Mike Davis - Los Fantasma de Victoria

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CAPÍTULO 1

LOS FANTASMAS DE VICTORIA

Cuánto más escucha uno de esta hambruna, más siente que el mundo
nunca vio semejante récord odioso de destrucción y sufrimiento huma-
no.
- Florence Nightingale, 1877

-«Por fin llegó el monzón», dijo el honorable Robert Ellis, joven miem-
bro de la Orden de Bath y del Consejo del gobernador de Madrás, mientras
una pesada cortina de lluvia caía sobre Coonoor el día de finales de octubre
de 1876 en el que los miembros del Gobierno de Madrás volvían de su des-
canso veraniego en las montañas.
-«Me temo que no es el monzón», dijo el caballero a quien le había diri-
gido el comentario.
-«¿No es el monzón?», contestó el Sr. Ellis, «¡Dios mío! Tiene que ser el
monzón. Si no lo es, si el monzón no llega, habrá una hambruna terrible». 1

El temor de los gobernantes británicos de Madrás estaba bien fundado . El


verano anterior, el monzón del suroeste, la fuente de la vida, no llegó a gran
parte del sur y del centro de la India. El Observatorio de Madrás solamente
registró 6,3 pulgadas de lluvia durante todo el año 1876, en contraste con la
media anual de 27,6 pulgadas de la década anterior.2 El destino de millones
de personas dependía de la llegada abundante y puntual de las lluvias de
invierno. A pesar de la advertencia de Ellis, el gobernador de Madrás,
Richard Grenville, Duque de Buckingham y Chandos, que era inexperto en lo
relacionado con la India y desconocía a sus detractores, siguió su viaje de
placer navegando por las Islas Andamán, Birmania y Ceilán. Cuando final-
mente llegó a Colombo, encontró varios telegramas urgentes que le detalla-
ban que, debido a una nueva supresión del monzón, los motines de subsisten-
cia que atacaban los graneros se estaban propagando por los llamados
Distritos Cedidos de Kurnool, Cuddapah y Bellary. Los estallidos populares
contra los precios prohibitivamente altos estaban ocurriendo también en los
distritos del Deccan de la vecina Presidencia de Bombay, especialmente en

1
William Digby, The Famine Campaign in Southern India: 1876-1878, dos volúmenes,
l .ondrcs, 1900, p. 505; si no es especifica lo contrario, todas las referencias son al primer volu-
111cn.
1
«Philindus», «Famines and Floods in India», Macmillan 's Magazine (enero 1878), pp.
244-5. .
40 MIKE DAVIS
LOS FANTASMAS DE VICTORIA
41
Ahmednagar y Sholapur. Después de haber intentado sobrevivir comiendo
un parti?ario fundamentalista del libre comercio, se sintió horrorizado por
raíces mientras esperaban la llegada de las lluvias, las multitudes de campesi-
nos y jornaleros se habían puesto en camino: huían de una muerte lenta en el
l~ velocidad con la que los mercados modernos agravaron, en vez de ali-
viar, la hambruna:
campo. 3
Sin duda, los habitantes veteranos de Fuerte San Jorge se dieron cuenta
de que el interior semiárido de la India estaba listo para el desastre. El empeo- El aumento (de precios] fue tan extraordinario y los víveres disponi-
ramiento de la depresión del comercio mundial había generalizado la mise- bles tan exiguos, comparados con las necesidades tan bien conocidas
que comerciantes y mercaderes, con la esperanza de conseguir enor~
ria y creado descontento a lo largo de los distritos exportadores de algodón
mes gananc1~s en el futuro, parecían decididos a retener sus existen-
del Deccan, en donde con anterioridad el cercado de los bosques y el reem-
cias. por un tiempo indefinido y a no poner a la venta un artículo que
plazo de la gramínea por el algodón habían reducido enormemente la seguri-
habia alcan~ado un valor tan insólito. Para el Gobierno era evidente
dad alimenticia de .su población. El sistema tradicional de almacenar grano que la f~cil1dad para transportar las reservas de cereales, usando el
en los hogares y en las aldeas, regulado por una red compleja de obligaciones ferroc~rnl, aumentaba_ rápidamente los precios en todas partes y que
patrimoniales, desde la Rebelión de los Cipayos había sido substituido, en las achv1dades de tráfico ferroviario que parecían ser importaciones
gran parte, por los abastos acumulados por los comerciantes y el nexo mone- en realida_d no ~ndicaban un aumento del abastecimiento de alimento~
tario. Aunque la producción de arroz y trigo en el resto de la India (que para en. la _Presidencia ... _El comercio al por menor en el interior del país era
entonces ya incluía las grandes cantidades de arroz de menor calidad del pract1cament~ mex1stente. O bien los precios que se pedían estaban
recientemente conquistado delta del Irrawaddy) había sido superior a la muy por ~nc1ma de lo que la multitud podía pagar, o bien las tiendas
media en los tres años anteriores, la mayoría de los excedentes habían sido permanec1an completamente cerradas. 7
exportados a lnglaterra. 4 Los londinenses se comían, de hecho, el pan de la
India. Un turbado observador escribió que «parece una anomalía que, con las A resultas de ello, los precios de los alimentos se elevaron hasta quedar
hambrunas por llegar, la India sea capaz de abastecer alimentos a otras partes fuera del alcance de los jornaleros desterrados, los tejedores desplazados los
del mundo». 5 aparceros Y lo~ campesinos pobres. Como The Nineteenth Century indi~aba
También ocurrían otras «anomalías». Los ferrocarriles recientemente unos 8meses 1?ª~ tard~, _«~ue una carestía de dinero y de trabajo, no de alimen-
construidos, loados como garantías institucionales contra la hambruna, fue- t~s». El opt1m1smo m1c1al de los observadores de mediados de la era victo-
ron, en cambio, utilizados por los mercaderes para despachar las existen- n.~na, de ~a~los Marx a l_ord Salisbury, sobre la velocidad de Ja transforma-
cias de arroz desde los distritos remotos afligidos por la sequía hacia los c1on econom1ca de la India, especialmente la de la revolución ferroviaria les
depósitos centrales, tanto para su almacenamiento, como para protegerlas había_hecho subestimar el impacto fiscal de tal «modernización». Los ~is­
de los amotinados. Igualmente, el telégrafo garantizó que los aumentos mos imp_uestos ~ue financiaron los ferrocarriles también aplastaron a los
coordinados de precio ocurrieran en millones de ciudades a la vez, sin tener ryot. Su mcapac1dad de comprar lo necesario para sobrevivir incluso se vio
en cuenta las características del abastecimiento local. Además, la antipatía acre~entada _por Ja depreciación de la rupia, provocada por el nuevo patrón
británica por el control de precios era una invitación para que todo aquel oro mternac10nal (que no había sido adoptado por la India), que aumentó
que tuviera dinero, se uniese al frenesí de la especulación del grano. Un II?arcadamente el costo de las importaciones. Gracias a la explosión de pre-
oficial británico informó desde Meerut, a finales de 1876, que «además de cws, los P 0_br~s e~pezaron a pasar hambre y a morir, incluso en los distritos
los comerciantes habituales, se embarcan en ello hombres de toda condi- con bue?ª 1rngac10n, como Thanjavur en Tamil Nadu, que «eran conocidos
ción que tienen o pueden conseguir algún capital; los joyeros y comercian- por ser mmunes a las carestías de alimentos». 9 Simultáneamente a d"d
tes de textiles empeñan sus existencias, e incluso las joyas de sus mujeres, ¡ h b ·b , me 1 a
que a am r~~a 1 a engullendo la vasta planicie del Deccan, los cipayos
para emprender el negocio de importar cereales». 6 Buckingham, que no era encontraban d1f1cultades crecientes para mantener el orden en los pueblos y
mercados en Jos que cundía el pánico.

3
Digby, pp. 7 y 13.
4
Documentos parlamentarios británicos: Report ofthe Indian Famine Commission , prime-
ra parte, Famine Reli~f; cd. 2591 , Londres, 1880, p. 191. Sobre el papel revolucionario que
Cart~ del
7
jugaron los excedentes de arroz de Birmania en la economía imperial, véase Cheng Siok-hwa,
Gobierno de Madrás al Gobierno de la India, 30 de noviembre de 1876 cit d
The Rice Jndustry o{ Burma, 1852-1940, Kuala Lumpur, 1968.
5
Cornelius Watford, The Famines ofthe World, Londres, 1879, p. 126.
en~· Bhatia, Fammes tn India, 1850-1945, Bombay, 1963, p. 94 . ' ª
0

The_Nmeteenth Century (septiembre 1877), p. 177.


" Elizabeth Whitcombe, Agrarian Conditions in Northern India, vol. 1 de The United Pro- 9

vinces Under British Rule, 1860-1900, Berkeley, 1972, p. 195, cita al oficial del distrito de Chnst?phe Guilmoto, «Towards a New Demographic Equilibrium: The Ince tion of
Meerut. _De~ogradph1c Trans1tionm South India», The Jndian Economic and Social History Re~iew (de
aqu1 en a elante, IESHR) 29:3 ( 1992), p. 258.
40 MIKE DAVIS
LOS FANTASMAS DE VICTORIA
41
Ahmednagar y Sholapur. Después de haber intentado sobrevivir comiendo
un parti?ario fundamentalista del libre comercio, se sintió horrorizado por
raíces mientras esperaban la llegada de las lluvias, las multitudes de campesi-
nos y jornaleros se habían puesto en camino: huían de una muerte lenta en el
l~ velocidad con la que los mercados modernos agravaron, en vez de ali-
viar, la hambruna:
campo. 3
Sin duda, los habitantes veteranos de Fuerte San Jorge se dieron cuenta
de que el interior semiárido de la India estaba listo para el desastre. El empeo- El aumento (de precios] fue tan extraordinario y los víveres disponi-
ramiento de la depresión del comercio mundial había generalizado la mise- bles tan exiguos, comparados con las necesidades tan bien conocidas
que comerciantes y mercaderes, con la esperanza de conseguir enor~
ria y creado descontento a lo largo de los distritos exportadores de algodón
mes gananc1~s en el futuro, parecían decididos a retener sus existen-
del Deccan, en donde con anterioridad el cercado de los bosques y el reem-
cias. por un tiempo indefinido y a no poner a la venta un artículo que
plazo de la gramínea por el algodón habían reducido enormemente la seguri-
habia alcan~ado un valor tan insólito. Para el Gobierno era evidente
dad alimenticia de .su población. El sistema tradicional de almacenar grano que la f~cil1dad para transportar las reservas de cereales, usando el
en los hogares y en las aldeas, regulado por una red compleja de obligaciones ferroc~rnl, aumentaba_ rápidamente los precios en todas partes y que
patrimoniales, desde la Rebelión de los Cipayos había sido substituido, en las achv1dades de tráfico ferroviario que parecían ser importaciones
gran parte, por los abastos acumulados por los comerciantes y el nexo mone- en realida_d no ~ndicaban un aumento del abastecimiento de alimento~
tario. Aunque la producción de arroz y trigo en el resto de la India (que para en. la _Presidencia ... _El comercio al por menor en el interior del país era
entonces ya incluía las grandes cantidades de arroz de menor calidad del pract1cament~ mex1stente. O bien los precios que se pedían estaban
recientemente conquistado delta del Irrawaddy) había sido superior a la muy por ~nc1ma de lo que la multitud podía pagar, o bien las tiendas
media en los tres años anteriores, la mayoría de los excedentes habían sido permanec1an completamente cerradas. 7
exportados a lnglaterra. 4 Los londinenses se comían, de hecho, el pan de la
India. Un turbado observador escribió que «parece una anomalía que, con las A resultas de ello, los precios de los alimentos se elevaron hasta quedar
hambrunas por llegar, la India sea capaz de abastecer alimentos a otras partes fuera del alcance de los jornaleros desterrados, los tejedores desplazados los
del mundo». 5 aparceros Y lo~ campesinos pobres. Como The Nineteenth Century indi~aba
También ocurrían otras «anomalías». Los ferrocarriles recientemente unos 8meses 1?ª~ tard~, _«~ue una carestía de dinero y de trabajo, no de alimen-
construidos, loados como garantías institucionales contra la hambruna, fue- t~s». El opt1m1smo m1c1al de los observadores de mediados de la era victo-
ron, en cambio, utilizados por los mercaderes para despachar las existen- n.~na, de ~a~los Marx a l_ord Salisbury, sobre la velocidad de Ja transforma-
cias de arroz desde los distritos remotos afligidos por la sequía hacia los c1on econom1ca de la India, especialmente la de la revolución ferroviaria les
depósitos centrales, tanto para su almacenamiento, como para protegerlas había_hecho subestimar el impacto fiscal de tal «modernización». Los ~is­
de los amotinados. Igualmente, el telégrafo garantizó que los aumentos mos imp_uestos ~ue financiaron los ferrocarriles también aplastaron a los
coordinados de precio ocurrieran en millones de ciudades a la vez, sin tener ryot. Su mcapac1dad de comprar lo necesario para sobrevivir incluso se vio
en cuenta las características del abastecimiento local. Además, la antipatía acre~entada _por Ja depreciación de la rupia, provocada por el nuevo patrón
británica por el control de precios era una invitación para que todo aquel oro mternac10nal (que no había sido adoptado por la India), que aumentó
que tuviera dinero, se uniese al frenesí de la especulación del grano. Un II?arcadamente el costo de las importaciones. Gracias a la explosión de pre-
oficial británico informó desde Meerut, a finales de 1876, que «además de cws, los P 0_br~s e~pezaron a pasar hambre y a morir, incluso en los distritos
los comerciantes habituales, se embarcan en ello hombres de toda condi- con bue?ª 1rngac10n, como Thanjavur en Tamil Nadu, que «eran conocidos
ción que tienen o pueden conseguir algún capital; los joyeros y comercian- por ser mmunes a las carestías de alimentos». 9 Simultáneamente a d"d
tes de textiles empeñan sus existencias, e incluso las joyas de sus mujeres, ¡ h b ·b , me 1 a
que a am r~~a 1 a engullendo la vasta planicie del Deccan, los cipayos
para emprender el negocio de importar cereales». 6 Buckingham, que no era encontraban d1f1cultades crecientes para mantener el orden en los pueblos y
mercados en Jos que cundía el pánico.

3
Digby, pp. 7 y 13.
4
Documentos parlamentarios británicos: Report ofthe Indian Famine Commission , prime-
ra parte, Famine Reli~f; cd. 2591 , Londres, 1880, p. 191. Sobre el papel revolucionario que
Cart~ del
7
jugaron los excedentes de arroz de Birmania en la economía imperial, véase Cheng Siok-hwa,
Gobierno de Madrás al Gobierno de la India, 30 de noviembre de 1876 cit d
The Rice Jndustry o{ Burma, 1852-1940, Kuala Lumpur, 1968.
5
Cornelius Watford, The Famines ofthe World, Londres, 1879, p. 126.
en~· Bhatia, Fammes tn India, 1850-1945, Bombay, 1963, p. 94 . ' ª
0

The_Nmeteenth Century (septiembre 1877), p. 177.


" Elizabeth Whitcombe, Agrarian Conditions in Northern India, vol. 1 de The United Pro- 9

vinces Under British Rule, 1860-1900, Berkeley, 1972, p. 195, cita al oficial del distrito de Chnst?phe Guilmoto, «Towards a New Demographic Equilibrium: The Ince tion of
Meerut. _De~ogradph1c Trans1tionm South India», The Jndian Economic and Social History Re~iew (de
aqu1 en a elante, IESHR) 29:3 ( 1992), p. 258.
42 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
43
Just~ficadamente, las futuras generaciones de indios le d
CUADRO 1.1 Neron.14 recuer an como su
Las exportaciones de trigo de la India al Reino Unido, 1875-78 (en miles de quarters*)
Después de este triunfo, el Virre arecía .
creciente no era más que una m J t~ p ~ons1derar que la hambruna
1875 308 o es ia que le d1str ' 1 · ,
trarse en el Gran Juego de pre . 1 . fl . a1a y e impedia concen-
1876 757 vemr a m uencia rus A . C
1877 1.409 c?n~istía en avivar Ja guerra contra e) irreprochable S~:r~JíSI~ _en~ra~f:que
1878 420 mstan. A Lytton, según Salisbury «la ansiedad . . . ' m1r e ga-
guerra le quemaba las entrañas» is' Por cas l"d dde d1stmgmrse en una gran
Fuente: Cornelius Walford, The Famines o.fthe World, Londres, 1879, p. 127. en camino de provocar una co11·s·1.o' Tua I ,ª y para su agrado, el Zar iba
. n con urqma en Jos B J D" .
*[n.d.t.: 1quarter = 291 kilos] Sahsbury estaban ansiosos por plantar la bandera d 1 R . a c~~s y israeh y
de Khyber. El mandato de Lytton com 1 e emo mdo en el paso
sejero financiero en jefe sir John' St ~ e recordaba constantemente su con-
Apresuradamente, se montaron barricadas para frenar la inundación de
personas, delgadas como palillos, que iban del campo hacia Bombay y Poo- tes indios, en vez de lo~ ingleses rae :y,
~ra asegurar que los contribuyen-
radicales más adelante denunc· ', paga an os costos de lo que los críticos
na, mientras que en Madrás, la policía expulsó por la fuerza a 25 .000 refugia- ianan como «una guer d
dos que huían del hambre. 10 agresión deliberadamente planificada» La d . . , ra provoca_ a ~or una
urgente aplicar una parsimonia estricta .al p eprec1ac1on de_ I~ rupia hizo más
resupuesto no mihtar. 16
EL NERÓN DE LA INDIA
AFGA NISTÁN
CHINI\
El Gobierno central de la India liderado por el poeta preferido de la reina
Victoria lord Lytton se opuso vehementemente tanto a Los esfuerzos de Buc-
kingham y de algunos de sus oficiales de cüstrito dirigidos al almacenamien-
to de cereales, como a interferir en modo alguno con las fuerzas de mercado.
Durante el otoño de 1876, mientras Ja principal cosecha otoñal, la kharif, se
marchitaba en los campos del sur de la India Lytton estaba absorto en la
organización de una inmensa Asamblea Imperial en Delhi que proclamaría a
Victoria Emperatriz de la India (Kaiser-i-Hind.) El corresponsal especial de
The Times lo describió así: «Parecía que el Virrey habla hecho realidad los Mar
cuentos árabes ... nada era demasiado rico, nada demasiado costoso». Un bió- Arábigo
grafo de lord Salisbury (el secretario de estado de la India) explica que
<<Lytton organizó un espectáculo que cumplió con los dos requisitos que Bahía de
Ollam hrnnagravc
Salisbury le habla impuesto seis meses antes: que fuera "suficientemente . lfomhrmrni n1c11s;.1
Bengala
ostentoso como para impresionar a los orientales" ... y que, además, fuese un
espectáculo tan brillante que ocultase la "desnudez de la espada de la que
realmente dependemos"». 11 Su «ceremonial climatérico» inc luyó un banque-
O 2irl rnok m

~-·' ' 1 ', J ~----!


te de una semana para 68.000 oficiales, sátrapas y majarajás: la comida más .rnJ rno nu

cara y colosal de la historia muncüal. 12 Posteriormente, un periocüsta inglés


estimó que 100.000 súbditos de la reina-emperatriz habían muerto de hambre Mapa 1.1. India: La hambruna de 1876-78.
en Madrás y en Mysore en el transcurso del durbar espectacular de Lytton. 13
14 R. Neelankanteswara Rao, Famines and R /" ,r . . .
Andhra, 1858-1901, Nueva Delhi 1997 120 e 'é:I Adn11111strat1011: A Case Study of Coastal
10 15
Digby, pp. 38 y 361. Roberts, p. 218. ' 'p. ·
11
Andrew Roberts, Salisbwy: Victorian Titan , Londres, 1999, p. 215. 10 Sobre la posición de Lytton a favor de la u .
12
The Times, 9 de enero de 1877; Aurelia Hadan, Owen Meredith, Nueva York, 1946, pp. Ensor, England: 1870-1914, Oxford, 1936 62~ erra en el Gobierno de Disraeli, véase R.
218-20; y Bernard Cohn, «Representing Authority in Victorian India», en Eric Hobsbawm y
Terence Ranger, (eds.), The Invention ofTradition, Cambridge, 1983, pp. 179-208 (hay trad.
(
Co~ter;zporary Review (diciembre 1879) 's~s ¡y R. Osborne, <~India Under Lord Lytton»,
pos1cwn liberal.) Sobre los efectos que' P¡ t . e coronel lugarteniente Osborne defendió una
esp. : La invención de la tradición, Barcelona: Crítica, 2002.) Lance Brennan, «The Development oftheel Pdª. ronFor~ tuvo en las finanzas de la India, véase
13
Digby, vol. 1, p. 46. G h. n ian amme Codes» en Wi lfT"
as a eograp ical Phenomenon, Dordrecht 1984 94 9 , o ietze, (ed.), Famine
, , pp. y 7.
42 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
43
Just~ficadamente, las futuras generaciones de indios le d
CUADRO 1.1 Neron.14 recuer an como su
Las exportaciones de trigo de la India al Reino Unido, 1875-78 (en miles de quarters*)
Después de este triunfo, el Virre arecía .
creciente no era más que una m J t~ p ~ons1derar que la hambruna
1875 308 o es ia que le d1str ' 1 · ,
trarse en el Gran Juego de pre . 1 . fl . a1a y e impedia concen-
1876 757 vemr a m uencia rus A . C
1877 1.409 c?n~istía en avivar Ja guerra contra e) irreprochable S~:r~JíSI~ _en~ra~f:que
1878 420 mstan. A Lytton, según Salisbury «la ansiedad . . . ' m1r e ga-
guerra le quemaba las entrañas» is' Por cas l"d dde d1stmgmrse en una gran
Fuente: Cornelius Walford, The Famines o.fthe World, Londres, 1879, p. 127. en camino de provocar una co11·s·1.o' Tua I ,ª y para su agrado, el Zar iba
. n con urqma en Jos B J D" .
*[n.d.t.: 1quarter = 291 kilos] Sahsbury estaban ansiosos por plantar la bandera d 1 R . a c~~s y israeh y
de Khyber. El mandato de Lytton com 1 e emo mdo en el paso
sejero financiero en jefe sir John' St ~ e recordaba constantemente su con-
Apresuradamente, se montaron barricadas para frenar la inundación de
personas, delgadas como palillos, que iban del campo hacia Bombay y Poo- tes indios, en vez de lo~ ingleses rae :y,
~ra asegurar que los contribuyen-
radicales más adelante denunc· ', paga an os costos de lo que los críticos
na, mientras que en Madrás, la policía expulsó por la fuerza a 25 .000 refugia- ianan como «una guer d
dos que huían del hambre. 10 agresión deliberadamente planificada» La d . . , ra provoca_ a ~or una
urgente aplicar una parsimonia estricta .al p eprec1ac1on de_ I~ rupia hizo más
resupuesto no mihtar. 16
EL NERÓN DE LA INDIA
AFGA NISTÁN
CHINI\
El Gobierno central de la India liderado por el poeta preferido de la reina
Victoria lord Lytton se opuso vehementemente tanto a Los esfuerzos de Buc-
kingham y de algunos de sus oficiales de cüstrito dirigidos al almacenamien-
to de cereales, como a interferir en modo alguno con las fuerzas de mercado.
Durante el otoño de 1876, mientras Ja principal cosecha otoñal, la kharif, se
marchitaba en los campos del sur de la India Lytton estaba absorto en la
organización de una inmensa Asamblea Imperial en Delhi que proclamaría a
Victoria Emperatriz de la India (Kaiser-i-Hind.) El corresponsal especial de
The Times lo describió así: «Parecía que el Virrey habla hecho realidad los Mar
cuentos árabes ... nada era demasiado rico, nada demasiado costoso». Un bió- Arábigo
grafo de lord Salisbury (el secretario de estado de la India) explica que
<<Lytton organizó un espectáculo que cumplió con los dos requisitos que Bahía de
Ollam hrnnagravc
Salisbury le habla impuesto seis meses antes: que fuera "suficientemente . lfomhrmrni n1c11s;.1
Bengala
ostentoso como para impresionar a los orientales" ... y que, además, fuese un
espectáculo tan brillante que ocultase la "desnudez de la espada de la que
realmente dependemos"». 11 Su «ceremonial climatérico» inc luyó un banque-
O 2irl rnok m

~-·' ' 1 ', J ~----!


te de una semana para 68.000 oficiales, sátrapas y majarajás: la comida más .rnJ rno nu

cara y colosal de la historia muncüal. 12 Posteriormente, un periocüsta inglés


estimó que 100.000 súbditos de la reina-emperatriz habían muerto de hambre Mapa 1.1. India: La hambruna de 1876-78.
en Madrás y en Mysore en el transcurso del durbar espectacular de Lytton. 13
14 R. Neelankanteswara Rao, Famines and R /" ,r . . .
Andhra, 1858-1901, Nueva Delhi 1997 120 e 'é:I Adn11111strat1011: A Case Study of Coastal
10 15
Digby, pp. 38 y 361. Roberts, p. 218. ' 'p. ·
11
Andrew Roberts, Salisbwy: Victorian Titan , Londres, 1999, p. 215. 10 Sobre la posición de Lytton a favor de la u .
12
The Times, 9 de enero de 1877; Aurelia Hadan, Owen Meredith, Nueva York, 1946, pp. Ensor, England: 1870-1914, Oxford, 1936 62~ erra en el Gobierno de Disraeli, véase R.
218-20; y Bernard Cohn, «Representing Authority in Victorian India», en Eric Hobsbawm y
Terence Ranger, (eds.), The Invention ofTradition, Cambridge, 1983, pp. 179-208 (hay trad.
(
Co~ter;zporary Review (diciembre 1879) 's~s ¡y R. Osborne, <~India Under Lord Lytton»,
pos1cwn liberal.) Sobre los efectos que' P¡ t . e coronel lugarteniente Osborne defendió una
esp. : La invención de la tradición, Barcelona: Crítica, 2002.) Lance Brennan, «The Development oftheel Pdª. ronFor~ tuvo en las finanzas de la India, véase
13
Digby, vol. 1, p. 46. G h. n ian amme Codes» en Wi lfT"
as a eograp ical Phenomenon, Dordrecht 1984 94 9 , o ietze, (ed.), Famine
, , pp. y 7.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 45
44

A pesar de su posible psicosis («la mente de Lytton tiende a exagerar


airadamente», se quejaba Salisbury a Disraeli), se le dio rienda suelta para
controlar las políticas contra el hambre y en el gabinete sólo se escandaliza-
ron cuando Lytton denunció a su propio Gobierno en octubre de 1877 por
«intentar, presuntamente, crear una coalición anglo-franco-rusa contra Ale-
mania». Como ha subrayado uno de los biógrafos de Salisbury, ésta era «la
afirmación más absurda que se podía hacer en aquel momento, incluso desde
la distante Simia» y produjo una explosión en el sí del Palacio de Whitehall.
«Salisbury explicó que los desvaríos del Virrey se debían a que estaba "un
poco loco" . Era conocido que tanto Lytton como su padre habían usado opio
y cuando Derby leyó el memorando "inconcebible", concluyó que Lytton era
peligroso y que debía dimitir: "Cuando un hombre hereda la locura del padre
y la vanidad ilimitada de la madre, nace con una excusa preparada para casi
cualquier extravagancia que cometa"». 19
Pero al adoptar un enfoque exclusivamente laissez~/'aire hacia la hambru-
na, Lytton, demente o no, podía presumir de ser el enemigo más grande de la
extravagancia. Lytton consideraba que actuaba con el apoyo de gigantes o, al
menos, que sus acciones descansaban sobre la autoridad sacerdotal de Adam
Smith. En la riqueza de las naciones, publicado un siglo antes, éste afirmó
(sobre la sequía y hambruna terribles de Bengala de 1770) que «el hambre no
aparece más que por la violencia de los Gobiernos cuando intentan, con
medios inapropiados, remediar lo inconveniente de la escasew. 211 En el famo-
so colegio de Haileybury de la Compañía de las Indias Orientales se enseñó
durante muchos años el precepto de Smith contra los intentos del Estado de
Ilustración 1 l. El poeta convertido en Virrey: Lytton en Calcula, 1877 · regular los precios de los cereales durante las hambrunas. 2 1 Así, el Virrey no
hacía más que repetir tales enseñanzas ortodoxas cuando sermoneó a Buc-
Lytton, a sus 44 años y después de haber sido minist;o en Lisboa, había kingham sobre que los precios elevados, al estimular las importaciones y
reemplazado al conde de Northbrook cuando éste se ne~o, lo .que le honra,.ª limitar el consumo, eran los «salvadores naturales de la situaciórn>. El Virrey
aceptar la maquiavélica política «hacia adelante» de D1sraeh en la frontera emitió órdenes estrictas, «casi teológicas», «al Gobierno de no interferir de
noroeste. Fue una elección extraña y preocupante -de hecho, ~ytton estab.a ningún modo para reducir el precio de los alimentos» y «en sus cartas a la
sólo en el cuarto puesto en la lista de Salisbury- para qu~ ejerciese la auton- Oficina de las Indias en Inglaterra y a los políticos de ambos partidos, denun-
dad suprema sobre un continente hambriento ~e 250 ~11lones de perso~a.s; ció a los " humanitarios histéricos"»:22 «Dejemos que el público británico
Un escritor, del que Victoria parecía ser la úm~a admiradora, que escnb10 pague la factura de sus "sentimientos baratos" si desea salvar vidas al coste
«poemas vastos y rancios» y novelas pesad~s baJO el nom ~e plume de Owen
Meredith y que había sido acusado de plag10 tanto por Swmburne, como por
su propio padre, Bulwer-Lytton (autor de Los último.s .d~as de Pompeya.)
17 1
" Roberts, p. 220.
JO Adam Smith, An !11qui1 y into the Nature and Causes ol the Wealth of' Nations ( 1776),
Además, existía una sospecha generalizada de que el ~u1~10. d~I nuevo vmey quinta edición, Londres, 1930, pp. 27-8 (hay trad. esp.: La riqueza de las naciones, Madrid:
estaba empañado por el opio y por sufrir un~ demenc.ia mc1p1ente. ~esde su Alianza, 1997.)
21
colapso nervioso en 1868, Lytton había sufndo repetidamente cambios muy S. Ambirajan, Classical Political Economy and Brilish Poliq in India, Cambridge, 1978,
18 p. 63.
bruscos entre la megalomanía y un desespero desgarrador. 22 Osborne, p. 553; Hari Srivastava, The Hisrmy o( lndian Fa mines, Agra, 1968, p. 131;

Digby, pp. 50-51; y David Steele, Lord Salisbwy: A Political Biography, Londres, 1999, p. 98.
Compárese también con Bcntham: «En pocas palabras, la práctica general debería ser el /aissez
11 «Swinburne describió el poema de Lytton " Lucill e" como "una impostura infame" P?r-
faire: toda desviación, a no ser que sea para conseguir un bien mayor, acarreará malas conse-
que el argumento, los personajes, las situaciones, e incluso las descnpc10nes det.~lladas, ha?1~n
cuencias». Sin embargo, John Stuart Mili, en un disentimiento notable de la posición ultraorto-
sido apropiados de la novela Lavinia de George Sand. El padre de Lytton tamb1en lo a.cuso e
doxa, criticó la política estricta de no-intervención cuando estuviese en juego un gran número
plagio». (John Lowe Duthie, «Lord Lytton and the Second Afghan War: A Psycholustoncal
de vidas: «Las medidas directas a costa del Estado destinadas a enviar alimentos provenientes
Study» Victorian Studies [verano, 1984], p. 471.) . . . . de zonas lej anas son oportunas cuando, debido a razones peculiares, sea probable que la espe-
18 Janet Oppenheim, «Shattered Nerves»: Doctors, Patients and Depresswn 111 Vrctorran
culación privada no se haga cargo del asunto» (citado en Rao, p. 250.)
England, Oxford, 1991, pp. 173-4.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 45
44

A pesar de su posible psicosis («la mente de Lytton tiende a exagerar


airadamente», se quejaba Salisbury a Disraeli), se le dio rienda suelta para
controlar las políticas contra el hambre y en el gabinete sólo se escandaliza-
ron cuando Lytton denunció a su propio Gobierno en octubre de 1877 por
«intentar, presuntamente, crear una coalición anglo-franco-rusa contra Ale-
mania». Como ha subrayado uno de los biógrafos de Salisbury, ésta era «la
afirmación más absurda que se podía hacer en aquel momento, incluso desde
la distante Simia» y produjo una explosión en el sí del Palacio de Whitehall.
«Salisbury explicó que los desvaríos del Virrey se debían a que estaba "un
poco loco" . Era conocido que tanto Lytton como su padre habían usado opio
y cuando Derby leyó el memorando "inconcebible", concluyó que Lytton era
peligroso y que debía dimitir: "Cuando un hombre hereda la locura del padre
y la vanidad ilimitada de la madre, nace con una excusa preparada para casi
cualquier extravagancia que cometa"». 19
Pero al adoptar un enfoque exclusivamente laissez~/'aire hacia la hambru-
na, Lytton, demente o no, podía presumir de ser el enemigo más grande de la
extravagancia. Lytton consideraba que actuaba con el apoyo de gigantes o, al
menos, que sus acciones descansaban sobre la autoridad sacerdotal de Adam
Smith. En la riqueza de las naciones, publicado un siglo antes, éste afirmó
(sobre la sequía y hambruna terribles de Bengala de 1770) que «el hambre no
aparece más que por la violencia de los Gobiernos cuando intentan, con
medios inapropiados, remediar lo inconveniente de la escasew. 211 En el famo-
so colegio de Haileybury de la Compañía de las Indias Orientales se enseñó
durante muchos años el precepto de Smith contra los intentos del Estado de
Ilustración 1 l. El poeta convertido en Virrey: Lytton en Calcula, 1877 · regular los precios de los cereales durante las hambrunas. 2 1 Así, el Virrey no
hacía más que repetir tales enseñanzas ortodoxas cuando sermoneó a Buc-
Lytton, a sus 44 años y después de haber sido minist;o en Lisboa, había kingham sobre que los precios elevados, al estimular las importaciones y
reemplazado al conde de Northbrook cuando éste se ne~o, lo .que le honra,.ª limitar el consumo, eran los «salvadores naturales de la situaciórn>. El Virrey
aceptar la maquiavélica política «hacia adelante» de D1sraeh en la frontera emitió órdenes estrictas, «casi teológicas», «al Gobierno de no interferir de
noroeste. Fue una elección extraña y preocupante -de hecho, ~ytton estab.a ningún modo para reducir el precio de los alimentos» y «en sus cartas a la
sólo en el cuarto puesto en la lista de Salisbury- para qu~ ejerciese la auton- Oficina de las Indias en Inglaterra y a los políticos de ambos partidos, denun-
dad suprema sobre un continente hambriento ~e 250 ~11lones de perso~a.s; ció a los " humanitarios histéricos"»:22 «Dejemos que el público británico
Un escritor, del que Victoria parecía ser la úm~a admiradora, que escnb10 pague la factura de sus "sentimientos baratos" si desea salvar vidas al coste
«poemas vastos y rancios» y novelas pesad~s baJO el nom ~e plume de Owen
Meredith y que había sido acusado de plag10 tanto por Swmburne, como por
su propio padre, Bulwer-Lytton (autor de Los último.s .d~as de Pompeya.)
17 1
" Roberts, p. 220.
JO Adam Smith, An !11qui1 y into the Nature and Causes ol the Wealth of' Nations ( 1776),
Además, existía una sospecha generalizada de que el ~u1~10. d~I nuevo vmey quinta edición, Londres, 1930, pp. 27-8 (hay trad. esp.: La riqueza de las naciones, Madrid:
estaba empañado por el opio y por sufrir un~ demenc.ia mc1p1ente. ~esde su Alianza, 1997.)
21
colapso nervioso en 1868, Lytton había sufndo repetidamente cambios muy S. Ambirajan, Classical Political Economy and Brilish Poliq in India, Cambridge, 1978,
18 p. 63.
bruscos entre la megalomanía y un desespero desgarrador. 22 Osborne, p. 553; Hari Srivastava, The Hisrmy o( lndian Fa mines, Agra, 1968, p. 131;

Digby, pp. 50-51; y David Steele, Lord Salisbwy: A Political Biography, Londres, 1999, p. 98.
Compárese también con Bcntham: «En pocas palabras, la práctica general debería ser el /aissez
11 «Swinburne describió el poema de Lytton " Lucill e" como "una impostura infame" P?r-
faire: toda desviación, a no ser que sea para conseguir un bien mayor, acarreará malas conse-
que el argumento, los personajes, las situaciones, e incluso las descnpc10nes det.~lladas, ha?1~n
cuencias». Sin embargo, John Stuart Mili, en un disentimiento notable de la posición ultraorto-
sido apropiados de la novela Lavinia de George Sand. El padre de Lytton tamb1en lo a.cuso e
doxa, criticó la política estricta de no-intervención cuando estuviese en juego un gran número
plagio». (John Lowe Duthie, «Lord Lytton and the Second Afghan War: A Psycholustoncal
de vidas: «Las medidas directas a costa del Estado destinadas a enviar alimentos provenientes
Study» Victorian Studies [verano, 1984], p. 471.) . . . . de zonas lej anas son oportunas cuando, debido a razones peculiares, sea probable que la espe-
18 Janet Oppenheim, «Shattered Nerves»: Doctors, Patients and Depresswn 111 Vrctorran
culación privada no se haga cargo del asunto» (citado en Rao, p. 250.)
England, Oxford, 1991, pp. 173-4.
46 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
47
de dejar a la India en la bancarrota>>. 23
Por dictado oficial, la Inclia, como antes las políticas indias le atormentaban .
había sucedido con Irlanda se habla convertido en el laboratorio del utilita- Una década antes durante . , en .pnvado, tales cálculos maltusianos
' su pnmer penado · ·
rismo y se apostaban millones de vidas contra la fe dogmátfoa en que la la India, había seguido las recomendacion como sec:etano de estado para
omnipotencia de los mercados podría vencer «el estorbo de Ja muerte». 24 Y rechazado intervenir en las p . es del Consejo en Calcuta y había
. nmeras etapas de 1 h b
de hecho los comerciantes de cereales prefirieron exportar una cantidad en Onsa: «No hice nada durante dos mes a ~m run~ mortal que hubo
récord de 6,4 millones de toneladas de trigo a Europa en 1877-7 en vez de alturas, el monzón había cerrad 1 es», confeso postenormente. «A esas
allviar el hambre en la lndja.25 ·b . o os puertos de o · 1
pos1 le- y dicen que murió un milló d nsa - a ayuda ya no era
Para ser justos con Lytton, se debe mencionar que probablemente, creía y de Bengala no habían tomado n. n e persona~: Los Gobiernos de la India
que, en cualqwer caso, estaba equilibrando el presupuesto a expensas de sentí libre de toda culpa por 1 mguna pre.~auc1on en absoluto ... Nunca me
descon f 10 ., o que sucedzo» En co . .
vidas que estaban condenadas y privadas de cualquier cualidad humana civi- de por vida de 1 f' . 1 . nsecuencia, Sahsbury
os o icia es que «vene l ,
lizada. Las doctrinas severas de Tbomas Maltbus, antiguo director del depar- como una especie de "fetiche"», al i ual r~n a economza política
tamento de economía política en Haileybury, todavía mantenían gran influen- aceptaban que «la hambruna e g que de los ingleses en la India que
cia sobre los rajás blancos. Aunque era de malos modales defender dichas y no obstante esto fueran cualseu~a cura salud~ble para la sobrepoblación».29
ha b Ia, . ' s 1ueran sus mirami t . .
opiniones enfrente de los autóctonos en Calcuta, los principios maltusianos urgido el nombramiento d 1 f: , . . en os pnvados, Salisbury
actualizados por el darwinismo social, eran invocados regularmente para felicitado públicamente a 01·s l"e anat1co. del la1ssez~faire Lytton y había
rae 1 por repudiar ¡ ·d b
legitimar en Inglaterra las políticas respecto a la hambruna en la India. terra debe pagar tributo a la India or hab 1 « a I .ea en oga de que Ingla-
Lytton, quien justificó su rigor en el Consejo Legislativo de 1877 argumen- do más adelante sus propios co ~ era conquistado». De hecho, cuan-
tando que la población india «tiene una tendencia a aumentar más rápida- aduaneras del algodón debida an~:J;ros prot~sta~on la anulación de las tasas
mente de lo que se incrementan los alimentos extraídos de la tierra>> 26 muy bruna, Salisbury denunció que la 'd m;rgenc1a fiscal provocada por la ham-
probablemente suscribía el punto de vista melancólico expresado por sfr sentir que se penalice su comerc·I ea be que. «.la Gran Bretaña rica debe con-
fi IO en enef1c10 de ¡ 1 d · b
Evelyn Baring (que después sería lord Cromer) el ministro de finanzas, en orma ~e comunismo internacional».3º a n ia po re» era «una
un debate posterior sobre la conducta del Gobierno durante la catástrofe de Al igual que a otros arquitectos del R . . .
1876-79: «[C]ada intento bienintencionado de mitigar los efectos de la ham- zaba sentar algún tipo de prec d t ªJ vzctonano, a SaJisbury le aterrori-
e en e con respecto 1 · ·
bruna y la salubridad deficiente no sirve más que para aumentar los males nente de los pobres de la r d' c a mantemm1ento perma-
que resultan de la sobrepoblación». 27 En el mjgrno sentido un informe de «En la India no hay d1's ~ .ia. olmo apuntaba el Cafcutta Review en 1877.
, . ' pos1c10nes egales pa 1 b . ·
1881 «concluyó que 80% de las muertes de hambre había ocurrido entre el tamco, ni en los Estados Nat· .[ ra os po res, m en territorio bri-
1vos, aunque] son .
20% más pobre de la población y que si se hubiesen prevenido dichas muer- cado por hombres de m d' . muy necesanas según lo indi-
, e ICina y Otros» .JI 'J; t C j
tes, este estrato demográfico seguiría sjendo incapaz de adoptar medidas pru- m1an que una «prodigalidad entusiasta» c~ ~n o a c~ta como Londres te-
dentes para restringir su natalldad. Por ello, si el Gobierno gastase una mayor en el caballo de Troya de una 1 mo a de Buckmgham se convirtiese
parte de sus ingresos en aliviar la hambruna se aumentaría la proporción de r 1
ma , la Comisión sobre la Hambr
ey para pobres en 1 r d' 32
d
.
ª n ~ª· · En su informe
18
la población que está en la penuria>>.28 Como había sucedido en Irlanda trein- razonamiento avaro de Lytton · Lunad e . 78-80 subrayo con aprobación el
1iambruna los pobres tienen d· « ha octnna qu f
ta años antes, los que tenían poder para aliviar la hambruna se convencieron a . . e a irma que en tiempo de
. , erec o a ex1gtr au T b
ellos rrusmos de que eran peores los esfuerzos heroicos contra las leyes natu- ronductra a una doctr1·na q f' x1 10 ... pro ablemente nos
·. ue a trme que los b ·
rales implacables ya fuesen las referidas a los precios del mercado o al creci- ;1uxiho en todo mome11to y co 11 po res tienen derecho a dicho
· n e o se pondrá J · •
miento de la población, que no hacer nada en absoluto. de asistencia general a los pob 1 n os c1m1entos de un sistema
. res, o que no podem ,
Sus biógrafos más recientes afirman que a Salisbury la eminencia gris de sena aprehensión >> 33 Ni· d . os mas que mirar con
··· · nguno e 1os JU d . .
de la Casa de los Comunes estu d ga ores principales en ambos lados

2i teele, p. 98 (no queda claro si ésta es una cita d.irecta o una paráfrasis de la carta de
que la India debía ser gobernad:º
1111 asilo.
::m esacuerdo co~ ,el principio supremo de
o una plantac10n fructuosa y no como
Lytton a sir John Strachcy de octubre de 1877.)
24 Angus Maddison, Moghul Class Structure and Economic Growth: india and Pakis/011

Since the Moglmls, Nueva York, 1971, p. 40.


lS Desarrollado del uadro S de Bhatia, p. 38.

::: ~itado en Roberts, pp. 85-6.


26 Ci tado en John Caldwell, «Malthus and the Less Developed World: The Pivota! Role of

India». Popu/atio11 and Development Revlew 24:4 (diciembre 1998), p. 683. , C 1tado en Steele, pp. 95 y ¡ o2 .
27 De Parliamentory Papers, 1881 , 68, <<Famine Commission - Financia] Slatement», citado 1
«General Tiemenheere 0 M. ·
en Sheldon Watts, Epidemias 011d Hislory: Disease. Power and lmperia/ism, Nueva Haven, ,'; s.ali~bury en Steele, p. 9;. ISSIOnS», Ca/cutta Review 128 (1877), p. 278.
Connecticut, 1997, p. 203 . ' eiob1erno de la India, Re ort of' th . .
28
Caldwell, p. 683. l 111i'.ra111a de Auxilio a las Vícti~as de.la: lnbdian Fan11ne Commission, 1878, primera parte
am runa, Londres, 1880, p. 59. •
46 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
47
de dejar a la India en la bancarrota>>. 23
Por dictado oficial, la Inclia, como antes las políticas indias le atormentaban .
había sucedido con Irlanda se habla convertido en el laboratorio del utilita- Una década antes durante . , en .pnvado, tales cálculos maltusianos
' su pnmer penado · ·
rismo y se apostaban millones de vidas contra la fe dogmátfoa en que la la India, había seguido las recomendacion como sec:etano de estado para
omnipotencia de los mercados podría vencer «el estorbo de Ja muerte». 24 Y rechazado intervenir en las p . es del Consejo en Calcuta y había
. nmeras etapas de 1 h b
de hecho los comerciantes de cereales prefirieron exportar una cantidad en Onsa: «No hice nada durante dos mes a ~m run~ mortal que hubo
récord de 6,4 millones de toneladas de trigo a Europa en 1877-7 en vez de alturas, el monzón había cerrad 1 es», confeso postenormente. «A esas
allviar el hambre en la lndja.25 ·b . o os puertos de o · 1
pos1 le- y dicen que murió un milló d nsa - a ayuda ya no era
Para ser justos con Lytton, se debe mencionar que probablemente, creía y de Bengala no habían tomado n. n e persona~: Los Gobiernos de la India
que, en cualqwer caso, estaba equilibrando el presupuesto a expensas de sentí libre de toda culpa por 1 mguna pre.~auc1on en absoluto ... Nunca me
descon f 10 ., o que sucedzo» En co . .
vidas que estaban condenadas y privadas de cualquier cualidad humana civi- de por vida de 1 f' . 1 . nsecuencia, Sahsbury
os o icia es que «vene l ,
lizada. Las doctrinas severas de Tbomas Maltbus, antiguo director del depar- como una especie de "fetiche"», al i ual r~n a economza política
tamento de economía política en Haileybury, todavía mantenían gran influen- aceptaban que «la hambruna e g que de los ingleses en la India que
cia sobre los rajás blancos. Aunque era de malos modales defender dichas y no obstante esto fueran cualseu~a cura salud~ble para la sobrepoblación».29
ha b Ia, . ' s 1ueran sus mirami t . .
opiniones enfrente de los autóctonos en Calcuta, los principios maltusianos urgido el nombramiento d 1 f: , . . en os pnvados, Salisbury
actualizados por el darwinismo social, eran invocados regularmente para felicitado públicamente a 01·s l"e anat1co. del la1ssez~faire Lytton y había
rae 1 por repudiar ¡ ·d b
legitimar en Inglaterra las políticas respecto a la hambruna en la India. terra debe pagar tributo a la India or hab 1 « a I .ea en oga de que Ingla-
Lytton, quien justificó su rigor en el Consejo Legislativo de 1877 argumen- do más adelante sus propios co ~ era conquistado». De hecho, cuan-
tando que la población india «tiene una tendencia a aumentar más rápida- aduaneras del algodón debida an~:J;ros prot~sta~on la anulación de las tasas
mente de lo que se incrementan los alimentos extraídos de la tierra>> 26 muy bruna, Salisbury denunció que la 'd m;rgenc1a fiscal provocada por la ham-
probablemente suscribía el punto de vista melancólico expresado por sfr sentir que se penalice su comerc·I ea be que. «.la Gran Bretaña rica debe con-
fi IO en enef1c10 de ¡ 1 d · b
Evelyn Baring (que después sería lord Cromer) el ministro de finanzas, en orma ~e comunismo internacional».3º a n ia po re» era «una
un debate posterior sobre la conducta del Gobierno durante la catástrofe de Al igual que a otros arquitectos del R . . .
1876-79: «[C]ada intento bienintencionado de mitigar los efectos de la ham- zaba sentar algún tipo de prec d t ªJ vzctonano, a SaJisbury le aterrori-
e en e con respecto 1 · ·
bruna y la salubridad deficiente no sirve más que para aumentar los males nente de los pobres de la r d' c a mantemm1ento perma-
que resultan de la sobrepoblación». 27 En el mjgrno sentido un informe de «En la India no hay d1's ~ .ia. olmo apuntaba el Cafcutta Review en 1877.
, . ' pos1c10nes egales pa 1 b . ·
1881 «concluyó que 80% de las muertes de hambre había ocurrido entre el tamco, ni en los Estados Nat· .[ ra os po res, m en territorio bri-
1vos, aunque] son .
20% más pobre de la población y que si se hubiesen prevenido dichas muer- cado por hombres de m d' . muy necesanas según lo indi-
, e ICina y Otros» .JI 'J; t C j
tes, este estrato demográfico seguiría sjendo incapaz de adoptar medidas pru- m1an que una «prodigalidad entusiasta» c~ ~n o a c~ta como Londres te-
dentes para restringir su natalldad. Por ello, si el Gobierno gastase una mayor en el caballo de Troya de una 1 mo a de Buckmgham se convirtiese
parte de sus ingresos en aliviar la hambruna se aumentaría la proporción de r 1
ma , la Comisión sobre la Hambr
ey para pobres en 1 r d' 32
d
.
ª n ~ª· · En su informe
18
la población que está en la penuria>>.28 Como había sucedido en Irlanda trein- razonamiento avaro de Lytton · Lunad e . 78-80 subrayo con aprobación el
1iambruna los pobres tienen d· « ha octnna qu f
ta años antes, los que tenían poder para aliviar la hambruna se convencieron a . . e a irma que en tiempo de
. , erec o a ex1gtr au T b
ellos rrusmos de que eran peores los esfuerzos heroicos contra las leyes natu- ronductra a una doctr1·na q f' x1 10 ... pro ablemente nos
·. ue a trme que los b ·
rales implacables ya fuesen las referidas a los precios del mercado o al creci- ;1uxiho en todo mome11to y co 11 po res tienen derecho a dicho
· n e o se pondrá J · •
miento de la población, que no hacer nada en absoluto. de asistencia general a los pob 1 n os c1m1entos de un sistema
. res, o que no podem ,
Sus biógrafos más recientes afirman que a Salisbury la eminencia gris de sena aprehensión >> 33 Ni· d . os mas que mirar con
··· · nguno e 1os JU d . .
de la Casa de los Comunes estu d ga ores principales en ambos lados

2i teele, p. 98 (no queda claro si ésta es una cita d.irecta o una paráfrasis de la carta de
que la India debía ser gobernad:º
1111 asilo.
::m esacuerdo co~ ,el principio supremo de
o una plantac10n fructuosa y no como
Lytton a sir John Strachcy de octubre de 1877.)
24 Angus Maddison, Moghul Class Structure and Economic Growth: india and Pakis/011

Since the Moglmls, Nueva York, 1971, p. 40.


lS Desarrollado del uadro S de Bhatia, p. 38.

::: ~itado en Roberts, pp. 85-6.


26 Ci tado en John Caldwell, «Malthus and the Less Developed World: The Pivota! Role of

India». Popu/atio11 and Development Revlew 24:4 (diciembre 1998), p. 683. , C 1tado en Steele, pp. 95 y ¡ o2 .
27 De Parliamentory Papers, 1881 , 68, <<Famine Commission - Financia] Slatement», citado 1
«General Tiemenheere 0 M. ·
en Sheldon Watts, Epidemias 011d Hislory: Disease. Power and lmperia/ism, Nueva Haven, ,'; s.ali~bury en Steele, p. 9;. ISSIOnS», Ca/cutta Review 128 (1877), p. 278.
Connecticut, 1997, p. 203 . ' eiob1erno de la India, Re ort of' th . .
28
Caldwell, p. 683. l 111i'.ra111a de Auxilio a las Vícti~as de.la: lnbdian Fan11ne Commission, 1878, primera parte
am runa, Londres, 1880, p. 59. •
48 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA ·l'I

EL «SALARIO DE TEMPLE»

Durante el año siguiente, la acumulación de horrores causados por la se-


guía y hambruna se esparció desde la Presidencia de Madrás a Mysore y a la
región del Deccan de Bombay y, eventualmente, llegó a las Provincias del
Noroeste. Lo mínimo que se puede decir de la pérdida de cosechas en
muchos distritos de la meseta del Deccan y de las llanuras de Tamil Nadu
(véase el cuadro 1.2) es que fue catastrófica. Los ryot, en un distrito tras otro,
vendieron sus «bueyes, los utensilios del campo, la paja de los techos, los
marcos de sus puertas y ventanas» para sobrevivir el terrible primer año de
sequía. Sin embargo, sin los medios esenciales de producción, no pudieron
aprovechar la poca lluvia que cayó entre abril y mayo de 1877 para sembrar
los cultivos de emergencia: la naba y el cumboo. A resultas de ello, en agosto
y septiembre murieron legiones. 34

CUADRO 1.2
La Presidencia de Madrás: los distritos que más padecieron la hambruna, 1877
Ilustración 1.2. Una familia en el Dcccan. 1877.
Distrito Población Porcentaje que se salvó
(en millones) de la cosecha [D]espués de un par de minutos de búsqueda, encontré a dos perros que
mordisqueaban el cuerpo de una niña de unos ocho años de edad. Lo
Bellary 1,68 6 acababan de atacar y apenas le habían desgarrado una pierna, pero el
Kurnool 0,98 6 cadáver estaba tan enormemente hinchado que solamente era posible
Cuddapah 1,35 18 decir que se trataba de un niño si se veía la figura completa. La visión
Chingleput 1,34 18 y el olor de la localidad eran tan repugnantes, y los perros tan peligro-
Ne llore 1,38 25 sos, que no me quedé a buscar un segundo cuerpo, pero sí que vi dos
Arcot del Norte 2,02 25 calaveras y una columna vertebral que hacía poco que habían sido
Coimbatore 1,76 25 desgarradas. 36
Madura 2,27 25
Salem 1,97 ·33 Los oficiales, sin embargo, no ansiaban compartir estos horrores con el
Tinnevelly 1,64 37 público indio educado o con el inglés y la prensa vernácula les acusaba de
desinformar deliberadamente al decir que las muertes de hambre eran debi-
Fuente: del informe de sir Richard Temple, en Report of the lndian Famine Commis-
das al cólera o a la disentería, y así enmascarar la verdadera magnitud de la
sion, 1878, Parte 1, Famine Relief, Londres, 1880, p. 71 hambruna. 37
Las condiciones eran igualmente desesperadas en todos los confines lin-
Millones más habían alcanzado el estadio de desnutrición aguda, caracte- güísticos y administrativos del Deccan de Bombay. En nueve distritos de
rizado por el edema del hambre y la anemia, que los trabajadores de salud Maharashtra se perdieron casi dos tercios de la cosecha, lo que afectó a 8
contemporáneos llaman esqueletización. 35 De Nellore y otros distritos asola- millones de personas, y en Sholapur y Kaladgi se perdió prácticamente toda.
dos del Deccan de Madrás, los oficiales de los pueblos escribieron a sus El desastre cayó sobre un campesinado que ya había sido apaleado por
superiores explicando que la única parte de la población local que estaba bien impuestos exorbitantes y deudas opresivas. En la región de Ahmednagar, los
alimentada eran los perros callejeros, «gordos como ovejas», que celebraban oficiales informaron que no menos de tres quintas partes del campesinado
festines con los cuerpos de los niños fallecidos. estaban «desesperadamente endeudados», mientras que en Sholapur, el ofi-

36
34
Digby, pp. 173-4. Digby, p. 105.
37
35
K. Suresh Singh, The lndian Famine 1967, Nueva Delhi, 1975, p. 242. !bid., pp. 103-4.
48 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA ·l'I

EL «SALARIO DE TEMPLE»

Durante el año siguiente, la acumulación de horrores causados por la se-


guía y hambruna se esparció desde la Presidencia de Madrás a Mysore y a la
región del Deccan de Bombay y, eventualmente, llegó a las Provincias del
Noroeste. Lo mínimo que se puede decir de la pérdida de cosechas en
muchos distritos de la meseta del Deccan y de las llanuras de Tamil Nadu
(véase el cuadro 1.2) es que fue catastrófica. Los ryot, en un distrito tras otro,
vendieron sus «bueyes, los utensilios del campo, la paja de los techos, los
marcos de sus puertas y ventanas» para sobrevivir el terrible primer año de
sequía. Sin embargo, sin los medios esenciales de producción, no pudieron
aprovechar la poca lluvia que cayó entre abril y mayo de 1877 para sembrar
los cultivos de emergencia: la naba y el cumboo. A resultas de ello, en agosto
y septiembre murieron legiones. 34

CUADRO 1.2
La Presidencia de Madrás: los distritos que más padecieron la hambruna, 1877
Ilustración 1.2. Una familia en el Dcccan. 1877.
Distrito Población Porcentaje que se salvó
(en millones) de la cosecha [D]espués de un par de minutos de búsqueda, encontré a dos perros que
mordisqueaban el cuerpo de una niña de unos ocho años de edad. Lo
Bellary 1,68 6 acababan de atacar y apenas le habían desgarrado una pierna, pero el
Kurnool 0,98 6 cadáver estaba tan enormemente hinchado que solamente era posible
Cuddapah 1,35 18 decir que se trataba de un niño si se veía la figura completa. La visión
Chingleput 1,34 18 y el olor de la localidad eran tan repugnantes, y los perros tan peligro-
Ne llore 1,38 25 sos, que no me quedé a buscar un segundo cuerpo, pero sí que vi dos
Arcot del Norte 2,02 25 calaveras y una columna vertebral que hacía poco que habían sido
Coimbatore 1,76 25 desgarradas. 36
Madura 2,27 25
Salem 1,97 ·33 Los oficiales, sin embargo, no ansiaban compartir estos horrores con el
Tinnevelly 1,64 37 público indio educado o con el inglés y la prensa vernácula les acusaba de
desinformar deliberadamente al decir que las muertes de hambre eran debi-
Fuente: del informe de sir Richard Temple, en Report of the lndian Famine Commis-
das al cólera o a la disentería, y así enmascarar la verdadera magnitud de la
sion, 1878, Parte 1, Famine Relief, Londres, 1880, p. 71 hambruna. 37
Las condiciones eran igualmente desesperadas en todos los confines lin-
Millones más habían alcanzado el estadio de desnutrición aguda, caracte- güísticos y administrativos del Deccan de Bombay. En nueve distritos de
rizado por el edema del hambre y la anemia, que los trabajadores de salud Maharashtra se perdieron casi dos tercios de la cosecha, lo que afectó a 8
contemporáneos llaman esqueletización. 35 De Nellore y otros distritos asola- millones de personas, y en Sholapur y Kaladgi se perdió prácticamente toda.
dos del Deccan de Madrás, los oficiales de los pueblos escribieron a sus El desastre cayó sobre un campesinado que ya había sido apaleado por
superiores explicando que la única parte de la población local que estaba bien impuestos exorbitantes y deudas opresivas. En la región de Ahmednagar, los
alimentada eran los perros callejeros, «gordos como ovejas», que celebraban oficiales informaron que no menos de tres quintas partes del campesinado
festines con los cuerpos de los niños fallecidos. estaban «desesperadamente endeudados», mientras que en Sholapur, el ofi-

36
34
Digby, pp. 173-4. Digby, p. 105.
37
35
K. Suresh Singh, The lndian Famine 1967, Nueva Delhi, 1975, p. 242. !bid., pp. 103-4.
50 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
51
cial de distrito había advertido a sus superiores, en mayo de 1875: «No veo
Bellary, ~~ddapah y Kurnool, donde se había empleado a una cuarta parte de
razón para dudar del hecho, que me ha sido confiado por testigos aparente- la poblac10n para romper piedra o cavar canales.4°
mente dignos de confianza y ha sido confirmado por observación propia,
La ~lecci?? de Temple para poner en práctica los dictados de Lytton fue
que en muchos casos solamente pueden pagar los gravámenes con la venta
un_a des~gnac10n s~gaz. Previamente, en 1873-74, Temple había cedido a las
de alhajas o ganado». (Jairus Banaji observa que «un hogar sin ganado es
ex~gencias de Sahsbury y lidió de forma agresiva con la sequía que había
un hogar al borde de la extinción».) Ahmednagar y Poona fueron el centro
da~ado gravemente las cosechas en la mayor parte de Bengala y Bihar. Con
de los famosos disturbios del Deccan en mayo y junio de 1875, cuando los
ryot apalearon a los prestamistas y destrozaron los libros de registro de deu-
l~ I~po~tació~ de n:edio millón de toneladas de arroz de Birmania, propor-
c10no as1st~~c1a social a través de la creación de puestos de trabajo como for-
das. 38
ma de auxtho ~ de «la distribución gratuita» de alimentos, lo que evitó una
Mientras la dilación británica sacrificaba la caridad a su dios salvaje, la
mortandad masiva. De hecho, según el registro oficial, sólo hubo veintitrés
Mano Invisible, decenas de miles de estos aldeanos desvalidos votaban con
muertes por h~mbre . F~e la única campaña de auxilio británica que tuvo éxi-
sus pies y huían a Hyderabad, donde el nazim, el gobernador, estaba ofrecien-
to d~rante el siglo d1ec_111ue~e ~ podría haber sido celebrada como ejemplo a
do asistencia a las víctimas de la hambruna. Una gran parte de Sholapur que-
segmr en las emergencias s1gu1entes. En cambio, Temple fue el blanco de un
dó despoblada antes de que los oficiales británicos consiguieran organizar el
fueg~ ~ruzado proveniente de Londres por haber tenido la «extravagancia» de
sistema de trabajo público a cambio de auxilio. Y entonces, como descubrió permitir que «la esca~a. de los salarios que se pagaban en los trabajos públi-
un periodista británico horrorizado, rechazaron a toda persona que estaba cos, c~eados_ ~ara a_ux~l1ar a las víctimas, fuese determinada por las necesida-
demasiado desnutrida como para realizar el duro trabajo de los culíes. Pero d~s ahment1c1as dianas de los trabajadores y por los precios de mercado
incluso «el examen de trabajo impuesto a los sanos», apuntaba el correspon- v1ge~t~s, e~ vez de ~~r la cantidad que el Gobierno podía gastar para dicho
sal, «es demasiado duro para sus esqueletos hambrientos; los salarios que se 1
pr?pos1to». ~u~ cr~t1cado, severa y públicamente, en The Economist, por
pagan son inadecuadamente bajos; en muchos distritos, todos los que están am~ar a los md1os mdolentes a creer que «mantenerlos vivos es deber del
dispuestos a trabajar no encuentran empleo ... No se ha previsto distribuir 42
Go?terno». Los funcionarios de más graduación, convencidos (según lord
forraje o proporcionar tierras de pasto para salvaguardar el ganado. No se Sahsbury) de que era «un error gastar tanto dinero para salvar a un montón
han recolectado provisiones de cereales o se han abierto casas de caridad de negros», denunciaron que la campaña de auxilio era «fourierismo puro» 4.1
para los enfermos y ancianos». El único recurso que les quedaba a jóvenes, Y casi arruinaron la carrera de Temple. .
enfermos y ancianos era intentar llegar a pie a Hyderabad -una ordalía que En 1877, el, gobernador lugarteniente, después de haber sido castigado a
dicen que mató a la mayoría de ellos. 39 fondo, «se mon~ ~e ganas de restaurar su reputación de haber gastado excesi-
Entretanto, el desempleo generalizado y el precio de los cereales alto lle- ~amente en la ultima hambruna» y por ello se convirtió en el instrumento
varon el espectro del hambre incluso a distritos en los que la cantidad de pre- 1m~l~cable de la frugalidad de Lytton. El Virrey se jactó, en su trato con la
cipitaciones había sido adecuada. A resultas de ello, varios millones de jorna- Of1cma de la India, de que no habría podido encontrar a «un hombre más ade-
leros desnutridos y campesinos pobres sobrecargaron los puestos de trabajo cuado o más capaz de ayudarnos a ahorrar dinero en la gestión de Ja hambru-
público, que habían sido creados como forma de auxilio, autorizados tardía- na». 44 De hecho, The Times no tardó en maravillarse por la «flexibilidad» de
mente por los Gobiernos de Bombay y Madrás. A principios de febrero, su carácter: «Sir Richard Temple, para bien o para mal, tiene reputación de
Lytton envió al sur al gobernador lugarteniente de Bengala, sir Richard Tem- tener una mente t~n plástica y unos principios tan superficiales que en un ins-
ple, como delegado plenipotenciario para la hambruna, para que tomase t~nte puede cambiar de frente y adoptar las líneas políticas más contradicto-
medidas contra los gastos «descontrolados» que amenazaban la financiación nas. Lo demuest_ra su actu~ción ~n los distritos afectados por la hambruna, ya
de la ya planificada invasión de Afganistán. Aunque el Virrey mantuvo una que se _i;iuestra mclus? _mas estncto que el Gobierno Supremo en la imple-
fuerte refriega con sir Philip Wodehouse, gobernador de Bombay, por el m~ntac10n de una~ P?hticas que difieren, en todos sus aspectos, de las que él
rechazo de Calcuta a subsidiar la creación a gran escala de puestos de trabajo mismo puso en practica hace tres años en Biharn.45
como forma de auxilio durante el otoño de 1876, su mayor indignación se Aunque Victoria, en su discurso en la Asamblea Imperial, había asegura-
dirigió hacia Buckingham por hacer «caridad pública indiscriminada» en
40
• Digby, pp. 46-7 Y 265; Y Bhatia, pp. 94-5. Sobre la disputa entre Lytton y Wodchouse
vcase The Times. 5 de febrero de 1877. '
38
«Famine and Debt in India», The Nineteenth Century (septiembre 1877), p. 184; y Jairus 41
Bhatia, pp. 85-7.
Banaji, «Capitalist Domination and the Small Peasantry: The Deccan Districts in the Late Nine- 42
The Economist 32 (julio 1874), p. 802.
teenth Century», en Cyan Prakash, (ed.), The World of the Rural Labourer in Colonial India, 43
Véase Ambirajan, p. 92.
Delhi, 1992, p. 124. 44
Citado en ibid., p. 96.
39
Corresponsal del Calcutta Statesman citado en Digby, pp. 276-81. 45
The Times, 5 de febrero de 1877.
50 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
51
cial de distrito había advertido a sus superiores, en mayo de 1875: «No veo
Bellary, ~~ddapah y Kurnool, donde se había empleado a una cuarta parte de
razón para dudar del hecho, que me ha sido confiado por testigos aparente- la poblac10n para romper piedra o cavar canales.4°
mente dignos de confianza y ha sido confirmado por observación propia,
La ~lecci?? de Temple para poner en práctica los dictados de Lytton fue
que en muchos casos solamente pueden pagar los gravámenes con la venta
un_a des~gnac10n s~gaz. Previamente, en 1873-74, Temple había cedido a las
de alhajas o ganado». (Jairus Banaji observa que «un hogar sin ganado es
ex~gencias de Sahsbury y lidió de forma agresiva con la sequía que había
un hogar al borde de la extinción».) Ahmednagar y Poona fueron el centro
da~ado gravemente las cosechas en la mayor parte de Bengala y Bihar. Con
de los famosos disturbios del Deccan en mayo y junio de 1875, cuando los
ryot apalearon a los prestamistas y destrozaron los libros de registro de deu-
l~ I~po~tació~ de n:edio millón de toneladas de arroz de Birmania, propor-
c10no as1st~~c1a social a través de la creación de puestos de trabajo como for-
das. 38
ma de auxtho ~ de «la distribución gratuita» de alimentos, lo que evitó una
Mientras la dilación británica sacrificaba la caridad a su dios salvaje, la
mortandad masiva. De hecho, según el registro oficial, sólo hubo veintitrés
Mano Invisible, decenas de miles de estos aldeanos desvalidos votaban con
muertes por h~mbre . F~e la única campaña de auxilio británica que tuvo éxi-
sus pies y huían a Hyderabad, donde el nazim, el gobernador, estaba ofrecien-
to d~rante el siglo d1ec_111ue~e ~ podría haber sido celebrada como ejemplo a
do asistencia a las víctimas de la hambruna. Una gran parte de Sholapur que-
segmr en las emergencias s1gu1entes. En cambio, Temple fue el blanco de un
dó despoblada antes de que los oficiales británicos consiguieran organizar el
fueg~ ~ruzado proveniente de Londres por haber tenido la «extravagancia» de
sistema de trabajo público a cambio de auxilio. Y entonces, como descubrió permitir que «la esca~a. de los salarios que se pagaban en los trabajos públi-
un periodista británico horrorizado, rechazaron a toda persona que estaba cos, c~eados_ ~ara a_ux~l1ar a las víctimas, fuese determinada por las necesida-
demasiado desnutrida como para realizar el duro trabajo de los culíes. Pero d~s ahment1c1as dianas de los trabajadores y por los precios de mercado
incluso «el examen de trabajo impuesto a los sanos», apuntaba el correspon- v1ge~t~s, e~ vez de ~~r la cantidad que el Gobierno podía gastar para dicho
sal, «es demasiado duro para sus esqueletos hambrientos; los salarios que se 1
pr?pos1to». ~u~ cr~t1cado, severa y públicamente, en The Economist, por
pagan son inadecuadamente bajos; en muchos distritos, todos los que están am~ar a los md1os mdolentes a creer que «mantenerlos vivos es deber del
dispuestos a trabajar no encuentran empleo ... No se ha previsto distribuir 42
Go?terno». Los funcionarios de más graduación, convencidos (según lord
forraje o proporcionar tierras de pasto para salvaguardar el ganado. No se Sahsbury) de que era «un error gastar tanto dinero para salvar a un montón
han recolectado provisiones de cereales o se han abierto casas de caridad de negros», denunciaron que la campaña de auxilio era «fourierismo puro» 4.1
para los enfermos y ancianos». El único recurso que les quedaba a jóvenes, Y casi arruinaron la carrera de Temple. .
enfermos y ancianos era intentar llegar a pie a Hyderabad -una ordalía que En 1877, el, gobernador lugarteniente, después de haber sido castigado a
dicen que mató a la mayoría de ellos. 39 fondo, «se mon~ ~e ganas de restaurar su reputación de haber gastado excesi-
Entretanto, el desempleo generalizado y el precio de los cereales alto lle- ~amente en la ultima hambruna» y por ello se convirtió en el instrumento
varon el espectro del hambre incluso a distritos en los que la cantidad de pre- 1m~l~cable de la frugalidad de Lytton. El Virrey se jactó, en su trato con la
cipitaciones había sido adecuada. A resultas de ello, varios millones de jorna- Of1cma de la India, de que no habría podido encontrar a «un hombre más ade-
leros desnutridos y campesinos pobres sobrecargaron los puestos de trabajo cuado o más capaz de ayudarnos a ahorrar dinero en la gestión de Ja hambru-
público, que habían sido creados como forma de auxilio, autorizados tardía- na». 44 De hecho, The Times no tardó en maravillarse por la «flexibilidad» de
mente por los Gobiernos de Bombay y Madrás. A principios de febrero, su carácter: «Sir Richard Temple, para bien o para mal, tiene reputación de
Lytton envió al sur al gobernador lugarteniente de Bengala, sir Richard Tem- tener una mente t~n plástica y unos principios tan superficiales que en un ins-
ple, como delegado plenipotenciario para la hambruna, para que tomase t~nte puede cambiar de frente y adoptar las líneas políticas más contradicto-
medidas contra los gastos «descontrolados» que amenazaban la financiación nas. Lo demuest_ra su actu~ción ~n los distritos afectados por la hambruna, ya
de la ya planificada invasión de Afganistán. Aunque el Virrey mantuvo una que se _i;iuestra mclus? _mas estncto que el Gobierno Supremo en la imple-
fuerte refriega con sir Philip Wodehouse, gobernador de Bombay, por el m~ntac10n de una~ P?hticas que difieren, en todos sus aspectos, de las que él
rechazo de Calcuta a subsidiar la creación a gran escala de puestos de trabajo mismo puso en practica hace tres años en Biharn.45
como forma de auxilio durante el otoño de 1876, su mayor indignación se Aunque Victoria, en su discurso en la Asamblea Imperial, había asegura-
dirigió hacia Buckingham por hacer «caridad pública indiscriminada» en
40
• Digby, pp. 46-7 Y 265; Y Bhatia, pp. 94-5. Sobre la disputa entre Lytton y Wodchouse
vcase The Times. 5 de febrero de 1877. '
38
«Famine and Debt in India», The Nineteenth Century (septiembre 1877), p. 184; y Jairus 41
Bhatia, pp. 85-7.
Banaji, «Capitalist Domination and the Small Peasantry: The Deccan Districts in the Late Nine- 42
The Economist 32 (julio 1874), p. 802.
teenth Century», en Cyan Prakash, (ed.), The World of the Rural Labourer in Colonial India, 43
Véase Ambirajan, p. 92.
Delhi, 1992, p. 124. 44
Citado en ibid., p. 96.
39
Corresponsal del Calcutta Statesman citado en Digby, pp. 276-81. 45
The Times, 5 de febrero de 1877.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 53

d11 a los indios que su «felicidad, prosperidad y bienestar» eran los «propósi- que Temple «fue a Madrás con la idea preconcebida de que las calamidades
tos y objetivos actuales de nuestro Imperio», 46 la relación que Temple hi~o ~l eran una exageración, que no se les estaba haciendo frente adecuadamente y,
Consejo de la India no deja lugar a ambigüedades sobre las verdaderas pnon- por lo tanto, hizo, puede que inconscientemente, que los hechos cuadrasen
dades del Gobierno: «Salvar vidas sin tener en cuenta el costo es una tarea con su teoría .. . Esperaba ver un determinado estado de la cuestión y no vio
que está fuera de nuestro alcance. La vergüenza que comporta la deuda Y la más que eso -eso y solamente eso». 51
cantidad de impuestos consiguiente que debe imponerse para subsanar los Temple, en lo que proclamó como «experimento» benthamiano, que
gastos requeridos serán más mortíferas que la hambruna misma». Igualmen- prefiguraba espeluznantemente la investigación nazi posterior sobre las
te, el Virrey insistió en que Temple «apretase las riendas» en todo Madrás. La dietas que garantizan una subsistencia humana mínima en los campos de
concepción de Lytton de lo que debía ser una campaña contra la hambruna concentración, redujo las raciones para los culíes, a los que comparaba con
era hacer una demostración casi militar de la tutela necesaria que Gran Breta- <<Una escuela llena de niños refractarios», a una libra de arroz por día, a
ña debía mantener sobre una población que era incapaz de ayudarse a sí mis- pesar de los testimonios médicos que afirmaban que los ryot --antes «hom-
ma, en vez de considerarla una oportunidad para la iniciativa y autoorganiza~ bres bien robustos»- ahora no eran «más que esqueletos animados ... com-
ción india. 47 Como subraya una autoridad contemporánea en hambrunas, s1 pletamente incapaces de realizar ningún trabajo». (Un oficial de distrito,
«el auxilio de emergencia, como la ayuda al desarrollo, solamente es efectivo que observó que los criminales recibían tradicionalmente dos libras de
si aquellos que la reciben tienen poder para determinar lo que debe ser Y arroz por día, sugirió que «sería mejor abatir a los desdichados que prolon-
cómo debe utilizarse», entonces la tarea perversa de Temple era hacer que el gar su miseria tal y como se ha propuesto».}' 2 La misma ración reducida
auxilio fuese tan repugnante e ineficaz como fuera posible. 48 Al seguir estas había sido introducida, previamente, por el General Kenncdy (otra persona-
instrucciones al pie de la letra, el fanático Temple se convirtió en el equiva- lidad exacerbada, <mi siquiera popular en su propio departamento» )53 en el
lente para la historia india de lo que Charles Edward Trevelyan -secretario Deccan de Bombay y el comisario sanitario de Madrás, el Dr. Cornish, «era
permanente del Tesoro durante la gran hambruna en Irlanda (y después de la opinión que, en dicho caso, el "experimento" [condujo] a una lenta
gobernador de Madrás)- representa para la historia irlandesa: la personifica- pero segura muerte de hambre». Aparte de su completa carencia de energía,
ción de la economía de libre mercado concebida como una máscara del geno- Cornish observó que la ración de arroz en exclusiva, sin un añadido diario
cidio colonial. 49 de legumbres ricas en proteínas (da!), pescado o carne, provocaría una
Durante su corta visita a la campiña hambrienta del este del Deccan, degeneración rápida. 54 De hecho, como sin duda conocía el gobernador
Temple eliminó medio millón de puestos de trabajo creados como forma de lugarteniente, el Gobierno de la India había fijado, con anterioridad, la dic-
auxilio y obligó al Gobierno de Madrás a seguir el precedente de Bombay de ta mínima que debían recibir los culíes emigrantes a bordo de las embarca-
requerir que los solicitantes hambrientos viajasen a los campamentos dormi- ciones, mientras «permanecían en un estado de sosiego», en veinte onzas
torio fuera de sus localidades si querían conseguir trabajo de culí en los pro- de arroz más una libra de da!, carne de carnero, verduras y condimento. 55
yectos ferroviarios o en los canales. La «prueba de distancia», deliberada- El «salario de Temple», como llegó a ser conocido, proporcionaba menos
mente cruel, negaba un lugar de trabajo a los adultos capaces y a los niños sustento para realizar trabajos forzosos que la dieta ofrecida en el infame
más mayores en un radio de diez millas alrededor de sus casas. También se campo de concentración de Buchenwald y menos de la mitad de la reco-
prohibía a los jornaleros hambrientos el buscar auxilio hasta que «se podía mendación calórica estándar actual del Gobierno de la India para los varo-
comprobar que estaban en la indigencia, desvalidos y que solamente eran nes adultos.
capaces de trabajar muy limitadamente». 5º Posteriormente, Digby observó

46 Copia del telegrama de la reina Victoria a la Asamblea Imperial, 1 de enero de 1877, en


51
la biblioteca de Huntington (San Marino), Documentos de Grenville (Colección de Stowe), Ter- Digby, p. 52.
52
cer Duque de Buckingham y Chanclos, STG India, caja 2 (carpeta 7.) !bid. ' pp. 85 y 135.
47 Según el secretario de estado para la India citado en A. Loveday, The Hist01y and Econo- 53 Anónimo, «The Indian Famine: How Dealt with in Western India», Westminster Review

mics oflndian Famines, Londres, 1914, p. 57. (.:ncro 1878), p. 145.


54
•• De Waal, p. 32. Citado en «lndian Famines», Edinburgh Review Uulio 1877), p. 80. De todos los cereales
4 " «Aunque no se puede culpar a una sola persona de las deficiencias de las políticas de rnmunes, el arroz es el que presenta un contenido en aminoácidos más incompleto. Véase la
auxilio, Trevelyan, tal vez mucho más que cualquier otro individuo, representaba un sistema discusión sobre nutric ión y deficiencias proteínicas en las zonas rurales en Paul Grecnough,
1
de respuesta que era, cada día más, una mezcla de proporcionar el mínimo auxilio, aplicar un / m.1perity and Mise1y in Modern Benga/, Oxford, 1982, p. 70 pássim.

criterio punitivo de calificación y ejecutar una reforma social» (Christine Kineal, This Great i; S. Partridge, médico inspector de emigrantes, en Jndian Economist, 15 de octubre de

Calamity: The Jrish Famine, 1845-52, Dublín, 1994, pp. 349-50.) 1K70, p. 45 (citado en Dadahhai Naoroji, Poverty and Un-British Rule in India, Londres, 1901 ,
5o Compárese con Rao, p. 118 y Currie, p. 47. p. 25.)
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 53

d11 a los indios que su «felicidad, prosperidad y bienestar» eran los «propósi- que Temple «fue a Madrás con la idea preconcebida de que las calamidades
tos y objetivos actuales de nuestro Imperio», 46 la relación que Temple hi~o ~l eran una exageración, que no se les estaba haciendo frente adecuadamente y,
Consejo de la India no deja lugar a ambigüedades sobre las verdaderas pnon- por lo tanto, hizo, puede que inconscientemente, que los hechos cuadrasen
dades del Gobierno: «Salvar vidas sin tener en cuenta el costo es una tarea con su teoría .. . Esperaba ver un determinado estado de la cuestión y no vio
que está fuera de nuestro alcance. La vergüenza que comporta la deuda Y la más que eso -eso y solamente eso». 51
cantidad de impuestos consiguiente que debe imponerse para subsanar los Temple, en lo que proclamó como «experimento» benthamiano, que
gastos requeridos serán más mortíferas que la hambruna misma». Igualmen- prefiguraba espeluznantemente la investigación nazi posterior sobre las
te, el Virrey insistió en que Temple «apretase las riendas» en todo Madrás. La dietas que garantizan una subsistencia humana mínima en los campos de
concepción de Lytton de lo que debía ser una campaña contra la hambruna concentración, redujo las raciones para los culíes, a los que comparaba con
era hacer una demostración casi militar de la tutela necesaria que Gran Breta- <<Una escuela llena de niños refractarios», a una libra de arroz por día, a
ña debía mantener sobre una población que era incapaz de ayudarse a sí mis- pesar de los testimonios médicos que afirmaban que los ryot --antes «hom-
ma, en vez de considerarla una oportunidad para la iniciativa y autoorganiza~ bres bien robustos»- ahora no eran «más que esqueletos animados ... com-
ción india. 47 Como subraya una autoridad contemporánea en hambrunas, s1 pletamente incapaces de realizar ningún trabajo». (Un oficial de distrito,
«el auxilio de emergencia, como la ayuda al desarrollo, solamente es efectivo que observó que los criminales recibían tradicionalmente dos libras de
si aquellos que la reciben tienen poder para determinar lo que debe ser Y arroz por día, sugirió que «sería mejor abatir a los desdichados que prolon-
cómo debe utilizarse», entonces la tarea perversa de Temple era hacer que el gar su miseria tal y como se ha propuesto».}' 2 La misma ración reducida
auxilio fuese tan repugnante e ineficaz como fuera posible. 48 Al seguir estas había sido introducida, previamente, por el General Kenncdy (otra persona-
instrucciones al pie de la letra, el fanático Temple se convirtió en el equiva- lidad exacerbada, <mi siquiera popular en su propio departamento» )53 en el
lente para la historia india de lo que Charles Edward Trevelyan -secretario Deccan de Bombay y el comisario sanitario de Madrás, el Dr. Cornish, «era
permanente del Tesoro durante la gran hambruna en Irlanda (y después de la opinión que, en dicho caso, el "experimento" [condujo] a una lenta
gobernador de Madrás)- representa para la historia irlandesa: la personifica- pero segura muerte de hambre». Aparte de su completa carencia de energía,
ción de la economía de libre mercado concebida como una máscara del geno- Cornish observó que la ración de arroz en exclusiva, sin un añadido diario
cidio colonial. 49 de legumbres ricas en proteínas (da!), pescado o carne, provocaría una
Durante su corta visita a la campiña hambrienta del este del Deccan, degeneración rápida. 54 De hecho, como sin duda conocía el gobernador
Temple eliminó medio millón de puestos de trabajo creados como forma de lugarteniente, el Gobierno de la India había fijado, con anterioridad, la dic-
auxilio y obligó al Gobierno de Madrás a seguir el precedente de Bombay de ta mínima que debían recibir los culíes emigrantes a bordo de las embarca-
requerir que los solicitantes hambrientos viajasen a los campamentos dormi- ciones, mientras «permanecían en un estado de sosiego», en veinte onzas
torio fuera de sus localidades si querían conseguir trabajo de culí en los pro- de arroz más una libra de da!, carne de carnero, verduras y condimento. 55
yectos ferroviarios o en los canales. La «prueba de distancia», deliberada- El «salario de Temple», como llegó a ser conocido, proporcionaba menos
mente cruel, negaba un lugar de trabajo a los adultos capaces y a los niños sustento para realizar trabajos forzosos que la dieta ofrecida en el infame
más mayores en un radio de diez millas alrededor de sus casas. También se campo de concentración de Buchenwald y menos de la mitad de la reco-
prohibía a los jornaleros hambrientos el buscar auxilio hasta que «se podía mendación calórica estándar actual del Gobierno de la India para los varo-
comprobar que estaban en la indigencia, desvalidos y que solamente eran nes adultos.
capaces de trabajar muy limitadamente». 5º Posteriormente, Digby observó

46 Copia del telegrama de la reina Victoria a la Asamblea Imperial, 1 de enero de 1877, en


51
la biblioteca de Huntington (San Marino), Documentos de Grenville (Colección de Stowe), Ter- Digby, p. 52.
52
cer Duque de Buckingham y Chanclos, STG India, caja 2 (carpeta 7.) !bid. ' pp. 85 y 135.
47 Según el secretario de estado para la India citado en A. Loveday, The Hist01y and Econo- 53 Anónimo, «The Indian Famine: How Dealt with in Western India», Westminster Review

mics oflndian Famines, Londres, 1914, p. 57. (.:ncro 1878), p. 145.


54
•• De Waal, p. 32. Citado en «lndian Famines», Edinburgh Review Uulio 1877), p. 80. De todos los cereales
4 " «Aunque no se puede culpar a una sola persona de las deficiencias de las políticas de rnmunes, el arroz es el que presenta un contenido en aminoácidos más incompleto. Véase la
auxilio, Trevelyan, tal vez mucho más que cualquier otro individuo, representaba un sistema discusión sobre nutric ión y deficiencias proteínicas en las zonas rurales en Paul Grecnough,
1
de respuesta que era, cada día más, una mezcla de proporcionar el mínimo auxilio, aplicar un / m.1perity and Mise1y in Modern Benga/, Oxford, 1982, p. 70 pássim.

criterio punitivo de calificación y ejecutar una reforma social» (Christine Kineal, This Great i; S. Partridge, médico inspector de emigrantes, en Jndian Economist, 15 de octubre de

Calamity: The Jrish Famine, 1845-52, Dublín, 1994, pp. 349-50.) 1K70, p. 45 (citado en Dadahhai Naoroji, Poverty and Un-British Rule in India, Londres, 1901 ,
5o Compárese con Rao, p. 118 y Currie, p. 47. p. 25.)
54 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VI CTO RIA
55

CUADR01.3 sión, las donaciones caritativas privadas que potencialmente pudieran interfe-
El «salario de Temple» comparado rir con la fijación del precio de los cereales por parte del mercado. También
hizo que Buckingham no remitiese los onerosos impuestos sobre la tierra en
Valor Grado de los distritos azotados por la hambruna. En mayo, después de que Temple
calórico actividad hubiese presentado su informe, el Virrey reprochó a los oficiales de Madrás
haber transmitido «impresiones exageradas» de la miseria y llamados «al
El metabolismo basal (adulto) 1.500 Inactividad auxilio inmerecidos».57 Mientras tanto, Temple afirmaba que, gracias a él, «la
La ración de Temple en Madrás ( 1877) 1.627 Trabajo duro
hambruna estaba bajo control». (Digby le respondió amargamente que «ape-
La ración de Buchenwald ( 1944) 1.750 Trabajo duro
La dieta aprobada para un niño de 7 años ( 1981) 2.050 Actividad normal
nas se puede decir que una hambruna está bajo control cuando una cuarta
La ración de guerra mínima, Japón ( 1945) 2.165 Actividad moderada
parte de la población se muere de hambre».) 58
El mínimo de subsistencia para un indio La militarización del auxilio, seguida por la supresión del monzón del
adulto ( 1985) 2.400 Actividad moderada suroeste y el hecho que se doblaron los precios de los cereales en los seis
La ración de Temple en Bengala ( 1874) 2.500 Trabajo duro meses siguientes a partir de mediados de 1877, provocó puntualmente resul-
59
De una encuesta a jornaleros en Bengala ( 1862) 2.790 Trabajo duro tados letales. Exactamente como habían advertido los oficiales médicos el
La dieta aprobada para un indio varón ( 1981) 3.900 Trabajo duro «salario de Temple», combinado con trabajos físicos duros y un saneamie~to
El estándar Voit-Atwater ( 1895) 4.200 Trabajo duro espantoso, convirtieron los campos de trabajo en campos de exterminio. A
Fuente: El valor calórico de la ración de Temple proviene de Sumit Guha, The Agra- finales de mayo, los horrorizados oficiales encargados del auxilio en Madrás
rian Economy of the Bombay Deccan, 1818-1941, Delhi, 1985, p. 186 nota a pie de informaban que más de la mitad de los reclusos estaban demasiado débiles
página 35; la ración de Buchenwald de C. Richet, «Medicales sur le camp de Buchen- para llevar a cabo cualquier trabajo fisico .60 La mayoría de ellos habían falle-
wald en 1944-45», Bulletin Academie Medicine 129 ( 1945), pp . 377-88; el régimen cido a principios del verano terrible de 1877. Como había advertido el crítico
alimenticio de subsistencia recomendado para un adulto indio de Asok Mitra, «The más tenaz de Temple, el Dr. Cornish, la mortalidad mensual era entonces
Nutrition Situation in India», en Margaret Biswas y Per Pinstrup-Andersen (eds.), equivalente a una tasa de mortalidad anual de 94 por ciento. Además , las
Nutrition and Development, Oxford, 1985 , p. 149; el metabolismo basal de Philip autopsias revelaban que la principal causa de muerte, «pérdida extrema de
Payne, «The Nature ofMalnutrition», ibid., p. 7; el régimen alimenticio de los niños y tejido y destrucción de la membrana que recubre el intestino grueso», era una
el número de calorías recomendadas para un adulto que realice trabajos forzados de
descripción de manual de la muerte de hambre, que redujo a hombres hechos
C. Gapalan, «Undernutrition Measurement», en S. Osman (ed.), Nutrition and
y derechos a pesar menos de sesenta libras.<'' La mortalidad era similar en los
Poverty , Oxford, 1992, p. 2; el estudio del reverendo James Long de 1862 sobre los
regímenes alimenticios en Bengala proviene de Greenough, Prosperity and Misery in campamentos del Deccan de Bombay, en los que el cólera, que se había pro-
Modern Bengal, Oxford, 1982, p. 80, nota a pie de página 94; las tablas Voit-Atwater pagado a través del agua contaminada y la suciedad, hizo aumentar los estra-
son analizadas en Elmer McCollom, A History of Nutrition, Boston, 1958, pp . 191-2; gos. Un oficial escribió que el proyecto de carretera creado como medida de
y la ración de Temple durante las hambrunas en Bengala en 1874 está calculada sobre auxilio «parece un campo de batalla, sus cunetas están sembradas de muer-
la base de 1,5 libras . de arroz por día con condimentos y da! (véase Edinburgh tos, llenas de los que se están muriendo y de los que han sido contagiados
Review, julio 1877.) recientemente». 62
Irónicamente, las prisiones fueron la única excepción en este patrón de
Temple, que tres años antes había fijado la ración m1mma durante la mortandad institucional y, en general, los pobres las preferían a los campa-
hambruna de Bengala en una libra y media de arroz más dal, ahora despre- mentos de socorro infectados. Un misionero americano describió como un
ciaba públicamente las protestas de Cornish y de otros oficiales médicos. grupo de tejedores le pidieron que los hiciera arrestar por incumplimiento de
Éstos, errónea e «irresponsablemente», en su opinión, elevaban la salud contrato. «Lo sentimos mucho, señor, pero nos hemos gastado en comida
pública por encima de las finanzas públicas. «Todo», disertaba, «debe estar todo el dinero que nos dio y no le hemos hecho los vestidos. Nos estamos
subordinado .. . a la consideración financiera de desembolsar la menor suma
de dinero que sea compatible con la preservación de la vida humana».56 Tem- 57
• Digby, pp. 55 , 74-5, 85, J 13 y J35; y Bhatia, p. 96. Sobre el punto de vista de Temple,
ple completó su expedición a Madrás para ahorrar costos imponiendo la Ley vease The Story o.f My Life, vol. J, Londres, 1896, esp. 289-94.
Contra las Contribuciones Caritativas de 1877, que prohibía, bajo pena de pri- 58
Digby, vol. 2, pp. 247 y 252.
59
• Kohei Wakimura, « Famincs, Epidemics and Mortality in Northern India, 18 70-192 J», en
T1m Dyson (ed.), India :, Hislorical Demography: Studies in Famine, Disease and Society , Lon-
56
Citado en <ffhe Indian Famine: How Dealt with in Western India», p. 145. Cornish hizo dres, 1989, pp. 285-6 (sobre los precios de los cereales.)
60
caer a Temple en su propia trampa al publicar, en dos columnils paralelas, los puntos de vista The Times, 9 de julio de 1877.
61
diferentes sobre Jos requerimientos alimenticios que éste había defendido durante las hambru- Digby, vol. 2, pp. 203-4.
62
nas de 1874 y Ja de J 876 -véase su crónica en Th e Times, 18 de mayo de 1877. Digby, p. 26.
54 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VI CTO RIA
55

CUADR01.3 sión, las donaciones caritativas privadas que potencialmente pudieran interfe-
El «salario de Temple» comparado rir con la fijación del precio de los cereales por parte del mercado. También
hizo que Buckingham no remitiese los onerosos impuestos sobre la tierra en
Valor Grado de los distritos azotados por la hambruna. En mayo, después de que Temple
calórico actividad hubiese presentado su informe, el Virrey reprochó a los oficiales de Madrás
haber transmitido «impresiones exageradas» de la miseria y llamados «al
El metabolismo basal (adulto) 1.500 Inactividad auxilio inmerecidos».57 Mientras tanto, Temple afirmaba que, gracias a él, «la
La ración de Temple en Madrás ( 1877) 1.627 Trabajo duro
hambruna estaba bajo control». (Digby le respondió amargamente que «ape-
La ración de Buchenwald ( 1944) 1.750 Trabajo duro
La dieta aprobada para un niño de 7 años ( 1981) 2.050 Actividad normal
nas se puede decir que una hambruna está bajo control cuando una cuarta
La ración de guerra mínima, Japón ( 1945) 2.165 Actividad moderada
parte de la población se muere de hambre».) 58
El mínimo de subsistencia para un indio La militarización del auxilio, seguida por la supresión del monzón del
adulto ( 1985) 2.400 Actividad moderada suroeste y el hecho que se doblaron los precios de los cereales en los seis
La ración de Temple en Bengala ( 1874) 2.500 Trabajo duro meses siguientes a partir de mediados de 1877, provocó puntualmente resul-
59
De una encuesta a jornaleros en Bengala ( 1862) 2.790 Trabajo duro tados letales. Exactamente como habían advertido los oficiales médicos el
La dieta aprobada para un indio varón ( 1981) 3.900 Trabajo duro «salario de Temple», combinado con trabajos físicos duros y un saneamie~to
El estándar Voit-Atwater ( 1895) 4.200 Trabajo duro espantoso, convirtieron los campos de trabajo en campos de exterminio. A
Fuente: El valor calórico de la ración de Temple proviene de Sumit Guha, The Agra- finales de mayo, los horrorizados oficiales encargados del auxilio en Madrás
rian Economy of the Bombay Deccan, 1818-1941, Delhi, 1985, p. 186 nota a pie de informaban que más de la mitad de los reclusos estaban demasiado débiles
página 35; la ración de Buchenwald de C. Richet, «Medicales sur le camp de Buchen- para llevar a cabo cualquier trabajo fisico .60 La mayoría de ellos habían falle-
wald en 1944-45», Bulletin Academie Medicine 129 ( 1945), pp . 377-88; el régimen cido a principios del verano terrible de 1877. Como había advertido el crítico
alimenticio de subsistencia recomendado para un adulto indio de Asok Mitra, «The más tenaz de Temple, el Dr. Cornish, la mortalidad mensual era entonces
Nutrition Situation in India», en Margaret Biswas y Per Pinstrup-Andersen (eds.), equivalente a una tasa de mortalidad anual de 94 por ciento. Además , las
Nutrition and Development, Oxford, 1985 , p. 149; el metabolismo basal de Philip autopsias revelaban que la principal causa de muerte, «pérdida extrema de
Payne, «The Nature ofMalnutrition», ibid., p. 7; el régimen alimenticio de los niños y tejido y destrucción de la membrana que recubre el intestino grueso», era una
el número de calorías recomendadas para un adulto que realice trabajos forzados de
descripción de manual de la muerte de hambre, que redujo a hombres hechos
C. Gapalan, «Undernutrition Measurement», en S. Osman (ed.), Nutrition and
y derechos a pesar menos de sesenta libras.<'' La mortalidad era similar en los
Poverty , Oxford, 1992, p. 2; el estudio del reverendo James Long de 1862 sobre los
regímenes alimenticios en Bengala proviene de Greenough, Prosperity and Misery in campamentos del Deccan de Bombay, en los que el cólera, que se había pro-
Modern Bengal, Oxford, 1982, p. 80, nota a pie de página 94; las tablas Voit-Atwater pagado a través del agua contaminada y la suciedad, hizo aumentar los estra-
son analizadas en Elmer McCollom, A History of Nutrition, Boston, 1958, pp . 191-2; gos. Un oficial escribió que el proyecto de carretera creado como medida de
y la ración de Temple durante las hambrunas en Bengala en 1874 está calculada sobre auxilio «parece un campo de batalla, sus cunetas están sembradas de muer-
la base de 1,5 libras . de arroz por día con condimentos y da! (véase Edinburgh tos, llenas de los que se están muriendo y de los que han sido contagiados
Review, julio 1877.) recientemente». 62
Irónicamente, las prisiones fueron la única excepción en este patrón de
Temple, que tres años antes había fijado la ración m1mma durante la mortandad institucional y, en general, los pobres las preferían a los campa-
hambruna de Bengala en una libra y media de arroz más dal, ahora despre- mentos de socorro infectados. Un misionero americano describió como un
ciaba públicamente las protestas de Cornish y de otros oficiales médicos. grupo de tejedores le pidieron que los hiciera arrestar por incumplimiento de
Éstos, errónea e «irresponsablemente», en su opinión, elevaban la salud contrato. «Lo sentimos mucho, señor, pero nos hemos gastado en comida
pública por encima de las finanzas públicas. «Todo», disertaba, «debe estar todo el dinero que nos dio y no le hemos hecho los vestidos. Nos estamos
subordinado .. . a la consideración financiera de desembolsar la menor suma
de dinero que sea compatible con la preservación de la vida humana».56 Tem- 57
• Digby, pp. 55 , 74-5, 85, J 13 y J35; y Bhatia, p. 96. Sobre el punto de vista de Temple,
ple completó su expedición a Madrás para ahorrar costos imponiendo la Ley vease The Story o.f My Life, vol. J, Londres, 1896, esp. 289-94.
Contra las Contribuciones Caritativas de 1877, que prohibía, bajo pena de pri- 58
Digby, vol. 2, pp. 247 y 252.
59
• Kohei Wakimura, « Famincs, Epidemics and Mortality in Northern India, 18 70-192 J», en
T1m Dyson (ed.), India :, Hislorical Demography: Studies in Famine, Disease and Society , Lon-
56
Citado en <ffhe Indian Famine: How Dealt with in Western India», p. 145. Cornish hizo dres, 1989, pp. 285-6 (sobre los precios de los cereales.)
60
caer a Temple en su propia trampa al publicar, en dos columnils paralelas, los puntos de vista The Times, 9 de julio de 1877.
61
diferentes sobre Jos requerimientos alimenticios que éste había defendido durante las hambru- Digby, vol. 2, pp. 203-4.
62
nas de 1874 y Ja de J 876 -véase su crónica en Th e Times, 18 de mayo de 1877. Digby, p. 26.
M!KE DAVlS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 57
56

muriendo de hambre y si usted quisiera enviarnos a la cárcel, entonces allí


nos darían algo de comen> . Era una petición eminentemente razonable: «Los
prisioneros eran las personas pobres mejor alimentadas del país» y, por con-
63
siguiente, «las prisiones estaban a rebosarn.
Durante la hambruna en Irlanda, Trevelyan declaró enérgicamente que el
«mayor mal» del país no era el hambre, sino el «carácter turbulento, perverso
y egoísta de la gente». 64 Igualmente, Temple respondió ferozmente a lo~
informes que reportaban una mortalidad en masa en los campamentos Y echo
la culpa a las víctimas: «El capricho de las personas pobres por comer el pan
de la haraganería; su pavor a marchar a cierta distancia de casa como se les
ordena; su preferencia frecuente a sufrir privaciones extremas en vez. de con-
descender a órdenes simples y razonables, sólo pueden ser entendidas por
. 6s Ad ,
aquellos que han visto o conocen estas cosas d e pnmera mano». ema~,
afirmaba que Ja mayoría de los muertos de hambre no eran los yeomen cu.ltt-
vadores «el alma mater del país», sino mendigantes parásitos que, esencial-
mente, habían decidido suicidarse: «Tampoco no habrá muchos que se aflijan
por el destino que ellos mismos han buscado y que terminará con vidas de Ilustración 1.3. «¡Desamparados!»: Ilustración sacada de Histo1y de Digby.
66
vagancia y, con demasiada frecuencia, de crimen».
órdenes del Gobierno. Contaban con que incitarían la compasión de
las autoridades y, aún más, con que despertarían el miedo a que se
LA HUELGA DE LOS SOCORRIDOS perdiese alguna vida humana. Así, deambularon en bandas y muche-
dumbres buscando compasión.''7
No resulta sorprendente que los indios de todas las clases sociales se
enardecieran ante tales calumnias. Para consternación de Temple y Lytton, La Asociación Cívica Sarvajanik Sahha en Poona, un grupo nacionalista
los campesinos hambrientos de los campamentos de socorro a lo largo del moderado compuesto por comerciantes locales prominentes, latifundistas
Deccan de Bombay (donde primero se introdujo Ja ración de dieciséis onzas) absentistas y profesionales, liderado por Ganesh Joshi y Mandcv Govinda
organizaron protestas multitudinarias al estilo de Gandhi contra la reducción Ranade, simpatizó con la llamada «huelga de los socorridos». (Temple advir-
de la ración de arroz y la prueba de distancia. Temple contribuyó a aumentar tió a Calcuta que el elocuente Ranade podría intentar convertirse en el «Pan-
el léxico imperial, mucho más de lo que era consciente, cuando las llamó nell del Deccan».) 68 En los bien distribuidos memoriales que la Sabha dirigió
«resistencia pasiva». El movimiento empezó en enero de 1877 cuando las al gobernador Wodehouse y al general Kennedy, se advertía que la mezquin-
familias de los pueblos que recibían socorro se negaron a seguir la orden de dad británica estaba provocando una catástrofe humana. Además de subrayar
marchar a un nuevo campamento de trabajo militarizado en donde los hom- que la nueva ración era tan sólo la mitad de lo que habían sido los estándares
bres serían separados de sus esposas e hijos. Y a ellos se unieron miles que tradicionales en las prisiones y, por ello, sentenciaba a «miles de personas a
huían de Jos campamentos en protesta por los salarios de hambre y el maltra- la lenta y tortuosa muerte de hambre», los memoriales centraron su atención
to que recibían por parte de los capataces. en el grupo más ignorado por los oficiales de distrito: los niños de los pue-
blos famélicos.
Temple estimó que entre el 12 de enero y el 12 de marzo, 102.000 La Sabha escribió a Bombay que «se debe recordar que la misma política
personas se despidieron del empleo gubernamental. Sospechaba que intransigente que reduce los salarios, también expulsa del trabajo a los niños
en su proceder había signos de «algún tipo de método o sistema». que, hasta entonces, habían venido recibiendo un pequeño subsidio a cambio
Estas personas se imaginaban que, al quedarse repentinamente sin de su trabajo nominal. Aunque el Gobierno dejó desamparados a estos niños,
empleo, estaban ofreciendo implícitamente una resistencia pasiva a las d afecto de sus padres iba por delante, y varios centenares de padres y
madres pobres ayudaron a sus hijos y compartieron con ellos la libra de ali-

6J Reverendo A. Rowe, Every-Day Life in India, Nueva York, 1881 , pp. 347-8.
"" Citado en Kerby Miller, Emigrants and Exiles: Ireland and the lrish Exodus to North 7
'' Digby, p. 340.
America, Nueva York, 1985, p. 283. "' S. Mehrotra, «The Poona Sarvajanik Sabha: The Early Phase ( 1870-1880)», JESHR 3
6 5 Rowe , pp. 204 y 372-3. . (septiembre 1969), pp. 305 y 310.
<>6 Citado en «The lndian Famine: How Dealt with in Western India», p. 153.
M!KE DAVlS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 57
56

muriendo de hambre y si usted quisiera enviarnos a la cárcel, entonces allí


nos darían algo de comen> . Era una petición eminentemente razonable: «Los
prisioneros eran las personas pobres mejor alimentadas del país» y, por con-
63
siguiente, «las prisiones estaban a rebosarn.
Durante la hambruna en Irlanda, Trevelyan declaró enérgicamente que el
«mayor mal» del país no era el hambre, sino el «carácter turbulento, perverso
y egoísta de la gente». 64 Igualmente, Temple respondió ferozmente a lo~
informes que reportaban una mortalidad en masa en los campamentos Y echo
la culpa a las víctimas: «El capricho de las personas pobres por comer el pan
de la haraganería; su pavor a marchar a cierta distancia de casa como se les
ordena; su preferencia frecuente a sufrir privaciones extremas en vez. de con-
descender a órdenes simples y razonables, sólo pueden ser entendidas por
. 6s Ad ,
aquellos que han visto o conocen estas cosas d e pnmera mano». ema~,
afirmaba que Ja mayoría de los muertos de hambre no eran los yeomen cu.ltt-
vadores «el alma mater del país», sino mendigantes parásitos que, esencial-
mente, habían decidido suicidarse: «Tampoco no habrá muchos que se aflijan
por el destino que ellos mismos han buscado y que terminará con vidas de Ilustración 1.3. «¡Desamparados!»: Ilustración sacada de Histo1y de Digby.
66
vagancia y, con demasiada frecuencia, de crimen».
órdenes del Gobierno. Contaban con que incitarían la compasión de
las autoridades y, aún más, con que despertarían el miedo a que se
LA HUELGA DE LOS SOCORRIDOS perdiese alguna vida humana. Así, deambularon en bandas y muche-
dumbres buscando compasión.''7
No resulta sorprendente que los indios de todas las clases sociales se
enardecieran ante tales calumnias. Para consternación de Temple y Lytton, La Asociación Cívica Sarvajanik Sahha en Poona, un grupo nacionalista
los campesinos hambrientos de los campamentos de socorro a lo largo del moderado compuesto por comerciantes locales prominentes, latifundistas
Deccan de Bombay (donde primero se introdujo Ja ración de dieciséis onzas) absentistas y profesionales, liderado por Ganesh Joshi y Mandcv Govinda
organizaron protestas multitudinarias al estilo de Gandhi contra la reducción Ranade, simpatizó con la llamada «huelga de los socorridos». (Temple advir-
de la ración de arroz y la prueba de distancia. Temple contribuyó a aumentar tió a Calcuta que el elocuente Ranade podría intentar convertirse en el «Pan-
el léxico imperial, mucho más de lo que era consciente, cuando las llamó nell del Deccan».) 68 En los bien distribuidos memoriales que la Sabha dirigió
«resistencia pasiva». El movimiento empezó en enero de 1877 cuando las al gobernador Wodehouse y al general Kennedy, se advertía que la mezquin-
familias de los pueblos que recibían socorro se negaron a seguir la orden de dad británica estaba provocando una catástrofe humana. Además de subrayar
marchar a un nuevo campamento de trabajo militarizado en donde los hom- que la nueva ración era tan sólo la mitad de lo que habían sido los estándares
bres serían separados de sus esposas e hijos. Y a ellos se unieron miles que tradicionales en las prisiones y, por ello, sentenciaba a «miles de personas a
huían de Jos campamentos en protesta por los salarios de hambre y el maltra- la lenta y tortuosa muerte de hambre», los memoriales centraron su atención
to que recibían por parte de los capataces. en el grupo más ignorado por los oficiales de distrito: los niños de los pue-
blos famélicos.
Temple estimó que entre el 12 de enero y el 12 de marzo, 102.000 La Sabha escribió a Bombay que «se debe recordar que la misma política
personas se despidieron del empleo gubernamental. Sospechaba que intransigente que reduce los salarios, también expulsa del trabajo a los niños
en su proceder había signos de «algún tipo de método o sistema». que, hasta entonces, habían venido recibiendo un pequeño subsidio a cambio
Estas personas se imaginaban que, al quedarse repentinamente sin de su trabajo nominal. Aunque el Gobierno dejó desamparados a estos niños,
empleo, estaban ofreciendo implícitamente una resistencia pasiva a las d afecto de sus padres iba por delante, y varios centenares de padres y
madres pobres ayudaron a sus hijos y compartieron con ellos la libra de ali-

6J Reverendo A. Rowe, Every-Day Life in India, Nueva York, 1881 , pp. 347-8.
"" Citado en Kerby Miller, Emigrants and Exiles: Ireland and the lrish Exodus to North 7
'' Digby, p. 340.
America, Nueva York, 1985, p. 283. "' S. Mehrotra, «The Poona Sarvajanik Sabha: The Early Phase ( 1870-1880)», JESHR 3
6 5 Rowe , pp. 204 y 372-3. . (septiembre 1969), pp. 305 y 310.
<>6 Citado en «The lndian Famine: How Dealt with in Western India», p. 153.
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58

mentos aprobada». 69 (Un misionero estadounide~se señaló que, aunque ª .li- radicales, como William Wedderburn, sir Arthur Cotton, John Bright, Henry
mentar a un niño era baratísimo, «por no disponer de estos dos centavos dia- Hyndman y Florence Nightingale, llenaron la columna de cartas de The
rios, muchos miles de niños fueron consumidos y ya no están entre nos- Times con quejas sobre las políticas insensibles de Calcuta.
Aunque Lytton instó a la Oficina de la India a no dejarse influenciar por
otros».) 70
Con el apoyo de la Sabha, la huelga fue la chispa que prendió las mani- estos «histéricos», el escándalo puso en un aprieto al Gobierno. 74 En sus
festaciones de indignación más extensas ocurridas en la India desde la Revo- e~critos a Disraeli, el secretario de estado para la India, lord Salisbury, expre-

lución de los Cipayos: «Se convocaron reuniones con un número inmenso de so su temor de que el Virrey estaba «haciendo sufrir demasiado a la gente». 75
asistentes, se dieron discursos, se aprobaron resoluciones y se requisó la línea Con el visto bueno del Primer Ministro, Salisbury le cortó las riendas a
del telégrafo». La respuesta de Temple fue ordenar a Kennedy que se «mantu- Lytton a principios de mayo, advirtiéndole «de no limitar en demasía la dis-
viera firme» y no cediera ni un ápice ante «los grupos de trabajadores forma- creción del Gobierno local». De hecho, mientras Disraeli defendía a Lytton
dos con propósitos siniestros o egoístas». Sin embargo, según Digby, a los frente de los liberales en el Parlamento, el Virrey recibió la orden de propor-
oficiales locales encargados del auxilio ni les inmutaba la «obstinación que cionar a los oficiales locales algún pretexto para aumentar las raciones y
mostraban las personas al borde de la muerte que iban a cualquier otro lugar acortar las jornadas de trabajo y así reducir la mortandad masiva. Esta conce-
menos a un campamento de socorro. Parecería que sentían hacia los campa- sión amansó medianamente a la asociación Sabha de Poona, cuyo sector con-
mentos de socorro la misma repugnancia que los pobres respetables sienten servador pedía cautela ante el potencial explosivo de las masas, pero fue
en Inglaterra hacia los albergues para pobres de la Unión» . La dignidad y el demasiado poco y llegó demasiado tarde para frenar el alud de personas que
coraje de las personas que protestaban empezaban a socavar la moral ofic~al. en.traron en la fase terminal de muerte de hambre y de enfermedades epidé-
Pero, en cualquier caso, el Virrey estaba convencido de que lo que necesita- micas. Como reconoció Calcuta en 1877, que las cosechas de arroz de Bir-
ban en Bombay era una mano más firme y a finales de abril Wodehouse mania y Bengala en 1877 hubiesen sido normales y que las existencias de
71 cereales fuesen suficientes para cubrir la demanda de exportación, no servía
dimitió y fue reemplazado por Temple.
En la respuesta original a la propuesta que Disraeli hizo de nombrarlo de consuelo a los 36 millones de indios de las zonas rurales que estaban sien-
virrey dos años antes, Lytton declaraba su «absoluta ignorancia de todo do acechados por el hambre. Y el clima continuó siendo implacable. Después
hecho y cuestión relacionado con la India». 72 Ahora, después de haber disci- de un breve coqueteo con el monzón en abril, los cielos se aclararon y las
plinado tanto a Buckingham como a Wodehouse, se arrogaba una omniscien- temperaturas subieron bruscamente. En uno de los decretos para economizar
cia virtual sobre las decisiones que determinarían la vida o la muerte de aprobados el año anterior, Lytton había recortado drásticamente el presupues-
millones de indios. Sin embargo, la prensa india no se dejó frenar ni humillar to para el mantenimiento y la reparación de los depósitos de agua locales. A
tan fácilmente como los dos gobernadores conservadores. Los periódicos r~sultas de ello, como subrayó Digby en su historia de la hambruna, la pre-

menores, que normalmente desperdiciaban mucha letra impresa relatando los c10sa agua de lluvia sencillamente «se desperdició», lo que provocó un
chismes tediosos de sociedad y las noticias deportivas de los equipos milita- «sacrificio de vidas humanas» innecesario. Los vientos calientes como el
res, ahora informaban al público inglés de las crónicas espeluznantes sobre la infierno que barrieron el Deccan aumentaron la miseria de su población al
73
rebelión y el hambre en los campamentos de socorro. Los periodistas disi- evaporar la poca humedad que había quedado en el suelo. Los campos queda-
dentes, como William Digby en Madrás (quien después publicara una historia ron duros como ladrillos al sol. 76
crítica de la respuesta gubernamental a la hambruna en dos volúmenes) y el A ~e~ida que el suministro de agua se secaba o era contaminado por los
representante del Statesman de Bombay en el Deccan, agitaron recuerdos desperd1C1os humanos, el cólera se convirtió en la guadaña que segó las vidas
molestos, tanto de la hambruna irlandesa como de la Rebelión de los Cipa- de cientos de miles de aldeanos debilitados y esqueléticos. El mismo sistema
yos. Además, en Inglaterra, un grupo de veteranos de la India y reformadores climático El Niño que había traído la sequía el año anterior, también aumentó
la temperatura de las aguas de la Bahía de Bengala, lo que ocasionó un gran
aumento del fitoplancton que, a su vez, es el criadero de la bacteria del cóle-
69 Citado en Digby, pp. 341-2. Durante estos meses, Ja imperturbabilidad de Ly~ton frente.ª ra. Y un terrible ciclón, que ahogó a unos 150.000 bengalíes, trajo la pande-
Jos niños indios hambrientos - al igual que el repudio por parte de Temple de la «candad excesi- mia a tierra firme. Así, «los medios de transporte modernos fueron la ruta
va» que mostró en 1874- tal vez deba entenderse en el contexto de un ser atormentado psicoló- tomada por las enfermedades que invadieron>> el país y los fétidos campa-
gicamente por los ataques crueles de su padre (Bulwer Lytton) en respuesta a las «quejas afemi-
nadas» de Lytton después de la muerte de su hijo pequeño en 1871 (Harlan, p. 205.)
70 Rowe, p. 345.
71 Digby, p. 283 . 74
Afirmado por Lytton en una carta a sir Louis Mali et ( 11 de enero de 1877) citado en
72 Harlan, p. 214. . . . . Ambirajan, p. 93 . '
73 «La Sabha admite humildemente que una parte importante del ex1to obtemdo [en restau-
75 Citado en Brennan, p. 97.
rar las raciones y reducir Ja mortalidad] ha sido gracias a las quejas y vigilancia de los autócto- 76
Digby, pp. 148-50 y 361-2.
nos y de Ja prensa europea ... ». Carta a Temple, 16 de mayo de 1877, citado en Digby, p. 355 .
MlKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 59
58

mentos aprobada». 69 (Un misionero estadounide~se señaló que, aunque ª .li- radicales, como William Wedderburn, sir Arthur Cotton, John Bright, Henry
mentar a un niño era baratísimo, «por no disponer de estos dos centavos dia- Hyndman y Florence Nightingale, llenaron la columna de cartas de The
rios, muchos miles de niños fueron consumidos y ya no están entre nos- Times con quejas sobre las políticas insensibles de Calcuta.
Aunque Lytton instó a la Oficina de la India a no dejarse influenciar por
otros».) 70
Con el apoyo de la Sabha, la huelga fue la chispa que prendió las mani- estos «histéricos», el escándalo puso en un aprieto al Gobierno. 74 En sus
festaciones de indignación más extensas ocurridas en la India desde la Revo- e~critos a Disraeli, el secretario de estado para la India, lord Salisbury, expre-

lución de los Cipayos: «Se convocaron reuniones con un número inmenso de so su temor de que el Virrey estaba «haciendo sufrir demasiado a la gente». 75
asistentes, se dieron discursos, se aprobaron resoluciones y se requisó la línea Con el visto bueno del Primer Ministro, Salisbury le cortó las riendas a
del telégrafo». La respuesta de Temple fue ordenar a Kennedy que se «mantu- Lytton a principios de mayo, advirtiéndole «de no limitar en demasía la dis-
viera firme» y no cediera ni un ápice ante «los grupos de trabajadores forma- creción del Gobierno local». De hecho, mientras Disraeli defendía a Lytton
dos con propósitos siniestros o egoístas». Sin embargo, según Digby, a los frente de los liberales en el Parlamento, el Virrey recibió la orden de propor-
oficiales locales encargados del auxilio ni les inmutaba la «obstinación que cionar a los oficiales locales algún pretexto para aumentar las raciones y
mostraban las personas al borde de la muerte que iban a cualquier otro lugar acortar las jornadas de trabajo y así reducir la mortandad masiva. Esta conce-
menos a un campamento de socorro. Parecería que sentían hacia los campa- sión amansó medianamente a la asociación Sabha de Poona, cuyo sector con-
mentos de socorro la misma repugnancia que los pobres respetables sienten servador pedía cautela ante el potencial explosivo de las masas, pero fue
en Inglaterra hacia los albergues para pobres de la Unión» . La dignidad y el demasiado poco y llegó demasiado tarde para frenar el alud de personas que
coraje de las personas que protestaban empezaban a socavar la moral ofic~al. en.traron en la fase terminal de muerte de hambre y de enfermedades epidé-
Pero, en cualquier caso, el Virrey estaba convencido de que lo que necesita- micas. Como reconoció Calcuta en 1877, que las cosechas de arroz de Bir-
ban en Bombay era una mano más firme y a finales de abril Wodehouse mania y Bengala en 1877 hubiesen sido normales y que las existencias de
71 cereales fuesen suficientes para cubrir la demanda de exportación, no servía
dimitió y fue reemplazado por Temple.
En la respuesta original a la propuesta que Disraeli hizo de nombrarlo de consuelo a los 36 millones de indios de las zonas rurales que estaban sien-
virrey dos años antes, Lytton declaraba su «absoluta ignorancia de todo do acechados por el hambre. Y el clima continuó siendo implacable. Después
hecho y cuestión relacionado con la India». 72 Ahora, después de haber disci- de un breve coqueteo con el monzón en abril, los cielos se aclararon y las
plinado tanto a Buckingham como a Wodehouse, se arrogaba una omniscien- temperaturas subieron bruscamente. En uno de los decretos para economizar
cia virtual sobre las decisiones que determinarían la vida o la muerte de aprobados el año anterior, Lytton había recortado drásticamente el presupues-
millones de indios. Sin embargo, la prensa india no se dejó frenar ni humillar to para el mantenimiento y la reparación de los depósitos de agua locales. A
tan fácilmente como los dos gobernadores conservadores. Los periódicos r~sultas de ello, como subrayó Digby en su historia de la hambruna, la pre-

menores, que normalmente desperdiciaban mucha letra impresa relatando los c10sa agua de lluvia sencillamente «se desperdició», lo que provocó un
chismes tediosos de sociedad y las noticias deportivas de los equipos milita- «sacrificio de vidas humanas» innecesario. Los vientos calientes como el
res, ahora informaban al público inglés de las crónicas espeluznantes sobre la infierno que barrieron el Deccan aumentaron la miseria de su población al
73
rebelión y el hambre en los campamentos de socorro. Los periodistas disi- evaporar la poca humedad que había quedado en el suelo. Los campos queda-
dentes, como William Digby en Madrás (quien después publicara una historia ron duros como ladrillos al sol. 76
crítica de la respuesta gubernamental a la hambruna en dos volúmenes) y el A ~e~ida que el suministro de agua se secaba o era contaminado por los
representante del Statesman de Bombay en el Deccan, agitaron recuerdos desperd1C1os humanos, el cólera se convirtió en la guadaña que segó las vidas
molestos, tanto de la hambruna irlandesa como de la Rebelión de los Cipa- de cientos de miles de aldeanos debilitados y esqueléticos. El mismo sistema
yos. Además, en Inglaterra, un grupo de veteranos de la India y reformadores climático El Niño que había traído la sequía el año anterior, también aumentó
la temperatura de las aguas de la Bahía de Bengala, lo que ocasionó un gran
aumento del fitoplancton que, a su vez, es el criadero de la bacteria del cóle-
69 Citado en Digby, pp. 341-2. Durante estos meses, Ja imperturbabilidad de Ly~ton frente.ª ra. Y un terrible ciclón, que ahogó a unos 150.000 bengalíes, trajo la pande-
Jos niños indios hambrientos - al igual que el repudio por parte de Temple de la «candad excesi- mia a tierra firme. Así, «los medios de transporte modernos fueron la ruta
va» que mostró en 1874- tal vez deba entenderse en el contexto de un ser atormentado psicoló- tomada por las enfermedades que invadieron>> el país y los fétidos campa-
gicamente por los ataques crueles de su padre (Bulwer Lytton) en respuesta a las «quejas afemi-
nadas» de Lytton después de la muerte de su hijo pequeño en 1871 (Harlan, p. 205.)
70 Rowe, p. 345.
71 Digby, p. 283 . 74
Afirmado por Lytton en una carta a sir Louis Mali et ( 11 de enero de 1877) citado en
72 Harlan, p. 214. . . . . Ambirajan, p. 93 . '
73 «La Sabha admite humildemente que una parte importante del ex1to obtemdo [en restau-
75 Citado en Brennan, p. 97.
rar las raciones y reducir Ja mortalidad] ha sido gracias a las quejas y vigilancia de los autócto- 76
Digby, pp. 148-50 y 361-2.
nos y de Ja prensa europea ... ». Carta a Temple, 16 de mayo de 1877, citado en Digby, p. 355 .
60 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
61

mentos de socorro se convirtieron en crisoles de la «gran sinergia entre el de 1877, su propio censo de población y ganado en los cincuenta y cuatro
.. ' 77
cólera y la desnutnc10n». pueblos que conformaban los tres taluk del distrito de Sholapur. Para ello, «a
lo largo de los distritos que sufrían la sequía, organizó una red de maestros de
CUADRO 1.4 escuela, funcionarios jubilados y otras personas que le proporcionaron, en
Estimación de las muertes de hambre realizada por la asociación Sabha algunas áreas, mejores datos y más rápidamente de los que tenía el Gobier-
no». Fue un ejemplo pionero de cómo usar la estadística y sus técnicas de
bosquejo en contra del Imperio. 79
Taluk Población antes Población actual D{ferencia
de la hambruna Por otra parte, Buckingham cedió a la opinión pública y ordenó que se
hiciese un censo aproximado de las muertes de hambre. Los informes prove-
Madhee y Moho! 24.581 15.778 36% nientes del distrito de Madrás indicaban que al menos 1,5 millones de per-
India 39.950 20.905 48% sonas habían fallecido en dicha Presidencia. En los distritos más secos del
Deccan, como Bellary, pereció un cuarto de la población y en algunos taluk
Cabezas de ganado Cabezas de ganado Diferencia
con un porcentaje alto de trabajadores sin tierra, murió más de un tercio de la
antes de la hambruna actualmente 80
población. En la ciudad de Madrás, abatida por 100.000 refugiados que
Madhee y Moho! 16.561 5.470 67% huían de la sequía, los campesinos hambrientos caían muertos enfrente de las
India 35.747 5.644 84% tropas que vigilaban los montones de arroz importado, al mismo tiempo que
«todos los días se puede ver a las madres que, en las calles ... ofrecen sus
hijos al mejor postorn. 81
(La servicial Cámara de Comercio de Madrás sugirió que se erigieran
puestos de policía a lo largo de la playa que, con el mandato de azotar a los
ladrones de grano, actuaran como elementos disuasorios.) 82 En las Provincias
del Noroeste, como veremos, sólo se organizó un socorro inconexo y puniti-
vo, «con lo que, a pesar de haber tenido una abundante cosecha de invierno y
de lo reducidas que fueron las áreas afectadas por la sequía, en nueve meses
la mortandad llegó a superar el millón de personas». 83
Sin embargo, según Ira Klein, «en Mysore fue donde sintieron más atroz-
mente las consecuencias desastrosas de las ideas maltusianas aplicadas a las
políticas con respecto a la hambruna», ya que allí, como concedió posterior-
mente la Comisión de la Regencia Británica, pereció un cuarto de la pobla-
ción. 84 La frugalidad se convirtió en negligencia criminal cuando el Alto
Comisionado, por «temor a gastar el excedente de Mysore», rehusó realizar
el desembolso que habría salvado muchas vidas; y entonces, después de que
su inactividad hubiese provocado un escándalo, convirtió el trabajo público
como medida de auxilio en un sistema sádico de castigo a los hambrientos.
Ilustración 1.4. Almacenes de cereales en Madrás, febrero de 1877.
«En aplicación de la orden del Virrey de crear una política con respecto a la

Mientras tanto, los obstinados oficiales de Bombay prosiguieron. con el


ultraje a los indios y provocaron que la prensa los ~cusase de encubnm1ento
7'! Digby, pp. 361-5; y Richard Tucker, «Forcst Management and Imperial Politics: Thana
al negarse a publicar las estimaciones de la. mortalidad ~~,las zonas rura~~s. District, Bombay, 1823-1887», !ESHR 16:3 (1979), p. 288 (cita.)
Incluso Florence Nightingale sufrió un desaire cuando p1d10 los datos a p1 m- 'º Washbrook, «The Commercialization of Agriculture in Colonial India», Modern Asian
cipios de 1878.1s En consecuencia, la Sabha decidió llevar a cabo, en agosto ,\'tudies 28: 1 (1994), p. 131 ; y W. Francis, Bellaiy District, Madrás, 1904, p. 135.
"' Digby, vol. 2, p. 148.
2
" Kate Currie, «British Colonial Policy and Famines: Sorne EfTccts and Implications of
'Free Trade' in the Bombay; Bengal and Madras Presidencies, 1860-1900», South Asia 14:2
11 Ira Klein, «lmperialism, Ecology and Disease: Cholern in l?dia, 18.50-1950», IESHR ( l'J91), p. 43.
31 "4 (1994), pp. 495 y 507; David Arnold, «Cholera Mortality m Bnhsh l'.1dia, 18 ~7~194~> e~ x.i Loveday, p. 60.
84
·
Dyson, p. 270·• y Rita Colwell ' «Global Climate ando lnfecttous Disease. The C o era ara Compárese con Ira Klein, «When the Rains Failed: Famine, Relief, and Mortality in Bri-
di m» Science 274 (20 de diciembre de 1996), p. 203 · 1ish India», !ESHR 21 :2 ( 1984 ), p. 195; y Charles Elliot, Report on the History o/"fhe Mysore
g 78 Cecil Woodham-Smith, Florence Nightingale: 1820-1910, Nueva York, 1983, p. 33 8· l-iu11ine o{ 1876-1878, pp. xx-xxix.
60 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
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mentos de socorro se convirtieron en crisoles de la «gran sinergia entre el de 1877, su propio censo de población y ganado en los cincuenta y cuatro
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cólera y la desnutnc10n». pueblos que conformaban los tres taluk del distrito de Sholapur. Para ello, «a
lo largo de los distritos que sufrían la sequía, organizó una red de maestros de
CUADRO 1.4 escuela, funcionarios jubilados y otras personas que le proporcionaron, en
Estimación de las muertes de hambre realizada por la asociación Sabha algunas áreas, mejores datos y más rápidamente de los que tenía el Gobier-
no». Fue un ejemplo pionero de cómo usar la estadística y sus técnicas de
bosquejo en contra del Imperio. 79
Taluk Población antes Población actual D{ferencia
de la hambruna Por otra parte, Buckingham cedió a la opinión pública y ordenó que se
hiciese un censo aproximado de las muertes de hambre. Los informes prove-
Madhee y Moho! 24.581 15.778 36% nientes del distrito de Madrás indicaban que al menos 1,5 millones de per-
India 39.950 20.905 48% sonas habían fallecido en dicha Presidencia. En los distritos más secos del
Deccan, como Bellary, pereció un cuarto de la población y en algunos taluk
Cabezas de ganado Cabezas de ganado Diferencia
con un porcentaje alto de trabajadores sin tierra, murió más de un tercio de la
antes de la hambruna actualmente 80
población. En la ciudad de Madrás, abatida por 100.000 refugiados que
Madhee y Moho! 16.561 5.470 67% huían de la sequía, los campesinos hambrientos caían muertos enfrente de las
India 35.747 5.644 84% tropas que vigilaban los montones de arroz importado, al mismo tiempo que
«todos los días se puede ver a las madres que, en las calles ... ofrecen sus
hijos al mejor postorn. 81
(La servicial Cámara de Comercio de Madrás sugirió que se erigieran
puestos de policía a lo largo de la playa que, con el mandato de azotar a los
ladrones de grano, actuaran como elementos disuasorios.) 82 En las Provincias
del Noroeste, como veremos, sólo se organizó un socorro inconexo y puniti-
vo, «con lo que, a pesar de haber tenido una abundante cosecha de invierno y
de lo reducidas que fueron las áreas afectadas por la sequía, en nueve meses
la mortandad llegó a superar el millón de personas». 83
Sin embargo, según Ira Klein, «en Mysore fue donde sintieron más atroz-
mente las consecuencias desastrosas de las ideas maltusianas aplicadas a las
políticas con respecto a la hambruna», ya que allí, como concedió posterior-
mente la Comisión de la Regencia Británica, pereció un cuarto de la pobla-
ción. 84 La frugalidad se convirtió en negligencia criminal cuando el Alto
Comisionado, por «temor a gastar el excedente de Mysore», rehusó realizar
el desembolso que habría salvado muchas vidas; y entonces, después de que
su inactividad hubiese provocado un escándalo, convirtió el trabajo público
como medida de auxilio en un sistema sádico de castigo a los hambrientos.
Ilustración 1.4. Almacenes de cereales en Madrás, febrero de 1877.
«En aplicación de la orden del Virrey de crear una política con respecto a la

Mientras tanto, los obstinados oficiales de Bombay prosiguieron. con el


ultraje a los indios y provocaron que la prensa los ~cusase de encubnm1ento
7'! Digby, pp. 361-5; y Richard Tucker, «Forcst Management and Imperial Politics: Thana
al negarse a publicar las estimaciones de la. mortalidad ~~,las zonas rura~~s. District, Bombay, 1823-1887», !ESHR 16:3 (1979), p. 288 (cita.)
Incluso Florence Nightingale sufrió un desaire cuando p1d10 los datos a p1 m- 'º Washbrook, «The Commercialization of Agriculture in Colonial India», Modern Asian
cipios de 1878.1s En consecuencia, la Sabha decidió llevar a cabo, en agosto ,\'tudies 28: 1 (1994), p. 131 ; y W. Francis, Bellaiy District, Madrás, 1904, p. 135.
"' Digby, vol. 2, p. 148.
2
" Kate Currie, «British Colonial Policy and Famines: Sorne EfTccts and Implications of
'Free Trade' in the Bombay; Bengal and Madras Presidencies, 1860-1900», South Asia 14:2
11 Ira Klein, «lmperialism, Ecology and Disease: Cholern in l?dia, 18.50-1950», IESHR ( l'J91), p. 43.
31 "4 (1994), pp. 495 y 507; David Arnold, «Cholera Mortality m Bnhsh l'.1dia, 18 ~7~194~> e~ x.i Loveday, p. 60.
84
·
Dyson, p. 270·• y Rita Colwell ' «Global Climate ando lnfecttous Disease. The C o era ara Compárese con Ira Klein, «When the Rains Failed: Famine, Relief, and Mortality in Bri-
di m» Science 274 (20 de diciembre de 1996), p. 203 · 1ish India», !ESHR 21 :2 ( 1984 ), p. 195; y Charles Elliot, Report on the History o/"fhe Mysore
g 78 Cecil Woodham-Smith, Florence Nightingale: 1820-1910, Nueva York, 1983, p. 33 8· l-iu11ine o{ 1876-1878, pp. xx-xxix.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 63
62
cado sus órdenes para calmar la ansiedad de Londres, durante el verano, el
hambruna puso en práctica una serie de proyectos de irrigación y de otro
Virrey se sintió suficientemente seguro de sí mismo como para reemprender
tipo; pero' como la mayoría de ellos estaba muy lejos de las áreas afecta~as
su campaña contra el socorro libertino. En agosto de 1877, poco después de
por la hambruna, las víctimas extenuadas debían caminar alrededor de cien
que la «gran reina blanca» tranquilizase al público diciendo que «el Gobierno
millas 0 más para llegar hasta allí». 85 Los que llegaron, se encontraron con
de la India pondrá todo su afán en mitigar esta terrible calamidad», Lytton
campamentos fétidos llenos de cadáveres y enferm~d~des, en los que la
decidió, finalmente, bajar de su residencia de temporada en el Himalaya para
mayoría de los refugiados morían rápid~mente. Un oficial recor~aba, poste-
pasar unos pocos días inspeccionando la situación en Madrás. 88
riormente, escenas que podrían haber sahdo del Infierno de Dante . Era la primera vez que presenciaba la terrible realidad de la hambruna.
Los muertos y moribundos yacían en todas partes, los enfermos de
Un periódico local escrito en inglés editorializó que, después de residir por
cólera se revolcaban en medio de personas que no tenían la enferm~­ tanto tiempo en la comodidad de Ja lejana Simia, «el Olimpo indio», desde
dad; algunos se habían arrastrado hasta las tumbas de un cementeno donde había demostrado tener «meramente una idea muy vaga de las dimen-
vecino buscando abrigo y descansaban entre dos tumbas en las que siones de la calamidad», ahora Lytton tendría que confrontar las verdades
apuntalaban sus miembros fatigados; los _cuervos :evoloteaban sobre ineludibles. «En los campamentos de socorro de Palaveram y Monegar
los cuerpos que todavía mantenían una chispa de vida ... El_ lugar pare- Choultry hay escenas que deben ser vistas; incluso nosotros, que ya nos
cía no estar habitado más que por los muertos y los monbundos .. En hemos encallecido, no podemos presenciarlas sin estremecernos; escenas que
pocos minutos recogí cinco cuerpos; uno de ellos era el de un bebe al no osamos describir y que un artista no podría pintar. Nos cuesta imaginar el
que su madre moribunda tenía firmemente agar.rado, pu~s ignoraba efecto que estas escenas hayan podido tener en la inteligencia sensible y poé-
que el niño ya había fallecido; los enfermo~- de colera yacian desate~­
tica de lord Lytton». 89
didos por los que estaban allí; algunos nmos pobres lloraban lasti-
Además de lo tremendamente impopular que era el salario de Temple, la
mosamente pidiendo agua a poca distancia de donde se encontraban
los cocineros, quienes nunca se conmovieron y no dieron de beber a comunidad británica en Madrás estaba enfurecida por la denuncia pública
las pobres criaturas in extremis ...
86 que Lytton había hecho de sus recientes esfuerzos en Inglaterra por recaudar
fondos para el socorro. Puesto que los precios de los cereales y las muertes
En Mysore cuando la hambruna estaba llegando a su terrible apogeo de hambre (157 .588 en agosto) no dejaban de aumentar, y debido a que sus
hacia el verano' de 1877, sólo el terror preservaba el orden social. Cuando las manos estaban atadas por las múltiples restricciones económicas impuestas
mujeres desesperadas y sus hijos hambrientos, por ejemplo, intentaban_ robar por el Virrey, el Duque de Buckingham aceptó el llamado filantrópico como
en los huertos 0 espigar grano de los campos, se las «apaleaba con hierros, última esperanza. Todavía estaba por ver si Lytton y su «Gobierno Supremo»
torturaba se les cortaba la nariz o, a veces, se las mataba». Las muchedum- (como se le llamaba en aquellos años) cederían ante la urgencia aplastante de
bres en l~s zonas rurales, a su vez, asaltaban a los terratenientes y patele~, la crisis. El mismo periódico editorializó que «ahora, el Virrey tiene la opor-
saqueaban sus almacenes de cereales e, incluso, quemaban vivas. a s~s fami- tunidad, literalmente hablando, de salvar miles de vidas. Dejemos que tele-
lias. En otras instancias, lo que es extremadamente raro en la .hist_ona de la grafíe a Inglaterra, sin temor, cándida y audazmente, la verdad sobre el caso;
India, algunos individuos, locos de hambre, recurrie:on al c~mbahsmo : «Un puede que, así, se elimine la duda que, ciertamente, ha sido engendrada en
loco desenterró y devoró parte de una víctima de colera, mientras que otro las mentes de las gentes de la madre patria sobre la necesidad de su ayuda
87 caritativa». 90
mató a su hijo y se comió parte del cuerpo del niño».
En cualquier caso, la «inteligencia sensible y poética» del Virrey fue ter-
camente impasible e insensible a todo lo que experimentó durante su visita
relámpago al sur de Ja India. Bien al contrario, Lytton estaba convencido de
EL DESCENSO DEL OLIMPO
que Buckingham, cual hacendado gordo en una novela de Fielding, estaba
Lytton estaba bien informado de estos detalles. espel~znantes. Sin embar- permitiendo que los órdenes inferiores se amotinasen en los campamentos de
go, desde su perspectiva endurecida, el efecto mas t_err~ble de la ha~.bruna socorro. Después de una breve visita a uno de los campamentos, Lytton envió
era la carga creciente que debía soportar el Tesoro ~nd10. La s~pres1on del una carta a su esposa que destilaba irritación y desprecio patricio, tanto hacia
monzón de 1877 amenazaba con desviar otros l O millones de hbras para la Buckingham, como hacia la gente hambrienta de Madrás: «Nunca viste
salvación de ¡0 que, visto a través de sus anteojos maltusianos, era ~n estr~t?
de población mayormente redundante. Puesto que en mayo ya habia modifi-
88
El discurso de la reina Victoria fue publicado en The Economist, 18 de agosto de 1877.
89
Recorte de la crónica de agosto de 1877 en los Documentos de Grenville STG India
85 Klein, p. 195. caja grande (carpeta S.) ' '
s1. Elliot, p. 42. "º lbid.
s1 Klein, pp. 196-7.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 63
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cado sus órdenes para calmar la ansiedad de Londres, durante el verano, el
hambruna puso en práctica una serie de proyectos de irrigación y de otro
Virrey se sintió suficientemente seguro de sí mismo como para reemprender
tipo; pero' como la mayoría de ellos estaba muy lejos de las áreas afecta~as
su campaña contra el socorro libertino. En agosto de 1877, poco después de
por la hambruna, las víctimas extenuadas debían caminar alrededor de cien
que la «gran reina blanca» tranquilizase al público diciendo que «el Gobierno
millas 0 más para llegar hasta allí». 85 Los que llegaron, se encontraron con
de la India pondrá todo su afán en mitigar esta terrible calamidad», Lytton
campamentos fétidos llenos de cadáveres y enferm~d~des, en los que la
decidió, finalmente, bajar de su residencia de temporada en el Himalaya para
mayoría de los refugiados morían rápid~mente. Un oficial recor~aba, poste-
pasar unos pocos días inspeccionando la situación en Madrás. 88
riormente, escenas que podrían haber sahdo del Infierno de Dante . Era la primera vez que presenciaba la terrible realidad de la hambruna.
Los muertos y moribundos yacían en todas partes, los enfermos de
Un periódico local escrito en inglés editorializó que, después de residir por
cólera se revolcaban en medio de personas que no tenían la enferm~­ tanto tiempo en la comodidad de Ja lejana Simia, «el Olimpo indio», desde
dad; algunos se habían arrastrado hasta las tumbas de un cementeno donde había demostrado tener «meramente una idea muy vaga de las dimen-
vecino buscando abrigo y descansaban entre dos tumbas en las que siones de la calamidad», ahora Lytton tendría que confrontar las verdades
apuntalaban sus miembros fatigados; los _cuervos :evoloteaban sobre ineludibles. «En los campamentos de socorro de Palaveram y Monegar
los cuerpos que todavía mantenían una chispa de vida ... El_ lugar pare- Choultry hay escenas que deben ser vistas; incluso nosotros, que ya nos
cía no estar habitado más que por los muertos y los monbundos .. En hemos encallecido, no podemos presenciarlas sin estremecernos; escenas que
pocos minutos recogí cinco cuerpos; uno de ellos era el de un bebe al no osamos describir y que un artista no podría pintar. Nos cuesta imaginar el
que su madre moribunda tenía firmemente agar.rado, pu~s ignoraba efecto que estas escenas hayan podido tener en la inteligencia sensible y poé-
que el niño ya había fallecido; los enfermo~- de colera yacian desate~­
tica de lord Lytton». 89
didos por los que estaban allí; algunos nmos pobres lloraban lasti-
Además de lo tremendamente impopular que era el salario de Temple, la
mosamente pidiendo agua a poca distancia de donde se encontraban
los cocineros, quienes nunca se conmovieron y no dieron de beber a comunidad británica en Madrás estaba enfurecida por la denuncia pública
las pobres criaturas in extremis ...
86 que Lytton había hecho de sus recientes esfuerzos en Inglaterra por recaudar
fondos para el socorro. Puesto que los precios de los cereales y las muertes
En Mysore cuando la hambruna estaba llegando a su terrible apogeo de hambre (157 .588 en agosto) no dejaban de aumentar, y debido a que sus
hacia el verano' de 1877, sólo el terror preservaba el orden social. Cuando las manos estaban atadas por las múltiples restricciones económicas impuestas
mujeres desesperadas y sus hijos hambrientos, por ejemplo, intentaban_ robar por el Virrey, el Duque de Buckingham aceptó el llamado filantrópico como
en los huertos 0 espigar grano de los campos, se las «apaleaba con hierros, última esperanza. Todavía estaba por ver si Lytton y su «Gobierno Supremo»
torturaba se les cortaba la nariz o, a veces, se las mataba». Las muchedum- (como se le llamaba en aquellos años) cederían ante la urgencia aplastante de
bres en l~s zonas rurales, a su vez, asaltaban a los terratenientes y patele~, la crisis. El mismo periódico editorializó que «ahora, el Virrey tiene la opor-
saqueaban sus almacenes de cereales e, incluso, quemaban vivas. a s~s fami- tunidad, literalmente hablando, de salvar miles de vidas. Dejemos que tele-
lias. En otras instancias, lo que es extremadamente raro en la .hist_ona de la grafíe a Inglaterra, sin temor, cándida y audazmente, la verdad sobre el caso;
India, algunos individuos, locos de hambre, recurrie:on al c~mbahsmo : «Un puede que, así, se elimine la duda que, ciertamente, ha sido engendrada en
loco desenterró y devoró parte de una víctima de colera, mientras que otro las mentes de las gentes de la madre patria sobre la necesidad de su ayuda
87 caritativa». 90
mató a su hijo y se comió parte del cuerpo del niño».
En cualquier caso, la «inteligencia sensible y poética» del Virrey fue ter-
camente impasible e insensible a todo lo que experimentó durante su visita
relámpago al sur de Ja India. Bien al contrario, Lytton estaba convencido de
EL DESCENSO DEL OLIMPO
que Buckingham, cual hacendado gordo en una novela de Fielding, estaba
Lytton estaba bien informado de estos detalles. espel~znantes. Sin embar- permitiendo que los órdenes inferiores se amotinasen en los campamentos de
go, desde su perspectiva endurecida, el efecto mas t_err~ble de la ha~.bruna socorro. Después de una breve visita a uno de los campamentos, Lytton envió
era la carga creciente que debía soportar el Tesoro ~nd10. La s~pres1on del una carta a su esposa que destilaba irritación y desprecio patricio, tanto hacia
monzón de 1877 amenazaba con desviar otros l O millones de hbras para la Buckingham, como hacia la gente hambrienta de Madrás: «Nunca viste
salvación de ¡0 que, visto a través de sus anteojos maltusianos, era ~n estr~t?
de población mayormente redundante. Puesto que en mayo ya habia modifi-
88
El discurso de la reina Victoria fue publicado en The Economist, 18 de agosto de 1877.
89
Recorte de la crónica de agosto de 1877 en los Documentos de Grenville STG India
85 Klein, p. 195. caja grande (carpeta S.) ' '
s1. Elliot, p. 42. "º lbid.
s1 Klein, pp. 196-7.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 65
64

"unas meriendas tan populares" como éstas. La gente aquí no realiza ningún nitaria a la violencia intra-aldeana siguió una pauta predecible: «El cambio
tipo de trabajo, revientan de gordos y, como es natural, disfrutan de l~ lindo. en el ciclo agrícola tuvo implicaciones relevantes para las formas de acción
El Duque visita estos campamentos como los hacendados en Buckmgham y solidaridad popular. Las solidaridades temporales de clase y la acción
visitan sus granjas modelo y muestran gran interés en el engorde de sus popular colectiva que se pudieron presenciar durante la pérdida de la [cose-
mejores bueyes y cerdos ... Pero la pregunta terrible es si el Gobierno de Ma- cha] kharif, mostraron una tendencia decreciente en la estación invernal.
drás será alguna vez capaz de hacer que estas masas desmoralizadas vuelvan Las cosechas durante la rabi que no se habían perdido, se convirtieron rápi-
91 damente en objeto de rapiña, mucho más que los graneros o las despensas
a realizar trabajos realmente útiles».
Lytton, en una tensa reunión en Madrás, obligó a Buckingham a reafir- para almacenar grano delos acaparadores y banias. Por ello, los zamindares
mar su total adhesión a los principios cardinales de la política sobre la ham- se vieron obligados a poner a matones con bastones de bambú a vigilar sus
bruna: «La suficiencia del comercio privado» y «la necesidad de no intervenir cosechas». 95
en el comercio privado», e impuso a su hombre de confianza, el mayor general Las fuertes lluvias de septiembre y octubre finalmente aliviaron la sequía
Kennedy, de Bombay, como «asistente personal» de Buckingh~m . Esto '.ue, en el sur de la India, pero sólo a cambio de traer una epidemia de malaria que
de hecho, un golpe de Estado que depuso al Consejo de Buckmgham e m~­ mató a otros cientos de miles de campesinos debilitados en las Provincias
tauró a Kennedy en una posición suprema para administrar la hambruna sm Unidas y en el Deccan. La investigación moderna ha demostrado que las
desviarse de las órdenes de adherirse al pie de la letra a las reformas promo- sequías extremas, al diezmar a sus mayores predadores, provocan una explo-
vidas por Temple. 92 Mientras tanto, desde los rincones más remotos del Dec- sión en la población de mosquitos tan pronto como regresa el monzón. El
can los misioneros relataban más escenas indescriptibles: «Recientemente, el consiguiente auge de los casos de malaria, a su vez, retrasa la reanudación de
cadáver de una mujer, con la cara medio devorada por los perros, fue trans- las prácticas agrícolas habituales.96 Pero en 1878, también hubo otros obs-
. portado por la calle colgado de un poste, como si fuera un anim~l. El otro táculos que impidieron plantar las semillas necesarias para salvar vidas. La
día, una mujer loca de hambre tomó un perro muerto y lo com10 cerca. d.e escasez de forraje había sido tan extrema que, en muchas localidades, los
nuestro bungaló». El corresponsal anglicano subrayó que «esto no son crom- animales de carga prácticamente se habían extinguido. En julio, el correspon-
cas sensacionalistas»: «La mitad de los horrores provocados por esta ham- sal de The Times en el Deccan de Madrás lo describía así: «Para mostrar cuán
bruna no han sido y no pueden ser contados. Los hombres no tienen ánimo escasos son los bueyes, les explico que, en el distrito de Bellary, los mercade-
93 res envían sus provisiones de cereales a los pueblos lejanos en carros tirados
para reproducir por escrito las escenas que les han helad.o la sangre».
Los pueblos del Deccan también padecían luchas mternas desesperadas por hombres. El valor del trabajo de animal que hace el hombre es tan bajo,
por conseguir las últimas provisiones de cereales almacenada~ en secreto. que resulta más barato emplear a media docena de hombres para trasladar un
Entonces se desencadenó una reacción social en cadena a medida que cada cargamento de arroz que mantener a un par de bueyes. En cualquier caso, se
clase 0 c~sta intentaba salvarse a sí misma a expensas de los grupos que tenía pueden encontrar alimentos para los hombres, mientras que el forraje para el
por debajo. Como ha demostrado David Arnold, las dacoities (expropiaci.o- ganado que trasporta mercancías por los caminos no se encuentra a ningún
nes) «moral-económicas» estructuradas colectivamente contra los prestamis- precio». 97
tas y comerciantes de cereales tienden a degenerar, en los últimos estadio~ de Los ryot, sin sus bueyes ni sus herramientas de labranza, pues unos habían
una hambruna, en violencia entre castas o, incluso, en una guerra hobbesiana muerto y las otras habían sido empeñadas, se vieron obligados a escarbar el
de ryot contra ryot: «Cuanto más se alarga una hambruna, .los..crímene~ Y suelo duro del Deccan con ramas de árbol, o a acoyundar a sus esposas o a
actos violentos dejan de llevar la marca de la protesta y apropiac10n colectiva enyugarse ellos mismos a los arados que todavía les quedaban. Gran parte de
y muestran el encarnizamiento de la angustia, la desolación y el desespero las semillas que los comités de socorro habían distribuido estaba en malas
personal». 94 Sharma coincide en pensar que Ja transición de la acción comu- condiciones, mientras que las semillas que brotaron y consiguieron crecer
fueron, instantáneamente, devorada por las grandes plagas de langosta que,
como en la Biblia, fueron la continuación de la sequía. Según un misionero
9 1 Mary Lutyens, The Lyttons in India, Londres, 1979, PP: 111-12. Por otra parte, el
estadounidense, la tierra firme parecía estar en movimiento de tan numerosos
Gobierno de Madrás describió a las víctimas de la hambruna obligadas a trabajar a cambio de como eran estos insectos; después de las plagas, los recintos y los campos
auxilio como «un conjunto de trabajadores industriosos y concienzudos, completamente cons-
cientes de Ja gravedad de la situación en la que estaban inmersos y agradecidos.por el trnbaJo
que se les proporcionaba» (Report on the Buckingham Canal [Koitadatam] D1v1s10n Dunng the
Madras Famine, Caja 2[a] , Documentos de Grenv1lle, STG India.) 95
Sharma, p. 359.
'" Digby, pp. 206-23. 96
Neville Nicholls, «Complex Climatc-Human-Ecosy tem lntcractions in the 1877 El
9i El reverendo J. Chandler es citado en Digby, vol. 2, p. 148.
Niño», Abstracts, Segunda Conferencia Internacional de Historia Climática, Norwich, 1998,
9 4 David Arnold. «famine in Peasant Consciousness and Peasant Action : Madras, 1876-
pp. 65-6; y J. Mayer, «Coping with Famine», Foreign A{fairs 53: 1 (octubre 1974 ), p. 1Ol.
78», Subaltern Studies 3 (1984), pp. 86-7 y 93; y «Dacoity and Rural Crime in Madras, 1860- 97
The Times, 9 de julio de 1877.
1940», The Journal of Peasant Studies, p. J 63.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 65
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"unas meriendas tan populares" como éstas. La gente aquí no realiza ningún nitaria a la violencia intra-aldeana siguió una pauta predecible: «El cambio
tipo de trabajo, revientan de gordos y, como es natural, disfrutan de l~ lindo. en el ciclo agrícola tuvo implicaciones relevantes para las formas de acción
El Duque visita estos campamentos como los hacendados en Buckmgham y solidaridad popular. Las solidaridades temporales de clase y la acción
visitan sus granjas modelo y muestran gran interés en el engorde de sus popular colectiva que se pudieron presenciar durante la pérdida de la [cose-
mejores bueyes y cerdos ... Pero la pregunta terrible es si el Gobierno de Ma- cha] kharif, mostraron una tendencia decreciente en la estación invernal.
drás será alguna vez capaz de hacer que estas masas desmoralizadas vuelvan Las cosechas durante la rabi que no se habían perdido, se convirtieron rápi-
91 damente en objeto de rapiña, mucho más que los graneros o las despensas
a realizar trabajos realmente útiles».
Lytton, en una tensa reunión en Madrás, obligó a Buckingham a reafir- para almacenar grano delos acaparadores y banias. Por ello, los zamindares
mar su total adhesión a los principios cardinales de la política sobre la ham- se vieron obligados a poner a matones con bastones de bambú a vigilar sus
bruna: «La suficiencia del comercio privado» y «la necesidad de no intervenir cosechas». 95
en el comercio privado», e impuso a su hombre de confianza, el mayor general Las fuertes lluvias de septiembre y octubre finalmente aliviaron la sequía
Kennedy, de Bombay, como «asistente personal» de Buckingh~m . Esto '.ue, en el sur de la India, pero sólo a cambio de traer una epidemia de malaria que
de hecho, un golpe de Estado que depuso al Consejo de Buckmgham e m~­ mató a otros cientos de miles de campesinos debilitados en las Provincias
tauró a Kennedy en una posición suprema para administrar la hambruna sm Unidas y en el Deccan. La investigación moderna ha demostrado que las
desviarse de las órdenes de adherirse al pie de la letra a las reformas promo- sequías extremas, al diezmar a sus mayores predadores, provocan una explo-
vidas por Temple. 92 Mientras tanto, desde los rincones más remotos del Dec- sión en la población de mosquitos tan pronto como regresa el monzón. El
can los misioneros relataban más escenas indescriptibles: «Recientemente, el consiguiente auge de los casos de malaria, a su vez, retrasa la reanudación de
cadáver de una mujer, con la cara medio devorada por los perros, fue trans- las prácticas agrícolas habituales.96 Pero en 1878, también hubo otros obs-
. portado por la calle colgado de un poste, como si fuera un anim~l. El otro táculos que impidieron plantar las semillas necesarias para salvar vidas. La
día, una mujer loca de hambre tomó un perro muerto y lo com10 cerca. d.e escasez de forraje había sido tan extrema que, en muchas localidades, los
nuestro bungaló». El corresponsal anglicano subrayó que «esto no son crom- animales de carga prácticamente se habían extinguido. En julio, el correspon-
cas sensacionalistas»: «La mitad de los horrores provocados por esta ham- sal de The Times en el Deccan de Madrás lo describía así: «Para mostrar cuán
bruna no han sido y no pueden ser contados. Los hombres no tienen ánimo escasos son los bueyes, les explico que, en el distrito de Bellary, los mercade-
93 res envían sus provisiones de cereales a los pueblos lejanos en carros tirados
para reproducir por escrito las escenas que les han helad.o la sangre».
Los pueblos del Deccan también padecían luchas mternas desesperadas por hombres. El valor del trabajo de animal que hace el hombre es tan bajo,
por conseguir las últimas provisiones de cereales almacenada~ en secreto. que resulta más barato emplear a media docena de hombres para trasladar un
Entonces se desencadenó una reacción social en cadena a medida que cada cargamento de arroz que mantener a un par de bueyes. En cualquier caso, se
clase 0 c~sta intentaba salvarse a sí misma a expensas de los grupos que tenía pueden encontrar alimentos para los hombres, mientras que el forraje para el
por debajo. Como ha demostrado David Arnold, las dacoities (expropiaci.o- ganado que trasporta mercancías por los caminos no se encuentra a ningún
nes) «moral-económicas» estructuradas colectivamente contra los prestamis- precio». 97
tas y comerciantes de cereales tienden a degenerar, en los últimos estadio~ de Los ryot, sin sus bueyes ni sus herramientas de labranza, pues unos habían
una hambruna, en violencia entre castas o, incluso, en una guerra hobbesiana muerto y las otras habían sido empeñadas, se vieron obligados a escarbar el
de ryot contra ryot: «Cuanto más se alarga una hambruna, .los..crímene~ Y suelo duro del Deccan con ramas de árbol, o a acoyundar a sus esposas o a
actos violentos dejan de llevar la marca de la protesta y apropiac10n colectiva enyugarse ellos mismos a los arados que todavía les quedaban. Gran parte de
y muestran el encarnizamiento de la angustia, la desolación y el desespero las semillas que los comités de socorro habían distribuido estaba en malas
personal». 94 Sharma coincide en pensar que Ja transición de la acción comu- condiciones, mientras que las semillas que brotaron y consiguieron crecer
fueron, instantáneamente, devorada por las grandes plagas de langosta que,
como en la Biblia, fueron la continuación de la sequía. Según un misionero
9 1 Mary Lutyens, The Lyttons in India, Londres, 1979, PP: 111-12. Por otra parte, el
estadounidense, la tierra firme parecía estar en movimiento de tan numerosos
Gobierno de Madrás describió a las víctimas de la hambruna obligadas a trabajar a cambio de como eran estos insectos; después de las plagas, los recintos y los campos
auxilio como «un conjunto de trabajadores industriosos y concienzudos, completamente cons-
cientes de Ja gravedad de la situación en la que estaban inmersos y agradecidos.por el trnbaJo
que se les proporcionaba» (Report on the Buckingham Canal [Koitadatam] D1v1s10n Dunng the
Madras Famine, Caja 2[a] , Documentos de Grenv1lle, STG India.) 95
Sharma, p. 359.
'" Digby, pp. 206-23. 96
Neville Nicholls, «Complex Climatc-Human-Ecosy tem lntcractions in the 1877 El
9i El reverendo J. Chandler es citado en Digby, vol. 2, p. 148.
Niño», Abstracts, Segunda Conferencia Internacional de Historia Climática, Norwich, 1998,
9 4 David Arnold. «famine in Peasant Consciousness and Peasant Action : Madras, 1876-
pp. 65-6; y J. Mayer, «Coping with Famine», Foreign A{fairs 53: 1 (octubre 1974 ), p. 1Ol.
78», Subaltern Studies 3 (1984), pp. 86-7 y 93; y «Dacoity and Rural Crime in Madras, 1860- 97
The Times, 9 de julio de 1877.
1940», The Journal of Peasant Studies, p. J 63.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 67
66

paron la muerte de hambre de un tercio de la población «a la apatía criminal


parecían haber sido chamuscados por un fuego devastadorn. A principio~ de
98

del Maharajá y a la codicia de sus oficiales, quienes compraron las provisio-


1878, la hambruna, acompañada del cólera, había vuelto a muchos d1stntos,
nes de cereales para venderlas a precios exorbitantes» : «Si no fuera porque
pero como se anticipaba una buena cosecha, se habían agotad? las prov~sio­
sir Robert Egerton, entonces gobernador lugarteniente del Punjab, insistió en
nes de cereales de reserva y los precios eran tan altos como siempre. D1gby
tomar el servicio de transporte y abastecimiento de las manos del Gobierno
cuenta una desagradable historia de la situación angustiosa que duró toda la
corrupto e incompetente de Cachemira, el valle habría quedado completa-
primavera: «Tres mujeres (hermanas) habían esposad~ a tres ~e'.1,11ªn~s ~
mente despoblado». 1º2
ellas y sus familias vivían todos en una gran casa, segun la trad1c10n hmdu
Pero sería de igual justicia aplicar (y así se hizo) Jos mismos cargos cri-
patriarcal. La familia entera, a 1 de enero de 1878, contaba con cuarenta y
ocho personas. Sus cosechas se perdieron, su dinero se agotó y no podían minales contra Ja Administración británica en las Provincias del Noroeste y
conseguir más crédito. Intentaron vivir de raíces, hojas, etc., pero cayeron en Oud, así como en los distritos adyacentes del Punjab, en Jos que la ham-
víctimas del cólera, que mató a treinta de ellos. Otros quince expiraron de lo bruna mató al menos a 1,2 millones de personas en 1878-79. Los historiado-
que un familiar llamó la "fiebre fría" y en abril tan sólo quedaban tres».
99
_
res indios han enfatizado que ese asombroso número de fallecimientos fue el
El golpe definitivo contra el campesinado del Deccan fue la campana resultado previsible y evitable de un conjunto de elecciones políticas delibe-
militar de recolección de los impuestos atrasados que se habían acumulado radas. Al contrario de lo que sucedió en el sur, las cosechas del norte fueron
durante la sequía. Aunque algunos críticos liberales, como el director del abundantes entre 1874 y 1876 y, en condiciones normales, habrían proporcio-
Jndian Daily News James Wilson, en un discurso en Sheffield en octubre de nado reservas más que suficientes para lidiar con el déficit en la kharil de
1877 advirtieron al público británico que «millones de personas han muerto 1878. Pero la labranza de subsistencia presente en muchas partes de las Pro-
a ca~sa de los supuestos axiomas de la economía política» y que la mejor vincias del Noroeste había sido, recientemente, transformada en un sector
prevención contra la hambruna era «condonar a los indios el pago de la deu- cautivo de las exportaciones destinadas a estabilizar los precios de los cerea-
da con Gran Bretaña», es notable que no hubo gran reproche a la decisión del les en Gran Bretaña. Cosechas pobres y precios altos en 1876-77 en Inglate-
Gobierno de vaciar los bolsillos de los pobres.'ºº En el distrito Kurnool de rra generaron una demanda que absorbió Ja mayor parte del excedente de tri-
Madrás, por ejemplo, «en 1879-80, se tuvieron que emplear políticas coacti- go de la región. Así mismo, Ja mayoría de las provisiones de cereales de peor
vas para recuperar hasta 78% de la recaudación total». Como afirma el Dr. calidad de las provincias, por ejemplo el mijo, fue exportada por Jos comer-
Rajasekhar, la subasta de tierras para cubrir pagos atrasados que siguió fue ciantes a los distritos de las presidencias de Bombay y Madrás afectados por
como maná caído del cielo para los campesinos ricos y los prestamistas, la hambruna, con lo que se dejó al campesinado local sin protección frente a
quienes ya anteriormente se habían beneficiado de las ventas de ganado Y de la sequía. Entre tanto, Jos beneficios de las exportaciones de cereales fueron
las hipotecas de tierras por debajo de su valor inducidas por la hambruna, a parar a los bolsillos de los zamindares ricos, prestamistas y comerciantes de
pero lesionó la recuperación de una economía agrícola que dependía tradicio- cereales, en vez de a los de los productores directos. 103
nalmente de la energía de los propietarios de minifundios (ahora arruinados) Aún así, la organización temprana y enérgica del socorro y, sobre todo, el
para arar las tierras yermas.'º' aplazamiento de la recolección de los impuestos de la tierra, mantuvieron la
mortandad al mínimo. De hecho, el gerente de la provincia, sir George Cou-
per, imploró a Lytton la cancelación de las rentas de ese año: «El gobernador
«MÚLTIPLES ASESINATOS» lugarteniente conoce bien los aprietos económicos en los que se encuentra
actualmente el Gobierno de la India y es por ello por lo que hace, con la
El año de 1878 también presenció una mortandad terrible e innecesaria mayor de las prevenciones, el presente informe que, temporalmente, aumen-
en el noroeste de la India debida a la supresión del monzón durante el verano tará sus cargas. Pero no encuentra otro camino. Si se presiona ahora a las
de 1877 y a una reducción del periodo seco a principios de 1878. Sin embar- comunidades aldeanas que forman la gran masa de nuestros contribuyentes,
go, incluso más que en el sur, la sequía fue convertida, con cientemente, en sencillamente se los arruinará» . 1º4
hambruna por las decisiones tomadas en los palacios de los rajás y virreyes. Sin embargo, Lytton todavía estaba enfangado en la planificación logísti-
Así, en los valles remotos y bellos de Cachemira, los oficiales británicos cul- ca de su aventura afgana y, de nuevo, no se dejó influir por las imágenes de

98
Digby, p. 241. wz Ésta es la crónica sin sesgo que Lepe\ Griffin, un oficial encargado del auxilio, refirió a
99
!bid. ' pp. 243-4. llarper 's Week/y muchos años después, durante la hambruna de 1896 («lndian Famine», 7 de
100 Reimpreso como James Wilson, Th e Government of India in Relation to Famines and
noviembre de 1896, pp. 489-90.)
Comm erce, Londres, 1878, pp. 9 y 13. 103
Bhatia, pp. 98-1 Ol.
101 D. Rajasekhar, «Famines and Peasant Mobility: Changing Agrarian Structure in Kurnool 104
Citado en Osborne, p. 563 (la cursiva es del original.)
District of Andhra. 1870-1900», IESHR 28 :2 ( 1991 ), pp. 143 (cita), 144 y 150.
MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA 67
66

paron la muerte de hambre de un tercio de la población «a la apatía criminal


parecían haber sido chamuscados por un fuego devastadorn. A principio~ de
98

del Maharajá y a la codicia de sus oficiales, quienes compraron las provisio-


1878, la hambruna, acompañada del cólera, había vuelto a muchos d1stntos,
nes de cereales para venderlas a precios exorbitantes» : «Si no fuera porque
pero como se anticipaba una buena cosecha, se habían agotad? las prov~sio­
sir Robert Egerton, entonces gobernador lugarteniente del Punjab, insistió en
nes de cereales de reserva y los precios eran tan altos como siempre. D1gby
tomar el servicio de transporte y abastecimiento de las manos del Gobierno
cuenta una desagradable historia de la situación angustiosa que duró toda la
corrupto e incompetente de Cachemira, el valle habría quedado completa-
primavera: «Tres mujeres (hermanas) habían esposad~ a tres ~e'.1,11ªn~s ~
mente despoblado». 1º2
ellas y sus familias vivían todos en una gran casa, segun la trad1c10n hmdu
Pero sería de igual justicia aplicar (y así se hizo) Jos mismos cargos cri-
patriarcal. La familia entera, a 1 de enero de 1878, contaba con cuarenta y
ocho personas. Sus cosechas se perdieron, su dinero se agotó y no podían minales contra Ja Administración británica en las Provincias del Noroeste y
conseguir más crédito. Intentaron vivir de raíces, hojas, etc., pero cayeron en Oud, así como en los distritos adyacentes del Punjab, en Jos que la ham-
víctimas del cólera, que mató a treinta de ellos. Otros quince expiraron de lo bruna mató al menos a 1,2 millones de personas en 1878-79. Los historiado-
que un familiar llamó la "fiebre fría" y en abril tan sólo quedaban tres».
99
_
res indios han enfatizado que ese asombroso número de fallecimientos fue el
El golpe definitivo contra el campesinado del Deccan fue la campana resultado previsible y evitable de un conjunto de elecciones políticas delibe-
militar de recolección de los impuestos atrasados que se habían acumulado radas. Al contrario de lo que sucedió en el sur, las cosechas del norte fueron
durante la sequía. Aunque algunos críticos liberales, como el director del abundantes entre 1874 y 1876 y, en condiciones normales, habrían proporcio-
Jndian Daily News James Wilson, en un discurso en Sheffield en octubre de nado reservas más que suficientes para lidiar con el déficit en la kharil de
1877 advirtieron al público británico que «millones de personas han muerto 1878. Pero la labranza de subsistencia presente en muchas partes de las Pro-
a ca~sa de los supuestos axiomas de la economía política» y que la mejor vincias del Noroeste había sido, recientemente, transformada en un sector
prevención contra la hambruna era «condonar a los indios el pago de la deu- cautivo de las exportaciones destinadas a estabilizar los precios de los cerea-
da con Gran Bretaña», es notable que no hubo gran reproche a la decisión del les en Gran Bretaña. Cosechas pobres y precios altos en 1876-77 en Inglate-
Gobierno de vaciar los bolsillos de los pobres.'ºº En el distrito Kurnool de rra generaron una demanda que absorbió Ja mayor parte del excedente de tri-
Madrás, por ejemplo, «en 1879-80, se tuvieron que emplear políticas coacti- go de la región. Así mismo, Ja mayoría de las provisiones de cereales de peor
vas para recuperar hasta 78% de la recaudación total». Como afirma el Dr. calidad de las provincias, por ejemplo el mijo, fue exportada por Jos comer-
Rajasekhar, la subasta de tierras para cubrir pagos atrasados que siguió fue ciantes a los distritos de las presidencias de Bombay y Madrás afectados por
como maná caído del cielo para los campesinos ricos y los prestamistas, la hambruna, con lo que se dejó al campesinado local sin protección frente a
quienes ya anteriormente se habían beneficiado de las ventas de ganado Y de la sequía. Entre tanto, Jos beneficios de las exportaciones de cereales fueron
las hipotecas de tierras por debajo de su valor inducidas por la hambruna, a parar a los bolsillos de los zamindares ricos, prestamistas y comerciantes de
pero lesionó la recuperación de una economía agrícola que dependía tradicio- cereales, en vez de a los de los productores directos. 103
nalmente de la energía de los propietarios de minifundios (ahora arruinados) Aún así, la organización temprana y enérgica del socorro y, sobre todo, el
para arar las tierras yermas.'º' aplazamiento de la recolección de los impuestos de la tierra, mantuvieron la
mortandad al mínimo. De hecho, el gerente de la provincia, sir George Cou-
per, imploró a Lytton la cancelación de las rentas de ese año: «El gobernador
«MÚLTIPLES ASESINATOS» lugarteniente conoce bien los aprietos económicos en los que se encuentra
actualmente el Gobierno de la India y es por ello por lo que hace, con la
El año de 1878 también presenció una mortandad terrible e innecesaria mayor de las prevenciones, el presente informe que, temporalmente, aumen-
en el noroeste de la India debida a la supresión del monzón durante el verano tará sus cargas. Pero no encuentra otro camino. Si se presiona ahora a las
de 1877 y a una reducción del periodo seco a principios de 1878. Sin embar- comunidades aldeanas que forman la gran masa de nuestros contribuyentes,
go, incluso más que en el sur, la sequía fue convertida, con cientemente, en sencillamente se los arruinará» . 1º4
hambruna por las decisiones tomadas en los palacios de los rajás y virreyes. Sin embargo, Lytton todavía estaba enfangado en la planificación logísti-
Así, en los valles remotos y bellos de Cachemira, los oficiales británicos cul- ca de su aventura afgana y, de nuevo, no se dejó influir por las imágenes de

98
Digby, p. 241. wz Ésta es la crónica sin sesgo que Lepe\ Griffin, un oficial encargado del auxilio, refirió a
99
!bid. ' pp. 243-4. llarper 's Week/y muchos años después, durante la hambruna de 1896 («lndian Famine», 7 de
100 Reimpreso como James Wilson, Th e Government of India in Relation to Famines and
noviembre de 1896, pp. 489-90.)
Comm erce, Londres, 1878, pp. 9 y 13. 103
Bhatia, pp. 98-1 Ol.
101 D. Rajasekhar, «Famines and Peasant Mobility: Changing Agrarian Structure in Kurnool 104
Citado en Osborne, p. 563 (la cursiva es del original.)
District of Andhra. 1870-1900», IESHR 28 :2 ( 1991 ), pp. 143 (cita), 144 y 150.
MIKE DAVIS
LOS FANTASMAS DE VICTORIA 69
68
Pero el Gobierno de la India, después de haber decretado la recauda-
ción de los impuestos de la tierra, ahora se veía compelido a justificar
su rapacidad con la pretensión de que la hambruna no merecía tal
condonación. La muerte y la mortalidad despeluznante por todas las
Provincias del Noroeste debían ser escondidas y tratadas como secreto
de Estado, al igual que lo eran las negociaciones con Shere Ali [el
emir de Afganistán] ....

Durante todo ese lúgubre invierno, la hambruna estuvo bien ocupada


devorando a sus víctimas por millares .. . [D]urante la desesperada
tentativa de mantener a su ganado con vida, los campesinos misera-
bles lo alimentaron con la paja que cubría sus cabañas y que les
hacía de cama. Pero el invierno fue inusual mente duro y, sin un techo
por encima o un lecho por debajo, grandes multitudes, ligeramente
vestidas y pobremente alimentadas, perecieron de frío. Los moribun-
dos y los muertos quedaron derramados por los caminos rurales.
Muchos cadáveres fueron arrojados a pozos viejos porque las muer-
tes eran demasiado numerosas como para que sus familiares misera-
bles pudieran realizar los ritos funerarios habituales. Las madres
vendían a sus hijos por una sola comida ligera. Los maridos arroj a-
ban a sus esposas en los embalses para ahorrarse el tormento de ver-
· · 1 5 y ·ctimas de la hambruna, \877 . El pie de foto original de esta fotografía hecha les sufrir la prolongada agonía que acompaña a las muertes de ham-
11ust rac10n . . por
1 .
un misionero reza: «Los que llegan a este estad10, raramente se recuperan». bre . En medio de estas escenas de muerte, el Gobierno de la India
mantuvo su serenidad y alegría intactas. Persuadió a los periódicos
del Noroeste de mantenerse en silencio. Se dieron órdenes estrictas a
los pueblos en la indigencia. Rechazó la súplica de Couper h~cho una furia. los civiles de no apoyar, bajo ninguna circunstancia, la pretensión de
El gobernador lugarteniente, que no sentía la pena paternahst~ Y te~c~ de los autóctonos <le que se estaban muriendo de hambre. Un civil, e l
Buckingham por la gente, para disgusto de algu~~s de ~us p.r~ptos oficial~~ Sr. MacMinn, incapaz de soportar la miseria que lo rodeaba, abrió a
de distrito («no podría haber concebido una pohttca mas smctda», ~e qu,eJO sus expensas un centro caritativo. Se le dio una fuerte reprimenda, se
uno de ellos), inmediata y obsequiosamente prometió «apreta~ el cmtur?n» le amenazó con degradarle y se le ordenó cerrar el centro inmediata-
mente.107
de los zamindares ya duramente golpeados y de sus arrendatanos hambnen-
tos. («Su honorable confia que las recaudaciones estarán a la altura de l~s
expectativas del Gobierno de la India, pero si lo decepcionan, su e.xcel~n~~a «Ni tan siquiera un murmullo» de este desastre provocado por el hombre
el Virrey... puede estar seguro que no será por falta de, esfue~zo o d1spos1cw~ alcanzó los oídos del público hasta que un crítico notable del Gobierno,
a ejercer la presión necesaria sobre aquellos q.u~ estan o~lig~dos .ª cu":plir
Robert Knight, director del Indian Economist y del Stateman, visitó Agra en
febrero de 1878. «Se quedó estupefacto al encontrar por todas partes indicios
con la exacción».) Prestamente ordenó a sus oftctales de d1stnto e mgemeros
de una horrible miseria». Sus revelaciones públicas incitaron a Couper a
que «disuadiesen, por todos los medios posible.s, los ~r~bajos públicos como
escribir una minuta autolaudatoria que fue avalada en su totalidad por el
forma de auxilio ... La mera agonía no es razon suf1c1ente para ere.ar tales
Virrey. En su comentario, Lytton afirmó que la culpa de la mortandad
puestos de trabajo». La idea era obligar a los campesinos a dar dmero al
horrenda se encontraba en la «indisposición de la gente a dejar sus hogares y
Gobierno y no al revés. 10s Cuando los campesinos hambrie.ntos se rebelaron
no en la falta de prevención por parte del Gobierno local a la hora de crear
(hubo 150 motines de subsistencia sólo en agosto y septiembre de 1877),
106
trabajo público en las zonas en las que se necesitaba socorro». 1º8 Knight le
Couper llenó cárceles y prisiones. .
contestó, a su vez, en una editorial que, por primera vez, usaba abiertamente
Un funcionario disidente, el coronel lugartemente Ronald Osborne, pos~
el término «asesinato» para caracterizar la política oficial respecto a la ham-
teriormente explicaría a los lectores de The Contemporary_ ,Revie~ que se uso
bruna:
un engaño oficial y criminal para justificar la recaudac10n de impuestos Y
disimular las muertes consiguientes:

107 Osborne, p. 564.


108 !bid., pp. 553 y 565.
105 !bid., pp. 563-7.
106 Wakimura, p. 286.
MIKE DAVIS
LOS FANTASMAS DE VICTORIA 69
68
Pero el Gobierno de la India, después de haber decretado la recauda-
ción de los impuestos de la tierra, ahora se veía compelido a justificar
su rapacidad con la pretensión de que la hambruna no merecía tal
condonación. La muerte y la mortalidad despeluznante por todas las
Provincias del Noroeste debían ser escondidas y tratadas como secreto
de Estado, al igual que lo eran las negociaciones con Shere Ali [el
emir de Afganistán] ....

Durante todo ese lúgubre invierno, la hambruna estuvo bien ocupada


devorando a sus víctimas por millares .. . [D]urante la desesperada
tentativa de mantener a su ganado con vida, los campesinos misera-
bles lo alimentaron con la paja que cubría sus cabañas y que les
hacía de cama. Pero el invierno fue inusual mente duro y, sin un techo
por encima o un lecho por debajo, grandes multitudes, ligeramente
vestidas y pobremente alimentadas, perecieron de frío. Los moribun-
dos y los muertos quedaron derramados por los caminos rurales.
Muchos cadáveres fueron arrojados a pozos viejos porque las muer-
tes eran demasiado numerosas como para que sus familiares misera-
bles pudieran realizar los ritos funerarios habituales. Las madres
vendían a sus hijos por una sola comida ligera. Los maridos arroj a-
ban a sus esposas en los embalses para ahorrarse el tormento de ver-
· · 1 5 y ·ctimas de la hambruna, \877 . El pie de foto original de esta fotografía hecha les sufrir la prolongada agonía que acompaña a las muertes de ham-
11ust rac10n . . por
1 .
un misionero reza: «Los que llegan a este estad10, raramente se recuperan». bre . En medio de estas escenas de muerte, el Gobierno de la India
mantuvo su serenidad y alegría intactas. Persuadió a los periódicos
del Noroeste de mantenerse en silencio. Se dieron órdenes estrictas a
los pueblos en la indigencia. Rechazó la súplica de Couper h~cho una furia. los civiles de no apoyar, bajo ninguna circunstancia, la pretensión de
El gobernador lugarteniente, que no sentía la pena paternahst~ Y te~c~ de los autóctonos <le que se estaban muriendo de hambre. Un civil, e l
Buckingham por la gente, para disgusto de algu~~s de ~us p.r~ptos oficial~~ Sr. MacMinn, incapaz de soportar la miseria que lo rodeaba, abrió a
de distrito («no podría haber concebido una pohttca mas smctda», ~e qu,eJO sus expensas un centro caritativo. Se le dio una fuerte reprimenda, se
uno de ellos), inmediata y obsequiosamente prometió «apreta~ el cmtur?n» le amenazó con degradarle y se le ordenó cerrar el centro inmediata-
mente.107
de los zamindares ya duramente golpeados y de sus arrendatanos hambnen-
tos. («Su honorable confia que las recaudaciones estarán a la altura de l~s
expectativas del Gobierno de la India, pero si lo decepcionan, su e.xcel~n~~a «Ni tan siquiera un murmullo» de este desastre provocado por el hombre
el Virrey... puede estar seguro que no será por falta de, esfue~zo o d1spos1cw~ alcanzó los oídos del público hasta que un crítico notable del Gobierno,
a ejercer la presión necesaria sobre aquellos q.u~ estan o~lig~dos .ª cu":plir
Robert Knight, director del Indian Economist y del Stateman, visitó Agra en
febrero de 1878. «Se quedó estupefacto al encontrar por todas partes indicios
con la exacción».) Prestamente ordenó a sus oftctales de d1stnto e mgemeros
de una horrible miseria». Sus revelaciones públicas incitaron a Couper a
que «disuadiesen, por todos los medios posible.s, los ~r~bajos públicos como
escribir una minuta autolaudatoria que fue avalada en su totalidad por el
forma de auxilio ... La mera agonía no es razon suf1c1ente para ere.ar tales
Virrey. En su comentario, Lytton afirmó que la culpa de la mortandad
puestos de trabajo». La idea era obligar a los campesinos a dar dmero al
horrenda se encontraba en la «indisposición de la gente a dejar sus hogares y
Gobierno y no al revés. 10s Cuando los campesinos hambrie.ntos se rebelaron
no en la falta de prevención por parte del Gobierno local a la hora de crear
(hubo 150 motines de subsistencia sólo en agosto y septiembre de 1877),
106
trabajo público en las zonas en las que se necesitaba socorro». 1º8 Knight le
Couper llenó cárceles y prisiones. .
contestó, a su vez, en una editorial que, por primera vez, usaba abiertamente
Un funcionario disidente, el coronel lugartemente Ronald Osborne, pos~
el término «asesinato» para caracterizar la política oficial respecto a la ham-
teriormente explicaría a los lectores de The Contemporary_ ,Revie~ que se uso
bruna:
un engaño oficial y criminal para justificar la recaudac10n de impuestos Y
disimular las muertes consiguientes:

107 Osborne, p. 564.


108 !bid., pp. 553 y 565.
105 !bid., pp. 563-7.
106 Wakimura, p. 286.
70 M!KE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
71

No acuse al Statesman de exagerar la cuestión. Acúsese a usted mis- tenía grandes simpatías por las elites hindúes y musulmanas y entendía sus
mo. Durante años largos y fatigosos hemos exigido en vano la suspen- agravios. Incluso más inusual era que tenía sus finas antenas sintonizadas
sión de los kists [impuesto sobre la tierra] cuando llega la hambruna.
para escuchar los rugidos del descontento revolucionario de los pobres. Des-
Puesto que no hay una ley de pobres en el país y la vieja política, una
pués del complot de Basudeo, se «convenció», según William Wedderburn,
vez más, obliga a la gente a sobrevivir por sus propios medios o a
perecer, y puesto que la prensa vernácula es el único testigo de los un líder de la oposición parlamentaria en la India, «de que se necesitaba
sufrimientos de aquellos acallados por las necesidades crueles que los actuar con decisión para contrarrestar la agitación creciente entre las masas
acechan, nosotros y nuestros contemporáneos debemos hablar sin que habían sufrido durante las hambrunas». 111 El primer paso fue resistir el
reservas o compartir la culpa de los múltiples asesinatos cometidos esquema punitivo e incendiario del Virrey, que quería transferir la totalidad
por hombres cegados a la verdadera naturaleza de lo que estamos de los costos del socorro durante la hambruna a los pobres.
haciendo en el país. 109 La idea de un «fondo de seguro para las víctimas de las hambrunas» fue
pro?1ovida, inicialmente, por lord Northbrook y retomada por Hamilton y
De hecho, «hombres cegados» como Lytton y Temple tuvieron suerte al Sahsbury en 1877 para evitar que los liberales pudieran utilizar la terrible
sólo tener que enfrentarse a la ira de las editoriales de los periódicos. La mortandad ocurrida en la India en las próximas elecciones. Lytton, que sabía
India de los «sufrimientos supinos» que gobernaban en 1877 todavía estaba que los miembros radicales de la Casa de los Comunes preferían que el fondo
traumatizada por el terror salvaje que siguió a la Revolución de los Cipayos se financiase con una combinación de impuestos a la propiedad y de reduc-
veinte años antes. Las protestas violentas fueron en todas partes refrenadas ciones en los gastos militares, aceptó el plan estipulando que el fondo debía
por el recuerdo de los cipayos despedazados a cañonazos y de las enormes ser completamente regresivo, sin que afectase a las clases dominantes o al
masas de campesinos retorciéndose de dolor colgados del lazo corredizo. La ejército. También se opuso con vehemencia a la propuesta de Hume, a quien
excepción fue Poona, donde Basudeo Balwant Phadke y sus seguidores, ins- había obligado a dimitir, que proponía aplicar un impuesto modesto sobre la
pirados por las tradiciones marciales maratha que todavía se habían manteni- renta «basándose en que afectaría a los grupos con una renta más alta, tanto
do, rompieron con la moderación de la asociación Sabha. «La destrucción europeos como indios». Prefería imponer el impuesto del hambre a las vícti-
causada por la hambruna», explica Kayshalya Dublish, condujo a Basudeo a mas pote~ciales de ésta; es decir, imponer un nuevo gravamen a los campesi-
<~urar que la rebelión armada destruiría el poder británico en la India». Trai- nos, medida que habría encendido el país entero y que, por ello, fue rechaza-
cionado por un compañero mientras organizaba una expedición de saqueo al da por Salisbury y el Consejo de la India. Como alternativa, Lytton y John
Tesoro para comprar armamento, el «Robín Hood maratha», «el padre del Strachey prepararon el borrador de un esquema casi tan regresivo como éste:
nacionalismo militante en la India», fue deportado y murió en prisión en retomaron la odiada licencia al comercio minorista (los profesionales estaban
1883 . 11 º Su conspiración abortada de 1879 se relaciona con el holocausto de exentos de ella), en tándem con un aumento brutal de los impuestos aduane-
1876-78 de la misma forma que el levantamiento del movimiento de la Joven ros de la sal en Madrás y Bombay (en donde el costo de la sal pasó de l a 40
Irlanda de 1848 se relaciona con la gran hambruna de 1846-47: lo que es lo annas por maund.) 112
mismo que decir que fue tanto su apéndice como su prólogo. Después de haber sido purgado, Hume se unió al coro pequeño pero
influyente de opositores a Lytton liderado por Wedderburn, Cotton y Nightin-
gale, cuya campaña por la reforma sanitaria en la India había sido ignorada
LA HAMBRUNA Y EL NACIONALISMO arrogantemente por el Virrey.) El principal cronista de la hambruna, Digby,
t~mb~én.volvió a Inglaterra en 1880 para defender, con los liberales, los agra-
Ningún inglés entendió esta cuestión con más claridad que el secretario v10s md10s. En docenas de reuniones de alcaldías, así como en la prensa lon-
de agricultura de Lytton, Allan Octavian Hume. Hume, un tipo inusual para dinense y en la Casa de los Comunes, argumentaron que fueron las políticas
un Gobierno conservador que despreciaba las aspiraciones indias a ejercer el desastrosas y egoístas de los británicos, como el impuesto de la sal, y no la
autogobierno y cuyo padre era un diputado radical escocés muy conocido, madre naturaleza, las que abrieron la brecha por la que entró la hambruna en
Madrás; Y abogaron por una nueva política basada en reducir las rentas sobre
el suelo y el gasto militar, en invertir en irrigación y salud pública, en promo-
109
Digby destaca y loa el Statesman, cuyo director era Knight, por haber enviado a un
corresponsal a que pasase seis meses informando desde los distritos afectados por la hambruna
111
de Bombay, Madrás y Mysore (Digby, p. 22.) Las editoriales mordaces del Statesman y las car- John McLane, lndian Nationalism and the Early Congress, Princeton, Nueva Jersey,
tas igualmente críticas de los misioneros fueron publicadas en formato de cuaderno con el título 1977, P: 45. Sobre la ansiedad general que había en Gran Bretaña de que la hambruna de 1876-
Sir George Coulter and the Famine in North Western Provinces (Calcuta, 1878.) Este extracto 77 pudiese provocar una «revolución», véase Ems Namboordiripad, A Hist01y o( the /ndian
proviene de Bhatia, p. 100. Freedom Struggle, Trivandrum, 1986, p. 136. ·
11
° Compárese con Kaushalya Devi Dublish, Revolutionaries and Their Activities in Nor- 112
Premansukumar Bandyopadhyay, Indian Famine and Agrarian Problems Calcuta pp.
thern India, Delhi, 1982, pp. 3-4; y Mehrotra, pp. 310-11 . 97-103. ' '
70 M!KE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
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No acuse al Statesman de exagerar la cuestión. Acúsese a usted mis- tenía grandes simpatías por las elites hindúes y musulmanas y entendía sus
mo. Durante años largos y fatigosos hemos exigido en vano la suspen- agravios. Incluso más inusual era que tenía sus finas antenas sintonizadas
sión de los kists [impuesto sobre la tierra] cuando llega la hambruna.
para escuchar los rugidos del descontento revolucionario de los pobres. Des-
Puesto que no hay una ley de pobres en el país y la vieja política, una
pués del complot de Basudeo, se «convenció», según William Wedderburn,
vez más, obliga a la gente a sobrevivir por sus propios medios o a
perecer, y puesto que la prensa vernácula es el único testigo de los un líder de la oposición parlamentaria en la India, «de que se necesitaba
sufrimientos de aquellos acallados por las necesidades crueles que los actuar con decisión para contrarrestar la agitación creciente entre las masas
acechan, nosotros y nuestros contemporáneos debemos hablar sin que habían sufrido durante las hambrunas». 111 El primer paso fue resistir el
reservas o compartir la culpa de los múltiples asesinatos cometidos esquema punitivo e incendiario del Virrey, que quería transferir la totalidad
por hombres cegados a la verdadera naturaleza de lo que estamos de los costos del socorro durante la hambruna a los pobres.
haciendo en el país. 109 La idea de un «fondo de seguro para las víctimas de las hambrunas» fue
pro?1ovida, inicialmente, por lord Northbrook y retomada por Hamilton y
De hecho, «hombres cegados» como Lytton y Temple tuvieron suerte al Sahsbury en 1877 para evitar que los liberales pudieran utilizar la terrible
sólo tener que enfrentarse a la ira de las editoriales de los periódicos. La mortandad ocurrida en la India en las próximas elecciones. Lytton, que sabía
India de los «sufrimientos supinos» que gobernaban en 1877 todavía estaba que los miembros radicales de la Casa de los Comunes preferían que el fondo
traumatizada por el terror salvaje que siguió a la Revolución de los Cipayos se financiase con una combinación de impuestos a la propiedad y de reduc-
veinte años antes. Las protestas violentas fueron en todas partes refrenadas ciones en los gastos militares, aceptó el plan estipulando que el fondo debía
por el recuerdo de los cipayos despedazados a cañonazos y de las enormes ser completamente regresivo, sin que afectase a las clases dominantes o al
masas de campesinos retorciéndose de dolor colgados del lazo corredizo. La ejército. También se opuso con vehemencia a la propuesta de Hume, a quien
excepción fue Poona, donde Basudeo Balwant Phadke y sus seguidores, ins- había obligado a dimitir, que proponía aplicar un impuesto modesto sobre la
pirados por las tradiciones marciales maratha que todavía se habían manteni- renta «basándose en que afectaría a los grupos con una renta más alta, tanto
do, rompieron con la moderación de la asociación Sabha. «La destrucción europeos como indios». Prefería imponer el impuesto del hambre a las vícti-
causada por la hambruna», explica Kayshalya Dublish, condujo a Basudeo a mas pote~ciales de ésta; es decir, imponer un nuevo gravamen a los campesi-
<~urar que la rebelión armada destruiría el poder británico en la India». Trai- nos, medida que habría encendido el país entero y que, por ello, fue rechaza-
cionado por un compañero mientras organizaba una expedición de saqueo al da por Salisbury y el Consejo de la India. Como alternativa, Lytton y John
Tesoro para comprar armamento, el «Robín Hood maratha», «el padre del Strachey prepararon el borrador de un esquema casi tan regresivo como éste:
nacionalismo militante en la India», fue deportado y murió en prisión en retomaron la odiada licencia al comercio minorista (los profesionales estaban
1883 . 11 º Su conspiración abortada de 1879 se relaciona con el holocausto de exentos de ella), en tándem con un aumento brutal de los impuestos aduane-
1876-78 de la misma forma que el levantamiento del movimiento de la Joven ros de la sal en Madrás y Bombay (en donde el costo de la sal pasó de l a 40
Irlanda de 1848 se relaciona con la gran hambruna de 1846-47: lo que es lo annas por maund.) 112
mismo que decir que fue tanto su apéndice como su prólogo. Después de haber sido purgado, Hume se unió al coro pequeño pero
influyente de opositores a Lytton liderado por Wedderburn, Cotton y Nightin-
gale, cuya campaña por la reforma sanitaria en la India había sido ignorada
LA HAMBRUNA Y EL NACIONALISMO arrogantemente por el Virrey.) El principal cronista de la hambruna, Digby,
t~mb~én.volvió a Inglaterra en 1880 para defender, con los liberales, los agra-
Ningún inglés entendió esta cuestión con más claridad que el secretario v10s md10s. En docenas de reuniones de alcaldías, así como en la prensa lon-
de agricultura de Lytton, Allan Octavian Hume. Hume, un tipo inusual para dinense y en la Casa de los Comunes, argumentaron que fueron las políticas
un Gobierno conservador que despreciaba las aspiraciones indias a ejercer el desastrosas y egoístas de los británicos, como el impuesto de la sal, y no la
autogobierno y cuyo padre era un diputado radical escocés muy conocido, madre naturaleza, las que abrieron la brecha por la que entró la hambruna en
Madrás; Y abogaron por una nueva política basada en reducir las rentas sobre
el suelo y el gasto militar, en invertir en irrigación y salud pública, en promo-
109
Digby destaca y loa el Statesman, cuyo director era Knight, por haber enviado a un
corresponsal a que pasase seis meses informando desde los distritos afectados por la hambruna
111
de Bombay, Madrás y Mysore (Digby, p. 22.) Las editoriales mordaces del Statesman y las car- John McLane, lndian Nationalism and the Early Congress, Princeton, Nueva Jersey,
tas igualmente críticas de los misioneros fueron publicadas en formato de cuaderno con el título 1977, P: 45. Sobre la ansiedad general que había en Gran Bretaña de que la hambruna de 1876-
Sir George Coulter and the Famine in North Western Provinces (Calcuta, 1878.) Este extracto 77 pudiese provocar una «revolución», véase Ems Namboordiripad, A Hist01y o( the /ndian
proviene de Bhatia, p. 100. Freedom Struggle, Trivandrum, 1986, p. 136. ·
11
° Compárese con Kaushalya Devi Dublish, Revolutionaries and Their Activities in Nor- 112
Premansukumar Bandyopadhyay, Indian Famine and Agrarian Problems Calcuta pp.
thern India, Delhi, 1982, pp. 3-4; y Mehrotra, pp. 310-11 . 97-103. ' '
72 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
73
ver créditos económicos a través de un sistema de bancos rurales, y en la crea-
la licencia y los impuestos de la sal, Lytton no tuvo más remedio que rease-
ción de un fondo progresivo contra la hambruna. Nightingale hacía campaña
gurar al público indio e inglés, con su pompa habitual, que sus propósitos
con especial ahínco contra el impuesto de la sal porque para extraerlo, como eran benevolos:
recordaba a sus audiencias, había sido necesario construir, literalmente, un
Estado policial: «Los policías, desde su torre, vigilan a los trabajadores de la
La única justificación del aumento de los impuestos a la población de
sal durante toda la jornada. El saladar está rodeado de fosas, los policías lo la India, que tiene como propósito asegurar que el Imperio no sufra
patrullan toda la noche; se registra a los trabajadores para evitar que se lleven las peores calamidades de la hambruna en el futuro ... es Ja promesa
sal en sus bolsillos .. .». 113 que hemos hecho de dar, anualmente, una suma mínima de un millón
El énfasis que la oposición a la política británica en la India ponía en Y medio de libras esterlinas ... que será usada con esta finalidad. [L]as
adoptar una estrategia «civilizada» (como la llamaba Nightingale ), 114 en vez promesas, que mi colega responsable de finanzas estaba autorizado a
de una estrategia «imperial», se corresponde estrechamente con un cambio confirmar en nombre del Gobierno, fueron explícitas y exhaustivas en
paralelo en el pensamiento de los eruditos liberales, como John Stuart Mili~ lo que respecta a estos puntos. Por estas razones, el honor del Gobier-
que convergió con la plataforma de nacionalistas moderados, como Dadabha1 no está completamente empeñado en el cumplimiento de tales prome-
Naoroji y Romesh Chunder Dutt, quienes pensaban que, con la colaboración sas en su totalidad, sin evasión ni dilación; la población de la India ni
tiene, ni puede tener más garantía que la buena fe de sus gobernantes
de los ingleses liberales y humanitarios, sería más fácil conseguir el autogo- para la redención de dichas promesas. 116
bierno de la India en el sí del Imperio Británico. Naoroji y Dutt, empapados
en los conceptos de economía política de Mili, pusieron los cimientos indíge-
Pero al Virrey se le escapaban las mentiras por sus elegantes bigotes. El segu-
nas de lo que, cien años después, se llamaría la «teoría del subdesarrollo»,
ro contra la hambruna fue una farsa cínica para aumentar los impuestos desti-
con sus críticas sofisticadas al «drenaje de riqueza» que Gran Bretaña lleva-
nados a redimir las tasas aduaneras del algodón y financiar la invasión de
ba a cabo en la India. Aunque sus ensayos más famosos, Poverty and Un-Bri-
Af~anistán ..La verdad se encuentra en la correspondencia de Lytton: «Lord
tish Rule in India (190 l) de Naoroji y Famines in India (1900) de Dutt y sus
~ahsbury piensa que, con esta medida, estamos intentando conseguir los
dos volúmenes Economic History of British India ( 1902 y 1904 ), no saldrían
mgresos que tanto necesitamos. Y como le escribo confidencialmente, no
a la luz hasta las postrimerías del holocausto de 1896-1902, su polémica
puedo negar que, en cierto modo y hasta un cierto punto, es bastante cierto.
estrategia básica, léase, aplastar a los británicos con sus propias estadísticas,
Pero si no aprovechamos la situación actual... para sacarle el jugo a los ingre-
ya le resultaba incómoda a Lytton y a su consejo. De hecho, en vísperas de la
sos, nunca seremos capaces de reformar nuestros aranceles, que tanto necesi-
hambruna de 1876, Naoroji había presentado su trabajo clave, «La pobreza tan de una reforma». 11 7
en la India» (que después se volvería a imprimir en forma de panfleto), en
De hecho, de 1877 a 188 I, la «totalidad del fondo acumulado fue o bien
una nutrida reunión de la sectorial de Bombay de la Asociación de las Indias
u~ado para reducir los aranceles que pagaban los productos de alg~dón, 0
Orientales. El matemático parsi y antiguo profesor de lengua gujarati en el
bien para la guerra de Afganistán». Los liberales no tardaron en desenmasca-
University College de Londres, demolió la retórica sobre el «libre comercio»
ra~ un embuste tan atroz y durante su famosa campaña electoral en Midlo-
que el Gobierno usaba, en beneficio propio, para enmascarar la relación tri-
th1an en 1880, Gladstone arengó a las masas repetidamente en contra de Ja
butaria que la India mantenía con Inglaterra. «Con una presión impositiva de
~erfidia conservadora: «¿Han cumplido la promesa?», rugía. «El impuesto
casi el doble comparada con la que se impone en Inglaterra, con una renta de
fue recaudado. La promesa dada. Han incumplido completamente Ja prome-
un quinceavo de la de allí y además un drenaje exhaustivo, ¿se nos pide que
~ª: Se han. gastado el dinero. Ya no queda nada. Ha sido utilizado en Ja guerra
compitamos con Inglaterra en un sistema de libre comercio?». Era, como él Injusta, rumosa y destructiva de Afganistán».1 1s
dijo, «una carrera entre un inválido hambriento y exhausto y un hombre fuer-
Las intrigas alrededor del fondo para las víctimas de las hambrunas tuvie-
te montado a caballo». 11 5
ron su paralelo en la manipulación que el Gobierno ejerció sobre la Comisión
Estos críticos, de intelectos formidables, fueron una gran molestia para
Real que debía investigar el desastre. Aunque las «maniobras que acompaña-
Calcuta. Aunque el Gobierno fue capaz de machacar a la oposición y aprobar
ron a la creación de la Comisión sobre la Hambruna fueron principalmente
controladas por los hermanos Strachey», el ímpetu parece haber procedido
directamente de Salisbury, cuyas preocupaciones, viendo el resurgir de Jos
113 Nightingale, citado en The Nin etenth Century, 8 de septiembre de 1878.
liberales, eran estrictamente partidistas. «Strachey le explicará», escribió a
114 F. B. Smith, F/orence Nighlingale, Londres, 1982, p. 146.
15
1 «Cuando escribí estas notas en 1873, o cuando las releí en 1876, no imaginaba en abso-
luto que no tardarían en obtener una confirmación tan terrible como la que le han dado las
deplorables hambrunas que ocurren hoy en día» (D. Naoroji, Poverty and Un-British Rule in 11
" Citado en Osborne, p. 568.
India , Londres, 1901 , pp. 60 y 141); y R. Masani, Dadabhai Naoroji: Th e Grand Old Man of 117
Bandyopadhyay, p. 104.
In dia, Londres, 1939, p. 192. 11
• !bid., pp. I06(Gladstone)yI13 (fondos empleados.)
72 MIKE DAVIS LOS FANTASMAS DE VICTORIA
73
ver créditos económicos a través de un sistema de bancos rurales, y en la crea-
la licencia y los impuestos de la sal, Lytton no tuvo más remedio que rease-
ción de un fondo progresivo contra la hambruna. Nightingale hacía campaña
gurar al público indio e inglés, con su pompa habitual, que sus propósitos
con especial ahínco contra el impuesto de la sal porque para extraerlo, como eran benevolos:
recordaba a sus audiencias, había sido necesario construir, literalmente, un
Estado policial: «Los policías, desde su torre, vigilan a los trabajadores de la
La única justificación del aumento de los impuestos a la población de
sal durante toda la jornada. El saladar está rodeado de fosas, los policías lo la India, que tiene como propósito asegurar que el Imperio no sufra
patrullan toda la noche; se registra a los trabajadores para evitar que se lleven las peores calamidades de la hambruna en el futuro ... es Ja promesa
sal en sus bolsillos .. .». 113 que hemos hecho de dar, anualmente, una suma mínima de un millón
El énfasis que la oposición a la política británica en la India ponía en Y medio de libras esterlinas ... que será usada con esta finalidad. [L]as
adoptar una estrategia «civilizada» (como la llamaba Nightingale ), 114 en vez promesas, que mi colega responsable de finanzas estaba autorizado a
de una estrategia «imperial», se corresponde estrechamente con un cambio confirmar en nombre del Gobierno, fueron explícitas y exhaustivas en
paralelo en el pensamiento de los eruditos liberales, como John Stuart Mili~ lo que respecta a estos puntos. Por estas razones, el honor del Gobier-
que convergió con la plataforma de nacionalistas moderados, como Dadabha1 no está completamente empeñado en el cumplimiento de tales prome-
Naoroji y Romesh Chunder Dutt, quienes pensaban que, con la colaboración sas en su totalidad, sin evasión ni dilación; la población de la India ni
tiene, ni puede tener más garantía que la buena fe de sus gobernantes
de los ingleses liberales y humanitarios, sería más fácil conseguir el autogo- para la redención de dichas promesas. 116
bierno de la India en el sí del Imperio Británico. Naoroji y Dutt, empapados
en los conceptos de economía política de Mili, pusieron los cimientos indíge-
Pero al Virrey se le escapaban las mentiras por sus elegantes bigotes. El segu-
nas de lo que, cien años después, se llamaría la «teoría del subdesarrollo»,
ro contra la hambruna fue una farsa cínica para aumentar los impuestos desti-
con sus críticas sofisticadas al «drenaje de riqueza» que Gran Bretaña lleva-
nados a redimir las tasas aduaneras del algodón y financiar la invasión de
ba a cabo en la India. Aunque sus ensayos más famosos, Poverty and Un-Bri-
Af~anistán ..La verdad se encuentra en la correspondencia de Lytton: «Lord
tish Rule in India (190 l) de Naoroji y Famines in India (1900) de Dutt y sus
~ahsbury piensa que, con esta medida, estamos intentando conseguir los
dos volúmenes Economic History of British India ( 1902 y 1904 ), no saldrían
mgresos que tanto necesitamos. Y como le escribo confidencialmente, no
a la luz hasta las postrimerías del holocausto de 1896-1902, su polémica
puedo negar que, en cierto modo y hasta un cierto punto, es bastante cierto.
estrategia básica, léase, aplastar a los británicos con sus propias estadísticas,
Pero si no aprovechamos la situación actual... para sacarle el jugo a los ingre-
ya le resultaba incómoda a Lytton y a su consejo. De hecho, en vísperas de la
sos, nunca seremos capaces de reformar nuestros aranceles, que tanto necesi-
hambruna de 1876, Naoroji había presentado su trabajo clave, «La pobreza tan de una reforma». 11 7
en la India» (que después se volvería a imprimir en forma de panfleto), en
De hecho, de 1877 a 188 I, la «totalidad del fondo acumulado fue o bien
una nutrida reunión de la sectorial de Bombay de la Asociación de las Indias
u~ado para reducir los aranceles que pagaban los productos de alg~dón, 0
Orientales. El matemático parsi y antiguo profesor de lengua gujarati en el
bien para la guerra de Afganistán». Los liberales no tardaron en desenmasca-
University College de Londres, demolió la retórica sobre el «libre comercio»
ra~ un embuste tan atroz y durante su famosa campaña electoral en Midlo-
que el Gobierno usaba, en beneficio propio, para enmascarar la relación tri-
th1an en 1880, Gladstone arengó a las masas repetidamente en contra de Ja
butaria que la India mantenía con Inglaterra. «Con una presión impositiva de
~erfidia conservadora: «¿Han cumplido la promesa?», rugía. «El impuesto
casi el doble comparada con la que se impone en Inglaterra, con una renta de
fue recaudado. La promesa dada. Han incumplido completamente Ja prome-
un quinceavo de la de allí y además un drenaje exhaustivo, ¿se nos pide que
~ª: Se han. gastado el dinero. Ya no queda nada. Ha sido utilizado en Ja guerra
compitamos con Inglaterra en un sistema de libre comercio?». Era, como él Injusta, rumosa y destructiva de Afganistán».1 1s
dijo, «una carrera entre un inválido hambriento y exhausto y un hombre fuer-
Las intrigas alrededor del fondo para las víctimas de las hambrunas tuvie-
te montado a caballo». 11 5
ron su paralelo en la manipulación que el Gobierno ejerció sobre la Comisión
Estos críticos, de intelectos formidables, fueron una gran molestia para
Real que debía investigar el desastre. Aunque las «maniobras que acompaña-
Calcuta. Aunque el Gobierno fue capaz de machacar a la oposición y aprobar
ron a la creación de la Comisión sobre la Hambruna fueron principalmente
controladas por los hermanos Strachey», el ímpetu parece haber procedido
directamente de Salisbury, cuyas preocupaciones, viendo el resurgir de Jos
113 Nightingale, citado en The Nin etenth Century, 8 de septiembre de 1878.
liberales, eran estrictamente partidistas. «Strachey le explicará», escribió a
114 F. B. Smith, F/orence Nighlingale, Londres, 1982, p. 146.
15
1 «Cuando escribí estas notas en 1873, o cuando las releí en 1876, no imaginaba en abso-
luto que no tardarían en obtener una confirmación tan terrible como la que le han dado las
deplorables hambrunas que ocurren hoy en día» (D. Naoroji, Poverty and Un-British Rule in 11
" Citado en Osborne, p. 568.
India , Londres, 1901 , pp. 60 y 141); y R. Masani, Dadabhai Naoroji: Th e Grand Old Man of 117
Bandyopadhyay, p. 104.
In dia, Londres, 1939, p. 192. 11
• !bid., pp. I06(Gladstone)yI13 (fondos empleados.)
74 MIKE DAVIS
LOS FANTASMAS DE VICTORIA
75
Lytton en noviembre de 1877 «de Jo que le hablé extensamente; de la necesi- 123
dad de una Comisión que decida qué medidas se deben tomar dura1_1te .fu~s madre "naturaleza"». Igualmente, Naoroji pensaba «qué extraño es que los
hambrunas para, así, salvarnos de la influencia de los charlat~nes b1~ulico~. gobernantes britá~!cos no ven que, después de todo, ellos son Ja causa princi-
Sin duda éstos lucharán con brío porque be observado que bajo la pres 1de~cia pal de la des~ruccwn que resulta de las sequías; que es su drenaje de Ja rique-
de Cotton han creado una especie de Liga ... para la campaña parlamentana>~. za de la India lo que les responsabiliza de las consecuencias horrendas de
Se sugiriÓ que el Virrey podía tomar la delantera a la oposición con un _se~c1- miseria, desnutrición y de la muerte de millones de personas ... ¿Por qué res-
llo apoyo «a condición de que pueda costearse») a los proyect.os de_1rnga- ponsab_ilizar a la pobre naturaleza cuando Ja culpa llama a tu puerta?» _124
cíón concebidos como salvaguarda contra la hambruna. La pres1denc1a de la El mforme convenció a la mayoría del Parlamento (y a algunos historia-
Comisión e delegó en el lugarteniente general sir Richard Strachey una dores mode~nos ~ás bien crédulos) que se habían tomado medidas enérgicas
apuesta segura ya que, como miembro del Consejo de la .India y bermaµo del para . prevemr catastro fes en el futuro. Al igual que las promesas falaces
jefe de finanzas de Lytton era poco probable que encontrase fallo alguno en cubneron la malversación del fondo para la hambruna, deliberadamente se
su propia tarea o en la de su hermano. Convoq1da a principios de 1878, la sembró confusión sobre los logros de la Comisión. Al contrario de Ja creen-
Comisión no presentó ningún informe hasta junio de 1880. 119 cia Pº?~lar que entendía que la Comisión había legislado la obligatoriedad de
Según un historiador, «la creación de Ja Comis.ión sobre la Hambruna fue un «cod1go en caso de hambruna», el informe era sorprendentemente inocuo
un ejercicio político para producir un informe favorable en vez de s~r una res- Y tan sólo mencionaba unos débiles «principios generales» de acuerdo con Ja
puesta comedida a uno de los problemas más considerables del Gobierno de ~a ortodoxia utilitarista. «A mediados de la década de 1880 y cuatro cinco
años de~pu~s de la publicación del Informe sobre la hambruna, la mayoría de
0
fndia . El general Strachey protegió las politicas de su he~ano ... ». 120 Sm
embargo, el encubrimiento no fue unánime. ?ºs de los c~mmonad_os J~es las provmc1as tenían códigos en caso de hambruna pero, aparte de contener
Cairel, que tenía mucha experiencia en la 1nd1a, y H. Sulhvan, func.10nano de especificac.i?nes indicando que el socorro en caso de hambruna dependería
Madrás, disintieron y defendieron políticas similare a las de Buckmg~a~ en de la creacwn de puestos de trabajo públicos y en la no-interferencia con el
1876-77. Urgieron al Gobierno a comprar y almacenar cereales.en los d1s~t~s comercio de cereales, no eran uniformes». 125 Al igual que Calcuta se había
más propensos a sufrir hambrunas y, en el futuro, a que soc~mese a los deb1- r~se_rvado, escrito en letra pequeña, el derecho a saquear el fondo para las
les y enfermizos en su propios pueblos. Ambas recomendaciones ~ue son de victimas de las hambrunas («no había un contrato legal», argumentó Temple
sentido común recibieron críticas feroces por parte de la mayona que, en en 1890, «entre. el Gobierno de la India y el pueblo indio que obligase a usar
cambio, confirmó Las politicas de Lytton basadas en cam~amentos~ en los que el fondo exclu.s1vamente en proyectos relacionados con Ja hambruna»), igual-
se vivia y trabajaba, y en los exámenes de distancia, trabajo y sal~?· comple- ~e·nt·e rechazo comprometerse por ley a una «distribución excesiva y mal
dmg1da de la ayuda benéfica». 126
mentados si fuere necesario, por Jos hospicios. Aunque la Cotrus1on recono-
ció que ~l «problema esencial era la falta .de trabajo no de alimento~», la Sin embargo, convencido como estaba de que las hambrunas eran inevita-
mayoría se adhirió a Jos principios bentharmanos de que el socorro deb1a ser bles y que no tardarían en provocar una revolución, Hume se movilizó de
amargamente punitivo para, asi desalentar La depend~ncia . de lG ob.1e~o. 121 ~u~vo Y abogó por encontrar una válvula de escape política al descontento
El informe, como se pretendía, absolvió categóncamente al Gobierno de indio. Por temor a que apareciese el equivalente bengalí o maratha de las vio-
cualquier responsabilidad por Ja horrorosa mortandad. Como J,o subraya l~ntas hermand~d~s republicanas en Irlanda, propuso la organización preven-
Carol Henderson: <<La Comisión sobre Ja Hambruna de 1878 sento las bases l 1va de un mov1m1ento de talante moderado por el autogobierno que pudiese
para las [futuras] respuestas del Gobierno al afirmar que la princ.ip~l causa de actuar al unísono y ser el interlocutor de un Gobierno liberal en Gran Breta-
la hambruna babia sido la sequía 'que había provocado Ja perdida de las fia. La cuestión se hizo urgente en 1885 cuando los conservadores volvieron
co echas de las que dependía la subsistencia de La poblaci.ón"». 122 En 1886 al ~oder Y Hu~e (que sentía una simpatía considerable por el virrey liberal
H.M . Hyndman criticó a la Comisión al observar, cáusticamente que las sah~nte, l~r~ R1pon) decidió gestionar la fundación del Congreso Nacional
hambrunas «son vistas como causadas por las «leyes naturales», sobre las lnd10 en _d1c1embre y devenir su secretario general. El humor de los delega-
que los humanos no tienen ningún control en_ a?soluto. C~ando se trata. de do~, escnbe McLane, «era sombrío y refrenado. Se reunían después de una
Gobiernos autóctonos, atribuimos todo el sufrimiento ocumdo a_l d~sgob1 er­ sene de fracasos en la obtención de reformas. En las controversias recientes
no propio de los nativos· y, en cambio, nuestros errores se los atr1buunos a la sobre el gasto militar, el voluntariado, la justicia imparcial y la admisibilidad

9
11 Brennan, p. 98. 123
120
!bid., p. 108. 124 H.M. Hyndman, The Bankruptcy of India, Londres, 1886, p. 26.
Naoroji, pp. 212 y 216.
125
i2 1 !bid., pp. 103-7. h . A .d W t Brennan, p. 107.
122 Carol Henderson, «Life in the Land of Death: Famine and Droug t m n es ern 126
Rajastham>, tesis doctoral, Columbia University, 1989, p. 66. Bandyopadhyay, p. 109; Y el Informe de 1880 es citado en Reporto( the fndian Famine
e 'ommission, 1901, Calcuta, 1901, p. 2. ·
74 MIKE DAVIS
LOS FANTASMAS DE VICTORIA
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Lytton en noviembre de 1877 «de Jo que le hablé extensamente; de la necesi- 123
dad de una Comisión que decida qué medidas se deben tomar dura1_1te .fu~s madre "naturaleza"». Igualmente, Naoroji pensaba «qué extraño es que los
hambrunas para, así, salvarnos de la influencia de los charlat~nes b1~ulico~. gobernantes britá~!cos no ven que, después de todo, ellos son Ja causa princi-
Sin duda éstos lucharán con brío porque be observado que bajo la pres 1de~cia pal de la des~ruccwn que resulta de las sequías; que es su drenaje de Ja rique-
de Cotton han creado una especie de Liga ... para la campaña parlamentana>~. za de la India lo que les responsabiliza de las consecuencias horrendas de
Se sugiriÓ que el Virrey podía tomar la delantera a la oposición con un _se~c1- miseria, desnutrición y de la muerte de millones de personas ... ¿Por qué res-
llo apoyo «a condición de que pueda costearse») a los proyect.os de_1rnga- ponsab_ilizar a la pobre naturaleza cuando Ja culpa llama a tu puerta?» _124
cíón concebidos como salvaguarda contra la hambruna. La pres1denc1a de la El mforme convenció a la mayoría del Parlamento (y a algunos historia-
Comisión e delegó en el lugarteniente general sir Richard Strachey una dores mode~nos ~ás bien crédulos) que se habían tomado medidas enérgicas
apuesta segura ya que, como miembro del Consejo de la .India y bermaµo del para . prevemr catastro fes en el futuro. Al igual que las promesas falaces
jefe de finanzas de Lytton era poco probable que encontrase fallo alguno en cubneron la malversación del fondo para la hambruna, deliberadamente se
su propia tarea o en la de su hermano. Convoq1da a principios de 1878, la sembró confusión sobre los logros de la Comisión. Al contrario de Ja creen-
Comisión no presentó ningún informe hasta junio de 1880. 119 cia Pº?~lar que entendía que la Comisión había legislado la obligatoriedad de
Según un historiador, «la creación de Ja Comis.ión sobre la Hambruna fue un «cod1go en caso de hambruna», el informe era sorprendentemente inocuo
un ejercicio político para producir un informe favorable en vez de s~r una res- Y tan sólo mencionaba unos débiles «principios generales» de acuerdo con Ja
puesta comedida a uno de los problemas más considerables del Gobierno de ~a ortodoxia utilitarista. «A mediados de la década de 1880 y cuatro cinco
años de~pu~s de la publicación del Informe sobre la hambruna, la mayoría de
0
fndia . El general Strachey protegió las politicas de su he~ano ... ». 120 Sm
embargo, el encubrimiento no fue unánime. ?ºs de los c~mmonad_os J~es las provmc1as tenían códigos en caso de hambruna pero, aparte de contener
Cairel, que tenía mucha experiencia en la 1nd1a, y H. Sulhvan, func.10nano de especificac.i?nes indicando que el socorro en caso de hambruna dependería
Madrás, disintieron y defendieron políticas similare a las de Buckmg~a~ en de la creacwn de puestos de trabajo públicos y en la no-interferencia con el
1876-77. Urgieron al Gobierno a comprar y almacenar cereales.en los d1s~t~s comercio de cereales, no eran uniformes». 125 Al igual que Calcuta se había
más propensos a sufrir hambrunas y, en el futuro, a que soc~mese a los deb1- r~se_rvado, escrito en letra pequeña, el derecho a saquear el fondo para las
les y enfermizos en su propios pueblos. Ambas recomendaciones ~ue son de victimas de las hambrunas («no había un contrato legal», argumentó Temple
sentido común recibieron críticas feroces por parte de la mayona que, en en 1890, «entre. el Gobierno de la India y el pueblo indio que obligase a usar
cambio, confirmó Las politicas de Lytton basadas en cam~amentos~ en los que el fondo exclu.s1vamente en proyectos relacionados con Ja hambruna»), igual-
se vivia y trabajaba, y en los exámenes de distancia, trabajo y sal~?· comple- ~e·nt·e rechazo comprometerse por ley a una «distribución excesiva y mal
dmg1da de la ayuda benéfica». 126
mentados si fuere necesario, por Jos hospicios. Aunque la Cotrus1on recono-
ció que ~l «problema esencial era la falta .de trabajo no de alimento~», la Sin embargo, convencido como estaba de que las hambrunas eran inevita-
mayoría se adhirió a Jos principios bentharmanos de que el socorro deb1a ser bles y que no tardarían en provocar una revolución, Hume se movilizó de
amargamente punitivo para, asi desalentar La depend~ncia . de lG ob.1e~o. 121 ~u~vo Y abogó por encontrar una válvula de escape política al descontento
El informe, como se pretendía, absolvió categóncamente al Gobierno de indio. Por temor a que apareciese el equivalente bengalí o maratha de las vio-
cualquier responsabilidad por Ja horrorosa mortandad. Como J,o subraya l~ntas hermand~d~s republicanas en Irlanda, propuso la organización preven-
Carol Henderson: <<La Comisión sobre Ja Hambruna de 1878 sento las bases l 1va de un mov1m1ento de talante moderado por el autogobierno que pudiese
para las [futuras] respuestas del Gobierno al afirmar que la princ.ip~l causa de actuar al unísono y ser el interlocutor de un Gobierno liberal en Gran Breta-
la hambruna babia sido la sequía 'que había provocado Ja perdida de las fia. La cuestión se hizo urgente en 1885 cuando los conservadores volvieron
co echas de las que dependía la subsistencia de La poblaci.ón"». 122 En 1886 al ~oder Y Hu~e (que sentía una simpatía considerable por el virrey liberal
H.M . Hyndman criticó a la Comisión al observar, cáusticamente que las sah~nte, l~r~ R1pon) decidió gestionar la fundación del Congreso Nacional
hambrunas «son vistas como causadas por las «leyes naturales», sobre las lnd10 en _d1c1embre y devenir su secretario general. El humor de los delega-
que los humanos no tienen ningún control en_ a?soluto. C~ando se trata. de do~, escnbe McLane, «era sombrío y refrenado. Se reunían después de una
Gobiernos autóctonos, atribuimos todo el sufrimiento ocumdo a_l d~sgob1 er­ sene de fracasos en la obtención de reformas. En las controversias recientes
no propio de los nativos· y, en cambio, nuestros errores se los atr1buunos a la sobre el gasto militar, el voluntariado, la justicia imparcial y la admisibilidad

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11 Brennan, p. 98. 123
120
!bid., p. 108. 124 H.M. Hyndman, The Bankruptcy of India, Londres, 1886, p. 26.
Naoroji, pp. 212 y 216.
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i2 1 !bid., pp. 103-7. h . A .d W t Brennan, p. 107.
122 Carol Henderson, «Life in the Land of Death: Famine and Droug t m n es ern 126
Rajastham>, tesis doctoral, Columbia University, 1989, p. 66. Bandyopadhyay, p. 109; Y el Informe de 1880 es citado en Reporto( the fndian Famine
e 'ommission, 1901, Calcuta, 1901, p. 2. ·
MIKE DAVIS
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de los indios en el servicio público, los nacionalistas no habían conseguido


gran cosa». 127 .
Entretanto, Naoroji había ido a Inglaterra para presenta~se. a las elecc10-
nes a diputado por Londres - Wedderburn lo. llamó ~n «movnme.nto l~teral»­
con la ayuda de liberales radicales y de la Liga Nac10nal de la Ti~rra irlan~e- CAPÍTULO 2
Michael Davitt. Aunque su amigo H.M. Hyndman les babia advertido
sa de · ., H «LOS POBRES SE COMEN SUS CASAS»
de que «ya pasó el tiempo de suplicar, si es que alguna vez existlo», ume,
Naoroji y otros miembros distinguidos d~l ~~ngreso aposta?an .el .futuro ~ : 2
la India al éxito de su apelación a los principios de la con~i,enci~ mglesa.
Sin embargo, como deberían haber aprendido de la reaccion v10lenta que,
Nunca antes en la historia sucedió una situación tan terrible y angus-
durante unos años, hubo contra el autogobierno irlandés, la erad~ ?ladstone
tiosa y si no se toman medidas de socorro urgentemente, toda la
y J.S. Mill estaba cediendo terreno al jingoísmo del ~ue:o Impenahsmo. Las
región quedará despoblada .
nuevas hambrunas, más terribles de lo que uno pudiera imag~nar, ya se esta- -El gobernador de Shanxi, 1877
ban incubando en las margas de la pobreza creciente en la India. ·
La India no estaba sola en su zozobra. Aunque su destino, sorprendente-
mente, no despertó mucha atención en Inglaterra, decenas de miles de perso-
nas murieron de hambre y cólera en el noroeste de la provincia de Ceilán,
especialmente en Jafnapatam y Kadavely. 1 Mientras tanto, se reportaron
horrores comparables en el norte de China, Corea, el sur de Java y Borneo,
las Islas Visayas, Egipto, Argelia, Marruecos, Angola, el sur de África y el
noroeste de Brasil. A lo largo de la vasta región indo-pacífica, las lecturas
barométricas «se caracterizaban por presentar desviaciones muy extremas de
las presiones normales ... registradas desde que comenzaron a hacerse obser-
vaciones». La mitad atmosférica del ENOS, el enorme sube y baja atmosféri-
co de la Oscilación del Sur que tiene su fulcro en el Pacífico central situado
cerca de la Línea Internacional de Cambio de Fecha, hizo e tragos en todos
los registros meteorológicos. En Santiago de Chile, la presión de la estación
estandarizada descendió bruscamente de ser casi normal en agosto de 1876 a
la más baja que jamás se hubiese registrado en septiembre; mientras que, al
contrario, en Yakarta los barómetros empezaron a subir en septiembre y lle-
garon al mayor pico de todos los tiempos en agosto de 1877 (con una desvia-
ción estándar del 3,7 sobre la media.) «La extensión espacial de las anoma-
lías en las presiones fue vasta, con figuras récord en el Líbano, Australia y
Nueva Zelanda». Igualmente, las temperaturas del aire marítimo nocturno y
de la superficie del mar fueron las más altas de la historia entre octubre de
1877 y marzo de 1878. El monzón asiático oriental, famoso por su volubili-
dad, y el normalmente estable monzón arábigo, cuyas precipitaciones sobre
la cuenca del Nilo Azul en las regiones montañosas de Etiopía producen las
inundaciones anuales del Nilo, desgraciadamente no llegaron a alcanzar sus
latitudes normales. El retorno aparente a condiciones más normales a finales

La cita del gobernador de Shanxi apareció en el Imperial Gazette del 15 de marzo. Fue tra-
ducida y publicada en Th e Tim es (Londres) el 21 de junio de 1877.
1
Compárese con L 'Exploration [París] 6 ( 1877), p. 43; y K. De Silva, A History of'Sri Lan-
McLane, p. 49.
121
ka, Berkeley, 1981, p. 308.
m Masani, p. 295.

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