Historia de La Educacion Universal Ensayo
Historia de La Educacion Universal Ensayo
Historia de La Educacion Universal Ensayo
EDUCACIÓ N
UNIVERSAL
CENTRO UNIVERSITARIO SIGLO XXI
«Bien se ha dicho que debemos leer algo la primera vez para averiguar su contenido; la
segunda, para entenderlo; la tercera, para grabarlo en la memoria, y la cuarta, repetirlo en
silencio para comprobar que lo dominamos»
INSTITUTO HIDALGUENSE DE EDUCACIÓN MEDIA SUPERIOR Y SUPERIOR
SUBDIRECCIÓN DE EDUCACIÓN SUPERIOR SUBDIRECCIÓN DE
REGULARIZACIÓN Y CONCENTRACIÓN DE LAS INSTITUCIONES
PARTICULARES DE EDUCACIÓN
MATERIA:
“HISTORIA DE LA EDUCACIÓN UNIVERSAL”
CATEDRATICO:
ING. ERIK CASTILLO ARTEAGA
“LICENCIATURA EN EDUCACIÓN”
PRSENTA:
ALUMNA:
YADIRA ROQUE RAMOS
―Los grandes principios que deben enseñarse, son los mismos que miras alrededor tuyo.
Mira como el cielo interactúa con la Tierra; como el rayo conversa con las montañas;
como el fuego le responde al viento. Dentro de ello hay un orden y una armonía natural,
por lo tanto, dentro de ellos están los grandes principios de la educación‖
(Confucio 551 a. C – 479 a. C.) Filósofo chino.
1 LA EDUCACIÓN EN LA ANTIGÜEDAD
1.1 Educación de los griegos
1.2 Civilizaciones fluviales
1.3 Otras civilizaciones
2 EDUCACIÓN ESCOLASTICA
El fin del Imperio romano de Occidente (476) marca el final del mundo antiguo y el
inicio de la larga Edad Media (hasta 1453, caída de Constantinopla ante las tropas
turcas, bien hasta 1492, descubrimiento de América). El cristianismo, nacido y
extendido por el Imperio romano, asume la labor de mantener el legado clásico,
tamizado, filtrado por la doctrina cristiana.
Hacia los siete años se ponía al niño bajo la tutela de un esclavo llamado
―pedagogo‖
(―paidos‖ significaba niño y ―ago‖ conducir) que le enseñaba buenas maneras y le
conducía a la escuela a veces incluso, se quedaba con él en clase y luego le
tomaba las lecciones. Allí el niño pasaba buena parte del día.
La escuela estaba en la propia casa del maestro. Allí se sentaban en taburetes y
escribían en tablillas de madera encerada mediante ―estilos‖, una especie de lápiz
con un extremo acabado en punta y otro aplastado, para poder borrar lo escrito.
Sólo en ocasiones especiales escribían con pluma de caña y tinta sobre papiro
(material fabricado a partir de la planta del mismo nombre, tan famosa en Egipto).
Los libros estaban también fabricados con ese material que, a diferencia de los
nuestros, no se encuaderna, sino que se enrollaba. El papiro más largo
encontrado mide más de 40 metros.
Se les enseñaba a leer y escribir, y las reglas básicas de la aritmética. Era muy
importante que aprendieran de memoria versos del poeta Homero (el padre de la
literatura griega) y supieran recitarlos con la debida entonación. Más tarde, se les
enseñaba música, a cantar y a tocar instrumentos sobre todo la lira y la flauta.
También aprendían a componer poesía y cantarla acompañados de la lira.
A partir de los doce años, la educación física tenía prioridad sobre las demás. Las
clases pasaban a impartirse en la palestra (un campo de deportes al aire libre
rodeada de una columnata, a cuya sombra se daban las clases teóricas) Los
ejercicios se realizaban totalmente desnudos, con el cuerpo ungido en aceite y
arena fina (para protegerse de la intemperie). Los deportes se realizaban con
música de flauta, y entre ellos destacaban los lanzamientos de disco y jabalina, las
carreras, el salto de longitud y la lucha (todos ellos también se realizaban en las
Olimpíadas) Al terminar, se daban un baño, y con un rascador se quitaban los
restos de aceite y arena.
Las niñas de buena familia recibían, en cambio, una educación muy distinta;
apenas pasaban de aprender a leer y escribir y algo de música. Su educación se
centraba en las tareas que luego desempeñaría cuando estuviera casada el
trabajo en la casa, el cuidado de los niños, la manufactura de los tejidos, etc. Las
chicas pobres, por su parte, al igual que los niños pobres, no tenían acceso a
ningún tipo de educación.
La paideia arcaica surge durante la formación del mundo griego, asimiladas las
civilizaciones anteriores minoica y micéncia de la primera mitad del segundo
milenio a.C., y superadas las llamadas Edades Oscuras de transición del segundo
al primer milenio. Entre los siglos VIII y VI a. C. se gesta la cultura griega y se
extiende por la ribera del Mar Mediterráneo desde las costas del Asia Menor hasta
los confines occidentales (Iberia) del mundo conocido gracias a la labor comercial.
Las colonias griegas aparecen en las costas del norte de África, la península
Ibérica y en el sur de Italia (la Magna Grecia).
En estos albores del primer milenio a.C., Homero y Hesíodo crean la paidea
arcaica que servirá de inspiración a modelos posteriores. Homero, en sus obras la
Ilíada y la Odisea, crea el ideal perfecto de la educación, la kalokagathía (del
griego kalós: bello, y de agathós: bueno) que establece la armonía entre la
educación física, corporal, y la educación espiritual -intelectual y moral del alma-.
Esta areté se basa en la imitación "mimesis" del paradigma de los dioses y héroes.
En este proceso de educación espiritual, Homero cree en los efectos que el arte
produce en el alma humana; la poesía, la filosofía y la retórica guían, enseñan,
modelan el espíritu humano, en un especie de psicagogía.
Hesíodo, en su obra Los trabajos y los días continúa el modelo homérico pero lo
democratiza, extiende los beneficios de la educación al conjunto de los
ciudadanos, no solo a la nobleza. Pervive la areté heroica, pero Hesíodo canta y
alaba el trabajo prosaico, la laboriosidad cotidiana, el quehacer y la sabiduría de
los artesanos y trabajadores que cumplen con su oficio día a día. Otra aportación
fundamental fue el concepto de diké, de justicia como derecho, ley que crea la
comunidad de ciudadanos, no como el themis homérico de justicia identificada con
las costumbres aristocráticas. La justicia combate la hybris, la desmesura que
destruye el orden interior el orden social.(REDONDO 2001).
Paideia espartana
La crianza, física y moral, hasta los siete años de edad estaba a cargo de la
madre; cuando, niños y niñas, cumplían los siete años y hasta los treinta, el
Estado asumía su educación. Se consideraba que los hijos no eran propiedad de
sus padres, sino de la polis, de la comunidad. La escuela se organizaba como un
cuartel militar: el campamento (la polis) estaba a cargo del Eforo de educación; los
batallones a cargo del próteros, las compañías mandadas por un boagós, y una
polícia militar de castigo imponía sanciones y disciplina (los mastigórofos). Durante
la infancia (de 7 a 18 años), la corta adolescencia (de 18 a 20 años) y la juventud
(hasta los 30 años), los espartanos recibían una dura formación física y militar que
los preparaba para la guerra. Se completaba con una educación moral y cívica
que, llegada la edad adulta, les permitía incorporarse a la vida ciudadana y
política. Formaban parte de la minoría que regía los destinos de Esparta en las
diversas instituciones políticas: los Éforos, que ejercían el poder ejecutivo y elegía
la Diarquía o dos reyes; la Gerusía o consejo de ancianos que proponía leyes y
decisiones a la Apella, la asamblea popular de varones adultos. Esta doble
vertiente, militar y cívica, reducía la formación intelectual a un aprendizaje
elemental de la lectura, de la escritura, del cálculo y a la memorización de las
obras de Homero; un exceso en estos contenidos podía dañar el espíritu de
obediencia que debe guiar a un guerrero. Como tenían a una masa de esclavos y
trabajadores a su servicio, los espartanos despreciaban y rechazaban de manera
absoluta el aprendizaje y la práctica de oficios y artes mecánicas.
(REDONDO 2001)
Paideia ateniense
No hay que olvidar que, pese al avance que supuso la democracia ateniense, solo
disfrutaban de derechos cívicos y políticos los ciudadanos, y éstos eran una
minoría que excluía a los extranjeros o metecos, a las mujeres y a la masa de
esclavos que trabajaban para sus democráticos amos.
Las nómoi, las leyes que elaboran los ciudadanos para proteger el bien común,
son el fundamento de la vida política ateniense y, por tanto, de la educación. En
las escuelas elementales, en los gimnasios y en los simposios -banquetes donde
los ancianos transmitían la sabiduría a los jóvenes-, en todas estas instituciones
educativas se pretendía formar buenos ciudadanos educados en el respeto y la
comprensión de la ley, debían conocer y entender los motivos que justificaban y
convertían en sagradas las leyes: el Estado descansaba en el libre sometimiento
de los ciudadanos a las leyes que la comunidad elaboraba a través de la
participación en el gobierno de la polis.
Fundamental era el objetivo de comprender los conceptos de eunomía, isonomía
y eukosmía; el ciudadano debía comprender que las leyes eran buenas, las
mejores (eunomía) porque se basaban en la justicia (diké), era leyes justas para
todos los ciudadanos, ellos habían participado en su creación.
La formación del ciudadano debía, por tanto, de ser moral, espiritual, formar al
alumno en la mentalidad de servicio a la polis, y a la vez física. La educación del
cuerpo y del alma, la Kalokagathía, tomaba de Homero la areté física, a cargo de
los paidotribes, en la que la educación gimnástica fortalecía y embellecía el
cuerpo, a la vez que ayudaba a formar guerreros que defendieran la polis en caso
de guerra. La areté espiritual, impartida por los citaristas, daba gran importancia a
la poesía, la danza y la música, cumplían un papel de catarsis, purificaban y
transformaban el alma de los alumnos. Antes de acceder a esta formación
superior, los niños recibían los rudimentos de lectura, escritura y cálculo en las
escuelas a cargo del maestro grammatista.(REDONDO 2001).
Enkikliospaideia helenística
Una vez se entra en la adolescencia, en la efebía para los atenienses, entre los 16
y 20 años, la melestrenia para los espartanos de 18 a 20 años, el alumno recibe la
enkikliospaideia, el núcleo fundamental de la formación y la cultura que le guiará
durante su vida. Amplia los contenidos de la educación infantil y aporta nuevas
materias de mayor complejidad, pero sigue bajo el concepto de la kalokagathía
homérica, la areté física y la areté espiritual. En el gimnasio continúa el
aprendizaje del penthatlón, en la palestra aprende los secretos de la lucha, del
manejo de las armas y el arte de la equitación, conjunto de disciplinas que se
conoce como pancration. La areté espiritual se centra en una amplia y profunda
formación intelectual en unas materias organizadas y estructuradas en dos grupos
que, en la Edad Media cristiana, constituirán el Trivium (gramática, retórica y
dialéctica) y el Cuadrivium (aritmética, astronomía, geometría y música).
En la gramática se estudia un canon literario que incluye los épicos Homero y
Hesíodo, los trágicos Esquilo, Sófocles, Eurípides, los historiadores Heródoto,
Tucídides y Jenofonte, los poetas líricos Safo y Píndaro, los 10 oradores áticos y
Demóstenes. Practican un método didáctico que se inicia con la lectura y resumen
y crítica del texto, seguidos de la exégesis o comentario del maestro, finalmente, el
alumno razona su propio juicio crítico (krisis) y practica ejercicios de composición
literaria mediante los redacta poemas épicos, líricos, textos teatrales y oratorios.
La enseñanza continuaba en la edad adulta, con una educación que hoy diríamos
superior, destinada a la formación de profesionales como médicos y arquitectos, y
en una profundización en las artes de la retórica mediante el método sofista, y la
incorporación de la filosofía como saber supremo, a cargo del filósofo que aplica el
método socrático.(REDONDO 2001).
CIVILIZACIONES FLUVIALES
El Nilo, el Éufrates y el Tigris, el Indo y el Ganges, al igual que los grandes ríos de
China, vieron florecer en sus riberas formas de civilización muy refinadas, algunos
milenios antes de la era cristiana. ―Civilización‖ quiere decir cultura que ha dejado
de ser estática: las sucesivas generaciones no se limitan a reproducir casi
exactamente los modos de vida de las precedentes, sino que se verifica una
acumulación progresiva de adelantos técnicos, se organizan las creencias, y se
realiza un perfeccionamiento, aunque lento y discontinuo, del saber tradicional.
El pueblo era casi totalmente iletrado; estudiar con buen éxito significaba
convenirse cuando menos en un escriba del grado más modesto, lo que, como en
un papiro advierte un padre a su hijo, en el momento de inscribirlo en la escuela,
es mucho más cómodo que ejercer la profesión de fundidor, barbero, picapedrero,
jardinero o pescador, oficios cuya dureza, inconvenientes y peligros enumera
cuidadosamente. ―El hombre ignorante —dice otro papiro— es como un asno con
una pesada carga; quien le guía es el escriba‖, mientras otro reza: ―Ponte a
trabajar y conviértete en escriba, porque así serás guía de hombres‖.
También los conocimientos científicos de los egipcios tenían un carácter
eminentemente práctico. La geometría servía, al pie de la letra, para ―medir la
tierra‖, para trazar nuevamente los linderos cuando bajaban las aguas del Nilo; la
aritmética servía para hacer los cálculos del comercio y el fisco; la mecánica y la
hidráulica para la ingeniería y la arquitectura; la astronomía para calcular las
estaciones, etc., etc. Se obtuvieron admirables resultados prácticos, pero no se
tiene noticia de ningún intento de sistematización o ahondamiento teórico, al punto
que uno se pregunta a qué aludía exactamente Platón cuando, al comparar la
sabiduría de los griegos con la de los sacerdotes egipcios decía: ―Oh, griegos, no
sois más que unos niños‖. Sin embargo, en otro lugar el mismo Platón contrapone
el espíritu científico de los griegos al amor de la ganancia propio de egipcios y
fenicios.
Quizás lo más justo sea observar que, aun dentro de su utilitarismo, las ciencias
desarrolladas por los egipcios formaban un conjunto tan imponente y cooperaban
en la creación de un orden tan grandioso que no podían menos de suscitar
admiración, sobre todo en el espíritu de un griego acostumbrado al genial
desorden de su vida social y política e incluso de sus monumentos, aglomerados
en las acrópolis, y ciertamente mucho menos imponentes que el templo de Amón
en Karnak que, según los cálculos hechos, era dos veces más grande que San
Pedro en Roma.
Poco sabemos de los métodos educativos practicados por los egipcios y ese poco
no despierta nuestro entusiasmo: al parecer sus bases eran memorizaciones y
azotes. He aquí una máxima pedagógica que ojalá fuera una curiosidad
arqueológica: ―Los muchachos tienen las orejas en los lomos, cuando les pegan
escuchan‖.
En Babilonia la clase sacerdotal es todavía más potente que en Egipto, y
constituye casi una casta cerrada. Los sacerdotes babilonios son
extraordinariamente versados en astronomía, desarrollan la matemática hasta un
grado elevadísimo de eficacia práctica, instituyen la semana, inventan los signos
del zodiaco, determinan con apreciable exactitud la longitud del año y reúnen
inmensas bibliotecas de tablillas con caracteres cuneiformes. Vigilan la educación
superior reservada a su clase, a la de los comerciantes ricos —sus aliados— y a la
de los guerreros, cuya potencia, sin embargo, combaten y socavan. Como
consecuencia de esto último Babilonia acabó sucumbiendo ante los asirios,
militaristas e incultos, famosos en la historia por haber conquistado uno de los más
extensos imperios de la antigüedad sin dejar la menor huella positiva en el campo
de las realizaciones cultas. Babilonia resurgió brevemente, para ceder al fin ante
los medos y los persas. Pero influyó profundamente sobre estos pueblos, así
como también sobre los hebreos, los fenicios y los mismos griegos.
Tampoco de los métodos educativos babilonios poseemos más que unas
cuantas noticias.
Sabemos que sus fines eran esencialmente prácticos, al igual que en Egipto, pero
que en cambio estaba más desarrollado el aspecto científico y, quizá, también el
literario. Con todo, la astrología, la magia y la adivinación impedían el desarrollo
de un genuino espíritu científico; una pesada tradición mágico-sapiencial
esterilizaba toda fuerza creadora en los individuos. Incluso los artesanos estaban
organizados en corporaciones cerradas, bien que con la posibilidad de adopciones
extra familiares.
Las clases, resultado probablemente de la estratificación producida por conquistas
sucesivas y de la diversidad en la resistencia ofrecida por las poblaciones
autóctonas, se subdividieron de la manera siguiente:
Brahmanes, o sacerdotes; guerreros, comerciantes y pastores (Vaisya); siervos
(Sudra), e intocables o sin casta (Paria). Rigidísima es la separación entre las
castas, y absolutamente diversa la educación que reciben.
No existe una casta sacerdotal, sino una clase de funcionarios (los llamados
mandarines) que coincide plenamente con la de los hombres cultos. En efecto,
con el tiempo acabó por desarrollarse un complicado sistema de exámenes
estatales que era la única puerta de acceso a los diversos grados de la
administración pública y a los cuales teóricamente todos podían presentarse. En la
práctica, sólo las personas acomodadas se hallaban en condiciones de sufragar
los gastos que suponía la preparación cultural de su prole (normalmente en
escuelas privadas, surgidas en función de los antedichos exámenes), tanto más
que se trataba de una preparación literario-formalista, que de poco o nada servía a
quienes no lograban superar los exámenes estatales —sumamente selectivos— y
colocarse en la administración.
Hemos visto cómo, en las grandes llanuras fluviales, donde las condiciones
naturales favorecían la división del trabajo (sobre una base agrícola), el
intercambio de mercancías a larga distancia y, por consiguiente, el progreso
técnico y civil, la necesidad de mantener la cohesión social y el orden constituido
hizo que las civilizaciones surgidas ahí —aun siendo admirables— cristalizaran en
formas de un tradicionalismo cerrado que convertían la educación en una
mecánica práctica de mnemotecnia, ignoraran la individualidad de los educandos,
y sofocaran en éstos todo impulso original.
Por el contrario, algunas civilizaciones desarrolladas por pueblos mucho menos
numerosos y, sobré todo, menos favorecidos por las condiciones naturales, como
los fenicios, los persas y los hebreos, tuvieron un carácter diverso.
Poco sabemos de la educación entre los fenicios, pero es lícito suponer que
haya tenido un carácter eminentemente práctico (en lo que se asemejaba a la de
los pueblos que acabamos de considerar), que estimulaba la iniciativa, la,
asimilación de lo nuevo, el ingenio y, quizás también, la astucia sin escrúpulos, al
menos por lo que hace a los extranjeros. Ésta es al menos la conclusión a que
debemos llegar si juzgamos la rapidez con que este pequeño pueblo de
navegantes, a un tiempo piratas, comerciantes e incansables colonizadores de
casi todas las riberas del Mediterráneo, llegó no sólo a desarrollar su técnica
marinera sino también a asimilar y perfeccionar técnicas industriales y artesanales
aprendidas de los egipcios, los babilonios, los persas, etc., y a simplificar las
técnicas de la escritura hasta llegar a un sistema puramente alfabético.
Un tipo de civilización completamente distinto y casi opuesto fue el que
desarrollaron los habitantes del altiplano iranio, es decir, los medos y los persas.
En sólo una centuria (el siglo VI a. C.) los persas fundaron el más grande imperio
conocido hasta entonces, que se extendía desde el mar Caspio hasta Egipto, y
desde el golfo Pérsico hasta Tracia.
La civilización fenicia fue una respuesta al desafío del mar; la persa al desafío de
todas las civilizaciones diversas de la suya. Sólo se detuvieron ante la pequeña
Grecia que defendía desesperadamente un principio de orden diferente y un
diverso sentido de la armonía desarrollados
—por así decirlo— en intensidad más bien que en extensión.
La educación persa sólo tenía un aspecto en común con la fenicia: no anulaba
del todo la individualidad, no se limitaba a la memorización mecánica, no tendía a
la simple perpetuación de un orden constituido, sino que en cierta medida
promovía formas de activismo dinámico. Procuraba ante todo la educación física,
religiosa y moral del guerrero y reservaba una parte mínima o nula a la instrucción
literaria e incluso al aprendizaje de la escritura, excepción hecha de la clase
sacerdotal (hereditaria pero no muy fuerte políticamente: los famosos ―magos‖)
dedicada a perpetuar el dualismo religioso de Zoroastro conciliándolo con las
supervivencias politeístas, ordenadas en dos grandes ejércitos de espíritus al
servicio, respectivamente, de Ormuz y Arimán, es decir, la luz y las tinieblas.
Naturalmente, al contacto con las refinadas y corruptas civilizaciones que llegaron
a dominar, los persas acabaron por absorber junto con la cultura de éstas los
gérmenes de su decadencia, y aunque siguieran ensalzando la virtud de la ruda
vida militar y el sano trabajo de los campos, en realidad se habituaron al lujo que
les venía del inmenso territorio conquistado. Las cuadradas falanges macedónicas
los encontraron incapaces de defenderse.
Entre los actos de magnanimidad que la historia atribuye a los persas, el más
preñado de consecuencias para la civilización del mundo fue sin duda la decisión
de Ciro, conquistador de
Babilonia, a donde los judíos del reino de Judá habían sido deportados cincuenta
años antes, de permitirles volver a Palestina y reconstruir el destruido templo de
Salomón, quedando sólo formalmente como tributarios de Persia (536 a. C.).
Pueblo nómada de pastores, los judíos, provenientes del país mesopotámico de
Ur, habían llegado a Egipto, habían huido de ahí y en el año 1200 a. C. habían
logrado instalarse en Palestina donde convirtieron en parcialmente agrícola su
economía pastoral. Al contacto con las civilizaciones más avanzadas de su
tiempo, absorbieron muchos elementos culturales sin dejarse en cambio absorber
ellos mismos. Su fuerza principal residía en el principio religioso, espiritualista y
personalista, que habían elaborado: mientras los pueblos agrícolas y sedentarios
divinizaban sobre todo las fuerzas naturales, los animales y los lugares, los judíos
concibieron a Dios como un espíritu no ligado a nada de particular o contingente,
que velaba por ellos desde lo alto en las interminables peregrinaciones, escrutaba
su alma, y los castigaba o premiaba, colectiva e individualmente, de acuerdo con
sus faltas o sus méritos.
―Bien que todos los pueblos anduvieren cada uno en el nombre de sus dioses,
nosotros andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios para siempre y
eternamente‖, decía el profeta Miqueas. Pero –más tarde, por obra de Elías y
otros profetas, los judíos concibieron, por vez primera en la historia de la
humanidad, un riguroso monoteísmo, cuidadosamente depurado de todo residuo
de idolatría.
Los profetas no eran propiamente sacerdotes, sino más bien predicadores laicos
que se sentían poseídos por el verbo divino. El juez Samuel, el mismo que indujo
a los judíos a elegir un único rey en Saúl, promovió también la institución de
―escuelas proféticas‖, de tal modo que la enseñanza de los profetas pudiera
volverse más profunda y eficaz. Los profetas fueron los primeros grandes
educadores del pueblo hebreo, cuya instrucción elemental se impartía desde hacía
tiempo en el seno de la familia: un profundo sentimiento religioso, que reunía y
sublimaba en sí los efectos familiares y el patriotismo, constituía la inspiración
profunda de una educación que no estaba formalmente organizada, pero que en el
aspecto moral era más eficaz que cualquier otra educación oriental.
Surgieron entonces las sinagogas, que en un principio no eran lugares
destinados al culto, sino sólo a la instrucción religiosa, mientras los escribas
impartían a domicilio o en sitios proporcionados por los ciudadanos ricos alguna
forma de enseñanza profana de carácter superior.
(Nicola Abbagnano, Visalberghi, A.)
Por último, a la sombra de las sinagogas surgieron escuelas primarias que se
multiplicaron al punto que, en el año 75 a. C. la instrucción primaria se volvió
obligatoria en Jerusalén y nueve años más tarde en todo el territorio.
Según el Talmud un maestro no debía tener más de veinticinco alumnos, ni más
de cuarenta si contaba con la ayuda de un asistente.
la formula clásica.
Por último, una vez adoptada una solución, en el último miembro se resolvían
las objeciones contrarias a las doctrinas expuestas.
Las Sumas, que alcanzan su esplendor en los siglos XII y XIII cumplieron una
misión histórica semejante a la Enciclopedia, a las Críticas kantianas, y a otras
claves en el desarrollo del pensamiento europeo.
La religión cristiana, acabó, a fin de cuentas, por convertirse en la Iglesia oficial del
propio imperio. De la acumulación, monopólica pero pasiva, de tierras y riquezas
monetarias, no pasó mucho tiempo para que la Iglesia comenzara una actividad
financiera de gran dinamismo. Durante toda la Edad Media, los monasterios se
convirtieron en poderosas instituciones bancarias de crédito rural.
A mediados del siglo XIII, los magistrados de las ciudades comenzaron a exigir
escuelas primarias subsidiadas y administrados por la ciudad. Este hecho,
insignificante en apariencia, era un evidente atentado contra el control que la
Iglesia ejercía en la sociedad de su tiempo: Las escuelas municipales, logran que
se abandone el latín y se enseñe en la lengua materna y se le da mayor
importancia al estudio del cálculo numérico y la geografía, que a la teología. Esto
permitió que, un mucho mayor número de niños y jóvenes, de la pequeña
burguesía, se prepararan como expertos navegantes y contadores.
Esta nueva clase social, en acelerado proceso de formación, hizo gran presión
sobre la Iglesia, al ampliar el número de estudiantes y, de esta manera, logró
hacer de la antigua educación elemental, una especie de antecesora de la
educación técnica, al alcance de muchas más personas.
Autores
ROGERIO BACON
Rogerio Bacon nació en Inglaterra entre 1210 y 1214. Fue discípulo de Roberto
Grossatesta en
Oxford y perteneció a la orden franciscana. Moría poco después de 1292. Sus
principales obras son:
Opus maius, Opus miaus y Opus tertium.
Bacon se trazó un grandioso plan para una enciclopedia de las ciencias, pues
concebía la metafísica como la ciencia que encierra los principios de todas las
demás. Las ciencias filosóficas se dividen en tres grandes grupos: matemática,
física y moral. La gramática y la lógica no son sino partes accidentales de la
filosofía. Sin embargo, no llegó a realizar el plan entero de esta enciclopedia. Sus
investigaciones se refieren sobre todo a la física, especialmente la óptica; pero
también estudió la astronomía, la matemática, la historia natural y las gramáticas
griega y hebrea.
Sin embargo, no obtuvo sino resultados insignificantes que se resuelven en
confirmaciones más o menos convencidas de las doctrinas ya conocidas.
En realidad, Bacon realmente no llegó a poseer y a poner en práctica el método
experimental, sino que más bien exaltó la utilidad y el valor de la ciencia
experimental.
En efecto, considera que las fuentes del conocimiento son dos: la razón y la
experiencia, pero que sólo la experiencia apaga al alma al hacerle intuir la verdad
y es fuente de certidumbre, mientras que la razón no llega jamás a desterrar la
duda. Ahora bien, según Bacon la experiencia es de dos especies. La experiencia
externa es la que se nos da a través de los sentidos; la experiencia interna es la
que nos llega a través de la iluminación divina. En este punto Bacon enlaza su
experimentalismo con la tradición agustiniana, la teoría de la iluminación. La
experiencia es la fuente de las verdades naturales; la experiencia interna de las
verdades sobrenaturales. Sin embargo, incluso algunas verdades naturales
provienen de una iluminación general, común a todos los hombres, diversa de la
iluminación extraordinaria (la gracia) que Dios concede a los santos yprofetas. La
experiencia interna es para Bacon la viamistica, cuyo más alto grado es el
conocimiento extático. Por tanto, el experimentalismo de Bacon desemboca en el
misticismo.
No es pues de maravillar que, incluso en el dominio de la investigación
experimental sus investigaciones estén saturadas del carácter mágico y religioso
que tenía la ciencia de los alquimistas. De la ciencia experimental pretendía
invenciones sorprendentes, el descubrimiento de nuevas maravillas que
enriquecieran los tesoros de la alquimia y la magia natural. A pesar de todo, no se
puede negar a esta extraña figura de fraile franciscano, alquimista y místico,
experimentador y teólogo, el carácter de precursor de la ciencia moderna, sea
porque atribuyó el máximo valor a la investigación experimental, sea porque
reconoció en la matemática el fundamento y la guía de esa investigación. ―Sólo a
través de la matemática pueden constituirse y adquirir certeza las otras ciencias.‖
No hay duda de que la ciencia moderna ha surgido y se ha desarrollado
precisamente a partir de esta tesis.
DUNS ESCOTO
Pensamiento
Ricardo Feribrigge escribió más tarde un tratado De motu en el que desarrolla las
pruebas propuestas por Heytesbury. (Gilson, E. 1965).
III. LA EDUCACIÓN DEL RENACIMIENTO
LA EDUCACIÓN RENACENTISTA
Los católicos siguieron las ideas educativas del renacimiento en las escuelas que
ya dirigían o que promocionaron como respuesta a la creciente influencia del
protestantismo, dentro del espíritu de la Contrarreforma. Los jesuitas, como se
conoce a los miembros de la congregación, promovieron un sistema de escuelas
que ha tenido un papel preponderante en el desarrollo de l a educación católica en
muchos países desde el siglo XVI.
Desarrollo de la ciencia en el siglo XVII:
A comienzos del siglo XX la actividad educativa se vio muy influenciada por los
escritos de la feminista y educadora sueca Ellen Key. Su libroEl siglo de los
niños(1.900) fue traducido a varias lenguas e inspiró a los educadores
progresistas en muchos países. La educación progresista era un sistema de
enseñanza basado en las necesidades y en las potencialidades del niño más que
en las necesidades de la sociedad o en los preceptos de la religión.(Nicola
Abbagnano, Visalberghi, A.)
EL FLORECIMIENTO EDUCATIVO
Durante el siglo XIII se sintetizaron los logros del siglo anterior. La Iglesia se
convirtió en la gran institución europea, las relaciones comerciales integraron a
Europa gracias especialmente a las actividades de los banqueros y comerciantes
italianos, que extendieron sus actividades por Francia, Inglaterra, Países Bajos y
el norte de África, así como por las tierras imperiales germanas. Los viajes, bien
por razones de estudio o por motivo de una peregrinación fueron más habituales y
cómodos. También fue el siglo de las Cruzadas; estas guerras, iniciadas a finales
del siglo XI, fueron predicadas por el Papado para liberar los Santos Lugares
cristianos en el Oriente Próximo que estaban en manos de los musulmanes.
Concebidas según el Derecho canónico como peregrinaciones militares, los
llamamientos no establecían distinciones sociales ni profesionales. Estas
expediciones internacionales fueron un ejemplo más de la unidad europea
centrada en la Iglesia, aunque también influyó el interés de dominar las rutas
comerciales de Oriente. La alta edad media culminó con los grandes logros de la
arquitectura gótica, los escritos filosóficos de santo Tomás de Aquino y la visión
imaginativa de la totalidad de la vida humana, recogida en la Divina comedia de
Dante Alighieri.
AUTORES SOBRESALIENTES DEL PERIODO RENACENTISTA
Nicolás Copérnico
Fue el astrónomo que estudio la primera teoria heliocéntrica del sistema solar. Su
libro, (de las revoluciones de las esferas celestes), es usualmente concebido
como el punto inicial o fundador de la astronomía moderna, además de ser una
pieza clave en lo que se llamo la Revolución científica en la época del
renacimiento. Paso cerca de 25 años trabajando en el desarrollo de su modelo
heliocéntrico del universo.
Galileo Galilei
Miguel Servet
Paracelso
TheophrastusPhillippusAureolusBombastus von
Hohenheim fue un alquimista, médico y astrólogosuizo.4 Fue
conocido porque se creía que había logrado la transmutación
del plomo en oro mediante procedimientos alquimistas y por
haberle dado al zinc su nombre, llamándolo zincum.
Johannes Kepler
Resulta difícil apreciar los amplios resultados de la Reforma. Éstos fueron, hasta
cierto punto, negativos, pues nos hallamos ante una constante multiplicación de
sectas, un retorno al literalismo bíblico y un puritanismo moral que acrecentó la
inestabilidad del hombre occidental. Indirectamente, la Reforma alentó a las
fuerzas del nacionalismo; la paz de Westfalia, por ejemplo, dio por resultado un
concepto según el cual los príncipes podían decidir la religión de sus súbditos.
LA EDUCACIÓN JESUITA
En el siglo XVII, las escuelas jesuitas figuraban entre las mejores e hicieron
importantes contribuciones a la educación estadounidense. Los maestros jesuitas
eran, a menudo, los más devotos clasicistas y los más inspirados filósofos. Su
defecto residía en el hecho de que no aceptaban y no profesaban sino un solo
punto de vista. Algunos estudiantes, como tire, que frecuentaron las escuelas
jesuitas, se rebelaron a menudo muestra su disciplina. Pero no debemos, sin
embargo, subestimar la contribución de los jesuitas a la pedagogía, pues los
mismos comprendieron que sin la autodisciplina el espíritu creador no puede
progresar. Debemos aprender las lecciones del pasado si queremos comprender y
dominar el presente.
Los jesuitas, estructuran un método de enseñanza que comprende cinco
momentos:
a). - La prelección.
b)- La concertación.
c).- La memorización.
d).- La expresión.
e). - La imitación.
Juan Calvino
Zuinglio, más que Lutero, rechaza toda ceremonia, símbolo o aparato externo de
la religión. Para él, incluso la Eucaristía no es más que una ceremonia simbólica.
El cuerpo de Cristo no es su cuerpo real, sino que es la comunidad de los fieles la
que se convierte de verdad en el cuerpo de Cristo en el acto de evocar
simbólicamente, en la ceremonia eucarística, el sacrificio de Cristo.
Al igual que Lutero, Zuinglio quiere que el hombre se dé a la vida social, pues sólo
en ella puede realizar las buenas obras que revelan la gracia justificado.
Juan Calvino
Para ser más precisa, esta es una síntesis de los movimientos educativos
estructurales del siglo XX antes que una historia apuntada en su sentido general.
Como en todo trabajo breve, deben sacrificarse datos particulares, a veces de
importancia, en beneficio de la comprensión global. No obstante, ausencias a
cuestas, el material resulta interesante como panorámica bastante fiel de los
primeros setenta años de la centuria pasada.
Una historia de la educación, cuya versión moderna iniciara la concepción
acerca de que "el niño no es un hombre en miniatura", de Rousseau, que hoy
seguimos escribiendo a cada instante y, seguramente, con mayor necesidad y
urgencia que aquellas vividas en un mundo no tan lejano. Igualmente, por más
apretada que sea una línea de sucesos en el tiempo, no puede excluir hoy a
Japón, y si aquí ocurre es porque toda historia es también una cadena de
omisiones. Esa cultura que apostó más a la construcción de escuelas que al pan
deberá ser tenida en cuenta para futuras sinopsis de los fenómenos educativos
mundiales.
Historia de la pedagogía
Autores: Abbagnano, Nicola, Visalberghi, A.
Editorial: Fondo de Cultura Económica
Novena reimpresión, 1992
Tema: Pedagogía, Educación – Historia
ISBN.: 84-375-0005-2
Páginas: 709
Idioma: Español