Escenarios 3
Escenarios 3
Escenarios 3
El escenario, es, aún más generosamente, el marco o límite de toda puesta en escena
de la filosofía. Pero en tanto determinación que no se puede encorsetar en los lindes
del espacio y el tiempo, sino que rebasa el plano de lo espacio-temporal y de la pura
empiria, pues no coincide o no se agota simplemente en esas coordenadas, opera
como un límite epistémico. Y con arreglo a él, gracias al escenario, o más bien a la
comprensión del escenario (la physis, el Dios trascendente, la conciencia
egocéntrica) se tornan inteligibles -se capta el logos, la razón de ser- de los
productos de la idealidad, y de su específico entrelazamiento con los imaginarios en
virtud de los cuales se fabrican –y se ponen en juego en la historia- las ideas,
conceptos, creencias, valores y artefactos de la cultura filosófica y, asimismo, las
apropiaciones de las más lejanas contribuciones, las asimilaciones de las formas más
extrañas, muchas veces dando lugar, en una suerte de mélange, a extravagantes
doctrinas, adaptadas al buen gusto, editadas y etiquetadas al calor de las modas que
reeditan ciertos autores con los cuales se pretende haber descubierto Eldorado, como
si en ese golpe de efecto se escenificara con toda la pompa una verdad sucedánea,
residual, pródiga en alivio al espíritu desfallecido e insatisfecho, a la que se sucede
día tras día, minuto a minuto, hora tras hora, el terrible esfuerzo humano de
producción del mundo material; todo aquello que tiene sentido para el viviente
humano.
La zetetica filosófica (La bibliografía básica de este acápite fue extraída de obras de Joaquín E.
Meabe, especialmente el trabajo titulado: La cuestión de la Filosofía del Derecho, I.T.G.D., y el libro: La
cara oculta del derecho, Ed. MAVE, Corrientes, 2009, así como otras obras del mismo autor)
Zetética proviene del verbo zeteo, que significa buscar, tratar de hallar, investigar,
examinar. En Met. 982 a 5/10, en el Libro α, Aristóteles dice que el sabio lo sabe
todo en la medida de lo posible pero sin tener la episteme (o sea el conocimiento
sustantivo) de cada asunto o materia en particular. Más adelante, en 982 b 7/10, dice
que la filosofía primera es una episteme de los fundamentos, una episteme que se
busca, que es básicamente teorética o si se quiere especulativa, que indaga acerca de
los primeros principios y ejemplifica esto con el bien y el fin por el que se hace algo
y que viene a ser una de esas causas, la causa final. De este modo la filosofía exhibe
el rasgo que mejor la caracteriza: zetoimenon onoma, el nombre que se busca, que se
refiere a la sabiduría en sí misma, a lo que es digno de ser investigado o de ser
buscado. La filosofía viene a ser entonces zetesis o sea búsqueda, investigación.
Sophós – Sophoterois
Para los antiguos griegos el filósofo era por sobre todas las cosas sophós y
sophoteroi, términos que suelen traducirse por sabio y sapientor (conocedor del arte
de saber) y que se distingue del entendido o adiestrado en alguna incumbencia
específica, según enseña Aristóteles en Met. 981 a 24 - 981 b 1 y por ello la filosofía
como sabiduría se presenta siempre como una actividad orientada a la inspección de
conjunto.
Philosophois – philodoxois
Platón completa el cuadro de la filosofía como actividad del sophós. Dice en el libro
V de República (Rep. 480 a 6/13) que no se debe confundir a los philosophois con
los philodoxois. El texto original es muy difícil y vale la pena explicarlo porque las
traducciones suelen dar a entender la palabra philodoxoi como “amante de la
opinión”, desatendiendo la importancia del efecto de contraste teórico que el término
creado por Platón exhibe, y que tiene un enorme valor para la filosofía práctica. El
diálogo trata de la diferencia entre opinión y conocimiento y su relación con sus
modalidades contemplativas. La conclusión remata con una pregunta del Sócrates
platónico a Glaucón (Rep. 480 a 6/8): si no será ofensivo el denominar philodoxois a
los interesados en la opinión, antes que philosophois y vuelve a preguntarse si no se
enojarán mucho al hablar de ellos de ese modo. Glaucón contesta (Rep. 480 a 7/8)
que algo así no debería ocurrir si los que se ocupan de opiniones aceptan lo que él ha
aceptado, si le hacen caso, puesto que no es lícito o no está permitido ofenderse con
la verdad.
2
García Morente, Manuel, Obras Completas, t. 2, vol. I, 1era. ed., Ed. Anthropos, Barcelona, 1996, p. 53
en la physis, lo aparente de lo real. Vale la pena tener presente lo que informa Colli 3
acerca del sustrato oscuro y enigmático de la sabiduría griega, la cual en su
despliegue se revelaría agonística y destructiva y con el correr del tiempo se tornaría
dialéctica. En efecto: con Parménides, la dialéctica pierde su carácter agonístico: a la
alternativa ¿es o no es? -un auténtico próblema en que el eleata sintetiza la
formulación más general de la interrogación dialéctica-, la ley parmenídica responde
es: la physis es.
5
Maritain, Jacques, El sueño de Descartes, Ed. Biblioteca Nueva, Bs. As., p. 46.