Lazarus Estrés en Psicoterapia
Lazarus Estrés en Psicoterapia
Lazarus Estrés en Psicoterapia
Resumen
El presente trabajo señala la pertinencia del modelo de afrontamiento de
Lazarus como marco de comprensión de las conductas de los sujetos. Analiza los
elementos de éste y plantea su valor como guía para el desarrollo de las
intervenciones terapéuticas.
Palabras clave: afrontamiento, estrategias de afrontamiento, estrés.
Abstract
In this work we wish to make up te significace of Lazarus´s coping
model like gideline for the understarning of behavior. Is made an analysis of tis
model components and signal its value like strategic gideline for psychoterapy.
Key words: coping, coping strategies, stress.
_______________
Dirección del autor: Equipo de Salud Mental Alcalá-Dos Hermanas. Hospital El Tomillar, Carretera de
Dos Hermanas a Alcalá s/n, Alcalá de Guadaira, Sevilla. Correo electrónico: fco.dionisio@eresmas.com
1
La validez que a nuestro juicio poseen los modelos centrados en la noción de afrontamiento
al estrés (Lazarus y Folkman, 1984; Bandura, 1986; Bandura, 1995), como marcos heurísticos de
comprensión estratégica de las conductas de los sujetos en su medio, justifica el que sean
especialmente relevantes para la planificación de las intervenciones psicoterapéuticas. Ello no
significa un abandono de lo que es una evaluación del problema desde una análisis funcional y
desde una valoración clínica, elementos necesarios para su definición y comprensión en el
presente y la biografía del sujeto. Aportan a lo anterior una profundidad estratégica y permiten una
planificación integrada de las diferentes intervenciones, valorando su pertinencia para el
afrontamiento en un plan individualizado.
Como ya señalamos en un trabajo anterior (Casado Cañero, 1998), la inclusión del quehacer
de los psicólogos clínicos en un sistema sanitario público exige el desarrollo de una intervención
válida y relevante socialmente, no sólo referida a la necesidad ética de ofrecer unos tratamientos
eficaces para los problemas de salud presentes, sino en el sentido de aumentar la competencia,
ofreciendo a los ciudadanos un conjunto de conocimientos y habilidades eficaces para la
comprensión y manejo de sus conflictos, problemas y vivencias futuras. Para ello, consideramos
necesario el hacer explícito y delimitar de una forma teóricamente clara, el marco a partir del que
analizamos la conducta de los sujetos, y que orienta las diferentes intervenciones terapéuticas,
dotándolas de una profundidad estratégica.
Este requisito creemos que no está definido en el momento presente de nuestra disciplina.
Poseemos de un lado, unos extensos y bien fundamentados científicamente desarrollos teóricos
básicos, y de otro, hay un conjunto de técnicas terapéuticas y de evaluación de conductas que
resultan, a tenor de la literatura, eficaces en el tratamiento de problemas de salud (OMS, 1991;
Pérez Álvarez y Fernández Hermida, 2001). Sin embargo, la conexión teórica con los principios
básicos en muchos casos no está explicitada y se hace generalmente a posteriori, siendo
desarrollados ad hoc los marcos teóricos que justifican las diferentes técnicas. Ello lleva a la
existencia de esquemas eficaces para la comprensión de una intervención, pero limitados a ésta y
centrados tan sólo en los aspectos considerados relevantes para ella, lo que hace que los
profesionales valoren como diferentes, intervenciones que desde un punto de vista formal utilizan
los mismos elementos pero con diferente énfasis en cada uno de ellos. Un ejemplo claro lo
tenemos en la valoración de las diferencias entre la Reestructuración Cognitiva de Beck, (Beck,
Rush, Shaw y Emery, 1979) y la Terapia Racional Emotiva Conductual de Ellis (Ellis, 1996 y
Ellis y Blau, 1998, en las versiones más recientes de su modelo). Por ello, creemos pertinente la
presencia de modelos teóricos que cubran ese hiato, que establezcan la relación entre la teoría e
investigación básica en nuestra disciplina y las diferentes intervenciones con sus desarrollos
teóricos correspondientes.
Para el modelo la noción de estrés sigue anclada en su acepción original, la resistencia que
el organismo ofrece a los estímulos, su capacidad de adaptación, entendida tanto en la
modificación del medio como en el ajuste dinámico de la propia estructura. Otro elemento que las
críticas parecen obviar es que estamos ante un modelo cognitivo, olvidándose de la centralidad
que en este proceso dialéctico posee la evaluación cognitiva, tanto de la situación como de los
recursos del sujeto. Asimismo llama la atención, dentro de los argumentos usados por las críticas,
2
el acento puesto en la valoración de unas determinadas estrategias de afrontamiento como mejores
que otras a priori, algo que choca con la clara abertura antropológica, cultural y situacional del
modelo. Todo ello nos habla de la necesidad de adaptar a un modelo que se considera válido, y da
supuesta credibilidad teórica a unos esquemas y unas concepciones nacidas en otro ámbito.
Para nosotros el elemento clave, radical del modelo, es la ubicación del objeto de estudio en
la relación de los sujetos con su medio, básicamente social. La valoración del sufrimiento como
resultado del desequilibrio entre los recursos del sujeto, tanto objetivos como percibidos, y las
demandas, igualmente percibidas y objetivas, de su entorno. Y la percepción de los esfuerzos de
ajuste tanto en la modificación de las condiciones del medio como de su evaluación de sí mismo y
su vivencia de la realidad. También posee las cualidades que a continuación describimos, que le
otorgan un alto grado de utilidad para hacer frente a los retos antes descritos:
3
más relevantes y legítimos de nuestra cultura, lo que lo hace fácilmente explicable al
paciente. Ello facilita su interiorización y la puesta en marcha por parte de éste de
procesos autónomos de comprensión y modificación de sus problemas. Incide en el
sujeto como ente autónomo y activo, se centra en su capacidad de autoeficacia, lo que
permite su devenir en protagonista de un proceso de cambio centrado en el manejo, a
través de sus propios recursos y valores, de los conflictos y retos que atañen a su
biografía.
7. Por último su anclaje con una prolongada y antigua tradición filosófica. Si bien este
argumento puede parecer peregrino en una época en que las publicaciones científicas
busca apoyo en referencias tan recientes como sea posible, tiene el valor de entroncar
con tradiciones y conceptos fundamentales y radicales de nuestra tradición cultural.
Ello permite que sea válido para explicar y entender nuestras conductas como
europeos, ya que adquieren sentido y son valoradas desde y en los parámetros de
nuestra tradición cultural y de civilización. A nuestro juicio entronca con la tradición
que arranca con Sócrates y, a través de los cínicos y los estoicos, configura una
corriente de pensamiento moral fundamental en la percepción de nuestra cultura,
desde la época helenística, de la conducta humana y de su sentido. Tanto en el acento
puesto en el sentido de la acción, su virtud, entendida ésta como fortaleza (capacidad
de acción) dirigida a un propósito, como en la relevancia que posee en el nacimiento
de nuestros afectos de la valoración que hacemos de los sucesos y el compromiso que
establecemos con los hechos que nos rodean (Bracht Branham y Goulet-Cazé, 1996;
Rist, 1969).
Ello hace que sea un modelo de clara índole cognitiva, en el que es fundamental la
función perceptiva de atribución. El valor que otorgan los sujetos, mediante cogniciones a través
de la que evalúan los sucesos.
4
- Si esta demanda es irrelevante, no afecta al sujeto, y por tanto, no significa un
compromiso físico, ni personal, ni social. No da lugar a respuesta orden emocional.
- Si por el contrario es relevante, la situación novedosa en el medio significa un
compromiso, una alteración de la homeostasis del sujeto, ya sea en el ámbito físico,
personal o social. Constituye una situación de estrés para el sujeto y provoca la
fijación de la atención en la misma, dando lugar a un proceso de evaluación y
preparación para una respuesta de adaptación.
• Desafío o reto. El sujeto considera que sus recursos son suficientes para hacer
frente a la situación. Esta situación moviliza los recursos del mismo y genera
sentimientos de eficacia y de logro.
• Amenaza. El sujeto considera que no posee recursos para hacer frente a la
situación, se siente desbordado por ella. Genera claras respuestas ansiosas. Su
actividad de afrontamiento se deteriora. Se torna poco eficaz, oscilando desde
una actividad caótica, frenética y poco organizada, a la simple inactividad. Es
significativo el deterioro de las funciones de evaluación y la regresión hacía los
patrones más primitivos y menos elaborados de conducta. En este contexto es
donde se sitúa la patología, tanto ansiosa como depresiva. Para el modelo de
afrontamiento la respuesta ansiosa es una respuesta de anticipación, mediada
cognitivamente, en la que el sujeto anticipa la amenaza, la incapacidad de hacer
frente a ella. Es importante el acento que se pone en la percepción de
imposibilidad de control, que para este modelo es el elemento esencial en la
explicación de la patología. No tememos tanto a las situaciones, como a la
sensación de no poder hacer nada por controlarlas. Vinculando de este modo
estrés, que es la simple percepción de demanda a la que es sometido el
organismo, con la angustia y con la ansiedad.
El proceso de afrontamiento que hemos descrito tiene dos vertientes claras, referidas al
foco de actuación del sujeto, sobre su percepción y sentimientos o sobre la situación misma. Así
surgen dos formas diferenciadas, e idealmente complementarias, de afrontamiento:
5
eficacia, y a claros sentimientos de gozo y alegría. Algo ya señalado por Spinoza en su
Ética. El proceso implica un refuerzo del papel del sujeto en su entorno, tanto social como
personalmente, facilitando una disposición anclada en la valoración de autoeficacia ante
futuros retos.
Cómo habrán podido deducir, el modelo nos ofrece una serie de elementos que permiten
orientar la intervención a realizar, incidiendo de modo específico sobre la problemática
presentada por el sujeto. A modo de resumen presentamos el siguiente esquema:
6
En esta área es objeto de valoración los compromisos del sujeto, la realidad de la
percepción que éste tiene de esa área como fundamental para su equilibrio personal. Para ello es
necesario valorar su biografía, los esquemas a través de los que articula su inteligencia social
(muy vinculado con los esquemas disfuncionales tempranos), los valores culturales, etc. De este
análisis podemos obtener:
1. Una demanda del medio que afecta a intereses relevantes del sujeto. Hemos de evaluar
el grado de pertinencia de la percepción del sujeto. Hasta que punto es sobre-valorada la
implicación que posee. Siendo posible plantear estrategias dirigidas a la emoción aún el
caso de que el compromiso sea grave y vital. Ejemplos de ello pueden ser encontrados
en la conocida trilogía de Primo Levi (Turín 1919-1987) sobre sus vivencias en el
campo de exterminio de Auschwitz en los años 1944-45, o en el libro de Semprum sobre
éstas en Buchenwald. Por no hablar de lo que significa la práctica clínica ante
situaciones de duelo. En tales casos se actúa sobre la evaluación primaria del sujeto.
Ello nos muestra hasta que punto hay una relación mutua entre la evaluación de
compromiso que significa la situación y la evaluación primaria de la misma.
2. Una demanda que no afecta a intereses relevantes del sujeto, o los afecta de modo
tangencial o poco relevante. Situación en la que es importante ayudar al sujeto a
reevaluar las claves usadas en la valoración y la jerarquía de sus compromisos. Aquí
también actuamos sobre el proceso de evaluación primaria.
En ambos casos valoramos como técnicas que pueden ser más útiles: Reestructuración
Cognitiva o Terapia Racional Emotiva Conductual en un afrontamiento dirigido de forma
prioritaria a la emoción.
La evaluación que realiza el sujeto del nivel del compromiso hará que considere la
situación como irrelevante, con lo que plantea ningún problema y deja de ser atendida, o
relevante a sus intereses y bienestar, continuando el proceso de evaluación. En la mayoría de las
situaciones se realiza de un modo paralelo a la evaluación primaria de la situación en sí. Es
importante de cara al trabajo terapéutico la diferenciación de ambos procesos, y enseñar al
sujeto a distinguirlos. Ello nos permitirá una intervención específica en ambos focos: el grado
de compromiso y la situación como tal.
7
por ello explorar la presencia de esquemas disfuncionales o errores cognitivos. Así
como conocer los recursos presentes en el paciente, a fin de valorar la necesidad de
aprendizaje de nuevos repertorios conductuales y/o facilitar el uso de recursos sociales e
institucionales.
Como se puede deducir, en todas las intervenciones a nivel conductual se incide en estos
dos procesos. Éstas tienden a modificar la valoración poco realista, poco ajustada, tanto de la
situación como la valoración que tiene el sujeto de sus propios recursos y capacidades. Factor en
que inciden de modo claro técnicas como la Reestructuración Cognitiva de Beck y la Terapia
Racional Emotiva Conductual de Ellis, centradas en los mecanismos por los que los sujetos
generan emociones negativas, disfuncionales a partir de una evaluación poco racional, ajustada
de la realidad. Todas ellas añaden repertorios conductuales al sujeto para hacer frente a la
situación, ya sea mediante el aprendizaje de habilidades de relación social, de resolución de
problemas, como de respuestas alternativas a las disfuncionales o de respuestas de control de la
ansiedad, con ello no sólo modifican la evaluación secundaria, sino que modifican la valencia
que posee la situación para el sujeto, modificando tanto la situación, como el afecto vinculado a
ella.
Para finalizar tan sólo señalar nuestro deseo que este artículo, nacido de la unión de la
reflexión sobre un modelo teórico y la práctica clínica en un dispositivo de atención a la Salud
Mental en el Sistema Sanitario Público de Andalucía, sirva de acicate para un debate teórico y
clínico sobre la intervención, el desarrollo de estrategias terapéuticas, y lo que podemos aportar
los psicólogos clínicos a los Sistemas sanitarios públicos.
8
Referencias
9
Luria, A.R. (1974). Los procesos cognitivos: análisis socio-histórico. Barcelona: Fontanella,
1980.
Luria, A.R. (1979). Conciencia y lenguaje. Madrid: Aprendizaje-Visor, 1984.
Marks, I.M. (1987). Miedos, fobias y rituales. Barcelona: Martínez Roca, 1991.
Meichembaum, D. (1985) Manual de inoculación de estrés. Barcelona: Martínez Roca,
1987.
Miller, S. y Seligman, M.E.P. (1982). El modelo reformulado del desamparo y la depresión:
evidencia y teoría. En R.W.J. Neufeld (Ed.), Psicopatología y stress. Barcelona:
Toray S.A., 1984.
Millon, T.H. y Davis, R.D. (1996). Trastornos de la personalidad: más allá del DSM-IV.
Barcelona: Masson, 1988.
Moix, J. (1990). Estrategias de afrontamiento: consideraciones críticas sobre su concepto.
Psicologemas, 4, 193-205.
O.M.S. (1991) Evaluación de los métodos de tratamiento de los trastornos mentales.
Ginebra: O.M.S., Serie de informes técnicos.
Pérez Álvarez, M. y Fernández Hermida, J.R. (2001). El grano y la criba de los tratamientos
psicológicos. Psicothema, 13(3), 523-529.
Perona Garcelán, S. y Galán Rodríguez, A. (2001). Estrategias de afrontamiento en
psicóticos: conceptuación y resultados de la investigación. Clínica y Salud, 12(2),
145-178.
Pinker, S. (1994). El instinto del lenguaje: cómo crea el lenguaje la mente. Madrid: Alianza
Editorial, 1995.
Rehm, L.P. (1977) A self-control model of depression. Behavior Therapy, 8, 787-804.
Rist, J.M. (1969). La filosofía estoica. Madrid: Crítica, 1995.
Shaw, B.F. (1982). Stress y depresión una perspectiva cognitiva. En R.W.J. Neufeld (Ed.),
Psicopatología y stress. Barcelona: Toray S.A., 1984.
Vygostki, L.S. (1982). Pensamiento y lenguaje. En L.S. Vygostki, Obras Escogidas.
Madrid: Visor, 1993.
Werstch, J.V. (1985). Vygostky y la formación social de la mente. Barcelona: Paidós.
Young, J.E. (1999). Cognitive therapy for personality disorders: An schema focused
approach (3ª edición). Sarasota FL: Practitioner´s Resource Series.
Zubin, J. y Spring, B. (1977). Vulnerability a new view of schizophrenia. Journal of
Abnormal Psychology, 86, 103-126.
10