Dosier La Fundación
Dosier La Fundación
Dosier La Fundación
Antonio Buero Vallejo fue un dramaturgo innovador en temas y estéticas. Su teatro suele
clasificarse como simbolista y de drama histórico que obedece a un realismo con rupturas
espaciales y temporales y aporta, a su vez, recursos fantásticos y metáforas sociales. En su
duro contexto histórico se dedicó a la lucha por la libertad de expresión y consideró el teatro
como un modo de enfrentamiento al poder.
Estuvo del lado republicano durante la Guerra Civil Española debido al fusilamiento de su
padre a manos del bando republicano, ya que tal hecho causó un impacto en su concepción
del mundo y le hizo adquirir mayor sensibilidad política. Participó en la rebelión contra el
régimen franquista y aquello lo llevó a ser condenado a muerte. En la cárcel conoció a
Miguel Hernández, con quien entabló amistad. Consiguió la libertad condicional y la
reducción de su condena a 30 años de prisión y la aprovechó para seguir su carrera
literaria. Sus obras triunfaron en el extrajero, sin embargo en España comenzaron a
censurarse y le crearon una fama de autor maldito. Salió de la cárcel, sin embargo fue un
apestado social por ser rojo. No se escondió ni cesó, sin embargo, su propósito, y continuó
haciendo uso del símbolo para publicar sus obras.
La situación mundial era convulsa. Se mantenía la Guerra Fría y se iban multiplicando los
conflictos (Guerra del Vietnam, golpe de Estado en Chile). En la sociedad se estaban
produciendo cambios importantes, algunos derivados de la Revolución del 68 en Francia.
En la España franquista de la época tuvieron lugar una serie de hechos que determinaron el
contexto de La Fundación: primeras reacciones en contra de la censura; tensiones
sociales, en el mundo universitario y en el mundo laboral, huelgas obreras y movilizaciones
en toda España. A todo ello, el régimen reaccionó con extrema dureza; esto queda reflejado
en la distopía frente a la que nos encontramos. Hay que añadir el resurgimiento de las
tensiones nacionalistas y la aparición de ETA.
3. Estructura de la obra
❖ Argumento
Tomás es un preso político condenado a muerte por un régimen totalitario que comparte con
cuatro compañeros de celda a la espera de su ejecución. Habiendo sido detenido cuando
repartía propaganda, al ser torturado delató y provocó la caída y condena de los miembros
más importantes de su organización con los que comparte ahora la prisión. Abrumado por el
remordimiento, ha querido suicidarse, pero Asel, uno de los compañeros, lo evita. Ante esta
situación su mente ha entrado en un proceso de esquizofrenia que lo defiende de la
realidad; en su alucinación, cree residir en una Fundación en la que él, sus amigos y su
novia disfrutan de una beca para desarrollar sus investigaciones.
Esta obra comienza in media res y transcurre en una habitación compartida por seis
hombres en el seno de cierta institución denominada por el protagonista (Tomás) como <<la
fundación>>. Los seis hombres mantienen unas oscuras y tirantes relaciones cuyo
verdadero sentido no logramos penetrar a través del diálogo. Los indicios de anormalidades
en el seno de la fundación son cada vez más numerosos para el espectador: la existencia
de un enfermo en la habitación al que, desde hace días, se mantiene en un ayuno absoluto
mientras los demás se reparten su ración, el referido cambio de enseres y objetos, un mal
olor constante en la habitación que Tomás atribuye a deficiencias en la instalación del cuarto
de baño, la costumbre del Encargado que todas las tardes les cierra con llave la habitación
por fuera, etc…
❖ Estructura
La obra está dividida en dos partes y cada una de ellas se subdivide en dos cuadros. Esta
división se debe a la búsqueda por ofrecer una visión clara del proceso que sufre Tomás al
mismo tiempo que el espectador. En la obra pueden establecerse dos procesos:
PARTE PRIMERA
CUADRO 2: La confusión entre las pinturas de Terborch, Vermeer y Van Eyck marca un
cambio en la relación de Asel con el proceso de Tomás, porque ahora no le da
explicaciones, sino que intenta que sea éste quien las encuentre por sí mismo. Cada vez
son más los sucesos extraños y menos las explicaciones, en un crescendo que termina
en la parte primera con el descubrimiento del cadáver del hombre en la habitación. Pero
el proceso de Tomás no ha terminado: ya ha entendido que el hombre estaba realmente
muerto, pero todavía no sabe dónde esta: le pregunta a Asel ("¿Dónde estamos, Asel?") y
él le invita a contestar por sí mismo: "Tú lo sabes. Y lo recordarás." En este cuadro 2
aparece ya anunciado el plan de fuga de Asel.
PARTE SEGUNDA
CUADRO 2: Ahora se dan todas las explicaciones que faltaban para entender la
enfermedad de Tomás y éste admite que se encuentra en una cárcel condenado a
muerte. Pero el esquema argumental se complica cuando sale definitivamente a la luz el
plan que tiene Asel y la existencia de un traidor. El proceso psicológico de Tomás
continúa ahora que ha asumido la realidad con la asunción de los principios de Asel; tras
la muerte de éste, será Tomás quien tome el mando en ese proceso en busca de la
verdad y de la libertad, que queda ya fuera de escena cuando ambos van a las celdas de
castigo, tal vez al túnel o tal vez a la libertad. Su capacidad para la acción es un calco de
la de Asel, Tomás es quien ha recogido el testigo, y justamente en ese final tan abierto
está la voz del autor para los espectadores.
Desde el punto de vista ético, la obra representa un alegato contra los métodos de represión
por razones políticas y una defensa de la acción frente a la injusticia; desde un punto de
vista filosófico, se trata de una reflexión sobre temas de gran trascendencia, como la verdad
frente a la ficción tranquilizadora, la acción frente a la contemplación o la violencia como
método de lucha.
● La traición
● La supervivencia
Los cinco hombres están condenados a muerte. Ante esta terrible situación, el personaje de
Tomás opta por la locura como válvula de escape. Para sobrevivir Tomás delató a sus
compañeros de célula, conforme avanza la obra sabremos que igual hizo Asel, el guía moral
del grupo y, por último, Max, que quiso mejorar sus condiciones de supervivencia en la
cárcel. Ninguno de ellos es criticado por el autor, incluso Max cuenta con cierta
comprensión.
● La libertad y la muerte
Con respecto al tema de la libertad, al final de la obra se llega a la conclusión de que el ser
humano es un prisionero (como el ratón de Berta, llamado Tomás, igual que el
protagonista), encerrado en una sociedad engañosa, con apariencia de mundo feliz (igual
que la fundación imaginada por Tomás). El propio Buero salió de la cárcel y continuó
sintiéndose un prisionero después de hacerlo, ya que la sociedad lo rechazó por su
ideología política claramente expuesta. Así lo reconoce Asel cuando dice que “una vez has
estado en la cárcel, vayas donde vayas, estás en la cárcel”.
Partiendo de esta premisa, Tomás (ya cuerdo) y Asel debaten si merece la pena luchar por
la libertad, arriesgarse a intentar la fuga, siguiendo un plan laborioso y con pocas
posibilidades de éxito, diseñado por Asel, que consiste en excavar un túnel desde las celdas
de castigo. Deciden que sí, que merece la pena pues una vida engañada no merece la pena
ser vivida. Tomás, al principio, huye de la lucha. Primero porque se engañaba a sí mismo al
negarse a admitir que vivía en una cárcel. Ahora, ya consciente de la realidad, sigue
mostrándose reacio al plan de Asel, porque considera que ese túnel “no es libertad, sino el
infierno”(p.150). Pero, finalmente, los argumentos, y sobre todo, la muerte de Asel lo obligan
a actuar, a “excavar el túnel espantoso hacia la libertad” (p.171). Asel, en cambio, es
partidario de luchar siempre. Convence a Tomás diciéndole: “No dejes de actuar. No
podemos despreciar las pequeñas libertades engañosas que anhelamos aunque nos
conduzcan a otra prisión” (p.155). Merece la pena el sacrificio para “deambular sin trabas,
beberme el sol, leer, disfrutar, engendrar un hijo” (p.155).
● La esperanza
Buero busca hacernos ver que dentro de la sociedad en la que nos encontramos aún hay
cabida a la esperanza igual que para él también existió la oportunidad. El éxito permitió a
sus obras conocer el mundo y a él recobrar su dignidad como autor pero, sobre todo, como
persona.
También nosotros, como Tomás, nos podemos convertir en una visión más sabia de
nosotros y salir de la Fundación en la que nos encontramos atrapados. Ese es el mensaje
que quiere transmitirnos Buero Vallejo cuando da pie a un final abierto y esperanzador (o
no).
“El paisaje es verdadero”, le recuerda Asel a Tomás. Efectivamente, el paisaje es verdadero:
la esperanza existe.
No es fácil distinguir entre buenos y malos; el propio Buero lo sabe pues distinguió con sus
propios ojos como el bando repúblicano al que él consideraba bueno acababa con la vida
de su padre y, a pesar de ello, se entregó a la lucha por la república aunque aquello le
costara su vida y libertad.
Las circunstancias hacen al hombre, refleja su obra, pues no es más bueno el que calla al
que delata por tortura, ni es más malo el que delata por corrupción. El ser humano
sobrevive como puede, cae en el error y en la virtud, pero actúa; actúa todo el tiempo.
Así lo expresa Asel: “Duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar”.
Cuando Buero fue condenado a muerte vivió la ejecución de sus compañeros y vio con sus
ojos lo peor del ser humano; del mismo modo, en la Fundación vemos como se acaba con
la vida de los condenados a muerte sin piedad. El autor, sin embargo, también vivió lo mejor
del ser humano cuando, en un campo de concentración, un hombre a su lado le ofreció
cobijo y lo salvó de morir de frío sin ningún interés; y así queda reflejado cuando Asel y Tulio
renuncian a su parte de la comida para poder ayudar a sanar a Tomás con total altruismo,
sin la necesidad de obtener nada a cambio y con la empatía y el lado más humano del
hombre. También los hombres que buscan ayudarlos a escapar realizan un acto
completamente altruista.
● Invitación a la lucha
Por último, pero como tema fundamental para comprender La Fundación, es necesario
destacar la crítica tras ella y la invitación que nos hace Buero a actuar y dejar de mirar la
ventana que nos fascina para darnos la vuelta y descubrir que a nuestras espaldas los
barrotes nos niegan la vida.
4. Efecto de inmersión
Buero Vallejo concibió el "efecto de inmersión" como una técnica personal, propia, en réplica
al famoso "efecto de distanciamiento", preconizado por uno de los grandes renovadores del
teatro occidental, el alemán Bertolt Brecht. Según quería Brecht, solo podemos analizar
críticamente nuestros problemas de alienación, explotación, sometimiento, etc., en la
sociedad capitalista en que vivimos, si nos distanciamos de ellos y los miramos de manera
desapasionada, fría, desde lejos. Buero demuestra que existe otra
manera de conmover al público y de hacerle entender la realidad de las condiciones
socioeconómicas en que vive: la identificación con el prójimo, con el que sufre.
El efecto de inmersión es, sin duda, una de sus grandes aportaciones a la dramaturgia
contemporánea.
5. Los personajes
● Los contemplativos se caracterizan por su idealismo y por intentar vivir según una
serie de principios éticos a pesar de que esto conlleve problemas. Se sienten
angustiados, sueñan un imposible aun siendo conscientes de sus limitaciones, por
ello están abocados, casi siempre, al fracaso.
● Los activos se definen por su obsesión por alcanzar sus propias metas aunque ello
suponga pasar por encima de los derechos de los demás, y por su materialismo. A
veces son egoístas, crueles y violentos.
Tomás es contemplativo; Asel y Tulio, son activos con principios éticos; Max y Lino, son
activos sin escrúpulos.
Según otro criterio, en la obra hay dos grupos: personajes con nombre propio (Berta y los
cinco presos) y los personajes genéricos (el Encargado, el Hombre...).
Los personajes principales de la obra son cinco claramente individualizados (Tomás, Asel,
Lino, Tulio, Max y Berta), pase lo que pase nunca pierden su autonomía de personajes.
Entre todos constituyen una red de conductas diferentes diversas pero complementarias
entre sí, representan distintas zonas del subconsciente de cada individuo que van aflorando
en situaciones límite.
A lo largo de la historia veremos que los seis personajes mantienen una oscura y tirante
relación, cuyo significado no descubriremos hasta bien avanzada la obra.
Un personaje atípico es Berta, ya que sólo es fruto de las alucinaciones de Tomás, igual
que Dulcinea para don Quijote, y desempeña el papel fundamental de la recuperación de
Tomás. Algunos creen que se trata de un desdoblamiento del propio Tomás ya que lleva
la misma insignia C-72.
Hay un hombre sin nombre. Es el compañero enfermo con el que habla Tomás hasta que
se da cuenta, cuando se lo llevan los carceleros, de que está muerto desde hace ya seis
días. Es el primer elemento que favorece la curación de Tomás. Su papel en la obra es el de
víctima del sistema represivo.
Cada uno a su manera, estos personajes representan formas de actuar ante situaciones
límite: Asel la asume con dignidad, tolerancia y comprensión; Tulio pasa de la intransigencia
a la envidia que siente por Tomás que ha conseguido evadirse de la amarga realidad que
los circunda; Lino también es un soñador, inocente; Lino evolucionará de un papel de mero
observador a la acción desesperada y Max representa la solución fácil y rastrera: el que
vende a sus amigos a cambio de recompensas materiales. Desde el punto de vista
ideológico, la posición aparentemente más moderada o posibilista de Asel, que se opone a
un radicalismo, encarnado por Lino, puede ser entendida como un producto de la reflexión
surgida ya en el período de encarcelamiento, donde se percibe la necesidad de medir las
fuerzas.
Pero estas posturas se revelan insuficientes para escapar del poder que ejerce la fundación.
El desenlace es trágico para la mayoría de ellos, pero el final abierto hace que el
espectador, absolutamente conmocionado y conmovido por lo que está presenciando,
desea que se resuelva positivamente para los supervivientes y que los lleven a la celda de
castigo.
6. Elementos simbólicos
La realidad y la apariencia
El simbolismo, tanto de los hologramas, como de la Fundación o los ratones, sugiere que la
diferencia entre la realidad y ficción es más leve de lo que parece a simple vista.Los
hologramas son imágenes proyectadas en el aire. Tulio, el escéptico del grupo y experto en
hologramas, reconoce que los hologramas se confunden fácilmente con la realidad (él
mismo llegó a perseguir un holograma pensando que era su novia).
La Fundación representa a la sociedad actual, donde el ser humano vive tan engañado
como Tomás en su Fundación. Vivimos en un mundo engañoso que pretende ocultarnos la
cara trágica de la vida: la muerte, el hambre, las injusticias… Nuestra sociedad consumista
es una cárcel con apariencia de mundo feliz. El ratón de Berta, Tomás, representa al propio
Tomás y al ser humano en general: un prisionero cuyo destino es la muerte.
La escenografía
Ocurre lo mismo con los objetos y el propio espacio escénico. No podemos sospechar que
se trata de una cárcel hasta que llegue el momento oportuno. Ha de ser así para que el
efecto de inmersión tenga sentido.
Todos veremos, como Tomás, un teléfono, un mueble bar, un cómodo sofá... Los objetos
mudan y desaparecen en una transformación física unida a la mutación psíquica del
personaje.
Todo el teatro de Buero Vallejo está caracterizado por la extensión y precisión de sus
acotaciones, que, para el dramaturgo, siempre han sido fundamentales. En el caso de La
Fundación las acotaciones son particularmente necesarias, sobre todo a la hora de expresar
los “efectos de inmersión”. La inmersión en la mente del protagonista es la única manera de
presentar el proceso de vuelta a la normalidad de Tomás. Cada transformación del espacio
escénico revela que un nuevo fragmento del mundo real ha logrado ocupar su sitio en el
cerebro del personaje, puede decirse que es desde ahí desde donde transcurre la obra.
Todo este proceso de subjetivización sitúa al autor en la línea de los grandes dramaturgos
contemporáneos (por ejemplo, Arthur Miller) que buscan la superación de la objetividad. El
público ve, pues, lo que ve el personaje, que impone un “punto de vista” subjetivo de
primera persona a todo el universo escénico. Así Tomás transforma los petates en cómodos
sillones, las paredes en librerías o en un ventanal sobre el campo. Pero esto el espectador
no lo sabe, porque también lo ignora Tomás. Las paulatinas quiebras que la realidad
introduce en la fantasmagoría alucinada del prisionero son vividas como incongruencias o
absurdos inexplicables tanto por él como por el público. La obra se constituye como un
continuado proceso de acercamiento desde la locura a la realidad, vivido por ambos. La
acción de la obra se centra principalmente en la conquista de la verdad a partir de la
enajenación: en comprender que estamos en la cárcel. De esta manera, el drama se
proyecta sobre los espectadores de una manera no convencional, pues los incorpora al
proceso de la ficción. Si Tomás es, no ya punto de vista, sino “órgano de visión”, cada
espectador es igualado a él, confundido con él. La metáfora escénica que equipara la
prisión a un acogedor centro de estudios trasciende la concreta circunstancia carcelaria de
los reos de ficción y se extiende hacia dimensiones mucho más amplias que atañen a la
vida humana en general. Hay una perfecta adecuación entre la forma y el contenido del
drama, porque la actitud enajenada de Tomás es también usual en el espectador con
relación a otras “Fundaciones”. Esta “inmersión” en la mente del protagonista es el único
modo de poder presentar directamente la sucesiva vuelta a la normalidad de Tomás: cada
transformación del espacio escénico revela que un nuevo fragmento de la realidad ha
logrado ocupar su sitio en el cerebro del personaje (aunque también existen algunas
deformaciones en la audición de Tomás, que, por ejemplo, escucha “ingeniero” cuando un
compañero le dice ser “tornero”, las variaciones afectan primordialmente a la vista, a la
configuración del mundo y las cosas). El proceso de desvelamiento de la realidad, la caída
del velo, es una constante en toda la obra de Buero Vallejo, que aquí se hace forma y
estructura dramática (pensemos, por ejemplo, en la locura del padre en El tragaluz).
El final
Cabe señalar que Tomás empleará una última vez su locura, al tratar de encubrir la muerte
de Max. Pero la situación es ya muy distinta a todo lo anterior, pues él domina entonces su
imaginación, en lugar de ser dominado por ella. La Fundación no es ya una huida, sino un
arma utilizada contra los carceleros para conseguir el traslado a las celdas de castigo y,
desde ahí, la posible liberación. Antes de caer el telón y cuando ya no hay personaje alguno
sobre la escena, esta se transforma y recobra de nuevo el aspecto de la Fundación: vuelven
la librería, nevera, paisaje, luz irisada y música de Rossini, mientras el Encargado abre la
puerta e invita a entrar a nuevos, pero ya invisibles inquilinos de la estancia. Este final no
engaña al espectador, que ha conocido de mano de Tomás la verdadera entidad de la
Institución. Esta es una escena emblemática. El autor trataría de prevenir al espectador
sobre las Fundaciones que le acechan en la realidad extra teatral, de mantenerle atento
respecto a todo lo que en la sociedad humana lo limita o enajena, porque, si esa prisión
concreta se ha visto refutada, otras muchas perduran en el mundo.
7. El punto de vista
Por una parte hay que tener en cuenta la importancia que tienen las acotaciones en el texto,
ya que las transformaciones que ocurren en el escenario tienen singular significación para
comprender el desarrollo de la obra.
Además, tienen especial importancia algunos recursos como la música, ya que la obra
comienza y acaba con Guillermo Tell de Rossini. Esta música, al comienzo, crea el
ambiente adecuado para la presentación de una alucinación; mientras que al final deja el
camino abierto a la esperanza y a la aparición de nuevas situaciones que afectan al
espectador.
Otro elemento importante es la “presencia” de la pintura, que tiene como finalidad sugerir al
espectador que algo raro está sucediendo, al producirse hechos inexplicables,
incongruentes (como el que Tomás no encuentre su cajetilla de tabaco), que van marcando
el proceso de “recuperación” de Tomás en el que va hacia lo real.
En definitiva, el hombre debe dudar de la condición real o ilusoria de todo lo que le rodea, y
replantearse en cada ocasión lo provisional del estado adquirido, así Buero defiende la
misma tesis que en otras muchas obras: la crítica es una necesidad constante del individuo
para no caer en el engaño.
8. El espacio de la novela
❖ Lugar
❖ Tiempo
El desarrollo de la pieza es lineal, no existen saltos cronológicos y el drama se desarrolla en
pocos días. En la Fundación los hechos suceden in media res. Cuando la obra comienza,
los personajes se hallan en una situación determinada a consecuencia de acciones que han
sucedido en el inmediato pasado, y que el espectador irá conociendo a lo largo del drama
según vayan aludiendo a ella los diferentes personajes.
El primer cuadro tiene lugar una mañana poco antes de comer y termina cuando sirven el
rancho; por las alusiones que se hacen, se deduce que el que para Tomás es un enfermo
lleva varios días muerto, pues el olor que su cuerpo despide es ya insoportable y su ración
se la han repartido varias veces. El cuadro segundo transcurre esa misma tarde, pues
Tomás sigue encargado de la limpieza; faltan cuatro horas para la cena y al final los
guardianes descubren al muerto, que falleció seis días antes. El cuadro tercero (primero de
la parte segunda) se desarrolla tres días después; cuando los presos acaban de cenar y la
noche está cayendo. El día anterior Tomás había ido a los locutorios para ver a su novia. En
el último cuadro han pasado muy pocas fechas, como parece deducirse del hecho de que
Asel siga preocupado al principio por la mencionada visita que tuvo o parece haber tenido
Tomás. Toda la obra comprende un lapso de cuatro días, o muy pocos más. Hay que aludir
también al tiempo metafísico de la obra. Buero Vallejo ha señalado que una de las fuentes
de inspiración de La Fundación es el cuento “Las nubes”, del libro Castilla de Azorín, en
donde su autor, siguiendo a Nietzsche plantea la teoría del eterno retorno, anunciada por
Buero al final de la obra. El tiempo para Nietzsche es un instante fugaz precedido de la
nada y seguido de la nada. Sólo el presente más inmediato existe, porque el pasado fue y el
futuro todavía no ha sido. Para Azorín, el eterno retorno es, sin embargo, una capacidad
para vivir de nuevo el tiempo. En La Fundación, Tomás afirma que “el tiempo es otra ilusión”
y que el futuro “de algún modo, existe ya”. Asel, por su parte, señala de forma irónica, que el
tiempo es un “presente eterno”. Cuando al final del drama, el Encargado invite a entrar en el
aposento a nuevos visitantes, el engaño de la Fundación vuelve a empezar en un eterno
retorno imparable.
❖ Acción
9. El estilo
Si hacemos un análisis del lenguaje de la obra, tenemos que distinguir, en primer lugar, dos
tipos de lenguaje claramente diferenciados: la lengua de las acotaciones y la de los
personajes. La escasez de verbos de la primera acotación hace que tengamos la sensación
de que no pasa nada y que estamos viendo un cuadro. Además hay un obvio uso de figuras
retóricas en toda la obra, especialmente notable en las descripciones.
Por otra parte, en esta obra, como en la dramaturgia completa de Buero, son fundamentales
todos los gestos y actitudes. Podemos advertir esto de manera especial, por ejemplo, en la
presencia muda de Berta, al final del intermedio pictórico que se nos ofrece como un
síntoma claro del valor de los gestos y las formas habituales en el drama. El lector debe
comprender por sí mismo el valor que tienen los gestos de Berta, de fruncir las cejas y de
mirar a todos con grave expresión y también el hecho de que ninguno de ellos, ni siguiera
Tomás, repare en ella. Por otra parte, se puede destacar el papel especial de ciertos
elementos artísticos, como es la música de Guillermo Tell, de Rossini, que suena al principio
y al final de la pieza, creando, junto a ciertos elementos escénicos, una estructura
circular.
Por último podríamos decir que se entiende La Fundación, aparte de su tema, como una
honda investigación sobre la catarsis trágica. El término catarsis, desde que Aristóteles lo
empleó en su Poética para explicar una de las más radicales funciones de la tragedia, ha
ido significando distintas cosas, siendo su traducción más exacta la de “purificación”, bien
del héroe trágico, del espectador o de ambos. En todo caso, el término catarsis supone un
proceso, una transformación de la visión del mundo, tanto en el personaje trágico como en
el espectador. La acción trágica posee la profunda virtud de hacernos ver de verdad la
condición humana. Tanto para el espectador, como para el héroe (Tomás) la existencia o la
condición humana arroja su máscara el fin y desnuda su rostro. El héroe termina sabiendo y
el espectador empieza
a saber.
10. Bibliografía
https://cdn.mcu.es/wp-content/uploads/2012/08/10-LA-FUNDACION-98-99.pdf
https://servicios.educarm.es/templates/portal/ficheros/websDinamicas/154/La%20fundaci%c
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https://juanmdrs.files.wordpress.com/2011/11/la-fundacic3b3n1.pdf
https://docs.google.com/document/d/0B52zgnCk_RSmOGM0QThFcHU2dXc/edit?resourcek
ey=0-PUbIwYLoC177Jw3wn-hDOg
https://www.bachillerato2atlantico.blogsek.es/2012/09/20/la-fundacion-teoria/
https://docs.google.com/document/d/19MreineVy2BsEM97VcLXjzzY95cYQ0npc6TjbIa6dhY/
edit
https://blocs.xtec.cat/pegarlahebra/lengua-2o-bachillerato/libros-de-lectura-curso-2021-22/la-
fundacion-de-antonio-buero-vallejo/
https://youtu.be/y8raMm--5L0