Correccion Politica Zizek
Correccion Politica Zizek
Correccion Politica Zizek
Tal era la extrañeza de semejante frase que otro manifestante escribió un gigante
signo de interrogación abajo. Tal era su absurdo mensaje que, en medio de una
concentración a punto de desbarrancarse en los brazos de la violencia, alguien se
tomó el tiempo de cuestionar esa afirmación.
La explicación vino unos días después. Al parecer, era una estrategia de los
militantes del llamado "lenguaje inclusivo" (los mismos de 'todxs' y 'todes' ).
Gente que pretende cambiar el español actual de manera estética así como
resignificar palabras para que no sean discriminatorias. En este caso, querían
reemplazar el uso de la homosexualidad como elemento peyorativo y dar un trago
de su propia medicina a los que utilizan eso como insulto. Lo mismo hacen con
quizás la madre de todas las palabrotas, "hijo de puta", a la que quieren desplazar
en favor de "hijo de yuta", término cercano foneticamente y más coherente con la
realidad, pero a fin de cuentas ridículo y debilucho.
Más de una vez hablé del lenguaje inclusivo y la corrección política, y siempre dije
lo mismo: que me parece una gran patraña. Más allá de los años de estudios
semióticos y comunicacionales, creo que basta un poco de sentido común y
sociabilidad para darse cuenta. Pero lo que pasó el 2 de septiembre me achispó
una vez más, y a eso se sumó haber descubierto una interesantísima entrevista al
filósofo esloveno Slavoj Žižek, que reproduzco editada a continuación:
Hace un año estaba en una librería firmando ejemplares de uno de mis libros
cuando se acercaron dos muchachos negros. No me gusta el término
“afroamericanos”. A mis amigos negros tampoco les gusta. Pero el punto es que
me pidieron que les firmase un libro, y no más verlos ahí no pude contener mi
comentario racista, cuando les devolvía los libros, les dije: “Bueno, no sé cuál es
para cuál, imagínense, ustedes como los chinos parecen todos iguales”. Fue
entonces que me dieron un abrazo y me dijeron: “Tú puedes llamarnos ‘nigga’.
Cuando te dicen algo así significa: “Realmente nos sentimos cercanos”. Ellos
automáticamente lo comprendieron.
No soy idiota. Sé muy bien que esto no significa que tengamos que estar
corriendo unos atrás de otros humillándonos continuamente. Es un gran arte
saber cómo hacerlo. Sólo estoy postulando esta hipótesis: que sin una pizca de
mutua obscenidad amigable no es posible tener un contacto real con el otro.
Permanece ese frío respeto. Necesitamos una pizca para establecer un verdadero
contacto. Eso es de lo que carece para mí la corrección política. Yo nunca me creí
todas esas situaciones de: No son “niggas”, son “nigros”. No son “nigros”, son
“negros”. No son “negros", son “afroamericanos”.
Cuando estaba en Missoula, Montana, me puse a conversar muy amigablemente
con unos “Nativos Americanos” [la forma políticamente correcta de decir
“indios”]. Ellos detestan ese término, y me han dado una maravillosa razón. Me
dijeron: ¿“Nativo Americanos”? … ¿y los otros qué son, “Cultural Americanos”?
¿Entonces qué? ¿Nosotros seríamos una parte de la naturaleza? Me dijeron:
“Preferimos mucho más que nos llamen ‘indios’. Al menos nuestro nombre es un
monumento a la estupidez blanca, por creer que estaban en la India”. Y tenían
una maravillosa intuición sobre esta mierda “new age”: Los blancos ejercen una
explotación tecnológica sobre la naturaleza, mientras que los nativos se relacionan
con la naturaleza de un modo “dialógico”, “holístico”: antes de cavar la Tierra, le
piden permiso a la montaña, bla, bla… Uno de ellos me dijo brutalmente que, en
un breve texto que escribió demuestra, que los nativos mataron más búfalos y
quemaron más bosques que todos los blancos juntos. Éste es el punto: Que lo
más racista es que condescendientemente se les pusiera en ese pedestal de lo
primitivo, orgánico, vida comunitaria en el seno de la madre naturaleza, etc. ¡No!,
me dijo que "también podemos ser malos; también podemos ser horribles". Su
derecho fundamental es poder ser malvados también. Si nosotros podemos serlo,
¿por qué ellos no?".
Lo mismo pasa con los insultos. Apenas la furia estalla, apenas la violencia se hace
presente, toda esa careteada de la corrección política se va al tacho. Los instintos
primigéneos del hombre se desatan y ya nadie se cuida de decir "puta" "puto"
"negro" "milico" o lo que sea. Se dice lo que se siente, y lo que se siente es eso.
Los cultores de esta corrección política del lenguaje tampoco parecen entender la
mecánica del insulto. Los insultos pretenden agraviar desde basicamente dos
frentes: uno es destacar peyorativamente alguna característica del aludido (su
apariencia física, sus manerismos, alguna incapacidad, su ideología política, etc.) y
otro es decir lo que el insultado no es y no quiere ser. Por eso se le dice "puta" a
una mujer que no ejerce la prostitución, "puto" a un heterosexual, especialmente
si tiene tintes homofóbicos, "tarado", "cretino" o "mogólico" a una persona que
claramente no presenta esas enfermedades, etc. Y es precisamente por eso que
decirle "yuta" a un policía no le va a hacer mella. Lo son. Se enorgullecen de serlo.
Decirle "hijo de yuta", menos. Lo más probable es que también lo sean. A fin de
cuentas, sólo hay cuatro razones para ser milico: que tus padres lo sean y quieras
seguir la tradición familiar, que te hayas tragado el verso de servir a la Patria y la
comunidad, que simplemente necesites un trabajo o que busques una forma de
asesinar legalmente.
Pero tampoco funciona decírselo a alguien que no es policía ni quiere serlo, por el
simple motivo de que términos como "hijo de puta" ya tienen la categoría de ser
frases hechas. Nadie está significando literalmente que la madre de alguien sea
una puta. Es una frase que, si hablás español, escuchás y entendés su intención
sin pensar por una fracción de segundo en su literalidad. Tratar de modificar eso
de forma forzada, en lugar de que suceda de manera espontánea, sólo produce
resultados graciosos por su ridiculez, como cuando Mafalda y sus amigos
adoptaban "sopa" como una mala palabra.