Las Cosas Grandes Suelen Tener Pequeños Comienzos

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NARRATIVA PEDAGÓGICA

2022

I.S.F.D. y T. N. º 9

Carrera: Profesorado en Educación Primaria

Curso: 3ºB

Asignatura: Herramientas de la práctica docente

Profesora: Jurado Vanesa

Alumna: Amoia Maira


Las cosas grandes suelen tener pequeños comienzos

Me llamo Amoia Maira, estudio la carrera de Profesorado en Educación Primaria


en el Instituto Superior de Formación Docente Nº 9 de la provincia de Buenos
Aires, La Plata.

Antes de comenzar a contarles sobre mí experiencia respecto


a las prácticas pedagógicas realizadas durante mi formación
docente, les quisiera hablar un poco más sobre mí. Desde muy
pequeña disfrutaba pasar horas jugando con el pizarrón que
teníamos en el garaje de mi casa. ¡Por supuesto que la docente
era yo! Mientras mi hermana y mi perra eran mis alumnas. Sin
saberlo, comenzaba a despertarse en mi interior, el deseo de
ser docente.

Durante mi trayectoria escolar, recuerdo que el diálogo entre alumnos, docentes


y directivos era escaso. Se priorizaban las sanciones, la forma de vestir, la buena
conducta, el estudiar y repetir de memoria, los contenidos poco relacionados con
la realidad del alumno. Desde muy pequeña me cuestionaba este accionar, una
estructura rígida de aprendizaje para luego ser medible, cuantificada. Como
contrapartida, me prometí ser aquella “heroína” que venía a cambiar la calidad
de la educación, a interpelar a los niños, o al menos, a poner mi granito de arena.
El filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur nos dice que “es contando
nuestras propias historias que nos damos a nosotros mismos una
identidad”. Quise traerles esta frase porque el objetivo de mi relato es recuperar
y difundir mi experiencia pedagógica, es decir, reconstruir los sentidos y
significaciones que los docentes producimos cuando nos escribimos, leemos y
reflexionamos.

Ahora bien, les hablaré de mi experiencia en la E.P Nº29


“Joaquín Castellanos”. Era el año 2022, recuerdo llegar junto a
mi compañera pedagógica, encontrarnos en el hall de entrada
de la escuela con el resto de las practicantes. En general se

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observaba entre nosotras un clima de nervios, ansiedad, inquietud, dudas y
muchos otros sentimientos que estaban a flor de piel.

En el año 2020 nos vimos atravesados por una pandemia debido al Covid-19, lo
cual impidió que me enfrentara a comunidades educativas. Sin embargo, por fin
había llegado el momento para el cual me había estado preparando durante más
de dos años. Al instante que entré en la institución comencé a sentir cómo se
apoderaba de todo mi cuerpo un gran vértigo. Me preguntaba ¿cómo me
recibiría la institución? ¿Y cómo lo harían los docentes? ¿Y los alumnos?
incluso existía la posibilidad de descubrir que ese no era mi lugar en el mundo,
lo cual causaba miedo.

La escuela es relativamente grande, ocupa casi toda una manzana y su matrícula


asciende a más de 600 alumnos. Luego de unos minutos de espera, se presentó
la vicedirectora, quién nos dio la bienvenida de una manera muy amable. Luego,
nos mostró los lugares comunes donde nos moveríamos y nos habilitó a
usarlos tal como si fuéramos docentes de la casa.

Pasamos al patio, donde se realizaba la formación, previo a la


entrada de alumnos y docentes a las aulas. Para ese entonces,
según lo planeado y pautado, debía estar observando y tomando
notas sobre la práctica áulica de la docente durante una semana,
para luego de aprobada mi planificación pasar a ocupar el frente
del aula y hacerme cargo de las clases por dos semanas.

Junto a mi compañera pedagógica, nos habían asignado un quinto grado. Los


niños estaban con una suplente, quién desde un primer momento los categorizó
como un grupo complicado, específicamente, un curso “rebelde”. Luego,
mencionó que había dos niños que presentaban “problemas de aprendizaje”:
Luchi y Gabi. Seguido a la frase “Nunca hacen nada, solo conversan y molestan
al resto”. En aquel momento lo sentí como un posicionamiento que solo
categoriza a los alumnos, sin embargo, era apresurado emitir juicios. Esa fue la
primera impresión que tenía de esos niños. Comencé a sentirme desorientada
¿Acaso podría con esos estudiantes? ¿Cómo serían?

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Con el correr de las clases, note que el “problema” no eran los alumnos, sino
la falta de motivación en las actividades propuestas y las constantes clases
expositivas que emitía la docente, lo cual genera agotamiento y falta de interés
por parte de los alumnos. Les aseguro que realmente no hubo ni un solo
estudiante con el cual no se pudiera trabajar, establecimos rápidamente un
vínculo, lo cual fue clave para el posterior desempeño de mi práctica.
Luego de varios días, volvió la docente titular de los niños. En mi opinión, un
ejemplo de buena profesional, la reflexión sobre la práctica era una constante en
ella. Me enseñó mucho, desde cómo posicionarme y elaborar propuestas frente
al grupo, hasta como realizar el cierre de registro, realmente debo agradecerle
mucho.

En cuanto a dificultades, presencié varios acontecimientos de violencia que iban


desde los insultos, expresiones discriminatorias y
estigmatizantes tales como “callate boliviano”, “enano de
m…”, “deja de comer gorda”, hasta golpes físicos. Muchas
veces tuve que separar a los estudiantes para que dejaran
de lastimarse. Por lo tanto, debido a la constante repetición
de estos hechos, con la docente decidimos de organizarnos
para lograr una mejor convivencia escolar. Se realizaron
actividades de E.S.I para articular teoría y práctica, de manera transversal, con
el área de Prácticas del Lenguaje. Así, fuimos concientizando a los niños sobre
el respeto a la diversidad, es decir, sobre cómo las etigmatizaciones reproducen
formas de violencia hacia otras personas y eliminando las barreras que generan
discriminación.

Con el correr de las clases fui observando y trabajando con el grupo. Note que
Luchi deambulaba constantemente por el aula, distraía a los compañeros con
chistes, además de lo difícil que era que se sentara a copiar las consignas
asignadas por la docente del curso. En definitiva, a Luchi le costaba mucho
concentrarse. Sin embargo, descubrí que le gustaba dibujar y solo se sumaba a
las actividades si era a partir de juegos. Por ejemplo, en el área de Matemáticas,
trabajamos con fracciones. Luchi dibujaba pizzas cortadas en 4 u 8 porciones, y
pintaba la fracción que le pedíamos. En otra oportunidad, trabajamos con

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múltiplos y divisores, con mi compañera pedagógica nos reunimos para ajustar
la propuesta matemática a las posibilidades de Luchi, siempre en el marco de la
misma secuencia del aula. Implementamos un juego llamado “La Pulga y las
trampas”. A lo largo del juego debieron analizar el uso de múltiplos de un número
como estrategia para no perder. En la instancia siguiente se realizó una puesta
en común donde debieron validar el porqué de la elección del número para saltar.
¡No se imaginan la alegría que tenía Luchi! Pasó al frente y comenzó a saltar
como si fuera la pulga para mostrarnos qué camino había escogido para no caer
en las trampas del juego. Él utilizaba la suma como estrategia para encontrar los
múltiplos de un número.

Por otra parte, como les he mencionado anteriormente, la docente a cargo del
grado, nos contó que también había otro estudiante,
Gabi, que no leía y escribía con autonomía. Fue allí que
con mi compañera pedagógica, pensamos en un
abordaje grupal. Por ejemplo, en el área de Prácticas del
Lenguaje, pensamos en la elaboración de un podcast a
partir de historias inventadas por los niños. En un primer
momento, leímos y analizamos entre todos un cuento
relacionado con los deseos. Cuando llegó la instancia de
producción escrita por parte de los alumnos, organizamos con la
docente pequeños grupos en la clase por proximidad en el nivel de escritura.

Recorrimos los bancos constantemente para acompañar a los alumnos durante


el proceso de escritura: para evitar repeticiones innecesarias, corregir faltas de
ortografía, ayudarlos a atrapar la atención del oyente, etc. En el caso de Gabi, al
no estar alfabetizado, respondía con monosílabos o con gestos, por lo tanto,
propusimos que escriba las características de los personajes que participaron en
el capítulo 1 y 2. Invitamos a Luchi a unirse al grupo, quien se negó. Entonces,
junté unas cartas con las que los niños jugaban en el recreo y comencé a
preguntarles por esos personajes con la intención de captar su atención. Si bien
Luchi siguió negado a participar de la escritura, comenzó a realizar gestos y
expresiones que narraban su historia. Con respecto a Gabi, utilizamos el
abecedario para ir escribiendo de a poco, nos apoyamos en los dibujos que

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acompañaban cada sílaba y escribimos un relato más breve, ya que note que se
cansaba y distraía con facilidad. Cuando debimos grabar la historia inventada
por Gabi, fuimos pausando el audio constantemente para ayudar y darle el
tiempo que fuese necesario al momento de leer.

En otra ocasión, en el área de Ciencias Sociales, realizamos un mural acerca del


circuito productivo del dulce de leche para exponer a la
comunidad educativa. En un primer momento, les
presentamos distintos productos lácteos para que
obtuvieran información a partir de las etiquetas de los
mismos. ¡No se imaginan la cara de sorprendido que
tenía Luchi!, se lo notaba involucrado, tratando de
averiguar cómo habían llegado esos productos
elaborados a nuestras casas. Al momento de elaborar
el mural, intervine en una situación de escritura por sí mismos de epígrafes que
acompañan unas imágenes que describen el circuito productivo del dulce de
leche. Luchi y Gabi dibujaron productos lácteos y escribieron pequeñas frases
que habíamos escrito en el pizarrón al momento de analizar el circuito.

De esta manera, fuimos trabajando con todos los alumnos. En un primer


momento, los estudiantes no querían trabajar con Luchi y Gabi, se escuchaban
frases como “a él le hacen toda la tarea porque es un vago”, “Gabi no sabe
escribir, vamos a tardar más trabajando con él” y muchas otras opiniones.
Sin embargo, con el correr del tiempo, los compañeros que resolvían más rápido
las actividades, se ofrecían a ayudar al resto. Considero que el cambio fue muy
grande y positivo en este quinto grado.

No quisiera dejar de mencionar el día que trabajamos en el área de Matemáticas.


Trabajamos con Gabi pintando una fotocopia para encontrar múltiplos a partir de
la suma, terminó super rápido. Sin embargo, ese día, Luchi estaba negado,
parecía triste o aburrido. Recuerdo la emoción que sentí cuando escuche a Gabi,
que se levantó y caminó hacia la tabla pitagórica y comenzó a sumar en voz alta
para que Luchi encontrara y pintara los múltiplos en su fotocopia. Gabi le
explicaba los procedimientos y estrategias que había utilizado. ¡No lo podía

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creer! aquellos niños que habían sido calificados con “problemas de aprendizaje”
ahora mostraban interés por trabajar en el aula. Ahí supe que con esmero,
paciencia y dedicación, se puede lograr un cambio. Y lo más importante de todo,
al recibir el afecto de los niños, sus dibujos, agradecimiento, sabía que
había develado la incógnita objeto de tanto miedo… Puedo asegurar que sí,
¡¡amo la docencia, me llena de satisfacción y deseo poder dedicarme de lleno a
esta hermosa profesión!!

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