Padres de La Iglesia

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Hijos de la Divina Voluntad, Padres de la Iglesia - Resumen Documental, en:

www.divvol.org, 2003.

PADRES DE LA IGLESIA – RESUMEN DOCUMENTAL

1 Los Padres de la Iglesia

Los Padres de la Iglesia son los autores de los primeros escritos cristianos, y los pastores
de la Iglesia de los primeros siglos, cuyas enseñanzas, en sentido colectivo, son
consideradas por la Iglesia como el fundamento de la doctrina ortodoxa cristiana.

1.1 Origen de la palabra Padre

El nombre de "Padre" es de origen puramente eclesiástico, y significa, en efecto, la


expresión del amor y de la veneración de las comunidades cristianas hacia sus obispos,
ya que a éstos correspondía el oficio de enseñar la doctrina de la Iglesia. Por esto el
título de "Padre" fue aplicado inicialmente a ellos.

Este nombre, aún en el siglo V, se le daba en general sólo a los obispos, pero San Agustín
rompió esta barrera al citar un escritor eclesiástico que no fue obispo, San Jerónimo,
teniendo en cuenta su doctrina y santidad de vida. Unos años más tarde el Papa Gelasio I
hace el primer elenco de los autores cristianos que tienen derecho al apelativo de
Padres.

1.2 Definición de Patrística y Patrología

Al estudio de los Padres se le llama: Patrística, cuando está centrado en el contenido


teológico de sus escritos, como fuentes de gran valor para los dogmas; y Patrología,
cuando se centra en su vida y obras desde el punto de vista literario e histórico.

1.3 Características de los Padres de la Iglesia y Doctores de la Iglesia

Para que un escritor sea considerado "Padre de la Iglesia" debe tener estas
características:

• Haber pertenecido a la edad antigua de la Iglesia,

• Santidad de vida,

• Aprobación eclesiástica y

• Doctrina ortodoxa, es decir, fiel comunión doctrinal con la Iglesia.

Entre los santos Padres, algunos adquieren un destacado relieve por haber iluminado
ampliamente todo el campo de la revelación, y haber abierto nuevos caminos a la
teología de los siglos posteriores. La Iglesia reconoce en ellos a los interpretes
autorizados de su doctrina, y los honra con el título de "Doctor de la Iglesia" o "Doctor
eclesiástico".

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Este título fue atribuido oficialmente en 1298 por el Papa Bonifacio VIII a los cuatro
grandes Padres occidentales o latinos que son: San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo
y San Gregorio Magno. Más tarde son contados también entre los Doctores de la Iglesia
otros Padres latinos que fueron: San Hilario de Poitiers, San Pedro Crisólogo, San León
Magno y San Isidoro de Sevilla.

También en la Iglesia de Oriente les fue atribuido este título a: San Basilio, San Gregorio
Nacianceno y San Juan Crisóstomo. A esto se añadió después San Atanasio formando así
el grupo de los cuatro grandes Padres de la Iglesia oriental. Más tarde, en 1883 y 1890,
el Papa León XIII declaró Doctores de la Iglesia a otros Padres Orientales: San Cirilo de
Jerusalén, San Cirilo de Alejandría y San Juan Damasceno.

Pero el título de Doctor de la Iglesia no se da sólo a los Padres. La Iglesia ha continuado


dando este título a escritores eclesiásticos de todos los tiempos que se han distinguido
por su santidad de vida y su eminente erudición. He aquí algunos ejemplos: San Beda el
Venerable, San Pedro Damián, San Anselmo, San Bernardo de Claraval, Santo Tomás de
Aquino, San Buenaventura, San Antonio de Padua, San Alberto Magno, San Pedro Canisio,
San Roberto Belarmino, San Lorenzo de Brindisi, San Francisco de Sales, San Alfonso
María de Ligorio, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y
Santa Teresita del Niño Jesús.

Así pues, el título de "Doctor" representa la recomendación que la Iglesia hace a sus
hijos, de la doctrina de estos santos, sobre todo en orden a la enseñanza.

1.4 Lengua de los Padres de la Iglesia

A comienzos de la era cristiana, tanto en Oriente, como en Occidente, el griego era la


única lengua de la Iglesia, y esta situación se prolongó durante siglo y medio. Esta
lengua, dado el alto grado de su desarrollo y su riqueza de vocablos y de formas,
constituía el órgano más apto para dar a conocer las grandes verdades con las que nos
iluminaría el cristianismo. Tanto los autores del Nuevo testamento, como los Padres del
primer período patrístico, escribieron, no en el griego clásico, sino en un griego popular,
que era la lengua corriente. Será después Clemente Alejandrino quien comenzará a
escribir según las formas clásicas, distanciándose de la lengua popular. Mas tarde, en el
mismo Oriente, el griego fue sustituido en parte por los idiomas de los diversos pueblos,
especialmente por el siríaco y el armenio.

La necesidad de una literatura en lengua latina comenzó a sentirse cuando, en la


segunda mitad del siglo II, el cristianismo se había difundido en Occidente, entre
personas que no hablaban el griego. Para adecuarse a esta nueva circunstancia, los
Padres en Occidente comenzaron a escribir en latín vulgar, hasta dejar más tarde, por
completo, el griego. Es así como encontramos ejemplos de célebres escritores latinos,
como San Jerónimo, quien tradujo las Sagradas Escrituras de sus lenguas originales:
hebreo, griego y arameo, al latín vulgar, creando así la traducción conocida como "La
Vulgata". De esto se desprende la clasificación que se ha dado a los Padres en griegos y
latinos.

1.5 Era Patrística

¿Qué período abarca el estudio de los Padres de la Iglesia? La era Patrística comienza
inmediatamente después del período apostólico, y abarca los 8 primeros siglos de la era
Cristiana, coincidiendo casi con la edad antigua de la Iglesia, siendo Isidoro de Sevilla,

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quien murió en el año 636, el último de los Padres latinos y San Juan Damasceno, en el
año 749, el último de los Padres griegos.

1.6 Clasificación de los Padres de la Iglesia

En orden a la antigüedad de los Padres, identificamos tres períodos:

• El de los Padres Apostólicos, quienes vivieron en el siglo I y parte del II, y que
fueron discípulos de los apóstoles.

• El de los Padres Apologistas, quienes vivieron desde mediados del siglo II hasta
finales del siglo III.

• Finalmente, "La Edad de Oro de los Padres", que es el período comprendido


entre el siglo IV y el VIII.

2.2 Quiénes son los Padres Apostólicos

Durante este período, es decir, desde el año 70 al año 140, surgen los Padres
Apostólicos, a quienes grandes evidencias los señalan como discípulos y sucesores
directos de los Apóstoles. Hasta hoy se conservan algunos de los escritos de quienes,
además de haber fortificado la fe de las primeras comunidades cristianas, fueran los
primeros depositarios de la Tradición Apostólica.

2.3 Principales Padres Apostólicos

En un principio no fueron más que cinco los escritores a los que se les dio el título de
"Pater Eavi Apostolici" publicando sus obras. Tales escritores eran: El autor de la Carta
de Bernabé, San Clemente de Roma, San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de Esmirna
y El Pastor de Hermas. Mas tarde se añadieron también a estos: Papías de Hierápolis y
los autores de la Didaché.

3 Los Padres Apologistas

Los Apologistas, fueron los primeros defensores públicos de la fe, eran sabios cristianos,
que con sus escritos defendieron la doctrina de la Iglesia y el culto cristiano. Y así
pusieron de manifiesto la Santidad de la Iglesia.

3.1 Quiénes son los Padres Apologistas y cuáles son sus escritos

En circunstancias de persecución romana y ataques al cristianismo, el Espíritu Santo, que


asiste invisiblemente a su Iglesia, según la promesa de Cristo cuando le dijo a Pedro: "Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella" (Mt. 16, 18), suscitó a algunos hombres cristianos que
defendieron la fe de la Iglesia con sus apologías, que eran escritos con el propósito de
deshacer las calumnias que se propagaban acerca del cristianismo y de informar acerca
de la verdadera naturaleza de esta "nueva religión". A diferencia de los escritos de los
Padres apostólicos, que iban dirigidos a las comunidades cristianas para su instrucción y
edificación, estas apologías iban dirigidas generalmente a un público no cristiano.

Estos autores se suelen agrupar bajo el nombre de "Apologetas", aunque no siempre su


intención se limitaba a la simple apologética o defensa del cristianismo: en muchos de
estos escritos hay además una verdadera intención misionera y catequética, con el

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propósito de ganar adeptos para el cristianismo entre aquellas personas que se
interesaban por el peculiar modo de vida de los cristianos.

La apología se presenta en dos formas: en escrito defensivo, dirigido directamente a las


autoridades políticas y al mismo emperador, e indirectamente a la opinión pública,
sobre todo a los paganos cultos; y también en forma de diálogo, para resaltar las
diferencias entre el judaísmo y el cristianismo, y la superioridad de este último.

Los apologistas, al pretender expresar el mensaje cristiano de una manera clara y


atractiva para los no cristianos, lo hacen en lo posible según las características mentales
de la propia época. La apologética representa así el primer intento de verter el
cristianismo a los modos de pensar de la cultura griega. En este intento de adaptar el
cristianismo a la mentalidad grecorromana, se les da prioridad a aquellos aspectos que
podrían ser comprendidos con mayor facilidad dentro de esa mentalidad, como por
ejemplo, la bondad de Dios manifestada en el orden del universo, su unicidad, la
excelencia moral de la vida cristiana y la esperanza a la inmortalidad. Por esta razón,
los misterios de la salvación por Cristo crucificado y resucitado, que los paganos más
difícilmente podían comprender, quedan como en un segundo plano. De ahí que la
aportación más importante de la apologética cristiana primitiva es la de que Dios es el
Dios universal y salvador de todos los pueblos, sin que ante Él exista la distinción entre
judíos y griegos. Los apologetas, al recoger la doctrina del Dios único y salvador de todos
los hombres, aseguraron el triunfo definitivo del cristianismo frente al politeísmo
pagano.
3.3 Principales Padres Apologistas

Entre los Principales Padres Apologistas tenemos a: San Justino, San Teófilo de
Antioquía, San Ireneo de Lyón, y San Cipriano.

3.5 Escritores Eclesiásticos Apologistas

Existen también apologistas que no cumplen con las cuatro condiciones para ser
considerados Padres de la Iglesia y son llamados "escritores eclesiásticos", ya que ayudan
de gran manera a esclarecer el misterio de Cristo, como por ejemplo: Tertuliano,
Orígenes, Clemente de Alejandría, Lactancio, Eusebio de Cesarea, Taciano, entre otros.
Entre estos sobresalen Clemente de Alejandría, Tertuliano y Orígenes.

4 La edad de oro de los Padres – Siglos IV y V

4.1 Marco Histórico de los Padres de la Iglesia del Siglo IV y V

El fin de la época de los Padres apologistas comienza con un período de florecimiento


que se inicia con el concilio de Nicea en el año 325, y concluye con el concilio de

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Calcedonia en el año 451. Es la época de un gigantesco esfuerzo por la completa
evangelización del mundo antiguo, a la cual se le llama edad de oro de los Padres.

A comienzos del siglo IV, nuevos panoramas se abren a la vida de la Iglesia. Después de
casi tres siglos de persecuciones comienza un largo período de paz que facilitó
extraordinariamente la expansión y el desarrollo del cristianismo. La fecha clave de este
cambio se sitúa en el año 313, cuando el emperador Constantino, agradecido al Dios de
los cristianos por la victoria militar que le aseguró el dominio del Imperio romano,
promulgó el edicto de Milán, con el que quedaron revocadas las leyes contrarias a la
Iglesia. A partir de entonces, el cristianismo quedaba reconocido como religión y se le
permitía a sus adeptos trabajar en las estructuras del estado. Más tarde, el emperador
Teodosio, en el año 380, prohibió el culto pagano, y el cristianismo fue declarado como
religión oficial del imperio Romano.

Con la llegada de la paz religiosa, los cristianos pudieron edificar sus propias iglesias.
Fueron levantadas las grandes basílicas en Roma, como las de San Juan de Letrán, San
Pedro y San Pablo; y en Palestina, la basílica de la Natividad en Belén, y las del Santo
Sepulcro y Monte de los Olivos, en Jerusalén. Al mismo tiempo, se emprendió la
evangelización progresiva de la gente del campo. En esta obra de evangelización se
destacaron los monjes, como San Antonio Abad y San Benito.

También fuera de los territorios sometidos al Imperio Romano se propagó con fuerza el
cristianismo, pero luego se frenó por la proliferación de herejías en torno a los dos
grandes misterios centrales de la fe: El de la Santísima Trinidad y el de la Encarnación.

El misterio de la Santísima Trinidad se discute en el siglo IV y comienzos del siglo


siguiente contra el arrianismo, el cual negaba la igualdad substancial entre el Padre y el
hijo, poniendo a Jesucristo inferior al Padre. Esta herejía fue combatida en el Concilio
de Nicea y en el de Constantinopla I en los años 325 y 381.

El misterio de la Encarnación, se discute en el siglo V contra el nestorianismo y el


monofisismo. El nestorianismo hacía de Jesucristo un hombre perfectísimo, habitado por
la divinidad, pero solo hombre. Esta herejía fue condenada en el Concilio de Éfeso, en el
año 431, en donde se declara la divinidad de Jesús y la Maternidad divina de María.

El monofisismo afirmaba que tras la unión del Verbo con la carne, la naturaleza humana
de Cristo había sido "absorbida" por el Verbo, o al menos disminuida, lo cual es
condenado en el Concilio de Calcedonia, en el año 451, en donde se declara el dogma de
la unión hipostática de las dos naturalezas de Cristo: Humana y Divina, en la segunda
persona de la Santísima Trinidad.

Casi todas las grandes controversias teológicas se originaron en el Oriente cristiano, y


allí en efecto se resumieron por los cuatro primeros Concilios ecuménicos. La única
discusión teológica desarrollada en Occidente fue promovida por Pelagio, que negaba la
existencia del pecado original, y afirmaba que la gracia no era necesaria para hacer el
bien; esta herejía fue rebatida por San Agustín, la cual se condenó por un Concilio
provincial.

Gracias al influjo del Espíritu Santo sobre los Santos Padres de manera que pudieran
cumplir con la misión de defender y exponer la genuina fe de la Iglesia, recibida de
generación en generación desde los tiempos apostólicos; y a los Concilios ecuménicos en
los que los obispos se reunieron para dilucidar tan graves cuestiones teológicas, la fe de

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la Iglesia salió indemne y fortalecida, e hicieron que fuera más consciente y vivida en la
práctica.

Son muchos los Padres de la Iglesia en este período, pero los más importantes son
aquellos a los que se les atribuye el titulo de "Doctor eclesiástico" tanto en los Padres
Orientales o Griegos, como en los Padres Occidentales o Latinos.

4.2 Padres orientales o griegos

San Basilio Magno


San Gregorio Nacianceno
San Juan Crisóstomo
San Atanasio
San Cirilo de Jerusalén
San Cirilo de Alejandría
San Juan Damasceno

4.3 Padres occidentales o latinos

San Hilario de Poitiers


San Ambrosio
San Jerónimo
San Agustín
San León Magno
San Pedro Crisólogo
San Gregorio Magno
San Isidoro de Sevilla

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