Via Crucis en Familia y Por La Familia

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PARROQUIA SANTA MARÍA REINA DE LOS

MÁRTIRES

PROPUESTA PARA REALIZAR EL VÍA CRUCIS


EN FAMILIA Y POR LA FAMILIA

Queridos hermanos:

Estamos viviendo una cuaresma diferente, una cuaresma que de verdad


nos invita a interiorizar sobre el verdadero amor a Dios, a nosotros
mismos y al prójimo. Debemos unirnos más a Dios en la oración,
debemos amarnos a nosotros mismos tomando en serio las
recomendaciones de prevención que dan las autoridades, pero también
no podemos olvidar al prójimo, nuestro enemigo es el virus, no el
hermano, debemos ser solidarios. Con este deseo quiero proponer esta
oración del vía crucis para que lo recemos en familia.

El Vía-crucis es un ejercicio piadoso y comprometido. Queremos seguir a


Jesucristo en su camino del Calvario. Queremos comulgar con sus
padecimientos para conocerlo mejor y para participar en su
resurrección. Queremos a su vez comprometernos con todos aquellos
que hoy continúan soportando cruces especialmente los hermanos que
en el mundo entero sufren por este virus. Cristo aun camina con la cruz
a cuestas entre nosotros.

El camino de la cruz es tan grande que nunca le agotaremos, y es tan


piadoso que nunca nos cansaremos; y no acabamos de comprender. El
misterio no está en la cruz, sino en el que esta crucificado en ella. La
cruz sola es maldición, la cruz con Cristo es fuente de bendición. Por eso
les pido a todos los fieles de esta querida parroquia que nos unamos en
oración desde nuestros hogares rezando este vía crucis por nuestras
familias y amigos, por nuestro país y por el mundo entero para que
todos alcancemos la misericordia de Dios, en estos tiempos difíciles,
como dijo otro sacerdote “los templos podrán estar cerrados, pero la
Iglesia sigue abierta” la Iglesia sigue abierta, sigue viva en cada familia,
en cada cristiano que sigue unido en oración.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

I ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte

– Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. –


Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
El matrimonio condenado

Cristo fue condenado. Porque quiso y porque nos


quiso. Fue condenado con falsas acusaciones. Le
condenaron porque no respetaba las tradiciones,
Él que había dicho que no había venido a destruir, sino a
perfeccionar. Le condenaron porque se oponía al Cesar, Él que
había dicho que había que dar al Cesar lo que era del Cesar. No
importaba, le condenaron a muerte.

Hoy la institución matrimonial también es condenada. Se le califica


y se le condena como una realidad del pasado. Algo que ya no
sirve para hoy. No son pocos los que dicen que el matrimonio no
es válido para hoy y se unen libremente, dispuestos a separarse
cuando surja la primera dificultad. Se condena al matrimonio
porque, dicen, impone una convivencia diaria que quita la libertad
al individuo. Se condena al matrimonio, porque no quieren
comprometerse “para siempre”. Se condena al matrimonio porque
se considera a los hijos como a una carga y no como un gozo. ¿Por
qué suceden estas cosas? ¿No será porque los cristianos no hemos
sabido presentar una imagen atractiva de nuestros matrimonios?

Oración: Señor Jesús, que pasaste treinta años de tu vida en


familia. Ayúdanos a imitar en nuestros hogares las virtudes de la
familia de Nazaret y saber presentar a los hombres la auténtica
imagen de la familia cristiana. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...
II ESTACIÓN: Jesús con la cruz a cuestas

-Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

El matrimonio tiene que tomar la cruz de la


convivencia diaria.

Cristo Jesús, después de ser brutalmente azotado


y coronado de espinas, tiene que cargar con su
cruz, es decir, con nuestras cruces. Con pocas fuerzas, pero con
mucho amor.
El matrimonio es una comunidad de vida y amor. En él todo ha de
ser compartido: lo que tenemos, lo que hacemos y lo que somos.
Y compartirlo con gozo. Pero con el tiempo aparecen los defectos
disimulados, ocultos, “perdonados en el noviazgo”. Estar juntos día
y noche, un día y otro día, un año y otro año puede ser para
algunos una pesada cruz. Es la cruz de la convivencia diaria, de la
pesada rutina. Una cruz que en algunos casos se hace dura y
difícil. Pero esa cruz también redime y salva.

Oración: Ayúdanos, Señor, a cargar con la cruz de cada día, a


saber descubrir la grandeza de las cosas pequeñas, a no olvidar
que “quien es fiel en lo poco, lo será también en lo mucho”. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

III ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez

– Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. –


Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Primera caída de los matrimonios: las sospechas, los celos.

Todavía no habían salido de Jerusalén y Cristo ya no puede con el


madero de la cruz. Y cae en tierra. Cae en el suelo con la cruz
encima. Sobre su figura derrumbada la mirada amenazadora e
indiferente de los verdugos.
Inevitablemente pasan los primeros años del matrimonio. Con el
paso del tiempo se pagan las primeras ilusiones. Se ven las cosas
con menos pasión y con menos ilusión. El color rosa de los
primeros momentos da paso al color gris-morado de la realidad
monótona de cada día. En muchos casos el amor se enfría y se
debilita. Aparecen la soledad, las lágrimas silenciosas, las caras
largas. Es el momento del amor herido. Y surgen inevitablemente
las sospechas, los celos que tanto hacen sufrir. Esta suele ser la
primera caída de muchos esposos, que un día de prometieron
felicidad y fidelidad eterna, y ahora parece que aquellas promesas
no se ven cumplidas.

Oración: Señor, danos tu gracia y tu ayuda para que en nuestros


hogares mantengamos siempre firme la ilusión de los primeros
días y para que el amor de los esposos sea cada día más firma y
estable. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

IV ESTACIÓN: Jesús se encuentra con su


Madre

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
El dolor de la madre ante los hijos.
María estaba preparada para el dolor. Cuando
presentó a su hijo en el Templo de Jerusalén a
los pocos días de nacer le dijeron que “una espada le atravesaría
el alma”. María había sufrido en Belén, en Egipto, en Nazaret, en la
pobreza, en tantas ocasiones. Pero ver a hijo cargado con la cruz,
coronado de espinas, ensangrentado era distinto. Era el dolor de
una madre por sus hijos que había sido prendido en la oscuridad
de una noche, juzgado sin garantías legales, condenado a muerte
como un vulgar malhechor, y que iba camino del patíbulo cargado
con una cruz de madera. Era ciertamente un dolor profundo como
ningún otro. Hoy son muchas las madres que sufren por sus hijos:
es el dolor de una madre ante su hijo deficiente físico o psíquico,
ante el hijo que prometía mucho no fue así, ante el hijo que no
encuentra trabajo, ante el hijo que se encamina por los senderos
de la droga, alcoholismo o de la delincuencia. Siempre será la
madre la que más sufra y la sufra en silencio.

Oración: Señor Jesús, que tuviste a tu lado a tu Madre en el


momento supremo del camino al Calvario, ayuda a cuantas
madres sufren en silencio por sus hijos, dales fortaleza y valentía
para sobrellevar su dolor y hazlas el valor del sufrimiento. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

V ESTACIÓN: El Cireneo ayuda a Jesús a


llevar la cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Los esposos tienen que ser mutuamente
cirineos.
Los verdugos no tenían compasión. Querían que
Jesús no se les muriera por el camino y llegara
vivo al calvario. Querían clavarlo en la cruz y
que muriera crucificado. Querían completar su obra. Por eso, y
para que no se les muriera por el camino -no por compasión-
buscan un hombre para que lo ayudara a llevar la cruz. Y
encontraron a Simón de Cierne. Él no sabía quién era el hombre de
la cruz. De haberlo sabido lo hubiera hecho encantado. Nadie en la
vida está libre de una cruz. Cada cual lleva la suya, aunque no lo
parezca. Aunque traten de escaparse de ella. También la hay en
los esposos. Cada familia lleva su propia cruz. Será diferente, pero
será cruz. Para unos la cruz es el agobio económico, para otros el
paro. Para unos la cruz serán los hijos, para otros la enfermedad.
Lo cierto es que no hay familia sin cruz. Pero en el matrimonio
todo es común, todo debe ser compartido por los esposos. Para los
dos maderos a veces pesados de la cruz matrimonial – la que sea-
debe haber cuatro hombros dispuestos a compartir el peso de la
cruz. Los esposos deben ser cirineos el uno para el otro. Sólo así
serán de verdad comunidad matrimonial.

Oración: Señor Jesús, que en el camino del Calvario tuviste en


Simón de Cirene una ayuda para llevar la cruz, haz que los
esposos sean cirineos el uno para el otro; que ambos esposos
sepan ayudarse a llevar la cruz de cada día. Por Cristo nuestro
Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

VI ESTACIÓN: La Verónica enjuga el rostro


de Jesús

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
La madre limpia la cara de todos los suyos.
Cristo cargado con la cruz, sigue su camino
hacia la cumbre del Calvario. Su cara está
manchada de sangre y de polvo. Su cabeza
coronada de espinas. Apenas puede ver. Ha
perdido la belleza. A ambos lados del camino el gentío mira. Una
mujer valiente, desafiando el “qué dirán” sale de las filas,
atraviesa la calle, se acerca a Jesús y le limpia con un paño el
rostro desfigurado. Le alivia por unos momentos el dolor. Dice la
tradición que en el paño de aquella mujer quedó marcada para
siempre la imagen de Jesús.
¡Cuántas veces en la vida de familia hay caras marcadas por las
arrugas, por el cansancio, por el duro trabajo, por la enfermedad,
por las contradicciones y problemas, por el dolor! Es el momento
en que haya alguien dispuesto a limpiar, a ayudar, a compartir, a
entregarse. Unas veces será la madre. Otras tendrá que serlo el
marido. Pero siempre será necesario que alguien, como la
Verónica, esté dispuesto a limpiar el dolor ajeno. Alguien dispuesto
a sacrificarse para que los demás puedan aliviar su dolor.

Oración: Señor Jesús, que camino del Calvario tuviste el consuelo


de que una mujer te limpiara el rostro; ayuda a los esposos para
que estén siempre atentos al dolor que pueda haber en su hogar
para ayudar y compartir, para aliviar y consolar. Por Cristo Señor
Nuestro. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

VII ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Segunda caída de los esposos: el problema
de los hijos.

Jesús, ya a las afuera de Jerusalén, vuelve a


caer. La ayuda del cirineo no era suficiente. Le
faltaban las fuerzas y cae de nuevo en tierra
aplastado por el madero de la cruz.Los hijos son muchas veces,
más que una alegría, un problema serio. Hoy más que nunca. Para
muchos padres son una pesada carga, que les lleva a volver a caer
en el desánimo y en el desaliento.
Unas veces es una enfermedad del hijo lo que preocupa y
angustia. Otras, las más, son los malos pasos que dan, su
rebeldía. Incluso, la delincuencia y la droga. ¡Cuántos disgustos
nos dan a veces! Hay momentos en los que incluso parece que nos
arrepentimos de haberlos traído al mundo. Nos pesan, como a
Jesús le pesaba la cruz. Nos hacen sufrir, nos hacen caer en el
desconsuelo y la desesperación.

Oración: Señor Jesús que caíste en tierra por segunda vez


aplastado por el peso del madero de la cruz, ayuda a los padres
que sufren el dolor y el desconsuelo que les producen muchas
veces sus propios hijos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

VIII ESTACIÓN: Jesús encuentra a las


mujeres de Jerusalén

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
El llanto por los hijos.

En el camino del Calvario que recorrió Jesús, no


todo fueron ofensas para Él. Sabemos que un
pequeño grupo de mujeres, viendo cuanto sufría
y viendo el dolor de su madre, lloraban por Él. Fue como una
lejana caricia. Jesús se paró ante ellas y con voz casi sin fuerzas,
les dijo: “No lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por
vuestros hijos”.
Junto a los días de afecto y cariño, junto a los días apacibles y
buenos, junto a las alegrías que muchas veces proporcionan los
hijos, existen también otros días de sufrimiento y dolor. Son los
momentos en que hay que tragarse las lágrimas de la soledad, son
los momentos en los que el llanto brota espontáneo. Son los
momentos del dolor por los hijos que traen suspensos en sus
estudios, del dolor por el hijo al que despiden del trabajo, el dolor
por el hijo que con frecuencia llega a casa bebido y encamina su
vida por los senderos del alcohol. ¡Hay veces en que hacen sufrir
tanto que se llora por ellos! El camino de las lágrimas es un
camino muy recorrido por las madres. ¿Qué madre no ha llorado
alguna vez por su hijo?

Oración: Señor Jesús, que camino del Calvario consolaste a unas


mujeres que lloraban por ti; consuela hoy a las madres que lloran
por sus hijos. Dales ánimo y valor. Por Cristo nuestro Señor. Amén

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

IX ESTACIÓN: Jesús cae por tercera vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Tercera caída en el matrimonio: la
enfermedad.

Ya faltaba poco para llegar a la cumbre del


Calvario. Apenas unos metros. Pero Jesús no
podía más. Estaba desangrado. Había llegado al límite de sus
fuerzas, no podía más y cae al suelo bajo el madero de la cruz por
tercera vez. En la vida de las familias no hay problemas insolubles,
cuando hay salud y fuerzas para afrontarlos. “Mientras haya
salud…”, solemos decir. Pero, cuando menos lo esperamos, surge
la enfermedad, la operación difícil, el accidente laboral o de tráfico,
el tumor que tanto nos asusta. Y todo se nos derrumba a nuestro
alrededor. Nos faltan las fuerzas. Nos dan ganas de revelarnos.
“¿Por qué a mí, Señor? ¿Por qué nos tenía que tocar a nosotros?”.
La cruz se hace demasiado pesada para nuestros hombros. Y
caemos bajo el peso del dolor. Surge la desesperación, se reniega
de todo y de todos. También se reniega de Dios que nos permite
tales desgracias. Esta caída, la de renegar de Dios, es una caía de
muchas familias.

Oración: Señor Jesús, que caíste en tierra por tercera vez bajo el


peso de la cruz. Ayuda a los matrimonios que sufren la cruz de la
enfermedad, ayúdales a comprender que el dolor es el camino y el
medio de la redención. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

X ESTACIÓN: Jesús es despojado de sus


vestiduras

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Los padres tienen que despojarse de su
autoritarismo y su paternalismo.

Por fin llegan al Calvario. Jesús consigue llegar


con vida a la cumbre del pequeño monte. Pero aún quedaba algo.
La pasión de Cristo fue total. No quedó en su cuerpo ni en su
espíritu un solo rincón sin dolor. Allí lo desnudan y se ve envuelto
en la burla y en el desprecio de las gentes. Mientras los hijos son
pequeños, sus padres les arropan y protegen constantemente. Se
les protege quizás demasiado. Se les mima. Pero pasan los años y
los hijos crecen, se hacen mayores. Quieren independizarse de sus
padres, se alejan del hogar. Incluso, a veces, se rebelan contra la
autoridad y la protección de sus padres. Y entonces surge el drama
en muchas familias. Olvidan muchas veces los padres que sus
hijos ya son mayores, que pueden volar por sí mismos, que tienen
derecho a una cierta independencia y autonomía. Los padres no
saben desprenderse del paternalismo y autoritarismo. Olvidan que
su autoridad debe tener ya unos límites. Y sufren.

Oración: Señor Jesús que fuiste desnudado en el monte del


Calvario; ayuda a los padres en la difícil tarea de despojarse de su
autoritarismo y paternalismo con que anulan, sin desearlo, la
personalidad de sus hijos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

XI ESTACIÓN: Jesús clavado en la cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

La cruz de la ancianidad.

Y cuando llegaron a la cima del monte, después


de desnudarlo, le clavaron en la cruz. Las manos
y los pies. Dolor sobre dolor. Después lo levantaron y quedó
colgado, suspendido entre el cielo y la tierra. Allí sirviendo de
diversión para unos, de llanto para otros y de salvación para
todos.
Al llegar a la cima de los años, al subir la cuesta de los muchos
días, desnudándonos de agilidad y fortaleza, nos vamos haciendo
viejos. Para suavizar la realidad decimos que nos hacemos
mayores. Pero los años pesan. Es la pesada cruz de la edad, de la
ancianidad. Unos la sobrellevan con cierta dignidad, otros con
aceptación cristiana. Muchos reniegan por haber llegado tan pronto
a la cumbre de la vida. Pidamos a Cristo clavado en la cruz por
todos los que cargan con la pesada cruz de los muchos años, para
que no pierdan nunca la esperanza.
Oración: Señor Jesús, que fuiste clavado de manos y pies en una
cruz; te pedimos por todos aquellos ancianos que cargan con la
pesada cruz de los años. Ayúdales a sobrellevar las incomodidades
de la edad y a que mantengan siempre firme la esperanza. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

XII ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

La viudez: la muerte de uno de los esposos.


Ha llegado el temido final. Cristo está clavado en
la cruz y desde ella entrega su vida y la entrega
por amor. Perdona a sus verdugos, nos entrega
a su Madre, pide agua, dice que su obra está consumada. Y
muere. Las sombras y las tinieblas cubren el Calvario. Hay gente
que comienza a creer. El centurión romano dice que ese hombre
era Dios. Se cumple la profecía de Jesús: “Cuando sea elevado,
atraeré a todos a mí”. Todo, por lejano que nos parezca, llega en
la vida. Unas cosas antes, otras después. Pero al final siempre está
la muerte cierta, segura, cruel. Y tarde o temprano siempre acaba
haciendo acto de presencia. Cuando muere alguien en una familia,
muere algo para todos. Pero cuando muere uno de los esposos, es
el otro quien más muere con él. Entonces aparecen como únicos
compañeros de la viudez la sombra, el vacío, el desamparo, la
soledad. Y eso nadie podrá volver a llenarlo del todo. Después sólo
quedan los recuerdos, las lágrimas y las oraciones.
Pidamos a Cristo muerto en la cruz por tantos viudos, para que
sean atendidos y no se encuentren solos.

Oración: Señor Jesús que moriste en la cruz y dejaste a tu Madre


triste y sola; te pedimos por todos los viudos y viudas que
perdieron al compañero de su vida. Hazte presente en sus vidas
para que nunca se encuentren solos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

XIII ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz y


entregado a su Madre

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Cuando los hijos se mueren

La escena tenía que hacer llora hasta las piedras.


María, traspasada de dolor, recoge durante unos
instantes en su regazo el cadáver de su hijo. Aquel cuerpo
destrozado, aunque no lo pareciera, era el de su hijo. Aquel hijo
que ella había cobijado tantas veces de niño. Aquel hijo que ella
había visto crecer. Aquel que “todo lo había hecho bien”, estaba
ahora muerto en sus brazos. Algunos padres viven la terrible
experiencia de ver morir a un hijo. Los accidentes, la enfermedad
incurable, el tumor maligno, el infarto. Cerrar los ojos a un hijo es
una de las experiencias más duras y crueles de la vida. Algo que
sólo puede entender quien ha tenido la desgracia de vivirla en su
propia carne.
Algunos padres han bebido este amargo trago. Estos son los
únicos que están en condiciones de saber cómo fue el dolor de
María al tener en su regazo el cuerpo muerto de su Hijo.

Oración: Virgen María que viste morir a tu hijo en una cruz y lo


recogiste después en tus brazos; ayuda a las familias que pasan
por el amargo trance de perder un hijo. Dales fortaleza y
esperanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

XIV ESTACIÓN: Jesús es puesto en el


sepulcro

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. – Que


por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
La muerte del que queda

El cuerpo de Jesús fue colocado en un sepulcro


nuevo, excavado en la piedra, pero prestado. El
que era dueño de cielos y tierra, muere más pobre que nadie. No
tuvo ni tierra para su sepultura. Para descansar el sueño de la
muerte le tuvieron que prestar un sepulcro. ¡Hasta ese despojo y
entrega llegó Jesús! La muerte, tarde o temprano, ya lo sabemos,
nos llegará a todos. Aquí no valen resistencias, ni grandezas
humanas. Cada uno deberá asumir su propia muerte. Pero para un
cristiano no hay lugar para la desesperanza. La esperanza cristiana
borra toda sombra de duda, anula el impulso de la desesperación.
Cristo nos dijo que si el “grano de trigo no muere, quedará
infecundo”, y que “quien crea en Él, aunque muera, vivirá para
siempre”.

Pidamos desde lo hondo de nuestro corazón al Señor que nos


infunda fe en sus palabras y la esperanza en una vida eterna, a la
que todos estamos llamados.
Oración: Señor Jesús que dijiste: “Yo soy la resurrección y la vida.
Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá para siempre”.
Infunde en nuestros corazones la firme esperanza de la vida
eterna. Ayúdanos a comprender que, aunque caminamos hacia
una muerte segura, ese es el paso que nos conduce a una vida
que no tendrá fin. Por Cristo nuestro Señor. Amen.

Padre nuestro. – Dios te salve María…


Jesucristo fue obediente hasta la muerte...

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