R3-Thomson-Hacer Filosofía

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FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN Prof. Dra.

Lourdes García Aguirre

HACER FILOSOFÍA
Garrett Thomson

THOMSON, Garrett (2002). Cap. 1: Mostrar lo que otros ocultan; y Apéndice 1: Razonamiento crítico:
cultivar nuestro propio profesor. En: Introducción a la práctica de la filosofía. Bogotá: Panamericana
(pp. 17-34, y 235-240).

Ante todo, la filosofía es un proceso humano. Ser un pensador independiente es una cuestión
de actitud y sentimiento, tanto como de razón. Para comprometerse con eso, uno tiene que apren-
der de sí mismo, de sus propios procesos de pensamiento. Esto significa preguntar continuamente,
analizar, contestar y argumentar por uno mismo (más adelante veremos estas cuatro instancias).
Para hacer todo esto es necesario saber cuándo hay que ser paciente, cuándo hay que simplificar,
cómo ser creativo y cómo ser destructivo.
Por supuesto, uno también puede hacer filosofía con la ayuda de otros. Se puede practicar
discutiendo con amigos, leyendo y escuchando a otros. De todas maneras, todo está en uno mismo,
porque es uno quien debe estar o no de acuerdo con lo que otros dicen. Uno es el responsable de su
comprensión y de sus actitudes hacia el conocimiento.
Cuando recibimos pasivamente el conocimiento, la información nos golpea como si viniera
del exterior; no nos pertenece. Sin embargo, nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos
está más ligada a nosotros que nuestros propios ojos. No podemos evitar poseerla. Nuestra manera
de ver el mundo determina lo que hacemos y las oportunidades que perdemos. De este modo,
somos responsables de nuestra actitud hacia el conocimiento.
La filosofía es un forcejeo contra nuestros patrones de pensamiento, prejuicios y
sentimientos. No es únicamente una búsqueda intelectual. Involucra al ser humano entero. No
podemos luchar contra los modelos de pensamiento propios y contra nuestras presuposiciones más
íntimas sin tratar de superar nuestros sentimientos y de buscar una relación apropiada para nuestra
comprensión.

LAS FASES DE LA FILOSOFÍA

Las definiciones muy específicas de filosofía sólo nos ofrecen fragmentos del cuadro general.
Acabamos de ver que la imagen global requiere ser presentada como un proceso. Por esta razón, una
imagen de la filosofía debe tener tres fases o etapas.

Primera fase: preguntar

En la primera etapa, el objetivo es estar realmente confundidos, sentirnos perdidos,


desorientados, perplejos. ¿Por qué hay que lograr esto? Porque sólo así se afronta una pregunta. ¿Por
qué el objetivo es la confusión? Sólo cuando nos sentimos confundidos buscamos una respuesta y
preguntamos activamente; cuando estamos perdidos, investigamos mejor.
En la metafísica tenemos que abrirnos a la naturaleza misteriosa de las cosas. Esto significa
que debemos quitar la piel a nuestras suposiciones más arraigadas. Cuando creemos que
entendemos, estamos satisfechos de nosotros mismos y tendemos a olvidar. Los humanos estamos
más perdidos y somos más ignorantes de lo que admitimos normalmente. Por supuesto, sabemos
ponernos los zapatos, arreglar el televisor y también sabemos cómo hacer que un átomo explote.
Pero este conocimiento práctico puede hacernos arrogantes, puede hacernos olvidar el misterio de
las cosas. Hemos adquirido un conocimiento y una habilidad increíbles durante el último siglo. Ese
conocimiento técnico puede hacernos sentir cómodos, como si el universo fuera la sala de nuestra
casa. Con tal sentimiento, olvidamos la naturaleza profundamente enigmática de las cosas. El universo
y nosotros mismos somos incomprensiblemente misteriosos, y llegar a acostumbrarnos a esto no
equivale a comprenderlo. Estamos acostumbrados a la manera como se comportan las cosas; esto no
significa que las entendamos.
Supongamos que un conejo se materializa en la esquina del cuarto durante unos segundos

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cada hora. Al principio estaríamos perplejos; "éste es un fenómeno muy extraño, ¿cuál es su causa?"
Pero tarde o temprano nos acostumbraríamos a las apariciones del conejo, Nos quejaríamos si llega
retrasado, y cuando otros expresen sorpresa ante el fenómeno, diríamos: “iOh, eso! No es más que el
efecto conejo". Éste es un ejemplo tonto hasta que reemplazamos "conejo" por "pi mesón"1 (un tipo
rarísimo de partícula subatómica). Hay muchos hechos y rasgos extraños en el universo. Nuestra sola
existencia es uno de ellos. Nuestra propia conciencia es otro. Para resucitar nuestras preguntas
personales, necesitamos sacudir nuestros sentimientos de seguridad y redescubrir el cuestionario
que teníamos cuando éramos niños. Esto no es fácil, porque nos gusta sentir que sabemos;
detestamos sentirnos perdidos.
Este mismo tipo de apertura es necesario en otras áreas de la vida. En una corporación, las
personas necesitan exponerse a preguntas como: ¿Por qué estamos en este negocio? ¿Qué es lo que
hacemos? Sin tales cuestionamientos, la comprensión no puede progresar. Este mismo tipo de
preguntas se puede hacer acerca de las grandes instituciones sociales y de nuestras actividades
personales.

Segunda fase: analizar

La mayoría de las personas piensan: “tengo la pregunta, venga la respuesta”. Esto puede ser
un error craso. Cuando quiera que tengamos una pregunta difícil, es una equivocación apresurarse a
contestarla. Primero hay que entender bien la pregunta. De otra manera, nuestra respuesta no será
más que un reflejo o un balbuceo superficial de palabras. En la segunda fase de la filosofía, tratamos
de comprender las preguntas, sin contestarlas. Tratamos de mejorar nuestras preguntas.
Esto se aplica no sólo a la filosofía académica, sino también a otras áreas de la vida. La mayor
parte de un problema profundo se resuelve comprendiendo en qué consiste. Así es en mercadeo y
administración, en las relaciones personales, en las investigaciones científicas, en la planificación de
una carrera. En todos los casos, el problema no viene empacado y etiquetado, aguardando una
respuesta satisfactoria. Primero tenemos que diagnosticar el problema, saber cómo pensar acerca de
él. Cuando la dificultad es, ¿cómo debo abordar este problema?, ¿cómo debo pensar en él?, entonces
la dificultad es filosófica. Si el problema es ¿cuál es el problema?, entonces la cuestión es conceptual.
Una vez comprendida la pregunta, la respuesta puede llegar a ser obvia y fácil.
Es necesario analizar las preguntas por tres razones. Primero, porque sin la comprensión de la
pregunta, el significado de las respuestas se nos pierde. En la Ruta del viajero de la galaxia, las
personas del planeta X están cansadas de inquietarse por las preguntas fundamentales acerca de la
vida. Ellos quieren continuar con su vida cotidiana sin molestias. Para responder las preguntas
metafísicas de una vez por todas, deciden construir una gran computadora llamada Pensamiento
Profundo. Ella les dará las respuestas a las preguntas fundamentales: ¿cuál es el propósito de todo?;
¿cuál es el significado de la vida? La computadora les informa que se tomará diez mil años para
trabajar en las respuestas. "No importa", contestan, "por lo menos tendremos las respuestas en diez
mil años". Diez mil años después, llega el gran día. Pensamiento Profundo revelará el secreto, la
respuesta al misterio de la vida. Las muchedumbres se reúnen fuera del albergue del palacio, donde
está la computadora, todos esperan. El jefe de Estado sube hasta Pensamiento Profundo: "¿Tiene la
respuesta?", pregunta.
"iOh!, sí, la tengo", contesta la gran máquina.
"¿Cuál es, entonces?", replica el jefe, expectante.
"Oh, lo siento, no puedo decírselo".
"¿Qué? ¿Por qué no puede decírmelo?", pregunta nervioso el jefe.
"Porque a usted no le gustaría la respuesta", afirma la computadora.
"Eso no importa. Sólo deme la respuesta; es su deber, para eso la construimos", exclama el
jefe.

1Partículas subnucleares detectadas en laboratorios de aceleración y que pueden concebirse como el pegamento que
mantiene unido el núcleo atómico. Fue predicha por Hideki Yukawa, en el año 1935. Puede tener carga eléctrica positiva,
negativa, o ser eléctricamente neutra.

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La computadora reflexiona un momento: "Muy bien; le daré la respuesta a la gran pregunta,


pero primero debe prometer no enojarse conmigo, no censurarme si no le gusta la contestación".
El jefe contesta ávidamente: "Sí, sí. Por supuesto. Cualquier cosa. Sólo dígala".
"Bien", dice la computadora en tono renuente, "La respuesta a su pregunta es 42".
“¿Qué?", chilla el jefe, "¡42!, pero, ¿cómo es posible?".
Y ahora viene el postre, la moraleja de esta historia: la computadora dice, sabiamente: "El
problema es que, en primer lugar, usted nunca entendió la pregunta, y así no puede esperar
comprender la respuesta".
La comprensión no consiste únicamente en tener las respuestas. Podemos mejorar la
comprensión sin conocer la respuesta. Por ejemplo, si tenemos un mapa de la pregunta "¿existe
Dios?", podríamos llegar a comprenderla, sin tener una respuesta.
La segunda razón por la cual necesitamos hacer un análisis de las preguntas conceptuales,
antes de contestarlas, es que la pregunta puede ser errónea.
¿Ha dejado de pegarle a su mamá? Obviamente, uno no debe contestar esta pregunta. Si la
respuesta es sí, entonces significa que uno le pegaba. Si es no, entonces significa que todavía le pega.
¿Me pagará los mil dólares el viernes, o el sábado? De nuevo, uno no debe contestar esta pregunta.
Ambas preguntas contienen una suposición tácita, a saber: que uno tiene una madre a quien le pega,
y que usted me debe mil dólares. Esas suposiciones son incorrectas y, en ese sentido, las preguntas
también lo son.
Debemos evitar contestar preguntas basadas en suposiciones falsas. Quizás el presupuesto
de "cuál es el significado de la vida", o de, "cuál es el color del número cinco" es equivocado. Si pode-
mos ver ese falso supuesto entonces tal vez nos salvemos de la perplejidad que nos lleva a hacer la
pregunta, aunque no le demos respuesta. O, también, al suprimir el supuesto falso podemos mejorar
la pregunta, es decir, podemos convertirla en una más fácil de responder.
La tercera razón por la que es necesario el análisis, antes de responder, es que algunas veces,
en una sola pregunta, se involucran muchas otras. Preguntas como, "¿cuál es el significado de la
vida?", "¿es moralmente mala la eutanasia?", "¿cuál es la relación entre la mente y el sistema
nervioso?", contienen muchas otras, diferentes, todas mezcladas. Evitaremos la confusión si
separamos y respondemos una por una. Surge entonces, de nuevo, la necesidad de analizar.
Esclarecer, mejorar las preguntas, es un proceso muy diferente de responderlas, Sólo
podemos contestar preguntas nuevas y más claras si mejoramos nuestra comprensión de las
interrogantes anteriores. Buenas respuestas exigen buenas preguntas. Gran parte del trabajo que
implica resolver problemas, como, "¿cuándo es malo matar?", consiste en clarificar la pregunta, y
para ello es necesario considerar qué significa "moralmente malo". "¿Los computadores pueden
pensar por sí mismos?”, "¿existe Dios?" Antes de contestar estas preguntas, tenemos que
desempacarías, ver qué contienen.
¿Qué es el análisis? Cualquier pregunta profunda e importante ejerce una enorme presión
sobre algunas palabras clave. Por ejemplo, cuando decimos "Dios existe", ¿qué significa la palabra
"existe"? No significa lo mismo que cuando se refiere a cosas normales, a cosas que podemos ver y
tocar y que ocupan un espacio. Dios no existe de este modo. Así, cuando afirmamos que Dios existe,
¿qué queremos decir? Cuando afirmamos o negamos que una computadora pueda pensar, es en la
palabra "pensar" donde está todo el énfasis. Tenemos que explicarla. El análisis exige que
identifiquemos y expliquemos las palabras clave.
Muchas personas no están acostumbradas a analizar las palabras. Éstas son como partes del
paisaje cotidiano que damos por conocido y en el que apenas reparamos. Por ejemplo, ¿usted sabe
qué significa la palabra "consuetudinario"? "Sí, lo sé: significa 'que ocurre todos los días'", ¿Qué tan a
menudo utiliza esta palabra? Quizás una vez al mes, a lo sumo. Pero, ¿cuántas veces utiliza la palabra
"bueno"? ¿Una vez cada quince minutos? Bien, ¿pero qué significa? Ésta es una pregunta difícil. Es
una palabra que usamos sin examinar. Pero si, por ejemplo, queremos saber cómo es una buena
vida, entonces tenemos que entender cómo funciona esta palabra. El análisis es el intento de
discernir explorando distintos significados.
El análisis apunta en dos direcciones: atrás, hacia la pregunta, y adelante, hacia la respuesta.
Nos ayuda a corregir la pregunta, y la nueva pregunta puede ser analizada una vez más para hacerla

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aún más precisa. Sin embargo, este proceso de mejorar las preguntas debe estar orientado por la
necesidad de obtener respuestas.

Tercera fase: responder y argumentar

No podemos quedarnos en el nivel del análisis. Necesitamos las respuestas. Ésta es la tercera
etapa. Obviamente, no puede ser cualquier respuesta. Queremos hallar la mejor o la verdadera.
Después de todo, a eso apunta en principio la pregunta. Esto significa que en esta tercera fase
necesitamos contestar y argumentar.

Responder
Las respuestas a preguntas filosóficas no tienen que ser teorías grandiosas. Pueden consistir
en frases simples. Una vez que hayamos completado el análisis, la respuesta puede ser casi obvia. El
trabajo está en el análisis. Esto se puede ver si preguntamos: por qué es importante la respuesta.
Para responder esta nueva pregunta se requiere más análisis.
Cuando una posición filosófica responde a una gama de problemas diferentes, entonces se
trata de una teoría. Una teoría pretende resolver problemas No existe en el vacío. Cuando
abordamos una teoría, es bueno recordar qué problemas se supone que resuelve.

Argumentar
Debemos buscar evidencia o argumentos a favor de una teoría, también necesitamos hallar
evidencia y argumentos contra otras posibles respuestas. Pero más que esto, es indispensable ver si
hay argumentos contundentes que refuten la respuesta que creemos verdadera. Éstos pueden llegar
a cambiar nuestra mente, o pueden introducir la duda.
Ante la ausencia de evidencia, la mejor respuesta es: no sé. Sin evidencia, cualquier teoría es
mera especulación y ésta se encuentra a un paso de la superstición, que es un estado en el que cree-
mos algo sin tener una razón. Por esto debemos examinar críticamente los argumentos a favor y en
contra de una teoría. Sin un argumento, ¿por qué debe alguien creer lo que uno dice? No debería
hacerlo.

¿APLICACIONES PRÁCTICAS?

Quizá desea saber cuál es la utilidad de la filosofía, para usted y para la sociedad en general.
Como la filosofía es a veces muy abstracta, parece estar lejos de cualquier aplicación práctica.
En primer lugar, teoría y práctica no siempre están divorciadas. La teoría concierne a nuestra
comprensión del mundo y de nosotros mismos, y la comprensión se manifiesta usualmente en la
acción. Un ejemplo: los grandes cambios políticos de este siglo, que trajeron la democracia a la
mayoría de las naciones, dependieron en parte del desarrollo de una teoría de los derechos en los
siglos anteriores. Estas teorías posibilitaron una nueva comprensión que
dio a luz acciones nuevas. Otro ejemplo: hacemos esfuerzos para mejorar la calidad de nuestras
vidas, para ser más felices. Pero, ¿qué constituye una mejora de la calidad de vida?
El solo hecho de captar mejor los asuntos importantes es una buena noticia, aunque no
sepamos exactamente cuál será su utilidad más tarde. La comprensión no siempre paga un dividendo
inmediato y predecible. El progreso material del que disfrutamos ahora es en parte el fruto de la
labor de científicos, matemáticos y filósofos desde el siglo XVI. Nuestra comprensión cambió y con
ella nuestras acciones. Ninguna de estas acciones fue un resultado inmediato. La Revolución
Industrial fue precedida por una revolución conceptual.
En segundo lugar, hacer filosofía es de algún modo inherente a la condición humana, en
parte es inevitable. Es así porque no podemos evitar las preguntas conceptuales. Son una parte
integral de cualquier área del conocimiento y también de la vida cotidiana. La comprensión no
consiste únicamente en conocer muchos hechos. Uno tiene que saber cómo organizarlos. Los hechos
tienen que ser relacionados, conceptualizados.

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Tercero, en un nivel personal, necesitamos mejorar nuestras capacidades mentales. El punto


es que la práctica de la filosofía nos habilitará para razonar, pues preguntaremos, analizaremos,
responderemos y argumentaremos mejor.
No obstante, a menudo la filosofía se sitúa muy lejos de la práctica. En parte porque los
filósofos tratan de concentrar su atención en cuestiones estratégicas. El punto estratégico clave
puede parecer incomprensible y de difícil acceso si no se reconocen sus implicaciones lejanas. Pero
algunas veces, solamente es así: incomprensible y de difícil acceso. […]

RAZONAMIENTO CRÍTICO: CULTIVAR NUESTRO PROPIO PROFESOR

Hacer filosofía exige habilidades críticas de pensamiento que casi todo el mundo puede
adquirir con la práctica. Es una cuestión de utilizar activa y cuidadosamente la atención. Guiar nuestra
atención es la clave del razonamiento, la lectura y la escritura. Pero nuestra atención está gobernada
no sólo por el intelecto sino también por nuestros sentimientos, pues la filosofía es un forcejeo
personal que requiere el desarrollo de ambas: de las actitudes y las habilidades.
El objetivo del razonamiento crítico es aprender a pensar por uno mismo. Sin embargo, nunca
basta con sólo consultar nuestras opiniones. El hecho de que a uno le guste un punto de vista no
prueba que éste sea verdadero o razonable. Ejercitar nuestra inteligencia no es una cuestión de apelar
exclusivamente a nuestras opiniones, ni a ninguna autoridad.
El objetivo es adquirir más independencia y fuerza mental. Con seguridad, nuestro profesor
puede decirnos qué es qué en el salón de clase, pero uno no puede encoger al profesor para meterlo
en el bolsillo y consultarlo fuera de clase. Por eso, uno necesita cultivar su propio profesor. ¿Cómo
hacerlo? Veamos.

ACTITUDES

Las actitudes son una parte muy importante de nuestra inteligencia. Si uno no está abierto, no
escuchará. Si uno no es crítico, no preguntará. Si uno no es paciente, declinará. Y si uno no es sencillo,
se enredará. Esta no es una lista completa, pero consideremos cada actitud.

1. Estar abierto

Si nos aferramos a nuestras creencias, como si fueran parte de nosotros mismos, no podremos
apreciar los puntos de vista de otras personas. Pero cuando además estamos cerrados, no podemos
siquiera comprender a cabalidad nuestras propias creencias. Por ejemplo, supongamos que uno piensa
que Dios existe. Para apreciar lo que eso significa, uno tiene que comprender lo que se está negando y
por qué. La comprensión de nuestra propia afirmación depende de la comprensión que tengamos de
quienes están en desacuerdo con lo que decimos.
Por supuesto, si no tenemos una actitud abierta, no podemos escuchar lo que otros dicen. Si
uno dice: "he escuchado eso antes; sólo es un error", entonces, nuestros oídos están sordos. Eso es una
lástima. A cada persona de un grupo le correspondía escuchar un instrumento de la orquesta. En el
instrumento de cada cual, no podían identificar la sinfonía; pero sí podían hacerlo si atendían al
conjunto. Necesitamos las voces de los otros. De otro modo sólo nos escucharemos a nosotros mismos
ejecutando nuestro instrumento; nunca podremos escuchar la sinfonía.
Podemos abrazar afirmaciones, e igual pensar que son equivocadas. ¿Por qué? Porque la
comprensión es más que identificar las afirmaciones que son verdaderas y las que son falsas. Más que
conocer las respuestas, de lo que se trata es de considerar y apreciar el mapa de las preguntas. Abrazar
una concepción puede exigir suspender el juicio acerca de su veracidad hasta encontrar lo que es inte-
resante e iluminador acerca de ella. No pensar, "¿es verdad?", sino más bien, "¿adónde me lleva?",
"¿qué hay de bueno en ella?" La crítica puede venir después.
Además, tener una actitud abierta implica algo más que escuchar a las personas que están en
desacuerdo con uno. Implica, además, escuchar las voces que inicialmente suenan extrañas, y aprender
a hablar en nuevas lenguas. Hay tres formas de ayudarse a uno mismo a tener una actitud más abierta
cuando se está frente a un punto de vista opuesto o diferente del propio.
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 Primero, darse cuenta de que sus opiniones no son USTED. Su seguridad, identidad y autoestima no
dependen de lo que usted piensa. Desapéguese de sus creencias.
 Segundo, abrace otras concepciones; busque las joyas de la sabiduría; hágalas propias; si es
necesario, suspenda el juicio.
 Tercero, permítase lo siguiente: "aunque pienso que tal cosa es verdad, puede ser un error". Pensar
"esta idea podría ser incorrecta" puede abrir un gran espacio en nuestros sentimientos y
pensamientos.

2. Ser crítico

No deben satisfacernos respuestas rápidas y fáciles ni preguntas superficiales. Nuestra mente


debe estar abierta, pero también aguzada. Para llegar a tener una mente aguzada, tratemos de
desarrollar habilidades críticas, preguntémonos: ¿eso es verdad?, ¿es relevante?, ¿cuál es el
argumento?

¿Es verdad?
Algunas veces intuimos que hay algo incorrecto en una afirmación y no estamos muy seguros
de por qué. Sospechamos que hay gato encerrado. Sosténgase en ese sentimiento. El que a usted no le
guste un punto de vista no es argumento en contra, pero puede ser una señal de que hay gato
encerrado. Trate de articular lo que es incorrecto. Continúe intentando, pero recuerde que puede estar
equivocado.
El extremo opuesto es cuando no hallamos nada incorrecto en ningún punto de vista Ninguna
campana de alarma suena. Un remedio para esto es considerar que cualquier concepción excluye y
niega algo. ¿Qué excluye el autor que usted está leyendo? Hacer esta pregunta pondrá de relieve la
tesis que el autor está afirmando, y puede provocar que usted lo desafíe.

¿Es relevante?
Esto es muy importante. Algunas veces los debates son irrelevantes con respecto al punto en
cuestión.
Es fácil perderse en vericuetos tanto en la discusión como en nuestro propio pensamiento.
Primero, necesitamos concentrarnos en lo que es importante. Segundo, hacer las conexiones
relevantes; preguntar, “¿esto es real y lógicamente consecuencia de aquello?", "¿son estas dos propo-
siciones realmente contradictorias?"

¿Cuál es el argumento?
Un autor expone una teoría. ¿Qué razón hay para aceptarla, a menos que haya un argumento a
su favor? Ninguna. Por lo menos debe haber una defensa contra las objeciones. Esto significa que al
leer debemos sacar a la luz los argumentos y evaluarlos. En una discusión debemos preguntar por los
argumentos. Para saber cómo identificar, construir y evaluar argumentos.

Criticarse a sí mismo
Para algunas personas es difícil ser críticas con sus propios puntos de vista. Uno necesita tener
dos voces en su interior. Una que expone y articula su pensamiento, y otra que arroja una mirada
crítica sobre lo que dice la primera voz. Si para usted es difícil ser escéptico acerca de sus propias
concepciones, entonces practique pensar con la segunda voz. Pregúntese a sí mismo: ¿cuál es el
argumento más fuerte que mi opositor ofrecería?, ¿cómo le respondería?
Otras personas tienen el problema opuesto. Para ellas es tan difícil no cuestionar lo que
piensan, que apenas se atreven a pensar cualquier cosa; no hablan. En este caso, la segunda voz
bloquea a la primera. Esto se debe a un miedo muy fuerte de equivocarse o a sentimientos de
inseguridad. Esto no significa que la segunda voz deba ser amordazada, sólo significa que debe ser
disciplinada. Dígale que ya pare de molestar, mientras piensa con la primera voz. Dígale que puede
trabajar más tarde. Déjele un espacio a la primera voz. Haga que la segunda voz tenga su turno más
tarde.

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3. Ser paciente

La filosofía comienza, o cuando hay una mosca en nuestro cerebro, o cuando uno ve una vela. Una
mosca en el cerebro es una pregunta que no se va. Una vela es como un discernimiento que va y viene,
que nunca ilumina real y totalmente la oscuridad. Prende y apaga. Las moscas y las velas son
desalentadoras.
Sin embargo, ellas nos motivan a encontrar respuestas. Es fácil aplastar una mosca y apagar una
vela. Cuando eso ocurre, la búsqueda de una mejor comprensión ha muerto, ambas necesitan nutrirse.
Y se nutren con paciencia.
En filosofía es común pensar que se tiene la respuesta, y luego descubrir que no era así. Esto es
frustrante, pero es una buena señal. Usted ha hecho un progreso, su comprensión es más profunda.
Además, ha demostrado creatividad en hallar una respuesta y abrir su mente al rechazarla. Darse
cuenta de esto ayuda a fomentar la paciencia.
La falta de paciencia hace que vayamos demasiado rápido. Por ejemplo, puede hacernos saltar por
encima de la fase 2 e ir directamente a la respuesta. ¿Existe Dios? Sí. ¿A dónde nos lleva esta respuesta
por sí sola? A ningún lado. La comprensión requiere análisis. La impaciencia nos hace olvidar esto.
El análisis paciente nos ayuda a desarrollar una tercera voz de pensamiento: el estratega, quien
escucha cuidadosamente las otras dos voces argumentando en pro y en contra, y quien dirige la
discusión hacia donde debe ir. El estratega ve más allá, evita los callejones sin salida y dirige el
argumento hacia los puntos clave. Necesitamos la tercera voz al pensar, leer y escribir, y esto es el fruto
de la paciencia.
Por supuesto, demasiada paciencia, en el momento inadecuado, nos hace sentir aburridos, como
si camináramos en círculos y no llegáramos a ninguna parte. Este exceso puede llevarnos al abandono.
La tercera voz estratégica debe ayudarnos a evadir las esquinas y a eludir los callejones sin salida. Debe
preguntar: ¿esta línea de pensamiento que estoy siguiendo es importante y pertinente?

4. Ser sencillo

La filosofía puede ser muy complicada. Por eso, es bueno ser simple. La simplicidad puede ser
como un hacha, que corta enredos y nudos. La simplicidad exige la capacidad de concentrarse en lo
que es importante; exige habilidad para expresar un punto en forma clara y concisa.
Un enemigo de la simplicidad es la vacilación. Si uno no está seguro de lo que desea decir, o
piensa que es un error, entonces tratará de no comprometerse, agregará toda clase de
especificaciones. Esto es un síntoma de la ansiedad que se siente ante la posibilidad de equivocarse. Es
mejor decir, simple y llanamente lo que uno tiene que decir. Contemple las especificaciones después.
Otros enemigos de la simplicidad son el vocabulario técnico innecesario y las oraciones demasiado
largas (¡Pero no le diga esto a Kant!). Si tiene muchas ideas apiñadas, es mejor separarlas, tratarlas una
por una. Si utiliza términos filosóficos y técnicos, como "ontológico", asegúrese de explicarlos de
manera simple.
A la simplicidad le sirven los ejemplos. Un buen ejemplo da en el blanco. Hace obvio el punto,
evita las complicaciones irrelevantes. Les ayuda a su lector y a usted.

CONCLUSIÓN

Cultivar las actitudes necesarias para pensar bien es vital al hacer filosofía. Esas actitudes nos
ayudan a nutrir las habilidades que necesitamos. Sin ellas, las habilidades son como herramientas que
no sabemos usar. […]

PREGUNTAS GUÍA

1. ¿Cómo caracteriza Thomson la filosofía?


2. ¿Cuáles son las fases de la filosofía para este autor? Resúmelas.
3. Desarrolla las actitudes filosóficas que distingue Thomson. ¿Consideras que son importantes en
tu vida personal y tu próximo ejercicio como educador?, ¿en qué sentido?
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