La Cara Del Engano - Iris Johansen

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Un

cráneo sin identificar…


Un rastro de aterradores secretos…
Y una mujer cuyas diestras manos podrían relevar la impactante verdad…
Como escultora forense, Eve Duncan ayuda a identificar a los muertos a partir
de sus cráneos. Habiendo sido asesinada su propia hija y su cuerpo jamás
hallado, el trabajo es el único modo que tiene Eve de hacer las paces con su
pesadillas personal. Pero le aguardan cosas más espantosas si cabe cuando
acepta trabajar para el multimillonario John Logan.
Bajos sus diestras manos toma forma el rostro del cráneo que él le ha pedido
que reconstruya, un rostro que nadie esperó nunca ver. Ahora Eve se
encuentra atrapada en una aterradora red de asesinatos y engaños. Poderosos
enemigos están decididos a encubrir la verdad, y se asegurarán de que llevar
dicha verdad a la tumba… aunque Eve tenga que ser enterrada con ella.

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Iris Johansen

La cara del engaño


Eve Duncan & friends - 01

ePub r1.0
Titivillus 02-12-2022

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Título original: The Face of Deception
Iris Johansen, 1998
Traducción: Constanza Fantin de Bellocq

Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1

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Prólogo

Edificio de Clasificación de Diagnóstico


Jackson, Estado de Georgia
27 de enero 23:55

Estaba por suceder.


¡Ay, Dios!, no permitas que lo hagan.
Perdida. La voy a perder.
Los vamos a perder a todos.
—Vamos, Eve, vete, para qué quieres estar aquí. —Joe Quinn estaba a su
lado. Su cara cuadrada y juvenil estaba pálida y tensa bajo la sombra del
paraguas negro que sostenía—. No hay nada que puedas hacer. Ya han
aplazado dos veces la ejecución. El gobernador no va a hacerlo de nuevo.
Bastante escándalo y protestas hubo la última vez.
—Tiene que posponerla. —El corazón le latía con tanta fuerza que le
dolía. Pero en ese momento, todo, absolutamente todo, le dolía—. Quiero
hablar con el director.
Quinn negó con la cabeza.
—No va a concederte una entrevista.
—En otras oportunidades ya hablamos. Y llamó al gobernador, tengo que
verlo, porque él entiende lo de…
—Deja que te acompañe hasta el auto. Hace un frío polar y te estás
empapando.
Ella sacudió la cabeza, mantenía la vista fija con desesperación en el
portón de la cárcel.
—Habla tú con él. Eres del FBI, tal vez te escuche a ti.
—Es demasiado tarde, Eve. —Trató de protegerla con el paraguas, pero
ella se alejó—. Por Dios, no deberías haber venido.
—Tú viniste —dijo, luego hizo un gesto hacia la horda de periodistas y
reporteros que se apretujaban contra el portón—. Y vinieron ellos. ¿Quién
tiene más derecho que yo de estar aquí? —Los sollozos la ahogaban—. Tengo
que detener esto. Tengo que hacer que se den cuenta de que no pueden…

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—Maldita loca.
Sintió que la hacían girar en redondo y se encontró delante de un hombre
de unos cuarenta y dos años. Tenía las facciones contraídas por el dolor y le
corrían lágrimas por las mejillas. Le llevó un minuto reconocerlo. Bill Verner.
Su hijo era uno de los perdidos.
—No se meta. —Las manos de Verner se le clavaron en los hombros y la
sacudieron—. Deje que lo maten. Ya nos causó demasiado dolor y ahora otra
vez trata de que se salve. ¡Deje que lo frían de una vez, carajo!
—No puedo… ¿No entiende? Ellos están perdidos. Tengo que…
—No se meta o le juro que voy a hacer que se arrepienta de…
—Déjela en paz. —Quinn se adelantó y apartó con dureza las manos de
Verner—. ¿No ve que está sufriendo más que usted?
—No me venga con pavadas. Ese mal nacido mató a mi hijo. No voy a
permitir que ella vuelva a impedir que lo maten.
—¿Cree que no quiero que muera? —le espetó Eve con ferocidad—. Es
un monstruo. Lo mataría con mis propias manos, pero no puedo permitir
que…
No había tiempo para discutir, pensó con desesperación. No había tiempo
para nada. Ya debía de ser casi medianoche.
Lo iban a matar.
Y Bonnie se perdería para siempre.
Se apartó de Verner y corrió hacia el portón.
—¡Eve!
Golpeó el portón con los puños.
—¡Déjenme entrar! Me tienen que dejar entrar. Por favor, no lo hagan.
Relampagueos de cámaras fotográficas.
Los guardias de la prisión se estaban acercando.
Quinn trató de apartarla del portón.
El portón se estaba abriendo.
Quizá todavía quedara una posibilidad.
El director se acercó.
—¡Deténgalo! —gritó ella—. ¡Tiene que detenerlo!
—Vuelva a casa, señora Duncan. Ya terminó todo. —El director pasó
junto a ella y se dirigió hacia las cámaras de televisión. No podía haber
terminado todo.
El director miró hacia las cámaras con expresión sombría y habló en
forma escueta y directa.

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—No hubo postergación de la ejecución. Ralph Andrew Fraser fue
ejecutado hace cuatro minutos y se lo declaró muerto a las 12:07.
—¡No!
El grito de dolor y desolación sonó quebrado y lastimero como el gemido
de un niño perdido.
Eve no se dio cuenta de que había brotado de su boca.
Quinn la sostuvo cuando se le doblaron las rodillas, perdió el
conocimiento, y cayó hacia adelante.

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Capítulo 01

Atlanta, Estado de Georgia


3 de junio
Ocho años más tarde

—Tienes un aspecto terrible, es más de medianoche. ¿No duermes nunca?


Eve apartó la vista de la computadora y miró a Joe Quinn, que estaba
apoyado contra el marco de la puerta del otro lado de la habitación.
—Claro que duermo. —Se quitó los lentes y se frotó los ojos—. Una
noche que pase aquí no me convierte en adicta al trabajo. Es que tenía que
verificar esas medidas antes de…
—Lo sé, lo sé. —Joe entró en la oficina del laboratorio y se dejó caer
sobre la silla junto al escritorio—. Diane me dijo que hoy la dejaste plantada a
la hora del almuerzo.
Eve asintió con aire culpable. Era la tercera vez en el mes que le
cancelaba la cita a la esposa de Joe.
—Le expliqué que el Departamento de Policía de Chicago necesitaba el
resultado. Los padres de Bobby Starnes estaban esperando.
—¿Y? ¿Hubo coincidencia?
—Casi total. Ya estaba casi segura de que la habría antes de comenzar con
la superposición. Al cráneo le faltaban unos dientes, pero ya había
coincidencias en la verificación dental.
—¿Entonces para qué te llamaron?
—Porque sus padres no querían creerlo. Yo soy su última esperanza.
—Qué espanto.
—Sí, pero yo entiendo esas esperanzas. Y cuando vean la forma en que
las facciones de Bobby encajan en el cráneo, caerán en la cuenta de que todo
terminó y aceptarán el hecho de que su hijo está muerto. Y tal vez eso haga
cicatrizar la herida.
Echó un vistazo a la imagen que tenía en la pantalla de la computadora. El
Departamento de Policía de Chicago le había dado un cráneo y una foto de
Bobby a los siete años. Ella trabajó con equipos visuales y con la

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computadora y había colocado el rostro de Bobby sobre el cráneo. Y, como
había dicho, las coincidencias eran muy evidentes. Bobby tenía un aspecto tan
vivaz y dulce en la fotografía que se le partía el corazón por sólo mirarlo.
Todos me parten el corazón, pensó con cansancio.
—¿Te vas a tu casa?
—Ajá.
—¿Y pasaste nada más que para retarme?
—Siento que es uno de los principales deberes que tengo en la vida.
—Mentiroso. —La mirada de Eve se posó en el maletín de cuero negro
que él tenía en las manos—. ¿Es para mí?
—Encontramos un esqueleto en el bosque de North Gwinnett. La lluvia lo
dejó al descubierto. Los animales tuvieron acceso a él, así que no queda
demasiado, pero el cráneo está intacto. —Abrió el maletín—. Es una niñita,
Eve.
Cuando se trataba de una niña, se lo decía enseguida. Tal vez lo hiciera
para protegerla, pensó Eve.
Tomó el cráneo con cuidado y lo estudió.
—No es de una niñita. Preadolescente, tal vez once o doce años. Señaló
una fina rajadura en la mandíbula superior. —Ha estado expuesta al frío de
por lo menos un invierno—. Pasó los dedos por la ancha cavidad nasal. —Es
probable que haya sido negra.
—Eso nos será de ayuda —repuso él con una mueca—, pero no alcanza.
Tendrás que esculpirla. No tenemos idea de quién pudiera ser. No hay
fotografías para superposición. ¿Sabes cuántas chicas se escapan de sus casas
en esta ciudad? Si era de los barrios pobres, tal vez ni siquiera hayan
informado de su desaparición. Por lo general, los padres están más
preocupados por conseguir droga que por seguirles los pasos a sus… —
Sacudió la cabeza—. Ay, lo siento, lo olvidé. Qué metida de pata.
—Lo haces siempre, Joe.
—Bueno, solamente contigo. Es que tiendo a bajar la guardia.
—¿Debería sentirme gratificada por eso? —Eve frunció el entrecejo con
expresión concentrada mientras estudiaba el cráneo—. Ya sabes que mamá
dejó el crack hace años. Y hay cosas de mi vida que me avergüenzan, pero
haberme criado en los barrios pobres no es una de ellas. Si no lo hubiera
pasado mal, tal vez no hubiese sobrevivido.
—Claro que habrías sobrevivido.
Ella no estaba tan segura. Había estado demasiado cerca del abismo como
para tomar la salud mental o la supervivencia como algo de todos los días.

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—¿Quieres una taza de café? Nosotras las chicas de los barrios pobres
sabemos hacer un café buenísimo.
Él frunció el rostro.
—Oh. Ya te pedí disculpas, ¿no?
Eve sonrió.
—Quería vengarme con un par de estocadas, nada más. Te las mereces
por generalizar. ¿Quieres café o no?
—No, tengo que irme, Diane me espera. —Se puso de pie—. No hay
apuro con este cráneo si dices que ha estado enterrado tanto tiempo. Como te
dije, ni siquiera sabemos qué estamos buscando.
—Me lo tomaré con calma. Trabajaré con esta chica por las noches.
—Sí, claro, como te sobra el tiempo. —Miró la pila de libros sobre el
escritorio—. Me dijo tu madre que ahora estás estudiando antropología física.
—Por correspondencia, nada más. Todavía no tengo tiempo de asistir a
clases.
—¿Por qué antropología, por el amor de Dios? ¿No tienes bastante, ya?
—Me pareció que tal vez esto podría ayudar. He tratado de averiguar todo
lo posible de boca de los antropólogos con los que me ha tocado trabajar, pero
todavía hay demasiadas cosas que no sé.
—Estás trabajando demasiado. Tienes la agenda completa hasta dentro de
varios meses.
—No es culpa mía —replicó ella e hizo una mueca—. Fue porque tu
comisionado me nombró en 60 minutos. ¿Quién le mandó abrir la boca? Ya
tenía bastante trabajo sin que me cayeran todas estas cosas de otras partes del
país.
—Bueno, pero recuerda quiénes son tus amigos. —Joe se dirigió a la
puerta—. No vayas a mudarte a alguna prestigiosa universidad.
—Mira quién habla de universidades prestigiosas, ¡tú, que fuiste a
Harvard!
—Eso fue hace una vida. Ahora soy un buen muchacho del sur. Sigue mi
ejemplo y quédate donde te corresponde estar.
—No voy a ir a ninguna parte. —Eve se puso de pie y colocó el cráneo
sobre la repisa que estaba arriba de su mesa de trabajo—. Salvo a almorzar
con Diane el martes que viene, si acepta. ¿Quieres preguntarle?
—Pregúntaselo tú. Yo no voy a hacer de mensajero otra vez. Bastantes
problemas tengo ya. No es fácil para ella estar casada con un policía. —Se
detuvo en la puerta—. Vete a dormir, Eve. Están muertos. Todos están
muertos. No les va a pasar nada si duermes unas cuantas horas.

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—No seas tonto. Ya lo sé. Me hablas como si fuera neurótica o algo así.
Es sólo que me parece poco profesional dejar de lado un trabajo.
—Sí, claro. —Vaciló—. ¿Has recibido algún llamado de John Logan?
—¿Quién?
—Logan. De Computadoras Logan. Es un multimillonario que le pisa los
talones a Bill Gates. Últimamente ha estado en todas las noticias debido al
programa para recaudar fondos para los republicanos que ha estado haciendo
en Hollywood.
Ella se encogió de hombros.
—Sabes que apenas si sigo las noticias. —Pero recordaba haber visto una
fotografía de Logan, tal vez en el periódico del domingo anterior. Tenía
alrededor de cuarenta años, ostentaba un bronceado californiano y pelo oscuro
muy corto, con las sienes salpicadas de gris. En la foto le sonreía a una actriz
rubia. ¿Sharon Stone? No podía recordarlo—. No, no me llamó para pedirme
dinero y si me lo pidiera, no se lo daría. Voto a los independientes. —Su
mirada se posó sobre la computadora—. Es una Logan. Es una buena
máquina y es lo más cerca que estuve del magnate. ¿Por qué me lo preguntas?
—Ha estado haciendo averiguaciones sobre ti.
—¿Qué?
—No en persona, sino a través de un poderoso abogado de la Costa Oeste,
Ken Novak. Cuando me lo contaron en el Departamento de Policía, me puse a
investigar un poco y estoy casi seguro de que detrás de él está Logan.
—No creo. —Eve sonrió—. No tiene sentido.
—Ya has trabajado en investigaciones privadas —bromeó Joe—. Un tipo
en la posición de él debe de haber dejado un reguero de cadáveres en el
camino a la cima. Tal vez haya olvidado dónde los enterró.
—Ja, ja, qué gracioso. —Eve se frotó la nuca con gesto cansado—. ¿El
abogado obtuvo su informe?
—¿Qué crees? Sabemos muy bien cómo cuidar a nuestra gente. Avísame
si consigue tu número particular y empieza a molestarte. Nos vemos. —La
puerta se cerró detrás de él.
Sí. Joe la protegería como siempre lo había hecho, y no había nadie que lo
hiciera mejor. Había cambiado desde que se conocieron, años atrás. El tiempo
le había borrado a martillazos el aire de niño. Poco después de la ejecución de
Fraser renunció a su puesto de agente del FBI y se unió al Departamento de
Policía de Atlanta, donde ahora era teniente detective. En realidad, nunca le
contó por qué lo había hecho. Eve se lo había preguntado, pero la respuesta de
él —que deseaba quitarse de encima la presión del FBI— nunca la dejó

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satisfecha. Joe era una persona reservada y ella no había querido presionar.
Lo que sabía con certeza era que siempre podía contar con él.
Aun aquella noche en la cárcel cuando se sintió más sola que nunca.
No quería pensar en esa noche, dentro de ella la desesperación y el dolor
seguían en carne viva…
Pues pensaría en eso de todos modos. Había aprendido que la única forma
de sobrevivir al dolor era enfrentarlo de lleno.
Fraser estaba muerto.
Y Bonnie, perdida.
Cerró los ojos y dejó que la oleada de dolor y sufrimiento la envolviera.
Cuando pasó, los abrió y se acercó a la computadora. El trabajo siempre la
ayudaba. Tal vez hubiera perdido a Bonnie para siempre, sin posibilidad
alguna de encontrarla, pero había otros…
—¿Te trajeron otro? —Sandra Duncan apareció en la puerta, con pijama y
su bata preferida de lana rosada. Tenía la vista fija en el cráneo sobre la repisa
—. Me pareció oír el ruido de un coche en la entrada. Por Dios, Joe podría
dejarte un poco tranquila.
—No quiero que me dejen tranquila. —Eve volvió a sentarse frente al
escritorio—. No hay problema, no es un trabajo apresurado. Vuelve a la
cama, mamá.
—No, la que se tiene que ir a la cama eres tú. —Sandra Duncan se acercó
al cráneo—. ¿Es de una niñita?
—Preadolescente.
Hubo un silencio.
—No la vas a encontrar nunca, sabes. Bonnie no está. Acéptalo, Eve.
—Ya lo acepté. Sólo hago mi trabajo.
—Sí, claro, por supuesto.
Eve sonrió.
—Vete a dormir.
—¿Te puedo ayudar en algo? ¿Prepararte algo de comer?
—Tengo demasiado respeto por mi sistema digestivo como para
permitirte sabotearlo.
—Bueno, hago lo que puedo —respondió Sandra e hizo una mueca—.
Algunas personas no nacimos para cocinar.
—Tienes otros talentos.
Su madre asintió.
—Soy una buena reportera judicial y también sirvo para retar a la gente.
¿Vas a irte a la cama o tengo que hacer una manifestación?

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—Quince minutos más.
—Bueno, te doy quince minutos. —Se dirigió a la puerta—. Pero quiero
oír cómo se cierra la puerta de tu dormitorio. —Hizo una pausa y luego
prosiguió, incómoda—. Mañana no volveré a casa directamente después del
trabajo. Salgo a cenar.
Eve levantó la vista, sorprendida.
—¿Con quién?
—Con Ron Fitzgerald. Te conté de él, es un abogado de la oficina del
fiscal de Distrito. Me cae bien. —Su tono de voz era casi desafiante—. Me
hace reír.
—Qué bien. Me gustaría conocerlo.
—No soy como tú. Hace mucho tiempo que no salgo con un hombre y
necesito tener a alguien cerca. Y tampoco soy una monja. Por Dios, ni
siquiera cumplí cincuenta, todavía. Mi vida no puede detenerse sólo porque…
—¿Por qué hablas así, como si te sintieras culpable? ¿Acaso te dije alguna
vez que quería que te quedaras en casa? Tienes derecho a hacer lo que
quieres.
—Es que me siento culpable. —Sandra frunció el entrecejo—. Podrías
facilitarme un poco las cosas si no fueras tan dura contigo misma. Eres tú la
que parece una monja.
Cielos, qué mal momento para que su madre sacara el tema. Estaba
demasiado cansada como para hablar de eso.
—He salido con algunos hombres.
—Sí, hasta que la relación te empezó a obstaculizar el trabajo. Ninguna
pasó de dos semanas.
—Mamá…
—Está bien, está bien. Es que pienso que es hora de que vuelvas a llevar
una vida normal.
—Lo que es normal para una persona no tiene por qué serlo para otra. —
Fijó la vista en la pantalla de la computadora—. Bueno, hazte humo. Quiero
terminar esto antes de irme a la cama. Mañana a la noche no te olvides de
contarme todo sobre la cena.
—¿Para que puedas vivir la vida a través de mí? —dijo Sandra con un
dejo de aspereza—. Entonces tal vez no te lo cuente.
—Lo harás.
—Sí, sé que lo haré. —Su madre suspiró—. Buenas noches, Eve.
—Hasta mañana, mamá.

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Eve se echó hacia atrás en la silla. Debió haberse dado cuenta de que su
madre se estaba sintiendo inquieta y disconforme. La inestabilidad emocional
era siempre señal de peligro para un adicto en camino de recuperación. Pero,
diablos, ella no había tocado la droga desde el segundo cumpleaños de
Bonnie. Otro regalo que había traído Bonnie cuando llegó a sus vidas.
Tal vez estuviera exagerando el problema. El hecho de criarse con una
adicta la había vuelto sumamente suspicaz. Era normal y saludable que su
madre se sintiera así. Lo mejor que le podía pasar era embarcarse en una
relación amorosa sólida.
Bien, entonces dejaría que siguiera adelante, pero vigilaría la situación de
cerca.
Eve estaba mirando la pantalla sin ver. Ya había hecho demasiado por
hoy. Casi no quedaban dudas de que el cráneo pertenecía al pequeño Bobby
Starnes.
Al salir del programa para apagar la computadora, vio el logotipo de
Logan. Qué curioso cómo uno nunca prestaba atención a esas cosas. ¿Por qué
diablos estaría Logan haciendo averiguaciones sobre ella? Seguro que no era
cierto. Tenía que tratarse de un error. Su vida y la de Logan estaban en los
extremos opuestos del espectro.
Se puso de pie y movió los hombros para aflojar la tensión. Empaquetaría
el cráneo de Bobby, lo llevaría hasta la casa, junto con el informe, y los
despacharía mañana por la mañana. No le gustaba tener más de un cráneo en
el laboratorio al mismo tiempo. Joe se reía de ella, pero a Eve le parecía que
no podía concentrarse completamente en el trabajo si veía otro cráneo
esperando en silencio. De modo que enviaría el cráneo de Bobby y el informe
a Chicago por expreso y en dos días sus padres sabrían que su hijo había
vuelto a casa, que ya no era uno de los perdidos.
Déjala ir, Eve.
Su madre no comprendía que la búsqueda de Bonnie se había entretejido
en la trama de su vida. Eve ya no podía distinguir cuál era el hilo de Bonnie y
cuáles eran los de los otros perdidos. Y eso la volvía mucho más inestable que
su madre, pensó con pesar.
Atravesó la habitación y se detuvo delante de la repisa donde estaba el
cráneo nuevo.
—¿Qué sucedió contigo? —murmuró, mientras le quitaba la etiqueta de
identificación y la arrojaba sobre la mesa de trabajo—. ¿Fue un accidente?
¿Un asesinato?

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Ojalá no haya sido un asesinato, pero en estos casos, por lo general se
trataba de una muerte violenta. Le hacía mal pensar en el terror que habría
experimentado la chiquilla antes de morir.
La muerte de una criatura.
Alguien había acunado a esta niña, la había observado dar sus primeros
pasos. Ojalá la hubieran amado y hecho feliz antes de que terminara en ese
hoyo en el bosque.
Le tocó suavemente el pómulo.
—No sé quién eres. ¿Te importa si te llamo Mandy? Siempre me gustó
ese nombre. —Santo Cielo, estaba hablando con un esqueleto… ¿Y se
preocupaba por la cordura de su madre? Bueno, tal vez fuera extraño, pero
siempre le había parecido una falta de respeto tratar a los cráneos como si no
tuvieran identidad. Esta chica había vivido, había reído, había amado. Se
merecía algo más que un tratamiento impersonal.
—Ten paciencia, Mandy —susurró Eve—. Mañana tomaré las medidas y
pronto comenzaré a esculpir. Te encontraré, ya verás. Te traeré a casa.

Monterrey, Estado de California

—¿Seguro que es la mejor opción? —La mirada de John Logan estaba fija en
la pantalla del televisor, que mostraba un vídeo de la escena en el portón de la
prisión—. No parece muy cuerda. Tengo demasiados problemas como para,
además, tener que tratar con una mujer que no las tiene todas consigo.
—Caramba, qué ser humano tan cálido y considerado eres —murmuró
Ken Novak—. Creo que la mujer tiene motivos para mostrarse un poco
alterada. Esa noche ejecutaron al asesino de su hijita.
—Entonces tendría que haber estado saltando de felicidad y ofreciéndose
para bajar la palanca. Así me hubiera sentido yo. En cambio, le suplica al
gobernador que aplace la ejecución.
—A Fraser lo procesaron por el asesinato de Teddy Simes. Lo atraparon
casi en el momento del asesinato y no tuvo tiempo de deshacerse del cuerpo.
Pero confesó haber asesinado a once niños más, entre los cuales estaba
Bonnie Duncan. Dio detalles que dejaron bien en claro que él era el asesino,
pero no dijo qué había hecho con los cuerpos.
—¿Por qué?
—No tengo idea. El hijo de puta estaba más loco que una cabra. ¿Habrá
sido un último acto de malicia? El bastardo ni siquiera apeló la sentencia de

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muerte. Eve Duncan estaba fuera de sí. No quería que lo ejecutaran hasta que
no dijera dónde estaba su hija. Tenía miedo de no encontrarla nunca.
—¿Y la encontró?
—No.
Novak tomó el control remoto y congeló una escena.
—Ese es Joe Quinn. Hijo de padres ricos, estudió en Harvard. Todos
creían que sería abogado, pero entró a trabajar para el FBI. Investigó el caso
de Bonnie Duncan con el Departamento de Policía de Atlanta, y ahora es
detective en esa fuerza. Él y Eve Duncan se han hecho amigos.
Quinn parecía tener unos veintiséis años en el vídeo. Cara cuadrada, boca
ancha e inteligentes ojos oscuros bien separados.
—¿Nada más que amigos?
Novak asintió.
—No tenemos información sobre si hubo una relación entre ellos. Eve
Duncan fue testigo en el casamiento de él hace tres años. En los últimos ocho
años, ella ha tenido un par de relaciones estables, pero nada serio. Es adicta al
trabajo y eso no ayuda a formar relaciones personales enriquecedoras —acotó
mirando a Logan con intención—. ¿No te parece?
Logan pasó por alto el comentario y echó un vistazo al informe que tenía
sobre el escritorio.
—¿La madre es adicta?
—Ya no. Hace años que no toca nada de droga.
—¿Y qué me dices de Eve Duncan?
—Nunca se drogó, lo que resulta asombroso. Casi todo el barrio aspiraba
o se daba con algo, hasta la propia madre. Su madre fue hija ilegítima y tuvo a
Eve a los quince años. Vivían gracias a la asistencia social, en una de las
peores partes de la ciudad. Eve tuvo a Bonnie a los dieciséis años.
—¿Quién era el padre?
—No lo anotó en el certificado de nacimiento. Es evidente que él no quiso
reconocer a la niña. —Oprimió el botón para volver a poner en movimiento la
cinta—. Ahora viene una imagen de la niña. La CNN hizo mucha alharaca
con la historia.
Bonnie Duncan. La chiquilla tenía puesta una remera de Bugs Bunny,
jeans y zapatillas de tenis. Su pelo rojizo era una mata de rizos y tenía pecas
en la nariz. Sonreía a la cámara y su rostro estaba iluminado de alegría y
picardía.
Logan se sintió asqueado. ¿Qué clase de mundo era éste en el que un
monstruo podía matar a una criatura como ésa?

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—Adelanta la cinta.
Novak oprimió el botón y la escena volvió a la prisión.
—¿Qué edad tenía Eve Duncan cuando asesinaron a la pequeña?
—Veintitrés. Y su hijita, siete. A Fraser lo ejecutaron dos años más tarde.
—¿Y la mujer se volvió loca y se obsesionó con los esqueletos?
—¡Caray, no! —exclamó Novak con aspereza—. ¿Por qué eres tan duro
con ella?
Logan se volvió a mirarlo.
—¿Y tú por qué la defiendes tanto?
—Porque no es… Porque tiene agallas, carajo.
—¿La admiras?
—De la cabeza a los pies —admitió Novak—. Podría haber entregado la
criatura en adopción o haberse hecho un aborto. Pero no, tuvo a su hija.
Podría haber vivido de la asistencia social, igual que su madre y repetido la
historia. Pero no, puso a la niña en una guardería de beneficencia mientras
trabajaba y tomaba cursos por correspondencia durante la noche. Casi había
terminado su educación superior cuando Bonnie desapareció. —Miró a Eve
Duncan en la pantalla—. Eso debería haberla matado o enviado de vuelta al
pozo. Pero no. Retomó los estudios y se abrió camino en la vida. Tiene un
título en Bellas Artes de la Universidad del Estado de Georgia y está
matriculada como especialista en progresión cronológica por computación en
el Centro Nacional de Niños Desaparecidos y Maltratados de Arlington, en el
estado de Virginia. También se matriculó en reconstrucción facial en arcilla
después de haberse capacitado con dos de los artistas de reconstrucción más
prestigiosos del país.
—Una mujer fuerte —murmuró Logan.
—E inteligente. Hace esculturas forenses y progresión cronológica
además de superposición por vídeo y por computadora. No hay muchos en su
profesión que sean expertos en tantas áreas. Habrás visto en esa nota de 60
minutos cómo reconstruyó la cara de ese chico que encontraron en los
pantanos de Florida.
Logan asintió.
—Fue increíble. —Su mirada volvió a posarse en el vídeo. Eve Duncan,
alta y delgada, estaba enfundada en jeans y un impermeable. Se la veía
increíblemente frágil. El pelo largo hasta los hombros de color castaño rojizo
estaba empapado y enmarcaba un rostro pálido y ovalado en el cual se podía
ver sufrimiento y desesperación. Los ojos oscuros detrás de los lentes con

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marco de metal reflejaban la misma soledad y angustia. Logan apartó la
mirada de la pantalla.
—¿No hay otra persona tan buena como ella?
Novak sacudió la cabeza.
—Me pediste la mejor. Y la mejor es ella. Pero puede que no te sea fácil
conseguirla. Está muy ocupada y prefiere trabajar en casos de niños perdidos.
Supongo que lo tuyo no tiene nada que ver con un niño.
Logan no respondió.
—Por lo general, el dinero es muy persuasivo.
—Pero tal vez no signifique demasiado para ella. Podría estar ganando
mucho más si aceptara un puesto en una universidad en lugar de trabajar en
forma independiente. Vive en una casa alquilada en Morningside, una zona
cercana al centro de Atlanta y tiene un laboratorio en un garaje reformado,
detrás de la casa.
—Quizá ninguna universidad le hizo una oferta que no pudiera rechazar.
—Es posible. No están en tu nivel. —Novak arqueó las cejas—. ¿No
quieres contarme para qué la necesitas, no es cierto?
—No. —Novak era reconocido por su integridad y además, sin duda, era
una persona de confianza, pero no había forma de que Logan pudiera
arriesgarse a confiar en él—. ¿Estás seguro de que es la única?
—Es la mejor. Ya te dije que… ¿Pero, qué es lo que te preocupa?
—Nada. —No era cierto. Todo este maldito asunto de tener que elegir a
Eve Duncan lo preocupaba. Ella ya era una víctima, no había por qué hacerla
correr peligro otra vez.
¿Por qué vacilaba? Tenía que terminar con este asunto, sin importar quién
pudiera salir lastimado. La decisión estaba tomada.
Diablos, la mujer había decidido por él al convertirse en la mejor en su
profesión. Y él solamente podía conformarse con la mejor.
Aunque eso la llevara a la muerte.

Ken Novak arrojó el maletín sobre el asiento del pasajero de su coche


convertible y encendió el motor. Esperó a salir de los portones de la
propiedad antes de tomar el teléfono celular y llamar al número privado del
Departamento del Tesoro.
Mientras aguardaba que lo comunicaran con Timwick, su mirada se posó
en el Pacífico. Algún día tendría una casa como la de Logan en el Camino de
las Diecisiete Millas. Su casa de Carmel era elegante y moderna, pero en nada

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parecida a estas mansiones. Los dueños eran la élite, los reyes de los negocios
y las finanzas, los peces gordos. Y ese futuro no estaba muy lejos de sus
manos. Logan había empezado con una pequeña empresa y, a fuerza de
trabajar duro y seguir avanzando contra viento y marea, la había convertido
en un gigante. Ahora lo tenía todo. Hacía tres años que Novak trabajaba para
Logan y lo admiraba muchísimo. En ocasiones, hasta le caía bien. Logan
podía ser encantador cuando quería…
—¿Novak? —Timwick estaba en la línea.
—Acabo de volver de la casa de Logan. Creo que se decidió por Eve
Duncan.
—¿Crees? ¿No estás seguro?
—Le pregunté si quería que me pusiera en contacto con ella y me dijo que
él se encargaría de todo. A menos que cambie de idea, el tema está cerrado.
—¿Pero no te quiso decir para qué la necesita?
—No, no hubo forma de que dijera algo.
—¿Ni aunque se trate de un asunto personal?
Novak sintió el aguijoneo de la curiosidad.
—Tiene que ser personal, ¿no crees?
—No sabemos. Según tus informes, entre los temas que él quería que se
investigasen hay de todo un poco. Algunos pueden ser señuelos para
despistarte.
—Puede ser. Pero a ti te parecieron suficientemente importantes como
para pagarme una enorme suma a fin de que averiguara más.
—Y todavía se te pagará con más generosidad si nos das algo que
podamos usar contra él. Ha recaudado demasiado dinero para el Partido
Republicano en los últimos seis meses y solamente faltan cinco meses para
las elecciones.
—Al menos tienes un presidente demócrata. Los índices de popularidad
de Ben Chadbourne volvieron a subir este mes. ¿Crees que Logan quiere
asegurarse de que los republicanos vuelvan a estar al mando del Congreso? Es
posible que lo logren, de todos modos.
—O no. La próxima vez podríamos tener todo para nosotros. Necesitamos
frenar en seco a Logan.
—Por eso lo quieres atrapar en algo relacionado con impuestos, echándole
encima el IRS. Esa es siempre una buena forma de desacreditar a alguien.
—Pero está limpio.
Novak lo había sospechado desde un principio. Logan era demasiado listo
como para dejarse atrapar con tanta facilidad.

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—¿Entonces vas a tener que confiar en mí, no?
—No necesariamente. Tenemos otras fuentes. —Pero ninguna tan cercana
a él como yo.
—Te dije que se te pagaría bien.
—Estuve pensando en el dinero. Creo que prefiero cambiarlo por favores.
He estado considerando la posibilidad de presentarme para vicegobernador.
—Sabes que nosotros estamos a favor de Danford.
—Pero él no los está ayudando tanto como yo.
Hubo un silencio.
—Consígueme la información que necesito y lo pensaré.
—Haré todo lo posible. —Novak cortó la comunicación. Presionar a
Timwick había sido más fácil de lo que había creído. Tenía que estar
realmente preocupado por la inminente elección presidencial. Demócratas o
republicanos, todos estos políticos eran iguales. Una vez que le tomaban el
gusto al poder se volvían adictos, y un hombre inteligente podía usar esa
adicción para trepar por la escalera hasta llegar a una mansión en el Camino
de las Diecisiete Millas.
Tomó la curva de la ruta y el palacete de estilo español de Logan volvió a
quedar a la vista, sobre la colina. Logan no era político, era un ejemplar
extraño, un verdadero patriota. Era republicano, pero Novak lo había oído
elogiar al presidente demócrata por la negociación con Jordania hacía tres
años.
Pero el comportamiento de los patriotas a menudo era imposible de
predecir y en ocasiones, hasta peligroso.
Timwick quería atraparlo y si Novak se movía con precisión, podría
cambiar esa necesidad por la mansión del gobernador. No tenía dudas de que
cualquiera que fuera la tarea que Logan quería encomendarle a Eve Duncan,
tenía que tratarse de algo personal. Lo había visto demasiado nervioso y
reservado. Los secretos relacionados con restos óseos por lo general eran una
señal bastante clara de culpabilidad. ¿Asesinato? Tal vez. Había llevado una
vida bastante agitada en los primeros tiempos, cuando estaba tratando de
construir su imperio. Al parecer, alguien de ese pasado movido le había
causado demasiadas molestias.
Novak no había mentido en cuanto a la admiración que sentía por Eve
Duncan. Siempre le habían gustado las mujeres duras, que se hacían cargo de
las cosas. Esperaba no tener que terminar cercándola como a Logan. Diablos,
tal vez al cercar a Logan le estuviera haciendo un favor a la mujer. Logan

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tenía pensado apuntar los cañones de su implacable intensidad sobre ella, y
podría ser demasiado para la chica.
Rió por lo bajo al darse cuenta de cómo había racionalizado la traición
hasta convertirla en galantería. Diablos, qué pedazo de abogado que era.
Pero los abogados servían a la realeza que vivía sobre esta ruta, ellos
mismos no eran reyes. Tenía que ascender y dejar el puesto de asesor real.
Iba a ser lindo ser rey.

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Capítulo 02

—Estás lindísima —dijo Eve—. ¿Adónde vas esta noche?


—Tengo que encontrarme con Ron en el restaurante Anthony’s. Le gusta
comer ahí.
—Sandra se inclinó hacia el espejo del vestíbulo, se miró las pestañas
pintadas con máscara y luego se acomodó el vestido en los hombros. —Estas
hombreras malditas se me mueven para todas partes.
—Quítatelas.
—No todas tenemos hombros anchos como tú. Las necesito.
—¿Te gusta la comida de Anthony’s?
—No, es un poco demasiado extraña para mi gusto. Preferiría ir a
Cheesecake Factory.
—Díselo, entonces.
—La próxima vez. Tal vez sea mejor que aprenda a que me guste. —Miró
a Eve por el espejo y sonrió—. A ti te gusta aprender cosas.
—Me agrada ir a Anthony’s, pero eso no quita que haya días en que
quiera comer porquerías en McDonald’s. —Le alcanzó la chaqueta—. Y me
pelearía con cualquiera que tratara de decirme que no debería hacerlo.
—Ron no me dice nada… —Sandra se encogió de hombros—. Me cae
bien. Viene de una buena familia de Charlotte. No sé si entendería la forma en
que vivíamos antes… Realmente no lo sé.
—Quiero conocerlo.
—La próxima vez. Lo mirarías de arriba abajo y me sentiría como una
adolescente que trae a casa a su primer novio. Eve sonrió y la abrazó.
—Estás loca. Sólo quiero asegurarme de que sea lo suficientemente bueno
para ti.
—¿Ves? —Sandra se dirigió a la puerta—. Decididamente, es el síndrome
de la primera salida. Voy a llegar tarde, nos veremos luego.
Eve fue hasta la ventana y observó a su madre salir con el automóvil
marcha atrás por el camino. Hacía años que no la veía tan entusiasmada y
feliz.
Desde la muerte de Bonnie.

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Bueno, no tenía ningún sentido quedarse mirando por la ventana con aire
nostálgico. Se alegraba de que su madre tuviera un nuevo romance, pero no
querría estar en su lugar. No sabría qué hacer con un hombre en su vida. No le
gustaban las relaciones de una sola noche y cualquier otra cosa significaba un
compromiso que no podía asumir.
Salió por la puerta trasera y bajó los escalones de la cocina. La
madreselva estaba en flor y el perfume dulce la rodeó mientras caminaba por
el sendero hacia el laboratorio. El aroma siempre parecía más fuerte al
atardecer y por la mañana temprano. A Bonnie le encantaba la madreselva y
siempre arrancaba flores del cerco, donde revoloteaban las abejas. Eve no
sabía cómo hacer para detenerla antes de que la picaran.
Sonrió al recordarlo. Le había llevado mucho tiempo separar los recuerdos
buenos de los malos. Al principio había tratado de salvarse del dolor cerrando
su mente a cualquier recuerdo de Bonnie. Luego se había dado cuenta de que
eso sería olvidarla y olvidar la dicha que había traído a su vida y a la de
Sandra. Bonnie merecía más que…
—Señorita Duncan.
Eve se puso rígida y giró en redondo.
—Perdón, no fue mi intención asustarla. Soy John Logan. ¿Podría hablar
con usted?
John Logan. Si no se hubiera presentado, lo hubiera reconocido por la
fotografía. ¿Cómo olvidar ese bronceado californiano?, se dijo con sarcasmo.
Y con ese traje gris de Armani y los mocasines de Gucci estaba más fuera de
lugar en ese jardincito que un pavo real.
—No me asusté. Me sobresalté.
—Toqué el timbre. —Sonrió y se acercó. No había un gramo de grasa en
su cuerpo; el hombre exudaba seguridad y encanto. A Eve nunca le habían
gustado los hombres encantadores: el encanto podía esconder muchas cosas
—. Supongo que no debe de haberme oído.
—No. —Sintió un repentino deseo de ponerlo incómodo—. ¿Siempre se
mete en propiedades privadas, señor Logan?
El sarcasmo no lo amilanó.
—Solamente cuando quiero realmente ver a alguien. ¿Podríamos ir a
algún sitio a hablar? —Su mirada se posó en la puerta del laboratorio—. ¿Allí
es donde trabaja, no es cierto? Me gustaría ver laboratorio.
—¿Cómo sabe que trabajo allí?
—No me lo dijeron sus amigos del Departamento de Policía de Atlanta, si
es eso lo que quiere saber. Tengo entendido que se mostraron muy estrictos

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en cuanto a proteger su privacidad. —Se adelantó y se detuvo junto a la
puerta—. ¿Por favor? —dijo, sonriendo.
Era evidente que estaba acostumbrado a que todos le dijeran que sí de
inmediato. Eve volvió a sentir fastidio.
—No.
La sonrisa de él se achicó apenas.
—Es posible que tenga una proposición para hacerle.
—Lo sé. ¿Si no, para qué habría venido? Pero estoy demasiado ocupada
para aceptar más trabajo. Debió haber llamado antes.
—Quería conocerla en persona. —Miró en dirección al laboratorio—.
Deberíamos ir ahí adentro a hablar.
—¿Para qué?
—Me podrá dar unas respuestas sobre usted que necesito saber.
Ella se quedó mirándolo con incredulidad.
—No me estoy postulando para un puesto en una de sus empresas, señor
Logan. No tengo que pasar por un examen personal. Creo que ya es hora de
que se vaya.
—Deme diez minutos.
—No. Tengo que trabajar. Adiós, señor Logan.
—John. —Él sacudió la cabeza—. Me quedo.
Eve se puso rígida.
—Ni lo sueñe.
Logan se apoyó contra la pared.
—Vaya, póngase a trabajar. Me quedaré aquí hasta que esté dispuesta a
verme.
—No sea ridículo. Tal vez trabaje hasta después de la medianoche.
—Entonces la veré después de la medianoche. —Ya no derrochaba
encanto, sino que se mostraba distante, duro y completamente decidido.
Eve abrió la puerta.
—Váyase.
—Después de que hable conmigo. Sería mucho más fácil para usted dejar
que hiciéramos las cosas a mi manera.
—No me gusta lo fácil. —Eve cerró la puerta y encendió la luz. No le
gustaban las cosas fáciles ni le gustaba que le dieran órdenes hombres que se
creían dueños del mundo. Sí, de acuerdo, estaba reaccionando en forma algo
exagerada. Por lo general, no permitía que nadie le hiciera perder la calma y
él no había hecho nada malo, salvo invadir su espacio.

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Qué diablos, su espacio era algo muy importante para ella. Que el canalla
se quedara allí afuera toda la noche.

Abrió la puerta a las once y treinta y cinco.


—Pase —dijo con aspereza—. No quiero que esté ahí afuera cuando
vuelva mi madre. Podría asustarla. Le doy diez minutos.
—Gracias —respondió él en voz baja—. Le agradezco su consideración.
Eve no detectó sarcasmo ni ironía en la voz, lo que no significaba que no
estuvieran allí.
—Lo atiendo nada más que por necesidad. Esperaba que se diera por
vencido mucho antes.
—No me doy por vencido cuando necesito algo. Pero me sorprende que
no haya llamado a sus amigos del Departamento de Policía para que me
echaran.
—Usted es un hombre poderoso. Sin duda tiene contactos. No quería
ponerlos en situación incómoda.
—Nunca culpo al mensajero. —Paseó la mirada por el laboratorio—.
Tiene mucho espacio aquí. De afuera parece más pequeño.
—Antes de ser garaje era una casa utilizada para carruajes. Esta parte de
la ciudad es bastante antigua.
—No es lo que me esperaba —dijo al observar el sofá tapizado en tonos
de beige y ladrillo, las plantas en la ventana y las fotografías enmarcadas de
su madre y Bonnie en los estantes del otro lado de la habitación—. Es…
cálido.
—Odio los laboratorios fríos y estériles. No hay motivo para que no pueda
haber tanto confort como eficiencia. —Se sentó frente al escritorio—. Y
bien… Hable.
—¿Qué es eso? —Se dirigió hacia un rincón—. ¿Dos cámaras de vídeo?
—Son necesarias para la superposición.
—¿Qué es eso? Es interesante. —Su atención se había fijado en el cráneo
de Mandy—. Esto parece sacado de una de esas películas de vudú, con todas
esas agujas clavadas.
—Lo estoy marcando para indicar los diferentes grosores de piel.
—¿Es necesario hacerlo antes de…?
—Hable.
Logan volvió y se sentó junto al escritorio.
—Me gustaría contratarla para que identificara un cráneo.

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Eve negó con la cabeza.
—Soy buena en esto, pero la única forma segura de identificación son los
registros dentales y el ADN.
—Ambas cosas requieren elementos con qué compararlos. No puedo
tomar esa ruta hasta estar casi completamente seguro.
—¿Por qué?
—Causaría dificultades.
—¿Se trata de un chico?
—No, de un hombre.
—¿Y no tiene idea de quién es?
—Tengo una vaga idea.
—¿Pero no me lo va a decir?
Logan negó con la cabeza.
—¿Tiene fotografías?
—Sí, pero no se las voy a mostrar. Quiero que empiece de cero y no que
construya la cara que cree que está allí.
—¿Dónde se encontraron los huesos?
—En Maryland, creo.
—¿No lo sabe?
—Todavía no. —Sonrió—. Todavía no han sido hallados.
—¿Entonces qué está haciendo aquí?
—La necesito allí, en el lugar. Conmigo. Tendré que moverme con
rapidez cuando encuentren el esqueleto.
—¿Y yo tengo que interrumpir mi trabajo e ir con usted a Maryland por si
acaso alguien encuentra ese esqueleto?
—Sí —respondió él con tranquilidad.
—Qué disparate.
—Quinientos mil dólares por dos semanas de trabajo.
—¿Qué?
—Como dijo antes, su trabajo es valioso. Tengo entendido que esta casa
es alquilada. Podría comprarla y le sobraría dinero. Sólo tiene que darme dos
semanas.
—¿Cómo sabe que alquilo la casa?
—Hay otra gente que no es tan fiel como sus amigos del Departamento de
Policía. —La miró a la cara—. No le gusta que hagan expedientes sobre
usted.
—Claro que no.
—No la culpo, a mí tampoco me gustaría.

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—Pero lo hizo de todos modos.
Logan repitió las palabras que ella había utilizado con él.
—Lo hice por necesidad. Tenía que saber con quién estaba tratando.
—Entonces malgastó su esfuerzo. Porque no va a tratar conmigo.
—¿El dinero no la atrae?
—¿Cree que soy loca? Claro que me atrae. Crecí en la más absoluta
pobreza. Pero mi vida no gira alrededor del dinero. Últimamente puedo darme
el lujo de elegir los trabajos que quiero hacer y no quiero hacer el suyo.
—¿Por qué?
—Porque no me interesa.
—¿Y porque no se trata de una criatura?
—En parte.
—Hay otras víctimas aparte de los chicos.
—Pero ninguna tan indefensa. —Hizo una pausa—. ¿Su hombre es una
víctima?
—Puede ser.
—¿De asesinato?
Él vaciló un instante y luego respondió:
—Es probable.
—¿Y usted se sienta aquí y me pide que lo acompañe al lugar de un
asesinato? ¿Qué le hace creer que no voy a llamar a la policía para decirles
que John Logan está involucrado en un asesinato?
Él sonrió apenas.
—Yo lo negaría, por supuesto. Les diría que quería que usted examinara
los restos de ese criminal de guerra nazi que apareció enterrado en Bolivia. —
Dejó que transcurrieran unos instantes—. Y luego utilizaría todos mis
contactos para que sus amigos del Departamento de Policía de Atlanta
quedaran como unos tontos o hasta como unos delincuentes.
—Hace un momento usted dijo que nunca culpaba al mensajero.
—Pero eso fue antes de darme cuenta de cuánto le molestaría a usted. Es
evidente que la lealtad es recíproca. Uno utiliza todas las armas que tiene a
mano.
Sí, él sería capaz de hacer algo así, se dijo Eve. Se había dado cuenta de
que mientras hablaban, él no dejaba de observarla y de sopesar cada pregunta
y cada respuesta.
—Pero no quiero hacerlo —le aseguró Logan—. Estoy tratando es ser lo
más sincero posible con usted. Podría haber mentido.

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—La omisión también es una mentira y usted no me está diciendo
prácticamente nada. —Eve lo miró a los ojos—. No confío en usted, señor
Logan. ¿Cree que es la primera vez que alguien como usted me ha venido a
pedir que verifique un esqueleto? El año pasado me hizo una visita un tal
señor Damaro. Me ofreció un montón de dinero para ir a Florida a esculpir
una cara sobre un cráneo que por casualidad tenía en su posesión. Dijo que se
lo había mandado un amigo desde Nueva Guinea. Se suponía que era un
hallazgo antropológico. Llamé al Departamento de Policía de Atlanta y
resultó que el señor Damaro era realmente Juan Camez, un traficante de
drogas de Miami. Su hermano había desaparecido hacía dos años y se
sospechaba que una organización rival lo había matado. Le enviaron el cráneo
a Camez como advertencia.
—Qué tierno. Supongo que los traficantes de drogas deben de tener
sentimientos de cariño hacia sus familiares, también.
—No me parece gracioso. Dígaselo a los chicos a los que vuelven adictos
a la heroína.
—No lo discuto. Pero le aseguro que no tengo conexión alguna con el
crimen organizado. —Hizo una mueca—. Bueno, he hecho un par de apuestas
ilegales en mi vida.
—¿Con eso me quiere desarmar?
—Es evidente que para desarmarla a usted haría falta un acuerdo global.
—Se puso de pie—. Ya pasaron mis diez minutos y no quiero excederme. La
dejaré pensar en la oferta y la llamaré más adelante.
—Ya pensé en la oferta. La respuesta es no.
—Acabamos de abrir las negociaciones. Si usted no quiere pensar en el
tema, lo haré yo. Tiene que haber algo que pueda ofrecerle para que quiera
aceptar el trabajo. —Se quedó mirándola con los ojos entornados—. Hay algo
en mí que le causa aversión. ¿Qué es?
—Nada, aparte del hecho de que tiene un cadáver de cuya existencia no
quiere que nadie se entere.
—Nadie salvo usted. Lo que quiero es que usted se entere. —Sacudió la
cabeza—. No, hay algo más. Dígame qué es, así lo arreglamos.
—Buenas noches, señor Logan.
—Bueno, si no puede decirme John, por lo menos no me diga señor. Que
no vayan a pensar que merezco tanto respeto.
—Buenas noches, Logan.
—Buenas noches, Eve. —Se detuvo y contempló el cráneo—. Sabe una
cosa, me estoy empezando a encariñar con él.

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—Es una chica.
La sonrisa de Logan desapareció.
—Perdón. No quise hacerme el gracioso. Creo que todos tenemos nuestra
propia forma de afrontar lo que vamos a ser después de la muerte.
—Sí, es cierto. Pero a veces nos toca afrontarlo antes de lo esperado.
Mandy no tenía más de doce años.
—¿Mandy? ¿Sabe quién era?
No había sido su intención revelar el nombre. Bueno, qué demonios, no
tenía importancia.
—No, pero por lo general les pongo un nombre. ¿No se alegra de que
haya rechazado su ofrecimiento? No querría a una excéntrica como yo
trabajando sobre su cráneo.
—No, en absoluto, aprecio mucho a los excéntricos. La mitad de los
hombres de mis grupos de ideas de San José están un poquito chiflados. —
Avanzó hacia la puerta—. A propósito, esa computadora que está usando ya
tiene tres años. Tenemos una versión nueva que es el doble de rápida. Le
enviaré una.
—No, gracias, ésta funciona muy bien.
—Nunca rechace un soborno si no tiene que firmar sobre la línea de
puntos diciendo que devolverá los favores. —Abrió la puerta—. Y nunca deje
la puerta sin llave, como hizo hoy. Quién sabe quién podría haber estado
esperándola aquí adentro.
—Cierro el laboratorio con llave por la noche, pero sería incómodo
mantenerlo con llave todo el tiempo. Todo lo que hay adentro está asegurado
y en cuanto a mí, me sé defender muy bien.
Logan sonrió.
—No lo dudo. La llamaré.
—Ya le dije que…
Estaba hablándole al aire, él ya había cerrado la puerta.
Eve soltó un suspiro de alivio. Aunque no tenía la menor duda de que
volvería a saber de él. Nunca había conocido a un hombre tan decidido a
obtener lo que quería. Por más que sus modales eran aterciopelados, por
debajo asomaba el acero. Qué demonios, ya había tratado con tipos poderosos
en otras oportunidades. Lo único que tenía que hacer era mantenerse en sus
trece y con el tiempo John Logan se cansaría y la dejaría en paz.
Se puso de pie y fue hasta la repisa.
—No puede ser tan inteligente, Mandy. Ni siquiera se dio cuenta de que
eras una chica. —Aunque no eran muchos los que lo hubieran sabido.

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Sonó el teléfono del escritorio.
¿Sería su madre? Había estado teniendo problemas con el arranque del
coche, últimamente.
No era su madre.
—Recordé algo justo cuando llegaba al coche —dijo Logan—. Creo que
lo arrojaré a la bolsa para que lo considere junto con el ofrecimiento inicial.
—No voy a considerar el ofrecimiento inicia.
—Quinientos mil para usted. Y quinientos mil para la Fundación Adam
para Niños que han Huido o Desaparecido. Tengo entendido que cede una
parte de sus honorarios a la fundación. —Su voz adquirió un tono persuasivo
—. ¿Tiene idea de cuántos chicos podrían ser devueltos a sus padres con esa
cantidad de dinero? —Vaya si lo sabía. Ninguna oferta hubiera podido
tentarla tanto como ésta. Caray, Maquiavelo podría haber tomado clases con
este hombre—. Todos esos chicos. ¿No valen dos semanas de su tiempo?
Valían una década de su tiempo.
—Si significa que tengo que hacer algo ilegal, no.
—Los actos ilegales a menudo lo son a ojos de quien los mira.
—Mentira.
—Supongamos que le prometo que no tuve nada que ver con cualquier
juego sucio relacionado con el cráneo.
—¿Por qué iba a creer lo que promete?
—Haga averiguaciones. No tengo fama de mentiroso.
—La reputación no significa nada. Todo el mundo miente cuando algo es
realmente importante para ellos. Trabajé mucho para hacerme una carrera y
no voy a arrojarla por la borda.
Hubo un silencio.
—No puedo prometerle que no va a salir de esto sin ninguna cicatriz, pero
trataré de protegerla lo más que pueda.
—Me sé cuidar sola, gracias. Lo único que tengo que hacer es decirle que
no.
—¿Pero la oferta la tentó, no es así?
Por Dios, claro que la había tentado. Y cómo.
—Setecientos cincuenta mil para la Fundación.
—No.
—La llamaré mañana. —Y cortó la comunicación.
Eve colgó. El muy ladino sabía qué botones había que apretar. Todo ese
dinero dedicado a buscar a otros perdidos, otros que todavía podían estar con
vida…

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¿No valía la pena arriesgarse un poco con tal de poder encontrar y traer a
casa a algunos? Su mirada se detuvo en la repisa. Tal vez Mandy se hubiera
escapado de la casa. Y si hubiera tenido la oportunidad de volver no
hubiese…
—No tendría que hacerlo, Mandy —susurró—. Podría tratarse de algo
realmente turbio. La gente no suelta más de un millón de dólares así como así
por algo completamente limpio. Tengo que decirle que no.
Pero Mandy no podía contestar. Ninguno de los muertos podía contestar.
Pero los vivos sí, y Logan sabía que ella iba a escuchar lo que le había
dicho por teléfono.
Maldito zorro.

Logan se arrellanó en el asiento del conductor y contempló la pequeña casa


revestida en madera donde vivía Eve Duncan.
¿Habría sido suficiente?
Posiblemente. No había dudas de que la había tentado. Estaba abocada a
encontrar chicos perdidos y él había utilizado esa obsesión con gran
habilidad.
¿En qué clase de hombre lo convertía eso?, se preguntó, cansado.
En un hombre que necesita terminar con ese asunto. Si ella no sucumbía a
la oferta, mañana se la haría más irresistible todavía.
Era más dura de lo que había creído. Dura, inteligente y perceptiva. Pero
tenía un talón de Aquiles.
Y él pensaba explotarlo al máximo.

—Se acaba de ir en el coche —informó Fiske por el teléfono digital—. ¿Lo


sigo?
—No, ya sabemos dónde se hospeda. ¿Estuvo con Eve Duncan?
—Ella estuvo en su casa toda la noche y él se quedó más de cuatro horas.
Timwick masculló un improperio.
—Va a aceptar, entonces.
—Podría detenerla —propuso Fiske.
—Todavía no. Tiene amigos en el Departamento de Policía. No queremos
hacer olas.
—¿Y la madre?

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—Podría ser. Al menos causaría un retraso. Déjame pensarlo y quédate
allí. Te llamaré.
Parece una liebre asustada, pensó Fiske con desdén. Había captado el
nerviosismo en la voz del otro hombre. Timwick se lo pasaba pensando,
vacilando, en lugar de tomar por el camino más corto y sencillo. Uno tenía
que decidir qué resultado quería obtener y después dar el paso que provocaría
ese resultado. Si tuviera el poder y los recursos de Timwick, no existirían
límites para lo que él podría hacer. Aunque no quería el trabajo de Timwick.
Le gustaba lo que hacía. No eran muchos los que encontraban su nicho en la
vida como había hecho él.
Apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento y observó la casa.
Era más de medianoche. La madre ya debía de estar por volver. Él ya se
había encargado de aflojar la lámpara de luz del porche. Si Timwick llamara
enseguida, tal vez no tuviera que entrar en la casa.
¿Por qué el cretino no se decidía de una vez y optaba por lo más simple e
inteligente, que era dejar que él, Fiske, la matara?

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Capítulo 03

—Sabes que vas a terminar haciéndolo, mamá —decía Bonnie—. No


entiendo por qué te preocupas tanto.
Eve se incorporó en la cama y miró hacia el asiento debajo de la
ventana. Cuando venía, Bonnie siempre se sentaba en el asiento bajo la
ventana, con las piernas enfundadas en jeans cruzadas con
displicencia.
—No voy a hacer nada.
—No podrás evitarlo, créeme.
—Puesto que solamente eres un sueño, no puedes saber más de lo
que sé yo.
Bonnie suspiró.
—No soy un sueño, soy un fantasma, mamá. ¿Qué tengo que hacer
para convencerte? No tendría que resultar tan difícil ser un fantasma.
—Dime dónde estás, entonces.
—No sé dónde me enterró. Yo ya no estaba allí.
—Claro, qué convincente.
—Mandy tampoco lo sabe. Pero te aprecia.
—¿Si está allí contigo, por qué no me dices su verdadero nombre?
—Los nombres ya no nos importan, mamá.
—A mí sí me importan.
Bonnie sonrió.
—Porque necesitas darle un nombre al cariño. Realmente no es
necesario.
—Todo muy profundo para una chiquilla de siete años.
—Oh, por favor, ya pasaron diez años. Deja de tratar de
atraparme. ¿Quién te dijo que los fantasmas no crecen? No me iba a
quedar con siete años para siempre.
—Estás igual.

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—Porque soy lo que quieres ver. —Se apoyó contra la pared junto
a la ventana—. Estás trabajando demasiado, mamá. Me preocupo por
ti. Tal vez este trabajo con Logan te haga bien.
—No lo voy a aceptar. —Bonnie sonrió—. Te aseguro que no lo voy
a aceptar.
—Como quieras. —Bonnie miraba por la ventana—. Estuviste
pensando en mí y en la madreselva esta noche. Me gusta cuando te
sientes bien con respecto a mí.
—Ya me lo has dicho antes.
—Entonces te lo repito. Al principio sufrías tanto, que ni siquiera
podía acercarme a ti.
—No estás cerca de mí ahora tampoco. No eres más que un sueño.
—¿Un sueño? —Bonnie la miró y su rostro se encendió con una
sonrisa llena de amor—. ¿Entonces no te molesta que tu sueño se
quede un rato más? A veces te extraño tanto, mamá.
Bonnie, mi amor, aquí.
Oh, Dios, aquí.
Qué importaba que fuera un sueño.
—Sí, quédate —susurró—. Quédate, por favor, mi amor.

El sol entraba por la ventana cuando Eve abrió los ojos a la mañana siguiente.
Echó un vistazo al reloj y se incorporó de inmediato. Eran casi las ocho y
media y siempre se levantaba a las siete. Lo extraño era que mamá no hubiera
venido a ver por qué no se levantaba.
Bajó los pies al suelo y se encaminó por el corredor hacia la ducha,
sintiéndose descansada y optimista como sucedía siempre que soñaba con
Bonnie. Un psiquiatra se haría un pícnic con esos sueños, pero a Eve no le
importaba nada. Había empezado a soñar con Bonnie tres años después de su
muerte. Los sueños venían con frecuencia, pero no había forma de decir
cuándo los tendría o qué era lo que los provocaba. ¿Tal vez cuando tenía un
problema y necesitaba resolverlo? De cualquier modo, el efecto era siempre
positivo. Cuando despertaba, se sentía serena y capaz, como hoy, segura de
poder llevarse el mundo por adelante.
Y a John Logan también.

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Se vistió rápidamente con jeans y una camisa blanca suelta, el uniforme
que usaba para trabajar y bajó la escalera corriendo.
—Mamá, me quedé dormida. ¿Por qué no me…?
No había nadie en la cocina. No había aroma a panceta, no había sartenes
sobre las hornallas… La habitación estaba igual que cuando había estado allí
a la medianoche.
Y, cuando Eve se acostó, Sandra no había llegado todavía. Miró por la
ventana y sintió una oleada de alivio. El coche de su madre estaba en la
entrada, en el lugar de siempre.
Seguramente había llegado tarde y se había quedado dormida ella
también. Era sábado y no tenía que trabajar.
Iba a tener que ser cuidadosa y no decirle que se había preocupado, pensó
Eve con pesar. Sandra había notado la tendencia que tenía Eve hacia la
sobreprotección y tenía todo el derecho del mundo de molestarse ante esa
actitud.
Se sirvió un vaso de jugo de naranja de la heladera, tomó el teléfono que
estaba en la pared y marcó el número de Joe en el Departamento de Policía.
—Diane dice que no la llamaste —le informó él—. Deberías de estar
llamándola a ella, no a mí.
—Esta tarde, te lo prometo. —Se sentó a la mesa de la cocina—.
Cuéntame de John Logan.
—Hubo un silencio del otro lado de la línea.
—¿Se puso en contacto contigo?
—Anoche.
—¿Te ofreció un trabajo?
—Sí.
—¿Qué clase de trabajo?
—No sé. No me quiere decir casi nada.
—Bueno, si me llamaste es porque lo estás pensando. ¿Qué te puso de
carnada?
—La Fundación Adam.
—¡Ay, diablos, cómo te investigó!
—Es astuto. Quiero saber cuan astuto. —Bebió un sorbo de jugo de
naranja—. Y también si es honesto.
—En fin, digamos que no está en la misma categoría que tu traficante de
drogas de Miami.
—Eso no me consuela nada. ¿Estuvo metido alguna vez en algo ilegal?
—Que yo sepa, no. Al menos aquí en este país.

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—¿Qué, no es un ciudadano estadounidense?
—Sí, pero cuando estaba formando su empresa pasó unos cuantos años en
Singapur y en Tokio, tratando de mejorar sus productos y estudiando
estrategias de mercado.
—Pues parece que le dio resultado. ¿Hablabas en serio cuando dijiste que
era probable que hubiera dejado unos cuántos cadáveres al costado del
camino?
—No, bromeaba. No sabemos mucho acerca de esos años que pasó
afuera. La gente que ha estado en contacto con él es dura como el diablo y lo
respeta mucho. ¿Te dice algo, eso?
—Sí, que tengo que tener cuidado.
—Exactamente. Tiene fama de ser un tipo que va de frente; sus empleados
le son muy fieles. Pero tienes que tener en cuenta que todo eso es sólo lo que
se ve en la superficie.
—¿Puedes averiguarme más detalles?
—¿Cómo cuáles?
—Cualquier cosa. Como qué ha estado haciendo últimamente que salga
de lo cotidiano, por ejemplo. ¿Puedes tratar de obtener ese tipo de
información?
—Dalo por hecho. Comenzaré ahora mismo. —Hizo una pausa—. Pero
no te va a salir barato. Esta misma tarde la llamarás a Diane y te vienes a la
casa del lago con nosotros el fin de semana que viene.
—No tengo tiempo para… —Suspiró—. Muy bien, iré.
—Y sin cráneos dando vuelta en tu maleta.
—De acuerdo.
—Y dispuesta a pasarlo bien.
—Siempre lo paso bien contigo y con Diane. Pero no sé por qué se toman
tantas molestias conmigo.
—Se llama amistad. ¿Conoces esa palabra?
—Sí, gracias, Joe.
—¿Por qué me agradeces, por sacar al sol los trapitos sucios de Logan?
—No. —Por haber sido el único que había puesto freno a la locura que la
había acechado durante tantas noches de horror, por todos los años de trabajo
y compañerismo que habían seguido. Carraspeó—. Gracias por ser mi amigo.
—Bueno, como soy tu amigo, te aconsejo que te muevas con mucho
cuidado en lo que respecta al señor Logan.
—Es una cantidad enorme de dinero para los niños, Joe.
—Qué bien supo atacar por tu flanco débil para poder manejarte.

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—No me maneja. Todavía no tomé ninguna decisión. —Terminó el jugo
de naranja—. Tengo que ponerme a trabajar. ¿Me avisarás cuando sepas algo?
—Por supuesto.
Eve colgó y enjuagó el vaso.
¿Café?
No, se prepararía una jarra en el laboratorio. Durante los fines de semana,
por lo general mamá venía a tomar café con ella durante la mañana. Era un
agradable recreo para ambas.
Tomó la llave del laboratorio del recipiente azul que estaba sobre la
mesada, bajó corriendo los escalones del porche y se encaminó hacia el
laboratorio.
Basta de pensar en Logan. Tenía trabajo que hacer. Tenía que terminar
con la cabeza de Mandy y tenía que revisar el paquete que el Departamento
de Policía de Los Ángeles le había enviado la semana pasada.
Logan iba a llamar o a pasar por su casa hoy mismo. No tenía la menor
duda. Bueno, que viniera y hablara todo lo que quisiera. No obtendría ninguna
respuesta. Tenía que averiguar más sobre…
La puerta del laboratorio estaba entreabierta.
Se quedó paralizada en el sendero.
Estaba segura de que la había cerrado la noche anterior como hacía
siempre. La llave había estado en el recipiente azul, donde la dejaba siempre.
¿Mamá?
No, el batiente de la puerta estaba astillado, como si alguien hubiese
forzado la cerradura. Tenía que haber sido un ladrón.
Abrió la puerta lentamente.
Sangre.
Dios Santo, sangre por todas partes…
En las paredes.
En los estantes.
Sobre el escritorio.
Los estantes de la biblioteca habían sido arrojados al suelo y
despedazados. El sofá estaba patas arriba, los vidrios de las fotografías
enmarcadas estaban destrozados.
Y la sangre…
El corazón se le fue a la garganta.
¿Mamá? ¿Habría entrado al laboratorio y sorprendido al ladrón?
Se lanzó hacia delante, con el pecho cerrado por el pánico.
—¡Por Dios, es Tom-Tom!

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Eve giró en redondo y vio a su madre de pie en la puerta. Sintió tanto
alivio que se le aflojaron las rodillas.
Su madre estaba mirando hacia un rincón de la habitación.
—¿Quién pudo hacerle eso a un pobre gatito?
Eve siguió su mirada y el estómago se le dio vuelta. El gato persa estaba
bañado en sangre y era casi imposible reconocerlo. Tom-Tom pertenecía a
una vecina, pero pasaba mucho tiempo en el jardín de ellas, persiguiendo a los
pájaros que atraía la madreselva.
—La señora Dobbins se va a morir de pena. —La madre de Eve entró en
el laboratorio—. Ese gato viejo era lo único que quería en el mundo. ¿Por qué
habrán…? —Sus ojos se posaron en el suelo, junto al escritorio.
—¡Ay, Eve, cuánto lo siento! Todo tu trabajo…
La computadora estaba destrozada y junto a ella se veía el cráneo de
Mandy, hecho pedazos con la misma crueldad y eficiencia que habían sido
utilizadas en todos los demás objetos de la habitación.
Eve se arrodilló junto a los trozos de cráneo. Solamente por milagro iba a
poder armarlo de nuevo.
Mandy… Perdida. Tal vez para siempre.
—¿Se llevaron algo? —preguntó Sandra.
—Creo que no. —Cerró los ojos. Mandy…— Solamente destrozaron
todo.
—¿Vándalos? Pero los muchachos del vecindario son tan agradables…
No creo que…
—No. —Eve abrió los ojos—. ¿Puedes ir a llamar a Joe, mamá? Dile que
venga enseguida. —Miró el gato y los ojos se le llenaron de lágrimas. Tenía
casi diecinueve años y merecía una muerte más benigna—. Y consigue una
caja y una sábana. Mientras esperamos, le llevaremos a Tom-Tom a la señora
Dobbins y la ayudaremos a enterrarlo. Le diremos que lo atropelló un coche.
Es mejor que contarle que un salvaje demente hizo esto.
—De acuerdo.
Sandra se apresuró a salir.
Un salvaje demente.
La destrucción era salvaje, pero no era ni demencial ni había sido hecha al
azar. Era completa y sistemática. Quienquiera que hubiera hecho esto había
querido asustarla y perjudicarla.
Acarició un trozo del cráneo de Mandy. La violencia había afectado a la
chiquilla aun en la muerte. No tendría que haberle sucedido, como tampoco

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tenía que haber muerto ese pobre gato con tanta brutalidad. Estaba mal, muy
mal.
Recogió con cuidado los trozos del cráneo, pero no tenía dónde ponerlos.
La repisa del otro extremo de la habitación estaba destrozada, como todo lo
demás. Dejó los trozos sobre el escritorio ensangrentado.
¿Pero por qué estaba el cráneo de este lado de la habitación? Se preguntó
de pronto. El vándalo lo había llevado hasta allí en forma deliberada antes de
destrozarlo. ¿Por qué?
El pensamiento desapareció de su cabeza cuando vio que del cajón
superior del escritorio chorreaba sangre.
¡Ay, Dios!, ¿más, todavía?
No quería abrir el cajón, no lo iba a abrir.
Lo abrió.
Lanzó un grito y saltó hacia atrás.
Adentro había un río de sangre y en el medio de un charco pegajoso, una
rata muerta.
Cerró el cajón con violencia.
—Traje la caja y la sábana. —Su madre había vuelto a aparecer—.
¿Quieres que lo haga yo?
Eve negó con la cabeza. Sandra tenía aspecto de estar a punto de
descomponerse, igual que ella.
—No, lo haré yo. ¿Joe va a venir?
—De inmediato.
Eve tomó la sábana, juntó coraje y avanzó hacia el gato. Todo va a estar
bien, Tom-Tom. Te vamos a llevar a casa.

Joe se encontró con ella en la puerta del laboratorio dos horas más tarde.
Después de echar una mirada, le alcanzó un pañuelo.
—Tienes una mancha en la mejilla.
—Acabamos de enterrar a Tom-Tom. —Eve se secó las lágrimas de la
cara—. Mamá sigue allí con la señora Dobbins. Pobre, amaba ese gato. Era
como un hijo para ella.
—A mí me darían ganas de matar a alguien si le hicieran algo a mi perro.
—Joe sacudió la cabeza—. Echamos polvo por todas partes, pero no pudimos
recoger huellas digitales. Sin duda tenía guantes. Lo que sí descubrimos
fueron pisadas parciales en la sangre. Grandes, probablemente de un hombre

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y solamente un juego, así que apostaría a que fue un solo tipo. —¿Notaste que
faltara algo?
—No, parecería que no. Todo está… Destrozado.
—No me gusta. —Joe miró los escombros por encima de su hombro—.
Alguien se tomó su tiempo para hacer bien el trabajo. Se ensañó con todo, no
parece algo hecho al azar.
—Yo pensé lo mismo. Alguien quiso perjudicarme.
—¿Hay muchachones en el vecindario?
—No sospecharía de ellos. Esto es algo muy frío.
—¿Llamaste a la compañía de seguros?
—Todavía no.
—Tendrías que hacerlo.
Eve asintió. Apenas el día anterior le había dicho a Logan que no le
preocupaba dejar el laboratorio abierto. No había imaginado que pudiera
suceder algo así.
—Me siento muy mal, Joe.
—Te entiendo. —Le tomó la mano y se la apretó con fuerza, para
tranquilizarla—. Voy a poner un patrullero a vigilar la casa. ¿O qué te parece
si tú y tu mamá vienen a casa por unos días?
Eve negó con la cabeza.
—De acuerdo. —Vaciló—. Tengo que volver al Departamento. Quiero
revisar registros, ver si hubo delitos parecidos últimamente en la zona.
¿Podrás arreglártelas sin mí?
—Sí, me las arreglaré. Gracias por venir, Joe.
—Ojalá pudiera hacer más. Interrogaremos a los vecinos para ver si nos
enteramos de algo.
Eve asintió.
—Pero no mandes a nadie a casa de la señora Dobbins.
—Muy bien. Si me necesitas, llámame.
Ella se quedó mirándolo alejarse, luego se volvió hacia el laboratorio. No
quería entrar. No quería volver a ver esa violencia y ese horror.
Pero tenía que hacerlo. Tenía que asegurarse de que no faltara nada y
luego llamar a la compañía aseguradora. Juntó fuerzas y entró. La sangre la
volvió a golpear como un mazazo. Dios, qué miedo había tenido de que esa
sangre fuera de su madre.
Gatos muertos, ratas deshechas y sangre. Tanta sangre.
Salió corriendo por la puerta y se dejó caer sobre el escalón de entrada.
Qué frío. Se sentía helada. Cruzó los brazos alrededor del cuerpo en un

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intento vano por alejar el frío.
—Hay un patrullero estacionado afuera. ¿Estás bien?
Levantó la vista y vio a Logan de pie a unos pasos de distancia. No podía
lidiar con él ahora.
—Váyase.
Él miró por detrás de ella, hacia la puerta.
—¿Pasó algo?
—Sí.
—Enseguida vuelvo. —Pasó junto a Eve y entró en el laboratorio.
Instantes después, volvió a aparecer—. Feo, muy feo.
—Mataron al gato de mi vecina. Destrozaron a Mandy.
—Vi los huesos astillados sobre el escritorio. —Hizo una pausa—. ¿Fue
allí donde los encontraste?
Eve negó con la cabeza.
—En el suelo, junto al escritorio.
—¿Pero a ti y a tu madre no les pasó nada?
¿Dios, por qué no podía parar de temblar?
—Váyase, no quiero hablar con usted.
—¿Dónde está tu madre?
—En lo de la señora Dobbins. Era su gato… Váyase.
—No me voy a ir hasta que venga alguien a encargarse de ti. —La hizo
levantarse—. Vamos a la casa.
—No necesito que nadie se encargue… —La estaba arrastrando a medias
por el sendero—. ¡Suélteme, no me toque!
—Sí, sí, no bien te haga entrar y tomar algo caliente.
Eve apartó su brazo con violencia.
—No tengo tiempo de sentarme a tomar café. Tengo que llamar a la
compañía de seguros.
—Lo haré yo. —La empujó suavemente escalones arriba y la hizo entrar
en la cocina—. Me encargaré de todo.
—No quiero que se encargue de nada. Quiero que se vaya.
—Entonces cállate un instante mientras te preparo algo para tomar. —La
sentó en una silla frente a la mesa—. Es la forma más fácil de deshacerte de
mí.
—No me quiero sentar… —Eve se dio por vencida. No estaba con fuerzas
para pelear—. Apúrese, entonces.
—Sí, señora. —Logan se volvió hacia los armarios—. ¿Dónde está el
café?

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—En el tarro azul sobre la mesada.
Él puso agua dentro de la jarra de vidrio.
—¿Cuándo sucedió?
—Anoche. Después de medianoche.
—¿Cerraste el laboratorio con llave?
—¡Por supuesto!
—Bueno, tranquila. —Midió el café y lo puso en la cafetera eléctrica—.
¿No oíste nada?
—No.
—Qué extraño, con todo lo que rompieron.
—Joe dijo que el que lo hizo sabía muy bien lo que estaba haciendo.
Logan se concentró en la cafetera.
—¿Tienen idea de quién puede haber sido?
Ella sacudió la cabeza.
—No había huellas. Debe de haber llevado guantes.
Logan tomó un saco de una percha en la puerta del lavadero.
—Guantes. Entonces no eran aficionados.
—Ya le dije que no.
Le colocó el saco sobre los hombros.
—Es cierto.
—Este saco es de mi madre.
—Bueno, pero lo necesitas. No creo que a ella le moleste.
Lo necesitaba, sí. No podía dejar de temblar.
Logan tomó el teléfono.
—¿Qué hace?
—Voy a llamar a mi asistente personal, Margaret Wilson. ¿Cómo se llama
la compañía de seguros?
—Security America, pero no quiero que…
—Hola, Margaret, habla John —dijo él por el teléfono—. Necesito que…
Sí, ya sé que es sábado. —Escuchó con paciencia—. Sí, Margaret, sé que es
un abuso y te agradezco mucho tu paciencia. ¿Ahora puedes callarte un
minuto y dejarme decirte lo que necesito?
Eve lo miró, azorada. No había sabido muy bien qué esperar, pero por
cierto no era ver a Logan sermoneado por una de sus empleadas.
Él le hizo una mueca, mientras seguía escuchando a su interlocutora.
—¿Ahora? —repitió por el teléfono.
Al parecer, esta vez la respuesta fue afirmativa, pues él dijo:

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—Hay que hacer un informe para Security America a nombre de Eve
Duncan. —Deletreó el apellido—. Entrada por la fuerza, vandalismo y
posible robo. Si necesitas detalles o verificación de algo, llama a Joe Quinn,
del Departamento Policial de Atlanta. Quiero que venga un investigador de
reclamos ya mismo y contrata también un equipo de limpieza. Quiero que el
laboratorio esté como nuevo antes de medianoche. —Suspiró—. No, no
quiero que vueles hasta aquí y lo limpies tú, Margaret. No hace falta que te
pongas sarcástica. Encárgate de todo, nada más. No quiero que a Eve Duncan
la molesten para nada que no sea firmar el informe para la compañía de
seguros. También quiero que consigas agentes de seguridad que vigilen la
propiedad y protejan a Eve y a Sandra Duncan. Llámame si tienes algún
problema. No, no es que dude de tu eficiencia, solamente quería… —Escuchó
unos instantes más y luego dijo con tono gentil, pero firme—: Hasta luego,
Margaret. —Colgó y buscó una taza dentro del armario—. Margaret se
encargará de todo.
—No le hizo demasiada gracia.
—Le gusta hacerse rogar. Si lo hubiera hecho yo, me habría acusado de
no confiar en ella lo suficiente como para encargarle las cosas. —Sirvió café
caliente en la taza—. ¿Leche o azúcar?
—No, negro. ¿Hace mucho que está con usted?
—Nueve años. —Logan dejó la taza delante de ella—. Tenemos que
volver al laboratorio y sacar todas las cosas que no quieres que el inspector de
seguros revise.
—No hay apuro. —Eve bebió un sorbo de café—. Nunca vi que las
compañías de seguros actúen con tanta velocidad.
—Confía en Margaret. Alguien vendrá pronto. —Se sirvió café y se sentó
frente a Eve—. Ella se lo toma como un desafío.
—Yo no la conozco a Margaret, así que no puedo confiar en ella. Como
tampoco confío en usted. —Lo miró a los ojos—. Y no necesito agentes
privados de seguridad aquí. Joe hizo arreglos para que nos vigilara un
patrullero.
—Qué bien. Pero unas pocas precauciones adicionales no le hacen mal a
nadie. Estos hombres no te causarán molestias. —La miró mientras bebía café
—. Ya tienes mejor color. Pensé que te ibas a desmayar.
Realmente, Eve se sentía mejor. Ya no temblaba tanto.
—No sea ridículo, en ningún momento estuve por desmayarme. Trabajo
con cosas horrendas todos los días. Estaba alterada, nada más.

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—Tenías todo el derecho de estarlo y lo que sucedió, además de ser
horrible, te tocó muy de cerca, lo que lo hace diferente.
Sí, su vida privada había sido serena y libre de violencia desde aquella
noche en la cárcel. No había estado preparada para este brote de horror.
—Es más que eso. Me hace sentirme una víctima. Juré que nunca iba a…
¡Ay, que odio!
—Me doy cuenta.
Eve terminó el café y se puso de pie.
—Si realmente piensa que alguien de la compañía de seguros va a venir
pronto, creo que me conviene ir a terminar de revisar el laboratorio.
—Tómate un poco más de tiempo. Como dijiste, tampoco hay tanta prisa.
—Quiero terminar con eso. —Se dirigió a la puerta—. Mi madre vendrá
pronto y no quiero que sienta que tiene que ayudarme.
—Proteges mucho a tu madre. —La siguió escalones abajo—. ¿Son muy
apegadas?
—Sí. Antes no nos llevábamos tan bien, pero ahora somos buenas amigas.
—¿Amigas?
—Me lleva solamente quince años, es casi como si hubiéramos crecido
juntas. —Lo miró por encima del hombro—. No tiene por qué venir conmigo
¿sabe?
—Sí, lo sé. —Abrió la puerta del laboratorio y la dejó pasar—. Pero
Margaret se pondría furiosa si la hiciera trabajar a ella y yo me quedara sin
hacer nada.

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Capítulo 04

—Mucha sangre —comentó Logan sin perder la compostura—. Pero el


personal de limpieza se encargará de dejar todo impecable. —Hizo un
ademán hacia la pila de artículos en el suelo, junto a la biblioteca destrozada
—. ¿Por qué no te fijas si hay algo de allí que pueda salvarse? Veo un par de
fotografías.
Eve asintió y se arrodilló junto a la biblioteca. Tuvo que admitir,
sorprendida, que estar allí con Logan lo hacía más fácil. Su serenidad
iluminaba la oscuridad. Cuánta sangre: había que limpiarla. Cuánta
destrucción: fíjate qué se puede rescatar.
Y las fotografías de Bonnie y de su madre se podían rescatar, notó con
alivio. Solamente tenían rota una punta.
—Están bien.
—Me alegro. Entonces quienquiera que hizo esto no es tan inteligente
como pensé. No se dio cuenta de cómo podía lastimarte rompiendo esa foto.
—Estaba junto al escritorio—. Revisaré los cajones para ver si hay…
—¡Espere! Hay una… —Demasiado tarde. Logan había abierto el cajón
donde estaba la rata muerta.
La rata había desaparecido. La policía se la debía de haber llevado, pero el
cajón seguía lleno de sangre.
Logan hizo una mueca.
—Me alegro de haber abierto esto antes que los que vendrán a limpiar.
Podríamos haber tenido problemas para que se quedaran. —Sacó el cajón y lo
llevó a la puerta—. Voy a tirar la sangre afuera.
Ni siquiera parecía haberse sorprendido.
—Se toma todo esto como algo normal.
—Hazme acordar que te cuente lo que pasó en mi oficina después de la
primera vez que adquirí una empresa. Por lo menos, aquí nadie defecó. Sigue
buscando lo que se pueda salvar. Volveré enseguida.
No había mucho que revisar. Los libros tenían las hojas arrancadas, el
reloj de arena que le había regalado su madre estaba roto, la base del pedestal
estaba partida en dos y…

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El pedestal. Mandy.
¿Por qué habían llevado a Mandy hasta el otro extremo de la habitación
antes de hacerla pedazos? Eso ya le había llamado la atención antes, pero
había estado demasiado aturdida como para entender. Todo los demás actos
de vandalismo parecían fríamente calculados. ¿Qué sentido tenía que el
cráneo…?
Se puso de pie y dio la vuelta al escritorio. El único objeto que había sido
destrozado allí era la computadora. Se quedó mirando la computadora y de
pronto, hizo la conexión.
—¡Ay, Dios!
—Me parecía que ibas a entender el mensaje una vez que lo pensaras —
Logan estaba en la puerta, observándola.
—Usted lo sabía.
Él asintió.
—Cuando me dijiste dónde habían encontrado el cráneo, me di cuenta. Lo
quisieron dejar bien en claro ¿no te parece? La computadora Logan. El
cráneo. Una advertencia.
—¿Quién pudo haber sido?
—No lo sé. Es evidente que hay alguien que no quiere que utilice tus
servicios.
La mirada de Eve recorrió la habitación.
—¿Entonces todo esto fue por eso?
—Así es.
Eve lo miró.
—¿Y usted no pensaba decirme nada?
—Si no te dabas cuenta sola, no —respondió él sin rodeos—. Temía que
te pusieras en contra de mí. Todo esto fue para asustarte, y lograron lo que
querían.
Sí, vaya si la habían asustado. La habían asustado, asqueado y
entristecido. Además de la destrucción de su propiedad, habían matado a
Tom-Tom y le habían robado a Mandy su identidad para siempre.
Y todo para obligarla a no tomar un determinado camino. Recordó la
expresión de la señora Dobbins esa mañana y sintió que ardía de furia.
—Maldito cretino —dijo con voz temblorosa por la ira—. Que se pudra
en el infierno.
—Voto a favor. —Logan la miró a los ojos—. Espero que signifique algo
el hecho de que lo estés maldiciendo a él y no a mí.

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—Cretino desgraciado. —Eve salió del laboratorio. No recordaba haberse
sentido tan furiosa con excepción del día en que atraparon a Fraser. Sentía
deseos de matar a alguien—. ¡Qué le importa a él! No se puede ser así.
¿Cómo pudo…? —Sabía cómo podía haberlo hecho. Seguramente era un loco
de atar como Fraser. Cruel, frío y despiadado—. Quiero que pague por lo que
hizo.
—Entonces averiguaré quién lo hizo —declaró Logan.
Eve giró hacia él.
—¿Cómo puede hacerlo? ¿Acaso mintió cuando dijo que no sabía quién
fue?
—No, no sé quién fue, pero sé quién fue el que, probablemente, lo
contrató.
—¿Quién?
Logan negó con la cabeza.
—No te lo puedo decir, pero averiguaré quién hizo esto. —Hizo una
pausa—. Si vienes conmigo.
—Dígame quién lo contrató.
—Lo averiguarás tú misma si vienes a hacer el trabajo. ¿Por qué no
vienes? Llevará tiempo armar un laboratorio nuevo. Te quedarías perdiendo el
tiempo aquí. Te aumento la oferta para la Fundación Adam en doscientos mil
dólares y además te agrego al mal nacido que te hizo esto.
Una idea cruzó por la mente de Eve.
—Tal vez fue usted el que hizo esto para convencerme de que acepte el
trabajo.
—Demasiado riesgoso. Podrías haberte negado a dirigirme la palabra otra
vez. Además, no mato animales indefensos.
—Pero está más que dispuesto a sacar provecho de lo que sucedió.
—Claro que sí. ¿Trato hecho?
Eve paseó la mirada por la habitación ensangrentada y sintió otra
llamarada de ira en su interior.
—Lo pensaré.
—¿Y si aumento la…?
—Déjese de presionar. Dije que lo pensaría.
Levantó del piso una caja en la que había habido papel para la impresora y
la empezó a llenar con los fragmentos del cráneo de Mandy. Notó que todavía
le temblaban las manos por la furia que sentía. Tenía que mantener la calma.
—Váyase. Lo llamaré cuando haya tomado una decisión.
—Necesito darme prisa con…

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—Lo llamaré.
Sentía la mirada de Logan sobre ella. Esperó a que tratara de seguir
convenciéndola.
—Estoy en el Ritz-Carlton Buckhead. —Hizo una pausa—. No debería
decirte esto, pues no favorece mi posición para negociar. Pero estoy
desesperado, Eve. Necesito tu ayuda en esto. No hay nada que no esté
dispuesto a hacer para conseguirla. Llámame y dime cuál es tu precio. Lo
pagaré.
Cuando Eve levantó la vista, él ya no estaba.
¿Qué podía llevar a un hombre como Logan a ese estado de
desesperación? Hasta ese último instante había disimulado su ansiedad más
que bien. Tal vez la aparente vulnerabilidad fuera una treta.
Pues bien, pensaría en eso más tarde. Ahora tenía que volver a la casa
para que su madre no viniera a buscarla aquí. Recogió las fotografías y la caja
donde había puesto los trozos del cráneo de Mandy y se dirigió a la puerta.
Podría tratar de volver a armar el cráneo. Aun si no lograba una estructura
absolutamente precisa, podría alcanzar para que la computadora obtuviera una
imagen…
Otra oleada de furia e impotencia la sacudió. No iba a poder hacerlo. Joe
le había dicho que no tenían idea de quién podía ser Mandy, de manera que
¿cómo iba a obtener una fotografía? Su única esperanza había sido la de
construir un rostro y utilizarlo para encontrar a alguien que pudiera identificar
a la niña… Y esa esperanza había sido destrozada por el canalla que había
despedazado el cráneo adrede, a modo de advertencia.
—¿Eve? —Su madre venía bajando por el sendero—. Llamó la compañía
de seguros. Ahora mismo enviarán a un inspector.
—¿De veras? —Era evidente que la Margaret de Logan se había movido
con eficiencia—. ¿Cómo está la señora Dobbins?
—Mejor. ¿Te parece que deberíamos conseguirle un gatito?
—No, ahora no, tal vez dentro de unos meses. Dejemos que se reponga de
su dolor.
Sandra posó su mirada en el laboratorio.
—Cuánto lo siento, Eve. Todos tus archivos y tus equipos.
—Me los repondrán.
—Este es un barrio tan lindo y tranquilo. Nunca sucede esta clase de
cosas. Me da un poco de miedo. —Frunció el entrecejo—. ¿Crees que
deberíamos poner algún sistema de seguridad?

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—Ya hablaremos de eso. —Abrió la puerta de la cocina—. Hay café.
¿Quieres una taza?
—No, ya tomé una con la señora Dobbins. —Hizo una pausa—. Llamé a
Ron. Me propuso que saliéramos a almorzar para distraerme. Le dije que no,
por supuesto.
Pero era tan evidente que quería ir, pensó Eve. ¿Y por qué no habría de
hacerlo? Había tenido una mañana endiablada y necesitaba consuelo.
—No hay motivo para que no vayas. Aquí no hay nada que hacer.
—¿Estás segura?
—Sí. Ve a llamar a Ron.
Sandra vaciló.
—Sugirió que vinieras tú también. Dijiste que querías conocerlo.
—Ahora no. Va a venir la gente de la compañía de seguros.
—Volveré enseguida.
Eve dejó la caja sobre la mesada de la cocina.
—Quédate todo lo que quieras.
Sandra sacudió la cabeza con decisión.
—Dos horas y nada más.
Esperó a que la puerta se cerrara detrás de su madre antes de dejar que su
sonrisa se esfumara. Era egoísta y tonto de su parte sentirse tan abandonada.
Sandra había hecho todo lo posible para ayudar. Simplemente no se daba
cuenta de lo sola que se sentía Eve.
Deja de quejarte. Estás sola, es algo que ya sabes. Y en ocasiones, Sandra
era más una responsabilidad que una compañera, pero no tenía problemas con
eso. No iba a empezar a sentir lástima de sí misma solamente porque un
delincuente había tratado de asustarla.
Fraser.
¿Por qué le venía a la mente todo el tiempo?
Porque se sentía indefensa y aterrada como en los días después que él
había invadido su vida. Había matado a su hija y ella se había visto obligada a
suplicar a las autoridades que no lo ejecutaran. Hasta había ido a verlo a la
cárcel y le había rogado que le dijera dónde estaba Bonnie.
Y él, esbozando esa sonrisa encantadora con la que había llevado a doce
niños a la muerte, había sacudido la cabeza y se había negado a responderle.
El malnacido hasta se había negado a apelar para que los libros se cerraran y
nunca se encontraran los niños. Eve sintió deseos de despedazarlo con sus
propias manos, pero terminó atrapada por las palabras que él se negaba a
decir.

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Pero ahora no estaba indefensa, tampoco tenía por qué ser una víctima.
Podía actuar y eso le provocaba una intensa satisfacción. Logan podría
averiguarle quién le había destrozado el laboratorio.
Si ella pagaba su precio.
¿Y estaba dispuesta a pagarlo? Antes no había estado segura. Quería
pensar fría y racionalmente en la propuesta antes de darle una respuesta.
Logan, sin duda, apostaba al hecho de que no pudiera pensar en forma fría
ni racional en este momento. Se aprovecharía de todas sus debilidades.
Entonces no dejes que vea debilidades en ti. Toma lo que necesites y evita
las trampas. Lograrlo no era imposible. Era tan inteligente como Logan y
como lo había dejado en claro, sabía cuidarse sola.
No era una víctima.

—Lo haré —anunció Eve cuando atendió el teléfono—. Pero las condiciones
las pongo yo. La mitad de mis honorarios por adelantado y toda la suma de la
Fundación Adam depositada en la cuenta de ellos antes de que salga de esta
casa.
—Perfecto. Haré la transferencia electrónica hoy mismo.
—Quiero pruebas de que la ha hecho. Llamaré a la fundación dentro de
cuatro horas y me aseguraré de que hayan recibido el depósito.
—Me parece bien.
—Y quiero que vigilen la casa y a mi madre mientras no estoy.
—Ya te dije que ibas a contar con agentes de seguridad.
—También me prometió que iba a averiguar quién destruyó mi
laboratorio.
—Ya tengo a alguien trabajando en eso.
—Y si descubro que lo que estoy haciendo me convierte en cómplice de
cualquier delito, no sigo.
—De acuerdo.
—Se muestra muy dócil.
—Te dije que pusieras tu precio. —¡Había aceptado! Qué diablos, si hasta
le hubiera prometido la luna—. Prepara una maleta. Te pasaré a buscar a la
noche.
—Siempre y cuando reciba la confirmación de la Fundación Adam.
—Por supuesto.
—Y tengo que decirle a mi madre adónde vamos.
—Dile que irás de un lado a otro y que la llamarás noche por medio.

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—¿Y es cierto? ¿Iré de un lado a otro?
—Es probable. Estaré allí para las diez de la noche.
Logan cortó. ¡Fantástico! La había conseguido. Después de conocer a Eve
y evaluar su resistencia, había creído que le llevaría mucho más tiempo.
Todavía podría haber estado discutiendo con ella si el hecho de que le
hubieran destrozado el laboratorio no la hubiera puesto tan furiosa. Quizá
tuviera que agradecer a ese canalla de Timwick. Autorizar esa estupidez había
sido una muy mala jugada de su parte. Utilizaron suficiente violencia para
hacer enojar a Eve, pero no como para asustarla del todo.
Y el incidente le había hecho saber a Logan que Timwick sospechaba algo
y posiblemente poseía información sobre sus acciones. Qué interesante.
Timwick era inteligente y no era habitual que cometiera errores. Cuando
se enterara de que Eve no se había asustado lo suficiente como para rechazar
la oferta de Logan, corregiría el error y subiría la apuesta.
Y la próxima vez Timwick se aseguraría de que no fuera un gato el que
muriera.

A una cuadra de la casa de Eve, Fiske sonrió mientras se quitaba el auricular


electrónico de la oreja y lo dejaba sobre el asiento junto a él. Era fanático de
todo tipo de dispositivos y estaba sumamente satisfecho con la potencia de
este amplificador x436. El concepto de escuchar a través de las paredes era
fascinante. En realidad, en este caso, no era a través de paredes sino de hojas
de vidrio, pero la sensación de poder y control era la misma.
El hecho de que Eve Duncan hubiera pedido su cabeza como parte del
precio para ir con Logan lo hacía sentirse halagado. Era prueba de lo bien que
había hecho su trabajo. El gato muerto había sido un toque maestro. Matar
mascotas era una forma de pegar donde más dolía. Lo aprendió al matar al
perrito de su maestra de quinto grado. La muy bruja había ido a la escuela con
los ojos hinchados durante una semana.
Él había cumplido su misión y no era su culpa si a Timwick el tiro le
había salido por la culata. Fiske le había advertido que tenían que hacer algo
más drástico, pero Timwick había alegado que era prematuro y que tal vez no
fuera necesario.
Qué cobarde.

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—La luz del porche está quemada —dijo Logan cuando Eve abrió la puerta
—. ¿Tienes una lámpara? La cambiaré.
—Creo que hay una en el armario de la cocina. —Eve se volvió y avanzó
por el corredor—. Qué extraño, la cambié la semana pasada.
La luz estaba encendida cuando volvió instantes más tarde con la lámpara
nueva.
—¿La encendió?
—Estaba floja, nada más. ¿Tu madre está en casa?
—Sí, está en la cocina. —Eve frunció la nariz—. Tomó muy bien noticia
de mi partida. Ya está planeando cómo va a pintar el laboratorio.
—¿Me permites presentarme?
—Por supuesto. Iré a…
—¿Señor Logan? —Sandra venía hacia ellos—. Soy Sandra Duncan. Me
alegra mucho que se lleve a Eve en este momento tan duro. Necesita unas
vacaciones.
—Lamentablemente, no serán vacaciones, pero será un cambio, eso sí.
Trataré de no hacerla trabajar demasiado. Eve tiene suerte de tener a alguien
como usted que la cuide.
Eve pudo ver cómo su madre se derretía bajo la potencia del encanto de
Logan.
—Nos cuidamos mutuamente —declaró Sandra.
—Eve dijo que usted va a pintar el laboratorio. Lo que sucedió fue
terrible.
Sandra asintió.
—Pero el equipo de limpieza dejó todo casi impecable. Cuando Eve
vuelva ni se dará cuenta de lo que sucedió allí.
—La verdad es que me siento mal por llevármela antes de que hayan
atrapado al que lo hizo. ¿Eve le comentó que hice arreglos relativos a
seguridad?
—Sí, pero Joe se encargará…
—Me sentiré mejor poniendo mi granito de arena. Si no le molesta, haré
que alguien llame todas las noches y verifique que todo esté en orden.
—No me molesta, pero no es necesario. —Sandra abrazó a Eve—. No te
mates trabajando. Descansa un poco.
—¿Estarás bien sin mí?
—Claro que sí. Va a ser un placer no tenerte encima. Ahora tal vez pueda
invitar a Ron a cenar sin que lo sometas a un interrogatorio.

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—Nunca hubiera… —Eve sonrió—. Bueno, sí, tal vez le hubiera hecho
algunas preguntas.
—¿Viste?
Eve tomó su maletín.
—Cuídate. Llamaré todo lo que pueda.
—Fue un gusto conocerla, señora Duncan. —Logan le estrechó la mano,
luego levantó la maleta de Eve—. Cuidaré a Eve y la traeré de regreso lo
antes posible.
Otra vez ese carisma fluyendo en torrentes hacia Sandra.
—Claro que sí. Adiós, señor Logan.
Él sonrió.
—John.
Sandra le devolvió la sonrisa.
—De acuerdo, John.
Se quedó en la puerta, mirándolos alejarse por el sendero. Saludó por
última vez con la mano y cerró la puerta.
—¿Cuál fue el objeto de toda esa exhibición? —preguntó Eve.
—¿Exhibición?
—Le lanzó tanta miel a mi madre que la dejó paralizada.
—Solamente estaba siendo cortés.
—Cortés no, encantador.
—Bueno, he descubierto que eso hace girar más de una rueda. ¿Tienes
alguna objeción?
—Son todas mentiras. Es algo que odio.
—¿Por qué…? —Logan hizo una pausa—. Ah… Fraser. Me dijeron que
era del estilo de Ted Bundy. Diablos, Eve, no soy ningún Fraser.
Ella ya lo sabía. Nadie era como Fraser, con excepción del mismísimo
Lucifer.
—Es que me resulta… Me recuerda… Me fastidia terriblemente.
—Pues, como vamos a estar trabajando juntos eso no nos conviene en
absoluto. Prometo que seré lo más rudo y descortés que pueda.
—Mejor.
—No vayas a creer. Tengo fama de haber sido bastante desagradable en
ocasiones. —Puso el automóvil en marcha—. Pregúntale a Margaret.
—Por como la describe, no creo que ella tolere esa clase de cosas.
—Es cierto. A veces es mucho peor que yo. Pero hago lo posible.
—¿Adónde vamos?
—¿Adónde le dijiste a tu madre que íbamos?

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—No le dije nada, solamente que sus oficinas están en la Costa Oeste, así
que supongo que cree que es allí donde vamos. Joe Quinn y ella tienen mi
número del digital por cualquier cosa. ¿Adónde vamos? —repitió.
—¿Ahora? Al aeropuerto. Iremos en el avión a mi casa de Virginia.
—Necesitaré equipos. Ese canalla destruyó casi todas mis cosas. Me dejó
apenas algunos instrumentos.
—No hay problema. Ya tengo un laboratorio equipado para ti.
—¿Cómo?
—Sabía que necesitarías un lugar donde trabajar.
—¿Y si le hubiera dicho que no?
—Hubiera buscado el segundo mejor candidato. —Sonrió y luego agregó
en un gruñido melodramático—. O te hubiera raptado y encerrado en el
laboratorio hasta lograr que me obedecieras.
Bromeaba… ¿O no? Se dijo Eve de pronto.
—Perdóname. ¿Te pareció excesivo? Estaba poniendo a prueba tu sentido
del humor. Aprovecho para decirte que lo encuentro muy deficiente. ¿Te
parece que estoy siendo lo suficientemente grosero?
—Tengo sentido del humor.
—Pues todavía no lo he visto. —Bajó por la rampa de salida y tomó la
autopista—. Pero no te preocupes, no es un requisito para el trabajo.
—No me preocupa. No me importa lo que piense de mí. Sólo quiero
terminar con este trabajo. Y estoy harta de andar a ciegas con esto. ¿Cuándo
vamos a…?
—Hablaremos cuando lleguemos a Virginia.
—Quiero hablar ahora.
—Más tarde. —Miró por el espejo retrovisor—. Este coche es alquilado y
no es seguro.
Al principio, Eve no comprendió qué quiso decir.
—¿Se refiere a que puede tener micrófonos?
—No lo sé. Y no quiero arriesgarme.
Ella no dijo nada durante unos instantes.
—¿Sus automóviles, por lo general…, son seguros?
—Sí, puesto que a veces hago negocios mientras voy de un lado a otro.
Las filtraciones pueden costar mucho dinero.
—Imagino que sí. Sobre todo cuando se juega con algo como un esqueleto
enterrado.
—No estoy jugando. —Volvió a mirar por el espejito retrovisor—.
Créeme, Eve.

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Era la segunda vez que miraba en el espejito y el tránsito era liviano. Eve
echó un vistazo por encima del hombro.
—¿Nos están siguiendo?
—Es posible. Que yo sepa, no.
—¿Si nos estuvieran siguiendo, me lo diría?
—Depende. Si pensara que te asustaría como para dejar el trabajo, no. —
La miró—. ¿Qué me dices?
—No, no me asustaría. Le di mis condiciones y cumplo con lo que digo.
Lo único que me haría dejar ahora sería creer que me está mintiendo. No voy
a aceptar eso, Logan.
—De acuerdo.
—Hablo en serio. Usted se codea con todos esos políticos que dicen una
cosa y un minuto después se contradicen. Yo no soy así.
—Vaya, qué dechado de virtudes.
—Piense lo que quiera. Le estoy hablando con toda franqueza. No quiero
que se confunda conmigo.
—De acuerdo. Te aseguro que nadie te tomaría por un político ni por un
diplomático —comentó con un dejo de ironía.
—Lo tomo como un cumplido.
—Y yo lo tomo como que no te gustan los políticos.
—¿Acaso le gustan a alguien? Hoy en día pareciera que lo único que
podemos hacer es elegir al menos malo.
—Hay políticos que quieren hacer un buen trabajo, sabes.
—¿Está tratando de convertirme? Olvídelo. No me gustan los
republicanos ni los demócratas.
—¿A quién votaste en las últimas elecciones?
—A Chadbourne. Pero no porque fuera demócrata. Me convenció de que
sería un buen presidente.
—¿Y crees que lo ha sido?
Eve se encogió de hombros.
—Logró promulgar la ley de ayuda a niños dependientes aunque el
Congreso se opuso.
—Cuando el Congreso se opone, es como un atascamiento de troncos. A
veces hay que arrojar algo explosivo para romperlo.
—Esas recaudaciones de fondos que usted ha estado haciendo no son
precisamente explosivos.
—Depende del punto de vista de cada uno. Hago lo que puedo. Siempre
fui de la opinión de que uno tiene que tomar una postura. Si quieres cambiar

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las cosas, tienes que trabajar con el sistema.
—Yo no tengo que trabajar con el sistema. No tengo que tener nada que
ver con el sistema hasta el día de las elecciones.
—No, tú te entierras en tu laboratorio con tus huesos.
—¿Y por qué no? —Eve lo miró de soslayo—. Son mejor compañía que
la mayoría de los políticos.
Para gran sorpresa de ella, Logan no mordió el anzuelo.
—¡Santo Cielo, parece que es posible que tengas sentido del humor! —
Rió por lo bajo—. Supongamos que nos ponemos de acuerdo para no estar de
acuerdo. Mi papá me enseñó que nunca hay que discutir de religión o política
con una mujer.
—Qué machista.
—Era un gran tipo, pero vivió en un mundo diferente. No hubiera sabido
qué hacer con mujeres como tú o Margaret.
—¿Vive todavía?
—No, murió cuando yo estaba en la universidad.
—¿Voy a conocer a Margaret, o no?
Él asintió.
—La llamé esta tarde y le pedí que estuviera en casa cuando llegáramos.
—¿No le parece un poco desconsiderado de su parte? ¿La hizo volar
desde California?
—La necesitaba.
Las dos palabras lo decían todo, pensó Eve. Podía fingir que la tal
Margaret lo vapuleaba, pero era evidente que esperaba que estuviera todo el
tiempo a su disposición.
—Se lo pedí de muy buena manera. Nada de látigo.
—A veces no es necesario mostrar el látigo para obtener el efecto.
—Bueno, prometo que no te voy a someter a coerción visible ni invisible.
Ella enfrentó su mirada con serenidad.
—No, no lo haga. Ni si quiera lo intente, Logan.

—Ellos están abordando ahora —anunció Fiske—. ¿Qué quiere que haga?
¿Averiguo el plan de vuelo y lo sigo?
—No, la secretaria le contó a su padre que iba a la casa de Virginia. Y allí
hay más seguridad que en el fuerte Knox. Tenemos un equipo de vigilancia
afuera de los portones, pero una vez que entre no vamos a poder tocarlo.
—Entonces yo tendría que entrar en acción antes de que llegue.

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—Ya te dije que es demasiado visible. No queremos hacerle nada a menos
que sea absolutamente necesario.
—Entonces volveré a la casa. La madre está…
—No, no va a ir a ninguna parte. Podrás recoger ese hilo más adelante si
decidimos que necesitamos una distracción. Tenemos algo más urgente para
que hagas. Regresa aquí.

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Capítulo 05

El avión aterrizó en un pequeño aeropuerto privado cerca de Arlington, en el


estado de Virginia. El equipaje de ambos fue transferido inmediatamente a
una limusina estacionada junto al hangar.
Cuánta comodidad se compra con dinero, pensó Eve con ironía. Sin duda
el conductor desplegaría toda la obsecuente formalidad de un personaje de
Wodehouse.
El chofer pelirrojo descendió de la limusina.
—Hola, John. ¿Tuviste un buen viaje?
Era pecoso, apuesto y no tenía más de treinta años. Estaba vestido con
jeans y una camisa escocesa que reflejaba el azul de sus ojos.
—Bastante bueno. Gil Price, Eve Duncan.
Gil le estrechó la mano.
—La mujer de los huesos. Vi tu fotografía en 60 minutos. Eres más bonita
en persona. Tendrían que haberse concentrado en ti y no en ese cráneo.
—Gracias, pero no tenía ningún deseo de aparecer en la televisión
nacional. Ya tuve demasiadas cámaras en mi vida.
—A John tampoco le gustan. El año pasado en París tuve que romper una.
—Hizo una mueca—. Y después John tuvo que arreglar en el tribunal con el
canalla que alegó que le partí la cabeza y no la cámara. Odio a los paparazzi.
—Bueno, los paparazzi no suelen perseguirme, así que no vas a tener ese
problema.
—Lo tendré si vas a andar con John. Sube y te llevaré a Barrett House.
—¿Barrett House? Suena mucho a Dickens.
—No, solía ser una posada durante la Guerra Civil. John la compró el año
pasado y la remodeló por completo.
—¿Llegó Margaret? —preguntó Logan mientras subía al automóvil detrás
de Eve.
—Hace dos horas, y mala como una araña, encima. Te voy a cobrar doble
por ir a recogerla. —Gil subió al asiento del conductor—. No lo puedo
entender. ¿Por qué no me quiere? Todos me quieren.

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—Debe de ser un defecto de su carácter —respondió Logan—. El
problema no lo tienes tú, por supuesto.
—¡Lo mismo que pienso yo! —Gil encendió el motor y el reproductor de
CD. La limusina se inundó con los sonidos tristes de Feed Jake.
—La ventanilla, Gil —le recordó Logan.
—Oh, cierto. —Gil sonrió a Eve por encima del hombro—. Antes, John
tenía un Jeep, pero no soporta la música country, así que se compró este
coche fúnebre nada más que para poder tener una ventanilla de separación.
—Me gusta la música country —objetó Logan—. Lo que no tolero son las
canciones lúgubres que amas. Vestidos de novia manchados de sangre, perros
junto a las tumbas.
—Eso es porque te emocionas y no quieres demostrarlo. ¿Crees que no vi
cómo se te humedecen los ojos? Consideremos a Feed Jake, por ejemplo.
Es…
—Considéralo tú. La ventanilla.
—Está bien, está bien. —La ventanilla subió en silencio y la música se
apagó.
—Espero que no te moleste —le dijo Logan a Eve.
—No, no me gustan las canciones tristes. Pero me cuesta imaginarlo a
usted llorando sobre su cerveza al escucharlas.
Él se encogió de hombros.
—Soy humano. Esos compositores de música country saben dónde
pegarte.
La mirada de Eve se posó en la nuca de Gil.
—Es agradable. No precisamente lo que me esperaba de uno de sus
empleados.
—Gil no es lo que nadie espera, pero es buen conductor.
—¿Y guardaespaldas?
—Sí, eso también. Estuvo en la Policía Militar de la Fuerza Aérea, pero
no responde bien a la disciplina.
—¿Y usted?
—No, tampoco, pero por lo general trato de encontrarle la vuelta en lugar
de derribar gente a puñetazos. —Señaló por la ventana lateral—. Estaremos
en mi propiedad dentro de unos minutos. Es una zona muy bonita, con
muchos bosques y praderas.
—Sí, supongo que sí. —Estaba demasiado oscuro como para ver algo que
no fueran los árboles en sombras. Eve seguía compenetrada en la
comparación que había hecho Logan entre Price y él mismo.

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—¿Y qué hace cuando no puede encontrarle la vuelta al que trata de
disciplinarlo?
—Ah, entonces lo derribo a puñetazos, por supuesto. —Sonrió—. Por eso
Gil y yo nos llevamos bien. Somos almas gemelas. —Tomaron una curva en
el camino y un portón de hierro forjado apareció ante ellos.
Eve vio que Gil apretaba un control sobre el tablero y los portones se
abrían lentamente.
—¿La cerca también está electrificada? —preguntó.
Logan asintió.
—Y tengo un empleado de seguridad monitorizando la propiedad con
cámara de vídeo desde la cochera.
Eve sintió un escalofrío repentino.
—Mucha tecnología. Quiero un control remoto para abrir el portón. —
Logan se quedó mirándola—. Los portones a veces no sólo sirven para que no
entre alguien, sino para que nadie salga. No me gusta la idea de estar en una
jaula.
—No trato de mantenerte prisionera, Eve.
—No, siempre y cuando obtenga lo que quiere de algún otro modo. ¿Pero
y si no puede?
—No te puedo obligar a trabajar.
—¿Ah, no? Usted es un hombre inteligente, Logan. Quiero un control
remoto para poder abrir el portón.
—Mañana. Habrá que programarlo. —Esbozó una sonrisa socarrona—.
Creo que podemos dar por sentado que no voy a tratar de forzarte a nada en
las próximas veinticuatro horas.
—De acuerdo, mañana. —Eve se inclinó hacia adelante cuando apareció
la casa. La Luna había salido desde detrás de las nubes y la iluminaba de
lleno. Barrett House era una gran casa de dos pisos que mantenía su aspecto
de posada del siglo XIX. No había nada pretencioso en ella y la hiedra que
cubría las paredes suavizaba las piedras. Cuando Gil detuvo el coche delante
de la puerta, Eve preguntó:
—¿Por qué compró una posada que había que restaurar? ¿Por qué,
directamente, no construyó una casa nueva?
Logan bajó del automóvil y extendió una mano para ayudarla.
—Tenía algunas cosas que me gustaban mucho.
—No me diga nada. Tenía su propio cementerio.
Él sonrió.

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—El cementerio de la familia Barrett está del otro lado de la colina. Pero
no compré la posada por eso. —Abrió la gran puerta principal de caoba—. No
hay demasiados empleados que vivan aquí. Hago venir gente desde la ciudad,
dos veces por semana, para limpiar. Tendremos que arreglárnoslas con la
cocina.
—No hay problema. No estoy acostumbrada a que me sirvan y la comida
no es una de mis prioridades.
La mirada de Logan la recorrió rápidamente.
—Se nota. Eres delgada como un galgo.
—Me gustan los galgos —anunció Gil mientras entraba con el equipaje—.
Son elegantes y tienen ojos grandes y melancólicos. Una vez tuve uno. Sufrí
increíblemente cuando murió. ¿Dónde quieres que deje las maletas de ella,
John?
—La primera puerta al llegar arriba —respondió Logan.
—Perfecto. —Gil comenzó a subir—. Bastante aburrido. Yo estoy en la
vieja casa para carruajes, Eve. Deberías pedirle que te ponga allí. Hay más
intimidad.
—Aquí es más cómodo para ir al laboratorio —dijo Logan.
Y para que me vigile, pensó Eve.
—Margaret se debe de haber ido a acostar. Podrás conocerla mañana a la
mañana. Creo que encontrarás todo lo que necesitas en el dormitorio.
—Quiero ver el laboratorio.
—¿Ahora?
—Sí, puede que no lo haya equipado como corresponde y yo tenga que
añadir cosas.
—Entonces acompáñame, por favor. Es una de las habitaciones nuevas en
la parte trasera. Yo no lo vi, todavía. Le dije a Margaret que consiguiera todo
lo que le parecía que ibas a necesitar.
—La eficiente Margaret otra vez.
—No es solamente eficiente. Es excepcional.
Eve siguió a Logan por una gigantesca sala de estar con un hogar donde
cabía una persona de pie, pisos de madera cubiertos por alfombras de yute, y
grandes sillones de cuero. Parecía una cabaña, decidió.
Él la llevó por un pasillo y luego abrió una puerta.
—Aquí tienes.
Frío. Estéril. Todo acero inoxidable y vidrio.
—¡Oh! —Logan hizo una mueca—. Ésta debe de ser la idea que tiene
Margaret de un paraíso científico. Trataré de volvértelo un poco más cálido.

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—No tiene importancia. No voy a estar aquí mucho tiempo. —Eve avanzó
hacia el pedestal. Era fuerte y movible. Las tres cámaras de vídeo montadas
sobre trípodes junto a él eran de primera calidad, al igual que la computadora,
la mezcladora y la videograbadora. Fue hacia la mesa de trabajo. Los
instrumentos de medición eran de máxima calibración, pero prefería los que
había traído ella. Tomó la caja de madera del estante que había arriba de la
mesa de trabajo y se encontró frente a dieciséis pares de ojos mirándola.
Todas variaciones de castaño, gris, verde, azul y pardo—. Con azul y castaño
hubiera sido suficiente —dijo—. El castaño es el color más común de ojos.
—Le pedí que te consiguiera todo lo que pudieras necesitar.
—Pues no hay dudas de que lo hizo. ¿Cuándo puedo empezar a trabajar?
—Dentro de un par de días. Estoy esperando noticias.
—¿Y mientras qué tengo que hacer, quedarme sentada tamborileando los
dedos?
—¿Quieres que desentierre a alguno de los Barrett para que practiques?
—No, quiero terminar el trabajo e irme a casa.
—Me diste dos semanas. —Se volvió hacia la puerta—. Vamos, estás
cansada. Te mostraré tu habitación.
Estaba cansada, sí. Sentía como si hubieran pasado mil años desde que
había entrado en el laboratorio esa mañana. De pronto quiso volver a estar en
su casa. ¿Qué estaba haciendo aquí? No tenía nada que hacer en esta casa con
un hombre en el cual no confiaba.
La Fundación Adam. No importaba si le gustaba estar aquí o no. Tenía un
trabajo y un propósito. Se acercó a Logan.
—Ya se lo dije una vez. No voy a hacer nada ilegal.
—Sé que hablabas en serio cuando lo dijiste.
Lo que no significaba que lo hubiera aceptado. Eve apagó la luz y salió al
pasillo.
—¿Va a decirme de una buena vez por qué me trajo aquí y por qué tengo
que hacer lo que quiere que haga?
Logan sonrió.
—Es tu deber para con la patria.
—Tonterías. —Eve entornó los párpados—. ¿Es algo relacionado con la
política?
—¿Por qué crees eso?
—Se lo conoce por sus actividades públicas y por las que realiza detrás de
bambalinas.

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—Creo que debería sentirme aliviado de que ya no pienses que soy un
asesino múltiple.
—No dije eso. Estoy explorando todas las posibilidades. ¿Es algo de
política?
—Puede ser.
De pronto, un pensamiento cruzó por la mente de Eve.
—Santo Dios. ¿Está tratando de desprestigiar a alguien?
—No estoy de acuerdo con las campañas de desprestigio. Digamos que
las cosas no son siempre lo que parecen y soy de la opinión de que hay que
sacar la verdad a la luz.
—Si le conviene a usted, claro.
Él asintió con aire burlón.
—Por supuesto.
—Yo no quiero tener nada que ver con eso.
—No tendrás nada que ver… Siempre que yo tenga razón. Si me
equivoco, te vuelves a casa y olvidamos que estuviste aquí. —La precedió
escaleras arriba—. ¿Te parece justo?
Tal vez sus motivos no tuvieran que ver con la política. Tal vez fueran
personales.
—Veremos.
—Así, es veremos. —Abrió la puerta y se hizo a un lado—. Buenas
noches, Eve.
—Buenas noches.
Eve entró y cerró la puerta. La habitación era de estilo campestre,
cómoda, con una cama con baldaquino cubierta con un acolchado en tonos
ladrillo y crema y sencillos muebles de pino. Lo único que le interesó fue el
teléfono sobre la mesa de luz. Se sentó sobre la cama y marcó el número de
Joe Quinn.
—Hola —respondió él, adormilado.
—Joe, Eve.
La voz de él perdió todo rastro de sueño.
—¿Todo bien?
—Sí. Lamento despertarte, pero quería decirte dónde estoy y darte mi
número de teléfono. —Le dictó el número impreso sobre el aparato—.
¿Anotaste?
—Sí. ¿Dónde diablos estás?
—En Barrett House. La propiedad de Logan en Virginia.
—¿Y esto no podía esperar hasta mañana?

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—Posiblemente. Pero quería que lo supieras. Me siento algo…
desconectada.
—Estás tensa como el diablo. ¿Aceptaste el trabajo?
—¿Por qué crees que estaría aquí, si no fuera así?
—¿Y qué te asusta?
—No estoy asustada.
—Ah, no, vamos. No me has llamado en medio de la noche desde que
Bonnie…
—No tengo miedo. Sólo quería darte el teléfono. —Una idea le vino a la
cabeza—. Logan tiene un empleado, Gil Price. Solía ser parte de la Policía
Militar de la Fuerza Aérea.
—¿Quieres que lo investigue?
—Sí, creo que sí.
—No hay problema.
—¿Y vigilarás a mamá mientras no estoy?
—Por supuesto, sabes que lo haré. Le diré a Diane que vaya a tomar café
con ella mañana a la tarde.
—Gracias, Joe. Vuelve a dormir.
—Sí, claro. —Hizo una pausa—. Esto no me gusta. Ten cuidado, Eve.
—No hay por qué tenerlo. Adiós.
Eve cortó y se puso de pie. Se daría un baño, se lavaría el pelo y luego se
acostaría. No había estado bien en despertar a Joe, pero el solo hecho de oír
esa voz conocida la había hecho sentirse mejor. Nada de este lugar resultaba
fuera de lo común ni intimidador, ni siquiera el agradable Gil Price, pero de
todos modos, se sentía inquieta. No podía discernir cuánto era auténtico y
cuánto había sido puesto como una pátina para desarmarla. Además, no le
gustaba estar tan aislada.
Pero ahora tenía una conexión con el mundo exterior.
Joe sería su red de seguridad mientras caminara por esta cuerda floja.

—¿Era Eve? —Dianne Quinn rodó hacia Joe y apoyó la cabeza sobre una
mano—. ¿Está todo bien?
Joe asintió.
—Creo que sí. No lo sé. Aceptó un trabajo que puede no ser… No
importa. Seguro que no hay razón para preocuparse.
Pero Joe se preocuparía, pensó Diane. Siempre se preocupaba por Eve.
Joe se acostó y se tapó con la sábana.

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—Pasa mañana a visitar a su madre ¿quieres?
—Sí, claro. —Diane apagó la luz y se acurrucó contra él—. Lo que digas.
Ahora vuélvete a dormir.
—Sí.
No se iba a dormir. Se quedaría tendido en la oscuridad, pensando y
preocupándose por Eve. No dejes que te invada el resentimiento. Tienes un
buen matrimonio, Joe había heredado suficiente dinero de sus padres como
para que tuvieran una vida cómoda aun sin su sueldo. Era considerado, atento,
generoso y fantástico en la cama. Diane sabía, al casarse, que Joe y Eve
venían en un solo paquete. No había tardado en darse cuenta de que el lazo
que los unía era demasiado fuerte como para intentar romperlo. Tenían tanta
afinidad que a veces uno terminaba la frase del otro.
Pero ese lazo no era sexual. Al menos no todavía. Y quizá no lo fuera
nunca. Esa parte de Joe todavía le pertenecía.
Así que sofoca la envidia y el resentimiento. Sé la amiga de Eve y la
esposa de Joe.
Porque era amargamente consciente de que no podía ser una cosa sin ser
también la otra.

—Llamó a Joe Quinn hace media hora —Gil dejó una hoja impresa sobre el
escritorio, delante de Logan. Aquí está la transcripción de la conversación que
hizo Mark.
Logan sonrió apenas, mientras echaba un vistazo al texto.
—Parece que no confía en nosotros, Gil.
—No es tonta, la dama. —Gil se dejó caer sobre el sillón y flexionó una
pierna sobre el apoyabrazos—. Bueno, no me sorprende que no confíe en ti.
Eres bastante transparente, pero hay que ser sumamente perceptivo para
sospechar de mí.
—No son tus condiciones actorales, son esas malditas pecas. —Frunció el
entrecejo—. Estuve tratando de ponerme en contacto con Scott Maren en
Jordania. ¿Hubo llamadas?
—Nada. —De pronto chasqueó los dedos—. Sí, llamó tu abogado, Novak.
—Puede esperar.
—¿Quieres que Mark arme lío con la conexión si ella intenta llamar otra
vez?
Logan negó con la cabeza.

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—Usaría su teléfono digital. Y tal vez lo haga, si sospecha que el teléfono
de su habitación está intervenido.
—Como quieras. —Hizo una pausa—. ¿Cuándo nos lanzamos a la
acción?
—Pronto.
Gil arqueó una ceja.
—¿No me estarás guardando secretos a mí, no?
—Tengo que estar seguro de que todo esté bien. Timwick ha estado
siguiéndome muy de cerca.
—Puedes confiar en mí, John.
—Ya te dije que estoy a la espera.
—De acuerdo, si no vas a abrir esa maldita boca… —Gil se puso de pie y
fue hacia la puerta—. Pero no me gusta ir a ciegas.
—No tendrás que ir a ciegas.
—Lo tomo como una promesa. Vete a dormir.
—Sí.
Cuando la puerta se cerró detrás de Gil, Logan volvió a leer la
transcripción y luego la arrojó a un lado. Joe Quinn. No podía permitirse
subestimar al detective. Eve había despertado una intensa lealtad en Quinn.
¿Lealtad, amistad y qué más? Se preguntó. Quinn era casado, pero eso no
tenía importancia.
Qué demonios, no era asunto suyo, siempre y cuando no interfiriera con lo
que necesitaba que hiciera Eve. Además, ya tenía bastantes preocupaciones.
Scott Maren estaba deambulando por Jordania y podían matarlo en
cualquier momento.
Timwick podía haber hecho conjeturas y sacado conclusiones. Esas
conclusiones lo asustarían hasta el punto de llevarlo a dar la orden de asegurar
su posición.
Logan no veía la hora de ponerse en contacto con Maren.
Sacó su agenda telefónica personal y la abrió en la última página, donde
había solamente tres nombres y números telefónicos.

Dora Bentz
James Cadro.
Scott Maren.

Los teléfonos de Bentz y Cadro podían estar intervenidos, pero de todos


modos tenía que llamar y cerciorarse de que estuvieran bien. Luego mandaría
a alguien a buscarlos.

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Tomó el teléfono y marcó el primero de los números.
El de Dora Bentz.

El teléfono estaba sonando.


Fiske terminó de atar las piernas de la mujer a los postes de la cama y le
levantó el camisón por arriba de la cintura.
Tenía más de cincuenta años, pero buenas piernas. Una pena ese abdomen
fofo. Debería haber hecho ejercicios abdominales para mantenerlo firme. Él
hacía doscientos abdominales por día y sus músculos parecían de hierro.
Sacó una escoba del armario de la cocina y volvió a la cama.
El teléfono seguía sonando. ¡Qué insistentes!
Empujó el mango de la escoba dentro de la mujer. La muerte tenía que
parecer un crimen sexual, pero no se arriesgaría a eyacular dentro de ella. El
semen era una prueba. De todos modos, a muchos asesinos múltiples les
costaba eyacular y la escoba era un buen toque. Hablaba de odio hacia las
mujeres y profanación de hogares.
¿Algo más?
Seis heridas profundas y salvajes en los senos, la boca tapada con cinta
aisladora, la ventana abierta…
No era un trabajo limpio.
Le hubiera gustado quedarse un rato a admirar lo que había hecho, pero el
teléfono no había dejado de sonar. Quienquiera que estuviera del otro lado
podía preocuparse y llamar a la policía.
Una última verificación. Caminó hasta la cabecera de la cama y la miró.
Ella le devolvió la mirada, con los ojos abiertos y la expresión aterrada de
cuando le había clavado el cuchillo en el corazón.
Sacó el sobre con las fotografías y la lista impresa que Timwick le había
dado en el aeropuerto. Le gustaban las listas: mantenían el mundo en orden.
Tres fotografías. Tres nombres. Tres direcciones.
Tachó el nombre de Dora Bentz de la lista.
El teléfono seguía sonando cuando salió del departamento.

No atendía nadie.
Eran las tres y media de la mañana. Tendría que haber atendido.
Con movimientos lentos, Logan dejó el teléfono.

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Podía no significar nada. Dora Bentz tenía hijos casados que vivían en
Búfalo, estado de Nueva York. Podía estar visitándolos. O de vacaciones en
cualquier parte.
O muerta.
Tal vez Timwick se estuviera moviendo rápidamente para atar todos los
cabos sueltos.
Carajo. Logan había pensado que tenía tiempo.
Quizá se estuviera apresurando a sacar conclusiones.
¿Demonios, y qué? Siempre había confiado en sus instintos y ahora le
estaban hablando a los gritos.
Pero enviar a Gil a ver qué pasaba con Dora Bentz lo delataría. Timwick
sabría lo que ahora solamente sospechaba. Logan podía tratar de salvar a Dora
Bentz o mantenerse a salvo por unos cuantos días más.
Mierda.
Tomó el teléfono y marcó el número de Gil en la casa de carruajes.

Luces. Luces en movimiento.


Eve dejó de secarse el pelo, se levantó y fue hasta la ventana.
La limusina negra que los había recogido en el aeropuerto se deslizaba por
el camino de entrada hacia los portones.
¿Logan?
¿Gil Price?
Eran casi las cuatro de la mañana. ¿Adónde podía estar yendo alguien a
esta hora?
Dudaba de que fueran a contárselo si lo preguntaba por la mañana.
Pero de todos modos pensaba hacerlo.

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Capítulo 06

Eve no se durmió hasta las cinco y su sueño fue intranquilo. Se despertó a


las nueve, pero se obligó a quedarse en la cama hasta casi las diez, cuando
unos golpes atronadores sonaron en la puerta.
La puerta se abrió antes de que ella pudiera responder y una mujer baja y
regordeta entró en la habitación.
—Hola, soy Margaret Wilson. Aquí tienes el control remoto del portón
que querías. —Lo dejó sobre la mesa de luz—. Lamento despertarte, pero
John dice que metí la pata con el laboratorio. ¿Cómo diablos iba a saber que
querías algo bonito y acogedor? ¿Qué tengo que conseguir? ¿Almohadones?
¿Alfombras?
—Nada. —Eve se incorporó en la cama y miró a Margaret Wilson con
curiosidad. Tendría probablemente unos cuarenta y tres años. El traje de
gabardina gris que llevaba le afinaba la figura regordeta y complementaba el
brillante pelo oscuro y los ojos castaños—. Le dije que no iba a estar aquí el
tiempo suficiente como para que tuviera importancia.
—Sí que importa. A John le gustan las cosas bien hechas. Y a mí también.
¿Cuál es tu color preferido?
—Verde, creo.
—Debí haberme dado cuenta. Las pelirrojas son bastante predecibles.
—No soy pelirroja.
—Bueno, casi. —Paseó la vista por la habitación—. ¿Aquí está todo bien?
Eve asintió mientras se destapaba y bajaba de la cama.
—Perfecto. Entonces me pondré a pedir unas cosas por teléfono. Las
mandarán… ¡Cielos, eres un gigante!
Margaret la miraba con el entrecejo fruncido.
—¿Cuánto mides?
—Un metro setenta y siete.
—Un gigante. Me harás sentir una enana. Odio las mujeres altas y flacas.
Le hacen mal a mi psiquis y me vuelvo agresiva.
—No eres tan baja.

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—No me trates con condescendencia. —Hizo una mueca—. Ves, estoy a
la defensiva. Bueno, no importa, tendré que repetirme una y otra vez que soy
mucho más inteligente que tú. Vístete y baja a la cocina. Comeremos cereal y
luego te llevaré a dar una vuelta por la propiedad.
—No es necesario.
—Claro que sí. John quiere que estés contenta y dice que no tienes nada
que hacer por ahora. Si eres como yo, te volverás loca. —Se dirigió a la
puerta—. Pero nos encargaremos de eso. ¿Te veo abajo en quince minutos?
—Muy bien. —Se preguntó cuál hubiera sido la reacción si hubiera dicho
que no. Las tácticas de Margaret hacían que una topadora pareciera sutil.
Pero era difícil no tomarle simpatía. No había sonreído ni una sola vez,
pero exudaba energía vibrante y alegría. Era directa, audaz y no se parecía a
nadie que Eve conociera. Resultaba una bocanada de aire fresco después de la
oscura tensión que había intuido en Logan.

—El cementerio de la familia Barrett. —Margaret agitó una mano en


dirección al terreno con cerca de hierro—. La última tumba es de 1922.
¿Quieres entrar?
Eve negó con la cabeza.
—Qué suerte. Los cementerios me deprimen, pero pensé que a ti podía
interesarte.
—¿Por qué?
—No lo sé. Todos esos huesos y cosas con los que trabajas.
—No visito cementerios como un espectro, pero no me molestan. —Sobre
todo los cementerios familiares. Aquí no había perdidos, y estaba sumamente
bien cuidado. Todas las tumbas estaban cubiertas con canteros de claveles
frescos—. ¿De dónde salieron todas las flores? ¿Los Barrett siguen viviendo
en la zona?
—No, la línea directa desapareció hace unos veinte años. —Señaló una
lápida—. Randolph Barrett. La familia se desparramó con los años y
Randolph Barrett fue al último que enterraron aquí en 1922. El cementerio
estaba en bastante mal estado cuando John compró la propiedad. Dio órdenes
para que lo limpiaran y también para que trajeran flores frescas todas las
semanas.
—Me sorprende. No diría que Logan fuese tan sentimental.
—Bueno, nunca sabes lo que va a hacer John. Pero me alegro de que haya
traído a un paisajista para hacer el trabajo. Como te dije, los cementerios me

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deprimen.
Eve se volvió y comenzó a bajar la colina.
—A mí no me deprimen. Entristecerme, puede ser. Sobre todo las tumbas
de bebés. Antes de la medicina moderna, había tantos chicos que no llegaban
a terminar su infancia. ¿Tienes hijos?
Margaret negó con la cabeza.
—Estuve casada, pero los dos teníamos carreras y estábamos demasiado
ocupados como para pensar en hijos.
—Tu trabajo debe de ser sumamente absorbente.
—Ajá.
—Y variado. —Eve hizo una pausa—. Como en este caso. No se puede
decir que haya mucha gente que salga a cazar esqueletos.
—No cazo, solamente hago lo que me dicen.
—Eso podría ser peligroso.
—John me mantiene lejos de los problemas. Siempre lo ha hecho, hasta
ahora.
—¿Ya ha hecho esto antes?
—¿Lo de los huesos? No, pero ha caminado por cuerdas bastante flojas.
—¿Pero confías en él?
—Cielos, claro que sí.
—¿Aun si no sabes lo que está buscando? ¿O acaso lo sabes?
Margaret sonrió.
—Deja de exprimirme. No sé nada de nada y si supiera algo, no te lo
diría.
—¿Ni siquiera me contarías si fue Logan el que partió en la mitad de la
noche?
—Sí, eso sí. John está aquí. Lo vi antes de que se metiera en su despacho
esta mañana. El que partió fue Gil.
—¿Por qué?
Margaret se encogió de hombros.
—Pregúntale a John. —Hizo una pausa y añadió sin rodeos—. Viniste
aquí porque John hizo que te valiera bien la pena. Yo misma hice la
transferencia a la Fundación Adam. Te contará todo cuando sea el momento.
Ten confianza en él.
—No puedo confiar en él como lo haces tú. —Miró hacia la casa de
carruajes—. ¿Desde allí se monitorizan los portones?
Margaret asintió.

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—Es un sistema bastante complicado, con cámaras de vídeo por todas
partes. Mark Slater es el que se ocupa de eso.
—Todavía no lo conocí.
—No viene mucho a la casa.
—¿La casa de Logan en la Costa Oeste también tiene tanta seguridad
como esta?
—Sí, claro, allá hay cualquier cantidad de locos. Los hombres como John
son blancos importantes. —Apuró el paso—. Tengo trabajo que hacer. ¿No
hay problema si te dejo sola esta tarde?
—No. No tienes que hacerme de niñera, Margaret.
—En realidad, lo pasé bien. No eres lo que me esperaba de una mujer
dedicada a huesos.
La mujer de los huesos. Así la había llamado Gil.
—El término correcto es escultora forense.
—Lo que sea. Como te dije, me esperaba alguien muy distante y
profesional. De allí el error que cometí con el laboratorio. Lo que no significa
que haya admitido ante John que cometí un error. Le dije que era todo culpa
suya porque no me dijo a qué me tenía que atener. No es bueno que él sepa
que no soy perfecta, lo haría sentirse inseguro.
Eve sonrió.
—No puedo imaginar esa situación.
—Todo el mundo tiene momentos de inseguridad, hasta yo. —Prosiguió
con tono sombrío—: Pero solamente cuando estoy al lado de gigantes como
tú. Me pasa por ser la única petisa entre cuatro hermanos de un metro
ochenta. ¿Tu madre es muy alta?
—No, de mediana estatura.
—Bueno, entonces eres un fenómeno de la naturaleza y como soy
magnánima, te perdono. No volveré a mencionarlo.
—Gracias. Eres muy…
—Me preguntaba dónde estarían. —Logan había salido de la casa y
caminaba hacia ellas—. ¿Dormiste bien? —preguntó a Eve.
—No.
—Tengo que terminar esos informes —se apresuró a decir Margaret—. Te
veré luego, Eve.
Eve asintió, sin dejar de mirar a Logan. Vestido con jeans y buzo negros,
se lo veía muy distinto del hombre al que había conocido el primer día. No
sólo por la ropa, sino porque parecía haberse sacado la pátina de atildada
elegancia y haberla hecho a un lado por completo.

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—¿Fue porque era una cama desconocida?
—En parte. ¿Por qué se fue Gil Price enseguida después de que llegamos?
—Le pedí que hiciera una diligencia.
—¿A las cuatro de la mañana?
Logan asintió.
—Era algo urgente. Tendría que volver esta noche. —Hizo una pausa—.
Esperaba que tuvieras un par de días para aclimatarte a la situación, pero me
temo que tendremos que acelerar un poco.
—Mejor, no necesito aclimatarme. Tráigame los huesos y me pondré a
trabajar.
—Es posible que tengamos que ir hasta a dónde están.
Eve se puso rígida.
—¿Cómo?
—Tal vez tengas que hacer un primer examen enseguida después de la
excavación para determinar si vale la pena traer el esqueleto aquí. Mi fuente
puede haber mentido, y tal vez el cráneo esté demasiado dañado como para
poder reconstruir el rostro.
—¿Quiere que esté allí cuando lo exhumen?
—Tal vez sí.
—Olvídelo. No soy una profanadora de tumbas.
—Puede que resulte necesario que estés allí. Podría ser la única…
—De ninguna manera.
—Hablaremos de esto más tarde. Quizá no sea necesario. ¿Te gustó el
cementerio?
—¿Por qué todo el mundo supone que me gustan los cemen…? —Entornó
los párpados y lo miró—. ¿Cómo sabe que estuve allí? Desvió los ojos hacia
la casa de carruajes. —Por supuesto, las cámaras de vídeo. No me gusta que
me espíen, Logan.
—Las cámaras recorren la propiedad continuamente. Por casualidad
tomaron tu imagen y la de Margaret en el cementerio.
Podía ser cierto, pero dudaba de que algo sucediera «por casualidad» en la
vida de Logan.
—Me gustaron las flores.
—Bueno, al fin y al cabo estoy viviendo en la casa de los Barrett. Pensé
que era lo menos que podía hacer.
—Ahora es su casa.
—¿Te parece? Los Barret construyeron la posada, vivieron y trabajaron
aquí por más de ciento sesenta años viendo suceder la historia. ¿Sabías que

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Abraham Lincoln pasó aquí una noche antes del fin de la Guerra Civil?
—Otro republicano. Con razón compró este lugar.
—Algunos de los lugares donde durmió Lincoln no los hubiera tocado ni
con una vara de diez metros. Le tengo demasiado apego al confort. —Abrió la
puerta principal y le cedió el paso—. ¿Llamaste a tu madre?
—No, lo haré esta noche cuando ella haya vuelto del trabajo. —Sonrió—.
Siempre y cuando no se haya ido de juerga. Está saliendo con un abogado de
la oficina del fiscal de Distrito.
—El hombre tiene suerte. Tu madre me pareció muy agradable.
—Sí, y es inteligente, también. Después de que nació Bonnie, terminó la
escuela secundaria y fue a un instituto técnico donde obtuvo el título de
relatora de tribunales.
—¿Terminó sus estudios después de que tu hija…? —Calló abruptamente
—. Perdón, seguramente no quieres hablar sobre tu hija.
—No me molesta hablar sobre Bonnie. Estoy muy orgullosa de ella. Llegó
a nuestras vidas e hizo que todo fuera diferente. —Hizo una pausa y añadió
simplemente—: El amor logra esas cosas.
—Tengo entendido que sí.
—Es cierto. Yo había tratado tanto de que mi madre dejara el crack, y no
pude. Tal vez porque estaba llena de amargura y resentimiento. Cielos, en
ocasiones me parecía que la odiaba. Pero llegó Bonnie y yo cambié. Toda la
amargura desapareció. Y mi madre también cambió. No sé si cambió porque
le llegó el momento en que tenía que cambiar o porque comprendió que tenía
que dejar de drogarse para poder ayudarme a criar a Bonnie. ¡Cómo amaba a
esa niña! Todos los que la conocían la amaban.
—No me cuesta creerlo. Vi su fotografía.
—¿No era hermosa? —Eve esbozó una sonrisa luminosa—. Tan feliz.
Siempre estaba tan feliz. Amaba cada hora que pasaba despierta y… —Tuvo
que tragar para aflojar el nudo que tenía en la garganta—. Lo siento —susurró
bruscamente—, no puedo hablar más. Llega un punto en que me vuelve el
dolor. Pero voy mejorando día a día.
—Por el amor de Dios, deja de disculparte —exclamó Logan con aspereza
—. Yo soy el que tiene que disculparse por haberte hecho hablar de ella.
—Usted no me hizo hacer nada. Es importante que la tenga siempre
conmigo, que nunca me permita olvidarla. Ella existió, y se convirtió en parte
de mí, tal vez la mejor parte. —Eve apartó el rostro—. Bueno, creo que iré al
laboratorio a ver si puedo trabajar un poco sobre Mandy.
Él la miró, sorprendido.

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—¿Trajiste esos fragmentos?
—Por supuesto. No creo que pueda hacer demasiado, pero no podía darme
por vencida sin intentarlo.
John sonrió.
—No, veo que no.
Eve sintió la mirada de él sobre ella mientras se alejaba. Quizás hubiera
cometido un error al dejarle ver cuán vulnerable podía ser, pero la
conversación había pasado de un tema a otro casi sin que se diera cuenta.
Logan escuchaba con atención y parecía comprensivo e interesado. Tal vez
realmente le interesara. Tal vez no fuera manipulador como había creído.
O tal vez lo era. ¿Qué importancia tenía? No se avergonzaba de lo que
sentía por Bonnie y no había forma de que él pudiera buscarle la vuelta a algo
de lo que había dicho y utilizarlo en su contra. La única ventaja que podía
haber sacado era haber logrado que ella se sintiera un poco más en confianza
con él, el solo hecho de hablar de Bonnie había creado un delgadísimo lazo.
Pero una conexión tan frágil era fácil de romper y no ejercería influencia
sobre ella.
Abrió la puerta del laboratorio y fue directamente hacia el maletín que
había dejado sobre el escritorio. Lo abrió y comenzó a sacar los fragmentos
del cráneo del estuche. Armarlos sería como trabajar con un rompecabezas
con piezas del tamaño de astillas. ¿Qué tenía en la cabeza?, se dijo con
desesperación. Era una locura, algo totalmente imposible.
Bueno, sin duda lo sería si afrontaba la tarea con esa actitud, se dijo con
impaciencia. Reconstruir a Mandy era su trabajo y encontraría la forma de
hacerlo. La conexión con Mandy era algo en lo que podía depositar su
confianza, un lazo al que podía aferrarse sin temor.
—Hola, Mandy. —Se sentó frente al escritorio y tomó un hueso nasal, el
más grande que había quedado intacto—. Creo que comenzaremos por aquí.
No te preocupes. Tal vez nos lleve mucho tiempo, pero llegaremos.

—Mataron a Dora Bentz —informó Gil sin rodeos cuando Logan tomó el
teléfono.
—Mierda. —Apretó el auricular con fuerza.
—La apuñalaron y aparentemente la violaron. La encontró su hermana en
el departamento, esta mañana a eso de las diez. Tenían pensado ir juntas a una
clase de gimnasia aeróbica. La hermana tenía llave y entró después de golpear

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un buen rato y no obtener respuesta. La ventana estaba abierta y la policía
piensa que se trata simplemente de violación y asesinato.
—Simplemente, un cuerno.
—Pues si no fue así, lo hicieron muy bien —declaró Gil—. Sumamente
bien.
Igual que el vandalismo en el laboratorio de Eve en Atlanta.
—¿Te siguieron?
—Por supuesto. Ya sabías que me iban a seguir.
—¿Puedes averiguar con algunos de tus viejos compañeros a quién podría
estar usando Timwick?
—Es posible. Extenderé unas antenas. ¿Quieres que vuelva allá?
—No. Estuve tratando de ponerme en contacto con James Cadro toda la
mañana. Según la gente de su oficina, está de campamento con su esposa en
las Adirondacks. —Hizo una pausa—. Date prisa. No fui el primero en
preguntar por él.
—¿En qué lugar de las Adirondacks?
—En las cercanías de Jonesburg.
—Fantástico. Eso es lo que me gusta. Indicaciones precisas. Voy hacia
allá.
Logan cortó. Dora Bentz, muerta. Podría haberla salvado si hubiera
actuado ayer. Pero, diablos, pensó que estarían todos a salvo si no mostraba
interés por ellos, si fingía no tener idea de su existencia.
Se había equivocado. Dora Bentz estaba muerta.
Era demasiado tarde para ella, pero tal vez no para los demás. Una
distracción quizá pudiera salvar vidas y darle los testigos que tanto
necesitaba.
Pero no podía moverse con rapidez sin Eve Duncan. Ella era la clave.
Tenía que ser paciente y dejar que ella empezara a confiar en él.
Establecer una relación de confianza iba a ser un proceso lento con una
persona tan cautelosa como Eve. Era inteligente y en algún momento iba a
darse cuenta de que ella y su familia corrían más peligro del que representaba
un acto de vandalismo.
Así que al diablo con la confianza.
Iba a tener que buscar la forma de superar la resistencia de ella y
catapultarla hacia su campo.
Se arrellanó en el sillón y comenzó a considerar las posibilidades.

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—Hola. —Margaret asomó la cabeza dentro del laboratorio—. Llegaron los
decoradores que van a estar a cargo de convertir esto en un lugar más cálido.
¿Podrías evacuar el laboratorio por una hora y dejarlos trabajar?
Eve frunció el entrecejo.
—Te dije que no era necesario.
—El laboratorio no está perfecto, por lo tanto, es necesario. No hago mi
trabajo a medias.
—¿Solamente una hora?
—Les dije que no querías que te molesten y que perderían la venta si
tardaban más. Además, tienes que comer. —Miró el reloj—. Son casi las
siete. ¿Qué te parece si tomamos sopa y comemos un sándwich mientras
esperamos?
—Aguarda un minuto. —Trasladó con cuidado la tabla con los huesos de
Mandy al último cajón del escritorio—. Diles que no toquen el escritorio o
perderán más que una venta. Perderán la vida, porque los asesinaré yo misma.
—De acuerdo. —Margaret dio media vuelta y desapareció.
—Eve se quitó los anteojos y se frotó los ojos. Le vendría bien un recreo.
Había avanzado muy poco en varias horas y comenzaba a sentir frustración e
impotencia. Pero algo de progreso era mejor que nada. Volvería al trabajo
después de comer.
En el pasillo se topó con seis hombres y dos mujeres que avanzaban con
alfombras, sillas y almohadones y tuvo que pegarse a la pared para esquivar la
estampida.
—Por aquí. —Tomándola del brazo, Margaret la guió por entre dos
hombres que llevaban una alfombra enrollada y la llevó hasta la cocina—. No
es un trabajo tan grande como parece. Una hora, te lo prometo.
—No voy a tomar el tiempo. Me da lo mismo unos minutos más o unos
menos.
—¿No te está yendo del todo bien? —preguntó Margaret en tono
compasivo—. Qué pena. —Entraron en la cocina y le señaló dos lugares
puestos en la mesa—. Hice sopa de tomate y sándwiches de queso. ¿Te parece
bien?
—Perfecto. —Eve se sentó, tomó la servilleta y la abrió sobre sus rodillas
—. No tengo demasiada hambre.
—Yo estoy famélica, pero estoy a dieta y quiero tratar de cumplirla. —Se
sentó frente a Eve y la miró con expresión acusadora—. Es evidente que tú no
has estado a dieta en tu vida.
Eve sonrió.

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—Te pido disculpas.
—Más te vale. —Tomó el control remoto del mostrador—. ¿Te molesta si
enciendo el televisor? El Presidente va a dar una conferencia de prensa. John
me las hace grabar y escuchar y tengo que informarle si hay algo de
interesante.
—No hay problema. —Eve comenzó a comer—. Pero no esperes que
preste atención. No me interesa la política.
—A mí tampoco, en realidad. Pero a John le obsesiona.
—Oí hablar de las recaudaciones de fondos. ¿Crees que quiere meterse en
política?
Margaret negó con la cabeza.
—No toleraría tantos disparates. —Contempló la pantalla un instante—.
Chadbourne es bueno. Destila calidez. ¿Sabías que dicen que es el presidente
más carismático que hubo desde Reagan?
—No. Es un trabajo duro y con carisma sólo no se logra nada.
—Sí, ganar las elecciones. —Movió la cabeza en dirección a la pantalla
—. Míralo. Todo el mundo dice que esta vez puede llevarse el Congreso.
Eve miró. Ben Chadbourne era un hombre corpulento de unos cuarenta y
siete años, apuesto y con ojos grises chispeantes de vida y humor. Respondió
a una de las preguntas de los reporteros con una simpática broma. El salón
estalló en carcajadas.
—Causa sensación —comentó Margaret—. Y Lisa Chadbourne también
tiene lo suyo. ¿Viste el traje que tiene? Apuesto a que es de Valentino.
—No tengo idea.
—Ni te importa, tampoco. —Margaret hizo una mueca—. A mí sí me
importa. Siempre va a todas las conferencias de prensa y lo único que me
divierte es ver lo que tiene puesto. Algún día voy a ser lo suficientemente
delgada como para usar trajes como ése.
—Es muy atractiva —convino Eve—. Y se está esforzando muchísimo
por recaudar fondos para los niños maltratados.
—¿De veras? —preguntó Margaret en tono distraído—. Sí, ese traje tiene
que ser de Valentino.
Eve sonrió, divertida. Jamás hubiera pensado que una mujer tan dinámica
y enérgica como Margaret pudiera estar tan interesada en la ropa.
El traje en cuestión tenía un corte que hacía resaltar la figura esbelta y
atlética de Lisa Chadbourne. El suave tono de beige daba brillo a la piel
aceitunada y el pelo castaño. La esposa del Presidente le sonreía desde
bambalinas y se la veía orgullosa y llena de amor.

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—Muy lindo.
—¿Crees que se habrá operado para quitarse las arrugas? Tiene cuarenta y
cinco, pero no parece de más de treinta.
—Es posible. —Eve terminó la sopa—. O tal vez esté envejeciendo bien.
—Ojalá yo tuviera la misma suerte. Esta semana me descubrí dos arrugas
nuevas en la frente. No tomo sol, uso crema humectante, hago todo bien e
igual voy barranca abajo. —Margaret apagó el televisor—. Me deprime ver a
esa mujer. Y Chadbourne sigue diciendo lo mismo. Que bajará los impuestos,
creará más empleos y ayudará a los niños.
—No hay nada de malo en eso.
—Díselo a John. Qué diablos, Chadbourne hace y dice todo lo correcto, su
esposa sonríe almibaradamente, hace más beneficencia que Evita Perón y
hasta sabe hacer masitas. No va a serle fácil al partido de John destronar a un
gobierno al que todos llaman el segundo Camelot.
A menos que encuentre la forma de ensuciarlo. Cuanto más pensaba Eve
en ello, más probable le resultaba esa explicación y no le gustaba en absoluto.
—¿Dónde está Logan?
—Estuvo toda la tarde en su despacho, haciendo llamadas. —Margaret se
puso de pie—. ¿Quieres café?
—No, gracias, tomé en el laboratorio hace una hora.
—Bueno, parece que me anoté un punto proveyéndote de una cafetera
eléctrica.
—Hiciste un gran trabajo, tengo todo lo que necesito.
—Qué mujer afortunada. —Se sirvió café en la taza—. No muchas
personas pueden decir eso. La mayoría de nosotros no tenemos tanta suerte.
Tenemos que transar y conformarnos con… —Levantó la vista, horrorizada
—. Ay, Dios, perdón. No quise decir que…
—Olvídalo. —Eve se puso de pie—. Creo que me quedan unos veinte
minutos hasta que tus decoradores terminen con el laboratorio. Iré a mi
habitación a hacer algunas llamadas.
—¿Te vas por mi culpa?
—No seas absurda. No soy tan sensible.
Los ojos de Margaret le examinaron la cara.
—Creo que sí lo eres, pero lo manejas muy bien. —Hizo una pausa y
luego añadió, algo incómoda—: En realidad, te admiro. Si estuviera en tu
lugar, creo que no podría… —Se encogió de hombros—. Te aseguro que no
quise herirte.

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—No me heriste —respondió Eve con suavidad—. Realmente tengo que
hacer llamadas.
—Entonces ve. Terminaré el café e iré a apurar a los decoradores.
—Gracias. —Eve abandonó la cocina y fue directamente a su habitación.
Lo que le había dicho a Margaret había sido una verdad parcial. El tiempo
había hecho cicatrizar las heridas y en muchos aspectos, se sentía
verdaderamente afortunada. Tenía una profesión que le daba satisfacción,
tenía a su madre, a la que amaba y también buenos amigos.
Y lo mejor sería comunicarse con uno de esos amigos para ver si Joe
había averiguado algo sobre Logan. No le gustaba cómo pintaba la situación,
decidió.
No, primero llamaría a su madre.
El teléfono sonó seis veces antes de que Sandra respondiera y cuando lo
hizo, estaba riendo.
—Hola.
—Veo que no tengo que preguntarte si estás bien —declaró Eve—. ¿Qué
hay de tan gracioso?
—Ron acaba de volcarse pintura sobre el… —La risa la hizo interrumpir
la oración—. Tendrías que estar aquí para verlo.
—¿Están pintando?
—Te dije que quería pintarte el laboratorio. Ron se ofreció para
ayudarme.
—¿De qué color? —preguntó Eve con recelo.
—Celeste y blanco. Va a parecer un cielo con nubes. Estamos probando
uno de esos efectos nuevos que se logran con bolsas de residuos.
—¿Bolsas de residuos?
—Lo vi en la televisión. —Sandra tapó el auricular—. No, Ron, no hagas
eso. Estás ensuciando las nubes. En las esquinas hay que hacerlo de otra
forma. —Volvió a la conversación—. ¿Cómo estás?
—Bien. Estuve trabajando con…
Sandra se estaba riendo otra vez.
—No, querubines no, Ron. A Eve le daría un ataque.
—¿Querubines?
—Te prometo que solamente habrá nubes.
Santo cielo, querubines, nubes.
—Veo que estás ocupada. Volveré a llamar en unos días.
—Me alegro de que estés bien. Va a ser bueno para ti tomarte esos días.
Era evidente que su ausencia no le estaba causando ningún problema.

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—¿No hubo ningún disturbio más?
—¿Disturbio? Ah, te refieres a los vándalos. No, en absoluto. Joe vino de
visita con comida china, pero se fue enseguida después de que llegó Ron.
Resultó que ambos se conocían. Bueno, no es tan extraño, si te pones a pensar
que Ron está en la oficina del fiscal de Distrito y Joe… Ron, tienes que poner
más pintura blanca ahí. Eve, tengo que cortar. Me va a arruinar todas las
nubes.
—Y eso sería terrible. Adiós, mamá, cuídate.
—Tú también.
Eve sonreía cuando cortó. A juzgar por su voz, Sandra se sentía más joven
que nunca, ahora todo era Ron y todos estaban relacionados con Ron. No
tenía nada de malo sentirse así de joven. En los barrios marginados los chicos
crecían demasiado pronto y tal vez ahora Sandra pudiera recuperar algo de la
magia de la infancia.
¿Por qué esa idea la hacía sentir que tenía mil años encima?
Porque era tonta y egoísta y hasta tal vez envidiosa.
Joe.
Extendió la mano hacia el teléfono otra vez, pero se detuvo.
Logan sabía que ella había estado en el cementerio.
No le gustaba la idea de ese centro de actividad de vigilancia en la casa
para carruajes.
Basta, qué paranoico de su parte. Las cámaras de vídeo no eran
necesariamente equivalentes a teléfonos intervenidos.
Pero podrían serlo ¿o no? Desde que había llegado aquí había tenido la
sensación de que estaba atrapada en una red.
Sí, era decididamente paranoica.
Se puso de pie, extrajo el teléfono digital de su bolso y marcó el número
de Joe.
—Te estaba por llamar. ¿Cómo van las cosas?
—Nada bien. Estoy en ascuas. Me quiere involucrar más de lo que me
gusta. Necesito saber en qué estoy metida. ¿Averiguaste algo?
—Puede ser. Pero es bastante extraño.
—¿Qué no es extraño de todo esto?
—Parece que últimamente se ha obsesionado respecto de John F.
Kennedy.
—Kennedy —repitió Eve, perpleja.
—Así es. Y Logan es republicano, lo que ya en sí es extraño. Visitó la
Biblioteca Kennedy. Pidió copias del Informe de la Comisión Warren sobre el

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asesinato de Kennedy. Fue al depósito de libros de Dallas y luego a Bethesda.
—Joe hizo una pausa—. Hasta habló con Oliver Stone sobre la investigación
que realizó para su película JFK. Todo lo hizo sigilosamente y en silencio. Sin
apuro. Ni siquiera te darías cuenta de que hay una conexión entre sus acciones
a menos que estuvieras prestando atención al patrón de comportamiento,
como en mi caso.
—Kennedy. —Qué locura—. Eso no puede tener nada que ver con el
motivo por el que estoy aquí. ¿Algo más?
—Hasta el momento, no. Me pediste cosas fuera de lo común.
—Y vaya si cumpliste.
—Seguiré investigando. —Joe cambió de tema—. Hoy vi al nuevo novio
de tu mamá. Ron es buen tipo.
—Ella parece opinar lo mismo. Gracias por pasar a ver si estaba bien.
—No creo tener que volver a hacerlo. Ron parecía muy dedicado a la
tarea de protegerla.
—Todavía no lo conocí. Mamá tiene miedo de que lo ahuyente.
—Podrías hacerlo.
—¿Qué estás diciendo? Si sabes que quiero lo mejor para mamá.
—Sí, y armarás un escándalo terrible hasta que se lo consigas.
—¿Tan mala soy?
La voz de Joe se suavizó.
—No, tan buena eres. Oye, me tengo que ir. Diane quiere ir al cine de las
nueve. Te llamaré cuando sepa algo más.
—Gracias, Joe.
—Por favor. No creo haberte ayudado demasiado.
No, probablemente, no, pensó Eve mientras cortaba. El interés de Logan
por JFK podía ser una casualidad. ¿Qué conexión posible podía haber entre el
ex presidente y su situación actual?
¿Coincidencia? Dudaba de que Logan hiciera algo por casualidad. Era
demasiado astuto, tenía todo siempre bajo control. La búsqueda de
información sobre Kennedy era demasiado reciente como para no resultar
sospechosa y si había tratado de mantener oculto su interés en Kennedy, algún
motivo tendría.
¿Pero cuál? No sería que…
Se puso rígida ante la idea.
—¡Oh, Dios mío!

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Capítulo 07

No había nadie en la biblioteca cuando Eve entró unos minutos más tarde.
Cerró la puerta con violencia, encendió la luz y avanzó hacia el escritorio.
Abrió el cajón de la derecha. Papeles y agendas telefónicas. Lo cerró con
fuerza y abrió el de la izquierda.
Libros. Los sacó y los colocó sobre el escritorio.
Arriba de todos estaba el Informe de la Comisión Warren. Debajo, el libro
de Crenshaw sobre la autopsia de Kennedy y luego un libro gastado titulado
La Conspiración contra Kennedy: Preguntas y Respuestas.
—¿Te puedo ayudar en algo? —Logan estaba en la puerta.
—¿Está loco, Logan? —Eve lo fulminó con la mirada—. ¿Kennedy?
Tiene que haber perdido la cabeza.
Logan atravesó la habitación y se sentó frente al escritorio.
—Se te ve un poco alterada.
—¿Por qué tendría que alterarme? Solamente porque me trajo aquí para la
búsqueda más alocada concebida por el hombre. ¿Kennedy? —repitió—.
¿Qué clase de demente es usted?
—¿Por qué no te sientas y respiras hondo? —Sonrió—. Me asustas
cuando te veo así de pie con aire amenazador.
—Déjese de pavadas. Esto no es gracioso, Logan.
La sonrisa de él desapareció.
—No, no es gracioso. Esperaba que no tuviera que llegar a esto. Traté de
ser cuidadoso. Supongo que no decidiste revisar mi oficina por pura
curiosidad. ¿Fue Joe Quinn?
—Sí.
—Tenía entendido que era muy astuto. —Sacudió la cabeza.
—Pero fuiste tú la que me echó encima el sabueso. ¿Por qué no dejaste las
cosas como estaban?
—¿Pretendía que siguiera dando vueltas a ciegas?
Él se mantuvo en silencio un instante.
—No, creo que no. Pero tenía esperanzas de que lo hicieras. Quería que
entraras en esto sin prejuicios.

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—Por más sospechas que tuviera, no trabajaría sobre la base de prejuicios.
No se puede hacer de esa forma con esta clase de trabajo. Pero no puedo creer
que quiera que lo ayude a desenterrar a Kennedy.
—No se requiere ningún trabajo manual de tu parte. Sólo quiero que
verifiques…
—Sí, y que me maten de un tiro mientras verifico. ¡Por el amor de Dios,
Kennedy está enterrado en el cementerio de Arlington!
—¿Eso crees?
Eve quedó paralizada.
—¿Qué diablos está diciendo?
—Siéntate.
—No me quiero sentar. Quiero que me lo cuente todo.
—De acuerdo. —Logan hizo una pausa—. ¿Y si no fuera Kennedy el que
está enterrado en Arlington?
—Ay, cielos ¿otra teoría de conspiración?
—¿Conspiración? Sí, podría decirse que sí. Pero con una vuelta, más de
tuerca. ¿Y si fuera uno de los dobles de Kennedy el que fue asesinado en
Dallas? ¿Y si Kennedy hubiera muerto antes del viaje a Dallas?
Eve lo miró con incredulidad.
—¿Dobles de Kennedy?
—La mayoría de las figuras públicas tienen dobles para proteger sus vidas
y su intimidad. Se dice que Saddam Hussein tiene por lo menos seis.
—Es el dictador de un país del Tercer Mundo. Nadie podría hacer una
cosa así aquí.
—Sin ayuda no, por cierto.
—¿Ayuda de quién? —quiso saber Eve en tono sarcástico—. ¿Del
pequeño John-John? ¿Tal vez de su hermano Bobby? —Apretó los puños
contra los costados—. Usted está loco. Es lo más vergonzoso que he oído en
mi vida. ¿A quién demonios acusa?
—No acuso a nadie. Simplemente tomo en cuenta las posibilidades. No
tengo idea de cómo murió realmente. Tenía todo tipo de problemas de salud
que no eran de conocimiento público. Podría haber muerto por causas
naturales.
—¿Podría? Santo Cielo, ¿acaso sugiere que la causa puede no haber sido
natural?
—No me estás escuchando. ¡Diablos, no lo sé! Lo único que sé es que en
un engaño de esa importancia tiene que haber habido más de una persona
involucrada.

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—Una conspiración de la Casa Blanca. Una pantalla. —Eve sonrió con
aire burlón—. ¿Y qué conveniente le resulta que Kennedy haya sido
demócrata, no es cierto? Puede pintar a la oposición como una manga de
tramposos e inescrupulosos que no merecen ganar la elección este año. Qué
casualidad que una mancha gigantesca como ésta pueda traducirse en una
victoria para su partido.
—Puede ser.
—Qué cretino. No me gustan las campañas de desprestigio. Y tampoco
me gusta que me usen, Logan.
—Es comprensible. Ahora bien, si ya has terminado de dar rienda suelta a
tu fastidio ¿quieres escucharme un instante? —Se inclinó hacia delante en la
silla—. Hace ocho meses recibí un llamado de un hombre llamado Bernard
Donnelli, el dueño de una casa funeraria en las afueras de Baltimore. Me
pidió que fuera a encontrarme con él. Me dijo poco, pero suficiente como para
dejarme intrigado, de manera que volé a Baltimore al día siguiente. Estaba
asustado y se encontró conmigo en una playa de estacionamiento cerrada a las
cinco de la mañana. —Se encogió de hombros—. Muy poca imaginación.
Debe de haber creído que era Garganta Profunda o algo así. En fin, la codicia
pudo más que el miedo y quiso venderme la información. —Hizo una pausa
—. Más un objeto que pensó que yo podría encontrar valioso. Un cráneo.
—¿Solamente un cráneo?
El resto del cuerpo fue cremado por el padre de Donnelli. Al parecer, la
funeraria Donnelli ha sido utilizada durante décadas por la Mafia y la Cosa
Nostra para deshacerse de cadáveres. Los Donnelli tienen fama de ser
discretos y confiables. Sin embargo, uno de estos procedimientos puso muy
nervioso al viejo Donnelli. Aparecieron dos hombres una noche en su casa
con el cadáver de un hombre y aunque le pagaron una suma exorbitante, él no
se quedó tranquilo. No eran sus clientes habituales y no jugaban según las
reglas de siempre. Trataron de impedir que viera la cara del muerto, pero él
tuvo un atisbo que bastó para dejarlo paralizado de miedo. Temía que
volvieran y lo degollaran para eliminarlo como testigo. De manera que
rescató el cráneo y lo escondió para utilizarlo como arma y póliza de seguro.
—¿Rescató el cráneo?
—No mucha gente sabe que se necesita una temperatura de dos mil
quinientos grados y unas dieciocho horas para destruir por completo un
esqueleto. Donnelli logró colocar el cadáver de tal forma que el cráneo evitara
parcialmente las llamas. Cuando los dos hombres se fueron, al cabo de
cuarenta y cinco minutos, Donnelli recuperó el cráneo y cremó el resto del

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cuerpo. Utilizó el cráneo como herramienta de extorsión y antes de morir le
confesó a su hijo, Bernard, dónde lo había enterrado. Una herencia macabra
pero redituable, muy redituable.
—¿Donnelli murió?
—Sí, pero no lo asesinaron. Era anciano y tenía problemas cardíacos.
—¿Y a quién estaba extorsionando?
Logan se encogió de hombros.
—No lo sé. Donnelli hijo no me lo quiso decir. El negocio era por el
cráneo.
—¿Y me va a decir que usted no lo presionó?
—¿Por qué te diría una cosa así? Claro que traté de extraerle la
información. Lo único que me dijo fue lo que te conté. No tenía las agallas del
padre y no le gustaba vivir al filo del peligro. Me ofreció la ubicación del
cráneo y la historia a cambio de suficiente dinero como para mandarlo a Italia
con rostro e identidad nuevos.
—¿Y usted aceptó?
—Acepté. He pagado más por negocios con menos posibilidades.
—Y ahora quiere que yo haga dar frutos a esas posibilidades.
—Si lo que me dijo Donnelli era la verdad.
—No era la verdad. Toda esta historia es demencial.
—¿Entonces por qué no me sigues la corriente? ¿Qué problema hay? Si
no hay nada de cierto te irás con los bolsillos llenos de dinero mío, y yo
terminaré con un huevo en la cara. —Sonrió—. Ambas posibilidades deberían
darte sumo placer.
—Es una pérdida de tiempo.
—Te estoy pagando bien para perder el tiempo.
—Y si la historia tiene algo de cierto, lo menos inteligente que podría
hacer yo es andar desenterrando…
—Pero acabas de decir que no tiene nada de cierto.
—Es demasiado alocado creer que se trata de Kennedy, pero podría ser
Jimmy Hoffa o algún pez gordo de la Mafia.
—Siempre y cuando no me hayan vendido gato por liebre.
—Cosa más que segura, pienso.
—Entonces ven conmigo y lo averiguaremos. —Hizo una pausa—. A
menos que pienses que no podrías hacer el trabajo con la mente libre de
prejuicios. De ningún modo quiero que le pongas la cara de Jimmy Hoffa a
ese cráneo.

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—Sabe perfectamente que soy demasiado buena para eso. No trate de
manejarme, Logan.
—¿Por qué no? Soy bueno para eso. Todos hacemos lo que nos sale
mejor. ¿No sientes ni siquiera un poquito de curiosidad por saber si Donnelli
dice la verdad?
—No, es un disparate total.
—No tanto si alcanzó para que trataran de asustarte. ¿O prefieres olvidar y
perdonar lo que pasó en tu laboratorio?
Otra vez tratando de manejarla. De golpear donde dolía. Eve apartó el
rostro.
—No olvido nada, pero tampoco estoy segura de que…
—Redoblo la contribución a la Fundación Adam.
Ella se volvió lentamente hacia Logan.
—¡Diablos, está pagando demasiado por muy poco! Aun si fuera verdad,
todo pasó hace mucho tiempo. ¿Qué sucedería si a nadie le importara que los
demócratas hubieran llevado adelante ese engaño?
—¿Y si les importa? El clima es propicio. El público está harto de verse
manejado y usado por los políticos.
—¿A qué apunta realmente, Logan?
—Pensé que ya lo sabías todo de mí. Soy el típico millonario vil que trata
de hacer trampa con los naipes.
No sabía nada de él y tampoco pensaba aceptar como verdadera ni una
sola de las palabras que había dicho.
—¿Lo pensarás, no es cierto?
—No.
—Sí que lo harás. No podrás evitarlo. Dame tu respuesta mañana por la
mañana.
—¿Y si digo que no?
—¿Por qué crees que compré una propiedad con cementerio?
Eve se puso rígida.
—Fue una broma. —Logan sonrió—. Te enviaré de vuelta a tu casa, por
supuesto.
Eve se dirigió a la puerta.
—Y no te pediré que devuelvas el dinero de la Fundación Adam. Aun si
no cumples con tu parte del trato. Lo que me hace parecer mucho más
honrado que tú ¿no crees?
—Le dije que no iba a meterme en nada ilegal.

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—No estoy tratando de involucrarte en nada verdaderamente ilegal. No
vamos a profanar Arlington ni ningún otro cementerio. Solamente tenemos
que hacer una breve visita a un campo de maíz en Maryland.
—Lo que seguramente también es ilegal.
—Pero si estoy en lo cierto, nuestra pequeña transgresión terminará de la
mejor de las formas. —Se encogió de hombros—. Piénsalo. Medítalo con la
almohada. Eres una mujer razonable y pienso que verás que no te estoy
pidiendo que hagas nada que traicionaría tu código de ética.
—Siempre y cuando me esté diciendo la verdad.
Logan asintió.
—Siempre y cuando te esté diciendo la verdad. No pienso tratar de
convencerte de que no te estoy mintiendo. Sé que no serviría de nada. Tendrás
que decidir por ti misma. —Abrió el cajón superior del escritorio y sacó una
libreta de direcciones de cuero—. Buenas noches. Infórmame de tu decisión
no bien la hayas tomado.
Se dio cuenta de que él había dado la conversación por terminada. No iba
a hacer nada para persuadirla. La pelota estaba en su lado de la cancha.
¿O no?
—Buenas noches. —Salió de la biblioteca y subió rápidamente a su
habitación.
Kennedy.
Imposible. Kennedy yacía en Arlington, no en un pozo dentro de un
campo de maíz en Maryland. A Logan lo habían estafado: le habían hecho
pagar por nada.
Pero Logan era cualquier cosa menos un ingenuo. Si creía que había algo
de cierto en la historia de Donnelli, eso podía ser motivo suficiente como para
que ella investigara más el asunto.
Y para aceptar como cierto cualquier plan que Logan podría tener para
hacer una campaña de desprestigio. Podía estar mintiendo, hurgando
desesperadamente en busca de la forma de lograr lo que quería.
Habían hecho un trato, él había cumplido su parte.
Caray, estaba demasiado cansada como para tomar una decisión. Se iría a
dormir y esperaría a la mañana para ver las cosas con más claridad. Sería lo
más inteli…
La ventana.
Se puso rígida y contuvo la respiración. Era solamente su imaginación. No
iba a dejar que su mente le tendiera trampas. Estaba cansada, se sentía

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descorazonada y la imaginación comenzaba a jugarle malas pasadas. No iba
a…
La ventana.
Atravesó lentamente la habitación hacia la ventana y se quedó mirando la
oscuridad.

Oscuridad. Mosquitos. Insectos. Víboras.


Sus mocasines italianos de marca se estaban arruinando con el follaje
húmedo del sendero, se dijo Fiske con fastidio.
Nunca le habían gustado los bosques. Recordó cuando, de niño, lo
enviaron a una maldita colonia de vacaciones en Maine y lo habían obligado a
quedarse allí dos semanas. Sus padres siempre lo mandaban a cualquier parte
para deshacerse de él.
Cretinos.
Pero se lo había hecho pagar. Se había asegurado de que jamás lo
volvieran a aceptar en la colonia después de aquel verano. No habían podido
demostrar nada, pero el tutor se había dado cuenta. Sí que se había dado
cuenta. Fiske lo había visto en su expresión asustada, en la forma en que el
cretino evitaba mirarlo.
Ese verano aprendió varias lecciones que después pudo aplicar en la
vocación que eligió. Los fanáticos de los campamentos casi siempre
necesitaban hacer reservas para acampar en un parque nacional y cada reserva
era prolijamente documentada por los guarda parques.
Más adelante se veía la luz movediza de un fuego.
Blanco a la vista.
¿Se acercaría directamente o esperaría a que estuvieran dormidos?
Comenzaba a sentir la adrenalina en el cuerpo.
Se acercaría directamente. Que lo vieran, que sintieran lo que se venía.
Se despeinó con una mano y se pasó tierra sobre la mejilla.
El anciano de cabello gris estaba sentado, contemplando el fuego. La
esposa salió de la carpa y le dijo algo, riendo. Había un aire de intimidad y
afecto entre ambos que a Fiske le resultaba levemente molesto. En realidad,
todo lo relacionado con esta operación le molestaba. No le gustaba que lo
obligaran a poner en práctica sus habilidades en el medio del bosque y se
aseguraría de que el viejo y la mujer lo entendieran bien.
Hizo una pausa, respiró hondo y se abalanzó hacia el claro.

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—¡Gracias a Dios pude encontrar a alguien! ¿Me pueden ayudar? Mi
esposa está herida. Estábamos armando el campamento a un centenar de
metros de aquí, por el camino y se cayó y se rompió…

—Sé dónde están acampando —informó Gil—. Voy hacia allí. Pero llevo dos
horas de retraso. El guarda parques me dijo que hace unas horas ya le hicieron
las mismas preguntas.
La mano de Logan se cerró con fuerza alrededor del auricular.
—Ten cuidado.
—¿Qué, soy idiota, acaso? Claro que tendré cuidado. Y mucho más si se
trata de Fiske.
—¿Fiske?
—Llamé a mi contacto en el Departamento del Tesoro y me dice que de
tanto en tanto Timwick ha utilizado los servicios de Albert Fiske. Fiske era un
matón de la CIA, uno de los mejores. Siempre quería los trabajos más
difíciles, los golpes de más prestigio. Se enorgullece de su eficiencia y de su
capacidad para realizar trabajos que nadie más puede hacer. En los últimos
cinco años cortó los lazos con la CIA y trabaja solo, al parecer le va muy
bien. Se mueve rápido y conoce el sistema lo suficientemente bien como para
hacerlo funcionar a su favor. —Hizo una pausa—. Además, le gusta, Logan.
Te aseguro que le gusta.
—Mierda.
—Te llamaré de nuevo cuando los encuentre.
Logan colgó lentamente.
«Se mueve rápido».
¿Cuán rápido?
¿Y en qué dirección?
Sonó el teléfono interno que estaba sobre el escritorio.
—La señorita Duncan dejó la casa hace tres minutos —informó Mark.
—¿Va hacia el portón principal?
—No, está subiendo la colina.
—Enseguida voy.
Logan llegó a la casa de carruajes unos minutos después.
—Está en el cementerio —comentó Mark.
Logan se acercó a los monitores.
—¿Qué está haciendo?

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—Está oscuro y ella está a la sombra de ese árbol. Por lo que veo, no está
haciendo nada. Esta allí, nada más.
De pie junto a la cerca de un cementerio en la mitad de la noche.
—Acércate más.
Mark hizo unos ajustes en el panel de control y de pronto, la cara de Eve
apareció en la pantalla delante de él. No le decía nada. Estaba mirando las
tumbas cubiertas de flores, con el rostro completamente carente de expresión.
¿Qué había estado esperando él? ¿Tensión? ¿Sufrimiento?
—¿Raro, no? —observó Mark—. Qué loca.
—¡Diablos, no es una loca! —Logan se interrumpió, tan sorprendido
como Mark ante su repentino arrebato de ira—. Perdón, pero no es ninguna
loca. Tiene muchas cosas adentro, nada más.
—Está bien, está bien —se apresuró a decir Mark—. Sucede que me
pareció extraña toda la situación. Yo no me iría caminando de noche hasta un
cementerio. Tal vez ella… —De pronto lanzó una carcajada—. Tienes razón.
Está cuerda como el mismísimo demonio.

Eve estaba mirando hacia los árboles y tenía el dedo medio de la mano
derecha levantado en un gesto obsceno.
—Nos está mandando al cuerno —rió Mark—. Esa chica me gusta, John.
John no pudo menos que sonreír. Caray, a él también le gustaba. Le
gustaba porque era fuerte, inteligente y resistente. Hasta cuando se mostraba
testaruda y cambiante lo intrigaba. En otras circunstancias le habría gustado
tenerla de amiga… O aun de amante.
Amante. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que la estaba
considerando desde una óptica sexual. Era atractiva, pero a él le habían
llamado más la atención la inteligencia y la personalidad que el cuerpo alto y
esbelto.
Sí, claro. ¿A quién quería engañar? El sexo era siempre importante y si
iba a ser sincero consigo mismo, tenía que admitir que lo atraía su
vulnerabilidad.
Lo que lo convertía en una basura.
Así que lo mejor era olvidar el asunto y concentrarse en lo que era
importante, la razón por la que la había traído allí.
Y el motivo por el que ella seguía en ese condenado cementerio.

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La brisa cálida agitaba las flores sobre las tumbas y llevaba la suave fragancia
hasta donde estaba parada Eve, del otro lado de la cerca.
Le había dicho a Margaret que no era un espectro que rondaba los
cementerios, de modo que ¿por qué estaba ahí? ¿Por qué no se había ido a
dormir como había tenido intención de hacer, en lugar de obedecer ese
alocado impulso que la había llevado allí?
Era un impulso. Sí.
Creer que algo la había llamado desde allí era una locura y ella no estaba
loca. Había luchado por mantener la cordura después de la ejecución de
Fraser y le había costado mucho no lanzarse por el camino de la demencia.
Era tan fácil. Soñar con Bonnie por las noches estaba permitido, pero no
podía empezar a imaginar, despierta, que Bonnie estaba allí.
Además, Bonnie no podía estar aquí. Nunca había estado en este lugar.
Logan había hablado de muerte y tumbas y la mente de ella había hecho el
resto. Nadie la había llamado. Era solamente un impulso.

Una hora más tarde, al entrar en la casa, no se sorprendió al ver a Logan


esperándola.
—Estoy cansada. No quiero hablar, Logan. —Pasó junto a él y comenzó a
subir las escaleras.
Él sonrió.
—Me di cuenta por tu gesto tan grosero.
—No debería haber estado espiándome. No me gusta que me espíen.
—Un cementerio no es el sitio más agradable para dar una caminata. ¿Por
qué fuiste allí?
—¿Qué importancia tiene?
—Te lo pregunto por curiosidad, nada más.
Los dedos de Eve se cerraron alrededor de la baranda de la escalera.
—Déjese de buscarle el significado a todo lo que hago o digo. Fui allí
porque era de noche y conozco el camino. No me quería perder.
—¿Nada más?
—¿Qué esperaba? ¿Qué estuviera allí haciendo una sesión de espiritismo?
—No me ladres. Quería saber, nada más. En realidad, esperaba que la
caminata te hubiera aclarado las ideas y que hubieras tomado una decisión
sobre…
—No me las aclaró. —Eve subió unos escalones más—. Hablaré con
usted por la mañana.

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—Estaré trabajando casi toda la noche, si llegas a…
—Basta de presionar, Logan.
—Como digas. Puesto que sabes que te estamos vigilando —añadió—,
me pareció justo mantenerte informada sobre mi paradero.
—Sí, claro.
Eve cerró la puerta del dormitorio con estrépito y fue directamente al
baño. Una ducha caliente le aliviaría la tensión. Después, tal vez iría al
laboratorio a trabajar con Mandy. Sabía que no iba a dormir bien esa noche,
así que lo mejor era hacer algo productivo.
No era que tuviera miedo de irse a dormir y soñar con Bonnie. Bonnie no
era nunca una amenaza. ¿Cómo podía un sueño de amor representar un
peligro?
Y lo que la había llevado al cementerio esa noche había sido solamente un
impulso, no un llamado de Bonnie.

Los dos cuerpos estaban dentro de una bolsa de dormir, con los brazos
entrelazados en un abrazo final. Estaban desnudos, con los ojos bien abiertos,
mirándose mutuamente con terror.
Una larga estaca de carpa atravesaba los dos cuerpos.
—Qué hijo de puta. —Haberlos matado ya era terrible, pero Gil sintió que
había algo obsceno en la postura de la pareja de ancianos. No les habían
dejado ni siquiera dignidad en la muerte.
Echó un vistazo alrededor del campamento. No había pisadas. Ni pruebas
visibles. Fiske se había tomado tiempo para dejar todo limpio.
Gil abrió el teléfono celular y llamó a Logan.
—Demasiado tarde.
—¿Los dos?
—Sí, feo, muy feo. —Más que feo. Perverso—. ¿Qué quieres que haga?
—Vuélvete. No pude ponerme en contacto con Maren. Está en algún
punto del desierto. Pero tal vez eso sea bueno. Si no podemos ubicarlo, dudo
de que Fiske lo logre. Tal vez tengamos un descanso.
—No cuentes con ello. —Miró los dos cadáveres—. Fiske no se va a
quedar papando moscas.
—No cuento con nada, pero de ninguna manera quiero que vayas a
Jordania. Puede que te necesite.
Gil quedó inmóvil.
—¿El cráneo?

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—No puedo esperar más. Las cosas se están acelerando demasiado.
Vuelve enseguida. —Voy hacia allá.

Muy satisfactorio.
Todo prolijo y hasta había podido sacarse el gusto con algunos detalles.
Fiske canturreó por lo bajo mientras abría la puerta y subía al automóvil.
De inmediato marcó el número de Timwick.
—Todo listo con Cadro. Tomo el siguiente avión hacia Jordania. ¿Algo
más?
—Olvídate de Maren por el momento. Ve a unirte al equipo de vigilancia
de Barrett House.
Fiske frunció el entrecejo.
—No me gusta la vigilancia.
—Pues esta vez tendrás que hacerla igual. Si Logan y la mujer
estornudan, quiero enterarme de inmediato y que estés allí.
—No me gusta andar de un lado a otro hasta que termino el trabajo.
Todavía falta Maren…
—Seguimos a Gil Price cuando salió de Barrett House ayer a la mañana.
Fue directamente al departamento de Dora Bentz.
—¿Y qué? Lo dejé impecable.
—No entiendes. Price sabía lo de Dora Bentz, lo que significa que Logan
también sabe. —Timwick dejó escapar un largo suspiro—. Logan, Price y la
mujer tienen que morir.
—Dijiste que era demasiado arriesgado.
—Eso fue antes de estar seguros de que Logan iba por el camino correcto.
Ahora no hay forma de que podamos dejarlos con vida.
Por fin Timwick se ponía los pantalones.
—¿Cuándo?
—Te avisaré.
Fiske cortó. Las cosas estaban mejorando, decididamente. Las
oportunidades y el dinero iban en aumento. Comenzó a tararear otra vez
mientras abría la guantera y sacaba la lista de Timwick. Trazó una prolija
línea sobre el segundo nombre y debajo del nombre de Maren escribió
cuidadosamente, en letra de imprenta, John Logan, Gil Price y Eve Duncan.
Lo mejor era mantener todo ordenado.
Encendió el motor y de pronto sonrió al recordar la canción que seguía
tarareando:

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Haz una lista, revísala dos veces.
Ya sabrás quién fue el que hizo estupideces…

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Capítulo 08

—¡Despierta! —exclamó Margaret—. ¿Por el amor de Dios, tienes que


dormir también con esos huesos, Eve?
Eve levantó la cabeza, adormilada.
—¿Qué? Sacudió la cabeza para despabilarse. ¿Qué hora es?
Margaret estaba de pie adelante del escritorio.
—Son casi las nueve de la mañana. Anoche John me dijo que no ibas a
trabajar más.
—Cambié de idea. —Miró a Mandy, que estaba sobre el escritorio,
delante de ella. —Pude colocar algunas piezas más en el rompecabezas.
—Y te quedaste dormida trabajando.
—Iba a cerrar los ojos por un minuto. —Sentía feo gusto en la boca—.
Creo que estaba cansada, después de todo. —Corrió la silla hacia atrás—. Iré
a lavarme los dientes y a ducharme.
—No te moverás de aquí hasta que me digas qué buen trabajo hice con el
laboratorio.
Eve sonrió.
—Oh, disculpa. Quedó fantástico.
—Tu entusiasmo me conmueve. —Margaret suspiró—. Tendría que
haberles dicho que lo decoraran con cenizas y arpillera.
—Te dije que no tenía importancia. —Eve se levantó y fue hacia la puerta
—. Pero de todos modos valoro tu esfuerzo.
—John quiere verte. Me envió a buscarte.
—Lo veré una vez que me duche y me cambie.
—¿Puedes darte prisa? Ha estado bastante nervioso desde que volvió Gil.
Eve giró.
—¿Volvió?
Margaret asintió.
—Hace alrededor de una hora y media. Te están esperando en el
despacho.
Lo que estaban esperando era su decisión. Querían saber si saldría de
cacería con Logan. Kennedy.

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Santo cielo, a la luz del día la idea sonaba todavía más demencial que la
noche anterior.
—Y John me autorizó a transferir ese otro pago que pactaron a la
Fundación Adam —le anunció Margaret—. Llamé al Banco y en una hora ya
podrás verificar la transferencia.
No había pactado nada por otro pago. Logan estaba aplicando presión,
sobornándola sin insistir en que le devolviera el favor. Pues que donara el
dinero, entonces. Eso no afectaría su decisión y se beneficiarían los niños.
—Confío plenamente en ti.
—No, verifícalo —dijo Margaret—. John quiere que lo hagas.
Le importaba un rábano lo que quería Logan. Haría lo que ella tenía
deseos de hacer. Trabajar con Mandy durante la noche le había hecho bien. Se
sentía mucho más en control de la situación, ahora.
—Te veré más tarde, Margaret.

—Te tomaste tu tiempo —masculló Logan, y miró a Eve con expresión


ceñuda cuando entró en el despacho—. Estuvimos esperando.
—Tenía que lavarme y secarme el pelo.
—¡Y qué bien te quedó! —dijo Gil desde un rincón de la habitación—.
Valió la pena el retraso.
Eve le sonrió.
—Creo que Logan no opina lo mismo.
—Es cierto —dijo Logan—. Es mala educación hacer esperar a la gente.
—Depende de si uno tiene una cita o lo mandan llamar.
Gil rió por lo bajo.
—No debiste mandar a Margaret, Logan.
—Diablos, no quería que pareciera que la estaba presionando.
Eve arqueó una ceja.
—¿Ah, no?
—Bueno, no de manera tan obvia. —Hizo un ademán hacia la silla—.
Siéntate, Eve.
Ella negó con la cabeza.
—Esto va a ser breve.
Logan se puso tenso.
—Mira, no quiero que…
—Cállese, Logan. De acuerdo: lo haré. Iré a su maldito campo de maíz
para buscar ese cráneo. Lo traeremos aquí y haremos el trabajo que quiere que

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haga. —Lo miró directamente a los ojos—. Pero lo hacemos enseguida.
Quiero que esto termine de una vez.
—Esta misma noche.
—Perfecto. —Se dispuso a irse.
—¿Por qué? —preguntó Logan de pronto—. ¿Por qué aceptaste?
—Porque usted se equivoca y la única forma que tengo para demostrarlo
es hacer el trabajo. Quiero terminar y volver a lo que es importante para mí.
—Hizo una pausa y luego prosiguió con tranquilidad—. Y sí, me gustaría
verlo con un huevo roto en la cara. Es tanto lo que me gusta la idea que hasta
me ofrecería de voluntaria para trabajar en la campaña de reelección de
Chadbourne.
—¿Nada más?
Eve se cuidó de mantener el rostro inexpresivo. Que no viera nada. Que
no viera el pánico al que había tenido que sobreponerse la noche anterior. Que
no tuviera ninguna arma para utilizar contra ella.
—No, nada más. ¿Cuándo partimos?
—Después de medianoche. —Esbozó una sonrisa torcida—. Como
corresponde para una empresa tan macabra. Llevaremos la limusina. Es sólo a
una hora de aquí.
Eve miró a Gil.
—¿Tú también vienes?
—No me lo perdería por nada del mundo. No recuerdo la última vez que
desenterré un cráneo. Y ni hablar de uno que promete ser tan interesante. —
Guiñó un ojo—. «Oh, pobre Yorick, yo lo conocía, Horacio».
Eve se dirigió a la puerta.
—En realidad, esa cita se acerca más a la verdad que todo lo que me ha
dicho Logan. Ese cráneo tiene muchas más posibilidades de pertenecer al
Yorick de Shakespeare que a Kennedy.

—Se han puesto en marcha, Timwick —anunció Fiske por el teléfono—.


Price, Logan y la Duncan. Acaban de salir por el portón.
—Ten cuidado. Arruinarás todo si se dan cuenta de que los estás
siguiendo.
—No hay problema. No tenemos que acercarnos hasta que sea necesario.
Kenner puso un dispositivo de rastreo en la limusina cuando Price estaba en el
departamento de Bentz. Esperaremos hasta que estén en una ruta desierta, ahí
los paso y…

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—No, deja que lleguen al lugar donde están yendo antes de actuar.
—Esa tal vez no sea la situación ideal. Debería…
—Al diablo con la situación ideal. Dejarás que lleguen a donde están
yendo. ¿Me entendiste, Fiske? Deja que se encargue Kenner. Le di
instrucciones precisas y tienes que hacer lo que él dice.
Fiske cortó. Hijo de puta. Ya bastante duro era obedecer a Timwick y
ahora encima tenía que cederle la delantera a Kenner. En las últimas
veinticuatro horas ya se había saturado de ese idiota.
—Te dije que yo iba a estar a cargo —dijo Kenner desde el asiento del
conductor—. No harás nada hasta que yo dé la orden. —Movió la cabeza en
dirección a los dos hombres que estaban en el asiento trasero—. Igual que
ellos.
Fiske miró hacia delante y vio las luces de cola de la limusina en la
distancia. Respiró hondo y trató de relajarse. Todo iba a estar bien. Lograría
hacer su trabajo a pesar de la interferencia de Kenner. Mataría a los tres de la
limusina unos kilómetros más adelante y los tacharía de la lista.
Y después se armaría su propia lista, con el nombre de Kenner en primer
lugar.

El campo de maíz debería haberle traído a la mente algo tan estadounidense


como una feria estatal, pero Eve no podía pensar en otra cosa que no fuera
una película de horror donde unos niños macabros vivían en un campo de
maíz.
No había niños aquí.
Solamente muerte.
Y un cráneo enterrado bajo la rica tierra negra.
Esperando.
Eve descendió lentamente del coche.
—¿Es allí?
—Logan asintió.
Parece bien cuidado.
—¿Dónde está la casa?
—Unos diez kilómetros más al norte.
—Es un campo grande. Espero que Donnelli le haya dado bien las
instrucciones.
—Sí. Las tengo memorizadas. —Descendió del automóvil—. Sé
exactamente dónde está ubicado.

Página 99
—Esperemos que las indicaciones sean buenas. —Gil había abierto el
baúl y estaba sacando dos palas y una linterna—. Cavar no es de las cosas que
más me gustan. Pasé un verano trabajando en caminos cuando estaba en la
universidad y juré que no lo volvería a hacer nunca.
—Te lo tienes merecido. —Logan tomó la linterna y una de las palas—.
Nunca digas nunca. —Se adentró en el campo de maíz.
—¿Vienes? —preguntó Gil a Eve, mientras se disponía a seguir a Logan.
Ella no se movió.
Podía oler la tierra donde aguardaba la muerte.
Podía oír la brisa agitando las altas hileras de maíz.
Sintió que se le comprimía el pecho ante la idea de hundirse, ahogarse en
ese oscilante mar de maíz.
—¿Eve? —Gil estaba de pie en el extremo del campo sembrado,
esperando—. John quiere que vengas.
Ella se humedeció los labios.
—¿Por qué?
Gil se encogió de hombros.
—Pregúntaselo a él.
—Es un disparate haberme traído aquí. No voy a poder hacer nada hasta
que vuelva al laboratorio.
—Lo siento, pero quiere que estés presente cuando desentierre el cráneo.
Déjate de discutir, haz tu trabajo y vete de este lugar.
Siguió a Gil y se adentró en el campo de maíz.
Oscuridad.
Oía el ruido que hacía Gil delante de ella, pero no lo veía. Lo único que
veía eran los altos tallos a su alrededor. Era como estar enterrada. Aun con un
mapa e indicaciones ¿cómo podía Logan encontrar algo allí?
—Veo una luz adelante —dijo la voz de Gil.
Eve no veía nada, pero apresuró el paso.
Tenía que terminar con este asunto e irse de allí.
Ahora veía la luz. Logan había dejado la linterna en el suelo y estaba
cavando. La pala se clavaba en la tierra y desgarraba las raíces del maíz.
—¿Aquí? —preguntó Gil.
Logan levantó la vista hacia ellos y asintió.
—Rápido. Está enterrado hondo, para que el propietario no lo encuentre al
sembrar. No hay que andar con cuidado. Se supone que está dentro de una
caja forrada con plomo.
Gil se puso a cavar.

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Al cabo de cinco minutos, Eve lamentó que no le hubieran dado una pala
a ella también. Hubiera sido mejor estar ocupada que de pie allí, mirando. La
tensión dentro de ella aumentaba con cada segundo que pasaba.
Qué idiotez. Seguro que no había nada enterrado allí, se estaban
comportando como gente sacada de una novela de Stephen King.
—Golpeé algo —anunció Gil.
Logan lo miró.
—Aleluya. —Comenzó a cavar más rápido.
Eve se acercó al pozo y vio metal oxidado entre la tierra suelta.
—Cielos…
¿Por qué se sentía tan sacudida? El hecho de que Donnelli no hubiera
mentido respecto de la ubicación no quería decir que el resto de la historia
fuera verdad. Tal vez no hubiera un cráneo en la caja y las probabilidades de
que se tratara de Kennedy eran inexistentes.
Logan estaba forzando la cerradura de la caja.
De pronto se dio cuenta de que no se trataba de una caja. Era un ataúd.
Un ataúd de bebé.
—Basta.
Logan se quedó mirándola.
—¿Qué diablos…?
—Es un ataúd. Un ataúd de bebé…
—Ya lo sé. Donnelli era enterrador. ¿Cómo crees que consiguió un cajón
forrado en plomo?
—¿Y si no es un cráneo?
La expresión de Logan se endureció.
—Es el cráneo. Estamos perdiendo el tiempo.
Rompió la cerradura del ataúd. Eve esperaba que tuviera razón. La idea de
que un bebé hubiera estado enterrado allí solo y perdido le causaba una pena
intolerable.
Logan abrió el ataúd.
No había ningún bebé.
Aun a través del grueso envoltorio de plástico Eve pudo distinguir el
cráneo.
—Aquí está el premio mayor —murmuró Logan y acercó la linterna—.
Sabía que…
—Oigo algo. —Gil levantó la cabeza.
Eve también lo oía.
¿El viento?

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No era el viento.
Era algo más fuerte. El mismo ruido que habían hecho ellos al avanzar por
entre el maíz. Y el ruido venía hacia ellos.
—Mierda —masculló Logan—. Cerró el ataúd y se puso de pie de un
salto. —Huyamos de aquí.
Eve miró por encima de su hombro. Nada. Solamente ese sonido
amenazante.
—¿Podría tratarse del dueño de las tierras, no?
—No es él. Viene más de uno. —Logan ya había echado a correr—. No te
separes de ella, Gil. Trazaremos un círculo por el campo sembrado y
saldremos al camino donde dejamos el coche.
Gil la tomó del brazo.
—Corre.
No tenían que hablar. Alguien los oiría. Pero qué locura. ¿Qué
importancia podía tener? Estaban haciendo tanto ruido al correr como sus
perseguidores.
Logan zigzagueaba por entre el maíz y ellos lo seguían.
Corriendo.
En la oscuridad sofocante. Ruidos.
Le dolían los pulmones.
¿Se habrían acercado?
No había forma de saberlo. Ellos mismos estaban haciendo demasiado
ruido como para que pudiera darse cuenta.
—¡A la izquierda! —gritó alguien detrás de ellos.
Logan cortó en ángulo recto por entre el maíz.
—Me parece que veo algo —se oyó otra voz.
Santo Cielo, parecía como si el hombre estuviera en la hilera de al lado.
Logan giraba, tomaba por el mismo lugar por donde habían venido.
Gil y Eve le pisaban los talones.
Más rápido.
Eve estaba totalmente desorientada. ¿Cómo sabía Logan Adónde estaba
yendo?
Quizá no lo sabía. En cualquier momento podían toparse con quienquiera
que fuera el que los estaba persiguiendo. Tal vez debieran…
Logan doblaba otra vez. A la izquierda.
Estaban fuera del campo de maíz, corriendo hacia el camino.
La limusina.
A más de cincuenta metros de distancia.

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Al lado había un Mercedes. Eve no podía ver si había alguien adentro.
Echó una mirada por encima del hombro hacia el campo.
Nadie.
Y ya casi habían llegado al coche.
La puerta del Mercedes se abrió.
Gil le soltó el brazo.
—¡Mete el ataúd dentro de la limusina, John! —Se volvió, sacó una
pistola y corrió hacia el hombre que descendía del Mercedes.
Demasiado tarde.
Un disparo.
Eve vio con horror cómo Gil caía hacia delante. Logró ponerse de rodillas
y trató de apuntar el arma.
Oh, Dios, el hombre le estaba apuntando nuevamente.
Eve ni siquiera se dio cuenta de que se estaba moviendo hasta que tomó el
arma con la mano y la hizo a un lado. El hombre se volvió hacia ella, Eve le
asestó un golpe con el canto de la mano en la arteria carótida del cuello. El
sujeto gruñó, se le nublaron los ojos y cayó al suelo.
—Conduciré yo. Sube con Gil al asiento de atrás. —Logan estaba
arrastrando a Gil los metros que lo separaban de la limusina—. Trata de
detener la sangre. Tenemos que salir de aquí. Deben de haber oído el disparo.
Eve sostuvo la puerta abierta y luego se zambulló al asiento trasero junto a
Gil.
Dios, qué pálido estaba. Le desgarró la camisa. Sangre arriba, a la altura
del hombro. ¿Y si…?
—¡Ahí vienen! —gritó Logan y la limusina dio un salto hacia delante.
Eve miró por la ventanilla y vio que tres hombres salían corriendo de
entre las plantas de maíz.
La limusina salió despedida por el camino, haciendo volar la grava.
Logan miró por el espejito retrovisor.
—¿Cómo está?
—Tiene una herida en el hombro. No sangra demasiado. Ya recuperó la
conciencia. —Volvió a mirar por la ventanilla—. Llegaron al camino. ¿No
puede ir más rápido?
—Estoy tratando —masculló Logan entre dientes—. Es como conducir un
maldito barco.
Había llegado a la ruta pavimentada que llevaba a la autopista, pero el
Mercedes era demasiado veloz. Los faroles delanteros estaban unos pocos
metros detrás de ellos.

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De pronto, el Mercedes golpeó contra el costado de la limusina.
Estaban tratando de empujarlos fuera del camino y hacerlos caer a la
cuneta.
Logan apenas si podía mantener el coche en el camino.
—¡Adelántese! —chilló Eve—. Si caemos en esa cuneta nos ahogamos.
—¿Qué crees que estoy tratando de hacer?
Por fortuna, faltaban solamente unos metros para la autopista.
El Mercedes volvió a golpear contra la limusina y ésta viró hacia la
cuneta.
Desesperado, Logan hizo girar el volante y logró evitar que cayeran.
—El golpe los hizo desviarse. ¡Vamos ahora! Es nuestra oportunidad —
exclamó Eve.
Logan pisó el acelerador.
—Están demasiado cerca —Logan miró por el espejito retrovisor—. Nos
atraparán antes de que lleguemos a la autopista.
—El ataúd —murmuró Gil—. Dáselo…
—¡No! —exclamó Logan.
Eve miró el cajoncito a sus pies.
—Dales el…
Eve extendió la mano hacia la manija de la puerta.
—¿Qué haces? —dijo Logan.
—¡Cállese! —le espetó Eve—. Gil tiene razón. Quieren el maldito ataúd y
se lo vamos a dar. Más importantes son nuestras vidas.
—¿Y si siguen? Lo habrás entregado por nada.
—Me importa un rábano. Ya le dispararon a Gil por culpa de este cráneo.
Nadie más va a resultar herido. Reduzca le velocidad y mantenga el coche en
este carril, pase lo que pase.
Logan aminoró la marcha, pero Eve tuvo que hacer fuerza para abrir la
puerta contra el viento.
—Se están acercando.
—Mantenga el coche en el carril. —Arrastró el ataúd y lo empujó hacia la
puerta—. Y quédese lo más adelante que pueda.
—No creo que…
—Trate.
El viento había abierto la puerta. Eve empujó el ataúd. Rebotó dos veces y
resbaló hacia el otro carril.
—Ahora veremos. —Eve mantuvo la vista fija en el Mercedes.
—Ojalá que… ¡Sí!

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El Mercedes había pasado de largo. Al principio pareció que no fueran a
prestar atención al ataúd, pero de pronto redujeron la velocidad, giraron en
redondo y comenzaron a desandar camino.
—Estamos llegando a la autopista —anunció Logan—. La limusina voló
por la rampa y se mezcló entre el tránsito.
Coches. Camiones. Gente.
Eve sintió una oleada de alivio al verse rodeada de vehículos.
—¿Estamos a salvo, ahora?
—No. —Logan se desvió y se detuvo a un costado de la autopista—.
Cierra la puerta. —Se volvió hacia Gil—. ¿Cómo estás?
—Es apenas un rasguño. Ni siquiera me sangra, ya.
—No creo que sea seguro parar. Llamaré a Margaret y haré que te consiga
un médico. ¿Estás seguro de que no estás perdiendo sangre? ¿Aguantas hasta
que lleguemos a Barrett House?
—Por supuesto —repuso Gil en voz débil—. Si aguanté tu forma de
conducir, aguantaré cualquier cosa.
Gracias a Dios, estaba lo suficientemente bien como para bromear, pensó
Eve, aliviada.
—No había otra opción —le recordó Logan—. Además, por ese
comentario tan desconsiderado, te merecerías que te baje aquí y te haga
volver caminando.
—Bueno, me callo, me callo. —Gil cerró los ojos—. Como eso me resulta
tan difícil, creo que dormiré un poco.
—No, no es una buena idea —objetó Logan mientras se mezclaba
nuevamente con el tránsito—. Mantente despierto. Quiero saber si pierdes el
conocimiento.
—De acuerdo, como quieras. Sólo cerraré un poco los ojos.
La mirada de Logan se topó con la de Eve por el espejo retrovisor.
Ella asintió y él pisó el acelerador con más fuerza.

—¿Qué diablos estás haciendo? —chilló Fiske—. ¡Los vamos a perder!


—¡Cállate! —le ordenó Kenner—. Sé lo que hago. La caja es más
importante.
—Pedazo de idiota. Nada es más importante. Tanto trabajo para que los
dejes…
—Timwick dijo que si había que elegir entre recuperar lo que habían ido a
buscar o atraparlos a ellos, teníamos que recuperar la caja.

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—Podemos buscarla más tarde. La arrojaron solamente a modo de
distracción.
—¿Crees que no pensé en eso? No puedo correr riesgos. Está en la mitad
del camino. Podrían destrozarla o llevársela.
—¿A estas horas de la noche?
—Timwick quiere lo que hay ahí adentro.
Fiske se sintió invadido por la ira. Ahora no habría forma de alcanzar a
Logan. Y todo por la obsesión de Timwick con esa maldita caja.
Kenner era igual que Timwick, se detenía tanto en los detalles que no veía
lo que realmente era importante. Había que dedicarse a un objetivo por vez y
no permitirse distracciones.
Mucho menos si se trataba de una maldita caja.

Dos hombres con uniformes blancos salieron de Barrett House no bien Logan
detuvo la limusina. Transfirieron a Gil a una camilla y lo llevaron adentro.
Eve descendió del coche. Sentía las rodillas tan flojas que tuvo que
apoyarse contra el paragolpes.
—¿Estás bien? —preguntó Logan.
Ella asintió.
—Le diré a Margaret que te traiga una taza de café —dijo por encima del
hombro mientras se dirigía a la casa. Tengo que asegurarme de que Gil no
tenga nada grave.
Aturdida, Eve se quedó mirándolo hasta que desapareció. Habían
sucedido demasiadas cosas en muy poco tiempo para que pudiera tomar
conciencia de que ya había terminado. O de que realmente había sucedido.
Pero el costado abollado de la limusina era testimonio mudo de esa
persecución aterradora.
Y la herida de Gil Price no era obra de su imaginación. Podrían haberlo
matado. Podrían haberlos matado a todos si ella no hubiera arrojado el ataúd
fuera de la limusina.
—Café. —Margaret le puso un jarrito en la mano—. Ven adentro a
sentarte un poco.
—Iré en unos minutos. No me funcionan las piernas. —Bebió un sorbo de
café—. ¿Cómo está Gil?
—Consciente y bromeando como loco. El doctor quiere amordazarlo.
El café estaba fuerte y pronto comenzó a sentir el efecto de la cafeína.
—¿Cómo lograste que viniera un médico aquí a estas horas de la noche?

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—El dinero mueve montañas. —Margaret se apoyó contra la limusina—.
¿Estás asustada?
—¡Caray, cómo no voy a estarlo! Tal vez tú estés acostumbrada a estar
metida en un tiroteo, pero yo no.
—Yo también me asusté. Nunca pensé… —Respiró hondo, algo
temblorosamente—. Nunca imaginé esto. Pensé… No sé qué pensé.
—¿Pero sigues confiando en Logan lo suficiente como para continuar
trabajando para él?
—Claro que sí. —Margaret se enderezó—. Pero pienso pedirle un
aumento y bonificación por trabajo peligroso. ¿Ya estás lista para entrar?
Eve asintió.
Trabajo peligroso. La generosidad de Logan comenzaba a tener sentido
ahora. Aquí no estábamos hablando de gatos muertos ni vándalos salvajes.
Esto se trataba de un asesinato. Habían tratado de matar a Gil. Hasta podrían
haberlos matado a todos si la limusina hubiese terminado en la cuneta.
—¿Estás mejor? —Logan había descendido la escalera—. Tienes más
color en la cara.
—¿De veras? —Bebió otro sorbo de café—. ¿Cómo está Gil?
—Es una herida superficial. Braden dice que se repondrá pronto. —Se
volvió hacia Margaret—. No queremos que den el informe a la policía,
todavía. Convence a Braden de que lo posponga.
—Sí, claro, y que me acusen de ocultar… —Suspiró y se dirigió a las
escaleras—. Me encargaré del asunto.
Margaret había llegado al piso superior cuando Logan se volvió hacia
Eve.
Tenemos que hablar.
—Por decirlo de alguna manera, sí. —Eve se dirigió a la cocina—. Pero
ahora tengo la taza vacía y necesito más café.
Logan la siguió y se dejó caer sobre una silla, frente a la mesa.
—Lamento que te hayas asustado así.
—¿Qué, con eso se supone que ahora me empiezo a sentir cuidada y
calentita? —Se sirvió café con manos temblorosas—. Pues no es así. Estoy
aterrada ahora, pero cuando se me pase, voy a sentir una furia monumental.
—Lo sé y no puedo esperar otra cosa. —Hizo una pausa—. Estuviste
increíble esta noche. Diría que le salvaste la vida a Gil. ¿Dónde aprendiste
karate?
—Fue Joe. Después de que Bonnie… Le dije que nunca más volvería a
ser una víctima, ¿recuerda? Joe me enseñó a poder cuidarme sola.

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—Y a los demás también, parece —sonrió Logan.
—Alguien tenía que ayudarlo. Usted estaba más preocupado por ese
maldito ataúd que por su amigo. ¡Por Dios, está obsesionado! Me sorprende
que haya accedido a aminorar para que yo pudiera arrojarlo.
La sonrisa de Logan desapareció.
—Gil está entrenado para cuidar de sí mismo, también. Él tenía su trabajo,
yo el mío.
—Y yo tengo el mío. —Eve lo miró a los ojos—. Pero nunca pensé que el
trabajo incluía que alguien me quisiera disparar.
—Te dije que tratarían de detenernos.
—Sí, pero no me dijo que tratarían de matarnos.
—No, supongo que no.
—¡Sabe perfectamente bien que no me lo dijo! —Su voz se elevó con
fastidio—. Fue todo un desastre. Usted arriesgó su vida por un asunto absurdo
y me metió a mí también en él. Casi me hizo matar, maldito canalla.
—Sí.
—Y no había motivo para eso. Yo no tenía por qué estar allí.
—Sí, tenías que estar.
—¿Y qué se suponía que iba a hacer? ¿Trabajar sobre el cráneo allí, en el
condenado campo de maíz?
—No.
—Entonces… ¿Para qué me hizo ir?
—El doctor Braden se va —anunció Margaret desde la entrada—. Creo
que las cosas serán más fáciles si le palmeas el hombro y lo acompañas a la
puerta, John.
—De acuerdo. ¿Quieres venir conmigo, Eve? No hemos terminado, aún.
—Por supuesto que no hemos terminado. —Eve lo siguió hasta el
vestíbulo y observó su comportamiento con el médico. Fluido como la miel,
persuasivo como Lucifer. No le llevó más que un par de minutos lograr que el
médico se fuera encantado.
Se quedó en la puerta, viendo cómo Logan acompañaba al médico hasta el
coche.
—¿Qué bien lo hace, no crees? —murmuró Margaret.
—Demasiado bien. —De pronto ya no sentía ira, sino cansancio. ¿Qué
importancia tenía? Que tejiera todas sus tramas y telarañas. Nada de eso ya le
importaba.
Logan saludó al médico con la mano y luego se volvió hacia ella. Entornó
los párpados al ver su expresión.

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—Ya no estás enojada. Eso podría ser malo o bueno.
—O ninguna de las dos cosas. ¿Por qué tendría que alterarme? Todo esto
es agua que corre bajo el puente. Voy arriba a hacer la maleta. Ya está, hemos
terminado. Me voy.
—No hemos terminado nada.
Eve se puso rígida.
—¡Cómo que no!
Margaret se apresuró decir:
—Iré a ver cómo está Gil. —Y desapareció de inmediato.
La mirada de Logan no se apartó de la cara de Eve por un instante.
—No hemos terminado todavía, Eve —repitió.
—Accedí a hacer un trabajo, uno solo. Aun si no estuviera dispuesta a
estrangularlo por ponerme en peligro como hizo hoy, el trabajo terminó
cuando tiré el cráneo por la puerta de la limusina. Si cree que voy a quedarme
aquí mientras usted trata de recuperarlo, está loco.
—No tengo que tratar de recuperarlo.
Los ojos de Eve se agrandaron.
—¿Qué me está tratando de decir?
—Acompáñame.
¿Qué?
—Ya me oíste. Ven conmigo.
Dio media vuelta y se alejó.

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Capítulo 09

El cementerio.
Logan ya había atravesado el portón de hierro forjado cuando Eve logró
alcanzarlo. Caminaba con paso decidido por entre la hilera de tumbas.
Eve no lo siguió.
—¿Qué hace?
—Voy a recuperar el cráneo. —Se detuvo frente a la tumba de Randolph
Barrett, levantó el trozo de tierra donde estaban plantados los claveles y lo
hizo a un costado. Tomó la pala que había estado escondida debajo y
comenzó a cavar. La tierra estaba blanda, recién removida y la tarea fue fácil
—. Como dudas de mí, tengo que darte un cráneo para que me creas.
Eve lo miró, incrédula.
—¿Está totalmente loco? ¿Va a desenterrar cualquier cadáver para…? —
Ahogó una exclamación cuando una idea le cruzó por la cabeza—. ¡Santo
Cielo!
Logan la miró y respondió a la pregunta que no había hecho.
—Sí, saqué el cráneo de ese campo de maíz hace dos meses.
—Y lo volvió a enterrar aquí. Por eso plantó flores encima de todas estas
tumbas. Quería borrar cualquier señal de que había estado cavando.
Logan asintió y siguió trabajando.
—Hay un viejo refrán que dice que el mejor lugar para esconder cosas es
en plena vista de todos, pero debo admitir que no me atreví a dejarlo así. Hice
que Mark instalara una alarma que suena si alguien toca la caja y ahora,
cuando estuve en la casa, se la hice apagar.
—Entonces cambió el cráneo que estaba en ese ataúd en el campo de
maíz. —Miró el nombre en la lápida—. ¿Puso allí el de Randolph Barrett?
—No, Barrett está compartiendo su aposento temporariamente, nada más.
Murió a los sesenta y cuatro años. Yo quería un cráneo más joven, así que se
lo compré a una facultad de Medicina de Alemania.
A Eve le daba vueltas la cabeza.
—Espere un poco. ¿Por qué? ¿Por qué se tomó tantas molestias?

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—Sabía que con el tiempo terminarían por adivinar lo que estaba
haciendo y se me ocurrió que podría llegar a necesitar una distracción.
Esperaba no tener que usarla. Intenté hasta último momento no mostrar las
cartas, pero algo debe de haber salido mal. Tú todavía no habías empezado el
proyecto. Las cosas se estaban moviendo demasiado rápido y tuve que
sacármelos de encima.
—¿Cómo que las cosas se estaban moviendo demasiado rápido? No
entiendo de qué diablos habla.
—No te conviene saberlo y será más seguro para ti que no lo sepas. —
Arrojó a un lado la pala, se inclinó y recogió la caja cuadrada de plomo que
había desenterrado—. Lo único que tienes que hacer es el trabajo por el que te
pagué.
—¿Que no me conviene saberlo? —Eve sintió un impacto cuando todas
las implicaciones del engaño de Logan la golpearon de lleno—. ¡Maldito
cretino!
—Puede ser. —Logan dejó el cajón a un lado y volvió a echar la tierra
dentro de la tumba—. Pero eso no cambia nada.
—Cambia todo. —La voz de Eve temblaba de ira—. Me llevó hasta ese
campo de maíz sabiendo que no tenía ningún sentido.
—Había motivos para hacerlo. Sabían que estabas contratada para el
trabajo y necesitaba que vinieras conmigo, para que todo resultara más
convincente.
—Y casi me matan de un tiro.
—Sí, lo siento, me arriesgué demasiado.
—¿Lo siento? ¿Eso es todo lo que tiene para decir? ¿Y Gil Price? Le
dispararon. ¡Trató de recuperar ese cráneo para usted y ni siquiera era el
cráneo indicado!
—Odio tener que desilusionarte, me doy cuenta que quieres cargar todas
las culpas sobre mis hombros, pero Gil sabía perfectamente lo que estaba
haciendo. Él hizo los arreglos para la compra del cráneo.
—¿Entonces lo sabía? ¿Acaso soy la única a la que no se le contó la
verdad?
—Sí. —Dejó la pala en el suelo y la cubrió con la tierra y las flores—. No
hubiera dejado que Gil se metiera en una cosa así sin prevenirlo.
—¡Pero a mí sí me metió sin decirme nada!
—Se suponía que no ibas a ser más que una observadora. Gil tenía que
participar. No pensé que te verías obligada a…

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—Una observadora. —Eve se enfurecía más con cada segundo que pasaba
—. Me tendió una trampa. Estuve preguntándome por qué querría que yo
estuviera allí, pero no se me ocurrió que sería para utilizarme como carnada.
—La carnada era el cráneo. Como te dije, tú ibas a estar allí para que todo
pareciera creíble. Necesitaba que pensaran que nuestro viaje era lo
suficientemente importante como para que nos siguieran.
—Usted quería que nos siguieran. ¡Quería que se acercaran lo suficiente
como para que hubiera una excusa válida para arrojar ese ataúd fuera de la
limusina!
Logan asintió.
—Tenían que creer que solamente por desesperación iba a renunciar a ese
cráneo. Tenía pensado ser yo el que lo arrojara, pero después hirieron a Gil y
tuve que conducir.
—Y Gil me dijo que lo hiciera. ¡Caray, usted hasta discutió conmigo por
eso!
—Pensé que sería la mejor forma de que lo hicieras. Estabas tan enojada
conmigo que hubieras hecho todo lo contrario de lo que te decía.
—Y usted hubiera permitido que Gil y yo muriéramos para engañarlos.
—Yo también estaba en el coche.
—Si se quiere suicidar, es asunto suyo. No tenía derecho de poner en
peligro a nadie más.
—Me pareció que era la única solución.
—¿Solución? ¡Por el amor de Dios, está tan obsesionado con esos asuntos
políticos que no le importó nada armar una farsa que casi nos mata a todos!
—Tenía que conseguir que te dieran tiempo.
—Entonces lo que hizo fue en vano. —Lo fulminó con la mirada—. Si
cree que voy a hacer este trabajo ahora, está loco. Tengo ganas de
estrangularlo y sepultarlo aquí mismo junto a Randolph Barrett. —Dio media
vuelta y se alejó—. No, me gustaría sepultarlo en algún lado donde nadie
pudiera encontrarlo jamás. Se lo merece, por canalla y por insensible.
—Eve.
Ella no le prestó atención y echó a andar colina abajo.
—Tienes todo el derecho de estar furiosa conmigo, pero hay cosas que
debes considerar. ¿Me permites aclarar la situación para que puedas…?
Eve apuró el paso. Ya empezaba a tratar de manejarla otra vez, el
desgraciado. Loco del diablo, siempre tramando cosas.
Se encontró con Margaret en las escaleras, cuando se dirigía a su
dormitorio.

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—Gil está durmiendo. Creo que…
—Consígueme un coche y un vuelo —le dijo con aspereza—. Me voy.
—Caray, parece que John no estuvo demasiado persuasivo. —Margaret
hizo una mueca—. No puedo decir que te culpo, pero ten confianza en John,
él…
—Olvídalo. Consígueme un pasaje en el primer vuelo.
—Tendré que hablarlo con John.
—O me sacas de aquí o me voy caminando hasta Atlanta. —Cerró la
puerta de un golpe, encendió la luz y se dirigió al placard. Sacó la maleta, la
arrojó sobre la cama y fue hacia la cómoda.
—Tienes que escucharme —dijo Logan en voz baja desde la puerta—. Sé
que es difícil ver las cosas con claridad cuando uno está alterado, pero no
puedo dejarte ir hasta que sepas en qué estás metida.
—No me interesa nada de lo que tenga para decir. —Eve arrojó toda su
ropa interior dentro de la valija—. ¿Por qué voy a escucharlo? Seguramente
son todas mentiras. Ha perdido toda su credibilidad. Me engañó y casi
consigue que me maten.
—Pero no te mataron. Lo que menos quiero es que te maten.
Eve volvió a la cómoda y abrió otro cajón.
—De acuerdo, exploremos la situación. No pensaste que lo que quería que
hicieras era lo suficientemente peligroso como para que alguien tuviera
problemas. Al parecer, te equivocaste. Esos tipos querían el cráneo y estaban
dispuestos a matar por él. Por lo tanto, al igual que yo, creen que es de
extrema importancia.
Eve arrojó el contenido del segundo cajón dentro de la maleta.
—No es Kennedy.
—Entonces demuéstraselo. Y demuéstramelo a mí también.
—Váyase al diablo. No tengo que demostrarle nada a nadie.
—Lamentablemente, creo que sí.
Eve se volvió hacia Logan y lo enfrentó.
—De ninguna manera.
—Tienes que hacerlo, si quieres seguir con vida. —Hizo una pausa—. Y
si quieres que tu madre siga con vida.
Eve se puso rígida.
—¿Me está amenazando?
—¿Quién, yo? En absoluto. Solamente te digo cómo son las cosas. La
situación ha llegado a un punto en que solamente tienes dos opciones:
demostrar que tengo razón y dejar que me lance detrás de esos crápulas con

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pruebas, o demostrar que estoy equivocado y presentarte ante los medios para
librarte de todos nosotros. —La miró directamente a los ojos—. Porque la
alternativa es que te pongan en la mira y te maten. No les importa si la
historia de Donnelli es verdad o no. No van a querer correr el riesgo,
directamente.
—Puedo conseguir protección policial.
—Sí, tal vez eso ayude por un tiempo. Pero no es una solución
permanente.
—Y puedo hacer que Joe lo haga comparecer a usted para declarar. No
tengo más que contarles todo esto.
—Y yo me las arreglaré para zafar, fresco y perfumado como una rosa.
Para eso están los abogados. No quiero pelear contigo, Eve —dijo en tono
serio—. Quiero mantenerte con vida.
—Qué pavada. Quiere exactamente lo que quiso desde el principio.
—Sí, pero una cosa no excluye la otra. Lo que sucedió en el laboratorio
fue una advertencia, pero lo que pasó hoy deja en claro que se han sacado los
guantes.
—Puede ser.
—Escúchame y ponte a pensar seriamente. —La miró y luego sacudió la
cabeza—. No puedo atravesar tu barrera de rechazo, ¿verdad? Bueno,
entonces te diré algo que no tenía pensado decirte: ya están eliminando a otros
testigos. Tres personas fueron asesinadas en los últimos días.
—¿Testigos?
—El caso ha estado lleno de muertes inexplicables desde el asesinato de
Kennedy. Debes de haber leído algo sobre eso. —Hizo una pausa—. Y ahora
todo ha comenzado de nuevo. Es por eso que esta noche quise provocar una
distracción. Tenía esperanzas de que los asesinatos cesaran si lograra crear
otro foco de atención.
—¿Por qué iba a creerle?
—Te puedo dar los nombres y direcciones de las víctimas para que los
verifiques con la policía. Te juro por Dios que estoy diciendo la verdad.
Eve le creyó. Hubiera preferido no creerle, porque sus palabras la habían
sacudido.
—No hay ninguna razón para que le hagan algo a mi madre.
—Sí, la razón de que atacándola a ella llegan a ti. Si no logran esto,
podrían utilizarla a ella como amenaza o como advertencia, igual que hicieron
con el gato en tu laboratorio.

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Sangre. Recordó el terror y el horror que sintió al ver los destrozos. Sin
duda Logan había querido que lo recordara, pero no era necesario. Tenía la
imagen grabada a fuego en la mente y no podía eliminarla de allí.
—Todo el tiempo habla de «ellos». Ya estoy harta de andar a ciegas.
¿Quiénes eran esos hombres que nos siguieron esta noche? ¿Quién es el que
está detrás de todo esto?
Logan tardó un instante en responder.
—El hombre que está digitando todo en este momento es James Timwick.
¿Te suena su nombre?
Eve negó con la cabeza.
—Es un pez gordo del Departamento del Tesoro.
—¿Y estuvo aquí hoy?
—No, no sé quiénes eran esos hombres. Probablemente no tienen ninguna
función gubernamental. Timwick no dejaría que pudieran relacionarlos con él.
En una conspiración como ésta, cuantas menos personas sepan la verdad, más
cubierto estará él. Sería mucho más fácil para él si pudiera utilizar todo el
poder del gobierno, pero apuesto a que son matones contratados.
Matones contratados. Todo parecía sacado de una película del Oeste de
cuarta categoría.
—¿Y quién destruyó mi laboratorio?
—Gil dice que pudo haber sido Albert Fiske. Ya ha trabajado para
Timwick antes.
Fiske. Ese espectáculo de sangre y horror ahora tenía nombre.
—Quiero que Joe se entere de esto. Él podrá encontrar a ese canalla.
—¿Realmente quieres involucrar a Quinn antes de tener pruebas?
Timwick es un peso pesado, Con una llamada podría complicarle mucho la
vida a tu amigo. —Su voz se tornó persuasiva—. Ponte a buscar esas pruebas,
Eve, haz tu trabajo. Harás que todo sea más fácil para Quinn y tú quedarás a
salvo.
—Y estaré haciendo lo que usted quiere.
—Todo tiene su lado negativo. Pero no dejes de hacerlo para contrariarme
a mí. Crees que estoy equivocado. Si lo demuestras ¿no me estarías
castigando por todos los problemas que te he traído?
—Un intento de asesinato no puede calificarse como problema.
—He sido franco contigo y te he prevenido. Ahora la decisión es tuya.
—Siempre lo fue.
—Entonces toma la que más te convenga. —Dio media vuelta y dio la
conversación por terminada—. Hacer los arreglos de seguridad para que

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vuelvas a tu casa va a llevar un poco de tiempo. Le diré a Margaret que te
reserve un pasaje en el vuelo de la tarde que sale del aeropuerto Reagan
National.
—¿Y si me quiero ir ahora?
Logan sacudió la cabeza.
—Te he convertido en un blanco y pienso protegerte de la mejor forma
posible. También redoblaré la seguridad alrededor de tu madre y de tu casa de
Atlanta. —Se volvió para mirarla—. ¿Por qué no cambias de idea, Eve?
Olvida lo disgustada que estás conmigo y haz lo mejor para ti y tu madre.
La puerta se cerró antes de que ella pudiera responderle.
Estocada y fuga. Qué manera de manejarla.
Mantén a tu madre con vida.
Trató de sofocar el pánico que la invadió. Logan había elegido con mucha
astucia las palabras que más hondo calarían. Lo mejor que podía hacer era no
prestar atención a nada de lo que él había dicho y desaparecer de allí cuanto
antes. De haber sabido en lo que se estaba metiendo, jamás le hubiera dicho
que haría el trabajo. Logan la había engañado deliberadamente y la había
metido en una situación que…
Despacio, despacio. Tenía que olvidarse de que quería estrangularlo. La
situación existía. ¿Qué podía hacer ella al respecto?
Demuestra que estoy equivocado.
Qué tentación. Si trabajara duro, en un par de días podría tener las
pruebas.
¿Y dárselas a Logan después de todo lo que le había hecho pasar?
Ni loca. No pensaba hacerlo mientras tuviera otro camino que tomar.
Haz lo que sea mejor para ti y tu madre.
Caminó lentamente hacia la ventana. Comenzaba a amanecer. A la tarde
ya podría estar volviendo a casa. Dios, cómo deseaba estar de vuelta donde
todo era conocido y tranquilizador.
Pero quizá ya no pudiera sentirse segura allí. La sola decisión de aceptar
el trabajo de Logan podía haber destruido la paz y seguridad que tanto había
cultivado a través de los años, desde la ejecución de Fraser. La estaban
arrastrando otra vez hacia un pantano de pesadilla en el que casi se había
hundido después de la muerte de Bonnie.
Pues bien, no se iba a ahogar. Si había sobrevivido a la muerte de Bonnie,
nada iba a hundirla ahora.

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Barrett House martes por la tarde

Logan estaba de pie en el vestíbulo cuando Eve bajó las escaleras después de
la una de la tarde.
Una sonrisa lenta le iluminó la cara.
—No traes la valija en la mano.
—Sigue estando lista. Me iré en cuanto termine el trabajo. Pero decidí que
hacerlo es la mejor forma de romper todo tipo de ataduras con este horror. —
Avanzó por el corredor hacia el laboratorio—. ¿Dónde está el cráneo?
—Vas directo hacia él. La caja está sobre tu escritorio. ¿Pero no te
convendría dormir un poco, primero?
—Ya dormí. Me duché y dormí un rato después de que tomé la decisión
de seguir.
—Podrías haberme mandado avisar para aliviar mi ansiedad.
—No tengo ningún deseo de aliviar su ansiedad.
—Comprendo tu punto de vista. Pero has tomado la decisión correcta.
—Si no estuviera segura de eso estaría caminando hacia la puerta en lugar
de hacia el laboratorio. —Lo miró con frialdad—. Y pongamos las cosas en
claro. En cuanto pueda demostrar que el cráneo no es el de Kennedy, llamaré
a los periódicos y les diré que usted es un idiota.
—Me parece bien.
—Y no pienso mantenerme incomunicada. Llamaré a mi madre y a Joe
todos los días.
—¿Acaso traté de impedírtelo? No te tengo prisionera. Espero que
podamos trabajar juntos.
—No es probable. —Abrió la puerta del laboratorio. La caja de plomo
ocupaba el centro del escritorio. Eve avanzó directamente hacia ella—.
Trabajo sola.
—¿Puedo preguntarte cuánto te va a llevar?
—Depende de las condiciones en que se encuentre el cráneo. Si no es un
rompecabezas, dos días, o tal vez tres.
—En mi opinión, se lo veía bastante intacto. —Logan hizo una pausa—.
Trata de que sean dos, Eve.
—No me presione, Logan.
—Me veo obligado a presionarte. No sé cuánto tiempo los mantendremos
distraídos. Timwick no dará por sentado que el cráneo que tiene es el
correcto. Lo hará revisar por algún colega tuyo. Tarde o temprano descubrirá
que no es el verdadero.

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—Usted dijo que él no iba a querer correr el riesgo de hacer identificar el
cráneo.
—Pero va a tener que hacerlo. No puede arriesgarse con el ADN o con los
registros dentales, pero puede hacerlo de otra forma. Siempre hay formas de
deshacerse luego de la gente que sabe demasiado. ¿Así que si el escultor es
bueno… le llevará dos días?
—Depende de si trabaja sobre un molde del cráneo o sobre el cráneo
mismo. Y de si tiene ganas de apurarse.
—No le quedará otra opción que apurarse, Timwick le aplicará una
presión increíble. ¿Quién es lo suficientemente bueno como para hacer este
trabajo?
—Hay solamente cuatro o cinco escultores forenses de primera categoría
en el país.
—Es lo que descubrí cuando me puse a buscar uno. A mi abogado no le
costó demasiado conseguir la lista.
Eve abrió la caja de plomo.
—¡Ojalá hubiera conseguido a otro en lugar de a mí!
—Pero tú eres la mejor, y yo tenía que conseguir al mejor. ¿Quién es el
segundo mejor?
—Simon Doprel. Tiene el toque.
—¿El toque?
Eve se encogió de hombros.
—Se toman todas las medidas y se hacen las pericias técnicas, pero
cuando se llega a las fases finales de la escultura, hay mucho de intuitivo.
Uno siente lo que está bien o está mal. Algunos lo tenemos, otros no.
—Interesante. —Logan hizo una mueca—. Y un poco extraño, quizá.
—No sea estúpido —le espetó Eve con frialdad—. Es un talento, no una
idiotez supernatural o algo así.
—¿Y Doprel lo tiene, también?
—Sí.
Eve sacó cuidadosamente el cráneo quemado de la caja. Caucásico.
Masculino. Huesos faciales casi intactos. Faltaba una buena parte de la parte
posterior.
—¿No es demasiado bonito, no? —dijo Logan.
—Usted tampoco lo sería si hubiera pasado por lo que pasó él. Donnelli
tuvo suerte. El cerebro podría haber estallado hacia adelante, en lugar de
hacia atrás y no hubiera habido chantaje… Ni una reconstrucción posible.
—¿El fuego hace que el cerebro estalle?

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Eve asintió.
—Sucede casi siempre con las víctimas de incendios.
Logan retomó la conversación anterior.
—¿Entonces Doprel sería una primera elección razonable?
—Si Timwick lo consigue. Trabaja casi exclusivamente para el
Departamento de Policía de Nueva York.
—Timwick lo va a conseguir. —Logan bajó la vista hacia el cráneo—.
Dos días, Eve. Por favor.
—Estará listo cuando tenga que estar listo. No se preocupe, no voy a
perder tiempo. Quiero que esto termine. —Avanzó hacia el pedestal y colocó
el cráneo en el centro—. Ahora, váyase. Tengo que tomar medidas y necesito
concentrarme.
—Sí, señora. —Instantes después, la puerta se cerró.
Eve no había apartado la vista del cráneo. Tenía que alejar a Logan de su
mente y no dejar que nada obstaculizara su trabajo. Las medidas tenían que
ser exactas.
Pero todavía no. Primero tenía que establecer una conexión, como hacía
siempre. Iba a ser más difícil, probablemente, porque se trataba de un adulto y
no de un niño. Tenía que recordar que él también estaba perdido. Midió las
diferentes partes del cráneo y anotó los números en su libreta.
—No eres el que Logan dice que eres, pero eso no importa. Eres
importante por derecho propio, Jimmy.
¿Jimmy? ¿De dónde había salido eso?
Podría tratarse de Jimmy Hoffa o algún personaje de la Mafia.
Sonrió al recordar las razones por las que le había dicho a Logan que no
quería tomar el trabajo.
Pero aquí estaba, haciéndolo.
Y Jimmy era un nombre como cualquier otro.
—Te voy a someter a todo tipo de cosas indignas, pero es por una buena
causa, Jimmy —murmuró—. Aguanta y quédate conmigo ¿de acuerdo?

Chevy Chase, Maryland martes por la noche

—No tengo tiempo para esto, Timwick —dijo Simón Doprel—. Me sacó de
un caso importante que va a ir a juicio el mes que viene. Búsquese otra
persona.
—Son solamente unos días. Usted dijo que lo haría.

Página 119
—No dije que vendría desde Nueva York hasta aquí, al campo. Sus
hombres prácticamente me secuestraron. ¿Por qué no me trajo el cráneo,
directamente?
—Había que mantenerlo confidencial. No dé un paso atrás ahora.
Averiguar si este es el terrorista que hemos estado buscando es más
importante que un caso de asesinato.
—¿Qué hace el Departamento del Tesoro persiguiendo terroristas? —
preguntó Simón con aspereza.
—Siempre nos involucramos si la amenaza concierne a la Casa Blanca. Si
necesita algo, pídaselo a Fiske. Lo tendrá más cerca que a su propia sombra
hasta que termine el trabajo. —Timwick sonrió—. Queremos que esté los más
cómodo posible mientras dure su estada con nosotros. —Salió de la
habitación y cerró la puerta.
Casi era mejor que Doprel tuviera tan pocos deseos de hacer el trabajo, se
dijo sombríamente. Trabajaría a toda velocidad y eso era justo lo que
necesitaban.
Cuando Timwick se enteró de que el cráneo había sido arrojado de la
limusina comenzó a sospechar de inmediato. La recuperación parecía haber
sido un poco demasiado fácil. El temor por las vidas de los ocupantes del
coche podía haber hecho que Logan sacrificara el cráneo, pero también era
posible que hubiera tratado de distraerlos. ¿Por qué no sacó el cráneo antes de
arrojar el ataúd? ¿Fue un momento de pánico?
Logan no era un hombre que sucumbía al pánico, pero había estado al
volante de la limusina. Kenner dijo que la que había arrojado el cajón había
sido la mujer. De todos modos, pronto lo sabrían.
Y hasta que lo supieran, seguirían vigilando Barrett House.

—Estás despierto. —Logan entró en el dormitorio y se sentó en el sillón junto


a la cama de Gil—. ¿Cómo te sientes?
—Me sentiría mucho mejor si ese médico no me hubiera dopado —se
quejó Gil—. El hombro está bien, pero tengo un dolor de cabeza monstruoso.
—Necesitabas descansar.
—Sí, pero no doce horas. —Trató de incorporarse—. ¿Qué hay de nuevo?
Logan se inclinó hacia delante y le acomodó las almohadas contra la
cabecera de la cama.
—Eve está trabajando con el cráneo.

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—Me sorprende. Pensé que estabas equivocado cuando decidiste llevarla.
Se podría haber asustado hasta el punto de hacerla rechazar el trabajo.
—O ponerse tan furiosa como para decidir quedarse. Las dos cosas eran
posibles. Pero no tenía opción. Tenía que hacerles creer que lo que estábamos
haciendo era importante. No esperaba que se acercaran tanto.
—Lo que quieres decir es que esperabas que se acercaran, pero no tanto.
—Esbozó una sonrisa burlona—. No me vengas con cuentos. Lo hubieras
hecho de todas formas.
—Es probable. —Logan se puso serio—. Eso no quita que lamente de
verdad que te hayan disparado.
—Para eso estaba allí. Nos pusimos de acuerdo en que yo intervendría y
tú te encargarías del señuelo. —Gil hizo una mueca—. Pero estuve muy torpe.
No estaría contando el cuento si no hubiera sido por nuestra dama de los
huesos. Estuvo bien, más que bien.

—Sí, al parecer Quinn pensó que tenía que saber defenderse de los Fraser de
este mundo.
—¿De nuevo Quinn?
Logan asintió.
—¿Siempre parece estar en el trasfondo, no? —Se puso de pie—. Voy
abajo a llevarle un sándwich a Eve. Todavía no salió del laboratorio.
—Sin duda te agradecerá que le des permiso para comer.
—No seas sarcástico.
—No fue mi intención serlo. Lo dije en serio. Ahora que la tienes
trabajando, imagino que andarás con el látigo hasta conseguir lo que quieres.
—Ella no me lo permitiría. ¿Quieres que te traiga algo?
—Mi reproductor de discos compactos y los discos. —Sonrió—. ¿Las
paredes, son gruesas? Pensaba torturarte con La hija del minero de Loretta
Lynn.
—Si lo haces, le diré a Margaret que venga a hacerte de enfermera.
—No te atreverías, soy un hombre malherido. —Su sonrisa desapareció
—. ¿Cuánto tiempo crees que tenemos?
—Tres días como máximo. Una vez que descubran que tienen el cráneo
equivocado, nos declararán la guerra en todos los frentes. Para cuando llegue
ese momento, tendremos que haber desaparecido de aquí. —Se dirigió a la
puerta—. Así que recupera las fuerzas, te necesito de pie.

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—Mañana me levantaré y volveré a la casa de carruajes. Me tienta la idea
de quedarme remoloneando en la cama con Loretta y Garth Brooks, pero no
quiero correr el riesgo de que venga Margaret a cuidarme.
Logan cerró la puerta y bajó a la cocina. Quince minutos más tarde, estaba
golpeando a la puerta del laboratorio, con un sándwich de jamón y un plato
con sopa de verduras en una bandeja.
Nadie respondió.
—¿Puedo entrar?
—Váyase. Estoy ocupada.
—Traje comida. Tienes que parar y alimentarte en algún momento.
—Déjela ahí, la buscaré más tarde.
Logan vaciló y luego dejó la bandeja sobre la mesa junto a la puerta.
—Date prisa, se te enfriará la sopa.
Por Dios, parecía una esposa rezongona, se dijo Logan. A lo que hemos
llegado. Por suerte, Margaret no estaba allí para oír ese áspero rechazo. Se
hubiera divertido como loca.

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Capítulo 10

—No cenaste. No puedes trabajar si no comes, mamá.


Lentamente, Eve levantó la cabeza del escritorio.
Bonnie estaba sentada en el suelo junto a la puerta, con los brazos
cruzados alrededor de las rodillas.
—Y me parece una tontería que te quedes dormida en el escritorio
teniendo una cama adonde ir.
—Iba a cerrar los ojos por un minuto, nada más —se defendió Eve—.
Tengo que trabajar.
—Ya lo sé. —Bonnie miró el cráneo que estaba sobre el pedestal—. Buen
trabajo.
—¿Te parece?
—Sí. —Bonnie tenía el entrecejo fruncido y una expresión perpleja en la
cara—. No lo sé. Me parece que es importante. Por eso te llamé para que
fueras al cementerio.
—No me llamaste. Fue un impulso.
Bonnie sonrió.
—¿Eso crees?
—O a lo mejor todas esas flores sobre las tumbas actuaron como mensaje
subliminal. Sabía que Logan era taimado y es posible que haya sospechado
que… Déjate de sonreír.
—Lo siento. En realidad, estoy muy orgullosa de ti. Es lindo tener una
mamá tan inteligente. Te equivocas, pero eres inteligente. —Volvió a mirar el
cráneo—. ¿Te está yendo bastante bien con Jimmy, no es cierto?
—Sí, pero hay algunos problemas.
—Los resolverás. Te ayudaré.
—¿Qué?
—Siempre trato de ayudarte en todo lo que haces.
—¿Así que ahora eres mi ángel de la guarda? Supongo que habrás estado
cuidándome la otra noche en la limusina.
—No, no pude hacer nada. Me asusté. Quiero estar contigo, pero todavía
no ha llegado el momento. No es tu tiempo, alterarías todo el equilibrio.

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—Qué disparate. Si el universo tuviera sentido o equilibrio, no te habrías
ido de mi lado.
—No sé cómo funciona. A veces las cosas salen muy mal. Pero no quiero
que salgan mal para ti también, mamá. Por eso ahora tienes que tener mucho
cuidado.
—Es lo que estoy haciendo. Y lo que más quiero es salir de este embrollo,
por eso estoy trabajando con Jimmy.
—Sí, Jimmy es importante. —Bonnie sonrió—. Desearía que no lo fuera.
Sería más fácil. —Se apoyó contra la pared—. Veo que vas a trabajar hasta el
agotamiento en los próximos días. Si no quieres irte a la cama, apoya la
cabeza otra vez sobre el escritorio y duerme.
—Estoy durmiendo.
—Claro que sí. A veces me olvido que soy solamente un sueño. Bueno,
hazme un favor, apoya la cabeza y vuélvete a dormir. Es un poquito raro estar
durmiendo erguida en esa silla.
—La rara eres tú. —Apoyó los brazos sobre el escritorio y luego la cabeza
sobre ellos—. ¿Ya te vas? —preguntó al cabo de unos instantes.
—Todavía no. Me quedaré un rato. Me gusta mirarte cuando duermes. Se
te van todas las tensiones y preocupaciones. Me gusta verte así.
Eve sintió el ardor de las lágrimas aun con los párpados cerrados.
—Chiquilina extraña…

Barrett House
Miércoles por la mañana

—Anoche no comiste nada —Logan abrió la puerta y entró con paso decidido
en el laboratorio, trayendo una bandeja con el desayuno—. Detesto ver
desperdiciado mi trabajo. Voy a quedarme a ver que termines esto.
Eve levantó la vista del cráneo.
—Me emociona su preocupación por mi bienestar. —Fue hasta el
lavatorio y se lavó las manos—. Pero sé que es porque no quiere que me pase
del otro lado y pierda tiempo.
—Exactamente. —Logan se sentó en el sillón para visitas—. Así que
dame el gusto.
—De ninguna manera. —Eve se sentó frente al escritorio y tomó la
servilleta de la bandeja—. Comeré porque tengo hambre y es necesario y
lógico que coma. Nada más.

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—Qué forma de ponerme en mi lugar. No me importa, mientras comas. —
Logan la estudió con atención—. Se te ve descansada, pero tu cama está
intacta.
—Dormité un poco aquí. —Bebió el vaso de jugo de naranja—. Y no se
meta en mi dormitorio, Logan. Ya ha invadido demasiadas partes de mi vida.
Es que me siento responsable. Quiero ayudar.
—¿A acelerar el trabajo?
—En parte, nada más. No soy un canalla total.
Eve se llevó un trozo de omelette a la boca.
Logan rió por lo bajo.
—Qué silencio oportuno. Bueno, por lo menos no me atacas abiertamente.
Dormir un poco te hizo bien. Siento que te estás aflojando.
—Se equivoca. No tengo tiempo de tratar de analizar sus puntos buenos y
malos. Estoy ocupada.
—Hasta eso es una concesión. —La mirada de Logan se posó en el
pedestal—. Veo que llegaste a la etapa del muñeco de vudú. ¿Le pusiste un
nombre a él también?
—Jimmy.
—¿Por qué? —Rió nuevamente al comprender—. No es Hoffa, Eve.
—Ya veremos. —Sorprendida, se descubrió sonriendo. Después de la
tensión de las horas de trabajo, era agradable relajarse unos momentos…
Aunque sea con Logan—. Sin embargo, no creo que usted se hubiera
involucrado así con un líder sindical.
—Bueno, digamos que resucitarlo no sería de primordial importancia. —
Su mirada volvió al pedestal—. Qué interesante. Parece imposible que puedas
reconstruir una cara con tan poco en qué basarte. ¿Cómo lo haces?
—¿Qué importancia tiene para usted, mientras termine pronto el trabajo?
—Cargo con la maldición de una mente curiosa. ¿Te parece tan raro?
Eve se encogió de hombros.
—Creo que no.
—¿Cómo se llaman esos palitos?
—Indicadores de profundidad de tejidos. Por lo general, se hacen con
gomas para borrar lápiz, de las que se usan con los lápices mecánicos. Corté
cada indicador según la medida correspondiente y lo pegué en su lugar
específico. Hay más de veinte puntos del cráneo de los cuales se conoce la
profundidad del tejido. La profundidad del tejido facial es bastante parecida
en personas de la misma edad, raza, sexo y peso. Hay gráficos y cuadros
antropológicos que dan la medida específica de cada punto. Por ejemplo, en

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un hombre caucásico de peso promedio, el grosor de la profundidad de tejido
en el punto medio de filtro…
¿Qué?
—Disculpe. Lo que quiero decir es que el espacio entre la nariz y el labio
superior es de diez milímetros. La arquitectura del hueso debajo del tejido
determina si alguien tiene un mentón prominente u ojos saltones o lo que sea.
—¿Y qué haces después?
—Tomo tiras de masilla plástica y las aplico entre los indicadores, luego
voy construyendo todos los puntos de profundidad de tejido.
—Parece el juego de conectar los puntos.
—Es parecido, solamente que tridimensional y mucho más difícil. Tengo
que concentrarme en los elementos científicos de la construcción de la cara,
como mantener exactas las medidas de profundidad de tejido mientras relleno
los espacios entre las tiras de masilla, también hay que considerar dónde están
los músculos faciales y cómo afectan los contornos de la cara.
—¿Pero qué me dices del tamaño de la nariz? El pobre Jimmy no tiene
nariz.
—Eso es difícil. El ancho y el largo quedan determinados por las
mediciones que se hacen. Con un caucásico como Jimmy, mido la abertura
nasal en el punto más ancho y le agrego cinco milímetros a cada lado para las
fosas. Eso me da el ancho. El largo, o la proyección, depende de las medidas
del huesito de la base de la abertura nasal, llamado la espina nasal. Es muy
simple. Multiplico la medida de la espina por tres y le añado la medida de la
profundidad de tejido en el filtro medio.
—Ah, otra vez ese temido filtro.
—¿Quiere que se lo explique o no?
—Sí, siempre bromeo cuando estoy metido en algo que me supera. —
Hizo una mueca—. Perdón, no quise interrumpir. Sigue.
—La espina nasal también determina el ángulo de la nariz. Me mostrará si
la nariz es respingada, aguileña o muy recta. Una vez que tienes la nariz, las
orejas son más fáciles. Por lo general, tienen el mismo largo que la nariz.
—Todo suena tan preciso.
Eve se encogió de hombros.
—Ojalá lo fuera. Con todas las fórmulas, las medidas y la información
científica de lo que forma una nariz, no hay modo de estar segura que estoy
reconstruyendo la nariz original. Simplemente tengo que hacer el trabajo lo
mejor posible y esperar que sea exacto.
—¿Y la boca?

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—Se toman medidas, también. La altura de los labios se determina
midiendo la distancia entre la línea superior e inferior de las encías. El ancho
por lo general es la distancia entre los dientes caninos, que casi siempre
coincide con la distancia entre los centros de los ojos. El grueso de los labios
se obtiene de los gráficos antropológicos de profundidad de tejido. Al igual
que la nariz, no tengo idea sobre la forma original, de modo que tengo que
utilizar el instinto y el sentido común para… —Alejó la bandeja y se puso de
pie—. No tengo más tiempo de hablar. Tengo que seguir trabajando.
—Bueno, me doy por despedido, entonces. —Se puso de pie y tomó la
bandeja—. ¿Podría venir en algún momento a mirar, o considerarías que estoy
invadiendo tu espacio?
—¿Por qué? ¿Cree que de verdad le voy a poner la cara de Jimmy Hoffa?
—No. ¿Pero podría suceder, acaso?
Eve negó con la cabeza.
—¿No escuchó nada de lo que le dije? La estructura ósea cuenta la
historia.
—Pero qué sucede con los procesos de alisado y rellenado y cuando tienes
que utilizar el juicio para la nariz y la boca y…
—De acuerdo, si se tiene una idea preconcebida de identidad, el trabajo
puede verse influenciado. Es por eso que nunca miro fotografías hasta que
termino. Durante ese período no me permito nada de creatividad. Solamente
la ciencia tiene que ser la guía para la base de la cara. Cuando el desarrollo
técnico queda terminado, ahí puedo considerar la cara como un todo y darle
rienda suelta al juicio artístico hasta el final. Si no lo hiciera de esa forma, el
producto sería solamente una escultura y no una reconstrucción facial. —
Apretó los labios—. Y puede estar seguro de que no dejaría que eso suceda.
Jimmy no va a parecerse a Hoffa a menos que sea Hoffa. De manera que no
es necesario que me vigile, Logan.
—No era ésa mi intención. —Se defendió él, hizo una mueca y agregó—:
¿Si admito que me siento tenso y algo preocupado, me permitirías venir, por
favor?
—¿Tiene dudas, ahora? Pensé que estaba completamente seguro de que se
trataba de Kennedy.
—Quiero ver cómo ese cráneo cobra vida, Eve. Entiendo que no merezco
consideración alguna, pero… ¿Puedo venir?
Ella vaciló. Seguía sintiéndose indignada y llena de rencor. Después de
todo lo que había hecho, se merecía que le dijera que se fuera al diablo. Por

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otra parte, tal vez fuera necesaria una tregua para salir ilesa de esta situación.
Se encogió apenas de hombros.
—No me molesta si se queda en silencio. Ni me daré cuenta de que está
en la habitación. Si abre la boca, lo echo.
—Ni una palabra. —Se dirigió a la puerta—. Ni siquiera notarás mi
presencia. Te traeré comida, café y me acurrucaré en un rincón como un
gatito dócil.
—No conozco gatos dóciles. —Eve se dirigió hacia el pedestal, cerrando
ya su mente a Logan—. Quédese callado…

Chevy Chase,
Miércoles por la tarde

—No parece estar avanzando demasiado rápido, Doprel —dijo Fiske—. Y ni


siquiera empezó a trabajar con el cráneo.
—Nunca trabajo sobre el cráneo —replicó Doprel—. Estoy haciendo un
molde y trabajaré sobre eso.
—¿Todos lo hacen así? Parece una pérdida de tiempo.
—No, pero yo prefiero hacerlo así —respondió Doprel con fastidio—. Es
más seguro. No tengo que tener tanto cuidado con el cráneo.
—Timwick quiere que se haga el trabajo rápido. Este molde es un…
—Yo tengo mi forma de trabajar —lo interrumpió Doprel con frialdad—.
Voy más rápido si no tengo que andar con tanta cautela.
—A Timwick no le importa si el cráneo se daña. No tenemos tiempo para
el molde. —Hizo una pausa—. Pensé que querría terminar cuanto antes con
esto para volver a Nueva York.
—No es la forma en que… —Vaciló—. Al diablo con todo. ¿Qué cuernos
me importa si se rompe? Trabajaré sobre el cráneo. Bueno, ahora váyase y
déjeme solo, Fiske. Supuestamente, su función es traerme la comida y todo lo
que necesito, no criticar mis métodos.
Cretino arrogante. Lo trataba como si fuera un sirviente, pensó Fiske.
Sabía cómo eran estos científicos. Se creían mejores y más inteligentes que el
resto de la gente. Doprel, con todos sus conocimientos y su cerebro ni en un
millón de años podía hacer lo que hacía él, Fiske. No tendría ni la astucia ni
las agallas necesarias.
Pero quizá Doprel se daría cuenta de su error antes de que esto terminara.
Timwick dijo que dependía de los resultados. Fiske sonrió.

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—No fue mi intención ofenderlo —dijo, mientras se dirigía a la puerta—.
Le prepararé una jarra de café.

Barrett House
Miércoles, 22:50

Listo.
Eve dio un paso atrás, se quitó los anteojos y se frotó los ojos irritados con
los dorsos de las manos. Había terminado la ardua y meticulosa tarea de
colocar las tiras de masilla y le ardían los ojos. No se atrevía a seguir
trabajando, pues existía el riesgo de cometer errores. Se sentaría a descansar
una hora y luego volvería a empezar.
Cruzó hasta el escritorio, se dejó caer en la silla, se apoyó contra el
respaldo y cerró los ojos.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Logan.
Eve dio un respingo y su mirada voló hacia el extremo opuesto del
laboratorio. ¡Cielos, había olvidado por completo la presencia de Logan! En
las últimas veinticuatro horas había entrado en el laboratorio y salido de él
como un fantasma. Eve no recordaba que le hubiera dirigido la palabra.
Tal vez sí le había hablado. Ella había estado tan concentrada en Jimmy
que no recordaba demasiado de esas horas. Tenía un leve recuerdo de haber
llamado a su madre, pero no sabía de qué había hablado.
—¿Todo bien? —repitió Logan.
—Claro que estoy bien. Solamente descansaba. No tengo la mejor vista
del mundo y se me cansan los ojos.
—Como para que no se te cansen. Nunca vi a nadie trabajar con tanta
intensidad. Ni Miguel Ángel debe de haber estado tan tenso mientras esculpía
el David.
—Tenía más tiempo.
—¿Cómo te está yendo?
—No lo sé. Nunca sé hasta que termino. Ya pasó el trabajo de burro.
Ahora viene lo difícil.
—Un descanso te podría ayudar.
Logan estaba sentado con aire sereno, pero de pronto Eve intuyó la
tensión en él.
—Es lo que estaba tratando de hacer: descansar —comentó con ironía.

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—Perdón. Y yo estaba tratando de ayudarte. —Esbozó una sonrisita
torcida—. En varias oportunidades, creí que te desmayarías.
—Pero no me detuvo.
—No puedo. El tiempo corre. —Hizo una pausa—. ¿Cuánto falta?
—Doce horas. Tal vez un poco más. —Cansada, Eve se apoyó otra vez
contra el respaldo—. No lo sé. Lo que me lleve. No me presione, diablos.
—De acuerdo. —Logan se puso de pie con movimientos rígidos—. Te
dejaré que descanses. ¿Por qué no te recuestas en el sofá? ¿Cuándo quieres
que te despierte?
—No quiero dormir. Solamente tengo que descansar la vista.
—Entonces volveré más tarde. —Al llegar a la puerta, agregó—: Si no te
molesta, desde luego.
—No, no me importa. —Cerró los ojos de nuevo—. Dígame Logan, ¿no
se queda atragantado con tanta cortesía y sumisión?
—Un poco. Pero sobrevivo. Hace mucho tiempo aprendí que si no eres el
chip más importante de la computadora, simplemente te limitas a engrasar las
ruedas y no entorpecer el camino.
—Qué mezcla atroz de metáforas.
—¿Qué sabes tú de eso? Debes de tener la mente en una nebulosa.
—No tengo que pensar. De ahora en más, es instinto puro. Solamente
tengo que poder ver.
—Me puedo encargar de alimentarte, pero en eso no te puedo ayudar.
—A esta altura, nadie puede ayudarme.
La puerta se cerró detrás de él.
—Nadie —murmuró Eve—. Ahora es entre nosotros dos ¿no es cierto,
Jimmy?

Chevy Chase
Miércoles por la noche, 23:45

—Ya casi terminó, Timwick —le informó Fiske—. Dijo que el trabajo resultó
más fácil de lo que creía. Le deben de faltar unas doce horas.
—¿Has visto el cráneo?
—Sí, pero no entiendo nada. Todavía no tiene ojos ni nariz. Creo que
usted pierde el tiempo.
—Yo seré quien decida si pierdo el tiempo o no. Llámeme cuando el
trabajo esté listo e iré de inmediato.

Página 130
Fiske colgó el teléfono. Doce horas más y sabría quiénes serían los
blancos: Doprel… o Logan y Duncan. Estos últimos representaban un desafío
mucho más interesante, pero la verdad era que estaba hasta la coronilla de
Doprel. No lo aguantaba más.

Barrett House
JUeves, 06:45

Alisa la arcilla.
Con delicadeza.
Con sensibilidad.
Deja que las puntas de los dedos se muevan como si tuvieran voluntad
propia.
No pienses.
Ayúdame, Jimmy.
La arcilla estaba fría, pero Eve sentía las puntas de los dedos tibias, casi
calientes, mientras moldeaban y alisaban.
Orejas genéricas. No tenía idea si habían sido protuberantes o si los
lóbulos habían sido más largos.
Una nariz más larga y más fina.
¿Boca?
Genérica, otra vez. Sabía cuál era el ancho, pero no la forma. Hizo los
labios cerrados, sin expresión.
Ojos.
Tan importantes. Tan difíciles. Sin medidas posibles y con muy pocos
indicadores científicos. Bueno, no te apures. Estudia la forma y el ángulo de
las órbitas. El tamaño de los globos oculares era casi siempre igual y había
muy poca diferencia entre un niño y un adulto. ¿Debía ponerle a Jimmy ojos
protuberantes, hundidos, o buscar un término medio? El ángulo de las órbitas
y el hueso superior la ayudarían a decidir.
Pero todavía no. Los ojos eran siempre un factor determinante. La
mayoría de los escultores forenses trabajaban de arriba abajo y hacían los ojos
casi al principio. Eve nunca había podido hacer eso. Descubrió que tenía
tendencia a apresurarse todavía más si los ojos la miraban.
Llévame a casa.
Más liso alrededor del pómulo. No demasiado profundo.

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No mires la cara como un todo. Toma cada sección y cada facción por
separado.
Alisa.
Rellena.
Más despacio. Todavía no puedes dejarte ir. No permitas que la mente
guíe completamente las manos. No construyas imágenes mentales. Construye,
nada más. Las medidas siguen siendo fundamentales. Contrólalas otra vez.
Ancho de nariz, 32 mm. Correcto.
Proyección de nariz, 19 mm. Correcto.
Altura de labio, 14 mm. No, tenían que ser 12. Baja el labio superior, por
lo general es más fino que el inferior.
Rellena alrededor de la boca, hay un músculo importante allí. Dales más
forma a las fosas nasales.
Una hendidura a cada lado de la nariz. ¿De qué profundidad?
¿Qué importancia tenía? Nadie nunca reconocía a alguien por una arruga.
Profundiza el área alrededor del labio inferior.
¿Por qué? No tiene importancia. Hazlo.
Alisa.
Moldea.
Rellena.
Arruguitas alrededor de los ojos. Y de la boca.
Estaba trabajando a toda prisa ahora. Las manos volaban por sobre la cara
de Jimmy.
Ya casi había terminado.
¿Quién eres, Jimmy? Ayúdame. Ya casi estamos. Te tomaremos una
fotografía, la haremos circular y alguien te llevará a casa.
Alisa.
Moldea.
Detente, no exageres.
Dio un paso atrás y exhaló. Había hecho todo lo que podía hacer.
Menos los ojos.
¿De qué color serían? Logan seguramente iba a preferir que utilizara ojos
azules. Los ojos de Kennedy eran tan famosos como sonrisa. Al diablo con
Logan. Este no era Kennedy… Además ¿por qué iba a darle el gusto a Logan?
Dio otro paso atrás y por primera vez se permitió contemplar el rostro en su
totalidad. Utilizaría los ojos marrones que siempre…
—¡Dios todopoderoso!

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Se quedó paralizada, contemplando la cara que había creado. Sintió como
si le hubieran dado un puntapié en el estómago.
No.
Era mentira.
Caminó lenta y pesadamente hacia la mesa donde estaba el maletín con
los ojos. Los globos oculares brillaban ante sus ojos… Azules, marrones,
grises, pardos, verdes.
Tomó el estuche y lo llevó hasta el pedestal.
Estaba exhausta, la mente podía estar jugándole una mala pasada. Los
ojos harían que todo fuera diferente. Marrones. Ponle ojos marrones.
Con mano temblorosa, tomó el primer ojo y lo insertó en la cavidad
izquierda. Luego tomó el segundo y lo colocó en la derecha.
—Esos no son los ojos que van —dijo Logan desde un rincón—. Y tú lo
sabes muy bien, Eve.
Rígida, se quedó mirando los ojos oscuros.
—No, no lo sé.
—Ponle los ojos que corresponden.
—Se trata de un error. Me debo de haber equivocado en algo.
—No eres una persona que se permite equivocaciones. Vamos, sabes qué
ojos son los que van con esa cara.
Eve retiró los ojos marrones y los guardó en el estuche. Se quedó mirando
sin ver los otros ojos que tenía adelante.
—Vamos, Eve, sabes cuáles tienes que usar.
—¡De acuerdo! —Extendió la mano, tomó los ojos y los insertó con
violencia en las cuencas.
—Ahora da un paso atrás y míralo.
Eve retrocedió. Era increíble. Santo Dios, no podía ser verdad.
Pero no cabía ninguna duda.
—¡Maldito canalla! —Le temblaba la voz; no podía apartar la vista de los
ojos grises. Empezó a temblar, sentía como si la Tierra entera estuviera
temblando sobre su eje—. Es Ben Chadbourne. El Presidente.

Chevy Chase

—¿Y bien? —preguntó Doprel en tono avinagrado—. ¿Es el terrorista que


buscaban?
Timwick se quedó mirando el cráneo.

Página 133
—¿Está seguro de que ésta es una representación correcta?
—Sí. ¿Puedo volverme a Nueva York, entonces?
—Sí, gracias por su trabajo. Haré que lo lleven en coche de inmediato.
Como es natural, no dirá una palabra sobre este asunto. No queremos una
filtración en seguridad.
—No tengo deseo alguno de hablar sobre este trabajo. No fue
precisamente uno de los mejores momentos de mi carrera. Iré a preparar mis
cosas. —Doprel salió de la habitación.
—¿Lo llevo yo? —preguntó Fiske desde donde estaba parado, justo detrás
de Timwick.
—No. —Timwick se apartó del busto—. El cráneo es un engaño. Doprel
ya no tiene ninguna importancia. Lo enviaré de vuelta con otro. Tengo más
trabajo para ti y tenemos que darnos prisa. —Se dirigió al teléfono—. Déjame
solo, tengo que hacer llamadas.
Esperó hasta que Fiske hubiera salido de la habitación y luego marcó el
número seguro de la Casa Blanca.
—No es él. Tiene la misma edad y la misma estructura facial, pero no es
él.

Barrett House

—Me mintió —susurró Eve y giró para enfrentar a Logan—. ¡Me mintió!
—Sí. Es la última mentira que te diré, Eve.
—¿Y piensa que le voy a creer? Cada vez que me vuelvo, descubro que
me ha mentido otra vez. En ningún momento pensó que era Kennedy. Por
Dios, hasta puso todos esos libros e informes sobre Kennedy en el escritorio
nada más para que creyera lo que usted quería que creyera. Era todo un
invento alocado.
—No había nada de alocado. Me esmeré mucho para que la mentira fuera
creíble. Tenía que tapar el hecho de que estaba investigando lo que Donnelli
había alegado. Por eso sembré las pistas falsas sobre Kennedy. Para que no
supieran si realmente sospechaba algo o era un loco de atar. Hasta comencé a
buscar discretamente un escultor forense, la persona que pudiera revelarme si
había algo de verdad en lo que decía Donnelli.
—Sí.
—Así es, tú eras la pieza clave que necesitaba.

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La mirada de Eve volvió a posarse en el cráneo de Jimmy. No, ya no era
Jimmy. Se trataba de Ben Chadbourne, el Presidente de Estados Unidos. Eve
sacudió la cabeza.
—Es una locura. Cuando me contó lo que sucedió en la funeraria de
Donnelli, supuse que había sido hace años. Era lo que usted quería que
pensara ¿no es así?
—Sí. Fue solamente hace dos años.
—Todo mentira.
—Tenías que estar completamente libre de influencias e ideas
preconcebidas. Era la única forma de garantizar que reconstruirías la cara que
pertenecía a ese cráneo. —Su mirada siguió la de Eve hacia el rostro de
Chadbourne—. Verte trabajar fue como un milagro, como si le estuvieras
dando vida. Yo estaba casi seguro de que era él, pero cada toque lo volvía…
—¿Cómo murió? ¿Lo asesinaron?
—Es probable. Tendría sentido.
—¿Y el hombre que está en la Casa Blanca es uno de sus dobles?
Logan asintió.
Eve sacudió la cabeza.
—Es demasiado disparatado. No se podría lograr con Chadbourne ni con
Kennedy. Es una función demasiado pública.
—Pero lo hicieron.
—¿Quién, Timwick?
—Es el testaferro.
—¿De quién?
—De la esposa de Chadbourne. Ella tiene que estar manejando los hilos.
Es la única que tiene el poder de proteger a un doble y de instruirlo.
Lisa Chadbourne.
Lisa Chadbourne. Eve la recordó en la conferencia de prensa: entre
bambalinas, mirando a su esposo con adoración.
—¿Ella sería la asesina?
—Es posible. No lo sabremos hasta que averigüemos qué le sucedió a Ben
Chadbourne.
—¿Qué motivos podría tener?
—No lo sé. Ambición, posiblemente. Es inteligente y astuta y sabe cómo
manejar una situación para sacarle provecho. Trabajó duro para terminar sus
estudios de abogada y llegó a ser socia de una prestigiosa firma legal.
Después de casarse con Chadbourne lo fue empujando hasta hacerlo llegar a

Página 135
la Casa Blanca. Una vez allí, ella hizo todo bien. —Logan sonrió con ironía
—. Es la primera dama perfecta.
—No puedo creer que sea ella.
—Te entiendo. A mí también me costó creerlo. Estuve con ella un par de
veces y me cayó bien. Esa combinación de encanto e inteligencia puede
resultar muy atractiva.
Eve sacudió la cabeza.
—Te estoy enloqueciendo con tantas cosas. Ojalá pudiera darte más
tiempo para asimilar todo, pero no puedo. No nos queda tiempo. —Se puso de
pie—. De acuerdo: no tienes que creer que fue Lisa Chadbourne, si no
quieres. Puedes creer que fue otra persona. Pero no vas a negarme que ella
tiene que ser parte de la conspiración para que pueda funcionar.
—Es… razonable, sí. —Eve echó otra mirada al cráneo. ¿Pero… Y si no
es Chadbourne? ¿Si es el doble?
—Es Chadbourne.
—¿Porque usted quiere que lo sea?
—No, porque es él. Es lo único que tiene sentido. —Logan hizo una pausa
—. Porque fue James Timwick el que le llevó aquel cuerpo a Donnelli.
—¿Cómo puede saberlo con tanta seguridad? El padre de Donnelli pudo
haber mentido.
—Sí, seguro que sí. Al parecer, era un crápula. Pero no era tonto. Se
codeaba con unos personajes bastante peligrosos y tenía que protegerse. El
crematorio estaba equipado con grabadoras ocultas. Tiene a Timwick grabado
en una cinta. —Esbozó una sonrisa torcida—. Fue parte del legado que le dejó
a su hijo y la carnada que me hizo morder el anzuelo. A causa de esa cinta,
hice que Gil investigara la historia.
—Si tuviera una cinta tan incriminadora, no necesitaría más pruebas.
Podría llevársela a las autoridades, o a los medios y dejar que…
Logan negó con la cabeza.
—No era lo suficientemente incriminadora. No contenía detalles. No
decía: «Eh, oigan, soy James Timwick y estoy quemando al Presidente de los
Estados Unidos». Era sólo una conversación general mientras estaban en el
crematorio. Timwick dio órdenes a uno de sus hombres para que lo ayudara
con el cadáver. En un momento le pidió una silla a Donnelli. Evidentemente,
el pobre hombre había tenido una noche agitada y estaba cansado. Eran
comentarios de ese tipo.
—¿Entonces cómo sabía que se trataba de Timwick?

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—Lo conocía de antes. Es director del Servicio Secreto y asistió a
bastantes funciones de Chadbourne, además…
—Servicio Secreto. Me dijo que tenía un puesto jerárquico en el
Departamento del Tesoro. —Eve apretó los labios—. Sí, por supuesto, el
Servicio Secreto es parte del Departamento del Tesoro. Otra pequeña evasión.
—Lo siento. —Logan continuó—. Timwick tuvo una carrera distinguida y
fue crucial para la elección de Chadbourne. Su voz es muy característica. Es
de Massachusetts y el acento es inconfundible. Tenía el presentimiento de que
era él y cuando Donnelli hijo me mandó la cinta grabada, pasé algunos de los
vídeos que hice donde está Chadbourne en campaña y los comparé. No fue
difícil. Timwick no es un hombre al que le gusta quedarse en segundo plano.
Creo que está decepcionado de que Chadbourne no le haya dado un puesto en
el gabinete.
—No puedo creer que permitieron que Donnelli viviera para
chantajearlos. ¿Por qué no lo obligaron a renunciar a la cinta y el cráneo?
—Él les dijo que había puesto una copia de la cinta y una explicación en
manos de un abogado, que las enviaría inmediatamente a los medios si él
desaparecía o moría por causas no naturales.
—Después murió de un ataque cardíaco y su hijo desapareció.
—Pero ellos no habían sido responsables, así que tuvieron que concluir en
que Donnelli hijo había hecho un mejor negocio. Imagino que la búsqueda
debe de haber sido muy intensa. Yo me comporté con sumo cuidado, pero
puede haber habido algo que los llevó a pensar que Donnelli contactó
conmigo. —Se encogió de hombros—. O quizá no. Tal vez andaban detrás de
cualquier cosa o persona que resultara sospechosa y yo hice sonar la alarma.
—Es increíble. ¿Por qué querrían matar a Chadbourne?
—No tengo idea. Solamente puedo tejer conjeturas. —Se encogió de
hombros—. Lisa Chadbourne es una mujer fuera de lo común. Algunos dicen
que ella hubiera sido mejor presidente que su esposo. Pero todos están de
acuerdo en que el país todavía no está listo para aceptar a una mujer
presidente, así que se ve obligada a trabajar detrás de la escena. Debe de
haberla fastidiado estar siempre en segundo plano. Y Ben Chadbourne era un
hombre fuerte. Tal vez ella quería más control sobre él. Más control del país.
—Son demasiadas suposiciones.
—Es lo único que puedo darte. Lo que sí te puedo asegurar es que creo
que sucedió. ¿Quieres hacerme un favor? Ve a la biblioteca y ponte a ver los
vídeos que están en el primer cajón del escritorio. Hay tres que tienen

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discursos recientes de Chadbourne y conferencias de prensa. Los edité para
poder hacer comparaciones. Me gustaría que los miraras con la mente abierta.
—¿Y qué espera que vea?
—Míralos, nada más.
—Es una locura. Una especie de…
—¿Qué puedes perder con verlos?
Eve calló un instante y luego asintió.
—De acuerdo. Iré a verlos —dijo y se dirigió a la puerta.

En cuanto Eve se fue, Logan se acercó al escritorio y marcó el número de Gil


en la casa de carruajes.
—Terminó. El cráneo es de Chadbourne.
Gil maldijo por lo bajo.
—No sé por qué me impresiono. Estábamos casi seguros de que iba a ser
él.
—Diablos, la observé mientras trabajaba y también fue un golpe para mí.
—¿Cómo lo tomó?
—Multiplica tu reacción por un millón y tal vez te acerques. No sabe si
creerme o no, y no la culpo, después de las mentiras que le he dicho. Por lo
menos accedió a mirar los vídeos. Cuando termine, le hablaré otra vez.
—¿Tenemos tiempo?
—Vaya uno a saber. Pero haber identificado el cráneo es sólo el primer
paso. Seguimos necesitándola y necesitamos también que se convenza de que
es Chadbourne. Después de eso, las piezas irán cayendo en su lugar. ¿Estás
listo para partir?
—Ajá.
—Diles a Mark y a Margaret que hagan las valijas y sácalos de aquí
cuanto antes.
—Perfecto.
Logan dejó el teléfono y fue a pararse adelante del cráneo de Chadbourne.
Pobre infeliz. No merecía su destino. Logan nunca había estado de acuerdo
con sus ideas políticas, pero le había tenido simpatía. Era imposible no tenerle
simpatía a Ben Chadbourne. Había soñado y tratado de hacer realidad sus
sueños. Le faltaba practicidad y era probable que hubiera aumentado la deuda
nacional a cifras astronómicas, pero hoy en día era difícil encontrar hombres
con sueños. Y aquellos que los tenían, por lo general terminaban como este
hombre que le devolvía la mirada con brillosos ojos de vidrio.

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Capítulo 11

No podía ser cierto.


Chadbourne…
La mirada de Eve estaba fija sobre la pantalla del televisor. El último
vídeo estaba por terminar. La cara era la misma, los ademanes también, hasta
la voz y la entonación parecían idénticas.
Lisa Chadbourne estaba presente en casi todas las funciones públicas
comenzadas en noviembre de hacía dos años. Eve había comenzado a fijarse
en ella en el último vídeo.
Siempre encantadora, siempre con una sonrisa cariñosa y la mirada fija en
Chadbourne. Con frecuencia, Chadbourne la miraba con afecto y respeto aun
en medio de…
De pronto, Eve se irguió en la silla.
Observó el vídeo unos minutos más, luego se puso de pie de un salto y lo
rebobinó para verlo de nuevo desde el principio.

—Ella le hace señas —declaró sin rodeos cuando volvió al laboratorio diez
minutos después—. Un montón de señas. Cuando se alisa la parte delantera
de la falda, él hace un chiste. Cuando cruza las manos sobre el regazo, él da
una respuesta negativa. Cuando se acomoda el cuello del traje, él dice que sí.
No sé qué significa el resto, pero ésas me resultaron evidentes. Cada vez que
él duda, ella le da la respuesta.
—Sí.
—¡Usted lo sabía! ¿Por qué no me dijo que me fijara en eso?
—Esperaba que te dieras cuenta sola.
—Ella lo maneja como si fuera un títere —masculló Eve, lentamente.
Logan la miró con los párpados entornados.
—¿Y realmente crees que el Ben Chadbourne que fue elegido presidente
dejaría que otra persona mueva los hilos?
Eve se mantuvo callada unos instantes.
—No —respondió por fin.

Página 139
—¿Entonces te parece razonable suponer que ese hombre no es Ben
Chadbourne?
—No es razonable, es demencial. —Hizo una pausa—. Pero podría ser
verdad.
—Gracias a Dios. —El suspiro de alivio de Logan brotó de lo más
profundo de su pecho—. Avanzó hacia la puerta. —Empaca el cráneo. Hay un
maletín de cuero en el armario. Tenemos que irnos de aquí.
—Primero hablaremos. ¿No me ha dicho todo, verdad?
—No, hablaremos más tarde. No sé cuánto tiempo tenemos. La única
razón por la que me arriesgué a quedarme aquí es que necesitaba tu
colaboración.
—Sí que tenemos tiempo. ¿Qué cree, que alguien va a entrar por la fuerza
por el portón eléctrico?
—Puede ser. —Logan apretó los labios con gesto sombrío—. Podría
suceder cualquier cosa. Piensa en el poder de la presidencia. No existen
demasiadas cosas que no puedan taparse si tienes suficiente poder. Mientras
crean que tienen el cráneo de Chadbourne, irán despacio, querrán eliminarnos
uno por uno a su propio ritmo. Pero en cuanto se den cuenta de que no es el
cráneo que quieren, se sacarán los guantes y harán cualquier cosa para
recuperarlo y borrar del mapa a todos los testigos.
Eve sintió una punzada de pánico. Si estaba dispuesta a creer que el
cráneo del pedestal era de Chadbourne, entonces también tenía que aceptar
que la amenaza era tan letal como decía Logan.
Con todas las mentiras que le había dicho, no confiaba en absoluto en él,
pero ella sola había creado la cara de Chadbourne, con las manos y con la
mente. Si confiaba en su habilidad y en su integridad, entonces tenía que creer
que el cráneo pertenecía a Ben Chadbourne.
Cruzó la habitación con paso rápido y fue directamente hacia el pedestal.
—Vamos. Guardaré el cráneo ahora mismo.

Chevy Chase

—Dentro de diez minutos Kenner llegará en helicóptero con seis de sus


hombres —dijo Timwick a Fiske al salir del laboratorio—. Quiero que vayas
a Barrett House.
Fiske se puso rígido.
—No voy a someterme a las órdenes de ese idiota de Kenner otra vez.

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—No tendrás que someterte a las órdenes de nadie. Ahora el juego es
tuyo. Las únicas instrucciones que tiene Kenner son de ayudarte y dejar todo
limpio una vez que termines.
Ya era hora.
—¿Logan y Duncan?
—Y todos los que estén allí. Margaret Wilson y el hombre a cargo de la
electrónica ya se fueron hacia el aeropuerto. Tendremos que rastrearlos
después. Deben de ser de poca importancia, de otro modo Logan no los
hubiera dejado ir. Pero Price, Duncan y Logan siguen en la casa. Son tus
objetivos. Manéjalo como quieras. No podemos dejar con vida a nadie que
sepa lo que estuvieron haciendo allí.
Ahora sí que le gustaba. Un trabajo prolijo y limpio. Era evidente que la
persona a la que Timwick había llamado por teléfono era más inteligente que
él.
—¿Que no queden testigos, entonces?
—Ninguno.

—¿Qué diablos estás haciendo? —quiso saber Logan cuando entró de nuevo
en el laboratorio llevando un bolso de lona—. Ese cráneo ya tendría que estar
guardado.
Eve cambió la ubicación de las cámaras.
—Estoy haciendo más tomas de la cabeza. Tal vez las necesite más tarde.
—Tómalas en otro momento.
—¿Me garantiza que estaremos en algún sitio donde haya equipo técnico?
Logan vaciló.
—No —dijo por fin.
—Entonces cállese. —Eve obtuvo dos tomas más—. Lo estoy haciendo lo
más rápido que puedo.
—Tenemos que irnos de aquí, Eve.
Ella hizo tres tomas del perfil izquierdo.
—Con eso tendría que alcanzarme. ¿Dónde están esas fotografías de Ben
Chadbourne que me dijo que tenía?
Logan buscó dentro del bolso y sacó un sobre marrón.
—¿Son recientes?
—Ninguna tiene más de cuatro años. ¿Nos podemos ir, ahora?
Eve guardó ensobre en su cartera, colocó el cráneo en el maletín de cuero
que estaba junto al pedestal y cerró las trabas. Señaló la pequeña caja metálica

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que estaba junto a las cámaras.
—Guárdela dentro del bolso. Puedo llegar a necesitarla.
—¿Qué es?
—Es la mezcladora. Puedo llegar a conseguir cámaras, videograbadoras y
monitores, pero la mezcladora es algo especializado y más difícil. No
siempre…
—No importa, olvídate de mi pregunta. —Tomó la mezcladora y la
guardó en el bolso—. ¿Algo más?
Eve sacudió la cabeza.
—Lleve el maletín de Ben. Yo buscaré a Mandy.
—¿Mandy?
—Usted tiene sus prioridades, yo tengo las mías. Mandy es tan importante
para mí como Ben Chadbourne.
—Toma lo que quieras, pero salgamos de aquí de una vez.
Gil se encontró con ellos en la puerta de entrada.
—Discúlpame, Eve, pero traje una sola de tus valijas. Con este hombro,
no puedo cargar nada más.
—No importa. —Eve se dirigió a la puerta—. Vamos.
—Espera. Hay otra en… ¡Mierda!
Eve también lo oyó. Un zumbido bajo, que se tornaba más fuerte con cada
segundo que pasaba. Hélices de un helicóptero.
Logan fue a la ventana.
—Aterrizarán en unos minutos.
Corrió a la cocina. Eve lo siguió.
—¿Dónde está Margaret? Tenemos que…
—Mark y ella se fueron hace una hora —respondió Gil—. Ya tendrían
que estar en el aeropuerto. Dentro de tres horas estarán a salvo en un refugio
en Sanibel, estado de Florida.
—¿Y nosotros Adónde vamos? ¿No deberíamos intentar llegar a la
limusina?
—No hay tiempo. Además, seguramente hay alguien vigilando el portón.
—Logan estaba abriendo la puerta del cuartito que funcionaba como despensa
—. Vamos. —Tanteó debajo de uno de los últimos estantes, levantó una
puerta trampa y arrojó el bolso a la oscuridad—. No hagas preguntas,
solamente baja por la escalera.
Eve bajó a toda prisa y se encontró en una especie de sótano con piso de
tierra. Logan la siguió.
—Cierra la puerta de la despensa, Gil.

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—Listo. Ya están en la casa, John. Los oí en la puerta principal.
—Entonces baja de una vez y cierra la puerta trampa —le ordenó Logan.
—Córranse, voy a arrojar la maleta. —Un instante después, quedaron en
la oscuridad. Gil cerró la puerta y la trabó.
Pasos veloces sobre el piso de madera encima de ellos.
Gritos.
—¿Dónde estamos? —susurró Eve—. ¿En un sótano?
—Sí, con un túnel. —La voz de Logan se tornó casi inaudible cuando
echó a andar por el pasillo—. Me preguntaste por qué compré esta casa en
particular. La utilizó el Ferrocarril Subterráneo para sacar a escondidas a los
esclavos del sur antes de la Guerra Civil. Hice reforzar las vigas. El túnel
abarca un kilómetro hacia el norte, pasa debajo de la cerca y sale al bosque.
Mantente cerca. No puedo arriesgarme a usar una linterna hasta que tomemos
la siguiente curva.
Caminaba tan rápido que ella y Gil casi tenían que correr para mantenerse
a su altura.
Debían de haberse alejado de la casa, ya. No se oían más pasos, pensó Eve
con alivio.
De pronto, la diminuta linterna de Logan iluminó la oscuridad frente a
ellos.
—Corre. Comenzarán a revisar la casa y no tardarán en encontrar la
puerta oculta.
Ya estaba corriendo, diablos. Y jadeando.
Oyó a Gil maldiciendo a sus espaldas.
Estaba herido. ¿Cuánto tiempo más podría correr?
Delante de ellos, Logan estaba abriendo una puerta. Gracias a Dios.
Subieron la escalera.
Luz de día.
Una espesa cortina de arbustos ocultaba la puerta, pero la luz se filtraba
por entre las hojas.
Aire fresco.
Estaban afuera.
—Rápido —los alentó Logan—. Un poquito más.
Siguieron a Logan alrededor de los arbustos y se adentraron en el bosque.
Detrás de otra cortina de arbustos había un coche, un Ford de modelo más
antiguo, con la pintura levemente descascarada.
—Suban atrás. —Logan colocó el maletín de Chadbourne en el piso del
asiento del pasajero y subió detrás del volante.

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Eve se hundió en el asiento trasero junto a Gil y colocó la caja de Mandy
junto a sus pies. No había terminado de cerrar la puerta cuando Logan arrancó
y comenzó a avanzar por el terreno irregular. Santo Dios ¿y si pinchaban una
goma?
—¿Adónde vamos?
—Hay un camino secundario a cinco kilómetros. Una vez que lleguemos,
daremos la vuelta al bosque y tomaremos hacia la autopista. —El coche se
sacudió sobre un montículo—. Eso nos dará algo de tiempo. Probablemente
utilicen el helicóptero para tratar de localizarnos, pero aun si lo hacen, no van
a poder relacionarme con las patentes de este coche.
Si es que llegaban al camino, pensó Eve mientras pasaban por encima de
otro arbusto.
—Está todo bien. —Gil la estaba mirando—. Le puse neumáticos de alta
resistencia y un motor nuevo. La máquina no es tan decrépita como parece.
—¿Cómo está tu hombro? —quiso saber ella.
—Bien. —Gil sonrió—. Pero me sentiría mucho mejor si no fuera John el
que conduce.

—No hay nadie en el túnel. —Kenner subió por la escalera que daba a la
despensa—. Lleva al bosque. —Envié dos hombres a investigar.
—Si Logan se organizó una ruta de escape, también tiene que haber
pensado en transporte. —Fiske salió de la despensa—. Revisaré la zona desde
arriba con el helicóptero. Quédate aquí y préndele fuego a todo. No hay nada
más limpio que el fuego.
Kenner se encogió de hombros.
—Bien. Prepararé una explosión.
Qué idiota. Por suerte era él, Fiske, el que estaba a cargo ahora.
—No, una explosión no. Fuego. Y sin nafta. Que parezca un cortocircuito.
—Eso llevará tiempo.
—Vale la pena tomarse el tiempo necesario para hacer un trabajo limpio.
—Se dirigió hacia el helicóptero—. Encárgate de eso.
Después de estar diez minutos en el aire Fiske abrió el teléfono celular y
llamó a Timwick.
—No había nadie en la casa. Estamos revisando la zona, pero hasta ahora,
nada.
—Qué hijo de puta.

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—Todavía podemos encontrarlo. Si no es así, voy a necesitar una lista de
los lugares Adónde puede ir Logan.
—Te la conseguiré.
—Y di órdenes de que prendan fuego a la casa para destruir todas las
pruebas.
—Bien. Iba a decirte que lo hicieras. Era parte del plan de contingencia
que me dieron. —Timwick hizo una pausa—. Una cosa más. Necesito un
cadáver en las ruinas.
—¿Cómo?
—Sí, un cadáver quemado hasta el punto de que sea imposible
reconocerlo.
—¿El cadáver de quién?
—De cualquiera hombre que tenga la misma estatura que Logan. Avísame
cuando esté hecho.
Fiske cortó la comunicación y guardó el celular. Era la primera vez que
Timwick daba a entender que en realidad, aceptaba órdenes en lugar de
solamente consultar con sus secuaces. Era interesante que quisieran dar la
impresión de que Logan había muerto. Se preguntó qué…
De pronto, sonrió y se volvió hacia el piloto.
—Vuelva a la casa de inmediato.
La adrenalina y el placer comenzaron a correrle por las venas mientras
pensaba en las palabras de Timwick.
Cualquier hombre que tenga la misma estatura que Logan.
Kenner.

—Vamos hacia el sur —comentó Eve—. ¿Es demasiado esperar que me esté
llevando de vuelta a Atlanta?
—Sí. Vamos a Carolina del Norte, a una casa sobre la costa. —Logan
miró por encima de su hombro—. Si te pones a pensar, comprenderás que al
ir a tu casa estarías trayéndole problemas a tu madre.
Sí, era cierto, y no quería hacer eso, pensó Eve con cansancio. Estaba
atrapada en un remolino de engaños y muerte y no quería involucrar a su
madre.
—¿Y qué vamos a hacer en Carolina del Norte?
—Tenemos que establecer una base —respondió Gil—. La casa está sobre
la playa, en una exclusiva zona turística. Nuestros vecinos serán personas que
están de vacaciones y no repararán en la presencia de desconocidos.

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—Lo tiene todo planeado. —Eve esbozó una sonrisa torcida—. ¿Tan
seguro estaba de que se trataría de Chadbourne?
—Estaba casi seguro, sí. Como ves, tuve que hacer planes basándome en
esa suposición.
—En este momento no veo nada, salvo que me ha usado de la peor
manera posible y sin ningún remordimiento. Me metió directamente en una
trampa para que no pudiera hacer otra cosa que tratar de desenmascarar la
muerte de Chadbourne.
—Sí. —Logan la miró por el espejito retrovisor—. Lo hice
deliberadamente.
Eve miró el tránsito que desfilaba junto a la ventanilla.
—Canalla.
—Tienes razón.
—¿Me buscarías una estación de música country en el dial, John? —pidió
Gil en tono plañidero—. Necesito algo que me tranquilice. Soy un hombre
herido y tanta tensión me está haciendo mal.
—Sigue soñando —replicó Logan.
Eve se volvió hacia Gil.
—¿Tú no eres un buen muchachito de campo convertido en chofer,
verdad?
—Sí, lo soy. —Gil se encogió de hombros—. Pero también trabajé en el
Servicio Secreto durante el gobierno anterior y otros seis meses con el
gobierno de Chadbourne. Estaba harto de lidiar con el régimen de Timwick y
quería alejarme lo más posible de Washington. Me pareció que un trabajo
agradable y pacífico en el Camino de las Diecisiete Millas era justo lo que
buscaba. —Hizo una mueca—. Las cosas no salieron según mis planes, pero
se podría decir que mis pocos contactos en lugares convenientes han
aumentado el valor que tengo para John.
—¿Y Margaret?
Gil hizo una mueca.
—Es lo que aparenta ser. Un sargento primero del mundo de los negocios.
—¿No está al tanto de lo de Chadbourne?
Logan sacudió la cabeza.
—Traté de mantenerla lo más lejos posible del asunto. Ni siquiera sabe
que vamos a esta casa en la playa. Yo mismo hice los arreglos.
—Qué considerado.
—No soy el peor de los canallas —se defendió Logan con aspereza—. No
quiero que nadie corra riesgos innecesarios.

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—Pero yo sí era un riesgo necesario. ¿Quién le dio poderes para creerse
Dios, Logan?
—Hice lo que tenía que hacer.
—Para sus malditos intereses políticos.
—No, más que eso. El hombre que está en la Casa Blanca puede estar
comportándose como Ben Chadbourne, pero no tiene su estatura ética ni su
sabiduría. No quiero que ese hombre esté en condiciones de poder oprimir un
botón que comenzaría la Tercera Guerra Mundial.
—¿Así que ahora en lugar de ser un oportunista político es un patriota?
—Qué patriota ni patriota. Solamente quiero protegerme a mí mismo.
—Bueno, eso sí que me resulta fácil de creer.
—No es necesario que me creas. Es necesario que sepas que estamos del
mismo lado.
—Ah, sí, claro, estamos del mismo lado. Usted se encargó de eso. De
ponerme bien en el medio de todo este desastre. —Se apoyó contra el
respaldo y cerró los ojos—. ¿Y sabe quién es ese hombre en la Casa Blanca?
—Creemos que es Kevin Detwil. Es uno de los tres dobles que se
utilizaron durante el primer año del gobierno de Chadbourne —explicó Gil—.
Detwil apareció solamente dos veces en público, muy brevemente y luego
renunció. Dijo que tenía que volver a su lugar de origen, en Indiana, por
asuntos personales, pero en realidad fue a América del Sur a hacerse más
cirugías plásticas.
—¿Más cirugías plásticas?
—Se hizo algunas operaciones en Washington antes de obtener el empleo.
Cuando lo metieron en toda esta trama, el requisito era que fuera idéntico a
Chadbourne, hasta tenía que tener las mismas cicatrices en la parte baja de la
espalda. Además, tenían que hacer un entrenamiento intenso sobre gestos,
entonaciones de voz y todo eso. Y ni hablar de aprender sobre política,
asuntos de gobierno y la vida diaria en la Casa Blanca. Lisa Chadbourne
podía ayudarlo, sí, pero tampoco podían simplemente arrojarlo dentro de su
nuevo papel.
—Todo esto son suposiciones, me imagino.
Gil se encogió de hombros.
—Los otros dos dobles están vivitos y coleando y aparecen de tanto en
tanto. A Detwil nunca se lo vio en Indiana. Sin embargo, logré seguirle el
rastro hasta una clínica privada cerca de Brasilia, donde trabaja un tal doctor
Hernández, que tiene fama de suministrar caras nuevas a embaucadores,
asesinos y terroristas. Detwil se internó bajo el nombre de Herbert Schwartz.

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Poco tiempo después de que el señor Schwartz fuera dado de alta, el
desafortunado doctor Hernández cayó de la terraza de su departamento en un
último piso.
—Kevin Detwil —repitió Eve lentamente—. Tiene que estar
desequilibrado para hacer una cosa así. Pero el gobierno tiene que haber
tenido un perfil sobre él. ¿No le hicieron una verificación de seguridad?
—Por supuesto, pero no hay muchos hombres en el mundo que podrían
hacerse pasar por el Presidente, de manera que la elección era limitada. La
verificación de seguridad en estos casos es, por lo general, para determinar si
el sujeto es lo suficientemente discreto como para mantener silencio y lo
suficientemente cuerdo como para no dispararle a nadie y poner en aprietos al
gobierno. Y los antecedentes de Detwil —añadió Gil—, muestran a un chico
estable y común de inteligencia moderada, que se convirtió en un hombre
común y algo aburrido. Es soltero, lo crió su madre, con quien vivió hasta que
ella murió, cinco años atrás.
—¿Y su padre?
—Se separaron cuando Detwil era chico. Evidentemente, su madre lo
tenía dominado.
—Cosa que lo preparó perfectamente para Lisa Chadbourne —concordó
Logan—. Un hombre con esos antecedentes no tendría inconveniente en
dejarse moldear por otra mujer dominante.
—¿Pero se atrevería a meterse en una cosa así? Dijeron que era común y
aburrido.
—Pero viste las filmaciones. Le encanta. Brilla en su papel —dijo Logan
—. Imagina que tuviste una vida aburrida donde nadie te prestó atención. De
pronto te conviertes en el hombre más poderoso del mundo. Todo el mundo te
respeta, todos te escuchan. Es la versión masculina de Cenicienta y Lisa
Chadbourne le dio el zapatito de cristal.
—Con cadenas —señaló Eve.
—Sí, pero él no debe de querer que sea de otro modo. Está acostumbrado
a las cadenas. Hay hombres que así se sienten seguros.
—Entonces ella no lo considera un eslabón débil.
—Puede mostrarse nervioso en ocasiones, pero no cuando ella está cerca.
Y no creo que Lisa Chadbourne vaya a perderlo de vista. Es probable que se
haya convertido en lo más importante en su vida.
—¿Lo suficientemente importante como para que él mate a Chadbourne
por ella?
Logan se encogió de hombros.

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—No creo que vaya a correr riesgos involucrándolo directamente a él en
el asesinato. Detwil no tendría las agallas suficientes.
—Si es que ella lo hizo matar. No tiene pruebas de que Chadbourne haya
sido asesinado.
—Tenía esperanzas de que pudieras ayudarnos con eso.
Eve sabía que ésas eran sus intenciones, pero no pensaba comprometerse
más por el momento. Necesitaba tiempo para digerir todo lo que acababa de
oír y decidir si podía ser cierto.
—Ya me lo imaginaba.
—No tienes demasiadas opciones.
—No me venga con pavadas.
—Bueno, opciones decentes, quiero decir.
—Ni me nombre la palabra decencia.
—Creo que es hora de encender la radio —murmuró Logan—. ¿Por qué
no tratas de dormir un rato? Te despertaré cuando lleguemos a Carolina del
Norte.
Encendió la radio y acordes de la Peer Gynt Suite de Grieg, inundaron el
automóvil.
—Ay, por Dios —se quejó Gil, mientras se acurrucaba en un rincón—.
Eve, dile que la apague y sálvame. Creo que estoy teniendo una recaída.
—Sálvate por tu cuenta. —La música le tranquilizaba los nervios—. No
noté que te mostraras especialmente solícito conmigo, menos si mis
necesidades son obstáculos para Logan.
—¡Ay! —Gil hizo una mueca—. Olvida lo que te pedí. Creo que puedo
acostumbrarme a la música clásica. Es más, para cuando lleguemos a la casa
en la playa, me gustará más el viejo Grieg que Reba McIntyre.

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Capítulo 12

—¿Estás seguro de que lo hicieron, James? —preguntó Lisa Chadbourne a


Timwick—. ¿Por qué tardaron tanto? No puedo permitir más errores.
—Barrett House está ardiendo en este mismo instante. El retraso fue
solamente porque llevó un buen rato asegurarse de que pareciera que fue por
un cortocircuito.
—¿Y enviaste un equipo hacia allá para recuperar el cuerpo? No quiero
que los paramédicos del departamento de bomberos sean los primeros en
llegar.
—No soy tonto, Lisa. Lo sacarán de allí y lo llevarán a Bethesda.
Se lo oía fastidiado. Era evidente que ella se había mostrado demasiado
autoritaria. Todos los demás le resultaban fáciles de manejar, pero era difícil
encontrar el punto de equilibrio con Timwick. En público era respetuoso y
sumiso, pero en privado no le permitía olvidar que eran socios. Suavizó la
voz.
—Perdóname, sé que estás haciendo todo lo que puedes. Me siento algo
asustada e impotente.
—Sí, tan impotente como una cobra real.
Lisa se estremeció. Era la primera vez que Timwick la trataba con
sarcasmo, lo que no era una buena señal. Ella había notado lo nervioso y
tenso que había estado últimamente y ahora parecía que se estuviera
descargando con ella.
—¿Me merezco eso, James? Los dos decidimos que era necesario y en
todo momento he sido franca contigo. —Silencio—. No esperaba que
sucediera esto. Me dijiste que todo saldría bien.
No tenía que enojarse. Tenía que pensar en el resultado final, no en los
detalles. Necesitaba a Timwick. Él tenía su trabajo, ella el suyo. Se cuidó de
que el fastidio que sentía no se le notara en la voz.
—Estoy haciendo las cosas de la mejor manera posible. Fuiste tú el que
no esperó el tiempo suficiente en la funeraria —le recordó con suavidad—.
No hubiéramos tenido problemas si te hubieras asegurado de que Donnelli
terminara el trabajo.

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—Me quedé ahí sentado viendo cómo lo quemaba. Después de un tiempo
pensé que podía irme. ¿Cómo iba a saber que llevaba tanto tiempo quemar un
cadáver?
Ella lo hubiera sabido. Hubiera leído todo acerca del tema hasta averiguar
todo lo necesario. Había sido una tonta al creer que Timwick haría lo mismo.
—Lo sé. No es tu culpa. Pero ahora tenemos que lidiar con eso… Y con
Logan. ¿No encontraron rastros del cráneo?
—Era evidente que Duncan había estado trabajando, pero no estaba el
cráneo. Si es tan buena como dicen, tenemos que suponer que terminó el
trabajo.
Lisa sintió que se le anudaban los músculos del estómago.
—Todo saldrá bien. El trabajo de ella solamente no es prueba de nada.
Tenemos que asegurarnos de que queden desacreditados ante los medios antes
de que consigan más pruebas. Hoy dimos el primer paso en esa dirección.
Ahora tienes que encontrarlos y cerciorarte de que no causen más problemas.
—Sé lo que tengo que hacer. Tú ocúpate de mantener en línea a Detwil.
En la última conferencia de prensa estuvo demasiado animado.
Estaba manejando a Kevin perfectamente bien. Timwick lo había dicho
adrede para vengarse de ella por criticar la forma en que había manejado a
Donnelli.
—¿Te parece? Lo vigilaré, James. Sabes que tu opinión es muy
importante para mí. —Hizo una pausa—. ¿Qué me dices de esta tal Duncan?
Hasta ahora apuntamos todos nuestros cañones contra Logan. Ella puede
resultar igualmente difícil.
—La tengo vigilada, pero Logan es el jugador principal. Es el que da las
órdenes.
—Como te parezca. ¿Pero puedes darme un informe más detallado sobre
Duncan?
—El informe es completo. ¿Qué más quieres saber?
—Quiero más detalles sobre sus antecedentes profesionales. Seguramente
intentarán una prueba de identificación por ADN y ella debe de tener
contactos.
—Mañana ya sabrán lo peligroso que es salir a la superficie. Con suerte
los atraparemos antes de que puedan hacer algo más.
—Sería tonto confiar en la suerte ¿no te parece?
—¿Caray, cuánto ADN crees que puede quedar después de que estuvo en
el fuego unas horas?
—No tengo idea, pero no podemos correr riesgos.

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—Además, como te dije, será Logan el que decida qué jugada hacer. No
pueden presentarse en un laboratorio de ADN con el cráneo. Sabemos
Adónde irán en busca de ayuda. Ya estoy haciendo vigilar a Ralph Crawford,
de la Universidad Duke. Si no los atrapamos de inmediato, igual se meterán
en nuestra…
—James, por favor —pidió Lisa con suavidad.
—De acuerdo. —Ella oyó la impaciencia en su voz—. Lo conseguiré.
—Bien. Y avísame en cuanto llegue el cuerpo a Bethesda. —Cortó la
comunicación, se puso de pie y se dirigió al dormitorio.
Es Logan el que decide las jugadas.
No estaba tan segura de eso. El expediente que tenía sobre Eve Duncan
mostraba a una mujer fuerte e inteligente que no caminaría detrás de ningún
hombre. ¿Quién mejor que Lisa para saber cómo una mujer fuerte podía
moldear las situaciones según su conveniencia? Timwick, como siempre,
subestimaba a la oposición. Iba a tener que ser ella la que vigilara a Eve
Duncan.
—¿Lisa?
Kevin estaba de pie en la puerta del baño, con la bata roja con arabescos
de Ben. Era una de las pocas prendas de Ben que le gustaba a Kevin. Lisa
había tenido que frenar su gusto por los colores fuertes. Ben raramente usaba
otra cosa que no fuera azul marino o negro.
—¿Pasa algo? —preguntó él, con el entrecejo fruncido.
Lisa se obligó a sonreír.
—Un problemita con Timwick.
—¿Puedo ayudar en algo?
—No, esta vez no. Deja que me ocupe yo.
Fue hacia él y le pasó los brazos alrededor del cuello. Olía a la colonia
con aroma a lima que Ben se había hecho preparar especialmente. Las
fragancias eran importantes. Aun cuando uno no pensaba en ello, era una
forma de recordar con sutileza quién era una persona. A veces, cuando
despertaba en medio de la noche, Lisa todavía creía que tenía a Ben
durmiendo a su lado.
—Estuviste magistral hoy en la reunión de la AARP. Los tenías a todos
embobados —le susurró al oído.
—¿Te parece? —preguntó él, ansioso—. Me pareció que me desempeñé
muy bien.
—Estuviste brillante. Mejor de lo que lo podría haber hecho Ben. —Lo
besó con suavidad—. Estás haciendo un trabajo magnífico. Podríamos estar

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en medio de una guerra, ahora, si tú no te hubieras hecho cargo.
—¿De veras era tan inestable?
Ella le había hablado de la supuesta inestabilidad de Ben quinientas veces,
pero Kevin siempre quería que se lo repitiera. ¿Se sentía culpable? No,
sencillamente le gustaba la idea de que estaba salvando el mundo. A pesar de
ser un hombre inteligente, en ocasiones Kevin se mostraba increíblemente
vanidoso e ingenuo.
—¿Crees que estaría haciendo esto si no hubiera tenido miedo de lo que él
podía hacer?
Kevin negó con la cabeza.
—Y has estado magnífico. Creo que este año podremos hacer promulgar
la ley de salud. ¿Te dije cuan orgullosa estoy de ti?
—No podría hacer esto sin ti.
—Puede que te haya ayudado en un principio, pero ahora eres mejor
que… —Echó la cabeza hacia atrás y sonrió con expresión traviesa—. Cielos,
mira cómo te excitas. Tengo que recordar cómo te pones cuando oyes elogios:
es lo que me mantiene satisfecha. —Se apartó de él y se quitó la bata—. Ven
a la cama y te diré lo maravilloso que estuviste con el embajador japonés.
Él rió y la siguió, entusiasmado como un chico a punto de jugar Lisa
siguió provocándolo con su sonrisa hasta que se tendieron en la cama.
Ella y Ben habían compartido la misma cama e introducir a Kevin de
inmediato en ella fue una parte necesaria del plan. Al principio, él se había
mostrado vacilante y hasta tímido y Lisa había tenido que utilizar toda su
habilidad para atraerlo sin parecer que era ella la que tomaba toda la
iniciativa. Podría haber encontrado otras formas de manejarlo, pero ésta era la
mejor. Su trabajo consistía en asegurarse de que Kevin estuviera bajo control.
Y el sexo era la mejor forma de controlar a alguien.

Zorra arrogante.
Timwick se echó hacia atrás en la silla y se frotó los ojos. Claro, Lisa se lo
pasaba dándole órdenes y después se metía en la cama y dejaba que él hiciera
todo el trabajo. Allí estaba ella, en la Casa Blanca, comportándose como la
realeza, mientras él estaba en esta oficinita de mala muerte, trabajando como
un burro. Ella quería resultados, pero sin ensuciarse las manos, y se mostraba
totalmente ciega a lo que no quería ver. Él era el que mantenía las cosas en
funcionamiento y los protegía del desastre. ¿Adónde estaría ella ahora si él no
hubiera intervenido?

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Eve Duncan. Era una herramienta de Logan, nada más. Convertirla en una
prioridad era un disparate. Si Lisa no fuera tan feminista habría admitido que
la amenaza principal era Logan.
Cielos, era como si las amenazas lo estuvieran cercando. Sus dedos se
cerraron sobre los apoyabrazos del sillón. Tenía que mantener la calma,
estaba haciendo todo lo que estaba en su poder para salvar la situación, y la
salvaría. Había demasiadas cosas en juego como para querer escapar. Si se
mantenía firme, tendría todo lo que había deseado en su vida.
Buscó el teléfono. Haría lo que ella quería… Por ahora. Necesitaba a Lisa
para que lo ayudara a seguir con el encubrimiento y mantener a Detwil dentro
de la Casa Blanca para otro mandato. Después de eso, Timwick buscaría la
forma de ser el único al mando de todo. Mejor dejar que Lisa creyera que era
la dueña del circo.
Le daría suficiente información sobre Eve Duncan como para que se
atragantara.

—Despierta, llegamos.
Eve abrió los ojos y vio que Logan descendía del asiento del conductor.
—¿Qué hora es? —preguntó, bostezando.
—Más de medianoche. —Gil extendió la mano hacia la manija de la
puerta—. Dormiste casi todo el camino.
Le parecía imposible haberse quedado dormida. Había tenido los nervios
tensos como cables.
—Has tenido un par de días difíciles. —Gil respondió a la pregunta que
ella no había hecho—. Yo también dormí un poco. Pero admito que me
vendrá bien estirarme un poco.
Eve se sentía tan entumecida que tuvo que aferrarse a la puerta al
descender del automóvil. Observó a Logan subir los escalones y abrir la
puerta de entrada. Llevaba el maletín de cuero con el cráneo de Chadbourne.
Logan siempre con las prioridades en orden, pensó Eve con ironía.
—¿Lista? —preguntó Gil mientras levantaba la maleta de Eve.
—Yo la llevo.
—No, yo me arreglo. Lleva la caja de Mandy. —Ya estaba subiendo los
escalones detrás de Logan.
Eve no quería entrar. Sentía el aire fresco y húmedo en las fosas nasales y
el sonido del mar contra la playa le resultaba una bendición. Hacía muchísimo
que no estaba junto al mar. Joe la había llevado a la isla Cumberland después

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de que salió del infierno, pero no recordaba nada de la isla. Lo único que
recordaba era a Joe abrazándola, hablándole, manteniendo la noche a raya.
Joe. Tenía que llamar a Joe. No le había hablado desde antes de la noche
que habían ido al campo de maíz. Había evitado deliberadamente llamarlo e
involucrarlo más en este espanto. Pero si no lo llamaba pronto, invadiría
Barrett House con un equipo SWAT.

El viento estaba cobrando fuerza y soplaba la espuma de las olas al llegar a la


orilla.
A Bonnie le había gustado el mar. Eve y Sandra la habían llevado a
Pensacola unas cuantas veces y ella había corrido ida y vuelta junto al agua,
riendo, conversando y buscando caracoles.
Cerró la puerta y se dirigió al muelle.
—Eve.
No se volvió al oír la voz de Logan. No quería entrar en la casa. No quería
enfrentarse con él ni con ninguna otra cosa en este momento. Necesitaba estar
sola.
Se quitó las sandalias, se sentó sobre el muelle bajo y bajó los pies al
agua. La sintió fresca y sedosa contra la piel.
Apoyó la cabeza contra el poste para escuchar el ruido de olas.
Y recordar a Bonnie…

—¿Vas a ir a buscarla? —preguntó Gil—. Hace casi una hora que está allá
afuera, John.
—Dentro de un rato. —Caray, qué sola se la veía—. No me parece que
quiera compañía.
—No es bueno que se ponga a pensar demasiado. Puede resultar muy
peligroso. Bastante rencor siente ya.
—Qué diablos, estoy cansado de empujarla. Déjala en paz un rato.
—Dudo de que se deje empujar hacia donde no quiere ir.
—Pero es posible bloquear todos los caminos para que se obligada a
tomar el único que queda libre. —Era lo que había hecho él desde el momento
en que la había conocido. Y seguía haciéndolo.
¿Entonces qué? ¿Iba a dejar de hacerlo porque tenía algunos
remordimientos de conciencia?
Iba a reparar la confianza rota de Eve y la iba a volver a utilizar.

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—Iré a buscarla. —Bajó los escalones del porche y cruzó por la arena
hacia el muelle.
Eve no lo miró cuando se acercó.
—Váyase, Logan.
—Tendrías que entrar. Se está poniendo fresco.
—Entraré cuando esté lista.
Él vaciló y luego se sentó a su lado.
—Te esperaré. —Se sacó los zapatos, las medias y metió los pies en el
agua.
—No quiero que se quede.
—Sabes, no he hecho nada parecido desde que estuve en Japón. —De una
mirada abarcó el océano—. Durante el día no parece alcanzar el tiempo para
relajarse.
—¿Está tratando de establecer vínculos conmigo, Logan?
—Puede ser.
—Pues no lo está logrando.
—¿No? ¡Qué lástima! Entonces, ya que estoy, me quedaré aquí sentado
para ver si logro relajarme un poco.
Silencio.
—¿En qué piensas?
—En Chadbourne le aseguro que no.
—¿En tu hija?
Eve se puso rígida.
—No use a Bonnie para tratar de acercarse a mí, Logan. No va a
funcionar.
—Lo pregunté por curiosidad, nada más. No termino de entender tu
obsesión por identificar cráneos. Sé, por supuesto, que nunca pudieron
encontrar a tu hija, pero no puede ser que…
—No quiero hablar de eso.
—Te observé con Mandy y luego con Ben Chadbourne. Hay como una…
ternura.
—Estaré un poco loca, entonces. Todo el mundo tiene sus locuras
respecto de algún tema u otro —se defendió Eve—. Le aseguro que no pienso
que esos huesos tienen las almas colgando alrededor.
—¿Crees en un alma eterna?
—A veces.
—¿Sólo a veces?

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—Bueno, sí, la mayoría del tiempo. —Logan se mantuvo en silencio,
expectante—. Cuando nació Bonnie, vi que no era como yo ni como mamá ni
como nadie. Era… Ella. Completa y maravillosa. ¿Cómo puede darse algo así
si no se nace con un alma?
—¿Y esa alma es eterna?
—¿Cómo lo voy a saber yo? Pienso que sí, que es eterna. Tengo
esperanzas de que lo sea.
—¿Entonces por qué te empecinas en devolverles esos huesos a los
familiares? No tendría que tener ninguna importancia.
—Para mí sí la tiene.
—¿Por qué?
—La vida es importante y habría que tratarla con respeto, no arrojarla a la
basura como algo inútil. Debería haber… Un hogar para cada persona. No
tuve un verdadero hogar de niña. Nos mudábamos de inquilinato a
inquilinato. De hotelucho a hotelucho. Mamá era… No era su culpa. Pero
todo el mundo debería tener un lugar permanente en el esquema de las cosas.
Traté de darle a Bonnie un hogar, el mejor hogar posible, donde pudiera
amarla y cuidarla. Cuando Fraser la mató tenía pesadillas de que yacía en un
bosque, donde los animales podían… —Calló un instante y cuando volvió a
hablar, tenía la voz ronca—. Quería que estuviera en casa, donde podía
cuidarla come siempre lo había hecho. Él le había quitado la vida y no quería
que nos dejara sin esa última posibilidad de cuidarla.
—Entiendo. —Caray, estaba entendiendo mucho más de lo que quería—.
¿Sigues teniendo pesadillas?
Por un instante, Eve no respondió.
—No, pesadillas, no —dijo por fin—. Sacó los pies del agua. —Voy
adentro—. Recogió las sandalias y se puso de pie. —Si es que su curiosidad
está satisfecha, Logan.
—No del todo. Pero es evidente que no me vas a contar nada más.
—Es cierto. —Lo miró desde arriba—. Y no vaya a creerse que ha
avanzado algo con esta charla íntima. No le dije nada que no le contaría a otra
persona. Joe y yo decidimos que me haría bien hablar de Bonnie.
—Tenemos que hablar de Chadbourne.
—No. Hoy no.
Eve se alejó.
Era dura, diablos. Y excepcional.
Le observó subir los escalones de la casa. La luz le hacía brillar el pelo
rojizo y delineaba su cuerpo esbelto y fuerte.

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Fuerte, pero vulnerable. Ese cuerpo podía verse lastimado, roto y
destruido.
Y él podía ser el responsable de que eso sucediera.
Tal vez la idea de intentar reconectarse con ella no hubiera sido buena. Se
había ido fuerte e independiente como siempre y ahora, el que se sentía
inseguro era él.
Y sí, quizás hasta también un poco vulnerable.

—Estuve pensando, Lisa —le murmuró Kevin al oído—. Tal vez


debiéramos… ¿Qué te parece…, un bebé?
¡Ay, por el amor de Dios!
—¿Un bebé?
Kevin se apoyo sobre un codo y la miró.
—Un bebé le gustaría a todo el mundo y se volverían todos locos. Si
empezamos ahora, nacería justo después del comienzo de mi próximo
mandato. —Vaciló—. Y… A mí me gustaría mucho.
Lisa le acarició la mejilla.
—¿Y crees que a mí no? —preguntó con suavidad—. Nada me daría más
alegría. Siempre quise un hijo. Pero no es posible.
—¿Por qué? Dijiste que Chadbourne no podía tener hijos, pero ahora eso
ya no es un problema.
—Tengo cuarenta y cinco años, Kevin.
—Pero existen tantas drogas para la fertilidad…
Por un instante, se sintió tentada. Había dicho la verdad: siempre había
deseado un hijo. Muchas veces Ben y ella habían tratado de concebir.
Recordaba las bromas de él en cuanto a que los niños eran una ventaja para
cualquier político, pero ella en ese momento no pensaba en ventajas. Quería
un hijo que le perteneciera, alguien que fuera completamente suyo.
Tenía que olvidarlo. Era imposible. Las lágrimas que le humedecieron los
ojos no fueron solamente para impresionar a Kevin.
—No hables de eso. Me duele pensar que no podemos hacerlo.
—¿Por qué?
—Sería demasiado difícil. A mi edad se pueden tener toda clase de
problemas. ¿Y si el médico decidiera que tengo que hacer reposo absoluto
durante los últimos meses del embarazo? Es algo que suele suceder y no
podría viajar contigo durante la campaña, lo que podría resultar peligroso.
—Pero eres tan fuerte y saludable, Lisa.

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Tenía que haber estado pensando mucho en el tema, para mostrarse tan
insistente.
—Es un riesgo que no deberíamos correr. —Oprimió el botón que sabía
que lo haría detenerse en seco—. En ese caso tendríamos que abandonar los
planes para otro mandato, por supuesto. Pero eres tan buen presidente, todos
te admiran y te respetan. ¿Quieres renunciar a todo eso?
Él no respondió por unos instantes.
—¿De verdad crees que sería algo tan arriesgado?
Ya estaba abandonando la idea, como ella había supuesto. De ninguna
manera volvería al anonimato después de haberse acostumbrado a tanto poder
y respeto.
—Ahora es un mal momento. No digo que no podamos volver a
considerar la idea más adelante. —Le acarició el labio inferior con el dedo
índice—. ¿Pero sabes cómo me emociona que pienses tanto en mí? Nada me
gustaría más que…
Sonó el teléfono de la mesa de luz y Lisa extendió el brazo para
responder.
—El cadáver llegó a Bethesda —anunció Timwick.
El cadáver. Frío. Impersonal. Así tenía que verlo ella también. Así.
—Excelente.
—¿Lograste ponerte en contacto con Maren?
—Está en algún punto del desierto. Tendré que volver a intentarlo.
—No tenemos demasiado tiempo.
—Dije que me encargaré del tema.
—Los medios están acechando el hospital. ¿Ponemos las cosas en
movimiento?
—No, dejemos que tejan conjeturas y arrojémosles la historia mañana por
la mañana. Quiero que estén lo suficientemente hambrientos como para
abalanzarse sobre cualquier migaja de información. —Cortó la comunicación.
—¿Era Timwick? —preguntó Kevin.
Lisa asintió distraídamente. Seguía pensando en Bethesda.
—No me cae bien ese crápula. ¿Nos es necesario, todavía?
—Vamos, ¿dónde está esa gratitud? —le dijo ella en tono jocoso—. Si fue
él el que te descubrió.
—Siempre me trata como si fuera un idiota.
—¿En público?
Kevin negó con la cabeza.

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—Bueno, no tendrás que tenerlo cerca. Estuve pensando que deberías
darle un puesto de embajador. Tal vez en Zaire. Después de todo, eres el
presidente.
Él rió, encantado.
—Zaire.
Lisa se levantó y se puso la bata.
—O en Moscú. Dicen que vivir en Moscú es sumamente incómodo.
—Pero le prometiste la vicepresidencia en el próximo mandato.
Tendremos que nombrarlo mi compañero de fórmula en la próxima
convención. —Hizo una mueca—. No creo que vaya a renunciar a eso.
No. La vicepresidencia había sido la única zanahoria que había atraído a
Timwick al plan. Se había decepcionado mucho cuando Ben no le dio un
puesto en el gabinete. Lisa nunca había visto un nombre tan ambicioso. Una
persona tan hambrienta de poder podía ser un problema para ella más
adelante, pero ahora no tenía tiempo de preocuparse por Timwick.
—Tal vez encontremos la forma de cambiar las cosas.
—Sería mejor dejar a Chet Mobry de vicepresidente. No nos dio nada de
trabajo.
—Podría habernos causado grandes problemas si no lo hubiéramos
mantenido siempre de gira en misiones de buena voluntad. Nunca estaba de
acuerdo con nuestras decisiones. Podríamos hacer lo mismo con Timwick.
—Sí… Puede ser, pero… ¿Dónde vas?
—Tengo que encargarme de unos asuntos. Vete a dormir.
—¿Para eso te llamó Timwick? —Kevin frunció el entrecejo—. Nunca
me dices lo que haces.
—Porque sólo son detalles aburridos y nada importantes. Tú te encargas
de las cosas de peso, yo de las nimiedades.
La expresión de él se suavizó.
—¿Volverás no bien termines?
Lisa asintió.
—Voy a la habitación de al lado a echar un vistazo a un expediente.
Quiero estar preparada para tu reunión con Tony Blair.
Kevin se recostó sobre las almohadas.
—Después de los japoneses, va a ser juego de niños.
Se estaba volviendo arrogante. Pero era mejor eso que el temor que había
mostrado al ocupar por primera vez el lugar de Ben.
—Ya veremos. —Le arrojó un beso—. Duerme, te despertaré cuando
vuelva.

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Cerró la puerta y se dirigió al escritorio. Le llevó diez minutos ubicar a
Scott Maren y otros cinco explicarle la urgencia de la situación.
—Por Dios, Lisa, no es tan fácil. ¿Qué excusa puedo dar para abreviar mi
estada aquí de forma tan repentina?
—Eres astuto, algo se te ocurrirá. —Bajó la voz y añadió—. Te necesito,
Scott.
Silencio.
—Todo saldrá bien. Resiste, Lisa. Llamaré al hospital y les diré que
pospongan la autopsia. Iré hacia allí cuanto antes.
Lisa cortó. Cielos, qué afortunada era de tener a Scott. Iba a ser vital para
controlar los daños.
Encendió la computadora, ingresó su contraseña y abrió la carpeta sobre
Eve Duncan. Todo avanzaba sin problemas hacia la resolución de la situación,
pero igual ella se sentía inquieta.
La imagen de Eve Duncan en la pantalla le devolvió la mirada. Rizos
desordenados, apenas un toque de maquillaje, grandes ojos castaños detrás de
anteojos redondos con marco de metal. Era una cara con mucho carácter, más
que suficiente para hacerla parecer fascinante en lugar de solamente atractiva.
Pero la mujer no conocía las reglas básicas del poder, no utilizaba sus puntos
a favor. Lisa recordó cómo era ella misma durante sus primeros años de
universidad, cuando creyó que con cerebro y decisión alcanzaba para lograrlo
todo. Caray, qué lejos parecían haber quedado aquellos días. Seguro que
había tenido la misma intensidad que veía en la cara de Eve. No le había
llevado mucho tiempo darse cuenta de que la intensidad asustaba a la gente.
Era mejor ocultar las pasiones detrás de una sonrisa dulce.
Sin embargo, los antecedentes de Eve indicaban que era una sobreviviente
y Lisa respetaba a los sobrevivientes. Ella lo era, o nunca se las habría
arreglado para salir adelante en los últimos años. Sonrió con melancolía y
tocó suavemente la imagen de Eve.
Hermanas. Dos caras de la misma moneda. Sobrevivientes.
Qué lástima.
Empezó a leer el expediente de Eve, buscando una debilidad, una forma
de derribarla.
Había leído solamente dos tercios del informe cuando la encontró.

A la mañana siguiente, cuando Eve entró en la sala, encontró a Gil y a Logan


sentados adelante del televisor.

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—Mierda —murmuró Gil—. No dejaron nada. Me gustaba mucho esa
casona.
—¿Qué pasó? —preguntó Eve—. ¿Barrett House?
Gil asintió.
—Parece que John escatimó en gastos de electricidad.
La imagen en la pantalla mostraba una ruina humeante con solamente dos
chimeneas intactas.
—Pero te alegrará saber que recibió merecido castigo por ser tan tacaño.
John murió en el incendio.
¿Qué?
—Sí, murió quemado hasta el punto de quedar irreconocible. Pero ahora
están comparando registros dentales y ADN. Qué pena: era un gran hombre.
Detwil acaba de hacer declaraciones acerca de cuán querido y respetado era
John en ambos partidos. Hasta dijo que John lo había invitado a pasar el fin
de semana a Barrett House para hablar de políticas a seguir.
—¿Por qué diría una cosa así?
—¡Qué sé yo! La verdad es que me pareció excesivo. —Apagó el
televisor—. No soporto seguir viendo esas cosas. John y yo teníamos una
relación tan estrecha; éramos prácticamente hermanos. —Se dirigió hacia el
bar de la cocina—. ¿Alguien quiere desayunar?
Eve se volvió hacia Logan.
—Esto es una locura. Usted no es precisamente un desconocido. ¿Acaso
creen que pueden seguir adelante con eso?
—Por un tiempo. Se encargarán de que haya coincidencia de ADN y
registros dentales. Se llevaron el cadáver a Bethesda.
—¿Y eso qué quiere decir?
—Que allí controlan las cosas. Tienen a alguien adentro que se encargará
de que las cosas se manejen como ellos quieren. Con eso ganarán tiempo.
—¿Y usted qué va a hacer?
—Bueno, no voy a aparecer y tratar de demostrar que están equivocados.
Me mandarían a una celda de máxima seguridad por impostor y allí sufriría
un desafortunado accidente. —Se puso de pie—. Además, tengo cosas que
hacer.
—¿Quién cree…? ¿Quién fue el que murió?
Logan se encogió de hombros.
Eve se estremeció. Ya había empezado. Un hombre muerto, una vida
arrojada como si careciera de valor.
—¿Café? —preguntó Gil—. Hay café danés.

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Eve negó con la cabeza.
—¿Podemos hablar de Chadbourne ahora? —preguntó Logan en tono
cortés—. Me da la impresión de que la situación se está tornando más
delicada.
—Claro que vamos a hablar —replicó Eve—. Quiero a mi madre a salvo.
No quiero que le prendan fuego a mi casa con ella adentro.
—Llamaré a Margaret, le diré que sigo en este mundo y que le busque un
escondite a tu madre.
—Hágalo ya.
—Está muy bien vigilada. ¿Puedo terminar el café, primero? —La miró
por encima del borde de la taza—. ¿Me vas a ayudar, Eve?
—Puede ser. Siempre y cuando no piense que me está haciendo andar a
ciegas. —Se volvió hacia Gil—. Quiero saber quién es ese Timwick, el que
crees que maneja los hilos. ¿Trabajaste con él?
Gil asintió.
—Sí, pero yo no era de su círculo íntimo. Como humilde agente del
Servicio Secreto, no era confidente del gran hombre.
—¿Qué clase de persona es? Alguna opinión te habrás formado.
—Es inteligente, ambicioso y sabe cómo mover hilos para obtener lo que
quiere. En lo personal, no me hubiera gustado tenerlo cerca en una situación
difícil. Lo he visto estallar demasiadas veces. No reacciona bien cuando está
bajo presión. —Hizo una pausa—. ¿Si es peligroso? Diablos, sí. La
volatilidad muchas veces se manifiesta como violencia irracional.
—¿Y Fiske?
—Es un matón contratado. Es calculador, eficiente, y disfruta de lo que
hace. ¿Alguien más?
—Dímelo tú. Podría haber una docena de personas merodeando detrás de
la escena de las cuales no me has hablado.
—Como te dije, tienen que haber involucrado a la menor cantidad posible
de personas —explicó Logan—. Y sería una estupidez tratar de hacerte andar
a ciegas ahora. Sabes lo mismo que sabemos nosotros. Están todas las cartas
sobre la mesa. ¿Nos vas a ayudar?
—Si pone a mi madre a salvo. —Lo miró directamente a los ojos—. Y me
voy a ayudar a mí misma, no a usted. Hasta un imbécil se daría cuenta de que
me ha convertido en un blanco para ellos. Y la única forma en que puedo
ayudarme a mí misma es demostrando que Chadbourne está muerto. El ADN
y los registros dentales son las únicas pruebas legalmente aceptables, de
manera que tenemos que conseguirlas.

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—¿Qué sugieres?
—No soy experta en ADN ni antropóloga forense con la capacitación
necesaria para realizar la extracción. Así que lo que tenemos que hacer es
llevarle el cráneo a alguno de los más respetados antropólogos de la profesión
y ver si puede obtener suficiente ADN como para hacer una prueba.
—El cráneo estuvo en el fuego.
—Pero hay posibilidades y creo que lo sabe —dijo con intención—. Yo
fui solamente el primer disparo del arsenal. Apuesto a que usted ya eligió el
antropólogo forense que hará el trabajo.
—El doctor Ralph Crawford, de la Universidad Duke. Tiene los
antecedentes que necesitamos.
Eve sacudió la cabeza.
—Gary Kessler, de Emory.
—¿Es mejor?
—Es igual de bueno, por lo que sé. Además, lo conozco.
—¿Otro Quincy? —preguntó Gil.
—Ese programa televisivo a él lo pone de mal humor. Además del hecho
de que no es veraz, hace que la gente confunda a los patólogos con los
antropólogos forenses.
—¿Y qué diferencia hay?
—Los patólogos tienen títulos de médicos y hacen su residencia en
patología. Los antropólogos no tienen título de médicos, tienen doctorados en
antropología, algunos de ellos se especializan en el esqueleto humano y sus
cambios durante la vida. Como Gary Kessler. Ha trabajado con varios
patólogos de Atlanta y es muy respetado. Además, si usted estuvo haciendo
averiguaciones sobre Crawford, es muy probable que piensen que es el único
que utilizaremos.
—Seguramente también estuvieron estudiando tus antecedentes con lupa.
—Entonces habrán descubierto que trabajé con diez o doce antropólogos
de Los Ángeles, Nueva York y Nueva Orleans y que me han llovido pedidos
desde que me hicieron esa nota en 60 minutos. Les llevará tiempo averiguar la
especialidad de cada uno, y no prestarán atención a Gary porque hace más de
dos años que no trabajo con él.
Logan asintió lentamente.
—Lo que dices es sensato. Y en estas circunstancias, puede resultar más
fácil convencer a alguien de que nos ayude si tú lo conoces.
Como las circunstancias involucraban probables problemas con la ley,
Eve comprendió a qué se refería.

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—¿Qué hay de los registros dentales?
—Eso puede resultar más difícil. La dentista de Chadbourne era una
mujer llamada Dora Bentz. —Hizo una pausa—. Es una de las personas que
Fiske asesinó después de tu llegada a Barrett House. Seguramente ya
cambiaron todos los registros dentales de Chadbourne.
—Usted dijo que habían asesinado a un testigo. —Eve levantó una mano
al ver que él se disponía a hablar—. No importa. ¿Por qué iba a esperar que
me dijera la verdad?
—No me voy a defender. La situación era diferente.
Eve notó que no se disculpaba ni alegaba que haría otra cosa.
—Entonces nos queda el ADN. ¿Y si no nos alcanza para una prueba?
¿Podríamos encontrar alguna forma de obligar a Detwil a someterse a una
prueba para demostrar su identidad?
—De ninguna manera —respondió Logan sin rodeos—. Él es ahora el
presidente; somos nosotros los que cargamos con la prueba. Además, podrían
cambiar sus registros médicos, igual que lo hicieron con los míos.
—¿No podríamos intentarlo? Tiene que tener parientes.
—Con excepción de su madre, que murió hace siete años, solamente tenía
un medio hermano mayor.
—¿Tenía?
—John Cadro. Él y su mujer fueron asesinados un día después que Dora
Bentz.
Santo Dios.
—No tiene que ser un pariente cercano. Comprobaron que la mujer que se
quería hacer pasar por Anastasia era una impostora comparando su ADN con
el del príncipe Felipe de Inglaterra. ¿No hay nadie más?
—No, nadie que podamos rastrear con facilidad. Eligieron a Detwil con
mucho cuidado.
—¿Y la madre? Podrían exhumar el cuerpo…
—No es mi intención usar humor negro, pero no hay tiempo para cavar
más hondo. Cuando esto salga a la luz vamos a tener que tener pruebas
decisivas.
—¿Por qué no hay tiempo?
—Porque nos matarán doce horas después de que aparezcamos —replicó
Gil con aspereza—. Según las noticias, John ya está muerto. Eso nos deja
solamente a ti y a mí y ellos tienen el poder de la presidencia como respaldo.
Estoy seguro de que ya saben cómo lo van a hacer. Va a ser algo rápido,
lógico y eficiente. Timwick siempre fue eficiente.

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Eve se estremeció.
—Tiene que haber otra conexión… Alguien más.
—Sí, hay otra persona. Scott Maren.
—¿Otro pariente? —Eve hizo una mueca—. ¿Está muerto, también?
—No, es el médico personal de Chadbourne y la razón probable por la
que todavía sigue con vida es que ha estado fuera del país. —Hizo una pausa
—. Pero no creo que podamos usarlo. Mi opinión es que debe de estar
involucrado en el asesinato.
—¿Cómo?
—Tuvo la oportunidad. Hace dos años, el 2 de noviembre a la mañana,
Ben Chadbourne se internó en Bethesda para hacerse su examen anual. El
cadáver apareció en la funeraria de Donnelli después de la medianoche del 3
de noviembre.
—¿Cree que fue en ese momento cuando hicieron el cambio?
Logan asintió.
—Tiene que haber sido una coreografía perfecta: entra un Ben
Chadbourne y sale otro. Es probable que Maren le haya dado una inyección
letal al verdadero Chadbourne, alegando que era vitamina B o algo por el
estilo.
—Entonces él es el hombre de confianza que tienen en Behesda —dijo
Eve lentamente. Era posible y diabólicamente astuto, pensó. Un médico está
en una posición de confianza, pero a la vez entra en contacto cotidianamente
con formas de quitar la vida—. Tiene que tratarse de una suposición. Maren
debe de haber pasado por toda clase de verificaciones de seguridad antes de
convertirse en el médico de Chadbourne.
—Estoy seguro de que sí —concordó Gil—. Pero es muy respetado y
además, es amigo íntimo del Presidente. Maren, Chadbourne y Lisa
Chadbourne estuvieron en la universidad juntos. Chadbourne o su mujer
fueron piezas clave para conseguirle el puesto en Bethesda.
—¿Por qué haría una cosa así, por qué correría un riesgo tan grande?
Logan se encogió de hombros.
—No lo sé, pero apostaría a que lo hizo. Es por eso que estuve tratando de
ponerme en contacto con él. Quizá podamos convencerlo de que incrimine a
Timwick y a Lisa Chadbourne.
—No veo que Maren sea una buena conexión. Si todo esto es cierto, él de
ninguna manera va a admitirlo. Sería un estúpido.
—Puede ser. —Logan calló un instante y luego siguió hablando—. A
menos que pudiéramos convencerlo de que es hombre muerto si ellos no

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abandonan el gobierno. Cuando hice la lista de los posibles blancos que ellos
querrían eliminar, Maren estaba en uno de los primeros puestos.
Eve lo pensó un instante.
—Es el único testigo que puede relacionar a Lisa Chadbourne y a
Timwick con la muerte del esposo de ella.
—Exactamente. Sin ese testigo, si se descubre la muerte, podrían inventar
cualquier cosa, alegar que fue un complot terrorista u otra conspiración. Pero
Maren es real y si lo acusan de asesinato, no van a tener la seguridad de que
no hablará y los hará caer con él. No tengo dudas de que desde el momento en
que se urdió el plan, ya tenían pensado matarlo.
—¿Pero él lo creerá?
—Podemos intentarlo. No tenemos demasiadas opciones. En este
momento, es nuestra única esperanza.
—Dijo que estaba fuera del país. ¿Adónde está?
—Detwil lo mandó en una misión de buena voluntad a Jordania, a
inspeccionar los hospitales de allí. Fue una operación de alto perfil y
supuestamente, el Rey requirió su presencia. En la superficie, es un honor que
acrecentaría el prestigio de Maren.
—¿Y debajo de la superficie?
—Una trampa, posiblemente. A Fiske le hubiera resultado muy fácil
matarlo allí y echarle la culpa a un grupo extranjero disidente. Creo que
mataron a Bentz y Cadro porque sospechaban de que yo podía estar
acercándome demasiado, pero Maren fue un blanco desde el principio.
—No va a colaborar. Por Dios, si mató al Presidente, es hombre muerto
desde cualquier punto que se lo mire.
—Si le ofrecemos un trato, no.
—No tenemos autoridad para ofrecerle… —Estudió la expresión de
Logan—. ¿En qué está pensando?
—En que quiero a Detwil y Lisa Chadbourne fuera de la Casa Blanca y no
me importa cómo los voy a sacar. —Hizo una pausa—. Lo haré aunque
signifique ayudar a Maren a establecerse en otra parte del mundo con una
abultada cuenta bancaria.
—¿Haría un trato con un asesino?
—¿Y si no podemos conseguir pruebas de ADN? ¿Se te ocurre otra cosa?
Eve estaba demasiado confundida como para pensar con claridad.
—¿Qué va a impedir que Fiske vaya a Jordania a buscar a Maren?
—La situación ha cambiado. Necesitan a Maren y no lo van a matar hasta
que deje de serles útil. —Sonrió—. Recuerda que llevaron mi cadáver a

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Bethesda. Van a querer que Maren esté allí para tapar todo. Se suponía que
iba a volver pasado mañana, pero ahora debe de estar viniendo a toda prisa.
Mientras vamos a Emory a ver a Kessler, Gil va a ir a Bethesda a tratar de
conseguir la colaboración de Maren.
—¿Y cómo va a hacer Gil para que no lo atrapen? Seguro que nos están
vigilando.
—Lo lograré gracias a la magia de un disfraz —respondió Gil—. Me
disfrazaré de enfermera. —Ladeó la cabeza con aire pensativo—. Rubia, creo.
Con pechos gigantes.
—¿Qué?
—Bromeaba, nada más. No te preocupes, me las arreglaré.
Eve ya estaba preocupada. No quería que le sucediera nada malo. Gil
podía haber estado metido en el complot para engañarla, pero era un canalla
simpático.
Santo Cielo, cuántas muertes había habido ya. Había muerto gente que
ella ni siquiera conocía. Parecía estar metida en el medio de un círculo de olas
de destrucción que cada vez se hacían más grandes. Por suerte todavía no
habían tocado a nadie cercano a ella.
Y eso no tenía que suceder.
—Hablan como si pudieran moverse de un lado a otro sin problemas —
señaló Eve—. ¿Cómo van a hacer con el dinero? Las tarjetas de crédito se
pueden rastrear y…
—Logan se encargó de eso. Me hizo comprar unas cuantas licencias de
conductor falsas en el mercado negro. Tú eres Bridget Reilly. Se me ocurrió
que con tu pelo rojizo pasarías por alguien de origen irlandés. La fotografía
está algo fuera de foco y…
—¿Mi fotografía? —Se volvió hacia Logan—. ¿Compró una licencia de
conductor falsa para mí?
Él se encogió de hombros.
—Tenía que estar preparado. Le dije a Gil que consiguiera identificación
para todos los que estaban en Barrett House. Tenía el presentimiento de que
podíamos llegar a esto.
Al diablo con él. No sólo había sabido el lío en que la estaba metiendo,
sino que lo había planeado.
—¿Y seguro que hizo que Gil consiguiera tarjetas de crédito falsas para
todos, también?
Logan asintió.

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—Pero traje suficiente efectivo como para resolver la mayoría de las
situaciones.
—Es absolutamente increíble.
—Tenía que estar preparado —repitió él.
Eve sintió la necesidad de salir de la habitación antes de hacer algo
violento.
—Llame a Margaret. —Se dirigió al dormitorio—. Voy a llamar a mi
madre para decirle que esté lista para irse.
—Tendrá el teléfono intervenido, sabes.
—No soy tan tonta. Sé que deben de estar vigilándola. Tendré cuidado,
pero tengo que prevenirla. Usaré mi teléfono digital y la llamaré al suyo.
—¿Ella también tiene un teléfono digital?
—Por supuesto. Joe nos los consiguió. Dijo que hay toda clase de gente
extraña que escucha las llamadas por los celulares. Los teléfonos digitales son
de seguridad casi absoluta.
—Cómo no se me ocurrió que había sido el ubicuo señor Quinn —
murmuró Logan—. ¿Existe algo de lo que él no se encargue?
—No, es un buen amigo y nos cuida. —Le arrojó una mirada fría por
encima del hombro—. Entiendo por qué a usted ese concepto le debe de
resultar extraño.

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Capítulo 13

Sandra había visto el noticiario de la mañana y a Eve le llevó diez minutos


lograr que dejara de hacer exclamaciones y bombardearla con preguntas. Por
fin pudo avisarle que Margaret iba en camino.
—¿Cómo que tengo que irme? —objetó Sandra—. ¿Qué está pasando,
Eve?
—Nada bueno. No puedo hablar del tema ahora.
—¿Es cierto que John Logan murió?
—No. Mira, mamá, las cosas van a ponerse feas y hasta que se aclare
todo, quiero que estés en algún lugar seguro, fuera del alcance de los medios.
—¿Un lugar seguro? Éste es un lugar seguro. Joe viene día por medio y
todas las noches hay un patrullero estacionado afuera.
—Mamá… —Tenía que encontrar la forma de convencerla—. Haz lo que
te pido. Por favor. El asunto es serio, créeme. Tengo miedo de lo que puede
suceder.
—¿Miedo? —Sandra permaneció en silencio unos instantes—. Creo que
sí, que realmente tienes miedo. No te he visto actuar así desde que Fraser…
—Se interrumpió y luego dijo—: Quiero verte.
—No puedo ir. No haría más que ponerte en peligro.
—¿En qué te has metido, Eve?
—Tampoco puedo contártelo. Pero hazlo por mí ¿quieres?
—Tengo un trabajo. No puedo irme así sin más…
—Te matarán —dijo Eve sin rodeos—. O te usarán a ti para matarme a
mí. ¿Es eso lo que quieres? Por el amor de Dios, mamá, llama a la oficina y
diles que tienes un asunto de emergencia familiar. Créeme, hablo en serio.
—¿Matarte? —repitió Sandra y por primera vez Eve oyó el miedo en su
voz—. Voy a llamar a Joe.
—Yo también lo voy a llamar. Pero tal vez no pueda ayudarte. No salgas
de casa y no le abras la puerta a nadie que no sea la persona que te envío.
—¿Quién es?
Cielos ¿y si encontraban la forma de monitorizar la conversación? No
podía convertir a Margaret en un blanco.

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—Se identificará. Te enviaré una fotografía por fax… —No, el fax había
sido destruido, al igual que todo lo que había estado en su oficina, además, tal
vez fuera posible intervenir también el fax—. Te haré llegar una fotografía e
información de alguna manera. Mamá, no vayas con ninguna otra persona,
por más credenciales que tengan para mostrarte. Ni con la policía, ni el FBI ni
el Servicio Secreto. Nadie.
—¿Cuándo llegará esta persona?
—No lo sé. Pronto. Ni siquiera sé cómo se pondrá en contacto contigo.
Tal vez no quiera ir a casa. Haz lo que te diga, recuerda.
—No tengo diez años, Eve. No me voy de la mano con el primero que
pasa. Ya bastante lo hice cuando era chica. —Suspiró—. Está bien, está bien,
haré todo lo que dices. Caray, cómo me gustaría que nunca hubieras conocido
a John Logan.
—A mí también, mamá, te lo aseguro.
—Cuídate, quieres.
—Sí. —Hizo una pausa y luego añadió, siguiendo un impulso—. Te
quiero mucho.
—Cielos, ahora sí que estoy asustada. Nunca te pones sentimental. Yo
también te quiero mucho, Eve —respondió, conmovida y cortó enseguida.
Eve oprimió el botón para dar fin a la llamada. Expresar afecto todavía no
les resultaba fácil a ninguna de las dos. Había habido demasiados años de
incomunicación durante la niñez de Eve.
Pero Sandra sabía que ella la quería. No era necesario que se lo dijera.
Juntó fuerzas y enderezó la espalda. Ahora Joe. Rápidamente, disco el
número de su teléfono digital privado. Él atendió de inmediato.
¿Joe?
Un silencio, luego la voz de él, baja, dura.
—¿Qué carajo estás haciendo?
—¿Puedes hablar? ¿Estás con gente?
—Estoy saliendo de la playa de estacionamiento. ¿Por qué no me
llamaste? ¿Por qué diablos no me devolviste las…?
—Estaba ocupada. Deja de gritarme.
—No te estoy gritando. —Era cierto, pero cada palabra estaba cargada de
furia—. Tengo ganas de estrangularte.
—Tal vez tengas que ponerte en la fila y esperar tu turno.
—¿Qué es eso, un chiste?
—No. Estoy en problemas, Joe.
—Eso es bastante evidente. ¿Mataste a Logan?

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Eve apretó el teléfono con más fuerza.
¿Qué?
—¿Lo mataste?
—¿Estás loco?
—Dame una respuesta. Mira, si lo hiciste, sé que fue en defensa propia,
pero tengo que saber la verdad para poder arreglar las cosas.
—¿Por qué iba a…? ¡Por supuesto que no lo maté! No está muerto, es
todo mentira.
Silencio.
—Entonces te diría que estás en problemas muy, muy serios. ¿Viste
CNN?
—¿Todo el asunto del incendio en Barrett House? Sí, estoy enterada de
todo eso.
—No, no, me refiero al último boletín, el que te menciona como
sospechosa.
—¿Quién, yo?
—Entrevistaron a Novak, el prestigioso abogado de Logan y dijo que te
alojabas con Logan en Barrett House. —Hizo una pausa—. Dijo que eras su
amante y que él había querido terminar la relación porque eres desequilibrada.
—¡Qué hijo de puta!
—Saben lo de Lakewood, Eve.
Ella se puso rígida.
—¿Cómo pueden saberlo? Me dijiste que enterraste los registros. Me
prometiste que…
—No sé cómo lo averiguaron. Pensé que lo tenía cubierto.
—Pues tendrías que haber sido más… —Cielos, estaba culpando a Joe por
algo que ni siquiera era su responsabilidad—. ¿De verdad hablaron de
Lakewood?
—Sí. —Hizo una pausa—. Te dije que no había motivos para ocultarlo.
No tiene nada de malo haber…
—Al parecer, había motivos.
Joe maldijo en voz baja.
—Dime dónde estás e iré hacia allá.
Eve trató de concentrarse.
—Es mejor que no te vea. Mientras no quedes involucrado, estarás a…
—Dime dónde estás. Ya estoy involucrado. Dímelo o buscaré hasta
encontrarte. Soy muy bueno para eso.
Eve sabía, mejor que nadie, lo obstinado que podía ser Joe.

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—Voy a ir a Atlanta. Necesito ver a Kessler. Me encontraré contigo en el
estacionamiento de Hardee, en Dekalb, mañana a las diez de la mañana. Está
a unas seis cuadras de Emory.
—Bien. —Joe permaneció en silencio varios segundos—. ¿Cómo es de
grave todo esto, Eve?
—Un espanto. No podría ser peor.
—Sí que podría ser peor… Si no me tuvieras a mí para ayudarte a arreglar
las cosas.
Ella esbozó una sonrisa temblorosa.
—Es cierto… Eso sería peor. —Una idea le vino a la mente—. ¿Puedes
conseguir una fotografía de la asistente de Logan, Margaret Wilson y
enviársela a mamá? Dile que Margaret es la que irá a ayudarla.
—¿Ayudarla a qué?
—Va a encargarse de que mamá vaya a algún lugar donde esté a salvo.
—De eso me voy a encargar yo —replicó Joe con dureza—. No necesitas
ayuda de nadie más.
—No me hagas esto, Joe. Necesito toda la ayuda posible. ¿Le llevarás la
fotografía?
—Por supuesto. Pero más vale que tengas una muy buena razón para no
haber confiado en mí.
—Pero si confío en… —Tal vez comprendiera cuando ella le explicara
todo. Recordó otra cosa—. ¿Y me consigues también una fotografía de James
Timwick y de un hombre llamado Albert Fiske, que trabaja para él? Tráelas
contigo mañana.
—No va a haber problema con Timwick. Sale en las noticias con
frecuencia, ¿pero quién es Albert Fiske?
—Un nombre al que tengo que ponerle una cara. Hasta mañana, Joe. —
Oprimió el botón para finalizar la conversación.
Lakewood. Dios Santo, Lakewood.
Guardó el teléfono en la cartera y se puso de pie. Podía oír el televisor en
la habitación contigua. Logan y Gil ya se habrían enterado del asunto de
Lakewood.
Seguramente Logan ya lo sabía de antes. Su abogado hacía el trabajo de
detective y era el dinero de Logan lo que había sacado a la luz todos los
hechos sobre su pasado.
Otra vez Logan. Maldito sea.
Gil y Logan levantaron la vista cuando ella entró en la habitación.
—La trama se complica —comentó Logan y apagó el televisor.

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—Sí, yo estoy loca y usted está muerto —replicó ella—. Quieren
asegurarse de que se nos haga bien difícil movernos.
—Difícil no, imposible —la corrigió Gil—. ¿Estuviste realmente en
Lakewood?
—Pregúntale a Logan.
Logan sacudió la cabeza.
—A mí no me dieron esa información. Supongo que Novak se la guardó
para vendérsela a Timwick.
—¿Usted sabía que él estaba tratando con ellos?
—Tenía mis sospechas. Novak es ambicioso. —Hizo una pausa—. Pero la
pregunta es cuan valiosa es esa información para ellos. ¿Cuánto tiempo
estuviste en Lakewood?
—Tres semanas.
—¿Quién te internó?
—Joe.
—Cielos, las autoridades. No es una buena imagen.
—¡No fueron las autoridades! —se defendió Eve con ferocidad—. Fue
Joe.
—Quinn estaba con el FBI en ese entonces.
—Ellos no sabían nada del tema. Nadie sabía nada, ni siquiera mi madre.
—Ella es tu familiar más cercano. Tienen que habérselo dicho.
Eve sacudió la cabeza.
—Lakewood no es una institución pública. Es un pequeño hospital
privado del sur de Georgia. Joe me internó bajo otro nombre. Anna Quinn.
Les dijo que yo era su esposa.
—¿Y fuiste por voluntad propia?
Eve esbozó una sonrisa torcida.
—No, Joe puede ser una topadora cuando quiere. Me hizo ir por la fuerza.
—¿Por qué?
Eve no respondió.
—¿Por qué, Eve?
Qué diablos, de todas formas se enteraría.
—La noche que ejecutaron a Fraser tomé una sobredosis de sedantes. Me
alojaba en un motel cercano a la prisión. Joe vino a ver cómo estaba y me
encontró. —Eve se encogió de hombros—. Me hizo vomitar varias veces y
caminar por esa maldita habitación hasta que estuve fuera de peligro. Después
me llevó a Lakewood. Se quedó allí conmigo durante tres semanas. Al
principio quisieron sedarme, pero él les dijo que no me había llevado allí para

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eso. Me hizo hablar con todos los psicólogos del lugar. Me hizo hablar de
Bonnie, de Fraser, de mi madre. Caray, hasta me hizo hablar de mi padre y yo
no lo había visto desde que era bebé. —Hizo una mueca—. Pero,
evidentemente, no le pareció que me había abierto lo suficiente con los
amables médicos, así que después de tres semanas, me sacó de allí, me llevó a
la Isla Cumberland y me hizo quedar allí otra semana.
—¿La isla Cumberland?
—Es una isla salvaje cerca de la costa. Hay un solo hotel, pero Joe no
reservó allí. Acampamos al aire libre y me aplicó su propia terapia.
—¿Y con él sí te abriste?
—No me dio opción. —Sonrió a pesar de sí misma—. Ya les dije, cuando
se le mete algo en la cabeza… Él no iba a permitir que me volviera loca o me
matara. Simplemente no lo iba tolerar. Así que me las tuve que arreglar.
—Ese Quinn sí que es un personaje —comentó Gil.
—Oh, sí. De eso no hay dudas. No hay nadie como él. —Eve fue a la
ventana y contempló el mar—. Luché contra él como una leona. Pero no hubo
caso, no me dejó abandonarme.
—Ojalá hubiera enterrado mejor los registros de Lakewood.
—Lo mismo digo. En el vecindario donde me crié había muchos locos,
pero tenías que estar realmente chiflado para ir a un hospital psiquiátrico.
Pero Joe no piensa como nosotros. Es muy directo. Si algo se rompe, hay que
traer un experto para arreglarlo. No veía que hubiera ningún estigma en el
hecho de estar en un hospital psiquiátrico. Eso no le hacía ninguna mella.
—¿A ti te asustaba?
Eve no respondió por un instante.
—Sí —dijo por fin.
—¿Por qué?
—Tenía miedo de que fuera el sitio donde me correspondía estar —
masculló.
—Qué absurdo. Cualquiera hubiera tenido una crisis de haber estado
sometido al estrés que sufriste tú.
—¿Y qué distancia hay entre una crisis y volverse loco? Uno nunca se da
cuenta de que camina por la cornisa hasta que no resbala y ve el abismo
debajo.
—Pero tú luchaste contra eso.
—Joe me sacó de un tirón. —Cruzó los brazos contra el pecho—.
Después sentí una profunda ira y me enfurecí conmigo misma. Fraser no iba a
quitarme nada más. Ni la vida ni la salud mental. No iba a dejarlo ganar. —Se

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volvió hacia Logan—. Como tampoco voy a dejar ganar a Timwick ni a ella.
La pregunta es cómo vamos a impedir que logren que todo el mundo crea que
estoy loca.
—No podemos hacerlo, al menos por ahora. Estamos a la defensiva —
explicó Logan—. No podemos hacer nada hasta que tengamos un arma para
lanzar un ataque.
Eve ya lo sabía pero había estado esperando buenas noticias, no toparse de
frente con la realidad.
—¿Llamó a Margaret?
Logan asintió.
—Ya está en camino.
—¿Adónde llevará a mi madre?
—Está haciendo arreglos con el servicio de seguridad que vigila a tu
madre ahora. Le dije a Margaret que quiero que se lleven por lo menos un
guardia a cualquier lugar donde decidan ocultarla. ¿Le avisaste a Sandra que
va a ir Margaret?
—Sí, y le dije a Joe que se encuentre con nosotros mañana en Atlanta. —
Vio cruzar una expresión casi imperceptible por el rostro de Logan y exclamó
—. ¿Qué pasa, hay algún problema?
—No. Tal vez no sea buena idea involucrarlo, nada más. Cuanto menos
gente…
—No me venga con pavadas. —Pasó por alto el hecho de que esa misma
había sido su reacción inicial—. Confío más en él que en usted o en Gil.
—Entiendo por qué. —Gil se puso de pie—. No veo la hora de conocer al
interesante señor Quinn. Creo que iré a caminar un poco. ¿Quieres venir,
John?
Logan asintió.
—Me vendría bien un poco de aire. —Se dirigió a la puerta—. No
tardaremos mucho. Mantente atenta a las noticias ¿quieres, Eve?
Querían hablar de la situación a solas. Evaluarían los sucesos más
recientes e intentarían planear una ofensiva. Muy bien, pues. Que lo hicieran.
Se darían cuenta muy pronto de que ella ya no pensaba quedarse afuera de las
decisiones.
Por otra parte, no le faltaban ganas de olvidarse de ellos. Mañana iba a
reunirse con Joe otra vez. Logan la había usado y sin duda tenía intenciones
de hacerlo nuevamente, pero en Joe sí que podía confiar. Hacía mucho tiempo
que eran un equipo y juntos podían superar cualquier cosa, incluso a Timwick
y a Lisa Chadbourne.

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Lisa Chadbourne. ¿El hecho de que su nombre le hubiera venido a la
mente con tanta facilidad significaba, entonces, que había aceptado a Lisa
Chadbourne como la persona al mando de la conspiración? Las señas que
había utilizado con Detwil indicaban complicidad, sí, pero no necesariamente
la marcaban como la que había tramado todo.
Pero la mujer que había visto en las filmaciones no era del tipo de las que
aceptan ser segundonas. Destilaba seguridad y carisma.
Y Gil no había descrito a Timwick como un hombre que podría llevar a
cabo un engaño de semejantes proporciones. Habría que tener nervios de
acero y la habilidad de pensar claramente en todo momento. Según Gil,
Timwick era un hombre que podía desmoronarse bajo presión.
Si Lisa Chadbourne era la que comandaba el juego, entonces lo mejor que
Eve podía hacer era estudiarla con mucho cuidado.
Buscó la cartera y sacó los vídeos que había guardado allí antes de
abandonar Barrett House. Colocó uno dentro de la grabadora y se acomodó en
el sofá que estaba frente al televisor.
La cara sonriente de Lisa Chadbourne apareció en la pantalla. Bella,
inteligente y, sí, fascinante. Eve sintió que la recorría una oleada de tensión y
se inclinó hacia delante, sin apartar los ojos de la cara de Lisa Chadbourne.

—¿Qué haces? —preguntó Logan cuando la encontró allí dos horas más tarde
—. ¿Lisa Chadbourne?
Eve apagó la videograbadora.
—Nada. Solamente la estaba estudiando.
—¿Por el asunto de las señas que le hace a Detwil?
—Sí, en parte. Quería ver su lenguaje corporal, sus expresiones. Son cosas
muy reveladoras.
—¿De veras? —Logan la miró con atención—. No hubiera pensado que
podían decirte algo. Estoy seguro de que es una experta en disimular sus
emociones.
Eve se encogió de hombros.
—Soy artista y me he dedicado a estudiar las expresiones faciales.
Cuando empecé a trabajar como escultora forense, hasta tomé un curso sobre
expresiones y lenguaje corporal y cómo se relacionan con la psicología. Las
expresiones pueden ser un factor determinante en una identificación. Una cara
sin expresión es como una paleta vacía.
—¿Y de qué te diste cuenta al estudiar a Lisa Chadbourne?

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—Es un poco soberbia, es audaz, pero también cautelosa. Y algo
vanidosa, también. —Frunció el entrecejo—. No, vanidosa no. Es demasiado
segura de sí como para ser vanidosa. Simplemente sabe quién es y se aprecia
a sí misma.
—¿Pagada de sí misma?
Eve sacudió la cabeza.
—No. —Vaciló—. Es pragmática… Y tal vez se sienta sola.
—Bueno, parecería que tuvieras la bola de cristal —comentó Gil.
—Algunas cosas no son más que suposiciones mías. Muchas, tal vez. Por
lo general, las personas controlan la mayoría de los músculos de la cara, pero
no los de alrededor de los ojos. Son muy difíciles de manejar. Pero aun una
falta de expresión puede llegar a contar una historia. —Volvió al tema de Lisa
Chadbourne—. Apuesto a que ella tiene muy pocos amigos y que a las demás
personas las mantiene a distancia.
Logan arqueó las cejas.
—No fue la impresión que me dio cuando la conocí. Te aseguro que fue
sumamente cálida y amistosa, además, maneja a la gente como nadie.
—Sí, lo suficientemente bien como para engañarlo a usted. Le lanzó todo
su encanto encima. Los hombres siguen siendo los que manejan el mundo y
ella se ha propuesto llevarse bien con ellos. Es probable que ya le resulte algo
totalmente natural.
—¿Pero a ti no te engaña?
—Podría haberme engañado si usted no me hubiera hecho ver esas
filmaciones, donde se ven todos sus movimientos y expresiones. Es una
maravilla, casi nunca se aparta de su personaje. Cuando lo hace, es solamente
por una fracción de segundo, luego vuelve a su papel de inmediato. —Eve se
encogió de hombros—. Por suerte se puede congelar la imagen. Es algo que
resulta sumamente revelador.
—¿Decidiste, entonces, que solamente es una mujer solitaria e
incomprendida que se vio involucrada en esto sin querer? —preguntó Logan
con sarcasmo.
—No, pienso que podría muy bien matar a un hombre. Transmite la
fuerza y la intensidad de una explosión atómica. Creo que podría hacer
cualquier cosa que le resultara necesaria, pero nunca sería peón de nadie. En
todo momento haría las cosas a su manera. —Encendió el televisor otra vez
—. Lo lamento, pero no miré las noticias. Ahora puede ponerse al tanto.
—Estás dando muchas cosas por sentadas nada más que por mirar esos
vídeos.

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—Si no quiere creerme, no me importa en absoluto.
—Bueno, sí, puedo llegar a creer que el lenguaje corporal y las
expresiones faciales pueden revelar cosas. Estudiarlos es uno de los cursos
claves de los seminarios de negociación a los que envío a todos los ejecutivos
de mi empresa. Pero me parece que hay que tener mucho cuidado antes de
decidir algo acerca de Lisa Chadbourne.
—Tenemos que tener cuidado con todo lo relacionado con ella. —Eve se
dirigió a la puerta—. Voy al muelle.
—¿Puedo acompañarte? —preguntó Logan.
—No, no recuerdo haber sido invitada cuando usted y Gil quisieron salir
para hablar.
—¡Uy!, esa estocada me dolió —se quejó Gil.
Eve bajó los escalones corriendo. En la playa sólo había unos niños
jugando al voleibol, a unos trescientos metros del muelle. Eve se dijo que
tendría que tener cuidado de que no la reconocieran. Sin duda la CNN había
mostrado una fotografía de la loca incendiaria que había matado a Logan.
Loca. La palabra le dolía. Esa víbora de Lisa Chadbourne. Había tenido
que utilizar la parte de su vida que todavía podía causarle dolor. Se la
imaginaba revisando todas las posibilidades y después atacando como una
viuda negra, directamente al centro de…
¿Por qué estaba tan segura de que era Lisa Chadbourne la responsable de
ese ataque hacia ella? Podía estar equivocada. Podía tratarse de Timwick.
No estaba equivocada. Lisa Chadbourne nunca subestimaría a otra mujer.
Tenía demasiado respeto por sí misma.
Eve se sentó sobre el muelle y contempló el agua.
Estás dando muchas cosas por sentadas nada más que por mirar esos
vídeos.
Sí, estaba dando muchas cosas por sentadas. Podía haber imaginado todas
esas sutilezas que le parecía haber visto al observar a Lisa Chadbourne.
Pero no, demonios. Había aprendido muy bien a reconocer y retratar
expresiones.
Y sus observaciones eran más que clínicas. Había sentido el mismo
instinto que experimentaba en las últimas etapas de sus esculturas.
Conocía a Lisa Chadbourne.
Fraser.
Se estremeció al contemplar el agua. Lisa Chadbourne y Fraser no se
parecían en nada. ¿Por qué, entonces, pensaba en ellos como si fueran una
sola persona?

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Porque el miedo había vuelto. Había vuelto el día que le habían destruido
el laboratorio, entonces había pensado en Fraser. Lisa Chadbourne había sido
la responsable de eso, como también lo era de este nuevo ataque contra Eve.
Fraser había padecido una locura que Eve no había visto en Lisa
Chadbourne, pero ambos poseían esa seguridad engendrada por el poder.
El placer que se obtiene del poder es una potente motivación. El poder de
Fraser provenía de matar. La motivación de Lisa Chadbourne era mucho más
complicada, por supuesto, y posiblemente hasta más letal todavía. La sed de
poder en escala global podía ser mucho más dañina que la sed de poder en
escala personal.
Al diablo con la escala global. Nada podía ser peor de lo que le había
sucedido a Bonnie. El mundo estaba hecho de historias personales, tragedias
personales y los actos brutales que había cometido Fraser eran tan ruines y
malvados como el asesinato perpetrado por Lisa Chadbourne.
El asesinato era siempre asesinato. Habían tomado una vida y la vida era
sagrada. No estaba convencida de que Detwil fuera tan peligroso como decía
Logan. No sabía nada de política ni de tramas diplomáticas, pero sí conocía
todo sobre el asesinato. Había vivido con él, comido con él, dormido con él.
Y vaya si lo aborrecía.

—Sigue vigilando a la madre, James. —Lisa frunció el ceño mientras


estudiaba el expediente de Duncan en la computadora—. Es evidente que ella
tiene debilidad por la madre. Creo que podríamos encontrar una forma de
utilizarla.
—La estoy vigilando —respondió Timwick—. No dejé de vigilarla en
ningún momento. Creemos que Duncan la llamó esta mañana. Habló por un
teléfono digital, pero teníamos un hombre con un amplificador afuera de la
casa. Pudimos captar solamente segmentos de la conversación, pero estoy casi
seguro de que Duncan está tratando de sacar a la madre de en medio.
Astuta. Exactamente lo que hubiera hecho ella, Lisa. Eliminar todos los
puntos débiles.
—Que no suceda. Encárgate del asunto.
—¿En forma permanente?
Caray, Timwick proponía la violencia como solución a cualquier cosa.
—No, podemos llegar a necesitarla.
—Está custodiada por Seguridad Madden, el equipo de Logan y por el
Departamento de Policía de Atlanta. Puede llegar a ser difícil hacer un trabajo

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limpio.
—Inténtalo. Envía a Fiske. Hizo un trabajo excepcional con Barrett
House. ¿Qué hay del antropólogo forense?
—Tenemos vigilado a Crawford, de la Universidad Duke.
—¿Y la gente con la que trabajó Eve Duncan?
—Estamos yendo paso a paso con esa lista. Es algo que lleva tiempo.
—No tenemos tiempo. No debería ser tan difícil. Tendría que ser alguien
con capacitación para trabajar con ADN y experiencia en el tema.
—Hay más gente de lo que piensas capacitada para trabajar con ADN. Es
la ola del futuro.
—Tenemos que achicar esa lista. Envíamela, la haré yo. —Miró el reloj
—. Me tengo que ir, tengo una reunión. Volveré a ponerme en contacto
contigo.
Cortó y se dispuso a cerrar el expediente de Eve Duncan, pero vaciló y se
quedó mirando la imagen de Eve.
Eve se estaba moviendo aprisa para evitar más daños. Lisa tenía el
presentimiento de que ella trataría de salvar a su madre aun a pesar de que
Sandra no parecía haber hecho demasiado por ella. Había dejado crecer a su
hija en las calles y no había movido un dedo para evitar que quedara
embarazada y tuviera esa hija ilegítima.
Sin embargo, era evidente que Eve había perdonado a su madre y le era
muy leal. La lealtad era una cualidad difícil de encontrar y muy valiosa.
Cuanto más estudiaba Lisa el expediente de la mujer, más le parecía que
empezaba a conocerla… Y a admirarla. Encontraba muchas similitudes entre
ambas. Los padres de Lisa habían sido cariñosos y abnegados, pero ella
también había salido de la pobreza con mucho trabajo y había luchado con
uñas y dientes contra el sistema.
¿Pero qué estaba pensando? Se dijo con impaciencia. No podía perder
objetividad ni determinación nada más que porque comenzaba a sentir que
comprendía a Eve Duncan. Había tomado un camino determinado y ahora
debía seguirlo hasta el final.
Sin importarle quién se le pusiera enfrente.

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Capítulo 14

—Bueno, llegaron —comentó Joe con tono áspero mientras se acercaba al


coche—. Me sorprende. Esto no es precisamente un cero kilómetro.
—Llama menos la atención. —Logan bajó del asiento del conductor y se
paró frente a él—. ¿Hubiera preferido que trasladara a Eve de un lado a otro
en un Lamborghini rojo?
—Preferiría que no la trasladara a ninguna parte. —Joe miró a Logan—.
Preferiría que nunca se hubiera enterado de su existencia, maldito canalla.
Cielos, qué enojado estaba, pensó Eve. Joe tenía un aspecto amenazador
que ella nunca le había visto y Logan estaba tenso como un perro de guardia.
Ella se apresuró a bajar del automóvil.
—Sube al asiento trasero conmigo, Joe. Logan, usted conduzca hasta
Emory.
Ninguno de los dos hombres se movió.
—¡Diablos, no se dan cuenta de que llaman la atención! Sube, Joe.
Joe subió de mala gana.
Eve respiró aliviada y dijo:
—Vamos, Logan, conduzca. —Acto seguido, subió ella también.
Logan volvió a su lugar en el asiento del conductor y puso el motor en
marcha.
—¿Le mandaste la fotografía de Margaret a mi madre? —preguntó Eve a
Joe.
—Anoche —respondió él, con la mirada fija en la nuca de Logan—. Yo
mismo revisé la zona y me topé con el equipo de seguridad de él. Casi tuve
que arrestarlos antes de que me mostraran su identificación.
—¿Vio a alguien más? —preguntó Logan.
—No, no me di cuenta de nada. No han montado ninguna operación obvia
de vigilancia.
—Nunca harían nada obvio. Además, son buenos. Y tienen los mejores
equipos.
—¿Por qué? —Joe se volvió hacia Eve—. ¿Qué diablos está pasando?
Dímelo.

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—¿Me trajiste las fotografías de Timwick y Fiske?
Joe buscó dentro del bolsillo del saco y extrajo un sobre.
—A propósito, hice averiguaciones sobre este tal Fiske y es de lo peor. No
deberías ni estar a un kilómetro de ese mal nacido.
—Lo intentaré. —En la foto, Fiske no parecía desagradable, pensó Eve,
distraídamente, sino que más bien tenía el aspecto del estereotipo del
mayordomo. Ojos castaño claro levemente desenfocados. Nariz larga y
aristocrática y un prolijo bigotito. Si bien no parecía tener más de treinta y
ocho años, el cuidado cabello castaño tenía canas en las sienes y estaba bien
retirado de la ancha frente.
El que no tenía nada de aristocrático, por cierto, era James Timwick. Una
cara ancha, de aspecto casi eslavo y ojos celeste pálido. Era más joven de lo
que Eve había creído, debía de tener unos cuarenta y tres años y pelo
renegrido.
—Ahora cuéntame por qué me pediste que te las trajera —exigió Joe.
Porque necesitaba verle la cara al enemigo, a los hombres que pueden
querer matarme. No era una buena explicación para darle a Joe, que estaba
cercano al punto de ebullición.
—Pensé que podían llegar a ser de utilidad. —Guardó las fotografías en la
cartera.
—Gracias, Joe.
—No me agradezcas. Dime lo que necesito saber.
Tenía que intentarlo por última vez.
—No hay nada que necesites saber. Preferiría que te quedaras afuera de
esto.
—Cuéntame ya.
Eve aceptó, resignada, el hecho de que Joe no iba a dejarse convencer.
—Está bien, pero deja que te lo cuente a mi manera. No trates de
interrogarme, Joe.
Para cuando Eve terminó de hablar, hacía diez minutos que estaban en el
estacionamiento de Emory.
Joe no dijo nada durante varios instantes, sino que se quedó mirando el
maletín de cuero que estaba junto a los pies de Eve.
—¿Ahí está él?
—Sí.
—Es bastante difícil de creer.
—Estoy de acuerdo contigo —repuso ella—. Pero es Ben Chadbourne,
Joe.

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—¿Estás segura?
Eve asintió.
—Es por eso que no quiero que te metas en esto. No sé lo que puede
pasar.
—Yo sí. —Joe apretó los labios con gesto sombrío—. Y Logan también
lo sabe. Lo supo perfectamente bien desde el principio.
—Sí, es cierto —concordó Logan sin inmutarse—. Pero eso no cambia la
situación actual. Nosotros tenemos que cambiarla.
Joe le dirigió una mirada helada y luego se volvió hacia Eve.
—No puedes confiar en él. Para ti sería mejor si lo eliminara.
—¿Eliminarlo?
—Sería fácil. Todo el mundo piensa que ya sucedió.
Los ojos de Eve se agrandaron como platos.
—¡Joe! —exclamó.
Joe se encogió de hombros.
—Supuse que no te parecería una buena idea. —Abrió la puerta—.
Quédate aquí. Revisaré la zona y tantearé a Kessler. ¿Qué te hace pensar que
puede querer involucrarse?
—Es íntegro, curioso y algo obsesivo. Por eso está en esa profesión.
—Bueno, nadie mejor que tú para saber de obsesiones. —Joe cerró la
puerta con fuerza y cruzó rápidamente el estacionamiento.
—Un hombre muy violento para ser oficial de la ley —murmuró Logan.
—No es violento. Está enojado, nada más. No iba a…
—Pues yo pienso que sí. Por unos instantes, mi vida corrió peligro. Creo
que es mejor que me mueva con mucho cuidado alrededor de Quinn.
—Joe respeta la ley. —Eve lo defendió con vehemencia—. ¡Diablos, es
un buen policía!
—No lo dudo, pero también pienso que el entrenamiento que tuvo en
SEAL en ocasiones se entromete en su camino. Sobre todo cuando la ley
parece no funcionar y sus amigos están en peligro.
—Joe no mata gente.
—Veamos, ¿alguna vez le preguntaste cuánta gente mató cuando estaba
en SEAL?
—Por supuesto que no. Estábamos en época de paz cuando estuvo en
SEAL.
—Pero a los miembros de SEAL les asignan misiones aun en tiempos de
paz.
—¿Por qué hace esto? ¿Por qué trata de hacer que desconfíe de Joe?

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—Por instinto de conservación, tal vez. —Esbozó una sonrisa irónica—.
Y porque quiero que admitas que si hubieras hecho un mínimo gesto con la
cabeza, hace unos instantes yo hubiera sido hombre muerto.
—No pienso admitir nada…
—Sé sincera.
Eve no quería ser sincera si eso significaba admitir que no conocía a Joe
tan bien como creía. Joe era uno de los pilares fundamentales de su vida. Era
una roca, era la persona en que más confiaba. Cuando todo a su alrededor se
había venido abajo, Joe había estado allí. No iba a pensar en él como un
asesino, porque eso sería compararlo con Fraser. Nunca.
—¿Te habló alguna vez de su época en el equipo SEAL?
—No.
—¿Sabías que desde que está en Atlanta mató a tres hombres en el
ejercicio del deber? —Los ojos de Eve se clavaron en su cara—. Ya me
parecía que no lo sabías. Quinn es astuto y te conoce bien. No te revelaría esa
parte de su vida.
—No es un asesino.
—No dije que lo fuera. Es clarísimo que en las tres ocasiones lo hizo en
defensa propia y que los rufianes a los que mató merecían morir. Sólo estoy
diciendo que Quinn es multifacético y muy peligroso.
—Está tratando de hacer que desconfíe de él.
—Y él está tratando de hacer que desconfíes de mí. Sólo me estoy
defendiendo.
—No confío en usted.
—Sí, un poco sí. Al menos sabes que estamos del mismo lado. No voy a
dejar que Quinn me robe eso. —Su mirada se posó en Joe que estaba
subiendo los escalones del edificio de Geociencia—. Y no quiero tener que
pelear contra Quinn, además de todos los otros.
Eve siguió su mirada. Era como si estuviera viendo a Joe bajo una luz
diferente. Siempre se mostraba seguro de sí mismo, se movía con elegancia
atlética, pero ahora podía ver la implacable eficiencia detrás de su actitud.
Ella lo había llamado una topadora, sabía que lo era, pero no lo había
considerado peligroso.
Hasta ahora. Ahora intuía lo peligroso que podía ser.
—¡Diablos, Logan!
—Somos todos salvajes —dijo él tranquilamente—. Todos matamos
cuando se trata de algo realmente importante para nosotros. Comida,

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venganza, instinto de conservación… pero Quinn sabía que tú no lo tolerarías,
entonces se aseguró de que no conocieras esa faceta de él.
—¿Y usted también mataría, Logan? —preguntó Eve con amargura.
—Si las circunstancias lo tornaran necesario. Y tú también lo harías, Eve.
Ella negó con la cabeza.
—La vida es demasiado preciosa. No hay excusa posible para matar.
Él se encogió de hombros.
—Excusa no, pero la razón…
—No quiero hablar del tema. —Se apoyó contra el respaldo del asiento y
miró por la ventanilla, dejando a Logan afuera de su mente—. No quiero
hablar con usted, Logan. Déjeme tranquila ¿quiere?
—Por supuesto.
Claro que iba a decirle que sí. Había soltado la serpiente y ahora con todo
gusto se pondría a contemplar el efecto que causaba el veneno.
Pues ella no pensaba permitírselo. No dejaría que destruyera la confianza
que tenía en Joe. Logan era el desconocido, no Joe. No pensaría en eso ni se
haría preguntas ni permitiría que las palabras de él la carcomieran.
—Pero es cierto, sabes —dijo Logan en voz baja.

—Todo bien. —Joe abrió la puerta a Eve y la ayudó a bajar—. No hay moros
en la costa. Kessler está solo. Su asistente, Bob Spencer, estaba con él, pero le
dije a Kessler que se deshiciera de él.
Eve tomó el maletín con el cráneo.
—¿Qué le dijiste a Gary?
—No le dije qué había en el paquete sorpresa, pero le conté el resto. Y
tienes razón, es curioso. —Le quitó el maletín de la mano a Eve y la tomó del
codo—. Vamos a hacer que empiece a trabajar.
—Comienzo a sentirme un poquito de más. —Logan salió del coche—.
Me imagino que no tendrán inconveniente en que los siga.
—Yo sí tengo inconvenientes —objetó Joe—. Pero soportaré su presencia
siempre y cuando no estorbe. —Apuró el paso y guió a Eve por la playa de
estacionamiento—. ¿Cuánto puede llevar esto?
—La parte de Kessler es rápida, siempre y cuando encuentre una buena
fuente de extracción de ADN. Lo que me preocupa es el trabajo de
laboratorio. Los exámenes de ADN a veces tardan meses.
—Tú ocúpate de obtener una buena muestra, yo me encargaré de apurar el
examen. —Joe abrió la puerta del edificio y la sostuvo para que Eve pasara

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primero—. No hay problema. Soy bueno para aplicar presión. Es una de
mis… —Entornó los párpados y miró a Eve—. ¿Qué pasa, por qué me miras
así?
De inmediato, ella apartó la vista.
—No sé de qué me hablas.
—¡Cómo que no vas a saber!
Eve se liberó de la mano de él y siguió caminando.
—Déjate de hurgar, Joe. No pasa nada.
—Puede que no. —La mirada de Joe se posó en Logan—. O puede que sí.
Eve abrió la puerta del laboratorio y vio a Kessler sentado ante el
escritorio, comiendo un sándwich.
Kessler levantó la vista y la fulminó con la mirada.
—Así que me quieres enviar a la morgue. Gracias, Duncan, muy amable
de tu parte.
—Tienes mostaza en el bigote. —Ella tomó el maletín de manos de Joe y
se acercó a Kessler. Tomó la servilleta de papel que estaba sobre el escritorio
y le limpió la boca y el hirsuto bigote gris—. Cielos, Gary, nunca he visto a
nadie tan sucio como tú para comer.
—Comer tiene que ser una función placentera cuando uno está solo. No
tendría por qué preocuparme de que entre una mujer y empiece a criticarme.
Y encima una que viene a pedirme favores. —Mordió el sándwich
nuevamente—. ¿En qué te metiste, Duncan?
—Necesito un poco de ayuda.
—Si lo que dicen las noticias es cierto, el que te tiene que ayudar es un
abogado, no yo. —Miró detrás de ella—. ¿Usted es Logan?
Logan asintió.
Kessler sonrió con expresión traviesa.
—¿Es cierto que tiene cualquier cantidad de dinero?
—Bastante.
—¿Quiere desprenderse de una buena suma? Las cosas ya no son como
cuando era joven. Nosotros, los científicos brillantes, necesitamos mecenas,
lamentablemente.
—Tal vez podríamos llegar a un arreglo —dijo Logan.
—Basta, Gary. —Eve abrió el maletín—. Sé perfectamente bien que
cuando el trabajo te interesa, lo haces sin cargo.
—Hablas demasiado, Duncan —declaró Kessler—. De tanto en tanto es
bueno ser codicioso. Además, me he vuelto más materialista desde la última
vez que trabajamos juntos. —Hablaba en tono distraído y tenía la vista fija en

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el maletín. A pesar de sus palabras, Eve intuía su entusiasmo. Le recordaba a
un niño cuando espera para ver qué hay adentro del paquete de Navidad—. Y
enviar a Quinn como emisario para despertar mi curiosidad es una treta muy
burda, hubiera dicho que emplearías un poco más de sutileza.
Eve sonrió.
—Si una cosa funciona, no la desperdicio.
—Debe de haber sido algo realmente interesante si te metió en un lío
como éste. —Sus ojos en ningún momento se apartaron del maletín—. Por lo
general no eres tonta.
—Gracias.
Eve esperó.
—¿Bueno, qué es? —preguntó él con impaciencia.
Eve abrió la tapa y extrajo el cráneo con cuidado.
—Dímelo tú a mí.
—¡Oh!, mierda —susurró Gary.
Eve asintió.
—Precisamente.
Él tomó el cráneo de manos de ella y lo apoyó sobre el escritorio.
—¿No es una broma?
—¿Te parece que estaría escapándome si se tratara de una broma?
Kessler contempló la cara.
—Dios mío. Chadbourne. —Miró a Eve—. Si es que realmente se trata de
Chadbourne. ¿Sabías sobre quién estabas trabajando?
Eve sacudió la cabeza.
—Lo hice a ciegas. No tenía idea hasta que lo terminé.
—¿Y qué quieres de mí?
—Pruebas.
—ADN. —Frunció el entrecejo—. ¿Y qué tengo para trabajar? ¿Supongo
que volviste a trabajar sobre el cráneo, no? ¿Por qué no haces moldes? Vaya
uno a saber qué estuviste destruyendo.
—Ya estaba limpio. El cuerpo fue quemado.
Kessler entornó los párpados.
—¿Entonces qué tengo que hacer yo?
—Pensé…, en los dientes. El ADN debe de haber quedado protegido por
el esmalte. Podrías partir un diente y extraer el ADN. ¿Es posible?
—Es posible, sí. Ha sido hecho en otras oportunidades. Pero no es seguro.
—¿Lo intentarás?

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—¿Por qué iba a hacerlo? No es algo que me concierna y podría traerme
muchos problemas.
Joe habló.
—Me quedaré aquí a custodiarte mientras estés trabajando. —Miró a
Logan—. Y estoy seguro de que el señor Logan quiere que tu trabajo te sea
redituable.
—Dentro de ciertos límites, por supuesto —dijo Logan.
Estaban encarando el asunto mal, pensó Eve. Supo que tenían a Gary
desde el momento en que vio su expresión. Solamente había que darle un
empujoncito.
—¿No quieres saber si realmente se trata de Chadbourne, Gary? ¿No
quieres ser el que lo demuestre?
Kessler lo pensó unos instantes.
—Puede ser.
Claro que lo quería. Eve podía ver el entusiasmo que él trataba de
disimular.
—Sería algo increíblemente difícil —continuó Eve—. Caray, hasta podría
ser material de un libro.
—No sería algo tan difícil —objetó Kessler—. A menos que me hayas
arruinado también los dientes.
—Los toqué lo menos posible. —Sonrió—. Y sabes bien que mi trabajo
no interfiere con el tuyo. Está todo allí, esperándote.
Kessler levantó la mirada.
—Sé perfectamente bien lo que estás tratando de hacer, Eve.
—Claro que sí. Bueno, ¿vas a hacerlo o le llevamos el cráneo a Crawford
en Duke?
—Despertar mis instintos de competencia no te va a servir de nada,
tampoco. Sé que soy el mejor. —Se sentó en el sillón—. Pero puede que te
haga el favor. Siempre me caíste bien, Duncan.
—Lo harías aunque me odiaras a muerte. —La sonrisa de Eve se esfumó
—. Pero no te voy a mentir. Esto es mucho más peligroso que meterse en
problemas con la ley.
—Me di cuenta. —Se encogió de hombros—. Soy un anciano. Necesito
algo que mantenga activa la adrenalina. ¿Puedo usar mi propio laboratorio?
—Preferiríamos que no. Creemos que estamos a salvo, pero no queremos
correr riesgos. ¿Hay algún otro lugar donde puedas trabajar?
—¡Cómo me dificultas las cosas! —Pensó un instante—. ¿El laboratorio
de mi casa? —Eve hizo un gesto negativo—. Tengo un amigo que es profesor

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en la Universidad Estatal de Kennesaw, que está a unos cuarenta minutos de
aquí. Me dejará usar su laboratorio.
—Perfecto.
—¿Y mi asistente?
Eve volvió a negar con la cabeza.
—Que se ocupe de tus clases. Te ayudaré yo.
—No creo que te necesite. Pero trata de librarte de toda esta maldita
arcilla. Quiero una superficie limpia.
—De acuerdo. —Eve respiró hondo—. Pero primero necesito hacer una
superimposición.
—Y yo qué, ¿me quedo papando moscas?
—Me apuraré todo lo posible. La necesitamos, Gary. Sabes que los
dientes son importantes para la superimposición y no sabemos cuántos vas a
tener que sacar. No podemos verificar los registros dentales, así que
necesitamos todas las pruebas que podamos conseguir.
—Es posible —reconoció él de mala gana—. Pero mi ADN se llevará los
laureles.
—Lo sé. ¿Podrás utilizar tu influencia para pedir un equipo de vídeo
prestado al departamento audiovisual? Yo tengo la mezcladora.
—No pides nada —farfulló Gary—. ¿Sacar equipos valiosos de la
universidad? Se armará un lío terrible.
—No les digas que vas a sacarlos de la universidad.
—De todas formas van a armar un escándalo.
—Derrítelos con tu encanto.
—Sí, sí, claro. Entonces sí que sospecharán que me he vuelto loco. En
lugar de eso, los amenazaré y los extorsionaré.
—Tienes razón, no queremos que te comportes de un modo ajeno a tu
personalidad.
—Pero trabajarás a toda velocidad y terminarás cuanto antes.
—No voy a discutir.
—Me asombras —murmuró Kessler—. ¿Cuánto te llevará limpiar el
cráneo?
—Una hora, tal vez dos. Quiero hacerlo con mucho cuidado.
—Te buscaré los equipos y luego rastrearé a mi asistente y le diré que me
voy por un par de días. —Kessler se dirigió a la puerta—. Empaca a nuestro
amigo presidencial. Volveré lo antes posible.
—Gracias, Gary —dijo Eve en voz baja—. Quedo en deuda contigo.
—Sí, y asegúrate de pagarme.

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—Lo manejaste muy bien —comentó Logan cuando la puerta se cerró
detrás de Kessler.
—Nos entendemos. —Miró a Joe—. ¿Quieres seguirlo y asegurarte de
que no le pase nada? No quisiera armar lío, pero no me gusta que ande solo
por toda la universidad.
—Tú misma dijiste que no creías que pudieran relacionarlo contigo.
—No quiero correr riesgos. Lo convencí de que nos ayudara y me siento
responsable.
—Y yo me siento responsable por ti.
—Por favor, Joe.
—No quiero… —Se interrumpió al ver la expresión de ella y,
abruptamente, dio media vuelta—. Quédese con ella, Logan. Si deja que algo
le pase, le romperé el cuello. —La puerta se cerró detrás de él con un sonido
terminante.
Otra vez violencia. Eve miró el cráneo, sin verlo.
—¿Estás lista para ir? —preguntó Logan.
—Todavía no. Voy a empacar a Ben y después voy a revisar el equipo de
Gary, porque necesito algo con qué sacar toda esta arcilla. —Cruzó hasta
Adónde estaba la mesa y abrió la vitrina—. Mientras, usted puede llamar a
Margaret y averiguar cuándo mi madre estará en un sitio seguro.
—Puedo llamar desde aquí.
—No quiero que me estorbe. Vaya afuera y llame de allí.
—Me gustaría complacerte, pero Quinn me dio órdenes específicas y no
quiero correr riesgos.
—Ahora soy yo la que le está dando órdenes. Aquí no me sirve para nada.
Quítese de en medio y encárguese de que mamá esté bien o me iré a casa y lo
haré yo misma. Es lo que tengo ganas de hacer, de todos modos.
Logan levantó una mano en señal de rendición.
—Voy, voy.
Y desapareció.
Eve respiró aliviada. No quería a ninguno de los dos cerca. Estaba
demasiado alterada y necesitaba volver a poner las cosas en perspectiva. Y
únicamente lo lograría poniéndose a trabajar. Cuanto antes llegaran a ese
laboratorio de la Universidad Estatal de Kennesaw, mejor se sentiría.
Encontró tres instrumentos que parecían lo suficientemente afilados como
para ser efectivos, pero no tanto como para causar daño si se le resbalaba la
mano. Los guardó en la cartera y luego guardó con cuidado el cráneo dentro
del maletín.

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—Bueno, Ben, lamento hacerte pasar por esto, pero tengo que sacarte toda
esa arcilla. Así como la puse, la tengo que sacar. Tanto correr de un lado a
otro no parece justo, ¿no? —Cerró el maletín—. Aquí vamos, otra vez.

—¿Señora Duncan? Abra la puerta, soy Margaret Wilson.


Sandra estudió a la mujer regordeta a través de la mirilla y la comparó con
la fotografía que tenía en la mano.
—¿Señora Duncan?
—Te oí, te oí. —Sandra destrabó la puerta—. Pasa.
Margaret sacudió la cabeza.
—No, tengo la camioneta en la calle. Tenemos que irnos. ¿Está lista?
—En cuanto busque la maleta. —Fue a la sala y regresó con el equipaje
—. ¿Adónde vamos?
—No podemos hablar aquí. —Margaret bajó los escalones delante de ella
—. No se preocupe, va a estar a salvo.
—¿Por qué no podemos hablar aquí? No voy a… —De pronto, Sandra
comprendió—. ¿Micrófonos? ¿Crees que hay micrófonos en mi casa?
—Eso me dijeron. Dese prisa.
—Micrófonos. —Sandra cerró la puerta principal—. ¿Qué diablos pasa?
—Tenía esperanzas de que usted lo supiera —dijo Margaret, mientras
caminaba a buena velocidad por el sendero—. Pensé que podríamos
intercambiar ideas y obtener algunas respuestas. Por lo general, no me
molesta viajar a ciegas por John, pero todo esto me tiene algo preocupada. —
Abrió la puerta del lado del pasajero—. Suba. —Hizo un ademán en dirección
al hombre bajo y fornido que estaba al volante—. Él es Brad Pilton. Es de
Seguridad Madden y es uno de los que la ha estado vigilando en los últimos
días. Se supone que es nuestro guardaespaldas.
—Soy su guardaespaldas —declaró Pilton, ofendido. Saludó a Sandra con
un movimiento cortés de la cabeza—. Señora.
—Bueno, no eres demasiado grandote que digamos. —Margaret subió al
asiento trasero—. Aunque eso no es un problema. Me gustan los pequeños.
De todos modos, creo que hubiera elegido a otra persona si te hubiera visto
antes. Hay ocasiones en que es necesario ser grande y musculoso. Aunque
tienes excelentes credenciales.
—Gracias. —Puso la camioneta en marcha y se alejó de la acera.
—¿Adónde vamos? —repitió Sandra—. ¿O acá tampoco podemos hablar?

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—La camioneta es segura. Pertenece a la empresa de seguridad, pero de
todos modos hice que Pilton la revisara, para ver si no había micrófonos.
Vamos a ir al centro comercial.
—¿Al centro comercial?
—Al Centro Comercial North Lake. —Le sonrió a Sandra—. Tenemos
que cambiar de automóvil por si nos siguen. Entraremos en uno y saldremos
en otro.
—¿Y desde allí?
—Al lago Lanier. Alquilé una casita. Estará cómoda y segura.
El lago Lanier. Ella y Ron habían hablado de ir allí para el fin de semana
largo del Día del Trabajador, recordó Sandra con melancolía. Pero él había
decidido que se alojarían en el hotel de Pine Island. Lo rústico no le gustaba
demasiado. Bueno, a ella tampoco. A pesar de sus diferencias, tenían mucho
en común.
—¿Algún problema? —Margaret la estaba mirando.
—Creo que no. Todo esto me resulta una pesadilla.
—A mí también. —Margaret se inclinó hacia adelante y le apretó un
hombro—. No se preocupe. Lo superaremos juntas.
—Creo que nos están siguiendo —anunció Pilton.
Sandra se puso tensa y miró por encima de su hombro.
—¿Dónde?
—El Mercury azul oscuro.
—¿Estás seguro?
Pilton asintió.
—No se preocupen. Estaba dentro de los planes. Lo perderemos en el
centro comercial.
Alguien los estaba siguiendo. Alguien que podía querer lastimarla, pensó
Sandra y se estremeció.
Por primera vez, sintió la amenaza como algo real.

Fiske observó cómo la camioneta estacionaba dentro del Centro Comercial


North Lake y los tres pasajeros entraban por las puertas del lado sur. Ni se
molestó en estacionar. Daría vueltas al edificio para ver si los veía salir por
otra puerta.
Era difícil. Había demasiados sitios para estacionar y demasiadas salidas.
En realidad, no tenía importancia. Su dispositivo preferido para escuchar
conversaciones le había dado otra satisfacción. Sabía Adónde iban, aunque le

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hubiera gustado que Margaret se mostrara un poco más específica. Lanier era
un enclave turístico inmenso, lleno de casas para alquilar.
Lo que significaba que ya mismo tenía que empezar a mover los
engranajes para ubicar la propiedad indicada.
Se quitó el auricular electrónico y marcó el número de Timwick en el
teléfono.
—Están llevando a la madre de Duncan a una casa sobre el lago Lanier.
Es probable que haya sido alquilada ayer u hoy por Margaret Wilson.
Necesito saber dónde está.
—Me ocuparé. —Timwick cortó.
Fiske decidió que, mientras tanto, se registraría en un hotel y esperaría.
Las cosas estaban saliendo muy bien. No le había gustado la idea de irse de
Atlanta antes de haber terminado todos los asuntos pendientes.
Pero ahora había vuelto.

—Todo va bien —informó Margaret a Logan por teléfono—. Cambiamos de


coche y ahora vamos hacia el lago Lanier.
—Llámame cuando llegues.
—Ya te dije, todo va bien. Pilton está seguro de que no nos están
siguiendo.
—¿Pilton?
—El guardaespaldas. Aunque su cuerpo no es mucho más grande que el
mío.
—Eso no significa nada. Entre tú y Goliat, me quedo mil veces contigo.
—Yo también. Es por eso que Pilton me tranquiliza. De acuerdo, te
llamaré cuando lleguemos. ¿Algo más?
—Manténganse fuera de alcance. —Logan cortó.
Todo va bien.
Sí, tal vez todo fuera bien, pero él se sentía inquieto de todos modos.
Había creído que sacar a Sandra Duncan de la casa iba a resultar más difícil.
A menos que ellos también quisieran verla lejos de allí tanto como él. Era
mucho más fácil deshacerse de alguien que se esconde del mundo.
Pero solamente si la encontraban.
—Le dije que se quedara con Eve. —Joe Quinn subía los escalones hacia
él.
—Y ella le dijo a usted que se quedara con Kessler.
—Viene detrás de mí.

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—Y yo estoy a cien metros del laboratorio.
—Esos cien metros son demasiados.
—Tenía que hacer llamadas y me pareció que Eve quería quitarme de en
medio.
—Ella tiene buen gusto.
Era hora de cerrar el abismo.
—Tiene razón. Ella tiene todo el derecho del mundo de guardarme rencor.
Y usted también. —Miró a Quinn a los ojos—. Pero no me dé órdenes.
Estamos del mismo lado y haré todo lo que pueda, pero trabajaré con usted,
Quinn, no para usted.
Joe esbozó una sonrisa cargada de ironía.
—¿Y no trabajará en contra de mí? ¿Qué le dijo a Eve de mí?
—Lo que tuve que decirle para proteger mi posición. Le aseguro que fue
solamente la verdad.
—Sí, la verdad según John Logan.
Logan asintió.
—Creo que sabe lo que le dije. Imagino que es lo que estuvo ocultando
durante tantos años.
—Maldito canalla.
—Creo que tengo el derecho de protegerme. Usted se estaba poniendo
demasiado peligroso. Qué le parece si llegamos a un acuerdo. Usted trabaja
conmigo de buena gana, aunque no sea amistosamente, y yo no le hablo más a
Eve de su otra personalidad.
Quinn lo miró por un instante.
—Váyase al diablo. —Pasó a su lado y entró en el edificio.
Logan soltó aire que ni siquiera sabía que había estado conteniendo. Se
había enfrentado con muchos hombres peligrosos en su vida, pero Quinn
pertenecía a otra categoría. Le resultaba asombroso que Eve no se hubiera
dado cuenta.
Bueno, quizá no fuera tan extraño. Para ella, Quinn era el protector, el
hombre que la había salvado y sostenido en sus momentos difíciles.
Era difícil ver a un exterminador en un salvador.

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Capítulo 15

Universidad Estatal de Kennesaw


01:05

—¿Cómo te está yendo? —Logan se agachó junto a la silla de Eve—.


¿Tienes un minuto?
—No, no tengo un minuto. Me llevó horas conseguir este equipo y
armarlo. —Ajustó el monitor—. Acabo de empezar.
—Llamó Margaret desde Lanier. Tengo el número de teléfono. Pensé que
querrías hablar con tu madre.
—¿Por qué no me lo dijo? Claro que quiero hablar con ella.
Logan marcó el número y le pasó su teléfono a Eve.
—¿Mamá, cómo estás?
—Cansada. Preocupada por ti —respondió Sandra—. Diablos, y
preocupada por mí también. Aparte de eso, estoy fantásticamente bien.
¿Cuándo va a terminar todo esto, Eve?
—Me encantaría saberlo. —Cambió de tema—. ¿Qué tal es la cabaña?
—Linda. Está sobre el lago y tiene muy buena vista.
Pero Sandra no parecía estar disfrutando de la cabaña ni de la vista. ¿Y
quién podía culparla? Eve le había alterado la vida y la había arrancado del
nicho cómodo y agradable que se había construido.
—Trata de disfrutar y relajarte. ¿Tienes libros para leer?
—Margaret trajo unas novelas de suspenso, pero yo no leo demasiado,
sabes. Hay un televisor gigante. —Hizo una pausa—. ¿Crees que podría
llamar a Ron? Sin decirle dónde estoy, desde luego.
—No, no lo hagas. Te prometo que trataré de sacarte de allí en unos días.

—De acuerdo. —La voz de Sandra se oía desganada—. Creo que me siento
sola, nada más. Estaré bien. Ten cuidado, Eve.
—Sí, mamá. Que duermas bien. Te llamaré todos los días. —Entregó el
teléfono a Logan—. Gracias. Me siento un poco mejor ahora.

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—Ésa era la intención. ¿Cómo está ella?
—Deprimida. Quiere volver a su vida habitual. —Eve contempló el
monitor, sin verlo—. Se merece una buena vida. Tuvo muchos problemas y
ahora, por fin, las cosas están mejorando para ella. Conoció a alguien que le
gusta mucho. Mamá siempre tuvo necesidad de otras personas.
—¿Y tú no?
Eve se encogió de hombros.
—Creo que nunca me puse a pensar en eso. Siempre tuve demasiado
trabajo.
—¿Siempre?
—No, siempre no. Cuando Bonnie… —Se volvió y lo miró—. Otra vez
está hurgando en mi vida, Logan.
—Perdón. Solamente quería saber qué es realmente importante para ti. —
Dirigió una mirada al cráneo sobre el pedestal—. Además de tu obsesión por
nuestros amigos los difuntos. Es curioso, parece que después de la muerte de
tu hija no tuviste muchos amigos.
—Estuve muy ocupada.
—Sí, y tal vez no quieres establecer vínculos con nadie para no correr el
riesgo de sufrir otra vez.
—¿Cree que me voy a caer de espaldas ante su percepción? Sé
perfectamente bien que evito las relaciones nuevas y también por qué lo hago.
—Por supuesto que lo sabes. Eres una mujer brillante. ¿Entonces por qué
no haces algo al respecto?
—Tal vez no quiera hacer nada al respecto.
—¿Ni siquiera vivir una vida más plena, más rica?
—No sabe cuán rica y plena es mi vida comparada con lo que era antes.
Estaba perdida y ahora encontré un camino. —Siguió hablando en tono
vacilante—. Me ahogaba en el dolor y ahora he logrado trepar a tierra firme.
Con eso alcanza, Logan.
—No, no alcanza en absoluto. Es tiempo de seguir adelante.
Eve sacudió la cabeza.
—Usted no entiende.
—Trato de hacerlo.
—¿Por qué?
—Te aprecio —respondió él con sinceridad.
Eve se quedó mirándolo.
—¿Qué está tramando, Logan?

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—Nada. No tengo todo planeado. Me hago de nuevos amigos… Aun si
corro el riesgo de perderlos. Te aprecio y te admiro. Sentí deseos de decírtelo.
—Antes de empezar a usarme otra vez.
—Sí.
—Usted es increíble. —Eve volvió a fijar la vista en el monitor—.
¿Espera que le diga que todo queda perdonado y que vayamos a jugar juntos
al arenero?
—No, ya te dije, no tengo nada planeado. Todo eso quedó atrás. Por una
vez quería ser sincero contigo. Lamento haberte desconcertado. —Se puso de
pie—. Será mejor que te deje volver a trabajar.
—Sí, mucho mejor.
—Pensé que a esta altura habrías avanzado más.
Eve sintió alivio de que hubiera pasado ese extraño momento de
revelación e intimidad y que Logan hubiera vuelto a su exigencia habitual.
Tenía razón. La había desconcertado.
—Limpiar a Ben me llevó más tiempo de lo que creí. —Echó una mirada
a Kessler, que estaba sentado ante una mesa en un extremo del laboratorio—.
A Gary no le hizo gracia. No ve la hora de empezar a trabajar y yo todavía
necesito el cráneo para la verificación.
—¿Para qué tomaste esas fotografías en Barrett House?
—Como seguro.
—¿Cuánto va a tardar la superimposición? Este lugar es demasiado
público. Me quiero ir.
—Me estoy apurando todo lo posible. —Ajustó el enfoque de la cámara
que apuntaba al cráneo sobre el pedestal y luego hizo lo mismo con la
segunda cámara que apuntaba a las fotografías de Ben Chadbourne que Logan
le había dado en Barrett House.
—¿Cuánto te va a llevar esto? —insistió Logan.
—Depende. A veces lo que lleva más tiempo es preparar todo, nunca usé
estos equipos antes. Creo que ya tengo todo listo.
—¿Cómo funciona?
—¿No tiene nada que hacer, me pregunto?
—Es que me interesa. ¿Te molesto?
—Bueno, digamos que no. —Hizo otros ajustes—. Como puede ver, una
cámara apunta al cráneo, la otra enfoca la fotografía. El ángulo sobre el
cráneo y la fotografía tiene que ser igual. Después las dos cámaras se
conectan a una mezcladora, una máquina compaginadora que tengo conectada
a una video reproductora. Esta video reproductora pasa las imágenes en el

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monitor. La mezcladora puede crear una pantalla dividida donde corre una
línea vertical y horizontalmente entre las imágenes al mismo tiempo, o sobre
la mitad de cada imagen. La línea puede moverse para mostrar menos de una
imagen y más de otra. Eso se llama wipe. Pero lo que necesito hacer es un
fade.
—¿Qué es eso?
—Es como una secuencia de sueños en una película, cuando una imagen
se borronea y luego se convierte en otra. Una imagen se superpone sobre otra
y luego ecualizo el fade para que se pueda ver la fotografía y el cráneo, como
si la piel de la persona fuera transparente.
—¿Me lo puedes mostrar ahora?
—Ahí viene. —Eve puso las dos imágenes en el monitor y comenzó a
trabajar.
—¿Por qué elegiste…?
—Cállese, estoy ocupada.
—Perdón.
Apenas si notó la presencia de él a su lado durante el siguiente período de
minuciosos ajustes.
Mover.
Demasiado.
Retroceder.
Ajustar.
Otra vez.
Otra vez.
Y otra vez.
—¡Por Dios! —Logan se inclinó hacia delante, con la mirada fija sobre la
espectral imagen superpuesta—. Es casi fantasmagórico.
—No hay nada de fantasmagórico. Es sólo una herramienta.
—¿Puedo hablar ahora?
—Bueno, está hablando, si no me equivoco. —Eve hizo otro ajuste.
—¿Por qué elegiste la fotografía en la que Chadbourne está sonriendo?
—Por los dientes. Los dientes casi nunca son perfectos y cada dentadura
tiene sus propias irregularidades. Si los dientes coinciden, sacamos el gran
premio de la lotería. Por eso tuve que trabajar con el cráneo antes de que Gary
comenzara a arrancar los dientes.
—¿Y en este caso los dientes coinciden?
—Oh, sí —declaró ella en tono satisfecho—. Coinciden perfectamente.
¿No lo ve?

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—Me parece que están bien, pero no soy ningún experto. Y me distrae ese
efecto fantasmagórico.
—Todo coincide. —Eve señaló—. Mire cómo la línea de mordida del
cráneo coincide con la línea de los labios en la fotografía. —Golpeó la
abertura de la nariz—. Y esto es del mismo tamaño y forma que la nariz. Las
cuencas de los ojos están centradas en las órbitas del cráneo. Hay varios otros
puntos de control y todos coinciden.
—¿Entonces, qué se hace?
—Imprimo varias copias de ésta imagen en la pantalla y paso a la
fotografía siguiente.
—Pero si me dijiste que en esta había coincidencia perfecta.
—Para una persona común, sí. Para el Presidente de los Estados Unidos,
no. Hay que verificar cada facción. Necesito una mejor toma lateral del canal
auditivo y del músculo del costado de…
—Entiendo. —Logan levantó la mano para detener el río de palabras—.
¿Te puedo ayudar?
—Puede ir a hablar con Gary y tranquilizarlo hasta que yo termine. En
cualquier momento me va a atacar.
—Escucho y obedezco. —Se puso de pie—. Últimamente sirvo sólo para
tranquilizar. Me fastidia no poder entrar en acción.
—Lo prefiero en estado pasivo —comentó ella con ironía—. Cada vez
que entra en acción me hundo más en esta arena movediza.
—Sin comentarios. —Cruzó el laboratorio hacia donde estaba Kessler.
Eve volvió a contemplar la pantalla. Sabía que la superposición
convalidaría el trabajo que había hecho sobre el cráneo, pero de todos modos
sentía un cosquilleo de emoción. Era un ladrillo más en la pared de pruebas
que tenía que construir.
—Ya estamos cerca, Ben —susurró.
Oprimió el botón de impresión en la impresora de vídeo Sony.

03:35

Llovía.
No se había dado cuenta mientras había estado trabajando en el
laboratorio. Se apoyó contra la puerta abierta de la entrada, y contempló los
cuidados jardines de la universidad. Respiró hondo y sintió el aire fresco y
húmedo en los pulmones.

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Debería de estar cansada, pero seguía excitada por el trabajo de
superimposición.
—No tendrías que estar aquí afuera. —Joe estaba apoyado contra la pared
de ladrillos a unos metros de la puerta—. Vuelve adentro.
—Necesito aire.
—¿Terminaste?
—Terminé la superimposición, sí. Gary acaba de empezar a extraer el
ADN. —Le miró la ropa—. Estás todo mojado.
—No tanto. La cornisa me protege. Es una sensación agradable, te diría.
—Hizo una mueca—. Estoy que echo chispas.
—Me di cuenta. Pero no tendrías que culpar a Logan. La decisión de
hacer el trabajo fue mía. Sabía que había riesgos, pero los honorarios eran
demasiado buenos.
—Seguro que no te dijo cuán peligroso era todo hasta que te tuvo bien
enganchada.
—Igual, la decisión fue mía. —¿Por qué defendía a Logan? Joe tenía
razón al criticar sus métodos y ella había estado igualmente furiosa al
descubrir cómo la había utilizado. Cambió de tema—. Es tarde. No deberías
estar aquí. Diane se va a preocupar.
—La llamé.
—Si le dijiste que estabas conmigo se preocupará todavía más. Debe de
haber visto el canal CNN.
—No se lo dije.
—¿Le mentiste?
—No, sólo le dije que tenía que trabajar hasta tarde.
—Eso es casi una mentira. Si no fueras franco conmigo, me enfurecería.
—No eres Diane. Ella prefiere no enterarse de las cosas cuando se ponen
desagradables. Nunca pudo acostumbrarse a estar casada con un policía.
Preferiría que dejara esto y me dedicara a algo con un poco más de prestigio.
—Bueno, no puedo decir que la situación no sea de lo más desagradable,
pero de todos modos, yo te haría decirme la verdad. El matrimonio debería ser
una sociedad.
—Existen varias clases de matrimonios.
—No debería sorprenderme. A mí tampoco me cuentas todo. —Apartó la
mirada; sus ojos se perdieron en la distancia—. Por ejemplo, nunca me dijiste
que habías tenido que matar gente en cumplimiento del deber.
—Ya habías tenido suficiente violencia en tu vida, no te hacía falta más.

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—¿Esa decisión la tomaste tú? ¿Igual que la que tomaste para proteger a
Diane? Claro, hay que alejar a las delicadas damiselas de cualquier cosa
desagradable.
—¿Si quería protegerte? —preguntó él con aspereza—. Diablos, sí. Pero
también quería protegerme a mí mismo. Sabía que te pondrías así. No quería
que me miraras y vieras a Fraser.
—Nunca haría eso. Te conozco. Estoy segura de que solamente hiciste lo
que tenías que hacer.
—Entonces vuélvete y deja que te vea la cara.
Eve juntó fuerzas, se volvió y lo miró.
—Mierda —masculló Joe.
—Es sólo que tengo que acostumbrarme a la idea. Siento como si no te
conociera realmente.
—Me conoces mejor que cualquier otra persona en esta Tierra, del mismo
modo que yo te conozco a ti mejor que nadie.
—¿Entonces por qué no me contaste…?
—Está bien, te lo voy a contar. —Apretó los puños contra los costados del
cuerpo—. ¿Quieres contar los cadáveres? Fueron tres. Dos traficantes de
drogas. Al tercero solamente le gustaba matar y me hacía acordar a Fraser.
Siempre me pregunté si ése fue realmente en defensa propia. Tal vez no quise
correr el riesgo de que lo dejaran libre. —Bajó la voz—. Y en ningún
momento perdí un minuto de sueño por ellos. ¿Sientes que me conoces mejor,
ahora?
—Joe, no…
—¿Quieres que te hable sobre el tiempo que estuve en el grupo SEAL?
No, veo que no. Con tres te alcanza. No quieres la sombra de la parca cerca.
Yo sabía eso y lo acepté.
—¿Por qué no me enteré de esas muertes?
—Porque me di cuenta de que no querías enterarte de eso. Fue muy fácil.
Después de lo de Bonnie, no mirabas las noticias ni las leías. Solamente tuve
que asegurarme de que nadie del Departamento abriera la boca. —La miró a
los ojos—. Y lo volvería a hacer. No estabas lista para hacerle frente a la idea
de que yo no era un policía de pueblo deambulando por la calle principal sin
nada que hacer. Tal vez nunca lo estés. —Su mirada se trasladó al corredor
que llevaba al laboratorio—. Y no me gusta que nuestro amigo Logan haya
removido todo este avispero.
—Entonces no tendrías que haberlo amenazado.

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—¿Crees que no lo sé? Fue una estupidez. Me enfurecí y dejé que me
vieras. —Sonrió con aire bravucón—. O tal vez me estoy mintiendo a mí
mismo. Tal vez sí quise hacerlo. Es posible que haya estado hasta la coronilla
de que… ¿Pero cuánto tiempo crees que puedo soportar con todo adentro de
mí sin…? —Respiró hondo—. No arruines lo que hay entre nosotros, Eve.
Hace mucho tiempo que estamos juntos. Como bien dijiste, me conoces.
—¿De veras? —susurró ella.
—De acuerdo, empezaremos de nuevo. Seré sincero contigo aunque eso te
haga pedazos. ¿Estás más satisfecha, ahora? —Joe le dio la espalda—. Porque
yo no lo estoy. Pero bueno, estoy acostumbrado. Se ha convertido en un modo
de vida para mí.
—¿Qué estás diciendo?
—Esto no conduce a nada. Tengo que ir a vigilar el perímetro. —
Comenzó a bajar los escalones—. Pero no te preocupes, si me encuentro con
algunos rufianes, los trataré con guantes de seda. Al fin y al cabo, no
queremos que me vuelva a manchar las manos con sangre, ¿no?
Estaba enojado con ella. Tal vez tenía el derecho de estarlo. Era su amigo,
un hermano, y ella lo había apartado de sí y lo había dejado afuera. Joe la
conocía demasiado bien como para no darse cuenta de todo lo que estaba
sintiendo.
Pero ella no lo conocía tan bien. Creyó conocerlo, pero nunca supo todo lo
que él le había mantenido oculto.
En realidad, no había querido enterarse de eso. Los policías tenían que
lidiar con la violencia todos los días y si se hubiera puesto a pensar en eso, se
habría dado cuenta de que Joe no hubiera podido ser diferente.
No quería que cuando me miraras vieras a Fraser.
Ella lo había negado, pero ¿acaso no había pensado justamente eso
cuando Logan le habló de las muertes en el pasado de Joe? No era racional ni
era justo, pero el pensamiento le había cruzado por la cabeza.
Otra ola que Logan había puesto en movimiento para perturbar su vida.
Sólo que esta vez era más bien un maremoto.
Tenía que quitarse eso de la cabeza. Ya bastantes cosas tenía para
preocuparse. Qué fácil resultaba decirlo. No era sencillo quitarse de la cabeza
la idea de que había hecho enojar a Joe.
¿Y si no se trataba solamente de haberlo hecho enojar? ¿Y si lo había
herido? Joe era duro, pero no era imposible de herir. Y lo que menos deseaba
ella era hacerlo sufrir.

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No podía quitarse la idea de la mente, pero iba a tener que enviarla a un
rincón y detenerse más tarde a considerar todas las ramificaciones. Joe era
demasiado importante para ella. Si comenzaba a preocuparse por él, no iba a
poder hacer ninguna otra cosa.
Así que lo mejor sería entrar y ver si podía ayudar a Gary. Tenía que
terminar con todo esto para poder volver a una vida normal con problemas
normales.
Dio media vuelta y tomó por el corredor en dirección al laboratorio.

Kessler levantó la vista cuando Eve se le acercó.


—¿Estás bien?
—Sí. Solamente quería tomar aire. ¿Cómo te está yendo?
—Bastante mal. —Volvió a bajar la vista hacia el molar que estaba
recortando—. Al pobre infeliz no le va a quedar ni un diente para cuando
junte suficiente ADN para una muestra. Este es el tercero que corto.
—¿Necesitas que te ayude?
—¿Para compartir los laureles?
Eve sonrió.
—Te prometo que jamás lo contaré.
—Sí, claro, ya he oído eso antes. Vete.
—Como digas. —Pero Eve no se movió: se quedó observando cómo él
atravesaba con cuidado el esmalte del diente—. Estuve pensando. Después de
que obtengamos la muestra, lo mejor sería que te tomaras unas vacaciones, tal
vez en tu casa en la playa.
—Ah, ¿estás tratando de salvarme el pellejo, Duncan? ¿Sientes un poco
de remordimientos, quizá?
—Sí.
—Qué bien. Un poco de culpa hace bien al alma. —Tenía la mirada fija
en el diente—. Pero no te engañes: no estoy haciendo esto por ti. Este trabajo
me va a convertir en una estrella. Siempre quise ser el centro de atención.
—Sí, por supuesto, por eso trabajas como un demonio y vives como un
ermitaño.
—Las almas gemelas se reconocen. Dentro de cincuenta años estarás
viviendo en tu laboratorio y comiendo pizza fría.
—¿Y mintiendo acerca de querer ser famosa? Vamos, admítelo, sólo
sientes curiosidad.
—En parte. —Comenzó a abrir el diente con cuidado.

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—¿Y el resto qué es?
—¿Sabías que pasé mi infancia en Munich, en los años treinta?
Eve sacudió la cabeza y lo miró con expresión sorprendida.
—Nunca me hablaste de eso.
—No, solamente hablamos de trabajo ¿no es así? Los huesos, los
muertos… —Se acomodó los anteojos sobre la nariz—. Mi madre era judía,
pero mi padre era de raza aria con buenas conexiones en el gobierno. Los
nazis lo presionaron para que se divorciara, pero él no quiso. Era dueño de
una pequeña panadería y durante dos meses tuvo que cambiar las ventanas
que le rompían todos los días. Igual se negó a divorciarse. Luego, una noche,
no volvió a casa desde la panadería y nos dijeron que lo había atropellado un
camión. Perdió una pierna y pasó nueve meses en el hospital. Para cuando se
recuperó y volvió a caminar, todo había terminado. El negocio había cerrado
y los nazis habían comenzado a cercar a los judíos. Logramos escapar a Suiza
y de allí, más tarde, vinimos a Estados Unidos.
—Ay, Dios, qué terrible, Gary, lo lamento.
—Yo lo que sentí fue ira. Observaba a esos hijos de puta recorrer el
vecindario, arrojándose encima de cualquiera que se les cruzara. Matones. Se
llevaban todo lo que hacía que la vida valiera la pena. Dios, cómo odio a los
matones. —Hizo un ademán en dirección al cráneo—. Y los que hicieron esto
son como esos malditos nazis, se creen los dueños del mundo. Me dan asco. Y
esta vez no pienso dejar que se salgan con la suya.
Eve tragó saliva para aflojar el repentino nudo que sentía en la garganta.
—Gary, lo que estás diciendo es muy noble.
—Caray, sí. Además, éste puede ser mi último trabajo. El canto del cisne,
diríamos. Y quiero cantar fuerte y bien claro.
—¿El canto del cisne? ¿Tienes pensado retirarte?
—Puede ser. Ya tengo edad más que suficiente. Soy un anciano, Eve.
Eve negó con la cabeza.
—No, Gary.
Él rió por lo bajo.
—Tienes razón, no soy viejo. Cuando me miro en el espejo, veo al
muchacho que era a los veinte. Tal vez con unas arrugas más, pero casi nunca
reparo en ellas. Es como esa superimposición que haces. No importa lo que
haya en la capa superior, debajo está ese joven atractivo, yo lo siento allí.
¿Crees que todos los viejos se engañan a sí mismos tanto como yo?
—No te engañas a ti mismo. Todos vemos lo que queremos ver. Todos
tenemos una visión de nosotros mismos. —Trató de sonreír—. Caray, Gary,

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no eres viejo y no te vas a retirar. Te necesito.
—Es cierto. Hace falta un hombre benevolente y excepcional para lidiar
con alguien tan obstinado y lleno de defectos como tú. Quizá tenga que
quedarme por aquí nada más que para… ¡Ay, mierda! —Hizo a un lado el
diente—. Otro más que no sirve. Vete, me traes mala suerte.
—Pero qué pensamiento tan científico. —Eve se apartó—. Bueno,
llámame si me necesitas.
—No es probable. —Gary se inclinó sobre el cráneo mientras ella se
alejaba.
—¿Hay avances? —Logan se enderezó en el sillón del otro lado de la
habitación.
—Todavía no.
—En el cuarto de atrás vi una cama. ¿Por qué no tratas de dormir un rato?
Eve sacudió la cabeza.
—Quiero estar aquí por si cambia de idea y quiere que lo ayude. —Se
sentó junto a Logan y apoyó la cabeza contra la pared—. Es mi
responsabilidad. Yo lo metí en esto.
—Parece estar divirtiéndose. De un modo cerebral, claro —comentó
Logan, mirando a Kessler.
—¿Cerebral? Qué diablos, él cree que es Schwarzkopf o Eliot Ness o
Lancelot o algún otro… —Respiró hondo y dijo con vehemencia—: Más vale
que se asegure de que no le pase nada, Logan. Debería haber ido a ver a su
hombre en Duke. Yo no pensé más que en quién sería el mejor para el trabajo.
No pensé en lo peligroso que podía ser para Gary.
—En cuanto consigamos la muestra de ADN y una declaración jurada, lo
haremos desaparecer de la escena.
—¿Sí, como hizo desaparecer a mi madre?
—Ya te dije que estaba a salvo, Eve. Hablaste con ella.
—No está a salvo, ni lo estará hasta que todo esto haya terminado.
Ninguno de ellos estaría a salvo. Joe, Gary y su madre habían caído en la
red, también, por culpa de Eve.
—Está bien, lo acepto, no está en un lugar tan seguro como me gustaría
—admitió Logan—, pero es lo mejor que puedo hacer por ahora. —Hizo una
pausa—. Kessler parece haberte perturbado. ¿Qué dijo?
Cosas de nazis, cantos de cisnes y un joven en un espejo.
—Nada importante.
Mentira. La vida de Gary era importante. El hecho de que nunca había
escarbado más allá de la superficie del pasado de Gary Kessler era

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importante. Era una noche de revelaciones, pensó, sintiendo un repentino
cansancio. Logan, Joe y ahora Gary. Cerró los ojos.
—Asegúrese de que no le pase nada ¿de acuerdo?

La Casa Blanca
07:20

—Kessler —dijo Lisa en cuanto Timwick tomó el teléfono—. Averigua sobre


Kessler en Emory.
—Sé cómo hacer mi trabajo, Lisa. Voy a hacer averiguaciones sobre
Kessler. Está en mi lista.
—Entonces ponlo más arriba en la lista. Duncan ha trabajado con él varias
veces. Estaba en ese disco que me enviaste ayer.
—Ella también trabajó con otra gente. —Lisa lo oyó revolver papeles—.
Y hace más de dos años que no trabaja con él.
—Pero fue el primer antropólogo con el que trabajó. Tienen un historial
de trabajo juntos. Eso sería importante para ella.
—¿Entonces por qué no ha trabajado con él últimamente? Logan hizo
averiguaciones sobre Crawford en…
—¿Fueron a Duke?
—No, pero es muy pronto todavía.
—¿Pronto? Ya deberías haberlos atrapado. Nos estamos quedando sin
tiempo. Pon a Kessler arriba de todo en la lista. —Cortó la comunicación.
No debió mostrarse tan tajante, no había sido una jugada inteligente.
Cuanto más ansioso se ponía Timwick, más crecía su rencor y más trataba de
dominarla. ¿Pero cómo podía un hombre inteligente tener tan poca
imaginación? ¿No se daba cuenta de que la clave era Duncan y no Logan?
Respiró hondo y trató de recuperar la compostura. No debía dejarse
dominar por el pánico. Ni perder el control. Sí, de acuerdo, el problema era
doble: había que recuperar el cráneo de Ben, cualquier prueba carecería de
valor sin el cráneo. Dos: había que eliminar a Logan y a Duncan y destruir
cualquier otra prueba que pudiera existir. Diablos, Timwick no estaba
haciendo ninguna de las dos cosas. Ella se había dado cuenta de que era un
eslabón débil desde aquel error con Donnelli y había hecho planes
alternativos para actuar cada vez que fuera necesario.
Y ahora era necesario. Cuanto más tiempo pasaba, más peligroso se
tornaba todo. Era ella la que tenía que tomar las riendas.

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¿Cómo había llegado a este punto? Ella no hubiera querido nada de esto.
No era justo.
Bueno, muchas cosas en el mundo no eran justas e igual había que hacer
las cosas. No tenía forma de deshacer lo que había hecho aquel día, así que
sólo le quedaba la opción de protegerse a sí misma y todo lo que había
ganado.
Abrió la libreta de teléfonos y buscó el número que le había pedido a
Timwick tres semanas antes.
Marcó rápidamente. Sonó tres veces antes de que respondieran.
—¿Señor Fiske? Nunca hablamos antes, pero pienso que es hora de que lo
hagamos.

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Capítulo 16

Universidad Estatal de Kennesaw


11:50

—Listo. —La mano de Eve se cerró alrededor de la caja térmica que


contenía el tubo con la muestra de ADN—. Vámonos de aquí. No podemos
permitir que se deteriore.
—¿Es suficiente lo que hay? —preguntó Logan.
—Alcanza justo. —Se volvió hacia Kessler—. ¿Adónde sugieres que lo
llevemos, Gary?
—Supongo que no quieres correr riesgos con ninguno de los centros
conocidos, ¿verdad?
Eve sacudió la cabeza.
—Pero quieres un sitio con excelentes credenciales.
Ella asintió.
—Duncan, eres una mujer increíblemente exigente. Y tienes suerte de que
yo soy lo suficientemente increíble como para satisfacer tus absurdas
exigencias. —Bajó la voz teatralmente—. Conozco un hombre.
—No quiero un hombre, quiero un laboratorio.
—Tendrás que llevárselo a Chris Teller.
—¿Y quién es Chris Teller?
—Un alumno mío que obtuvo la beca MacArthur. Un sujeto brillante. Ha
estado haciendo investigación sobre la parte médica del ADN, pero como
necesitaba parar la olla, el año pasado abrió un pequeño laboratorio en
Bainbridge, en el estado de Georgia. Trabajan solamente tres personas y
piensan mantenerlo así. El laboratorio figura como laboratorio de
investigaciones médicas, no como centro de exámenes forenses.
—Suena bien.
—Por supuesto que suena bien. Es perfecto para esto. Cualquiera diría que
estuve metido en conspiraciones toda mi vida. Chris acepta trabajos de perfil
de ADN solamente cuando tiene que pagar cuentas, pero es sumamente

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preciso. No podemos correr el riesgo de que se cometa un error. No creo
poder obtener otra muestra.
Eve asintió lentamente.
—De acuerdo, en Bainbridge. Lo llevaré yo y…
Gary sacudió la cabeza.
—No, lo haré yo. Dijiste que necesitabas que se hiciera rápido. Se lo
pediré como colega científico.
—Mira, me llevaré a Joe. Sin duda Teller colaborará con la policía.
—Si está metido hasta las orejas en sus investigaciones y no quiere parar,
no lo hará. Le dirá a Quinn que vaya a otro lado. Obtendremos más
colaboración si lo manejo yo.
—Tu trabajo termina aquí —objetó Eve—. Es hora de que te vayas a
alguna parte a tomar sol en la playa. No puedo pedirte que hagas algo más,
Gary.
—No oí que me lo estuvieras pidiendo —declaró Gary—. Y seré yo el
que decida dónde termina mi trabajo. ¿Estás tratando de arrebatarme mi
contrato para un libro?
—No, estoy tratando de que no te maten.
Gary tomó la caja termal de manos de Eve y se dirigió a la puerta.
—Tengo que pasar por casa a buscar ropa y un bolso.
—Gary, esto es una locura. Deja que yo…
—¿Quieres ayudar? Consígueme muestras para que Teller las pueda
comparar con ésta. —Abrió la puerta—. Si quieres seguirme a Bainbridge,
hazlo. Pero yo estoy a cargo de esta muestra, Eve.
—Gary, escúchame… —Kessler había abandonado el laboratorio. Eve se
apresuró a seguirlo por el corredor hasta la puerta de entrada.
—¿Qué pasa? —Joe vino hacia ella—. ¿Adónde va?
—A un laboratorio de ADN en Bainbridge. Tiene la muestra. Le dije que
la llevaría yo, pero quiere ir él.
—Qué testarudo. —Joe bajó los escalones—. Me encargaré yo, Eve.
—No. —Logan había salido del edificio—. Eve y yo seguiremos a
Kessler hasta Bainbridge. Usted vaya a ver a la hermana de Chadbourne,
Millicent Babcock.
—¿Supongo que quiere una muestra de ADN de ella?
—Sí, pero aun si el resultado es positivo, será sólo una indicación, no una
prueba que aceptará el tribunal. Necesitamos también ADN directamente de
Ben Chadbourne. Tenía una relación muy estrecha con su hermana. Se alojó
en su casa varias veces durante la campaña y debe de haberle enviado tarjetas

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de cumpleaños o notas que todavía tengan rastros de saliva en los sobres. O si
dejó algo de ropa en casa de ella, puede haber un pelo o…
—¿Y cómo diablos hago para conseguir esos recuerdos?
—Lo dejo librado a su imaginación.
—¿Dónde vive la hermana de Chadbourne?
—En Richmond, estado de Virginia.
—¿Doy por sentado, desde luego, que no está tratando de eliminarme de
la escena?
—No, esta vez, no. Necesitamos esas muestras para comparar. Cuanto
antes las consigamos, antes terminará todo esto.
Joe vaciló antes de aceptar.
—De acuerdo, ADN de Chadbourne y una muestra de su hermana. ¿Qué
necesitan de ella, sangre?
—Con saliva estará bien por ahora —respondió Eve—. Pero hay que
refrigerar la muestra y enviarla de inmediato.
—La traeré yo mismo. —Miró a Logan—. ¿No sabe si fuma, verdad?
Logan sacudió la cabeza.
—Lamentablemente, no.
Joe se encogió de hombros.
—Con la saliva no hay problema. Si no fuma, seguro que toma café. El
café se ha convertido en una adicción nacional. Lo que me va a dar trabajo es
el ADN de Chadbourne. La mejor opción parecen ser las cartas, pero cómo
voy a… —Bajó los escalones—. Me las arreglaré. Estaré pisándole los
talones antes de que se dé cuenta. Encárguese de cuidar a Eve hasta que yo
llegue, Logan.
—¿Me harías el favor de seguir a Gary hasta su casa y quedarte con él
hasta que lleguemos? —le pidió Eve—. Tengo que guardar el cráneo de Ben
y todos los papeles y no quiero que Gary esté solo. —Eve tenía la vista fija en
el científico que, en ese momento, subía a su automóvil—. Cuídalo, Joe.
—Y de paso, trate de convencerlo que pase por el despacho de un
abogado y haga una declaración jurada —añadió Logan.
Eve se volvió para mirarlo.
Logan se encogió de hombros.
—Lamento ser tan insensible, pero sería bueno tener pruebas de resguardo
por si pasa algo.
Quiere decir por si matan a Gary, pensó Eve y sintió el estómago revuelto.
—Conseguiré la declaración jurada y las malditas muestras. —Joe echó a
correr detrás de Gary—. ¡Saque a Eve de aquí y manténgala bien escondida,

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Logan!
—Hecho. —Logan la tomó del codo y la guió hacia el interior del edificio
—. Esa es una orden de Quinn que no me molesta obedecer.
Dentro del laboratorio, guardó el cráneo en la caja mientras Eve juntaba
las fotografías y las hojas impresas y las guardaba dentro de su maletín.
—No hay vuelos a Bainbridge. Tendremos que ir en automóvil —dijo
Eve.
—De cualquier forma, es más seguro que tomar un avión, sobre todo uno
que parta de tu ciudad de residencia. —Se dirigió a la puerta.
—¿Estás lista?
Lo mismo daba que no lo hubiera estado, pensó Eve con una mueca.
Logan ya estaba en marcha y si no lo siguiera, se quedaría allí. Y eso era algo
que no tenía intención de hacer.

—¿Por qué no tratas de dormir un poco? —propuso Logan—. Trabajaste toda


la noche. —Te prometo que no terminaré metiendo el coche en una zanja.
—No quiero dormir. Hace mucho que estamos viajando, ya casi ha
oscurecido. —¿Estamos por llegar?
—Falta cerca de una hora.
Una hora es demasiado cuando uno está tan nervioso.
—¿Tuvo noticias de Gil?
—Anoche, sí. Todavía no hubo avances. Es probable que le lleve tiempo
acercarse a Maren de forma confidencial. Estoy seguro de que está muy
ocupado encargándose del trabajo sobre mi cadáver.
—No es gracioso.
—A mí tampoco me hace gracia, pero es mejor si uno se ríe.
—¿De veras?
—Siempre pensé que sí. Te mantiene cuerdo.
—Entonces voto por eso. —Eve observó las luces traseras del coche de
Gary, que iba por la ruta delante de ellos—. ¿Habla por experiencia? ¿Ha
estado cerca del abismo, Logan?
—Bastante.
—No. —Eve se volvió para mirarlo—. No me venga con evasivas. No es
justo. Cuénteme. Usted sabe todo sobre mí.
—Lo dudo. Eres una mujer polifacética. No me sorprendería que tuvieras
algunos secretos.
—Cuénteme.

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—¿Qué quieres saber?
—Lo del abismo.
—Ah, quieres ver mis cicatrices.
—Usted vio las mías.
Logan permaneció en silencio unos instantes.
—Me casé cuando era muy joven. Cuando vivía en Japón. Ella era
eurasiática, la mujer más bella que había visto en mi vida. Se llamaba Chen
Li.
—¿Se divorció?
—Murió de leucemia. —Logan esbozó una sonrisa torcida—. No fue
como la pérdida tuya. No hubo violencia, salvo de mi parte. Cuando vi que no
encontraba la forma de ayudarla, sentí deseos de despedazar el mundo. En ese
tiempo me sentía el dueño del mundo, creía que no había montaña que no
pudiera escalar. Bueno, pues ésa no la podía escalar. Tardó un año en morir y
yo tuve que quedarme de brazos cruzados, viendo cómo sucedía. ¿Te parece
suficientemente profunda esa cicatriz?
Eve apartó la mirada y contempló la oscuridad.
—Sí.
—¿Y crees conocerme mejor, ahora?
Ella no contestó.
—¿La amaba?
—Oh, sí que la amaba. —Logan la miró—. No deberías habérmelo
preguntado, sabes. Eres de corazón blando y te resultaría más fácil odiarme si
no vieras que soy humano, como todo el mundo.
Era cierto. La comprensión hacía que el antagonismo resultara más difícil.
El autocontrol que mostraba Logan acentuaba aún más el dolor que había
padecido.
—En ningún momento dudé de que fuera humano.
—Puede que sí. Puede que no. —Cambió de tema—. Quizás el
laboratorio de Teller no esté abierto cuando lleguemos a Bainbridge. Es
posible que tengamos que alojarnos en un hotel y esperar hasta mañana.
—¿No podemos llamarlo, o hacer algo? Tal vez Gary podría…
—Kessler ya va a despertar bastantes sospechas por la presión que va a
aplicar sobre Teller. Sería demasiado pedirle que tuviera el laboratorio abierto
hasta que lleguemos.
Tenía razón, sin duda, pero, diablos, ella quería avanzar más rápido.
—Usted no entiende. A veces lleva semanas obtener un informe definitivo
sobre una muestra de ADN. Gary le va a pedir a Teller que lo haga en unos

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días. Los laboratorios privados pueden hacerlo más rápido, porque no están
tan atrasados con el trabajo, pero cada minuto cuenta.
—¿Crees que con el vil metal podría instarlo a trabajar unas horas más de
lo habitual?
Eve sacudió la cabeza.
—No creo. Parece ser un profesional muy dedicado.
—Sí, pero igual tiene que pagar la hipoteca. Según Kessler, puede hacerle
falta dinero.
Era cierto. Tal vez ella estuviera equivocada. El dinero podía mover el
mundo. Ella misma se había dejado tentar por la carnada que Logan le había
puesto adelante.
—Deje que Gary lo intente primero.
—No quise ofenderte. Sólo trataba de ayudar.
—Sí, ya lo sé. ¿Por qué iba a ofenderme? El dinero no tiene nada de malo.
Logan se quedó mirándola, sorprendido.
—Simplemente no me gusta que se lo utilice como a un palo para pegarle
a alguien en la cabeza.
—¿Pero recurrir al soborno te parece bien?
—En algunos casos.
Logan sonrió.
—¿Cómo el de la Fundación Adam?
—Caray, sí.
—¿Aun si lo utilicé para engañarte?
—No, eso sí que no estuvo bien. —Lo miró a los ojos—. Pero yo permití
que lo hiciera. No soy tonta. Sabía que había algo turbio, pero quise correr el
riesgo igual. A diferencia de usted, no temía que alguien cometiera un error y
nos hiciera volar en pedazos. Quería el dinero. Pensé que sería una gran ayuda
y quise arriesgarme. Si no me hubiera ido con usted, nada de esto habría
sucedido. No estaría en problemas y mamá estaría a salvo. —Se encogió de
hombros—. Me gustaría seguir echándole toda la culpa a usted, pero todos
tenemos que aceptar la responsabilidad por nuestras acciones.
—Esa no fue la impresión que recibí —comentó él con ironía—. Querías
degollarme.
—Hay momentos en que ése sigue siendo mi mayor deseo. Usted estuvo
mal. Pero yo también me equivoqué y tengo que asumirlo. —Miró por la
ventanilla—. Lo que sucede es que no quiero que nadie más salga herido por
culpa de mi equivocación.
—Estás siendo sumamente generosa.

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—No es cuestión de generosidad —respondió Eve en tono cansado—.
Trato de ver las cosas con claridad. Hace mucho tiempo aprendí que es fácil
culpar a los demás cuando resulta doloroso aceptar que la culpa la tenemos
nosotros. Pero, al final, hay que asumirlo.
Logan quedó inmóvil.
—¿Bonnie?
—Estábamos en un pícnic de la escuela en un parque cercano. Ella quería
ir al puesto de venta de helados a comprar uno. Yo estaba hablando con la
maestra y la dejé ir sola. Había niños y padres por todas partes y el puesto de
helados no quedaba muy lejos de la mesa. Pensé que no había peligro. Me
equivoqué.
—¿Por el amor de Dios, cómo podrías tener la culpa de eso? —preguntó
Logan con voz ronca.
—Tendría que haber ido con ella. Fraser la mató, pero yo no la cuidé lo
suficientemente bien.
—¿Y estuviste cargando con eso todos estos años?
—Es difícil no echarse culpas cuando se comete un error tan grande.
Por un momento, Logan no respondió.
—¿Por qué me lo contaste?
¿Por qué se lo había contado? Por lo general, trataba de no hablar sobre
aquel día. El recuerdo seguía siendo una horrenda herida en carne viva.
—No lo sé. Lo obligué a contarme lo de su esposa. Creo… Creo que le
dolió. Me pareció que lo más justo era emparejar el terreno.
—Y tienes obsesión por ser justa.
—Tengo que intentarlo. A veces no resulta. A veces me encuentro
cerrando los ojos y escondiéndome en la oscuridad.
—¿Como hiciste con Quinn?
—No me escondí… —Mentía. Tenía que admitirlo, había tratado de no
ver claramente todo lo relativo a la vida de Joe. La imagen que tenía de él era
demasiado importante—. Bueno, puede ser. Pero no lo hago a menudo, si
puedo evitarlo.
—Te creo.
Ella permaneció un momento en silencio.
—¿Qué me dice de Millicent Babcock? ¿Correrá peligro si descubren que
Joe obtuvo una muestra de su ADN?
—No creo que les sirva de mucho hacerle algo. Chadbourne también tiene
una tía y tres primos hermanos. Sería demasiado obvio si mataran a todos.

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Además, la prueba contundente es el ADN de Ben Chadbourne.
Probablemente no le hagan nada a ella.
Probablemente.
Probablemente su madre estaba a salvo. Probablemente no le sucedería
nada a Gary. Probablemente Millicent Babcock no moriría.
Con probablemente no alcanzaba.
Eve apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento y cerró los ojos.
Que ya sea suficiente, por favor. Que no haya más muertes. Por favor, no
más muertes.

Washington
23:05

—¿Señor Fiske? —Lisa Chadbourne se acercó a la ventanilla del coche y


sonrió—. ¿Puedo subir? Estoy un poquito a la vista aquí afuera.
Fiske echó una mirada a la calle y se encogió de hombros.
—Está bastante desierta, a mi juicio.
—Por eso la elegí. En este barrio, las oficinas federales cierran a las cinco.
—Subió al asiento del pasajero y cerró la puerta—. Pero estoy segura de que
comprenderá que no puedo correr riesgos. —Últimamente soy muy fácil de
reconocer.
Era cierto. Tenía una capucha con borde de terciopelo de la capa color
marrón echada hacia delante para ocultar sus rasgos, pero en cuanto la empujó
hacia atrás, Fiske la reconoció de inmediato.
—Es realmente usted. No estaba seguro…
—Estaba lo suficientemente seguro como para tomarse un avión y venir a
Washington a verme.
—Sentía curiosidad, además, usted dijo que me haría una oferta que me
intrigaría. Siempre me interesa mejorar.
—¿Y se sintió halagado por el hecho de que estaba dispuesta a pasar por
encima de Timwick y hablar directamente con usted?
—No. —La muy engreída creía que él se iba a volver loco nada más que
porque era la esposa del Presidente—. Usted para mí significa lo mismo que
cualquier otra persona. No la necesito, la que me necesita es usted, o no
estaría aquí.
Ella sonrió.

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—Tiene razón. Usted tiene un talento y una eficiencia que aprecio. Le dije
a Timwick que la forma en que manejó el problema en Barrett House fue
admirable. —Hizo una pausa—. Pero, desgraciadamente, Timwick no es tan
eficiente y se ha vuelto nervioso e irracional. Comienza a decepcionarme.
Usted comprende, desde luego, que él solamente ha estado recibiendo órdenes
mías.
—¿No del Presidente?
—De ninguna manera. El Presidente no tiene nada que ver.
Fiske se sintió desilusionado. Hubiera sido un gran logro hacer un trabajo
para el hombre más importante del mundo libre.
—¿Entonces debería estar cobrando más dinero, no cree?
—¿Le parece?
—Si él no sabe lo que usted está haciendo, entonces es una amenaza en
potencia. Si estuviera involucrado, podría protegerme. Usted no puede hacer
nada.
—¿Usted quiere que lo protejan, Fiske? No creo. He leído su expediente y
no me parece que esa sea una de sus prioridades. Usted es un hombre que
confía solamente en sí mismo.
La mirada de Fiske se centró en el rostro de ella con repentino interés. Era
astuta.
—El dinero es protección.
—Sus honorarios son exorbitantes. Debe de tener una cuenta en Suiza lo
suficientemente abultada como para permitirle vivir como un rey.
—Valgo lo que cobro.
—Por supuesto. Solamente le quiero hacer ver que podría haberse retirado
hace tiempo. ¿Entonces por qué arriesga el pellejo haciendo esto?
—El dinero nunca es suficiente.
Ella sacudió la cabeza.
—No, a usted le gusta, le gusta el riesgo y el juego. Le proporciona una
increíble satisfacción y cuanto más difícil el juego y más grande el peligro,
más lo disfruta. Le encanta la idea de hacer algo que nadie más puede hacer.
—Hizo una pausa—. Lo más difícil del mundo es cometer un crimen perfecto
¿no cree? Es el desafío máximo, el juego más atrapante.
Cielos. Tal vez era demasiado astuta.
—Puede ser.
—No me venga con tanta cautela. Todos tenemos nuestros planes. Su
filosofía me resulta perfectamente razonable y coincide a la perfección con
mis necesidades. Por eso lo elegí.

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—¿Usted me eligió a mí? Timwick me eligió.
—Timwick me dio una cantidad de expedientes y él cree que a usted lo
elegimos juntos. Fui yo la que lo eligió, Fiske. Supe desde el principio que era
el hombre que necesitaba.
—Sonrió. —Y que usted me iba a necesitar a mí.
—No necesito a nadie.
—Claro que sí. Soy la que puede aumentar la dificultad del juego. Le
puedo ofrecer un desafío con el que nunca se ha enfrentado antes. ¿No le
entusiasma esa idea? —Fiske no respondió. Ella rió—. Claro que lo
entusiasma, me lo imaginé. Seguro que está harto de trabajar bajo las órdenes
de Timwick. A usted le gustan los golpes audaces, frutos del pensamiento
claro y decisiones acertadas. En ese sentido, no va a tener problemas
conmigo.
Apostaba a que no.
—¿Está eliminando a Timwick del juego?
—Solamente le dijo que vaya a Atlanta y vigile a Kessler. Siga fingiendo
que el que toma las decisiones es Timwick, pero de ahora en más usted me
obedecerá a mí y responderá solamente ante mí.
—Me resultaría más fácil decidir si supiera de qué se trata todo esto.
Ella lo estudió.
—No. A usted no le importa. En realidad, opina que todas nuestras
complicadas tramas son absurdas. Lo que quiere es poder. Aprecia el poder
porque es parte del juego.
Fiske hizo una mueca irónica.
—¿Cree conocerme muy bien, no es así?
Ella sacudió la cabeza.
—Lo suficiente como para sobrevivir más que usted.
—¿De veras? —Fiske le rodeó el cuello con las manos—. ¿Se da cuenta
de lo difícil que sería matar a la primera dama y salir impune? Piense qué
satisfacción me daría demostrarles a esos cretinos lo estúpidos que son.
—Lo pensé, sí. —Ella lo miró directamente a los ojos—. Pero entonces
tendría que huir y el juego habría terminado. Qué desilusión. Yo puedo
prolongarle el juego por mucho, mucho tiempo. —Las manos de Fiske se
cerraron sobre su cuello, sabía que le dejaría magullones, quería lastimarla,
hacerla rebajarse. Ella no se movió—. Tengo una lista para usted —agregó en
voz ronca—. O mejor dicho, un añadido de la lista que le dieron antes. —Las
manos de Fiske no aflojaron la presión—. Sabía que le gustaría tener listas. Se
lo dije a Timwick. Es por eso que él le dio… —Respiró hondo cuando las

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manos de él la soltaron—. Gracias. —Se masajeó el cuello—. ¿Timwick le
dijo que vigilara a Kessler?
—Sí, pero no me dio la impresión de que le pareciera importante. Está
más preocupado por Sandra Duncan.
—Ella también es importante. Es posible que pronto yo tenga que tomar
una decisión sobre ella, pero no quiero que se deje de lado a Kessler. A menos
que usted lo encuentre de inmediato, Kessler se pondrá a hacer pruebas de
ADN, seguramente no en la universidad. Búsquelo. No le dé tiempo para que
obtenga los resultados.
—¿ADN?
—Del cráneo. Usted ya sabe lo del cráneo.
Fiske sonrió.
—No, cuénteme. ¿Qué tiene de tan importante ese cráneo?
—No se va a enterar de nada que no le corresponda saber. Salvo que
quiero el cráneo y que usted me lo va a conseguir.
—No me diga.
—Bueno, espero que sí. No soy Timwick, nunca lo daría por sentado.
Fiske ladeó la cabeza.
—Me pregunto a quién habrá matado. ¿A un amante, a un chantajista?
—Necesito ese cráneo.
—Usted es una aficionada, de otro modo no estaría metida en un lío
semejante. Debió dejar que se encargara un experto.
—Asumo mi error. Por eso ahora pongo las cosas en manos de un experto.
—Buscó en el bolsillo y extrajo un trozo de papel doblado—. Aquí está mi
número digital privado. A menos que sea una emergencia, trate de no
llamarme antes de las siete de la noche.
Fiske contempló el papel que tenía en la mano.
—Está corriendo riesgos. Sus huellas digitales deben de estar por todo
el… —Guantes. Se había puesto guantes de cuero—. ¿Supongo, entonces que
tampoco estará escrito a mano?
—Por computadora, y no va a encontrar huellas en ese papel que no sean
las suyas. Mi teléfono figura bajo otro nombre y los papeles están tan bien
ocultos que llevaría años encontrarlos. —Apoyó la mano en la manija de la
puerta—. Yo también soy muy eficiente, Fiske. Por eso vamos a trabajar tan
bien juntos.
—No dije que estoy de acuerdo.
—Piénselo. —Descendió del coche—. Lea la lista y piénselo.
—Aguarde.

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—Tengo que volver. Comprenderá lo difícil que es para mí moverme sin
que mi ausencia se note.
—Pero lo hizo. ¿Cómo? —preguntó él con curiosidad.
—Exploré esas posibilidades la primera semana que me mudé a la Casa
Blanca. No tenía intenciones de convertirme en una prisionera. No es tan
difícil.
—Y no piensa decírmelo. —Fiske se quedó pensando—. Existe un rumor
sobre un túnel subterráneo que conecta la Casa Blanca con el Departamento
del Tesoro. Dicen que lo utilizaba Kennedy cuando quería encontrarse con
Marilyn Monroe. Es así como…
—¿Cree que se lo diría? Para usted entrar en la Casa Blanca sería la
cereza en la torta de sus logros. El factor dificultad podría hacerle sentir
irresistible la tentación de matarme y quiero que su atención esté puesta en
otra cosa.
Maldita zorra. Le daría un buen susto. Se inclinó súbitamente hacia
adelante.
—Hay por lo menos treinta y cinco agentes secretos y más de cien
guardias uniformados en la Casa Blanca, en todo momento. Es bueno saber
que hay alguna forma de esquivarlos.
—Conoce los números al dedillo —respondió ella con el rostro carente de
expresión.
—Como bien dijo, es un gran desafío. Las posibilidades siempre me han
intrigado.
—Pero tiene que recordar que hago que Timwick coloque a los agentes
del Servicio Secreto en lugares y momentos donde me es fácil evitarlos.
Timwick no lo va a ayudar.
—¿Ni siquiera si le digo que usted quiso reunirse conmigo hoy?
—No va a hacer eso, Fiske. Iría en contra de sus intereses.
Él se mantuvo en silencio unos instantes.
—No me engaña. —Estaba asustada, igual que todos los demás. Sentía los
latidos de su corazón debajo de mis pulgares—. Es más, está asustada en este
mismo momento.
—Es cierto. Vale la pena asustarse por algunas cosas. Llámeme. —Se
alejó del coche y echó a andar calle abajo.
Una mujer dura. Dura, inteligente y corajuda. Mucho más corajuda que
Timwick.
Pero tal vez fuera demasiado astuta. El análisis que había hecho de él
había sido muy acertado y eso lo había puesto nervioso. No le gustaba la idea

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de que alguien predijera cómo reaccionaría él en cualquier situación. No
estaba seguro de que le atrajera la idea de trabajar con una mujer.
Lea la lista.
Ella había intuido que un hombre de su temperamento apreciaría una lista.
¿Pero por qué habría creído que leer la lista lo dispondría mejor hacia ella?
Desdobló el papel, se acercó a las luces del tablero y soltó una carcajada.

El teléfono sonaba cuando Lisa estaba entrando en el dormitorio.


—De acuerdo —dijo Fiske y cortó.
Un hombre de pocas palabras y rápido para las decisiones, pensó ella con
ironía mientras volvía a guardar el teléfono en la cartera. Ni que hablar de una
peligrosa impulsividad para la cual no había estado preparada. Iba a tener que
ocultarle los magullones a Kevin esta noche y usar un pañuelo mañana.
—¿Lisa? —llamó Kevin desde el dormitorio—. ¿Dónde estuviste?
—Salí a dar un paseo por el jardín. Necesitaba aire. —Colgó la capa en el
guardarropa y tomó una bata con cuello drapeado—. Me voy a dar una ducha
caliente. Enseguida voy, Kevin.
—Date prisa. Quiero hablar.
Hablar. Por Dios, ojalá fuera sólo sexo. Escuchar divagar a Kevin e
insertar elogios y comentarios alentadores en el momento indicado era lo que
menos quería hacer ahora. Por un instante, cuando Fiske le cerró las manos
alrededor del cuello, tuvo miedo de morir. Manejar a Fiske iba a ser muy
difícil.
Pero podía hacerlo. Tenía que hacerlo. No tenía que pensar en el miedo
que él le había hecho sentir. Había hecho un buen trabajo esta noche. Fiske
era suyo.
Se introdujo debajo del chorro de agua caliente y dejó que el agua le
corriera por la piel. Se sentía sucia. El solo hecho de estar en el mismo coche
con ese asesino la había hecho sentirse contaminada.
Aunque ella también era una asesina.
Como Fiske, no. De ninguna manera podía equipararse con esa bestia.
No tenía que pensar en él. Cerró los ojos y ordenó a sus músculos que se
relajaran. Este era su momento. Tenía que disfrutarlo. Era tan poco el tiempo
que podía disponer para ella misma. Casi deseaba ser libre como Eve Duncan.
¿Qué estás haciendo ahora, Eve Duncan? ¿Las cosas son tan difíciles para
ti como lo son para mí? Apoyó la cabeza contra la pared de la ducha y
susurró:

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—¿Dónde estás, Eve?
Fiske la encontraría. Fiske la mataría y Lisa estaría a salvo. ¿Por qué no
encontraba consuelo en esa idea?
—¿Lisa? —Kevin estaba afuera de la puerta del baño.
¿Diablos, no podían dejarla estar un minuto sola?
—Voy. —Salió de la ducha y se secó las lágrimas. ¿Qué demonios le
pasaba? Fiske debía de haberla asustado más de lo que creía. Se puso la bata,
subió el cierre hasta el cuello y se pasó un cepillo por el pelo.
Sonríe. Muéstrate cálida y comprensiva. No dejes que se dé cuenta, no
dejes que nadie se dé cuenta. Abrió la puerta del baño y besó a Kevin en la
mejilla.
—¿Qué quieres decirme? ¿Qué es tan importante que no puedes esperar?

—Este hotelito es bastante feo. Creo que hay bichos —dijo Bonnie.
Eve se dio vuelta en la cama.
—Teníamos que encontrar un sitio que no llamara la atención.
¿Qué te importan a ti los bichos? Eres ectoplasma, ¿o no lo recuerdas?
Bonnie sonrió.
—Cualquier cosa que te importa a ti me importa a mí. Siempre
detestaste los bichos. —Se sentó en la silla que estaba junto a la cama
—. ¿Recuerdas cómo te enojase con el fumigador cuando no terminó
de matar todas las cucarachas de mi cuarto?
Eso había sido el verano anterior a la desaparición de Bonnie.
Bonnie se puso seria.
—Ay, cielos, no quise hacerte pensar en cosas tristes.
—¿Se te ocurrió alguna vez que el solo hecho de que vengas a
verme automáticamente me trae recuerdos tristes?
—Sí, pero tengo esperanzas de que algún día te des cuenta de que
estoy siempre contigo.
—No estás conmigo.
—¿Por qué tratas de lastimarte a ti misma? Acéptame de una vez,
mamá. —Cambió de tema—. Hiciste un buen trabajo con Ben, como lo
esperaba.
—¿Ah, así que ahora sabías desde un principio de quién se
trataba?

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—No, ya te dije mil veces que no sé todo. A veces tengo como una
sensación.
—¿Como con los bichos de este hotelito? Eso sí que es algo seguro.
Bonnie rió.
—Sí, ¿no es así?
Eve se descubrió sonriendo.
—Fue en lo primero que pensé cuando entré en la habitación.
—¿Y crees que estoy usando eso? —Bonnie chasqueó la lengua en
señal de reproche—. Qué suspicaz eres, mamá.
—Entonces dime algo que no sé. Dime dónde estás.
Bonnie flexionó una pierna y se sentó sobre ella.
—El señor Logan me cae bien. Al principio no estaba segura, pero
ahora pienso que es un buen hombre.
—¿Desde cuándo los fantasmas emiten juicios sensatos?
Bonnie sonrió.
—Vamos progresando. Es la primera vez que admites que tal vez yo
no sea tu imaginación.
—Los juicios de los fragmentos de imaginación también son
cuestionables.
—Bueno, tú tampoco eres demasiado buena en el tema. No deberías
ser tan dura con Joe.
—No culpo a Joe.
—Sí, lo haces. Y por mi causa. Pero es un buen hombre también y
se preocupa por ti, porque le importas. No lo alejes de ti.
—Estoy muy cansada, Bonnie.
—Y quieres que me vaya.
No, irse, nunca.
—Quiero que dejes de sermonearme.
—De acuerdo. Solamente quería que no estuvieras sola. —Su
sonrisa se borró—. Es peligroso que estés sola ahora. Me asustan
todas las cosas malas que se vienen, mamá.
—¿Qué cosas malas? —Bonnie sacudió la cabeza—. Me las
arreglaré —agregó Eve.
—Crees que puedes con todo, por lo que tuviste que pasar conmigo.
Quizá puedas, sí. Pero quizá no.

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—Y tal vez no quiera lidiar con nada —dijo Eve con cansancio—.
Tal vez lo que quiero es que las cosas simplemente sucedan. ¡Estoy tan
cansada de todo!
—Y yo estoy cansada de que sigas de duelo por mí.
—Entonces vete y olvídame.
—Esa no es una opción, mamá. Los recuerdos duran para siempre,
igual que el amor. Solamente quiero que vuelvas a ser feliz.
—Podríamos decir que estoy… satisfecha.
Bonnie suspiró.
—Vete a dormir. Creo que no tiene sentido hablar contigo hasta
que no estés lista.
Eve cerró los ojos.
—¿Dónde estás, tesoro? —susurró—. Quiero traerte a casa.
—Estoy en casa, mamá. Cuando estoy contigo, estoy en casa.
—No, necesito que…
—Shh, vete a dormir. Eso es lo que necesitas ahora.
—No me digas lo que necesito. Lo que necesito es averiguar dónde
estás para poder traerte a casa. Tal vez entonces deje de tener estos
sueños alocados contigo.
—No son alocados y tampoco quieren decir que estés perdiendo la
razón. Simplemente eres obstinada.
—¿Y tú no?
—Por supuesto que sí, soy tu hija, tengo derecho a serlo. Vete a
dormir, me quedaré aquí y te haré compañía por un rato.
—¿Para que no esté sola?
—Sí, para que no estés sola.

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Capítulo 17

Centro Médico Naval


Bethesda, Estado de Maryland
07:45

—Me estoy apurando todo lo posible, Lisa. —La mano de Scott Maren se
cerró con fuerza sobre el teléfono—. Por Dios, tengo que andar con
muchísimo cuidado. Este lugar está asediado por periodistas y cámaras de
televisión. Cambié las radiografías dentales, pero no me va a ser fácil cambiar
las muestras de ADN.
—¿Pero podrás hacerlo, no es cierto? —preguntó Lisa—. Tienes que
hacerlo, Scott.
—Sí, lo haré —respondió él con cansancio—. Te dije que cuidaría de ti.
—¿Crees que estoy preocupada solamente por mí misma? Es por ti. Me
siento tan culpable por haberte dejado ayudarme. Nadie tiene que enterarse.
—No es tu culpa. Yo apoyé la idea. —Todo había comenzado hacía más
de veinte años, cuando Lisa fue a su departamento y se convirtieron en
amantes. Ella no estaba casada con Ben en aquel entonces y el romance había
durado solamente un año, pero eso carecía de importancia. Se enamoró de
Lisa en cuanto la conoció aquel primer año en Stanford. Y a pesar de la
pesadilla que había traído a su vida, seguía amándola. Las cosas eran así y no
había forma de modificarlas—. Todo saldrá bien.
—Ya lo sé. Nunca me fallaste.
—Ni lo voy a hacer.
—Avísame cuando hayas terminado. —Hizo una pausa—. Te estoy tan
agradecida, Scott. No sé cómo devolverte todo esto.
—No pedí que me devolvieras nada.
Pero Lisa se había encargado de que él se beneficiara después de la
muerte de Ben. Honor, fama, dinero. Pero con eso no alcanzaba. Cuando ella
abandonara la Casa Blanca él se encargaría de que se quedara con él, como
debió hacerlo hacía años. Lisa no se daba cuenta de que estaban más unidos
ahora que antes.

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—No sé qué hubiera hecho sin ti, Scott.
Lisa en la cama. Lisa riendo de sus bromas. Lisa con lágrimas en los ojos
anunciándole que se iba a casar con Ben.
—Te avisaré cuando tenga novedades.
—Adiós, Scott. —Cortó.
—¿Doctor Maren?
Se volvió y vio a un joven pelirrojo vestido con uniforme de ordenanza,
de pie en la puerta.
—¿Sí? ¿Me necesitan?
—No que yo sepa. —El joven entró y cerró la puerta. Me llamo Gil Price.
Me gustaría hablar con usted.

Bainbridge
08:40

El laboratorio de Chris Teller estaba ubicado en un pequeño edificio en las


afueras de Bainbridge. Las paredes de listones de madera estaban cubiertas
por enredaderas, parecía más bien la casa de una fraternidad de Yale que un
laboratorio científico. Hasta el letrero del laboratorio era tan pequeño que Eve
hubiera pasado de largo junto al edificio sin verlo si no hubiera estado
siguiendo cuidadosamente a Gary:

Laboratorios Teller.

—¿Estamos frente a la morada de lo mejor de la ciencia? —murmuró Logan.


—Las cosas no son siempre lo que parecen. Gary confía en él, así que
para mí está bien. —Estacionó detrás del Volvo de Gary en la playa de
estacionamiento y esperó. Cuando Gary descendió del coche y se acercó a
ella, le preguntó—: ¿Quieres que vayamos contigo, Gary?
—Si quieren arruinar las pocas posibilidades que tengo, vengan —
respondió él con ironía—. Esta puede ser una pequeña ciudad del sur, pero
tienen televisores y periódicos. Quédense aquí. Tal vez tarde un buen rato.
Eve lo observó dirigirse con paso rápido al edificio. Caminaba con
energía, con… juventud. Parecía Ivanhoe disponiéndose a dar batalla al
Caballero Negro, pensó Eve, nerviosa.

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—Tranquila. —Logan le separó suavemente los dedos crispados alrededor
del volante—. No va a toparse con nada que no sea un rechazo ahí adentro.
—Por ahora. No deberíamos haberlo dejado venir.
—Dudo de que hubiéramos podido impedírselo. —Logan se reclinó en el
asiento—. ¿Cómo es el procedimiento? Dijiste que podía llevar días aun si
Kessler lograba convencerlo de acelerar todo. ¿Por qué tarda tanto la
identificación por ADN?
—Es por la sonda radiactiva.
—¿Sonda?
Eve arqueó una ceja.
—¿Está tratando de distraerme, Logan?
—Sí, pero en realidad no sé cómo es todo este asunto del ADN. —Se
encogió de hombros—. Escuché algunas cosas en el juicio de O. J. Simpson.
Y ese tribunal no fue el más indicado para dar un curso decisivo e imparcial
sobre ADN.
—El filamento de ADN que extrajimos de Ben se disuelve en una
solución de enzimas que apuntan a puntos específicos del filamento y lo
cortan en fragmentos. Se pone una pequeña cantidad de ADN en una bandeja
con un gel especial, después se envía una corriente de electricidad por el gel.
La corriente se lleva los fragmentos y los ordena por largo y por peso.
—¿Y dónde entra la sonda?
—El técnico transfiere los fragmentos a una membrana de nailon a la que
se le aplica la sonda radiactiva. La sonda busca puntos específicos del ADN y
los marca. Se le coloca una película de rayos X por encima durante varios
días, para que se revele. Cuando eso sucede, el ADN aparece como bandas
oscuras sobre la película de rayos X.
—¿Y ésa es la impresión de ADN?
Ella asintió.
—Ese es el perfil de ADN y hay una en un millón de posibilidades de que
otra persona pueda tener ese mismo perfil.
—¿Y no hay forma de acelerar la sonda?
—Existe un método sobre el cual estuve oyendo hablar últimamente, pero
los laboratorios todavía no lo usan demasiado. Se llama quimiluminiscencia.
La sonda radiactiva se reemplaza por una sonda activada químicamente que
interactúa con reactivos químicos que luego sueltan luz en la forma de
fotones.
—¿Qué son fotones?

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—Partículas de luz. Cualquier zona de la película de rayos X que toquen
quedará revelada y el resultado son las mismas bandas oscuras de ADN que
se verían con el método de la sonda radiactiva. La mayoría de los laboratorios
grandes están empezando a usar quimiluminiscencia, pero no sé si este
laboratorio que es tan chico la emplea. Gary nos lo dirá. Cruce los dedos.
—Esperaba que…
—Ya le dije que podía no ser de un día para el otro.
—Varios días…
—Deje de repetir eso —le ordenó Eve con aspereza—. Ya sé que no
tenemos mucho tiempo. Tal vez Gary traiga buenas noticias.
—Esperemos que sí. —Hizo una pausa—. Otra vez estás crispando los
dedos.
Eve aflojó las manos deliberadamente.
—Bueno, usted no me ayuda.
—Estoy intentándolo —repuso él en tono amable—. Haré todo lo que
pueda. ¿Quieres que vaya al laboratorio y le diga a Kessler que se vaya de
aquí? Lo haré. Caray, necesito hacer algo, cualquier cosa. Estoy cansado de
estar parado a un costado dejando que todos los demás corran riesgos.
Santo Cielo, otro Ivanhoe. Nunca lo hubiera pensado de Logan. Pero tal
vez debió de haberlo imaginado, después de años de sufrimiento al ver morir
a su esposa. No era un hombre que aceptara la derrota con facilidad.
—¿Y bien, qué me dices?
Estaba tratando de ocultar su nerviosismo, pero era evidente que estaba
allí. Debajo de ese exterior distante y sereno, había ansias de romper algo.
Caray, qué idiotas eran los hombres.
—Ni se le ocurra. No tengo deseos de terminar en la cárcel ni en un
manicomio porque usted está aburrido y quiere dar rienda suelta a todos sus
instintos de hombre de Neanderthal.
Se dio cuenta de que él se sentía desilusionado, pero lo vio encogerse de
hombros filosóficamente.
—No creo que los hombres de Neanderthal se aburrieran. Sus cerebros
eran demasiado subdesarrollados, vivían muchos menos años que nosotros y
pasaban todo su tiempo ocupados en sobrevivir.
—La comparación es apta.
Logan hizo una mueca.
—¡Ay, qué golpe! ¿A qué parte te refieres?
No era ningún hombre de Neanderthal. Era inteligente y carismático. Eve
comenzaba a darse cuenta de que el código que regía su vida era tan inflexible

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como el que regía la de ella. Apartó la mirada.
—¿Me dijo la verdad, no es cierto? En realidad no es un asunto de
política. Hace esto porque cree que tiene que salvar al mundo.
—Diablos, no. Lo hago porque tengo miedo de no hacerlo. Porque hay
una posibilidad de que se nos venga el techo encima y no quiero mirar hacia
atrás dentro de unos años y recordar que me quedé viendo cómo sucedía. —
Le tomó el mentón con la mano y la obligó a mirarlo a los ojos—. Me sentiría
responsable. Igual que tú, Eve.
—¿Se castigaría a sí mismo, como yo? —susurró ella.
—No, no estoy de acuerdo con eso. Uno hace lo que puede y después
sigue adelante.
El contacto con él la turbaba. Sus palabras, la forma en que tenía de… Él
la turbaba. Apartó la vista otra vez y miró por la ventanilla.
—O se acostumbra a vivir con sus culpas.
—Esa opción no es aceptable —respondió él con vehemencia—. Elegir
una carrera como la tuya fue lo peor que pudiste haber hecho. ¿Por qué
alguien no te lo impidió? ¿Por qué Quinn no te hizo quedar en esa isla hasta
que te curaras, hasta que los recuerdos perdieran intensidad?
Eve lo miró, desconcertada. ¡Estaba tan equivocado! ¿Por qué no podía
entender?
—Porque sabía que era la única forma en que yo podría sobrevivir.
—¿Le llamas sobrevivir a esto? Eres adicta al trabajo, no tienes vida
personal, eres la mujer más obsesionada por conseguir lo que busca que
conozca. Lo que necesitas es…
—No se meta conmigo, Logan.
—¿Por qué demonios no…? —Respiró hondo—. Está bien, no voy a decir
nada más. No es asunto mío, ¿no es así?
—Exactamente.
—¿Entonces por qué diablos siento que es asunto mío?
—Porque está acostumbrado a manejar todo.
—Sí, claro, es eso. —Sacó el teléfono celular del bolsillo—. Mi instinto
de organización. Cuando veo desperdicios, me lanzo a tratar de deshacerme
de ellos. —Oprimió violentamente los números del teclado—. Y vaya si veo
un mundo de desperdicios en ti.
—Mi vida no es un desperdicio. Al contrario. ¿A quién llama?
—A Gil.
—¿Ahora? ¿Por qué?

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—Ya tendría que haber tenido noticias de él hace rato. Además, necesito
distraerme. Urgente.
Ella también necesitaba distracción, pensó, aliviada. Los últimos minutos
habían sido demasiado intensos y perturbadores y su vida actual ya era un
caos, no necesitaba complicarla más.
—¿Qué está pasando? —preguntó Logan en el teléfono—. ¿Por qué
diablos no me llamaste, Gil? Sí, estoy de mal humor, carajo. —Escuchó—.
No seas estúpido. Podría tratarse de una trampa. Maren ya mató a un hombre.
—Eve se puso rígida—. No lo hagas. —Escuchó otra vez—. Sí, está aquí. No,
no te voy a dejar hablar con ella. Habla conmigo.
Eve extendió una mano.
Logan masculló una obscenidad y le alcanzó el teléfono.
—Gil es un idiota.
—Lo oí —anunció Gil—. John está un poquito alterado, ¿no es así? Por
eso quería hablar contigo. No tengo ganas de que me griten en el estado en
que estoy.
—¿En qué estado estás?
—Estoy caminando por una cornisa. Maren es un tipo astuto.
—¿Le hablaste del trato?
—Negó todo y fingió no saber de qué estaba hablando.
—Es una reacción lógica. Ya me parecía que no iba a funcionar.
—Pero yo sí creo que va a funcionar. Me di cuenta de que estaba dando
en el blanco. Maren no llamó a los guardias de seguridad del hospital, lo que
es una buena señal. Le dije que lo pensara y que se encontrara conmigo en un
sitio determinado sobre el río Potomac, cerca de los canales C y O. Esta
noche a las once.
—No va a ir. Hablará con Lisa Chadbourne y te tenderán una trampa.
—Puede ser.
—Puede ser, no, seguro. —Sus dedos se cerraron alrededor del teléfono
—. Tú y Logan me dijeron que seguramente Lisa lo convenció de que matara
por ella. ¿Piensas que va a creer que ella lo traicionaría?
—Es un hombre muy inteligente. No es fácil engañarlo. Me cuesta creer
que él la dejara convencerlo de matar a Chadbourne. Pienso que puedo
hacerle ver que le conviene cortar por lo sano y salir antes de que lo liquiden.
—No vayas a encontrarte con él, Gil.
—Tengo que hacerlo. Si conseguimos a Maren, tenemos a Lisa
Chadbourne. Te mantendré al tanto de cómo van las cosas. —Gil colgó.
Eve le devolvió el teléfono a Logan.

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—Va a ir.
—Es un idiota —masculló Logan.
—Usted dijo que Gil era profesional y que sabía lo que estaba haciendo.
—En ningún momento dije que su juicio fuera infalible. El encuentro de
esta noche es un error.
Para Eve también era un error. A menos que el dominio que Lisa
Chadbourne ejercía sobre Maren se hubiera debilitado, no había forma de que
él fuera a traicionarla. Y ella no permitiría que ese dominio se quebrara.
Hasta que ella misma decidiera ponerle fin.
—Se pondrá furiosa.
¿Qué?
—Lisa Chadboune. Creo que considera a Maren como de su propiedad. Se
va a enfurecer cuando sepa que estamos tratando de arrebatárselo.
—No es muy razonable que se comporte en forma posesiva con un
hombre del que piensa deshacerse.
—¿Quién dice que siempre se muestra razonable? Tiene emociones y
sentimientos como todo el mundo. Cuando descubra que hemos llegado hasta
Maren se pondrá furiosa y tal vez hasta se asuste un poco. Será una gran
sorpresa, no debe de saber que hicimos esa conexión.
—Gil podría tener razón. Tal vez Maren no se lo cuente.
—Vamos, Logan, usted no cree eso.
Él sacudió la cabeza.
—¿Entonces qué vamos a hacer?
—Tú vas a esperar aquí con Kessler. Yo voy a volar a Washington para ir
con Gil a ese encuentro.
—Podrían reconocerlo.
—Al diablo con eso.
—O hacerlo caer en la misma trampa.
—Al diablo con eso también. —Logan descendió del coche y dio la vuelta
hasta el lado del conductor—. Voy a necesitar el coche. Iré hasta Savannah y
tomaré un avión de allí. Tú vuelve al hotel con Gary.
Eve descendió lentamente, luego buscó en el asiento trasero el maletín
que contenía a Ben.
—¿Y los resultados de las pruebas?
—Búscalos tú. Dijiste que podía tomar días. —Se situó detrás del volante
—. Igual yo aquí no sirvo para nada.
Ivanhoe tenía que tomar acción y conquistar un castillo.
Eve sintió deseos de pegarle.

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—Llame y manténgame al tanto de lo que sucede. —Abrió la puerta del
pasajero del Volvo de Gary—. Siempre y cuando esté vivo.
—No te preocupes, estaré vivo. —Logan encendió el motor—. Volveré
mañana, no creo que te vaya a pasar nada. —Frunció el entrecejo—. No, con
eso no me conformo. No puedo correr el riesgo. Llamaré a Kessler desde el
aeropuerto y le diré que le pague a uno de los guardias de seguridad de Teller
para que vaya al motel y vigile hasta que yo vuelva.
—¿Y qué excusa va a darle a Teller?
—Hasta ahora Kessler se ha mostrado muy imaginativo. Dejaré que él se
encargue de eso.
—Timwick todavía debe de seguir apostado en Duke y llevará tiempo que
nos rastreen hasta aquí. Esto, decididamente, está fuera del camino más
transitado en lo que se refiere a laboratorios forenses.
Pero ya no estaba tan segura de que se hubieran tragado el anzuelo de
Duke. Lisa Chadbourne no se concentraría solamente en Logan, tenía
demasiado respeto por las mujeres.
—Un guardia de seguridad apostado delante del motel no estará de más.
Recuerda cerrar tu puerta con llave —le recomendó Logan—. Y llámame si
ves algo sospechoso. Cualquier cosa.
—Tendré cuidado.
Él vaciló.
—Tengo que ir, Eve. Gil es mi amigo y yo lo metí en esto.
Ella subió al Volvo y puso el maletín que contenía a Ben en el suelo.
—Bueno, váyase de una vez. —Le dirigió una mirada distante—. No lo
necesito, Logan. En ningún momento lo necesité. Me ocuparé yo misma de
esto.
—Que el cráneo de Ben esté en todo momento contigo.
—¿Me ha visto dejarlo en alguna parte, hasta ahora? —Eve esbozó una
sonrisa amarga—. Sé quién es el que realmente importa en este caso.
—Eso no es cierto. Lo que pasa es que…
—Vamos. —Agitó una mano indicándole que se fuera—. Vaya a ayudar a
Gil. Vaya a hacer lo que tiene que hacer.
—¿Por qué diablos estás tan…? Creí que Gil te caía bien.
—Lo aprecio, sí, y no quiero que le pase nada. —Pero no quería ver
muerto a Logan y cuanto más pensaba en Lisa Chadbourne, más se asustaba
—. No estoy discutiendo, sé que no serviría de nada. Adiós, Logan. —Él
siguió vacilando—. Adiós, Logan.

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Logan maldijo por lo bajo y salió del estacionamiento. Un instante
después, se había ido.
Estaba sola.
No es bueno que estés sola, mamá.
Eve estaba acostumbrada a estar sola. Cuando la puerta se cerraba y el
mundo quedaba afuera ¿acaso no estaban solos todos?
Lo extraño era que ahora se sentía mucho más sola que antes.
—¿Dónde está Logan?
Se volvió y vio que Gary había llegado al automóvil.
—Se fue a tomar un avión hacia el norte. Gil Price lo necesitaba —
respondió Eve—. ¿Qué averiguaste?
—Bueno, tengo malas y buenas noticias. Las buenas son que Chris
empezó a trabajar con quimiluminiscencia. Podría tenerme un perfil de ADN
para hoy.
—¿Y las malas?
—Dijo que no lo puede hacer. Está demasiado ocupado. —Levantó una
mano—. Ya sé, ya sé. No tienes que decirlo. Lo hará. Sólo tengo que ponerme
más persistente. No será hoy, pero tal vez tenga un perfil inicial para mañana.
Vine hasta aquí para contártelo. —Le arrojó las llaves y echó a andar hacia el
laboratorio—. Vuelve al hotel. Seguramente me quede aquí hasta después de
la medianoche. Tomaré un taxi.
Eve no quería volver al hotel. Quería ir al laboratorio a ayudar. Quería
tener algo que hacer.
Sí, claro, y arruinar todo lo que Gary estaba tratando de conseguir.
No tenía que pensar en eso. Su impulso irracional se debía solamente al
hecho de que no tenía nada que hacer y estar sentada, esperando, la ponía
nerviosa. Entendía a Gary y a Logan, que se habían abalanzado sobre la
oportunidad de hacer algo, de tomar cualquier curso de acción, aunque éste
fuera peligroso.
¿Pero en qué estaba pensando? Su vida no tenía nada que ver con acciones
alocadas ni peligrosas. Necesitaba serenidad y regularidad. Correr riesgos no
era para ella.
No tenía que pensar en Lisa Chadbourne como si fuera una súper mujer.
Tal vez Logan tuviera razón en cuanto a que Gary y ella no corrían peligro
por el momento. Tenía que aceptarlo y relajarse.
Después de la tensión y las corridas de los últimos días, debería alegrarse
de poder pasar unos días aburridos en Bainbridge.

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—Achiqué las posibilidades del escondite de Lanier a cuatro —anunció
Timwick en cuanto Fiske levantó el teléfono—. Todas las propiedades fueron
reservadas anteayer.
—¿Por Wilson?
—¿Cómo voy a saberlo? —preguntó Timwick en tono agrio—. ¿Crees
que usaría su propio apellido?
—Tuvo que haber hecho un depósito. Eso significa una tarjeta de crédito.
—¿Y quién te dice que no tiene una falsa? ¿Acaso crees que Logan no
tomó recaudos de ese tipo? ¿Tienes para anotar? —Le dictó las cuatro
direcciones—. Ponte a trabajar de inmediato.
—En cuanto pueda.
—¿De qué demonios hablas?
—Usted me dijo que averigüe sobre Kessler. Ahora estoy en Emory, me
acabo de enterar de que ayer por la mañana partió inesperadamente.
—¿Adónde?
—No tengo idea. Voy en busca de su asistente para ver si puedo averiguar
algo.
—La madre de Eve es más importante. Kessler es una posibilidad remota.
Logan va a ir a Duke si quiere un experto.
—Ya que estoy aquí, lo mismo da que averigüe.
—Te dije que te olvides del tema. Ve a Lanier.
—¿Qué quiere que haga si la encuentro?
—Vigílala. Te avisaré luego.
—Le dije que no me gusta vigilar. Yo la encuentro, pero usted ponga a
otro para el trabajo pesado, Timwick.
Del otro lado del teléfono sólo hubo un silencio helado. Al cretino no le
gustaba que le dieran órdenes. Pues más le convenía acostumbrarse. Timwick
no lo sabía, pero el juego había cambiado y ahora la que controlaba el tablero
era la reina.
—Te das cuenta de que te puedo relevar, Fiske ¿no es cierto?
—Pero sería difícil a esta altura del juego, ¿no cree? ¿Por qué no me deja
encargarme de lo que mejor sé hacer?
Otro silencio, más frío que el anterior.
—Muy bien. Avísame no bien encuentres a la mujer.
—De acuerdo. —Fiske colgó el teléfono y fue directamente hacia la
residencia universitaria donde vivía Bob Spencer, el asistente de Kessler. Le
diría que era un viejo amigo de Kessler, tal vez lo invitara a cenar para tirarle
de la lengua. Aunque no obtuviera información respecto del paradero de

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Kessler, quizá lograra averiguar dónde hacía normalmente sus análisis. Lisa
Chadbourne le había dicho que averiguara dónde se estaban haciendo los
análisis.
—Ningún problema.

—¿Lo sabía? —murmuró Lisa—. Cielos, Scott, ¿él lo sabía?


—No estaba seguro. Pienso que Logan sacó conclusiones.
—¿Y envió a Price a poner las cartas sobre la mesa? ¿Para qué?
Por un instante Scott no respondió.
—Para hacer un trato. Te quiere a ti más que a mí, Lisa.
—¿Qué clase de trato?
—Me saca de escena, me saca del país y me consigue una nueva identidad
si le doy pruebas que te incriminen.
Sintió una oleada de pánico y luchó por neutralizarla. Sabía que Logan era
astuto y que podía sospechar de ella, pero tenía esperanzas de que no hiciera
la conexión con Scott.
—Miente. Nunca te dejarían ir así como así.
—Puede ser.
Lisa sintió un nudo en el estómago.
—¿Y te sentiste tentado, Scott? ¿Aunque más no sea un poquito?
—Por el amor de Dios, te llamé ¿no? ¿Acaso te parece que quiero hacer
un trato con él?
—No, perdóname. Me asusté. En ningún momento pensé que llegarían
hasta ti. —Caray, todo se está viniendo abajo. No, nada de eso. Solamente
tenía que ponerse a pensar y hacer ajustes—. Podremos salir de ésta. Puede
que hayamos tenido suerte si creyeron que tal vez harías un trato. Podrían
haber acudido a los medios de comunicación.
—Pero les bloqueamos esa ruta.
—¿Terminaste de cambiar los registros?
—En cuanto Price se fue.
El pánico retrocedió levemente. Todo iba a salir bien. Ahora ya veía el
camino con claridad.
—Fantástico. Hablaré con Kevin de inmediato y echaré a rodar la pelota.
Todo va a estar bien, Scott.
—¿De veras?
—Por supuesto. Te lo prometo.
—Me has prometido muchas cosas, Lisa —le recordó él con cansancio.

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—¿Y acaso no te di todo lo que te prometí? Has vivido como un rey todos
estos años.
—¿Crees que no hubiera podido hacerlo sin ti?
—No quise decir eso, Scott.
Él permaneció callado un instante.
—Lo siento.
Se lo oía raro y Lisa comprendió que convenía no pasar por alto ningún
cambio en él. La situación era demasiado delicada.
—¿Qué sucede?
—Price dijo algo más. Me contó de tres personas que fueron asesinadas
hace poco y dijo que los asesinatos sirvieron para borrar posibles problemas
para ti. Me preguntó si no tenía miedo de que me mataran a mí también.
—¿Y tienes miedo, acaso, Scott? ¿Después de todos estos años, crees que
te haría daño?
Silencio.
—No, supongo que no.
—Con eso no me alcanza. No supongas. Tienes que estar seguro.
Él no dijo nada.
Lisa cerró los ojos. Cielos, que no se pusiera a dudar ahora. Por favor, no.
—Hablaremos. Te daré pruebas de lo que digo. Pero en este momento
tenemos que encargarnos de Price lo más limpiamente posible para ponerte a
resguardo.
—Tienes que protegerte a ti misma más que a mí.
—De acuerdo, para ponernos a resguardo a ambos. Ve y encuéntrate con
Price. Haré que Timwick llegue antes que tú.
¿Y?
—Atraparemos a Price y trataremos de usarlo como herramienta para
negociar el cráneo. Tenemos que recuperar ese cráneo.
—¿Crees que Logan negociará?
—Tenemos que intentarlo. —Calló por un instante—. Confía en mí, Scott.
No dejaré que caigas en manos de Logan, después de todo lo que has hecho
por mí. —Cortó la comunicación.
El corazón le latía a toda velocidad. Respiró hondo, despacio. Se trataba
solamente de otro desafío.
Pero era un desafío con el que no hubiera tenido que lidiar. Si Timwick
hubiera hecho bien su trabajo con Donnelli, nadie jamás hubiera sospechado
de Scott y ella no hubiera tenido que tomar esta decisión. El pánico se estaba

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convirtiendo en furia. Logan y Duncan se estaban acercando demasiado y las
cosas comenzaban a escapar de su control.
Entonces tendría que recuperar ese control. Sabía cuál era la salida.
Llamaría a Timwick y le contaría el problema.
Pero primero tenía que hablar con Kevin y guiarlo por el camino que iba a
tener que tomar.

Joe llamó a Eve a las ocho de la noche.


—Conseguí una carta que le escribió Chadbourne a su hermana cuando
murió su madre, unos meses antes de que él asumiera el gobierno. Estoy
seguro de que el que humedeció ese sobre con saliva fue él.
—Estupendo. ¿Cómo lo conseguiste?
—Mejor que ni te enteres. Te convertirías en cómplice. Pero todavía no
obtuve una muestra de Millicent Babcock, aunque pensé que sería lo más
fácil. Esta noche voy a seguir a ella y a su marido hasta el club de campo para
ver si puedo conseguir un vaso. —Hizo una pausa—. ¿Cómo estás tú?
—Bien. Gary va a conseguir que le hagan el ADN enseguida.
—Me alegro. —Otro silencio—. ¿Logan te está cuidando como
corresponde?
Eve no quiso responder. Joe se volvería loco si se enterara de que Logan
no estaba allí.
—Yo me sé cuidar muy bien sola, Joe.
—Tendría que estar yo allá. Debería haberle dicho a Logan que viniera
aquí a correr detrás de esa tal Babcock. No le tenía confianza para hacer el
trabajo, pero ahora me encuentro corriendo en el aire.
—Lo conseguirás esta noche, estoy segura.
—Ojalá. Si no terminaré por atacar a la mujer y sacarle una muestra de
sangre. No te ríes. Era una broma, diablos.
—Perdóname. En estos momentos, nada me hace demasiada gracia.
—A mí tampoco. Trataré de estar de vuelta mañana. Cuídate.
—Joe. —Lo detuvo antes de que pudiera cortar—. ¿Llamaste a Diane?
—Antes de salir de Atlanta.
—Estará preocupada por ti. Bastante culpable me siento ya por haberte
involucrado en esto. No quiero volverla loca a ella también.
—La llamaré.
—¿Ahora?
—Sí, demonios, ahora. —Cortó.

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Eve dejó el teléfono sobre la mesa. Por lo menos, Joe estaba bien y
mostrándose tan protector como siempre. Mañana estaría de vuelta y ella
sentiría otra vez que estaba en casa, como sucedía siempre que estaba con Joe.
Ahora sólo le quedaba esperar que Logan llamara y le dijera que tanto él
como Gil se encontraban bien.

Llámala, pensó Joe. Le prometiste a Eve que llamarías a Diane. Hazlo.


Marcó el número de su casa y Diane atendió de inmediato.
—Hola, tesoro, quería darte noticias. ¿Cómo estás?
—¿Dónde estás, Joe?
—Ya te dije, fuera de la ciudad, trabajando en un caso. Creo que
terminaré pronto.
—¿Qué caso?
—Nada interesante.
—Pues yo creo que me resultaría muy interesante —replicó ella con
dureza—. ¿Crees que soy tonta, Joe? Estoy harta de hacerme la ciega. Vi todo
lo que salió por televisión. —¿Es algo relacionado con Eve, no?
Joe no respondió. Sabía que Diane no era tonta, pero había tenido
esperanzas de que fingiera que el problema no existía, como hacía siempre
con las cosas que la ponían mal.
—¿Se trata de Eve, no es cierto?
—Sí.
—Esto ya fue demasiado lejos, Joe. —Le temblaba la voz—. ¿Hasta
cuándo crees que puedo soportarlo? Tenemos una buena vida y arriesgas todo
lo que tenemos por ella. ¿Tan importante es para ti?
—Sabes que no puedo darle la espalda.
—Sí, claro que lo sé. Nadie lo sabe mejor que yo. Pensé que podía
aceptarlo, pero me doy cuenta de que domina toda tu vida. ¿Para qué diablos
te casaste conmigo, Joe?
—Estás nerviosa. Hablaremos de esto cuando vuelva.
—Si es que vuelves. Si es que Eve no consigue que te maten. —Colgó
con violencia.
Dios, en qué lío estaba metido, se dijo Joe. ¿Qué lo llevó a creer que el
matrimonio funcionaría? Le había dado todo lo que podía, todo lo que creía
que ella deseaba. Había tratado de equilibrar sinceridad con amabilidad, pero
Diane era orgullosa y por más que él intentara no hacerla sufrir, era

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inevitable. Todo lo que ella había dicho era cierto. Tenía todo el derecho del
mundo de preguntarse por qué él se había casado con ella.
Ojalá nunca lo averiguara.

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Capítulo 18

El aroma de la orilla húmeda y mohosa del río golpeó a Logan no bien


descendió del coche. El olor a tierra le recordó el campo de maíz de
Maryland.
Lo que no era un recuerdo particularmente agradable, se dijo. Una
distracción que terminó bien, pero todavía recordaba la cara de Eve cuando
descubrió que él la había usado como carnada.
—¿Lindo olor, no? —Gil respiró hondo y echó a andar hacia el río—. Me
hace acordar a mi casa.
La zona parecía desierta, Gil, por fortuna, había elegido un sitio de
encuentro sin árboles ni escondites.
—¿Al golfo? ¿Eres de Mobile, no?
—De un pueblito en las afueras de Mobile.
—El profundo sur.
—¿Dónde crees que aprendí a idolatrar a Garth Brooks?
La mirada de Logan rastrillaba la orilla del río. Tendría que ser allí…
Cómo deseaba que hubiera luz de luna.
—Pero si me dijiste que la música country es universal.
—Sí, pero cada universo tiene un planeta central. —Miró a Logan—.
Tranquilízate, todo va a salir bien. Nadie puede acercársenos sin que lo
veamos. Si aparece alguien que no sea Maren, nos vamos de inmediato.
—¿Y si nos impiden llegar al auto?
—Siempre nos queda la opción de nadar.
—Tengo una idea mejor. —Respiró aliviado cuando salió la Luna desde
detrás de unas nubes y vio el brillo de acero inoxidable—. Alquilé una lancha
de motor e hice arreglos para que me la trajeran por el río y me la dejaran aquí
cerca.
Gil lanzó una carcajada.
—Sabía que harías algo así. Dios, qué personaje eres, John.
—Bueno, es mejor que nadar.
—¿Piensas que no lo habría hecho yo mismo si no hubiera sabido que tú
te encargarías?

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—¿Cómo cuernos quieres que sepa lo que vas a hacer? Fuiste tú el que
organizó este encuentro estúpido. ¿Por qué no le dijiste que te llamara,
directamente?
—Porque tal vez necesite que lo convenzamos más. Es demasiado fácil
cortar una llamada telefónica.
—Sí, y tú lo que tienes es un deseo enfermizo de morir joven.
—¿Yo? Pero si el riesgo es mucho mayor para ti que para mí. A mí ya me
pusieron una bala este mes. Calculo que con eso ya alcanza. Tú deberías
haberte quedado en Georgia y dejado que yo me encargara de todo. —Logan
no respondió—. Por supuesto, me doy cuenta de que tenías miedo de que algo
pudiera sucederme. —Gil le dirigió una mirada traviesa—. Es natural que no
quieras que nada le suceda a un hombre tan brillante y carismático como yo.
—¿Te parece?
—Además no tienes tantos amigos que estén dispuestos a soportar tu falta
de aprecio por las cosas que realmente valen la pena de la vida. Sí, debí
imaginarme que te tomarías el primer avión por motivos puramente egoístas.
—Puramente egoístas, sí.
—Ah, lo admites.
—Claro que sí. No aguantaba un solo día más en Bainbridge. Lo único
que pasaban por la radio era Hak Williams Jr. Y esa maldita canción Feed
Jake.
Gil rió por lo bajo.
—No, ¿en serio? Esa ciudad sí que me gustaría.
—Concuerdo contigo. En el bolsillo tengo un pasaje de avión para ti. —
Apretó los labios con fuerza—. Si es que sobrevives al encuentro de esta
noche, por supuesto.
La sonrisa de Gil se borró.
—Esto vale cualquier riesgo, John. Me di cuenta de que logré poner
nervioso a Maren.
—¿Adónde está, entonces?
—Es temprano. Pienso que vendrá.
Faltaban cuarenta minutos. Pero no había señales de movimiento en la
orilla del canal ni en el río. Si había una trampa, era imposible verla.
Quizá Gil hubiera logrado convencer a Maren. Era posible. Tal vez, en
una hora todo esto terminaría, y el trabajo sobre el cráneo de Ben pasaría a
tener importancia secundaria.
Dios, cómo deseaba que fuera así.
¿Pero dónde cuernos estaba Maren?

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El guardia de seguridad levantó la vista e interrumpió su conversación con el
empleado del mostrador de información.
—Buenas noches, doctor Maren —dijo, sonriendo—. Trabajó hasta tarde,
esta noche.
—Papeles y más papeles. Son la maldición de mi existencia. Buenas
noches, Paul.
Salió por las puertas de vidrio y se dirigió al lugar de estacionamiento que
tenía asignado, donde estaba su Corvette 1957 clásico. No estaba atrasado. En
media hora estaría en el canal.
Salió del estacionamiento y tomó a la izquierda. Con suerte, todo habría
terminado antes de que llegara allí. Timwick, en realidad, no lo necesitaba
como carnada para atrapar a Price.
¿Entonces para qué iba? ¿Era realmente Price el que iba a caer en la
trampa?
El veneno que Price le había inyectado lo estaba carcomiendo. Lisa.
Muerte.
Basta. No era cierto. Price le había hablado de suposiciones, no le había
dado pruebas. Había un lazo de unión entre Lisa y él. Ella era consciente de
eso igual que él.
La luz roja se encendió en el semáforo de la intersección que tenía
adelante.
¿Un símbolo?
No le haría daño moverse con cautela. No iría al encuentro con Price. Se
iría a su casa y esperaría a que Lisa lo llamara y le contara lo sucedido. En
cuanto tomó la decisión, la tensión se disipó. Doblaría a la derecha en la
siguiente intersección y en diez minutos estaría a salvo en su casa.
Apretó el freno al acercarse al semáforo en rojo.
Nada.
Apretó el pedal desesperadamente, una y otra vez.
El Corvette siguió avanzando hacia la intersección. Era tarde. Tal vez el
tráfico…
Un camión recolector de basura se dirigía hacia la intersección. Era
enorme. Y venía rápido. Santo Dios, venía a demasiada velocidad como para
frenar.
El camión embistió como un tanque al Corvette, del lado del conductor, y
lanzó al pequeño automóvil de costado en dirección al poste de alumbrado de

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la esquina. El poste atravesó la fibra de vidrio, la carne, los huesos y los
músculos.
Lisa.

El hombre que se acercaba tenía la estatura y la contextura física de Maren y


estaba solo.
—Te dije que me iba a hacer caso —murmuró Gil.
Un leve zumbido hacia el sur.
El corazón de Logan dio un vuelco.
—Sí, eso es lo que crees tú.
Por aire.
¿Por qué no se le había ocurrido que vendrían por aire?, pensó Logan
cuando las brillantes luces azules del helicóptero se clavaron como lanzas
sobre ellos desde el aire.
—¡Corre hacia la lancha! ¡Mantente agachado!
Gil ya había echado a correr hacia la embarcación. El hombre al que
habían confundido con Maren corría hacia ellos.
Una bala pasó silbando junto a la oreja de Logan.
—¡Hijo de puta!
Gil estaba en la lancha, desatando la cuerda de la amarra.
El maldito helicóptero ya estaba casi encima de ellos, inundando la
embarcación con luz fría y azul.
Logan subió de un salto a la lancha y encendió el motor.
Las balas llovían sobre el agua, delante de ellos.
—Mantente agachado. —Logan comenzó a zigzaguear por el agua,
tratando de esquivar el cono de luz—. Si logramos llegar a ese pequeño canal
estamos a salvo. Está protegido por árboles y hay demasiadas edificaciones
para que puedan seguir disparando. Abandonaremos la lancha y…
Otra lluvia de balas, más cerca.
Demasiado cerca.
Cielos, ese haz de luz era como un reflector. ¿Cómo iban a errarle?
A menos que quisieran errarle.
A menos que les resultaran más valiosos vivos que muertos.
El cráneo. ¡Santo Cielo, necesitaban el cráneo!
La lancha entró como un rayo en el angosto canal y se perdió en las
sombras de los árboles.

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Todavía no estaban a salvo ni lo estarían mientras se quedaran en la
lancha. La acercó a la orilla y apagó el motor. Descendió de un salto y tomó
la cuerda.
Oía el helicóptero encima de ellos.
—Vamos, iremos hasta la casa y veremos qué medio de transporte
podemos…
Gil lo miraba con ojos brillosos.
¿Gil?

¿Por qué Logan no había llamado?


Eve rodó en la cama y miró la cara iluminada del despertador que estaba
sobre la mesa de luz. Eran casi las tres de la mañana. Logan podría haber
tomado el maldito teléfono para avisarle que Gil y él estaban bien.
Si es que no les había pasado nada. Si no habían caído en la trampa.
Lo mejor era dormir. Estaban a cientos de kilómetros y ella no podía
ayudar en nada quedándose allí contemplando la oscuridad.
Y deseando no haber sido tan antipática con Logan antes de que se fuera.
Caray, estaba teniendo remordimientos, como si él no fuera a volver con
ella.
¿Con ella? Con Ben y con las pruebas forenses, con el propósito que
tenían en común. Nunca con ella.

Kessler le golpeó la puerta a las siete y media de la mañana.


—Tienes que ver algo. —Entró en la habitación del motel y encendió el
televisor—. El secretario de prensa del Presidente acaba a dar un comunicado,
CNN lo está repitiendo. —Cuando apareció una imagen de Kevin Detwil en
la pantalla, Kessler murmuró—: Míralo. Aun sabiendo que no es Chadbourne,
sigo sin poder…
La imagen pasó de inmediato al grupo de periodistas que hacían preguntas
a Jim Douglas, el secretario de Prensa de Chadbourne.
—¿El que murió en el incendio no era John Logan?
—Así me han informado. El hombre que murió carbonizado allí era
Abdul Jamal.
—¿Y usted cree que existe la posibilidad de una conspiración de
asesinato?

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—Me gustaría decir que no. Les aseguro que al Presidente no le agrada la
idea de ser un blanco. Pero puesto que el incendio se produjo en un momento
en que el presidente Chadbourne había sido invitado a Barrett House, el señor
Timwick me ha dicho que se ve obligado a considerar la posibilidad y
aumentar la seguridad.
—¿Y se sospecha que Logan ha instigado esta conspiración?
—Es nuestro sincero deseo que no sea así. A pesar de que están en
extremos opuestos del espectro político, el Presidente siempre ha sentido un
gran respeto por Logan y le gustaría que se presentara a explicar todo esto. —
Hizo una pausa—. Hasta que eso suceda, tendremos que considerar a Logan
una amenaza tanto para el Presidente como para el país. Jamal era un
conocido terrorista y asesino y el Servicio Secreto cree que la visita del.
Presidente a Barrett House habría sido un error catastrófico.
—Se nos informó que el cuerpo estaba casi completamente destruido.
¿Cómo lograron comparar el ADN con el de Jamal?
—El señor Timwick solicitó que se realizara un examen.
—¿Entonces ya sospechaban de que Jamal estaba en Barrett House?
—Cuando el Presidente va a alguna parte, debemos asegurarnos que haya
seguridad total. Todos ustedes saben el fanatismo con que Logan se ha
opuesto a la reelección del Presidente. Cuando el señor Timwick descubrió
que existían posibilidades de que el señor Logan se hubiera puesto en
contacto con Jamal durante su última visita a Japón, solicitó a Bethesda que
se realizara una comparación de ADN. —Levantó una mano—. No más
preguntas. El Presidente me ha pedido que les asegure que de ninguna manera
esta amenaza impedirá que asista al funeral de su buen amigo ni que continúe
con la ejecución de sus tareas como presidente. —Jim Douglas dio media
vuelta y se retiró de la habitación.
Hubo una última imagen del Presidente en el Jardín de Rosas, que debía
de haber sido tomada en otro momento. Le estaba sonriendo a Lisa
Chadbourne y ella le devolvía la sonrisa con la mezcla justa de apoyo y
preocupación.
—Dios Todopoderoso. —Eve apagó el televisor y se volvió hacia Kessler
—. ¿Están buscando a Logan de verdad?
—Se han lanzado de lleno. Es el sospechoso principal. Y también te
consideran sospechosa a ti.
Eve cruzó los brazos contra el pecho para controlar los temblores que la
sacudían.
—¿Ahora soy terrorista, además de asesina?

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—Te han bajado de categoría. Eres solamente cómplice. Logan es el
asesino. Piensan que tuvo un altercado con Jamal respecto de los términos del
asesinato y que lo mató.
—Y prendió fuego a la casa para ocultarlo.
—Exacto.
—Es totalmente ridículo. Nadie puede creer una historia semejante. Logan
es un empresario respetable. ¿Qué motivo tendría para enredarse con
terroristas?
—No estoy tan seguro de que no vayan a creer la historia —respondió
Gary lentamente—. El común de la gente que se sienta a mirar televisión
tiende a aceptar lo que las autoridades le dicen y además, a la gente no le caen
bien los grandes empresarios. ¿No has oído eso acerca de que la única forma
de hacer que alguien acepte una gran mentira es contar una pequeña verdad
junto con ella? ¿Te diste cuenta de que Douglas puso el acento en dos puntos?
En el «fanatismo» político de Logan y en sus viajes fuera del país. Empezaron
con hechos básicos y comprobables y después le añadieron todo eso del ADN,
sabían que contaban con el miedo que el estadounidense promedio siente por
los terroristas extranjeros. Es un paquete bastante completo.
Lo suficientemente completo como para hacerle imposible a Logan salir a
la superficie sin correr el riesgo de que le dispararan al verlo.
—Ella lo tenía todo planeado. —A Eve todavía le costaba creerlo—. Por
eso, cuando encontraron ese cuerpo en Barrett House, Detwil hizo
declaraciones a favor de Logan y reveló que había estado en sus planes ir a
pasar el fin de semana allí. Creímos que ella estaba tratando de lograr que
Maren cambiara el ADN para demostrar que era el cadáver de Logan. Pero en
lugar de estar haciendo eso, estaba armando esta trampa.
Gary asintió.
—El hecho de que hayan identificado ese cadáver como Jamal te pone en
una situación mucho más difícil.
Difícil. Era una pesadilla.
—Logan será el blanco de todas las fuerzas del orden del país.
Tal vez ya estuviera muerto. ¿Por qué no la había llamado?
No, los medios de comunicación se habrían enterado de la captura o la
muerte de Logan. De pronto recordó las últimas palabras del secretario de
Prensa.
—¿Qué funeral? ¿De qué estaba hablando?
—De Scott Maren. Se mató anoche en un accidente automovilístico.
Acaban de anunciar que el funeral será dentro de dos días.

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Las palabras la golpearon como una maza.
¿Qué?
—Un camión embistió el Corvette de Maren.
—¿Adónde? ¿Cerca de donde Gil tenía que encontrarse con él?
—No. A unas pocas cuadras del hospital. Creen que tuvo un problema con
los frenos.
—Lo asesinaron.
Gary sacudió la cabeza.
—La versión oficial dice que no. Están investigando, pero creen que fue
un accidente. Un médico respetado, muy querido por todos. No hay motivos
para asesinato.
—Fue asesinato. —Las coincidencias eran demasiadas. Lisa se había
librado de Maren por temor a que se hubiera convertido en una carga, en un
peso. Lo que significaba que Maren le había contado de su encuentro con Gil.
—Le tendieron una trampa a Gil. —Y Logan había entrado en la trampa
con él.
—Es posible, pero no lo sabemos. Tenemos que esperar y ver qué pasa.
Mientras tanto, me parece que será mejor que no te acerques al laboratorio —
le aconsejó Kessler—. Si estuviera Logan, querría que te quedaras aquí con el
guardia de seguridad de Teller.
—No, iré contigo.
—¿Para protegerme? —Hizo una mueca—. ¿Qué puedes hacer sentada
dentro de un coche en una playa de estacionamiento? Te agradezco el
esfuerzo, pero puedo cuidarme muy bien solo. Además está a solamente diez
minutos de aquí. Te prometo que te llamaré si te necesito.
—Voy contigo, diablos.
—¿Y Logan? ¿Tuviste noticias de él?
—No.
Kessler le tocó los círculos oscuros debajo de los ojos.
—Y estás preocupada. ¿No quieres quedarte aquí a esperarlo? Él es el que
está en peligro.
—No puedo ayudarlo. Ni siquiera sé dónde está.
—Es un muchacho inteligente. Volverá. —Kessler se volvió para irse—.
Tengo que volver al laboratorio. Chris me prometió esos resultados para
última hora de hoy, pero trabaja mejor si le aplico una sutil presión.
Eve trató de sonreír.
—No hay nada de sutil en ti, Gary.

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—Puede que no, pero soy efectivo. —Se detuvo en la puerta—. Quédate
aquí. No tienes coche y yo no te permito subir a mi Volvo, así que no puedes
hacer otra cosa que quedarte aquí.
—Me sentiría mejor yendo contigo.
—Puesto que el que controla los medios de transporte soy yo, se hace lo
que yo digo. Te veré a la hora de la cena. Ven a mi habitación a las ocho. Vi
un volante con los menús de Bubba Blue’s Barbecue. —Sacudió la cabeza—.
Qué nombre absurdo. Por suerte, envían la comida a domicilio. Me imagino
un lugar con aserrín en el piso, una víbora cascabel dentro de una caja de
vidrio y un melancólico cantante de música country y me dan escalofríos.
La puerta se cerró detrás de él.
Eve también sentía escalofríos, pero por motivos diferentes. Cerró los
ojos, pero siguió viendo la expresión de Lisa Chadbourne cuando miraba a
Detwil. La esposa fiel protegiendo a su esposo en su hora de tribulaciones.
Pero el que estaba en su hora de tribulaciones era Logan. Logan y Gil,
fugitivos.
¿Dónde cuernos estaban?

—Dios Santo —murmuró Sandra, con la vista fija en el televisor—. ¿Qué le


estará pasando a Eve, Margaret?
—Nada. No los han atrapado ni los atraparán. John es demasiado
inteligente para permitir que eso suceda. Todo esto te está poniendo muy mal.
—Margaret apagó el televisor—. Qué demonios, me está poniendo mal a mí
también.
—¿Por qué no me llamó Eve?
—Te llamó ayer.
—Pero debió saber que vería… ¿Qué piensas que tendríamos que hacer?
—Lo que estamos haciendo. Quedarnos aquí quietas hasta que John
arregle todo.
—Sí, claro. —Sandra se mordió el labio inferior.
—Tal vez deberíamos hacer algo.
—¿Cómo qué?
—Tengo un amigo en la oficina del fiscal de Distrito.
—No —replicó Margaret con aspereza, pero de inmediato atemperó el
tono—. No nos podría ayudar y terminaría por hacer que cualquiera que nos
esté buscando nos encontrara.
—Tal vez no. Ron se movería con mucha cautela.

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—Sandra, no.
—No puedo quedarme aquí sentada. —Miró a Margaret a los ojos—. Sé
que piensas que soy una inservible, pero conozco la calle, te lo aseguro. Dame
la oportunidad de hacer algo.
—No pienso que seas inservible —respondió Margaret con suavidad—.
Pienso que eres inteligente, buena y que en circunstancias normales, tú me
estarías cuidando a mí. Pero éstas no son circunstancias normales. Así que ten
paciencia, ¿quieres? —Sandra sacudió la cabeza—. Entonces trata de pensar
en otra cosa. ¿Quieres jugar al blackjack?
—¿De nuevo? Me ganas siempre. Debes de pasarte la vida en Las Vegas.
—Bueno… —Margaret sonrió—. Uno de mis hermanos es el que reparte
las cartas en un casino.
—¿Viste? Ya me lo imaginaba.
—Bueno, de acuerdo, no jugaremos a las cartas. Me sacrificaré y dejaré
que me prepares otra de esas deliciosas comidas. Quiero que seas consciente
de que voy a ser una bola de grasa cuando salgamos de aquí.
—Soy un desastre en la cocina, lo sabes muy bien. Deja de tratar de
distraerme.
—Bueno, la cazuela de anoche estuvo mejor que el chili del almuerzo.
Puede que estés mejorando.
—Sí, y las vacas vuelan. —Lo mejor era seguirle la corriente, pensó
Sandra con resignación. Margaret podía ser implacable, y además, cocinar la
mantenía ocupada. Se puso de pie—. Prepararé carne a la cacerola. Pero tú
tienes que hacer la ensalada y lavar los platos.
—Soy una esclava —se quejó Margaret—. De acuerdo, vamos.

La tercera es la vencida.
Fiske observó a las dos mujeres moviéndose por la cocina. El aroma de la
carne y los ajíes llegó hasta él y le recordó que no había tomado el desayuno
esa mañana. Era evidente que el aroma también había atraído a Pilton, porque
había entrado desde el porche y conversaba con Margaret Wilson en la
cocina.
Fiske se apartó de la ventana, se ocultó entre los arbustos y desapareció
luego por el bosque. Llegó hasta el coche que tenía estacionado delante de
una casa sin alquilar. Ahora que había ubicado a Sandra Duncan, podría
llamar y tranquilizar a Timwick. Luego se pondría en contacto con Lisa
Chadbourne y le relataría los progresos alcanzados. Aunque por lo que había

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podido ver en las noticias esa mañana, ella había estado demasiado ocupada
como para preocuparse por Sandra Duncan.
Una pena el asunto de Scott Maren. El médico había estado en la lista que
le había dado Timwick y se sentía decepcionado de que el trabajo hubiera
terminado haciéndolo otro.
Abrió la guantera, sacó la lista y tachó el nombre de Maren. No podía
adjudicarse esta muerte, pero sí iba a mantener la lista actualizada.
Tenía otro nombre para agregar a la lista. Escribió cuidadosamente el
nombre de Joe Quinn. El asistente de Kessler se había mostrado muy
colaborador anoche.
Tomó las fotografías de Quinn y Kessler que le había enviado Timwick
por fax y las estudió. Kessler era un anciano y no representaría ningún
desafío, pero Quinn era joven y estaba en muy buen estado físico. Además,
era policía. Podía resultar interesante.
Echó una mirada al mapa de rutas que tenía abierto sobre el asiento del
pasajero. El asistente de Kessler no tenía idea de las actividades de Kessler,
pero conocía su actitud, sus métodos, sus amigos y su forma de actuar.
Y sabía el trabajo que realizaba el centro de investigaciones de Chris
Teller, en Bainbridge.
Así que ahora Lisa Chadbourne podía elegir los blancos.

—¿Cómo estuve? —preguntó Kevin—. ¿Te pareció que la declaración estuvo


bien? ¿Crees que tendría que haberle dicho a Douglas que se mostrara un
poco más severo?
—Estuviste fantástico —respondió Lisa en tono paciente—. El anuncio
hecho a los medios estuvo perfecto. Quedaste como que lamentabas lo
ocurrido e hiciste que Logan pareciera lo suficientemente peligroso como
para que se justificara que lo quisiéramos capturar.
—Defensa propia. —Kevin asintió—. Debería funcionar.
—Funcionará, ya lo verás. —Lisa le entregó el papel que acababa de
imprimir—. Necesitas aprender esto de memoria. Quiero que lo digas en
forma totalmente espontánea.
—¿Qué es?
—Las palabras de elogio que dirás en el funeral de Scott Maren. Él echó
un vistazo al texto.
—Conmovedor.

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—Unas lagrimitas no estarían de más. Era uno de los mejores amigos de
Ben.
—Y tuyo. —Kevin seguía con los ojos fijos en el papel—. ¿No es así? —
agregó con vacilación.
Lisa se puso tensa. No le agradaba su tono. Se había acostumbrado a dar
por sentada la ciega obediencia de Kevin.
—Sí, era un buen amigo. Hizo mucho por mí… Y por ti.
—Sí. —No levantó la vista del papel—. Es extraño. Me refiero al
accidente.
—Siempre insistió en manejar ese pequeño Corvette. Todo el mundo le
decía que tenía que cambiar a un coche más grande.
—No, quiero decir… justo ahora.
—¿Qué estás tratando de decir, Kevin? —Le quitó el papel con el
discurso—. Mírame. —Él se sonrojó.
—Me siento confundido. Todo está sucediendo demasiado rápido.
Primero este asunto con Logan y ahora la muerte de Scott.
—¿Crees que tuve algo que ver con la muerte de Scott? —Dejó que los
ojos se le llenaran de lágrimas—. ¿Cómo puedes pensar una cosa así? Era
nuestro amigo, nos estaba ayudando.
—No dije eso —se apresuró a explicar Kevin.
—Bueno, pero fue lo mismo que si lo hubieras dicho.
—No, no quise… —La miró sin saber qué hacer—. No llores. Nunca
lloras.
—Nunca antes me acusaste de… ¿Crees que soy un monstruo o algo así?
Sabes por qué murió Ben. ¿Crees que volvería a hacer una cosa así?
—Con Logan.
—Para salvarte. Logan nunca debió interferir con lo que estás haciendo.
Él estiró un brazo y le acarició el hombro con torpeza.
—Olvídalo. No fue mi intención…
—No puedo olvidarlo. —Dio un paso atrás y le entregó el discurso—. Ve
a tu despacho y apréndetelo de memoria. Y mientras lo estás haciendo, ponte
a pensar si yo podría haber escrito esas palabras sobre Scott si hubiera querido
hacerle daño.
—Sé que tú no… Sólo me preguntaba por qué sucedió.
Lisa le dio la espalda y fue hasta la ventana.
Sentía los ojos de él sobre ella. Instantes más tarde, la puerta se cerró
detrás de Kevin.

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Gracias a Dios. No creía poder haber aguantado un minuto más. Tanto la
noche como la mañana habían sido una pesadilla.
Maldito canalla. Maldito canalla.
Las lágrimas seguían rodándole por las mejillas cuando sacó su teléfono y
llamó a Timwick.
—¿Por qué? —preguntó con voz ronca—. ¿Por qué, maldito seas?
—Maren era una amenaza. Lo fue desde un principio. Te dije que había
que eliminarlo cuando Logan empezó a hacer averiguaciones.
—Y yo te dije que no lo hicieras. Scott nunca iba a ser una amenaza. Nos
ayudaba.
—Era un cabo suelto, Lisa. Y Logan estaba demasiado cerca como para
empezar a desenrollarlo. Como tú eres demasiado blanda para hacerlo, lo hice
yo.
Ella cerró los ojos.
—Scott jamás me hubiera traicionado.
—No eres la única que está en esto. —Oyó el pánico en la voz de
Timwick—. No podía correr riesgos. —Cambió de tema—. La conferencia de
prensa salió bien. Nos da el poder de fuego que necesitamos. Encontramos la
lancha, pero todavía no sabemos dónde están Price y Logan. Te mantendré
informada. —Cortó.
Había descartado el asesinato de Scott como si no tuviera importancia.
Era solamente una muerte más.
¿Cuántas más faltaban? Se preguntó. ¿Cuánta sangre…?
Se dejó caer sobre la silla frente al escritorio y se cubrió los ojos.
¡Ay, Dios!, Scott, perdóname. Nunca pensé… Ahora ya no lo puedo
parar. Todo esto gira por sí solo y yo tengo que girar también.
Piensa. ¿Existía acaso una salida? Tenía que conseguir el cráneo. La
historia que había pergeñado le permitía a Timwick poder hacer que mataran
a Logan en el acto.
Más muertes. Y después de él, entraría en funcionamiento la lista de Fiske
y seguirían las muertes.
No lo soportaba más.
¿Un trato?
No, Logan era un hombre obstinado y no se daría por vencido ni aunque
se lo pidiera el sentido común. Los hombres eran siempre demasiado…
Pero Eve Duncan sabía dónde estaba el cráneo y no tenía vanidad
masculina que le impidiera pensar con claridad. Duncan era una mujer

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inteligente que reconocería que poco a poco se estaban quedando sin
opciones.
Lisa se enderezó y se secó los ojos. Se volvió y encendió la computadora.
Eve Duncan.

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Capítulo 19

Sonó el teléfono.
¿Logan?
Eve tomó el teléfono que había dejado en la mesa para tenerlo cerca.
—Hola.
—Hola, Eve. Espero que no te importe que te tutee y te llame por tu
nombre de pila. Por favor, haz lo mismo tú también. Pienso que los
acontecimientos han establecido una cierta intimidad entre nosotras.
Eve se sentó bien erguida, sin poder creer lo que oía.
—¿Sabes quién te habla?
—Lisa Chadbourne.
—Reconociste mi voz. Qué bien.
—¿Cómo conseguiste mi número?
—Lo tengo desde que me dieron el primer expediente tuyo. No me
parecía prudente ponerme en contacto contigo en las circunstancias.
—¿Puesto que estabas tratando de matarme?
—Por favor, tienes que creer que nunca tuve intenciones de hacerte nada
hasta que interferiste. No deberías haber aceptado la oferta de Logan. —Hizo
una pausa—. Y no tendrías que haber permitido que Logan tratara de
convencer a Scott de que me traicionara.
—No controlo a Logan. Nadie lo controla.
—Tendrías que haberlo intentado. Eres inteligente y fuerte. Te hubiera
costado un pequeño esfuerzo, nada más. Quizá todo esto podría haber sido…
—Hizo una pausa para recuperar el control de su voz—. No fue mi intención
ponerme emocional contigo. No tienes por qué comprender, pero fue un día
duro para mí.
—No, no entiendo. —La sorpresa ya había pasado; de pronto, Eve tuvo
conciencia de lo demencial que era la conversación—. Ni me importa,
tampoco.
—Por supuesto que no te importa. —Lisa se mantuvo callada unos
segundos—. Pero es necesario que trates de comprender. Tengo que seguir
hasta el final. Es como estar en una montaña rusa. No puedes bajarte hasta

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que no llegas al final. He peleado mucho y he renunciado a demasiadas cosas.
No puedo perder todo lo que gané.
—¿Gracias a los asesinatos?
Silencio.
—Quiero que termine. Déjame encontrar la forma de ponerle fin, Eve.
—¿Para qué me llamaste?
—¿Logan está allí?
Sintió una oleada de alivio.
Si Lisa no sabía dónde estaba Logan, significaba que él y Gil podían estar
a salvo.
—En este momento, no.
—Qué bien, porque sería un obstáculo. Es un hombre brillante, pero nada
razonable. Tú no eres como él. Ves las ventajas de llegar a un acuerdo. —
Hizo una pausa—. Como hiciste cuando les suplicaste que no ejecutaran a
Fraser.
La mano de Eve se cerró con fuerza alrededor del teléfono. No había
esperado que le tocara esa herida.
—¿Eve?
—Aquí estoy.
—Querías que Fraser muriera, pero querías algo más. Y fuiste lo
suficientemente razonable como para negociar por lo que querías.
—No quiero hablar de Fraser.
—Entiendo por qué no quieres recordarlo. Lo mencioné solamente porque
ahora tienes que ser razonable.
—¿Qué quieres de mí?
—El cráneo y cualquier otra prueba que hayan conseguido Logan y tú.
—¿Y qué me darás si te entrego esas cosas?
—Lo mismo que le ofrecieron ustedes a Scott. Desapareces y apareces en
otra parte con suficiente dinero para vivir bien por el resto de tu vida.
—¿Y Logan?
—Lo siento, es demasiado tarde para Logan. Tuvimos que actuar
públicamente para asegurarnos de que no sea una amenaza para nosotros. Tú
puedes desaparecer silenciosamente, pero no puedo suspender el pedido de
captura de Logan. Él queda por su cuenta.
—¿Y mi madre?
—Te la puedes llevar contigo. ¿Hacemos un trato?
—No.
—¿Por qué? ¿Qué más quieres?

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—Quiero que me devuelvas mi vida. No quiero pasarme los próximos
cincuenta años escondiéndome por algo que no hice. Esa opción no es viable.
—Es todo lo que te puedo ofrecer. No te puedo tener aquí. Es demasiado
peligroso para mí. —Por primera vez, Eve oyó una nota de acero en la voz de
Lisa Chadbourne y algo más… Pánico—. Dame ese cráneo, Eve.
—No.
—Lo encontraré de todas maneras. Las cosas serán más fáciles para ti si
me lo entregas.
—Aun si lo encuentras, la verdad saldrá a la luz en forma pública e
incómoda. Es la única razón por la que me estás ofreciendo un trato.
—Dios, no. —Tanto la dureza como el miedo habían desaparecido de su
voz que ahora sólo sonaba cansada y triste—. ¿Te niegas, entonces?
—Ya te lo dije.
—¿Tan mal te parecería que me siguiera quedando en la Casa Blanca?
Piensa en todo lo que he hecho a través de Kevin. La nueva ley para salvar el
plan de salud Medicare. Leyes más duras contra el maltrato de niños y
animales. Hay buenas posibilidades de que pueda hacer salir la ley nacional
de salud antes de las elecciones. ¿Tienes idea del milagro que significa eso si
se tiene en cuenta que no controlamos el Congreso? —Su voz se endureció de
ansiedad—. Pero acabo de empezar. Tengo tantas otras cosas planeadas para
el próximo período. Déjame hacerlas, Eve.
—¿Para qué, para pasar a la inmortalidad? No me parece que asesinar sea
un método permisible de hacer salir leyes por el Congreso.
—Por favor. Piénsalo.
—No hay trato.
Silencio.
—Lo siento. Quería facilitarte las cosas. No, no es cierto. Quería que las
cosas fueran más fáciles para mí. Quería que esto acabara. —Lisa carraspeó y
se aclaró la voz—. Juzgaste mal tu posición, Eve. No es tan fuerte como crees
y siempre existen dos caras en la misma moneda. Espero poder darte otra
oportunidad más adelante, pero lo dudo. Tendré que seguir avanzando.
¿Recordarás, no es cierto, que tuviste la posibilidad de elegir? —Cortó la
comunicación.
Eve creyó que había entendido la personalidad de Lisa Chadbourne y lo
que la motivaba, pero no había ido lo suficientemente profundo. Se preguntó
si alguien llegaría realmente al fondo de Lisa Chadbourne. Había estado
pensando en ella como un monstruo cruel e implacable como Fraser, pero la
mujer con la que acababa de hablar era muy humana.

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Pero no vulnerable. Podía no ser un monstruo, pero cuando decidía algo,
lo seguía hasta el final.
A Eve le temblaba la mano cuando dejó el teléfono sobre la mesa. Dios,
sentía un miedo terrible. Había creído que llevaba la delantera porque había
estudiado a Lisa Chadbourne y creía conocerla.
La ventaja había desaparecido. No solamente no conocía a Lisa
Chadbourne, sino que la mujer la había estado estudiando a ella. Lisa
Chadbourne también conocía a Eve.
Dos caras de una moneda.
Soborno por un lado. Muerte por el otro. La situación no podía ser más
clara. Había rechazado la oferta de Lisa y ahora tenía que hacer frente a las
consecuencias.
¿Por qué diablos no podía dejar de temblar?
Era como si Lisa hubiera estado en la habitación con ella y…
Oyó unos golpes a la puerta.
Su mirada voló al otro lado de la habitación.
No le abras a nadie, le había dicho Logan.
Dos caras de una moneda.
Por favor, Lisa Chadbourne no era un ser sobrenatural que se había
transportado hasta el hotel. Eve se puso de pie y fue hasta la puerta. Los
asesinos no golpeaban amablemente antes de entrar.
Los golpes que siguieron después ya no fueron tan amables. Fueron duros,
impacientes y exigentes.
—¿Quién es?
—Logan.
Eve espió rápidamente por la mirilla. Gracias a Dios. Quitó la cadena y
abrió la puerta.
Logan entró como una tromba en la habitación.
—Empaca tu ropa. Te irás ahora mismo.
—¿Dónde estaba?
—Viniendo hacia aquí. —Abrió el placard de Eve, sacó su maleta, un
saco y un rompe vientos y los arrojó sobre la cama—. Tomé un taxi al
aeropuerto Baltimore Washington, alquilé un coche y vine hasta aquí.
—¿Por qué no me llamó? —Logan no respondió—. ¿Caramba, por qué no
me llamó? ¿No se le ocurrió que iba a preocuparme?
—No quería hablar con… —Abrió la maleta de Eve—. Ponte a empacar,
¿quieres? Quiero que te vayas de aquí.

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—El perfil de ADN todavía no está listo. Gary averiguó que el laboratorio
puede acelerar el proceso, pero Joe no llegó todavía con las muestras para
comparar y Gary dice que…
—Me importa un bledo —replicó Logan con vehemencia—. Tú te vas.
—Eso no va a ser tan fácil. ¿Se enteró del asunto de Abdul Jamal?
—Lo oí por la radio cuando venía hacia aquí.
Eve lo observó sacar un manojo de ropa interior de ella del cajón de la
cómoda y arrojarla dentro de la valija. Logan tenía la ropa arrugada y
manchada por el césped y en el antebrazo ostentaba un rasguño rojo.
—No me voy a ir a ningún lado hasta que no me cuente todo.
—Entonces empacaré yo y te meteré en el coche con el resto del equipaje.
—¡Déjese de maltratar mis cosas y míreme, Logan!
Él se volvió lentamente para mirarla.
Eve se puso rígida al ver su expresión.
—Santo Cielo —susurró—. ¿Qué pasó, Logan?
—Gil murió. —Con movimientos torpes y descoordinados, él siguió
sacando ropa de un cajón y arrojándola sobre la cama—. Lo mataron de un
disparo. Creo que ni siquiera quisieron matarlo. Solamente estaban
disparando a modo de advertencia. Pero ahora está muerto. —Puso ropa
dentro de la maleta—. Lo dejé en un cobertizo para lanchas cerca del río.
Seguramente no lo aprobarás, sé cómo piensas. Gil no volvió al hogar. Lo
dejé y huí a toda velocidad.
—Gil —repitió Eve, aturdida.
—Nació cerca de Mobile. Creo que tiene un hermano. Tal vez más tarde
podamos…
—Cállese. —Eve lo tomó de los brazos—. Cállese, Logan.
—Estaba haciendo bromas antes que sucediera. Dijo que no corría peligro
porque ya le habían puesto adentro la bala del mes. Se equivocó. Corría
peligro y cómo. Ni siquiera se dio cuenta de lo que pasó. Simplemente se…
—Lo siento. Ay, Dios, cuánto lo siento. —Sin pensar en lo que hacía, Eve
se acercó a Logan y lo abrazó. Sintió el cuerpo de él tenso y rígido, con los
músculos contraídos—. Sé que era tu amigo.
—Pues yo no lo sé. ¿Si era mi amigo, le hubiera permitido correr los
riesgos que corrió?
—Trataste de convencerlo de que no fuera a encontrarse con Maren. Los
dos lo intentamos. No quiso escucharnos.
—Podría habérselo impedido. Pero sabía que existía la posibilidad de que
tuviera razón respecto de Maren. Podría haberle pegado un golpe en la cabeza

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o haberme ido yo solo. Podría habérselo impedido.
Santo Cielo, estaba sufriendo un gran dolor y ella no podía llegar a él.
—No fue tu culpa. La decisión la tomó Gil. ¿Cómo ibas a saber que…?
—No, no es así. —La apartó de él—. Termina de empacar. Te voy a sacar
de aquí.
—¿Y Adónde se supone que voy a ir?
—A cualquier lugar que no sea éste. Te pondré en un buque a la
Cochinchina.
—No. —Eve cruzó los brazos sobre el pecho—. Ahora no. Estás
demasiado alterado para ser razonable. Tenemos que hablar de esto.
—Prepara tus cosas. No hay nada de qué hablar.
—Sí que vamos a hablar. Salgamos de aquí. —Eve se dirigió a la puerta.
La habitación estaba tan cargada de emociones que sentía que se estaba
sofocando. Además, sería mejor alejarlo de la maleta y esa obsesión que
mostraba por empacar—. Estuve encerrada aquí todo el día. Llévame a dar un
paseo.
—No voy a…
—Sí que vas. —Tomó el maletín que contenía a Ben, abrió la puerta y lo
miró por encima del hombro—. ¿Cuál coche es?
Él no respondió.
—¿Logan, cuál coche es?
—El Taurus beige.
Eve se dirigió hacia el automóvil que estaba del otro lado del
estacionamiento. Logan llegó antes que ella. Eve esperó a que destrabara la
puerta.
Los labios de Logan se curvaron en una sonrisa irónica cuando tomó el
estuche de Ben.
—Y a todos lados que va Eve, el cráneo la sigue, como la ovejita de la
canción de niños —murmuró, mientras colocaba el estuche sobre el asiento
trasero—. Pero claro, te pedí que en ningún momento te separaras de él ¿no es
así? Aunque te convierta en un blanco automático.
—¿Crees que te haría caso si no me pareciera que es lo que hay que
hacer? Ni lo sueñes, Logan.
En cuanto subieron al automóvil, Eve le ordenó:
—Arranca y vamos.
—¿Adónde?
—No sé, a cualquier parte. —Se apoyó contra el respaldo del asiento—.
Siempre y cuando no sea a ninguna parte donde puedas ponerme en un barco

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que vaya a la Cochinchina.
—No voy a cambiar de idea.
—Y yo no voy a discutir contigo porque sin duda estuviste planeando
todo esto en el viaje desde Washington. Conduce hacia cualquier parte y listo.
Logan obedeció. Durante los siguientes treinta minutos no habló.
—¿Puedo volver, ahora?
—No. —Eve vio que su cuerpo seguía rígido de tensión. ¿Cómo diablos
podía hacer para llegar hasta él? ¿Causándole una fuerte impresión al contarle
de la llamada de Lisa Chadbourne? No, de ninguna manera. Eso sólo serviría
para reforzar aún más su decisión. Tenía que darle más tiempo.

Lisa se quedó mirando el teléfono.


Levántalo. Haz la llamada. Has esperado demasiado tiempo.
No hay trato, había dicho Eve Duncan.
Muy bien, acéptalo.
Vas a tener que seguir.
Haz lo que tienes que hacer.
Lisa tomó el teléfono.

Había pasado más de una hora y el sol arrojaba largas sombras cuando Logan
salió de la ruta y tomó por un camino de tierra.
—Basta, no sigo más —dijo—. Acabemos con esto.
—¿Me vas a escuchar? —le preguntó Eve.
—Te estoy escuchando.
Pero estás obstinadamente decidido a no oírme. O tal vez no fuera
obstinación, pensó, cansada. Tal vez tuviera miedo de oír.
Era extraño pensar en que Logan, tan seguro y resuelto, podía tener
miedo.
—¿Recuerdas lo que me dijiste? ¿Acerca de hacer las cosas lo mejor
posible y después seguir adelante? Mucho bla, bla, bla, ¿no, Logan?
—Está bien, no hago lo que predico.
—No eres responsable de la muerte de Gil. Él era un adulto y tomó su
propia decisión. Hasta trataste de convencerlo de que no lo hiciera.
—Ya pasamos por esto.
—Y tampoco eres responsable por mí. Para que lo fueras, tendría que
cederte ese derecho y no lo voy a hacer. Soy la única que maneja mi vida. Así

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que no me vengas con esas idioteces acerca de mandarme en un barco a
Mongolia.
—Mongolia no, a la Cochinchina.
—Donde sea. No voy a ir a ninguna parte. Ya he pasado por demasiadas
cosas. Tengo demasiado invertido en mi vida como para arrojarlo por la
borda. ¿Entiendes?
Él no la miró.
—Sí, entiendo.
—Entonces podemos volver al hotel.
Logan puso el coche en marcha.
—Pero la situación no cambia. Te lo advierto, encontraré la forma de
ponerte en ese barco.
Eve sacudió la cabeza.
—Me mareo. Cuando volvimos en ferry de la Isla Cumberland, me mareé
de la peor forma imaginable.
—Me sorprende que te hayas dado cuenta.
—Yo tampoco lo podía entender. Sentía como si se me hubiera terminado
la vida y no me parecía justo que el cuerpo también me castigara.
—Pero Quinn se ocupó de ti.
—Sí, Joe siempre se ocupa de mí.
—¿Tuviste noticias de él?
—Anoche. Encontró una carta que seguramente contiene saliva de
Chadbourne, pero le está costando conseguir una muestra de Millicent
Babcock. Iba a seguirla a ella y al marido hasta el club y tratar de robarse un
vaso que hubiera usado.
—¿Tu honesto y fiel policía va a robar?
Hablar le estaba haciendo bien. Los músculos de los brazos de Logan ya
no estaban tan rígidos.
—Eso no es robar. —Eve decidió no revelarle el hecho de que Joe había
conseguido la carta utilizando métodos dudosos.
—¿Leíste alguna vez Los miserables?
—Sí, y veo a Joe robando pan para alimentar a un niño hambriento.
Logan esbozó una sonrisita torcida.
—Tu héroe.
—Mi amigo —lo corrigió ella.
La sonrisa de él se borró.
—Perdón. No tengo derecho de criticar a Quinn. He fracasado de la peor
forma en la categoría de amigo.

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—Deja de castigarte. No estás pensando con claridad. ¿Cuánto hace que
no duermes?
Él se encogió de hombros.
—Te sentirás mejor después de dormir toda la noche.
—¿Te parece?
Eve vaciló y luego respondió sin rodeos.
—Calculo que no, pero por lo menos podrás pensar con más claridad.
Él sonrió apenas.
—¿Te he dicho alguna vez cuánto me gusta esa brutal sinceridad tuya?
—No te serviría de nada que te dorara la píldora. Te reirías de mí. Ya has
sufrido en otra ocasión y sabes que no hay remedio inmediato. Hay que
aguantar, nada más.
—Sí, es la única forma de manejarlo. —Logan calló por unos instantes—.
Pero no me reiría de ti, Eve. De ninguna manera. —Despegó una mano del
volante y cubrió la mano de Eve que estaba sobre el asiento, entre ambos—.
Gracias.
—¿Por qué me agradeces? —Trató de sonreír con ligereza—. ¿Por
salvarme de un viaje a la Cochinchina?
—No, eso sigue en mis planes si lo puedo arreglar. —Le apretó la mano y
luego se la soltó lentamente—. Creo que envidio a Quinn.
—¿Por qué?
—Por muchas cosas. —Apretó los labios con gesto sombrío—. Pero es
mucho mejor que un hombre sea el protector y el que da consuelo, no al
revés. Llorar sobre tu hombro de esta forma demuestra falta de fuerza y
entereza.
—No lloraste sobre mi hombro. —Nadie jamás podría decir que Logan no
era un hombre fuerte—. Me gritaste y desparramaste mi ropa por todas partes.
—Es lo mismo. Perdóname, perdí el control. No volverá a pasar.
Eso era lo que esperaba Eve. Su reacción ante el dolor de él la había
sorprendido sobremanera. Había sido una reacción casi maternal. Lo había
tomado en sus brazos y había querido acunarlo hasta que desapareciera la
pena. Había querido consolarlo, curarlo, sostenerlo y acariciarlo. El hecho de
verlo vulnerable había derribado barreras que su fuerza nunca hubiera podido
romper.
—No hay problema. Cuélgame la ropa otra vez y me daré por satisfecha.
Miró por la ventanilla. El momento de necesidad había pasado. Ahora
tenía que excluirlo de su vida. Se estaba acercando demasiado.

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Sintió la mirada de él sobre ella, pero no se volvió. Mantuvo los ojos
sobre el sol poniente detrás de los árboles.
Logan no volvió a hablar hasta que estacionó frente a la habitación de
Eve.
—Tengo que hablar con Kessler. ¿Cuándo crees que volverá del
laboratorio?
Eve miró su reloj. Eran las ocho menos cuarto.
—Tal vez ya esté en su habitación. Teníamos que encontrarnos allí a las
ocho para pedir que nos enviaran la cena. —Hizo una mueca—. Bubba Blue’s
Barbecue. Gary dijo que se imaginaba un lugar con una víbora cascabel
dentro de una caja de vidrio, aserrín en el suelo y un cantante de música
country gimiendo… ¡Ay, no! —Se le llenaron los ojos de lágrimas. Había
estado tan ocupada consolando a Logan que la muerte de Gil no la había
golpeado hasta ese momento. ¿Volvería a escuchar alguna vez música country
sin recordar a Gil Price?
—Sí. —Logan también tenía los ojos brillosos—. Le dije que le
encantaría esta ciudad. Lo único que pasaban por la radio era música country
como… —Abrió la puerta abruptamente—. Tengo que ir a mi habitación a
darme una ducha y cambiarme. —Tanteó el asiento trasero y sacó la caja con
el cráneo—. Me ocuparé de Ben por un rato. Nos encontraremos en la
habitación de Kessler dentro de veinte minutos.
Eve asintió, aturdida, mientras se disponía a descender por el otro lado.
Gil Price, humor, gentileza y un vibrante amor por la vida. Todo eso se había
ido. La muerte acechante se había llevado a Gil. ¿Quién sería el siguiente?
Logan podría haber muerto con Gil.
La otra cara de una moneda.
Entró en la habitación y sacudió la cabeza al ver la ropa desparramada
sobre la cama. Ordenaría ese lío y trataría de…
Al diablo con todo.
Estaba asustada y preocupada. Sintió un escalofrío al ver caer las sombras.
No había hablado con su madre desde la noche anterior y necesitaba
establecer contacto. Buscó el teléfono en la cartera.
Nadie respondió.
¿Qué diablos pasaba?
Volvió a marcar.
Nada.
La otra cara de una moneda.
Tu posición no es tan firme como crees.

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Mamá.
Con mano temblorosa, marcó el número de la habitación de Logan.
—No puedo hablar con mamá. No atiende el teléfono.
—No te asustes. Tal vez…
—No me digas que no me asuste. ¡No puedo hablar con ella!
—Tal vez no sea nada. Hablaré con Pilton y…
—¿Qué probabilidades hay de que…?
—Hablaré con Pilton —la interrumpió Logan—. Te volveré a llamar —
dijo y cortó.
No pasaba nada.
Fiske no la había encontrado.
No pasaba nada.
Sonó el teléfono.
Eve se lanzó a atenderlo.
—Está perfectamente bien —le anunció Logan—. Hablé con ella.
Margaret y ella estaban por sentarse a cenar. Su teléfono tenía poca batería.
Estaba bien. Eve sintió un alivio tan intenso que casi se descompuso.
—¿Cómo está?
—Preocupada por ti. Le gustaría estrangularme, pero está bien. Por un
instante Eve no pudo hablar.
—¿Recuerdas ese buque con destino a la Cochinchina, Logan? —dijo por
fin.
—Sí.
—Quiero a mi madre en él.
—Me ocuparé de eso de inmediato. ¿Irás con ella?
Caray, sí, sácame de aquí.
—No, te veré en la habitación de Kessler dentro de quince minutos.

—Tengo una copia del informe de ADN —anunció Gary en cuanto abrió la
puerta—. ¿Cuándo llega Quinn con esas muestras para comparar?
—Tendría que llegar pronto. —Eve miró a Logan, que estaba sentado en
el sillón del otro lado de la habitación—. ¿Logan te contó lo de Gil Price?
Gary asintió.
—Qué desastre.
—Sí. Hiciste todo lo que pudiste, Gary. Nos conseguiste el informe. Por el
amor de Dios, ¿quieres irte ya?
—Cuando termine. Cuando tenga las muestras de Quinn.

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—No. Ya no te necesitamos. Joe puede ir al laboratorio y…
—No, Duncan. —La voz de Gary era suave, pero firme—. Cuando
empiezo algo, lo termino.
—Eso es un disparate. Terminarás como Gil Price. —Se volvió hacia
Logan—. Díselo.
—Lo intenté —repuso Logan—. No quiere escuchar.
—Igual que Gil. Gil tampoco quería escuchar. —Eve respiró hondo—.
Pero tienes que escuchar. Ella va a… Las dos caras de una moneda.
¿Qué?
—Lisa Chadbourne. Me llamó por teléfono esta tarde.
Logan se irguió en la silla.
¿Qué?
—Quería hacer un trato conmigo por el cráneo.
—¿Por qué no me dijiste que había llamado? —preguntó Logan con
brusquedad.
—Piénsalo. ¿Estabas en estado de ánimo como para escuchar? No te
hubieras comportado con sensatez.
—Tampoco ahora siento deseos de comportarme con sensatez. ¿Te
amenazó?
—En cierta forma.
—¿Qué forma?
—Me pareció que estaba… triste. ¿Qué importancia tiene? —preguntó en
tono impaciente—. Quiero que mi madre y Gary queden fuera de todo esto
¿de acuerdo?
—¿Dijo algo que pudiera hacerte creer que está al tanto de Bainbridge o
del paradero de tu madre?
—Por supuesto que no. Es demasiado inteligente. No va a revelar nada. —
Se volvió hacia Gary—. Pero tienes que…
—Lo único que tengo que hacer es llamar a Bubba Blue’s Barbecue —la
interrumpió Gary—. ¿Quieres costillas o bistec?
—Quiero que te vayas.
—¿O tal vez un sándwich de carne de cerdo?
—Gary…
Él tomó el teléfono y comenzó a marcar.
—Dime qué quieres o te pediré costillas.
Eve lo miró, sintiéndose totalmente impotente. Mierda.
—Bistec.
—Has hecho una buena elección.

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Joe Quinn llegó a la puerta media hora después de que el repartidor de Buba
hubiera dejado la comida.
—Lo conseguí —anunció, levantando dos bolsas térmicas—. ¿Cuán
pronto se puede hacer una comparación?
Eve se volvió ansiosamente hacia Gary.
—¿Esta misma noche?
Él se encogió de hombros.
—Puede ser. Llamaré a Chris para ver si puedo convencerlo de volver esta
noche al laboratorio. —Se limpió los dedos y buscó el teléfono—. Váyanse de
aquí. Voy a tener que hablar un buen rato. Anoche se lo pasó trabajando para
mí y no creo que esto le guste.
Joe abrió la puerta.
—Cuando estés listo, te llevaré en coche hasta el laboratorio, Gary.
Gary levantó una mano.
—¿Estás bien? —le preguntó Joe a Eve cuando salieron.
—Cómo quieres que esté. Mataron a Gil Price.
Joe miró a Logan.
—¿Tu amigo?
Logan asintió.
—Oí el asunto de la conferencia de prensa. Todo se está yendo al
demonio, ¿no es así?
—Es una buena forma de decirlo.
—¿Qué piensas hacer con las pruebas de ADN cuando las tengas?
—Tengo algunos amigos en Washington que nos apoyarían siempre y
cuando tuviéramos pruebas.
Joe sacudió la cabeza.
—Demasiado riesgoso.
—No, porque tengo a Andrew Bennett de mi lado. Es juez de la Corte
Suprema.
—Mejor que un político, pero peligroso de todas maneras.
—¿Se te ocurre algo mejor?
—Los medios de comunicación.
—Lisa Chadbourne es experta en manejar a los medios.
—Puede ser, pero nómbrame un periodista que no esté dispuesto a hacer
volar un gobierno con tal de que se venda el periódico.
—La historia es demasiado extraña —dijo Eve—. Además, nos han
puesto tantos obstáculos en el camino que no podremos ni siquiera acercarnos

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a un periódico.
—Yo podría hacerlo. —Eve negó con la cabeza—. Conozco a un hombre
que trabaja en el Atlanta Journal and Constitution. Peter Brown. Ganó el
premio Pulitzer hace cinco años.
—Por el amor de Dios, Joe, te arrestarían a ti por dar protección a
prófugos.
—Peter mantendrá la boca cerrada.
—Puede ser —dijo Logan.
—Con toda seguridad. —Joe miró a Logan a los ojos—. Ya lo llamé y
está interesado. Es más, se le hace agua la boca. Solamente está esperando el
ADN.
—Qué canalla. ¿Sin consultarnos?
—Tenía que hacer algo mientras estaba perdiendo el tiempo en
Richmond. Es mejor que confiar en un político.
Eve levantó la mano.
—¿Por qué no esperamos hasta tener los resultados antes de ponernos a
discutir sobre qué hay que hacer?
—Quiero que esto termine —dijo Joe—. Quiero verte fuera de este
asunto.
—Yo también —admitió ella, con tono cansado—. Se está poniendo…
—Lo va a hacer —anunció Kessler cuando salió de la habitación—.
Tengo que encontrarme con él en el laboratorio dentro de veinte minutos.
—Vamos. —Joe se dirigió a un Chevrolet negro que estaba a unos metros
de distancia—. ¿Cuánto llevará esto, Gary?
—Seis u ocho horas.
—Empaca todo, Eve. —Joe subió detrás del volante y encendió el motor
—. Volveré en cuanto tenga el informe. Iremos a buscar a tu madre y las
pondré a resguardo en alguna parte hasta que acabemos con esto.
Antes de que ella pudiera responder, sacó el coche del estacionamiento.
—Bueno, por lo menos estamos de acuerdo en una cosa —murmuró
Logan—. Ambos te queremos fuera de aquí, en algún lugar seguro.
—Esa idea de llamar a los medios de comunicación no era mala.
—No, es buena. Tal vez tengamos que tomar esa ruta. Pero también
necesitamos apoyo en Washington.
—¿Entonces por qué discutiste con él?
Logan se encogió de hombros.
—Me parece que se me está volviendo una costumbre. —Se apartó de ella
—. Iré a empacar y hacer algunas llamadas a mis amigos de Washington. No

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puedo permitir que Quinn se me adelante.

El laboratorio de investigación de Teller estaba a oscuras, con excepción de


unas luces en una zona de la planta baja.
Están trabajando de noche, pensó Fiske. El centro tenía que cerrar a las
seis, ¿por qué habría alguien allí a la una de la mañana? Dos coches en el
estacionamiento. Uno era un Chevrolet con patente de coche de alquiler.
Tuvo el presentimiento de que había llegado en muy buen momento.
Abrió la tapa del baúl y descendió del coche. Abrió la tapa de la caja que
contenía su equipo electrónico y sacó el dispositivo para escuchar.
Instantes más tarde estaba de nuevo en el asiento del conductor. Se
arrellanó cómodamente en el asiento y esperó a que salieran del edificio.

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Capítulo 20

04:05

Eve estaba esperando junto a la ventana cuando Joe y Gary llegaron al


estacionamiento del hotel.
—Ya llegaron —anunció por encima del hombro a Logan. Abrió la puerta
—. ¿Listo?
—Listo. —Gary le entregó el maletín—. La muestra de Millicent Babcock
indica que hay muchas probabilidades de parentesco. —Una sonrisa le
iluminó el rostro—. En la saliva de Chadbourne hubo coincidencia total, por
supuesto.
—Claro, ya lo sabía —respondió Eve con voz temblorosa—. Estarías
insultándome si no hubiera sido así.
—Y con justa razón. Por hacerme perder el tiempo.
—Hice arreglos para que te alojes en un condominio en Fort Lauderdale.
—Logan le entregó una tarjeta—. Está reservado a nombre de Ray Wallins.
Quédate allí hasta que te llamemos para avisarte que el peligro pasó.
Kessler sonrió con aire travieso.
—¿Un condominio lujoso? ¿Con servicio de mucama?
Logan le devolvió la sonrisa.
—Puede ser. No tientes a la suerte.
—Un hombre de mi talento e intelecto se merece lujos. No habría que
desperdiciarlos con filisteos como tú, Logan.
Logan le entregó un sobre.
—Dinero en efectivo. Debería alcanzarte para varios meses.
—Ah, así me gusta —Kessler guardó el sobre en el bolsillo de la chaqueta
—. Me vendrá bien hasta que llegue el primer adelanto de mi novela. —Miró
a Eve—. Puede que necesite una asistente, pues soy un desastre en ortografía.
Quizá me deje convencer y te ceda una habitación en mi condominio, si me lo
pides de buen modo, Duncan.
—Yo también soy un desastre en ortografía.

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—Entonces no aceptas. Bueno, mala suerte, me hubieras tratado de quitar
mérito, de todos modos.

Joe salió de la habitación con la valija de Eve.


—Nos vamos, Eve. Si salimos ahora, podremos llegar a Lanier para las
nueve.
Ella asintió, con la mirada fija en Gary.
—Gracias. Estuviste fantástico.
Él asintió.
—Magnífico.
—¿Te irás ahora?
—Arrojo la ropa en la maleta, guardo la caja en el Volvo y me lanzo hacia
Fort Lauderdale. Dame cinco minutos.
—Te esperaremos.
—Duncan, no es… —Se encogió de hombros—. Qué mujer testaruda. —
Desapareció dentro de la habitación y salió instantes más tarde. Guardó la
maleta en el coche y se volvió hacia Eve.
—¿Satisfecha?
—Sí. —Eve se acercó y lo abrazó—. Gracias —le susurró al oído—. Me
estás aburriendo, Duncan. —Gary subió al coche y encendió el motor.
—¿Lista para salir? —le preguntó Logan a Eve—. Supongo que irás con
Quinn, porque ha hecho todo, salvo arrojarte dentro del automóvil. Los
seguiré hasta Lanier.
—Nos vamos ya. —Joe se ubicó detrás del volante—. ¿Ya empacaste?
—Tengo todo en el coche. —Logan atravesó el estacionamiento en
dirección al Taurus color tostado.
—¿Eve? —dijo Joe.
Ella asintió y abrió la puerta del lado del pasajero. Habían sorteado el
primer obstáculo, las pruebas. Tenía los informes de ADN en el maletín que
llevaba en la mano. Gary estaría fuera de peligro, y su madre también, en
cuanto llegaran a Lanier dentro de unas pocas horas.
Gracias a Dios.

04:10

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Fiske se quitó el dispositivo de escucha de la oreja y llamó a Lisa
Chadbourne.
—Se estaban alojando en el Roadside Stop de Baingridge —le informó—.
Seguí a Kessler y a Joe Quinn desde el Centro de exámenes de ADN. Logan y
Duncan también están aquí. Pero ninguno se va a quedar. Quinn acaba de
guardar la maleta de Duncan en su coche. Duncan se despidió de Kessler. Él
no va con ellos. Kessler está saliendo en este mismo momento del
estacionamiento.
—¿Y Logan? —preguntó Lisa Chadbourne.
—Se está subiendo a otro automóvil. Un Taurus tostado.
—¿Ella tiene el cráneo?
—¿Cómo voy a saberlo? No lo va a llevar debajo del brazo como si fuera
una cartera. Podría haberlo guardado en la maleta. O tal vez lo tenga Logan.
—O quizá lo hayan escondido en alguna parte. No le estoy pidiendo que
adivine. ¿No lo ha visto?
La mujer comenzaba a cansarlo.
—No.
—Entonces no los pierda de vista. Necesito ese cráneo.
—Ya me lo dijo. Logan siguió a Quinn al salir del estacionamiento.
—¡Entonces vaya tras ellos!
—No hay problema. Sé Adónde se dirigen. Van hacia el norte a buscar a
la madre de Duncan en Lanier.
—¿Está seguro?
—Acabo de oír a Quinn diciéndolo.
Silencio.
—No los pierda de vista.
—No.
—Después quiero que haga otra cosa.

El teléfono digital de Eve sonó cuando estaban a setenta kilómetros de


Bainbridge.
—Duncan. No les…
Apenas pudo escuchar las palabras.
—¿Cómo?
—Duncan…
El corazón le dio un vuelco.
—¿Gary?

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Otra voz.
—Quería despedirse.
—¿Quién habla? —susurró Eve.
—Fiske. Ella quiere el cráneo, Eve.
—¿Adónde están?
—En el hotel. Saqué a nuestro amigo el doctor Kessler de la ruta y luego
lo convencí de que volviera a su habitación para tener una charla.
—Quiero hablar con Gary.
—Ya no está en condiciones de hablar. Ella me dijo que te avisara que no
va a ser el último. Dale el cráneo, Eve. —Cortó.
—¡Ay, Dios!
—¿Qué pasa? —preguntó Joe, con los ojos clavados en ella.
Eve sentía un nudo en el estómago que no le permitía respirar.
—Da la vuelta. Tenemos que volver al hotel.
¿Qué?
—Fiske… y Gary. Sé que era Gary.
—No puedes estar segura. Quizá no sea él. Podría tratarse de una trampa.
—¡Sé que era Gary, carajo! Me llamó Duncan.
—Es una trampa, Eve.
—¡No me importa! Tenemos que volver.
—Lo haré no bien pueda. Encenderé las luces de emergencia para hacerle
señas a Logan.
—Vamos, date prisa. —Eve trató de pensar. Tenía el maletín con los
informes de ADN, pero Logan tenía el cráneo. Si era una trampa, tenía que
asegurarse de que…— No, detente. Tengo que darle el maletín a Logan.
Salieron de la autopista y Logan se detuvo junto a ellos.
Joe descendió del coche y empujó el maletín hacia Logan.
—Volvemos al hotel, Kessler llamó a Eve. Está en manos de Fiske.
—Sube aquí conmigo, Quinn —ordenó Logan—. Eve, tú espera aquí.
—Ni loca. Vamos, Joe.
Joe encendió el motor.
—Los sigo —dijo Logan.
—¡Ni se te ocurra! —exclamó Eve con ferocidad—. Ella quiere el cráneo.
Si tengo que negociar con el cráneo para salvar a Gary, lo haré. Pero no voy a
tener poder para negociar nada si Fiske te lo saca.
—Fiske no me lo va a…
Joe ya había salido como un rayo a la carretera, en dirección al hotel.
Ella quiere el cráneo, Eve.

Página 272
Dáselo.
Gary.
La puerta de la habitación de Kessler estaba entreabierta y salía luz a
través de la estrecha abertura.
—Quédate aquí. —Joe descendió del coche.
—Voy a…
—No me discutas. Mira, esto es lo que voy a hacer. —Sacó la pistola de
la funda que llevaba en el hombro—. Todo saldrá bien. —Se apretó contra la
pared a un lado de la puerta y la abrió de un puntapié.
No hubo disparos.
Nadie escapó por la puerta.
Nada.
Joe esperó un momento y luego se agazapó y entró.
Eve no soportaba más. Descendió del coche y corrió hacia la puerta.
De pronto, Joe apareció delante de ella y le bloqueó la entrada.
—No, Eve.
—¿Qué te…? ¡No! —Lo empujó hacia un costado y entró corriendo en la
habitación.
Gary estaba tendido en el suelo, en un charco de sangre. Un cuchillo le
asomaba por la garganta.
Eve cayó de rodillas junto a él.
—¿Gary?
—Vamos. —Joe trató de hacerla levantar, pero ella lo apartó—. Tenemos
que salir de aquí.
—No podemos dejarlo. —De pronto vio los otros dos cuchillos que tenían
clavadas las manos de Gary contra el piso—. Ay, Joe, mira lo que le hizo.
—Ya está, Eve, no hay nada que hacer. Tengo que sacarte de aquí.
Las lágrimas corrían por las mejillas de Eve.
—Lo lastimó. Lo hizo a propósito. Quería que supiera que lo hizo sufrir.
Ella quería que yo lo supiera.
—Ahora ya no sufre más.
Eve se balanceaba hacia delante y hacia atrás, presa de un inmenso dolor.
—No es justo. Quería pelear contra ellos. Quería…
—Eve, mírame.
Levantó la vista hacia Joe, pero no lo vio.
Sus ojos…
Él extendió una mano y le acarició el pelo con infinita ternura.
—Perdóname —dijo con suavidad.

Página 273
Su puño se estrelló contra el mentón de Eve.
Oscuridad.

—¿Está lastimada? —Logan estaba bajando del coche cuando salió Joe del
hotel con Eve en brazos.
—No, ábreme la puerta, por favor.
Logan abrió la puerta del lado del pasajero del automóvil de Joe.
—¿Qué le pasó? ¿Fue Fiske?
—No, fui yo. —La colocó sobre al asiento y cerró la puerta.
—No quería dejar a Kessler.
La mirada de Logan se clavó sobre la puerta abierta.
—¿Pero qué…?
—Está muerto.
—¿Y Fiske?
—No está. —Joe dio la vuelta al automóvil y subió detrás del volante—.
Súbete a tu coche y desaparece de aquí. Eve te dijo que no volvieras.
—Pero parecería que Fiske no quiere negociar, después de todo.
—Lo que quería era asustarla. No fue algo agradable. —Sacó una toalla
de papel de la guantera—. Sangre. —Comenzó a limpiar las manchas de las
manos de Eve—. Mucha sangre.
—Mierda. —Logan tenía los ojos fijos en la cara pálida de Eve—. ¿Qué le
hiciste?
—La desmayé. —Joe puso el coche en marcha—. Estar allí arrodillada en
la sangre de Kessler le iba a hacer mal. Para ella era lo mismo que estuviera
Fiske de pie junto a ella con otro cuchillo de carnicero en la mano.
—¿Cuchillo?
—Te dije que no era algo agradable.
—No le va a gustar que la hayas maltratado.
—Hice lo que tenía que hacer. ¿Estás armado?
—Sí.
—Pero no se lo dijiste a Eve. —Joe sonrió con ironía—. Sabías cuál iba a
ser su reacción. Me mandaste al frente a mí, pero tú te cubriste el trasero.
Bueno, ten la pistola a mano y mantente bien cerca detrás de mí. Si te asaltan,
tal vez pare y te ayude. —Retrocedió el coche—. Si tienes suerte.

Sangre.

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Cuchillos.
Clavado.
Oh, Dios, había crucificado a Gary.
Abrió la boca para gritar.
—Despierta. —La estaban sacudiendo—. Despierta, Eve.
Abrió los ojos.
Joe. Joe en el asiento del conductor, junto a ella. A su alrededor,
oscuridad.
Un sueño. Había sido un sueño.
—Un sueño…
Joe negó con la cabeza.
—Gary… —Las lágrimas comenzaron a rodarle por las mejillas otra vez
—. ¿Está muerto?
Joe asintió.
Eve se acurrucó en el asiento, tratando de alejarse de la pesadilla. Pero
ésta la envolvía. Sangre. Gary. La mano de Joe sobre su pelo. Oscuridad.
—Me golpeaste —dijo en tono lacónico.
—Tuve que hacerlo —respondió él sin levantar la voz.
—Pensaste que no podría soportarlo.
—Puede ser. Pero de lo que estaba seguro era de que yo no podía
soportarlo.
—Ella quiere el cráneo. La otra cara de una moneda… Ni siquiera trató de
negociar. Dijo que tenía que seguir adelante. Quería mostrarme que tenía el
poder de estirar un brazo y matar a alguien muy cercano a mí.
—Esa parece ser la escena, sí.
—Gary ni siquiera estaba involucrado en el asunto —siguió diciendo Eve,
aturdida—. Estaba fuera de esto. Fort Lauderdale… No debimos dejarlo ir
solo.
—Creímos que estaría a salvo. No teníamos idea de que Fiske sabía que
estábamos en Bainbridge.
Ella quiere el cráneo, Eve.
—¿Dónde está Logan? —preguntó.
—Unos kilómetros detrás de nosotros.
—¿Todavía tiene el cráneo?
Joe asintió.
Dale el cráneo.
Me pidió que te diga que no iba a ser el último.
Eve sintió un escalofrío.

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—Mi madre.
—Estamos yendo hacia allí.
—Me advirtió que Gary no iba a ser el único. ¿Cuánto falta para llegar?
—Unas tres horas.
—Vamos, apúrate.
—Tranquila.
—No me digas eso. Ella sabe que quiero a mi madre. Es lógico que la
elija como otra víctima.
—O que se asegure que vas a pensar eso e irás hacia ella. No es seguro
que sepan dónde está tu madre.
—Tampoco nos dimos cuenta de que Fiske sabía que estábamos en
Bainbridge. —Apretó los puños y las uñas se le clavaron en las palmas de las
manos—. Pero él lo sabía, lo sabía.
—Sí.
—Y ahora podría estar yendo hacia Lanier. Podría ir delante de nosotros.
—Pero no necesariamente para matar a tu madre. Es más probable que
quiera ir para allá a tender una trampa. El objetivo es el cráneo, al fin y al
cabo.
Eve sacó su teléfono.
—Voy a avisarles.
—Bien. Buena idea. Pero no las asustes hasta el punto de que quieran
huir. Tal vez sea mejor que se queden allí hasta que lleguemos. Dile a Pilton
que esté alerta.
¿Podía ser mejor que estén allí?
¿Quién podía saber si podían estar a salvo con Fiske dando vueltas por
allí?
La mano le temblaba cuando marcó el número.

Fiske volvió al coche que había estacionado en la entrada del chalet desierto.
El Sol asomaba en el oeste y la luz se filtraba por las brumosas cimas de los
pinos.
Calculó que les llevaba una hora de ventaja. Había estado espiando la casa
de Duncan. Era evidente que Duncan había estado ocupada con el teléfono.
Había luces en la casa y Pilton había entrado en la casa y cerrado la puerta
después de revisar bien el perímetro. Lo estaban esperando.
Pues bien, ¿no era eso lo que él había querido? Un desafío.
Llamó a Lisa Chadbourne.

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—Les avisó.
—¿Pero siguen allí?
—Creo que la están esperando. Pilton llegó hace quince minutos y arrojó
algo de equipaje dentro de la camioneta, pero nadie más salió desde entonces.
—Que no se vayan. —Una pausa—. Y no las toque hasta que me consiga
ese cráneo.
—La madre sería un buen elemento de persuasión. Mejor que Kessler. —
Hizo una pausa y luego agregó su propio elemento de persuasión—. Aunque a
Kessler lo manejé de forma excepcional. ¿Quiere que le cuente los detalles?
Silencio.
—Le dije que necesitaba los resultados, no los detalles.
Impresionable.
—Mantuve a Kessler vivo el tiempo suficiente como para que la llamara.
No me fue fácil, con los cuchillos en…
—Le dije que no quiero saber cómo fue. Recuerde que a Eve Duncan sólo
se la puede presionar hasta un cierto punto. No se pase de la raya y arruine
todo, Fiske.
—Ya empieza a parecerse a Timwick.
Otro silencio.
—Perdón. Lo dejo en sus manos. Sé que no me va a fallar. —Cortó la
comunicación.
Ese maldito cráneo otra vez, atándole las manos, impidiéndole hacer su
trabajo.
Se inclinó hacia delante y abrió la guantera.
Tenía tiempo de sobra para actualizar su lista. Con trazo grueso y
satisfecho, tachó el nombre de Gary Kessler.

08:35

Eve bajó del coche de un salto no bien se detuvo adelante del chalet de su
madre.
—Espera. —Joe estuvo a su lado de inmediato y la empujó hacia un
costado—. Yo entro primero.
Había entrado primero en el hotel y encontrado a Gary.
—No. ¡Mamá!
Nada.
Después oyó la voz de Sandra.

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—Estoy bien, Eve. Pilton no me deja salir, pero estamos todos bien.
Eve sintió tanto alivio que casi se descompuso.
—Vamos a entrar.
Logan había estacionado detrás del coche de Joe.
—¿Todo bien?
—Aparentemente, sí. —Joe estaba observando el bosque circundante con
atención—. Puede ser. Entren y asegúrense de que estén listas para irse. Me
quedaré aquí afuera.
Logan siguió a Eve hacia la entrada.
—¡Esperen! —ordenó Joe—. ¿Dónde está el cráneo, Logan?
—En el asiento del pasajero. Vigílalo.
—Sí. —Los ojos de Joe no se apartaron en ningún momento del bosque
—. Apúrense y tráiganlas a los coches.

Fiske estaba allí afuera.


Caray, casi podía olerlo, pensó Joe.
Oler la sangre. Oler el hambre.
Tenía los nervios a flor de piel. La presencia de Fiske lo había catapultado
a su pasado de blancos y permisos para matar. Fiske entendería ese mundo.
Estaba allí afuera en este momento, entrenado, listo… ¿Listo para qué?
¿Para arrojar dinamita a la casa?
¿Lanzar un ataque de francotirador en cuanto saliera al porche?
Si eso era cierto, Joe iba a ser el primer blanco. El centinela era siempre el
primero en ser derribado.
Pero Fiske estaba en desventaja. No le habrían dado órdenes de asesinar
solamente.
El cráneo.
Joe esbozó una sonrisa irónica. Bien, acabemos con esto. Convirtamos al
cazador en presa.
¿Me estás mirando Fiske?
Se quitó el saco, metió la mano dentro del coche de Logan y sacó el
maletín de cuero que contenía el cráneo.
La carnada, Fiske.
Levantó deliberadamente el maletín y lo sostuvo sobre su cabeza.
¿Lo ves?
Echó a correr hacia el bosque, zigzagueando entre los arbustos.
Ven a buscarlo, cretino.

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Los ojos de Fiske se abrieron como platos.
El hijo de puta lo estaba provocando. Y con ese maletín, donde tenía que
estar el cráneo.
Observó a Quinn correr hacia el bosque. Sabía lo que estaba haciendo y
era bueno. No iba a ser un blanco fácil.
Sintió de pronto una placentera excitación. La perra Chadbourne le había
dicho que consiguiera el cráneo. Prioridad uno. A Fiske no se le había
ocurrido que la prioridad pudiera ofrecerle un desafío tan interesante.
Echó a andar en diagonal para interceptar a Quinn.

—Margaret, tú ve en la camioneta con Pilton —dijo Logan, mientras bajaba


los escalones—. Llevaremos a Sandra con nosotros.
—¿Tengo que volver a Sanibel? —preguntó Margaret—. ¿Cuándo te
pondrás en contacto conmigo?
—Cuando sea seguro hacerlo —respondió Logan—. Voy a dejar que
Quinn organice una reunión con ese periodista del…
—¿Dónde está Joe? —Eve se había detenido en el escalón más alto.
—Tiene que estar por aquí —Logan escudriñó la zona con atención.
La mirada de Eve se posó en el coche.
Joe no estaba.
El corazón le latía con tanta fuerza que le dolía.
—Fiske.
—Dudo de que Fiske pueda sorprenderlo —observó Logan—. Quinn es
un hueso duro de roer.
—Sorprendió a Gary.
—Quinn no es Gary. No es una víctima. Lo más probable es que… —
Logan fue hacia su coche—. ¡Qué hijo de puta!
—¿Qué pasó?
—Se llevó el cráneo. Quinn se llevó el cráneo.
—¿Para qué? —Oh, Dios, qué pregunta estúpida. Sabía para qué. Joe
quería terminar con este asunto y como siempre, había tomado el toro por las
astas—. Cree que Fiske está aquí.
—Y confío en sus instintos —dijo Logan. Se volvió luego hacia Pilton—.
Quédese aquí. Voy detrás de él. Si no vuelvo en… ¿Adónde diablos vas, Eve?
Eve ya estaba corriendo hacia el bosque.
—No voy a dejar que Fiske le haga daño. ¡No lo voy a permitir!

Página 279
Oyó que Logan maldecía por lo bajo. La estaba siguiendo, estaba justo
detrás de ella.
—¿Qué cuernos crees que vas a hacer? No eres un miembro de un grupo
comando, por el amor de Dios.
—Joe está allí afuera por mi causa —dijo Eve con vehemencia—. ¿Crees
que voy a dejarlo solo?
—¿Y cómo piensas…?
Eve ya no le prestó atención. Entró en el bosque y se detuvo, respirando
agitadamente. No tenía que llamarlo, pues eso alertaría a Fiske. ¿Entonces
cómo iba a encontrar a Joe antes de que lo hiciera Fiske?
No pienses en eso. Camina con cuidado. Mira las sombras.
Logan estaba a su lado.
—Por Dios, Eve, vuelve. Yo iré a buscarlo.
—Cállate. Estoy escuchando. Tiene que estar…
—Logan tenía un arma en la mano.
Siguió la mirada de Eve.
—Sí, tengo un arma y más vale que te alegres por eso.
Horrorizada, Eve tuvo que admitir ante sí misma que realmente se
alegraba. Si esa pistola iba a servir para salvar a Joe, pues la usaría ella
misma. Gary había muerto porque estaba indefenso.
Joe no tenía que morir.

Las hojas de los arbustos se movieron suavemente detrás de él y Joe se


escabulló a la izquierda para protegerse detrás de un viejo árbol.
—¿Dónde estás? —dijo en voz baja—. Ven a buscarme, Fiske.
Los arbustos se movían con un susurro.
—¿Quieres el cráneo? Aquí está. Se adentró más en el bosque. Dios, todo
le estaba volviendo a la mente. Rastrear, encontrar, matar. La única diferencia
era la luz. La mayoría de las operaciones se llevaban a cabo de noche. —Ven
a quitármelo.
Fiske estaba cerca. Joe sintió un leve olor a ajo y pasta de dientes.
¿De dónde venía ese olor? De la derecha y un poco hacia atrás.
Demasiado poco. Demasiado cerca. Muévete más rápido, vamos.
Distancia.
Silencio.
Velocidad.
El olor era más leve ahora. Tenía un poco de tiempo.

Página 280
Vamos, Fiske. Pasa a tomar un café.

¿Dónde diablos estaba el malnacido? Se preguntó Fiske, fastidiado. Era como


seguir a un fantasma.
Se ocultó detrás de unos arbustos y escuchó, mientras recorría el círculo
de árboles con la mirada.
Ningún sonido.
Mierda, hacía varios minutos que Quinn no hacía ningún sonido.
—Aquí.
La mirada de Fiske voló hacia la izquierda.
El maletín de cuero, debajo de un roble, a doce metros.
Una trampa.
¿Acaso creía Quinn que él era un idiota? En cuanto se asomara, Quinn le
metería una bala.
¿Pero Adónde estaba Quinn? Fiske volvió a examinar con la mirada la
zona cercana al maletín. La voz de Quinn parecía haber venido desde allí,
pero no podía estar seguro.
Un leve movimiento.
En los arbustos a la izquierda.
Espera hasta estar seguro. Acércate.
Si disparara, revelaría su propia posición.
Las hojas se estaban moviendo.
Tuvo un atisbo de tela denim celeste.
Desapareció.
Pero los arbustos se movían.
Quinn se estaba acercando.
Avanzó otro paso. Levantó el arma, esperando el siguiente movimiento a
la derecha.
Pero el siguiente movimiento provino de la izquierda, muy a la izquierda.
Giró en redondo y apuntó con el arma.
Logan. Y Duncan.
El dedo se cerró alrededor del gatillo.
—¡No! —El grito provino desde arriba. Levantó la vista y vio que Quinn
se había catapultado desde las ramas de un árbol.
Fiske giró y disparó en el momento en que Quinn aterrizaba encima de él
y lo derribaba.
Otro disparo.

Página 281
Maldito canalla. Quinn había estado esperando allí arriba, preparándose
para matarlo. Y se hubiera salido con la suya a no ser por Logan y Duncan.
Pero no había ganado. Fiske había ganado, como sucedía siempre. Sentía
la sangre tibia de Quinn sobre su pecho y el cuerpo encima de él estaba inerte.
Otro nombre para tachar de la lista.
Pero primero tenía que quitarse el cuerpo de encima. Logan corría hacia
ellos y Fiske tenía que liberar la mano que sostenía su pistola.
¿Por qué no podía moverse?
Dolor en el pecho.
No era solamente la sangre de Quinn, sino también la suya.
El segundo disparo.
Había fracasado, había fracasado, había fracasado, había fracasado.
Se acercaba la oscuridad. Se acercaba el horror.
Gritó.

Fiske estaba muerto cuando Logan quitó a Joe de encima.


Madre de Dios.
Eve cayó de rodillas junto a Joe. El pecho… Sangre.
—¿Está vivo? —preguntó Logan.
Eve vio un débil latido en su sien.
—Sí. Llama a Emergencias. ¡Rápido!
Apenas se dio cuenta de que Logan buscaba el teléfono y se alejaba. Tenía
los ojos fijos en Joe.
—¡No se te ocurra morirte! ¿Me escuchas, Joe? No te lo voy a permitir.
—Le levantó la remera. ¿Adónde estaba la camisa de denim que había tenido
puesta?— se preguntó distraídamente. Presión. Había que aplicar presión.
Joe abrió los ojos.
—¿Fiske?
—Está muerto. —Colocó la mano sobre el pecho de él, por encima de la
herida y presionó con fuerza—. No debiste hacerlo.
—Tenía… Tenía que matarlo.
—No me importa que lo hayas matado. No deberías haberte arriesgado…
¿Quién te pidió que lo hicieras? Son todos iguales. Gary, Logan y tú. Se creen
que pueden salvar… ¡No cierres los ojos! No te vas a ir a ninguna parte.
Joe trató de sonreír.
—Espero… Espero que no.

Página 282
—¿Cómo está? —Logan se había puesto de rodillas junto a Eve. Le
entregó una camisa azul, la de Joe—. ¿Puedes usar esto? La encontré por allí,
en los arbustos. Quinn debe de haberla arrojado ahí.
Eve la desgarró rápidamente y utilizó un trozo como vendaje a presión.
—¿Llamaste a la ambulancia?
—Sí, llegarán pronto. No nos conviene estar aquí cuando lleguen. No
mencioné que se trató de un tiroteo, pero ellos informarán a la policía en
cuanto vean a Quinn y a Fiske.
—Váyanse… —Joe se interrumpió—. No puedes ayudar, Eve.
—No te voy a dejar —declaró ella con vehemencia—. Y esta vez no
tienes fuerza para golpearme.
—Quédate… En las sombras. Deja que Pilton… —Cayó hacia un
costado, inconsciente.
—Dios todopoderoso. —Eve cerró los ojos—. Está mal, Logan.
—No va a morir todavía. —Se puso de pie, giró y se arrodilló junto a
Fiske—. Voy a ir a la casa a decirle a Pilton que hable con los de la
ambulancia. Cuando oigamos las sirenas haré que Margaret venga aquí y se
quede con Quinn; tú te mantendrás fuera de la vista. Es lo mejor. —Logan
estaba revisando los bolsillos de Fiske.
—¿Para qué haces eso?
—No quiero que haya forma de identificarlo. Cuanto más difícil les
hagamos la tarea a las autoridades, más tiempo tardará Lisa Chadbourne en
enterarse de que tiene que reemplazarlo. —Sacó llaves de un coche alquilado
y una billetera. Echó un vistazo a la licencia de conductor y las tarjetas de
crédito—. Aunque ha hecho un muy buen trabajo. —Roy Smythe…—
Guardó la billetera en su bolsillo trasero. —Una vez que nos hayamos ido,
haré que Margaret y Pilton busquen su coche y lo limpien antes de irse.
Eve no podía pensar en nada en ese momento.
—Voy con Joe al hospital.
—No, lo seguiremos. —Levantó una mano para acallar las protestas de
ella—. No me discutas. A menos que te mantengas oculta, te arrestarán y te
meterán presa. Es más, tal vez disparen en cuanto te vean. —Se puso de pie y
añadió con sarcasmo—. En cualquiera de estas situaciones, no vas a poder
montar guardia junto a la cama de Quinn y ofrecerle té o compasión.
—Te salvó la vida, desgraciado —lo acusó Eve.
—¿Y quién le pidió que me salvara la vida? Estoy harto de que el Gran
Quinn desparrame… —Tomó el maletín con el cráneo y echó a andar hacia la
casa.

Página 283
¿Qué diablos le pasaba? No tenía derecho de estar enojado con Joe.
Hablaba como si…
La herida sangraba más.
Apretó con más fuerza.
No te mueras, Joe.

Trasladaron a Joe a la sala de emergencias del Hospital General de Gwinnett,


a veinte minutos del lago. Logan, Sandra y Eve siguieron a la ambulancia en
el coche de Logan.
—Voy a ir a ver cómo está. —Sandra bajó del coche—. Estacione en
algún sitio fuera de la vista y volveré cuando tenga novedades.
—Yo puedo…
—Cállate, Eve —dijo Sandra con firmeza—. Hace días que no hago más
que acatar órdenes y dejar que me lleven de un lado para otro. Joe también es
mi amigo y estoy preocupada por él. Además, a él no le gustaría que te dejara
entrar y alguien te reconociera.

Entró rápidamente por las puertas de vidrio de la sala de emergencias.


—Bueno, parece que así es la cosa. —Logan arrancó el coche y fue a
estacionarlo entre dos camiones que lo ocultaban casi totalmente—. Creo que
vamos a tener que esperar.
Eve asintió, cansada.
—Tengo que hacer una sola cosa más. —Sacó el teléfono y marcó el
número de la casa de Joe—. Diane, habla Eve. Tengo que decirte algo. Joe…
—Las palabras se le atravesaron en la garganta. Vamos, acaba con esto de una
vez—. Joe está herido.
—¡Dios mío!
—Es… Es grave. Está en el Hospital General de Gwinnett. Creo que
tendrías que venir.
—¿Cuán grave es?
—No lo sé. Le dispararon. Está en la sala de emergencias.
—Maldita seas, Eve. —Diane colgó con violencia.
Eve dio un respingo.
—Dar malas noticias nunca es agradable —comentó Logan en voz baja.
—Me dio la impresión de que me odia. —Se humedeció los labios—. ¿Y
quién puede culparla? La culpa es mía. Nunca debí dejar que Joe…

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—En ningún momento noté que pidiera permiso. Dudo de que hubieras
podido impedirle algo.
—Lo conozco. Le vi la cara antes de entrar en la casa. Debí darme cuenta
de que estaba pensando que algo no estaba bien.
—¿Me permites recordarte que estabas un poco alterada?
—No. —Apoyó la cabeza contra la ventana—. Se va a morir, Logan.
—Eso no lo sabemos.
—Yo sí lo sé. Yo… Lo quiero, sabes.
Logan desvió la mirada.
—¿De veras?
—Sí. Es como el padre y el hermano que nunca tuve. No imagino cómo
sería la vida sin Joe. Lo curioso es que nunca antes me puse a pensarlo.
Siempre estuvo ahí y para mí siempre iba a estar.
—Todavía no está muerto.
Si Joe moría, ¿iría con Bonnie?
—No llores —exclamó Logan con voz ronca. La tomó entre sus brazos—.
Shh… Shh, todo va a salir bien —murmuró, mientras la acunaba—. Déjame
ayudarte.
Y la estaba ayudando. Sintió que el calor y el consuelo que brotaban del
cuerpo de él comenzaban a rodearla. No podía curar la herida, pero la estaba
acariciando y con eso impedía que la soledad se adueñara de ella. Y por el
momento, con eso bastaba.

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Capítulo 21

Sandra tenía el entrecejo fruncido cuando volvió al automóvil dos horas más
tarde.
Eve se puso tensa.
¿Y Joe?
—Está mal. No saben si saldrá de ésta. —Sandra subió al asiento trasero
—. Lo operaron y está en terapia intensiva.
—Quiero verlo.
—Ni lo sueñes. Solamente dejan entrar a los familiares más cercanos.
—No es justo. Él querría que yo estuviera allí. Necesito… —Eve respiró
hondo. Lo importante no era lo que necesitaba ella sino lo que necesitaba Joe
—. ¿Llegó Diane?
—Sí, justo cuando lo estaban sacando del quirófano. —Sandra hizo una
mueca—. Me trató con una frialdad asombrosa. Cualquiera diría que la que le
disparó fui yo.
—No es por ti. Está realmente furiosa conmigo. Tú eres mi madre.
Seguramente te culpa por haberme traído al mundo.
—Puede ser. Pero creía que me tenía simpatía. Estuve tomando un café
con ella hace unas pocas semanas. Creía que las dos le caíamos bien.
—Está alterada. Será distinto cuando Joe se recupere. —Si es que se
recuperaba. Si no moría, claro está—. ¿Cuándo lo sabrán?
—Quizá mañana. —Sandra vaciló—. Pero no puedo volver allí adentro,
Eve. Justo antes de que me fuera, llegó un policía a terapia intensiva, a ver
cómo estaba Joe.
Por supuesto. Joe era policía y los policías se cuidaban entre ellos. El
hospital pronto estaría lleno de oficiales.
Logan ya estaba arrancando el automóvil.
—Entonces tenemos que salir de aquí. Ya.
—¿Y Adónde vamos? —preguntó Sandra.
—Les dije a Margaret y a Pilton que se encontraran con nosotros en ese
Hardee’s cerca de Emory, donde nos encontramos con Quinn. —Logan salió

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del estacionamiento—. Te llevará a Sanibel y luego hará arreglos para sacarte
del país.
—No —objetó Sandra.
Eve se puso rígida.
—Es lo único seguro, mamá. Tienes que hacerlo.
—No tengo por qué hacer nada. —Sandra apretó los labios—. ¿Y quién
dijo que era lo más seguro? ¿Tú? ¿Logan? A ninguno de los dos les ha ido
demasiado bien con esto de mantenerse a salvo y Joe está tendido en una
cama de ese hospital. ¿Por qué iba a creer que van a lograr que no me maten a
mí también?
Eve sintió una oleada de pánico.
—Mamá, por favor. Tienes que hacerme caso.
—Tonterías. —Sandra la miró a los ojos—. Hice todo lo que Margaret y
tú me dijeron que hiciera. Todos me han tratado como si fuera una criatura
con retardo mental. Se acabó, Eve.
—Quiero mantenerte a salvo.
—Es lo que pienso hacer. —Se volvió hacia Logan—. Lléveme al
Edificio Peachtree Arms. Está a unos metros de Piedmont.
Eve reconoció la dirección.
—¿Vas a ir a la casa de Ron?
—Por supuesto. Es lo que quise hacer desde un principio.
—¿Crees que aceptará tenerte allí escondida?
—Pues ya me voy a enterar ¿no te parece? O tal vez lo hablemos y
decidamos que es mejor que me entregue como testigo del tiroteo con Fiske.
Les pediré que me tengan bajo custodia. Haga lo que hiciera, la decisión va a
ser mía. —Miró a Logan—. Lléveme o déjeme bajar del coche.
Él vaciló y luego aceleró.
—Esto puede ser un error, Sandra.
—Si lo es, no será el primero que cometa. Qué cuernos, he cometido
todos los errores posibles, en todo este tiempo. —Se volvió hacia Eve—. No
voy a poder ir al hospital, pero llamaré varias veces al día y te haré saber
cómo está Joe.
—Mamá, no te arriesgues de esta forma. Jamás me lo perdonaría si te
sucediera algo.
—No hables así. Eres mi hija, no mi madre. Tú cuida de ti misma y yo
cuidaré de mí. Nada de culpas, caramba. No voy a ser otra Bonnie.
Los ojos de Eve se agrandaron.

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—Oh, caray, no me mires así. —Sandra se inclinó hacia delante y le
apretó el hombro—. Suéltame, Eve, déjame ir. Y suelta a Bonnie, también.
—No estamos hablando de Bonnie.
—Oh, sí, está aquí cada minuto de cada día. Está detrás de todas tus
palabras y tus gestos.
—No es cierto.
Sandra sacudió la cabeza.
—Que la sueltes y la dejes ir no significa que tengas que olvidarla, mi
amor. Deja que entre un poco de luz en tu vida. Estás en un lugar muy oscuro.
—Estoy… bien. Todo estará bien cuando esto termine.
—¿Lo crees de verdad?
—Mamá, no puedo lidiar con esto ahora.
—Bueno, me callo. Sé que estás sufriendo. Pero no trates de manejar mi
vida, Eve. Demasiado tiempo me llevó aprender a hacerlo sola.
—Estamos llegando a Piedmont —anunció Logan.
—El Edificio Arms está doblando la esquina.
—¿Y si Ron no está? —preguntó Eve.
—Tengo llave. —Sandra sonrió—. La tengo desde nuestra tercera salida.
Nunca te lo dije porque me intimidabas bastante.
—Nunca te…
—Ya lo sé. —Logan detuvo el automóvil adelante del edificio de
departamentos. Sandra bajó del coche y sacó su maleta—. Llamaré cada tres
horas al hospital. Si no te llamo es porque Joe sigue igual.
—Ten cuidado. No soporto que te arriesgues así.
—Yo, en cambio, estoy aliviadísima de poder hacer algo por mi cuenta.
Me he sentido como un peón, movida de un lado a otro por ti y Logan y hasta
por ese tal Fiske. Es hora de que retome el control de mi vida.
Azorada, Eve observó a su madre entrar en el edificio.
—¿El Ave Fénix resurgiendo de las cenizas? —murmuró Logan.
—Está cometiendo un error. Estoy muerta de miedo.
—Tal vez no sea un error. Ron debe de ser un buen tipo y hará todo lo que
esté a su alcance para protegerla.
—¿Contra Lisa Chadbourne? ¿Contra Timwick?
—Bueno, Fiske ya está fuera de escena. Nuestra primera dama tendrá que
contratar a otro matón y eso puede llevar algo de tiempo. Sobre todo si no se
entera de inmediato que Quinn lo mató.
—No es suficiente…

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—No hay nada que puedas hacer al respecto —le recordó Logan—. Tu
madre hizo su elección, Eve. No puedes protegerla si no quiere aceptar tu
protección.
—Ella no entiende. Gary y Joe… Ella no entiende lo que puede suceder.
—Creo que lo entiende muy bien. Vio cómo se llevaban a Joe en la
ambulancia. No es tonta.
—No dije que fuera tonta.
—¿Entonces por qué la tratas como si lo fuera?
—Solamente quiero protegerla. No la quiero perder.
—¿Como perdiste a Bonnie?
—Cállate, Logan.
—De acuerdo, me callaré. Sandra ya te lo dijo todo. —Tomó por la rampa
hacia la autopista 185—. Pero, en tu lugar, yo pensaría en lo que ella dijo. Es
una mujer inteligente. Muy inteligente.
—¿Adónde vamos?
—A encontrarnos con Margaret y decirle que se vaya de aquí. ¿Sería
ridículo pensar que podría convencerte de irte con ella?
De pronto, la ira reemplazó al miedo.
—¿Y tú te irás, también? ¿Qué tal si te tomas ese barco con destino a la
Cochinchina, Logan? ¿Por qué no te olvidas de Gil? —Las palabras salían a
borbotones, cargadas de una furia que se intensificaba con cada segundo que
pasaba—. ¿Por qué no te olvidas de Ben Chadbourne? Simplemente vete a
alguna parte y di al diablo con todo.
Él frunció los labios y emitió un silbido silencioso.
—Epa, no tienes por qué ladrarme así. Fue sólo una sugerencia. No creí
que fueras a…
—Pues como sugerencia, fue pésima. No voy a dejar a Joe ni a mamá.
Estoy cansada de huir y esconderme y también estoy cansada de sentir miedo.
Y de que le pasen cosas a la gente que quiero, y también de sentirme
impotente. Hace mucho juré que nunca más sería una víctima y eso es lo que
me está pasando ahora. Ella es la que está logrando que me sienta víctima otra
vez. —La voz le temblaba por la intensidad—. No lo voy a tolerar más. ¿Me
oyes? No voy a dejar que ella…
—Te oigo, te oigo —respondió Logan—. Te entiendo perfectamente, pero
no veo cómo diablos vamos a detener a Lisa Chadbourne.
Tampoco lo veía Eve. De pronto recordó las últimas palabras que había
dicho su madre antes de irse, palabras que la habían tocado en lo más
profundo y habían despertado su ira.

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Es hora de que retome el control.
Lisa Chadbourne había sido la que estaba en control, la que atacaba.
Había matado a Gary y casi había logrado deshacerse también de Joe.
Pero su madre estaba viva. Eve estaba viva y Logan también. E iban a
seguir estándolo.
Que no haya más muertes, había rogado Eve.
Pero ahora no rogaba más.
Ahora tomaba el control.

Margaret descendió de la camioneta, y dejó a Pilton en el asiento del pasajero.


—¿Cómo está Quinn?
—No lo sabemos —respondió Logan—. Está en terapia intensiva.
—Cuánto lo siento —le dijo Margaret a Eve—. ¿Tú estás bien?
Eve asintió.
—¿Y Sandra? Le tenía mucho cariño, ¿no?
—Sí. —Le ardían los ojos. Tenía que cambiar de tema y no pensar en Joe
—. No va a irse contigo. Se va a quedar aquí.
Margaret frunció el entrecejo.
—¿Crees que es prudente?
—No, pero a ella le parece una buena idea. No quiere escucharme.
—Tal vez yo podría hablarle…
—Ya no quiere escuchar a nadie —dijo Logan—. Bueno, quiero que
Pilton y tú se vayan.
—Pilton se merece una bonificación. Cuando aceptó el trabajo, nunca
pensó que podía terminar siendo un fugitivo. La policía debe de estar
buscándolo.
—Dale la bonificación, entonces.
—Una buena bonificación. Ha sido un excelente…
—¿Dónde está el coche de Fiske? —preguntó Eve de pronto—. ¿Lo
encontraste?
—Lo encontró Pilton. Estaba estacionado en la entrada de una casa en
alquiler, a cuatro kilómetros de la nuestra.
—¿Lo limpiaron?
—Está impecable. Tiramos todo lo que estaba en la guantera y en el baúl
en bolsas de residuos. Después llevé el coche hasta el aeropuerto y lo dejé en
el estacionamiento para estadas prolongadas.
—¿Dónde están las maletas?

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—En la parte trasera de la camioneta.
Eve echó a andar hacia el vehículo.
—Vamos a buscarlas, Logan.
Margaret los observó arrojar las bolsas de residuos al asiento trasero de su
automóvil.
—¿Crees que tenía algo importante?
—No lo sé —repuso Eve—. No creo, puesto que era un profesional. Pero
no tenemos más pistas, tampoco.
—Ten cuidado con esa bolsa grande. En el baúl del coche de Fiske había
poder de fuego suficiente como para comenzar una guerra —le recomendó
Margaret mientras se subía de nuevo a la camioneta—. Un rifle, dos
metralletas, cartuchos, unas cajas con un dispositivo electrónico de escucha.
Fiske tenía mucho equipaje. —Les sonrió con gesto sombrío—. Buena suerte.
Cuídate, John. La bonificación que te voy a cobrar por mi parte en este
embrollo va a hacer que la de Pilton te parezca una propina.
Eve ya estaba subiendo al asiento trasero cuando la camioneta de Pilton
abandonó el estacionamiento.
—Revisaré el equipaje. Conduce tú. —Abrió la bolsa más grande primero.
¿Qué sabía ella de armas? Que no le gustaban, que la asustaban, que
representaban violencia y horror.
Pero a Fiske no lo habían asustado. Él las había utilizado. Tampoco
asustaban a Lisa Chadbourne, porque ella le había ordenado a Fiske que las
usara.
Eve puso el dedo sobre el cañón del rifle. El metal estaba tibio y era liso,
casi agradable al tacto. Ella había esperado que fuese helado.
—¿Encontraste algo? —preguntó Logan.
Nada que quisiera encontrar.
—Todavía no.
—Te apuesto que no va a haber forma de relacionar a Lisa Chadbourne
con esas armas.
—Ya lo sé. —Lisa no dejaría ningún rastro que condujera hacia ella. La
búsqueda de Eve no tenía demasiadas esperanzas.
Pero perder las esperanzas era admitir la derrota. Y eso era lo último que
Eve iba a hacer.
Apartó el primer bolso y empezó a revisar el segundo. Papeles del auto
alquilado dentro de una carpeta verde, un pasaje en primera clase a
Washington por Delta Airlines, un horario de vuelos, unas facturas de
restaurantes, dos en Atlanta, uno en Bainbridge.

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Bainbridge.
No pienses en Bainbridge. No pienses en la habitación de hotel donde
murió Gary.
Un pedazo de papel doblado. ¿Otra factura?
Desdobló el papel.
Y se puso rígida.
Una lista con varios nombres. Algunos impresos, otros escritos a mano.
Su nombre, el de Logan, el de Joe, el de su madre…
Y otros dos hombres que hicieron que sus ojos se agrandaran de horror.
Santo Dios.
Se obligó a seguir leyendo la lista.
Gary Kessler, prolijamente tachado.
Se quedó mirando el nombre de Gary.
Un nombre más en la lista.
Gil había dicho que Fiske estaba obsesionado con la prolijidad y
eficiencia. Hasta el punto en que mataba un hombre y lo tachaba de la lista.
—¿Qué pasa? —Logan la estaba mirando por el espejito retrovisor.
—Una lista, con el nombre de Gary. —Dobló el papel y lo guardó en su
cartera. Lo volvería a leer más tarde para pensar bien en eso. Ahora era
demasiado doloroso. Revisó los otros papeles. Nada interesante—. Busca un
lugar donde parar.
—¿Un hotel sobre la ruta?
—No, nos van a estar buscando en esta zona. Ella va a empezar a
preguntarse por qué no tuvo noticias de Fiske y harán averiguaciones
discretas. Se enterarán de lo que le pasó a Joe.
Joe.
Se apresuró a alejar el pensamiento de su mente. Cuando recordaba a Joe
en el hospital, ya no podía pensar en otra cosa.
—Oye, deberíamos salir de esta zona.
—No, Joe puede necesitarme.
—No estás pensando con sensatez. Ni siquiera puedes ir a…
—No me importa. —No podía dejar a Joe sin saber si iba a morir o no—.
Busca un lugar donde parar por un rato. Necesito pensar.
—Ya estuve pensando. Creo que deberíamos ponernos en contacto con
Peter Brown, el periodista de ese periódico de Atlanta.
—Puede ser. —Eve se frotó la sien, que le latía—. Pero es amigo de Joe.
Necesitaríamos que él le…
Otra vez Joe. Necesitaban a Joe. La que lo necesitaba era ella.

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Los recuerdos le invadieron la mente. Joe en el laboratorio de ella,
regañándola por trabajar demasiado. Joe haciendo bromas, hablando con
tranquilidad y…
—Relájate —le recomendó Logan—. No tenemos que decidir nada ahora.
Daré unas vueltas y veré si encuentro algún sitio discreto donde estacionar.

Logan se detuvo en un McDonald’s, a unos veinte kilómetros al sur de


Gainesville y compró hamburguesas y Coca-Cola para llevar. Abandonó la
ruta, tomó por un camino de tierra, anduvo unos diez kilómetros y luego se
detuvo cerca de una laguna.
—Esto nos dará suficiente privacidad —dijo, y apagó el motor—. Aunque
seguro que hay una granja del otro lado de esa colina. No es fácil encontrar un
sitio salvaje en esta época.
—¿A qué distancia estamos del hospital?
—A cuarenta minutos, yendo a buena velocidad. —Descendió del
automóvil, tomó el maletín con el cráneo de Ben y dio la vuelta para abrirle la
puerta a Eve—. Ven, vamos a caminar junto a la laguna. Necesitamos algo de
ejercicio.
Cualquier cosa para liberar un poco de tensión. Eve tomó su cartera y lo
siguió.
La laguna era barrosa y la orilla estaba resbalosa. Debía de haber llovido
hacía poco. El sol comenzaba a declinar y arrojaba barras brillantes de luz
sobre la superficie del agua.
Después de una media hora, Logan preguntó:
—¿Te sientes mejor?
—No. Sí. —Eve se detuvo junto a un árbol y apoyó la mejilla contra el
tronco—. No lo sé, Logan.
—Quiero ayudarte. ¡Diablos, dime cómo ayudarte!
Resucita a Gary. Dime que Joe se va a poner bien.
Eve sacudió la cabeza.
—Quinn no es el único que puede ayudarte. Déjame intentarlo.
Eve se sentó en el suelo.
—Voy a estar bien, Logan. Sólo tengo que pensar. Sé que hay una forma
de terminar con todo esto, pero tengo que verla con claridad y en este
momento no puedo pensar con lucidez.
—¿Tienes hambre?
—No.

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—Pues deberías estar hambrienta. No has comido en casi veinticuatro
horas.
Buba Blue’s Barbecue. Gary había pedido que les trajeran…
—Quédate aquí. —Logan dejó el maletín junto a ella—. Te traeré la
comida.
Eve lo observó trepar la pendiente. Vamos, contrólate, se dijo. Te estás
comportando como una debilucha y él está preocupado. El ver el nombre de
Gary tan fríamente escrito en esa lista la había sacudido terriblemente y le
estaba costando…
Sonó el teléfono.
¿Su madre?
Buscó desesperadamente en la cartera hasta que lo encontró.
—¿Eve?
Lisa Chadbourne.
Eve empezó a temblar.
—Maldita seas. Ojalá ardas en el infierno.
—No me diste opción. Traté de darte una salida.
—Y después mataste a Gary.
—Fiske lo mató… Bueno, no lo voy a negar. Le dije que quería que lo
hiciera.
—¿Y le dijiste que matara a Joe, también?
—No, eso no estaba en los planes inmediatos.
Pero no negaba que pudiera estar en los planes mediatos.
—Está muy grave.
—¿Y supongo que el hombre muerto al que encontraron con él era Fiske?
—Trató de matar a Joe.
—Es evidente que no lo logró. Tengo entendido que tal vez Quinn se
recupere.
—Será mejor que así sea.
—¿Me estás amenazando? Entiendo tu amargura pero, ¿no te diste cuenta
todavía de que no puedes ganar? ¿Cuánta gente más tiene que morir, Eve?
—Ya no tienes a Fiske.
—Timwick encontrará un reemplazante. Quinn está en una posición muy
vulnerable, ahora. Está conectado a un respirador, ¿no es así?
Un relámpago de furia sacudió a Eve.
—Ni se te ocurra pensarlo.
—No quiero tener que pensarlo —respondió Lisa en tono cansado—. La
idea me da náuseas, pero voy a hacerlo si es necesario, Eve. Del mismo modo

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en que tuve que hacer matar a Kessler. Y en que haré matar a toda la gente
que quieres. Tienes que entregarme el cráneo y el informe de ADN.
—Vete al diablo.
—Escúchame, Eve. Piénsalo. ¿Vale la pena?
—¿Dices que si te doy el cráneo Joe va a vivir?
—Sí.
—Mentirosa, Joe nunca estaría a salvo. Dios, si hasta mataste a Scott
Maren y se suponía que era tu amigo.
Silencio.
—Esa no fue decisión mía. No me enteré de su muerte hasta que ya había
sucedido. Timwick entró en pánico y reaccionó mal. Me encargaré de que
Quinn quede a resguardo. Créeme.
—No te creo.
—¿Qué quieres entonces, Eve? ¿Qué puedo darte?
—Quiero que te derriben. —Cerró los ojos y pronunció las palabras que
jamás creyó que diría a nadie—. Te quiero ver muerta.
—Lamentablemente, creo que eso no es factible para ti.
—Es todo lo que deseo en la vida.
—No es cierto. —Lisa hizo una pausa—. Temía que Fiske fallara, de
modo que he estado sentada aquí preguntándome qué podía ofrecerte. Y de
pronto se me ocurrió. ¡Tan simple! Sé qué es lo que quieres más todavía que
verme derrotada.
—No hay nada que quiera más que eso.
—Sí que lo hay, Eve.

Eve seguía mirando el teléfono cuando Logan regresó.


Él se detuvo a unos metros y la miró con atención.
—¿Te llamó tu madre? ¿Cómo está Quinn?
Eve negó con la cabeza.
—Era Lisa Chadbourne.
Logan se puso rígido.
¿Y?
—Quiere el cráneo.
—Bueno, eso ya lo sabíamos. ¿Eso es lo que te tiene tan mal?
—Sí. —Eve volvió a guardar el teléfono en la cartera—. Es eso.
—¿Te amenazó?
—Amenazó a Joe y a mamá.

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—Qué dulce.
—Pero no estoy segura de que pueda garantizar que estén a resguardo aun
si hago un trato con ella. Dijo que Timwick entró en pánico y que ella no
pudo controlarlo cuando mató a Maren. Podría no poder controlarlo otra vez.
—O tal vez todo eso sea mentira y la que dio la orden fue ella.
—Puede ser. No lo sé. No puedo pensar ahora.
Si hago un trato con ella…
De pronto las palabras de Eve cobraron sentido.
—Santo Cielo, estás realmente pensando en negociar. ¿Qué diablos te
dijo?
Eve no respondió.
Logan se puso de rodillas junto a ella.
—Dímelo.
Eve sacudió la cabeza.
—No entiendo nada. Quizá más tarde.
—¿Quizá?
Ella cambió de tema.
—Quiero que llames al hospital.
—¿Para ver cómo está Quinn? Tu madre dijo que…
—No, quiero que llames a la enfermería. Quiero que les digas que vas a
matar a Joe.
—¿Qué?
—Quiero que te muestres grosero, obsceno, desagradable y explícito.
Quiero que le digas a la enfermera que vas a fingir que eres un empleado del
hospital y que te meterás en su habitación para desconectarle el respirador. O
tal vez darle una inyección que lo mandará al otro mundo. Quiero que hables
como un homicida demente.
Logan asintió lentamente.
—Informarán a la policía de la llamada anónima y ellos se pondrán a
vigilar.
—Lo haría yo, pero en general, siempre a un hombre se lo percibe como
más peligroso.
—Pues la percepción puede resultar muy engañosa. Llamaré de
inmediato. —Frunció el entrecejo—. ¿Qué haces?
Eve estaba de rodillas y había acercado el maletín hacia ella.
—Quiero tener el maletín en mis manos.
—¿Para qué?
—No me voy a escapar con él. Simplemente lo quiero tener en las manos.

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A Logan eso le gustó tan poco como la forma en que Eve se estaba
comportando.
—Creo que deberíamos irnos de aquí. Necesitamos buscar un sitio donde
dormir.
—Bueno, volveremos a Gainesville esta noche. —Eve bajó la vista hacia
el maletín que tenía sobre las rodillas—. Vamos, haz la llamada.

Sandra llamó a Eve a las once de la noche.


—Los signos vitales de Joe se han estabilizado. Todavía está grave, pero
el panorama es mejor.
Eve sintió una oleada de esperanza.
—¿Cuándo podrán estar seguros?
—No lo sé. Mañana por la mañana, creo. ¿Cómo estás?
—Bien.
—No parece.
—Estoy bien, mamá. ¿Estás con Ron?
—Sí, está aquí conmigo. Dice que no se va a separar un metro de mí hasta
que todo esto haya terminado. Piensa que deberías venir y hablar con la
policía. Yo también opino lo mismo. Hay que arreglar todo este lío.
Sonaba tan fácil, pensó Eve, cansada. Depositar todo en brazos de la
policía y dejar que ellos se hicieran cargo.
—Llámame cuando sepas algo más de Joe. Cuídate, mamá.
—¿Quinn está mejor? —preguntó Logan.
Eve asintió.
—Pero todavía está grave. —Abrió la puerta del coche—. Voy a caminar
hasta la laguna. No es necesario que vengas conmigo.
—En otras palabras, estoy de más. —Dirigió una mirada al maletín que
Eve seguía sin soltar—. Al parecer, el que no está de más es nuestro amigo
Ben. No lo has soltado en toda la noche. ¿Me quieres decir por qué vas de un
lado a otro con él?
Eve tampoco sabía por qué lo hacía. Tal vez creía que le iba a brindar la
respuesta que tanto necesitaba.
—No sé, lo quiero tener, nada más.
—Es raro.
—Sí. ¿Acaso no sabes que todavía no las tengo todas conmigo?
—Qué disparate. Eres una de las personas más cuerdas que conozco.

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—Bueno, pero mira con quiénes andas. —Eve descendió por la pendiente
iluminada por la luna. Sentía la suavidad del cuero del maletín contra su
mano.
Ayúdame, Ben. Estoy perdida y necesito que alguien me encuentre.

Eve había estado sentada debajo de ese árbol por más de dos horas.
Abrazando el maletín como si se tratara de un bebé.
Logan ya no lo soportaba más. Salió del coche y bajó la pendiente con
paso decidido.
—Estoy harto de ser paciente y comprensivo. ¿Me vas a decir ahora
mismo qué sucede, me oíste? Quiero saber qué diablos te dijo Lisa
Chadbourne.
Por un instante Eve no habló, luego susurró:
—Bonnie.
—¿Qué pasa con Bonnie?
—Me ofreció a Bonnie. Me ofreció encontrar a Bonnie.
—¿Y cómo va a hacerlo?
—Dijo que va a hacer que se vuelvan a abrir los casos y que enviaría un
ejército de policías y militares a interrogar y buscar. Dijo que había estado
pensando en eso. Evidentemente, no se podía buscar solamente a Bonnie.
Sería demasiado sospechoso. Elegirían a otro de los niños sobre el cual poner
el énfasis público, pero los investigadores tendrían órdenes específicas de
encontrar a Bonnie.
—Santo Dios.
—Me dijo que lo lograrían aunque la búsqueda llevara años. Me prometió
que me traería a Bonnie a casa.
—¿Y tú lo único que tienes que hacer es darle el cráneo y el informe de
ADN? Es una trampa. Ella nunca cumple.
—Sólo el cráneo. Dijo que podía irme del país y quedarme con el informe
de ADN hasta que me entregara a Bonnie.
—Bastante mal negocio.
Eve cerró los ojos.
—Bonnie.
—No va a cumplir.
—Tal vez sí.
—No te permitiré hacerlo.
Eve abrió los ojos y le espetó con vehemencia:

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—Escúchame bien, Logan. Si decido hacer esto, ni tú ni nadie va a
impedírmelo. Les pasaré por arriba. Si hay alguien que puede encontrar a
Bonnie, esa persona es Lisa Chadbourne. Ella tiene el poder necesario. ¿Sabes
lo que significa eso para mí?
—Sí —respondió él con dureza—. Y ella también lo sabe. No dejes que te
use de esta forma.
Eve sacudió la cabeza.
—No entiendes.
Logan la entendía y sufría por ella. Lisa Chadbourne había utilizado la
única carnada que a Eve le resultaba irresistible.
—¿Cuándo tienes que contestarle?
—Me va a llamar a las siete de la mañana.
—Sería un gravísimo error.
—Dijo que Joe y mamá estarían a salvo y que no habría más muertes.
Hasta trataría de lograr que Timwick dejara de buscarte.
—Como si pudiera conseguirlo. Estás loca si le crees, Eve.
—Lo que sí creo es que no quiere más muertes. No sé si puede detener
todo esto, pero sí creo que quiere que acabe.
—Cuando llame, déjame hablar con ella. —Eve negó con la cabeza—.
Creí que estábamos juntos en esto.
—¿Juntos? Acabas de decir que tratarías de impedírmelo.
—Porque sé que es un error.
—Es un error dejar a Bonnie sola por allí.
—Eve, los riesgos son demasiado altos como para…
—Cállate, Logan —exclamó ella en voz cargada de tensión—. Déjame
sola, quiero pensar. No vas a convencerme. Ya conozco todos los argumentos
en contra de esto.
Pero cada célula de su mente y de su cuerpo le estaba diciendo que lo
hiciera, pensó Logan. Sintió deseos de estrangular a Lisa Chadbourne.
—De acuerdo, no voy a tratar de convencerte ahora. Piensa en ello todo lo
que quieras. —Se puso de pie—. Y recuerda a Kessler y a Joe Quinn.
—No he estado pensando en otra cosa.
—Mentira. No creo que puedas pensar en otra cosa que no sea en Bonnie.
Pon en la balanza…
Eve ya no lo escuchaba. Miraba el maletín, pero para Logan, tampoco lo
veía.
Lo único que oía era el canto de sirena de Lisa Chadbourne.
Y no veía a nadie más que a Bonnie.

Página 299
Capítulo 22

Lisa Chadbourne llamó a las siete en punto de la mañana siguiente.


—¿Y bien?
Eve respiró hondo.
—Lo haré.
—Me alegro. Créeme que es lo mejor para todos.
—No me importan los demás. Si así fuera, no estaría haciendo tratos
contigo. Escúchame. Quiero que nos ubiques a mí y a mi madre en algún
lugar fuera del país, como me lo prometiste. Quiero que dejen en paz a Logan
y a Joe Quinn.
—Y quieres a Bonnie.
—Sí, por supuesto. —La voz le temblaba—. Tienes que encontrarla y
traérmela. Eso es algo que no se negociará de ninguna forma.
—La encontraré. Te lo prometo, Eve. Haré que Timwick recoja el cráneo
y luego…
—No. No sé si con tu promesa me alcanza. Estoy corriendo un gran
riesgo. ¿Quién me dice que no vas a echarte atrás una vez que tengas el
cráneo en tu poder?
—Tendrás los registros de ADN. Sabes que eso podría causarme grandes
problemas.
—Tal vez no los suficientes sin el cráneo.
—¿Entonces qué es lo que pides?
—Lo que pido, no. Lo que exijo. Quiero verte. Quiero que seas tú la que
venga a buscar el cráneo.
—Eso no es posible.
—Es de la única forma en que acepto el trato.
—Mira, una mujer en mi posición no puede moverse de un lado a otro a
voluntad. Lo que pides es imposible.
—No me mientas. Una mujer que puede matar a su marido sin que nadie
se dé cuenta puede muy bien arreglárselas para encontrarse conmigo. Estoy
arriesgando mi vida y tengo que usar todo lo que tengo a mano para
sobrevivir. No tengo demasiadas armas, pero soy artista. He hecho estudios

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sobre expresiones faciales y también te he estudiado a ti. Pienso que sabré
darme cuenta si tienes intención de cumplir tu promesa.
Una pausa.
—¿Traerás el cráneo contigo?
—Estará escondido en los alrededores. Pero te garantizo que no lo
encontrarás si decides tenderme una trampa.
—¿Y si la trampa es para mí?
—Toma todas las precauciones que quieras, siempre y cuando no
representen una amenaza para mí.
—¿Y dónde sugieres que nos encontremos?
—En los alrededores de Camp David. Para ti sería más fácil ir allí el fin
de semana. Sobre todo teniendo en cuenta que acabas de sufrir la pérdida de
tu amigo Scott Maren. Simplemente di que el destino es Camp David y haz
que el piloto aterrice antes de llegar allí.
—El plan parece razonable. ¿Y Logan?
—Logan no tiene nada que ver. Tomé el cráneo y los papeles y me fui
durante la noche. Me dijo que estaba loca. El piensa que me traicionarás.
—¿Pero no le haces caso?
—Sí, le hago caso. Y tal vez tenga razón. —La mano de Eve se cerró
alrededor del teléfono—. Pero tengo que hacer esto de todos modos. ¿Y tú lo
sabías, no es cierto?
Silencio del otro lado de la línea.
—Este encuentro no me parece buena idea. Sería más seguro que dejaras
el cráneo donde Timwick lo pueda recoger.
—Más seguro para ti.
—Para las dos.
—No, tengo que verte la cara cuando me digas que vas a encontrar a
Bonnie. Has mentido demasiado. Tengo que hacer todo lo posible para
asegurarme de que no me estés engañando.
—Créeme, no es una buena idea.
—Tómalo o déjalo.
—Dame un momento para pensarlo. —Otro silencio—. De acuerdo. Iré.
Pero comprenderás que tengo que llevar a Timwick.
—No.
—Timwick sabe pilotear un helicóptero y es del Servicio Secreto. Eso
significa que voy a poder deshacerme de mi custodio y del piloto sin despertar
sospechas. —Lisa hizo una pausa—. Y tiene equipos que podrán alertarme si
tú llevas micrófonos encima o si los hay en la zona. Tengo que protegerme.

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—¿Y quién me va a proteger a mí de él?
—Alejaré a Timwick una vez que me asegure que no me tendiste una
trampa. No voy a ir sin él, Eve.
Eve cedió.
—De acuerdo. Nadie más. Si veo señales de que hay alguien más, no
aparezco.
—Me parece justo. Dime dónde quieres que nos encontremos.
—Te llamaré cuando estés en el aire cerca de Camp David.
—Bien. ¿A qué hora quieres que salga?
—Mañana a las ocho de la mañana.
—De acuerdo. Recuerda que lleva veinte minutos llegar a Camp David
desde la Casa Blanca. —Hizo una pausa—. De manera que no puedo
convencerte de que cambies de idea. Sería más seguro para ambas, de verdad.
—Dije que no.
—Entonces es mañana. —Lisa cortó.
Eve presionó el botón de final de llamada. Listo. Logan había dicho que
era un error gravísimo, pero de todas formas, ella había arrojado los dados.
Necesitaba un medio de transporte para llegar a Washington y había otra
cosa más que tenía que hacer antes de irse. Marcó el número de su madre.
—¿Cómo está Joe?
—Acabo de cortar con el hospital. Salió de terapia intensiva.
Eve cerró los ojos y dejó que el alivio la invadiera.
—¿Está mejor? ¿No va a morir?
—Recuperó el conocimiento durante la noche. Los médicos se muestran
cautelosos, pero todo parece prometedor.
—Quiero verlo.
—No seas loca. Sabes que no es posible.
Eso no frenaba la desesperación que sentía. ¿Quién sabía lo que podía
suceder en Camp David? Necesitaba ver a Joe.
—Oye, necesito ayuda. ¿Alquilarías un coche para mí y me pasarías a
buscar?
—¿Qué pasó con el coche de Logan?
—Nos hemos separado. A él lo están buscando más que a mí y es
probable que tengan órdenes de disparar en cuanto lo vean.
—Me alegro de que no estén juntos. No me gustaba la idea de que
ustedes…
—Mamá, no tengo tiempo. Estoy en un baño de mujeres en el Parque de
Diversiones de Gainesville. A esta hora no hay nadie, pero no puedo

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quedarme mucho tiempo. Odio tener que pedirte esto, pero ¿me pasarías a
buscar?
—Voy hacia allá.
Sandra ya venía. Eve la dejaría de nuevo en el departamento de Ron y
luego seguiría viaje ella sola. Se sentó en el suelo, puso la cartera junto al
maletín de Ben y se apoyó contra la pared de cemento. Respiró hondo y trató
de relajarse. Estaba haciendo lo que tenía que hacer.
Mañana a las ocho de la mañana.

Mañana a las ocho de la mañana.


Lisa se puso de pie y fue hasta la ventana.
Mañana tendría el cráneo de Ben y con eso se acabaría la amenaza más
peligrosa de todas.
Podía tratarse de una trampa, pero el instinto de Lisa le decía que había
jugado la única carta a la que Eve Duncan no podía resistirse. Estaba
obsesionada con encontrar a su hija, y Lisa había utilizado ese sufrimiento
para ponerla de rodillas ante ella. Lo lógico era que se sintiera victoriosa.
Pero no experimentaba ninguna sensación de triunfo.
Deseaba poder haberla convencido de que no era necesario encontrarse.
De verdad había planeado cumplir con su parte del trato.
¿O no? Se preguntó, cansada. Había creído que se conocía muy bien a sí
misma, pero jamás soñó que terminaría haciendo las cosas que había hecho.
Ojalá Eve no hubiera organizado ese encuentro.

En los alrededores de Catoctin Mountain Park,


al día siguiente
08:20

El helicóptero se estaba acercando desde el norte. Eve hizo el llamado.


—Estoy en un claro del bosque a dos kilómetros de la ruta 77, cerca de
Hunting Creek. Aterricen en el claro. Yo iré al encuentro.
—En cuanto echemos un vistazo a la zona y nos aseguremos de que es
segura —respondió Lisa Chadbourne—. A Timwick le gusta ser cauteloso.
A Lisa le gustaba ser cautelosa, pensó Eve. Pero ella también se había
mostrado muy cautelosa. Se había asegurado de que la zona estuviera
despejada antes de hacer el llamado.

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Abriendo y cerrando los puños nerviosamente, observó cómo el
helicóptero sobrevolaba el claro.

—Una persona. —Timwick señaló la mancha de rayos infrarrojos sobre la


pantalla del LCD—. La fuente de calor más cercana está en el restaurante de
la ruta 77 a cinco kilómetros de aquí.
—¿Dispositivos electrónicos?
Timwick escudriñó otra pantalla.
—Nada en la zona cercana a Duncan.
—¿Estás seguro?
—Por supuesto que estoy seguro. Yo también corro peligro.
Lisa sintió un dejo de tristeza al ver el solitario manchón en la pantalla.
Eve estaba allí sola y desprotegida.
—Bien, bajemos y veamos si podemos dejar de correr peligro, James.

Lisa Chadbourne estaba bajando del helicóptero.


Eve había hecho el trato. Había fijado la hora y el lugar y sin embargo, le
seguía pareciendo extraño que Lisa estuviera allí.
Eve la observó mientras saltaba a tierra. Se la veía igual que en los vídeos,
bella, serena, reluciente. ¿Qué había estado esperando, acaso? ¿Señales de
crueldad o violencia? Lisa había matado a su marido y seguía igual que en los
vídeos. ¿Por qué una muerte más iba a cambiar algo?
Gary. Sangre. Cuchillos. La horrenda escena en esa habitación de hotel
pasó delante de los ojos de Eve.
Sí que tendría que cambiar las cosas. Cómo que no.
No pienses en eso. Mantén la calma.
Avanzó hacia el helicóptero.
—Hola, Eve —la saludó Lisa Chadbourne sin perder tiempo—. James
llamó a Seguridad en Camp David y les dijo que habíamos aterrizado para
controlar una luz en el panel del helicóptero. Tenemos diez minutos como
máximo. Si no estamos de nuevo en el aire para entonces, se asustarán y
enviarán alguien a esta zona.
—Con diez minutos debería alcanzar.
—No digas nada, Lisa. —Timwick bajó del helicóptero y se acercó a Eve.
Instintivamente, ella dio un paso atrás.

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Timwick tenía en la mano un instrumento que parecía una de esas varas
detectoras de metales que utilizan en los aeropuertos.
—Extienda los brazos.
—Dijiste que la zona estaba limpia, James —objetó Lisa.
—Nunca está de más cerciorarse. —Pasó la vara por el cuerpo de Eve—.
Vuélvase.
—No me toque.
Timwick la rodeó y le pasó la vara desde los hombros hasta los pies.
—Todo bien. No tiene armas ni micrófonos.
—Tienes que disculpar a James —dijo Lisa—. Últimamente ha estado
sumamente nervioso. Por culpa tuya y de Logan, lamentablemente. James,
aléjate y déjanos hablar.
Timwick echó a andar en dirección a los árboles.
—¡No! —exclamó Eve—. Nadie me dio a mí la oportunidad de pasarle
esa maldita vara a él por el cuerpo. No lo quiero fuera de mi vista. —Señaló
un sitio junto al helicóptero—. Siéntese.
¿Qué?
—Ya me oyó. Quiero que se siente con las piernas cruzadas. Le llevaría
más tiempo atacar desde esa posición.
Timwick apretó los labios.
—Esto es humillante, Lisa.
—Hazlo —le ordenó Lisa, sonriendo apenas—. No pareces tan indefensa
como pensé, Eve.
Timwick se sentó en el suelo y cruzó las piernas.
—¿Está satisfecha, ahora?
—No, busque y saque la pistola que lleva en la chaqueta. Colóquele la
traba de seguridad y arrójela lejos.
—No llevo pistola.
—Sáquesela de encima, dije.
Lisa asintió.
—Terminemos con esto, James.
Timwick maldijo en voz baja, sacó la pistola, le puso la traba y la arrojó al
otro lado del claro.
Eve se volvió hacia Lisa.
—Ahora estoy satisfecha.
—Has gastado tiempo valioso. —Lisa echó una mirada al reloj—. Dos
minutos, para ser exacta.
—Valió la pena. No confío en él.

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—Supongo que es lógico que tengas sospechas. —Hizo una pausa—.
Ahora dame el cráneo de Ben, Eve.
—Todavía no.
—¿Quieres que te diga que vas a recuperar a tu Bonnie? —La miró a los
ojos—. No hay forma de estar seguros, pero haré todo lo que está en mi poder
para encontrarla. —Su voz estaba cargada de sinceridad—. Te lo prometo,
Eve.
Ay, Dios, estaba diciendo la verdad. Bonnie podía volver a casa.
—El cráneo, Eve. No tengo demasiado tiempo. Tengo dinero y
documentos para ti en el helicóptero y James hizo los arreglos necesarios para
que abandones el país junto con tu madre. Dame el cráneo y James y yo
subiremos a ese helicóptero y desapareceremos de tu vida.
¿Llegaría el momento, acaso, en que Lisa Chadbourne dejara de ser una
parte de sus recuerdos y de su vida?
—El cráneo.
—Está allí debajo de los árboles. —Eve miró con suspicacia a Timwick
mientras caminaba hacia el borde del claro.
—Lo estoy vigilando, Timwick.
—James no va a interferir. —Lisa la siguió—. Quiere ese cráneo tanto
como yo.
—¿Pero qué sucede después de que te entrego el cráneo?
Lisa no respondió. Tenía el entrecejo fruncido.
—¿Dónde está? ¿Lo enterraste?
—No. —Se detuvo y señaló el maletín de cuero, que estaba semi-oculto
por un arbusto—. Allí está.
—¿Totalmente a la vista? Dijiste que no íbamos a poder encontrarlo.
—Bueno, no era cierto. ¿De qué me hubiera servido enterrarlo o
esconderlo? Hubieras traído todo tipo de detectores.
—En este caso, parece que te sobreestimé. —Rió—. Cielos, pensé que
habrías inventado algo brillante. —Su sonrisa se esfumó—. Si es que se trata
de Ben, por supuesto. Ya nos engañaron en otra oportunidad.
Eve negó con la cabeza.
—Es Ben Chadbourne. Verifícalo tú misma.
Lisa recogió el maletín.
—Tengo entendido que esculpes maravillosamente bien. ¿De veras podré
ver el parecido?
—Ábrelo.
Lisa se quedó mirando el maletín.

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—No sé si quiero abrirlo.
Eve se encogió de hombros.
—Como digas. Pero me sorprende que te arriesgues a no abrirlo.
—No puedo correr ese riesgo. —Lisa juntó coraje y abrió lentamente las
trabas—. Veamos si eres tan buena como dicen… —Dios Todopoderoso—.
Se tambaleó hacia atrás y se apoyó contra el árbol, con la mirada fija en el
cráneo chamuscado. —¿Qué es…?
—Lamento que no sea tan apuesto como esperabas. A Gary Kessler
siempre le gustó trabajar sobre un cráneo limpio, así que me hizo deshacer
todo mi trabajo. Recuerdas a Gary, supongo. Le dijiste a Fiske que lo matara,
¿no es así?
Lisa no podía dejar de mirar el cráneo.
—¿Ben? —susurró.
—Ese es el aspecto que tiene un hombre cuando se lo quema. Se derrite
toda la piel y…
—Cállate. —De pronto las lágrimas caían sobre sus mejillas.
—¿Y ves ese orificio dentado en la parte posterior del cráneo? Eso es lo
que sucedió cuando le estalló el cerebro. Sometido a fuego, el cerebro hierve
y luego…
—¡Cállate, maldita!
—Pero la muerte de Gary fue diferente. Le dijiste a Fiske que dejara en
claro que tenía que entregarte el cráneo. Le dijiste que querías que lo
crucificara.
—No le dije eso. Le dije que te sacudiera para que comprendieras que
tenías que ceder. Me vi obligada a hacerlo. Fue tu culpa. Yo quería que todo
terminara. Te dije que acabaría si me entregabas el cráneo de Ben, pero no
quisiste hacerlo. —Miró de nuevo el cráneo—: Ben…
—¿Cómo lo mataste?
—Scott Maren le dio una inyección. Fue muy rápido y muy piadoso. No
sufrió nada. —Respiró hondo y trató de recuperar la compostura—.
Mostrarme este cráneo fue muy cruel, Eve.
—No me hables de crueldad. Mandaste matar a Gary y a Gil. Y casi
muere Joe, también.
—¿Estás satisfecha, ahora? —preguntó Lisa—. Caray, qué dura eres. Y
yo que sentía pena por ti.
—¿Por qué, porque pensabas matarme? ¿Porque no esperabas que saliera
con vida de aquí?

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—Te dije que dejaras el cráneo en alguna parte. Sabía que no podía
permitirte seguir con vida si me dabas la oportunidad… Es mi trabajo,
entiendes. —Se volvió hacia Timwick, nerviosa—. Nos vamos, James.
Encárgate de ella.
Timwick se puso de pie lentamente.
—¿Quieres que la mate?
—No, no es lo que quiero, pero es necesario hacerlo. Así que hazlo.
Timwick miró a Eve. Luego se volvió y echó a andar hacia el helicóptero.
—¿James?
—Vete al diablo.
Lisa se puso rígida.
—Estuvimos de acuerdo en que había que hacerlo.
Él abrió la puerta del helicóptero.
—¿Y también dijimos que Fiske me liquidaría a mí? ¿Cuándo iba a ser
eso, Lisa?
—No sé de qué hablas.
—De la lista. Le diste a Fiske otra lista. La vi. Combinó tu lista con la
mía. Reconocí su letra.
—¿Cómo puedes ver algo que no existe? —Lisa se humedeció los labios
—. Si efectivamente hubo una lista, no la hice yo. Sabes que Fiske a menudo
urdía sus propios planes.
—No iba a matar la mano que lo alimentaba, a menos que otra hubiera
comenzado a alimentarlo, también. Pensaste que ya no me necesitabas.
—No puedes probar nada. Fiske está muerto.
—Buscarías a otro que te hiciera el trabajo sucio.
—Estás equivocado. —Caminó hacia el helicóptero—. Escúchame,
James.
—Ya estoy harto de escuchar. Me voy.
—Te atraparán.
—Si les saco ventaja, no. Eso fue parte del trato. Llamaré a Camp David y
les diré que vamos en camino. —Eso me dará suficiente tiempo—. Subió al
helicóptero. —Que ardas en el infierno, Lisa.
—¡Timwick! —Lisa trató de abrir la puerta—. Es una trampa. ¡Es
mentira! No tires por la borda todo lo que hemos hecho. Kevin te nombrará…
El helicóptero se elevó y Lisa cayó al suelo.
Eve la observó incorporarse.
Lisa Chadbourne miró a Eve desde el otro lado del claro.
—Tú hiciste esto.

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—No, en realidad, lo hiciste tú. Fuiste tú la que me dijo que Timwick
había entrado en pánico. Un hombre en estado de pánico se aferra a cualquier
cosa.
—Me tendiste una trampa. —Todavía había una nota de incredulidad en
su voz.
—El plan fue mío. Pero el que se acercó a Timwick con la lista fue Logan.
—Pero cuando sugerí traer a Timwick no quisiste que lo hiciera.
—Sabía que querrías traer a Timwick. Era una jugada inteligente y tú eres
muy inteligente. Si no lo hubieras sugerido, Timwick te hubiera convencido
de que era necesario. —Sonrió con aire sombrío—. ¿Pero no tuvo que
convencerte, no es cierto?
—Todo esto no te servirá de nada. Puedo arreglármelas y conseguir que
Timwick… —De pronto, quedó inmóvil—. Ay, Dios, ¿llevas un micrófono
encima, no es cierto?
—Así es.
—Y me mostraste el cráneo de Ben para que me alterara.
—Tenía esperanzas de que eso sucediera, sí. La mayoría de las personas
se impresiona al ver esqueletos. Sobre todo el de sus víctimas.
Lisa permaneció en silencio, era evidente que estaba repasando la
conversación.
—Es serio, pero no del todo incriminador. En un juicio cualquier
transcripción puede ser interpretada como cualquier…
—Logan también hizo arreglos para que tres testigos escucharan la
transmisión. Peter Brown, un periodista del Atlanta Journal and Constitution,
Andrew Bennett, de la Corte Suprema y el senador Dennis Lathrop. Son todos
hombres muy respetados. Después de que tomamos la decisión, Logan se
apresuró a hacer todo. Le tomó casi un día convencer a Timwick de que iba a
ser tu siguiente víctima.
Lisa se puso pálida, de pronto, parecía tener el doble de su edad. Se sentó
sobre los talones.
—Qué… Astuto. Le dije a Timwick desde un principio que teníamos que
tener cuidado contigo. El monitoreo electrónico fue una farsa, obviamente,
pero yo misma vi la imagen infrarroja, así que supongo que tenemos un poco
de tiempo antes de que llegue Logan.
Eve asintió.
—Bien. Necesito unos minutos para recuperarme. Parece imposible que se
haya ido todo por la… —Tragó saliva—. Creí que te tenía. Creí que tu
Bonnie era la clave.

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—Y lo era.
—Pero renunciaste a la posibilidad de…
—Los riesgos eran demasiados. Lastimaste a gente a la que quiero.
—Iba a hacerlo, sabes. Iba a cumplir mi promesa de encontrar a Bonnie.
Cumplir con mi palabra me hubiera hecho sentir mejor.
—Te creo.
Eve se puso tensa cuando Lisa se levantó del suelo.
Ella sacudió la cabeza.
—No voy a atacarte. Soy yo la que está malherida. Me… Me destruiste.
—Te destruiste a ti misma. ¿Adónde vas?
—Dejé caer el cráneo de Ben cuando corrí tras el helicóptero. —Cayó de
rodillas junto al cráneo—. Es tan… Pequeño. Me sorprende. Ben era un
hombre tan grande. En todos los sentidos. Era un hombre con mayúsculas…
—Hasta que lo mataste.
Lisa parecía no haberla oído.
—Era tan inteligente y tenía tantos sueños —siguió diciendo—. Y los
hubiera cumplido a todos. —Acarició el pómulo izquierdo y susurró—: Qué
hombre increíble eras, Ben Chadbourne.
La caricia de Lisa era casi amorosa y Eve se sintió impactada. Ya no había
horror ni terror.
Los ojos de Lisa brillaban de lágrimas cuando miró a Eve y dijo:
—Los tabloides van a querer fotografías de él. Siempre quieren las
imágenes más morbosas y horrendas. No les permitas tomar una fotografía de
Ben así. Quiero que todos lo recuerden como era. Prométeme que lucharás
contra ellos.
—Te lo prometo. Ninguna fotografía, salvo las que se ingresen como
pruebas en el juicio. Después de eso, me encargaré de que vuelva a casa.
Lisa no habló por un instante y cuando lo hizo, fue en tono maravillado.
—A casa. Realmente me importa que vuelva a casa. Pero a Ben no le
habría importado. Siempre decía que lo que importa es lo que dejamos atrás,
no en lo que nos convertimos ni Adónde vamos después de morir. —
Contempló el cráneo chamuscado y otra vez los ojos se le llenaron de
lágrimas—. Dios, cómo me duele esto, Ben. Nunca creí que iba a tener que
verte. Me dijiste que no iba a tener que verte.
—¿Qué dijiste? —exclamó Eve, paralizada.
Lisa la miró.
—Yo lo amaba —respondió con sinceridad—. Siempre lo amé y lo
seguiré amando. Era bueno, amable y extraordinario. ¿Realmente crees que

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pude haber matado a un hombre como él?
—Lo mataste. O hiciste que Maren lo matara en tu lugar.
—Convencí a Scott de que preparase la inyección. —Bajó la vista hacia el
cráneo—. Pero Ben tomó la inyección de manos de Scott y se la aplicó él
mismo. No quería que Scott cargara con la responsabilidad. Así era él.
—¿Pero por qué?
—Ben tenía un cáncer muy avanzado. Se enteró un mes después de
asumir el mando.
Eve tardó un momento en recuperarse.
—¿Entonces fue un suicidio?
—No, los suicidios son para cobardes. Y Ben no tenía una célula de
cobarde. Simplemente quería evitar… —Se detuvo un instante para recuperar
el control de su voz—. Lo planeó todo. Sabía que sus sueños se harían añicos.
Habíamos trabajado durante quince años para llevarlo a la Casa Blanca.
Formábamos un equipo increíble… Tuvo que elegir a Moby como
vicepresidente, porque necesitábamos el Sur, pero siempre dijo que yo
debería haber estado con él en la fórmula. A mí no me importaba. Sabía que
estaría allí para ayudarlo. Y después nos enteramos de que iba a morir antes
de lograr lo que necesitaba para… No era justo. No lo podía soportar.
—¿Él lo planeó todo, entonces?
—Eligió a Kevin Detwil. Me explicó cómo manejarlo, qué decirle para
que fuera lo más efectivo posible. Comprendió que necesitaría a Timwick y
me dijo qué carnada usar para lograr que cooperara.
—¿Timwick estaba al tanto de la enfermedad?
—No, Timwick pensó que fue un asesinato. Ben pensaba que sería más
fácil de controlar si se creía cómplice del asesinato del Presidente. Y no se
equivocó. —Sonrió amargamente—. Tuvo razón en todo. Todo estaba
saliendo bien. Cada uno tenía su tarea. La mía era controlar a Kevin y trabajar
detrás de la escena para que las leyes de Ben pasaran. Logré pasar siete por el
Congreso en este período. ¿Te das cuenta de lo mucho que trabajé?
—¿Y cuál era el trabajo de Timwick? —preguntó Eve en tono sombrío.
—Su función no era matar. Sólo tenía que brindar protección y facilitar el
engaño. Pero se asustó. Entró en pánico y no pude controlarlo.
—Entonces Ben se equivocó con respecto a él.
—Habría tenido razón si todo hubiera salido según los planes. Si Donnelli
hubiese hecho lo que tenía que hacer. Si Logan nunca hubiera entrado en
escena. —Miró a Eve—. Y si tú te hubieras decidido ocuparte solamente de
tus cosas.

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—Si nadie más empezaba a sospechar.
—¿Qué probabilidades había de que eso sucediera? El plan de Ben era
casi perfecto. ¿Te das cuenta de lo que destruiste? Queríamos traer compasión
y orden al gobierno. Queríamos solamente ayudar a la gente. No era justo que
no se nos diera la oportunidad.
—Cometiste asesinatos. Aun si no mataste a tu marido, le ordenaste a
Fiske que matara.
—No quería… No fue mi intención… Todo empezó a salirse de carril, no
sé cómo. Pero le prometí a Ben que llegaría hasta el final. Era mi trabajo.
Tenía que hacerlo. ¿No lo entiendes? Una cosa empezó a fluir dentro de la
otra y de pronto me vi atrapada en… —Calló—. Me estoy comportando muy
mal. Debería tener algo de dignidad, sobre todo considerando que esto
seguramente está siendo grabado. —Se enderezó, cuadró los hombros y de
pronto, una sonrisa brillante le iluminó la cara—. Es que puedo salir de esto.
Puedo salir de cualquier cosa. Sonreiré, seré sincera y franca y no creerán ni
una palabra de esas cintas.
—No, yo creo que sí lo harán. Se terminó, Lisa.
Lisa levantó el mentón.
—No terminará hasta que luche la última batalla.
—¿Querría Ben que pelearas? Un escándalo de esta magnitud alterará el
gobierno durante meses y manchará todo lo que has hecho por él.
—Sabré cuándo será el momento de dar un paso al costado, igual que lo
supo Ben. —Calló un instante y luego sacudió la cabeza. —Es algo irónico
que hayas arreglado que nos encontremos en Camp David. ¿Sabías que
Roosevelt llamaba a Camp David ShangriLa?
—No.
—ShangriLa. Un sueño perdido… —Su mirada se posó en los árboles—.
Ahí vienen. Creo que iré a su encuentro. La audacia siempre es lo mejor.
Eve la observó moverse con elegancia hacia donde el auto de Logan y
otros tres más se habían detenido.
La pistola.
Lisa se había detenido junto a la pistola que Timwick había arrojado y la
estaba contemplando.
—¡No!
—Destruiste todo aquello por lo que Ben y yo luchamos. Crees que soy
una asesina. Podría recoger la pistola y demostrarte que estás en lo cierto. No
quiero que esté a tiro de tus amigos. ¿Tienes miedo de morir, Eve?
—No, creo que no.

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—Yo también creo que no. Creo que tienes miedo de vivir. —La miró por
encima del hombro—. Te hubiera encontrado a tu Bonnie. Tendrás que vivir
sabiendo eso. Ahora tal vez no la encuentres nunca. Ojalá que no la
encuentres nunca. —Apartó la pistola con un pequeño puntapié—. ¿Ves que
no soy violenta? Rechazo la oportunidad de vengarme y voy al encuentro de
la justicia. —Sonrió—. Adiós, Eve. Tal vez te vea en el tribunal. —Echó a
andar por el claro—. O tal vez, no.

—Cree que puede salirse con la suya —le contó Eve a Logan mientras
observaba a Lisa subirse a la parte trasera del coche con agentes del FBI—.
Tal vez lo logre.
—Si la mantenemos separada de Kevin Detwil, no lo hará. Van a tratar de
aislarla durante las siguientes veinticuatro horas. Va a ser dificilísimo,
teniendo en cuenta de quién se trata. El juez Bennett va a ir directamente a ver
a Detwil con la grabación.
—¿Crees que se desmoronará?
—Es probable. Siempre necesitó tenerla al lado como guía. Si no
confiesa, tenemos la lista. Eso no va a fallar.
—¿Pero por qué estaba también el nombre de Detwil en la lista? Que
estuviera Timwick, lo entiendo. Se estaba tornando inestable y amenazaba
con arruinar sus planes. Pero a Detwil lo necesitaba para otro período.
—No creo que fuera un blanco inmediato. Es probable que haya puesto su
nombre en la lista para intrigar a Fiske. ¿Qué blanco más difícil que el
presidente?
—Pero tarde o temprano lo hubiera hecho.
—Sí, claro, Detwil era una prueba viviente. Imagino que Lisa hubiera
hecho que Fiske tramara algún accidente que destruyera el ADN. Tal vez el
estallido del avión presidencial.
—Son muchos los que viajan con el presidente en el avión presidencial.
—¿Crees que eso le importaría a ella?
—Sí. No. —Eve sacudió la cabeza, confundida—. Dios, no lo sé. Tal vez.
Logan la tomó del brazo.
—Ven, vámonos de aquí.
—¿Adónde vamos?
—¿Me dejas elegir? Qué cosa tan extraña. Después de obligarme a
tenderle la trampa a Lisa Chadbourne yo estaba seguro de que ibas a tener
algún plan.

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Eve se había quedado sin planes. Y también sin energías. Se sentía
exhausta.
—Quiero ir a casa.
—Todavía no, lamentablemente. Iremos a la casa del senador Lathrop y
nos quedaremos allí hasta que pase el alboroto y quedemos libres de toda
sospecha. No quieren que algún funcionario del gobierno con el gatillo fácil
nos liquide por error.
—Qué amables —comentó Eve con sarcasmo.
—No es por amabilidad. Somos testigos muy valiosos. Estaremos bajo
estricta vigilancia hasta que todo esto termine.
—¿Cuándo podré ir a casa?
—Dentro de una semana.
Eve sacudió la cabeza.
—Tres días como máximo.
—Lo intentaremos. —Su expresión se aflojó—. Recuerda que, después de
todo, estamos derrocando una presidencia.
—Derrócala tú, Logan. —Eve se subió al automóvil—. Tres días.
Después volveré a casa a ver a Joe y a mamá.

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Capítulo 23

Washington, DC

—Es un manicomio. —Eve se apartó de la ventana con cortina de encaje—.


Debe de haber cientos de periodistas allí afuera. ¿Por qué diablos no van a
molestar a otros?
—Estamos en el ojo del huracán —dijo Logan—. Nuestra historia es más
importante que el juicio de O. J. Simpson. Más que el escándalo de
Whitewater y que los pecadillos de Clinton. Tendrás que acostumbrarte.
—No quiero acostumbrarme. —Eve caminaba de un lado a otro de la
biblioteca del senador, como un tigre enjaulado—. Han pasado cinco días.
Necesito volver a casa. Quiero ver a Joe.
—Me dijiste que tu madre te contó que mejora día a día.
—Pero no me dejan hablar con él.
—¿Por qué?
—¿Cómo quieres que lo sepa? No estoy ahí. —Se detuvo ante la silla de
él, con los puños apretados—. Estoy encerrada aquí en este… En este lugar.
No puedo salir sin que se me tiren encima. Ni siquiera pudimos ir al funeral
de Gil ni al de Gary. Y esto no va a parar, ¿no?
Logan sacudió la cabeza.
—Traté de advertirte. En cuanto Detwil se quebró y confesó, se desató la
locura.
Y ellos habían estado en el centro de esa locura, pensó Eve. Habían estado
encerrados como prisioneros en la casa del senador, mirando el estallido de
acontecimientos por televisión: Kevin Detwil confiesa, Chet Mobry jura
como presidente, el arresto de Lisa Chadbourne.
—Va a seguir y seguir —se quejó Eve—. Es como vivir en una pecera.
¿Cómo voy a trabajar? ¿Cómo voy a vivir? No lo soporto.
—Con el tiempo los medios perderán interés. Cuando acabe el juicio,
nadie se acordará de nosotros.
—Eso puede llevar años. Creo que te voy a estrangular, Logan.

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—No, no lo harás —respondió él, sonriendo—. No tendrías nadie con
quien compartir tus desgracias. La compañía es muy importante en un
momento así.
—No quiero tu compañía. Quiero la de mamá y la de Joe.
—En cuanto vuelvas con ellos se convertirán en blancos de los medios.
No podrán dar un paso sin tener una cámara encima. Se quedarán sin vida
privada ellos también. ¿Crees que la relación de tu madre con su novio
soportará ese tipo de tensión? ¿Y Joe Quinn? ¿Cómo crees que el
Departamento de Policía de Atlanta reaccionará ante un detective que no
puede dar dos pasos sin salir por televisión? ¿Y qué me dices de su
matrimonio? ¿Crees que a su mujer le gustará que…?
—Cállate, Logan.
—Estoy tratando de ser franco contigo. Tú me pediste que fuera siempre
sincero.
—Sabías que esto iba a ser así.
—No pensé que habría tanta repercusión en los medios. Supongo que
tendría que haber calculado eso, pero solamente quería que derribaran a Lisa.
Me parecía lo único importante.
Estaba diciendo la verdad. Eve deseó que no fuera así. Se sentía tan
impotente que necesitaba culpar a alguien, a cualquiera.
—Y creo que a pesar de todo, también es lo único importante para ti —
añadió Logan en voz baja.
—Sí. —Eve volvió a la ventana—. Pero no debería ser así. La derribamos
pero ahora nos estamos ahogando junto con ella.
—No voy a dejar que te ahogues. —De pronto, Logan estaba detrás de
ella, con las manos ligeramente apoyadas sobre sus hombros—. No te
ahogarás si me dejas ayudarte, Eve.
—¿Me puedes devolver mi vida?
—Es lo que pienso hacer. Sólo que puede llevar un tiempo. —Logan le
masajeó los músculos tensos de los hombros. Se inclinó y le susurró al oído
—: Estás demasiado tensa. Creo que necesitas unas vacaciones.
—Lo que necesito es trabajar.
—Tal vez podamos combinar ambas cosas. ¿Sabías que tengo una casa en
una isla al sur de Tahiti? Es un sitio muy privado, y posee excelente
seguridad. Voy allí siempre que necesito escapar por algún motivo u otro.
—¿Qué quieres decir?
—Que lo que tú necesitas es escapar y yo también. Se necesitaría un
periodista muy sagaz para que nos siguiera hasta allí. Y mira cómo estás —

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añadió con aspereza—. Has pasado por un infierno y la culpa de casi todo la
tengo yo. Déjame tratar de compensarte por eso. Necesitas descansar y
ponerte bien. La isla es lo más aburrido que hay. No hay nada que hacer salvo
caminar por la playa, leer y escuchar música.
No sonaba aburrido. Sonaba a salvación. Se volvió lentamente hacia
Logan.
—¿Podría trabajar?
Él hizo una mueca.
—Debí imaginar que se venía eso. Te haré construir un laboratorio. Y esta
vez Margaret hará las cosas bien.
—¿Nos dejarán irnos de aquí?
—¿Los poderes judiciales? No creo que tengan inconvenientes, siempre y
cuando sepan dónde estamos y que no vamos a desaparecer en forma
permanente. Lo que menos quieren son filtraciones de información o
testimonios comprometidos por los medios.
—¿Cuándo podríamos irnos?
—Averiguaré bien, pero quizá la semana que viene.
—¿Podría quedarme allí hasta que me necesiten?
—Todo lo que quieras.
Eve contempló por la ventana la horda de reporteros en la calle. Tenían
aspecto voraz, jamás se saciarían. Algunos de ellos debían de tener buen
corazón, pero recordó cómo, después de la desaparición de Bonnie, algunos
periodistas decían cosas hirientes adrede para poder captar su expresión de
dolor. No iba a poder soportar eso otra vez.
—¿Vendrías? —preguntó Logan.
Eve asintió lentamente.
—Bien. ¿Y no te molestará que yo también esté allí, verdad? No eres la
única que necesita escapar. La casa de la plantación es grande y te prometo
que no te estorbaré.
—No me molesta. —Paz. Sol. Trabajo. Nada le molestaría si significaba
que dejaría atrás todo este alboroto—. Una vez que empiece a trabajar, ni
siquiera me voy a percatar de tu presencia.
—Bueno, yo creo que sí. En algún momento tendrás que salir y estaremos
bastante aislados. —Se dirigió a la puerta—. Va a ser difícil no verme.

—Diez minutos. —La jefa de enfermeras frunció el entrecejo al ver que


detrás de Eve había una multitud de periodistas sujetados por personal de

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seguridad del hospital—. No podemos tolerar este escándalo. Ya bastante
trabajo nos dio mantener a los medios alejados del señor Quinn. Le recuerdo
que está delicado.
—No lo voy a molestar. Sólo quiero verlo.
—Enfrentaré a los periodistas —dijo Logan—. Tómate todo el tiempo
necesario.
—Gracias, Logan.
—¿Crees que ahora que nos vamos a ir juntos a una isla desierta podrías
empezar a decirme John?
—No es una isla desierta y no creo que pueda acostumbrarme a otro
nombre, ya.
—Diez minutos —repitió la jefa de enfermeras—. Habitación 402.
Joe estaba sentado en la cama. Eve se detuvo en la puerta y se quedó
mirándolo.
—No imaginaba… Se te ve… fantástico. ¿Cuánto hace que estás sentado?
Él la fulminó con la mirada.
—Si te hubieras molestado en llamarme, lo sabrías.
—¡Pero si te llamé! Todos los días. Pero no querían dejarme hablar
contigo.
Una expresión imposible de definir cruzó por el rostro de Joe.
—¿Llamaste?
—Claro que sí. ¿Crees que te mentiría?
—No. —Sonrió—. Entonces creo que te permitiré acercarte y darme un
abrazo. Muy suave, por supuesto. Ayer me dejaron sentarme y no voy a armar
lío. Las enfermeras son malísimas.
—Me di cuenta. Me dieron solamente diez minutos. —Eve fue hasta la
cama y lo abrazó—. Pero con eso me va a alcanzar, porque estás muy
malhumorado. —Frunció la nariz—. Y apestas a antiséptico.
—Siempre protestando. Doy la vida por ti y ¿qué consigo? Ninguna
gratitud.
—No. —Eve se sentó en la cama—. Fuiste un estúpido. Jamás te habría
perdonado si morías, Joe.
—Lo sé. Por eso no me morí.
Eve le tomó la mano. La sintió tibia, fuerte… Tan característica de Joe.
Gracias, Dios.
—Le mandé a mamá una copia de la grabación y le dije que te la hiciera
oír. Espero que haya podido traspasar ese ejército de enfermeras. Logan tuvo

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que prometerle el oro y el moro al Departamento de Justicia para obtener una
copia.
—Sí, pudo pasar. Tú fuiste la única que no pudo llegar hasta mí. —
Entrelazó los dedos con los de Eve—. Y esa cinta casi me provocó un infarto.
¿Por qué diablos te permitió Logan hacer una cosa así?
—No me lo pudo impedir.
Joe apretó los labios.
—Yo te lo hubiera impedido.
—Estás loco.
—¿Tenías que zambullirte así de cabeza? ¿No podrías haber esperado?
—Ella mató a Gary. Y creí que podría matarte a ti —añadió en un susurro.
—Así que la culpa la tengo yo.
—Por supuesto. Así que deja de regañarme. No podía esperar a que
resucitaras y me ayudaras. Tuve que hacerlo sola.
—Con la ayuda de Logan. —Joe frunció el entrecejo—. Pero el canalla no
te ayudó lo suficiente.
—Lisa me ofreció un trato a mí, no a él. Logan ayudó muchísimo.
Organizó todo para atraer a Timwick. Hizo que tu amigo del periódico se
pusiera en contacto con Timwick y le mostrara la lista, para que Timwick
después se encontrara con Logan. ¿Sabes lo peligroso que pudo haber sido
eso? ¿Y si Timwick no hubiera estado tan asustado y desesperado como
creíamos?
—¿Lo atraparon, ya?
—No, parece haber desaparecido de la faz de la Tierra.
—Nadie desaparece sin dejar rastros. —Joe estaba pensativo—. Hay que
atraparlo. Es un cabo suelto que hay que atar o terminará causándote…
—Tú no harás nada, Joe.
—¿Acaso dije que iba a ir a buscarlo? Estoy en ruinas. ¿Qué te preocupa?
Timwick se desmoronó. No representa ninguna amenaza.
—Acorralas a una rata y te muerde.
—¿Entonces por qué organizaste ese encuentro con Lisa Chadbourne y
Timwick? La llevaste al límite. No había forma de saber cómo iba a
reaccionar. Alguien debería haber estado allí para protegerte.
—No hubiera sido lógico que estuviera Logan presente en el encuentro.
—Al diablo con la lógica.
—Joe, sabes que tengo razón. Lisa Chadbourne se hubiera dado cuenta de
que Logan nunca iba a acceder a que yo entregara el cráneo a cambio de

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Bonnie. Para que pareciera verdad, tenía que fingir que me había escapado
con el cráneo.
Joe permaneció callado un instante.
—¿Y pareció verdad? ¿Cuán cerca estuviste de hacer un trato con ella?
—Ya conoces la respuesta.
—Dímelo. ¿Cuán cerca estuviste?
—Cerca.
—¿Por qué no lo hiciste?
Eve se encogió de hombros.
—Tal vez porque no confiaba en ella y no creía que fuera a hacerlo. Tal
vez porque estaba demasiado furiosa por lo que les había hecho a ti y a Gary.
—Quizá sea un primer paso.
—¿Qué?
—Nada. —Joe le apretó la mano—. Pero basta de idioteces hasta que esté
levantado y en condiciones de mantenerte bajo control. Logan no sirve para
nada.
—Es lo suficientemente inteligente como para no intentarlo. —Eve hizo
una pausa—. En realidad, se está mostrando sumamente amable. Me va a
llevar a una isla que tiene en el Pacífico Sur hasta qué toda esta locura
periodística se calme.
—¿Cómo?
A Eve no le gustó el tono de Joe.
—Es una buena idea. Podré trabajar allí. Sabes que sería imposible para
mí hacer algo acá. Es casi peor que… Realmente es una buena idea, Joe.
Él no respondió.
—¿Joe?
—Creo que tienes razón. Necesitas descansar y alejarte de todo esto.
Pienso que haces bien en irte con él.
—¿De veras?
Joe sonrió.
—¿Por qué pones esa cara de asombro? Tú misma me dijiste que era una
buena idea. No hago más que estar de acuerdo contigo.
—Qué bien —repuso ella, en tono vacilante.
—¿Logan está aquí contigo?
Eve asintió.
—Nos iremos a Tahití en cuanto me despida de mamá.
—¿Cuándo salgas quieres decirle que me venga a ver un minuto?
—¿Para qué?

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—¿Para qué crees? Voy a decirle que te cuide como Dios manda o lo
arrojaré dentro de un volcán. ¿Hay volcanes en Tahití?
Eve rió, aliviada.
—Su isla está al sur de Tahití.
—Donde sea. —Joe le apretó la mano—. Ahora cállate. Creo que nos
quedan cinco minutos y los quiero pasar mirándote, no escuchándote babearte
por Tahití.
—No me babeo.
Pero ella tampoco quería hablar. Solamente quería quedarse allí sentada y
disfrutar de la paz y el bienestar que siempre sentía cuando estaba con Joe. En
un mundo donde todo estaba patas arriba, él era el único que no había
cambiado. Estaba vivo y día a día iría recuperando las fuerzas.
Era bueno saber que cuando ella regresara todo seguiría exactamente
igual.

—¿Querías verme? —preguntó Logan en tono receloso.


Joe hizo un ademán hacia la silla que estaba junto a la cama.
—Siéntate.
—¿Por qué me siento como si me hubieran llamado al despacho del
director?
—¿Culpa, quizás?
Logan negó con la cabeza.
—No me vengas con ese juego, Quinn. No te lo voy a creer.
—Me acusaste de engañar a Eve y tú mismo lo estás haciendo. Ella piensa
que eres bueno.
—Y voy a serlo.
—Mejor que sea así. Es lo que ella necesita ahora. —Y añadió con toda
deliberación—. Y si me llega a llamar para contarme que tan sólo se le
rompió una uña, estaré en esa isla de inmediato.
—No estás invitado. —Logan sonrió apenas—. Y para tu información, no
hay volcanes en la isla.
—¿Te lo contó?
—Le pareció divertido. Estaba aliviada de que no hubieras puesto
objeciones. Yo también sentí algo de alivio, pero me puse a pensar y me di
cuenta de que hubiera sido una jugada equivocada de tu parte. Y tú no sueles
hacer demasiadas jugadas equivocadas, Quinn.

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—Tú tampoco. Manejaste a Eve muy bien. Realmente piensa que
solamente quieres ayudarla a rearmar su vida.
—Y es verdad. Quiero ayudarla.
—También te quieres acostar con ella.
—Por supuesto. —Logan hizo una pausa—. Pero también la quiero en mi
vida durante todo el tiempo que pueda tenerla. —Sonrió—. Eso te sacudió.
No te molesta la idea de una relación sexual, pero no quieres que me
comprometa. Demasiado tarde. Estoy involucrado y voy a hacer lo posible
para que ella también lo esté.
Joe miró hacia otro lado.
—No va a ser fácil.
—Tengo el tiempo y la soledad de mi lado. Es una mujer extraordinaria.
No pienso dejarla ir. No importa lo que tú hagas.
—Pero no tengo intenciones de hacer nada. —Joe volvió a fijar su mirada
en él—. En este momento, quiero que se vaya contigo. Quiero que se acueste
contigo y en lo posible, que consigas que te ame.
Logan arqueó una ceja.
—Qué generoso. ¿Y por qué todo esto?
—Será lo mejor para ella. Necesita eso para volver a la vida. Dio un gran
paso cuando renunció a la posibilidad de encontrar a Bonnie. Tú puedes
ayudarla a seguir avanzando.
—¿Así que me recetas como terapia?
—Llámalo como quieras.
Logan miró a Joe con los párpados entornados.
—Pero realmente detestas todo esto ¿no es así?
Joe no respondió.
—Es lo mejor que se puede hacer. Tú puedes ayudarla ahora. Yo no. Pero
si esta experiencia no resulta tan buena para ella como espero —añadió—,
créeme, encontraré algún volcán.
Logan le creyó. Quinn estaba herido en cama y lo lógico era que tuviera
aspecto indefenso. Pero se lo veía fuerte, contenido y resistente. Logan
recordó cuando él había definido a Quinn como uno de los hombres más
intimidadores que había conocido. Ahora descubrió que el lado protector de
Quinn era todavía más peligroso.
—Le haré mucho bien, ya verás. —No pudo resistir la tentación de
azuzarlo un poco mientras se dirigía a la puerta—. Aunque tal vez no llegues
a poder verlo. Es posible que estemos demasiado ocupados como para
ponernos en contacto contigo.

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—No trates de interponerte entre nosotros. No va a resultar. Tenemos
demasiadas experiencias vividas. —Miró a Logan directamente a los ojos—.
Y lo único que tengo que hacer es decirle que la necesito porque tengo otro
cráneo y vendrá.
—¡Ni se te ocurra! ¿Qué clase de mal nacido eres? Quieres que sane sus
heridas, pero estás dispuesto a meterla de nuevo en ese mundo.
—Nunca lo llegaste a entender —dijo Quinn en tono cansado—. Eve lo
necesita. Y mientras lo necesite, yo se lo voy a dar. Le voy a dar todo lo que
necesite en este condenado mundo. Aun si lo que necesita eres tú, Logan. —
Apartó la vista—. Bueno, vete de una vez. Te está esperando.
Logan quería decirle que se fuera al diablo. Entendía a Eve y sabía que le
iba a hacer bien. Lo único que necesitaba era la oportunidad y Quinn se la
estaba dando.
¿Quinn? ¿Qué diablos estaba pensando? Se comportaba como si Quinn
fuese una figura poderosa que manejaba los hilos desde detrás de la escena.
Qué disparate.
—Eve está esperando. —Abrió la puerta—. Me está esperando a mí,
Quinn. Dentro de tres horas vamos a estar en el avión que nos llevará a un
mundo de distancia de ti. Que pases un buen día.
Al salir al pasillo y caminar en dirección a Eve, sonrió.
Caray, qué bien lo había hecho sentir ese último azuzón.

—Estuvo aquí. —Diane estaba en la puerta—. Las enfermeras no hacen más


que hablar de eso. ¿Para qué vino Eve?
—¿Por qué no iba a venir? Quería verme. —Joe la miró con atención—.
Estaba preocupada porque no se pudo comunicar conmigo por teléfono. No le
quisieron pasar las llamadas.
Una emoción apenas discernible cruzó por el rostro de Diane.
—¿En serio?
Culpa, comprendió Joe con cansancio. Había tenido esperanzas de que no
fuera cierto. O tal vez de que Diane lo hubiera hecho. Le daría una excusa
para hacer lo que tenía que hacer.
—¿Te diste cuenta, no? —dijo Diane con amargura—. Rompí las reglas.
Me metí entre ustedes. —Apretó los puños con fuerza—. Diablos, tenía
derecho a meterme. Soy tu esposa. Pensé que iba a poder seguir viéndolos
juntos, pero ella está interfiriendo con nuestra vida y no lo voy a permitir.
¿Sabes lo que dice la gente acerca de la forma en que te metió en este lío? No

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es justo. Ya es bastante duro para mí saber lo poco que cuento en esto. Le has
demostrado al mundo entero que no te importa nada tu…
—Es cierto —admitió Joe con suavidad—. Todo lo que estás diciendo es
absolutamente cierto, Diane. No he sido justo y tú te has mostrado muy
paciente. Lamento haberte metido en esto. Tenía esperanzas de que
funcionara.
Ella permaneció callada un instante.
—Todavía puede funcionar. —Se humedeció los labios—. Sólo tienes
que… Puede que haya perdido los estribos y haya dicho cosas de las que me
arrepiento. Lo único que tenemos que hacer es hablar de todo esto y llegar a
un acuerdo justo.
Pero estaba pidiendo el único acuerdo al que él no podía llegar. Ya la
había decepcionado y lastimado bastante. No iba a seguir haciéndolo.
—Cierra la puerta y ven a sentarte —le dijo en voz baja—. Tienes razón,
tenemos que hablar.

—¿Estás bien? —Logan estaba junto a Eve. Ella miraba por la ventanilla del
avión—. Te aferras a esos apoyabrazos como si el asiento fuera a despegar sin
ti.
Eve aflojó las manos.
—Estoy bien. Es sólo que me resulta raro dejar todo e irme tan lejos.
Nunca salí del país.
—¿De veras? —Logan se sentó junto a ella—. No lo sabía. Pero claro,
hay muchas cosas que no sé de ti. Y el vuelo es largo. Quizá podríamos
hablar.
—¿Quieres que te cuente todos mis sueños de la infancia, Logan?
—¿Por qué no?
—Porque no recuerdo haber tenido ninguno. Siempre pensé que eran
cuentos de hadas tontos inventados por las agencias de publicidad de Madison
Avenue.
—¿Y tus sueños de adulta?
—No te los pienso contar.
—Dios, qué mujer difícil eres. —Su mirada se posó en el maletín de metal
que estaba en el suelo junto a ella—. ¿Eso es lo que creo que es?
—Mandy.
—Por suerte tenemos un avión privado. Se hubiera armado un lío terrible
con la seguridad del aeropuerto si hubieras pasado eso por los rayos X. —Sus

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ojos seguían fijos en el maletín—. Me había olvidado de ella. Pero tú no ibas
a olvidarte, por supuesto.
—No, yo no me olvido.
—Eso es algo prometedor y aterrador al mismo tiempo. No pensarás
trabajar durante el vuelo ¿no?
Eve sacudió la cabeza.
—No sería seguro. Por la turbulencia.
—Qué alivio. Imaginaba los huesos volando por todas partes como
esquirlas. Me alegro de que esperes hasta llegar a la isla. Bueno, ya que no
vas a trabajar y tampoco quieres contarme tus secretos íntimos ¿qué te parece
si jugamos a las cartas?
Sonreía y trataba de hacerla sentir cómoda. Eve sintió que algo de la
tensión y la soledad que sentía se disipaban y la invadía una oleada de tibieza.
Logan tenía razón. El vuelo iba a ser largo. Y el tiempo que iban a pasar
juntos antes de que ella tuviera que volver al mundo real también iba a ser
largo. Así que tenía que hacérselo tan fácil como él estaba tratando de
hacérselo a ella.
—Podríamos.
—Se rajó la armadura —murmuró Logan—. Si tengo suerte, hasta me
habrás sonreído para cuando lleguemos a Tahití.
—Solamente si tienes mucha suerte, Logan —replicó Eve.
Y le sonrió.

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Epílogo

—Esta playa no es como la que está cerca de Pensacola —dijo


Bonnie—. Es linda, pero creo que me gusta más el agua de allá. Aquí
no hay nada de olas.
Eve se volvió, Bonnie estaba construyendo un castillo de arena a
unos metros de distancia.
—Hace mucho que no sueño contigo. Pensé que ya no te iba a ver.
—Decidí mantenerme alejada por un tiempo para que pudieras
dejarme ir. —Bonnie puso un dedo en el costado del castillo y comenzó
a dar forma a una ventana—. Era lo mínimo que podía hacer, puesto
que Joe se estaba esforzando tanto.
¿Joe?
—Y Logan también. Ambos quieren lo mejor para ti. —Hizo otra
ventana—. ¿Lo has estado pasando bien aquí, verdad? Estás mucho
más relajada que cuando llegaste.
Eve contempló cómo la luz resplandecía sobre el océano azul.
—Me gusta el sol.
—Y Logan ha sido muy bueno contigo.
—Sí. —Había sido mucho más que eso. Durante esos meses, Eve
había tratado de mantener a Logan a distancia, pero él no lo permitió.
Se había acercado cada vez más tanto mental como físicamente hasta
que se había atrincherado firmemente en su vida. Eso le daba
consuelo, pero a la vez la inquietaba.
—Estás preocupada por él. No tienes por qué estarlo. Todo cambia
con el tiempo. A veces las cosas empiezan de una forma y en el camino
se convierten en otra.
—No seas ridícula. No estoy preocupada por él. Logan sabe
cuidarse solo.
—¿Entonces por qué estás tan inquieta?

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—Me siento como si se me estuviera acabando el tiempo. Tengo
que volver el mes que viene a presentarme como testigo contra Lisa
Chadbourne en el juicio. No quiero que llegue ese día. Detwil aceptó
atestiguar en su contra, pero ella sigue luchando.
—No creo que tengas que dar testimonio.
—Claro que sí.
Bonnie negó con la cabeza.
—Me parece que ella ya decidió que es tiempo de rendirse. Hizo
todo lo que pudo por Ben. No va a querer que salga todo a la luz en el
tribunal.
—¿Va a confesar?
Bonnie sacudió la cabeza.
—Pero igual va a terminar.
«Sabré cuándo será el momento de dar un paso al costado… Como
hizo Ben», había dicho Lisa.
—No pienses en eso —le recomendó Bonnie—. Te pone triste.
—Pues no tendría por qué ser así. Hizo cosas terribles.
—Te resulta difícil porque ella no era como Fraser. Te asusta saber
que las mejores intenciones pueden dejar lugar al mal. Y lo que ella
hizo fue muy malo, mamá.
—Creo que te hubiera podido encontrar, mi amor. Creo que
hubiera cumplido con su promesa.
—Y te hubiera matado.
—Tal vez no. Tal vez yo hubiera encontrado la forma… Lo siento,
Bonnie, quizá si no hubiera tenido tantas ansias de atraparla, podría
haber hecho algo para…
—¿Quieres terminar con eso? Me lo paso diciéndote que eso es
importante solamente para ti. No es algo que cuente.
—Sí que es importante. —Eve tragó saliva—. Cuando no viniste…
Quiero decir, cuando no soñé contigo pensé que podías estar enojada.
Porque no elegí traerte a casa cuando tuve la oportunidad.
—¡Por favor! Me alegré que no te sometieras a ella. Pero todo ese
padecimiento por el que pasaste después fue una gran desilusión para
mí. Joe tiene razón, has dado un primer paso. Elegiste la vida en vez de
un montón de huesos, pero todavía tienes un largo camino por
adelante.

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Eve frunció el entrecejo.
—Hace tiempo que no sé nada de Joe.
—Creo que pronto tendrás noticias de él. Me parece que encontró a
Timwick.
—Otro que irá al tribunal.
Bonnie negó con la cabeza.
—No va a querer que te pongas mal, mamá. Timwick simplemente
va a desaparecer. —Bonnie ladeó la cabeza y se quedó mirándola—.
Te lo tomaste muy bien. Has aceptado esa faceta de Joe.
—No me gusta, pero es mejor que fingir ser ciega.
—Creo que aceptarías prácticamente cualquier cosa si significara
seguir teniendo a Joe en tu vida. Todos los demás podrían desaparecer,
pero Joe tiene que estar allí. ¿Alguna vez te preguntaste por qué?
—Es mi amigo. —Bonnie rió.
—Cielos, qué obstinada eres. Bueno, pues me parece que tu
«amigo» vendrá pronto.
Eve trató de contener la emoción.
—¿Cómo lo sabes? Te lo dijo el viento, supongo. O te lo dijeron los
relámpagos de la tormenta de anoche.
—Sabes, Joe es un poquito como una tormenta. Está lleno de
relámpagos. Cada tanto estalla, y después se calma. Es interesante.
¿No te alegra que venga?
¿Alegrarla? Dios, ver a Joe otra vez…
—¿Cómo me voy a alegrar de algo que no sé si es cierto? Debo de
estar inventando excusas porque no supe nada de Joe.
—Es cierto. —Bonnie miró el castillo con el ceño fruncido—. Me
gustaría tener una bandera para colocar en la cima. ¿Recuerdas la
bandera que me hiciste para el castillo de Pensacola? Cortaste un
pedazo de la toalla roja.
—Sí, lo recuerdo.
—Bueno, no importa, así está muy bien.
—Es un castillo estupendo —dijo Eve con voz temblorosa.
—Bueno, bueno, no te me pongas emotiva.
—No me estoy poniendo emotiva. En realidad, le falta otra torre.
¿Y el puente levadizo?

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Bonnie arrojó la cabeza hacia atrás y rió.
—¿Te vas a quedar aquí?
—Todo el tiempo que te quedes tú. Pero ya te estás aburriendo.
—No es cierto. Estoy muy bien.
—Como digas. —Se puso de pie—. Vamos, te acompañaré un
trecho hasta la casa. Logan tiene planeada una hermosa velada. —Le
brillaban los ojos—. Te hará sentir muy… bien.
—Si estoy durmiendo debajo de esta palmera ¿cómo quieres que
vuelva caminando a la casa contigo?
—Se puede hacer cualquier cosa en un sueño. Estoy segura de que
le encontrarás una explicación razonable, como que eres sonámbula o
algún disparate así. Vamos, mamá, levántate.
Eve se puso de pie, se quitó la arena de los pantalones cortos y
echó a andar por la playa.
—Eres un sueño, tesoro. Lo sé.
—¿De veras? Mañana, cuando vuelvas aquí, la marea se habrá
llevado mi castillo de arena. —Le sonrió—. Pero no te vas a arriesgar
a volver esta noche antes de que eso suceda ¿no?
—Tal vez lo haga.
Bonnie sacudió la cabeza.
—No estás lista. Pero empiezo a tener esperanzas respecto de ti.
—¿Qué se supone que tengo que hacer, sentirme emocionada?
Realmente sería una mala cosa que…
—Mira esa gaviota. —Bonnie contemplaba el cielo, con una
sonrisa radiante en el rostro. El pelo rojizo resplandecía bajo el sol—.
¿Te fijaste cómo mueven las alas como si estuvieran escuchando
música? ¿Qué canción crees que estará escuchando?
—No lo sé. ¿Algo de Rachmaninoff? ¿O de Count Basie?
—¿No es hermosa, mamá?
—Hermosa.
Bonnie recogió un caracol y lo arrojó con todas sus fuerzas al
agua.
—Bueno, hazme la pregunta así terminamos con eso y podemos
divertirnos.
—No sé a qué te refieres.

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—Mamá…
—Así no está bien. Tengo que traerte a casa.
—Ya sabes cuál será mi respuesta. Algún día no me lo preguntarás
y sabré que estás curada. —Arrojó otro caracol al agua antes de
volverse para sonreírle a Eve con amor—. Pero ahora me doy cuenta
de que tienes que hacerlo, así que pregúntamelo, mamá.
Sí, hazle la pregunta.
Pregúntaselo al fantasma, al sueño.
Pregúntaselo al amor.
—¿Dónde estás, Bonnie?

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