La Correccion de Condenas Erroneas en CH
La Correccion de Condenas Erroneas en CH
La Correccion de Condenas Erroneas en CH
10.22199/issn.0718-9753-4653
Resumen: Abstract:
La evidencia disponible muestra que las Available evidence shows that wrongful convic-
condenas erróneas en los sistemas de justicia tions in the criminal justice system are more
penal son más frecuentes que lo que frequent than previously believed. In this regard,
históricamente se ha creído. Esto hace necesario it is required an assessment on the capability of
evaluar la capacidad del mecanismo de the Chilean mechanism (the post-conviction
corrección de esas condenas en Chile (la acción o review) to provide an effective remedy for the
recurso de revisión) para otorgar una protección miscarriages of justice victims. With this purpose,
adecuada a las víctimas de los errores. Para ello its legal framework is analyzed from a critical
se analiza críticamente la configuración perspective and then evidence is provided on its
normativa de esta herramienta y luego se usage by the Supreme Court. Finally, by identify-
presenta evidencia sobre su uso por parte de la ing some design and practical problems on the
Corte Suprema. Finalmente, a partir de constatar current functioning, a new balance is proposed
los problemas de diseño normativo y uso for the Chilean context, by providing some basic
práctico que tiene en la actualidad el recurso de features and goals that a legislative proposal for
revisión, se reflexiona sobre la necesidad de reform should be aimed to.
lograr un nuevo equilibrio en nuestro país por vía Keywords: post-conviction remedies; wrong-
de una modificación legal relevante del mismo, ful convictions; legal reforms.
delineando algunos aspectos básicos a los que
debiera apuntar esta reforma.
Palabras clave: recurso o acción de revisión;
condenas erróneas; reformas legales.
Introducción
Los sistemas de justicia criminal, como toda empresa humana, están expuestos a cometer
errores. Aquellos que suelen considerarse como más graves se producen en los casos que de
manera genérica se pueden identificar como condenas erróneas1 y, dentro de ellos, en los
que se lo hace a una persona inocente (esta percepción surgiría de una concepción moral de
larga tradición en la cultura occidental que se traduce en la preferencia que manifiesta la
doctrina comparada, desde antiguo, por favorecer liberar a culpables en vez de condenar a
inocentes en proporciones de 10, 100 e incluso 1.000 a uno; véase Accatino Scagliotti, 2011,
que en p. 488 cita autores de distintas épocas en la materia) 2. Lamentablemente, hoy se sabe
que más allá de la posibilidad que en abstracto tienen los sistemas de justicia penal de incu-
rrir en estos errores, ellos se producen con una frecuencia superior a lo que intuitivamente
habíamos creído hasta hace poco tiempo (Scheck, 2017, p. 710). Así se desprende también,
entre otras fuentes, de las investigaciones empíricas que han establecido una tasa potencial
de condena de inocentes en ciertas categorías de delitos (véase: Risinger, 2007; Gross, 2008;
Gross et al., 2014); como igualmente a través del registro sistemático de casos de exonera-
ciones en donde se ha acreditado un error en la condena, por ejemplo, en los Estados Unidos
en instituciones como el Innocence Project (Yeshiva University, s.f.) y el National Registry of
Exonerations (University of California Irvine Newkirk Center for Science & Society et al., s.f.).
También se dispone de evidencia consolidada a nivel comparado que muestra que una gran
cantidad de las condenas erróneas se producen como consecuencia de malas prácticas del
1
La expresión “condenas erróneas” corresponde a un género que abarca varias situaciones posibles incluyendo la
condena de personas inocentes, pero también casos en que la sentencia se ha fundado en un proceso con graves
violaciones de garantías o procesales, incorrecta aplicación de la ley penal o una variada gama de defectos signi-
ficativos de otra naturaleza. Tanto en el derecho comparado como en nuestra legislación procesal penal es fre-
cuente que los recursos de revisión o sus equivalentes funcionales incluyan hipótesis de anulación de condenas
ejecutoriadas en casos en los que no necesariamente existe un problema de inocencia fehacientemente acredita-
da del condenado y, por lo mismo, en este texto prefiero utilizar este término por su mayor amplitud. Por ejem-
plo, en el caso nacional, la causal prevista en el artículo 473 letra e) del Código Procesal Penal permite anular una
condena cuando ésta hubiera sido pronunciada como consecuencia de la prevaricación o cohecho del juez o
jueces que la hubieren dictado, sin exigir necesariamente la acreditación de la inocencia del condenado. Distin-
guiendo entre condenas sustantiva y procesalmente injustas, Mañalich Raffo (2020, pp. 40-41) clasifica las distin-
tas causales del artículo 473 del Código Procesal Penal sosteniendo que en las segundas no se depende de la
comprobación de la inocencia del condenado; estas incluirían a las causales a), c) y e).
2
Cabe señalar que existe también un debate importante en el ámbito comparado respecto al alcance de “inocen-
cia” para los efectos de comprender los casos de condenas erróneas. No lo abordaré en este trabajo ya que me
alejaría de sus objetivos centrales. Sobre esta materia recomiendo el trabajo de Leo (2018). En el caso nacional
este debate ha sido planteado por Castillo Val (2013, pp. 252-253) quien, siguiendo alguna literatura de los Esta-
dos Unidos, propone distinguir entre inocencia fáctica y jurídica. La primera, referida a los casos de personas cuya
conducta no es constitutiva de delito o que, siéndolo, no lo cometieron. La segunda referida al caso de quienes
efectivamente cometieron el delito, pero no debieron ser condenados por razones normativas (por ejemplo, por
prescripción o por no alcanzar el estándar de prueba). Concuerdo con Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño
(2018, pp. 1205-1208) que esta distinción tiene utilidad para algunas cuestiones, pero dificulta la comprensión de
otros fenómenos relevantes, a la vez de no dar cuenta que entre una y otra hay un continuum que aconseja a no
tratar como si fueran términos absolutos los de inocencia y culpabilidad. Además, como señala Findley (2011, pp.
920-929) en el contexto de los Estados Unidos, se trata de una materia que admite muchos más matices y deba-
tes.
propio sistema de justicia criminal, por ejemplo, en materia de uso de reconocimientos ocu-
lares efectuados de manera poco rigurosa, la presentación de prueba pericial de baja confia-
bilidad, la valoración de confesiones falsas, el uso de testigos poco confiables, entre otros
(junto con la evidencia aportada por el Innocence Project y el National Registry of Exonera-
tions, recién referida, véase los trabajos de Garret, 2011; Simon, 2012; Gould et al., 2014, entre
muchos otros). Esto explica, entonces, su recurrencia habitual.
3
No se me escapa que nuestro sistema de justicia penal contempla otros mecanismos que intentan evitar la
producción de una sentencia condenatoria errónea, por ejemplo, el estándar de prueba o el recurso de nulidad.
Tampoco que existen fórmulas que podrían incidir en limitar la ocurrencia de condenas erróneas, por ejemplo,
con mejores regulaciones y prácticas en materia de procedimientos de reconocimiento ocular. Con todo, en este
trabajo no podemos hacernos cargo del complejo entramado legal e institucional que podría ayudar en esta
materia. Nuestro foco está precisamente en los casos de condenas erróneas en que estos mecanismos previos no
funcionaron o no fueron suficientes y estamos ante una sentencia condenatoria ejecutoriada. Para este tipo de
situaciones el mecanismo disponible en nuestro sistema es el recurso de revisión.
reflexión sobre la necesidad de introducir cambios relevantes para lograr una mayor protec-
ción para las personas víctimas de estos errores. Por lo mismo, el objetivo de este trabajo
supone abordar el problema desde distintas perspectivas que se complementan. Por una
parte, se hace un análisis dogmático de algunos elementos relevantes del recurso, pero tam-
bién se recurre a la evidencia empírica disponible acerca de su funcionamiento que ayuda a
identificar problemas que van más allá del análisis no contextual de las reglas que lo regulan.
A nivel de recomendaciones, se recurrirán a consideraciones de lege ferenda como también
al uso de algunos ejemplos ilustrativos del derecho comparado.
Para estos efectos, en el primer capítulo nos detendremos en un breve análisis crítico
de la normativa vigente desde la perspectiva de si ella favorece o no un uso amplio de esta
herramienta. En el segundo, se pondrá el foco en la identificación de prácticas desarrolladas
por la Corte Suprema al resolver estos recursos que limitan sus alcances y extensión. En el
tercero, se presentarán unas breves reflexiones sobre la necesidad de una reforma legal pro-
funda en la materia y delinearé de manera gruesa algunas propuestas preliminares que a
futuro permitan establecer un equilibrio más razonable en nuestra legislación. Se finalizará
con unas muy breves conclusiones.
como lo manifiesta en forma explícita nuestro actual artículo 473 del CPP (2000), que hace
excepción a una institución cardinal del sistema como lo es la cosa juzgada (Mosquera Ruiz y
Maturana Miquel, 2010, p. 574). Esta excepción se justificaría debido a que el legislador ha
entendido que en ciertos casos la justicia debiera primar por sobre la seguridad jurídica, por
ejemplo, cuando una sentencia es manifiestamente incorrecta transformándose en insopor-
table para la idea de justicia (Cerda San Martín, 2019, p. 697)4.
Estamos en presencia de un diseño legal que tendría más de dos siglos de vigencia. Es-
te sólo dato histórico, me parece, sugiere que se trata de una materia que requeriría una
nueva mirada con el propósito de examinar la adecuación de este mecanismo a los desafíos
actuales de funcionamiento de nuestro sistema de justicia penal y la enorme evolución cul-
tural y tecnológica que han experimentado nuestras sociedades en el intertanto. Poniendo
foco sólo en la justicia penal, en estos más de dos siglos se produjo un cambio bastante radi-
cal de modelo procesal en nuestro país. También ha cambiado la concepción acerca del rol
de la protección de derechos que debe desarrollarse en el proceso (incluida la consolidación
de diversas garantías del debido proceso y el surgimiento de sistemas supranacionales de
control de cumplimiento de los mismos). Más aún, sobre todo en los últimos años, se ha
desarrollado investigación que nos permite tener un mayor conocimiento empírico y com-
prensión acerca de cómo funciona el sistema y de los enormes riesgos a los que nos expone
de condenar erróneamente, entre muchos otros. Este solo escenario debiera llevar a discutir
la conveniencia de mantener el mismo supuesto base sobre el que se configuró histórica-
mente este recurso, como es su carácter extraordinario, y si no debiera abrirse a situaciones
de injusticia que hoy no aparecen recogidas en nuestra legislación vigente.
A pesar de esto, el recurso de revisión no fue objeto de una discusión muy profunda ni
en la etapa de elaboración del proyecto de CPP ni luego en el debate legislativo, por lo que
se perdió una oportunidad para encarar esta reflexión (por ejemplo, se trató de una materia
que no tiene mención alguna en el Mensaje del CPP; y, por otra parte, la historia de la ley da
cuenta de que fue analizada de manera relativamente escueta, véase una presentación re-
sumida sobre esta materia en Londoño Martínez et al., 2003, pp. 439-461). A su vez, la mayo-
ría de la doctrina nacional escrita en el contexto del CPP acusatorio vigente no ha profundi-
zado en el estudio de esta materia, ni tampoco se ha aproximado de manera crítica a estas
reglas. Se ha privilegiado, en cambio, una exposición neutra de las principales normas del
4
La tensión entre seguridad jurídica y justicia a propósito de mecanismos que permitan revertir condenas erró-
neas es un tópico de fuerte discusión en distintos contextos procesales. En el caso de los Estados Unidos, por
ejemplo, se presenta como un debate entre finalidad de las decisiones judiciales e inocencia o verdad. Sobre este
debate en dicho país recomendamos Sperling (2014).
CPP (2000), enfatizando una perspectiva más bien de manual que de análisis profundo de la
institución (Carocca Pérez, 2009, pp. 195-197; Castro Jofré, 2008, pp. 569-585; Cerda San Mar-
tín, 2019, pp. 696-702; Chahuán Sarrás, 2007, pp. 364-367; Correa Selamé, 2003, pp. 266-269;
Mosquera Ruiz y Maturana Miquel, 2010, pp. 573-588; Núñez Vázquez, 2002, pp. 362-381;
Paillás Peña, 2001, pp. 13-27; Silva Montes, 2011, pp. 168-172). Una parte minoritaria de la
doctrina nacional, en cambio, ha comenzado en forma mucho más reciente a criticar la con-
figuración de este mecanismo desde distintos puntos de vista (véase Fernández Ruiz y Olava-
rría Avendaño, 2009; Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño, 2018; Duce Julio, 2015 y 2017a;
Mañalich Raffo, 2020; Carbonell Bellolio y Valenzuela Saldias, 2021).
Entrando al análisis específico, el diseño legal del CPP contiene un conjunto de regula-
ciones que imponen barreras o límites muy estrictos en el uso de este mecanismo que im-
pactan en que el universo de casos de condenas erróneas en los que se pueda esperar un
éxito sea menor. Esto dejaría a personas condenadas sin opciones de obtener una corrección
del error. Se trata de tres cuestiones principales que explico en las páginas que siguen y que
creo podrían perfectamente ser revisitadas considerando lo que hoy sabemos sobre la mate-
ria y que no estuvo presente en el debate de nuestro CPP vigente.
Según dispone el encabezado del artículo 473 del CPP (2000), sólo se autoriza la posibilidad
de rever extraordinariamente sentencias condenatorias ejecutoriadas tratándose de críme-
nes o simples delitos (se trata de un elemento de diseño que proviene del Código de Proce-
dimiento Penal y había sido consolidado en la jurisprudencia de la Corte Suprema en su apli-
cación a esta materia; véase Libedinsky Tschorne, 1983, p. 398). En consecuencia, no se pue-
de usar este mecanismo cuando la condena errónea se ha producido tratándose de una falta
penal5. Esto contrasta con ejemplos comparados, como la legislación española, en donde no
existe limitación respecto de la gravedad de la infracción para el uso de esta acción (Garcian-
día González, 2016a, pp. 64-65, donde se da cuenta del debate español que fue resuelto por
el Tribunal Supremo, al admitir la revisión contra faltas desde la década del 30 del siglo pasa-
do, cuestión en la actualidad zanjada con la desaparición de las mismas por una reforma al
Código Penal del año 2015, Ley Orgánica 1/2015). O el caso de Inglaterra, donde pueden ser
objeto de apelación especial las condenas dictadas no sólo por las Crown Courts sino tam-
bién por las Magistrates´ Courts (The Westminster Commission on Miscarriages of Justice, 2021,
p. 13). Estas últimas tienen competencia para conocer de infracciones penales sancionables
5
Recordemos que las faltas penales en nuestra legislación pueden traer aparejadas como sanciones penas priva-
tivas de libertad (prisión) hasta por 60 días o multas.
con multas o penas privativas de libertad de hasta seis meses, es decir, cubren una porción
significativa de lo que en nuestro país serían consideradas como faltas (una explicación sobre
la competencia y funcionamiento de estas cortes puede verse en el sitio oficial del Courts
and Tribunals Judiciary, s.f.) 6.
Más allá del debate acerca de si es conveniente o no esta limitación, es necesario seña-
lar que se trata de una exclusión de enorme relevancia práctica en Chile 7. Los datos estadísti-
cos disponibles indican que un porcentaje significativo de las sentencias condenatorias que
se dictan anualmente en nuestro país emanan de procedimientos monitorios en los que se
sancionaron faltas. Así, según las estadísticas del Ministerio Público del año 2016, un tercio
del total de sentencias definitivas del período se produjo en un procedimiento monitorio
(Zagmutt Venegas, 2019, pp. 41-42; datos del Ministerio Público entre los años 2004 a 2008
muestran que, del total de sentencias condenatorias dictadas en distintos procedimientos,
las emanadas del monitorio se moverían entre un 31,4% y un 42,1% del universo, véase
Fuenzalida Muñoz et al., 2016, p. 132). A ello habría que agregar casos de faltas penales en
que el Ministerio Público requirió una pena privativa de libertad y, por lo mismo, debieron
ser tramitados como procedimientos simplificados, número que no aparece en estadísticas
publicadas del sistema (de acuerdo a datos del Poder Judicial proporcionados por el Centro
de Estudios de la Justicia de las Américas, CEJA, el año 2015 un 56% de las sentencias conde-
natorias en procedimientos simplificados habría sido de cumplimiento efectivo; aunque de-
be observarse que estos datos no discriminan según el tipo de infracción penal por las que se
generó la condena, véase Fandiño Castro et al., 2017, p. 312). En consecuencia, la pura defini-
ción normativa en análisis excluye, a lo menos, a un 33% de los casos potenciales en los que
se podría generar una condena errónea en Chile.
A este hecho, debe sumarse la creciente evidencia comparada que indica que en los
delitos menores (misdemeanors en inglés) los riesgos de condena de inocente se incremen-
tan en relación a infracciones más serias debido a un conjunto de factores que hacen que los
sistemas de justicia criminal relajen los niveles de escrutinio al momento de aplicar una con-
dena. Natapoff (2018, pp. 87-108) destaca diversos factores presentes en el procesamiento
6
https://www.judiciary.uk/you-and-the-judiciary/going-to-court/magistrates-court/
7
Alguien podría argumentar sobre la razonabilidad de no permitir que un mecanismo tan excepcional como la
revisión sea procedente para cuestionar condenas por infracciones menores como las faltas, las que incluso no
dejan antecedentes penales formales en contra de quienes sufren la condena. Existiría, en esta lógica, un cierto
problema de proporcionalidad en el uso de este medio. No me parece que sea así, especialmente si uno conside-
ra casos de personas condenadas a penas privativas de libertad efectiva como consecuencia de una falta penal.
Sin entrar en ese debate ahora, mi punto es algo distinto. El no permitir la revisión tratándose de faltas es una
decisión que deja fuera una cantidad significativa de las condenas en Chile y en casos que, como se señalará un
poco más adelante, la evidencia comparada muestra que los riesgos de condenas erróneas son incluso mayores
que en delitos más graves.
de los delitos menores en los Estados Unidos que aumentan el riesgo de condenas erróneas,
incluyendo arrestos o detenciones realizadas con poca evidencia, escaso filtro realizado por
los fiscales de esos casos, bajo escrutinio judicial y de las defensas tratándose de los mismos,
enorme presión del sistema por disponer rápidamente esos casos debido a su masividad,
entre otros (una revisión extensa de bibliografía con foco en el riesgo de condenas erróneas
por el uso de procedimientos negociados en delitos menores, puede verse en Duce Julio,
2019, pp. 8-11). La escasa evidencia empírica disponible en el país sobre la práctica del moni-
torio (Fuenzalida Muñoz et al., 2016) sugiere que un fenómeno similar podría ocurrir, y en
consecuencia, que estaríamos frente a un riesgo alto de condenas erróneas, pero sin contar
con un mecanismo de corrección de las mismas.
Tratándose de los requisitos formales, el artículo 475 del CPP (2000) en sus incisos pri-
meros y segundo contemplan un listado relativamente extenso de exigencias en la interpo-
sición del recurso que incluyen aspectos de fundamentación, acompañamiento de docu-
mentos diversos e indicaciones precisas de medios de prueba y circunstancias de hecho de la
causal invocada, distinguiéndose de acuerdo a diversas opciones. La disposición citada seña-
la textualmente:
Si bien varias de estas exigencias lucen razonables, el efecto que contempla la falta de
alguno de ellos es en extremo severo, ya que según el inciso tercero de la disposición en
análisis se permite que sean rechazados de plano, aun cuando esto debe ser adoptado por la
unanimidad del tribunal.
El artículo 475 inciso tercero del CPP (2000) también incluye una causal adicional por la
cual se puede rechazar de plano un recurso y es su “manifiesta falta de fundamento”. Dicha
hipótesis habría sido incluida en forma explícita como consecuencia de la percepción de los
legisladores de que muchos de los recursos se presentarían sin una justificación plausible,
por lo que se quiso ampliar el poder de la Corte para lidiar con estos casos sin entrar a pro-
nunciarse sobre el fondo (Horvitz Lennon y López Masle, 2004, p. 453; Mosquera Ruiz y Matu-
rana Miquel, 2010, p. 584). Esto reafirma la vocación normativa del CPP por ser muy generoso
frente a las formas de decisión alternativa sin necesidad de pronunciamiento sobre el fondo.
Respecto a la limitación en el uso de ciertos medios de prueba, el artículo 476 del CPP
(2000) contempla la imposibilidad de probar por vía de testigos las causales en que se fun-
den los recursos de revisión, La disposición citada señala textualmente: ¨Improcedencia de la
prueba testimonial. No podrá probarse por testigos los hechos en que se funda la solicitud
de revisión”. (CPP, 2000, art. 476). Se trata de una limitación significativa de uno de los me-
dios de prueba más habituales con los que funciona el sistema procesal penal (por ejemplo,
en la primera evaluación empírica de funcionamiento del sistema acusatorio se identificó
que en los juicios realizados había un promedio de 7 testigos por juicio, 2,1 peritos y 6,9 do-
cumentos; véase Baytelman Aronowski, 2001, pp. 123-125). La historia legislativa de esta
norma muestra que esta decisión obedeció a consideraciones de orden práctico que perfec-
tamente podrían haber sido superables con un adecuado diseño en la tramitación de estos
recursos (Horvitz Lennon y López Masle, 2004, pp. 454-455; Londoño Martínez et al., 2003, p.
452). En consecuencia, se limitó la posibilidad de acreditar causales complejas no por razo-
nes de fondo sustanciales, sino más bien destinadas a resguardar la dinámica operativa de la
tramitación de estos recursos frente a los problemas que se visualizaba podía generar la pro-
ducción de prueba testimonial. Esta segunda regla da cuenta entonces de una disposición
legislativa destinada a restringir las posibilidades del recurso privilegiando la gestión del
El impacto que generan las reglas analizadas ha sido objeto de debate legislativo en
forma reciente. Así, en mayo de 2019 un grupo de senadores presentó un proyecto de ley
destinado a reformar los artículos 475 y 476 del CPP en la línea de minimizar las exigencias
formales de estos recursos, restringir severamente la posibilidad de que sean rechazados de
plano y derogar la norma que impide el uso de prueba testimonial. Al justificar esta propues-
ta, la moción señala en sus ideas matrices que, considerando la gravedad de las causales de
revisión,
…es necesario que todo solicitante tenga la posibilidad de que su petición sea vista y re-
suelta, presentando las pruebas que estime pertinente para acreditar los hechos en los
cuales se base su solicitud, la misma, que al involucrar derechos fundamentales, no debe
ser rechazada de plano. (Proyecto de ley que reforma el procedimiento de revisión de sen-
tencias establecido en el Código Procesal Penal, 2019)
Se trata de una materia en la que existe bastante consenso en la escasa doctrina na-
cional que ha escrito sobre el punto (Duce Julio, 2017b, p. 10; Horvitz Lennon y López Masle,
2004, p. 451; Salazar y Vásquez, 2015 pp. 13-22). Por ejemplo, Horvitz Lennon y López Masle
(2004, p. 451) los han caracterizado como “casos extremos en los que resulta evidente que la
legitimidad de la sentencia que impone una sanción penal se encuentra en crisis…”. Maña-
lich Raffo (2020, pp. 30-31) ha sostenido que se trata de causales “...constituidas por situacio-
nes cuya específica gravedad, desde el punto de vista de la injusticia de la condena pronun-
ciada, vuelve jurídicamente insoportable que la sentencia sea ejecutada o continúe siendo
ejecutada…” (en términos similares Cerda San Martín, 2019, p. 697).
Veamos esto con más detalle. Si se revisan las cinco causales contenidas en la actual
redacción del artículo 473 del CPP (2000) sería relativamente fácil llegar al consenso que, de
acreditarse la hipótesis respectiva, sería conveniente anular la condena original. Esto más allá
de las imperfecciones técnicas en la redacción de varias de ellas (especialmente crítico de la
redacción de la causal de la letra d), Mañalich Raffo, 2020, p. 42). Pensemos, por ejemplo, en
la hipótesis de la letra b) en la cual se acredita que la persona sufre condena por el homicidio
de una persona que luego se demuestra estaba viva. La regla señala textualmente: “Cuando
alguno estuviere sufriendo condena como autor, cómplice o encubridor del homicidio de
una persona cuya existencia se comprobare después de la condena” (CPP, 2000, art. 473, b).
No me imagino que alguien pudiera discutir la anulación de una sentencia en un caso de
este tipo. Lo mismo con la letra a), es decir, la hipótesis en que dos o más personas sufren
una condena por un mismo delito que sólo pudo haber sido cometido por una de ellas. Aquí
la regla señala textualmente: “Cuando, en virtud de sentencias contradictorias, estuvieren
sufriendo condena dos o más personas por un mismo delito que no hubiere podido ser co-
metido más que por una sola” (CPP, 2000, art. 473, a).
El problema es que más allá de la justicia de la situación de cada una de las causales,
en su gran mayoría son situaciones que no ocurren en la práctica cotidiana del funciona-
miento de los sistemas de justicia penal contemporáneos. Esto queda en evidencia cuando
se observa, en el contexto del funcionamiento del sistema acusatorio, que la única causal
que dio lugar a acoger recursos de revisión en el período 2007-2016 fue la de la letra d) (Duce
Julio, 2017a, p. 22). Se trató de 48 casos de 601 solicitudes (un 8%). Cuando se examinan esos
casos, en 40 de ellos se trató de un mismo tipo de error: personas condenadas en diversas
situaciones en que su identidad fue suplantada y, por lo tanto, en situaciones bastante evi-
dentes y a la vez groseras de mal funcionamiento del sistema y de error (a conclusiones simi-
lares llega el estudio de Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño, 2018, pp. 1214-1215, para el
período 2007-2017). En consecuencia, sólo en ocho casos se concede en situaciones de error,
por poner una etiqueta, un poco más tradicionales. Esto da cuenta del poco margen que
entrega esta causal para enfrentar situaciones más habituales que se presentan en los siste-
mas de justicia penal contemporáneos como, por ejemplo, cuando la condena se ha basado
en un reconocimiento ocular mal hecho, en la valoración de una prueba pericial poco con-
fiable, en una confesión falsa, entre otros.
durante el proceso que fuere de tal naturaleza que bastare para establecer la inocencia del
condenado...” (CPP, 2000, art. 473, d). Como se puede observar, se trata de altas exigencias ya
que a simple vista requiere al recurrente la carga de probar su inocencia y por medio de un
hecho o prueba desconocido que tenga una enorme entidad o peso probatorio que sea sufi-
ciente por sí mismo para acreditar la inocencia del condenado. Este requerimiento por sí solo
muestra la dificultad de poder satisfacerla. Además, la doctrina comparada ha señalado que
la revisión de condenas con este tipo de estándares, que ponen la carga de probar la inocen-
cia a los condenados, hace muy difícil un control efectivo de los errores del sistema (Hoyle,
2016, p. 391; cabe señalar que el trabajo de Mañalich Raffo, 2020, ha realizado un interesante
esfuerzo interpretativo por dotar de un alcance más preciso a esta exigencia de acreditar
inocencia que emanaría de la causal en análisis y del estándar de prueba que se requeriría
para ello, pero me detendré con un poco más de detalle sobre este tema en el próximo capí-
tulo). A ello se suma, como veré en la próxima sección, una interpretación aún más restrictiva
de la jurisprudencia de la Corte Suprema sobre esta causal 8.
Sólo en dos casos recientes la Corte Suprema ha dado lugar a un recurso de revisión
por una causal distinta, la de la letra c), según la cual procede el recurso: “Cuando alguno
estuviere sufriendo condena en virtud de sentencia fundada en un documento o en el testi-
monio de una o más personas, siempre que dicho documento o dicho testimonio hubiere
sido declarado falso por sentencia firme en causa criminal” (CPP, 2000, art. 473, c). En el pri-
mero de ellos, de marzo de 2018, se acreditó que la condena original se basó en el testimo-
nio falso de un testigo que fue condenado por ello (Ángel Canales Espinoza contra Tribunal
oral en lo penal de Iquique, 2018). En la segunda, de octubre de 2019, se condenó a los fun-
cionarios policiales que estuvieron a cargo de la investigación que generó la condena revisa-
da como autores de falsificación de instrumento público y falso testimonio (Manzano Ríos
Patricio, 2019). Se trata de casos que, en el conjunto de revisiones presentadas en más de 10
años, son excepcionales.
8
El proyecto de ley presentado al Senado en el año 2019 también contiene una visión crítica del carácter restricti-
vo de las causales de revisión actuales y, junto con proponer modificaciones a la actual redacción de la letra d,
manifiesta en sus ideas matrices que, debido a las altas exigencias probatorias de las causales, “… la carga de la
prueba no puede ser soportada sólo por el afectado, debiendo el Ministerio Público, como garante del Estado de
Derecho, adquirir un rol protagónico” (Proyecto de ley que reforma el procedimiento de revisión de sentencias esta-
blecido en el Código Procesal Penal, 2019).
revisión, sino solamente que por su actual redacción cubren situaciones que no parecieran
permitir dar cobertura a los casos más frecuentes y habituales de condenas erróneas docu-
mentadas en el ámbito comparado, de las que hoy en día sabemos nuestro propio sistema
penal no se encuentra libre (sobre los factores que inciden en las condenas erróneas en el
ámbito comparado: Duce Julio, 2013; Castillo Val, 2013)
rroel Villarroel, 2019, p. 232). Como se puede apreciar, estos datos sugieren que, tratándose
del recurso de revisión, la Corte realiza un escrutinio más estricto que en otras acciones de
carácter penal de las que conoce. El punto no es que la Corte admita sin más casos que po-
tencialmente pueden tener problemas en su formulación, sino es que más bien se escoge el
camino del rechazo temprano de los mismos sin pronunciamiento de fondo y sin entregarle
una posibilidad al recurrente de corrección de los defectos en la presentación. Recordemos,
además, que para que opere el rechazo de plano la norma exige unanimidad del tribunal.
Tabla 1: Recursos de revisión acogidos y rechazados justicia penal (2007-octubre 2020) (Elaboración pro-
pia)
Sistema inquisitivo Sistema reformado
Acogidos 29 (8,5%) 59 (8%)
Rechazados 310 (91,5%) 675 (92%)
Total 339 (100%) 734 (100%)
Se puede apreciar que la tendencia identificada en la investigación que analizó los re-
cursos de revisión del sistema acusatorio entre los años 2007 a 2016 se ha mantenido estable
en un 8% de casos acogidos por la Corte, con una pequeña diferencia de 0,5% en favor de los
casos presentados en el sistema inquisitivo. Sumando ambos sistemas procesales un 8,2% de
los recursos fueron acogidos por la Corte. Ahora bien, a los 59 recursos acogidos (8%) en el
sistema acusatorio se deben sumar otros 47 casos en que los recursos fueron admitidos a
tramitación y luego rechazados en el fondo, representando un 6,4% del total. En consecuen-
cia, de los 734 casos del sistema acusatorio, sólo 14,4% fueron en principio resueltos en el
fondo y 85,5% rechazados de plano. Como puede apreciarse, la tasa de estos últimos se man-
tiene en niveles muy altos comparados con otros recursos penales que resuelve la Corte.
También se analizaron los casos de revisión resueltos entre el mismo período en el sis-
tema acusatorio en los que la Corte Suprema rechazó los recursos de revisión por razones de
fondo. Como ya señalaba, a partir de los datos proporcionados por la Dirección de Estudios
de la Corte Suprema, en la investigación se identificaron 47 (6,4%) casos que se encontrarían
en esta hipótesis. Con todo, al examinar caso a caso cada uno de ellos, se pudo detectar que
en sólo 18 (2,4%) hubo un rechazo de fondo real y en los otros 29 (4%) se trató de resolucio-
nes muy similares a los rechazos de plano, es decir, con argumentaciones sin pronuncia-
miento sobre el fondo del recurso. En consecuencia, los altos porcentajes de rechazo de
plano serían en la práctica superiores ya que abarcarían un grupo de casos etiquetados como
rechazos de fondo, pero que son tratados en concreto en forma muy similar y con niveles
muy bajos de justificación. Con esto el porcentaje de rechazos sin pronunciamiento de fondo
rondaría el 90% de los recursos. Los hallazgos en esta materia se resumen en la Tabla 2.
Los datos previos se complementan con la información proporcionada por una inves-
tigación empírica que examinó los recursos resueltos en el período comprendido entre los
meses de enero 2007 y abril 2009. En ella se demostró que el 89,1% de los casos resueltos lo
fue con resoluciones que no excedieron las 596 palabras, es decir, casi sin justificación alguna
más allá de las menciones genéricas o estandarizadas que contienen estas resoluciones de la
Corte; véase el trabajo de Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño (2009, pp. 247-248). Los
mismos autores señalan en su investigación publicada el 2018 que, luego de 10 años, no
hubo cambios en esta materia (Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño, 2018, p. 1218). Por lo
mismo, ratifican que en la práctica cerca de un 90% de los casos son resueltos sin pronun-
ciamientos de fondo de parte de la Corte.
9
Las bases de datos recibidas por parte de la Dirección de Estudios de la Corte Suprema para los años 2019 y 2020
no distinguían el tipo de resolución que rechazó el recurso. En consecuencia, ese análisis tuvo que hacerse ma-
nualmente a través del sitio Web del Poder Judicial. Se excluye para estos años causas reservadas o sin informa-
ción (9 en 2019 y 4 en 2020).
las que existe pronunciamiento sobre el fondo, la Corte suele incluir en su análisis reflexiones
que enfatizan el carácter excepcional y de derecho estricto de este recurso (por ejemplo, en
sentencias recientes, véase: Banco Santander Chile c/ Alejandro Luis Astorga Valdés, 2018, cons.
3 y 9; Flores Gatica Milton (Ministerio Público), 2019, cons. 3; Jorge Tocornal Babra con No se
consigna, 2019, cons. 12). Esto da una orientación de las razones por las que la Corte tiende a
ser muy estricta en la interpretación de reglas que, como ya he mencionado, tampoco pre-
sentan una redacción particularmente abierta.
Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño (2018, p. 1202) manifiestan que esta aproxima-
ción de la Corte sería reflejo de una comprensión inquisitiva del recurso de revisión a pesar
del cambio de sistema procesal en el país. De acuerdo a esta posición este recurso sólo se
acoge cuando se satisface un estándar de injusticia manifiesta o evidencia fehaciente. No
comparto que esta visión de la Corte responda a una comprensión inquisitiva del mecanis-
mo, o que esta sea un elemento propio de dicho modelo procesal por el hecho de ser tal.
Más bien, proviene de una cultura asentada hace muchos años respecto a su naturaleza ex-
cepcional, obviamente desarrollada al alero del sistema anterior del que provienen estas
reglas (para un ejemplo de esta visión de excepcionalidad en decisiones antiguas de la Corte
Suprema, véase Libedinsky Tschorne, 1983, p. 392). Y que, dicho sea de paso, encuentra en
parte sustento en la redacción del CPP acusatorio como ya he tenido posibilidad de mencio-
nar. En este contexto, me parece que el punto de fondo no se puede explicar en la dicotomía
inquisitivo y acusatorio, sino más bien en la predisposición de los sistemas a hacerse cargo
de sus errores y reabrir casos considerados cerrados (este aspecto “cultural” pareciera ser
clave para explicar el uso de este tipo de herramientas; véase en esta dirección Garret, 2011,
p. 224-231, quien ha constatado en los Estados Unidos lo extremadamente reacios que son
los distintos actores del sistema de justicia penal para reconocer los errores y, por lo mismo,
facilitar el uso de mecanismos de corrección).
1882). Dando cuenta de esta tendencia, en un Acuerdo del Tribunal Supremo (ATS) de 29 de
abril de 2004 el tribunal se señalaba que “…este carácter excepcional del procedimiento de
revisión no ha impedido a esta Sala ampliar por vía de interpretación la literalidad de los su-
puestos contenidos en el artículo 954, en una línea jurisprudencial más flexible que atiende
especialmente a la entidad de los derechos afectados desde la perspectiva de la justicia co-
mo valor superior del ordenamiento jurídico…” (cons. 7, citado en Martínez Arrieta y Encinar
del Pozo, 2016, p. 532). La doctrina también ha reconocido este proceso (véase por ejemplo:
de Urbano Castrillo, 2011, p. 43; Gimeno Sendra, 2018, p. 682; Moreno Catena y Cortés Do-
mínguez, 2019, p. 662). En forma más reciente, esta evolución se ha plasmado por la que es
considerada por la doctrina de dicho país como la reforma legal más significativa realizada
en su historia al enjuiciamiento criminal, a través de la Ley 41/2015 de 5 de octubre de 2015
(una revisión sistemática de todas las causales, actualizada luego de la reforma de 2015,
puede verse en los libros de Garciandía González, 2016a; Sánchez Montenegro, 2017, pp.
127-188; Martínez Arrieta y Encinar del Pozo, 2016, pp. 500-521; y Vernego Pellejero, 2017).
Más allá de las razones que explican este desarrollo en nuestro país, es claro que la
Corte Suprema ha dado un alcance limitado a los casos en que considerada apropiado con-
ceder un recurso. Por ejemplo, según plantean Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño (2009,
p. 238), una vez que ha sido declarado admisible un recurso de revisión, la Corte Suprema
tiene tres posibilidades: (i) dar por fehacientemente acreditada la inocencia del condenado,
(ii) entender que la inocencia no se ha acreditado fehacientemente, y (iii) concluir que la
inocencia del condenado no fue probada. Por su parte, el CPP (2000, art. 478, inc. 2) establece
que, si de los antecedentes presentados en el recurso queda fehacientemente acreditada la
inocencia del condenado, la Corte Suprema puede dictar sentencia de reemplazo. En conse-
cuencia, en caso de que esto no ocurra, el máximo tribunal podría simplemente acoger una
revisión y ordenar la nulidad de la sentencia, permitiendo así la realización de un nuevo jui-
cio. En esta misma dirección se ha pronunciado Paillás Peña (2001, pp. 16-20) quien sostiene
que en nuestra legislación, similar a lo que ocurriría en Francia, se admite que se pueda dar
lugar a una revisión en casos que se genere una duda sobre la culpabilidad del condenado y
no necesariamente se acredite su inocencia. Más recientemente, Mañalich Raffo (2020, pp.
41-50) ha sostenido que los casos de condenas injustas procedimentales (letras a, b y e) ope-
rarían con independencia de que se acredite inocencia e incluso la causal de la letra d) que,
en su terminología, sería una causal de condena injusta sustantiva, admitiría su concesión en
la medida que se acredite con un estándar de preponderancia de evidencia la inocencia “in-
tensional” del condenado, es decir, frente a los cargos que fue acusado, aun cuando no lo
fuera necesariamente de cualquier cargo que podría imputársele a la luz de las circunstan-
cias fácticas del caso.
10
Esta investigación hace una revisión de los casos de la Corte Suprema entre los años 2007 y 2017, incluyendo
tanto los del sistema acusatorio como inquisitivo. Se trata de 550 casos con 53 acogidos (9,6%).
y 2016 (Duce Julio, 2018, comprendiendo sentencias entre los años 2007 y 2016). Esto reduci-
ría la posibilidad de obtener revisiones a casos muy evidentes de error.
En este contexto, debido a que la causal de mayor importancia práctica y, por lo mis-
mo, la que ofrece una posibilidad de obtener una anulación de la condena ejecutoriada es la
prevista en la letra d) del artículo 473 del CPP (2000), me detengo en ella. A las ya altas exi-
gencias expresadas normativamente en su redacción se suma una crítica, a partir del análisis
de su jurisprudencia, que sugiere que la Corte ha interpretado dicha causal de una manera
muy estricta, exigiendo incluso aspectos que no están previstos en el tenor literal del CPP
(Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño, 2018, p. 1213). Esto explicaría el que sólo en casos
extremadamente excepcionales los recursos de revisión sean acogidos por la Corte Suprema.
Como ya mencioné, en otra investigación se dio cuenta de que la gran mayoría de revisiones
acogidas por esta causal recaían sobre un tipo de error muy grave y problemático, pero a la
vez extremadamente básico, como lo es la condena de personas cuya identidad fue suplan-
tada (Duce Julio, 2017a).
Es interesante constatar que, a pesar de esta postura restrictiva, la Corte Suprema pa-
rece reservarse un ámbito importante de discrecionalidad al valorar los recursos para decidir
casos conforme a lo que percibe como situaciones de justicia material que debe corregir. Así,
en algunos de los casos en que ha concedido el recurso de nulidad por la letra d), de los po-
cos que no han sido por suplantación de identidad, no necesariamente ha sido consistente
con los altos niveles de exigencia planteados como regla general en la gran mayoría de los
recursos rechazados. En esta línea me parece que se inscribe, por ejemplo, el caso de Julio
César Robles Vergara (2014); para una revisión detallada del mismo, véase Duce Julio (2015,
pp. 160-164).
El primero surge a partir del texto de la letra d) que alude al caso en que “apareciere
algún documento desconocido en el proceso”. La Corte Suprema ha entendido que sólo
puede tratarse de documentos que existían durante el juicio pero que fueron desconocidos
en ese momento, excluyendo, por lo tanto, toda solicitud en la que el documento sea poste-
rior al juicio (Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño, 2018, p. 1219). También ha hecho exten-
siva la misma interpretación al caso de los peritajes (Fernández Ruiz y Olavarría Avendaño,
2018, pp. 1240-1243), cuestión que ha sido ratificada en fallos posteriores al trabajo citado
(véase Banco Santander Chile c/ Alejandro Luis Astorga Valdés, 2018, cons. 7). Esta interpreta-
ción generaría la paradoja, como los referidos autores también identifican, de que la prueba
que por excelencia ha sido utilizada en el ámbito comparado para exonerar a inocentes, co-
mo son los ADN, no serían admitidos en Chile por ser posteriores al juicio (Roxin, 2019, p.
692, indica este caso como ejemplo paradigmático del uso del recurso de revisión, tratándo-
se de la hipótesis de hecho o prueba nueva). De esta forma, estamos en presencia de una
interpretación que lleva a una situación ilógica de restricción de exoneración de una persona
inocente con una prueba de la más alta calidad disponible.
11
Estos autores también constatan que hay casos en los que la Corte ni siquiera analiza este elemento y concede
el recurso a pesar de que, en principio, podría argumentarse que no se trataba de un documento desconocido en
Tribunal Supremo español que frente a una regla muy similar a la nacional (artículo 954, no. 4
de la LECrim, anterior a su reforma del año 2015) había consolidado la idea de que por he-
chos o prueba “nueva” no sólo se admitían cuestiones novedosas en sentido estricto (produ-
cidas o generadas con posterioridad a la sentencia), sino también elementos existentes con
anterioridad e incluso conocidos por la defensa, en la medida en que no hubieran sido ale-
gados o producidos ante el tribunal sentenciador (Garciandía González, 2016a, p. 109; Gar-
ciandía González, 2016b, pp. 10-14; Igartua Salaverría, 2010, p. 3; Marchena Gómez y Gonzá-
lez-Cuellar Serrano, 2015, p. 562; Martínez Arrieta y Encinar del Pozo, 2016, p. 504; Serrano
Butragueño (2001, p. 6). En la misma dirección se habría pronunciado el Tribunal Constitu-
cional Federal Alemán sobre el punto (Mañalich Raffo, 2020, pp. 42-43). Incluso Roxin (2019,
p. 693) sostiene que el hecho o prueba pueden ser considerados nuevos cuando el tribunal
los conoció, pero los pasó por alto o malinterpretó en el juicio original.
la lógica de la misma Corte. De esta forma se trataría, también, de una exigencia que amplía los márgenes de
discrecionalidad de la Corte para resolver los casos.
haber sido determinante o debe habérsele asignado un valor significativo para fundar la
condena que se intenta revertir por vía del recurso de revisión (véase Martínez Arrieta y Enci-
nar del Pozo, 2016, p. 501; Gimeno Sendra, 2018, p. 683; Marchena Gómez y González-Cuellar
Serrano, 2015, p. 559; Vernego Pellejero, 2017, p. 85). Es decir, parece tratarse de una exigen-
cia un poco menor a la que plantea la Corte Suprema nacional en los fallos citados.
Menciono un último tema sobre el que Carbonell Bellolio y Valenzuela Saldias (2021,
pp. 65-66) han llamado recientemente la atención y que mostraría otra manifestación de una
tendencia de la Corte Suprema a aplicar de manera restrictiva las causales, especialmente la
de la letra d) que he venido analizando como ejemplo. Nuestra legislación no define con
claridad un estándar probatorio para entender acreditada la inocencia exigida por la causal.
En ese escenario, el camino seguido por la Corte Suprema ha sido el de exigir un estándar
alto o prueba de alto valor o fiabilidad, como relatan los autores en su estudio. Ellos propo-
nen, en cambio, que de acuerdo a la finalidad del recurso de revisión, un estándar adecuado
para dar por acreditada la inocencia exigida por la causal debiera ser el de preponderancia
de la evidencia (2021, p. 66), en la medida en que ella sería consistente con la idea de evitar la
condena de un inocente (el tema del estándar de prueba para acreditar las causales de la
revisión de una sentencia firme es objeto de importantes debates en el ámbito comparado;
para el caso de los Estados Unidos puede verse Plummer y Syed, 2012, pp. 287-292).
Por otra parte, normalmente la preparación de estas acciones requiere contar con al-
gunos recursos económicos o de otra naturaleza que permitan levantar la evidencia que
acredite la causal que se invoca ya que, como he visto, sin ella no hay ninguna posibilidad de
que se acoja en la actual redacción de las hipótesis de procedencia. Carbonell Bellolio y Va-
lenzuela Saldias (2021, pp. 67-68) han identificado una tendencia de nuestra Corte Suprema
a exigir prueba pericial para que se pueda acreditar la inocencia en base a la causal de la letra
d) del artículo 473 del CPP (2000). Esto supone que el recurrente que aspire a tener posibili-
dades de que su recurso sea aceptado debiera considerar esto como un elemento esencial
en su preparación, lo que naturalmente tiene aparejado costos económicos.
Se suma a lo anterior el hecho de que en muchos casos las condenas erróneas han im-
puesto penas que son bajas o que no son de cumplimiento en privación de libertad efectiva.
En esos casos, los incentivos para abordar un litigio complejo y costoso parecen no ser mu-
chos debido a la relación costo-beneficio existente y las bajas probabilidades de acogimien-
to. Los datos del sistema chileno muestran que la gran mayoría de sentencias definitivas
emanan de los procedimientos monitorios y simplificados, es decir, de delitos de menor en-
tidad. Por ejemplo, el año 2016, la suma de ambas superó el 75% del total de sentencias (Du-
ce Julio, 2019, p. 14). Recordemos que, además, como ya fue señalado, la evidencia compa-
rada muestra que tratándose de los delitos menores las probabilidades de condenas erró-
neas aumentan debido a un conjunto de factores que hacen que a su respecto los filtros y
controles de calidad sean menos intensos.
Cuestiones como las mencionadas hacen que, en el ámbito comparado, se estime que
los casos que llegan a una instancia de revisión y en los que se obtiene una exoneración sue-
len ser la punta del iceberg o, dicho en otras palabras, constituyen sólo una pequeña porción
de los casos de condenas erróneas efectivas (Findley, 2011, p. 918; Garret, 2011, p. 262). Se
trata de una materia que no ha sido objeto de investigación profunda en Chile y que con-
vendría explorar con más detalle en futuras investigaciones.
Vargas, 2011; Salazar y Vásquez, 2015). Comparto esta opinión. El estado de situación descri-
to da cuenta de que la revisión no pareciera estar entregando una oportunidad real de co-
rregir graves defectos del sistema para muchas personas que los han sufrido y que sabemos
por la evidencia disponible en la actualidad se presentan con cierta frecuencia.
En mi opinión, esto obliga a dar una nueva mirada al problema que nos permita contar
con un mecanismo que ofrezca mayor y mejor cobertura. Lo anterior supone la búsqueda de
un nuevo equilibrio entre la vieja tensión entre seguridad jurídica (finalidad de las decisiones
judiciales) y justicia, que históricamente ha estado detrás del diseño del recurso de revisión.
La balanza parece haber estado demasiado cargada hacia el primero de estos valores en
nuestro país y ello hoy genera problemas en un contexto donde sabemos que los sistemas se
equivocan más de lo que pensábamos y en el que la protección de los derechos de las per-
sonas afectadas en un proceso penal corre como un valor mucho más alto que en otras épo-
cas históricas de las que proviene nuestro diseño actual. Quiero cualificar los alcances de este
punto. Lo que identifico es la necesidad de abrir un debate que permita ampliar la cobertura
de nuestro actual mecanismo, pero ese debate deberá seguir considerando que la finalidad
de las decisiones judiciales (la cosa juzgada) cumple también un rol relevante para el sistema.
Mi postura es que el punto de equilibrio actual entre los valores que están en tensión no es
adecuado a las circunstancias actuales de nuestra sociedad y debiera moverse en la dirección
de entregarle más peso al valor de la justicia. Con todo, hasta dónde pueda moverse depen-
derá de una discusión que debiéramos tener considerando algunos de los aspectos identifi-
cados en este trabajo y otros que por su objetivo no he podido abordar.
En lo que sigue esbozo algunas alternativas y estrategias por medio a las cuáles se po-
dría recurrir para resolver el problema planteado.
obedecen a una cierta lógica que viene manifestándose en forma similar desde hace déca-
das. El nuevo CPP (2000) tampoco aprovechó la oportunidad de introducir innovaciones que
cambiaran de verdad dicha concepción, más bien permitieron que ella se solidificara. De otra
parte, si bien estas propuestas se hacen cargo de algunas de las limitaciones centrales en el
uso de la revisión, no cubren necesariamente todos los aspectos problemáticos identificados
en forma precedente. Por lo mismo, sin perjuicio del esfuerzo que es necesario realizar para
intentar avanzar interpretativamente, me parece estamos frente a un problema que requiere
una solución que en definitiva pasa por la introducción de una reforma legal que introduzca
cambios importantes a la regulación actual. Me dedico a esto en la sección siguiente.
Una primera cuestión que es indispensable abordar tiene que ver con un examen pro-
fundo de las causales o hipótesis de procedencia de la revisión incluidas en el artículo 473
del CPP. En esta dirección es necesario abrir las actuales letras c) y d) de manera de flexibilizar
su redacción y permitir una gama más amplia de situaciones de revisión. Para estos efectos,
me parece que la actual redacción de la LECrim, posterior a su reforma de 2015, podría ser un
punto de partida a observar (especialmente la redacción vigente del artículo 954, no.1 letras
a y d), ya que contempla una versión de las mismas en la lógica que he planteado, por ejem-
plo, al permitir la revisión sin que se acredite inocencia sino bastando que el hecho o ele-
mento de prueba nuevo hubiere determinado la absolución o una condena menos grave. En
el caso de la legislación alemana también se permite la procedencia de la revisión en caso
que se busque la aplicación de una pena más baja por problemas de determinación o por
causa de una capacidad de culpabilidad atenuada, es decir, aun en supuestos en los que no
se busca anular la condena original (Roxin, 2019, p. 691).
Más allá de las causales, la experiencia de la reforma española del año 2015 da cuenta
de que es indispensable también introducir cambios a los otros aspectos de la regulación de
la revisión pues, si no, se corre el riesgo de que el impacto sea menor. Un problema impor-
tante de la reforma del año 2015 que ha sido fuertemente criticado por la doctrina española
es que, más allá del artículo 954 de la LECrim (1882) que regula las hipótesis de procedencia,
no se introdujeron reformas ni a las reglas de procedimiento ni a las que regulan los efectos
del recurso de revisión. Esto ha generado un conjunto de incertidumbres y problemas de
orden práctico (véase Garciandía González, 2016b, p. 28, quien pone énfasis en materia de
efectos; Oubiña Barbolla, 2018b, pp. 953-954; Vernego Pellejero, 2017, quien pone énfasis en
los procedimientos; para un análisis detallado en materia de efectos: Garciandía González,
2016a, pp. 187-217; y en materia de procedimientos: Vernego Pellejero, 2017, pp. 207-225).
Esto es relevante de tener presente, ya que una reforma significativa a las causales de
procedencia del recurso también debiera ir acompañada en nuestro país de una restructura-
ción de las normas procedimentales (por ejemplo, de reglas como aquellas que regulan el
tipo de prueba que se puede utilizar en la tramitación de estos recursos 13) y aquellas que
establecen los efectos o consecuencias en casos que se acoja. Muy central debiera ser, en
12
En dicho caso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (2014) condenó al Estado de Chile por violación
de un conjunto de garantías que fueron vulneradas en los procesos penales llevados en contra de diversos loncos
mapuches, que concluyeron con condenas en su contra. Finalmente, el 26 de abril de 2019 la Corte Suprema se
pronunció por el mecanismo jurídico que utilizaría para dar cumplimiento a la sentencia del sistema interameri-
cano, optando por considerar que los fallos originarios habían perdido sus efectos. Se llegó a ello a través de una
construcción doctrinaria que no estuvo exenta de críticas debido a la carencia de regulación sobre la materia.
13
Sobre este punto, sostengo que lo óptimo sería eliminar las restricciones probatorias que contiene el CPP para
acreditar las causales de revisión, permitiendo que pueda ser presentado cualquier medio apto para producir fe y
regulando los aspectos de producción de prueba en el procedimiento.
una concepción más amplia de la revisión, reglas para regular el caso en que ella se pueda
acoger sin haberse acreditado en forma fehaciente la inocencia del condenado y, por lo tan-
to, con posibilidad de anular el caso para una potencial repetición del juzgamiento.
Otro tema de acceso se refiere a una mayor limitación a la Corte Suprema para recha-
zar de plano los recursos interpuestos. Me parece que la respuesta general antes de desechar
los casos sería establecer una instancia para completar o mejorar la presentación y funda-
mentación de los mismos. Debido a la gravedad de lo que está en juego en estos casos no
parece razonable que 9 de cada 10 revisiones ni siquiera llegue a un examen de mínima pro-
fundidad sobre el fondo.
Estas mejoras en el acceso que podrían ser resueltas de manera sencilla con cambios
menores de redacción legal, no se hacen cargo de un problema más profundo de obstáculos
al acceso que he revisado en el capítulo anterior. Para superarlos se requeriría, además de
reglas más favorables, la existencia de algunas estructuras institucionales de soporte que
permitan hacer más efectiva la posibilidad de revertir una condena errónea (ocupo la expre-
sión “estructuras institucionales de soporte” en el sentido sugerido por Michel, 2018, pp. 23-
28, en su trabajo sobre persecución penal privada en América Latina; donde se sostiene que
para que una institución legal, el derecho, pueda funcionar, no sólo requiere de estructuras
legales de soporte sino también de un contexto favorable y estructuras de soporte que favo-
rezcan su ejercicio). Una de las estrategias más recientes en esta dirección en el ámbito com-
parado ha sido la creación de las comisiones de inocencia. Si bien han sido establecidas con
muy distintos propósitos, pongo foco en aquellas cuya función central es la identificación de
casos potenciales de condenas erróneas para su reexamen y revisión (Roach, 2010, p. 91;
para el caso de los Estados Unidos, Cooper, 2014, pp. 198-200, identifica comisiones con tres
objetivos: corregir errores, proponer reformas sistémicas y programas de integridad). Su sur-
gimiento puede identificarse a partir de la década de los 90 del siglo pasado en contextos
similares: casos de alto perfil público de inocentes condenados generan debate sobre la ne-
cesidad de contar con mecanismos más eficaces para lidiar con ese problema. Las primeras
en crearse son las de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte el año 1997 (Criminal Cases Review
Commission, s.f.; véase al respecto: Belloni y Hodgson, 2000, pp. 185-195; Elks, 2008; Naugh-
ton, 2013, pp. 162-190; Hoyle y Sato, 2019), Escocia en 1999 (Scottish Criminal Cases Review
Commission, s.f.), y luego en Noruega el año 2004 (Roach, 2010; Cormack, 2018; Stridbeck y
Magnussen, 2012). Con posterioridad se incorpora la primera comisión de este tipo en los
Estados Unidos, en el Estado de Carolina del Norte en 2006 (North Carolina Innocence In-
quiry Commission, s.f.; véase también: Cooper, 2014, pp. 197-217; Mumma; 2014) y, muy re-
cientemente, la CCRC (Te Kāhui Tātari Ture-Criminal Cases Review Commission, s.f.) de Nueva
Zelanda cuyo inicio de funciones fue el pasado 1 de julio de 2020.
No puedo en este trabajo analizar en profundidad el detalle y el impacto que han teni-
do estas comisiones en los países que las han regulado 14, pero sí me interesa destacar cómo
una política seria para corregir condenas erróneas debiera mirar más allá de la sola regula-
ción del mecanismo jurisdiccional en que ello se concreta, pudiendo abarcar también la
14
En forma paralela en el mismo proyecto FONDECYT, el autor ha escrito un trabajo en el que presenta una des-
cripción detallada de ejemplos de regulación legal de la revisión en países como España, abordando con más
detalle el trabajo de las comisiones investigadoras (N. de E.).
Conclusión
A lo largo de este trabajo, he sostenido que la actual regulación y práctica del recurso de
revisión en nuestro país sería insuficiente para proteger adecuadamente a las personas que
son víctimas de condenas erróneas, debido a su carácter restrictivo. Estimo que el contexto
en el cual se generaron las reglas vigentes ha cambiado de manera significativa, sin que se
haya desarrollado un debate profundo en nuestro país que lleve a actualizar las definiciones
que originalmente fueron adoptadas por el Código de Procedimiento Penal de 1906 y luego
seguidas muy de cerca por el nuevo CPP. Entre otros factores que dan cuenta de este cam-
bio, está la evidencia comparada y nacional disponible sólo en las últimas décadas, la que
nos indica que este tipo de errores se producirían con más frecuencia que el que intuitiva-
mente se esperaría. Por otro lado, también han existido cambios enormes en nuestro diseño
procesal y la forma en que en el ámbito comparado se ha empezado a resolver esta vieja
tensión entre seguridad jurídica y justicia.
En este contexto, las líneas de acción para generar un cambio que permita una mejor
protección de las víctimas de condenas erróneas por sentencias firmes son múltiples, algu-
nas suponen reformas legales y otras incluyen nuevos diseños institucionales y recursos que
en la actualidad no destinamos a esta materia. No pretendo que este trabajo fije una única
ruta para encarar el desafío, tampoco que todas las cuestiones propuestas sean aceptadas.
Por cierto, no aspiro a que las ideas que he presentado puedan ejecutarse de un día para
otro. Lo que sí me parece clave es iniciar una discusión más profunda en esta materia que
permita que a mediano y largo plazo podamos contar con un equilibrio más razonable. Man-
tener la situación actual y hacer como que no tenemos un problema me parece insostenible.
Reconocimientos
Este artículo ha sido realizado en el contexto de ejecución del proyecto Fondo Nacional de
Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT) Regular N°1190016 “Mecanismos de correc-
ción y reparación de condenas e imputaciones erróneas: un análisis dogmático, empírico y
comparado”.
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Belloni, R. y Hodgson, J. (2000). Criminal injustice: an evaluation of the criminal justice process in
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