Art 1 Adiciones
Art 1 Adiciones
Art 1 Adiciones
camente las cosas de esta manera podría llevar a considerar los ejercicios
de oración como momentos un tanto “desencarnados” a los que sería ne-
cesario añadir algo exterior, “corporal”. ¿Debe comprenderse el lugar del
cuerpo en las adiciones solamente en términos de exterioridad como la
expresión gestual de una oración en sí misma del todo interior? Nos pare-
Ejercicios “para sentir y gustar ce que este modo de concebir las adiciones puede limitar su intención, su
alcance, y así su papel en los ejercicios de oración. Si las adiciones inten-
tan inscribir la experiencia espiritual en lo real, ello no es más, sin embar-
de las cosas internamente” go, que la consecuencia de un movimiento más profundo al que el ejerci-
tante es conducido por un trabajo sobre la dimensión corporal misma. En
efecto, ¿por qué Ignacio insiste tanto en el proceso corporal? ¿Qué busca
La experiencia corporal en las adiciones en una atención tal que llega hasta pedir al ejercitante que se examine ca-
da día, a lo largo de las cuatro semanas, de las “faltas y negligencias” que
conciernen no sólo a los ejercicios sino también a las adiciones (nº 90,
Véronique Marie Hervé, S.J.C. y Frédéric Fornos, S.I. 160 y 207)?. Las adiciones parecen sin duda más importantes que un
simple añadido, más aún, podrían ser tal vez, la condición necesaria para
que el ejercitante entre plenamente en la dinámica de los Ejercicios Espi-
rituales.
¿Cómo “hacer mejor los ejercicios y hallar mejor lo que se desea”?
Esto es lo que nos proponemos estudiar en este artículo. Por eso nos
Esta es nuestra búsqueda desde hace cinco años, de cara a las dificulta-
detendremos en el texto de las adiciones tal y como está en el libro de los
des que encuentra un número cada vez mayor de ejercitantes para entrar
Ejercicios Espirituales, lo que nos llevará a ver en qué sentido la pedago-
en la experiencia propuesta por los Ejercicios Espirituales. Esta dificultad
gía que proponemos como actualización de las adiciones, interpela al mo-
procede según parece de un acercamiento demasiado mental a los Ejer-
do de proponer los Ejercicios, hoy.
cicios que no deja espacio suficiente a la dimensión corporal en la expe-
riencia espiritual. Los Ejercicios, sin embargo, apelan a toda la persona
para entrar en esta experiencia. ¿Cómo se explica que tengan hoy dificul-
tades para lograrlo? Más aún cuando estamos convencidos que esta an- I. “ADICIONES PARA MEJOR HACER LOS EJERCICIOS
dadura espiritual se sitúa en el corazón de la dimensión corporal puesto Y PARA MEJOR HALLAR LO QUE SE DESEA”
que es experiencia del encuentro del Verbo hecho carne. Desde esta con-
vicción hemos propuesto, a lo largo de un peregrinaje, una serie de talle-
res cuyo resultado ha ido más allá de nuestras expectativas. Hemos desa- Este título presupone que si se busca un “mejor” es que ya existe al-
rrollado una propuesta de retiro inicialmente llamada: “ejercicios corpora- go. El ejercitante ha entrado ya en una búsqueda de lo que desea. Ha vi-
les de escucha y despertar”, pero esta expresión creó problemas rápida- vido ya una primera experiencia. Para Ignacio parece, pues, necesario
mente. En efecto, se la entendía frecuentemente como si se tratara de que el ejercitante haya hecho esta experiencia antes de que el acompa-
“añadir el cuerpo” en la oración, o únicamente como preámbulo de relaja- ñante le dé las adiciones. En efecto, darlas antes de todo proceso perso-
ción y de expresión gestual antes de pasar a los ejercicios espirituales. nal corre el peligro de formalizar a priori una experiencia que no existe to-
Nuestro proceso, sin embargo, integra plenamente la dimensión corporal davía. Las adiciones podrían ser percibidas como algo exterior. Así pues,
en la dinámica de los Ejercicios. Converge con el trabajo propuesto por la palabra “adición” expresa un añadido inscrito en una primera experien-
las “adiciones”. cia, pero en el sentido de aquello que permite ir más allá en la búsqueda
de lo que se desea y no un “añadido” que seguiría siendo exterior.
¿Pero, no son consideradas con frecuencia las “adiciones” mismas
como un “añadido” a los ejercicios de meditación y contemplación? A me- Vividas como exterioridad, las adiciones corren el peligro de no inscri-
nudo son comprendidas como propuesta de una actividad corporal deta- birse en un “buscar y hallar lo que deseo” sino en una forma convenida de
llada y estructurante de lo cotidiano del ejercitante. Por este enraizamiento rezar y de marco cotidiano. La dimensión corporal no sería entonces más
en la dimensión corporal, la experiencia espiritual se inscribiría en lo real que un ritual que no incluiría verdaderamente esta experiencia del deseo,
de la existencia. Esta manera de considerar las adiciones es adecuada un modelo a reproducir, un marco exterior. Se pasaría de soslayo la pre-
porque es, en efecto, a lo que apuntan. Después de todo, las adiciones tensión de las adiciones que consiste en hacer mejor los ejercicios y hallar
constituyen ciertamente uno de los pequeños conjuntos de notas que mejor lo que se desea. Percibir las adiciones en clave de exterioridad
aportan algún complemento a los ejercicios de oración. Pero enfocar úni- comporta un acercamiento corporal en la misma clave exterior. Lo que es-
3 EJERCICIOS “PARA SENTIR Y GUSTAR DE LAS COSAS INTERNAMENTE” 221 222 VERONIQUE MARIE HERVE, S.J.C. y FRÉDÉRIC FORNOS, S.I. 4
tá en juego consiste por tanto en no concebir así la dimensión corporal de La adición 5 es también un distanciamiento pero después del tiempo
las adiciones sino en acceder de verdad a la función profunda que parece de oración. Esta distancia se establece dando nombre al modo como se
darles Ignacio. ha desarrollado el encuentro. Se me invita a volver sobre ella, viendo “có-
mo me ha ido en la contemplación o meditación”. Este distanciamiento no
sólo es un reconocimiento de lo que se ha vivido, sino también una ins-
cripción de este encuentro en el espacio y en el tiempo: “quier asentado,
1. LA ESTRUCTURA DE LAS ADICIONES quier paseándome”, “adelante otra vez”. Esta adición es una invitación a
implicarme, a dejar que este encuentro se repose y se haga carne en mí.
La organización de las adiciones puede revelarnos algo de su inten- El papel de estas dos últimas adiciones es el de implicar verdadera-
ción. El conjunto de las adiciones intenta disponer al ejercitante a una ex- mente al ejercitante en un encuentro.
periencia de encuentro. Lo hacen de manera diferente, de mayor en ma-
yor profundidad. Se las puede reagrupar en tres sub-conjuntos: Estos dos conjuntos de adiciones permiten detectar la presencia una
estructura: un primer conjunto exterior 1, 2/ 6, 7, 8, 9, y en su interior un se-
gundo conjunto 3/ 5. En el corazón de esta estructura se sitúa la adición 4.
1º. Adiciones que permiten crear un cierto “clima” orientando lo concreto
de la vida cotidiana hacia lo que se desea. 1.2
3
Las adiciones 1 y 2 movilizan la memoria y la imaginación “ya que me
quiera dormir”, “cuando me despertaré”, “cuando me vaya a vestir”, con el 4
fin de que el ejercitante pueda crear un clima que le impele a la búsqueda
de “lo que desea”. Por ejemplo, un clima de “confusión de mis tantos pe- 5
cados”, en la primera semana. 6, 7, 8, 9
Las adiciones 6, 7, 8, 9, desarrollan nuestra relación con el mundo, la 3º. En esta cuarta adición se trata de “entrar en la contemplación (…)
manera de usar lo que nos viene del exterior: las cosas en las que se po- andando siempre a buscar lo que quiero”.
dría pensar (6º), “la oscuridad o la luz”, “usar de buenos temporales o di-
versos” (7º nº 130), la relación con los otros (“no reír”, “refrenar la vista” 8º
Es el tiempo del encuentro. Para disponernos a ello Ignacio indica
y 9º). Ignacio afirma que las cosas creadas afectan, influyen, actúan pro- cómo proceder. En general de esta adición sólo se retienen estas palabras:
fundamente en el ejercitante. Tomar esto en serio, en particular la adición “en el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener an-
7, supone tomar en serio la actividad de los sentidos que nos pone en re- sia de pasar adelante hasta que me satisfaga”. Se trata pues de escuchar
lación con el mundo y que por ello nos afecta. Al estar atento a lo que mi- dentro de uno mismo la resonancia de la Palabra y de permanecer allí don-
ro, escucho, toco, puedo sentir lo que me ayuda o no a hallar lo que de- de encuentre gusto. Tal es sin duda la perspectiva de la adición 4, pero al
seo. Así el ejercitante debe convertir las “cosas creadas” en aliadas que le aplicar este pasaje únicamente en relación al texto evangélico, no se hace
ayuden en esta búsqueda. de la actitud corporal más que un acercamiento externo. “Cuándo de rodi-
El conjunto de estas adiciones permite, por tanto, al ejercitante hacer- llas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arriba, cuándo senta-
se presente a lo que espera, viviendo por anticipado los efectos, y dispo- do, cuándo de pie” no se entienden, entonces, más que como la búsqueda
de una postura corporal que no moleste el ejercicio de mi oración. ¿Por qué
nerse mejor a avanzar hacia lo que desea.
Ignacio insiste tanto en una actitud corporal, siempre por redescubrir y nun-
ca adquirida de una vez por todas, al comienzo de la oración?
2º. Adiciones ordenadas a un encuentro en el marco del tiempo de oración.
Tal vez sea necesario comprender mejor las palabras: “si encuentro lo
La adición 3 se sitúa antes del tiempo de oración y permite al ejerci- que quiero estando de rodillas, no pasaré adelante; y si postrado, asimismo,
tante prepararse a un encuentro estableciendo una distancia adecuada etc.”. Se podría añadir: “si supino rostro arriba, lo mismo; si sentado, lo mis-
entre él y Dios: “un paso o dos antes”; “alzado el entendimiento arriba”, mo; si de pie, lo mismo, etc.”. Es claro que el ejercitante, en el transcurso de
“considerando cómo Dios nuestro Señor me mira”… Esta distancia se es- la oración, está siempre a la búsqueda de una postura corporal que le per-
tablece “considerándola” y materializando un acto concreto que la signifi- mita encontrar lo que quiere. No hay postura corporal en sí que convenga
en todo momento y a todo el mundo. La postura no es neutra, depende de
ca: “una reverencia o una genuflexión”. Se trata de reconocer la radical al-
mi historia, del deseo que tenga, y es siempre objeto de búsqueda. Se trata,
teridad de aquél ante quien me hago presente y que está pronto a encon-
por eso, de estar a la escucha de la postura corporal que me abra más a mi
trarme: “Dios nuestro Señor me mira”.
5 EJERCICIOS “PARA SENTIR Y GUSTAR DE LAS COSAS INTERNAMENTE” 223 224 VERONIQUE MARIE HERVE, S.J.C. y FRÉDÉRIC FORNOS, S.I. 6
deseo. Porque es la postura corporal la portadora de ese deseo delante de 2. LAS ADICIONES ILUMINADAS POR LA TERCERA ANOTACIÓN
Otro. La postura corporal saca de la relación de uno consigo mismo encar-
nando mi deseo, llevándole en lo concreto hacia Otro.
Nos parece que esta insistencia sobre el papel de la afectividad en el
Es invitando al ejercitante a buscar y a reconocer la postura corporal proceso espiritual desborda el texto de las adiciones y aparece desde las
que le ayude a conectar con su deseo, como Ignacio espera, con razón, anotaciones. Para avanzar en nuestra búsqueda es necesario profundizar
que la adición 4 nos vuelva atentos a la resonancia de la Palabra. Si el muy detenidamente en la tercera anotación. En ella Ignacio, siguiendo la
ejercitante no se implica en este camino difícilmente podrá estar atento a antropología clásica, presenta las “facultades del alma” implicadas en la
los efectos de la Palabra en él. experiencia espiritual. La memoria no es citada sino sólo presupuesta, ya
que está en la base de la actividad de las otras. La inteligencia interviene
Está claro que la búsqueda constante de una postura corporal –que no
“cuando reflexionamos”, para hacer comparaciones entre lo que viven los
es solamente su forma exterior– tiene por objeto disponer mejor al ejercitan-
personajes contemplados y lo que vive el propio ejercitante. Finalmente, la
te a un encuentro. Sin embargo, no es el todo del encuentro. Ignacio se
voluntad, facultad encargada de “mover los sentimientos”. La anotación
mantiene siempre al lado del ejercitante, indicándole la parte que le corres-
precisa entonces que en lo que concierne a la voluntad se exige una “ma-
ponde. Le muestra cómo disponerse a ello, cómo estar atento a lo que pro-
yor reverencia” que cuando “usamos del entendimiento entendiendo”.
duce en él este encuentro, y finalmente cómo vivirlo: “si hallare lo que quie-
¿Qué es pues la voluntad para que sea colocada en la cima de las “facul-
ro (…) sin tener ansia de pasar adelante (…) hasta que me satisfaga”. Pero
tades del alma”?
Ignacio se detiene ahí. No dice nada más. “Dexe inmediate obrar al Criador
con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor” (anot. 15). El elemen- La voluntad, para Ignacio, como para la tradición, es una facultad
to esencial de lo que corresponde al ejercitante en la oración es hallar la afectiva. No se inscribe en el esfuerzo humano sino en la dinámica del de-
postura corporal que le haga capaz de dejarse afectar por los efectos de la seo. La voluntad aparece primeramente como capacidad para dejarse
Palabra del Señor que viene a su encuentro donde quiere y cuando quiere. afectar. Esta afectividad no existe en sí sino en su relación con los otros y
con el mundo. No debe ser considerada de un modo sentimental, como
Así se puede comprender mejor la importancia que da Ignacio a las
una auto-afección vuelta hacia sí, sino como la dimensión relacional del
adiciones. No son solamente un marco exterior a los ejercicios de oración,
hombre. Esta afectividad, o affectus, es primeramente la capacidad para
sino las que permiten entrar verdaderamente en oración: “para mejor ha-
dejarse afectar en una relación. Es aceptar que el otro, como otro, me to-
cer los ejercicios y para mejor hallar lo que se desea”. No hay experiencia
ca, me afecta, me transforma en lo más profundo de mí, en lo que yo soy,
de un verdadero encuentro sin estar afectado por él. La búsqueda de la
en mi historia. Para el ejercitante consiste en dejarse alcanzar por Cristo
postura corporal en la oración genera esta capacidad de ser afectado. To-
para que su palabra llegue a afectarle de tal modo que le transforme.
mando en serio la dimensión corporal es como busco y encuentro lo que
quiero y deseo, en la medida en que mi cuerpo llega a ser, por el ejercicio Capacidad para dejarse afectar, el affectus es también capacidad para
de la oración, el lugar de un encuentro, es decir, un cuerpo-palabra, un implicarse en la relación hasta la sede de su propio deseo aceptando
hombre de deseo abierto en sí mismo a la relación. Es lo que el acompa- abrirle al otro. Esta apertura del deseo a otro es lo que da acceso a la pa-
ñamiento permite verificar a través de mi capacidad de hablar de lo que labra. Porque el otro, al afectarme, alcanza mi historia. Así el ejercitante
me ha afectado en el transcurso de este encuentro. Para Ignacio, los ejer- no accede a la palabra más que cuando se deja alcanzar en su propia his-
cicios son espirituales en la medida en que el Espíritu me alcanza en toda toria por la Palabra de Dios. Solamente entonces su palabra adquiere el
mi afectividad 1 convocada por experiencias corporales.2 espesor de su vida. Por eso para Ignacio, “en los actos de la voluntad”,
“se requiere de nuestra parte mayor reverencia que cuando usamos del
entendimiento entendiendo”. Porque “cuando hablamos vocalmente o
mentalmente con Dios nuestro Señor” comprometemos toda nuestra afec-
tividad, toda nuestra persona en el encuentro. Solamente entonces, cuan-
1
Todas las adiciones se encaminan a alcanzar la sede de la afectividad. Las adicio- do el ejercitante habla de verdad, es cuando se encuentra plenamente en
nes 1 y 2 lo logran por la implicación de la imaginación. En los ejercicios la imaginación
juega un papel esencial, como puede verse en los ejercicios de oración: composición
la dinámica de los Ejercicios Espirituales.
de lugar, ver, oír los personajes “como si presente me hallare” (nº 114), etc. El trabajo La novedad característica de Ignacio consiste en inscribir la dinámica
sobre la imaginación abre al ejercitante su capacidad de ser afectado, porque la imagi-
nación tiene una estructura afectiva. En efecto, partiendo del trabajo de la imaginación espiritual en el corazón del affectus.3 Lo que se requiere por tanto del
la inteligencia pondrá en relación los personajes que veo con mi propia historia. Es esta
puesta en relación la que me afecta. Porque se inscribe en mi dimensión corporal, mi
historia implica toda mi afectividad.
2 3
Aunque sea cierto que la adición 10 sobre la penitencia se inscribe en esta pers- Como cuenta Pedro Fabro de un cardenal alemán a quien acababa de dar los
pectiva y que ello le confiere un interés real, exigiría un trabajo de fondo que no puede Ejercicios: “Hasta entonces yo tenía maestros de mi inteligencia, ahora tengo maestros
desarrollarse en el marco de este artículo. de mi afecto”.
7 EJERCICIOS “PARA SENTIR Y GUSTAR DE LAS COSAS INTERNAMENTE” 225 226 VERONIQUE MARIE HERVE, S.J.C. y FRÉDÉRIC FORNOS, S.I. 8
ejercitante es, simultáneamente, la capacidad para dejarse afectar y II “HACER MEJOR LOS EJERCICIOS Y HALLAR MEJOR LO QUE
para comprometerse en la relación. Son las dos vertientes de la volun- SE DESEA”, HOY
tad, según la comprende la tradición: “Capacidad a la vez de ser afec-
tado por ‘lo que Cristo ha hecho por mí y de responderle implicando la Un número importante de ejercitantes, sobre todo jóvenes, que dese-
totalidad de la persona ‘como quien ofrece afectándose mucho’ (nº an vivir los Ejercicios Espirituales, no lo tienen fácil para entrar hoy en
234)”.4 Así se entiende que quien no se deja afectar en profundidad no ellos. Tienen la impresión de que no son más que un acercamiento mental
puede dejarse transformar por el encuentro con Cristo y decidirse por que no les coge totalmente, que se dirige a “su cabeza” y no a todo su
él. Los Ejercicios Espirituales no pueden en tal caso dar todos sus fru- ser. Nuestra cultura está marcada por una desconfianza respecto al cuer-
tos.5 Esta tercera anotación describe el resorte que anima todos los po, bien sea porque en nuestra tradición occidental, filosófica y teológica,
ejercicios. Determina cómo marcha el motor que permitirá avanzar al han dominado los acercamientos tendentes a sobrepasar o negar el cuer-
ejercitante; este motor habrá que ponerlo en marcha antes de comen- po, o porque en nuestros días el cuerpo queda reducido, de un modo ido-
zar el recorrido”.6 látrico, a la búsqueda de ser y parecer bien. En este contexto el cuerpo se
reduce a un extraño con el que uno se codea sin conocerle, un desconoci-
Al comienzo de nuestro trabajo nos preguntábamos por la pretensión do que sigue siendo exterior a uno mismo. Nos quedamos a veces ence-
de Ignacio en las adiciones. Lejos de ser un “añadido” exterior a los Ejer- rrados en un dualismo que separa lo mental de lo corporal y que nos lle-
cicios, hemos visto que la función profunda de las adiciones era la de dis- va a pensar que la experiencia espiritual no es corporal. Por eso, nume-
poner al ejercitante al verdadero encuentro, aquel en el que “el Creador se rosos contemporáneos nuestros, ejercitantes deseosos de vivir una ver-
comunica con el ánima devota”. En el transcurso de la oración, gracias a dadera experiencia espiritual que tome en serio el puesto del cuerpo, se
la búsqueda de la postura corporal que le ayude a alcanzar su deseo, el vuelven hacia tradiciones venidas de Oriente o se sensibilizan a búsque-
ejercitante puede captar la resonancia de la Palabra en sí mismo. Esta das de “crecimiento personal”. Sin embargo, como ha podido verse, en el
búsqueda incentiva su capacidad de ser afectado y de implicarse en la re- proceso de los Ejercicios es toda la persona la que está llamada a impli-
lación con su Creador y Señor. Este lugar del affectus es considerado por carse. ¿Por qué, entonces, se les vive tan frecuentemente como “ejer-
la tercera anotación como el “resorte” de los Ejercicios. A lo largo de las cicios mentales”? ¿Por qué el ejercitante no se siente enteramente con-
“semanas” las adiciones acompañan al ejercitante abriendo su deseo al vocado? ¿Por qué hay tanta dificultad en dejarse afectar en profundidad
encuentro de Cristo, para que, día tras día, le trasforme enteramente has- por la Palabra de Dios? De hecho el contexto cultural por el que cada
ta en su misma capacidad de decidirse por Él. Así es como los Ejercicios uno está marcado impide hoy, con frecuencia, que los Ejercicios “aga-
rren” al ejercitante ya que el lugar que pretenden ocupar las adiciones di-
le llevan a considerar lo que Dios nuestro Señor ha hecho por él, cómo el
fícilmente se alcanza.
mismo Señor desea dársele “abrazándole con el fin de que el alma pueda
amarle y alabarle” más. Esa es la función decisiva de las adiciones “para ¿Cómo lograr entonces que el ejercitante, en nuestro contexto cultu-
mejor hacer los ejercicios y para mejor hallar lo que desea”: ayudar al ral, alcance el lugar pretendido por las adiciones: convocar en el proceso
ejercitante a alcanzar la sede del affectus. Esta es la condición que se re- espiritual toda su afectividad, a partir de experiencias corporales? Se quie-
quiere para entrar en la experiencia que proponen los Ejercicios. Las adi- ra o no, su manera de relacionarse con el mundo, con los otros e incluso
ciones sitúan al ejercitante en este lugar proponiéndole una experiencia con su propio cuerpo ha cambiado. Tomar en serio ese foso cultural no
corporal que resulta fundamental, lugar donde la dinámica de los Ejer- consistirá tanto en adaptar los Ejercicios Espirituales –edulcorándolos pa-
cicios cimentará su trabajo. Si no se toman en serio las adiciones, como el ra que parezcan más accesibles– sino en ayudar al ejercitante a que pue-
corazón mismo de la dinámica de los Ejercicios y no solamente como un da entrar verdaderamente en su dinámica. Precisando más, hemos de
“añadido”, se corre el peligro de que los Ejercicios Espirituales no den to- trabajar en la articulación entre el ejercitante y los ejercicios mismos, lo
cual constituye la función de las adiciones. Para lograrlo, no se trata de
dos sus frutos.
añadir a los Ejercicios una dimensión corporal que ya tienen, sino de des-
pertar más al ejercitante en su afectividad en cuanto capacidad para de-
4 jarse afectar e implicarse en la relación. A pesar del contexto cultural que
FLIPO, Cl; L´expérience de Dieu dans la vie des premiers jésuites, conferencia en
una sesión sj, 1997. le marca es lo que permitirá al ejercitante caminar hacia la dimensión cor-
5
En esta perspectiva concibe Ignacio el discernimiento de espíritus. Abrirse a otro poral fundamental en la que los Ejercicios basan su dinámica. Así podrá
es permitir que su diferencia irrumpa en lo que yo soy. Eso es lo que produce movi- entrar plenamente en la experiencia de los Ejercicios Espirituales dispo-
mientos en mi afectividad, en el seno de los cuales actúa el Espíritu Santo. Es ahí y no
en otro lugar donde tenemos que discernirle. Esto pide estar cada vez más presente a niéndose a encontrar al Dios de Jesucristo que le alcanza en el espesor
lo que nos afecta. Es lo que está en juego para evitar un acercamiento abstracto al dis- concreto de su vida.
cernimiento de espíritus.
6 Eso es lo que intentamos hacer desde hace varios años proponiendo
DEMOUSTIER, A; Lecture du texte des Exercices Spirituels d´Ignace de Loyola.
La proposition des Exercices, Paris, Mediasèvres, 1999, p. 28. en el marco de los retiros de tres a siete días una pedagogía dirigida al
9 EJERCICIOS “PARA SENTIR Y GUSTAR DE LAS COSAS INTERNAMENTE” 227 228 VERONIQUE MARIE HERVE, S.J.C. y FRÉDÉRIC FORNOS, S.I. 10
espacio que trabajan las adiciones.7 Esta pedagogía incluye diversos tipos un ideal prefijado. En esta ocasión se trataba de sentir internamente sin repri-
de ejercicios en una progresión coherente: ejercicios de apertura y escu- mir, dejando que subiera en mí el fondo, aunque a veces pudiera ser un poco
angustioso darme cuenta de lo que subía”. “Si él es mi Dios, entonces yo soy
cha, de relación a los otros y al mundo. Se trata de volvernos atentos al su criatura, con todo lo que soy, incluyendo este cuerpo que tan mal acepto”.
modo como estos ejercicios nos afectan y a lo que revelan de nosotros en “He descubierto que hay en mí deseo. Al comienzo no quería ir al sacramento
nuestra relación con los otros, con el mundo y con Dios. Estos ejercicios de la reconciliación, pero he escuchado en mí este deseo. Fui y estoy feliz”.
se construyen partiendo de posturas, de gestos, de actos muy simples “Es una experiencia nueva: el encuentro sensible con Jesús en la oración
que, francamente, me ha cambiado. Su mayor deseo es que me deje amar.
que hacemos todos los días sin caer en la cuenta de su importancia (man- Es fácil dejarse guiar. Sorpresa de este deseo inundante que hace posible el
tenerse de pie, un apretón de manos, llamar a uno por su nombre, escu- que me reencuentre”.
char música…) Estos actos cotidianos, integrados en un marco pedagógi-
co y seguidos de un tiempo de relectura, adquieren un significado total-
mente nuevo. Porque, como sabemos, no se trata de vivir estos ejercicios Nos parece que esta propuesta permite al ejercitante no sólo entrar
desde el exterior sino de estar atentos a sus efectos y resonancias afecti- plenamente en la experiencia de los Ejercicios Espirituales sino también
vas. Despiertan el espesor de nuestra historia. Nos disponen a la escucha –por la trasformación que se produce en él, en el encuentro con Cristo–
de la Palabra de Dios que nos afecta en profundidad y nos revela a un afrontar su dimensión corporal como el lugar de su encuentro con Dios en
Dios que nos alcanza y se nos da en nuestra existencia concreta. Porque lo cotidiano.
la Palabra de Dios alcanza ahí al ejercitante, la palabra propia adquiere el
espesor de su vida, cosa que el acompañante personal ha de verificar.
Entonces se encuentra plenamente el ejercitante en la dinámica de los
Ejercicios Espirituales.
Ahora comprendemos que para que los Ejercicios Espirituales produz-
can hoy todos sus frutos hay que devolver a las adiciones toda su impor-
tancia ya que está en juego que éstas puedan despertar la sede del affec-
tus a través de experiencias corporales. Ahora bien, en nuestro contexto
cultural las adiciones, entendidas como exterioridad, no pueden ya de-
sempeñar su papel. Es necesario que nuevas pedagogías reencuentren
esta función. A eso aspiramos al desarrollar nuestra propuesta: ayudar al
ejercitante, a través de un trabajo sobre la dimensión corporal, a que al-
cance la sede del affectus en cuanto capacidad de ser afectado y de im-
plicarse en la relación –en lo cual los Ejercicios basan su dinámica–
abriéndole a la acción del Espíritu. Ahí es donde nuestra pedagogía se re-
conoce como una actualización de las adiciones al servicio de los Ejer-
cicios Espirituales.
Se comprende así mejor el nombre que se le da ahora : “Ejercicios pa-
ra sentir y gustar de las cosas internamente”. He aquí algunos testimonios
de ejercitantes:
“He sido tocado en toda la extensión del término, tocado por la Palabra he-
cha carne, palabra acogida por todo mi ser y no sólo por el entendimiento”.
“Es la experiencia de una palabra que me coge por completo con mi vida”.
“En el ejercicio de las manos me era más fácil recibir que dar, porque este
darse enteramente…, está ligado a la historia, a lo que se vive”. “Me doy
cuenta que mis intercambios son limitados en la vida, que se pasa al lado de
los otros sin ser auténticamente”. “Estos ejercicios me han permitido que se
caigan algunas barreras, ciertas máscaras. Pienso que no hubiera llegado
hasta aquí sin esto”. “He descubierto que podía existir verdaderamente. “Mi
educación cristiana me ha inhibido mucho porque era necesario responder a
7
Para una mayor precisión sobre esta pedagogía, ver un artículo de carácter pasto-
ral, F. FORNOS, sj “Les exercices corporels d´écoute et d´éveil”, en Lumen Vitae, Lan-
gages du corps, septiembre 2000.