Amala y Kamala
Amala y Kamala
Amala y Kamala
FIERAS
Sucedió en el año 1920. Un grupito de personas viajaba por regiones apartadas de la india, donde la escasas
poblaciones se hallan desiminadas en medio de la jungla. Uno de los viajeros era un hombre de apellido Singj misionero y
director de un asilo de niños que visitaba regularmente las aldeas de los distritos correspondiente a su jurisdicción, recogía
a los niños desamparados y los llevaba a su asilo, donde, junto con su esposa los alimentaba y educaba. Cuando se hacían
grandes, Singj los ayuda a ubicarse, a hallar techo y trabajo, y el partía a recoger otros niños desamparados.
A principios de octubre, Singj y sus compañeros de expedición llegaron a la aldea de Godamurt y se hospedaron en
la casa de algunos aldeanos. Al atardecer el dueño de casa entró corriendo en la habitación y temblando de espanto contó
que en la jungla andaban fantasmas. Los habían visto a 7 millas de la aldea, tenían cuerpo humano y una cabeza de
aspecto horrible y trepulsivo. Pidió a Singj que los protegiera de los fantasmas. Singj trató de tranquilizarlo y le prometió
averiguar de qué se trataba.
Al día siguiente indicó a los habitantes de la aldea que armaran sobre los árboles, cerca del lugar donde habían sido
vistos los fantasmas, un amplio tablado de los habitantes de la aldea, y comenzaron a observar los alrededores. La morada
de los fantasmas era un pequeño montículo, parecido a las viviendas que construyen las termitas (u hormigas blancas), con
varias entradas y salidas. Después de una jornada de expectativa, hacia las cinco de la tarde, en una de las entradas de la
cueva apareció un lobo adulto. Lo seguía la loba y en pos de ésta, asomaron dos lobeznos. Luego Singj vio con sus
prismáticos como salía de la cueva un “fantasma”, que seguía a los lobeznos caminando en cuatro patas; y enseguida otros
“fantasmas”, pero mucho más pequeño que el anterior. Con los prismáticos podían distinguirse perfectamente que no sólo
el cuerpo si no también los rasgos del rostro de los “fantasmas” eran humanos y por sus estaturas debían de ser niños.
Había que tomar una decisión. “Son niños-pensó Singj -. Mi misión es socorrer a todos los desgraciados y
desheradados por la fortuna. Debo llevarme a estos niños y tratarlos como a todos los demás”.
El plan para atrapar a los “fantasmas” era simple: Echar a los lobos adultos de su refugio y llevarse a los niños.
Singj logró convencer a los aldeanos para que lo ayudaran.
Al día siguiente rodearon el cubil y comenzaron a desmoronarlo con azadones. El lobo fue el primero en saltar
afuera y refugiarse en la jungla. La loba se lanzó sobre la gente y fue preciso herirlo de un tiro. Luego de ensanchar una de
las entradas, algunos hombres pudieron penetrar en el cubil en el rincón más oscuro yacían acurrucados los dos niños y los
dos lobeznos.
Los niños fueron llevados a una de las casas de las aldeas y ubicados en un rincón, detrás de un sólido tabique de
madera, como en una jaula. Localizar y atrapar a los “fantasmas” había llevado varios días. Singj encargó a uno de los
aldeanos el cuidado de los niños, y partió. Cuando regresó a la aldea días después, ésta parecía desierta. Y así era en efecto.
Por temor a los “fantasmas” habían huido todos sus habitantes, inclusive el hombre que debía atender a los niños estos
yacían en su rincón, exánimes de hambre y sed.
A duras penas Singj logró reponerlos y trasladarlos al asilo, allí los asearon y les cortaron el cabello. Era dos niñas.
Según le pareció a Singj, una debía de tener alrededor de año y medio y la otra, quizás ocho. A la menor la llamaron Amala
y a la mayor, Kamala.
Sólo el misionero y su esposa sabían la procedencia de las niñas. De esta manera, la idea abstracta de que un niño
pudiera criarse entre fieras se vio concretada en la realidad.
Kamala y Amala eran criaturas humanas. pero la vida entre los lobos había dejado huellas, características en la
estructura de sus cuerpos. Así podía apreciarse, principalmente, en su forma particular de alimentarse y de caminar. durante
el tiempo que había vivido con los lobos las niñas se alimentaban regularmente de carne cruda. Sus maxilares, sobre todo
en la mayor de ellas, estaban bastante más desarrollados que de lo común en niños de su edad; a su vez, los músculos de la
masticación también eran muy fuertes. además, los dientes habían experimentado algunos cambios. Kamala despedazaba
con facilidad grandes trozos de carne cruda y fibrosa, y roía los huesos sin recurrir a la ayuda de las manos hasta dejar tan
limpios que difícilmente un adulto podría competir con ella.
Para desplazarse, Kamala y Amala usaban dos procedimientos: se arrastraban sobre las rodillas sosteniéndose con
las manos o caminaban y corrían a gatas. Les resultaba imposible sostenerse erguidas en posición vertical. Las
articulaciones de las caderas y rodillas se habían adaptado tanto a la marcha en cuatro patas, que no podían extenderse de
pronto para permitir la marcha en posición erguida. Los brazos, fuertes y bien desarrollados, algo más largos que lo
habitual, cumplían principalmente la función de extremidades de apoyo y no de prensión, si bien las niñas trepaban con
facilidad a los árboles. El musculoso cuello sostenía erguida la cabeza cuando se desplazaban sobre las cuatro
extremidades.
Pero los rasgos puramente animales del aspecto exterior producto de la imitación de los lobos, poco nos dicen sobre
el grado de desarrollo de la conciencia. Lo que más impresionaba a quienes rodeaban a las criaturas no era precisamente su
aspecto, sino su forma de conducirse en general. Cuando se repusieron y se les dio cierta libertad, esas particularidades no
tardaron en ponerse de manifiesto. Kamala y Amala observaban un régimen de vida típicamente crepuscular y nocturno,
evitando en forma sistemática la luz y en especial el sol. De día se metían en rincones oscuros y dormían o permanecían
sentadas, de cara a la pared, indiferentes a cuanto las rodeaba. Dormían como lo hacen los animales, estrechamente
apretadas entre si o atravesadas una sobre la otra.
Al caer la tarde, comenzaban a manifestar una notoria actividad. Se levantaban y comenzaban a andar (gateando,
por supuesto). Cuando tenían hambre, se ponían a olfatear el aire en el lugar donde se les solía dar el alimento. Antes de
empezar a comer, no dejaban de olfatear la comida y el agua. Tenían magníficamente desarrollado el olfato, como también
el oido. Percibían el olor más sutil a gran distancia. No bebían, en el sentido propio de la palabra, sino que tomaban la leche
o el agua de la taza a lengüetadas, paradas en cuatro patas. En la misma postura comian también los alimentos sólidos.
En los primeros tiempos, antes de que se comenzara a acostumbrarlas a la compañía de otros niños y a enseñarles a
hablar, se les había oído un solo tipo de señal sonora. Era inicialmente baja y ronca y se tornaba en un fuerte aullido,
prolongado y penetrante. Al principio, repetían esta señal con regularidad y exactitud, siempre a la misma hora: a las diez
de la noche, a la una y a las tres de la mañana. Seguramente estaban llamando a sus educadores: los lobos. Rechazaban con
terquedad todo intento de incorporarlas a los juegos y entretenimientos de otros niños, sin manifestar interés alguno por lo
que hacían los demás, sin manifestar interés alguno por lo que hacían los demás ni prestarles atención. Cuando las sacaban
al campo, trataban de alejarse de la gente, y a veces retozaban y jugaban entre sí como suelen hacerlo los cachorrros. Cierta
vez, intentaban huir, y, cuando una de las jóvenes del asilo pretendió detenerlas, ambas se arrojaron sobre ella mordiéndola
y arañándola con fuerza. Tras muchos esfuerzos se logró atraparlas entre los matorrales y llevarlas de nuevo a su sitio. En
general, Amala y Kamala se desplazaban con mucha rapidez, tanto en un lugar despejado como entre malezas.
Manifestaban recelo hacia el agua les disgustaba sobremanera que las asearan y siempre se resistían a que las lavaran.
También rechazaban con violencia todos los intentos de vestirlas. Se arrancaban cuanta ropa les ponían, hasta que la señora
Singj tuvo que coserles unas bandas sobre las caderas, de manera que no pudieran librarse de ellas sin cortarlas. Los
esposos Singj, que observaban a las niñas en forma casi permanente, no notaron en ellas, durante los primeros meses de sus
estada en el asilo, indicio alguno de conciencia, de pensamiento o de emoción, en el sentido habitual que tienen estas
palabras respecto de seres humanos. Sólo la necesidad de comer les producía inquietud; la comida les proporcionaba
evidente satisfacción, pero sólo en tanto saciaban su necesidad. La torpeza, completa indiferenciaba hacia todo lo que
ocurría de día, y la actividad típicamente animal de noche, eran los rasgos que caracterizaban la conducta de las niñas en
los primeros meses de vida entre seres humanos.
Esa niñas, si bien dadas a luz por una mujer, no eran criaturas humanas en el sentido cabal de la palabra. Tanto por
el tipo de alimentación y de locomoción, como por la índole de su conducta, de su actitud hacia el medio, ahora social y
humano, eran hijas de lobos, bestias sin rayo alguno de conciencia humana.
Aún los pocos datos concretos que hemos expuesto nos permiten justipreciar la tesis básica de los materialistas
premarxistas: “El hombre es hijo de la naturaleza”. De acuerdo con las teorías de muchos pensadores progresistas del
pasado, en Amala y Kamala debiéramos hallar seres racionales quizá con un nivel de desarrollo algo inferior al de los niños
que han vivido en el habitual ambiente humano. En realidad, resultó que, por un nivel mental, en modo alguno podía
considerárselas como personas, como seres racionales. La naturaleza no las hizo humanas. Nacieron como seres humanos,
pero se tornaron bestias. Y frente a un hecho tan elocuente se desmoronaron como castillos de arena las teorías
aparentemente más lógicas y cautivantes, según las cuales la conciencia del hombre es un producto de la naturaleza, lo
mismo que sus cabellos, dientes, ojos u orejas.
pero continuemos nuestra narración. El objetivo que se habían fijado Singj y su esposa consistía en hacer de las
niñas personas cabales. El mayor obstáculo que se les oponía resultó ser el sistema de reflejos, sólidamente formados en
particular en Kamala, durante su vida con los lobos. Desde los primeros días de su ingreso en el asilo, los Singj se
entregaron con particular afán a la tarea de habituarlas al lenguaje y al trato humano: La señora Singj, que cuidaba de las
niñas, les hablaba constantemente, si bien en realidad eso fue un monólogo que duró varios años. Cuando se acercaba para
darles de comer, siempre comer y nombraba el alimento que les traía. Como Kamala y Amala rehuían la relación humana y
se encerraban en sí misma en presencia de la gente, la señora Singj trataba de modificar a toda costa esa actitud.
Gradualmente las niñas fueron habituadas al régimen de vida diurna, con el fin de poder organizar mejor su contacto con
otros niños. La señora Singj organizaba intencionalente juegos y actividades con los niños en las habitaciones donde se
hallaban Kamala y Amala.
Lo único que despertaba un interés constante en estas niñas-lobeznos era la comida. Por eso, los esposos Singj
trataban de establecer contacto con ellas e ir desarrollando sus facultades humanas, basándose precisamente en ese interés
y esa atención hacia la comida. La señora Singj solía traer diversos alimentos a la habitación donde estaban Kamala y
Amala. Disponía legumbres, frutas, carne y dulces en la proximidad de las niñas, quienes, por lo general, se hallaban
sentadas en un rincón; llamaba a otros niños y hacía que todos ellos, por turno y repetidas veces, nombrara en voz alta y
con claridad esos alimentos, señalándolos uno por uno. También procedía así al distribuir los alimentos entre los niños.
Si Kamala y Amala demostraban de algún modo que querían recibir una manzana, una banana, un bizcocho, carne,
etc. La señora Singj les entregaba lo pedido, acompañando su acción con palabras. Paulatinamente se logró que las niñas
participaran en juegos de este tipo. Sólo nueve meses después de su llegada al asilo, tomaron por sí solas el alimento de
manos de la señora Singj, quien lo distribuía sentada en medio de la habitación. Algún tiempo después, Kamala aprendió a
indicar con la mano lo que quería que le dieran. a la vez, los Singj trataban de enseñar a las niñas a caminar y a emplear
más sus manos. El primer intento, sin embargo, fracasó. Amala y Kamala fueron puestas cerca de un pequeñuelo que
todavía gateaba, pero comenzaba ya a pararse sobre sus piecesitos: confiaban en que las niñas tratarían de imitarlo y así
pasarían en forma gradual del gateo a la marcha erguida. pero no ocurrió así. las niñas jugaron algún tiempo con el
pequeño, pero de pronto lo asustaron y lo golpearon. Fue necesario separarlos. Era evidente que el mero contacto con los
niños y la simple imitación no darían resultado. Más tarde, los Singj urdieron situaciones en que Kamala se veía forzada a
ponerse de pie.
Para ayudarla a restructurar los movimientos, la señora Singj le hacía masajes en el cuerpo sistemáticamente, dos
veces al día. En esos momentos hablaba a Kamala, le nombraba todas las partes del cuerpo, le hacía preguntas y las
contestaba ella misma.
Sólo al cabo de trece meses se logró por primera vez obtener de Kamala una silenciosa respuesta a una pregunta
formulada con palabras. Ocurrió en una oportunidad en que la señora Singj, una hora antes de la comida, preguntó a
Kamala como solía hacerlo, si quería comer. En respuesta, la niña hizo un movimiento afirmativo con la cabeza. Gracias a
los activos y permanentes esfuersos de los esposos Singj, destinados a desarrollar las facultades de Kamala y a que
entablara contacto con otros niños, al cabo, de tres años, por su conducta y su nivel de desarrollo, comenzó a parecerse a un
niño no mayor de un año y medio.
Al cabo de tres años, Kamala aprendió a entender lo que se le decía, comenzó a aceptar la relación con otros niños
y se hizo inseparable de la señora Singj. En una oportunidad en que ésta se fue de viaje (ocurrió en 1924), la niña se negó a
comer. El señor Singj se acercó a ella y le dijo: ¿“Estas esperando a mamá, Kamala?”. Esta la miró. “Se fue de viaje, pero
muy pronto volverá”, continuó el señor Singj. Después de esto Kamala comió todo lo que le ofrecieron.
Emitió los primeros sonidos, que significaba “Si” “no” a fines del tercer año de su vida en el asilo. Luego aprendió
un sonido que pronunciaba cuando el agua para lavarse resultaba demasiado caliente. El cuarto siginificaba “arroz” y era
muy similar a la palabra arroz” en bengalí. En el quinto año de vida en el asilo, el vocabulario de Kamala constaba de unas
treinta palabras.
Singj señalaba que Kamala muy raras veces nombraba alguna cosa por iniciativa propia. Cuando le preguntaban
algo, señalaba lo que quería lo que deseaba la niña volvía a señalar lo que quería o pronunciaba el sonido que tenía para ella
el “significado de “no”. Y sólo después de mucho insistir nombraba el objeto, aunque a menudo no pronunciaba la palabra
completa, sino sólo su sílaba inicial.
Enunció espontaneamente su primera frase coherente en enero de 1926, cuando tenía cerca de 13 años, ya había
crecido, la señora Singj estuvo ausente bastante tiempo. Cuando regresó y entró en el asilo, Kamala salió a su encuentro
corriendo velozmente en cuatro patas (siempre corría sólo de ese modo) y gritando: “Llegó mamá!”. Luego se puso de pie y
apoyándose en el brazo de la señora Singj, caminó a su lado pronunciando atropelladamente multitud de sonidos, quizá
tratando de contarle algo. Pero ni la Singj, que era quien mejor la comprendía, pudo entender esos incoherentes balbuseos.
Al año siguiente, Kamala hizo evidentes progresos en su desarrollo y en su dominio del habla. Con bastante
frecuencia pronunciaba palabras sueltas y frases cortas y sencillas; le gustaba jugar del juego infantil y reaccionaba con
rapidez ante cualquier situación que se creara en tales juegos. Un día, por ejemplo, uno de los pequeños cayó, se lastimó y
comenzó a sangrar: Kamala fue la primera en correr a la casa, buscó a la señora Singj y la llevó al lugar del accidente.
Se fueron formando en Kamala algunas representaciones elementales sobre la cantidad. Lo demuestra el siguiente
episodio: cierta vez la señora Singj dio a Kamala algunos bizcochos, en tanto que a los demás niños les prometió dicha
golosina para la hora del té. Entonces kamala no comió su bizcocho; lo puso sobre la mesa, en el lugar donde se sentaba
habitualmente. Momentos después se reunieron todos para tomar el té. La señora Singj comenzó a repartir los bizcochos,
dando dos a cada niño. Cuando le llegó el turno a Kamala, ésta sólo tomó uno de los bizcochos que le ofrecía y lo colocó al
lado del que ya tenía.
Así finaliza nuestro relato acerca de la niña que se había criado entre fieras. Kamala falleció de uremia en
noviembre de 1929. Pasó nueve meses en medio de la sociedad humana y en ese periodo se convirtió en un ser humano. A
juicio de Singj, había alcanzado un nivel de desarrollo intelectual similar al de los niños de cinco o seis años.
Los ocho años de vida al margen de la sociedad humana, lejos de impulsar el desarrollo del intelecto en una niña
que potencialmente poseía todas las facultades para ello, habían consolidado en Kamala la forma de vida animal, y
construyeron un fuerte freno para su desarrollo intelectual cuando sus condiciones de vida fueron ya plenamente favorables
para la formación de la conciencia humana y del habla. Tal es la principal conclusión que debe extraerse cuando se analiza
lo ocurriido con Amala y Kamala.
Si retornamos al punto de partida de nuestra argumentación, advirtiremos que nos hallamos en una situación difícil.
Habíamos rechazado sin vacilaciones la idea teológica acerca del origen divino de la conciencia y del pensamiento del
hombre, y aceptado la teoría del orígen biológico-natural de la conciencia. Y he aquí que la nave de esa teoría, en la cual
nos disponíamos a navegar por el ancho mar del pensamiento humano, la nave que parecía sólida segura y capaz de
deslizarse rauda-sobre las olas, al impulso de las velas de la imaginación, se ha hecho trizas al chocar con los arrecifes de
los hechos implacables.
Hemos naufragado sin siquiera salir del puerto, y quedamos con las manos vacías en el mismo sitio. Empero, la
ciencia sabe con precisión que hubo tiempos en que sobre nuestro planeta, no solo no había seres pensantes, sino ni siquiera
seres vivos de organización más o menos compleja. Ahora, en cambio, lo habitan seres racionales. Los hombres ya han
realizado los primeros vuelos al cosmos. Preparan naves para viajes interplanetarios. Sus pensamientos están puestos en las
estrellas. Y además, los hombres han creado una ciencia denominada antropología, que mira, hacia la profundiddad de los
siglos, hacia la etapa inicial de la historia humana. Y con la ayuda de esa ciencia podremos esbozar, en rasgos generales y
escribir como se inicio el camino por el que marchan la humanidad.
Amala murió, víctima de una disentería, en setiembre de 1921 once, meses después de su llegada al asilo. Kamala no se
alejaba del cadáver, intentaba sentarla, incorporarla , hacer que jugara, trataba de abrirle los ojos y la tironeaba sin cesar.
Cuando logró entender lo que quería y había pasado, rompió en amargo llanto. Fue la primera vez que lo hizo evidenciando
una emoción humana. La muerte de Amala tuvo una enorme y perjudicial influencia en su desarrollo.
Permaneció una semana sin moverse de su rincón, hasta que un día se arrastró hasta donde se hallaban unos
cabritos, los colocó sobre sus rodillas y se quedó largo rato sentada con los animalitos que, quizá, eran para ella una
compañia y cierto consuelo por la pérdida de Amala. Esta por lo común, entraba en contacto con la gente sin mayores
dificultades, y Kamala la imitaba cuando se convencía que no existía peligro alguno. Con la muerte de la pequeña quedó
roto ese importante puente entre kamala y la señora Singj.