Clase 1 Lengua

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Escuela Normal Superior Justo José de Urquiza

MATERIA: Lengua y Literatura


DOCENTES: Sandra Depietro, Vanesa Marzzan, Ángeles Morchio, Tania Ochoa, Verónica
Sturniolo.
CURSO: 5tos años, turnos mañana, tarde y noche.
CLASE Nº 1

TEMA: RECURSOS DE COHERENCIA Y COHESIÓN

OBJETIVOS:
- Recuperar saberes sobre texto, condiciones de textualidad.
- Recuperar el concepto de coherencia.
- Recuperar las estrategias o recursos de cohesión: elipsis, referencia,
sinonimia, hipónimos-hiperónimos, conexión.
- Recuperar el concepto de literatura, cuento y géneros literarios.
- Participar en una situación de lectura literaria. Interpretar y dar sentido al relato.

APRENDIZAJES Y CONTENIDOS:

EJE: Reflexión sobre la lengua (sistema, normas, usos), los textos escritos y
mediáticos
● Valoración de la riqueza de la lengua a través del análisis, corrección y
aplicación de recursos de cohesión y coherencia.
● Aprecio por la organización del texto en forma coherente utilizando
procedimientos de cohesión y coherencia.
● Utilización correcta de signos de puntuación, ortografía y caligrafía.
● Revisión y reescritura de textos propios. Uso de formas impersonales. Uso de
elementos de cohesión. Conectores.
● Producción de textos con coherencia y cohesión, utilizando mecanismos
semánticos y formales: sinónimos, hipónimos e hiperónimos, elipsis, referencia
y conectores. Incorporación progresiva de oraciones complejas (subordinadas
causales y consecutivas).

EJE: Literatura
● Participación en situaciones de lectura de obras consagradas de la literatura
universal.
● Identificación de rasgos formales propios del discurso literario: personajes,
lugar, tiempo, narrador, historia.
● Identificación de características del género terror.

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● Inferencia de sentidos implícitos. Interpretación de la obra según el contexto de
producción y de recepción.

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Propuesta de Actividades

Los recursos de coherencia se utilizan para evitar que las palabras se repitan por
segunda o tercera vez en un texto de manera innecesaria, ya que generan confusión y
por lo tanto, el escrito queda incoherente.
Los recursos que podemos utilizar son los siguientes:

1) PRONOMBRES:
Personales: yo, me, conmigo, tú, te, vos, él, ella, le; lo, las, los, nos, ustedes.
Ejemplo: Luciana participó de las Olimpiadas de Matemáticas, ella ganó el segundo
lugar.

Demostrativos: éste, ésta, esos, esas, aquel, aquella, aquellos, aquellas.


Ejemplo: Juan se compró una computadora de última generación. Ésta la compró en
una tienda por internet.

Posesivos: mío, mía, nuestro, nuestra, nuestros; nuestras, tuyo, tuya, tuyos, tuyas,
suyo, suya, suyos, suyas, su.
Ejemplo: La bestia observaba desde los árboles a los seres humanos. Su olfato y su
vista no se apartaban de las huellas de las personas.

2) SINÓNIMOS: son palabras o expresiones con el mismo significado, pero de


diferente forma. Por ejemplo: lindo, bello, hermoso.
Ejemplo: Los alumnos visitaron el museo de Bellas Artes. Luego, los estudiantes
realizaron un trabajo sobre las muestras pictóricas.

3) GENERALIZACIÓN:
HIPÓNIMOS: Elementos particulares. Por ejemplo lechuga, zanahoria y cebolla.
HIPERÓNIMOS: conjunto de elementos de la misma clase.
Por ejemplo: de lechuga, zanahoria y cebolla, el hiperónimo es VERDURA.
Por ejemplo: Agustín fue a la verdulería a comprar bananas, manzanas y naranjas. Él
se molestó con el verdulero, ya que la fruta que le ofrecía, estaba en mal estado.

4) ELIPSIS: consiste en suprimir u omitir una palabra o expresión del texto que se
repita por segunda vez de manera innecesaria. Porque se entiende que lo que se dijo
o está escrito anteriormente es exactamente lo mismo que quiero decir en el presente
de la enunciación.
Por ejemplo: Ana y Juliana cumplen 15 años el próximo mes. [E] Están pensando en
cómo serán sus vestidos.

5) CONEXIÓN: Permite explicitar, por medio de elementos lingüísticos denominados


conectores, relaciones entre partes de un texto. Según la relación que establecen, los

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conectores se clasifican de la siguiente manera: aditivos ( suman elementos como y,
ni, que), adversativos (oponen ideas como pero, sin embargo-), causales (señalan
una relación causal entre partes del texto- porque, ya que-), consecutivos (introducen
una relación de consecuencia- por lo tanto, por eso, en consecuencia, por
consiguiente-), etc.; disyuntivos (indican elección- como o/u), temporales ( indican
tiempo- entonces, cuando, ahora, etc.).

Actividad 1

Elaborá dos ejemplos estableciendo el vínculo entre dos oraciones utilizando algún
recurso de cohesión.

Por ejemplo: “María pedía a gritos que la ayudaran pero nadie la escuchaba”.

Actividad 2

Uní las oraciones con los conectores que cumplan la función requerida.

- Algunas personas no cuentan con un ingreso de dinero que les permita


satisfacer todas sus necesidades, .................................. (consecuencia)
recurren a trabajos informales e ilegales.
- Le dijo que no era la persona adecuada para ella, que no tenía
educación ........................ (suma) que no la respetaba.
- La vegetación se renueva ................................. (causa) las condiciones
naturales de humedad y temperatura.

Actividad 3

A partir de estas oraciones, producí un texto con coherencia y cohesión. Podés


suprimir las oraciones que consideres innecesarias.

Joaquín Salvador Lavado alias Quino.


Joaquín Salvador Lavado nace en 1932.
Joaquín Salvador Lavado es hijo de inmigrantes españoles andaluces.
Joaquín Salvador Lavado nace en la ciudad de Mendoza.
Joaquín Salvador Lavado nace el 17 de julio.
Joaquín Salvador Lavado es sobrino de Joaquín Tejón.
Joaquín Tejón es pintor y dibujante publicitario.
Joaquín Salvador Lavado se llamó Quino para distinguirse de su tío.
Joaquín Salvador Lavado decide inscribirse en la escuela de Bellas Artes.
Joaquín Salvador Lavado se inscribe en la escuela de Bellas en 1945.

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Joaquín Salvador Lavado abandona la escuela de Bellas Artes en 1949.
Joaquín Salvador Lavado decide ser historietista.
Joaquín Salvador Lavado publica su primer libro de humor en 1963.
La primera revista de humor se llamaba ‘Mundo Quino’.
Mafalda aparece publicada por primera vez en 1964.
Mafalda aparece por primera vez en ‘Gregorio’.
Mafalda se muda al diario ‘El Mundo’ en 1965.
Mafalda es publicada en libro por primera vez en 1966.
Jorge Álvarez es el editor del primer libro de Mafalda.
Mafalda se publica en el extranjero en 1969.
La primera traducción de Mafalda fue al italiano.
Mafalda es editada por Ediciones de la Flor desde 1970 en adelante.
Joaquín Salvador Lavado dejó de publicar la tira Mafalda en 1973.
La ciudad de Mendoza lo nombra ciudadano ilustre en 1988.
El libro “Todo Mafalda” es publicado en 1993.
Mafalda es el personaje más exitoso de sus creaciones.
Joaquín Salvador Lavado recibe innumerables premios.
Joaquín Salvador Lavado expone su obra en el país y en el mundo entero.

Actividad 4:

Elaborá un texto de un tema de interés. Para ello deberás utilizar algunos de los
procedimientos de coherencia y cohesión ( sinonimia, uso de pronombres, elipsis,
conectores, etc.).

Actividad 5:

Literatura

1. ¿Qué les dice el título? Ya desde el título se puede ver la presencia de


un recurso literario, piensen y escríbanlo según su interpretación.

Muero contento

Cabral da dos, tres, cuatro vueltas sobre sí mismo. Se siente mareado y


aturdido: se siente como cuando ha tomado demasiado, lo que no quiere decir
que haya tomado demasiado esta vez. Está, en verdad, tan confundido, que

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cuando trata de pensar si ha tomado o no ha tomado demasiado la noche
previa, no logra siquiera acordarse de qué cosas hizo en las horas anteriores.
Hay mucho ruido y mucho humo en todas partes y Cabral se encuentra
verdaderamente desorientado. Siendo él una persona de aceptable poder de
ubicación, podían preguntarle en medio de las sombras en qué dirección
quedaba el Paraná o en qué dirección quedaba el convento, y él hubiese
contestado sin vacilar y sin equivocarse. Pero ahora no consigue ni tan sólo
establecer el lugar exacto del sol en el cielo. Gira atontadamente, con lentitud,
con un raro vértigo aletargado, procurando determinar un lugar de referencia
en medio de tanto alboroto.
Una palabra da vueltas en su cabeza, como da vueltas él, Cabral, en medio de
la madrugada y del griterío generalizado. Él mira y mira y mira y en la cabeza
tiene rondando la palabra donde. Primero le suena como un nombre, como si
se estuviese acordando de alguien, como si estuviese extrañando a una mujer.
Después se da cuenta de que no, de que ese donde que le suena y le resuena
en la cabeza no es un nombre, sino una pregunta, y entonces Cabral, no sin
confusión, reconoce que lo que merodea sus pensamientos no es la expresión
donde, sino la expresión ¿dónde?, lo cual representa dos o tres variaciones de
sentido o de matices que Cabral está en condiciones de presentir, pero no de
definir con nitidez.
Sólo entonces, y no con total claridad, Cabral advierte que esa especie de voz
interior que le grita y a la vez murmura: ¿dónde? ¿dónde? ¿dónde?, es en
cierta manera el efecto o la consecuencia de otra voz, exterior en este caso,
que es puro grito y ni remotamente murmullo, y que le dice: ¡acá! ¡acá! ¡acá! Es
como una especie de diálogo, por así decir, aunque para ser un diálogo en el
sentido estricto del término la voz interior de Cabral debería convertirse en
exterior. De la manera en que están las cosas, el diálogo es diálogo solamente
para Cabral; para el otro, para el que lo llama a gritos, es otra cosa que Cabral,
inmerso en el caos de caballos y de sables, no termina de precisar.
–Acá, acá, acá –grita el otro. Acá, sí, ¿pero dónde? – piensa Cabral. Yo
también estoy acá. Todos estamos acá. Lo que Cabral tiene que resolver, y
con premura, es cuál es el allá de ese acá que le están gritando. Pero en
medio de tanto moribundo ni siquiera él, que habitualmente se ubica con
facilidad aún en terrenos desconocidos, tiene idea de su situación.
–¡Acá, acá, la puta madre! –grita el otro. Y grita, esa vez, en un momento en el
que en el lugar donde Cabral da vueltas sobre sí mismo, y en sus
inmediaciones, no hay, por casualidad, ningún otro grito, ni quejido de

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moribundo ni relincho de caballo. Entonces Cabral escucha con un aceptable
grado de nitidez y, para su sorpresa, cree reconocer la voz. En un primer
momento lo que experimenta es alivio. Es lógico que alguien que se siente tan
absolutamente perdido y solo en medio de siluetas extrañas encuentre alivio en
el hecho fortuito de reconocer una voz. Pero pronto retorna todo el humo y todo
el ruido y Cabral ahora no sólo se pregunta ¿dónde? sino ¿quién?
Al parecer ahora está quieto. Es una suposición, nada seguro: al parecer, está
quieto. Pero también es posible que siga dando vueltas como estuvo dándolas
durante quién sabe cuánto tiempo, y que ahora todo su entorno, la batalla
entera, haya comenzado a girar en el mismo sentido que él, y a la misma
velocidad, y al mismo tiempo, y que el resultado de todo eso sea que Cabral
crea que por fin se quedó quieto, cuando en verdad sigue dando vueltas como
al principio.
A Cabral le parece decisivo resolver esta cuestión, sólo él sabe por qué. Pero
antes de que consiga hacerlo -aún más: antes de que consiga comenzar a
hacerlo- una cara cruza por su mente y lo distrae del asunto de si giraba o si
estaba quieto. Cabral imagina la cara, o la recuerda, pero con tanta certeza
que cree que la ve. ¿Dónde? ¿dónde? ¿dónde? -vuelve a pensar, casi
obnubilado, y después de un rato, no es posible saber si largo o corto,
comprende que la cara no responde a ¿dónde?, sino a ¿quién?
Cabral consigue asociar la voz y el rostro, cosa que puede parecer no tan
meritoria para aquel que no se encuentra en una situación de desconcierto
como ésta que a él lo embarga. Reconocer la voz le produjo alivio, pero
reconocer el rostro lo sobresalta: ¡es él! –se dice, liberado de la pregunta
¿quién? pero infinitamente más abrumado por la pregunta ¿dónde? Es él, nada
menos, y lo está llamando. ¡Acá! ¡Acá! ¡Carajo! –le grita, y Cabral no tiene idea
de nada.
Es tanta la desesperación que siente que le entran ganas de llorar. Más grita el
otro y él menos sabe qué hacer. ¿Llorar es de mujeres? ¿Llorar es de
maricón? Atribulado Cabral se hace visera sobre los ojos, pero es inútil: no es
el sol lo que le molesta, no es un reflejo lo que le impide ver, sino el humo de
los cañones y los gritos de los que se desangran. ¿Qué imagen brindaría un
sargento llorando en el campo de batalla? Cabral se avergüenza de sólo
pensarlo. Pero después recapacita: si él no puede ver a los otros por culpa del
humo, ni siquiera a los que le pasan cerca, ni siquiera al jefe que le grita y a
quien él trata de ver, entonces, descubre conmovido, tampoco los otros pueden
verlo a él. Ahora no le parece tan mal estar un poco solo. La vida de campaña

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tiene eso: que uno siempre está con un montón de gente. Todo el tiempo
rodeado de soldados que cuentan historias alrededor del fogón: llega un punto
en que uno quiere quedarse un poco solo.
Y bueno, piensa Cabral, no con tanta claridad: ahora estoy solo. Es un
pensamiento precario, y aun así Cabral llega a darse cuenta de que la soledad
que siente no es la mejor que pudiera pedirse. Está solo, es verdad, o está
como si estuviera solo, sí, pero con tanto ruido y tanto humo y tanta muerte que
ni siquiera puede disfrutar del campo y sentarse a reflexionar sobre algún tema
que le interese. Nada de eso: tiene que ubicar el acá desde donde le gritan, y
tiene que ubicarlo con urgencia porque el que grita es el jefe. ¡Acá! ¡acá! –le
grita de nuevo–. ¡Cabral, no sea marmota!
Cabral se atribula aún más: ¿eso lo pensó o se lo dijeron? ¿Fue la voz exterior
o la voz interior la que dijo esa frase terrible? No logra estar seguro. Las
batallas definitivamente lo aturullan. Si fue la voz interior, el asunto no es grave:
Cabral, como todo el mundo, por otra parte, tiene el hábito de hablarse a sí
mismo y de dedicarse pequeños insultos. Mirá que sos boludo, Cabral, se dijo,
por ejemplo, a sí mismo, por supuesto que cariñosamente, la noche en que
tratando de deducir la dirección en la que estaba el Paraná se cayó a una
zanja. Es que él siempre trataba de saber adónde se encontraba. Y ahora,
precisamente ahora, cuando más lo deseaba en su vida, no podía establecerlo.
Pero, ¿ese marmota lo pensó él, para sí mismo, o se lo dijeron desde afuera?
Si se lo dijeron desde afuera, entonces verdaderamente había de qué
preocuparse. Porque la voz que lo dijo -claro que él podría haberse hablado,
interiormente, con la voz del otro- era la misma que gritaba todo el tiempo ¡acá!
¡acá!; es decir que era la voz del jefe. Y había, todavía, algo peor. Cabral se
estremece. ¿Él recordaba mal, cosa nada improbable en medio de tanto
aturdimiento, o la voz había dicho: Cabral, no sea marmota? La voz lo había
nombrado. Si se trataba de la voz interior, todo estaba en orden: Cabral
siempre se llama a sí mismo Cabral cuando se hablaba internamente. Pero si
la voz vino de afuera, y Cabral ya sabe que la voz que viene de afuera es la
voz del jefe, eso significa que si lo nombró es que lo reconoció. Y que, deduce
Cabral, a pesar de tanto espanto, si lo reconoció es porque pudo verlo. Si él
puede verme, sigue, tratando de clarificar su panorama, entonces yo tendría
que poder verlo a él. Es reconfortante razonar con tanta lógica, pero lo cierto es
que no puede verlo. ¿Dónde? ¿dónde? ¿dónde? -piensa otra vez. A Cabral,
dadas las circunstancias, no le parecen para nada injustificadas las ganas de
llorar. ¿Cómo soportar tanta impotencia? Llorar, o, mejor dicho, cierta forma de

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llorar, ¿no es también cosa de hombres? Quien sabe, piensa con desdicha. Al
parecer, se encuentra otra vez girando sobre sí mismo, aunque no es
descabellado suponer que siguió así todo el tiempo y que lo que ahora sucede
es que la batalla ya no gira al mismo ritmo que él, y entonces él puede darse
cuenta de que da vueltas. Todo esto le da más ganas de llorar. Pero se
aguanta. ¿Cómo se vería -y, si la voz era exterior, a él lo están viendo- un
sargento llorando en el campo de batalla?
Cabral se aguanta de llorar. Aguantarse significa hacer fuerza en el
momento mismo en el que la garganta se atasca y las lágrimas le vienen
raudamente hacia los ojos. El resultado de esta contradicción es que las
lágrimas se quedan en los ojos, en el borde de los ojos. No se quedan adentro
-¿adentro de dónde? ¿de dónde vienen las lágrimas? ¿están ya en el ojo? ¿le
vienen a uno del alma?-, pero tampoco se caen decididamente hacia fuera, a
rodar por las mejillas, a correr entre los mocos. A Cabral las lágrimas se le
quedan en el borde de los ojos y entonces, milagrosamente, le funcionan como
pequeñas pero incomparables lentes de aumento. Ahora Cabral ve, aunque
sigue el humo y el remolino por todas partes. Con alguna zona difuminada, es
cierto, pero ve. Y ve el quién (el quién ya lo sabía, porque reconoció la voz) y
ve también el acá. El acá no era tan allá como pudo haber pensado: está
bastante cerca y no será difícil hacer un mismo acá del acá del jefe y del suyo
propio.
Ahora Cabral quiere llorar, se lo propone decididamente, se esmera en
ello. Ya no es un llanto que avergüence: es un llanto destinado a servir a la
patria. Pero las lágrimas no vuelven ahora, cuando más se las necesita. Cabral
trata entonces de orientarse hacia la dirección en la que vio al jefe. Camina,
cree, en ese sentido, y en una línea más o menos recta. El humo se entreabre
en un momento determinado, o posiblemente Cabral ha vuelto a lagrimear sin
proponérselo en este caso y tal vez sin darse cuenta siquiera.
El asunto es que vuelve a ver al jefe, y lo ve tan cerca, que ya puede
prácticamente decirse que están los dos en el mismo acá. Pero la escena que
ve Cabral es rarísima: en lugar de estar, como era digno de esperarse y como
todos los retratos habrían de evocarlo, el gran jefe sobre su caballo, está,
¡quién lo diría!, el caballo sobre el gran jefe. Una extraña pregunta emerge en
la mente de Cabral: ¿de qué color es el caballo blanco de San Martín? Cabral
no sabe exactamente por qué ha pensado en eso. Pero la pregunta le parece
estúpida: ¡contesta, en su formulación, exactamente aquello que está

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preguntando! El hecho es que ahí (¡acá!) está el caballo, y el jefe, increí-
blemente, debajo y no encima de él.
Cabral se dirige con presteza a poner las cosas en su lugar. La vida de cuartel
lo ha acostumbrado al orden. Pero no es fácil mover ese caballo, salvar ese
jefe, con tanto ruido, con tanto humo. Cabral hace fuerza y fuerza y fuerza y le
parece que no va a poder, hasta que al final puede. Tira y tira y tira y de pronto
el jefe sale. Cabral resopla, un poco por el esfuerzo, otro poco por el alivio. Y
es entonces cuando del humo, de en medio del humo, sale el maturrango y le
clava la bayoneta.
Mucho le duele la tetilla a Cabral. ¿La tetilla o más abajo? No hay manera de
saberlo. Duele y arde. Echado en el suelo, Cabral vuelve a preguntarse
¿dónde? ¿dónde? ¿dónde? Después piensa, bastante sereno: qué carajo
importa dónde, la cosa es que estoy jodido. Jodido y bien jodido. Lo único que
sabe Cabral es que le duele acá, pero ni idea de en qué jodida parte del cuerpo
queda ese acá. Antes se sabía a él, a sí mismo, y no el lugar en el que estaba.
Ahora que se lo llevaron aparte, ahora que el humo se está disipando y que el
único grito que escucha es el suyo, lo que Cabral no logra poner en claro es
dónde le duele a él.
Se le acercan varios. Lo miran, lo miran. Él los ve desde abajo, tirado en el
suelo. Le dicen que la batalla se gana. La tetilla, dice Cabral, y nadie le hace
caso. Le dan vueltas alrededor y por un rato no le hablan. Después vuelven a
decirle que la batalla se gana y que el jefe está entero. Cabral se da cuenta de
que se va a morir. No es que le parece, no es que lo sospecha, no es que tiene
esa impresión. Cabral sabe positivamente que se va a morir y eso le provoca
una inmensísima tristeza. Cabral siente, allí tirado, en medio del polvo, una
enorme congoja, una terrible pena, una desdicha imposible de medir. Sabe que
se va a morir. Y no es ningún tonto, de modo que está tristísimo. Alguien,
quizás el jefe, se le acerca, se pone en cuclillas junto a él y le pregunta cómo
se siente. Cabral alcanza a pensar, mientras se muere, que nunca jamás en la
historia existió hombre que sintiera más tristeza que él en ese momento. Pero
decirlo le da vergüenza. ¿Qué van a pensar de él? Van a pensar que es una
mujercita, van a pensar que es un maricón. Es sumamente probable que
Cabral tenga razón, que nunca haya habido un hombre que estuviese más
triste que él. Siente una tristeza inconmensurable. Pero, cuando se lo
preguntan, no lo dice. ¿Qué van a pensar de él? Sólo le queda aliento para
pronunciar cuatro o cinco palabras, que apenas si se oyen: es su modesta
despedida, es su página mejor.

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Tags: David MarínDossier de cuento lationamericanoMartín KohanNarrativa de
Argentina
2. Explica qué tipo de cuento o relato es y justifica tu respuesta a partir de
tus conocimientos previos.
3. ¿Qué tipo de narrador utiliza y por qué motivo?
4. Piensa qué toma de la historia Kohan y qué ficcionaliza, qué hace con
ese prócer a quienes la mayoría conocemos desde el canto patrio que
reivindica la Batalla de San Lorenzo. Desarrolla tu respuesta.

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