Caso Watts

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Anuario de Investigaciones

ISSN: 0329-5885
ISSN: 1851-1686
anuario@psi.uba.ar
Universidad de Buenos Aires
Argentina

FUNCIÓN DEL CRIMEN EN LA


ECONOMÍA LIBIDINAL: CONCLUSIÓN
Y GANANCIA. EL HOMICIDIO DE
CHRISTOPHER WATTS
Llull Casado, Verónica
FUNCIÓN DEL CRIMEN EN LA ECONOMÍA LIBIDINAL: CONCLUSIÓN Y GANANCIA. EL HOMICIDIO DE
CHRISTOPHER WATTS
Anuario de Investigaciones, vol. XXVII, 2020
Universidad de Buenos Aires, Argentina
Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=369166429029

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Psicoanálisis

FUNCIÓN DEL CRIMEN EN


LA ECONOMÍA LIBIDINAL:
CONCLUSIÓN Y GANANCIA. EL
HOMICIDIO DE CHRISTOPHER
WATTS
ROLE OF CRIME IN THE LIBIDINAL ECONOMY:
CONCLUSION AND GAIN. THE MURDER OF
CHRISTOPHER WATTS
Verónica Llull Casado llullcasadoveronica@gmail.com
Universidad de Buenos Aires (UBA), Facultad de Psicología, Argentina

Anuario de Investigaciones, vol. XXVII, Resumen: Este artículo aborda la pregunta del proyecto de investigación UBACyT
2020 aprobado para la programación 2020-2022 acerca de las funciones psíquicas del crimen
en la economía libidinal.
Universidad de Buenos Aires, Argentina
A tal efecto despliega la pregunta acerca de las dos variables con las que se delimitó el
Recepción: 30 Marzo 2020 objeto de estudio. Desde allí interroga la relación posible entre dos dimensiones de estas
Aprobación: 20 Octubre 2020 variables: la dimensión conclusiva de la variable temporal y la dimensión ganancia de
goce de la variable económica.
Redalyc: https://www.redalyc.org/ El referente clínico-criminológico utilizado como dato empírico al que articular la matriz
articulo.oa?id=369166429029 conceptual es el caso Watts establecido en el documental homónimo.
Del estudio cualitativo del caso mencionado se desprende que las dimensiones abordadas
(conclusión y ganancia) no se comportan como lo hacen usualmente en los que casos de
psicosis desencadenadas o crímenes seriales ya estudiados.
La referencia conceptual de personalidades “como si” interpela la matriz conceptual y
operacional propuesta.
Palabras clave: Crimen, Conclusión, Ganancia, Desencadenamiento.
Abstract: is article addresses the question of the UBACyT research project approved
for the 2020-2022 programming about the psychic functions of crime in the libidinal
economy.
For this purpose, it displays the question about the two variables with which the object
of study was delimited. From there, he questions the possible relationship between two
dimensions of these variables: the conclusive dimension of the temporal variable and the
dimension of profit from enjoyment of the economic variable.
e clinical-criminological referent used as empirical data to articulate the conceptual
matrix is the Watts case established in the homonymous documentary.
From the qualitative study of the aforementioned case, it appears that the dimensions
addressed (conclusion and gain) do not behave as they usually do in cases of triggered
psychosis or serial crimes already studied.
e conceptual reference of personalities “as if” questions the proposed conceptual and
operational matrix.
Keywords: Crime, Conclusion, Gain, Trigger.

Función del crimen en la economía libidinal: conclusión y ganancia. El


homicidio de Christopher Watts.

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Anuario de Investigaciones, 2020, vol. XXVII, Enero-Diciembre, ISSN: 0329-5885 / 1851-1686

Este artículo se inscribe en el marco del proyecto de investigación


sobre las funciones psíquicas del crimen acreditado para la programación
UBACyT 2020-2022 de la Facultad de Psicología de la Universidad
de Buenos Aires y se corresponde con el trabajo que se ha venido
desarrollando en el contexto del dictado de la asignatura Psicología
del delito y del delincuente, materia electiva del ciclo de grado de la
mencionada casa de estudios.
El proyecto, perteneciente al área de la Psicología Jurídica, se enmarca
dentro del Psicoanálisis dialogando con el campo de la Criminología. Se
centra sobre el estudio de la función psíquica del crimen, entendiendo
que el mismo desempeña algún papel dentro de la economía libidinal de
un sujeto, es decir, que de algún modo le aporta a éste alguna solución
respecto de alguna conflictiva –por más que lógicamente se plantee al
respecto la dimensión paradojal de dicha solución.
En este sentido, el proyecto aísla dos variables en torno de las cuales
identificar las funciones posibles del crimen en la estructura subjetiva.
La variable temporal, especificada puntualmente en dos dimensiones:
la dimensión conclusiva y la suspensiva. Y la variable económica
(contabilidad del goce) especificada en dos dimensiones: pérdida (menos)
y ganancia (plus).
El presente artículo explorará la posible relación entre ambas variables.

Método

Este estudio se enmarca en un proyecto de investigación de exclusivo


alcance cualitativo. Su diseño descriptivo basado en la metodología de
estudio cualitativo de caso ha permitido aplicar la matriz conceptual
y operativa construida durante las etapas preliminares de este proceso.
Posteriormente, se ha logrado articular dicha matriz con el dato empírico.
A los fines de delinear los ejes metodológicos del trabajo, se avanza en
la definición conceptual y operacional de las variables y sus dimensiones.
Dado que, este estudio explora la relación de las variables que participan
en la delimitación del problema del proyecto de investigación (la
determinación de las funciones psíquicas del crimen en la economía
libidinal), este artículo dará cuenta de la relación posible entre la variable
temporal y la variable económica.
Desde una perspectiva que atañe a la modulación temporal en la
posición del criminal respecto de la acción, hay crímenes que suponen
una función conclusiva mientras que otros en cambio, suponen una
dimensión suspensiva. He ahí las dos dimensiones de la variable en juego.
De igual modo, en torno de la variable económica, es posible ubicar
crímenes que implican un menos de goce, una suerte de acotamiento del
mismo a partir de su realización y otros por el contrario cuya comisión
entraña una ganancia, un plus de goce, incluso bajo el modo del hallazgo.
En otros sitios (Llull Casado, 2020 a; Llull Casado, 2020 b) se
ha desplegado ya en torno de dos casos célebres (Jeffrey Dhamer y
Edmund Kemper) el comportamiento de la variable temporal, en sus dos
dimensiones.

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Verónica Llull Casado. FUNCIÓN DEL CRIMEN EN LA ECONOMÍA LIBIDINAL: CONCLUSIÓN Y GANANCIA. EL HOMICIDIO
DE CHRISTOPHER WATTS

En esta ocasión, el análisis procurará articular el caso con la matriz


conceptual en torno de ambas variables: la temporal y la económica, al
tiempo que postulará la posible presentación de una de las dimensiones de
la primera junto con otra de las dimensiones de la segunda –presentación
diversa a la usualmente atribuida por ejemplo a las psicosis esquizofrénicas
o las paranoicas.
Sobre lo novedoso de esta presentación es que se fundará el despliegue
de este artículo. Se verá si efectivamente tal maridaje entre dimensiones
puede sostenerse.
El caso que se tomará como referente será el de Christopher Watts
abordado por el documental El caso Watts: el padre homicida[1].

Resultados y Discusión

La particularidad del caso de Christopher Watts radica precisamente


en la novedad respecto de la serie de desarrollos hasta aquí efectuados.
Lo novedoso de su cuádruple crimen –según lo entendió la justicia
estadounidense- reside en la aparente relación entre variables. El
homicidio parece introducir la modalidad conclusiva en relación con la
ganancia –es decir, da cuenta de una participación de la variable temporal,
asociada a una dimensión de la variable económica que no suele ser la
usual.
En otros sitios (Lacan, 1932; Maleval, 2001; Tendlarz, 1995 ; Allouch,
1990; Allouch, 1995; Alvarez, 1998, Llull Casado, 2015, 2018) se ha
desarrollado ampliamente el tema alrededor de la relación entre el pasaje
al acto y su función en la economía psíquica de la psicosis. Concretamente,
se ha abordado el interrogante respecto de las coordenadas de producción
del pasaje al acto y su orden de causalidad.
En los distintos planteos reseñados el crimen ha tenido una función
vinculada a la estabilización de la estructura o, al menos, en vistas de
cierta regulación del goce implicando una suerte de liberación o cese de la
perturbación –a nivel de la economía libidinal.
Si quisiera aplicarse la matriz conceptual de la investigación en curso a
la lectura de cualquiera de los casos mencionados –tómese como referente
el de Aimeé– podría ubicarse el modo en que a la función conclusiva
del crimen –en su carácter resolutivo– se le agrega a su vez una función
de pérdida de goce que introduce una suerte de alivio a nivel de lo
perturbador del objeto hostil –el kakon del que se trata.
Ya sea en el caso de las esquizofrenias (Guiraud & Cailleux, 1928) como
en la paranoia misma (Lacan, 1932), el crimen (sea éste un homicidio o
un hecho heterolesivo menor) puede tener como consecuencia un efecto
de punto de basta y con ello, de regulación de la perturbación introducida
por el kakon en la economía libidinal. Es decir que, en los términos de
la investigación actual, la dimensión conclusiva de la variable temporal se
presenta acompañada de la dimensión pérdida (o menos) de la variable
económica.
Por esta razón, en la lectura que se hace de la función del crimen en
esos casos, se plantea la idea de un pasaje al acto que, concluyendo con

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la acumulación de tensión previa, introduce en esa resolución un efecto


de menos que reordena el balance libidinal y produce un efecto de cese
a nivel de la perturbación introducida por el goce. Esta lógica por la cual
la variable temporal en su dimensión conclusiva se presenta asociada a la
variable económica en su dimensión de pérdida, constituye un esquema
habitual en la presentación de los crímenes de las psicosis desencadenadas.
Precisamente, tal como se indicara líneas arriba, el homicidio de Watts
tiene la particularidad de impresionar una novedad al respecto. Sin
presumir que se trate aquí de un caso de psicosis, habrá no obstante que
situar que la estructura de su homicidio múltiple se asemeja más a la de
un desencadenamiento psicótico que a la de un fenómeno de serialidad
criminal.
Sin embargo, lo singularmente significativo radica en el hecho de que
lo conclusivo del crimen no parece estar ligado a ninguna perturbación
gozosa previa. Es decir, no parece encontrarse en las coordenadas de
producción del crimen ninguna presencia del kakon a nivel de la
economía libidinal de Watts. Para decirlo lisa y llanamente, no hay
antecedentes de desencadenamiento previo en el homicida y no es posible
ubicar por tanto la función del goce perturbador situado en el campo del
Otro o del cuerpo. No hay allí una presencia que comande la realización
del pasaje al acto como corte.
No es posible rastrear presencia de delirios, alucinaciones, fenómenos
en el cuerpo o a nivel de la realidad psíquica… Todo parece dar cuenta de
una aparente normalidad previa que no tiene punto de contacto alguno
con la presentación enajenada de la psicosis. Y entonces, ¿cómo se explica
este homicidio y a qué responde el pasaje a la acción que tiene como
desenlace el exterminio de una familia? ¿Será posible leer este homicidio
con la matriz conceptual y operacional delineada en la investigación?

¿Conclusión y ganancia?

Tal como la justicia entendió el crimen, Watts necesitó deshacerse de


su familia. Su mujer embarazada y sus dos hijas pequeñas constituían
un obstáculo en su idílico proyecto de nueva vida junto a su amante.
Sin embargo, el punto de exceso es claro. No era necesario un cuádruple
homicidio para tal fin. Bastaba con divorciarse o cuanto menos, separarse.
¿Qué fue lo que ocurrió allí y qué estatuto tuvo esa conclusión para Watts?
¿Se trató verdaderamente de una conclusión o comportó por el contrario
un acto fundacional?
Tal como la investigación en curso ha delineado los términos en los
que se entiende la dimensión conclusiva de la variable temporal de un
crimen, la misma implica el estatuto resolutivo del acto en su relación con
la tensión acumulada en torno de lo perturbador del objeto. La comisión
de un delito bajo la modalidad de pasaje al acto –sea un homicidio o un
hecho heterolesivo– puede aportar el modo de instaurar un corte con la
escena de padecimiento.
Si se analiza con detalle el estatuto del homicidio de Watts, el carácter
conclusivo del mismo pareciera reducirse al criterio instrumental: debió

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deshacerse de su familia para dar inicio a una nueva vida junto a una nueva
mujer. Ahora bien, ¿había en la coyuntura previa una descompensación
tal de la economía libidinal que ameritara el corte, la extracción del
objeto kakon –malo y perturbador? Nada en la historia de Watts parece
indicarlo. ¿Y entonces? ¿Cómo entender ahí la conclusión?
Tal como se especifica en la reseña del caso, Watts se sostenía en
la escena familiar a partir de una idea (de pareja, de paternidad, de
escena doméstica). Es decir que, su inclusión en la misma no estaba
ligada a una posición subjetiva que pudiera sostenerse más allá del
imaginario –fundada por ejemplo en un significante amo que tradujera su
identificación primaria.
La idea (en términos de un ideal sin fundamento simbólico o lastre real)
era allí su soporte. La aparición de una mujer que lo convocó sexualmente
y le planteó al mismo tiempo una idea de un nuevo proyecto (en principio
de pareja), le produjo probablemente a Watts una egodistonía. No era
posible incluirse idealmente en dos escenas. El imaginario desprovisto
del simbólico impide la co-habitación simultánea o paralela o sucesiva –
incluso– de dos escenas por parte de un sujeto.
¿Y si así lo hubiera entendido Watts? ¿Y si hubiera necesitado establecer
un corte real en esa vida de simulacro en la que transcurría? ¿Y si el
homicidio fuera el punto de discontinuidad en esa historia de “como si”
que había recorrido hasta entonces? Quizás el único acto que realmente
haya protagonizado en su vida. ¿Y si tal atravesamiento se presentó para
Watts probablemente como la única condición de posibilidad de la nueva
historia?
Puede ubicarse allí que, lo que en principio parece tratarse de una
conclusión, no obedece a la lógica con la que esta investigación entiende la
dimensión conclusiva en torno de un homicidio que se presenta como una
resolución en términos de economía libidinal. Acá, lo perturbador no era
el objeto de goce cuya presencia es necesario extirpar. Aquí lo disruptivo
fue que la idea que aportaba el mantenimiento del sujeto en la escena
dejó de operar como un sostén. Lo que se presentó bajo el modo de una
conclusión no fue quizás otra cosa que un desanudamiento.
Este tipo de personalidades “as if” ha sido suficientemente descripto
por Deutsch (1934) tal como lo evoca lateralmente Lacan (1955) y
explícitamente Maleval (1996). Ahora bien, ¿qué hay detrás de esta
cáscara vacía? ¿Cuál es la estructura que sustenta una (im)-postura
similar? ¿Cómo se ordena la economía libidinal de este tipo de
subjetividades y en qué punto esta noción puede servir para pensar la
lógica de este homicidio?
Maleval (1996) sigue el rastro de Deutsch (1934) que toma el propio
Lacan (1955) cuando sitúa la importancia de la identificación imaginaria
en la compensación de la estructura esquizofrénica. Sin embargo,
Maleval intenta ir un poco más allá. Su planteo apunta precisamente a
fundamentar cómo la identificación imaginaria del sujeto bajo algunas de
las modalidades descriptas por H. Deutsche puede funcionar como un
anudamiento que evite o postergue el desencadenamiento de una psicosis.

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Así, Maleval (1996) recurre a la descripción de las personalidades


“as if” o “como si” para abonar su hipótesis. ¿Y si esas identificaciones
imaginarias que brindan al sujeto una consistencia -al modo de una
identidad fabricada con préstamos del semejante- fuera acaso no otra
cosa que un modo de establecer algún anudamiento que haga las veces de
realidad psíquica? ¿Y si entones tras ellas no hubiera otra cosa más que
un vacío del ser, desprovisto del rasgo unario que le permitiera orientar la
función de su Ideal en relación con algún significante amo?
El crimen de Watts brinda una pista: lo familiar es una idea surgida
del préstamo que ha tomado a partir del otro. Es ese ideal ofertado por
Shannan en base al cual él montó durante todos esos años una identidad
de hombre-padre- esposo que le permitió hacer “como si” hiciera lazo. No
se trata allí de un Ideal que opere articulado a un S1, sostenido sobre el
fondo de una identificación primaria en la que se haya fijado ya el rasgo
unario.
La precariedad resulta precisamente de la falta de ese fundamento
simbólico que deja al sujeto a merced del plano imaginario, condenándolo
a no existir más que a nivel de los semblantes de simulacro que puede
tomar prestados del otro especular. Se trata en estos casos de la evidencia
indiscutible de la forclusión del Nombre del padre.
Ese ideal, venido del otro se sostiene en la medida que el semejante se
sostiene en su función de tal. Cuando su identificación imaginaria a este
otro se ve cuestionada por la presencia real de un tercero, el ideal deja
de ordenar la economía psíquica desanudando así la trama. En el caso
de Watts las coordenadas del crimen son elocuentes. Efectivamente, la
presencia real de su amante viene a desterrar el ideal de familia de Shannan
en el que el sujeto se sostenía hasta entonces.
A partir de allí la subjetividad en cuestión se encuentra habilitada para
actuar conforme a esa nada que hay detrás de la apariencia. Ya no será
el hombre de familia, el esposo soñado o el padre ejemplar. Mostrará sin
más quién hay detrás del simulacro. Y lo que hay es precisamente eso: un
hombre cuya única existencia real queda reducida a un único momento
en su historia, el homicidio de lo que parecía ser su familia.
Watts no mata en tanto padre o esposo. Mata habilitado por ese vacío
sobre el cual montó la farsa –en principio para sí mismo y su Otro– de
la familia en la que jamás creyó realmente. Watts no mata a sus hijas o a
su hijo por venir porque allí no hay linaje posible. El homicidio de Watts
testimonia sobre la forclusión del significante del Nombre del padre.
Watts mata simplemente a los objetos que en ese momento ya han
perdido su valor idílico. Puede desprenderse sin más de ellos porque estos
ya no comportan para sí el valor que tenían anteriormente en cuanto
a su economía subjetiva –cuando ocupaban su lugar en la idea–sostén
(idea que ordenaba la existencia del sujeto en ausencia del significante que
fundara el anudamiento de su realidad psíquica).
He ahí por qué este caso no puede leerse desde la lógica conclusiva en los
términos en los que se leen los crímenes de la esquizofrenia o la paranoia
desencadenadas. No es lo real bajo la especie del goce lo que empuja aquí

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al crimen. Es ese desanudamiento entre imaginario y real sostenido por


esa idea lo que produce el pasaje a la acción.
El pasaje a la acción no se verifica como la resultante de un empuje.
Antes bien, se plantea como la consecuencia lógica de la continuidad entre
registros (imaginario y real).Ahí el Ideal no opera en su función simbólica
anudado a un S1 sostenido en el rasgo unario. Por tanto, la familia, como
ideal, no se encuentra fundada sobre un anudamiento de tres (simbólico-
imaginario-real) permitiendo fundar así la posición del sujeto.
Lo que sostiene a Watts durante tantos años en una escena que en
verdad no habita libidinalmente no es una posición. Él no encarna allí una
posición como hombre, esposo o padre. De lo que se trata es de otra cosa.
Él se incluye en una escena montada sobre la idea de su semejante y sobre
el fondo de esa identificación a la idea que toma del otro arma con eso
una suerte de identidad. Cuando ese semejante ya no vale y el ideal ya no
opera, la escena se desmonta sin más.
Watts ilustra claramente que el lazo de familia no siempre se funda
sobre un anclaje real vinculado al deseo y al amor como tal. Para algunas
subjetividades, el lazo es imposible, y lo único que hay como posibilidad es
el mundo de una apariencia en la que intentan creer, hasta que algo sacude
la estructura y los arranca de la escena en la que se sostenían. El final puede
ser entonces absolutamente abrupto.
Watts se rige con esa lógica: la lógica del absoluto. No implicado ya más
en esa vida familiar que ya no le aportaba nada más que obligaciones decide
dar el paso que le asegure su libertad. Lo que obtiene, como correlato es
la condena a prisión perpetua. El cálculo sale mal. Lo que él no cuenta es
que esa familia tenía una existencia real y la ley se lo hace saber y pagar. El
ideal (desprovisto de su anclaje simbólico) suele jugar una mala pasada.
Es en ese punto en que no puede pensarse que haya habido allí un
crimen que pueda leerse con la lógica de la conclusión en los términos
de la extracción del objeto mal. Por el contrario, la conclusión que se
verifica en Watts deja traslucir ese continuo entre imaginario y real que
devela la verdad de la estructura: la ausencia de lo simbólico y la falta de
fundamento real para la función del Ideal.
Y aún más, podría pensarse, ¿hubo allí un final, o se trató en cambio de
un acto inaugural tendiente a inscribir lo real en su valor propio?
¿Y qué decir de la dimensión de ganancia de la variable económica?
¿Es posible situar allí un hallazgo en torno de una oscura satisfacción
que implica una ganancia directa como ocurre en el caso de los crímenes
seriales? ¿Se verifica aquí algo del orden de un plus de goce que implique
la obtención de un placer en los términos por ejemplo de la puesta en acto
de un fantasma?
Lo significativo de este caso radica tal vez en este punto en el hecho de
leer la ganancia sin asociarla a la dimensión suspensiva del crimen serial.
Aquí no se trata de un goce que aporta un placer que se busca repetir,
volver a encontrar una y otra vez… Aquí la lógica de la ganancia debe ser
leída en su carácter episódico. Se trata de una ganancia circunscripta a esto
que parece plantearse como un acto fundacional –probablemente único.

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El carácter siniestro del caso y los elementos que lo componen harían


que Watts puntúe en los niveles más altos de cualquier escala de
predicción de riesgo de violencia futura –en otros términos, a juzgar
por sus antecedentes, sería poco probable que cualquier evaluación
estandarizada no arrojara un resultado en el que se previera la ocurrencia
de un próximo homicidio.
Sin embargo, un análisis del caso a partir de la matriz conceptual y
operacional de esta investigación permite introducir otra lectura. Más
allá de la obvia referencia a la cadena perpetua que afronta y a la
improbabilidad cierta de que vuelva a encontrarse en libertad- la hipótesis
a las que conduce el análisis que se viene desarrollando apunta a situar
el carácter único y fundacional del homicidio de Watts. Se trata de una
vivencia de pasaje en la que el sujeto –por el atravesamiento mismo del
registro imaginario en el que habita– hace por primera vez la experiencia
de lo real.
¿Puede eso adquirir el estatuto de hallazgo y deparar a partir de allí la
búsqueda de la repetición del encuentro con ese real? ¿Puede obtener de
allí un plus con el que acceder a un goce inédito? De ser así ya se estaría
introduciendo en la lectura del caso la dimensión suspensiva de la variable
temporal, por la cual el crimen se repetiría al infinito. Con los elementos
de que se dispone a los fines de esta investigación, la ganancia subjetiva no
pareciera leerse en los términos de la criminalidad serial.
Por tanto, del estudio desplegado en torno del cuádruple homicidio de
Watts y en la articulación con la matriz conceptual y operacional de la
investigación, es posible sostener que, la aparente conclusión y ganancia
obtenida por aquel a partir del homicidio, no se ajusta a los términos en
los que en este proyecto se especificaron las variables homónimas.
Despejados así estos espejismos, será posible preguntar: ¿de qué modo
las llamadas personalidades “as if” interpelan tal matriz conceptual y
operativa y cómo puede esta investigación hacerles un lugar dentro del
cual pensarlas?

Apéndice

El monstruo de Denver[2]

El homicidio de Watts impresiona por su brutalidad. Los titulares repiten


“mató a sus dos hijas pequeñas y a su mujer embarazada”. Eso ya constituye
per se un hecho impactante. Ahora, la cosa se torna aún más escalofriante
cuando se coteja lo horroroso del crimen con la actitud del homicida
inmediatamente posterior al mismo.
El modo en que se sostiene frente a la presencia policial en su casa el día
de la desaparición de Shannan (incluso apenas horas después de haberle
dado muerte); la entrevista periodística en la que manifiesta su anhelo de
que regresen a su casa con vida –cuando él ya conoce el final–; incluso la
sonrisa y el gesto de risa con el que acompaña ese pedido…
¿Cómo puede ser capaz de mantener la calma y aún más, cómo puede
realizar semejante despliegue frente a la policía y las cámaras de televisión

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hablando de Shannan y sus hijas como si no las hubiera matado –cuando


él sí sabe que lo hizo?
¿Cuál puede ser el oscuro mecanismo por el que Watts puede transitar
el triple homicidio –o cuádruple, tal como fue considerado por la
justicia estadounidense considerando el embarazo de veinte semanas de
Shannan– e inmediatamente después mostrarse aparentemente tranquilo
e incluso colaborador con la investigación policial? ¿Alcanza con apelar a
la ausencia de empatía o a la falta de afectividad del psicópata?
El sentido común se ve trastocado con el crimen que enciende tal vez
como pocos la alarma social. “Un padre mata a sus dos hijas pequeñas y a
su mujer embarazada”. Atenta contra el concepto mismo de familia sobre
el que se edifica la trama social. Y aún más, devela que los lazos de familia
–aún los de sangre– no siempre se fundan en sentimientos amorosos. He
ahí lo siniestro de este crimen.
¿Cómo pudo haber matado a sus hijas a las que parecía amar? ¿Cómo
pudo haber matado a su mujer embarazada si se mostró feliz con la noticia
del embarazo al recibirla? La fiscalía y el juez tienen una respuesta: Watts
quería empezar una nueva vida junto a su amante y –lejos de considerar
la simple opción de la separación– optó por una alternativa más radical:
eliminar a su familia de su universo de referencia. Ya no tendría que
responder llamados de la madre de sus hijas –a quien ya no amaba–, ni
soportar sus demandas, ni ocuparse de las niñas. Tendría todo el tiempo
que quisiera para pasar con su nuevo amor.
Una vez más el sentido común responde: pero no necesitaba matarlas
para hacer eso, alcanzaba con que se fuera de su casa y se desentendiera,
como de hecho hacen tantos hombres. Pero Watts no habitaba la lógica de
tantos hombres. Su lógica era otra. El planteo utilitario y casi instrumental
de la justicia parece explicar el móvil del homicidio, sin embargo, no logra
dar cuenta del exceso, de lo desproporcionado del crimen respecto de la
finalidad.
Si no era necesario semejante acto, ¿por qué Watts no pudo hacer otra
cosa que exterminar a su familia realmente? ¿Por qué no le alcanzó con
la idea del divorcio o la representación de una separación de hecho? ¿Por
qué dio ese paso de más? O, dicho en otros términos, ¿qué fue lo que le
impidió habitar paralelamente dos escenas, o restarse de una e incluirse
en otra –su vida familiar y su vida erótica clandestina– sin pasar por una
solución extrema?
Un hombre que atenta contra la vida de sus hijos es alguien que no
está situado allí como padre. Es decir, el filicidio devela allí la verdad
de la estructura. Ese hombre muestra en acto que no hay allí cadena
generacional, que no se sostiene la línea simbólica de sucesión, que esos
niños o niñas no tienen allí un estatuto simbólico ni real que le permita a
él representarse su trascendencia. Hay allí una transmisión imposible. El
homicidio lo único que hace es develarlo.
Para la opinión pública efectivamente no hay nada más difícil de
comprender que el hecho de que Watts haya matado a sus dos niñas
pequeñas a quienes –se supone– debía amar y a su mujer que, estando
embarazada, le daría nuevamente descendencia. Sin embargo, ni va de

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suyo que un hombre ame a sus hijos, ni que su deseo se funde en un orden
genealógico que sostenga su inscripción en un linaje.
Para decirlo de otro modo, si Watts puede atacar sin mayor trastorno
psíquico su propia implicación en el linaje paterno-filial, es precisamente
porque él no se encuentra allí implicado. El lazo con las niñas –como él las
llama– es completamente subsidiario a la relación con Shannan. Suelto él
de su vínculo con Shannan, esas niñas no entrañan para él un valor en su
economía subjetiva.
Watts no las mata a pesar de quererlas. Watts las puede matar porque
no las quiere. De igual modo que hace con su mujer. Él lo dice claramente,
ya no la amaba. Algo de lo que lo ligaba a ella, ya no lo hacía más.
Desprenderse así de esos objetos que comportaban para él un gasto
psíquico innecesario no es otra cosa que una acción lógica –y hasta por
qué no, justa.
Nada inhibe a Watts para el homicidio. La lógica es exactamente la
inversa que la que se deriva del sentido común.
Watts no estaba comprometido en el proyecto de familia que antes
pareciera haber compartido con Shannan. Habiéndose desprendido de
ese ideal, las niñas y la idea de familia vinculada a esa estructura, carecía
para él de cualquier sustento real. Él ya no estaba ahí. ¿Alguna vez lo
había estado realmente? No hay signos discursivos que den cuenta de la
presencia de algún tipo de afecto vinculado a las hijas o su mujer.
¿Qué tipo de subjetividad encarnaría un personaje capaz de desplegar
semejante nivel de ominosidad? Seguramente la categoría de psicópata o
personalidad narcisista pueden venir a aportar algún elemento con el cual
conceptualizar el perfil psicopatológico de este homicida. Sin embargo, tal
vez resulte más esclarecedor salir de los lugares comunes y tratar de pensar
un poco más allá.
Lo siniestro, lo ominoso del homicidio de Watts, radica justamente en
el hecho de haber introducido la dimensión del crimen al interior del lazo
familiar. Muy freudianamente, se asiste a la aparición de lo inquietante
a nivel del lazo que por excelencia debiera dejar lo aterrador por fuera
(Freud, 1919).
Watts representa no solamente la frialdad, la falta de empatía, el
descaro, la amoralidad, o cuantos sentidos quieran atribuirse al hecho
de haber dado muerte a su familia y haberse presentado luego como un
damnificado por la tragedia, sino fundamentalmente, un hombre que, sin
haber habitado nunca realmente el lazo paterno filial, logró instalarse en
él “como si” lo hubiera hecho.
He ahí tal vez el punto clave del asunto. ¿Y si Watts había habitado
hasta entonces su vida conyugal, su paternidad, en suma, su existencia
familiar “como si” estuviera implicado libidinalmente, pero sin estarlo?
Es decir, ¿y si el modo de lazo que él hubiera establecido allí hubiera
estado ligado más a una idea de familia, a una idea de pareja, a una idea
de paternidad, que poco anclaje real hubiera tenido por la vía de un deseo
decidido?
Tal vez eso explicaría por qué, desenlazado del ideal, se habría sentido
habilitado para deshacerse de los objetos-estorbo. Watts, salido del “como

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Verónica Llull Casado. FUNCIÓN DEL CRIMEN EN LA ECONOMÍA LIBIDINAL: CONCLUSIÓN Y GANANCIA. EL HOMICIDIO
DE CHRISTOPHER WATTS

si” en el que había vivido hasta entonces, arrancado de esa experiencia por
la presencia de su amante, habría necesitado hacer un movimiento. Un
corte absoluto con la escena que hasta entonces lo había sostenido. ¿He
ahí el sentido –incomprensible– del múltiple crimen? ¿O acaso haya que
pensar en algo de otro orden? ¿Y en vez de un final se trate de algo más
ligado a un acto instituyente?

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Anuario de Investigaciones, 2020, vol. XXVII, Enero-Diciembre, ISSN: 0329-5885 / 1851-1686

Notas

1 El caso Watts: el padre homicida. Documental realizado por Jenny


Popplewell. Disponible en Netflix.
2 Artículo publicado en https://www.psicocrimen.com

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