Bip Bip Bip
Bip Bip Bip
Bip Bip Bip
C abellera despeinada, pestañas largas que reposaban en el cristal de sus lentes, ojos
grandes que intimidaban al verlos, un color de piel frío y labios suaves con tonos rojizos,
conformaban el rostro más lindo que hasta ese momento, Ezequiel había visto. Así es como
la recordaba: una mujer de un metro 66 de estatura, de curvas prominentes y modales
refinados. Su nombre era Luisa Botero y hasta el día de hoy aún no logra encontrarla.
Por otro lado, Ezequiel era un hombre de estatura promedio, con una apariencia robusta y
hasta descuidada, a pesar de que en estos tiempos es muy importante la estética y el
cuidado. Se enfocaba en trabajar y disfrutar lo que hacía, era periodista graduado de la
universidad INPAHU de Colombia con maestría en periodismo e investigación de la
universidad de Los Andes. Vivía en un apartamento común en la localidad de
Barrios Unidos y era un columnista del periodico El Tiempo.
La conoció en un día lluvioso, como cualquier viernes de febrero del 2018, en un pub al
norte de la ciudad de Bogotá. Ezequiel salía temprano del trabajo y decidió visitar un bar
cotizado de aquella zona, estaba sentado en la barra esperando a que el hielo de su mojito
se derritiera, o hasta que la lluvia cesara. Fue entonces cuando la vio entrar al lugar, con un
vestido negro muy elegante, un bolso rojo excentricamente fino que combinaba a la
perfección con sus tacones y lapiz labial.
Cruzaron miradas por 4 segundos o tal vez más, quizás lo suficiente como para darse
cuenta de que aquellos ojos inmensos trataban de decirle algo. “Su mirada es el lenguaje
más exquisito que existe” — pensó Ezequiel — fue en ese momento en el que supo que
aquella mujer era más que un vestido costoso y un exclusivo perfume. Justo cuando se
levantó de la barra y se dirigió al lugar en donde ella estaba, un grupo de hombres entró al
lugar, y a juzgar por su apariencia se podía intuir que eran escoltas o personal de seguridad,
se acercaron a ella y le indicaron un par de instrucciones en voz baja. Acto seguido, se
distribuyeron por el lugar atentos a cada detalle.
Al cabo de 5 o 10 minutos entró un hombre muy importante al lugar, Ezequiel lo supo al ver
el respeto que aquel hombre ejercía sobre toda la gente del sitio, él no lo sabía pero este
personaje era José Leonardo Ataya, Gerente de la Empresa de Servicios Públicos del
departamento de arauca e hijo del exgobernador de Arauca. Quien se encontraba en
Bogotá debido a asuntos de negocios. Lo que el prestigioso hombre no sabía es que desde
ese día su vida iba a tornar un rumbo desconocido e inesperado.
Luisa trabajaba para una banda de extorsionistas y secuestradores que operaban en todo el
país en conjunto con el ELN, donde la banda de secuestradores recibía una comisión por
los montos de dinero que exigía el grupo guerrillero por la liberación de cada una de sus
víctimas. El trabajo de Luisa era infiltrarse en las reuniones de políticos y empresarios,
estudiar a sus posibles blancos y seducirlos, o lograr ganarse la confianza de aquellos
hombres.
La bella mujer había simpatizado con José Leonardo y había logrado ganarse su confianza.
A Ezequiel no le impresionó la escena, era algo muy común, incluso se culpó y se tachó así
mismo de “ingenuo” por creer que esa mujer podría haberse fijado en él. “Hoy en día el
dinero es más fuerte que el amor” – Concluye Ezequiel descontento – al pasar las semanas
Luisa ya sabía todo el itinerario, citas y agenda del importante empresario, y el 27 de marzo
del 2018 José Leonardo Ataya es secuestrado.
Desde hace unos meses atrás Ezequiel investiga fenómenos como el hurto, el secuestro y
la extorsión en la capital, prácticas delictivas que han tomado mucha más fuerza en la
última década. Por ende desde mucho antes, ha conocido historias y relatos de víctimas y
victimarios cuyas técnicas eran más diversas e ingeniosas que la anterior.
Ezequiel recuerda que alguna vez leyó sobre cómo los grupos criminales usaron a mujeres
bellas y carismáticas para seducir a hombres adinerados, ganarse su confianza y así poder
conocer sus futuras reuniones, eventos y actividades de negocios o de ocio, esta
información era valiosa para quien quisiera realizar una extorsión o secuestro. Muchas
veces ni siquiera era gente importante como políticos o funcionarios públicos, sino
pequeños empresarios y jóvenes que derrochan el dinero de sus padres en fiestas, en las
cuales salían escopolaminados y con sus cuentas bancarias liquidadas.
Conociendo todo este antecedente, algo le decía que probablemente aquella mujer del pub
en la cual se fijó, era una posible criminal. Inquieto por querer volver a ver a aquella mujer
que le robó la respiración y por descubrir quién es, se tomó el tiempo de visitar bares,
restaurantes y discotecas reconocidas e importantes de la ciudad, con el fin de volverla a
ver y así confirmar o descartar su teoría.
Al pasar varios días buscándola por fin la encontró en un fino restaurante en la zona T de
Bogotá, observó su comportamiento, su modus operandi y sin saberlo se enamoró de ella.
Cada gesto, mirada, comentario. Todo estaba planeado rigurosamente para verse lo más
natural posible. Y al cabo de una hora la mujer se marcha, toma un taxi hacia un
departamento aledaño y brinda toda la información posible que ayude a estafar a quienes
compartieron ese rato con ella
.
Con el fin de atraparla decidió conocerla y así enfrentarla. Se hizo un corte de cabello
diferente, compró un conjunto elegante y un reloj en Arturo Calle y se tomó el tiempo de
poder encontrarse con ella de forma casual, tomó varias noches, pero al cabo de un par de
minutos esperando en una azotea de música tropical la vio entrar. Con un vestido corto de
color amarillo y adornado de flores. Como por arte de magia hubo una química que rompió
el hielo desde que se miraron frente a frente. Le invito un trago y comenzaron a platicar.
Inventó cosas sobre su vida y a lo que se dedicaba, para atraer más la atención de la chica,
bailaron decenas de canciones y bebieron. Pese a saber que probablemente ella podría
perjudicarlo de cualquier forma, sin embargo siguió disfrutando y pasando el tiempo junto a
ella. Esta mujer le encantaba y entre más tiempo pasaba con ella, más se convencía de que
era una mujer extraordinaria.
Por otro lado, esa noche Luisa no brindó información de ninguna clase a sus compañeros y
socios, por primera vez había conectado de forma real con alguien y el remordimiento de
saber cual seria el desenlace simplemente no le permitían colaborar esta vez con las
bandas criminales. Quizá ella también se interesó en Ezequiel sin saberlo, y sobre todo, sin
saber quién era él realmente.
Durante el tiempo que pudieron compartir juntos, Ezequiel se dedico a realizar el que seria
su ultimo articulo para el periodico en el que trabajaba, se titulaba: “Coqueteos peligrosos”
en el que resume cómo proceden los hampones para robar y extorsionar a la gente en la
ciudad, en él incluía información que en algun momento luisa le proporcionó como anécdota
o experiencia que la marcó.
Le presento el artículo a Luisa, a quien le pareció muy descriptivo y hasta acusatorio. Muy
en el fondo sabía que si esa información llegaba a manos indebidas como la policía o su
propia banda, habrían problemas. Debido a esto, optó por pedirle a Ezequiel que matizara
los sucesos, para que no fuese tan evidente la estrecha relación que la unía a ella y el
delito. Sin embargo, por más que el periodista disfrazó el artículo, el jefe del grupo supo de
aquella publicación y no dudó en deshacerse de la pareja.
El mar besaba sus tobillos y la arena acariciaba la planta de sus pies, el cabello que lucía
despeinado, ahora se teñía con el rocío salino de las olas. El brillo de su sonrisa solo era
comparado con el de sus ojos, aquellos que no se cansaba de contemplar. Cantaba alegre
música africana y champeta del caribe, como la que algún día bailaron juntos al conocerse.
Así es como ahora la veía, esa era la Luisa que desde un inicio vio en aquel pub de Bogotá.
Solo que esta vez su alma estaba al desnudo sin esos trapos finos que no la representaban.
Allí vivieron en una cabaña a 5 minutos de la playa, él se dedicaba a ser historiador para
turistas y ella era mesera en una pescadería de la zona, aunque no eran oficios o
condiciones perfectas, por lo menos eran felices, dejando a un lado el pasado que parecía
no dejarlos descansar. Cuatro meses largos de tranquilidad y regocijo no duraron
demasiado, puesto que en noticias vieron el enunciado: “Es liberado José Leonardo Ataya,
quien se encontraba secuestrado por el ELN desde marzo”
Desde que José Leonardo fue liberado, su familia empezó la cacería de quien pudo haber
sido cómplice en su secuestro, secuestro que le costó a la familia millones y millones de
pesos. En este punto a Ezequiel y Luisa no solo los buscaba una banda criminal citadina,
sino probablemente también las FARC, grupo guerrillero el cual contrató la familia Ataya
para el rescate de José Leonardo, y que ahora buscan vengarse de los autores intelectuales
y materiales involucrados en el secuestro del Gerente de empresas públicas de Arauca.
Necoclí a pesar de ser un municipio alejado, es bastante concurrido y al ser tan pequeño,
todo se sabe tarde o temprano. Por esta razón volvieron a escapar, esta vez a un pueblo
pequeño al sur de España. O eso era lo que Ezequiel planeó previamente con Luisa, hasta
que unos minutos después de abordar el avión ella le da un beso eterno en los labios. Lo
mira profundamente y dice que lo ama. Lo deja perplejo en el asiento y dice que va un
momento al baño.
El avión ya despegó y ella aun no vuelve, Ezequiel va a buscarla pero es demasiado tarde,
hay una pequeña nota en la puerta del baño que tiene escrito “Si alguien más secuestra tu
corazón, de seguro fue porque yo le conté lo maravilloso que eres, gracias por hacerme tan
feliz, te amo” Las gotas mancharon la tinta de aquella nota improvisada que aún guarda en
su billetera.
Después del vuelo le llega una confirmación a su correo electrónico en donde le indican que
fue satisfactorio el cambio de vuelo de España a Mónaco, Luisa cambió su destino horas
antes de subirse al avión, eso era lo único que Ezequiel sabía de su paradero y lo único que
sabe hasta el día de hoy. Han pasado ya más de 4 años y aún vive con la ilusión de
encontrar aquella mirada que en cuatro segundos le cambió la vida.