Historia de San Torcuato

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Historia de San Torcuato, primer Obispo de Europa de los Siete

Varones Apostólicos
Para entender mejor la historia de los Siete Varones Apostólicos, nos
remontamos unos años atrás cuando el Apóstol Santiago, conocido también
como Santiago el Mayor o “el del Zebedeo”, y hermano de San Juan
Evangelista, uno de los “boanerges” o “hijos del trueno”, como los llamaba
Jesús por su vehemente carácter, viene a Hispania a Evangelizar,
consiguiendo convertir tan sólo a nueve gentiles, llamados Atanasio,
Teodoro, Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y
Hesiquio, en tierras del norte de España, situando este hecho quizás en
tierras gallegas o asturianas. Entendiendo por sus nombres que los recién
convertidos salvo alguno, eran de familia romana. Sobre el año 40, no dando
más fruto su deseo de expansión de la buena nueva de Jesucristo,
desesperado y estando a orillas del río Ebro en Zaragoza y en compañía de
estos nueve discípulos orando a Dios, se le apareció “en carne mortal” la
Santísima Virgen al grupo sobre una columna de jaspe, sobre el famoso
“pilar” que ha dado nombre a su advocación como “la Virgen del Pilar”,
dándole ánimos para que perseveraran pese al aparente fracaso
evangelizador, y le dijo a Santiago que lo que él no había logrado lo lograrían
sus discípulos. La Virgen le indicó que edificara un templo en su honor,
siendo el primero en erigirse en el mundo en vida de la Reina de los Ángeles,
llamada así porque fue trasladada por ángeles desde Jerusalén en carne y
hueso. Tras iniciar su construcción dejó en el encargo y cuidado a Atanasio
y Teodoro, llevando consigo al resto de sus discípulos a Jerusalén. En este
tiempo tendría lugar la dormición o tránsito y asunción de la Virgen, por lo
que Santiago y sus discípulos recibirían antes de este suceso la bendición
de la Santísima Virgen, ya que para el tránsito de Nuestra Señora los
Apóstoles permanecieron todos juntos, con lo que Santiago ya se
encontraría de nuevo con sus discípulos en Jerusalén. Mientras durante el
viaje, Santiago seguiría su tarea evangelizadora y tras la conversión de
algunos judíos, en particular la de Hermógenes, se presentó la población
judía ante Santiago y sus siete discípulos, y alborotada, les increparon y
trataron de impedir que siguieran predicando la doctrina de Cristo. Santiago,
recurriendo a las Escrituras, les demostró como en Jesús se habían
cumplido todas las profecías que en ella se contenían acerca del nacimiento
y sacrificio del Mesías, y probó estas verdades con tal claridad que muchos
de los judíos se convirtieron. Esto provocó tan enorme indignación en
Abiatar, a quien correspondía el ejercicio del pontificado aquel año, que
sublevó al pueblo contra el apóstol. Algunos de los amotinados lograron
apoderarse de él y lo condujeron en presencia de Herodes Agripa y
consiguieron que éste lo condenara a muerte siendo decapitado, pasando a
ser el primer mártir de los Apóstoles. No se pudo enterrar sus restos ya que
fueron echados fuera de la ciudad para que las alimañas se lo comieran. Sus
discípulos encabezados por San Torcuato, por ser al parecer el primero que
convirtió Santiago y por ser el de mayor edad, se hicieron con su cuerpo y
cabeza y milagrosamente embarcaron llegando en poco tiempo de nuevo a
Hispania para enterrar a Santiago. No sin antes pasar por grandes
sufrimientos y calamidades, lograron por fin dar sepultura al Apóstol
Santiago. Quedaron en custodia de su sepultura los discípulos que se habían
quedado en Zaragoza y que tras estos años de ausencia de Santiago en
España habían regresado a Galicia, Atanasio y Teodoro. Parece que Santiago
ordenó se le enterrase en tierras gallegas, quizás por el afán de llevar la fe de
Cristo hasta los confines de la Tierra, y hasta ese momento se consideraba a
Finisterre como el fin del mundo.

Los sietes discípulos de Santiago viajan hasta Roma donde son ordenados
Obispos por San Pedro y San Pablo, y los mandan de nuevo volver a
Hispania ya siendo prelados por conocer el terreno y costumbres de los
gentiles para intentar implantar el cristianismo de una vez en la Península
Ibérica, y ya como los Siete Varones Apostólicos.

En el siglo I la colonia romana "Julia Gemela Acci", era uno de los centros
religiosos paganos más importantes de occidente, a este lugar, según la
tradición, los Apóstoles San Pedro y San Pablo enviaron a San Torcuato y a
seis compañeros: San Segundo, San Indalecio, San Tesifonte, San Eufrasio,
San Cecilio y San Hesiquio, para predicar el cristianismo y evangelizar la
zona. El Papa Juan Pablo II en su primer viaje a España del año 1982
pronunció las siguientes palabras refiriéndose a España: “...fue conquistada
para la fe por el afán misionero de los Siete Varones Apostólicos”.

Llegaron tras su desembarco a Abdera (Adra) y entraron tierra adentro hasta


las proximidades de ACCI (Guadix) en la segundad mitad del siglo I.
Fatigados por el camino deciden descansar en un fresco y apacible valle,
mandando a algunos de ellos a por alimentos a la ciudad, y se encontraron
que los accitanos estaban rindiendo unas celebraciones en honor de los
dioses Júpiter, Mercurio y Juno. Los paganos al verlos que vestían de forma
diferente y que tenían otra religión le hicieron ver que su presencia no era de
su agrado. Los compañeros de San Torcuato que se habían acercado a la
ciudad volvieron donde se habían parado a descansar, en busca de éste y los
demás Varones Apostólicos. Los gentiles les siguieron y los persiguieron
para acabar con sus vidas hasta el río, pero nada más cruzar el puente los
Siete Varones Apostólicos, se derrumbó milagrosamente, hundiéndose los
paganos y los siete hombres se salvaron, y dieron gracias a Dios. La
población autóctona encabezada por la matrona romana Luparia quedó
horrorizada y pasó del odio al respeto por los forasteros. Dicha Senatriz
Luparia los llamó y pidió verlos. Poco después se convirtió a la fe cristiana y
fue bautizada en un altar dedicado a San Juan Bautista, que el propio San
Torcuato le mandó que construyera para poder ser bautizada. A Santa
Luparia le siguieron muchos paganos. A partir de aquellos momentos, San
Torcuato fundó el primer obispado de la península ibérica.

Al parecer en su huida durante la persecución se dirigieron hacia las


cercanías de la población de Lopera que está situada cerca del río Fardes. A
lo largo de los siglos se ha considerado como un cortijo. Los historiadores
nos dicen que el nombre de esta localidad tiene su origen en una villa
romana del Bajo Imperio, su nombre deriva del latín lupus, que se traduce
como lobo, y que el nombre proviene de algún miembro de la ilustre familia
romana de los Lupos. A esta familia pertenecía Santa Luparia que pasó a la
historia como la primera persona que San Torcuato convirtió en nuestra
comarca, la accitania.
Siendo pues este templo, dedicado a San Juan Bautista, el segundo de
España, tras el erigido en Zaragoza por Santiago. Y convirtiéndose Guadix en
la primera ciudad convertida al cristianismo y por tanto la Primera Sede
Episcopal española.

San Torcuato como fundador, y el más importante y más anciano de los


Varones Apostólicos ocupó la sede de ACCI, enviando a los demás
compañeros a ciudades próximas del territorio hispano para que siguieran
su tarea evangelizadora. San Tesifonte marcha a Vergi, San Segundo a
Abula, San Indalecio a Urci, San Cecilio a Iliberis, San Hesiquio a Carteia y
San Eufrasio a Illiturgi. Además de predicar en estos lugares que también se
convirtieron en sedes de los diferentes obispos, predicaron en otros muchos
lugares expandiendo el amor de Jesucristo. San Torcuato y sus compañeros
edificaron y dedicaron las primeras Iglesias de España.

San Torcuato es comparado con San Juan Evangelista en cuanto a su estado


de vejez, cuando sus discípulos de uno y otro tienen que llevarlos en sus
brazos para que con voz de ancianidad y sabiduría dijeran que se amaran los
unos a los otros.
San Torcuato al igual que sus seis compañeros con el tiempo fueron objeto
de las persecuciones imperiales, siendo martirizados por seguir a Cristo.
Hechos que en lugar de suprimir la gran obra realizada por los Siete Varones
Apostólicos, propagó aún más la fe cristiana.
En el caso de San Torcuato, refugiado en un lugar cercano a Guadix, fue
donde encontró muerte. Quizás producto del clima hostil hacia su persona
en la Colonia ACCI, fue por eso que buscó cobijo en este territorio, unos
dicen que propiedad también de Santa Luparia. Lo cierto es que en ese
asentamiento existen restos anteriores incluso a la época romana, por lo que
no es de extrañar que durante algún tiempo el anciano San Torcuato viviera
en aquel lugar, que finalmente sería su sepultura.
Sin saber el año exacto, San Torcuato fue coronado por el martirio. No se
sabe cómo sucedió su muerte, pero siglos después se encontró un golpe en
su cráneo. Su cuerpo fue sepultado por sus seguidores, y junto a él se plantó
un olivo, o quizás se enterró donde el propio San Torcuato plantara un olivo,
o incluso que junto a ese olivo, sucediera allí mismo su muerte. El olivo, que
ha llegado hasta nosotros, pareció ser milagroso, ya que florecía en las
Vísperas de la Fiesta de San Torcuato y maduraba sus frutos de inmediato,
con lo que su aceite era utilizado para las lámparas que se encendían en su
honor. Dicho aceite servía para curar enfermedades y sanaba
milagrosamente. De su tumba salía una gran luz hacia el cielo y se veía muy
clara desde lejos. Por eso este Sagrado lugar recibió el nombre de Face-
Retama, que significa luz sobre las retamas, por ser este lugar abundante en
dicha planta.

Con el tiempo se construyó una Ermita-Sepulcro donde acudían tanto los


convertidos como los gentiles, atraídos por el milagro del Sagrado Olivo. A
partir del siglo VIII los árabes entran en España, y los cristianos hijos de San
Torcuato para que su cuerpo no sea profanado, trasladan sus restos al norte
peninsular, que estaba a salvo de las manos musulmanas y llegan hasta
Galicia y los depositan en un sarcófago dentro de la Iglesia que fue
construida en el siglo VII, que formaba parte de un convento dedicado a
Santa Comba. Desde ese momento Santa Comba de Bande en Ourense se
convirtió en el nuevo Sepulcro de San Torcuato. Allí estuvo por el tiempo de
más de doscientos cincuenta años, hasta que fueron trasladados a Celanova
por San Rosendo. De esa manera se divulgó su veneración por todo el norte
de España.

San Rosendo nació el 26 de noviembre del año 907, hijo del conde Gutierre
Menéndez e Ilduara Eiriz. Fue obispo de San Martiño de Mondoñedo (Foz) e
Iria (Santiago de Compostela). Fundó el Monasterio de Celanova en Ourense,
donde fallecería el 1 de marzo del 977. Desde el primer momento le animó a
llevar adelante esta fundación su madre, la cual, al quedar viuda, ingresó en
la vida religiosa. Fue Ilduara una mujer virtuosa y santa, cuyo nombre figura
en el Santoral de la Iglesia. Se celebra su fiesta el 20 de diciembre. Esta
abadía fue centro de referencia para más de cincuenta monasterios y
prioratos de toda España. Nombrado obispo lo primero que quiso y pidió al
Señor para su Iglesia fue la paz. Para conseguirla, comenzó a reconstruir los
monasterios e iglesias que lo precisaban. Con esto aquietó y conquistó a los
abades de toda Galicia, que era, por aquel tiempo, gran parte de la nobleza
gallega. Sufrió mucho ante los abusos del fenómeno de la esclavitud, que
todavía se daba entre muchos señores que se tenían por cristianos y entre
los mismos obispos. Trabajó duro por su abolición, comenzando por su
propia casa, dando la libertad a sus siervos y aconsejándoles a los nobles
que hiciesen lo mismo. Se convirtió así en la esperanza de todos aquellos
que buscaban la libertad. Habiendo renunciado como obispo de Mondoñedo
para retirarse al monasterio que había fundado en Celanova y estando feliz
en su vida monacal, el rey de León, Ordoño III, le nombra virrey de Galicia
cuyas tierras, que en aquel momento pertenecían al reino de León, había que
defender, en las fronteras terrestres, frente a los árabes y, en las marítimas,
frente a los normandos (vikingos). En el año 968 éstos invadieron Galicia,
saqueando y destruyendo cuanto hallaban a su paso. El virrey Rosendo fue
reuniendo y armando tropas que puso a las órdenes del valeroso conde Don
Gonzalo, quien venció a los invasores y los expulsó de Galicia. Hallándose
vacante la sede iriense-compostelana, se llama a San Rosendo para que se
haga cargo de la misma. El nombramiento fue recibido con gran regocijo por
el clero y el pueblo al que acababa de liberar del peligro. No le apetecía a San
Rosendo la encomienda, pero ante la aclamación popular termina aceptando,
si bien solo como Obispo Administrador Diocesano, hasta que se encuentre
un obispo titular. Se retira definitivamente a Celanova donde murió y fue
sepultado. Beatificado por el cardenal Jacinto, legado pontificio en España,
en 1172. El mismo cardenal, ya Papa con el nombre de Celestino III, lo
canonizó más tarde.

San Rosendo, movido por su devoción hacia San Torcuato, debido a que las
tierras de Santa Comba pertenecían a su familia al igual que muchas tierras
de su alrededor, tuvo que pasar mucho tiempo orando ante el primero de los
Varones Apostólicos, y bien llevado por su devoción y también por
engrandecer el Monasterio que había fundado con presencia de un hombre
santo, trasladó el Cuerpo de San Torcuato hasta el Monasterio. Más tarde ya
en el siglo XII, de nuevo se trasladó el cuerpo de San Torcuato, pero esta vez
dentro del propio Monasterio de Celanova para ubicar juntos los sepulcros
de San Torcuato y el del propio San Rosendo.

La devoción y el cariño hacia el Santo, quedó en el corazón de los accitanos


mozárabes. Cuando llegaron los Reyes Católicos a nuestras tierras en 1489,
se constata que había bastantes pobladores autóctonos con el nombre de
Torcuato, nombre que prohíben en un principio los cristianos
reconquistadores al creer procedente del árabe, pero pocos años después
rectifican, al conocer que provenía de los primeros tiempos del cristianismo.

Tras la Reconquista, y tras varios intentos en 1592, se consigue que se


cedan algunas reliquias de San Torcuato. Al abrir el sepulcro para examinar
antes su cuerpo y ver cual serían las reliquias que se cederían a la ciudad de
Guadix, comprobaron que su sagrado cuerpo estaba envuelto en una sábana
de lienzo grueso, a modo de mortaja, y vieron en su cabeza un golpe o
herida, en el que estaba pegada con la misma sangre seca un trozo de venda.
Reconocieron que el corazón de San Torcuato permanecía entero, aunque
seco, sin corrupción alguna. Al día siguiente y en una celebración religiosa
fueron mostrados a los fieles sus restos por el Abad del Monasterio
causando gran admiración entre los fieles de Celanova. Sacó dos canillas del
brazo, dos huesos de los dedos, una costilla y algunos trozos del lienzo que
lo envolvían y los guardó dentro de un arca pequeña en el relicario de la
sacristía. De nuevo al día siguiente ya 28 de octubre, y tras una solemne
Misa, traen el arca del relicario y la ponen en el Altar Mayor, y sacan de ella
una canilla del brazo, un hueso del dedo y los pedazos del lienzo, que son
entregados al Arcipreste de Guadix D. Francisco Rubio Dávila que los puso
en una arquita de ébano y recubierta de plata para entregarlos a la Santa
Iglesia de Guadix. Emprendió su viaje de regreso a Guadix y llegó con las
Santas Reliquias el 27 de febrero de 1593 a las afueras de la ciudad accitana
y las depositó en la Ermita de San Lázaro.

Tras su llegada a Guadix el Obispo las enseñó a los presentes para que las
veneraran encendiendo muchas luces en su honor. Esa noche quedaron en
custodia de algunos eclesiásticos, ya que al día siguiente serían trasladadas
y recibidas en la Catedral. El domingo 28 de febrero salieron en procesión a
las nueve de la mañana el Cabildo Eclesiástico y Secular, todo el Clero, las
Cruces de las parroquias del Obispado, las Cofradías con sus Insignias, los
pendones de los oficios, muchas danzas, música y soldados. Una vez llegada
la comitiva a la Ermita de San Lázaro, el Prelado extrajo la canilla y el hueso,
que pertenecen al brazo derecho de San Torcuato y las colocó en el hueco de
un brazo sobredorado labrado con primor realizado expresamente para la
ocasión, poniéndose este en unas andas con cuatro columnas de plata,
comenzando la procesión con gran entusiasmo y alegría, viniendo por el
camino de Granada hasta la puerta de BaÇamarín que tras su paso por ella
se llamó desde entonces Puerta de San Torcuato. En el camino se alzaron
tres Altares ricamente adornados y engalanados, entrando la procesión en la
Santa Catedral a las cuatro de la tarde. Ya el lunes 29 de febrero se celebró
Misa Pontifical de San Torcuato con procesión claustral, y a la semana
siguiente se dio a adorar el Santo Brazo. En octubre de ese año de 1593 se
colocó la Reliquia en el Altar Mayor, al lado del Evangelio en un nicho de
mármol con reja dorada.

En 1600 entra en funcionamiento el Colegio de la Compañía de Jesús en


Guadix y es puesto bajo la advocación de San Torcuato. En 1601 dicho
colegio consigue la reliquia de la quijada o mandíbula de San Torcuato,
siendo extraída de la cabeza de San Torcuato que se encontraba en un
relicario de plata en el Monasterio de San Salvador de Celanova separado de
su cuerpo que se mantenía aparte. Habiendo realizados las gestiones
pertinentes, aunque al parecer el Abad de Celanova de la Orden de San
Benito parece no actuó del todo bien, pues según se desprende de los
escritos estaba prohibido por sus constituciones bajo pena de excomunión
que se diera ningún hueso del Glorioso San Torcuato, por lo que el General
de la Orden lo tenía en suspenso y pide al rector de la Compañía de Jesús en
Guadix que reciba al Prior de Celanova Fray Antonio de Cárdenas para que
dé testimonio de lo ocurrido y por ser testigo de la entrega de las Reliquias
en Celanova a Juan de Mosquera enviado por la Compañía desde Guadix
para recibirlas. En 1603 Fray Antonio de Cárdenas estando en Guadix
certificó que era la auténtica que él mismo había visto y sacado con sus
manos de la cabeza de San Torcuato. Explicando a continuación que en 1600
se pasó el cuerpo del arca de piedra a un arca de plata y ricos esmaltes, y
que aún se conservaban unos granos de mijo, que según el testamento de
San Rosendo, él mismo pudo observar cuando trasladó su cuerpo desde
Santa Comba a Celanova muchos siglos atrás, ya que dejó como herencia
San Rosendo, además de muchas joyas de gran valor, la más preciada, el
cuerpo del Glorioso Mártir y Obispo discípulo de Cristo San Torcuato. El
efecto que produjo la reliquia en Guadix fue beneficioso, produciéndose
algunos sucesos milagrosos. Era tanta la devoción de la gente que una
pequeña reliquia suya que estaba en un relicario que se llevaba a los
enfermos, iba de mano en mano por la ciudad y nunca regresaba a la
Compañía.

En 1603 el Obispo Juan de Fonseca nombra Patrón de la Ciudad y de la


Diócesis a San Torcuato por auto de 12 de junio. En los años sucesivos se
hacen procesiones de rogativas y votos al Santo por sequias, plagas, y otras
calamidades. Asimismo, se siguen celebrando la procesión con la imagen de
San Torcuato y la reliquia de su brazo cada 15 de mayo. Día de su festividad
y la de los Varones Apostólicos, bien por ser el día que entraron en la ciudad
de ACCI a predicar, bien por ser el día de la conversión y bautismo de Santa
Luparia, o bien por ser el día del martirio de San Torcuato. Día señalado en
los calendarios y ritos antiguos de las Iglesias de España.

En 1627 la reliquia del hueso del dedo de San Torcuato es dada a la Abadía
del Sacromonte de Granada a cambio de otras reliquias en forma de cenizas
de San Cecilio y los santos mártires.
Se sigue potenciando el Santuario de Face-Retama, donde fue martirizado y
sepultado San Torcuato. Este lugar no pasó al olvido puesto que incluso en
tiempo de la invasión árabe se tenía como un lugar sagrado, debido a los
prodigios del olivo milagroso. En 1635 se construye la Hospedería para el
servicio de los peregrinos que hasta allí llegaban.

En 1677 hubo un incendio en el Convento de la Inmaculada Concepción de


Guadix siendo sus llamas tan voraces que el Obispo Fray Clemente Álvarez,
llevó entre otras reliquias de la Catedral el brazo de San Torcuato para
intentar reducirlas.

En 1776 el que fuera obispo de Guadix D. Francisco Alejandro Bocanegra y


Gibaja, siendo arzobispo de Santiago de Compostela manda una carta al
Cabildo catedralicio de Guadix, expresando que con devoción hizo una visita
al Monasterio de Celanova acompañado del Obispo de Ourense para adorar y
rezar ante San Torcuato, viendo como sentía tal admiración por el Patrón tras
ver su cabeza, ya que el resto de su cuerpo no lo pudo ver por encontrarse
en una urna bien cerrada para que no se abriera bajo pena de excomunión y
no se sacaran más reliquias, le hicieron entrega de una reliquia de un dedo
de San Torcuato, ya que existían algunas fuera de dicha arca en otro lugar
para tal efecto, que puso en su oratorio, pidiendo protección y perdón por
sus defectos como indigno sucesor de San Torcuato durante los quince años
que estuvo en el obispado de Guadix.

En 1857 el obispo Antonio Rafael Domínguez y Valdecañas realiza gestiones


para traer nuevas reliquias de San Torcuato que no dieron fruto. D. Luis
Iglesias, Catedrático de Biología de la Universidad de Santiago y D. Celso
Fernández, médico titular de Celanova, examinaron las reliquias de San
Torcuato el 16 de julio de 1946 con motivo de la extracción de un fragmento
óseo para la Catedral de Guadix y afirmaron que todas las piezas eran de un
mismo esqueleto. El 15 de mayo, onomástica de San Torcuato, es un día de
fiesta en el que la gente atraída por la veneración al Santo y al Olivo Sagrado,
peregrina en romería a Face Retama, anejo de Guadix, hoy despoblado y
situado en un paraje, encrucijada de caminos, cuyos habitantes llamados
“cateros”, tuvieron que abandonar buscando mejores condiciones de vida.
La romería discurre por los campos donde antes sembraban cereales,
subiendo a una pequeña loma, la imagen mira hacia los caminos para
interceder ante Dios, rogando la preciada lluvia para que las cosechas sean
fructíferas y se proteja a toda la diócesis. Después se dirigen hacia las
cuevas que antaño estuvieron habitadas, para terminar finalmente en el
camino a Fonelas donde se da la vuelta para regresar a la Ermita-Sepulcro
entre vítores de ¡Viva San Torcuato! Cuentan los mayores que en otros
tiempos acudían gente del Marquesado, Guadix, Benalúa y Fonelas a "velar
al Santo". Las noches se animaban con bailes y canciones de corro: el
fandango, la guajira, el juego remolino. Toda la era se llenaba de gente
vestida de aldeana el traje típico de la zona. En la actualidad los accitanos
van en peregrinación el sábado antes del 15 de mayo, con misa y procesión
con la imagen de San Torcuato alumbrado con antorchas recorriendo las
inmediaciones del Santuario de Face Retama. Los “cateros” y descendientes
de aquellas últimas familias que habitaron la zona los siguen festejando el
día 15 de mayo, celebrándose de nuevo Santa Misa y procesión con San
Torcuato, acompañado esta vez por la Imagen de la Virgen de Fátima que
también se encuentra en la Ermita. Por su parte los accitanos festejan el día
del Patrón de Guadix y de toda su Diócesis con Solemne Misa Pontifical en la
S. A. I. Catedral de Guadix y procesión con la imagen de San Torcuato y la
Reliquia del Santo Brazo. En 2012 y tras bastantes años sin estar al culto la
Reliquia del hueso Calcáneo es colocada en el frontal del paso de San
Torcuato para ser también procesionada. La procesión discurre acompañada
por Autoridades Religiosas y Civiles, así como de representaciones de
Hermandades y Cofradías de la ciudad, accitanos y accitanas vestidas de
aldeanos y aldeanas, y fieles y devotos en general. La Sagrada Reliquia de su
Mandíbula se da a besar a los fieles y devotos durante los días de la
celebración del Solemne Quinario que se celebra en honor de San Torcuato y
también se traslada a la Ermita-Sepulcro de Face Retama para presidir la
Eucaristía del sábado anterior al día de su fiesta. En esos días el Santo Brazo
preside las celebraciones litúrgicas en el tabernáculo del Altar Mayor de la
Catedral. Durante todo el año se encuentran en el Museo de la Catedral todas
las reliquias, incluidas desde 2012 la del hueso calcáneo hasta ese momento
ubicada en la Sacristía. Es costumbre abrir el balcón de la Puerta o Arco de
San Torcuato y engalanar su interior los días previos a la Festividad de San
Torcuato y tras su celebración volver a cerrar el mismo.

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