Enseñanza Matemática A Adultos Delprato
Enseñanza Matemática A Adultos Delprato
Enseñanza Matemática A Adultos Delprato
Enseñanza
matemática
a adultos
María Fernanda Delprato
INNOVACIONES PEDAGÓGICAS y CURRICULARES
iPyC
colección UniR o
editora
Delprato, María Fernanda
Enseñanza matemática a adultos : condiciones y propuestas de un trabajo
colaborativo / María Fernanda Delprato ; prólogo de Alicia Ávila. - 1a ed . -
Río Cuarto : UniRío Editora, 2020.
Libro digital, PDF - (Innovaciones pedagógicas y curriculares / Vogliotti,
Ana)
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina.
http://creativecommons.org/licenses/by/2.5/ar/deed.es_AR
Uni. Tres primeras letras de «Universidad«.
Uso popular muy nuestro; la Uni.
Universidad del latín «universitas»
(personas dedicadas al ocio del saber),
se contextualiza para nosotros en nuestro anclaje territorial
y en la concepción de conocimientos y saberes construidos
y compartidos socialmente.
Consejo Editorial
Equipo Editorial
Secretaria Académica: Ana Vogliotti
Director: José Di Marco
Equipo: José Luis Ammann, Maximiliano Brito,
Ana Carolina Savino, Lara Oviedo, Roberto Guardia,
Marcela Rapetti y Daniel Ferniot
Índice
Enseñanza de las matemáticas a los adultos. Condiciones y propuestas
de un trabajo colaborativo, por Alicia Avila................................................. 7
Introducción............................................................................................. 14
Una breve reseña de la problemática..................................................... 15
Algunos antecedentes........................................................................... 16
Estructura de esta obra......................................................................... 28
Capítulo 1.
Presentación de la problemática y modalidad de indagación ................... 29
1.1 Problemática y fuentes teóricas empleadas...................................... 30
1.1.1 Problemáticas del trabajo docente de enseñanza matemática
en la EDJA: contextualización, transferencia y especificidad
de los saberes ................................................................................. 31
1.1.2 Especificidad de los saberes: eventos de numeracidad y el
trabajo con la simbolización matemática......................................... 35
1.1.3 Reconstrucción del carácter problemático de prácticas
docentes en la EDJA: teoría de la forma escolar............................... 42
1.1.4 Estudio de procesos áulicos y del diseño de situaciones
de enseñanza: el medio del alumno y del profesor........................... 44
1.2 Precisiones sobre la indagación ...................................................... 49
1.2.1 Espacio de indagación............................................................ 49
1.2.2 Modalidad de indagación....................................................... 54
1.2.3 Corpus empírico.................................................................... 68
4
2.2.4 Materiales que circulaban para el trabajo en EDJA producidos
en el Ministerio de Educación Nacional y Provincial ..................... 95
2.2.4.1 Materiales del Ministerio de Educación de la
Provincia de Córdoba................................................................ 95
2.2.4.2 Materiales del Ministerio de Educación de la Nación..... 97
2.2.5 A modo de síntesis............................................................... 102
2.3 El almanaque: reconceptualizaciones desencadenadas................... 105
2.4 El almanaque: actividades construidas.......................................... 109
2.4.1 El almanaque del mes .......................................................... 110
2.4.1.1 Sin mirar el almanaque................................................ 112
2.4.1.2 El almanaque incompleto, hacer preguntas,
mostrar cómo lo pensé............................................................. 114
2.4.2 El almanaque anual ............................................................. 122
2.4.3 ¿Qué decisiones se tomaron para crear un medio
antagonista y generar avances en el aprendizaje? .......................... 130
2.4.3.1 El almanaque del mes.................................................. 131
2.4.3.2 El almanaque anual...................................................... 139
2.5 ¿Qué pasó en el aula con estas actividades?................................... 141
2.5.1 Moviéndose en el almanaque................................................ 141
2.5.2 ¿Cómo contar los días? ......................................................142
2.5.3 El comienzo del mes ........................................................... 145
2.5.4 ¿Cuántos días “trae” el mes? ................................................ 148
2.5.5 El tercer miércoles ............................................................... 149
2.6 “Tiempo de cosecha”.................................................................... 154
5
“contar cómo lo pensé” al proyecto de “avanzar en los registros” ... 210
3.4 Colofón del capítulo.................................................................... 218
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Enseñanza de las matemáticas a los
adultos
Prólogo
Palabras más, palabras menos, casi al final del libro, su autora es-
cribe: “en este devenir hemos aprendido cuestiones implicadas en el
ser investigador/coordinador en un Taller de formación como ámbito
colectivo, compartido: ¿cómo escuchar y comprender lo que desde el
lugar del docente es problemático y es significativo?; ¿cómo pensar y
asumir acciones y disposiciones transformadoras? Por ello hemos pro-
curado mostrar un trabajo sistemático con los docentes, no sobre ellos,
atravesado de complejos y laberínticos recorridos, por momentos opa-
cos, y casi siempre inciertos”.
7
El párrafo anterior expresa el espíritu de este libro. La que se narra
en él, es una investigación realizada en un Centro Educativo de Nivel
Primaria para Adultos, que llevó años de labor docente y de formación
de educadoras de adultos, así como muchas, muchas horas de observa-
ción, análisis e interpretación. En ese período cambiaron las preguntas,
cambiaron las miradas y cambiaron las acciones; la incertidumbre en
ocasiones arreciaba.
El propósito del estudio – en palabras de su autora - fue contribuir
a reflexionar en torno a algunas condiciones de la enseñanza de las ma-
temáticas a jóvenes y adultos; condiciones que enfrentan docentes que
procuran una transformación de sus prácticas de enseñanza para hacer
avanzar los saberes matemáticos de quienes se reinsertan en propuestas
educativas.
La obra se apoya en un amplísimo trabajo bibliográfico de orígenes
muy diversos, cuya síntesis sustenta el enfoque multi-referencial con
que se aborda el tema. En esta multi-referencialidad reside la riqueza y
la originalidad con que el tema es tratado.
Quizás el lector no adentrado en estos territorios se pregunte: ¿por
qué la formación matemática en la Educación de Jóvenes y Adultos ha
de merecer sendas investigaciones? Y es que la enseñanza de las mate-
máticas en esta modalidad educativa, se considera una tarea simple.
Prevalece (tal vez en todos nuestros países) la idea de que se trata o
bien de colaborar en la comprensión de los libros que apoyan el apren-
dizaje supuestamente autónomo (como en el caso de México), o bien
de trasmitir conocimientos incluidos en propuestas curriculares, con
frecuencia bastante similares a las que se ofrecen a los niños. Pero, como
este libro muestra con claridad, la educación matemática en la EDJA, es
mucho más que un simple traslado o adaptación de lo que se hace en la
escuela de niños. Se trata de una educación con sus propios referentes,
contextos, objetivos y métodos, donde ha de comenzarse por entender
las intenciones, objetivos, sentimientos y deseos de quienes se acercan
a solicitarla. Al abordarla de una manera multi-referencial, María Fer-
nanda replantea el problema de un modo original, realmente nuevo,
aunque también complejo.
No era una tarea sencilla abordar de esta manera el asunto, esla-
bonando los distintos niveles que co-determinan la enseñanza de las
matemáticas (la sociedad, la cultura, la escuela, los avances de la didác-
8
tica…). Pero su autora lo logra exitosamente y teje el escrito en un ir
y venir entre los adultos-estudiantes que asisten a la EDJA; los saberes
matemáticos que ahí se comunican; las concepciones y acciones de las
profesoras; la formación que éstas han ido adquiriendo para trabajar
en este ámbito; las condiciones reales en que se desarrolla la enseñanza.
Todo lo anterior forma parte de la trama que se nos presenta en las
siguientes páginas.
La originalidad del trabajo impacta a la metodología de investiga-
ción. Es llamativa la forma en que se elabora una visión del problema y
se recogen los datos: el acompañamiento y la formación de las docentes
a través de un taller desde donde se construyen colaborativamente los
problemas de enseñanza y se mira la práctica, ya sea mediada por la
reflexión de las docentes u observada por quien es a la vez formadora e
investigadora.
El análisis multi-referencial seleccionado fue posible porque son mu-
chos los puntales teóricos que le subyacen: la etnografía, la antropolo-
gía cultural, los nuevos estudios de literacidad (que aportan la noción
de práctica y evento de numeracidad), la didáctica de matemáticas, la
matemática … De entre estos referentes, destaco el papel otorgado a
la Teoría de Situaciones Didácticas y a la Teoría Antropológica de lo
Didáctico, ambas, vertientes de la didáctica de matemáticas francesa,
cuya complementariedad contribuye a la mirada amplia y comprehen-
siva del fenómeno que estructura la narración: la educación matemática
de adultos.
Me parece esencial la adición de la noción sujeto social (y cultural) a
la educación matemática y a la teoría de situaciones. Esta adición en-
riquece a una y a otra, porque al reconocer al adulto-estudiante como
sujeto social y cultural, más allá del sujeto cognitivo, se abre la puerta
a un mundo que, una vez conocido, es obligado considerar. Y es que,
se nos dice, los adultos-estudiantes de la EDJA tienen conocimientos,
intereses y valores construidos en las prácticas de numeracidad propias
de su mundo, los cuales se reflejan al participar en los eventos escolares
vinculados a las matemáticas.
Con esta ampliación conceptual, la teoría de situaciones didácticas
se ve impelida a plantear situaciones para el sujeto social, considerando
las prácticas matemáticas y los eventos matemáticos que las harán signi-
ficativas. Esta incorporación constituye, en gran medida, la originalidad
9
de la obra. Porque su irrupción viene a afectar, incluso a trastocar, los
temas matemáticos tratados, la forma de enseñarlos, la manera de rela-
cionarse con ellos.
Se rompen de este modo los límites entre lo didáctico y lo social. Por
ejemplo, al incorporar el Inti Raymi1 como fecha relevante a trabajar en
la clase, o al socializar y discutir escrituras numéricas disímbolas, unas
más cercanas que otras a las escrituras escolares, pero todas sustentadas
en la estructura del sistema decimal y las propiedades de las operacio-
nes, cuestión de la cual las docentes no tenían noticia. Pero aquí la
TAD ofrece a la autora el recurso para pensar el problema y orientar
sus acciones a proveer los conocimientos matemáticos y didácticos que
permitirán a las docentes explicar(se) las escrituras aportadas por sus
alumnos, atreverse a presentarlas a debate y luego ponerlas en relación
con el algoritmo institucional.
No fue fácil a las docentes gestionar clases con una estructura inspi-
rada en la TSD. Plantear situaciones didácticas, dar tiempo para buscar
y construir soluciones de forma autónoma y después socializarlas y con-
frontarlas, son acciones que implicaban romper con sus formas previas
de enseñar. La incertidumbre provocada por las posibles respuestas de
los adultos-estudiantes fue el primer obstáculo a vencer.
También la necesidad de generar materiales adecuados para susten-
tar las clases constituyó preocupación para las docentes y un reto que
muestra su magnitud en los intercambios en el taller. La irrupción del
sujeto social llevó a diferenciar entre calendario y almanaque (nombre
este último que en el libro denomina al instrumento que regula no sólo
el tiempo físico, sino el tiempo social); llevó también a poner de mani-
fiesto que no tiene respuesta simple el cómo enseñar el cálculo, o cómo
transitar de las escrituras personales (cuando las hay), a la escritura más
cercana a la escolar y hacerlo, además, con conocimiento de causa. Era
necesario, pues, elaborar materiales pertinentes y planear cómo utili-
zarlos para responder a este “nuevo” adulto-estudiante, a veces conoce-
dor, a veces desconocedor, a veces introvertido, a veces espontáneo, en
ocasiones ausente.
El punto de la escritura y el registro del saber resulta clave, porque
los adultos, al tornarse estudiantes, quieren ver huellas de sus aprendi-
1 “Fiesta del sol”, celebrada por el pueblo inca, que corresponde al solsticio de invierno y
coincide con el tiempo de cosecha.
10
zajes escolares, constatar que están aprendiendo saberes con valor social.
Es el caso de la “tablas de multiplicar”, cuyo tratamiento aumenta in-
cluso la afluencia de estudiantes al centro educativo, o del algoritmo de
la división que, aunque no provoca entusiasmo, se valora como marca
de escolarización.
La falta de una preparación sólida en matemáticas y en conocimien-
to de los adultos-estudiantes, dificultó a las docentes jugar el nuevo papel
que construían en el proceso, porque además tenían que jugarlo en un
contexto donde los conocimientos previos de los estudiantes son hete-
rogéneos y el ingreso y la asistencia a clases son irregulares.
Mientras leía el texto, por momentos sentí que las conversaciones en
el taller encaminaban a exigencias demasiado altas, que las docentes no
saldrían airosas de los desafíos planteados en colaboración con las inves-
tigadoras. Pero no fue así, ellas se esforzaban, discutían, cuestionaban,
planeaban, intentaban ¡y persistían! Y en este transcurrir, ampliaron su
mirada y promovieron situaciones de aprendizaje inéditas en la educa-
ción matemática de adultos.
Por supuesto, el centro educativo donde se realizó la experiencia,
no era cualquier centro, las docentes tampoco eran docentes comunes
en cuanto a su compromiso ético y social hacia estas poblaciones. Me
atrevo a pensar que fue este hecho el que posibilitó llevar a cabo la
investigación, por lo que me resulta inevitable la pregunta: ¿esta expe-
riencia será replicable? Creo posible una repuesta afirmativa, pero sólo
si cambian las condiciones en que se realiza la educación matemática
en la EDJA. Porque, como enfatiza la TAD, el profesor no actúa por
voluntarismo, el profesor representa una institución signada por ciertas
condiciones que delinean, posibilitan y a la vez limitan su labor.
Y aunque a lo largo del libro se muestra que, si bien difícil, el cambio
es posible, no es suficiente con la voluntad y el interés al interior de un
Centro para cambiar el estado de cosas existente. Para que la experien-
cia que se narra en esta obra sea replicable, es indispensable que quienes
definen las políticas educativas entiendan y asuman los retos que res-
pecto de la EDJA les corresponde enfrentar.
Otra pregunta que creo necesario plantear es la siguiente: ¿a quién
se dirige este libro? Sin duda a los investigadores de la educación ma-
temática y de la educación de adultos, ya que conjuga ambos espacios
11
y ofrece aportes a cada uno. También podrá contarse entre sus lectores
a quienes diseñan el currículo para la EDJA, los docentes de esta mo-
dalidad educativa y los formadores de estos docentes, quienes sin duda
encontrarán ideas novedosas y profundas para la reflexión y la acción en
esta modalidad educativa.
Pero en realidad este libro (quizás como todos los libros) puede leer-
se de muchas maneras, desde la investigación, porque se tocan temas
nodales para el avance de la didáctica: como el problema de qué mate-
mática acercar a los adultos cuando se reinsertan en proyectos escolares;
la relación entre el cálculo mental, la escritura matemática espontánea y
las escrituras que la escuela ofrece/obliga; la contextualización y apres-
tamiento de los conocimientos matemáticos, la formación de los edu-
cadores en esta área… En cuanto a lo social-educativo, el libro muestra
que hacer de otro modo – tanto en la formación como en la acción con
los adultos – es posible, y se nos dan claves sobre cómo hacerlo.
Dije antes que un libro puede leerse de muchas maneras. En mi
lectura, vi también la voluntad de cinco mujeres por entender la com-
plejidad de la educación matemática en la EDJA y apoyarse en ese en-
tendimiento para actuar y ofrecer mejores propuestas de enseñanza. Vi
además motivos para el entusiasmo, porque la respuesta a la pregunta
de cómo vincular a los adultos que asisten a la EDJA con el saber ma-
temático institucional mereció años de esfuerzo y de trabajo en colabo-
ración. En tal sentido, reconozco en María Fernanda grandes méritos:
su persistencia en indagar sobre el asunto y hacerlo con profundidad.
Los esfuerzos analíticos de su autora, y los empeños de quienes la
acompañaron en la investigación se cristalizan en este libro. En él se
encuentran problemas y reflexiones teóricas de gran valor, también ele-
mentos para alimentar la política educativa y propuestas de enseñanza
y formación. Con ello, el libro va mucho más allá de la reflexión sobre
la educación matemática en la EDJA que la autora se planteó como
objetivo. Estoy segura de que su lectura – que ha de hacerse detenida-
mente y repetidas veces para captar el sentido – aportará elementos que
lo harán indispensable para los interesados en el tema.
12
A todas las voces de mujeres contenidas en esta trama:
las alumnas del CENPA -especialmente a María que
ahora afirma “me anda bien la cabeza”- ;
“mis maestras”, las del CENPA (y en el Taller) -sobre
todo la tuya “Docente” por tus desvelos y apuestas-
y Dilma que decidió generosamente (para mi/nuestro
privilegio) acompañar este andar de acompañar;
13
INTRODUCCIÓN
En el presente libro nos interesa contribuir a reflexionar en torno
a algunas condiciones de la enseñanza matemática que enfrentan do-
centes de jóvenes y adultos que procuran una transformación de sus
prácticas de enseñanza para generar avances en los saberes matemáticos
de quienes se reinsertan en propuestas educativas.
Esta problemática fue gestada en el seno de las preocupaciones que
acompañaron dos espacios de producción transitados en mi trayectoria:
la intervención y la investigación. Es decir que estuvo signada por un
vínculo constitutivo de articulación de preocupaciones pragmáticas y
teóricas.
En estas preocupaciones pragmáticas y teóricas se fueron confor-
mando algunas anticipaciones de objetos para mirar, para tematizar en
una indagación sistemática. Estos objetos se anudan en torno al trabajo
docente de enseñanza en esta inserción peculiar, es decir, la enseñanza
en la EDJA. En esa trayectoria se fueron advirtiendo tensiones que atra-
viesan esta tarea: contextualización/ generalización; contextualización/
fisionomía de lo escolar; contextualización/ heterogeneidad de las inser-
ciones y posiciones de los sujetos-alumnos; heterogeneidad/enseñanza
simultánea; validación/institucionalización.
Estas preocupaciones son compartidas en los colectivos de investiga-
dores que integro desde hace más de diez años en los que estamos abo-
14
cados a la educación de adultos y a la formación docente y enseñanza de
la matemática1. Particularmente este libro procura abonar discusiones
en torno a las políticas educativas de jóvenes y adultos en Córdoba, y
la complejidad de la apropiación docente de desarrollos curriculares a
nivel nacional y jurisdiccional, reflexiones alojadas en el marco del Pro-
yecto “Prácticas Educativas con Jóvenes y Adultos: Políticas, Sujetos y
Conocimientos”2.
15
construir esas condiciones para una enseñanza matemática que la asuma
como una práctica social y una actividad de producción.
Esta problemática nos planteó particulares desafíos analíticos. Así
la reconstrucción de las condiciones de enseñanza (como veremos en
el Bloque I) fue realizada mediante el análisis de decisiones sobre la
enseñanza matemática tomadas de modo colaborativo en Talleres de
educadores (Achilli, 2008). En cambio, la caracterización y compren-
sión de las problemáticas docentes (como se detalla en el Bloque II)
fue realizada mediante la reconstrucción de núcleos problemáticos del
trabajo docente planteados en dichos Talleres.
El trabajo de campo se desarrolló en el espacio físico de un CENPA
(Centro de Nivel Primario de Adultos) con un equipo de docentes e in-
vestigadoras, en el cual las diferentes trayectorias profesionales y acadé-
micas se complementaron para producir decisiones y reflexiones sobre
la enseñanza de la matemática, fundamentalmente, desde una perspec-
tiva didáctica.
Algunos antecedentes
En este apartado procuramos situar la problemática antes enuncia-
da en algunas líneas de investigación en el campo de la educación de
jóvenes y adultos (EDJA) y de la educación matemática de jóvenes y
adultos. Para ello, esbozamos algunas indagaciones emparentadas con
nuestros intereses tanto del ámbito internacional (ALM, Adults Lear-
ning Mathematics) como latinoamericano. Asimismo recuperamos al-
gunos antecedentes específicos sobre la formación docente en la EDJA
y su inscripción en algunas discusiones más amplias sobre la formación
docente en general. En este sentido, también explicitamos las perspec-
tivas teóricas adoptadas para la orientación del proceso de estudio de
decisiones sobre la enseñanza matemática en la EDJA: la “Didáctica
francesa”, es decir, la Teoría de Situaciones Didácticas y la Teoría Antro-
pológica de lo Didáctico y los Nuevos Estudios de Literacidad (y nume-
racidad). Enunciamos sólo sus supuestos generales en torno al modo de
delimitación de sus objetos de estudio ya que las nociones teóricas que
usamos las definimos en el cuerpo del texto y en la reconstrucción de las
diversas dimensiones del objeto de estudio (capítulo 1). Finalmente, re-
tomamos algunas problemáticas de nuestro entorno local que operaron
16
como condicionantes contextuales del objeto de estudio de este trabajo
en su momento de realización.
En el ámbito internacional, el foro ALM constituye un espacio que
articula el debate más específico sobre la educación matemática de jó-
venes y adultos. Algunas de sus líneas de producción que nos convocan
e interpelaron más directamente son las relativas a historias matemáticas
de vida, cuya indagación busca hacer tangibles las matemáticas invisi-
bles3 y dar cuenta del significado de las matemáticas en las vidas adultas
(Coben, O´Donoghue y FitzSimons, 2000). En este sentido, un lugar
especial ocupa la indagación de saberes matemáticos involucrados en la
inserción laboral de los adultos (Bessot y Ridgway, 2000), así como la
identificación de la “numeracy”4 como una competencia transversal del
mercado de trabajo en torno a la cual se han cimentado investigaciones
y diseño de políticas educativas (Coben, 2003). También en dicho ám-
bito circulan reflexiones más genéricas respecto a la búsqueda de formas
más equitativas de distribución de la educación matemática dado el
empoderamiento que posibilitaría (Coben, O´Donoghue y FitzSimons,
2000).
En la discusión latinoamericana sobre la EDJA algunos referentes
han delineado tesis y agendas de trabajo en este campo. Entre ellas, cabe
mencionar -por su vínculo con nuestras preocupaciones- la necesidad
de profundizar la mirada sobre la práctica educativa:
17
de su articulación con necesidades reales (Rivero, 2000). Al respecto,
señalan algunos aspectos y problemas a resolver que requieren un mayor
análisis:
• el contenido y la riqueza del “conocimiento popular” (Bélanger
y Blais, 2000);
• “… la enseñanza, el aprendizaje y los materiales de matemáticas
que posibiliten su uso como instrumento básico de superviven-
cia…” (Rivero, 2000, p.123);
• la revisión de selecciones de contenidos y del diseño de progra-
mas con criterios convencionales, que no rescatan la experiencia
cotidiana de los sujetos (Rivero, 2000);
• la tensión existente entre los principios constitutivos del discurso
de los educadores populares de adultos (“buscar el cambio so-
cial”; “propiciar una relación educativa horizontal…”; “apoyarse
y partir de la vida cotidiana de los educandos”) y las demandas
de los adultos de integración al orden social mediante una inser-
ción dependiente en un espacio educativo distante de su doloro-
sa cotidianeidad (García Huidobro, 2000).
18
cual conlleva adentrarse en la complejidad que genera el diálogo entre
saberes previos y saberes escolares. En este sentido, algunos autores an-
ticiparon riesgos que genera esta relación compleja: la pérdida de signi-
ficación en el acceso a la simbolización matemática (Ávila, 2003b); la
pérdida de legitimidad o, contrariamente, la reificación de los saberes
populares (Agüero, 2003; Knijnik, 1997; Mariño, 1997); el uso de un
lenguaje en el ámbito escolar que excluya los saberes previos (Nunes,
2001); el contraste entre la incidencia del conocimiento desarrollado
por medio de la experiencia y el escaso impacto del tránsito escolar
(Ávila, 2009). Otros estudios nos convocan a pensar este vínculo des-
de la relación con el saber que los adultos construyen con la enseñanza
matemática escolar en momentos de reinserción en propuestas educa-
tivas formales, reconociendo una expectativa que excede un sentido
utilitario y que está emparentada con “…tener (por fin) una oportunidad
de entrar en aquella porción de la cultura que solo funciona de ese modo en
la escuela” (Broitman, 2012, p.384). Estos hallazgos interpelan algunos
preceptos pedagógicos de enseñanza en la EDJA habilitando no sólo la
importancia de la construcción del sentido de los saberes matemáticos
por su vínculo con conocimientos extraescolares, evidenciando su apli-
cabilidad o utilidad externa, sino también desde una perspectiva interna
al propio saber matemático.
Respecto de la formación docente en la EDJA, la revisión posibi-
litó anticipar algunas tensiones frente a propuestas de innovación en
la enseñanza de la matemática (Fonseca, 2002; Knijnik, Wanderer, de
Oliveira, 2004). Estas tensiones se vinculan con mitos persistentes sobre
la enseñanza de la matemática como:
19
en la enseñanza. La persistencia de estas prácticas tradicionales aduce
como justificativo la supuesta “naturaleza del conocimiento matemático”,
o sea legitimadas por algo intrínseco a la Matemática, desconociendo
su vínculo con la representación escolar del conocimiento matemático,
es decir “…como se se constituíse independentemente dos ‘propósitos
da escola quanto a essa disciplina’ e de sua ‘íntima relação com o que
a escola privilegia no processo de seleção e organização dos saberes a
serem transmitidos por ela’.” (Auarek, 2000, p.114, citado por Fonseca,
2002, p. 19).
Otras tensiones se relacionan no ya con representaciones en torno
al objeto de conocimiento, la Matemática, sino también con discursos
sobre la relación de los sujetos de la EDJA con dicho objeto. Habría
un discurso instalado sobre la dificultad de la Matemática, discurso in-
corporado por los alumnos mismos, asentado en la ideología escolar
del paradigma del mérito y de las aptitudes individuales. Esta ideolo-
gía excluye de la discusión a la incidencia de los aspectos didácticos y
del lenguaje y de la naturaleza del conocimiento matemático en tanto
eventuales responsables en el aprendizaje de la Matemática (Fonseca,
2001, p. 202-210, citado en Fonseca, 2002). Esta interpretación de las
responsabilidades del fracaso las atribuyen a rasgos del propio aprendiz
alumno de EDJA, su edad avanzada e inadecuada para aprender, sus
dificultades en el quehacer y en la comprensión matemática, liberando
así a las instituciones de la EDJA de responsabilidades sobre el “proba-
ble fracaso” de estos sujetos que se reinsertan en propuestas educativas.
Este discurso sobre el fracaso es apropiado por los propios sujetos de la
EDJA evidenciándose por ejemplo en las narrativas de la propia historia
escolar:
20
produção e distribução dos bens culturais e materais...”
(Fonseca, 2002, p.33)
21
además de una actividad cognitiva. Esta última invitación restituye una
mirada política de las interacciones en el aula que nos obliga a descen-
trarnos de la idea habitual del joven y adulto como alumno y volverlo a
asumir como un sujeto social (Delprato, 2016).
5 En el apartado 1.1.2 volveremos con mayor profundidad sobre las nociones de evento y
prácticas de numeracidad. A modo de anticipo podemos señalar que los eventos son episodios
observables mediados por escrituras numéricas y las prácticas de numeracidad los exceden al in-
cluir también otros aspectos no directamente observables como valores, relaciones de poder, etc.
22
otros aspectos de la vida social, ligadas no sólo a la cultura
sino también a las estructuras de poder. Años más tarde el
autor señala que en muchos casos el cambio de división a
continuun entre oralidad y escritura fue más retórico que
real ya que se siguió representando la literacidad como
algo diferente de la oralidad en sus consecuencias sociales
y cognitivas. (Street, 1993)
23
que caracteriza lo didáctico como todo lo referente al estudio: “Hablare-
mos de procesos didácticos cada vez que alguien se vea llevado a estu-
diar algo –en nuestro caso serán las matemáticas- solo o con ayuda de
otra(s) persona(s). El aprendizaje es el efecto perseguido por el estudio.
La enseñanza es un medio para el estudio, pero no el único.” (Cheva-
llard, Bosch y Gascón, 1998, p. 59). Ambas perspectivas discuten con
un modo de asumir la enseñanza matemática como comunicación de
un mensaje o como una “monumentalización del saber” (Chevallard,
1994) respectivamente, desde la modelización del medio a proponer y
con el que interactúa el alumno (y el profesor) y del proceso de estudio
de una obra matemática. Si bien nos detenemos en estos modelos en el
apartado 1.1.4, sólo quisiéramos anticipar que la ampliación del objeto
de estudio propuesta por la Teoría Antropológica de lo Didáctico nos
posibilitó analizar recorridos implicados en los procesos de estudio del
Taller y componentes de una obra matemática que eran problemati-
zados. La Teoría de Situaciones Didácticas se basa en la hipótesis (que
adoptamos) de que el aprendizaje de los alumnos se da inicialmente en
función de las situaciones que ellos enfrentan, especialmente en clase,
por lo que el estudio de estas situaciones debe permitir analizar, para
una clase y un contenido dados, las condiciones de ese encuentro y anti-
cipar sobre los aprendizajes de una buena parte de los alumnos. En esta
perspectiva, se trata de precisar el escenario propuesto a los alumnos,
en términos de una sucesión organizada de tareas y de actividades que
constituyen un medio antagonista. Esto traduce la especificación para
las matemáticas de las teorías de tipo constructivista e interaccionista.
Este punto de vista conduce al investigador a analizar a priori las situa-
ciones (en términos de contenidos y de previsiones de gestión) y even-
tualmente a interpretar los datos que se pueden recoger observando en
las clases, en función de las elecciones reconstituidas a priori. El análisis
del medio del alumno y del medio del profesor fueron así herramientas
centrales en la toma de decisiones en el Taller, en el proceso de forma-
ción y en su indagación.
Finalmente otros antecedentes de indagación se acuñan a la luz de
problemáticas detectadas en las características de la oferta de la EDJA
hasta el momento en que fue realizado el trabajo de campo. A continua-
ción, a modo de contextualización, nos interesa, más que una revisión
cuantitativa, desentrañar algunas de estas características recuperando
nudos conflictivos.
24
Una problemática que habíamos detectado al momento de inicio de
este estudio era la homologación de la modalidad al resto del sistema
educativo, pero en condiciones de desigualdad dada su postergación en
las políticas educativas. Esta “homologación normativa” (Lorenzatti,
2005b) había generado encuadres administrativos, políticas de ingreso
y de formación docente, y de diseño curricular que ignoraban la
especificidad de esta modalidad. Desde la sanción de la nueva Ley
Nacional de Educación No. 26.206 (2006), comienza un proceso de
reconocimiento de la EDJA como una modalidad del propio sistema
educativo y ya no como “régimen especial”6 que conlleva la delimitación
de propósitos formativos, el avance en definiciones curriculares (para
los diversos niveles y para la formación docente) y de acreditaciones
(Rodríguez, 2008). No obstante, algunos autores señalan que aún esto
no ha generado grandes modificaciones debido a la persistencia de la
herencia de una descentralización educativa neoliberal que dificulta la
concreción de reformas de alcance nacional (Ídem) y la vacancia en la
formulación de propuestas pedagógico-didácticas en la EDJA (Misirlis,
2009).
En relación a la descentralización al momento de la realización del
trabajo de campo se habían producido decisiones políticas que busca-
ban dar unidad al sistema educativo nacional de la EDJA: la reapertura
en el año 2007 de un organismo nacional del Ministerio de Educación
que regule decisiones de alcance nacional (Dirección de Educación Per-
manente de Jóvenes y Adultos); la constitución por resolución del CFE
(Consejo Federal de Educación, resol. No. 22/07 (anexo II) de la Mesa
Federal de Educación Permanente de Jóvenes y Adultos7; la generación
de características y definiciones curriculares para la modalidad (Res.
6 Para mayores detalles del cambio de estatuto de la EDJA de régimen especial a modalidad,
véase art.17; y para la redefinición de meramente compensatoria a educación permanente, véase
art. 46.
7 Organismo responsable de desarrollar políticas públicas que posibiliten a los jóvenes y
adultos hacer efectivo su derecho a cumplimentar la obligatoriedad escolar, donde se negocian
y definen propuestas de carácter no vinculante que se refrendan en el CFE, integrada por repre-
sentantes de todas las jurisdicciones del país.
25
CFE No. 118/10, anexos I y II8); y la inclusión en la formación docente
inicial de contenidos9 vinculados con la EDJA.
Pero, como señalan Caisso y Lorenzatti (2011) “…la decisión de
incluir este trayecto en la formación docente queda librada a decisiones ju-
risdiccionales y de cada instituto en particular”10. Asimismo, como señala
26
Arrieta (2013) si bien existía un fortalecimiento del campo de la EDJA
se advertía en estas regulaciones normativas tensiones de sentido entre
visiones homogeneizantes del adulto como dependiente, pasivo, irre-
flexivo y visiones alternativas que reconocen sus otros modos de leer el
mundo, que pueden traducirse en la lógica de las prácticas educativas
de la EDJA. El interrogante que nos plantean estas producciones es
qué condiciones concretas a nivel de las experiencias educativas habían
contribuido a revisar estas políticas públicas de revalorización de la mo-
dalidad.
Además a nivel jurisdiccional se han revertido algunas condiciones
del ingreso de docentes a la modalidad (promoviendo la estabilidad y
el acceso público por orden de mérito) y de carrera en la misma (con
la efectivización de concursos para ascenso a cargos de supervisores).
A su vez se aprobaron los diseños curriculares para la modalidad11, si-
gue pendiente su acompañamiento de políticas de ingreso a la docencia
en adultos y de formación docente en servicio que asuman también la
singularidad de esta inserción. Esta realidad significa la delegación en
el docente (en la soledad de su tarea) de la gestión de las adecuaciones
necesarias de materiales y propuestas de enseñanza para sus alumnos.
27
Estructura de esta obra
Luego de presentar el proceso de conformación del objeto de estudio
mediante la reconstrucción del entramado teórico y de opciones me-
todológicas (capítulo 1), esta obra se organiza en torno a los focos de
análisis anticipados vinculados a sus objetivos generales. En el bloque I
presentamos hallazgos derivados del análisis de decisiones de enseñanza
sobre nociones matemáticas construidas colaborativamente en el Taller.
En el bloque II retomamos este proceso de toma de decisiones para
caracterizar y comprender las problemáticas docentes que afrontamos
en el Taller y las herramientas o saberes conformados. Al inicio de cada
uno de estos bloques explicitamos en una introducción las opciones
analíticas adoptadas para cada uno de estos focos y la estructura de cada
uno de los bloques.
Así en el bloque I priorizamos un objeto de enseñanza, el alma-
naque, como eje del relato. En el capítulo 2 analizamos la secuencia
diseñada para su enseñanza y episodios de aula. En el capítulo 3 nos
abocamos a proyectos de enseñanza y episodios de aula vinculados con
el almanaque: numeración, longitudes y orden, operatoria aditiva.
En el bloque II la trama del relato está organizada en torno a las
cuestiones problemáticas sobre las que intervinimos. En el capítulo 4
nos detenemos en el desafío de interpretar y acceder a los saberes dispo-
nibles por los adultos, deteniéndonos en un episodio sobre la enseñanza
de la división donde emerge el problema de interpretar registros usados
para calcular y en modos de indagación de saberes (mediante una en-
trevista diagnóstica y formas de gestión de situaciones de acción). En el
capítulo 5 indagamos el problema de preparar y gestionar la clase, elu-
cidando procesos de adecuación de materiales para trabajar en la EDJA
y el reto de gestionar el avance del proyecto de enseñanza en un aula
heterogénea y fases de expresiones públicas de conocimientos.
Finalmente presentamos reflexiones finales de este proceso de estu-
dio, algunas cuestiones que interpelan a las políticas públicas de forma-
ción docente para la enseñanza matemática en la modalidad de EDJA y
delineamos rumbos futuros derivados de esta indagación.
28
Capítulo 1
Presentación de la problemática y
modalidad de indagación
“(hablando de la formación recibida de sus maestros)…Y
creo que eso me ha quedado… La cosa de no recostarme en
la autoridad. Pensar que siempre hay algo en el problema
que se presenta, que es más problemático que el problema
mismo. En el sentido de que hay hilos que pueden estar
interrumpidos, pueden estar cortados y que vos tenés que
tratar de anudarlos porque no sabés. Buscando en todos los
libros no vas a encontrar la solución, solamente metiéndote
en la cosa misma. Y bueno, eso fue lo que yo aprendí de
ellos.”
María Saleme de Burnichón (en Decires, 1997, p.20)
29
2008, 6a edición), dando cuenta del proceso de conformación de esta
opción de indagación y de sus supuestos.
12 Edelstein (2011, p.95) recupera de Ardoino una perspectiva de análisis multirreferencial
que “…se propone abordar las prácticas, los hechos y los fenómenos educativos desde una
lectura plural, bajo diferentes ángulos y en función de sistemas de referencia distintos, sin que
esto signifique la reducción de unos en otros. Más que una posición metodológica, se trata de
una decisión epistemológica, en cuanto la educación como función social global que atraviesa
el conjunto de los campos de las ciencias del hombre y la sociedad interesa a especialistas de
diferentes disciplinas que asumen su complejidad como rasgo constitutivo”.
30
generar avances en los saberes matemáticos de jóvenes y adultos que se
reinsertan en propuestas educativas. A continuación reconstruimos las
dimensiones que fueron tematizadas en las sucesivas redefiniciones de
la problemática.
31
miento matemático considerado” (Brousseau, 1986, pp.
16-17).
Este contrato tiene algunas características, entre ellas que “La rela-
ción didáctica debe ‘continuar’ cueste lo que cueste” (Ibídem, p.16).
Esta consecuencia del contrato didáctico es redefinida en el marco de
una relación que no se sostiene por la obligatoriedad del vínculo. Nues-
tros interrogantes eran: ¿Qué sostiene entonces la continuidad de la
relación enseñante-enseñado? ¿Qué incidencia tienen los saberes adqui-
ridos en la trama de ese vínculo? ¿Cómo influye la modalidad propuesta
para la adquisición de saberes en el sostenimiento de dicho vínculo?
Dado el origen compensatorio del nivel, el saber enseñado y su
modo de adquisición parecería que debería ser próximo al saber enseña-
do en el sistema educativo “regular”. La compensación demandaría una
adhesión a la “fisonomía de lo escolar” que le otorgaría legitimidad (y
así futuro) al precario vínculo enseñante-alumno. ¿Esta “fisionomía de
lo escolar” definiría así el marco de lo posible? Balacheff designa como
“costumbre” estas reglas de funcionamiento social de las clases de mate-
máticas que por su generalidad parecen más profundas y permanentes,
son prácticas obligatorias establecidas implícitamente por el uso. La
costumbre delimita el ámbito de lo posible en la clase de matemáticas,
establece patrones generales de regulación de la actividad matemática
en las clases, delimita contratos didácticos posibles (Ávila, 2001). Che-
vallard, uno de los referentes centrales de la Teoría Antropológica de lo
Didáctico (en adelante TAD), en vez de diferenciar la idea de contrato
didáctico de la de costumbre, redimensiona la noción de contrato reco-
nociendo la existencia de contratos más amplios que los didácticos, los
contratos institucionales que codeterminan las relaciones de los sujetos de
la clase –profesor y alumnos- (Chevallard, 1994).
Asimismo, desde algunos aportes de la Didáctica Matemática fran-
cesa, identificamos en la contextualización del saber un modo de en-
frentar el riesgo de pérdida de sentido que subyace en la situación de
fracaso13. Puesto que “La cuestión esencial de la enseñanza de la mate-
13 Al respecto, Sadovsky (2005) señala que “…muchos docentes suelen pensar que los alum-
nos no pueden, y frente a esta imposibilidad terminan resignando sus expectativas en cuanto
a la profundidad del trabajo intelectual que puede concebirse en la escuela. Paradójicamente,
estas propuestas “en baja”, muy basadas en la mecanización, producen un vacío de sentido para
los alumnos quienes, al no estar dispuestos a invertir “costo de aprendizaje” en aquello que
no los convoca de ninguna manera, terminan ¡no pudiendo! […] Lo que queremos resaltar
es que, contrariamente a lo que el sentido común indica, lejos de ser más inclusivo, el relajar
32
mática es entonces: ¿cómo hacer para que los conocimientos enseñados
tengan sentido para el alumno?” (Charnay, 1994, p.53) y el sentido
del saber enseñado está definido inicialmente en un “nivel externo”, es
decir, “¿cuál es el campo de utilización de este conocimiento y cuáles
son los límites de este campo?” (Ídem). La (re) contextualización de los
saberes a ser enseñados procura entonces hacer aparecer las nociones
matemáticas como herramientas para resolver problemas, reparando
exigencias que se le plantean al productor en el proceso de comunica-
ción de saberes (despersonalización, descontextualización y destempo-
ralización de los saberes producidos) para que se pueda acceder al uso
de esos saberes sin replicar el camino seguido para su descubrimiento.
(Brousseau, 1986) Estas exigencias, para garantizar una apropiación del
sentido del saber, en el proceso de enseñanza deben ser reparadas: “El
trabajo del profesor es en cierta medida inverso al trabajo del investiga-
dor, debe producir una recontextualización y una repersonalización de
los conocimientos” (Ibídem, p.5). Esto pone en evidencia la caracteri-
zación del trabajo del profesor como de recontextualización y repersona-
lización de los conocimientos (Ídem).
Reconocimos además que el trabajo docente de recontextualización
conlleva un trabajo epistemológico de indagación de situaciones en las
que el saber a enseñar es un medio de solución, lo cual involucra algunos
de los campos de utilización de nociones matemáticas ya reconocidos
por los sujetos de la EDJA. Esto nos remitió a los modos de abordaje
en la enseñanza de dichos campos cotidianos de los conocimientos y sa-
beres matemáticos, advirtiendo como problemática la diversidad de los
mismos y la posibilidad de interpretación de esa diversidad en términos
de la problemática de la transferencia (Lave, 1991) y de la trasposición
de saberes matemáticos entre instituciones y sus fenómenos asociados
(Bosch i Casabò, 1994).
La teoría del aprendizaje situado supone el reconocimiento de la es-
pecificidad de los conocimientos matemáticos producidos en diversos
contextos, poniendo en cuestión la posibilidad misma del proyecto de
acceso a saberes generalizables y transferibles a diversos contextos (Lave,
1991). El reconocimiento de esta especificidad situacional de la activi-
la exigencia intelectual termina siendo expulsor de sentido y, por lo tanto, expulsor (a secas).
[…] el conocimiento didáctico producido nos lleva a sostener que brindar a los jóvenes la expe-
riencia de asumir el desafío intelectual, de “atrapar” lo que en principio parecía “escaparse”, de
entender después de no haber entendido, contribuye a que construyan una imagen valorizada
de sí mismos, lo cual le otorga un sentido fundamental a su permanencia en la escuela porque
restituye el deseo de aprender”. (pp.12-13)
33
dad matemática cuestiona la simplicidad (inclusive la viabilidad) del
proceso de generalización y transferencia de saberes, en tanto intencio-
nalidad de la enseñanza escolar. La concreción de este proceso permiti-
ría dar respuesta a la pretensión de mejorar el desempeño en la inserción
no sólo actual del sujeto, sino también la futura y, en su desempeño
escolar. Por ello, es sugerente el cuestionamiento que nos planteaba esta
perspectiva sobre cómo se organiza el trabajo de despersonalización y
descontextualización del saber; ¿es viable este proceso o es una preten-
sión asentada en una concepción funcionalista del aprendizaje?
En cambio, si se vincula la diversidad con la pertenencia institu-
cional diversa de los saberes matemáticos, no se negaría la posibilidad
de transposición institucional de esos saberes (aunque es tematizada y
objeto de vigilancia). El carácter institucional de los saberes deviene
de que “… se consideran las matemáticas como una actividad dentro
del conjunto de las actividades humanas, y los símbolos que ésta utiliza
como instrumentos específicos de la actividad.” (Bosch i Casabò, 1994,
p.3) y se concibe que el conocimiento no es absoluto, sino definido en
referencia a una institución específica que delimita relaciones institu-
cionales con los objetos de conocimiento de dicha institución (Ibídem).
Este reconocimiento de saberes institucionales y las sujeciones institu-
cionales en el marco de las cuales se conoce, supone el reconocimiento
de tipos de tareas (y técnicas asociadas) que se resuelven en dicho con-
texto institucional. Habría algunos rasgos de estas prácticas institucio-
nales que devienen en problemáticos al ser asumidos como contextos
de enseñanza: su naturalización, la posibilidad de la ausencia de una
nominación y la especificidad de su tecnología. En etapas de mayor
estabilidad de la vida institucional, las tareas institucionales tienden a
rutinizarse y se estabilizan las técnicas que permiten resolver estas tareas
rutinarias de modo idóneo. Así, las tareas rutinarias pierden su carácter
originariamente problemático. Este fenómeno de naturalización con-
lleva la desvinculación de la técnica de las tareas problemáticas que le
dieron origen. Cabe interrogarse, al recuperar una tarea posiblemente
rutinizada como contexto de enseñanza, cómo se hace visible y se pro-
blematiza una tarea ya rutinizada.
En una institución de práctica, cuyo trabajo no está organizado en
torno al trabajo con el conocimiento matemático, quizás los mecanis-
mos de transmisión estén más articulados en torno a la participación en
la ejecución de sus prácticas o tareas que a la nominación de los objetos
34
que permiten resolver esas tareas. La nominación quizá sea una exigen-
cia de legibilidad para la transmisión en contextos de enseñanza, no
necesariamente en instituciones cuyo trabajo no está organizado en tor-
no al conocimiento matemático. Finalmente, otra dimensión de estas
prácticas institucionales excede la dimensión de la praxis y alude al lo-
gos, es decir, un discurso sobre las técnicas empleadas para la resolución
de tareas que es denominado “tecnología” y que asegura la justificación
y control de las técnicas institucionales. Esta tecnología, entonces, tie-
ne rasgos peculiares específicos: ¿cómo dialogan sus tecnologías, la de
instituciones de práctica centrada en dar respuesta a las demandas de la
acción y la otra, en la inteligibilidad de una técnica a enseñar?
35
rar la singularidad de los destinatarios de la EDJA desde una caracteri-
zación social y cultural, cuya marca recurrente es la exclusión escolar y
sociocultural, lo que definiría un juego de tensiones que atravesarían la
enseñanza. Estas tensiones nuevamente tematizaban como problemáti-
cas claves del trabajo docente de enseñanza matemática a la regulación
(y ruptura) de contratos didácticos en torno a los modos de validación y
la re-contextualización de los saberes, problemáticas ya anticipadas en la
primera aproximación descripta mediante el uso de referentes teóricos
de la TSD.
Un objeto matemático que anticipábamos de gestión problemática
era el acceso a la simbolización matemática de la numeración y de la
operatoria que había sido interrogado en la propia trayectoria de inves-
tigación desde su rol en el tránsito entre conocimientos cotidianos y sa-
beres escolares (con pretensiones de generalización). Así en el análisis de
propuestas educativas vigentes en el ámbito nacional para la enseñanza
matemática en EDJA (Delprato, Ma. F., 2007; Delprato, Ma. F., 2008;
Delprato, en prensa) que abordan específicamente la numeración y la
operatoria (suma y resta), buscó caracterizar la lógica que articula la
selección de secuencias de enseñanza y de contextos. En la crítica de
las opciones del material analizado15 se buscaba comprender la adscrip-
ción a una secuencia lineal y tradicional de enseñanza de estos objetos
vinculándola a criterios de viabilidad de esta propuesta por su réplica
de secuencias conocidas (por los alfabetizadores) y valoradas (por ser
signos para los alumnos adultos de modos escolares de enseñanza de
estas nociones matemáticas). En estas búsquedas aparecía nuevamente
como tensión que atravesaría el diseño de situaciones de enseñanza ma-
temática la adhesión a “la fisionomía de lo escolar” ya tematizada en la
primera aproximación como un condicionante de decisiones docentes
al delinear el margen de lo posible (o anticipar rupturas del contrato
didáctico que sostiene precariamente el vínculo docente-alumno en la
EDJA al ir más allá de estos márgenes). Asimismo en el sostenimiento
de esta crítica comenzó a delinearse la potencialidad analítica de los
NEL para caracterizar las demandas de escrituras numéricas de la coti-
dianeidad de los sujetos adultos que son ignorados por las perspectivas
de enseñanza como la analizada y así, reconocer como espacio de inter-
vención de una propuesta de enseñanza relevante las distancias entre
15 Apartado de Matemáticas del Libro para el alfabetizador (Montenegro, 2004)
del Programa Nacional de Alfabetización y Educación Básica para Jóvenes y Adultos,
conocido como el Programa “Encuentro”.
36
disponibilidad de estas escrituras numéricas y contenidos apropiados en
las vías de acceso cotidianas16.
Para entender esta afirmación es necesario precisar que recuperamos
ideas centrales de autores que retoman como referente avances con-
ceptuales del campo de literacidad para pensar el de numeracidad. Así,
partiendo de la misma conceptualización de numeracidad como prácti-
ca social, recuperan algunas consecuencias analíticas de esta perspectiva
esbozadas en el campo de literacidad. La asunción de esta mirada con-
llevaría la adopción de los siguientes presupuestos:
16 “Se utilizan los términos disponibilidad y acceso para distinguir la diseminación de los
materiales de la lengua escrita de los procesos sociales subyacentes a su distribución y uso. Dis-
ponibilidad denota la presencia física de los materiales impresos y la infraestructura para su dis-
tribución (biblioteca, puntos de venta de libros, revistas, diarios, servicios de correo, etcétera),
mientras que acceso se refiere a las oportunidades para participar en eventos de lengua escrita,
situaciones en las cuales el sujeto se posiciona vis-à-vis con otros lectores y escritores, así como
a las oportunidades y las modalidades para aprender a leer y escribir (Kalman, 1996). Acceso es
una categoría analítica que permite identificar cómo en la interacción entre participantes, en los
eventos comunicativos, se despliegan conocimientos, prácticas lectoras y escritoras, conceptua-
lizaciones y usos; abarca dos aspectos fundamentales, las vías de acceso (las relaciones con otros
lectores y escritores, con los textos, con el conocimiento de la cultura escrita y los propósitos
y consecuencias de su uso) y las modalidades de apropiación (los aspectos específicos de las
prácticas de lengua escrita, sus contenidos, formas, convenciones; sus procesos de significación
y procedimientos de uso).” (Kalman, 2004, p.26)
37
aprendizaje y de construcción de sentido.” (Barton y Ha-
milton 2004, p.113)
38
Asimismo, estos eventos y prácticas existen asociados a diferentes
ámbitos de la vida, lo cual conlleva que haya diferentes literacidades, es
decir “configuraciones coherentes de prácticas letradas” (Ibídem, p.116)
asociadas con distintos dominios de actividad como lo doméstico, lo es-
colar, lo laboral. Estos dominios son “…un punto de partida útil [para]
examinar las distintas prácticas en estos dominios, y luego comparar,
por ejemplo, el hogar y la escuela o la escuela y el ámbito laboral.” (Ibí-
dem, p.116). No obstante, existen cuestionamientos sobre la posibili-
dad de discriminar entre dominios, por su posibilidad de yuxtaposición
e incluso, sobre el grado de especificidad de cada uno en sus prácticas
dado que algunas de ellas no son originadas en cada ámbito sino que
son importadas entre distintos sectores de la cotidianeidad o de domi-
nios públicos. Pero, la fertilidad del reconocimiento de dominios es que
39
dad. Las prácticas de numeracidad no son sólo hechos en
los cuales la actividad numérica está involucrada sino son
las amplias concepciones culturales que dan significado
al evento, incluyendo los modelos que los participantes
traen”17. (Ibídem, p.12).
17 La traducción es nuestra. Cita original: “we define numeracy events as those ‘ocassions
in which a numeracy activity is integral to the nature of the participants’ interactions and their
interpretative processes’ (Baker, 1996) We see numeracy practices (like literacy practices) as
more than the behavior that occurs when people ‘do’ mathematics or numeracy. Numeracy
practices are not only events in wich numerical activity is involved, but are the broader cultural
conceptions than give meaning to the event, including the models that participants bring to it.”
18 Esta exploración nos condujo a tematizar en otros términos la problemática de las relacio-
nes entre eventos y prácticas de diversos dominios focalizando aspectos sobre valores y relacio-
nes de poder de los dominios escolar y extraescolares. Esta opción supuso un desplazamiento
de la preocupación por la trasposición de saberes entre instituciones que planteamos en nuestro
acercamiento inicial a la problemática (véase apartado 1.1.1)
40
matemáticas cotidianas). Esto fue conformando una búsqueda sobre
modalidades de indagación (y de documentación) que posibilitara la
desnaturalización de la práctica como condición de sus posibilidades de
transformación.
Esta aproximación fue la que cimentó el momento de ingreso al
campo orientando la indagación empírica a través del reconocimiento
de tareas problemáticas que articulan decisiones y preocupaciones do-
centes. Así, los modos de validación aparecieron como preocupación,
dada la marca de fracaso escolar que ha signado la trayectoria de los su-
jetos y la preocupación por el sentido signó la necesidad de indagación
de contextos de uso de los saberes matemáticos a ser enseñados.
Pero a su vez esta indagación, se constituyó en una herramienta
analítica para develar usos cotidianos de la numeración y del cálculo
que supusieron a su vez procesos de trabajo para interpretar escrituras
alternativas o para reconocer la disponibilidad de portadores numé-
ricos19 (como el almanaque). En estos procesos de trabajo, circularon
como herramientas analíticas las nociones provenientes del campo de
los NEL ya mencionadas. Esto posibilitó develar algunas problemáticas
subyacentes en la recuperación e interpretación de las docentes de estos
“esbozos de escrituras”20 usados por las/los alumnas/os, así como pro-
cesos implicados en las discusiones del Taller. En torno a esto último,
pueden anticiparse a modo de ejemplo procesos de extrañamiento de
las prácticas de numeracidad naturalizadas y legitimadas en el ámbito
escolar y reconocimiento de prácticas de numeracidad de la comunidad
(Nirantar, 2007; Street, Rogers y Baker, 2006); o discusiones sobre la
presunción de las docentes de que la disponibilidad (presencia física en
el entorno) de portadores de información numérica conlleva acceso a sus
contenidos (por ejemplo, criterios de organización del tiempo presentes
en los almanaques), tematizando así la posibilidad de distancia entre
disponibilidad y acceso como aspecto de intervención de la enseñanza.
La preocupación por la objetivación de la práctica docente orien-
tó la elección de la modalidad otorgada a los encuentros de trabajo
con las docentes. Esta modalidad estuvo orientada (como detallamos
en el apartado 1.2.2) por una metodología de Taller, entendiendo que
se trata de una “…modalidad de construcción de conocimientos donde
19 Véase en el capítulo 2 mayores precisiones sobre esta noción.
20 Expresión usada en el Diseño Curricular para la modalidad (MEPC, 2008a) para referir
a los primero intentos de escritura de cálculos o registro de cantidades.
41
se combina una estrategia grupal de investigación y un modo de per-
feccionamiento docente centrado en la objetivación de los cotidianos
escolares” (Achilli, 2008, p.19).
42
Asimismo Rockwell (2000) señala que también existen otros modos
de organizar la transmisión formal de conocimientos que han sido do-
cumentados por la antropología y la historia. Por ende, sugiere ampliar
nuestra concepción de la transmisión “escolar” de la cultura argumen-
tando que permite recuperar estas experiencias educativas diversas del
pasado y apreciar esta diversidad en las escuelas conocidas y en las que
proyectamos.
No obstante, la fertilidad de esta analogía es su señalamiento de que
estos núcleos duros o reglas de la gramática escolar, en general suelen
ser resistentes a las transformaciones y constitutivos de las formas de
hacer y de los saberes pedagógicos (Terigi, 2006). Algunas de las pro-
blemáticas analizadas así son las relativas al tiempo y a los modos de
agrupamiento o “grados” en el trabajo en la EDJA.
Como vemos en la caracterización del espacio de indagación (apar-
tado 1.2.1), una de las condiciones dispares de esta “otra primaria” es la
alteración de los tiempos escolares habituales: el cronosistema escolar
o sistema de organización del tiempo que establece la escuela. Uno de
los rasgos implícitos es la exposición a un tiempo común, a la enseñanza
simultánea, que conlleva un recorrido y avance común. Si bien es re-
currente flexibilizar el formato escolar revisando el tiempo escolar para
incluir a sectores excluidos del sistema educativo (Tiramonti, 2008),
estos referentes teóricos nos posibilitaron reconocer preocupaciones
docentes. Por ejemplo, la preocupación por resguardar los avances co-
munes en la enseñanza debido a la irregularidad en la asistencia de las/
los alumnas/os. Así como la demanda de interpretación en los diseños
curriculares de claves para pensar en la gestión de avances en los reco-
rridos de los sujetos (apropiarse de esta reforma como una hipótesis de
trabajo docente con el cronosistema escolar).
Otro rasgo revisado en la EDJA son los modos de agrupamiento
de los sujetos. Las docentes del CENPA (Centro de Nivel Primario de
Adultos) con el que trabajamos, con la incorporación de una de ellas,
revisaron esta estructura de grados formando dos grupos: primer y se-
gundo ciclo, cada uno con una de las docentes como responsables. Esta
revisión de los criterios de agrupamiento cuando se genera la ruptura
de la correspondencia que presupone la escuela “común” entre edad
cronológica-ciclo lectivo-grado escolar, puede ser interpretada como un
modo de garantizar la persistencia de una enseñanza simultánea dado
que, según afirman las docentes, posibilita uniformar los modos de co-
43
municación de las actividades de enseñanza facilitando la gestión del
docente. Pero este criterio de homogeneización de los grupos genera en
las docentes la sensación de encubrimiento de la diversidad al interior
de los grupos y de “extrañamiento y desinstrumentación” (Terigi, 2006,
p.203) para la gestión de esta diversidad. Asumimos en el trabajo de
acompañamiento que “Los determinantes del dispositivo escolar tienen
consecuencias sobre los desarrollos didácticos disponibles en los que
pueden apoyarse maestros y profesores cuando diseñan sus propues-
tas de enseñanza.” (Ibídem, p.198). Por ende, lo que fue tramando las
temáticas del Taller fue el desafío de generar producciones didácticas
específicas para gestionar la enseñanza en agrupamientos de alumnas/os
que quiebran la correspondencia mencionada, puesto que esta gestión
revierte una gran complejidad dado el “…papel estructurante que la
gradualidad tiene en el saber didáctico del que disponen los maestros.”
(Ibídem, p.215). Algunos interrogantes que estructuraron el trabajo en
torno a este rasgo del dispositivo escolar fueron: ¿cómo agrupar a los su-
jetos con cierta homogeneidad que preserve la posibilidad de un trabajo
colectivo o simultáneo?; ¿cómo generar diagnósticos para develar los
puntos de partida de estos sujetos (ya no asegurados por un recorrido
escolar común)?
44
trato didáctico (Brousseau, 1986 y 2007; Fregona y Orús, 2011). Así
como de la TAD: la estructuración de una obra matemática en torno
a tareas, técnicas y tecnologías (Chevallard et. al, 1998). Como mencio-
namos en la Introducción, la fertilidad de la articulación de estas pers-
pectivas teóricas nos posibilitó abordar el análisis de microdecisiones
de enseñanza (mediante la TSD) y reconocer los aspectos de una obra
matemática que son tensionados en los modos de intervención diseña-
dos para el tratamiento de las problemáticas planteadas por las docentes
en los Talleres (mediante la TAD).
45
A su vez, retomamos la estructuración del medio del profesor para deli-
mitar teóricamente posiciones docentes y analizar problemáticas vincu-
ladas al ejercicio de las mismas. Esta estructuración es una modelización
de las posibles interacciones del docente y del alumno, comprometidos
en una actividad matemática, con sus respectivos medios (Fregona y
Orús, 2011). Este modelo no conlleva una prescripción sobre un “deber
ser” de la enseñanza y, al ser un modelo, da cuenta de algunos aspectos
de lo que sucede en una clase de matemáticas. El presupuesto central de
este modelo al designarse como medio del profesor es que
46
Las posiciones docentes relativas a la gestión de la clase que son te-
matizadas en esta modelización son dos: el profesor que prepara su clase
y el profesor enseñando. Estas autoras en su análisis de los aportes de
esta noción, plantean dos interrogantes para el análisis de estas posicio-
nes que se vinculan con problemáticas que asumimos en la coordina-
ción del Taller:
47
La clasificación propuesta por la TSD de las situaciones en tipos se-
gún el “…modelo de interacciones posibles del alumno con su medio.”
(Ibídem, p.55), nos posibilitó reconocer y abordar desafíos de gestión
diversos que ocasionan algunas de estas situaciones diseñadas: las situa-
ciones de acción y fases de expresiones públicas. En los capítulos 4 y 5
profundizamos estos tipos de situaciones y los desafíos de gestión aso-
ciados a las mismas. A modo de anticipación podemos señalar que estos
desafíos están vinculados a la problemática de articulación del proceso
de adaptación independiente del alumno al medio propuesto con el
de enculturación, para así promover aprendizajes autónomos y valiosos
social y culturalmente.
48
consideramos que conllevaría el acceso a su tecnología o “…discurso
interpretativo y justificativo de la técnica y de su ámbito de aplicabili-
dad o validez” (Ibídem, p. 125).
21 Los Centros Educativos de Nivel Primario de Adultos (CENPAs) forman parte junto
a otras instituciones, como las Escuelas Nocturnas, de la oferta provincial primaria de EDJA
caracterizada por su “heterogeneidad organizacional”. Estos Centros son “de origen nacional
surgen en el año 1965 durante el gobierno del Dr. Illia como Campaña de Alfabetización, se
provincializan en el año 1980 durante la dictadura militar en el primer momento de transfe-
rencia por parte de la Nación de los servicios educativos a las provincias. Mantiene una orga-
nización con un solo maestro para hacerse cargo de todos los ciclos, y las distintas tareas ad-
ministrativas, docentes y de limpieza, en general desarrollan sus prácticas en horario nocturno
pero en diversos casos pueden funcionar también en otros horarios, atendiendo a las demandas
de los alumnos. Son de modalidad presencial, de lunes a viernes” (Lorenzatti, 2005, p.27).
Como vemos en el apartado siguiente algunas de estas características genéricas tienen ciertas
particularidades en este CENPA.
Otro rasgo organizacional de los CENPAs es la oscilación de su dependencia administrativa
provincial (1987 a 1995, dependían de la Dirección de Educación del Adulto –DEA; 1995 a
1999, al ser cerrada la DEA, pasan a depender de la Dirección de Nivel Inicial y Primario pro-
vincial; 1999 al 2008, pasan a depender de la recién creada Dirección de Regímenes Especiales
–DRE- que luego es transformada en Sub-dirección dependiente de la Dirección de Enseñanza
Media y Superior -DEMES-;desde 2008 a la actualidad, dependen nuevamente de una Direc-
ción propia de la modalidad, la Dirección General de Educación de Jóvenes y Adultos).
49
detectado que esta persona estaba preocupada y problematizada sobre
la enseñanza matemática en la modalidad de EDJA.
22 Ambos son Institutos Superiores de Formación Docente (ISFD). ICA es el Instituto
de Culturas Aborígenes.
50
En esta dinámica, durante el año 2008 y parte del 2009 se incorporó
a la institución como voluntaria una maestra, en ese momento reciente-
mente egresada, porque conoció a la docente que fue nuestro referente
para el ingreso al CENPA en el mismo espacio de formación en el que la
contactamos nosotras. Se sumó a colaborar como alfabetizadora en los
tiempos asignados en el CENPA y en un centro de alfabetización radi-
cado en un espacio laboral cercano a la escuela, un horno de fabricación
manual de ladrillos para la construcción, conocido popularmente como
“un cortadero”. Allí, junto a otros compañeros de la formación inicial
(provenían todos de un mismo ISFD) de esta maestra, generaron un
Centro de Alfabetización vinculado al Programa Encuentro23, a partir
de un relevamiento que acreditaba su necesidad. El emplazamiento del
Centro de Alfabetización obedecía a que los demandantes no podían
concurrir a la escuela de lunes a viernes porque trabajaban en la produc-
ción manual de ladrillos y porque la proximidad a sus hogares facilita la
asistencia. En este Centro, además del espacio de alfabetización (al que
asistían mayoritariamente mujeres) se había conformado un grupo de
trabajo sobre Matemática a pedido de algunos hombres trabajadores del
cortadero de ladrillos (entre ellos el patrón).
El CENPA tenía ciertas singularidades debido a su horario de fun-
cionamiento por la tarde, el lugar de trabajo era el único disponible en
horario escolar: un rincón del comedor24. Sus actividades se desarrolla-
ban en el edificio de una escuela primaria ubicada en la periferia de la
ciudad y su emplazamiento en el comedor de esta escuela conllevaba
una organización del tiempo marcada por los tiempos de uso de este es-
pacio para la alimentación (inicio de clases después de que termina el al-
muerzo, interrupción de la actividad en “la hora de la leche”). Además,
suponía la convivencia en un mismo espacio de los dos grupos en que
se organizaba la enseñanza (primer ciclo y segundo ciclo), en dos mesas
distintas frente a dos pizarrones colocados en una pared del comedor.
Esto imprimía un clima de “bullicio” al aula con dificultades para el
23 Programa Nacional de Alfabetización y Educación Básica para Jóvenes y Adultos difundi-
do habitualmente como Programa “Encuentro”.
24 En el año 2012, luego de un proceso de toma de la escuela por la comunidad debido
al déficit de las condiciones edilicias, el CENPA comenzó a funcionar en nuevas aulas de la
primaria que se hicieron en el antiguo espacio del comedor. Este cambio supuso la división de
los grupos en dos aulas lo que, según comentarios de la docente asistente al Taller, dificultó los
intercambios informales entre las docentes y los alumnos de ambos ciclos durante las clases.
Este aislamiento e intimidad de la separación en aulas, junto a la designación de una maestra
suplente para el segundo ciclo, supuso una nueva demanda al Taller de promover modos de
intercambio al interior de la institución de las experiencias diseñadas.
51
trabajo en espacios públicos. Conllevaba también la ausencia de un mo-
biliario flexible (disponían de mesas largas y bancos usados para comer)
que condicionaba los modos de agrupamiento y de espacios propios
para materiales educativos. Las docentes habían ido consiguiendo do-
naciones de algún mobiliario (fichero para guardar materiales, un pe-
queño mueble donde había algunos libros).
52
Si bien el espacio físico del trabajo fue el CENPA, podemos distin-
guir allí dos ámbitos de trabajo. Uno fue el mismo CENPA, del cual
formaban parte las dos docentes integrantes del Taller. Otro de los ám-
bitos de inserción era el Centro de Alfabetización del que formaba parte
la alfabetizadora. Este Centro de Alfabetización al igual que muchos
otros, ha sido constituido a partir de un relevamiento que acredite su
necesidad en este caso, en una comunidad aledaña al CENPA. Estos es-
pacios de inserción también impactaron en la constitución de deman-
das y sentidos sobre la práctica docente. Así, las docentes del CENPA
enmarcaban sus prácticas en el marco de regulaciones propias del siste-
ma educativo: prescripciones curriculares, acreditación de saberes para
la continuidad en el sistema. Cabe señalar que estas regulaciones eran
referidas como problemáticas porque la aprobación de un currículum
provincial específico de la modalidad fue a poco de comenzar nuestro
trabajo de campo –noviembre del 2008- (MEPC, 2008a). En torno a
ello, en los comienzos del trabajo, la docente del primer ciclo con un
mayor énfasis en problemáticas referidas al inicio de la simbolización
matemática y, la del segundo ciclo, en la promoción de un trabajo su-
puestamente requerido en otros niveles del sistema (enseñanza media).
En cambio, la docente que trabajaba en el espacio de alfabetización
comunitario aparecía signada por las premuras de las exigencias de los
sujetos sobre saberes específicos. Dada la ausencia de la selección de
contenidos definida por la acreditación, emergía más fuertemente la
necesidad de dar respuesta a las demandas de saberes planteadas por los
sujetos asistentes.
Esta heterogeneidad de la inserción en el CENPA y en el Centro
de Alfabetización creemos que incidió en que, desde la urgencia que
imprimía el espacio de alfabetización, emergieran los primeros interro-
gantes sobre la enseñanza (véase apartado 4.1).
53
para cocinar a cuadrillas de obras de construcción o participación del le-
vantamiento de los “restos” de cosechas de papa en el cinturón verde de
la ciudad de Córdoba). Esto reducía los horarios en que todos asistían
(las mujeres se retiraban antes para cocinar) y la regularidad en la asis-
tencia, incidiendo en la organización de la jornada escolar (se destinaba
el horario “luego de la leche” para talleres de sexualidad, el coro, danzas
típicas y alfabetización). La presencia de los jóvenes y su disparidad con
necesidades, intereses y formas de relación con respecto a las mujeres
a veces impactaba en decisiones sobre la posibilidad de convivencia de
los grupos (en algunos años se asignaron dos horarios diferenciados por
agresiones de los jóvenes hacia las mujeres).
Estos rasgos, más la receptividad de intercambios con otras institu-
ciones educativas del medio, hacían de este establecimiento un espacio
de indagación fecundo por la posibilidad de problematización del tra-
bajo docente en la modalidad y por la accesibilidad del trabajo en el
espacio áulico también facilitado por la familiaridad de las/los alumnas/
os con la presencia de agentes externos a la institución.
54
Como relatamos en el apartado anterior, el encuadre constitutivo
estuvo caracterizado por la opción de trabajar en una escala peque-
ña (docentes y alfabetizadora nucleadas en torno a una institución, el
CENPA), cuya participación es voluntaria. El equipo de investigación/
coordinación estuvo constituido por la autora y otra investigadora. Du-
rante el período del trabajo de campo, la autora funcionó como coor-
dinadora del Taller, asumiendo también las tareas de documentación
(grabaciones y transcripciones, digitalización de producciones del Taller
y de las/los alumnas/os). La otra investigadora debido a su participación
más externa fue quien asumió la dirección del proceso de investigación,
por lo que decidimos identificarla como investigadora aunque en su ca-
rácter de observadora externa del proceso de coordinación del proceso
grupal fue partícipe de la discusión de la planificación de las estrategias
de trabajo propuestas por la coordinadora.
En relación al encuadre fundacional, explicitamos en el apartado
“supuestos del Taller” la opción por la comprensión y discusión de la
actividad matemática efectiva (en el sentido de reales) y el diseño de
alternativas en aulas concretas; así como la opción adoptada de articular
procesos de investigación y de formación docente. En cuanto al encua-
dre de funcionamiento, posteriormente nos detenemos en la elección de
una modalidad de trabajo colectivo y colaborativo, y en algunas tensio-
nes y posicionamientos asumidos en el proceso de constitución de esta
modalidad. Finalmente en el encuadre metodológico, además de lo que
relatamos en el apartado “etapas de trabajo”, abordamos los desafíos de
gestión de este tipo de indagación y los desafíos analíticos que conlleva
asumir la coordinación del taller como un oficio, cuya experiencia de
ejercicio conlleva aprendizajes en el mismo quehacer.
55
con observación de clases). Este trabajo fue culminado a principios del
2010, con reuniones de evaluación y de discusión de resultados de la
experiencia, si bien continuamos trabajando en el acompañamiento de
estas docentes.
Ambas modalidades de indagación fueron concebidas como estra-
tegias para acompañar y documentar el proceso de toma de decisiones
sobre la propuesta de enseñanza que realizaban las docentes y de su
implementación en las clases. Esta modalidad procuraba así reconstruir
las condiciones para la enseñanza de saberes matemáticos relevantes y
transferibles a jóvenes y adultos involucrados, recuperando el decir y el
quehacer de los docentes participantes, develando tareas problemáticas
en torno a las cuales organizan su práctica de enseñanza y la explicita-
ción de los modos de resolución de estas tareas. Para dar cuenta también
de conocimientos en juego se recuperaron además registros de produc-
ciones de las/los alumnas/os generados en el marco de estas condicio-
nes, siendo incluso su interpretación e impacto en las decisiones sobre
la enseñanza objeto de discusión en los encuentros con las docentes.
En estas diversas etapas la toma de decisiones del rumbo de la ex-
periencia siempre tuvo a la práctica docente25 como referente constante
de la misma. La centralidad de esta práctica asumió dos modos en este
recorrido debido a las modalidades de indagación antes descriptas: ini-
cialmente (setiembre de 2008 a principios de abril de 2009) esta prácti-
ca fue referida por las docentes en forma oral inicialmente, incorporan-
do poco a poco planificaciones, propuestas de actividades y respuestas
de las/los alumnas/os.
Posteriormente (desde fines de abril hasta fin del año lectivo 2009),
nuestra presencia también en el espacio áulico posibilitó una referencia
directa a la práctica de las clases presenciadas (complementada por el
relato de aquellas en las que no estábamos presentes) así como la inte-
racción directa con las/los alumnas/os asistentes.
25 Referir a práctica docente como referente de los talleres de educadores, presupone adherir
a la necesidad de distinción (y ampliación) entre práctica pedagógica y práctica docente: “…
al utilizar la noción de práctica docente pretendo mostrar que, amén de constituirse desde la
práctica pedagógica, la trasciende al implicar, además, un conjunto de actividades, interacciones,
relaciones que configuran el campo laboral del sujeto maestro o profesor en determinadas condicio-
nes institucionales y sociohistóricas.” (Achilli 2008, p. 23). Esta distinción posibilitó someter a
reflexión no sólo las prácticas pedagógicas de ambos espacios sino las relaciones y condiciones
en que estas prácticas están inmersas y constreñidas, es decir, develar las sujeciones y tensiones
del trabajo docente en dichos espacios.
56
En la primera etapa, las discusiones se dirigieron a diversos aspectos
del trabajo en ese espacio, lo cual nos permitió iniciar un proceso de
acercamiento a las condiciones de enseñanza en ese CENPA. En este
marco emergieron además algunas cuestiones vinculadas a decisiones
sobre la enseñanza en el Centro de Alfabetización mencionado.
En la etapa final, la práctica docente fue tematizada en torno a deci-
siones sobre la enseñanza con la siguiente secuencia: discusión de deci-
siones previas a la clase, asistencia a la clase (observación y colaboración
con las/los alumnas/os) y reconstrucción analítica de la clase como sus-
tento de decisiones futuras.
En este recorrido de consolidación de una estrategia de indagación
puede advertirse que los encuentros fueron asumiendo también el ca-
rácter de espacios de formación docente. Es decir, al propósito inicial
de acompañar para conocer la cotidianeidad de un espacio educativo de
EDJA, particularmente en torno a la actividad matemática en el aula y
problemáticas docentes para su gestión, se incorporó como objeto de
estudio la formación de esos docentes mediante la opción por el taller
de educadores, opción que profundizamos en el apartado siguiente.
57
La importancia de los aspectos “no documentados” “…reside en que
los mismos, podrían ser indicios de nuevas prácticas/nuevos sentidos de
las relaciones escolares” (Ibídem, p.29). Por ende, la documentación
de las prácticas pedagógicas alternativas diseñadas en los talleres, y su
comunicación en esta obra y en espacios de divulgación, contribuyen a
“otorgarle existencia” a estas prácticas que procuran promover otro tipo
de relación con el conocimiento matemático (de las docentes miem-
bros del taller y de sus alumnas/os). Pero a la vez, la relevancia de esta
documentación conlleva una valorización del conocimiento local; así
en este estudio sería clave dar cuenta de la comprensión y discusión de
la actividad matemática efectivamente desarrollada en las clases de las
docentes participantes del taller.
El taller de educadores es además de un espacio colectivo de co-
construcción26 de utopías escolares, una “…modalidad grupal de trabajo
orientada tanto al perfeccionamiento docente como a la investigación
socioeducativa. Un espacio de coparticipación entre docentes en
actividad y equipo de investigación socioeducativa alrededor de una
problemática socioeducativa acordada grupalmente. […] una modalidad
de producción de conocimientos cuyos fundamentos se centran en la
combinación de una estrategia grupal de investigación socioeducativa y
un modo de perfeccionamiento docente.” (Ibídem, pp. 58-59). Es decir,
la generación de prácticas de –en nuestro caso- enseñanza matemática
alternativas está implicada dentro de un trabajo grupal con la doble
intencionalidad de producción de conocimiento sobre la cotidianeidad
escolar que incida sobre la formación de los docentes (e investigadores)
participantes y cuyo modo de producción posibilite reconocerlo como
un saber científico. Su carácter de investigación presupone un modo
de producción de conocimiento sistemático y riguroso sobre una
problemática y, a la vez, un posicionamiento en torno a polémicas
sobre los criterios de cientificidad de la investigación social en general
(Achilli, 2008).
Esta articulación supone además el reconocimiento de los vínculos
dispares de la formación y de la investigación con el conocimiento, así
como, de sus diferentes objetivos y lógicas27. Esto conlleva la necesidad
58
de describir la lógica del diseño de investigación (tendiente a la genera-
ción de conocimientos) y del diseño didáctico (tendiente a la formación
docente) de los Talleres (encuadre constitutivo; encuadre de funciona-
miento; encuadre metodológico: procedimientos y secuencias).
Asimismo pensar al Taller como un espacio de formación docente
supone en sí misma una concepción de esta formación que se diferencia
de otras propuestas que recurren a la capacitación o al adiestramiento.
Esto supone procesos tendientes a la reflexión sobre saberes pedagógi-
cos “a la luz de su propia práctica”, con base en procesos grupales de dis-
cusión e intercambio de experiencias, tendiendo al fortalecimiento de
la identidad en tanto educador de adultos (Campero, 2009). Esta pers-
pectiva, según la autora, conlleva además la asunción de ciertos criterios
de diseño de la formación que ofician como lineamientos orientadores
de la misma: una mirada de los sujetos, la necesidad de adecuación a
los perfiles de los docentes destinatarios, una metodología que tenga
a la práctica como punto de partida y de llegada, el trabajo grupal, la
cadores: investigación y formación. Define la investigación como un “proceso por el cual se
construyen conocimientos acerca de alguna problemática de un modo sistemático y riguroso. Al decir
sistemático quiero decir de un modo metódico, basado en criterios y reglas que, aunque flexibles,
definan las condiciones en que se producen determinados conocimientos. Con el calificativo
de riguroso expreso la necesidad de trabajar los problemas de coherencia en el proceso de inves-
tigación. Fundamentalmente, coherencia entre las preguntas, la delimitación del problema a
investigar –que siempre supone una concepción teórico/conceptual- y las resoluciones metodo-
lógicas que se prevén.” (p.20). En cambio, entiende por formación docente a “…determinado
proceso en el que se articulan prácticas de enseñanza y de aprendizaje orientadas a la configuración
de sujetos docentes/enseñantes” (Ídem, pp. 22-23).
Partiendo de las definiciones precedentes se deduce que el vínculo con el conocimiento de
investigación y formación sería diverso. En la investigación gira en torno a la generación de co-
nocimientos, en cambio en la formación aunque “…también se produce un trabajo metódico
y reflexivo sobre el CONOCIMIENTO. Sin embargo, es un trabajo centrado, fundamen-
talmente, en torno a los criterios de la acción pedagógica con los que se pondrá en circulación
determinado campo de conocimientos.”. (Ídem, pp. 26-27).
Por este dispar vínculo con el conocimiento, los objetivos y lógicas que orientan a ambos que-
haceres serían diferentes. “En el caso de la investigación, los objetivos y la lógica están orien-
tados por el PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE UNA PROBLEMÁTICA DE INVES-
TIGACIÓN.” (Ídem, p.27). Es decir, delimitar qué quiero conocer, explicitar concepciones
conceptuales y definir estrategias metodológicas de indagación. En cambio en la docencia, y en
sus procesos de formación, “…los objetivos y la lógica están orientados por el PROCESO DE
CONSTRUCCIÓN DE UNA PROBLEMÁTICA PEDAGÓGICA que supone la complejidad
de poner en circulación un área de conocimientos a enseñar y aprender.” (Ibídem). Es decir,
seleccionar/recortar los conocimientos que serán re-creados en el aula, construir estrategias
didácticas que posibiliten apropiaciones significativas y relacionales de los conocimientos.
No obstante, estas distinciones taxativas entre investigación y formación consideramos que
se relativizan al interior de un campo de producción de conocimiento como la Didáctica (en
general) cuyo objeto de investigación se refiere a las prácticas de enseñanza y, particularmente,
en la Didáctica de la Matemática desde la perspectiva adoptada que delimita como su objeto de
estudio la problemática de la circulación de los conocimientos matemáticos. Preservamos esta
distinción relativizada por su virtud para tematizar las tensiones que pueden ocasionarse entre
estas dos prácticas.
59
participación activa de los destinatarios en las definiciones sobre este
proceso, estrategias de formación consistentes con la modalidad de tra-
bajo propuesta con los alumnos, etc.
Así fue que consideramos que las docentes de este Taller son traba-
jadoras intelectuales que pueden ejercer un trabajo reflexivo y crítico
con el conocimiento, particularmente lo que era nuestro objeto: la en-
señanza de la matemática en la modalidad EDJA. Esto supone un tipo
de formación que no es meramente de técnicas para enseñar, sino un
proceso reflexivo que involucra redefinir el vínculo con el objeto de
enseñanza y con la toma de decisiones (de acuerdo a las condiciones, de
acuerdo a los sujetos). Es decir, asumimos que los procesos formativos
fecundos son aquellos que de modo situado, contextualizado involu-
cran conocimientos para la toma de decisiones basadas en el análisis de
la propia práctica.
Así coincidimos con diversas producciones en el campo de la Edu-
cación Matemática que han discutido el vínculo entre ciertos modos
de abordaje de los procesos de formación docente y su incidencia en la
transformación de las prácticas de enseñanza. Algunos señalan las con-
cepciones estandarizadas de la práctica docente que subyacen a perspec-
tivas “tecnicistas” de la formación en las que “los instrumentos que se
proveen a los docentes son concebidos a priori para aportar soluciones
acabadas a problemas de alguna forma previsibles” (Bednarz, 2000),
promoviendo así prescripciones que ignoran supuestos y motivacio-
nes profesionales docentes que impregnan las prácticas de enseñanza
y que no inciden realmente en su transformación. Se alerta así sobre
el límite de la concepción del docente como “un técnico eficaz” que
usa herramientas concebidas por expertos, debido a que su contexto de
actuación es cambiante, incierto, específico. Se propone en cambio la
formación de docentes de matemática como un “práctico reflexivo ca-
paz de ubicar los juicios en contexto” (Ídem). Es decir, se cuestionan a
los procesos de formación docente que promueven ciertos vínculos con
el saber didáctico que ocultan los desafíos de la heterogeneidad de los
contextos de inserción de los docentes, o que no provocan experiencias
formativas debido a que se asientan sobre el presupuesto de procesos de
transformación de la práctica docente “desde fuera hacia dentro” y no
vía la experiencia.
Otro rasgo inaugural del Taller fue la concepción sostenida desde
la coordinación de la Matemática como una práctica social y una acti-
60
vidad de producción. Como vimos en el apartado 1.1.2 adoptar una
perspectiva de la Matemática (su aprendizaje y su enseñanza) como una
práctica social conlleva considerar valores, sentidos y relaciones de po-
der que atraviesan las interacciones entre los participantes de un evento
de numeracidad. Asimismo, adoptamos como intención del Taller pro-
mover en la aulas de EDJA una actividad matemática en tanto actividad
de producción (Sadovsky, 2005). Esta concepción discute con perspec-
tivas que asumen como asunto de la enseñanza algunos aspectos de esa
actividad matemática:
61
la misma. Si bien usamos la expresión “trabajo colaborativo”, considera-
mos que este grupo constituyó en el momento del trabajo de campo de
este estudio una instancia colectiva que procuraba promover un trabajo
de tipo colaborativo. Esta precisión (y distinción) obedece a que dado el
carácter asimétrico inicial de la relación entre investigadoras y docentes
no sería un trabajo colaborativo28, pero busca la instauración de algunos
rasgos del trabajo colaborativo: la (re) significación y la reciprocidad de
saberes y sentidos posibilitadas por el reconocimiento de “excedentes de
visión” de los diversos lugares ocupados por cada integrante del grupo
(docentes / investigadores) (Jiménez y Fiorentini, 2005, pp. 158-160).
Por ende, tiende a la revisión de esa asimetría inicial mediante procesos
de negociación de los objetivos de la experiencia (para que se constitu-
yan en metas comunes) y del origen de los saberes que circulan en los
Talleres del grupo (reconociendo y tematizando los saberes de la expe-
riencia docente en la EDJA).
Al comienzo del trabajo de campo hubo resistencias a generar espa-
cios de trabajo colaborativo sosteniendo a los talleres de educadores como
lugar de aprendizaje y producción de conocimiento asentado en un
modo relacional de apropiación dialéctica del conocimiento, lo que supone
reconocer a la práctica docente como trabajo intelectual (Achilli, 2008,
pp. 38-39). Esta concepción se enfrenta a un modo relacional “enajena-
do” del conocimiento (Ibídem, pp. 39-40) que conlleva depositar en
el equipo de investigación/formación la responsabilidad intelectual de
prescribir recomendaciones para las prácticas pedagógicas, situando a
los docentes en el lugar de ejecución y en una relación de exterioridad
con la posibilidad de reflexión y crítica de estas prácticas para su mejora.
Probablemente estas opciones, debido a la objetivación de su cotidia-
neidad escolar (distante de las referencias presentes en su formación
inicial, por ejemplo, deben sostener la enseñanza en un espacio no gra-
duado y heterogéneo), ocasionaron sensaciones de des-instrumentación
para intervenir en un espacio en el que ya vienen enseñando. Los pro-
cesos de objetivación, al explicitar núcleos problemáticos de su práctica
docente de diverso orden (vinculados a la práctica pedagógica –gestión
de la heterogeneidad, interpretación de saberes de los sujetos, etc.-, a las
condiciones del trabajo docente en la modalidad, a las exigencias curri-
culares, etc.29), quizás reforzaban inicialmente sensaciones de “no saber”.
28 Véase la diferenciación que realizan Nacarato (2005, p.177) y Miskulin y otros (2005, p.
213) entre trabajo colectivo, colaborativo y cooperativo.
29 Para una profundización de las problemáticas y demandas generadas en el taller de edu-
62
Frente a dichas sensaciones planteamos a las docentes, a partir de los
registros de los talleres del primer año de trabajo de campo, un ejercicio
de reconocimiento (de objetivación) de hallazgos o saberes que circulan
en los encuentros particularmente en torno a la construcción de pro-
blemáticas de la tarea, la re-construcción de condiciones de la tarea y al
intercambio de sugerencias. También produjimos una reseña /discusión
sobre el trabajo en los talleres en torno a la problemática de la enseñan-
za de una noción: la división (Delprato y Fregona, 2011). Si bien la
escritura fue asumida centralmente por las investigadoras, las docentes
participaron del proceso de discusión de producciones parciales de es-
critura. Una de las resonancias de estas discusiones fue la sensación de
límites en la gestión docente de las decisiones sobre la enseñanza (por
ej., posibilidades de interpretación de las producciones no convencio-
nales de las/los alumnas/os para resolver situaciones de división) por el
tipo de dominio del saber en juego (el no acceso de las razones de los
procedimientos enseñados). Hubo necesidad de superar esta sensación
para transitar de la idea de “no saber” a la de “tipo de dominio del saber”
promovidos por los espacios de formación docente inicial.
Pero a su vez, esta estrategia de procesos de comunicación de la ex-
periencia del Taller como una vía de objetivación de los saberes allí
construidos colectivamente, trajo aparejadas discusiones sobre consi-
deraciones éticas de la comunicación de lo que circula y se produce en
este espacio, así como sobre la autoría de dichas comunicaciones. Pau-
latinamente hemos ido consolidando la idea de una autoría colectiva y
modos de construcción de acuerdos sobre lo que puede ser objeto de
comunicación. Así en una de las primeras producciones para la circula-
ción pública, vinculada a las significaciones docentes de las nuevas re-
gulaciones curriculares (Delprato y Fregona, 2009), se tematizó central-
mente el modo de difusión de voces docentes. En otra ocasión posterior
(Delprato y Fregona, 2011), esta discusión se produjo respecto de los
modos de difusión de las producciones de alumnas/os. Asimismo, dado
el carácter colectivo de esta experiencia de “co-construcción de utopías
escolares”, la producción fue sometida a discusión en el taller siendo
algunos de los temas de revisión y acuerdo en la escritura: la autoría del
capítulo, la descripción del espacio de la experiencia y de sus lógicas, la
negociación de hitos de la experiencia, la discusión de su significación
teórica. Es decir, ante la responsabilidad de narrar buscamos construir
resguardos que nos autorizaran con derecho a ser sus narradoras (véase
cadores con las docentes del CENPA véase Delprato y Fregona (2009).
63
en Rockwell, 2009 su análisis de los dilemas éticos que conlleva la na-
rración de una experiencia etnográfica).
30 En adelante esta sigla PE identifica las Programaciones de Encuentros o Talleres realizadas
por la coordinación, siendo a su vez identificadas por la fecha del Taller que programan y el No.
de documento primario (P) en que se incorporan.
31 Si bien esta condición siempre permaneció en el Taller, como vemos en el corpus construi-
do, decidimos socializar fragmentos de los registros debido a la imposibilidad de las docentes de
leer entre los encuentros los registros completos debido a su extensión.
64
En esta primera instancia (R1, 25-09-08)32, ya se manifiesta una
paradoja que atravesó al Taller en sus momentos iniciales: la valoración
de nuestra presencia (“gente de la Universidad”) debido a las dudas que
tienen sobre su práctica pedagógica y el temor de nuestra presencia en
la cotidianeidad de la escuela. Además comienzan a plantearse algunas
secuencias de trabajo que fueron paulatinamente inaugurándose,
como fue la negociación de la necesidad de que las docentes anticipen
consultas para que fuera posible el estudio de estas problemáticas desde
la coordinación en un momento previo al Taller (nuevamente planteado
en R4, 23-10-08)33. En estos primeros encuentros hubo instancias
reiteradas de renegociación del objeto del acompañamiento: el trabajo
“a demanda” mediante una modalidad colectiva y colaborativa.
Persistentemente buscamos sostener el encuadre del trabajo en torno
a problemáticas planteadas por las mismas docentes y discutimos con
interpretaciones de nuestro trabajo como directoras de la aplicación
de una experiencia diseñada por nosotras (coordinadora y la otra
investigadora). Así por ejemplo, en el segundo Taller discutimos con la
docente del segundo ciclo:
65
bajo con las docentes un tipo de acercamiento etnográfico que nos per-
mitiera la comprensión de los saberes docentes y sus desafíos eludiendo
una mirada pedagógica prescriptiva y evaluativa (Rockwell, 2009).
A tres meses de iniciado el trabajo de campo, a fines del año lectivo
(R8, 16-12-08), volvimos a plantear desde la coordinación la posibili-
dad de incorporar como nueva secuencia de trabajo el “antes, durante
y después” acordado inicialmente. Aquí se produjo una nueva instancia
de negociación respecto de nuestro modo de acompañamiento durante
la clase:
66
proceso que no está documentado. Uno accede al espacio del
aula, de la enseñanza como hizo la P. [Alfabetizadora]…
“Bueno, yo hice esto”. Y trajo las producciones de la gente.
Después cuando veíamos las producciones de la gente le te-
níamos que preguntar “Y por dónde empezó a escribir”.
Docente: Se pierden un montón de cosas.
Coordinadora: Claro. Eso cuando uno está gestionando la
clase, uno recupera las cosas de las que tiene registro. (R8,
16-12-08).
67
1.2.3 Corpus empírico
El corpus empírico entonces está constituido por las grabaciones y
notas de campo de los Talleres (de las dos etapas referidas), las graba-
ciones y observaciones de las secuencias discutidas en el Taller, las re-
soluciones escritas de las/los alumnas/os, las notas e intercambios entre
las coordinadoras para la planificación de los Talleres, los intercambios
por mail con las docentes sobre episodios de clases no presenciadas o
discusiones sobre la construcción de las secuencias de actividades. Al-
gunos de estos documentos no habían sido previstos en el diseño de
la indagación sino que cobraron relevancia en este develamiento de la
construcción del objeto de estudio.
Las observaciones fueron realizadas con dos observadores distribui-
dos entre distintos grupos (cuando la actividad era realizada sólo en uno
de los niveles –primer o segundo ciclo-) o entre los dos ciclos (cuan-
do la/s actividad/es era/n realizada/s en simultáneo en los dos niveles).
Debido a la ratio observadores-alumnas/os y la relación de confianza
ya construida, en muchas de estas situaciones de observación hemos
interactuado con las/los alumnas/os, así como también hemos sido
consultadas por las docentes sobre decisiones que van tomando en la
inmediatez de la clase y demandas de información sobre el proceso que
van siguiendo los sujetos que estamos observando. Las demandas de las/
los alumnas/os han sido de diversa índole, en el grupo de primer ciclo
-debido a su constitución por sus dificultades para la lectura y escritura
autónoma- muchos piden relectura de las consignas o consultan sobre
la escritura, otras veces solicitan ayuda en la resolución como alternativa
a la espera de la docente.
La documentación de los encuentros y de las observaciones com-
binó dos modalidades de registro, de audio y notas de campo, recupe-
rando luego además las producciones escritas de las/los alumnas/os si
hay diversidad de estrategias de resolución evidenciadas en la escritu-
ra. Cabe señalar que durante este proceso de documentación, como
fueron insumo de las discusiones de los Talleres, centralmente una de
las docentes comenzó a registrar reconstrucciones de clases intermedias
no observadas con fragmentos parciales de registros textuales de inter-
cambios en el aula y recuperación de producciones escritas de las/los
alumnas/os.
68
En cuanto a las producciones escritas de las/los alumnas/os, de-
bido al uso mencionado de este material como referente de las discu-
siones en los encuentros, la alfabetizadora fue la primera que inició este
proceso de documentación, proceso luego sostenido por las docentes
del CENPA.
Los mediadores que usamos en los Talleres para generar procesos de
objetivación y de extrañamiento de las prácticas pedagógicas cotidianas
relativas a la enseñanza matemática fueron el uso de algunos ejercicios
de documentación emergentes35 en el trabajo de campo que sostuvie-
ron el trabajo de los Talleres permitiendo construir una mirada colectiva
sobre el desempeño de los sujetos y sobre la toma de decisiones en torno
a la enseñanza36. Para ello, adoptamos como dinámica la discusión en
torno a los registros producidos de los encuentros, de las clases y de las/
los alumnas/os. Además usamos como mediadores en la discusión ma-
teriales de diversa índole (sobre los sujetos y sobre la enseñanza –libros
de texto, documentos curriculares, propuestas de innovación-).
Este conjunto de documentos fueron integrados a una base de datos
que mediante el software atlas.ti posibilitó el análisis que luego detalla-
mos. Las referencias a las voces contenidas en ellos que aparecen en esta
obra fueron sometidas a un proceso de discusión con las docentes con
las que trabajamos respecto de la posibilidad y del modo de hacerlas
públicas.
35 Denominamos a estos ejercicios como emergentes dado que en las previsiones al inicio del
trabajo de campo se habían establecido como estrategias de documentación a la grabación de
los Talleres, la observación de clases y las notas de campo. No se había anticipado la necesidad
de generar ejercicios de documentación accesibles a todos los integrantes del Taller que oficiaran
de sostén de los temas que iban tramando el trabajo del Taller. Estos ejercicios supusieron algu-
nos ejercicios analíticos incipientes (sobre el desempeño de los sujetos; detección de demandas
y problemáticas con un posterior relevamiento en las discusiones del Taller de “voces” sobre las
mismas; recurrencias y contradicciones entre esas voces; elección de discursos representativos y
detonadores de posteriores discusiones/profundizaciones; etc.)
36 Así se realizaron ensayos de sistematización sobre: sucesivas estrategias empleadas por los
sujetos y sus reconstrucciones analíticas; discusiones/ acuerdos (fragmentos de registros de los
Talleres, borradores de guiones de entrevistas); secuencias discutidas (versiones progresivas de
juegos, aspectos priorizados del contenido o “saber en juego”); saberes y demandas que circulan
en los encuentros.
69
BLOQUE I
37 Véase en el capítulo 2 las razones de este modo de designación de este objeto de enseñanza
y su conceptualización.
70
1.2.2) que orientaron las discusiones sobre la enseñanza matemática
en el Taller, asumiéndola como una práctica social y una actividad de
producción38.
Debido al estatuto diferente que tuvo el tratamiento del almanaque,
el capítulo 2 es el de mayor extensión de la obra ya que reconstruimos
las decisiones de enseñanza y episodios en el trabajo con el almana-
que. En el capítulo 3 recuperamos decisiones o proyectos de enseñanza
vinculados con este trabajo en torno a: la numeración, ciertos instru-
mentos de medición de longitudes y problemáticas del orden, y la ope-
ratoria aditiva. Cabe advertir que en el Taller el estudio de estos objetos
excede lo que relatamos, decidimos rescatar lo directamente vinculado
al objeto que articula este bloque, el tratamiento del almanaque. No
obstante, en el bloque II retomamos algunos episodios del trabajo sobre
estos objetos pero ya teniendo como foco la reconstrucción de conoci-
mientos/saberes construidos en el proceso de formación gestado en la
toma de decisiones sobre la enseñanza de los mismos.
A cada uno de estos capítulos lo estructuramos en torno a las di-
mensiones de análisis mencionadas: “actividades construidas” (decisio-
nes tomadas en los Talleres) y “¿qué pasó en el aula con esta actividad?”
(episodios desencadenados en su implementación)39. En el capítulo 2,
debido a que allí presentamos el almanaque como objeto elegido para
dar muestras de un modo de análisis, incluimos además una introduc-
ción respecto de algunas regulaciones de estas prácticas de enseñanza
(decisiones curriculares y materiales de enseñanza) así como un análisis
de procesos de reconceptualización sobre este objeto desencadenados
en el Taller. Además realizamos un nuevo análisis de la reconstrucción
de las actividades construidas ya en términos de un análisis didáctico
recuperando aportes de la TSD. La inclusión de este apartado inicial
de análisis de decisiones curriculares y de materiales de enseñanza nos
proporcionó herramientas para interpretar concepciones y prácticas do-
centes tensionadas en el Taller en el marco de regulaciones de esas prác-
ticas que contribuyen a naturalizar las formas de tratamiento escolar del
almanaque. Pero las conceptualizaciones discutidas sobre este objeto en
el Taller y los episodios que narramos nos condujeron a problematizar
el saber en juego y tratar de develar así si estas dificultades detectadas
38 Véase en apartado 1.2.2 mayores referencias a este supuesto del encuadre fundacional del
Taller
39 Estas dimensiones que estructuran la trama de los itinerarios y narrativas que integran este
Bloque fueron retomadas del texto de Fregona y Orús (2011).
71
para “entrar” en este objeto matemático no estaban emparentadas ade-
más con dificultades para identificar a qué problemáticas matemáticas
o extramatemáticas responden la lógica de organización y los usos de
este objeto. Para ello recuperamos aportes de aproximaciones históricas
y sociológicas y de los NEL.
La trama que elegimos para estos capítulos es narrativa y se basa en
una estrategia analítica de reconstrucción de itinerarios40 en torno a las
decisiones sobre la enseñanza tomadas y los conocimientos/saberes im-
plícitos en procesos de discusión de estas decisiones. Construimos estos
itinerarios en procesos sucesivos de análisis. En una primera aproxi-
mación analítica retomamos de los diversos documentos (planificacio-
nes de los Talleres, registros de los Talleres, planificaciones enviadas por
mail por las docentes, observaciones a planificaciones de las docentes y
otros intercambios por mail, producciones de las/los alumnas/os) las ac-
tividades diseñadas de modo autónomo por las docentes, las actividades
construidas en base a discusiones en el Taller, las sugerencias de conti-
nuidad del trabajo dadas en el Taller, la incorporación de materiales de
enseñanza y el análisis de episodios en el Taller que cimientan decisio-
nes sobre la enseñanza. Al enlazar estas categorías fuimos construyendo
un relato que permitió trazar uno de los cursos de la acción, reconstruir
el origen de las decisiones tomadas y una primera aproximación a las
condiciones subyacentes en esas decisiones.
En una segunda aproximación analítica reconocimos hitos en esos
relatos que nos permitieron dar cuenta de concepciones discutidas en el
Taller y de cambios de exigencias en el estudio de los objetos matemáti-
cos que posibilitaban reconocer fases en este proceso. Estos hitos fueron
advertidos por discusiones y tensiones en el Taller entre las concepcio-
nes sostenidas, o incertidumbres de las/los alumnas/os (que manifiestan
72
una ruptura en el trabajo solicitado) y de los docentes que demandan
en el Taller la generación de guiones que anticipen cómo gestionar estas
rupturas de contratos ante los cambios de exigencias.
En una tercera aproximación analítica construimos narrativas ba-
sadas en la recuperación de aportes teórico-analíticos que nos posibilita-
ron generar interpretaciones de lo que está en juego en las concepciones
discutidas y en los cambios de exigencias operados.
Debido al foco de estos procesos en la enseñanza de la matemática,
recuperamos perspectivas del campo de la Didáctica de la Matemática
que aportaran herramientas conceptuales para interpretar la actividad
del docente. Recurrimos centralmente a la noción del medio del pro-
fesor41 (Fregona y Orús, 2011) proveniente de la TSD para identificar
posiciones docentes y los medios con los que interactúa en esas posicio-
nes, deteniéndonos en el diseño de un medio antagonista para las/los
alumnas/os y su incidencia en incertidumbres docentes en su gestión.
Asimismo recuperamos herramientas para analizar las microdecisiones
en términos de medios propuestos a las/los alumnas/os.
No obstante el análisis de microdecisiones fue realizado con estos
referentes, cabe recordar que los presupuestos básicos en torno a la en-
señanza y el aprendizaje de la matemática retoman la perspectiva de
los NEL que conceptualizan a estos procesos como prácticas sociales
(Barton y Hamilton, 2004; Baker et al., 2003; Nirantar, 2007; Street,
Rogers y Baker, 2006). En este Bloque recurrimos a las nociones de
disponibilidad y acceso42 para develar reconceptualizaciones en torno a
los objetos matemáticos referidos y las prácticas de enseñanza promo-
vidas en torno a los mismos. Esto nos posibilita reconocer e interpretar
desiguales modos sociales de acceso a prácticas de uso del almanaque y,
por ende, a diversos contenidos apropiados en esas prácticas sociales
heterogéneas.
En este tránsito entre relato (primera aproximación analítica) y na-
rrativa subyace una recuperación y adhesión a discusiones en torno a
la narrativa como lenguaje de un campo práctico (saber experiencial),
pero a la vez, su distinción del relato conlleva una diferenciación de
algunas miradas sobre narrativas docentes que no dialogan con la teoría
73
como mediadora. Se distancia así el uso que le damos a estos términos
de propuestas vigentes43 que postulan estrategias de formación horizon-
tal entre docentes, centradas en la reconstrucción del saber pedagógico
que ellos generan a partir de sus experiencias educativas en contextos
particulares. Nuestro distanciamiento deviene de la preocupación por
no quedar sujetos al relato (y sus interpretaciones), para lo cual propo-
nemos dar cuenta de construcciones categoriales que subyacen, recupe-
rando nociones provistas por referentes teóricos pertinentes para ello.
Cabe advertir que si bien esta narrativa procura ser una “polifonía
de voces”, es posible distinguir una “voz autora” (de la coordinadora
del Taller en diálogo con la otra investigadora) y otra “voz subsidiaria
y textualizada” (las docentes integrantes del Taller) (Arnaus, 1995, ci-
tada por Edelstein, 2011). Es decir, quien narra con todo lo que ello
conlleva (establecer una secuencia de acontecimientos, valorarlos para
considerarlos acontecimientos que ameritan ser narrados, interpretarlos
en su devenir) es la voz de la coordinadora (e investigadora). No obs-
tante, validamos con una de las docentes las interpretaciones y usos de
las voces docentes textualizadas, así como el relato del curso de acción
reconstruido. Este proceso, como vemos en las conclusiones, fue parti-
cularmente fecundo no sólo para validar nuestras miradas del proceso
sino para formular los conocimientos implicados en el mismo.
A partir de este proceso de análisis espiralado, el capítulo 2 se es-
tructura en un primer apartado donde procuramos reconocer algunos
modos habituales de enseñanza de los objetos matemáticos referidos
(mediante un sucinto análisis de materiales de enseñanza que usan las
docentes, de otros textos empleados en el Taller y producidos en la
EDJA) y el tipo de tratamiento en diseños curriculares de la moda-
lidad de EDJA. Luego en el apartado actividades construidas aborda-
mos inicialmente las concepciones que fueron revisadas en el Taller y su
incidencia en las decisiones de enseñanza que acordamos. A continua-
ción analizamos las diversas actividades diseñadas, para lo cual organi-
zamos la narración en torno a los hitos que reconocimos en las mismas
a partir de cambios de exigencias anticipados en su diseño o advertidos
a partir de episodios de aula. A partir del análisis de estos hitos luego
43 Por ejemplo, el Programa “Documentación Pedagógica y Memoria Docente” del La-
boratorio de Políticas Públicas de Buenos Aires, para el Proyecto Documentación Narrativa
de Experiencias Pedagógicas en el marco del Proyecto Centros de Actualización e Innovación
Educativa (CAIEs) del Instituto Nacional de Formación Docente del Ministerio de Educación
de la Nación Argentina. Disponible en: http://www.lpp-buenosaires.net/documentacionpeda-
gogica/ArtPon/Artpon.asp. Sobre esta perspectiva véase Alliaud, 2011 y 2006; Suárez, 2007.
74
presentamos una síntesis de este proceso en términos de un análisis di-
dáctico recuperando aportes de la TSD. Posteriormente en el apartado
¿qué pasó en el aula con esta actividad? retomamos algunos episodios
en la implementación de estas actividades que fueron seleccionados en
conjunto con las docentes participantes de los Talleres.
75
Capítulo 2
44 Según la RAE el almanaque es un “registro o catálogo que comprende todos los días
del año, distribuidos por meses, con datos astronómicos y noticias relativas a celebraciones
y festividades religiosas y civiles”. El término proviene del árabe hispánico “almanáh” y este,
del árabe clásico “munāh” que significa “alto de caravana”, porque los pueblos semíticos
76
representación y de medición de la magnitud física tiempo que adopta
en algunos espacios sociales el carácter de organizador de actividades45,
obligaciones, etc. De este modo lo diferenciamos de los calendarios, en
tanto conjunto de reglas para dividir el continuo del paso del tiempo
que ha adoptado desde sus orígenes una escala de tiempo46 en la que
se miden duraciones mayores a un día (día, semanas, meses, año).
Asimismo nos diferenciamos con este modo de designación de otro
uso habitual del término calendario que refiere a modos de registro y
organización de actividades religiosas, laborales, de seguimiento de la
salud, etc. (como por ejemplo el calendario litúrgico, el calendario de
vacunas, entre otros).
Estas unidades han sufrido variaciones y rectificaciones47 para ade-
cuarlas a las experiencias de los hombres de fenómenos naturales vin-
comparaban los astros y sus posiciones con camellos en ruta. Consultado en http://www.rae.es/
rae.html (22ª edición, fecha de consulta 12/08/2013).
45 Cabría interrogarse, lo que podía ser objeto de otra indagación, desde qué momento y en
qué espacios sociales se instaura el uso del almanaque como un organizador social.
46 Según la RAE una escala en el ámbito de la Física es una “graduación empleada en diver-
sos instrumentos para medir una magnitud”. Consultado en http://www.rae.es/rae.html (22ª
edición, fecha de consulta 12/08/2013).
47 Así existen calendarios lunares (actualmente en uso entre los musulmanes) que realizan
compensaciones intercalando 11 días en 30 años para que el comienzo del año coincida con la
Luna nueva.
Otros almanaques buscaron adecuarse a los ciclos de las estaciones introduciendo compensa-
ciones a los “calendarios lunares”. Por ejemplo, el calendario lunar-solar de los babilonios en un
ciclo de 19 años tenía 12 años de 12 meses y 7 de 13 meses, introduciendo el “mes intercalar” en
los años tercero, sexto, octavo, undécimo, decimocuarto, decimoséptimo y decimonoveno. Así
lograba predecir las estaciones (cuestión relevante para decidir períodos de siembra en pueblos
agrícolas) y al mismo tiempo respetaba la santidad de la Luna. Este calendario fue adoptado por
los hebreos y los griegos en la Antigüedad y es la base del calendario judío actual.
En el año 45a.C se adoptó el calendario juliano, sobre la base del calendario egipcio que era un
calendario solar que distribuía los 5 días faltantes para que los 12 meses de 30 días coincidieran
con el año solar de aproximadamente 365 días, distribuyéndolos a lo largo del año generando
meses de distinta duración. Como el “año tropical” que es el año solar que permite calcular las
estaciones tiene una duración de cerca de 365 y ¼ de días, para tener en cuenta este cuarto día
adicional Julio César y Sosígenes (astrónomo egipcio) establecieron que cada 4 años un año
tendría 366 días mediante la incorporación de un “día intercalar” fijado el 29 de febrero. En el
Concilio de Nicea (año 325) la Iglesia Católica adoptó este calendario.
Pero el “año tropical” no tiene exactamente 365,25 días, sino 365 días 5 horas 48 minutos 46
segundos de duración, o sea 365,24220 días. Esto generaría que se alteraría una fecha impor-
tante del calendario litúrgico, la celebración de la Pascua ligada a la fecha del 21 de marzo (se
celebra el domingo siguiente a la primera “Luna llena pascual” después del 21 de marzo) como
fecha fijada en el Concilio de Nicea para el equinoccio vernal. Por ello, en 1582 el papa Grego-
rio XIII luego de suprimir días en dicho año para que el equinoccio vernal se produjera el 21
de marzo, generó el calendario gregoriano actualmente vigente para evitar posteriores desfases.
En este calendario se estableció que en intervalos fijados de 400 años de los cuatros años que
son finales de siglo (por ej. 1300, 1400, 1500, 1600, etc.) tres pasarían a ser años comunes (de-
berían ser todos bisiestos porque todos son múltiplos de 4), permitiendo que sólo uno de ellos
sea bisiesto (el que es divisible por 400, es decir el 1600 en el ejemplo citado). Así en el lapso
77
culados a los movimientos de la Tierra y de las fases de la luna (varia-
ciones climáticas en períodos diversos del año, las estaciones; sucesión
de intervalos de tiempo de luz y de oscuridad, el “día” y la noche). En
el estudio que emprendimos en el Taller el origen de este conjunto de
reglas de subdivisión del tiempo en la escala elegida (días, semanas,
meses y año) y el proceso histórico de su conformación y rectificación,
no fueron objeto de trabajo en las actividades diseñadas, por eso nos
referimos al estudio del almanaque. Ese estudio, en particular para las
comunidades de origen de las poblaciones con las que trabajamos, en
su mayoría migrantes de países “andinos”, es una posible continuidad
de esta indagación.
No obstante, como en los Talleres no hacíamos esta distinción apa-
recen en las actividades y discusiones referencias al calendario aunque
nos estamos refiriendo al almanaque.
de tiempo de 400 años mientras que el año juliano se ha adelantado 3,12 días con respecto al
Sol, el año gregoriano sólo lo ha hecho en 0,12 día, o sea que cada 3400 años recién se habrá
adelantado un día con respecto al Sol.
Asimismo cabe señalar que en América existieron además otros calendarios prehispánicos,
como el maya, el incaico.
78
comprender regulaciones de las prácticas y concepciones de las docen-
tes.
Al mismo tiempo que iniciamos el trabajo con actividades para
construir una entrevista diagnóstica, discutimos las actividades diseña-
das por las docentes para avanzar sobre Numeración a partir del uso del
almanaque como una tabla de doble entrada. En forma paralela gesta-
mos un conjunto de actividades para conformar una entrevista diagnós-
tica demandada por las docentes en el primer encuentro del año 2009
(R9, 26-02-09), entre las cuales discutimos situaciones de indagación
de conocimientos sobre medición de longitudes que desarrollamos en el
capítulo 3. Probablemente la centralidad que tuvo el almanaque en las
discusiones del Taller estuvo vinculada a la sorpresa que les generó a las
docentes algunos desempeños de las/los alumnas/os que cuestionaron la
presunción de las maestras que era un objeto familiar que incluso podía
ser usado como contexto para presentar otras nociones que considera-
ban más complejas, como las tablas de doble entrada.
48 Esta “fiesta del sol” es una celebración incaica que se realizaba en el solsticio de invierno
en Perú, o sea cuando inician días con mayor cantidad de horas de sol, y coincidía con en el
tiempo de cosechas. Sus motivos eran diversos: agradecer a la deidad Sol en tanto garante del
orden de todo lo existente, de la vida; honrar a los primeros reyes Incas del Cuzco que bajo la
protección del Sol crearon el imperio; “regocijar al pueblo” otorgando beneficios al campesi-
nado “hatunruna”; y festejar por el advenimiento de un nuevo año dando gracias a la deidad
suprema. En esta celebración se realizaba cantos, danzas, sacrificios, brindis y comidas dirigidos
a esta deidad, a partir de los tributos que entregaban los “curacas” de todo el Imperio.
En sus orígenes esta fiesta no tenía un carácter popular, el pueblo era espectador de la celebra-
ción central dado que sólo participaban del rito el Inca (en su calidad de hijo del Sol) y los de
su sangre, aunque tenía una mayor participación en las celebraciones en lugares pequeños y
recibían beneficios del Inca (algunos días se distribuían entre los campesinos de los alrededores
del Cuzco raciones de los animales sacrificados) que amortiguaban el dominio imperial. Pero
su prohibición un tiempo después de la conquista en el año 1543 generó su adopción por el
campesinado hatunruna. Posteriormente algunos cronistas advirtieron un sincretismo con la
celebración cristiana del Corpus Christi, deviniendo en el “Onccoy Mita” (Tiempo del Dolor)
celebrada cuando aparecen “las siete cabritas” (Onccoy). El motivo de esta celebración ya no era
79
es recuperado por las docentes para reconocer el inicio del invierno y el
desconocimiento general de información contenida o reconocida en el
almanaque anual (la sucesión de los meses y su vínculo con los modos
de escritura de la fecha, la identificación de las semanas y de los días que
las componen, los fines de semana, la finalización y el inicio de cada
mes, los feriados, las estaciones del año). Estos hechos nos interrogan
sobre los organizadores temporales usados por los sujetos y el particular
momento vital en el que se inscribe la secuencia de trabajo narrada en
esta obra, el de la transición entre “los tiempos” del lugar de origen (mu-
chas de las alumnas provienen de zonas rurales de Bolivia) y del lugar de
recepción de la migración. Cabría preguntarse en esta transición cómo
conviven modos sociales diversos de organización del tiempo en el que
persisten aún prácticas vinculadas al ámbito agrícola de origen, como la
organización de la sucesión temporal en torno a ciclos agrarios que ga-
rantizan la subsistencia mediante el acopio de bienes de consumo –saber
cuándo ir a la cosecha de papa para producir chuño y así disponer de
papa todo el año-, que son a la vez ciclos míticos-rituales (el inti raymi),
es decir un “calendario de trabajo y de fiestas”(Bourdieu, 2006)49. ¿Qué
nuevas disposiciones en relación al tiempo demanda la migración? Por
ejemplo, ¿qué duraciones de tiempo demandan alguna medición para
su control?, ¿qué vínculo con el porvenir y qué estrategias de anticipa-
ción y de cálculo demanda la inserción en la organización de las rutinas
urbanas? Pero a su vez, cabría interrogarse qué incidencia tienen en estas
rutinas “los tiempos del ser mujer”50 en este nuevo espacio, la ciudad. Esto
nos conduciría a investigar la relación entre los usos y apropiaciones del
tiempo y las condiciones de vida y de trabajo. Algunos otros referentes
de gratitud con la deidad Sol sino implorarle que no se agravaran las desgracias producidas por
los españoles y criollos. (Fuente consultada: Boletín del Museo de Arqueología y Antropología
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) disponible en: sisbib.unmsm.
edu.pe/bibvirtual/publicaciones/antropologia/2003_N01/a05.htm ).
Actualmente en diversas comunidades que estuvieron bajo la influencia del Imperio Incaico se
sigue celebrando el 21 ó el 24 de junio el Inti Raymi. En la ciudad de Córdoba desde hace 20
años, organizado por el Instituto de Culturas Aborígenes, se celebra en la Isla de los Patos (junto
al Río Suquía) esta ceremonia con presencia de los curacas del Pueblo Comechingón de “La
Toma” y con escuelas y vecinos del Barrio Alberdi.
49 Una posible interrogación de esta discordancia podría ser profundizada en la discusión
planteada por Bourdieu (2006) en cuanto a los procesos de “adaptación” de la estructura de
conciencia temporal asociada a una economía precapitalista (los campesinos argelinos de los
años sesenta) y las nuevas disposiciones temporales exigidas por una economía capitalista.
50 En un relato construido por las alumnas en el CENPA sobre un día de sus vidas deno-
minado “Una mujer cualquiera. Un día cualquiera” puede advertirse una rutina organizada y
supeditada a los tiempos familiares marcados por los tiempos escolares de los hijos, los tiempos
laborales del marido y sus tareas asociadas (los traslados, la higiene y preparación, la alimenta-
ción), en esos márgenes aparece el propio tiempo escolar.
80
teóricos nos sugieren algunas posibles líneas futuras de indagación de
usos sociales de la medición en sectores subalternos y en procesos gene-
rados en trayectorias de migración.
Así Kula (1999, 4a ed.), un historiador polaco que reconstruye los
procesos de variación de los sistemas de medida en el tiempo y particu-
larmente las luchas que se dieron en torno a la introducción de sistemas
de medida convencionales vigentes (sistema métrico decimal), plantea
como hipótesis central en ese texto:
81
como mediador. Los artefactos son ‘una forma de histo-
ria en el presente. Su historia, colectivamente recordada,
constituye su aspecto ideal’.” (Holland y Cole, 1995, p.
476, citado por Solares, 2012, pp. 98-99).
Este estudio nos sugiere así un interrogante sobre ¿cuáles fueron las
interacciones que constituyeron la forma material que adoptan los al-
manaques en uso?, es decir, ¿qué prácticas y valores en torno a la me-
dición del tiempo portan estos almanaques? Estos interrogantes nos
posibilitarían develar prácticas y valores en tensión entre los usos del
almanaque en tanto organizador social de los tiempos urbanos y otros
instrumentos y/o unidades de medición del tiempo en uso entre las
alumnas del CENPA.
En este sentido, podemos interrogarnos sobre la génesis de la coe-
xistencia social de diversas unidades de medida, ¿qué disparidades en las
condiciones sociales se vinculan a estas desigualdades en la apropiación del
almanaque? Necesitamos recuperar otros referentes teóricos para ana-
lizar estos procesos. Una primera advertencia señalada por los NEL es
que estas desiguales apropiaciones no pueden ser miradas como una
dificultad meramente individual o un déficit, postulado central de una
visión autónoma de la alfabetización (Street, 1993). Cragnolino (2009)
propone la recuperación de algunas herramientas conceptuales y pro-
cedimientos analíticos de la teoría sociológica de Bourdieu para apro-
ximarse a esas condiciones sociales, particularmente el análisis de la
apropiación de recursos y usos respecto a la cultura escrita como parte
de las estrategias de reproducción social. En ese marco sugiere diversos
caminos analíticos para la investigación que articulan el estudio de estas
estrategias al del “estado del sistema de los instrumentos de reproduc-
ción” y de su rendimiento diferencial según la posición objetiva, y del
sistema de disposiciones o los habitus incorporados en la socialización
en la clase y su evolución en el tiempo o sea, las transformaciones de
estas disposiciones adquiridas a lo largo de las trayectorias de los sujetos
y su clase (Ibídem, pp. 165-166). Estas herramientas teórico-analíticas
permitirían anticipar la posibilidad de cambios en estas disposiciones
provocados por la trayectoria migratoria de las alumnas del CENPA e
interrogarnos por los cambios operados particularmente en torno al uso
y apropiación de recursos y usos vinculados a la numeracidad, como las
unidades registradas y su organización en el almanaque.
82
2.2 El almanaque en el diseño curricular de EDJA y
materiales de enseñanza
Como anticipamos en la introducción de este Bloque, este apartado
tiene por objeto reconocer algunos modos habituales de enseñanza de
los objetos matemáticos referidos (mediante un sucinto análisis de ma-
teriales de enseñanza que usaban las docentes, empleados en el Taller
y de EDJA) y el tipo de tratamiento en diseños curriculares de la mo-
dalidad de EDJA, para así reconocer algunas regulaciones que atravie-
san las prácticas de enseñanza de las docentes integrantes de este Taller.
Para ello, revisamos el diseño curricular provincial (MEPC, 2008a).
Analizamos a su vez diversos materiales de enseñanza como “manuales”
para niños que fueron recuperados por las docentes de este Taller como
referentes de sus prácticas de enseñanza dado que han sido explorados
y usados en su formación docente inicial. Además abordamos los ma-
teriales que fueron incorporados al Taller, como libros de texto para
adultos de otros países (INEA), o libros para niños usados en proyectos
de trabajo en espacios multigrado (RAE). Finalmente nos detenemos
en materiales que circulaban para el trabajo en EDJA producidos en el
Ministerio de Educación Nacional y Provincial con los que han tenido
algún contacto las docentes del Taller.
51 Nos referimos a objetos usados socialmente que tienen signos numéricos o, como lo de-
signan otros autores (Ferreiro, Fuenlabrada et. al, 1987) “objetos portadores de signos”. Otros
autores (Moreno et. al, 2006), como vemos en el apartado 2.2.3.2, consideran que estos ob-
jetos no sólo deben portar signos numéricos sino que deben presentar la sucesión numérica
ordenada.
83
Este Diseño está estructurado por etapas y módulos: la primera eta-
pa corresponde al período de alfabetización; la segunda y tercera etapas,
al primer ciclo del nivel primario compuestas por los módulos uno y
dos de Matemática; la cuarta y quinta etapas, al segundo ciclo del nivel
primario compuestas por los módulos tres y cuatro de Matemática. Al
interior de las mismas se han establecidos ejes de contenido transversales
(comunicar e interpretar información; plantear y resolver problemas) y
disciplinares (numeración y operaciones; magnitudes y medición; pro-
ducción y lectura de información sobre el espacio, estudio de figuras).
En las sucesivas etapas se plantean expectativas de logro inferimos
que vinculadas a la magnitud tiempo. Así en la etapa de alfabetización
se propone “tratar la idea de duración y lectura de relojes, y calendarios”
(MEPC, 2008a, p.42); en el primer ciclo, se complejiza la exigencia plan-
teándose como propósito ya identificar esas duraciones y no sólo leer
sino utilizar calendarios y relojes (Ibídem, p.68); y en el segundo ciclo
ya no se precisan expectativas específicas para esta magnitud, sino que
en general se sugiere como intención “…medir efectivamente y hacer cál-
culos en problemas relativos a diferentes magnitudes” (Ibídem, p.72).
Asimismo, si bien no hay orientaciones específicas sobre los aspectos
involucrados en el trabajo de la lectura y del uso del almanaque, en ge-
neral en las sugerencias y en los contenidos vinculados a magnitudes y
medición se insiste en el trabajo con situaciones de “medición efectiva”52
y en el vínculo entre las situaciones de medición y el uso y avance en los
conocimientos sobre numeración:
84
fracciones y decimales, sistema horario) donde se pueden
recuperar y ampliar los conocimientos de las personas me-
diante el trabajo con situaciones problemáticas” (Ibídem,
apartado Contenidos del primer ciclo, p.69); El contexto
del dinero, y de las mediciones, puede ser muy útil para
avanzar en el conocimiento de la lectura y escritura de los
números naturales, el orden, la suma y la resta” (Ibídem,
apartado Sugerencias didácticas del primer ciclo, p.70,
véase también apartado Sugerencias didácticas de alfabe-
tización, p.44).
85
rrespondiente al domingo en la línea siguiente. Se trata
del día posterior, pero su representación en el calendario
se encuentra alejada” (Parra y Saiz, 1999c, p. 45; mencio-
nado también en Parra y Saiz, 2011d, p.89).
86
meses (Parra y Saiz, 1999a, 2ª ed., ficha 2 “Los cumpleaños”, p.9 y
ficha 5 “El registro de asistencia”, p.12; Parra y Saiz, 2006b, ficha 1 “Los
cumpleaños”, pp.8-9; Parra y Saiz, 2011b, ficha 9 “Los cumpleaños”,
pp.28-29) y la posibilidad de lectura de diversos tipos de almanaques
(Parra y Saiz, 2011b, ficha 9 “Los cumpleaños”, p. 29).
En tercer grado el trabajo ha ido progresivamente centrándose en
una unidad de medición del tiempo, la hora (y sus fracciones), como
puede advertirse en el siguiente comentario: “Los objetivos específicos
de la medida del tiempo tienen que ver con aprender a ubicarse tem-
poralmente a lo largo del día de 24 horas, saber leer la hora en distintos
tipos de relojes, y distinguir la noción de duración” (Parra y Saiz, 2011e,
p. 85). Para ello se trabaja con la lectura y representación de la hora en
relojes de aguja y digitales (Parra y Saiz, 2006c, ficha 24, p.39; Parra y
Saiz, 2011c, ficha 7, p.28), con el pedido de “extraer y tratar informa-
ción contenida en una tabla” que supone el reconocimiento de horarios
y duraciones en una grilla de programación (Parra y Saiz, 2006c, ficha
31, p.52; Parra y Saiz, 2011c, ficha 7, p.28) o en el horario del colecti-
vo (Parra y Saiz, 1999b, ficha 10, p. 20 y ficha 13, p. 24; Parra y Saiz,
2006c, ficha 32, p. 54).
Esto supuso el desplazamiento de actividades que estaban presentes
en las versiones anteriores del texto en las que se trabajaban días hábiles
y no hábiles (Parra y Saiz, 1999b, ficha 2 “Los días de clases”, p.9), años
transcurridos (ficha sobre “Los inventos”, Parra y Saiz, 1999b, ficha
62, p.108; Parra y Saiz, 2006c, ficha 93, p.154), lectura de fechas (de
vencimiento de productos, Parra y Saiz, 2006c, ficha 82, p.138). En
este sentido, valdría la pena interrogarse cómo incide esta exclusión en
las posibilidades de que los maestros de adultos, que usan estos libros
como materiales de consulta para elaborar sus propuestas, reconozcan
a estos conocimientos relevantes para sus alumnas/os como objetos de
enseñanza en matemática o en otro espacio curricular.
87
Los materiales que analizamos son aquellos que fueron efectivamen-
te incorporados a la discusión del Taller (INEA, 2000a) y versiones más
recientes (INEA, 2004, 3a ed.); así como, de modo más sintético, otros
materiales de nivel primario en que hay actividades sobre “unidades de
tiempo” (INEA, 2000b), o “unidades de medida/medición de tiempo”
y “sus instrumentos” (INEA, 2000 c y d), o “medidas del tiempo” y
“medidores del tiempo” (INEA, 2005). Estos materiales corresponden
a los diversos niveles en los que está estructurada la propuesta de INEA,
fase inicial de (INEA, 2000a y 2004, 3a ed.) y fase intermedia (INEA,
2000 b, c y d; INEA, 2005) de primaria. Asimismo la propuesta con-
templa la posibilidad de cursar módulos básicos o alternativos, en los
que se rescatan diversos contextos de uso de las nociones matemáticas
(campo, hogar, comercio). Entre los materiales analizados de la fase
intermedia se encuentran módulos básicos (INEA, 2000b y 2005) y
alternativos (para el módulo INEA, 2005, existen como alternativos los
de INEA, 2000 c y d).
En el primer libro de esta propuesta (INEA, 2000a) correspondiente
a la fase inicial del cursado, se destinan dos fichas al almanaque. Si bien
no hay actividades para el trabajo de la hora en el módulo, hay suge-
rencias que parecieran remitir a su trabajo (“Le sugerimos trabajar con
la ficha número 2, A medir el tiempo del fichero y con las fichas 5 y 6
del fichero del asesor Organización de horarios y Memorama del tiempo”
(Ibídem, p.50)). La actividad 16 está destinada a: extracción de infor-
mación contenida en el almanaque anual (cantidad de meses, de días
de cada mes, de días de la semana); la interpretación de códigos como
las iniciales o abreviaturas de los nombres de los días de la semana; el
reconocimiento de regularidades de las diversas “unidades de tiempo”:
cantidad de días de la semana y de algunos meses, cantidad de semanas
del mes y del año. La actividad 17 está destinada al trabajo del recono-
cimiento de los meses que componen un bimestre, en el contexto del
pago de impuestos. Además se trabaja la interpretación de las fechas de
vencimiento y su incidencia en la variación del costo del impuesto. Es
decir, se introduce el trabajo de una agrupación de meses y el uso fun-
cional de la lectura de fechas.
En una nueva versión de este material (INEA, 2004, 3a ed.) el modo
de organización de las unidades didácticas ya no es por el avance en el
estudio de la sucesión numérica (antes era “números del 1 al 20”, “del 0
al 100”, etc.) sino por los ámbitos de los contextos en el que se presen-
88
tan las nociones (actividades familiares; compras y ventas; mi localidad;
actividades laborales). En la primera unidad “actividades familiares” se
usa el contexto de registro de fechas de cumpleaños de familiares para
trabajar el nombre de los números (activ. 1, pp.8- 11). En la última uni-
dad “actividades laborales”, en la activ. 31 se trabaja la lectura de relojes
de aguja y cálculo de duraciones en el contexto de la jornada laboral y
del horario escolar. No obstante, en la activ. 12 y 13 de la evaluación del
módulo se solicita el uso del almanaque anual para la identificación de
distancias entre fechas o de fechas a partir de su distancia a otra fecha.
89
sobre “Los números y cuentas para el hogar” (INEA, 2000d) en el que hay
un tema de trabajo sobre el almanaque “tema 2, uso del calendario”.
Allí se plantea una situación de cálculo de edad de un bebé en la que se
presenta el almanaque anual y luego se explica el modo de calcular la
edad en meses y días (Ibídem, pp.175-176). Luego se muestran posibles
agrupaciones de meses: trimestres y bimestres (explicitando los meses
comprendidos). Después se plantea una situación de cálculo de fecha de
término de un pago cuyo plazo está expresado en meses, lo que requiere
la conversión de meses a años, donde se explicita la técnica de resolu-
ción. Se presentan además unidades de tiempo más amplias que el año
(Ibídem, p.178), para finalmente plantearse problemas (p. 178) en los
que se solicita: cálculo de edades (en años, ejercicio 1; en meses, ejerci-
cio 4), conversión entre diversas unidades (ejercicios 2, 3 y 6), diferen-
cias entre edades (ejercicio 5), distancia entre fechas dadas (ejercicio 7).
En el módulo “Figuras y medidas” (INEA, 2000b), en la presentación
de la sección E “tiempo” aparece la siguiente anticipación de los objetos
de trabajo y su secuencia:
90
se introduce luego el trabajo con agrupaciones de meses (trimestre, pe-
ríodo de los contratos) en el almanaque anual. Se solicita que determi-
nen la próxima fecha de renovación del contrato, con la complejidad
que la fecha no coincide con el inicio del mes (23). Luego se solicita
que anticipen la cantidad de trimestres que hay en un año (cantidad
de contratos firmados). Finalmente se trabaja sobre la cantidad de días
del año, se explicitan las cantidades habituales (365 ó 366) y se pide
que identifiquen el total de días del año en curso, a partir de registrar
la cantidad de días de cada mes. En la actividad 22 se trabaja la lectura
de un horario semanal de servicios prestados en un centro de salud, y
el registro en el mismo horario de otras actividades a partir de su perio-
dicidad (de lunes a viernes, el mismo día que…). Luego se solicita el
registro en un almanaque mensual de días de prestación de un tipo de
servicio (consulta general) de dicho centro, pidiéndose posteriormente
el reconocimiento (por conteo) del total de veces en que se presta en
el mes dicho servicio. Posteriormente se trabaja con el mismo servicio
pero con la complejidad de que es un mes en el que hay un receso, se
solicita que reconozcan el total de veces entonces en que se prestará este
servicio y luego que lo registren en el almanaque del mes analizado.
Finalmente se pide que dibujen el almanaque del próximo mes en un
espacio en blanco y registren algún acontecimiento importante.
91
tividades: B.1 Actividades que requieren entender la distribución de la
información en el calendario (unidad semana, estructura de un mes);
B.2 Resolución de problemas (requieren del entendimiento de la distri-
bución de la información).
En dicho apartado se considera al almanaque como “…un objeto
cultural de uso habitual que porta información numérica. Tiene una
estructura particular determinada por las medidas de tiempo que
en él se registran. Para interpretarlo, será necesario conocer algunas
regularidades de estas medidas…” (Ibídem, p.64). Se plantea como
objetivos del trabajo con “calendarios y sus respectivas subdivisiones
(meses, semanas, días)”:
considera a los portadores numéricos como “…objetos culturales que presentan la serie de nú-
meros ordenada, organizados de diferente manera según el portador.” (Ibídem, p.45)
92
la discusión de un falso presupuesto sobre una regularidad: considerar
que todos los meses inician el mismo día de la semana.
Otras actividades del mismo grupo tratan de reconocer a “la semana
como una unidad que organiza el calendario” (Ibídem, p.65): “¿Qué
día será dentro de siete días?”, “¿Qué día será dentro de una semana?”,
“¿Y dentro de tres semanas?”, “¿Cada cuántos días baja de renglón?”57,
“¿Cuántos martes tiene?”
En estas actividades se plantea una diferencia en el entorno material
de los alumnos que no se explicita en términos de cambio de exigencias:
el primer grupo de preguntas se realiza en torno a un almanaque edi-
tado o completado por los alumnos, y el segundo grupo, mirando un
almanaque. Por el tipo de preguntas pareciera que el primer almanaque
sería mensual y el segundo pareciera ser un almanaque anual:
(Ibídem, p.64)
57 Cabe advertir que estas cuestiones no son estrictamente regulares, por lo cual no tienen
una respuesta única. Por ejemplo, varían si se cuentan los días de la primera y/o última semana
que pueden estar incompletas, y en la última semana no se “baja de renglón”.
93
El problema 2 propone el trabajo individual con el completamiento
de un almanaque en una cuadrícula (o grilla) vacía a partir de datos
enunciados: el día de una fecha del mes (“…el 25 es un viernes”), la
cantidad de un día de la semana (“cinco jueves”). En esta última situa-
ción se interroga sobre si la respuesta es única (“¿hay una única manera
de completarlo? ¿Qué día de la semana podrá empezar ese mes?”).
Finalmente se plantean diversas actividades con este portador, a par-
tir de completar un almanaque con su encabezado disponible (la fila
con los nombres de los días de la semana) sabiendo el día en que co-
mienza el mes se solicita trabajar con: señalar los días no hábiles (viernes
y sábados, feriados) usando un código habitual (marcados con rojo) y
luego reconocer los días hábiles (cantidad de días de clases); la cantidad
de días del fin de semana y de lunes a viernes (ya trabajado); leer el día
de una fecha dada; identificar la distancia entre dos fechas de ese mismo
mes. Hay otra actividad sugerida de completamiento, la de la fila de
la semana del día de hoy (actividad similar a la de la ficha 97 de Parra
(2000, 2ª ed.)).
Luego se solicita la corrección de un almanaque:
94
estará indicado en la hoja correspondiente a la fecha actual cuando se
retiren las hojas del sábado y el domingo?”.
95
“En la actualidad, para contar los meses, semanas y horas
la mayor parte de los calendarios tienen por referencia el
ciclo que describe la Tierra alrededor del Sol y se denomi-
nan calendarios solares como se explica en el cuadernillo
de Ciencias Naturales.
Diariamente usamos en nuestra cultura objetos que nos
permiten medir el tiempo, por ejemplo:
Almanaques o calendarios: para saber una fecha cerca-
na, el día de un cumpleaños o el día de cobro.
Relojes: para ver la hora y los minutos.
Los calendarios y los relojes son herramientas creadas y
perfeccionadas por la humanidad para medir los meses,
semanas, horas, minutos.
Tengamos en cuenta que no siempre fue así. Los pueblos
originarios de América y las poblaciones campesinas en
general, no utilizaban relojes, ni los almanaques que co-
nocemos hoy. Se referían al tiempo cercano pensando en
los cambios de estaciones, de las actividades agrícolas y en
los cambios lunares” (Ibídem, p.52)
96
se plantea que “3. Los días, los meses y los años son unidades de tiem-
po” y se solicita que mirando un almanaque respondan la cantidad de
meses del año, de días de los meses y de las semanas, que identifiquen el
primer y último día hábil de un mes (Ibídem, pp. 78-79). En el marco
de una serie de actividades orientadas a “Aprendamos a calcular cuánto
vamos a cobrar”, se comparan edades con la establecida para cobrar una
asignación (mayor o menor) (activ. 12, p.81) y se plantean actividades
para interpretar requisitos para el cumplimiento del control sanitario
exigido por la AUH que demandan el reconocimiento de en qué inter-
valo de meses se encuentra la fecha de nacimiento de los hijos (activ. 13,
Ibídem, pp.82-83).
Las sugerencias dadas para el docente no dan orientaciones específi-
cas para este trabajo propuesto con el almanaque. Así en la actividad 9
donde se presenta la libreta de la AUH se da la siguiente sugerencia para
el docente “Entre los números que aparecen en la libreta, se encuentra
la fecha de presentación. Se pueden presentar actividades simples para
el manejo de calendarios” (Parrello, 2009b, p.77) sin proveer herra-
mientas para la identificación de lo que implican este tipo de activida-
des (aspectos a abordar, tipo de relación con este objeto a promover).
En las actividades 10, 12 y 13 no hay ninguna orientación al docente
para el trabajo con, respectivamente, la lectura de fechas, la ubicación
de edades en intervalos de años y de fechas de nacimiento en intervalos
de meses.
58 Estos materiales por área (Matemática, Lengua, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales)
fueron producidos para la etapa 2008-2011 del Plan FINES en la que se inicia un trabajo de
articulación institucional con un tiempo fijado de un mes adicional que posibilite que los alfa-
betizandos del Programa Encuentro continúen sus estudios de educación primaria.
59 Los materiales fueron elaborados en conjunto entre la Dirección de Jóvenes y Adultos
del Ministerio de Educación de la Nación y referentes de las jurisdicciones que integraron una
Comisión sobre Continuidad Educativa. Su objeto es fortalecer la continuidad educativa de los
alfabetizados del Programa Encuentro, es decir su permanencia en la EDJA facilitando el paso
de la alfabetización al ingreso en la educación primaria (MEN, 2011b).
97
El material del plan FINES destinado a promover la articulación
con la primaria (MECyT, 2007a) está estructurado por módulos, en el
primero “El uso cotidiano de los números”, se presenta a las “unidades
de tiempo” como uno de esos usos, deteniéndose en actividades sobre
el calendario (Ibídem, activ. 7, p.17). Cabe mencionar que luego de
estas actividades en el texto se explicita “Los días, los meses y los años
son unidades de tiempo. Las unidades de tiempo no están agrupadas de
10 en 10. Es decir que 10 días no forman un mes, ni 10 meses forman
un año” (Ídem), por lo cual se advierte la intención de diferenciar los
agrupamientos entre estas unidades de medida y los sistemas decimales.
El primer grupo de consignas se realiza sobre un almanaque mensual
disponible con semanas que inician el día domingo y los nombres de los
días sin abreviaturas:
(Ibídem, p.17)
98
mes (en qué columnas), con la complejidad de que el mes comienza un
día martes por lo cual no coinciden la cantidad de lunes con la de los
jueves. La consigna “c)” solicita reconocer la cantidad de semanas del
mes, o sea, la cantidad de filas, y además con la complejidad mencio-
nada anteriormente: la primera semana del mes (y también la última)
son semanas incompletas (comienza un martes, termina un jueves, res-
pectivamente).
En el segundo grupo de consignas se trabaja sobre el almanaque
anual:
(Ídem)
99
El material del Plan Fines primaria (MECyT, 2001 a, b, c y d), como
mencionamos anteriormente, recuperó módulos diseñados en el marco
del ex Plan Social Educativo que como era un plan de Terminalidad
Educativa estaba destinado a alumnos del segundo ciclo. Estos mate-
riales están organizados por áreas curriculares (Matemática, Lengua,
Ciencias Sociales, Ciencias Naturales y Tecnología, Formación para el
Trabajo) se encuentran agrupados por libros, conteniendo cada uno de
ellos tres módulos, así en el libro 1 (MECyT, 2001a) se encuentran los
módulos 1, 2 y 3 y en el 2 (MECyT, 2001b), los módulos 4, 5 y 6. A
su vez, están acompañados de materiales para docentes en los que se ex-
plicita la propuesta y se brinda orientaciones para cada etapa (MECyT,
2001c).
El único espacio de los materiales de Matemática en el que se trabaja
el tiempo es en el módulo 1, específicamente “…un reconocimiento
de las medidas de tiempo usadas más frecuentemente” (Introducción
del módulo del docente, (MECyT, 2001c, p.11)). Este contenido es
abordado en el apartado “El tiempo y su medida” en el que se vincula
la disparidad de unidades a usos diferentes: el uso cotidiano donde se
emplean unidades menores (año, mes, semana, día, actividades 36 a 38;
hora y minuto, actividades 39 a 42) y “el tiempo histórico” que se mide
con unidades mayores (década, siglo, actividad 35).
En las actividades 36 a 38 se explicitan las relaciones entre las uni-
dades año, meses y semanas solicitándose completar (sin almanaques
disponibles): la cantidad de meses del año y de días del mes (MECyT,
2001a, actividad 36, p. 83); el anterior y próximo año bisiesto (activi-
dad 37). Luego en la actividad 38, a partir del contexto de las formas
de pago del salario, se trabaja con la relación entre “quincena” y mes
(consigna a); la cantidad de días de la semana y de semanas que tiene
el mes (consignas b y c); la cantidad de días no laborables (consigna d).
A posteriori se presenta un segmento de trabajo a los alumnos a don-
de se abordarán las “unidades menores que el día”. En la actividad 39
se trabajan las horas y minutos en el contexto de los horarios de toma
de dosis de un medicamento para deducir la cantidad de horas del día
(consigna a) y luego presentar la cantidad de horas diarias laborables y
no (consigna b). Después de una breve explicitación de las relaciones
entre estas nuevas unidades de medida y sus usos, en la actividad 40 se
trabaja con la expresión de fracciones de hora en minutos. Finalmente,
en las actividades 41 y 42, se trabaja sobre duraciones solicitando la
100
identificación de programas televisivos que coincidan con duraciones
establecidas (actividad 41), o la identificación de duraciones en el con-
texto de un partido de fútbol (momento en que se hizo un gol, minutos
restantes de juego, consignas a y b de la actividad 42; momento de
finalización del juego sabiendo el tiempo de descuento, consigna c de
la misma actividad).
En módulos de otras áreas curriculares también se trabaja sobre el
tiempo (por ejemplo, la sucesión y duración del tiempo en Ciencias So-
ciales), pero sólo en uno de ellos, el módulo 1 de Formación para el Tra-
bajo, se incorpora una actividad con el soporte del almanaque, en el que
se reflexiona sobre el tiempo de trabajo como uno de los componentes
de la organización social del trabajo (MECyT, 2001d, pp. 51-56).
Este apartado se inicia con el relato del día de una mujer trabajadora
en el que se identifica la distribución del uso del tiempo de su jornada
laboral graficándolo en un reloj, incluyendo en ella la preparación y los
traslados hacia su lugar de trabajo, los recesos y sus actividades posterio-
res a la salida del trabajo. En la actividad 22 se les solicita a los alumnos
que grafiquen en un reloj la distribución del uso del tiempo que realizan
en una jornada laboral, identificando las fracciones de tiempos diarios
destinados a diversas actividades. En la actividad 23 se pide a los alum-
nos que grafiquen un año de su vida usando como soporte un almana-
que anual. Para ello deben marcar los días laborables. En la actividad 24
se plantea graficar “la vida útil” de una persona o la duración de la vida
laboral, es decir, desde qué edad y hasta qué edad puede trabajar una
persona, usando como soporte una línea del tiempo.
101
vacunación (para reconocer en función de las edades qué vacunas le
toca a cada miembro de la familia (MEN, 2011a, activ. 2, pp.46-47)).
En los ejes restantes se trabajan otros aspectos del tiempo. Así en el eje
identidad se trabaja con el registro de datos personales, entre ellos, la
fecha de nacimiento (Ibídem, activ. 2, p.7); luego se trabaja con compa-
ración de edades y anticipación de variaciones (Ibídem, activ. 3, p.9); y
se trabaja sobre la historia de vida personal (Ibídem, activ. 4, pp.9-10).
En el eje educación se trabaja con la relación entre espacio, distancia y
tiempo (comparando distancias a la escuela y tiempo de traslado, Ibí-
dem, activ. 4, p.22).
102
chas de cumpleaños de compañeros, la interpretación de fechas en el
registro de asistencia. Las prácticas privilegiadas en versiones posteriores
del texto apuntan a reconocer la organización de la sucesión numérica
en el almanaque mensual mediante actividades de copia que buscan
dotar de modos de lectura del mismo. Estos contextos y prácticas privi-
legiados, así como las orientaciones brindadas en los libros para el do-
cente, evidencian una oscilación en el tratamiento del almanaque como
portador numérico (con la sucesión de números con una disposición
especial) y como organizador social (en situaciones de uso al alcance de
los niños, como el reconocimiento de celebraciones de cumpleaños). El
contexto inicial de presentación y el tipo de actividades propuestas, pri-
vilegian su tratamiento como un portador numérico que posibilita un
avance de los alumnos en sus conocimientos numéricos (Parra, 1999c,
p. 43) dado que no hay actividades en que haya pedidos de anticipación
que demanden el cálculo usando la unidad semana a pesar de que esto
se declara como intención (Ídem).
En el Diseño Curricular provincial en vigencia no se explicitan
contextos de uso del almanaque pero las sugerencias sobre las prácticas
que se procuran promover no sugieren algunos interrogantes: ¿Qué im-
plica el trabajo con “mediciones efectivas” en el tipo de tratamiento a
proponer del almanaque?; ¿Y la exigencia de incorporar no sólo prácti-
cas de lectura sino también de utilización del almanaque?; ¿Y el vínculo
propuesto entre el aprendizaje de la lectura de instrumentos de medi-
ción y del avance “…en el conocimiento de la lectura y escritura de los
números naturales, el orden, la suma y la resta” (MEPC, 2008a, p.43)?
Estos parecieran ser indicios de un tipo de trabajo distinto al de la mera
lectura y llenado de almanaques pero no hay suficientes explicitaciones
para su diferenciación.
En los materiales incorporados al Taller hay diferencias en torno a
sus aportes. Los libros de texto de primaria para adultos de otros países
(INEA) se destacan por la diversidad de contextos vitales del mundo
adulto propuestos: el pago de impuestos, el registro de fechas de cum-
pleaños de familiares (al igual que en los manuales para niños), sus
usos en la terminal de ómnibus, condiciones del contrato de alquiler
de un local comercial, el cálculo de la edad de un bebé, los períodos
de renovación de contratos laborales, horarios semanales de atención
de un centro de salud. Pero en general las prácticas propuestas son de
lectura y conteo en el almanaque disponible, existiendo muchos espa-
103
cios de formalización de las relaciones entre las unidades de medida de
tiempo más que su uso efectivo (en el sentido de real) para anticipar las
resoluciones pedidas. Es decir, en estos materiales hay un avance sobre
los usos posibles del almanaque como un organizador social pero sin
promover una tematización de la organización en que se presentan las
unidades de tiempo registradas. Por ende, no se plantea el uso de la
semana como herramienta de anticipación alternativa al conteo. Esto
obtura el acceso al almanaque en su empleo como organizador social de
la vida urbana.
En cambio, el libro de apoyo escolar para niños contribuye en torno
al tipo de prácticas de uso promovidas desde la enseñanza al proponer
la recuperación de las regularidades presentes en la organización del al-
manaque como un modo de avance de técnicas de resolución asentadas
en el conteo a otros que posibiliten la anticipación mediante el cálculo.
Esta intención conlleva la tematización diferenciada de estos aspectos
en dos tipos de actividades que, como ya lo mencionamos, demandan
“Entender la distribución de la información en el calendario (B1)” y
la “Resolución de problemas (B.2)”. En este material encontramos un
modo de reconocer el itinerario que siguieron las sucesivas exigencias
que les planteamos a las/los alumnas/os, como vemos en el análisis de
las actividades que construimos. Así el principal aporte de este material
es su tematización de la lógica de organización del almanaque mensual
(la tabla de doble entrada con códigos para identificar los días de la
semana y en la que cada fila corresponde a una semana) y su inclusión
en la enseñanza. Esto además conlleva el uso de los principios de esta
forma de representación como vía para el avance de herramientas de
cálculo asentadas en la operatoria aditiva.
El resto de los materiales analizados son aquellos que circulaban
como referentes para el trabajo con la EDJA en el país (producidos
por el Ministerio de Educación Nacional y Provincial) pero que no
fueron rescatados por las docentes como referentes de sus prácticas de
enseñanza. En estos materiales se plantean nuevos contextos de usos
vitales del almanaque vinculados a los adultos, como la interpretación
de condiciones de cobro de la AUH, la frecuencia de una actividad ruti-
naria del ámbito laboral, cálculo de viáticos o gastos, formas de pago del
salario (quincenal, mensual), lectura del calendario de vacunación. No
obstante, las prácticas promovidas en general son la resolución median-
te la lectura y el conteo en el almanaque y el acceso a un saber cultural
104
(más que un conocimiento funcional)60: las relaciones entre las diversas
“unidades o medidas de tiempo”.
En el apartado siguiente, analizamos algunas reconceptualizaciones
desencadenadas en el proceso de trabajo del Taller. En las mismas ad-
vertimos tensiones que enfrentamos entre el uso escolar del almanaque
(por ejemplo como contexto de presentación de los modos de lectura de
una tabla de doble entrada) y sus usos como organizador social, lo que
nos involucró en discusiones sobre los modos de mediación docente
para promover el dominio autónomo de los principios que subyacen
en estos usos.
60 Es decir, un saber aprendido por imitación y repetición que no le posibilita al sujeto
establecer la finalidad de su acción. Gálvez (1994, pp.289-290) señala al respecto que el saber
cultural, en ausencia de un saber funcional, “…sólo sirve para mostrar a otros que uno sabe,
elicitando términos, definiciones y hasta demostraciones almacenadas en la memoria, ante la
demanda explícita de ese saber (que también puede tratarse de un “saber hacer”, no sólo de
un “saber decir”). El saber funcional, en cambio es aquel al que se recurre con la finalidad de
resolver un problema; son los esquemas o modelos que utilizamos para enfrentar una situación
y tratar de adaptarnos a ella desde un punto de vista cognitivo (búsqueda de explicaciones,
intentos de previsión de resultados, análisis de factores intervinientes, esfuerzos de control del
curso de los procesos reales).”
105
Las actividades pensadas por las docentes apuntaban al reconoci-
miento en el transcurso del mes en curso y con el almanaque presente
de cuántas veces se realizarían actividades semanales rutinarias (“¿Cuán-
tos días tendremos de coro este mes?” –tienen lugar los viernes-) o a cuan-
tificar la cantidad de días de clases (“¿Cuántos días tendremos de clases este
mes?”, “¿Cuántos días descansaremos?”, “Si un compañero viene a clase los
martes y los jueves, ¿Cuántos días de clase tendrá?” y “¿Cuántos días estará
ausente?”). Para ello, inicialmente proponían obtener datos que podían
sostener algunas técnicas de resolución: “¿Cuántos días tiene marzo?”,
“¿Cuántas semanas tiene marzo?” (R10, 5-03-09). La intención era ge-
nerar la posibilidad del cálculo a partir del dato del total de días como
técnica alternativa al conteo:
106
ubicación en un intervalo de números (“está entre el 20 y el 30”), consi-
deramos la incorporación de actividades del tipo “¿cuántos días hay entre
el 8 y el 14 de marzo?”, que impliquen primero trabajar con un intervalo
en una misma semana (una misma fila) y luego que demanden despla-
zarse entre semanas.
Frente a esto, la primera intervención de la coordinadora del Taller
fue reconocer al almanaque no sólo como un portador numérico que
puede adoptar una organización de tabla de doble entrada sino como
un organizador social. Este uso del almanaque ingresa al Taller bajo la
pregunta “¿Qué hace uno [con el calendario], para qué lo usás?” (R10,
5-03-09). Con este interrogante pusimos implícitamente en discusión
la modalidad del acceso de los adultos en sus trayectorias vitales a este
portador numérico disponible físicamente en su entorno cotidiano, y
los contenidos apropiados en este modo de acceso.
Así comenzamos a cuestionar el presupuesto de que la presencia
física de almanaques y el contacto cotidiano con ellos (disponibilidad),
conlleva la certeza de la participación de los adultos en prácticas
sociales de uso de los mismos (acceso): como registro, como recurso de
anticipación de días y/o fechas o de distancias entre fechas. Este uso
implica el reconocimiento de sus principios de organización (en días y
semanas reconocibles por su distribución espacial)61. Por ejemplo, en el
segundo encuentro en el que realizan actividades con el almanaque (R14
8-04-09), las dificultades que observan las docentes en la resolución
de actividades de uso efectivo del almanaque pone en evidencia una
distancia entre los usos que las/los alumnas/os reconocen del almanaque
y los que pueden realizar de modo autónomo en tanto que organizador
social del tiempo (distribución de determinadas actividades en el
transcurso de una semana, un mes, un año):
107
Docente: Ellos dijeron el uso, para qué lo podían usar. No
sé si lo usan pero… del uso hablaron ellos, ¿eh? [busca en su
carpeta] Tengo anotado… [lee de su carpeta] “Para registrar
las fechas importantes y para saber qué día cae una fecha”.
Luego comenta algunos episodios en la implementación de las
actividades y concluye:
Docente: Eso también. Eso pasó hoy, que a lo mejor tiene que
ver que el uso no es tal.
Coordinadora: Claro.
Investigadora: Es un nivel de lectura, ¿no?
Docente: Lo conocen a lo mejor como algo que han visto y
no…[…]
Coordinadora: O sea, de esto que decíamos, que yo les decía,
que por ahí puede haber algún tipo de familiarización con
este recurso, pero con todo lo que implica el recurso en térmi-
nos de anticipación del tiempo. […] Son las que Uds. están
proponiendo que por ahí no están tan próximas a los usos
que ellos hacen.
Docente: Claro.
Coordinadora: Puede ser eso. […] Por eso yo les decía porque
la primera presentación que Uds. hacían del calendario era
más un soporte numérico pero no con todos los usos que… ¿te
acordás que lo discutimos?
Docente: Sí, en realidad lo habíamos pensado por lo de las
tablas… para empezar a trabajar con tablas.
Coordinadora: Sí.
Docente: Como que ese era…Y vos nos dijiste “Acá se está
trabajando el tiempo, la organización del tiempo”. Y que ni
siquiera lo habíamos pensado como contenido.
Coordinadora: Y es un contenido importante.
Docente: Ahá.
Coordinadora: En esto que te dice ella [la investigadora], la
previsión, anticipar cosas. (R14, 8-04-09)
108
A partir de este cuestionamiento planteamos la necesidad de que
estos usos sociales ingresen a la escuela como los contextos de presen-
tación del almanaque involucrando a los sujetos en prácticas reales de
uso:
109
sobre estos hitos identificando los grandes cambios operados en el me-
dio de las/los alumnas/os a partir de estas sucesivas decisiones.
110
(individual) [3]
MIRANDO EL CALENDARIO DE MAYO CON-
TESTA:
1. ¿Cuántos días tiene este mes?
2. ¿En qué día empieza el mes de mayo?
3. ¿En qué fechas tendremos danza? Marcálas en tu
calendario.
4. ¿Qué fechas importantes hay en mayo? ¿Qué se feste-
ja?
5. Laura tiene turno con el médico el 21 de mayo
¿Cuántos días faltan para su turno?
6. ¿Qué fechas hay entre el 10 y el 16 de mayo? Y
¿entre el 15 y el 25 de mayo?
7. ¿Qué compañeros cumplen años en mayo? ¿En qué
fechas?
Notas (aclaraciones no presentes en la planificación
original):
[1]: calendario completo expuesto en el pizarrón
[2]: se entrega esta grilla vacía a cada alumno
[3]: actividad de resolución individual
Planificación enviada por mail (P38, abril 2009)
Así hay actividades que proponen el registro de fechas (de los días
de dictado de danza -consigna 3-; de las fechas importantes y de cum-
pleaños –consignas 4 y 7-). Hay otras que requieren la interpretación
de información provista por el almanaque (cantidad de días del mes
-consigna 1-; día de inicio del mes -consigna 2-). Finalmente hay otras
actividades que demandan reconocer modos de desplazamientos en el
almanaque (para contar la cantidad de días que faltan para una fecha
111
dada -consigna 5-; para reconocer las fechas que hay entre dos dadas
-consigna 6-).
62 En adelante esta sigla OP identifica las Observaciones enviadas a Planificación, siendo a
su vez identificadas por el No. de documento primario (P) en que se incorporan y el mes al que
corresponde esta planificación.
112
MIRANDO EL CALENDARIO DE MAYO CONTES-
TA:
¿Cuántos días tiene este mes?
…………………………………………………
¿En qué día empieza el mes de mayo?
…………………………………………
¿Qué fechas importantes hay en mayo? ¿Qué se festeja?
…………………
¿Qué fechas hay entre el 10 y el 16 de mayo?
………………………………
Y ¿entre el 15 y el 25 de mayo?
…………………………………………………
Florencia tiene que vacunar a su hijo el tercer miércoles de
este mes. ¿En qué fecha debe ir a la U.P.A.S.?
………………………………………………
113
2.4.1.2 El almanaque incompleto, hacer preguntas, mostrar cómo lo
pensé
114
miliarizás con el uso de ese soporte no podés pensar qué le
preguntarías a otro. Pero lo que vos estás planteando Dilma
es cómo formular algún tipo de pregunta y que ellos piensen
preguntas parecidas.
Docente: Parecidas, ah.
Investigadora: Por ahí para esto de que puedan hablarse de
cosas que van teniendo en la cabeza y de cosas que se pueden,
me da la sensación de… de que están muy dispuestos a ejecu-
tar. ¿No? Vos le decís “Escribí”, ellos escriben, entre este y este,
buscan. “Ah, entonces lo que tengo que escribir es… once,
doce, trece…”. Que está bien, que es una etapa del trabajo,
un tipo de trabajo diría yo. Pero otro tipo de trabajo es, bue-
no, “¿Qué más puedo sacar de ahí?”. Aunque sea medio loco.
Docente: ¿En forma oral así…?
Investigadora: Sí, sí, en forma oral.
Docente: Digo, pensando en mis alumnas.
Investigadora: Sino escribirlo perdés mucho tiempo pero…a
lo mejor Uds. lo registren […] Me parece que renueva un
poco el aire este de la escuela. (R16, 6-05-09)
115
mento colectivamente con eso? ¿Lo trabajan individualmente
con cada uno? ¿Cómo lo vienen haciendo? […]
Investigadora: Y hacerlo público eso, tanto las dificultades
como los logros, como los hallazgos, digamos, ¿piensan que
puede traer algún tipo de problemas entre ellos o algo así?
Docente: No, no, no.
Docente 2: No creo.
Coordinadora: María me decía “No -dice-, nos ayudamos.
Porque además cantamos juntos, bailamos juntos”. Esta cosa
de que hay otros espacios de encuentro y que…
Docente 2: No sé los chicos, puede que, que…
Coordinadora: Los varones.
Docente 2: …no, no el Renzo. El Brian se la banca, aunque
no le guste se la banca. No creo que haya problema.
Investigadora: Sobre todo los errores a lo mejor no persona-
lizarlos. […]
Coordinadora: “A mí, algunos me dijeron…”, “Yo escuché
que…algunos dicen que es el miércoles trece y otros dicen el
veinte”. “¿Qué pueden haber pensado los que dijeron trece?
¿Qué pensaron los que dijeron…?” Y ahí a veces toman la
palabra, digo, no inmediatamente…cuando esto no está ins-
talado, inicialmente. Pero cuando se instala esto, por ahí…
se despersonaliza y es esta cosa, de analizar los dos, o sea cómo
hizo el que descubrió veinte, cómo hizo el que pensaba trece.
Docente: Que lo puedan contar, mostrar.
Coordinadora: Uhum.
Docente: No, sí se puede hacer…
Coordinadora: ¿Se puede?
Investigadora: Y Uds. retomar… ¿no?, de ir, no tampoco ha-
cer el gran discurso pero decir “Claro, si acá está hueco es
porque es el mes anterior. Estamos contando…”
116
Coordinadora: “A ver, veamos si es cierto. Busquemos en el
calendario del mes anterior. El miércoles que estaba antes.
Ah, no, era de abril”. (R16, 6-05-09)
10
117
Yamila se hará una ecografía el tercer viernes del mes de ju-
nio. ¿A qué fecha corresponde? …………..................
¿Qué día cae el 1 de julio? ……………………………
R18 (1-06-09)
118
Docente: ¿Cómo hiciste vos Roberta?
Roberta: Conté en el de junio.
Docente: Ahá. A ver Roberta, mostranos cómo fuiste con-
tando.
Roberta: Desde el uno.
Docente: Ahá.
Roberta: Dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez,
once días [va contando sobre el almanaque]. […]
Luego de que Sebastián cuenta en voz alta hasta el once.
Docente: Ahá. El Seba empezó a contar, ¿desde dónde Se-
bastián?
Dominga: El uno.
Docente: Uhum. El Seba empezó desde el uno, dice Domin-
ga. Uhum. Empezó desde el uno… y fue contando… fue
contando los días, ¿sí? y le dio once. Contó uno, [cuenta so-
bre el almanaque, la acompaña Sebastián], dos, tres, cuatro,
cinco, seis…
Sebastián: …siete, ocho, nueve, diez, once.
Docente: Y cómo habrán hecho Uds. que les dio diez días.
Que está bien… está muy bien. [Silencio] A ver si se acuer-
dan cómo lo hicieron. [Silencio] Puede confundir esto de la
fecha, ¿no? [Silencio] ¿Cómo habrán hecho para contar diez?
[Silencio] Recién Dominga empezó a hacerlo. […]
Luego de acompañar la resolución de Dominga:
Docente: Y contó diez días, ¿contaste diez Dominga? [Silen-
cio] ¿Dónde está la diferencia? Acá Dominga cuenta y le dan
diez días y el Seba… Fijensé por dónde empiezan a contar.
[…] A ver, ¿por qué a algunos le da once y a otros les da diez?
¿Qué estará pasando… Erminia…? [Silencio]
Erminia: Que hay dos números [se ríe].
Docente: Tiene que ver con esto que vos decís. Qué pasa,
Dominga por dónde empieza a contar, y Uds. también lo
hicieron así.
119
Erminia: Dos.
Docente: Desde el dos. Ahá. […] Seba empezaba a contar
por acá [señala nuevamente el 1 de junio].
Alumno: El uno.
Docente: Uhum. Contaba el día de hoy. ¿Qué les parece, es-
tán bien los dos? [Silencio] […] Es como una decisión que yo
tomo, por dónde voy a empezar a contar. Si empiezo a con-
tar desde mañana, como empezó Dominga, empezó a contar
desde mañana, bueno, el martes dos, o si empiezo a contar
desde el día de hoy. (R18, 1-06-09)
120
En este mes hay una fecha que… es una fecha patria que re-
cordamos y que cae el tercer sábado. El tercer mes no, el tercer
sábado de junio. ¿Qué fecha es? (R18, 1-06-09)
10
Consignas orales:
121
Si hoy es lunes 3, ¿qué fecha será el próximo lunes? (sin
el calendario)
Completar los lunes (usando el siguiente calendario)
Completar todo el calendario. Registrar las fechas impor-
tantes.
R21 (5-08-09)
122
modo de organización del tiempo escolar) y de los controles de salud
que estos ámbitos presuponen:
123
trimestral y su hijo no sabe”…Pobre, y allá venía preocupa-
dísima. […]
Docente: También podemos hablar con Cristina [la directora
de la escuela primaria]. Qué dificultades tienen en la comu-
nicación con las mamás o notan que…
Coordinadora: El dispensario. Por ahí en el dispensario no
citan tanto los médicos…
Docente: Las secretarias.
Coordinadora: …sino las que dan los turnos.
Docente: Las enfermeras.
Docente 2: El médico es el que te dice. La Quela es la que da
los turnos pero es el médico el que te dice… “Tiene que volver
el próximo trimestre”.
Docente: Pero no le da el turno. Y ella tiene que ir con esa
información a hablar con la secretaria. ¿No es cierto?
Coordinadora: Y no tienen herramientas de control para sa-
ber…
Docente 2: No.
Coordinadora: …es cuando le dan. “No pero a mí el médico
me dijo…”. (R23, 24-08-09).
En el aula, inician el estudio del tiempo con agrupaciones de meses
en torno a las estaciones del año en la presentación del almanaque anual
(R24, 31-08-09) y luego incorporan el trabajo sobre los trimestres es-
colares y servicios de pago bimestral (R24-25, RDC63, P.77, setiembre
2009). Cabe señalar que no alcanzó el tiempo para tratar esas unidades
en la atención de la salud.
Posteriormente analizamos las diversas actividades planteadas en este
material (INEA, 2000a, pp. 79-81) para el trabajo con el almanaque
anual, a saber:
63 En adelante esta sigla RDC identifica las Reconstrucciones Docentes de Clases no obser-
vadas, siendo a su vez identificadas por el intervalo de registros de Talleres en los que se incluyen
estas clases dictadas pero no observadas (R …-…) y el No. de documento primario (P) en que
se incorporan.
124
125
126
127
La coordinadora del Taller considera a este material como un me-
diador para explicitar otros aspectos a trabajar del almanaque: agrupa-
miento de meses en bimestres y trimestres. El análisis que emprendimos
en el Taller estuvo más orientado a esos aspectos que a discutir la con-
cepción de enseñanza subyacente. Así sugerimos excluir el cálculo del
total de días del año y darlo como dato (recomendación no considerada
por las docentes porque presuponían que era un dato conocido), y el
trabajo de la cantidad de semanas del año proponemos reemplazarlo
por el reconocimiento de la cantidad de meses del año. Otra modifica-
ción que sugerimos fue introducir el número con que se designa cada
mes, a partir del reconocimiento de la sucesión de los meses.
No obstante, nuestro proyecto de inclusión del almanaque anual
para reconocer la sucesión entre el final de un mes y el comienzo del
siguiente centró nuestro trabajo. Por eso lo presentamos, en lugar del
primer día laborable del mes, el último día del mes en curso con las
preguntas “¿Qué fecha es hoy?” y “¿Qué fecha será mañana?”. Además
incorporaron consignas orales para reconocer esta regularidad en los
diversos meses (R24, 31-08-09).
Las actividades diseñadas por las docentes a partir de estas discusio-
nes fueron:
128
6. La mayoría de los meses del año tienen ......... o
......... días.
7. Las letras L, M , M, J, V, S Y D que aparecen en el
calendario significan:
L …………………… V…………………….
M …………………… S …………………….
M …………………… D…………………….
J ………………………
8. Una semana tiene ……… días.
9. Un mes tiene………….semanas, aproximadamente.
10. Marcá en el calendario el inicio de las cuatro estacio-
nes del año.
11. ¿Cuántos meses dura cada estación? ……………
(R24, 31-08-09).
129
de aparición, información presupuesta en la resolución de esta consigna
(R24-25, RDC, P.77, setiembre 2009).
Otro acuerdo que realizamos fue generar actividades de ejercitación
en el almanaque anual sobre cuestiones que seguían generando dificul-
tades o que requerían consolidarse: el trabajo con ordinales, la ubica-
ción de fechas en días y semanas. Privilegiamos las consignas orales de
rutina para centrar el trabajo sobre la interpretación de la información
del almanaque, en tanto organizador social, tratando de evitar los pro-
blemas de lectura en el primer ciclo (R24, 31-08-09). Así por ejemplo,
en el mes de octubre pueden observarse las siguientes intervenciones
docentes:
Consignas orales:
Recuperan actividades de rutina inauguradas sobre el al-
manaque mensual:
¿Qué fecha va a ser el próximo miércoles? [sin mirar el
almanaque]
130
actividades planteadas a las/los alumnas/os y volvemos sobre ellos ya
no en términos de discusiones que fueron cimentando el proceso sino
de variaciones que suponen en el medio propuesto a las/los alumnas/os
para advertir lo que subyace a los cambios de exigencia que anticipamos
en el apartado anterior. El análisis del medio está organizado en torno
a las variables didácticas propuestas por Fregona y Orús (2011) para su
caracterización: materiales disponibles y los valores que toma, la organi-
zación de la clase, el conocimiento “en la mira”, el modo de validación
y la identificación de variables didácticas que promoverían poner “en la
mira” otros conocimientos.
131
días faltan para el día del aborigen –desde el 1 al 19-?”. Finalmen-
te, otros números suponían el desplazamiento en una columna,
la de los días viernes “¿qué días tendremos coro?”.
• Organización de la clase: trabajo grupal sobre el almanaque
completo expuesto sobre el registro de fechas; trabajo individual
de completamiento del almanaque en la grilla vacía disponible y
de las fechas registradas, y de resolución de preguntas.
• Conocimiento en la mira: familiarización con la estructura u
organización del almanaque y sus usos sociales (anticipación
de distancias entre fechas -cuántos días faltan y cuántos hay en-
tre…-, reconocimiento de fechas de actividades rutinarias –los
días de coro-).
• Validación: controlando su copia con el registro colectivo ex-
puesto en el almanaque grupal; verificando al desplazarse en el
almanaque personal.
• Por qué el alumno daría la respuesta que esperamos64: el trabajo
individual de completamiento del almanaque en la grilla vacía
considerábamos que podría ser realizado por copia del almanaque
grupal expuesto. La distancia a ese almanaque podría generar
que algunas/os alumnas/os recurrieran a la sucesión numérica
que considerábamos disponible.
En las preguntas sobre distancias entre fechas pensábamos que
las/los alumnas/os usarían su dominio de la sucesión numéri-
ca como pista del modo correcto de desplazamiento al interior
del almanaque cuando estas fechas estaban en distintas filas o
que recuperarían sus experiencias de sobreconteo que implican
contar desde el siguiente número para establecer distancias entre
fechas.
En las preguntas que demandaban el reconocimiento de fechas
de actividades semanales rutinarias, pensábamos que disponien-
do del almanaque personal ya completo contarían los días de la
64 En cada una de las anticipaciones que realizamos sobre este aspecto en toda la secuencia
analizada, puede advertirse al profesor en posición de quien prepara su clase (P1) presupo-
niendo en el diseño de la situación objetiva ciertas interacciones del sujeto objetivo (S5) con el
medio material diseñado. En el apartado final de este capítulo nos detenemos en dificultades
presentes en estas anticipaciones que pueden advertirse también en los episodios que relatamos
en el apartado 2.5.
132
semana convencionalmente –domingo, lunes…- hasta llegar a la
columna del día buscado (el día viernes).
• Variables didácticas a manipular: como planteamos en los apar-
tados 2.3.1 y 2.3.1.1 hubo dos instancias de discusión sobre di-
chas variables, el Taller posterior a la implementación de estas
actividades (R14 8-04-09) y una discusión por mail (OP, P.39,
abril 2009). En la discusión por mail sugerimos modificar las
variables numéricas65 para avanzar del recurso del conteo al cál-
culo. Las docentes retoman otra variable sugerida en discusiones
anteriores, un cambio en el material disponible (actividades sin
ver el almanaque) para provocar el uso de su organización en
torno a la semana.
Sin mirar el almanaque. En esta segunda versión del trabajo sobre
el almanaque del mes, cuyo proceso de construcción fue descrito en el
apartado 2.4.1.1, introducimos los siguientes cambios en el medio de
las/los alumnas/os y docentes:
• Material disponible y valores que toma: hay un primer grupo
de consignas que se realizan mirando el almanaque y otro sin
mirar el almanaque. En las consignas mirando el almanaque
nuevamente había preguntas sobre distancias entre fechas pero
las variables elegidas para la elección de las mismas ya no esta-
ban asentadas en el tipo de desplazamiento que requerían en el
almanaque sino en variables numéricas que promovieran el re-
curso al cálculo para la resolución. Así las fechas fueron elegidas
porque recurriendo a su descomposición aditiva podía resolverse
sin contar (16= 10+6) o porque recuperando el conteo de a diez
podía reconocerse sin contar (25= 15+10).
En las consignas sin mirar el almanaque las fechas elegidas para
establecer su distancia son un dígito y el diez para promover el
cálculo recuperando el repertorio de sumas que dan 10.
Cabe señalar que además de estas consignas se sostuvieron las
preguntas sobre actividades semanales rutinarias pero ahora mi-
rando y sin mirar el almanaque.
65 Proponer números que posibiliten el redondeo a múltiplos de 10, pues pensábamos que
podían dominar las sumas que dan 10.
133
• Organización de la clase: el cambio introducido fue la prohibi-
ción de mirar el almanaque para la resolución de un grupo final
de preguntas.
• Conocimiento en la mira: resolución de distancias entre núme-
ros mediante búsqueda del complemento aditivo a través del cál-
culo (manipulando y reduciendo la complejidad del cálculo para
que se lo reconozca como técnica de resolución, obturando la
posibilidad de conteo sobre el almanaque al plantear actividades
sin mirar el almanaque); uso de la semana como organización
regular subyacente a los desplazamientos en el almanaque (pi-
diendo anticipaciones sin mirar el almanaque de fechas de acti-
vidades semanales rutinarias: los días de coro).
• Validación: se genera una incertidumbre sobre la validación de
las consignas sin mirar al almanaque, la docente recupera como
modo de validación al desplazamiento en el almanaque grupal
que vuelve a exponer.
• Por qué el alumno daría la respuesta que esperamos: considerá-
bamos que ya estaban familiarizados con la disposición del alma-
naque y podía entonces introducirse cambios de exigencias que
privilegien el uso de cálculo como técnica de resolución. Como
veremos esta anticipación no fue pertinente. Pero además, las
decisiones tomadas por las docentes en cuanto a los cambios en
las variables numéricas para reducir la complejidad del cálcu-
lo y así promover el abandono del conteo suponían disponibles
repertorios aditivos66 y conocimientos numéricos que luego vi-
mos que las/los alumnas/os no tenían disponibles (la consigna 4
supone que pueden reconocer la descomposición aditiva del 16
como 10+6 lo que permitiría decir sin contar que del 10 al 16
hay 6 días; la consigna 4 supone reconocer la regularidad de que
la distancia entre números en los que cambia sólo su decena es
10 ó comparar descomposiciones aditivas de los números 15=
10+5; 25 = 10+10+5, lo que permitiría establecer que en el 25
hay 10 más; la primera consigna sin mirar el almanaque supone
que las/los alumnas/os disponen como técnica alternativa al con-
teo el repertorio de las sumas que dan 10).
134
• Variables didácticas a manipular: en el Taller posterior a la ob-
servación de estas actividades (R16, 6-05-09) se sugiere una
variación en el material disponible en el momento de trabajo
de completamiento del almanaque personal, en vez de copiar
el almanaque grupal completo expuesto se les daría a las/los
alumnas/os un almanaque incompleto, con una fecha significati-
va ubicada correctamente que estuviera lejos de los extremos del
intervalo numérico en estudio -1 al 30/31-) para provocar el uso
de la sucesión numérica o del cálculo. Otra sugerencia fue la in-
corporación de “preguntas hacia atrás” sobre un evento anterior,
suponiendo un desplazamiento inverso en la sucesión numérica.
Finalmente sugerimos cambios en la organización de la activi-
dad que supone nuevas tareas para el alumno: la formulación de
preguntas del estilo de las usadas (ya no es sólo responsabilidad
o lugar exclusivo del docente) y la expresión pública de técnicas
de resolución (socialización –comunicación y argumentación- y
confrontación de técnicas de resolución) que opera a la vez como
momento de validación.
El almanaque incompleto, hacer preguntas, mostrar cómo
lo pensé. En esta tercera versión del trabajo sobre el almanaque del
mes, elaborado a partir de las discusiones reconstruidas en el aparta-
do 2.4.1.2, incorporamos los siguientes cambios en el medio de las/los
alumnas/os y docentes:
• Material disponible y valores que toma: almanaque grupal ex-
puesto del mes anterior y grilla para cada alumna/o con sólo
una fecha registrada con el día de la semana correspondiente.
Esta fecha fue elegida con dos criterios, que fuera relevante en
el grupo de alumnas/os y que esté ubicada lejana a los extremos
del intervalo en estudio -1 al 30/31-, así las docentes eligieron el
miércoles 10/06 fecha de una feria de ropa en la escuela.
En las preguntas sobre distancia entre fechas las docentes sos-
tuvieron como criterio de elección las variables numéricas ya
analizadas para promover el cálculo por sobre el conteo (que su-
gieran la comparación de números mediante su descomposición
aditiva: 11= 10+1, hay 10 días del 1 al 11). También se sostuvo
el trabajo con preguntas en que se da el ordinal de un día de la
semana como dato para determinar su fecha. Se incorporó ade-
más otra nueva exigencia al plantearse una pregunta en la que se
135
pedía que las/los alumnas/os anticiparan el día de inicio del mes
próximo disponiendo como dato el último día del mes en curso.
Cabe destacar que en el epígrafe del apartado 2.4.1.2 se rescata
cuando una de las alumnas, Dominga, advierte el cambio de
exigencia que implican las variaciones introducidas en el mate-
rial disponible (la ausencia del almanaque del mes grupal).
• Organización de la clase: trabajo individual de completamiento
del almanaque a partir del dato provisto; trabajo individual de re-
solución de preguntas mirando el almanaque completado; pues-
ta en común (expresión pública, confrontación y argumentación
de técnicas de resolución) que opera a la vez como momento de
validación; momento final de formulación de las/los alumnas/os
de preguntas similares a las planteadas en las consignas.
• Conocimiento en la mira: uso de los conocimientos apropiados
sobre la organización del almanaque para el completamiento
de un nuevo almanaque (sucesión de los días de la semana, día
de inicio de la semana, desplazamiento de la sucesión numérica
no lineal, día de finalización del mes); resolución de distancias
entre números mediante búsqueda del complemento aditivo a
través del cálculo; uso de la semana como organización regular
subyacente a los desplazamientos en el almanaque y reconoci-
miento de ordinales; reconocimiento de la sucesión de los meses
como regularidad (luego del último día del mes en curso viene el
primero del mes siguiente); planteo de problemas (selección de
información provista por el almanaque, selección de datos nece-
sarios y suficientes para formular un interrogante –la conjunción
del ordinal y el día de la semana-).
• Validación: en la confrontación de la puesta en común.
• Por qué el alumno daría la respuesta que esperamos: considerába-
mos que las/los alumnas/os se habían apropiado de la estructura
del almanaque y de los desplazamientos de la sucesión numérica
en el mismo y por tanto podrían completar el almanaque sin
recurrir a la copia sino recuperando regularidades identificadas
y disponibles en el almanaque grupal expuesto del mes anterior.
Pero no advertimos, como vemos en el apartado del relato de
episodios de implementación de estas actividades, que el día de
136
inicio de este mes (un lunes) podía generar dificultades para la
resolución porque no estaban aún disponibles las regularidades
sobre la sucesión de los meses cuyo trabajo se introducía en el
trabajo del mes en curso.
En las preguntas de distancias entre fechas seguíamos apostando
a que la variable numérica (del 1 al 11) promovería el recurso al
cálculo y no anticipamos las dificultades que genera este interva-
lo para el conteo (recurso de resolución aún mayoritario), como
vemos en el relato de episodios sobre cómo contar los días.
En la instancia de formulación de preguntas habíamos elegido
las preguntas sobre “ordinales” porque considerábamos que las/
los alumnas/os habían tenido menos dificultades en su resolu-
ción que en aquellas preguntas sobre intervalos o distancias en-
tre fechas que requerían acuerdos sobre si incluir o no el extre-
mo inicial del intervalo. En esta discusión no anticipamos que
la complejidad de este tipo de preguntas era que su formulación
requería reconocer como datos necesarios a la conjunción del
ordinal y del día de la semana (el tercer viernes), las/los alum-
nas/os daban sólo uno de esos datos en sus interrogantes.
Como vemos en el capítulo 3, las dificultades del tránsito del
conteo al cálculo para establecer distancias entre fechas o activi-
dades semanales rutinarias y del trabajo con los ordinales gestó
otros proyectos de enseñanza vinculados: el trabajo con reperto-
rio aditivo y con el orden.
• Variables didácticas a manipular: en un Taller posterior a la ob-
servación de estas actividades (R20, 25-06-09) se sugiere una
nueva variación en el material disponible, que no tengan acceso
en el completamiento de la grilla vacía no sólo al almanaque
del mes en curso sino de meses anteriores para ver el nivel de
apropiación de su estructura u organización interna. Asimismo
una de las docentes sugiere exigir un orden de completamiento
no mediante la sucesión de la serie numérica a partir del día de
trabajo sino recuperando este día completar la columna en que
está ubicado. Otra sugerencia es trabajar ordinales en un inter-
valo del mes (“el primer miércoles de las vacaciones de julio”) y
ya no sólo en días sino en semanas para reconocer las vacaciones
137
de julio, es decir, variar las unidades temporales con las que se
trabaja el orden.
Almanaque incompleto sin mirar almanaques anteriores. En esta
cuarta versión del trabajo sobre el almanaque del mes hicimos las si-
guientes modificaciones en el medio de las/los alumnas/os y docentes:
• Material disponible y valores que toma: grilla para cada alum-
na/o con sólo una fecha registrada con el día de la semana corres-
pondiente pero ya no disponen del almanaque grupal expuesto
del mes anterior, es decir, no pueden recurrir a algún almanaque
para resolver. La fecha que eligieron fue la del día en que se pre-
sentó el trabajo del almanaque del mes (el lunes 3/08) porque las
docentes observaron que era usada por las/los alumnas/os en sus
resoluciones. Esta decisión no sostuvo la variable numérica su-
gerida –que sea una fecha distante de los extremos del intervalo
en estudio (1 al 30/31). Otro cambio fue el orden de comple-
tamiento del almanaque exigido a las/los alumnas/os: por una
columna de un día de la semana (del día ya ubicado).
• Organización de la clase: se suspende el espacio de formulación
de preguntas.
• Conocimiento en la mira: se sostienen pero con mayores niveles
de exigencia, dado que no tenían a disposición almanaques ante-
riores que posibilitaran la reconstrucción de algunas regularida-
des (sucesión de los días de la semana, día de inicio de la semana,
desplazamiento de la sucesión numérica no lineal) y por el uso
de la semana como orden del completamiento.
• Validación: en la confrontación de la puesta en común.
• Por qué el alumno daría la respuesta que esperamos: considerá-
bamos que las/los alumnas/os se habían apropiado de la orga-
nización del almanaque y de los desplazamientos de la sucesión
numérica en el mismo, por lo cual podían completarlo incluso
sin recurrir a ningún almanaque sino a las regularidades ya iden-
tificadas y que podrían evocar. No obstante, como señalamos
en el relato de episodios, persistían dificultades para reconocer
los desplazamientos para completar los primeros días del mes,
dado que el mes comenzaba un día sábado, o sea, demanda-
ba desplazarse hacia atrás y entre semanas. Asimismo, el orden
138
sugerido para el completamiento (primero los lunes del mes)
suponía reconocer la distancia entre esos días (una semana, 7
días). Si bien esto ya estaba disponible, seguían resolviendo por
conteo y algunas/os alumnas/os cometen errores al decidir cómo
contar. Además cuando completan los días de la semana omiten
el día domingo.
139
• Algunas de las preguntas apostábamos que podían ser resueltas
por conocimientos disponibles que circulan en torno al uso del
tiempo (cantidad de días y de meses del año).
El ordinal del mes considerábamos que podía ser deducido del
orden de sucesión de los meses en el almanaque anual, así como
a partir de la escritura de la fecha de trabajo (el 31-08).
La cantidad de los días de cada mes pensábamos que las/los
alumnas/os podrían averiguarla identificando en el almanaque
cuál era la fecha del último día del mes, pero algunos no recono-
cían a esta fecha como el cardinal de los días del mes.
Las consignas 7 y 8 (significado de las letras que designan los
nombres de los días de la semana y cantidad de días de la sema-
na, respectivamente) buscaban recuperar información que supo-
níamos ya disponible en las/los alumnas/os mediante el trabajo
con los sucesivos almanaques mensuales.
El trabajo en los almanaques mensuales con los ordinales (el
tercer viernes del mes) considerábamos que había familiarizado
a las/los alumnas/os con la interpretación de las semanas del
mes, modo de lectura del almanaque que posibilitaría explorar y
reconocer la regularidad de la cantidad aproximada de semanas
de los meses.
Finalmente, las docentes consideraban que la familiarización
con las estaciones del año sería un contexto apropiado para la
introducción de agrupaciones de meses como los trimestres. No
obstante, no advirtieron la complejidad que suponía este con-
texto inicial porque demandaba reconocer el tiempo transcurri-
do entre el 21 de un mes y del siguiente, es decir, no era obvia la
unidad utilizada (el mes).
• Sugerencias de continuidad: en el Taller posterior a la realiza-
ción de estas actividades (R24, 31-08-09), a partir de la expe-
riencia de gestión de las mismas en el grupo de segundo ciclo, se
sugiere una variación en el material disponible de las/los alum-
nas/os de primer ciclo para la resolución de las consignas 10 y 11
aún no resueltas (véase apartado 2.4.2). Se provee la ubicación
de un dato familiar para las alumnas, la celebración del inti ray-
mi que coincide con el inicio del invierno, y la fecha de inicio
140
de la primavera, para identificar así el intervalo de tiempo entre
ambas fechas (un trimestre). Además acordamos generar activi-
dades de rutina en forma oral sobre algunos aspectos: el trabajo
con ordinales y la ubicación de fechas en el día y la semana co-
rrespondiente, la anticipación de días de inicio del mes siguiente
recuperando la regularidad de la sucesión de los meses.
D L M M J V S
1 2 3 4
5 6 7 8 9 10 11
12 13 14 15 16 17 18
19 20 21 22 23 24 25
26 27 28 29 30
R14 (8-04-09)
141
pasaba es que por más que estaba esto [el almanaque expuesto]. Lunes, por
ejemplo, “¿Qué días tenemos coro?”. Entonces, [va señalando los días pero a
partir del domingo] “lunes, martes, miércoles, jueves, viernes” [termina de
señalar en el jueves de una semana], también. En reflexiones posteriores
(R16, 6-05-09) luego de las experiencias descriptas de uso del alma-
naque empieza a circular como criterio de lectura del encabezado “La
primera letra avisa el día”.
Luego de un trabajo sostenido se observan dificultades cuando el
reconocimiento del modo de desplazamiento debe ser usado para com-
pletar un almanaque con una fecha registrada con el día de la semana
correspondiente y ya no disponen de ningún almanaque grupal ex-
puesto para consultar (el almanaque incompleto, apartado 2.4.1.2). Para
completar el almanaque de agosto, sabiendo que el primer lunes es 3, u
omiten las fechas anteriores o las ubican así:
L
1
2 3
R21 (5-08-09)
142
nicas de conteo en vez de suma complementaria o escalas (sumar 7),
respectivamente. Así para resolver en el almanaque de junio “Hoy, 1 de
junio, a Juan le sacaron sangre para analizar. Los resultados estarán el día
11. ¿Cuántos días faltan?” (R18, 1-06-09), dudaban sobre desde dónde
empezar a contar “¿desde el dos o desde el uno?” (el almanaque incomple-
to, apartado 2.4.1.2). Por ejemplo Dominga, que había comenzado a
contar desde el 2 de junio, se sorprende, se ríe, incluso busca rectificar
cuando dice “uno” y señala el 2 en el almanaque. Ante lo cual la docente
interviene:
143
María: Sacó el almanaque. [Nos reímos]. […] Va a ser vein-
titrés Seño. […] Veintitrés, si le contás siete más.
Dominga: ¡Veinticuatro! […]
María: [dialoga con Dominga] ¡Veintitrés! De hoy tenés que
contar, no de ayer. Diecisiete, y le agregás siete más.
Luego de esta discusión Dominga propone 25, reflexiona y
vuelve a su resultado inicial, 24. […]
Docente:¿Quién quiere contar cómo…cómo lo pensó?
María: Así con los dedos.
Docente: Cómo contaste con los dedos, María.
María primero dice el número desde el que parte [17], los
sigue recitando controlando con sus dedos hasta llegar a siete,
comprobando que arriba hasta el 24 y se sorprende:
María: ¡¿Cómo me salió?! [riendo]
Dominga: ¡Ves, veinticuatro! […]
Docente: ¿Y vos Dominga cómo hiciste? [Dominga se ríe]
Mostrá, mostrá cómo lo hiciste [Dominga escribió en el mar-
gen de su cuaderno: 17 + 7. La coordinadora del Taller lo lee
en voz alta]. Ahá. Y por qué habrá puesto siete.
María: La semana trae siete días. (R19, 17-06-09)
144
2.5.3 El comienzo del mes
Frente al trabajo con almanaques incompletos (apartado 2.4.1.2)
que demandaran para su completamiento la recuperación de algunas de
sus pautas de organización con las que ya se habían familiarizado (orden
de sucesión de los días, desplazamiento en el almanaque), un interro-
gante que surgió en el mes de junio (R18, 1-06-09) que comenzaba un
día lunes es cómo llenar el día anterior, el domingo. Cabe señalar que
inicialmente las/los alumnas/os advirtieron el cambio de tipo de traba-
jo demandado, se sorprenden, se ríen, miran inmediatamente el lugar
donde habitualmente se coloca el almanaque para todo el grupo, ven
que no está el almanaque del mes que están trabajando sino el de mayo,
el mes anterior, le dicen a la docente “que es mala” y la docente les dice
que pueden usar lo que les sirva del almanaque de mayo.
Una alumna (Dominga) que interpreta correctamente la informa-
ción dada en el almanaque, “acá nos dicen que el miércoles es diez”, ubica
correctamente en el almanaque la fecha en que están trabajando (lunes
1º de junio). Luego pregunta “¿Acá Seño tengo que poner Domingo?” y
la docente le responde “Ahá. Fijate en el calendario de allá [le señala el
del mes de mayo]”. La investigadora le pregunta cuál es su duda y señala
“L” (de lunes) y el “1”, se cuestiona qué hacer con el domingo por eso
pregunta “dónde es primero”.
La docente trabajando con otras alumnas advierte esta duda y decide
someterla a discusión en el plenario de técnicas usadas para la reso-
lución de la actividad. Retoma el almanaque de mayo completo que
tenían como referente y allí reconocen que el mes había comenzado un
día viernes. Así comienza la discusión de una hipótesis que circulaba, si
las semanas empiezan los días domingos (algo que como vimos fue cos-
toso de reconocer porque contraviene los usos habituales que hacemos),
los meses deben comenzar los días domingos. Ante esto otra alumna,
Roberta, señala que el mes de mayo “está de viernes” y el de junio “está
de lunes”. Posteriormente la docente retoma la inquietud de Dominga
y de otras alumnas, como Erminia que frente a que “como empezaron a
completar desde el lunes, les quedó un cuadradito sin completar”, decidió
completarlo con cero. Al discutir esta técnica y retomarla con la inquie-
tud “¿qué fecha habrá sido ese domingo?”, Dominga que había estado
yendo y viniendo al almanaque del mes anterior, contesta “Treinta y
uno”, y ante la pregunta de la docente “¿Treinta y uno de…?”, concluye
que en ese cuadrito vacío iría el 31 de mayo.
145
El trabajo con el almanaque anual (R24, 31-08-09) procuraba abor-
dar esta dificultad al tematizar la sucesión entre el final de un mes y el
inicio del siguiente. Así en su presentación (apartado 2.4.2) las docentes
les solicitaron a las/los alumnas/os que anticiparan el día de la semana
en que comenzará el mes siguiente, sabiendo el día en que finaliza el
mes anterior, mediante reiteradas consignas orales:
Docente: Ahá. Y fijensé qué día [con énfasis] es. Qué día es
hoy.
Claudio: Martes [alguien dice “Lunes”]. Mañana es prime-
ro. Ah! Lunes.
Docente: ¿Esa información está ahí, en el calendario?
Claudio: Sí, Seño.
Docente: A ver, cómo lo puedo leer, quién me puede mostrar.
Es treinta y uno y que es lunes, cómo me doy cuenta.
Norma: Lunes treinta y uno de agosto.
Docente: Y en el calendario… [no se escucha, se dirige a
Norma]
Norma: Es martes, septiembre.
[…]
Docente: Ahá. Ahí está el primero que es martes. Quiero que
empecemos a ver qué pasa cada vez que termina un mes. Y
por ejemplo, septiembre, cuántos días tiene septiembre.
Claudio: Treinta [lo reitera].
Docente: Dónde puedo mirar para saber cuántos días tiene
septiembre.
Norma: Acá.
Docente: A ver, cuántos días tiene septiembre. Rogelia, ¿que-
rés abrir tu calendario, por favor?
Norma: Treinta días trae.
Docente: Treinta días. Ahá. El treinta de septiembre, la fecha
treinta de septiembre, qué día va a caer. […] Va a ser miér-
coles. Bien. Entonces el treinta de septiembre cae miércoles.
146
Después de septiembre viene octubre, ¿no? Sin mirar octubre,
si yo sé que el treinta de septiembre es miércoles, ¿qué día va
a ser primero de octubre?
Norma: Un día jueves.
Docente: Va a ser un día jueves. Uhum. ¿Es así María?
Claudio: Y el sábado…
Norma: Y trae treinta y un días.
Docente: Trae treinta y un días octubre. El mes de octubre, el
treinta y uno de octubre, ¿todos lo tienen ahí? Bien Claudio.
¿Dónde está el treinta y uno de octubre?
Norma: Y está en sábado.
Docente: Cae un día… [al unísono con Claudio] sábado.
¿Sí? Treinta y uno de octubre cae un día sábado. A ver sin
mirar ahora el calendario, María… si el treinta y uno de
octubre cae un día sábado…
Claudio: Y acá cae domingo primero, Seño.
Docente: Bien, cuando [se ríe, ya respondió lo que iba a pre-
guntar]… Primero de noviembre va a ser domingo. ¿Sí? Y
cuando termina, a ver el último día de noviembre, ¿cuántos
días trae noviembre? [sigue preguntando] (R24, 31-08-09)
147
naque. El interrogante planteado por la docente “¿Hacía falta fijarme?”
de algún modo comunica a las/los alumnas/os que el dominio de estas
regularidades les posibilita confiar en sus anticipaciones, al advertir que
estas respuestas ya no son contingentes sino necesarias (asentadas en
regularidades reconocidas).
148
Docente: María, ¿pudiste leer cómo seguir?
María: Sí, Seño.
Docente: ¿Qué hay que hacer?
María: Tengo que contar, todos los meses, cuántos días tiene
el mes.
Docente: Bien, hay que poner los días que tiene cada mes.
María: Eso. Este con este es igual, ¿ve? [va buscando y se-
ñalando el último día del mes en el almanaque anual] Este
también, este también trae treinta y uno. Este no, trae trein-
ta. Este también trae treinta y uno… Treinta y uno también.
(R24, 31-08-09)
149
los días. Inicialmente, en el trabajo con el almanaque del mes de mayo
(R16, 6-05-09, trabajo sin mirar el almanaque, apartado 2.4.1.1), apare-
ció una primera dificultad: cuando comprendían la situación no sabían
cómo moverse en el almanaque para obtener la respuesta. Así Alejandra,
si bien reconocía “la columna de los miércoles” comenzó a contar desde
el inicio del mes:
150
Docente: Es viernes, muy bien. ¿Dónde están todos los viernes
ahí en el calendario? ¿Qué fechas van a ser viernes? Estas que
están ahí, ahá [pareciera que Sebastián las señala]. ¿Cuál es
el primer viernes… de junio? De esos que vos me mostraste
ahí, ¿cuál es el primero?
Sebastián: Ese [lo señala].
Docente: El cinco. ¿El segundo?
Sebastián: ¿Doce?
Docente: Ahá. ¿El tercero?
Sebastián: ¿Diecinueve?
Docente: Diecinueve. Este cuál sería [señala la fecha que Se-
bastián había elegido, el 4º viernes, 26].
Sebastián: Veintiséis [se confunde al leerlo].
Docente: Este es el primero, el segundo, el tercero, ¿este? [va
señalando cada viernes mencionado].
Sebastián: El cuarto.
Docente: Y la ecografía es el tercer [con énfasis] viernes. No
el cuarto. ¿Cuál será entonces el tercer viernes? [Sebastián
responde correctamente]. Muy bien. ¡Bien Sebastián! (R18,
1-06-09)
151
Parte del almanaque comentada destacada, lo leído está en
negrita:
JUNIO 06 2009
D L M M J V S
1 2 3 4 5 [1º] 6
7 8 9 10 11 12 [2º] 13
14 15 16 17 18 19 [3º] 20
21 22 23 24 25 26 27
28 29 30
Docente: Uhum.
Dominga: Yo también.
Docente: Vos también lo hiciste así. ¿Vos Erminia? [Silencio]
¿Lo hiciste a ese? Sí.
Eriminia: Viernes, el diecinueve.
Docente: Erminia, te acordás que yo te había preguntado
dónde estaban las fechas de los viernes ahí en el calenda-
rio, las fechas que caían viernes. [Silencio] Si querés podés
mostrarlo en el tuyo. [Silencio] Ahá, diecinueve pusiste vos.
Uhum. ¿Y cuáles son todas las fechas que van a caer viernes?
Dominga: El cinco, el doce, el diecinueve, veintiséis.
Docente: ¿Estás de acuerdo Erminia? Por qué dice… a ver si
Erminia… por qué dice Dominga que estos son los que van
a caer viernes. Dónde nos podemos fijar. [Silencio] ¿Cómo se
da cuenta que estos días van a ser viernes?
Erminia: El viernes, el viernes.
Docente: Uhum. Por la “ve” de viernes, ¿sí? nos damos cuenta
que en toda esta columna [la señala] aparecen las fechas del
viernes. Ya sabemos que estas fechas van a caer viernes, ¿sí? Y
la ecografía se la tiene que hacer el tercer viernes.
Dominga: Primero, segundo, tercero. [Va señalando en la
columna de los viernes].
(R18, 1-06-09)
152
El mismo tipo de acompañamiento requiere la gestión de la activi-
dad posterior en la que las/los alumnas/os tienen que hacer preguntas
parecidas a las trabajadas, elegida una fecha los orienta sobre cómo bus-
car información sobre la fecha elegida, qué día de la semana es y cuál
es su ordinal:
153
si nos equivocamos no importa. La volvemos a pensar. Cómo
podemos pensar para que el resto me conteste dieciocho de
junio. (R18, 1-06-09)
154
mos de la incidencia de estos fenómenos específicamente en el diseño
de propuestas de enseñanza.
68 Esta expresión deriva de algunas producciones de la Escuela Michelet en el que funcio-
naba el COREM (Centro de Observación y de Investigación en Educación Matemática) en el
que un equipo de docentes, investigadores y tesistas coordinado por Guy Brousseau, diseñaron
secuencias de enseñanza de nociones matemáticas que fueron fuente de muchas discusiones
teóricas de la TSD. Como detallamos en el apartado 4.2.1 son problemas para los cuales las/
los alumnas/os no disponen de una solución ya probada y, por ende, admiten diversas técnicas
de resolución.
69 Para profundizar véase en el capítulo 1 un análisis más detallado de la estructuración del
medio del profesor (apartado 1.1.4) que toma como referencia los aportes de Fregona y Orús
155
yacentes en las prácticas sociales de uso del almanaque desigualmente
distribuidas, según lo advertido por los NEL (véase apartado 1.1.2), se
constituyeron en un desequilibrio para las docentes e investigadoras de
este Taller al obturar nuestras posibilidades de anticipar y acompañar el
diseño de una situación objetiva70 en el que hubiera un análisis ajusta-
do de las posibles interacciones de un sujeto objetivo (S5) con el medio
material (M5) propuesto. Pero además, una vez reconocidos los conoci-
mientos subyacentes otra dificultad adicional fue no disponer al inicio
de este Taller de herramientas para anticipar los repertorios de vocabu-
lario disponibles (por ejemplo, el conocimiento de los ordinales) o los
repertorios de cálculo. Como vemos en el bloque II, en el transcurso del
Taller fuimos elaborando estrategias de indagación de estos repertorios
que posibilitaran reconocer los heterogéneos puntos de partida de los
sujetos. En el transcurso de esta secuencia podemos advertir así que las
informaciones provistas por las actuaciones de las/los alumnas/os (sujeto
que actúa, S4) se constituyeron en retroacciones para nuestras antici-
paciones sobre el medio objetivo71. O sea que si extendemos la premisa
de que el aprendizaje se produce por adaptación a un medio fuente de
desequilibrios para interpretar estos procesos, podríamos afirmar que
docentes e investigadoras en el Taller fuimos y vamos aprendiendo de
la interacción con este medio exterior que constituye el sujeto que actúa
(S4) en relación al medio material que diseñamos colaborativamente
en el Taller, particularmente de la observación de las posibilidades (y
limitaciones) de S4 de identificarse con el lugar que habíamos previsto
de S5.
Pero además la estructuración del medio del profesor nos posibilita
entender el impacto que tiene en la gestión del docente desde su posi-
ción de enseñante (P2) el cambio provocado en el medio del alumno al
promoverse una transición de un medio organizado en torno a la copia
como actuación privilegiada del alumno a otro en que se procura la ac-
ción efectiva del alumno sobre prácticas sociales de uso del almanaque.
Este cambio, como vimos en el análisis de los materiales de enseñanza
realizado en el apartado 2.2, es una novedad en relación a los modos
(2011).
70 O sea, la interacción del sujeto objetivo (S5) con el medio material (M5). El sujeto objetivo
es un sujeto simbólico que se supone que puede comprender la consigna propuesta y, por ende,
actuar sobre el medio material, es decir, objetos concretos (puede no haberlos), interacciones
anticipadas de los alumnos, cómo se define el éxito o el fracaso en la actividad (Ídem).
71 Es decir, el medio con el que interactúa el sujeto que actúa (S4), constituido por la situa-
ción objetiva (M5-S5).
156
habituales de enseñanza a los que están expuestos las/los alumnas/os y
en los que se socializan profesionalmente los docentes por lo que genera
mucha incertidumbre su gestión.
Así advertimos diversos tipos de cuestiones tematizadas en torno
a la gestión del docente. La introducción de un trabajo con una
intencionalidad próxima a un funcionamiento adidáctico de los saberes
generó discusiones sobre cómo sostener esta fase “adidáctica” en que el
alumno se encuentra directamente con el objeto de estudio. Así por
ejemplo en el trabajo con el almanaque incompleto (apartado 2.4.1.2),
discutimos intervenciones docentes destinadas a anticipar una ruptura
en la exigencia del trabajo provocada por la ausencia del almanaque
del mes y, a la vez, a sostener la posibilidad de resolución autónoma de
las/los alumnas/os (indicando los recursos disponibles: los almanaques
de meses anteriores). Otro objeto de discusión giró en torno a la
gestión de fases de expresiones públicas introducidas por momentos de
intercambio. Así nuevamente en el trabajo con el almanaque incompleto,
la nueva exigencia de “contar cómo lo pensé” generó discusiones sobre
los modos iniciales de presentación de las técnicas de resolución, dada
las experiencias previas de fracaso de las/los alumnas/os. Finalmente
también advertimos en estas discusiones sobre el sentido de estos
espacios de confrontación de técnicas, concepciones contrapuestas: la
corrección grupal en vez de personal o una confrontación al servicio
de la socialización de ciertas técnicas de resolución vinculadas con el
proyecto de enseñanza.
157
Capítulo 3
158
gestaron un trabajo sobre la construcción y sistematización de reperto-
rios aditivos.
3.1 Numeración
En el capítulo 2 anticipamos que el almanaque72 emerge inicialmen-
te como un objeto supuestamente familiar para aprender el funciona-
miento de las tablas de doble entrada. El proyecto de las docentes era
trabajar aspectos de la numeración que generaban dificultades: “el en-
tre”, o sea la comparación y orden de números naturales. En este aparta-
do nos ocupamos inicialmente de la actividad en que se observan estos
episodios, el juego “Adivina el Número” y de las dificultades detectadas
con la comparación de números naturales que originan el trabajo con el
almanaque, así como la continuidad del trabajo con este juego.
Posteriormente abordamos el trabajo sobre numeración derivado de
dificultades observadas en la escritura de números. Para estudiar ese
objeto matemático oscilamos entre el análisis de regularidades (en el
cuadro de números) y la descomposición polinómica73 (mediante una
de las versiones construidas de un juego con dados).
Finalmente reconstruimos el trabajo sobre numeración emparenta-
do con el propósito de tránsito de técnicas de resolución por conteo al
cálculo en la identificación de distancias entre fechas o de anticipación
de fechas de actividades semanales rutinarias, promovido en el trabajo
con desplazamientos en la sucesión numérica escrita también en el cua-
dro de números y mediante otras versiones del juego de dados.
159
como una actividad de diagnóstico al inicio del año, tomada de una
propuesta en una capacitación dictada en la DRE (Dirección de Regí-
menes Especiales)74 (R6, 27-11-08). Así fue que en el segundo encuen-
tro del año 2009, coincidiendo con los comienzos del año lectivo, las
docentes comentan que lo han implementado (R10, 5-03-09).
En las primeras ocasiones de implementación del juego, las docentes
narran diversos episodios vinculados a dificultades para interpretar pis-
tas dadas retomando regularidades de la numeración escrita (“el núme-
ro termina con…”) y a comparación y orden de números.
En relación al primer tipo de dificultad, pistas que retoman regula-
ridades de la numeración escrita, un episodio destacado por las do-
centes fue que la segunda vez que jugaron, frente a la pregunta de una
alumna de segundo ciclo “¿está entre cero y cincuenta?”, las/los alumnas/
os necesitaron escribir todos los números del intervalo en cierta disposi-
ción, para dar una respuesta afirmativa, y recién siguieron preguntando
“¿Termina en seis?”. Luego de la intervención docente de “¿Cuáles tacha-
mos?”, reconocen los números descartados a partir de buscarlos en la
siguiente representación escrita:
74 Antes del inicio del trabajo de campo los servicios educativos de la EDJA estaban integra-
dos en esta Dirección. En cambio, en el momento de realización de la indagación ya se había
constituido una Dirección específica luego del reconocimiento en la Ley de Educación Nacio-
nal 26.206 (MECyT, 2006) de la EDJA como una modalidad educativa.
160
TRANSCRIPCIÓN:
0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - 7 - 8 - 9 - 10 - 11
X
11- 12 - 13 - 14 - 15 - 16 - 17 - 18 - 19 - 20
21 - 22 - 23 - 24 - 25 - X
26 - 27-
X
28 - 29 - 30 - 31 - 32 - 33 - 34 - 35 - 36 - 37 - 38 -39
X
40 - 41 - 42 - 43 - 44 - 45 - 46 - 47 - 48 - 49 - 50
(R10, 5-03-09)
75 Como puede observarse en la disposición de los números escritos en la imagen de esta
página, las/los alumnas/os necesitan ir número por número buscando los que terminan con 6.
No pueden anticipar que entre estos números hay una distancia de 10, o sea que hay uno “por
familia”.
76 Se designa así habitualmente a una tabla de doble entrada en la que los números, en este
caso del 1 al 100, aparecen ordenados y organizados en filas de 10 a partir del 0 (aunque es
omitido para evitar confusiones en el conteo) de modo de que la primera fila es del 1 al 9, la
segunda del 10 al 19 y así sucesivamente hasta llegar a la última fila completa que es del 90 al
99. Cabe destacar, que a diferencia de la representación generada por las/los alumnas/os esta
forma de organización de los números posibilita reconocer más fácilmente las regularidades que
se buscaba explorar.
161
se emparenta con el primer tipo de trabajo gestado sobre este aspecto
(véase el siguiente apartado)
162
de ello hacia dónde camino o si avanzo o retrocedo en el libro) (R10,
5-03-09). En el marco de la discusión de la continuidad de este juego
las docentes muestran sus actividades iniciales con el almanaque y allí
recuperan la posibilidad de incorporar preguntas sobre “el entre” con
este portador. Así plantearon al almanaque como un objeto “familiar”
usado para el trabajo de la comparación y orden de números, sin que
advirtamos que la organización no lineal de la sucesión numérica en
el almanaque le sumaría nuevos obstáculos al trabajo con “el entre”,
ni que interpelaba prácticas de uso del mismo que no eran cotidianas
para las/los alumnas/os (véase apartado 2.3). Por lo cual, en discusiones
posteriores sobre la continuidad con el juego de “Adivina el número”
(R19, 17-06-09) debimos anticipar en su gestión cómo resolver algunas
dificultades reconocidas en el trabajo con el almanaque, como por
ejemplo la necesidad de acordar cómo definir los intervalos (excluyendo
sus extremos).
Además en una nueva implementación de este juego (R20, 25-06-
09) si bien (como detallamos luego) evolucionan el tipo de preguntas
a partir de cambios en la organización de la clase, no se incorporan
preguntas de comparación. Así por ejemplo una vez identificado un
intervalo de números en el que está comprendido el número buscado
mediante preguntas sobre “empiezan con…”, vuelven a usar la técni-
ca observada de enunciar un número hasta acertar, sin usar preguntas
como “¿está entre…?”, “¿es mayor/menor que…?”. Frente a este episo-
dio reiterado la docente interviene formulando este tipo de preguntas y
planteando como consigna “usar preguntas parecidas”. Las/los alumnas/
os responden, por contrato78, a la sugerencia de la docente y usan pre-
guntas de comparación pero tienen dificultades para reconocer la infor-
mación que les provee, esto se evidencia en el registro que hacen a partir
de la respuesta a estas preguntas. Por ejemplo Norma (que estaba en
grupo con Alejandra) al saber que el número a descubrir es mayor que
30 y también es mayor que 40, tacha los números de la fila del 40. En
cambio María y Sebastián, con la misma pista tachan correctamente los
de la fila del 30. A partir de esta información todas/os las/los alumnas/
os retoman la técnica inicial, preguntan por números que conjeturan
(pertinentes según la información recibida) hasta acertar.
78 Como definimos en el apartado 1.1.1, la noción de contrato didáctico remite a la relación
entre docente y alumno en términos de responsabilidades u obligaciones recíprocas (Brousseau,
1986, pp. 16-17).
163
En esta nueva ocasión de implementación del juego (R20, 25-06-
09) habíamos acordado generar otras variantes a su implementación
inicial: la organización de la clase era con un grupo que elige el número
y al menos dos grupos adversarios, para que las/los alumnas/os de es-
tos grupos deban interactuar no sólo con la información provista por
quienes eligieron el número sino con el tipo de preguntas formuladas
en el juego. Esta organización anticipábamos además que promovería el
contacto de cada alumna/o con esta situación porque en ese momento
la asistencia era reducida (debido a que muchas alumnas estaban cose-
chando papa) lo que implicaba que necesariamente los grupos serían
reducidos o de a pares (R19, 17-06-09). En una discusión preceden-
te (luego de la primera implementación del juego, R10, 5-03-09) las
docentes ya habían planteado la necesidad de provocar la interacción
de las/los alumnas/os con las preguntas formuladas, pero a través de
la estrategia de registrar las preguntas realizadas en el juego y destinar
un espacio de trabajo a compararlas “¿Qué preguntas conviene hacer?” y
luego volver a jugar.
En la implementación de esta decisión de revisión de la organización
de la clase (R20, 25-06-09) se observa que este cambio en el medio79 de
las/los alumnas/os (promover la interacción con las preguntas del otro
grupo y la información provista por ellas) provoca procesos de reflexión
y de revisión de las técnicas de indagación elegida por los grupos. Así
en la primera partida del primer juego, María y Sebastián piensan un
número y los grupos de Norma y Alejandra, y de Dominga y Rogelia les
preguntan, como veíamos por números específicos pero logran adivinar
el número luego de la tercera pregunta que formulan. Luego de este
juego María cuestiona públicamente este tipo de preguntas: “Si vos decís
empieza con… chatás [tachás] más. Chatás [tachás] todos los que están
acá”. A partir de la intervención de María, Norma cambia su técnica
en la segunda partida del juego y pregunta por “¿Empiezan con dos?”.
Luego esta nueva técnica de Norma (preguntar por los que comienzan
con... o por la fila de los…) circula en el grupo, todos hacen este tipo de
preguntas (aunque algunos la formulan de modo impreciso, dicen “¿Es
el 60?” y no “¿Está en la fila de los 60?”). No obstante, luego de identificar
la fila, Norma retoma su técnica anterior y el resto la replica: preguntar
por un número puntual. En la tercera partida Sebastián inicia el juego
79 Como señalamos en el apartado 2.4.3, la organización de la clase es una variable didáctica
que empleamos para la caracterización del medio propuesto a las/los alumnas/os retomando las
variables propuestas por Fregona y Orús (2011). Para una profundización de la noción de medio
y de medio del profesor véase el apartado 1.1.4.
164
preguntando “¿Empiezan con cinco?” y Rogelia introduce la pregunta
“¿Termina con tres?”. Entonces vuelven todos a la técnica original, luego
de detectada la columna (termina con 3) van preguntando uno a uno
por el número que conjeturan. Como vimos, frente a estos episodios la
docente interviene luego sugiriendo el uso de una pregunta ausente que
involucra la comparación de números.
Otra dinámica de trabajo en la que las/los alumnas/os interactúan
con otro tipo de información sobre los números se produce cuando es
la docente quien, en un juego evocado, plantea las preguntas en forma
oral o escrita. Las docentes habían propuesto (R12, 23-03-09) ubicar
en el cuadro de números aquellos que salieron en una jugada hipotética.
Este trabajo exige un uso diferente de las regularidades porque ahora la
tarea es ubicar al número, no adivinarlo. Lo implementan posterior-
mente cuando retoman el trabajo con el juego efectivo (R20, 25-06-
09), e incorporan situaciones extraídas de un manual para niños que
evocan el juego:
80 En tanto son condiciones variables que modifican la estrategia de resolución (véase apar-
tado 1.1.4).
165
de condiciones ocasionó muchas dificultades a alumnas/os de ambos
ciclos, generando intervenciones como: la docente de primer ciclo,
frente a la primera pista, les sugiere que marquen los que pueden ser;
la investigadora le propone a alumnas del segundo ciclo marcar con
colores distintos los números posibles ante cada pista dada, para luego
reconocer el número viendo en cuál coinciden las marcas de diversos
colores. Este tipo de dificultad también la habíamos observado en el
trabajo de formulación de preguntas con el almanaque para adivinar
una fecha pensada por algún/a alumno/a (R18, 1-06-09). Ante la
propuesta de “¿A alguno se le ocurre alguna pregunta parecida a estas
que estábamos haciendo, para hacerle a los compañeros?” luego de haber
hecho una ronda de pistas del tipo “es el tercer miércoles del mes”, las/los
alumnas/os no podían reconocer como datos necesarios a la conjunción
del ordinal y del día de la semana (el tercer viernes), sólo daban uno de
esos datos en sus pistas.
En una actividad posterior la docente replica este tipo de trabajo
planteando elegir entre cuatro números dictados por ella (del 0 al 100),
a partir nuevamente de pistas dadas pero en forma oral (formuladas por
la docente sin que las/los alumnas/os le pregunten) (R24-25, RDC,
P.77, setiembre 2009).
81 En la primera clase que se trabaja con el almanaque (R14, 8-04-09), como vimos en el
apartado 2.5.1, las/los alumnas/os que omiten números no recurren a la sucesión numérica
escrita sino al enunciado oral de los números para rectificar.
166
Frente a estas dificultades inicialmente sugerimos retomar los por-
tadores numéricos que ya circulaban en el aula (almanaque y billetes).
En ese marco emerge la idea de pensar al almanaque como una “lista
de números” para, por ejemplo, anticipar distancias entre números “I:
Si yo llego a la farmacia… tengo este número y ahora está el trece, ¿tendré
que esperar mucho o poco?” (R14, 8-04-09). También para dirimir dudas
sobre el orden de los números: “C: “No sé cuáles números siguen”, “No sé
cuáles números hay entre…” Ahí están escritos, puedo ir y buscar.” (R14,
8-04-09).
En un encuentro posterior (R15, 22-04-09) destinado al trabajo con
el juego de los dados (es la tercera vez que lo juegan pero es la primera
que lo observamos), si bien el trabajo central de la clase gira en torno a
la operatoria (véase apartado 3.3) hay actividades que para su resolución
demandan del trabajo con aspectos de la numeración: comparación de
números para determinar quién ganó el juego o quién va sacando los
puntajes más convenientes (lo anticipan en el transcurso del juego el
grupo de Claudio, Dilma y Rogelia); escritura y lectura de números
para registrar y decir cuál fue el puntaje total. En este último aspecto
nuevamente aparecen dificultades: María lee el 119 como once y nue-
ve, Dominga no sabe cómo escribir el 60. En este marco sugerimos el
trabajo con el cuadro de números para el reconocimiento y reflexión so-
bre regularidades de la numeración escrita con el proyecto de que estas
regularidades posibilitarían la ampliación del rango numérico escrito
conocido. Acordamos trabajar con un rango de números cuya escritura
ya estaba siendo explorada en el trabajo con el almanaque (hasta el 31)
pero el uso de la organización del cuadro de números considerábamos
que enfatizaría las regularidades que queríamos trabajar. Este trabajo
sería de completar en el cuadro de números hasta el 31, teniendo algu-
nos números ubicados correctamente que permitieran deducir su or-
ganización: que haya “nudos” (10, 20, 30), que haya reiteraciones (dos
números que empiecen igual en una misma fila; dos que terminen igual
en una columna). Posteriormente se trabajaría recuperando las regu-
laridades reconocidas en este rango de números para escribir números
de los cuales conocían su designación oral pero no su escritura (R15,
22-04-09).
Estas discusiones inciden en una planificación docente (OP, P.39,
abril 2009) que fue discutida porque la consigna de trabajo era “Escribe
las fechas del mes de mayo. Algunas ya están escritas en la tabla”, y consi-
167
derábamos que evocaría otra disposición de la sucesión numérica (la del
almanaque, organizada de a 7) que podría obstaculizar el trabajo. Así la
consigna de trabajo implementada fue “Ubica en la tabla los números
hasta el 30. Algunos ya están escritos en la tabla” (R17, 18-05-09) y la
docente no realiza este trabajo en conjunto con la presentación del al-
manaque del mes de mayo para no evocarlo. La organización de la clase
fue en tres fases: un trabajo individual inicial de completamiento del
cuadro de números con la consigna enunciada; la puesta en común del
modo de completamiento, promoviendo el análisis de la organización
de la tabla y la reflexión de regularidades en esa organización; la progre-
sión en el completamiento de la tabla a partir del uso de esas regulari-
dades (provocado por algunas alumnas). Algunos episodios en la clase
dan evidencias de la prevalencia del uso del conteo en la resolución del
completamiento de la tabla: Norma cuenta para completar; en la puesta
en común manifiestan que los números dados como pistas de la orga-
nización del cuadro de números han sido usados para ir controlando el
conteo oral de los números.
En el momento de la puesta en común se generan acuerdos sobre
el vocabulario, cómo designar su estructura, deciden usar los términos
“filas” o “renglones” (como los del cuaderno) y “columnas, paradas como
las de la casa”. Además la docente orienta la mirada a porciones del cua-
dro de números para provocar que reconozcan algunas regularidades:
Docente: Ahora les voy a hacer una pregunta. Si uno mira la fila, por ejem-
plo… la fila que empiece con el diez. Hay una fila donde estaba el diez, ya
ubicado, ¿sí? [Las/los alumnas/os la buscan]. Si van leyendo los números,
ven los números que están, miran después… qué se pueden dar cuenta”.
“Fijensé cómo empiezan esos números”. En esta fase Alejandra advierte
que en una misma fila o renglón están los que “comienzan con…” igual
al nudo y llegan hasta el nueve: “diez, once, doce, hasta el diecinueve”.
Luego de que la docente orienta a observar esto como una regularidad
“¿qué pasa en la fila del 10?, ¿qué pasa en la fila del 20?”, María recu-
pera la regularidad sugerida y generaliza a pesar de que aún no la han
completado: “en la fila del 30 todos comienzan con 3”. Norma reconoce
que en una misma columna están “los que terminan con…” igual a los
dígitos de la primera fila.
Este trabajo posibilita que luego algunas/os alumnas/os cambien de
técnica y puedan usar como recurso de ampliación del rango propuesto
(escritura de números mayores que 30) a las regularidades de algunas
168
columnas pero algunas recurren al conteo de los números intermedios.
Así Alejandra, que había reconocido que en la última columna todos
terminan con cero, cuando la docente provoca una anticipación “Cuál
irá abajo del 30” dice su sucesor, el 31. En cambio Norma, que fue
la que propuso el análisis de la regularidad de las columnas y que en
el juego de los dados vimos que puede usar para el cálculo del total
del puntaje el contar los dieces, puede anticipar 40, 50, hasta llegar al
100. Pero María va contando sobre el cuadro de números de a 1. La
coordinadora le propone “Se anima a ponerlos sin contar” y le sugiere el
reconocimiento de que es un conteo de a 10 “Mire los anteriores, diez,
veinte, treinta... ¿Cuál será?”. Y entonces completa hasta el 100. Es decir,
en esta interacción advertimos el vínculo promovido entre el reconoci-
miento de su regularidad (todos terminan con cero) y el recurso usado
para completar la tabla (el conteo de a diez). Otras alumnas en cambio
escribían todos los números82, no sólo los de la columna analizada. Así
Felipa que escribía todos los números cuando la docente le propone
escribir los de otra columna (los que terminan con 5) y escribe los su-
cesores (abajo del 55 coloca 56, 57, 58, 59), pero luego recupera la re-
gularidad explicitada en el intercambio “con cinco tenían que terminar”
y rectifica su escritura; luego aplica este aprendizaje para completar la
columna de los que terminan con 1 y para anticipar dónde estarán los
números que terminan con 4.
Esta persistencia del conteo como modo de resolución puede empa-
rentarse con lo observado en el trabajo con el almanaque, en diversas
organizaciones de la sucesión numérica escrita, incluso en el cuadro de
números que es más “transparente” porque demanda un análisis posible
a partir de la escritura de los números. Asimismo, algunos pedidos de
anticipación de distancias entre fechas en el almanaque en el que se
intentan recuperar regularidades analizadas en el cuadro de números
(si hoy es 15, ¿cuántos días faltan para el 25?), evidenciaron que no es lo
mismo reconocer que en una columna del cuadro “están los que termi-
nan con 5” a reconocer que la distancia entre los números de una misma
columna siempre es de 10.
82 Probablemente otra cuestión que puede haber influido en este episodio es el lugar que
ocupa la copia en las aulas particularmente de EDJA como “rituales” del aprender y como
“muestra de permanencia en la escuela” (para un análisis más detallado de este fenómeno véase
Beinotti y Frasón (2006)). Estas prácticas arraigadas quizás hayan incido en la resistencia de las/
los alumnas/os a este tipo de trabajo promovido donde se piden anticipaciones.
169
No obstante, observamos avance en el reconocimiento y comunica-
ción de regularidades por algunas alumnas, como puede observarse en
el siguiente diálogo en las intervenciones de María, Alejandra y Norma
sobre el cuadro de números grupal:
Docente: ¿Qué pasaba con las filas de la tabla, con los renglo-
nes? Por ejemplo en el renglón donde estaba el diez. [Silencio]
María: Todos comenzaban con uno. […]
Docente: […] Y qué pasaba si mirábamos las columnas. Qué
pasaba con esos números.
Alejandra: Tiene un mismo número para terminar.
Docente: Ahá. Tiene un mismo número para terminar. ¿Vos
Norma? [Le pide que reitere lo que había dicho y se superpu-
so con lo dicho por otra alumna].
Norma: Estaba lo mismo.
Docente: Había un número que era el mismo, que se repe-
tía. Ahá. Pero qué número se repetía en los números de la
columna.
María: Cinco, todos los números, seis, siete…
Docente: Si uno mira, por ejemplo en la columna del cinco.
Dónde estaba el cinco, en estos números.
170
María: El cinco, está arriba.
Docente: ¿Y en el quince dónde está el cinco? Acá [le indica a
un/a alumno/a la columna observada], estamos mirando…
estos que están acá en la columna y les preguntaba yo, Nor-
ma, si hay el mismo cinco, hay un cinco en todos los números,
pero… dónde está ese cinco, está al principio o… el final del
número.
María: El final del número, Seño.
Docente: […] Acá todos los números terminan [con énfasis]
con cinco. Esto pasa en las columnas [con énfasis]. ¿Es así? La
columna del nueve…
171
30
[tabla incompleta, ………, faltan las filas vacías hasta lle-
gar a 100]
1 2 3 4 5 6 7 8 9
10 11 12 13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26 27 28 29
30
172
[tabla incompleta, ………, faltan las filas vacías hasta lle-
gar a 100]
María: Uno.
Docente: Con uno. Si bajo al otro renglón qué pasa.
1 2 3 4 5 6 7 8 9
10 11 12 13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26 27 28 29
30
Alejandra: Dos.
María: Empieza con dos.
Docente: Parece que hay un cambio ahí, ¿no? Acá empiezan
con uno, cada vez que bajo de renglón… ¿Pasará lo mismo
cuando termino acá… cuando termino de leer este? [señala
nuevamente la fila de los 20]. (R17, 18-05-09)
Frente a este análisis María hace una analogía entre estas regularida-
des (el papel de los nudos y los dígitos) y el abecedario “Seño, hace lo
mismo que... que las vocales. A, be, ce...”, o sea, permiten armar cualquier
palabra y por ende, cualquier número. Así fue que propusimos luego
de esta instancia volver a jugar el juego de “Adivina el número” usando
el cuadro de números a partir de estas regularidades reconocidas (OP,
P.52, junio 2009).
A pesar de este avance, cuando se intenta ampliar el cuadro con nú-
meros mayores a 99 surgen dudas. Buscan avanzar usando como pistas
las columnas, por ejemplo cómo escribir el 109 abajo del 99. Norma lo
173
escribe correctamente pero no está segura, Rogelia escribe 19. Es decir,
en el cuadro de números hasta el 100 no hubo este tipo de dificultades
con la escritura de los números mientras se trabajaba con números de
dos cifras. Los obstáculos fueron más bien reconocer las regularidades
que rigen los distintos sentidos de desplazamiento (en las filas o renglo-
nes y en las columnas). O sea que este recurso evidenció ser útil para
afianzar el nombre y la escritura de números de dos cifras, que luego
podrá recuperarse cuando se trabaja con tres cifras.
En actividades posteriores continúa este tipo de trabajo de uso de re-
gularidades para completar porciones del cuadro de números y de con-
signas de comparación y orden (OP, P.68, agosto 2009), y en el trabajo
de presentación del almanaque anual emergen nuevamente episodios
de discusión de la escritura de números de tres cifras cuando las/los
alumnas/os tienen que escribir el total de días del año. Varias alumnas se
interrogaban sobre esos números “¿no lleva algún cero?” y escribían 3065
por 365 días, la docente recupera otra regularidad construida en el cua-
dro de números (los cienes tienen tres cifras) para refutar esta hipótesis:
174
Otro tipo de trabajo sobre la numeración escrita se inaugura en
una de las versiones (versión 6: cada punto del dado blanco vale 1 y
del dado rojo vale 10, a 2 jugadas ) de un juego de dados diseñados
para el trabajo con operatoria aditiva (véase apartado 3.3) que trabaja
con los agrupamientos del sistema decimal que subyacen a la escritura
de números y a los procedimientos de los algoritmos convencionales
(OP, P.79, setiembre 2009 y Taller de R26, 28-09-09; implementada
en R30, 4-11-09). Esta versión del juego se realiza con la siguiente se-
cuencia: trabajo inicial de composición de números a partir de que cada
alumna/o tire los dados “¿Qué número me salió?”; juego efectivo de a
pares. En el transcurso del juego María no puede inmediatamente a
partir de los dados salidos componer el número, sino que debe recurrir
al conteo de a 10 sobre los puntos del dado rojo. Nuevamente Norma
tiene dudas sobre cómo escribir su puntaje total (110), escribe 100,
luego borra y sobrescribe el 10 en el 100 (R30, 4-11-09). Este tipo de
trabajo develando los agrupamientos que subyacen a la escritura de los
números y su uso para operar en los algoritmos convencionales de suma
y de resta se consolidó luego de la culminación del trabajo de campo de
esta indagación como un proyecto específico (véase, Delprato, Fregona
y colaboradores, 2013).
175
de esos números (“Miramos como terminaban los números en cada caso”)
y finalmente responden a pedidos de anticipaciones (“Sin mirar la ta-
bla pregunté: Si cuento de a….., puedo caer en ……) (relato inicial en
OP, P.79, setiembre 2009). Este trabajo sucesivo recupera el análisis
efectuado de los cambios de exigencia en la secuencia analizada (véase
apartado 5.1.1). Pero a la vez, estas exigencias permiten transitar desde
el reconocimiento de las regularidades (“Miramos como terminaban los
números en cada caso”) a su uso para anticipar distancias entre números,
por ejemplo del 15 al 25 se agrega diez.
Posteriormente (R26, 28-09-09) este trabajo se emparentará más ex-
plícitamente con el avance en el dominio del repertorio aditivo (ver en
el apartado 3.3 las versiones del juego de los dados que recuperan los
saltos dados en el cuadro de números: versión 4, cada punto del dado
vale 2, a 5 jugadas; versión 5, cada punto del dado vale 5, a 2 jugadas;
versión 6, cada punto del dado blanco vale 1 y del dado rojo vale 10, a
2 jugadas).
176
Norma: Por cuartas.
Rogelia: Con mis manos… para costurar cortinas.
Otra alumna, María, comenta que usa un hilo como
patrón, le hace un nudo “a donde llega el metro” y lo pliega
para el medio metro. Así dice que le ha hecho los trajes a
Sonia, su hija que es maestra de folklore. (R24, 31-08-09)
83 Esta demanda, como vemos en el apartado 4.2.1, estuvo vinculada al pedido de imple-
mentación de una entrevista (enviada por la Inspección), como instrumento de diagnóstico en
el momento de ingreso de las/los alumnas/os.
177
inicialmente en torno a la exploración de conocimientos sobre instru-
mentos de medición de una magnitud específica: la longitud.
Como ya dijimos, el orden de las fases en este trabajo (problemas y
luego identificación de los instrumentos de medición estándares) va en
contra del que se usa habitualmente en el desarrollo de este tema. Con
este orden intentamos evitar que las/los alumnas/os usaran por contrato
los instrumentos estándares de medición en la resolución de problemas
(OP, P.43, mayo 2009; discutidas en R18, 1-06-09; OP, P.59, clase del
5-08-09). Otro rasgo entonces es que incorporamos y ofrecimos (la
docente los mostraba y los colocaba en una bolsa en un rincón para
que recurrieran a ellos si los necesitaban) instrumentos de medición
no sólo estándares, sino también no estándares (ovillo de lana, tiras de
papel, mamadera) que sirvan para medir distintas magnitudes (longitud
y capacidad). A su vez, entre los instrumentos estándares había varios
que miden una misma magnitud (por ejemplo, metro de modista y de
carpintero, ruleta o cinta métrica y regla). Esta diversidad de instru-
mentos disponibles requería que las/los alumnas/os eligieran aquellos
que medían la magnitud pedida y que optaran entre instrumentos es-
tándares y no estándares. Otras decisiones que tomamos en el planteo
del problema es que demandara un proceso de modelización84: “Una
canilla para nenes de Jardín, ¿qué altura debería tener?”. Además exigi-
mos que el resultado fuera escrito “Escriban su resultado” (en una hoja
de tamaño A4, como para ser expuesto y confrontado) y argumentado
(pedimos que explicitaran “¿Qué tuvieron en cuenta?”).
En este trabajo inicial (implementado en R21, 5-08-09) aparece
como recurso de resolución la estimación de una altura conveniente (re-
cuperando su conocimiento de la altura de sus hijos, observando niños
de esa edad presentes en el aula y estimando su altura “Norma: ¿Medio
metro?”) y su comparación para verificar con la medición de una altura
semejante de algún objeto del aula (el banco en que están sentadas, la
mesa de trabajo). Para estimar la altura (aunque las alumnas hablan de
84 Es decir un proceso que implica “…en primer lugar recortar una cierta problemática
frente a una realidad generalmente compleja en la que intervienen muchos más elementos de
los que uno va a considerar, identificar un conjunto de variables sobre dicha problemática,
producir relaciones pertinentes entre las variables tomadas en cuenta y transformar esas rela-
ciones utilizando algún sistema teórico-matemático, con el objetivo de producir conocimientos
nuevos sobre la problemática que se estudia. Reconocer una problemática, elegir una teoría para
“tratarla” y producir conocimiento nuevo sobre dicha problemática son tres aspectos esenciales
del proceso de modelización.” (Sadvosky, 2005, pp. 26-27). Este proceso estaba implicado en la
demanda del problema de construir parámetros para decidir qué altura debería tener la canilla.
178
esta práctica como “lo he calculado”) consideran diversos parámetros:
“Norma: El tamaño de ellos, en la cintura.”, “Rogelia: [argumentando
cómo verificar su estimación] Cuánto tienen de alto [los niños], después lo
calculo la mitad. Porque nuestros chicos son diferentes”.
Para medir la altura del banco o de la mesa que usan como veri-
ficación de su estimación inicial emplean diversos instrumentos con-
vencionales de medición de longitudes (ruleta, metro de costurera y
el de carpintero), no recurriendo a ninguno de los instrumentos de
medición no convencional disponibles. Allí aparecen algunas dificul-
tades con el uso de estos instrumentos: cómo reconocer el origen en el
metro de costurera y cómo leer una medida obtenida en la ruleta. Así
Alejandra que usa el metro de costurera para verificar la estimación de
su compañera (71 cm) comparándola con la altura de la mesa, empieza
a medir por el final del metro de costurera y le da otra medida. Luego
cuando realiza nuevamente esta medición con su compañera no sabe
hacia dónde avanzar para leer la medida obtenida. Posteriormente, en
la puesta en común al comparar las medidas propuestas debido a que
usaron distintos instrumentos de medición se inicia una discusión sobre
cómo ubicar una medida en la ruleta, porque a diferencia del metro de
costurera que usaba Alejandra, allí aparecen los nudos (10, 20, 30……)
y los dígitos, no el número. Alejandra busca 78 cm en la ruleta superpo-
niendo esta medida ya identificada en el metro de costurera.
Asimismo, la exigencia de la escritura del resultado obtenido genera
discusiones sobre el modo de escritura de la unidad de medida usada,
dado que las/los alumnas/os manifiestan no haber visto nunca medidas
escritas.
Luego de la resolución de este problema la docente propone un tra-
bajo de exploración del reconocimiento de los instrumentos elegidos
por las/los alumnas/os y de su modalidad de uso. Habíamos acordado
realizar dos instancias diferentes: una discusión oral y prácticas de me-
dición efectiva (OP, P.43, mayo 2009; discutidas en R18, 1-06-09). La
discusión estuvo orientada por las siguientes preguntas: “¿Qué es?, ¿Para
qué sirve?, ¿Lo usan?, ¿Han visto usarlo a otros?, ¿Cómo se usa?, ¿Por qué
son diferentes?, ¿Qué tipos de rayas hay?, ¿Qué indican esas rayas?”. Estas
preguntas se plantearon en este mismo encuentro (R21, 5-08-09) po-
niendo en evidencia que reconocían algunas ocasiones y modos de uso
de los diversos instrumentos:
179
Cuando la docente muestra los diversos instrumentos de me-
dición de longitudes empleados por los grupos, identifican al
metro de costurera como un instrumento que han usado
cuando construían su casa. Pero Norma agrega:
Norma: Para la ropa.
Rogelia: Para construir, para levantar paredes.
La docente le pregunta si han usado el metro de costurera
para esa actividad, todas rectifican y señalan “el metro” [la
ruleta]. Relatan que lo han usado con indicaciones de sus
maridos:
Alejandra: No entendía qué eran esas rayitas. Ya sé cuál es
centímetro.
Luego la docente pregunta sobre el metro de carpintero.
Norma: Para cortar maderas, el carpintero.
Docente: ¿Cómo se usa, saben?
Rogelia comienza a usarlo, muestra el inicio, el 20, el 40.
Docente: ¿Tienen algo de parecido? Fijensé.
Rogelia sigue indicando los números, llega hasta el 60.
Docente: ¿Y si quiero seguir?
Rogelia lo despliega y muestra números mayores.
Docente: ¿Hasta dónde podés?
Rogelia: [con todo el metro desplegado] Noventa, [vuelve a
mirar y rectifica] noventa y nueve.
Comienzan a comparar los usos de los diversos instrumentos:
Docente: Este para la construcción [señala el metro de cos-
turera]
Alejandra: No, este [señala la ruleta]. Este seguramente para
la tela.
Rogelia: Este [señala el metro de costurera] mayormente lo
usan para la costura.
Docente: ¿Este? [señala la ruleta]
180
Alejandra: Para las columnas, para el piso.
Incluso algunas reconocían la conveniencia de empleo de al-
gunos de ellos según algunas características del objeto a me-
dir:
La docente recupera los instrumentos de medición de longi-
tudes trabajados, los presenta por sus nombres explicitando
su vínculo con su uso [metro del albañil o ruleta; metro de
carpintero; metro de costurera]. La coordinadora pregunta
por qué usarán este metro las costureras y no usan el metro
de carpintero.
María: Esto no lo van a poder doblar.
Otras comentan que el metro de carpintero puede usarse para
medir las telas. Comentamos que el metro de costurera es
usado para tomar medidas en el cuerpo. Rogelia sobrepone
el metro de costurera a su brazo doblado, mostrando cómo
se mide.
Luego la coordinadora del Taller les hace la pregunta inversa,
por qué los carpinteros usarán este metro y no el de costurera.
María: Porque la madera no se dobla.
La docente comenta que hasta ahora no han usado la regla
para medir sino para rayar [para subrayar] y pregunta si la
usarían para medir el pizarrón.
María: Algo más grande
Docente: ¿El borrador?
María: Con la regla, porque es más corta.
Docente: ¿El pizarrón?
María: Metro, carpintero.
Docente: ¿La regla?
María: El cuaderno.
Docente: O sea que de acuerdo con lo que tengo que medir
elijo.
No obstante estos conocimientos de las funciones de los ins-
trumentos de medición, como pudo observarse en dudas que
181
aparecieron cuando los emplearon para resolver el “problema
de la canilla”, han participado de modo periférico en prácti-
cas de medición efectivas:
Comentan varias, Rogelia y Alejandra, que discutían con sus
maridos por las medidas cuando construían sus casas:
Alejandra: Yo no sabía [leer o reproducir medidas]. Entonces
me decía: “Agarrá nomás”. Es muy importante.
Rogelia: Para el nivel.
182
usar los instrumentos) y para resguardar que la producción sea genuina-
mente grupal y no copia de decisiones de otros grupos.
En la realización de esta actividad observamos que algunas/os alum-
nas/os usaban indistintamente el mismo instrumento para medir di-
versos objetos: Claudio y Sebastián que trabajaban en la construcción
como ayudante de albañil y haciendo pozos, respectivamente, usaban
la ruleta; María y Erminia usaban la regla de pizarrón. Pero cuando
debieron medir sus cinturas Claudio luego de constatar que la ruleta
“No se dobla igual” pregunta:
183
tación de la relación entre los nudos (10, 20, 30…) y los dígitos que
aparecen comprendidos entre ellos.
Así María como comienza a medir desde el final de la numeración
del metro de costurera afirma que su cintura mide 46 cm, no recupe-
rando una advertencia que ya le había hecho un compañero sobre esta
técnica:
184
dos anteriores. Le pide ayuda a Dominga. Ambas escriben
80 y se detienen.
La docente, con Rogelia y Dominga, ante la dificultad de
lectura de la medida marcada en la ruleta, superpone el me-
tro de carpintero con la ruleta para comparándolos ver cómo
leer la medida.
Luego de esta intervención de la docente, Rogelia borra su
escritura anterior [80] y registra: EL VIDRIO DE LA
PUERTA: 83 CM Y MEDIO (R22, 12-08-
09)
Sebastián en cambio frente a esta dificultad sólo lee y comu-
nica el dígito de la medición omitiendo decir entre qué nudos
se encuentra:
Claudio y Sebastián miden el parlante, Sebastián se sube al
banco y es el que maneja y lee la ruleta:
Sebastián: [dirigiéndose a Claudio] Seis.
Claudio: Seño, seis. ¿Cuánto sacaron Uds.? [Le pregunta a
María que midió antes que ellos]
María: Treinta y cinco.
Claudio: ¡Del parlante! Así es la bocha [vuelve a hablar con
Sebastián]. ¿Cuánto tiene?
Sebastián: Seis [mira el 6 que está luego del 30].
Claudio: ¿Y la otra parte? [probablemente se refiere al nudo
que fue omitido en su lectura]
Sebastián: Tres, dos [mide el ancho, dice “dos” leyendo el 20].
(R22, 12-08-09)
185
reconocimiento de los agrupamientos que subyacen en la escritura de
los números (como vimos en el apartado 3.1.2) se constituyó luego en
un modo de abordaje de este aspecto de la numeración. Estas dificul-
tades junto a las de la escritura de decimales y las de equivalencias de
distintas unidades de medidas gestaron como proyecto el intercambio
y discusión futura de la comunicabilidad de las escrituras producidas,
por ejemplo:
186
Rogelia: ¿Ahí? [Mirando la medida entregada por Dominga,
es 90 cm. Mira los números, los recorre]. Noventa. [Dobla
la medida a la mitad, como estimando la corrección de la
medida al confortarla con su mirada de la cintura de su com-
pañera].
187
este proyecto era trabajar estos ordinales en otros contextos familiares
para las/los alumnas/os (grados escolares, orden de nacimiento de lo
hijos, etc.) para que los evocaran en el trabajo con el almanaque (R18,
1-06-09).
La docente decide hacer un trabajo de comparación de longitudes en
la que las/los alumnas/os deben ordenar seis tiras de papel de diferentes
colores y tamaños y asignarle a cada una el ordinal (reconstrucción ini-
cial en OP, P.52, junio 2009). Los criterios de diseño de esta situación
comentados en un encuentro posterior (R19, 17-06-09) fueron que
haya registro individual (en el cuaderno) de lo trabajado y que ese regis-
tro sirva de memoria de este trabajo para los sujetos, es decir, que pue-
dan volver sobre ella. Esto requería que la actividad “sea gráfica”, o sea,
que sea un registro que pueda ser usado autónomamente por los sujetos
para recuperar la información allí obtenida (el nombre y la sucesión de
los ordinales). Los comentarios de lo observado por la docente en esa
actividad discutían con la presunción de que las dificultades detectadas
en el trabajo mencionado con el almanaque estaban vinculadas al des-
conocimiento de los ordinales dado que no tuvieron dificultades para
asignar el ordinal a cada tira en el ordenamiento efectuado.
Pero en una comunicación posterior (R18-19, OE87 de R18, P.50,
junio 2009), advertimos la posibilidad de que en esta evocación surgie-
ran nuevas dificultades debido a que si bien todos los contextos trabajan
con la cronología los criterios de orden son disímiles: en el almanaque
la primera la semana del mes es la que está más próxima al inicio, a me-
dida que transcurre o avanza el tiempo se pasa al segundo lunes, tercer
lunes, etc.; con los hijos el primero es el que nace antes, es el mayor con
respecto a otros posibles nacimientos; en los grados escolares al primer
grado es donde van los niños más pequeños. Esta reflexión puso en evi-
dencia que el trabajo con el orden no sólo involucra “los nombres” (los
ordinales) sino la necesidad de reconocer el orden definido: ¿el primero
es el mayor o es el menor? Esto complejizó el proyecto inicial incorpo-
rando el trabajo con algunos aspectos del orden: su carácter transitivo,
la posibilidad de variación del ordenamiento (ascendente, descenden-
te). Para ello recuperamos la actividad diseñada por la docente y le pro-
pusimos variaciones: ordenar en sentido inverso al realizado y asignar
nuevamente los ordinales, intercalar tiras (dadas en forma desordenada)
87 En adelante esta sigla OE identifica las Observaciones enviadas sobre Episodios de clases
observadas, siendo a su vez identificadas por el intervalo de registros de Talleres en los que se
incluyen esta observación (R …-…) y el No. de documento primario (P) en que se incorporan.
188
en el ordenamiento ya producido. En este trabajo la docente obser-
va que algunas/os alumnas/os desconocían la sucesión de los ordinales
(proponían “primera, cuarta, octava”).
No obstante, como vimos en el capítulo anterior, la dificultad de la
resolución del reconocimiento de fechas a partir del dato “el tercer miér-
coles” involucraba no sólo la complejidad de reconocer el ordinal sino
fundamentalmente la conjunción de condiciones dadas en esta pista
(el ordinal y la columna en que estaba incluido) para desplazarse en el
almanaque y reconocer la fecha aludida.
189
Registro referido (recuadrada la anotación aclaratoria de la docente):
(R13, 30-03-09)
Alejandra, según lo que pudo relatar la docente, se detuvo a ver cómo
operar con el 80 (del importe 280 que ganaba semanalmente Simón)
y con el 70 (de los 170 que ganaba semanalmente María), haciendo
palitos para representar los $10 que tenía en ambos y luego contarlos y
así agregarlos al 300 que ya había obtenido88:
Registro referido (recuadrado lo comentado):
R13, 30-03-09)
88 Cabe mencionar que los otros palitos que están abajo a la izquierda no fueron el modo
de resolución de Alejandra, sino un error de interpretación del pedido de la docente de que
transcribiera sus anotaciones que había hecho aparte de este registro, escribe 150 palitos en vez
de los 15 que había usado para calcular.
190
Dominga en cambio descompone los números a partir de la inter-
pretación de su escritura y opera mentalmente escribiendo sólo los da-
tos y el resultado. Ante el pedido de la docente “Podés poner algo, esto yo
lo voy a mostrar. Para que la gente sepa cómo lo pensaste. Qué escribirías”
incorpora a su registro la descomposición de uno de los sumandos y su
reagrupamiento (280 + 170 = 280 + 20 + 150 = 280 + 20 + 100 + 50 =
400 + 50) produciendo el siguiente registro:
(*)
(R13, 30-03-09)
191
Registro referido (recuadrada la anotación aclaratoria de la
docente):
(*)
(R13, 30-03-09)
192
táneamente al interior del grupo de un ciclo y entre ciclos (cuestión que
profundizamos en los apartados 5.1.2 y 5.2.1), la recuperación en esta
construcción de versiones de los valores de los billetes de circulación
que habían sido usados en la entrevista diagnóstica (2, 5, 10, 20) (véase
4.2.1) y de algunas reglas de un juego de dados ya implementado en el
grupo (R13, 30-03-09).
A partir de discusiones a una planificación enviada por mail sobre
este juego (OP, P.34, abril 2009) se implementaron en primer ciclo di-
versas versiones simultáneas del juego de los dados (versión 1: 1 dado,
a 5 jugadas; versión 2: 2 dados, a 5 jugadas; versión 3: 3 dados, a 5
jugadas) donde el objeto del juego era determinar quién era el ganador,
o sea, quién sacó el puntaje más alto, para lo cual disponían de hojas
para registrar lo que consideraran necesario. La secuencia de implemen-
tación del juego preveía un espacio inicial de exploración del material,
así como de la relación constante entre la suma de las caras opuestas
(siempre dan 7); un juego colectivo para asegurar el dominio de las
reglas del juego y en el que se hacen algunos pedidos de anticipación:
“¿Cuál es la mayor cantidad de puntos que puedo obtener? ¿y la menor?
¿cómo se dan cuenta?”; juego en pequeños grupos de la versión 1. Puesto
que las diferentes versiones tenían diferente complejidad en el cálculo
por los números en juego, la docente iba graduando el paso a las suce-
sivas versiones si no presentaban dificultades, decidiendo incluso que
se reestructuren los grupos permaneciendo algunos de sus integrantes
calculando los puntajes obtenidos y los restantes volviendo a jugar o
afrontando una versión más compleja del juego. No obstante, en todas
estas versiones habíamos previsto que la cantidad de jugadas iba a pro-
vocar algún modo registro como memoria de los puntajes obtenidos,
anticipación que se constata en las tres primeras clases en que se juega
(R14-15, RDC, P.35, abril 2009; R15, 22-04-09). Habíamos conside-
rado también que aparecerían disparidad de modos de registro al no
pautarse un modo pre-establecido de organización del mismo (decisión
que se revisa en relación a cómo habían jugado en años anteriores).
En una nueva instancia de implementación de estas versiones de los
juegos de los dados (R15, 22-04-09) aparece nuevamente la heteroge-
neidad de técnicas de resolución pero también de decisiones en torno al
contenido del registro en el juego. Así en dos de los tres grupos que se
conformaron para jugar aparecen episodios vinculados a la decisión de
qué registrar (sólo los puntajes propios o también del resto de los inte-
193
grantes del grupo). Por ejemplo, al inicio del juego María y Dominga
discuten sobre el registro pero desde posiciones distintas. En el siguien-
te diálogo puede advertirse que María está explorando cómo organizar
el registro para identificar el jugador porque ha decidido registrar los
puntajes de todos, en cambio Dominga sólo registra sus puntajes y no
se enfrenta a esta problemática:
194
En otro momento del juego a María parece sorprenderle la
celeridad de la resolución de Dominga, desconfía, quizás no
le sea transparente su técnica. Dominga tira los dados, le sa-
len 5, 2 y 4 e inmediatamente dice:
Dominga: Once.
María: ¿Once? ¿Ya contaste, bien? (R15, 22-04-09)
195
Obs: María suma sus puntos a partir de como están enco-
lumnados en el registro. Cuando suma va haciendo mar-
quitas sobre algunos números, mientras cuenta el número
que agrega o usa los dedos [con números más grandes].
Pero no le convencen sus resultados, revisa sus cuentas
luego de que la docente le propone que “sume de otra
forma”. Copia los puntajes escribiendo la suma en for-
ma horizontal, luego la borra, pareciera no poder operar.
Vuelve a la representación de los puntajes en columnas,
comienza a sumar por la izquierda, borra el resultado del
cálculo de sus puntos y escribe 110. Sigue disconforme y
finalmente decide “Ir de a poco” agrupando lo sumandos
según su orden de aparición:
196
Obs.: Por ejemplo, para calcular el puntaje de Sebastián,
identifica “los dieces” descomponiendo los sumandos y los re-
gistra en la columna de la derecha. Luego opera sobre los
dígitos [3+2+5] para lo cual realiza marcas al lado de los
dos primeros, obteniendo otro diez que coloca al final de la
columna de la derecha.
197
publicidad de técnicas de resolución (de la socialización al trabajo sobre
los “esbozos de escritura”90 tendiente a la apropiación del algoritmo)91.
198
implicaba esta nueva exigencia en virtud de algunos episodios cuando
se trabajó el problema de “qué dados pueden haber salido”, como la no
consideración como sumas distintas a aquellas que se obtienen conmu-
tando los sumandos (probablemente promovida porque los dados no
marcan una posición) y el uso de registros gráficos para responder (salvo
la resolución de una alumna, Prima, en la que aparecían las sumas en
cifras pero sin el uso del signo más), como puede verse a continuación:
199
Estas sugerencias, dada su complejidad, fueron retomadas y siste-
matizadas en la programación del próximo Taller mediante la recupera-
ción de fragmentos del Taller anterior en que se fueron paulatinamente
construyendo (PE del 18-05-09, P.45) y las discutimos nuevamente en
el Taller siguiente (R17, 18-05-09) incorporando el análisis del material
disponible para la realización del repertorio (sin acceso a los dados para
no promover el conteo).
En la primera clase que lo implementan (comentado en R18, 1-06-
09) el carácter público del registro, como anticipamos, genera la discu-
sión en torno a acuerdos sobre la simbolización a partir de las siguientes
producciones grupales:
Lourdes y Benedicta:
200
“Cinco más dos” [responde]. Ah! Bueno, entonces… “¿Sabés
cómo se escribe ese más?” “Ay!”. Esta fue la María, esta es la
letra de María. “Cinco más… me da siete”. “¿Y saben cómo
se lee esto?” “Igual” [responden las/los alumnas/os con tono de
fastidio]. (R18, 1-06-09)
Pero además, como en el problema sobre el juego de dados, el reper-
torio construido no era exhaustivo. Entonces, como habíamos previsto,
la docente propone un modo de organizar el registro colectivo (luego de
la puesta en común de las resoluciones grupales de “todas las sumas que
dan…”) que se instaura para controlar “Cómo sabemos que eran todas.
Si empiezo por el uno cuánto le agrego…”. Este registro público es usado
incluso como un generador de un patrón de búsqueda exhaustiva por
aquellas/os alumnas/os que estuvieron ausentes en esa primera clase:
Docente: Pero en la segunda clase que hicimos la del ocho,
Rogelia no había venido y con sólo ver cómo habían organi-
zado esto ella hace… [busca un registro]… Rogelia y Bene-
dicta…ahí nomás, ahí lo hicieron. Esto que decís vos, veo la
anterior y descubrir cómo sigue, o descubrir cómo está orga-
nizada… Y Rogelia me preguntó, lo miró, agarró el lápiz y
dice “¿Puedo empezar por el siete también?” “Sí”. Y lo hizo.
Eso en el pizarrón, lo hicimos todos en el pizarrón y, esto,
bueno, de que empezaba al revés, que era lo mismo. Al final
decidió hacerlo así, pero ella me preguntó “¿Puedo empezar
por el siete?” (comentado en R18, 1-06-09)
Cartel comentado:
201
A su vez, en el análisis mencionado de la secuencia de abordaje del
repertorio aditivo (PE del 6-05-09, P.42, discutida en el Taller de R16,
6-05-09) también identificamos una actividad lúdica “Formar 10”
(Parra, 2000, 2ª ed., p. 101) para trabajar un repertorio privilegiado
(las sumas que dan 10) que adecuamos alterando el material disponible
(Ibídem, p. 161): usar dos mazos de cartas para que aparezca la suma
5+5 y trabajar con cartas de dígitos (a excepción del cero) en vez de las
cartas con dibujos (véase apartado 5.1.1). Además incorporamos una
fase de trabajo no prevista en el texto: la sistematización del repertorio
usado en el juego mediante el registro en un cartel de las sumas que
dan 10 (R17, 18-05-09). Esta actividad ya avanzaba sobre otro senti-
do de progresión del trabajo de repertorio, el trabajo con juegos que
ejercitaran la memorización de los mismos, que se incorporarían luego
como rutinas de trabajo periódicas, proyecto que se explicita la primera
vez que se implementa este juego (comentarios iniciales de clases no
presenciadas en las OP, P.52, junio 2009). A partir entonces de estos
sucesivos acuerdos el juego se implementa con la siguiente secuencia
(R19, 17-06-09): juego efectivo de a pares (conformados según técnicas
próximas de resolución); puesta en común del repertorio usado en el
juego; confección de carteles con las sumas usadas.
En la primera clase que se implementa este juego la docente reco-
noce signos de adhesión a este proyecto porque las alumnas les piden
hacer cartas para jugar con sus hijos. Pero además cuando les propone
“tratar de recordar algunas sumas que dan 10” nuevamente las alumnas
manifiestan su adhesión: Trataron de recordar algunos pares de memoria y
les conté que ibamos a empezar a tratar de aprender algunas de estas sumas
de memoria. Estaban contentas con la idea! (comentarios iniciales en OP,
P.52, junio 2009). Varias alumnas designan a este trabajo como una
actividad escolar, “aprenderse las tablas” (R19, 17-06-09).
En el transcurso del juego (R19, 17-06-09) algunos episodios evi-
denciaban la necesidad de generar situaciones para consolidar el reper-
torio construido. Así Dominga no podía recuperar las relaciones anali-
zadas en la construcción de un repertorio exhaustivo (“uno iba bajando
y el otro iba subiendo”) para recuperar una suma conocida (5+5) para
verificar que 4+6=10. María al inicio del juego usaba como técnica dar
vuelta cartas al azar y luego verificaba por sobreconteo (a partir de la
carta que contiene el sumando mayor) si su suma daba 10, salvo cuando
da vuelta las cartas 9+1 en las que rápidamente advierte que son cartas
202
ganadoras ya que reconoce que sumar 1 a un número genera su sucesor.
En el juego desarrolla nuevas técnicas, puede estimar en las sumas 7+8
y 5+8 que son mayores que 10, dice “Uh! Me fui arriba”, “Me pasé”
probablemente al comparar los sumandos con las sumas ganadoras que
va acomodando en un lugar visible junto a ella. A partir de reconocer
algunas sumas ganadoras ya no usa el azar para dar vueltas las cartas sino
que una vez dada vuelta la primera busca su complemento a 10. Sebas-
tián en cambio en el transcurso del juego está aún buscando apropiarse
desde donde contar para controlar si las cartas suman 10, aprendizaje
que nuevamente es promovido y acompañado por la docente en un
juego posterior (la lotería de sumas).
203
ción de nuevos carteles (comentados en R18, 1-06-09) varios iniciaban
con la suma “fácil” y luego generaban las restantes buscando el sucesor
o el antecesor del primer sumando de modo excluyente:
204
María y Dominga: No.
Docente: ¿Por qué?
María: Porque no hay más.
Docente: ¿Por qué?
María: No se puede poner diez.
Docente: Por qué María.
María: Porque no se puede llevar el cero.
Rogelia: No se puede…
Docente: A ver, vamos a ver qué hacemos con esa carta
[0+9]. Pero estábamos viendo, no es cierto, decíamos acá [en
el primer sumando] vamos subiendo, y dice Dominga “y acá
va bajando” [en el segundo sumando].
María: Ahí va bajando.
Docente: ¿Puedo seguir subiendo? Estamos armando sumas
que nos den nueve.
María: No.
Docente: ¿Por qué? ¿Cuál sería el próximo… la próxima
suma?
María: Y… con el cero y el nueve para el otro lado.
Docente: A ver, uno, dos, tres… mirá Erminia, por favor,
cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve…
María: Diez.
Docente: ¿Podría poner diez ahí? Estas son sumas que me
den nueve.
María: No, no, porque me paso.
Docente: Porque me paso. Eso habían dicho Uds. Con estas
sumas estábamos seguras que estaban todas porque si seguían
me pasaba.
María: Claro. (R19, 17-06-09)
205
la docente en la confección de los carteles iniciales pero que emergen a
partir de este ordenamiento para buscar que estén todas las sumas. Pero
además, como discutimos en un Taller (R18, 1-06-09), a diferencia de
las dificultades que genera su inclusión en una serie para contar, el cero
en la suma es importante porque es su elemento neutro, aprendizaje
que comparte María con Sebastián en el próximo encuentro en el que
juegan ya a la lotería de sumas y ella es la que va verificando los resul-
tados que él propone: María: [dirigiéndose a Sebastián] Cuando está en cero,
nada [observando la carta de 0+9]. Fijate [observando la carta de 7+0], casi lo
mismo que recién (R20, 25-06-09).
Finalmente, luego del trabajo ya relatado de saltos en el cuadro de
números, retomamos el proyecto de construir diversas versiones del
juego de los dados, recuperando los valores de los billetes de circulación
que habían sido usados en la entrevista diagnóstica. Así generamos una
articulación de este trabajo de repertorio aditivo y la construcción de
escalas, particularmente de 2 y de 5 (nuevas versiones construidas: ver-
sión 4, cada punto del dado vale 2, a 5 jugadas; versión 5: cada punto
del dado vale 5, inicialmente 5 jugadas, luego reducida a 2 jugadas)
(OP, P.79, setiembre 2009). Sugerimos implementar nuevamente estas
versiones de modo sucesivo, no obstante la versión 5 del juego no llega a
concretarse. La versión 4 del juego fue implementada (R26, 28-09-09)
y algunos de los registros producidos fueron seleccionados para su inter-
cambio en clases posteriores (clases intermedias entre los siguientes re-
gistros: R26, 28-09-09 y R27, 14-10-09; y en R27). Asimismo también
generamos una última versión (versión 6: dado blanco, vale 1; dado
rojo, vale 10; a 2 jugadas) que como señalamos promueve el trabajo con
los agrupamientos del sistema decimal implícitos en la escritura de los
números y en las técnicas de resolución del algoritmo convencional de
suma y de resta (OP, P.79, setiembre 2009 y Taller de R26, 28-09-09;
implementada en R30, 4-11-09).
206
do trabajado en años anteriores: dar el puntaje obtenido y preguntar
“qué dados pueden haber salido” (con 2 dados). Esta actividad procuraba
iniciar una sistematización del repertorio construido, pero la tarea no
demandaba una resolución exhaustiva. Asimismo habíamos previsto
luego trabajar con problemas en otros contextos que permitieran armar
todas las combinaciones posibles sin la restricción del universo de nú-
meros que plantean los dados (sumas hasta 7, sumas de los dígitos hasta
6) para promover no sólo el trabajo del repertorio sino el análisis de re-
laciones entre las sumas que garanticen su exhaustividad. Un criterio de
selección de estos contextos era que instalaran un referente que pudiera
ser evocado para verificar (como el dinero) (R15, 22-04-09).
El trabajo con enunciados de problemas aditivos es recuperado luego
del avance en el repertorio aditivo de dígitos promovido por las activi-
dades detalladas en el apartado anterior (R20, 25-06-09). El proyecto
ahora era distinto a esta incursión inicial: reconocer las ocasiones de uso
del repertorio construido, diversificando los sentidos ya trabajados en el
juego incorporando otras incógnitas que inauguren el trabajo con restas
y otras situaciones aditivas.
Para ello utilizamos un material que ya había circulado en el Ta-
ller (Moreno et al., 2006, p.129) en el que se proponían “problemas
sencillos”. A partir del análisis de variables de estos problemas (véase
apartado 5.1.1) reconocimos en este tipo de problemas (con una his-
toria reiterada pero a la vez con variantes, con cálculos poco complejos
porque suponen suma y resta de dígitos) la ocasión de concreción de
este proyecto. Así fue que los retomamos y a su vez decidimos en un
Taller posterior (R21, 5-08-09) incluir entre los enunciados algunos
que requieran agregar 1, puesto que no toda/os las/los alumnas/os re-
conocen que esto supone la búsqueda del posterior. Además acordamos
que si bien los enunciados serían trabajados oralmente las/los alumnas/
os tendrían una copia como registro de la actividad realizada.
La docente inicia este trabajo recuperando uno de los problemas
propuestos en este material: Un vendedor de flores arma ramos de 10
flores usando rosas y margaritas. Si puso … margaritas, ¿cuántas rosas debe
poner? privilegiando las sumas que dan 10, decisión vinculada al lugar
que tuvieron estas sumas en el proyecto construido de sistematización
del repertorio aditivo que detallamos a continuación y que es recono-
cida por las/los alumnas/os: “Docente: Y ellos se dieron cuenta “Son las
207
mismas que para ganar el juego” o “son las que dan diez”. Se acordaban del
juego” (R23, 24-08-09).
Posteriormente, el análisis de variables posibilita detectar la diver-
sa complejidad de problemas diseñados a partir del contexto “Comi-
da para llevar” elegido de un manual de niños (Parra, 2000, 2ª ed.,
p.119) permitiéndole graduarlos (véase apartado 5.1.1). Por lo cual la
docente empezó a trabajar93 con la siguiente consigna (R28, 21-10-09)
correspondiente a la “relación aditiva I, incógnita composición de los
estados”94: Teresa preparó 18 empanadas de carne y 4 de jamón y queso.
¿Cuántas empanadas tiene listas? Este problema fue implementado según
la siguiente secuencia sugerida por la coordinadora: resolución indivi-
dual, discusión sobre los registros más claros y acuerdos sobre registros
futuros, re-inversión de esta discusión en otro contexto de trabajo del
mismo tipo. Esta última fase de esa secuencia (que profundizamos en el
apartado siguiente) fue implementada mediante el trabajo con un pro-
blema similar (Teresa preparó 14 empanadas de pollo y 7 de jamón y queso.
¿Cuántas empanadas tiene listas?). También sugerimos aplicar los acuer-
dos de registro a un juego de desplazamientos sobre la sucesión numé-
rica (el juego de la oca). En este juego se trataba de vincular lo aditivo
a avances y retrocesos que anticipábamos que podía oficiar de recurso
alternativo para alumnas/os que tuvieran dificultades aún con el uso
del repertorio aditivo construido, pero introducía el trabajo con otra
categoría aditiva la “relación aditiva II, transformación (cuantificada)
de una medida inicial en una medida final” (OP, P.86, octubre 2009).
Los números elegidos fueron propuestos por la coordinadora para
facilitar la recuperación del repertorio aditivo ya construido pero intro-
duciéndole la complejidad de que uno de los sumandos era un número
de dos cifras y esta variable numérica fue replicada en el segundo pro-
blema dado por la docente. No obstante, la mayoría de las/los alumnas/
os persistían en su técnica de resolución mediante el sobreconteo (a
partir del sumando mayor) sin recuperar el repertorio aditivo construi-
93 Este “campo de problemas” gestó un proyecto de largo alcance del cuál sólo presenciamos
sus inicios en el trabajo de campo de esta indagación, puesto que fue sostenido en el trabajo del
año lectivo siguiente bajo nuestra supervisión bajo la modalidad de Talleres docentes pero con
algunos cambios en el encuadre de trabajo. Incluso habíamos previsto sostener este contexto
para plantear problemas de reparto y de sumas iteradas para iniciar el trabajo con categorías
multiplicativas en primer ciclo (Taller del R24, 31-08-09). Esto incide en que el relato de este
apartado no aparezcan aún episodios más específicos de este proceso de exploración de sentidos
de lo aditivo no habituales en la enseñanza.
94 Categoría aditiva retomada de la clasificación propuesta por Vergnaud (1990), véase apar-
tado 5.1.1.
208
do, probablemente porque no recurrían a la descomposición de los nú-
meros pudiendo así reconocer a estos enunciados como ocasión de uso
del repertorio de dígitos. Por ende, tampoco reagrupaban sumandos a
partir de su descomposición, técnica que supone un dominio del re-
pertorio de las sumas que dan 10 (a excepción de Dominga que como
vimos ya disponía de esta técnica). Así por ejemplo Norma cuando se
ocupa de la tarea de “contar cómo lo pensaron” a partir de “Escribir para
resolver y para que sea claro para que los otros puedan entender” [consigna
dada por la docente], muestra el siguiente registro y explicita:
Registro analizado:
(R28, 21-10-09)
209
Reconstrucción del registro ini- María: La hice distinta pero es la misma
cial analizado: suma [refiriéndose a que considera que
1+8 = 10+8].
1 + 8 + 4 = 22 Docente: ¿Uno más ocho?
10 + 8 + 4 = 22 Dominga: Es nueve.
María: Dieciocho.
5 + 5 + 8 + 4 = 22
Norma: Si le juntan los dos es dieciocho.
210
registros”
La intención de generar espacios para hacer públicas técnicas de re-
solución fue instalándose paulatinamente como proyecto compartido
en el Taller, aunado a la generación de espacios de “contar cómo lo pensé”
en el trabajo con el almanaque (véase apartado 2.4.1.2, particularmente
la ruptura en el tipo de trabajo y la discusión que genera la gestión de
pedidos de publicidad95 sostenida en el Taller de R16, 6-05-09).
Así en los comentarios a la planificación del inicio del juego de los
dados aparecen los siguientes interrogantes: “Para pensar: ¿el trabajo será
al interior de los grupos en el 2º y 3º encuentro [del juego] o se prevé alguna
instancia de confrontación con los otros grupos -de formas de registro, de
formas de resolución [conteo, repertorios memorizados]-, o eso será poste-
rior?” (OP, P.34, abril 2009). Esto no se traduce inmediatamente en
decisiones de gestión de este juego pero es planteado como una de las
líneas mencionadas de continuidad del trabajo con el mismo (R15, 22-
04-09).
La intención de promover estos espacios vuelve a emerger como un
trabajo de base en la construcción de un repertorio público, planteán-
dose por ejemplo como un modo de que pervivan técnicas aprendidas
en el juego. Tal es el caso de “¿Por cuál me conviene empezar a contar?” en
el sobreconteo para calcular los puntos de cada jugada (R16, 6-05-09).
Pero a la vez aparece también como una fase de la sistematización del
repertorio, al incorporarse como exigencia del trabajo de armado grupal
de los “carteles con sumas” donde no sólo se trata de encontrarlas, sino
también de argumentar el procedimiento de búsqueda (R17, 18-05-
09). Esta tarea permite discutir si la técnica usada genera un reperto-
rio exhaustivo (como vimos en 3.3.1, cuando discuten los registros de
María y Erminia, Lourdes y Alejandra, en los que aparecen de modo
excluyente el sucesor o el antecesor del primer sumando respectivamen-
te96, R18, 1-06-09). Pero además estos espacios de reflexión sobre los
95 En el apartado 5.2.2 presentamos un análisis más detallado de estos desafíos docentes de
gestión de expresiones públicas de conocimientos.
96 En los carteles de ambos grupos se advierte que usaban su conocimiento de la suma del
4+4=8 como punto de partida de la búsqueda. En el cartel de María y Erminia aparecían sólo
las siguientes sumas: 4+4 =8, 5+3=8, 4+4=8, 6+2=8, 7+1=8, 8+0=8. En cambio en el cartel de
Lourdes y Alejandra aparecían las sumas: 4+4 =8, 3+5=8, 2+6=8, 1+7=8. Como puede adver-
tirse, María y Erminia buscan las sumas determinando que el primer sumando sea el sucesor del
primer sumando de la suma previa (4+4 =8, 5+…=8, […] 6+…=8, 7+…=8, 8+…=8). Lourdes
y Alejandra proceden de modo inverso, buscan las sumas determinando que el primer sumando
sea el antecesor del primer sumando de la suma anterior (4+4 =8, 3+…=8, 2+…=8, 1+…=8).
211
carteles producidos fueron el escenario de discusión (por su carácter de
registros públicos) de la simbolización (inclusión de los signos más e
igual en las sumas encontradas) (R18, 1-06-09).
Ante estas evidencias de la potencialidad del trabajo compartido de
esta primera ocasión de implementación de intercambios en el marco
de la producción de repertorios públicos, discutimos sobre el momento
de implementación de la reflexión sobre técnicas de cálculo que recu-
rren a la estructura del sistema de numeración (“contar los dieces”).
Acordamos la necesidad de postergar los intercambios mientras generá-
bamos avances en el dominio del repertorio en todo el grupo para que
tuvieran mayores posibilidades de interpretación de los mismos (R18,
1-06-09), anticipación que fue pertinente según detallamos luego.
Este proyecto de instaurar espacios de expresiones públicas, emer-
ge nuevamente en el marco de un intenso proceso de discusión en el
segundo ciclo con situaciones de indagación de técnicas de cálculo de
división (R24, 31-08-09). A partir de un episodio de intercambio es-
pontáneo entre dos alumnas de segundo ciclo, en el que una de ellas
viendo las resoluciones de la otra decide escribirle indicaciones para
organizar su registro de resolución. Comenzamos a discutir y generar
un proyecto de trabajo con estas alumnas para promover una revisión
de sus registros tendientes a una organización de estos esbozos de escri-
tura que se aproxime al algoritmo convencional. La consigna de trabajo
acordada fue ocuparse de “cómo escribir para no perderse y para mostrár-
selo a otro”. La modalidad de este trabajo individual sería tratar de “en-
tender” la resolución de la compañera y luego cooperativamente acordar
cómo registrar, para luego aplicar estos acuerdos a un nuevo problema
similar (sosteniendo el contexto propuesto en el problema ya resuelto).
Esta discusión gesta un nuevo sentido de la publicidad del conocimien-
to también en el primer ciclo que explicita la docente: “Docente: Eso
también me va a servir para mí, para la suma. Los registros, cómo avanzar
con los registros”. Este proyecto entonces tematiza como vimos nuevos
aspectos de la gestión docente: la selección de registros, el momento de
implementación (aspectos que profundizamos en el apartado 5.2.2).
Como anticipamos, este proyecto lo empezamos a concretar luego
de presentar nuevas versiones del juego de los dados (R26, 28-09-09)
en las que se trabajaban escalas de 2 y de 5 (cada punto del dado vale 2
ó 5, a 5 jugadas), juegos de los que se seleccionaron registros de las/los
alumnas/os para su intercambio posterior (clases intermedias entre los
212
siguientes registros: R26, 28-09-09 y R27, 14-10-09; y en R27). Los
registros elegidos para este intercambio fueron:
213
María hace marcas sobre su María probando otra técnica:
registro [los grupos de 10]:
(R27, 14-10-09)
97 Recordemos que este repertorio fue trabajado con el juego “formar 10”, retomado en la
búsqueda de complementos aditivos en los problemas sencillos orales y destacado en la presen-
tación pública de la técnica de Dominga. Esta reiteración comunica la expectativa docente del
uso de este repertorio, como se evidencia en las respuestas de María.
214
María jugando nuevamente a la versión
4 [cada punto del dado vale 2, a 5 juga-
das]:
(R27, 14-10-09)
215
del proyecto de enseñanza que subyace, lo que connota una posición de
reflexión metadidáctica98 que luego profundizamos. Pero a la vez eviden-
cia la inestabilidad de estos procesos de adopción de nuevas técnicas y
la fragilidad de estos aprendizajes.
No obstante, María en el mismo encuentro da muestras de que pue-
de usar este repertorio para interpretar la técnica de Dominga e incluso
cuestionarlo:
(R28, 21-10-09)
98 “La dupla P1-S1 que interactúa con el medio didáctico (M1) [definido por las autoras
como aquel constituido por las interacciones entre el alumno genérico (S2) con el medio de
aprendizaje (M2) y el profesor enseñando (P2)] define la situación metadidáctica. Ese medio
está constituido por la situación didáctica, y el tipo de interacción es reflexiva tanto por parte
del profesor como del alumno.” (Fregona y Orús, 2011, p.73) Véase además en el capítulo 1 las
referencias a la estructuración del medio del profesor para una mejor comprensión de estas inte-
racciones en el marco de la modelización de las sucesivas interacciones de docente y alumnos
con diversos medios.
216
Pero, frente al nuevo problema similar presentado en el mismo en-
cuentro “Teresa preparó 14 empanadas de pollo y 7 de jamón y queso.
¿Cuántas empanadas tiene listas?”, retorna a su técnica de partida regis-
trando la descomposición del resultado posteriormente:
217
ción: María: Catorce más siete, veintiuno. Acá puse diez más diez, veinte,
más uno veintiuno. […] De acá y del siete. Y me quedaban cuatro. Del siete
saqué tres. Cinco, seis, siete, ocho. Me confundí, cuatro… diez. Diez saqué.
No, seis y me quedaba uno.
Asimismo este aprendizaje (contar los dieces) le posibilita en el en-
cuentro siguiente (R30, 4-11-09) en el que se jugó la versión 6 de los
dados (cada punto del dado blanco vale 1 y del dado rojo, vale 10; a 2
jugadas) recurrir al conteo de 10 para reconocer el número salido. Así
cuando en la primera jugada tira los dos dados y le sale 6 en el rojo y 3
en el blanco, o sea 63, cuenta sobre los puntos del dado rojo, de diez en
diez y luego le agrega con los dedos el puntaje del dado blanco: sesenta
y uno, sesenta y dos, sesenta y tres. Pero a su vez esto indicaría que aún
no está disponible de modo inmediato la composición de un número
a partir de los valores obtenidos en los dados en términos de decenas y
unidades. Como mencionamos en el apartado 3.1.2 estos episodios ges-
taron un trabajo particular con los agrupamientos del sistema decimal
de numeración (Delprato, Fregona y colaboradores, 2013).
218
so involucrarlos como herramientas disponibles para la resolución de
problemas que demandaran alguna medición efectiva. Estas opciones
adoptadas para la enseñanza de distintas magnitudes (el tiempo y la
longitud) estarían emparentadas así por la decisión de inscribir a las/los
alumnas/os en prácticas de medición efectiva. La complejidad de esta
opción deviene de su discusión con prácticas de enseñanza hegemónicas
que se han constituido en tradiciones de enseñanza, como la “aritme-
tización” del estudio de las unidades de medida. Asimismo en ambos
proyectos hubo otro punto en común, la recuperación analítica de la
distribución y participación desigual en las prácticas sociales de uso de
los instrumentos y del almanaque como modo de medición del tiempo.
Así en la indagación de conocimientos vinculados a los instrumentos
de medición estándares, anticipábamos una posible participación pe-
riférica de las/los alumnas/os en prácticas de medición efectiva. Esto
implicaba reconocer la construcción de algunos saberes a recuperar en
la enseñanza, pero considerando que este tipo de participación genera-
ba particulares desafíos al involucrar a las/los alumnas/os en la toma de
decisiones sobre procesos de medición efectiva (lo que se evidencia en
los episodios relatados sobre dificultades para reconocer el origen, las
relaciones entre nudos y dígitos en la lectura de los instrumentos, etc.).
Otra cuestión alude a la complejidad de la articulación de estos pro-
yectos de enseñanza ya no en términos de opciones de tratamiento de
los objetos adoptados, sino de la disponibilidad de saberes construidos
en estos proyectos paralelos al del almanaque. En el acercamiento inicial
a la problemática (apartado 1.1.1) habíamos planteado que el trabajo
docente recontextualización puede estar atravesado, al recuperar campos
de utilización de nociones matemáticas por los adultos, por la proble-
mática de la transferencia y de la trasposición de saberes matemáticos entre
instituciones. En el análisis efectuado aquí y en el capítulo 2 esta pro-
blemática es referida más bien en términos de los desafíos docentes que
este trabajo conlleva. Pero no anticipamos desde la coordinación otro
modo de existencia de esta problemática ya no en el vínculo entre cono-
cimiento escolar y conocimiento cotidiano sino, en la relación entre sa-
beres escolares. En el recorrido analizado pueden reconocerse así esfuer-
zos por un trabajo técnico del repertorio aditivo que no sólo aborde su
sistematización sino también su reconocimiento como técnica común
de resolución de diversas tareas: la construcción de un repertorio básico
y de su ampliación; la resolución de cálculos; la resolución de diversos
tipos de problemas aditivos. Una cuestión así a fortalecer es este tipo
219
de trabajo de organización de saberes mediante recorridos o procesos
de estudio que promuevan la transferencia mediante por ejemplo la
exploración de los alcances y usos de una técnica en estudio. En este
sentido, anticipamos como relevantes aportes de la TAD que no hemos
tematizado como fuente de la coordinación del Taller durante el trabajo
de campo de esta investigación, producto de indagaciones del análisis
de organizaciones didácticas espontáneas (Bosch, Espinoza y Gascón,
2003) cuyos supuestos son:
99 Como señalan Bosch, Espinoza y Gascón (2003) “…las OM puntuales son aquellas que
se construyen alrededor de un único tipo de tareas (por ejemplo, en el caso de las matemáticas
del bachillerato español, “el cálculo del límite en el infinito de una función racional”), que las
OM locales están formadas por una articulación de OM puntuales alrededor de un discurso tec-
nológico común (podría ser, siguiendo el ejemplo anterior, “el cálculo de límites de funciones”),
que a su vez se puede articular entre sí formando una OM regional con una teoría compartida
(como, por ejemplo, la OM en torno a la integrabilidad de cierto tipo de funciones).” (p. 87)
220
Finalmente, en el tipo de trabajo propuesto sobre la numeración se
gesta un proyecto que excede el relato de esta indagación: los agrupa-
mientos del SDN. En este período damos cuenta del tránsito del trabajo
sobre las regularidades al abordaje de los agrupamientos que subyacen
a la escritura de los números (de 2, 3 y eventualmente 4 cifras), inicia-
do con una nueva versión del juego de dados. Posteriormente dimos
continuidad a este objeto recurriendo como material de enseñanza al
dinero como un portador numérico familiar (Delprato, Fregona y cola-
boradores, 2013), y actualmente estamos explorando la instauración de
estos agrupamientos como recurso de conteo de grandes colecciones. Es
decir, fuimos reconociendo la necesidad de tratamiento de las razones
de los modos de escritura (el carácter decimal y posicional), luego de
identificar algunas regularidades de los mismos, proponiendo activida-
des de composición y de escritura de números a partir de materiales que
representaran los agrupamientos en base diez (los dados de distintos
colores, los billetes y monedas). Pero a su vez, procuramos emparentar
estos rasgos del sistema de numeración con las técnicas convencionales
para operar en dicho sistema. Así trabajando con billetes y monedas
abordamos “las reglas de canje” o el carácter decimal del sistema (siem-
pre se usan de modo recursivo grupos equipolentes, grupos de 10) y el
carácter exhaustivo de estos agrupamientos (expresado en la regla que
subyace al algoritmo de la suma: cuando tengo 10 ó más, debo cambiar
por un agrupamiento de un orden superior). Y en el trabajo actual sobre
el algoritmo de la multiplicación estamos “revisitando” las razones que
subyacen a su vez a las razones de los modos de escritura. Es decir, esta-
mos reconociendo a los agrupamientos recursivos y exhaustivos en base
diez como una técnica eficaz de conteo de grandes colecciones, que sus-
tentan a su vez las técnicas operatorias convencionales para identificar la
cantidad de elementos de colecciones. Este recorrido daría cuenta cree-
mos de la complejidad de la enseñanza de este aspecto de la numeración
que generalmente se presupone disponible en la población de la EDJA.
221
BLOQUE II
222
Algunos antecedentes (Achilli, 2008, 6ª ed.) se interesan específica-
mente por reconstruir la lógica del oficio de la coordinación de procesos
grupales. En general, al discutir cuestiones metodológicas de las formas
participantes de investigación, postulan modos de construcción de dis-
tancias epistemológicas con las perspectivas cotidianas de los sujetos
sobre el mundo escolar. Estas producciones remiten a descripciones de
las mediaciones instrumentales que desencadenan estos procesos de ob-
jetivación con un interés orientado a generar modos de validación de
las anticipaciones de sentido construidas por el investigador en torno a
una temática pre-definida. Estas mediaciones recuperan algunos recur-
sos del trabajo grupal (Batallán, 2003) y procedimientos (observación
y registro de prácticas cotidianas; análisis interpretativo; elaboración de
propuestas; su argumentación; producción de escritos) constitutivos del
encuadre metodológico del Taller que orientan sus fases o secuencias
de trabajo (Achilli, 2008). Es decir que estos cursos de acción pueden
ser anticipados globalmente por la concepción de estos espacios como
grupos operativos de trabajo y por su inscripción en modos de investi-
gación recuperando las estrategias de indagación como herramientas de
objetivación de las propias cotidianeidades.
El encuadre de trabajo “a demanda” (véase 1.2.2) de nuestro Taller
se distancia de la posibilidad de previsión de los cursos de acción, co-
brando relevancia la reconstrucción y análisis de las mediaciones instru-
mentales (y de los procesos que desencadenan). Este desafío generó la
búsqueda de herramientas analíticas pertinentes para este espacio con
una intencionalidad educativa pero con cursos de acción no previstos.
Estas notas centrales, como vemos en las aproximaciones analíticas que
describimos a continuación, nos remitieron a herramientas empleadas
para la caracterización del campo de la intervención educativa (Negrete,
2010) que recuperan algunas discusiones en torno a los modos de mirar
la lógica de la práctica.
Al igual que en el Bloque I, la trama de escritura y de análisis es
narrativa y está sustentada en una estrategia analítica de reconstrucción
de itinerarios100 pero en este caso sobre procesos de formación docen-
te gestados en el Taller en torno a núcleos problemáticos del trabajo
docente con el conocimiento en la EDJA planteados en dicho Taller.
Construimos estos itinerarios en procesos sucesivos de análisis.
100 Véase en la Introducción del Bloque I la distinción retomada de Certeau (2000) entre
itinerarios y mapas.
223
En una primera aproximación analítica identificamos tópicos de
discusión importantes que fueron “tramando” el trabajo del Taller. Es-
tos tópicos ingresaron por demandas formuladas por las docentes del
Taller y son los que estructuran los capítulos de este Bloque: recono-
cer e interpretar los conocimientos disponibles por las/los alumnas/os
(puestos de manifiesto a través de sus producciones) (capítulo 4); pre-
parar y gestionar la clase (capítulo 5). Para ello, una vez reconstruidas
las decisiones sobre la enseñanza matemática (y episodios de su imple-
mentación) narradas en el Bloque I, retomamos algunas condiciones
subyacentes de esas decisiones conformando un relato de herramientas
que circularon en la construcción colaborativa en el Taller de esas deci-
siones. Debido a que las narrativas del Bloque I las estructuramos por
objetos matemáticos, este primer análisis de herramientas fue realizado
con esa estructura.
Una segunda aproximación analítica buscó dar cuenta de los hi-
los que sostienen esta trama de toma de decisiones: las estrategias101
empleadas (o la lógica de las intervenciones desde la coordinación del
Taller) y los procesos de los integrantes del Taller. La intención de este
nivel de análisis es dar cuenta de la dinámica de conocimientos/saberes
implicados en el proceso formativo del Taller desarrollados para afron-
tar los núcleos problemáticos del trabajo docente con el conocimiento.
Es decir, construir un corpus para mostrar los saberes que se despliegan
desde el quehacer práctico, puesto que las prácticas nos proporcionan
un doble dominio para el conocimiento de lo social “…del corpus que
circunscriben y de las operaciones que se efectúan dentro de él” (Cer-
teau, 2000, p. 24). Pero a su vez, este tipo de análisis da cuenta del
encadenamiento de contingencias y su despliegue táctico en procesos
de escucha particular de las formulaciones de los integrantes del Taller
(Negrete, 2010).
Así fue que en el relato construido fuimos reconociendo operacio-
nes102 que se efectúan dentro del corpus delimitado mediante la iden-
tificación previa de tópicos (problemáticas planteadas por las docentes
para el trabajo con el conocimiento en la EDJA). Para el mencionado
reconocimiento, armamos una secuencia global (ya no por objeto ma-
101 Usamos este término por su vínculo con la idea de “estrategias de enseñanza” pero las
concebimos más bien con una lógica táctica es decir decisiones que operan sobre los aconteci-
mientos para hacer de ellos “ocasiones” aprovechables (Certeau, 2000).
102 Recuperamos la noción de operaciones como esquemas de acción, negocios y usos per-
mitidos por un sistema u orden (Íbídem).
224
temático) de aparición y consolidación de estrategias desplegadas desde
la coordinación y de conocimientos/saberes en juego/en cuestión de los
integrantes del Taller. Esta reconstrucción creemos que aporta elemen-
tos para evidenciar los alcances de los procesos generados en un espacio
formativo no prescriptivo que fortalece la discusión sobre sus posibi-
lidades de incidencia en la transformación de las prácticas educativas.
Para el análisis de las estrategias empleadas recuperamos de los Ta-
lleres: demandas docentes; discusiones y tácticas acordadas en la planifi-
cación de los encuentros; mediaciones (consignas de trabajo, preguntas
y repreguntas, materiales, tareas) implementadas en el Taller. Para trazar
estos itinerarios fuimos enlazando de estos referentes la demanda for-
mulada con su lectura o interpretación (mediante el análisis de la pla-
nificación de intervenciones-acciones y sus mediaciones). Estos itinera-
rios tienen por objeto dar cuenta de los procedimientos y operaciones
que dieron viabilidad al Taller, es decir las mediaciones instrumentales.
Para el análisis de los procesos de los integrantes del Taller el desafío
era qué referentes emplear para dar cuenta de los conocimientos/saberes
re-construidos por los docentes, en el marco de los saberes puestos en
juego en las estrategias diseñadas en el Taller. Con este propósito analí-
tico vinculamos estas decisiones e intervenciones implementadas desde
la coordinación del Taller con conocimientos/saberes que circulan y se
cuestionan en el Taller. A su vez, recuperamos referentes teóricos que
nos posibilitaron reconocer cuestiones problemáticas y saberes en juego
en torno a los tópicos identificados, así como reflexiones docentes en
los momentos de balance. La intención de este referente analítico es ir
reconstruyendo cómo el proceso de trabajo en el Taller incide en las
herramientas de las docentes integrantes del Taller (y de la coordinadora
e investigadora) para abordar las problemáticas tematizadas (o tópicos
del relato). Cabe señalar que otro recorrido analítico posible y potente
podría haber sido vincular estas decisiones e intervenciones desde la
coordinación con disposiciones de los integrantes, usando como indi-
cador las sucesivas formulaciones que realizan de las problemáticas y
las decisiones que van asumiendo. Este segundo camino nos hubiese
permitido develar recorridos de los procesos de significación de sujetos
al interior del Taller. Optamos por reconocer para esta investigación
procesos generales del Taller en términos de la dinámica de sus conoci-
mientos/saberes públicos.
225
Finalmente, en una tercera aproximación analítica retomamos los
relatos descriptivos de estrategias implementadas, decisiones acordadas
en torno a las problemáticas identificadas y concepciones tensionadas /
instauradas en este recorrido construido. Pusimos estos relatos en diá-
logo con perspectivas teóricas que nos posibilitaran nombrar, tematizar,
interrogar estos procesos construyendo narrativas103 que permitieran
comprender la lógica de las intervenciones desde la coordinación del
Taller, su tensión con las concepciones interpeladas y su vínculo con los
conocimientos/saberes constituidos.
Debido al foco de estos procesos en la enseñanza de la matemática,
recuperamos nuevamente la noción del medio del profesor (Fregona y
Orús, 2011) proveniente de la TSD para reconocer (como profundi-
zamos luego) los objetos diversos que problematizan al docente en las
posiciones docentes identificadas (P1 y P2) en esta modelización: el di-
seño del medio, el reconocimiento de cuestiones claves para su gestión,
la interpretación de la actuación de las/los alumnas/os.
Como mencionamos en el apartado 1.1.3, este referente teórico no
daba cuenta del origen del carácter problemático de estos tópicos, ¿qué
conocimientos/saberes docentes interpelaban? Para develar estas tensio-
nes recurrimos a teorías del formato escolar reconociendo al docente
como un sujeto con una trayectoria escolar que se reinserta profesional-
mente en un espacio ya “conocido”. El carácter de esta experiencia está
estructurada, entre otras condiciones, por la forma o gramática escolar,
reglas que inciden en la reproducción de esa experiencia y que oca-
sionan una percepción de desajuste (y desinstrumentalización) con las
condiciones del trabajo pedagógico en la EDJA (Terigi, 2006). Asimis-
mo recurrimos a los NEL (véase apartado 1.1.2) para mirar los espacios
sociales de inserción de los adultos y los conocimientos matemáticos allí
construidos, deteniéndonos en los vínculos (valoraciones, desigualda-
des) previos con los saberes matemáticos escolares.
Como señalamos, las problemáticas detectadas son las que estructu-
ran los capítulos de este Bloque: acceder e interpretar los conocimientos
disponibles por los adultos (capítulo 4); preparar (adecuar materiales de
enseñanza) y gestionar la clase (capítulo 5). Como se verá en el desa-
rrollo posterior de estas problemáticas mediante su análisis hemos re-
103 Al igual que en las narrativas del Bloque I, la voz que narra es la del investigador, tex-
tualizando de modo subsidirario las voces de los otros integrantes del Taller (véase discusión al
respecto en Introducción del Bloque I).
226
conocido que estarían articuladas si se las reconoce como componentes
del análisis del medio del profesor, entendido como “…entorno de este
actor y como un subsistema que le es antagonista, en el sentido de la
teoría de las situaciones” (Fregona y Orús, 2011, p.91). Es decir, posibi-
litan el análisis de circunstancias exteriores al docente que son fuente de
desequilibrios de los conocimientos/saberes docentes. Acordamos con
que “…la guía que tiene el profesor para no perder el rumbo y crear y
sostener un medio adidáctico para los alumnos” en el momento de pre-
paración de la clase, como en el que está enseñando son “dos aspectos
fundamentales que orientan las sucesivas decisiones:
El conocimiento del proyecto de enseñanza, es decir del sentido que
tiene cada una de las actividades propuestas en la secuencia con respecto
al objeto de estudio.
El conocimiento de las producciones individuales y/o grupales de los
alumnos en cada una de las actividades, fundamentalmente la identi-
ficación de hechos que son destacables en relación con el objeto mate-
mático, independientemente del número de alumnos que respondan de
ese modo.” (Ibídem, p.116)
227
En el capítulo 5 analizamos la problemática de la preparación de la
clase focalizando en la adecuación de materiales de enseñanza. Esta de-
manda fue planteada por las docentes como “ayudarnos a seleccionar el
material” y de “pensarlas para los alumnos”, en el sentido de discutir mo-
dificaciones de propuestas “pensadas para chicos”. Nos detenemos aquí
en la producción colectiva de estrategias para analizar materiales em-
pleados por las docentes (recuperación de pistas presentes en el mate-
rial; análisis de secuencias en torno a objetos matemáticos específicos).
Así como en el posterior empleo de estas estrategias de análisis para
generar adecuaciones de los materiales explorados a las condiciones del
aula de la EDJA (un espacio no gradual y con un ritmo de enseñanza
discontinuo). También nos detenemos en este capítulo en la problemá-
tica de gestionar la clase, adentrándonos en cuestiones sobre:
• cómo clarificar un proyecto de enseñanza que delinee un itine-
rario que posibilite gestionar variantes de actividades comunes
para responder a un aula con una población heterogénea que
busca a la vez preservar una enseñanza simultánea;
• y cómo gestionar situaciones de expresión pública de técnicas
empleadas por los alumnos para promover la “publicidad” de los
conocimientos en el aula.
En ambos capítulos aparecen referencias así respecto de las dos po-
siciones del profesor mencionadas (P1 y P2). Asimismo, recuperando
la clasificación de situaciones propuesta por la TSD, organizamos los
apartados referidos a la posición de enseñante (P2) en función del tipo
de situaciones en las que el docente debe intervenir. Asumimos que ese
tipo de interacciones ubican al docente frente a problemáticas diver-
sas: la gestión de las decisiones autónomas del alumno en una situación
de acción y de la información provista de las interacciones de las/los
alumnas/os en dichas situaciones (porque el conocimiento de las pro-
ducciones de las/los alumnas/os es uno de los sostenes de su accionar)
(apartado 4.2.2); la gestión de expresiones públicas para la pervivencia
de los conocimientos implícitos en la acción y para la publicidad del
conocimiento en la clase que posibilite imaginarse otras interacciones
posibles con el medio propuesto (apartado 5.2.2). Es decir, adherimos
a que “…tanto la preparación como la gestión misma de la clase, de-
pendan del tipo de medio que organiza y de las interacciones posibles
de los alumnos en términos de tipos de situaciones.” (Fregona y Orús,
2011, pp.92-93).
228
A partir de la premisa de que este medio antagonista al docente (y a
sus acompañantes, la coordinadora y la investigadora) es fuente de resis-
tencias que provocan nuevos aprendizajes, pretendemos en este Bloque
elucidar qué aprendemos de estas interacciones.
229
Capítulo 4
230
La población destinataria generó particulares desafíos ya que no ha
sido tematizada originalmente como objeto de intervención104 y, por
ende, como contexto de producción de saberes pedagógicos. Por ello,
más allá de la asunción del sujeto adulto como portador de conoci-
mientos y saberes vinculados a su experiencia vital, era necesario cons-
truir conjuntamente entre docentes e investigadores una mirada sobre
dichos conocimientos y saberes y, desde allí, pensar la enseñanza. El
recorrido elegido para asumir este desafío será objeto de análisis en los
próximos apartados en los que intentamos reconstruir los modos de
“acompañamiento” a las docentes basados en la lectura de produccio-
nes/interpretaciones/reflexiones hacia decisiones futuras, tanto al inte-
rior del grupo-Taller como en relación a las clases.
El lugar social del adulto105 caracterizado por su condición de “não-
crianças”, de exclusión de la escuela y de pertenencia a grupos cultura-
les no dominantes (Oliveira, 2001) interpela fuertemente la necesidad
de herramientas para indagar la heterogeneidad de la población de la
EDJA: inter-grupos (la que conlleva no ser el objeto habitual de la es-
cuela, no pertenecer al grupo cultural dominante) e intra-grupo (sus
104 Oliveira (2001) advierte que esta población no ha sido el “alvo original” de la escuela,
es decir, no ha sido tematizada como objeto de intervención de la escuela y, si adherimos a la
relación mutuamente constitutiva entre saber pedagógico y el surgimiento de la institución
escolar, esto daría cuenta de la ausencia de saber pedagógico disponible respecto a los alumnos
de la EDJA.
105 Según Oliveira (2001), la condición de “não-crianças” conlleva el reconocimiento de
ciertos rasgos distintivos de la vida adulta: “Traz consigo uma história mais longa (e provavel-
mente mais complexa) de experiências, conhecimentos acumulados e reflexões sobre o mundo
externo, sobre si mesmo e sobre as outras pessoas. Com relação a inserção em situações de
aprendizagem, essas peculiaridades da etapa de vida em que se encontra o adulto fazem com
que ele traga consigo diferentes habilidades e dificultades (em comparação com a criança) e,
provavelmente, maior capacidade de reflexão sobre o conhecimento e sobre seus próprios pro-
cessos de aprendizagem.” (pp. 60-61). También nos advierte que esta caracterización genérica
conlleva el riesgo de estereotipar al adulto de la EDJA por oposición al adulto letrado: “Neste
sentido é que se pode dizer, conforme afirmado anteriormente, que o problema da educação de
jovens e adultos remete, primordialmente, a uma questão de especificidade cultural. É necesario
historicizar o objeto da reflexão pois, do contrário, se falarmos de um personagem abstrato, po-
deremos incluir, involuntariamente, um julgamento de valor na descrição do jovem e do adulto
em questão: se ele não corresponde à abstração utilizada como referência, ele é contraposto a
ela e comprendido a partir dela, sendo definido, portanto, pelo que ele não é.” (Ibídem, p. 61).
Un primer rasgo cultural relevante común sería la condición de excluidos de la escuela regular
que incide en la especificidad de estos adultos como sujetos de aprendizaje. No obstante esta
condición común y la pertenencia a grupos culturales no dominantes, la autora nos advierte
que esto no implica homogeneidad en esta condición de exclusión, dado que existen dispari-
dades de competencia al interior de este grupo aparentemente uniforme según los modos de
resolución de las demandas comunes de la vida cotidiana. Pero la posibilidad de reconocer este
rasgo cultural común permite anticipar el impacto del no dominio de los supuestos que regulan
el trabajo escolar debido a la exclusión de la escuela: “De certa forma, é como se a situação de
exclusão da escola regular fosse, em si mesma, potencialmente geradora de fracasso na situação
de escolarização tardia.” (Ibídem, p.62)
231
diferencias en tanto sujetos de aprendizaje). Una posible discusión en
este sentido es el reconocimiento del funcionamiento dispar de las prác-
ticas de numeracidad en diversos ámbitos106, distinguiendo así la especi-
ficidad de las prácticas escolares más habituales. Esto redunda en la no
generalización de este funcionamiento y en la pregunta sobre los modos
no escolares, por ejemplo, del cálculo. Esta pregunta supondría la rede-
finición de la mirada sobre el otro no meramente como alumna/o sino
como sujeto, por ejemplo, con experiencias previas y simultáneas de
cálculo más allá de las escolares y, a la vez, con reconocimientos desde
“el afuera” de los modos de funcionamiento y los contenidos de nume-
racidad habituales en el ámbito escolar.
Nos abocamos entonces a esta problemática recuperando su modo
de constitución en el Taller. Una primera formulación emerge en la
preocupación por cómo interpretar producciones escritas de las/los
alumnas/os que pondrían en evidencia esos conocimientos, a la que nos
abocamos en el primer apartado de este capítulo. Una segunda formu-
lación ya se sitúa en la búsqueda de cómo construir vías de indagación
de los conocimientos disponibles de las/los alumnas/os, cuestión que
abordamos en el segundo apartado mediante la reconstrucción del pro-
ceso de conformación de una entrevista diagnóstica y de los modos de
gestión de situaciones de acción que posibilitaran un vínculo autónomo
del alumno para acceder a sus conocimientos genuinos.
Es decir, en ambas formulaciones nos estamos refiriendo al docente
en una posición de quien prepara su clase (descripto en la estructuración
del medio del profesor como P1) y en la posición de enseñante (P2) cuan-
do aparece interpelado por la gestión107. En el apartado 4.1 la posición
de quien prepara la clase aparecerá más referida como una posición que
emerge “entre clase y clase” y esta singularidad nos interpelaba en el
Taller respecto de cómo interpretar lo sucedido en la clase. En cambio
en un sub-apartado de la segunda parte (4.2.1) esta posición está más
articulada en torno a la anticipación y previsión de situaciones para la
232
indagación de conocimientos. Asimismo transitamos hacia la posición
de enseñante cuando asumimos como desafío del Taller pensar algunas
cuestiones sobre los modos de gestión de situaciones de acción previstas
como vías de indagación de los conocimientos de las/los alumnas/os.
108 En adelante esta sigla RAC identifica las Reconstrucciones de la alfabetizadora de Clases
no observadas, siendo a su vez identificadas por el intervalo de registros de Talleres en los que
se incluyen estas clases dictadas pero no observadas (R …-…) y el No. de documento primario
(P) en que se incorporan.
233
nar el vínculo entre técnicas escolares y no escolares de cálculo asenta-
do en las posibilidades de interpretación de los modos de escritura de
las técnicas no escolares y sus semejanzas y distancias con el algoritmo
convencional. A continuación reconstruimos este recorrido en torno a
cuestiones que ingresaron en el Taller como articuladoras de discusiones
de concepciones y disparadoras de análisis didácticos de las actividades
propuestas y de técnicas de resolución.
234
el apartado 5.1.1). Específicamente, en el caso que estamos analizando,
¿por qué el alumno respondería como es esperado, por ejemplo, recu-
rriendo al uso de técnicas de resolución escritas? Asimismo este tipo de
análisis posibilitó dialogar y reconocer la necesidad de recuperar un va-
lor construido en los ámbitos no escolares por los adultos: la búsqueda
de eficacia. Este reconocimiento inauguró entonces la pregunta sobre
cómo provocar la resolución escrita del cálculo y cuál es su valor para
el docente no ya como modo valorizado de cálculo en el ámbito escolar
sino como vía de acceso a la interpretación de las técnicas de resolución
de adultos.
235
un modo de hacer público y entonces poner a disposición de otros una
producción privada, que puede ser analizada, discutida, enriquecida en
un grupo de trabajo. Asimismo, advertimos su valor como registro que
sustenta el análisis docente de dichas técnicas:
Recolección de huevos
En la chacra Loma Verde, Juan es el encargado de recoger
los huevos de gallina. Los coloca en hueveras de 6 huevos
cada una. Cada día, tiene que llenar todas las hueveras
que pueda. Cuando termina, se puede llevar a su casa los
huevos que sobraron, es decir, los que no alcanzan para
llenar una huevera.
Todos los días anota la cantidad de huevos que recogió, la
cantidad de hueveras que llenó y los que sobraron.
Completa las anotaciones de Juan:
Cantidad de Cantidad de Cantidad de hue-
huevos recogi- hueveras vos que sobran
dos
15
24
20
27
236
Estas anotaciones de Juan están incompletas. Averigua lo
que corresponde y completá los lugares vacíos:
237
previamente vía correo electrónico: La mayoría los resolvía [a los proble-
mas anteriores] realizando sumas y multiplicaciones, sólo un señor conoce
la forma convencional de dividir. Nuestra duda es: ¿enseñamos el algoritmo
convencional?” (R4-5, RAC, P.8, octubre 2008).
Le pedimos que tomara uno de los problemas y escribiera las res-
puestas observadas y las técnicas que describía (“sumas y multiplicacio-
nes”). Así, en el encuentro siguiente llegó con un nuevo interrogante:
Este, me rompí la cabeza pero no… [Se refiere a una técnica de resolución
de un asistente al espacio de alfabetización], no entendía… (R5, 6-11-09).
238
Para esta discusión consideramos pertinente recuperar el análisis que
realiza la TAD (Chevallard et al., 1998) de la composición de una obra
matemática: tarea, técnica, tecnología y teoría. Como señalamos en el
apartado 1.1.4, esto supone asumir al saber matemático (una “obra ma-
temática”) como respuestas producidas frente a problemas extra o in-
tra-matemáticos. Así la técnica algorítmica de la división sería un modo
de resolución consolidado de tareas de reparto que supone entonces la
conversión de estas situaciones como tareas rutinarias al ya dominar
un modo estable y seguro de realización (el algoritmo de la división).
Pero además, el uso de estas técnicas estables demanda su constitución
no sólo como modos de resolución correctos sino también justificados
mediante un “…discurso interpretativo y justificativo de la técnica y de
su ámbito de aplicabilidad o validez” (Ibídem, p. 125), una tecnología.
La exclusión del acceso a la tecnología de los algoritmos escolares -como
el de la división- fue objeto de discusión en el Taller con las docentes:
pela primeira vez, livres das amarras dos contextos que os originaram, úteis em outros contex-
tos…” (Carvalho, 2001, p.97)
239
mecanismo de resolución pero sin control, esto fue interpretado inicial-
mente por algunas de las docentes como “otra forma de dividir”:
240
Trascripción de los registros usados por José para resolver:
241
Trascripción del fragmento analizado:
Cuenta a resolver: 254:6
Obs.:
Busca el cociente como el factor desconocido en:
6 x ………= 254
242
Es decir, estos modos de resolución comunicaban que el dominio
mecánico del algoritmo de la división no garantizaba su disponibilidad
como recurso de resolución, dado que los sujetos necesitaban recurrir a
otras técnicas (aproximaciones por sumas reiteradas) que les permitie-
ran ir controlando la resolución por su mayor transparencia. Iniciamos
así con las docentes, particularmente con la alfabetizadora, un recorrido
de análisis de algunas propiedades en juego en el algoritmo que posibi-
litara la interpretación de estas producciones, para ello recurrimos a dos
caminos: el trabajo sobre propiedades de las operaciones y la compara-
ción de técnicas convencionales y no convencionales de resolución de
situaciones de división.
243
de un factor (7 = 3 + 4) de una multiplicación cuyo resultado ya era
conocido (7 x 5):
244
Docente: Al revés.
Alfabetizadora: …sumando…
Docente: A ver.
Alfabetizadora: …el… la del tres y la del cuatro… [señala
los productos de 3x5, 4x5]”
X 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
2 0 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20
3 0 3 6 9 12 15 18 21 24 27 30
4 0 4 8 12 16 20 24 28 32 36 40
5 0 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50
6 0 6 12 18 24 30 36 42 48 54 60
7 0 7 14 21 28 35 42 49 56 63 70
8 0 8 16 24 32 40 48 56 64 72 80
9 0 9 18 27 36 45 54 63 72 81 90
10 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
(R6, 27-11-08)
245
Coordinadora: Pero tengo que ir viendo si me quedan para
ir llenando
246
Registro oralizado (destacado con negrita)
247
Docente: Eso no se les complejiza por ahí acordarse de eso,
qué significa ese cinco.
Coordinadora: Algunos lo han escrito.
Investigadora: Algunos sí.
Alfabetizadora: Sí, Félix.
Coordinadora: Félix escribe hueveras [se lo muestra a la do-
cente]. Para tener más…
Alfabetizadora: Sí.
Docente: Ah, identifica… [mirando las palabras “oeveras
(sic)” en el siguiente registro]”
(R6, 27-11-08)
248
“Investigadora: … cuán lejos estamos haciendo este tipo de
razonamiento, de la cuenta. Y vos sabés que no estamos tan
lejos.
Coordinadora: No. [la docente se ríe]”
Para esta confrontación, reiteramos el tipo de técnica antes
analizada, el trabajo por aproximaciones sucesivas a partir
de productos conocidos pero explicitando [mediante restas] la
diferencia entre el número al que se llegó y el dividendo [el
número al que hay que llegar]:
Registro final:
249
Por último, comparamos e identificamos los resultados
parciales de ambas técnicas, reconociendo por ejemplo
un resto parcial común [el 20 en ambas técnicas]. (R6,
27-11-08).
250
de situaciones de acción. Por lo cual organizamos el relato en torno a
diversas cuestiones problemáticas de la gestión de estas situaciones, ex-
plicitando su progresión temporal y en relación a la enseñanza de qué
objetos matemáticos cuya enseñanza fue reconstruida en el Bloque I (el
almanaque, numeración, longitudes y operatoria aditiva) emergen estas
cuestiones.
251
Así desde esta demanda comenzamos a discutir la idea de diagnós-
tico como indicador necesario para conformar agrupamientos, para
pensarla en términos de “Diagnosticar para pensar la enseñanza”. Ello
demandaría además reconocer contextos familiares para asumir la ta-
rea de recontextualización de las nociones matemáticas enseñadas (los
contextos de uso mencionados) y, los conocimientos disponibles sobre
los objetos de enseñanza. No obstante, cuando discutimos sobre la en-
trevista, las docentes manifiestan que esta es una problemática que las
interpela dada la insuficiencia de las credenciales educativas para dar
información sobre los saberes disponibles:
252
En torno a los conocimientos sobre los objetos de enseñanza, ha-
bíamos previsto tematizar algunas concepciones a discutir que podían
incidir en el diseño de esta entrevista: ¿cómo pienso que se accede o cons-
truyen conocimientos?, ¿en el acceso cotidiano a ciertos recursos sociales de
información matemática?, ¿en el enfrentamiento a situaciones matemati-
zables de la inserción cotidiana?, ¿incide el recorrido escolar previo, sólo en
los saberes disponibles o también en normas sobre el saber matemático? (PE
del 18-03-09, P.27). Asimismo, habíamos retomado ejes presentes en
el diseño curricular vigente para la primaria de la modalidad de EDJA
(MEPC, 2008a) para pensar en objetos de indagación (“conocimiento
de portadores numéricos”, “conocimiento de campos numéricos”, “conoci-
miento de representaciones del espacio”):
253
que tener algún panorama respecto de cuál es el nivel de do-
minio que tiene la gente de estos grandes ejes. [La docente va
asintiendo] Que es otra… ¿se entiende la diferencia?
Docente: ¡Sí!
Coordinadora: No es que vamos a tratar de mirar y decir
“Bueno, entonces lo pongo en el nivel tal”. No. Si no vamos
a tratar de mirar, por ejemplo, bueno, no dejar de mirar
algunas cosas, no dejar de tener un panorama como inicial,
de tener herramientas para enseñar eso, ¿no? Entonces, esa es
una primera mirada que le podemos hacer al currículum,
que vos [dirigiéndose a la docente] habías dicho que habían
algunas sugerencias y demás, que algunas pistas da inclusive
de qué, qué mirar concretamente.
Docente: Uhum. Me asusta [en voz baja].
Coordinadora: Y la otra cosa, es que también “qué mirar”
me parece que va a estar atravesado, más allá de lo que pro-
pone el currículum, de cómo nosotros pensamos que la gente
puede haber construido saber matemático fuera de la escuela.
Cómo, dónde, en contacto con qué.
Docente: Sobre eso me parece que había pistas.
Coordinadora: Cómo, dónde y en contacto con qué. Dónde
pensamos nosotros que… cómo puede ser que, porque uno
parte del presupuesto que la gente ha aprendido fuera de la
escuela. ¡Cómo! Entonces en eso me parece que esto que había
armado la D [docente]… para lo del trabajo de M. [un se-
minario de la Universidad sobre Alfabetización], nos puede
dar algunos… Esta pregunta [lee] “¿Cuáles son los espacios
donde es necesario leer y/o escribir?”. Se habían planteado
ellos con P. [alfabetizadora].
Docente: Eso es la mitad. Había otras categorías que eran
sujeto y…
Coordinadora: Pero detrás de esto [señala las preguntas] hay
un presupuesto… Que es por ahí que la gente… fuera de
la escuela puede tener experiencias vinculadas con… con la
numeración escrita, por ejemplo, entre otros objetos matemá-
ticos [La docente va asintiendo] eh… y que uno puede, y que
254
en esos espacios puede desarrollar algunos saberes. Entonces
ellas se empezaban a preguntar sobre esos espacios y empe-
zaban a rastrear. Y algunos de estos espacios son espacios de
trabajo con algunas cosas relacionadas con algunas cosas de
numeración escrita. [Lee] “Las cuentas del hogar. Los pagos
de servicios. Las cuentas para el control de gastos. Control de
vueltos. La documentación… de las personas, de los terre-
nos…” (R12, 23-03-09).
255
Coordinadora: Llegaron. Cómo hicieron para llegar “¿Tuvis-
te que preguntar? ¿Cómo hiciste?”
Docente: Claro.
Coordinadora: Digo, me parece que es un poco esto, lo que
vos habías empezado [se refiere a incorporaciones realizadas
por la docente a la entrevista], si uno presupone que en esos
espacios, de uso, pueden circular algunos saberes sobre la nu-
meración matemática, en este caso puntual, reconocer esos
espacios es importante. Cuáles son los espacios de uso de nu-
meración. Cómo controlan lo que venden las hilanderas. ¿Lo
escriben? ¿No lo escriben? Cómo hacen para comparar eso en
relación a lo que gastaron. Cómo retienen esos datos, ¿no? O
cómo leen, acá hay muchos espacios que en realidad tienen
que ver con… interpretar. Bueno, esto de la documentación,
esto de reconocer cuáles son los números importantes, como
vos decís [dirigiéndose a la Docente 2], en la Cédula [identi-
ficación usada por las alumnas migrantes]. (R12, 23-03-09)
256
como no sé cómo funciona y demás no sé que a lo mejor me
resolvería…porque parte de lo que aprendés es para qué sir-
ve. Eh… o a la inversa, hacés uso de eso y no reconocés que
eso es multiplicar. (R12, 23-03-09)
257
Coordinadora: La estructura en el oficio, en algunos oficios,
tiene que ver con ciertas competencias. Si vos sabés leer pla-
nos, tenés otra jerarquía. […] Bueno, hay algunas cosas cla-
ves en los oficios que son marcas como de jerarquía. […]
Docente 2: En los cortaderos debe haber…viste que los hornos
se arman. Es una tarea que se llama… es una tarea que…
el armador, le llaman, que no la hace cualquiera. Y ese que
lo hace, que supongo que sabe de ubicación, de espacio, de
geometría, ese gana muchísimo más que los otros.
Coordinadora: Que el que corta…
Docente 2: Que el que corta, que el que los acomoda. Tiene
un nombre específico ese que arma el horno.
Investigadora: Sería buenísimo poder aprender, digo, poder
enterarse de qué es lo que se necesita saber. […]
Docente 2: El hombre que arma el horno gana mucho más.
Y no todos saben.
Alfabetizadora: Sé que están los cortadores, los apiladores
pero de los armadores no sé.
Docente: Los apiladores también, tienen que ir controlando
la cantidad.
Alfabetizadora: Las señoras.
Coordinadora: ¿Muchas son mujeres, las apiladoras?
Alfabetizadora: Sí. En los cortaderos que trabajan las muje-
res, porque hay otros que no.
Docente: Y cómo controlan, porque les pagan por la cantidad
de ladrillos que cortan.
Alfabetizadora: Les pagaban…uy, me habían dicho. Hacían
como mil ladrillos y les pagaban ciento y algo… ciento cua-
renta, creo, ponele. Pero me decían que vos podías cortar lo
que quieras…
Docente: Claro, porque les pagan por la cantidad.
Alfabetizadora: Ellos me decían mil… [nombra a alguien,
no se escucha] me dijo que cortaba dos mil. Por mil ladrillos
pagan, pero no me acuerdo cuánto es.
258
Docente 2: Por ejemplo… [nombra a alguien, no se escucha]
siempre dice “Antes vivía bien, porque Calixto cortaba miles
de ladrillos, pero ahora ya está viejo. Y ahora ya no es lo
mismo, no tiene la misma rapidez”. Es cobro por producción.
Coordinadora: Pero, digo, si te vas poniendo viejo otra vía
para sostener tu condición o mejorarla que no es lo físico es
conocer otras cosas, otras tareas dentro… que en esos oficios es
bien jerárquico. (R14, 8-04-09)
259
situaciones de acción, como vemos en el siguiente apartado, para ge-
nerar y sostener un vínculo autónomo de las/los alumnas/os con dichas
situaciones que permita acceder a sus modos genuinos de resolución.
Decidimos reservar un espacio de trabajo individual a actividades de
conocimiento de billetes, comparación de sus valores y dominio de su
conteo, así como de representación de cantidades dadas usando billetes
o de reconocimiento de cantidades armadas con billetes y, lectura y
dictado de números (R13, 30-03-09). Este trabajo de indagación de
portadores de información numérica (que atravesó también el trabajo
inicial sobre el almanaque y sobre los instrumentos de medición de
longitudes) tuvo como referente un material provisto a las docentes ya
mencionado (Ferreiro, Fuenlabrada et al., 1987).
Pero además la elección predominante del trabajo grupal y no de la
entrevista individual también recuperaba como preocupación que esta
forma de exploración podía connotar a la entrevista de una situación
evaluativa (R13, 30-03-09).
260
ciona con cierta regularidad, el sujeto puede llegar a relacionar algunas
informaciones con sus decisiones (retroalimentación), a anticipar sus
reacciones y a tenerlo en cuenta en sus propias acciones futuras. Los
conocimientos permiten producir y cambiar estas “anticipaciones”. El
aprendizaje es el proceso por el cual se modifican los conocimientos.
[…] La manifestación observable es un patrón de respuesta explicado
por un modelo implícito de acción.” (Ídem).
En los apartados siguientes iremos develando estrategias construidas
paulatinamente en el Taller en torno a la gestión de situaciones de ac-
ción para la enseñanza de los diversos objetos analizados en el Bloque I:
el almanaque, numeración, longitudes y operatoria aditiva.
261
Docente: Podemos jugar así, Dominga… vamos a… ¿dónde
anotábamos cada vez que jugábamos María? [María traza
tres columnas en su cuaderno] ¿Te acordás?
María: En una hoja blanca.
Docente: Sí. Se acuerdan que yo les pedía que anotaran en
las hojas blancas para después poder mirarlas en casa y que
también las miraran las maestras que hoy nos acompañan.
(R15, 22-04-09)
262
que permita a la docente, durante el trabajo simultáneo de los grupos de
alumnas/os del primer ciclo, mirar los procesos personales de resolución
de las/los alumnas/os. Así cuando discutimos situaciones de indagación
de conocimientos sobre longitudes (veáse apartado 3.2.1), la docente
plantea que la gestión de estas actividades le generaba temor debido a la
disparidad en los tiempos de resolución. Propone generar una actividad
adicional para aquellos grupos que terminan primero (R19, 17-06-09),
y así lograr su propósito como profesor enseñante.
En un Taller posterior (R21, 5-08-09), cuando se discuten otros as-
pectos de la gestión de estas situaciones de indagación, la docente se
detiene nuevamente en la organización de la clase al proponer que el
trabajo con problemas que requirieran mediciones efectivas fuera de a
pares y no en forma individual, dado que si tienen dudas “se consultan
entre ellos”. Además la coordinadora plantea que esta organización de la
clase promueve al interior del grupo algún tipo de intercambio para la
organización de la resolución, por lo cual permitirá mayor explicitación
de las decisiones implementadas y, por ende, una mejor observación
por la docente. Asimismo sostiene que el tipo de tarea también deman-
da más de un resolutor.
119 “Cuando el profesor prepara una clase en torno a un determinado conocimiento, or-
ganiza un medio, llamado medio material, que comprende objetos concretos (aunque puede
no haberlos), las interacciones posibles de los alumnos, la definición de éxito y fracaso de la
actividad del alumno” (Fregona y Orús, 2011, p.66)
263
(con su día de la semana identificado). Cuando discutimos la gestión
de esta actividad sugerimos en su presentación explicitar que las/los
alumnas/os tendrán a su disposición los almanaques de meses anteriores
expuestos en el aula y que la tarea conlleva un trabajo autónomo de las/
los alumnas/os, ya no la copia de un almanaque llenado grupalmente:
120 Entendido como el medio (M4) con el que interactúa el sujeto que actúa (S4), confor-
mado por la situación objetiva (M5-S5). Para una mayor profundización véase la estructuración
del medio del profesor en el apartado 1.1.4.
264
habitual en la enseñanza: el llenado por copia de almanaques. Debido
a esta concepción decidimos recuperar estas cuestiones entre los frag-
mentos a discutir en el Taller siguiente (PE del 18-05-09, P.45). Así en
la implementación de esta actividad (R18, 1-06-09) advertimos que la
docente, anticipando la dificultad que puede generar este cambio de
exigencia, explicita “pueden usar lo que les sirva del calendario de mayo”
(como lo habíamos acordado en el Taller de R16, 6-05-09). Además
durante la resolución en ocasiones reitera el acceso a este objeto como
algo permitido (y deseable):
265
Roberta: Del viernes [se refiere al día en que comienza el mes
de mayo].
Docente: ¿Del viernes? [Silencio]
Dominga: Dos mil [La investigadora se ríe].
Docente: Acá están los… [trae el almanaque el del mes ante-
rior] como decía Prima, la primer letra nos avisa del nombre
del… del día.
Roberta: Sí.
Docente: Ahá. ¿Y cuál es el que empieza primero? Que todos
lo pusieron en las tablas. ¿Qué día aparece primero?
Roberta: Lunes. La ele.
G: Ese aparece primero, ¿y este? [señala la “D”].
Roberta: Domingo. (R18, 1-06-09)
266
Docente: Les termino de contar algunas cosas y se ponen a
trabajar. Acá dice bueno, “escriban su resultado” y después
de que cada grupo haya pensado, qué altura puede tener esta
canilla, van a contar cómo lo pensaron. Que es lo que dice
acá [lee en la copia entregada a las/los alumnas/os] “¿Qué
tuvieron en cuenta?”. ¿Cómo lo pensaron? Si Uds. quieren,
si Uds. quieren, y necesitan acá hay algunos elementos que el
que quiera, el que le parezca que lo puede necesitar lo puede
usar [va y busca la caja con instrumentos de medición de
diversas magnitudes -metros de costurera y carpintero, ruleta,
vaso graduado, mamadera, reglas- y diversos objetos -ovillo
de lana, tiras de papel, tarritos y botellas-]. ¿Sí? Yo los voy
a dejar acá [en un rincón del aula, sobre el casillero], ahí
arriba, para que no lo saquen los niños. Al que le parece que
alguno de estos elementos les puede servir… se los muestro…
[va sacando en silencio, sin nombrarlos, los instrumentos y
los objetos de la caja y los levanta para que los vean todos]
Si a alguien le parece que necesita algo de esto para trabajar,
bueno… [los lleva nuevamente sobre el casillero] están acá,
¿sí? Lo pongo arriba por los niños. (R21, 5-08-09)
Primero
Mostré los dados y pregunté ¿Qué son?
Alumnas/os: Dados.
267
Docente: ¿Para qué se usan?
Felipa: Para jugar.
Docente: ¿Quiénes juegan? ¿Han jugado?
Felipa: En Bolivia mayormente los varones ponen todos los
daditos ¿tres? [le pregunta a su compañera Roberta]
Roberta: Tres.
Felipa: Los tiran, cuentan los numeritos y el que sale más alto
compra chicha, el que gana.
Docente: ¿El que gana compra chicha?
Claudio: ¿Qué es chicha? ¿Una bebida?
Felipa: Sí, hacen de maíz.
Dilma, Roberta y Felipa: Los que tienen menos pagan [rec-
tifican].
Docente: ¿Es de varones?
Roberta: Mujeres también juegan.
Alejandra: Yo he visto jugar, yo miraba.
[…]
Docente: Las caras son estas donde se puede apoyar. ¿Cuántas
caras tiene?
Alumnas/os: Cuatro. Seis. No, seis.
Docente: ¿En qué cara se fijan cuando juegan?
Alumnas/os: En la de arriba.
Docente: ¿Cuántos puntos tienen las caras?
Alumnas/os. Dos. Tres. Seis…
Claudio: Del uno al seis.
[…]
Jugamos tirando dos dados juntos- Una jugada cada uno
Felipa y Roberta: Es con tres dados.
268
Docente: Por ahora vamos a jugar con dos. ¿Hace falta ano-
tar? [Deciden anotar cada uno sus puntos. Felipa: 7, Rober-
ta: 4, Alejandra: 11, Claudio: 9, Docente: 11, Dilma: 8]
Docente: ¿Quién paga la chicha?
Alumnas/os: Roberta.
Docente: ¿Quién gana?
Alumnas/os: Nadie, empate! (R14-15, RDC, P.35, abril
2009)
123 “La devolución es el acto por el cual el docente hace que el alumno acepte la respon-
sabilidad de una situación de apredizaje (adidáctico) o de un problema y acepta él mismo las
consecuencias de esta transferencia” (Brousseau, 2007, p.87). Por ende, supondría (y busca
promover) un funcionamiento del conocimiento como una producción libre del alumno, es
decir una producción regida por el sentido, en la que el alumno toma decisiones por razones
“intelectuales”, no por razones didácticas. En este sentido, una paradoja desafiante es que “…
si bien el maestro desea que el alumno elabore la respuesta con sus propios medios, al mismo
tiempo quiere –tiene el deber social de querer- que el alumno dé la respuesta correcta. Debe,
pues, comunicar ese saber sin tener que develarlo…” (Ídem).
269
Docente: ¿Dos veces? Cinco veces tiraba cada uno. Ah, de los
dados. Pero tirábamos cinco veces. Y una vez cada uno. Por
ejemplo Claudio, vos Rogelia. […] La idea es que después
que hayan tirado cinco veces cada uno de Uds. me digan
quién sacó mayor puntaje. ¿Sí? A ver quién ganó. ¿Estamos?
Luego vuelve al mismo grupo y advierte que han jugado más
veces de las establecidas [tiraron 10 veces cada uno] y les
recuerda:
Docente: ¿Se acuerdan cuántas veces tenía que tirar cada
uno?
Claudio: Como mil veces vamos [se ríen].
Docente: Como mil veces [riendo].
Alejandra: Cinco veces, ¿cinco?
Docente: Eran cinco. Ahá. ¿Cuántas veces tiraron?
Alejandra: ¿Cuántas eran?…
Claudio: Diez [se refiere a la cantidad de tiros realizados].
270
Así por ejemplo, cuando se acerca al grupo de Alejandra advierte que
quieren determinar la altura de la canilla empleando sus conocimientos
de la estatura estimada de niños de jardín (señalan con sus manos la
distancia al piso) y les sugiere recurrir a los instrumentos disponibles
para precisar la medida de esta estimación:
271
Norma [una alumna de otro grupo]: No, no está bien.
Docente: Eso lo tienen que decidir Uds. (R21, 5-08-09)
272
Rogelia mira la ruleta, la medida marcada, para escribir en
su cuaderno:
273
Nadie responde. La docente toma el metro de costurera,
muestra 70 cm y lo coloca como altura desde el piso. Luego
reitera la misma operación con 78 cm.
María: Poquito.
Norma: Yo lo ponería [sic.] en setenta.
Docente: Queríamos ver cómo encontrar el setenta y el seten-
ta y ocho acá [en la ruleta]. [Lo buscan con Alejandra. Le
cuesta identificar el 78 porque están marcados los nudos y los
dígitos incluidos entre ellos pero no aparece el 78, sino el 70
y luego el 8]
Norma: Mañana voy a traer la respuesta.
Docente: [dirigiéndose a Alejandra] ¿Está escrito distinto que
este [compara el metro de costurera que ellas habían usado y
la ruleta]?
Alejandra: Sí. [Superpone la medida de 78 cm en el metro
de costurera con la ruleta. Parece comprobar o deducir cómo
se ubica 78 en la ruleta]. (R21, 5-08-09)
274
además el sentido del registro personal de los puntajes de todos los par-
ticipantes del juego:
275
Rogelia: Cuánto tienen de alto [los niños], después lo calculo
la mitad.
Docente: ¿Por qué la mitad?
Rogelia: Nuestros chicos son diferentes.
Docente: Si son diferentes, ¿en qué nos podemos fijar? (R21,
5-08-09)
124 Para una profundización de la distinción entre prácticas y eventos remitirse a la caracte-
rización realizada en el capítulo 1. Someramente puede reconocerse que su diferenciación está
vinculada a que los eventos son episodios observables en un contexto específico, en cambio las
prácticas son inferidas de estas actividades en que la numeracidad cumple un papel, los eventos,
pero supone considerar otras cuestiones como las relaciones sociales de poder en que se inscri-
ben estas actividades.
276
o dominio posibilita reconocer, tematizar y estudiar distintos dominios
contrastándolos entre sí. La descentración de las prácticas escolares ya
no asumidas como universales, interpela -como vimos en algunos de los
discursos docentes- fuertemente los saberes docentes. Esta incertidum-
bre es aún mayor si al procurar construir una mirada sobre el otro un
primer signo de reconocimiento es el de la complejidad del lugar social
del adulto, lugar signado por la heterogeneidad (Oliveira, 2001).
En este espacio de trabajo colectivo ocupó entonces un lugar central
la producción de conocimientos/saberes para la gestión de esta dispa-
ridad entre prácticas escolares y no escolares de resolución, así como,
de la no homogeneidad de los mecanismos no escolares de resolución
frente a la generalidad del algoritmo escolar. La diferencia con los algo-
ritmos conocidos (los convencionales) y la heterogeneidad de los regis-
tros de cálculo adultos instaló la necesidad de fortalecer la formación
docente en un aspecto fundamental: aprender a interpretar respuestas
del alumno.
Particularmente hemos detallado el acompañamiento en torno a mo-
dos de provocar la explicitación de las técnicas de resolución, mediante
exigencias en la tarea que privilegien el uso de la resolución escrita por
parte de los adultos. Esto supuso la instalación de la escritura (en este
caso de cálculos) en la formación inicial de jóvenes y adultos, revisando
el “temor” habitual de los docentes de exponer a las/los alumnas/os a
un fracaso vinculado con lo escrito. Cabe advertir que esto fue posible
no sólo por el cambio de exigencias en las tareas (la manipulación de
la variable cantidad), sino que fue viable y sostenido por la creación de
un espacio de confianza, donde el aprendizaje incluye la posibilidad
de buscar diferentes alternativas y hacerlas públicas, de equivocarse, de
analizar los alcances de las decisiones tomadas. Asimismo, estas escritu-
ras siempre fueron producidas en el contexto de resolución de proble-
mas, dada la importancia, ya reconocida en otros dominios de investi-
gación, de proponer problemas (cotidianos o no, pero donde se puedan
involucrar los sujetos) para generar producciones de las/los alumnas/os.
También hemos reconstruido las formas de acompañamiento en
la interpretación de estas escrituras provocadas, a través del fortaleci-
miento del reconocimiento de las propiedades de las operaciones que
subyacen y del contraste con los modos privilegiados de resolución en
el algoritmo convencional. Es decir, para la interpretación de estas res-
puestas escritas de los adultos hubo un énfasis en la matemática (las
277
propiedades de las operaciones en juego) como estrategia de fortaleci-
miento del dominio tecnológico por parte de las docentes con el sentido
de promover vías de “escucha” de las técnicas de adultos.
En síntesis, las formas de acompañamiento narradas fueron de di-
verso orden. En primer lugar, comentamos el análisis didáctico de con-
diciones de problemas planteados efectivamente en la enseñanza (la
magnitud de los números en juego) y su vínculo con el tipo de técnica
privilegiada de resolución (cálculo mental o resolución escrita). Lo que
inauguró la posibilidad de identificación, a partir de este análisis, de
variables a manipular para provocar la resolución en forma escrita. En
segundo lugar, recuperamos el análisis y simbolización de propiedades
de las operaciones de multiplicación y división en la tabla pitagórica y
en el análisis de la técnica de división a través de aproximaciones suce-
sivas, en tanto discurso interpretativo y justificativo de la técnica de la
división (del algoritmo convencional y de la noción de división eucli-
deana) que posibilitara la interpretación de estas resoluciones escritas
promovidas. Fortaleciendo esta posibilidad mediante la simulación del
proceso de resolución de un adulto de un problema efectivamente dado
en la enseñanza.
Este episodio del proceso de formación obedece inauguró un modo
de análisis en torno a las condiciones de las tareas propuestas a los adul-
tos y un tipo de trabajo sobre los conocimientos matemáticos en juego
que procuramos instaurar para luego replicarlo (por analogía) como
estrategia de análisis de otras actividades y de decisiones docentes ci-
mentadas en esos análisis (lo que será profundizado en el apartado 5.1).
En el recorrido de acompañamiento sobre la problemática docen-
te de acceder a los conocimientos disponibles de las/los alumnas/
os pueden advertirse nuevamente la complementariedad de algunas de
las perspectivas teóricas reconstruidas en los sucesivos acercamientos al
problema (apartado 1.1). En primer lugar desde la teoría de la gramáti-
ca escolar podemos reconocer la relevancia de esta problemática particu-
larmente en la EDJA, dada la ruptura de un presupuesto de la organi-
zación graduada de la experiencia escolar: la existencia de un punto de
partida común (Terigi, 2006). Esto conlleva la necesidad docente de re-
conocer los puntos de partida construyendo estrategias de indagación.
En el proceso de construcción de estas estrategias la distinción de
ámbitos propuesta por los NEL ya mencionada reaparece aportándonos
278
una ampliación de los modos habituales de pensar los momentos de
“diagnóstico” en la escolaridad. El reconocimiento que supone esta dis-
tinción de diversos dominios de la numeracidad nos posibilitó ampliar
el diagnóstico descentrando la mirada sobre el alumno a un actor so-
cial que construye conocimientos matemáticos en ámbitos no escolares.
Esto conllevó generar modos de pesquisa de esos otros ámbitos de inser-
ción y de los conocimientos (y valores) allí construidos. Cabe destacar
que esto ya inauguró un proceso en sí mismo importante: el reconoci-
miento de otras lógicas y espacio de uso de conocimientos matemáticos
que se constituye en un modo de interrogarse en torno a la relevancia
de los saberes enseñados. Una advertencia importante para esto último
fue el atravesamiento de estos ámbitos por relaciones de poder que inci-
den por ejemplo en la distribución no homogénea de conocimientos en
un ámbito no escolar debido a la presencia de jerarquías internas en el
mismo. Así fue que no sólo buscamos recuperar a estos ámbitos como
referente para pensar en contextos de enseñanza relevantes para esta
comunidad particular, sino que además buscamos profundizar en las
tareas en las que las/los alumnas/os estaban implicadas/os asumiendo
que no todos los actores tienen un mismo nivel de participación en su
resolución y, por ende, no disponen de los mismos conocimientos.
Asimismo otro aprendizaje importante en este proceso fue que redi-
mensionamos esta problemática desde la idea de acceder a estos conoci-
mientos de las/los alumnas/os en un momento inicial para agruparlas/
os en ciclos (decisión que deben tomar las docentes); a la importancia
de asumir a esta tarea docente como una posición ejercida de modo
constante, entre clase y clase, para la gestión de un proyecto de enseñan-
za y su incertidumbre. En este sentido, en el apartado 4.2.2 recuperan-
do la estructuración del medio del profesor, nos adentramos en estrategias
o herramientas docentes que fuimos construyendo para la gestión de
situaciones de acción que habilitaran producciones genuinas de las/los
alumnas/os. Consideramos que estas estrategias son evidencias de que
la gestión de la incertidumbre de un proyecto de enseñanza se cimienta
no sólo en la profundización de la relación con el objeto de saber, sino
también en la clarificación del proyecto de enseñanza en otros términos:
las interacciones posibles de las/los alumnas/os con el medio propuesto
y con el docente.
279
Capítulo 5
280
las decisiones tomadas sobre las condiciones propuestas en el medio de
las/los alumnas/os. Luego nos abocamos a qué decisiones toma en la
posición de profesor enseñando (en la anticipación realizada antes de la
clase o en el curso mismo de la clase) para hacer avanzar el proceso de
aprendizaje de sus alumnas/os o de la enseñanza. Particularmente nos
abocamos a las discusiones referidas a los modos de gestión de situacio-
nes de expresiones públicas que procuraban que no desaparecieran los
conocimientos implícitos en situaciones de acción y su circulación en
el aula.
281
la propuesta curricular vigente (MEPC, 2008a) se postula la necesidad
de pensar recorridos flexibles de los sujetos125.
Así, los materiales de enseñanza como los libros de texto126, plantean
experiencias de aprendizaje para el trabajo con un grupo de sujetos con
cierta homogeneidad no sólo en sus conocimientos escolares sino tam-
bién en sus experiencias vitales. Esto tensiona fuertemente el trabajo
docente en la EDJA con sujetos jóvenes o adultos cuyas experiencias vi-
tales son distintas de las presupuestas en la asociación grado de escolari-
dad-edad que conlleva la idea de que los materiales, por ejemplo para la
enseñanza primaria, deben tener como destinatarios solamente a niños:
282
El trabajo en torno a la adecuación de materiales, lo situamos en las
interacciones del profesor desde la posición de preparar su clase con los
componentes de la situación objetiva entendida como:
128 Textos recuperados porque constituían referentes de decisiones de las docentes del
CENPA para la enseñanza frente a la carencia de materiales específicos para EDJA y porque son
283
El primer análisis de materiales para niños surge por el relato de una
de las docentes de su dificultad con la implementación de una ficha del
texto de Parra y Saiz (2006). En ese contexto aparece la demanda de:
En este primer análisis (PE del 23-10-08, P.6) el propósito era recu-
perar las dificultades narradas por la docente y enmarcarlas en la dis-
cusión de su proyecto de enseñanza. Para ello, propusimos cotejar y
tensionar intencionalidades que motivaron la selección de esa actividad
con las presentes en el diseño del material. O sea, procuramos dar cuen-
ta de la importancia de usar como criterio de selección de actividades el
vínculo con el proyecto de enseñanza del docente, lo que puede adver-
tirse en los siguientes interrogantes planteados por las investigadoras a
las docentes:
284
Usamos para esta reconstrucción elementos brindados por el texto:
lectura de las intenciones presentes como “notas al pie” en las fichas, y
análisis de su ubicación en el índice para el docente (explicitando eje
matemático en el que se inscribe y lugar en la secuencia):
285
tica por sobre el análisis de intencionalidades didácticas específicas129;
elección de actividades aisladas desgajadas de una secuencia mayor. Pero
a la vez, al incorporar la idea de “anticiparse a la clase” pensando posibles
respuestas en función de restricciones de la actividad, inauguramos un
recurso analítico que las docentes designan como “el escenario” (R4,
23-10-08). Imaginar el escenario “para que no se te venga encima”, su-
puso una reflexión metadidáctica130 que promovimos en el ámbito del
Taller como estrategia para develar y sostener un proyecto de enseñanza
en el marco de incertidumbres que atraviesan al profesor enseñando que
debe tomar decisiones en la inmediatez de la clase. O sea que el aná-
lisis de los criterios de selección de actividades nos condujo al análisis
de condiciones en la actividad y de su inscripción en secuencias, que
funcionó asimismo como estrategia de anticipación de posibles interac-
ciones entre los sujetos y el medio objetivo131 propuesto. Esto genera la
siguiente reflexión docente:
Docente: Ah! Sí! Eso estoy anotando. Esto que vos hiciste Fer-
nanda [la coordinadora]. Esto de mirar la secuencia que…
la verdad que a veces no nos damos tiempo para eso. O cree-
mos que… qué sé yo, porque está en un libro que es novedo-
so… No nos paramos a mirar y a ver si es lo que queremos,
reflexionar. Lo tomamos como una verdad. […]
Por ahí yo también abro el libro y a lo mejor esta secuencia
que vos hiciste de la uno, la dos, a lo mejor vi una y me
129 Como mencionamos en la nota anterior, estos materiales eran usados en la formación
docente inicial y, según lo sostenido por la docente, como exponentes de una perspectiva cons-
tructivista. O sea que la elección de estos materiales suponía la adhesión a dicha perspectiva. Lo
que advertimos, que reafirmó la docente en la discusión de este capítulo, es que no disponían
de elementos para reflexionar y diferenciar intencionalidades en los materiales de enseñanza,
pues no se les habría provisto en dicha formación herramientas para un análisis autónomo de
condiciones de actividades de esos materiales.
130 Como mencionamos en los capítulos 1 y 3 (veáse en el apartado 1.1.4 las referencias a
la estructuración del medio del profesor) la situación metadidáctica es aquella en la que P1 (pro-
fesor que prepara su clase) y S1 (sujeto universal) interactúan con M1 (el medio didáctico, o
sea, como aquel constituido por las interacciones entre el alumno genérico (S2) con el medio
de aprendizaje (M2) donde, por primera vez, se encuentra la presencia del profesor enseñando
(P2)). Según señalan Fregona y Orús (2011, p.73) esta interacción es reflexiva, tanto del docen-
te como del alumno, y “El profesor se posiciona en esta situación metadidáctica tanto cuando
inicia el desarrollo de un curso, como durante la marcha: prepara, observa, analiza produccio-
nes de los alumnos (trabajos escritos individuales o grupales), evalúa cuáles de las decisiones
tomadas en el medio objetivo de cada clase son adecuadas a su proyecto de enseñanza, y decide
cómo avanza en ese proyecto”.
131 El medio objetivo (M4), como señalamos en los capítulos 1 y 2, es aquel con el que inte-
ractúa el sujeto que actúa (S4), constituido por la situación objetiva (M5-S5).
286
pareció interesante, la pensé y no… no hice la mirada hacia
atrás.
Luego comenta algunas de sus anotaciones a partir de este
trabajo promovido en el Taller:
Docente: Fui anotando ideas como eso de… de lo importante
que es anticipar, anticiparse a la clase, pensar qué posibles
respuestas pueden dar los alumnos. Esto de mirar la secuen-
cia en el libro y ver… Creo que todo nos sirve a todas. Lo
del escenario me pareció buenísimo. Para que no se te venga
encima la situación, ir pensando.
Investigadora: Siempre se te viene encima algo pero bueno…
[nos reímos] que sea mínimo. (R4, 23-10-08)
287
impacto que tiene esta variación de condiciones en el tipo de soluciones
que favorece (la demanda de algún tipo de registro de apoyo del cálcu-
lo).
Otro contexto en el que retomamos este análisis del tipo de solu-
ciones promovidas por la actividad es en la discusión de “el debate”.
Frente a la intencionalidad docente de promover intercambios entre
las/los alumnas/os, propusimos como criterio de selección de activida-
des aquellas que promuevan/posibiliten que los sujetos exploren téc-
nicas personales de resolución, es decir, la pertinencia de fases de bús-
queda133 por sobre situaciones de aplicación de nociones ya aprendidas
(R5, 6-11-08):
133 Como mencionamos en el apartado 2.6 y 4.2.1, esta expresión remite a problemas para
los cuales los alumnos no tienen disponibles aún una solución ya probada y, por ende, pueden
presentarse técnicas distintas de resolución.
288
de los adultos134 con los que trabajan las docentes (PE del 18-03-09,
P.27).
Empleamos como “criterio” de adecuación la identificación de co-
nocimientos de adultos que ya circularon en el Taller. Para ello, una de
las investigadoras sistematizó en el trabajo de interpretación de técnicas
que usaban las/los alumnas/os algunas afirmaciones que hicimos sobre
rasgos propios del cálculo de estos adultos. La estrategia elegida en la
programación de este momento fue nombrar estos rasgos y recuperar la
voz de la integrante del Taller que lo había formulado, a saber:
134 Algunas técnicas, criterios y demandas recuperados fueron: conocimientos sobre reper-
torios multiplicativos; trabajo con potencias y/o múltiplos de diez si hay números redondos;
búsquedas consistentes de cocientes; preocupación por la eficacia; demanda de acceso a “lo
convencional”; demanda de validación.
289
Demanda de validación “Docente 2: Y la gente adulta quiere que le
corrijas y quiere que le pongas nota. Se desespe-
ran por eso. […] Docente: Yo no corrijo. A mí
me costó mucho eso. Porque ellos querían que
yo todos los días corrigiera y realmente no había
tiempo para eso.”
PE del 18-03-09, P.27
290
tratando de aplicar a eso. Y me vino bien, porque yo trabajo
más tranquila también así. (R7, 16-12-08)
135 Tabla de doble entrada que vincula productos de factores naturales menores o iguales
a 10.
291
importancia de mirar la secuencia de actividades”, “para poder anticipar
las cosas que presupone el ejercicio que yo elegí” y “poder pensar de ante-
mano las intervenciones [docentes] en función de esa secuencia” (R9, 26-
02-09). Es decir, esta anticipación la reconocen como una “respuesta” o
“saber” que circuló en el Taller:
292
En otro momento del Taller (R19, 17-06-09) empleamos la misma
estrategia analítica (el análisis de índices y la lectura de intenciones di-
dácticas) para develar los sentidos diversos de uso de un recurso: el
cuadro de números (véase apartado 3.1.3). Este análisis se introduce al
Taller a partir de la sistematización realizada por una de las investiga-
doras consistente en identificar las lecciones en que aparece este recurso
usando el índice como soporte para este reconocimiento y la explora-
ción en las diversas lecciones de una parte del texto destinada a la ex-
plicitación del material empleado. Luego efectuamos una lectura de las
intenciones didácticas y un análisis de cada actividad para reconocer el
sentido de uso de este recurso. Así en la lección “Recorridos a los saltos”
(Parra y Saiz, 2000, 2ª ed., pp.124-125) vimos que las/los alumnas/os
usan el cuadro de números para registrar y así identificar los números
en que se cae al saltar “de a…”. En cambio, en la lección “El cuadro de
números (2)” (Parra y Saiz, 1999a, 2ª ed., p. 42) se presentan porciones
del cuadro del 0 al 100 y los alumnos deben allí completarlo a partir
del uso de algunas regularidades. En la lección “Carrera en el cuadro
de números” (Ibídem, pp. 44-45) los alumnos juegan y se desplazan
sobre el cuadro identificando los números en que se cae si se avanza de
a 5 ó de a 10. Finalmente, en la lección “Adivino el número”, (Ibídem,
pp. 54-55) los alumnos usan el cuadro de números para registrar nú-
meros que se descartan o números posibles a partir de las pistas dadas
en este juego. O sea, explicitamos por esta vía dos empleos posibles de
este recurso, cuya incorporación como material disponible para las/los
alumnas/os estaba siendo discutido en el Taller. Uno de estos usos está
más vinculado al análisis y uso de regularidades de la numeración escri-
ta. El otro promueve el reconocimiento de algunas regularidades de los
múltiplos de un número (actividades que en la escuela se denominan
“escalas”), priorizando los de 5 y de 10 debido a su uso privilegiado en
la operatoria aditiva como recurso de estimación y de resolución de los
algoritmos convencionales.
Pero a la vez, este recorrido analítico nos posibilitó reconocer cam-
bios de exigencia en uno de los sentidos de uso de este recurso: para
reconocer regularidades de los números de una escala. Para ello, nos
detuvimos en las actividades de escalas deduciendo que inicialmente se
proponen actividades de registro en el cuadro de números de despla-
zamientos a “los saltos” y luego se realizan pedidos de anticipación de
a dónde se caerá con ese salto; que primero se propone trabajar con el
cero como punto de partida y luego se varía el inicio. Este último senti-
293
do del análisis del recorrido de uso del cuadro de números como recurso
prefiguró, como ya detallamos, una secuencia de trabajo sobre el mismo
que recupera estos cambios de exigencia advertidos (registro, análisis de
los números marcados, pedidos de anticipaciones).
Posteriormente este tipo de análisis de materiales de enseñanza po-
sibilita gestar la secuencia referida en el apartado 3.3.1 sobre el trabajo
con el repertorio aditivo. Recuperamos así las operaciones ya comenta-
das: la explicitación de secuencias mediante el análisis de índices de un
manual para niños en este caso de los ejes de numeración y operatoria
(PE del 6-05-09, P.42); y la discusión de la pertinencia o no del abor-
daje con las/los alumnas/os adultos de estos hitos así reconocidos en el
abordaje de este objeto matemático (R16, 6-05-09). Para ello, llevamos
al Taller fotocopias del índice para el docente para poder hacer marcas
y anotaciones en el mismo, específicamente ir explorando las lecciones
que abordan este aspecto a partir de la lectura de las intenciones didác-
ticas presentes en este índice. Luego discutimos adecuaciones de este
recorrido propuesto en el material, determinando cuáles saberes de los
trabajados en la secuencia están o no disponibles en el grupo:
294
Investigadora: Eso está [se refiere a que es un saber disponi-
ble]. (R16, 6-05-09)
(Ibídem, p.129)
136 Es decir, como detallamos en 1.1.4, condiciones que por su variación pueden modificar
el conocimiento necesario para resolver la situación.
137 En la presentación de estas actividades se explicita “El objetivo es, por un lado, trabajar
sobre diferentes tipos de problemas aditivos destinados a la elaboración de conocimientos sobre
el sentido de la suma y de la resta, es decir, sobre el campo de utilización de ambas operaciones,
al mismo tiempo que se ejercitan y sistematizan cálculos que esperamos formen parte del reper-
torio aditivo de los alumnos” (Ibídem, p.129).
295
En el Taller en el que la coordinadora recupera estos problemas
(R20, 25-06-09) analizamos variables didácticas de los mismos: el sos-
tenimiento de un mismo contexto y la variación de las cantidades para
ejercitar el repertorio aditivo. La no variación del contexto posibilita
privilegiar el cálculo porque no es una dificultad para el alumno la in-
terpretación de la situación, lo que permite su enunciación oral que
promueve la exigencia de rapidez en la resolución. Esto es relevante en
el grupo de primer ciclo porque hay muchas dificultades con la lectura
autónoma. Asimismo advertimos que la variación del lugar de la in-
cógnita propuesta en el segundo enunciado (ya no se pregunta por la
cantidad total de flores, sino que sabiendo el total y la cantidad de un
tipo de flores que lo conforman se pide el otro sumando) posibilita re-
conocer al repertorio construido como un recurso para restar usando la
búsqueda del complemento aditivo (cuánto le tengo que agregar a… para
llegar a…). Este análisis lo respaldamos desde la coordinación del Taller
con la recuperación de un referente teórico conocido por la docente de
primer ciclo, las estructuras del campo aditivo propuestas por Vergnaud
(1990) (traducción al español propia usada en espacios de formación
docente) que se constituye en un esquema de base para el análisis de los
diversos tipos de problemas aditivos138:
138 Cabe mencionar que incluso este esquema es retomado en el trabajo que aquí no de-
tallamos con el segundo ciclo permitiendo distinguir entre los problemas seleccionados por la
docente, cuáles pueden ser resueltos de modo autónomo y pueden ser considerados problemas
de ejercitación, y cuáles demandan una intervención docente y el acceso a las técnicas de re-
solución empleadas por las/los alumnas/os debido a que son situaciones no habituales en la
enseñanza (R23, 24-08-09).
296
Medida
Transformación o relación (positiva o negativa)
297
de los problemas. En un intercambio posterior en el que la docente
ya envía este “campo de problemas” (“los problemas de las empanadas”)
categorizados en función de la clasificación recuperada de Vergnaud y
con variantes en función de la ubicación de la incógnita139 decidimos
confrontar a la docente con los interrogantes “por cuál empezarías”, “con
qué criterio”, advirtiendo en esta categorización elementos para decidir
en torno a la complejidad de las situaciones planteadas140 y así decidir
un recorrido de trabajo al interior de esta variedad, como comentamos
en el apartado 3.3.2.
Pero a su vez, el análisis de cómo aislar ciertas variables para privile-
giar un aspecto del trabajo de la operatoria (el cálculo, el sentido, los re-
gistros) fue fortalecido con la construcción de situaciones de indagación
de técnicas de resolución de divisiones en segundo ciclo, en las que la
permanencia del contexto nuevamente pone el foco de la atención del
alumno en el cálculo pero con un contexto que posibilita dar un sentido
a la operación, o trabajar con problemas que se resuelven rápidamente
con una división (R23, 24-08-09).
298
Todo este trabajo analítico de reconocimiento de variables que nos
posibilitaron identificar el conocimiento en juego, deducir los cambios
de exigencia, nos permitió a la vez distinguir un posible recorrido al in-
terior de las secuencias (del trabajo con escalas en el cuadro de números,
del “campo de problemas” aditivos) y así constituir secuencias amplias
como proyectos de enseñanza.
141 Así el eje número y operaciones buscaba recuperar aquellas actividades que articulaban el
trabajo de enseñanza de las operaciones con conocimientos del SDN necesarios para el avance
hacia técnicas convencionales de resolución. El eje problemas procuraba retomar aquellas fichas
que tendían hacia la diversificación de los sentidos atribuidos a las operaciones, explorando
diversos tipos de tareas que se resuelven con una misma técnica. Finalmente, el eje hacia el
algoritmo buscaba enfatizar aquellas actividades que se orientan al trabajo de las técnicas con-
vencionales de resolución.
299
se apartado 3.3.2), discutimos si están dirigidos al trabajo de diversos
sentidos de situaciones aditivas o al trabajo de su cálculo mediante la
consolidación de repertorios aditivos (R23, 24-08-09). Para ello, recu-
rrimos nuevamente a las herramientas de análisis ya propuestas, el reco-
nocimiento de condiciones de la actividad que posibilitaban inscribirlas
en un tipo y/u otro de trabajo. Así reconocimos que la reiteración de
“las historias” suponía un énfasis en su resolución más que en su inter-
pretación. También lo discutimos implícitamente cuando procuramos
en el mismo Taller construir criterios para diferenciar, en problemas
aditivos dados como tarea en el segundo ciclo, aquellos que podían ser
considerados de rutina de aquellos que requerían algún tipo de trabajo
público en la clase. Para ello, incorporamos otra variable de análisis, la
complejidad y la poca familiaridad (por tradiciones de trabajo escolar)
con determinadas situaciones aditivas. Recuperamos el esquema de ca-
tegorías aditivas de Vergnaud (referido en el apartado 3.3.2) para así
advertir que la dificultad de algunos de los problemas planteados no
estaba emparentado con la complejidad del cálculo, sino con la dificul-
tad para interpretar el problema propuesto por la categoría aditiva o el
lugar de la incógnita142. O sea, discutimos una presunción que operaba
como criterio de elección de problemas de tarea (de rutina) “Si tiene
Nos. chiquitos es fácil”.
Este tipo de trabajo genera que una de las docentes plantee que una
herramienta de trabajo docente que circula en el Taller es el análisis, y a
la vez señala que es una carencia de su formación inicial:
142 Por ejemplo, en el problema Damián estuvo vendiendo números de una rifa. En la escuela
vendió 32 y le quedan 43. ¿Cuántos números tenía para vender?, no es la complejidad del cálculo
lo que dificulta su resolución sino el lugar de la incógnita (la búsqueda del estado inicial).
300
Docente: ¡Sí! Eso que tienen Uds. para mirar, que nos están
ayudando a mirar que por ahí no lo vemos, nos ayudan a
mirar…
Docente 2: Nunca me fijé si les doy de dos cifras…
Docente: ¡Eso! Yo tampoco.
Docente 2: …si sumas de igual cifras.
Docente: No tenemos de dónde mirar.
Docente 2: Bueno, pero está bueno que ahora lo estamos
aprendiendo.
Docente: ¡Sí, seguro! Seguro, pero digo… nos largan así…
(R23, 24-08-09)
301
detectados en situaciones de indagación de técnicas de resolución de
problemas de división, simultáneamente algunos alumnas/os están tra-
bajando con cuestiones vinculadas a la construcción de un repertorio
multiplicativo, mientras dos alumnas que ya mencionamos que espon-
táneamente generaron un intercambio de sus registros de cálculo (véase
apartado 3.3.3) están trabajando en torno a sus escrituras para avanzar
“hacia el algoritmo”.
302
Estas condiciones demandaban intervenciones en el Taller orientadas
a construir y sostener un proyecto de enseñanza con un recorrido claro
que posibilitara incluir a sujetos que no asisten o que inician posterior-
mente, e incluso que adicionalmente permitiera pensar una secuencia
entre los ciclos143 en los que está organizada la enseñanza. Las estrategias
empleadas fueron la recuperación del análisis de secuencias en índices
de libros de textos para identificar “hitos” en el recorrido propuesto para
la enseñanza de una noción; y su trabajo con “versiones” de una misma
actividad que aunara y a la vez diferenciara el trabajo de los ciclos. En el
apartado anterior ahondamos sobre la estrategia de reconocimiento de
secuencias amplias de abordaje de una noción y de aspectos diversos al
interior de la misma por lo cual nos detenemos aquí en el análisis de la
segunda estrategia.
143 Recordemos que en este CENPA hay dos docentes que han decidido como criterio de
agrupamiento los ciclos: grupos de alfabetización y Primer ciclo; y Segundo ciclo.
303
rios del mismo eje, diferentes aplicaciones de un mismo recur-
so y diversos alcances de un mismo procedimiento.” (Ídem).
304
pero no lo sabe escribir”, bueno, qué recursos incorporo. No
sabíamos si ayudaba o no, porque si ayuda pensamos en
sistematizar en ese sentido también, los acuerdos o las suge-
rencias que fuimos haciendo. (R14, 8-04-09)
305
5.2 Gestionar la clase
En la discusión de decisiones sobre la enseñanza de diversos objetos
matemáticos ya relatados en el bloque I, fueron constituyéndose diver-
sas herramientas analíticas de las problemáticas a las que se enfrenta
el docente para sostener diversos tipos de situaciones. Asimismo otra
problemática que emergió es cómo gestionar en una clase heterogénea
y con asistencia discontinua la implementación de diversas versiones
de una misma actividad construidas a partir de las discusiones y herra-
mientas relatadas en el apartado anterior. Debido a su proximidad con
el análisis del apartado precedente comenzamos por esta problemática.
Luego nos ocupamos entonces de las cuestiones relativas a las fases de
expresiones públicas, para lo cual organizamos el relato en torno a las
cuestiones tematizadas, explicitando su progresión temporal y en rela-
ción a la enseñanza de qué objetos matemáticos emergen.
306
incertidumbre al imposibilitar reconocer “…en qué avanza cada eje, de
un ciclo a otro…” (R13, 30-03-09).
Esta problemática sumada, como señalamos, a la necesidad de pen-
sar estrategias de inclusión de un grupo heterogéneo con asistencia dis-
continua, gesta el trabajo en torno a versiones de una misma actividad.
Es decir, las versiones se instauran además como una estrategia para cla-
rificar avances de la enseñanza de objetos matemáticos construyendo
acuerdos que no son reconocidos explícitamente en el Diseño, a la vez
que ofician de proyectos que permiten delinear recorridos en que in-
cluir a sujetos con avances dispares (por sus conocimientos disponibles
y/o por su inasistencia irregular).
Así por ejemplo, en el primer encuentro que observamos la imple-
mentación de estas versiones144 (R15, 22-04-09), un grupo que juega
por primera vez lo hace con la primera versión del juego. En la segunda
partida, luego de que la docente constata que pueden jugar sin dificul-
tades, les propone jugar con una versión de mayor dificultad (versión
3), la misma que el resto del grupo. En otro grupo, cuando la docente
observa que un/a alumno/a tiene dificultades en el registro y en el cál-
culo de totales con esta versión del juego, le propone jugar con la ver-
sión de menor dificultad. Asimismo la docente regula la disparidad de
ritmos de alumnas/os de un mismo grupo en la resolución del cálculo
de totales obtenidos. Para ello, mientras alguno de los integrantes sigue
calculando, los restantes juegan nuevamente otra partida.
La potencialidad de esta disparidad de trabajo simultáneo para res-
ponder a la heterogeneidad del grupo ocasionó una dificultad que es
tematizada luego en el Taller de este encuentro: ¿cómo recordar en la
inmediatez los recorridos de cada alumna/o? Así la docente plantea que
una alumna jugó en la clase la misma versión que sus compañeros a pe-
sar de que era la primera vez que jugaba. Además comenta la sensación
de caos que genera la gestión simultánea de estas versiones:
144 Las versiones son: versión 1: 1 dado, a 5 jugadas; versión 2: 2 dados, a 5 jugadas; ver-
sión 3: 3 dados, a 5 jugadas; versión 4: cada punto del dado vale 2, a 5 jugadas; versión 5: cada
punto del dado vale 5, inicialmente a 5 jugadas y luego rectificada a 2 jugadas; versión 6: cada
punto del dado blanco vale 1 y del dado rojo vale 10, a 2 jugadas.
307
para ver qué pasa, para conocer: …estuvo bueno también.
[…] Digo, después de ese caos… [se ríe] porque es un caos.
Uno puede recuperar y decir bueno, hacer acuerdos “Ahora
vamos a registrar de esta manera”, por ejemplo. (R17, 18-
05-09)
308
tener así la memoria de la necesidad de sistematización de los recorridos
de las/los alumnas/os como una estrategia de gestión. Esta sistematiza-
ción es planteada nuevamente en dicho encuentro (y en otro posterior,
R18, 1-06-09) como una alternativa para disminuir la complejidad de
la gestión sustentando la toma de decisiones en la inmediatez de la clase:
309
grupos con ritmos de trabajo similares que no dificulten el sostenimien-
to del trabajo grupal dadas las similitudes en las técnicas personales (y,
por ende, en los tiempos) de resolución (R19, 17-06-09). No obstan-
te, existían técnicas aisladas y potentes (como el cálculo mental eficaz
de Dominga) que nos plantearon desafíos de regulación de ritmos de
trabajo al interior de estos grupos relativamente homogéneos (R20, 25-
06-09).
145 O sea, la situación de referencia (interacciones entre M4 y S4) que deviene en medio
(M3) para el sujeto de aprendizaje (S3).
146 Brousseau (2007) recuperando a Vergnaud (1990) designa a estos conocimientos im-
plícitos como “teoremas en acto” y sostiene que la formulación impide su desaparición (p.23).
147 “Para el alumno en la posición S3, la acción desarrollada por sí mismo o sus compañeros
(aun evocada) en S4 y la reflexión sobre esa acción son las que favorecen el descubrimiento de
otras posibilidades de interacción, es decir, de otros conocimientos” (Fregona y Orús, 2011,
p.72).
310
La discusión sobre estos espacios aparece como una demanda desde
los inicios del Taller (R1, 25-09-08; R4, 23-10-08) planteada como
dificultades para generar “la puesta en común” o “el debate”:
311
procedimientos individuales de resolución de activida-
des matemáticas en el aula.
a) enmarcar el posible aporte (en el sentido de aceptar
pautas culturales) a través de la incorporación en las anti-
cipaciones de condiciones que puedan generar: procedi-
mientos, registros, argumentaciones, resultados diferen-
tes.
Para ello, se necesitaría plantear situaciones de búsqueda,
que puedan ser abordadas con conocimientos disponibles
pero que les dé algún trabajo matemático en el sentido de
producción del sujeto.” (PE del 6-11-08, P.13)
Esta estrategia de intervención estaba emparentada con una pers-
pectiva teórica de acercamiento a las prácticas de enseñanza de la ma-
temática sostenida desde la coordinación del Taller: la importancia del
análisis de las condiciones de las actividades como una herramienta de
anticipación de las interacciones posibles de las/los alumnas/os con ese
medio propuesto. Este análisis era aún incipiente pues sólo habíamos
comenzado a discutir los criterios de selección de actividades (PE del
23-10-08, P.6; discusión iniciada en R4, 23-10-08) (véase apartado
5.1.1 en este mismo capítulo).
En la realización de este Taller (R5, 6-11-08) la docente advierte
además la desvalorización de sus alumnas/os de las actividades de inter-
cambio puesto que “…cuesta, todo lo que sea… que no sea en el cuaderno,
por ahí… Lo más importante me parece para las alumnas es escribir en
el cuaderno”. A partir de esta advertencia, se suma a la sugerencia del
planteo previsto de fases de búsqueda, la de incorporar en el medio ma-
terial148 de las/los alumnas/os y en la comunicación de la tarea a las/los
alumnas/os un espacio de registro diferenciado del cuaderno (asociado
a un registro privado, no público) y con un formato que posibilite ne-
gociar el carácter público de dicho registro:
312
de resolver individualmente… por ahí lo podés hacer en un
papelito aparte…
Docente: Si de antemano se dice que es algo para mostrar o
para comunicar o para contar, vos decís que puede…
Coordinadora: Yo lo que creo es que… la primera cosa es que
frente a una situación de este tipo es probable, por el desafío
que plantea, que haya distintos recorridos de la gente. En-
tonces que ahí hay posibilidad de intercambio en la medida
que… hay búsquedas ¿no?
Docente: Sí, yo ahora que veo la situación eh… creo que por
ahí no me animo tanto así a situaciones más complicadas. A
lo mejor tiene que ver con eso, con el tipo de propuesta que
hagas.
Coordinadora: Pero la colaboración se genera a partir de un
desafío que… que es común. Y entonces ahí por ahí si… el
registro no sólo te permite resolver sino te da la posibilidad
de volver sobre ese registro para controlar, para comunicar a
otros, o para en este caso que estábamos tratando de anali-
zar, empezar a develar qué cosas están implícitas que pue-
den aparecer después como… como saberes que ya averigüé,
que no tengo que volver a averiguar. O sea, a partir de lo
que registré ahí puedo escribir aparte cuánto es seis por ocho,
cuánto es seis por dieciséis, cuánto es seis por treinta y dos.
Esos productos ya los encontró él.
Alfabetizadora: Claro.
Coordinadora: Eh… no sé, a lo mejor el registro esté funcio-
nando muy en estos términos de… eh… en términos de…
que culmina su sentido cuando me resolvió el problema a mí.
Alfabetizadora: Uhum.
Docente: Claro.
Coordinadora: Pero no es algo a lo cual pueda volver para
comunicarle algo a otros…
Docente: Está [en voz baja].
Coordinadora: … o… o para reconocer y reflexionar ahí qué
cosas ya encontré que son saberes que ya dispongo para otra
313
vez. Pero eso depende mucho de lo que haga uno en la ense-
ñanza con esa escritura. (R5, 6-11-08)
314
debate”. En las estrategias de intervención ya relatadas y en el balance
de conocimientos/saberes que circulan en los Talleres (R9, 26-02-09) se
advierten interacciones propuestas del docente en la posición de quien
prepara su clase (P1) con un análisis de las condiciones de la activi-
dad propuesta y con decisiones sobre qué “hechos notables” de la clase
rescatar. Cabe advertir la relevancia que tuvo esta reformulación de la
demanda dado que las docentes planteaban adherir a la importancia de
la “publicidad” del conocimiento personal en el aula y a una perspectiva
pedagógica sobre la enseñanza sostenida desde un trabajo cooperativo
entre pares pero con dificultades en el área para su implementación
debido quizás a la incertidumbre de su gestión:
315
comunica la tarea a los alumnos”; y el uso de situaciones de búsqueda
que ya comentamos. Así sobre la necesidad de análisis de la compleji-
dad del cálculo propuesto, la docente rescata de los Talleres “algunas
pistas (para provocar la resolución escrita de los alumnos) esto del tamaño
de los números”. Sobre la anticipación del carácter público del registro
personal en la comunicación de la tarea a las/los alumnas/os se retoma
nuevamente el episodio antes comentado del uso de un espacio diferen-
ciado de registro:
316
(R18, 1-06-09), puesto que es la primera ocasión en que esta ruptura
comienza a concretarse y comunicarse aunque habíamos discutido an-
teriormente en el marco del “juego de los dados” la importancia del inter-
cambio (y su incidencia en la revisión de técnicas personales de cálculo,
R15, 22-04-09) y explicitar este cambio en la responsabilidad de las/los
alumnas/os: “Quizás convendría explicitar que la tarea es resolver y expli-
citar el procedimiento. “Anotá cómo lo supiste”” (OP, P.39, abril 2009).
En cuanto a la propuesta de generar un espacio de trabajo docente
entre clase y clase de selección de “hechos notables” de la clase para
hacerlos públicos, hubo un trabajo más pormenorizado en torno a ello
en el trabajo mencionado del “juego de los dados” (véase apartado 3.3).
El reconocimiento de la necesidad de tematización de esta tarea fue
recuperada por la docente en el primer Taller del año 2009 enunciada
como una problemática de gestión:
149 La docente le propone a Norma que observe el registro de Dominga: “Fijate cómo
317
(R15, 22-04-09) comenzamos a conformar esos criterios de selección.
En esta primera ocasión empezamos a reconocer como una herramienta
de gestión importante discernir las posibilidades de las/los alumnas/
os de interpretar las técnicas de cálculo que la docente elija hacer pú-
blicos. Es decir, reflexionar sobre los conocimientos/saberes que deben
estar disponibles para poder “leer” una técnica de cálculo alternativa a
la personal. Así por ejemplo ante la pregunta de la docente “¿Se puede,
en algún momento, mostrar, usar el registro de Dominga?”, reconocemos
la necesidad de circulación de un cierto repertorio aditivo para la com-
prensión de las decisiones tomadas en dicha técnica (descomposiciones
aditivas de los sumandos para “sumar 10”):
Técnica referida:
Investigadora: A mí me parece
que hace falta más trabajo men-
tal, más en juego con esto de los
puntos [se refiere a los obtenidos
en el juego de los dados]…
318
clase (véase apartado 3.3.3). Este proyecto, como comentamos en dicho
apartado, emerge nuevamente con fuerza luego de un episodio de inter-
cambio espontáneo entre alumnas de segundo ciclo en situaciones de
indagación de técnicas de cálculo de división (R24, 31-08-09). Cuando
comentamos este episodio en el Taller nuevamente discutimos sobre
modos de gestión para sostener y promover este tipo de intercambios.
En esta discusión emerge nuevamente la importancia del análisis do-
cente de las posibilidades de las/los alumnas/os de interpretar la técnica
que se hace pública. Así decidimos conformar grupos diferenciados,
eligiendo aquellas/os alumnas/os que estarían en condiciones de dis-
cutir sobre la re-organización de sus esbozos de escritura para avanzar
hacia el dominio del algoritmo de la división. En la selección de estas/os
alumnas/os prima como criterio la interpretación de los registros usados
por las/los alumnas/os para reconocer si ya disponen de una técnica no
errática de cálculo y que estuviera asentada en el procedimiento que
subyace al algoritmo de la división (la búsqueda de algún factor, aun-
que todavía no apareciera el uso de “por 10”) (R24, 31-08-09). El resto
de las/los alumnas/os seguiría avanzando en el dominio del repertorio
multiplicativo trabajando en la tabla pitagórica como un espacio de sis-
tematización pública de productos conocidos, nuevamente como una
apuesta a que el avance en los repertorios de cálculo posibilitaría luego
el trabajo de otras/os alumnas/os en torno al algoritmo de la división.
Finalmente luego de un avance en el repertorio aditivo se eligen re-
gistros de cálculo del juego de los dados (criterios definidos en R26,
28-09-09) con la intención de recuperar algunos modos de resolución
de complejidades del cálculo de sumas con muchos sumandos: cómo
recordar sumas parciales efectuadas para su resolución, cómo agrupar
para sumar. En relación a este último desafío, se seleccionaron dos téc-
nicas alternativas: el de Dominga, que de modo consistente con sus téc-
nicas anteriores agrupa y descompone sumandos buscando formar diez;
y el de María que agrupa los sumandos según su cantidad de cifras, pro-
bablemente por las dificultades que esto le ha ocasionado anteriormente
(véase episodio narrado al inicio del apartado 3.3 de R15, 22-04-09):
319
Dominga jugando a la versión 4 [cada María jugando a la versión 4:
punto del dado vale 2, a 5 jugadas]:
320
Asimismo nuevamente se recupera el análisis de las condiciones de la
actividad propuesta como para promover, mediante la implementación
de otro problema similar al dado en la misma clase, la reinversión de
estos acuerdos sobre la forma de registro. Es decir, la presentación de un
problema de complejidad semejante posibilitaría que las/los alumnas/os
se centraran en su interacción con él más en la problemática del tipo de
registro escrito que usaban para su resolución que en su interpretación.
Como vimos en el apartado 3.3.3, si bien no se avanza en un tipo de
registro conveniente para el trabajo con la resta, sí se evidenció en esta
clase la importancia que tuvo la selección y la instalación pública de
técnicas y repertorios aditivos de “sumar diez”.
321
“¿Qué juego debe jugar el sujeto para necesitar un conoci-
miento determinado? ¿Qué aventura –sucesión de juegos-
puede llevarlo a concebirlo o a adoptarlo? […] ¿Qué infor-
mación, qué sanción pertinente debe recibir el sujeto por
parte del medio para orientar sus elecciones y comprometer
tal conocimiento en lugar de tal otro?” (Brousseau, 2007,
p.15).
322
una tarea desafiante para la gestión del docente (en posición P2) que
requiere de la construcción de apoyos como la discusión de guiones que
anticipen decisiones docentes en la clase, registro (para su memoria) de
recorridos particulares de las/los alumnas/os.
Asimismo advertimos que la fase de expresión pública de técnicas,
a partir de promover que el sujeto que actúa (S4) pase a ocupar ahora
una posición de sujeto de aprendizaje (S3), fue adoptada en el Taller con
un doble proyecto: que pervivan conocimientos personales implícitos
en esas técnicas y que incidan en su adopción por otros alumnas/os.
En el itinerario relatado vimos la complejidad de la gestión en un aula
de EDJA de la negociación del cambio de carácter de los registros de
técnicas: ¿cómo negociar el carácter público de los registros personales
de resolución? Un conjunto de estrategias emergieron en torno así a la
gestión de estas fases: la incorporación del carácter público del registro
en las condiciones de resolución de la tarea comunicada a las/los alum-
nas/os; la recuperación de condiciones de la actividad que promueven
el uso de técnicas escritas; la discusión de criterios de selección de los
registros personales de resolución que se hacen públicos; y la instaura-
ción de registros públicos de conocimientos que circulan.
En relación a estas estrategias queremos destacar tres cuestiones. En
primer lugar, su modo de construcción reafirma el valor del encuadre
asumido para este proceso: el trabajo colaborativo en torno a decisiones
de enseñanza situadas y a demandas o asuntos problemáticos. Coinci-
dimos con Sadovsky y Tarasow (2013) en que:
323
aula en estos escenarios de mucha apertura. Los otros, los
compañeros de trabajo, de proyecto, de institución, resul-
tan imprescindibles para poder desplegar estos procesos
de anticipación y reconstrucción posterior”. (Ibídem, p.
234)
324
REFLEXIONES FINALES
Tanto la relación con el conocimiento, como la relación
con el objeto mismo de conocimiento está signada por el
quehacer de su profesión, es decir, por el objeto específico
de la enseñanza, convirtiéndose ésta en la impulsora de su
preocupación. Por lo tanto, el docente no busca el saber por
el saber mismo, o por satisfacción personal; si profundiza el
conocimiento de un objeto a enseñar, se aventura en terre-
nos en gran medida vedados para descubrir vías de acceso
a una realidad impensada; para ofrecer a otros la misma
posibilidad, vale decir, el re-descubrimiento de la realidad,
el sentido de las cosas, la relación profunda entre los saberes
heredados de distintas culturas [
]
Pero ¿cómo enseña esto un docente, en su tarea cotidiana?
Si un peón de ajedrez no sabe que puede neutralizar al rey,
no lo jaquea. Un docente con oficio de peón de la cultura
no domina estrategias de conocimiento, si bien en el terreno
concreto de su acción resuelve pragmáticamente situaciones.
No enseña más que lo que le enseñaron y tal como lo apren-
dió. No toca la raíz problemática de su campo. Si estuviera
preparado para hacerse preguntas en lugar de perseguir
respuestas, podría interpelar al objeto de conocimiento y al
conocimiento mismo en tanto éste es objeto de conocimiento,
sin abandonar por ello la tarea específica, ni la condición
docente.
María Saleme de Burnichón (en Decires, 1997, pp.67-68)
325
Este estudio fue direccionado por interrogantes que fueron mutando
en el mismo proceso de construcción de su objeto. En este proceso fui-
mos reconociendo dos focos de análisis que constituyeron los Bloques
I y II que estructuran la comunicación de hallazgos de esta indagación:
la reconstrucción de condiciones de enseñanza de saberes matemáticos
relevantes y transferibles (mediante el análisis de decisiones tomadas
de modo colaborativo en Talleres de educadores); la caracterización y
comprensión de problemáticas docentes afrontadas en la enseñanza de
dichos saberes (mediante la reconstrucción de los núcleos problemáti-
cos abordados en los Talleres y del proceso de formación emprendido
en torno a los mismos).
Hemos sostenido un posicionamiento respecto del rol de la teoría
como mediadora en la construcción de narrativas en tanto lenguaje de
un saber experiencial (véase introducción al Bloque I) discutiendo con
algunas estrategias de formación docente. Propusimos entonces elucidar
mediante nociones de referentes teóricos las categorías que articulan la
trama de la experiencia, es decir, de las decisiones de enseñanza y de los
conocimientos/saberes constituidos en su construcción. En este sentido
un interrogante meta-analítico que atravesó esta indagación era ¿qué
interlocuciones posibilitarían las modelizaciones propuestas por la TSD y la
TAD para comunicar y tensionar experiencias docentes de enseñanza de di-
versos objetos matemáticos? Es decir, ¿cómo puede incidir el saber didáctico
construido en las posibilidades de comunicación de experiencias de ense-
ñanza entre docentes? Y ¿cómo puede contribuir a no reificar y dogmatizar
dichas experiencias?
Brousseau (2007, 1990) ha enunciado algunos posibles aportes de
la Didáctica de la Matemática para los profesores y para su formación.
Este autor ha señalado que una expectativa de los docentes es que se
les provean “técnicas específicas de las nociones que se enseñan” com-
patibles con sus concepciones educativas y pedagógicas. No obstante,
advierte que el estudio de situaciones de enseñanza en la Didáctica es
largo, difícil y muy diverso por la cantidad de conocimientos a enseñar,
por lo cual para que sus producciones sean comunicables es necesario
“
producir también conceptos unificadores, reagrupar los saberes, los
problemas, las situaciones, los comportamientos de los alumnos o las
actividades, de manera que se puedan enunciar formas de intervención
genéricas, según los tipos obtenidos” (Brousseau, 1990, p.261). Tam-
bién señala la dificultad para dar cuenta en este campo de las condi-
326
ciones necesarias para la reproducción de una situación de enseñanza:
“¿Puede alguien pensar que basta con enumerar las jugadas de una par-
tida de maestros de ajedrez para que aparezcan sus estrategias y para que
se pueda «reproducir» una partida ganadora?” (Ibídem, p.262).
Asimismo alerta que estos objetos técnicos no están desprovistos de
la demanda de saberes específicos para su gestión. Ante lo cual, la Di-
dáctica puede proporcionar conocimientos sobre diversos aspectos del
trabajo de enseñar:
327
francesa” y de otros campos que amplían la mirada sobre el alumno ya
no meramente como un individuo cognitivo y racional sino como actor
social inmerso en espacios sociales atravesados por relaciones de poder.
La estructuración del medio del alumno propuesta por la TSD se
asienta en un análisis epistemológico de la génesis social e histórica del
saber matemático a enseñar que elucida situaciones constitutivas de
ciertas nociones, procurando así diseñar una génesis artificial para su
enseñanza. Como vimos, este tipo de análisis nos permitió interrogar
situaciones de uso de las nociones enseñadas que las dotaran de sentido,
y condiciones específicas de dichas situaciones para que la estrategia
óptima fuera el saber a transmitir. Así orientamos las discusiones de
diseño de actividades pero también de las adecuaciones (mediante la
manipulación de variables didácticas) de actividades extraídas de ma-
teriales de enseñanza para niños. Esto cimentó el diseño de situaciones
problemáticas en las que el uso del almanaque es una estrategia eficaz
de resolución. Es decir, el trabajo de re-contextualización docente así
fortalecido fue un medio a la vez de otorgar relevancia a estas nociones.
Pero en el diseño de la situación objetiva vimos que las herramientas
de la TSD, aunque incluyen procesos de aculturación, no nos permi-
tían dar cuenta de la desigual distribución de saberes sobre el alma-
naque que develaban los comportamientos imprevistos de los sujetos
cuando interactuaban (S4) con la situación objetiva diseñada. Esto im-
puso fuertemente considerar al alumno como un actor social, cuyos
aprendizajes sociales no pueden ser abordados meramente desde una
mirada cognitiva del sujeto. Los NEL nos permitieron desentrañar las
desigualdades en el acceso a estos conocimientos sociales constituidos
en torno a prácticas, reconociendo también que en los diversos ámbitos
de uso de numeracy se privilegian y autorizan determinadas prácticas y
productores de dichas prácticas. Asumimos además que estas relaciones
no se constituyen en la interacción, no se develan desde una mirada
inmediatista de estas relaciones de poder sino que deben ser inscrip-
tas en relaciones más estructurales (espacios sociales rurales y urbanos,
de género, etc.), en el interjuego entre contextos locales y presentes,
evocados y previos en las trayectorias sociales e individuales de los su-
jetos. Esta opción nos permitió señalar algunas posibles continuidades
de los primeros esbozos de análisis de eventos en torno al almanaque en
ámbitos no escolares, abordando cuestiones silenciadas en esta primera
aproximación: la disparidad de eventos y prácticas en que se implican
328
los sujetos en un momento vital signado por la trayectoria de migración
de espacios sociales rurales a urbanos e interculturales (son migrantes
en su mayoría provenientes del altiplano boliviano). Asimismo, esto
nos posibilitó discutir el lugar marginal que tiene en las propuestas de
enseñanza este objeto, al reconocer como espacio de intervención de
una propuesta educativa relevante a la distancia entre la disponibilidad y
acceso al almanaque. Sugerimos para ello su tratamiento como portador
de información numérica que posibilita una representación y medición
del tiempo y por ende, su posibilidad de empleo como organizador
social. Pero a su vez, el acceso en toda su complejidad a este objeto con-
llevaría discutir con las prácticas de enseñanza vigentes en otro sentido,
en el tipo de prácticas privilegiadas sobre el almanaque. Sostenemos la
importancia de involucrar a las/los alumnas/os en acciones efectivas de
empleo del mismo para la medición del tiempo, para la organización y
el registro de actividades comunitarias, escolares, personales. Esto exige
asumir al almanaque con el estatuto de un objeto de enseñanza en sí y
no meramente como un portador numérico más para trabajar la suce-
sión numérica.
Pero además la TAD y la “ilusión de transparencia” nos permiten in-
terpretar la incidencia de estas tradiciones de enseñanza del almanaque
en los modos de abordaje privilegiados inicialmente por las docentes.
Esta perspectiva al considerar como objeto de indagación (y vigilancia)
los procesos de transposición didáctica, ha contribuido a reflexionar so-
bre el origen y transformaciones de los saberes matemáticos escolares,
así como sobre condiciones de la reorganización de los saberes. La exis-
tencia de procesos de trasposición supone el reconocimiento de que
las tradiciones de recontextualización de un determinado objeto mate-
mático son construcciones sociales y políticas. Esto devela la “ilusión
de transparencia” con la que experimentan algunos docentes ciertos
objetos, posibilitando así reconocer al saber matemático como una de
las fuentes de legitimidad del saber escolar posibilitando a la vez su
profundización: “Una profundización en el saber matemático en torno
al cual se organiza un medio, da la posibilidad de distinguir con mayor
precisión cuál es el objeto de enseñanza, qué condiciones favorecen su
existencia y por tanto tomar decisiones productivas en las clases de ma-
temática” (Fregona y Orús, 2011, p.56). Es decir, el reconocimiento de
estos procesos posibilitaría imaginar otros modos posibles de enseñanza
más allá de las tradiciones vigentes.
329
Pero a su vez, esto conlleva reconocer la necesidad de pensar al do-
cente en relaciones que exceden la del vínculo con el alumno y el saber
a enseñar (o el “sistema didáctico stricto-sensu”). Para ello algunos auto-
res (Margolinas, 1999, citando a Chevallard et Johsua, 1982) recuperan
la distinción de la TAD entre sistema didáctico stricto-sensu y lato-sensu,
que incluye al docente en un sistema más amplio que el de la clase, en
interacción con una zona intermedia entre “los muros de la clase” y el
entorno (integrado por la sociedad en general, los padres, los matemá-
ticos, etc.). En esta zona intermedia o noosfera está “contenido” todo lo
que se piensa sobre la enseñanza matemática y sobre objetos matemá-
ticos precisos a enseñar. Margolinas (2002) plantea así la necesidad de
ampliar la estructuración del medio del profesor que hemos empleado
para considerar (entre otros) un nivel noosferiano o ideológico para dar
cuenta de la actividad reflexiva del profesor sobre la enseñanza matemá-
tica. Esta tematización es para nosotros fértil y está emparentada con
la necesidad teórica de caracterizar las regulaciones que atraviesan las
prácticas de enseñanza debido a que estas prácticas no son meramen-
te “interacciones cara a cara” sino que están inscriptas en un sistema
institucional (Feldman, 2002) o sistema de enseñanza. Por ello, para
comprender algunos modos de abordaje de las docentes al uso del al-
manaque, los vinculamos con los propuestos en diversos materiales de
enseñanza y curriculares que debimos caracterizar.
330
merales en términos de lo que representa cada cifra150) o analítica (que
enfatiza el trabajo de formar los numerales considerando el valor de las
cifras que los componen151) (Palmas y Block, 2011a, b)? Los comporta-
mientos de las/los alumnas/os en una nueva versión del juego “Adivina
el número” usando el cuadro de números (véase el apartado 3.1.1),
evidenciaron que las reglas debían ser construidas mediante un trabajo
sostenido de enseñanza. No obstante, en la exploración de regularida-
des de la sucesión numérica mediante el cuadro de números advertimos
en diversas actividades dificultades para generalizar estas reglas cons-
truidas a números de mayor cantidad de cifras (de 3 cifras) como patrón
de escritura de números sólo conocidos en su designación oral. Estos
episodios, junto a la necesidad de estudiar la composición y descompo-
sición de números para avanzar en técnicas de resolución de problemas
aditivos asentados en el cálculo y no en el conteo, nos condujeron a
optar luego por un trabajo analítico de la numeración mediante una
versión (6ª) del juego de dados. Este devenir y el curso seguido luego de
la culminación del estudio que aquí relatamos (véase Delprato, Fregona
y colaboradores, 2013), fortalecen la necesidad de un trabajo sobre las
razones de las reglas de escritura de los números (agrupamientos recursi-
vos en base diez, su carácter posicional) para promover experiencias que
permitan a algunos adultos extender sus conocimientos de la numera-
ción y a otros reconocer, explicitar, analizar, sistematizar y formalizar
sus conocimientos disponibles. El desafío sería generar situaciones que
impliquen con sentido a los adultos en la elaboración de las razones
de reglas que algunos de ellos ya conocen y saben que funcionan, así
como, situaciones para aquellos que no las conocen en las que el proce-
so mismo de elaboración de la regla los interrogue sobre sus razones de
funcionamiento (Lerner, 2013).
El proyecto de estudio sobre operatoria aditiva elucida los aspectos
diversos del trabajo que sostenemos debe proponerse en torno a las
operaciones: las tareas (“problemas o sentidos”) que resuelve esa técnica;
el trabajo de la técnica (“los repertorios” y las fases de expresión pública
150 Algunas regularidades que se abordan son que las cifras van cíclicamente de cero a 9, que
después de un nueve vuelve el cero, pero aumenta una unidad la cifra del lado izquierdo, etc.
Este tipo de análisis apareció cuando las alumnas trabajaban con el cuadro de números y bus-
caban usar estas regularidades para completarlo, por ejemplo, anticipar cuál número irá abajo
del 15 (el 25) sabiendo que la sucesión de los dígitos es una regularidad. Véase apartado 3.1.2.
151 O sea, una colección de 373 elementos es agrupada sistemáticamente en unidades, de-
cenas, centenas, etc. y el numeral se forma con cifras (3, 7, 3) que indican, según la posición
que ocupan, números de grupos de cada tipo o elementos sueltos (3 grupos de cien, 7 grupos
de diez y 3 elementos sueltos).
331
para discutir los esbozos de escritura para avanzar “hacia el algoritmo”).
Reconocer tareas no habitualmente vinculadas con técnicas en alguna
medida conocidas por los adultos, sería el proyecto de plantear proble-
mas diversos de una misma operación. Este sentido del proyecto nos
parece relevante por dos aportes centrales a los conocimientos de los
adultos: la apuesta a la generalización de una técnica en sus diferentes
ocasiones de uso (la transferencia); la mejora de la eficacia en la resolu-
ción al reconocer la posibilidad de aplicación de una técnica algorítmica
(construida con sentido) a nuevas tareas. Pero a su vez, estos sentidos
podrían integrar en un proyecto común con especificidades a alumnas/
os con conocimientos heterogéneos (algunos por ejemplo avanzarían
hacia el algoritmo mientras otros van consolidando un repertorio de
base para luego avanzar hacia el algoritmo, etc.). Una mención destaca-
da amerita un aspecto del trabajo de la técnica: la optimización de esbo-
zos personales de escritura. Consideramos que el relato de episodios en
torno a este trabajo (como los intentos de adopción de técnicas produ-
cidas por pares y que pasaron a ser de dominio público de la clase152),
las condiciones creadas y las decisiones de gestión adoptadas (detalladas
en el apartado 5.2.2), contribuyen a develar condiciones didácticas y
escenarios posibles de un modo de poner en diálogo en un proyecto de
enseñanza conocimientos personales y saberes matemáticos formales.
Esta cuestión emerge como problemática en numerosos antecedentes
del campo (Ávila 2003 a,b, 1997; Agüero, 2003; Knijnik, 1997; Ma-
riño, 1997; Nunes, 2001). Estas explicitaciones nos parecen relevantes
como un posible referente para discutir con modos de abordaje de este
diálogo presentes en materiales de enseñanza para la EDJA disponibles
en nuestro entorno local (MECyT, 2001 a, b, c y d)153. Estos materiales
en vez de involucrar a las/los alumnas/os en un proceso de trabajo sobre
técnicas personales de cálculo proponen la “presentación del algorit-
mo”, es decir, incluir al algoritmo como inicio del estudio de la opera-
ción (véase en Gerez Cuevas, 2013 y 2014 su análisis de la enseñanza de
la multiplicación). Esto conlleva excluir los conocimientos construidos
por los adultos:
152 Para profundizar este aspecto del trabajo, la transición entre el trabajo con las técnicas
de cálculo considerado inicialmente como un trabajo privado y personal de las alumnas a su
cambio de carácter a un trabajo público y colectivo, consultar Delprato y Aguilar (2016).
153 Materiales del Plan Fines primaria que, como mencionamos en el apartado 2.2.4.2,
recuperan módulos diseñados en el marco del ex Plan Social Educativo para que alumnos que
habían interrumpido el segundo ciclo de la primaria culminaran sus estudios mediante este
plan de Terminalidad Educativa.
332
Por último, se puede interpretar un esfuerzo por diseñar
un material que, en cierto sentido, reconozca al sujeto
adulto en tanto sujeto social, por las situaciones contex-
tuales elegidas y los modos de comunicación de la pro-
puesta. Es decir, a través de los contextos evocados ingre-
san situaciones de uso de los saberes.
Pero en estas experiencias de uso social los adultos no sólo
utilizan saberes sino que crean estrategias de resolución,
hipótesis, relaciones. En tal sentido, se puede afirmar que
en la propuesta de enseñanza se omite cualquier referen-
cia a los procedimientos de resolución que los adultos han
construido a lo largo de su vida para afrontar problemas
matemáticos, y por lo tanto se omite también la posibili-
dad de enunciar un modo de articulación de estos conoci-
mientos con los objetos a enseñar. (Ibídem, p. 37)
333
do un espacio para que los alumnos desplieguen algunas
prácticas típicas del quehacer matemático.”
154 Como señalamos en Delprato (2019) fuimos estableciendo fases en este trabajo de inda-
gación de conocimientos sobre instrumentos de medición: fase 1) resolución de problemas que
requirieran de mediciones efectivas, y fase 2) exploración del reconocimiento del instrumento
y de su modalidad de uso. En ese artículo advertimos que el orden de estas fases (problemas y
luego identificación de los instrumentos de medición estándares) se diferencia del que se usa
habitualmente en el desarrollo de este tema. Con este orden intentamos evitar que los alumnos
usaran por contrato los instrumentos estándares de medición en la resolución de problemas. Las
fases o “situaciones de búsqueda” fueron empleadas en la fase inicial en la que diseñamos pro-
blemas que demandaran la realización de mediciones. En dicho artículo se reseñan brevemente
algunas de las condiciones creadas para sostener el carácter abierto de estas fases de búsqueda.
334
de medición, participación desigual que nuevamente fue delimitada
recuperando los NEL155. Sostenemos que este tipo de indagación po-
sibilita reconocer el empoderamiento y los contextos de uso relevantes
que atraviesan al diseño de situaciones de medición efectiva. Así develar
la organización jerárquica de oficios, del ámbito doméstico y de los
saberes que allí circulan, nos ha permitido interrogarnos sobre las po-
sibilidades de intervención desde la enseñanza con una pretensión de
distribución más igualitaria del saber.
155 Véase en Delprato (2019, pp. 112-117) las diversas evidencias de esta desigualdad en
los episodios relatados en el apartado “Fase 2: episodios en la exploración de instrumentos de
medición”.
156 Cabe señalar que Sadovsky et al. (2019) fruto de una investigación colaborativa con do-
centes se plantean interrogantes próximos en relación al “...grado de generalidad que tiene esta
reconfiguración [de las prácticas de enseñanza] y, en qué sentido, podríamos considerar que
los conocimientos producidos en el espacio colaborativo podrían retomarse en procesos
de formación docente más descontextualizados” (El destacado es nuestro, p. 128). Y señalan
que los aportes de este trabajo local contextualizado es el reconocimiento de ejes de análisis
que “...contribuyen a tomar conciencia de dimensiones a considerar y no prescriben acerca de
cómo deben plasmarse en cada caso” que “no se contraponen en absoluto a otras dimensiones
de análisis provenientes de marcos teóricos” (Ídem). Asimismo reconocen el origen diverso de
estos saberes en tanto “provienen de diferentes modos de problematizar el conocimiento y que
no son –pensamos– incompatibles entre sí: uno toma como referencia principal las prácticas de
producción de conocimiento matemático y otro, las prácticas de enseñanza de la matemática
en el contexto escolar” (Ídem).
335
propiedades que le dan identidad frente a los saberes pe-
dagógicos que pueden producirse en cualquier otro ám-
bito. Ahora bien, sin que baja escala y ajuste al contexto
impliquen sin más intransferibilidad del saber producido
en la experiencia, la dificultad para la generalización y la
transferencia debe ser reconocida. Para ello es necesario
discutir cómo armonizar singularidad y transferibilidad
en la escala del sistema de enseñanza”
157 Esta caracterización supone una diferenciación de concepciones racionalistas de los sabe-
res docentes. Pero a su vez, por la pretensión del diálogo conocimiento/saber si bien adherimos
a su carácter tácito inicial sostenido por los enfoques reflexivos de la práctica, reconocemos los
límites de la revisión reflexiva solipsista para generar la transformación de las prácticas (y su
comunicación). Para profundizar esta discusión, véase en Terigi (2012) el capítulo II “Acerca de
los saberes en el trabajo docente”.
158 “Comme dans toute situation non didactique, le professeur peut pourtant transformer
ses connaissances, dans l’interaction avec un milieu. Pourtant, le caractère non didactique de
la situation autorise essentiellement les situations d’action, rarement les situations de formu-
lation, et de validation, et pratiquement jamais la situation d’institutionnalisation. C’est dire
que les connaissances du professeur développées dans ces situations seront le plus souvent des
connaissances implicites.
Même dans le cas de situation auto-didactique, dans laquelle le professeur a l’intention
d’apprendre de la situation qu’il va vivre “Je verrai bien ce que ça donne”, il me semble qu’on
dépasse rarement la dialectique de l’action. “ (Margolinas, 2002, p.5)
159 A partir de este proceso de discusión no sólo se han revisado interpretaciones y modos
336
este proceso, como lo hemos reconocido en otras reconstrucciones de
secuencias que hemos emprendido en el Taller (véase Delprato, Fregona
y colaboradores, 2013), ha contribuido a tematizar y volver a interro-
gar las razones detrás de las decisiones, consolidándose paulatinamente
las posibilidades colectivas de reconocer condiciones de las situaciones
propuestas. Nos hemos implicado así en una reflexión en la que nuestra
actuación es mirada con los fines de formular, de comunicar la expe-
riencia buscando preservar su sentido.
Esta dialéctica emprendida en el Taller entre acciones efectivas (deci-
siones sobre la enseñanza) y la formulación del razonamiento implicado
en esas acciones (las condiciones de las situaciones) supone en sí una
distinción de ciertos modos de interpretar el lugar del saber didáctico
en los procesos de formación docente. Sostenemos la fertilidad de pen-
sar a este saber como un conocimiento funcional y no meramente como
un saber cultural si se pretende incidir en las prácticas de enseñanza.
Esto conlleva cuestionar la ilusión de la posibilidad de la enseñanza di-
recta de este saber (omitiendo la interpelación de la acción del docente)
y la necesaria discusión entonces de la reorganización de este saber para
su transmisión: ¿qué versiones de este objeto empleamos en los procesos
de formación pensados como acompañamientos en la toma de decisio-
nes sobre la enseñanza y en procesos reflexivos para la formulación de
conocimientos implícitos en esas decisiones?
de comunicación, sino que también hemos generado (por iniciativa de la docente) anotaciones
a los capítulos de los bloques I y II con aspectos a comunicar de la experiencia, inicialmente a
la docente del segundo ciclo, dado que la otra docente que participó del Taller en estaba frente
al grupo. En Delprato y colab. (2018) cuando remitimos a la consolidación de procesos de
autoría colectiva describimos modos de construcción de acuerdos sobre lo que puede ser objeto
de comunicación y advertimos algunas tensiones en torno al reconocimiento de la autoría y a
la función diferente que asume la escritura pública (o sea, la producción de artículos y comu-
nicaciones derivadas de esta investigación) para las docentes del estudio y nosotros en tanto
investigadores.
337
Es en este punto precisamente donde el docente de la
modalidad de adultos no encuentra anclaje específico en
su formación, y por esta razón tiene que resignificar esos
conocimientos construidos y apropiados en su trayecto
formativo, generalmente centrado en el niño y su entor-
no, para pensar cómo intervenir pedagógicamente con
jóvenes y adultos. [
]
En esta línea, se impone otra pregunta: ¿Cómo se relacio-
na el maestro con el conocimiento que los estudiantes ex-
presan en el aula?, ¿cuáles son esos conocimientos cotidia-
nos de los estudiantes? Estos conocimientos constituyen,
según Heller (1977, p. 317), la “suma de nuestros cono-
cimientos sobre la realidad que utilizamos de un modo
efectivo en la vida cotidiana del modo más heterogéneo”.
Se trata de conocimientos apropiados en distintos espa-
cios sociales por donde circulamos. ¿Cuál es la relación
que se establece entre estos conocimientos cotidianos y
los conocimientos escolares en el aula?
En educación de jóvenes y adultos mucho se ha hablado
de la necesidad de “partir de lo que los sujetos saben” pero
poco se ha explicitado alrededor de esta premisa. (Loren-
zatti, 2011, pp. 4-5)
338
La fertilidad de la noción de ámbito para dar cuenta de que existen
eventos y prácticas de numeracidad más allá del ámbito escolar, conlleva
la necesidad de generar estrategias de aproximación a dichos ámbitos,
cuestión que detallamos en el apartado 4.2.1. Persiste aún en el Taller
como problemática la necesidad de acompañamiento en “preparar la
mirada” para esta aproximación. Esto conlleva la necesidad de formar
a los docentes de la EDJA en el extrañamiento de sus vínculos con la
matemática escolar (Nirantar, 2007; Street, Rogers y Baker, 2006) y
en saberes requeridos para documentar y analizar eventos y prácticas
de numeracidad de otros dominios en que se insertan las/los alumnas/
os160. De modo simultáneo, otra ruptura necesaria en la concepción de
vías de acceso a los conocimientos de los alumnos es asumirla como una
tarea que atraviesa a la enseñanza y no meramente como un momento
inicial en el reingreso al sistema educativo en la modalidad EDJA. Para
ello es potente el instrumentar a los docentes en la gestión de fases de
búsqueda en secuencias de enseñanza de las diversas nociones.
Estas fases de búsqueda demandan otro tipo de trabajo analítico
para acceder a producciones genuinas de las/los alumnas/os, en tan-
to soporte necesario para pensar un proyecto de enseñanza sustentado
en los conocimientos realmente disponibles de los sujetos. Este trabajo
demanda apropiarse de conocimientos docentes para la gestión de un
contrato didáctico (en términos de distribución de responsabilidades)
conveniente para el proyecto de enseñanza. En la reconstrucción del
apartado 4.2.2 nos centramos en gestos que fuimos erigiendo colabo-
rativamente para acceder a las producciones de los alumnos y preservar
una relación autónoma (próxima a un funcionamiento adidáctico) del
alumno con situaciones de acción propuestas: la negociación del carácter
público de los esbozos de escritura (véase Delprato y Aguilar, 2016),
la organización de la clase, el modo de presentación del “medio mate-
rial” y de sostener un vínculo autónomo en el transcurso mismo de la
interacción del sujeto con dicho medio (veáse en Delprato (2019) las
condiciones didácticas reconstruidas de la Fase 1 de resolución de pro-
blemas de medición efectiva).
160 Luego del estudio aquí relatado iniciamos por un breve período un proceso de docu-
mentación de saberes matemáticos requeridos para un desempeño autónomo en un oficio en
el que se formaba a las alumnas en el CENPA (“el taller de costura”). Las primeras discusiones
que tuvimos fueron sobre las lógicas dispares que regulan al ámbito de los oficios y a ciertas
experiencias educativas: una organización jerárquica de la distribución de tareas y de saberes
frente a la pretensión de un acceso igualitario al saber para la toma de decisiones autónomas; la
no transparencia de los saberes matemáticos implicados en el desempeño autónomo.
339
En el capítulo 5 otra vez aparecen conocimientos docentes construi-
dos pero ahora para la gestión de fases de expresión pública161: la anti-
cipación de la producción de un registro que pueda ser público (esto
conlleva ciertas exigencias de comunicabilidad del registro), la cons-
trucción de criterios para la selección de registros que son discutidos
públicamente y para la decisión del momento en que se hacen públicos,
la organización de momentos de este trabajo (el análisis personal de
un registro de otro compañero disponible en un formato ampliado; la
discusión de interpretaciones y la confrontación de técnicas con gene-
ración de acuerdos sobre resoluciones futuras). Asimismo la discusión
de estas decisiones estuvo precedida del análisis de condiciones de las
actividades propuestas que posibilitaran este tipo de trabajo: el vínculo
con fases de búsqueda (si los sujetos están implicados en la búsqueda
de una técnica tiene sentido un intercambio de técnicas posibles); la
manipulación de variables que centraran la discusión en los esbozos de
escritura (como por ejemplo sostener un tipo de problema para que el
desafío no fuera ya interpretarlo).
La importancia de estos conocimientos se revelan entonces como
aspectos vinculados a otros aportes posibles del saber didáctico para
pensar la formación docente: “las condiciones que deben mantenerse
en la gestión o conducción de la enseñanza” (Brousseau, 2007, p. 114).
Además se evidencia la importancia del modelo propuesto por la TSD
como anticipación de fases críticas para acompañar decisiones de ges-
tión docente: fases de búsqueda (Delprato, 2019), de expresión pública
y de validación (para profundizar sobre estas últimas fases (veáse Del-
prato y Aguilar, 2016). Pero centralmente advierten cuál es el carácter
de esa relación entre saber didáctico y práctica de enseñanza:
161 El artículo de Sadovsky et al. (2019 EM), también derivado de un trabajo colaborativo
con docentes, toma también como un eje de trabajo de los talleres planteado por los docentes
la relación entre las interacciones personales y las grupales en la sala de clase. Particularmente
retoman discusiones sobre el lugar a otorgarle en la clase al tratamiento de errores de algunos
alumnos, logrando reconocer en la colaboración que “el error de un alumno puede estar mos-
trando la complejidad de una relación a construir” (116). Incluso señalan que la complejidad
que tiene para los maestros la gestión de las “puestas en común” no podría advertirse sin el
intercambio entre investigadores y docentes.
Asimismo de modo más específico, otro de los interrogantes reportados en este artículo vincu-
lado con nuestro trabajo, es “cómo impulsar progreso de recursos de cálculo”.
340
para interpretar los hechos y decidir en función de dicha
interpretación y de la comprensión que se tenga de la lec-
ción efectiva. (Fregona y Orús, 2011, p.116)
341
jante pero distinta en cuanto a los conocimientos involucrados y que
delinee un recorrido claro en el que incluir a una población de asisten-
cia fluctuante.
posibilidades de interacción social y colaboración intelectual entre los alumnos en torno a las
actividades. Asimismo también coinciden en la complejidad que conlleva para el docente este
tipo de trabajo y la exigencia de una memoria didáctica más rigurosa para evocar las experien-
cias diversas de cada grupo sobre las nociones matemáticas trabajadas. En las conclusiones de
este estudio se convoca a “...seguir estudiando alternativas curriculares para las escuelas rurales,
como así también para la enseñanza de adultos, para los programas de aceleración, para la edu-
cación llamada especial que ofrezcan variadas trayectorias de estudio de los contenidos escolares
con recorridos diferentes aunque con puntos de llegada equivalentes. Esta perspectiva
sobre la amplitud, diversidad, secuenciación y redes de conceptos puede resultar un aporte
para dichas alternativas” (p. 26).
164 En Delprato y colab. (2018) detallamos procesos (y estrategias) de documentación y
de análisis de las situaciones documentadas en el taller en los que buscábamos “integrar en la
reconstrucción de situaciones co-construidas las perspectivas de docentes y de investigadores”.
Asimismo nos adentramos en vínculos de estos procesos con “exigencias de doble verosimilitud
para las posiciones que se encuentran en un taller como el analizado (docentes e investigadores),
expresadas tanto en la construcción de estrategias de documentación (Bednarz, 2013a) como en
los interlocutores de los productos de esta investigación (Bednarz, 2013b). Esta exigencia fue
operando como un criterio de viabilidad y ético que sostuvo el trabajo compartido”.
342
la provisión de condiciones para generar estudios inicialmente de baja
escala y que pongan en diálogo a diversos actores educativos (docen-
tes, investigadores, formadores de docentes) y sus diversos saberes. Esto
supone integrar a los circuitos de investigación y de formación a las
escuelas de adultos, habitualmente marginadas de políticas del Estado
que inciden en el resto del sistema educativo. Consideramos que esta
exclusión es un signo de que es necesario seguir profundizando las im-
plicancias de no asumir ya a la EDJA como un régimen compensatorio
y coyuntural sino como una modalidad del sistema educativo recono-
cida por la Ley de Educación Nacional 26.206 (2006) que pretende
garantizar el cumplimiento de la obligatoriedad escolar, pero también
la educación permanente de jóvenes y adultos.
343
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359
Enseñanza
matemática
a adultos
e-bo k
Se trata de una investigación sobre una experiencia de un trabajo colaborativo con docentes coordinado por
la Dra. Ma. Fernanda Delprato, quien analiza la puesta en marcha de un taller de educadores en torno a
decisiones de enseñanza matemática para jóvenes y adultos en una institución educativa de EPJA de la
ciudad de Córdoba.
iPyC
En consonancia con su condición pública, en la UNRC la publicación de innovaciones
colección constituye una práctica frecuente. Hay una disposición institucional para dar a conocer de
manera abierta y generalizada las diversas producciones, tanto en el plano académico de la
formación como en el ámbito de la investigación y la vinculación con los diversos contextos socioculturales y
comunitarios. Se manifiesta permanentemente el interés por compartir, por hacer conocer, por visibilizar al trabajo,
sus procesos y resultados; hacerlos públicos no solo para ser conocidos, sino también para que aporten al pensamiento
y a la mejora y recepten las contribuciones del contexto.
Universidad Nacional
UniR o de Río Cuarto
editora Secretaría Académica