Leyenda

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 5

La llorona

Cuenta la historia de una mujer muy hermosa, bastante coqueta rodeada de


grandes cualidades, se enamoró de un príncipe azul …bueno no lo era
propiamente, era una persona como todos con defectos y cualidades, pero ella
lo idealizaba bastante… pues la chica andaba por las nubes enamoradísima,
pasó el tiempo y el No príncipe decidió tomar nuevos caminos, lo cual está muy
bien, él había aprendido del sabio Maturana que es un derecho humano
“cambiar de opinión “. Así pues, se convirtió en paloma y voló. La chica lloró y
lloró y lloró y lloró tanto que los vecinos comenzaron a llamarla La Llorona.
Cada lágrima que lloraba salaba la tierra y no decimos que está mal llorar, ya
todos saben que es necesario validar los sentimientos. Por allí andaba la
Llorona llorando por todas las esquinas, los ríos y los recovecos, hasta que un
buen día mientras lloraba una luz se prendió en su interior. Comenzó a
reflexionar y cayó en cuenta que vida sólo hay una, que podía amarse a sí
misma como nadie más, que podía cuidarse y ser su mejor amiga y decidió
hacerse cargo de sí misma, salió de la tristeza y comenzó a caminar por las
montañas, playas y cuánto lugar se le ocurriera, disfrutando cada día, cada
instante. Ahora lloraba, pero era de felicidad, por los atardeceres y los
amaneceres, por el aroma de una taza de café costarricense, lloraba por todo
lo bueno que le pasaba y por eso se quedó la llorona. Entonces un buen día
armó su mochila y volando en cigüeña se fue para Buenos Aires… así conoció
a Pedro Urdimán que iba por un camino solitario al paso cansado de su caballo
flaco, pensando como podía hacer para ganarse unos pesos.
En la cincha del apero llevaba colgando una olla negra de tres patas, de esas
que se usan para hacer locro o mazamorra.
En ella Pedro se preparaba la comida, pero la pobre ya no daba más de vieja.
De pronto diviso unos Jinetes en el camino…Eran unos aborígenes feroces que
perseguían a una mujer, que lloraba y pedía ayuda. Tomó a la mujer y
rápidamente la subió a su caballo. Los indios los perseguían a la distancia y
ellos evitaban las boleadoras y los lazos que les lanzaban. Siguieron hacía el
naciente y cuando ya creían que iban a ser alcanzados, comenzaron a sentirse
más livianos…De pronto se transformaban en dos hermosas aves coloridas
que volaron muy muy lejos huyendo de quiénes los perseguían, volaron tan
lejos que llegaron a la Amazonía de Ecuador. Iwa, un demonio de la Amazonia,
acostumbraba a cazar pájaros que metía en sacos y se los devoraba, un día se
comió a los padres de un niño llamado Etsa, y tomó al niño al cuál lo crio a
cambio de que él cazara pájaros para él, Etsa lo hacía para sobrevivir, hasta
que un día se dio cuenta que el sonido de la selva había cambiado, ya no se
escuchaba el canto y sonido de las aves, el color diverso que aportaban las
aves, se había ido, esto hizo que Etsa se sienta muy culpable, lo que hizo que
Etsa se armara de valor…
Etsa se armó de valor y llamo a su única amiga ave, a la que había prometido
no cazar para Iwa. Su amiga era Kakuy, una pájara de colores tierra que podía
fácilmente camuflarse entre los troncos de los árboles propios de su lugar de
origen, camuflándose en los quebrachos y las algarrobas. Etsa y Kakuy habían
mantenido su amistad en secreto durante años, cuando Kakuy dejando su
pasado atrás voló hasta el Amazonas… Los demás animales de la selva
comentaban que Kakuy en realidad no era su verdadero nombre, sino que era
el nombre de su hermano Kakuy Turay: quien le había dado una lección por ser
demasiado perezosa y haragana y como consecuencia se había convertido en
pájaro.
Kakuy a pesar de sus orígenes tenía un poder especial… su voz y su canto se
podía oír a kilómetros de distancia, entonces a Etsa se le ocurrió usar su canto
para poder llamar a los demás pájaros y llenar a la selva amazónica de vuelta
de sonidos y colores…
Sin embargo, el verde paisaje de la selva amazónica de pronto se convirtió en
un bosque de pinos alumbrado suavemente por la luz de la luna llena. Iwa el
demonio de la Amazonia, al ver que su selva se había convertido en bosque
decidió apartarse lentamente y definitivamente del lugar. Mientras eso sucedía,
el canto producido por Kakuy, suavemente se convertía en un sombrío llanto,
pero no era cualquier llanto, sino el llanto de una niña. Al escuchar ese llanto
kakuy y Etsa sobrevolaron por el lugar para saber quien era el causante de
semejante estruendo… por más que volaron y volaron hasta casi desmayarse
por el cansancio nunca pudieron ver nada. Cuando al fin calmó el llanto, ambas
aves pudieron conciliar el sueño, y entre sueños, descubrieron que el llanto
producido venía del alma de una niña que rondaba cada noche de luna llena a
las orillas del río de cachimayu. La llamaban Pananbí cuentan que una noche
se oyó el ruido de remos en el agua. Panambí se despertó con la sensación de
que llamaban, abandonó la hamaca y se dirigió a la orilla y una extraña fuerza
hizo que se internara hasta la mitad río hasta la canoa, sin darse cuenta de que
las aguas la iban cubriendo lentamente, pues ella tenía la mirada puesta en el
guerrero que la esperaba.
Atraída por el encanto de este hombre lo siguió por los senderos llenos de
arbustos y árboles hasta llegar a un lugar seco, salitroso, de altas temperaturas
con predominancia de plantas con espinas. Allí se encontraba Sachayoj, el
protector del monte y su fauna, quien tenía el poder de presentarse como
hombre o como animal. Cuentan que había ido a encontrarse con Panambí
porque quería calmar su llanto, consolarla y brindarle seguridad como buen
hombre que cumple con sus trabajos. En ese momento aparecieron los pájaros
Kakuy y Etsa que al fin habían descubierto de dónde provenía ese llanto, pero
habían sido seguidos por un cazador que los buscaba. Al ver esa situación,
Sachayoj como buen protector de su monte, se transformó en una criatura de
gran tamaño, mezcla entre una vizcacha y una guasuncha, y así el cazador
comenzó a perseguirlo a él. Al cometer esta imprudencia, por el poder del
Sachayoj, el cazador se perdió y deambuló por siempre en el monte como
castigo por querer atentar contra la fauna. Luego el Sachayoj volvería a su
forma humana, para así seguir protegiendo a los demás animales y…el
cazador caminó perdido, a su suerte, esquiva por mérito. No se sabe si por
días o por años. Bien hubiera hecho no desafiar a la naturaleza, pero el hombre
es hombre y lo que de animal no tiene es la maldad.
Vagó mucho y llegó hasta los dominios de la civilización. Fue donde a lo lejos,
muy lejano divisó unos ranchos en el monte agreste. El calor lo envolvía y ya
no tenía como hacerse de provisiones. ¿Podré llegar hasta las casas? Se
preguntó azorado, fue ahí que vio, en la siesta coronada por el sol, un brillo
como de espejo que le llamó la atención, se dirigió presuroso, pero sin miedo,
se creía valiente, grande, fuerte, capaz de doblegar a cualquier criatura, a
pesar de sus pasadas derrotas que el exilió había hecho olvidar.
Y como quien no aprende de lo pasado, se dirigió en busca de lo que pensaba,
sería su próxima fortuna. Codicia, otra característica que conoce bien el
hombre. Llegó al lugar y para su sorpresa se encontró con un pequeño pozo y
a unos metros un hueco profundo en la tierra, como si lo hubiera hecho un
quirquincho, pero más grande.
Lo que brillaba como el oro eran unos pequeños cacharros muy lustrados. Una
pava, un jarro, unas cucharas que parecía de plata, pero no lo eran. Se extrañó
de ver esos objetos tan lejos de los ranchos; pero el monte es sabio y a este
hombre, que tenía más de bestia que de hombre, pronto se le ocurrió utilizar lo
encontrado para alimentarse del primer bicho que se le cruzara.
En ese momento fue que ambas criaturas se vieron a los ojos, ojos grandes,
uno lleno de misterio y otro lleno de asombro. Era pequeño y apareció de
repente. El cazador, como lo indica su instinto, saco el facón preparándose
para lo que pensaba.
El pequeño ser se movió unos cuantos pasos, acercándose a esos cacharros
que parecían pertenecerles. No parecía tener miedo, es más, caminaba
balanceándose y cantando bajito de manera risueña. Mientras salía de entre
los yuyos, hacia chasquidos con pequeñas piedritas, que sostenía con una de
sus manos. Pudo notar el cazador que era de lana.
A pesar de la diferencia de altura, ambos se miraron a la cara y el pequeño ser
con una voz aflautada y sonriente, escondió la mano de lana junto a la otra,
que en ningún momento dejo ver. Y le preguntó al cazador. ¿Cuál de las dos
manos prefieres?…
El cazador, sorprendido y a la vez ansioso, escogió la mano de lana. El
pequeño ser le dijo: “tomaste la decisión adecuada, has causado dolor y
sufrimiento a seres de la naturaleza y desde hoy te convertirás en nahual, una
criatura capaz de transformar su cuerpo y espíritu en los de cualquier animal.
Tu labor será proteger a la gente de adversidades y castigar a quienes causan
daño a sus semejantes”. El cazador entonces, tomó la forma y esencia del
nahual. Ahora solamente podría salir de noche, y en la oscuridad nadie lo vería
con claridad; sólo como una imagen fugaz que infundía temor entre los que
sentían su presencia. Fue así que el Nahual trajo paz a las comunidades donde
los humanos no sabían convivir con respeto y en armonía. Con ello sintió alivio,
pues su vida anterior había sido de crueldad.
Así Nahual cumplió su labor de forma muy responsable visitando comunidades
de diversos lugares. Hasta que un día llegó a un pueblo con cerros infinitos, allí
conoció a una mujer de nombre Pachamama, con quien inicio una amistad, se
llevaban tan pero tan bien que ella decidió presentarle a sus amigos Mama
quilla e Inti, todos se convirtieron en muy buenos amigos y confidentes, fue así
que un día decidieron llevar a cabo una tarea. Pachamama mandó a llamar a
los duendes que habitan los cerros para darles la tarea de embellecer uno de
esos picos, a fin de que los habitantes de la región quedaran enamorados de la
tierra y no la abandonaran. Mama Quilla (luna) seria la encargada de dar luz en
la noche a sus pintorcitos para que no se perdieran; Inti (sol) dedicaría
especial atención a iluminar la obra durante el día para que todos pudiesen
verla.

Todos respondieron a la convocatoria, La luna salió como todas las noches a


recorrer el cielo e iluminar la tierra mientras el sol descansaba. Los duendes
alistaron sus pinceles y marcharon llenos de alegría al son de un cántico que
no se oye y que los pone muy contentos. Parados frente al cerro, observan a
los cardones que les indicarán por dónde empezar.

Entonces la magia comienza, los duendes toman sus pinceles, los mojan en el
salar blanco y recogen los colores del cerro ‘paleta de pintor’ que la
Pachamama junto a Nahual les han preparado para poder colorear el otro cerro
con los ‘siete colores’. La luz de Mama Quilla se intensifica cuando las estrellas
excitadas se acercan para apreciar la obra de arte en proceso. Los duendes
saltan y ríen, están felices, su trabajo es también una ofrenda a los dioses.

Los ríos no son ajenos al espectáculo y se tiñen color tierra cuando los
duendes enjuagan en ellos sus pinceles, así el agua del deshielo llega a la
gente llena de la magia con la que los pintorcitos colorean el cerro.

Durante toda la noche los artistas mágicos desarrollan su tarea. Usan el rosa
de los flamencos, el rojo de los minerales de la mina, piden prestado un poco
de verde a los pastos del valle, al dorado se lo calotearon a Inti y del centro de
la tierra traen el naranja, el azul se hizo con un poco de cielo de noche
mezclado con el blanco del salar.

Los pintores preparan los colores en la paleta y esperan la aprobación de la


Pacha Mama para seguir la tarea. Los cardones que antes guiaban a los
duendes dónde tenían que ir pintando, ahora les avisan la llegada próxima de
Inti. Mama Quilla empieza a esconderse tras la cordillera. Los duendes
empiezan a juntar sus cosas, y al paso van pincelando el paisaje y salpicando
colores por todas partes.

Los duendes se van a descansar cuando otros seres empiezan a despertarse.


Van a volver cuando de nuevo Mama Quilla vuelva y seguir con la tarea que la
Pachamama les ha encomendado, tarea interminable. Su trabajo será
admirado por todos a la luz de Inti, y no sólo por los lugareños, sino que atraerá
miles de vecinos y gentes de otros lugares muy lejanos.
Una de esas noches, una tribu que se desplazaba hacia el norte, se detuvo en
las laderas del cerro para pasar la noche y seguir su camino a la mañana
siguiente. Pero no todos pudieron descansar esa noche. Uno de los nativos
más viejos de la tribu, a quién ya no le quedaban fuerzas para continuar el
viaje, se apartó del grupo para recorrer el lugar y fue allí que, iluminado por
Mama Quilla, pudo presenciar la magia que ocurría en este paraje y quedó
maravillado. Tanto fue así que, cuando la tribu se disponía a partir, el viejo
nativo decidió quedarse en esta ladera, acompañado por su hija Yarii. Allí
construyeron un refugio con ramas, hojas y todo lo que la naturaleza les iba
brindando. Y noche tras noche disfrutaban del espectáculo que Mama quilla y
los duendes de los cerros les brindaban. Cuentan que un día, Mama Quilla
decidió bajar a la tierra y sorprender al viejo nativo y a su hija, visitándolos en
su humilde vivienda. Pero cuando lo hizo, se encontró con un jaguar dispuesto
a atacarla. Sin dudarlo, y sin saber que se trataba de la Diosa (ya que portaba
una forma humana) el viejo nativo salió en su defensa y evitó que el jaguar le
causara daño. En agradecimiento y como símbolo de amistad, la Diosa hizo
brotar una nueva planta en el valle, y nombró a Yarii como protectora de la
planta y a su padre como vigilante de la misma y les enseñó a preparar la
infusión que luego sería conocida como Caa-mate por los pobladores de la
zona.

También podría gustarte