Salud Sexualidades y Derechos 1520593442 - 67328

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SALUD, SEXUALIDADES Y DERECHOS

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SALUD, SEXUALIDADES Y
DERECHOS

Cruces entre investigación, políticas


y prácticas

Paula Lehner, Alejandro Capriati y Juan


Pedro Alonso (compiladores)

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Capriati, Alejandro José
Salud, sexualidades y derechos : cruces entre investigación, polí-
ticas y prácticas / Alejandro José Capriati ; Paula Lehner ; Juan
Pedro Alonso ; compilado por Alejandro José Capriati ; Paula
Lehner ; Juan Pedro Alonso ; editado por Natalí Ini. – 1a ed . –
Temperley : Alejandro José Capriati, 2017.
140 p. ; 20 x 13 cm.
ISBN 978-987-42-6340-7
1. Salud. 2. Sociología. 3. Investigación Social. I. Capriati, Alejan-
dro José, comp. II. Lehner, Paula, comp. III. Alonso, Juan Pedro,
comp. IV. Ini, Natalí, ed. V. Título.
CDD 362.1
ISBN: 9789874263407
Salud, sexualidades y derechos

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Índice

Introducción .....................................................................................9
Paula Lehner, Alejandro Capriati y Juan Pedro
Alonso
1. El proceso político del aborto legal en Uruguay............. 21
Mario Pecheny, Lilián Abracinskas, Sonia
Correa y Susan Wood
2. Prevención, promoción y protección frente al abuso
sexual. Una experiencia en los Valles Calchaquíes.............. 53
Ana Clara Camarotti, Alejandro Capriati,
Gabriela Wald, Ana Lía Kornblit y Fernando
Zingman
3. La situación de las adolescentes. Tendencias, brechas
y retos para los programas y servicios de salud................... 83
Mónica Gogna
4. Pruebas y soportes en torno a la sexualidad y
afectividad en adolescentes escolarizados en el nivel
medio de Argentina ................................................................... 105
Sebastián Ezequiel Sustas
5. Determinantes sociales de la no-adherencia al
tratamiento de la tuberculosis en Buenos Aires,
Argentina ...................................................................................... 123
Belén Herrero
6. Apuntes para recuperar una historia de la
discapacidad en Argentina. Normalización, unificación
de criterios y vuelta al déficit en las políticas sociales ..... 145
Juan Manuel Rodriguez
7. La doble trama de la medicalización del
envejecimiento ............................................................................ 161
Paula Gabriela Rodríguez Zoya

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8 • Índice

8. Iniciativas profesionales y activistas para la


implementación de la Ley de Identidad de Género en el
ámbito sanitario. (Buenos Aires, 2014-2016) ..................... 185
María Soledad Cutuli y Anahí Farji Neer
9. (Des)esperar en el hospital público. Percepciones del
tiempo en las experiencias de espera de la población
trans................................................................................................ 207
Julián Ortega, María Victoria Tiseyra y
Santiago Morcillo
10. Escenas de espera en vínculos eróticos-afectivos ...... 229
Mariana Palumbo, Maximiliano Marentes y
Martín Boy
Autores y Autoras...................................................................... 255

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Introducción
PAULA LEHNER, ALEJANDRO CAPRIATI Y JUAN PEDRO ALONSO

El presente libro compila una selección de ponencias pre-


sentadas en las XII Jornadas Nacionales de Debate Interdis-
ciplinario en Salud y Población. Estas jornadas, organizadas
por el área de Salud y Población del Instituto de Investiga-
ciones Gino Germani, han sido posibles gracias al trabajo
de una extensa red de instituciones y personas. No es este
el lugar apropiado para enumerar las tareas que deman-
da organizar unas jornadas que involucran a más de 400
personas, en torno a 6 mesas redondas y 27 mesas temá-
ticas, entre otras actividades. Sí es el lugar adecuado para
valorar el trabajo cooperativo que involucra a las investiga-
doras con mayor trayectoria y a las más jóvenes becarias e
integrantes del área, así como colegas de otros institutos y
universidades. Este trabajo cuenta con el apoyo decisivo del
Instituto de Investigaciones Gino Germani, de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) y de la Agencia Nacional de Promoción Cien-
tífica y Tecnológica (MINCyT).
Esta red que posibilita eventos como las XII Jornadas
sostiene también el trabajo de investigación propiamente.
No se investiga aislado y de modo individual, se trabaja en
grupos de investigación, al calor de los debates más propios
de la comunidad científica y en diálogo con diversos actores
sociales con múltiples demandas. Ya han pasado más de
veinticinco años desde que el Instituto de Sociología se ha
convertido en el Instituto de Investigaciones Gino Germani
y más de veinte años desde la creación del área de Salud
y Población en 1990 y de la I Jornada, celebrada en el año
1994. En este tiempo se ha sabido construir un espacio de

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10 • Salud, sexualidades y derechos

investigación abierto, plural y democrático, que demanda


rigurosidad en la investigación, respeto por las personas
con quienes investigamos y compromiso político y social
por los temas que abordamos. Este modo de hacer investi-
gación social en salud implica un intercambio permanente
entre centros de investigación, organizaciones sociales y
de derechos humanos, gestores, programas y servicios de
salud, activistas y usuarios.
Lejos de ser una novedad o un caso excepcional, este
modo de vincular las ciencias sociales y la salud es un capí-
tulo más de una historia que tiene más de medio siglo.
En América Latina existe un trabajo conjunto desde los
años sesenta del siglo XX entre especialistas de las ciencias
sociales y de la salud, tal como documentan los trabajos
históricos de Castro y Briceño León. Entre los esfuerzos
pioneros de Juan César García por integrar la enseñanza
de las ciencias sociales en las facultades de medicina y la
reciente experiencia de Núcleo de Estudios para la Pre-
vención del sida (NEPAIDS, Universidad de San Pablo), se
han diversificado los modos en que las ciencias sociales y
la investigación social forma parte del campo de la salud.
Este tipo de producción de conocimiento, que trasciende
los límites de una disciplina, que desarrolla tecnologías de
intervención, pone de relieve el trabajo colaborativo entre
áreas de investigación, servicios de salud, programas socia-
les y organizaciones sociales.

La compilación: temas, métodos y contexto de


producción

Los capítulos que se compilan en esta publicación consti-


tuyen una muestra de la producción científica sobre salud
y población desde las ciencias sociales. El comité acadé-
mico de las Jornadas evaluó casi 200 resúmenes y fueron

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Salud, sexualidades y derechos • 11

presentadas 135 ponencias, trabajos en su gran mayoría del


ámbito nacional, con aportes de colegas de Brasil, México,
Chile y Uruguay.
La variedad de ponencias nos permitió realizar una
heterogénea selección de trabajos que contemplara una
diversidad de temas de investigación, con contribuciones
realizadas en el marco de tesis de maestrías o doctorados,
así como aportes de investigadores de larga trayectoria. En
la selección hemos intentando cubrir la diversidad de temas
presentados, muchos resignificados gracias a las políticas de
ampliación de derechos, nuevos marcos normativos, pro-
gramas y políticas sociales.
El lector encontrará trabajos que reflejan aspectos de
la realidad y abordan temas que afectan a grupos y pobla-
ciones diversas. Salud reproductiva, consumo de drogas,
VIH/sida, envejecimiento demográfico y cuidados, discapa-
cidad, sexualidades y género, maternidades y paternidades,
salud mental, tecnologías médicas, promoción de la salud y
derechos humanos, son algunos de los problemas que son
estudiados desde una pluralidad de enfoques y métodos.
Los capítulos que se presentan a continuación, como
gran parte de las ponencias que se expusieron y discutie-
ron en las Jornadas1, tienen como común denominador la
revitalización del sistema de ciencia y técnica, a partir de la
inversión sostenida por parte del Estado. La creciente pro-
ducción de tesis doctorales de jóvenes investigadores, las
distintas modalidades en que la investigación social produ-
ce evidencias y transfiere conocimiento para la resolución
de problemas sociales, son indicadores de la fecundidad de
la investigación social en salud.

1 En el sitio se puede consultar la totalidad de las ponencias aceptadas en las


XII Jornadas Nacionales de Debate Interdisciplinario en Salud y Población.
También están disponibles los trabajos presentados desde las V Jornadas en
adelante

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12 • Salud, sexualidades y derechos

El capítulo que abre la compilación, “El proceso políti-


co del aborto legal en Uruguay”, a cargo de Mario Pecheny,
Lilián Abracinskas, Sonia Correa y Susan Wood, analiza el
proceso que derivó en la modificación del estatuto legal del
aborto en Uruguay, primer país en América del Sur en reco-
nocer legalmente este derecho. En el año 2012, Uruguay
adopta una ley de interrupción voluntaria del embarazo que
habilita la práctica del aborto a pedido de la mujer dentro
del primer trimestre de gestación, y luego de ese periodo
bajo ciertas condiciones. La investigación que da pie al capí-
tulo se basa en entrevistas con informantes clave en estos
procesos (como legisladores/as, dirigentes políticos y socia-
les, profesionales de la salud, entre otros), y del análisis de
documentos legales y notas periodísticas.
El capítulo reconstruye el proceso político que derivó
en el tratamiento parlamentario y en la sanción de la ley,
describiendo las iniciativas previas para legalizar esta prác-
tica (entre ellos la ley vetada por Tabaré Vázquez en el año
2008), y analizando el papel que jugaron los diferentes acto-
res (como el movimiento de mujeres y el feminismo, las cor-
poraciones y profesionales médicos, partidos y dirigentes
políticos) en colocar el tema del aborto en la agenda pública,
así como las alianzas y tensiones para establecer consensos
que permitieran avanzar el cambio en la legislación en el
marco de correlaciones de fuerzas políticas e instituciona-
les cambiantes. Los/as autores/as plantean que la reforma
en el estatuto legal del aborto se inscribe en una tradición
tutelar del Estado en Uruguay, tutela que se evidencia en
la ley sancionada pero con distinto signo: “de una tutela
represiva a una tutela sanitaria que reconoce derechos”; que
a su vez expresa la tensión entre la construcción feminista
del aborto, en clave de autonomía y derechos de las mujeres,
y la construcción biomédica, en clave de salud pública. Por
último, el capítulo da cuenta de iniciativas que, a través de
diferentes frentes, buscan limitar los alcances de la ley.

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Salud, sexualidades y derechos • 13

Varios aportes abordan problemáticas ligadas a los


derechos y la salud sexual y reproductiva de niños/as y ado-
lescentes. El capítulo “Valles Calchaquíes: una experiencia
de prevención, promoción, cuidado y protección frente al
abuso sexual”, de Ana Clara Camarotti, Alejandro Capriati,
Gabriela Wald, Ana Lía Kornblit y Fernando Zingman, des-
cribe la gestación, pasos y dificultades de una experiencia de
base comunitaria contra el abuso sexual infanto adolescente
realizada en el noroeste argentino. Esta descripción tiene
como propósito contribuir al diálogo entre las prácticas de
promoción de la salud de base territorial y los desarrollos
teóricos en el modo de concebir la salud, sus determinantes
y las acciones de prevención.
A lo largo del capítulo se describen las etapas del
proceso: desde el diagnóstico participativo y priorización
de asuntos problemáticos relativos a la salud y el género
en la adolescencia, hasta la planificación, implementación
y evaluación de las acciones. Esta intervención en la cual
convergieron organizaciones sociales, comunidades indíge-
nas, gobiernos locales y grupos juveniles, con la asistencia
de equipos de investigación y el apoyo de Unicef Argenti-
na, pone de relieve las dificultades y los logros al integrar
acciones de prevención, promoción, cuidado y protección.
El diálogo entre las experiencias de base territorial y los
marcos conceptuales, permiten avanzar en la identificación
y difusión de buenas prácticas de promoción de la salud
adolescente.
El capítulo “La situación de las adolescentes. Tenden-
cias, brechas y retos para los programas y servicios de
salud”, de Mónica Gogna examina un conjunto amplio de
indicadores para analizar los cambios y las continuidades
en la situación de la salud reproductiva de las adolescentes
entre 2003 y 2015, período en el cual se sancionaron leyes y
se implementaron programas en el campo de la sexualidad,
el género y la reproducción. En Argentina, con excepción

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14 • Salud, sexualidades y derechos

de la legalización del aborto, deuda pendiente de la demo-


cracia, el marco normativo relativo a los derechos sexuales
y reproductivos es sólido.
Entre los avances la autora identifica el incremento
del uso de métodos anticonceptivos en la iniciación sexual,
la disminución de la repetición del embarazo en la ado-
lescencia y el aumento de la proporción de adolescentes
con un número adecuado de controles de embarazo. Entre
los problemas se observa un leve incremento de la tasa de
fecundidad de las adolescentes de 15 a 19 años y la per-
sistencia de los niveles de fecundidad adolescente precoz
(entre los 10 y14 años). No obstante las mejoras alcan-
zadas, persisten las diferencias por condición social y de
edad: son las adolescentes menores y las pertenecientes a
hogares más pobres quienes están en las situaciones más
desventajosas. Estas inequidades, concluye Gogna, podrán
ser superadas con políticas destinadas a reducir la pobreza
y el abordaje de las necesidades específicas de las niñas y
adolescentes menores.
En “Pruebas y soportes en torno a la sexualidad y afec-
tividad en adolescentes escolarizados en el nivel medio de
Argentina” Sebastián Ezequiel Sustas indaga las relaciones
de las concepciones, las prácticas y las conductas sexuales
de adolescentes de escuelas medias en el marco de la ley de
Educación Sexual Integral. A partir de un diseño cualitati-
vo que utiliza grupos focales y entrevistas en profundidad,
explora las concepciones sobre la sexualidad y la afectividad
de la población adolescente (15 a 19 años) de tres jurisdic-
ciones del país: región Metropolitana de Buenos Aires, pro-
vincia de Córdoba y provincia de Mendoza. En un contexto
de modernidad diferencial, en el que cobra cada vez más
importancia la singularización individual, identifica prue-
bas y soportes que los adolescentes improvisan al no contar
ya con recetas instituidas. Se centra en el análisis de tres
instancias: el inicio sexual, el posicionamiento frente a las
diversidades sexuales y al aborto. Reconoce que los debates

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Salud, sexualidades y derechos • 15

en las agendas públicas sobre nuevos derechos sexuales per-


mearon en las opiniones de los adolescentes habilitando
instancias de mayor introspección sobre la sexualidad.
El capítulo “Los consumos de drogas y sus causas. Pers-
pectivas de referentes de centros de tratamiento religiosos y
espirituales”, de Ana Clara Camarotti, Ana Laura Azparren
y Martín Güelman, aborda el estudio de las respuestas reli-
giosas y espirituales a los consumos de drogas. El foco del
estudio en las instituciones religiosas brinda información
sobre un aspecto del fenómeno de las drogas poco estudia-
do desde las ciencias sociales. En el marco de una estrate-
gia cualitativa, realizaron observación en las instituciones y
entrevistas a directivos y referentes.
El capítulo de María Belén Herrero se titula “Deter-
minantes sociales de la no-adherencia al tratamiento de la
tuberculosis (TBC) en Buenos Aires, Argentina” y forma
parte de su tesis doctoral. A partir de datos cuantitativos
primarios, obtenidos en el marco de un Estudio Colabo-
rativo Multicéntrico financiado por la Comisión Nacio-
nal Salud Investiga del Ministerio de Salud de la Nación,
y datos secundarios, provenientes del Censo Nacional de
Población, Hogares y Viviendas de 2001, realiza un estu-
dio transversal con un modelo jerarquizado de los facto-
res intervinientes en la interrupción de los tratamientos de
TBC. El análisis se llevó a cabo mediante regresión logística
múltiple en dos niveles (características individuales y área
de residencia) y se seleccionaron algunos municipios de la
Región Sanitaria VI del Área Metropolitana de la Provincia
de Buenos Aires (Almirante Brown, Avellaneda, Berazate-
gui, Esteban Echeverría, Ezeiza, Lomas de Zamora y Quil-
mes). Los datos son interpretados desde la perspectiva de la
medicina social y la epidemiología crítica latinoamericana.
Se analizan los determinantes sociales de la salud articu-
lando aspectos biológicos individuales con aspecto estruc-
turales que hacen a las condiciones de vida. Los resultados
muestran una asociación significativa entre algunas carac-
terísticas individuales (ser varón) y condiciones de vida

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16 • Salud, sexualidades y derechos

desfavorables (no contar con provisión de agua corriente


ni cloacas, no contar con cobertura de salud, distancia de
los centros de atención de la salud, entre otros) y la no-
adherencia al tratamiento. Así, un bajo nivel socioeconó-
mico influye de manera negativa en la adherencia al trata-
miento de la enfermedad a pesar de su gratuidad.
La contribución de Juan Manuel Rodríguez lleva por
título “Apuntes para recuperar una historia de la discapa-
cidad en Argentina: normalización, unificación de criterios
y vuelta al déficit en las políticas sociales”. Su autor hace
un recorrido basado en la revisión de fuentes históricas de
cuatro hitos que considera determinantes -aunque no úni-
cos- para el abordaje de la discapacidad en nuestro país. El
primero, hacia fines del siglo XIX, se construye alrededor de
la figura del veterano de guerra y su condición de inválido.
El segundo, ubicado en las primeras décadas del siglo XX,
bajo la ideología eugenésica y el modelo higienista se centró
en la noción de encierro de las personas consideradas anor-
males o amorales. El tercero, corresponde a la epidemia de
poliomielitis de 1956, que construyó la figura del lisiado y
dio origen al paradigma rehabilitador. Momento clave en
la concepción de la discapacidad que involucró la partici-
pación de diversos actores, así como el diseño de marcos
legislativos y políticas públicas. Por último, desde los años
1970 se observa una crítica al enfoque médico biologicista
y un giro hacia una concepción biopsicosocial de la disca-
pacidad, respaldada por organismos internacionales.
Paula Gabriela Rodríguez Zoya es la autora del capí-
tulo que se titula “La doble trama de la medicalización
del envejecimiento” y es producto de su trabajo de inves-
tigación en el marco de su formación doctoral. A partir
de fuentes documentales, analiza los nodos genealógicos
sobre el nacimiento de la medicalización del envejecimien-
to. Este proceso biopolítico de larga duración se basó en
saberes médicos específicos y en tecnologías estadísticas
que confluyeron en la constitución del campo de prácticas
geriátricas (cuerpo-máquina individual) y gerontológicas

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Salud, sexualidades y derechos • 17

(cuerpo-especie poblacional). La objetivación del enveje-


cimiento, dice la autora, permitió además el surgimiento
de la medicina de rejuvenecimiento, como la posibilidad
mediada por la razón, la ciencia y la técnica para devolverle
vitalidad a la vida; estructurada en tres blancos de acción: el
control de fluidos corporales, la manipulación hormonal y
la intervención sobre órganos vitales.
Dos artículos de la compilación abordan los procesos
de atención de la población trans en los servicios de
salud, con la sanción de la Ley de Identidad de Género -
sancionada en el año 2012- como telón de fondo. El capítu-
lo co-escrito por María Soledad Cutuli y Anahí Farji Neer,
“Iniciativas profesionales y activistas para la implementa-
ción de la Ley de Identidad de Género en el ámbito sanitario
(Buenos Aires, 2014-2016)”, releva y examina un conjunto
de acciones de profesionales de la salud especializados en
la atención de la salud de personas trans y de integrantes
de organizaciones sociales que participan de los “consul-
torios amigables/inclusivos para la diversidad sexual”, en
el marco de la tardía reglamentación de un artículo clave
de la ley citada, que remite a los tratamientos médicos de
construcción corporal.
En base de dos investigaciones que examinan el proce-
so de implementación del mencionado artículo de la Ley, las
autoras identifican diferentes modelos de atención y repa-
san los principales obstáculos para su cumplimiento en los
efectores públicos de salud, como la falta de una estrategia
coordinada desde el Estado y los problemas de sustentabili-
dad de algunas iniciativas. Por un lado, describen iniciativas
del personal de salud en las que destacan modelos de aten-
ción a cargo de equipos interdisciplinarios, coordinados
por profesionales especializados en la temática, y modelos
de atención movilizadas por profesionales aislados, sin un
seguimiento centralizado. Dichas iniciativas se diferencian
en el nivel de formación profesional, en la gestión y planifi-
cación de los recursos para la atención médica, en el vínculo
de los y las profesionales con el resto del sistema de salud

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18 • Salud, sexualidades y derechos

y con las personas trans. Por otro, describen las iniciativas


generadas por organizaciones sociales y por profesionales
“sensibles” a la problemática, como los “consultorios amiga-
bles” o “inclusivos”, y que tuvieron como objetivo mejorar el
acceso de esta población y reducir la discriminación y que
tuvieron un papel central ante las demoras en la reglamen-
tación de la ley. Las autoras concluyen que frente a ausen-
cia de políticas públicas específicas sobre la temática (que
acompañen y sustenten la letra de ley) son los profesionales
interesados y los grupos activistas quienes garantizan en
última instancia la implementación de la Ley de Identidad
de Género (con las limitaciones que esto supone, como la
persistencia de actitudes patologizantes por parte del per-
sonal de salud), generando espacios de atención que no se
deberían darse por descontados.
El capítulo escrito por Julián Ortega, María Victoria
Tiseyra, Santiago Morcillo y Marine Gálvez, “(Des)esperar
en el hospital público. Percepciones del tiempo en las expe-
riencias de espera de la población trans”, también aborda
los procesos de atención de la población trans en efectores
de salud pero focalizando en las escenas de espera en torno
de los tratamientos de hormonización. El capítulo examina,
a través de entrevistas con población trans y profesionales
de la salud, situaciones de espera en el hospital público, que
los autores inscriben en el marco de demandas y reivindi-
caciones por el acceso a un conjunto de derechos por parte
de esta población.
El capítulo parte de considerar los fenómenos de espe-
ra no en términos cuantitativos (como usualmente se lo
hace en evaluaciones sobre calidad de la atención y de acce-
sibilidad a los servicios de salud), sino en una clave más
cercana a los de la experiencia: la dimensión subjetiva de la
temporalidad y la forma en que ésta se enmarca en relacio-
nes de poder en el ámbito del hospital. Desde esta óptica las
experiencias de espera de la población trans se yuxtaponen
con experiencias de estigmatización, que revisten las demo-
ras en la atención de otros significados y cargas, que operan

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Salud, sexualidades y derechos • 19

como barreras para el acceso a los tratamientos. El capítulo


pone por fin de relieve las dinámicas institucionales y polí-
ticas que, a través de la experiencia de la espera, reproducen
condiciones de vulnerabilidad.
El último capítulo de la compilación, “Escenas de espe-
ra en vínculos erótico-afectivos”, retoma la temática de la
espera pero en torno a la configuración de vínculos afec-
tivos y de la sexualidad. Mariana Palumbo, Maximiliano
Marentes y Martín Boy analizan escenas de espera en rela-
ciones erótico-afectivas heterosexuales en jóvenes de clase
media de la Ciudad de Buenos Aires, poniendo el foco en
la intervención de aplicaciones como Whatsapp y Facebook
en las dinámicas amorosas. Desde una perspectiva de géne-
ro, el capítulo revisita el discurso del amor romántico en
la era digital, reflexionando sobre la centralidad que las
redes sociales adquieren en las relaciones amorosas de los
jóvenes de clase media. A partir de entrevistas con varones
y mujeres jóvenes, y de una metodología que apela a la
reconstrucción de escenas de espera, describen la potencia-
lidad de estas tecnologías de la comunicación (basadas en la
inmediatez) para propiciar situaciones cotidianas de puesta
a prueba y de control sobre la persona amada y sobre el
vínculo, y exploran las diferentes formas en que estas tec-
nologías pueden afectar la propia subjetividad y modelar los
vínculos, generando celos, inseguridades y sospechas. Más
que meros medios de comunicaciones, el capítulo muestra
el papel performativo de los vínculos amorosos que asu-
men estas tecnologías, potenciando y reciclando rasgos de
la experiencia del amor romántico.
La presente compilación es una muestra (como toda
selección, arbitraria) de la diversidad y fecundidad de la
investigación social en salud y sexualidades. En los traba-
jos que la integran, en los que puede leerse la continui-
dad de líneas y tradiciones de investigación que testimo-
nian la vitalidad de este campo, pueden encontrarse aportes

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20 • Salud, sexualidades y derechos

específicos a políticas y programas, interrogantes sobre la


coyuntura, reflexiones teóricas y metodológicas y aportes
para pensar los desafíos comunes.

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1

El proceso político del aborto legal en


Uruguay
MARIO PECHENY, LILIÁN ABRACINSKAS, SONIA CORREA Y SUSAN WOOD

Introducción

En 2012, Uruguay adopta una ley de interrupción volun-


taria del embarazo (IVE) que habilita la práctica del aborto
en el sistema de salud, a pedido de la mujer hasta la semana
doce de la gestación, y luego de la semana doce bajo ciertas
condiciones. Uruguay es el primer país de América del Sur
que reconoce legalmente este derecho de las mujeres.
El artículo examina el proceso político del cambio legal
en materia de aborto en Uruguay, e identifica los alcances,
tensiones y limitaciones de la ley aprobada. La hipótesis de
interpretación es que la reforma se inscribe en una tradi-
ción tutelar del Estado uruguayo, tutela que no desaparece
con la ley pero sí que cambia notablemente su contenido:
de una tutela represiva a una tutela sanitaria que recono-
ce derechos. El trabajo de campo, realizado en 2015 en
Montevideo con apoyo de IWHC, se basa en 27 entrevistas
individuales y colectivas a informantes clave (legisladores/
as, dirigentes de partidos y movimientos sociales, profesio-
nales del sector salud, académicas/os, favorables o no a la
reforma) y en el análisis de la literatura y documentación
(proyectos y textos de leyes, algunas notas periodísticas),
y sintetiza aspectos de un informe largo a ser publicado
en Uruguay.

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22 • Salud, sexualidades y derechos

De la criminalización a la ley de 2012

El Código Penal uruguayo criminaliza el aborto en 1898.


En un breve interregno entre 1934 y 1938, se despenaliza
el aborto por razones higienistas. Luego de 1938, el aborto
volverá a ser ilegal hasta el año 2012. En 1985, cuando
se reinstala la democracia, la apertura política brinda al
movimiento feminista un nuevo escenario para plantear sus
reivindicaciones, entre las cuales está la IVE. Durante las
dos primeras décadas de democracia, se presentan en el
Congreso proyectos sobre aborto, que no logran aproba-
ción. En 2008, gracias a la mayoría propia de la alianza de
izquierda Frente Amplio, el Congreso aprueba una Ley de
Defensa del Derecho a la Salud Sexual y Reproductiva que
incluye capítulos relativos al aborto legal. Sin embargo, el
presidente Tabaré Vázquez, veta dichos capítulos y el aborto
criminalizado sigue en su estatus quo. En 2012, durante
el gobierno de José Mujica, también del Frente Amplio, se
aprueba la ley de IVE. El Frente Amplio, para asegurarse
que el proyecto salga, accede a modificar el contenido de la
ley, haciéndola más restrictiva, volviéndose además el tex-
to más ambivalente respecto de la autonomía reproductiva
de las mujeres, como lo muestra el lenguaje inicial de su
primer artículo:

El Estado garantiza el derecho a la procreación consciente y


responsable, reconoce el valor social de la maternidad, tutela
la vida humana y promueve el ejercicio pleno de los derechos
sexuales y reproductivos de toda la población.

Aunque el contenido aprobado haya sido restringido,


los sectores anti-derechos reaccionan contra la ley en la
medida en que reconoce al aborto en el sistema de salud.
Al año siguiente de su aprobación, en 2013, proponen
una iniciativa de pre-referendo, condición previa requerida
para lanzar un referendo popular. La normativa uruguaya
requiere que en un pre-referendo participe al menos el 25

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Salud, sexualidades y derechos • 23

por ciento del electorado. Pero al pre-referendo sólo con-


curren a las urnas el 8,8 por ciento del padrón, y entonces la
iniciativa fracasa. La ley queda refrendada por defecto, pues
más 90 por ciento se abstuvieron de ir a votar, quitando su
apoyo a un referendo que podría haber habilitado la deroga-
ción de la ley. A los ojos de la clase política uruguaya, la ley
es así definitivamente legitimada por la voluntad popular.

El contexto y el proceso político del aborto


Durante el siglo XX, hay dos grandes partidos, el Nacional
o Blanco (más conservador), y el Colorado (más liberal).
En los años 1970 se forma el Frente Amplio, integrado
por los partidos Socialista, Comunista, y otras variantes de
izquierda y demócrata-cristianas. En 2004, por primera vez
un candidato del Frente, Tabaré Vázquez, es elegido presi-
dente. Desde entonces y hasta ahora, el Frente Amplio ha
ocupado la presidencia del país y ha tenido mayoría par-
lamentaria propia. La mayoría de los dirigentes del Frente,
con excepción de Vázquez, han apoyado la liberalización
del aborto. En el partido Colorado, parte de su dirigencia,
incluyendo al ex presidente Julio Sanguinetti (que ejerció
la presidencia en 1985-1990 y 1995-2000), ha sostenido
posiciones liberales, al tiempo que el partido Nacional pre-
senta posiciones más conservadoras. Todos estos partidos
se reivindican como laicos.
La tradición laica, que se remonta a las reformas polí-
ticas de la primera mitad del siglo XX, se atribuye a las
características de la población inmigrante, la sociabilidad
urbana, la extendida educación pública, la baja religiosidad,
cierto ethos republicano e igualitarista en el que la religión
y otros factores diferenciadores no suelen expresarse en
la esfera pública. Uruguay ofrece también una historia de
salud pública y políticas sociales organizadas desde el Esta-
do. En tal contexto, la construcción de la demanda de abor-
to legal se comprende a partir de la tensión entre la cons-
trucción feminista del aborto como cuestión de derechos

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24 • Salud, sexualidades y derechos

y autonomía de las mujeres, y la construcción biomédica


y tutelar del aborto como cuestión de salud pública. Esta
tensión se va a plasmar en la ley aprobada en 2012. A su vez,
ambas construcciones reformistas, la feminista y la tutelar,
confrontan con la visión que busca (o buscaba) mantener el
aborto en la ilegalidad y clandestinidad.

Los actores

Movimiento de mujeres y feminismo


A fines del siglo XIX se crean en Uruguay las primeras orga-
nizaciones de mujeres trabajadoras y grupos feministas en
el seno de organizaciones anarquistas. La capacidad organi-
zativa de las mujeres desde muy temprano y durante todo el
siglo XX tiene efectos en las normativas legales uruguayas.
Luego de la transición democrática, y en especial a partir
de las Conferencias Internacionales de Derechos Huma-
nos (Viena 1993), Población y Desarrollo (Cairo 1994), y
de la Mujer (Beijing 1995), las organizaciones feministas
logran bajar al llano las discusiones y dinámicas, así como
las definiciones de los programas de acción acordados en las
conferencias internacionales. El aborto se transversaliza así
con otras temáticas como educación, violencia de género,
trabajo y participación política.
Desde los años 2000, se crean articulaciones, como
la Coordinación de Organizaciones para la Ley de Salud
Reproductiva y la Coordinadora por el Aborto Legal, y
Mujer y Salud-Uruguay (MYSU) y otras organizaciones
feministas llevan a cabo sostenidamente creativas acciones
e intervenciones públicas. Tales iniciativas amplifican los
espacios para debatir socialmente la legalización del aborto
e incidir sobre el sistema político, en particular sobre el
Frente Amplio, al interpelar no sólo en cuanto a género,
salud y sexualidad, sino en cuestiones más amplias de la
agenda democrática, el desarrollo y la justicia social.

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Salud, sexualidades y derechos • 25

En el contexto de la ciudadanía democrática y basado


en los principios de libertad e igualdad, en relación con
el cuerpo, la sexualidad y la reproducción, el aborto como
derecho de las mujeres está en el centro de la lucha polí-
tica feminista. Basta con evocar, entre la gran cantidad de
materiales que la organización feminista MYSU produjo
en el período, las principales frases movilizadoras de tres
campañas gráficas:

• Aborto en Uruguay. Las mujeres deciden, la socie-


dad respeta, y el Estado garantiza (Publicación
MYSU del 2007, y afiche del año 2004)

• Mientras ellos ponen las condiciones, nosotras


ponemos el cuerpo (Campaña MYSU 28 de sep-
tiembre de 2012)

• Libres para decidir (Campaña MYSU 28 de sep-


tiembre de 2013)

En el centro de las luchas feministas está el aborto,


y en el centro de la lucha por el aborto están los dere-
chos de las mujeres. No se trata de una visión victimista,
sino que se basa en el reconocimiento de una problemática
social, la legitimación ciudadana de los derechos sexuales y
reproductivos, la conflictividad de la inequidad de género,
y una perspectiva integral de los derechos humanos, con un
Estado que debe garantizar la titularidad y el ejercicio de
los derechos. En este marco surgen y se desarrollan también
nuevas expresiones feministas jóvenes, grupos de la diver-
sidad sexual y de derechos, y vertientes comprometidas con
la política queer. Como en otros países, grupos trabajan en
consejería pre y post-aborto, básicamente a través de líneas
telefónicas, como las Mujeres en el Horno, que desde antes
de la ley de 2012 manejaban una línea de aborto seguro.

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26 • Salud, sexualidades y derechos

Por último, dada la tradición de amplia participación


política de las mujeres, cabe mencionar la paradoja de que,
en Uruguay, el porcentaje de mujeres que integran las cáma-
ras legislativas ha sido históricamente uno de los más bajos
de la región: menor al diez por ciento en las primeras déca-
das de transición democrática, recién en 2009 aumenta a
15 diputadas electas (15,2%) y 4 senadoras (12,9%), para
alcanzar en 2015, luego de una elección que tuvo cuotas
de inclusión por género en las listas, 19 diputadas (17,9%,
sobre un total de 106) y 10 senadoras (27,0%, sobre un
total de 37); varias suplentes en realidad asumieron bancas
al pasar los titulares a ocupar cargos en el nuevo Poder
Ejecutivo (Programa de Estudios Parlamentarios UDELAR,
2016). A pesar de existir desde hace más de una década una
Bancada Bicameral Femenina (Johnson, 2009), todavía son
pocas las mujeres que ocupan cargos políticos altos.

El sistema de salud y los actores médicos


El sistema actual de salud de Uruguay sigue una tradición
de salud pública, con una presencia clave del Estado. En
2008, se lanza una reforma con el fin de promover cambios
en el modelo de cobertura, gestión, atención y financia-
miento, mediante dos herramientas: el Sistema Nacional
Integrado de Salud (SNIS) como organización de la red asis-
tencial público-privada de servicios, y el Fondo Nacional de
Salud (FONASA) que lo financia con fondos de un seguro
público obligatorio. Uruguay busca de este modo avanzar
hacia el aseguramiento sanitario universal. El proceso de la
reforma del sistema de salud coincide en el tiempo con la
intensificación del debate sobre aborto. La reforma amplía
la cobertura, integra el sistema público y de las asociaciones
mutualistas que constituyan el grueso de la red de salud
no estatal del país, y estabiliza la financiación pública. El
carácter integrado del sistema de salud implica que las nor-
mativas sanitarias sean vinculantes para todos los efectores,

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Salud, sexualidades y derechos • 27

tanto los prestadores públicos como aquellos que dependen


del seguro privado pero que están regulados por el Minis-
terio de Salud Pública.
La presencia histórica y organizada de una perspectiva
sanitarista de salud pública con liderazgo y articulación
desde el Estado se refleja en corporaciones y figuras médi-
cas con alta visibilidad, incluso con protagonismo en el sis-
tema político: el propio Tabaré Vázquez es médico oncólo-
go y ha hablado desde su lugar de médico para justificar sus
decisiones políticas en materia de salud y derechos sexua-
les y reproductivos. Los liderazgos desde el Ministerio de
Salud han jugado un papel clave en los procesos legislativos
y reglamentarios del aborto. En articulación con el Minis-
terio, la experiencia de Iniciativas Sanitarias, organización
creada a inicios de los años 2000, ocupa un lugar que es a la
vez profesional, de la sociedad civil y del Estado. Iniciativas
Sanitarias será clave en la introducción de una perspectiva
de reducción de riesgos y daños para abordar el tema del
aborto inseguro.

El proceso de reforma legal

Hasta los años 2000


La ley uruguaya de 1938 que criminaliza el aborto (Ley N°
9.763), vigente hasta 2012, define el aborto como delito, y
considera que la pena puede ser atenuada o eximida por un
juez, cuando fuera realizado por un médico, en los casos de
violación, honor de la familia, penuria económica y riesgo
de vida para la mujer, hasta los tres meses de gestación, y en
el caso de riesgo de vida de la mujer, sin plazo. Pero en los
cuatro años anteriores a 1938 el aborto había estado des-
penalizado, por razones sanitarias. La marca de esa expe-
riencia previa de despenalización, junto con una extendida
tolerancia social, explica en parte por qué la ley punitiva de
1938 nunca fue aplicada con rigor (Sanseviero, 2003).

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28 • Salud, sexualidades y derechos

El statu quo se mantuvo hasta la vuelta a la democracia.


El primer proyecto que se presenta fue elaborado en 1985
por representantes del Partido Colorado, en una perspec-
tiva liberal de descriminalización para ajustar “la ley a la
realidad”. En 1993, un segundo proyecto de descrimina-
lización amplia elaborado junto con la abogada feminista
Graciela Dufau fue presentado por el diputado comunista
del Frente Amplio Rafael Sanseviero y la diputada Carmen
Beramendi. El proyecto descriminalizaba el aborto, excepto
en caso del aborto forzado. Su tramitación coincide con la
repercusión pública de la muerte de una mujer por aborto
inseguro. En 1994, la Comisión de Bioética aprueba el pro-
yecto con modificaciones, pero no llega al plenario. Cuatro
años más tarde, en 1998, bajo el impacto de una inves-
tigación sobre clínicas clandestinas, la diputada Frentista
Raquel Barreiro retoma el proyecto, pero sin apoyo de las
mayorías parlamentarias, la tramitación no prospera. Esas
“frenadas” estaban asociadas a resistencias ideológicas de
las bancadas del Partido Colorado y Nacional, pero tam-
bién al temor que tenían dirigentes del Frente Amplio de
asumir la pauta del aborto en momentos electorales (John-
son et al., 2015).

Años 2000-2009
En el auge de la crisis económica del cambio de milenio, se
registran muertes de mujeres por complicaciones de aborto
clandestino. En 2001, muertes registradas en el Hospital
Pereira Rossell, llaman la atención pública, lo que cataliza la
organización de una respuesta desde el propio Hospital. La
consolidación institucional de una voz médica en defensa
de la descriminalización del aborto es un hecho político
clave. Estructurada en torno a la idea de reducción de daños
y riesgos, e inspirada en la respuesta a los daños asociados
al consumo de drogas en el contexto del VIH/sida, esa línea
de intervención propone que, dado que el aborto es una
realidad, para evitar muertes y otros daños asociados a su

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Salud, sexualidades y derechos • 29

práctica insegura, los médicos y el sistema de salud deben


ofrecer a las mujeres información y medidas para prevenir
riesgos mayores y complicaciones.
Organizados desde 2001 en torno de Iniciativas Sanita-
rias, profesionales de la salud comprometidos con el tema,
como Leonel Briozzo, comienzan a promover un modelo
de salud pública de reducción de riesgos y daños en mate-
ria de aborto: acciones de consejería pre- y post-aborto, y
progresivamente guías de atención para abortos incomple-
tos hasta nuevos reglamentos y normas. Desde Iniciativas
Sanitarias logran involucrar, en el consenso por un Proto-
colo de Atención, a la Sociedad Uruguaya de Ginecología, el
Consejo de la Facultad de Medicina y el Comité Ejecutivo
del Sindicato Médico de Uruguay. Ese esfuerzo cuenta con
la colaboración de actores no médicos y en diálogo con las
organizaciones feministas. Por efecto de esas movilizacio-
nes, en agosto de 2004, apenas meses después de que un
proyecto de aborto fuera derrotado en el Parlamento, el
Ministerio de Salud adopta un Protocolo en esta línea de
reducción de riesgos. El modelo impulsado desde el sector
profesional se presenta como una alternativa posible para
encarar el aborto desde un lugar no punitivo, aun en un
contexto hostil a la liberalización legal y al reconocimiento
de los derechos de las mujeres.

Lo que logramos fue que claramente se entendiera el modelo,


de que el modelo no estaba a favor del aborto, no promovía
el aborto, (…) sino que lo que nosotros queríamos era reducir
los riesgos y los daños y que no íbamos a participar del acto
de aborto en sí mismo, porque eso era lo que desde el punto
de vista ético se criticaba. Y logramos probar, que fue muy
difícil, que con el asesoramiento se disminuía el riesgo. (…)
Desde el punto de vista de la salud, lo planteamos siempre
desde la óptica sanitaria, sin entrar en el derecho a decidir y
lo hicimos con esta perspectiva. Con el modelo de reducción
de riesgos y daños lo que logramos es disminuir la muerte
materna (Leonel Briozzo).

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30 • Salud, sexualidades y derechos

Las organizaciones feministas también se movilizan


en la crisis de las muertes maternas de 2001-2002. Desde
MYSU, por ejemplo, se venía trabajando con ginecólogas
del Hospital Pereira Rossell en relación con el incremento
de los problemas derivados del aborto clandestino, pero
también con algunas parlamentarias para volver a impulsar
la despenalización. En el seno del movimiento sindical, en
el Séptimo Congreso de PIT-CNT del año 2001, la central
única de trabajadores, ligada al Frente Amplio, adopta una
resolución favorable al aborto legal. La interacción entre
organizaciones feministas y las mujeres sindicalistas fue
instalando la demanda, hasta hacerla una bandera central
del movimiento obrero. El primer vínculo entre feminis-
tas como MYSU y compañeras sindicalistas fue desde la
Comisión Nacional de Seguimiento de Beijing (CNSmuje-
res, creada en 1995), donde se trabajó en la elaboración de la
Agenda de las Mujeres y desde 2012 hasta hoy con la orga-
nización de Jornadas Nacionales por la Salud y los Dere-
chos Sexuales y Reproductivos. Los sindicatos destacan la
injusticia social que implica la clandestinidad del aborto,
pues son mujeres de la clase trabajadora las que a menudo
carecen de recursos para pagar un aborto clandestino en
condiciones de seguridad, y son mujeres de la clase trabaja-
dora las víctimas fatales de los abortos clandestinos.
Tanto el contexto político general como el accionar de
los movimientos sociales van contribuyendo a la apertura
de las instituciones y nuevos sectores sociales a la opor-
tunidad de demandar la legalización del aborto. En 2002,
durante el gobierno de Batlle, se aprueba una Ley de Violen-
cia Doméstica y Sexual, al tiempo que se fortalece la llamada
bancada femenina, integrada por legisladoras de todos los
partidos políticos. En respuesta a la crisis de las muertes
maternas por aborto, legisladoras de la bancada femenina
(como Glenda Rondán, de un sector Colorado enfrentado
en este punto con Batlle, y Margarita Percovich del Fren-
te Amplio) presentan un proyecto de ley de Defensa de la
Salud Sexual y Reproductiva, que incluye la despenalización

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Salud, sexualidades y derechos • 31

del aborto. Por primera vez, un proyecto de despenalización


consigue llegar al plenario, siendo aprobado en Diputados
en diciembre de ese mismo año. Sin embargo, en mayo de
2004 cuando llega al Senado, la propuesta es derrotada por
4 votos, aun cuando encuestas de opinión indicaban que
el 63 % de la población apoyaba la reforma (Abracinskas
et al. 2008). En la votación se hace público que si hubiese
sido aprobado el proyecto, el Presidente Batlle lo habría
vetado, en función de un acuerdo político previo realizado
en 1999 con la Unión Cívica para contar con sus votos para
el ballotage, instancia incluida en la reforma electoral de
1996. Senadores oficialistas del Partido Colorado histórica-
mente favorables a la despenalización, invocando el argu-
mento de “no forzar el veto presidencial” de Batlle, votan
en contra del proyecto.
Pese a la derrota en el Senado de mayo de 2004, y para
contrarrestar sus efectos, el Ministerio de Salud, adopta en
agosto del mismo año la normativa mencionada más arriba
para implementar una política de reducción de daños en
relación con el aborto inseguro, tal como fuera concebida
por Iniciativas Sanitarias. Simultáneamente, otras articu-
laciones estratégicas se desarrollan entre sociedad civil y
Estado en materia de derechos reproductivos, como por
ejemplo la colaboración entre MYSU y otras organizacio-
nes con la Secretaría de la Mujer de la Intendencia de
Montevideo.
Como resultado de estos procesos, se hacen más nume-
rosas las voces políticas favorables a la legalización, espe-
cialmente de mujeres parlamentarias, sostenidas en una
base social más movilizada por las feministas que estaba ya
consolidada involucrando sectores estratégicos como sec-
tores sindicales y universitarios.
En 2004, el contexto macro político de Uruguay cam-
bia cuando el Frente Amplio gana las elecciones presiden-
ciales, con Tabaré Vázquez como candidato. Ante ese nuevo
panorama, las fuerzas pro legalización pasan a contar con
una composición del Congreso más favorable, puesto que

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32 • Salud, sexualidades y derechos

el Frente cuenta con mayoría propia, pero al mismo tiem-


po anticipan la amenaza de que el presidente Vázquez vete
cualquier proyecto de despenalización que logre aprobarse.
El presidente electo hace esa amenaza públicamente en el
2005 en un momento que coincide con la muerte del Papa
Juan Pablo II. Ese gesto no es suficiente para intimidar a
las mujeres parlamentarias y otros senadores y diputados
favorables al cambio legal, en parte porque el aborto, ítem
incluido en la plataforma política frentista, ya es demanda
de un extenso conjunto de movimientos sociales y univer-
sitarios. No sorprende, por lo tanto que en 2006, al año de
asumir su primera experiencia en el gobierno y con mayoría
propia en el congreso, desde el Frente se inician gestiones
para presentar un nuevo proyecto similar al texto derrotado
bajo el gobierno de Batlle.
En un proceso parlamentario que va desde 2005 al
2008, aun con la oposición del presidente Vázquez, se pre-
senta un proyecto amplio de ley y empieza su trámite en
el congreso. La propuesta contempla, desde una perspecti-
va de derechos, la política de salud sexual y reproductiva
en todos sus aspectos, incluye medidas de reducción de
daños y hace definiciones en cuanto a su implementación
en el sistema público de salud. El capítulo 2 trata de la
despenalización del aborto a pedido de la mujer, hasta las
doce semanas de gestación, y con plazos más extendidos
en los casos de riesgo de vida de la mujer y malforma-
ción fetal incompatible con la vida extrauterina. Después
de debates intensos, acompañados por manifestaciones de
la sociedad a favor y en contra, el Senado aprueba el pro-
yecto que pasa a Diputados para su exitosa sanción final,
en noviembre de 2008.
El presidente del Frente Amplio, Tabaré Vázquez, con-
tra lo militado y votado por su propio partido, veta la sec-
ción de la ley que concierne al aborto. El veto, debe con-
signarse, no fue acompañado por la firma del conjunto del
gabinete de ministros. Lo firman sólo tres ministros de tre-
ce, una señal de los conflictos internos al Frente provocados

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Salud, sexualidades y derechos • 33

por la férrea hostilidad del presidente ante el tema. Si sólo


tres ministros apoyan el veto, luego fue sólo con la firma
de la Ministra de Salud María Julia Muñoz, dado que los
otros dos eran de Turismo y Deporte, e Industria y Energía,
carteras sin incumbencia en el tema. Las ministras de Edu-
cación y Cultura María Simón, y del Interior Daisy Tourné,
no acompañan el veto.
La semana siguiente a la sanción de la ley, el 14 de
noviembre de 2008, el presidente Vázquez envía a la Asam-
blea General del Parlamento (ambas cámaras reunidas) una
carta donde explica por qué sanciona la ley pero veta el arti-
culado sobre despenalización del aborto. El Presidente no
evoca razones de orden religioso, sino una argumentación
laica que se pretende dar en términos “científicos”, jurídicos
y de derechos humanos (Banfi Vique et al., 2010).

La legislación no puede desconocer la realidad de la exis-


tencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como
de manera evidente lo revela la ciencia. (…) Descubrimientos
revolucionarios, como la fecundación in vitro y el ADN con
la secuenciación del genoma humano, dejan en evidencia que
desde el momento de la concepción hay allí una vida huma-
na nueva, un nuevo ser. Tanto es así que en los modernos
sistemas jurídicos –incluido el nuestro– el ADN se ha trans-
formado en la ‘prueba reina’ para determinar la identidad
de las personas (…) (Veto del Presidente de Uruguay, Tabaré
Vásquez, a la ley de Despenalización del Aborto, 2008).

Con el veto, como señala el analista Bottinelli (2010),


paradójicamente:

El Presidente quedó (…) enfrentado a la gran mayoría de los


miembros de su Consejo de Ministros y a la casi totalidad
de los parlamentarios de su partido, el Frente Amplio, a la
vez que fue apoyado por la oposición: el Partido Nacional en
su totalidad, la casi totalidad del Partido Colorado y el único
parlamentario del Partido Independiente.

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34 • Salud, sexualidades y derechos

Las consecuencias del veto se ven primero en el seno


del propio Frente. El Partido Socialista (PS), partido de
Tabaré Vázquez, que entre sus consignas incluye la despe-
nalización del aborto desde el año 1939, repudia la decisión
presidencial. Ello lleva a Vázquez a desvincularse del PS,
aun cuando permanecerá como miembro del Frente Amplio
en calidad de ciudadano independiente (y en representa-
ción del cual será electo nuevamente presidente). El veto
produce malestar también en los movimientos sociales. La
reacción pública en rechazo al veto se materializa en una
concentración, auto-convocada y promovida por las orga-
nizaciones sociales de la Coordinadora de aborto legal, de
miles de personas en la Plaza Cagancha (Plaza Libertad). El
veto es objeto de críticas por el retroceso en derechos de
las mujeres, y porque en la cultura política uruguaya, ten-
diente al respeto de los consensos alcanzados, se percibe el
acto mismo de vetar como autoritario (“monárquico”, según
uno de nuestros entrevistados), más propio de fuerzas de
derecha que de un frente de izquierda y plural. Si la imagen
de Vázquez no se ve favorecida por el veto, tampoco le
trae pérdida de popularidad en la población ni costo elec-
toral, aunque sí como vimos malestar en sus propias filas.
A las y los representantes del Frente Amplio, el veto no
sólo les deja desánimo o enojo, sino una deuda pendien-
te para cuando los vientos políticos sean más favorables.
Esos vientos llegarían con la presidencia de José Mujica, a
partir del año 2010.

Los años 2010-2012: nuevos esfuerzos hacia la reforma


El veto produce frustración, pero no por ello las feministas
interrumpen su labor de mantener la agenda viva, ampliar
el debate y articular con actores. En 2009, por ejemplo, se
realiza una movilización desde MYSU coincidiendo con el
año de elecciones, centrada en un acto artístico-político en
el cual mujeres con su torso pintado y con consignas en sus
espaldas, intervienen en varios lugares de la ciudad (casa

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Salud, sexualidades y derechos • 35

de gobierno, plazas públicas, Parlamento) y la seguridad es


realizada por el PIT-CNT. La campaña luego continuaría
en coordinación con sindicalistas del PIT-CNT.
En la militancia partidaria se va preparando el terreno
para una nueva propuesta de reforma. En diciembre de
2008, en vistas a las elecciones del año siguiente, la platafor-
ma del Frente Amplio incluye la despenalización del aborto,
y los integrantes de la fórmula presidencial en campaña,
Mujica y Astori, ratifican que no vetarían una ley de aborto
(ambos, como senadores, habían votado a favor del proyecto
vetado por Vázquez).
Desde la Subsecretaría Nacional de Salud, que luego
va estar a cargo de Leonel Briozzo, y desde los servicios
en el Hospital Pereira Rossell, se intensifican las acciones
asistenciales (consejerías), reglamentarias y de protocolos
para consolidar la perspectiva de reducción de riesgos en
materia de aborto. Cuando en septiembre de 2010 se regla-
menta la ley de Salud Reproductiva (la ley de 2008 que tenía
los capítulos de aborto vetados), se genera un debate entre
el Ministerio de Salud y los sectores conservadores puesto
que la reglamentación incluía además de los puntos relati-
vos a anticoncepción, etc., indicaciones para consejería pre
y post-aborto, en la línea de la reducción de riesgos.
En ese clima, y considerando que el Frente tenía mayo-
ría en ambas cámaras, la Senadora socialista Mónica Xavier
presenta un nuevo proyecto de ley de legalización del abor-
to, que recibe tratamiento parlamentario a fines de 2011.
El proyecto promovido por Xavier y la senadora Constanza
Moreira (Espacio 609 del Frente Amplio), que se comple-
menta con otro proyecto de despenalización presentado
por Álvaro Vega (MPP, también del Frente Amplio), en base
a premisas de derechos y autonomía reproductiva, descri-
minaliza el aborto en las condiciones previstas por la ley,
garantiza el acceso libre y sin requerir razones taxativas a
la interrupción del embarazo en el sistema de salud hasta
la semana doce, e incluye el principio de objeción de con-
ciencia individual, pero obliga a la provisión de los servicios

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36 • Salud, sexualidades y derechos

de personal no-objetor. Para las extranjeras se requiere una


antigüedad de residencia de al menos ocho meses, y no se
incluye requisito de consulta profesional o espera mínima
para reflexionar sobre la decisión. El proyecto cuenta con
la firma de 13 senadores del Frente (sobre un total de 17)
y uno del Partido Nacional. Luego de consultas, el 27 de
diciembre de 2011 el Senado aprueba la ley, con 17 votos a
favor y 14 en contra. En febrero de 2012 pasa a Diputados.
Durante la primera mitad de 2012, se registran dos muertes
por complicaciones de aborto, cuya cobertura mediática da
nueva visibilidad a los riesgos del aborto inseguro.
Cuando llega a Diputados, la negociación de la ley
se da a puertas cerradas al ámbito partidario y parlamen-
tario. La sociedad civil presiona desde afuera, con poca
posibilidad de diálogo directo. A diferencia de los procesos
legislativos anteriores (2004 y 2008), con fluida comuni-
cación entre feministas y parlamentarias/os, en 2012 esa
interacción se restringe, entre otra razones porque la rela-
ción Frente Amplio–sociedad civil “autónoma” está ahora
mediada por activistas con doble militancia (social y par-
tidaria, algunos de los cuales habían ingresado al congreso
como suplentes en Diputados). La negociación incluye tam-
bién interlocutores en el ámbito de la salud, como el Vice-
Ministro Leonel Briozzo, defensor del modelo de reducción
de riesgos y daños.
Según señalara la senadora Mónica Xavier, en esa etapa
definitoria prima para ellos la lógica “realista” de la negocia-
ción con tal que la ley pueda salir, en las no elegidas condi-
ciones de correlación de fuerzas políticas e institucionales
existentes. Esa estrategia pragmática y que sigue en parte
el modelo de Iniciativas Sanitarias, es funcional al propio
Frente Amplio, al permitirle invisibilizar el hecho de que,
producto de sus acuerdos electorales, hay en su bancada
representantes confesionales.
Como resultado, cuando el proyecto proveniente del
Senado es tratado finalmente en Diputados, sufre modi-
ficaciones. Debido a que, por el solo voto del diputado

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Salud, sexualidades y derechos • 37

Frenteamplista Lima (que había declarado que no iba a


votar en contra de sus propias convicciones religiosas ni
dejar en su lugar a un suplente), el Frente no tiene la mayo-
ría necesaria para su aprobación. Aun contando a priori con
mayoría propia en la cámara, el Frente no aplica en este
caso la disciplina partidaria: según explican, el Frente suele
darse flexibilidad interna como “táctica” en temas puntuales
para preservar la cohesión “estratégica” de su Unidad en
la Acción. Sabiendo de un voto positivo negociable de un
miembro de otra bancada, el Frente busca asegurarse ese
faltante voto 50. La negociación se hace con Iván Posada,
del Partido Independiente, expresión demócrata-cristiana
del espectro político. Posada, que había presentado su pro-
pio proyecto, acepta votar positivamente siempre y cuando
se incluyan disposiciones que constan en el suyo, las cuales
suponen al aborto legal como un mal menor y recurso sólo
de última instancia.
Las organizaciones feministas, y en general el conjunto
de organizaciones de la sociedad civil favorables al aborto
legal, veían con malos ojos no solamente el cariz más res-
trictivo y el lenguaje más conservador, sino la propia forma
de negociación: a puertas cerradas, al interior de la clase
política. En ese marco, se realizan manifestaciones públi-
cas de las organizaciones feministas, en alianza con otros
sectores como el PIT-CNT o el movimiento estudiantil,
en protesta ante las concesiones que traía la negociación
parlamentaria del proyecto, consideradas por MYSU como
una muestra de que el Parlamento había “dado la espalda”
a los derechos de las mujeres. Al mismo tiempo, otros sec-
tores del feminismo, no obstante participar de las acciones
de agitación, terminan por acercarse a la postura “realista”
del viceministro Briozzo de obtener la medida negociada
“sin radicalismos”.
Y finalmente la ley se aprueba. Considerando la “corre-
lación de fuerzas” y la oportunidad determinada por el
timing político (es decir, que bajo José Mujica había con-
diciones que se acabarían con Tabaré Vázquez), el Frente

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38 • Salud, sexualidades y derechos

acuerda la inclusión de disposiciones más condicionantes


del proceso de IVE. El 25 de septiembre de 2012, la votación
resulta en 50 votos a favor y 49 en contra. El 17 de octubre,
el Senado ratifica el proyecto proveniente de Diputados,
con las negociadas modificaciones.

El contenido de ley

La Ley 18.987 del año 2012 de IVE establece que el aborto


es legal en las condiciones y los plazos siguientes: a solicitud
de la mujer, hasta las 12 semanas de gestación; en caso de
violación acreditada con la denuncia judicial, hasta las 14
semanas; en caso de grave riesgo para la salud de la mujer
y en caso de malformación fetal incompatible con la vida,
los límites no aplican. Fuera de tales condiciones y plazos la
práctica del aborto sigue siendo considerada un delito, por
lo tanto ilegal y punible.
En los casos de hasta 12 semanas y a solicitud de la
mujer, la mujer debe consultar con un equipo de tres profe-
sionales de salud y esperar al menos 5 días antes de recibir
las orientaciones de un/a ginecólogo/a, para abortar con
medicamentos o ser sometida a una intervención. La ley
permite la objeción de conciencia de las y los profesionales
que así lo indiquen, así como la opción de que instituciones
prestadoras de servicios de salud invoquen la llamada obje-
ción de ideario institucional.
En Uruguay y el resto de América Latina se ha celebra-
do la reforma como una victoria de la lucha por el derecho
al aborto, y cuando en 2013 se la amenaza mediante el
intento de referéndum, la ley que habilita a servicios legales
y seguros fue defendida con mucha energía. Sin embargo,
en varias de nuestras entrevistas se señalan limitaciones
de la ley. Por ejemplo, el ex diputado Rafael Sanseviero
considera que:

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Salud, sexualidades y derechos • 39

La ley no despenaliza el aborto. Siguen vigentes los tres


artículos en el código penal de 1938 que criminalizan a las
mujeres que abortan. (…) La ley no despenalizó, abrió una
ventana de oportunidad para que mujeres con mayor capital
social puedan hacer abortos hasta las doce semanas. Y ade-
más hay contenidos de la ley que son lesivos de su dignidad,
porque implica re-subordinar las mujeres al orden médico,
al sistema de salud. La ley, a mi modo de ver, ilustra una
esquizofrenia uruguaya clásica: de un lado tipifica un crimen,
y del otro legaliza (Rafael Sanseviero).

Varias feministas cuestionan el límite estricto de las


12 semanas, pensando por ejemplo en aquel aborto con la
combinación Misoprostol+ Mifespristona que no termina
de completarse, aun cuando la mujer haya seguido los pro-
cedimientos legales. En relación con la interrupción de un
embarazo resultante de violación, hay críticas al límite de
14 semanas, así como el requerimiento de la denuncia judi-
cial, pues consideran problemático tanto la posible demo-
ra como que el testimonio de la mujer no sea considera-
do suficiente. Critican asimismo las condiciones impuestas
por la ley según las cuales la mujer tiene obligatoriamente
que consultar un equipo de tres personas, y guardar cinco
días de reflexión, antes de concretar su decisión: todo ello
supone duda en cuanto a la capacidad ética de las mujeres
para decidir por sí solas sobre su vida reproductiva. Otra
preocupación refiere a los riesgos para la confidencialidad
que implican los procedimientos, especialmente en ciuda-
des donde “todos se conocen”, a que trascienda la decisión o
práctica de abortar, con el estigma que a veces tiene para las
mujeres y aun para los profesionales.
Uno de los mayores inconvenientes identificados son
los efectos de la objeción de conciencia, que está limitando
el acceso en algunos puntos del país (MYSU, 2015). Por
ejemplo, en Salto, a 2015, se han declarado objetores todos
los médicos ginecólogos del Departamento, profesionales
que la ley requiere sine qua non para la consulta previa y
la práctica. En Montevideo, dos centros de salud religiosos

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40 • Salud, sexualidades y derechos

han declarado su objeción de ideario institucional. Esas


instituciones, que forman parte del sistema integrado de
salud, no practican ni asesoran en materia de interrupción
de embarazo. Las mujeres están habilitadas a cambiarse de
institución: pero ello trae problemas de confidencialidad,
amén de resentir la calidad de una atención en salud que
se pretende integral.
Desde una perspectiva de salud pública, Leonel Brioz-
zo, Profesor en la Universidad de la República y Jefe de
Servicio en el Hospital Pereira Rossel, que en 2012 fuera
Subsecretario (vice Ministro de Salud), también critica el
plazo de cinco días y otros aspectos de la ley:

El hecho de que la mujer tenga que ser vista por tres pro-
fesionales desconoce que en la práctica del sistema en el
manejo de ese tema, el profesional médico sabe cuándo la
mujer necesita o no ser vista por otro profesional. El hecho
de que todas las mujeres tengan que ser vistas por todos es
homogeneizar situaciones que no son homogeneizables. En
una realidad sanitaria que tenía más de diez años de expe-
riencia de reducción de daños, eso no era necesario. Otro
punto problemático son los cinco días de espera como regla.
En algunos casos, eso puede tener sentido, pero en otros no.
Finalmente, la ley requiere que la consulta final sea hecha por
ginecólogos, cuando podrían ser médicos generales, pedia-
tras. Esa definición pone mucha carga sobre los setecientos y
pocos ginecólogos que hay en el país (Leonel Briozzo).

Las críticas a la ley refieren asimismo la exclusión dis-


criminatoria de las mujeres migrantes que no puedan acre-
ditar un año de residencia en el país.

2013 y después

Ni bien se aprueba la ley, sectores hostiles al reconoci-


miento de la IVE organizan iniciativas tendientes a dero-
garla: una Comisión impulsada por dirigentes del Partido

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Salud, sexualidades y derechos • 41

Nacional solicita el veto de Mujica y también plantea la


posibilidad de pedir la inconstitucionalidad o recurrir a la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Des-
de ese partido surge la Comisión Pro Referéndum con la
apuesta por recolectar firmas, votar un pre-referéndum y
someter la derogación de la ley al voto popular. Esa movida
tuvo el apoyo de las dirigencias del partido Blanco y del
Colorado, y de Tabaré Vázquez, junto a personalidades de
la Universidad de Montevideo y de la Católica del Uruguay,
próximas al Opus Dei.
En marzo de 2013, los sectores anti-derechos juntan
las firmas necesarias. En esos primero meses de 2013,
las feministas se plantean posturas diversas respecto de si
involucrarse en el debate público o apuntar a “no hacer
olas”. MYSU y otras organizaciones, como el movimiento
sindical, considerando además que el sector anti-derechos
encuentra eco en medios de comunicación concentrados,
optan por dar la batalla ideológica. Se convoca nuevamente
a las organizaciones sociales y se lanza en el Paraninfo de
la Universidad la campaña Yo no voto, ¿y vos? La campa-
ña apunta a la defensa de los servicios seguros: Si tu hija,
tu pareja o tu hermana tuvieran que abortar ¿Dónde querrías
que lo hicieran?.
En junio se hace el pre-referéndum, que fracasa por la
concurrencia ciudadana menor al 9 por ciento. La baja con-
currencia, menor al piso legal del 25 por ciento de partici-
pación, echa por tierra la iniciativa y consolida “por defecto”
la legitimidad de la ley votada en el Parlamento. El aborto
legal se consolida así más allá del voto del congreso.
El fracaso del pre-referéndum de 2013 no cierra el
ciclo de peleas políticas en torno al aborto. Ese mismo año,
un grupo de profesionales de salud presentan ante el Tri-
bunal en lo Contencioso Administrativo (TCA) un recurso
para impugnar 11 de los 42 artículos del Decreto reglamen-
tario de la ley, el Nro. 375 de noviembre de 2012 que, a
partir de definiciones de confidencialidad, consentimiento

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42 • Salud, sexualidades y derechos

informado y respeto a la autonomía de la mujer, apunta


a prevenir interpretaciones aún más restringidas del texto
legal aprobado.
El fallo del TCA vuelve a colocar restricciones: estable-
ce que los profesionales que actúan en el equipo IVE deben
hacerlo de forma conjunta y simultánea, y no de forma
consecutiva como habilita el decreto. El plazo de cinco días
de reflexión debe comenzar a partir de la consulta con el
equipo profesional y no desde el primer día de contacto
con uno de los profesionales como sucedía hasta entonces,
lo cual prolonga los plazos para resolver la interrupción.
Se enfatiza que debe consultarse a la mujer acerca del co-
progenitor y la posibilidad de que éste sea consultado; los
profesionales objetores pueden no participar en ninguna de
las instancias del proceso IVE, pero sí pueden informar a la
mujer sobre los riesgos del aborto exponiéndolas a la inter-
ferencia en función del sistema de creencias y valores de
los profesionales objetores. El fallo establece además que los
objetores sólo deberán intervenir cuando hay “grave riesgo
de salud de la mujer” y no desde la interpretación amplia
de las dimensiones psico-sociales de salud estipuladas en
el decreto. Del lado positivo, el fallo exige que los profe-
sionales que adhieran al recurso de objeción lo hagan por
escrito y que el Ministerio tenga la nómina de los profe-
sionales objetores.
En 2014 el Poder Ejecutivo de Mujica apela la decisión,
que no suspende de inmediato la implementación de la
ley, pero en agosto de 2015, la instancia superior del TCA
emite su decisión final que ratifica el fallo anterior (Berro
Pizzarossa, 2015). Esa decisión es inapelable. En reacción,
MYSU emite una nota pública, que recoge inmediato apoyo
nacional e internacional de numerosas organizaciones, en
la que critica la interpretación judicial:

Así como la ley pretendió salvaguardar la “conciencia” de


algunos legisladores/as por sobre la libertad de decisión de
las mujeres, el fallo del TCA optó por favorecer a aquellos

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Salud, sexualidades y derechos • 43

profesionales que le dan la espalda a las necesidades y los


derechos de aquellas que cursan un embarazo no deseado.
(…) El fallo refuerza una de las principales barreras para
efectivizar los abortos en Uruguay, afectando directamente a
aquellas mujeres que viven en condiciones de mayor vulne-
rabilidad (MYSU, s/f).

Desde diciembre de 2014, otra amenaza a la Ley de IVE


está en curso, en el Poder legislativo. Al comienzo de mes la
prensa uruguaya informa que la Comisión de Constitución,
Códigos, Legislación y Administración había aprobado una
propuesta de reforma del Código Penal de 1938, en vistas
a enviarla a plenario para votación inmediata. Ese proceso
de reforma del Código Penal, que viene desde el primer
gobierno de Tabaré Vásquez, está conducido en esa primera
etapa por una Comisión de Juristas; ni bien asume Mujica,
el proyecto pasa a la Comisión parlamentaria. Es decir, el
proceso de reforma penal corre en paralelo a los intensos
debates sobre aborto de 2004-2012. Sin embargo, ese largo
proceso de debate legislativo sobre la IVE no se refleja en
el texto que elabora la Comisión de Constitución, Códigos,
Legislación y Administración. El texto aprobado el 3 de
diciembre de 2014 informa, en un pie de página, que en
relación al aborto, el texto no va a innovar las disposiciones
de 1938, en razón de que le corresponde al poder legislati-
vo resolver específicamente la cuestión (y no en medio de
una reforma general). Si esa nota puede tener algún sentido
antes de 2012, lo pierde luego de la votación de la Ley de
IVE. Es significativo además que el capítulo referente al
aborto se haya nombrado como relativo a la “defensa de la
vida pre-natal”. Hay señales pues de que las fuerzas con-
trarias al aborto legal han influido de forma directa en el
proceso de reforma del código.
Entre Navidad y Año Nuevo del 2014, MYSU es infor-
mado por la prensa de que el texto estaba en vías de ser
votado en plenaria de diputados, y convoca a las organi-
zaciones sociales aliadas para frenar el proceso. La señal

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44 • Salud, sexualidades y derechos

de alerta no sólo es en relación al aborto, sino a múlti-


ples problemas del texto del código en relación a violen-
cia sexual, de género, explotación sexual infantil, derecho
a la protesta social, delitos de lesa humanidad, acceso a la
información. La votación del texto se posterga para período
legislativo posterior.
La crítica de la propuesta de reforma del Código Penal
de Uruguay sobrepasa las fronteras nacionales. En enero
de 2015 y a raíz de los sesgos de género del proyecto pre-
sentado en diciembre de 2014, tres organizaciones socia-
les solicitan audiencia ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos. La Comisión concede la audiencia
para marzo de 2015, durante su 154º Período de Sesiones.
Participan de la audiencia Lilián Abracinskas, de MYSU, la
abogada feminista Marina Morelli, de Mujer Ahora (orga-
nización que trabaja en violencia de género) y la abogada
especializada en derechos de niños/as y adolescentes, Lilián
Curbelo, de la organización IACI. El debate, centrado en
cuestiones de violencia doméstica y sexual, también aborda
el tema de los derechos sexuales y reproductivos en el senti-
do de evitar la criminalización del aborto, y tipificar abusos
y violaciones relacionadas con esterilización e insemina-
ción forzadas, y violencia obstétrica (CIDH, 2015). La comi-
sión en su informe de la 154ª. Asamblea recoge lo planteado
por la delegación de la sociedad civil, sugiere al estado uru-
guayo generar instancias de participación para el proceso
de reforma y se pone a disposición para facilitar el material
disponible en materia de normativa regional en relación a
justicia de género y de otros asunto involucrados.
Todas estas movidas políticas en contra de la Ley de
IVE apuntan a aspectos cruciales de las disputas en torno a
la autonomía reproductiva de las mujeres. El primer aspecto
a señalar es que esas disputas “nunca se terminan”. El segun-
do aspecto es que casi siempre las disputas se dan en varios
frentes simultáneos, porque las fuerzas contrarias al aborto
legal tienen la capacidad de jugar en distintos espacios a
la vez, lo cual obliga a invertir la atención y capacidad de

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Salud, sexualidades y derechos • 45

intervención estratégica en espacios diferenciados. Final-


mente, la demanda y fallo del TCA indican que está en curso
la judicialización del tema en un país en el cual no exis-
te mucha tradición de litigio jurídico estratégico y donde,
hasta ahora, prevalecía una perspectiva que privilegia los
consensos legislativos como fuente de producción de con-
sensos sociales duraderos. Esa no es una inflexión trivial.

El aborto en el sistema de salud: de 2012 a hoy


Inmediatamente luego de la sanción, las autoridades del
Ministerio de Salud proponen un decreto reglamentario
que, sin salirse de los cauces que estipula la ley, haga de la
IVE una práctica lo más accesible posible. Como mencio-
namos, el Decreto 375 de noviembre de 2012 insiste en los
principios de confidencialidad, consentimiento informado
y respeto a la autonomía de decisión de las mujeres, princi-
pios que apuntan a colocar un contrapeso a algunas defini-
ciones problemáticas del texto de la ley 18.987 y que serán
objeto de la demanda reaccionaria ante el TCA. El Decreto
también establece la regla básica de que la IVE se lleve a
cabo, salvo en caso excepcionales, mediante lo que se cono-
ce como aborto medicamentoso, o sea una combinación de
Misoprostol y Mifepristona cuyo nombre de mercado es
Marisprin. Eso significa que el rol del médico en la gran
mayoría de los casos de IVE es de brindar dos consultas y
prescribir el medicamento (sólo puede hacerlo el médico),
una forma de tutela que prevalece no ya en el proceso de
decisión para interrumpir el embarazo sino en las técnicas
y procedimientos para llevar a cabo la decisión.
A 2016, hay registros estadísticos de IVE dentro del
sistema de salud, pero no hay datos sobre la persistencia
de abortos ilegales (todos los que sean practicados por fue-
ra del sistema y/o por fuera de las condiciones previstas
en la ley), ni cuántos han requerido legrado, ni de cuán-
tas hospitalizaciones por complicaciones de abortos se han
producido en el país. Tampoco hay datos sobre el número

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46 • Salud, sexualidades y derechos

y tipo de consultas a las consejerías pre y post-aborto una


vez aprobada la ley. MYSU y otros señalan que es imperioso
contar con una estimación epidemiológica para detectar en
qué medida siguen habiendo abortos por fuera del sistema
de salud, a menudo más riesgosos. En particular, pues el
registro de 6986 abortos legales en 2013 y de 8500 en 2014
(Ministerio de Salud, 2015) contrasta con la estimación de
33000 abortos (6000 en el sector público, 27000 clandes-
tinos) estimados en 2003 por Sanseviero et al. para el año
2000 en Uruguay (AUPF-RUDA, 2008: 33). A modo de evi-
dencia puntual, en febrero de 2016, una joven de 21 años
muere como consecuencia de un aborto incompleto en el
segundo trimestre (El País, 24/02/2016).
En el área metropolitana de Montevideo, en la Red de
Atención Primaria que ya venía implementando, de modo
parcial pero sostenido, consejería y abortos en los casos
autorizados desde antes de la ley de 2012, la reforma con-
solida los servicios y prestaciones de aborto desde un punto
de vista institucional, al tiempo que brinda seguridad, “ali-
vio” tanto a profesionales como a las mujeres, como sinteti-
zaran nuestras entrevistadas de dicha Red.
Cuando los servicios y profesionales son amigables,
se hace de necesidad virtud, y las consultas y tiempos que
exige la ley pueden transformarse en una oportunidad para
enfrentar estigmas y pesos subjetivos que siguen dándose
en relación con el aborto.

Las mujeres quieren contar por qué (decidieron abortar),


capaz que faltarán muchos millones de años, veinte, treinta
años para que una mujer diga ‘quiero abortar’ y no tenga que
andar explicando por qué, pero ahora (…) a la mujer le es
necesario decir por qué: a mí, a la psicóloga, a la que le va
a dar el número para la consulta, el por qué yo voy a hacer
esto… ‘porque no puedo más, porque mi marido me pega,
porque la pastilla’… (Gabriela Píriz).

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Salud, sexualidades y derechos • 47

A modo de conclusión

La ley de IVE abrió el camino hacia la institucionalización


del aborto en el sistema de salud y hacia el cambio cultural
que permita el reconocimiento del derecho a decidir sobre
su vida reproductiva, familiar y sexual para todas y cada una
de las mujeres. El poder profesional médico, aun cuando no
es un conjunto homogéneo, es fuerte y jerárquico, tanto en
su campo específico clínico como en el del sistema de salud
que es marcadamente biomédico. Eso permite entender en
parte el reconocimiento de la objeción de conciencia, el
desincentivo a los profesionales que pueda implicar reali-
zar prácticas estigmatizadas y no-lucrativas, pero al mismo
tiempo el hecho de que otros profesionales de salud no
estén autorizados a prescribir Mifepristona + Misoprostol
para aborto. Además se acepta “como natural” que las muje-
res tengan que trasladarse lejos para obtener una prescrip-
ción de la medicación que les permita abortar.
Desde el punto de vista del sistema nacional integrado
de salud, los desafíos son múltiples: hay cuestiones pen-
dientes respecto de la implementación, desde la formación
y sensibilización de profesionales y personal de salud, la
garantía de acceso a servicios no obstante los objetores
individuales de conciencia y los efectores que se declara-
ron objetores por ideario, así como los protocolos y accio-
nes para los casos de aborto requeridos por fuera de las
condiciones especificadas en el marco legal. Asimismo, se
requiere monitoreo social para determinar cuál es hoy la
situación del acceso al aborto medicamentoso y con los
otros procedimientos. Hay que considerar, sobre todo fue-
ra de Montevideo, las barreras culturales y relativas a la
confidencialidad y manejo de estigma, y las barreras mate-
riales (ej. la distancia a recorrer y sus costos) de acceso
a los servicios, de modo tal que la información sobre la
disponibilidad de servicios legales de aborto llegue a todas
las mujeres, de todas las edades, sectores sociales y zonas
del país, garantizar que los servicios funcionen, así como

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48 • Salud, sexualidades y derechos

mapear y contener los efectos de la expansión de la objeción


del TCA en agosto de 2015. Urgente es investigar hoy si y en
qué medida persisten los abortos ilegales y sus efectos, tanto
sanitarios como de criminalización. Otro tema relacionado
es la distribución y uso “no oficial” u oficioso del Misopros-
tol, es decir si todavía existe un mercado clandestino de esos
productos, e incluso indagar si existe un mercado negro
de clínicas o prácticas de aborto para aquellos casos que
no puedan efectuarse dentro de los plazos y condiciones
legales. La caracterización de la situación es difícil al no dis-
poner datos sobre el número, condiciones y consecuencias
en términos de morbi-mortalidad de abortos realizados por
fuera del sistema de salud.
En el plano político-institucional, a 2016 está pendien-
te fundamentalmente el lugar del aborto en la reforma del
código penal. El aborto todavía constituye un delito y según
las circunstancias las mujeres corren el riesgo de ser juz-
gadas y castigadas si intentan o concretan la interrupción
de un embarazo. Mirando hacia el futuro, la reforma del
código penal en curso puede tanto abrir ventanas de opor-
tunidad para los anti-derechos como para las feministas y
los pro-derechos.
La ley del 2012, no obstante los aspectos problemáticos
señalados, habilita socialmente a avanzar en la apropiación
subjetiva del aborto como derecho: es decir, que las mujeres,
las parejas, la ciudadanía reconozcan para sí y las demás la
existencia de un derecho a abortar, reconozcan que frente
a un embarazo es la mujer quien decide si proseguir o inte-
rrumpir la gestación, y es quien tiene los elementos de juicio
suficientes para hacerlo. La apropiación subjetiva de dere-
chos tiene tanto una dimensión individual en el uso prácti-
co de la ley como una dimensión colectiva crítica que invita
a luchar por redefinir los aspectos problemáticos de su con-
tenido y los eventuales inconvenientes relativos a su imple-
mentación. Las vías para alcanzar reformas en las políticas
apuntan tanto al seno del Ministerio de Salud como a la vía
legislativa – hoy considerada como en stand by. El trabajo

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Salud, sexualidades y derechos • 49

de “hegemonía” (Portelli, 2007), de “guerra de trincheras”


(según la terminología gramsciana usada por algunos de
nuestros entrevistados) en pos del reconocimiento pleno
del aborto como un derecho, así como de la responsabilidad
del sector salud y del Estado, continúa en el seno de la socie-
dad civil y el Estado, así como de los partidos y dirigentes
políticos, particularmente en el Frente Amplio.
Finalmente, nuestra clave general de interpretación del
proceso aquí descripto refiere a la construcción “biopolí-
tica” del aborto como una cuestión que se inscribe bajo la
tutela médico-jurídica, lo que invita desde una perspecti-
va feminista a examinar hasta qué punto esta construcción
habilita y hasta qué punto condiciona o impide las prácticas
autónomas de las mujeres. La tarea exige analizar el fenó-
meno de que aquello que escapa a la regulación sigue cri-
minalizado. En ese marco, se ubica la compleja dinámica de
colaboración y tensión entre, por un lado, la perspectiva de
los actores médicos – que enfatizan las consecuencias dañi-
nas para la salud del aborto ilegal (en términos de morbi-
mortalidad) y tienden a ver el aborto siempre como “algo a
evitar” – y, por otro lado, la mirada feminista, que subraya el
derecho al aborto legal como una premisa de la autonomía
y la ciudadanía plena de las mujeres, al tiempo que insiste en
la maternidad como una opción y no como un destino.

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noviembre de 2008.

Entrevistas a informantes clave


Gabriela Píriz, médica ginecóloga; Red de Atención Pri-
maria, Montevideo.
Leonel Briozzo, ex Ministro de Salud; Iniciativas Sanitarias,
Hospital Pereira Rossell, Universidad de la República .
Rafael Sanseviero, ex Diputado Frente Amplio; Fundación
Friedrich Ebert.

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2

Prevención, promoción y protección


frente al abuso sexual

Una experiencia en los Valles Calchaquíes

ANA CLARA CAMAROTTI, ALEJANDRO CAPRIATI, GABRIELA WALD, ANA


LÍA KORNBLIT Y FERNANDO ZINGMAN

Introducción

A mediados del siglo XX el campo de la salud atravesó


un proceso de transformación de sus supuestos teóricos, al
constatarse que la misma no podía concebirse como ausen-
cia de enfermedad sino que dependía de múltiples causas.
La salud pasó a ser entendida como un proceso colectivo e
integral, influido por aspectos económicos, psico-sociales,
culturales y ambientales, y se desarrollaron campos de con-
ceptualización y acción como la Atención Primaria de la
Salud, la Promoción de la Salud, y más recientemente enfo-
ques basados en los conceptos de Vulnerabilidad y Dere-
chos Humanos (Kornblit, 2009; Ayres, Paiva y Franca 2012).
No obstante el vasto desarrollo teórico de estos cam-
pos, no es sencillo encontrar experiencias de trabajo que
recuperen los conceptos y modos de hacer consensuados a
lo largo de la ya larga trayectoria de conferencias interna-
cionales en Promoción de la Salud (la primera en Ottawa
en 1986, la última en Shangai en 2016), o de los desarrollos

teseopress.com 53
54 • Salud, sexualidades y derechos

sobre las dimensiones intersubjetivas, sociales y programá-


ticas del campo de la salud que plantean los enfoques sobre
Vulnerabilidad y Derechos Humanos.
En este capítulo presentamos una experiencia de tra-
bajo para el abordaje del abuso sexual infantil y adolescente
que se inscribe en estos marcos teórico-conceptuales, y que
ha sido realizada por un conjunto de actores de proceden-
cia diversa en una zona de montaña del noroeste argen-
tino, correspondiente a 3 provincias: Catamarca, Tucumán
y Salta. Apoyada por UNICEF Argentina, con la asisten-
cia técnica de un equipo de investigadores/as del Instituto
Gino Germani (Facultad de Ciencias Sociales, UBA), se lle-
vó adelante una intervención regional en asociación con
actores locales de naturaleza heterogénea: una organización
social en Santa María (Catamarca); la comunidad indígena
de Amaicha del Valle (Tucumán) y gobiernos municipales
de San Carlos y Cafayate (Salta).
En un país de ingresos medios como Argentina, UNI-
CEF tiene el desafío de cooperar en la disminución de las
brechas de equidad existentes, que muchas veces tienen
correlato territorial. La región de los Valles expresa estas
inequidades que impactan en la salud y devenir de los y las
adolescentes de la región.
En las cuestiones de salud adolescente es indispensable
trabajar desde la perspectiva de derechos ya que se deben
incluir las diferentes formas de ser adolescente, expresio-
nes que también se observan en localidades más pequeñas.
Por otra parte, esta perspectiva logra organizar al resto de
las funciones de cuidado con respecto a las personas jóve-
nes, desde clarificar el rol de responsabilidad parental has-
ta ordenar las responsabilidades que las instituciones y la
comunidad tienen en relación a la promoción del desarrollo
y cuidado de las y los adolescentes. La participación real
de los y las adolescentes requiere de un mundo adulto e
institucional habilitante que promueva y respete la autono-
mía. El ejercicio de la progresiva autonomía es nodal en el
desarrollo de las personas, y la adolescencia es uno de los

teseopress.com
Salud, sexualidades y derechos • 55

momentos clave en este sentido. Los proyectos para, por y


con adolescentes requieren que se preste especial atención
a estos aspectos.
En la experiencia implementada se desarrollaron una
serie de dispositivos de intervención – entendidos como
redes de prácticas- en los cuales hemos ensamblado aportes
diversos del campo de la salud y las ciencias sociales (Cama-
rotti et al., 2015; Capriati et al., 2015). En este trabajo des-
cribimos el paso a paso de esta intervención regional par-
ticipativa de base territorial -descripción que incluye desde
cómo se definió la temática hasta los principales resulta-
dos y desafíos aún pendientes. El propósito del mismo es
contribuir al diálogo entre experiencias de base territorial
y marcos conceptuales, para avanzar en la identificación
y difusión de buenas prácticas de intervención en salud
adolescente

1. Cómo comenzamos a trabajar en los Valles


Calchaquíes

En 2015 UNICEF Argentina decidió trabajar en la región


de los Valles Calchaquíes, que comprende el este de Cata-
marca, el noroeste de Tucumán y el suroeste de Salta, lue-
go de relevar, durante el año 2014, los resultados de las
investigaciones realizadas en los últimos 10 años en Argen-
tina acerca de la salud adolescente.1 Se seleccionó esta zona

1 En 2014 UNICEF Argentina convocó al equipo de investigación del Institu-


to Gino Germani para hacer un trabajo de búsqueda de evidencia científica
sobre salud adolescente y coordinar a la vez un proceso de trabajo con insti-
tuciones gubernamentales y de la sociedad civil que estuvieran trabajando
con adolescentes en distintos niveles. El objetivo del trabajo con institucio-
nes consistía en identificar los problemas prioritarios en términos de salud
adolescente para elaborar propuestas de políticas y acciones destinadas a
disminuir las brechas de desigualdad e inequidad desde una perspectiva de
género. Se utilizó la metodología de los diálogos deliberativos, técnica que
permite contrastar la evidencia científica con las perspectivas, experiencias
y conocimientos (teóricos, empíricos y vivenciales) de personas y grupos

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56 • Salud, sexualidades y derechos

geográfica porque se encontraron allí altas tasas de emba-


razo adolescente en menores de 15 años, de suicidio ado-
lescente, de consumos problemáticos de alcohol y otras
drogas; por el desafío de integración que supone un área
compuesta por 3 provincias; y por el compromiso mani-
festado por los actores locales para participar: el gobierno
indígena en Amaicha del Valle, el gobierno local en Cafa-
yate y alrededores y organizaciones de la sociedad civil en
Santa María.
El propósito fue facilitar en los Valles Calchaquíes un
proceso de diagnóstico participativo y priorización colecti-
va de asuntos problemáticos relativos a la salud y el géne-
ro en la adolescencia, para luego acompañar el proceso de
planificación e implementación de acciones tendientes a
promover la salud. Los puntos de partida fueron la com-
prensión de los determinantes sociales de los procesos de
salud-enfermedad, el convencimiento acerca de la impor-
tancia de la respuesta social para promover la salud y la par-
ticipación de las y los jóvenes, del trabajo de promoción de
la salud en las escuelas y de la movilización comunitaria.
En el inicio del trabajo se pueden identificar tres
facilitadores: la experiencia de trabajo previa con jóvenes
existente en distintas localidades del Valles Calchaquíes; la
voluntad de UNICEF Argentina de transformar el apoyo a
proyectos locales en una intervención regional y la asisten-
cia técnica brindada por el Equipo de Salud del Instituto
de Investigaciones Gino Germani, basada en las evidencias
recogidas en la etapa anterior.
Específicamente, en la ciudad de Santa María y en
San Carlos (Catamarca), la ONG Red Aquí y Ahora a Tu
Lado contaba con experiencias de trabajo con adolescentes,
escuelas y otros actores comunitarios en prevención del

relevantes involucrados en el tema en discusión. Fueron convocados cen-


tros de investigación, sociedades científicas, organizaciones sociales, profe-
sionales de la salud, gestores de programas de distintos niveles, y adolescen-
tes y redes de jóvenes de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano.

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Salud, sexualidades y derechos • 57

suicidio. A menos de 30 km, en la localidad de Amaicha del


Valle (Tucumán), la comunidad indígena llevaba adelante
una escuela de formación de líderes indígenas y realiza-
ba actividades recreativas para la infancia. A una hora de
ambas ciudades, en Cafayate y en San José (Salta), los muni-
cipios contaban con distintas iniciativas para jóvenes desde
las direcciones de Desarrollo Social y Juventud. UNICEF
Argentina venía colaborando con el trabajo de prevención
de la Red, como así también, con la formación de líde-
res indígenas en Amaicha. Es en este escenario en el que
UNICEF propone al equipo de investigadores del área de
Salud del Instituto Germani acompañar el proceso de pro-
moción comunitaria de la salud focalizado en jóvenes en
los Valles Calchaquíes.

2. Los primeros pasos: formulación del diagnóstico y


definición del abuso sexual contra niñas, niños y
adolescentes como tema central de trabajo

El diagnóstico y la priorización fueron instancias participa-


tivas en las cuales un grupo heterogéneo de actores locales
discutieron las evidencias disponibles, se formaron sobre
las problemáticas que les preocupaban y consensuaron una
agenda de trabajo compartida a nivel regional. A lo largo
de cinco encuentros, un grupo de alrededor de 85 adultos
y 60 adolescentes, pertenecientes a distintas instituciones y
redes juveniles de seis localidades de los Valles Calchaquíes,
fue conformándose como el núcleo activo de la iniciativa.
En dichos encuentros se discutieron de manera colec-
tiva resúmenes ejecutivos realizados por nuestro equipo de
investigación del Instituto Gino Germani sobre 8 proble-
máticas adolescentes. Las temáticas sobre las que se trabajó
fueron: 1) Violencia de género, incluyendo violencia en el noviaz-
go; 2) Acoso escolar: una de las manifestación de las violencias
más frecuentes; 3) Consumo de drogas: ¿“siempre” problemático?;

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58 • Salud, sexualidades y derechos

4) Lo olvidado en las políticas sobre embarazo en la adolescen-


cia: masculinidades y padres adolescentes; 5) ¿Es un problema el
embarazo en la adolescencia?; 6) La salud de los jóvenes LGTB:
un tema invisibilizado; 7) Suicidio en adolescentes ¿epidemia o
casos aislados?; 8) Abuso sexual infantil: de eso no se habla. Los
resúmenes no sólo describían y cuantificaban el problema a
través de datos estadísticos, sino que ofrecían definiciones
conceptuales, marco legal y experiencias novedosas de bue-
nas prácticas en cada una de ellos. En distintas instancias
de la formación, la estos resúmenes fueron utilizados como
materiales para la discusión y reflexión.
Nuestra idea era no partir de cero sino recuperar y ana-
lizar el trabajo ya realizado en Argentina y en la región para
poder aprender de las prácticas existentes, nutrirnos de
experiencias novedosas y desechar aquellas que la evidencia
científica reconoce que no están dando buenos resultados.
Los resúmenes ejecutivos contenían la información sinte-
tizada no sólo de las investigaciones sino también de las
intervenciones que pueden considerarse “exitosas” en las
temáticas relevadas. Esto resultó un insumo fundamental
para comenzar a pensar en el qué y cómo hacer para dar
respuestas a las problemáticas de salud adolescente.
No obstante, como también sabemos que hay muchas
buenas prácticas que no se encuentran documentadas o
sistematizadas, realizamos un rastrillaje con expertos en
dichas temáticas para recuperarlas y poderlas incluir en
nuestro resumen de “buenas prácticas”.
Al trabajo sobre estos resúmenes ejecutivos le sucedió
una priorización participativa de los temas que los actores
locales consideraban más importantes para intervenir. Los
adolescentes y jóvenes también hicieron lo mismo. Tan-
to adultos como jóvenes coincidieron en las problemáticas
más apremiantes de los adolescentes en los Valles Calcha-
quíes: suicidio, embarazo no planificado y violencias (de
género, hacia los niños, bullying, abuso sexual).

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Salud, sexualidades y derechos • 59

La amplitud de esta agenda exigía en términos ope-


rativos una decisión para concentrar el esfuerzo. Esto se
logró en una reunión con la presencia de todos los actores
que venían llevando adelante los procesos organizativos de
cada localidad y de las autoridades de UNICEF, en la que se
consensuó abordar la problemática del abuso sexual contra
niñas, niños y adolescentes como asunto estratégico. Esta
decisión se tomó teniendo en cuenta que la problemática
incluía y refería a las otras áreas priorizadas: violencias,
embarazos adolescentes precoces y suicidios.
En la Argentina no existen datos oficiales sobre abuso
sexual a nivel nacional, pero algunos datos pueden aportar
a definir la magnitud y principales características del pro-
blema. De acuerdo a los relevamientos de los organismos
especializados y de investigaciones de campo, se estima que
1 de cada 5 niños/as son abusados por un familiar directo
antes de los 18 años. La edad media de inicio del abuso
es de 8 años, siendo la gran mayoría de las víctimas niñas
o adolescentes mujeres -8 o 9 de cada 10 (Bianco et al.,
2015; Giberti, 2015). Los abusadores suelen ser hombres, y
son, mayormente, personas en quienes los niños/as y ado-
lescentes confían. Eastudios realizados en América Latina
muestran que la mayoría de los abusadores son familiares
de primer grado: tíos, padrastros, padres, abuelos y herma-
nos (Cepal y Unicef, 2009), y más de la mitad de los abusos
ocurre en la propia casa, o en la casa de los abuelos.
Uno de los grandes obstáculos para avanzar en la pro-
tección del abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes
es que las víctimas hablan muy poco de ello, pues el victima-
rio impone un “pacto de silencio”. Un estudio muestra que
6 de cada 10 niños/as abusados no pidió ayuda; 2 de cada
10 la pidieron y no la recibieron o fue inadecuada. Sólo 1 y
medio de cada 10 pidió ayuda y fue creído (Bianco, 2015).
Se estima que se denuncian solo el 10% de los casos y de
ellos se condenan menos del 1%. Esto implica que de cada
1000 abusos que se cometen, se condena solo uno.

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60 • Salud, sexualidades y derechos

En los Valles Calchaquíes las comunidades referían que


el abuso sexual era un problema que padecían muchos de
sus niños, niñas y adolescentes, y del cual jamás se había
hablado, mucho menos públicamente. La decisión de con-
centrar esfuerzos en trabajar esta temática fue hacer visible
lo que estaba naturalizado.

3. La construcción del trabajo regional: articulación


entre equipos

Hasta la llegada de la intervención de UNICEF en los Valles,


cada localidad trabajaba de manera independiente para dar
respuesta a algunos problemas de salud adolescente que
se manifestaban en sus territorios. UNICEF, incluso, había
financiado intervenciones puntuales en dos de las locali-
dades. La propuesta de regionalización fue motivada por
este organismo en tanto comprendió que compartían una
identidad cultural, que tenían una historia común marcada
por un gran aporte en la población de ascendencia indígena,
que presentaban una importante circulación e intercambio
entre las localidades vecinas, que padecían problemáticas de
salud adolescente similares y por la notoria escasez y difi-
cultad en las respuestas que las instituciones provinciales
estaban brindando. Dadas las distancias entre las localida-
des de los Valles y sus respectivas capitales, los recursos
que llegaban a ellos eran escasos, contaban con poco o nulo
asesoramiento técnico, y se observaban respuestas aisladas,
que las comunidades apenas conocían. A su vez, los Valles
comparten una cercanía geográfica que habilitó desde siem-
pre movimientos de las personas entre las localidades bus-
cando respuestas oportunas a sus problemáticas.
Se constituyeron equipos locales en las tres provincias,
Catamarca, Tucumán y Salta, con una coordinación regio-
nal de adultos y otra de adolescentes. La fortaleza de esta

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Salud, sexualidades y derechos • 61

intervención fue la de crear un proyecto transversal a las


tres provincias, con financiación de un organismo interna-
cional y con el asesoramiento de un equipo integrado.

3.1. El encuentro entre el equipo técnico y los equipos


locales
El equipo del Instituto Gino Germani se desempeñó en
la asesoría técnica del proyecto. Colaboró con los equipos
locales en su conformación y consolidación, si bien uno
de estos grupos ya venía trabajando desde hacía un par de
años de manera conjunta, los otros dos se constituyeron
como equipos a partir de este proyecto. Asimismo, traba-
jamos con los equipos locales en: a) el asesoramiento en el
armado de sus proyectos locales y en la construcción de
acciones regionales; b) la formación continua en temas de
salud adolescente; c) el acompañamiento y el seguimiento
del trabajo realizado por los equipos locales y d) el moni-
toreo, la evaluación y la sistematización de las actividades y
dispositivos del proyecto.

a. Formulación de los proyectos comunitarios locales


El primer paso fue la formulación de tres proyectos, uno en
cada provincia, con objetivos y marcos de trabajo comunes,
tarea en la que colaboró nuestro equipo. Se definió como
objetivo principal de la intervención regional la movilización
comunitaria y la articulación intersectorial para mejorar el sis-
tema de respuestas existente frente al abuso sexual infanto-
juvenil. Por medio de esta movilización comunitaria, con la
participación de organizaciones sociales, agencias del Esta-
do y redes juveniles, se tiene como propósito avanzar hacia
un sistema de acción regional integrado.
Cada uno de los equipos locales planificó sus activida-
des en función de sus antecedentes en el tema, de la expe-
riencia del equipo y de sus posibilidades de trabajo. La Red
Aquí y Ahora a tu Lado (en adelante, la Red) se forjó como

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62 • Salud, sexualidades y derechos

equipo por la demanda local de atención y contención de


victimas de suicidio y sus familias en Santa María, provincia
de Catamarca, en los años 2006/2007. A partir de la expe-
riencia que aquilataron en ese tema lograron conformar
una organización no gubernamental y extender la acción
hacia problemáticas asociadas, como cuestiones de salud
sexual y reproductiva (a través de un convenio con el Minis-
terio de Salud de Catamarca), consumos problemáticos de
drogas y alcohol, y ─a través de este proyecto─ abuso sexual
contra niñas, niños y adolescentes. El equipo que lidera el
proyecto en Amaicha y en Colalao del Valle (en adelante,
Equipo Amaicha/Colalao) se conformó al calor del proceso
iniciado con el proyecto de UNICEF. Está compuesto por
integrantes de la comunidad indígena, personal técnico del
área de protección, personal de salud y voluntarios. Los
integrantes tenían experiencias de trabajo con jóvenes, ya
sea desde la comunidad, las escuelas, el centro de salud o el
área de protección. El caso del equipo de trabajo de Cafa-
yate y San Carlos (en adelante, Equipo Cafayate/San Carlos)
en parte es similar al de Amaicha y Colalao. De modo indi-
vidual, sus integrantes están vinculados con la adolescencia
y la salud desde diversos sectores. A diferencia de Amaicha,
cuenta con el respaldo directo de los municipios.

b. Formación de los equipos locales


Durante la etapa de diagnóstico y planificación participati-
va nuestro equipo –en conjunto con algunos actores locales
con experiencia en intervenciones comunitarias─ llevó a
cabo talleres con adultos y adolescentes en los cuales se
trabajaron los siguientes ejes conceptuales, de cara a dar
sustento al trabajo de planificación comunitaria:
• enfoques sobre la pluralidad de las juventudes con-
temporáneas
• enfoque de derechos
• perspectiva de género

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Salud, sexualidades y derechos • 63

• promoción de la salud y el cuidado


• participación y movilización juvenil
• abordaje comunitario y fortalecimiento de las institu-
ciones locales (estatales, ONGs, etc.)

Una vez comenzado el proyecto de prevención del abu-


so sexual contra niñas, niños y adolescentes se realizaron
tres encuentros de capacitación con los equipos locales en
los cuales se trabajaron los siguientes ejes conceptuales y
operativos:
• Derechos de niños/as y adolescentes: paradigma tute-
lar vs de protección
• Qué es el abuso sexual infantil: definición, magnitud,
marco legal
• Cómo se debe intervenir: escuchar, denunciar, prote-
ger y acompañar
• Modelo marco de trabajo: el modelo integral comuni-
tario. El territorio como espacio de intervención.
• Organización de los dispositivos del proyecto: promo-
ción, prevención, protección, cuidado.
• Caja de herramientas con materiales audiovisuales y
gráficos para trabajar en promoción y cuidado con
niños/as, adolescentes, docentes y comunidad en gene-
ral.

c. Acompañamiento y seguimiento de equipos locales


Nuestro equipo tuvo también como función central la asis-
tencia técnica de cada uno de los equipos locales, con un
referente por provincia. La función de dicha asistencia con-
sistía en la consolidación de los equipos locales, en la cons-
trucción de un marco de trabajo compartido que se mani-
festara en las actividades y dispositivos de los proyectos y, a
más largo plazo, en la regionalización de la intervención.

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64 • Salud, sexualidades y derechos

d.Redacción conjunta de materiales de prevención, promoción y


protección
Durante las primeras capacitaciones surgió de los actores
locales la demanda de materiales de trabajo con la comuni-
dad. En primer lugar, se trabajó en la construcción de un
protocolo regional sobre cómo actuar ante casos de abuso
sexual contra niñas, niños y adolescentes que pudiera inte-
grar a los distintos sectores que deben dar respuesta a esta
problemática. El pedido resulta significativo en esta zona
geográfica, alejada de las capitales provinciales, donde la
presencia del Estado no garantiza ni el cuidado ni la pro-
tección que según la legislación debería ofrecer. Dada esta
situación, la comunidad buscó ayuda en el proyecto para
suplir las respuestas deficientes. Asimismo, en el proceso de
escritura adquirió herramientas para demandar al Estado el
cumplimiento de los derechos sobre esta temática.
El material se realizó de manera participativa: nuestro
equipo llevó una primera versión que se validó con las
comunidades locales en una de las capacitaciones realiza-
das. En ese encuentro participaron los equipos locales, otros
sectores vinculados a la temática (policía, justicia local, jus-
ticia provincial, secretarías de mujer locales, docentes y
directores de escuelas) y entre todos se agregó información,
se sacó aquello que no resultaba relevante, se redactaron
especificidades por provincias y se definió la longitud y el
título del documento: el mismo se llamó “Rutas de acción
ante situaciones de abuso sexual contra niños, niñas y ado-
lescentes” (Unicef, 2017). Nuestro equipo compaginó los
cambios y enviamos una nueva versión para ser revisada
por equipos locales y los otros actores que habían participa-
do del encuentro. Con todos los comentarios se redactó la
versión final, que luego fue revisada por las áreas de Salud
y Protección de Unicef, en un genuino trabajo participativo
de escritura, que tuvo como resultado un documento para
guiar la acción regional ante la aparición de nuevos casos.

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Salud, sexualidades y derechos • 65

Habida cuenta del éxito de este proceso, los equipos


locales nos pidieron que escribiéramos un documento con
algunas definiciones conceptuales y marcos operativos de
trabajo para la intervención en cuestiones de salud inte-
gral con adolescentes y jóvenes. Nuevamente propusimos
un documento inicial que los equipos locales modificaron,
seleccionaron aquello que les resultaba más relevante, mar-
caron lo que no les resultaba del todo claro y se llegó a
una versión final titulada “Guía para el trabajo en acciones
de salud con jóvenes”.

3.2. Los equipos locales articulados entre sí


Lograr la articulación entre equipos y la mirada regional
era uno de los desafíos mayores del proyecto, pues al pro-
venir de provincias distintas y de organizaciones de natu-
raleza heterogénea (una ONG, dos estados locales y una
comunidad indígena devenida en gobierno local), las lógicas
mediante las cuales encaraban el trabajo de intervención
eran disímiles. En un principio, si bien cada uno de los
equipos entendía que la regionalización era una necesidad
y una potencialidad del proyecto, al momento de planear
actividades reproducía los modos de hacer ya conocidos,
que basaban la acción en sus territorios.
El equipo técnico, al estar en Buenos Aires, no podía
asumir el rol que un armado regional requería. El proyec-
to tenía entonces una coordinadora general en Catamar-
ca, quien, a partir de aportes en reuniones periódicas con
los equipos de las 3 provincias, logró ser reconocida como
referente y colaboró en gran medida para que la regionali-
zación sea un hecho. Los equipos pudieron pensarse como
engranajes de una formación mayor, dialogando entre sí y
coordinando actividades regionales. La máxima expresión
de este proceso fueron los eventos regionales de jóvenes y
los encuentros de los equipos locales con referentes provin-
ciales ─entre los cuales se destaca uno en el cual participa-
ron miembros de las justicias provinciales.

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66 • Salud, sexualidades y derechos

4. Líneas de trabajo de los proyectos comunitarios


locales: hacia la construcción de un sistema de
respuestas

Las distintas actividades que cada uno de los proyectos


presentó se pueden agrupar en tres líneas de trabajo. Las
mismas fueron consensuadas con los equipos para que las
actividades de los tres proyectos locales colaboraran en la
construcción de un sistema de respuestas regional:

Componente 1: Adultos comprometidos


Se trata del trabajo de las personas capacitadas en los
encuentros coordinados por el equipo del Instituto Ger-
mani con adultos en escuelas, centros de salud, áreas de
protección y otros departamentos de los gobiernos locales,
justicia y policía. Se brindaron para ello: a) capacitacio-
nes a los equipos locales de cada provincia (en derechos,
abuso sexual y sus vías de abordaje, algunos marcos inter-
pretativos del trabajo territorial, leyes y protocolos, marcos
teóricos, materiales para trabajar temáticas de abuso con
distintas poblaciones, materiales de sensibilización comu-
nitaria, entre otros); b) talleres de adultos para adultos y de
adultos para adolescentes y niños (en la escuela y en otros
ámbitos de la comunidad) y c) se plantea también la con-
formación de lugares amigables y receptivos a las demandas
adolescentes: centros de escucha comunitarios, centros de
salud y hospitales amigables, articulación entre el área de
salud y las escuelas por medio de un “docente referente en
salud en cada escuela”, quien establece vínculos entre los
adolescentes y los servicios de salud.

Componente 2: Adolescentes movilizados


Se trata de adolescentes de escuelas o de la comunidad indí-
gena que han participado en las instancias de diagnóstico
y priorización de problemas llevados a cabo en la primera

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Salud, sexualidades y derechos • 67

etapa (año 2015) y que decidieron formar parte de una red


regional de adolescentes movilizados. Ellos realizaron: a)
capacitaciones (trabajo en derechos, empoderamiento); b)
talleres de adolescentes para adolescentes en promoción de
la salud y prevención del abuso sexual infantil; c) activida-
des de promoción de la salud y preventivas (jornadas con
algún trabajo colectivo como murales o una radio abier-
ta, ferias o kermeses, campeonatos deportivos, recitales y
campamentos).

Componente 3: Sistema integral de respuestas


Este componente se basa en el fortalecimiento del sistema
de respuestas frente al abuso sexual infantil existente hoy
en día en las provincias en las que se está trabajando. Es cla-
ve fomentar la articulación entre los distintos sectores que
forman parte del mismo para lograr respuestas integradas y
conjuntas. Se logrará a través de: a) capacitación ampliada
de los actores referentes en esta temática (servicios de salud,
policía, justicia, secretarías gubernamentales en cada locali-
dad); b) articulación de todas las respuestas generadas en los
otros componentes (centros de escucha, docentes referentes
en salud, adultos comprometidos); c) esquema coordinado
de trabajo conjunto y articulación intersectorial mediante
una mesa de trabajo por localidad, y una mesa interregional
(acuerdos firmados, protocolos para la acción, distribución
de responsabilidades).
Todos estos componentes fueron atravesados por acti-
vidades permanentes de evaluación, monitoreo y sistematiza-
ción. La evaluación y el monitoreo son realizados por los
actores locales con herramientas propuestas por el equipo
del Instituto Germani y consensuadas con los operadores
locales; la sistematización la hará dicho equipo a partir del
diálogo con los actores locales, pues demanda una mirada
crítica y externa.

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68 • Salud, sexualidades y derechos

5. De la formulación de líneas de trabajo a la


implementación vía dispositivos

Para la implementación en acciones concretas de los tres


componentes se organizaron una serie de dispositivos
–definidos como relaciones o redes de prácticas de traba-
jo. Si bien desde el equipo del Instituto Gino Germani se
ofrecieron algunas líneas de funcionamiento de cada uno de
los dispositivos, para su implementación los equipos locales
terminaron de conformarlos en función de los escenarios
y de sus necesidades, como así también en función de la
formación del equipo y de su trayectoria institucional.
En el siguiente gráfico se muestran dichos dispositivos,
que se desarrollan a continuación del mismo.

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Salud, sexualidades y derechos • 69

a. R
Red
ed de articulación institucional
La articulación es una herramienta fundamental que se da a
distintos niveles: entre instituciones estatales como escue-
la, servicio de salud, protección o desarrollo social; entre
organizaciones de la sociedad civil e instituciones estatales;
entre actividades como promoción, prevención, asistencia y
protección; entre jóvenes y adultos; entre disciplinas; etc.
Los dispositivos específicos diseñados para lograr la
articulación fueron la Mesa intersectorial para el trabajo
articulado frente a casos de abuso sexual contra niñas,
niños y adolescentes (reuniones entre equipos locales con
policía, justicia, áreas de protección, acción social, con otros
sectores de los gobiernos locales y de equipos locales con
gobiernos provinciales) y la Mesa Regional (mismos actores
pero de las tres provincias).
Estas mesas tienen una función fundamental en este
proyecto por varias razones: 1) porque permiten articular
y actuar de manera integrada frente a problemáticas com-
plejas y de difícil solución; 2) porque logran aunar fuerzas y
voces para reclamar al Estado en aquellas situaciones en las
cuales los derechos de las personas no están siendo cumpli-
dos; 3) porque permiten no duplicar esfuerzos y conocer las
“buenas prácticas” de otras localidades vecinas; 4) porque
permiten sostener de manera colectiva un tiempo interme-
dio en el cual las respuestas estatales son aún deficientes, y
hacer que las respuestas voluntaristas no sean individuales
o en solitario sino en un marco de mayor “institucionali-
zación”, lo que permite compartir decisiones y posiciones
con otros colegas de la región. Por todo esto, las mesas se
vuelven un dispositivo fundamental para encontrar y con-
sensuar estrategias de cuidado y protección de las víctimas
y sus denunciantes.

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70 • Salud, sexualidades y derechos

b. JJóóvenes mo
moviliz
vilizados
ados
La movilización de jóvenes en la promoción de sus dere-
chos y en la prevención de las problemáticos que los afectan
es un eje central del proyecto. Que los adolescentes puedan
asumir el protagonismo y el liderazgo de las actividades que
organizan, movilizados como equipo, con autonomía del
mundo adulto, es un horizonte de trabajo. La participación
juvenil desde esta perspectiva supone:
• Realizar en cada localidad una convocatoria abierta
de adolescentes y jóvenes con voluntad para el traba-
jo territorial.
• Conformar en cada localidad equipos de adolescentes
y jóvenes para trabajar en la movilización de pares,
en temáticas que ellos mismos prioricen. Conformar,
a partir de estos equipos, una red regional de trabajo
adolescente y joven.
• Realizar talleres de formación con adolescentes y jóve-
nes en aspectos conceptuales del o los temas que se
propongan trabajar, así como en la planificación y ges-
tión de actividades comunitarias (por ejemplo: uso de
medios gráficos y audiovisuales, organización de even-
tos artístico-culturales, deportivos, etc.).
• Que los adolescentes y jóvenes movilizados planifiquen
y lleven adelante actividades entre sus pares, tanto a
nivel local como regional. Es necesario tener en cuenta,
preservar y fomentar, tanto la autonomía de las activi-
dades como la integración de las mismas en sus respec-
tivos proyectos, así como en el proyecto regional.

Cabe aclarar, a los fines de la definición de los disposi-


tivos, que varias de las actividades realizadas por los grupos
de jóvenes transitan del espacio escolar al ámbito comuni-
tario y viceversa. Un conjunto de actividades emergen así
en una zona de intersección entre la escuela, la movilización

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Salud, sexualidades y derechos • 71

juvenil y la participación adulta. Esta integración de dispo-


sitivos es parte central del modelo de intervención territo-
rial que se llevó a cabo.

c. Escuelas ccompr
omprome
ometidas
tidas
Para la promoción de la salud adolescente y la prevención
del abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes, las
acciones en la escuela son de central importancia, dado que
la mayor parte de la población joven pasa varias horas en la
institución escolar, convirtiéndose la misma en uno de los
espacios de socialización cotidiana de mayor envergadura.
Las actividades indicadoras del compr
compromiso
omiso de la escuela
como institución son:
• Capacitación docente y de alumnos en el o los temas
de salud priorizado/s, integrando siempre una pers-
pectiva de derechos.
• Sensibilización de los alumnos por parte del grupo de
adolescentes y jóvenes movilizados (grupo que puede
formarse en la escuela o fuera de ella, en el marco
de las organizaciones que llevan adelante los proyec-
tos locales).
• Selección y puesta en funcionamiento en cada escuela
de docentes ref
efer
erentes
entes en salud con el fin de generar pro-
cesos de articulación entre las escuelas y los centros de
salud. Estos docentes reciben consultas que surgen de
los adolescentes, les informan cuáles son sus derechos
en relación con la prevención y la atención de la salud,
y los contactan con algún referente de los servicios
de salud locales.
• Promoción de climas sociales escolares favorables a la
prevención y la promoción de la salud, los cuales impli-
can vínculos entre docentes y alumnos en los que se
priorice la escucha y el diálogo.

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72 • Salud, sexualidades y derechos

d.
d.C
Cen
entr
tros
os de E
Escucha,
scucha, O
Orien
rienttación y A
Accompañamien
ompañamientto
Son espacios de consultoría abiertos a la comunidad en los
que se reciben demandas de asesoramiento vinculadas con
aspectos de la salud y el bienestar de los jóvenes que no han
sido canalizadas en otros espacios institucionales. A partir
de una escucha atenta, se trata de articular necesidades con
recursos existentes en la comunidad, orientar a las perso-
nas que consultan para que tomen decisiones informadas,
acompañar en la búsqueda de recursos y realizar el segui-
miento de las acciones que se iniciaron. Se trata de ofrecer
espacios flexibles y no burocratizados para la resolución de
problemas de la comunidad (en el caso que nos ocupa, pue-
den ser casos de abuso sexual como otras problemáticas).

e. Participación y mo
moviliz
vilización
ación ccomunit
omunitaria
aria
El quinto dispositivo, central a la intervención realizada, es
la movilización comunitaria
comunitaria. En el caso que aquí describimos,
la movilización implicó en gran medida la concientización
de la comunidad acerca del abuso sexual contra niñas, niños
y adolescentes, un problema silenciado por considerarse
culturalmente como de la esfera privada.
Sin movilización comunitaria nuestros encuentros de
formación son como clases que rápidamente olvidamos,
la capacitación en escuelas primarias y secundarias forma
parte del “decorado” de contenidos escolares, los centros
de escucha comunitarios están vacíos, los protocolos que
puedan acordarse entre los actores involucrados no nece-
sariamente serán aplicados por quienes deben hacerlo. Sin
movilización comunitaria dejamos solos a los adolescentes
que organizan actividades de promoción y prevención y,
por sobre todo, le damos la espalda a quienes viven situa-
ciones críticas.
Por el contrario, con movilización comunitaria los
encuentros de formación son espacios de fortalecimiento
de equipos, que formarán a otros equipos; la escuela está

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Salud, sexualidades y derechos • 73

sensibilizada y conectada con el centro de salud mediante


docentes especialmente capacitados para tal fin; los centros
de escucha comunitarios conectan y articulan con los acto-
res relevantes para dar respuesta a los problemas que se
estén abordando; los protocolos de acción son un acuerdo
de trabajo consensuado entre quienes deben dar las res-
puestas (en el caso del abuso sexual contra niñas, niños y
adolescentes serán la escuela, el centro de salud, organismos
gubernamentales, policía y justicia); las actividades organi-
zadas por los adolescentes son como esos eventos de los
que todos hablan y nadie quiere perderse. Así, se miran
de frente los problemas priorizados y se hace lo necesario
para mejorarlos.
Una comunidad movilizada se apropia de los desafíos
que supone un proyecto de base territorial, a la vez que
favorece la sustentabilidad en el tiempo de las acciones que
se inicien a partir de proyectos puntuales, los cuales suelen
ser de carácter transitorio.

f. M
Monit
onitor
oreeo, eevvaluación y sist
sistematiz
ematización
ación
Estas tareas fueron también parte central de la interven-
ción. La mayor parte de las experiencias de trabajo comu-
nitario en Argentina carecen de evaluaciones que permitan
analizar los logros obtenidos y los obstáculos enfrentados,
lo que dificulta la decisión acerca de su potencial replica-
ción en otros contextos (Kornblit et al., 2016).2

2 Evaluar es medir y valorar (juzgar) la calidad de un proceso o producto. El


propósito de la evaluación es medir los resultados (cuantitativos y cualitati-
vos) alcanzados, confrontándolos con el diagnóstico inicial y los objetivos y
metas que se habían propuesto. Esta actividad estuvo a cargo de los equipos
locales.
Monitorear es realizar el seguimiento de las actividades programadas en un
proyecto, relevando datos que permitan comprobar el desarrollo del mismo.
Esta actividad también fue realizada por los equipos locales.
Sistematizar es reconstruir experiencias y analizar e interpretar críticamente

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74 • Salud, sexualidades y derechos

Es importante evaluar, monitorear y sistematizar por-


que permite registrar las actividades realizadas para no
olvidarlas, identificar las intervenciones más eficaces de las
que no lo son tanto, transferir a posteriori lo que hacemos
a otras iniciativas que quieran replicarse en otros lugares,
además de ser un modo claro de presentar resultados.
El monitoreo y la evaluación son actividades comple-
mentarias entre sí, las mismas han sido implementadas de
manera sistemática en el proyecto. En todas las localida-
des se destinó una persona responsable para llevar a cabo
estas tareas.
Mientras que el monitoreo contabiliza y recupera la
memoria de cada actividad, la evaluación compara el grado
de información de las personas sobre la problemática del
abuso sexual al comenzar y al finalizar el proyecto, como
así también permite sopesar la satisfacción de las perso-
nas destinatarias luego de las capacitaciones brindadas por
nuestro equipo.
Las herramientas de sistematización, monitoreo y eva-
luación que desarrollamos para cada momento fueron:
• Planilla para registro y seguimiento de actividades.3
• Planilla de resgistro y seguimiento de equipos locales.4
• Un cuestionario para realizar al inicio y al final del
proceso de capacitación de adolescentes y de adultos.
La misma se realizó al inicio y al final del proceso
de capacitación de adultos por parte de nuestro equi-
po, así como en algunas actividades puntuales en las

lo ocurrido. Implica una interpretación crítica del desarrollo seguido por


una experiencia, reconstruyendo sus procesos. La misma estuvo a cargo
del equipo del IIGG.
3 En estas fichas se volcó información sintética de cada actividad: descripción
de lo realizado, la dinámica implementada y reflexión sobre el grado en que
se logró su desarrollo.
4 Cada equipo contaba con una guía de preguntas para auto evaluarse men-
sualmente de modo grupal. Esta instancia funcionó como un “tiempo prote-
gido”, en el cual podían abstraerse de las urgencias del proyecto, y los obligó
a reunirse y reflexionar sobre el camino transitado.

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Salud, sexualidades y derechos • 75

cuales lo aplicaron los equipos locales (antes – des-


pués). Este cuestionario cuenta con una Cartilla sobre
respuestas correctas, la cual se entregaba al finalizar la
toma de la encuesta.
• Un cuestionario que busca conocer el grado de satis-
facción de las personas que realizaron los talleres de
capacitación, tanto jóvenes como adultos.
• Exclusivamente para los Centros de Escucha se diseñó
una Ficha de seguimiento de caso en situación de
abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes y
una Ficha de seguimiento de caso para otras proble-
máticas, las que deben completar las referentes cada
vez que alguien consulte en el Centro.
• Ficha cuantitativa para la Sistematización
• Una Guía cualitativa de Sistematización

6. Resultados en marcha. Actividades realizadas


durante el proyecto

A partir del trabajo de intervención comunitario los Valles


hoy cuentan con:

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76 • Salud, sexualidades y derechos

Líneas de acción Actividades realizadas

Tres equipos locales que están tra- a) Capacitación de los Equipos loca-
bajando de manera intersectorial y les de las 3 provincias (y otros acto-
regional en la prevención y protec- res locales) en abuso sexual contra
ción de situaciones de abuso infan- niñas, niños y adolescentes y mar-
to adolescente. cos de trabajo en derechos, adoles-
cencia y comunidad.
b) Puesta en marcha en cada
localidad de Mesas intersectoriales
en las cuales participaron perso-
nas que trabajan de modo direc-
to o indirecto con adolescentes y
jóvenes desde: Escuelas, Hospita-
les y Centros de salud, Municipios,
Comunidades Indígenas, Organiza-
ciones sociales, áreas de Niñez y
Adolescencia y Desarrollo Social,
Juzgado, Fiscalía y policía, etc.
c) Articulación con actores pro-
vinciales clave de Justicia, Protec-
ción y Asistencia a la Víctima de
las tres provincias. Vínculos con
Ministerios provinciales de Educa-
ción, Salud y Derechos Humanos.

Adolescentes y jóvenes movilizados Talleres y Jornadas para la pro-


para la promoción de la salud y sus moción de derechos y sensibiliza-
derechos. ción organizados por jóvenes en la
escuela y en la comunidad (mura-
les, campeonatos deportivos, talle-
res sobre abuso sexual en escue-
las primarias y secundarias, afiches,
spots radiales, encuentros regiona-
les de jóvenes)

Escuelas comprometidas para la Talleres para capacitar a adolescen-


promoción de la salud adolescente tes dictados por adolescentes con
y la prevención y detección de abu- ayuda de adultos.
so sexual contra niñas, niños y ado- Capacitación de docentes
lescentes. sobre cómo actuar ante casos de
abuso sexual contra niñas, niños y
adolescentes. Identificación y for-
mación de docentes referentes en
salud.

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Salud, sexualidades y derechos • 77

Más instituciones comprometidas Creación, difusión y utilización por


para mejorar el sistema de res- parte de la población de los Centros
puestas (salud, justicia, protección, de Escucha, Orientación y Acompa-
policía, desarrollo social, gobiernos ñamiento en las 3 provincias.
locales, comunidades indígenas). Vínculos a través de la mesa
intersectorial con actores locales de
áreas clave para brindar asistencia y
protección en casos de abuso sexual
contra niñas, niños y adolescentes.

Adultos de la comunidad sensibili- Jornadas de sensibilización, organi-


zados para proteger y prevenir el zadas por adultos en espacios públi-
abuso sexual contra niñas, niños y cos (como plazas, campings).
adolescentes.

Para dar cuenta de la magnitud de la intervención


regional, en los primeros 6 meses de implementación del
proyecto (agosto a diciembre de 2016) se realizaron:
• 3 capacitaciones por parte del equipo del Gino Germa-
ni a equipos locales, a los cuales asistieron 115 personas
de distintos sectores de las tres provincias.
• 14 encuentros de las tres mesas intersectoriales, en los
cuales participaron 116 personas que trabajan en ASI
o temáticas afines
• 32 Talleres y Jornadas, organizados por jóvenes en la
escuela y en la comunidad, en los cuales se promovie-
ron derechos y se sensibilizó a 2.840 adolescentes en
abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes y otras
problemáticas adolescentes.
• 7 Jornadas de sensibilización, organizadas por adultos
en espacios públicos (como plazas, campings), las cuales
convocaron a 290 adultos y 380 adolescentes.
• 14 talleres en escuelas, en los cuales se capacitó a 667
adolescentes, dictados por 9 adultos y 63 jóvenes. Se
comprometieron 44 escuelas con la promoción de la
salud adolescente y la prevención del abuso sexual con-
tra niñas, niños y adolescentes y se realizaron 2 capaci-
taciones a 109 docentes.

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78 • Salud, sexualidades y derechos

• Se conformaron 5 Centros de Escucha, Orientación y


Acompañamiento que recibieron 59 consultas. 20 ado-
lescentes se acercaron a los Centros por problemáticas
de salud, 7 de ellos por situaciones de abuso.

Estos números implican que durante los primeros seis


meses del proyecto, 3.957 personas de los Valles han parti-
cipado de alguna de las acciones de sensibilización, preven-
ción, promoción, capacitación y fortalecimiento institucio-
nal que se han realizado en el marco del proyecto.
Cabe destacar que el compromiso que se ha logrado
por parte de las instancias provinciales es un respaldo para
el trabajo de base y cotidiano que realizan las organiza-
ciones e instituciones locales en los Valles en el continuo
sensibilización – promoción – prevención – asistencia y
protección.

7. Logros y Desafíos pendientes

Se logró un trabajo: regional, intersectorial, con una fuer-


te movilización adolescente
La regionalización quedó conformada por un trabajo
en siete localidades involucradas de tres provincias. Se con-
solidaron los equipos locales y el vínculo entre ellos, los
dispositivos en marcha de cada lugar y se fortaleció el siste-
ma de respuestas para abordar situaciones críticas de abu-
so sexual contra niñas, niños y adolescentes. Se firmaron
acuerdos con distintos sectores provinciales para que arti-
culen con la región.
La intersectorialidad se construyó a partir de la crea-
ción de Mesas locales y una Mesa regional de adultos con
representantes de justicia, policía, servicios de salud, refe-
rentes de educación, dependencias de gobiernos locales,
agentes comunitarios locales. Se realizaron actividades de
formación de los actores locales clave de distintos sectores.

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Salud, sexualidades y derechos • 79

Se constituyó una Red regional de jóvenes con actores


de las 7 localidades (además de tres redes locales). Se trabajó
con adolescentes y adultos en conjunto, con voz y voto de
los adolescentes y jóvenes de cada localidad.
Los indicadores cuali-cuantitativos sobre el avance del
programa expresan una movilización comunitaria cada vez
más potente y convocante, que muestra un proceso trans-
formador en marcha. La participación comunitaria poten-
cia la sustentabilidad de este proyecto. Las instituciones
locales y las redes juveniles son hoy los protagonistas de un
proceso de cambio, y están “hablando de lo que no se habla”.
Una movilización comunitaria que nombra la proble-
mática del abuso sexual, que despliega acciones de pre-
vención y promoción, que logra comprometer a la escuela
y fortalecer el sistema de respuestas constituye una expe-
riencia inédita.
No obstante estos logros, las resistencias de las familias
a hablar del tema son grandes, como también los miedos y
las dificultades que afrontan los equipos y grupos de jóvenes
en su movilización –por ejemplo, a generar demandas que
superen su capacidad de respuesta. Cada uno de los equipos
en su trabajo futuro, deberá enfrentar estos y otros desafíos,
para promover y sostener la participación de cada vez más
actores comprometidos con el tema del abuso sexual contra
niñas, niños y adolescentes y, progresivamente, con otras
problemáticas de salud adolescente, entendida esta de modo
integral, asociada a una mejor calidad de vida y bienestar
de la población joven.

Referencias bibliográficas

Save the Children Noruega Programa en Nicaragua 2006,


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centes: Nicaragua 2005, Managua, Marca, 2006.

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80 • Salud, sexualidades y derechos

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Salud, sexualidades y derechos • 81

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CEF- Argentina.

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3

La situación de las adolescentes

Tendencias, brechas y retos para los programas y


servicios de salud

MÓNICA GOGNA

Introducción

Si bien la legalización del aborto constituye una deuda pen-


diente de la democracia, Argentina posee un sólido marco
normativo en lo referente a derechos sexuales y reproduc-
tivos1. Cuenta también con programas que en la última
década han elaborado lineamientos, capacitado a su recurso
humano y provisto insumos (materiales didácticos, anti-
conceptivos, etc.).
Entre 2012 y 2015, por ejemplo, el Programa ESI
desarrolló lineamientos curriculares con contenidos nove-
dosos, elaboró documentos y materiales y capacitó cerca
de 100.000 docentes en todo el país (Faur, Gogna y Bins-
tock, 2015).

1 Ley Nacional de Salud Reproductiva y Procreación Responsable Nº 25.673


(2003); Ley 26.150 (2006) de Educación Sexual Integral, Ley Nº 26.485
(2010) de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violen-
cia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones inter-
personales; la Ley Nº 26.618 (2010) de Matrimonio Igualitario; la Ley Nº
26.743 (2012) de Identidad de Género.

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84 • Salud, sexualidades y derechos

El Programa de Salud Integral en la Adolescencia (en


adelante, PNSIA), creado en 2007, elaboró lineamientos de
atención y directivas para la atención2 que responden al
objetivo de promover y difundir el derecho de la pobla-
ción adolescente a acceder al sistema de salud en forma
autónoma, sin obligación de acompañamiento de un adulto
y en el marco del respeto a la confidencialidad. Recono-
ce específicamente el derecho de las y los adolescentes a
acceder a información, orientación y provisión de métodos
anticonceptivos para prevenir embarazos e infecciones de
transmisión sexual y VIH/sida (Zamberlin et al, 2014). El
PNSIA creó espacios de atención de salud para adolescen-
tes, desarrolló cursos de capacitación en diferentes provin-
cias (‘Derechos Sexuales y Reproductivos’ para equipos de
salud, gerentes y decisores políticos y ‘Anticoncepción para
pediatras’) y organizó encuentros que, bajo el lema ‘Nada
sobre nosotr@s, sin nosotr@s’, convocaron a unos nueve mil
adolescentes (UNFPA, 2016).
Otras medidas que constituyeron avances en el acceso
a los métodos anticonceptivos fueron la legalización de la
contracepción quirúrgica (2006) y la incorporación en 2007
de la Anticoncepción Hormonal de Emergencia al Progra-
ma Médico Obligatorio. En 2014 el Programa de Salud
Reproductiva amplió la canasta de métodos anticoncepti-
vos incorporando una mayor variedad de anticonceptivos
orales y métodos de larga duración. Entre ellos el implan-
te sub-dérmico, que en una primera etapa fue destinado a
adolescentes de 15 a 19 años con antecedentes obstétricos
(parto o aborto).

2 "Lineamientos para la atención integral de adolescentes en espacios de salud


amigables y de calidad" (con UNICEF y SAP). "Lineamientos para la aten-
ción del Consumo episódico excesivo de alcohol en adolescentes", "Linea-
mientos para la Atención del Intento de Suicidio en adolescentes (con
Dirección de Salud Mental y Adicciones). "Recomendaciones para la aten-
ción clínica de adolescentes" y "Lineamientos de Trabajo sobre Estrategias
de Prevención y Promoción de la Salud destinada a Equipos de salud que
trabajan con adolescentes".

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Salud, sexualidades y derechos • 85

En relación con el aborto, se produjeron lineamientos


para la atención y se capacitó a profesionales de salud.
En 2005 el Ministerio de Salud de la Nación elaboró una
“Guía para el mejoramiento de la calidad de la atención
posaborto”, que fue actualizada en diversas oportunidades y
actualmente se denomina “Guía para la atención integral de
mujeres que cursan un aborto”. En 2007 se confeccionó una
“Guía para la atención integral de los abortos no punibles”.
Actualizada en 2015, la “Guía para la atención integral de
personas con derecho a la interrupción legal del embarazo”
reglamenta el acceso a los abortos legales en consonancia
con el fallo F.A.L3. y los tratados de derechos humanos con
rango constitucional.
A pesar de que el marco jurídico y las directivas son
claras, la implementación de estas políticas y programas
enfrenta obstáculos de diverso tipo (político-ideológicos,
presupuestarios, culturales, etc.) que dificultan el acceso y
el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las
y los adolescentes.
En lo que respecta a la educación sexual integral, en
2012, el llamado “Informe EPU”, elaborado por organiza-
ciones sociales4 señalaba como preocupante que el enfoque
de algunos materiales creados a nivel local (por ejemplo,
cartillas de Salta y Mendoza) fuera más restrictivo que el de
los materiales nacionales o que hubieran sido desarrollados
en conjunto con organizaciones conservadoras e incluye-
ran contenidos inexactos o incorrectos. La sub ejecución

3 El Fallo F.A.L es un fallo de la Corte Suprema de Justicia que establece que el


aborto no es punible cuando el embarazo es producto de violación y que los
médicos en ningún caso deben requerir autorización judicial para realizar
esta clase de abortos, debiendo practicarlos requiriendo exclusivamente la
declaración jurada de la víctima, o de su representante legal, en la que mani-
fieste que el embarazo es la consecuencia de una violación (Centro de
Información Judicial, 13 de Marzo de 2012).
4 El examen periódico universal (EPU) es un mecanismo del Consejo de
Derechos Humanos de la ONU mediante el cual éste vigila regularmente el
cumplimiento de las obligaciones y compromisos en materia de derechos
humanos de cada uno de los 192 Estados miembros (ADC y otros, 2012)

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86 • Salud, sexualidades y derechos

presupuestaria del programa de educación sexual en la Ciu-


dad de Buenos Aires fue otra preocupación recogida por
las ONG. Más recientemente, esa misma fuente ha señalado
que en el segundo semestre de 2016 se denunciaron despi-
dos en el Programa así como la falta de financiamiento y
apoyo para las tareas.
En cuanto a la provisión de anticoncepción, en muchas
ocasiones los prejuicios, mitos, temores y concepciones
infundadas del personal de salud actúan como barreras al
acceso de las y los adolescentes a los métodos. En algunos
casos los profesionales desconocen el marco legal y en otros
casos no aplican las disposiciones por temor a un conflicto
legal con los padres o adultos responsables. Muchas veces
se exige la compañía o autorización de adultos para reci-
bir atención o entrega de métodos anticonceptivos y esto
es más frecuente cuanto menor es la edad del adolescente
(UNFPA, 2016).
Con respecto al acceso al aborto no punible, sólo ocho
jurisdicciones a nivel nacional poseen protocolos que se
corresponden con lo establecido por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación. El resto no dispone de protocolos o
regulan los permisos incorporando requisitos no contem-
plados en el fallo de la Corte que obstaculizan el acceso
(ADC, 2015).
Si a estos tradicionales obstáculos y resistencias se aña-
de el aumento de la pobreza -de fuerte influencia sobre
los indicadores de salud reproductiva (Langer y Nigenda,
2000)- el panorama resulta poco alentador.
Este artículo busca contribuir a la comprensión de los
desafíos que el país tiene por delante en materia de salud
y derechos sexuales y reproductivos de la población ado-
lescente en base a un balance de situación que describe y
analiza las principales tendencias y brechas y sugiere líneas
de acción para superar las inequidades.

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Salud, sexualidades y derechos • 87

El uso de métodos anticonceptivos

La iniciación sexual
Uno de los aspectos más relevantes, tanto cuando se exami-
na el debut sexual como las relaciones posteriores, es el cui-
dado anticonceptivo para la prevención de embarazos no
deseados e infecciones sexualmente transmisible (ITS).
El uso de anticonceptivos en la iniciación es un pre-
dictor de uso futuro. Datos de diversos países de la región
indican que “las muchachas que iniciaron su vida sexual sin
usar anticonceptivo tienen tres veces más chances de ser
madres adolescentes que las que lo hicieron con protección”
(Rodríguez Vignoli, 2011).
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud Sexual
y Reproductiva (en adelante, ENSSyR) relevada por el
INDEC en 20135, el 90,4 % de las adolescentes y el 87,1%
de los adolescentes varones utilizaron un anticonceptivo en
su debut sexual (fundamentalmente el preservativo)6. Visto
en perspectiva histórica, el uso de anticoncepción y particu-
larmente de preservativo en la iniciación sexual ha crecido
sostenidamente tanto entre varones como entre mujeres
(Binstock y Pantelides, 2015). Al igual que en otros paí-
ses (Ferreira Borges Teixeira et al, 2006; CEPEP, 2005), la
proporción de uso de preservativo en la iniciación sexual
es mayor conforme aumenta la edad y el nivel socioeco-
nómico. Datos de una encuesta a adolescentes de 15 a 19
años internadas por parto mostró que educación y pobreza
tienen efectos independientes sobre la probabilidad de usar
un método anticonceptivo en la iniciación sexual (Gogna,
Fernández y Zamberlin, 2005).

5 Se trata de una encuesta aplicada a mujeres de 14 a 49 años y varones de 14 a


54 años. Es el primer relevamiento nacional sobre cuestiones de salud
reproductiva que incluye población de ambos sexos.
6 Según esta encuesta, las chicas se inician en promedio a los 15,5 años y los
varones a los 14,9 años.

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88 • Salud, sexualidades y derechos

Entre quienes no usaron un método, el principal moti-


vo argumentado fue la imprevisibilidad de la relación, ocu-
rrida mayoritariamente en relaciones de noviazgo (Zam-
berlin et al, 2014; Binstock y Gogna, 2015). Esto habla de
que las relaciones sexuales son vividas como fruto de la
espontaneidad, que funciona como valor central, y que las
nociones de género predominantes afectan la posibilidad
del cuidado propio y del otro (Heilborn et al, 2002). Otra
proporción de adolescentes (alrededor del 20%) suele res-
ponder que no utilizó ningún método porque creía que no
podía quedar embarazada. Es probable que estas nociones
y argumentos adquieran mayor peso entre las adolescen-
tes menores, quienes tienen menor conocimiento acerca
de los métodos (Pantelides, Binstock y Mario, 2007; Korn-
blit, Mendes Diz y Adaszko, 2007) y menor capacidad de
ceder a las presiones de sus parejas sexuales (Zamberlin
et al, 2014). Tanto la educación sexual como la consejería
anticonceptiva resultan espacios apropiados para abordar
y trabajar estereotipos de género y creencias acerca de la
fertilidad y los métodos.

Uso reciente de anticonceptivos


Diversos estudios muestran que la alta frecuencia de cui-
dado anticonceptivo durante la iniciación sexual se atenúa
significativamente durante las relaciones sexuales posterio-
res (Kornblit, Mendes Diz y Adaszko, 2007; Ministerio de
Salud de la Nación, 2012; Fundación Huésped-UNICEF,
2012).
Con la excepción de la ENSSyR, según la cual el uso en
las relaciones posteriores a la iniciación sexual se mantie-
ne en un nivel “muy alto” (Binstock y Pantelides, 2015), la
mayoría de las encuestas indican que el uso decae conside-
rablemente conforme pasa el tiempo. La literatura también
indica que las medidas contraceptivas y de protección de
las ITS varían si los contactos sexuales de los y las adoles-
centes se dan en el ámbito de relacionamientos amorosos

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Salud, sexualidades y derechos • 89

u ocasionales. El uso reciente puede ser alto con parejas


ocasionales pero no con parejas estables (Reis Brandao y
Heilborn, 2006).
Según una encuesta realizada por Fundación Huésped
y UNICEF en 2012 a una muestra de 1000 adolescentes de
15 a 19 años de ambos sexos, el 69% reportó cuidarse siem-
pre y un 20% la mayoría de las veces; el 11% restante muy pocas
veces o ninguna. En un estudio en cuatro provincias, el 57%
de las encuestadas de 18-19 años reportó haberse cuidarse
siempre en las relaciones posteriores a la iniciación sexual;
16% hacerlo la mayoría de las veces; 15% a veces sí y a veces no y
12% muy pocas veces o nunca. Entre las adolescentes mayores
que reportaron que no usaban anticonceptivos, los princi-
pales motivos fueron estar buscando un embarazo (28%) y
la oposición de la pareja (28%). Las entrevistas, a su vez,
pusieron de manifiesto algunas dificultades en el diálogo
entre las adolescentes y los profesionales de salud respecto
de los métodos, sus efectos y condiciones de uso (Gogna
y Binstock, 2017).Otro estudio mostró que las adolescen-
tes menores (14-16 años) reportan proporcionalmente más
no haber utilizado un método porque no esperaban tener
relaciones o porque sus parejas se negaban a usarlo que las
mayores (17-20 años) (Zamberlin et al, 2014).
Con respecto al tipo de método, las adolescentes utili-
zan mayoritariamente anticonceptivos hormonales (57,1%),
de barrera (41,8%) y DIU (0,8%) (INDEC, 2013). Esto supo-
ne un pequeño cambio respecto de la situación reportada
en 2005 por la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud. Ese
año los métodos de barrera (básicamente el preservativo)
superaban a los hormonales (62,8% y 35,8% respectivamen-
te) y el DIU registraba un 1,1%. Según la ENSSyR 2013
solo el 43,3% de las usuarias de 15 a 19 recibió el método
anticonceptivo de manera gratuita. Esto puede ser conside-
rado una barrera al acceso, aunque no se lo explicite como
tal en las encuestas.

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90 • Salud, sexualidades y derechos

Estudios realizados en diferentes momentos registran


un porcentaje similar de adolescentes (en torno al 33%)
que reporta que estaba usando un método anticonceptivo
al momento del embarazo (Gogna, Fernández y Zamber-
lin, 2005; Zamberlin et al, 2014)Preguntadas acerca de qué
pensaban que había sucedido, más de la mitad de las encues-
tadas en el estudio pos evento obstétrico (52%) refirió uso
irregular, discontinuo o incorrecto del preservativo (sólo en
algunas relaciones o no a lo largo de toda la relación sexual)
o de los anticonceptivos orales (toma no sistemática, olvidos
y discontinuidad, asociada a veces a la percepción de efectos
secundarios o al temor de experimentarlos).
Aunque muchas adolescentes llegan al embarazo por
fracaso en el uso correcto y sostenido del preservativo y los
anticonceptivos orales, luego del parto/aborto se les vuel-
ve a indicar el uso de esos mismos métodos. Esto podría
estar reflejando actitudes refractarias del sistema de salud a
satisfacer las demandas de las usuarias, que probablemente
se anclan en nociones desactualizadas sobre la elegibilidad
de ciertos métodos para las adolescentes, en especial para
aquellas que aún no han tenido hijos (Alonso, 2005; Gogna,
2008; Zamberlin et al, 2014).

Los controles de embarazo

Todos los años más de 100.000 adolescentes (10-19 años)


dan a luz en nuestro país7. Un quinto de esos nacimientos
son de orden dos o más. Datos del Sistema Informático
Perinatal (2014) y de diversas encuestas indican que la gran
mayoría de los embarazos de adolescentes (alrededor de dos
tercios) fueron no buscados o inesperados.

7 En 2014, la tasa de fecundidad 15-19 fue de 65,1 por mil, lo que supone un
incremento en la última década (57,5 por mil en 2003). Paralelamente, los
nacimientos de segundo o mayor orden descendieron del 25 al 20% (y en el
caso de las adolescentes de 18 y 19 años, cayeron 35% al 28%).

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Salud, sexualidades y derechos • 91

Especialmente preocupante es la situación de las


madres menores de 15 años (entre 2800 y 3200 cada año) ya
que las niñas de 14 años o menos tienen el mayor riesgo de
complicaciones y muerte por el embarazo y el parto (UNF-
PA, 2013) y sus hijos. Entre los hijos de madres menores
de 15 años es donde se encuentran los mayores porcentajes
de nacimientos pre-término y con bajo o muy bajo peso al
nacer. Las tasas de mortalidad fetal y mortalidad infantil
son significativamente más altas entre las menores de 15
con respecto a las madres de las demás edades (Panteli-
des, Marconi y Fernández, 2014; ASUMEN, s.f.) muchos de
estos embarazos son producto de abusos sexuales (Chiarot-
ti (coord.), 2016; Planned Parenthood-Global, s.f.), con las
devastadoras consecuencias que ello supone para la salud
psíquica y emocional de una niña
Veamos ahora qué sucede con los cuidados del emba-
razo. De acuerdo a la ENSSyR, el 90% de las adolescentes
de 14 a 19 realizó 5 o más controles prenatales8. El otro
relevamiento nacional que puede ser utilizado como pará-
metro es la ENNyS (2005). De acuerdo con esta fuente, las
mujeres de 15 a 19 años tenían el porcentaje más alto de
controles insuficientes (18%) (Pantelides, Binstock y Mario
2007). La comparación entre ambas encuestas (2005 y 2014)
habla de una mejora en el acceso a los controles prena-
tales por parte de las adolescentes, la que probablemente
deba ser atribuida a la implementación de la Asignación
Universal por Hijo (AUH) y la asignación por embarazo
(AE)9. No obstante, persisten las brechas ya identificadas
hace una década (Gogna, Fernández y Zamberlin, 2005). De

8 Los comportamientos socialmente valorados, como el control prenatal,


tienden a ser sobre-reportados en las encuestas poblacionales. Resultaría
útil poder contrastar estos datos con las que surgen del Sistema Informático
Perinatal, pero la manera en que está agregada la información disponible en
el Informe del Ministerio de Salud 2016 no permite la comparación.
9 El Plan Nacer posibilitó la búsqueda en territorio de las embarazadas que
abandonaban controles. La condicionalidad de los controles de la salud (en
este caso los cuidados prenatales) también habría generado nuevos hábitos
en la población objetivo. (Plan Nacer-SUMAR-Ministerio de Salud, 2013).

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92 • Salud, sexualidades y derechos

acuerdo a la ENSSyR “las mujeres que habitan viviendas


con pisos de ladrillo suelto o tierra tienen una probabilidad
casi cuatro veces mayor que las que habitan viviendas con
pisos de buena calidad, de haber tenido un número insufi-
ciente de controles durante el último embarazo”(Binstock
y Pantelides, 2015).
Con respecto a la calidad de los controles, en
2003-2004 se observó una alta cobertura de las prácticas
rutinizadas (control de presión arterial, peso y altura ute-
rina, auscultación del feto, ecografía y vacuna antitetánica)
pero sólo un tercio de las adolescentes había recibido infor-
mación sobre métodos anticonceptivos durante los con-
troles prenatales. El dato puede considerarse un indicador
de oportunidades perdidas para la promoción de conduc-
tas preventivas, ya que el 95% de las encuestadas expresó
su intención de usar un método anticonceptivo a futuro,
principalmente anticonceptivos orales y DIU (Gogna, Fer-
nández y Zamberlin, 2005). Actualmente, la proporción de
adolescentes que recibe alguna información sobre anticon-
cepción en el control prenatal parece ser mayor (Zamberlin
et al, 2014). De todas maneras, vista la cantidad y la periodi-
cidad de las visitas de control, la atención del embarazo es
aún un espacio sub-aprovechado para informar y orientar
en la elección anticipada de un método anticonceptivo10.

Aborto
La interrupción del embarazo es, al igual que en el caso
de las adultas, la segunda causa de muerte de adolescen-
tes gestantes11. Puede tener también consecuencias sobre la

10 Acerca de los buenos resultados que se obtienen cuando la consejería se


brinda durante los controles prenatales y la elección del método es previa al
parto ver Wilson et al., 2013.
11 En el año 2013 el 13,4% de las defunciones maternas (33 defunciones) fue-
ron mujeres menores de 20 años. Durante el período 1990-2013 la razón de
mortalidad materna en adolescentes mostró leves oscilaciones y se ubica
actualmente en 2,8 x 10.000 NV (Ministerio de Salud, 2016)

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Salud, sexualidades y derechos • 93

morbilidad y la capacidad reproductiva futura. Datos ofi-


ciales indican que el año 2012 se registraron cerca de 8251
egresos hospitalarios por abortos en adolescentes (10-19
años) en instituciones públicas de todo el país (un promedio
de 25 por día). Esta cifra debe considerarse como un proxy
de la ocurrencia del evento ya que la centralización de ese
indicador presenta dificultades y además contabiliza sólo
la ocupación de cama y no la atención por guardia (Minis-
terio de Salud, 2016).
Visto en perspectiva histórica, se registra un aumento
del peso de las mujeres adolescentes en la población de
mujeres de todas las edades que son hospitalizadas por esta
causa. (14,1% en 1995 y 18,4% en 2012). ¿Cómo entender
ésta tendencia? ¿Están las mujeres adultas accediendo en
mayor medida a la anticoncepción y recurriendo menos
al aborto? ¿Tienen las adultas mayor acceso al aborto con
medicamentos? Estos son interrogantes que no podemos
responder con la información disponible. Pero es posible
analizar en qué medida se están cumpliendo algunas accio-
nes contempladas por el Plan Federal de Salud de 2004 que
tenían como propósitos aumentar la proporción de mujeres
(adolescentes en este caso) que reciben consejería en salud
reproductiva luego de un aborto y reducir el número de
hospitalizaciones por esta causa.

Consejería pos aborto


La consejería anticonceptiva posaborto (al igual que la
posparto) puede ser para muchas adolescentes la prime-
ra oportunidad de tener una discusión cara a cara sobre
anticoncepción con personal calificado (Chandra-Mouli et
al. 2014). La información de que disponemos acerca de la
extensión y características de esta práctica es escasa y pro-
viene de estudios con muestras no representativas de profe-
sionales y usuarias. El estudio sobre embarazo y maternidad
en la adolescencia en siete provincias incluyó entrevistas
con 31 profesionales que se desempeñaban en servicios

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94 • Salud, sexualidades y derechos

públicos de salud en el NOA, NEA, Gran Rosario y Gran


Buenos Aires. Los hallazgos indicaron que la internación
pos aborto era una oportunidad perdida para la consejería
anticonceptiva en la mayoría de las jurisdicciones y que las
acciones institucionales para la derivación de las pacientes
a planificación familiar luego del alta no estaban definidas
(Alonso, 2005). En la misma línea, un estudio realizado en
el Instituto de Maternidad de Tucumán con adolescentes
menores de 16 años internadas por aborto concluyó que
“las oportunidades perdidas de consejería podían contribuir
a la posibilidad de embarazos subsiguientes” (Ciavarino et
al, 2006). Un estudio reciente en tres provincias con ado-
lescentes entre 14 y 20 años mostró que la oferta de infor-
mación sobre anticoncepción fue dos veces más frecuente
entre las adolescentes internadas por parto (62%) que en
las internadas por aborto (30%) (Zamberlin et al, 2014)12.
La diferencia no puede atribuirse al tiempo de interna-
ción ya que cerca del 40 % de las adolescentes hospitali-
zadas por aborto inseguro estuvieron internadas más de
48 horas y un 25% entre 25 y 48 horas. Es probable que,
estas diferencias en el acceso a información estén relacio-
nadas con los prejuicios y discriminación que aún genera la
práctica del aborto entre algunos profesionales de salud (de
Bruyn, 2003; INSGENAR y CLADEM, 2003; González de
León-Aguirre, 2008). La gravedad de la falta de consejería
se dimensiona cuando en la primera visita domiciliaria se
constata un absoluto desconocimiento acerca del momento
en que una mujer puede quedar embarazada luego de un
aborto si no usa un método anticonceptivo (60% reportó no
saber y el resto tenía información incorrecta). A 7 de cada
10 adolescentes que concurrieron al control pos aborto (el
70% de las internadas por complicaciones) se le entregó

12 No obstante la diferencia en suministro de información, la proporción que


se fue de alta con un método fue la misma: 4 de cada 10 adolescentes inter-
nadas por un evento obstétrico. Fundamentalmente les entregaron anticon-
ceptivos orales y preservativos, a pesar de que el 24% había solicitado el DIU
y un 16% inyectables.

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Salud, sexualidades y derechos • 95

un método (anticonceptivos orales en su gran mayoría). Al


momento de las visitas domiciliarias 3 de cada 4 estaban
usando un método y, al igual que las puérperas, muchas
indicaron problemas con el uso de pastillas y preservativos.

Reducción de riesgos y daños


El estudio de Zamberlin et al (2014) exploró el conocimien-
to y aceptabilidad de la estrategia de reducción de riesgos y
daños13 en entrevistas a 32 profesionales de salud. Quienes
realizan asesorías en RRyD distinguieron dos perfiles de
adolescentes que acuden al servicio: aquellas pertenecientes
a la “clase media”, escolarizadas, con un proyecto de vida
vinculado a lo estudiantil o lo laboral y adolescentes de
sectores vulnerados, quienes no cuentan con las mismas
perspectivas y recursos. Según los profesionales, las adoles-
centes pobres recurren en menor medida al aborto como
opción frente a un embarazo no buscado o inoportuno.
El estudio también mostró que la gran mayoría de los
y las entrevistados desconocen en qué consiste la consejería
de RRyD o creen que es una práctica ilegal, de lo que se des-
prende que no es habitual en los servicios de salud. Cuando
se la implementa, no se observan consensos en el abordaje
institucional de los casos, sino que se trata más bien de
esfuerzos aislados. En consecuencia, muchas adolescentes
no reciben consejería y las que acceden son aquellas atendi-
das por una minoría de profesionales “sensibilizados” o dis-
puestos a realizar una derivación porque personalmente no
adhieren a esta práctica. Un claro indicador de la comple-
jidad de la problemática es que los informantes solicitaron

13 Esta estrategia "consiste en que el profesional desaliente a la paciente a que


incurra en prácticas peligrosas para su salud y que la aconseje para que, si
tomó la decisión de terminar su embarazo, lo haga de la manera más segura
posible” (Zamberlin, 2013).

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96 • Salud, sexualidades y derechos

no ser grabados al hablar sobre este tema. Las entrevistas


también ofrecieron indicios de que algunos profesionales
desaconsejaban el uso del misoprostol14.

A modo de conclusiones

Como hemos visto, se han producido cambios positivos en


términos de accesibilidad a servicios y mejora de ciertos
indicadores de salud reproductiva. Algunos avances, como
el aumento del número adecuado de controles prenata-
les y de las consejerías anticonceptivas pos parto, pueden
atribuirse a políticas públicas (la AUH y la asignación por
embarazo, las acciones de los Programas de SSyPR y de
Maternidad e Infancia) Otros, como el incremento de uso
de preservativo en el inicio de relaciones sexuales, segu-
ramente responden a acciones de promoción llevadas ade-
lante por diversos actores (salud, educación, ONG) y se
enmarcan en cambios socio-culturales de mediano y lar-
go plazo. A pesar de las mejoras advertidas, persisten los
diferenciales por edad y condición social, con las adoles-
centes menores y las pertenecientes a hogares más pobres
en las situaciones más desventajosas. Estas inequidades sólo
podrán ser superadas con políticas destinadas a reducir la
pobreza y a atender las necesidades específicas de las niñas
y adolescentes menores.
La alta proporción de embarazos no buscados habla
de una demanda insatisfecha de anticoncepción. Resulta
fundamental diversificar la oferta de métodos, incluyendo
otras opciones de mediano y largo plazo tales como el DIU,

14 El misoprostol es un análogo sintético de la prostaglandina E1 ampliamente


utilizado para el tratamiento de la úlcera gastroduodenal. Por su capacidad
de generar contracciones uterinas comenzó a ser utilizado para una varie-
dad de indicaciones en ginecología y obstetricia. En los países donde el
aborto no es legal ha aumentado la seguridad de los procedimientos clan-
destinos, disminuyendo las complicaciones relacionadas con el aborto inse-
guro. (Zamberlin, 2009)

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Salud, sexualidades y derechos • 97

los implantes y los inyectables y facilitar el acceso oportuno


a la anticoncepción hormonal de emergencia (Zamberlin et
al, 2014). Es necesario aprovechar las instancias que aún
constituyen oportunidades perdidas para la consejería y el
acceso a los métodos (el control prenatal, la internación
por parto y por complicaciones de aborto, los controles
pos evento obstétrico). La consejería anticonceptiva debería
abordar en un lenguaje accesible ciertas dudas o problemas
identificados en las visitas domiciliarias del estudio pose-
vento obstétrico (por ejemplo, qué hacer frente al olvido
de la toma diaria de la pastilla; cuándo retorna la fertilidad
luego de un aborto, etc.).
Para ello es imperioso dar continuidad a políticas y
programas, reforzar líneas de trabajo y continuar incen-
tivando la modificación de actitudes, creencias y prácti-
cas por parte de los profesionales de salud. Las instancias
de formación de grado y posgrado deben incluir nuevos
contenidos tales como los derechos sexuales y reproducti-
vos y su especificidad en la adolescencia, los lineamientos
del Ministerio de Salud de la Nación para la atención de
adolescentes y para las prestaciones de salud sexual y los
criterios médicos de elegibilidad para el uso de métodos
anticonceptivos de la Organización Mundial de la Salud.
El gobierno y las sociedades científicas deberían trabajar
mancomunadamente para difundir y avalar las recomenda-
ciones nacionales e internacionales que establecen que el
DIU es un método seguro y altamente efectivo para todas
las mujeres, incluyendo a las adolescentes y a las que no han
tenido hijos aún (Roberts et al, 2010; Moreau et al, 2012;
Zamberlin et al, 2014).
Con respecto al trabajo con la población adolescente,
el ejercicio pleno de sus derechos sexuales y reproductivos
incluye el “uso deseado, regular y eficiente de los métodos”
(Rodríguez Vignoli, 2011) y el respeto a sus decisiones en
esta materia. El Programa de Educación Sexual Integral
constituye una herramienta fundamental en tal sentido. La
educación sexual debe abordar abiertamente las cuestiones

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98 • Salud, sexualidades y derechos

de género -tal como lo establecen los lineamientos curri-


culares- para promover la responsabilidad conjunta por la
anticoncepción tanto en la iniciación sexual como en las
relaciones posteriores. Asimismo, es importante que como
parte del eje del cuidado del cuerpo y la salud, se revisen las
creencias acerca del ciclo menstrual y la fertilidad y los pre-
conceptos y temores acerca de los métodos anticonceptivos.
De acuerdo a las investigaciones y los datos analizados,
el mayor déficit está relacionado con el aborto. Como bien
señalan Romero, Zamberlin y Gianni (2010), a pesar de los
esfuerzos tendientes al mejoramiento de la atención posa-
borto (elaboración de un protocolo, capacitaciones en aten-
ción integral en instituciones de salud de todo el país) los
cambios son lentos y no tienen el alcance de una “política
pública nacional”. Hemos visto, por ejemplo, que las ado-
lescentes internadas por aborto reciben menor información
que las puérperas o que se les ofrece una gama más restrin-
gida de métodos. Por otra parte, la escasa evidencia sobre la
estrategia de reducción de riesgos y daños no arroja datos
muy auspiciosos (solo una minoría de profesionales entre-
vistados la conoce y la pone en práctica). Dada la magnitud
de las internaciones por complicaciones de aborto, imple-
mentar esta estrategia supondría una mejora sustantiva en
el acceso a la salud y los derechos sexuales y reproducti-
vos de las adolescentes. La constitución en Septiembre de
2014 de la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho
a Decidir abre una expectativa positiva en este sentido ya
que su propósito es “hacer valer el marco legal actual que
nos permite realizar consejerías pre y pos aborto y proveer
interrupciones legales del embarazo tanto en los hospita-
les como en los centros de atención primaria de la salud”
(www.comunicarigualdad.com.ar)15. Este tipo de iniciativas,

15 En Junio de 2017, se realizó en Neuquén el Quinto Encuentro de la Red de


Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir y Socorristas en Red. En
las dos jornadas se compartieron experiencias prácticas y abordajes teóricos
elaborados por distintos equipos interdisciplinarios que trabajan para

teseopress.com
Salud, sexualidades y derechos • 99

sin duda valiosas, no nos exime de seguir luchando para


que la democracia salde esa “deuda pendiente” que es la
legalización del aborto.

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4

Pruebas y soportes en torno a la


sexualidad y afectividad en
adolescentes escolarizados en el nivel
medio de Argentina
SEBASTIÁN EZEQUIEL SUSTAS

Introducción

Planteamos algunos interrogantes que ponen en vincula-


ción aspectos de tipo institucional en el ámbito educativo,
los procesos de transformaciones socio-culturales cristali-
zadas en legislaciones específicas, y las relaciones genera-
cionales entre adultos y adolescentes: ¿Cómo se configuran
los entramados sociales en la vida sexual y afectiva de las y
los jóvenes? ¿Qué desafíos comunes son posibles de iden-
tificar en esas configuraciones sociales? ¿De qué forma se
vinculan dichos desafíos con las trayectorias sociales, los
vínculos –intra e inter generacionales–, y los contextos o
escenarios que enmarcan dichas interacciones? Estas pre-
guntas nos permiten indagar acerca de las formas y diná-
micas vinculares que enmarcan los diferentes desafíos a
los que son puestos a prueba las y los adolescentes, que
por su fuerte regularidad en los relatos de sus experiencias
sociales, nos permiten identificarlos como pruebas con un
substrato común: desafíos que aluden a dimensiones de la
sexualidad y afectividad. Asimismo, indagamos acerca de

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106 • Salud, sexualidades y derechos

las formas en cómo se presentan los dicho, los escenarios


que enmarcan las relaciones, y los soportes disponibles para
hacer frente a dichas pruebas.
Para responder a estos interrogantes, recurrimos a una
indagación que se sitúa en el enfoque interpretativo de las
ciencias sociales, cuyo objetivo central es la comprensión de
los sentidos de las acciones sociales desde la propia pers-
pectiva de los sujetos (Kornblit, 2004). Empleamos técnicas
de recolección de información de metodologías cualitativas,
conformando así el corpus de información compuesto por 8
entrevistas individuales y 10 grupos de discusión formados
por alrededor de 4 adolescentes en cada una de las escue-
las medias de la región Metropolitana de Buenos Aires, la
provincia de Córdoba, y la provincia de Mendoza. La meto-
dología cualitativa tiene especial interés en los sentidos,
significados y experiencias construidos en las interacciones
sociales (Vasilachis De Gialdino, 1992). En relación a las
técnicas empleadas, las entrevistas en profundidad permi-
ten observar experiencias, percepciones y sentidos de los
sujetos sobre sí mismos y su entorno, en contextos particu-
lares que enmarcan las interacciones (Sautu, 1999). Por su
parte, los grupos de discusión, retomando a Freidin (2014),
permiten generar las condiciones para dar cuenta de las
formas en que los sujetos optan por diferentes tipos de
prácticas, la aceptación y tensión sobre ellas, las limitacio-
nes con las que se enfrentan y los significados otorgados
a dichas elecciones en un marco donde las interacciones
grupales resultan un elemento central del análisis. El trabajo
de campo tuvo lugar durante el 2014. En algunos grupos
de discusión contamos con la colaboración de responsables
locales de diferentes programas (salud sexual, adolescencia).
La edad de las y los entrevistados se situó en una franja
entre 15 a 19 años. Los grupos de discusión fueron mixtos,
y se buscó que compartieran el mismo curso. Para el análisis
del corpus retomamos los lineamientos generales de la teo-
ría fundamentada (Glaser & Strauss, 1967). Aplicando los
criterios de parsimonia –maximizar la comprensión de un

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Salud, sexualidades y derechos • 107

fenómeno con la menor cantidad de conceptos posibles– y


de alcance –ampliar el campo de aplicación del análisis sin
desfasarse de la base empírica–, identificamos categorías
emergentes en torno a las dimensiones asociadas al placer
sexual y lo erótico, las formas en que dichas dimensiones
condicionan los vínculos, y las formas de comprenderse a sí
mismos medidas por dichas facetas. Estas categorías emer-
gentes se encuentran en dialogo con el marco conceptual y
las bibliografías temáticas empleadas.
Consideramos necesario realizar algunas aclaraciones
que sirven para enmarcar el presente trabajo, como así tam-
bién marcar las limitaciones de alcance. El presente trabajo
se enmarca en una investigación doctoral realizada por el
autor sobre las vinculaciones de las concepciones, prácticas
y conductas sexuales de adolescentes de escuelas medias
en el marco de la ley de Educación Sexual Integral.1 En
este contexto, el objetivo de identificar desafíos comunes
o pruebas por los cuales transiten las y los adolescentes
implica una revisión del trabajo de investigación doctoral
desde una mirada conceptual asentada en la sociología de la
individuación. Asimismo, la presentación de las categorías
emergentes identificadas permite delinear de forma sucinta
el mapa de los entramados sociales sobre los cuales se con-
figuran los procesos de individuación en términos sexua-
les y afectivos. Por las características del trabajo, quedan
pendientes profundizar en los múltiples vínculos en que es
posible analizar las dimensiones emergentes identificadas.

1 Dicha tesis fue presentada para optar por el título de Doctor en Ciencias
Sociales por Universidad de Buenos Aires. Intitulada: Cambios y permanen-
cias en torno a la sexualidad y afectividad en las mujeres y varones adolescentes
escolarizados en el nivel medio de Argentina (2005-2014). Dirigida por la Dra.
Ana Lía Kornblit.

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108 • Salud, sexualidades y derechos

Sexualidad y afectividad desde la individuación

Analizar las dinámicas configuradas por los diferentes


entramados sociales en la vida sexual y afectiva de mujeres
y varones adolescentes teniendo en cuenta aspectos de
sus trayectorias sociales, sus vínculos y los contextos que
enmarcan las interacciones, implica hacer algunas preci-
siones en torno a las categorías analíticas a partir de las
cuales se indagan dichas dinámicas en el presente trabajo:
pruebas y soportes. Partir de analizar las dinámicas entre las
pruebas y soportes en torno a lo sexual y afectivo en ado-
lescentes escolarizados en el nivel medio de Argentina tiene
como propósito hacer inteligible de forma sociológica una
serie de problemas que emergen de forma estridente como
problemas sociales en muchos discursos que involucran a
la adolescencia y a la sexualidad. Estos discursos suelen
asociar de forma lineal consecuencias negativas (embarazos
no deseados y/o tempranos, ITS) con el ejercicio afectivo
y sexual de los adolescentes. Los desafíos comunes a los
que son puestos a prueba las y los adolescentes son una
clave para analizar las diferentes dinámicas en que se vin-
culan sexual y afectivamente, los escenarios que enmarcan
las relaciones, y los soportes disponibles para hacer frente a
dichas pruebas. Esta sugerencia implica definiciones teórico
analíticas que se describen a continuación.
Durante la primera mitad del siglo XX, las instituciones
lograban transmitir de forma armónica normas sociales
concurrentes, en mayor o menor medida, con acciones y
prácticas esperadas, llevadas adelante por los actores. Las
teorías sociológicas de este período, más allá de sus dife-
rencias, podían partir de una idea de sociedad que se sus-
tentaba en instancias estructurales que encontraban en las
instituciones y los programas institucionales la fuente de
sostén de los individuos. Procesos presentes a largo del siglo
comienzan a hacerse más palpables a partir de las década
de 1960, momento en el que muchos autores señalan la
emergencia de una modernidad diferencial signada por el

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Salud, sexualidades y derechos • 109

fin de la creencia en el progreso, la aparición de desfases


entre las posiciones sociales, las prácticas y deseos de las
personas y una importancia cada vez mayor de las tenden-
cias hacia la singularización individual (Beck, Giddens, &
Lash, 2001; Martuccelli & De Singly, 2012). Estos procesos
de desinstitucionalización (Beck & Beck-Gernsheim, 2003)
o de declinación de las instituciones (Dubet, 2013), despla-
zaron los marcos de socialización desde las instituciones
hacia las personas, vivenciados a nivel individual como fra-
casos personales. En estos contextos de mayores niveles de
incertidumbres, inseguridades y angustias por los desfases
entre las expectativas y las prácticas concretas, los sujetos
regresan sobre sí mismos frente a la pérdida de las “recetas”
brindadas por las instituciones.
Vincular aspectos que son vivenciados a nivel indivi-
dual –las trayectorias o itinerarios individuales– con aspec-
tos de tipo social estructural continúa siendo la aspiración
de cualquier pregunta sociológica. Sin embargo, a raíz del
proceso de cambios previamente narrados, es necesario un
análisis que permita dar cuenta de lo social a partir de
lo individual. En este sentido, dos perspectivas teóricas y
analíticas convergen a partir de pensar el trabajo de los
individuos sobre sí mismos en los escenarios característi-
cos de la modernidad tardía: 1) la experiencia social de los
individuos requiere el trabajo de dar coherencia a lógicas
de acción –maneras de definir la sociedad y a sí mismos–
que son en parte disímiles y autónomas (Dubet, 2013), 2)
el imperativo social de las sociedades actuales que obliga
a los individuos a individualizarse a partir de un sistema
estandarizado de pruebas (Martuccelli & De Singly, 2012).
Las lógicas de acción “no son sólo grupos de motivos, son
también puntos de vista sobre lo social, más cognitivos que
normativos, que implican un tipo de representación de la
sociedad” (Dubet, 2013, p. 194).
Estas lógicas de acción son articuladas por los indivi-
duos en la construcción de su entorno social: a) integración o
programación –la interiorización del control social externo,

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110 • Salud, sexualidades y derechos

la asunción de múltiples roles y pertenencia a diferentes


nosotros que aseguran el propio yo–; b) estratégica –la defi-
nición de objetivos en sintonía con el interés situado de
los actores, y la movilización de los recursos y medios para
alcanzarlos en dichas situaciones sociales particulares–; c)
subjetivación –la adopción de un punto de vista que permita
a los sujetos situarse más allá de cualquier determinación
social, sea producto de su socialización o sus elecciones y
movilización de recursos en clave estratégica.
Las pruebas son una categoría analítica que permite
dar cuenta de la diferenciación funcional que caracteriza
las sociedades contemporáneas según las esferas de acción
a las cuales acceden los individuos, sin perder de vista la
fuerte estandarización social y temporal de dichas pruebas
en las sociedades actuales. Martuccelli (2006) describe las
pruebas a partir de algunas características de orden general
que adaptamos a nuestra población en estudio: a) encuen-
tran en el individuo el eje singular de la afección encarnado
en vivencias, el cuerpo y los afectos; b) poseen una intensa
implicancia a nivel vivencial; c) son instancias de tensión
percibidas, de forma más o menos velada, por los propios
adolescentes entre las expectativas, deseos y las posibili-
dades de llevarlos a cabo; d) requieren la movilización de
soportes para ser superadas. Como señala el mismo autor:

“[…] las pruebas se declinan en forma diferente según las


trayectorias y los lugares sociales, y asumen significaciones
plurales según los actores considerados. […] Conservando en
primer plano los cambios históricos y los inevitables efectos
del diferencial de posicionamiento social entre actores, las
pruebas permiten justamente dar cuenta de la manera en que
los individuos son producidos y se producen” (Martuccelli,
2006, citado por Di Leo y Camarotti, 2013: 21).

Dos lados de un mismo fenómeno concurren: la


impronta a singularizarse a partir de experiencias indivi-
duales y los desafíos comunes que requieren la movilización
de soportes para ser enfrentados. Los soportes, siguiendo al

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Salud, sexualidades y derechos • 111

mismo autor, son el material con el cual se construye el teji-


do social y existencial de las y los adolescentes (Martuccelli,
2007). Algunos soportes adquieren una mayor materialidad
(objetos, recursos económicos o de tipo relacional), mien-
tras que otros potencian sus capacidades de “sostener” a
los individuos a partir de aspectos simbólicos (experiencias,
actividades, afectos, aspiraciones, deseos o expectativas).
Las pruebas no son sólo puntos de quiebre de las trayecto-
rias biográficas, sino instancias donde quedan expuestas las
posibilidades de elección y movilización de los recursos y
soportes al alcance de las y los adolescentes. No todos los
contextos habilitan el mismo punto de partida para afrontar
una prueba del orden sexual y afectivo, ni el acceso a un
rango ilimitado de soportes.
En el imperativo a individualizarse en términos sexua-
les y afectivos los adolescentes deben transitar por diversos
desafíos que los ponen a prueba y en relación a los cuales
deberán movilizar los recursos de los que disponen para
salir airosos. Denominamos a este proceso como individua-
ción en términos sexuales y afectivos (Sustas, 2015). El mismo
expone el trabajo de las y los adolescentes por dar unidad a
sus experiencias sociales, surgidas de lógicas de acción que
responden a modelos más tradicionales en los que los pro-
cesos institucionales de socialización de períodos previos
continúan vigentes, pero que conviven con modelos que
implican en mayor grado la singularidad y la reflexividad.
Este imperativo social cobra para las y los adolescentes la for-
ma de pruebas que involucran aspectos de la sexualidad y la
afectividad, en sus dimensiones performativas, vivenciales,
como así también las proyectadas. Estos desafíos poseen
una fuerte herencia deudora de lo que Araujo and Mar-
tuccelli (2012) denominaron prueba de pareja, que remite al
imperativo social en la búsqueda de pareja que surge de los
relatos de entrevistas en su análisis de la sociedad chilena,

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112 • Salud, sexualidades y derechos

y donde aspectos en torno a concepciones de familia y la


división sexo genérica de la sociedad se presentan como
ejes centrales.2
En términos analíticos, en este proceso de individua-
ción, los actores realizan búsquedas activas a partir de los
entramados sociales en los que se desenvuelven sus vidas.
Estas búsquedas los llevan a atravesar las pruebas que la
época y el medio les plantean y a seleccionar los soportes
en los que pueden apoyarse. La pretendida unicidad iden-
titaria propia de los procesos de socialización exitosos de
las instituciones de la primera modernidad está resquebra-
jada en el presente. El trabajo de los individuos sobre sí
mismos refiere a un proceso de búsqueda de identidad, en
nuestro caso en términos sexuales y afectivos, no como un
sentido acabado, sino como una imaginada unicidad nece-
saria para conjugar de un modo convergente los trabajos
de las instituciones sobre los individuos y el imperativo a
individualizarse.
A partir de las decisiones analíticas asumidas se requie-
re relacionar diferentes niveles de análisis. Entendemos por
entramados sociales a las múltiples redes que conforman los
individuos en los diferentes escenarios en los cuales tran-
sitan, es decir sus círculos de sociabilidad. En definitiva, su
mundo circundante, en el que el trabajo de los actores sobre
sí mismos intenta dar coherencia a sus prácticas en esos
múltiples ámbitos de sociabilidad. Este aspecto central se
expresa en la expansión de instancias reflexivas, ligadas a la
introspección, es decir, la vuelta hacia uno mismo. Entende-
mos por interacciones personales las relaciones que surgen

2 En dicho análisis, los autores describen tres tipos de ideales que se articulan,
concurren y tensionan en la constitución de los imaginarios de pareja: el
ideal protector –construido alrededor de la figura de quien protege y estabili-
za–; el ideal de fusión –constituido en la tensión entre la fusión pasional y la
tendencia a la formalización de la pareja–; y el ideal de independencia –el cual
supone espacios de reconocimientos propios para cada miembro (Araujo &
Martuccelli, 2012). Nos parece interesante señalar los posibles trasvasa-
mientos entre las lógicas de acción dubetianas y estos ideales.

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Salud, sexualidades y derechos • 113

de los vínculos con otros, en los que emergen posiciones o


situaciones sociales diferenciales. Estas no necesariamente
orientan las conductas, sino que al contrario hacen emer-
ger las contradicciones entre los deseos y las posibilidades
objetivas.
Estudios clásicos sobre la sexualidad (Gagnon, 2006)
vincularon los patrones de interacción, los escenarios cul-
turales y los guiones intrapsíquicos necesarios para que
cualquier práctica sexual sea posible. La certeza de que la
sexualidad requiere de un proceso de aprendizaje permite
situar nuestra perspectiva en contexto: ese proceso de cons-
trucción de experiencias sexuales y afectivas está signado
por pruebas, esas pruebas requieren de soportes para ser
superadas, las dinámicas entre pruebas y soportes son dife-
renciales según las posibilidades de elección y movilización
de soportes. No todos los adolescentes se encuentran en
contextos en los que dispongan de soportes que les per-
mitan situarse en una posición de ejercicio de derechos en
términos sexuales y reproductivos. Asimismo, las experien-
cias sociales de los individuos se encuentran influenciadas
en la actualidad por contextos de desinstitucionalización,
en los que el trabajo de las instituciones sobre los individuos
ha cesado de tener la influencia de antaño. La sociedad,
entendida como las recetas institucionales para lograr la
socialización e integración, ha dejado de dar unidad a la
vida social (Dubet, 2013), para dejar paso a un creciente
proceso de singularización individual, en el que los desfases
sistémicos se vivencian a nivel personal como angustias e
inseguridades. Sin embargo, las posibilidades emancipato-
rias de contextos signados por una mayor capacidad refle-
xiva no implican la desaparición de las lógicas de acción de
la primera modernidad. En esta concurrencia de lógicas de
acción, el análisis a posteriori de los sentidos construidos
y otorgados a los desafíos comunes en torno a lo sexual y
afectivo permite vincular las trayectorias individuales con
los fenómenos sociales que las enmarcan.

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114 • Salud, sexualidades y derechos

Pruebas y soportes en los procesos de individuación


en términos sexuales y afectivos

A partir del corpus de datos compuestos por las entrevistas


en profundidad y los grupos de discusión dimos cuenta de
algunas instancias que precisan de las y los adolescentes
movilización de soportes para ser afrontadas. Por tratarse
de un segmento de ciclo de vida particular, –la adolescen-
cia–, es posible que algunos desafíos se enmarquen dentro
de lo “esperado” en dicha etapa de la vida, particularmente
en lo que respecta a la iniciación sexual y afectiva. Sin embar-
go, en los relatos emergen del análisis otras pruebas con
una fuerte regularidad, como el posicionamiento en torno a las
diversidades sexuales, y en menor medida el posicionamiento
frente al aborto. A continuación avanzamos sobre ello.
El inicio sexual fue identificado en los primeros estudios
sobre fecundidad adolescente como el origen de la expo-
sición al riesgo de embarazos no deseados o tempranos, o
infecciones de transmisión sexual (ITS). A pesar de este ori-
gen deudor de paradigmas médicos hegemónico (Menén-
dez, 1985), diversas investigaciones continuaron profun-
dizando en la iniciación sexual. Sin embargo, los motivos
no descansan necesariamente en una perspectiva de riesgo,
sino en que dicha instancia es identificada por las y los
propios adolescentes como una prueba, que a pesar de su
regularidad, adquiere diferentes matices (Geldstein & Schu-
fer, 2002; Grimberg, 2002; Jones, 2010; Pantelides, 1996).
En nuestro corpus de datos el inicio sexual también
emerge como una categoría importante en lo que respecta a
las instancias de individuación y subjetivación adolescente.
Sin perder de vista los sentidos diferenciales genéricamente
conformados, es posible observar alusiones al inicio sexual
como una instancia con una relativa capacidad de regula-
ción, al menos desde los propios adolescentes. Sin embar-
go, concurrente con esta capacidad de regulación contin-
gente a evitar determinadas situaciones que involucran la
dimensión erótica, el control parental se presenta de forma

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Salud, sexualidades y derechos • 115

omnipresente en los relatos. Asimismo, en ocasiones, el ini-


cio sexual se enmarca en relatos de los vínculos cercanos,
convirtiéndose así en un mal a conjurar por fuera de la
realidad de las adolescentes con el propósito de no repetir
historias de embarazos tempranos y las posibles coacciones
sexuales asociadas (Checa, Erbaro, Schvartzman, Perrotta,
& Tapia, 2010; Fainsod, 2005). Es interesante la emergencia
de sentidos con una aparente lateralidad al inicio sexual,
tales son los casos de la capacidad masculina de la espe-
ra y la femenina del miedo al dolor. ¿Es posible pensar
estas instancias que se corporizan en un desplazamiento de
la abstinencia, en el primer caso, y en una imposibilidad
de asociación con el placer en el segundo, sin contemplar
aspectos que remiten a las concepciones sobre sexualidad
y género que predominan en los entramados sociales de
dichos adolescentes?
La predominancia de perspectivas de la sexualidad
deudoras de posturas biologicistas, aspecto que se manifies-
ta de forma más contundente en los modelos de educación
sexual (Kornblit & Sustas, 2014; Morgade, 2011; Wainer-
man, Di Virgilio, & Chami, 2008), enmarca la prueba de
posicionamiento frente a las diversidades sexuales. La normati-
vidad sexual establece el binomio sexo-genérico que estable
límites precisos sobre las orientaciones, deseos, gestos y
fantasías sexuales, al mismo tiempo que establece instan-
cias de poder desiguales entre los sexos (Scott, 1996). Sin
embargo, frente a esta tendencia que continúa teniendo una
fuerte inercia en las instituciones escolares, el avance de
legislaciones que amplían los derechos y libertades civiles
de las “minorías” sexuales avalado por agendas públicas,
emerge como un factor que permite y habilita instancias de
introspección.3 ¿Desde qué concepciones de la sexualidad y
el género se habilitan la ruptura con las miradas restrictivas

3 También son recurrentes en los relatos las alusiones a la visibilidad de las


personas con orientaciones sexuales no heterosexuales en diferentes nove-
las, shows mediáticos y ámbitos televisivos.

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116 • Salud, sexualidades y derechos

en torno a las diversidades sexuales? ¿Qué tipos de recursos


son movilizados para romper con la linealidad construida
desde la diada sexo-genérica?
La prueba posicionamiento frente al aborto se enmarca en
el mismo registro que la relativa a las diversidades sexua-
les, y de alguna manera ambas dan cuenta de posiciona-
mientos más generales sobre la sexualidad. En consonancia
con investigaciones en la temática (Climent, 2005; Petrac-
ci, 2004), los sentidos con mayor predominancia aluden
al rechazo de la interrupción del embarazo ya que no se
corresponde con hacer frente a las “consecuencias” del acto
sexual. La premisa que pone la vida por venir en el cen-
tro de los valores que orientan dichas posturas en torno
al aborto, se desplaza hacía el rechazo por la incapacidad
de regular los instintos sexuales como razón para sostener
las opiniones. Encontramos sentidos aún de mayor radi-
calización de aversión, cuando las relaciones sexuales que
dieron lugar al embarazo poseen la duda de instancias de
placer intervinientes. El goce sexual intensifica así el recha-
zo en nombre de la incapacidad de manejar aquello que los
mismos adolescentes en ocasiones parecen señalar como
difícil de regular. Posicionamientos de aceptación parcial
emergen cuando se aluden a las causales no penadas por la
ley (Bergallo, 2011). Las respuestas agrupadas en posicio-
nes causales habilitan las posibilidades de interrupción del
embarazo pero asociadas a situaciones límites que se pre-
sentan como desvíos de los marcos y espacialidades espera-
dos para las relaciones sexuales. En particular, la violación
se presenta como un caso recurrente en las narraciones de
los adolescentes, ya que en dicho abuso sexual, el placer,
como dimensión de la sexualidad, no se encuentra implica-
do. La ausencia de instancias de goce durante el acto sexual
que da origen a la gestación se presenta así con un poder
explicativo más fuerte que la vulneración física que implica
la violación. Finalmente, posicionamientos de aceptación
de la interrupción del embarazo parecen emerger cuando
existen referencias o vivencias cercanas. Si las vivencias

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Salud, sexualidades y derechos • 117

cercanas –o las referencias a ella–habilitan la puesta en


duda de los valores que sostienen las posturas conserva-
doras, la introspección y los procesos de reflexión son una
instancia importante para sostener posturas más abiertas en
temáticas íntimamente vinculadas a la vida de las personas,
en las que experiencias concretas atraviesan el presente.

Comentarios finales

En los procesos de individuación en términos sexuales


y afectivos las y los adolescentes transitan por diversos
desafíos que involucran de forma activa la movilización de
soportes y recursos para afrontarlos. En este trabajo identi-
ficamos tres instancias: el inicio sexual, el posicionamiento
frente a las diversidades sexuales y frente al aborto. Aun-
que nuestro esfuerzo analítico fue compartimentar estas
pruebas, consideramos que existen elementos comunes que
permiten comprender de forma dinámica las vinculaciones
entre dichos desafíos.
Dos momentos parecen converger para enmarcar uno
de los sentidos predominantes del inicio sexual: dificultades
para lograr algún grado de manejo de situaciones eróticas
por parte de los mismos jóvenes (alusiones a la imposibi-
lidad de encauzar instintos o de planificar las relaciones),
frente a una omnipresente normatividad adulta destinada a
evitar instancias donde las interacciones sexuales y afecti-
vas pudieran ocurrir. A pesar de su relativa obviedad, estos
sentidos son deudores de concepciones esencialistas sobre
la sexualidad, que encuentran en los instintos la materia
maleable sobre la cual se constituye todo lo referido a lo
sexual. Es interesante el hecho de que categorías como la
espera –en el caso masculino–, o el miedo al dolor –en el
caso femenino–, a pesar de su aparente lateralidad, tam-
bién concurran con posiciones de tipo esencialistas. En el
caso de la primera, concurre en los modelos de educación

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118 • Salud, sexualidades y derechos

sexual más conservadores al generar un marco espacial y


temporal de las acciones afectivas y sexuales. Frente a la
imposibilidad de la abstinencia, la postergación corporizada
en la espera marca la temporalidad y se esgrime como valor
deseado de la masculinidad, mientras que el espacio está
delimitado por formas vinculares que muestran en el anta-
gonismo del placer sexual y el amor/intimidad las carac-
terísticas exteriores de concepciones binarias en torno a la
sexualidad. El tiempo y espacio de la sexualidad dicta y esta-
blece la normalidad como alegoría de la naturalidad. En el
caso del miedo dolor como sentido asociado al inicio sexual,
la potencialidad de sentido viene dada por su opuesto, que
en este caso se encuentra ausente: la posibilidad de alusión
al placer. Si el cuidado desde un punto de vista asociado al
deber ser se manifiesta en la aversión a la infidelidad, en
estos modelos deudores del paradigma médico, el cuidado
se establece a partir de las distancias relativas en torno a
aquello considerado riesgoso. El placer desplaza su lugar
pecaminoso confesional a una instancia secular que lo iden-
tifica con el azar, pero donde las probabilidades no tienen el
mismo peso: el azar siempre conlleva a lo no deseado de la
sexualidad. Esta metonimia entre placer y riesgo establece
jerarquías, donde algunos cuerpos son objeto más acentua-
do de la intervención de los saberes de control, en espe-
cial los femeninos. Las posibilidades de conformación de
las subjetividades también difieren al estar atravesadas por
saberes y valoraciones de lo legitimo diferentes que buscan
dar las características totalizantes de cada ser.
Finalmente, los desafíos de posicionamientos respecto
de las diversidades sexuales y el aborto presentan facetas
de un mismo fenómeno: la tensión entre la inercia de cier-
tas concepciones en determinadas instituciones y el avance
de legislaciones y debates desde agendas públicas. Como
hemos sucintamente analizado, gran parte de los sustentos
conceptuales sobre los que se sostienen las posiciones en
relación a las diversidades sexuales o a la despenalización
del aborto no pueden ser comprendidos sin indagar en

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Salud, sexualidades y derechos • 119

torno a las dimensiones de la sexualidad y el género. Las


definiciones de lo público o lo privado, las formas de amar,
el lugar del placer están estrechamente vinculadas.

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5

Determinantes sociales de la no-


adherencia al tratamiento de la
tuberculosis en Buenos Aires,
Argentina1
BELÉN HERRERO

Introducción

Aunque la tuberculosis (TBC) es curable y prevenible, sigue


siendo un importante problema de salud pública en la
Argentina, donde cada año se diagnostican más de 9.500
nuevos casos y mueren casi 800 personas a causa de la
enfermedad. A pesar de que el tratamiento para la TBC en
Argentina es gratuito, una de las principales barreras para
el control de la enfermedad es, también en nuestro país, la
no-adherencia al tratamiento, debido a las consecuencias de
su interrupción, esto es, la progresión de la enfermedad y la
muerte, el contagio, y el desarrollo de cepas resistentes.
En Argentina, en la cohorte del 2010 se registró el
abandono del tratamiento en el 13,8% de los casos de TBC
pulmonar bacilíferos (frente a una meta internacional de no

1 Este artículo forma parte de la tesis de doctorado de María Belén Herrero:


“Determinantes sociales de la adherencia al tratamiento de la tuberculosis
en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Un estudio de corte transversal
con análisis jerarquizado”, Doctorado en Ciencias Sociales de la Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, en 2015.

teseopress.com 123
124 • Salud, sexualidades y derechos

más del 5%). Este porcentaje es uno de los más elevados


durante los últimos diez años, y la tendencia desde 2001 a
2010 ha ido en ascenso.
Numerosos estudios a nivel mundial se han llevado a
cabo para identificar los factores que influyen en la capaci-
dad de adherir al tratamiento de TBC, relacionados con el
individuo, su entorno, y los servicios de salud. En las últi-
mas décadas desde el campo de la epidemiología social ha
sido creciente el interés por el estudio conjunto no sólo de
los factores individuales, sino también del área donde viven
los individuos, al reconocer que existe un amplio rango de
determinantes sociales, proximales y distales, asociados a
características del nivel individual y del nivel de área donde,
que influyen en el estado de salud de las poblaciones. En el
caso de la TBC, y como sucede con la ocurrencia y distri-
bución de la enfermedad, también se considera que inter-
vienen distintos niveles de determinantes sobre la capaci-
dad de adherir o no al tratamiento, desde los relacionados
con el individuo hasta las características de los servicios
de salud, desde factores biológicos, culturales, ambientales
y socioeconómicos hasta los relacionados con el acceso al
sistema de salud.
Así, la no-adherencia al tratamiento es el resultado final
de un complejo proceso que está inscrito en la estructura
social y que tiene diversos niveles de determinación y, por
tanto, de análisis, desde la sociedad global hasta el nivel
familiar y el nivel individual. La aplicación de un modelo
explicativo en el estudio de esta problemática requiere de
información sobre los diversos componentes en el marco
estructural de sus determinantes y de un método analíti-
co que permita articularla adecuadamente en los diversos
niveles en que ellos operan. Si bien la relación entre la
no-adherencia al tratamiento de TBC con las condiciones
socioeconómicas es conocida y ha sido ampliamente estu-
diada, cómo operan estas condiciones y el peso relativo de
los diversos factores intervinientes es un asunto que no ha
sido suficientemente analizado.19 Identificar por lo tanto

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Salud, sexualidades y derechos • 125

los efectos de las características individuales, como también


aquellos relacionados con las características del área donde
viven los pacientes constituye un avance en la compren-
sión de los determinantes sociales de la no-adherencia al
tratamiento de la TBC.
Este artículo, se propone abordar la problemática de la
no-adherencia al tratamiento de la TBC enfocándola desde
la perspectiva de la medicina social y la epidemiología crí-
tica latinoamericana. Desde el cuestionamiento a los con-
ceptos de multi-causalidad y de riesgo individual de la epi-
demiología clásica, esta plantea un modelo de análisis que,
basado en la consideración de los determinantes sociales
de la salud, articula los aspectos biológicos individuales con
los aspectos estructurales que hacen a las condiciones de
vida. Esta perspectiva considera que las inequidades en la
salud no son solo efecto de un desigual acceso al trabajo, a
la riqueza o a la educación, sino más bien un aspecto estruc-
turante de relaciones sociales desiguales y opresivas.
El objetivo de este estudio, al incorporar distintos
niveles de factores, es identificar los determinantes a nivel
individual y los determinantes a nivel de área de la no-
adherencia al tratamiento de la TBC y explorar cómo influ-
ye en esta problemática la relación entre estos dos niveles, a
través de un análisis jerarquizado de los factores, en muni-
cipios seleccionados del Área Metropolitana de la Provincia
de Buenos Aires (AMBA).
El conocimiento de estos determinantes sociales y sus
interrelaciones resulta fundamental en la salud pública para
identificar los factores de riesgo pasibles de modificación
por intervenciones de mediano y corto plazo. Este estudio
espera contribuir con nueva información sobre los determi-
nantes sociales de la no-adherencia al tratamiento de TBC
en las áreas de estudio. Asimismo, espera ser un aporte a las
estrategias de control de la TBC, orientadas al logro de una
mejor adherencia de los servicios a las normas del Progra-
ma Nacional de Control de la Tuberculosis (PNCT) y de la
población al tratamiento para la cura de la enfermedad.

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126 • Salud, sexualidades y derechos

Material y métodos
Se trata de un estudio corte transversal en base a datos
primarios y secundarios, que utilizó una metodología cuan-
titativa para el relevamiento y análisis de la información.

Área de estudio
El área de estudio fueron municipios seleccionados de la
Región Sanitaria VI (RSVI) del AMBA: Almirante Brown,
Avellaneda, Berazategui, Esteban Echeverría, Ezeiza, Lomas
de Zamora y Quilmes. En cada municipio se seleccionaron
los establecimientos de salud que brindan tratamiento a los
pacientes con TBC. La RSVI es una de las doce regiones
sanitarias del sistema de salud de la Provincia de Buenos
Aires, y concentra el 13% del total de casos notificados en
el país. En estos municipios la tasa de no-adherencia al tra-
tamiento en los casos pulmonares positivos en el año 2009
fue del 21,95% (rango: 12,5%-35,57%).

Población de estudio
La población de estudio fue definida como los casos noti-
ficados con TBC pulmonar, residentes en los municipios
seleccionados de la RSVI, de 18 años o más, a los que se
les haya prescripto tratamiento durante el año 2007 en los
establecimientos de salud de dichos municipios. Se excluye-
ron los pacientes derivados a otro establecimiento de salud
no incluido en la muestra, y los que hubieran transcurrido
la mayor parte del tratamiento en situación de privación
de la libertad (prisión) o con algún tipo de discapacidad
intelectual, mental o física que impidiera la administración
de la encuesta al paciente.
En base a la definición de no-adherencia de la OMS y
del PNCT se clasificó como caso no-adherente todo pacien-
te elegible que interrumpió el tratamiento por 60 días con-
secutivos o más. Los adherentes fueron los pacientes que
completaron el tratamiento en forma regular.

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Salud, sexualidades y derechos • 127

Diseño del estudio


Para el primer nivel de análisis, correspondiente a las
características individuales, se tomaron los datos primarios
recolectados en el marco de un proyecto realizado en el
año 20082. El protocolo del estudio (incluyendo el cues-
tionario aplicado) fue aprobado por el Comité de Ética de
cada hospital participante. Después de obtener un consenti-
miento informado firmado, los pacientes fueron entrevista-
dos mediante un cuestionario estructurado. Se realizó una
prueba piloto del cuestionario con 10 pacientes (no inclui-
dos en el estudio) del área de estudio seleccionada.
Para el segundo nivel de análisis, correspondiente a las
características socio-demográficas y socioeconómicas del
área, se utilizó como fuente de datos secundarios el Censo
Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001, a través
de la información anónima del censo por vía electrónica,
del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).

Análisis estadístico
Para nivel 1 (individual), correspondiente a las caracte-
rísticas de los individuos se incluyó información sobre
características socio-demográficas del paciente y del jefe de
familia, de la vivienda, de la enfermedad, del tratamiento
y del acceso a los servicios de salud. Para el nivel 2 (de
área), se incluyó información sobre las características socio-
demográficas y socioeconómicas del área de donde los
casos a nivel del radio censal, obtenidos del Censo Nacional
de Población, Hogares y Viviendas 2001. Las características

2 Estudio Colaborativo Multicéntrico 2008 (ECM 2008) “Evaluación de los


factores predictivos de la no- adherencia al tratamiento de tuberculosis en
municipios seleccionados del Área Metropolitana de Buenos Aires”. Becas
Ramón Carrillo-Arturo Oñativia, Comisión Nacional Salud Investiga,
Ministerio de Salud de la Nación. Coord.: Dra. Silvina Arrossi.

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128 • Salud, sexualidades y derechos

del área de residencia fueron asignadas para los casos indi-


viduales, según su radio censal de residencia, y clasificados
de acuerdo con la media o los cuartiles, según la variable.
Para el análisis de los datos se utilizó el paquete esta-
dístico STATA 10.0 y un sistema de información geográ-
fica (ArchView 3.3). En primer lugar, se llevó a cabo un
análisis exploratorio de las variables a nivel individual y
de área para evaluar las distribuciones. Luego se realizó
un análisis bivariado. Las variables que en el modelo de
análisis bivariado en cada uno de los niveles mostraron
una asociación significativa (p<0,20) o que se consideraron
esenciales para el modelo explicativo, fueron incluidas en el
análisis por regresión múltiple. Este último se realizó para
cada uno de los dos niveles, y se conservaron únicamen-
te aquellas variables que mostraron asociación significativa
(p<0.05). Finalmente, se construyó un análisis jerarquiza-
do final con los factores anidados en varios niveles, con
informaciones de los pacientes encuestados y de su área
geográfica de residencia (dos niveles). En el modelo final se
conservaron las variables que mostraron asociación signi-
ficativa (p<0.05). En este modelo, la variable dependiente
es la “No-adherencia”.

Resultados

Fueron estudiados 123 (64%) pacientes de los 193 elegibles,


distribuidos en 38 no-adherentes y 85 adherentes. Cuarenta
no-adherentes (51%) y 30 adherentes (26%) no pudieron
ser localizados, principalmente por dificultades ligadas al
registro del domicilio.
Las principales características socio-demográficas y
socioeconómicas de los individuos y del área donde estos
residen, se presentan en el cuadro 1 y cuadro 2.

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Salud, sexualidades y derechos • 129

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130 • Salud, sexualidades y derechos

Fuente: Censo Nacional de Población y Viviendas 2001 (INDEC)

Cuadro 3: Análisis bivariado y análisis multivariado


de los factores asociados a la no-adherencia al tratamiento
de TBC en el nivel individual (nivel 1). Adherentes y no-
adherentes. RSVI, 2007. En el cuadro 3 se presentan los
resultados del análisis bivariado y multivariado para el nivel
individual. En el análisis multivariado pudo observarse que
los pacientes de sexo masculino tuvieron casi 3 veces más
riesgo de no adherir (OR: 9,91; IC95% 1,1-8,3). Los que no
contaban con provisión de agua dentro de sus viviendas
tuvieron casi 5 veces más probabilidad de interrumpir el
tratamiento que aquellos que sí contaban con este servi-
cio (OR: 4,74; IC95% 1,5-15,1). En aquellos casos donde
el jefe de hogar no poseía cobertura de salud, el riesgo de
no-adherencia fue casi 6 veces mayor (OR: 5,74; IC95%
1,5-21,9) y quienes realizaban los controles en un hospital
tuvieron casi 5 veces más riesgo que aquellos que los reali-
zaban en los CAP (OR: 4,54; IC95% 1,2-16,8). Los pacientes
que no recibieron la información suficiente tuvieron 10

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Salud, sexualidades y derechos • 131

veces más riesgo de no adherir al tratamiento (OR: 10,36;


IC95% 1,6-68,3). Asimismo en aquellos que no tenían per-
misos en el trabajo para asistir al servicio de salud la pro-
babilidad de no-adherencia ha sido casi 8 veces mayor (OR:
7,78; IC95% 1,2-51,9). Finalmente, los pacientes que utili-
zaron más de un medio de transporte para asistir al servicio
de salud tuvieron casi 5 veces más riesgo de no adherir
al tratamiento que aquellos que utilizaban uno solo (OR:
4,7; IC95% 1,3-16,3).

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132 • Salud, sexualidades y derechos

Fuente: elaboración propia

En el cuadro 4 se presentan los resultados del análisis


bivariado y multivariado para el nivel del área donde resi-
den los casos. En el análisis multivariado pudo observarse
un mayor riesgo de no-adherencia en aquellas áreas con una
mayor proporción de viviendas con existencia de red de
gas natural en comparación con aquellas áreas con menor

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Salud, sexualidades y derechos • 133

proporción de viviendas con este servicio (OR: 0,25; IC95%


0,1-0,7). También pudo observarse que en aquellas áreas
con una mayor proporción de hogares con NBI según capa-
cidad de subsistencia, el riesgo de no-adherencia fue más
del triple (OR: 3,4; IC95% 1,4-8,5). No tener inodoro con
descarga ni desagüe de red aumentó más de 3 veces el ries-
go de no-adherencia (OR: 3,39; IC95% 1,2-9,4). Por otra
parte, el riesgo de no-adherencia fue más elevado en aque-
llas áreas con una mayor proporción de población inactiva
(OR: 0,3; IC95% 0,11-0,08). Finalmente también en las áreas
con una mayor proporción de trabajadores por cuenta pro-
pia el riesgo de no-adherencia fue más elevado (OR: 2,84;
IC95% 1,1-7,7).

Fuente: Elaboración propia

Los resultados del modelo de regresión jerarquizado


(cuadro 5) muestran que el riesgo de no-adherencia ha sido
3 veces mayor en los pacientes de sexo masculino (OR: 3,53;

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134 • Salud, sexualidades y derechos

IC95% 1,23-10,11). Por otra parte, no tener provisión de


agua en la vivienda aumentó 4 veces este riesgo, en com-
paración con las viviendas que si contaban con este ser-
vicio (OR: 4,18; IC95% 1,29-13, 47). En los hogares cuyo
jefe no contaba con cobertura de salud el riesgo de no-
adherencia al tratamiento se incrementó casi 6 veces (OR:
5,47; IC95% 1,36-21,93). Asimismo, los pacientes que utili-
zaron más de un medio de transporte para asistir al servicio
de salud tuvieron casi 7 veces más riesgo de interrumpir
el tratamiento que aquellos que utilizaban uno solo (OR:
6,47; IC95% 1,7-24,6). También se observó que en las áreas
con una mayor proporción de hogares con NBI según capa-
cidad de subsistencia el riesgo de no-adherencia fue tres
veces más elevado (OR: 3,04; IC95% 1,07-8,82). Pudo obser-
varse un mayor riesgo de no-adherencia en los pacientes
en aquellas áreas con mayor proporción de viviendas que
contaban con existencia de red de gas natural (OR: 0,18;
IC95% 0,05-0,59). Finalmente en aquellas áreas con una
mayor proporción de viviendas sin inodoro con descarga ni
desagüe de red el riesgo de no-adherencia en los pacientes
fue 5 veces mayor, respecto de las áreas con una mayor pro-
porción de viviendas con inodoro con descarga y desagüe
de red (OR: 5,08; IC95% 1,51-17,1).

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Salud, sexualidades y derechos • 135

Fuente: Elaboración propia

Discusión

Según nuestro conocimiento, esta es la primera vez que en


Argentina se analizan los determinantes sociales que influ-
yen en la no-adherencia al tratamiento de la TBC, consi-
derando tanto los efectos de las características individuales,
como también aquellos relacionados con las características
del área donde viven los pacientes. El principal hallazgo de
este estudio es que existe una influencia de factores sobre
la no-adherencia al tratamiento de la TBC, no sólo a nivel
individual sino también a nivel de área.
Los resultados de este estudio muestran que los hom-
bres estaban en mayor riesgo de no-adherencia al trata-
miento que las mujeres. Varios estudios han analizado la

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136 • Salud, sexualidades y derechos

relación entre género y falta de adherencia atribuyéndola,


en general, al rol del varón como sostén económico del
hogar, probablemente en virtud de las mayores dificultades
que enfrentan los hombres que trabajan al dejar su empleo
para asistir a los centros de salud. En el presente estudio, el
hecho de que la mayoría de los pacientes jefes de hogar eran
varones (72%) podría reforzar esta hipótesis. Sin embargo,
algunos estudios han encontrado que otros factores expli-
can la asociación entre ser varón y la interrupción del trata-
miento, relacionados con los hábitos de vida, como el abuso
del alcohol, tabaquismo y consumo de drogas.
Los resultados de este estudio muestran un mayor ries-
go de no-adherencia en aquellos pacientes que vivían en
hogares cuyo jefe de hogar no tenía cobertura de salud. Esto
es coincidente con los hallazgos de otros estudios en los que
el riesgo de no-adherencia aumentó en aquellos pacientes
sin cobertura de salud, aún cuando el tratamiento era gra-
tuito. Según estos estudios, uno de los factores que reduce
la capacidad de cumplir con el tratamiento es la pérdida de
ingresos debido a la interrupción de la actividad laboral por
problemas de salud, en especial en el caso de aquellos tra-
bajadores sin protección social ni obra social, es decir, que
no reciben ingresos cuando dejan de trabajar (a diferencia
de lo que sí ocurre entre los asalariados formales).
Otro factor asociado a la no-adherencia al tratamiento
en el presente estudio ha sido no contar con sistema de pro-
visión de agua dentro de la vivienda, situación considerada
en nuestro país como un indicador de pobreza estructu-
ral. La asociación entre la situación de pobreza y la no-
adherencia al tratamiento de la TBC ha sido analizada en
una variedad de investigaciones llevadas a cabo en distintos
países y regiones. En estos estudios, los autores hallaron
que un bajo nivel socioeconómico influye negativamente
en la adherencia, más allá de la gratuidad del tratamien-
to, debido a los costos directos e indirectos del tratamien-
to, como el transporte, medicamentos complementarios e
incluso el tiempo que implica el traslado al servicio de salud

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Salud, sexualidades y derechos • 137

-a menudo incompatible con la necesidad de trabajar-. En


el presente estudio, el hecho de que el tratamiento para
TBC sea gratuito sugiere que factores distintos al costo
del tratamiento están influyendo en un mayor abandono
terapéutico en los pacientes con bajo nivel socioeconómi-
co. Por otra parte, los resultados de este estudio muestran
que aquellos que utilizaron más de un medio de transporte
para asistir al servicio de salud tuvieron casi 5 veces más
riesgo de no adherir al tratamiento, que aquellos que utili-
zaban un medio de transporte. Diversos estudios hallaron
que un elevado costo del transporte para asistir al servicio
de salud reduce la capacidad de adherir, especialmente en
contextos de bajo nivel socioeconómico. Los resultados de
este estudio, los pacientes que no adhirieron al tratamiento
tenían menores niveles de ingresos mensuales en el hogar
respecto de los adherentes, el hecho que esta variable no
haya quedado incluida en el modelo final puede haberse
debido al tamaño reducido de la muestra. Futuros estudios
son necesarios para analizar cómo influyen, en contextos de
gratuidad del tratamiento, los costos indirectos asociados
al tratamiento en la capacidad de adherir, en particular en
contextos de mayor pobreza.
Los pacientes no-adherentes incluidos en este estudio
provienen predominantemente de áreas con un menor
nivel socio-económico. Los resultados muestran un aumen-
to de riesgo de no-adherencia en los pacientes que vivían en
áreas con una mayor proporción de viviendas que poseían
inodoro sin descarga ni desagüe de red. En Argentina, esta
condición también es considerada un indicador de pobreza
estructural, y es uno de los componentes utilizados en la
construcción del indicador de Necesidades Básicas Insa-
tisfechas del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos
(INDEC). Los resultados son coincidentes con otros estu-
dios que también han encontrado que las condiciones de
vida influyen en distintos resultados de salud, en particular
en las áreas con mayores niveles de pobreza y desigualdad
social.18 Incluso, en este estudio el riesgo de abandono

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138 • Salud, sexualidades y derechos

terapéutico fue más elevado en aquellas áreas con necesi-


dades básicas insatisfechas (NBI) en relación a la capaci-
dad de subsistencia, es decir aquellas que presentaban un
mayor porcentaje de hogares con cuatro o más personas
por miembro ocupado y cuyo jefe no hubiera completado
el tercer grado de la escolaridad primaria. Este indicador
constituye un proxy del nivel de ingresos del hogar, según la
cantidad de miembros ocupados en relación a la totalidad
de los miembros que lo integran, considerando el nivel edu-
cativo del jefe del hogar. Diversos estudios que incluyen el
nivel educativo en su análisis han hallado que en general los
pacientes analfabetos (o que poseen un nivel de educación
bajo) son entre 1.3 y 1.7 veces más proclives a abandonar
el tratamiento que los que los pacientes alfabetizados o con
mayor nivel de instrucción. En un estudio llevado a cabo
en el sur de la India, los autores hallaron que la educación
influye en las prácticas de salud de una población, tanto
por su asociación con el nivel ingreso y las condiciones de
empleo, como por el nivel de conocimiento que la población
tiene sobre dichas prácticas.
El presente estudio tiene algunas limitaciones. En pri-
mer lugar, las unidades espaciales de menor tamaño son
los “radios censales”, y representan unidades de organiza-
ción del trabajo de campo en la operatoria de relevamiento
censal. Esto implica que son delimitados por organismos
responsables de cada provincia en función de razones de
conveniencia práctica y no por responder a criterios socia-
les significativos.39 Esto trae aparejados algunos inconve-
nientes, como son su heterogeneidad en superficie, for-
ma y cantidad de población (en algunos radios censales la
población era superior a 1500 habitantes), por lo cual es
posible que un área de este tamaño presente variaciones
internas de la riqueza, lo que podría llevar a una subesti-
mación de la asociación entre las características del área y
la no-adherencia. Una segunda limitación está relacionada
con el número de pacientes incluidos en este estudio para
analizar las características relacionadas con el área, debido

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Salud, sexualidades y derechos • 139

a las implicancias de atribuir las características de un área


censal a un reducido número de casos. Se considera que
serían necesarios estudios adicionales para establecer hasta
que punto estos resultados se verifican en un universo más
amplio de pacientes.
Sin embargo, este estudio tiene muchas fortalezas.
Numerosas variables del nivel individual, al igual que del
nivel de área, fueron significativas por sí mismas, si bien
perdieron significancia en el modelo final. El hecho que
diversos factores individuales y del área estuvieran aso-
ciados a la no-adherencia al tratamiento en el análisis
bivariado da cuenta de la determinación social de la no-
adherencia, y que al menos en este grupo poblacional, están
asociados a las deficientes condiciones de vida y situación
de pobreza del área donde viven. Los resultados de este
estudio permiten identificar los factores que intervienen en
el proceso de determinación de la no-adherencia al trata-
miento de la TBC en la población de estudio y los modos
en que operan los determinantes, en sus distintos niveles.
Estos hallazgos constituyen un aporte para el delineamiento
de políticas a corto y mediano plazo y hacia dónde diri-
gir las principales intervenciones eficaces para la reducción
de esta problemática. Futuros estudios son necesarios para
conocer no sólo la relación entre la influencia del área y de
los factores a nivel individual sobre la no-adherencia al tra-
tamiento, sino también las contribuciones relativas de estos
niveles de factores. Es decir, para conocer que contribuye
más a la no-adherencia al tratamiento de la TBC: ser pobre
o vivir en un área pobre.

Conclusiones

Los resultados de este estudio indican que existe una


influencia de las variables sociales y económicas sobre la
adherencia al tratamiento de la TBC, tanto a nivel indivi-

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140 • Salud, sexualidades y derechos

dual como a nivel de área. La implementación de las dis-


tintas estrategias para reducir el abandono del tratamiento
debería tener en cuenta la multiplicidad de causas que inter-
vienen en este proceso. La protección social de los pacientes
más vulnerables social y económicamente, y un sistema de
seguimiento y de contención individual y familiar, debie-
ran considerarse acciones prioritarias. Es fundamental una
profundización del estudio de los determinantes sociales
de la adherencia al tratamiento con el fin de identificar
los factores contextuales e individuales que intervienen en
esta problemática.

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6

Apuntes para recuperar una historia de


la discapacidad en Argentina

Normalización, unificación de criterios y vuelta al


déficit en las políticas sociales

JUAN MANUEL RODRIGUEZ

Nuevos escenarios, viejos problemas y un retorno al


punto de partida

Hacia finales del siglo XX, la concepción de la discapacidad


como fenómeno multidimensional -aprehendida desde una
perspectiva de derechos consolidados en la Convención
Internacional sobre los Derechos de las Personas con Dis-
capacidad (ONU, 2006) y apoyada en un enfoque biopsi-
cosocial, establecido en la Clasificación Internacional del
Funcionamiento, la Salud y la Discapacidad (OMS, 2001)-
intentó superar la histórica antinomia entre una perspectiva
médico biologicista, y otra de carácter social, cuya tensa
coexistencia determinó en gran parte, el desarrollo de la
problemática de la discapacidad, en especial en el diseño de
los marcos legislativos y en la elaboración de las políticas
públicas de finales del siglo XX y principios del XXI.
Existen numerosos estudios que, desde diferentes
ángulos, dan cuenta de esta conflictiva relación entre los
modelos mencionados (Pantano, 1993; Verdugo Alonso,
2003; Palacios, 2008; Testa, 2013; Ferrante, 2014; Ventu-

teseopress.com 145
146 • Salud, sexualidades y derechos

riello, 2015), proponiendo diversos abordajes sobre la dis-


capacidad como problemática multidimensional en gene-
ral y sobre la situación de las personas discapacidad en
particular.
Teniendo en cuenta los trabajos mencionados y el rele-
vamiento de algunos documentos históricos, hoy es posible
entender que la perspectiva médica, desarrollada histórica-
mente bajo un enfoque biologicista centrado analíticamen-
te en la deficiencia, ejerció una clara hegemonía sobre los
debates desarrollados durante el siglo pasado. Esta mirada
clínica se encontraba atravesada por el fortalecimiento del
paradigma rehabilitador consolidado a partir de la última
epidemia de poliomielitis en la Argentina (1956). En cam-
bio, la perspectiva centrada en lo social, había colocado el
eje de su análisis sobre la idea de una sociedad productora
de barreras que impedían la integración de las personas con
discapacidad en los diversos ámbitos sociales constituyen-
do un modelo aceptado en diversos sectores ligados a las
asociaciones civiles de personas con discapacidad.
En este contexto, en la Argentina es posible pregun-
tarse: ¿Resulta posible plantear la emergencia de un nue-
vo escenario de disputas con nuevos problemas, conflictos
e incluso, nuevos actores? ¿Se abrieron nuevos debates?
¿Qué características presenta hoy luego de la Convención
la coexistencia de paradigmas y definiciones sobre la disca-
pacidad? ¿Qué elementos pueden aportar a dicha construc-
ción una historia social de la discapacidad que incorpore
aspectos relacionados con una extensa trayectoria de defi-
niciones y reformulaciones conceptuales? ¿De qué se habla
cuando se sostiene que existe evidencia de una vuelta al
déficit como eje analítico central para el abordaje y análisis
de la realidad social de las personas con discapacidad?

teseopress.com
Salud, sexualidades y derechos • 147

Aclaraciones sobre la centralidad analítica y práctica


del déficit
Desde una perspectiva crítica, se pretende discutir con la
naturalización de los modelos de abordaje de la discapaci-
dad especialmente frente al modelo médico o rehabilitador
que bajo este contexto, reaparece fortalecido si se toman en
cuenta las características actuales de las políticas públicas
en el campo de la discapacidad, colocando al déficit como
medida de referencia.

La necesidad de recuperar la historia (social y cultural)


de la discapacidad y sus definiciones

Es posible entender el momento actual de la investigación


y de los estudios sobre discapacidad como una instancia
abierta para recibir aportes de las ciencias sociales y de la
historia social y cultural de la salud. Esta última, es una
corriente que ha constituido un campo prolífico en los últi-
mos años en el campo de la salud y la enfermedad (Bel-
martino, 2005; Armus, 2007; Biernat et al. 2015, Ramac-
ciotti, 2015).
En este marco, reconstruir las tensiones históricas
sobre las cuales se constituyó el escenario actual para el
abordaje de la discapacidad, podría contribuir a reflotar
ciertas discusiones que parecían superadas sobre la con-
ceptualización y definición de la discapacidad, teniendo en
cuenta la necesidad de: (a) retomar el debate sobre la vigen-
cia y permanencia de la influencia normalizadora y natu-
ralizadora que arrastran las definiciones sobre discapaci-
dad, fomentando la reproducción de un sentido común que
podría impactar negativamente en la generación y el desa-
rrollo de políticas inclusivas; (b) contribuir con la consoli-
dación de aquellos argumentos que insisten sobre la nece-
sidad de dotar el diseño de políticas sociales con abordajes

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148 • Salud, sexualidades y derechos

interdisciplinarios efectivos que busquen colocar al sujeto


en el centro de sus circunstancias recuperando el espacio
disputado por la centralidad (analítica) limitante del déficit.

Cuatro vías de acceso a la historia social y cultural de


la discapacidad como aporte a los debates
contemporáneos

La historia de la discapacidad en Argentina suele conside-


rarse análogamente como la historia de la rehabilitación. La
epidemia de poliomielitis de 1956, la última de esa enfer-
medad en el país, tuvo un fuerte impacto político (Testa;
2012; Testa 2014) en las concepciones y dimensiones de la
salud y la enfermedad en general, y en la construcción de
la discapacidad como problema integral en particular. Sin
embargo, pareciera que existe poca información sobre la
historia precedente. En este sentido, es importante organi-
zar un aporte, dentro del estudio sobre la salud y la enfer-
medad, en torno a aquellos procesos sociales que por sus
características, conflictos, rupturas y continuidades, gene-
raron diversos procesos de diferenciación que fueron dan-
do forma a diversos colectivos identificados con la discapa-
cidad en distintos períodos históricos, teniendo en cuenta
la reorganización de series históricas (Foucault, 2008) que
incluyan los contextos políticos y sociales, evitando atar de
manera automática las continuidades y rupturas de la disca-
pacidad a sus acontecimientos y periodizaciones específicas
(Biernat et al. 2015, , Armus, 2007).
Aquí se han tenido en cuenta cuatro hitos para un
análisis posible. Dichos momentos han sido considerados
comodeterminantes (pero no únicos) para delinear la con-
cepción histórica de la discapacidad no como una acumula-
ción evolutiva de elementos, sino como la configuración de
interacciones sociales que en diversos contextos articularon
y construyeron entramados de relaciones entre diversos

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Salud, sexualidades y derechos • 149

actores (individuales, colectivos, representantes del espacio


público o privado, etc.) que disputaban intereses, declarados
o no, que fueron configurando y complejizando la proble-
mática de la discapacidad.
Este breve ensayo apunta a revisar algunos documentos
históricos a través de los cuales es posible acercarse a una
historia de la discapacidad que intente reconstruir las tra-
yectorias anteriores a la última epidemia de poliomielitis.
Tal como se manifestó anteriormente, este trabajo se basa
en el análisis de cuatro vías de acceso posibles al abordaje
de la discapacidad en la historia: la primera se ubica en
el periodo que va desde la segunda mitad del siglo XIX
hacia los inicios del siglo XX, donde se producen los pri-
meros reclamos pecuniarios, de un sector retirado de los
ejércitos decimonónicos, en especial de los ejércitos liber-
tadores y de los que participaron en la Guerra de la Tri-
ple Alianza. En segundo lugar, se aborda el inicio del siglo
XX, con la inauguración en 1901 del Asilo Colonia Mon-
tes de Oca, que bajo un clima de ideas dominado por las
corrientes higienistas y eugenésicas, colocan el tratamiento
de la discapacidad en un campo difuso, donde el discurso
psiquiátrico se posiciona hegemónicamente y despliega un
corpus de definiciones sobre las personas con discapacidad
segregante, discriminatorio y eufemista, que tiene como eje
ordenador una dicotomía entre lo normal y lo patológi-
co, bajo un sistema de salud fragmentado y disperso. En
tercer lugar, la última epidemia de poliomielitis (mencio-
nada anteriormente), en el marco de un sistema sanitario
que había alcanzado ciertos niveles de centralización, sobre
todo en infraestructura administrativa y hospitalaria, pero
que luego del peronismo, volvió a descentralizarse y a frag-
mentarse. Gran parte de la población afectada sufrió secue-
las motrices colocando en el centro de la intervención al
paradigma rehabilitador. Por último, en los últimos años
del Siglo XX y principio del siglo XXI, entre clima de ideas
nutrido de la perspectiva médica hegemónica y la oposición
creciente de una mirada crítica centrada en lo social sobre la

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150 • Salud, sexualidades y derechos

discapacidad, se generó un campo de conflicto y debate que


comenzó a discutir la centralidad analítica en el déficit ini-
cial: hacia el año 1999 la disputa comenzó a saldarse a favor
de una mirada más amplia que no negó ninguna de ambas
posturas sintetizando en la idea del enfoque biopsicosocial,
la posibilidad de una abordaje que reconocía la centralidad
de la persona con discapacidad como sujeto de derecho.

Los primeros reclamos de invalidez en el proceso de


construcción del Estado Nacional: los soldados de los
ejércitos libertadores y de la Guerra contra el Paraguay
Hacia 1860, en el marco del proceso de construcción del
Estado Nacional, en especial bajo la presidencia de Barto-
lomé Mitre y luego de Faustino Sarmiento, se labran en
el Congreso Nacional los primeros expedientes relativos
a reclamos bajo la identidad de “inválido”, concepto que
sería posible mencionar como la primera definición des-
criptiva y clasificatoria de la persona con discapacidad en
el contexto de la conformación de las primeras capacidades
estatales pos Caseros.
Los soldados pertenecientes en parte a los Ejércitos
Libertadores de la primera mitad del siglo XIX, y los que
formaron parte de los batallones de la Guerra de la Tri-
ple Alianza, realizaban los primeros reclamos individua-
les, específicamente pecuniarios, debido a las secuelas que
manifestaban producto de su participación en dichos con-
flictos. Las solicitudes varían desde el reclamo de pensiones
por parte del “inválido” y en algunos casos familiares, hasta
el pedido de incorporación de los secuelados al Cuerpo de
Inválidos del Ejército (HCN, 2016).
La importancia de estos documentos no es meramente
ilustrativa y tal vez constituya la primera identificación de
las personas con discapacidad en relación al Estado salien-
do del tratamiento casi invisible que se le otorgaba a la
discapacidad concebida como un problema individual que
generalmente se resolvía en el seno familiar. Existe una

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Salud, sexualidades y derechos • 151

buena cantidad de expedientes presentados esos años, obte-


niendo diferentes respuestas por parte de las comisiones
estatales responsables, que abren el camino para una explo-
ración centrada en la recuperación de la historia de las
primeras personas con discapacidad organizada en la his-
toria del país.

La política asilar en la Argentina. Domingo Cabred, los


higienistas: encierro, segregación y estigma
Hacia los inicios del siglo XX, la salud pública argentina
se encontraba bajo la órbita de responsabilidad del Depar-
tamento Nacional de Higiene, dependiente del Ministerio
del Interior en el marco de un proceso de consolidación
institucional a través del cual se diseñaba un primer intento
de sistema de salud (Belmartino, 2005).
En el año 1908, el Dr. Domingo Cabred, Presidente
de la Comisión Asesora de Asilos y Hospitales Regiona-
les, en el marco de la colocación de la piedra fundamental
para el Asilo Colonia Regional de Retardados, pronuncia
un discurso cuyo contenido arroja una serie de términos
que podrían leerse como posibles definiciones acerca de las
personas con discapacidad. Las mismas aparecían desagre-
gadas, fragmentadas y en condiciones difusas en su abordaje
y asistencia. Investigadores del campo de la historia social
de la salud y la enfermedad confirman esta idea de indefen-
sión de la discapacidad como problemática, y amplían esta
caracterización al referirse a las personas con discapacidad
como segregadas o abandonadas no solamente por el Esta-
do, sino por las sociedades de beneficencia, en un período
histórico en donde no se concebía la asistencia como un
derecho sino como un deber moral de quien la ejercía y la
administraba (BIERNAT, 2006).
Cabred trazaba un perfil de las personas que podrían
ser asiladas a través de un corpus de definiciones cuya
importancia actual radica en su continuidad y en su cons-
tante reproducción en todos los ámbitos sociales, a pesar

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152 • Salud, sexualidades y derechos

de la existencia de campañas, en general no gubernamen-


tales, que intentan sensibilizar y concientizar a la sociedad
sobre la pertinencia de desistir en su uso. Y es en este tipo
de vetas donde es posible observar el predominio norma-
lizador del déficit. En su enunciado, Cabred apelaba a un
discurso plagado de contenido religioso y filantrópico, sos-
teniendo la necesidad de abrir esa colonia donde los “retar-
dados, alcohólicos y tarados” puedan tener la esperanza de
rehabilitarse, ya que estos “anormales” o “amorales”, consti-
tuían un peligro para sí mismos y para el tejido social de la
época. Así, indicaba también que este tipo de acción exclu-
ye a los “retardados profundos” ya que incluso los menos
“degenerados” no podrían gozar de beneficio alguno dada
su condición extrema.
Estas consideraciones abundan hoy en el lenguaje coti-
diano aparecen y se reproducen constantemente como dis-
positivos verbales discriminatorios. Por eso, el análisis de
los discursos hegemónicos a la luz de los hechos históricos
que los sucedieron, constituye una herramienta de impor-
tancia actual, reveladora de mecanismos opresivos, repre-
sivos y formadores de sujetos, que nutre a las discusiones
actuales en general, y en el ámbito institucional en particu-
lar. A pesar de haber logrado un consenso internacional con
el mandato de acuñar el término persona con discapacidad,
se intenta continuar con la discusión sobre definiciones
eufemistas (capacidades diferentes, especiales, etc) que en
definitiva, recaen en la deficiencia y la naturalización de las
condiciones sociales.
Por lo tanto, ubicar los discursos y enunciados a través
de los cuales el Estado comienza a ordenar la cuestión de la
discapacidad sugiere la posibilidad de rastrear y reconstruir
los procesos de resistencia y hasta de diferenciación, que
llevaron adelante las personas con discapacidad en pos de
ir construyendo su condición colectiva y su capacidad de
instalar en la agenda pública y social, sus reclamos.

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Salud, sexualidades y derechos • 153

En este período también es posible escudriñar algunos


elementos que continúan con la mirada desde la rehabili-
tación, ya que la Ley 9.688, sobre Accidentes del Trabajo,
sancionada en 1915, en su artículo 26 garantiza cobertu-
ra a los trabajadores que sufrieran accidentes “producidos
sin causa legal excusable para el empresario”, obligando al
empresario a hacerse cargo de los gastos de asistencia médi-
ca y farmacéutica “… a la víctima, hasta que se halle en
condiciones de volver al trabajo, fallezca o se declare incapa-
citada permanentemente…”. En este caso, las secuelas produ-
cidas por los accidentes laborales encuadraban una figura
legal pasible de asistencia de acuerdo a las circunstancias
del accidente: había una normatización de la incapacidad
laboral permanente.
Enunciados estigmatizantes basados en un clima de
ideas eugenista e higienista se relacionaban con definicio-
nes que trazaban los principios de lo que luego se entenderá
por incapacidad laboral, también aparecen en este período.

La última epidemia de poliomielitis en Argentina:


política, reconfiguración de espacios públicos y
surgimiento del paradigma rehabilitador
Hacia mitad de la década del 50, la última epidemia de
poliomielitis se incorpora en un conflictivo entramado
político social que desembocará con el derrocamiento del
general Perón en 1955, e inaugurará una época de intensa
inestabilidad y conflictividad política y social. La aparición
de las vacunas Salk y Savin contribuyó a frenar la epide-
mia pero un gran número de afectados manifestó secuelas
irreversibles en su condición de salud en general, y en su
estructura motriz en particular, iniciando un nuevo escena-
rio de disputas sobre la definición de la discapacidad, del
cual emergió un nuevo concepto a través del cual se iden-
tificaron las personas con discapacidad definiéndolas como
“lisiados”, y colocándose bajo la influencia del paradigma
rehabilitador como principal fundamento.

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154 • Salud, sexualidades y derechos

La creación de la Comisión Nacional para la Rehabi-


litación del Lisiado (1956, hoy Servicio Nacional de Reha-
bilitación) abre un campo de disputas con la aceptación del
paradigma rehabilitador como el corpus de ideas legítimo
sobre la cuestión de la discapacidad, y con el surgimiento
de la carrera de terapia ocupacional. Ante la incorporación
del fisiatra como nuevo actor en el campo, los médicos
rehabilitadores de antaño, generalmente cirujanos, recono-
cen cierta tensión que pone en juego su calidad de únicos
referentes en la materia.
Tanto las memorias institucionales de aquellas expe-
riencias (el SNR conserva la mayoría), como las revistas
científicas y una buena cantidad de sobrevivientes capaces
de aportar su historia de vida o bien, sus anécdotas, entre
otras herramientas, conforman un buen conjunto de fuen-
tes de información, que pueden aportar novedosas con-
clusiones sobre las conquistas y conflictos que se fueron
configurando en ese contexto.

La disputa entre el enfoque médico biologicista y el


enfoque social: hacia un paradigma universal de
enfoque biopsicosocial

Hacia la década del 70 el debate sobre la cuestión de la


discapacidad presenta una nueva arista: el enfoque social
que surge repensando la situación de la discapacidad como
una problemática centrada en la sociedad como producto-
ra de desventajas dando lugar a una pluralidad de defini-
ciones novedosas: discapacitado, personas con capacidades
diferentes, personas con capacidades especiales, personas
minusválidas, etc.
Este enfoque intentó oponerse con vehemencia ante la
predominante mirada médica biologicista que detentaba el
poder y el saber en lo concerniente a la discapacidad, ya

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Salud, sexualidades y derechos • 155

que seguía considerando el déficit y la enfermedad como


fundamentales para la definición de la discapacidad (Ver-
dugo Alonso, 2003).
En este sentido, se entiende la idea de retorno al déficit
partiendo de la premisa de que el enfoque biopsicosocial
se formalizó luego de la publicación de la Clasificación del
Funcionamiento, la Discapacidad y la Salud (CIF, 2001), se
consolidó en los lineamientos de la Convención Internacio-
nal sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad
(ONU, 2006), y adquirió cierto fundamento empírico en el
Informe Mundial sobre la Discapacidad (ONU, 2011). En
Argentina, la descentralización y unificación de criterios de
la certificación de la discapacidad (SNR, 2009), abrió un
escenario posible para poner en marcha un abordaje inter-
disciplinario sobre estas problemáticas. Sin embargo, en el
primer tramo del siglo XXI es posible observar, sobre una
cierta evidencia del retorno del déficit como principal eje
de análisis de la discapacidad promoviendo, reproduciendo
y sosteniendo un corpus de definiciones dispersas, diversas,
especulativas y relativistas sobre la discapacidad en general
y sobre las personas con discapacidad en particular, que
tienden a cierto relativismo y a la ampliación de la fragmen-
tación entre las personas con discapacidad, como sujetos
políticos, sociohistóricos y de derechos.
Este retorno puede verificarse, entre otras fuentes, en
las normativas de corte que se utilizan en las Juntas de Eva-
luación y Valoración de la Discapacidad, en dónde en última
instancia, la adjudicación del CUD se define a través del
diagnóstico etiológico y de los estudios complementarios
(SNR, 2016) o bien, en la última producción estadística de
INDEC, en donde se realiza un análisis que se desprende del
último censo, tomando como principal referencia de detec-
ción el concepto de “limitación y dificultad permanente”.
A través de estas líneas, se espera que contribuir con
algunos puntos de partida que permitan retomar las riendas
de los nuevos debates sobre estas cuestiones que refuer-
zan la necesidad de indagar en la historia, las trayectorias

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156 • Salud, sexualidades y derechos

constitutivas de la discapacidad como problemática multi-


dimensional, y de su conceptualización en diferentes con-
textos, con el objeto de entender que no es posible realizar
abordajes interdisciplinarios que tiendan a mejorar las vías
de inclusión, si se continúa solapando la constitución socio-
histórica de la discapacidad y de su colectivo poblacional.

Conclusiones

La situación actual en términos de política institucional


que impacta directamente sobre la vida de las personas con
discapacidad experimenta un contexto de estancamiento en
los debates que suponen al modelo biopsicosocial como
superador de los conflictos entre los paradigmas de la reha-
bilitación y social.
La creciente demanda de políticas inclusivas desde
diferentes sectores de las asociaciones civiles que nuclean
a las personas con discapacidad hacia el Estado principal-
mente, se topan con una situación fragmentada y domina-
da en gran medida por la concepción biologicista que en
última instancia, se posiciona como la única voz autoriza-
da capaz de determinar qué es la discapacidad y quiénes
son las personas con discapacidad según criterios norma-
tivos basados en el déficit, contribuyendo a tornar difusa
la aplicación de la Convención Internacional y segmentar
a las personas con discapacidad en su carácter colectivo,
efectuando una taxonomía centrada en la deficiencia: disca-
pacidad físico motriz, mental, intelectual, sensorial visual,
sensorial auditiva, visceral, limitación y/o dificultad perma-
nente, son algunos términos que se utilizan como criterios
de decisión en los principales sectores institucionales que
tienen bajo su responsabilidad la producción y desarrollo
de políticas públicas en discapacidad.

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Salud, sexualidades y derechos • 157

Esta confusión institucional que decanta “naturalmen-


te” en el déficit estanca las discusiones y debates más pro-
fundos sobre la problemática de la discapacidad y pare-
ciera tener como principal causa la idea extendida en los
dispositivos institucionales, de que la única historia de la
discapacidad que se tiene en cuenta es la que surge hacia la
segunda mitad del siglo XX con la consolidación del para-
digma rehabilitador y de que el único marco conceptual
posible es la CIF. Estas cuestiones contribuyen a fortalecer
aquellas ideas que dejan de lado los procesos sociales, polí-
ticos y jurídicos como cuestiones secundarias en la consti-
tución histórica de las personas con discapacidad, dejando
la sensación de que lo único que importa es la evolución
del déficit y no la composición histórico social y política
del concepto de discapacidad con el aporte ineludible de las
luchas y conquistas de este colectivo.
Los cuatro períodos a través de los cuales se intentó
dar un panorama de fuentes de información existentes con
algunas someras propuestas de posibles pista a investigar a
futuro constituyen vías posibles para nada únicas de entra-
da a momentos históricos que, a excepción de algunos tra-
bajos, aún no han sido exhaustivamente explorados y tal vez
en esas lagunas se encuentren algunas explicaciones de por-
qué aún hoy se continúan reproduciendo ideas relacionadas
con la normalidad, el estigma y la segregación, bajo un halo
de naturalidad preocupante.
La propuesta de llevar adelante una investigación his-
tórica desde el ámbito estatal que transgreda los límites téc-
nicos radica precisamente en manifestar, teniendo en cuen-
ta la fugacidad de los tiempos institucionales, que resulta
imperioso comenzar cuanto antes a aprehender la histo-
ria argentina de la discapacidad como un elemento esen-
cial para comprender y explicar los problemas y desafíos
del presente, recuperando la voz de quienes durante más
de un siglo de historia han puesto más que el déficit ante
un reclamo. Las luchas y conquistas que se han revisado
brevemente en este ensayo invitan a abrir la búsqueda de

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158 • Salud, sexualidades y derechos

nuevos hitos en la historia de la discapacidad; estos son solo


algunos ejemplos. A través de la posibilidad de desempol-
var y revisar (y conservar) los documentos históricos, de
recuperar las voces de quienes aún pueden constituirse en
informantes clave, y de la articulación necesaria entre los
diversos espacios de investigación, sea investigación insti-
tucional, investigación objetiva o investigación emancipa-
dora, es posible generar nuevas discusiones y debates que
paulatinamente comiencen a construir un campo de estu-
dios plural, participativo y riguroso, en el que el déficit o
la cuestión social, o lo biopsicosocial se conviertan en un
elemento más del análisis y no en entidades naturalizado-
ras y excluyentes.

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7

La doble trama de la medicalización del


envejecimiento1
PAULA GABRIELA RODRÍGUEZ ZOYA

Introducción

El envejecimiento es un proceso que atañe a todos los seres


vivos. En el caso de los seres humanos, este curso vital de
carácter universal e inevitable adquiere caracteres singula-
res puesto que se encuentra tensado por múltiples factores
como son los aspectos biológicos, biomédicos, psicosocia-
les, culturales y subjetivos, lo que hace del envejecimien-
to un fenómeno ciertamente complejo. En un mundo en
el que se logró el incremento de la expectativa de vida,
en el que la longevidad aparece como un fenómeno cada
vez más frecuente y el envejecimiento poblacional signa un
escenario demográfico en el que la proporción de personas
mayores aumenta en relación con los grupos más jóvenes,
el envejecimiento constituye una problemática central de
las sociedades contemporáneas. Asimismo, en una configu-
ración sociocultural que pondera los ideales de juventud,

1 Este trabajo forma parte de la Tesis Doctoral realizada por la autora para el
Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, titulada
“El dispositivo biopolítico de revitalización en la gubernamentalización del
envejecimiento. Problematización, eventualización y analítica de tecnolo-
gías de rejuvenecimiento, prolongevidad y vejez saludable para el gobierno
del envejecimiento” (Rodríguez Zoya, 2016). La investigación doctoral fue
financiada con becas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET)

teseopress.com 161
162 • Salud, sexualidades y derechos

belleza, vitalidad y salud perfecta y, correlativamente, carga


de sentidos negativos al envejecimiento, se despliega –por
medio de discursos y prácticas– una voluntad que busca
disimular, silenciar, postergar y hasta detener o controlar
este proceso vital y sus signos. En esta encrucijada se expan-
de la medicalización del envejecimiento como un fenómeno
de época que demanda y merece nuestra atención.
El objetivo de este trabajo es problematizar el modo en
que el envejecimiento se conformó en objeto para el saber
médico. Con este propósito se desarrolla un trabajo genea-
lógico sobre el nacimiento de la medicalización del enveje-
cimiento, concebida como un proceso biopolítico de larga
duración. La tesis central afirma que el envejecimiento se
constituyó simultáneamente como un doble objeto para la
medicina, de modo que se propone pensar la medicalización
de este proceso vital en términos de una doble trama. Por
un lado, se plantea que el envejecimiento se configuró como
un fenómeno de neto interés biopolítico y fue integrado a
la trama principal de la medicalización. Por otro lado, se
señala que el envejecimiento fue objetivado por la medici-
na como un fenómeno, en principio, sin relevancia para la
regulación de la vida y la salud de las poblaciones, de modo
que se acopló a un hilo sutil de la medicalización. El trabajo
exhibe que esta doble objetivación del envejecimiento dio
nacimiento a dos prácticas médicas distintas: la medicina de
la vejez y la medicina del rejuvenecimiento.
A partir de la revisión y el análisis de fuentes documen-
tales se exploran los principales nodos genealógicos de estas
dos vertientes de la medicalización del envejecimiento. En
relación con la objetivación del envejecimiento como vejez
se destaca la emergencia de saberes médicos específicos
y de tecnologías estadísticas que signaron la constitución
del campo de prácticas gerontológicas y geriátricas. Por su
parte, la invención de la medicina del rejuvenecimiento se
rastrea a través de ciertas prácticas médicas, desarrolladas
desde el siglo XVIII, orientadas a prolongar la vida, rejuve-
necer y recobrar la vitalidad.

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Salud, sexualidades y derechos • 163

Medicalización, veridicción y objetivación del


envejecimiento

El nacimiento de la medicina moderna como campo de


saber-poder es un acontecimiento biopolítico decisivo en la
historia de Occidente. Asimismo, el desarrollo de la medici-
na –en su extensión y especialización– constituye un proceso
biopolítico de larga duración. La medicalización es el nombre
dado al proceso por el cual la medicina expande el horizon-
te de su discurso, amplía su campo de prácticas, extiende
sus modos de objetivación, sus tecnologías de poder y sus
mecanismos de regulación a nuevos objetos y ámbitos que
anteriormente no estaban alcanzados por el saber médico
(Conrad, 2007).
El proceso de medicalización iniciado con el nacimien-
to de la biopolítica en el siglo XVIII no se ha detenido
desde entonces. Más aún, la biopolítica como tecnología de
poder sobre la vida no podría haberse desarrollado sin el
concomitante despliegue de la medicina como campo de
saber-poder. En efecto, en la medida en que la población
se constituye como problema de gobierno, la salud de la
población se convierte en objeto de regulación política y
“la medicina, en una estrategia biopolítica” (Foucault, 1996:
87). La medicina se configura como una tecnología política
cuya más alta función es regular y asegurar las condiciones
de salud de las poblaciones.
Desde el siglo XVIII, el cuerpo, la salud y la enfermedad
de la población se constituyen como problemas políticos y
como objetos de regulación médica. En el análisis genealó-
gico de la medicalización, Foucault identifica tres momen-
tos cruciales de este proceso: la formación de la medicina de
Estado, el nacimiento de la medicina urbana y el desarrollo
de la medicina de la fuerza de trabajo (Foucault, 1999). Por
esta vía, la medicina coadyuvó a “la reorganización de la
sociedad como medio de bienestar físico, de salud óptima
y de longevidad” (Foucault, 1991: 94). La medicina como
tecnología biopolítica dio forma a la vida de la población

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164 • Salud, sexualidades y derechos

a través de la regulación de una multiplicidad de obje-


tos: organización del espacio urbano, campañas de higiene
y salud pública, fabricación de antibióticos, campañas de
vacunación, erradicación de epidemias, potabilización del
agua. En suma, “las prácticas de la medicina modificaron la
forma de vida de los seres humanos” (Rose, 2007: 701).
Ahora bien, la medicalización puede ser pensada como
un proceso de doble hélice, es decir, como una trama his-
tórica constituida por dos hilos. El primer hilo lo configura
el desarrollo de la medicina como estrategia biopolítica,
lo que implica la expansión de la tecnología médica como
mecanismo de regulación de la salud y la vida de las pobla-
ciones. El segundo hilo, más sutil e imperceptible, está cons-
tituido por el desarrollo microfísico de una multiplicidad
de prácticas médicas, en principio, alejadas de las estrate-
gias gubernamentales orientadas hacia la población. En el
primer caso, la medicalización se inicia con el “desarrollo
del sistema médico y el modelo seguido por el `despegue´
médico y sanitario de Occidente a partir del siglo XVIII”
(Foucault, 1996: 85) y se acelera con la tendencia biopolí-
tica de “estatización de lo biológico” durante el siglo XIX
(Foucault, 2010: 217). En el segundo caso, la medicaliza-
ción consiste en la ampliación del campo de saber de la
medicina mediante la expansión de sus modos de objeti-
vación sobre una multiplicidad de objetos situados en los
intersticios de las estrategias gubernamentales. Esto quiere
decir que la medicina avanza, objetiva, indaga, experimenta
sobre fenómenos que, en principio, carecen de interés para
la regulación biopolítica de la población.
Mediante este hilo sutil de la medicalización, la medi-
cina se despliega como el agua entre las grietas de la bio-
política y constituye nuevos territorios para sus prácticas.
Estas prácticas médicas situadas en los confines de la bio-
política aparecen como ‘formas menores’ de medicina, no
siempre aceptadas o legitimadas por las prácticas médicas
que configuran la trama o hilo principal de la medicaliza-
ción. Más aún, esta medicalización de los intersticios forma,

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Salud, sexualidades y derechos • 165

a menudo, una zona de disputa o una región de conflicto


en la lucha por la verdad médica. Dicho de otro modo, estas
formas menores de medicina se encuentran, a veces, fuera
de la verdad de su tiempo, relegadas a una forma dudosa de
saber al ser consideradas desde el punto de vista de la veri-
dicción médica generalizada. Que estas prácticas médicas
menores carezcan de interés biopolítico primario y que su
legitimidad esté puesta en duda no quiere decir que funcio-
nen por fuera de las relaciones de poder; tampoco significa
que no configuren una forma de ejercicio del biopoder en
tanto tecnología capaz de intervenir y regular la vida.
Es necesario señalar que la doble trama de la medica-
lización no constituye un límite ni una frontera rígida. Por
el contrario, saberes médicos marginales que se encuentran
fuera del discurso de verdad de su tiempo pueden, en ciertas
condiciones, devenir en una tecnología biopolítica formi-
dable y pasar a constituir la trama principal de la medicali-
zación. Inversamente, saberes de la trama principal pueden
caer en el olvido y ser relegados por un cambio en el juego
de verdad que rige los discursos y las prácticas médicas. Por
ejemplo, el saber hipocrático-galénico constituyó la trama
principal de la medicina en el mundo antiguo pero no jugó
un rol central en la medicalización de la sociedad desde
el siglo XVIII. En la biología, la teoría de la herencia de
Mendel “decía la verdad, pero no estaba «en la verdad» del
discurso biológico de su época” (Foucault, 2012: 37). En
suma, la relación entre el hilo principal y el hilo sutil de
la medicalización se expresa como un conflicto de veridic-
ción. Una práctica médica menor “puede decir la verdad
[…] pero no está en la verdad más que obedeciendo a las
reglas de una policía discursiva” que controla la producción
de discursos que conforman el hilo principal de la medica-
lización (Foucault, 2012: 38).
En este marco, reviste interés problematizar la relación
entre medicina y envejecimiento, es decir, el modo en que el
envejecimiento se conformó como objeto del saber médico.
La hipótesis que guía el análisis aquí desarrollado es que

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166 • Salud, sexualidades y derechos

el envejecimiento se constituyó simultáneamente como un


doble objeto para la medicina. Por un lado, este proceso
vital se configuró como un fenómeno de interés biopolítico
y, por lo tanto, fue integrado a la trama principal de la
medicalización. Por otro lado, el envejecimiento fue obje-
tivado por la medicina como un fenómeno, en principio,
sin relevancia para la regulación de la vida y la salud de las
poblaciones, de modo que se acopló al hilo sutil de la medi-
calización. Esta doble objetivación del envejecimiento dio
nacimiento a dos prácticas médicas distintas: la medicina de
la vejez y la medicina del rejuvenecimiento. A continuación
se explora el nacimiento de cada una.

El nacimiento de la geriatría y la gerontología

Si la biopolítica consiste en una estrategia de regulación


biológica de la población, cabe preguntarse cuál es el aspec-
to biológico del envejecimiento que reviste interés biopolí-
tico. Ciertamente, el envejecimiento como un proceso que
comprende toda la vida no es en el siglo XVIII y XIX un
problema para la gestión política de la población. En ese
período hay tres ámbitos principales para la intervención
biopolítica: (i) los procesos de natalidad, mortalidad y mor-
bilidad; (ii) los fenómenos que modifican las aptitudes bio-
lógicas de la población; y finalmente, (iii) la relación de la
población con el medioambiente (Foucault, 2010). El enve-
jecimiento aparece como fenómeno biopolítico en relación
con el segundo ámbito, en la medida en que afecta, transfor-
ma o modifica las capacidades biológicas de los individuos.
Por lo tanto, no es el envejecimiento en sí como proce-
so vital, sino las consecuencias del envejecimiento las que
revisten interés para la biopolítica. En una palabra, es la
vejez la que se construye como objeto biopolítico. En efecto,
la biopolítica objetiva al envejecimiento como ‘vejez’ por
sus implicancias políticas y económicas para la vida de la

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Salud, sexualidades y derechos • 167

población. La vejez constituye un problema “muy impor-


tante desde principios del siglo XIX (en el momento de
la industrialización)” ya que implica que “el individuo […]
queda fuera del campo de capacidad, de actividad” (Fou-
cault, 2010: 221).
En tanto que la vejez se erige como problema biopo-
lítico también se configura como objeto médico. En este
sentido, la objetivación del envejecimiento como vejez dio
nacimiento a la medicina de la vejez, es decir, la geriatría.
La invención de la medicina geriátrica bajo la racionalidad
científica moderna acontece recién a comienzos del siglo
XX. Sin embargo, una cartografía genealógica de la geria-
tría puede trazarse desde el mundo antiguo a partir de la
identificación de algunos nodos principales. En el corpus
Hipocrático aparecen consideraciones respecto del estado
de salud y enfermedad asociado a la vejez y el envejecimien-
to. Posiblemente fue Galeno quien acuñó el concepto gero-
comia para referir al “régimen de vida, dietético e higiénico,
aconsejado por los médicos a los ancianos” (Sánchez Gran-
jel, 2003: 693). Estas prácticas son consideradas por algunos
autores como la primera forma de medicina geriátrica y
la única practicada en la Antigüedad (Parkin, 2003). En el
mundo romano, Cicerón (2001), en su obra De Senectute,
elabora un ‘arte de aprender a envejecer’ y establece una
crítica respecto de quienes consideran a la vejez un esta-
do de enfermedad y degradación. Durante la Edad Media
los cuidados médicos de la vejez recibieron gran atención.
En 1236 uno de los grandes alquimistas medievales, Roger
Bacon, publicó la obra La cura de la vejez y la preservación de
la juventud, en donde desarrolla “recomendaciones dietéti-
cas, descanso adecuado, ejercicio, moderación del estilo de
vida y buena higiene”, para prevenir los males de la vejez
(Morley, 2004: 1133).
Ahora bien, como forma de saber moderno, el aconte-
cimiento decisivo para el nacimiento de la medicina geriá-
trica es la publicación en 1914 de la obra de Ignatz Leo
Nascher, titulada Geriatría: las enfermedades de los ancianos

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168 • Salud, sexualidades y derechos

y su tratamiento (Nascher, 1914). Nascher es considerado


“el padre de la investigación médica de la vejez” (Streib y
Orbach, 1967: 615) y es quien inventó en 1909 “el concepto
de «geriatría» (geriatrics) […] conquistando para la medicina
un nuevo territorio” (Lehr, 1977: 28). La geriatría es, pues,
un producto del proceso de la medicalización de la vida
humana por el cual la vejez se constituyó como un objeto
legítimo de indagación médica. Nascher utiliza el concepto
de geriatría para concebir una nueva disciplina médica y
explica que esta noción deriva del griego geron = viejo e
iatrikos = tratamiento médico.
Asimismo, en su estudio, Nascher distingue los aspec-
tos normales, patológicos e higiénicos del envejecimiento
y con ello inaugura el discurso de la medicalización de la
vejez. Según Nascher el envejecimiento ocurre en ausencia
de enfermedad y aunque “la sanidad, la higiene y la die-
tética permitan prevenir enfermedades no tienen ninguna
influencia en la prolongación de la vida” (Clarfield, 1990:
945). En segundo lugar, Nascher argumenta que las enfer-
medades presentan características especiales en la vejez
debido a las particularidades del funcionamiento orgánico
de los ancianos. Así, analiza la manifestación de las enfer-
medades en la vejez (como la constipación, la senilidad, la
demencia, la neumonía, entre otras) y propone tratamientos
médicos específicos para estas alteraciones. De este modo,
la vejez es objetivada como una condición orgánica propia
y singular, y la geriatría es constituida como una práctica
médica diferenciada para el tratamiento de las enfermeda-
des asociadas a la edad avanzada. Finalmente, Nascher se
ocupa de la higiene y de los aspectos médico-legales vincu-
lados al cuidado institucional y doméstico de los ancianos
(Clarfield, 1990).
El discurso médico de la geriatría constituye una forma
de ejercicio del poder que permite clasificar a los indivi-
duos y los cuerpos según los criterios de lo normal y lo
patológico. El proceso de objetivación de la vejez como
objeto de saber e intervención médica erigió a la geriatría

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Salud, sexualidades y derechos • 169

en la autoridad médica que tiene el poder de crear norma


respecto del proceso vital del envejecimiento. Allí reside
la función política de esta especialidad médica centrada
en la vejez. Así, la geriatría puede ser pensada como una
tecnología política por la cual se construye una forma de
normalización de la vejez.
Ahora bien, además de la medicina geriátrica se evi-
dencia la constitución de otro campo de saber por el cual
el fenómeno del envejecimiento se constituye como objeto
biopolítico: el nacimiento de la gerontología. Según Birren
(1961a, 1961b), la publicación en 1835 de la obra de Que-
telet titulada El hombre medio y el desarrollo de sus facultades
marca el nacimiento de la Gerontología. Quetelet fue uno
de los primeros en aplicar la teoría de las probabilidades
y la estadística a los problemas sociales creando un modo
de objetivación completamente nuevo (Hacking, 2005). La
estadística comienza a ser empleada para “establecer los
principios que rigen el proceso por el que el ser humano
nace, crece y muere” (Carbajo Vélez, 2009: 244). Por esta vía
se abre “la posibilidad de tratar cuestiones humanas apli-
cando métodos ya comunes en astronomía [y otras discipli-
nas], yendo más allá de la mera recolección y clasificación
de datos” (Piovani, 2007: 37).
Según Lazarsfeld “esta combinación de la matemática
abstracta y la realidad social proveyó la convergencia ideal
de dos líneas en torno a las cuales se había desarrollado la
mente de Quetelet” (Lazarsfeld, 1961: 295). Por un lado, la
posibilidad de realizar mediciones probabilísticas sobre el
cuerpo humano; y por el otro, la aplicación de la teoría de
las probabilidades al campo de la conducta moral y política.
Así, hacia mediados del siglo XIX Quetelet descubrió que
la ‘ley de los grandes números’ –es decir, el comportamien-
to promedio de una gran cantidad de acontecimientos que
suceden por azar–, podía aplicarse a la distribución de las
características humanas. Con esto se avanzó en la objetiva-
ción estadística de los fenómenos humanos, una cuestión
decisiva para los mecanismos biopolíticos de regulación

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170 • Salud, sexualidades y derechos

de las poblaciones. Para Quetelet las leyes estadísticas “se


manifestaban como regularidades expresadas en términos
de frecuencias. El concepto central era el de normalidad, y
ésta se representaba mediante el valor medio de la distribu-
ción” (Piovani, 2007: 37). Sobre esta base Quetelet constru-
ye su teoría del hombre medio que remite a un valor promedio
para describir una característica o regularidad de un grupo
o población como la altura, el peso, la inteligencia, etcétera.
Al respecto, Canguilhem observa que al “tipo humano en
relación al cual el desvío se hace tanto más raro cuanto
mayor es, Quetelet le da el nombre de «hombre medio»”
(Canguilhem, 2011: 123).
La centralidad del concepto de «hombre medio» para
los mecanismos de regulación biopolítica es evidente ya que
refiere al “hombre que aparece como parámetro a partir del
cual se definirá la normalidad y los desvíos de la humani-
dad como un todo” (Caponi, 2013: 834). La importancia del
trabajo de Quetelet para la objetivación de la vejez como
fenómeno poblacional y, por lo tanto, para el despegue de
una biopolítica del envejecimiento estriba:
por una parte, en que se opuso a la inaceptable gene-
ralización de las comprobaciones aisladas y combatió cual-
quier procedimiento meramente casuístico; por otra, en
que destacó de un modo convincente, la relación entre las
influencias biológicas y sociales, incluso por lo que se refie-
re al proceso de envejecimiento (Lehr, 1977: 25).
Por esta vía Quetelet dirige su atención al estudio de
las facultades humanas en relación con las distintas edades,
observa las modificaciones que se producen y analiza el
modo en que la edad influye en las características antro-
pométricas y mentales de los individuos. Por esta razón,
Birren afirma que “Quetelet inicia claramente la psicología
del desarrollo y del envejecimiento” (Birren, 1961a: 70).
En virtud de lo expuesto puede afirmarse que la geria-
tría y la gerontología configuran la vía por la cual la vejez y
el envejecimiento ingresan a la trama principal de la medi-
calización al constituirse como objetos para la biopolítica.

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Salud, sexualidades y derechos • 171

Lo que la geriatría es al cuerpo-máquina individual, la


gerontología lo es al cuerpo-especie poblacional. Así, la
geriatría y la gerontología como campos de saber-poder
delinean una tecnología de doble faz orientada a la normali-
zación del cuerpo individual y la regulación de la población.
De este modo, el saber médico-geriátrico y gerontológico
“opera como nexo, como correa de transmisión entre pro-
cesos que involucran al cuerpo individual y al cuerpo de la
población. La medicina además actúa como técnica política
de intervención y produce sus propios efectos de poder,
tanto disciplinarios como regularizadores” (Bianchi, 2014:
236). Finalmente, es interesante advertir que los saberes
involucrados en la tecnología geriátrico-gerontológica se
nutren mutuamente. Por una parte, la medicina geriátrica
le aporta a la gerontología los recursos empíricos de casos y
tratamientos para la generalización de un conocimiento de
la vejez como construcción abstracta de esa etapa de la vida
en una población concreta. Por otra parte, la gerontología
le brinda a la medicina geriátrica los parámetros poblacio-
nales de normalidad correspondientes a una determinada
distribución empírica, a partir de los cuales se definen diag-
nósticos y tratamientos clínicos de los sujetos envejecidos.

El nacimiento de la medicina de rejuvenecimiento

Además de la geriatría y la gerontología hay un segundo


acontecimiento por el cual la experiencia del envejecimien-
to se constituye como objeto de la medicina e ingresa al hilo
sutil de la trama de la medicalización: el nacimiento de la
medicina de rejuvenecimiento. Si el modo de objetivación
de las primeras disciplinas configuró la vejez a partir del
binomio normal/anormal como principio de normalizacio-
nes corporales y regulaciones poblacionales, la medicina de
rejuvenecimiento objetivó al envejecimiento como un fenó-
meno capaz de ser transformado por la razón, la ciencia

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172 • Salud, sexualidades y derechos

y la técnica para devolverle vitalidad a la vida y, de esa


manera, prolongarla. Más que por el binomio normal/anor-
mal, la medicina de rejuvenecimiento se rige por el binomio
posible/deseable. Este binomio funciona como un núcleo
organizador que orienta las prácticas hacia la construcción
de estrategias posibles para alcanzar lo que se instituye
como deseable. Así, la medicina de rejuvenecimiento confi-
gura un campo de prácticas dirigidas a construir métodos
posibles para revertir el envejecimiento y lograr el rejuve-
necimiento deseado.
El blanco estratégico de la medicina de rejuveneci-
miento es la intervención, reconfiguración y transforma-
ción del organismo humano con la pretensión de revertir
o postergar el envejecimiento y recobrar la juventud. Para
la medicina de rejuvenecimiento no se trata, simplemente,
de alargar la vida a través de la cura de enfermedades, la
erradicación de epidemias o el mejoramiento de la salud
de la población envejecida. Más bien, se trata de diseñar
una estrategia de rejuvenecimiento y revitalización como
forma de gobierno del envejecimiento y prolongación de
la vida. En sus comienzos, las prácticas de la medicina de
rejuvenecimiento fueron menores en su número, limitadas
en sus resultados, restringidas en su poder de intervención
y reducidas en sus aplicaciones. En definitiva, fue a través de
un largo proceso que la medicina de rejuvenecimiento bus-
có conquistar y legitimar su saber y poder para intervenir y
manipular el cuerpo a fin de controlar el envejecimiento. El
nacimiento de la medicina de rejuvenecimiento no repre-
sentó una entrada triunfal en el juego de verdad del discurso
médico, sino la afirmación de una idea contraevidente y
problemática: que el envejecimiento es evitable y que puede
ser regulado y revertido.
La voluntad de rejuvenecimiento que anima las prácti-
cas médicas orientadas a tal fin no es necesariamente dis-
tinta a la voluntad expresada por los discursos de los mitos,
la magia o la alquimia referidos particularmente a la eter-
na juventud, la revitalización o la prolongación de la vida,

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Salud, sexualidades y derechos • 173

pero instituye con respecto a estos últimos un cambio en la


racionalidad de las prácticas. Son otras reglas las que deben
ser observadas para construir una estrategia posible a fin
de alcanzar la finalidad de rejuvenecimiento deseada. La
Modernidad pone en funcionamiento las reglas de juego de
la ciencia y la medicina para la estructuración de un nuevo
campo de prácticas en torno al rejuvenecimiento. Más allá
de este relevo de racionalidades es interesante notar que
tanto en el constructo pre-moderno que puede delinearse
por los mitos, la magia y la alquimia como en la propia
racionalidad médica moderna se revela un doble vínculo
entre la voluntad de rejuvenecimiento y la voluntad de pro-
longevidad como dos caras de una misma moneda: rejuve-
necer para extender la vida ←→ extender la vida mediante
el rejuvenecimiento.
El trazado de una cartografía genealógica de la medi-
cina de rejuvenecimiento es ciertamente complejo ya que,
como se señaló, podría retrotraerse al mundo antiguo y
medieval y ser explorado en un conglomerado de micro-
prácticas desarrolladas de manera dispersa y muchas veces
también aleatoria. Ahora bien, en lo que respecta concre-
tamente al nacimiento de la medicina de rejuvenecimiento
bajo la racionalidad científica moderna es posible establecer
algunos nodos genealógicos centrales, organizados a partir
de un componente discursivo y un componente práctico.
Mucho antes de que la práctica médica del rejuvenecimien-
to se constituya como una tecnología de poder médico, el
rejuvenecimiento fue una práctica discursiva, una creación
imaginaria, en suma, el objeto de un querer, el deseo de una
voluntad. Por lo tanto, puede plantearse que la institución

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174 • Salud, sexualidades y derechos

imaginaria2 del rejuvenecimiento como deseo y como posi-


bilidad ha coadyuvado a la configuración del rejuveneci-
miento como finalidad estratégica de las prácticas médicas.
En lo que respecta al componente discursivo, la volun-
tad moderna de prolongevidad y rejuvenecimiento pue-
de rastrearse en el siglo XVII en el discurso de dos de
los fundadores de la filosofía moderna: Francis Bacon y
René Descartes. Aunque estos filósofos son ubicados como
iniciadores de tradiciones dispares como el empirismo y
el racionalismo, respectivamente, Gerald Gruman (2003)
apunta que ambos comparten la idea de la posibilidad de
extender la vida humana a través de la ciencia y del conoci-
miento. De este modo, puede conjeturarse que el imaginario
moderno de la medicina de rejuvenecimiento nace de modo
sutil e imperceptible con las prácticas discursivas modernas
de filósofos como Bacon, Descartes y también de Franklin
y Condorcet. En algunos de sus escritos se destacan plan-
teos que sostienen que en el futuro “todas las enfermedades
podrán ser curadas o prevenidas por medios seguros, sin
exceptuar, incluso, a la vejez” y que, por esa vía, la vida
podrá “ser extendida según nuestro deseo incluso más allá
de los estándares antediluvianos” (Franklin, 1904: 174-175).
Esta clase de discursos, anclados en el ideal del progreso,
sugerían la posibilidad de descubrir las leyes que gobier-
nan el proceso de envejecimiento para luego, a través de
la intervención médica, lograr el anhelado rejuvenecimien-
to. Cabe destacar que la asociación progreso-medicina-
rejuvenecimiento-extensión de la vida tuvo su expresión en
el plano discursivo pero en ninguno de los casos se desarro-
llaron prácticas médicas concretas.

2 El concepto es empleado aquí en el sentido sugerido por Castoriadis para


referir al carácter instituyente de los imaginarios y las significaciones socia-
les, y problematizar el doble vínculo entre lo instituido y lo instituyente
(Castoriadis, 2010).

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Salud, sexualidades y derechos • 175

Ahora bien, ese primer componente discursivo de la


voluntad de rejuvenecimiento se articula posteriormente
con una dimensión práctica a partir de la experimentación
y el desarrollo de nuevas técnicas orientadas a intervenir
el cuerpo humano con la finalidad de lograr el rejuveneci-
miento y prolongar la vida humana. No puede comprender-
se el nacimiento de la medicina de rejuvenecimiento sino en
su referencia a la racionalidad del progreso, la pantometría
mecanicista, la manipulación y el control experimental y
la objetivación mecánica del cuerpo como campo de inter-
vención. Es por esto que las prácticas modernas de reju-
venecimiento conforman una tecnología de intervención
corporal desarrollada bajo la racionalidad mecanicista, sus-
tentada en la objetivación del cuerpo-máquina que permitió
desplegar un conjunto de experimentos orgánicos dirigidos
a incrementar la vitalidad, extender la vida y lograr el reju-
venecimiento. Esta tecnología de intervención corporal se
encuentra estructurada en torno a tres blancos de acción: el
control de fluidos corporales, la manipulación hormonal y
la intervención sobre órganos vitales.
En el primero de estos grupos de prácticas se des-
tacan las experimentaciones con la sangre. La transfusión
de sangre fue la primera práctica moderna de prolonge-
vidad sustentada en la pretensión de intervenir el cuerpo
para restaurar estados de juventud del organismo. Ya en el
siglo XVII se creía en la factibilidad de reemplazar órganos
vitales aduciendo efectos benéficos en los cuerpos viejos e,
incluso, reemplazando los fluidos corporales de un orga-
nismo envejecido por los de uno joven. El físico Richard
Lower fue el primero en lograr la transfusión de sangre en
animales en 1650 a partir de un experimento con un perro,
mientras que en 1668 un informe de Italia asevera que la
transfusión de sangre de un cordero joven en un perro
de trece años de edad “había tenido un efecto restaurativo

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176 • Salud, sexualidades y derechos

maravilloso” (Gruman, 2003: 143)3. Los experimentos pro-


siguieron durante varias décadas en distintos países y más
allá de que los resultados efectivos resultan difícilmente
comprobables, lo que se evidencia es una tentativa sistemá-
tica para desarrollar una práctica con una finalidad estraté-
gica deliberada: el rejuvenecimiento.
El segundo grupo de prácticas de intervención corporal
se relaciona con la manipulación del sistema endócrino y la
revitalización mediante la regulación hormonal, fundamen-
talmente de carácter sexual. Durante el siglo XIX avanzó
la objetivación mecanicista del cuerpo y el desarrollo de
la medicina experimental. En esta andadura, en el último
tercio del siglo XIX, Charles Brown-Séquard4 desarrolló la
teoría del envejecimiento endócrino y diseñó una tecnolo-
gía de rejuvenecimiento basada en la inyección en el cuerpo
humano de hormonas animales. El envejecimiento –afirma-
ba este médico– se relaciona con la disminución de la pro-
ducción de hormonas sexuales por lo que regulación endó-
crina podría tener efectos revitalizantes y rejuvenecedores.
A la edad de 72 años, Brown-Séquard decidió “inyectarse
a sí mismo una mixtura de glándulas sexuales animales”,
basada en extractos de testículos de cobayos (Haber, 2004:
516). Según su propio testimonio “a la tercera inyección se
sintió notablemente rejuvenecido” (Zaragoza, 1990: 40).
En las primeras décadas del siglo XX las tecnolo-
gías endócrinas continuaron su desarrollo de la mano de
Eugen Steinach y Serge Voronoff. El primero avanzó con

3 El trabajo genealógico ha permitido documentar varias obras en las que se


tratan experimentos de transfusión de sangre a lo largo del siglo XVII. Entre
ellos cabe destacar el trabajo de John Lowthorp, editado por la Royal Society
de Londres, titulado The Philosophical Transactions and Collections to the End of
the Year 1700 (Lowthorp, 1716). Sobre la historia de la transfusión en Francia
véase (Brown, 1948). Documentación sobre la historia general de la transfu-
sión de sangre puede encontrarse en Maluf (1954) y Zimmerman y Howell
(1932).
4 Charles Brown-Séquard (1817-1894) fue un médico francés que contribuyó
al desarrollo de la fisiología del sistema nervioso y la endocrinología, campo
en el que mostró el funcionamiento de las glándulas suprarrenales.

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Salud, sexualidades y derechos • 177

la práctica de la «cirugía endócrina experimental». No se


trataba ya de inyectar hormonas, sino de intervenir física-
mente el cuerpo y modificar las glándulas sexuales. Según
sus experimentos, en “ratas macho claramente envejeci-
das, la ligadura de los conductos deferentes [–intervención
habitualmente conocida como vasectomía–] mejoraba rápi-
damente el aspecto del animal y aumentaba su potencia
sexual” (Zaragoza, 1990: 41). Por su parte, Voronoff avanzó
en una intervención endocrinológica radical consistente en
el trasplante de testículos. En 1920 se realizó el primer tras-
plante testicular del mono al hombre5. Voronoff documentó
su método y proclamó su éxito en dos obras: El estudio de la
vejez y mi método de rejuvenecimiento (Voronoff, 1926) y Cómo
restaurar la juventud y alargar la vida (Voronoff, 1928).
Finalmente, luego de la experimentación con fluidos
corporales como la sangre y la manipulación hormonal, el
tercer grupo de prácticas se corresponde un tipo de estra-
tegia médica orientada a intervenir directamente en los
órganos del cuerpo humano. Elie Metchnikoff fue posible-
mente el primero en diseñar un estudio científico siste-
mático del envejecimiento, incluso se le atribuye el haber
acuñado el término gerontología como ciencia para el estu-
dio del envejecimiento6. Metchnikoff creyó encontrar una
relación inversa entre la longitud del sistema digestivo y la
duración de la vida. Su trabajo comenzó con la observa-
ción en el mundo animal, lo que le permitió constatar que
los animales inferiores de mayor expectativa de vida tienen
un sistema digestivo relativamente corto. A medida que se

5 El primer ser humano en someterse a la operación de Voronoff fue un


empresario inglés de 76 años de edad llamado Edward Liadet quien luego de
“recibir el trasplante de glándulas de mono, afirmó sentirse y verse como si
no tuviera más de 45 años” (Haber, 2004: 517). Voronoff proclamó el éxito
de su método aunque su paciente falleció dos años después de la operación
(Voronoff, 1926).
6 Metchnikoff se especializó en patología e inmunología y en 1908 recibió el
Premio Nobel de Medicina y Fisiología.

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178 • Salud, sexualidades y derechos

incrementa la complejidad del organismo vivo, se presenta


la relación inversa: la duración de la vida se reduce y el
sistema digestivo se alarga.
Además, los estudios sobre el sistema digestivo le per-
mitieron a Metchnikoff objetivar la presencia de bacterias
en los intestinos. Sobre esta base propuso una teoría de
la «autointoxicación» según la cual los sistemas vivos con
intestinos más largos tienen mayor probabilidad de desa-
rrollar bacterias patógenas en el proceso digestivo (Mor-
ley, 2004: 1133). La cusa de la vejez sería la autointoxica-
ción progresiva del organismo por la cual la flora intestinal
normal se convierte en patológica (Zaragoza, 1990). Como
respuesta estratégica a la causa de la vejez propuso la rea-
lización de operaciones de intestinos para acortar su lon-
gitud y extender la vida (Metchnikoff, 2004). Asimismo,
a partir de sus experimentos logró reconocer que ciertos
microbios propios del yogurt eran capaces de renovar la
flora intestinal y eliminar los gérmenes patógenos. Si bien
finalmente se comprobó que el yogurt no tiene un efecto
prolongevidad, resultó válida la importancia de los pro-
bióticos del yogurt para el tratamiento de enfermedades
(Trimmer, 1967: 94-95).
Las diversas prácticas que organizan la tecnología de
intervención corporal para el rejuvenecimiento visibilizan
la tentativa sistemática de desarrollar una estrategia médi-
ca revitalizadora que contrarrestara los efectos del enveje-
cimiento. La racionalidad que organiza estas prácticas de
rejuvenecimiento y prolongevidad se sustenta en la medici-
na como una tecnología de poder capaz de hallar la verdad
sobre el cuerpo y controlar el envejecimiento. Sin embargo,
en sentido estricto ninguna de estos tipos de intervención
médica logró probar su fecundidad de acuerdo a las propias
reglas del juego de verdad que regía y rige la producción
científica. Desde su nacimiento, la medicina de rejuvene-
cimiento planteó una relación conflictiva con los juegos
de verdad de la ciencia, la religión y la medicina en gene-
ral. En virtud de ello es posible afirmar que la voluntad

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Salud, sexualidades y derechos • 179

de rejuvenecimiento se ve atravesada desde su invención


por discursos que la relegan al terreno del descrédito y la
sospecha, poniendo en duda su legitimidad y factibilidad.
Gruman observa que autores como Descartes, “no publica-
ron ningún punto de vista detallado sobre la prolongevidad
para evitar el conflicto con la Iglesia” y los poderes estable-
cidos (Gruman, 2003: 135-136).
En suma, la medicina de rejuvenecimiento nace de
modo marginal e imperceptible en los intersticios del bio-
poder. Esta trama sutil de la medicalización del rejuveneci-
miento no tuvo un rol biopolítico claro ni inmediato en la
regulación de la población y la normalización de los cuer-
pos. A este respecto, cabe pensar que el rejuvenecimiento
constituye en sus inicios un saber médico potencial más que
real, un territorio a explorar más que un dominio estable-
cido. El rejuvenecimiento fue más una promesa o un deseo
que una práctica cuyos resultados puedan ser constatados,
regulados y guiados; aunque diversas técnicas fueran pro-
clamadas como eficaces para tratar y revertir los aspectos
funcionales de la vejez. Es posible que por ello la medicina
de rejuvenecimiento no haya tenido en su nacimiento una
función biopolítica explícita y se haya deslizado sutilmente
por el hilo menor de la trama de la medicalización.

Epílogo

La analítica de la medicalización del envejecimiento como


un proceso biopolítico de larga duración permitió advertir
que este proceso vital se configuró como un doble objeto
para la medicina, dando lugar al nacimiento de dos prácti-
cas médicas distintas: la medicina de la vejez y la medicina
del rejuvenecimiento. Cada uno de estos sistemas de prác-
ticas constituye un hilo que conforma la doble trama de la
medicalización del envejecimiento. El hilo mayor de esta
forma de medicalización se teje mediante la objetivación

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180 • Salud, sexualidades y derechos

del envejecimiento como vejez. Así, se ha delineado el naci-


miento de la medicina geriátrica a partir de las contribu-
ciones de Nascher, mientras que la descripción estadístico-
poblacional efectuada por Quetelet signa la constitución
de la gerontología. La tecnología geriátrico-gerontológica
constituye la trama principal de la medicalización del enve-
jecimiento.
El segundo hilo, más sutil e imperceptible, nace en
los intersticios del biopoder a través de las primeras prác-
ticas médicas orientadas a prolongar la vida, rejuvenecer
y recobrar la vitalidad. La objetivación del envejecimiento
efectuada por la medicina del rejuvenecimiento es distinta a
la de la geriatría y la gerontología. Estas últimas constituyen
un dispositivo biopolítico de la vejez dirigido, simultánea-
mente, a la normalización del cuerpo individual y la regu-
lación de la población. La medicina de rejuvenecimiento
produce una objetivación diferente puesto que no se centra
tanto en el binomio normal/anormal, sino más bien en la
consideración del envejecimiento a la luz del binomio posi-
ble/deseable. Primero, se plantea la finalidad estratégica de
rejuvenecer o alargar la vida y, luego, se objetiva al envejeci-
miento como un fenómeno modelable que es posible inter-
venir para reorientar y conducir hacia el fin deseado.
Entre la medicina de la vejez y la medicina de rejuvene-
cimiento es posible establecer contrastes en relación con el
modo de objetivación del envejecimiento, la finalidad estra-
tégica y la racionalidad que las sustenta o el tipo de prácticas
y métodos que las organiza. Más allá de esto lo que resulta
crucial para sopesar su participación en el proceso biopolí-
tico de medicalización es la relación que cada uno de estos
regímenes de prácticas mantiene con los juegos de verdad
médicos y científicos de su momento. Ahora bien, la medi-
cina de rejuvenecimiento continuó desarrollando prácticas
más o menos sistemáticas de intervención del cuerpo y
pudo avanzar en el diseño de tecnologías de rejuveneci-
miento en un diálogo estrecho con los saberes médicos de
la época contemporánea. En este sentido, cabe conjeturar

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Salud, sexualidades y derechos • 181

que la medicina de rejuvenecimiento fue constituyéndose


en una tecnología de poder sobre la vida que interviene
cada vez más en la configuración de nuevos dispositivos
biopolíticos orientados al control del envejecimiento.
En efecto, un análisis genealógico de gran escala per-
mite afirmar que además de las tecnologías de intervención
corporal de base mecanicista desarrolladas desde el siglo
XVIII que fueron exploradas en este trabajo, la medicina
de rejuvenecimiento continúa su curso en un largo proceso
de constitución hasta la actualidad. En el siglo XX y los
años transcurridos del siglo XXI se desarrollan tres grandes
tecnologías médicas para regular el proceso de envejeci-
miento: la tecnología de revitalización celular, la tecnología
farmacológica de rejuvenecimiento y la tecnología de base
molecular que sustenta una diversidad de prácticas cono-
cidas actualmente bajo el nombre de medicina antiaging.
Este despegue de la medicina de rejuvenecimiento pone en
entredicho su posición marginal en la trama de la medicali-
zación y disputa por acceder al hilo principal tensado por la
tecnología geriátrico-gerontológica. Así, el posicionamien-
to de cada uno de los hilos de la trama de la medicalización
responde a profundas disputas por la veridicción que, en
este caso, son también luchas de poder por la normalización
del envejecimiento y la regulación de la vida.

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Iniciativas profesionales y activistas


para la implementación de la Ley de
Identidad de Género en el ámbito
sanitario

(Buenos Aires, 2014-2016)

MARÍA SOLEDAD CUTULI Y ANAHÍ FARJI NEER

Introducción

Las personas trans en Argentina y en Latinoamérica cons-


tituyen una población socialmente vulnerable y estigmati-
zada. Si bien su situación no fue indagada en ningún censo
nacional hasta el momento, datos provenientes de encuestas
parciales realizadas por la Defensoría del Pueblo de la Ciu-
dad Autónoma de Buenos Aires, por el Instituto Nacional
de Estadísticas y Censos (INDEC) y estudios cuantitativos
realizados por organizaciones sociales, señalan que la pros-
titución es la principal fuente de ingresos de travestis y muje-
res trans: 70.4% en Berkins (2008) y 73,2% según el Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos (2012). Según informes
del Ministerio de Salud de la Nación (2009), la prevalencia
de infección por VIH/sida entre 2001 y 2009 fue del 34%
en travestis y mujeres trans. La expectativa de vida para este
sector poblacional fue estimada en 35 años. Las principales
causas de fallecimiento son las complicaciones derivadas

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186 • Salud, sexualidades y derechos

de las intervenciones caseras para modificar sus cuerpos,


las enfermedades relacionadas al VIH/sida y las muertes en
contextos de violencia. Asimismo, las investigaciones dan
cuenta de un precario acceso a “derechos básicos” como
la salud, la educación, el trabajo y la vivienda (Berkins y
Fernández, 2005).
Con respecto al acceso a la salud de los varones trans,
una encuesta reciente realizada por la Fundación Huésped
y la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros
de Argentina (ATTTA) indicó que el 45% de los entrevis-
tados había sido discriminado por médicos, así como por
personal administrativo (40,1%), enfermeras (28%) y otros
profesionales como psicólogos (24,4%). En cuanto al acceso
a tratamientos médicos de construcción de la identidad de
género, el 33,7% afirmó haber realizado tratamientos de
hormonización alguna vez y, de éstos, aproximadamente la
mitad lo realizó por su cuenta (49,5%) y sólo 38,1% bajo
supervisión médica (Frieder y Romero, 2014).
Tras un largo proceso de demanda por parte de las
organizaciones de las personas trans y de la diversidad sexual,
en mayo de 2012 el Congreso Nacional aprobó la Ley
26.743 de Identidad de Género. Esta legislación garantiza
la posibilidad de rectificación registral del sexo y el cambio
de nombre de pila e imagen cuando no coincidieran con la
identidad de género autopercibida. La Ley dispone que la
modificación registral se realice sin intervención judicial y
sin necesidad de acreditar una intervención quirúrgica de
la genitalidad, ni terapias hormonales u otro tratamiento
psicológico o médico (Art. 4). Para menores de dieciocho
años, la Ley estipula que el trámite de cambio registral sea
realizado por intermedio de sus representantes legales, con
la expresa conformidad del/a menor involucrado/a. En caso
en que estos no presten su conformidad, puede presentarse
el pedido ante un juez y deberá intervenir un/a abogado/
a del/a niño/a (Art. 5).

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Salud, sexualidades y derechos • 187

La Ley también legaliza el acceso a intervenciones qui-


rúrgicas totales y parciales y/o tratamientos integrales hor-
monales para adecuar el cuerpo -incluida la genitalidad- a la
identidad de género. Para mayores de edad establece como
único requisito la firma de un consentimiento informado.
Con la finalidad de “garantizar el goce la salud integral”,
incorpora al Plan Médico Obligatorio distintas prestacio-
nes orientadas a producir una imagen corporal acorde a la
identidad de género (Art. 11). Es decir, dispone su cobertura
por parte de los tres subsistemas de salud: el público, el de
las obras sociales y el de los planes de medicina prepagos.
Para los/as menores de edad, en caso de requieran acceder
a intervenciones quirúrgicas establece como requisito obli-
gatorio contar con una autorización judicial.
Dos de los pilares fundamentales de la nueva Ley fue-
ron la des-judicialización y la des-patologización de las identi-
dades trans. En su contenido se expresó el derecho a la iden-
tidad de género como un derecho humano que debía ser
garantizado universalmente, y no sólo a quienes tuvieran
los recursos de sostener el proceso judicial hasta conseguir
un fallo favorable. A su vez, se dejaron de considerar como
enfermedades las experiencias y deseos de las personas trans.
La incorporación al Plan Médico Obligatorio de las
intervenciones quirúrgicas totales y parciales, y/o trata-
mientos integrales hormonales para adecuar el cuerpo -
incluida la genitalidad- a la identidad de género autoperci-
bida, abrió a las personas trans la posibilidad de mitigar sus
condiciones de vulnerabilidad. La Ley estableció un marco
normativo favorable para la demanda de atención y cui-
dados relativos a las modificaciones corporales requeridas.
El Art. 11 que contempla el “acceso a la salud integral” no
fue reglamentado hasta mayo de 2015, mediante el Decreto
903/2015. Este incluyó un listado orientativo de las presta-
ciones contempladas y estableció la potestad y responsabi-
lidad del Ministerio de Salud en la preparación de los servi-
cios sanitarios, así como la capacitación y sensibilización de
los/as profesionales de la salud para su cumplimiento. Sin

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188 • Salud, sexualidades y derechos

embargo, no estableció procedimiento oficial para cumplir


su implementación, ni un presupuesto específico asignado
para su ejecución.
Teniendo en cuenta estas transformaciones legales, el
presente indaga en el proceso de implementación del men-
cionado Art. 11 de la Ley 26.743 a partir del estudio las
iniciativas desplegadas por dos actores claves: los/as profe-
sionales de la salud especializados/as en la atención de la
salud de personas trans y los/as integrantes de organizacio-
nes sociales que participan de los “consultorios amigables/
inclusivos para la diversidad sexual”. El trabajo presenta
los resultados parciales de dos investigaciones cualitativas y
exploratorias dedicadas a indagar en el proceso de imple-
mentación del mencionado Art. 11 de la Ley 26.7431. Inda-
gamos en las iniciativas desplegadas por profesionales de la
salud de las especialidades de cirugía (urológica y plástica),
endocrinología, ginecología y salud mental especializados/
as en la atención de personas trans de Capital Federal, Par-
tido de San Martín y La Plata, y por integrantes de organi-
zaciones sociales en los “consultorios amigables/inclusivos
para la diversidad sexual”.
A partir de la descripción y el análisis de las iniciativas,
oportunidades y dificultades identificadas a partir de la
sanción de la Ley por los actores sociales recién mencio-
nados, sugerimos que la implementación del Art. 11 de la
Ley 26.743 tiene como principal obstáculo la inexistencia
de un programa estatal que coordine y sostenga dichas ini-
ciativas y que promueva tanto la conformación de nuevos
equipos como el cumplimiento del contenido la Ley en toda
dependencia de salud.

1 Fuente de financiamiento: Beca “Carrillo-Oñativia”, Comisión Nacional


Salud Investiga 2015 Ministerio de Salud de la Nación, Argentina

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Salud, sexualidades y derechos • 189

La voluntad profesional

En 1997 el servicio de Urología de un hospital público de


la Ciudad de La Plata realizó por primera vez una cirugía
genital a una persona trans de modo legal en el país. A partir
del 2004 un servicio de Urología de un hospital público
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires comenzó a reali-
zar tratamientos hormonales primero, y cirugías genitales
luego, en el marco de un servicio de urología. En ambos
casos, la atención se inició a partir de los pedidos de las
personas trans y el interés personal de un grupo limitado de
profesionales. Tras su sanción, la Ley de Identidad de Géne-
ro “destapó” una demanda de atención contenida. Permitió
dar un encuadre legal a prácticas médicas que ya se venían
realizando, pero supeditadas en gran medida a decisiones
judiciales. También incentivó la incorporación de nuevas
especialidades y profesionales a los equipos interdisciplina-
rios que originalmente se componían de las especialidades
de cirugía urológica, endocrinología y salud mental. La Ley
también promovió la conformación de nuevos equipos en
instituciones tanto públicas como privadas o de las obras
sociales.
Durante la investigación se identificaron dos modelos
de atención: el de los equipos interdisciplinarios y el de los
profesionales aislados. Los equipos interdisciplinarios son
coordinados de modo centralizado por un/a profesional
especializado/a en la temática (en los cuatro equipos releva-
dos, la coordinación era desempeñada por profesionales de
las especialidades de psiquiatría, endocrinología o cirugía).
Es quien realiza las entrevistas de admisión y acompaña-
miento y luego deriva al resto de los/as profesionales. El
otro modelo en vigencia es el de la atención en cada uno
de los servicios de modo aislado, sin un seguimiento cen-
tralizado de los casos.
Del análisis de las entrevistas se desprendieron cuatro
dimensiones en las que se despliegan las estrategias y se
identifican los obstáculos para hacer efectivo lo dictami-

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190 • Salud, sexualidades y derechos

nado en el Art. 11 de la Ley de Identidad de Género: a)


la formación profesional; b) la gestión y planificación de
recursos para la atención médica; c) el vínculo de los/as
profesionales especializados con el resto del sistema de
salud; y d) el vínculo de los/as profesionales especializados
con las personas trans.

Formación profesional
Entre los/as profesionales entrevistados/as, la formación
médica específica es de tipo autodidacta, desarrollada en
respuesta a la demanda espontánea de atención por parte de
las personas trans, por derivación de otros servicios (gene-
ralmente infectología), o bien como parte conclusiva de la
especialización en sexología. Los/as entrevistados/as desa-
rrollan una formación continua en la temática en base a
actualización bibliográfica, asistencia a congresos interna-
cionales, a jornadas profesionales locales y al estudio de
casuística. Sostienen que, a comparación de la magnitud de
otras consultas de atención en salud, la demanda de trata-
mientos de hormonales y quirúrgicos para las personas trans
posee un carácter minoritario, por lo tanto, no hay volu-
men de demanda suficiente que justifique su incorporación
a la currícula obligatoria de las carreras de medicina. No
obstante, consideran que debería diseñarse una oferta for-
mativa específica a nivel de posgrado o especialización para
aquellos/as profesionales que deseen capacitarse.

a) Gestión y planificación de recursos para la atención


médica
Cada servicio gestiona sus turnos y administra la espera en
la atención en función de la urgencia y características de
los casos. En algunos servicios se implementaron espacios
exclusivos para la atención de personas trans, tales como
salas de internación quirúrgica o días y horarios especia-
les para la realización de los exámenes ginecológicos. En

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Salud, sexualidades y derechos • 191

uno de los servicios de ginecología se creó un “consultorio


de calidad de vida” para promover una atención sensible
a las características y necesidades de esta población. Sin
embargo, sus profesionales señalan como obstáculo para el
cumplimiento del Art. 11 de la Ley de Identidad de Géne-
ro, la falta de nombramientos de profesionales especializa-
dos en tratamientos para focalizados en las necesidades de
las personas trans, así como la planificación y provisión de
los servicios hospitalarios necesarios para la realización de
intervenciones quirúrgicas (quirófanos, espacios de inter-
nación específicos, personal e insumos sanitarios). Vale des-
tacar que las prótesis sintéticas deben importarse de otros
países, dada la inexistente producción local. En lo que refie-
re específicamente a las obras sociales y planes de medicina
prepagos, cada plan de medicina prepago u obra social tie-
ne sus propios mecanismos y procesos burocráticos para
garantizar la cobertura. En muchos casos, el requisito para
la cobertura de tratamientos, medicación e intervenciones
es la certificación del diagnóstico de “Disforia de Género”
en recetas o formularios. Esto va en contra del espíritu de
la Ley de Identidad de Género, que establece que tanto el
cambio de nombre y sexo en el DNI como el acceso a los
tratamientos médicos para adquirir una imagen corporal
acorde a la identidad de género constituyen derechos a los
que puede acceder cualquier persona -en tanto constituye
un derecho social básico- y que dichos pedidos no res-
ponden a trastornos o patologías psiquiátricas. Si bien la
Ley de Identidad de Género no establece explícitamente
la prohibición de realizar diagnósticos en el campo de la
salud mental en base a la elección o identidad sexual, la Ley
26.657 de Salud Mental, sí establece dicha prohibición. Por
ende, catalogar las experiencias trans de este modo va en
contra de la normativa vigente.
En los casos en los que los equipos comparten qui-
rófano con otros servicios, la limitada disponibilidad de
turnos y anestesistas hace más largas las listas de espera. En
los Hospitales de Agudos tienen prioridad los/as pacientes

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192 • Salud, sexualidades y derechos

oncológicos o que sufren de patologías graves. En los casos


en los que los hospitales no proveen de anestesistas, se les
solicita a las personas trans que lo cubran por su cuenta.
Si no pueden solventarlo, algunos servicios gestionan la
cobertura por medio de fundaciones o de la cooperadora
del Hospital. Si fuera necesaria la aplicación de prótesis,
su financiamiento es gestionado a través del Ministerio de
Desarrollo Social. Resulta de interés destacar que los servi-
cios y profesionales especializados también ofician de nexo
entre las personas trans y el resto de los servicios, a fin de
favorecer la atención en salud de modo integral y no sola-
mente en lo que respecta a la construcción corporal.

b) Vínculo de los/as profesionales especializados con el


sistema de salud
Los/as profesionales participan de jornadas intra-
hospitalarias, y exponen y discuten casos clínicos en Jor-
nadas y Congresos profesionales de las especialidades en
las que la temática ya ha sido incorporada (endocrinología,
ginecología y cirugía). Psiquiatría y psicología son dos disci-
plinas particularmente reacias a incorporar una perspectiva
despatologizante.
Un aspecto señalado como obstáculo para el cumpli-
miento de la Ley de Identidad de Género en el ámbito sani-
tario es el vínculo de la totalidad de los/as trabajadores/as
del sistema de salud con las personas trans. Una de las prin-
cipales dificultades es la vigencia de dinámicas expulsivas
en los servicios de salud. Estas suelen suceder en el sector
de turnos centralizado, ya que en muchos casos no se les
reconoce la identidad autopercibida en las fichas sanitarias.
Otros sectores críticos son las guardias y los espacios de
internación, ya que no suele internarse a las personas trans
en función de su identidad autopercibida sino de su sexo
registral, y existen resistencias del resto de los/as profesio-
nales de la salud para cambiar este tipo de prácticas.

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Salud, sexualidades y derechos • 193

Como consecuencia, los/as profesionales entrevista-


dos/as promueven la realización del cambio registral de
nombre y sexo para facilitar el tránsito por las institucio-
nes de salud. Ello no debería ser necesario ya que el Art.
12 de Ley de Identidad de Género establece el respeto a
la identidad autopercibida adoptada por las personas en
cualquier institución, independientemente de lo consigna-
do en el documento de identidad. Al respecto una médica
entrevistada afirmaba:

Nosotros sí lo atendemos con el nombre de elección pero si no tiene


el documento cambiado el hospital tiene su registro con el nombre
que aparece en el DNI. En algunos casos estamos logrando que
le pongan solamente el apellido, pero depende de personas. Igual
les insistimos a las personas que traten de cambiar el documento
porque también es un primer paso para ellos para el reconoci-
miento de su identidad, para fortalecerla o reafirmarla (R., médica
toco-ginecóloga).

Las acciones en conjunto de la totalidad de los/as inte-


grantes del sistema de salud son las que tienden a promover
o dificultar el acceso por parte de las personas trans. Un trato
respetuoso de la identidad autopercibida de las personas
y consciente de las problemáticas sociales que las atravie-
san, es condición indispensable para el acceso y retención
de las personas trans en el sistema médico. En este sentido,
y como profundizaremos en el próximo apartado, los lla-
mados “consultorios amigables para la diversidad sexual”
fueron iniciativas de diferentes organizaciones sociales para
paliar la discriminación, el desconocimiento y los prejuicios
en relación con el acceso y la atención en el sistema de
salud, así como acercar la brecha con las y los pacientes
. Entre otras iniciativas, la asociación Capicúa Diversidad
(2014) confeccionó una guía de “buenas prácticas” para la
atención integral de la salud de personas trans, recopilando
información académica, médica y de la propia experien-
cia de las personas involucradas. Esta guía fue retomada

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194 • Salud, sexualidades y derechos

y ampliada por el Ministerio de Salud de la Nación en el


material titulado Atención de la salud integral de personas trans.
Guía para equipos de salud (2016).
Dado que no existe un consenso dentro de la comu-
nidad médica sobre el modo de entender las experiencias
trans, las valoraciones morales personales sobre la temática
pueden tanto posibilitar como interferir en el cumplimien-
to de la legislación vigente en materia de identidad de géne-
ro. Vale destacar que los manuales diagnósticos y protoco-
los internacionales de atención médica de las personas trans
actualmente vigentes exponen que las experiencias trans no
configuran patologías mentales asociadas a la esquizofrenia
ni a la psicosis, sino que se trata de formas de experimentar
el género, la identidad y la corporalidad no necesariamente
ligadas al sufrimiento psíquico (Standards of Care for Trans-
gender Health de la Word Professional Association for Transgen-
der Health 7º Versión y Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders 5 de la American Psychiatric Association).
Los/as profesionales entrevistados/as señalaron que
conocen profesionales que en caso de recibir consultas de
atención y poseer conflictos morales al respecto, se niegan a
realizarlos argumentando falta de formación en la temática.
Un médico endocrinólogo relató la discusión generada al
interior de un hospital de una Obra Social de la Ciudad
de Buenos Aires tras la sanción de la Ley de Identidad de
Género:

Hubo de todo, hubo mucho… no sé si rechazo pero mucho miedo


al principio, a lo diferente y a qué postura se iba a tomar y a si
correspondía o no que le demos prioridad y que le demos el trata-
miento sin cargo. El manejo quizás fue complicado en ese aspecto
porque hubo mucha gente que tenía dilemas éticos. Se llegaron a
discutir cuestiones muy primarias como si realmente era un hombre
o realmente era una mujer (A., médico endocrinólogo).

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Salud, sexualidades y derechos • 195

c) Vínculo de los/as profesionales especializados con


las personas trans
Una última dimensión identificada refiere al vínculo con las
propias personas trans. Las transformaciones en el vínculo
entre los/as profesionales y las personas trans es resultado
de un cambio en el posicionamiento de estos frente a la
atención médica, proceso que va de la mano de la progresiva
afirmación de sus demandas en el espacio público a partir
de la década de 1990. Cabe referir en este punto a los desa-
rrollos de Pecheny y Manzelli (2003), quienes analizaron
las condiciones para el ejercicio de la autonomía de deci-
sión por parte de los pacientes en el marco de tratamientos
médicos. Señalan la importancia de los recursos simbóli-
cos para construir vínculos sociales y relacionarse con los/
las profesionales de la salud. Quienes que logran adqui-
rir y poner en juego estos recursos se posicionan como
interlocutores-ciudadanos frente al sistema de salud. Esto
es así ya que conocen sus opciones de tratamientos, sus
derechos y forman parte de grupos y redes que les permiten
construir y acumular un “capital de paciente” que se pone en
juego en el vínculo con los/as profesionales de la salud
Frente a estas dinámicas de reposicionamiento de las
personas trans frente al sistema de salud, los/as profesionales
entrevistados/as expresaron que comienzan a adoptar una
“escucha activa” de sus expectativas y necesidades a fin de
desarrollar un modelo de atención personalizado. Afirman
que no dan por sentada su identidad de género, ni su orien-
tación sexual o expectativas y deseos reproductivos. Tam-
bién intentan prestar atención a los términos que utilizan
para referir a ciertos procesos fisiológicos (por ejemplo, la
menstruación en varones trans).
El criterio de acceso al tratamiento hormonal y qui-
rúrgico es la realización de un examen de salud global (que
incluye diversos estudios clínicos como genograma, car-
diograma, mamografía, ecografía ginecológica, papanico-
laou, colposcopia, captura híbrida y análisis de laboratorio,

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196 • Salud, sexualidades y derechos

también se rastrean co-morbilidades clínicas y anteceden-


tes familiares). Un punto especialmente conflictivo en el
vínculo con las personas trans se presenta cuando los/as pro-
fesionales indican la interconsulta con salud mental como
requisito para el ingreso al tratamiento hormonal o la reali-
zación de intervenciones quirúrgicas. En algunos servicios
este es solicitado de forma obligatoria, en otros solamen-
te cuando los/as profesionales perciben dudas, ansiedad o
angustia respecto a los tratamientos. Si la persona realizaba
tratamiento psicoterapéutico con anterioridad a la consulta,
se les solicita que dicho/a profesional elabore un certificado
de aptitud. Así lo expresó un profesional entrevistado:

Hay algo que yo no cambio. Lo fundamental es con la psicología, la


psiquiatría. Porque a veces me dicen “Yo no necesito [el diagnósti-
co], por la Ley” yo les digo “¿Y cómo hacemos para volver para atrás
de una cirugía de estas? Imposible. Así que tenemos que estar segu-
ros que vos estas bien para hacerte la cirugía. Si te amputamos, te
hacemos mujer ¿cómo volvemos para atrás? Imposible”. Por ahí está
tratándose ya hace dos o tres años en otro lado, bueno si tenemos el
certificado del otro psicólogo o psiquiatra de que está en condiciones
de operarse (E., médico cirujano).

El tema es particularmente sensible ya que los colecti-


vos activistas a nivel local y regional a lo largo de la última
década vienen demandando que sus experiencias y eleccio-
nes dejen de ser concebidas como un trastorno o patología
psiquiátrica. Los argumentos esgrimidos por los/as profe-
sionales que solicitan la interconsulta con salud mental de
modo obligatorio argumentan que el mismo forma parte
del cuidado integral de la salud, tanto física como psíquica
y emocional. Expresan que ello forma parte de un proceso
de acompañamiento y de construcción dialogada del con-
sentimiento informado. Sin embargo, este puede no res-
ponder a la necesidad o demanda expresa de las personas
trans, quienes muchas veces consideran que dicha solicitud

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Salud, sexualidades y derechos • 197

es violatoria de sus derechos adquiridos, de su autonomía


de decisión y una forma desmedida y discrecional de ejer-
cicio del poder médico.

Las iniciativas activistas

Ante la falta de reglamentación de la Ley, las iniciativas


motorizadas tanto por el activismo como por diferentes
actores del sistema de salud resultaron cruciales para pro-
mover el acceso y lidiar con los obstáculos en la implemen-
tación de lo establecido por la legislación. Entre las estra-
tegias motorizadas por grupos activistas, el apoyo y pro-
moción de los “consultorios amigables para la diversidad
sexual” adquirió un carácter central. El área metropolitana
de Buenos Aires cuenta con experiencias en varias loca-
lidades del Conurbano bonaerense (La Matanza, Morón,
Lanús, San Martín, José C. Paz, Lomas de Zamora, Flo-
rencio Varela y Tigre, entre otros), así como en algunos
hospitales (Fernández, Ramos Mejía, entre otros) y Cen-
tros de Salud y Acción Comunitaria (CeSACs) de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Fueron creados a partir del
2010, como parte de una política preventiva y asistencial
del VIH/sida focalizada en la diversidad sexual enmarcada
en estrategias conjuntas de la Dirección de Sida y ETS, el
PNUD, ONUSIDA, UNPFA y OPS (Weller, 2013). Si bien la
formulación inicial del dispositivo “consultorio amigable”,
tal como fue propuesta por ONUSIDA, focalizaba en acti-
vidades de prevención, testeo y acompañamiento pre y post
test de VIH e ITS, en el marco del nuevo contexto brindado
por la Ley 26.743 dicho dispositivo abrió la posibilidad de
ampliar las prestaciones para contemplar otras necesidades
de la población trans.
En tanto espacios donde el aspecto sanitario de la Ley
podría ser efectivamente implementada, los “consultorios
amigables” o “inclusivos” se erigieron como servicios y/o

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198 • Salud, sexualidades y derechos

grupos de profesionales de la salud “sensibles” a la pro-


blemática de las personas trans y de la diversidad sexual en
general. Cuentan con horarios de atención específicos y
profesionales con cierta capacitación y experiencia en tra-
tar las necesidades de estas personas. Además de tareas de
testeo y acompañamiento pre y post test de VIH e ITS,
ofrecen acompañamiento para tratamientos hormonales,
atención ginecológica, dermatológica, fonoaudiológica y en
salud mental.
Las/os activistas entrevistadas/os identificaron a pro-
fesionales de la clínica médica, endocrinología, infectología,
enfermería, psicología y trabajo social directamente vincu-
lados/as a estas iniciativas; a partir de ellos/as fue posible
la derivación a otras especialidades. El vínculo con entre
activistas y profesionales resultó central para el acceso a
la información sobre otros/as profesionales especializados/
as (ginecología, dermatología, fonoaudiología, etc.), trata-
mientos, estrategias para lidiar con obras sociales y pre-
pagas, entre otros.
Quienes recurrieron a los “consultorios amigables”
manifestaron diferentes motivos para acercarse, siendo las
indicaciones para tratamientos hormonales uno de los más
frecuentes. Las travestis/mujeres trans consiguieron en estos
espacios hormonarse de manera regular y cuidada, recibien-
do seguimiento médico y aplicaciones periódicas por parte
de una enfermera. Ellas fueron provistas de hormonas de
manera gratuita, a diferencia de la situación de los varones
trans, quienes no consiguieron testosterona en los consul-
torios. Al indagar en esta diferencia, uno de los activistas
encargados de sostener un consultorio amigable en el con-
urbano bonaerense explicó que:

El dispositivo no tiene recursos propios. Por ejemplo, testosterona


no hay. Las hormonas femeninas vienen de otros programas del
Hospital, que con buena voluntad se reasignan acá. Tuvimos finan-
ciamiento en 2014 del Ministerio de Salud [de la Nación]. Luego
en 2015 ya no, pero el Municipio ayudó con recursos no económicos,

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Salud, sexualidades y derechos • 199

como reasignar las horas de la psicóloga para que pudiera estar


durante el horario en el que funcionamos nosotros. Lo mismo la
enfermera y el médico clínico (D., activista)

El problema de la sustentabilidad de estos empren-


dimientos apareció recurrentemente en los relatos. Como
indica el entrevistado, la provisión de recursos por parte de
diferentes agencias estatales era asistemática, y esta inesta-
bilidad hacía depender de los vínculos que quienes impulsa-
ban los consultorios pudieran establecer para comprometer
a funcionarios en instancias locales. De esta manera, duran-
te el transcurso de esta investigación se pudo registrar cómo
uno de los “consultorios amigables” de referencia en la zona
sur del conurbano bonaerense, inaugurado en 2012, tuvo
que dejar de funcionar en 2016 “por no poder articular con la
nueva gestión del Municipio”. En el caso de otro de los consul-
torios del conurbano, tras el cambio de gestión en diciem-
bre del 2015, algunos de sus activistas fueron despedidos de
sus trabajos en el municipio, comprometiendo las posibili-
dades de sostener su participación en estos espacios.
Las personas involucradas refirieron de diferentes
maneras la fragilidad de estos dispositivos, movilizando
emociones como inquietud, preocupación, enojo, angustia;
y al mismo tiempo reconociendo con gratitud el trabajo
y el compromiso de quienes los sostienen aún con esca-
sos o nulos recursos. En esa línea, otro de los consultorios
del conurbano bonaerense que había sido re-inaugurado en
agosto de 2015 dejó de funcionar en octubre del mismo
año tras el brutal travesticidio de Diana Sacayán, una de las
activistas que lo motorizaba. Esto da cuenta no sólo de la
fragilidad de estos emprendimientos, sino también de la
vulnerabilidad de sus integrantes.
Las entrevistas a activistas de uno de los consultorios
indicaron que en los períodos que tuvieron financiamiento
pudieron capacitar y emplear como promotoras de salud a
dos personas trans que frecuentaban el espacio con el fin de
realizar recorridas y relevamiento territorial por diferentes

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200 • Salud, sexualidades y derechos

zonas de prostitución. Si bien los fondos alcanzaban para


poco más que cubrir los viáticos e imprimir folletería, esta
actividad era crucial no sólo para repartir preservativos y
dar a conocer el espacio, sino también para generar un
vínculo con las personas en situación de prostitución que
las acercara al sistema de salud. Se intercambiaban los telé-
fonos, coordinaban el encuentro en la estación o algún otro
punto, y el/la promotor/a iba a buscar a esa persona y la
acompañaba durante la espera, para luego presentársela al
profesional que la atendería. La categoría de acompañamien-
to fue empleada para sintetizar estas tareas, basadas en los
saberes previos sobre la reticencia y el miedo a la estigmati-
zación de los sectores más excluidos de la población trans.
En este sentido, fueron relatadas una serie de activida-
des que ocurrían en las diferentes salas de espera y espacios
aledaños de estos consultorios amigables: ciclos de cine/
debate, grupos “de autoestima”, talleres de prevención de
VIH e ITS, ropero comunitario, entre otros. El objetivo de
estas iniciativas consistía en establecer lazos con las nuevas
personas involucradas, y así poder sostener el seguimiento y
la referencia al sistema de salud. Tanto quienes se identifica-
ban como activistas como quienes no lo hacían, refirieron a
un recrudecimiento de la violencia policial hacia las personas
trans en situación de prostitución a partir de los prime-
ros meses de 2016. Detenciones arbitrarias, persecución y
maltrato fueron enfatizados como parte de dicha situación:
volviendo necesaria la organización de un taller de preven-
ción de violencia institucional en uno de los consultorios
del conurbano bonaerense, mientras que en otro se puso a
disposición el teléfono de una abogada para recurrir en caso
de sufrir alguno de estos flagelos.
Finalmente, ante la pregunta de las cuestiones pendien-
tes a ser trabajadas en estos espacios, los/as participantes
de la investigación identificaron como temas prioritarios el
consumo problemático de sustancias psicoactivas (alcohol y
drogas) –específicamente en la población de mujeres trans/
travestis en situación de prostitución- y una intervención

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Salud, sexualidades y derechos • 201

más contundente en la prevención de la violencia de géne-


ro, ante la alarmante escalada de asesinatos a travestis y
mujeres trans .

Reflexiones e interrogantes emergentes

La puesta en diálogo de las dos investigaciones permitió


identificar ejes comunes en torno a las implicancias de la
implementación de la Ley de Identidad de Género en el
ámbito sanitario. El trabajo empírico permitió reconocer
los obstáculos en su cumplimiento y dar cuenta, través de
la experiencia de las personas trans contactadas, la alarman-
te situación en materia de Derechos Humanos para esta
población.
Los procesos de vulnerabilidad diferencial de las per-
sonas trans pueden ser doblemente caracterizados por rela-
ciones y condiciones económicas, sociales, políticas y cul-
turales de vida que impactan negativamente a sujetos y
grupos (procesos de fragilización); y al mismo tiempo por
los soportes, las redes, las estrategias que posibilitan afron-
tar, resistir o modificar las condiciones de precariedad (pro-
cesos de protección social) (Grimberg, 2009). Frente a la
vacancia en la planificación de políticas públicas específicas
y asignación de recursos, las acciones de profesionales de la
salud interesados/as en la atención de la salud trans y acti-
vistas -que no necesariamente adscriben a las identidades
trans– constituyen eslabones fundamentales para la efectiva
implementación de la Ley de Identidad de Género.
Los/as profesionales especializados/as expresaron que
desarrollan estrategias locales, fragmentarias y descoordi-
nadas a fin de efectivizar el contenido de la Ley. Estos/as
identificaron como principal obstáculo la inexistencia de
un programa centralizado de implementación de la mis-
ma, hecho que se manifiesta en la no disponibilidad de
recursos médicos y/o administrativos, así como en el escaso

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202 • Salud, sexualidades y derechos

desarrollo de espacios de docencia, capacitación y supervi-


sión para asegurar la calidad en la atención de las personas
trans. Otro obstáculo identificado en las entrevistas fue la
vigencia del requisito de la certificación del diagnóstico psi-
quiátrico para el acceso a intervenciones quirúrgicas y, en
algunos casos, también a los tratamientos hormonales.
Por otro lado, en el marco de una conceptualización
amplia de salud integral, los diferentes “consultorios amiga-
bles” generaron espacios de trabajo para la inclusión social
de las personas trans, ya sea desde la reflexión, las actividades
culturales y sociales, más allá de la prevención y promoción
de la salud que era el objetivo primordial. Asimismo, la arti-
culación entre salud y trabajo desplegada desde los consul-
torios inclusivos (la capacitación de promotoras/es de salud
como fuente de ingresos, anclada en la participación en
dichos espacios) formó parte de un proceso de protección
social para mitigar la vulnerabilidad de estas personas.
Retomando a Eduardo Menéndez (1994), a través de
los resultados obtenidos es posible analizar procesos de
poder y micropoder, así como relaciones de hegemonía/
subalternidad, focalizando en los modos históricamente
construidos de dar respuesta, significar y atender la enfer-
medad, la vida y la muerte. En este sentido, algunas de las
acciones llevadas adelante por los/as profesionales entre-
vistados/as pueden ser caracterizadas como normalizan-
tes o patologizantes, tales como incentivar la realización
del cambio registral, solicitar certificados diagnósticos para
ingresar en los tratamientos o poner en circulación discur-
sos compasivos o victimizantes sobre la población trans. Sin
embargo, en el contexto de vacancia estructural de políticas
públicas que garanticen la atención integral de las personas
trans, el acceso, la atención y la adherencia de las personas
trans al sistema de salud depende de la voluntad e inicia-
tivas personales de estos/as profesionales, quienes crean,
sostienen y promueven espacios de atención de otro modo
inexistentes. Estos/as profesionales orientan sus acciones

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Salud, sexualidades y derechos • 203

en base a valores morales y humanitarios, así como a una


búsqueda de reconocimiento e institucionalización de su
trabajo al interior de la comunidad médica.
De manera análoga, quienes motorizan los consulto-
rios amigables también crean, sostienen y promueven espa-
cios de atención. El reconocimiento desde el activismo es
también un proceso en construcción pero, a diferencia de
las experiencias de los profesionales, implican un trabajo
no remunerado y una iniciativa no institucionalizada que
sufre las fluctuaciones de la política en relación a sus posi-
bilidades de sustentabilidad (ya sea por el acceso a recur-
sos, o a lugares y/o profesionales, funcionarios, activistas
estratégicos, etc.).
Para concluir, lo que se encuentra latente en las dos
investigaciones es el carácter capilar de la implementa-
ción de las legislaciones vigentes en materia de género y
sexualidad. En ambas investigaciones se hacen presentes
barreras morales que configuran los límites de la efectiva
implementación del contenido de la Ley de Identidad de
Género. La voluntad profesional o las iniciativas activistas
se encuentran definidas moralmente, sustentadas en valo-
res humanitarios o militantes. Todo ello invita a continuar
reflexionando sobre el modo en que las políticas públicas
en torno al género y la sexualidad constituyen áreas grises
o intermedias, en las que el interés personal profesional o
la voluntad activista son los bastiones en los que se asienta,
en última instancia su efectiva implementación, hecho que
tensiona desde diferentes aristas al modelo médico hege-
mónico y dinamiza el campo.

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204 • Salud, sexualidades y derechos

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9

(Des)esperar en el hospital público

Percepciones del tiempo en las experiencias de


espera de la población trans

JULIÁN ORTEGA, MARÍA VICTORIA TISEYRA Y SANTIAGO MORCILLO

Introducción

Realizar una aproximación a las situaciones de espera en


salud de las personas trans1 implica, en primera instancia,
reconocer las diversas exclusiones que atraviesa este colec-
tivo en el contexto de las sociedades latinoamericanas. Las
demandas por el acceso a una salud integral, a la educa-
ción, al trabajo y la vivienda ocupan un lugar preponderante
entre las reivindicaciones de la población trans (Red LAC-
TRANS, 2014). En Argentina el activismo trans ha sosteni-
do distintas luchas por sus derechos desde la reinstauración
democrática de 1983. Hacia principios de los años noventa
algunos movimientos se institucionalizaron en organiza-
ciones de activistas para reclamar el reconocimiento por
parte del Estado de la identidad de género como categoría
diferenciada de la orientación sexual (Berkins, 2003).

1 El término trans incluye a travestis, transexuales y transgéneros. En Argen-


tina muchas personas se identifican como travestis, una categoría que anti-
guamente se usaba en sentido peyorativo pero que ha sido apropiada y
resignificada en términos indentitarios de lucha y resistencia política (Ber-
kins, 2007).

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208 • Salud, sexualidades y derechos

La ley 26.743 (Infoleg, 2012) de Identidad de Género


fue sancionada en nuestro país el 9 de mayo de 2012 y
promulgada el 23 de mayo de 20122. Uno de los aspectos
más destacados de la misma es que prescinde de la patolo-
gización como requisito para el reconocimiento de la iden-
tidad autopercibida –por ejemplo, mediante el diagnóstico
de disforia de género3– sin tampoco requerir ninguna auto-
rización judicial para solicitar la atención por parte de los
servicios de salud, pudiendo acceder a los tratamientos gra-
tuitos de hormonización y las cirugías “totales o parciales”
(Farji Neer, 2014). Esto supondría, además de la despato-
logización, una agilización de los trámites y una reducción
de los tiempos de espera para acceder a los tratamientos
y cirugías. Sin embargo, sabemos que la legislación tiene
muchas veces un tránsito complejo hacia la implementa-
ción y la transformación de las realidades sobre las que
pretende incidir. Si bien dicha normativa fue promulgada
en 2012, la reglamentación del artículo 11 que garantiza el
derecho a la salud integral ocurrió recién 3 años más tarde
(bajo el Decreto 903/2015 del 29 de Mayo de 2015). Esta
reglamentación enumera de forma no taxativa un listado de
intervenciones posibles “que ayuden a adecuar el cuerpo a

2 La ley se basa en los Principios de Yogyakarta al entender a la identidad de


género como: “(…) la vivencia interna e individual del género tal como cada
persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al
momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto
puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a
través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que
ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género,
como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.” (Artículo 2, 2012)
3 La explicación del derrotero que ha tenido esta clasificación excede a los
fines del presente trabajo pero es preciso mencionar que la transexualidad
fue incluida bajo diferentes categorías en las distintas versiones del Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) como así tam-
bién en la Clasificación Estadística de Enfermedades y Problemas Relacio-
nados con la Salud elaborada por la Organización Mundial de la Salud (CIE).
La inclusión de la transexualidad en este tipo de listados y manuales es fuer-
temente criticado por el activismo trans a nivel mundial en tanto que repro-
ducen la patologización de sus identidades.

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Salud, sexualidades y derechos • 209

la identidad de género autopercibida” (Decreto 903/2015,


Anexo I punto 1) que deberán ser incluidas en el Programa
Médico Obligatorio.
En este contexto nos interesa analizar las situaciones
de espera de la población trans en los servicios de salud,
específicamente en relación con los tratamientos de hormo-
nización. Aunque estos tratamientos no son los únicos que
contempla la ley, en la fase exploratoria de nuestra inves-
tigación encontramos que todas las personas trans entre-
vistadas hicieron uso de hormonas, con supervisión médi-
ca y sin ella. En investigaciones anteriores (Berkins, 2007)
se señala la vulnerabilidad que implican ciertos procedi-
mientos de modificación corporal, como las inyecciones de
siliconas, los implantes de prótesis y los tratamientos de
hormonización, realizados por fuera del sistema de salud.
Es decir, un ámbito sin las adecuadas condiciones de asepsia
ni controles médicos. Es preciso destacar que la automedi-
cación –aplicación de hormonas sin supervisión médica–
o el abandono de los tratamientos emergen en el discurso
de lxs entrevistadxs4 como una práctica recurrente ante las
dificultades de acceso al sistema público de salud.
En Argentina el sistema de salud se encuentra fragmen-
tado en tres subsectores: público, privado y de la seguridad
social (este último hace referencia tanto a las obras socia-
les nacionales y provinciales como al Instituto Nacional de
Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados). Un estu-
dio reciente realizado conjuntamente por el Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo, la Organización Pan-
americana de Salud y la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (2011) describe cómo la organización del
sistema de salud se caracterizó por una excesiva fragmenta-
ción durante las décadas de los setenta y los años noventa,

4 Esta forma de escritura pretende poner de relieve el binarismo genérico


presente en el lenguaje (que se acentúa por las reglas gramaticales del espa-
ñol). Hemos optado por utilizar la “x” para evitar el binomio “masculino-
femenino” que invisibiliza la especificidad de las identidades trans y su poli-
ticidad

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210 • Salud, sexualidades y derechos

que se ha mantenido hasta nuestros días. Esta yuxtaposición


entre los distintos subsectores cuestiona el funcionamiento
articulado del sistema salud argentino. En este trabajo nos
centraremos en el subsector público porque allí se atiende
gran parte de la población trans que no tiene cobertura
en los otros subsectores y donde las vivencias de esperas
adquieren mayor relevancia.
Enfocamos el análisis sobre las situaciones de espera
que experimentan las personas trans en los hospitales públi-
cos de la ciudad de Buenos Aires para acceder a la atención
de su salud integral. Desde algunas décadas, los tiempos
de espera son considerados como parámetros para evaluar
tanto la calidad como la accesibilidad a los servicios de
salud. En diversos estudios para distintos contextos (Sicilia-
ni et al, 2014; Aday y Andersen, 1974) las formas de estudiar
estos tiempos de espera han sido mayormente a través de
mediciones cuantitativas y orientadas a la generación de
políticas públicas tendientes a reducir dichos tiempos. Aun-
que la dimensión cuantitativa y cronológica del tiempo de
espera tiene un valor significativo, aquí nos interesa poner
de relieve las experiencias de temporalidad en su dimensión
subjetiva para analizar las relaciones de poder que emergen
o se expresan en dichas esperas para comprender qué hay
de particular en ellas. La experiencia, sin ser una forma de
evidencia incuestionable, puede servir para reconstruir los
procesos socioculturales que la enmarcan y le dan sentido
(Scott, 2001). Entonces, indagar sobre las experiencias de
espera no se reduce únicamente a la medición de tiempos
cronológicos, sino que permite conocer la construcción y
la vivencia de una temporalidad distinta en las esperas de
las personas trans, enmarcadas en un contexto de exclusión
social e institucional que se expresa en diferentes situacio-
nes de discriminación.
A continuación describiremos brevemente la estrate-
gia metodológica utilizada y realizaremos algunas aproxi-
maciones teóricas en torno a las esperas. Luego nos cen-
traremos en el análisis de los escenarios de espera y sus

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Salud, sexualidades y derechos • 211

características particulares. En segundo lugar, nos referire-


mos a los abordajes biomédicos de lxs profesionales de la
salud sobre las personas trans. Este recorrido nos permitirá
pensar cuáles son las especificidades que enmarcan y mol-
dean las experiencias de espera relatadas por las personas
trans en los hospitales públicos.

Aspectos metodológicos

El trabajo de campo en esta fase inicial consistió en la


realización de entrevistas en profundidad y observaciones5.
La elección de esta metodología se debe a que la entre-
vista constituye un recurso privilegiado para acceder a la
información desde la perspectiva de lxs sujetxs, lo cual
era uno de los objetivos primordiales de nuestra investi-
gación. A su vez, al implicar un intercambio social que
“comprende un proceso, un tanto artificial y artificioso, a
través del cual el entrevistador crea una situación concreta
–la entrevista- que, lejos de ser neutral, implica una situa-
ción única” (Ruiz Olabuénaga, 1996: 165). En esta situa-
ción intervienen el entrevistado y también el entrevistador,
dando lugar en muchas ocasiones, a significados que sólo
pueden comprenderse en este marco de interacción (Ruiz
Olabuénaga, 1996). Asimismo, se consideración los aportes
metodológicos de Paiva (2012) para el análisis de las entre-
vistas, haciendo hincapié en la producción narrativa de las
personas entrevistadas respecto de las diversas escenas de
esperas. El análisis de las entrevistas se enmarca en la meto-
dología de las escenas propuesta por Paiva (2012) según la
cual se desarrollan acciones dramáticas cargadas de senti-
do dentro de escenarios culturales que se delimitan en un

5 Este trabajo constituye una fase preliminar y exploratoria de una investiga-


ción más amplia, dirigida por Mario Pecheny, en la cual se indaga sobre dis-
tintas situaciones de espera en relación a los campos de la salud, el dinero y
el amor.

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212 • Salud, sexualidades y derechos

espacio físico determinado. En dichos escenarios culturales


se comparten guiones o papeles -scripts- que son construi-
dos socialmente desde la infancia.
Esta primera aproximación estuvo conformada por
entrevistas a cinco trans, y a dos profesionales de la salud.
Además se realizaron observaciones en dos hospitales gene-
rales de agudos, ubicados en zonas céntricas de la ciudad,
que atienden a la población que no posee cobertura en el
subsector privado ni tampoco en el subsector de la seguri-
dad social. Los servicios que atienden a la población trans
están compuestos por equipos interdisciplinarios de psicó-
logxs, médicxs clínicxs y endocrinólogxs, entre otros.
La selección de las personas a entrevistar supuso con-
tactar a quienes hubiesen experimentado alguna situación
de espera en instituciones de salud para acceder a trata-
mientos de hormonización y/o cirugías. Adicionalmente, se
decidió entrevistar a profesionales médicxs que brindaran
tratamientos de hormonización. Por su parte, la selección
para las observaciones en los hospitales públicos se basó en
la atención específica que brindan a personas trans y su ubi-
cación dentro de los límites de la Ciudad de Buenos Aires.

Las esperas como mecanismos de subordinación


política

Para reflexionar acerca de las escenas de espera en salud


retomamos el análisis que propone Auyero (2013) al estu-
diar las experiencias de quienes requieren asistencia social
ante el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Estas per-
sonas tienen que soportar esperas prolongadas para obte-
ner turnos y realizar diversos trámites en un contexto de
incertidumbre y arbitrariedad que se vale de dichas espe-
ras como mecanismo de subordinación y dominación polí-
tica. El autor afirma que el Estado trata a quienes asis-
ten al Ministerio de Desarrollo Social como “pacientes del

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Salud, sexualidades y derechos • 213

Estado” (2013: 39) y no como ciudadanos, con una demanda


implícita de sumisión. Además señala que los agentes esta-
tales transmiten un mensaje de desvalorización del tiempo
de los desposeídos que puede ser leído como una desvalori-
zación de dichas personas en sí mismas.
Consideramos que esta forma de concebir las expe-
riencias de espera que propone Auyero puede ser útil para
reflexionar acerca de los avatares y obstáculos que deben
sortear las personas trans para acceder a la atención en
salud en los hospitales públicos de la ciudad. En este sen-
tido, siguiendo al autor entendemos a las esperas como
“procesos temporales y a través de los cuales se reproduce la
subordinación política” (2013: 16). De este modo se observa
cómo las vivencias individuales de espera se enmarcan en
dinámicas institucionales y políticas que, a través de los
servicios de salud, el Estado y sus instituciones, reproducen
las condiciones de vulnerabilidad a las que están expuestos
los individuos y determinadas poblaciones al interior de sus
propios contextos. Se trata de una dimensión estructural
de la vulnerabilidad que algunos autores han denomina-
do “programática” (Ayres, Paiva y França, 2012; Pecheny,
2013). Este tipo de mecanismos son desplegados por agen-
tes e instituciones tales como el Ministerio de Desarrollo
Social, los hospitales y las escuelas, entre otros, que encar-
nan, se valen de y mantienen la burocracia estatal como
un conjunto de fuerzas sutiles e invisibilizadas de control
social. Se trata de la contracara del brazo represivo o mano
derecha del Estado (Bourdieu, 1999) que hace uso de la
fuerza pública (poder de policía), por ejemplo, mediante la
aplicación de los edictos policiales que sancionaban a aque-
llas personas que vistiesen ropas del sexo contrario (Fer-
nández, 2004; Sabsay, 2011).
El poder represivo del Estado moldea las subjetividades
de las personas trans de un modo particular en relación con
los tiempos de espera y la posibilidad de queja o protesta,
tal como lo expresa una de las entrevistadas:

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214 • Salud, sexualidades y derechos

“Y también estaba el tema de que nosotras no podíamos


exponer… o sea, no podíamos poner una queja porque
nosotras mismas por el solo hecho de salir a la calle ya
éramos delincuentes… a nosotras nos llevaban presas por el
solo hecho de ser trans, por eso no tenemos el derecho de ir
y en una entidad pública decir ‘quiero que me atiendan ya’,
sea con el nombre que sea… ya era un delito… llamaban a
la policía en ese momento y terminábamos detenidas y ni
siquiera… o era esperar o esperar… esperar a que se dig-
nen a atenderte, ya sea con turno, sin turno, era esperar….”
(Romina, 36 años)
Esta docilidad que se les exigía a las personas trans es,
en parte, comparable a la obediencia que, según Auyero, se
les exige a los pobres cuando realizan pedidos o deman-
das ante organismos públicos: “… saben por experiencia que
para obtener la tan necesaria ‘asistencia’ (esto es, un plan
social, un servicio o algún otro bien), tienen que demostrar
que se lo merecen esperando obedientemente. Saben que
tienen que evitar causar problemas…” (Auyero, 2013: 25).
Además, en el caso de las personas trans la estigmatización
amplifica esta sumisión, pues quejarse supone el riesgo de
ser avergonzadxs o humilladxs públicamente.
Desde una sociología de las emociones Scribano plan-
tea que la dominación capitalista produce mecanismos que
evitan el conflicto y la hacen emocionalmente soportable.
Dentro de estos mecanismos la espera estaría ligada al desa-
rrollo de la paciencia como única estrategia posible para
los desposeídos. En este esquema, la espera supone como
requisitos mínimos: el manejo de la ansiedad, la adecuación
a los procedimientos burocráticos, y el abandonar el cuer-
po mientras se espera (Scribano, 2010). Este último punto
nos lleva a señalar la necesidad de problematizar la idea
de que todos los cuerpos sean o no igualmente “abando-
nables” pues allí radica una diferenciación para las per-
sonas trans. Como veremos más adelante, estas distintas

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Salud, sexualidades y derechos • 215

(des)valorizaciones atribuidas a los cuerpos cis6 y a aquellos


trans contribuyen a explicar las diferencias entre una espera
que podría ser pensada como tediosa y aquellas que son
vividas y relatadas como esperas angustiantes.

Escenarios de espera en salud

En una mañana fría del mes de junio nos acercamos a


uno de los hospitales más concurridos de la ciudad para
conocer las instalaciones del lugar y para poder conversar
con pacientes que se hubiesen llegado hasta allí por alguna
consulta o bien dialogar con algún profesional de dicho sec-
tor. Consultamos en secretaría si era posible entrevistar a
alguien del equipo y, luego de preguntarnos de dónde venía-
mos, nos indicaron que debíamos esperar para hablar con
el jefe del servicio. Luego de unos minutos salió el médico
y nos dijo que no sabía con exactitud si tendría tiempo
para que podamos entrevistarlo ese día. De todas maneras,
nos solicitó que aguardáramos un tiempo más. Finalmente,
luego de esperar alrededor de una hora, nos comunicó que
no podría atendernos, razón por la cual acordamos otro día
y horario de visita al hospital.

6 Por cis o cisexuado nos referimos a aquella personas cuya vivencia interna
del género se corresponde con el sexo asignado al momento del nacimiento.
En este sentido “cis” funciona aquí como el par antinómico de “trans”. La
indagación crítica sobre los potenciales y limitaciones de esta categoriza-
ción constituye un trabajo que excede el marco del presente artículo.

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216 • Salud, sexualidades y derechos

Imagen 1: Sala de espera compartida. Fotografía tomada en Junio 2015,


Hospital Público de la Ciudad de Buenos Aires.

Durante ese tiempo de espera pudimos notar la falta


de asientos suficientes para quienes aguardaban a ser aten-
didxs, gente que iba y venía por los pasillos, escaleras y
ascensores. Algunas personas se detenían a leer carteles o
incluso para preguntarnos cómo llegar a otra área del hos-
pital. Por su parte, el servicio de endocrinología que atendía
a lxs pacientes trans no estaba circunscripto a un espacio
específico, sino que la sala de espera era compartida por
otras especialidades como urología y cardiología. Destaca-
mos esta distribución del espacio en tanto que la delimita-
ción de ciertas especialidades médicas como la urología o
la ginecología se realiza principalmente en torno al géne-
ro, lo cual puede suponer un alto nivel de exposición que
vuelva más incómoda la espera para las personas trans, con

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Salud, sexualidades y derechos • 217

repercusiones negativas que pueden obstaculizar el acceso


a la atención profesional. Tampoco encontramos carteles o
indicaciones específicas para pacientes trans sobre el fun-
cionamiento del servicio o el tipo de asistencia que brin-
daban como una estrategia para incrementar el número de
consultas y disminuir la distancia entre lxs profesionales
y la población.

Imagen 2: Burocratización del espacio. Fotografía tomada en Junio 2015.


Hospital Público de la Ciudad de Buenos Aires.

Cabe destacar que si bien nuestro análisis se focaliza


en la atención de la salud en el subsector público, los sen-
timientos de exposición e incomodidad también aparecen
en los ámbitos privados de atención. Un varón trans entre-
vistado describe cómo fue su primera visita al médico gine-
cólogo:

“La verdad es que fue bastante tensa la situación (de espera)


porque estaba toda la sala de espera y había consultorio úni-
camente de ginecología y estaba lleno de mujeres que obvia-
mente me miraban y no entendían qué hacía ahí, más allá

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218 • Salud, sexualidades y derechos

de que sabemos que un ginecólogo también atiende a hom-


bres que no sean trans cuando tienen problemas de glándulas
mamarias o cualquiera de ese tipo de cosas, pero como es algo
desconocido obviamente estaban todas las miradas puestas
en mí de saber qué estaba haciendo ahí… sí estaba esperando
a alguien que salga del consultorio, estaba esperando alguien
que llegue o qué…” (Martín, 21 años)

Y también agrega lo siguiente acerca del momento en


que se anunció con la secretaria:

“Ahí también fue un tema porque la chica me decía ‘pero


dame el carnet de la persona que se viene a atender’ y le
digo: ‘No, sí… soy yo la persona que me vengo a atender’, le
expliqué que era un hombre trans… como que no entendía.
Fue adentro, preguntó todo y cuando volvió me dice: “Pero
¿vos te tenés que atender?, no entiendo” (Martín, 21 años)

Durante las entrevistas a pacientes trans pudimos dilu-


cidar cómo las condiciones de infraestructura de los hos-
pitales recortan las experiencias de espera como formas de
disciplinamiento, malestar e incertidumbre, razón por la
cual muchxs entrevistadxs expresaron que preferían con-
currir a las consultas médicas sin ningún tipo de compañía
de familiares o amigxs:
“Y porque es una situación… sabía que iba a ser una
situación incómoda y no quería estar con otra persona
que también se incomodara, prefería estar solo…” (José,
22 años)
El escenario en el cual se montan estas escenas de
espera se reitera en lo observado en otro hospital público de
la Ciudad de Buenos Aires: allí encontramos un ambiente
repleto de gente, escasa información y largas filas para obte-
ner un turno con una demora mínima de un mes. A su vez,
pudimos detectar irregularidades en el otorgamiento de
estos turnos por un manejo discrecional que favorecía cier-
tos “amiguismos” con la persona de la ventanilla encargada
de brindarlos. Una de las personas entrevistadas compartió

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Salud, sexualidades y derechos • 219

con nosotrxs el relato de una escena de espera ocurrida


años atrás en la que se describen este tipo de mecanismos
inequitativos de distribución de turnos:

“Particularmente hace 7 años atrás me tocó venir a este hos-


pital y no ser atendida en la forma en la que te atienden
actualmente… me tocó sufrir la discriminación y la discrimi-
nación me llevó a esperar porque debido a los pensamientos
de ese entonces de enfermeros, médicos, fuera lo que fuera…
me obvió en todo sentido, obvió mi presencia… es como
que… cuando él decidió que yo tenía que ser atendida, fui
atendida.(…) yo llegué, me anoté… creo que fui una de la
quinta o sexta que me anoté y fui atendida como la decimo-
quinta, más o menos. Cada vez que yo iba a preguntar por qué
no me atendían rápidamente me esquivaban diciendo que
ya había turnos programados y que había gente…. mientras
que yo veía que llegaba la gente, se anotaba y la atendían…”
(Romina, 36 años)

Esto supone una situación de arbitrariedad e injusticia


que, sumada a las esperas prolongadas, afecta la calidad y
la continuidad de las consultas. Además impacta negativa-
mente sobre el sentido atribuido a dichas vivencias:

“Esperar tanto para hacer un trámite, es como que decís


‘bueno, se está pasando mi vida por un trámite de mierda’.
Y mucho de eso tiene que ver también por lo que abando-
né el tratamiento digamos, me parecía… Dije bueno, no, la
verdad lo voy a continuar más adelante cuando el tema se
haga un poco más operativo o se abran cosas más especiali-
zadas” (Eliana, 23 años)

Otra paciente trans hizo un comentario en este mismo


sentido respecto de la frustración que generan este tipo de
interacciones con las instituciones burocráticas de salud,
que reproducen y reactualizan otras exclusiones anterio-
res comunes en la población trans tales como la expulsión
del hogar y de los sistemas de educación formal a tem-
prana edad:

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220 • Salud, sexualidades y derechos

“Mal, mal… me sentí como que no… Realmente ese día


sentí como que no tenía un lugar en el mundo, como que
no… ese día me pregunté ‘¿qué hago yo acá?’ Si tengo que
pasar todo esto, no solamente ahí… veníamos con una car-
ga social bastante importante, de ser excluidas de todos los
lugares. Si bien yo no tuve la exclusión de mi casa pero sí me
tocó pasarla en los colegios, hospitales… todos los sistemas
habidos y por haber, fui excluida… menos de las comisarías,
calabozos… ahí sí estábamos incluidas permanentemente…”
(Romina, 36 años)

Las prácticas disciplinadoras que imponen las institu-


ciones de salud, no sólo complejizan la accesibilidad a los
servicios que deberían brindar, sino que, en el caso de las
personas trans, la angustiante espera funciona como ante-
sala a la mirada médica que pone en acto la exclusión gene-
ralizada de la sociedad cisexuada. En varios de los relatos
de lxs entrevistadxs se hizo patente el carácter paradigmá-
tico de la escena de espera en el hospital como una escena
temida y rehuida por la población trans. Esto se debe a que
en dicho escenario es donde el mecanismo del nombre –al
ser llamadxs por un nombre de otro género- reactivaba el
control del sistema de sexo-género sobre los cuerpos trans
y se traducía en la forma de una interacción humillante. Si
bien la ley de identidad de género brinda la posibilidad de
cambiar el nombre de acuerdo a la identidad autopercibi-
da, cierto temor que despierta esta escena en los hospitales
(como en las escuelas) permanece vivo en la memoria emo-
tiva de la comunidad trans (Berkins, 2007).

La población trans desde la mirada biomédica

Otra barrera en el acceso a la atención en salud que puede


ser identificada en los relatos de lxs entrevistadxs es el papel
desempeñado por lxs médicxs, que toman decisiones por
lxs pacientes. Aparece como una constante en el discurso de

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Salud, sexualidades y derechos • 221

las personas trans la recurrente reticencia por parte de lxs


médicxs para atenderlxs, ya sea por desconocimiento en la
temática o por prejuicios.
Este desconocimiento o prejuicio de médicxs y profe-
sionales de la salud en general (enfermerxs, psicólogxs, etc.)
hunde sus raíces en el enfoque biomédico. Éste se constitu-
ye por múltiples componentes, entre los cuales destacamos
la relación de asimetría y subordinación entre médicxs y
pacientes, la exclusión del saber del paciente, la tendencia a
la medicalización de los problemas, entre otros (Menéndez,
2003). Si bien no podemos ocuparnos aquí en profundidad
de este punto, es sabido que la historia de la categoría género
surge estrechamente ligada al campo de la medicina, en el
contexto de las cirugías de “reacondicionamiento” para los
casos de personas intersex y transexuales (Cabral y Benzur,
2005). La patologización de las identidades trans que aún
persiste tras la aprobación de la ley de identidad de género
queda expresada en la inclusión en distintos manuales y
nomenclaturas usadas globalmente, bajo la forma de diver-
sos diagnósticos psiquiátricos (transexualismo, trastorno
de la identidad sexual, fetichismo transvestista, disforia de
género). La forma dicotómica y estática en que el discurso
médico hegemónico ha entendido la relación entre sexo y
género se liga con el biologicismo como rasgo estructural
de dicho modelo, que relega los procesos sociales, psicoló-
gicos y culturales como aspectos anecdóticos en la atención
de los padecimientos.
Esta mirada biologicista se cuela en el discurso de una
de las profesionales que atiende a la población trans en uno
de los hospitales públicos observados. Durante la entrevista
nos muestra un mensaje que le había enviado uno de sus
pacientes por el celular y nos dice:

“Miren, este es un chico trans que es paciente… es chico, pero


sigue teniendo eso de mujer, por los corazoncitos que pone
en el mensaje” (Médica endocrinóloga, 42 años)

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222 • Salud, sexualidades y derechos

En la misma dirección un varón trans nos relata lo


sucedido con la médica que lo atendía, quien le dijo:

“‘Tenés más alta la testosterona de lo que la deberías tener.


Una mujer no tiene este rango de testosterona ¿Vos ya te
aplicaste alguna vez?’ Le digo que no, que nunca hice tra-
tamiento hormonal y me dice: ‘Bueno, entonces este es el
problema. Yo te voy a dar unas pastillas de estrógeno para
que baje la testosterona y así se te van todas esas ideas de ser
hombre’” ( José, 22 años)

En las entrevistas podemos notar que si bien las esperas


actúan como barreras en el acceso y mantenimiento de los
tratamientos, el rol que desempeña el equipo profesional no
es menos importante y determinante en el modo de viven-
ciar dichas esperas en salud. La incertidumbre, arbitrarie-
dad y malestar anticipado y/o real se reduce drásticamente
en aquellos casos en que se logra establecer una relación de
confianza entre pacientes y profesionales. Un entrevistado
nos comenta que luego de su primera visita al ginecólogo:

“…ya iba diferente a la consulta porque por más que tuviera


que esperar yo sabía que iba a entrar e iba a estar todo bien.”
(Martín, 21años)

A través de las entrevistas a lxs médicxs, también pudi-


mos notar la existencia de una noción de temporalidad
atribuida por ellxs a la población trans en relación no sólo
con los tiempos de espera para ser atendidxs, sino también
respecto de los tratamientos en general. Uno de los médicos
entrevistados comentó al respecto:

“(…) ellos son una población con una paciencia particular….el


hecho capaz de que saben que de última van y se compran
la hormona en la farmacia, hace que no tengan las mismas
necesidades de una persona que está enferma y necesita un
diagnóstico.” (Médica endocrinóloga, 42 años)

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Salud, sexualidades y derechos • 223

Y además agrega sobre la continuidad en el trata-


miento:

“No lo sé, no son muy adherentes en general (…) adherentes


en el sentido a los controles médicos y a venir a controlarse
“(Médica endocrinóloga, 42 años)

Por otra parte, desde el punto de vista de uno de los


profesionales de la salud entrevistados, los tiempos de espe-
ra para acceder a un tratamiento estarían justificados por
el servicio interdisciplinario que ofrecen en ese hospital, a
diferencia de otros servicios de salud en otras instituciones.
En palabras del médico:

“Abandono antes de llegar no tengo, no te puedo mentir por-


que no la tengo. Pero en general los que se anotan vienen. Es
muy raro… Es sabido que algunos van a otros hospitales, que
dicen que hay menos lista de espera, pero terminan vinien-
do acá, porque la atención de acá es mucho más integral y
tenemos un equipo muy importante (…) El acompañamien-
to lo hacemos nosotros, no lo hace casi ninguno.” (Médico
endocrinólogo, 50 años)

La espera y la paciencia de lxs pacientes queda deli-


mitada por el discurso médico y el reconocimiento que las
personas recibirán por parte de los profesionales de dicho
campo, aunque sea en términos negativos, tales como “no
son muy adherentes”. Asimismo, la ausencia de enfermedad
o la contingencia del diagnóstico fundamentarían la cons-
trucción de un otro “irresponsable” por la falta de controles.
De este modo, las personas que esperan -lxs pacientes- son
aquellas que tienen o no tienen paciencia como una cuali-
dad con distintos grados de posesión individual, invisibili-
zando la dimensión social e institucional de quienes hacen
esperar y ejercen poder a través de estos mecanismos de
dominación sobre los cuerpos.

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224 • Salud, sexualidades y derechos

Reflexiones finales

A lo largo de este trabajo hemos analizado los relatos y


escenarios de espera en torno a los servicios públicos de
salud y su accesibilidad para personas trans en el contexto
de la sanción y reglamentación de la ley de Identidad de
Género. Las entrevistas y las observaciones nos han permi-
tido describir cómo las situaciones de espera se erigen como
barreras que tienden a mantener las condiciones de vulne-
rabilidad en las que se encuentran expuestas las personas
trans, lo cual genera percepciones singulares de las tem-
poralidades experimentadas por lxs trans mientras esperan
(im)pacientemente a ser atendidxs en los hospitales públi-
cos. Esta paciencia tácita exigida por el modelo médico-
estatal opera como mecanismo sutil de subordinación y
control disciplinar sobre los cuerpos y las subjetividades.
Las experiencias de espera en el marco de los servicios
de salud adquieren un relieve específico para las personas
trans como resultado de la exposición a la mirada de los
otros, la falta de un circuito claro de atención, y princi-
palmente, por la estigmatización y los prejuicios vigentes
en nuestra sociedad, que hacen del tiempo de espera una
situación particularmente densa y angustiante para ellxs. Si
bien el carácter de esta escena paradigmática de exclusión
parece estar transformándose en los últimos años, dichas
esperas en salud aún tienen un fuerte efecto atemorizador
que marca una distinción propia del esperar siendo trans.
La memoria emotiva que se reactualiza en estas expe-
riencias en los servicios de salud tiene un fundamento en
la histórica relación de poder que ha planteado el modelo
médico hegemónico respecto de la población trans. Este
enfoque se materializa en los discursos de lxs profesio-
nales que entrevistamos, quienes mediante distintos giros
normativos y biologicistas contribuyen a la construcción
y reproducción de miradas sobre lxs trans como “otrxs”
singulares, impacientes y estigmatizadxs. En este sentido, la
ley de Identidad de Género brinda un marco legal crucial

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Salud, sexualidades y derechos • 225

para desarticular la despatologización de las identidades


trans, reduciendo la brecha entre los servicios de salud y lxs
pacientes trans. Aún así, quisiéramos destacar que si bien
la normativa y su reglamentación representan un avance
sustancial, surge el interrogante sobre las limitaciones que
podrían implicar los prejuicios e imaginarios que circulan
entre lxs profesionales de la salud respecto de la población
trans. En este sentido, consideramos que un aspecto prio-
ritario para lograr la plena implementación de la ley no
puede eludir la discusión necesaria acerca de los modelos
y concepciones vigentes entre lxs profesionales de la salud
respecto del colectivo trans, para problematizar las miradas
de corte biologicista sobre los cuerpos y las identidades,
promoviendo enfoques verdaderamente despatologizantes
que entiendan y reconozcan a lxs pacientes como sujetxs
de derecho.

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10

Escenas de espera en vínculos eróticos-


afectivos
MARIANA PALUMBO, MAXIMILIANO MARENTES Y MARTÍN BOY

Introducción 1

Si abrimos el telón a nuestra vida cotidiana y hacemos el


ejercicio imaginario de preguntarnos a nosotros mismos en
qué momentos esperamos, prácticamente cualquier acción
está –al menos tangencialmente– atravesada por la espera.
Hay diferentes tipos de espera, algunas odiosas e indefecti-
blemente necesarias: esperamos el transporte público para
que nos alcance a nuestro trabajo o a nuestra casa, espe-
ramos para usar el baño en un bar, esperamos el resultado
de un análisis, esperamos que alguien nos dé su opinión
o calificación sobre nuestro trabajo. No obstante, existen
también esperas que motorizan nuestros deseos eróticos-
afectivos a partir de las cuales los sujetos alcanzan sensacio-
nes de intensidad. Georges Bataille comprende a la intensi-
dad como “(…) los momentos de exceso y de fusión de los
seres” (Bataille, 2000: 105). Estos tipos de espera atravesa-
das por el deseo transcurren, por ejemplo, cuando esperamos

1 Esta ponencia fue presentado en las XII Jornadas de Salud y Población. Es


una versión preliminar del artículo ““Me clavó el visto”: los jóvenes y las
esperas en el amor a partir de las nuevas tecnología” publicado en la Revista
Astrolabio. Nueva Época. Asimismo, otra versión de esta ponencia se publi-
có en el libro “Esperar y hacer esperar: escenas y experiencias en salud,
dinero y amor” coordinado por Mario Pecheny.

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230 • Salud, sexualidades y derechos

que una cita se repita, cuando esperamos que algo especial


suceda, cuando esperamos que él/ella (no) se enamore de mí
o cuando esperamos conocer al amor de nuestras vidas.2
El objetivo de la ponencia es analizar escenas de espera
en relaciones erótico-afectivas heterosexuales entre jóvenes
de clase media. Específicamente cómo, en ese tipo de esce-
nas, determinadas tecnologías como Facebook y/o Whats-
App adquieren un lugar central. La perspectiva que guía
este trabajo es que éstas tecnologías devienen en agentes
constitutivos de la espera generando (des)control sobre la
propia subjetividad y sobre el sujeto amado. Si bien reto-
mamos algunas particularidades de las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación, nuestro objetivo es
ilustrar cómo éstas se insertan en las escenas de espera
más que problematizar la forma en que se inscriben en
las relaciones de pareja. Por exceder a los fines de nuestro
estudio, no discutimos con la bibliografía específica sobre
estas tecnologías.
Desde una perspectiva sociológica, se retoma la defi-
nición de juventud interpretada como una construcción
social, histórica y relacional que se articula social y cultu-
ralmente en función de la edad, la generación, la clase social
y el género de pertenencia (Margulis, 1996). En términos
etarios, la noción de juventud que retomamos corresponde
al rango de edad entre los 15 y 29 años, aproximadamente
(Dávila León, 2004).
Las lógicas de la espera en el amor entre jóvenes se
encuentran atravesadas por las representaciones del amor
romántico (Alberoni, 1989; Tenorio Tovar, 2012). En las
trayectorias amorosas de los y las jóvenes aparecen estos
elementos en tensión. Se hacen presentes características del

2 En el castellano, el verbo "esperar" tiene principalmente dos acepciones, a


diferencia de otros idiomas como el inglés o el italiano. La primera se rela-
ciona con tener esperanzas (to hope en inglés), la segunda permanecer en
algún lugar hasta que algo suceda (to wait en inglés). Nos resulta interesante
establecer cómo esta distinción semántica queda diluida en frases como
“espero que me diga que me ama”.

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Salud, sexualidades y derechos • 231

amor pasión, tales como la idea de “búsqueda” personal del


ser amado ideal, los afectos y sus expresiones corporales
(caricias o besos) por sobre la relación sexual. Otros rasgos
que moldean el amor romántico en estos jóvenes son la
idealización del sujeto amado, la propuesta de un proyec-
to compartido que perdure en el tiempo, la promesa de la
fidelidad y también elementos del amor agápico, como por
ejemplo la entrega total. Las fisuras de estas representa-
ciones generan situaciones de conflicto y discusión cuando
uno o el otro ya no es el centro del mundo (del otro y
del propio), quebrándose así la premisa fundamental del
vínculo amoroso.3
El trabajo se estructura en cuatro apartados. El primero
corresponde a las estrategias metodológicas que hemos
utilizado, precisando ciertas definiciones teóricas. En el
siguiente analizamos las dinámicas y efectos que tienen
sobre los sujetos las situaciones de espera, para lo que se
retomó la historia de Germán y Daniela. Seguidamente, nos
concentramos en el vínculo amoroso a través de la espe-
ra. Habiendo retomado varias interacciones de espera, se
reconstruyó y guionó la escena protagonizada por Emilia y
Pablo. Finalmente, en el último apartado problematizamos
cómo los y las jóvenes experimentan el amor y qué sentidos
le dan a sus prácticas amorosas. Allí, se observa cómo las
esperas generadas a través de las tecnologías de la comuni-
cación intervienen en el registro de lo amoroso a partir del
análisis de fuentes primarias (fragmentos de entrevistas en
profundidad escenificadas).

3 Cabe aclarar que cada vez que se habla de amor se estará haciendo referen-
cia al amor romántico en particular.

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232 • Salud, sexualidades y derechos

Estrategias metodológicas

En el caso del corpus de las entrevistas, se entrevistaron a


veinticinco personas, doce varones y trece mujeres que se
identifican como de clase media. En la ponencia retomamos
tres de estas entrevistas, ya que son las que mejores ejem-
plifican los ejes que problematizamos (el amor romántico,
escenas de esperas en que las tecnologías tienen un lugar
predominante, y resabios de celosía y de (des)control sobre
el sujeto amado y sobre sí mismos/as). Asimismo, estos
casos condensan sintéticamente muchos de las particulari-
dades de la espera en jóvenes heterosexuales de clase media
que pudimos ver en el resto de las entrevistas. Quienes
hicieron referencias más extensas y reflexivas sobre esperas
en el amor fueron las mujeres –tanto heterosexuales como
lesbianas– y los varones gays4. Para comprender mejor este
punto, retomamos el análisis que hace Eva Illouz (2009)
acerca de las emociones, sobre todo las afectivas, en las
parejas heterosexuales.
Según Illouz (2009), las emociones afectivas se encuen-
tran insertas dentro de un discurso que se ha “feminizado”.
En contraposición con el ideal caballeresco del cortejo, que
apuntaba a perfeccionar el modelo masculino de valor y
heroísmo por amor, en el modelo cultural estadounidense
que investiga Illouz, la autora encuentra que se ha desdi-
bujado la división entre la esfera masculina y femenina.
Retomando a Francesca Cancian (1987), Illouz sostiene que
para ser románticos “los hombres deben hacer a un lado
(temporalmente) el control de las emociones y la firmeza de
la autoridad, cambiando esas cualidades por otras como la
‘delicadeza’, la ‘candidez’ y el ‘cuidado’. Las mujeres, por su
parte, sólo deben seguir siendo lo que son ‘por naturaleza’”
(Illouz, 2009: 150). De este modo, la imagen del romance

4 En esta investigación solo nos centraremos en relaciones heterosexuales,


dejando abierta la comparación con parejas lesbianas y gays para futuros
trabajos.

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Salud, sexualidades y derechos • 233

neutraliza las diferencias de género dado que coloca tanto a


los varones como a las mujeres dentro de la esfera femenina
de los sentimientos. No obstante, desde una perspectiva de
género, discutimos en parte con el análisis que desarrolla
la autora. En las entrevistas nos encontramos con que si
bien los varones no hacen alusión al discurso cortés, tam-
poco hacen referencias extensas a esperas en el amor desde
un discurso feminizado. Entendemos que las mujeres, en
el discurso del amor romántico, son quienes centran su
atención en la idealización del sujeto amado y desarrollan
reflexiones acabadas sobre sus amores y desamores. Esto
pudimos observarlo al momento de elegir las escenas con
las cuales queríamos trabajar. Si bien el trabajo de campo
era equitativo entre varones y mujeres heterosexuales, las
últimas hacían referencias más acabadas y explícitas.
A través de las entrevistas nos proponemos analizar
las dinámicas y efectos de las situaciones de espera: cómo
el amor las moldea, y cómo los sujetos ven modificacio-
nes en su estado de ánimo, (des)controlan sus emociones y
generan celos excesivos. Utilizamos la metodología de las
escenas de Vera Paiva (2006) como recurso para explorar las
experiencias de los actores en situaciones de espera en sus
relaciones erótico-afectivas. La utilización de esta técnica
posibilitó hacer una descripción exhaustiva sobre el espacio
donde se generó una interacción, recuperar quiénes fueron
los actores que interactuaron, ponderar la gestualidad y los
diálogos, y medir la velocidad temporal que atravesó cada
una de las escenas descriptas. A partir de la transcripción de
las entrevistas, se ficcionaron escenas que condensaban los
elementos más representativos de las distintas entrevistas
realizadas en el marco del proyecto de investigación5 del
que parte este trabajo.

5 Esta ponencia se enmarca en el proyecto de investigación “Esperar y hacer


esperar: escenas en salud, dinero y amor”, dirigido por Mario Pecheny, con
sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

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234 • Salud, sexualidades y derechos

Sobre las interacciones de espera. Sujetos, dinámicas y


efectos

Las escenas de espera, en este caso en el amor, implican al


menos que un sujeto espera a alguien o algo y otro o algo se
hace esperar. Sin embargo, esto no significa que haya un suje-
to activo que hace esperar y otro que espera pasivamente,
como tampoco hay siempre una intención racional de hacer
esperar al otro. Es decir, si bien hay uno que está haciendo
esperar, hay otro que mantiene esa espera por diferentes
motivaciones; a la vez que ese individuo que hoy espera
en otra situación es quien hará esperar al sujeto amado.
Las dinámicas y los sentidos en esta serie de trabalenguas
entre espera, hacer esperar y esperar son analizados en las
siguientes páginas a la luz de la interacción en una relación
de pareja concreta.
Al momento de la entrevista, Daniela y Germán eran
novios hacía un año y cuatro meses. Daniela, de 16 años,
estaba rindiendo las materias para pasar a cuarto año. Ten-
dría que haber pasado a quinto año, pero repitió uno. Cur-
saba la secundaria en una escuela pública del barrio de
Belgrano. Sus padres estaban separados. Vivía con su mamá
en una casa del barrio de Colegiales de la cual son pro-
pietarios. Su padre alquilaba un departamento en Moreno.
Tanto su madre, empleada bancaria, como su padre, psi-
cólogo, habían completado el nivel universitario. Ellos le
daban dinero para sus gastos.
Con Germán iban a la misma escuela. Antes de comen-
zar a salir con él tuvo dos parejas. Un novio cuando tenía
catorce años y luego salió seis meses con el mejor amigo
de Germán. Mientras que salía con él comenzó a sentirse
atraída por Germán. Terminó ese noviazgo e inició una
relación con Germán. Daniela fue entrevistada de manera
individual y también junto a Germán.
Germán tenía 18 años al momento de la entrevista. En
diciembre terminó los estudios secundarios en una escuela
media pública del barrio de Belgrano. Estaba preparando

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Salud, sexualidades y derechos • 235

el ingreso para estudiar ingeniería en la Universidad Tec-


nológica Nacional. Había comenzado a trabajar hacía unos
días. Sus padres estaban divorciados, y él vivía la mitad
de la semana con cada uno. Ambos alquilaban en el barrio
de Belgrano. Su mamá es docente y trabaja como tal; su
papá posee el nivel universitario incompleto y trabaja como
empleado y de forma independiente. Antes de comenzar
a salir con Daniela tuvo una relación por un tiempo con
una joven tres años menor que él, y luego con otra joven
con la que se veían esporádicamente. Daniela es su primera
relación de noviazgo duradera.
Una las razones por las cuales ellos discuten, según
Daniela, es porque

me clava el visto6 en el WhatsApp7, no me responde los mensajes de


texto o no me llama por teléfono y eso me enferma.

Estos hechos generan situaciones de espera que ponen


en entredicho el precepto del amor romántico de que uno
es la prioridad para el sujeto amado. No ser el centro del
otro genera conflictos.
Desde un análisis de la escena, se puede observar que
apenas ella le envía el mensaje, comienza la espera. Daniela
puede ver si él recibió el mensaje dado que las redes sociales
nos informan el horario exacto de la última conexión y si
el destinatario lo leyó o no (hoy en día los/as usuarios/as
pueden deshabilitar esta opción aunque en el momento de
realizada la entrevista esto no era posible). De este modo
estas nuevas tecnologías habilitan una forma de poder para
quien hace esperar y de control para quien espera porque

6 “Clavar el visto” es un modo coloquial de dar cuenta de que la otra persona,


habiendo leído mi mensaje, no lo contesta. Este conocimiento (y control) en
la comunicación es habilitado por las más recientes tecnologías de la infor-
mación y la comunicación (como Facebook, WhatsApp, entre otras). Es
interpretado como una forma consciente e intencional de ignorar a otra
persona.
7 WhatsApp es una aplicación de mensajería multiplataforma que permite
enviar y recibir mensajes de texto, de voz, imágenes y videos.

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236 • Salud, sexualidades y derechos

estará pendiente que le responda. Dentro de las secuen-


cias que desarrollan dentro de la espera –primero envía el
mensaje de WhatsApp, ve si él está conectado, cuándo fue
el horario de su última conexión– aparecen las dos tildes
azules que representan que el destinatario leyó el mensaje
y decidió no responder. En ese momento se termina para
Daniela la primera espera, marcada por la ansiedad, de no
saber si él leyó el mensaje o no y nace una nueva espera:
la de esperar que él decida responder el mensaje. En este
nuevo momento de espera Daniela se siente desvalorizada
y esto le genera enojo. No obstante, podemos observar que,
en las escenas, puede haber resistencia por parte de quien
está esperando. Cuando Germán aparezca, Daniela actuará
tal como hizo Germán con ella, no le hablará. En este nuevo
escenario, ella se volverá la soberana.
En la primer parte de la espera el que no responde
es Germán. En ese momento él, al no responder, obtiene
la última palabra y deja a su novia en una situación de
espera que solo terminará cuando él le escriba. Para Bataille
(1996, 2008, 2010), quien obtenga la última palabra se tor-
nará soberano ante el otro. Será soberano, explica Antonio
Campillo, quien “se niegue a ser siervo y se afirme como
señor” (1996: 25). Germán se vuelve de este modo soberano.
Sin embargo, ese lugar soberano o de cumbre es también
un lugar de perdición. En este caso, debido a que existe
la posibilidad de que el sujeto amado se exprese, abando-
ne la espera o responda con la misma actitud, que es lo
que hizo Daniela.
Estas dinámicas de venganza por la espera que el
otro generó, conciente o inconcientemente, llevarán a que
Daniela monte lo que Roland Barthes (2009) denomina
hacer una escena, como modo de demostrarle que ahora ella
es quien lo hace esperar a él. Este autor sostiene que
Cuando dos sujetos disputan de acuerdo con un inter-
cambio regulado de réplicas y con vistas a tener “la última
palabra”, estos dos sujetos están casados: la escena es para
ellos el ejercicio de un derecho, la práctica de un lenguaje

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Salud, sexualidades y derechos • 237

del que son copropietarios; cada uno a su turno dice la esce-


na, lo que quiere decir: jamás tú sin mí, y recíprocamente.
Tal es el sentido de lo que se llama eufemísticamente el
diálogo: no escucharse el uno al otro sino servirse en común
de un principio igualitario de repartición de los bienes de
la palabra. Los participantes saben que el enfrentamiento
al que se entregarán y que no los separará es tan incon-
secuente como un goce perverso (Barthes, 2009: 124, cur-
sivas en el original).
Para que la escena adquiera una determinada velocidad
es necesario, para Barthes (2009), un señuelo: por ejemplo,
que uno de los participantes niegue y el otro afirme, o una
decisión que uno imponga y el otro rechace. En el caso de
esta pareja lo que sucede es una suerte de cambio de roles:
Germán intentará imponer su palabra hablándole y ella lo
rechazará a partir del silencio.
Me hacés esperar, ahora te hago esperar a vos funciona
como una estrategia para hacerle sentir al otro simétrica-
mente la sensación que vivenció. Si Germán primero no me
habló, ¿por qué tengo que hablarle yo cuando él se digna a hablar-
me? En términos de Barthes, lo que se pone en juego en
esta escena no es otra cosa que “el grito de Narciso: ¡Y yo!
¡Y yo!” (2009: 127). Obtendrá el triunfo quien logre hacer
esperar más al otro y será perdedor quien intente establecer
la comunicación.
Daniela no solo hace esperar a su novio cuando está
enojada, también en la cotidianeidad de su relación se olvi-
da de llamarlo

Soy medio colgada. Él a veces me dice «No, porque yo te llamo


todos los días y vos no me llamás nunca». Lo mismo sucede con
Germán perdón, no me di cuenta de que te molestaría que no te
escriba, no fue a propósito.

Ambos se excusan en que no fue intencional y que


ignoraban que esa actitud le molestaría a su pareja. Esto
se debe a que las situaciones de espera no implican nece-

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238 • Salud, sexualidades y derechos

sariamente una intención racional de un sujeto que hace


esperar a otro. Como modo de subsanar esa situación, el
pedido de disculpas aparece como una práctica correcti-
va (Goffman, 1971) que restablece el equilibrio y corrige
el malestar que pudo causar en el sujeto amado. ¿Tendrán
acaso las esperas, en el terreno amoroso, la potencialidad
de introducir rupturas para que luego las reconciliaciones
sean más anheladas?
Daniela sabe que en muchas situaciones su novio no
dejó de responderle adrede, que en ese momento estaba
estudiando o trabajando. Ella, en vez de esperar que él ter-
minara su actividad para comenzar a preguntarse por qué
no la llamaba, continuaba esperando que él lo hiciera en ese
momento. Me hago la cabeza, es terrible pero me quedo maqui-
nando. Ella podría terminar con la situación pero decide,
por motivos abordados en el próximo eje, quedarse en el
lugar esperando. A partir de esta perpetuación de la espera,
Daniela le hace una escena a su novio (Barthes, 2009). Para
que se monte una escena es necesario que haya al menos dos
personas que mantienen esa interacción (Goffman, 1971).
Su novio es partícipe de ésta porque, aun sabiendo que
ella discutirá con él porque no le respondió, no hace nada
para evitarlo.

Germán «me clava el visto» y sabe que voy a estar pensando


todo el día en él. No me manda un WhatsApp que diga «Gor-
da, estoy en el laburo. Salgo y te llamo». En vez de eso me deja
todo el rato pensando.

Una espera no necesariamente desencadena en un con-


flicto, ya que se relaciona con el nivel de tolerancia del suje-
to que está esperando. Ahora, ese nivel no es dado de una
vez y para siempre, sino que es contextual y está estrecha-
mente ligado con la escena. Como observamos en las entre-
vistas, este nivel varía dependiendo del lugar, con quién se
está y el motivo que sostiene la espera, entre otras cues-
tiones. Por ejemplo, Daniela estará todo el tiempo pensando

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Salud, sexualidades y derechos • 239

según el horario en que amanezca. Depende cuando me des-


pierte, porque si me desperté a las siete de la mañana y él no me
respondió, el día se me va a hacer larguísimo, voy a estar re ansio-
sa. Si hasta el mediodía no me dijo ni «Hola» voy a estar con los
pelos de punta. Pero si me levanto a las doce capaz no me importa.
Ella espera recibir noticias constantemente de su pareja,
frases cariñosas que reconfirmen el amor romántico.

Me molestaba mucho que no estuviera pendiente, que no me lla-


mara, que no me preguntara cómo estaba. No está bien que una
relación sea así.

Dentro de las representaciones del amor romántico de


la entrevistada, marcado por parámetros de género de una
joven heterosexual, la no aparición constante de expresio-
nes de amor a partir de las tecnologías cuando no están
juntos en el mismo espacio físico deviene en una espera, en
una serie de eslabones que construyen la cotidianeidad.
Las situaciones de espera y de no respuesta generan
efectos tangibles sobre el estado de ánimo de Daniela. Su
foco de atención queda puesto en por qué no me responde,
al punto de que no puede concentrarse en sus actividades
diarias. Estoy ahí pendiente de lo que pasa. No está bueno. La
espera y ausencia del sujeto amado “se inscriben como letras
de tinta visible e invisibles” (Frigerio, 2006: 26) en la super-
ficie del cuerpo. Como explica Frigerio (2006), cada sujeto
puede dar cuenta del efecto devastador de la ausencia del
amor o su desmesura; o el dolor que genera el desamor
no buscado, la tristeza de su deshilachamiento, el vacío que
deja su retirada; o las dificultades que encuentra el sujeto
cuando el amor se torna obsesivo, posesivo, destructivo o
equivocado.
Desde estas lecturas corporales se puede afirmar que
los cuerpos de estos jóvenes son cuerpos vivos (Grosz, 1994)
que afectan, desde lo emocional vinculado a lo corporal, a
otros sujetos, a la vez que son afectados y tensionados por
otros, que sienten y se hacen sentir. En el caso de Daniela

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240 • Salud, sexualidades y derechos

cuando espera a que su novio le escriba, por un lado se


siente enojada y triste; pero por el otro, aumenta su interés
de estar con él y saber qué está haciendo.
Los efectos que generan en la subjetividad las situa-
ciones de espera si bien pueden ser nocivos como el enojo,
también producen efectos positivos en el sentido que gene-
ran juegos de seducción en la pareja.
Lo puteé de arriba abajo con una bronca, y le planteé
que cambie, que no me gustaba cómo era, que me molestaba
mucho que no estuviera pendiente, que no me llamara (…)
Él me dijo «Tenés razón, perdoname» y yo «Que no me
importa, que qué sé yo»; a mí no me importa, yo quiero
hechos, no palabras… Y nada, después empezó a cambiar y
me llamaba, Antes como que yo era súper dependiente de
él pero él no tanto de mí. A él le gustaba estar solo y yo
pensando en él queriendo que venga a casa y él no. Después
cambió; como que se volvió más dependiente de mí y eso a
mí me gustó porque estábamos más equiparados…
Las resoluciones de los conflictos, en este caso las espe-
ras de ella porque él no la llamaba, son formas a partir
de las cuales los jóvenes reafirman su amor y son recor-
dados como hitos que les permiten ver evoluciones dentro
de la pareja.
En este primer eje se visibilizaron las dinámicas pre-
sentes en las escenas de espera que se dan en noviazgos
entre jóvenes. Para dicho fin se indagó en quiénes esperan,
cómo son vivenciadas esas esperas, cómo actúan las tec-
nologías en esas situaciones, cuáles son los sentidos que le
dan a estas escenas y cómo afectan sus subjetividades. En el
próximo eje se enfatiza en cómo el amor, en sus diferentes
acepciones, desde sus representaciones y expectativas, inci-
de y moldea de una forma específica estas escenas de espera.

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Salud, sexualidades y derechos • 241

El amor a partir de la espera

Como se mencionó anteriormente, presentes en gran parte


de nuestra cotidianeidad, las escenas de espera poseen gran
valor analítico ya que permiten ir desenredando elementos
tanto del orden de lo estructural como de lo particular.
Cuando la espera se da en el plano de las relaciones amo-
rosas, se pueden desentrañar rasgos de éstas que exceden a
la espera en sí misma al tiempo que se potencian en ella. A
partir de una escena de espera de Emilia, ilustramos aspec-
tos del amor que allí se condensan.
Miércoles de septiembre, 10.30 horas. Emilia está pre-
parándose el mate, fiel compañero de su momento de estu-
dio. Mientras espera se caliente el agua, envía un WhatsApp
a Pablo. Mira por la ventana de la cocina, desde la que
se ve un radiante sol golpeando contra las ventanas del
edificio de enfrente. Apaga la hornalla. Pone el agua en el
termo y ceba el primer mate mientras relojea su celular.
Abre WhatsApp. El doble tilde azul indica que Pablo leyó
el mensaje. La respuesta de él no llega habiendo pasado
cinco minutos. Se lleva el termo a la mesa. Se sienta. Abre el
cuadernillo de fotocopias. Antes de empezar, me fijo si contestó,
piensa. Seis minutos y no hay respuesta. Se ceba otro mate
y empieza a estudiar.
La vida de Emilia, 23 años, se estructura en torno a
su actividad principal: el estudio. La facultad es el centro
a partir del cual organiza su cronograma diario. Todo en
su vida se ordena por esta actividad: sus rutinarios rituales,
su mudanza a Buenos Aires desde La Pampa, sus planes a
futuro. La escena, a simple vista, parece la de una joven que
recién levantada se alista para arrancar, tranquilamente, el
día estudiando, como parte de un acto cotidiano. Pero un
elemento rompe con esa armonía.
Hace tres años que Pablo es el novio de Emilia. Los
separa una considerable distancia que las nuevas tecnolo-
gías se atreven a desafiar. En tan sólo 60 segundos, Emilia
chequea dos veces la respuesta de Pablo. El tiempo en el

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242 • Salud, sexualidades y derechos

amor se vive distinto que en el estudio: la intensidad del


vínculo repercute en que la percepción del tiempo sea dife-
rente. Y esto no solamente en esos momentos buenos que
Emilia comparte con Pablo cuando «la hora vuela», sino
también cuando espera. ¿Deviene, como sostenía Thom-
pson (1984), la intimidad el último reducto en que la per-
cepción del tiempo escapa a la lógica capitalista? La preci-
sión en que se puede medir el tiempo en estas situaciones es
garantizada por el protagonismo que las nuevas tecnologías
tienen. Enemigas de preservar a sus usuarios en la calma,
dan a los más ansiosos la medición exacta del retraso en
las respuestas. La demanda de inmediatez en la respuesta se
intensifica por el vínculo que los une: si fuera de una amiga
de quien se espera la respuesta, el malestar seguramente
sería bastante menor.
10.50 horas. Emilia está intentando estudiar. Le está
costando concentrarse. Mira el celular y se fija en el perfil
de WhatsApp de Pablo cuándo fue su última conexión. Va a
cambiar la yerba. La respuesta de él brilla por su ausencia.
Vuelve a sentarse. Se para porque olvidó el mate en la mesa-
da. Se sienta nuevamente. Está un poco inquieta. Prepara
nuevamente el mate y se ceba uno. Debe estar ocupadísimo en
el trabajo, por eso no contesta, piensa mientras cuenta cuántas
páginas le faltan leer.

O lo mandaron a buscar algo al otro edificio, mientras vuelve a


controlar la cantidad de páginas restantes, pues se perdió en
el primer conteo. También se pone ansiosa. Lo importante es
que no haya salido a hacer ningún mandado con esa compañerita.

Mientras toma el mate, su mirada se pierde en la puerta


de entrada. La incertidumbre y angustia que comienza a
sentir parecen penetrar en la madera de la abertura.
Este miércoles de septiembre no parece ser un día muy
productivo para Emilia. La no respuesta de Pablo interviene
de modo determinante en su rutina. Una de las cuestiones
centrales en la espera es el qué se espera. En el caso del

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Salud, sexualidades y derechos • 243

amor esto es central para aceitar el vínculo de manera que


fluya autónomamente. Si bien el Que tengas un lindo día hoy
y el ¿Almorzamos juntos? desempeñan funciones distintas en
términos comunicativos, en el ejercicio del amor siempre
exigen respuesta. La no respuesta es entendida como una
forma de incumplir con la reciprocidad que el romance
requiere para seguir tiñendo la relación (Giddens, 1992). De
allí que la espera vaya dejando sabores amargos en el resto
de las interacciones.
Las emociones de Emilia, ante esa no respuesta, iban
modificándose a lo largo de esa espera. Esta secuencia emo-
cional (Ariza, 2014) no implica que un sentimiento vaya
desplazando al otro. Por el contrario, van mutando y mez-
clándose en una sensación corporal, en la que se reconocen
rasgos típicos de cada una de esas emociones. Como sostie-
ne Grosz (1994), el cuerpo afecta a la vez que es afectado.
Cuadernillo, marcadores, lapiceras, mate, celular, mesa,
silla, etc. Lejos de resultar un listado de utilería en una
obra de teatro, son constitutivos de la escena de espera de
Emilia. La forma en que estos objetos son forzados por ella
para intervenir en su pensamiento y amenizar esos minu-
tos de espera nos permiten ver que la atención de ella se
centraba en la respuesta de Pablo que no llegaba. Contaba
y recontaba las hojas, iba y venía con el mate, chequeaba
el celular. Pareciera que el interactuar más con lo que la
rodeaba serviría para apresurar el tic-tac que la era digital
va haciendo desaparecer.
A partir de la comunicación con su estado anímico,
Emilia se da cuenta de cuán importante es la respuesta de
Pablo. Se impacienta. Los minutos pasan más lentos que la
capacidad que tiene su mente para explicar(se) por qué él
no contesta. Excusarlo implica entender que su dilación en
la comunicación no corresponde a un deseo de su propia
voluntad sino que es un sujeto pasivo que circunstancias
externas a él le impiden tomar su celular y mandar aunque
sea un emoticón. Emilia entiende que es el trabajo de él que
se interpone en la voluntad para responderle. Seguro que

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244 • Salud, sexualidades y derechos

él quiere responder pero no puede. La colocación del otro


en el centro de la relación es una de las características del
amor romántico (Illouz, 2009). De allí que la no respuesta
se explique por eso: si Pablo es protagonista en la vida de
Emilia, seguro que ella también lo es en la de él. ¿O no?
La estelaridad del otro es fundante del vínculo amoro-
so, pero al mismo tiempo puede extenderse a las diferentes
esferas de la vida, impregnando así otros ámbitos. La rutina
de estudio de Emilia, para quien la facultad era su actividad
principal, se vio interrumpida cuando Pablo no contestó.
Para explicar la no respuesta de Pablo ella ensaya dife-
rentes explicaciones, muchas de las cuales quitan la capaci-
dad de agencia de él. No obstante, esta carencia de agencia
en él es contextual. Su voluntad por responder queda dilui-
da ante la posibilidad de la compañía de esa compañerita
que tantos celos producía en Emilia. El carácter monogá-
mico de la pareja, otro de los elementos nucleares del amor
romántico, presupone esa centralidad del otro. La posibili-
dad de que Pablo dejara de estar ocupado para que hiciera
mandados con su compañerita marca un quiebre en la forma
en que Emilia se explica la no respuesta de él. Incumpliendo
uno de los tácitos contratos de su pareja, Pablo está también
desplazándola a ella de su rol protagónico, al menos en esa
escena. La imaginación de Emilia, sin importar si justificada
o no, corroe la confianza que se presupone funda el vínculo
y hace peligrar la situación de espera. A las emociones que
iba experimentando Emilia se le suma la ira.
11.02 horas. La vibración del celular anunciando la
llegada de un mensaje no sorprende a Emilia que lo sostenía
firmemente. Su corazón se acelera. Espera, añora, que sea
Pablo. Su corazón comienza a latir más fuerte. Quiere que
haya respondido a su mensaje. Suspira cuando ante el desli-
zamiento de su dedo aparece la foto de Pablo acompañando
el Te llamo? Doblemente aliviada, le clava el visto. Atiende el
llamado de Pablo y le corta. Vas a aprender cuándo contestar,
piensa vengativamente.

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Salud, sexualidades y derechos • 245

Luego de 32 minutos llega la ansiada respuesta de él.


El alivio de ella es doble. Primero, porque la vuelve a colo-
car en el centro de la relación, después de haberse sentido
desplazada por más de media hora. Se reacomodan las posi-
ciones dentro de la pareja. Pero el alivio no viene sólo por
el lado de confirmar esa centralidad y eliminar cualquier
posibilidad de infidelidad. Se relaciona con que es ahora
Emilia quien detenta el poder de hacer esperar.
Desde este lugar Emilia se reposiciona. Decide atender
a Pablo pero cortándole la comunicación. La estrategia del
decir a partir del callar es extendida en muchas parejas.
Según Simmel (1961), forma parte de la coquetería. Este
silencio condensa muchos significados. En primer lugar,
sirve como una prueba: si me conocés, sabés qué te estoy dicien-
do cuando callo. Emilia le estaba comunicando a Pablo lo
enojada que se encontraba por la dilación en su respuesta: el
emotional work en términos de Hochschild (1983) la obligaba
a ofenderse más que contentarse con la esperada respuesta
de Pablo, adecuando sus emociones a lo que correspondía
en esa situación.
Además, el silencio es para Pablo una prueba de amor:
si me querés, me vas a volver a llamar. Reprochándole su falta
de deferencia por no haber respondido inmediatamente,
Emilia condena el accionar de Pablo. Al mismo tiempo, si
él insiste en comunicarse con ella lo reposiciona como el
súbdito en esta interacción romántica.
Por último, el pago con la misma moneda es una forma de
dar cuenta de la reciprocidad que presupone el acto amo-
roso. La noción de intercambio de dones ilustra cómo en
el amor conviven dos lógicas diferentes. Mientras que la
entrega total en términos agápicos presupone el desinterés
para preservar la fusión de las almas, el cálculo racionalista
de semblante erótico protege a los individuos del incumpli-
miento de esa reciprocidad (Boltanski, 2000; Illouz, 2009).
Es en esta tensión entre individualismo y entrega total que
la lógica comunicativa permea el vínculo romántico. Los
arrebatos espontáneos de la fuerza de las pasiones deben

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246 • Salud, sexualidades y derechos

equilibrarse con la racionalidad instrumental que protege


a los egos en el intercambio afectivo. El puente es, según
las perspectivas psicoanalíticas, la verbalización de los sen-
timientos (Illouz, 2009). Ahora, las situaciones de espera
en el amor, y nos atrevemos a extender a la totalidad de
prácticas amorosas, permiten observar que el silencio no es
una no comunicación, sino un acto de (no) habla con fuerza
locutiva, ilocutiva y perlocutiva (Austin, 1982).
Habiendo ya analizado tanto la espera en el amor como
el amor a partir de la espera, una serie de interrogantes
queda abierta. La intensidad con que se vive el vínculo
amoroso, tan extendido en todos los fragmentos etarios,
¿es potenciado en el caso de los jóvenes por la mediación
de las nuevas tecnologías? ¿O la pasión entre éstos es una
característica intrínseca de las vidas jóvenes que atraviesan?
El próximo apartado arroja luz sobre ciertas cuestiones que,
sin agotar estas preguntas, contribuyen con su respuesta.

Nuevas tecnologías en los vínculos erótico-afectivos:


o la díada control-descontrol como clave explicativa

Existen entre los y las jóvenes nuevas formas de relacionar-


se, dar muestras de afecto y comenzar una disputa: las redes
sociales. Las nuevas tecnologías habilitan otros códigos en
la comunicación afectiva como, por ejemplo, el envío de
emoticones para expresarse. Al mismo tiempo, estos men-
sajes implican un ejercicio de nuevas formas de decodifi-
cación: un “Me gusta”8 a la foto de alguien de otro género
en las parejas heterosexuales puede generar una situación

8 “Me gusta” es una función que aparece en la parte inferior de cada publica-
ción hecha por el usuario o sus contactos (actualizaciones de estado, conte-
nido compartido, etc.); se caracteriza por un pequeño ícono con la forma de
una mano con el dedo pulgar hacia arriba. Permite valorar si el contenido es
del agrado del usuario actual en la red social; del mismo modo se notifica a
la persona que expuso ese tema originalmente si es del agrado de alguien
más (alguno de sus contactos). También es llamado con el término “like”.

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Salud, sexualidades y derechos • 247

de conflicto (Palumbo, 2015). Este apartado problematiza


cómo las redes sociales son un elemento constitutivo de las
relaciones erótico-afectivas entre los jóvenes de clase media
y cómo se conforman como un viaducto por donde circulan
los celos y el (des)control sobre sí mismo y sobre el otro a
partir de la promesa de la fidelidad.
A partir de relatos de escenas a nuestro/as entrevis-
tado/as queremos dar cuenta de una díada constitutiva de
sus vínculos erótico-afectivos: control-descontrol. La par-
ticularidad que asume esta díada es que en estos tiempos se
encuentra atravesada por el uso cotidiano de la tecnología
asociada a la comunicación, es decir, la telefonía celular y
el uso de aplicaciones. Usualmente, a través de estas comu-
nicaciones uno puede tener información de los movimien-
tos del otro: última vez que tuvo el teléfono en la mano
utilizando una aplicación (WhatsApp y Facebook), desde
qué barrio está escribiendo (Facebook) y a qué distancia se
encuentra el otro de uno (Tinder, Grindr y Happn). Estas
características de las aplicaciones generan cambios en los
comportamientos y en las percepciones de sus usuarios/as
sobre todo para quienes están entrenadas/os en sacarle pro-
vecho a estas herramientas. En los relatos de los/as jóvenes
entrevistados/as, estas modalidades que implicaban tener
mayores certezas sobre los movimientos del otro, funciona-
ban como pruebas (Boltanski, 2000) para refutar o confir-
mar los argumentos sobre lo que la pareja estaba haciendo
en tal horario. Siguiendo las figuras analizadas por Barthes
(2009), las nuevas tecnologías vienen a oficiar de informan-
tes, que agregan información de carácter público a la ima-
gen que el sujeto amoroso tiene del sujeto amado. Es decir,
al devenir en una prueba objetiva, sirven de materialidad
para contrastar lo enunciado por el otro. A continuación lo
ilustramos a partir de la escena de Verónica.
Verónica se estaba viendo hace tres meses con un chico
que le gustaba: Juan. Él tenía un cumpleaños un viernes por
la noche y le dijo a ella que si no terminaba tarde podía
acercarse a su casa. Verónica, creyendo en esta posibilidad,

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248 • Salud, sexualidades y derechos

se aferró a ella. Pensó que alrededor de la una de la madru-


gada recibiría un WhatsApp de él confirmándole que iría.
O, al menos, que le comunicaría todo lo contrario: dejar el
encuentro en stand-by.
Ya pasados treinta minutos de la una, Verónica seguía
esperando. Por las ventajas que arroja el WhatsApp, ella vio
que él había leído su último mensaje. Éste era un emoti-
cón, quería no exponerse demasiado y, al mismo tiempo,
respetar los tiempos de su chico con sus amigos en el cum-
pleaños. No voy a ser invasiva, se decía a sí misma mientras
se debatía cómo actuar. La incertidumbre que le causaba
el hecho de que Juan no respondiese iba apoderándose de
su estado de ánimo.
La escena de espera de Verónica y de Juan deja entrever
las (im)posibilidades que permiten las nuevas tecnologías
y cómo se construye una situación desde un espacio y un
tiempo que no se comparten físicamente, pero sí en la
virtualidad. Ellos pertenecen a una generación de jóvenes
cyborg (Haraway, 1991) donde las tecnologías forman parte
de su vida cotidiana y son apéndices del propio cuerpo.
Verónica está pendiente de que él le escriba, y esta ausencia
que ella puede observar a partir de la falta de un mensaje o
llamado en su celular la angustia.
Tal como se explicó páginas atrás, la (falta de) comu-
nicación a través de los medios virtuales genera efectos
tangibles sobre los jóvenes. Verónica, a eso de las dos de
la mañana comenzó a limpiar los pisos. Luego ordenó las
alacenas y pasó una franela a los muebles. El peinado que
se había armado para esperar a Juan se le había desfigurado.
Prendió la tevé y se dio cuenta de que ni atendía a lo que
estaban dando: lo mismo daba fuera una clásica película
romántica, publicidades o una misa de alguna iglesia evan-
gélica con un efusivo pastor brasilero.
Verónica sentía que el tiempo corría más lento que
de costumbre, comenzaba a hablar, pero consigo misma.
Imaginó una conversación en tiempo real con Juan, recla-
mándole.

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Salud, sexualidades y derechos • 249

-Escuchame una cosita… me dijiste que me ibas a tener al


tanto de si venías o no a casa.
-Bueno, gorda, estaba tomando cerveza con mis amigos… el cum-
pleaños de Felipe y la despedida de Mariano.
-Mirá, hace tres meses que estamos saliendo y no conozco
a ninguno de tus amigos. Yo ya no sé si creerte. Pero no me
importa… lo que más me jode es que te la des de novie-
cito y después te cagues en mi tiempo. ¡Dejame ser dueña
de mi tiempo!

En la escena de Verónica se evidencia que intentó


ponerse límites a sí misma para no invadir al otro, para no
controlar más intensamente a Juan y, en ese mismo intento,
su humor cambió, se inventó actividades, ficcionó situacio-
nes y construyó guiones en voz alta dando origen al tiempo
chicle, ese que se estira y tarda en quebrarse. Cuanto más
pendiente estaba del otro, más perdía el control sobre su
estado de ánimo, su tiempo y su sueño. Fue una escena que
involucró a dos personas pero que fue montada por una
sola: Juan nunca le había prometido una certeza y Verónica
calculó que a tal hora él iba a estar comunicándose con
ella para, finalmente, verse. Podemos destacar dos temas
paralelos: por un lado, esta escena encarna cómo las nue-
vas tecnologías no son solo un espacio virtual donde las
personas plasman intenciones sino que terminan constitu-
yéndose como actores no corpóreos que construyen tipos
de interacción, afectos y sentires; por otro lado, a partir de
estas nuevas formas de vincularse, el problema pareciera ser
cómo se convive con la falta de certeza sobre el otro y cómo
las nuevas herramientas dadas por la tecnología otorgan a
sus usuarios/as poder para recolectar pruebas o indicios
que supuestamente dicen algo de las intenciones del otro.
Las aplicaciones de celular, como se mencionó, permi-
ten ver cuándo la otra persona la utilizó por última vez y si
el mensaje que uno envió fue leído. A partir de ahí, la lectura
de un mensaje y una no-respuesta puede leerse como una
acción ofensiva del otro para con uno: una muestra de falta
de interés, una provocación, una falta de respeto por el uso

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250 • Salud, sexualidades y derechos

del tiempo propio, entre otras posibilidades. Siguiendo a


Barthes (2009), en el juego del amor todo acto es entendido
como un signo que debe ser interpretado.
El ejercicio del control sobre los movimientos del otro
excede el uso de la tecnología y va acompañado necesaria-
mente de una sensación y práctica de descontrol sobre el
estado de ánimo de uno mismo. Hasta que no se encuentra
una prueba que dé certeza, el control y la calma parecieran
no poder retornar a pesar de los costos que representan en
la construcción de los vínculos amorosos entre jóvenes.
Los celos, el control, la desconfianza, la sensación de
desprecio son elementos, que aunque cercanos al registro
de la violencia, coexisten dentro del amor. Esto nos lleva
a preguntarnos ¿Será que se puede pensar la violencia por
fuera del amor? ¿Será que la violencia existe porque la for-
ma en la que amamos la incluye?
En suma, los testimonios, entre otros registros aquí
no analizados (como los registros de las organizaciones
y hechos políticos como el Ni una menos9) contribuyen
a responder a un interrogante: ¿cómo nos vinculamos?
Las relaciones erótico-afectivas protagonizadas por jóvenes
también se encuentran en este marco, de allí que resulta
interesante dar cuenta de cómo ellos/as perciben y viven-
cian el (des)control como parte de los vínculos sentimen-
tales que construyen.

9 Ni una menos fue una multitudinaria marcha de protesta en contra de la


violencia contra las mujeres que se dio simultáneamente en varias ciudades
de Argentina, Chile y Uruguay el 3 de Junio de 2015 (reedita con el mismo
nivel de masividad en 2016). En la Ciudad de Buenos Aires, en 2015, se esti-
ma que se reunieron más de doscientas mil personas.

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Salud, sexualidades y derechos • 251

Conclusiones preliminares

Las esperas son un aspecto constitutivo con el que se debe


lidiar en todas nuestras acciones y ámbitos de la vida social,
por ende, también en el amor de pareja. A partir del análisis
propuesto en los tres apartados que conforman esta ponen-
cia pudimos observar que si bien las esperas generan esce-
nas de conflicto y discusión, como así también sensaciones
de ira, bronca y desamor, la resolución de estas escenas
permiten momentos de fusión entre los amantes, reconci-
liaciones a partir de las cuales los jóvenes restablecen los
pilares que sustentan su relación. Vos sos el centro de mi vida,
si te hice esperar fue sin querer, no fue adrede.
Un segundo interrogante que se abre se relaciona con
la estructuración de guiones propios de la espera en el cam-
po amoroso. Pensando la realidad social como texto confi-
gurado a partir de géneros discursivos particulares, es dable
preguntarse hasta qué punto nuestras propias experiencias
amorosas, que vivimos como si fueran únicas, no están
guionadas por ciertos marcos culturales. De ese modo, las
expectativas que se generan en las esperas amorosas nos
llevan a actuar dentro de cierto libreto esperable.
Tal como se trabajó a lo largo del texto, las herramien-
tas de estas nuevas tecnologías permiten a sus usuarios/as
recolectar indicios de los comportamientos del otro como
si fueran pruebas. Esta recolección le da nuevas modalida-
des a la experiencia del amor romántico, recicla y potencia
algunos de sus rasgos: el sujeto amado y quien ama en un
centro que debería ser protagonizado sólo por las dos par-
tes pero que en ocasiones es intrusado por un/a tercero/
a. La prueba, los sentires, las revanchas son parte de estos
vínculos amorosos juveniles.
En un contexto permeado por la economía de la inme-
diatez, la fluidez de los vínculos y la separación entre el
tiempo y el espacio a la hora de relacionarnos, podemos
afirmar que las tecnologías no son un simple medio para
comunicar mensajes sino que juegan un papel performativo

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252 • Salud, sexualidades y derechos

en el vínculo amoroso. El tiempo deviene en chicle mas-


cado (lento, interminable, sin sabor fresco) y el intento del
control sobre el otro se transforma en potenciales esce-
nas protagonizadas por actores descontrolados (ansiedad,
ira, celos).

Referencias bibliográficas

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Salud, sexualidades y derechos • 253

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Palumbo Mariana. Las dinámicas de la violencia contra las
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sexualidad: una mirada desde la segunda modernidad”,
Sociológica (México), 27, 76, 7-52.

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Autores y Autoras

• Alejandro Capriati: Licenciado en Sociología y Doctor


en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos
Aires. Investigador Asistente del CONICET en el Ins-
tituto de Investigaciones Gino Germani. Ha dirigi-
do y participado en proyectos de investigación social
en salud. Docente de la orientación en Salud en la
carrera de Sociología (Facultad de Ciencias Sociales
UBA) y profesor de la materia Sociología de la salud en
la Maestría de Salud Pública (Facultad de Medicina,
UBA). Publicó artículos en revistas especializadas sobre
salud, género y adolescencia, vulnerabilidades y juven-
tud, prevención y promoción de la salud, entre otros.
• Ana Clara Camarotti: Doctora de la Universidad de
Buenos Aires (UBA) en Ciencias Sociales. Magíster de
la UBA en Políticas Sociales. Licenciada en Sociología,
UBA. Consultora de la CICAD/Organización de Esta-
dos Americanos. Investigadora adjunta del CONICET,
con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Ger-
mani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Profesora
coordinadora de la materia Sociología de la salud de
la Maestría de Salud Pública de la Facultad de Medi-
cina, UBA.
• Ana Lía Kornblit: socióloga, médica, psicóloga y doc-
tora en Antropología, estudios que realizó en la Uni-
versidadde Buenos Aires. Es investigadora principal
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas con sede en el Instituto Gino Germa-
ni de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universi-
dad de Buenos Aires, institución de la que ha sido
directora. Se ha desempeñado también como Directora
de la Maestría en Investigación Social de la Facultad de

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256 • Salud, sexualidades y derechos

Ciencias Sociales de la UBA, además de haber dictado


cursos de posgrado en diversas instituciones del país.
Ha publicado un gran número de libros y artículos
sobre temas de su especialidad, referidos en su mayor
parte a temáticas sobre juventud y salud.
• Anahí Farji Neer: Doctora en Ciencias Sociales (UBA)
magíster en Investigación en Ciencias Sociales (UBA)
y licenciada en Sociología (UBA). Integrante del Área
de Salud del Instituto de Investigaciones Gino Germa-
ni como becaria postdoctoral CONICET. Fue becaria
doctoral CONICET (2011-2016) y Carrillo Oñativia
(2015-2016).
• Fernando Zingman: Médico, Especialista en Pediatría
y Adolescencia. Especialista en Salud, UNICEF Argen-
tina. Ex Coordinador del Programa Nacional de Salud
Integral en la Adolescencia del Ministerio de Salud de
la Nación. Maestrando en Ciencias Sociales y Salud
(CEDES/FLACSO). Maestrando en Administración de
Servicios y Sistemas de Salud (FM-UBA). Titular de
Planta Servicio de Adolescencia del Htal. Dr. Cosme
Argerich. Miembro Titular de la Sociedad Argenti-
na de Pediatría. Ex Residente de Pediatría y Ex Jefe
de Residentes del Hospital de Niños “Pedro de Eli-
zalde”. Ex Residente en la Residencia post básica en
Pediatría Ambulatoria del Hospital de Niños “Ricardo
Gutiérrez”.
• Gabriela Wald: Investigadora adjunta de Conicet con
sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germa-
ni. Dra. en Ciencias Sociales (UBA); MA en Educa-
ción, Promoción de la Salud y Desarrollo Internacio-
nal (Institute of Education, University of London); Lic.
en Comunicación (UBA). Consultora de organismos
públicos y de cooperación internacional en promoción
de la salud, juventudes y derechos.
• Juan Manuel Rodríguez:Magister en Salud Pública
(UBA) y Licenciado en Sociología (UBA). Docente por
la Universidad Nacional de San Martín. Coordinador

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Salud, sexualidades y derechos • 257

del Departamento de Sistemas de Información del Ser-


vicio Nacional de Rehabilitación, Subsecretaría de Ges-
tión de servicios Asistenciales, Secretaría de Políti-
cas, Regulación e Institutos, Ministerio de Salud de la
Nación.
• Juan Pedro Alonso: Licenciado en Sociología y Doctor
en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos
Aires. Investigador adjunto del CONICET en el Insti-
tuto de Investigaciones Gino Germani. Ha dirigido y
participado en proyectos de investigación en el campo
de la sociología de la salud, en temáticas como el VIH/
sida, cuidados en el final de la vida y derechos de los
pacientes, entre otros.
• Julián Ortega: Licenciado y Profesor en Psicología por
la Universidad de Buenos Aires (UBA), Maestrando en
Ciencias Sociales del Trabajo (UBA/CEIL-CONICET)
y becario doctoral UBACyT. Es docente de Psicolo-
gía del Trabajo, y Teorías de la Educación y Sistema
Educativo Argentino. Investiga sobre temas vinculados
con el trabajo, la salud, la discriminación, los géneros
y las sexualidades.
• Lilian Abracinskas: Directora de Mujer y Salud-
Uruguay, MySU, organización feminista no guberna-
mental con sede en Montevideo, Uruguay.
• María Belén Herrero: Socióloga y Doctora en Ciencia
Sociales (UBA). Se ha especializado en Epidemiolo-
gía (UNC). Actualmente es Investigadora Asistente del
CONICET en el Área de RRII de FLACSO Argentina.
Participa en proyectos en el IIGG-UBA, en el CIECS
y en la UNL. Co-coordina el Grupo de Trabajo de
CLACSO “Salud Internacional y Soberanía sanitaria”.
Ha sido investigadora en CEDES, consultora en la OPS,
Ministerio de Salud de la Nación y docente en Salud
Pública en la UBA. Sus temas de interés refieren a:
salud internacional, integración regional, determina-
ción social de la salud, epidemiología social, políticas
públicas.

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258 • Salud, sexualidades y derechos

• María Soledad Cutuli: Doctora y profesora de ense-


ñanza media y superior en ciencias antropológicas
(UBA). Trabaja como docente e investigadora de la
Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y como beca-
ria postdoctoral CONICET. Fue becaria doctoral UBA
(2008-2011), CONICET (2011-2013) y Carrillo Oña-
tivia (2015-2016).
• María Victoria Tiseyra: Licenciada en Sociología por
la Universidad de Buenos Aires. Maestranda en Inter-
vención Social (Universidad de Buenos Aires) y en
Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía (Universi-
dad de Barcelona). Investiga sobre temas vinculados a
sexualidades, salud y discapacidad.
• Mariana Palumbo: Licenciada en Sociología por la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Magister en
Investigación en Ciencias Sociales (UBA). Actualmen-
te se encuentra realizando el doctorado en Ciencias
Sociales (UBA). Actualmente, realiza una estancia doc-
toral en la Universidad Autónoma de México, en el
CEIICH. Es miembro del “Programa Contra la Violen-
cia de Género” de la Universidad Nacional de San Mar-
tín (UNSAM). Ha participado en proyectos de investi-
gación vinculados a la espera, las sexualidades y la salud
por la UBA, UNSAM y el CONICET.
• Marine Gálvez: Licenciada en Ciencias Políticas y en
Estudios de Género otorgadas por Barnad College of
Columbia, Estados Unidos. En 2015 recibió una Beca
Fulbright para investigar sobre temas vinculados con
la salud de la población trans en el marco de la ley de
Identidad de Género.
• Mario Pecheny: Doctor en Ciencia Política, es Pro-
fesor Titular de Sociología de la Salud y de Ciencia
Política en la Universidad de Buenos Aires, e Investi-
gador Principal del CONICET con sede en el Instituto
Gino Germani.

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Salud, sexualidades y derechos • 259

• Martín Boy: Licenciado en Sociología por la Univer-


sidad de Buenos Aires (UBA), Magister en Políticas
Sociales (UBA) y Doctor en Ciencias Sociales (UBA).
Docente en la materia Sociología Urbana de la carrera
de Sociología de la UBA y de Trabajo Social II de la
Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ). Inves-
tigador del CONICET, del Instituto de Investigaciones
Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales y de
la UNPAZ. Ha participado en proyectos de investiga-
ción vinculados a la espera, las sexualidades, el espa-
cio público y los conflictos urbanos financiados por la
UBA, el CONICET y la UNPAZ, entre otros.
• Maximiliano Marentes: Licenciado en Sociología por
la Universidad Nacional de San Martín. Estudiante
avanzado de la Maestría en Sociología de la Cultura
y Análisis Cultural (IDAES). Docente del CBC-UBA.
Becario doctoral de CONICET, con sede en el IIGG,
con un proyecto sobre amor en varones gays. Ha par-
ticipado en investigaciones sobre clases medias-altas,
protesta y movilización de familiares de víctimas, espe-
ras, entre otros.
• Mónica Gogna: Doctora en Ciencias Sociales (Uni-
versidad de Buenos Aires). Investigadora Independien-
te del CONICET en el Instituto Interdisciplinario de
Estudios de Género (IIEGE-UBA). Coordina el módulo
de Género y Salud en la Maestría en Estudios de Géne-
ro de la UCES. Es autora de numerosas publicaciones
en las temáticas de género y salud y derechos sexuales
y reproductivos.
• Paula Lehner: Doctora en Ciencias Sociales por la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Magíster en Estu-
dios Especializados en Sociología, Universidad Autó-
noma de Barcelona. Postgrado Métodos y Técnicas
para el Estudio de la Población, Centro de Estu-
dios Demográficos, Barcelona. Licenciada en Sociolo-
gía, UBA. Docente e investigadora en UBA, UCES y
UNPAZ. Sus temas de investigación están relacionados

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260 • Salud, sexualidades y derechos

con la sociología de la familia, la salud y la organización


social de los cuidados; sobre ellos ha publicado artícu-
los y participado en reuniones científicas nacionales e
internacionales.
• Santiago Morcillo: Doctor en Ciencias Sociales porla
Universidad de Buenos Aires (UBA); Licenciado y Pro-
fesor en Sociología por la Universidad Nacional de
San Juan (UNSJ). Investigador asistente del Conse-
jo Nacional de Investigaciones Científicas y Técni-
cas (CONICET) y docente de Psicología Social. Investi-
ga temas relacionados a sexualidad, género, salud, sub-
jetividades y metodologías de investigación.
• Sebastián Ezequiel Sustas: Doctor de la Universidad
de Buenos Aires (UBA) en Ciencias Sociales; Magíster
de la Universidad Nacional de Tres de Febrero
(UNTREF) en Gestión y Análisis de Información
Estadística; Posdoctorando del Instituto de Medicina
Social (IMS), Universidad del Estado de Río de Janei-
ro (UERJ); Licenciado en Sociología, UBA. Becario de
investigación postdoctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con
sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germa-
ni (IIGG), Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Profe-
sor Regular del Departamento de Salud Pública de la
Carrera de Medicina, UBA.
• Sonia Corrêa: Licenciada en Arquitectura y tie-
ne un posgrado en Antropología. Desde finales de los
años 1970 ha participado en actividades de investiga-
ción y promoción en materia de igualdad de géne-
ro, sexualidad, salud y derechos humanos. Es
fundadora de la ONG SOS-Corpo – Instituto Femi-
nista para la Democracia y la de Comission para Ciu-
dadanía e Reproudction, ambas en Brasil. Desde el
año 2002, con Richard Parker, coordina Sexuality
Policy Watch (SPW)

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Salud, sexualidades y derechos • 261

• Susan Y. Wood: Directora del Program Learning and


Evaluation de la International Women’s Health Coali-
tion, Nueva York.

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