de sentido popular
impulsado por el Movimiento de Cultura Popular de Recife.
Aunque tuvo sus orígenes en el cierre de la década de los cincuenta, no fue sino hasta
los turbulentos años setenta y ochenta que cobró fuerza como paradigma de referencia
en las resistencias de educación y cultura popular de Brasil. En el resto de América Latina,
aún hoy es poco conocido como el movimiento que pautó en gran medida lo que hoy co-
nocemos como pedagogía liberadora. De acuerdo con el Centro Ecuménico de Documen-
tación e Información (CEDI), algunos elementos centrales de este referente son:

La valorización de la cultura popular, la centralidad atribuida al diálogo, la ética y la democra-


cia en el proceso de construcción de relaciones sociales más justas; la necesidad de tener como
referencia constante, a lo largo de cualquier proceso pedagógico o de transformación social, la
realidad de la vida de los educandos y la forma como ellos encarnan esta realidad —la relación

4 “…lo que se denominó cultura popular y que se definió o defendió ahora como un movimiento, ahora como
un instrumento de lucha política en favor de las clases populares, surgió haciendo la crítica no sólo de la ma-
nera como se pensaba “folclórica”, “ingenua” la cultura del pueblo brasileño, sino también y principalmente los
usos políticos de dominación y alienación de la conciencia de las clases populares, a través de símbolos y de
los aparatos de producción y reproducción de una cultura “brasileña”, ella misma colonizada, después interna-
mente colonialista” (Fávero, 1983, p. 8). (Traducción propia del portugués)

452 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
entre conocimiento y politización, entre educación y movimientos sociales; el estímulo a la
participación de educandos en todas las fases del proceso educativo... (Gohn, 2013, pp. 33-34).

Ello suscitó la generación de nuevas formas de entender y de realizar una praxis


pedagógica, impulsando un vuelco que trastocó los diferentes niveles de la práctica y la
teoría de las educaciones liberadoras en América Latina. Empezando por la dimensión
epistemológica, el sentido de la cultura popular inauguró una nueva dimensión en la
comprensión del conocimiento, su transmisión y producción desde una lectura política.
De la mano, se reafirmó que los sentidos políticos y pedagógicos son indisolubles por
cuanto expresan una forma de entender el mundo, su organización y las posibilidades
de transformación. En cuanto al ámbito de la praxis pedagógica, se puso en cuestión la
manera en que se reproducían (aun sin el menor ánimo de fortalecer el proyecto edu-
cativo hegemónico) algunas de las prácticas de dominación en los espacios educativos
que se proponían como liberadores.5 En el caso de la educación liberadora en Colombia,
Argentina, Uruguay y Brasil esto puede advertirse claramente en el sentido que toman
los proyectos de extensión universitaria y el desarrollo metodológico, teórico y episté-
mico de la investigación acción participante6, que tuvo su raíz en la recuperación de esta
perspectiva del sentido popular en la cultura y la educación.
Todo lo anterior contribuyó a la problematización de las posibilidades y contradic-
ciones de los procesos educativos que se plantean un horizonte liberador. Es decir, en el
corazón de la praxis educativa liberadora se colocó el problema de lograr que las clases
subalternas generen sus propios procesos de liberación; que logren entrar en la disputa
hegemónica partiendo de un proceso de concientización de su propia condición de sub-
alternos (oprimidos y oprimidas), para plantearse un horizonte de transformación con
un claro inédito viable7.
Paulo Freire comenzó algunos de sus primeros trabajos vinculados al Movimiento de
Cultura Popular de Recife, recuperando elementos fundamentales en el desarrollo de sus
reflexiones: el lugar de la cultura popular, la transformación de las relaciones de dominación
en las diferentes dimensiones de la vida de los sujetos, las posibilidades de constru-
cción desde lo colectivo.

5 En este sentido surgieron fuertes críticas a los procesos pedagógicos llevados a cabo en el marco de la que
hemos llamado educación revolucionaria.
6 Acá vale la pena recuperar las notas de Fals Borda sobre la Investigación acción participante, pero dejar claro
que en Argentina y Uruguay han encontrado sus mayores expresiones. Al mismo tiempo, fueron espacios de
resistencia dentro de las universidades en el contexto de las dictaduras. Allí pervivió una buena parte de la
pedagogía liberadora de los años sesenta.
7 Cfr. Paulo Freire, Pedagogía del Oprimido.

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 453
El problema fundamental, de naturaleza política, está coloreado por tintes ideológicos, a
saber, quién elige los contenidos, a favor de quién y de qué estará la enseñanza, contra
quién, a favor de qué, contra qué. Qué papel les corresponde a los educandos en la orga-
nización programática de los contenidos; cuál es el papel, en otro nivel, de los y las que en
las bases —cocineras, porteros, cuidadores— están involucrados en la práctica educativa
de la escuela; cuál es el papel de las familias, de las organizaciones, de la comunidad local
(Freire, 2009, p. 105).

La pedagogía del oprimido primero y la pedagogía de la liberación después8, ela-


boradas por Freire, tuvieron una profunda influencia en los discursos y proyectos
político-educativos que se gestaron desde la segunda mitad de la década de los años
sesenta. La pedagogía de la liberación llegó a México en voz del propio Paulo Freire en
1968, invitado por Iván Illich para realizar investigaciones en el Centro Intercultural
de Documentación de Cuernavaca. Fue también en México donde se editó su libro
Pedagogía del Oprimido, tras su exilio luego del golpe militar en Brasil en 1964 (Cfr.
Ocampo, 2008, p. 61).
No obstante la relevancia de la pedagogía de la liberación, en este periodo también
habría que reconocer la influencia de Teología de la Liberación, tanto en el terreno pe-
dagógico como en los planteamientos para investigación-acción-participante, y la orga-
nización popular en general.

Educación en Movimiento y movimientos sociales


Durante los años ochenta, tanto en México como en América Latina surgieron una mul-
tiplicidad de experiencias educativas inscritas en el quehacer de amplias organizaciones
sociales, también llamadas movimientos sociales, que adquirieron rasgos particulares
en la forma de organización y lucha en todo el continente. En cada país la educación
desde —y muy pronto— para los movimientos sociales adquirió matices particulares;
mientras que en algunos casos como Argentina, Brasil, Nicaragua, Uruguay y Chile se
gestaron procesos político-pedagógicos influenciados por la fuerte tradición de los dis-
cursos de la educación popular y la pedagogía del oprimido con una fuerte presencia

8 La propuesta de la pedagogía del oprimido, desarrollada con toda claridad en el libro que lleva el mismo
nombre (1961), propone la construcción de relaciones horizontales en los procesos de enseñanza-aprendizaje,
lo que significa un involucramiento activo de todos los sujetos. A partir de esta forma de hacer educación
sería posible generar procesos de concientización para la superación de las condiciones de dominación. Este
proceso no es mecánico, se trata de una praxis pedagógica dialógica que aspira a ser transformadora, que
parte desde las y los oprimidos. Así, se busca que esta pedagogía transite de ser de los oprimidos, hacia una
pedagogía de la liberación. (Cfr. Freire, 2009)

454 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
en espacios principalmente urbanos. Con la salvedad del Movimiento de los Sin Tierra
(MST) que ha conjugado las nociones de la educación popular, la pedagogía del oprimi-
do y la influencia de Makarenko, para elaborar una praxis de la educación del campo.
Por su lado, en México, Ecuador, Bolivia, Perú y Guatemala, aparecieron cada vez
más proceso volcados hacia la educación indígena, indigenal, comunal, integral, inter-
cultural, para la paz o no formal. La fuerte presencia de la población indígena y sus
matrices culturales y políticas han hecho que en estos países la educación adquiera un
posicionamiento más cargado hacia el anticolonialismo o la descolonización, que hacia
la noción de lo popular como apuesta pedagógica.
Como se ha mencionado, la educación desde y para los movimientos sociales pue-
de observarse en la experiencia de los procesos como la CONAI, de donde se desprende
la Amawtay Wasi, y el del EZLN, que ha creado el SERAZ. Se trata de dos casos en los
que se vincula una educación desde y para los pueblos indígenas, con lo que se ha dado
en llamar educación desde los movimientos sociales.
También, y fuera de la educación indígena, se ha mencionado al MST en Brasil,
quienes han arrebatado al Estado brasileño el derecho a construir una educación del
campo. El proyecto educativo del MST tiene al menos dos décadas avanzando en los
asentamientos y campamentos del movimiento, estableciendo articulaciones con uni-
versidades y otras organizaciones a nivel internacional.9
Trabajando también desde el campo, habría que recuperar el trabajo que han de-
sarrollado en México la Universidad de los Pueblos del Sur (UNISUR), en el estado
de Guerrero. Esta universidad se ha planteado una crítica a la estructura misma de
la universidad, sus contenidos, tiempos y espacios; y de esta reflexión ha tratado de
construir un proyecto educativo que responda a las necesidades de los pueblos y a las
organizaciones populares de las regiones de la Costa y la Montaña (Cadena, 2016, p. 55).
Habría que anotar los esfuerzos de muchas experiencias más que hacen una edu-
cación desde y para los movimientos sociales, populares, indígenas. Resulta urgente
sistematizar estas experiencias que, pese a su profunda diversidad en cuanto a sujetos,
comparten una forma de generar procesos político-pedagógicos desde el trabajo colec-
tivo de los pueblos, los barrios o las organizaciones de los de abajo. Se trata así, de una
educación en movimiento que produce una ampliación y profundización del concepto
de educación y que

9 El trabajo de Lia Pinheiro resulta particularmente valioso para explorar la historia del MST en el plano educativo
y sus aportaciones a la educación latinoamericana. (Pinheiro, 2016)

CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S 455
[…] pasa por ubicar la educación más allá de los límites físicos e ideológicos de la escuela, y
al mismo tiempo implica una complejización de la noción que se tiene de praxis pedagógi-
ca, en tanto que el propio movimiento se convierte en sujeto pedagógico y los sujetos que
lo encarnan se constituyen en sujetos históricos, que construyen y se forman permanente-
mente en una praxis política (Sánchez, 2016, p. 69).

Otras educaciones en América Latina


En la actualidad, en toda la región existe una multiplicidad de experiencias que pueden
reconocerse como parte de un conjunto de otras educaciones que disputan el proyecto
hegemónico desde la trinchera de lo político-pedagógico. Cada experiencia adquiere
particularidades en función de su contexto específico, así como de las particularidades
de los sujetos que las encarnan y los diálogos que establecen con otros referentes. Esto
encuentra su nivel más concreto en las prácticas discursivas y político-pedagógicas que
los sujetos realizan. Dentro de esta policromía de procesos, experiencias y discursos es
posible reconocer una tendencia en la emergencia del movimiento indígena, los movi-
mientos sociales y populares como sujetos que producen sus propios espacios, discur-
sos y prácticas político-pedagógicas.
Las búsquedas hacia la construcción de caminos de liberación, en contra de la opre-
sión, la colonización, el despojo, el etnocidio… desde el terreno educativo, han generado
una multiplicidad de discursos, proyectos y experiencias en toda América Latina, cuyas
historias aún no han sido suficientemente pensadas. Desde la Patagonia, hasta el Río
Bravo, hombres y mujeres se han preguntado cómo debería ser —y de qué forma sería
posible— la construcción de otro mundo; cómo podrían generarse las transformaciones
sociales que este mundo necesitaría y cómo habría que formar a los sujetos (históricos,
políticos, pedagógicos) para realizar esas transformaciones sociales. A partir de ello han
generado múltiples prácticas político-pedagógicas con un claro tamiz latinoamericano,
pero con las especificidades que cada momento histórico y cada lugar les confieren.
Sin embargo, estas formas de pensar y de hacer la educación han quedado oscurecidas
por la historia hegemónica de la educación latinoamericana, misma que ha tendido a
borrar, excluir o menospreciar el abanico de experiencias alternativas, contrahegemó-
nicas, disidentes o simplemente marginales.
Así, en tiempos en los que urge la formación de horizontes de esperanza, parece nece-
sario volver la mirada para recoger aquellos discursos, experiencias o proyectos que se han
propuesto trabajar desde una pedagogía de la esperanza, la rebeldía, de la comunalidad,
desde abajo y para la liberación de los pueblos. Para ello es necesario construir categorías
que, desde una base histórica, permitan dar cuenta de la diversidad, de los puntos de en-
cuentro, y también de las contradicciones que cada discurso, experiencia o proyecto genera.
456 CO M U N I C A C I Ó N Y P R Á C T I C A S P O L Í T I C A S
Así, hallar el término que permita recoger la multiplicidad de experiencias y discur-
sos educativos que han buscado la formación de sujetos desde lo propio, ya sea para la
liberación, emancipación, o transformación social o la resistencia y la lucha, se vuelve
una tarea siempre imposible y al mismo tiempo necesaria para sistematizar esas otras
educaciones. Por ahora, considero que hablar sencillamente de otras educaciones10 per-
mite recoger y reconocer la vastedad de procesos que convergen en la construcción de
proyectos educativos para la transformación: educación popular, la libertaría, autóno-
ma, intercultural (con sus acotaciones), la pedagogía del oprimido, liberadora, alter-
nativa, decolonial, comunal son sólo algunos. Aunque, como tarea siempre inacabada,
siempre en diálogo con la realidad, está sujeta nuevas posibilidades y horizontes.

10 Antes de concluir conviene anotar que la noción, vaga pero tal vez generadora, de otras educaciones para
este trabajo, fue elaborada a partir de la discusión con compañeras y compañeros del doctorado en Ciencias
Sociales del área de Comunicación y Política de la UAM-X, y con mis colegas del Colegio de Pedagogía de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Aunque el concepto surge de la discusión con ellas y ellos, el mal
uso que pude darle a esta categoría es únicamente mi responsabilidad.

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COMENTARIO AL TEXTO

PARA PENSAR OTRAS EDUCACIONES


EN AMÉRICA LATINA

Sonia Comboni Salinas

El trabajo de Rosa Margarita Sánchez Pacheco presenta una excelente reflexión so-
bre los procesos político-pedagógicos que se han desarrollado especialmente en los
últimos cincuenta años en América Latina. Discusiones que tienen presente el pen-
samiento y propuestas realizadas desde la época libertaria de América Latina y el
Caribe por pensadores como: Simón Rodríguez, tutor de Simón Bolívar, José Martí
y Mariátegui, entre otros, quiénes plantearon las bases de una educación libertaria
que implicaba, según Sánchez Pacheco “la necesidad de consolidar una indepen-
dencia de las colonias que no sólo fuese formal, sino que involucrara una inde-
pendencia de pensamiento, una transformación de las estructuras de dominación
coloniales”. Otro pilar del pensamiento libertario recuperado por la autora es la
idea educativa Martiana sobre el sentido de la educación popular, la cual iría mu-
cho más allá de las aulas y se extendería a una alfabetización crítica y auténtica
como forma de “aprender a caminar” por la vida de manera autónoma, lo cual sien-
ta precedentes en la educación liberadora freyriana, fundamentos de la discusión
en el pensamiento contrahegemónico y decolonial en educación.
En este contexto, y a partir de una breve genealogía de las bases de la educación
libertaria que rescatan los proyectos político-pedagógicos propuestos en distintas
latitudes de América Latina, Margarita Sánchez nos muestra lo que la educación
popular ha significado e implicado en cada momento de esta historia, y que serían
resultado de las condiciones de posibilidad y, al mismo tiempo, de las posibilidades
de imaginación orientadas hacia la transformación de los sujetos y sus relaciones.
La recuperación que hace Margarita de Rodríguez, plantea certeramente, que éste
pensaba en la necesidad de consolidar una independencia de las colonias que no
sólo fuese formal, sino que involucrara una independencia de pensamiento, una
transformación de las estructuras de dominación coloniales. Para lograrlo se hacía
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fundamental una educación general, es decir, para todas y todos, lo que posibilita-
ría la formación de ciudadanos verdaderamente libres y permitiría la realización de
la segunda independencia, la del pensamiento. Base de la discusión actual en los
planeamientos de las pedagogías otras, descolonizantes.
Es importante resaltar que la apuesta educativa que se desliza en la breve tra-
yectoria histórica elaborada por la autora, en la que reconstruye momentos nodales
para el planteamiento de la Educación Popular, destaca la necesidad de enmarcar
la discusión desde una mirada crítica de los espacios educativos hegemónicos (la
escuela dentro de ellos), y prolongar la mirada más allá de la escolarización, asu-
miendo que todo proceso político-pedagógico desborda las aulas. Pero también, re-
conociendo que las escuelas siguen siendo un espacio de disputa que es reclamado
como legítimamente propio por los sujetos organizados, comunitarios, populares,
indígenas que buscan construir desde sus propias necesidades y matrices cultu-
rales, lo cual genera momentos de crisis y muchas veces enfrentamientos entre
lo local y lo global, entre las políticas educativas y las prácticas socioculturales y
educativas reales.
Así, la tensión entre los discursos y prácticas educativas no hegemónicas y el
control estatal, emerge como una dimensión fundamental en el análisis de la edu-
cación actual, la que estará presente en cada momento y surgirá como demanda en
los movimientos sociales emergidos desde y por estas tensiones, alimentados por
las desigualdades económicas, sociales entre otras, donde la exclusión y la margi-
nación son procesos estructurales.
A partir de estas ideas, Sánchez Pacheco se pregunta ¿qué elementos debe-
rían ser considerados para elaborar una recuperación sistemática de estas otras
educaciones en América Latina? ¿Es posible construir una categoría que permita
dar cuenta de los elementos fundamentales de estas otras educaciones y, al mismo
tiempo, posibilite el reconocimiento de su diversidad heterogénea?
Estas preguntas van claramente dirigidas hacia lo que sería la ampliación y
generalización del concepto de educación liberadora o libertaria, como base para la
explicación de lo proyectos y procesos educativos desarrollados como experiencias
a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe desde las necesidades locales, sean
desde los pueblos indígenas, barriadas, zonas marginales o desde cualquier espacio
contrahegemónico o anti sistémico que quiera dar respuesta a las necesidades sur-
gidas desde los diversos territorios y contextos.
Es un planteamiento interesante al mismo tiempo que ambicioso, y a pesar de
trazar vías interesantes de análisis, es claro que, en un trabajo limitado en tiempo
y espacio, no es posible dar una respuesta clara. De su análisis podemos extraer
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dos preocupaciones teóricas diferenciadas de análisis: el de la educación popular de
base freyriana y la educación libertaria, y el de la diversidad y la equidad.
La recuperación de experiencias, sobre todo de origen indígena/territorial y
las de origen más bien de poblaciones marginales sean rurales, citadinas o de otra
índole, nos muestran que uno de los problemas más difíciles de resolver en nues-
tro tiempo es el de la diversidad, el racismo, la exclusión y las grandes diferencias
socioculturales y económicas que, entre otras, engendran violencias de todo tipo.
En este sentido y siguiendo el rumbo de su escrito podemos decir que, es evi-
dente que la diversidad no es un problema del presente, sino que se construyó a lo
largo de la historia de las sociedades; es decir, es un problema más bien civilizatorio
y muy generalizado que con el paso del tiempo se ha ido complejizando.
En América Latina la acción política-pedagógica contemporánea, a través de
temporalidades múltiples, hace escuchar otras voces de resonancias liberadoras,
recreándose definiciones y sentidos sociales y políticos. Así, desde las décadas de
los ochenta, e incluso desde mucho antes del siglo XX, hay emergencias revelado-
ras que se han traducido en movimientos sociales diferentes en muchos de estos
países, de las regiones, pueblos y organizaciones indígenas y afrodescendientes,
así como de sectores excluidos de la población que han hecho sentir su poder y
su lucha por un futuro diferente, el que han soñado cada uno de ellos desde sus
realidades profundas.
Así, desde una mirada crítica, se requiere indagar en las visiones epistémicas
actuales de las pedagogías que enuncian el logro de la condición de igualdad y no
exclusión ante el reclamo de una nueva distribución social y política que transfor-
me la propia idea de justicia.
De esta manera, su lucha implica que no se confunda el terreno de la igualdad-
desigualdad con el de la diversidad; sobre todo porque, desde el poder, se busca la
neutralización y naturalización de la diferencia misma, la cual es histórica, social,
política y producto de procesos coloniales y de dominio. Por tanto, se requieren
abrir espacios críticos y necesarios para comprender las articulaciones de las peda-
gogías otras/insumisas, desde y para nuestras realidades educativas latinoamerica-
nas y de México, como parte de la historia profunda de nuestras tierras.
Ante tal complejidad, es ineludible el requerimiento de la apertura de espacios
de deliberación en términos epistémicos, y por tanto políticos, sobre las arquitec-
turas de los problemas contemporáneos que interpelan a los procesos políticos-
pedagógicos en América Latina como sería la lucha social por otra educación frente
a una avasalladora política de homogeneidad educativa, a través de la evaluación
educativa en términos de calidad y control.
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